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ym g PROPERTV OF
Unwsi^of
ARTES SCIENTIA VERITAÍ
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D,g,t7cdb/GOOgIC
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D,g,t7cdb/GOOgIC
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D,g,t7cdb/GOOgIC
Ángel salcedo ruiz
HISTORIA DE ESPAÑA
(ReSUMBN CBlTiCO)
MANUEL ANQBL Y ALVAREZ
HISTORIA GRÁFICA DE LA
CIVILIZACIÓN ESPAÑOLA
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a ftunoaa eacnltara conocida por ..La Dama di Elche"
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HISTORIA
DE ESPAÑA
RESUMEN CRÍTICO
por Ángel SalcedOjRuiz
Académico de número de la Peal de Ciencias
Morales y PoKlicas
é
HISTORIA GRÁFICA DE LA
CIVILIZACIÓN ESPAÑOLA
(ILUSTRACIÓN Y NOTAS
EXPLICATIVAS DE LA MISMA)
por Manuel Ángel y Álvarez
t.71G trabados; III Idmlnaa de prehls-
forla. arqucoloffld. IndumenlarlH, armas,
monedas, cerámica, orfebrería, one.
suniuaríns. ele. ele. 904 retratos; mulil-
lud de reproducciones de documentos
diversos, etc.
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Es propiedad del Ediior.
Reservados todos los derechos li-
temrios y artísticos para todos los
países, incluidos Suecia. Noruega, Di-
namarca y el Imperio de Rusia.
UejaF
,,CoogIc
Excmo. Sr. R.*» P. Fidel Fita
Director de la Real Academia de la Historia.
Por homenaje de admiración, tributo de gratitud y pago
de una deuda de justicia, imprímese vuestro esclarecido nombre
al frente de estas páginas. [Lástima que sea tan pobre la lápida
para tan noble inscripciónl
Acreditando una vez más la generosidad propia de la gran-
deza verdadera, os habéis dignado, con mengua del tiempo que
os íalta para vuestros inacabables y elevados estudios y para
las sagradas funciones del ministerio sacerdotal y religioso apos-
tolado, echar una mirada compasiva sobre las cuartillas de este
Resmnen conforme se iban escribiendo, y dejar en ellas testimo-
nio fehaciente de la minuciosidad del examen y, como en cuanto
toca vuestra mano, de la erudición asombrosa y del tino crítico
que os hacen uno de los príncipes y soberanos de la disciplina
histórica en la Europa moderna.
Madrid, i.° Mayo 1914.
Jíngel Salcedo l{mz.
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,,GoogIc
Dos palabras.
Pasen de largo los sabios; no es para ellos este libro.
Como su tftulo declara, es un Resumtn, y busca su público en el gremio
estudiantil y en aquella multitud de gentes ilustradas que desean conocer la
historia de su patria y saberla conforme á los últimos adelantos de la inves-
tigación erudita y crítica, pero que por la índole de sus estudios 6 por sus
ocupaciones profesionales no pueden dedicar á esta tarea ni el dispendio ni
el tiempo necesario para adquirir y leer las obras voluminosas y la muche-
dumbre de monografías, opúsculos, conferencias, discursos y artículos en que
anda esparcida esa última palabra de la ciencia histórica.
No hace muchos días que el docto académico D. Jerónimo Becquer, en
articulo publicado en ¿a Época, se lamentaba de la falta de libros manuales
vulgari^adores del copiosfsimo caudal de investigaciones y sana critica crea-
do por tantos varones doctos é infatigables para el trabajo. Este libro quiere
ser uno de esos que el Sr. Becquer echa de menos.
Comprende tres partes distintas, ó mejor dicho, cuatro.
La primera (438 páginas), distribuida en diez y seis capítulos, es el re-
sumen de nuestro pasado, desde la formación geológica del suelo peninsular
hasta la guerra de la Independencia. Se ha procurado familiarizar al lector
con las fuentes directas, indicando precisamente lo que dicen ellas y advir-
tiendo lo que omiten para que puedan darse cuenta de los que son hechos
Probados, ó por lo menos datos probailes, y los distingan de las conjeturas ó
las moenciotus, que tanto abundan en nuestros más acreditados libros de his-
toria. Los faístoríadores antiguos, más artistas ó literatos que científicos, as-
piraban á convencer á su público de que sabían ellos perfectamente cuanto
había ocurrido en el período historiado, y de aquí los inventos con que
llenaban las lagunas de su inevitable ignorancia. Vinieron luego los historia-
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HISTORIA DE ESPAÑA
dores ñlosófícos y politices, para quienes los hechos eran argumentos con que
probar tesis preconcebidas. ;Y qué no ha de idear quien aprecia el dato como
razón para ganar su pleito? Quien de veras quiera iniciarse en la Historia á la
moderna, no sólo tiene que aprender muchas cosas nuevas, sino que olvidar
otras muchas que han pasado por keckos, y no son más o¿at figur aciones.
La segunda parte (desde la página 439 á ta 665) es una monografía del
reinado de Fernando VII, y se le ha dado esta extensión porque ese período
tiene singularísima importancia para los lectores de nuestra ¿poca, toda vez
que constituye lo que, parodiando á Taine, podemos llamar Orígenes de la
España contemporánea: entonces, en efecto, planteáronse todas las cuestiones
religiosas, políticas y sociales que aún están sobre el tapete, y nuestro tiempo
no es sino la prolongación de aquel tiempo. La historia del reinado de Fer-
nando Vil se ha escrito muchas veces, algunas en absolutista, otras — las
más — en liberal. Nosotros hemos ensayado, y sentiríamos extraordinaria-
mente no haberlo conseguido, escribirla tn kisíoriador.
La tercera parte (desde la página 665 á la 912) son unos Anales contem-
poráneos. Cada año, desde el 29 de Septiembre de 1833 al 31 de Diciembre
de 1912, es objeto de una breve crónica en que se apuntan los principales
acontecimientos sociales, religiosos, políticos y militares, y basta 1868 tam-
bién los de orden científico, literario y artístico, sin excluir la tauromaquia,
que, aunque lo deploremos algunos, tiene tanto interés para muchos, y da á
nuestro desenvolvimiento histórico un rasgo especial de fisonomía. En obse-
quio á la brevedad, ó mejor dicho, para no hacer demasiado voluminoso el
libro, desde 1868 se ha omitido esta parte, tan interesante de suyo, asi como
en todos los Anales, citar las fuentes de que brota y en que se apoya la re-
lación de hechos. Más sentimos no haber incluido, siquiera fuese sucinta-
mente, la historia de las naciones de América, nuestras hermanas; pero nues-
tro libro comprende toda la de la emancipación ó separación, con lo que las
grandes figuras de Bolívar, San Martin y demás caudillos hispano america-
nos, reverenciados al otro lado del Océano como padres y fundadores de
pueblos, se ofrecen en estas páginas con el conveniente relieve, quizás por
vez primera en un Mannat de Historia de España escrito en la Península.
La cuarta parte, á que nos referimos arriba, y qué quizás muchos apre-
cien más que ninguna, está esparcida por todo el libroi es la Historia gráfica
de la civilización española, por el notable artista D. Manuel Ángel. Comprende,
como verá el lector, una copiosa ilnsíradón preiisíórica, otra no menos inte-
resante de obras artísticas, reproducciones de cuadros de asunto histórico,
dibujos originales del Sr. Ángel interpretando escenas y sucesos, retratos
morales, 6 sea imaginados por el mismo artista en virtud de los datos histó-
ricos, y de cuya importancia no cabe dudar en una obra que aspira á intere-
sar á los niños, pues es sabido que la representación gráfica, aunque no sea
real, es el mejor instrumento pedagógico para ñjar en las mentes infantiles el
recuerdo del personaje retratado, y, finalmente, dos seríes que han de agra-
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HISTORIA DE BSFANA 1 3
dar á todos: uoa, la historia del traje en España, desde los tiempos primitivos
hasta nuestros dias; otra, la galería de retratos de personajes amtetnporáneos.
Para el mejor conocimiento de su Historia gráfica ha redactado el Sr. Ángel
unas notas explicativas que van en el texto, con la conveniente distribución
li separación de las del cuerpo del libro. Quizás repare algún lector meticulo-
so que no siempre coinciden los datos y apreciaciones de las notas explicati-
vas del artista con los del texto y notas de éste: no achaquen á descuido la
discrepancia; es que, tan respetuosos con la obra artística como con la lite-
raria, hemos querido que dentro del Resumen kistórico- critico vaya la Histo-
ria gráfica de la civilización española de D. Manuel Ángel, formando, no un
accidente ó complemento de aquél, sino un cuerpo orgánico independiente.
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D,g,t7cdb/GOOgIC
PRELIMINARES
LMoinbres Je España.— t. Unidad j variedad geográficas de nuestra Península. — 3, Su re Helo
en naetlra Historia. — t. Poimacidn geológica del macizo peoinsaiar. — 5. Descripción
snmaria de la Península.
1. — <La postrera de las tierras bada donde el Sol se pone es nuestra
España> (i). De aquí que la llamaran los gnegos Hesperia, ó región del ocaso.
También fué denominada por los antiguos Iberia, tierra de los iberos, ó ba-
ñada por IberHs ó Ebro, <el histórico rio que á tuda la Península da nom-
bre> (2). Mas la denominación que ha prevalecido es España, de origen feni-
cio (Spamia en lengua pícnica, ffispania en latfn), derivada de Span, vocablo
sobre cuyo significado porfían los etimologistas. Según unos, querfa decir
oc%Uo, y se aplicó á nuestra tierra por los comerciantes de Tiro y Sidón
atendiendo á que, como tan apartada de la suya y de todas las regiones en
que á la sazón florecía la cultura, era poco menos que desconocida para los
hombres civilizados, únicos dignos de figurar en la Historia; según otros,
Span es conejo, y Spauia, por tanto, región abundante en conejos. Monedas
del tiempo de Adriano que representan á España como una matrona sentada
con un conejo á los pies atestiguan que en aquella época era creída esta úl-
tima versión etimológica.
2. ^ Lo que importa dejar sentado es que Iberia, Hesperia y España —
términos sinónimos — no ciñen su significación al reino que ahora llamamos
España, sino que comprenden también á Portugal, ó sea que España es toda
la Península, unidad geográfica perfecta que <parte término con Francia por
•los montes Pirineos y con África por el angosto estrecho de Gibraltar, tiene
>6gura y semejanza de un cuero de buey tendido, que así la comparan los
•geógrafos, y está rodeada por todas partes y ceñida del mar, si no es por
• la que tiene por aledaño á los Pirineos, cuyas cordilleras corren del uno al
•otro mar y se rematan en dos cabos ó promontorios» (3). <No cabe posición
•geográfica más señalada, ni hubo jamás límites más patentes — dice un his-
• toriador notable; — y nosotros añadimos: ni condiciones más ventajosas para
• la constitución de un grande Imperio» (4).
MuiaDB, Hiiloña di España.
Menéndez Pelado.
Mariana, ídem.
G&mez de Arteche, Geegra/ía hislérkú-mililar de España y Psrtu^l.
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l6 HISTORIA DE SSPAÍÍA
Á esta unidad de conjuoto corresponde, sin embargo, dentro de la Pen-
fnsula la más rica variedad de condiciones y circunstancias geográficas. <£s
• difícil hallar, dí en la geogénesis, ni en la constitución geológica, ni en la
• orografía, ni en la hidrografía, ni en el clima, ni en la vegetación, un rasgo
•dominante, un carácter exclusivo que pueda considerarse como general á
(toda la región española». 'Pudiera decirse que el carácter distintivo del te-
• rritorio español es no tener ninguno» (ij. Ó, mejor dicho, tenerlos todos.
Separada del resto del mundo por barreras ó límites inconfundibles, España
es un microcosmos, y cuanta variedad ostenta la Tierra en la muchedumbre
de sus regiones ofrécese aquí condeusada y reducida dentro de un territo-
rio relativamente pequeño. A pocas leguas de comarcas privilegiadas por su
fertilidad y dulzura de clima, verdaderos paraísos que recuerdan los cam-
pos Elíseos ó el jardín de las Hespérides, dilátanse vastas llanuras que son
ceñudas estepas semejantes á desiertos africanos; hay montañas calvas en
que los rayos solares caen sobre las piedras calcinadas como piensan los as-
trónomos que hieren á las rocas en los paisajes lunares, mientras que otras
montañas, cubiertas de vegetación exuberante, protegidas del sol por vapo-
res de agua constantemente difundidos en la atmósfera, muestran el grato
espectáculo de las tierras altas de Escocia ó de los encantadores valles de
Suiza, El viajero, según llegue á la Península por una ú otra de sus entradas,
ó según la comarca que recorra, forma de nuestro suelo una idea distinta: ya
le parece la más hermosa, la más feraz y la más habitable de todas las regio-
nes del planeta, ya la más horrible, la más estéril y la más ingrata para sus
infelices habitantes.
3. — Esta unidad y variedad del medio geográfico refléjase tan intensa y
constantemente en nuestra historia (z), que si cabe señalar para ésta una ley
general, es sin duda la de la unidad y la variedad. Desde que conquistaron
nuestra Península los romanos España ha formado algunas veces una unidad
política correspondiente á su perfecta unidad geográfica, y en otras ocasio-
nes se ha dividido en reinos ó estados autónomos, y aun rivales y enemigos
entre sí. Pero cuando constituyó unidad siempre hubo elementos que ten-
dieron á fraccionarla y dividirla; y cuando se dividió y fraccionó hubo, cons-
tantemente también.factores que operaron por volver á juntarla. Parecen indi-
car á una la Naturaleza y la Historia que nuestra Península es asiento adecuada
para un solo Imperio; mas no para un Imperio de absoluta homogeneidad in-
terna y de administración severamente centralizada, sino para uno en que la
autoridad suprema del Estado sea como unidad superior que abarque y ar-
monice, respetándolas y protegiéndolas, las inferiores unidades regionales.
4. — .\ través de los siglos vemos cumplida esta ley, y cabe añadir que su
fundamento arranca de la misma constitución geológica de nuestro territorio.
No es propio de la Historia de España, sino de la Universal, el estudio de
la formación del globo terráqueo; formación paulatina y gradual en incalcula-
ble serie de siglos (3), que ha ido dejando sus huellas en los estratos ü capas
(i) Ríseña /¡íográfica y eiltbiillira dt Eifaña psr ¡a Diretción gitural Ji¡ Iníittuto Getg'á-
fico Y EslaáislicB.
|l) Sobre este panto de la ÍDlIuencia del medio ^topifica en el desarrollo histórico
aie Ensavo di análisis y sinttsis giográficas, por D. Carlos Garcfa Alonso, de la Real Socie-
d GeogrAñca y profesor de la Escuela SupenOT de Cutris. Madrid, 1911. Es un tratado tan
!ro de años trasi
iel hombre, es cii
líos más moderad
nto,» (Goniilez 1
,,, Google
profundo como de breve, fácil y amena lectora.
(3) o , , , aunque no podemos evalnar exactamente el número de años trascuirídos
desde la aparición del primer organismo viviente hasta la creación del hombre, es cierto qne
ese número no puede expresarse sino por muchos millones. Los cálculos más moderados atro-
jan como mfnimum veínle millones de años, y como máximum, ciento,» (Goniilez de Arin-
tero, El Examiroit y la ciíHíia medima.)
ti
sobrepuestas, coo razón comparadas i las hojas mal encuadernadas de un libro,
constitutivas de la corteza terrestre. Examinando la especial de nuestra Pen-
ínsula descúbrese como primera verdad ó punto de partida de su desarrollo
geológico que lo más antiguo, «la cuna y principio del continente que debía
»ser nuestra Espafia» (i), fué una isla de granito compuesta de casi todo lo
que hoy es Galicia, gran parte del norte y aun del centro de Portugal, y algo
de León y Extremadura. No estuvo siempre sola esa gran isla, sino que pasó
i cabeza de numeroso archipiélago; separada de ella por ua estrecho hubo
otra, también de extensión considerable, que comprendía Avila, Segovia,
Béjar y Toledo, con las sierras de Gredos y Guadarrama, dilatándose por el
Sur hasta Orgaz y Navahermosa. Más al mediodía surgieron aquí y allá
muchos islotes, algunos no pequeños, unos en lo que ahora es Portugal y
otros en lo que actualmente es reino de España. Hacia Norte y Levante las
tierras no cubiertas por el mar eran harto más exiguas y raras: los Picos de
Europa, algo de Cataluña, y sobre todo una serie de islotes marcando las
que muchos siglos más tarde habían de ser crestas pirenaicas. Tal fué el
primitivo diseño de esta Península en aquellas edades tan remotas, vecinas
de la ígnea ó plutónica, ó sea de la ebullición de todas las materias que for-
man el globo terráqueo; mares cubrían ya enteramente su corteza, y, relati-
vamente a la edad anterior, el enfriamiento había adelantado mucho; mas era
todavía tal el calor, que derretía la sihce y hacía imposible toda vida en el
planeta (a).
5. — He aquí en breve síntesis las principales tras formaciones expe-
rimentadas por nuestro territorio desde su primoral aparición, ya indicada,
hasta que fué morada del hombre.
En el periodo carbo ífcro el primiiívo archipiélago hispánico ensanchóse
considerablemente. Las dos grandes islas ( gala ico-portuguesa y Ávila-Se-
govia) se juntaron, constituyendo una extensísima que bajaba por el Sur
hasta to que hoy es provincia de Huelva, y por Lev nte hacia un espacioso
golfo, en cuyo centro estaba et terreno donde actualmente se asienta Ma-
drid. Las otras islas aumentaron también en número y extensión; los Piri-
neos marcaban ya su presente configuración, aunque rodeados del Océano
por todos lados. Finalmente, al concluir lI periodo los mares interiores de la
Península se habían convertido en inmensos pantanos, sobre los cuales se al-
zaban islas innumerables, cubiertas de la más portentosa vegetación.
Como que este periodo carbonífero fué el del reinado de las plantas; y
de su gigantesca Sora, sólo dando riend.i suelta á la fantasía podemos for-
marnos idea, «Figurémonos, no bosques, sino hacinamientos de vegetales
•pantanosos brotando unos sobre los otros; agrandemos las imágenes de
• tal modo que las equisetáceas (colas de caballo) sean alias como álamos
• blancos; los heléchos, como palmas; los licopodios, como encinas* (3). «Bos-
•ques admirables de coniferas, de gigantescas siguillarias, de elegantes lepido-
•dendros, de gallardos loma tophloí eos, de graciosos calamites, unidos por
•multitud de licopodiáceas, de equisitáceas y de heléchos herbáceos, exten-
•dian por doquier sus apretados tallos, formando masas sombrías donde
•revoloteaban algunos escasos insectos ó se deslizaban extraños anfibios,
(2| Slr W. Ijgan ha señalada, lin embargo, en aquella primen edad la eiiilcnci
otoon eanaárnit como oreiniíinD primitivo; i muchos eeúloeos les parece dudoso qu
ifalmente na orginitmo. De lodos modos, sólo aparece al fin ie la edad, y en España
han enconlrido todavía sus fósiles; ünicarnente Mr, Oarrlgon ha creído hallarlos en los
n«» IraDceses.
(3) Dupaigne. La Moitlagaa.
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|8 HISTORIA DB ESPAÑA
•como Única muestra de la vida aaimali (i). Aquella colosal vegetación, de
cuya vista no pudo disfrutar el hombre, ha rendido, sin embargo, á la espe-
cie humana muchos mulares de años después de su florecimiento el tributo
de su fuerza: la industria del siglo xix no hubiera sido posible sin el carbón
de piedra; es decir, sin los yacimientos dejados en la corteza terrestre por
el período carbonífero.
Tras el periodo carbonífero vino el pérmico, cuando ya casi lodo el suelo
de nuestra Península estaba fuera de las aguas, el África, unida á ella, y la cor-
dillera Penibética, enlazada con la MarÜnica, cortaban la comunicación entri;
el Mediterráneo y el Atlántico. El período pérmico parece ser de gran retro-
ceso ó decadencia en las fuerzas productivas de la Tierra. Con él termina el
ciclo de la vida más antigua, y empieza luego la era mesoojoica ó secundaria,
dividida en tres períodos; tridsico, jurásico y creldceo. «Durante esta era de
ncalma reinan los reptiles como señores casi absolutos de la superficie del
•globo: apenas si se batían vestigios de ciertos mamíferos inferiores, precur-
■sores de la edad venidera, y las aves que aparecen ostentan caracteres
■mixtos que las acercan mucho á los reptiles' ¡2). Eran reptiles voladores,
con cabeza de pájaro y alas de murciélago: uso:! verdaderamente los drago-
unes de la fábula, y ni la imaginación en sus mayores extravíos pudo inven-
»tar una colección de monstruos semejantes á los que vivieron en el período
•jurásico! (3).
La edad terciaria se caracteriza á su ve£ por la aparición y predominio
de los mamíferos, «Los continentes adquieren sus dimensiones, sus principa-
■les rasgos y sus relieves actuales» (4). 'Las condiciones físicas y biológicas,
•hasta entonces notablemente uniformes, se diferenciaron hasta el punto de
•producir la variedad que caracteriza á la era modernai (5). iLos dos reinos,
•animal y vegetal, habían llegado á su apogeo; todo clamaba ya por la apari-
■ción del hombre, porque, según la prudente reflexión de Boyd-Davokius,
•reproducida y confirmada por Lapparent, en cualquier punto de vista en
■que uno se coloque, el hombre debe aparecer como el coronamiento del
• mundo orgánico luego que el reino animal y el vegetal adquieren todo su
■desarrollo. Y entonces, al terminar el pliocénico, postrer período de la
■edad terciaria, debió de aparecer el hombre, por lo mismo que no se han ha-
■ liado aún señales de su existencia hasta dentro de la edad cuaternaria, y
■que tales señales aparecen desde que principia esta edadi (6).
Los cambios experimentados por el territorio peninsular durante estos
larguísimos períodos no son para expuestos sumariamente, ni su determina-
ción es tan segura que muchos de tos puntos que se tienen por más averigua-
dos no den cómodo asidero á las controversias.
De aquella elaboración de la Naturaleza resultó este macizo peninsu-
lar, que es como inmenso promontorio, con una extensa meseta por cima y
vertientes muy desiguales; una rápida hacia el Mediterráneo; otra suave
hacia el Atlántico. Separado de Europa y defendido en toda la costa Norte
por los montes Pirineos, muéstrase á su vez cortado en trozos ó regiones
por las cordilleras que, arrancando de los Pirineos, lo cruzan y recruzan en
todas direcciones. La altura del suelo es tan diversa de región á región, y
ID Bolellm ob. dL
12) LtppiTtn.TralUdeQíoIogle
0) Conlcglin.
,, Google
aun de comarca á comarca, que determina una variedad de temperatura
como en pocas otras tierras podrá observarse: desde i3 grados bajo cero á
que se ha llegado algunos inviernos en ciertos parajes, hasta 40 y 48 grados
á que sube con frecuencia en otros casi todos los veranos. Efecto también
de esa desigualdad de nivel es que Hueva tan poco, excepto en ei Norte y
Noroeste, y que las aguas dulces se distribuyan pésimamente, alieroando la
devoradora sequía con las inundaciones asoladoras. «Los lugares marítimos
•lienea abundancia de pesca, de que padecen falla los que están tierra más
■adentro, por caerles el mar lejos y tener España pocos ríos, y lagos no mu-
•chosii (1). La comunicación, en efecto, de las costas con el Centro ha sido
difícil en todos épocas, y cada comarca costera ha formado como una nación
aparte, con fisonomía geográfica, producción, costumbres y hasta modo de
hablar diverso, y todas ellas han aventajado á la meseta central en clima, ri-
queza y población. De aquí la tendencia á la disgregación regional, con^atida
ó moderada por el sentimiento de la unidad peninsular, fundado ó robusteci-
do en ta idea de no ser suficiente cada región para constituir un solo im
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11
PREHISTORIA
!.— 7. Lo quí noB revela li Oíolost»; la tiprcit
6,— La Sagrada Escritura cita eoire los hijos de Jafet á Túbal (i). Al
exponer este pasaje del Génesis, Joscfo sienta que »los nietos de Noé, á fin
"de honrar su memoria, dieron sus respectivos nombres á las tierras en que
vfueroD cada uno á establecerse después del diluvio*; y en la enumeración
de pobladores y tierras dice: nTübal dio su nombre á los lobelianos, que al
"presente se llaman iberoS" (2). Estos textos tan vagos han bastado, sin em-
bargo, para construir toda una historia de la primitiva población de l£spaña.
■Túbal, hijo de Jafet (escribió nuestro historiador clásico), fué el primer hom-
nbre que vino i España; asi lo sientan y certifican autores muy graves, que
i>en esta pane del mundo pobló en diversos lugares, poseyó y gobernó á Es-
»paña con imperio templado y justo» (3). Y hasta se ha disputado sobre los
parajes de la Península en que puso su residencia Túbal, señalando unos á
Setúbat en Portugal, otros á Tudela, etc., sin más razón que e'
(expHcaclón de ¡a lámina ¡} (1).
1. Arcilla arenosa.— Z. Creaon.— 1. Arenas.— 4. Aieillas.-S. Arenas y cantos.— fi. Arenas.— 7. Artnis
con silex labrados.-8. Arenas arcillosas con huesos. -9. Arenas y grava.- 10. Quijos con silen labrados.—
11. Cantos, maigas terciarias.
El esquelelo que aparece en la parte inferior de la plana es de un Eleplias Merídianalis, caracterís-
tico de la ípoca terciaria. Junio í ti estl la calavera de un oso de las cavernas. Sl|pi« el mamut, elefante
con pelo, del periodo paleolítico, primero de la ípoca cuaternaria. Después el teño, del período mesalílieo,
y arriba el caballo, como representante de los animales domíslícos del periodo neolítico. Innwdiatimenie
la formación actual.
ID LOS PUEBLOS PRIMITIVOS Ó PREHISTÓRICOS.-La ÉpocK de la pledr>.~Los pri-
p.iises de Europa, en los sílex tállanos. Al basificar esias piedras y darles nombres, los eeol6|[os Ifs pusie-
ron los mismos que á los tres perioilos en que se lilviiie la época KCol6E¡ca cualetniria: la época pafeoZ/Iícd
o megollílca, de la piedra tallada; l.i mesolltlca, de la piedra perfeccionada, y la aeollUca ó de t» piedra
,,.CoogIc
Historia Gráfica de la Civilización Española
y parte del terciaria de San Uidro (Madrid).
D,g,t7cdb/COOgIC
33 HISTORIA DI SSfAHA
En cuanto á la voz iberos con que, según Josefo, eran designados en su
tiempo los tobelianos, se debe apuntar que es de origen helénico (i) y e:cpresa
un pueblo, ó mejor dicho, una raza á que en general griegos y romanos atri-
buyeron la primera población de España. Terencio Varron, contempor&neo
y servidor de Císar (3), y al que tanto elogió Marco Tulio por haber revelado
á los romanos su historia nacional (3), más erudito que historiador, sin em-
bargo, y como erudito nada critico, escribió que nuestra Península «fué con-
■quisiada sucesivamente por los iberos, los persas, los fenicios, los celtas y
»los cartagineses».
Pero ¿quiénes eran los iberos? ¿De dónde y cuándo vinieron á España?
Nada se sabe. En el siglo xvi, cuando tamas y tan toscas patrañas se trató
de incorporar á nuestra historia, inventóse un ¡bero, hijo de Noé, que dio su
nombre al rio y á la descendencia que dejó en sus márgenes; especie que re-
chaza Mariana, (Como quier que sea antes vcrosimil que los iberos que mo-
i<rabaa el monte Euxino, entre Coicos y las Armenias, cercados de los montes
■CáucBSos, vinieran en gran número á España, y fundado que hubieron ta
"Ciudad de Iberia, cerca de donde hoy está Tortosa, comunicaron su nombre
■ y lo pusieron primero al río Ebro, después á toda la provincia de España^.
Esta verosimilitud que halla Mariana está contradicha, empero, por un texto
de Sirabon, según el cual los iberos de Asia eran colonia de los de Europa.
Lo cierto es que el origen, asiento y vicisitudes de los iberos está cu-
bierto para nosotros por el impenetrable velo del tiempo. Unos los suponen
de procedencia asiática, llegados á nuestra tierra en la edad del bronce, ya
por los Pirineos, ya por el Estrecho, entonces istmo de Gibraliar, y aun sv
(1) .Por primer»
et suena en n
viajero griego del siglo
VI (.. de ]. C.1
llamado Scilix.> (Alu-
m Eiltleeonlifl
a creación de li
primer
■ biblialeca piíblic
eti Roma.
Oí lErunoicomo
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0 conocer: gracias á t>
etc. (Cicerón i Varron.) Se dice
«los VirrOD lubl* ttcrilo
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abiladas por el hombre
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as cuevas ton tamos».
entre luet|nn(il«.U< de
AIUinlta(piov
San(arder), Casti
0, Hornos de
a Pefta. Covalanas, Li
Hlu,S*ntilube1]rolrM
Muchas esUn
ecorsd
as con dibujos esg
afiados en la
oca y policromados que
alcanun raía perfecdón.
Despuéf de eilas manifestaciones de civlliíaclón ni
conalrucciones megalillcas.
Novinrat 1 pretender aquí fijar la cronología de los monumento? prehislúrl eos, paralo qne
mos autoridad; pero lodo el mundo sabe que la ludeía úr una obra, como el atraso de un pueblo,
nen antirledad en la una ni en e
tica (de Ta piedra Ullada). otras t
hacia slplos hablan entrada en la
Hacemos eitas consideraci
le respecto 1 la antigüedad de los monumentos prehistóricos, sostenidas ambas por perionalldades de gran
La primera sostiene que los monumenlos megalllicos pertenecen al primer periodo geoló^co de la
ípococa cuaternaria (el paltolltko), v son obras de la raía de Coiataiíf: que estos monumentos Se perfec-
cionaron dorante el periodo meiollllco con la raía de Cro-Magnon {ipaci de \>, pitdra pirflccionada). y
llegan 1 la pltttra puHmenlada con la raía de Furfooi en el periodo aeolillco, ultimo de la época cuater-
naria i inmediato í la ípoca geológica aclualmenle en formación.
La otra niega todo eslo y sostiene que el dolmtn e^una imitación lasca de los sepulcroi de MIceois.
y que hablfadose lormado el arte mlctniano despu^ de la guerra de 1'raya, sobre el siglo X <a. de 1. C),
y Occidente deEuropi.
Tampoco nos consideramos con autoridad para optar por cualquiera de estas leorias. Esta clase de
estadios ha adquirido recientemente un impulso muy grande; cada nuevo hallazgoó nueva descubrimiento
despeja una duda O plantea un nuevo problema, y quizás muy pronto lo que hoy es para nosotros un mis
lerio será nn hecho evidente é irrefutable. A esto conltibuirin de modo eficaz en cuanto á Espalla respecta
,,CoogIc
diargsa á establecer que hubieron de entrar aquí como conquisiadores, des-
alojando ó sometiendo á una población más antigua. Otros los hacen venir
de la Atlántida, y aun de América. Oíros, y su opinión ha corrido con vali-
miento, y ven en ellos tos restos fraccionados de un gran Imperio que en el
siglo XV ames de Jesucristo, ó quizás antes, comprendía, no sólo la Pen-
ínsula española, sino vastas porciones de Francia, Italia y África. Todo
son hipótesis más ó menos fundadas en datos incompletos é inciertos, soste-
nidos con mayor ó menor ingenio.
7. — La ciencia moderna nos permite asegurar, en cambio, que hubo
pobladores en España desde la remotísima edad llamada por los geólo-
gos cuaiemaria, ó sea desde que los hubo en el globo terráqueo. Todavía
nuestra Península estaba unida con el África por el Mediodía; con Italia, y
también con África, por Levante; el Mediterráneo formaba dos grandes lagos,
r al Oeste prolongábase aquella inmensa extensión de terreno que, ya cons-
limyendo una sola masa continental, ya diseminada en islas, unía nuestra
Europa con lo que tantos siglos después había de ser saludado como un
nuevo mundo. «La flora pUocénica era riquísima por efecto del suave clima
•propio de la edad terciariai (i)- La fauna, no menos copiosa, ofrecía caba-
llos, sucesores del extinguido hipparione; bueyes, osos, rinocerontes, hipopó-
tamos, y también el elefante, el mastodonte, el mammuth y la hiena de las
cavernas. Dos veces, por lo menos, nuestro hemisferio fué invadido por olas
enormes que pasaron rápidamente, a.solándolo y barriéndolo todo, ó, más
^ien dicho, pr ríos de hielo, según la {e\iz expresión de Carlos Martins; cata-
(1) Lippircni.
«triordlnarloi deuabrlmlcntoi mliudos por el lli
ncioncí pnolin tcr eilninuluy «todiidaí por el i
Nui-itn millón ei «justunos 1 1» qu( pod t]>ii
irrefntiblct ion loidleí tillldoirnconlndos ta plrna tpocí terciarla en los lerrencn mioceno y püoceno,
coma lo ion lat tillidos limblín del período paliollfíco, los peiíeccloniilos del maolltlco y ioípul'imto-
lidot del titMHco. (Vtinie lu limlnas I y II.)
PoFilo que eito es evident*, cabe pteaiintaT: Los sílex de estas tte» daseí hallidot en las cámiris
sepalciales, en loi Mlmtnet, ¿suponen en éitoi iiual antigardad respectiva?
Ya nemos dicho que para nosotras laimperftcdóndeunaobra no supone anli^rdad, sino el estado
de atraso en que el pueblo d la Iribú que la eríeiá se hallaba. Hay ademis otra consideración que precisa
iFUer en cuenta. Hemos hablado de tat cuevas de Altatnira y deroáí. Como se ve en el grabado (víanse las
iiminii III y iV), en estas cuevas loa animales que aprecen representados son el bisonte y el tena, ciiac-
lerbticas del periodo mtiolltlto, el segundo de li época geológica cuaternaria.
Por «cepciAn se hallan representados el Jabalí y efcabaTla, este último, como se sabe, pertenecienle
al ETOpo de liM tnimales doméiticos que caracterlian el periodo {eolágica siguiente, el neolítico, último
déla época euattraarla.
Estas pintora» son una manileilaci6n arllslica sin precedente y que no se repite en la historia del arte.
U espon taneldid y la Uruicza del trazo, que no vacil* jamás; la vida, el movimiento y el vigor de carácter
qne supieron dar á li repreientaciftn de aquellos animales, son verdadersmenle ciltaordin arios, )^ suponen
uní capacidad mental qne no puede poseer una riza Inferior, y un estada de adelanto muy supeii.ii al que
revela la piedra perjeceionada. no súlo por las facultades poderosísimas que manifiestan para lo gráfico
en sus intoreí, sino i>orque en lis mismas cuevas se han hallado multitud de huesos y astas de renos
con grabados tan finos y delicados, que súla con instrumentos muy perfectos pudieron elecutarse. (Véase
li lámina II, núm. II.)
En U época á que pertenecen estas pinturas atravesaba Europa un periodo (¡lacial.Pasadoíste, con la
lutiAn de Us nieves sobrevino liformiciún llamada df rovíom. Este tendmeno ocasionó trastornos muv i^rin-
des que aniquilaron i la Humanidad, poniéndola á punto de desaparecer. Nada de extraño es que 1 causa
de cito se «itlni^íeri la civilización que tan brillantemente con esas pinturas se iniciaba. Aquella noble
iiereía de inimaTes formidables; que le disputó el albergue en luchas terribles, de que hay leliales en la
cueva de Altamira, al oso de las cavernas, por el cual algunas veces fui trágicamente vencido, y que ápesar
'-r una vida tan dura aún le quedaba, por el vigor de su genio, tiempo y bumor para entregarse al arte,
deiapareclA como el pueblo griego, y no volvií
iE»i5«« íB el datmení Nosotros créeme
o creemos esto, no creemos tampoco.
qne éste, llámese aii 6 peláiglco ó clclúpro, es una lesultanie del dolmen, es decir, del arte neollllco, de la
cirllizaeiáa de la piedra, común entonces á muchos países, y que en Oréela, por ratones de mayor adelanto
y aptitud de uta, dio un paso gigante, dHando atrás i los demás pueblos de Europa, como pocos siglos
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Historia Gráfica de la Citiuzacióm Española
D,g,t7cdb/GOOgIC
HISTORIA DE ESPAÑA
i5
clismo que inaugura la edkd cuaíernaria, y que se dciVi scotir en la Península
cspaftola como en todas partes, aunque quizás más atenuado que en otras, sí
se ha di; atender i los rastros que ha dejado en las rocas> (i). Entre la primera
y la segunda inundación medió un periodo de calma, seguramente muy largo,
en que se restauraron las especies animales casi extintas; pero lo más notable
es que á tal periodo, en que la Tierra debia de estar cubierta de hielos y ser
el clima eslremosisimo por el frío, corresponden tas más antiguas señales in-
equívocas de la presencia del hombre en nuestro planeta.
En los detritus del terreno cjaternario ó en el limo de las cavernas, mez-
clados con fósiles del e'efante, del oso y de la hiena, hállansc, en efecto, ha-
chas, cuñas, punzones, cuchillos, moharras de lanza, flechas, todo de piedra
labrada. Las primeras que se descubrieron — dos pedernales toscamente talla-
dos—(2) fuéronlo en it-So por D. Casiano del Prado, é iniciaron las inves-
tigaciones y estudios que, vulgarizados por D. Juan Vilanova. han dado justo
renombre á la estación prehistórica del cerro de ^an Isidro, en Madrid. Los
ingleses Brome (1862), Falcouer y Brusch, en Gibraliar, >). Guillermo Mac-
pherson, en el cerro de la Mesa del Baño (Alhama de Granada); D. Francisco
.Maria Tu^ído, en la caverna de Canilorias (Alpandeire-Málaga), y otros ex-
plotadores no menos inteligentes y meritorios han comprobado esta ver-
dad, indiscutible hoy: que la especie humana vivía en España desde los co-
mienxos de la edad cuaternaria.
Lo que no resulta tan claro es si aquellos primitivos pobladores sobrevi-
vivieron i la terrible catástrofe ó gran diluvi-.nii, último de los cataclismos geo*
lógicos. Las erupciones volcánicas del Mediterráneo, el Tanaro y los Andes
se dejaron sentir en nuestra Península por modo espantoso; entonces se
hundió la Atlántida, quedando de Fíníi terr^ nuestra punta costera más oc-
cidental, hasta que Colón volvió á encontrar el continente perdido; entonces
se hiso golfo el de Vizcaya; entonces nos separamos de África; y libre y dila-
tado el Mediterráneo, sólo surgieron de sus aguas las graciosas islas que lo
esmaltan.
Es probabilísimo que la población posterior al gran diluviiim fuera de
otra casta y viniera de otra parte que la anterior. El estudio arquLC^ógico
nos revela que la vida primitiva se desenvolvió en dos fases ó largos perio-
dos perfectamente caracterizados por la industria humana: el de la piedra
tallada y el de la pulimentada, correspondiendo el primero á la época cuater-
naria y el segundo á la moderna ó histórica, pero sin precisarnos si fueron
(1) BoielU.
(Ü Se halliron 1 una prolundldid de 19 y 19 metcoa, rn vez dr seis, que [uf la mayor de
Ualiei honunoi encontradi» en Francia, io qne, Mgün el Sr. Vilanova. les da una antigüe-
explltaetón Ot la lámina II J
>nliado en el terreno plloetno (lil-
. _- , -3 y* SileiUlladosperlcnecienlís
no, sefando de la ípoca terciarla. Son loj mil antiguos que se conocen, -II. Época
OUImarlB, período pBlaoHlko. - S. Ciinro lamoso de ConsUdt. que da nomb e n la raza de eiti épocn.
(uCtiníollamadode Neanderthal, viatodepeiril.de frtnteypor la patle siiper¡or.-T. Cráneo de íiibra'-
I». viito de perfil y de Irenle.— a Diversos sil ei tallados, caiacleriülicos ili- rsla época.— III. Periodo me-
aolttlcfl.- «. Cráneo de Cro-Magnon, que da nombre i la admirable raza de csia época.— 10. %í\tt prrjei-
clanBúm. Son pontu de flecbas.— 11 , Objetos arnsli eos de hueso. ~IV. Periodo neolítico ó déla piedra
Ihdtiion.— 14. Piedni labndaí y pnllinentidaa.— IS. Muestra mis anligua que se conoce üc cerámica.
n,g,t7cdb/G00gIc
36 HISTORIA DE ESPAÑA
dos inmigraciones diversas ó dos ¿pocas distintas las que las determinaron.
8.— La época de la piedra tallada divídese comúnmente en dos periu-
Jos: el jrqueolítíco ó paleoUlico (de palaios-anúgno y /ifft oí- piedra), y mesoli-
iico (de mesos-medio y ¡ithos-piedra). oEpoca en que el hombre conquista su
»dura existencia en épica lucha con la inclemente Naturaleza, teniendo que
■disputar á los grandes y ñero.s mamíferos de especies extinguidas las ásperas
■cavernas pera asentar en ellas su morada. ^ Ha merecido que se le llame
del iiiammutk por abundar entonces este monstruoso anima), terrible ene-
migo de nuestros remotos antepasados.
Los que han estudiado la Historia primitiva con el prejuicio darwiniano. iV
con el más trascendental de negar la verdad de la relación mosaica, han
creído que M. Dubois encontró en la isla de Java un cráneo fósil correspon-
diente a un ser intermedio entre el mono y el hombre — el pilecantropus,—
y dan por sentado que el hombre de la edad cuaternaria era muy inferior al
más degradado de los australianos actuales; una verdadera bestia que «alma-
Bcenaba en sus músculos toda !a fuerza que derrochan hoy cerebralmente sus
■descendientes, y de tan feroz instinto, que sólo cabe compararle con el tipo
»de criminal nato ideado por Lombroso y los antropólogos de su escuelai (i);
incapaz de formar ningún concepto abstracto y general, y por tanto de len-
guaje, reduciíndosc el suyo á gritos interjeccionales, ruda expresión de su
grosero instinto; en absoluto desprovisto de toda idea religiosa, tanto por lo
que se refiere á la creencia en un Ser supremo y en un destino humano ulte-
rior á la muerte, como á la moral; sin organización política ni aun familiar, pues
vivió al principio aislado como las ñeras, y luego, á la manera que hacen
hoy los lobos, se juntó en manadas con los de su especie para la caza; que
las relaciones sexuales no se diferenciaban, á no ser por fugitivas y brutales,
de las que hay actualmente entre las bestias más refractarias á constituir pa-
rejas estables; que, incierta la paternidad y obligada la hembra á permanccet
en un sitio abrigado para el parto y la lactancia, éste fué el origen del hogar,
exclusivamente femenino en sus comienzos, y por eso el matriarcado precedió
en muchos siglos al patriarcado, el cual no apareció hasta tiempos muy
Todo esto es imaginación, y está contradicho por la ciencia y por la His-
toria. El materialista Virchow decía en 1888: .En cuanto á la teoría de que
■el hombre ha nacido de un animal, no sé qué decir, porque es un hecho cuya»
■transiciones no se hallan, y deberían hallarse si hubieran existido' |:i)<
En 1890 afladifl: «El proanthropos continúa en estado de hipótesis; sabemos,
•en cambio, que los hombres de las edades prehistóricas no se parecían á los
■ monos más que los actuales» (3). En iHyi dijo por fin: «Estamos rechazados
■en toda la línea. . . No existe el poanthropos; no existe el hombre-mono; ese
■anillo intermedio es un fantasmai< (4) Vorgt, no menos materialista que Vir-
chow, ha escrito á su vez: <iEI puente para pasar del mono al hombre es'como
•el arco iris; el puente aéreo de la Walhalla, sobre el cual cabalgan las Wal-
"kyrias y otros seres de la fábula; un puente que sólo existe en la imagi-
■ nación» (3).
Los cráneos encontrados en los terrenos cuaternarios no revelan ningunH
conformación anormal; c:ilculando en pulgadas sus dimensiones de altura,
(1) Lagranat, El nombre pr,
m En rí Congreio «nttopol
(3) En c[ Congreso de Vicn¡
W En el conireso de Moscí
(S) Dogma de la tcltace.
,,GoogIc
Historia Gráfica de ui Civilización Española
la ta nitvB de
n j el lecho polkromido.
nita 4c CalaMobaa, cu la !«■■ de Menorca. - Hibitacloncs itoglodin
T.ooglc
amplitud y profundidad, sos dan un término medio de i8.S33, siendo ssi que
el promedio actual de los habitantes de las mismas regiones es sólo de 18.479,
y de i7>795 el de los hotentotes. Bastan, sin embargo, los restos del periodu
paleolítico hallados en España, aunque no sean tan abundantes como en otras
partes, para persuadirnos de que el hombre era entonces sustancíalmeme
idéntico al hombre actual, y que colocado en las condiciones de vida mis
desventajosas, desplegó en la lucha por su conservación y predominio una
energía no sólo muscular, sino intelectual, de que apenas podemos formarnos
idea sus remotos descendientes, paciñcos y dichosos herederos de los gran'
des medios que él empezó á construir y acumular. Su fuerza física hu-
hiérale sido inútil para disputar á las gigantescas y espantosas ñeras que
á la sazón corrian por la tierra la caverna que fué su primer hogar, los ve-
getales y animales que fueron su primer alimento y el agreste terreno que
fué su primera patria. Luchó con aquclh s monstruos, y los venció' principal-
mente por su astucia, es decir, por su inteligenvia; y puede afirmarse que el
entendimiento humano no ha llegado nunca después á dar de si tan potem»
muestras como en la edad de piedra, ya que después ha dispuesto siempre
de un inmenso caudal de conocimientos adquiridos, que se ha ido trasmi-
tiendo y acrecentando de generación en generación, al paso que en aquellos
tiempos primitivos carecía de experiencia y de saber y tenia que hacerii'
lodo á fuerza de ingenio, discurriendo é inventando cuanto necesi aba pars
subsistir. Si son insignes los hombres que en las edades históricas han reali-
zado portentosos descubrí rr. Lentos ó invenciones que, bien analizados, no pa-
san de ser aplicación feliz de principios científicos elaborados en muchos
siglos de estudio, ¿qué juicio deben merecernos aquellos remotísimos antepa-
sados que sin tal preparación fabricaron las primeras herramientas y armas
de que todas las posteriores, aun las que hoy más nos pasman en fábricas j
parques, son perfeccionamientos; que discurrieron cerrar la caverna con una
puerta, doble defensa contra la inclemencia del clima en la época de los gla-
ciares y las acometidas nocturnas é imprevistas de las fieras; que conservaron
primero y ensenaron luego á encender el fuego, y que, finalmente, inventaron
el arte culinario, por cuya virtud se hacen comestibles las substancias que en
estado natural parecen más refractarias a nuestro organismo? (1).
Ninguna de estas maravillas pudo realizarlas el hombre cuaternario
sin íntehgencia perfectamente desarrollada, ó sea capaz de concebir ideas
generales, de formar juicios y de raciocinar, induciündo y deduciendo; tam-
poco sin ia cooperación de sus semejantes, esto es, siendo desde su principio
el animal político, que dijo Aristóteles; y ia sociedad supone la existencia de
una autoridad y de una organización idéntica en su esencia, aunque fuera tan
diversa en sus formas a las que hoy vemos y siempre se han visto donde hay
hombres.
(Explicactón dt la 'amina I V.l
Plotnru 1 grabada* en ■*■ civemaa prfhlsMricaí de Allamlr», Covalanaa, HiiraM dt
la Peda, etc.— 1. Techo pintado del iilón de Allamiía.—l. Figurat intiopamorlas gnbidat en Ii roci.-
3. Reno grabado en U toca.— 4. Caballo grabado en la gnita de Covalanas. Debajo ;r ve la cabeía de no
a!no, «rabada en la cueva de Horno* de la Peña,- 5, Jabalí al galope.— 6. Mano roja. Junio i íala hay oai
manila que parece haher sido hecha pot el tislema de patrón.— 7. Bisonte policromtdD.- 8. Biaonte poli-
rromado tonii.to de una íüloirada directa.— 9. Cierva policromada y pequeño bisonte negro.— Todas lis
figuras pertenecen a la cueva de Altamiri, excepta aiguellas cuy* procedencia se indica.
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Historia Gráfica db la Civilización Espaüola
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3o IltSTOKIA DR ESPaA.
9. — La comprobación terminante de la igualdad de la especie humaní
á través del tiempo nos la ofrecen las pinturas no ha mucho descubiertas e
la cueva de Altamira y después en las de la Dordoña (Francia) (i|- Son lalts
pinturas representación de animales — toros ó bisontes y ciervos — traía-
das en la roca con almazarrón y ocre, en parajes hondos y oscuros, donde
no pudieron ser ejecutadas ni vistas sino á la luz de antorchas. Posterior-
mente otras cavernas, también de la provincia de Santander, han revelado
pinturas semejantes (x). kEI hombre prehistórico, que habia comenzado por
«esculpir en trozos de asta, desarrolló sus aficiones figurativas por medio del
■grabado, y al emplearlo en la bóveda de la cueva de Altamira !o hace alguna
•vez aprovechando salientes de la roca para que la figura tenga relieve; y no
• solamente graba ó dibuja, sino
iique ilumina lo dibujado. Elco-
«lor empleado, como es consi-
Dguiente, en tinta lisa no sirve
■al decorador más que para que
■la figura destaque del fondo...»
■ El arte está esencialmente tu
•el dibujo ingenuo, sencillo,
■revelador de una observación
■del natural tan justa, que ad-
■mira á los artisUs de hoy...»
•I... los aciertos de aquellos i^
acoradores se han comparado
B justificad a mente con los efec
bIos de la fotografía instantá-
Piedlas con escritura oval. .nea. . . » «Aquellos decorado-
.res, en su empirismo, deseo-
«nocen el valor que las figuras pueden tener como elemento decorativo; no
iisabcn agruparlas, disponerlas en serie; aisladamente las concibieron, y las
I-trazaron sin orden ni conexión, en confuso amontonamiento, como el artista
"de hoy lo hace en una hoja de papel por ejercitar la mano y ensayarse en el
udibujo de un motivo. Es que la Humanidad comenzaba su aprendizaje aitis-
.lico. (3).
Las cuevas de la provincia de Santander no nos muestran sólo pintu-
ras, sino también unos signos que indudablemente son jeroglíficos, ó de uní
escritura rudimentaria, que ofrece notables semejanzas en los rasgos de algu-
nas de sus letras i:on la usada por los egipcios en la misma edad prehistó-
rica. (Me asalta la sospecha— escribe el Sr. Mélida — de que las gentes que
»por tal medio esbozaban en nuestra Península el arte de la escritura fuesen
"Originarias del Egiptoi (4). Sabemos que en aquella remotísima edad EspaOi
estaba unida al África por el Mediodía y por Levante.
10.— El período neolítico ó de la piedra pulimentada corresponde á la
edad geológica actual, ó, mejor dicho, se desarrolló después de la inmensa
y terrible catástrofe diluvial de la edad cuaternaria, -durante largos días de
ii pinluiBS de la cueva de Altamira par propiot y ei-
-(Mélida, Discurso de recepción en ' - - ■ ■-
"fulanos. Hornos de la Ptnii y Castilt
.Mélida. <!i:cursu cii.<d.<.
' ídem, fd.
preMitórlcaí át la aravlmla dt Santander. Ai
,,CoogIc
Historia Gráfica oe la Civilización Española
OoiBoi de Antcqncra,
la de OuMnc» tLuga) Éimcb DMlItlca.
t CMWudaÓnJL
X.ooqIc
^a HISTORIA DK ESPAÑA
•clima templado, que
nfavorece la vegeca-
■dón, embellecedora
>de la vida, y el ere-
•cimiento de aDÍmales
■■dóciles y úliles ai
xhombre* ¡i)
Es imposible ñjar
crODológicamente ni
cuándo empezó este
periodo ni cuánto
duró— con seguridad,
Muralla del úpea. míle^ de aftos. — Al
inaugurarse ya estaba
formada nuestra Península tal y como boy la vemos, lo que no significa que
todos y cada uno de los detalles de su geografía fueran los que at préseme.
«La quietud es más aparente que verdadera. Nunca cesan de trabajar en
(1) M tilda, dilcn rao dtado.
¡Explicación de la lámina VI) (I).
Los dibujos quí no tienen núnicra repmenUndoip1anUs[(nera1e) de túmulos ygilcríii cnbiedas.
de um ó de dos entndas.
1. Mcnhir de Cardona (CalaluRD.—l. Trilito.- 3. Ringlera.- 4. Camino cubierto.— S. DolineD de
üguilaz (Vizcaya), — b. Emldolmen. Son muchos los que creen que esta clase de monumentos no ton ml$
que dAlmenes dttiuldos.— T. Dolmen de VillagOTguina.— B, Tümulo de Cangas de Onli, con la igleiia it
5anta Cruz encima. En el dibujo aparece un corte ideal para dejar ver el dolmen.— 9 Túmulo de 5alat con
doienlradas,— 10, Tümulo de Constanlina rodeado por cuatro croinfeitf, y con un dolmen en lacúspide.-
ll.Tümulo de dos entradas. En el dibujóte presenta un corle ideal para dejar ver la> galerías cubiertas qnr
conducen a las salas íunerarias.— 12, Maínoade Galicia. Eslos monUculos. muy abundantes en esta región,
suelen confundiisc con los liimulos dolménicos. Son mucho mis pequeAos (3 meiros el mis alio), j denlro
nn contienen nada, creyéndose que la urna cineraria baya sido extraída por los eiploi adores.
(1) LOS MONUMENTOS HEOALITICOS.- K.ie.on
co
sid
.l.loa hait.
KK
comoobrisde
lose
mentos de diversas clases, que p
Rtandlo id>d
de su consmic-
er que Irs es común y que hace i
ibt
conhindir
osconobasdeotraclaH.
n, rntahir
Diaibaa
trillto. mera.
ringl
ra. solería ó lamlno
cnbitrli,, piedra oscilantt. cram
¡ek
(d
Acerca del putblo Ó
mi que los erigió, nada positivo
esabe
M.o'ía'H'isto'ri» pned
e afirmar jraqM
no fu
ton los celtas, porqu
ísios, 6 el pueblo i que puede d
España hada el
siglo
XVI (a, de J. C). y den
to de la civiltiac/An de los meU
lo
« referimos per-
n i la cMllzaclón d
la piedra.
,
Eslín comprendidos
Baleares,
Los dólmenes y dem
como congéneres de eslos monu
me
tos
as toaloi
naaeíai y
laleyatt de las
graii ndm
ero en la India,
en la
Siria, en toda U cosía
chi
de EgiptOí
el EsUecSo de
Qibr liar, inv.den España,
Francia y lot Países Bajos, y pen
rídlonat de las isla* Btiti-
Micas
ydeEscandinavia. Mo
se conocen en la llalla septentrio
nal
ni
n Suiía ni
nlaQenn
y c<
;l Mar Negro,
, vocablo céltico del
bretón, que significa mpsa de piedra, puesto en uso por los arqueólogos de fines del siglo Xviii,
El lipo común del dolmen t% el de una habitación mis 6 menos grande, formada por tres lápidas sin
labrar, colocadas veilic.i mente, una al lando y dos á ambos lados en Inniio redo con aquélla, dejando
descubierta la entrada, y oir.i de gran tamaRo que, apoyándose horizontalraente sobre ellas, constilnye el
techo. Dentro de estos elementos principales es grande la variedad, como puede verse en la* limlnas V y VI.
Eslos monumentos servían de cámaras sepulcrales. Algún autor supone que eran viviendas de jefe* de tribu.
hiay dólmeaei libres, sin túmulo (V. túmulos) y dólmenes ailuado* sobre tos túmulos. Hay además
dólmenes dobles, ya con la cámara dividida en una ú varias losas, ya separadas ambas cámara* par an
pasillo 6 dromos. Al primen de eslos tipos pertenece el lamoso dolmen ue Antequera, conocido vulgai^
mente por la Cueva del Mengue flam. V). ef más imporlaule de Espafl., y quizás del mundo.
Mcnbir o pcalbaa.— El menhlres una piedra estrecha y alia, y, como las del dolmen, tin labrar, que
encuentran muy pocos. En Inglaterra son abundantes, y los bay con esculturas y ruaet (inicripciooet).
D,g,t7cdb/GOOgIC
Historia Üb^ucií. dk la Civilización Española
2
to
MontiBicato* nctaUtlco*.
Silccdo, Historia de EspaSa í^ ^í-^,-í\ A
Digitrccl b>' Vjl.>(.)y IL
Historia (iRj(fica de la Civ[L[z.tciÓN Esi'AÑo:
I®
yCOOglC
HISTORIA DE ESPAÑA 35
• la sombra las cau-
• sas constantes que
•á la larga deter-
>inman los grandes
• cataclismos peoló-
•gÍcos> (i). 'Engá-
• ñase quien imagine
>haber algo que
•dure perpetuamen-
■te en su ser y pris-
• tino estado sobre
• la Tierra: el nifio
• se hace mozo; el
• mozo, hombre, y
»el hombre , viejo;
>y de igual suerte
>envejecen y mue-
.ren las ciudades. Entrad, de un > cuev..
•los pueblos, y aun
• los territorios mis-
'mos> (2). Sabemos, v. gr., que el Guadalquivir desaguó en remotísi-
mos tiempos por siete grandes bocas, y después por dos, quedando entre
inchi ir mil griTidr, {V, Tanla).
Croalcki. — Loi cromlcks son dtcnnfcmidasfomiidu por mtnklrts. Unos rodean los tümulos.
T no son de mcnhlro, sino de picdr» Inloinici; olroi rodean loi dólmenes, y esMn faimidos indlatlnlj-
incnie de mcnhÍTCi y piedras: y otros, en Rn, no rnderrui nada. Estos sueren estar en grupos y unidos entre
u por avenidu á dromoi, y siempre ettln liedlos con menhlres. Algunos tienen un trilito en el centro.
En Eipana no se conoda más cromlrli que el descubierto en Santa MarU de Ortigueiri (Corulla)
llamina Vlli por D. F. Manclfldra. pero reden lemente se han descubierto tres mis en una explanada o
meseta del Tm/o. monte situado entre ladescmlMcadura del rio MIRO y [a villa de La Guardia (Pon levedn),
lodos de mayor lamaflo que taatí, y ano de dimensiones tan extraordinarias, que supera al de Avebury (In-
(lilrrra). que mtde más de KXUnO metros de superficie, y considerado hasta hoy como el monumento mis
inporlinte de esta dase,
Plcdrat oacllaatc*. — Son unos peñascos colocados sobre otros en que no se apoyan mí: que en
BB punto, y hacen equilibrio de modo que les mueve un pequeño impulso. Porque fueron considerados basta
atura estas piedras como monumentos megaliticos, damos en la lámina V el dibuja de uno de ellos; pero la
ciencia sabe ya qne csUn formados por la natuialeis.
T««IO«. - Son unos montículos de tierra, de base circular en su mayoría y en otros elizolde, cuyo
Únalo cñedlo es de unos 10 metros de diámetro.
dra, oíros con cámara mexallllca ú dolmen, y olroi con un dolmen encima. Algunos tienen abierta una Va-
leria que da acceso á la cámara.
Finalmente, hay lü mulos rodeados por nn circulo de piedras en su base(V. cromlek) y otros varios cir-
cuios concíntri eos que rodejín el montículo á distlnlas alturas, como para dar más consislencii i1 monumento.
Catiros. — Eran unas fortalezas consiruídas sobre eminencias apropiadas para la defensa. Las cons-
tituían Hnos parapetos drculates hechos con la tierra que excavaban para hacer el foso que lis ceñía eate-
riomenle (V. Idm. Vil, núm. 4. Bl nüm 5 et el plano de este cailro. tn íl u vt ú la iiquierda un
antieaslro, parUealarldad qm aHadr Importancia d esle monamtnlo.)
(EiflkoíiÓH de la lámina VII.)
I. Cromlek descubierto en Oaticla. en Santa MatU de Ortieueira(COrufta), por D. Federico Macl-
neira. Es el único que se conocía en Espalla. Pertenece i la
amBcial.-a. Planos de cromleks. — l. Casiro de Célticos,
adoat. — S. Plano del casiro de Celtigos. —b. Plano del do
nado Cueras de la Pastora.
,, Google
36 HISTORIA DE ESPASA
ambos brazos una isla de tan portentosa fertilidad, que los griegos pusie-
ron en ella el mito de los Campos Elíseos; sabemos que la isla gaditana d»
estuvo sola, y especialmente que el Estrecho de Gibraltar es hoy <mucho
menos estrecbo> que en aquella edad lejana (i). Asf en casi todos los lugares
de nuestro territorio.
La abundancia y dispersión de los rastros humanos por toda la Península
demuestran que durante este largo período toda nuestra tierra estuvo pobla-
da, y que su población debió de ser muy varia, ya que los restos acusan una
diversidad de usos y cultura sólo explicable por las diferencias regionales.
Kn general, la especie humana alcanzó en el periodo neolítico grandes
mejoras en su modo de vivir y en las artes. Ya no se contentaban los
hombres' con hacer su morada en las cuevas naturales, sino que las abrían
ellos mismos en las rocas con arreglo á plan y de un modo adecuado para
satisfacer sus necesidades: son verdaderas casas de distinta forma, y que
fueron habitación, no de una sola familia, sino de muchas; es decir, no
caseríos aislados, sino aldeas ó clanes de tribu. En San Vicente de Po-
llensa (Menorca), en Bocairente (Valencia), en Perales del Tajuila y en
Salas de los Infantes se encuentran curiosísimos ejemplares de estas al-
deas neolíticas (Véase la lámina III). íion series de grutas abiertas en
un risco, próximas á un río, dispuestas en varios pisos, con oríñcios y
(i) Sólo de la époc:t romana tenemos los «iguieiiles datase Turtanio Gracula y PompoDÍo
Mel* daban al Kstiecho no ancho de poco más de legua y inedia; Julio Solino señaloyndoslegaas
y msdis: Víctor Vítense, tres legaas; hoy la distancia de Pun:a de Earopa á Pnnla de la Almtn]
es de 33 kilómetros. De suerte que en veinte siglos el Estrecho lia ganado un doble de aachun
{ExplUfííim d: la /ÓBiiiia VUl) (I).
l,Rec¡nloamiiiallídoylaula.-2. Naneti. 3.Taljyol.-<. riuli.-S.Talayolc™ rcdnloamonIU.:-'.
(I) MONUMENTOS MEOALlTICOS DE LAS ISLAS BALEARES. - Nada se sabe cnpM)
Todos $on conslrvcctones hechas con grandes bloques, apenas desbastados, tallados rudimoiuiii
En varios lugares de Menotca. i alguna distancia del mar. se ven restos de las cinturas de defensa q<K
rodeaban grupos de construcciones. Dentro una gran confutiún de bloques, apiladas ú en series, y birbarii
lóeos 1 estas construcciones 'recintiis amurallados- slam- ViILfig, 5).
Entre ellas las que tienen aspecto más tosco y marcadamente megililico son de Interior redncid^i 1
empequefleeido por columnas. Están formadas por varias pirtras superpuestas, que ■ ' '
ita llegar á las losasque forman f\ lecho lldm. IX, ftg. 2¡. Se lis supone lu-
cuevasf/dm IX. fl^ II. aunque, la verdad, en la idm.iJf.fljj. 2, no partir
!. El aparejo interior es mis menudo Si la galería es prolongada, d interior ea mis bi
Lo> talayott {lám. VIU,ftgs-3ySJ son una especie de torres formadas por hiladas de bloques su
perpiKSlos. hasta de unos 1 1 metros de altura los maynres.
Está por rewlver si eslas torres fueron en su orinen conos perfectos, y no truncados, como hoy lo
is talayots tienen fran lueable el reducido corredor que I
is por piedras snp"-
latlo, galera en mallorquín, lleva este nnmhre por la semeiania que llene con el casco invertii
■. y como el lulayot tiene una cámara interior, con columnas ó sin ellas, y un pasillo que «■
puerta, la cual siempre es pequei\a. Hay una típica ^lúot. VIII, fig. 2) en cuya gran eí man eli
dos losas empotradas en cad 1 citrrmo de la pared. El «pesor de los muros llega en algún»
os. Estin orientadas al Oeste, y se ienota el destino que tuvieron, aunque se cree que hieran m
inerarios, á juzgar por los muchos huesos que en ellos se incontriron.
o*f/íej. 1 y 3. Tóm.S), mesas ó altares, son monumentos f ■— -:• — ->- ■"- •"'
la de hemiciclo, y an
b.CoogIc
]IisTODi\ Cráfjc.v de la CiviuzaciAh ESPAÜ'OL.V
,, Google
jS HISTORIA DE ESPAÑA
ventanas de comunicación entre sus cámaras, y situadas á considerable
altura. Con estas casas coexistieron los palafitos ó habitaciones lacustres,
construidas en medio de lagos y ríos, de las cuales hay también en Es-
paña vestigios correspondientes á este período en la laguna del Puig
de Mala,vella (Gerona) y en las de Lamas y Carragal (Galicia).
Más notables que las casas son los monumentos funerarios, demostrativos
de un profundo respeto á los
muertos y de una creencia
firme en la vida del hombre
más allá del sepulcro. De
carácter funerario son los
más importantes momanen-
tos megaliticos { de megas.
grande, y luios piedra), de
los que hay en abundancia
iíál>HeM£s (mesas de piedra
formadas por una más ó me-
nos perfectamente horizon-
tal sobre dos verticales, de-
jando e! espacio ó cámara
para el cadáver y objetos
; ( que con éste se colocaban):
Caev» habitación. cromlék (dólmenes rodeados
de piedras colocadas de pun-
ta) y túmulos. Pero también los hay de otras clases, como los mexkires (pie-
dras clavadas en el suelo verticalmente, cuyo primitivo uso es objeto de
disputas), y kioken modingos, ó despojos de cocina (i)<
En todos estos monumentos háUanse objetos reveladores de cierto estado
de cultura y de una organización social complicada. Parece deducirse de la
existencia de algunas agujas encontradas que los vestidos no eran ya senci-
llas pieles, sino elaborados tomo los actuales: es seguro que hombres y
mujeres se adornaban con brazaletes, piedras y collares, y alguien ha creído
' (i) De las palabras escandinavas tiakeii, cocina, y nioiling, despojo. lEn estas mismas
ij^nas pueden veisc las notai del señor Ángel á su muy notable Histoña Gráfica tU ¡a Civi-
■jiciítt Eipañola, que enriquece extraordinariamente este libra, y en las cuales da sucinta, pero
itnpleta y clara noticia délas diversas variedades de estos curi
(Explicación de la lámina JX) (i).
£p«ca neolítica. Arma* de piedra. -
di hueso. — 3. Hacha de diorita puliinentiiJa,
ce i la colección de piedras de Mr. Bishop (coleccionista norteamericano), de la que hiio una obra moi»-
metital en varios lomos, editada con lujo y perlecciún verdaderamente eitraordiniiios.— 4. Piedra perfora-
da y de uso desconocido. Se conocen muchas de esle tipo, y á juzgar por la clase de mineral de todas días.
ílsuponequesonpiedrasdeafilar. -6. 7y 10. Cuchillosdeílleí. -8, 9y 12, Sienas de sílex. -11, II al
27. Diversas puntas de flecha de lileí, halladas en Aliueria, (En este grupo estln comprendidas las fartn»
de tlechis que se han encontr.ido en esa región). — 30. Pullal de pedernal.
(1) Entre los Investieadorts que más kan conlrlbuldo al desarrollo dt loi ntudlos arqueológicos
en EspaSa, flgaran los iluslres Ingenieros franceses messieurs Sirel. los caalrt hícttron, hacia el
-'- 7, grandes excavaciones tn la provincia dr — ' "" " '" " ' " "" *"
Cabezas, Lugarlco V'/"; Parazatlas y olros^ lagares), realizando notabilísimos deseabrlmientot j
/I la córlenla, caballerosidad y amor á España de uno dt dichos ilustres arqueólogos, M. Leuis
Slrel, debemos el poder ofrecer al publico espaüol la colección de objetos arqueológicos de la época neo-
mica de Iraasición. y de ios melales comprendidos en esta lámina y siiiaienles liasta la nam. 19, la
mavorla de los cuales fueron lomados de su admirable obra L'agedes inelauíi, en que el autor da eum-
lo de sus descubrimientos citados.
D,g,t7cdb/COOgIC
^ Civilización EspaSoi*
Época aeolltka. Anna* de piedra.
D,g,t7cdb/GOOgIC
40
HISTORIA I>E ESPASa
ver hasta bastones de mando construidos con cuerno de reno, aunque otros
(Legrange entre ellos) se burlen de semejante interpretación. La cerámi-
ca, finalmente, indica un notable adelanto artístico: aparecen las copas con
pie, y tanto éstas corno los simples vasos están decorados con adornos li-
neales, obtenidos al principio á fuerza de dedos y uñas, y después valién-
dose de punzones de hueso ó de pedernal. También en esta ornamentación
se descubren singulares analogías entre las españolas y las egipcias.
11. — Y ocurre
ahora preguntar: es-
tas gentes neolíticas
de la Península, json
los iberos de que ha-
blaron tanto tiempo
después griegos y ro-
manosf iO hubo antes
de estos iberos oira
población turania, ó,
según prudentemente
dicen otros, euskara ó
vascona, de que son
restos vivos los vas-
congados, como creía
maestro de tan respe-
table autoridad en to-
dos sus juicios comoel
Puerta de la muralla ciclópea de Tarragona. inolvidable Menéndei
Pe layo al publicar la
primera edición de los
Hettrodoxos? {i). ¡Ó no hubo nunca iberos, sino diversas razas que vinieron
á Espafia y aqui tomaron en conjunto, para los extranjeros, esc nombre?
Lo probable, casi lo seguro, es lo último, pues parecen probados los si-
guientes hechos: i." Que hay estaciones prehistóricas en España que nos
ofrecen ejemplares ciertos de restos de todas las épocas antiguas, empezando
por la arqueolltica y llegando hasta la romana, lo que indica una continuidad
no interrumpida de vida desde los tiempos primitivos en dichos parajes.
2." Que todos los escritores clásicos, refiriéndose á tradiciones antiquísimas
de España, indican, á su vez, que hubo en nuestra Península varías invasiones
ó irrupciones de pueblos distintos. 3." Que es lógico suponerlo así, y que lo
comprueba la variedad de tipos en las distintas regiones de España, harto más
marcados que al presente, siéndolo todavía mucho, en la época que señaló
para nuestra patria su entrada en la historia, propiamente dicha. De tales
hechos se deduce que la primitiva población de la Península no fué homo-
génea, sino derivada de diversos grupos, llegados aquí por distintos sitios y
en diferentes tiempos, y que durante un largo periodo debieron de vivir,
aislados, cada uno en su región ó comarca, hasta que su mismo desarrollo fué
poniéndolos en contacto.
(I) //iiUrí,, ,l( les /fttiroJoi,., nfnñoUs. Víase et discurso de Fidel Fita El Gtrumiftisr
y til Kipami frimiliva. P»rece seguro i[ue en esa primitiva población ibera hubo Umbiín ctH-
tas, iiue quizáü son los ctllas ¡hero¡ ó celuberos. dislintos de los ctltas giUs, que vinieron mu-
cho desputs. Para la claridad, indispensable en iinn obra elemental, llamaremos celtas siSlo il
los últimos. Kl nrimer Ionio de la nueva edición de la Hi'loria df los Hiier,'doxi>s (1912) es e
sabe y se conjetura en el momento actual de
D,g,t7cdb/GOOgIC
III
espaNa ante-romana
U. Edad de los metales. Fenicios j griegos. — 13. Los celtas. ~ 11. Geografía antigua de Ks-
pa&a: fuentes. — U. < ¡alaicos, astoreí y cántabros. — lé, Autrfgones, carísiios, várdulos y
tiscanes. — 17. Celtiberos. — U. Carpetanos, Taceos, orelanos, Fas i taños, velones, glelaa y
12. — De ¡a edad de piedra pasó nuestra especie á la de ¡os metales^ ó sea
á UQ tiempo en que ya se habla descubierto el modo de trabajar y utilizar el
metal. Algunos autores suponen que hubo un periodo en que se usó exclusi-
vamente el cobre; sin' embargo, la mayoría sólo distingue dos períodos en
la edad de los metales: el del bronce (aleación de cobre y estaño) y el del
hierro. Ni la edad de los metales en general ni cada uno de sus periodos en
particular ba empezado para todos los pueblos á la misma hora; es más, aún
hay pueblos en que no ha sonado ésta. Semejante cambio industrial, tras-
cendente á todos los órdenes de la vida individual y colectiva, es el que de-
termina el tránsito de la prehistoria propiamente dicha ó de las épocas pri-
mitivas á lo que llamamos la cwiliaación. Los primeros focos poderosos de
ésta Tueron, como es sabido, Egipto y Babilonia, donde se constituyeron Im-
perios unos cuatro mil años antes de }. C. A la Europa occidental llegó
aquella cultura de reflejo, importada por inmigrantes colonizadores, conquis-
tadores ó mercaderes, Y llegó tan tarde, que los autores menos exigentes
seiialan poco antes del año looo (antes de J.C.) como la fecha probable en que
se dejó de enterrar en dólmenes, y abandonaron sus palañtos los habitantes
de Suiza. Por lo que se reñere á España, según los cálculos más seguros, debió
de ser hacia el siglo xiv cuando arribaron los fenicios y se establecieron
en Cádiz. Poco después quizás debieron de llegar los griegos. Fenicios y
grifos, aquéllos por Mediodía y éstos por Levante, comentaron la obra de
civilizar á la población primitiva, es decir, de hacerla pasar del período neo-
Utico á la edad de los metales; pero semejante obra fué lentísima, y sólo in-
tensa y eficaz en las comarcas costeras, adonde se asentaron tales gentes ex-
trañas y cultas. De aquí una división regional muy marcada en nuestra Pe-
niasula, que es menester tener en cuenta para comprender nuestra historia
antigua.
Todo lo que hoy es Andalucía, Murcia, Valencia y Cataluña constituyó
una región cuyos habitantes, educados por fenicios y griegos desde tiempos
remotos, merecieron título de civilizados, y así vivieron siglos, mientras que
,, Google
Historia (íráfica dk la Ciencia Eepaí'ola
Anna* prcbtot^caí de la ípoca del bronce.
,,CoogIc
HISTORIA DE ESrAÍA 43
los habitantes del interior y de las costas del Océano y del Cantábrico se -
guian en plena edad de piedra. Pero no todos en el mismo grado ni por el
mismo tiempo: los más próximos á la región culta sentían, naturalmente, su
benéfica influencia, y también en cierta medida los de todo el litoral, por ser
navegantes los pueblos civilizadores y rodear con sus flotas á la Península en-
tera. Finalmente, los habitantes de las riberas de los grandes rfosy en general
los de las llanuras fueron recibiendo el influjo civilizador antes que los
apartados de las corrientes de agua y los moradores de las montaflas. *Lo5
> colonizadores que en las costas establecieron pequeños focos de su civiliza-
>ción, hubieron de difundirla entre las tribus iberas más próximas (ha escrito
■ uno de nuestros más ilustres arqueólogos), que de cierto hallaron en su edad
meolitica, segunda infancia de la Humanidad, de la cual por virtud de tan sa-
■ ludable influjo pasaron á su adolescencia, ó sea la edad del metal, no todos
• i un tiempo ni en breve término, sino aislada, sincrónica, trabajosa y paula-
• ttnamente; y mientras en unas comarcas vivían prósperos y adelantados co-
'lonizadores y colonizados, muy cerca, al otro lado de un río ó de una cordi-
>llera, vivían tribus indígenas en plena edad neolítica» (i).
13. — Muchos siglos llevaban fenicios y griegos de convivir con los indí-
genas en la región meridional y levantina, la cual por este tiempo debía de
estar ya muy civilizada por el influjo de aquellos cultos extranjeros, cuando
en el resto de la Península ocurrió un suceso de la mayor transcendencia:
tal fué la iava^ón de los celtas. Segiin unos, en el siglo iv ó comienzos del v;
según otros, á fines del vi. Al decir de algunos de una sola vez, y al de otros
en varias invasiones sucesivas, es lo cierto que los celtas, kombres de alta esta-
tura, éloMcos ji ndios, de origen indogermánico, habitadores durante más de
mil aflos del valle del Danubio, de donde los arrojaron ios escitas, y que ya
se hallaban en la edad de kierro, es decir, en la última fase de su desarrollo
histórico, se presentaron en España seguramente después de haber atrave-
sado y dejado en Francia importantes núcleos de su población (2).
([) Mélídm, Discutso citado.
(1) Asilo piensa Guillermo de iliimboll,y es lo racional, Masdeu y Fldreí creyeron que
loicdUs de España toa mis antiguos que los de In Calla; pero jcfimo pasaron entonces i
nneitra Península, ya coa forma de tal en esta épocaf Esto no se opone i que hubiera grandes
dileicDdaí entre los celtas de la Galla (galos) y los de HspaRa. El mismo Hnmbolt intUca que
los antiguos Hamaban ctllici i los galos, y cillas á los espaíioles. La invasión celta debió de
ser semejante á la de los bárbaios del Norte diei siglos despuís: unas tribus se empujarían á
Ia> otras, y las qne encontraran el teiritorío sólidamente ocupado por las precedentes ó por
tribus indígenas, pasarían adelante.
IE>flU;uw„ di la Idmíma X.)
AnDaiprtiriatMcaidelaépocadcIbroBCC. - I. Cellóhicha plana de robre. La palabra celt
proiioie de cttiis, que significa cincel Ó forniAn, y funan los romanos los que dieran ese nombre á esta
armi. Se ignora cómo estaba enastada, y hay quien cree que la usaban como las hachas de pielra, agarrin'
dolí con la mano por el eitremo superior i mantra de puílal, y que era á la vei arma y herramiinla 6 lilll
deinluio, — 2y 3. Alabardas de bronce.- 4. Celt de cobre. — 5. Sección vertical de la alabarda núm.2. —
Ail l4,Wy 21. t>unlii de flecha ife cobre y bronce. Como hicimos can las de sílex, damos en esta colec-
ción tDdw los tipos de flechas melilicas de esta época. ^15 al 19. Para el estudio de las formas comparadas
dH lucha presentamos leunidas estas cinco siluetas. [>espués del hacha de diorita pulimenladi (V. lámi-
na IX), perteneciente i la ípoca neolítica, viene el celt 6 hacha plana de cobre (niím. 15), de la época de Iran-
tíciAn.(Enel núm. I se ve esla misma hacha 1 poco más de la mitad del larnodel original). Áhla sigue el
número ló, también de cobre y plana, pero más ancha y con el corle ligeramente alatr^ado. La núm. IS, tam-
bién de cobre y plana, tiene el corle extremadamente más ancho. Esta, cnma las dos que la siguen, no perte-
necen ya á la época de iransiciAn, sino á b del metal. La núm, 19 tiene ligeros rebordes laterales en el corle;
rUndni. 17.planatambien.es ya de broice. de silueta más gallarda y con el corte más ancho y circular.
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44 HISTOniA DE ESPAPlA
Cómo se efectuó esta invasión céltica, si hubo ó no luchas entre los cel-
tas y los más antiguos pobladores y qué comarcas habitaron aquéllos y en
cuáles quedaron éstos por señores, son puntos que la oscuridad de los tiem-
pos antiguos cubre por completo. Lo inconcuso es que á la región culta (An-
dalucía, Murcia, Valencia y Cataluña) no llegaron los celtas, y por eso los
historiadores dicen unánimemente que en tales comarcas se conservó siempre
pura la sangre ibérica. Sin duda la civilización de que hacía siglos disfruta-
ban sus habitantes merced al inñujo de fenicios y griegos había dado á las
tribus meridionales y levantinas una organización superior, y por ende más
adecuada para la resistencia. En cambio, en el interior, Norte y Oeste los
celtas, ó dominaron i la población primitiva, ó se fundieron con ella. Es lu-
gar común en nuestras Historias que el Occidente y el Septentrión fueron de
allí en adelante celtas, y que en el centro se formó una raza mixta: la de los
celtiberos; cuento que á pesar de haber sido tan repetido no tiene, sin em-
bargo, fundamento sólido.
14. — Con el establecimiento de los celtas se completa el cuadro de la
población de nuestra Península tal y como habían de hallarla primero los
conquistadores cartagineses y después los romanos. Conviene, pues, hacer
aquí un breve alto y dar un resumen de antigua geograüa española tal y
como la expusieron geógrafos é historiadores clásicos, sin cuyo conocimiento,
siquiera sea muy ligero, es imposible formarse idea, tanto de los hechos ante-
riores como de los posteriores á la dominación romana.
Strabon ó Estrabón, geógrafo del tiempo de Tiberio, es quien en su obra
Riruní Geographicarum nos suministra (i) las más antiguas noticias circuns-
tanciadas de nuestra Península. A esta descripción, tan interesante para
nosotros, está dedicado todo el libro III de su obra. Hacia el año 43 de nues-
tra era escribió Pomponio Mela su Comiographía (2}, y en ella describe gran
parte de las costas de España. Plinío el Mayor en su Historia Natural, Cayo
Silio en las Guerras pánicas, Tolomeo, Rufo Festo Avieno, que, aunque flore-
ciera en la época de Teodosio tuvo el capricho de dar á los lugares que citó
(1) Hay (radocciñn española de D.Jii.in I.ópez.
12) Traducción castellsna por D. Ltiis Tribaldos de Toledo. Madiid, 1Ó41. Otra de Gon-
zález de Salas (D. Josepe AnloniaX
(StfJi.Miíti ,1.- 1,1 lamimí AV.)
AmiM de la ipoo del bronce. - I. Espada famosa, con ta empuñadura de bronce y I1 hoja dr
hierro, pirticularidiid que la hace única. Kué encontrada en (ialicia pnt el Ilustre arqueóloeo Villamil
y Caslrn. Rcalnirnie no i'S una espada, sino un fiuflal, y debe de ser celta. De este tipo se conocen varii^
espadas y puñales, con pequeñas variantes, en el norte de Europa. (Henirod publica en su historia del
tr.iie dos que atribuye 1 los germinos, y ntra que supone de los galos; pero las Ires son lomplctamenie de
ícmejanza en tas hojas con las que se conocen de lus galos y celias. La niim. 1, de Upo completamente dis.
tinlii. tenia el puJlo de madera y conserva los tachones qoe lo sujetaban. Es de notar que todas las espadas
i)ue en Almería encontrarrin los hermanos Siret son de esta misma forma. El contraste enire la industria de
los pueblos de Levante y los del Norte y Oeste de la 1>entnsuia es evidente, y en esta misma Ilmina tenemos
otro ejem|>lo en las luchas.— O, 6, 9. 10 y 11. Hachas de bronce. Las números 6 y 8 pertenecen á la colección
<lel ilustrado arquedloeo D. Kedrcico MaciAeira, que las encontró en distintos castros de Oalicia. Tienen
nervios de refucr^ii y una ó dos anillas laterales. La niim. 10 es de las llamadas de talón, jiot la cabeía que
lienr en la parte superior, taltal la vista. La diferencia entre estas hachas y la nüm. II, de tipo cfll. Todas
l.i- halladas en Almería son de este tipo, y no se encontró ni una siquiera de las otras,— 7, 12 y U. PitAalei
de cobre y bronce en sus Ires formas más características, -9. Con este número aparecen cuatro puntas de
flech.l en hrnncc v de forma Ciiracteristici, que lis dlitingue de cuanta* se han hallado en España. -13. Molde
de hacha en lierra cocida. Todos los objetas marcados con * ]<i-rlcnecen al Mueco Arqucolúgico Nacional
D,g,t7cdb/COOgIC
Historia ijráfica de i.\ Civilizaciún Esi'Aíola
Armu de la época del bronce.
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40 HISTORIA DB ESPA.^A
en sus libros Ora manima y Déscriptio orbisterra sus nombres más anti^^os,
y el desconocido autor del Itinerario de AniomHO Pió (l) completan las noti-
cias de Strabon y de Mola, constituyendo con éstas las fuentes de nuestra
Geografía antigua.
15. — Empecemos por el Norte nuestra somera descripción. Tres regio-
nes distinguieron los romanos en
la larga franja de terreno monta-
ñoso que corre paralela al Can-
tábrico, y que torciendo hacia el
Sur en el cabo Ortegal [ProtnoH-
torium Celticum, según Tomponio
Mela) baja hasta el Duero. Esta
región, que tanto contrasta por
I sus producciones y por el asi>ec-
' to del paisaje con el resto de
España, toda ella cubierta de di-
latados y frondosos bosques, es-
taba ocupada por tres grandes pue-
blos: galaicos, astures y cántabros.
I-os primeros, en cuanto es hoy
Galicia y las provincias portugue-
Torques de OTO hallados en U>lici> por elUustrc sas de Tras- os- montes y Entre
irqueúlogo Villamil y Cwtro. Duero y Miño; los astures, en la
,...,. ,, mayor parte de Asturias y en la
bros, al oriente de Asturias y en
Santander. <Es una la manera de vivir (escribió Strabon) de galaicos, astures
y cántabros basta los vascones y el Pirineo. En efecto; ó toda la r^ión estaba
poblada exclusivamente por celtas, ó como parece más probable, el elemento
céltico habla predominado sobre la población primitiva. Al extremo meri-
dional, ó sea en la costa que va entre Uuero y Miño, había, desde una época
muy antigua colonización griega. Mela señala en esta playa á los gramos,
(1) Por haberse atribuido i este Emperador: probablemenie ea obra del siglo iv.
\Exp¡icaíiéH di ¡a lámina X/J.)
Certnica preMatArlca. ■ l. Es» vasija, uno de los ejemplares mts cariosos hilUdoi por los hn-
■ninos Slrel durante sus excavaciones en la provincia de Alnterfi, eslalii colocada en t\ fondo de una cama.
en el lugar llamado Cueva de los Toyos, sobre un saliente de la roca que (oruiaba una especie de banqueta,
y rodeada pot algunas piedras colocadas delante de ella. Parecescrdeardlla, ysu color es gris amaríllcDlo.
Ciertas paites de la superficie son negras. Está provista de tres asasanchas, aplanadas y ornamentadas. Tres
franjas de nmainentación hechas con Incisiones rodean su panza. Otra mis estredia rodea el nacimicnio
del cuello. Pertenece i la época neolítica recicnle. y la reproducimos i la octava parte de su tamalio. —
2. Vaso del Upo chocolatera, — 3. Pie de una copa. — 4, 5. 6, 7, B y 9, Fragmentas de loia omanienlados con
grabados 6 incisiones de líneas y puntos. La tierra está bien cocida, y su cíJor varia del rojo al negro.
Uno de los fragmentos conserva la impresión de únatela Grosera; otros, partículas de cobre, como si hubieran
servido para fundir este me
1. Fueron encontrado
en La Qerundia.- IL', 19, 20 y 21. Vaiillí de barro rojo
m*s ó menos negro. En la n
um. 10 la superficie ha
sido cuidadosamente alisada, par tocuat parece el barro
más fino. Es notable en esta
o parecido con la Uttera de hoy. - 16 y 18. Dos urtiis
sumamente bkn hedías. Su
asta contiene multitu
de fragmet.tos de es^uiu, cuaria, etc. La mitad inlema
de su espesor es roja; la enl
rna, ncRta, excepto la
Tienen cuatro asas en forma
de pezón. Reducción
un octavo de su tamafio, y proceden de Tres Cabeíai.—
fabricado este ejemplar se e
cuf ntra ewrito en su
gares para hacer el hueco. F
ué cocida al fuego de
rasas, que dejaron señales en la superliele.
D,g,t7cdb/GOOgIC
HiSTORU Gráfica de la Civiuzación
C«ráwka prcUatórIca.
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HtSTÜRIil GKÁV'ICA de la CtVILIZAClÚS EüPAÑC
CcráHlcm prckllléilcl.
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HISTORIA DE ESPAÑA
49
pueblo que, según Plinio, descendía de los helenos, y cuyo origen remontó
poéticamente Silio Itálico á los tiempos de la guerra de Troya. Ciertos nom-
bres de localidades, noticias y rastros de mitología helénica y algunos monu-
mentos arqueológicos atestiguan la presencia del pueblo más culto de la an-
tigüedad en aquella región. El romántico regionalismo gallego ve señales
de tan ilustre progenie hasta en los correctos perfiles de las hermosas hijas
de la tierra:
Yo \t3 he listo, con sos grandes ojos,
con sus pañuelos rojos,
que se anudan atrás A la cintura,
mirarido t¡ mar, absortas en nn saeño,
y hallé que en su diseño
es la Venus de Milo menos puta.
{Y quién sabe si en épocas temotis,
coando loa griegas Sotas
TÍnieron i abordar á estos lugares,
el modelo que fué de Praxileles
DO hajú de sDs clDceles
y alzó aquí sus domésticos altaiesí (l).
Sin embargo, parece indudable que la influencia helénica tuvo reducidí-
simo campo de acción, ó que no se dejó sentir hasta época muy moderna.
Strabon, escribiendo más de siglo y medio después de haber sido reducidos
los galaicos á la dominación romana, excúsase de entrar en pormenores des-
criptivos de Galicia, por la dificultad de escribir, pronunciar y retener los
nombres locales: tan bárbaros y disonontes eran para griegos y romanos los
vocablos que alli se usaban. Strabon supone también á los galaicos ateos,
cuando no debían de ser sino pantelstas, adoradores de la Naturaleza, cuyo
culto, en parte por natural evolución (2), en parte por la influencia de los
pueblos extraños, se trasformó en un copioso politeísmo; son ya más dé cin-
cuenta tos nombres de divinidades galaicas revelados por las inscripciones:
Vagodonoaego, Neton y su mujer Neta, Eudcvolico, Vérora, Tullonio, Togo-
,_. _ , tntre nuestras celtas e! culto de ta dios»
FoDtaoa (Hiíteria dt les Htttredoxtt Eipañolct).
[ExfilitaciSn de la lamina XIIJ.)
Ccrinka itrebtetórlca. - 1. Este vaso de forma extraSa (urna) (lene tres series de aus, de las que
sdlo K pnedoi ver dos en etdibujo,nnld*sentteslporun nervio continuo. En sentido trasversal tiene unos
cardones salientes que ondulan de an modo Irregular, y sobre los cuales se ha trazado un ornamenta primiti-
vo. Hacia la base se advierte una endidura que (ué remendada, sin duda, por medio de correhuelas, pasando
por Vx agujeros hechos en el espesor dd barro. La extremidad inferior ha sido rífonada por un rodete elr-
calar y otros dlametralca (V. el nóni. 2). La boca esti incompleta, pero debe de fallarle poco. Su pasta es to-
¡Iza al eiterior y negra por dentro; está llena de pied recillas de mica y muy mil preparada, pero bien cocida.
Procede de Páramelos (Almería), y hié hallado entre las ruinas del pcblado primitivo. Su tamaño es prúii-
Bummie de M centímetros de alto. Por su falta de base y por la Índole de las asas parece haber sido hecho
piti estar colgado. —2. Base, i mejor dicho, eitiemo inferior visto en proyección geométrica, del vaso que
antecede.— 3. Vasija de barro grosero y pedregoso, de color negro parduzcoen el espesor y rojo en la super-
ficie. Como el lector verá, no es íste el único cacharro prehistórico que tiene eiliaordinarla semejanza con
kB de épocas posteriores, inclusa lamodema.— 1,5yT. Urnas cinerarias. Proceden deParazuelos — 3. Vaso
grosero de pcqneAo tamaño y de uso desconocido.— Q, 10 y 11. Variantes de la forma de chocolatera con [a
baiecoaveía como las modernas de barro. — 12, 13, 14 y 13. Pequeñas tazas deformas verdaderamente gra-
ciolas y originales, — 15. Urna de barro, — lA, IT y 19. Vasos muy sem^anles i los actuales pucheros,—
20. Urna cineraria.
Salcedo, Historia de espaíIa
,,CoogIc
50 HISTORIA DE ESPAÑA
lis, Suttunio, Poemaoa, etc. La evoluciÓQ no debió de consumarse hasta la
época romana, como indica el hecho de estar en latfn las inscripcioDes reve-
ladoras. Dedicábanse los galaicos í la pesca y á la navegación en barcas
cubiertas de pieles, como las de los piratas sajones.
Los escritores antiguos de los astures ponderan el valor en la guerra y
su industria minera. Siliu Itálico escribió que el ejército de Aníbal üFrecla tan
imponente aspecto, que kuéUra sido capaz de asustar d los misftios astures. Se
pintaban éstos la cara con bermellón, dejábanse crecer el cabello y la barba,
vestían de pieles de fieras, comían lo que cazaban y los frutos silvestres, be-
bían sidra, labraban la tierra con la laya. £1 desarrollo de la minería debió de
ser posterior á la conquista romana. Plinio cuenta que el beneficio del oro,
la plata y demás metales llegaba á veinte mil libras al año. Lucano caracterizó
al astur por su profesión de minero {astur scrutator palUdus axri). El mismo
Plinio menciona el lino de Zoela, que hacía mucho tiempo se exportaba
á Italia para vendajes {l). De lino hacían también los astures sus trajes; para
concordar la noticia de estos finos vestidos con la otra de las pieles de fie-
ras, algunos historiadores modernos suponen que los varones guerreros
usaban esta última, dejando el lino para las mujeres y los niños. Indudable-
mente, cada noticia se refiere á una época distinta; antes y después de haber
sido domados aquellos pueblos por las legiones de Augusto, sometidos por
el hierro civilizador de los romanos á una vida civil, industriosa y culta.
La costa de Cantabria corría desde la desembocadura del Nalón hasta
la ría de Bilbao. Y la tierra cántabra se internaba por el Mediodía hasta
Haro y Aguilar de Campoó. De los cántabros cuentan los clásicos detalles
muy salientes: su valor en la guerra quedó acreditadísimo en el Imperio ro-
mano con la terrible que por su independencia sostuvieron contra las legio-
nes de Augusto, en la cual tuvieron múltiples rasgos de ferocidad extrema;
ferocísimos debían de ser, cuando ellos mismos despeinaban á sus ancianos ya
int^paces de pelear, y nada pulcros en sus aficiones, cuando bebían sangre
de caballo mezclada con leche (2) y se lavaban la cara con orines (3). Pero lo
más curioso es la institución de la covvada: al nacer un niño el padre se me-
tía en la cama para abrigar á la matura, y alli recibía tas felicitaciones de
parientes y amigos, y aun los cuidados de la esposa, como si el que había pa-
que Zocla era ciudad délos asiiires trasmontanos; pero como
de Galicia, ha dado motivo i. largas dispuras enire los coRienli-
y geógrafos: la opinión común y mds aalorizada » que ersegundo texto es equivocación
I copistas, y que la Zoela de Plinio es Aviles.
(i) Lo dice Horacio, refiriéndose, sin embargo, á una sola de las tribus cantibricas, los
. que Slrabon llama conianos.
t3) Lo cuenta Catulo.
\ExfUtaHin dt ¡a hiimiia XIV.)
CcráBica prcbtotórica. ■ 1. Copa «1 lormí de cáliz. Es de tierra roja oscura y negra por clccnUa.
con la supcríicie alisada ó pulimentada. Estos vasos, que casi nunca faltan en las sepultaras de esta ípaca.
median aproiimadamrnlt unos 20 eenlimelros de alto, y algunos teman un anillo pbno de cobre en el cne-
Iki, — 2. Bocadeun vaso. — 3. Oran taza con pie de tierra roja ordinaria.-4 y 6. Crisoles de llerra codda
para fundir tos metales. Conservan adheridas partículas de bronce, y proceden de El Azgar. — í. Vaso muy
grueso de tierra nesra. RnayUsii.— T. Asa de vasija,— S. Q. 16 y 17. Urnas de diferentes tamifl os, pcrodelor-
inaanáloRa,-H. Vasija eslír lea con orejas perforadas.-lS. Cuenco. 19 y 24. Urnas de barro ordinario lo-
jiio, pero bien alisadas y con pezones en el borde. - 20 y 23. Vasos hallados en una casa de Lugarico Viejo
(Almería). Son de barro, rojo amarillenta el primero y ne^ro el segundo. Eslán ornamentados á punzón con
lin reproducidos á un octavo de so tamaña.— Zl y 15. Urna d-
ecoTiítruJdas, y recuerdan los vasos griegos arcaicos en so forma
D,g,t7cdb/COOgIC
rilSTORIA GRXnCit !>■ LA ClVtLIZACIÓK ESPAÑOLA
Ccránica ptth\ttMct.
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52 HISTORIA DE ESPASA
rido fuera él. Los positivistas modernos ven en esta singular costumbre, co-
mún á muchos pueblos antiguos, un reconocimiento simbólico de Ja paterni-
dad, que indica en la evolución humana el tránsito del matriarcado al patriar-
cado; es decir, de la época en que sólo ^ reconocía la filiación femenina á la
que reconoce la paternidad como raíz del parentesco.
{ExpIUaciiH di la ¡amina XV) (l).
Época neolítica. Objeto* de adorno de loa prhnltlvaa cipaflolca. - I, 1, 3 y 9. Condiai y
caracoles perforados para enhrbrar tn los collares.— T, Ompo de cuentas de collar de seipenlina, picdia
blanca y Irasparenle. — 4, 5, «, 15, 46. 17 y 57. Omamenlos de marfil, colmillos y dienles di jabalí, dcrlos
quependian, cómase ve tn el niiin. 5, anillos de cobre. — 23 al 29. Cacnlas de hueso.- 14. Muestra del si^
tema de dlvisíún en róndelas de los tubos de hueso por cortes de siena. — 27, Vértebra de pescado. -
47 i 58. Perlas de piedra.- II. Posición teórica del perforador en d tubo.— 10, Vírfebra de pescado— 31 i
3?. Perlas de piedra— 38. Perforación casi dlfndrici, -39. Petíoraciún bic6nica,-31. Perforación sin ter-
minar, — 18, 19 y 20. Diferentes tipos de cuentas de collar. — 43. Picos de pijaios.— 22. Objeto en forma de
cTji de esquita blanda. Ignoramos si a simplemente un adorno, un colgante, un amuleto ó un ídolo.
21. Coentas en estealila mostrando diferentes casos de perforación. — 42, Biauüdes hechos con conchas de
venera, en que la parte central ha sido limada. - 62 yó3. Piedras y caracoles de varias formas y tamaños.
(1) EL TRAJE, LAS ARMAS Y LAS COSTUMBRES EN LOS TIEMPOS PRIMITIVOS.—
La variedad de trajes que hubieron de usar los habitantes de Espaüa enta época prehistdrica, cualquiera qoe
dé vida tn las diversas regiones de la Península y la diversidad de raías que la poblaban. A mis de esto, el
distiniD grada de civiliíación que cada ano de estos pueblos alcanió — pues mientras hacia el interioi se ea-
contraban en plena barbarie de la época neolitica, en las costas estaban ya en la civiliíaciún délos metala —
tuvo forzosaoienle que manifestarse en sus costumbres y manera de vestirse. Esto es reflrlénitonoseiclnii-
vamente á las razas primitlvaí, de cuyo origen nada se sabe, i incluyendo entre elbs 1 los llamados celtas.
éstas, las colonias fenicias y griegas que aquí se establecieron en la misma época pretiisló-
.,¡Qj civiliíación á esa variedad. Variedad que fueron fomentando los diver-
u, que adornaban con una fimbria purpurea, y en una laceria ú clímlde de 1
Todos I evaban el pelo largo, que ataban con Ínfulas, y cuando se trataba
para que no les estorbara.
Respecto 1 armas, las tenían ofensivas y defensivas. De las primeras eran U Unza, la espada, la
tamba ó pitñat y el aclíde ó clava. Valíanse tambiín de dardos, que según su estructura y la materia de qne
estaban hechos tom iban el nombre de Jalariat, solijirras. somnlonts.sparoi, sada.gttot j Irágalat.
La falaria era larga j tenía metido en la punía un hierro de tres pies. Envolvíanla algunas veces en
pez y eslopa, y después dr encenderla arro.lbanla de las torres y lugares altos, de donde le provino el
llamarse asi, por darse entonces á las torres el nombre da Phalas.
La soliietia se diferenciaba de la anleiior en que era toda de hierro.
La espada tenia filo por ambas partes, y su hoja era muy tuerte. La habla de diferentes clases.
La ramba ó puhal era un cuchillo largo y puntiagudo como }mtsloqacs di armas.
Las armas defensivas eran la mlfra, especie de casco que tenia una visera llamada tácala, y que se
sujetaba con correas por debajo de la barba. Adornábanla con cimeras d crestas de plumas y crines de caballos.
T.—.... — .._., ,. __.. ierfas gáleas cubiertas de pieles defieras. Defendían el cuerpo con
ispudilos que aquí han venido, y que aun hoy persiste i pesar de la influencia untñcadora quec
do, como en otr^lS mudios, e|erce la civiliíación actual.
Parece que los que habitaban el Norte y las costas del Océano Cantábrico usaban sayos ó válleos nebros:
ubrian las piernas con ciertos bolines denominados ocrtat, cuyo material era un tejido de cerda. Los que
el Mediodía iban vestidos mis ligeramente. Consistía su traje comünmenteennna túnica de /afo
pespuntes de lino.
áüY^lS
CLeroOu
o Itálico)
BdiVH.
i^í que se daba e
deceíro
Estos esc
udos eran
tandes. y se apoyaban en ellos para d
iban al
teramenl desnudos
sa.ypor
enablo
a. Algunos se cubrían con pieles de
manera de zalea, q
ue llama
han slslon
lí. Otros
igero sayo. Su arma principal eia la h
a alrededordelacintura, y fá tercera en
nda yU
usaron de tres das
s. Una 1
llevaban
Estaban hechas d
ñas. pelo
crocolon. y eran p
raUnz
r'lá. Bied
herir de
cerca, se llamaban
br.,chkolon. Las
mediáis"''" ^^''''""
para las d
stancias regulares. Los tiros, piedras ó glandes
de plomo los llev.i
olgado al
cuello. El p
hibíendo
algunas que pes:ib
ñ hasu
En campaña
usaban
1 odre d"e
piel de c
mero, que
inflaban Diia vadear sobre él los ríos
Este en
Tales son U
el mism
objeto empleaban 1
s notici
s que los
historiad
res clásico
Strabon.
Appiano. etc., nos
no piicd
despreci
ue ilustre ana época Un oscura de núes
trahUto-
ría, pero es preciso
conven
n pocas y
de escaso v
alor las que los historiadores antiguos
tn dui.T
que dan
y ntios objetos, ó son de origen griego
ófranca-
mente latims, fld
más,l.s
fechas de
cída una
de esas no
cls¡Elolv(a.deC
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0, en el
gio n, y
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emás que se mencionan en el siglo I de
a misma.
D,g,t7cdb/GOOgIC
HrSTOKrA ÜRllflCA DB LA ClVILIZACtÓH ESPaSOLA
Época DcoliHcB. Objeto* de adorno de loi prlmltlTOS «ipalloles.
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Historia Gráfica db la Civilización Espigóla
Época neolftlca rcdcnlc. Úlllcí domésticos para labores rcnealnai.
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DE ESPAÍiA
16. — At oriente de los cántabros, en una faja de terreno, cuya puma
meridional puede señalarse en Briviesca y la septentrional en Bilbao, vivían
los autrigones; más á Levante, los caristos, y en lo que hoy es provincia de
Guipúzcoa, los vdrdutos, que, si no mienten las interpretaciones de antiguos
fpoci. Pntnccm, pun. todmfstos bi^totiadores i \» época en que Espafla sufrió mayor trasfamiación. En
Mtebmpo, ya la ¡nnuendade iMtmicioi y de Icugrieiñis le hiblí hiiiiD sentir mucho en lodo elUtoial de
la Península por su permanencia secular en el país, y solre esto habla venido la ocupación de los cart>EÍ-
IMMS. y después la de los romanos.
No es posible, pues, conceder i estas noticias mis que un valor relativo, y esto solamente en cuanto
se refiere i la época en que EspaÜa entra en la Historia.
Cierto que los pueblos en la barbatle cambian muy poco y con gran lentitud, y que, por consiguien-
te, el espafiol conservarla su Bsonomla propia en tiempos de Diodoio SIculo (siglo i a. de C.) cu muchas
reiioaes de la Península; pero en las costas no, especialmente en las de Levante y Mediodía. Cuanto á esto
se refioe Iq mconlrarli el lector perfectamente explicado por el culUsImo autor de esta HISTORIA DE Es-
— '■■ O. Ángel S,-'~- " — ■ ■-" '- ' '-- :'— — ■ -■- -i --..—■< .- -
que grMcainmte se puede dar nollda, y remitir, por lo tanto, al lector los grabados de las esculturas y
los objetos que de época tan remota pudimos hallar, cuyo examen '- '-' " -' - -"-
dones pudiétimos
Dbjeios que de época tan remota pudimos lialbr, cuyo examen Ic informarl mis que cuantas expllca-
.._.., ., mlaláralnaXX, lo que creémosnos agñideceiin
aquellos de auestioslectoresl quienes les sean desconocidos, per tratarse de los únicos trajes que de la época
prehistórica llegaron hasta nosotros.
En AlbuRol (prorincia de Granada), en un paraje llamado Barranco de las Angosturas, existe una
cueva natural, conocida por los hijos del país con el nombre de la Cueva de lot Mareiílagai. Esta cueva
había sido un cementerio allí en la época remota de la piedra. Unos obreros hicieron en mal hora este des-
cubrimiento sobre el aflo treinta y tintr» del siglo pasado.
Uno de los primeros cadlveres que encontraron tenia en la cabeu una diadema de oru (núm. I de
la plana), y, según se supo después, el oro de esta diadema era de 2* quilate», tenia de peso 25 adarmes y as-
cendía su valor, seedn la moneda de entonces, 1 60 escudos. Este hallazgo excitó la codlda, no sabemos si
todo, y arrojando por el harranco los esqueletos para desembarazar el local y poder con rals desahogo rea-
lizar su hazaña. La codicia y la estupidez de unos cuantos desdichados borró aquel día una de las páginas
mitlvos y de su dviliíación, que serla seguramente superior á la de los bárbaros que tan brutalmente pro-
Por lo» escasos restos que se salvaron y por las noticias que bastante» años después del lamentable su-
ceso pudo adquirir el benemérito catedrático de la Universidad de Orinada D, Manuel Oóugora, sabemos que
«1 el lugar B del plano que damos de la cueva (V. lámina XIX) se enconb^ron tres cadáveres, el del centro
con la cabeza entre dos peflas. Este era el déla diadema, y vestia una corta túnica de tela Hnisima deespsrto
1 minera de cota de malta, y lo mismo todos los demás, aunque de tejido más tosco. Todos tenían gorros (Z)
y raizado de la misma materia, primorosamente labrados.
A su lado tenia cada uno una bolsa, todas también de esparto (fizuras S, ó y T), aunque de distinto
rios cestiIlo« (fia, 4) con mtchontí de cabello» i floret ú gran cantidad dt atlormlderat y coneñaa anl-
ralwat. En el sitio del plano marcado con una Cse encontraron otros tres cadáveres, y en el recinto Z> se ha-
llaron doce colocados en semicírculo alrededor de un cadáver de mujer admirablemente conservado, vestido
con túnica de piel abierta por el costado liqulerdo y sujeta por medio de correas enlazadas. Tenia al cuello
un collar de esparto (lig. 21), de cuyos anillas pendían caracoles (flg. 19) y del del centro un colmillo de
iaball (lig. 18). Se supone que tenia larciitos de piedra negra pendiente» de algo que no se encontró. Junto
á los esqueletos había, á más de los objetos mendonados. cuchillos de esquisto, instrumentos y hachas de
piedra, cuchillos y flechas con puntas de pedernal pegadas á toscos palos con betún fortisimo, armas hechas
it guijarros, y cucharas de madera labradas á piedra y fuego.
En diferentes partesdelacueva,espedaimente en el punto C del plano, seencontraron hasta 50 cadá-
leiís mis, todos con iguales trajes que lo» ya descrilos. También se hallaron fragmentos de cerámica
(Rgura IT| y otros objetos.
Tal era, por loque pudo averiguarse, a^uel tesoro histórico -arqueológico que un fenómeno de la
utBrakzi hizo llegar basta nosotros, y que la ignorancia y la codicia arrebataron i la ciencia.
iEjífÜcación éí la Límina Xl^í.)
£pacaaeoUilMreeleBt«.ÚHlMdométtlcM paraUborc* Icmeulaat. ' i,6, 13, 15. IQ, 2\
24 y M. Aguias de hueso.-g, 10, II, 14, 15, M, 26, 27, 28, 29. 30, Jl, 32 y 33. Todos estos son puntas y
pnBiones de hueso. — 2, 3 y *. Agujas de cobre. — 5. Punzón. La parle metálica no se pudo encontrar.
Sólo le hallaron pedazos del mango, con los cuales se pudo reconstituir la forma.- T. Punzón con maiiRO
de madera. 9. Punzón con mango de madera, rodeado de una iimina de plata. (Procede de Oatas.)—
12. Cínctl en cobre. - 16. PnnU de flecha de cobre. — 17, Ctchillo-puflal, Tiene la huella del puño, y con-
bído, acompaflabaná los cadáveres con comida y otros objetos. Procede del Azgar.-34 A 3B, Objetos de
bronce cuyo uso ignoramos, aunque los creamos propios para labores femeninas. Á juzgar por su lorma, Ó
son de época muy posterior á los demás útiles de esta lámina, ó proceden de importación. Lo más prnhable
e« que pertenezcan al arte púnico y que procedan de Ibiza ó de Cartazo. (Véase más adelante).
,,CoogIc
Historia Grípica db l* C:v:uzaciün Española
Jojrai de li époc* oeolltica reciente y del
D,g,t7cdb/GOOgIC
HISTORIA DE ESPAÑA 57
textos que parecen más seguras, internábanse en Navarra, puesto que en
Kstella partían limites con los vascones. Éstos habitaban el resto de Navarra,
confinando en lafalla con los várdulos; suyo era también el alto Aragón,
exceptuando la comarca de Jaca, donde estaban los jacetanos, y por el Sur
se dilataban hasta el Moncayo.
Varios problemas de solución difícil nos ofrece la ñliación de estos pue-
blos y su correspondencia con la población actual. ^Descienden únicamente
de los antiguos vascones, ó también de autrlgones, caristos y várdulos? ¿A
qoé raza pertenecían estos tres últimosP jEran cántabros, ó del mismo origen
que ellos^ ¿Eran vascones? jY los vascones? Suponen algunos que el elemento
vasco es resto de la pura y primitiva sangre ibera, lo que implica otra supo-
sición: la de que efectivamente hubo una raza ibera, pura y primitiva. Otros
ven en los vascos el resto de una población turania anterior á la ibérica.
17. — Los historiadores y geógrafos antiguos emplearon tan variamente
los nombres de ctUiberos y Cdtibtria, que la lectura de sus textos engendra
verdadera confusión. Llamando celtiberos á los habitantes de doble origen,
ibero y celta, como expresamente declara Diodoro de Sicilia, no es de mara-
villar que dondequiera que notaran esta duplicidad de raza aplicasen el vo-
cablo, y así Plinio apellidó celtiberos á los gallegos, fronteros á las islas Casi-
teridas, y toda España, exceptuando las regiones costeras del Mediterráneo
y la parte meridional del Atlántico, pudo ser llamada Celtiberia, pues en toda
ella se mezclaron más ó menos los invasores celtas con los pobladores más
antiguos. Por eso decfa ya Strabon que la Celtiberia era una región < vastísi-
ma y de muy variados carácter y aspecto». Cuando en el Senado romano era
calificada la Celtiberia de «Mft'o rebülatrix (la nación rebelde por excelencia),
es de creer que se aludía, no á un pueblo en particular, sino al conjunto de
tribus que en el centro de Espafia — cuanto son hoy las dos Castillas y Ara-
gón — resistían con invariable constancia á las armas de Roma.
El mismo Strabon parece darnos la clave para descifrar algún tanto estos
enigmas históricos en dos preciosos textos: uno, el que nos dice que llegaba
á punto tal la fama de la nación celtibérica, que muchos pueblos tomaron su
nombre, y en este sentido debió de llamar Plutarco ciudad de Celtiberia á
Castulon; el otro, que la Celtiberia era una confederación comprensiva de
celtiberos propiamente dichos y de alcades, aravacos, pelcndones y lusones.
De aquí podemos conjeturar la existencia de una Celtiberia semejante al Im-
perio de Méjico conquistado por Hernán Cortés, también constituido por una
tribu guerrera conquistadora, que habla impuesto su autoridad á cuantas po-
blaban la región central de Nueva España, excepto unas pocas, cual los tlas-
' ExftiiarÍBH d/ ¡a lámina X l^ll.)
Joja* de la «p«c* neoUtlca reciente j del aetBl. - I. 12 y 24. Diademas de plata. Consli-
Uycd ciUi joyas los tm tipos di diadema de «ta época en la tegidn de Almería evploradi por los hemii-
noi Slret La primfra tní encontrada en El Aigar, puesta sobre el trineo del cadáver. Debido á esta cirnins-
tiiHÍa. (abeniiM que se la pontan con d apéndice hacia abajo, como nariguera para defensa de la narii.
Ciniciva fraii^eiitm détela adheridos en la parle interior. La niimero 12 es mii rara y está decorada con
pnnfaH hedías 1 golpe de punzón, y la núm. 24, como se ve, no'es mis que un simple aro aplanado por la
parte inirríor, y lonnaba parte del ajuar de un sepulcro de Fuente del Álamo. Los draiís objetos compa-
fteros de esta diadema los encontrará el lector en distiuUs láminas, según su tlase. — 2 y 3. Anillos de pla-
ta. — 4. Caracol marino quelormaba parte de un cuUar. — 6. Cuentas de collar en pasta vitrea aiut, verde A
blanca. Las delaizqnierdaesUn hechas de espirales de bronce rotas.— 5, S, II y 21. Anillos de cobre ó bron-
ce. El ndm. 21 se conierra pegado i la (alange del dedo.— T, 14 y 17. Braialcteíi de plata. — 20, Brazalete en
(Obre adherido al hueso. -9, 10,22,25 y 27. Braialetes de cobre 6 bronce.— 15 y 16. Pendientes de oro.—
II y 18. Pendientes de piala. — 23. Un pendiente de plata y dos de cobre unidos con nn fragmento de tela.—
Ifl, J6, 28, 31 y 32. Pendientes de a>bre y bronce.- 29 y JO. Cuentas de collar en hueso y serpentina.
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Historia Gráfica de la Civilización Española Lamina WIII
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Historia CR.incA de la Civiusaciún Española
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22
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ObjetM iMvUatórícM tudlados «a la „CiieT* de lot Mnrclélafoi".
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6o HISTORIA DE
caltecas. Por modo análogo, el núcleo primitivo de los celtíberos debió de
ser una tribu, probablemente céltica, que dominó á las vecinas y por lazos
de confederación militar fué agrandándose con el tiempo: ese núcleo debiiS
de radicar en la comarca de Segorbe, llamada por los latinos Caput Celtiberia,
y se dilató hacia et interior. En sus buenos tiempos guerreros, la Celtiberia
subía hasta Zaragoza y extendíase por Magallón, Tarazona, las fuentes del
Duero y sierra Cebollera, que eran sus limites septentrionales, bajando por
Aranda á Segovia, Consuegra, Alcázar de San Juan y Ayora, para ir bus-
cando Otra vez por Requena los términos de Segorbe. £s muy signiñcativa
esta expansión del núcleo primitivo hacia el interior: es que como ya hemos
dicho, en las comarcas mediterráneas no pudieron penetrar los celtas; con-
tuviéronlos allí los habitantes primitivos — iberos, para entendernos — for-
talecidos por su civilización más adelantada, que les habían importado los
griegos, y sostenían estos mismos con su presencia y constante influjo.
En cuanto S costumbres, las que señalan algunos autores clásicos como
dominantes en los celtíberos vienen á ser las mismas notadas entre los cán-
tabros y otros pueblos del Norte.
18. — Al mediodía y al oriente de la Celtiberia cafa la Carpetania, limita-
da por el Guadarrama y el Alberche, y que bajaba por el Sur hasta Dairaiel.
(Laminmnt de los romanos). Dentro de la Carpetania estaban Toledo, ciudad
anterior á la dominación latina, y la Mantua carpetanorum, citada por Tolo-
meo, que sin fundamento se ha querido hacer antecesora de Madrid, lo que
no signiñca que no hubiese población donde ahora es la corte, ó muy poco
distante: el cerro de San Isidro estuvo pobladísimo en la edad cuaternaria, y
próxima al nacimiento del Arroyo de los Meaques, que riega la Casa de Cam-
po, estuvo la ciudad de Miaatm.
Tito Livio califica á los carpetanos á& /troces en la guerra, y quizás sea
ésta la única mención especial de sus costumbres que nos ba dejado la anti-
güedad.
La región de los vaceos tenía por núcleo la tierra de Campos, y se ex-
tendía por gran parte de las actuales provincias de Falencia, Valladol id, Sala-
manca y Zamora. También eran valientes los vaceos, según lo acreditaron en
muchas guerras, ya defendiendo á los cartagineses, ya á los romanos, ya su
propia libertad contra unos y otros. Cuéntase de ellos que practicaban el co-
munismo agrario, por estilo semejante al del tnir 6 municipio rural de los
rusos: la tierra era de la tribu, ó mejor dicho, del clan, y se distribuía por
familias para el cultivo; almacenábanse los frutos en un granero común, de
donde se repartían, no con arreglo al trabajo puesto, sino á las necesidades
de cada uno. Es probable que esta organización no fuera privativa de ios
vaceoa, sino de otras muchas naciones de la España ante-romana. Los vaceos
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D,g,t7cdb/COOgIC
HlSTOBIA GrAFICA DB la ClVlLlIACIÓN EstftfiOLA
¿poca aeolitlca reciente. Scpntcroi.
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HliTORlA GRi(FICA de la CIVILIZACIÓN EsPaSoLA
HISTORIA DEL TRA|E. - Traje de loa Iberoa.
D,g,t7cdb/GOOgIC
HISTORIA DB SSFAÑA C3
vívfaa en cuevas 6 silos, y íueron nómadas mucho tiempo: ¡ate vagantes los
llamó Si lío Itálico.
Los oretanos ocupaban la parte meridional de Ciudad Real, confinando
cerca de Daimiel con la Carpetania y en las fuentes del Guadiana con la
Celtiberia. Por el Sur entraban en Andalucía, según Strabon, hasta las Alpu-
jarras, y según Tolomeo y Plinio, sólo hasta jaén. La Oretania marca el trán-
wto entre las regiones mediterráneas influidas por la civilización extranjera
y las del interior, que sólo habían de recibir esta influencia por las armas de
cartagineses y romanos: así era ciudad oretana la famosa Castulo (hoy et cor-
tijo de Cazlona), fundada por los focenses al decir de Sillo Itálico, y más
probabiemenie por los fenicios, ya que fueron éstos los colonizadores de
.Andalucía.
La palabra Lusitania tiene dos sentidos en nuestra Geografía antigua:
uno es el de la provincia romana de este nombre, y otro el de la región ha-
bitada por los lusitanos, harto más pequeña que aquélla, pues sólo compren-
día la actual provincia de Beira y parte de la Extremadura portuguesa; todo
entre el Tajo y el Duero. La Extremadura española y la provincia de Avila
eran de los veíones, gente tan trabajadora, según Strabon, que al verá los rO'
manos paseándose por los foros creyeron que se habían perdido y no sabían
volver á su alojamiento, pues no concebían ellos que pudieran estar sin hacer
nada de provecho. En cuanto á los lusitanos, son descritos por los antiguos
como los galaicos, cántabros y astures; es decir, como celtas: tan frugales,
que sólo hacían una comida diariamente; valentísimos y muy astutos en la
lucha; grandes cazadores; se lavaban el cuerpo dos veces al día con aceite;
exponían los enfermos en los caminos públicos; cortaban la mano derecha á
los prisioneros de guerra ó los mataban en holocausto á sus ídolos, escudri-
ñando augurios en sus palpitantes entrañas.
AI mediodía de los lusitanos, ó sea en la región portuguesa del Tajo al
Océano, habitaban los celias propiamente dichos, ó gletas, según algunos au-
tores, y los ejruetas ó cuneos, en cuya tierra estaba el promontorio Sacro (Cabo
de San Vicente), en que Apolo detenía su carro de fuego y descansaba du-
rante la noche, por lo cual miraban con supersticioso temor aquella punta
avanzada en el mare extemuM.
Tales eran los principales pueblos de la España central, occidental y
septentrional, que no entraron en la vida propiamente histórica hasta la épo-
ca, relativamente muy moderna, de las guerras púnicas. Veamos ahora los de
Levante y Mediodía, relacionados con la civilización universal desde remolt-
siroos tiempos.
' Exfliítíiin de ¡a lámina XXI)
HISTORIA DEL TRAJE. - TraJ«t de lol Iberos. - I. Sanrdotist tn Iraie át gran ceremonia. -
1. Qaareiot con rodela, y vistiendo qnlilt U coraza corta de lino de que dice Strabon que los Iberos hacían
madra uso, - 3. Múiico tocando la doble HaLla etirga. — 4. Otra tipo de perrero. Éste lleva el gran escu-
Ja oralado de lo« celtiberos; sable de guarda ceitada. labrada en forma de cabeza de caballo, de ho}a curva
como el yaUeln, como las espadas de Almedinilla (véase la lámina XXII). Ca^co con cimera que parece de
crines que cirn por la parte posterior.
Eitis escultural, descubiertas en Osuna con oirás más por el arqueólogo M. Fierre Patis. se hallan
en el Museo del Louvre, de Paris.
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IV
espaNa ante-romana
{Coutinuación)
19. CaUluña.— Coloniíación gci*Ba. — JO. La Edetania.— 31. La Conlestenia.— M. Turdelanim
ó Bética, — Betuna, — Bistuloi. — Biítalo3-penos. — U. Túrduloa y curdelanot. — 14. Co-
lonias griegas en la Tuidetania. — El rey Argantonio. — Tarteso. — K. Colonias feDÍcias. —
Los cartagineses.
19> — La región que ahora llamamos Cataluña, y qtie en la Edad antigua
no tenía nombre especial, estaba poblada por los indigetes, en el Ampurdán
actual; los austíanos, cuyo principal núcleo era la ciudad de Ausa, Ausona en
los siglos medios, y actualmente Vich; los laletanos, desde el río Kubricato de
Plinio (Lliibregal) al Tordera, y en cuya costa se asentó Barcino, después
Barcelona; los cosetanos, famosos por el emplazamiento de Tarraco ( Farra^ooa);
los lacetanos, desde Yesson (Guisona), por el Llobregat arriba, hasta Bagá:
gens sUrifistris, que dijo Tito Livio; los caslellanis, nombre del cual Zurita
creyó que se deriva el de catalaties, y que habitaban entre el Llobregat y el
Congos, en los parajes donde al presente se hallan las industriosas pobla-
ciones de Sabadell y Tarrasa; los certetanos, en Llivia, Ripoll, Olot y Campro-
dón; finalmente, los Uergttes, pobladores del llano de Lérida y de parte de
la provincia de Huesca.
Li que caracterizaba, y trasformó moralmente á esta región, fué la co-
lonización griega. De tiempos antiquísimos, y en diferentes expediciones de
carácter mercantil, vinieron los helenos á nuestra patria. Sus primeros arribos,
si no fueron anteriores ó simultáneos al de los fenicios, debieron de ser muy
poco después, y seguramente cuando las colonias púnicas no estaban todavía
bien asentadas. A la costa catalana llegaron, sin embargo, harto más tarde,
quizás unos seis siglos antes de J. C, y no directamente de Grecia, sino de
Marsella, colonia fócense, ya por entonces muy próspera. Estableciéronse pri-
mero en las islas Medas, y después, por tratado con los indigetes, fundaron
(EypUíaeióit di ¡a lát
Arn
Puntas de
XXJJ)
pTDtohlstóricaí de hierro. . 1.2,4. 11, IS, 20 y 33. Espidas. -1, 7, S, 10, 11, 14, 16 y 17,
a. — 5. ft, ^Hy 15. Hierro; de picas.- 13. Puntís dellíchis. — 19, 21 y22, Puflalesdtdivcr-
lU formas. Son nolabilisiinas por su forma de yatagán oriental las espadas núm. 2, IS y 20, llamadas falca-
tai en Arquculngía, y de las euales no se conocen más que las que damos aquí, encontradas, con Us denls
(rm^s que figuran en la plana, en Almedinilb (Córdoba), otra hallada en Portugal, que figura en el Mosco
Etnológico Portugués con et nombre de la Espada de Galacla, y creemos que dos que aislen en el Museo
D,g,t7cdb/GOOgIC
k GrAfica db la CiviuzAciÓN EspaAola
Arma» proiohistórlca* de hierro.
Salcedo, Historia de EspaRa
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K CivímzaciiJn K)
LÁMINA XX.II1
Bronces Ibérico!.
D,g,t7cdb/GOOgIC
HISTOltlA TIE ESPAfiA Cyj
á orÜlas del mar una factoría junto á una ciudad de estos iberos: tal fué Eiii-
porium, que se hizo en breve población floreciente, pegada á la ibérica, pero
separada de ella por un muro con puertas que se cerraban durante la noche.
Todavía en tiempo de Strabon se conservaba esta manera de vivir, común,
dice el geógrafo, á otras muchas ciudades de España. En la época de la
conquista romana se dio el caso de ser aliados los griegos de Emporium de
los romanos, y sus vecinos los indigetes, enemigos de ellos. El cónsul Catón
entraba triunfal mente con sus tropas y era muy ^asajado en el recinto helé-
nico, mientras que al otro lado del
muro los iberos estaban apercibi-
dos á la lucha.
Sin embargo, esta separación
material y política no era obstácu-
lo para que la influencia religiosa,
moral, cientlñca y artística de un
pueblo tan superior como el grie-
go dejara de dilatarse, no sólo á
la ciudad y comarcas vecinas, sino
átodalaregión,y aun á tribus muy
apartadas de la costa. Andando el To™ ibírico de Osuna.
tiempo, los griegos tuvieron allí
otras muchas ciudades á estilo y semejanza de Emporium: la más famosa,
Shoda ó Rhode, cuyo nombre pregona su origen rodio.
20. — De otros pueblos de Cataluña tenemos noticia, tales como los
itiesttaiios, en las montañas de Prades; los bergisíattos, en Berga, y los éerga-
vents, que desde Tortosa se extendían hacia el interior hasta Cantavieja, que
probablemente es la Carlagoriehts que contraponían los antiguos á la Carta-
gonova, fundada ó mejorada por Asdrúbal. Los iUrgavones confinaban por
Mediodía con la Edetania, región feliz de cuya fertilidad y hermosura no se
hartan de hablar los clásicos: comprendía, en efecto, desde el rio Ebro por
Zaragoza hasta más abajo de Valencia, ó sea la mitad aproximadamente de la
■ actual provincia de Zaragoza, lo mejor de la de Teruel, el Maestrazgo y las pro-
vincias de Castellón y Valencia en su mayor parte. Plinio nos ha legado una
descripción de Valencia y la Albufera que concuerda perfectamente con la
situación actual, acreditándose asi la equivocación de los que suponen que es
obra de los árabes el paraíso de la huerta valenciana en la Edetania, como en
todaslasregionesquevamosenumerando. Había muchas tribus: ie¡litanos,cel-
ftHies, ítiria/oiunses, Uluméeritanoí, etc.: la principal ó más antigua, ó de la que
tomó nombre la comarca entera, era la de los e-ietanos, que, según se cree, ha-
bitaban en lo que hoy es Liria. Mas lo característico de la región era la abun-
dancia y preponderante influjo del elemento helénico: al inaugurarse los
lierapns históricos los edítanos, en general, eran iberos lulenizados.
21. — Y lo mismo debe decirse de los contéstanos, moradores de Alicante
y Murcia. Dianmm (Denia), fundación de los fucenses de Marsella, era el po-
tente foco de la cultura helénica en la Contestania: allí estaba el templo de
Diana, deidad de que eran devotísimas las gentes, no sólo próximas, sino
(Ejrfütadén di la Icmiina XXUl.)
Bronce* IbérICM. - Li ligura s¡n núniíro fs df influencia eritgi. — La mlm. I fvttt un jugador
de dhcobolo. —7. Ídolo. - 3. Jinete. .-4. Buslo de influencia romana. - 5. Un pie en que se advierte li
riíif de culzado que usaban los iberos. — 6. Eílatuita de Atenea. — 7. Ffbula en forma de figura ecuestre. (E*-
kn bronces se hallan ea el Museo Arqueológico Nacional de Madrid).
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Historia GrAfica de la Civilización EspaSola L:(hina X>^[V
Cerámica Ibérica de Dche.
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HISTORIA DE ESPAÑA 69
muy remotas. S^ún atestigua Strabon, no es Tundada la sospecha de Ma-
riana de que en aquel templo se hiciesen sacriñctos liumaQOs(i), cosa re-
pugnante á la suavidad de costumbres y al buen gusto de los griegos. Otras
divinidades recibían culto en Denia, como Palas Atenea, de cuya hermosa es-
tatua se conservan importantes fragmentos (2).
22. — Inscribió Strabon que la Bética se llamaba asi del rio Betis, y
TurdOania, por el nombre de sus habitantes. jEran, pues, turdetanos todos
éstosí No lo parece. En primer lugar, hay que descartar la Beturia, comarca
perteneciente á la Bética romana, y que es la provincia de Badajoz actual.
Pliaio distinguió dos Betunas: una céltica, separada por el Guadiana de la
tierra de los celtas ó gUtas, de Portugal, y con naturales de la misma raza
que ellos; otra iúránUt, que era el país desde Badajoz hasta Fregenal y de Mé-
rida i Guadalcanal, poco más 6 menos.
Concretándonos á lo que hoy es Andalucfa, los escritores de la época
del Imperio romano señalan cuatro pueblos distintos: los turdetanos, los lúr-
dulos, bástulos ó bastitanos, y bás tu los- peños ó fenicios. Los bastidos i¡basti-
tanos ocupaban en la costa, entre el Guadalquivir y el Guadiana (Betis y
Ana), una estrecha faja de terreno, dice Strabon; los hástulos-penos eran, como
lo pregona su nombre, un pueblo mixto de bástulos y fenicios, y se asentaba
en la región costera desde Tarifa hasta Vera. Sin embargo, no todas sus ciu-
dades maritimas eran de fundación fenicia ó cartaginesa, sino que tas habla
también griegas; v. gr., Maenaca, de la que escribió Strabon que fué la última
colonia dt los f acenses, contando, sin duda, desde Emporiitm. Esta concurren-
cia de ambas colonizaciones civilizadoras comprueba que hubo periodo de lu-
chas entre griegos y fenicios por la posesión ó monopolio de la explotación
mercantil de España.
23. — En cuanto á los túrdulos y turdetanos, tenemos un pasaje de
Strabon del cual resulta que eran los mismos; pero Tolomeo distingue la
Túrdula de la Turdetania, colocando la primera desde Córdoba á Granada, y
la segunda en lo que después fué llamado reino de Sevilla, y más especial-
mente en las dos provincias actuales de Sevilla y Cádiz. Gades, Ituci {Chi-
clana ?), Oleastrum (Sanlúcar de Barrameda), Asido (Medinasidonia), Hispa-
lis (Sevilla), Itálica, etc., eran las principales ciudades de la Turdetania pro-
piamente dicha en tiempo de los romanos.
Los cuates, siguiendo en esto á los griegos, no se hartaban de ponderar
y celebrar la fertilidad y hermosura de la región y la dicha en que vivían sus
felices moradores. Homero señaló en esta comarca los Campos Elíseos, la
tierra de los bienaventurados. Mil poéticas leyendas corrían en la Hélade
acerca de la remota Turdetania. Hércules, prendado de los bueyes que allf
se criaban, fué á robar anos cuantos al rey Gerión, y de aquí una guerra te-
rrible con multitud de fabulosos episodios. Strabon describe minuciosamente
la Bética, alabando su clima y sus producciones. Cuenta que tos turdetanos
eran la nación más culta de España, y que hacia seis mil años que tenían
. (i) Pnedc creene que, confonne i. las costumbres de los lauros, sacrificaban á aqneila
» los huéspedes y eenie mtranje— •"■--•--'- ■•- r....,-.. ■:■._. i .__ i..«.
Ut Víase la limina X^C^CV!.
II hatspedes y eenie extranjera. (Hiiteria ¡ie F.staña, libro I, cap. XIV).
—'"Vi.
ExflUadón de la lámina XXÜ'.)
CeráoileB Ibtilca de Elche. - Es raracieiistica de la legiún de Levadle en esta ípoca la ceriinica
decorada con animales y Tiguns eslillzadas. El arqueólogo franca M. Piert<; París cree encontrar en esla de-
coración derivaciones de la cerímica griega de Micenas, (Se encuentran estos ejemplares en el Museo Ar-
queológico Nacional de Madrid y en el de Burdeos.)
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70 H'STORIA DK E«PaSa
I poemas y leyes escritas en
verso. Sin entrar en ridicu-
los regateos de fecha, es in-
! dudable que la civilizacióo
turdetana databa de tiem-
pos muy remotos; como que
en aquellas costas parece
que se dieron cita griegos y
fenicios para empezir la co-
lonización de nuestra patria.
24. — Cuenta ileíodoto
que en las primeras largas
navegaciones que hicieron,
no con naves redondas, sino
de cincuenta remos, los fo-
censes llegaron á Tartcso,
en la Iberia. En Tarteso rei-
naba Argantonio, quien los
recibió tan amablemente,
que hubo de ofrecerles tie-
rra en que fundar una colo-
FundadúQ de Cádií (I). nja; no lo aceptaron los grie-
gos; y habiendo sabido Ar-
gantonio poco después que los persas amenazabao á la patria de sus hués-
pedes, les regaló tanta cantidad de dinero, que tuvieron para rodear su
ciudad con un muro de piedras de sillería. De este rey Argantonio ha-
blaron largamente muchos autores clásicos. Según Anacreonte, vivió ciento
cuarenta años, edad que Silio Itálico alargó hasta doscientos. Valerio
Máximo le llama rey de Cádiz, donde había nacido; y Cicerón, en su tra-
tado De setiectuíe, también le hace reinar en Cádiz, y le pone por tipo
ideal de una vejez prolongada y dichosa. Pero jcuál era el reino de Tar-
teso? Fundándose en textos clásicos, algunos suponen que toda la Tur-
detania fué Tarteso; otros restringen este nombre asólo la isla gaditana.
Lo cierto es que Tarteso era una de las islas que formaba el Betis en aque-
llos tiempos á que se refiere el Sr, Fernández Guerra al escribir: «¿Qué fué
• de las siete grandes bocas por donde el Betis desaguaba en el mar? ¿Qué fué
• de los dos ingentes brazos con que ceñía las comarcas de Lebrija, Mesa de
• Asta, Jerez de la Frontera é isla de León, presentando los elíseos tartcsios
• campos, y á su frente la renombrada Cádiz, á la codiciosa expectación de los
• navegantes griegos? Perdió á cercén el izquierdo brazo en la retlida y por-
• tiada batalla con los siglos furiosos: de su gran estanque surgieron las islas
• Mayor y Menor, y las siete bocas del Guadalquivir parecerán á muchos
• un mito^ {2).
Conviene recordar que la isla gaditana no es verdaderamente una isla,
sino un archipiélago de islotes: Cádiz, San Fernando y la Carraca. Tarteso.
separada de! continente por los brazos del Guadalquivir, era la isla mayor de
(i) Tanto £sta como laü demás compo^ciones del iluslre BTtisU Manuel nngel ijue
ilustran )■ pre.sente obra esUn peifeclamente docamenudas, to mismo en lo lelativo t trajes,
- '- -' ■ ■ ■ >íí// de la escena que representan, no obsunK
Tiaginarias que el dibujante ha compuesto con
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HISTORIA DE ESPAÑA Jl
aquel archipiélago, como expresamente lo dice Pliaio, añadiendo que en esta
isla grande estuvo Gadium, nombre de la misma etimología que Gddir, Gades
6 CddÍB, pero que se aplicaba á una ciudad distinta. Por último, es un hecho
indudable que los griegos tuvieron colonias en la costa occidental de Anda-
lucía, tales como el puerto de Menesteo y Carteya.
25. — Junto i estas tradiciones helénicas, y sin enlazarse con ellas más
que por conjeturas, preponderan las Tenicias. Cádiz — la Gades de los roma-
nos— era una ciudad púnica. Colonia de Tiro se apellidaba todavía en la época
del Imperio. Lll Hércules adorado en Gades no era el Hércules griego, sino
Harokel, el traficante de Tiro que vino á estas regiones á robar los bueyes
de Gerion, leyenda reveladora del carácter mercantil de su empresa. Factoría
fué la primitiva Cádiz, y es indudable que en tiempos muy anteriores á la
historia escrita llegó á gran prosperidad, y aun pujanza política. Macrobio nos
ha conservado la tradición de una batalla naval entre tos fenicios gaditanos y
la escuadra de un Terón, rey de la España citerior, que se propuso saquear
el templo de Hércules: vencieron los gaditanos, que por medio de un fuego
artificial destruyeron las naves de Terón, á quien también habían espanta-
do las ñguras de leones que ostentaban los barcos fenicios en sus proas. £1
hecho no puede expresar mejor el carácter de las luchas entre los coloniza-
dores y sus contemporáneos, los habitantes de España: el relato de Macrobio
es idéntico al de cualquiera de nuestros historiadores de Indias reñríen-
do batallas entre los conquistadores españoles y los mejicanos ó los pe-
ruanos.
Sabemos que los fenicios no se contentaron con su colonia de Cádiz, sino
que fundaron otras muchas en Andalucía, y aun en Murcia, no sólo en las cos-
tas, mas también en el interior. Málaga, Sevilla, Adra, Jaén, etc., tienen este
origen. Sabemos que en la Bética hubo un pueblo básUdo-pmo, y que toda la re-
gión del Guadalquivir fué influida decisivamente por aquellos orientales. Sabe-
mos que las colonias fenicias, al contrario de las griegas, que no mantenían con
el país de origen otros lazos de unión que los sociales de religión, lengua y cul-
tura.dependianpollticamen-
te de la metrópoli; y ast,
cuando los babilonios pri-
mero, después los persas, y
por último Alejandro Mag-
no se hicieron señores de
Fenicia, es natural que las
colonias españolas recono-
cieran y acataran este se-
ñorío — hecho que explica
suficientemente la tradición
de haber dominado en Es-
paña Nabucodonosor, el
contar Varron á los persas
entre los conquistadores de
nuestra patria y el haber
una estatua de Alejandro
Magno en el templo de Hér-
cules, de Cádiz. — Sabemos,
finalmente, que hacia el si-
glo vil antes de Jesucristo
las colonias que hasla en-
tonces hablan dependido de Llegada i Esp.iña de una colonia grisE»-
,, Google
Historia Gráfica db la Civilización Esfaüola LAhima XXV
ARTE IBÉRICO. • EsUtuascnconUaiUseD elCcrro de l<i*8>Blofl.
,,GoogIc
Tiro, pasaron á depender de Cartago. No sabemos cómo se realizó este
cambio.
Nuestras historias vienen repitiendo que hubo una guerra entre los ga-
ditanos y los tartesios, y que, apretados aquéllos, llamaron á los cartagineses
en sn ayuda. Acudieron; pero cobrándose iraidoradamente el auxilio cun la
dominación. Hasta se ha hecho intervenir al rey Ai^antonio en estos suce-
sos, suponiéndole el monarca de Tartesio que atacó á los fenicios de Gades,
y aun llegó á dominar en esta ciudad. Sin embargo, nada de eso tiene fun-
damento histórico: todo se ha construido sobre un texto de Vitrubio, el tra-
tadista militar romano, según el cual, sitiando una vez los cartagineses á Cá-
diz abrieron brecha en el muro con el artiñcio que se le ocurrió al carpintero
Pephasemenos de hacer caer sobre la muralla un gran madero suspendido de
otro hincado en tierra, que fué la invención del ariete. Vitrubio no dice la
ocasión ni el motivo de este sitio de Cádiz; pero se ha supuesto que fué para
echar de allí á los tartesios, que se hablan apoderado de la ciudad.
Lo único positivo es que Cattago sustituyó á Tiro en la dominación, ó,
mejor dicho, en la protección de la España fenicia.
ttfüíaaía
A ¿I iámiaa XXI'.)
ARTE IBÉRICO.- Laacatati
lu del Cerro de los Santo* y
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. .. meicja de hieratlsmo. anaismo y reailunoiiivez. que, unidos i lo robusto y firm;
, le dan un arlctec exltaflo y la hacen obra única y eminentemente española.
la oncr aAoi despuít de realizado t¡ descubrimiento no empezó i preocuparse de íl el Oobtemo.
uiuuu uiatián con semejante abandono i qnc cierto menestral, un relojero de Yecla, hombre medio loco,
tony codicioso y por completo attprtocapado. emprendiera las eicavaciones por su cuenta y se apoderase
lie casi lodas las estatnas. No estuvo el mal en esto, sino en que, llevado de su codicia y delirio de grandevas
Imurii hxoenel hospital). empeiAl hacer copias cnn piedra de la misma cantera del cetro; y tanta maña se
dio, que hiio también orleinaleí, imitados con rara habilidad. Tanto se hibia idenliñcada con aquel arte y
tal urlcter supo darle*, que cuando los arqueólogos fueron i estudiarlas se encontraron, descubierta la su-
perehrtía. con que no sabían cutíes eran las auténticas y cuites las falsas.
Estudiada* después con gran detenimiento, se adquirió la evidencia de la autenllcidad de muchas de
""" ■' í las queestln en el (estero déla puerta de entrada á la sala en que se hallan (en el Museo
.fdode- ■'■
Arqueológico Nacional) respondo de su autenticidad: de las demás, no>. hemos oído decir al Sr. Méüda.
Pero la obra maestra del -Arte Ibérico- es el famoso busto de la 'Dama de E1che> (véale -' —
i<¡ en la anteportada del présenle libro).
Califican unos esta escullura de greco.ibérica. y oíros de Ibero-fenicia; pero todos eslln c
i.;. . J^ — :. ,„ importancia de documento histórico y su caticter esencialmente esp
in obras de otros países.
letced H li actividad y diplomacia de M. Pierre París
n el Museo del Louvte, de París, en vei de estar ei
,, Google
Historia Gráfica d
Ohimd.
DalekI.
Caph.
Liin«d.
Coph.
Rfsth.
fpsilon.
Omegi.
O Ligaciones.
K CiviuzAcidN EsfaRola
Ibérico.
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Procedencia.
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Griego ai
Alfabeto Ibero, segAn notables cpIfralUtaa.
,,GoogIc
CARTAGINESES Y ROMANOS
U. Cartagineses j griegos. — 17. Primera puena púnica: Los Barcas, Amllcar. — U. Asdrúbal.
». Aníbal: Sagnnlo; expedición á Itaiía. — SO. Los romanos eo España. — 31. Reiumen de
la gnerra entre cartagineses ; romanos por el dominio de nuestra Península. Consideracio-
nes generales sobre esta guerra. — 31. Antigüedades ~~
26. — Desde que los cartagineses asumieron la representación ó cabeza
del clemeoto fenicio espaüol hasta el desembarco de Amflcar Barca {238 an-
tes de Jesucrislo), Irascurrieion por lo menos cualrocientos años. De tan
largo período apenas tenemos noticias. £11 conjunto sólo cabe asegurar
que Cartago, potencia política y militar harto más poderosa que Tiro, conso-
lidó, perfeccionó y ensanchó el dominio é influjo púnicos en nuestra Penín-
sula, y expulsó ó dominó á los griegos en toda la región costera desde el pro-
montono Feíraria (cabo de San Martín) hacia el Sur. No fué lo último sin gue-
rras largas y porfiadas, en que los etruscos ayudaran á los cartagineses, y que
labraron entre éstos y los griegos y helenizados españoles profundo surco de
enemistades que habían de aprovechar luego los romanos.
Las relaciones entre cartagineses y griegos se nos ofrecen en esta época
por un doble aspecto: políticamente, de oposición y lucha; socialmente, de
progresivo influjo del helenismo en Cartago. Nunca dejó de ser fenicia en el
fondo esta insigne ciudad; pero fué adaptándose á las formas griegas y tras-
formándose por su influencia, hasta el punto de que en la época de los Barcas,
es decir, de las guerras púnicas, los generales cartagineses redactaban sus
despachos en griego, y es probable que en el Senado cartaginés no se hablara
otro idioma. Grecia es el ejemplo más señalado que nos ofrece la Historia,
fuera del religioso de los hebreos, de una potencia espiritual fundada en la
ciencia y en el arte, superiorlsima en intensidad y extensión á la potencia
política del pueblo que acertó á crearla. Aquí, en España, y lo mismo en Cer-
deiia y en Sicilia, los cartagineses vencieron y acorralaron á los griegos con sus
armas; pero, aunque vencidos, los griegos se sobrepusieron á los cartagineses
por el espíritu civilizador, del propio modo que andando el tiempo y"en más
vasto teatro Roma, conquistadora de Grecia, fué conquistada por Grecia en
el orden de la cultura. Como en la lucha suprema que decidió la suerte del
mundo antiguo venció Roma, la civilización moderna es greco-romana; si hu-
biere vencido Cartago, sería greco -cartaginesa.
,, Google
I LA ClVIl-lZACiÓN ESPASOLA
Umina XXVIl
y por su aspecto mislrrlc
Sanios y de la £><jfnii di
"ire:
Diadema encontrada cu Jlvca (Alicante).
ser ¡ndigoiis). rs evidentt ijiw s; i)uslaron a\ gimo iMrico.
Hipogeo tenido
en la Pnnta de )a V
,,CoogIc
HISTORIA DE ESPAÑA 77
27. — La primera guerra púnica empezó en el aflo de 264, y duró hasta
el de 241. Sus teatros fueron Sicilia, el Mediterráneo y la tierra de África
poseída por Cartago. España no sufrió más consecuencias directas que las
de proveer á tos cartagineses de recursos, con especialidad de soldados, que
sacaban, ora exigiéndolos á las tribus sobre que tenían dominación, ora reclu-
tándolos por contrato en las tribus independientes. Pero la consecuencia in-
directa no pudo ser mayor: Cartago, vencida por Roma y á punto de perecer
luego á manos de sus propios mercenarios, comprendió que para conservar
su potencia mercantil tenia necesidad de crear una potencia militar propor-
cionada, y concibió el pensamiento de fundar esta potencia en nuestra Penín-
sula. ^Por qué Roma, más pobre que Cartago, habla resultado más fuerte y
poderosa en la lucha? Pues porque bajo su autoridad política y militar ha-
bla unificado y disciplinado á todos los pueblos de la Península italiana. Car-
tago quiso hacer lo mismo con los pueblos de la Península ibéiica.
Esta idea fué sugerida por un partido imperialista que había en Carta-
zo, enfrente de otro partido pacifista ó mercantil, conservador, en suma, de
tüs usos y prácticas que había seguido la República desde su fundación, y con
lus cuales habla llegado á su prosperidad y grandeza. Pero el éxito desgraciado
de la guerra con Roma y el tremendo peligro de la insurrección de los mer-
cenarios dieron la razón á los imperialistas, y Amílcar Barca, su jefe, general
que se babia distinguido luchando contra los romanos y salvado á Cartago
(le sus propias huestes rebeladas, investido de plenos poderes, acaudillando
un ejército y con una escuadra mandada por Asdrúbal, pariente suyo, reco-
rrió la costa septentrional de Afjica, y, pasando el Estrecho, desembarcó
en Gades.
Ocho años gobernó Amílcar Barca en España á nombre de Cartago,
siempre con la vista fija en la futura guerra contra Roma. Sa política fué de
atracción, según correspondía á su objeto ñnal; y así, habiendo ganado á tas
tribus del interior una gran batalla en que hizo diez mil prisioneros, les dio
libertad, y á los demás que cautivaba, lejos de sacriRcartos ó reducirlos á es-
clavitud, conforme á la costumbre de la época, los convertía en soldados su-
yos. Con estos cautivos y con el contingente sacado de los pueblos sometidos
organizó un ejército formidable, que, adiestrado en la constante vida de cam-
pamento y en la guerra permanente con celtiberos y carpeíanos, llegó á ser
modelo de valor y disciplina. Tampoco descuidó Amílcar el desarrollo de la
pública riqueza, sabiendo, cual todos los grandes capitanes, que sin ella el
poder militar es una ficción ó un aparato sin consistencia, y fundó ciudades,
v.gr. Cartagovetus {Q»r\lA\\K]a), Akra-Leuca (t'eñíscola) y, según creen algunos,
Barcelona, dando también impulso á la explotación de las minas y al comercio
con ta metrópoli. Fué tan sabia y vigorosa su administración, que las rentas
de la España cartaginesa no sólo bastaban para sostener el ejército y las
obras públicas é ir ganándose á fuerza de oro á las tribus traspirenaicas, á
través de las cuales tenia pensado Amílcar dirigirse á Italia, sino que sobraba
un remanente que era mandado á Cartago como producto liquido de la colo-
nia. Catón el Censor, que vino á España una generación después de Amílcar,
dijo que ningún rey podía compararse con este general cartaginés. En efec-
to; como gran rey, mejor aún, como grao fundador de dinastía se portó en
todo: basta en el fausto, de que dieron testimonio, por ejemplo, las solemní-
simas bodas de su hija Himilce con Asdtúbal, que hizo celebrar con extraor-
dinaria pompa en un campo á orillas del Fbro.
El poder de Amílcar en España tenia sólida base en la Turdetania y en
twla la región levantina^ menos en los pueblos helénicos y helenizados, que
siempre le fueron hostiles. La primera insurrección que hubo de reprimir fué
,, Google
78 HISTORIA DK ESPASa
la de una ciudad fócense de la Bética cuyo ROmbre ha olvidado la Historia.
En la Edetania encontró muchas dificultades, suscitadas por los mismos he-
lenos; y los saguntinos, que si no eran griegos de origen pretendían serlo,
buscaron ya la protección de los romanos por escudo contra él. Amilcar
llevó á la Edetania una colonia de turdetanos como instrumento de cartagem-
zoíiÓH del pafs y para sujetar á los saguntinos y demás helenos. £n cuanto á
las tribus ó naciones del interior, Amilcar no sostuvo con ellas otras relacio-
nes que las que nuestros gobernadores de Chile hablan de mantener con los
araucanos, ó los capitanes generales de Filipinas con los moros de Joló: por
SÍ ó por medio de sus lugartenientes hizo varias expediciones á la meseta
central, y en dos de ellas cayeron sucesivamente prisioneros dos régulos de
celtiberos, llamados Istolacio é Indertes, que pagaron con la muerte en crui
aquella primera visita Je ios poderosos extranjeros á su territorio.
Amilcar murió en batalla con un tal Orisson, régulo de Hélice ó Vélice,
que unos dicen corresponder á Belchite y otros á Elche. Lo cierto es que
Orisson fué un traidor que se fingió aliado del cartaginés, y como tal se in-
corporó á su campo con gente de guerra, sin duda para atraerle á una em-
boscada. Cuentan algunos historiadores antiguos que Orisson empleó la estra-
tagema de poner delante de los suyos una fila de carros tirados por toros á
cuyos cuernos hizo atar haces de paja y leña seca, que encendidos en el
momento preciso, embravecieron al ganado de tal modo, que rompió á los
cartagineses. Sin duda llevaban éstos en tal ocasión un reducido contingente
de tropas.
(Eyflicacién d.- la Idaiina XXi'lü) (l).
I. Vasij> de burro cocido de formí elcguilt. -2. Visiji inlerísínlisinu por su iorm» yli ddia-
d»a dt SD t|ccucidn. Es de barro «tgunlino. y corresponde 1 los Ires primeros siglos de ti era nlgar.
untfienlarío (V. P. ?)- 3. Vaso de crrimlci. i an quinto
y esmalUdí {Ere$ii.) — 5. Vaso de cera mica 1 un quinto
parte de su tamallo. — T. Plato con eomida, resto de in-
— 8. Desconocemos el uso de esta vasija: sólo diremos que su origen es egipcio y que seBSúmacbo.
Esdebarro, y procede de Talemanca, Ibiza. — 9. Urna de incineraciún con despojos fúnebres.— 10. Otra
urna con igual deslino. Las dns proceden de Eresa.— II. Vasija de crrimica, con su tapadera, detalle de qoe
calecen todas lasque conocemos de esta procedencia (Talemanca.)— 13. Jarro de cerámica (Talenana.) —
II al 16. Cuatro vasijas que por su forma lecuerdan el botijo actual, y vienen á corroborar la opinión de
los arqueólogos de que en la eerimici persisten mucho las formas. No cierlamenie en este solo caso, en otros
muchos encontrarl el lector vasijas iguales ó casi iguales á las que se fabrican hoy. — 17. Otra nmacon
despojos humanos incinerados. ~ 18. Vaso ú |>ledra ahuecada de uso desconocido. Esta (educido ii la octava
parte de su tamiHo, y procede de Talemanca, — 19, Jarro de cerimiea, Ocliva parte del natnnl: procede de
Ophinsaó Formentera. -10 y 21. Urnas con despojos funerarios. — 21. Vjso de cerlmica (sexta parte del
original.) - 23. I'lato de cerimica fina.
(1) ARTE PÚNICO. — Los lenicios no tuvieron arte propio. Viajeros constantes por todo el audo
Interesaba, llevando aquellas impresiones i otros paises y comnnicindolas k su manera, por haber sido nna
impresión, y no un apiendízaje completo, lo qnc habian recogido. Efecto de esto es el carácter extraflo qne
dieron i sus producciones artísticas ú Industriales, que desorienlin i primera villa, pero qne delatan diri-
mente so oriEDi. el punto de partida, á poco que se In estudie, comparándolas con las producciones de b
misma das." de las civilizaciones que los precedieron; la egipcia, la caldea y la griega, por más que esta
filllma aparezca mis tarde que ellos en la historia dr la clvtlliación.
En el srnlldo artístico prupjamenle dicho, su inferioridad re!^pecto á los modelos que se propusieran
initar salta á la vJiU.
Tales fueron la Industria y el arte que llevaron á Cartjgo, y que los caiUgineseses á su vea (raa-
porlaron á Ibiza cuando la conquistaron.
Perleneccn, pues, al arle fenicio todosestosobjelos que bajo el epígrale de ■Ar1epúnico> presentamoi
en las limini', XXVII á XXXIII.
TdUos estos objetiis, en «tremo interesantes desde miichns pnntos de vista, se hallan en el Mnseo de
Ibiía, la anticua Hreíade los cartsgine-cs, en cuya ncccúpolls lueion enconirados. Algunos hay que perte-
inmediato á ibiza, ignorándose áquf pueblo ú raza pertenecía, por masque haya quien le suponga cananco.
D,g,t7cdb/COOgIC
Mldel2centim
eltosd
e alio, y regularmente !
del natuial. — <
1. Bote
Hila ú frasco de cerám
desuUmafio.-
6. Va;
>o de barro cocido,áli
Historia Crípica oe la Civilización Española Lámina XXVItl
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fllSTORlA GRÍFICA de LA ClVlUZACIÚN ESPAÑOLA
LiiirNA XXJX
^
Arle púnico Ibtrlco.
,, Google
HISTORIA DE ESPAÑA 8l
26. — Los cabos principales del ejército eligieron en Akra-Leuca al
yerno de Amllcar, Asdrúbal, para sucederle en el mando. La elección fué ra-
tificada por el Senado de Cartago, aunque no sin la oposición de los anti-
tmfer ¡alistas, que velan con sobresalto el crecimiento de tan gran poder
militar en España y bajo una verdadera dinastía — la de los Barcas — que
se iba entronizando.
Asdrúbal gobernó cerca de octio años (de 22$ á 220), y muñó asesi-
nado por un esclavo celtibero que, con raro ejemplo de postuma fidelidad,
vengó asi la muerte de su señor, ejecutado de orden del general cartaginés.
Colocado entre dos gigantes — su antecesor y suegro Amilcar y su sucesor
y cuñado Aníbal, — parece que Asdrúbal no desmereció del uno ni del otro.
Pocos casoB, pero si algunos, nos ofrece la Historia de estas familias que en
una ó dos generaciones cuentan sus grandes hombres por sus individuos.
Quizás los Barcas cartagineses sean el más señalado de semejantes raros ca-
sos. Este Asdrúbal fundó ó, según quieren otros, fortificó, engrandeció y dio
nombre de Cartagonova á la ciudad levantina que hizo capital de la España
púnica. Las colonias griegas, cada vez más hostiles á Cartago y más temero-
sas del creciente poderlo de los Barcas, consiguieron que Roma las tomase
bajo su protección directa: se ajustó un tratado entre romanos y cartagineses,
según el cual los segundos no debían extender sus conquistas más allá del
Ebro. Ningún historiador griego ó latino nos ha conservado, sin embargo,
el texto de este célebre pacto, cuyo rompimiento por Aníbal fué cau-
sa ó pretexto de la segunda guerra púnica: hay fundados motivos para
creer que, ó no debió de existir, al menos con la formalidad que luego
se hubo de suponer, ó que no estaba tan explícito como sostuvieron los
romanos.
29, — En el año de 220, también por aclamación del ejército y confir-
mación del Senado cartaginés, Aníbal sucedió á su cuñado Asdrúbal, Contaba
el nuevo caudillo veintinueve años; estaba desde los trece en Eí'pafla.j»
maestra tti el arte militar, como escribió Floro. En los ejércitos de su padre y
de su hermano polflico hizo, en efecto, sus primeras campañas y ascendió
basta general de la Caballería, cargo que desempeñaba á la muerte de As-
drúbal. En España se habla casado con una española principal; y no hay que
ponderar sus méritos de soldado ni de caudillo: para el encomio basta su
ARTE PONICO. - Damos en ali planj uní coIccdAn de eslaluflas de barros l> mayar de ellas,
alfemo inferior de la dcretha, no mide mis que 36 (enlimttroa. Aunque reprcicnUndo dislínlos
nliposot. tí¡úat cWta parlicipan del mismo carider, con sus reniniscendas orientales, y aun
bdtekai.
Hasta abara sdlo han sido clasificadas las dos del centro. La mayor, con la diadema y los tres colla-
u. emblema de la supitma jerarquía. e< el dios Baal, y la otra es la diosa Tahnit,
Toda* «las eitatultas estin modeladas sdlo por la parte anterior, lo que indica que fueron hechas para
otar adosadas 1 alguna parte, y todas proceden del cementerio de Eresa; pero hay aide cabecitaa que difie-
ren notablemente de las anteriores en el calilo y en el espirito, con tal carácter de realismo é individualidad,
que pareen retratos. Estas cabezas no proceden de la necrópolis de Eresa, capital de lacolonlacartaglncsa
de Ibiía, lino de pDlgden Valla, poblaciAn emplazada al norte de Eresa, y, según se cree, fundada por los
aúneos, que llegaron í las Pythlnsas hacia el iflo HW (i. de C.) Los cartagineses no se establecieron en
Ibiía hasfa el 170 (a. de C) De ahí la diferencia que se nota enire unas y otras figuritas.
Los cananeos eran hcnnanos de raza y religión de los fenicios, y siendo los cartagineses descendien-
tes de estos Ñllimos, k explica perfectamente que después de establecidos en Eresa como colonizadores
hayan conrlirido con ellos sus predecesores de Puig den Valls hasta la romanización de las islas en el
primer siglo del cristianismo.
I. Historia de EspaRa
,,CoogIc
* CrVILlíAOlÚN RSP*ÑOLA
,, Google
irisroRiA itE espaS^a í<3
nombre, pues el de Aníbal sólo puede figuiar en la Historia dignamente al
lado de los de Alejandro, César y Napoleón (i).
Cuéntase que antes de salir de Cartago, y siendo Aníbal muy niño, su
padre le hizo jurar sobre el ara de un templo odio implacable á los romanos.
Ed efecto; la destrucción de Roma, ó por lo menos su anulación como
potencia política, Tué el único fin de la vida del gran caudillo, que siguió la
empresa acometida por Amílcar y continuada por Asdrúbal, en que le ayu-
daron eñcazmente sus hermanos, todos insignes capitanes y valerosos solda-
dos. La segunda guerra púnica, masque un duelo
entre Roma y Cartago, lo fué entre Roma y tos
Barcas. Esta familia singular habfa preparado la
guerra en una de sus generaciones, y en la si-
guiente la dirigió: cuando los Barcas sucumbie-
ron, desapareció Cartago.
Las primeras expediciones que dirigió Aní-
bal fueron al interior de nuestra Península; sin
duda no tuvieron más objeto que mover sus ve-
teranos y proporcionarse reclutas y recursos. Si-
guió el curso del Tajo por la orilla derecha, y
atropellando tribus, obligando dondequiera que
pasaba á reconocer la superioridad de sus armas
y á rendirle tributo, cruzó la cordillera divisoria
de ambas Castillas y se dejó caer sobre la tierra
de los vaceos, apoderándose, no sin resistencia,
de Elmántica (Salamanca). AI regreso, carpetanos
y celtiberos reunidos en número considerable in- Anibíi.
tentaron cortarle el paso, ó quizás, mejor di-
cho, quitarle parte del inmenso convoy que seguía á su ejército: lo segun-
do es lo que parece deducirse de la relación de Polibio, y lo más ve-
rosímil. La pelea duró dos días: en el primero, carpetanos y celtiberos, ca-
yendo con extraordinario empuje, que Polibio alaba, sobre la retaguardia
de Aníbal, consiguieron desordenarla y apoderarse, si no de todo, de algo
del botín que llevaban los cartagineses; al otro día se revolvieron éstos, y
causaron á los indígenas espantosa derrota. La fama de este suceso llegó á
los confines de España, y las tribus más apartadas se apresuraron á tratar con
(i) Sod JDDiinicribles los libroi antigaos y modernoi que ae lian escrito sobre Aníbnl.
Sdto lobre el paso de los Alpes cita el (!eneral Almirante (Bi/iUo^ra/ia mililiir di Eifioiía)
TcintidAs (fíalos de monogrilTas inglesas, Iranceíaa, alemanas é ilalianas. En la Biblioteca >te
H Escorial hay dos curiosos cMices del siglo i», Uno titulado: Contiaciin qut le fingí ctilre
Aiiiiai, icipión y AUxanárí mbre mayúriAid i prtsidentia anit Míaos, íoiufunta tn xriíga fiir
Ltuiamo. traducida al latín fer Auriifa y a¡ taílcllana por Martín di Avila, íl eual /.iio ri/a
traduíciitt nt servicia de D. Juan de Sitvit. El olio, sobre el mismo asunto, se alribuye i Vasco
Ramfrez da Gnzmin, Arcediano de ToUdo, á mediados del siglo xt, j icaductoi de Salnstio.
\E]¡pUeaciótt de la lámina XXX.)
Arte pÍBico Ibérico. • l. Vaso de forma muy primitiva. — 2. Vaso de barro cocido (Eresa.) — 3 y 4.
Vas« esmaltados (Purniiry.)- 5. Vasija fsraallada de barro cocido (Eresa). — 6. Vaso de barro cocido (de
Xamci. Ibija.) — T. TaiadebarrosaguntinotEres*). — 8, Vasija de barro muy fino de color negro. Parece
romaaa (Eresa). — 9. Vasija de color negro (Iblza), ~ 10. Lucerna de barro. — II. Lacrimatorio de vidrio.—
II. Ánfora dr gran lamino. — 13. Vasija esmallada (Purmary). — 14. Vasija esmaltada de barro cocida
(Eresa.) -15. UngfienUtio de barro. - 16. Hermosa ánfora de mis de 1,25 delito hallada en el lilaral
de lUza. — 17. Vaso de vidrio irisad i (Pnig den Vatls). - IB y 10. Vasijas esmaltadas. La 19 esti decorada
en azul (Eresa.) — 20. Vaso que parece un lacrimaloris. Es de vidrio con irisación» metílicas.
,, Google
«4 HISTORIA DE ESFAÜA
el general carUgioés, que se limitó á pedir soldados á todas ellas para orga-
nizar los tres ejércitos, base estratégica de su empresa: uno que mandó al
África, y en el cual fueron muchos españoles; otro que habla de quedarse
guarneciendo á España, compuesto principalmente de africanos, y el tercero,
que á sus órdenes inmediatas había de realizar la maravillosa expedición de
Italia: también en este último formaron los españoles en número considera-
ble. Una supuesta tradición vascongada intenta recordar que los remotos
antepasados tomaron también su parte en la más brillante operación militar
del mundo antiguo; pero, por desdicha, todo eso es apócrifo (i).
Aníbal tenia, sin embargo, en nuestra Península enemigos tenaces y pe-
ligrosos: eran los griegos, adversarios tradicionales de la expansión púnica.
Impotentes para resistir por si solos á los cartagineses, aproximábanse cada
vez más á Roma, esperándolo todo de esta potencia, y llamando constante-
mente á los romanos como á sus libertadores. Es indudable que Roma mos-
tró en esta ocasión más prudencia que audacia: si desde luego hubiese en-
viado un ejército á España, es probable que Aníbal no hubiera podido pasar
á Italia. Dejó á los griegos habérselas solos con el general cartaginés, é Inten-
tó detenerle con procedimientos diplomáticos: tratados, embajadas, ame-
nazas, y aun suscitándole dificultades políticas en Cartago por medio del
partido conservador ó tradición a lista cartaginés, siempre opuesto al imperia-
lismo de los Barcas. El cálculo de los políticos falló entonces, como tantas
otras veces. Cuando la guerra es inevitable, lo mejor, lo cuerdo, es arrostrar-
la cuanto antes. Lo dice el refrán: «Quien da primero, da dos veces.»
Aun abandonados los griegos á sus propias fuerzas, opusieron una resis-
tencia tenaz. ;Qué no hubieran hecho con el apoyo de un buen ejército ro-
mano^ Primero atacó Aníbal á los saguntinos, que defendieron heroicamente
su ciudad. Dice Tito Livio qup Aníbal reunió en torno de Sagunto un ejér-
cito de 150.000 hombres; y debe de ser cierto, pues, aparte de que aún ten-
dría bajo su mann casi todas las fuerzas que luego distribuyó entre el África
y la Península, le ayudarían los contingentes de los indígenas, sus aliados ó
clientes, del mismo modo que Cortés juntó 200.00 > indios para sitiar á Mé-
jico. De máquinas de batir — arietes, catapultas, etc. — habla en aquel ejér-
cito cartaginés cuanto el arte de la destrucción había producido hasta enton-
ces de más perfecto. Utilizóse también contra Sagunto una torre de madera,
más alia que los muros de la ciudad, y desde cuya elevada plataforma ba-
(I) Víase Rítumtn hitlóriio-crilico lit la /.itíralura Espahota, pot D. AnECl Salcedo
Ruii (página 11). Cnsa editorial Calleja.
{ExpUcaeiótt dt la 1
ámi;a XXX/.)
Art« pdako. -
I.TodoslasDbjctassenaladaB con este número «m amolelí» de marfil hallados n
1) necrópolis de Ercsa
y Talemanca (Ibiía.) - 1. Colganles de toUir de marfil que se mezclaban con las
cuentJs.-3.Anillodí
df Piirminy (Ibiía.)-
S. Sortija demeljl. — 6. Sortijadeoro. — 7. Hacha de afei-ar como las deCarUjo.
halladlen lbiia.-8.
Braialetedcinílal.-9.Tniaiasde cobre- 10. Sello de marfil. -11. Coleante de
RiirRl en forma de un
Sello. -H y 15. Sorti
3s(necrdpolisdeEresa.)— 16. Collar de cuenUs de vidrio y piedra. — 17. Anillode
oroconinsrripdúncor
latinizada - 18. Pend
ente de ora. — 19. Anillos de hierro (neciñpolls de Talemanca).- 20. Disco de piedra
perforado. -21 á 23, A
nillosdebrüncc.— 24. Brazalete ú collar melilico en forma de loiquí.-IS. Espeio
melilico reducídu á la
usrta parle de su iliámelro. -2b. Aro de vidrio. - 27. Agnia de malla para hwrerre-
des. TaniaflQ. dos Icrci
s del oriBinal. — 27 bis. Tubo de vidrio con irisationes metílicas, de uso descono-
tido: reducido 1 dos le
cio5 del tamaño njiuial. Procede de la necrópolis de Talemanca (Ibiía.)
D,g,t7cdb/GOOgIC
Historia GrApica db la CiviuzaciiÍ» Española LXmina XXXJ
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^ CivíLizAciÚN Española Líuin* XXXU
D,g,t7cdb/GOOgIC
HISTORIA DE ESPÁÍ^/l S/
liase con aceite hirviendo y toda suerte de armas arrojadizas á los defenso-
res. Éstos, sin embargo, desplegaron tal energía, que se hicieron dignos
de figurar en la historia del humano heroísmo al lado de los hombres de Ma-
rathón y de las Termopilas, sus antepasados de raza, y de los hombres de
Zaragoza y de Gerona, sus remotos descendientes en España. £1 mismo Anf-
bal fué herido ante las murallas (i) al hacer un reconocimiento. Tito Lívití,
Polibio, Plutarco, Appiano, Floro, todos los historiadores del tremendo suce-
so están conformes; los saguntínos se suicidaron colectivamente, arrojándose
al fuego con sus riquezas antes que entregarse al enemigo. El sacrificio, sin
embaído, no pudo ser completo, ya que la ciudad no fué destruida, toda vez
que Aníbal dejó en ella guarnición, ni perecieron todas sus riquezas ni todos
sus moradores, pues consta que fueron enviados cautivos y botín á Cartago
como trofeo de la victoria; y cuando los romanos tomaron á Sagunto, volvie-
ron á poblarlo los sobrevivientes de la catástrofe. Quizás escaparan muchos
en la última desesperada salida que refieren los historiadores.
El ataque á Sagunto trajo como inmediata consecuencia el rompimien-
to de la guerra entre Roma y Cartago. Antes de emprender la tan pre-
parada expedición, Aníbal recorrió España, ofreció en Cádiz sacrificios á
Hércules, y presidió la distribución definitiva de sus tropas; pasó el Ebro
con un ejército de 90.000 peones, 12.000 jinetes y 40 elefantes, dejando en
Cartagena con otra hueste á su hermano Asdrúbal y en Sagunto á Bostar,
encargado especialmente de guardar los rehenes de las tribus confederadas.
Los griegos é iberos helenizados de Cataluña opusiéronle tal resistencia, á
pesar del escarmiento de Sagunto, que desde el Ebro hasta los Pirineos Ani-
b^ perdió la cuarta parte de su gente. Hamnón quedó en esta comarca mal
sometida para presidiarla, y por el Canigó cruzó el gran caudillo la cordillera
pirenaica. Estaba en el difícil paso cuando supo que unos 3.000 carpeta-
nos hablan desertado. Aníbal no se inmutó; hizo indagaciones, y descubrió
qne habla otros 7.000 españoles igualmente disgustados de que los llevaran
tan lejos y dispuestos á seguir el mal ejemplo: adelantóse á sus deseos, y
con aparato militar los licenció, ó, mejor dicho, los despidió ignominiosamen-
te como indignos de ir en aquel ejército. Asi sabía excitar el pundonor
lO Según Tito Livio, es
hwe (aponer qne fneion comí
■raaiteciara militar upa Kola.
(EiflÜMÓH Jí Li lámina XXX J I.)
Arte péalCO. ■ 1. Eslc idminhlc cjnnplir « uno de los mis Inlcmantcs di;1 irte cartaginés tn Us
Saltara. 1 poai ie «■ pcqiwflo tamaflo. Mide 20 cmlimdros de alto por VI it ancho, pesa 188 gramos, y
Ib^ CakicKlo en el siglo 111 de la Era vulgar. Es del llamado barro lagunllno, con el cual los romanos hi-
cieran mucha loza ycerlmlcí, y tiene el colar carmín pardusco que le es ciraderistica. Ostenta en relieve un
CDBlHte de na homlire con un león, que representa al dios Bes en su función de exterminar á los animales
pan protegn al homttrc. —1. No es inlerloral anterior como obra de arte esta tacita, tambiín de barro sa-
KaBlii». coa la ora de un dios en relieve. No mide mis de 12 centímetros de eitremo í extrema de lasasa^.
l>rocedc de Eren. — 3. Taza detanaito proporcional á la anterior {Talemanca). — 4. Otro vaso de tamaño
prapordonado a) interior. — 5. Urna con despolos htimanos Incinerados (Eresa). —b. Jarro de barro sagun-
bMO fTalemaiKa, Iblu). — T, Vaso de barro laguntlno (Talemanca.) — 8. Urna con despojos fúnebres. —
t. Vaso de kni (Ibiía). — 10. Taza de cerlmica flna. Qnlnla parte del natural. — 11. Botella. Reducdún 1 la
qúMa parte. ~ 12. Botella de loza ornamentada y con dos asas. Tamaño de la anterior (Pottus magnus). —
11. Vaso de vidrio naorado. El original mide 12 cenlimetros de alto (Portus mB«nust. — 14. Taza de barro
cocido. Su lamailo son cinco centímetros (Portuí niagnuí]. — 1 í. Ungúentario de cerámica fina. Mide nut-
re lentfmetro» de alto, y procede de Talemanca.
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88 HISTORIA DE BSFaSa
individual, que es la más sólida base de la discipliaa, y sin el cual no puede
haber ejércitos dignos de tal nombre.
30. — Anibat salió de nuestra Península ya muy mediada la primavera
del 2l8, A primeros de Agosto desembarcaba en Emporium un ejército
romano mandado por Cneo Scipión. Habla sido preparada su venida por
emisarios que recorrieron los pueblos excitándolos á levantarse contra los
cartagineses. En algunos lugares estos emisarios bubieron de oir amargos re-
proches por el abandono en que los habla tenido Roma mientras ellos lucha-
ban con Aníbal; pero el espíritu de todas aquellas gentes era an ti cartaginés,
y al saber que Scipión estaba en EtHporium y habla sido recibido por los
griegos como un libertador, aprestáronse á sacudir el yugo que aborrecían:
únicamente los iUrgetes se mantuvieron fieles á los cartagineses, y su régulo
Indibil acudió al campamento de Hamnón. Se dio la batalla cerca de Tarra-
gona (i), la ganaron los romanos, quedaron prisioneros Hamnón é Indibil, y
la región entre los Pirineos y el Ebro fué perdida para Carlago. Cuando, vi-
niendo á marchas forzadas desde Cartagena, Asdrúbal se preseató cerca de
Tarragona, ya todo estaba perdido, y el hermano de Aníbal tuvo que repa-
sar el Ebro precipitadamente.
En lo que hoy es Cataluña, excepto la provincia de Lérida, Cneo Scipión
encontró una solidísima base de operaciones, fundada en el odio archisecu-
lar de los helenos á los cartagineses: ya que no podían ser libres, aquellos
pueblos querían ser romanos. Durante todo aquel año de 218 el Ebro fué li-
mite entre romanos y cartagineses. En la primavera de 217 Asdrúbal se
acercó al río con un ejército muy reforzado y en combinación con una es-
cuadra mandada por Himticon, que subía costeando paralelamente al ejér-
cito de tierra. Scipión tuvo entonces un pensamiento genial: embarcó en sus
naves lo mejor de su hueste, y fuese contra la flota de Himilcon, á la que
derrotó por completo en la desembocadura del río. Cumplióse, como tantas
otras veces, que el dueño del mar lo es también de la tierra: los romanos co-
rrieron la costa de Levante hasta Cartagena, destruyendo los establecimien-
tos marítimos de sus enemigos, desembarcando donde querían, haciendo in-
{l-:x/>U,„dhi dt l„ hu,n,„t XXXI l¡.\
Arte ptollCO. - 1, i. a), 21,2; y 23. t-raiímratos de cfrSniicalinl decorada con rtlirvH y polidomii
Hinallida de un Ei'^Io ndniirablr. Todos «lán reducidos á la quinta parte de su tamaflo — 2. Escanbaja de
|iifdr:i. — 1. Lucerna de ccidmica fina. En la elegancia de su larnia 9e advierten reminiscencias griegas. F.^l
reducidla lacunrla parir de sil taniaüii. rrtKvdedeTalemanca. — 4. Escarabajo («mal lado de varios colom
y con irií9d<>nesmetillri<i. - í. Ceiániica Rna cnn relieves cnmo lanüm. I, y, como aquélla, poticromada <
esmaltada, b y 9. El niimero 9 es un vaso para saciilicius con (res recepticulos para la distinta colocadAn de
los cileos sagrados y ottat materias emplead.15. Ostenta una cabeíade camero, inliEua representación de Bail.
dlD'. siipremí) adorado <n Eresa como en ]> milrópnli CirlaKo, En lis ruinas de esta ciudad se han encon-
trado muclios viios ilecslos de iijual íorma. La c.ihcza de carnero que señala el nilm. 6 pertenece! olroJc
estos vasos. Todi« ellos sen de barro cocido, Eslos ejeinplsres fueron hallados en b necrópolis del poebh
de San Rafael, si bien ti mayor número de vasos de esla Clase se encontraron en un templo subleriíneo J'
]>iiii; lien Valli. S. (llandes de plomo de los añílenos honderos baleares. Fueron hallados en la necrúf»-
lis de l'ulB den Valls, iHililacifln primiliva inmediili y muy anterior á Ercsa. - 10. Objeto de uso descoii>
cido. 7,11. 13 y 23. Impresión de varios selloscon caracteres púnicos y latinos.- 12. IS, 16 y IS. LiK«ii>«
de barro cocido. Los números liy 16s<nidecerámicafina,y proceden, rcspedivamenle, deTalemanay En~
sa. E' de notar la gran senK)an/a de eslas Inccmas con los candiles romanos y griegos, - 19, Criba de «-
r.imic.i. Se enciuMiir.in ,-n .li,tintfi! hii;,iri;' de Ihi^a, - 17, Eí-votos de barro cocido. Necnipolis de Eiesa,
,C^.ootílc
Historia Grífic* db lh Civilización Española Uhiha XXXIII
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Historia ChÍcic* db i^ Civiu/aciún EspaSola
Monedas ■utdaomat cspaAolRi.
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HISTORIA DE ESPaSa yl
cursiones, garbeando botín y ganándose aliados. Asdrúbal no avanzó hacia
Tarragona: al ver deshecha su armada retrocedió para cubrir las ciudades
del litoral, y, sin perder batalla, perdió la campaña.
31. — Ño es propio de una Historia elemental el circunstanciado relato
de una guerra tan larga y Tecuada en peripecias como la sostenida entre car-
tagineses y romanos por la posesión de España. He aquí en breve resumen
sus principales acontecimientos:
A^ 2IJ. — Después de la batalla naval ya referida vino Publio Sd-
pión, hermano de Cneo, con treinta galeras y 8,000 soldados. Indibil, que
habla recobrado la libertad, y Mandonio, otro régulo de los ilergetes, ataca-
ron á los pueblos confederados de Roma, y fueron vencidos por éstos con ei
apoyo de un destacamento romano. En este año ganó Anfbal en Italia la gran
batalla de Trasimeno,
AHo 2¡6. — En este aña, famoso por la victoria de Aníbal en Cannas,
los dos Sdpiones pasaron el Ebro y llegaron á Sagunto. No pudieron rendir
la Quamidón cartaginesa mandada por Bostar; pero hicieron con éste un
trato en cuya virtud les fueron entregados los rehenes celtibéricos, carpeta-
nos y de otras naciones del interior que habla dejado allf Aníbal. Los gene-
rales romanos les dieron aparatosamente libertad y los mandaron á sus pue-
blo* colmados de agasajos y presentes: asi se pusieron en relaciones directas
con las tribus del interior y tuvieron expedito el camino para la recluta mer-
cenaria; desde entonces siempre hubo celtiberos en los ejércitos romanos.
AMo 2I¡. — Asdrúbal Barca fué completamente derrotado por los Sci-
piones á orillas del Ebro. Dfcese que murieron 25.000 cartagineses, quedando
10.000 prisioneros. A consecuencia de esta gran batalla los romanos reco-
rrieron toda la Edetania y la Contestania, apareciendo por primera vez en la
Bética, donde algunas ciudades, como Uliturge (Andújar), tomaron su partido.
AOo 214. — Los Scipiones se apoderaron de Sagunto, volviendo á esta-
blecer en ella á los habitantes que habían sobrevivido á la catástrofe.
A^ 212. — Reacñán ofensiva de los cartagineses. — Reforzados éstos
por tropas venidas de África, entre ellai Masinisa con sus númidas, los Sci-
picmes fueron derrotados y muertos separadamente: un mes de intervalo hubo
entre una y otra batalla. Cneo pereció peleando con Asdrúbal Giscón, y por
la defección de 30.000 celtiberos mercenarios que llevaba en su ejército, á
qniencs ganó el cartaginés con la promesa de mejor soldada. Publio sufrió la
misma suerte combatiendo con Asdrúbal Barca, Masinisa y el español Indibil.
Los romanos se retiraron al Ebro capitaneados por Tito Fonteyo; pero un sim-
ple caballero. Ludo Marcio, oficial de insigne mérito, reanimó el decaldo va-
lor de los legionarios, que le aclamaron por su general y asi volvió cara el
ejército derrotado, y derrotó á su vez á Asdrúbal y á Magón. Los soldados
dieron á Lucio Marcio el titulo de pro-pretor.
Aiu» 211. — Al recibir las cartas de Marcio participando tan gloriosa vic-
toria, el Senado de Roma elogió su conducta; pero juzgó mal que se diera
el título de pretor, que no le habla sido concedido legalmente, y nombró
pro-pretor á Claudio Nerón. Desembarcó éste con un refuerzo de 11.000
infantes y i. 000 jinetes; Mardo se apresuró á ponerse á sus órdenes y vol-
ver á las ñlas de donde habla salido en el instante del peligro, para brillar
{fiftííaciin ¡ü ¡a láiHina XXXIi'.)
Oailir.~4, 5, 6y 7. Aric Saicuntuni. — 8, A[f«
unas.- 14. IS y 16. PHODE. - 17 «126 Em-
I*. - 30. Insulx «diacfnie. — 31. Tolrtom,—
,,CoogIc
02 HISTOSIA DE ESPAÑA
tan esplendorosamente. [As! era la disciplina política y militar de los roma-
nos en la época de su engrandecimiento! ¡Qué contraste con lo que fué luego,
en la decadencia del Imperiol
Claudio Nerón consiguió envolver al ejército de Asdrúbal; pero el astuto
cartaginés le engañó con falsas negociaciones de paz, y esquivó el peligro.
En el otoBo de este año llegó á Tarragona Publto Cornelio Scipión, joven
de veinticuatro años, hijo del difunto Publio. Trata otro ejército de ii.ooo
hombres.
Añt? SIO. — Aprovechando la situación de los tres ejércitos cartagineses
— el de Magón estaba cerca de Cádiz; el de Asdrúbal Giscón, en la desem-
bocadura del Guadiana, y el de Astrúbal Barca, en Carpetanja, — Publio
Cornelio Sdpión pasó el Ebro cnn 25.000 infantes
y 2.500 jinetes, y por la costa, marchando siempre
en comunicación con la escuadra que cubría su flan-
co izquierdo, á los siete días llegó delante de Car-
tagena. Fué una sorpresa; en aquel momento no
pasaba de mil hombres la guarnición de Cartago
Nova: tal confianza teniao loa cartagineses en la
fortaleza del lugar. Scipión lo tomó por un golpe
de audacia. Dice á sus soldados: \Mosotros atacare-
ntos, y el dios NeptuMo nos entregará la cÍHdad\
Organizó sus columnas de asalto y las dirigió con-
tra los montes abruptos, robusto é inaccesible ci-
miento de los muros. La empresa no podía pare-
cer más descabellada: aquel asalto era imposible.
No se trataba, en efecto, sino de deslumbrar á la
pequeña guarnición y atraerla á las murallas. Sci-
ScipWn el AfrUano. pj^,, sabia que bordeando la base de uno de ios
montes que daban al mar habla un estrecho é irre-
gular caminejo de playa, descubierto á trozos y vadeable en los parajes en
que lo cubrían las aguas: por alli dirigió una centuria de soldados escogi-
dos, que llegaron á la muralla por un sitio donde no habla defensores, y
á la escalada entraron en Cartagena. Esta plaza fortfsima fué asf tomada en
media mañana.
Cornelio Scipión, gran capitán, el mayor que produjo Roma, con la única
excepción de César, es quizás el primero de toda la Historia en el acer-
tado empleo de la poliiica de la guerra, ó sea el arte de ganar los corazones
de sus enemigos y de saber reducirlos y dividirlos por la astucia: la fuerza
material de las armas sólo era en manos de Scipión uno de los factores
del combate y de la victoria. En Cartagena trató á los españoles auxiliares
de los cartagineses con una calculada generosidad tan grande y de tanto apa-
rato, que los hizo enteramente suyos y moralmcnte los separó para siempre
de Cartago. Mientras que los soldados carlagineses eran reducidos á duro
cautiverio, los españoles eran puestos en libertad por el general romano, col-
mados de regalos y tratados como amigos á quienes se quiere libertar de un
yugo duro y afrentoso. Lleváronle los soldados una españolita de rara belleza
que vivía en Cartagena, prometida de un principe celtibero llamado Allucio.
I.Carmo. ~ 12. Orbiila.
,,CoogIc
MlSTOKEA (JfiínCA DB LA ClVILIZACII>N ESPAÑOLA
Umina XXXV
MODCdia KntónomBS Mpafloli
,,CoogIc
<J4 HISTORIA DE ESPAÑA
como el mayor presente que podían ofrecer á un general joven y enamora-
dizo. ScipiÓQ guardó á la hermosa cautiva como hubiera podido hacerlo con
una hermana suya, y la entregó á su novio, diciéndole: •Recíbela de mis ma-
>no5 tan pura como salió del techo paterno: en recompensa sólo te pido
>amistad parael pueblo romano». Entusiasmado Allucio por este acto, rarl-
sirao en la edad antigua, hizo grabar la conmovedora escena en un escudo de
plata que regaló á Scipión. La misma conducta observó éste con la mujer de
Mandonio y las hijas de ladib\l,jáven£sj/ hermosas, dice Tito Livio, y coq igual
resultado, pues, conmovidos los intrépidos régulos de los ilergetes, tan devo-
tos de los cartagineses y sus más valientes auxiliares en España, dejaron el
partido que seguían y se pasaron á los romanos.
Año 210. — Ganó Scipión una batalla á los cartagineses, mandados por
Asdrúbal. Entre los prisioneros estaba un sobrino del rey Masinisa. Sciptón
le dio libertad después de agasajarle en su tienda, y le mandó á los reales del
rey númida con una escolta de caballería, y regalado con un anillo de oro,
un traje militar y un caballo enjaezado ricamente.
Año 208. — Asdrúbal Barca pasa los Pirineos con un ejército para ir en
socorro de Aníbal. Queda mandando á los cartagineses otro Hamnon, recién
llegado de Cartago.
Aib) 20^. — Silano, lugarteniente de Scipión, sorprende á Hamnon en la
Celtiberia ocupado en hacer levas, y le aprisiona. Lucio Scipión, hermano de
Cornelio, rinde varias ciudades en la Bélica.
Año 206. — Asdrúbal Ciscón y Magón, con dos ejércitos, únicos que res-
taban á los cartagineses, sólo dominaban ya el extremo meridional de la Bé-
lica (Sevilla y Cádiz). Allí l.is buscó Scipión, y los derrotó. Asdrúbal se refu-
gió en Cádiz con su gente dispersa. Viendo lan caido el partido cartaginés,
Masinisa «acordó de moverse al movimiento de la fortuna y bailar al son que
ella le hacia* (1), y entregó la ciudad de Gades á los romanos. La entrega se
formalizó por un pacto solemne entre Roma y Gades; por donde esta última
fué siempre considerada como colonia de Tiro, aliada del pueblo romano.
Asf terminó la dominación cartaginesa en España. Magón, el último que
aquí mandó á nombre de Cartago, se refugió en Ibiza.
La guerra entre cartagineses y romanos por el dominio de nuestra Pe-
nínsula habla durado doce años; y la historia de aquellas campañas, que co-
nocemos harto mejor que la de muchas otras muy posteriores, gracias á los
escritores clásicos que las narraron con toda la prolijidad que consentía la
sobriedad antigua, aunque algo dura dé aprender por la diücultad de fijar
bien los lugares en que se operaba y por la confusión que origina la iden-
tidad de nombres de varios de los principales generales (z), es provecho-
sísima para el militar, aun en nuestra época, y también para el político. En
efecto; semejante lucha no fué, como tantas otras lo han sido, una serie de
matanzas confusas, sino una obra maestra de estrategia por ambos belige-
rantes, y del arte de atraerse y ulili/ar á pueblos de inferior cultura, cual
eran entonces los españoles del interior de la Península.
Nada más metódico, más desenvuelto con arreglo á plan ni ejecutado
coa más habilidad y firmeza que la acción de los romanos. Desembarcaron
en Cataluña, región donde los pobladores, griegos de origen ó iberos heleni-
(I) Mariana, libro II-XXII.
(21 Dice D. Modesto Lafueme, en nota al cap. V, libro I d« su ¡Rttoria dt España:
«Esta idenlidnd de nombres, tantos HamniSn, lautas Magón y laníos Asdrúbal, como asimismo
lita pluralidad de Scípíones, rácilmente pueden producir confusíAn no poniendo cuidado en
.. j;..: — :_, __ .. j._ , — _ .. ,. — j| ],js[oriador no puede remediai».
,,GoogIc
HISIORIA UE ESPAÑA C|5
zados, los esperaban como libertadores: ast no tuvieron que luchar alli mis
que COD el ejército cartaginés de guarnicián — los 1 1 .000 hombres mandados
por Hamnón — y con los ilei^etes (lendanos), fíeles aliados de la gente pú-
nica, y en una sola batalla feliz quedó decidida la suerte de la comarca, te-
niendo ya los romanos con tal triunfo una inexpugnable base de opera-
ciones, constituida por las actuales provincias de Tarragona, Barcelona y
Gerona.
Los primeros Scipiones llegaron al Ebro, y allí se detuvieron, haciendo
de este río, tan fácilmente defendible, la barrera fortlsima de lo ganado en
la campaña. Aunque más allá del río contaban con amigos y altados que los
llamaban — todos los pueblos edetanos de espíritu helénico, — no se aven-
turaron en un avance prematuro, sino que aguardaron pacientemente á que
los cartagineses fueran á estrellarse en la barrera que habían establecido.
No avanzaron hasta que se hubieron realizado estos tres hechos: I." Haber
derrotado varias veces á los ejércitos de Cartago en la linea defensiva del
Ebro. 2." Haber conseguido la superioridad marítima para dominar toda la
costa, desde la boca del Ebro basta Cartagena. Y 3.° Haber conseguido con
diestra política abrirse en la Celtiberia una caja de reclutamiento mercenario
in^otable.
Sentados estos fundamentos de la conquista con la solidez con que asen-
taban la base de sus grandes edificios, avanzaron resueltamente, hicieron
atrevidas incursiones hasta el corazón de la Bética, y vino un periodo, inevi -
tablemente algo confuso, de operaciones múltiples, en que, sin embargo,
siempre fueron ganando terreno, hasta que en una reacción ofensiva de los
cartagineses y por la defección de los mercenarios celtíberos perecieron los
dos Scipiones. Mas la solidez militar del ejército romano, en que había oficia-
les subalternos, como Marcio, capaces de mandar en jefe y legionarios capa-
ces de dejarse mandar por ellos, y la solidez política de la conquista, fundada
en la adhesión de los pueblos, resistieron victoriosamente Á la prueba: cuan-
do llegó el gran Scipíún, todo estaba preparado para consumar la obra.
La consamó Scipión con golpes de genio en que si es de admirar al militar,
prudentísimo 6 audacísimo según pedían las circunstancias de cada momen-
to, aún más al político que sabe dividir á sus adversarios y quitarles los alia-
dos que eran su fuerza. Repásese la Historia, y se verá que en esto de man-
dar soldados y conquistar pueblos pocas veces ha rayado más alta la inteli-
gencia humana ni desarrollado el hombre con más firmeza un plan bien con-
cebido.
También los cartagineses demostraron ser dignos de disputar á los ro-
manos la supremacía en el mundo. Sus generales, especialmente Asdrúbal
Barca, hermano de Aníbal, acreditáronse de profundos estrategas y de cau-
dillos valerosos y tenaces. Empero Cartago era inferiora Roma en su consti-
tución interna. De Cartago 00 salían los admirables legionarios, ciudadanos,
soldados, que formaban la base rocácea de los ejércitos de Scipión: todos sus
hombres de guerra eran ó mercenarios, ó prisioneros, ó levantados forzosa-
mente en las tribus sometidas. Hs verdad que con una primera materia tan
mala organizó Aníbal un ejército admirable; pero lo mejor de este ejército se
fué con su caudillo á Italia, y las tropas que aquí quedaron con Hamnón y
Asdrúbal debían de ser las inferiores. Además, como la guerra fué tan larga,
consumió las huestes que combatieron al principio; hubo que ir reemplazán-
dolas de cualquier modo, y este reemplazo atropellado basta para explicar
la progresiva decadencia de la potencia militar de los cartagineses. ^Eran
acaso los soldados de Marengo, Austerlitz y Jena los que presentó Napoleón
en Leipzig? Pues tampoco Aníbal luchó en Zama con sus veteranos de Can-
,, Google
Historia Gkáfica db la Civilización Española LAmina XXXVI
K Atenea dMcnbicrU
•a Denli.
(Víast píg. M),
Eicnllora ibérica de
laflDcacla romaoB,
pertciiccleaie i la
encontrad* en el Ce-
rro de loa SantL.a (Al-
bacete).
Iduloa baatltano*.
nigiUrrlb/GOOglC
HISTOBIA DE ESPASa (jJ
Das y Trasimeno. En las campañas de nuestra Península basta la lectura de
su relato para notar que los ejércitos cartagineses que peleaban en 206 eran
mucho menos consistentes que los que luchaban once años antes en las már-
genes del Ebro.
Ahondando más, no larda en advertirse que Roma era un pueblo per-
rectamente moldeado por sus condiciones de raza y por su espontáneo des-
arrollo histórico para la guerra y para la dominación, al paso que en Cartago
(/ imperialismo no fué más que un accidente, producto, no de la propia sus-
tancia nacional, sino de un partido, ó, quizás mejor, de una familia: la de
los Barcas.
32. — Las densas tinieblas que nos cubren los tiempos ante-romanos,
que bien pueden calificarse de casi prehistóricos, pues aunque tenemos de
ellos datos escritos no son los suficientes para reconstruir su historia, es-
clarécense algún tanto por los monumentos que conservamos de tan re-
mota época, cuyo estudio es el objeto propio de la Arqueología. Algunos
hemos citado ya¡ pero aquí conviene resumir los más importantes: debiendo
advertirse que no de todos los monumentos ante-romanos se tiene la seguridad
de que lo sean en términos rigurosos de Cronología; es decir, que pue-
den datar de fechas posteriores á la conquista romana. Lo que significa el
anie-romoMÜmo en este caso es que artísticamente corresponden á las ci-
vilizaciones que florecieron en nuestra Península antes de predominar la
latina.
De la Edad prehistórica se conservan muchas cavernas, que fueron mo-
rada de los hombres paleolíticos, vestigios de palañtos ó casas lacustres,
multitud de cuevas artíñcialcs — algunas de las cuales, como las circulares de
Palmella (Portugal), más bien parecen sepulcros que viviendas — agrupadas
formando aldeas, casi todas en montes y próximas á rios, algunas con varias
cámaras interiores: deben de ser de tiempos más adelantados los castras, de
Galicia, las citamos^ del Norte de Portugal, que son verdaderas plazas fuertes,
y los talayots, de las Baleares; tenemos todas las variedades conocidas de
turnias prekisióricas, mucha cerámica, algunas joyas, y de armas y herramien-
tas, un copiosísimo catálogo.
Del arte miceniano son indudablemente la parte más antigua de las
murallas de Tarragona, «uno de los monumentos de primer orden — como
ha escrito Tlübner — que Espaifa ha poseído y posee> , aunque bien pudieron
ser construidas en tiempo de los Scipiones, y sepulcros como el dolmen de
El Romeral (Antequera), y una gruta funeraria en Carmona. ¿Cómo vino á
España este arte miceniano? No se sabe.
La coexistencia de fenicios y griegos en nuestra Península explica la co-
existencia de monumentos púnicos, ó, mejor dicho, orientales, de monumen-
tos griegos y de otros que ofrecen una rara mezcla de orientalismo y hele-
nismo. El primer grupo es poco numeroso, y su más curioso ejemplar, que es
el antropoide, descubierto en Cádiz (10 Marzo, 188;), figura de un venerable
varón esculpida en la tapa de un sepulcro, si por la fisonomía y el ropaje de-
nuncia su carácter púnico, por la maravillosa ejecución parece revelar una
mano helénica. Obras griegas tenemos varias, y muy hermosas, pero de au-
tenticidad dudosa, ya que en los tiempos de Adriano y de allí en adelante
los escultores latinos tenían á gala imitar las antiguas estatuas de Grecia.
¿Quién puede, pues, saber si el Apolo que se conserva en el Museo de Tarra-
gona, ó el Centauro que se custodia en el Arqueológico Nacional, son heléni-
cos ó imitación latina del helenismo!'
El curioso grupo de monumentos greco-orientales está representado:
i.° Por las muchas estatuas descubiertas en el Cerro de los Santos (tér-
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íjiS HISTOUIA DE ESPAÑA
mino de Montealegre, linddndo con el de Yecla) en 1871. 2° Por el Busto de
Biche, descubierto el 4 de Julio de 1897, hermosísima figura de mujer que es
una de las obras más admiradas en el Museo del Louvre. 3.° Por las estatuillas
denominadas idoloi ibéricos. 4." Por la esfinge de Balasoie (Museo Arqueológi-
co Nacional) y el león de Bocaireitíe {tAusto de Valencia). V 5." Por el tesoro
de Jávta (Alicante), ó sea una pequeña colección de piezas de orfebrería
labradas primorosamente, y del carácter artístico de las que adornan á las
estatuas del Cerro de los Santos.
No pertenecen á este género, sino á un arte primitivo y tosquísimo, los
toros 6 cerdos de Guisando, Avila y otras localidades de Castilla, que, según
Fernández Guerra, fueron piedras terminales, y, según Hiibner y Gómez-Mo-
reno, monumentos funerarios. Tienen en el lomo unos hoyuelos ó cavidades
en que John Rivett-Carnac ha visto caracteres del alfabeto hemisférico, de
que van apareciendo inscripciones en Inglaterra, Escocia y en las más pro-
fundas capas de las ruinas de Numancia: algunos tienen también inscripcio-
nes latinas.
^y^
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VI
VIRIATO Y NUMANCIA
SS. Cuácler de la conquista loinana: cuino suelea descríbiila nuestros liistoriadores. —
M. Cómo faé realmente. — SS. Loi íletgetes: Indibil y Mandonio. — M. Ka la Espaüa ceñ-
irá] f ocddealal. — 37. Roma. — 3t. CriÜca histórica. — 39. Los prímetoi aHos déla con-
igaiitB. — tO- SumUiónde la Celtiberia. — ti. Virimto. — 13. Numancia. — «3. Sumisión de
lo da la Península.
33. — ÍLs costumbre de nuestros historiadores — especialmente del si-
glo xviu acá — pintar la resistencia que hubieron de ir venciendo los roma-
nos en nuestra Feninsula hasta dominarla, ó, mejor dicho, hasta romanizarla
6 latinizarla, como una guerra nacional valerosamente sostenida por un pue-
blo independiente contra una potencia invasora. Liste cuadro, en que se han
derrochado los más brillantes colores de la elocuencia patriótica, no puede
ser más contrario á la realidad histórica.
3%. — No pudo ser nacional aquella resistencia, porque en la España so-
ju^da por los romanos no habla nación alguna, ni la más vaga ¡dea de for-
marla, sino tribus de diferente origen y diverso modo de ser; unas, las que
poblaban las regiones costeras del Mediodía y Levante, civilizadas desde
muy antiguo por el contacto educador de cultos extranjeros, no opusieron á
Koma otra resistencia que la de algunos pueblos ñeles á los anteriores do-
minadores cartagineses, ó que se habían comprometido más con ellos. Asf
como Cartago encontró segura base para su imperio peninsular en las co-
marcas de antiguo influidas por el elemento púnico, y oposición tenaz en las
helenizadas, los romaoos tuvieron su base sólida en estas comarcas helcniza-
das, y oposición en las púnicas. Por amor ó por ñdelidad á Cartago, muchas
ciudades de la Bélica lucharon valientemente contra Cornelio Scipión, y obli-
garon á ir sometiéndolas por una campaña metódica de sitios que dirigió
su lugarteniente Marcio: Castulón, lUturgo, y sobre todo Asiapa, se distin-
guieron en estas defensas; Astapa hizo por no caer en poder de Marcio, lo
mismo que Sagunto había hecho por no caer en poder de Aníbal; un suicidio
colectivo, trágica corona de una resistencia desesperada. Pero cuando Car-
lago desapareció de la escena peninsular, perdiéndose la esperanza de su
vuelta, las ciudades púnicas compitieron con las helénicas en devoción al
pueblo romano. Desde el Pirineo oriental hasta el Océano Atlántico, siguien-
do á lo lai^o de la costa — Cataluña, Valencia, Murcia, Andalucía y los Al-
garbes, — todo fué romano; y si algunas veces hubo en estas regiones guerra
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lOO HISTORIA DE ESPAÑA
contra Roma, es que la llevaron tas tribus del interior en incursiones ó ex-
pediciones por el botín, y tratando tan cruelmente á los habitantes como á
ios mismos romanos venidos de fuera.
35. — En cuanto á las tribus del interior, hay que distinguir: i." A los
galaicos, astures y cántabros, y quizás también á los vascones, que no estu-
vieron en contacto con los romanos, ni tuvieron éstos sino vagas noticias de
ellos hasta mucho tiempo después de su establecimientu en España. 2." A
los habitantes de las zonas intermedias entre la civilización costera y la bar-
barie central, de que son ejemplares los ilergetes ó leridanos en Cataluña, y
ios celtiberos, que por Segorbe y Requena confinaban con la Edetania. Y 3."
A la masa confusa de pueblos que ocupaban las grandes mesetas, y que los
romanos solian apellidar en conjunto, sin distinguir tribus, celtiberos y lusi-
tanos.
Los habitantes de las zonas intermedias estaban, sin duda, en un grado
de cultura superior á sus vecinos occidentales, aunque inferior á sus vecinos
por Levante, k lo menos en el orden militar habían sido educados por los
cartagineses, ó, mejor dicho, por los Barcas, y poseían ya el arte de juntar
grandes masas de combatientes y hacer la guerra con algún orden. Tipo de
estos pueblos en la época de la conquista son los ilergetes regidos por In-
dibi] y Mandonio. Aliados ó clientes de Cartago, acuden al campo de Ham-
nón para ayudarle contra el primer ejército romano que desembarcó en Km-
porium: en la batalla queda prisionero Indibil, y Cneo Scipión le perdona á
cambio de su protesta de sumisión. Vuelve á su tierra; pero á poco le vemos
otra vez con Mandonio atacando á los pueblos aliados de Roma. Tito Livio,
el gran retórico de la Historia, pone con esta ocasión en labios de los dos
régulos un discurso patriótico, y hasta erudito, tan verosímil como los que
nuestro poeta iircilla puso siglos después en boca de los caciques arauca-
nos (1), Siguen haciendo la guerra hasta que Cornelio Scipión gana sus volun-
tades: por la generosidad con dos mujeres cautivas de sus familias, de que ya
queda hecha mención, se hacen entonces aliados de los romanos; mas al
saber que Scipión estaba enfermo en Cartagena y que ocho mil mercenarios
(le Roma acampados á orillas del Ebro se habían revuelto por falta de pa-
gas, toman al partido cartaginés; son vencidos de nuevo, y de nuevo los per-
dona Scipión, sin otro castigo que una contribución de guerra. En cuanto el
conquistador salió de España levantáronse otra vez, llegando á reunir, según
Livio, una hueste de 30,000 infantes y 4.000 caballos — probablemente seria
de los mercenarios de Roma y Cartago, habituados á la guerra, y que con el
término de ésta quedaron sin ocupación, — Los procónsules Léntulo y Aci-
dino dispersaron á esla gente en un combate que costó !a vida á Indibil.
Mandonio, enttegado por los suyos, fué ajusticiado, (Año 201 antes de Je-
sucristo,)
36. — Peor papel todavía que Indibil y Mandonio representaron en la
(1) L¡b. XXir. — Véase la miiestrn: «No os fiéis de Unos exlranjcros que con prettilo
le abatir et orgullo de los caitaiiineses vienen á quiuros vuestra libeiiad y usurparos vues-
ros bienes. Asi vinieron antes los griegos; así los mismos cartagineses (de que [ndihil y Man-
lonio eran ausiliarc» I , prometiéndonos fideli Jad con dulces palabras, para levantarse des-
iQué necesitamos de los romanos para sacudir el yugo d« los carl^!i-
sesiLos que se
an unido á ellos son traidores á su patria y á su libertad,» No es
lar que Tito Liv
cliindoselas de
an progresivo como D, Modeilo Lafuenle, haya escrito esla ton
storiadores espafloles hay.in reparado bastante «n este primer i;ri
pendencia;)-, si
embaiíio, si aquellos dos jefes hubieran sido mis afortunado
hubiera enconlra
do eco entre sus compatricios, hubieran podido pasar por los pr
uradores de Esp
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Historia GrAfica de ij¡ Civilización Española
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D,g,t7cdb/GOOgIC
I02 HISTORIA DE ESPaSa
guerra púnica los celtiberos. Ya los hemos visto venderse de soldados al me-
jor postor: 30.000 de ellos iban con los Scipiones, y al ofrecerles Asdrúbal
mayor paga abandonaron sus banderas. Semejante traición fué una de las
causas principales de la derrota y muerte de aquellos generales romanos.
Mas la palabra traición es anacrónica é impropia para califícar su conducta.
(Qaé vinculo moral ni jurídico tenían aquellos rudos celtiberos con los roma-
nos? Ninguno. ^Ni qué idea podian tener del honor militar, ni de las virtudes
y cualidades que lo fundan, unos hombres que no tenían otra organización
política que la rudimentaria de la ttibu? Varias familias unidas por el vínculo
de la común descendencia constituían el grupo á que los latinos llamaban
¿etts, muy semejante, por no decir idéntico, á la kaáila de los riffeños, nuestros
enemigos actuales en el campo de MclÜla; no se dice idéntico, porque las kabi-
ias ritTeñas tienen entre sí la unidad efectiva de religión y la política, más ó me-
nos nominal, del Imperio marroquí á que todas pertenecen. Las kabila3Ó¿-CTi/«
celtibéricas y lusitanas andaban sueltas; cada una adoraba sus ídolos, proba-
blemente los manes de sus peculiares antepasados, y sus relaciones reciprocas
se reducían á guerrear unas con otras permanentemente, como ahora las tri-
bus negras del interior de África ó de Australia. Cada clan ocupaba un terri-
torio más Ó menos extenso — nunca mucho— dedicado al cultivo ó al pastoreo,
según las localidades, y en el paraje más á propósito para la defensa tenían
su fortaleza ó cindadela, donde se guardaban los ídolos de la comunidad,
vivían los jefes (1), celebrábanse las juntas ó asambleas para los negocios im-
portantes y se recogían todos con sus ganados é instrumentos de labranza en
caso de irrupción de poderosos enemigos. A estas fortalezas es á las que los
romanos califícaron de ciudades celtibéricas, de las cuales nos dice Posidonto,
reliríéndose á las trescientas que mandó destruir Tiberio Graco, ser tan pe-
queñas, que no merecían otro nombre que el de aldeas fortificadas con torres.
Los mismos romanos distinguieron también en las juntas de las tribus el sena-
tus, ó sea la reunión de los jefes principales, y el concilinm, ó sea la junta ge-
neral de todos los que formaban el pueblo.
Para comprender bien esta organización conviene tener presente que
durante el largo período de las insurrecciones y luchas contra los romanos
no permaneció estacionaría, sino evolucionando en sentido progresivo: car-
tagineses y romanos enseñaron á celtíberos y lusitanos á perfeccionar su or-
ganización guerrera, ya por el aprendizaje directo en sus banderas, ya por el
indirecto de la guerra misma, y este progreso en las armas tenía que refle-
jarse en lo social. Así, durante este período de lucha podemos observar la
tendencia constante de celtiberos y lusitanos á formar núcleos mayores de
población; y esta tendencia á construir verdaderas ciudades se maniñesta en
dos series de hechos aparentemente contradictorios: unos muestran la oposi-
ción constante de los romanos á la formación de núcleos grandes; asi, Tiberio
Sempronto Graco impuso en el tratado que hizo con las tribus centrales la
prohibición de construir nuevas ciudades; y habiéndose reunido toda la tribu
de los bellir en la antigua ciudad de Ségeda y comenzado la obra de ensan-
charla rodeándola de un muro de cuarenta estadios, el Senado se opuso
terminantemente. Strabon refiere que habiendo dejado los lusitanos de culti-
var sus tierras para dedicarse á vivir del pillaje, con el fin de obligarlos á
mejor vida los romanos dividieron en pequeñas agrupaciones los centros de
población numerosa que había en el territorio. Por otra parte, los mismos ro-
Lll Kslo es lo que sii;ntñca, sin duda, el dicho de algunos hístoríndores respecto di qvie
In a-¡s(ocrnda vivía on las ciudades, y los plebeyos en el campo,
D,g,t7cdb/COOgIC
HISTORIA DE ESPaSa I03
manos fundaron 6 agrandaron centros urbanos. La contradicciÓD aparente se
resuelve considerando que Roma se oponía á las coDcentracíones que pudie-
ran servir para resistirla, y favorecía las que no llevaban otro objeto que
facilitar la vida civil ó pacfñca á que quería reducir & los habitantes.
Por lo que se refiere á la cultura propiamente dicha, quizás bastará
apuntar que al ponerse en contacto con los romanos estas tribus del interior
no conocían la moneda; es decir, que no hablan pasado de la permuta en sus
relaciones económicas, lo que indica el considerable atraso en que se hallaban
respecto de la civilización de su época.
37. — En cambio, Roma representaba toda la cultura de la edad antigua,
tomada, es cierto, de los griegos en cuanto saber y arte, pero asimilada per-
fectamente. Además, ha sido la ciudad ó Estado que mejor ha comprendido
y ejercido hasta la hora presente la función del gobierno, la ciudad verdade-
ramente imperial, y no por capricho humano, sino por voluntad divina, reina
y seQora de las naciones. «Dios (escribió Santo Tomás) inspiró á los romanos
'la sabiduría del gobierno ó ciencia política, con cuyo auxilio conquistaron
>el mundo* (i). San Agustín habla dicho ya que en ningún pueblo brillaron
como en la Roma conquistadora el amor á ta patria, el celo por el Derecho y
la solicitud por la felicidad de sus subditos. Y explicando estas dos últimas
cualidades dice: «Los pueblos se sometían á su imperio para disfrutar de la
•equidad de sus Ieyes> (2). *Y nunca entraban en ningún pafs comoconquis-
•tadores, ni se mantenían en él á título de amos, sino como amigos y compa-
•fleros de tos pueblos que sojuzgaban* (3). Asf procedieron en España; como
aliados y protectores de ios espaíloles se presentaron, y, en efecto, lo fueron,
toda vez que crearon aquí lo que no había, y para lo que eran incapaces los
naturales en el grado histórico de civilización en que se hallaban: un Poder
central robustísimo que imponía la paz material á las tribus belicosas, obli-
gándolos al cultivo de la tierra y demás industrias pacíficas y á dirimir sus
caestiones y pleitos jurídicamente ante los tribunales establecidos por ellos.
Decían los griegos que la diferencia entre una ciudad helénica y otra ciudad
bárbara consistía en que por la primera podía andarse sin armas; es decir,
que la ley y el magistrado eran suficiente custodia de la seguridad indivi-
dual. En la Espaüa de los siglos inmediatamente anteriores á Jesucristo había
esa misma diferencia entre las comarcas dominadas por los romanos y las que
se mantenían independientes: en las primeras se vivía vida civil, regulada por
leyes y edictos, mantenida por una organización gubernativa y judicial muy
perfeccionada y al amparo de los ejércitos proconsulares, que defendían la
comunidad de las tribus bárbaras del interior y mantenían á cada particular
y á cada ciudad en la órbita del Derecho; en tas segundas todo era violencia
y confusión, bravezas y desafueros de los más fuertes, humillación y trabajo
para los débiles: la fuerza bruta dominaba en absoluto.
Por un espejismo anacrónico sin realidad alguna, consideramos como á
nuestros antepasados á los habitantes de España que resistieron á Roma, y
no á los que valían más, que eran los civilizados desde antiguo, que ayuda-
roo á la gran República en su obra inmensa, nunca bastante agradecida, de
hacer ingresar á esta Península en el concierto de la civilización. Y nos-
otros, si por la carne y por la sangre descendemos en gran parte de los fe-
roces lusitanos y celtíberos que tanto dieron que hacer á los legionarios de
Roma dejando al mundo atroces ejemplos de bárbaro heroísmo, por el espl-
íl( Hí regimÍHe firiníi/'iiM.
Ill Dt Civilalí DíL
rj) Santo Tomii, ídem, fd.
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104 HISTORIA nii ESPAÑ-A
rilu, que es lo que importa, somos latinos. La población indígena será, á lo
sumo, la materia prima de la nación española; pero i» forma sustancial se la
dio el Estado romano. Entusiasmarnos con el recuerdo de la defensa de Ku-
mancia y abominar de los que tomaron ó arrasaron aquella ciudad, están
absurdo como en los mejieanos actuales entusiasmarse con Guatimocín y
abominar de Hernán Cortés.
35. — A lo caá! no se opone que los romanos cometieran, como efectiva-
mente lo hicieron, y hablamos nosotros de hacer luego en América, los más
vituperables excesos en la conquista, ni á que los indígenas demostraran,
como efectivamente demostraron, admirables cualidades de raza, un vigor en
el combate, una perseverancia en la lucha y un despego á la vida, inferiorísima
para ellos á la libertad, que asombraron á los mismos romanos. Por ellos, es
decir, por sus historiadores, sabemos tanto los excesos de sus pretores, pro-
cónsules y caudillos, como las proezas de los indígenas, del mismo modo que
por Fray Bartolomé de las Casas y otros españoles del siglo xvi se saben las
crueldades y avaricias de los conquistadores de Indias, no inferiores, por
cierto, á cuanto más horrible pudieran realizar aquí procónsules y pretores,
y por españoles son también conocidas las hazañas de tiascaltecas y meji-
canos. Y asi como en la España de! citado siglo hubo mh partido de indiÓJilos,
ó sea de hombres buenos que tomaron sobre sí la noble empresa de poner
coto á los desmanes de la conquista, en la antigua Roma hubo un partido es-
pañol (\ae clamó contra los excesos de los conquistadores de entonces y en
favor de los indígenas. En la Historia todo varía constantemente, y todo es
siempre igual.
39. — Veamos ahora en rápida síntesis los principales sucesos de la
conquista.
Es difícil fijar bien la cronología y la geografía de este período. De la
primera tuvieron poco cuidado los historiadores antiguos al referirse á nues-
tra Península, y suelen ser contradictorias las fechas que señalan unos y
otros. En cuanto á los nombres de lugares, la confusión dimana de dos
causas: primera, los errores de los copistas, y segunda, la concisión clásica.
Los antiguos cuentan brevemente los hechos acaecidos en el gobierno de
cada procónsul ó pretor, y así resulta, por ejemplo, que á continuación de
una batalla sostenida con ilergetes á orillas del Segre, ponen otra con celtí-
beros á orillas del Tajo; y al hallar unidos dos hechos que realmente acae-
cieron en tiempos distintos y dimanaron de causas inmediatas diversas, el es-
critor moderno está expuesto á caer en el grave error de relacionarlos entre
si tomándolos por episodios de una sola insurrección general ó de una sola
campaña: si á esto se une la mala interpretación de algún nombre de lugar,
se llega fácilmente á la más caprichosa é inverosímil exposición histórica. De
aquí las disputas interminables é irresolubles entre los eruditos sobre la re-
gión ó paraje en que se dio tal ó cual combate ó en que operó tal ó cual
caudillo. Se ha intentado, aunque en vano, hacer un catálogo de todos los go-
bernadores romanos que hubo en la Península; pero ni todos ellos constan
en las historias, ni todos han dejado rastro epigráñco de su paso, ni los cita-
dos ó cuyos nombres conocemos vinieron sucesivamente, sino que goberna-
ron á la \e?., cada uno en su provincia. Debemos atenernos á los hechos pro-
bados, respetando el misterio, ya indescifrable, de lo desconocido, por la
lejanía del tiempo y la falta de datos.
Scipión el grande salió de España el año 206 antes de J. C. Dejó
echados los cimientos de la futura organización romana. Cerca de Híspalis
fundó con inválidos de su ejército la colonia de ItkWca. (Positio sanctorum, es-
tablecimiento de inválidos, de donde ha venido por corrupción Santíponce),
,,.Googlc
HISTORIA l>E ESPAÑA loj
admitió como aliadas á muchas ciudades, reconociendo su autonomía muni-
cipal y sometiendo á algunas á pagar un tributo; Cádiz, que se habla entre-
gado voluntariamente, es el modelo de municipio libre y ciudad aliada. Final-
mente, tuvo en Cartagena una asamblea genera) [concilium) á que acudieron
representantes de todas las tribus amigas, y en que se acató por ellas la su-
premacía imperial de Roma, dirimiéndose alü por trámites deliberativos y
resolución del general romano varias cuestiones entre ios régulos indígenas.
Dos de éstos, llamados Corbis y Ürsua, se disputaban el señorío de la ciudad
de Iba, y, no habiendo aceptado el segundo el arbitraje del romano, ventila-
ron el litigio por un desafío judicial (i), suceso que demuestra la antigüedad
de este absurdo procedimiento y la política del conquistador, respetuosa
hasta el extremo con el derecho y lascostumbres de sus aliados. Hechas todas
estas cosas, «Scipión, dejando en España un ejército pequeño por estar so-
>segada la provincia, se hizo á la vela para Roma en una flota numerosa y
■ bien equipada, atiborrada de cautivos, dinero, armas y despojos de todas
• clases. La ciudad le recibió con magniflcencia y aplauso increíbles, admíran-
• do hasta sus émulos los pocos años del conquistador y la brevedad con
• que había rematado una empresa tan grande> {2). El mismo historiador
añade que «desde este tiempo empezaron los romanos á enviar á la Iberia
• magistrados anuales que presidiesen y gobernasen las provincias en tiempo
• de paz». Ya se distinguían en España dos provincias. Citerior y Ulterior,
divididas por el Ebro, y cada una tenía un procónsul, jefe de carácter ente-
ramente militar; once años después los gobernadores tomaron el titulo de
pretores, designativo de un carácter más amplio de gobernación, esto es,
civil y judicial, sin dejar por eso el mando de las tropas en paz y guerra.
40. — Léntulo y Accidino fueron los procónsules á quienes tocó re-
primir la postrera insurrección de Indibil y Mandonio (año zoi). Appiano
Alejandrino cita después á Sempronio Tuditano, Marco Helvecio y Minucio;
pero quien dejó de sí más señalada memoria fué Marco Porcio Catón, que
vino á España con la dignidad consular, dos legiones, cinco mil jinetes y dos
pretores que bajo su gobierno superior debían regir ambas provincias ibé-
ricas. Son deñcientes los textos para darse cuenta de las causas y desarrollo
del estado anárquico en que Catón halló á España y que originó su venida.
Desde luego, hay que desechar la idea de una insurrección general contra
los romanos: lo probable es que se complicaran entonces irrupciones de
los indígenas del interior y revueltas locales en las comarcas civilizadas
de la costa, quizás alguna insurrección de los mercenarios, que sin duda ha-
bían levantado Léntulo y Accidino para someter á los ilergetes, pues, como
ya sabemos, Scipión dejó pocas tropas romanas en la Península. El hecho
es que Catón desembarcó en Emporium y fué admirablemente recibido por
los vecinos de la ciudad griega; pero los de la contigua ciudad ibérica se le
mostraron hostiles. Dice Appiano que en aquellos contornos se habían
reunido 40.000 enemigos para resistirle, aunque no especifica de qué casta
eran. Para levantar la moral de su ejército el Cónsul hizo algo semejante
á lo de Hernán Cortés, que fué despachar la escuadra á Marsella, ponien-
do así á los soldados en la alternativa de vencer ó morir. Todo se decidió
en una batalla, y Catón quedó dueño del campo, mereciendo ser llamado el
SvgMMíio conquistador de España.
Catón estuvo en nuestra Península menos de dos años (19O-195): puso
orden en la administración, reprimió severamente á los enemigos de la Repú-
,,CoogIc
I03 HISTORIA DE ESPAÍÍA
blica, y ordenó que en un plazo de ocho dias demolieran sus murallas todas
las ciudades del interior (i). Durante diez ó más años vemos á los pretores
romanos sostener una guerra defensiva contra celtiberos y lusitanos, que se
dejaban caer con frecuencia en vandálicas incursiones, ya sobre los campos
de la Bélica, ya sobre los de la Edetania; pero desde 189 en adelante inicia-
se y se prosigue perseverantemente una acción ofensiva en las mesetas cen-
trales. Roma tenia ya en la Península un ejército permanente, compuesto de
cuatro legiones (unos 40.000 hombres), y con estas fuerzas inmejorables y I<is
auxilia, esto es, los contingentes de las milicias locales suministradas por las
ciudades y tribus aliadas, tributarias ó estípendiarias, los pretores no sólo
guarnecieron sólidamente las fronteras de la región lalina, sino que iban en-
sanchándola de continuo, obligando por la fuerza de las armas á los indígenas
i vivir vida pacífica, industriosa y regularizada. No sabemos de esta guerra
más que los episodios de gran bulto; v. gr., las victorias de Lucio Emilio
Paulo y Gayo Calpurnio en las riberas del Tajo. Quinto Fulvio Flaco, que
gobernaba en 181, pudo jactarse de haber dominado la Celtiberia; enten-
diendo por tal, no la región propiamente asi llamada, sino cuanto es hoy Cas-
tilla la Nueva. La sierra de Guadarrama fué durante más de treinta años el
limite de la España romana. Tiberio Graco, el famoso tribuno, sucesor de
Flaco en la pretura de la Citerior, consolidó la nueva conquista y supo
atraerse á los naturales é incorporar á los más audaces al ejército romano;
este Graco dejó en nuestra tierra muy buen recuerdo.
Sin embargo, las tribus de la otra meseta ó, como diriamos ahora, de
Castilla la Vieja, y los lusitanos habitantes de entre Duero y Tajo, frecuen-
temente invadían á lo guerrillero las comarcas recién sometidas, y se atraían
á todos tos elementos díscolos de la región, mal avenidos con el régimen que
se les había impuesto. Tuvieron, pues, los romanos que dar un paso más en
su conquista cruzando la cordillera y llevando sus armas hasta las costas lu-
sitanas. En 153 se hicieron famosos dos jefes lusitanos, Púnico y Cesaron,
que con sus bandas recorrieron sucesivamente la Espaiía romana, devastando
campos, arruinando ciudades y haciendo frente á los legionarios con increíble
audacia. El Cesaron jugó al pretor Lucio Mumnio una estratagema que se
ha repetido después varias veces en las guerras peninsulares: tal fué la de
fingirse derrotado, y hasta dejarse tomar su campamento; y cuando los roma-
nos, enfrascados en la persecución, habían perdido su orden de batalla, re-
volvió contra ellos con gente de refresco, y tanto se hartó de acuchillar, que,
según los historiadores de la época, aquel día perdió Roma 9.000 soldados.
La situación general se puso tan grave, que vino á la Península el cónsul
Quinto Fulvio Nobilior, pero como no debía entrar en sus funciones consu-
lares hasta I." de Marzo, se adelantó la fecha á i." de Enero, y desde enton-
ces fué considerado este día como principio del año. ;Buena prueba de Id
urgente que pareció su marcha!
Quinto Fulvio, Marco Claudio Marcelo, Lucio Li'iculo, Lóculo y Servio
Sulpicio Galba pelearon con varia fortuna durante muchos años con lusita-
nos, vaceos, arevacos y celtiberos: fué una guerra horrible, llena de incidentes
y episodios, en que si bien el éxito favorecía siempre á los romanos, era á
costa de muchos reveses, y aun desastres parciales. De esta época es cuando
mejor conocemos las costumbres de las tribus del interior: sabemos, por
ejemplo, que los celtíberos vestían el sagttn negro (2) y en la guerra usaban
lll Sei^ún Corles, esin orden sólo fuÉ cumplimentada en la reeión catalana; es decir,
del Rbro I, los Pirineos.
(2I Quizás la anguarina acliial, Sánchez Casado, F.limrntcs dt Histeria '¡ii Esf.ilfa.
DigitzrrlbyCOOglC
\ Civilización Esi
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LÍMISA XXWlll
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loy HISTORIA DE ESPaSa
escudos, cascos de bronce, espadas de dos ñtos y puñales; calzaban una espe-
cie de botines con correas, y que los lusitanos eran muy hábiles en el ma-
nejo del arco.
41. — De tan prolongadas luchas y de los varios jefes lusitanos y celtibe-
ros que esclarecieron su nombre en ellas, los más famosos son la guerra y
el nombre de Viriato. Los romanos no escasean sus elogios á este célebre
caudillo: Lucio Floro dijo que había sido el Rómulo de Lspaña; Justino, que
en tantos siglos España sólo habla producido un gran capitán, que fué Vi-
riato. Dificilísimo es, sin embargo, historiar sus campañas, toda vez que
hasta su cronología resulta imposible de ñjar por la contradicción de los
textos. Según Appiano, sus correrías duraron ocho años; segi)n Justino, diez;
segün Diadoro, once, y según Tito Livio, catorce. No es menos dudosa la
geografía. Siguiendo á loa más autorizados intérpretes de los historiado-
res antiguos, hay que admitir que comenzó sus operaciones en la Lusitania,
que luego se corrió á la Bastitania, región montuosa entre la Citerior y la
i'lterior, y que desde allf hacia incursiones á la Celtiberia y la Bética por el
Sur y á la Edetania por Levante. El episodio de su muerte suele colocarse
en las cercanías de bagunto. Lo positivo es que guerreó, no á lo general,
sino á lo guerrillero. Del relato de sus campañas se deduce que no poseía
territorio fijo ni plazas fuertes, sino una hueste muy ágil de movimientos,
con la cual acampaba en lugares montuosos 6 escondidos; que aparecía y
desaparecía, ora en un punto, ora en otro, con la rapidez del rayo; que dis-
persaba á su gente cuando se veía comprometido, dándole cita para un lugar
distante; que en combinación con su ejército ó partida corrían la tierra otras
innumerables, y que tuvo en jaque á todo el poder de Roma, venciendo, des-
truyendo, aburriendo y desesperando á muchísimos generales romanos. Como
tantos otros que han seguido sus huellas en nuestra larga historia, era un hom-
bre sencillo, pastor de origen, iletrado, pero de gran entendimiento natural,
nacido para mandar hombres, fuerte y valerosísimo. Sin dejar de ser un perso-
naje de indiscutible realidad, y cuyas hazañas conocemos, no por romances ni
cuentos populares, sino por relatos rigurosamente históricos de escritores ene-
migos suyos, Viriato es en España un tipo que ha ido reproduciéndose á tra-
vés de largos intervalos de tiempo siempre que las circunstancias le han sido
propicias; tipo que, como casi todos los humanos, ofrece sus aspectos buenos
y sus aspectos malos, una faz hermosa y heroica y otra. . . no tanto.
La gloría de Viriato está íntimamente ligada con la ignominia del pretor
Servio Sulpicio Galba, tipo de gobernadores crueles, avaros, corrompidos y
despreciables. Kn las luchas de pueblos civilizados con bárbaros son frecuen-
tes los tipos como Galba, que desacreditan y manchan la causa de la civiliza-
ción y nos hacen amar la barbarie misma, mil veces preferible en el orden
moral á la vil corrupción. Galba no llevaba en sus empresas de guerra y de
gobierno más fin personal que enriquecerse, y los medios que ponía enjuego
para conseguirlo eran dignos de tal ñn. En una ocasión, habiendo alcanzado
ventajas en la persecución de los lusitanos, les propuso la paz y les prometió
una tierra fértil en que establecerse: 7.000 dieron oídos á las palabras del
pretor, y cuando hubieron entregado las armas los infelices, ó fueron acuchi-
llaJos, ó reducidos á esclavitud. Para vergüenza de la especie humana, debe
decirse que después de veinte siglos de cristianismo todavía hay espíritus
tan felones y ruines como el de Galba, convencidos de que al efecto de aca-
bar con enemigos incómodos y tenaces todos los medios son buenos. Segt'm
los historiadores romanos, Viriato fué de los pocos que escaparon de la trai-
ción de Galba, y desde aquel momento tuvo partida, la cual, como es uso,
fué acrecentándose hasta formar una hueste considerable.
,, Google
HISTORIA DE ESPAÑA luí)
Ejércitos poderosos lucharon en vano contra él. Vetilio, Lelio, Unima-
no, Quinto Fabío Máximo Emiliano, Serviliano y Quinto Servilio Cepión fra-
casaron en sus empresas contra Viriato. La guerra era tan penosa, que los
militares romanos se resistían á venir destinados á la Península, como siglos
después Napoleón reliuia ser destinado á la Vendée. Acostumbrada La
República á las victorias brillantes y rápidas, se cansó y aburrió de la lucha
coa Viriato. Tuvo ésta sus obligadas peripecias: en el año 143 el gran gue-
rrillero envolvió al cónsul Serviliano, y le obligó á ñrmar un tratado reco-
nociendo su independencia, que fué raliñcado en Roma; mas en 140, á su
vez, Viriato pidió paz á Cepión y Marco Popilio, y la obtuvo entregando
para que fueran ajusticiados como traidores á todos los hispano- latinos, es
decir, habitantes de las regiones ya romanizadas, que se hablan pasado á su
ejército: tuvo que entregar á su mismo suegro. Por fin la traición y el más
abominable crimen libraron á Roma de tan incómodo enemigo.
Appiano Alejandrino refiere así el suceso: «Viriato envió Á sus fieles ami-
>gos Andax Ditalcon y Minuzo á tratar con Cepión; mas ellos, corrompidos
• por el romano con dones grandes y magnificas promesas, se ofrecieron A
-quitarle la vida. Ejecutáronlo de esta suerte: era Viriato de muy poco dor-
>mir: descansaba sin quitarse las armas para estar pronto al primer aviso, y
'SUS amigos tenían franca la entrada en su tienda para poder darle cualquier
• aviso urgente. Prevalidos de esta confianza, Andax y sus cómplices entra-
• ron en la tienda cuando el caudillo estaba en el primer sueño, y le hirieron
• en la garganta, única parte de su cuerpo que tenía desguarnecida. Salié-
'TOnse de allí sin que nadie advirtiese lo que habían hecho, y se fueron al
■ campo de Cepión á pedir el premio. Venido el dia, los criados de Viriato
• y toda la hueste se maravillaban de que, contra su costumbre, aún dur-
■ miera el general. Por último se supo que yacia muerto, y aquí fueron los
• lloros y lamentos en el campo, doliéndose todos de tal pérdida y temiendo
• cada uno por su seguridad, pues la daban todos por perdida faltándoles tan
gran capitán; pero lo que más los afligia en aquel momento era no hallar á
• los criminales. Adornaron el cadáver magníñcamente y lo quemaron en una
•pira muy alta, degollando en su honor muchas victimas y celebrando sus
•exequias, según la costumbre de los bárbaros, con cuadrillas de jinetes y
•peones armados que corrían en torno de la pira. Ninguno se apartó de allí
• hasta que el fuego se hubo extinguido enteramente, üespués hubo combate
•de gladiadores sobre su tumba (l). Tanta sensación produjo la muerte de
• Viriato, hombre apto como ninguno para mandar bárbaros, pues siempre fué
• el primero en el peligro y justísimo en la repartición del botín; nunca con-
• sintió quedarse con mayor parte que sus soldados, aunque le instaban mu-
• chas veces á que lo hiciera así, y aun lo que á él tocaba en el reparto lo
'regalaba generosamente á los más esforzados (2). Con esta conducta consi-
•'.{uió que no hubiese jamás sedición en su hueste, y eso que era allegadiza,
■compuesta de las gentes más diversas, y tuvo siempre á los suyos sumisos
• V prontos á correr por su orden los mayores peligros: nada es más difícil
'á un general de tropas como las de Viriato, y no es fácil hallar otro capa/
• de tanto.
•Después de su muerte eligieron por jefe á Tántalo, y se emprendió una
(i] Seeñn Diodoro d« Sicilia, se sacrificaron doscienlns paiejns de gladiadores sobre el
scpalcra de Viriilo.
(l) Diodoro SIculo «logia también esta equidad de Viriato en el reparto dfl botir.y Ci-
cerAn (Olfi. 2) observa que tal justicia es necesaria en ios capiUnes de bandoleros, pensa-
miento repelido henrtosatnente por nuestro CeTranles en el Quijoli.
,,CoogIc
un HISTORIA DE ESPAÑA
■ expedición contra Sagunto; pero rechazados de aquf los lusitanos, fueron
>luego puestos en tal aprieto por Cepión al pasar un río (i), que Tántalo se
• rindió con los suyos, á condición de que hablan de ser tratados en adelante
• como subditos del pueblo romano. Cepión, en efecto, los hizo desarmar y
• les dio tierras que cultivar para que no fuesen ladrones por necesidad. Tal
• fué el resultado de la guerra de Viriato.»
42. — Consecuencia, y como prolongación de la guerra de Viriato, fué
la de Numancía.
Durante mucho tiempo se ha disputado acerca del lugar donde estuvo
esta ciudad famosa. Las opiniones de los doctos no iban, sin embargo, muy
descaminadas, pues ya Mariana escribía que «más de una legua sobre la ciu-
»dad de Soria, donde al presente está la puente de Garray, no lejos del na-
• cimiento del río Duero, se muestran tos rastros de aquella noble ciu-
• dad> (2). En 1825 un obrero que sacaba piedra en el término de Garray bailó
un collar de plata de diez y ocho onzas de peso, del cua! se hizo un copón
para la parroquia del pueblo, y en 1844 se descubrió alH mismo un idoíillo
de bronce. En 1853 D. Eduardo Saavedra fijó de una manera precisa el
sitio de Numancía, que se asentaba sobre el cerro llamado el Castro, al Sur
del pueblo de Garray, y siete kilómetros al Norte de Soria, junto á la con-
fluencia del Duero y el Tera (3). Es el paraje descrito por Appiano: «ciudad
• bañada por dos ríos, cortada por barrancos y rodeada de bosques espcsos>,
y que Lucio Anneo Floro sintetiza diciendo que Numancia ocupaba «un al-
tozano junto al Duero».
El mismo Sr. Saavedra emprendió en el terreno investigaciones ar-
queológicas, que, continuadas en 1860 bajo loa auspicios de la Academia de
la Historia, y suspendidas después por falta de recursos (4), se han reanuda-
do seriamente en 1905 por iniciativa del sabio alemán Herr Adolf Schul-
ten (s), de una parte, y de otra por la de nuestro rey Don Alfonso XIIJ,
que, en su generoso entusiasmo patriótico, no quiso dejar á los alemanes so-
los la gloria de sacar de su sepulcro á la ciudad muerta antes que venci-
da (6). Merced á estos trabajos, aún no concluidos, sabemos cómo era Nu-
Asentada en un cerro inaccesible por tres de sus lados, y defendida por
un muro en la parte que daba al llano, era, más bien que una ciudad tal y
(i) El Wvio dice el rio Belis, y así lo trascriben traductores lan entendidos como el
Sr. Cortís; pero salla i la vista el enoime disparate. ¡Cómo los lusitaoos al retirarse de sa in-
(rucluoso ataijue á Sagunto iban á pasar el Cuadalquiviií Es muy probable que el notnbre de
Sagunto sea tambiín una equivocación, porque 00 parece probable que Viriato operase en
campo abierta contra el gruesa del ejercita del procónsul en una región como el actual itiao
de Valencia, completamente romanizada en aquella ípoca.
(2) Hiileria de Espaüa, III. cap. I.
Cl) üiscripcUH d, la vi,, r - -
idemii de la Historia en i&'i
premio á tan importante trab^ji
(4) Por Real orden de 15 de Agosto de iSSl las ruinas de Numancía fueron decluadu
monumento nacional,
(5) Prolesor de Historia antigua en la Universidad de Golinga: Numantia. Eiiit íefep'-
fi/iisch hisloñsíhe UnUrsuchun^ van Adoif Sckutltn. Berlín, 1905. De este trabajo publicó 'I
Sr. Pijoán un resumen en Cultura Española. Noviembre, 1906. Protegido encálmente pare'
( iobierno alemán, Schulten Vaa nuevas investigaciones en el verano y oíoSo de 1905, ayudado
por Herr Koenen, arqueólogo del Museo de Bonn.
16) Don Alfonso Xlll visitó las ruinas de Numancia con et ministro D. Andrós Mellado
eslando allí los arqueólogos alemanes. Se votó luego en Cortes una ley consignando no crídila
pira escavaciones y ttal)aios; en 1." de Mayo de 190b se nombró una Comisión (seilure*
Saavedra. Catalina García, Mélida, Aníbal Alvares, doctores Juan José García, Ramfreí J Ga-
nados), que empezó á trabajar sobre el terreno el 16 de Julio de 1906.
,, Google
HISTORIA DE ESPAÑA 111
cumo coacebimos hoy este término, una fortaleza ó ciudadela cerrada por
Ires recintos murados. El exterior, constituido por un muro de cantos sin la-
brar, que servía para contener el terreno; el poblado estaba en la cumbre del
altozano, también cercado con murallas. Entre las exteriores y las interiores
quedaba un espacio relativamente aecho, donde se guarecían los campesi-
nos con sus ganados en caso de ataque. La población estaba muy desparra-
mada por la campiña: los historiadores hablan de lugares distantes de la
fortaleza guarnecidos por numantinos, de donde se inñere que Numancia
era una república ó una confederación de clanes ó tribus que tenia su centro
ó capital en la ciudad propiamente dicha, y que la guerra numantina, soste-
nida durante veinte años, no fué un sitio de plaza fuerte, sino lucha de cam-
po ó por la posesión de un territorio más ó menos dilatado: sólo al ñn, cuafi-
do Scipión Emiliano concluyó la campaña, quedaron los numantinos ence-
rrados en su fortaleza principal, donde hubieron de perecer tan gloriosa-
mente.
Appiaao dice que Viriato arrastró en su rebelión á los numantinos, y no
se alarga más en la explicación de las causas de la guerra (i). Pero por otros
testimonios se sabe que la ciudad habla dado hospitalidad á enemigos de
Roma, creyéndose libre é independiente por virtud de un antiguo tratado
del tiempo de Tiberio Graco. La lucha empezó, ó, mejor dicho, se formalizó
en el año de I41, gobernando las armas romanas el cónsul Quinto Fompeyo.
• Los numantinos eran excelentes soldados de á píe y de á caballo; mas no
'llegaban más que á 8.000 hombres, y, con ser tan pocos, con su valor díe-
»ron muchísimo que hacer á los romanos» (2). Los episodios y vicisitudes de
la lai^a lucha fueron muchos, y algunos tan raros como el haber obligado á
capitular los de Numancia al ejército romano mandado por Mancino. Baste
decir que en catorce años de guerra fracasaron sucesivamente ante aquella
gente indomable los generales Nobilior, Claudio Marcelo, Celio Mételo, Pom-
peyo Aulo, Marco PopiÜo Lenas, Hostilio Mancino y Emilio Lepido. Por fin
hubo de venir Publio Scipión Emiliano, destructor de Cartago en la tercera
guerra púnica, nieto de Scipión el grande, y digno de tal abuelo. «Marchó
■ diligentemente á Numancia — escribe Appiano — sin alistar tropas por
• estar á la sazón la República empeñada en muchas guerras y haber en
• Iberia ejército suficiente: sólo le permitió el Senado hacerse acompañar por
• algunos varones de diferentes reinos y ciudades que voluntariamente y
'por su interés propio quisieron seguirle; agregáronsele también hasta qui-
■ nientos romanos entre clientes y amigos suyos, y todos ellos formaron un
■ cuerpo á que llamó él cohorte de los amigos, y que llegó á contar cuatro mil
• soldados. Scipión encardó á su sobrino Buteon conducir esta cohorte, y él
>Con muy pocos acompañantes apresuró su viaje por tener informes de que
■ el ejército de España estaba desmoralizado por la indolencia, las discordias
• y los deleites, y que para vencer era preciso empezar por restaurar las vir-
• tudes militares en los campamentos.
>Asfque llegó echó del campo á los mercaderes, alas rameras y á los ago-
• reros y adivinos que explotaban la credulidad de los soldados, abatidos por
>tantos infortunios. Prohibió todo lo superfino: hasta las víctimas páralos
■ vaticinios. Hizo vender los carros que no eran indispensables. No permitió
• á cada uno más ajuar de mesa que iin asador, una olla de bronce y un vaso,
a como soldado
,,CoogIc
IIJ HISTORIA DE ESPaSA
• prescribiendo además que los manjares fuesen invariablemente carne asada
>ó cocida. Prohibió ios lechos, y, dando ejemplo, dormía él sobre una estera.
> Igualmente los bagajes para las marchas. <|iQué se ha de esperar en la guc-
• rra — decía — de hombres que no pueden marchar á pieí> También los sier-
> vos, para ungirse y lavarse en el baño: decía festivamente que los que nece-
. sitan de tales auxiliares son como las bestias, que por carecer de manos
■ han menester de otras para rascarse. Por este sistema introdujo la templan-
>za militar, y completó su obra de restaurar las virtudes castrenses hacién-
>dose inaccesible al favor y siendo justo con todos. Decía con frecuencia
L'lt¡(no d(a de Nar
(Copia dil aiiíJro <U D. AUJq Vira ixislenit /n d Muico d/ Artí Madirtio.)
• que «los generales austeros y rígidos eran muy convenientes á los soldados,
• y los blandos y suaves sólo aprovechaban á los enemigos^.
Scipión no tomó la ofensiva hasta tener á sus soldados endurecidos por
toda suerte de trabajos, así de ingeniería como de maniobras. Procediendo
metódicamente, limpió primero el campo y acorraló á los numantinos dentro
de la ciudad. Sus antecesores habían distraído muchas fuerzas en destaca-
mentos y guarniciones; él cambió de sistema, y dominó la campiña con mar-
chas rápidas y combinadas sin enflaquecer el grueso del ejército. Por último
formalizó el sitio, y para que fuera efectivo circunvaló la ciudad con un doble
muro protector de sus campamentos, en que reunió nada menos que 60.0OU
hombres entre legionarios y auxilia. En Agosto de iijo6 encontró el profesor
Schulten en un cerro distante seiscientos metros del de Numancia, llamado
el Castillejo, 1<)S restos de uno de aquellos sólidos campamentos: los cimientos
de piedra de las tiendas, en su mayoría cuadradas, de unos tres metros por
lido; en comunicación unas tiendas con otras, y de cabida cada una para ocho
hombres. Debieron de tener muros de adobe 6 tablas y techos de troncos y ra-
maje, como las casas de Numancia. También halló restos del vallado y foso y
D,g,t7cdb/GOOgIC
KISTOKIA DE ESPAÑA II3
la aacba calle trasversal del castrum. Otros campamentos iguales ha descu-
bierto el mismo sabio en la altura de Feñarredonda y en el paraje denomi-
nado el Reai, junto al puente del Duero, asi como parte de tas vías milita-
res que ponían en comanicación unos con otros (l).
Estas obras gigantescas y este riguroso método hicieron sucumbir á Nu-
mancia. Según Appiano, los numantinos acabaron por rendirse (2). Floro
cuenta el suicidio colectivo por el fuego y el hierro, y ésta es la versión que
ha prevalecido. Cervantes pinta á Gayo Mario dando cuenta á Scipión de la
espantosa tragedia:
NtuniDcia está en un lago convertida
de roja sangre y de mil cuerpos llena,
de quien (oí su rigor propio homicida:
de Ib pesada y sin igaal cadena
dura de esclavitud se han escapado
con presta audacia, de temor ajena.
En medio de la plaza levantado
está nn ardiente fuego temeroso,
de sus cuerpos y haciendas sustentado (3).
Las excavacioaes arqueoli^icas patentizan que Numancia pereció por el
fuego: huesos humanos calcinados aparecen entre las ruinas de la ciudad cel-
tibera, calcinadas también. Pero fuera este incendio obra exclusiva de los
mbmos numantinos, ó de tos romanos en venganza de la obstinada defensa,
6 de unos y otros, y sobreviviesen ó no algunos de tos primeros, el hecho
nada pierde de su imponente y salvaje grandeza: es siempre una de las ca-
tástrofes magnas que registra la Historia. 'Scipión — dice Appiano — fué
•más diestro que todos sus antecesores, porque nunca quiso venir á las ma-
>oos con aquellas fieras de numantinos, sino rendirlas por hambre, que era,
> en efecto, el único modo de sojuzgarlas. > Los romanos reedificaron Nu-
manda, que durante su dominación fué una ciudad modesta, estación ó
mansíÓD de la gran vía que iba desde Astorga {Asturica) hasta Zaragoza {Ce-
sar Augusta), pasando por la Celtiberia.
43. — Durante la guerra de Numancia el cónsul Décimo Junio Bruto
conquistó la Lusitania, no sin vencer la obstinada resistencia de muchas ciu-
dades, y el mismo resultado obtuvo en la Gatéela; de suerte que eo la se-
gunda mitad del siglo 11 puede decirse que toda España era romana, al me-
nos nominalmente, salvo los distritos montuosos de Asturias y Cantabria.
de Julio á Di-
, . Rtiibuye á Appiano la noticia de que al entrai
hallaron aiganos vivos \ pero lo que dice el griego es que salieron i. rendi
Salcedo, Historia i>
,, Google
VII
LOS CÉSARES Y EL CiaSTIANISMO
U. Sertoría. — tS. Julio César en España.^ 4«. íDónde estuvo Manda? — «T. Los Balbos.
4S. Angosto. — Organización política y judicial de España-^Fisonomía general de la España
romana.^ (9. España bajo los emperadores. ^50. Cuitara hispano-romana.— 51. Las
bellas artes.— 5S. Estado económico y lida social.— S3. Predicación cristiana. jHabfa
judíos en Espaiia antes del siglo I? — 0[ganizacián de la Iglesia.
4%. — ■Conforme á su costumbre, los romanos enviaron á Iberia diez
•senadores para cimentar la paz entre los pueblos que Scipión y Bruto hablan
• conqtiistado* (i). Esta Comisión senatorial organizó á la romana los territo-
rios nuevamente anexionados, y fomentó en general la romanización de la
Península. Observamos que á sus trabajos hubo de seguir un período de tran-
quilidad, sólo turbado por una guerra de partidas en Lusitania, que duró
quince años, y ala cual puso término Craso (109). En 123 Quinto Cecilio Mé-
telo había conquistado las Baleares, ó, mejor dicho, exterminado los nidos de
piratas que allí había desde la segunda guerra púnica, y en Mallorca (hoy
Palma) y Pollentia fueron establecidos como colonos tres mil hispano-latinos,
número que demuestra lo abundante de la población romana en nuestra tie-
rra. Seguros los mares y los caminos de tierra, funcionando regularmente las
autoridades, pacificado el país, progresaron la agricultura, la industria y el
comercio, y lo mismo la cultura. AI terminar el siglo 11 teníase á España ya
por la posesión romana mejor organizada y más floreciente.
El siglo I (antes de J. C.) había de ofrecer otras luchas; pero de carácter
muy distinto que las de la centuria precedente. La guerra civil entre Sila y
Mario tuvo en España interesante y sangriento epílogo. Entre los partidarios
del segundo proscritos por el primero figuraba an caudillo de grandes ta-
lentos militares y políticos que el azar de las revoluciones trajo á nuestra
Península: tal fué Quinto Sertorio.
Natural de Nursia, se distinguió Sertorio, como todos los jóvenes patricios
de su tiempo, disputando en el foro, y en seguida se incorporó á los ejércitos.
En el año 98 era tribuno de la guarnición de Castulón en España. Ocurrió
que, exasperados por desmanes de la soldadesca, los vecinos urdieron un
complot para librarse de aquellos legionarios, y cierta noche, cuando los sol-
dados dormían, lanzáronse sobre ellos y degollaron á muchos: algunos se sal-
varon, y también el tribuno. Sertorio reunió á sus hombres dispersos, se re-
to Appiíro.
D,g,t7cdb/COOgIC
HISTORIA DE ESPAÜA IIS
volvió contra Castulón, é hizo allf lo que cualquier militar de cualquier tiempo
en semejantes circuastancias. De seguro que no les quedaron ganas á los cas-
tulonenses de repetir su hazaña de degollar soldados dormidos. ¥ no fué eso
sólo. Descubrió que los vecinos de una ciudad inmediata estaban en conni-
vencia con los de Castulón: en seguida marchó contra la ciudad cómplice.
Para no despertar sospechas disfrazó á sus soldados con trajes de castulo-
neoses, y asi se apresuraron aquéllos á salir á recibirle, y llevaron su castigo
cuando menos lo esperaban.
De España pasó Sertorio á la Galia cisalpina, y en la guerra de los cim-
bríos se ganó la amistad de Mario con su arrojo de penetrar como espía en el
campamento enemigo. En la guerra civil figuraba ya de cuestor, y en uno
de sus encuentros perdió un ojo. Sertorio — escribió Plutarco, — «tuerto como
• Aníbal, Antfgono y Filipo, á ninguno de estos tres fué inferior por el enten-
>dimiento, aunque lo fuese tanto por la fortuna». Vencido el partido de Ma-
rio, Sertorio, que mandaba un pequeño cuerpo de tropas, tomó el camino de
nuestra Penisula, donde las guarniciones de Lusitania fieles al bando derro-
tado le hablan proclamado pretor (i). Para venir más pronto pagó á peso de
oro á los montañeses alpinos el paso por sus abruptas tierras; y como alguien
le censurase por aquel dispendio, dijo: <quien medita designios grandes no
paga nunca caro el tiempo.»
¿Cuáles eran estos designios grandes de Sertorio? Pues hacer de la Es-
paña romana un baluarte primero, y una base de operaciones después, del
partido de Mario contra el bando de SiJa; esto es, continuar la guerra civil.
Su pensamiento constante fué levantar aquí un ejército que, repitiendo la
marcha de Aníbal, llevase á Roma el triunfo del partido popular. El obstáculo
que halló para realizarlo estuvo en que entre loS romanos de la Península, si
habla Mortfíoj, habla también, y quizás en mayor número, siíisias, y el gobier-
no de Sila envió ejércitos considerables; y asi Sertorio, aunque desplegó en la
empresa las más excelsas cualidades de político y de militar, sólo alcanzó á sos-
tenerse: esto es, realizó la primera parte de su programa; pero no pudo ni
siquiera intentar la segunda (2).
En su calidad de pretor de la Citerior, aunque parece que únicamente
llegó á dominar por entonces en Lusitania, Sertorio se atrajo á los naturales
con medidas tales como suavizar los tributos, suprimir la carga de alojamien-
tos, etc., y tratándolos afectuosamente; mas no se ha de entender por esto
(|ue se hiciera él lusitano ni que nunca significase su nombre protesta ú opo-
sición contra el dominio de Roma. Sertorio y su bando fueron siempre tan
romanos como Mételo y Pompeyo, que les hicieron la guerra. Las campañas
de Sertorio fueron dos: en la primera llegó á reunir 9.000 hombres; pero Cayo
Amnio, ganando por soborno al jefe sertoriano que guarnecía ciertos desfila-
deros (3), y persiguiéndole con las muchas fuerzas que trajo de la Galla,
le obligó á salir de la Península: vagó entonces por el Mediterráneo al frente
de una pequeña escuadra haciendo el corsario (4); pero llamado de nuevo
(1) Appiano dice terminantemente^ «Durante la Iregu» se dirigid d España, «n la que
de ■nLcmaní) habla sido nombrado pretar>.
(3) Consta que muchíiimos españoles ayudaron á Sila. Los gaditanos se distinguieron
timo en este lentido, que en recompensa de sus servicios i Mételo y Pompeyo Sila concediA,
secún unos á nueve y segisi otros á sesenta, el titulo y los derechos de ciudadano romano.
IVíase Cicerón, Pm Balbo].
(3} No al que mandaba en jefe, sino á un saballerno que asesinó al primero.
(41 Según FoUbío. en esta ípoca pensó pasar á las Islas Alorlunadas, donde, según rela-
ciones que le hicieron algunos comerciantes, la temperatura era deliciosa, soplaban de conti-
nuo vientos suaves y frescos como el roclo matutino. Se cree que Polibío alude i las Canarias;
pero hay disputas sobre esto.
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Il6 HISTORIA DE ESPAÑA
por SUS amigos hispanos, pasó el Estrecho, y derrotó á una escuadra de Sila,
mandada por Cota, surta en Mellaría (Tarifa). Desembarcó con 2.500 hom-
bres, de ellos 300 africanos, y se le incorporaron en seguida 5.000 lusitanos.
Poco era parad ejército que sostenía en Iberia el gobierno de Roma (120.000
infantes, 2.000 arqueros y 6,000 jinetes), formado de legionarios y milicias
locales. Para contrarrestar tan enorme desproporción Sertorio peleó á lo
j^errillero, siendo el Viriato romano: de este modo no sólo hizo frente á
Mételo y Pompeyo, sino que los derrotó muchas veces con audaces golpes
de mano, y dominó gran parte del país. Era supersticioso, como tantos otros
hombres de guerra. Tenia domesticada una cierva
blanca que solía acompañarle en sus marchas, mas
que de cuando en cuando desaparecía yéndose á
correr por el campo: en los días de uno de sus cho-
ques decisivos con Pompeyo la cierva andaba au-
sente, y Sertorio, tomándolo por ma! agüero, «es-
>taba triste y pesaroso, no intentando nada en cr-
iden á la guerra, preocupándole más la cierva que
>los propósitos de sus enemigos. Un día, cuando
»menos ya lo esperaba, vio venir corriendo y sal-
• tando ala cierva, y en seguida, sacudiendo su tris-
• teía y abatimiento, ordenó el ataque> (1).
Sertorio alcanzó una inmensa popularidad en-
tre lusitanos y celtiberos, de los cuales se formó
una guardia personal de amigos, juramentados á
morir defendiéndole. Pero, como político astuto, no
Sertí»». fiaba sólo en el cariño de sus parciales, sino que
buscaba más positivas garantías: asi, guardaba en
Huesca en calidad de rehenes á los hijos de ¡as principales familias ibérica», y
allí, sin duda para disimular el cautiverio con el mejor pretexto, los hacía ins-
truir por maestros griegos y latinos (2). Sin embargo, Sertorio no dejó nun-
ca de considerarse romano y de considerar á los romanos como superiores
á los que no lo eran; y, según uso invariable de todos los rebeldes contra
el gobierno de su patria, miraba el espíritu de ésta, no en la capital, domi-
nada por el partido que combatía él, sino en su campamento. <Roma — de-
cía — no está ya en Roma, sino donde yo estoy»; esto es, donde se defienden
y observan sus antiguas leyes y su libertad. Por eso contra el Senado ro-
mano, dócil instrumento de Sila, estableció él en Évora otro Senado compues-
to de ciudadanos romanos, y de esta suerte la ¡dea de Roma, hasta enton-
ces ligada indisolublemente alas siete colinas del Tlber, empezó á ensanchar-
se y, por decirlo así, á espiritualizarse, iniciándose una evolución que siglos
después coronó Caracalla declarando ciudadanos romanos á todos los subdi-
tos del Imperio.
Otro proscrito, Perpena, vino con un ejército á unirse á Sertorio; pero
tal hecho, que pudo haber sido tan favorable al general romano, no pudo
serle más adverso, Perpena, que se creía superior á Sertorio y que solóse le
sometió por fuerza, no tardó en urdir una conjuración contra su jefe. .\p-
piano cuenta de esle modo el trágico fin del famoso caudillo: <AI año si-
• guíente {73 antes de J. C.) Pompeyo y Mételo venían con mayores fuerzas
,,.CoogIc
HISTORIA DE ESPAÍÍA I 1 ?
•contra su CDemigo, y á la vez Sertorio, trastornado su juicio como por obra
>de los dioses, inactivo y huyendo de los trabajos tanto como antes habfa
• sido al revés, empezó á darse á las mujeres y á comer y beber, y de tal es-
>tado de su ánimo se siguió que en la campaña llevase la peor parte. Irrítá-
• banle los reveses, y concebía sospechas de todos; no se fiaba de nadie, y era
• cruelísimo en los castigos que im-
>ponfa. Por estas cosas empezó á re-
• celar Perpena y á temer por su per-
isona, yconcibió el propósito de apo-
• derarse de Sertorio por asechanzas.
• Confió su pensamiento á diez hom-
• bres; pero, descubierta la conjura,
• unos pagaron con la vida, y otros se
• salvaron huyendo. Perpena no pudo
• ser aprehendido (i) y procuró accle-
• rar el negocio. Sertorio estaba siem-
• pre rodeado de su guardia; pero cier-
>to dfa fué á un banquete con unos
•amigos prescindiendo de la guar-
idla, y allí, cuando él y sus adictos
• se hablan emborrachado, perdió la
>vida>. No se sabe dónde ocurrió
esta tragedia. Perpena intentó con-
tinuar la guerra; pero no tardó en
caer en manos de Pompeyo, que le
hizo ejecutar,
45. — julio César vino á España
cuatro veces. Aquí empezó su carrera
militar. En el año 68, teniendo él
treinta y dos, vino como cuestor del
pretor Antistio Vetus. A este su pri-
mer viaje se refieren dos singulares
anécdotas de su estancia en Cádiz.
Una, que visitando el templo de Hér-
cules, al ver la estatua de Alejandro
M^no que allí había rompió á llorar,
y dijo que lloraba porque á su edad
Alejandro habfa ya conquistado el
mondo, mientras que él no había he-
cho nada sonado. La otra, que una
noche soñó la comisión con su madre ■'" "
del incesto más repugnante, lo que,
según Suetonio, significó, que había de abusar de su patria. Por Cicerón (2) sa-
bemos que César reformó el gobierno municipal de Cádiz abrogando lo que to-
davía quedaba de la época cartaginesa: asi, los sufetas fueron reemplazados por
aimitmri, y es probable que por este tiempo dejaran de usarse todos los nom-
bres púnicos, aun los propios y familiares. A principios de aquel siglo figuraba
un gaditano influyente, muy partidario de Sila, llamado Asdrúbal, y después
(1} De aquí puede deducir
le que Perpe
na no i
bnenl
ahu.
esle de Sertorio, sin
0 que cada
cindillo debd de tener 1
I> suy», *
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especie, qae ac
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Perpena as
mo í Senorio 1
1 banquele.
F.I asesinato debió de se
r obra de
3S por ■
0 de Perpena.
(i) FreBatbú.
,, Google
lis HISTORIA DE ESPAÑA
ya no se leen en las historias ni en las incripciones más que nombres latinos.
César volvió á nuestra Península en el año Go con la dignidad de pretor.
£1 motivo que le trajo entonces no pudo ser más ruío: sacar dinero para salir
de las trampas que le agobiaban en Roma. Los acreedores no le dejaron par-
tir hasta que Craso fió por él la enorme suma de 850 talentos. No es de
maravillar que un gobernador impulsado por tales propósitos moviese gue-
rra en cuanto llegó á las pocas tribus lusitanas y galaicas'que todavía se con-
servaban independientes. Los historiadores concuerdan en condenar la du-
reza con que trató á los citados pueblos, asi como en admirar la heroica
firmeza con que algunos se defendieron en el monte Herminio (Sierra de la
Estrella). A su regreso á Roma, ya rico, formó el triunvirato con Pompcyo
y Craso,
Su tercera venida fué (año 49) ya en la guerra civil. Dueño de Italia y
habiendo hecho huir á Pompeyo á Grecia, no quiso perseguirle sin haber
antes destruido el ejército que su rival tenía en España. Este ejército, man-
dado por Afranío, Petreyo y Varrón, era la flor de las huestes pompeyanas.
Se cuenta que al venir á combatirle dijo César: «Vamos á pelear con un
>eiército sin general, para ir luego contra un general sin ejército.* Su cam-
paña en la Península, aunque muy breve, es una de las obras maestras de su
genio militar. En muy pocos días del mes de Agosto arrolló á Petreyo y Afra-
nio en la confluencia del Segre y el Cinca, y los hizo deponer las armas junto
á Octogesa (Mequinenza). Adelantándose á la Bética, donde Varrón tenia
otro ejército, convocó en Córdoba una asamblea de todas las ciudades de la
provincia, por el estilo de la que Scipión había tenido en Cartagena, y todo
se allanó á su prodigiosa fortuna.
La cuarta y última venida de César (año 46) es la que puso término á la
guerra civil. Los hijos de Pompeyo, Cneo y Sexto, levantaron en España el
ejército que disputó á César por vez postrera el imperio Mrbis tí orbe. Con ex-
traordinaria rapidez acudió el Dictador desde Roma: la guerra se desenvolvió
entre Córdoba y una ciudad llamada Munda, bajo cuyos muros se libró la ba-
talla decisiva.
46. — Uno de los puntos más controvertidos entre nuestros historiado-
res y entre los innumerables biógrafos de César y comentaristas de sus cam-
pañas, es el sitio en que fué Munda. Unos señalan la* cercanías de Málaga (1),
y esta opinión tiene á su favor la autoridad de Napoleón I. Otros, á Ron-
da (2). Otros, las inmediaciones de Córdoba (3). Otros, Palma del Río (4*.
Otros, Montilla (5}. Otros, un paraje denominado Rosa alta, entre Osuna y
Puebla de Cazalla (6). Otros, el cerro Gibalcín, junto á Jerez (7). La cuestión
es insoluble mientras algún descubrimiento arqueológico no la esclarez-
ca. Toda la disputa versa sobre la interpretación del texto de los Comentarios,
que en esta parte es muy breve y oscuro. Hasta el siglo xviii se creyó
que todos los Comentarios son obra de César. Federico II y Warnery pusie-
ron en duda su completa autenticidad, y desde entonces vienen trabajando
los críticos en distinguir las distintas manos que los escribieron. Es seguro
que basta el libro 7.", ó sétima campaña de las Gallas, fueron, como añrma
Suetonio, escritos por el grande hombre. Lo demás fué añadido por un cónti-
Méndez Silva, Tamayo de Vareas, .
Lafuente, <'or1¿i>, Madoi, Maltebru
(■'ernándeí V.ntttn (1), AurelinnoV
,,GoogIc
HISTORIA DE ESPAÑA II9
nuador — según unos, Oppio, y según otros, Hircio, — calificado, sea quien
fuere, por Napoleón I de tntptoy mediocre. Los trozos referentes á la batalla
de Munda no parecen ser siquiera de este continuador, sino de redactores
desconocidos que quizás se aprovecharon de apuntes de Hircio: asi resiilta
del profundo estudio critico de Nipperdie.
47. — Por aquel tiempo España empezó á dar á Roma hombres ilustres.
Los que abren la serie son los Balbos, tio y sobrino, llamados respectiva-
mente el Mayor y el Menor; ambos gaditanos. £1 primero, Lucio Cornelio
Batbo (ij, sirvió desde muy joven en el ejército, militando á las órdenes de
Mételo y Pompeyo contra Sertorio. En Cádiz le conoció César cuando vino
de cuestor. Pompejo le hizo ciudadano romano, le regaló una quinta y un
jardín, y se lo llevó á Roma, donde desde luego figuró en primera linea: fué
gran amigo del griego Teopbanes, protegido y confidente de Pompeyo. Du-
rante el triunvirato, los tres triunviros parecieron competir en honrar y pro-
teger á Balbo: sin embargo, otro gaditano, envidioso de la prosperidad de su
compatricio ([si será antiguo este defecto nacionall), presentó contra él una
acusación judicial en forma; pero ¿cuáles serian la importancia y las relaciones
del acusado, que mientras Cádiz castigaba con una multa al acusador y en-
viaba embajadores al pueblo romano recomendándole, fueron en Roma sus
abogados Craso, Pompeyo y Cicerón, que hablaron sucesivamente hasta ob-
tener para su cliente la libre absolución?
ti rompimiento entre César y Pompeyo fué un escollo en que pudo tro-
pezar la nave de la fortuna de Balbo; pero la habilidad del gaditano supo
evitarlo. Trabajó primero por reconciliar á los triunviros (3), y después abrazó
resueltamente la parcialidad de César. A Cicerón le disgustó esta conducta de
su antiguo amigo, y en sus carias de esta época le llama despectivamente el
tartesio, tildándole de advenedizo en Roma (3). Balbo, empero, reconcilió des-
pués á Cicerón con César, y fué senador, edil, pretor, y por último cónsul;
el primero no nacido en Roma que alcanzó tan elevada dignidad. Tuvo in-
mensas riquezas y popularidad muy grande. No se sabe cuándo muñó. Dejó
escritos un libro titulado Exegetion y unas Efemérides de César. Sólo se con-
servan de él cuatro cartas á Cicerón, dignas por su estilo de aquel á quien
, fueron dirigidas.
Balbo el Menor, sobrino det anterior y llamado igualmente Lucio Come-
nelio (4), ha dejado una memoria menos pura. Como militar fué brillante. Ve-
leyo Petérculo elogia el arrojo con que se introdujo en el campo pompeyano
para explorarlo y ganar á César la voluntad de Léntulo (5) poco antes de la ba-
(ll En latin balbus sj^iRca InrlamuJo. Sabido es que los rontanos hadan el pro nomins
A legando apellido de li^iina cualidad n drfeclo de la peifona. Kn una caiu á Papiíio Pelo
Cicerón alude festiTamenle si dereelo de Balbo: sin embarp". Nebrija, cuya autoridad en len-
gua latina es indiscutible, ínterpieta las voces lallulirt y batim por cecíar y ctt e¡<¡e. iCecea-
nao ya en lalln los andaluces como lo hacen ho^ en castellano? i'~s carioso representatnos á
Lacio Cornelio hablando en Roma an latm iindaiuiaJo. como en Madrid hemos oído i Cáno-
vas del Casliito, Albnrcda y oíros personajes modernos un cnítetlano que adolecía del mismo
delecto pronSdico.
<2) Castro (Iñiioria di Cádit) publica tiadocidas tas cortas que se conservan de las
mochas qne debiú de escribir en este sentido; v. e-: «Te ruego, Cicer<\n inio, que tomes & tu
'" ir á Císar T Pompeyo, á quienes la perüdia de algunos ha enemistado. Mo-
se reolizata esta grande obra.» Ftc, etc.
,^, «Tengo que ausentarme de Roma, escribid á Alteo, no sea que si voy al Senado á
defender la República me salga el Tartesio recIsmAndcme lo que debo á Císar.>'
(4) Esta identidad de notnbres engendra confusión entre las noticias biográficas de am-
bos ^Ibos; dnaestro juicio, quien mejor ha distinguido entre uno y otro es Castro. (lUíUxia
dr Caái%.}
(^) Justo Lipsio atribaye el íiitode la batalla de Farsalia á la seducci/in de Lintulc,
hecha por Ralt>o.|
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I20 HISTORIA DE ESFAÜA
talla de Farsalia, y en una de las escaramuzas de aquella campaña, siendo
centurión, recibió una herida. Procónsul de África imperando Augusto, some-
tió á los garamantas, y obtuvo en Roma el triunfo, con la particularidad de
haber sido el primer extranjero y el último particular que alcanzó tan grandes
honores, También Augusto le confirió el pontificado, con cuyas sagradas insig-
nias aparece su imagen en las monedas que los gaditanos batieron para hon-
rarle. £n Cádiz gobernó mucho tiempo, ya con el título de cuatororio, ya
como cuestor del pretor Asinio Polion, y construyó una nueva ciudad, lla-
mada Neápolis, junto á la primitiva Gades, que era muy pequeña. Pero á su
gobierno en Cádiz se refieren hechos que no le favorecen, tales como injustas
exacciones y la crueldad de que dio muestras en los juegos del dico empe-
ñándose en que un gladiador ya indultado por el pueblo siguiese luchando;
hubo un motín y pedrea contra Balbo, que reprimió éste con mano dura ha-
ciendo acuchillar á la multitud por un cuerpo de caballería y degollar al infe-
liz gladiador en la cavea del anfiteatro. Cierto es, sin embaído, que conocemos
estos sucesos por una carta de Asinio Polion á Marco Tulio, escrita en mo-
mentos de enemistad del pretor contra su cuestor por las cuestiones políticas.
La descendencia de los Balbos brilló en Roma centenares de años. En
una arenga al Senado el emperador Claudio ponía á|esta familia como ejem-
plo de las que venidas de fuera eran ilustres en la capital del Imperio. Rei-
nando Adriano fué cónsul CelioBalbino, y todavía en el siglo nt otro Balbino,
uno de los principales personajes de la época, se ufanaba de descender de les
Balbos gaditanos.
48. — Los españoles sometidos á Roma compitieron entre si y con los
romanos de las otras provincias en los homenajes, ofrendas y adulaciones á
César. Batiéronse en su honor monedas y medallas, erigiéronsete estatuas y
altares, y muchas ciudades tomaron su nombre: llliturge (Andújar) se llamó
Fomm yulium; Ittuci (Marios), Yirtus Jitlia; Astigi (Ecija), Claritas yniia,
etcétera, etc., servilismo que fué repitiéndose acrecentado con Augusto y
todos sus sucesores, aun los más indignos de respeto.
Augusto sancionó la división administrativa de España en tres provincias
que habían establecido los pompeyanos: Tarraconense (antigua Citerior),
Bética y Lusilania (antigua Ulterior, separada por el Guadiana). La Bética, .
enteramente romanizada y donde no había que temer sublevaciones de indí-
genas ni ataques de enemigos de fuera, fué provincia senatorial, es decir, con
gobernador titulado pretor, de carácter civil, que nombraba el Senado: las
otras dos, en que aún quedaban elementos hostiles á Roma, íucron provincias
imperiales y regidas por un legado del César, especie de capitán general con
tropas suficientes (legiones, auxilia y milicias locales) para lo que ocurriese.
La organización judicial y administrativa de las tres provincias era idén-
tica. £1 gobernador recorría constantemente su demarcación, y se detenta en
determinadas ciudades para fallar los litigios entre las tribu* ó entre los parti-
culares que por su calidad ó importancia no debían ser resueltas por las au-
toridades locales. A esas ciudades acudían todos los litigantes del distrito,
y ese concurso se llamaba convento jurídico. Consta que en tiempo de César
Cádiz tenía ya el carácter de convento jurídico, ó sea ciudad donde se reunía
el convento. Augusto fijó catorce conventos: en la Tarraconense, Tarraco, Cé-
sar Augusta, Cartagonova, Clunia, Asturiza (Astuga), Lugo y Braga; en la Lu-
sitania. Emérita Augusta (Mérida), Beja y Santaren; en la Bética, Gades, Hís-
palis, Kcija y Córdoba.
No sólo se reunían los representantes de la provincia para litigar, sino
para deliberar sobre los asuntos públicos, hacer reclamaciones al gobernador,
y hasta quejarse de él ante el César. Estas asambleas ó diputaciones provin-
D,g,t7cdb/COOgIC
HISTORIA DE ESPAÜA 121
cíales se parecían mucho á las futuras Cortes de la -Edad Media, y son sin
duda uno de sus positivos precedentes.
No eran estas asambleas et único contrarresto de la autoridad de los
gobernadores: teníanlo también, y muy eficaz, en la necesidad de proceder
en todo con arreglo á la ley escrita, pues no hay que olvidar que Roma fué
el pueblo jurídico por excelencia. Y además, en el respeto á las autonomías
locales, toda vez que e! gobierno romano era verdaderamente imperial, ó
gobierno de los gotíemos; un Estado superior dentro- del cual se desenvolvían
libremente mucbos Estados, con plena capacidad jurídica para lisiar, juzgar
y gobernar á sus respectivos subditos. Se llamaban colonias las ciudades fun-
dadas por romanos ó por latinos y que se regían por el Derecho ro-
mano ó por el latino, ó que, aunque no fundadas así, habían alcanzado
para todos los suyos el privilegio de la ciudadanía. Tarso en Cilicia tenía
semejante privilegio, rarísimo en los primeros tiempos del Imperio, y por eso
pudo decir San Pablo: cives romaitits sum. Los ciudadanos délas colonias pro-
piamente dichas gozaban de todos los derechos del qufrite, menos del sttf-
tragimm en Roma, por estar ausentes de la ciudad tterna, su verdadera pa-
tria. En España las colonias más famosas fueron: Hispalis, fundación de ve-
teranos de César; Itucci, Attubi, Cartagooova, Valentía, Tarraco, Celsa,
Acci (Guádix), Scalabis, Corduba, Asta Asido, Astigi, Ilici, César Augusta,
Emérita Augusta, etc.; unas romanas, otras latinas; unas por origen, y otras
por privilegio.
Los municipios eran ciudades autónomas que, á semejanza de Roma, se
regían por un senado (luria) y dos cónsules {duumviri). El pueblo también
lomaba parte activa en el gobierno local. Dividíanse los habitantes en duda-
danos ó vecinos, íncolas ó domiciliados y kospites ó adventores (transeúntes). Los
funcionarios municipales eran los ediUs^ los cuestores ó tesoreros, los lictores
(maceros 6 alguaciles) y los quinquenales, que formaban el censo. Las leyes
locales esculpíanse, como en Roma, en tablas de bronce. A fines de Octubre
de 1851 fueron descubiertas en Málaga dos de dichas tablas que contenían la
primera diez y ocho leyes y la segunda nueve, pertenecientes á los munici-
pios malagueño y saipcnsano (1). Los epígrafes de algunas de estas leyes dan
idea de su contenido; «De la celebración de los comicios». tEn qué curia
han de votar los incolas>. «De los bienes comunes de la ciudad», etc., etc.
En 1870 se descubrieron junto á Osuna otras tablas del mismo género, con
la particularidad de no ser de municipio, sino de la colonia Genua Julia (2).
La colonia, especialmente la romana, era superior al municipio en cuan-
to el ciudadano romano lo era á quien no había alcanzado tal honor. Pero en
cuanto á libertades locales, disfrutábalas el municipio más amplías y segu-
ras. Por eso á medida que los privilegios de ciudadanía fueron debilitándo-
se la condición de municipio parecía preferible á ta de colonia. Aulo Gelio
refiere en sus Noches áticas que Adriano reprendió á los de Itálica porque,
siendo municipio, solicitaban el titulo de colonia, creyendo el Emperador que
pedían menos de lo que ya poseían (3). Gades, con ser ciudad tan importan-
• Ú EtluMoi ¡obre ht dot bromct mcimtradts en Málaga á fines de Octubre de iS^t por t¡
■Lniar D. M-íttuel Rodri¡pie% de Birlanga. Málagft, 1IÍ53. Según Berlinga, el municipio sil pen-
»no estaba catee Ronda jr Utrera: otroi, dindándose en una iascripción, lo sildan entre Utrera
V I^OtODil.
(2) Loi bronces de Osuna, que publica Manuel Rodriguet Berla-iga.tJliXt^», 187J.
ji Ello puede explicarse tambita considerando que el Ifluto de colonia no entrababa
Caía los habitantes el de cíudadiDOS romanos, toda vez que habla colonias latinas cu<ros
■bituiles DO eran ciudadanos romanos, sino simplemente latinos. Quizás fuera esta condición
inferior ü solicitada por lUUica.
,, Google
122 HISTORIA DE £SPA(>A
te, siempre fué municipio, y se consideraba
colonia, no de Roma, sino de Tiro (l).
La condición de municipio no significa-
ba el máximum de autonomía Jocal: habia
además las ciudades impunes — tan pocas,
que en España sólo eran seis, — que no te-
□ian que pagar ningún tributu á Roma y sc
gobernaban con entera independencia, y las
confederadas, que Roma consideraba, no
como sometidas, sino como aliadas. Hn cam-
bio, se llamaban tributarias las que tenían
que rendir tributo al Gobierno imperial, y
stifendiarias las agregadas á otras de mayor
importancia. Según Plinio, se contaban en
la Bética 175 ciudades, 9 colonias, H muni-
cipios, 29 latinas, O libres, 3 aliadas y 120
tributarias. \Ln análoga proporción estaban
en la Tarraconense y en la Lusitania. An-
Nerón. dando el tiempo todas estas diferencias fue-
ron borrándose; pero en la época de la con-
quista y en la primera del Imperio contribuyeron eficazmente á la dominación
romana. Las ciudades rivalizaban entre si por alcanzar el título y rango
que no tenían, é iban al convento jurídico á exponer al pretor sus aspiracio-
nes encontradas y á disputar unas con otras: el Gobierno imperial lo deci-
día todo con arreglo á la ley escrita ó á las inspiraciones de la equidad,
y ta paz material era un hecho en la Península. Contribuían á su sostenimien-
to el ejército permanente y la red de caminos que cruzaba y recruzaba el te-
rritorio entero. Una ve^ pacificado el país las legiones tuvieron sus castras
estables, en que vivían los soldados durante su largo servicio (veinte años)
con sus mujeres é hijos, por modo análogo á los guardias civiles y carabineros
actuales; algunos de aquellos campamentos se convinieron en ciudades, como
el de la Legio séptima gemina, que fué la ciudad de León. En época de paz
los legionarios trabajaban en las obras públicas, ó en cortos destacamentos
guardaban las carreteras persiguiendo á los ladrones; para este último ser-
vicio tenían torres de trecho en trecho, generalmente levantadas en los altos,
de muchas de las cuales todavía se encuentran restos después de haber
servido en la Edad Media de fortines á moros y cristianos, y en la guerra de
la Independencia á los puestos del ejército napoleónico. Los caminos que los
romanos construyeron ó perfeccionaron eran generales, dependientes de la
Administración imperial, ó locales sostenidos por las ciudades: medíanse por
millas, que constaban de ocho estadios, señalados con columnas de piedra
(signa ó semeia), contando desde el Milirio, establecido en Roma por Augusto
como punto céntrico de todas las provincias. Los pueblos de etapa ó descanso
para el viajero se llamaban mansiones.
49. — Es lo cierto que España, unificada por la acción civilizadora de
Roma, ni antes ni después ha tenido un periodo tan largo de paz interior
■como bajo los emperadores romanos. Fueron cinco siglos de orden y tranqui-
lidad, sólo turbados por la irrupción pasajera de algunas tribus berberiscas
en la Bélica (siglo iij y de otras tribus de francos por Cataluña (siglo 111), por
las depredaciones de los piratas en las costas y por alguna que otra altera-
si tíluio de colonin -se rtlen'a princip símenle Ú ongec,; el de mu-
D,g,t7cdb/COOgIC
HISTORIA DE ESpAÍt/i I>3
ción de carácter local. Tan prolongada paz, tantas generaciones pasando por
la vida sin ejercitar las virtudes guerreras, hablan de producir su natural re-
sultado: el progreso material é intelectual, una cultura intensa; pero también
una debilitación muy sensible en las cualidades viriles de la raza. Así, los
hispano-romanos, hijos de gentes lan batalladoras y heroicas como las que
hablan luchado durante dos siglos por la posesión de la Península, unas con
el valor ciego y tumultuoso de los bárbaros, otras con el valor inteligente y
disciplinado de los pueblos cultos, al concluir el periodo de paz parecían otros
hombres, y nadie hubiera podido reconocer en ellos á los descendientes de
los guerrilleros de Viriato y de los soldados de Scipión: hablan alcanzado, si,
un alto grado de civilización, pero eran incapaces para defenderla; se habían
afeminado, y unos cuantos bárbaros del Norte que no sabían leer ni escribir,
mas que no temían dar ni recibir golpes en los campos de batalla, fueron
iMstantes para reducirlos á servidumbre.
Mientras no llegó tan triste caso todo fué bien, y bajo el Gobierno impe-
rial disfrutó España de la ventura de no tener apenas historia política.
Augusto declaró á toda la Península tributaria de Koma; es decir, par-
te integrante del Imperio romano. El año 58 (antes de J. C.) se hizo
esta solemne declaración, y de ahí parte la «era de Augusto> ó »era espa-
ñola», sistema cronológico por el cual se contó en Cataluña hasta iiíjo, en
Aragón y en Castilla hasta 1383 (1). En el ano 26 vino el Emperador á Es-
paña para someter á cántabros y astures, únicas naciones que se mante-
nían independientes. Fueron atacados aquellos rudos montañeses por tierra
y por mar: la guerra fué larga, difícil y sangrienta. Los cántabros dieron en
el Monte Medulio y en otros lugares ejemplos de heroica ferocidad, igua-
les al de Numancia. Hubo primero una sumisión aparente; después, una
rebelión, seguida de otra guerra de exterminio. Por fin Agripa, yerno del
Emperador, pudo vanagloriarse de haber humillado la cerviz de pueblos tan
indómitos, y escribir Tito Livio: «España, la primera región que invadieron
>los romanos, y la última que sometieron>. La guerra cantábrica concluyó en
el año 19.
Ya no hay suceso político digno de mención histórica hasta el reinado
de Nerón, en que las legiones de España proclamaron emperador á Galba,
procónsul de la Tarraconense (año 68 después de J. C). Otón (año 69),
lucesor de Galba, había sido también gobernador de Lusitania, y agregó á la
provincia de fiética la comarca septentrional de África con el nombre de
//ispamia íittgitana, de su capital Tingts (Tánger). Vespasiano concedió á to-
dos los españoles el Derecho latino. En tiempo de
DomicJano un procónsul de España fué acusado
ante el César por sus subditos de injustas depre-
daciones: defendieron la causa de los subditos Pli-
nio el joven y el andaluz Herennio, y el procónsul
salió condenado al secuestro de sus bienes. Traja-
no y Adriano fueron de Itálica, aunque el segundo
nació en Roma, y de este modo la Bélica, que ha-
bía dado en Balbo á la Ciudad eterna el primer
cónsul forastero, le dio también en Trajano el pri-
mer emperador no nacido en Italia. Adriano, que
tenía por máxima «el emperador debe ser como el
(1) Nida mis Ucilque reducir IossKoü de la era de Au-
i Im cristiaDS, por que ahora contamosi no hay más que
-*-' -^ dÜrainaJT, l^n los casos, treinta y ocho aüos. César Augusto.
,, Google
124 HISTORIA DE ESPAÑA
•Sol y alumbrar á todo el Imperio», estuvo en España, y en Tarragona con-
vocó y presidió una asamblea general de las tres provincias hispánicas, en
que, por cierto, los representantes de las ciudades negaron al César el con-
tingente militar que habia pedido. (No se ve en esta lucha la imagen perfec-
ta de las futuras Cortes castellanas y aragonesas?
Caracalla segregó de la Tarraconense el extremo occidental y creó ana
nueva provincia, que se llamó primeramente Hispania ciierior antvmtiia-
na, y después Galecia. Sin embargo, lo más importante de su Imperio fué
declarar ciudadanos romanos á todos los subditos
de Roma (año 21G}. Diocleciano dividió el Impe-
rio en prefecturas-, las prefecturas, en diócesis, y las
diócesis, en provincias. España fué una diócesis de
la prefectura de las Gallas, y sus provincias. Tarra-
conense, Cartaginense, Bética, Lusitania y Galecia;
anejas, la Baleárica y la Tingitana. Finalmente, el
último emperador grande que hubo ^n Roma, Teo-
dosio, español fué, é hijo de otro español ilustre,
también llamado Teodosio. Teodosio el padre, des-
pués de haber libertado el África y conseguido mu-
chas victorias, fué recompensado con el cadalso: su
hijo, el futuro emperador, se retiró entonces del
ejército y de los negocios públicos, dedicándose,
nuevo Cincinato, á cultivar su heredad, que era
una buena posesión en Cauca, entre Segovia y Va-
¡ííwVaT de C°rdTbr''y "adolid. Allí vivfa tranquilo con su madre, Ter-
inae«tro de Nenin, (|u¡en mancia, y su mujer, Facila, ambas españolas, y de
le condenó í muerie; alH le sacó Graciano para asociarle al Imperio. En
año 65. g| reinado de su sucesor, Honorio, entraron los
bárbaros en España.
50. — Durante toda esta época la cultura fué á la vez extensa é Intensa.
Las lenguas habladas antes de la conquista, y que, como dice Strabon, eran
muchas y diversas, fueron reemplazadas por el latfn, no quedando de lo anti-
guo más que el vascuence, relegado á las fragosidades del Pirineo. La lengua
latina fue el canal por donde vino á los españoles la antigua cultura greco-
romana ó, quizás mejor, enteramente griega, ya que los romanos no hicieron
más que asimilársela y cultivarla con más ó menos ventura en algunos, no en
todos sus órdenes. El idioma griego debió de ser abandonado en el trato de la
vida hasta en las colonias helénicas de Levante, siendo únicamente conoñdo
de los sabios ó ilustrados. Es evidente que la lengua latina no fué nunca pro-
nunciada de una manera uniforme en todo el Imperio, y que su corrupción po-
pular debió de comenzar con su misma expansión; mantúvola en el libro y en
el discurso la educación hteraria, basada en el estudio de los buenos autores.
En España tuvimos scholas (escuelas de primeras letras) dirigidas por gramm-
íistas ó liberatores, y escuelas de disciplinas liberales, en que, por lo menos
desde el siglo 111, contábanse el triviitnt (Gramática, Retórica y Dialéctica) y
el quairiviitm (Aritmética, Geometría, Música y Astronomía), escuelas parti-
culares en que los discípulos pagaban al maestro, á diferencia de las otras
citadas, costeadas por las curias, y, ?in3.\me.ntz, pedagogos 6 preceptores de los
niños ricos. Las Confesiones de San Agustín nos ofrecen un cuadro, admirable
por su colorido, de lo que era un retórico ó profesor superior en los últimos
tiempos del Imperio. Tenía el Santo colegio particular en Cartago, y lo aban-
donó porque los alumnos cartagineses, mal educados ó indisciplinados, daban
bromas inciviles y hadan crueles burlas al maestro; se trasladó á Roma, donde
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lajuveDtudpareciamás discreta; <pero allí me informaron — escribe San Agus-
'tía — deque los estudiantes, por no pagará su profesor, se conjuraban para
•pasarse de repente á otra escuela, faltandoá la palabra empeñada». Para evi-
tarse tan graves sinsabores San Agustín decidió entrar en el profesorado oñ-
cial, aprovechando unas oposiciones á la cátedra de Retórica anunciadas por
la curia de Milán. Otros documentos de la época nos informan de que la ge-
neralidad de los profesores oficiales tampoco lo pasaban bien, porque los mu-
nicipios descuidaban mucho el pago del sueldo y de la ración de víveres en
que consistía el estipendio del maestro, e¿ cualsoua
¿tier hasta el pan qne comia. \Qaé antiguos son cier-
tos malesl
A pesar de todo habla ensefianza, y los librari
^copistas) hadan multitud de copias de los tratados
que merecían el favor del público, escribiéndolas,
ya en tabletas enceradas, ya en papyrus ó en per-
gamino; y estas copias se vendían en las taberna
(tiendas), y habla bibliotecas públicas y particula-
res; y considerable afición á la lectura. No es de
maravillar que se desarrollasen las letras. Los es-
cntorcs hispa no- la ti nos tormaron un grupo, el más
brillante que presenta el Imperio romano fuera de
Italia; basta citar — ya que las proporciones de este
libro no consieoten otra cosa — los nombres de am-
bos Sénecas, de Lucano, de Quintiliano, de Marcial,
de Columela, de Pomponio Mela. ¡Qué provincia del Teodosio el Gramü.
Imperio pudo gloriarse de una galería semejante?
51. — Nuestra Península es rica en monumentos romanos acreditativos
de lo arraigada y brillante que fué aquí la civilización latina.
De caminos ó vías quedan trozos en varias comarcas: el más importante
es el llamado cantÍMo líe la plata (entre Salamanca y Alba de Tormes), resto de
la gran carretera que unía á Zaragoza con Mérida.
Fuentes tenemos tres: el del Diablo, en Martorell; el de Mérida, y el de
Akdníara. Acueductos, tres ciertos: el de Segovia, el de Mérida y el de Ta-
rragona: otros se señalan como romanos; pero, ó consta su falta de autentici-
dad, ó es muy dudosa. De construcciones militares son notables: la parte más
moderna de las murallas de Tarragona (según el notable arqueólogo González
Simancas, todas ellas); el edificio de la misma ciudad denominado Casa de Pi-
lotos, que probablemente fué un cuartel; las murallas de Lugo y el trazado y
base de las de León; la Torre de Hércules (Coruña), que debió de ser un
fuerte costero, etc.
Arcos triunfales hay cinco, por lo menos, de autenticidad rigurosa: el de
Martorell, junto al Puente del Diablo; et de Gabanes, el de Capera (entre
PIssencia y Granadilla-Ventas de Caparra); el de Mérida, que quizás fué parte
de un edificio desaparecido, y el llamado Portal de Bará (en la costa, entre
Barcelona y Tarragona), erigido en honor de Lucio Licinio Stira, general de
la época de Trajano.
Espectáculos públicos: en Mérida, las Siete Sillas, ó sean siete gradas
del teatro de Emérita Augusta, y restos del Circo máximo y de la naumaquia.
En Sagunto, el teatro, que es el mejor conservado del mundo, mediante el
cual cabe, por tanto, formarse mejor idea de cómo eran los teatros romanos.
En Itálica, restos del anfiteatro. De templos y palacios no hay más que frag-
mentos arquitectónicos; el templo de Augusto en Tarragona '
por medallas.
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126 HISTORIA DE ESPAÑA
En sepulcros es nutabilfsimo et llamado de los Scipiones en Tarragona,
que probablemente fué de una dama, Cornelia, de donde debe de haber
venido la confusión que le ha atribuido á los dos generales primeros conquis-
tadores de la Península. Tenemos muchísimas tumbas ordinarias y lápidas
sepulcrales; dos que se guardan en el Museo Provincial de León y una en el
Arqueológico Nacional ofrecen en su ornamentación el arco de herradura
como elemento decorativo arquitectónico, demostrándose asi la remota anti-
güedad de este arco en la Península, falsamente atribuido á los árabes, que
lo tomaron de la España latina y visigoda.
La colección de estatuas y bajorrelieves romanos más 6 menos deterio-
rados es copiosfsima: hay hermosos ejemplares en el Museo Arqueológico
Nacional y en las provincias de Tarragona, Barcelona, Sevilla, Cádiz, etcé-
tera. Constantemente se descubren más.
Respecto del arte latino cristiano dispútase sobre si la iglesia subterrá-
nea de Santa Engracia (Zaragoza) y otras criptas de catedrales y otros tem-
plos son catacumbas: la más probable atribución de éstas es la de Santa ¿m-
gracia, donde se conservan unos sepulcros del tiempo de Constantino. Las
ruinas de Cent-Celias, en el pueblo de Constanti (Tarragona), pertenecen,
según arqueólogos modernos, á una viUa que fué del emperador Adriano, y
aprovecharon los primeros cristianos para iglesia. También se considera como
de la época romana la cripta de la catedral de Santiago; y en cuanto á se-
pulcros, hay varios (Gerona, Astorga, Valencia, etc.).
52. — De la fertilidad de España hiciéronse lenguas los escritores roma-
nos. Nuestra Península enviaba, en efecto, á la imperial metrópoli, como/r^-
vincia ntitrix que era, grandes cantidades de trigo, aceite de la Hética, esií-
madlsimo ya en aquel tiempo, lo mismo que el fiicff át Cddi£ (Jerez) y el la-
cttano (del Priorato). Del próspero estado de la agricultura puede juegarsc
por aquellos encomios y estos datos, asi como de la abundancia de población
rural en algunas regiones, especialmente Andalucía, por tos muchos vestigios
y ruinas que se hallan constantemente: hasta en parajes que son hoy vastos
despoblados hubo poblados, algunos importantes. Durante la dominación ro-
mana el valle del Guadalquivir debió de ser por ambas riberas del rio como
una ciudad inmensa. Con la agricultura competían la cria de ganados y la
pesca: también habla fábricas de salazón, industria que, según parece, ve-
nia ejerciéndose desde la época de los fenicios, que la implantaron. Pero nada
en este orden económico tenia la importancia de la minería. Se cuenta que
sólo las minas de Cartagena ocupaban á cuarenta mil trabajadores: unas mioas
eran del Estado y otras de las ciudades ó de particulares; y en pocos puntos
de nuestro territorio donde al presente hay minas 6 posibilidad de haberlas
dejan de hallarse rastros de las galerías construidas en aquel tiempo, tan ba-
jas y estrechas, que los mismos mineros — esclavos de la pena ó del dueño —
tenían que andar á gatas con un farolillo puesto en la frente, sin ver nunca
la luz del día ni abandonar la incómoda postura como no fuera para tenderse
á lo largo. Esta visión del antiguo minero es una de las que más horrible-
mente impresionan cuando tratamos de imaginarnos la vida de la pobre Hu-
manidad en los tiempos pasados.
En la España romana, como en todo el Imperio, reinó la esclavitud
con todas sus terribles manifestaciones y consecuencias. Puede añadirse
que la esclavitud era en aquella sociedad el fundamento del orden eco-
nómico, y, por tanto, del orden social. Si de súbito hubiera desaparecido
tan bárbara institución, habría sido menester suspender todos los traba-
jos, interrumpir la vida. Pero también en España, como en el resto del
Imperio, empezaron á ser minados los cimientos de la esclavitud por el in-
D,g,t7cdb/GOOgIC
HISTORIA DB ESPAÍÍA IZJ
tlujo civilizador y libertador del Cristianismo desde los principios de la pre-
dicación cristiana.
53. — En su epístola á los romanos escribió San Pablo: 'Cuando me en-
'caminare á España, espero veros al paso y que me acompañaréis basta
• allá>. Y un poco más adelante: «Pues cuando haya cutitplido esto (entregar
<el producto de una colecta hecha en Macedonia y Grecia para los pobres de
•lerusalén) iré á España, pasando por ahi* (l). En su epístola á los corintios
San Clemente asegura que San Pablo llevó la fe 'hasta el último confín del
>Occidente», No se sabe más de cierto de la predicación de San Pablo en
nuestra patria (2). Respecto de la de Santiago, los testimonios históricos más
antiguos son del siglo vii (3). Próximamente de la misma época los que cer-
tifican la venida de los siete Varones apostólicos enviados de Roma por San
Pedro y San Pablo (4). Lo incontrovertible «s que el Evangelio fué predicado
aquí en el mismo siglo ]. V ocurre preguntar: jHabfa por aquel tiempo ju-
díos en Españai* Las tradiciones rabinico- españolas suponían su antigüedad
en nuestra tierra desde la primera dispersión; esto es, desde el imperio de
Nabucodonosor, y así lo asegura Imanuel Abaad en su Nomología (5). Aún de
antes de Nabucodonosor sabemos que las naves de Salomón navegaban con
las del rey de Tiro Hirán. Strabon asegura que en casi todas partes flo-
recían colonias judaicas, y Filón, que «las había en todas las tierras fértiles de
>Asia, África y Europa». «Las actasde los Apóstoles> indican que la cos-
tumbre de éstos al llegar á cualquier ciudad era ir ¿predicar en la Sinagoga
la resurrección de Cristo, y cuando eran rechazados allí pasaban á predicar
á los gentiles. ¿Hicieron Ío mismo en España? Cabe sospecharlo; pero no se
puede afirmar. £1 primer documento de la existencia de los judíos en España
es el Concilio de Iliberís (año 300), aunque los cánones de aquella severa
asamblea presuponen una existencia ya muy antigua del elemento hebr^co
convÍTÍendo coa los demás de la población española (6).
Los hechos de nuestra historia eclesiástica referentes á su primera y más
interesante época de propagación del Evangelio y persecuciones y martirios
están desfigurados y falseados por aquellos escritores, más sandios que per-
versos, que en tos siglos xvi y xvii se dedicaron á inventar tradiciones é his-
torias de santos acreditándolas con documentos apócrifos, creyendo así ser-
vir á ta causa de Dios y fomentar la piedad de los fieles, como si á Dios se le
pudiera servir con la meotíra, y la piedad basada en el error no fuera supers-
ticiosa. Quien más se distinguió en estas tristes empresas fué el P. Jerónimo
Román de la Higuera; pero no fué sólo él quien tas acometió. Servicio seña-
di XV: 34 T aS.
,i> «No se lista de nn> tndicióa <1« la [gl«sia de E:
inm tradición general y aDiiqniííma de la Iglesia gii^a y
liña Je Ui Helerodtxo! tspañflti).
(3) El libro i^.vr'uwaíj/v/'ii/ruiw, atribuido á San Isidoro, el Misal fiAtico ó muzirabe,
> UD comeatarío lobre Nahum, atribaldo á San Julián, Iodos de Ib época visigoda.
U) Pleiiry dice que no encuentra apoyo i esta tiadicióD hasta el siglo ix; pero eloRcio eiS-
tico habU ya de los Varonei spostáikos (víase Flores. Esfañn Sagrada, 1[[, IV, y LtJuenle, Hii-
Ijria eeliiiáílUa di Esfaña, I, cap. I). S^án la rradición, los siete Varones se llamaban Torcua-
10. Teiifonte, Segnodo, Indalecio, Cecilio, Esicioy Eupaso. — Fila y Fernández Guerts, Rnucr-
■i^'i di MU viejt á Saitl¡a/;o dt Galicia (Madrid, l33l)< En estn obra, ademis de los documentos
hiitñricos, se citan y describen loa arqueolúgicos de época romana, que apoyan la tradición.
'J) Véase el texto en loi Estudios sobrí los judíos de España, por Amador de los Ríos.
(6j En Adía, de la provincia de Almería, ta anticua Abdera que acuitó monedas púnicas,
le bailó ana inscripción del si^lo 1 ó u de la era cristiana |H(ibnet, Instriplienes hispamic la-
iiHo, DÓm. 19S1), sencilla lipida lepulcral de la niHa que falleció en edad de nn año, cuatro
cuatro meses v un día, expresando el epitafio que era Judia (EVDEAI y se llamaba Salomonl-
Ua (SALOMONVLA).
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129 HISTORIA DE ESPAN'A
ladlsimo prestó á la verdad D. José Godoy Alcántara con su obra Historia
critica de tos falsos crtmicones (i), en que sacó á la pública vei^enza á los ne-
cios inventores de tantas patrañas. Pero todavía quedan bobos ó torpemente
interesados en reconocerles algún crédito.
Por fortuna, aunque no tantos como desearíamos, no faltan testimo-
nios históricos de la edad heroica de nuestra Iglesia. En el siglo ii Tertu-
liano certifica que la fe cristiana estaba extendida por toda la Península (2).
A ñnes de la misma centuria el retórico Arnobio llamaba innumerables á los
cristianos espafloles (3). De la misma época son las actas del martirio de San
Fructuoso, obispo de Tarragona, y 8us diáconos Augurio y Eulogio (4). Mas
quien nos lia conservado con la perenne frescura de la poesía los laureles
sobrenaturales conquistados por nuestros padres en la fe es Aurelio Pruden-
cio, Pindaro cristiano, según Eragmo; el Tuds inspirado poeta lírico que vio el
mundo latino después de Horacioy antes del Dante, en sentir de Villemain. En
sus himnos se refleja la trágica belleza de los mártires, toda la sugestiva
grandeza en que
Mas de teñiise la gentil espada
Ni un punto en sangre de los naestros cesa;
A cada eolpe del granizo brotan
Mártires oaeToi (5).
En tiempo de Díocleciano vino á España como gobernador 6 presidente,
un tal Daciano, que persiguió cruelisimamente á tos discípulos de Cristo.
<No hubo extremo ni apartado rincón de la Península, desde Laletania á
'Celtiberia, desde Celtiberia á Lusitania, donde no llegase la cruenta ejecu-
>ción de los edictos imperiales» (6).
Pero la Iglesia fué organizada en medio de tan deshecha tempestad. A
mediados del siglo iii sabemos que había obispos, presbíteros, diáconos y
simples fieles. El Concilio de Ilíberis ó de Elvira, celebrado á principios del
siglo IV (7), nos ofrece el cuadro completo de la España eclesiástica: reunié-
ronse allí diez y nueve obispos, cinco de la Tarraconense, tres de la Lusitania
y el resto de la Bélica, y asistieron también hasta treinta y seis presbíteros,
representantes de obispos ausentes ó acompañantes de los que concurrieron.
Distínguense los cánones de Elvira por su rigidez, no sólo con los judíos y
herejes, sino con los simples pecadores: tal severidad hace suponer, ó una ex-
traordinaria pureza de costumbres en los cristianos de aquella época, ó que
ya se había ingerido en nuestro modo de ser religioso la dura severidad que
habla de caracterizarnos en lo futuro.
(i) Premiada poc la Real Academia de la Ilistoiia y publicada á sos expensas. 186S.
(2) Centra Jtidafs. V[I.
(1) Centra GtntiUi. libro 1.
(41 Alta 5ancli Fruíluosi (Ruinan). Eifaña Sagrada. XXV.65-II.
(5I jñmtm in honor df ¡01 mártires de Zarogota. Traducción de Menéndn Pelajo.
lili Menéndez t'elayo. Htltrodoxos.
(7) En el siglo \vi solí» asignarse al Concilio la Techa de 334 á 325: pero los trabajos
críticos de Mendoza y Klúrez la colocan en el .loo b 301.
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VIII
EDAD MEDIA
H. InvastóD de los btrbaroi. — IS, Lose<
ST. SiiuaciÓD de Espiíta en tiempo de M
ClodoTco.
54. — El martes 28 de Setiembre de 409, segÚD el cómputo de Idado,
cruzaron los Pirineos y se derramaron por nuestra Península tres copiosas
hordas de bárbaros: los alanos, acaudillados por Respendial; los suevos, por
Hermaurico, y los vándalos, por Gunderico. La causa ocasional de tan tre-
menda desgracia fué la siguiente: hacía tiempo que las Gallas estaban pertur-
badas y afligidas por un doble mal; la guerra civil movida por un soldado de
fortuna, llamado Constantino, que se iiabía hecho proclamar emperador y
fijado su corte en Arles, y la irrupción de los citados bárbaros y de otros
de la misma catadura que desde 407 venían vagando por toda la región y aso-
lándola y destruyéndola, ya por su cuenta propia, ya en calidad de auxilia-
res y mercenarios del usurpador Constantino ó del mismo emperador Ho-
norio; sin embargo, no extendían sus excursiones por España, merced á las
milicias hispánicas provinciales y locales que guardaban los pasos de la cor-
dillera. Esta salvaguardia no tardó en desaparecer. Constantino dió á su hijo
Constante titulo de cesar, y con él y un ejército vino Constante aquende los
montes á que la España romana reconociese la soberanía usurpada de su
padre: le salió su intento á maravilla, pues Didimo y Veriniano, de la familia
de Teodosio y que sostuvieron la causa de Honorio, sólo le ofmsieron una
hueste colecticia de siervos y clientes sin instrucción militar. Constante dejó
áEspañasometidaenteramentealaugustode Arles, y por gobernador al con-
de Geroncio. Pero sea que en cuanto su jefe hubo traspuesto los Pirineos
este conde se sublevase á su vez proclamando emperador á un tal Máximo, ó
que Constante ó Geroncio cometieran el desacierto de retirar de la linea pire-
naica las milicias hispánicas que la guarnecían encomendando su defensa á
mercenarios suevos y vándalos, el hecho positivo es que las nombradas hor-
das, ávidas de saquear un pais floreciente, se precipitaron por nuestros cam-
pos como un río que se sale de madre, y no hay en los tiempos históricos
memoria de invasión tan horrible.
Idacio describe con vivos colores sus inmediatos efectos: «Llevávanlo
• todo — dice — á sangre y fuego, y el hacinamiento de cadáveres trajo la
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I30
•peste, que hacia no menos estragos que el hierro de los bárbaros; y como
(dejaron de ser cultivados los campos, sobrevino un hambre tan espantosa,
>que llegaron los hombres á comerse unos á otros, y hasta hubo madres que
>se comieron á sus hijos. Finalmente, las ñeras, atraídas por el hedor de tanta
>carne muerta, bajaron á los pueblos, y entre tantos enemigos se iba aca-
>bando el género humano».
Por ñn, y según el mismo historiador, hartos de matar y saquear, los bár-
baros acordaron entre st establecerse de un modo permanente en la Penín-
sula, y á tal electo echaron suertes, tocando la Galecia á los suevos y parte
de los vándalos, Lusitania y Cartaginense á los alanos, y la Bética á otra tribu
de vándalos apellidados sillngos. Tomáronse estos tres reinos, ó, mejor dicho,
estas tres ocupaciones violentas del territorio; pero los hispan o- romanos se
mantuvieron independientes en muchos puntos y comarcas, ora por no ha-
berlos ocupado los bárbaros, ora por guarecerse los invadidos en algunas pla-
zas 6 fortalezas y resistir alK á la invasión. El sistema descentralizador ro-
mano dio entonces sus naturales frutos: los miembros del cuerpo político,
arrancados del centro y separados unos de otros, siguieron viviendo, porque
tenían vida propia, porque cada uno de ellos era un oi^aaísmo perfecto. Lo
que Sertorio habia dicho arrogantemente de sí mismo siglos antes realizábase
del modo más natural: dondequiera que se hallaba un romano libre de los
bárbaros, allí estaba Koma.
55. — Más de trescientos años antes de J. C Pitheas, navegante marse-
Ilés, habló de un pueblo llamado de los gHítones, que habitaba en lo que es
hoy Prusia oriental, y comerciaba con ei ámbar recogido en las playas del
Báltico. En el año 79 (después de J. C.) escribió Plioio e! Mayor: «Los gut-
itones, pueblo de Germania, viven en las riberas del golfo Mentonomose;
*á una jornada de este golfo, cuya extensión es de 6.000 estadios, está la isla
rAbalus, donde el mar deposita el ámbar en primavera». Tácito habia se-
ñalado entre las tribus germánicas á los goíones, refíriendo de ellos que sus
reyes tenían más poder que en otras naciones vecinas suyas; y que habiendo
huido del pafs de los marcomanos el guerrero Catualda perseguido por su
rival Marobodo, halló entre los gotones no sólo hospitalidad, sino medios
de rehacer su fortuna, y volviendo á su patria con gente de guerra arrojó
á Marobodo. Los guitones de Pitheas y de Plinio y los goíones de Tácito son
los godos, que aparecieron en las fronteras del Imperio romano antes de me-
diar el siglo III, y que hablan de tener tanta importancia en nuestra Historia.
El camino que recorrieran desde las orillas del Báltico en que cogían el
ámbar hasta que los vieron los romanos como una horda guerrera capaz de
resistir y vencer á sus legionarios, nos es desconocido en gran parte. Tampoco
sabemos las causas ocasionales ó inmediatas de sus emigraciones colectivas,
aunque sea racional presumir que el exceso de población en relación con los
mantenimientos fuera el móvil que los impulsase á tan largo y dincil éxodo.
Parece que desde muy antiguo esta nación estaba dividida en tres tribus: los
íervingos, los grentun^os y los gépidos. Jornandes, quizás el único historiador
godo, refiere el siguiente cuento á propósito del origen de estas tribus: los
godos vivían en la isla de Scancia (Escandinavia), y pasaron á la Germania
á las órdenes de su rey Berig en tres buques; uno de éstos, por tener pe-
{ExfÜ.aíUm át la UmUia .V.\".\7.\".)
Época visigótica. - 1. Joya; visigí
Arqutológic» Nado
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Historia GrXpica db la Civiluación Española
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Historia GrXfic* db la CnnuzActúM Española Láioha XI,
HIsrORlA DEL TRAJE. -TraJ» de loi vUlgadoc
D,g,t7cdb/COOgIC
HISTORIA DE ESFAflA I3J
sado el velameD, llegó mucho después, y de aquí que los otros godos llama-
sen i sus tripulantes gépidost que significa tardíos. En cuanto á los tervingoi,
Sidonio Apolinar, en sus cartas escritas á fines del siglo v, los apellida visi-
ff>dos (godos occidentales), y ya en el siglo ni Trebelio Folión había llamado
á los greníMngos, ostrogodos (godos orientales). Sobre cuándo empezaron i ser
usadas estas denominaciones y si fueron de origen godo ó romano, no caben
más que conjeturas.
Los relieves de la colitmxa historiada, erigida en Constan ti nopla por Ar-
cadto en honor de su padre Teodosio, nos muestran varias figuras de cauti-
vos godos y godas; ellos son unos hombretones, altos y robustos, de larga y
rizada cabellera y corrida barba; visten pantalones hasta el tobillo — algunos
más cortos — y una espede de blusa con cinturón, ancho cuello vuelto y
mangas cortas; un rey que figura entre los prisioneros lleva un collar, y la
blusa festoneada. Las godas cautivas son hembras dignas de tales varones:
poco menos altas que ellos, y también de fornidos miembros y con muy re-
gulares y nobles facciones; unas se cubren la cabeza con cofias, y otras llevan
el cabello suelto; su traje es un vestido lai^o, pero muy escotado: muestran
(EapUeoítin di ¡a ¡amina XI.^
HISTORIA DEL TRA|E.-Tr«Jn de loa Tliisadoa(l). 1. Efcaltura vistgdtica exlstenle en U
baiillca de San Juan BauUita de Baflm, fundida par Rccnvlnto. ~~ 1. Soldidol ó guerreros visigodos.
FraEOOitos de uní escultura lulladi en Sevllli. -- 3. Arqueros germlnicos aniiliares del ejército romano.
Visten uno de los trajes de su pneblo, pero usan el cisco de los romanos. Están tomadas estas figuras de ios
bajorrelient de ti columni de Tnjino. — 4. De Ii misma columna tomamos estos soldados dados enartio-
lando la ensella en forma de serpiente hecha de telas de color, y que al marchar se Inflamaba con el aire.
Anaqnecadi nnode los pueblos gcrminicos tenían distintos usos y costumbres según el pafs que habitaban,
d grado de dvlllzidón que hablan alcanzado y la mayor ó menor aproximaddn á los pueblos civilizados,
conaemban todo* muchos detalles qne lea eran comunes. Par eso no dudinios que la bandera ó enseña mi-
litar de los godos podría ser por el estilo. — 5. Honderos germlnicos. (Tomados de la columna de Marco
Anrelio). - b. Trompetero godo de los siglas v al vil.
En su eslido primilivo. para resEuardarse dd frió de tas regiones septentrionales que ocupaban se
cubiiaicon pieles, de donde les vino el apodo de ■empelleiados- que les pusieron los romanos; y lo que los
caracterizaba entre los demis pueblos bárbaros era su larga cabellera, que cuidaban ron esmerOt rifándola
j sabiéndola hasta la coronilla tormindo cresta, y adornatidola con agajai, lamlnillaa, platas y navajas,
— ■■— ^1. poblada y larga, partí-" — ' '- ■-■—■--
pedernales (Conde Clunard) ^'). huesos aguzados
po de cualquier pueblo primitivo.
Pero cuando llegaron á Euiaña estaban ^a medio romanizados; y como los españoles i su ve
tabiu ya por completo desde hacia tiempo, no es de extraflar que una vez posesionados de la Penfns
sen absorbidos por su civilizatiún.
Su organizaci6n militar no se diferencia de la romana mis que en la preferencia que daban á
Hería. Lm decanos, centenaria!, qalngealarlos, milenarios y Iluphados, que loi
de ra ejtrcilo, correspondían i los de la cohor'
Arcidlo erigid en Constanllnopla. En ella se v< , ., . _
■joitida al cuerpo con el balito: encima de ía túnica, el reno, y el manto prendido del hombro derecho por
Itfibnla. De la cintura caelgan lai bulgas 6 escarcelas: las piernas cubiertas con las bracas, prenda nacio-
nal, especie de pantildn que usaron todos los pueblos germánicos, galos y sármalas, y de ellos lo tomaron
Jos [ominos pan su ejírdto; y calzados con abarcas, y aun con lapalos. Algunos llei'aban gorras de dile-
renles tormas; pero los proceres y opllmales vesdan la armadura romana, y sus caballos llevaban paramen-
tos, sillas^ frenos. Las mujeres se adornaban con largas túnicas, velos y locados que las cubrían acta cabe-
En cuanta á las armas, convencidos de la superioridad de las de los romanos, las adoplaron todas, si
loriga y el yelmo, y en el Fuero Juzgo se habla, además de éstas, de zabas, escados, etpadas.
ra que en su estado primitivo los godos no usaron la flecha.
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134 HISTORIA DE ESFARa
al descubierto brazos, pecho, y hasu casi todo el seno. En los mismos relie-
ves se VCD otros godos, no cautivos, sino soldados romanos, custodiando i
sus compatriotas prisioneros, y éstos llevan armadura como los legionarios^
los jefes, á caballo, están vestidos á la goda, aunque con la adición respecto
de cautivos y soldados de un largo capote de pieles.
Los escritores romanos cl<^ian muchas cualidades de este pueblo: unas,
como el valor en los combates y la fortaleza moral para sufrir trabajos y pri-
vaciones que eran obligadas en su condición errabunda y belicosa, y otras
que verdaderamente le enaltecen, como la castidad y el amor á la familia.
En cambio, Salvtano acusa á los godos át pérfidos; y no parece infundada esta
censura, si se tiene en cuenta que el Concilio XVIÍ de Toledo declaró en su
canon VI <que era común la infidelidad en los contratos y en las palabras*.
Con todo, los romanos de la' decadencia no eran quién para hacer un cai^
semejante á los godos ni á nadie (i). Por lo demás, los godos participaban del
carácter general germánico: eran harto más individualistas que griegos y ro-
(l) «Esle ca^o, dice Bridlc; [fñileria at los godei) lo huí dirigido frccncD lera eme lot
pacbloi cjtilizidoi á los báibRroi, y cod mayor razón podrían los blrbsros devolverlo. Me-
n£ndez Pelado (Hiitoria dt lo¡ Hticradoisi) Eicríbr; «Eiror iaranlll y que mileve 1 risa es el de
la pretendida virginidad de los bárbaros. Quizás en sus nativos boiqaes faeran inocentes; pero
In^o que cayeron sobre el Mediodía. . . o, etc. Sigue un párrafo may hermoso de exaltado
amor á lo clásico, que responde perlectamente al estado de ánimo juvenil del poeta mtot de
la Epístola á Horacio, en que se abomina de todo lo teutúnico. Claro que los godos se corrom-
pieron luego; pero eslo no se opone á que en sos primeros tiempos fueran castos, al menos
relativamente i los lomacos.
}iXRzat y laetas. La zaba era el Ihoracómaco , delsni y fieltro, úc los roniinos, que llcgitu histi las rodi-
llas, y que más Urde se iisú de cuero de butilo. Sin Isidoro, que conoclú estas armas, describe las /o rtoa^y
perpantes. diciendo que -eran túnicas de cilicio cubiertas de liminis de hierra 6 bronce, tríbadas eitlie si
zaba & llioracómaco viene á ser un> túnica acolchada qi
parece haber s
y que por Ir ocultos
loriga, tíílibano a ,
__ '-■'los muy pnndes. El pila parece haber sido el venablo. El canto er
ia especie de p^rtiEi de bastante lonellud y lin mohiira, peí
Je la palabra dolo (Clonard),
Como la caballería era pira los godos el cuerpo mlltlir de su preferencia, se esmeraron en dotarte de
El rey era el K<nerai en jefe del ejercito, y en su defecto los duques y conde*.
Otros grandes dignatarios llevaban el titulo de condes: por ejemplo, el opltin de la guardia del rey.
)ue Ikvabí el titulo de conde Btpatarla. y equivalía il escudera que llevi el i^toque ó espada del rey: y el
íue cuidaba de las reales ciballerizis se llamaba C'omei SIdball. Sin embargo, lanío este conde como los
proceres, magnala, prtmatts, las ptnonai genrroiai y los ttnlorts, eran mis birn titulos de nobleza j
le representación política que de autoridad militar.
Ademls de los duques y condes habla en el elérclto otro oHclil superior llamado gardingo. cuyas
ilribociones na están bien definidas.
Lafucnle cree que serian jueces de la milicia: ligo asi como nuestros auditores de guerra.
Le seKuia en categotia el llaphado, Ululo equivalente, según Clonard, á Jefe de la cohorte romana.
El orden categórico de los empleos militares era el siguiente: duque, conde, vicario, girdingo, tiuphi-
lo. Estos son los rte primen categoría, y siguen después en orden descendente los milenarios, qnlngentarioi.
Los
porta
cnseR
is se llamaban bpndóforos. y
ten
n su pueslo al lado del rey. La existencia de este
-"Tí
lies
pnne
qu
crine
pes
esi;
púrpura, la seda y el oro. Los riealos calzaban abar-
cas de piel cerd
sa, que d
las pierna
íias
talas rodillas; llevaban el vMtido de varios colote^
a á las cor
usaban saeoí Diiiltareí de color verde, bordados
de encarn
doy
cefl'i
os
on balito,, cu
as manga
cuerpo sus
ado
de flecos Seg-
n San Isidoro,
os rtnos cubrían los hombros y el pecho hasta U
cintura, y
hos
servarlos i
ela
) del Rhi
de comúnmente se usaba.
■ La
el hombro, y ei
la diestra
llev
aban lama, y itgaret arrojadlzat; en el brazo
'■•""X;
ISa
Isidoro).
quce
ado se presente
completa
callados, drreo
dch
gaita, escudo
espada y
.> (Fuecn Juieo).
Sólo
altru
tes podían ir cu
aileí
0 y caballo, al estilo de los ealafraclartos 6 cltKh
ñas de metal ú de caico de
lio ó con hierro; wro, de lodos modos, los scrfda-
dos ibai°ni
JS. y slcmpic m
jorque la
D,g,t7cdb/GOOgIC
HISTORIA DE ESPAÑA I35
manos, lo que depeadU, no de distinta complexión espiritual, como supuso
Mr. Guizot (i) al atribuiries gratuitamente haber introducido en Europa el
sentimiento de la dignidad personal y de los derechos y libertades indivi-
duales, sino de su estado social atrasado. Aún no hablan llegado á esas gran-
des ideas de patria y de ciudad ó Estado, que son propias y exclusivas del
grado superior de civilización: para ellos el Poder público cifraba todas sus
funciones en el caudillaje guerrero y en algo de vaga dirección civil, ó, mejor
dicho, de arbitraje para dirimir alguna vez las discordias entre individuos que
lo fiaban todo ó casi todo al esfuerzo de su brazo y no reconocían más ley
que su voluntad ó capricho.
Cuanto se dice de sus costumbres políticas es resultado de conjeturas
fondadas en la comparación entre lo que cuenta Tácito del modo de vivir de
los germanos en general y las leyes ¿ instituciones de los reinos fundados por
los godos en Italia y en España. Pero ambos términos comparativos son poco
seguros: sin duda el libro de Tácito fué escrito, más que para referir impar-
cialmente las costumbres de los pueblos de allende el Rhin, como acabada
crítica de la Roma de los Césares, y en vida de Tácito los godos estaban de-
masiado lejos de la frontera del Imperio para que el austero historiador re-
publicano pudiese tener de ellos algo más que muy confusas referencias.
En cuanto á las instituciones de visigodos y ostrogodos ya establecidos en
reinos, no fueron obra exclusiva suya, sino principalmente de otros elemen-
tos sociales de mayor potencia jurídica y civilizadora, con especialidad de los
romanos. Lo único que cabe afirmar es que elegían sus jefes ó reyes prefi-
riendo á varias familias esclarecidas, entre las cuales descollaban los Amalin-
gos, descendientes del héroe Amalo, y los Baltingos, á cuya estirpe parece
que pertenecieron muchos de nuestros reyes visigodos.
56. — No pertenecen á la Historia de España, sino á la Universal, las
correrías y vicisitudes de los godos desde principios del siglo in, en que se
pusieron en contacto con los romanos, hasta 414, en que apareció Ataúlfo en
nuestra Península. Basta recordar que este periodo de contacto fué de dos-
cientos años próximamente, y que durante él, si hubo guerras entre godos
y romanos y algunos choques tan terribles como la batalla de Adrianópo-
lis (378), en que pereció el emperador Valente — el mayor desastre sufrido
por los segundos desde la batalla de Cannas , — lo más del tiempo fué de
paz, ó, mejor dicho, de sumisión de los godos á los emperadores. Formaban
ios godos en la península balkánica una gran tribu guerrera al modo de los
cosacos de hoy en el Imperio de Rusia, sirviendo al emperador de Constan-
tinopla con sus hombres de armas á cambio de las tierras que se les daban
en usufructo y de algúu estipendio en metálico 6 en especie. Nuestro paisa-
noTeodosio el Grande hizo sumo aprecio de esta valerosa milicia: ella cons-
tituyó la flor de sus huestes, y los jefes godos figuraron entre los magnates
de la corte imperial y en el estado mayor del ejército romano. Jordanes re-
fiere la impresión que al régulo godo Atanarico hicieron la corte de Teodo-
sio y la ciudad de Constan tinopla. «Frecuentemente — dijo el godo — había
•oído yo hablar de la grandeza de esta ciudad; pero nunca creí que la reali-
■dad sobrepujase alas descripciones. £1 Emperador no parece un hombre,
■sino un dios, y todo el que se le resiste se hace reo de muerte». Atanarico
murió en Constan tinopla (Enero de 381}, y se le hicieron regios funerales y
un sepulcro magnifico. Alaríco, el antecesor de Ataúlfo y famoso asaltante de
Roma, era en la época de Teodosio un joven noble, de la familia de los Baltin-
(l) Hittoria ilt la civUitaciitt eurtpea.
D,g,t7cdb/GOOgIC
136 HISTORIA DE ESPAÑA
gos ó Battos (i), jefe de un numeroso cuerpo
de sus compatriotas en el ejército imperial,
que se habla distinguido en muchas bata-
llas, especialmente en la de Aquileya, con-
tra el pretendiente Eugenio, muy acostum-
brado á lucirse á caballo en Constanttnopla
con su gabán de pieles, como los oñciales
ecuestres de ila columna historiada*, y á
figurar en los interminables cortejos pala-
tinos con que los Augustos y Césares de
Bizancio querían dar al mundo idea de la
majestad, ya más aparatosa que efectiva,
del Imperio romano.
Todo esto acredita suficientemente
que cuando los visigodos vinieron á Espa-
ña tenían ya más de romanos que de visi-
godos y que de su primitivo modo de ser
germánico debía de quedarles muy poco.
Tanto, que de su religión politeísta nada se
sabe actualmente, y en e! siglo v nada sa-
bían ellos tampoco (2). A principios de la
centuria anterior, en 311, según Bessel, ha-
bía nacido Wulfila ó Ulfila (3), hombre sa-
bio y de carácter apostólico, el cual, ha-
biendo recibido en Constantinopja esmera-
da educación religiosa y literaria, consagró
- su vida á evangelizar á sus compatriotas.
Tradujo la Biblia á la lengua gótica, escri-
biéndola en caracteres griegos y latinos y
Gala Placidiajr su hijo VaUnliniano III; algunos rúnicos suplementarios (4); para
l7.°.,í&t.";S.u;"MÍr.:: ;™,'»« god». p„die.en 1,., este libro tuvo
Ulfila que dedicarse mucho tiempo á ser
maestro de escuela. El emperador Cons-
tancio apreciaba tanto á Ulfila, que le llamaba «nuestro segundo Moisés», y
le hizo consagrar obispo de los godos. Desde él tuvieron éstos jerarquía ecle-
siástica, y no faltó entre ellos la fe cristiana, aunque contaminada por la here-
jía de Arrio, que bebió Ulfila en Constant inopia.
ÍO Según Dahn, habla nacido en la ista Peuce, del Danubio, entre tos años 370 á 37;.
Tenfa veinticinco cuando la batalla de A<|ui1eyn.
(2) Se conjetura que adoraban & Waban {espíritu del viento), Tivq (padre de lodos los
13) Algunos le suponen godo de pura taia; otros, nieto de un capadocio cautivo de los
godos.
14) Alfabeto I iiuiVa es el us.ido por los godos y casi todos los pueblos germanos en su
ípoca pagana liAllanM: inscripciones en letras rúnicas en centenares de lápidas sepulcrales
esparcidas por Kscan din avia, Islandin t Islas Iirit!<nicas. Los eruditas modernos (Taylor y
Olrosícreen que esie alfabeto e-; cortupción de alguno helénico antiquísimo, importado al Norte
empleadas por Ullila cu su lüblia diez J ocho son griegas j siete latinas. Bradley, sin embar-
go, dice: «Algunos sonidos fóticos no podrían expresarse con letras griegas, y para ellos adop-
»ti) t'lñla los caracteres rúnicos, :íí bien alteranilo la forma de los signos para asemejarlos en
"lo posible A los tjriegos.^ De la Biblia de Ulfila sftio se conservan fragmentos en seis manus-
critos antiquísimos, considerados como otras tantas joyas: el más precioso es el llamado Cd/fi
Argfnleris. escrito con letras de oro y plata en pergamino color de púrpura, y encuadernado
en plata maciza en 1662 por el conde sueco de la (iardie: se conserva en la Universidad de
UpSBla.
,,CoogIc
HISTORIA DE ESPAÑA IJJ
Eran, pues, los godos, 6, mejor dicho, su rama visigoda, un pueblo crís-
liano y romanizado cuando en el año de 395, envidiosos los magnates cas-
trenses y palatinos de la corte de Arcadio de la posición adquirida por tos
auxiliares visigodos merced á la protección de Teodosio, solicitaron del Em-
perador que los despidiese de su servicio y que mandase á toda la horda re-
pasar el Danubio. No se atrevió á tanto el Gobierno imperial; mas, cediendo
en parte al clamir de la opinión pública, rebajó el estipendio á los auxiliares:
irritáronse éstos, pusiéronse de acuer-
do sus jcres en pocas semanas, y eli-
giendo por caudillo al joven Alarico,
el Baltingo, se rebelaron y recorrie-
roa toda la península de los Balkanes
en incursioncíi victoriosas saqueando
unas ciudades, y contentándose en
otras con imponer contribuciones de
guerra. Abrico resultó un gran ge-
neral. En una ocasión los romanos,
mandados por Stilícon, envolvieron
completamente á la horda visigoda, la
cercaron entre lineas atrincheradas,
y hasta, torciendo el curso de un río,
llegaron á privarla de agua. De un
momento á otro esperábase la rendi-
ción de los bárbaros, ó que perecieran
de hambre y de sed en su campamen-
to; pero Alarico hizo una marcha ad-
mirable de treinta leguas por un pafs
escabroso y salvó á toda su gente,
que no era sólo de guerreros, sino de
mujeres y niños formando una impe-
dimenta considerable (i).
Eq el otoño del año 400 pene- ^^^1,^
traron en Itaha los visigodos. Ln
el 408 Alarico amenazó por primera
vez á Roma, y en el 410 la saqueó durante diez y seis días, muriendo poco
después en Polleoza. Para reemplazarle fué elegido Ataúlfo, su cuñado. Re-
fiere Orosio haber oído á un narbonense contar á San Jerónimo que Ataúlfo
tuvo el propósito de destruir el Imperio romano y fundar sobre sus ruinas
un reino godo; pero que muy pronto hubo de convencerse de que sus com-
patriotas eran demasiado rudos é ignorantes para tamaña empresa; entonces
varió de política, prefiriendo volver á someterse á los romanos y militar á
sueldo del emperador como antes de la sublevación que había tenido tan gran-
(l) «Loi viajeros conocedores del pRfs (la Tesslia) dicen que esta marcha de Alarico es
-en su género uno de tos hechos mis admirables que pueden recordarse» (llradley).
(il De la magnífica colección de refritos de los reyes españoles con que lie enriquecido
Manuel Ángel la Llusiración de esta Historia db KspaSa podemos decir lo que hemos indi-
cado en la nota de la página 70. Muchos de ellos son imaginarios, pues no sólo carecemos,
como es nototio, de relralos, por ejemplo, de los reyes godos, sino que no se conservan datos
acerca de »n fisonomía. Pero Ángel ha procurado, cuando no había otras noticias, interpretar
el iipirilu del retratado, tal como se deduce de sus hechos, ó .il menos del carácter de su rei-
nado. Desde Inego en los detalles de indumentaria es, como siempre, perfectamente concien-
ludo j docnmenlado el lipii del eicelente ailista. Víase, por ejemplo, la nota al retrato de
Atil» (pig. 14J), De lodos los reyes cayo retrato se conserva, el que publicamos es copia exacta
del original. (Ñola dil Editor.)
,, Google
138 HISTORIA DB ESPAÑA.
des consecuenci;]S. Debió de ínclÍDarle á esta solución prudente el haberse
enamorado de üala Placidia, hermana de Arcadio y Honorio, cautiva de lo»
godos en Roma, y una de las mujeres de más singular y novelesco destino que
figuran en la Historia. Es lo cierto que se hizo un ajuste en cuya virtud Ataúlfo
reconoció la soberanía de Honorio, y marchó á la Galla como general suyo á
someter á Jovino, que se habla pro-
clamado emperador. Con este ca-
rácter, y no sin luchar con otros
generales romanos, como Constan-
cio, rival suyo en el amor de Placi-
dia, ó como Bonifacio, que no le
dejó entrar en Marsella por justi-
ficado temor á la preponderancia
visigoda en el Imperio, se estable-
ció en Narbona, y allí se solemni-
zaron con gran fausto sus bodas
con la hermana de los emperado-
res (4I4), que, según Jordanes, ya
se hablan celebrado en Forli. En
el banquete Ataúlfo ocupó el se-
gundo puesto al lado de Gala, re-
conociendo asi la superioridad de
la hija y hermana de cesares, la
cual, regiamente ataviada, recibió,
entre otros muchos regalos, cien
joyeros llenos de piedras preciosas
y piezas de oro presentados por
cincuenta jóvenes de la Nobleza
goda vestidos con túnicas de seda.
Átalo, músico famoso, dirigía el
Sigerico. coro que cantó el amor nupcial de
aquellos esposos, en que algunos
romanos eruditos vieron cumplida una profecía de Daniel: -la hija del rey del
■ Mediodía se desposará en prenda de paz con el rey del Norte; pero no podrá
>ella contener el fuerte brazo de su esposo, ni subsistirá su estirpe» (i).
Sólo un año sobrevivió Ataúlfo á esta ñesta. Quizás por intrigas de Cons-
tancio, su constante rival en amor y en poderío, se indispuso con la corte im-
perial, y aun trató de elevar sobre su pavés al trono de los Césares á un tal
Átalo, que Alarico habla proclamado ya emperador en Italia, abandonándole
luego. Acudió Constancio con un ejército á sofocar la nueva rebelión de la
banda visigoda, y Ataúlfo, no pudiendo resistirle, vino á España: llegó hasta
Barcelona, donde Ebetwulfo, un siervo apodado Duííms (el dudoso) le aseu-
nó (415), según unos, por rencores personales (2), según otros, como instru-
mento de una facción política (3). Le sucedió Sigerico, que á su vez fué ase-
sinado á los siete días de mando, y que sólo ha dejado memoria perla estúpida
crueldad con que trató á la viuda de Ataúlfo, Gala Placidia, haciéndola andar
12 millas (17 kilómetros) delante de su caballo. Walia, 6 Walya, elegido
ÍO Sun [errtnimo, Tiislino. Valerio Máximo.
Í2\ I)iihÍTis habi.i sídn siervo At Snro, godo al stcvicío de Roma, j macrto por orden de
Auulla. THmbién se cuenta rjue Dubtus era de figura may ridicula y qne Atanlfo se burlaba
D,g,t7cdb/COOgIC
HISTORIA DE ESPaSa I39
en SU lugar, estrenóse guerreando cod los romanos, ó quizás mejor, con Cons-
tancio, enemigo implacable de los godos. Se cuenta que, afligido por la falta de
mantenimientos, proyectó pasarse con toda su banda 6 nación al África; mas
no pudiendo hacerlo, por falta de buques ó porque la escuadra romana le ce*
rraba el paso, volvió á la política de Ataúlfo, y reconoció de nuevo la sobera-
nía de Honorio mediante un ajuste
por el que recibió 600.000 modios
de trigo, y se comprometió á echar
de EspaSa á los bárbaros que la
ocupaban y restablecer en nuestra
Península la autoridad imperial.
Por supuesto, que la primera con-
dición del convenio fué devolver
á Gala Placidia, esta compatriota
nuestra, nuevaHelena, manzana de
la discordia por cuya mano pelea-
ron tantos pueblos y se derramó
tanta sangre. £1 retrato en marfil
que se conserva de la célebre prin-
cesa, aunque muestra muy regula-
res facciones de carácter castiza-
raente latino, induce á creer que
no por la hermosura, sino por el
rango, fué tan disputada. Constan-
cio logró por fin hacerla suya, y en
ella hubo á Valcntiniano III, suce-
sor de Honorio, y durante cuya
minoría gobernó Gala el Imperio
romano (i).
57. — En el momento en que
con titulo degeneral romano apres- '^
tábase Walia no á conquistar á Es-
paña ni á fundar en ella un reino visigodo, sino á libertarla de tos bárbaros
restableciendo la autoridad imperial, conviene fijar cuál era la situación de
nuestra Peoínsula.
Los vándalos — bárbaros entre los bárbaros — hablan establecido en la
Bélica su piiocípal tribu — la de los silingos. — Su rey Genserico abrazó el
arríanismo, y persiguió sañudamente á los católicos de la región: entre sus
víctimas se cuenta una hermosa doncella de noble estirpe romana degollada
por no consentir que la rebautizaran según el rito arríano (2). Los alanos á su
vez ncuparon vastas regiones de Cartaginense y Lusitania; su jefe, Respan-
dial, murió en 41 5, y le sucedió Atace. Los suevos, que eran idólatras, mora-
ron en Galecia y se extendieron cuanto pudieron hacia el interior de la Penín-
sula. Los hispano-romanos, 6 se conservaban independientes en multitud de
parajes manteniéndose por fuerza de armas contra los invasores, ó gemían bajo
el yugo de éstos en los territorios de que se habían enseñoreado. Se sabe que
los suevos despojaron de las dos terceras partes de su propiedad territorial á
los hispano-romanos, y probablemente harían lo mismo vándalos y alanos. La
(1) En Rá*ena te conserra la magnlHca capilla sepalcral erigida por Gala á loa santos
Naxarío j Celso, donde repoaan los restos de la Emperalrii con los de Honorio, Constancio
T Valenliniano.
(i) Víctor Vítense (HiHoHápírsccufíBnis Vanialintin África). San Isidoro (Vándala-
rímm UitfHa). Menéndea FeUfo (Hist. clL).
,, Google
I40
medida no pudo ser más violenta; pero para formarse idea de sus efectos hay
que teoer en cuenta que en aquellos últimos tiempos de la dominación roma-
na casi toda la propiedad ó era del emperador, provincias y ciudades, ó de
muy pocas personas que poseían enormes extensiones de terreno (latifundios).
La clase de pequeños terratenientes no era conocida. Labraban los campos
«siervos adscritos á la gleba*, y éstos siguieron cultivándolos, sin más dife-
rencia que haber de entregar la cosecha, salvo lo indispensable para el sus-
tento del siervo y su familia, á un amo suevo en vez de un amo romano.
Pero si por este concepto no parece que el antagonismo entre los anti-
guos pobladores y los nuevos huéspedes fuera extremado, en todo lo demás
no podia ser más violento. £1 romano juntamente temía y despreciaba al
bárbaro. Le miraba como un azote de la cólera divina. La conversión de los
invasores al cristianismo pudo haber sido un lazo de unión entre unos y
otros; pero, por desgracia, las diferencias religiosas suscitadas por las here-
jías malograron también este vínculo posible.
La cristiandad hispano -romana se había distinguido desde sus comienzos,
no sólo por la firmeza heroica de sus mártires, cantados por Prudencio, y por
la rigidez disciplinar de sus cánones — ya hemos hablado de los dcllíberis, —
sino por la pureza de su fe católica. No habían faltado, es verdad, sus tenta-
tivas heréticas, y algunas de suma gravedad; pero la masa de los fíeles las re-
chazó siempre. En el siglo iii, durante la persecución de Decio, apostataron
dos obispos, é inmediaUmente fueron depuestos por sus respectivas Igle-
sias (i): en la herejía ó cisma de los donatistas (rebautizantes) tuvo parte
principal una española rica, Lucila, vecina de Cartago; pero aquel movimiento
heterodoxo fué africano, no español, ya que ni siquiera repercutió en nues-
tra Península. La única herejía de importancia que se levantó en España du-
rante la época romana fué el prizcilianismo. Prisciliano era hispano* romano
de Galecia, y predicó en la segunda mitad del siglo iv errores teológicos y
morales que hasta hoy, que merced á felices descubrimientos se conocen
libros de la secta, ha sido imposible precisar (z). Se sabe que esta herejía
cundió en España bastante, para lo que aquí suelen arraigar tales plantas;
pero pronto fué ahogada por el unánime sentir ortodoxo del clero y del
pueblo. Prisciliano pereció en el cadalso, con otros partidarios suyos, de
orden del español Máximo, cesar intruso de las Gaitas. £1 cronicón atribuido
á San Próspero de Aquitania refiere así esta tragedia: «En el aüo del Se-
>ñor 385, siendo cónsules Arcadio y Bcustón, fué degollado en Tréveris Pris-
>ciliano, juntamente con Eucrocía, mujer del poeta Delfidio, con I^troniano
• y otros cómplices de su herejía.» En la primera mitad del siglo v sólo se
conservaban del priscilianismo restos dispersos y confusos en las monta&as
de Galicia.
La gran herejía de aquella época era el arríanísmo. San Jerónimo pudo
escribir con justicia su magnifica frase «el mundo se asombró al verse arria-
no.. Arrio, presbítero de Alejandría, negó la divinidad de Nuestro Señor
Jesucristo, pues no admitía que la unidad de Dios se compadeciese con la
Trinidad de personas; según él, Cristo no es cofisustaneial al padre, como en-
seña el Evangelio de San Juan, sino semejante al Padre; un ser intermedio
entre Dios y el hombre, creado por Dios para que realizara en el mundo la
(|1 Mnrciat y Rasí[i<<ís, oliispos de Aslari;a y Marida. |V£ase Vicente LBfuente,//ii«<rn.i
EíUñásli,-a. y M. Pelayo. Hhl. cit.l.
(2) Con su asombro^'R eruiUciiSn y cUriviiI encía critica, Menéndez Pelayo reconstruye
en cnanto es po<iiK1e con loa e^cnE^os b i ncom píelos documentos que poseemos la dogmática
y moral priscilianislas, (Hisl. cit., tomo I, desde la pAgina 100.) Posteriormente se ha hecho en
Alemania un trabajo sobre el mismo asunto de que no tenemos más que ana vaga rerereocia.
D,g,t7cdb/Gf>OgIC
HISTORIA DB BSPAÑA I4I
creación y redención de nuestro linaje. Dilatóse esta herejía por todo el Im-
perio romano; á pesar de la apostólica oposición de San Atanasio, llegaron á.
protegerla civilmente los sucesores de Constantino, y ya hemos visto cómo
ll^ó á los visigodos por ministerio de Ul&Ia, y i los vándalos en el reinado
de Gen se rico.
En la España romana, lejos de cundir el arrianismo, encontró uno de sus
más poderosos y eficaces contrarrestos. Tal fué Osio, la gran fígnra de la
Iglesia católica en el siglo iv. Nacido en Córdoba, vivió ciento un años (del
256 -al 357), y, ya obispo de su ciudad natal, padeció por la fe tormento y des-
tierro en la persecución de Diocle-
ciano; amigo y consejero de Cons-
tantino, tomó parte principal en la
conversión del Emperador, y fué
iniciador, presidente, como legado
del Papa, y alma, puede decirse,
del Concilio de Nícea (325), el pri-
mero de los ecuménicos, reunido
precisamente para condenar la be-
rejia arriana. Osio fué el redactor
del credo ó símbolo de Nicea; esto
es, de la fórmula antiarriana de la
fe católica. Osio se mantuvo hasta
el fin de su larga vida en la fe de
.N'icea, por la que sufrió un segun-
do martirio eti la vejez. Por espacio
de un año fué objeto de los más
crueles tratamientos, «llegando el
•caso de ultrajar sus canas con azo-
• tes y toda clase de tormentos. Al
'peso de las injurias y de los años
•desfalleció la naturaleza, mas no
■el vigor; y no contentos los arria-
rnos con matar su vida, asesina-
•ron su honor ultrajando la fe del Teodoredo.
■ muerto, de quien no pudieron
■triunfar en vida. Hacíales falta el nombre de Osio para salvaguardia de sus
• lalsos símbolos, y publicaron á la faz de la Iglesia que por fin habla suscrito
•sus fórmulas. Esta superchería no engañó por entonces á todcs los catoli-
zeos f i), y hoy á ninguno engaña después de los estudios definitivos sobre la
• materia de Flórez, del P. Miguel José de Maceda (2) y de Menéndez Pelayo» (3).
Mas aunque Osio hubiera tenido un momento de ofuscación ó debilidad
al fin de su vida, no por eso dejaría de ser el sentido de ésta y de su obra
opuesto/^ dia^ulrum al arrianismo. De este sentido anti-arriano participa-
ron siempre el clero y los fieles hispano-romanos, los cuales, por tanto, ha-
bían de ver, como vieron, en los bárbaros, no sóio unos invasores ferocísimos,
y unos dominadores tiranos, y unos salvajes, enemigos natos de toda cultura,
cuyo sólo aspecto infundía á la vei espanto y repugnancia — Salviano escri-
bió que el hedor de sus cuerpos y vestidos era insoportable, — sino también
unos herejes que traían á España la peor de las infecciones morales. Así que
,, Google
14^ HISTORIA DE ESPÁÜK
la conversión de los forzados hués-
pedes, lejos de aminorar el anta-
gonismo entre las dos razas, lo au-
mentó y exacerbó, dándole carác-
ter religioso y toda la acritud de
las disputas teológicas entre los
obispos y el clero de ambas con-
fesiones.
Así estaban las cosas cuando
Walia viao á España en auxilio de
los hispan o- román os y contra ván-
dalos, alanos y suevos. Le acom-
pañó la fortuna en su empresa,
pues en rápida campaña extermi-
nó á los alanos, cuyo rey murió en
la batalla (41S }}, y de ellos ya no
vuelve á decir nada la Historia;
echó á los vándalos de Andalucía,
obligándolos á buscar refugio en-
tre ios suevos de Galicia, y ence-
rró á éstos en las montañas del
Noroeste: toda la Península, ex-
cepto estas montañas, volvió á
Tutisinundo. quedar bajo la dependencia del
Emperador de Occidente: es de-
cir, libre; y en recompensa de tan eminente servicio el Gobierno imperial con-
cedió á los visigodos la posesión del país comprendido entre el Carona, los
Pirineos, el Atlántico, llamado la segunda Aquitania, en que habia seis buenas
ciudades: Burdigala (Burdeos), PeírocoriuM (Perigueux), Engolisma (Angule-
ma), Aginnum (Agen), SantoMuirt (Saintes) y Pictavium (Poitiers), y además
Tolosa, á orillas del Garona, donde Walia fijó su residencia como rey de la
banda visigoda, pero vasallo del Emperador.
58. — No se comprende por qué estos reyes ó jefes militares de los visi-
godos son contados como primeros de la serie de monarcas españoles. Ni
Ataúlfo, ni Sigerico, ni Walia reinaron en España, ni tuvieron la pretensión
de hacerlo. Lo mismo los sucesores de Walia. Teodoredo invirtió su reinado
(de42oá45i)en guerrear con los generales romanos
de las Gallas, procurando ensanchar sus dominios, á
la vez que mandaba socorros á los romanos de Espa-
ña para que luchasen contra vándalos y suevos. Esto
último no tuvo eñcacia, puesto que los vándalos, sa-
liendo de Galicia, adonde ios había recluido Walia,
volvieron á enseñorearse de la Bética, después de ha-
ber derrotado al general romano Castinn (422)- Y fué
fortuna que Bonifacio, gobernador de África, resenti-
do con Aecio, llamase á los vándalos y que éstns, con
su rey Genserico, y en número de 80.000, pasasen el
(i) h''lr,¡to di Alil<t. — Era este rey de nna fealdad txtre-
innda: teni.i la («ide color <le aceiluna, gruesa c a beia, nariiroraa,
lieigiieíins y hundidos los ojns, algnnot, aunque pocos pelos en la
li^itba^ademáseraenT licito en carnes y vigoroso. Mostrábase arro-
l^niile en su apostura y rn su mirada como hombre que se sienle
Atila (il, superior en enetgi.i ¡I cnnnlo le rodea (Caktú, /fiítoria Unifenal).
,,CoogIc
HISTORIA DE ESFAÍIA. I43
Estrecho (429) para fundar en Berbería el reino que se hizo luego tan triste-
mente famoso: los vándalos sólo conservaron en su poder las Islas Baleares.
L^ partida de estos molestísimos huéspedes dio la preponderancia en la Pe-
nínsula á los suevos. Teodoredo casó á una de sus hijas con el rey de los sue-
vos, y á Otra con Humerico, hijo mayor del rey de los vándalos: por cierto que
este rey, creyendo que su nuera conspiraba contra él, le hizo cortar narices y
orejas, y asi la mandó á su padre i Tolosa. Jordanes relaciona este agravio con
la última irrupción de los hunos, á quienes supone llamados por los vándalos,
para librarse con su ayuda de la justa cólera de Teodoredo. Lo cierto es que
Atila no necesitaba de tales exci-
taciones para invadir tas tierras del
Imperio, y que los godos eran ene-
migos tradicionales de los hunos.
Una de las pocas leyendas góti-
cas antiguas que conocemos por el
mismo Jordanes es la siguiente: el
rey Filimer hizo salir del clan visi-
godo, á la sazón todavía muy lejos
de las fronteras del Imperio, á las
karinuros 6 magas, depositarías del
rm»o de Ha'jia, es decir, del miste-
rio del Infierno; las desterradas hu-
yeron al desierto, y allí de su con-
tubernio con los espíritus malignos
nacieron los huuos. Contra gente
de tan perversa ralea salió Teodo-
redo á combatir, en unión de Aecio
el romano y de Meroveo, rey de
los francos: fué la famosísima ba-
talla de los Campos Cataláunicos.
Según la muy estudiada y erudi-
ta versión de Anatolio de Berthe-
lemy, hubo dos batallas: una, el
14 de Junio de 451, al píe de los
muros de Orleans, en que murió Teodorico.
Teodoredo; otra, antes del 7 de
Septiembre, cerca de la aldea de Moirey, en que triunfaron los aliados, acau-
dillando á los visigodos Turismundo, hijo de Teodoredo (i).
Turismundo sólo gobernó tres años, y pereció asesinado por sus herma-
nos Teodorico y Federico (405). Teodorico {2), que heredó el caudillaje, era
un visigodo completamente romanizado. Sidonio Ap')linar pondera lo culti-
vado de su inteligencia, su gusto refinado y sus distinguidas maneras: bien es
verdad que Sidonio era yerno de Avilo, senador romano y prefecto de las Ga-
llas, á quien Teodorico apoyó en sus pretensiones al trono imperial; como de-
legado de este emperador Avito, en gran parte hechura suya, vino el jefe
visigodo á España, en ayuda, como sus antecesores, de los hispano-roraanos.
Dos grandes calamidades afligían entonces á éstos: una, los suevos, que
dilataban constantemente sus incursiones y conquistas, derrotando siempre
hht,'rii¡iie', VIII, y>,i). Conviene
Los que llnman Teodoricii á Teodoredo denominan i £sie Teodorico II.
D,g,t7cdb/COOgIC
144
á los ejércitos romanos, ni sombra ya de lo que habían sido, pues solían re-
ducirse á tropeles colecticios sin ninguna preparación para la guerra; otra,
los «siervos de la gleba* ó cultivadores del campo, que en la Tarraconense,
aún provincia del todo romana, se hablan levantado contra los propietarios.
Esta guerra social afligió las postrimerías del Imperio, y, como los conflictos
contemporáneos de a oálogo carácter, se desenvolvió en una serie de rebe-
liones parciales que iban estallando ahora en un punto y luego en utro: la
primera de que se tiene noticia ocurrió en las Galias (año 270}; esta de la
Tarraconense debió de ser formidable. Los siervos rebeldes llamábanse á sí
mismos bagadts ó bagaudas. palabra céltica que significa insurgente. Es digno
de ser notado que en la Galecia, donde los suevos hablan despojado á los
propietarios romanos de las dos terceras partes del suelo, no hubiese baga»-
das, y si en la Tarraconense, donde subsistía el antiguo régimen: el hecho
puede explicarse por el mayor vigor que tendría el Poder público en la re-
gión dominada por tos suevos respecto de las todavía libres de invasióo, en
que la decadencia de la organización imperial tenia que reflejarse en un aíflo-
jamiento muy sensible de los resortes de gobierno; pero, de todas suertes, in-
dica que el despojo de los propietarios por los bárbaros, medida que vista á
distancia nos parece tan tniscenden taimen te violenta, nada debió de impor-
tar, según ya hemos dicho, á la masa de la población rural. Tan mal, ó quizás
peor, estaban los labradores reconociendo por amo á un latino como á un sue -
vo ó á un visigodo. Los amos eran muy pocos en uno y en otro caso.
Teodorico envió á su hermano Federico en auxilio de las autoridades y
propietarios de la Tarraconense para someter á los bagaudas, y él en per-
sona vino á luchar con los suevos. Los venció por completo (456), ocupó todo
su territorio, hizo mata? en Braga á su rey Ricimero, y puso en su lugar á
Aquiulfo. Habiendo intentado éste hacerse independiente aprovechando la
vuelta de! godo á Tolosa, ios lugartenientes jie Teodoredo le hicieron ajusti-
ciar en Portucale (457). Apoyaron entonces los visigodos á Remisnundo,
quien reinó sobre los suevos después de vencer al pretendiente Fratan: tan
dominado estaba Remisnundo por Teodoredo, que bastó que le enviara un
gálata llamado Ayax para que renegase de la religión católica, en que vivían
los suevos desde el tiempo de Teodoredo y se hiciese arriano con todo su pue-
blo. jTan poca importancia daban todavía los bárbaros á las fórmulas teoló-
gicas! Bien dijo Salviano que los visigodos eran herejes sin saberlo,
Teodorico también murió asesinado por un hermano suyo, Eurico, que
reinó diez y nueve años {de 460 á 484 ?) (i). En este tiempo desapareció e!
Imperio de Occidente, y Eurico aprovechó tal circunstancia para extender
su poder y hacerse señor de toda la Galia hasta el Loira y el Ródano, com-
prendiendo además su reino á Marsella y Arles, las dos principales ciudades
romanas de aquella región; y en España tomó á Cesar Augusta y á Pamplona,
dominando asi la Tarraconense, hasta entonces libre de visigodos.
De todos los Estados nacidos sobre las ruinas del Imperio, el de Eurico
HISTORIA DEL TRAJE. -Traje* de lo* vltleodos. SlgloB V á Vil. - t,2y3 Trajes pópala-
fS.— 4. Siírso armjJo de espida y guaJ;uia.— 5. Siervo armado deescrama y lanía.— 6. Siervo aniutro.—
. Liherlo aimadn út yi^lnio y conlc). (\'cp-e lo i]iie acetca de los trajes y armas de los godos deeimot «
■S|)áH¡ndS]}3y 114).
D,g,t7cdb/COOgIC
Historia GrXpica db l^ Civilización Española
HISTORIA DEL TRAJE. - Trajea de los Tincados. (Sigloi V al Vil).
Sílcfdn. Historia de EspaSA D,g,t7ccib.CoOgIlíl
DE ESPAÍÍA
era el más poderoso. Y lejos de mostrarse refractario á la ctvilizaciÓa y á la
gente latinas, en ésta escogió sus más queridos é influyentes consejeros; ver-
bigracia, el narbonense León, Mecenas de este augusto visigodo que repartía
dones espléndidos entre los hombres de mérito atraídos por él á su corte.
Quizás por consejo de León ó de algún otro ministro latino del mismo ca-
rácter, hi20 Eurico un código ó compilación de ley«s para su pueblo; es de-
cir, para los visigodos. En 1750 los Benedictinos de San Germán de los
Prados notaron en las hojas de
un antiguo códice del Tratado de
Varones ilustres de San Jeróni-
mo señales de una escritura más
antigua, que habla sido borrada
para escribir sobre ella: aplicaron
reactivos sobre las letras nuevas,
y aparecieron unos fragmentos del
código de Teodosio, el panegírico
de un emperador romano, un co-
mentario sobre Vii^ilio y trozos
de una antigua ley visigoda; todo
esto habla sido inutilizado por unos
monjes del siglo vi para escribir el
libro de San Jerónimo. En 1839
Kust se dedicó á descifrar los tro-
zos de la ley visigoda, trabajo que
continuó Blume, dándolo á luz
en 1847 con el título Reuartdi,
Wisigotkorum Regis, antiguas ¡e-
gem collectio. Como se ve por este
epígrafe, Blume atribuyó i Reca-
rcdo tales leyes; pero Gaupp y
Batbié, catedráticos respectiva-
'^'"''^°' mente de Breslau y Tolosa, han
sostenido que los preciosos frag-
mentos son del código de Eurico. La cuestión es muy dudosa, y, al parecer,
insoluble. El argumento contra la opinión de Gaupp y Batbié fundado en que
las leyes descubiertas son en el fondo romanas no tiene valor, porque los vi-
sigodos en esta época, si no eran romanos, estaban completamente romaniza-
dos. Nueva y muy estimada luz sobre este punto difundieron los fragmentos
de la «Lex romana WisÍEothorum> tomados de un códice del siglo vii, y pu-
blicados en 1S96 por la Real Academia de la Historia, con un prólogo erudi-
tísimo que redactaron D. Francisco de Cárdenas y el Rvdo. P. Fidel Fita.
Para consolidar el vasto reino que había engrandecido tanto, Eurico tro-
pezó con un inconveniente muy grave: su religión arriana. Los galo-romanos
veían en él, á pesar de su ministro León y de la cortés tolerancia con que
trató á San EpÍf:<nio, obispo católico, al hereje dominador de la más hermosa
parte de la Galia cristiana, y, sea por fanatismo sectario del visigodo, ó, como
suponen nuestros historiadores, aun tan poco sospechosos como D. Vicente
Lafuente, porque los católicos urdieran conspiraciones contra su gobierno (i).
(I) Sidonio Apolinar, contemporáneo que ceUbrft en verso d U mujer de Eurico, coiro-
borm lo del fanatismo de é^ite. pnes liice: «La soln palabra calñlico le sabia al rey á vinagre».
La hipi^lesis de las conspiraciones de los católicos se lunda en lo que »ucedi& después, reí-
,,GoogIc
HISTORIA DE BSPAÍ^A I47
hubo persecución de la Iglesia, vanos obispos sufrieron la muerte, otros el
destierro, y se prohibió la provisión de diócesis. «No habiendo obispos, tam-
»poco podfa ser renovado el sacerdocio, y quedaron las parroquias sin clero y
>la Iglesia desorganizada, irritando semejante ruina á los católicos, tanto del
• reino como de las comarcas vecinas» (i). Maravilla esta persecución, porque
hasta entonces los visigodos hablan sido tolerantes con los fieles al Símbolo
de Nicea, y por la circunstancia de no haberse extendido á nuestra Teninsula,
aunque quizás sea eso indicio de
que ¿sta, al menos en su mayor
parte, do obedecía á Eurico.
Murió este monarca en Arles,
y — [Cosa rara en los príncipes de
su raza! — de muerte natural, su-
cediéndole pacificamente su hijo
Alarico. Éste se halló desde luego
frente al grave problema político
de la profunda enemistad de sus
sábditos galo-romanos contra él y
los visigodos por causa de reli-
gión. Quizás con la mira de resol-
verlo en lo posible, hizo componer
un código, calcado en el Teodo-
siano, para que rigiese á la pobla-
ción latina de su reino, y que re-
dactó una Comisión presidida por
el conde Goyarico. Y no sólo esto,
sino que una vez redactado, y an-
tes de promulgarlo, lo sometió á
«ODSulta de los obispos católicos,
reconociendo asi que los pastores
de la Iglesia, en que no comulgaba
ét, eran los verdaderos represen- ,
tantes de sus subditos romanos. """'
Consintió además la celebración
de concilios (2); pero todas estas medidas, que en circunstancias ordinarias
probablemente hubieran bastado para calmar la irritación de los ánimos y
establecer una corriente de tolerancia, ya que no de simpatía, entre los dos
pueblos que había en el reino, en aquella ocasión se malograron, porque sur-
gió un factor nuevo que vino á complicar la situación y provocar la catástrofe.
Este factor fué la potencia militar de los francos, que se levantó formida-
ble al otro lado del Loira. Clodoveo, rey de los francos salios, establecidos
á orillas del Escalda, en lo que hoy es la región belga del Henao, salió con
arrestos para conquistar toda la Galia. Habla allí un reino independiente de
galo-romanos, y Clodoveo lo acometió y sojuzgó rápidamente: su rey, Siagro,
huydá la corte de Alarico. confiado en la hospitalidad visigoda; mas presen-
tándose de súbito el franco en la frontera con su victorioso ejército, exigió de
la corte de Tolosa la inmediata entrega del fugitivo. Alarico, que no debía de
estar preparado para resistir dignamente aquella exigencia, ó que no tuvo áni-
mo para contestarla como merecía, cometió la vileza de entregar al infeliz Sia-
(11 BradUr-
(zl L«s act«i del Agnlhtiue rezan al principio: Cum in D.i nootitu ex termistu Rañs Ala-
ríei. ..Vtlñn; Uratíai Dio primitiis, ti Demina nailrt Kigi as;ainut.
,,CoogIc
148 HISTORIA DE ESFAt^A
gro, calcado de cadenas, á Clodoveo. Visigodos y galo-romanos á una despre-
ciaron á su monarca por cobarde. En el año de 496 Clodoveo declaró la guerra
á los alemanes, derrotándolos en Toibiac. Y cuando el prestigio del rey tranco
estaba en el cénit por efecto de tan continuadas y grandes victorias, sucedió
su conversión al catolicismo. «Orgulloso Sicambro, adora lo que has quemado,
>y quema lo que has adorado», dljolc San Remigio al bautizarle; y pocas
veces un acto religioso habrá tenido más transcendentales consecuencias
políticas. £1 Papa dio á Clodoveo el titulo de •cristianísimo' y de < hijo
primogénito de la Iglesia»: era él á la sazón el único monarca católico, pues
los reyes bárbaros profesaban el arrianismo, y el emperador de Oriente el
eutiquianismo. Los galo-latinos vieron en Clodoveo á su libertador; habla
todavía cohortes romanas acantonadas entre el Sena y el Loira, y los I^io-
narios, al oír la noticia de la conversión, se apresuraren á ponerse á las
órdenes de Clodoveo, mientras que las ciudades de la Armórica, que hasta
entonces hablan resistido á los francos, se entregaban al rey católico entu-
siasmadas.
En el reino de Alarico la inesperada nueva hizo el efecto de una explo-
sión. «Desde aquel punto — escribió San Gregorio de Tours — todo el mun-
•do deseó el gobierno de los francos; en toda la Galia querían tenerlos por
>señores>. Dícese que en las iglesias católicas del reino de Tolosa se hicie-
ron públicamente rogativas por el triunfo de Clodoyeo sobre Alarico. Éste,
sin duda asustado ante tan formidable manifestación del odio popular, des-
aprovechó la ocasión que le ofreció la guerra entre francos y borgoñones, y
dejó derrotar á los segundos, aunque — para que desacertara en todo — sin
disimular la simpatía que le inspiraban aquellos enemigos de su enemigo.
Luego quiso desarmar á Clodoveo con adulaciones y humillaciones; pero ya
era tarde.
Excitado Clodoveo por los católicos de toda la Galia, y llamado insis-
tentemente por los del reino de Tolosa, declaró en el campo de Mayo: «Es
»un dolor que las más hermosas comarcas de la Galia estén en poder de los
•arrianos. Vamos á quitárselas, con la ayuda de Dios».
La guerra tuvo un carácter enteramente religioso. Clodoveo era recibido
en las catedrales con los cánticos bíblicos que celebran las victorias de Israel
sobre Canaán. Las poblaciones congregábanse á orillas de los caminos y á
las puertas de las ciudades aclamando al nuevo Josué que venia á limpiar la
tierra del Señor de las abominaciones de la herejía. Inñnidad de prodigiosas
leyendas enlázanse en las crónicas de la Edad Media con la historia de esta
campaña. El pobre Alarico, aturdido ante sucesos que no podía dominar, acu-
dió á última hora al expediente de alterar el valor de la moneda para pro-
veerse de fondos, reclutó soldados mercenarios, y cifró toda su esperanza en
el auxilio de los ostrogodos, que no llegó á tiempo. La batalla se libró al
sur de Poitiers, en el campo de Voelad (hoy Voug'e), y los visigodos fueron
completamente derrotados. Clodoveo mató con sus propias manos á Alarico.
El Turonense insulta á los vencidos diciendo que «huyeron, según su cos-
• tumbre-. De este modo, escribió Jordanes, «la grandeza de los visigodos,
«fundada por el primer Alarico, vino á deshacerse con el segundo rey de este
»nombre». Tolosa cayó en poder de los francos, y el reino así llamado dejó
de existir (año 50;).
,, Google
IX
DEL ARRIANISMO A LA ORTODOXIA
M. Domiiución oitrogoda. Teodorico el Graodc ^ sus sucesores en Etpaüi. — 60. Pi^onde-
nacu buaDtÍD&. — 6L Leovigildo ; Hermeaegildo. — 61. Recaredo. — 63. Relaciones eotie
la Iglesia j el Estado. Coadlios de Toledo. — 6t. Sucesores de Recaredo, hasta Wanba.—
65- Critico de la Monarquía vUigoda.
59. — Ea todos los acontecimientos que acabamos de referir tocó re-
presentar $ España poco papel, ó, si lo representó, no fué coasignado en la
Historia. Alarico, el desdichado vencido de Voelard, probablemente no puso
los pies en nuestra Península. Jordanes, siempre que habla de sus compa-
triotas los godos, se refiere á la Galia. Nuestra Península no parecía ser en
aquel tiempo sino como una prolongación provincial y algo confusa del rei-
no de 'i'olosa. Decimos algo confusa, porque, á pesar de las conquistas de
Eurico, debían de subsistir aqui núcleos hispano-romanos independientes.
Choca la circunstancia de haber pasado Alarico tantos apuros para reunir la
gente de guerra con que se opuso á Clodoveo, habiendo tenido por último
que recurrir á mercenarios, y también la de la cobardía ó poca consistencia
que, según acabamos de ver por testimonio del Turonensc, mostraron los
soldados de Alarico en Voelard. ^Dónde estaban los visigodos, nación toda
ella guerrera y tan valerosa en las batallas? Cabe sospechar que la primitiva
banda visigoda, la que con Alarico I vino de Oriente, con Ataúlfo estuvo en
Narbona y con Walia batalló en España, nunca muy numerosa con relación
á los hispano-romanos, una vez fundado el reino de Tolosa fué esparcién-
dose por las tierras ocupadas, y en tiempo de Alarico II debía de haber muy
pocos alrededor del rey; es de presumir que muchos se habrían establecido
en España, lejos unos de otros, perdiendo así el pueblo la cohesión que le
habla hecho tan temible en sus primeros arranques. En la historia de todos
los bárbaros se observa el mismo fenómeno. Presentábanse juntos, en clan
guerrero, y nada era capaz de resistirlos: fundaban un reino, y éste rapidfsi-
mamente se convertía en potencia formidable, de las que amenazan tragarse
al mundo; pero en seguida empezaba la decadencia con la dispersión de los
conquistadores en el territorio conquistado, y en una sola batalla desapare-
cía el reino poco ha tan pujante. Es que se había presentado una nueva tribu,
ó UQ nuevo conjunto de bandas con la cohesión que le daba fuerza.
S^ún todas las probabilidades, esto sucedió á los visigodos; y es igual-
,,CoogIc
I50 HlSTOItlA DE ESPAÑA
mente de presumir que entouceü, y al combinado impulso de francos y ro-
manos, hubieran desaparecido por completo, á no coincidir con su derrota de
Voelard y con la muerte de Alarico la preponderancia de sus hermanos de
raza y religión los ostrogodos. Regidos éstos á la sazón por un hombre de ge-
nio, Teodorico el Grande, habían fundado en Italia poderoso Imperio. Uesde
Teodosio basta Carlomagno no apareció en Europa ningún personaje compa-
rable á este ostrogodo Teodorico, de la familia Ó clan de los AmaÜDgOs.
Educado en Constantinopla, en el palacio del emperador León, á los diez y
ocho años, viviendo todavía su padre Teudemeco, organizó á la romana un
cuerpo de 6.000 hombres y derrotó á los sármatas; y habiendo sucedido en
el caudillaje de su pueblo, á los veinte años, triunfó de los rivales que le dis-
putaban la jefatura, se impuso al emperador Zenón, y en 488 obtuvo el en-
cargo imperial de arrojar de Italia á los hérulos. Cinco años duró la guerra
entre ostrogodos y hérulos, al cabo de los cuales quedaron los primeros due-
ños de toda la Península, y Teodorico con título de rey; y aunque nominal-
mente subordinado al emperador, en realidad era el monarca más poderoso de
Occidente. Lo merecía, pues á las prendas del guerrero, del caudillo y del
político habilísimo juntaba las de! gobernante sabio y justo, protector enten-
dido de las letras y de las artes. Rodeóse de sabios y literatos como Casiodo-
ro (i), Symmaco y Boecio, el vulgarizador de Aristóteles; salvó de la ruina
los grandes monumentos de Roma (2), y en todo procedió como hombre de
miras elevadas y profundas — bárbaro civilizado que tuvo por norte de su
conducta reanudar la tradición clásica en el gobierno y en la cultura. — La
historia de los bárbaros se reduce á una serie de esfuerzos para destruir el
Imperio romano y á otra serie de esfuerzos por restaurarlo. Teodorico inició
esta segunda serie: cuanto hizo después en España Leovigitdo fué imitación
de lo que antes había hecho en Italia Teodorico.
Este gran rey de los ostrogodos buscó por medio de enlaces matrimo-
niales con los reyes sus contemporáneos el establecimiento de un verdadero
sistema político internacional que asegurase la estabilidad de las nacientes
monarquías germánicas. Casó á su hermana con el rey de los vándalos, á ana
sobrina con el de Turingia y á sus dos hijas, respectivamente, con el rey de
los borgoñones y con Alarico de Tolosa. Él se casó con Audafleda, hermana
de C lodo veo.
En cuanto á sus relaciones con Alarico, no fueron sólo de parentesco.
Ostrogodos y visigodos no hablan olvidado su común origen, y se miraban
como hermanos, ramas separadas de la misma familia. En las guerras de Teo-
dorico con los hérulos un ejército visigodo enviado desde Tolosa resolvió
á favor del primero una de las más peligrosas crisis de la campaña (Agosto
de 490). Después, en la desastrosa lucha de Alarico con Clodoveo, Teodorico
intervino, primero como mediador, y después como auxiliar de su yerno. La
grave falta cometida por Alarico, á la que parece que le precipitaron sus ofi-
ciales, fué aceptar la batalla de Voelard sin aguardar la llegada del ejército
ostrogodo.
Todo induce á creer que, á no ser por Teodorico, la nación visigoda hu-
biera desaparecido entonces completamente. Aunque nada digan los conci-
(I) Compuso una Htsloria tU los gndut. desytaciaclamenle perdida, piro de la cual *» nn
exlracto U de lordmts. Dice ésle qiie "^i^lo tuvo Ires dfas en su poder la d« Casiodoro. Tl"^
compuso Is suya por Us ñolas c|iie lomA en tan corlo plazo.
izt nNada excitaba su cAlera como la destrucción de las obras artísticas. . . Decretó qa«
j'se deslinasen doscientas libras de oro antiales para reparación de los muros y monninento*
»de Roma. Si se ha viiuperado á los godos la destrucción de esta ciudad, no es menoi cierto
aque á un rey godo se debe la conservación de la mayor parte de sus edificios.» (Bradlej.)
,, Google
HISTORIA DE ESPAPJa IjÍ
SOS cronistas de la época, es indudable que los sentimientos de la poblacióa
romana de nuestra Penfnsula no eran diferentes de los de la población roma-
na de las Gaüas: aquf, lo mismo que allí, Clodoveo católico habría sido reci-
bido como libertador. Pero Clodoveo no pudo penetrar ea la Península por-
que se interpuso Teodorico. Envió á las Gallas un ejército poderoso, y pro-
cediendo con el tinu que le era característico, el general que mandó, Ibbas,
era católico, y así pudo apaciguar los ánimos de los latinos, cuya oposición
religiosa habla sido causa principal de las desgracias de Alarico. El rey os-
trogodo, aunque arriano, por po-
lítica ó por cierto indiferentismo
natural, era tolerantísimo en ma-
terias de religión. En una de las
cartas que Casiodoro escribió en
su nombre se leen estas palabras,
realmente raras para dichas á prin-
cipios del siglo vi: <La religión no
>es cosa que se debe imponer, por
■ que ningún hombre puede ser
• violentado á creer contra su vo-
• luntad>. Conforme áesta máxima,
trató con igualdad no sólo á cató-
licos y arríanos, sino á los judíos,
y á nadie admiró como á Epifanio,
obispo de Pavía, del que dijo va-
rias veces con profunda venera-
ción; • No tiene igual en el Oriente '
.ni cu el Occidente; sólo haberle
■ podido ver es una dicha>.
Un príncipe asi era el propio
para salvar á la gente visigoda de
la disolución y destrucción que
tenfan encima. Y, en efecto, la
salvó con su poder militar de los
francos, y con su diestra política Cesaleico.
de los hispano - romanos. Alarico
habla dejado un hijo menor de edad, Amalarico, y á titulo de tutor ó regente
suyo, según creen algunos, ó por derecho de conquista ó elección más ó
menos forzada, ejerció Teodorico el gobierno de España hasta su muerte,
ocurrida en Italia (526), después de haber reinado treinta y tres afíos, de
ellos quince en nuestra Península. Cuando murió su poderoso abuelo Ama-
larico tenia ya veinticuatro años, y no consta en ningún documento que el
ostrogodo tratase de ponerle en el ejercicio de su realeza ó se disculpara por
no hacerlo: quizás todo eso de haber entrado á gobernar como regente, sea
explicación anacrónica, inventada mucho después, cuando, ya establecida la
monarquía hereditaria, era difícil concebir el modo, sencillo y natural en aquel
tiempo de fuerza militar y poder electivo, como Teodorico unió á su gobier-
no de Italia el de España y parte del Mediodía de las Gallas.
Lo cierto es que Teodorico imperó en España como dueño y señor ab-
soluto por medio de gobernadores ó generales, que fueron el ya citado Ibbas,
despu¿ Ampedio y Liberio, cuyos nombres suenan á hispano-romanos, y,
por último Teudis, que casó aquí con una señora principal tan rica, que con
sus siervos ó colonos podía levantar una hueste de dos mil hombres. En
sus cartas citaba el gran rey á España como parte de sus Establos. San Isi-
D,g,t7cdb/GOOgIC
152 HISTORIA DE ESPAÑA
doro le incluye en el catálogo
de los reyes visigodos, y los Con-
cilios de Tarragona (517) y Ge-
rona (512) le reconocen por so-
berano, fechando sus actas por los
aüos de su reinado (i)- £s más;
como restaurador de las costum-
bres romanas, Teodonco restable-
ció la de que se enviaran de Es-
paña á Italia remesas de trigo,
tnbuto debido por la península
conquistada á la conquistadora.
El enérgico y político gobier-
no del ostrogodo debió de ser
bueno para los visigodos y tolera-
ble para tos liispano-romanos. Ib-
baa reprimió con fuerte mano una
insurrección de visigodos que pro-
clamaron rey á Gesaleico, bastar-
do de Alarico, y que como preten-
diente á la corona reinó con va-
rias alternativas desde 507, en que
fué elegido en Narbona, hasta 511
que le mataron los ostrogodos
^""''""^'' cuando iba fugitivo de la última
derrota. El mismo Ibbas y su su-
cesor Teudis disputaron con gloría y fortuna á Clodoveo el dominio de la
Galla meriodional; y si no alcanzaron á reconquistar á Tolosa, conservaron
Narbona y Arles y toda la Septimania. Finalmente, la religión católica disfrutó
de completa libertad, como lo atestiguan los Concilios que en aquel tiempo
se celebraron.
Amalarico, que sucedió á Teodorico el Grande, temeroso de los francos,
ó por la debilitación del poder de los ostrogodos, ó por querer afianzarse sin
el apoyo prolector de éstos, casó con Clotilde, hermana de Childeberto, rey
de Parts. No siendo tolerante como su abuelo, intentó atraer á su esposa al
arrianismo, y no triunfando las razones ni los halagos, recurrió á los malos
tratamientos; la princesa franca mandó á su hermanr> un lienzo ensangren-
tado por las heridas que le habla causado su fanático y cruel marido, y Chil-
deberto emprendió una expedición religiosa y caballeresca contra el visi-
godo para libertar á Clolilde. Así lo consiguió, derrotando á Amalarico, que
murió en la batalla.
El ostrogodo Teudis fué elevado al supremo poder á fines de 53 1 ó prin-
cipios del año siguiente (2). Fué un rey batallador que guerreó con los fran-
cos en una y otra vertiente del Pirineo. A una de estas guerras se refiere el
coníiilerarniie sa nliiiela debió poiierl« en p
(sl El P. Kiiful Kiu \in panuiaíiíado iiue t
cbreto de 531 \fí,'l,-liii .U la A:u<Uhií<i ,Ií /,i
dalos hay dos i]ue parecen contrarios: el Concilio II de
nuerle de Teodorico, que dice: aniiii quinte rigis Anial-
mt.ino, mclropoliíano de Toledo muerto en 531, qae ha-
<¡Ji' Amnlitrico. Para explicar la conlradicción laponen
O ¡lot rey hacia el 521. No hay dalos. Quiíás desputs de
]iiisÍGra <jue su reinado se conlase letrospectivanieDte.
,,CoogIc
HISTORIA DE ESpAÜA I53
curioso caso de sitiar aquéllos á Cesar Augusta y encomendarse los habitan-
tes con solemnes y[fcrvorosas rogativas á San Vicente, mártir. Temerosos los
flancos de la cólera celeste por atacar Á un pueblo tan piadoso, pactaron con
los sitiados el levantamiento del asedio á cambio de una reliquia del Santo:
les dieron la estola de ^an Vicente, y la llevaron á I'arfs, donde para guardarla
y venerarla fundaron la célebre abadía de San Germán de los Prados (1). Teu-
dis gobernó por el modelo de Tcodorico el Grande, como lo demuestran dos
hechos: uno, la libertad de la Iglesia católica para celebrar Concilios (Elarce-
lona, Lérida y Valencia); otro, la constitución que dio protegiendo á los liti-
gantes contra las exacciones indebidas de la curia: esta ley, calcada en otra
Italiana de Teodomiro, fué hace pocos años descubierta en un palimpsesto
• le la Catedral de León por D. Rodolfo Bur, sacada á luz por D. Jesús Mañoz
Rivero y comentada por D. Francisco de Cárdenas (i), y es la única que co-
nocemos de los reyes visigodos de esta época.
60. — En el reinado deTeudis ocurrieron hechos que, aunque no perte-
necientes i la Historia de España, sino á la Universal, hubieron de ejercer
en la nuestra considerable influencia: tales fueron los determinantes de l.t
súbita é inesperada preponderancia que adquirió el Imperio de Oriente. El
día 1," de Abril de 527 ciñó Justiniano la corona imperial; y aunque este Em-
perador no fuera, ni mucho menos, un grande hombre, tuvo el tino 6 la suerte
de utilizar en su servicio las más excelsas capacidades: quizás sea ésta la
mejor cualidad de un soberano. Es lo cierto que merced á los hombres emi-
nentes que empleó en la guerra y en la paz, bajo su cetro recobró el Im-
perio gran parte de su autigua grandeza, y el nombre del Emperador ha
quedado esculpido en letras áureas, que no borrarán los siglos aunque
la Humanidad viva todavía muchos miles de años, en la cúpula suntuo-
sa de una de las mayores y más magnflicas construcciones morales del
espíritu del hombre: el Derecho
Romano.
Los vándalos, de que ya se
lia hablado varias veces en este
libro, habtaa fundado en el norte
de África un Imperio poderoiio
que, como antes Cartago, y siglos
después Turquía, tuvo incontras-
table hegemonía naval en el Me-
diterráneo. Justiniano envió con-
tra los vándalos una escuadra y un
ejército al mando de Belisario, y
en una sola campafia de tres me-
ses, ó mejor dicho, en la sola bata-
. e loi francos fueroD deiraudos ei. .
rcürtda por TeadJielOi eatoaces ecQer:il
de Teadii, coa la pirtlcalarídad inveío-
límil de haberse dado si ejíicito franco,
encerrado en aa desfiladero del Pirineo,
J por UD faerte rescate de dinero, paso
libre duranl* nialicaatro horas; los que
DO padieroD pasar en este tiempo fueron
BCBchillailos.
(1) Bettlin di la Acadtmia de la
Hillaria. 1881).
,, Google
154 HISTORIA riE ESPAÑA
lia de Tricameroo, se hundió aquel Estado, que parecía tan formidable: como
ya hemos dicho, era la manera corriente de caer los reinos fundados por los
bárbaros; manera muy natural, porque la población latina odiaba en todas
partes á sus dominadores, los cuales en realidad no constituían más que un
ejército de ocupación, que, una vez derrotado, llevaba consigo la desapari-
ción del reino. Restableciéronse desde luego en África la religión calólica y
las leyes y autoridades romanas, y á este régimen, siempre apetecido por el
pueblo ó masa general de habitantes volvieron también nuestras Islas Balea-
res, donde hasta entonces hablan
dominado los vándalos.
A la conquista y nueva romn-
nizacióo de África siguió el ataque
al reino ostrogodo de Italia. ¿Qué
intervención tuvoTeudisen estos
sucesos? Según San Isidoro, había
en Ceuta una guarnición goda, que
fué arrojada de allí; la crónica no
dice por quién, y el rey visigodo
acudió á recobrar la plaza en el
aSo 522. Hubo un largo sitio; pero
un domingo que los godos esta-
ban ocupados en los oficios divi-
nos, ó desarmados en atención A
la festividad del dia, fueron derro-
tados por los de la plaza. Sobre
este texto nuestros manuales de
Historia han urdido el relato de
que Teudis fué al África ea auxi-
lio indirecto de los vándalos 6 de
los ostrogodos, atacando allí á los
bizantinos. Nada más contrarío á la
verdad: la expedición de Teudis
fué dos años antes de la conquista
romana, y seguramente contra los
bereberes, que, como refiere Pro-
copin, habían arrojado á los vándalos de la región septentrional de lo que hoy
es Marruecos. Caído luego el país en poder de los imperiales, Jusliniano puso
en Ceuta una guarnición mandada por un tribuno y bajo la autoridad del du-
que de la Mauíitania Cesariense (i). No parece que volvieran >a nunca los
visigodos Á poner el pie en la costa de África {2).
Quizás Teudis, apretado por los francos y temeroso de sus propios sub-
ditos hispano-romanos, no tuviera medios ni oportunidad de acudir al soco-
rro de sus hermanos de raza y religión, ó cuando se aprestara para ello le
sorprendió la muerte, que le dio un fingido loco {548). Antes de expirar
declaró que consideraba su asesinato como justo castigo divino por cierto
crimen que tiempo atrás habfa él cometido en la persona de un jefe suyo. Le
sucedió Teudiselo, sobrino del rey ostrogodo Totila, general distinguido en
las guerras de su antecesor, y á quien la concisa historia de la época pinta
como i un principe ávido de dinero, cruel y licencioso. Al año y cinco dias
(il CídiKoJiisiininneo. UbroI-X.-ÍVII-a.
(21 Saavedra, /:,lu /i,' sol'fc ¡a invasUti de h$ .iruhes tn España, pie. j6; Juan Menéndei
l'iiíal, /./;v«,í;, ,/W ii//im« ,,'_^ .;W,i, p-lg. 6.-.
,, Google
HISTORIA DE E5FAÍÍA 155
de reioar, en una de sus cenas orgiásticas los comensales apagaronde repente
las luces, se lanzaron contra él y le asesinaron.
En su lugar fui puesto Agila, cd cuyo tiempo estalló en Córdoba, y pro-
bablemeate en toda la región del Sudeste, una formidable insurrección de
hispano -roma nos. A su frente se puso un magnate godo (Atanagildo), que,
según un texto dudoso de San Isidoro, era católico, aunque oculto (i). Es
indudable que esta insurrección (2) estuvo relaciona di sima con la prepondC'
rancia bizantina en Occidente: al ver tan cerca las águilas imperiales, ya domi-
nadoras en las Baleares, los his-
pano-Tomaoos creyeron llegado el
momento de recobrar su libertad,
ó quizás sólo de afianzarla y ex-
tenderla, ya que es muy probable
que en la costa levantina nunca
hasta entonces hubieran imperado
los visigodos de un modo efectivo;
por lo menos, en esta parte de la
Península es donde debieron siem-
pre de abundar más aquellos nú-
cleos latinos independientes, ó
semi- independí en tes, á que nos
hemos referido antes.
Para dar calor á los subleva-
dos, que habían conseguido ya
una importante victoria sobre las
tropas de Agila junto á Córdo-
ba (3),Justtniano envió una escua-
dra con ejército al mando del pa-
tricio Liberio, seguramente poco
numeroso si se atiende á lo que
entonces era uso en Constaotino-
pla (4); pero no necesitaban los im-
periales mover muchos soldados
para este género de empresas, Agila.
pues los encontraban decididos y
entusiastas en todas las comarcas dominadas por los bárbaros. £1 hecho
es que por resultas de esta rebelión y guerra quedaron bajo la autoridad
efectiva y directa del Emperador las ciudades de Asido (Medina Sidn-
nia), Malaca, Addera (Adra), Urci (Almería). Begastri (Cehegln), Cartago-
nnva, Ilici (Elche), Dianium (Denia), Acci (Guadix), Bastri (Baza) y Beatia
(Baeza); es decir, desde la desembocadura del Betis hasta el Júcar, üegan-
df» el territorio por el interior hasta Despeñaperros. Cartagonova, que ha-
bía sido arruinada por los vándalos y después restaurada, fué la capital
de esta región romana, que no debe ser considerada al uso de los ma-
ní EKcxlodice; Fidím Catkalicaní acuUe l/nuil,et Críslianii vaUe ieiin'oluj fuil; pero
como Uti ci< algunos ci^dicea, los críticos sospechiin si fué inlerpoUdo desnoés.
(l| Según el cálculo fundadísimo del P. Pita, ocurrii^ antes del 14 de Diciembre de 551.
I }l Mnríó en ella un hijn del Rey, perdióse el tesoro tea!, y Aei'a huyó á Méridji.
I4I Belisirio Uctú al Afíica lo.ooo infantes y 5.000 iineles, y á Italia unos 10.000 hom-
bres. Con raiúa dicen los hisloriadoies modernos que Belisaria ha sido el caudillo que con
menores fnetias ha consegnido mayores resultados. Si d Belisario le daban tan cortos elemen-
Iqi para las mái grandes empresas del reinada, claro es que á Liberio no debieron de darle
mis; y, segdn todas las probabilidades, dj¿ronle bastante menos.
,,GoogIc
IS6 HISTORIA DE ESPaSa
Duates y de la historia anacrónica como resultado de una ocupación ó do-
minación extranjera, sino como de liberación é independencia de los fais-
pano-ronianos en una parte del territorio. Que la población latina inde-
pendiente allí bajo el protectorado de las águilas imperiales aspiraba á ex-
tender su libertad por las comarcas que seguían dominando los visigodos,
dedúcese lógicamente de la naturaleza de las cosas, y está indicado ade-
más, aunque con vaguedad, por el hecho de que los obispos de Cartagena
compitieran con los de Toledo en titularse <mctropolitanos> de la provin-
cia eclesiástica Cartaginense. Como esta dignidad de metropolitano era en-
tonces de hecho aneja al obispo de la capital civil de la provincia, la cotn-
petencia entre los prelados parece ser efecto de otra civil ó temporal entre
sus ciudades. Al llamarse metropolitano, el obispo de Toledo parece decJn
«yo soy metropolitano porque en mi ciudad está el rey godo, soberano de
>toda la Cartaginense»; y el obispo de Cartagena, á su vez: «lo soy yo, por-
>que aquí reside el gobernador imperial, al qne corresponde de derecho
■ mandar en toda la provincia*.
Atribuyese generalmente á Atanagildo el acto de una cesión en regla á
los bizantinos de toda la región citada, como estímulo ó recompensa del apoyo
prestado á su rebelión contra Agita. AI parecer, contradice esta versión el
hecho de que asesinado Agua por sus parciales (554) y reconocido rey Ata-
nagildo por todos los visigodos, púsose inmediatamente á guerrear con los
bizantinos, tratando de arrojarlos de las ciudades dichas, sin poder conse-
guirlo. Quizás en la rebelión contra Agila entrasen al principio elementos visi-
godos y elementos hispano-romanos; quizás los segundos se levantaron apro-
vechando un mero pronunciamiento visigótico de Atanagildo por el Poder su-
premo, y su inesperada intervención dio á la revuelta el carácter gravísimo
que tuvo, sin que Atanagildo tuviera en ello parte; como suele acontecer en
todas las revoluciones, que los que las inician no son los que las dirigen, sino
que los acontecimientos van precipitándose y arrastran en su virtiginosa
carrera á los que imprudentemente los causaron. Es prabable que Atanagildo
quisiera remediar, tarde ya, el daño que habla producido á su raza separán-
dose de los hispano-romanos, que le auxiliaron en los comienzos de la revo-
cíón, y que en este momento fué elegido, pareciendo este suceso como una
tentativa de unión ó concentración de los bandos visigodos contra los enemi-
gos poderosísimos que amenazaban por todos lados al pueblo entero.
Porque es lo positivo que el reinado de Atanagildo señala una de las
mayores depresiones ó decadencias de los visigodos en su siempre azarosa
historia. Mientras que por Mediodía y Levante se levantaban contra ellos
hispano-romanos y bi:!antinos, en el Noroeste el reino de los suevos, antes
dividido en pequeííos Estados ó fracciones, volvió á su unidad política
bajo el cetro de Remismundo, y, lo que peor era para los visigodos, realizóse
allí cumplidamente la fusión de germanos y latinos, abrazando los primeros
la religión católica. El rey Cariarico ó Charrarico, según el Turonense, mer-
ced á la curación prodigiosa de un hijo suyo, lograda por mediación de San
Martin de Tours, ó el rey Teodomiro, según San Isidoro, por la predicación
de San Martín de Braga, fueron los abjuradores del arrianismo. Este San Mar-
tín de Braga, apóstol de los suevos y húngaro de nación, es una de nuestras
bellas ñguras eclesiásticas; hombre muy docto, trabajó en la grande obra ñlo-
sólica de la Edad Media, que fué conciliar la sabiduría clásica con la ense-
ñanza evangélica. Sus tratados (1) inspíranse á la vez en el Evangelio y en la
(ll FormuU viU hontxUt. Di vhi. etc. Eslán coleccionado! en el tomo XV de la Eipaüa
S^gr.../.,.
D,g,t7cdb/GOOgIC
HisTORu GulriCA DB LA Civilización Española
D,g,t7cdb/COOgIC
158 HISTORIA DE ESPAÑA
Moral de Séneca (t). Fundó el monasterio Dumiense, cerca de Braga, y redac-
tó una colección de cánones. Este grao cambio en la manera de ser de los
suevos los constituía en nueva esperanza de la población hispano- romana, sub-
yugada por los visigodos, y, por lo tanto, era un mal para éstos. Mucha debfa
de ser la debilidad del reino en este tiempo cuando Atanagildo no parece que
intentara siquiera tomar venganza
del franco Chilperico, rey de Sois-
sons, marido de su hija Galsuinda,
á la que hizo ahogar en el lecho
por un esclavo para complacer á
su manceba Fredegunda. Otra hija
del visigodo, Brunequilda, estaba
casada con Sigiberto, rey de Metz,
habiendo abrazado la religión ca-
tólica ambas príucesas al contraer
matrimonio. Por el crimen referi-
do hubo largas y sangrientas con-
tiendas entre los reinos de Metz
y Soissons, ó quizás mejor entre
Brunequilda y Fredegunda; pero
no consta que Atanagildo tomara
en ellas ninguna parte, aunque
tan interesado como padre de la
victima.
Fué Atanagildo el primero de
los reyes visigodos que residió en
Toledo; murió en 567. Hubo un
interregno de cinco meses, que
debió de ser muy agitado y re-
vuelto, al cabo del cual eligieron
Atamgildo. por ^gy ¿ Liuva, gobernador de
la Galia Narbonense (entre 14 de
Noviembre y 31 de Diciembre de 567) (2). Liuva se asoció á su hermano
Leovigildo un año después (3) para que gobernara en la Península, pues
él permaneció allende el Pirineo hasta su muerte (572), reuniendo entonces
Leovigildo todo el reino bajo su cetro.
61. — El reinado de Leovigildo (4) (de 568 á 5S6) sería uno de los capí-
tulos más interesantes de nuestra Historia si tuviéramos documentos sufi-
cientes para conocerlo. Marca, en efecto, un nuevo florecimiento de la Mo-
narquía visigoda y la lucha suprema entre los dos elementos, germánico y
latino, que venían disputándose el predominio de la Península. Cabe consi-
derar á Leovigildo como verdadero fundador de la Monarquía visigoda, y, en
su virtud, primer rey de España, no sólo por haber revestido su autoridad con
el aparato mayestático de corona, cetro, manto y trono (5), sino principal-
mente por haber organizado el reino á la manera ó por el patrón del Imperio
:iguo de los ssnequistas de U Peninsula Ibf tict. Meníndei Peliyo.
lu notabilísima Historia, )« llama Liuvigildo. Creemos preferible atener-
nos a la lormn, SI mas impropia, usual ya entre nosotros.
(si ¡(uta aquí las vocís dt Irene, cilro y corona ivlo hútt pedido utnrií en ¡enlide figHTodf.
df'il/ Ltoviiilde son los verdaderos eriiblemas del poder real. (D. Modesto Lafaente. HiítBrio de
F.sf'aña. Tomo II, página 31).
(1)
Es el más anl
di
Padre Kita.
Id«m,
I4l
Altamira. en !
,, Google
HISTORIA DE
1 59
romano. Junto al rey hubo un ofUh palatino ó Consejo, compuesto por los
jefes supremos de la administración: el comes notariomm (conde de los nota-
rios ó canciller mayor del reino), el comes exercilus, el comes IkesaHrorum, el
de las laigicines, el de los spalhkrioi, el stahfli y el del patrimonü, encarga-
dos respectivamente del ejército, de la hacienda, de las mercedes ó gracias,
de mandar la guardia real y de di-
rigir las reales caballerizas y el
real patrimonio; la corte se llamó
curia (i), y los magnates que con-
currían i, é\\a, primates ji proceres;
fué creado el ñsco, ó Hacienda
pública, como institución perma-
nente, y el régimen local sobre la
base de ocho provincias (Galecia,
Asturia, Autrigonia, Iberia, Lusi-
tania, Bética, Hispalis y Auraitida),
gobernadas por duques, con condes
en las ciudades principales, cu-
rias ó ayuntamientos en las po-
blaciones mayores, y prepósitos y
concejo (conventus publicus vicino-
runt) en las aldeas. Quien ideó y
realizó toda esta obra bien mere-
ce título de gran gobernante y
preferente atención al historiador,
sobre todo teniendo en cuenta las
circunstancias diñcilf simas en que
subió al trono.
Porque al advenimiento de
JLeovigildo el reino visigodo es-
taba poco menos que al borde de Liuva I.
su completa ruina. Los bizantinos
por un lado y los suevos por otro lo amenazaban siempre; y no era esto lo
peor, sino que dentro del territorio que aún conservaba la población estaba
levantada en muchos puntos, formando núcleos independientes y en relación
constante con suevos, bizantinos y francos. Así, Leovigildo tuvo que comen-
zar sus empresas restaurando el decaído poder militar de su raza, y desde el
año 569 hasta el 580 le vemos recorrer constantemente la Península al frente
de sus tiHjadias (2), rechazando á los suevos y á los imperiales, tomando á
Córdoba, sometiendo á Sabaria (3) y á los cántabros, en cuyo pafs conquistó
la ciudad de Amaya (4), y sojuzgando dos veces consecutivas á los montañe-
ses del Orospeda (5), que debían de constituir uno de los núclp.os hispano-
romanos más importantes.
En este punto el reinado de Leovigildo, vino su episodio de más inte-
rés: las reyertas con Hermenegildo. De nada se ha escrito y disputado más,
y de nada tampoco con menos fundamento. Los textos de Juan Abad de Vi-
(■) Y por extensión, lambiín cl palacio renl.
(1) Caerpo equivalente i loi raimientos actuales, pues conslaba de l.ooo hombres, divi-
dido en cenluriai Ó compattlas.
(3) En U lonja de Salamanca y Zimora, entre el Cubo y San Cristóbal del Monte, según
Fernández Gacrra ^ Saavedra.
(4) A corla distancia de Aguilnr de Campdo.
(5) Sierras de Alcaraz, Segura y Caiorla.
,, Google
l60 HISTORIA DE ESPAÍÍA
clara, de San Gregorio de Tours, de San Isidoro y de San Gregorio Magno,
únicas Tuentes directas, son tan concisos, y además oscuros y contradicto-
rios, que se prestan á las interpretaciones más diversas, dejando anchísimo
campo á toda suerte de conjeturas é hipótesis. Ninguna quizás ha dejado de
hacerse: el proceso de Leovigüdo y Hermenegildo se ha instruido mil veces,
y Tallado por los historiadores se-
gún las andones de cada uno. £1
juez verdaderamente imparcial, en
vista de la deñcíencia de los autos,
debería limitarse á sobreseer por
falta de prueba.
He aquí los datos conocidos
ó hechos probados.
Leovigildo, arriano como to-
dos sus predecesores, se distinguió
de muchos de ellos en ser perse-
guidor de los ca:ólicos. Quilas bus-
cara por este medio la unidad reli-
giosa de su reino, base para la mi-
litar y política que había fundado
con su espada y sus disposiciones
administrativas. Pero, fueran las
que quisiesen las causas de perse-
guir á los católicos, el hecho en sf
mismo resulta no sólo de Gregoiio
de Tours, sino de San Isidoro. El
texto del último no puede ser más
explícito: «Lleno de furor — di-
»ce, — inspirado por la perfidia
Leovigildo. .arriana, persiguió á los católicos,
• desterrando á muchos obispos.
>Quitó á las iglesias sus rentas y privilegios, é impulsó á muchos á que abra-
• zasen la pestilente herejía de Arrio, no por la persuasión, sino con dinero y
■ favores. Llegó á hacer que fueran rebautizados los católicos, no sólo de la
>plebe, sino los ordenados en la dignidad sacerdotal, como hizo con Vicen-
• te, obispo de César Augusta, al que haciéndole apostatar arrojó del Cielo al
• Infiernoi. V algo más adelante añade: «Hasta para los suyos fué pernicio-
>so; y cuando vefa á los nobles adquirir gran poder, 6 mandaba que les cor-
• tasen la cabeza, ó los desterraba, incautándose de sus riquezas» (l).
Juan de Viciara maniñesta el motivo y causa ocasional de la persecu-
ción de Leovigildo refiriendo que en el año de 580 convocó el rey en Toledo
un sfnodo de obispos arríanos, el cual modiñcó las antiguas fórmulas de la
herejía, sustituyéndolas por otras que parecieran más aceptables á los cató-
licos. Al «Gloria Patri et Filio et Spiritui Sancto» de la liturgia de Arrio su-
cedió: «Gloria Patri per Fitium in Spiritu Sancto»; y Leovigildo, creyendo,
como siglos después Enrique VIII é Isabel de Inglaterra, que había encot-
trado el punto feliz de conciliación entre la ortodoxia y la herejía, quiso im-
(I) Hisl. Golh. Ann. 585. números 50 y 51. Menéndei Peisyo ffíiit. de los Htttr.) Dice:
:ovígildo no era tirano, ni opresor, ni Faniitico; antes (enfa mis grandtia de alma qae todot
s nrincioes de su i>ente su memori 1. respetadR siempie por San Isidcro etc.» El
<ny Ft (Diciembre, 1(103) copia I05 testos de S«n Iiidoro (rascrilos «qui,
y níiade con gracia: iiVX respeto de San Isidoro i la memoria de Leovieildo guarda alguna
iitogln con el que luvo el alcalde de Z.ilnmen al capitln d quien prendió.»
D,g,t7cdb/GOOgIC
HISTORIA DE ESPAÑA l6l
poner á católicos y arríanos esta fórmula capciosa, desistiendo á la vez de
que fueran rebautizados los prímeíos (i). Es probable que algunos arríanos
se resistiesen al edicto real, y quizás á eso se refiere baa Isidoro al decir en
el texto copiado más arriba: «hasta para los suyos fué pernicioso>. Lo posi-
tivo es que muchos católicos se resistieron. £1 diácono Pablo, escritor del si-
glo vin, en un episcopólogo de M¿rida que compuso (2), reñere, aunque con
leyendas y consejas, el episodio de la persecución de Mascona, obispo de
aquella ciudad.
£1 lance harto más ruidoso de Hermenegildo sólo fué otro episodio de
esta lucha religiosa.
Leovigildo estaba casado en segundas nupcias con Gosvinda, viuda de
Atanagildo. De esta Gosvinda hizo la tradición católica un retrato semejante
al que en el siglo xvi se hizo de Ana Bolena: era, se dice, tuerta, y la más
mala mujer que se habla conocido. Tenia el Rey dos hijos de su primer ma-
trimonio (3): Hermen^ldo y Recaredo, y el primero casó con Ingunda, prin-
cesa franca y católica, bija de Brunequitda, la reina de Metz, y, por tanto,
nieta de la misma Gosvinda. Cuenta el Turonense que la abuela y suegra se
empeñó en que su nieta abrazara el arrianismo, lo cual no debió de ser por
fanatismo arriano, ya que ella había consentido en que sus dos hijas se hicie-
ran católicas para casarse con los reyes de Metz y Soíssons, sino quizás más
bien por creer que las mujeres, sobre todo las princesas, debían seguir la
religión de su marido ó de la familia real. £1 historiador franco llega á decir
que en su furor contra Ingunda, Gosvinda llegó á rasgarle los vestidos, ti-
rarle del cabello y arrastrarla por el suelo hasta hacerle verter sangre.
Según el Viclarense, en el año 573, es decir, á los principios del reina-
do, Leovigildo asoció al reino á Hermenegildo y Recaredo {consortes regut
facii). Seis años después, ó sea en 579, el mismo cronista escribe: '£1 rey
■ Leovigildo trató el casamiento de su hijo Hermenegildo con la hija de Sis-
»berto, rey de los francos, y le dió una parte de la Provincia para que reinase
'{oáregMandum)'. Después de referir los malos tratos de Gosvinda, dice el
obispo de Tours: <Les cedió (Leovigildo á Hermenegildo é Ingunda) una de
• las ciudades en que residiendo reinasen (»» qun residentes regnarenf)* . Ni
uno ni otro cronista especiñcan cuál fué esta ciudad ó parte de la «provin-
cial en que reinaron Hermenegildo é Ingunda, ni mucho menos la autoridad
de que los invistió (4). Del período de 579 á 583 únicamente poseemos tres
noticias: una, en los Diálogos de San Gregorio Magno (5), reducida á que
Hermenegildo se convirtió á la religión católica, tomando el nombre de Juan,
y que al saberlo su padre trató con premios y amenazas de hacerle volver
al arrianismo, hasta que, frustrados sus propósitos, lleno de ira le quitó el
reino (privatít regno). Esta frase, como casi todas las auténticas que se refie-
ren á estos sucesos, ha sido objeto de controversias, entendiendo unos que
(i) Se dicpnio cito, como decimoa, en
de Ltorigilda de tebantizar i lot católicos. \
de coDciOnr los lexloi.
(3j yu.r falruM Emeñlaiiium (Espetía Ugrada. Tomo XIII).
(1) &i machai historias le lee que la primera mujei de LeoTÍgildo fu£ romans, hija del
gobeniador biíantiiio de CartaiieD*, y llamada Teodosia. Hl F. Flórez pnio en claro con el texto
del Cronicón de Adón qae ae llamaba Rinchüde.
(4) D. Vicente Lalnente (ITut. EcUs.) interpreta el texto así: «Enijfi á su hijo i Sevilla
i^aia que TÍvieta con aparato regio». Refutan eita aserción el P. Guillermo Antolín («San Vin-
mCBettUdo ante la crfüc» bislórica». La Ciuáadde Dio¡, Octubre i Diciembre, 1901). y el P. Ro-
chel (lag. cit), pero suponiendo qae HermcDegildo fu£ soberano por completo independiente
por concesión de Leovigildo, lo qae nada autoriza i creer.
(5) Lib. III, cap. XXXI.
SikHlo. HlSrORIA DE ESPAÍlA
,,Coojíc
|62 HISTORIA DE ESPAÑA
prioatitregno significa que le «des-
heredó* ó pnvó de la sucesión á
la cdroaa; otros que le quitó el
reino de Hispalis, como biio efec-
tivamente con las armas, y otros
que antes de proceder á esta vio-
lencia le exoneró del titulo regió
que le había dado, jVaya usted á
saber!
La segunda noticia es del Tu-
ronense, y se reduce á que, sabedor
de la conversión de su hijo, Leo-
vigildo «se dio á buscar con cau-
>tela la manera de perderle» (i).
La tercera, por último, es del Vi-
clarense, el cual dice: 'Nameodem
>annq (579) ñlius ejus Hermene-
>gildus, raccíone Gosvintbse Re(<i-
• nae tyrannidem assumensin His-
• pali Civitate rebelione facta re-
>cluditur>; esto es, que en el mis-
mo año en que su padre le dió
• parte de la provincia para que
• reinase*, Hermenegildo se rebe-
Recaredo 1. 1^ ^^ Sevilla, haciéndose allí tira-
no, 6 sea usurpador, é hizo esto
«por Tacción de la reina Gosvinda*. El P. FIórez entendió que la palabra
Gorointka debe de ser equivocación de loa copistas, y la verdadera Ingint-
dai porque 'el nombre de facción no puede aplicarse á quien da la oca-
úón á la rebelión, sino á quien la mueve y sostiene* (2); es decir, que.
según el P, FIórez, Hermenegildo se levantó siguiendo el bando formado
por su mujer Ingunda; pero se ha hecho notar, acertadamente, que el abla-
tivo /accione puede muy bien interpretarse <á causa ó con ocasión del ban-
do ó partido de la reina Gosvinda>. El Turonense dice en otro pasaje que
Gosvinda era cabeza {caput) de los arríanos.
Más honda duda nos ofrece por otro aspecto el texto de Juan de Vicia-
ra. Al decir que Leovigildo dio á su hijo un territorio en que reinara, no
especiñca cuál fué, y al aúadir que se rebeló, usurpando la soberanía, señala
muy precisamente que ocurrió esto en Hispalis, ó Sevilla. ^No cabe sospechar
que, ó por no satisfacerse Hermenegildo con el territorio que le dio su padre,
ó por otras causas ignoradas, se fué á Sevilla, no porque fuera ésta la ciudad
cedida, sino por su posición en la Bélica, poblada de hispano- román os, cer-
cana á Córdoba, independiente hasta 572, y á las comarcas todavfa imperia-
les, ó que acababan de serlo? jNo es verosímil suponer, no una guerra me-
ramente defensiva del pequeño reino de Sevilla, como se empeñan en ver
ios que no transigen con qee Hermenegildo fuera rebelde, sino una lucha
general de todos los católicos de la Península — hispano-romanos, suevos y
bizantinos — contra los visigodos? Leovigildo habla ido venciéndolos ó so-
metiéndolos por partes, atacando uno por uno á todos los núcleos antigólicos:
D,g,t7cdb/GOOgIC
HISTORIA DE ESPAÑA I63
era l<^ico que el epdc^o de esta serie de guerras fuera una insurrección su-
prema y combinada de todos los elementos, vencidos, mas no destruidos,
y era natural que buscasen su unidad en la proclamación de un; rey cató-
lico opuesto al rey arríano. Hermenegildo, recién convertido á la fe católica,
esposo de una princesa franca, era el principe adecuado para desempeñar
semejante papel, y él pudo aceptarlo de completa buena fe, creyendo firme-
mente que sus deberes para con la verdadera Iglesia perseguida eran supe-
riores en excelencia y grado á los de hijo, acostumbrado además á que seme-
jantes luchas civiles entre próximos parientes eran el a ¿ c en la historia de
üu raza, y con la complexión moral, por último, de esta misma raza germá-
nica, profundamente individualista, en que los hijos en cuanto podían mane-
jar las armas se consideraban emancipados en absoluto de la autoridad pa-
terna. Juzgar á un príncipe visigodo del siglo vi con el criterio propio de otros
tiempos es, no sólo un agravio á su memoria, sino un ridiculo anacronismo.
Mirando así la cosas, explicanse muy bien la extensión y duración que
luvo la guerra entre Leovigildo y Hermenegildo, el hecho de haber interve-
nido en ella suevos é imperiales, la embajada de San Leandro, obispo (je
Hispalls, á Constan tino pía como legado regis wissigotiorum á tratar asuntos
de su fe pro causa Jideis (i), rey de los visigodos que no puede ser otro que
Hermenegildo; los dos monumentos epigráficos que se conocen de éste y en
los que se da el título de rey, no de Sevilla, sino en absoluto (2); y, finalmente,
el hecho muy significativo, é inexplicable de otro modo, de que San Isidoro,
San Gregorio y el Abad de Viciara, aunque católicos, y escribiendo uno en
laüalia y los otros en reinados ya católicos, llamen, sin embargo, áHerme-
n^ildo tirano y rebelde, lo que ciertamente no hubieran hecho á limitarse el
(irincipe á la defensa del reino en que su mismo padre le había puesto (3).
En resumen, que nada se sabe de cierto. Lo positivo es que en el citado
año de 583 Leovigildo estaba en
campaña contra su hijo; que tomó
á Mérida; revolvió luego al Norte
4 sofocar una insurrección de vas-
cones, haciendo é muchos de éstos
emigrar á la Aquitania y fundando
para contener á los dichos monta-
ñeses la forUleía de Victoriaco
(t| Falabru de San Gregorio Mag-
no i San Lesadni en la dedicatoria de los
(1) Unas monedaí 6 medallas qne
'tieaenal anierso un tfono con craz y en-
cima la lejrenda: Rrmemi^hic; al reveno
nna leyenda en que Mariana 7 Morales le-
yeron RígetK devila: huye del re;, pero qne
ho;f le inleipreta: Kegeá DtQ mío; y una
Upidacon ínscrípciAn.eDConlradaen 1669
en Alcalá de Caadaira.
(3) Tan difíciles de eipUcar ion es-
UM textos sin la hipótesii formulada, que
el P. Kochel apunta la sospecha de si ha-
brán sido «dullerados, especialmenle el de
Saa Isidoro, por los herejes. Pero jqué he-
rejesí Cnaado San Isidoro escribía la he.
rejia esuba ya vencida, San Gregorio de
Toan llega á decir que el Príncipe atentó
contra la vida de su padre, y por eso le
llama muerabU. Lluva II.
,,CoogIc
(Vitoria); que tuvo que conjurar una iavasiáii de francos negociando el matrí-
mooio de Recaredo con Kingunda, hija de la feroz Fredegunda; que, bajando
otra vei al Mediodía, envolvió é hizo capitular al ejército suevo que mandaba
al socorro de Hermenegildo, obligando al rey Miro á reconocer su sobera-
nía (i); vino luego el sitio de Sevilla, del que sólo se sabe que fué largo y que
Leovigildo mandó reedificar du-
rante él, quizás para su residencia,
la ciudad de Itálica, é intentó tor-
cer el curso del Betis; que huyó
Hermenegildo, aunque haciendo
frente á sus perseguidores, y en
Osset (San Juan de AlFarache), se-
gún San Gregorio de Tours, ó en
Córdoba, según el Abad de Vicia-
ra, entregóse á su padre, habiendo
mediado en este acto su hermano
Recaredo. Todavía son más esca-
sas y vagas las referencias sobre
el último periodo de la vida de
Hermenegildo. Sólo puede asegu-
rarse que quizás en Tarragona, y
estando preso, un obispo arrian»
le invitó á recibir la comunión pas-
cual por el rito de la secta, y ha-
biéndose negado el Principe, fué
muerto de orden ó á manos de un
tal Sisberto. ffermttugUdus in urbe
Tarraeotumíi d Sisbtrio inierfid-
tud, dice el Viclarensc con conci-
. sión desesperante para la posteri-
^'*''""- dad. Tan noble fin borró cuanta
culpa hubiera podido tener Her-
menegildo en sus empresas políticas, si es que tuvo alguna, de lo que nada
cabe afirmar ni negar, ateniéndose, como debe hacer la Historia critica, á los
datos auténticos. Aun en el orden puramente humano, el martirio del prin-
cipe visigodo acredita que el móvil de sus actos no fué mera ambición de rei-
nar, sino Intimo convencimiento de la verdad religiosa que habla aceptado.
Después de este suceso aún reinó Leovigildo cerca de dos años, ilus-
trados con la conquista del reino de los suevos y guerras defensivas y glo-
riosas contra los francos, dirigidas en la Septimania por su htjo Recaredo.
Éste, que habla acompañado siempre á su padre, y en cuyo honor habla
puesto Leovigildo el nombre de RecopoHs á una ciudad fundada en el tér-
mino de Almonacid de Zurita, junto á la confluencia del Guadiela con et
Tajo, heredó el reino.
62. — Cuenta el Turonense que Leovigildo se convirtió á la verdadera
religión antes de morir, y que aconsejó á su hijo Recaredo que siguiera su
ejemplo. Prescindiendo aquí de lo que pudiese haber de sobrenatural en este
caso, discurriendo á lo humano, es verosímil que el Rey moribundo, algo es-
céptico, como debía de ser en religión, á lo menos en lo referente á delíca-
mpafln; según el TuTonente, toItíó enfcmi»
D,g,t7cdb/GOOgIC
HISTORIA DS ESPAÑA I65
dezas dogmáticas, dirtciles de apreciar bien por un lego, comprendiese, á fuer
de político, que la unidad del reino tan vigorosamente establecida por su es-
pada sería deleznable y efímera mientras no se reconciliasen las dos razas.
Tenia delante de si el ejemplo de la Galia, donde á la conversión de Clodoveo
habia seguido la nnión entre francos y latinos, contrastando con los de los
reinos vandálico y ostrogodo, en
que la desunión religiosa perpc-
tuó la debilidad, demostrada por
la súbita ruina de ambos Estados
al primer embate algo enérgico de
un invasor extranjero. Realmente
la obra realizada por Leovigildo
^ estaba pidiendo su remate ó coro-
na en la unidad religiosa de am-
bos pueblos, y es de admirar la
rapidez con que Recaredo lo puso,
dando á sospechar con tal premu-
ra que la cosa estaba resuelta des-
de antes.
En efecto; á los diez meses de
reinar recibió el bautismo, y antes
de este acto habla hecho celebrar
en Toledo una asamblea de obis-
pos católicos y arríanos, á ver si
se ponían de acuerdo sobre la fe.
[^ solemne abjuración del arría-
nismo ae veríñcd en el Concilio III
de Toledo, á tal efecto convoca-
do, y al cual asistieron sesenta y
tres obispos y seis vicarios, presi-
diéndoloMansona, de Mérida; pero Gundemaro.
elalma de aquel célebre sínodo fué
San Leandro, de Sevilla, que habla catequizado A Hermenegildo y, según pare-
ce, también á Recaredo. Se abrió el Concilio el 4 de Mayo de 627, y el Rey,
con la reina Bada y ocho obispos arríanos, admitió el símbolo de Nicea, con-
fesando que Nuestro Señor Jesucristo es verdaderamente Hijo de Dios, la Se-
gunda Persona de la Beatísima Trinidad, el Verbo que fué antes de todas las
cosas y será por toda la eternidad. Asi quedó establecida la unidad católica
en España ít), gran bien en sf mismo, no sólo religioso, sino social y político,
pues dio á las diversas gentes pobladoras de la Península una cohesión moral
que no podían tener de otro modo, y contribuyó eficazmente á constituir un
verdadero pueblo de lo que no era sino informe conjunto de razas diversas,
antagónicas y enemigas entre sf.
Por desgracia, en éste mundo aun los bienes mayores no vienen sin
mezcla de mal; y el tan excelso de la unidad religiosa no parece que pueda
sostenerse por los solos medios de la persuasión y del amor, y de aquf que
para mantenerlo sea menester garantirlo con penas que contengan y repri-
(I) En su fíiileria d¿ Tiodaih /I Crundt Klíchiít considera como una usurpaciAn histft-
ñct uríbnir á Recaredo tal eit«bleci miento, cnando no hiio m*i (¡iie restablecerla. Quien la
fundó, no sólo en EipaAa, sino en todo el Imperio, fué Teodosio. haciendo civilmente obliga-
torio el sfmbolo de Nicea, prÍTando i loi apilsiatis de los derechos de testar y heredar y pro-
hibicnio la idolatría.
,,CoogIc
l66 HISTORIA DE ESPAÍlA
man á los díscolos. Serla de apetecer que bastasen á
tal efecto las penas canónicas, de suyo correcciona-
les y suaves; pero para quien se aparta de la Iglesia
por no creer en sus dogmas ni acatar como divina su
autoridad, /qué eficacia subjetiva pueden tener ana-
temas, excomuniones, cebsuras y penitencias? De
este modo por líbica sucesión de ideas llégase á que
el Estado ó el Principe secular impongan penas civi-
les á los enemigos de la religión; y una vez declara-
das delitos comunes ia apostasfa, la herejía y la infi-
delidad, la misma lógica impone que estos delitos
sean los más graves de todos, pues ninguno puede
serlo como los que tan directamente van contra Dios.
Asf resulta por natural encadenamiento de racioci-
nios, pero con profunda pena de los espíritus verda-
SuiLeandiD. deramente cristianos, convertido el Estado católico
en perseguidor de los subditos anticatólicos, y se da
el enorme y desconsolador contrasentido de que en nombre de Aquel que dijo
á sus discípulos <no arranquéis la cizafia, no sea que arranquéis también el buen
ttrigo, dejad crecer una y otro hasta el tiempo de la siega> , y con el pretexto
de extirpar la cizafía, se hayan levantado cadalsos y hecho sufrir horribles
tormentos y crueles privaciones á hombres y mujeres en quienes cabe supo-
ner siempre buena fe 6 conciencia equivocada en la profesión de sus errores.
En todas las naciones estas ideas de intolerancia civil con inRelesy
herejes predominaron en cuanto hubo pasado la era de las persecuciones
paganas y arrianas, y en todas el pueblo católico de perseguido se convir-
tió en perseguidor: tal era el espíritu público ú opinión universal, por na-
die contradicha, en aquellos tiem-
pos (i), Pero hay que reconocer
que en Espafía, quizás por la mis-
ma vehemencia del carácter popu-
lar, tomó desde un principio este
espíritu de intransigencia religiosa
un tono de dureza y acritud sin-
gulares: en otros pueblos se ha
llegado en este orden & extremos
que han sobrepujado á veces i tos
de España; pero en ninguno ha
sido tan sistemático y perseveran-
te el odio implacable, no ya á la
infidelidad y á la herejía, sino á los
inñeles y herejes y á los sospecho-
sos de serlo.
(i) «Si los reyes jr el pueblo se
Bgenlís en inatcria religiosa 6 extraordi-
"naiiBinente fHTorecedotrs de la Iglesia.
"es porque lo sienten metu prepñe. por-
»qiie es íste el espíritu de la sociedad. ^
»no porque cada ley, oda detemnin ación
»esté tomada y aconsejada directamente
»por los obispos», — (Allamira, Iñsl, Je
yCOOgll
DE ESPAÑA 167
Ed el Concitio III de Toledo dio comienzo la serie de leyes perseguido-
ras de los enemigos de la Iglesia, que no concluye hasta los tiempos moder-
nos, por influjo de las ideas liberales. Los libros arrianos fueron mandados
quemar (i); y si el Concilio de Ilfberís impuso nada menos que la excomu-
nión al clérigo ó fiel que comiese con un judfo, el tercero toledano excluyó
á los hebreos de los cargos públicos, prohibiéndoles casarse con cristianas ó
tener concubinas y sicrvas de nuestra religión. Verdad es que estas leyes se
pueden justificar ó excusar como
meramente preservativas del con-
tagio y predominio de los infieles.
Recaredo tuvo que luchar con
los arríanos recalcitrantes, que ur-
dieron diferentes conspiraciones,
y aun osaron rebelarse contra el
nuevo orden de cosas establecido.
Parece que los judíos ayudaron i
los sectarios en estas empresas, y
de ello, naturalmente, se les hizo
nuevos cargos, como si no fue-
ra muy natural también que gen-
tes tan perseguidas procnrasen su
emancipación y libertad. Domi- -,
nó el Rey todos estos obstáculos
opuestos á su gobierno, y fué pa-
cifica la mayor parte de su reina-
do, que duró hasta 601. Con la
abrogación del arríanismo desapa-
reció la lengua gótica, en que se
oficiaba en aquella secta conforme
i los ritos de Ulfila, y también se
usó siempre ya el latin en los ac-
tos de curia civil. Recaredo era Kecaredo [I.
romano de corazón, como lo acre-
ditó tomando el nombre de Flavio, y se sirvió del elemento latino en los
puestos más elevados del reino: el general que tuvo en la Septimania para
reprimir á los arrianos y rechazar á los francos se llamaba Claudio.
63. — De su reinado data la extraordinaria influencia é importancia ex-
cepcional del episcopado y clero católicos en la Monarquía visigoda. «Cuando
• francos y godos — escribió el protestante Gibdon — renunciaron á la idola-
• trla y al arrianismo, aceptaron con igual sumisión las ventajas y los inconve-
>nientes de este cambio. Pero mientras los prelados franceses, cazadores y
•guerreros, olvidaron el antiguo uso de los sínodos y todas las máximas de cas-
• tidad y caridad, entregándose al lujo y á la ambición con perjuicio de sus
• deberes sacerdotales, los obispos de España hiciéronse respetar y estimar
>de los pueblos, y la regularidad de la disciplina eclesiástica introdujo la esta-
• bilidad, la pa^ y el orden en el gobierno del Estado. Los Concilios de Toledo,
•en que la política episcopal templaba y dirigía el espíritu indisciplinado y
• feroz de los bárbaros, dieron algunas leyes sabias, ventajosas por igual á re-
• yes y á subditos. Los conquistadores fueron dejando insensiblemente su
(i) «No me sienlo tentado á lloriT pérdidas quÍ7Ís in
■tener lo» birbari» viitigodoi? ... Ni un tola nombre de es
>á Bnlgarano 6 i Siscbnto». — (Meníndez Pelayo).
,, Google
I68 HISTORIA DE ESPAÑA
>lengua teutónica, y, sometían do-
>se al yugodela justicia, partieron
>con los vencidos las ventajas de
»1a libertad» (t).
Conviene tener presente:
I." Que el clero católico era
e.i aquel tiempo el único Je le men-
tó culto de la sociedad. Todos los
escritores que florecieron en la
época visigótica fueron eclesiásti-
cos: los cronistas, como Juan de Vi-
clara y San Julián de Toledo; y
los moralistas, juristas y teólogos,
como San Martín de Brago, Apnn-
gio de Eeja, Fortunato Masona,
San Leandro, San Ildefonso, etc.;
y descollando sobre todos San Isi-
doro, también cronista y grao re-
copilador de la ciencia antigua, y
»in disputa el hombre más sabio
de su época. Nombres visigodos y
seglares sólo figuran por rarísima
excepción en la esfera de la cul-
. tura, como los del Conde Bulgara-
no, autor de Cartas, y el del rey
Sisebuto, que escribió una Vida
de San Desiderio y cartas. Y ¡quién sabe si estas obras lo fueron real-
mente de tales magnates, ó del inevitable secretario y capellán hispano-
latino! Sólo las cuestiones religiosas ó las relacionadas íntimamente con la
religión interesaban en las escuelas. Chindasvinto envió á Roma al obispo
Tajón con encargo de buscar libros; pero no de poesía ó ciencia profanas,
sino ¡os Morales de Gregorio Magno. Si algunos estudiaron la Astronomía,
como Juan de Zaragoza, hermano de San Braulio, Eugenio II de Toledo y el
mismo San Isidoro, era para disponer los cómputos eclesiásticos y cálculos
pascuales. La poesía ceñíase casi siempre á cantos rituales ó devotos. Y lo
mismo la música. Finalmente, toda la enseñanza circunscribíase á escuelas
de primeras letras, monasteriales ó parroquiales, ó á seminarios para la for-
mación del clero, como el establecido en Sevilla por San Isidoro. En resumen,
que e! sacerdocio era entonces la ciencia, las letras y las artes en su total
expresión positiva. Si los visigodos hubieran prescindido de este factor social
en su gobierno, si no le hubiesen reconocido la influencia predominante que
le reconocían, como doce siglos después han pretendido enciclopedistas,
filósofos y juristas que debieron hacer, habrían prescindido de todo lo que
significaba cultura, ilustración y ciencia en su reino.
2." Que el clero era el representante genuino del pueblo hispano-ro-
mano, dominado por los visigodos, pero del cual necesitaban éstos para cons-
tituir un Estado y que no fuera su dominación una mera ocupación bélica.
Teniendo en cuenta estos dos puntos, se comprende aquel gobierno, sin
duda extraño en nuestro actual modo de ser, pero que hace doce siglos
tuvo sólido fundamento y cumplida raión, no en lucubraciones ó declara-
,,GoogIc
HISTORIA. DE ESPAÍÍA 1 69
ciooes de 61ósofos ó de una Cámara legislativa, sino en el desarrollo espon-
táneo, y por ende natural, de las cosas y de los sucesos. No fué aquello una
teocracia, como dijeron Montcsquieu, Sampere, D. Joaquín Marta Pacheco y
otros que consideraron el Fuero Juzgo y los cánones de los Concilios toledanos
á la luz de las ideas dominantes en los siglos xviii y xix; no fué <un reino en
manos de sacerdotes», como dice Bradley, sino un Estado en que los sacer-
dotes tuvieron, no por usurpación ni concesión de nadie, sino por efecto de
las circunstancias de lugar y tiempo, el doble carácter de obispos y de mag-
nates seculares, y además eran los únicos capaces de redactar un escrito, de
componer un discurso, de preparar una ley ó de dar un dictamen fundado
en ciencia y precedentes históricos sobre cualquier asunto de gobierno y ad-
ministración; y como consecuencia de esto y del fervor religioso de los re-
clin convertidos visigodos, un Estado en que Dios y el César, el Sacerdocio
y el Imperio se unieron, confundieron y compenetraron de tal modo, que pa-
recieron formar un todo compacto, una sola cosa. Por eso, si vemos á los
obispos legislar en los Concilios sobre asuntos civiles ó, con más precisión
de términos, deliberar y proponer las leyes que el rey sancionaba después
y erigirse en censores natos de los jueces seculares (i) — cosa que tanto es-
candalizó á Pacheco — (2), en cambio, también vemos establecidos los recur-
sos de fuerza ante el rey contra las violencias de los jueces eclesiásticos (3];
á Recaredo y Siscbuto, conocer de causas eclesiásticas; á todos los reyes, nom-
brar y trasladar obispos, convocar Concilios y — ^qué raásl — hasta legislar
sobre los ayunos (4). Si los partidarios de las regalías de la Corona ó, como
ahora se dice, de la independencia del Poder civU, encuentran mucho de
abusivo en la organización del reino visigodo, los MltramoHtanos, según escribe
D. Vicente Lafucnte, «apenas si contienen su indignacii^n contra algunas dis-
■ posiciones conciliares* (5) de aquella misma época.
Resultado ó reflejo de este carácter general de las relaciones entre la
Iglesia y el Estado fué el particu-
lar de los Concilios de Toledo. Es
indudable que los godos tuvieron
asambleas deliberantes de orden
puramente civil, como lo es tam-
bién que las asambleas provinciaies
de la época romana nunca fueron
olvidadas del todo. Los cronistas
hablan alguna vez del Senado, que
debia de ser una junta de magna-
tes principales. Los Concilios á su
vez eran asambleas eclesiásticas, y
(1) CoDc. IV de Toledo.
(2) Dhtuno friUminar al fuera
?inn>. (Ccdeccióo de CAdieos eipaüoles.)
(3) CoDciUoXII.
(4) Mudeu (España Critica. To-
mo XI - 9) scfiíla eilu cnitro regaifas de
los monarcas visigodos: du' áidenes jpa-
blícKT decretoi para bien de los fíeles, te-
ner iríbanal de coaceiÓD en las causas
cclesiásiicas, nombrar obispos en todo el
reino, ^ convocar y confírmar los Conci-
lios nacionales.
(5) Hist. Eilit. d! B¡paña. Tomo I,
pigina 138.
,, Google
170 HISTORIA DE ESPAÑA
venían celebrándose para tratar de asuntos religiosos desde mucho antes de
entrar en España los visigodos. Todo esto es ciertlsimo, y puede probarse con
hechos y documentos; pero no lo es menos que desde el Concilio III de
Toledo estas asambleas tomaran un carácter sui geturis: las convocaba el rey;
asistían no sólo prelados, sino magnates; el rey confirmaba los cánones; dis-
cutíanse materias políticas y civi-
les; en el tomo regio ó discurso de
apertura el monarca solfa empe-
zar por la protesta de fe, y expo-
nía á la consideración de los Fa-
dres, no sólo los asuntos tempo-
rales sobre que debían deliberar,
sino los religiosos. Claro es que
para un canonista experimentado
habla alli dos cosas distintas, aun-
que simultáneas ó poco menos: un
Concilio y un gran Consejo del
Reino; que en el primera actuaban
los obispos como pastores y doc-
tores de la Iglesia, y en el segundo,
como proceres del Estado; que
cuando la asamblea deliberaba con
su carácter conciliar, según bace
notar D. Vicente Lafuente, el rey
era el «hijo mayor de la Iglesia,
>pero al fin hijo»; y cuando deli-
beraba como Consejo, *Ios obis-
•pos no eran sino los primeros
^vasallos del monarca». Está muy
Cbintil*. bien; mas el caso és que Concilio y
Consejo eran una sola asamblea.
64. — A Recaredo le sucedió su hijo Liuva II (601-603), contra el cual
se rebeló Viterico (i), noble que, habienrdo abjurado el arrianismo en tiempo
de Recaredo, entró luego en conspiraciones arrianas, y, perdonado por el pa-
dre, se vengó luego en el hijo destronándole, haciéndole cortar la mano de-
recha, y por último condenándole á muerte. Viterico reinó siete afios (603
á 610). Quitó á los bizantinos la ciudad de Seguntia (Jigonza, cerca de Cádiz),
y su fin no pudo ser más desastroso: asesináronle en un banquete, y su cadá-
ver fué arrastrado por las calles y tirado á un muladar. Gundemaro (610-61 2)
guerreó con francos, vascones y bizantinos. Sisebuto (612-620) atacó resuel-
tamente á los bizantinos con ánimo de arrojarlos de España, ó sea de someter
á los hispano-romanos, que aún vivían independientes á la sombra de la le-
jana majestad imperial. Era emperador Heraclio, y gobernador de la España
romana, el patricio Cesáreo. En esta época el territorio bizantino comprendía,
además de lo ya expuesto, el sur de Portugal, que hoy llamamos los AJgarbes.
Los visigodos derrotaron á Cesáreo en dos batallas campales, y se dice que
en esta guerra Sisebuto trató á los enemigos con humanidad desusada en
aquel tiempo: los heridos eran curados en el campo godo, y los prisioneros,
puestos en libertad; conducta, se añade, que le conquistó las simpatías de los
vencidos, y que demuestra cómo en esta lucha el rey de Toledo no trataba
(I) Antes cJel 30 de Diciembre de bo2, según el P. Fita.
D,g,t7cdb/COOgIC
HISTORIA DE ESPAÑA 171
de arrojar á )os invasores, sino de ganarse subditos; era como decir á los his-
pano-romanos que aún recha23ban el scñorio de los germanos: con nosotros
nada ter.éis que temer; ya somos católicos como vosotros, y hemos de trataros
igual 6 mejor que los gobernadores venidos de Constantinopla. Concluyó la
guerra por un tratado, cuyos preliminares ajustó Liberio y ratiñcó Heraclio:
sus cláusulas fueron la entrega á
Sisebuto de todas las plazas impe-
riales, menos los Algarbes, y, ade-
rois, que fueran compeJidos á bau-
tizarse sus vasallos los judíos.
El Emperador profesaba un
odio terrible á estos infieles, y, se-
gún parece, su causa inmediata
fueron las crueldades cometidas
por los de Persia con los prisio-
neros cristianos que les habla ven-
dido Cosroes(i). Lo cierto es que
movió una persecución general
contra la raza hebrea. Los visigo-
dos ¿ hispano -roma nos, que cier-
tamente no necesitaban estímulos
exteriores para proceder con du-
reía en este asunto, debieron de
dejar muy satisfecho al Empera-
dor: por UD edicto de Sisebuto se
presentó á los judíos la alternati-
va de emigrar ó de bautizarse. Y
auD esto fué lo más suave, «por-
>que no solamente los judíos fue- - —
•ron echados de España y de todo Tulg».
•el señorío de los godos, que era
>lo que les pedfa el Emperador, sino que también con amenazas y por fuer-
• za los apremiaron para que se bautizasen; cosa ilícita y vedada entre los
•cristianos, que i ninguno se haga fuerza para que lo sea contra su voluntad;
• y aun entonces esta determinación de Sisebuto, tan arrojada, no contentó á
• los más prudentes, como lo testiñca San Isidoro* (2). Veinte años después el
Concilio de Toledo condenó la conducta de Sisebuto; pero no consintió que
loi bautizados forzados volviesen á profesar el judaismo, porque, mejor ins-
truidos, podfan y debían reconocer de buen grado la verdad cristiana.
Recaredo II, hijo de Sisebuto, reinó pocos meses, y le sucedió Suintila,
ó Ftavio Suintila, como él se llamaba (621-631). Conquistó lo poco de la Pe-
nínsula que aún se mantenía bajo la autoridad del Emperador; y, como de to-
dos los reyes visigodos, se dice que sometió á los vascones (3): para tenerlos
sujetos fundó la ciudad de Oligitum (Olite). Una insurrección auxiliada por
los francos puso en el trono á Siscnando (631-63S}, quien en el IV Concilio
de Toledo pidió humildemente á los Padres que sancionaran el herho con-
rio seria desiruido poruña
□a judíos, cuanao realmente &e referia á los
' (I) Mariana, Hisl. dt Eipaü^, lib. V[, cap. II.
()) oOe donde se in&e re»— observa Navarro Vil I oslada en et prf^logode su novela ..fni^jjn.
i tai vastos en el sigh ¡II — «que ningUDO lo» somelíA, y que los vkscos permanecieron inde-
■pendtcDleí de los TÍsigodois.
,,CoogIc
173 HISTORIA DE ESFAClA
sumado de la usurpación. Chintila (636-640) también acudió al Concilio V ea
demanda de confirmación eclesiástica de su autoridad. En el Concilio VI (638)
se hizo un canon ó ley en cuya virtud el Monarca debía jurar á su adveni-
miento no mitigar ni suavizar nunca la legislación contra los judíos conver-
sos ó bautizadas que abjurasen la fe cristiana (i). Sucedió á Chintila su hijo
Tulga (640-641), que fué depuesto, decalvado y recluido en un monasterin
por ChJndasvinto (611-652). Monarca enérgico, Cbindasvinto reprimió con
dure^ta á los grandes y facciosos y consiguió que el país estuviese tranquilo.
Abrogó la ley, vigente todavía, y
de procedencia, no visigoda sino
romana, que prohibía los matri-
monios entre visigodos y latinos,
y se le atribuye, aunque no se
sabe de cierto, la primitiva redac-
ción del Fuero Juzgo, ó sea de un
código común para todo el reino.
Al decir de algunos historiadores,
su bijo, y asociado en sus tres úl-
timos años, Recesvinto (652-672)
fué como el Antonino Pío de los
visigodos: un príncipe benigno, sin
ser débil, y sabio legislador. Con-
vocó tres Concilios (VII, IX y X),
y perfeccionó (según otros, fué el
compilador, es decir, el que le dio
la traza que aún conserva) el Fue-
ro Juzgo. Murió tranquilamente,
como habla reinado, en Gérticos,
y con espontaneidad y justicia
desusadas en el sistema electivo
proclamaron para sucederle al an-
ciano Wamba. La humildad y de-
ChindMTJDio. licadeza del electo correspondie-
ron cumplidamente al acierto y
desinterés de los electores, pues Wamba no se resignó á ser rey sino ante la
espada de un magnate que le amenazaba con la muerte si no aceptaba la co-
rona. Triunfó Wamba del rebelde y traidor conde Paulo; y por mar, de una
flota árabe que intentó un desembarco en Algeciras. Fué destronado de la
manera más singular: Ervigio, magnate palatino, hijo ó nieto, según se dice,
de un bizantino de ilustre linaje, y a] que quizás el Monarca habla designado
por sucesor suyo, le dÍ6 un narcótico, y Wamba cayó en sopor semejante á
la muerte; el astuto palatino se apresuró á que decalvasen y vistiesen de
monje al supuesto cadáver y á tomar él las insignias y ejercicio del Poder
soberano. Cuando Wamba volvió en si aceptó el hecho consumado, y se re-
tiró á pasar sus últimos dias en el monasterio de Pamptiega.
65. — Con Wamba termina la grandeza de la Monarquía visigoda. Este
periodo visigótico, en conjunto, es de retroceso 6 de decadencia. Verdad
que bajo el cetro de los reyes de Toledo nuestra Península constituyó
un Estado indcpend-cnte; pero la independencia es un gran bien cuando
(Madrid, 1881), lan;amen)e i'MrncIailn y dísculida p
Gr''m„„^f,. lomo VI. pí^infl.-. Oti-^'^. Leipíig, 1885.
,,CoogIc
HISTORIA DE ESPAÑA 173
la dbfnitaii Estados constituidos
por verdaderas naciones, es decir,
por gentes que la Naturaleza, la
Historia ó su voluntad colectiva
ha unido con vínculos semejantes
á los familiares; no cuando, como
sucedia en esta época, no se asea-
taba más que sobre la conviven-
cia puramente material de dos ra-
ías, invasora y dominadora la una,
vencida y dominada la otra, y que,
aunque comenzaron á unirse y lle-
garan á estarlo en ciertos órdenes
de la vida — v, g., el religioso, —
hasta el fin mantuvieron la me-
moria de su diverso origen y nun-
ca dejaron de mirarse con preven-
ci¿D y antipatía. £n la época ro-
mana España no estaba domina-
da por Roma, sino que era ella
Roma ó parte de Roma; en la vi-
sigoda si que lo estuvo por una
gente advenediza que impuso y
mantuvo su imperio por la fuerza; Recesvinto.
{¡ente de inferior cultura respecto ,
de la población genuinamenie española, y que, por tanto, era para el espa-
ñol latino temible y despreciable al mismo tiempo.
¡Y qué diferenciadeorganizaciónpolftica.decivilizacióny de modo de vi-
vir! Roma signiñcó para España
cuatro largos siglos de profunda
paz: los visigodos, menos de tres de
guerra continua, ya con extranje-
ros, ya entre los diversos poblado-
res de la Península, ya por la suce-
sión del trono. Si en teoría el régi-
men monárquico era electivo, en
la práctica la rebelión fué medio
usual de conquistar el Poder, y el
asesinato, la manera casi regular de
perderlo. Sucedíanse los reyes con
vertiginosa rapidez, y se han en-
contrado medallas y monedas de
monarcas nocitadosen las crónicas.
Debieron de ser pretendienies, ó
usurpadores, ó fautores de guerras
civiles (i): el laconismo de los cro-
nistas nos oculta, sin duda, muchos
de los horrores que se cometieron
en aquellos tres siglos de barbarie.
(O Asf, st conocen tres leyts no
mencionados en In Hbloria: Judili, Jaji-
WiBiba. la } Suniefredo 6 Cunielredo.
,,CoogIc
HiSTOKi* Gititpic.i DB i.ií Civilización Espajíoi^
LiHlNA XLIII
Ortcbrerl* vlilgAtlcK.
,,CoogIc
HISTORIA DE I
I7S
Tol1o9 los males de
la sociedad romana, tales
como la esclavitud, la ser-
vidumbre de la gleba, el
concubinato tolerado, la
potestad marital excesi-
va, los impedimentos
para el matrímonio fun-
dados en la diferencia de
condición ó clase, etcé-
tera, etc., se conservaron
en ^ sociedad visigoda,
y muchos agravados. En
la España romana el que
lio tenia ó no había teni-
do la desgracia de ser es-
clavo era verdaderamen-
te libre; en la España vi-
sigoda el hombre poco
poderoso no pudo con-
servar esta libertad, y
tuvo que ponerse bajo la
protección de un magna-
te ó señor si qucrfa tener
alguna seguridad perso-
nal: de aqui la clase de
los ocelarios, antes des-
conocida. «El hecho ge-
>neral era la existencia
• de pocos hombres com-
>pletamente libres y la
• formación de distintos
•grados intermedios, hasta el más inferior de la esclavitud ó servidumbre' (i).
Lo bueno que hubo en esta época fué lo que se conservó de la pasada,
y los bis pan o- romanos, quienes lo conservaron. Así, la religión católica, la
Teología y sus ciencias auxiliares, el espíritu de la legislaci¿n, las bellas
artes, la i^ricultura, la industria y el comercio; todo heredado de Roma, todo
cultivado por híspano- roma nos, y todo algo estropeado bajo el poder visigo-
Interíor de l> iglesia de Santa Comba de Baude (siglo v
Allamira (/ñsl. d( Etf.).
si, 2 y 3. Biaseiillo, jarro y pendienle de oro que perlenecid il
uUs quelosgodoj guron dopués de su establecimiento en el Me-
■sucltimente biíatilino, pertenecieron al Tesoro di l'tlrenoaa, y
{ExflUaáÓH di la liúai'ia XLHI.)
Orlebrerí* vlalsAilca.-Núineio
icy Atanarico. EiUs joras, que, eomotod
diodií de Europa, son de guita y estilo ri
panceqae fueron regaladas á Atanaiicopor el emperador de Biaincio. — 4. Adorna, regularmente colgante
de collar, y que poi su dilo debió de pertenecer i los visigodos. — 5. Anillo del rey Reccsvinlo. Las demás
jofas, cruces, coronas y colgantes sin numerar que ñguran en esta limina pertenecen al lamoso ttioro 4t
Oaarrazar, conocidos con este nombre por haber sido halladas en Üuarrazar, pueblo Inmediato i Toledo,
EspaOa. dada la época i que pcftenecen muchas de días, como la corona de Recesvinla, durante cuyo reina-
las arles j la industria, aunque siempre como lieles imitador» de los bizantinos, que
nie de la civiUiaddn.
D,g,t7cdb/COOgIC
1/6 HISTORIA DE ESPAÑA
do. Si la Iglesia alcanzó cotii>iderable influeacia social y )>ol[iica, fué á costa
de una confusión de atribuciones entre ambas potestades y de una cruel
intolerancia, harto excesiva, que rayó en opresora de la conciencia. Por mu-
cho que se ponderen desde el punto de vista católico las épocas de Reca-
redo y Recesvinto, mejor ban de parecer las de Constantino y Teodosio.
Por mucho que nos admire el J^utro Juzgo, código calcado en leyes romanas,
nadie sostendrá con fundamento su superioridad respecto de las obras legis-
lativas de Justiniano. En el terreno literario y en el artístico, los visigodos,
ó mejor dicho, los hispan o -román os que trabajaron bajo su dominación , se
limitaron á seguir el impulso recibido en la época imperial ó á copiar los mo-
delos que iba ofreciendo Con stant inopia. Véanse en cualquier monetario
donde las haya unas monedas bizantinas al lado de otras visigodas de la
misma época: son exactamente iguales, con la diferencia de que las visigo-
das, copia servil de las bizantinas, están muy mal hechas; se distinguen por
su tosquedad, por su imperfección. He aquf sintetizado ó representado en
este hecho el carácter general del reino visigodo: como sus monedas res-
pecto de las imperiales, era él una tosca copia del Imperio romano. En reali-
dad era una parte del Imperio dominada militarmente por una banda de bár-
baros: la población soportaba á sus dominadores porque no tenia otro reme-
dio; mas sentíase espiritualmente tan lejos de ellos como si hubieran seguido
acampando á orillas del Báltico.
Romano de corazón, el pueblo hispánico de aquel tiempo segufa sintién-
dose subdito del emperador: en Constan tinopla vela su verdadera capital, y
en el César, su verdadero y legitimo soberano. Hasta el tiempo de Cario-
magno ésta fué la opinión común en toda la Europa occidental, y la res-
tauración de aquel Imperio un deseo universal que, circunscrito luego, en
la época de suprema barbarie, al gremio clerical ó de los honbres doctos,
vuelve á expansionarse siglos después para determinar el Renacimiento.
En el periodo visigodo continúa, pues, la civilización latina; pero sin es-
cuelas, sin elementos suficientes de cultura, esa civilización va decayendo
siempre; van siendo cada vez menos los que la poseen, y los que la poseen,
con menos intensidad.
Sin embargo, comparada la suerte de nuestra patria con la de otras pro-
vincias occidentales del Imperio, fué feliz; porque si los visigodos eran bár-
baros, parece que fueron de los menos bárbaros de todos. En este sentido
pueden admitirse los panegíricos del P. Tasban (i) y de otros historiadores
antiguos y modernos que presentan con risueños colores el cuadro de nues-
tra Monarquía visigoda (2).
(1} Nono-Melang. d'Archtel., I V.
(:} Víanse: Hübner, ¡ncriptionti lliifani,í Cristiana (Berlín, 187I j 19E0); FiU, ¡«¿ieeio-
nísp-iígia ín lápidas visifóíirai ¡Madrid. 1892); Alvaro Ctmptñtt, Inditader maimal ái la A'if-
miiiaálica tsfañda (Madiid, 1891); Amador de los Rloi, E¡ arle laliHe-bitanline en EipaSa y las
coroaat viñniidat Jt Cuarretar (Madrid, 1861!; P. Madiazo, Corona] y írueei gélUoí del tesare
di Cuarratar (Tomo I de Monumenleí Arquitiilómces de Esfaüa).
D,g,t7cdb/GOOgIC
X
PARÉNTESIS EN NUESTRA HISTORIA
M. L> pan ligana de la Historia de Exptfta. — Í7. ^ca y Ervigio. ~ M. Witiza. — 69. Don
Kodngo. — TO. El Conde Don Jalián. — 71. Invasión inbe. — 7S. WaJIes ó gobernadores. ~~ El
emirato íadependicDte. — RoncesTalIes. — 13. La restauración ciiitiana. — Muidrabe*. —
74. Reyes de Aitnrias. — Reconquista pirenaica y catalana.
66. — Reioando Alfonso III el Magno, en el año tle 883 la una y poco
antes la otra, escribiéronse dos crónicas: aquélla, por un monje del monaste-
rio de Albelda [Cronicón albetuietise) (i); ésta, atribuida al obispo Sebastián de
Salamanca, Sebastiani Chrotiicon, moftiine AlfoHsi iertÜ, recens vulgaíum,
que comprende todo el período entre Wamba y Ordoño I (672-865J (2). Se-
bastián, ó quien fuera autor de la crónica, lamentábase de que desde Isidoro
Hispalense, ó sea durante más de doscientos cincuenta años, no se hubiera
escrito nada de Historia de España, y asi éi para llenar tan largo vacio había
de fundar su relato en lamerá tradición oral.
Engañóse al aRrmar lo primero, porque posterior á la i.sidoriana es la
crónio ó historia particular del rey Wamba, ó mejor dicho, del episodio de
la rebelión del conde Paulo, escrita por San Julián de Toledo, y sobre todo
por haber una preciosa crónica, obra de un cristiano contemporáneo de la
invasión árabe que vivió en Toledo y en Córdoba, y, aunque con la deses-
perante concisión propia de la época, narró los principales sucesos ocurridos
desde Sisebuto hasta el año 754: tal es el precioso documento publicado
por el P. Flórez con el titulo de Isidori Petcensis Chronicon (3), y muy bien
estudiado por el doctísimo P. Taishan {4), quien, habiendo demostrado que
no es obra de Isidoro, obispo de fieja, propuso el título de 'El Anónimo de
Córdoba», acepUdo generalmente, á pesar de que el Sr. Saavedra, fundán-
dose en no ser cosa cierta haber sido escrito en Córdoba, le llama «El Anó-
nimo latino» (5).
(i) España SagraJa, tomo XIII, ap. 6.°.
(31 ¡d^m,^.^.^.'•.
l3) /fliw, lomoVIILap. a.".
(4) L'Anfitymi át Cerdeut. Chreniquí rintii <Us átmUri rait de Toüdc tí dt ¡a esnquett
dt rStpairnc par Us arabti, tdilet it ennolic par ¡e P. y. Taiiha», de ¡a Cempagnie di Jitus.
París, tSSj.
(5) Éitudie Jobrt la invaiian de leí áraies en Eipaña.
Salcedo, Historia de EspaRa -^ .'2
D,g,t7cdb/tjOOglC
178 HlSrORlA DF. ESPAÑA
De todas suertes, una sola crónica (l) incompleta y extremadamente
concisa, escrita por un autor que, viviendo entre árabes, nada supo, 6 at me-
nos nada dice de los principios de la Reconquista, y al que de nada sirvió
esa convivencia para enterarse bien de la cronología mahometana {2), dima-
nando de aquí una lamentabilísima conTusíón de fechas, equivocada además
en puntos tan conocidos como muchos referentes á los emperadores de
Constan tinopla, y, por último, plagada de errores materiales, ya del autor,
ya de los copistas por cuyas pecadoras manos ha ido pasando su texto á
través de ios siglos, no es una fuente que pueda llenar ese gran vacío;' y hay
que decir con Dozy que desde Wamba hasta Alfonso III «corte una época
>extraordinariamente fecunda para el poeta y el novelista, pero que es una
alaguna en la historia de la Península> (3); 6, con Bradley, que «lo que posi-
>tivamente se conoce del reinado de Rodrigo puede sintetizarse en la añrma-
• ción de que con su derrota concluyó el Imperio
>de los godos en España>.
Tampoco los árabes españoles que pudieran
suplir la falta de nuestros cronistas escribieron
de su dominación en la Península hasta Rnes del
siglo X, ó sea doscientos cincuenta años después
de la conquista. Sus más antiguas crónicas cono-
cidas son: la llamada del Moro Rasis (Ahmed-Ar-
Razi), de tanta autoridad entre los suyos, que le
caliñcaron de icronista por excelencia> (Altariji),
y que comprende hasta el año de 976 (4), y la de
Aben Alcotia {£! kijo de la goda), cu^no nieto del
rey Witiza, que vivía en Córdoba como cliente
de los Omeyas, traducida en parte al francés por
Cherbonneau é Hondas, y empezada á traducir al
castellano por el Sr, Gayangos. Poco posterior es
Sao Isidoro. j^ colección de tradiciones titulada AJiar Macku-
ma (5), y á que el Sr, Gayangos diú el título de
■ Anónimo de París-. Por desgracia, cuando los árabes ó sus clientes y vasa-
llos, como Aben Alcotia, pusieron mano á escribir la historia de esta época,
la fantasía oriental y el amorá lo maravilloso y extraordinario, característicos
de aquella gente, la hablan desfigurado con cuentos, fábulas y consejas, urdi-
dos principalmente, ó al menos los más estupendos, en Egipto y en Siria;
pero que, como es uso, vinieron luego á formar en la misma España árabe
^0 Ha,r otro pretendido nnñnímo de la misma ípoca, publicado f España Sagrada, l'íí
con el (ftulo de El continuador del r(c/<i»Hjf , que es una historia eeneral con pirraros relativoí
á España, y que el P. Ptñreí señaló con asteriscos. Villanoeva (Viaje literario) demostró q'ie
casi todos estos párrafos son noiat mac^inales puestas por D. Juan Bautista Pires.
(2) A tía saber que los años mahometanos son lunares atrlbuje Saavedra las conTosio-
Des cronológicas del Anómmo.
( J) Reckerchtssur r/iisloireil la UHiratun di F Espagite pendanl U Meyen >. Le^de, iSSi.
(4) Del texto árabe sólo se conocen trozos sueltos copiados por hisloiiadores poMeiioTes.
Tenemos una traducción castellana del siglo xiv, vertida de otra portuguesa hecha por ti maes-
tro Mohamad jr el clírigo Gil Péreí— «dictada de viva voz» (dice Saavedra] «por un moro ili-
»terato á On clérigo portuga£s desconocedor de la lengua arAbiga». — Faltaba un trozo rereren-
te á D. Rodrigo, que ha sido descubierto por D. Ramón Menéndez Pidat, intercalado en nn
códice de la Se^^nda Crónica gtneral. (Calálogo de la Real BiHioUra. MamiscriUt. Criniíat
gemraltt de España, desifitas por Ramón Mmindet Fidal. Madrid, lE^.} Víate también
Memoria sobre la aulenlicidad de la crónua denominada del Mora Rasis. (Memorias áe la Atadt-
mia áe la Historia, tomo VIII, 1850).
(5) Traducida por Lafuente Alcántara (Colección de crónicas aniíipn de la Academia de
la Historia, lomo I).
D,g,t7cdb/GOOgIC
HISTORIA DE ESPAÑA
Con tan pocos datos auténticos y tal copia de leyendas es moralmente
imposible descubrir la verdad sobre un período rico como ninguno en acon-
tecimientos interesantes. Mucho y muy meritoño ha hecho la moderna crí-
tica por descorrer esc velo tupidí-
simo que nos oculta lo pasado: los
trabajos de Dozy, de Gayangos, de
iSimonct y de Codera (i), de don
Aureliano Fernández Guerra (2),
del P, Taishan, de D. Eduardo
Saavedra, de los hermanos Oli-
ver {3), de Menéndez Pelayo {4) y
de los hermanos Pídal (Ramón y
Juan), por no citar sino lo más
granado, tienen extraordinario mé-
rito, aunque no sean completos
ni pueda serlo ninguno mientras
nuevas y ahora desconocidas fuen-
tes no llenen esa laguna de nues-
tra historia.
Contentémonos, pues, con
apuntar lo cierto é indicar lo pro-
bable.
67. — De Ervigio y Egica, in-
mediatos sucesores de Wamba, se
tienen noticias auténticas por los
Concilios de Toledo que hicieron
celebrar. Ervigio reinó de 680
á6S7, y er su tiempo fueron tos Emgio.
Concilios XII y XIII. Las actas del
primero, celebrado en 681, nos revelan que el destronador de Wamba pre-
sentó á los Padres testimonios de ln esponiánea abdicación (?) de la victima
de su intriga, y que no sólo fué creído y reverentemente absuelto, sino, qué
la asamblea calificó con suma dureza los actos del monarca destronado por
lo que se refiere á intromisiones en el orden religioso; pero, contradiciendo
en seguida á favor del rey reinante la doctrina de la independencia eclesiás-
tica aducida en contra del rey desposeído, reconoció al Poder Reai la facul-
tad que ya venía ejerciendo de nombrar todos los obispos de acuerdo con el
Primado, y — lo que aún es más extraño — impuso al clero la obligación
de comunicar espirítualmente con aquellos excomulgados á quienes el rey
admitía en su gracia ó er su mesa; canon que si se entiende á la letra, como
hizo Masdeu, demostrarla que, lejos de ser el visigodo un reino gobernado
por sacerdotes, era más bien un rey servido por la Iglesia (5 ). Los canonistas
explican tan extraigo canon diciendo que la excomunión á que se refiere es
(O BiSürltia arMga-itfiaiiola (Madrid, iSga), y El Ua-Hiflo CvnJi D. yulián, por don
Fraacbco Codera (Rtvitla de Aragón. Mano, 1901'.
(al Caída y ruina dil Jm/itriti vin/iélieii tipañol (Madrid, 1883).
(31 La batalla di Víjir ó dil iago de la Jandii, por José y Maouel Oliver y Hurtado (Gra-
nad!, 1S69).
(4) Áotologla.
(5) Iiutnvemtnla, dice D. Vicente Lafuenle, dt ¡a pflilica. aun cuamÍB admilida por la
¡::lciia cúH Imett/in.
,, Google
la que se imponía á los condenados civilmente ó por delitos polfticos, y
siendo aquí la pena espiritual accesoria de la temporal — cosa también muy
malsonante, — era líbico que, remitida por el indulto la civil, quedase ipso
/acto levantada la eclesiástica. Wamba habla sido muy celoso del servicio
militar, comprendiendo la extraordinaria importancia del rigor de las institu-
ciones castrenses para la defensa
del Estado: de él fueron las famo-
sas leyes ( VIII-IX, tlt. II, libro IX
del Fuero jFusgo) que establecie-
ron sobre sólidas bases morales y
jurídicas la obligación de acudir á
la hueste para rechazar invasores,
sin que pudiera exceptuarse na-
die, «si quier sea obispo, si quier
clérigo, si quier conde, si quier du-
que>. etc., como dice la edición ro-
manceada. Parte de esta saludable
legislación era la nota de infamia
impuesta á los desertores. A pro-
puesta de Ervigio, el Concilio su-
primió este rigor: se conoce que el
<antimilitarísmo> levantaba la ca-
beza, como suele en vísperas de las
supremas catástrofes nacionales.
En el Concilio XIII (683) dié-
ronse nuevos cánone.s favorables á
la política de Ervigio, y unoestable-
ciendo un tribunal de obispos, mag-
nates y gardingos ( i) para juzgar los
, delitos de los oficiales palatinos,
^"^"' con independencia del rey suce-
sor de aquel á que habfan servido.
Egica. pariente de Wamba y casado con una hija de Ervigio, sucedió á
éste, habiéndole jurado antes, según consta en las actas del Concilio XV (2),
que no haría ningún daño á su familia. El nuevo Rey sintió el escrúpulo de
que este juramento podía ser incompatible con el que había prestado al em-
puñar el cetro de administrar justicia sin consideración á personas, y fué
con este cuento i los Padres, que, como es natural, hubieron de responderle
que el juramento de cumplir bien su oficio de rey era superior y debía pre-
valecer sobre el otro (3). No consta que Egica hiciera uso de la declaración
conciliar; pero sí que hubo contra él una terrible conspiración en que entra-
ron la viuda de Ervigio y el metropolitano Sisberlo. Para juzgar á los conspi-
radores se celebró el Concilio XVI (693) (4). Y el XVII lo fué para tomar
u) gui
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irdingoi
.no
se sabe:
ha;
(2) 1:1 XÍV fué Pul
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(3) Noc
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ibe: hay quien Joi supone jueces con carider mililar.
líenle censara al Concilio por haber i^
■ al afirmar qae los Padrcü procedieron
1 Derecho el caso csiaba bien resuello.
en sus Elementas dt Hiileria de Etpaña,
uir por maerte del respcUble y virtuoso
agora
,, Google
DE ESPAÑA
medidas contra los judíos, que, según dijo el Rey en el tomo regio, hablan
urdido un vasto complot coa el fin de entregar España á sus correligiona-
rios trasmarinos (i). Muy natural es, en efecto, que aquel pueblo tan dura-
mente oprimido descara la ruina de sus implacables opresores, y que se
hubiera soliviantado al oir que ios árabes dejaban á $us hermanos de los paí-
ses que dominaban en libertad re-
ligiosa y civil, sin otro gravamen
que el pago del impuesto. El Con-
cilio fué terrible con los hebreos:
se les confiscaron los bienes, se los
dispersó por el reino, se dispuso
quitarles su$ hijos á la edad de sie-
te años .para educarlos bien. Con
razón escribió el Sr. Lafuente (don
Vicente): iMejor hubiera sido ex-
• pulsarlos completamente que su-
>jetarlos á tan crueles medidas,
•contrarias al espíritu del cristia-
>oismo>.
6S. — Egica reinó hasta No-
viembre del 700, que abdicó en sti
hijo Witiza, al que habla asociado
al trono en 693 y encomendado
en 698 el ejercicio de la soberanía
por sentirse él incapaz de ejercer-
la. Todavía vivió el padre un año
después de su abdicación (2).
Y henos aquí en otro de los
puntos estratégicos de la discu-
sión y de la fantasía, de la crítica ,
y de las hipótesis, aspirando á te- '""'
jer nuestra historia. jWitiza fué
bueno, ó fué malo? jEn qué consistieron sus maldades? (Cuáles fueron sus
virtudes? ¡Sólo Dios lo sabe!
Los documentos dan de sí lo siguiente; El Anónimo de Córdoba computa
el reinado de Witijia en quince años, añadiendo que el XV empezó en la
era española 745, de donde resulta que acabó de reinar en el año 705 {3).
Cuenta que perdonó á muchos de los perseguidos por Egica gobernando aún
asociado con su padre, y después de ungido, á los que todavía vagaban des-
terrados 6 fugitivos. Con esto queda justificado el calificativo de cUmeniissi'
mus puesto por el Anónimo á Witiza, y que ha servido de base á tantas apo-
l(^{as posteriores. Pero aquel ignorado cronista no dijo eso sólo; su frase es:
gnam^Hom petuianter, cUmtHtissimus. jQué significa petulanter? La Crónica
general tradujo: era ome muy litxurioso, y pudo traducirlo asi: i.°, porque la
palabra tiene, en efecto, esa significación, aunque traslaticia ó figurada, ade-
más de la directa de atrevido y descarado; y 2.", porque al entenderla de
ese modo no hada el autor de la Crónica general sino acomodarse á la tra-
dición muy antigua, explicativa del texto contemporáneo.
li) Mi)ch«i dicen que á los ÍTabes, daeSos ya de .^rrica; p^ro ni asi lo dice et discurso
del Rey. ni era pasible, pues las árabes no estaban enlonces en África.
'2 1 Saavedn.
VS\ Coinciden con este cómputo el Albaldense y Sebastián de S.iUinanca.
,i.Cooglc
l82 HLSTORIA DE ESPAÑA
Tan antigua es, efectivamente, dicha tradición, que San Bonifacio de Ma-
guncia, tan del tiempo de la pérdida de España como «/ Anánimo, atribuye
la catástrofe de los visigodos d los escándalos regios; y si esta proposición,
según observó Masdeu, por demasiado genérica nada dice (i), afal está la
crónica aquitana de A/oissac, que en el siglo ix traza esta semblanza del hijo
de Kgica: <Dado á la pasión de las mujeres, con su ejemplo enseñó á los
• sacerdotes y al pueblo á vivir en la lujuria, irritando asi la cólera de Dios.
• Entonces los sarracenos entraron en EspaÁa> (2). Y sesenta afios más tarde
Sebastián de Salamanca pinta al mismo rey viviendo como una bestia entre
mujeres y concubinas, prohibiendo la celebración de Concilios (3), sellando
los cánones de los anteriores sínodos y mandando á los obispos, sacerdotes
y diáconos que tomasen mujer. En este mismo sentido van escribiendo ó
copiándose todos los cronistas cristianos: en el siglo xiii D. Lucas de Túy
añade que Witiza mandó arrasar todas las fortalezas del reino, excepto To-
ledo, León y Astoi^a, añadiendo que su sucesor prohibió poseer armas á los
vasallos; mas D, Rodrigo Ximénez de Rada atribuyó ambas cosas á Witiza:
éste fué, según D. Rodrigo, quien ordenó convertir arma férrea in vomeres
(las férreas armas en arados). También en D. Lucas y en D. Rodrigo hállanse
las primeras noticias escritas referentes á la protección dispensada por Witiza
á los judíos.
Corriendo ya el siglo xviu, los historiadores abrieron un proceso de
rehabilitación de Witiza. <Las criticas de Mayans y de Masdeu — escribe
Saavedra — no lograron desvanecer el horrible retrato de Witiza trazado
•con honda huella por el buril de D, Rodrigo Ximénez y duramente som-
• bteado por el insigne P. Mariana; Dozy, Fernández Guerra y Taishan han
■ rehecho la figura, cada cual de diverso modo* (4). ¡De tan diverso! . . . Como
diversa es también la manera de rehacerla el ilustre académico citado. En lo
que no difieren los modernos, excepto Simonet (5), que, á fuer de tradiciona-
lista fervoroso, estaba tan románticamente enamorado de lo antiguo, es en
creer que el Anónimo de Córdoba elogia sin cortapisas á Witiza, y que éste
fué muy buen sujeto, aunque quizás un poco atolondrado.
Nosotros repetimos aquí lo dicho respecto de la cuestión de San Her-
menegildo con su padre: es éste un proceso en que también hay que sobre-
seer por falta de pruebas.
69. — Según el arzobispo D. Rodrigo, entre los crimenes de Witiza se
contó el siguiente: los duques de Cantabria y de Córdoba, Favila y Teodo-
fredo, hijos de Chindasvinto y hermanos de Recesvinto, eran virtuosos pa-
tricios, y sin razón ni motivo el tirano mató al primero de un bastonazo é
hizo sacar los ojos al segundo. Los Duques tenían, respectivamente, dos
hijos: Pelayo y Rodrigo. Pelayo huyó, y hasta se añade que peregrinó á ]«-
rusalén; Rodrigo, poniéndose al frente de una sublevación, desironó á Witi-
za, y, como es consiguiente, le sacó también los ojos en represalia de lo
hecho con Teodofredo. Que hubo un Teodofredo en aquel tiempo, atestf-
guanlo las actas del Concilio XVI, en que Rrmó un conde Teodofredo, y una
11) Masdeu opone >I (exio de San Bonibcioj otro del Conli'iuadar átl Yitlaretiu, que,
como ya se ha indicado, nada vale,
12) Citado por J. Meníndez Fidal {Ijyfitdas, pie. So).
I3I España Sagrada (VI. - Cap XXII) Irae noliciait de un Concilio celebrado por Wiüi*
en Toledo, que se reducen i un texio del ariobíspo D. Rodrigo y 6 otro del Anénimú dt Cor-
de/ia; éste, que es el nue tiene lalor, salo dice que Fílix, obispo de Toledo, piesidi¿ Concilios.
(4) ¿/W/« (pan. 2S).
(5^ L,'! hiim Je Hi'iiía, leyenda muzárabe publicada eo el folletín de El Sigla fu-
ture, 1S84.
,, Google
HISTORIA DE ESPASa 18J
lápida sepulcral hallada en Córdoba que ostenta el mismo nombre. Lo del
destierro de Felayo indícalo el monje de Albelda. Lo demás do se sabe de
dónde pudo sacarlo el arzobispo D. Rodrigo,
Porque todos los cronistas, asi árabes como latinos, sin exceptuar at
Tudense, dicen ó dejan entender que Witiza murió de muerte natural y en
posesión del trono (i). La crónica del moro Rasis cuenta que á la muerte del
Key siguió un azaroso interregno de luchas civiles. Es indudable que los hijos
de Witiza, tan tristemente célebres en nuestras tradiciones, fueron causa y
actores de aquellas revueltas. La
misma crónica árabe y Aben Alco-
tia, testigo de mayor excepción en
este punto por ser descendiente
de uno de estos hijos, están de
acuerdo en que todos eran meno-
res de edad cuando murió su pa-
dre. El hijo dt la goda añade que
su ascendiente se llamaba Olmun-
do y era el mayor; pero Eos numis-
máticos recaban la primogenitura,
ó al menos la sucesión de Wttiza,
para Achila, del que hay monedas
acuñadas en Narbona y Tarrago-
na (2). El Sr. Saavedra, con la fan-
tasía indudablemente sobrexcita-
da por la lectura de tantos docu-
mentos incompletos y contradic-
torios en su concisión, ha visto al
joven Achila, en vida todavía de
su padre, reinando en Narbonense
y Tarraconense bajo la regencia ó
tutela de un Rechesindo, forma
gótica, á su entender, de cierto
Uigasindos de que habla Aben Don Rodrigo.
Adari, no por cierto suponiéndole
regente de Achila ni de nadie, sino rey, á quien Rodrigo maíÓ después de
iaier desposeído (3). Aben Alcotia llama Kómulo á este Achila (4). Por último,
un tercer hijo llamábase Artavasdes. Otro personaje de más siniestra cata-
dura 6guraba en la familia: tal era Opas {Oppa en el Anómmo de Córdoba),
hermano del difunto Rey y arzobispo de Sevilla (3). Aben Alcotia habla,
Rnalmente, de la viuda de Witiza, sin dar su nombre, que quedó de gober-
nadora del reino á la muerte de su marido.
El Sr. Saavedra supone que los magnates sublevados contra la familia
de Witiza, después de haber arrojado de Toledo á la Regente con sus hijos
Olmundo y Artavasdes obligándolos á buscar refugio en Galicia, proclama-
ron rey A Rodrigo, duque de la Bética, elegido en una asamblea que se cele-
bró en Toledo, Lo único positivo es que el Anónimo de Córdoba escribió:
íll «... sin eiceptaír í Aben Adarí, í quien atribuye Dozy opinión cootratia» (Saavedra).
Ill Aloiss lleiss (Deieriftion p'ncraU da monnain des rois ^aisi^eths d'Etpaxtu).
(Jl ¡No sería interpretación más leDcills, y por eode mis natural del conciso texto, supo-
ner i Ua¡asÍDdai b Rechesindo uno de tantos macales conio se alzarían por reyes en aquella
anirqnÍB >
U) Femdndei v Coniilez (España Madrina. Tomo XI, pig. S3).
(5) «Tal vez elEppa, obispo de Elche en 693» (Saavedra).
,, Google
184 HISTORIA DE SSPAÜA
RoderUus inmultuose regMuní, kortaníe Senatu, invadit. £1 cronicón de Moissao
y el de Sebastiáa de Salamanca indican la misma idea de una elección, quel
debió de hacerse hacia el verano del año 710. <
70. — Aquí aparece otro personaje odioso: el conde D. Julián. £1 Silensel
(siglo xii) es quien primero da este nombre de D. Julián, y conocida es lat
historia que ha corrido por todas partes: era gobernador de Ceuta por el reyj
visigodo, y tenia una hija doncella que mandó á educarse ó á servir de damaj
con la reina en el palacio real de Toledo, conforme á la costumbre de los|
magnates de su época. D. Rodrigo vio á esta doncella en el baño, y la sedujo i
ó violó; ella se quejó á D. Julián, y éste, por vengar el agravio, entregó Es- 1
paña á los moros.
Tal relato no tiene fundamento; pero, á decir verdad, tampoco lo halla- 1
mns en los eruditísimos que hoy se proponen para sustituirlo. El Anónimo •
de CárdoSa habla de un Urbano, varón muy nobU quí acompañó á Muta eit sus
expediciones ji ¡e siguió luego d ¡a corte del Cali/a. Dozy sospechó que el Julián
del Silense y el Urbano del Auóniuto fueran una misma persona. Taishan y
Codera parecen haberlo demostrado cumplidamente. Por lo tanto, debe de
aplicarse al conde de nuestros romances el siguiente pasaje de Aben Jaldun
y Almakkari: <En la comarca que ahora se llama Jebal Ghomarak (montes de
• Gomera) había un rey (jefe ó régulo) de los bereberes que se reconocía súb-
• dito de los godos, obedecía su autoridad y seguía su religión. África estaba
• gobernada entonces por Muza Ibn Nosseir Bajo su mando los musul-
s dominaron casi toda el África penetraron en las montañas hasta
>llegar al Estrecho, y el rey Illán, no pudiendo resistir sus ataques, se rindió
>y sometió al poder islamita. • En otro pasaje apellida el mismo historiador á
Illán señor de Tánger. y rey de los gomeras, y Ahmed Anasiri: <de los masa-
• mudas son los gomeras, y de éstos era OIyan el cristiano, señor ó rey de
• Ceuta en tiempo de Ocba.>
Unos tienen á OIyan, Illán ó Julián por bizantino (1); otros, por beré-
ber (2), y cabe sostener que fuera visigodo; pues, aparte de que asf le llaman
antiguos historiadores árabes y cristianos, en la genealogía de su descenden-
cia, establecida en Córdoba, consta que lo era. Quizás fué las tres cosas á la
vez: beréber y gomara por su nacimiento, y aun jefe hereditario de algún nu-
meroso clan ó tribu; bizantino, porque su patria formaba parte del Imperio de
Constantinopla, y como señor principal de la tierra, sirviese á los emperado-
res, y aun obtuviese joven la dignidad y cargo de tribuno, según dice Saave-
dra; finalmente, visigodo, porque al caer la soberanía imperial en la Tingitana
quedó él de jefe de uno de los núcleos que se conservaron independientes
más tiempo, y, como es lógico, entonces buscó el apoyo del reino cristiano
que tenía más cerca, ó sea de los visigodos, y se puso bajo el patronato del
rey de Toledo, á la sazón Witiza. Este vínculo de la clientela colocó al prin-
cipado de Illán, ó sea á las ciudades de Tánger y Ceuta, bajo la dependen-
cia, ó formando parte de la Monarquía visigoda (3), y, dadas las costumbres de
(il KotKoel [Lts l'.'rl.cr,-'. Elude mr ¡a c.-u/ui-le Je V Afriaui par les arahet, á útrts /-■<
le r/ri .irjfi/t impriaiés. yaiis, !>>,■!<,.) \>iáí\{VA/tUue AytaHlhie. //isMrt de la dominalioH itt.li.-
Une en Afrique. Paría. 189S'. Sa.ivedra {BH. eil.^
(2) Taislinn, Cndeni, Juan Menúndez Pidal.
fsi Sa.ivedra y Meníndez Ptdal, por no cí'nr olios, prueban cumplidamente que Ceala v
Tánger no raeran nunca de los vi;igados, sino bizantinos hasta la conquista irabe. Estd iniiT
bien; pero eso no ge opone á que en ios momentos de la invasián ó poco antes Ceuta (ja [ll.in
había perdido á TAnget'l dependiera de Toledo poc este lazo de la clientela que los mismos
autores consignan. Tuvieron, pues, rajón los antiguos el decir (|Ue entonces, por eia cjrcuns-
tanci:t especial, Ceuta y su eon.le {■ ^obermidor eran visigodos, ó dependientes de los visigodos.
,, Google
HISTORIA DE ESPAÑA I85
'i* época, nada tendría de extraño que el conde de Ceuta (para los visigodos,
(j^^isciuc mandaban en una plaza fuerte eran condes) tuviese garantizado su
fasallaje ó clientela dejando una hija en rehenes en la corte del rey su patro-
•/ao. Ni tampoco es absurdo creer que un agravio personalfsimo, como el que
^jfírma la tradición, inferido por D. Rodrigo determinase al Conde á la ven-
r (anza, ya por si solo, ya unido á la necesidad de capitular impuesta por las
■ frepotentes armas de Muza, y de variar en consecuencia el rumbo de su po-
lítica. Supongamos al Conde después de una larga lucha reducido á la plaza de
, Ceuta y sosteniéndose allí á duras
.■ penas contra el torrente cada vez
más embravecido de la invasión
' mahometana: su única esperanza
de salvación está en España, en el
rey visigodo, del que se ha hecho
clienlecon ese objeto; pero Espa-
ña, entregada á la anarquía, devo-
rada por la guerra civil, no le man-
da ningún auxilio. En cambio. Mu-
ía le promete, no sólo respetar su
religión y la de sus guerreros, sino
dejar la ciudad de Ceuta bajo su
mando, con tal que reconozca la
soberanía suprema del calila; en
esto, por aquel estrecho por donde
aguardaba con ansia creciente, y
ya desesperada, los socorros á que
tenia derecho y que se le habían
prometido, lo que le llega es la
noticia de un agravio brutal que
los padres han sentido siempre, lo
mismo en el siglo vii que ahora (i).
Hay que tener en cuenta que la no-
ticia del agravio es antiquísima (z). Uo" Pelayo,
Esta explicación de la conduc-
ta de D. Julián es, por lo menos, más verosímil, atendiendo á lo que es el cora-
lón humano, el mismo en todas las épocas, que la dada por Saavedra, según la
cual, Illán se puso de parte de los árabes únicamente por favorecer á los hijos
de Wiiiza contra D. Rodrigo, que les habla quitado el trono. Verdad que el
jeft át los gomeras se puso bajn el patronato de Witiza, rey ala sazón, que se
hizo uno de Síis leudes ó fieles; pero basta el buen sentido para comprender
que este acto no debió de ser por consideración personal al hijo de Egica,
aunque patrono y cliente descendieran délos persas bizantinos, como apunta
el mismo ilustre escritor, sino al rey de Toledo, y con la esperanza de los so-
corros que necesitaba el apretado cliente para sostenerse contra Muza. ;Qué
podía importarle á Illán que reinaran en España Rodrigo ó un hijo de Witiía?
(11 No comprendernos lo <|ue dice Saavedra: kEd aquellos tiempos de niarmas y tcastor-
>^M el honor era bastante nienoa \idríoio que en nuestros días, y una violscíñn más fi menns
"no ligniGcaba gran cosa.» Por muchas alarmas qae hubiese, es seguro que á los padres no
les aeradaba que violaran i sus hijas.
12) El Silense y los cronistas árabes hablan seneillsmenie de /.) MJa de Julián. Pedro
del Corral, en la troaUa larmiira (siglo xv). fui quien la llamó primero la Cain.y Miguel de
Lana, en su irnleña ii/ríiaikra dil riy D. Rodri^f (15*9). Fhriiiíla, nombre que por su eufonía
iné aceptado por los 1
,,CoogIc
l86 HISTORIA DR BSPAÑA
Bien es cierto que Saavedra
necesitaba que D. Julián fuese tan
desaprensivo en cuanto á que atro-
pellaran ó no á sus hijas como ni-
miamente escrupuloso en cumplir
sus deberes de letide con un rey
que ya había fallecido, para pre-
sentar su tesis de que la invasión
árabe no fué otra cosa que la inter-
vención mercenaria de un ejército
muslln á favor del bando visigodo
de los witizanos. ¡Qué exacto es
que la tradición, aun embellecida,
afeada ó simplemente desfigurada
en su marcha confusa á través de
los siglos, suele conservar en sus
líneas generales un sello, no sólo
de grandeza, sino de verdad fílo-
sóñca ó esencial fundada en la na-
turaleza humana, casi siempre su-
perior á las explicaciones más sa-
bias urdidas por los eruditos! El
D, Julián de la leyenda y de los
Don I'mviIi. romances, identificado por datos
positivos con el Urbán ó Illán de
los historiadores árabes y primitivos cronistas cristianos, es un hombre como
han sido y serán siempre los hombres en las circunstancias por que él atra-
vesó; el que resulta del Estudio, de Saavedra, por otra parte tan meritorio, es
un ser incomprensible por ilógico.
71. — Todos los datos conoci-
dos concuerdan en que en el mo-
mento de la invasión árabe no ha-
bla guerra civil entre witizanos y
rodriguistas. Siquiera fuera sólo
aparentemente, todo el reino se-
guía á D. Rodrigo. Sólo habla algo
de insurrección donde siempre la
hubo durante la época visigoda, ó
sea entre los vascones, quizás ayu-
dados por los francos, si se ha de
creer en esto al Tudense (i). Que
habla conspiración contra Rodrigo
y que los conspiradores (hijos y
parientes de Wiliza) estaban de
acuerdo con los enemigos, es in-
dudable; pero que se disimulaban
tan perversos propósitos, parécelo
también. El Anónimo de Córdoba
dice: • . . . fué puesto en fuga el
li) Uice D. Lucas qaejulián incitó
á loi francos pata [[ue expi>);naT3n la Es-
paña riteiior. Alfonso 1.
D,g,t7cdb/GOOgIC
HISTORIA DE ESPAfÍA 18?
>ejéTcito de los godos, los cuales habían acudido á la guerra de mala fe y con
■ ¡DteDción de sostener cada cual su partido y ambición de reinar. Rodrigo
«pereció allí jun'iamente con sus ¿mulos, y con uno y otros el reino y la pa-
riría.» El único texto contemporáneo desmiente las explicaciones inventadas
once siglos después para dejar por embustera á la tradición. Rodrigo no fué
victíma de una facción rival que le atacase frente á frente auxiliada por un
ejército extranjero, sino de verdaderos abominables traidores. En su hueste
iban D. Oppas y un tal Sisbcrto(i), que mandó el ala derecha en la desastrosa
batalla, los cuales se pasaron al
enemigo en lo más recio de la pe-
lea, como ha establecido la tradi-
ción. Quien no parece que fuese
traidor es D. Julián, toda vez que
á cara descubierta y acaudillan-
do á sus gomeras vino á España
coa los árabes, á cuyo imperio
pertenecía desde que capituló con
Muza (2).
£1 primer desembarco fué de
una partida de 500 hombres, acau-
dillada por Taríf ben Malic, apo-
dado AAuaiEa, y con ella vino Ju-
lián. Corrieron la tierra entre Al-
t;eciras y Tarifa en Julio de 710, y
volviéronse á Ceuta cargados de
botín; el segundo, dirigido por Tá-
rik, gobernador de Tánger, se rea-
lizó de Abril á Mayo de 711, y
puso un verdadero ejército en el
entonces solitario Peñón de Gi-
braltar. Julián vino á ta cabeza de
sus gomeras. Abdelmélic, séptimo
abuelo de Alraanzor, se apoderó k r i
de Algeciras y de algún otro pun- "" ' '
to de la costa (3). Vencidos tam-
bién algunos pequeños destacamentos visigodos que por alli se presentaron,
los árabes nada tuvieron que temer hasta que Rodrigo apareció en Córdoba
con un ejército numeroso á defender su reino (4). Tárik fué reforzado por
otra divi^ón á las órdenes de Abuzuza, y, según el Silense, llegó á jun-
(i) Según nnoi, hijo de Wiliza; legún Saavedra, de su paccialidad.
¡3) Los texto» antigaos coafinnan el del ^hAhíiho. Sebastián de SaJimanca: "Muerlo
■Wima, iat Dombndo Rodrigo rey de loi godoi. Los hijos del dirimió, movidos de envidia
i>por haber ocupado Rodrigo el reino de su padre, enviaron embajadores i Arries pidiendo
■a]nda á los árabes, Rodrigo, coando supo. ■ . . etc.» El Albaldense: oPoi Tavor ; convenio
*<le los miamoi godos enlraroQ los sarracenos en Eipaña en el año ele.»
(]} Edrisi (siglo xn] raí quien contó primero que Tárik mandA incendiar las naves.
(4) £/ii/í iw /a^iúla dice termlnantemeDle que los hijos de Wiliin, sus ascendientes,
it»ii en el eíérclto de Rodrigo. Si eran menores de edad, como cabe suponer, aunque no con
ccnaa absolma, el Itxio debe entenderse en el sentido de que iban con Rodrigo los partida-
rio* de aqaellos principes mondados por Sisberto (si es que ésle no era también hijo) y por
ti. Oppaa. Saavedra, siempre laborando por so tesis, afirma que mochos partidarios de Wiiija
se joDtaTQD coa Tárik; pero la añrmaciAn no se funda en ningún texto. Ximénei de Rada dice
qae habia godos en el campo árabe, pero mandados por D, (ulíán; es decir, ^omerat, que eran
6 hablan sido dientes de los godos. Aparte de que hemos convenido en que Ximénei no tiene
autoridad en este pnnto-
,,CoogIc
l88 HISTOItlA DE ESPAÑA
tar 25.000 combatientes, aunque el Ajbar Síanchua sólo le da 1 2.000. Ninguno
de nuestros antiguos cronistas ñja el lugar de la batalla: el arzobispo D. Ro-
drigo fui quien primeramente lo señaló á orillas del Guadalete, junto á Jerez.
El Ajbar Mattckua, que es á quien ahora se reconoce más autoridad en este
punto, cuenta el suceso de este modo:
t.W saber D. Rodrigo — dice — la correría de Tárik consideró el asunto
>como cosa grave; estaba ausente de sn corte, combatiendo á Pamplona, y
• se dirigió al Mediodía, reuniendo, según se cuenta, un ejército de lOO.OOO
• hombres poco más ó menos. AI enterarse Tárik pidió refuerzos á Muza,
• dándole parte de que se había apoderado de Algecirasy ácXLago Muza,
• que habfa mandado construir muchos barcos, le mandó 5.000 hombres, y
•asi el ejército llegó á 12.000. Tenia ya cautivos muchos personajes, y es-
piaba con los árabes Julián, acompañado de mucha gente del pais, que les
• indicaba tos puntos indefensos y servia para el espionaje
«Acercóse Rodrigo con la flor de la Nobleza y los hijos de los reyes, y
• éstos tuvieron una conferencia, y dijéronse: este hijo de mala mujer se ha
• hecho dueño de nuestro reino sin ser de sangre real, sino uno de nuestros
• inferiores. Esa gente no tiene propósito de establecerse en nuestro país: no
• desea más que botfn, y ganado que lo hayan, se marcharán y nos dejarán.
• Emprendamos la fuga en medio de la pelea, y el hijo de mala mujer será de-
• rrotado.» «En esto quedaron convenidos (i). Dio Rodrigo el mando del ala
• derecha á Sisberto y el de la izquierda á Obba, hijos naturales de su ante-
• cesor Gaitixa, y cabezas de dicha conspiración Encontráronse Rodrigo
•y Tárik, que había permanecido en Algeciras, en un lugar llamado el Lap>, y
• pelearon encarnizadamente. Pero las alas mandadas por Sisberto y Obba,
• hijos de Gaitixa, huyeron; y aunque el centro resistió, al cabo Rodrigo fué
•también derrotado, y desapareció, pues los muslimes sólo hallaron su caballo
• blanco con su silla de oro guarnecida de rubíes y esmeraldas y un manto
•tejido de oro y bordado de perlas y de rubíes (2). El caballo habla caldo en
• un lodazal, y el cristiano, que habla caldo con él, al sacar el pie se habla dtja-
• do un botfn en el lodo. Sólo Dios sabe lo que le pasó, pues no se tuvo noti-
•cta de él, ni se le encontró vivo ni muerto. Marchó en seguida Tárik á la an-
• gostura de Algeciras, y después á la ciudad de Écija: sus habitantes, con los
• fugitivos del ejército grande saliéronle al encuentro, y se trabó un tenaz com-
• bate, en que los muslimes tuvieron muchos muertos y heridos. Dios los ayu-
>dó al ñn, y los idólatras fueron derrotados, sin que los muslimes volviesen
• á encontrar una resistencia semejante.'
El lago á que se refiere esta crónica es, sin duda, el de la Janda. Los her-
manos Oliver suponen á Tárik con su derecha apoyada en el lago, la izquier-
da en el mar y el frente protegido por el río Barbate. Poco más ó menos,
Dozy, Saavedra y Mancheño (3).
Indiscutible acierto de Saavedra es extender á siete años la conquista de
España, que los antiguos supusieron tan breve: del relato del ilustre acadé-
mico sólo hay que borrar, á nuestro juicio, por falta de documentos en que
fundarlo, la supuesta batalla de Segoyuela, en que, según él, murió Rodrigo,
(1I ni AiJ" d^ 1.1 /:,.,/a conrirma esla conspiracián ci
del enemigo, nñ adíen da i|iie los conspiradores 5(
du éste de darles los bienes que habían perdido.
■2) El moro Rasis pondera el lujo de Don Rodrigo en esta bstalli: dice qae ibi leslido
<lc piirpnrn r en un carro de oro lirado por dos mal.is, ele, etc.
1ÍI L'a hilall'i ilíl Raihiilf. Kstudio por D. Miguel MancheÜo Olivares, Arcos de la Fron-
tera, 1899.
,, Google
HISTORIA DE ESPAÑA I89
y el poco airoso papel de witizano que hace desempeñar á Teodomiro. Los
hechos probados y probables son estos:
Tárik tomó á Écija después de un mes de asedio (i); dejó delante de
Córdoba á su teniente Mogueit, cruzó el río por Mcnjfbar, y marchó á Tole-
do: según el Tudense, en esa ciudad le facilitaron los judies la entrada, y hu-
yeroD la mayoría de tos cristianos. Llegó hasta las márgenes del Henares, y
CD Toledo ó en Cómpluto cogió, entre otros muchos trofeos, la mesa de Salo-
man y las coronas votivas de los reyes godos. Aquélla, tan célebre en las le-
yendas árabes, era un arca con
andas, toda de oro y piedras pre-
ciosas, que se guardaba en una
iglesia de Toledo próxima al Pa-
lacio Real, y, según parece, pan-
teón regio; el arca contenia los
Santos Evangelios en que jura-
ban los monarcas al tomar pose-
sión. Tan ricas joyas constituían
un verdadero tesoro, del cual,
apremiado por las necesidades de
la guerra, Rodrigo habla trata-
do de incautarse antes de salir a
campaña (2).
Mientras que Tárik hacia esta
fecunda excursión Mogueit se ha-
bla apoderado de Córdoba por un
audaz golpe de mano, no sin que
el Conde y un puñado de valientes
se defendieran durante dos meses
en la iglesia de San Acisclo. En
Abril de 712 vino Muzaá socorrer
á su atrevido tugarte alen te; en
una buena escuadra trajo 18.000
hombres esct^dos; tomó la forta-
leza de Ranán ó Zanac (Alcalá de Aurelio.
Guadaira, según Lafuente Alcán-
tara), Carmona y Sevilla, interviniendo también en esta última ciudad los
judíos, hasta el punto de quedar encargados de guarnecerla por el general
árabe. Puso sitio formal á Mérida, que no se rindió hasta el 30 de Junio
de 713. Sevilla se insurreccionó contra los invasores, y Muza envió á su hijo
Abdelaziz á someterla. Entre el Tajo y el Tietar avistáronse Muza y Tárik;
el primero reprendió al segundo (3), y juntas ambas huestes pasaron el
puerto de Siete Carreras, Volvió Muza á Toledo, que, según un cronista
árabe, tuvo que tomar otra vez, y entonces parece que hizo proclamar so-
lemnemente la soberanía del Califa de Damasco y entronizó en la Sede al
(i) Es CDIÍ030 el cnento de Almacirl sobie Ib tamn de esla ciudad, Al gobernador, dk«,
H le ocurrió uní Tnañanit silir fuen de murallas í evicuar una necesidad urgente; pero he
aqnf qae el candiLo Irsbe había tenido la miima urgencia, y fué á salisrucerla en el mismo sitio
que eí cristíono. Viíronse ambos en tan poco airosa situación, y se pusieron á pelear: el árabe
hno prisioTiero al criiliano, y le obliga á entregar la plaza.
|3) Ene fondo bUlórico de las leyendas de Rodrigo, Tárik y Muía esiá admirablemente
dilodilad» por J. Mcnfndez y Pldal en sn ob. cit
(3I ... cim luiHaa. dice Saavedra, pere lambiin een morlifiíante asptrita. No alcanzamoi
en qaé eituTO la jiutlcla.
,,CoogIc
igO HISTORIA DE ESPAÑA
traidor Oppas (t): lo positivo es que acuñó moneda con inscripción latina
que decía: En el nombre del Seüor, gue es único, sabios sin semejante, fórmula
que no podía ofender á los nuevos subditos cristianos, aunque capciosa-
mente ocultara la negación de la Trinidad, base del Koran. La fecba era
mahometana y cristiana; antes de Septiembre de 712 corrieron ya monedas
de oro de esta clase; mas entonces se repitieron, sin duda en mayor escala,
las acuñaciones.
Zaragoza fué ocupada en 714. £1 obispo Bencio huyó al monasterio de
Tabernes con sagrados códices y reliquias. En ese mismo año Muza y Táñk,
llamados por el Calira, salieron de España (2).
72. — En ausencia de Muza quedó gobernando su hijo Abdelaziz, que
ñjó su residencia en Sevilla; tuvo sa palacio en et monasterio contiguo á la
iglesia de Santa Ruñna, y este templo le servía de mezquita (3). Abdelaziz
continuó la guerra contra los vencidos, mas todavía no rendidos visigodos:
no pudo subyugar áTeodomiro, que se resistía valerosamente en lo que des-
pués fué reino de Murcia, y concluyó con él un tratado (4) en virtud del cual
quedaron libres los cristianos en las ciudades de Orihuela, Valentela (5),
Alicante, Muía, Begastro (6), Anaya (7) y Lorca, á condición de no dar asilo
á fugitivos ni enemigos de los árabes, y de pagar un impuesto personal todos
los residentes en aquel teriitorio inmune. No fué, pues, éste, como se ba
supuesto, un reino independiente, ni siquiera tributario, sino una comarca
de régimen autonómico. Con autonomía semejante dejaron los invasores á
los cristianos en muchas ciudades gobernadas por sus condes y obispos. Lo
característico de Orihuela es que este régimen de libertad no se concedió
como merced, sino por tratado, reconociéndose además á Teodomiro la digni-
dad condal como propia suya, y aun hereditaria, por más que lo último no
aparece muy claro.
Abdelaziz terminó la obra de la conquista, quedando toda España some-
ti'Ja al califa de Damasco; y cuando empezaba á organizar el gobierno y se
había casado con Egilona, viuda de Rodrigo, algunos mahometanos celosos,
escandalizados del lujo que desplegaba y del favor que daba á los cristianos,
y aun, según antiguas versiones, temerosos de que tratara de hacerse rey de
España, asesináronle un día del año 71; al entrar en la mezquita. Su cabeza
cortada fué remitida á Damasco como testimonio de aquel acto dé celo mu-
sulmán contra un gobernador sospechoso; pero no parece que al Califa le
agradara el hecho, pues mandó instruir proceso, que no siguió adelante por
fallecimiento de aquel soberano.
Los mismos conjurados triunfantes eligieron para sucederle á un sobrino
de Muza llamado Ayub. No tardó en venir gobernador ó wali legítimamente
_ ., , ir el califa Valid.
(3) Aben Alcolia da lis senai que apropii^ i la topografía de Sevilla D. Pedro Madraio
(Rfc.ybtlLdtE'p.).
(4) En RasíB está e:<tract!tdo; Casirilo publicó (niegro, aunque con poca coirecciAa: hoj
lenemoü el te.tlo depurado por Codera, y en facHmiU en su edición del Dabf.
{5) Kn la iraducción de Rasis dice Vattmia. En Casiri Valcnlola. D. Fanstino de Barbón
(siglo xvill) leyfl Baltnlelal. Nuestra versión es de Sasvedra, quien cree qae coneipande á nn
lugar i cinco kilómetros de Murcia, en la conñiiencia del antiguo canee del Segurs con el San-
io) Según Fernindez ílucrra (D.'ilania. - Beltlin dt la Sotitiad Geagráfica. VI), cerca de
Cehegin.
(7) Según Fernindez (luerra, S¡o, junto i Veda. Saavedra, en el (érroino de San Migncl
de Salinas, donde subsiste el nombre de Cutvnt de Anaya.
,,CoogIc
ESPAÑA 191
nombrado, que fué Alahor (i). Coosiderando ya bien subyugada la Penfasula,
hizo acuñar en las monedas la inscripción arábiga Makoma, 6 enviado de Dios,
é invadió la Galia.Alzama gobernó dos años(7ip-;2i). V.a la Galia se apoderé
de Narbona, y fué derrotado delante de Tolosa por Éudes, duque de Aquita-
nia. Abderrahman ben Abdala el Gafequi ejerció el mando dos veces: ta pri-
mera un año, y la segunda dos (730-732). En el intervalo desñiaron por el
antiguo palacio de los condes visigodos de Córdoba, convertido en mora-
da de los walfes, Ambiía, Odzra, ¡Yahya, Hodeyfa, Otsmen, Al-Haitsana y
Mobammed. Abderrahman se en-
cargó la segunda vez del veleyato
de España, ó del Andalús (2) que
decian los árabes, á título de per-
sonaje pnncii>al para dominar á los
berberiscos, que ya levantaban ca-
beza deseosos de sacudií el yugo
de los árabes y sirios. Era, efecti-
vamente, un gran general y gober-
nante astuto á la vez que enérgico.
Un tal Muauza,jefe de tribus
berberiscas establecidas en Espa-
ña, se rebeló, en efecto, contra el
walf, aliándose con el duque Eu-
des, el enemigo más formidable
que tenían entonces los árabes.
Munuza se casó con una hija del
Duque, llamada Lampegla. Abde-
rrahman no sólo redujo á Munuza
é hizo cautiva á Lampegía, que
mandó i Damasco como un rega-
lo al Califa, sino que, atacando á
Eudes en sus tierras, exterminó su
ejército á orillas del Dordoña.Toda
la Aquitania fué inundada por los ^''''■
árabes vencedores, y el sueño que
habia tenido Muza de marchar á través de la Europa subyugada hasta Cons-
tantinopta, pareció en aquel momento á punto de realizarse. Por fortuna de la
cristiandad y de nuestra raza latina, Carlos Martel acudió en socorro de
Eudes, su rival, y en la batalla de Poitiers, apellidada por los árabes de la
calsada de los mártires por los muchísimos muslimes que allí perecieron,
quedó contenido el torrente que amenazaba inundarlo todo. Difícil ó, mejor
dicho, imposible seria hoy reconstruir históricamente los hechos de aquella
lucha. Los cronistas francos y árabes y nuestro Anónimo de Córdoba diAeren
ea todas sus circunstancias: la fecha, el lugar, el modo de desarrollarse la ba-
talla. Pero sobre este caos de noticias diversas y contradictorias queda incon-
(1) Nombre qae te dan nne
OtrainelTsBkifi. Elplinelemen.
milen la cxictilnd en estos nombies árabes, (an enievesanos t mgraios a nueslros amos y Kf-
pirita latíaos. Noi comentamos, pues, con citar lobriamenle y poi los nombres usuales en
nuestras hisloriis.
(2) Según Doiy (Rechenhís...) el nombre /ÍHí/n/iíió /üWff.'ií/f'ié dado «1 puerto de Ta-
rifa poi haberse embarcado en él los vándalos caando se ruaron ni África, y los berberiscos,
lomando el todo por la parle, üamaion Andalús á toda la Heninsula. No sabemos hasta qué
pnnto sea «atisractoria esta explicación.
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IQ2 H1S10RIA DE ESPAÑA
movible una verdad: que los árabes fueron completamente derrotados por
Carlos Martel, y que Francia prestó entonces á la civilización cristiana un
servicio que nunca podrá serle agradecido coroo merece.
Abderrahman murió en el combate, que señala el principio, si no de la de-
cadencia, del estacionamiento del islamismo, y desde 732 basta 756 pasaron
por el veleyato Abdelmelik, Ocba, Balch, Tsaalaba, Abuljatar, Tsuaba, Abde-
rrahman ben Cataia y Yussuf. Este periodo de veinticuatro años fué de anar-
quía desenfrenada y sangrienta: árabes, sirios y berberiscos, yemenitas y maa-
ditas se degollaron á placer y sin descanso en toda Espada, pareciendo raro
al que lee el monótono relato de tales horrores que una sociedad pueda sub-
sistir tanto tiempo en un medio semejante de motines, sublevaciones, guerras
civiles, matanzas, saqueos y cuantos males concibe la imaginación en este
orden ó, mejor dicho, en este desorden espantoso é inacabable. Admiran
también dos cosas: una, que los cristianos de aquel tiempo no quisieran ó no
pudieran sacudir el yugo de unos dominadores que empleaban toda su salva-
je energía en destruirse unos á otros; y otra, que haya cristianos en nuestro
tiempo que pinten la dominación árabe como una época de dicha, en que
todo era tolerancia, paz, cortesía, suavidad de costumbres y recitar versos á
las bellas huríes á la sombra de las palmeras ó de los sicómoros.
El natural deseo de poner término á una situación semejante, concerta-
do en una junta de magnates árabes que se celebró en Córdoba, según unos
historiadores, y, según otros, una intriga de los yei.ienitas para sobreponerse
á sus enemigos, trajeron á España al joven Abderrahman, príncipe real de los
Omeyas ú Omniadas, dinastía de califas reinante desde 661 hasta 750. Des-
tronada y exterminada por los Abbasidaa, fué Abderrahman el único que se
salvó de la traidora matanza dispuesta por el califa Abul Abbas. Mozo de
arranque, con el presentimiento desde niño de grandes destinos, aventurero,
romántico, poeta, y á la vez astuto, felino, capaz de las mayores atrocidades
por lograr los objetos de su ambi-
ción, alma compleja y de múlti-
ples y contrarias manifestaciones,
en cuyo fondo había sin duda el
desaforado egoísmo propio de los
fundadoresde Imperios; audaz, va-
lentísimo, de gallarda presencia,
este Abderrahman es una de las
figuras más interesantes de la his-
toria musulmana. Desde las orillas
del Eufrates hasta las ruinas de
Cartago vino fugitivo con su criado
ó escudero Badr, siempre perse-
guido por ios enemigos de su pros-
crita dinastía, vagando de aduar en
aduar, y con el pensamiento fijo de
que tan larga y fatigosa peregrina-
ción Labia de concluir sentándose
en un trono. Llamado á España
por los jeques yemenitas, desem-
barcó cerca de Almuñécar (Sep-
tiembre de 755). Pasó el invierno
primero en una casa de campo, y
después en el castillo de Torrox;
Maurc^atd. y á la primavera, habiéndosele
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HisioHiA uK espaSa 193
juntado algunas tcibus berberiscas
y seis jeques cai&itas, eiUró en Al-
mu/iécar (756), donde dispuso que
en las oraciones de las mezquitas
substituyese su nombre al del wali
Yussuf, no al del Califa; esto es,
que Abderrahman no se rebeló
contra la autoridad del Califa, sino
contra la provincial de España.
Conquistó el emirato á filo de es-
pada, y del mismo modo se sos-
tuvo en él hasta 788, que murió.
En este reinado de treinta y tres
años no hubo crueldad ni perfidia
que no llevase á cabo con rebel-
des y conspiradores; pero ¿cómo
imponerse á tales subditos? Lo
cierto es que á pesar de las suble-
vaciones casi continuas, en con-
junto mejoró el estado social, y la
mayor parte del territorio disfrutó
de largos periodos de paz. Garan-
tizábala un ejército permanente ó
guardia real de 40.000 hombres re-
b<!Tmadol,ríD,<u^.,r. cluUdos entre esclavos que com-
pró y berberiscos que hizo venir
de África, bisn organizados y enteramente adictos á la persona del Emir.
Empezó la construcción de la aljama de Córdoba, invirtíendo en esta obra
grandiosa más de 100.000 doblas de oro.
En su tiempo acaeció la venida de Carlomagno y la rota de Roncesvalles.
Según los más fidedignos cronistas árabes, sincera y sabiamente interpretados
por Codera (i), Suleimán, gobernador de Zaragoza, deseoso de sacudir el yugo
del emir de Córdoba, llamó á Carlomagno (777). Vino el Emperador, y Za-
ragoza le cerró sus puertas, aunque Suleimán estaba detenido en el campa-
mento franco; se retiró Carlomagno, y en su retirada cayeron sobre él Ma-
truch y Aixón, hijos del gobernador, derrotándole y consiguiendo libertar á
Suleimán. Según las crónicas francesas (Eginhardo, Vü^ dt Carlomagno;
Anales, de Angilberto?), no fueron los árabes de Zaragoza, sino los vascones,
quienes derrotaron á Carlomagno, muriendo en la batalla Eggibardo, prepó-
sito de la real mesa, el conde palatino Anselmo y el prefecto de la Marca de
Bretafia, Rolando. En el siglo xi aparece la Ckanson de Roüands, indudable
refundición de más antiguos cantares (2), probablemente compuestos, refun-
didos y ampliados varias veces por juglares franceses de [os que venían en
peregrinación á Santiago; y en este monumento literario, eco de las tradicio-
nes francas, á vuelta de invenciones estupendas, como la conquista de Espa-
ña por Carlomagno, se sigue en lo principal á los cronistas árabes, atribu-
yendo á los islamitas la derrota de Roncesvalles, aunque también se dé á los
vascos el papel de auxiliares de los vencedores. Según la Canción de Rolando,
[D DUcucso de rcc^pciño en la Academia de U Hislorii (zo de Abril de iSt9).
\i\ El lexlD de la ChoniBH dt Rollmtdi, aun en el manuscrito de Oxford, que es el mis
■ntieDo conocido, presenta huellas de refundición. (M. Pelajo, TraUídú di ¡os nniaticís --i/ie!.
Antthgúl, XI.)
Salcedo. HtSIORIA D
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194 HIsTOKIA Dü ESPAÑA
fué derrotado este caudillo, y no el Emperador en persona. Mandaba Rolando,
con los Doce Pares de Francia, la retaguardia de la hueste imperial, que fué la
destrozada en las gargantas del Pirineo; el rey ó jeque de Zaragoza no es 5u-
leimán, como en los cronistas, sino Marsilio (i). Tejiendo retazos de las cró-
nicas árabes con las francas y con los épicos relatos á que la ChansoH de Ro-
lands dio origen, compuso Uozy una historia de la expedición de Carlomagno
tan ingeniosa y entretenida como la de nuestro Saavedra de la invasión de los
árabes, y con arreglo á la cual el ejército franco vino á España llamado por uoa
gran coalición de enemigos de Abderrahman que fueron á solicitar la ayuda
del Emperador en el Campo de Mayo de Pederborn: habiéndole cerrado sus
puertas Zaragoza, Carlomagno tuvo que desistir del sitio al recibir la noticia de
que los sajones se revolvían de nuevo contra él, del mismo modo que en iSotí
Napoleón hubo de r^resar precipitadamente á Francia ai recibir en Astorga
la noticia de los nuevos movimientos hostiles de Austria. Menos afortunado
el Napoleón del siglo viii que el del xix, al pasar su retaguardia por Ronces-
valles sufrió la derrota que han hecho inmortal las gestas de la Edad Media.
Lo positivo es que semejante versión, aunque seductora en el texto de
Dozy, no puede sostenerse como histórica después de la severa critica de
Codera, y que en nuestra Península la fama de la rota de Roncesvalles no
viene directamente de la tradición nacional (2), sino de los épicos cantos de
los juglares franceses, iniciadores de nuestra épica castellana.
Al fundador de la dinastía Omeya sucedió su hijo Hixen I, que reinó ocho
años, concluyó la mezquita de Córdoba y mereció de los cronistas árabes dic-
tados como el Justo (Ai Adhil) y el Afable (Al Rhadi): píntanle como el ideal
de un principe piadoso y caritativo según rl Koran. Del mismo carácter fué
su hijo Alhaquen I (796-822); pero los faquíes echaron á volar la especie de
que no hacía caso de la prohibición coránica del vino, y con este motivo le
dieron grandísimos di^ustos. Sin embargo, aunque tan rezador como le re-
tratan, no era el Emir para sufrirlos con paciencia, sino que con estupenda
crueldad castigó á conspiradores y amotinados: setenta y dos de los primeros
fueron de una vez cruciñcados en Córdoba; en Toledo el renegado Aurús.
gobernador de la ciudad, cometió el crimen conocido por la ntatanta de la
Cueoa, en que setecientos, según unos, y al decir de otros más de cinco mil
nobles, llamados pérfidamente al Alcázar, fueron degollados por verdugos dis-
puestos en el pasillo que tenían que recorrer; de Córdoba, finalmente, fueron
expulsadas más de quince mil personas, resto de todo un barrio amotinado,
que los guardias del Emir acuchillaron en castigo de una revuelta.
Páginas de sangre tiene también el reinado de Abderrahman 11 (822-852I,
£1 hijo de Alhaquen hubo de combatir con el hermano de su abuelo Abdatá,
con muchos otros rebeldes, con los cristianos, y con tos normandos, que de-
vastaron el valle del Guadalquivir hasta los arrabales de Córdoba; pero, se-
gún los cronistas árabes, la característica de su tiempo es la magnificencia
(i) Véate '.Reaumen blitartoo-crlilco de la Literatura BapaAola», por D. Aa^el
Saloedo Ralx, lU (Hdlclúo de la Ca«a CalIHa).
(2) Kn l8í4 el ypumal 4i I' InUilut Wílorique publicó como traducido del vasco al
francés por Mr. Giray ie Monelave, el Cnnlo ¡ir AllMicar. pretendida remembrania potticn-
popular de la derrota de los francos por los vascones. Luis Diihnlde de Mon^lsTe pnblicA la
versión, es decir, el supuetto original vascuence. Todo fat broma de nletinos alamnos de la
Escueln Polilícnica de Psris, enlenifidm en poesía oaiÍTtiea; pero, tan bien dada, que hombres
como Faiiriel v nuestro Aimdor de loa RÍos lomaron la superchería por reilidad. creyeTtdo qne
el Canlo de AÜohhcar t,t& efectivamente un canto vascaence del iif>lo Viil. (Sobre todoasatoa
linnloa *<aie el citado "Reanmen Hlalúrlco-crllloo do la Lltaratora HipaAolS", por <lo<i
Aoi-el Salcedo Rola. (Bdlclón de la Caaa Cállela. Precio, 6 peietaa), qae ea al ooaaple-
menlo oalnral de eate libro.)
,, Google
HISTOKIA DE ESPAÑA I95
oriental de que ae revistió el Emir, imitando á los califas de Bagdad. l£l pala-
cio de Córdoba fué rodeado de jardines encantadores, con fuentes de mármol,
mezquitas y pabellones, y por ellos paseaba este Luis XV de los árabes, se-
guido de numeroso cortejo, entre huríes, eunucos, poetas, músicos y todo
linaje de cortesanos y servidores. Tenia el Emir una camarilla, compuesta de
la sultana Tarub, un faquí, un músico venido del Oriente y un español rene-
gado, Nasr, que no podía ver á sus compatriotas ñeles á la religión cristiana.
No es extraño que en este reinado empezaran las terribles persecuciones
contra los muzárabes.
73. — Hora es de volver los ojos á nuestros antepasados en la fe y en la
patria, vencidos por Táril^ y Muza.
El golpe de la conquista dividió á los cristianos españoles en dos grupos:
el de los que vivieron sometidos á los árabes y el de los que no admitieron
este yugo. Pero dentro de cada grupo hubo situaciones diferentes.
El grupo primero (sometido) subdividese en tres:
1." Los que por virtud de un tratado ó capitulación quedaron en una
independencia relativa, más bien bajo el protectorado que bajo la autoridad
de walíes y emires. £1 titulado reino de Teodomiro, de que se habló más
arnba, señala el grado máximo de autonomía disfrutada por los cristianos de
«ste grupo: de ahí para abajo tenían libertades semejantes los cristianos de
Mérída, parece que también los de Toledo, y es indudable que los de otros
puntos. En cuanto á Teodomiro, murió en ^43, sucediéndole Atanaildo, que
vivía en 754. No se sabe cuándo acabó su gobierno ni quién le reemplazó; si
<]ue en 779 una expedición enviada por los Abasidas contra Abderrahman
arribó á las costas de Todmis ó Teodomiro, y en ellas fué destruida por las
gentes del emir de Córdoba. Después pierde la Historia el rastro de este nú-
cteosemi-independiente(i).
a," Los mnlaíües. Fueron los cristianos que renegaron de la fe y se
convirtieron al mahometiamo (2). Hubo muchos. Los hijos de Witiza, aunque
de los primeros en someterse y de los más considerados por los musulma-
nes, no llegaron á la apostasía en varias generaciones: Achila vivió en Toledo,
y de él procedió un Hafs que desempeñó en aquella ciudad el oficio de juez
de los extranjeros. Artavasdes trasmitió á sus descendientes el titulo de
C3nde. V de CÚmundo, establecido en Sevilla, fueron hijos Sara y dos varo-
nes: uno que llegó á ser obispo, y otro que murió en la España libre. En cam-
bio, si bien no parece que apostatase D. Julián, residente en Córdoba, lo hizo
su hijo Balácayas, de quien se conoce descendencia esclarecida entre los mu-
sulmanes por varios siglos. '
Huchas de las conversiones de los muladles fueron indudablemente si-
muladas y de pura conveniencia, y la tradición cristiana se conservó en la
mayor parte de aquellos hogares, determinando esto que los renegados for-
masen siempre una clase aparte, con ideas y costumbres distintas de la pobla-
ción árabe y berberisca, y que en las insurrecciones de que hablaremos luego
¿tfs renegados^ aun habiendo trascurrido ya mucho tiempo de su cambio de
religión, volviesen fácilmente á la cristiana.
3." Los muzárabes (3). Fueron los cristianos que, sometidos á la autori-
(i) Femindei Guarr». Díílania.
{x) Otroi llaman amladíei, no d toiloi I01 renegadoi, sino á los que lo eran por ser hijos
de niacríiiianioi mixto* de cristianos j mahometanos y i los qu« la \tf obligaba A ser lo úítimo-
(3l E«ta TOi viene, segdn anoj. de ntixli-iraéfí, rntu-íado' ion les irahts: según otros, de
moilara, arabiudo. Meníndel Pida! (Ltyendas . . .) dice: ti . . .árabes de íWiíjí — muiírabes — le
»empei4 á llamar i los cristianos qne iban mezclándose con los mnsalmanes, efecto de la tole-
v.rancia empleada sagiizmente por aqael Emir.»
,, Google
ig6 HISTORIA DE ESPaSA
dad civil de lus árabes, conserva-
ron üu religión. Por efecto de las
capitulaciones ajustadas en tiempo
de la conquista, diversas según las
ciudades, en todas fué más ó me-
nos respetado el culto de los ven-
cidos, y aun se concedió á éstos
cierta organización administrativa
y judicial se mi -autonómica. Por
testimonio de San Eul<^io consta
que en Córdoba conservaban seis
iglesias: San Acisclo, San Zoilo,
Los tres Santos, San Cipriano, San
Ginés mártir y Santa Eulalia; dos
monasterios cerca de la ciudad,
seis en la sierra, escuelas y biblio-
tecas. Fué célebre la escuela del
abad Spera-in-Deo, varón elocuen-
tísimo, lumbrera grande de la Igle-
sia en nuestro tiempo^ escribe el
citado Santo. Tenían para su go-
bierno civil un comes cÁristiaMormm,
el censor, el exactor de tributos y ei
tesorero. Reconocíase á estas auto-
Alfonso II. íi Casio. ridades, y aun á los obispos, la fa-
cultad de imponer penas tempora-
les. Las ciencias y letras, cultivadas en la época visigoda, y cuyo más insigne
representante fué San Isidoro, tuvieron en los muzárabes cordobeses maes-
tros y discípulos dignos de la tradición que seguían. iPara nada influye en
>las obras de los primeros muzárabes la cultura musulmana, fuese grande ó
• pequeña la que entonces poseían los conquistadores. Bajo el aspecto litera-
>rio son el último eco de una civilización ahogada por la esclavitud.» «La
• necesidad en que los gobernantes mahometanos se velan alas veces de tra-
• ducir documentos latinos y entenderse con reyes cristianos, les hizo valerse
>de algunos muzárabes doctos en la lengua de Arabia. De ellos fué el abad
•Sansón» (i).
Este ministerio de comunicar á los árabes las ciencias, letras y artes no
lo ejercieron sólo los muzárabes, sino tambiéri, y quizás principalmente, los
muladies ó renegados (2). <EI arte musulmán es sirio en Siria, copto en Egipto,
• bizantino en Asia Menor, romano berberisco en África, romano-ibero en Es-
»paña, parto y sassanida en Mesopolamia, del propio modo que la civilización
• musulmana no es árabe, sino, según los modelos en que se ha inspirado y los
• medios en que ha crecido, griega, persa, siria, egipcia, española, Índia> (5).
• La ciencia arábiga fué siempre de segunda mano: en Oriente, como Muack
• confiesa, nació del trato con los cristianos, sirios y caldeos. Algo semejante
|i) Menéndez Pelnyo.
(2) Simonel {¡¡linaria délas j.fces Uiriíai y lalinas uiadat tntri let mutarabts, pricr£ae
,U «n tsludio sobre ti diitleilo hisfiano-muzáraie (Msdrid, 1889) da la mayor inflaencia i los
muzárabes; pero, i nuestro juicio, la lógica induce á lo contiario: es i saher, que los que tavie-
ion relación más fnlima con los conquistadores debieron de serlos que mis lafluyeron en exie
(Jl Afiinueí ifArl wiitiilman: II. Sahtáin, ariiuilfíle, y G. Migtoa, fro/nar del Letnprr
,, Google
HISTORIA UE ESPAÍÍA I97
<en cuanto á la trasmisión de la ciencia cristiana debió de acontecer en
• nuestra Peninsula> (i).
Á medida que pasaba et tiempo los muzárabes disminutan eti número,
creciendo, en cambio, los muladies ó renegados. Conspiraban á esto, en pri-
mer lugar, las contribuciones que tenían que pagar aquéllos, capitaciones,
diezmos, etc., y de que se libraban al reni'gar; en segundo, el trato constante
con infieles, del que provenían los matrimonios mixius, cuyos hijos hablan de
ser mahometanos por fuerza, y por último, las persecuciones. Lt-galmente no
se impuso á los cristianos más prohibición que la de no maldecir ó blasfemar
públicamente de Maboma; pero demasiado sabemos que no siempre el estado
social responde á las leyes escritas. Hixem I prohibió á los cristianos el uso
de la lengua latina, y obligó á los niños á asistir á las escuelas árabes. En el
año 850, Perfecto, presbítero de San Zoilo, acusado de haber maldecido á
Mahoma, no en público, sino en secreto, sufrió la última pena; y enardecidos
ios ánimos de los muzárabes con este y otros iguales sucesos, profirieron las
prohibidas maldiciones delante de todoel mundo, hasta de los jueces, originán-
dose de aquí una violenta persecución, en que corrió mucha sangre cristiana.
Se dividió entonces la grey muzárabe en dos bandos: uno, el de los pru •
dentes, que condenaban estos alardea; otro, el de los fervorosos, que los aplau-
dían. El emir Adherrahman II, fallecido en 1852, trasmitió con el trono el
odioso papel de perseguidor á su hijo Mohammed I (852-886}, en cuyo tiempo
sufrió el martirio San Eulogio, obispo de Toledo, una de las más bellas figu-
ras de nuestra historia: doctor, historiador y defensor de la grey muzárabe. El
ardimiento de ésta, lejos de apagarse con la muerte de su buen pastor, cobró
nuevos bríos, y las maldiciones á Mahoma eran constantes, provocando por
una parte terribles represiones, tanto del pueblo musulmán como de las auto-
ridades, y por otra, una reacción cristiana en los mismos renegados, muchos
de los cuales profesaban en secreto su antiguo culto, ó por lo menos conser-
vaban con amor la tradición reli-
giosa de sus antepasados.
En efecto; en este reinado de
Mohammed I es cuando estallaron
las sublevadooes de los muladies.
Aben Meruán, renegado de Míri-
da, se alzó contra el Emir formando
un principado independiente. To-
ledo estuvo veinte años en poder
de sus antiguos dueños visigodos.
En Zaragoza los Beni-Casi, des-
cendientes de un magnate godo
que apostató en la época de la
conquista para conservar sus vas-
tas propiedades, y cuyos indivi-
duos, tanto por sus riquezas como
por su valer, figuraban en primera
linea entre la aristocracia musul-
mana y tomaron parte activa en
las luchas civiles, se hablan hecho
independientes de hecho y domi-
naban como soberanos en todo lo
(1^ MenCndei PeUfO. Ramiro I.
D,g,t7cdb/GOOgIC
198 HISTORIA DE ESPaS*
que lus árabes llamaban la Frontera Superior (Zaragoza, Huesca, Tudela, etc.).
Muza II, contemporáneo de Mobammed, tratando de igual á igual al Califa, á
los reyes de lus cristianos y al mismo Carlos el Calvo, que le mandaba regalos,
se titulaba el tercer rey de España. Pero de todos estos hcclius el más caracte-
rístico y notable es el levantamiento de Ornar ben Háfsun. Descendía de un
conde Alfonso: su familia se había hecho mahomeíana en el reinado de Alha-
quen 1; pero era de las que conservaban en secreto sentimientos cristianos.
Ornar se lanzó á la sierra de Archidona en 880 á 88 1 con una partida de cua-
renta y tantos hombres, y, peleando á lo guerrillero, engrosó su pequeña hues-
te, fortificando un lugar inaccesible de las montañas, llamado Bobastro, que
fué el centrode sus operaciones (i). Con razón le han titulado los historiadores
modernos el Viriato de la España árabe. Llegó á ser verdadero dueño y señor
de las sierras de Andalucía y á tener en jaque todo el poder de los emires.
Almondzir sucedió en el emirato á su padre Mohammed I cuando estaba
sitiando á Ornar en Bobastro, y todo su reinado (886-888) lo invirtió en comba-
tir al audaz guerrillero. Heredó esta guerra con el trono, ganado por el fratri-
cidio, su hermano Abdalá (2), quien en veinticuatro años de emirato (888-912)
no hizo otra cosa que pelear con Ornar, el cual en este tiempo (899) profesó
en público el cristianismo: su familia, especialmente su hija, era tan piado-
sa, que la casa-fuerte de Bobastro, corte del Viriato andaluz, parecía un ob-
servante monasterio.
74. — Sólo nos queda por tratar de los cristianos que no se sometieron
á los árabes, de aquel grupo, gloiíoso por excelencia, que ñó desde luego
á su espada, y no á capitulaciones más ó menos graciosas, la libertad de su
fe y la dignidad de su condición. La patria española es hija de aquellos vale-
rosos cristianos, indiscutibles fundadores y padres de nuestro pueblo. Iberos,
celtas, fenicios, griegos, cartagineses, romanos, visigodos, son nuestros ante-
pasados remotos: por nuestras venas corre sangre de todos ellos, y en nues-
tro carácter nacional todos han dejado huellas; pero nosotros, los españoles
de hoy, no nacimos á la vida histórica hasta que en los riscos asturianos des-
plegó Pelayo el estandarte de la Cruz, y proclamó con varonil acento que ni
él ni sus compafieros querían ser siervos, clientes ó subditos de los califas,
sino Ubres é independientes; palabras que, gracias á Dios y por el esfuerzo
de cuarenta generaciones, han podido sostenerse hasta el momento actual á
través de todas las vicisitudes y peripecias de trece siglos de una historia
varia y agitada cual ninguna.
La reconquista española no se inició solamente en ese núcleo de Astu-
rias, sino además en otros dos en ambos extremos de la cordillera pirenaica;
pero al de Asturias corresponde la primacía, no por ser el más antiguo (3), ni
tampoco el mejor rr^nncidn ^4), sino por su carácter de verdadera y consciente
( 1) Conde fué quien primeio dift noticia de este notabiUsimo Ornar en su ¡íisUria Jt la
aomh'aíióti ae las árúhrs e» £.<fu¡la; pero padeciií la equivocación de lomar este Bobastro. ó
Bobaster, por Barbastro. de ArAgñn,y de aquilas mayores conlusiones en el relato de las cam-
panas de Omar. Los arabistas posteriores, especialmente Sirnonet, han rectificado tales eriorca
fijando Ja silnacirtn de Bobastro, aue estaba en un sitio llamado hoy ti C/isHllSn, á un cuarto
de legua de Guadaljorce y i ana de Antequeta.
(z) Cuentan los historiadores árabes que AbdaiA ganú al cirujano de Almondiir pan
que al >an?ratle lo hiciese i^n una lanceta envenenada.
I}) Indudablemente fiíeron coetáneos entie s( y con la pérdida de EspaÜa; es decir, i|n«
empezaron en cuanto Kspaña se perdió.
14) Lo et indudablemente el de Astuiias por las crónicas de Salumanca y del Monje de
Albelda y por las crónicas árabes. De los otros dos sólo tenemos noticias vagas en alcanas
documentos de nuLemicidad dudosa v. er.. los privilegias de ios monasterios de Santa Marta
de Alaen, Sama Maria de Ovairn, San |unn de la Peíia. Ripoll, etc. (Véase tomo IV de la Co-
eccirtn del Cardenal A^uirru'.
,, Google
HISTORIA DE ESPAÑA 199
restauración de la monarquía deshecha por Tárik y Muza. <l£n la persona de
>Don Pelayo reanudó de una manera paciñca, legal y solemne la línea de los
• monarcas godos de España, desconcertada, perú no destruida por la guerra
• civil y la invasión extranjera. Por eso no aparece ningún otro caudillo de la
• restauración. . . .\ la corte de Oviedo asistían los obispos titulares de Aragón
• y de Navarra> (i); es decir, que allí se consideraba refugiada y resumida la
Monarquía visigoda, lo que supone el natural intento de restaurarla en su
pristino ser, ó sea de libertar á toda España del yugo en que habia caído.
Las crónicas asturianas, aunque tan posteriores á los primeros
de la Reconquista y fundadas en
la tradición oral, son indudable-
mente documentos de autentici-
dad rigurosa en cuanto á los he-
chos principales que narran, si
bien desfigurados por las exage-
raciones de la leyenda. ^Cómo ha-
bia de olvidar esa tradición los
nombres de los reyes predeceso-
res de Alfonso III, ni acontecí
mienf^s de tanto bulto y trascen
dcDcia para el naciente reino como
la batalla de Covadonga, primer
encuentro en que los cristianos
consiguieron triunfar de los mus-
limes? Que al pasar la noticia de
generación en generación se baya
engrandecido hasta convertir el
combate de unos cuantos guerri- .
Ileros con un corto destacamento
musulmán en descomunal batalla
que costó la vida á centenares de
miles de sarracenos, es naturalfsi-
roo. Si se toman al pie de la letra
la inscripción grabada en el Bruch
y los relatos que se oyen á los cam-
pesinos, guardadores de la tradi-
ción oral, los somatenes derrotaron allí nada menos que á los vencedores de
Marengo, Jena y Austerlitz; es decir, á ejércitos de más de cien mil hombres
mandados por Napoleón, cuando realmente la lucha sólo fué con una colum-
nita de ta guarnición de Barcelona; pero aunque no tuviéramos hoy tantos
relatos escritos de los combates del Bruch, nos bastarla la tradición oral para
saber ciertamente que en el Bruch paisanos de Cataluila derrotaron á trance-
ses, pocos ó muchos, y para traducir la extraordinaria importancia moral de
aquella jomada, en que aprendieron los campesinos que no eran los franceses
invencibles y que aprovechando el terreno era posible triunfar de su disci-
plina y organización. Del mismo modo, la batalla de Covadonga, que en sí
misma debió de tener escasísima importancia militar, que no debió de ser
sino un accidente sufrido por una columna árabe desconocedora del terreno,
y que, ó engañada por los guías, ó dirigida por un jefe atolondrado, se metió
imprudentemente por )a honda cañada que forman las sierras de Segiienco y
Oidoño r.
,,CoogIc
20O HISrOKIA HE ESfANA
Priena creyendo que al fin del desfiladero habría terreno despejado, y al
desembocar en la plazoleta sin salida que se hace delante de la Santa Cue-
va de Covadonga no pudo revolverse y fué destruida por los cristianos, que
le tiraban peñascos enormes desde todos aquellos cerros; este encuentro,
decimos, tuvo incalculable trascendencia, pues fortificó en los nuestros su
resolución de resistir, y convenció á loa muslimes de que para vencer á los
refugiados en tales breñas necesitaban muchas más fuerzas de las que por
el pronto podfan disponer para ocupar aquellas montailas. Resultado: que
ellos evacuaron las Asturias, dejando para mejor ocasión la reducción de
tan agreste comarca montañesa, y que los nuestros quedaron alU libres y
constituidos en reino independiente, sin que en muchos años pensaran en
llevar la guerra á las llanuras (i).
En cuanto á las circunstancias particulares del hecho, imposible es ya
conocerlas. Que los árabes estaban en Asturíaí', teniendo allí un gobernador,
Munuza, que residía en Gijón, asi como que se llamaba Alkamah el jefi: que
mandó la columna ó destacamento — ejército numerosísimo según los cronis-
tas — que fué deshecho en Covadonga, son hechos probables. Las crónicas
árabes (Ajbar, Manchua, Ab&n Jaldon. Almakari, etc.) de acuerdo con las cris-
tianas dan á Pelayo diez y nueve años de reinado. Según la tradición asturia-
na, el suceso de Covadonga fué en 718. Sebastián de Salamanca refiere la
proclamación del Rey como anterior á la batalla. Parece que antes estuvo
Pelayo en Córdoba, y que de allí escapó secretamente para ponerse al frente
de los asturcs. El Sr, Saavedra supone que ya era rey, elegido por los obis-
pos y magnates que seguían á D. Rodrigo, inmediatamente después de la
supuesta batalla de Segoyuela, en que, según el docto académico, pereció
D. Rodrigo (2). Todo es difícil de conciliar, y sólo caben hipótesis más ó me-
nos probables. Lo positivo es que un puñado de españoles buscaron refugio
en los riscos de Asturias contra los invasores mahometanos, y que allf, eli-
giendo por rey á D. Pelayo (3), triunfaron de los árabes y constituyeron un
(1) AlguDos, entre ellos el iluslrido esc ri tur militar Sr. Berruele, hin sosten id o que la ba-
talla de Covadonga no <lebi/i de darse en las angoslurss del Anseba, sino hacia Llanes. dande
hay espacio para un vasto campo atrincherado. Pero esta hipólesls no sólo va contra la tra-
dición perpetuada en las crónicas del tiempo de Alfonso III, sino conUa lo que la raidn dicta
<iae (uvo que ser aquel combate. Sí ios cristianos hubieran tenido tuertas para llenar un gran
campo Btrínch erado, es seguro que los árabes habrían acudido con nn ejercito considerable.
dejando para mis adelante la guerra de Ins Galias, en que A la sazón estaban empellados,
y seguro también que los asturianos, después de rechazar en bus posiciones á un gran ejército
árabe, habrían tomado una vigorosa olensiva. Nada de esto sucedió; poique la batalla de
Covadonga fué un episodio de pequera guerra de partidas en región montuosa, la vistii de
los lugares se saca la impresión de que los itrabes que allf se empellaron no Itegarfan quizás ii
mil liombres, y los cristianos serian otros tantos, no metidos en la cueva, sino ocupando las ci-
mas de todos aquellos monles, desde las cuales arrojaron los peñascales que hicieron tan lerñ-
ble efecto. En cuanto á la eslrnlegia de la partida crisltano, la vista de los lugares persuade tam-
bién de que, como decimos, consistió en atraer al destacamento irabe por el desfiladeio á la
plazn ó campo sin salida, en una de cuyas ingentes paredes se abre la Santa Cueva como una
ventana. Cuando estuvieron los muslimes en aquella ratonera empezó el combale ofensivo. Los
Árabes trataron en seguida de retroceder por el único camino franqueable (el que hablan traído '.
y no pudlendo desplegar — muchos de ellos eran de caballería, — fueron casi aniquilados en el
callcji'in. l^n nuestras últimas guerras civiles se han dado varias veces episodios semejantes.
I2t El destino de D.Rodrigo posterior ala batalla del Lago-- tradición almente deK'Ua-
dalete — pertenece d la leyenda y á la poesía, r no á la Historia. Ksta tiene que limitarle i de-
cir con el Monje de Albelda: cHasta hoy se desconoce cómo murió el rey Rodrigo.» (Sobre su
penitencia en Viseo y sepulcro en esta población, véanse los tantas veces citados textos de
Mcnénde/. Pelayo y hermanos Men6ndez Pidal.1
13^ «Muchoi autores árabes hablan de Pel.-iyo con mis ó menos exactitud; pero ningano
«conozco que le llame riimi (romano ñ hispmo-lalinol, como corre por varios libros.^' iSaa-
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HISTORIA DE ESPAÑA 301
reino indepeodiente que, ensanchándose poco á poco, y siempre por la espa-
da, llegó en el siglo xv, después de unirse con los otros procedentes de los
demás núcleos reconquistadores, á ser esta Monarquía española que es nues-
tra patria (i).
De los sucesores de Pelayo soto tenemos las concisas noticias de las cró-
nicas tantas veces citadas, y algunos monumentos arqueológicos, testigos mu-
dos, pero elocuentes, de su paso por la vida. De Favila únicamente se cuenta
que murió en cacería destrozado por un oso (739)- Alfonso I (739-756), yerno
de Pelayo, fué un guerrillero que corrió toda la tierra leonesa hasta el Duero,
y en ocasiones hasta el Guadarrama, devastando
las vastas planicies que los cronicones de la Edad
Media designan con el nombre de Catufos góticos
iCampi gothorum), y hoy se llaman tierra de Cam-
pos (2); en esta región leonesa había establecidas
desde la conquista unas tribus berberiscas que por
este tiempo emigraron hacia el Mediodía. Frue-
la I (756-768) luchó con el fundador del emirato
de Córdoba y con cristianos de su reino subleva-
dos cuntra él, y fundó á Oviedo. De los reinados de
Silo, Mauregato y Berraudo el Diácono (774-791)
sólo quedan confusos recuerdos. Alfonso II el
Casto(79i-842), varias veces desposeído y expul-
sado del reino [>or revoltosos magnates, restau-
rado otras tantas por fíeles subditos, afortunado
defensor de Asturias contra el emir de Córdoba
que invadió aquella tierra en auerra santa, orga-
nizador de sus Estados, fundador de catedrales
é iglesias, enlaza su recuerdo con las más piado-
sas tradiciones de la patria; la cruz de oro que
regaló á la catedral de Oviedo dfcese que fué
construida por ángeles, y en su reinado se descu-
brió el cuerpo del apóstol Santiago (3). Refieren
los historiadores franceses que en el año ^98 reci- Cruz votiv» llamada ¡it
bió Carlomagno, estando en Aqutsgrán, á itasilico
y Troya, embajadores de este rey de Asturias,
que fueron á ofrecerle como presentes dignos de
la grandeza imperial los despojos de una excursión de D. Alfonso á la des-
embocadura del Tajo. Es indudable que hubo amistad estrecha entre el po-
deroso restaurador del Imperio de Occidente y el rey de las montañas cdn-
tabro-galaÍ£as. Indignanse los cronistas españoles, á partir del Silense, ante la
idea de que tal unión pudiese haber signiñcado algo de vasallaje en nuestro rey
y de predominio, siquiera feudal, en el francés; pero, mal que pese á un patrio-
tismo retrospectivo, no es probable que hayan existido nunca relaciones sobre
un pie de perfecta igualdad entre soberanos de tan distinta grandeza política.
Ramiro 1 (842-850) no sólo tuvo que combatir, como todos los de aquella
serie de monarcas guerreros, con los árabes y con turbulentos proceres, sino
con los normandos, que aparecieron en las costas de Galicia, y, según nues-
/ll Víase el precioso libro Di Llana á Covadonga, por D. Manuel Foronda. Madrid, iSqí-
■2) Loi anti¡ruBs rampos giiicúi { Eiiarsionei históHco-aTlislicos ) . por D. Francisco Si mrtn
>■ Nielo. Las incuniones de Alfonso I ea tierra da Campos están tratadns en El Libro Je VUU-
■w. "premiado ^ publicado por el Ayaotamiento de dicha villa», original del autor de esta
"Hisioria». Madrid, n»i.
( ; I kecundo! dt un viaje . . . IFemández Guerra y Fita.»
,,CoogIc
tros cronistas, salieron úe allí, muy escarmentados. A esie rey se refirió, si-
glos después de su muerte, la fabulosa batalla de Clavijo y voto de Santiago,
torpes invenciones de la codicia y de una piedad poco ilustrada. Sin necesi-
dad de tales infundios, es un hecho rigorosamente demostrado que la fe reli-
giosa era el alma de las heroicas empresas de aquellos antepasados nuestros
que se hicieron libres por no ser mahometanos, y que la devoción al Apóstol
inflamaba el valor de tan indómitos guerreros, los cuales no necesitaban, cier-
tamente, que se apareciera Santia-
go en traje y arreos militares, tan
contrarios á su pacífica condición
evangélica, para verle en las bata-
llas y atribuirle la mayor parte en
sus prodigiosos triunfos.
De Ordoflo I (850-866) dice el
Albaldense que mereció ser lla-
mado padre dt las gentes; sus vic-
torias sobre los sarracenos fueron
muchas y señaladas. Le sucedió
su hijo Alfonso 111 el Magno, cuyo
reinado (866-910) (i) es un poema
de guerras interiores y exteriores,
vicisitudes novelescas, episodios
terribles, como la justicia que hizo
ejecutar en cuatro hermanos su-
yos á ios cuales condenó á la ce-
guera, y grandes trabajos de Te-
población y organización del rei-
no, en que no es difícil descubrir
un plan general y bien medita-
do (2). El Albaldense describe á
este monarca cuando á los vein-
,,, ,,, , ,, tilín años casó con Jimena.cOTti»-
ortHone Carotí regís (3) (panenta
de Carlos el Calvo), como de ros-
tro agradable, estatura gallarda y hombre sabio. Sus excursiones por tie-
rra de moros fueron casi tantas como años reinó, y venció siempre; pero to
mejor que hizo en este orden fué consolidar lo ganado, fijando en la línea del
Duero la frontera meridional de su reino, y fortificando esa línea con plazas
como Dueñas, Simancas, Zamora y Toro.
Con tan esclarecido principe termina un período natural de ta recon-
quista y se inaugura otro. El primero es más incierto y obscuro por falta de
historiadores; pero también el más heroico. Los árabes rinden tributo en sus
crónicas á las virtudes guerreras de los progenitores de la patria. <Los galle-
•gos (4) — dice Almakari — son un pueblo de fortaleza de corazón y rostro
• hermoso que guerrea de continuo con los muslimes». Aben Jaldum añade:
• Son los más fuertes y numerosos entre los francos occidentales». No es, jxtr
cierto, tan encomiástica la descripción que hace Aben Ahvard: «En tierra de
1 1) ooS, seKÚn el P. Taishan,
ííi El Libro, le VUla.üi, III.
f4t l!n^ árabes llamaban ^alh^os á los Imbilanles de lodo el pa(s al Norle dtl Gnada-
tiama, hacia el Noroeste.
,, Google
HISTORIA DE ÍSPaSA. 20¡
(gallegos — escribió — hay pueblos ainnijinero, tanto grandes ciudades como
• aldeas. La ignorancia y la necedad dominan á esta gente, que suele vestirse
>con ropa sucia, sin tavarU nunca, y en sus usos y costumbres son como bes-
• iias>. Ésteretrato, trazado por mano de enemigo, quizás convenga á los caba-
lleros cristianos Maxaados/romieros, ó que vivían en la raya de los árabes, aper-
cibidos siempre á rechazar los rebatos de éstos, y que, según las Memorias del
tiempo, moraban en chozones de una sola pieza con sus Tamilias y sus caba-
llos (i), ün general el reino de Astu-
rias quizás no merecfa tales rasgos
descriptivos, aunque sea exageradí-
simo el juicio de Masdeu: <Sin rebajar
• á las demás naóones europeas ni
• ensalzar demasiado á España, puede
>a!>cgurarse que, á pesar de la guerra
• y estragos de los inüeles, nuestra
>patría era en aquel siglo de tinieblas
>]a más adelantada del continente
•europeo» (2).
Empezaron á erigirse estas igle-
^s y otras construcciones especial-
mente religiosas á la vez que con la
espada se reconquistaba el suelo in-
dispensable para poner la planta. Al-
fonso I, el gran guerrillero, ya restau-
ró y erigió muchos templos. En 761
el sacerdote Máximo levantó la igle-
sia de San Vicente mártir y monas-
terio contiguo en el despoblado que
luego fué Oviedo; allí erigió Fruela 1
la basílica del Salvador, con doce al-
tares dedicados á los Apóstoles, casi
al mismo tiempo que Abderrahman I
bada construir en Córdoba la gran Al-
jama; Alfonso II reconstruyó el tem-
plo del Salvador con obras que du-
raron treinta aiíos, dirigidas por el arquitecto Tioda, <ñgura semilegendaria,
>aún casi envuelta en las sombras de lo desconocido» (3), asf como las conti-
guas iglesias ó capillas de Santa Marfa, destinada á regio panteón; de San Ju-
lián y San Esteban y la de San Miguel, para custodiar las preciosas reliquias
salvadas de la invasión agarena (4). Estas mismas reliquias, además de su im-
portancia religiosa, dan testimonio en las arcas ó relicarios que las guardan, y
á pesar de las restauraciones y embellecimientos posteriores, del adelanto de
la orfebrería en el heroico reino montañés, así como las miniaturas, que osten-
tan privilegios y donaciones del arte de la pintura. En la primera hoja de una
donación de Alfonso el Casto á la Catedral de Oviedo ( 1 3 Octubre 802) tene-
mos, no sólo la más antigua pintura española, sino curiosísima revelación grá-
fica de los trajes y armaduras de la época: el Rey viste áurea túnica, larga y
holgada, circuida de orla multicolor; azules calzas muy ceñidas; negros y pun-
LvH llamada i¿i ¡ai yictorias, donada,
ce la iiuciipci6n que llene la misma
T Alfonso I[l el Magno el año 903.
^^^ Simonet (Discorso al tomar posesión de su cátedra de árabe ei
(ji mu. crii., xiit.
(31 Madrazo (lugar citadol.
(4) Hoy esta capilla se llama la Cámam Sania.
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204 HISTORIA DE ESPaSa
tiagudos borceguíes; cúbrete un manto á la ronnana, sujeto por un broche al
hombro izquierdo, y ciñe corona de forma piramidal, compuesta de tres so-
brepuestos círculos de oro, de que salen púas rematadas en perlas. £1 escu-
dero ó armigero, va más modesto: su túnica es blanca, con adornos encarna-
dos; no lleva manto, y tiene en la mano la espada y el escudo del Monarca;
el escudo es azul con orla roja, puntiagudo, y con agujeros para los ojos del
que se amparaba de ét en los combates (i).
74. — Los principios de la reconquista pirenaica son obscurísimos. Quizás
quien más verosímilmente los describa, si no en los detalles, en conjunto,
embelleciéndolos demasiado, sea el novelista Navarro Vitloslada, suponiendo
que los vascones, independientes de hecho durante la monarquía visigoda,
como lo acredita el que de ningún rey de Toledo deje de contarse que sometió
dios vascones, y algunos varias veces, siguieron independientes de los árabes,
y que entre ellos debieron de hallar refugio algunos visigodos fugitivos de los
presidios de Pamplona, Vitoria y Olite, construidos allf para contener á la in-
dómita gente vascongada. De este modo debieron de formarse los primitivos
núcleos que andando el tiempo fueron condados de Aragón y Ribagorza y
reino de Navarra (z). La intervención de Carlomagno y sus sucesores en el
desarrollo de esMs pueblos nacientes es indudable, así como que los reyes de
Asturias dominaron más ó menos efectivamente, si no todo, parte principal
del pais. A mediados del siglo ix San Eulogio de Córdoba hizo un viaje á Na-
varra, y encontró allf muchos monasterios en que se cultivaban las letras, y á
Sancho Sánchez gobernando como subdito de Carlos el Calvo, aunque rebela-
do en aquel momento. En 850-60 Iñigo Arista, rey ó príncipe de ios navarros,
ya muy anciano, estaba retirado en el monasterio de Leire, mientras que su
hermano García Jiménez gobernaba en Pamplona. Sancho Garcés, hijo de Gar-
cía liltguez, puede ser considerado como fundador del reino de Navarra (905).
Iguales sombras cubren los orígenes de la reconquista catalana. También
en las altas montañas del después tan floreciente Principado hubo cristianos
valerosos que luchaban contra los muslimes, y á socorrerlos en su heroica
empresa vino una cruzada de francos, promovida por el santo duque Gui-
llermo de Tolosa y dirigida por Ludovico Pío. Tomada Barcelona (Sol),
Carlomagno organizó la Marca Hispánica, independiente del reino de Aqui-
tania, compuesta de cuatro obispados (Barcelona, Gerona, Urgel y Ausona) y
unos diez ó doce condados autónomos, pero jerárquicamente subordirtados
al conde de Barcelona, ó gobernador puesto para regir toda la Marca por los
reyes francos. De 801 á 87S se suceden estos gobernadores, el último de los
cuales fué Wifredoel Velloso, héroe semíhistórico, semilegendario, fundador
de los monasterios de San Juan de las Abadesas y de Santa María de Ripolt.
azote de la morisma, y en cuya persona se hizo hereditaria la dignidad condal
por concesión de los monarcas francos, aunque sin romperse por eso el tazo
feudal de vasallaje, más nominal que efectivo, que unía á los condes con los
más poderosos reyes de Occidente (3). Wifredo murió el 1 1 de Agosto de 898.
\l\ Sobre todd oto, víaae „!,■( BellBi Arte* en BspaAB", por I>. Aac«l SaloMIV
Ruli. (Caía Bdllorial Cállela.)
(zl nAmajBiú ioi raaooi en al alflo VIH", pablioado en „Lb Novela de Ah»-
ra", trea tomo*.
■ %■ Sobre la reconmii<itn pirenaica Téanse; Maadeu (IRst. tril.. lomo XVV Tra{^U
(ttffm. df ¡a Acad. ./- la Ihsl., Vi, y Fiórez ¡Esp. Sagr., Xll[, sdemis de los hiitariadares de
Nívnrra. Sobre Cnlnluña- Feliii de la Peña [AnnUs df CalaluSa), BoUnill ¡Wfí. cril. dt Cata-
lHÍ\ci\. I ). Joaquín RuliLA y Olb? [Comidiratioa/s /liilóríie-critkat aeerca di la indtptndencia df¡
Covdiiil,' oilauin. Barcelona, 1SS6]. y sobre todo el libro magistral El régimtn ítñvrial jt la íhii-
li:<it .igraria m O'/alaiia duranit la Edad Media, por D. Eduardo de Hinojo». Madrid, 1905.
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XI
MOROS Y CRISTIANOS
Tí. Lai califas de Córdoba. — Jé. Reinos de uifat. — 77. Reyes de León. Condado de Casli-
lla y Sancho el Mavor de Narura. — 7S. Kcyes de Castilla, el Cid y conquista de Toledo. —
79. Loi almorávides. — U. Alfonso Vil y Alfonso VIII. — SI. Las Navas de Tolosa.
75. — Abderrahman III, que vivió sesenta y dos años y reinó cuarenta
y nueve (912-961), fué el primer emir que se tituló emir al mumenin (princi-
pe de los creyentes), cali/a (sucesor del Profeta) é imdK (jefe de la religión),
usando de todas las insignias mayestáticas, antes reservadas á los califas de
Oriente: la bandera blanca de los Omeyas (i), el trono, el anillo con sello, el
tüat ú orla del vestido con versículos del Koran (2), la maksura ó tribuna
especial en la mezquita, y el mihrab ó pulpito para dirigir á los fíeles la pa-
labra en su calidad de supremo doctor del islamismo. A estos pomposos
adminículos juntábanse muchas prerrogativas, tales como la de que todos
los viernes se orara por él en la mezquita, citando su nombre en la plegaria
solemne después de los de Mahoma y su familia, la de acuñar moneda con
so nombre, y, en suma, todas las constitutivas de ambos poderes, espiritual
y temporal, en su expresión más absoluta.
iJa Monarquía mahometana fué despótica en nuestra Península, como en
todas partes, sin otra limitación que la moral impuesta por el Koran y la
material del miedo á los subditos, prontos siempre á rebelarse; esta última
tanto más efectiva ó peligrosa para el soberano, cuanto menos ha contado con
ejército permanente adicto á su persona. Comprendiéndolo así los Omeyas
de Córdoba, sin descuidar la general organización castrense del reino, indis-
pensable para el algikth (guerra sania) á que debían concurrir todos los mu-
sulmanes (3), procuraron tener su guardia real, que Abderrahman III elevó
á 12.000 hombres: 4.000 infantes y 8.000 jinetes (4), armados de lanza y es-
pada {alfaracts, de donde vino la voz alférez), ó de lanza y ballesta {almoga-
II) Lo* Abasida) la usaban negra.
(1) Rile uso era muy antiguo en el Oriente; los fariseos contemporáneo
taban las filacteríai, que eran eitas orlas ó franjas con versículos de U Biblia.
(O Que reanieran eslas cuatro condiciones: adultos, libres, sanos y i
de Jesús g as-
ín Instrucción
n «tlavos; los jinetes, la mitad andaluces y la otea mitad xenetes
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206 HISTORIA DE ESPAÑA
rawi), y divididos en tai/as 6 escuadrones. Con esta fuerza, que aseguraba el
orden interior en las grandes poblaciones teniendo á raya á díscolos y des-
• contentos, y otro ejercito á sueldo (iisu) encargado de guardar permanente-
mente las fronteras, en el cual descollaban los rabilas ó morabitos (fervorosos
musulmanes obligados por voto religioso á pelear siempre con los infieles), y
haciendo uso discretamente, sólo cuando la ocasión lo exigía de veras, del
algiheb ú levantamiento nacional, pudo Abderrahman poner término á la in-
surrección de Ornar ben Hafsun, que habla durado treinta afios; reducir á
Toledo, que hacía ochenta era independiente de hecho; destruir á los Beni-
casi, dueños también hacía tanto tiempo de Zaragoza y de lo mejor de Aragón;
ser, en suma, efectivo soberano de la España musulmana, y pelear, con varios
sucesos, con los cristianos leoneses y navarros.
Viardot (i), hoy con tan poco crédito en esto de los árabes como Bor-
bón (2) y Conde, señala muy bien el carácter general de la guerra entre mus-
limes y cristianos, sobre todo en esta época esplendorosa del Califato. Leone-
ses y navarros no dejaban nunca las armas; atacaban siempre, sin hacer caso
de los descalabros y sin cansarse jamás, las fronteras musulmanas, y ganaban
constantemente terreno, rechazando y acosando al kisu, ó tropas fronterizas
del Califa; incomodábase éste, desplegaba su bandera blanca, convocaba al-
giheb, y al frente de inmensa hueste, dividida en las cinco akkamis (diW-
siones) del ritual táctico musulmán: almúcadtmn (vanguardia), calb (centro),
almamara (ala derecha), almaisaca (izquierda) y assaca (retaguardia), invadía
las tierras de los ferros infieles. Todo cedía entonces ásu ímpetu: las ciudades
y las fortalezas caían rendidas rápidamente (3); los cristianos huian con las
reliquias é imágenes de los santos y sus familias y ganados á las crestas de
Conde de Toreno.
(2) D. Faustino de Borbún, que se decfa bastardo del infanle D. Gabriel; autor de /?it-
euriBs i preliminaret cronclé^cos fura üuslrar la hiileriit de la España árabi. Madrid, 1797.
«... BorbAn (dice M.Pidal. Ltyendas. . ,), á qaien todos justamente acusan de mordaí y estra-
falario, pero de quien nadie señala los acierlos felices, aunque de ellos algnien se aproveche... «
(3) De e<ile género fué la a'^aiúa de Abderrahman III en Navarra; los meses de la pri-
mavera de 924 bastaron al Califa para tomar todas las ciudades, incluso Pamplona.
(ExplUacUu ai la lámitta XLIV.)
HISTORIA DEL TRAJE. -TrajM del alelo Jt.-I. El re^ don Sancha 111. f/Drin>ifo. B^orrr-
lievc del sepulcro de su esposa Dona Blanca de Navarra, en Santa MarladeNljen. — 2. Don Riiniít) II. De
una miniatura drl Códict dt los Testomenloi, del siglo X, que se conserví en li catedral de Oviedo.—
3, Damos aqui las muestras de bs distintas maneras de confeccionar las lorigas 1 partir del siglo ix. De.-
pués de la lorifia eicamala, que estaba compuesta de laminillas de hierro te
la tela. semeiandD escamas de pez (véase la Uniina anterior), se encuentran en los códices yer
de la época las que presentamos aquí, L» primera, de Izquierda i derecha, es de cuem, reforzada con tiras
délo mismo, formando cuadrados las que están fijadas á la cola con roblones remadiados. y otros mis
grandes en el centro. Á esta misma época pertenece la última, también de cuero, pero sdlo cosida, «egda
indica el dibujo. La sefrunda es también de cuero, y tiene los anillos de hierro cosidos. Esta clase de loci-
uas. como la siguiente de anillos de hierro ensartados en tiras dr piel j unidas entre si las sartas 1 la tela
por medio de un cordel grueso, sobre el que se enrosca el hilo que las sujeta, se usaron lodo el siglo xi j
el xri. Al ñnal de este siglo apareció la ingeniosa malla, que aparen aquí en cuarto lugar, toda de acera j
tan flexible como una tela. Tardó mucho en generalizarse i causa de su mucho coste, pues sólo los magna-
tes podían osarla, y persistió toda la Edad Media y principios del siglo XVI, — 4. Soldados de principios
del siglo X. Está lomado de un bajorrelieve en piedra existente en el monasterio de Sanio I>amingo de
Silos. Todos los soldadas tienen la loriga acolchada, con costuras que se cruzan diagonalmente. San (si-
n,g,t7cdb/G00gIc
Htstoria Gráf
\ Civilización Española
LXmlsa XLIV
HISTORIA DEL TRAJE-TraJct del «lelo X.
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208 HISTORIA DE ESPaSa
los montes cantábricos y [lireníiicob: por un momento pareda que hubian
vuelto los tiempos de Petayo; perú la algatáa (campana) no podía prolon-
garse mucho, por lo mismo que era tan crecido el ejército y no habfa orga-
nizada administración militar que atendiese á sus necesidades; el Calila
regresaba triunfalmente á Córdoba precedido y seguido de largas cuerdas
de cautivos de toda edad, sexo y condición, de toda suerte también de des-
pojos — imágenes de santos, campanas de iglesia, columnas arrancadas de
los edificios, muebles, arcones con joyas y telas, ganados — y con el macabro
acó m palpamiento de millares de cabezas cortadas prendidas en las lanzas de
los zenetes y andaluces. Tan numeroso y brillante cortejo entraba en la capi-
tal á los acordes de miles de instrumentos músicos (i), entre cantos de poe-
tas y vítores del pueblo que celebraba el brazo todopoderoso del emir AÍmu-
menín y el exterminio de los infieles. Pero cuando el Califa recibía tales
aclamaciones de sus serviles vasallos los efectos de su caropaita se habfan
borrado ya: los cristianos salieron de sus riscos en cuanto la assaca des-
apareció á lo lejos en el horizonte; sólo quedó en la frontera el histi, menos
fuerte que sus perseverantes enemigos, y las ciudades volvían á ser tomadas,
y no quedaba la raya como antes, sino más al Mediodía, pues la reacción
ofensiva de leoneses y navarros iba siempre más allá. En esta lucha la victo-
ria deñnitiva, aunque muy lenta, tenía que premiar la constancia invencible
de nuestros antepasados; pero en la época de Abderrahman 111 tos árabes,
aunque perdiendo algi^n terreno, pudieron conservar todavía los principales
puntos de sus posiciones anteriores.
El fundador del Califato dio á su pueblo la paz interior y exterior posi-
ble en el siglo x y en un Estado musulmán. £1 de Abderrahman III com-
prendía, no sólo nuestra Península, sino cuanto ahora es Marruecos: de
aquí que tuviese marina. La Administración pública, enpezada á organizar
por Abderrahman 1, llegó en este reinado á su mayor desarrollo y perfec-
ción: al lado del Califa funcionaba el mexuar, especie de Senado consultivo,
compuesto de los jefes de las principales familias cordobesas, que no se halla
en los otros países mahometanos, pareciendo, por lo mismo, una originalidad
de los árabes españoles, quizás introducida por el primer Omeya con la mira
política de atraerse á los jeques andaluces. Parece que sólo intervenía en los
negocios más graves de gobierno y cuando el walí ó califa quería consultarle,
aumentando ó disminuyendo su autoridad en razón inversa de la del .sobe-
rano. Para los asuntos administrativos habfa cuatro divanes ó Consejos (Gue-
rra, Hacienda, Fundaciones y censos, y Sello). Los políticos árabes decían que
la espada, la pluma y el dinero son las tres columnas del Estado. Abderrah-
man I sólo tuvo un wasir (ministro). Después hubo varios; de Hacienda. Es-
tado, Inspector de las fortalezas fronterizas, etc. El mayordomo mayor ó jefe
superior de Palacio se llamaba el fiagib y también era un wazir, llegando en
este reinado á presidirlos á todos, y asf el hagib fué primer ministro: se le
daba el pomposo título de señor de las dos potestades; la espada y la pluma.
De los wazires dependían los alcatibes (secretarios), y uno de ellos, el Kati-
budi-dzimain (secretario de protección), tenía el honroso caigo de proteger á
los cristianos y á los judíos. El jefe superior de la Policía {satribuechoria),
encargado de! orden público y seguridad de las personas y ejecución de las
sentencias judíriales, tenía omnímodas atribuciones y un ejército de agentes
y auxiliares á sus órdenes. El cadi de los cadies era como presidente del Tri-
(1) "No contemos loa muslimes de la PenfninU (dice EruíIuz.mDíscUciO doctoral»!
i o si ru memos grieBOS y ár.ihes, lomaron oíros de lot egipcios, berebere» y ladaneses.
,,CoogIc
HISTORIA DE ESPAÑA 209
bnnal Supremo, formado por otros cuatro cadfes, y superior jerárquico de los
cadies locales. Finalmente, para el culto y enseñanza religiosa existían los
iniaius (capellanes), los aljatibts (predicadores), los muflís (intérpretes del
Koran), los uümas (teólogos), los faquies (jurisconsultos), y los modestos
muesimes (sacristanes) que desde los minaretes de las mezquitas llamaban
á voces á las oraciones litúrgicas. De todas estas clases había en la aljama
cordobesa, y el resto andaba repartido por las innumerables mezquitas del
Califato. Tan numeroso clero ejercía considerable influencia social, y la me-
recía; en primer lugar, porque la creencia religiosa, de que eran ellos depo-
sitarios é intérpretes, formaba el único vinculo moral de aquella colecticia
y abigarrada multitud constitutiva del pueblo mahometano; y en segundo,
porque en la época á que nos referimos eran hombres cultísimos, abundando
entre ellos los teólogos y filósofos profundos, que aspiraban á dar al Koran
una base cientlüca, principalmente buscada en el estudio de los antiguos
grandes maestros de Grecia. Este movimiento intelectual no se había produ-
cido en España, sino en el Oriente, y, como ya indicamos, iniciado por los
bizantinos de Siria y Egipto; pero aquí se reflejaba intensamente, siendo muy
notable la rapidez de comunicaciones espirituales dentro del vasto mundo
mahometano, desde más allá de las orillas del Eufrates hasta las costas lusi-
tanas del Atlántico.
Los historiadores árabes cuentan, y no acaban, de las maravillas de Ab-
derrahman III y de su hijo Alhaquen II (gñi-^^G), cuyo califato fué feliz y
brillante continuación del de su padre. Córdoba, dicen, llegó á tener medio
millón de habitantes, ciento trece mil casas, veintiocho arrabales, trescientos
baños públicos, tres mil mezquitas. Abderrahman fundó auna legua de Cór-
doba el sitio real de Azzahra (i), ciudad encantada, resumen de los prodigios
de las Afiij> una noches. Alhaquen no sólo ensanchó y hermoseó la aljama,
sino que hizo construir el tnikraó (santuario), que subsiste todavía, para con-
vencernos de que, contra lo que aconseja el buen sentido, debemos dar algún
crédito á las descripciones de los autores árabes. El mihrai no parece obra
de hombres, sino de hadas. Más que admirar, fascina. Hay, sin embargo, que
reconocer la verdad con que escribió Fi Margall:
•La arquitectura árabe no es primitiva, es derivada; pero no simple res-
• tauración del arte antiguo. Desarrolló sobre los elementos bizantinos formas
• caprichosas, y logró hacer desaparecer sus plagios bajo la oriental armonía
•del conjunto. Adoptó, además de las lineas romanas, el capitel bizantino, el
• abaco de los egipcios, la ojiva de los cruzados, el ornato de los arquitec-
• tosdel bajo Imperio; mas combinó con tanto acierto y novedad estos confu-
• sos elementos, que identificada con ellos se presentó original, si no como la
•mejor, como la más vistosa y llamativa de las arquitecturas. La arquitectura
•árabe es indudablemente una paradoja: está compuesta de miembros hete-
•rogéneos, y forma, sin embargo, un cuerpo del todo compacto y homogéneo;
«apenas tiene un detalle suyo, y es, sin embargo, suyo el conjunto. Es ge-
•neralmente sensualista y caprichosa: se apodera hoy de un arco, de un
•adorno, de una forma cualquiera, y mañana hace ya con ella miles de com-
•binadones; busca, para mejor dcslumbrar, los mármoles más preciados; dora
• los capiteles, pinta el fondo de los relieves, engasta ópalos y cornalinas en
• las celosías, forma con menuda piedra los mosaicos, distribuye con profusión
• lodos los elementos de que dispone: columnas, arcos, cúpulas y cupulinos, al-
(t) Madrazo (Rtcutrdot y BtICctas di EspaSa) señala el sitio de esta ciudad, de que no
qncd^an ni Tcilígíoi, en Cótdeia ¡a Vitia. Hoy han sido descubiertas las ruinas y «sián ex-
plorladoie bajo la dirección del Sr, Veláiquei.
,,CoogIc
2IO HISTORIA DE ESPAÑA '
■ mocárabes, cintas, hojas, entre-
>lazos, flores; procura que cadaj
• monumento tenga su perspecti-'
>va, estudia con detención cómo
>ha de sorprender los sentidos, y
•apela para alcanzarlo, no sólo al
>arte, sino á la vegetación, á la
>Naturaleza> fi).
Y la no menor exactitud con
que habla Gayet: .Muy á disgusto
«me veo forzado á escribir al fren-
»te de este libro el titulo consa-
>grado por el uso: E¡ Arte drak.
•Tal denominación ha obtenido
• carta de naturaleza en la historia
•del Arte, y de buen ó mal grado
»he de resignarme á ella; pero si
• hubo jamás titulo vacío de scn-
>tido, y aun en aposición absoluta
• con la cosa por él defínida, lo
•es seguramente aquél. El árabe
• nunca ha sido artista... El es-
• tudio de las formas y de los co-
cieres le deja en la indiferencia, ó
Gwcia 1 de Leún. .no suscita cn él sino una sensa-
• ciin diametral mente opuesta áU
.que experimentaríamos colocados en su lugar; tan opuesta, que cuando las
• circunstancias le fuerzan á hacerse arquitecto no sabe sino tomar sus mate-
niales de los edificios griegos ó bizantinos, trastrocando el orden en que ellos
• estaban reunidos. Esta ineptitud artística es el primero en reconocerla un
• historiador musulmán muy reputado, 1 bu llhaldoun, diciendo: .Cuando una
• nación se compone de Bédano'i (árabes), tiene necesidad de gentes de otro
• país para construir; y asi es que los califas emplearon para la edificación de
• sus monumentos á los arquitectos y trabajadores de los pueblos que paso i
• paso iban conquistando: coptos de Egipto, persas de Ctesifón, griegos de
• Bizancio, sirios ó lidios de las costas de Levante ó de África; todos apor-
• taron á las construcciones de que fueron encargados algo de las afinidades
• propias de su raza^ {2).
En España el arco de herradura, que nos parece tan árabe, es de la época
visigoda, ó, mejor dicho, de la romana, y de los cristianos lo tomaron los
musulmanes. Este arte, sin embargo, por su caprichosa originalidad y por s"
visualidad fascinadora tendrá siempre admiradores, y los monumentos que
ha dejado en España, únicos en Europa, son hoy una de las hermosas pecu-
liaridades de nuestra patria. Tenemos magníficas catedrales é iglesias de la
Edad Media y del Renacimiento: tenemos alcázares y palacios de todas la*
épocas y de todos los estilos; pero ;en qué nación de Europa no los hay
semejantes? Lo que sólo puede verseen España es la aljama de Córdoba co"
su maravilloso mikrab, es la .Mhambra de Granada, son esf^s raros edificios
que no parecen hechos de piedra, sino de flores caprichosamente combina-
das sobre encajes.
(I) Rííuirilo, y Billf^i dt F'faf,« {Cird<,!'a\
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HISTORIA ))E ESPaSa 211
Si ta pintura, restringida por el Koráa, únicamente llegó entre los árabes
españoles A ta decoración de ediñcios con dibujos y ñguras de animales y
á tal cual rarísimo retrato de persona (i), en cambio, la poesfa alcanzó un
desarrollo sólo comparable al de la arquitectura. Siempre fueron los oríenla-
lales amigos del canto y del apólogo, engendrando éste los relatos noveles-
cos y dando lugar aquél á una poesía espontánea, expresión melancólica de los
afectos humanos, especialmente amorosos, ó recuerdo vibrante de las hazañas
guerreras. En esta época las aficiones nativas del pueblo árabe, pulidas por
el estudio y engrandecidas por la gloria política y militar de la raza, produ-
jeron HM siglo de oro, de que Abderrahman 311, Alhaquen II y sus inmediatos
sucesores fueron los Augustos ó los León Uécimos. Akmed ben Addirrabbite,
poeta cortesano, cantó los triunfos de los Omeyas en sus almoiuahat, poemilas
de un género por él inventado, y distrajo las veladas del Califa con las leyen-
das del fnitai Alicd {lÁhYo del Collar). 'Como éste brillaron innumerables
vates, entre los cuales hay que contar á muchos emires, empezando por el
romántico fundador de la dinastía, y á poetisas — Fátima, Aixa, etc. — que no
sólo encantan coo sus versos álos conocedores de la lengua árabe, sino que
han dado que pensar á muchos sobre si la España mahometana fué una ex-
cepción del mundo musulmán, á que pertenecía, en lo referente á la condi-
ción social de la mujer: los más discretos consideran este feminismo árabe,
circunscrito á la inspiración poética que no repara en sexos y al influjo poé-
tico de algunas sultanas, debido al elemento muzárabe y muladíe, y aun al
cristiano libre, que dio esposas y madres á los emires {2),
Al calor de la poesía, ó simultáneamente con ella, prosperaron la Gramá-
tica, la Retórica, la Historia, la Geografía, hs Matemáticas, la Astronomía y
las ciencias naturales. Serían nece-
sarias muchas páginas únicamente
pata citai nombres y obras de los
más insignes cultivadores de tan-
to saber. Baste decir que en aque-
lla pléyade brillaron muchísimos
espaítotes de las antiguas familias
cristianas, tales como el ya nom-
brado Aien Alcuthia {El hijo de la
goda), no sólo historiador, sino el
mejor gramático del Andalús, y
Rahl BeH Zaid, Recemundo en
cristiano, que fué obispo de Illbe-
ris, autor de un Calendario astro-
nómico, agronómico ¿ higiénico de-
dicado á Alhaquen II (3).
Completaban la civilización
árabe una agricultura floreciente y
(1) IXccK qae en Azzahni estaba el
Tclralo de l> fkvoritade Abderrahman III.
(1) VCaie aobre «te punto el dii-
<nno de D. A. Femindez Guerra en la re-
cepcidn de sn hemuuio LuU en la Acade-
,^, Doij ha publicado esta obra
I Llerdc, iST}]- Simoaet (articulo lobie este
ptEladoea¿íi Ciudad Je Dii»,wñw.*,iifrf)-
Catedral de Oviedo.
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212 mSTOKIA DE ESPA.lA
protegida por los califas(i); la minería, de que aún quedaa vestigios en las ga-
lerías y pozos cuadrados, á diferencia de los redondos de los romanos, y la in-
dustria, señaladísima en la fabricación de armas; en la del papel, que introdu-
jeron los árabes en nuestra patria, y de aqui pasó al resto de Europa; en la pre-
paración del cuero y en la tintorería; en la cría y explotac ón del gusano de
seda, también por ellos introducida, y en las artes suntuarias del mueble, de
que aos quedan todavía como.rnuestras gallardas de su perfección las arcas de
plata y marfil conservadas en las catedrales de Gerona, Pamplona y Braga y
en el Museo South Kensington, de Londres (2). Los subditos de Abdcrrah-
raan III y Alhaquen II comerciaban activamente con África y Bizaocio, y las
rentas de la Corona en estos reinados venturosos llegaron á cifras que pare-
cen más propias de un Estado moderno que del siglo x. Los historiadores mus-
limes atribuyen, como es uso, la extraordinaria grandeza y brillante gloria del
Califato á las cualidades personales*de los dos califas: algo, sin duda, debie-
ron de contribuir al resultado, aunque de Abderrahman conste que los place-
res é intrigas de serrallo propios de todas las cortes mahometanas consumie-
ron gran parte de su vida, y aun determinaron su acción en sucesos tan impor-
tantes como la fundación de Azzahra, capricho de su favorita de este nom-
bre. Además, el martirio de San Pelayo de Córdoba es un episodio acredi-
tativo de que en el celebrado Califa corrían parejas la crueldad con la más
inmunda lascivia. En cuanto á Alhaquen 11, era un fanático que mandó arran-
car todas las viñas que habla en EspaSa, <no dejando más que una tercera
• parte para que con su fruto se hiciesen pasas, arrope y otras composiciones
|l) AuDque na se> cierto que ellos intiodujeran el sistema de riegos en Valencia. Mui-
ci» y Granada (Simonet, Dt ¡a iiiflueníia del lUmtnte indígena íh la citnliíacién aráiige-ki: pa-
na), es indudable que lo mejoraron. Las palabras castellanas «cria, urr fuia j azud ton irabrs.
(z) Víanse, además de las obras citadas, especiaimentc Recuerdoi y Éelíttat de Etpaüa.
y los Irabnjos de Simonet, t'ernindez y González {JHhiíii Etfañel de AntigüedaJet, VI), í^nta-
leni, De I'ititredudUu des precidéi relatifs a la fairiíatien des éloffes Je loie dans ¡a Petúniule
kispanique laui la dmainalion des árabes. París, iS^), y Riaflo ( Tie industriel artt in Sf-iin .
{ExplieaciiH de ¡a ¡áiiiina XLV.)
Cicaltnr* «a Marfil 4e loa ár*Iw* en España.- 1. Arqueta. Marlil tillado y calado sobre cveio
dorada y atmazán de luadeta con guarniciones de cobre esmaltado <0,23 de altura total, 0,U de latitud de
los frentes y 0,23 en loa costados). Fué librada en Cuenca, y procede de li Catedral de Falencia. Arle miho.
metino. Periodo de los reyes de taifa. Es d* planta rectangular y de tapa de forma tumbada. V» loda ella
adornada con placas de maríll delicadamente tallado y calido, con antílopes y aves afrontadas, vastagos y ho-
jas picadas y rizadas, episodios de la fibuia pérsica de ti lucha del genio del mal (el letin) y el genio del
bien (el antilape y la gacela) y escenas venatorias, y en la orla de encaje de li tapa lleva en cancteres cu-
fíeos de relieve una inscripción declarando que fué hecha l> arqueta en Cuenca el iflo 441 de la Hígira(llM<'
1 lOiO de ), C) por el artista Abd-er-Rahmam ben Zoyin. y orden del príncipe Kosam-ud-Danlih Mohim-
mad Ismail, hijo de Al-Mamum-Abu-Moammad-Ben-Dii-n-Nún, régulo de Toledo y de Cuenca. Es ejem-
plar notable y de gran mérito en esta clase de mobiliirio. que servia para contener joyas, peifunei y c4iietas
anilogos. Siglo \ de li Hégira (XI de ]. C.) Donación del limo. Sr. Obispo y Cabildo Catedral de Falencia.
(Amador de los Kios, tarjeta ciplicatlva de la arqueta, como la que damos en otro tugar).— I y 4. Arqueta
hispano-árabc de tos siglos ia\ al .\\ , propiedad de la Reil Academia de la Historia de Madrid. En el nu-
mero 2 está vista la arqueta por la parte superior de la lapa y posterior de la caja: en el numero 4 ^tarree
el frente con la cerradura. Los herrajes son de bronce y han estado dorados.— 3. Caja cilindrica del siglo \
que se guarda en el museo Soulh Kensington. I^ inscripción dice: Un furor dt DIot ai fierro M Diot Al
Haktitt al Moslanstr Btllab, coadlllo dt los creyentes. Este fuéel Califa que reinó en Córdoba de 9al
i 9Iti,—i. Como se ve, esta arqueta es de forma oblonga y se guarda, como la iiilm. 3, en el mismo tnaieo y
con igual eslimación. La inscripciíin en caracteres cúficos dice: tnnombTedt Dio*, ttla caja fui maitdaila
hactr por Stldat Tllah. ttposa dt Abdo-r-ltalimam.prínciptdtlos creyenlet. Sta Dloa miserla>rttlan>
y contento con él. Pertenece al mismo siglo que la anterior.
D,g,t7cdb/GOOgIC
Historia GrJfica db la Civilización Española Límiha XLV
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214 HISTORIA DE ESFAKA
• lícitas y saludables*, según cuentan los cronistas de su reinado. Indiscuti-
ble que los gobernantes buenos son un bien inestimable para los pueblos;
pero no menos cierto que éstos decaen muchas veces á pesar de los mejores
gobernantes, y otras prosperan aunque sus gobiernos hagan todo lo posible
por arruinarlos. En la vida social el elemento directivo es un factor, impor-
tantísimo sin duda, pero un factor cada más: obran otros, quizás más disimu-
lados, pero no menos eficaces, contra cuya oposición nada puede un Gobier-
{EiflUaciín dt la lá.,iina X L V !) (l)-
HISTORIA DEL TRAJE.-TnJ<» délo* «IcIoaX al Xl.-ly6. Armlgtr. Se llamaba a*i aT
porti-armasd ucaderodel rey. El primero p:rtmecc i Bcrnmdo II, tí OoUno, y el ním. 6 1 Fernanda I.
ti Orandt. Ambos estln tomados de las mínialuras del Códice de los Teslameatos {<üt,lo x).— 2. 3 y 4. Son.
cespecliva mente, un arzobispo, el rey Femando V, tí Noble, y la reina, su aiujer. —5. Hombre de arntai.—
7 y \2.PtdlCtta y Cubkularia. Doncellas camareras del servicio inmediato de la reina, cargo que debía de
tener analoeia con el de las damas de honor actuales. — 8. La rdna. esposa de Ordollo [[. — 9 y 10. Ano-
bispoy sum/n/i/er(secretaiÍo).— Jl. Otrominlsler, qne.iomo se ve, lenta cari der sacerdotal. Esta lisura,
como todas las anteriores, está tomada del Códice de lot Teslamentoi. que se guarda en la Catedral de
Oviedo.- ny 14. Un lecho y un candelabro. Dtí Vódice de San Sento. que se conserva en la Catedral de
úerona. — 15 y 16. Porta><nsefla y guerrero de caballería, del mismo Códice. — 17. Mueble 1 nuneta de
velador, que hacia las veces de esaitorio. Da Códice Viglllano {íiglo x}, biblioleca de El Escorial.
(I) El trs]« M Ik Edad Media. - La aracterlsllcí de U Edad Media en España es. 6 al menos su
aspecto míssaliente, el estado militare), y esta eircunslanda debía ínlluirde un modo poderoso en el traje
y en las costumbres. Las leyes y ordenanias de aqnellaípoca nos dan dalos precisos que complementan los
que las esculturas y pinturas nos suministran.
Encontramos en aquíUos los cargos de manadero, decenario, al/írii 6 portaptndin, amblalor.
Habla mesnadas de peones descuderos y ¡ineiesó caballeros. Además, el alalayero ó vigía, que hacia la seiVal
proveyese 1 la caballeña de calías, capas y espadas. Si los que desempcfiaban estos carjos y otros que dta-
temos vestían algún traje especia! 6 Uevabün alguna insignia como distintivo de su cilegoria, nolo sabe-
mos. Los documentos de la ípoca guardan e"
Se habla de tiendas de campaña de v(
ballesta con dos cuerdas y una abancuerda __ . „ . .,
le los vílltes romanos, renian que
. , «r llrar bien de ballesta, y llevar
,-. r -'1 d feclta ée ballithria.
_..- imaban almocadacei. Los soldados se manlenlan con pan y hierbas que llevaban en
un zurrún. Usaban antiparas en las piernas, calzaban abarcas y se cubrían la cabeza con una rededlla para
sujetar el cabello. A mis de las armas dichas usaban A dardo en el siglo xiv.
En los promedios del siglo KV el ejército feudal tenia esplngardtrot, ballaleros i lanceros con es-
cudos, que se dividían en colJoc'anei al mando iKlmadot, y estas en decenal con sus decenarios. Estiban
provistos (los del condestable D. MIrucI Lucas. Hla)deeaiiactsdepaio azul y amarillo á melladts.eon
focadurai. Los sobresalientes tenían ademis íomlíoa mofiteo», e tocat tureaí,« etnlttet almaizares, t
capítoles morlicoi, e borceguíes e marloqales.
Al principio de la Edad Media }is armas que usaban nuestros soldados eran, como claramente se
colige, las mismas que se usaban antes. La loriga, pcrjiunte y escudo; y la lanza, espada, arco, saeta, honda,
hacha, maza y guadaña. No se abandonaran con el tiempo estas armas, sino que se perfeccionaron. La in-
vención del arnís como arma defensiva ex¡EÍá espadas mis largas, más pesadas y mejor templadas, y lo
mismo en las demás armas, especialmente la ballesta. En el siglo xiv se habla dcfoíai e fojas r piezas con
faldón, e qatjotei e eanilleras e avambraios, etfuyas el bacinetes con camal, e capellina con sa gor-
Saera ó yelmo, e elavte estoque el facha el data. Los que no pudieran llevar esto, que llevasen lanza t
ardo ef un escudo, e fojas, ecota, el bacinete de fierro im camal ó capellina, ti espada el esloijiu o
cuchillo cumplido.
Se citan otros con menos armas de las dichas, y otros con ballesta dt nuez el de estrlrtra Con earrda
l avancaerda, el clnlo, et un tarcage, con tres docenas de viratones: y los más humildes con lanza y un
dardo, y finalmente, los que non avienen al st non sus cuerpos sean tenadas dt Itntr lanza It dardo ti
foja.
El amís completo puede decirse que no se usó hasta el siglo W. Empezaron á usarse chapas de aceto
n el siglo XII. En d siglo xiv se ven ya cubkrtoi
brizos y las piernas con láminas de acero /ovamfcraxoiíí/Sya,^ " " "' ' ' ' "
añade el peto y espaldar y se perfecci" " "' ' — "
!ro /Dvonibnuoi et/njxii, qaijota y cañilltras), y en el siglo
nan todas estas piezas.
introducida en EspaHa en el siglo \iv en tiempo de Alfonso X
r- , Jo los sitiados hadan alguna salida, al retirarse á la plaza sol,
injeros que hablan venido a pelear como cruiados podían legulrles al alcance hasta debajo de las
EspaHa en el siglo \iv en tiempo de Alfonso XI. En
_ _ ,. uiados podían ■egulrles al alcai. . .. .,
iballos defendidas. A los nuestros les era Imposible, porque desde la plaza c
ta época lo que dice el teito de este libra.
D,glt7cdb/COOgIC
Historia Gráfica dk la Civiuzación Española Hyiom XLVI
HISTORIA DEL TRAJE.-SIglo* X al XI.
D,g,t7cdb/GOOgIC
2IÓ HISTORIA DE ESPaSa
no, por inteligente y activo que sea, y que en ocasiones, en esos momentos
felices en que todo tiende á la grandeza y á la gloría, impulsan y empujan i
los gobernantes, á veces contra la voluntad de ellos mismos.
El Califato de Córdoba tuvo su feliz momento de poderío y esplendor
en los sesenta y cuatro años de reinado del tercero de los Abderrahmanes y
segundo de los Alhaquencs. En seguida empezó á decaer, i pesar de bríllar
inmediatamente después de Alhaquen II una ñgura que por sus condiciones
En esta «poca, y prccisamcnlc dunnl; ístc siDa, fué cuando Míanso XI fundA U Orden de la Banda,
cuya Insienia persiste hoy aplicada i todas las Ordenes.
Las compa/ílat ó cuerpos militirn LLevabín %uí banderas, que Us leyes de los siglos Mlt, \l\' y \V
En el siglo XIII se creó el cargo de adtlaatada mayar, que correspondí» al pririet provinclt át tos
romanos. D. Juan I creó los cargos de condalabit y mariscal en 1382, como cílegorla militar suptemí
después del rey. Este conleria el car^o al agraciado poniéndole en el dedo un anillo de oro j eipreundo
Todo el que mandaba fuerza armada usaba un dlstíatlvo que le daba á conocer entre su gente. L'nos
•lo llevaban en la armadura y otros en los yelmos, pero el mis corriente era el pendftn. LasstAatcmracidas
con esle nombr^ eran varias: La baadtra rtal, baadtra, gallón, eilandarlt, ptndón, palóa, grímpola y
eoafaUa. EX guitón era el distintivo peculiar del rey, qne llevaba además el ettandarlt y la bandera real:
pero ésta no se desplegaba sino en el momento de comoalir.
También usaban los duques y demás títulos la bandera; pero ésta se diferenciaba de la del rey por
La bandera de los primogénitos se dislineula de los segundones por una cola. El pendón era la ense-
na de tas Ordenes militares, y se llamaba poiiiíera.
Las Ordenes militares tenían templos especiales para sus ceremonias, de lorma particular, de los
cualei todavía existen dos: la Vera Cruz, en Segovla, y el olro en Nai-arra.
Una ordenanza hace referencia á los caballeros que llevaban del diestro taballos de batalla, con
lorigas, coberteras ú pammenlos, íona/as ó eaícabats.
La mesnada llevaba su estandarte, llamado pendtn pasadero, que era ancho contra el asía e agado
facía los cabos.
El capdillo, ¡ele de diei hombres de caballería, llevaba Otra enseña cuadrada, más laenga que ancha.
bien el tercio ilel asta ayi'so e non es ferpada.
Allonso XI ordenó en 1 158 que los síflores presentasen sus soldados gultadas de gambojes el lori-
gas, ti captllians. et fojas, el gorgera. ,
Las lorigas fueron en todo tiempo prendan de cosí-, como lo drnueslran las repetidas mandas que de
ellas se encuentran en los testamentos.
En otro lugar hemos dicho ya que el Fuero Juzgo habla de lorigas e perpanlet.
En documentos del siglD xiii se habla del gamftoi di ceniífli, — dMUtO /o /or/jo y de lorigas de nce-
ro calado con el almófar doblado.
El almófar era una pieía que cubría la cabeza bajo el capacete, y el gambax un ¡ubdn acolchado que
se usaba debajo de la armidura, fuere loriga i peto, segiln la época.
Los nombres de brunfii, cerlania y aUebergo 6 arbtrch coi responden i las lorigas ya .descritas.
El vtlmei y el perpunte parece que tuvieron la misma aplicación que el gambax.
Desde el siglo viH se usú el almófar, que era una pieza de malta parecida i la capilla de los francis-
canos, y que sólo dejaba libre el rostro desde las cejas hasta la parte Inferior de U boca. Se llevaba caída
ú imantós. prenda conocida de muy
s. (Poema del Cid).
„ ,._._ reíoriarlos, que selli
bligo del mismo.
También se llamaba adarga al escudo, y este nombre, mis que expresar i
LaJ amas ofensivas, ya lo hemos dicho, eran más fuertes qi
de guardámmo, y componían el pufto la manzana ú pomo y el at
La lanza tenia cuento 6 contó y moharra ó cuchilla de forma de hoj* de laurel.
El puflal es mucho mis moderno y poco variado en su forma, lardgnlo, puñal de misericordia,
estoque de bordo y de broncha, segarones. cuchiilloi y trenchas.
Las sillas de las caballos eran de cuero, defendidas con liminas de hierro, y se labrioaban en Oalicía
de un mudo admirable. (Poema del Cid).
,,CoogIc
HISTOKIA DE ESPAÑA 21?
personales fué quizás la más grande de toda la España árabe, Mokammtd
btK Abdaid ben Abi AAejur, apodado por sus victorias Al-mansur billak (ayu-
dado por Dios), ó sea Almanzor, de una familia distinguida, aunque no de las
principales (i), que desde la conquista se habla establecido junto á Algeci-
ras. Estudiante pobre en Córdoba y después memorialista ó procurador (2),
entró en la corte, y fué protegido por la sultana Sobk (Aurora), madre de
Hixea, heredero de Alhaquen II. Sobh, vascongada de origen, era mujer
ambiciosa y madre desnaturaliza-
da, que al morir su marido Alha-
quen (976) se propuso gobernar
l)0r sí el Califato, y al efecto re-
cluyó á su hijo en el harén entre
juguetes, concubinas y eunucos,
l>oniendo especíalfsímo cuidado en
que no se desarrollara su inteli-
gencia y no tuviese ninguna co-
municación de fuera de Palacio.
Para este plan necesitaba un hom-
bre inteligente y activo y á la vez
sumiso á su voluntad, y tal fué el
papel que asignó al futuro Alman-
zor, á quien habla sacado de la
nada, y que nombró hagib. Pero
no contó la pérfida sultana con
que no era el kagib para servir á
nadie, sino para que le sirviesen á
él. Gobernante, administrador y
guerrero de primera línea, reorga-
nizó el ejército reforzándolo con
berberiscos mercenarios; se des-
hizo de su suegro Galib, general
de las fronteras cristianas, y des- Kruela U.
de'j^r hasta looz hizo cincuenta
aígaatas contra los cristianos, á los que redujo i la mayor extremidad.
Tomó á Zamora y Simancas (981), á Barcelona el 6 de Julio de 9S5 (3),
á León (987), que destruyó enteramente, no dejando en pie más que un
trozo de muro como testimonio de la ruina; á Astorga /gos), y en 997 á
Santiago de Galicia, la Meca de los cristianos, según Idrisi: las puertas de
la ciudad y las campanas de la basílica fueron llevadas á Córdoba á hombros
de cautivos cristianos. Su postrer algaata (1002) es dudosa. Según D. Lucas
de Túy, que escribió doscientos años después, navarros, leoneses y castella-
nos coligados le derrotaron en Calatattazor, y Almanzor murió á consecuen-
cia de las heridas recibidas en la batalla. (En Calataüazor Almantor perdió el
tambor) (4). Las crónicas árabes dicen que al regreso de su expedición á la
Rioja enfermó, y murió en el castillo de Medinaceli la noche del lo de
<i> Su lípiimo abuelo, A b del mel ik, m andaba una columna del cjércilo de Tárík,c<
caal lomó P«iesi6n de Caneya ]r de Ale'C'i'".
<2) Tdvo ana oficina en qae leaactaba los memoríates que habían de pieientar!
Califa.
,,CoogIc
2l8 HISTORIA DK ESPAÑA
Agosto. Mortuus est Almanatr tt sepulhts esi \i» in/ernú, escribió el Cronicón
burgalés. Los Auaies Composielanos^ aún son más lacónicos : <Eh d año tooz
murió Almatieor.*
Este famoso caudillo, aunque ilustrado, por fanatismo mahometano, ó por
estimar que asf virilÍ7aba á su raza y contenía la decadencia del Califato, fué
perseguidor de ciencias y letras, y mandó quemar todos los libros de Astrono-
mía y Filosofía reunidos por Alha-
quen II: únicamente protegió á los
teólogos y á los poetas, y tuvo el
gusto de las constiuccioncs fas-
tuosas. Para guardar al degenera-
do Hixen y á la misma sultana,
instrumento y víctima de su do-
minación, hizo construir un nuevo
sitio real al Este de Córdoba {As-
zatíra). Durante muchos años se
contentó con el titulo de Hagib;
en 9QI invistió de él á su hijo Ab-
delmélik, y en 996 mandó que fue-
ra suprimido el nombre de Hixen
de los documentos públicos, sus-
tituyéndole con el suyo. Almanzor
se llamó y fué llamado Moway-
dad, said (señor) y melk carint
(noble rey).
76. — Sucediéronle sucesiva-
mente sus hijos Abdelmélik y
Abderrahman Sanckejo (i). Impe-
rando éste, el omeya Makammed-
Almadkl ^guiado por Dios) su-
Aifonsoiv,í/J/«yr. blcvó á Córdoba con el prctex-
(í:am.xáa áti CédUt di los Tíiiammuí) to de dar el gobierno al infeliz:
Hixen II; pero una vez que se
hubo entronizado, y muerto el hijo de Almanzor, ñngió la muerte de
Hixen, haciendo enterrar pomposamente á un cristiano muy parecido al
desgraciado Califa. Tales sucesos provocaron una terrible anarquía, en que
tomaron activísima parte los veteranos de Almanzor, distinguiéndose los
denominados eslavos (gallegos, francos, lombardos, calabreses, etc., roba-
dos siendo niños por los piratas sarracenos, y que formaban una guardia
especial), y los berberiscos, con los partidarios y con los adversarios de
los Omeyas, los habitantes de Córdoba y príncipíües ciudades y las tribus
establecidas en la campiña; en suma, todos los elementos constitutivos del
Califato se pusieron en ebullición, y no una, sino cien guerras civiles es-
tallaron á la vez, complicándose unos disturbios con otros, simultaneando
los motines callejeros con las batallas camr^alcs. Ciita'anes, leoneses y caste-
llanos intervinieron en estas revueltas en calidad de auxiliares de unos y
otros jeques, saqueando más de una Vez á Córdoba y aprovechándose, como
es natural, de las estúpidas luchas de sus enemigos. En esta espantosa con-
fusión desapareció Hixen II, al que en una de las peripecias de la inacabable
contienda hablan sacado del Palacio y presentado al pueblo, que le aclamó
•t ni«to mitcrno de un Sancho, crisiiano.
D,g,t7cdb/GOOgIC
HISTORIA DE ESPAÑA 219
con entusiasmo; vuelto á cDCerrar por el omeya Suleyman, no se sabe sí éste
le bÍ20 matar, ó si murió en la clausura, ó si huyó de Córdoba y fué á consu-
mar su extraño y triste destino en la oscuridad: durante mucho tiempo flotó
la leyenda de que Hixen vivfa y que habfa de reaparecer en el momento
menos pensado. tremolando la bandera blanca de Ommiah para restaurar la
•grandeza de su casa y del Califato. De esta creencia popular, tantas veces
repetida en la Historia, se aprove-
charon audaces impostores para
nuevas turbulencias.
Resultado ñnal de todas ellas
fué que la España árabe se frac-
cionó en más de veinte reinos ó
principados [reytsdt taifas), de los
cuales los principales fueron Sevi-
lla, Málaga, Granada, Almería, De-
nla, Murcia, Valencia, Zaragoza,
Toledo y Badajoz. Córdoba tam-
bién formó Estado independiente,
y con la particularidad, rarísima
en la historia musulmana, de que
durante un periodo no breve se
gobernó por el mexuar ó gran Con-
sejo, es decir, republicana, y no
monárquicamente. Los árabes es-
pañoles, la gente más noble y más
culta de cuantos mahometanos ha-
bla en la Península, predominaron
en Sevilla con la familia de los Al~
naditas, en Zaragoza con la de los
Btni-Zínd, y en Almería con la de
los Betti-Somaditk. Los africanos
fundaron en Málaga el reino de R»miro II.
los Hammudiías, en Granada el de
los ZHrüas, en Toledo el de los BeHÍ-DsinnuH, y en Badajoz el de los Al/d-
sidas. Los eslavos dominaron en Levante y en las Baleares.
Esta di^regación, fatal para el poderlo político de los árabes españoles,
no lo fué para su civilización: por el contrario, parece que la cultura en todos
sus ramos superiores cobró nuevos bríos y se hizo más intensa y variada en
las cortes de los reyes de taifas que lo habla sido en la de los califas. Bajo los
Abderrah manes y Alhaquenes no habfa más que un foco de ciencia y letras:
Córdoba. Después hubo tantos como capitales de Estados independientes, y
los jeques soberanos compitieron entre si en proteger á poetas, gramáticos,
historiadores y filósofos, en coleccionar libros, atraerse á sabios y literatos de
otros países, en abrir escuelas, y hasta en cultivar por si mismos las bellas le-
tras. Aben Hazfn, ü más cristiano di los vates musttlmaius {i), la princesa Wa-
íiada, hija de uno de los últimos Omeyas, y Aién ZaiduM, su enamorado cantor,
forman con otros muchísimos poetas y con los cultivadores de la Filosofía,
de las Ciendas naturales y de la Medicina, un cielo lleno de estrellas de pr¡-
rnera, segunda y tercera magnitud, tan rico y brillante, que pocos pueblos anti-
guos ni modernos habrán visto igual. El médico Aben Firnd inventó la fabrica-
(1) D017. El biubudo de Abin Hu(d era upaftol crúti
D,g,t7cdb/COOgIC
220 HISTORIA DE ESPAÑA
ción del cristal é hizo un ensayo, por desgracia sin efecto, de navegación areos-
látíca. Aben Arzarquel fabricó un reloj de agua que maravilló á sus contem-
poiáneos. Los botánicos y mineralogistas enriquecieron el catálogo de los
cuerpos naCurales;y mucho antea que en la Europa cristiana se pensara en ello,
decididos y entusiastas entregáronse á la experimentación. Tuvo, pues, fun-
damento el gran Humboldt para concederá los árabes el glorioso titulo de
fundadores de la Física moderna; y si bien CS cierto que, por odio á la civili-
zación cristiana udos{i), y otros
por mal entendido patriotismo (2),
han ensalzado más de lo justo la
grandeza de la cultura arábiga y su
influjo en la moderna, no lo es me-
nos que esa cultura fué sólida y
esplendorosa y que realmente ha
influido en la nuestra. Idiáquez
Masdeu, Amador de los Ríos, don
Pedro de Madrazo, Fernández
Guerra, Milá y Fontanals, Vale-
ra, Simonet, etc. (3), han reduci-
do á su justo valor ese mérito y
esa Influencia; y si Dozy escribió
en las primeras ediciones de sus
Reckerches: c , .los drahts, queeram
superiores d los vencidos, les impH-
sieroM su lengua, ji hasta cierto pun-
to su religiÓMt, en la tercera recti-
ficó noblemente, diciendo: ». . .los
árabes, aprovechándose kábUm^ntt
del saber de los vencidos, llega-
ron. . ., eto
Los reinos de taifas no jun-
taron á esta gloria científica y li-
OrdoAo III. teraria el tino y cordura para go-
bernarse: aspirando á destruirse
recíprocamente, vivieron en guerra perpetua y buscaron hasta en los cris-
tianos, enemigos de todos ellos, alianzas y auxilios para saciar sus pasiones
y codicias del momento. £1 resultado fué que los españoles del Norte, con-
tenidos en su lento avance hacia el Mediodía por los grandes califas v du-
ramente castigados por Almanzor, tomaron resueltamente la ofensiva, alcan-
zaron la supremacía en la Península, y si no expulsaron á los árabes, es
porque éstos, viéndose ya perdidos, provocaron una nueva invasión: la de
los almorávides.
77. — Viviendo aún Alfonso III el Magno, una sublevación interior impuso
al insigne monarca el repartimiento entre sus hijos del pequeño reino que
había, si no fundado, consolidado con su espada. García fué establecido en
León, Ramiro en Asturias y Ordoño en Galicia. A Fruela se le dio también en
(i) Puvde citarse entre éstos al portugués HercuUno, que llegó i decir que toi muziri-
(II Por íjímplo, el Abate Andrés, en su Origen, progreso j tttado actual dt ¡tda Ulerahint.
(}> Este punto está tralndo admirablemente por U. Félix Sinchez Calado enius Elemem-
de Hiítoria ¡le Espolia, ¡S</2. que por desgracia dejó sin concluir, por haberle sorprendido
nilerte. Kl trabajo del virtuoso catedrático estaba hecho, según declara él mismo en ana
a, sobre apuntéis facilitados por el Sr. Simonel.
,,CoogIc
S.xncho (-/ Lrase.
HISTORIA DE ESPAÑA
León una especie de seSorio su-
bordinado al de García, tenido por
sucesor de la Corona, ó sea por
superior jerárquico de todos sus
taernianos. De 910 a 925 reinaron
sucesivamente García, Ordoño y
Fruela; vinieron después los nie-
tos del gran Alfonso, Sancho Or-
dóAei, Alfonso IV el Monje y Ra-
miro II (925-951); después, y tam-
bién sucesivamente, dos biznie-
tos, Ordoño III y Sancho el Cra-
so (951-966). La historia de todos
estos priDcipes es muy semejante:
guerras continuas con la morisma,
alternativas de triunfos y reveses,
en ocasiones cierta confusa de-
pendencia del Califato, enérgica-
mente negada siglos después por
los cronistas cristianos, y guerras
interiores con magnates díscolos ó
inquietos. Eran de veras aquéllos
tiempos heroicos, en que dar y
recibir golpes en las batallas pa-
recía ser la única ocupación dig-
na del hombre. Sólo alternaban con tan rudo quehacer el fundar y dotar igle-
sias y monasterios ó ir en peregrinación á Santiago. Con Ramiro lll, que fué
reconocido rey á los cinco años (966) bajo la tutela de su tía Elvira, monja
en León, inaugúranse las turbu-
lentas minorías características de
la Edad Media. Bermudo H pI Gif-
toso (982-999) hubo aesufrir lor
^Ipts, y, lu t{Ue es peor, la hu-
millante protección de Almanzor.
Alfonso V (999-1027) es notable
por las Cortes y fuero de León.
Al oriente de este reino as-
túrico-leonés-galaico, núcleo de
nuestra independencia, se liabia
ido formando poco á poco una pe-
queña región fronteriza erizada de
castillos, y que por eso se llamó
Castiella ó Castilla. Los reyes de
León gobernaban esta tierra por
I medio de condes, ni hereditarios,
ni permanentes, ni únicos, sino
que había varios á la vez, y eran
nombrados y depuestos, como fun-
cionarios amovibles que eran. Or-
doño II hizo terrible justicia en
cuatro de ellos — Ñuño Fernán-
dez, Almondar el Blanco, su hijo
Ramifolll. Diego y ¡Fernando Ansúrez, —
,,CoogIc
222 HISTORIA DE ESFAClA
acto que Sampiro, obispo de Astorga, caliñca en su Cronicón de justo,
llamando rebeldes á los condes (i). D. Lucas de Túy en el siglo xm refi-
rió que los castellanos, irritados por la muerte de sus condes, se decla-
raron independientes, eligieodo
para que los gobernase á un sim-
ple caballero [stMfiíicem militan)
llamado Ñuño Rasura; y el arzo-
bispo D. Rodrigo, conviniendo
con el Tudense en lo del levan-
tamiento, difiere en cuanto dice
que los nombrados para gober-
nar Castilla fueron dos jueces;
Ñuño Rasura y Lain Calvo. La
critica moderna no puede admi-
tir esta historia, ni la existen-
cia de estos jueces como jefes
de Estado, sino como arbitros,
establecidos, no inmediatamente
después del suplicio de los con-
des, sino en un tiempo que se
desconoce y para evitarse la mo-
lestia de llevar los pleitos á León.
Así lo declara el proemio dclJ'He-
ro dé alétdrio ó de líts fazañas: <et
los castellanos, dice, gué vivían en
las montañas de Castilla, faciaUs
muy grave de ir d León, porque era
Bermudo H, fl Coloso. ^,y, luengo. . . c por esta rasim or-
denaron dos ornes buenos. . . ¿ estos
que aviniesen los pleitos porqué no oviesen de ir á León. , . > A estos ornes bue-
nos dieron los cronistas eclesiásticos del siglo xiii el nombre de jueces — qui-
zás recordando á los de Israel, — y la poesía popular castellana, el más castizo
de alcaldes, ó de alcaldes cibdadanos (2).
(1) La rebeldía ñ desobediencia parece que cons
cuando é«le peleA y fu£ vencido por Abderrahmín III ei
(l) El Mntir dr ClrrtUa de Fernán Goniileí, dice:
n Todos los CBStellanoi en una se acordaron,
Dos omnes de gran guisa por alcaldes los algaron,
Los pueblos caslellanos por ellos se guiaron. . .», et
Víanse los demás ejemplos en el mognfñco estudio del mae!
nifico COTnO todos los suyos) sobre Fernán González {Aalologia, K
{ExplUaüén di ¡a Idaiiiia XL VH.)
HISTORIA DEL TRAJB.-Tralca del «Iflo XI.- I. Estitua en piedra de dan Pernando 1. fl
Mopio, existente en «I Monasterio de San Isidoro de Leún. — 2, Don Alfonso VI, (amado de una cstitBi
del Monísterio de Carracedo. —3. Aunque ros tiernos propuesto ilustrar esla obn eiclnsivimenle con do-
cumentos aulínti eos, pot creer que ís el sis ema más serio í inslrurlivo, tiacemos una exctpdún con estado»
fiEuris, hechas scei^n la inlerpretaciún de diversos documentos del siglo Xi. i fin de que nneslroi leetom
puedan, sin esfuerzo, darse cuenta exacti de cdmo vestían los hambres de irmis de iquelli centuria. La in-
perleccián de los dncumentos de aquella ípoca, tanto en pintura come en escultura, nos mueve á ella.—
4. Instrumentos músicos. Fi[utas tomadas del Códia dt San Beato, ano 108!, existente en U Biblioteca
Nacional de Madrid— 5 y 6. Outrrctos de inlanlerfa y cabailrria. El primero es un» escnltnra de San Vi-
cente de Muguia (Vizcaya), y los últimos son de un relieve del sepulcro de DoBa Urraca.
,,GoogIc
Historia Gráfica db la Civilización Española
HISTORIA DEL TRAJE.- Tnjc* dd ilslo XI.
D,g,t7cdb/GOOgIC
234 HISTORIA DE ESPAÑA
Sin embargo, esta magistratura popular ejerció indudablemente consi-
derabilisima influencia en la separación de la región fronterisa de los casti-
llos del reino de León, á que pertenecía de derecho. Fieles á la tradición visi-
goda, de que se tenían por continuadores y restauradores, los monarcas leone-
ses cuidaban de la observancia del Fuero Juzgo; pero en Castilla los jueces ar-
bitros, como \qs pretores de los peregrinos en Koma, fallaban los pleitos (y en
aquella época los procesos criminales también eran pleitos) sin más norma que
su razón natural, ó, mejor dicho, que los usos y costumbres de la tierra, ó sea
de una sociedad pobre y guerrera, tan distinta de la romana en los tiempos
en que se hicieron los códigos, de que el Fuero Juzgo no era más que una de
tantas adaptaciones. De los fallos de aquel tribunal popular brotó natural-
mente un Derecho, popular también, que es el que nuestros juristas han de-
nominado germánico ó propio de Castilla, en contraposición al romano. Qui-
zás aun en la época de los visigodos este Derecho coexistió como popular
con el oficial ó romano de los códigos. El proemio át'\a& faeañas citado re-
fiere arriba que los castellanos quemaron en la iglesia de Burgos los libros
del fuero de León, et ordenaron que alcaldes en las comarcas Iterasen por albe-
drio. No será cierto lo de la quema; mas la noticia denota una rebelión, más
ó menos solemne, pero efectiva, contra la ley escrita y á favor del Derecho
popular ó consuetudinario.
Esta oposición, y otras causas que se desconocen, determinaron que
Castilla, siendo tan pequeña que
«F.nlonces er> Castilla un pequeño rincón,
Kr> Montesdoca de Caalilla mojón,
Moios tenlsD á Caraso ea aquesta saion,
Y de la otra parte Tibero mojón,
lintonces era Castilla toda una alcaldía,
maguer que era pobre
se constituyera en región independiente. Contribuyó á ello el Conde Fernán
González, personaje legendario y de poesía popular, que «eclipsó á todos los
• héroes castellanos, excepto al Cid, y no faltó quien le pusiera en parangón
• con él, y aun le diese la preferencia, , , Tuvo el privilegio, no alcanzado por
• Bernardo del Carpió ni por el Cid, de ser cantado juntamente por la musa
• popular y por la erudita, por los juglares y por los clérigos» (i). Hay que
distinguir en él dos personalidades: la histórica y la épica. De la primera
sólo tenemos imperfectas noticias por algunos privilegios y escrituras {2) y
referencias del cronicón de Sampiro. <£n los documentos auténticos resulta
• más afortunado y sagaz que heroico, más hábil para aprovecharse de las
• discordias de León y Navarra que para ampliar su territorio á costa de los
• morosa (í). Pero por fiier:(ay por maña sacó álos castellanos de /ríwf/atói/í
servidumbre del rey de León, logrando su propósito de no besar ntano á Hom-
bre del muHdo, ni moro ni cristiano. Personajes también de leyenda fueron su
hijo Garci-Fernándc/ y su nieto Sancho Garcfa, que falleció en 102 1, ó 1017,
(1) Menéndei Pelayo, An/t/oxia.
¡z) La firma más antigua que tenemos del Conde es en la eiciltura de Iundaci6n del roo~
naslerio de Arlania englí. Véase JUsloria díl (•rígm y ¡oktnaiia dtl cendade y rtint dt Caili-
¡la. y luicrián Jí sus ctmdts, hasta su ertcción á ¡a real dignidad di reino, por (juliérreí Coronel
(üiegoV Madrid, 17S5.
íjl Meníndez Felajo, ídem.
,,CoogIc
HISTORIA DE ESPAÑA 225
dejando un hijo de menor edad, García Sánchez, bajo la tutela de Sancho el
Mayor de Navarra, casado con su otra hija, Munia ó Mayora.
Este Sancho el Mayor, hijo y sucesor de García Sánchez, apodado el
También, inicia en España un movimiento que no ha sido hasta ahora bien ■
comprendido por nuestros historiadores, los cuales le han considerado frag-
mentaríaaiente y con criterio inspirado por ideas y preocupaciones anacró-
nicas ó propias de otros tiempos
de aquellos en que se realizó.
Tal movimiento fué — digá-
moslo con frase que en nuestros
dfas ha hecho fortuna — hmh turo-
ftiioñÓH de España, ó sea una ten-
dencia eficaz y coronada por el
éxito más cumplido para reincor-
poramos á la corriente general de
la cultura europea á que pertene-
cemos los españoles por el medio
geogiáñco, la raza, la religión y los
antecedentes históricos, aunque
por nuestro apartamiento en el
confín occidental de Europa y por
las circunstancias de la invasión
mahometana nos alejáramos bas-
tante de su curso en los primeros
siglos de la Reconquista.
Nunca dejaron nuestros ante-
pasados de ser europeos y cristia-
nos: por serlo se levantaron contra
tos árabes y lucharon contra ellos
tan heroicamente; pero el mismo
constante batallar, la pequenez y
pobreza de tos reinos formados en
las montañas y en las más esté-
riles comarcas de la Península, y
el inevitable roce con los muslimes, á pesar de ser nuestros enemigos, hicie-
ron, no que se adoptase la cultura árabe, que era refractaría á nuestro modo
de ser nacional, y por tanto inasimilable, sino que se debilitase extraordina-
riamente la nuestra, la europea y cristiana. Decayeron las ciencias, las letras
y las artes; vivíamos de la substancia cada vez más debilitada de la monar-
quía visigoda, sin relaciones apenas con el continente de que formábamos
parte.
Es indudable, aunque después se quisiera negar, que en la época de
Alfonso II se pidió ayuda y protección á Carlomagno; y quizás si el Imperio
carolingio hubiera subsistido, el proceso de la Reconquista hubiese sido muy
otro, saliendo de él España como una derivación ó prolongación de aquel
Imperio. No sucedió así, y á la lai^a por fortuna desde el punto de vista na-
cional español; pero por lo pronto quedamos abandonados por Europa, redu-
cidos á nuestras fuerzas, y en el orden intelectual sin comunicación con los
centros de la cultura europea, de donde tentamos entonces, como tendremos
siempre, que tomar la savia indispensable para no morir. Único contrarresto
de tan grave inconveniente fueron las peregrinaciones á Santiago, que traían
constantemente de ultra- puertos multitudes de piadosos extranjeros deseo-
sos de adorar las reliquias del Apóstol; asi se fué formando en Compostela un
Siindo, Historia de espaRa
D,g,t7cdb/GOOgfc
226 HISTORIA DE ESPAÑA
centro europeo predominan-
temenie francés, y centros
parecidos á todo lo largo del
camino seguidopor los pere-
grinos {camino de los francos).
Sancho el Mayor, su
hijo Fernando I, su nieto
Alfonso VI y su tataranieto
Alfonso VII, con algunos
j>ersonajes, entre los cuales
debe concederse el primer
puesto al arzobispo Gelmf-
rez, representan el movi-
miento gubernativo de favo-
recer esta invasión de ideas,
costumbres y personas eu-
ropeas: de ese plan fueron
parte la venida de los moa-
jes cluniacenses, de los gue-
rreros francos y de arquitec-
tos traspirenaicos, el cam-
Aiesinato de D.'.Gírcla 11. bio de rito mozárabe por el
romano, los matrimonios de
las hijas de Alfonso VI con principes franceses, la exaltación de extranjeros
á las sillas episcopales y á las abadías; en suma, todo lo que se hizo entonces,
y de que fueron efecto el adelantamiento de la Reconquista, la mayor cul-
tura, el principio de la poesía nacional con los cantares de gesta, el estilo
románico, etc., etc.
Limitémonos ahora á indicar tos principales sucesos de la Historia ex-
terna. Sancho el Mayor de Navarra heredó el cetro en 970, y, según los Ana-
les de ComposUla y el Ordo
Regum Pampilonensinm, rei-
nó sesenta y cinco años.
Antes de 1001 debió de ca-
sarse con la hija del Conde
de Castilla, y en 101 5 era ya
conde ó señor de Ribagor-
za y Sobrarbe, y se titulaba
rey de toda Gascuña; por la
muerte de su cuñado Garci
Fernández regentó el con-
dado de Castilla como tutor
de García Sánchez, el cual
en la primavera de 1029 fué
á León para casarse con la
infanta Sancha, hermana de
Bermundo III, sucesor en
aquel trono de Alfonso V.
Lo que acaeció entonces
en León constituye uno de
los temas predilectos de las
leyendas castellanas, y su
trascendencia histórica fué Muerte de'Bennudo III de León.
D,g,t7cdb/COOgIC
HISTORIA DE ESPAÑA 22J
incalculable. Hallábanse en la ciudad los Condes Velas, casa tradicional-
mente enemiga de la de Castilla, expulsada de ésta con pérdida de sus bie-
nes por Fernán González, aunque luego Sancho García se los devolvió y
levantó el destierro. En esta ocasión los Velas acudieron á rendir el debido
homenaje al joven conde García Sánchez; pero fué traid órame n te, pues el
martes 13 de Marzo, al despuntar la aurora, entrando el Conde en la iglesia
de San Juan Bautista cayeron sobre él los Velas, y con la mayor alevosía le
mataron: el Vela que descargó el
primer golpe era padrino de bautis-
mo de la victima. Asf cuentan el
hecho D. Lucas de Tú y y el arzobis-
po D. Rodrigo, aunque discrepando
en los nombres de los condes ase-
sinos (1). Un documento perdido,
pero citado en la Crónica gentral
con el titulo de Estoria del romancé
del infamtt Garda, refiere que fue-
ron muertos todos los caballeros
del cortejo del Conde en medio de
los regocijos de las bodas; y el Con-
de, que estaba en el palacio /ii^¿ii«-
do con íH esposa ¿ non íadiendo nada
de sn MMtrte, salió á la rúa, y le
cogieron los Velas, matándole luego
con extraiga ferocidad delante de la
Infanta su esposa, que habla ¡do á
suplicar por su vida (2).
Lo cierto es que en este cri-
men no tuvo ninguna parte et rey
de León Bermudo 111, quien se ha-
llaba á la sazón en Oviedo reden
casado con la reina Jimena; pero BefmudoIII.
hubo de sufrir sus consecuencias.
Sancho el Mayor heredó el condado de Castilla, y, con pretexto de perse-
gnir á los asesinos de su sobrino, invadió la tierra leonesa, apoderándose de
toda la parte llana, y titulándose rejí de León, de Astorga y de las Asturias (3).
En el castillo de Monzón cogió á los Velas y los hizo quemar vivos.
La vida del poderoso rey navarro, también cubierta en gran parte por
los velos de la leyenda, concluyó en Febrero de 1035, repartiendo sus Esta-
dos entre sus hijos del modo siguiente: á su primogénito García le dejó Nava-
rra y Vizcaya; á Fernando, casado con Sancha, la infeliz prometida del conde
victima de los Velas, Castilla; á Gonzalo, Sobrarbe y Ribagorza, y á Ramiro,
habido en una concubina, según el Silense (ancilla nobilisima et puUkerrima),
Aragón, con titulo de rey.
78. — Fernando 1(1037-1065), heredero de Castilla, tomó título de rey,
y aliado con su hermano García de Navarra, acometió á Bermundo III de
León, que á la muerte de Sancho el Mayor salió de las montañas de Asturias
(it D. Lacu.por ejemplo, tlim a Diego al padrino, y D. Rodrigo le liamB Rodrigo.
{t) Víase Menéndez Pelayo, tugar citado y prólogo al lomo vin de lai Comediai de
Lope de Vega.
(3) Coasta qae Bermudo aaedd dueño de Altarías y Galicia. Esie úllimo titulo, pues,
& iadicAba Dua ptetensiÓD, ó debía de referirse á las Asturias de Lvedo.
,, Google
228 HISTORIA DE ESPAÍQA
y recobró la tierra llana coa la misma facilidad con que la habla perdido. Ahora
lo perdió todo definitivamente, con la vida, en la batalla de Tamarón (Julio
de 103;), y Fernando fué consagrado (22 de dicho mes) por el obispo Ser-
vando rey de Castillla y de León. Envidioso de tal grandeza, García de Na-
varra, después de haber intentado en vano apoderarse tratdoramente de Fer-
nando, le atacó cara á cara; pero en la batalla de Atapuerca perdió también
reino y vida, quedando así Fernando por seiüor de casi toda la España cris-
tiana. Agregó á Castilla la Rioja, dejando Navarra á su sobrino Sancho, hijo
del desgraciado García; pero tanto sobre este pequeño reino como sobre el
de Aragón ejerció cierta supremacía feudal, justiñcindose de este modo su
titulo de alterador, expresivo no sólo de su poder en la Península, sino de su
{ExplUaeiéndt ¡alamina XLyílJ)
IconocrmllB de la Cnu en EtpRfla. ■ S y S. Siguiendo el arden cronolúelco, los signe» 6 cnscñus
mis antiguas dtl crislimiimo en Espina ion las que corresponden á los nilnuros 5 y 8. «L» cnii como el
ciismón ómonogrami de Crislo. el cordera y el león, simboloiú representaciones dotmllicu del Redentor,
asi como el pescado, el pelicano, el bnen pastar, el pesador, el águila, la gtlllna, la vid, la higuera, el olivo,
el cedro, las piedras preciosas, emblemas 6 fleuns alegóricas del mismo, era designada por slgaam Chrislt
La cruz en aspa X (crax decuiíta). inicial del nombre de Ciisto en gríego, fai tal vez la piimera loimi que
revistid coma dislintivo de secta el sagrado madero, por ofrecer la ventaja de que su doble signlücacidn no
podia ser comprendida sino de los prosélitos de la nueva [e. La adición de la P constituyó el monograma
constaotinlano.»
Asi, pues, el crismdn de bronce (núm. B) que pertenece al siglo II y Int hallado en Córdoba, rs U
ensefla mis antigua del cristianiamo que hasta hoy se conoce en España. Le signe la llmpara de barní (nu-
mero S), como el anterior de absoluto caricter romano, pero ya con la P; y siguiendo el orden cronológico.
los números 4 y 9, dos (ragmenlos decorativos en piedra de la fpoca visigótica.
2. Cristo llamido del Cid, perteneciente at siglo x¡, y que se halla en Salamanca.
3. Conocido con el sobrenombre de Crislo de las Batallas, del^glo XI también, y que se encuentra en
b. Es una placa de cobre esmaltada del siglo MI, representando un Calvario. Su estilo conesponde al
de su tiempo, denominado remáaico en la historia del Arte, y el procedimiento del esmalte es el que «i el
argot profesional se llama champlrvt ó ¡tmoga. (Véase nuestra nota acerca de los esmaltes.)
7. Crnz proiesionai de bronce, con los bustos de los cualro Evangelistas en los extremos délas raalr»
aspas. Pertenece 1 los siglos Xll al Mil.
I. Vahora vamos á hablar de este Cristo de marfil, una de las maravillas que nos ha legadoelartecs-
Es una cruz procesional de lormí latina, con ambas caras cuajadas de figuras, adomus y relieves,
cuyo fondo se cree que estuvo chapeado de oro. Mide 52 centímetros de alio: 3t ■/! de largo de li travesera.
Una lujosa orla recorre las orillas. La imagen, muy ínlerior en mérito arlíslico 1 la craz, y qulils de distin-
li mano, conslituye pieza aparte, y está sujeta por las manos y el supedáneo con clavos de hierro. En lo mis
alto de la cabecera se ve en relieve el Salvador resucitado, y debajo la inscripción
IHE NAZA
RENVS REX
IVDEoRVM
Debajo del supedáneo, la figuci
Después, los nombres de los re
rabie obra.
En 1063 los reyes Don hemando I y DoRa Sancha, su esposa, otorgaron á lavor de la iglesia parro-
quial de San Juan Bautista, de León (hoy San Isidoro), una carta-donación d testamento haciéndole cuantio-
sos regalos é importantes mercedes. Los movió á esto so piedad y <
Ellos fueron quienes hicieron trasladar el cuerpo de San Isidoro d
para depositarla en la misma ieiesia.
En la ciladi carta de donación aparecen como regalas 'un frontal de aliar de oro con piedras precio-
sas: olios dos de plata; tres coronas de oro, la una con tres alfas alrededor y con tcatei pendientes de ella.
la oira con amelhtaa con olovitrio, dorada; y la tercera es la corana de oro de mi caben. Una arquilla de
cristal cubierta de chapas de oto; una cruz de aro sembrada de 'piedraa preciosas: sn craciflto út marfil;
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Historia GsÁFict de la Civilización Escarola LitiirtÁ. XLVIU
ICMografta de U Crní en Etpafli.
D,g,t7cdb/GOOgIC
230 HISTORIA DE ESPAÑA
intento de no reconocer la preten-
dida superioridad jerárquica de los
emperadores de Alemania, los cua-
les, como herederos de Carlomagno,
se atribuían la jefatura, siquiera ho-
noríñca, de toda la cristiandad.
Aprovechó Fernando la fuerza
que había reunido y la debilidad de
los reinos de taifas para proseguir
activamente la reconquista, y tomó
á Lamego, Viseo y Coimbra, ponien-
do por aquella parte la frontera cd
el Mondegoi por la de Castilla no
sólo dominó sólidamente todo el te-
rritorio hasta el Guadarrama, sino
que pasó la cordillera y empezó á
formar lo que se llamó Castilla Ia
Nueva para distinguirla de la primi-
tiva 6 vieja; los reyes árabes de To-
ledo, Zaragoza y Sevilla rindiéronle
vasallaje. Piadoso y caritativo, re-
partía á los pobres el botín ganado
en la guerra; fundó, dotó y restauró
F«>i.ndo I, W Grande. 'g'«sias y monasterios; se retiraba
de cuando en cuando al de i>ahagun
á ejercicios espirituales, haciendo
allí la vida del último monje, y murió {27 Uiciembre 1065) edifícando á todos
con su fervor; se hizo llevar al templo, y allí se despojó de las insignias reales,
exclamando: Señor, íujto es el reino; me lo diste, > te lo dtvuelvo; ten misericor-
dia de mi aima. Los obispos le pusieron un saco de penitente y ceniza en la
cabeza, y asi volvió á Palacio, donde al otro día expiró.
Su error fué repartir el reino entre sus hijosi á Sancho II le dio Castilla;
á Alfonso, León; á García, Galicia, y á Urraca y Elvira, respectivamente,
las fuertes ciudades de Zamora y Toro. Sancho respetó el repartimien-
dos incenurfos de oro con la navelü de oro; otro grande de piala; un ciliz y palma de plata esmaltada; un^
estola de brocado; unas ateas áe matril labradas de plata, y en una de ellas van otrai tres encajadas: otra;
arquiías primorosamenlc labradas; lies fronlales labrados pata los altares; doi mantos df btocado; casulla
Cita otros dunatlvos de menos Impottancia. De toda esta ríqueía, que hoy tendría un valor hi^tóríCI
imposible de calcular, sólo se conserva la cruz de marfil de que tiatamoi. sin guarnición alguna, pero coi
señales de haberla tenido. Esla guarnición que rodeaba la cruz era de oro. La tradición arirma que el reí
Kernanda llevaba esta cruz en las baiallas.
l'or el reverso eila crui. artística mente considerada, es igualmente admirable. Parejas de cuadriipc
dos, aves entre la bojarasca, luchas de hombres y animales, entre los que se ve un centauro. La orla es súk
Evangelistas: el águila, el ángel, el león y el buey.
Pero lo mis admirable de esta cruz, lo que causa una Impresión Igualmente profunda y eitralla. c
que su estilo es Eenuiua y francamente árabe. Todos los caracteres y toda la riqueza de los trabajos musul
manes que pueden verse en otras planas en la ornamentación de los cofres de marfil y plata repujados si
sia CTu;.,;Esque fué hecha por un artista educado por los árabes? ¿fui quizás esta cruzhectL
n España colaborando en obras esenc jal nenie
D,g,t7cdb/GOOgIC
HISTORIA DE ESPAÍ^A 251
to mientras vivió su madre
Doña Sancha: al morir esta
señora (7 Noviembre 1067)
acometió á su hermano Al-
fonso, derrotándole en Llan-
tada(i9julioio68)yenGol-
pejar f25 Julio 1071) (i), y
obligándole á buscar refugio
en la corte de Almanum de
Toledo. García fué despo-
seído de Galicia inmediata-
mente. Sancho sitió á Zamo-
ra, cuyo concejo defendió
con lealtad castellana á Dona
Urraca; pero la nobleza y el
valor heroico de Arias Gon-
zalo, el hidalgo paladín, fue-
ron eclipsados en este cé-
lebre asedio por ta felonía
legendaria de Bellido Dol-
íos (2). Víctima de la trai- ,,
ción pereció Sancho, y los Muene de Alion.o V, e-, Vi,«.
castellanos no reconocieron
por sucesor suyo al desterrado Alfonso sino después de haber jurado qtie no
tuvo parte ninguna en la muerte de su hermano.
Enlázase aqui tan poética é intimamente la historia de España con la
leyenda, inspiradora de nuestra más rica epopeya nacional, que es imposible
separarlas. En efecto, en este punto de nuestra historia surge la ñgura colo-
sal del Cid Campeador, representación sintética de las empresas heroicas de
Castilla en su lucha secular con los sarracenos, pe rsoniñc ación épica sin duda
de muchos guerreros, de todo un estado social, de las virtudes, y también de
la rudeza y crueldad de toda su época y de toda su raza. En el Cid cifró el
pueblo castellano el ideal que se habla formado del héroe, y para componer
esa cifra hubo de acumular en el individuo rasgos y proezas y alguna que
otra maravilla que históricamente no le corresponden. Pero la personalidad
individual del Cid es positiva (3). Acredltanla documentos auténticos (4):
la historia árabe de la conquista de Valencia por Aben Bassan, escrita diez
años después de la muerte del héroe; otra historia árabe incorporada á la
Crénica general de Alfonso X; muchos libros cristianos, como el CkronicoH
(1) Sobre uta batall*, TÍase coronel D. Juan de Quiroga: Et CU en la batalla de Col-
fijar (Memorial de Ingenieres, 1872}.
(2) l-cmández Duro, Memorias hiitóricas de la liudad de Zamora.
(3) La negó Masdeu {Jíiit. Crií. XX), diciendo: De Jfadrígn Diat nada absolutanuníe
¡ahemoí con probabilidad, ni aun su mismo ser 0 existencia, nfrase, dice Menéndez Pelayo, me-
moiabte en los anales de la iniroiatez ciflica». En 180S el general Thiebiull, gobernador Iran-
cís de Bureos, hizo construir un monumento para encerrar laa cenizas del Cid en San Pe-
dro de Cárdena, y... euál no sería mi asombro, eiciibe en sus Memorias, cuando vino a diiiniie
í/r^aüs/ (afrancesado] Llórenle que el Cid no había existido nunta. Habiéndose dado cuenta
del incidente á Napoleón, conteslA íste que no debía permitirse poner en duda ta E\i3tencia
de hotubres como el Cid, qae resumen la eloría de lodo un pueblo. D. Antonio Alcalá Galiano,
en iBi notas á la tiadncciún de ta Histona di España de Dunham, siguiú la opinión de Mas-
den, ■j D. Casimito de Orense le demandó por injuria, llevando al tribunal en calidad de hom-
bre bueno el libro del padre Risco La Castilla y el más famoso castellano.
Ul Prirílegio de Femando 1 al Monasteiio de Sorban (Coimbra). arras de Rodrigo y
limeña (1074), fneroi de SepiÜTeda, un privilegio del Monasterio de Aguilar. etc., ele.
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232 III<iTORIA DE ESPAÑA
MalUacense, escrito en Francia; los Anales ToledaMOí, los CompoiítlanoSy el
Cronicón burgnenst, el de Cárdena, el Liber Regum, y sobre todo la Gesta Ru-
derici Campidocti, descubierta y publicada en 1 792 por el padre Risco, escrita
en el siglo xii (según Doíy, en 1 1 70).
De todo ello resulta que Rodrigo Díaz, nacido hacia 1026 (i), en Burgos,
según l.i tradición, 6 en Vivar, como algunos sospechan, era de muy caliñcado
linaje, descendiente de los jueces de Castilla y de un conde de Asturias; al-
férez ó jere de la milicia castellana
en tiempo de Sancho II, intervino
de modo decisivo en las batallas de
Llantada y Gojpejar; fué uno de los
doce compurgatgres que exigieron á
Don Alfonso VI el juramento de no
haber tenido parte en la muerte ale-
vosa de Don Sancho; enemistado 6
en desgracia con el rey de Castilla,
guerreó por su CMcnXa^ ganando su
pan alomadas: de aquí que Dozy le
tenga por un condottieri á sueldo de
los Beni Sud de Zaragoza; fué arbi-
tro de Aragón, derrotando al conde
de Barcelona y al rey Sancho Ramí-
rez, y en 1094 se apoderó de Va-
lencia, ya dominada por los almora-
vides, y allf se sostuvo hasta Julio
de logg, en que murió. Su viuda Ji-
mena evacuó la ciudad en 1 102, lle-
vándose el cadáver del hóroe, que
hizo enterrar en San Pedro de Cár-
dena, para cuyos monjes fué el Cid
un santo {2). •£! poderío de este
Sancho II, íí^uiía. tirano (escribió Aben Bassan) fué
creciendo hasta sobrepujar á las más
• altas cimas. He oído contar que dijo: si un Rodrigo perdió esta España, otro
• Rodrigo la reconguistará. Azote y plaga de su tiempo, fué un milagro del Se-
• ñor por su amor á la gloria, prudente firmeza y valor heroico. La victoria
• siguió siempre á su bandera (¡maldígale Alai). Combatió á los príncipes, y
• con pocos soldados desbarató numerosos ejércitos. Hacia leer en su presén-
tela las gestas de los árabes, y cuando itegó á las hazañas de Al-MokaUab
• cayó en éxtasis, lleno de admiración por este héroe». Hombre extraordina-
rio tenia que ser quien Podía arrancar laies elogios de stts enemigos (3).
Dueño Alfonso VI He la corima, encerró á su hermano García, preten-
diente al reino de Galicia, en el castillo de Luna, y se aplicó á co itinuar la
(i) Fecha conjetuMda por el padre Risco.
[i\ Según parece, Felipe 11 inslA en Roma su cananiziciún.
13) Meníndez Petayo.
{Exfiüíaciin di la lámina XI í.\).
IcodOKratfa de U Crai ca la Edad Media. - 1. Cníto biuniino de marfil (Museo provincial de
Lertn). - 2. Crui de madera y Cristo rcpu'adn, estilo biíantino. - 3. Crui de Sanüaio de PeflaWa (León).
SIkIoin. -4. Cruz alfonilna. Estila eúIíco ¡Catedril de Sevilla). ^ S. Ciui de bronce esmaltada, de pro-
piedid particular. Siglos M al \il (OiliciaJ. — b. Crji llamadi trabe (S:vllla).
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IIisTOKiA Gráfica ds la Civilizaciún Es^aSIola
LVMINA XLIX
IcoMocntia d« la Crax tu la Edad Media ta Eapala.
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234 HISTORIA DE ESPACIA
obra de su padre Fernan-
do 1. Fué uno de los gran-
des reconquistadores. De
1080 ai 25 de Mayo de 1085
duró la guerra de Toledo,
gloriosamente terminada
con la entrega de la ciudad,
antigua metrópoli de Espa-
ña, que así volvió á serlo
después de tresdentos se-
tenta y cuatro años de do-
minación musulmán a. Al fon-
so tomó el titulo de empe-
rador, no disimulando su
propósito de reconquistar
toda la Península.
79.— Y de seguro hu-
biese cumplido su propósito
á no acudir los reinos de tai-
fas á un recurso extremo,
. „ . „ , .. , , cual fué llamar á A)j a/«íora-
Mu*rte de Sancho II «. el s.tio de Z«nor.. ^^^^ ^^ ^^^¡,i^ ^1^ ,^ ^^y.
gión mahometana, amenaza-
da de perder su imperio en España por el tirano Alfonso, como llaman sus
cronistas al reconquistador de Toledo. i|~,^^ ^ ^''*-.
A la sazón los almorávides eran los'.dueños del Mogreb: su Imperio se
dilataba desde la Guinea hasta el Mediterráneo y desde Túnez hasta el
Atlántico; su jefe, titulado emir al mft>nenÍM'{tey de los musulmanes) y nasre-
éfín (defensor de la fe), se llamaba
Yussuf ben Taxfín. Habla naci-
do en 1009, tenia un ejército de
100.000 hombres, siempre aperci-
bido para combatir, y brillalñn en
él las cualidades y los defectos que
son propios de los bárbaros es-
clarecidos: poca ó ninguna ins-
trucción, pero mucha capacidad
aatural, frugalidad excesiva (éste
parece que se alimentaba exclu-
sivamente de leche y carne de
camello), sencillez en el traje —
vestía de lana grosera, — com-
plexión robustísima, audacia sin
limites, valor extraordinario, y no
menos extraordinaria marrullería
para tratar los asuntos más com-
plicados y llevar adelante sus in-
tentos. Tal rey representaba dig-
namente á su pueblo: la palabra
alntoravide ó almorabetín significa
ermitaño, y, más en general, coit-
sagrado d Dios, denunciando asi
Alfonso VI. el carácter religioso de las gentes
,, Google
HISTORIA DE ESPAÑA 2J5
á quienes se aplicaba. En efecto; no eran los aliMoravides sino unas tribus del
Sahara, ya próximas al Senegaí, que á mediados del siglo xi hablan sido
fanatizadas por un morabito y lanzadas por él á la conquista del África ma-
hometana. No constituían realmente una secta dentro del Islam, pues sus
doctrinas en nada discrepaban de las de Mahoms; eran un recrudecimiento
del fervor primitivo. Abdalá ben Zasin (asi se llamó el morabito fanatizador)
no se propuso reformar en nada la enseñanza koránica, sino volver al mundo
musulmán al ser y estado que tenia cuando Mahoma marchó contra la Meca
en son de guerra al frente de sus (ieles de Medina; todo lo que se había he-
cho después era para el mo-
rabito y sus discípulos co-
rrupción, comprendiendo en
esta palabra no sólo el lujo
y la molicie, sino las ciencias
y las artes, tan florecientes
en todos los Estados musul-
manes. Con todo esto había
que acabar para cumplir la
voluntad de Alá y la ley de
su Profeta.
Entre semejantes gen-
tes y los árabes y berberis-
cos — ya iguales en cultura
y costumbres — del Ánda-
las había un abismo: mien-
tras que el Imperio atmo-
ravide representaba lo más
rudo, incivil, grosero, bár-
baro y fanático del islamis-
mo, los españoles reinos de
taifas hablan llegado á la
más refinada y brillante ci- ^'^ '?''<""'' *'« '' """"^ *'« "'^'*'-
vilización. No es de mara-
villar que vacilaran éstos entre los dos inmensos peligros que los amagaban:
los cristianos por el Norte, y los almorávides por el Sur.
Almotamid, rey de Sevilla y el principal de los de taifas, estuvo perple-
jo mucho tiempo, y al fin, en un momento de inminente temor á los cristia-
nos, dice Almakari que exclamó: mds valí gnardar camellos en África qft€
cerdos en Castilla. Llamó á Vussuf, aunque parece que tomando algunas pre-
cauciones, como la de no entregarle Algeciras; pero todas resultaron inútiles,
porque el bárbaro se apresuró i cruzar el Estrecho con sus kabilas y se apo-
deró de aquella ciudad (30 Junio 1086), Tenía entonces Yussuf setenta y siete
aQos; pero estaba fuerte y ágil como un mozo. Los sevillanos vieron con es-
panto á este rey del desierto y á la feroz multitud que le seguía. Almotamid
organizó muy de prisa un ejército de andaluces, y todo se dispuso apresura-
damente para invadir las tierras castellanas.
Alfonso VI estaba sitiando á Zaragoza cuando empezó á descargar este
nublado en los campos de Extremadura, y dejando el sitio, acudió con sus
huestes, las de Sancho Ramírez de Aragón, Berenguer Ramón 11 de Barcelo-
na y cruzados del mediodía de Francia: según los cronistas árabes, el campo
cristiano llegó á contar 100.000 infantes y 80.000 caballos. Ni en este punto
ni en casi ninguno de aquella campaña son creíbles sus relatos; y como los
del CkronicMm lusitaitnm y de los Anales c<miplutenses, únicas fuentes directas
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2j6 IllSTOKIA DE ESPAÑA
de nuestra parte {i), son concisos y algo contradictorios, cabe decir que de
la batalla de balaca ó de Badajoz (2) sólo se puede asegurar que fué á 23 de
Octubre de 1086, vicroes, día de San Servando y San Germán (3), y una de
las mayores derrotas que ha sufrido jamás nuestra nación.
Los historiadores atribuyen la salvación de Espatía después del desastre
á la circunstancia de haber recibido Yussuf en el campo de batalla, la noche
del mismo día de su victoria, la noticia de la muerte de su hijo predilecto.
Sin duda pudo influir esta noticia determinando la Inmediata partida del rey
africano; pero en la Edad Media lo usual era no sacar partido proporcionado
de las grandes batallas. Los vencedores quedaban dueños del campo, corrían
la tierra contigua en todas direcciones durante una temporada más ó menos
breve, se apoderaban á lo sumo de algún castillo ó plaza inmediatos al lugar
del combate, y por lo común no sucedía más, excepto cuando al día siguien-
te de la victoria el ejército vencedor se dispersaba por el mismo entusiasmo
del triunfo. Las batallas campales no eran, como en la época moderna, inci-
dentes de un proceso estratégico, sino más bien duelos entre dos ejércitos 6
entre dos naciones. Por la batalla de Zalaca no ganaron los muslimes ni una
pulgada de terreno. Cuatro años más tarde (1090) Yussuf y Almotamid sitia-
ban la fortaleza de Aledo, situada en medio de las tierras musulmanas de
Levante: acudió Alfonso VI con ejército de socorro, y les hizo levantar el
sitio. Los almorávides volvieron entonces sus armas contra los reinos de tai-
fas, á quienes la rudeza y barbarie de sus correligionarios habla llegado á ser-
les más odiosa que In impiedad de los infieles, y en su virtud entraron en alian-
zas secretascon Alfonso VI para expulsar á los molestos huéspedes. Des-
de 1091 á 1115 se ocuparon los generales de Yussuf en conquistar la España
árabe. Antes murieron Yussuf (Septiembre 1 106), dejando el Imperio á su hijo
All, y Alfonso V! {30 Junio 1 109) (4), un año después de la derrota de Uclés
(30 Mayo 1 108), en que perecieron á manos de los almorávides el infante don
Sancho y la flor de la nobleza de Castilla {5).
Doña Urraca (iiog-1126), viuda de Ramón Borgoña, de cuyo matrimonio
habla tenido al principe Alfonso (después Vil), casó con Alfonso I el Bata-
llador, rey de Aragón.
No hemos hablado de este pequeño reino — reducido á poco más de lo
que hoy es partido judicial de Jaca— desde que Sancho el Mayor lo dejó á
su bastardo Ramiro. Éste (1035-1063) lo aumentó por muerte de su hermano
Gonzalo con los condados de Sobrarbe y Ribagorza, y con Benabarre, to-
mada á los moros. Su hijo Sancho Ramírez (1063-1094) fué rey de Navarra,
ron un> vid> de Alfonso VI escñía por
el Monje de Silos, lioy perdidi.
Í2) Así 1> llaman los AnaUs complulttists. Debió de librane ■! Norte de Badajoi, pwtido
de Alburqaerque, por donde existe una dehes.i denominada de AiOf¡alla. (Víanse los discanoi
de Lafuente Alcántara y Cánovas del Caslillo, en la recepción del primero en la Academia de
li Hi.rarl..)
U) Según el relato de D. Rodrigo, hubo una batalla preliminar en Roda, también desas-
wT o 2% según el Cronicón Compostelaoo.
(5) Pumo dilícil de esclarecer es el de la familia de Alfonso VI. Estuvo casada con
Águeda, hija de (Guillermo el Conquistador, que murió antes de rcQoirse con el esposo; con
Inés de Guyena, cuyo matrimooío declaró nulo el Papa; con Constanza de Borgoña. de [■ qne
turo i llnica; con Berta, según unos, de la Casa de Éste, y según otros, de la de Bordona: con
Isabel de Francia, de quien luvo á las intantai Sanch» y Elvira; y con Beatríi de Este. Jimena
Miiiioi ó ÑúPiez, según iinos esposa, y según otros dama, le dio sus hijas Teresa y Elvirm; la
primera casó con Enrique de Besanzón, y fué condesa de Portugal. Por último. 1>. Rodripo
también considera esposa á i^eida, hija de Almotamid de Sevilla, baatiíada con el nombre de
Matia Isabel, y madre del infante D, Sancho, muerto en Uclís.
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HISTOiUA DE ESPaSa 237
elegido por los naturales cuando Sancho, llamado el Noble, y también el de
Peñalén, fué arteramente despefiado por sus propios hermanos en una parti-
da de caía. Murió este príncipe de la manera más digna de un rey de la Re-
conquista: de un saetazo de los moros defensores de Huesca, y haciendo
jurar á sus hijos Pedro y Alfonso, antes de expirar, que no habían de levan-
tar el sitio hasta rendir la plaza. Cumplió la solemne promesa Pedro I (l)
(10^-1104), aunque le costó ganar i Huesca dos años de asedio y la san-
grienta batalla de Alcaraz contra
los moros de Zaragoza. Dejó el ce-
tro—mejor dicho, la espada, único
cetro de aquellos guerreros mon-
tañeses, — á su hermano Alfonso,
uno de los grandes soldados que
ha producido España, justamente
apellidado el Batallador.
Su matrimonio con Urraca no
fué de inclinación, sino político.
Alfonao VI buscó sin duda en el
fuerte brazo del aragonés un apo-
yo para su hija, y el soldado pi-
renaico la manera de acrecentar
sus medios de guerra, de ser,
como hubo de titularse, empera-
dor de Ltón y rey de tuda España.
Las discordias entre los regios
cónyuges empezaron desde que
■ venidos los nobles y condes al
■castillo que dicen Muñaez, allf
«casaron é ayuntaron á la reina
>DoñaUrracay alreyde Aragón>,
según se lee en la historia de Sa-
hagün. Autores no coetáneos, sino
por lo menos siglo y medio pos-
teriores á este desgraciado matri-
monio, han tomado resueltamente
la causa del marido ó de la mujer, según el humor de cada uno; y mientras
los patrocinadores del aragonés han pintado á Doña Urraca como la más libi-
dinosa de las mujeres, entregándose al conde D. Gómez, á D. Pedro de Lara
y á otros galanes desconocidos, tos abogados de la castellana trazan el retra-
to de Don Alfonso como el de un monstruo sin religión y sin vergüenza, gol-
peador de su mujer, profanador de iglesias, ladrón de vasos sagrados y am-
tñdoso sin freno.
Los documentos de la época no reflejan colores tan vivos. Aparece, sí,
de e!los que Doña Urraca era mujer de coitdiciÓM brava, como escribió el pa-
dre Mariana con frase sintética, muy sobre si, y recelosa siempre de su ma-
rido, al que no estimaba. Las dudas sobre la validez del matrimonio colo-
rearon de escrúpulos religiosos las malquerencias conyugales; el arzobispo
D. Bernardo y otros obispos habfan protestado desde un principio contra un
DoB& Urraca de Caitílla.
(1) Sancho Kamlnz dejó í Pedro I la corona con los lilulos de rty ae Seirarht, Rüa-
gitay Mentin. Pedro lomó A^tTty dt Aragón, ¡¡obrarbiy FampÍBtia, y desde entonces pre-
' '- ■ ■ ' ' ey y reino de Aragón, tan gloriosos en nuestra Historia.
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23^ HISTORIA UE ESFA^fA
consorcio entre primos (i), grado de parentesco, según la opinión comente,
prohibido é ÍDvalidable para las justas nupcias (2). Envenenaron las discor-
dias, como es de rigor tratándose de reyes, las facciones y banderías polí-
ticas. Don Alfonso tuvo un poderoso partido en Castilla, en que formaron
las más insignes ciudades, los nobles más calificados y héroes como Alvar
Fáñez, el insigne gobernador de To-
ledo; á Doña Urraca la siguieron otros,
por respeto escrupuloso á la legitimi-
dad monárquica y á la venerada me-
moria de Alfonso VI, ó por no acomo-
darse al mando enérgico y militar del
Batallador. Pero quien aprovechó más
diestramente aquellas turbulencias
fué un personaje de primera mag-
nitud que por entonces florecía, y al
que no hay que ver á la luz de los
principios admitidos hoy generalmen-
te, sino dentro del cuadro confuso y
tumultuoso de la Edad Media en que
le tocó brillar; nos referimos al famo-
sísimo Diego Gelmírez, obispo de
Compostela desde 11 10, y que tuvo
por norte de su vida el engrandeci-
miento de su Sede episcopal, que con-
siguió al cabo, después de las mayo-
res y más extrañas peripecias, por
bula de Calixto II (20 Febrero 1120)
que la elevó á dignidad de metropo-
litana. Gelmirez es el tipo perfecto
del gran magnate eclesiástico del si-
glo XII. Protector de los pueblos con- (Según 1
tra las demasías de los nobles; celo-
sísimo, no ya de la inmunidad é in-
dependencia, sino del predominio de la Iglesia en la vida social y política;
exaltado amante de Galicia, su patria; sabio en el consejo, audaz y per-
severante en la acción, aquel hombre extraordinario llegó á ser el verda-
dero soberano de Galicia, no sólo por los muchos lugares y castillos que po-
seía guarnecidos con sus hombres de armas, sino por el amor de la multitud
allí donde no alcanzaba su jurisdicción temporal. Si en una ocasión Doña Urraca
le hizo poner preso, el pueblo de Santiago sublevado la obligó á devolverle
Alfonso VII.
(1) Ramiro 1, abuelo de Alfonio y Fernando el Magno, de Urraca, eran hermanos
(2) Como es sabido, en ios concilios de Falencia (35 Octubre 1114); Oviedo {Pentecos-
lis de 1115) sedecretd li separación del malrimonio; pero aunque la mayor parle de los hls'
tonadores apuntan que lo decretado fué /o nuUdnd fter impidimenlo áirimentí, Brii Martiaez y
Vicenle Lafuente sostienen, con copia de razones, que súto iué un divorcie sin anulación del
{E.xfliead.m di la lámima i.)
HISTORIA DEL TRAJE. - Slflo XII. - 1. DoAa Urri
la Basílica df San Victnfe, tu Avila, -2. D. Ramún de Borgofl
» de Castilla. De una «cultura del pAtlicodc
, de ¡cual procedencia.— 3. Alfonso VI con (o
le homenaje. Tomado dd relieve dd sepulcro
4. D. AltonsoVl, De las mismas «cultoras.—
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Historia OrXfica db l\ Civilización Española
HISTORÍA DEL TRAJE. • Slgl» XII.
D,g,t7cdb/GOOgIC
240 HISTORIA DE ESPAílA
la libertad más que deprisa. ¥ fué además arbitro de España; si Alfonso \'1I
fué Tf.y, Á Diego GelmJrez se lo debió.
Cuando murió Alfonso VI, su nieto quedó en Galicia bajo la guarda
del conde Frolai de Trava, y destinado por su abuelo á ser rey nada más que
de aquella región. Gelmfrez le ungió soberano de León y (Otilia el 25 de
Septiembre de 1 1 10 ante el altar del Apóstol; y este tercer partido acabó por
sobreponerse al del aragonés y al de doña Urraca, aunque no sin sangrientas
luchas y variados episodios, cuya simple enumeración no cabe dentro de un
resumen histórico como el nuestro.
Doña Urraca murió en Saldaña el 8 de Mano de 1126 (i). Al ocurrir su
fallecimiento estaba su heroico esposo en la más singular y atrevida de sus
empresas bélicas. El Batallador, que por los sucesos de Castilla no habia des-
cuidado ni un momento la obra de la reconquista, que en iiio se apoderó
de Tudela, en Iii8 (2) (miércoles 18 de Diciembre) de Zaragoza, después
de siete meses de cerco, en 1119 de Borja y Tarazona, y en iiaodeDaroca
y Calatayud, á primeros de Septiembre de 11 25 salió de Zaragoza con 4.000
caballeros juramentados sobre los Santos Evangelios para no abandonarse
unos á otros, y rompiendo por las tierras de los intieles, en expedición muy
semejante á las que en el siglo xix hicieron varios caudillos carlistas de la
guerra de los siete años, recorrió Valencia y Murcia y se internó en Andalu-
cía, llegando hasta la costa de Málaga: su objeto era servir de núcleo á una
insurrección general de muzárabes, todavía muy numerosos. Y, en efecto,
frente á Granada el campo cristiano contó 50.000 hombres; pero, ó no eran
estos hombres á propósito para el intento, ó surgieron dificultades insupera-
bles; el hecho es que D. Alfonso, nunca vencido, se volvió á su reino trayen-
do unos 10.000 cristianos andaluces, y el resto de esta población fué destrui-
do por los sarracenos, que, como los cristianos siglos después con los moris-
cos, la desterraron en masa al África. Cuando San Fernando conquistó el
mediodía de España, apenas si halló allí algún que otro cristiano suelto.
Todavía el heroico soldado aragonés ganó nuevos laureles. En 11 3 1 pasó
los Pirineos y tomó á Bayona. En Junio de 1133 arrebató á los moros Mequi-
nenza, y en seguida emprendió el sitio de Fraga: derrotado, murió de pesar
el 7 de Septiembre de 1 1 34, después de haber dado en su gloriosa carrera 29
batallas campales, conquistado inñnidad de ciudades, y más que duplicado el
reino que heredó de sus mayores.
Ocho años hacia ya que reinaba en Castilla su entenado Alfonso VIL
Este príncipe (1126-1157), esclarecido por sus victorias sobre los infieles,
entre las cuales son dignas de mención especial la toma de Almería y la entra-
da en Córdoba, es ante todo célebre por haber intentado la unidad de la
España cristiana sobre la base de la dignidad imperial en el sentido y con el
objeto que ya la vimos en Fernando I y Alfonso VL Pero ninguno la tomó
con la solemnidad que Alfonso VII (lunes de Pentecostés, 26 Mayo 1135) en
la catedral de León, donde fué consagrado y aclamado como «feliz, ínclito,
> triunfador y siempre invicto, famosísimo emperador, por la divina Provi-
>dencia, de toda España». Quizás si el Imperio se hubiera establecido real-
mente, España hubiese podido no sólo alcanzar desde luego su unidad na-
cional sino resolver á la vez el problema, todavía sobre el tapete, de las
variedades regionales, representadas en ese caso por Estados autónomos su-
bordinados mas no confundidos en el Estado superior ó imperial. Por des-
(1) Quien meioi defiende i esta reina es Cabanilles en sa bien ucrita Ifíilma áe Esfaüa.
(z) Ea la fecha inAs segara, aunque Blancas cita dos documentos de Ilt6 eo que se
üíCK qui ya íta ganada Zaragoza.
,,GoogIc
HISTORIA DE ESPAÑA
AJfonso Enríqaei proclamado re; de Portugal.
gracia, las circunstancias no
lavorecieron el cumplimien-
to de este pensamiento po-
lítico, qne, de lealizarse, ha-
bría cambiado, según todas
las probabilidades, la faz de
nuestra Historia. Y cuenta
que la oposición más bien
nació de los pueblos que de
los reyes. Veamos cuál era
la situación de España en
aquel momento, y cuál fué
la actitud de los diversos
Estados ante la proclama-
ción del Imperio.
£1 condado de Barcelo-
na habla alcanzado notable
incremento y esplendor re-
gido por los sucesores de
Wifiredo el Velloso. Sunia-
rio (914-947), Borrell II y
Mirón (947-992), Ramón Bo-
rrell ni (992-1018), Beren-
guer Ramón, el Curvo (1018-1035), Ramón Berenguer, el Viejo (1035-1076),
Ramón Berenguer II, Cabeza de Estopa, y su hermano Berenguer Ramón II, el
Fratricida (1076-1092); pero sobre todos Ramón Berenguer III, apellidado el
Grande (1096-1 131), consolidaron y aumentaron el poderlo del condado, que
coneste títuloeraun verdadero principado de Cataluña. Berenguer el Grande,
si no pudo tomar á Tortosa, fortiñcó el castillo de Amposta, libró á Balaguer
de sarracenos, dirigió una cruzada marítima contra las Baleares, restauró la
sede arzobispal de Tarragona, y por su matrimonio con doña Dulce incor-
poró á sus Estados la Frovcnza, titulándose: < por la gracia de Dios, mar-
•qués de Barcelona y de las Españas, conde de Besalú y de Provenza >. Le-
jos de ser hostil al pensamiento imperial de Alfonso Vil, dio á éste por mu-
jer á su hija Berenguela, la cual fué la emperatriz, asistiendo con su marido á
la fastuosa ceremonia de la coronación (i). Cuando se celebró tan solemne
acto ya era conde de Barcelona Ramón Berenguer IV, el Sarrio, quien, titu-
lándose Principe de Aragón, prestó vasallaje á su cuñado el Emperador, tanto
por su condado hereditario como por tas ciudades de Zaragoza y Calatayud.
Reconoció, pues, la soberanía imperial.
Mientras vivió su padrastro Alfonso el Batallador, no pudo ni soñar el
de Castilla que los aragoneses acataran su imperial supremacía: bastante hizo
con defenderse de las rudas acometidas del marido de su madre, implacable
enemigo de los Boi^oñas. Murió el heroico re conquistador de Zaragoza sin
sucesión directa, y dejó un testamento extravagante, manifestación postrera
del odio á su entenado, por el cual dejaba el reino al Santo Sepulcro de Jeru-
salén, ó, mejor dicho, á la Orden Templarla; pero ni aragoneses ni navarros
acataron tal cosa: los primeros, reunidos en Jaca, proclamaron rey á Rami-
ro II, hermano menor del difunto, aunque era del estado eclesiástico y habla
sido abad de Sahagún y obispo electo de Burgos, Pamplona y Barbastro; él
(I) No coiuu qne la Reina fnese lainbiéD coronada.
Salndo, KrsTORiA de ESpaRa
,,CoogIc
242
HISTORIA DE BSPAflA
aceptó, según sus palabras, «no por ambición ni vanidad, sino por bien del
»reino y para tranquilidad de la Iglesia», y, por lo mismo {uxorem fw^tu mom
camis, libídine, std tanguitrís acprogeme restauratitme duxi) casó con una prin-
cesa de Aquitania, de la que tuvo á Petronila. Lejos de ser Ramiro II hostil
á la constitución del Imperio español, no sólo le vemos ceder en todas las
cuestiones de limites y preeminencias con Alfonso VII, sino negociar el ma-
trimonio de Petronila con D. San-
cho, primi^énito del castellano.
Los aragoneses eran los que no
velan bien esta política, y prefi-
rieron los esponsales de su prin-
cesita. niüa de dos años, con Ra-
món Berenguer de Barcelona. El
Rey Monje, al que se ha colgado
caprichosamente la sombria le-
yenda de la Campana de Huesca,
dejó á su yerno gobernar con el
titulo de Principt de Aragón has-
ta que se efectuó el matrimonio
y fué rey, y él volvió á su estado
religioso. En cuanto á los navarros,
eligieron rey á D. García, y éste
tan reconoció la dignidad imperial
en Alfonso VII, que figuró como
rey feudatario suyo en el acto de
la coronación.
Los únicos príncipes cristia-
nos que se resistieron á estas pre-
tensiones, no de ambición perso-
nal, aunque también pudieran ser-
lo, sino de muy profunda y eleva-
da política española, fueron los del
condado hereditario establecido
por Alfonso VI al Sur del Miito
para su hija bastarda Teresa, mu-
jer de Enrique de fiorgoña. Simple feudatario de Castilla, Enrique, quizás
^uijoneado por su mujer, á la muerte de Alfonso VI hizo pinitos de sobe-
rano independiente; pero cuando murió, Teresa, que era hermosa, viva, astu-
ta y de ánimo varonil, se atrevió á tomar el titulo de reina, intervino en las
guerras civiles entre doña Urraca y el Batallador, y si, por su conducta más
que dudosa, fué destronada por su propio hijo Alfonso Enríquez, trasmitió
á éste sus ambiciones y su valor para realizarlas, prendas que el hijo mejoró
con su pureza de vida y varonil fortaleza. En efecto; este Alfonso Enríquez,
verdadero fundador del reino de Portugal, fué uno de los grandes héroes
de la Edad Media, y aunque sus hazañas en Ouríque hayan sido tan abulta-
das por la leyenda, es indudable que reconquistó de los moros toda la tierra
Sancho III, el Deiiade.
(iTDmkdo de un bajortelieve del sepalcr
' de 9D esposa doBa Blaoca de Navarra, ei
San» M>da de Nájera.]
(ElplUaciÓH A ¡a lamina Z/.l
HISTORIA DEL TRAJE.-Tr«Jc» de flnea del algktXIKcMIcc de iMtCado*).- Damos en «
plana la reproducción de dot itiinialuias que ilustran la inlemanHsíma colecddn de docuniFntos inelt
hecha en tiempo de D, Alfonso II de Aragón, hijo del conde don Ramón Berenguer IV (úllimí» dil !
(¡lo \ii). Repte^rnta la primera i dicho rey D. Alfonso II despachando con su ministro. La segunda.
D,g,t7cdb/GOOgIC
KiSTOSM GrAfICA DB hk ClVILUAaÓH ESPAÜOL*
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244
HISTORIA DE ESPAÑA
que aún hoy forma el reino mal llamado lusitano, y que consiguió de su pri-
mo el Emperador Alfonso VII el reconocimiento de su dignidad real.
Sucedió, pues, en conjunto que un movimiento consciente hada la uni-
dad nacional, cual el de la constitución del Imperio español en la persona de
Alfonso VII, en que entraron todos los jefes de Estados autónomos que había
en la Península, excepto los condes dePortugal, coincidió con los principios de
una más profunda disgregación na-
cional. En efecto; á Levante se cons-
tituyó, por la unión de Aragón y
Cataluña, un Estado poderoso, y,
por ende, más irreducible á Casti-
lla que sus componentes cuando
andaban separados; y al Occiden-
te se levantó, puede decirse que
de la nada, ó por lo menos sin
fundamento étnico ni geográfico y
sin antecedentes históricos apre-
ciables, un reino que todavía re-
presenta— [y quién sabe hasta cuán-
do lo representará) — la nega-
ción política de nuestra unidad
peninsular.
Et mismo Alfonso VII, por ra-
zones que no se alcanian hoy, pa-
rece que conspiró contra la obra de
la unidad en que había cifrado la
grandeza y gloria de su reinado, re-
partiendo la Monarquía entre sus hi-
jos Sancho y Fernando. Entre Alfon-
so Vil y San Fernando hay, pues,
AlfoDio VIH. una doble serie de reyes: reinaron
(DeuabMorrelUvedcsQ «pulcro, eústente en « León Fernando II (1157-I188),
el Real MoDuterío de Ibs Huelgas de Bu^os.) fundador de Ciudad Rodrigo, y Al-
fonso IX (1188-1230), padre del
Rey Santo. En Castilla, Sancho III (1157-1158), que sólo se recuerda por
haber trasmitido la corona á su hijo Alfonso VIH (1158-12I4J.
Este insigne monarca, cuyo nombre va indisolublemente unido al de las
Navas de Tolosa, nació el 11 de Noviembre de 11 55. No habla cumplido tres
años cuando heredó la corona, entrando á reinar el 31 de Agosto de II 58,
quecayó en dom¡ngo(i). Su minoría fué como ninguna turbulenta y agitada
por la rivalidad de las dos casas más poderosas de Castilla: la de Lara y la
de Castro, y la ambición de Sancho de Navarra y de Fernando de León, lle-
gando el último á usurpar el trono, guarneciendo con leoneses á Toledo y
titulándose Rejí de España por la gracia de Dios. Corrió el augusto niño aven-
turas peligrosas y novelescas, como la escapada de Soria <á uña de caballo,
•asiéndose de la cintura y envuelto bajo los pliegues de la capa del fiel
•D, Pedro Núñez de Fuente Almegir (2)». Once años contaba cuando se
puso á la empresa de recobrar su reino, y en Maqueda recibió el hotnenaje
(1) Víanse sobre este reinado ios trabajos del P. Fita {Bol. dt la Acad. de la Hisl., t»-
>s XXVI y xxvn, y Elogio de Doña Leonor de Inglaltrra, en junta de la Academia, de
Noviembre igoSl.
(í) Fila (EUgio).
,,CoogIc
HISTORIA DE ESPAÑA 245
de grandes y prelados. Esteban Illán, famoso en las Memorias toledanas, le
introdujo furtivamente de noche en la imperial ciudad, y al alborear el dfa
vieron los toledanos el real pendón tremolado sobre la torre de la iglesia de
San Román: acuden los vecinos, entéranse de que alli está el monarca legi-
timo, y al grito de [viva el Rey! estaJIa formidable levantamiento, que pone
en fuga á los leoneses después de cuatro años de dominación.
Quien tan gallardamente reconquistaba el perdido trono era un mozo
• de aspecto vivo, feliz memoria y
capaz entendimiento» (i). En las
Cortes de Burgos (1169) fué acor-
dado su matrimonio con doña Leo-
nor de Inglaterra, hija de Enri-
que II (Plantagenet), .muy fermo-
.»sa,et mucho limosnera, muy ama-
>bre á su marido el rey et mucbo
■ honraderaá todas las gentes, cada
>uno en sus estados», según se lee
en la Crónica General. Fué grande
la influencia de doña Leonor, úni-
ca mujer de D. Alfonso, y, por lo
que se sabe, siempre para bien. Es
indudablemente una fábula, inge-
rida por aviesa mano de falsifica-
dor en la Estoria de Espanna del
Rey Sabio y en el Li^o de los Com-
ujos de Sancho e) Bravo, aquella
que reza: «estando (el Rey en To-
- >ledo) pagóse mucho de una judia
>que avíe nombre Fermosa (2), é
rolvidó la mujer, é encerróse con
•ella gran tiempo..... é estovo
•encerrado con ella poco menos Pendan qae llenba el ejército de Alfonio VIH
»de siete años, que non se mem- «■ 1» baulln de lu Navas (Catedral de Bo^os).
•braba de s(, nin de su reyno. Y
•por esta mala vida diol Dios gran llaga é gran ajamiento en la batalla de
•Alarcos, en que fué vencido, é fuyó é demás matol (Dios) los hijos va-
• rones, é por que el Rey se conoció después á Dios é se repintió de tan mal
• pecado, por el qual fizo después el Monesterio de las Huelgas é el Hospi-
•tal; Dios diol después buena andanza contra tos moros en la batalla de
•Übeda (3)^.
Nunca permaneció D. Alfonso en la inacción pecaminosa que le atribuye
tan infamante conseja: lejos de eso, invirtió todos los días de su largo reinado,
ya en defenderse de su tío Femando de León, que llegó á ser aliado de los
moros en su daño, ya de su primo Alfonso IX, que, aunque al ascender al
trono leonés se reconoció su feudatario en las Cortes de Carrión, urdió
e así: gui havit (6 tenía) nemire
,.. .._ r ^ ^ — tajndfa.
(3) Esta leyenda ba lerrído de baie i muchas poesías y tragedias, como U Kaqutl, de
Cartii de la Huerta. Mariana y Colmenares pusieron en dada sa Tonda histórico! sostuviéron-
lo Amador de los Ríos (Historia ái loi Judiiis], Aschbach y Gractz. D. Francisco Fernández y
Gonzileí la reduio á una hablilla del vulgo, y Fidel Fita {Elog. cit.) ha demostrado cumplida-
jntQte lu falsedad.
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246 HISTORIA DE ESPAÑA
luego con Sancho de Portugal (i),
hijo y sucesor de Alfonso Enríquez»
y con los reyes de Aragón y Nava-
rra una liga ofensiva y defensiva
contra Castilla, ya en guerras con los
inñeles. El Imperio almoravide, que
tanto diera que hacer á Alfonso VI,
se habia desplomado tan súbitamen-
te como se habia engrandecido. Mo-
ha>Kuud ien Tumart, que pretendia
descender de Fátima, hija de Maho-
ma, fanatizó á los masamudas del
Atlas con sus austeridades y prédi-
cas, y utilizando la misma cantinela
que había servido de base á los almo-
rávides, ó sea la necesidad de volver
á las puras tradiciones coránicas, co-
rrompidas por generaciones poco pia-
dosas, se presentó en Marruecos al
frente de kabilas bárbaras entre las
bárbaras, y destruyó el Imperio almo-
ravide. Éstos nuevos fanáticos, que
contaban la aversión á la música entre
los preceptos fundamentales de la re-
ligión, se llamaron almumakidin (al-
mohades), que significa unitarios.
Crai de pl.i. qn« 11«T>b. AlfouM Vni . , De esta gente era califa Yacub
en U batalla de Las NB*B)(»egu>rd>«n Almanzor, el que derrotó á nuestro
JisHaclgai de Burgos). Alfonso en Alarcos el 19 de Julio
de 1 195, tan completamente como los
almorávides en Zalaca al conquistador de Toledo. Pero, como entonces, y
por las mismas causas, la derrota sólo tuvo un efecto moral, y realmente
ahora este efecto moral fué beneficioso toda vez que ante el peligro común
de la Espafia cristiana se desbarató la liga urdida contra Castilla por el
leonés Alfonso IX. Alfonso 11, hijo de Ramón Berenguer y de Petronila, que
habia concurrido con el castellano al sitio y toma de Cuenca (2), alcanzando
por ello librar á su reino del pleito- homenaje á Castilla, y que luego, envi-
dioso del poderio de ésta, entró en los torpes manejos del de León, apresu-
róse luego á deshacer aquella infausta obra; y en Coimbra {Febrero de 1 196)
convenció á Sancho de Portugal de la necesidad de ayudar en beneficio co-
mún al vencido de Alarcos. Alfonso de Aragón murió el 25 de Abril del mis-
mo año; pero su sucesor, Pedro II (i 196-12 13), envió desde luego sus huestes,
que pelearon ya juntas con las castellanas en los llanos manchegos contra
los almohades. Con Navarra parecía más difícil la concordia por haber incor-
porado Alfonso VIII á su corona las provincias de Álava y Guipúzcoa (i 199),
poseídas por los navarros setenta y siete años, aprovechando el novelesco
viaje de SoMcko ti Fuertí al África por amores de una princesa almohade; pero
ante et peligro común acabó también aquel monarca por cumplir sus deberes
de rey cristiano y español. En cuanto á León, se hizo también la paz con AI-
(t) Reina de 1 1S5 i
(2) Empeidesteasec
Schirrmacher (IRit. di Castilla en los sigh
nigiUrrlb/GOOglC
Empeideste asedioenOctnbtedc 1176, )r se nndió la ptaia aniel del 18 Julio ii77,s»án
HISTORIA DE ESPAÜJí 247
fonso IX (1197), siendo prenda de ella el matrimonio de este príncipe con
Doña Berenguela, hija del castellano, consorcio (Diciembre 1197) cual ningu-
no fecundo en bienes, pues de él nadó San Fernando y dio años de paz á los
dos pueblos hermanos, por más que la severidad canónica de Inocencio III,
en general muy saludable, lo anulase nueve años después de celebrado.
81. — Toda la España cristiana volvió, pues, i unirse, si no con el vinculo
imperial, magnifico sueño de Fernando 1, Alfonso VI y Alfonso VII, con el
más modesto de alianza, y fruto de esta unión fué la memorable victoria de las
Navas de Tolosa (16 Julio 1212), ó ácAl-Icab (i) (el desastre), como escriben
los musulmanes, expresando que aquella rota fué para ellos el desastre por
antonomasia. En las Navas peleó todo el pueblo de España, como en las
batallas de Josué y David peleaba todo el pueblo de Israel: alli estuvieron
todos los reinos eo que se dividía la Península, todas las mesnadas señoria-
les, todas las milicias concejiles, el arzobispo de Toledo D. Rodrigo con infi-
nidad de eclesiásticos al lado de los seglares. Si un sacerdote vestido d£
casulla y con una cruz en la mano tuvo miedo y echó á correr, según refieren
las crónicas, ante unos moros que le persiguieron burlándose de su pusila-
nimidad y del sagrado signo que llevaba, otro sacerdote — el canónigo tole-
dano D. Domingo Pascual, — tremolando el pendón del Arzobispado, en que
iba pintada la imagen de Nuestra Señora, se metió en lo más apretado de la
morisma, y swuido de muchos á quienes entusiasmó su arrojo, llegó hasta
la tienda del Califa. En una de las peripecias del combate los moros se pre-
cipitaron hacia el paraje donde estaban el rey de Castilla y el Arzobispo. El
Rey, sin inmutarse «nin en la color, nin en la fabla, nin en el continente, dijo
>en alta voz: Arzobispo, yo é vos aquí muramos. Repuso D. Rodrigo: Non
•quiera Dios que aquí murades; antes aqu( babedes de triunfar de los ene-
• migos. Replicó el Rey: Pues vayamos aprisa á acorrer á los de la primera
•haz, que están en grande afin-
>camiento>. Fué aquél, cierta-
mente, uno de los dfas hermo-
sos de nuestra vida nacional, y su
recuerdo, ya tan lejano, entu-
siasma todavía. En nuestras cate-
drales se canta todos los años, el
16 de Julio, Te Dtum solemne por
aquella victoria, y un predicador
bien escogido cuenta en heroico
estilo al devoto concurso las peri-
pecias de la memorable jornada,
recordando siempre la intcrven-
dÓD del misterioso pastorcillo, en
que la fe popular vio á San Isidro
labrador, que condujo á la hueste
cristiana por los vericuetos de Sie-
rra Morena, burlando asi á los al-
mohades que guardaban el paso
principal. Pero en ninguna parte
es tan conmovedora la fiesta como
en las Huelgas de Burgos, donde
duermen el sueño de la muerte
Alfonso IX de León.
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248 HISTORIA DE ESPAfiA
Alfonso VIH y doña Leonor Plantagenet, fundadores del famoso Moaasterío,
cuando el capitán general vestido de gala sale tremolando el roto y deste-
jido Pendón de las Navas para que la vieja insignia, símbolo de gloria inmar-
cesible, reciba el homenaje del pueblo y del ejército. ¡Infeliz España cuando
estas reliquias del pasado gionoso no conmuevan los corazones! 'Los pue-
>blos — ya lo dijo Macaulay — que no saben honrar las hazañas de sus re-
>motos antepasados, no harán nunca nada que sea digno de honra por sus
■ remotos descendientes.»
"^
D,g,t7cdb/GOOgIC
XII
LO MAS GLORIOSO DE LA EDAD MEDIA
■1. San Femando j Don Jmiine «1 Conqoitlidor. ^M. Historia ÍDMrn*. — Cuicter geoeral
de los EsUdos cnslianoieD la Edad Media. — >4.
ti. InstlIDcionea locialeí y políticas. I* ^lesia. Las Coit«s.~
t3. La lengaa castellana: oaeitra épica nacioaal, — U. El primer r< ....
glo xm. — Alfonso el Sabio j Sancho el Bra*o. — Pedro KI de Aragón,
<s Quniacensei. "
82. — Poco más de dos años sobrevivió Alfoaso VIII á la victoria que
ha inmortalizado su nombre. Muñó el 6 de Octubre de IZ14, dejando el trono
á su hijo Enrique bajo la tutela de la reina viuda; pero esta ejemplar señora,
«resignada á la Providencia soberana de Dios, no perdió la constanda
>de ánimo cuando en Madrid recebó en sus labios angustiados el último sus-
>piro de su hijo Fernando, esperanza de la nación; mas cuando perdió á su
•esposo y le vio morir, murió también ella de quebranto pocos días des-
>paés> (i) (25 de Octubre). Quedó por tutora del rey niño su hermana ma-
yor Doña Berenguela, separada de su marido Alfonso de León por sentencia
pontificia de nulidad de matrimonio. Nada perdió Enrique con el cambio,
pues era DotU Berenguela espejo de juiciosas y prudentes princesas. Sin em-
bargo, como ja constituía uso para los de su regia condición, el niño cayó en
manos de los prepotentes Laras. Fué inútil. Teniendo el augusto doncel trece
años y jugando con otros de su edad en el patio del palacio episcopal de Fa-
lencia, una teja cayó sobre su cabeza, y concluyeron asf los días del hijo de
Alfonso Vin.
Conforme á la costumbre, que ya tenía fuerza de ley, aunque no escrita,
la corona debfa pasar á las sienes de Doña Berenguela. Y pasó, en efecto,
pero para ser trasmitida inmediatamente á su hijo Fernando. Empezó de
este modo un reinado en que la historia se confunde con la leyenda áurea de
los santos, y la crónica se hace poema religioso -heroico. Con toda la bondad
angélica de su primo Saa Luis, aventajóle en la fortuna guerrera y política,
dejando á España casi libre de musulmanes, pues los únicos que se libraron
de su vencedora espada — los granadinos — quedaron tributarios y vasallos
de su corona. Si algunos de sus actos, propios de la época en que floreció,
disuenan al espíritu moderno — v. gr., el llevar él mismo sobre sus hombros la
teña para quemar herejes, — en el espíritu de todos tos tiempos han de resonar
como voz del Cielo aquellas palabras suyas, programa de su heroica y santa
vida: Más temo ¡tu maldiciones de una vejezuela de Castilla que todas las lanzas
de los inores.
(|i Fidel Fita, ^/«.fV.
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250 HISTORIA DF, ESPAFlA
No podemos sÍQO apuntar á la ligera los principales episodios del niara-
villoso poema.
Alzado rey en Valladolid (Julio de 1217), resistió pasivamente á su pa-
dre, que invadió á Castilla, y enérgicamente á los Laras y á otros magnates
turbulentos. Terminaron estas desagradables contiendas en Julio de 12 19. El
30 de Noviembre del mismo año se celebró en la Catedral de Burgos su matri-
monio con Beatriz de Suavia. En el verano de 1224 hizo su primera campaña
contra los moros, apoderándose de
Quesada y otros lugares. Falleci-
do su padre Alfonso desheredán-
dole del reino de León, se apoderó
pacificamente de este reino, que
ya no volvió á separarse nunca de
Castilla, no sin dotar con soberana
esplendidez á las herederas testa-
mentarias, sus hermanas doña San-
cha y doña Dulce. En 1231 fué la
victoria del Guadalete, ganada por
Sepulcrodelrey Alfonso VIII (en lísHoelgía el infante leonés Don AlfonSO (l).
de Burgos). En 1235 murió la reina Doña Bea-
triz. Al año siguiente fué la toma
de Córdoba; en la primavera de 1243, la ocupación de Murcia; en 1246, la
entrada en Jaén; en 1247, la de Carmona, y empezó (20 de Agosto) el cer-
co de Sevilla. La rotura del puente de barcas por las naves chapadas de
hierro del almirante Bonifaz ocurrió el 3 de Mayo de 124S; la ciudad se
rindió el 23 de Noviembre, y el ejército cristiano entró triunfalmente el
22 de Diciembre. Jerez fué tomada, según todas las probabilidades, aunque
no es seguro, en 1251, y en el mismo año cayeron sucesivamente todas las
poblaciones de la actual provincia de Cádiz. Esta última campaña la dirigió
el hijo de San Fernando, Don Alfonso el Sabio.
Meditaba y preparaba el santo conquistador una expedición al África
cuando murió en Sevilla (noche del jueves 30 de Mayo de 1232I, edificando
al mundo con su piedad y contrición. Cuenta su nieto D. Juan Manuel, por
habérselo referido á él Sancho el Bravo, que «cuando el rey Don Femando
«fincó en Sevilla», á todos sus hijos, presentes en su agonía, dejó muy bien
heredados, menos al padre de dicho D. Juan Manuel, que era muy mozo:
<et D. Pedro López de Ayala, que lo criaba, dijo Sancho el Bravo, trajo el
tmozo al rey, et pidió por merced que se acordase del... Estaba ya el rey
acerca de la muerte, y non pudiendo fablar si non á muy grand fuerza, dijo:
>Fijo, vos sodes el postrero fijo que yo hobe de la reina Doña Beatriz, que
• fué muy santa et muy buena mujer, et sé que vos amaba mucho. Otros!, fiero
>nos vos puedo dar heredad ninguna, mas dovos la mi espada lobera, que es
(i) Era hijo de Alfonso IX 7 de Doña Berenguelí ei decir: herm&no de padre y medie
de San Fernando. Refiere Don Alfonso el Sabio que leoneses ; galiegoi, por oposición i U
anión de las dos coronas, iralsron de dar la de León á este infante; pero él le opuso, tigniendo
los consejos de su madre Doña Berenguela.
(Exflicación de ¡,i Mmina Lll.)
EMultnra en marfil de hn árabes en Eapalla. - 1 , Atquelí f> cofre de msrf II estilo iribe-blin-
lino, finnddíiglo \i. Se guirdien el monaslerio de Sanio Domlneodc Silos (Burgos). -~ 2 y I. joyero y n
tipa, siglo \IV', colección del conde de Valencia de Donjuán. — 4. Cofre de estilo pena.inbe del siglo XIV,
exilíenle en 1i catedral de Pimplona. Lleva el nombre Al-Minzor y data del iffo lOQS.
D,g,t7cdb/GOOgIC
HiSTOKiji Grífica a» LA Civilización Española
,, Google
EiCBltnra cu mnrta de loi árabe* en Eipala.
252 HISTORIA DB ESPAÑA
>cosa de muy grand virtud, et con que me ñzo Dios á mi mucho bieD> (i).
San Fernando tuvo digno compañero en la gobernación de la Península
y en las empresas contra infieles en su contemporáneo el rey de Aragón Don
Jaime, á quien para santo sólo le faltó la continencia, y fué quizás el rey más ref
de nuestros anales. Nacido en Montpeller el sábado 2 de Febrero de i2otJ,
hijo de Pedro II, el de las Navas, y de María de Montpeller, de la que
dijo el mismo Don Jaime: <si en el mundo habla una mujer buena, era ella;
>temfa y honraba á Dios; fué ama-
>da por cuantos la conocían, y to-
ldos la llamaron santa> (2), hubo
de correr desde la más tierna in-
fancia extrañas vicisitudes. Su pa-
dre, que se apellidaba ti Católico
y había llegado á declararse feu-
datario de la Santa Sede, por fa-
vorecer á su cuñado el conde de
Tolosa se puso de parte de los al-
bigenses y contra los cruzados de
Simón deMonfort.Vencidoymuer-
to en la batalla de Muret (13 Sep-
tiembre I2i3),quedó el niño Jaime
caulivo de Monfort, y sólo pudo
volver á su reino por una orden de
libertad dada porinocendoIII, del
que dijo él luego en su Crónica: d
mejor pontífice que en un siglo kabia
ocupado la Silla del Apóstol. Los tíos
del Rey tuviéronle en el castillo de
Monzón no menos cautivo que hu-
biera podido tenerle Simón ; pero
á los diez años se evadió y gober-
^ , „ , , , nó por si. El 6 de Febrero de 1222
Don. B«Mgud.. ,3) se casó teniendo nada más que tre-
ce años, en Agreda, con doña Leo-
nor de Castilla, hermana de Doña Berenguela, enlazándose así con San Fer-
nando y con la Casa de Suavia. Luchó decidido y perseverante con los ricos
hombres de Aragón; en las Cortes de Barcelona (Diciembre 1228) resolvió la
conquista de Baleares, que duró hasta 1232 (4). Esta presa no era, sin em-
bargo, más que el principio de la guerra, que, según él mismo dice, había de-
(r) «Traclado que fiío D. Juan Manuel sobre lai simu qne (atron didas i sa padre el íd-
Kfante U. Manuel... et de cómo pasó la Tabla que con el re; Don Sancho ovo antes qae finaso.
IJ) Bernardo d'EscloC j Muntaner retiereD, aunque diürtendo en pormcDOres, qae los
cónsules y prohombres de Montpeller, disgustados il vei que Pedro II, may aficionado i las
laidas — hoiae ilt femkras dice la crónica, — no hacía caso de su esposa jr así no habla real sm-
cesión, discurrieron con Guillen de Álcali, rico hombre tragonas, la estratagema de tntrodo-
cir á la reina en el cuarto donde aguardaba el rey i su amiga. A la maíiana el Re; exclamó'
Ftits que asi ei, guitra H ciclo cumpUr nueilros volas. D. Jaime en su Crónica no sólo no habla
de esto sino que parece contradecirlo al consignar que fué concebido en Mírebal.
(í) LaestatuadeD.'' Berenguela lo mismo que la de Enrique! fueroncolocadasenlaCate-
dral-Me¡quitade Toledo muya principios del siglo xiii, por el arzobispo D. Rodiigo.AI demolei-
se aquel templo árabe, se retiraron de allí ambas y la de D.» Berenguela fui i parar al Taller Jí¡
moro, en donde permanecía en los promedios del siglo pasado. La de D. Enrique esti colocadi
éntrelas de los otros reyes en la capilla mayor de dicha catedral, en el machón mis próximo
al aliar.
(,]) Hasta 1235 no fué sometida Ibiza.
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HISTORIA DE ESPAtÍA 253
clarado <á todos los sarracenos del mundo por tíerra y por mar, soportando
>el viento, la lluvia, laa tempestadess el hambre, la sed, el frfo y el calor para
• conquistar á los infieles ciudades, castillos y aldeas en los montes y en los
•llanosi. En seguida acometió la empresa de Valencia. La guerra fué porfía-
disima, llena de incidentes heroicos, y tan prolongada, que do terminó hasta
el sábado 9 de Octubre de 1238, dia de la solemne entrada de los cristianos
en la hermosa ciudad del Turía. Pero contra los iufíeles siguió luchando hasta
que, conquistada Murcia, no tuvo
Aragón fronteras musulmanas.
Murió de sesenta y nueve ahos
(miércoles 27 de Julio de 1276).
• frente á frente de San Luis, de
•San Femando y de Alfonso el
•Sabio, Don Jaime tiene un lugar
•aparte. Por desgracia suya, no es
• santo, y, afortunadamente para
• sus vasallos, no es sabio: es rey,
•no es más que rey; y lo es en la
• más hermosa acepción de la pa-
•labra rtx, dirigiendo á su pueblo
• por los caminos de la justicia y
>de la civilización. Jaime es por
•excelencia el hombre de acción,
•de la acción inteligente, noble,
•desinteresada y sublime, cuya
•popnlaridad consiste en la gran-
•deza misma de sus pensamien-
.los. (i).
S3. — Con estos dos grandes
monarcas Castilla y Aragón no
sólo alcanzaron un gran desarrollo
territorial, sino que asentaron de-
finitivamente su organización poli- Eariquel. (a)
tica, y tomaron resueltamente el
camino de la cultura que podemos llamar moderna. Seflalan, pues, tan glo-
riosos reinados un punto natural de separación entre dos épocas — cuanto
semejantes puntos y épocas no sean del todo arbitrarios, — de tal suerte que
la faz general de las cosas antes y después de ellos preséntase de muy dis-
tinto modo. Momento es el presente, por tanto, el más oportuno para dete-
nemos en la narración y presentar el cuadro sintético de la historia interna
de los reinos cristianos de la Península durante tan largo periodo.
Y lo primero que hay que apuntar en este orden es que las monarquías
cristiano -españolas de la Edad Media fueron del mismo sistema social, polí-
tico y administrativo que sus contemporáneas del continente europeo. Las
nadones son independientes naciendo á la vida pública y desarrollándose
autonómicamente; pero forman entre sí grupos por comunidad de origen y
de civilización, dentro de cada uno de los cuales se va cumpliendo la misma
ley evolutiva, hasta el punto de que las instituciones y el modo de ser de
(I) Sinchcz Cando. V*»»e Toartoolon (Jíame I Ii Conqueranl). El «ño &t I908 se ce-
lebrí CD Mantpeller y en todos los reinos de la aaligua corona de Aragón el séptimo cenlena-
rio del nacimiento de Don Jaime. Entre loa trabajos lilerarios propios de las solemnes fiestas
debe citarse la edición monumental de la Créniía real, escrita por el mismo Conquistador.
'3) Viiie la nota 3 de la plgina 351.
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254 HISTORIA DE BSPAÑA |
todas son, si no absolutamente iguales, muy semejantes: sólo difieren unas de
otras en pormenores que, ó son verdaderas excepciones, ó singularidades res-
pecto del tipo general. Y á medida que se profundiza en su estudio comparado
va notándose que tales singularidades 6 excepciones son, ó meramente de
nombres ó apariencias, ó harto más insignificantes, que lo que se creyó en un
principio. La España cristiana pertenece al grupo de naciones propiamente
dicho europeo, y siempre ha seguido en-su desarrollo histórico el camino
que todas las de su grupo,
no marcando su individuali-
dad nacional sino en algunos
puntos determinados por
las circunstancias especiales
su carácter colectivo 6 por
que ha ido atravesando.
De nuestro antiguo régi-
men medioévico puede afir-
marse, pues, cuanto del bri-
tánico ha escrito el profundo
Macaulay: ique pertenece á
>la clase de aquellas monar-
>qufas limitadas que nacie-
>ron en la Europa occiden-
»tal durante la Edad Media,
»y que á pesar de sus dife-
>rencias se daban todas cier-
>to aire de familia; parecido
>que no causará extrañeza
>si se advierte que las co-
„ , „ , ,_■ ^ „ . "marcas en las cuales se
Doña BerengaeUrenunc. « su h,,o Do» Fenundo. .forn,aron fueron provincias
>del mismo grande Imperio
icivilizado, y sin excepción invadidas y conquistadas casi al mismo tiem-
>po por las tribus del mismo bárbaro y belicoso pueblo; que formaron par-
>te de la misma coalición contra los sectarios de Mahoma; que se haila-
>ron todas en comunión con la misma Iglesia; que sus constituciones polltí-
>cas adoptaron naturalmente la misma forma en todas partes; que sus insti-
>tuciones procedían de la Roma imperial, de la pontificia y de la antigua
• Germania; que todas tuvieron reyes y en todas se hizo hereditario el ejer-
>cÍcio de la realeza; que todas tuvieron nobles, cuyos Htulos indicaban origen
■ militar y dignidades de caballería y reglamentos heráldicos idénticos; y to-
>das, finalmente, fundaciones eclesiásticas dotadas de pingües rentas, y mu-
>nicipios también con grandes franquicias, y asambleas cuyo consentimiento
>era indispensable á la validez de ciertos actos públtcos> (i).
El mismo Macaulay nos enseña que estas constituciones, sólo una en
esencia, de los diversos Estados cristianos, no fueron formadas, como laa mo-
dernas del continente europeo, de una sola vez ó por acto legislativo de
asambleas constituyentes imbuidas en ciertos principios ó ideas de filosofía
política, sino que se elaboraron espontánea y lentamente por el choque de
unos elementos sociales con otros, por recuerdos de tiempo viejo latino y
germánico, y al impulso de necesidades que iban surgiendo; por el influjo de
doctrinas buenas, cuales eran las de la religión cristiana y del Derecho ro-
D,g,t7cdb/COOgIC
HISTORIA DB ESPAÍJA 255
mano, nunca olvidado, al meaos por los más doctos, mezcladas y confundidas
con errores y preocupaciones hijos de la ignorancia y de la barbarie. Asi re-
sultaron esas uniformes constituciones con una excelsa cualidad y un grave
defecto: la cualidad fué la solidez, dimanada de su compenetración perfecta
con el estado social, ya que no eran sino este mismo estado social tal y como
babfa ido cristalizando en formas políticas, ó constituyéndose sin ñlósofos 6
políticos empeñados en amoldar la sodedad á las normas ideales conce-
bidas en su gabinete. El defecto era la confusión, porque ni se bablan sen-
tado principios fundamentales de que fueran las leyes ó costumbres un des-
arrollo metódico, ni se hablan inducido estos principios, como modernamente
se ha hecho en Inglaterra, del estudio de las leyes mismas; en la Edad Me-
día no estaban legalmente determinadas ni limitadas las atribuciones de na-
die; todos los elementos sociales — Iglesia, Estado, papa, reyes, nobles, et-
cétera— parece que aspiraban por igual al predominio absoluto, no tolerando
á los otros factores ó elementos de la sociedad sino á la fuerza; y de aquf un
equilibrio inestable ó un aumento á disminución constantes de poderio en
cada uno según las circunstancias del momento ó las condiciones de talento,
valor y ambición de las personas á quien tocaba representar cada orden.
Esta confusión engendraba un inacabable y agitadlsimo periodo constitu-
yente, que duró toda la Edad Media.
Dos fenómenos sociales contribuyeron poderosamente al acrecenta-
miento de esta confusión: el feudalismo y la organización militar.
84. — Feudalismo. — Esta palabra se nos ofrece hoy con una signiñca-
ción algo confusa, y es porque la institución ó sistema caracteristicos de la
Edad Media á que se aplica variaron mucho según los tiempos y países en
que rigió, y así, el feudalisfiw no fué lo mismo antes y después de Carlomagno
ni en Francia ó Alemania como en nuestra Península (i). Pero en todas partes
y en todos tiempos tuvo caracteres lípicos comunes, dimanados de la idea, ó,
mejor dicho, del error que fué su origen.
La etimología del vocablo feudo nos da razón de este origen común.
FíMdo no viene alfides: fe, ni á^faedus: alianza, como apuntó Monlau, sino
de voces germánicas expresivas todas de la idea de propiedad territorial (3); y,
efectivamente, los conceptos át feudo y feudalisttio estuvieron siempre y en
todas partes asociados al concepto de posesión del suelo. El feudatario era
un terrateniente, ó que posda derechos (tus in re) sobre la tierra. Aho-
ra bien; la idea de propiedad, tan claramente deñnida por el Derecho ro-
mano, se embrolló en la Edad Media por lo que se refiere á la inmue-
ble, en parte por efecto del hecho de la invasión de los bárbaros, y en parte
por desarrollo anormal y excesivo ó por mala inteligenda de algunos prind-
pios del mismo Derecho romano, y el resultado fué que se llegó á la conclu-
sión absurda de que el dueSo de un terreno es señor de todos los que viven
en él, confundiéndose así dos cosas que deben ser tan distintas como la pro-
piedad y la soberanía. £1 Derecho romano habla ofrecido ya en la senñdum-
l>re de ¡a gleba d tipo de heredades con hombres adscritos á ella indisolu-
blemente, y sobre los cuales tenía dominio absoluto el dueño del terreno;
pero esos hombres eran esclavos, y para esclavos tal género de servidumbre
¡1) De donde dimana, i nueatrojaicio. que Martínez Marina, Lista y otras hayan podido
negar la existencia del feadalismo en España, especialmente en Castilla y León. Tenían razón
en cnanto comparabaD nuestro itgimen ieadal con el de Francia, Alemania é Italia, es decir,
de loa países que constitayeron el Imperio carolingio, muy distinto del nuestro, exceptuando
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3^6 HISTORIA DE ESPAÍ^A
representaba, sin duda, un alivio en su misera condición; en la Edad Media,
no ya el siervo, sino todo hombre que moraba eo el terruño, estaba subor-
dinado al dueño. Mas si por efecto de tan grosero error el que vivía en tierra
ajena era vasallo del terrateniente, éste, á consecuencia del mismo absurdo
principio, no podía ser verdadero propietario de su heredad, sino mero po-
seedor, ya que el soberano ó rey había de asumir la propiedad de todo el t%-
rritorio, ser dominios rerum (señor de las cosas), como lo era de las personas, ó
rey propietario, según la locución castellana. En resumen: el feudatario era un
terrateniente que dentro de su heredad ó feudo tenía la soberanía sobre las
personas que allí habitaban, y que á la vez se reconocía mero poseedor de
la tierra, porque no había en todo el Estado más que un verdadero propieta-
rio: el rey. Más breve: el feudatario era el propietario territorial, seg;ún se
concibió este tipo en la Edad Media.
Sobre esta base la institución nació y se desarrolló según la índole de
los pueblos. Después de la desmembración del Imperio carolingio, en los
reinos fundados sobre su ruina fué organizada sistemáticamente para la de-
fensa militar, dándose las tierras por el soberano como estipendio y recom-
pensa del servicio de las armas y en proporción á la entidad del mismo ser-
vicio, ó sea al número de hombres con que cada feudatario debía acudir á la
guerra. En España sólo en Cataluña tomó este carácter, si bien tendió á él en
todas las regiones.
Organización uilh-ar — El Imperio romano impuso al mundo domira-
do por él el inestimable beneficio de la paz interior merced al instrumento
de un ejército permanente, bien organizado y sumiso por el vínculo de la
obediencia pasiva al emperador ó soberano. En nuestra época las naciones
viven también en paz interior por haberse restaurado en todas ellas aquella
institución romana del ejército permanente como cuerpo separado de la po-
blación civil. Asi, en nuestros días, lo mismo que en los buenos tiempos de
Roma, mientras los militares profesan el arte de la guerra procurando lle-
varlo á su mayor perfección y están siempre apercibidos, no sólo á rechazar
acometidas de enemigos exteriores sino á reducir á los díscolos y descon-
tentos, que nunca faltan en ninguna nación, por bueno que sea el gobierno,
la masa de ciudadanos puede dedicarse tranquilamente á las artes de la paz,
cada uno en su oficio; y de aquí que haya orden ó libertad, que es lo mismo,
y que constantemente progresen la industria, las ciencias y todo lo que enno-
blece y hace grata la vida humana. Pero en la Edad Media estaba muy lejos
de ser asf: no había ejército propiamente dicho, sino que todos los hombres
libres eran soldados, y organizábanse como querían, y para ser más fuertes
armaban á sus siervos, y los feudatarios hacían de sus casas plazas fuertes y
dirimían á viva fuerza las querellas con los vecinos. La obligación legal era
estar prontos al llamamiento del rey, ya para ir at fonsado (hacer entradas
en tierra enemiga), ya para defender el territorio invadido por enemigos;
quien podía, iba con caballo, y disfrutaba por eso de grandes prerrogativas
sociales y políticas; quien no, sólo con su persona y armas. Los tiempos más
pacíficos entonces eran los de las guerras, que ahora nos parecen mayores,
pues á ellas acudía toda la multitud de hombres de armas, que cuando no
había tales motivos se dedicaban á guerrear unos contra otros. <En aquellos
• tiempos — dice Macaulay, — si un jefe popular levantaba pendones por
>una causa simpática, en veinticuatro horas reunía un ejercito irregular, que
>regular no lo habla, pues si todos entendían algo del oficio de soldado, casi
>ninguno lo sabía por completo. Y como los rebaños, las cosechas y las roez-
• quinas viviendas constituían toda la riqueza nacional, y todo el menage de
»los hogares, y las provisionei de las tiendas, y los instrumentos y útiles que
D,g,t7cdb/GOOgIC
HISTORIA DE ESPAÑA 257
• habla en el reino apenas vallan lo que la propiedad actual de algunas pa-
• TToquias, y las manuracturas eran groseras, y el crédito público cosa deseo-
•nocida, la sociedad se reponía fácilmente no bien pasaba la tormenta, que-
• daodo reducidas las calamidades de la guerra civil á una matanza mayor ó
• menor en el campo de batalla y á las ejecuciones y confiscaciones subsi-
•guientes, y ocho días después del combate los gañanes uncían los bueyes al
• arado para labrar la tierra que ^rvió de palenque á la contienda, y el señor
• lanzaba sus halcones como si nin-
•gún suceso extraordinario hubie-
• ra interrumpido poco hacía el
• curso regular de la vida huma-
na» (i). Pero estas peripecias, tan
admirablemente pintadas por el
gran historiador inglés, repetíanse
con suma frecuencia, y hoy, le-
yendo las crónicas, á pesar de ser
tan concisas , nos preguntamos
asombrados cómo podía vivir la
gente en aquella permanente anar-
quía, co aquella guerra trasmitida
de generación en generación du-
rante vanos siglos.
Teniendo muy en cuenta es-
tos fenómenos es como pueden
comprenderse las instituciones y
los hechos de la historia interna
de la Edad Media.
85. — Monarquía. — En to-
dos los reinos fué electiva, menos
en el condado de Barcelona, don-
de, según ya hemos visto, la dig-
nidad condal nació de nombra-
miento de los reyes francos, en un
principio temporal, y después he- (^^ '
rcditaría. En las otras regiones el
rey era, según la frase tradicional,
oltMÍo ó levantado, lo que indica bien claramente el carácter electivo de la pro^
clamación. Antiquísima ó inmemorial era la costumbre de jurar el rey la obser-
vancia de las leyes, fueros, privilegios, buenos usos y costumbres del reino
antes de recibir el pleito homenaje de los prelados, ricos- hombres, caballe-
ros, ciudades y villas; finalmente, el rey era ungido con el óleo santo. Siem-
pre hubo la tendencia á la tras formación de la monarquía de electiva en
hereditaria, y pocas veces, aun en los primeros siglos, salió la corona de
la misma familia; desde Pelayo hasta Fernando el Magno, menudean los casos
de sucesión hereditaria; á dicho Fernando le vemos tomar el reino de León
por derecho de su mujer, y á su muerte dejar sus Estados repartidos entre
sus hijos, lo que nos indica que el error del feudalismo se había incorporado
va al concepto de la monarquía, teniéndose el rey por propietario del reino.
Habiéndose dicho á Don Fernando que hacia mal repartiendo el reino, con-
testó qne, como lo había conquistado ó ganado, podía disponer de él como
quisiera: las palabras conquistas^ ganancias y compras se habían hecho sinóni-
Fcnnndo III el Saate.
(1) Obrmcit.
ilccdo. Historia d
D,g,t7cdb/COOglC
258 HISTORIA DE ESPAÑA
mas, como vemos en los fueros de Navarra. La trasformación de la monar-
quía en hereditaria fné un bien que hay que agradecer al error del feadalts-
mo, aunque por lo pronto trajera el mal de las reparticiones del reino y de las
minorías turbulentas. Consecuencia de tan notable cambio fueron la jura del
inmediato sucesor en vida del rey su padre, y la intervención del reino en
los matrimonios regios. Alfonso VI consultó con los prelados y sefiores el
casamiento de su bija con el rey de Aragón. Alfonso VI[ «casó teniendo por
>bien los ornes buenos de su Imperio, ya era en edat de casar, é de facer
«heredero que mantuviese el reino é los pueblos enpaz>. Las Cortes de Bur-
gos intervinieron en el matrimonio de Alfonso VIII y Doña Leonor, y las de
Carrión (i iSS), en el proyectado enlace de Doña Berenguela con Conrado de
Suavia. Se ve que ta costumbre había establecido el orden de suceder tal y
como las Partidas luego lo sancionaron.
En cuanto á la autoridad real, los antiguos fueros la resumen en las cua-
tro prerrogativas esenciales de Justicia (administrarla en todo el reino, pues
hasta los señores lo hacían por delegación real), mongda (derecho de acuñarla),
Jtmsadera (facultad de exigir á todos los hombres del reino que le sigan á la
guerra ó le paguen una redención por el servicio militar), ¿ shos yaniarts
(derecho de ser alimentado por el reino, y especialmente por la ciudad en
que residía): en estas prerrogativas iban incluidas la potestad l^slativa más
amplia y todo el poder ejecutivo. £1 rey era legislador, gobernador y juez
supremo del reino.
En los Estados cristianos las personas eran síervas ó libres. Se caia en
servidumbre: por nacimiento, por obnoxacián (voluntariamente, es decir, por
renuncia de la libertad), por deudas y por cautiverio. El siervo de nacimiento
se llamaba de criasÓH, y el que voluntariamente se hada siervo de la Iglesia,
oblato. El siervo era una cosa, y no una persona. La servidumbre de la gleba
consistía en la unión jurídica y material del cultivador con el predio que cul-
tivaba. Los siervos labraban á sus expensas y retenían los frutos, entregando
al señor una parte mayor ó menor, según la costumbre del lugar; como en-
tonces corría poco el dinero, el canon se pagaba en especie: ganado, aves,
manteca, lienzo, etc., amén de los servicios personales exigidos por el ama.
Aun cuando andando el tiempo el siervo se convirtió en colono y disfrutó de
cierta libertad, su condición fué siempre muy triste. En Cataluña, por ejem-
plo, estaba sometido, además de á las prestaciones ordinarias, á las s§a malas
»soí, entre los cuales era singularmente odiosa la otgMcia, en virtud del cual, si
la mujer del payés cometía adulterio sin consentimiento del marido, sus bie-
nes se repartían por mitad entre dicho marido y el señor; y si se probaba que
el marido consintió, todo era para el amo: de aquí vino el adagio sobre cormas
sin^uo sóidos. También era un mal uso la firma de spoli, sobre el cual se ha
fantaseado que consistía en un vergonzoso tributo de la payesa al señor antes
de consumar el matrimonio; nada menos cierto, sin embargo. Solsona, maes-
tro de los doctores catalanes, ha probado que \i firma de spoli 6 Jerma dt
spoli forsaí no era otra cosa sino un canon que había de pagar el payés al
señor por la autorización para hipotecar la tierra en seguridad de la dote
recibida. En la Compilación de Pedro Albert hay una constitución que pres-
cribe á la mujer heredera del feudo prestar homenaje al señor, y como una
de las ceremonias del pleito -homenaje era el ósculo del señor al vasallo, se
a LIO).
■ I. Jirrón árabe del si^to MH, niftenle en d MuiM ArqucolAgico NadoiuJ.
de nn tener teflejos metílicos, — 2. Jim hiipano-inbe, siglo xv. — J. Bolc dr
xorido con oro y xvA. — \. Plilo-bruero hiipano-moirlico, siglo f\.
,, Google
Historia Gkípica de la Civilizaciún Española
Cartmiea árabe.
D,g,t7cdb/COOgIC
Historia GkIfick de la Civilizacióm Espaüoi
Hierro* arllstlCM.
,,CoogIc
HISTORIA DE ESPAÑA 26l
previno que eo ese caso nombrase la payesa un representante para cumplir
esta parte del ceremonial.
Los hombres libres eran de dos clases: i.' Los nobles, que en los prime-
ros tiempos eran designados con los nombres de príncipes, potestate terrae,
proceres, magnates y rici-komnes, auxiliares y casi compañeros del rey en la
guerra, á que acudían con sus vasallos, y en la paz, ya desempeñando los
gobiernos (condados), ya en oficios palatinos {magnates togae piUatii). Después
la nobleza fué organizada en grupos jerárquicos: infantes (hijos legítimos del
rey), condes y viscúndes, ricos-honus, infanzones, caballeros, escuderos é hidal-
gos, que en Cataluña se llamaban komes deparatge. En Aragón ios infanzones
fueron llamados al principio mesnaderos, y existia la clase de los harona des-
pués de la de los ricos-hombres. 2.' L^s hombres libres sin nobleza: patrocina-
dos ó sometidos á benefactoría de otro, y los colonos ingenuos (colonos, coUa-
tos, solariegos, foreros, trihttarios, villanos, etc.)
Propiedad territorial. — Partiendo de los principios feudales ya ex-
puestos ligeramente, el rey daba las tierras á quien le parecía, ó se las reser-
vaba. De aquí la división de los terrenos en de realengo y señoriaUs, subdivi-
didos ios últimos en eclesiásticos (de abadengo) y seculares. Era dominio
abadial ó de juro de heredad el perpetuo, irrevocable y trasmisible á los here-
deros. Prestimonio, el título porque un vasallo adquiría terreno dentro de la
jurisdicción señorial, con deber de prestar al señor algún servido ó pensión.
Encomienda, la cesión temporal de una tierra ó lugar, generalmente por la
vida del bencfídado.
Poco á poco el siervo fué convirtiéndose en colono, el colono en vasallo,
y nadendo la clase de hombres libres no nobles, á la vez que la propiedad,
sin perder su carácter juridico de mera posesión, iba consolidándose, y con
lodo esto nació el verdadero pueblo, el conjunto de los homes buenos de GiJ-
(t//a. La tnfluenda de la Iglesia en este provechoso cambio es indiscutible.
<£lla tomó bajo su protecdón á la sociedad, y la salvó de los horrores de la
•anarquía. Valiéndose de su poder moral, obliga á los opresores á asociarse,
"bajo juramento, con los oprimidos á fin de hacer que se respete la paz pú-
• blica, la ley y los derechos de todos. La paz de Dios penetró por los reinos
>i)e León y de Castilla, como la paz y tregua habfa penetrado en el siglo xi
•en Cataluña. En el Concilio de Oviedo de 11 15, á que asistieron los obispos
• y magnates y el pueblo de la diócesis, juraron todos conservar la paz, tmpe-
>dir que se quitasen al colono sus animales domésticos, se saquease, robase,
•ni hidese daño alguno, y castigar al ladrón ó malhechor, al que le auxiliase
>y al que de cualquiera otra manera quebrantase la paz, imponiendo, además
• del anatema de la Iglesia, otras severas penas. Esta constitución se exten-
• dió por todos los territorios de Asturias, Castilla y León, jurando todos los
•hatütantes su' observan da. Don Alfonso el Batallador la hizo extensiva á Ara-
•gón, donde se conservó por mucho tiempo, como lo prueban las constitucio-
•nes de Don Ramón Berengner de 1 164 y las que posteriormente se hicieron
•en la época de Don Jamie el Conquistador. Don Alfonso Vil confirmó también
'la paz hecha en el Concilio de Oviedo, conservándose esta Institución, como
•lo atestiguan las constitudones hechas por su nieto Alfonso IX de León> {\).
(1) Muñoz y Romero (Díicnno de recepción).
Espli-mion at la lamina LIV).
Hierro* artiltlcoi. - 1. Cuiddibro. siglo MV, Iglnla de San Pedto de Tarrisa. — Z. Reja del si-
llo W.Baillicadí San Viirdte, Ávila.— 3. Braieto de bronce, siglo XIV. — í. Aldabón del sigloxv. — 5, De-
ulte de la iter|a del altar de San Anlonio.ilglo XI. Basílica de San Vicmle, Ávili.
,, Google
262 HISTORIA DE ESPASa
La influencia eclesiástica se manifestó por los obispos y por el clero,
pero muy especialmente también por el monacato. Las Órdenes religiosas son
tan antiguas en España, que en el Concilio I de Zaragoza (3S0) y en el I de
Toledo ^00) se legisló sobre ellas. En la época visigoda llegaron los monas-
terios á un gran esplendor, y empezada la Reconquista, no sólo renacieron á
nueva vida y se fundaron muchos, sino que constituyeron el elemento más
activo de colonización y repoblación de los terrenos reconquistados. En
aquella época de hierro en que se conceptuaba el ejercicio de las armas única
profesión digna de un hombre libre, los monjes que, apartados por sus votos
de ta vida militar y considerando el trabajo corporal y el cultivo de las faculta-
des del alma más como un acto de penitencia propio de su instituto que como
un modo de ganarse el sustento, no temían rebajarse coa las faenas más du-
ras; eran los únicos que comprendían que el destino humano sobre la Tierra
se cumple tan perfectamente ó mejor que dando y recibiendo cuchilladas en
los campos de batalla, leyendo, estudiando, meditando y escribiendo, labrando
la tierra, construyendo edificios; ejerciendo, en suma, todas las artes de la paz.
Por tanto, el monacato no constituía en aquel tiempo un elemento de
civilización, según ha podido serlo después, sino que era la dvÜizadóu, toda
¡a civiliíorión, en su triple aspecto moral, intelectual y material; era el dere-
cho, la ciencia y el trabajo, y fuera del monasterio difícil es hallar más que
fuerza bruta, ignorancia y belicoso ardimiento. Es verdad que habla héroes;
pero héroes que no sabían escribir su nombre ni leer una línea, que despre-
ciaban el trabajo como cosa propia de siervos, y que creían con absoluta
buena fe, con la firmeza con que se creen las preocupaciones hereditarias,
que el buen caballero se rebaja ganándose el sustento de otro modo que
despojando á los enemigos en el campo de batalla; hombres, en suma, en quie-
nes el guerrear perpetuo habla desarrollado, aunque de cierta manera noble,
todos los instintos crueles de la matanza y de la rapiña.
Innumerables fueron los monasterios fundados y las donaciones de reyes
y particulares que los enriquecieron desde el siglo vm al xi. El más famoso,
el de Sahagún, llamado primitivamente Domnos Santos por hallarse en el
sitio que se creía sepultura de los mártires Facundo y Primitivo, y después
de San Facundo, y que fué sin duda en la mente de Alfonso III su fundador,
y en la realidad de los hechos, el elemento más activo de repoblación en los
devastados campos góticos; toda aquella comarca se llenó de colonias mona-
cales en torno de iglesias reedificadas servidas por los monjes de Sahagún, y
que fueron otras tantas villas ó granjas agrfcolas, base de futuros lugares.
Estos núcleos de población plebeya se desarrollaron poco á poco, dando
lugar á las behetrías (lugares ó grupos de lugares con facultad de elegirse
señor, ya libremente, behetría de mar d mar — ya entre los individuos de una
familia — behetrías de linaje d linaje), y á las villas ó concejos (pueblos inde-
pendientes de toda jurisdicción que no fuera la del rey, tipo del municipio
español), de los cuales los más importantes — los que eran sedes episcopales —
tomaron el título de ciudades.
Así nació el pueblo, cuya importancia política creció siempre, contraba-
anceó la de la nobleza, y apoyó á los reyes en su grande obra de crear el Es-
tado moderno.
Los reyes contaron con el pueblo, llamándolo á los grandes Consejos de
( ExplUadón di la lamina 1. 1 .)
Emalteadtí ilflo Xtl.-I. Piito
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Historia Obífica dk la Civilizaciúm Española
Etnudtc* ilel «Ifla XII.
D,g,t7cdb/COOgIC
Historia (íhÍfica de la Civiliiaciók Rsvañola
HISTORIA DEL TRAJE.-SIglal Xllt yXIV.
D,g,t7cdb/GOOgIC
HISTORIA DE ESPAÑA 365
b Corona en cuanto tuvo importancia social proporcionada á la fundón polí-
tica. Al Parlamento inglés no concurrieron lús comunes hasta 1226^ á las Dietas
germánicas no fueron los burgueses hasta 1237, y en Francia el estado llano no
asistió á los Generales del Reino hasta 1303. En Castilla y León tenemos las
Cortes celebradas por Alfonso IX en su capital, aflo de 1 1 88, de las que dice
el mismo monarca: ^nos ayuntamos en León, cibdat real, en la honrada com-
>pañía de obispos, é la gloriosa de los ricos príncipes y barones, é muche-
•dumbre de las cibdades ó embiados de cada cibdat por escote.> Y antes,
en 1 169 consta que hubo representación de los concejos en las Cortes de
Burgos, convocadas por Alfonso VIII. En Navarra, según Moret, asistieron
legMlos dt todos los pueblos á las Cortes de 1194; y en Aragón, según Zurita,
por la misma fecha.
Realmente hasta que el pueblo entró en las Cortes no tuvieron estas
asambleas dicho nombre, ni fueron verdaderas representaciones del reino;
pero esto no significa que antes no se celebraran. Consta, por el contrario,
que desde el siglo ix reuníanse concilios, continuadores de los de Toledo, y
confusos, como ellos, en sus funciones á la vez eclesiásticas y seculares. Con-
currían á estos concilios, como se ve por el de León, en el reinado de Alfon-
so V, omnes pontífices, et aibates, et optimates regni Hispaniae; ó por el de Co-
yania (1050), á que asistieron episcopi, et abbates, et omnes regni optimates. Se
trataba de lo religioso y de lo temporal — cada vez menos de lo primero y
más de lo segundo, — y cuando llegaron los procuradores de las ciudades, ya
no se habló más que de la gobernación del reino, dejando á los sínodos ecle-
siásticos el arreglo de la Iglesia.
66. — Contribuyó á esta debida y necesaria separación entre lo temporal
y lo eterno un suceso de la mayor importancia, ó, mejor dicho, una revolu-
ción trascendental realizada en todo el mundo cristiano, y que en España se
consumó á la segunda mitad del siglo xi. Desde que fué establecido en nues-
tra Península el cristianismo, los obispos y el pueblo cristianos reconocieron
y acataron como instituida por Jesucristo la supremacía, no sólo de honor
sino de jurisdicción, del obispo de Roma, sucesor de San Pedro y vicario de
nuestro Señor, sobre toda la Iglesia: multitud de documentos atestiguan en
todos los siglos esta verdad. Es, sin embargo, cierto que, ya por la diñcultad
de las comunicaciones, ya por las vicisitudes de los tiempos, la autoridad
apostólica, lazo de unión del mundo cristiano, no era ejercida en las provin-
cias un tanto alejadas de Roma con la regularidad que resulta tan eficaz y
salvadora. Oe aquí una especie de indedepencia de hecho ó de aparta-
miento material del centro de la unidad católica, de que no podían derivarse
sino males. Gracias á la buena doctrina y virtudes de nuestros antepasados
estos males no llegaron á la corrupción ó adulteración de la verdad religiosa,
ni al intento de cistna, ni á la debilitación de la fe; pero la confusión de atri-
buciones eclesiásticas y seculares y la intervención predominante del Poder
civil en los asuntos relif^sos, ¿no eran consecuencias de aquel estado?
(Sx/)¡¡í-a.i¡a dt ia lámina L VJ.)
HISTORIA DELTRige. Siglo XIII yXIV.- 1. E^Ulua en b Mista del «unro de U catedral vieii
deSilaminca. — 1. Eitaluí sepulcral d: la Infanta Dorta Leonor Rodríguez de Castro, Villalciiar de Sirga
(Pilencia). — !, Esculluri sepulcral del infanle Don Felipe, vnialcázar de Sirga (Falencia). — 4 y 5. DoAi
ConiluKiadc Arisdn y id apoto D. Quillernia Ramún de Moneada, Seztcscal deCalaliifla. (EsUn lomadas
estas ñgoras de las eMaluas yacentes de sns sepulcros qne se hallan en la Catedral de Lítlda). - f>. Dona
Eliielda de Moneada, esposa de Don Jaime II de Aragón (estatua sobre su sepulcro en el Real Monasterio
de ladrales, junto 1 Barcelona). — ?. La reina Doña Blanca, «posa dt Don Jaime 11 de Aragón <I>e la esta.
loa de su sepulcro existente en el monaslerlo de Santas Cruces, provincia de Tarragona). — S, D. Bernarda
de Anglesola (De U estatua sepulcral en el monasletio de Poblet), Este traje es del siglo Mv
,, Google
266 HTSTORIA DE ESPAÍlA
El insigne pontífice San Gregorio VII, de quien ha escrito el protestante
Gregorovius: «sus victorias, debidas, no al hierro ni al plomo, sino á las armas
>niás delicadas y espirituales, hacen á la Edad Media muy superior á los
•tiempos modernos, y este papa, más grande y admirable que Alejandro,
>César y Napoleón», se propuso que la antoridad pontificia fuera efectiva en
toda la cristiandad, y que en toda ella se tributase á Dios culto por el mismo
rito, para que en lo grande y en lo pequefio resplandeciera el »i*««m ovüe eí
unus pastor, prescrito por Jesucristo.
Auxiliares inteligentes y activos de la obra de Gregorio Vil fueron los
monjes de ta abadía de Cluny. La Orden benedictina no se parece á las
otras religiosas más modernas en constituir un conjunto ot^ánico ó una sola
familia espiritual establecida en diferentes casas, pero dependiente de un
superior único. El vínculo que la une, ó, mejor dicho, que la unía en la Edad
Medía, pues luego ya se ha establecido por los papas Superior general, era la
observancia de la regla de San Benito, que contíene reglas generales de vida
monástica. Dentro de esta regla cada monasterio se constituía con su parti-
cular observancia, á menos que adoptase la de otro ya fundado. De aquellos
monasterios, tipos ó matrices de otros, fueron especialmente famosos los de
Monte Casino y Cluny. El último llegó á contar en el siglo xii 2.000 monas-
terios á su imagen y semejanza, y constituyó el foco de civilización más po-
tente en la Europa occidental. Según las crónicas benedictinas, ciertas en el
fondo, aunque no en todos sus pormenores y fundamentos, los cluniacenses
vinieron á España á principios del siglo xi, reinando en Navarra Sancho el
Mayor, y reformaron algunos monasterios det Norte; á últimos de la misma
centuria {1062) el legado pontificio Hugo Cándido intentó ya que se adopta-
se la liturgia romana; pero encontró contradicción en nuestros prelados, y
Alejando II reconoció y aprobó el ritual (1063) que venia observándose en
España (i); en 1068 volvió Hugo Cándido á la Península, y consiguió que en
Navarra y Aragón fuese adoptado el misal romano, diciéndose la misa romana
en San Juan de la Peña el 22 de Mayo de 1071.
Aunque aparentemente tan distinta, estaba relacionada Intimamente coa
esta cuestión del rito la de la exención de los Monasterios ú órdenes reli-
giosas. En efecto; una y otra tendían á lo mismo: al ejercido constante y
efectivo de la autoridad pontificia en toda la cristiandad. Por medio de la
unidad del culto pretendíase hacer patente á los fieles la unidad de la Igle-
sia, de que el papa es padre común; y eximiendo á los religiosos de la auto-
ridad de cada obispo particular y sometiéndolos á la directa del romano
pontífice se daba á éste como una milicia espiritual enteramente suya, esta-
blecida en todas las diócesis. La experiencia posterior nos acredita que
cuantos enemigos de la unidad de la Iglesia han atacado después á la auto-
ridad pontificia, han empezado siempre su tarea arremetiendo contra las
Órdenes religiosas y procurando echarlas del pafs que han querido apartar
[O Procedía de los primeros Uempos, y fnt períeccionindose poco á poco en los conci-
lios de Toledo (III y IV) ypoi los más esclarecidos varones de la Iglesia, tenieodo San Isidoro
la m.-iyor parle en la obra. For eso <e la llama liturgia isideriatut. Los nombres de rilo iriuxa'
rabe y gótice bod impropios,
(EipUiación de la ¡amina L Vil.)
kooocrafU de NuMirm Stbora la Vlrsca Marta.- 1. Nuesiri ScHori de Ujní, «¡eio \ili (Niv*.
Trt). — 2, Nutslra Señara de U Arrivací, antigua pitrona de Murcia (principios del ligio XID). - 3. Imagen
déla Virgen en el púrtico de la Catedral de Tarragona. — 4. Virgen del Pllar-Zaragou(fines del siglo w.—
í. La Virgin con el Niflo. cobre «mallido. Iglesia de Husillos (Palencia). ~t. Virgen gfttici del siglo XV
tToledo).
,, Google
Historia Gráfica db la Civilización Esi-aüola LAmiha LVII
Icoaoirana d« Nneitra Scftora la Vitfta Harta.
D,g,t7cdb/COOgIC
268 HISTORIA DE ESPAÑA
del centro de la unidad católica; prueba decisiva, si no hubiera otras, de que
los papas de aquellos siglos, especialmente Gregorio VII, y los cluniacenses
que los ayudaron en su empresa sabían muy bien adonde iban y lo que ha-
bla que hacer para evitar que el catolicismo se fraccionara en cantones na-
cionales, los cuales, al constituirse luego vigorosamente las nacionalidades
modernas, hubieran caldo todos bajo la dependencia del Poder temporal.
Cierto que así ha sucedido en los Estados cismáticos y protestantes; pero
para ello ha sido menester proclamar abiertamente la herejía, y en ninguno
han faltado nunca núcleos fíeles á la unidad católica, ó sea d ¡a Piedra sagra-
da puesta por Jesucristo por cimiento del edificio religioso.
En Castilla la reforma pontificia tropezó con obstáculos dimanados, no
de oposición doctrinal sino de mero apego á los antiguos usos litúrgicos.
Pero la favorecieron los reyes, especialmente Alfonso VI. A Sahagún vino de
abad el cluniacense Roberto^ y después de él, Bernardo, «hombre de muy
• buenas costumbres y suaves, de muy buen ingenio, de doctrina aventajada,
>entereza y rectitud probada en muchas cosas y en quien resplandecía un
• ejemplo y dechado de la virtud antigua» (i), circunstancias que determina-
ron su elección para la sede de Toledo al ser reconquistada, aunque era
francés. Y no fué solo: Pedro de Bourges, Raimundo de Salvitate, Gerardo
de Moisac, Bernardo de Agen, Pedro de Agen, Jerónimo de Perigneux y
otros muchos cluniacenses figuraron al frente de nuestra Iglesia ocupando
las sedes más importantes durante los reinados de Alfonso VI, Doña Urraca
y Alfonso VII, mientras que muchedumbre de monjes franceses se avecin-
daba en todos [los monasterios peninsulares. Esto es lo que después se llamó
¡a invasión galieana, contra la cual tronaron tanto Masdeu y casi todos nues-
tros historiadores elesiásticos, aun los ultramontanos, en los siglos xvm y xix.
De los regalistas no hay que decir, pues para ellos es inconcuso que los
galicanos arrasaron las buenas tradiciones elesiásticas de nuestra patria. Lo
positivo es que, efecto de su influencia, la autoridad pontificia, aquí nunca
puesta en duda, ejercióse de una manera regular y constante; que el mona-
cato tomó una nueva faz emancipándose de la jurisdiccióu ordinaria de los
obispos, y desarrollándose en lo sucesivo bajo la dirección inmediata de la
Santa Sede, y, finalmente, que el rito antiguo español fué reemplazado por
el romano (2).
Na, por cierto, sin resistencia. He aquí cómo el arzobispo D. Rodrigo
refiejaba un siglo después esta oposición: (Turbáronse, dice, el clero y pue-
• blo de toda España al verse obligados por el principe y por el cardenal á
• recibir el oficio galicano: señalóse día, y congregados el Rey, el Arzobispo,
• el legado y multitud grande del clero y del pueblo, se disputó largamente,
• resistiendo con firmeza el clero, la milicia y el pueblo la mudanza del oficio.
• El Rey, empeñado en lo contrario y persuadido por su mujer, amenazólos
• con venganzas y terrores. Llegaron las cosas á punto de concertarse un
• duelo para que la cuestión se decidiera. Y elegidos dos campeones, el uno
• por el Rey en defensa del rito galicano, y el otro por la milicia y el pueblo
>en pro del oficio de Toledo, el campeón del Rey fué vencido, con grande
• aplauso y alegría del pueblo. Pero el Rey, estimulado por Doña Constanza
■ no cejó de su propósito, y declaró que el duelo no era bastante. El defensor
• del oficio toledano fué de la casa de los Matanzas, cerca de Pisuei^a.
(i) Mariana (IX-XVII).
|2) Conviene advertir que est
desde et pontiRcado de San Gelas
adoptase en [oda la Iglesia.
,, Google
HISTORIA DE ESPA5ÍA
269
•Levantóse grao sediciún en la milicia y el pueblo; acordaron poner en
■el fuego el misal toledano y el muzárabe. Y observado por todos escrupu-
>loso ayuno y hecha devota oración, alabaron y bendijeron al Señor ai ver
^abrasado el oficio galicano, mientras saltaba sobre todas las llamas del in-
>cendio el toledano, enteramente ileso. Mas el Rey, como era pertinacísimo
>ea sus voluntades, ni se aterró por el milagro ni se rindió á tas súplicas,
■ sino que, amenazando con muertes y conñscacíones á los que resistían, man-
ido observar en todos sus reinos
■ el ofido romano. Y asf, llorando
■y doliéndose todos, nació aquel
■ proverbio; AUd van U/es do quie-
*reM reyes. •
Este relato debe de ser legen-
dario é inspirado en un tiempo en
que le espíritu nacional, ya forta-
lecido por el progreso que nos tra-
jeron los extranjeros, habla reac-
cionado contra esta influencia fo-
rastera. Hay constantemente vi-
vos en toda nación dos espíritus
que son necesarios por igual para
el progreso de la especie humana:
uno es el nacional propiamente di-
cho ó indígena y exclusivista que
rechaza por instinto todo lo que
viene de afuera; y otro es el espí-
ritu verdaderamente humano ó
universal, por el cual nos recono-
cemos miembros de la gran fami-
lia humana. Si este segundo llega-
se á dominar algún día, desapare-
cerían las naciones ó patrias; pero
si dominara exclusivamente el pri-
mero, los pueblos aislados acaba-
rían por consumirse en su propia
decadencia. Es conveniente que los pueblos sean autónomos; pero es me-
nester que de cuando en cuando vengan aires exteriores á desentumecerlos
y refrescarlos ó, aunque no sea más, á ponerlos en comunicación efectiva con
tas corrientes de la civilización universal. La Historia nos acredita que han
ido predominando sucesivamente uno y otro espíritu, y que al predominio de
cada uno ha seguido una reacción del otro. La ÍKoasión galicana, ó sea la
fítropeisación que se inicia en el reinado de Sancho el Mayor, fué uno de esos
momentos en que se abrieron nuestras fronteras á las aguas exteriores , y le
siguió inmediatamente otro en que volvieron á cerrarse, hasta con vergüenza
retrospectiva de haberlasdejado abiertas: en este segundo momento es cuando
escribía el arzobispo D. Rodrigo; pero ya. /a influencia galicana, ó mejor dicho,
europea, había producido sus beneficiosos efectos.
Aquel siglo xn precisamente, las Órdenes religiosas llegaron á su apogeo
en España, naciendo otras nuevas, como las de los Dominicos, fundada en
Tolosa (1201) por el noble español Santo Domingo de Guzmán, y que se in-
trodujo en nuestra Península á principios del siglo xiii; la de los Franciscanos,
que el mismo Patriarca deAsís trajo á España (11 13); la de los Trinitarios, que
también su fundador San Juan de Mata estableció aquí á fines del siglo xn; la
Allomo X, ti Satie.
(Tomado de una escultura de la Catedral
de Toledo.)
,, Google
270
de los Mercedaríos, en cuya fundación tanta parte tuvo Ooa Jaime et Conquis-
tador. Pero las más singulares fueron las Ordenes Militares: las de Oriente te-
nían Casas en España desde muy antiguo, y alcanearon grau influencia política,
sobre todo en Aragón; á su semejanza organizáronse aqui muchas naciona-
les, de las cuales fueron las más célebres, consiguiendo arraigo y gran pode-
rlo, las de Calatrava, Alcántara, Santiago y Montesa.
S7. — La influencia de los cluniacensea y cistercienses, hijos del espíritu
de San Bernardo y d^nos émulos de los primeros, no fué sólo religiosa, sino
social, política y literaria. Los adversarios retrospectivos de la invasión gali-
cana señalan como un mal de aquella ioflencia la introducción de bárbaros
usos feudales en los fueros, procedentes de Francia y desconocidos antes en
España (i). Sea de esto lo que quiera, en lo que no cabe negar el influjo be-
neñcioso de aquella eur^eitación es en el desarrollode la cultura nacional y en
)a formación de nuestra lengua y literatura. En efecto; los cluniacenses lleva-
ron á París la filosofía y la ciencia de los árabes españoles, y trajeron á Es-
paña las obras didácticas y literarias en que se inspiraron nuestros autores
latinos del siglo xm. Pero lo más señalado y trascendental fué que divu^a-
ron aquí la épica popular francesa, ó sean los cantos de Cartomi^no, y á su
imitación brotó la épica popular española, que habla de fijar nuestro idioma
y ser robusto tallo del árbol gigantesco de nuestra poesía.
Hada siglos que el romance castellano iba elaborándose en labios del
vulgo, despreciado por los doctos, que no veían en él sino una jerga bár-
bara,producto de la corrupción del latín. Algunos documentos han quedado
en que puede observarse la trasformación sucesiva y constante del idioma:
en un privilegio, por ejemplo, nada menos que del siglo vni, entre las pala-
bras latinas vense ya las de rocino, muía, capa, cJlices, cruce de argento, fron-
tales y campanas de ferro. Por mucho tiempo se ha creído que lo más antiguo
(ExfUcacióii di la láiaina L VIH.)
OrlCt>rcrUcri*tllM.-SlBlMX)alXV.-l. Cilii dr San Secundo, siglo Xii (Avila). ~ 2. Cálit
<\üc usabí Sinlo Domingo, siglo xi. — 3. Cilii, siglo xiv. — A. Cillz y palcni, siglo XV, C»ledt»l de Sego-
via. — S. Cllii de DoRi Utrací, siglo XII. Se goirdi en el monaslerio de Su Isidro (Lean) - Cáliz ádSe-
ñor. Enlre todas las rellqnlai de la Catedral de Valencia, bdnnse y venérase como principal Islmi, el Cáliz
del Señor, el qne faé instrumento ugrido pan la InsUtución de U Eucirlstfi. AlU por los siglos XIII y xtv
habla en el monasterio de San Juan dr la PefU un dlii que era, wgñn la liwticiún, d de la Cena del Seflor.
El rey Don Martin quiso poseerlo y logró que los monjes se lo cediesen, y lo llevó i su palado de la Alja-
ferla. en Zaragoza, hasta que Ailonsa V dispuso depoiltirlo con otras reliquias en el Real de Valencia; y
leniendo qne dejar esta ciudad, mandó depositarlas en la sacristía de la Catedral el 11 de Abril de 1414, y
como depúiito lo guardó el Cabildo hasta que el mismo monarca, desde Italia, k hizo donación completa
de ellas por escritura de IS de Mirto de 1418. Hasta aquí la historia.
La tradición refiere, según los monjes de San Juan de ta Pena, que el Santo Cáliz fué llevada de ]eni-
salen í Roma portas discípulos del Sellar, y que cuando San Lorento se vio amenaiado de entregar los bie-
nes de la Iglesia al César, envió aquel cálit 1 Huesca, por ser sn palrla. Allí estuvo hasta la Invasión de los
trabes: lo escondieron en la cueva que lué cuna del monasterio famoso, y también de la monarquía arago-
nesa. De todo cslo no hay más pormenores que la tradición.
El cáliz es de una especie de ágata, que los tipidaríos llaman cornerina oriental, de color rojo obten ro,
con aguas y visos de varios matices. El píe, de la misma piedra, está adornado con treinta y ocho perlas, dos
baianas y dos esmeraldas. El cuello y lat asas son de oro cincelada. Hasta 1T44 usábase este cáliz para la
fiesla de Jueves Santo, colocándose en él It Hostia que se reservaba en el monumento. Aquel alio cay* al
ponerla en el altar y se rompió, y para evitar percances se determinó no usarlo mis. Solamente se le extrae
del relicario el primer domingo d< Julio, en que se le dedica tiesta solemne.
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Historia Gráfica de la Civilización Española LAmiha LVIII
ORPEBKEKiA CRISTIANA. - S1bId« XI tí XV.
D,g,t7cdb/GOOgIC
272 HISTORIA DE ESPAÑA
conocido escrito en lengua castellana es la carta-puebla de Aviles, otorgada
por Alfonso VII en 1155 (i); pero la severa critica del primer Marqués de
Pidal y de D. Aureliano Fernández Guerra (2) ha demostrado que tal docu-
mento es apócrifo. La primada corresponde al Poema de Mió Cid, y este
poema (3) no es otra cosa sino uno de tantos cantares de gesta como los ju-
glares castellanos del siglo xii cantaban en las plazas públicas, en los cami-
nos, en las cámaras de los castillos, enalteciendo á los héroes nacionales del
mismo modo que los primitivos poetas helénicos cantaron á los héroes de la
guerra de Troya, formando la epopeya que después, arreglada y retocada
por retóricos, fué la litada.
Este gusto por los juglares y sus cantos heroicos nos vino de Francia,
y es notoria la ínñuencia cluniacense en su introducción. Primero cantaron
nuestros Juglares las hazañas de Carlomagno, y después, al iniciarse la reac-
ción del espíritu nacional contra la invasión galicana, transformaron esa
leyeada en sentido español, creando el personaje novelesco de Bernar-
do del Carpió, vencedor de Roldan y los Doce Pares, y apareciendo los ci-
clos épicos de nuestra propia historia: el del Cid, el de los Jalantes de
Lara, etc. (4).
La lengua española tenía ya forma precisa, estaba salvada; en ella escrf-
bense desde luego poemas religiosos ( Vida de Santa María Egipciaca, Libre
de los tres Reys d'Orient), misterios para ser representados en las catedrales
{Poema de los Reyes Magos, descubierto por Amador de los Rfos en el archivo
catedralicio de Toledo), poemas eruditos, como los de Gonzalo de Bcrceo,
que, dejando el latín, escribe:
El de AUxandre, atribuido á Juan Lorenzo de Segura, y que ahora parece
ser del mismo Berceo; el liira de Apolonio, el poema de Fernán González y el
aljamiado de ^osé, y, finalmente, San Fernando, poniendo al edificio la corona
que le faltaba, emplea el idioma castellano parala prosa didáctica en el Ubro
de los doce sahios, ó Tractado de la nobleza et lealtad (;) y las lloras de la Filo-
sofía que hizo componer en romance, y para la legislación en et Setenario,
primer bosquejo de las Partidas, y en la traducción del Futro ^mgo (6).
88. — Esta época, iniciada por San Fernando en Castilla y Don Jaime
en Aragón, es de tal esplendor de cultura y de adelanto en todos los órde-
nes de la vida social, que justamente se la ha llamado prímer renacimiento 6
renacimiento del siglo xiii. Se la puede considerar personificada en Don Al-
fonso el Sabio, que reinó desde r252 (7) hasta 1284.
El hijo de san Fernando era un buen guerrero, como lo acreditó en vida de
su padre y en su propio reinado sometiendo á los moros del reino de Sevilla
(O Así lo creyeron Risco, Campomanes, Martínez María*, Tiknor. Amador de los Ríos
j Goniílez Llanos.
(3{ El primero, en su discurso de recepci&n en la Academia EspaHola; el segundo, en d
opúsculo El fuere át Avile!.
(3) Véase Cantar de Mió Cid; texto, gramática y vocaturio, por R. Menindez Pidal, obra
premiada por la Reat Academia Española. Madrid, igoS.
[.)) Muchas obras podrían citarse para el estudio de esta inleresantisima materia; pero
todo está admitablemente resumido, y ademis engrandecido y hermoseado, en el Irataáo de
Ibs romances viejos de Meníndez Peláyo (Ant-, XI y XIl).
(5) Gayangos lo cree posterior al santo rey.
(6) Vfaae <caeaum«i UitArloo-crltlco de la Llteíalnra Bipaflola», por D. Ángel
Saloodo Rala. <Pabllcaolúii de U Caía Calleja.)
17) Habla nacido en I3II.
,,CoogIc
HISTORIA DE ESPAÑA 273
que se sublevaron; pero le faltó aquel tino en la práctica de la vida y aquel
conocimiento de los hombres y de las cosas sin los cuales no es posible la
política, ó, como escribió Feijóo, el ars artium ei scüníia scieHtiamm Aomittut»
rtgnt. Persiguió quimeras, como el Imperio de Alemania; incurrió en yerros
tan grandes como pretender aumentar la riqueza pública alterando el valor
de la moneda; no acertó á reprimir á los grandes, tan firmemente sujetos por
su santo antecesor; tampoco supo gobernar su propia familia, y su hijo San-
cho le quitó el reino en vida, no dejándole más que su kal cibdat dé Sevilla,
en perjuicio de los nietos, á quienes él quería, los infantesde la Cerda; come-
tió, por ultimo, la indelicadeza de llamar en su auxilio y contra su bijo y
subditos á los moros de África. Pues con todas estas cosas, cada una de las
cuales bastarla para deshonrar la memoria de cualquier rey, la de Don Al-
fonso es gloriosísima, y, en su orden, la primera y más excelsa de los monar-
cas españoles. Porque fué, como su sobrenombre justamente pregona, un
sabio, y, cual suelen los verdaderos sabios, buentsimo, y tan candido, que,
aventajando en sabiduría á todos sus contemporáneos, constantemente le
engañaron y burlaron cuantos quisieron. Su corazón era el de un niño, y de
niño sus arrebatos y las maldiciones que lanzaba en fermosa fabla contra su
hijo díscolo y sus subditos rebeldes, para desdecirse en seguida enternecido,
atribuyéndolo todo á mancebía ó mocedad de sus implacables enemigos. Figu-
ra extraordinariamente simpática por la bondad del carácter, es digna de
admiración perdurable por lo que llevó á cabo en las esferas del Derecho, de
las Ciencias y de las Letras. Su reinado temporal, por decirlo asi, fué cala-
mitoso para él y para España; pero después de su muerte, v cuando ya había
desaparecido la generación que sufrió las consecuencias de su incapacidad de
gobernante, empezó para el Rey Sabio un reinado espiritual que en tas cáte-
dras de Astronomía duró siglos, en et Foro y en las Facultades de Jurispru-
dencia se ha perpetuado hasta nuestros días, y en las letras castellanas no
concluirá nunca. £1 monarca que no supo mantener en paz y justicia á los
hombres á quienes tocó ser subditos suyos, con la palabra inmortal de su
Código ha regulado la justicia en muchísimas generaciones posteriores.
Conviene ñjarse, siquiera sea con brevedad suma, en los distintos aspec-
tos de esta ñgura gigantesca:
I." En el Derecho. — Los reyes de Asturias y León intentaron man-
tener el Fuero Juzgo como ley general de ta España cristiana, aunque ni en
tos tiempos visigodos debió de ser aplicado íntegramente, ni contener toda
la vigente legislación (i). Las costumbres germánicas, en parte no escritas y
en parte formuladas en los fueros municipales ó de clase — verbigracia, los no-
Iñliaríos — se sobrepusieron á este pensamiento de unidad legislativa, y el
Derecho en la Edad Media fué un conjunto caótico de usos y fueros, algunos
buenos; por ejemplo, los gananciales en el matrimonio, la libertad de contra-
tación, etc. Contra este Derecho, elaborado espontáneamente por la sociedad
y á que llamamos hoy germdntío, se levantó la ciencia jurídica, representada
por los que ansiaban ta restauración íntegra del Derecho romano, y que tenía
SD principal foco en ta Universidad de Bolonia, de donde irradiaba á las nues-
tras, especialmente ta de Salamanca, fundada por Alfonso IX de León. San
Femando, según queda dicho, empezó ó diseñó la obra que Don Alfonso
llevó á cabo con El EspictUo (espejo de las leyes), el Fuero Real, y sobre
todo las Partidas. Éstas, llamadas por su autor El Libro de las leyes, y que en
el siglo XIV recibieron de los juríconsultos la denominación de Partidas, co-
menzáronse describir viesper a de San yohan Bautista {i^ Junio) de 1256, y se
(1) Hiaojo». (DlMUito de recepción citada).
liado, HISTORIA DE ESPAflA
,,Googíc
274 HISTORIA DE ESPASa
terminaron «• la vUipera dése mismo Sant J^kan Baptista cuando fui marüri-
tado (28 Agosto) de 1265; pero en otros códices, quizá los más, se lee que
fui acabado el Itbro de las Leyes desqut fui camettsado d los siete años cumpli-
dos, 6 sea en 1263. El P. Burriel sostuvo (i) que Don Alfonso redactó por si
mismo el código Inmortal. Marina (2) señala como autores materiales al doc-
tor Jácome Ruiz, ayo que fué del Rey Sabio, para cuya instrucción escribió
las Flores de las lejies, al maestre Fernando Martínez, arcediano de Zamora,
y al maestre Roldan, á los que añade Reguera Valdelomar, García Hispalense
y Bernardo, presbítero de
Compostela. Todos éstos
fueron notables jurisconsul-
tos det reinado de Alfon-
so X, y es probable que le
ayudasen en sus tareas le-
gislativas; pero ni hay prue-
ba directa de su interven-
ción en las Partidas, ni la
unidad de estilo de la obra
permite sospechar más de
lina mano en su composi-
ción literaria.
2." En LA Historia. —
La reina Doña Berengucla
encargó á D. Lucas, obispo
de Tuy, compilarlas breves
crónicas que por entonces
corrían, y el Tudense com-
puso su Crónica, ya en for-
ma de historia, terminán-
dola en 1236. Pero la gloría
AlfoQj» el SabioT? lus colaboradores redactando de haber fundado en Espa-
las Partidai. ¡ja [^ historia erudita co-
rresponde á D. Rodrigo
Ximénez de Rada, nacido en Puente la Reina por los años de 1 170, estu-
diante en París, arzobispo de Toledo en izio, y autor del Breviario de la
Historia, Historia Oálica, Historia de los Árabes, etc., todo en latín, aunque la
Gótica fué traducida al romance de orden de San Fernando. Estos materiales
sirvieron á Don Alfonso el Sabio para componer la Crónica general: <manda-
■ mos ayuntar, escribió, cuantos libros pudimos aver de historias que alguna
•cosa contasen de fechos de España, y tomamos la Crónica del Arzobispo don
• Rodrigo... y de maese Lucas, Obispo de Túy... y compusimos este libro», Y
no sólo estas fuentes, sino que Don Alfonso utilizó las historias de árabes y
judíos, y, lo que más vale, las tradiciones populares y los cantares de gesta.
Habla pasado el tiempo de /os ya^aríj épicos, délos que cantaban reciamente
al aire libre ó en los palacios y castillos las hazañas de los guerreros: el oticio
de juglar se habla ya envilecido, y á las gentes, sobre todo de las clases ele-
vadas, les gustaba más leer la historia que oiría cantar. Don Alfonso intercaló
en su Crónica muchos de aquellos fragmentos épicos, variando ligeramente
la forma para convertir el verso en prosa; asi ha podido encontrar Ramón
Menéndez Pldal en tos párrafos de la Crónica general e\ trágico episodio de los
(il
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HISTORIA DE ESPAÑA 27$
infantes de Lara (i). La obra bistórica del Rey Sabio do se publicó hasta 1 541,
por FloriáD de Ocampo que la adulteró lastimosamente: hoy podemos gozar
de su texto depurado {2). También escribió Don Alfonso la Grande et gnu-
ral Eitoria, ensayo de Historia uoiversal, de que sólo conservamos cinco
partes.
3.° Ek la Ciencia. — La obra dentífíca de Don Alfonso el Sabio está
muy relacionada con la condición de los judios. No fué ésta en nuestros rei-
nos'cristianos de la Edad Media tan dura, ni mucho menos, como lo habla sido
en la época visigoda. Aunque siempre odiados por el pueblo en su doble
calidad de enemigos de la religión cristiana y de más hábiles, en conjunto,
que los cristianos para ganar dinero y conservario — cualidad que nunca se
perdona, — y formando un pueblo dentro de otro sin más relación que las
prevenciones reciprocas, los judíos llegaron á poseer grandes riquezas, y aun
influencia política muy notable bajo los reyes musulmanes: en algunas cortes
de taifas fueron primeros ministros. También los monarcas cristianos los pro-
tegieron, si protección se llama dejarlos vivir é impedir algunas veces que la
plebe, movida por fanáticos ó por deudores tramposos, los degollase. Corrían
contra los judíos las especies más terribles: ya que robaban hostias consagradas
para clavarlas y profanarlas de mil modos, ya que secuestraban niños cristia-
nos y en sus sinagogas los crucificaban como á Nuestro Seflor, prefiriendo para
estas abominaciones el Viernes Santo. Se los acusaba igualmente de implaca-
bles usureros que chupaban impasibles la sangre, ó sea la hacienda, de los que
tenían que pedirles dinero prestado. Ellos, encerrados en sus gkeíos ó barrios
aparte, que se llamaban juderías, iban acumulando caudales y preparando
á la chita callando la industria principal de la Edad Moderna, ó sea el comer-
cio de banca. Pero no descuidaban por eso las elevadas especulaciones filo-
sóñcas y científicas ni el cultivo de las letras, para las cuales tiene su raza tan
maravillosa aptitud, demostrándose con ello, como con todo, que son verda-
deramente descendientes del pueblo escogido por Dios, aunque su ingratitud
y dura cervii venga acarreándoles desde tiempos remotísimos los más ñeros
males.
Alfonso el Sabio protegió á los judíos en cuanto se lo consentían las
preocupaciones dominantes, y estuvo en continua relación con los sabios
hebreos, especialmente los astrónomos. Quizás brotaran de aqui las leyendas
Ó consejas populares, desprovistas en absoluto de fundamento, sobre su Im-
piedad, llegando un imbécil cuento á suponerle ateo ó peor aún, pues afirma
que, mirando una noche al firmamento desde el Alcázar de Segovia soltó la
blasfemia de que si él hubiera hecho el mundo, lo hubiese hecho mejor que
Dios. Lo cierto es que hizo trasladar de Córdoba á Toledo las academias
hebreas, florecientes en la corte de los califas desde el siglo x, y que en To-
ledo sostuvo largas conferencias con los sabios ornamento de tales escue-
las (3), especialmente con los rabinos Zehudah-har, Moseh-ben-Mosca y
Zag-ben-Zaqnit. Fruto de tales estudios fueron las Tablas Astronómicas 6
A^OHSÍes, que hasta el siglo xvii sirvieron de texto en las Universidades. Es-
(t) o ... el libro mogiltral de I). R«inóo Menéndei Pidal, La Uyenda di los infantis de
Lora (1895), que es sin dispnta el mis poderoso esfuerzo que ha cesJ izado tu crítica espaSoU
sobre naesna epopeya de la Edad Media desde 1S74. techa del memorable trabajo de Mili T
FooUnals «cerca Dttapoísia htroUe-pgpniaT castellaHa... El muy detallado relato de la Crit-
nUe g/ntral ts mera traicripcióo de un texio épico, quedando todavía huellas de versificación
'T muchos asonantes...» (Menéndei Pelayo, AHlologia, I^C, 265.)
(3) Por el mismo MeDindez Pidal en la Nueva Col. di Aul. Eifiañ., de BaUÉy-Bailliére.
a) Et eruditísimo canónigo de Toledo D. Ramiro Fernindez Valbuena ha ñjado el
onde se reanian las academias rabfnícas y conferenciaba Don Alfonso con los astróno-
mói hebreo*.
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376
BISTORIA DE BSPAflA
cribió además Don Alfonso basta veintiún tratados científicos (Lapidarios,
Libro de la esfera, Relogto de agua, etc.).
4.° En la PoEsfA. — Las únicas poesías castellanas que se conservan de
Doo Alfonso son dos estrofas del Libro de las querellas (l), si es que no fuer
ron inventadas posteriormente, como parece probable ó casi segaro;
js pedían limosna en mancUli:
El qae de hueste maoCaTO en SeTÍlU
Diez mit de b ciballoC trai dobles peones,
El qae acatado en lejanas naciones,
Tai por sus Tablas, i por su cochillo.
En cambio, tenemos del Rey Sabio las Cantigas á la Virgen Marta, escri-
tas en romance galaico- por tugues, uno de los tres formados en la Península
por la corrupción del latín, y quizás más antiguo que el castellano y el catalán.
Por lo menos era el romance que no sólo Don Alfonso, sino todos los poetas
líricos de Castilla emplearon hasta el siglo xiv.
El movimiento científico y literario iniciado por Don Alfonso el Sabio
continuóse por su hijo Sancho el Bravo (1284-1295), á quien, no se atina por
qué, caliñca de iliterato D. Modesto Lafuente. Muy lejos de eso, fué, como su
padre, escritor, quedándonos de él dos obras preciosas: El Lucidario, tratado
de apologética en que se muestra la armonía entre la fe y la ciencia, y El
Libro de los castigos, pedagogía de príncipes, muchos de cuyos preceptos no
envejecerán nunca. Hizo traducir delfrancés la Granl conquista de Ultramar
(historia de las Cruzadas) y el Li-
bro del Tesoro; fundó los Estudios
generales de Alcalá de Henares
(i 293), y protegió á la gente de le-
tras. En los escritos autobiográfi-
cos de su primo hermano D. Juan
Manuel, aparece Don Sancbp, no
con la rudeza y corazón duro que
gratuitamente se le atribuye, sino
como un principe discreto y muy
humano, al que acosaron hasta en
el lecho de muerte crueles remor-
dimientos por su conducta para
con su padre. Lo cierto es que ni
se le puede acusar de usurpador
de la corona, perteneciente á sus
sobrinos los infantes de la Cerda,
ya que aún no estaba establecida,
aunque si escrita en las Partidas,
la ley de sucesión, y el mismo Don
Alfonso le reconoció heredero, por
más que se desdijese luego; ni fal-
tan atenuantes, quizás eximentes.
Sancho IV, il Bratie.
(De ana miniatara del cádice Caitígoi t
dtítimtntos que se guarda en la Biblioteca
Nacional de Madrid.)
Moratln nlua, con fundaineato,
qae Don Alfonso escribiera el Libra di lai
"oj. La obia poética que no es del
:e le ha atribuido, es el Titorv, obra.
11 slquimistM del siglo xr.
K urdía
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HISTORIA DE ESPAÑA 2^7
¿ SU toma de posesiÓD del reino
viviendo su padre, fundados en
el desgobierno del Hey Sabio y
sos frutos de anarquía desen-
frenada, y los pueblos, aunque
deben sumisión á los Poderes
legltimoa, tienen siempre el de-
recho de mirar por si y no ser
jt^uete de soberanos que por
vicios, ó por bondades excesi-
vas, como Don Alfonso, son in-
capaces para el mando; ni, fínal-
mente, se puede desconocer
que en circunstancias tan difí-
ciles Don Sancho se portó coa
suma delicadeza absteniéndose
de todo acto agresivo contra su
padre, al que tan fácilmente
hubiese podido recluir en un
alcázar ó castillo con sus esfe-
ras, relojes y pergaminos.
La célebre contestación á
los embajadores marroquíes: ík
mm, ma^ tengo él pan, j> m la ^^^ „^ ^^ ^^^^
Otra el palo; escena lo qtu qMte- (Oe U Mt.lM yacente de m lepolcro
ra (i), manifiesta el carácter exiateote ea ValladoUd.)
enérgico que tuvo ó quiso te-
ner Sancho el Bravo, pues con la realidad de tal entereza no se compadece
mucho su propensión á entregarse á favoritos como D. Lope de Haro, señor
de Vizcaya, el cual, desvanecido con la privanza, llegó á pretender que el
Rey se casara con una sobrina suya, separándose de la reina Doña Marfa de
Molina, cuyo matrimonio habla tachado el Papa de incestuoso con el rigor
propio de aquella época. Pero aquí de una de las buenas cualidades de Don
Sancho: el amor que tuvo á su esposa, realpiente merecidlsimo, ya que Doña
Maria, espejo de castellanas hermosas y buenas, no prudente, sino la misma
Pmdmcia en la mujer, según la calificó Tirso de Molina en una de sus me-
jores comedias, valia más que el Rey, y fué la gran figura del reinado y de
los siguientes.
^lo compite con ella, si bien en otro orden, la de Guzmán el Bueno,
gobernador de Tarifa, sitiada por el infante D. Juan y los manoquies, en su
tremendo rasgo, digno de Bruto, de arrojar por el adarve la cuchilla para que
matasen á su hijo, amenaza con que el pérfido infante quería apoderarse de
la plaza (i2>^). Las Partidas, en sus severas Ordenanzas militares (Partida
segunda), prescriben que el alcaide de una fortaleza antes de rendirla debe
cortar en trozos á su hijo y comerlo con los demás defensores; bárbara exa-
geración con que se quiso expresar sin duda el extremo á que habia que
llegar antes de capitular honradamente, pero que en el hecho atroz de Alonso
Pérez de Guzmán tiene como un comentario vivo, un ejemplo memorable de
que tales brutalidades heroicas no eran vanas palabras.
Más grande monarca que Sancho el Bravo fué su contemporáneo Pe-
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27^ HISTORIA DE ESPAÑA
dro III de Aragóa (1276-1285), iniciador de la política aragonesa y después
española en Italia, con su anexión de Sicilia, después de las vísperas sicilia'
Mos (1282) ó degüello general de franceses en aquella isla. Excomulgado y
privado de su reino por el Papa, invadido su reino por un ejército de más de
cien mil franceses, atacado también por Jaime II de Mallorca, abandonado,
puede decifse, de sus subditos aragoneses, que en aquellas circunstancias
críticas le impusieron el anárquico privilegio de la unión, y de los catalanes,
que le regatearon subsidios, el indomable principe, con un puñado de almo-
gávares en las crestas del Pirineo y su escuadra en el Mediterráneo, resistió
á todos y de todos triunfó. Quizás nadie haya conseguido nunca tan inmen-
sos resultados con medios tan exiguos. Al legado pontificio, que le pedia la
renunda del reino, le contestó: <£s fácil dar y quitar reinos que no han costado
>Qada; pero sabed que éstos los ganaron mis abuelos con sangre, y no se han
>de comprar sino al mismo precio*. Cuando agonizaba en Villafranca del Pa-
nadés dijo á su hijo Alfonso: «Vete á conquistar Menorca; tú no eres un
>roédicoque pueda serme útil aquf. Dios hará de mi loque sea su voluntad».
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XIII
FIN DE LA EDAD MEDIA
n, — Reacción de barbarie en «I li^o xiv. — Complejidad det carácter históiico de aquel
ligio. — El infante D. Juan Mantiel.— Poesía.— Kistoria. — Novela.— TO.ReTcs del siglo xtv. —
91. El siglo XV.— Aragón. — Castilla.— 9t. Enrique IV.— 9S. Bellas Aries en la Edad Media.
89. — Con razón señalan los historiadores en el siglo xiv un r
la barbarie de los primeros periodos de la Edad Media. Ya no vemos sobre
los tronos de la Península figuras tan bellas como las de San Fernando,
Don Jaime el Conquistador y Don Alfonso el Sabio, sino príncipes extrema-
damente crueles, de una dureza terrible; y las rebeliones y luchas entre los
prepotentes magnates ó de éstos contra el rey ofrecen un cuadro sangrien-
to y á la vez monótono en su inacabable serie de horrores, por decirlo así,
sistemáticos y organizados.
Engañarfase, sin embargo, quien creyera que tal retroceso fué una ver-
dadera decadencia social. Lejos de eso, en el siglo xiv progresó la sociedad
en todos los órdenes de la vida, lo mismo en la libertad del mayor número
de sus individuos, ó sea en la condición de las clases, siervas ó sometidas en
los anteriores períodos, que en la organización política del Estado y de los
Municipios; igual en el arte la guerra y en el de la administración que en las
ciencias, letras y poesía. Todo fué adelante y para arriba en el siglo xiv,
aunque no con la rapidez y fuerza correapon dientes á la intensidad del movi-
miento iniciado en la anterior centuria. Pero mientras sucedía esto, los mag-
nates andaban en revuelta continua contra el rey y unos contra otros y con-
tra los municipios, y el rey contra todos, y esta lucha sin tregua y sin tér-
mino tomó un carácter de ferocidad extraordinaria por parte de unos y de
otros. Así, el retroceso puede decirse que fué político, y no social, ó tan sólo
de la clase gobernante; los gobernados no hicieron más qne sufrir las depre-
daciones y crueldades de los superiores. Pero no con la resignación servil de
otras ¿pocas, sino luchando consciente y tenazmente por emanciparse y cons-
tituir un estado social mejor. Los campesinos no soportaban ya los malos usos
y titania á que habían vivido sujetos tantas generaciones de antepasados
suyos; los municipios, ya ricos y fuertes, pugnaban por substituir el imperio
de la ley al de la violencia guerrera, aspirando á un estado de paz interior
que permitiera el desarrollo de la industria y del comercio; las Universida-
des formulaban científicamente esto^ deseos generales, cifrando su cumpli-
,,CoogIc
Historia GRiüncA db la Civiluación EsfaSolá
HISTORIA DEL TRAIE. • Trajes del ilgki Xllli
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HISTORIA DE ESPAÑA 28l
miento en la restauraciÓD del Derecho romano, considerado como la rasótt
tscrita, y única garantía eñcaz del orden en las sociedades políticas. La conS-
titudón de una monarquía robusta, á la que nadie contradijese, al menos por
medio de la fuerza ó rebelión, capaz por ende de imponer á todos, grandes y
chicos, el imperio de la ley, asesorada por graves letrados y con el doble
instrumento de un ejército y una oi^anizacíón admÍDÍstrativa para llevar su
amistad i todas partes; es decir, la resurrección del imperio cesáreo coa to-
das sus instituciones fundamentales, fué el ideal de la época, y lo que en
medio de los mayores trastornos fué elaborándose.
Todos tos hombres cultos participaban más ó menos de este ideal, á que
rendían, por decirlo así, fervoroso culto, ó del que eran apóstoles los legistas,
clase que rápidamente tomaba incremento é iba ganando influjo á costa del
clero y de la aristocracia guerrera. Reclutados en la Nobleza de segunda clase,
habían renunciado á la profesión de las armas sin adscribirse por eso á la
^Icsia — cosa inconcebible en los anteriores siglos, — y se los vela en las
Universidades explicando el Corpus Juris canonici y el Corpus juris civilt,
diciendo que el rey debía ser en lo temporal como el papa en lo espiritual,
recalcando mucho á este propósito el texto evangélico: dad d Dios lo ^m es
dt Dios, y al César lo que es del César, y describiendo cómo debía ser este
César para que hubiera paz en el mundo y cada cual pudiera dedicarse libre
y tranquilamente al cuidado de su hacienda y al arreglo de su casa; se los
veía en la corte, asesorando al monarca en el Consejo real y jujeando en SU
nombre, y por su delegación^ en las reales audiencias del regio tribunal; se
los veía en los concejos, también administrando justicia é interpretando el
fuero municipal siempre en sentido favorable á la libertad del común; se
los vela de procuradores en las Cortes, de alcaldes mayores en los pueblos;
y los que no ejercían estas funciones públicas abogaian por otro ante loa tri-
bunales, alcanzando en poco tiempo esta profesión de vocero ú abc^ado un
desarrollo extraordinario. En todas partes manifestaban la misma enemiga
contra los usos germánicos, que ellos llamaban bárbaros, y tendían al rena-
cimiento del Derecho romano; y en su torno iban apareciendo otras figuras
que complementaban la suya: los escríbanos, los personeros ó procuradores;
CQ suma, el mundo de la curia ó forense, que trafa en sus haldas ó Jaldas lar-
gas, co sus códices de las Partidas, en sus glosas y comentarlos, en sus es-
carcelas llenas de pergaminos y, sobre todo, en su cerebro henchido de Ideas
romanas, la edad moderna.
Y coadyuvando á su acción, harto meaos estrepitosa que la de los oli-
garcas feudales, pero que abría más hondo surco social, poetas y literatos
volvían también los ojos cada vez con más amor á la antigüedad clásica, de-
jándose influir más intensamente por aquel espíritu artístico que habla inspi-
rado á la civilización greco-latina. Toda esta labor de jurisconsultos y litera-
tos se realizaba constantemente durante el siglo xiv preparando una socie-
dad nueva, y no dejaba de ir modificando en sentido progresivo las institu-
ciones y el modo de ser á la sazón vigentes; pero, con todo, representaba lo
{EipUtoíiin <U ¡a íámina LIX.)
HISTORIA DEL TRA|E.- Trates del tifio XIII.-]. E^tiu At Fernanda III, tt Santo, Ct-
tnlril Ot BniEM. — 2. Don rHegO López át H»ro, el Bueno, seBor de Viicay» t '11*, EsUtu» yacente en
Santa Mirla U Real de Nijera. — 3. Don Diego Martínez de Villamiyoi. Bnlto «pnlcril «i el derraldo
monuterio de Benvlvre. Eitf policroniido. — 4. Eititna de Allomo el Sabio, Catedral de Toledo, — 5. El
Infante Don Alonao. EscnlMra en la Catedral de Burüoi. — (> y T. Estatuas yacentes de la Catedral vieja de
Stlaminca. Dofia Elena, muerta en 11T3, y el d»nlre Aparicio, 12T1.— S, DoAa Beatriz de Sutvía, esposa de
San Finundo- Catedral de Bargm.
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282 HISTORIA DE ESPAÑA
por venir: lo prtsenie entonces era un atroz remolino de pasiones bárbaras,
una guerra horrible que do concluía nunca entre Iqs magnates y los concejos,
entre el rey y los subditos, compitiendo todos en crueldad, y aun eu malas
artes para destruirse reciprocamente, y atento cada factor de aquel drama
larguísimo, monótono y repugnante nada más que á su provecho.
Ningún hombre personifica más cumplidamente la complejidad hetero-
génea de la sociedad en aquella época que el célebre infante ó hijo de in-
fante D. Juan Muiuel. Nació este nieto de San Fernando en Escaloua el 5 de
Mayo de 1282. Antes de cumplir los doce años le mandó su primo Sancho el
Bravo al reino de Murcia con el cargo de adelantado mayor. Desde enton-
ces, ó poco después, hasta su muerte, ocurrida, según cálculos del Sr. Ca-
yangos, en 1349, su vida es en el orden político y militar la de un oligarca
desenfrenado, no perdonando jamás ningún medio para engrandecerse, inca-
paz de perdonar una injuria, siempre turbulento, casi siempre rebelde, azote
de los pueblos, factor constante de anarquía; pero á la vez en el orden lite-
rario es un sabio, y de tan consumada experiencia del mundo, y de tan per-
fecto conocimiento del corazón humano, y hablista y estilista tan seguro, re-
posado y gracioso, que leyendo su Ubro del CabaÚero eí del Escudero, ó su
ZJéro de los- Castigos, ó el De las maneras de amor, ó el de los Estados, y sobre
todo El conde Lncanor, no se comprende, como dice Tiknor, que aquel autor
haya vivido más de treinta años en la intriga, la violencia y la rebelión, te-
niendo á su patria y á sus reyes en permanente inquietud. Y sin embaído
asf es, y tal el carácter histórico del siglo xiv.
La legislación progresó, llegando á ser declaradas las Partidas leyes del
reino en el Ordenamiento de Alcaid, obra de los juristas en el reinado de Al-
fonso XI. Y la poesía rió regocijada, pero con hondo y trascendental rego-
cijo, en los cantares del arcipreste de Hiu, filósofo que componía sus cantigas
p>r> judias t marss é para entendederas,
■niegos
y también cantó las hazañas guerreras de Alfonso XI en la Crónica rimada
de RuízYáñez(i),mientras que daba profunday amena enseñanza en los Coh-
g'os et documentos al rey Don Pedro del rabino don Sem Tob ó don Santo de
.rrión (2). La Historia no dio de sf menos gallardas muestras que la poesía
en las Tres Crónicas (de Alfonso el Sabio, Sancho el Bravo y Femando IV) (3);
en la más animada y viva de estilo, de Alfonso XI; en las de Pedro I y En-
rique II, obras del canciller Pedro López de Ayala, autor también de El Ri-
mado de Palacio. Y entre la poesía y la historia surge la novela con El conde
iMcanor y las ñcciones caballerescas que á últimos de esta centuria empie-
zan á deleitar á nuestro público.
90. — Los reyes que durante el siglo xiv desñlaron por el trono de Cas-
tilla fueron:
Fernando IV (1295-1312J. Nueve años tenía al suceder á su padre San-
cho, y Dios le deparó por guia y regente un ángel de la guarda en la perso-
na de su madre Doña Maria de Molina. Ya hombre, sólo ha dejado memo-
(rt Publicada Inleeinmenle por D. Florencio Janet (1863) de orden de Isabel II.
(3) Compuso su obra por los años de 1360, dedicada al rey Don Pedro.
( j) Pellicer y D. Nicolás Antonio atiibuyeton la paternidad de las Trts Cróiacas á Fer-
11 Sánchez de Tovar, notario y canciller mayor de Castilla, opinión contradicha por Qf
ncln y Hknor. La Academia Española presenta como autor á Jnan Nijñez de VUlaiiin.
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283
ría por U acción indelicada de pedir, si no directamente á su madre, al can-
ciller abad de Santander, cuentas de la tutela, resultando que la insigne
dama habla vendido sus alhajas para sostener la causa de su hijo en tas re-
vueltas de la minoría, no reservándose más que un vaso de plata; y por su
misterioso ñn al cumplirse el plazo de treinta dfas en que le citaron ante el
tribunal de Dios D. Pedro y D. Juan de Carvajal, mandados despeñar en
Martos por suponerlos autores de la muerte de D. Juan de Benavldes.
Alfonso XI (1312-1350). «Fué (dice su Crónica) no mny grande de cuer-
•po, mas de buen talante, et de buena fuerza, et rubio, et blanco, et ventu-
• roso en guerras*. Heredó antes
de haber cumplido los trece me-
ses, y su minoridad fué tal de tur-
bulenta, qui; <el Rey falló al salir
•de la tutoria el regno muy des-
• poblado, et muchos logares yer-
• mos; ca muchas de las gentes del
• regno desamparaban heredades,
•et los logares en que vtvian, et
tfueroa á poblar á regaos de Ara-
•gón et de Portugal*. Al cumplir
Don Alfonso los catorce años en-
vió á llamar al Concejo de Valla-
dolid, y le dijo que, pues ya tenfa
aquella edad y el común estaba
tan necesitado de regidor, queda
desde luego andar por sus regnos
y gobernar por sí. Los buenos cas-
tellanos se prendaron de aquel
Rey niño que hablaba y se movía
con tanta desenvoltura y firmeza.
Su palabra, dice la Crónica, era
üen castellana et no dudaba en lo ■
pu koAia dt decir. Gran jinete, añ-
donadlsimo á las armas, templado
en comer y beber, apuesto en el
vestir, gustaba de vivir con hom-
bres forzudos, valerosos y enten-
didos en el arte militar, y cum-
plía escrupulosamente su oficio de
rey, sentándose tres dias á la se-
mana en su tribunal d oir las que-
rellas y los pleitos qne ante ¿I venían. Hacia justicia sin acepción de perso-
nas, y si alguna vez se inclinaba un poco su balanza, era en favor de los pe-
queños.
Deslustraron tan excelsas cualidades la crueldad y la inñdelidad con-
yugal. Resuelto á tener en un puño á la turbulenta oligarquía, azote del reino,
no reparó en medios para apoderarse de los magnates más peligrosos, ni
tuvo nunca compasión á la hora en que juzgaba necesario hacer justicia.
Hizo matar al infante D. Juan el Tuerto, á Alvar Núñez, que habla sido favo-
rito suyo, á D. Juan de Haro, á D. Lope Gil, etc., etc. Por dondequiera que
iba con su hueste, á la manera que lo hacían en nuestra época los sultanes de
Marruecos, iba dejando lúgubre rastro de cabezas cortadas. Con el único que
no pudo fué con D. Juan Manuel, el insigne literato, perturbación y gloria de
Fernando IV, el Emf laudo.
(Retrato moral de esle rey, hecho sobre
oiro dibujado por D. José Cúado del Ali-
sal, y ajustándose á las noticias que de su
aspecto Rsíco da la Crirúca.)
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384 HrSTORIA DE ESPAÜA
SU reinado. En vano quiso atraer-
le con astucia: D. Juan Manuel do
se dejó cazar. Mandóle á decir el
Rey <que se venga á ver con él,
>que le hará merced y le dará tal
>lugar en sus reinos cual pertene-
>ce A su sangre y estado*. El in-
fante, tan hábil para idear inge-
niosos ejemplos y componer ju-
gosa y pintoresca fabla como para
saber loquelecon venia, responde
«que no se verá con él si non en
>l(^rdo baya un rio que esté
>entre ambos á dos y el rio sea
■ bastante grande para que no
• puedan pasar los unos á los
>otros>. Replicó el Rey que le
piada; pero entonces le contestó
D. Juan que lo mis s^uro era no
verse con él en ninguna parte.
Casado con Doita María de
Portugal, vio en Sevilla á doña
Leonor de Guzmán, m»y fija dal-
go et enfermoatra la más apuesta
Alfonso XI, fi yusiiciirí). muger qué avia en el regm>t y dejó
(S^ún un dibujo de D. José Casado abandonada á la Reina con su
del Alisal.) [lijo Pedro, y vivió con la querida
y sus bastardos escandalizando á
toda la cristiandad. El Papa le escribía cartas reprendiéndole en severos
términos paternales; pero Alfonso contestaba como hijo calavera respetuoso,
con buenas palabras y sin enmendarse nunca. Puso á los bastardos en rango
de príncipes, mientras que su heredero legitimo pasaba la mocedad en el
abandono y casi en la pobreza, y á causa del adulterio hubo que sostener
guerra con Portugal.
A pesar de todo tuvo su día, Un grande como el de Alfonso VIII en las
Navas. Ahora fueron los ieninurines, que vinieron de África al socorro de los
moros granadinos, última invasión de los africanos en España. Los sucesos
parecieron repetición de los de las Navas deTolosa, si bien desarrollados, no
en ta cordillera mariánica, sino sobre la costa del Estrecho. Hubo cruzada,
alianza de todos los reinos cristianos, concurriendo á la batalla portugueses
mandados por su rey Alfonso IV, aragoneses y catalanes y castellanos, y al
lado de Alfonso XI estuvo otro arzobispo de Toledo, D. Gil de Albornoz, como
al lado de Alfonso VIH habla estado Ximénez de Rada. La batalla del Salado
fué el 30 de Octubre de 1340. España no ha de olvidar al rey que, entrando
lanza en ristre por las masas enemigas, gríuba á los suyos señalándoles á los
moros: «iFeridlos, feridlos, que yo soy el rey Don Alfonso de Casticlla ct de
»Leon, ct hoy veré quiénes son mis vasallos, et verán ellos quién soy yoU.
Concedióle la Providencia la victoria, no solo allí, sino en el empeñado y
largo sitio de Algeciras, y la honra de morir en el campo del honor sitiando á
Gibraltar.
Pedro I (i 350-1369). Es verdad que la principal y casi única fuente con-
temporánea por donde conocemos la vida y reinado de este Monarca es «la
«admirable crónica de Pedro López de Ayala, «monumento sin par en la his-
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HISTORIA DB K-SPAÍlA 285
toríograña castellaoa de los tiempos mediosi {i); pero al fin y al cabo obra de
un enriquista decidido, interesado en justificar la usurpación y el regicidio. Es
verdad que muchos, ó por lo menos algunos de los que hizo matar Don Pedro
eran rebeldes ó conspiradores, y aun verdaderos traidores, perdonados vanas
veces por el Rey antes de ser castigados; cierto que Don Pedro se ensañó
principalmente con los grandes ó magnates, pareciendo seguir en esto la polí-
tica, en cierto sentido democrática, de todos los monarcas de aquella época;
positivo que muchas de sus crueldades 6 justicias no desentonan por excesi-
vas al lado de las de su glorioso y terrible padre; indudable, por ultimo, que
agriaron su carácter el abandono sufrido por su madre y él mismo en la pri-
mera juventud, pospuestos ignominiosamente á una manceba y unos bastardos,
y que tal situación insufrible é injusta debió de hacerle criar muy mala san-
gre y encender su ira contra la querida de Alfonso XI y contra sus hermanos
adulterinos, elevados caprichosamente á las primeras dignidades del reino, y
contra los nobles y cortesanos que hablan adulado á doña Leonor y á sus
hijos en cl tiempo de su prosperidad y grandeza usurpadas; pero, con todo
esto, que puede constituir una explicación de defensa ó, si se quiere, circuns-
tancias atenuantesdelaconductade Don Pedro, bien compulsados los hechos
resulta que el rey, tan encomiado por la poesía popular y erudita de tiempos
posteriores á su vida, el que la leyenda nos presenta como una especie *de
■sultán de las Miij' una tiockes, juzgador caprichoso y fantástico, tirano á
•ratos benéfico que restablece con formas de ingenioso simbolismo y rápidos
• y extravagantes procedimientos la justicia ultrajada amparando á los débi-
»les contra las tropelías de los poderosos» (2); el que tantas veces nos han
hecho aplaudir en el teatro Lope de Vega, Pérez de Montalbán, el duque de
Rivas, Zorrilla y otros muchos
autores dramáticos; si que toda-
vía parece vivir en las moriscas
callejuelas de Sevilla, donde gran-
des y chicos saben de memoria
los cuentos de la vieja del candi-
lejo, del zapatero y el prebenda-
do, etc., en la realidad histórica
no fué sino un degenerado, un
hombre al que sólo cabe 'discul-
par suponiéndole loco. La lista
de sus crímenes es interminable,
y aunque de algunos quizás sea
cuerdo absolverle — verbigracia,
del parricidio en la persona de su
esposa, la inocente y desgraciada
reina E>oña Blanca,— quedan bas-
tantes para llenar la hoja de ser-
vicios del tirano más acreditado.
Las correrías de Don Pedro por
Castilla eran como de lobo que
por todas partes va dejando ras-
tro de sangre y lágrimas. Sólo á
titulo de ejercido de sofista pue-
den apreciarse las alegaciones de
D. Pedro I, el Cruel.
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285 HISTORIA DE ESPAÑA
algunos escritores mudemos en defensa del rey Uoa Pedro tratando de que
la Historia te sustituya el merecidlsimo mote de el Cruel por el de yitsticüro.
Era este tirano, según le retrata López de Ayala, ^asaz grande de cuer-
>po, é blanco é rubio, £ ceceaba un poco en la fabla; muy cazador de aves,
>muy sofrídor de trabajos, muy ttabajador en guerra, muy temprado é bien
«acostumbrado en el comer í beber, cobdicioso de allegar tesoros é joyas.
>Dorraía poco, é amó mucho mujeres. Mató muchos en su regno, por lo cual
>le vino todo el daño. Por ende diremos aquf lo que dijo el profeta David:
>agora los reyes aprended, é sed castigados todos los que juzgades el mundo:
>ca gran juicio é maravilloso fué éste, é muy espantables
La tiranta de Don Pedro aprovechó á su hermano bastardo Don Enrique
para destronarlo, darle muerte en Montiel y desposeer de la corona á su des-
cendencia, sustituyendo con su persona y descendientes á las de aquel loco
coronado. Estas reyertas entre los dos hermanos, hijos de Alfonso Xt, inicia-
ron en España la intervención y rivalidad por el influjo en nuestra Península
entre Francia é Inglaterra. Don Pedro fué ayudado por ^\ príníipe Negro, y
su hija casó con el duque de Lancáster, quien de este modo fué pretendiente
á la corona de Castilla. En cambio, á Don Enrique le ayudó decisivamente Bel-
trán Duguesclln, el que en la trágica noche de Montiel dijo las cfnicas pala-
bras: ni quito ni pongo rey, pero ayudo d mi seOor; y tanto Don Enrique como
sus sucesores hasta los Reyes Católicos fueron ñdeíisimos á la alianza francesa.
Enrique II reinó de 1369 á 1379. Era hombre de muy despejado entendi-
miento, y hubiera ?ido un gran rey á no ensombrecer su figura la mancha
del regicidio, y á no tener que prodigar las mercedes entre los que le habían
ayudado á escalar el trono. Murió recomendando á su hijo que fuera siempre
amigo de la casa de Francia, de quien yo recibí muchas ayudas, y que observara
una prudente conducta en los asuntos eclesiásticos: afligía entonces á la Igle-
(ExftUaiiBH di ¡a lámina IX.)
Scpslcro* de la Edad Media. - 1 . Ato scpulcnl de San Isidro. Á primen riiu k advierte que
ote Inteieunttsinio ejemplai del Arte suntuario de li Edad Media fat ronitmldo con gran piMleriortdad al
año UTO, fecha en que murlú San isidro. Joan Diácono, biógrafo del santo Patrón de Madrid, refiere que
íste fué sepultado en la ¡eieala parroquial de San Andtís. en un urcAlafto de piedra que existía en los pos-
treros días del siglo Xlll. Alguna obra que por entonces se hiio en dicha iglesia motlvd la exhamidún del
cadlver y la coutrucciún del arca sepulcral que nos ocupa. Segdn el doctísimo arqueólogo D. Rodriga
Amador de ios Rio», pertcncre esta olira al siglo XIV, lo que no hay Inconveniente en adnilir siendo muy
al principia de esta centuria, puesto que su aspecto general y ciertoa detalles de la indumentaria de las
figuras son de un marcado satnr del siglo xiii. Es de madera y está forrada de tela, la que ha sido Impre'
mada ú estucada con yeso y cola se^n el procedimiento de la ípoca para ledblr la pintura; esto es, á la
tncáiallca. La decoración es de un efecto de ornamentación y policromía admirables. En el frontal, tiajo
ocho graeiosisimas arcadas de nlilo ojival, se representan alusiones í los milagros del santo. En la primera.
San Isidro y su mujer Santa María de la Cabeza «i actitud de orar; en la segunda, los bueyes abandonados;
en ia tercera, el amo ó seflor del sinlo, Ibin de Bargas, á caballo; sigue el milagro de los ingeles arando;
después, el santo camina del malino cuando da de comer á las palomas; inmediatamente, el molino en que
se multiplicó la harina; dKpuís, otra vez el santo y su esposa como en actitud de dar gradas al Seflor, y en
la última, el mendiga i quien socorría. La decoración de la tipa, del mismo eslUo é Igual resultado artístico,
se hallatan deteriorada, que naes pasible identificar los asuntos que sirven de tema i las pinturas, t.0 mismo
pasa con las troniales laterales. Los herrajes que complementan demodoadmlnble la decoración estuvieron
dotado».— 1 y 3. Dos urnas sepulcrales del siglo Xiv, donadas por la Comisión de Monumentos Artistieo» de
Valencia al Museo Arqueológico Nacional, procedentes del convento de Irailes de Santo Domingo de aque-
lla dudad. Pertenecen al tipo de las que se colocaban en los muros i cierta altura á manera de voladizos y
se apoyaban en ménsulas. Han estado policromadas, y estas pequeñas sepulturas son por su estilo carade-
risticas de la Corona de Aragón, dondelashayabundantisimas.— 4. Otra variante de las formas de luninas
sepulcrales y de íruíI procedencia, — S, Cenotaflo de Don AHanso el Sabio en el Real Monasterio de las
Huelgas de Burgos.
,,CoogIc
KiSTOR» GhJfica dk la Civilización Española
Sepalcrot de la Edad Media.
D,g,t7cdb/GOOgIC
Historia GrXfica db la Civilizaciúk EspaíÍola
,, Google
HISTORIA HE ESPAÑA 289
sia eigran cisma de Occidente. Juan I (i 379-1390) pudo haber dado un paso
decisivo en la obra de la uaidad oacional juntando á su corona )a de Portugal:
asi fué de derecho, pues á la muerte de Don Fernando de Portugal la heredera
legitima era su hija Doña Beatriz, mujer de Don Juan; pero el maestre de
Avis, bastardo del difunto Monarca, soliviantó á los portugueses con la idea
de que iban á ser esclavos de los castellanos. Las armas tuvieron que decidir
la cuestión, y en la batalla de Aljubarrota {14 Agosto 1385) quedó decidido
que Portugal no se unirla más á sus hermanos de la Península. La propaganda
a n ti castellana que se hizo entonces en Portugal penetró muy en lo hondo del
alma de aquellos españoles, tan españoles como los castellanos y los arago-
neses, y trasmitido el estúpido odio i Castilla de generación en generación,
todos los esfuerzos posteriO'
res para conseguir la unión
peninsular hablan de resul-
tar inútiles. En este sentido
quizá sea la batalla de Alju-
barrota, que todavía cele-
bran los portugueses como
su mayor gloria (la gloria de
ser un pueblo chico, juguete
y casi colonia de prepoten-
tes extranjeros), la más de-
sastrosa para España que se
haya dado desde que el
mundo es mundo. Euri-
que III, apellidado el Do-
liente (1390-I406), cierra la
serie de los monarcas caste-
llanos del siglo XIV.
Los reyes de Aragón en
igual periodo fueron: Jai-
me II (1291-1327), en cuyo
tiempo fué la legendaria y
casi fantástica expedición Muerte de Don Pedro I.
de loa aventureros aragone-
ses y catalanes al Oriente; Alfonso IV (1327-1336), que pasó su vida gue-
rreando en Italia. La política aragonesa habla tomado un rumbo enteramente
italiano: casado con Doña Leonor, hermana de Alfonso XI de Castilla, y
como una diputación de valencianos presidida por Guillen de Binatea recla-
mase enérgicamente á los regios esposos contra ciertas donaciones territo-
riales que hablan disgustado al pueblo, cuéntase que la Reina contestó: «Esto
• no lo sufrirla mi hermano el rey de Castilla, quien mandaría degollar á
•estos sediciosos>; y que el Rey contestó: <Reina, nuestro pueblo es más
• libre que el de Castilla; nuestros subditos nos reverencian como á su señor
natural, y nos los tenemos á ellos por buenos vasallos y compañeros.*
Pedro IV (1335-1387), á quien llamaron el Ceremonioso por su esmero y
minuciosidad en la etiqueta palatina, fué contemporáneo de Pedro de Cas-
( Explicación dt U lamiaa LÁJ.)
HISTORIA DEL TRAJE. -Traje* del Siglo Xlir.-Esu lámina típrncnu li memonla de la co-
roudón dtl rcjr San Fernando, Reproduce una minialiiri del OMict
6 Libreril del rey [km Pedro I de Ciitilli, que se guarda en la Bibli<
,, Google
2go
HISTORIA DE ESPaRA
títla y de Pedro I de Portugal (i 356-1366), los tres Pedros á cual mis duros y
crueles. De los tres, el castellano fué sin duda el peor, ya que sus crueldades
más paredan de loco ó de salvaje que de hombre; el portugués es un desdi-
chado sediento de venganza, explicable, si no disculpable, contra los que
hablan inhumanamente sacrificado A Doüa Inés de Castro, la mujer que amó
COD un amor sin limites: el aragonés, en cambio, era un político convencido
de la necesidad de aplicar cuchilla y cauterio á la sociedad por él re^da
para curarla del mal de anarquía: un tipo semejante al de Alfonso XI de Cas-
tilla. El privilegio de la Unión arrancado á Pedro III en momentos de angus-
tia suprema para el heroico rey,
no era sino la rebelión perma-
nentemente organizada y cons-
tantemente funcionando; algo se-
mejante, aunque peor por la
condición de los tiempos, á la
Milicia nacional que conocieron
nuestros abuelos y padres en los
más agitados periodos revolucio-
narios del reinado de Isabel II.
Del mismo modo que con la Mi-
licia nacional no había semanas,
y á veces días sin motín, y por
el más ftitil pretexto salían los
tambores tocando generala y se
armaba la gresca; con el privile-
gio de la Unión no se tocaban
tambores, pero sí las campanas,
apellidando á las gentes para
defender las libertades aragone-
sas, que nadie pensaba en ata-
car. Ni en Aragón ni en el reino
de Valencia (los catalanes no tu-
vieron Unión) se podía vivir, y
Pedro IV libertó i los dos reinos
de una tiranía insoportable. Con
su propio puñal rasgó el perga-
mino en que estaba escrito el
anárquico Privilegio, y como se
hiriese en una mano, exclamó:
• Cosa que ha costado tanta sangre, no se ha de romper sino derramándola*.
Demostró el Rey su sentido político enalteciendo el oñcio de Justicia Mayor
y sometiéndose á su decisión cuando por instigaciones de su cuarta mujer,
Sibília de Porcia, quiso privar de la gobernación á su primogénito Don Juan;
y su dureza ó crueldad en los horribles castigos impuestos í los vencidos
unionistas: verbigracia, el de hacer beber á algunos de aquellos desgraciados
el metal derretido de una de las campanas que la Unión utilizaba para tocar
á rebato y mover tumulto.
Enrique II, ''/ di ¡at Mtrctáa.
rronuda d« la estala» jrueote del sepulcro
d« este rey, ^ue se halla en la capilla de los
Reyes viejos de la Catedral de Toledo.)
(B:^PÍHC
k la lámina LXII.)
HISTORIA OFL TRAJE. • Trajea t CMt««brcB del títXo XIV. - 1 , MiniíluTi de U Crónin
de Don Ji<nie ti Congalitador. Códice de Poblrt. — 1. Crónica de Don Jiime ti Coitqulilador. Miniílu-
ra dd CAdic? inídilo de Poblel. exislenti en la Biblioleci de San Juan (Barcelona). - 3. Hislaríi de Trc-
yi. Códice blstoriado perteneciente 1 Don Pedro i de Castilla. Se conserva en U Biblioteca de El Eicorial.
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Historia GkApica dk la Civiluacióh Española
HISTORIA DEL TRAJE. - Trale* j coslnabres del liclo XIV.
D„;l7,-.l-,.C00gIC
Historia Grárca de la Civilización Espaüola
MucUm de I* Edad Media.
D,g,t7cdb/GOOgIC
HISTORIA DE ESPAÑA
293
Juan I (1387-1395) persiguió á su madrastra Sibilia y condenó i muerte á
veintinueve personas no bien ocupó el trono, por creer que le hablan dado
hechizos siendo principe; Las bellas artes y los deportes físicos preocuparon
á este Don Juan más que los negocios políticos; y eso que afligieron su rei-
nado insurrecciones en Sicilia y CerdeSa, y en el mismo Aragón horribles
matanzas de judíos por el populacho. El Rey no se fijaba en estas cosas; pa-
saba la vida rodeado de trovadores y de músicos, cuando no cazando. Tres
conciertos diarios se daban en su palacio. Doña Carroza de Vilaragut, muy
entendida en ia gaya ciencia, te-
nia sorbido el seso á Don Juan y
á la Reina, su mujer. Envió Don
Juan una solemne embajada á
Carlos VI de Francia con el ex-
clusivo objeto de que vinieran á
Barcelona algunos trovadores de
Tolosa que sirvieran de núcleo A
una institución semejante á la
Sobre -gaya coinpankia deh set
Trovadorls 6 iepts setiorhs man-
tentdors del Gay Saber, estable-
cida en 1323 para restaurar la
lengua y literatura provenzales,
destruidas ó muy decaídas á
consecuencia de la guerra de los
albigenses. Y en efecto, en 1390
se abrió en la ciudad condal el
Consistorio de la gaya rítncia,
desarrollándose á su calor un in-
tenso movimiento literario ó de
poesía trovadoresca, de que fue-
ron Ausias March, mosén Jordí
y otros los más insignes repre-
sentantes. Juan I murió desastra-
damente en una cacería, y le su- Ju«n I de Cisiilla,
cedió Martín I (1395-1410), que,
habiendo muerto sin heredero
directo, dio lugar á que los Par-
lamentos — así se llamaban las
Cortes cuando se reunían en un interregno — de Aragón, Cataluña y Va-
lencia, para evitar la guerra civil entre los pretendientes á la corona, y dando
pruebas de un elevado sentido político, acordasen elegir tres varones de
ciencia, prudencia y conciencia por cada reino, y que juntos los nueve en la
iglesia mayor de Caspe designasen la persona con mejor derecho según las
leyes del reino á sentarse en el trono. San Vicente Ferrer, el apóstol de Va-
lencia, fué el alma de tan importante comisión, resultando agraciado — no
elegido en el sentido estricto de la palabra— el infante de Castilla D. Fer-
(De la eslatuí aianie de xu sepulcn
capilla de los Reyes viejos de \
Catedral de Toledo.)
(E^plh
iin tlt ¡a lámina LXIII.)
MaeMea de I* Edad Media. - 1. Anón góiico del si^to xii
herrajo dorados. Procede de Víllbon» de Us Monjas y se conserva e
qnrta tallada, de nogal, del ilglo xiv Ú principios del xv. — 3. Arcón
estilo ojival, siglo xv. Museo Arqueológico NacJonil.
,, Google
294 HISTORIA DE ESPAÑA
dando, apellidado de Antefiera por haber tomado esta plaza á los moros en
Granada.
91. — £1 siglo XV nos ofrece dos aspectos históricos diversos: hasta 1474,
en que comienza el reinado de los Reyes Católicos, no es sino continuación
del siglo XIV con todas sus luchas oligárquicas, su confusión y su barbarie
política, y también con su constante progreso social en todos los órdenes de
)a vida. Desde la citada fecha las cosas variaron completamente de faz, y
España, que parecía estar al borde de su ruina, se alzó de repente á la mayor
altura que ha conseguido jamás
en su larga historia. Ese aSo de
1474 es, por tanto, el más ade-
cuado para señalar el fín entre
nosotros de la Edad Media y el
comienzo de la Moderna.
El primer periodo del siglo xv
caracterízase por una tendencia
cada vez más enérgica y cons-
ciente hacia la unidad nacional.
Ni en los períodos más anárqui-
cos de la Edad Media había de-
jado de manifestarse dicha ten-
dencia, ni de reconocerse como
españoles aragoneses, navarros,
castellanos y portugueses. Había
en la Península diversos Estados,
pero todos dentro de una supe-
rior unidad geográñca, histórica,
religiosa y social. Ahora, princi-
palmente por obra de los juris-
consultos y de los literatos, cada
vez más influyentes, el deseo de
la unidad política era más vivo
y apremiante, y lo sentían los
""'''" reyes lo mismo que los pueblos.
(StgÚD D. Joií CM«do del Alisal.) Hasta la casa de Avís, en Portu-
gal, fundada en el odio popular
á Castilla, buscaba alianzas matrimoniales con el Estado central; desde 1438
reinó allí Alfonso V, // Africano, que por su proyectado casamiento con la
Beltratuja aspiró á la unión de Castilla con Portugal en los mismos términos
con que realizó Fernando por su matrimonio con Isabel la unión de Castilla
con Aragón.
En este reino últimamente citado puede decirse que durante todo el
siglo XV los reyes y príncipes no hicieron más que preparar la unidad nacio-
nal. Entronizada con Fernando I la dinastía castellana, los infantes de Aragón
no se consideraron ya nunca extraños en Castilla, sino que tomaron parte
activísima en la política del Estado central, donde tampoco eran ya ellos
HISTORIA DEL TRAJE. - Trajea del ilglo XIV. ■ 1 y 3. Orupas díl cortejo fúnebre, escDlpi-
aos m el urcófago de Don Felipe Boíl, seflor de Miniscs. (Mutco Piovlnciil de Vilendi). — 2. Estatuí yt-
cenle de Don Felipe Boil. — 4, Don Bernarda Ouillín de Entenu y de Monlpeller. Figan de li nrní jepul-
cnl de dicho señor cxitlenle en el Museo Arqueoidgico Nacional de Madrid.
,, Google
Historia GkÁFicA db la Civilización Española Lájim* LXIV
HISTORIA DEL TRAJE.-TraJet del ilglo XIV.
D„j,i7<-,ib,.CoogIc
Historia Gbífica de la Civilización Fspañola Lámina LXV
Macotes de Ift Edid Media j d« la Edad Modcri
ti
.ooglc
HISTORIA DE ESPAÑA 2gj
mirados como forasteros. La guerra entre los dos Pedros (el Cruel y el Cere-
iHomioso) fué la última entre castellanos y aragoneses: de alli en adelante la
frontera cas te I laño -aragonesa empezó, por decirlo así, á borrarse, y se pasaba
de un reino á otro como quien no sale de su casa.
Femando I murió en 1416. Su hijo mayor y heredero Alfonso V (1416
á I458J no bien empuíió el cetro embarcóse en su escuadra para Italia y so-
metió á Cerdeña; peleaba en Córcega, cuando la inmoral y versátil Juana II de
Ñapóles pidió su ayuda, ofreciéndole la sucesión de su reino, y allí fué esie
Rey, cual ninguno audaz y aventurero; conquistó á Ñapóles, regresó á Es-
paña, y por el camino se apoderó, á lo corsario, de Marsella, dudad que per-
tenecía entonces á su rival
Luis de Anjuu. Vuelve á
Italia, donde su hermano
Fcdro, dejado por guardián
de su conquista, había sido
expulsado de la ciudad y
del reino por Renato de
Anjou, hijo de Luis. Alfon-
so V no se amilana: pone I
sitio á Gaeta; pero es derro-
tado por completo en una
batalla naval y cae prisio-
nero. Tratado caballeresca-
mente por el Duque de Mi-
lán, que le tuvo, no cauti-
vo, sino alojado en su pa-
lacio, recobró pronto la li-
bertad y volvió á conquis-
tar á Ñapóles. Allí vivió
con toda la magnificencia
de un gran príncipe italia-
no, siendo de los monarcas I,^¡„ B,_„^^ ^^ „,^„,
mas influyentes en Europa. . ■■ . ™.
En su tiímpo cayó Cons- P"''°"~ " '^ ='*""'' ^' °'"'-
tantinopla en poder de los
turcos (1453J y llegaron á Italia fugitivos aquellos sabios y retóricos griegos
que determinaron la explosión definitiva del Renacimiento.
Mientras que asi guerreaba y triunfaba en Italia Alfonso V sus berma-
nos agitaban á Castilla y gobernaban en Aragón. Uno de ellos, Juan, primero
gobernador y á la muerte de Alfonso V rey de Aragón, casó con Doña
Blanca, reina de Navarra, y tuvo tres hijos de este matrimonio: D. Carlos,
príncipe de Viana, Doña Blanca y Doña Leonor, siendo los dos primeros los
príncipes quizás más desgraciados que figuran en nuestra Historia y de los
menos dignos de serlo. D. Carlos tenía todas laa partes de un gran monarca;
además era un sabio, y tan bueno, que en el pueblo catatán quedó la tra-
dición de su santidad, aunque para esto le sobró galantería. Pero nada le
{ExpUtaíiin di la ¡amina LXV.)
MacblMdeta Edad HwU>7<le la Edad Modcraa.-I. SilU llamad* de I09 AntíRuos Juects.
Museo Provincial dt Burgos. Siglo xtll. — 2. Sitial tallado df nlilo ;;ótlco del si^lo xill al X]v. Colección
del Conde de Valencia de Don Juan. - 3. Silla del siglo Wti, procfdcnti de la Universidad de Alcili. -
4, Silla llamada de Dofla Urraca, ilglo X. Mmeo Provincial de Burgos. — 5. Trono episcopal de mármol
gríSi de una pieza, slsloxil. Catedral de Qerona. - í. Silla de San Raimundo de Roda (Aragón). Siglo Xll.
,,CoogIc
298 HISTORIA DE ESPARa
valió contra la suerte adversa. Muerta su madre, D. Juan casó con la rica
hembra castellana doKa Juana Enrlquez, mujer de talento y energía varoail,
mas el tipo acabado de la mala madrastra, que puso en juego todas sus facul-
tades para que su marido aborreciese á los hijos del primer matrimonio, como
lo consiguió. Navarra estaba dividida desde 1438 en dos bandos: agramonie-
ses, cuyo núcleo era la casa de Agramont, y biamonteses, que segufan á la fa-
milia de Beaumont. En esta ocasión los primeros se declararon por los re-
yes Don Juan y Dofia Juana, apoyándolos en el intento de desposeer á Don
Carlos de sus indiscutibles derechos á la sucesión y de la lugartenencia ge-
neral del reino, que le había encomendado por testamento su madre Doña
Blanca, reina propietaria. Los biamonieses se pusieron de parte del hijo. Es-
talló la guerra civil, y el principe de Viana fué preso. Novelescas fueron ésta
y las siguientes prisiones de D. Carlos, siempre querido y aclamado por los
pueblos, y siempre perseguido por
su ambiciosa madrastra y su des-
naturalizado padre, hasta que al
cabo murió (23 Septiembre r46l),
de enfermedad natural según Zu-
rita; envenenado según el vulgo.
Así pudo heredar los reinos ara-
k goneses sin contradicción el hijn
I de D. Juan y la Enrlquez, ó sea
I Fernando el Católico, nacido en
I Sos el 10 de Marzo de 1432. La
' saña de los regios esposos no se
satisñzo con el sacriñcio de tan
interesante victima como el prín-
cipe de Viana; Doña Blanca, here-
dera legitima de Navarra y de
todos los Estados de su padre,
culpable de haber querido á su
_ . . _•-,_,,.„ ,,,..- infeliz hermano, fué también presa
Rneds d* na prívü«eio de Alfonio V (Archivo ^ j ^ u _
g.nerd de 1. Villl de M«Jrid). ABo .17a. I entregada á su hermana menor
dona Leonor, casada con Gastón
de Foix. En el castillo de Olite, y después de muchos sufrimientos, pereció
la infeliz Princesa envenenada por su hermana. Algunos de nuestros escrito-
res suelen hacer no pocos aspavientos ante los crímenes que por esta época
eran usuales en las cortes de Italia, donde el puñal y el veneno hablan llegado
á ser los instrumentos, por decirlo asf, ordinarios de la ambición ó de la codi-
cia de los grandes; y es lo cierto que, recordando los bárbaros episodios que
acaban de indicarse, en este respecto nada podemos echar en cara los españo-
les á los italianos, siendo quizás lo que más desconcierta el sentido moral
considerar que los abominables crímenes de D. Juan y de su consorte la Enrl-
quez, según todas las probabilidades, fueron beneficiosos á España, ya que
facilitaron el camino del trono á rey tan grande como Femando el Católico.
Verdad que también D. Carlos de Viana aspiró á la mano de Doña Isabel;
pero semejante principe romancesco y sabio era más á propósito para hacerse
amar de los pueblos que para gobernarlos: probablemente, con él hubiéramos
tenido una segunda edición de Alfonso X.
Durante este periodo reinaron en Castilla Juan II y Enrique IV.
El reinado del primero (14C6-1454) ofrece dos aspectos distintos: el lite-
rario y el político.
Literariamente, pocos reinados aventajarán al de Juan II. El mismo Rey
,, Google
Historia Gráfica db la Civiuzacióh Española
•Miltmdu. CalButa jnTaJaccc«.-SI|il(it XIII, XIV J XV.
(Dr la CoItccOn lUI Conát at Valtncla dt Donjuán).
D,g,t7cdb/COOgIC
30O HISTORIA DE ESPASa
daba el imi'.ulso. <Era hombre (escribió uno de sus más ilustres contempo-
• ráneos) que hablaba cuerda ¿ razonadamente, é habia conoscimiento de los
• hombres para entender cuál hablaba mejor, e más atentado e más gracioso.
• Placíale oir los hombres avisados...; sabía hablar y entender latín; leía muy
• bien; placíanle mucho hbros é historias; oía muy de grado los decires ríma-
>dos, é conocía los vicios dellos; había gran placer en oir palabras alegres é
• bien apuntadas, é aun él mismo las sabía bien decir. Usaba mucho la caza...
>Sabía del arte de la música, cantaba é tañía bien* (i). Y componía versos
amorosos, ó querellándose dulcemente de los magnates que no podía do-
me ííar.
Viniendo de tan alto la iniciativa, no es de maravillar que la Castilla de
Juan 11 fuese como una academia en que grandes y chicos competían cons-
tantemente por el laurel de Apolo. Verdad es
que había llegado la hora al Renacimiento greco-
romano: la Humanidad parecía haberse hartado
ya de tosquedad y rudeza, y por todas partes flo-
recia el ingenio, como si aquel tiempo fuese una
primavera del espíritu. D. Alvaro de Luna, el
gran personaje político y militar del reinado, pro-
fesaba de moralista en sus Virtuosas mujeres, y
de poeta en versos que hoy pasarían por blas-
femos. El marqués de Villena D. Enrique de Ara-
gón, el marqués de Santillana D. Iñigo López
de Mendoza, Fernán Pérez de Guzmán, Juan de
Mena, D. Alonso de Cartagena, El Tostado, el
disputado autor de la Crónica de Juan II (2), el
ignorado de la D. Alvaro de Luna, Gutiérrez Díaz
„ „ , „, . , „. de Gómez que escribió £■/ Fíf/oríó/ i/íGiia'/írOí,
° h"i?¿7Í;';f'líS"r 1 P"» Rodrigue, de Lena, que compuso El />«„
(Tomado de uns minUtura de honroso; el buen conde de Haro D. Pero Fernán-
dez de Velasco, el Arcipreste de Talavera Alfonso
Martínez de Toledo, sólo comparable por su gra-
cioso .y profundo desenfado al otro Arcipreste
poeta de la centuria precedente, y cien nombres más que podrían citarse,
acreditan el intenso y extenso cultivo de todo el jardín de las letras en este
periodo, Tradujéronse también muchísimas obras clásicas, no sólo de filoso-
fía, poesía y elocuencia, sino de arte militar; v. gr., el Vegecio {3), que fué el
vademécum de los grandes y de todos los hombres de guerra, el texto en que
se iba estudiando poco á poco para resucitar la legión romana. Empezaron
también á formarse colecciones de poesías ó Canciomros: el más antiguo es
el ordenado por el judío converso Alonso de Baena para solaz del Rey.
Pero sí mirado literariamente es grato el reinado de Juan II, por el as-
pecto político no pudo ser más desgraciado. Sólo tuvo una época feliz: la de
(l| FernAn Pérez de Cuimin, en Gmerafioni! y stmhlanxas, b parle tercera de so obia
Mar di historias. Gitiiraciottis y stmbUmttts, además de su gran mérilo intrínseco, histórico y
liteinrio llene el especial de ser ta primera colección de blogralTag escrita en cutellano. Con-
tiene 34; de Juan II, D. Alvaro de Luna, Ü. Enrique de Villena, etc.
(2) Galíndez de CarTajal la atribuye á Fernán Pérez de Cinmán. Amador de los Ríos, á
Alvar García de Santamaría. Otros, á Juan Rodríguez de la Cámara. Otros, al mismo Juan II.
tjl «Libro de la Caballería, compuesto por Vegecio, el cual fué trasladado por man-
»dado del muy alto príncipe é señor D. Enrique, del latín en nuestro volear romance por
»Fr. Alfonso de San Cristóbal, del Orden de predicadores». En la Biblioteca dé El Escorial hly
dos códices del siglo XV de esta traducción.
,, Google
DE ESPAJÍA
301
la niñez del Rey, en que fué regente Don Femando de Antequera. Nom-
brado éste rey de Aragón, dejó á Don Juan, de seis años, y á Castilla en las
turbulencias propias de las minorías en aquellos tiempos. V no salió de ellas
el reino con la mayor edad del Monarca, sino que puede decirse que fueron
mayores con un monarca que se dejó dominar por su privado D. Alvaro de
Luna, al que luego hizo ahorcar en Valladolid, y que fué siempre juguete de
las facciones y no acertó jamás á tener su reino en paz y justicia. "
92. — Enrique IV (1454-1474). Tenia ya treinta aftos cuando subió al
trono, y habla dado de si muy ma-
las muestras en vida de su padre,
ya rebelándose varias veces, ya con
ei escándalo del proceso de nuli-
dad de su matrimonio con la infor-
tunada princesa Doña Blanca de Na-
varra, desde cuyo punto la gente se
habla dado á pensar muy mal y ha-
blar peor del entonces principe,
atribuyendo á sus vicios inmundos
la enfermedad que le imposibilitaba
ser cabeza defamilla.EI afán de ori-
ginalidad y el de contradecir todo
lo tradición a Imen te aceptado como
cierto han movido á unos pocos es-
critores modernos á intentar algo
que suena á defensa de Enrique IV,
y que no viene á ser en el fondo sino
censura de la conducta y memoria
de los Reyes Católicos. Pero mien-
tras más se estudia el reinado del
ignominioso Impotente, se ve mejor
la justicia seca con que el elegante
historiador Cabanilles ha escrito:
t El rubor enciende nuestro rostro
>y la pluma se nos cae de la mano
>al llegar al reinado del cuarto de
>Ios Enriques. Debemos, empero,
■ dedicarle un lugar en nuestra Historia para enseñanza de pueblos y reyes,
>á la manera que en las cartas náuticas se señalan los escollos para que huyan
*de ellos los navegantes. No hay en toda la Historia de España nada compa-
■ rable á este afrentoso reinado: sería necesaria la pluma de Tácito para tra-
>2ar con rasgos de fuego tal degradación y tanto oprobio» (l).
Se ha dicho que la Crónica de Enrique IV, por Alonso de Falencia no
merece crédito, ya que Falencia era cronista de su hermano el infante don
Alfonso y, por tanto, acérrimo adversario político del Rey: por la misma razón
son recusados todos los escritores contemporáneos como parciales de los
Reyes Católicos y deseosos de agradarles; pero, aparte de que esta unanimi-
dad de pareceres en los contemporáneos tiene una inmensa fuerza acusato-
ria, pues todos ellos se declararon contra Enrique cuando éste vivía y era
poderoso, asqueados de su conducta y no pudiendo sufrir el desgobierno en
que tenia el reino, ahí está la Crónica escrita por Diego Enrfquez del Castillo,
JuiD II de Caitilla.
(Tomado d« ud retablo de la «poca
de la Cartuja de Miraflores, Burgos.)
(1) Historia dt Es[ah
,,CoogIc
302 HISTORIA DE ESPAÑA
capellán y cronista asalariado del Impotente. Y jqué semblanza traza del de-
generado Monarca este escritor, atento á mitigar ó atenuar sus defectos? Hay
que oírle:
«Era, dice, persona de larga estatura y espeso en el cuerpo y de fuer-
>tes miembros; los dedos, largos y recios; el aspecto, feroz, casi á semejanza
• de león, cuyo acatamiento ponía temor á los que miraba; las narices, romas
• é muy llanas; no que asf nasciese, mas porque en su niñez rescibió lesión
>en ellas; los ojos, garzos é algo esparcidos; encarnizados los párpados; don-
>de ponia la vista mucho, te duraba el mirar; la cabeza, grande y redonda; la
>frente, ancha; las cejas, altas; las sienes, sumidas; las quixadas, luengas y
• tendidas á la parte de ayuso; los dientes, espesos y traspellados; los ca-
>belIos, rubios; la barba, luenga é pocas veces afeytada; el faz de la cara,
• entre roxo y moreno; las carnes, muy blancas; tas piernas, muy luengas y
• bien entalladas; los pies, delicados. . . Holgábase mucho con sus servidores
• y criados; avia placer por darles estado y ponerles en honra. . . ; compañía
• de muy pocos le placía; toda conversación de gentes le daba pena; á sus
• pueblos pocas veces se mostraba; hufa de los negocios; despachábalos louy
• tarde... Acelerado é amansado muy presto. .. Ll tono de su voz, dulce é
• muy proporcionado; todo canto triste le daba deleite; preciábase de tener
• cantores, y con ellos cantaba muchas veces... Estaba siempre retraydo . . .
• Tañía muy dulcemente el laúd; sentía bien la perfección de ta música; los
• instrumentes de ella te placían. Era gran cazador de todo linaje de animales
• y bestias fieras; su mayor deporte era andar por los montes, y en aquéllos
• hacer edíñcios é sitios cercados de diversas maneras de animales, k tenía
• con ellos grandes gastos . . . Las insignias é cerimonias reales muy ajenas
• fueron de su condición. >
El segundo matrimonio del Rey con Doña Juana, hermana de Alfonso V
de Portugal, noy señalada mujerde gracilts ji hermosura, se^ña la misma cróni-
ca; los cínicos amoríos de Don Enrique con doña Catalina de Sandoval, á la
que hizo abadesa de un convento con el ridículo pretexto de que las monjas
necesitaban reforma — • buen titulo, dice Mariana, pero mala traza, pues no
• era para esto á propósito la amiga del Rey>, — y con la portuguesa dama de
la Reina, doña Guiomar de Castro, á que aludían las desenfadadas coplas sa-
tíricas de la época, diciendo:
Y san el torpe, majidcro
Qae se precia de certero,
Fasta aqaella lagaleja ,
La de Nava Luateja,
Le ha traído al letortero (l);
la escandatosluma privanza con la Reina del valeroso y gallardo hidalgo an-
daluz D. Beltrán de la Cueva, súbitamente ascendido de paje de lanza á
mayordomo mayor; el nacimiento de la princesa Doña Juana (Marzo 1462), en
cuyas fiestas palatinas se agració á D. Beltrán con el condado de Ledesma,
desatándose la maledicencia en tales términos, que la inocente niña fué desde
luego rebautizada por grandes y chicos con el denigrante mote de la Bá-
tratuja, que no habla de perder nunca, y contra el cual no pudieron pre-
valecer nunca las ficciones jurídicas de la legitimidad, resistiéndose muchos
á jurarla por heredera del reino, y no consintiéndolo algunos, como el conde
de Medinaceti, á pesar de habérsele prometido si juraba mil vasallos; la
cobardía del Rey, bien manifiesta en las viles palabras que dijo á su anti-
(l) Coplas de Mingo Revulgo.
D,g,t7cdb/GOOgIC
HtsTORiA G&ÁFiCA DB t« Civilización EspaÍÍola
LAmiha LXVII
^
,,CoogIc
HisTOKiJt Grífica db la Civilización Española
I.{MIMA L>:viii
J\
T-—~r----r
Diversa» tipo* de eUvos 6 hierro* •rtltllcoi e«pafl«let de lot sillo* XIII, XIV j XV.
D,g,t7cdb/GOOgIC
HISTORIA DE ESPAÑA .305
guo ayo el obispo de Cuenca D. Lope Barríeotos, lealfsimo servidor de su
padre Don Juan y de él, cuando le excitaba á someter por armas á Iqs re-
beldes: tíos que no habéis de pelear, padre obispo, sois muy pródigos de las
• vidas ajenas*, á lo que respondió indignado D. Lope: <Se&or, pues que V. A.
•no quiere defender su honra, vos certifico que desde agora quedaréis por el
>más abatido rey que hobo en España, é arrepentiios heis cuando no apro-
• vecliare>; y la incalificable conducta observada en la batalla de Olmedo,
donde mientras los suyos, fieles no á él, sino á la institución monárquica en
abstracto, peleaban y vencían, escondióse Don
Enrique, y, ya consegida la victoria, tuvo que ir á
buscarle su capellán y decirle: «jCómo los reyes
• que son vencedores ansi se han de arredrar de
>su hueste? . . . Andad acá, señor, que sois ven-
• cedor>¡ y sobre todo la inverosímil bajeza con
que por dos veces reconoció y firmó su propia
deshonra: la primera en Medina del Campo (30
Noviembre 1464) admitiendo á su hermano Don
Alfonso por UgitÓMo sucesor y heredero del remo,
y la segunda en los loros de Guisando {iQ Ac Sep-
tiembre de 1468), donde hizo lo propio con su
hermana doña Isabel, y suscribió esta cláusula,
colmo de ignominia: «ítem, por quanto al dicho
•sefior rey et communmente en estos reinos et
• señoríos es público et manifiesto que la reina
• Doña Juana de un año á esta parte non ha usa- ¡-j ^y^^^ ¿^ Luna
•do limpiamente de su persona» . . . etc. . . To- Tomado de U estatua va-
dos estos son hechos probados, y ellos justifican cente de su sepulcro, exis-
plenamente el alzamiento de su hermano Don lente en la Catedral de To-
Alfonso, que reinó tres años en más extenso te- '*^°-
rritorio que el mismo Don Enrique {desde 5 Ju-
nio 1465 á 5 Julio 68, que falleció) (i), y al que, según algunos historiadores,
debería llamársele Alfonso XII, la exclusión de la Beltraneja, que, aun en el
supuesto de ser falsas las especies que contra ella corrían, no hubiese podido
reinar nunca desde que su propio padre la deshonró, y, por ende, la legitimi-
dad indiscutible de Isabel ia Católica, que subió al trono, no ya en virtud de
un derecho fundado en la incapacidad de Doña Juana, sino del deber de sal-
var el decoro y dignidad de la institución monárquica, ensuciada por tantas
porquerías y casi destruida por tantas bajezas.
El estado á que llegó Castilla con un monarca cual Enrique IV no es
para descrito. Un año antes de concluir tan calamitoso período escribía Her-
nando del Pulgar al obispo de Coria una carta refiriéndole cómo andaban
las cosas: en Andalucía baja el duque de Medina Sidonia y el marqués de
Cádiz se hacían crudísima guerra, hasta con tropas de moros, y ni en Sevilla
se podía vivir, porque las gentes del Marqués y las del Duque andaban á
cuchilladas de noche y dfa por las calles; en Córdoba hacían lo mismo don
Alonso de Aguilar y el conde de Cabra; el reino de Murcia se habla de-
clarado en cantón independiente, y hacia cinco años que no se comunicaba
con lo demás de Castilla; León gemía bajo el yugo cruel de D. Alonso de
(1) En cite tiempo vino á Eipaila el barón de RORiltbal, noble húngaro, y en la relación
de til Tiaje (Viajis psr Españo, Ubres di anlaiio) cuenta las dificultades que había para pasar
de las ciudades que acataban i Don Alfonio, al qae llama el Jtty moto, í las de Don Eniiqae,
Salcedo, Historia de espaRA
D,g,t7cdb/GOOgfü
306
HISTORIA DE ESFAÍlA
Monroy, maestre de Alcántara; Toledo estaba entregado á una constante anar-
quía, y las bandas armadas que corrían su tierra robaban á placer y quemaban
los pueblos, como hicieron con Fucnsalida, Guadaume y otros lugares, sien-
do el hambre la consecuencia de tales horrores; Pedro Mendaña, alcaide de
Castronuño y uno de los mayores facinerosos de la época, había llegado á
juntar de quinientas á seiscientas lanzas, y no sólo desbalijaba en los cami-
nos y asaltaba lugares, sino que cobraba una contribución regular á Medina,
ValladoUd, Toro, Zamora y Salamanca, desafiando al duque de Alba, que con
su mesnada señorial lo perseguía; Tie-
rra de Campos era un hervidero de fac-
ciones, y en Cantabria y Vasconia no
se hacia tampoco más que pelear los de
un pueblo con el vecino, los de un case-
río, con el próximo; tas guerras de Ga-
licia de qtte nos solíamos espeluznar, ya
las reputamos ceviles é tolerables, attmo
licitas. Y después de tan horrible enu-
meración añadía Pulgar; Nú hay más
Castilla; sinno, rnds guerras kavria. Y
dice además que ya, por la costumbre
de sufrir tantas luchas, apenas si se les
hacía caso, ó como siacaesciesen en Bolo-
ña ó en reinos do nuestra jurisdicción no
alcanzase; que á nadie se ahorcaba por
justicia, aunque algunos se ahorcan por
injusticia, y, finalmente, que lagenteno
sabía qué hacer por salir de tan inso-
portable situación; pero que el deseo
de salir de ella era general y se mani-
festaba de mil modos: verbigracia, en
los procuradores del reino, juntándose
para tratar del remedio á los males pú-
Enrique IV bÜcos; mas <mirad (escribe) cuan cru-
Scgún UD dibuja del insiene pintor »do está este humor é cuan rebelde,
D. José Císído del Alisd. »que nunca bailaron medicina parale
• curar, de manera que, desesperados
>ya, se han dejado dello>; 6 en los obispos, que se reunieron en Aranda para
ver de poner á cubierto á la Iglesia de aquel espantoso desorden. Menos st
presume gue aprovecha esto, concluye diciendo Pulgar.
Se ve que el instinto social, ya muy desarrollado por la cultura jurídica
y literaria, rechazaba enérgicamente el desgobierno y las vergüenzas de Enri-
que IV. Quizás algunos siglos antes los vicios de este rey sólo hubiesen pro-
vocado alguna sombría tragedia palatina, y el pueblo, compuesto de siervos
y considerando la guerra permanente como el estado natural de la sociedad
humana, apenas si habría hecho caso; pero en el siglo xv Castilla, con un
(Explúadin de ¡a lámina LXIX,)
Ciavoi ó HIerrm arlltttco* ctpaAole*. - La miyc
son divos como los de las láminas LXVIl y LXVIll.
El llimador b aldabón que aparece en el centro de la li
pertenece S la pucna principal de la Oiiedral de Tairagona. Son llamadores
Valencia de Don Juan.
que figurai
del sigla xv, de
filo gúlico. y
,, Google
HlSTOKIA GhÍFICA de LA CIVILIZACIÓN ESPAÑOLA LÍMINA LXTX
Hierros artlitleí» evaftolei.
D,g,t7cdb/GOOgIC
HiSTOBU GrAfica db la Civii.izAadM Española
iMlradMatos niAilcos del «lelo XIV.
D,g,t7cdb/GOOgIC
mSTOKlA DE ESPaSa 309
pueblo libre, con ciudades grandes, agrícola, industrial, mercantil, ilustrada
por los teólogos, atcccionada por los juristas, conocedora de las obras maes-
tras de la antigüedad clásica, rica y ansiando serlo más, abierto su espíritu á
todos los aires de la ciencia, del arte y de la poesía, contando en todas sus
clases sociales coa hombres ilustradísimos, quería un gobierno ñrme, fuerte,
previsor, que asegurase á todos la libertad individual y el disfrute pacifico de
aquellos derechos del hc^r y de la vida, sin los cuales es ésta peor que et
Infierno. Por eso no podía conformarse con Enrique IV y se rebullía impa-
ciente buscando un porvenir venturoso; pero á la vez, como quiera que había
aprendido que la apetecida dictadura paternal, único remedio posible de sus
males, sólo podía ser implantada por la tHonarquia legitima, respetaba en el
degenerado Enrique, no la persona, sino la institución, y de aquí que nunca
se resolviese á destronarle, confiando en que sus mismos vicios no tardarían
en llevarle al sepulcro, y la sucesión regular pondría en el trono á la infanta
Isabel, cifra de todas sus esperanzas.
Esta doble y contradictoria corriente de fuerzas morales — el odio des-
preciativo á Enrique IV y la lealtad monárquica — explica las singulares
peripecias del reinado, y sobre todo un hecho muy digno de notarse. En este
período es cuando por vez primera se advierte en España la existencia de
una verdadera opostdán política, es decir, de una acción común consciente y
deliberada contra el gobierno establecido, no para sacar de ¿I concesiones ó
provechos personales, sino para mejorarlo, para obligarle á que cumpla bien
sus elevadas funciones sociales 6 reemplazarle por otro que así lo haga. Claro
que con esta aspiración, de suyo elevada, mezclan siempre ambición y codi-
cias sus escorias; pero no es justo confundir las turbulencias del siglo xiv,
por ejemplo, en que todo un D. Juan Manuel vivía en constante rebelión
Inchando con reyes y pueblos únicamente /or el acrescentamiefíio de su perso-
na y casa, y estaba esto tan admitido por todo el mundo que no necesitaba
el magnate dar otras explicaciones de su conducta, con estas otras del reina-
do de Enrique IV en que lo que ofendía del Rey es que fuera tan mal rey,
y se buscaba, por unos sinceramente, por otros siquiera en apariencia, el me-
joramiento del reino. Con esta oposición nació la literatura política, insolen-
temente procaz en las Coplas del Provincial, mordazmente satírica en las de
Mingo Retmlgo, y noblemente severa en la prosa de los cronistas y en los ver-
sos de los buenos poetas de la ¿poca.
Murió Enrique IV en Madrid el 1 1 de Diciembre de 1474.
93. — Las Bellas Artes en la Edad Media. — Siguieron en nuestra Pe-
nínsula el mismo proceso que en el resto del mundo, con la singularidad pro-
veniente de la coexistencia de los dos elementos mahometano y cristiano, y
la menos notable, pero también sensible, producida por nuestra situación
geográfica al extremo de Europa, efecto de lo cual fué llegar aquí más tarde
qne á otras regiones las corrientes sucesivas del movimiento artístico.
Período bitantino. — Iniciado en Constantinopla por la combinación del
arte clásico greco-romano con los estilos orientales, especialmente el sasa-
mda (i), combinación á su vez de factores helénicos, asi rio -cal déos y medo-
,,CoogIc
310 HISTORIA DE ESPAÑA
persas, extendióse al Occidente de Europa á ñnes del siglo v, y el ostrogodo
Teodoríco, soberano de Italia y de España, por los modelos de Bizancio hizo
construir los magniñcos monumentos que aún dan testimonio de su grandeza
y amor á las Bellas Artes (Sania María la Rotonda, San Apolinar y El Etpl-
riíu Santo, en Kávcna, etc.). En la época de los exarcas griegos en Italia y
después de los lombardos se fué modiñcando, y de aquf la variedad denomi-
nada loméardo ó longobardo, predominante en el reinado de Carlomaguo (^Ca-
tedral de Aquisgrán, copia de San Vidal de Rávena, etc.).
A España debió de llegar el bizantinismo á la vez que á Italia, según todas
laa probabilidades, reinando Teodorico, y duró más que en ninguna otra
parte ácausa del ya dicho apartamiento gec^ráfico, por virtud del cual tardaron
mucho en llegar las nuevas corrientes artísticas, acrecentándose entonces el
influjo de esa causa permanente con las calamidades de la invasión sarracena.
No poseemos monumentos bizantinos comparables á los de Constan ti nopl a,
Rávena, Pavia y Aquisgrán; en cambio, nuestro bieantinismo ofrece una gran
variedad de formas, que pueden reducirse á cinco tipos: visigodo, asturiano
propiamente dicho, asturiano impropio, mozárabe y árabe.
Del tipo visigodo sólo queda en pie, con caracteres de autenticidad rigu-
rosa, la Basílica de San ^nan de BaHos, actualmente restaurada fior el arqui-
tecto D. Manuel Anfbal Alvarez; pero probablemente también son del perio-
do las minas de Segóbriga (Cuenca), las iglesitas de Santa Comba de Bande
(Orense), de San Pedro de Nave (Zamora), de San Miguel de Tarrasa (Orense),
la cripta de la Catedral de Falencia, etc., y tienen extraordinaria importancia
varías monedas godas y suevas, las coronas de Gnarrazar, descubiertas en 1ÍJ58
y 1860, y el aljibe del Conventual, de Mérida, para demostrar el carácter bizan-
tino del arte en la época visigoda, y su variedad española caracterizada prin-
cipalmente por el uso del arco de herradura. Creíase que esta forma del arco
habla sido creación de los árabes; pero la arqueología moderna ha establecido
sólidamente que los árabes — no todos, sino los de España y África — tomá-
ronla de los cristianos españoles. En España hay arcos de herradura esculpi-
dos en lápidas sepulcrales del tiempo de los romanos, y en el de los visigo-
dos eran los más frecuentes: también se usó el ajimez, atribuido igualmente á
invención árabe.
Los monumentos genuinamente asturianos son bizantinos, acusando, sin
embaigo, influencias lombardas — se sabe que los maestros lombardos vinie-
ron á España en el siglo vin, — normandas y árabes. Las segundas se explican
por las incursiones de los piratas, que dieron tanto que hacer á los reyes de
Asturias, y las últimas por la presencia de los muslimes en la Península. Los
monumentos asturianos son además muy pobres, como corresponde á la con-
dición del reino cantábrico. Pertenecen á este grupo la Cdmara santa,6 CAp\-
lla de San Miguel, de la Catedral de Oviedo; Santnllano ó San Julián de los
Prados, extramuros de Oviedo; San Miguel de Linio, Santa María de Jaran-
eo y Santa Cristina de Lena (construcciones de Ramiro I) y San Salvador de
Priesca.
Impropiamente asturianos son todos los monumentos que cabe tam-
(ExflicaHín de la ¡amina LXXI.)
HISTORIA DEL TRAJE. - Trsjei tlvHM J nlIftarM del tlglo XV.- i. Don Qbmti. Minrl-
qiw, 1411. Monutcrlo de Fmddvil. — Z. Retrato orante de DonJiunll|de CutlIU, de un retablo de li
Cvdiji de MlnRorcs (Burgas). - 3. Querrero del siglo XV, con coracina [Annerlii Real). — 4. El 'principe
Don Carlos de Viina, miniatura de la Biblioteca Nacional de Madrid. — 5. Don Alvaro de Luna con el
tn|e de Oran Maeitre de la Orden de Santiago, de li estatua yacente de su aepulcro existente en la Catedral
de Toledo. — A. Paje del siglo xv, ípoca de Don Juan 11; interpretadín de una plntundela época.
,,CoogIc
Historia GrjCfica de la Civilización EspaíÍola LAuin* LXXt
HISTORIA DEL TRAJC-Tr^M drllc* y BDltarcí <l«l aillo XV.
D,g,t7cdb/GOOgIC
312 HISTORIA DE ESPAÑA
bien caliñcar de pn-romdrticos, porque las formas bizantinas aparecen ya muy
alteradas, como presintiendo el cambio arquitectónico que iba á efectuarse, y
que ya se habla realizado en la Europa central. Tenemos muchos monumentos
de éstos, mejor ó peor conservados: en Asturias, San Adrián dt TuitÓH,&6oz
leguas de Tnibia; San Jnlidn de Viñón, San Miguel de Bdrcenas, San Pedro
de Teverga, etc.; la más característica es San Salvador de Fuentes (comarca
de Villaviciosa), caque ven algunos arqueólogos el punto de transición del
modo asturiano al estilo románico; en Galicia, Santa Eulalia de Bolaüas y San
Tirso de Cospindo; en León, el panteón de los Reyes (San Isidoro); en Santan-
der, Santa María de Lebeña; en Logroño, San Milldn de la Cogolla de &iso; en
Soria, la ermita de San Baudilio (término de Casillas de Berlanga); en Cata-
luña, San Pedro de Tarrasa, San Cugat del ValUs, etc.
El primer período del arte maho me tan o- español es bizantino puro, y pu-
ramente bizantina es la Mezquita de Córdoba, y bizantinas son las constructo-
nesde los mozárabes ó cristianos sometidos á los árabes: dividen se las últimas
en tres grupos: el andaluz, de que no se conservan monumentos arquitectóni-
cos, al menos en su forma primitiva, y si sólo una campana pequeña en el Mu-
seo Provincial de Córdoba; el toledano, al que corresponden, no enteramente y
de todos modoB om'j ácsf\gaYaái.s,\a.s\g\cs\a.s d^ San SebastidH,Santa Eulalia y
San Litcas, en Toledo, y la ermita de Santa María de Melgue (término de San
Martin de Montalbán); ñnalmente, f\grupo asturiano ó de monumentos cons-
truidos por los mozárabes fugitivos de la persecución de los emires que se
refugiaron en los reinos cristianos independientes, está representado por San
Miguel de Escalada (20 kilómetros al SE. de León), San Cebrián de Masóte
(provincia de Valladolid), Santiago de PeUalba (en el fiierzo, León), Santo To-
más de las Ollas (Ídem), San Miguel de Celanova (Orense), iglesia de Bamba
(Valladolid), etc.
Período románico. — Llegó para nuestra patria como uno de tantos efec-
tos de la europeieaciÓH promovida por Fernando I y su hijo Alfonso VI, y que
se caracteriza por la venida de los monjes de Cluny, y con ellos otros mochos
franceses: guerreros y artistas. Al reinado de Femando I pertenece San Isi-
doro (hacia 1145), y el estilo románico se va desarrollando, siempre bajo la
influencia y siguiendo los tipos traspirenaicos. Sus monumentos más nota-
bles son: la Catedral de Santiago (de 1074 á 11 28), muy semejante, por no
decir igual, á San Semin, de Tolosa; en la misma región gallega, las Catedra-
les de Lugo, Túy y Orense; lai iglesias de Santa María del Sar (Santiago),
Santiago (Coruña), San Lorenzo de CarobeirO, ruinas (Pontevedra), etc.; en
Asturias, la torre vieja de la Catedral de Oviedo; en Santander, la Colegiata
de Santillana; en Zamora, la Catedral y la Colegiata de Toro; en Salamanca, la
(ExplicacUn dt la táaima LXXll.)
El caMO. - I. Cisco dd ligio LX il X. - 2. 3 y í. (jscos del síeIo x. - 5: Cisco dtl siglo XI. -
6. Casto <If1 siglo X al XI. ~ T y S. Yílnios del siglo XU. — 1. Cimera de yelmo del re]í Don Martin, rotnX-
deradt hasU hact poca de Don Jaime ef Coaqatstaáor. siglo XV.— ID. Yelmo del siglo xlll. — II. Yelmo
del siglo XV. -12. 13. \k. 15, 16, IT. IB, 11. 22 y 23. Bacinetes del siglo xiv. — 24. Baúl de torneo
de Fernando ti Católica, siglo XV. — 19. Celada aragonesa del siglo XV. — 10, Celada descubiert*. —
25. Capacete que perteneció i Felipe ti Hermoso, siglo XV. — 26. Capacete, siglo xvr. — 28. Almete espaflol
con haberón del siglo XV. - 23. Almete de pico dt gorrión. Siglo xv. — 27. Almete de Carlos V. Siglo XVI.
24 bis. Morrión de calva cónica pertenedenle á Cirios V. Siglo xvi. — 30. Almete de pico dt gorrión de
Hnei del siglo XV. — 31. Ceiadi de ¡usU de Carlos V, siglo XVI. - 32. Celada descublerU de Felipe tí Her-
moto, siglo XV. ^33. Borgoflota de las liimidasde infante, ligio XVI. — 34. Birrete de parada, ligio XVI,—
3i. Celada para justar 1 pie. siglo X\'. — 36. Yelmo de JusU real de Carlos V, siglo yxl. —37. Borgonon de
Carlos V, siglo XVI. — 38. Almete de justa de Carlos V. siglo XVI.
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Historia Grífica db la Civilización Espaüola
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314 HISTORIA DE ESPAÑA
Catedral vieja y la Catedral de dudad Rodrigo; en Burgos, la iglesiay monas-
íerio de Silos; en Ávila, San Vicente y Satt Pedro; en Segovia, la torre de San
Esteban y la Vera Cruz; en Navarra, San Salvador de lÁyre y ct monasterio de
Iracke; en Aragón, San Juan de la Peña, la Catedral de Jaca y el castillo-mo-
nasterio de Loarres; en Cataluña, la Catedral de Seo de Úrgel y el monasterio
de Ripoll (reconstruido); deben citarse por último las murallas de Avila y
algunas casas de Segovia,
Pocos, ó quizás ninguno de estos monumentos son puramente románicos.
Casi todos empezáronse en este orden y fueron concluidos en gótico, porque el
cambio de gusto más allá de los Pirineos fué reñejándose poco á poco en nues-
tra Península, viniendo otros maestros á iniciarnos en la nueva manera de
construir; mas el estilo románico, como en otra época el bizantino, opuso al
gótico una resistencia prolongada, y cuando ya en Europa nadie construía en
románico, nuestra Segovia erigfa sus principales monumentos en dicho estilo.
Periodo gótico. -^ Puede dividirse, con Lampérez, en tres subperfodos. De
transición: en Zamora, la iglesia de Santa Marta de Moreruela; en Soria, Santa
María de Huerta; en Buidos, Las Huelgas. De apogeo: A que corresponden las
tres grandiosas Catedrales del siglo xni: Burgos, León y Toledo, y además
{ExplUiuién .U ¡o ¡amina I.XXW.)
Bronce* Árabe*. - 1 y Z. Lámpara dt Abu-Lan Mahamad III de Oram
mente lámpara de Ordn,
Se li llimaba Idmpara de Ordn potqwt se U suponía traída de «sla ciudad por d Cirdenil Cls-
neros, formando parte del bolín de guerra en su famosa eypcdición; pera es mis lógico suponer qoe
hiya lido tomada de la Mezquita de Qranadi, atendiendo 1 lo que dice U inscripción en caracteres africanas
que llene en la parle inferior del aro que recoge la pantalla, y que, traducida por et ilustre arabista D. Ro'
drigo Amador de los Ríos, dice asi ;
•En el nombre de Dios clement- y misericordioso. La bendición de Dios sobre nuestro dueño Moha-
madlMahonM) y su familia: talud y paz. Mandó nuestroieflorel Sultán excelso, el favorecido, el vtdotioso,
el justo, el feliz, el conquistador de las ciudades y último llmlle de la conducta justa entre los siervos (de
DIol), el Amir de los muslimes Abu-Abdll-Iah, hijo de nuestro señor el Amirde los muslimes Abu-Abdil-
lih, hijo de nuestro señor Al-OaliboiMah. el victorioso por la prolección de Dios, Amir de los muslimes
Abl-M>dil-Iah. ayúdele Dios (ensalzado sea (aquí lalta un pedazo y la inscripción queda in-
terrumpida); debajo de ella, 1 quien alumbra mi luz por Su magnificencia y cuidado de su xeque, con sana
Intención y verdadera certidumbre. Y hit esto en el mes de Rabié primera bendecida, en el alto 705,
¡Ensalzado seal>
Esta lecha corresponde del 20 de Septiembre al 1 g de Octubre de 1305,
Según documentos de la ípoca, parece que ya anlcs de la conquista de Orin esliba esta lámpara colo-
cada en la capIlU de San Ildefonso de la Universidad de AlcaU, de donde fui traída al Museo.
Es de bronce, ejemplar único en su clase, y de un guslo y una labor eiqulsitos.
En las esferas ó manzanas de la parte núm. I se lee en hermosos caracteres cúflcos, transparentes
como el testo de los adornos, el conocido mole de los Al-Ahmares: iV no vencedor sino Dios.» •¡Ensalzado
seal>. mote repetido con profusión en la Alhambra.
La misma leyenda se halla dos veces repelida en cada lado de la pantalla núm. 2, entre elegantes vás-
tigos que serpean de arriba 1 abajo, con caiípinulas y lirios.
Se ignora la verdadera disposición de su conjunto á causa de hallarse incompleta.
Suprimimos el apéndice que tenía, porque á más de no pertenecer á esta llmpan, por su estilo en el
que no hay nada de árabe, como obra de arle carece por completo de valor.
3. Vasija árabe.
A, León de bronce enconlrado en tierra de Falencia. Fui hallado por unos campesinos y vendido por
éstos á un larmacéutico de Valladolid, de quien lo adquirió el egregio pintor Mariano Forluny. Es de estilo
persa-árabe y pertenece á la época del Califato de Abdenamán 111.
Lainscripclónencaracterescúñcosquetieneenel vientre, dice </^et/c^a<f: La bendición >.
Era el surtidor de una luenle interior de un palacio,
5. Acetre árabe de bronce dorado i fuego, siglo KV. Museo Arqueológico Nacional.
b. Bronce suntuario.
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\ Civilización EsfaSola Umina LXXIII
,,CoogIc
Historia Ghífic* db la CiviuzAaÓN EsfAÜOLA Umina LXXIV
EMBlInra d* l« E<tad Medta. f~*
Cooglc
HISTORIA DE ESPAÑA 3I7
las de Sigüenza, Avila, Cuenca, Burgo de Osma, Falencia, Tarragona, Barce-
lona, Santa María del Mar (en esta última ciudad), Valencia (aunque desfi-
gurada), la fachada oriental del Alcázar de Toledo, la torre de D. Fadrigtu,
en Sevilla; las torres de Serranos, en Valencia; la Casa-lonja, en Barcelona;
algunas fortalezas en Segovia, etc. Del periodo de decadencia hay obras tan
notables como la Catedral de Sevilla (de 1402 á 1498), la nave de la Catedral
de Geronei, la Catedral de Oviedo, único ejemplar espafiol del gótico fiamigero,
y la Cartuja de Miradores.
El arte árabe. — Con el románico y el gótico coincide en España el des-
arrollo del arte mahometano. AI bizantinismo árabe, representado por la
Mezquita de Córdoba, fu¿ sucediendo poco á poco un estilo cada vez más
apartado de su tipo originario, por crecientes influencias africana y asiática,
cuya evolución progresiva no está bíen estudiada, y á que se llama en conjun-
to periodo mauritano. A él pertenecen los monumentos árabes de Toledo:
Pñerta de Bisagra (siglo xi), el Taller del Moro, que algunos suponen mude-
jar; la Casa de Mesa, que está en el mismo caso, y sobre todo el Cristo de la
Lne; la Giralda de Sevilla (siglo xii), <que á las proporciones de una pirá-
mide de Egipto une la gracia y alegria de un kiosco* (Amicis), y la Aljafería
de Zaragoza. El último período del arte árabe español es el granadino, repre-
sentado por la maravillosa Alhambra.
Ei imtdejarismo. — La influencia árabe tenía que dejarse sentir en los
cristianos, y de aquí esta singularidad de nuestro arte medioeval, que sólo
compartimos con Sicilia, donde también coexistieron cristianos y mahome-
tanos. Del siglo XI conservamos las arcas de reliquias en la Cámara Santa de
Oviedo, el cáliz y la caja de marfil de Silos, que son piezas de estilo musul-
mán. En el periodo románico aparecen las formas mahometanas en edificios
crístiaDos: arcos lobulados en la Catedral de Santiago y en San Isidoro de
León; arquillos angrelados en la cornisa de San Pablo, de Tarragona; almenas
cordobesas en campanarios catalanes; estalactitas en sepulcros de la Cate-
dral vieja de Salamanca, etc. Del siglo xit son la Puerta del Sol y las iglesias
de San Román y Santiago del Arrabal, en Toledo. En el xiv combfnanse las
formas góticas con las granadinas: Santa María la Blanca y el Tránsito, las
dos famosas sinagogas toledanas y el Alcdear de Sevilla, construido por ar-
quitectos granadinos. En el siglo xv llegó á su apogeo el mudejarismo con el
castillo de Coca (Segovia) y el claustro del monasterio de Guadalupe.
Escultura y pintura. — Del período propiamente dicho bizantino no que-
dan obras de esta clase, aparte de las miniaturas de algunos códices, como
no lo sean ciertas antiquísimas imágenes de la Virgen, probablemente cons-
truidas en Constantinopla. Del románico tenemos las pinturas — no se sabe
si al temple ó al fresco — del regio panteón de San Isidoro, y muchas obras
escultóricas unidas á la arquitectónica, de que son complemento decorativo
flora, fauna, historias, figuras de Nuestro Señor, la Virgen sentada con el
Tfiño sobre las rodillas, los Apóstoles, Ancianos del Apocalipsis, etc.; imáge-
nes independientes, pocas y toscas: el Cristo de las Batallas ó del Cid en la
{EtfUfoaén <U la íániina LXXl V ).
Escnttars de b Edad Media. - 1. Pila de igua bendita, sieto Xl. iglesia de Coherubi ¡Vizcaya).—
1. HU biutliraal de San Pedro de ViUanueva (Aslnrias). Time «criu la lecha dt M C2 u (1 lOT), - 3, Pila
buniniuldelaparToquiadeBcnda(R09e1lún). — 4. Pila bunlismal de la Basílica de San Vicenle de Avila
{sigla XII). — 5. Viso litúrgico. Este curiasísima ejemplar es de barro, de estilo Irancamente árabe en su
TOBjnnto y eminenlemcnte crisliano en sus delalles, pues constituyen su ornamentación los atribuios de U
muerte y pasldn de Jesucrislc Data del siglo \[ll al Mv y es de industria levantina. ~ 6. Pila bautismal de
San Jnau la; Fonti (Oerona) siglo \[.
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3l8 HISTORIA DE ESPAÑA
Catedral de Salamanca, Vírgenes de Atocha, de las Batallas (Sevilla), de Val-
banera (Rioja), etc. Al gótico pertenecen, ó quizás mejor lo inician, las mara-
villosas figuras det Pórtico de la Gloria (Santiago), á que va unido el nombre
del maestro Mateo, su autor insigne, que unos suponen francés y otros espa-
ñol, sin que haya pruebas ni de lo uno ni de lo otro; los hastiales y claustros
de la Catedral de Burgos son un museo espléndido de esculturas góticas de
variado estilo, y algunas encantadoras.
Artistas flamtncos y alemanes. — En 1428 vino á España como agregado
á una Misión diplomática Juan Van-Eyck. Hay dudas sobre la autenticidad
de las tres tablas que se le atribuyen, conservadas en el Museo del Prado;
pero es indiscutible que él difundió el gusto por las tablas flamencas, y en
pocos años apenas si hubo iglesia española que no tuviese alguna 6 varias de
los principales maestros det Norte. Y difundida la añciÓn, pudéronse los es-
pañoles á imitarlas, ó mejor dicho, i. trabajar por aquel estilo: nuestra obra
maestra en el género es el retablo pintado por Luis Dalmau para la capilla del
Consistorio de Barcelona (1445).
No pudieron, sin embargo, los nuestros competir en mucho tiempo con
tos flamencos, alemanes y franceses que vinieron á empuñar aquí el cetro
de las Bellas Artes: ellos trajeron elgóticojtorido,yaunq}ic cuando su acctón
llegó al apogeo fué en el reinado de los Reyes Católicos, antes hablan ya
dado las más gallardas pruebas de su presencia en España. En 1418, muerto
el arquitecto ó maestro de la Catedral de Burgos, Martin Fernández, suce-
dióle jfuaii de Colonia, quien labró las caladas flechas, corona de las torres de
aquel templo (de 1442 á 1458), y de las que fueron imperfecta copia las de
León (1450). De Juan es también, probablemente, la capilla de la Visita-
c/(J« (1442), y de su hijo, la del Condestable. Estos artistas septentrionales de-
jaron también en nuestras iglesias bellísimos monumentos funerarios.
Influencia italiana. — Juan II hizo construir en Genova el marmóreo re-
tablo de la iglesia de El Paular (valle de Lozoya). Desde entonces generalizóse
la costumbre de hacer semejantes encargos á Italia ó traer artistas italianos
á la Península, de donde resultó la coexistencia de dos corrientes artisticas:
ta borgoñona, como llamamos sintéticamente á la septentrional, y la italiana.
(ExplUañin di la lámina LXXVj.
Pa«rtll artUlicai.-l. Puerta inbe. — 1. Puerta hispano -maríscí, sle
de los relieves de bronce de la Puerta del PerdAn de la Catedral de Toledo. -
San aemenle, Toledo (siglo \vi).
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Historia UkXpica de la Civilización Española LXmina LXXV
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Historia Gráfica db la CiviuzaciAh EspaSola Líxina LXXVI
Retrato de liabel la CatóUca.
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XIV
LOS REYES CATÓLICO
M. Los ReTU Catúlicos haitk su >dTeni-
micnto u trono. — 99. Cómo en Iikbd
laCatúlica. — M.CÓmo eobernabui los
Reyes Católicos. — 97. Gobiemo inte-
rior de loi Reyes Católlcoi. — 91. Folf-
tíca exteiioi y jcnensí de los Reyes Ca-
lóliCDS. — 99. í5e»enbrlinienlo de Amé-
rica. — 100. Muerte de Isabel U Católi-
ca. — 101. Desde eite saceao hasta Car-
los V.
94. — Isabel l& Católica babía
nacidO'CD Madrid, hay quien dice
que en Madrigal, el 22 de Abril
de 1451 (t). Hija de Juan II y de
su segunda mujer Doña Isabel de
Portugal, quedó huérfana de padre
cuando aún do habla cumplido los
cuatro años. Don Juan dejó á su
hija la villa de Cuéllar para su sos-
tenimiento, y á su viuda las de So-
ría, Arévalo y Madrigal. Se sabe
poco de los primeros años de la
Reina, pasados con su madre en
el castillo de Arévalo, y cuanto en algunos libros suele ponerse de su educa-
ción son conjeturas deducidas de sus ulteriores hechos. En 1462 se la hizo ír
(i) Clemenclii, Mtmoriat de la Ataáemía dt ¡a HUleria, ti
(Rxplicatiin át la ¡ánima LXXVL)
Dt ana tBiwetanlUlma monografía lilnlada 'los rtiratos de habtl la Católica' . rstrlta por el
toNo prubllero y notablt arlltta D. Ángel Barcia, a ¡t]t úe la Sección ít Estampas dt la Biblioteca
Nacional y aularldad dt mayor excepción en la mattrla, eitractamoi lat tlgalentea notlclaa. tegaros
ie que nnatro* leelorte nos lo agradecerán:
•Es ana tabla caris dinensianes primlHvis eran 24 X 33 centlmclros y que. con uní añadidura pos-
terior, lime hoy 26 X 34. Eate retrato t» obra flamenca, original y h«ho del nalura!. El pintor no era de pri-
Salcedo, Historia de EspaRa
21,
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322 HISTORIA DE BSPASa
á la corte con su hermano Alfonso para jurar por heredera del trono á la Bel-
traneja; pero debió de volver pronto con su madre, señora de buenisimas cos-
tumbres y, según parece, de más que regular entendimiento, nublado en sus
últimos años por aquella triste dolencia que habla de afligir también á su nieta
Doña Juana. La soberana cordura de Isabel la Católica resplandeció, pues,
entre la locura de su madre y la locura de su hija. Quiso siempre la Reina Ca-
tólica á su infeliz madre con un cariño sólo comparable al que tuvo á su mari-
do y á sus hijos: en las capitulaciones matrimoniales con Don Fernando uno de
los primeros artículos es el referente á la dotación de la viuda de Juan II, y
en ¿7 C&rrú de tas Donnas se lee: >Ésto me dijo quien lo vido por sus propios
>OJOS: qite la reina Doüa Isabel nuestra señora cuando estaba en Arévaio tñsi-
' tando d su madre, ella misma por su persona servia d su misma madre. £ aquí
*tomen ejemplo los hijos cómo kan de servir d sus padres. . ., etc.»
Desde los nueve anos de edad fué solicitada su mano, siendo los princi-
pales pretendientes el príncipe de Viana Don Carlos, á pesar de llevarla
treinta años, Alfonso V de Portugal, un hermano de Eduardo IV de Inglate-
rra fi), el duque de Guiena, hermano de Luis XI de Francia y heredero de
aquella Corona, y Don Fernando que fué su esposo. En esta lista hay que
mcrordc
. p,^ „t,ía bien su oflc
con
xaclitud, se
ndtleí y cierto aretísmo
trasladd. no só
ola forma.
vista
peroqu
mientras
... El joyel pendiente
twa
de la Reina
esti formado por una cni
parece de Calatrava,
y:port«i
U venera de Sanüago u
nac
nch
con la mi
de li Orden. Ésta fui in
orpo
rada 1 la
□roña por
Alljíndro
VI en 1*93, cuuido D
ña
«be
contaba ci
irenta y doí iflos. pues
naciii
en Abril
e 1151. Su
Citan c¡ a t
a Burgoí y lus últimas v
ala
Cartuja de
íiraSores lueron por los iflos UflS y 9
Hu
bo, pot unto, de hicers
elt
ttralt
después del M«, y probablemente
antes
del 1496
i9T,álos
cuirenta y cinco aflos, poco mis ú menos.
Este relnilo estaba en la capilla Mayor, colgado Junto á la puerta de la sacristía, k rajz de la eiclaus-
tradón el jefe político de Burgos, viendo la Cartuja abandonada y muy eitpuesto i desiparecer el cuadrilo.
lo recogió y lo depositó en la Sociedad Artística y Literaria que habla en Burgos con el título de lEl Liceo-.
Al pisar por esta ciudad Dona Mirla Cristina con su hija Dofla Isabel llelaflo 1845, sirvió el retrato
para adornar las habitaciones destinadas al regio hospedaje, y habiendo moilrado aquella seRora mncbo in-
terés por él, se lo regalaron. La reina Dofla María Cristina tuvo siempre el retrato en sumo aprecio, y lo He**
con^go y lo conservi en su palacio de París.
Á la muerte de la reina Cristina uno de sus testamentarios, el Marqués de Pida!, lo recogió y trajo
i Madrid, presentlndolo para su aprecio i li Academia de San Femando, que no atendiendo mis que i su
valor puramente artístico, lo tasó en 2.500 pesetas. Los testamentarios, no conformes con el precio, retira-
ron el cuadro y lo adjudicaron i la reina Isabel, que lo conservó en París en el palacio de CaMItla. Por
muerte de la reina Isabel fué adjudicado 1 S. M. el Rey, que lo tiene colocado en la vitrina de uno de los
principales saloncfi
Existe una copia muy mala, que ha pasado por retrato auténtico, y que se atribuye i un pintor [an-
Ustlco, pues no hay medio de hallar noticia de él, llamado Antonio del Rincón, y il que %e supone pintor
de los Reyes Católicos.>
(E^IüaciSn dt la lámina LXXVIt).
HISTORIA DEL TRAJE.-TraJe* del «tflo XV. - 1. Don Femando tí Cal6lla>. — 2. DoDa Isa-
bel de Portugal, esposa de Don Juan 11 de Castilla y madre de Dofla Isabel la Católica. Estatua yacente de
su sepulcro en la Cartuja de Mlratlom. — 3. Don Juan 11 de Aragón, padre de Femando V ti Católico. De
tm retrato que poseen tos duques de Villatiermosa. — 4. Dofla Isabel la Católica. Este retrato y el de si
esposo están tomados de un cuadro eilstente en el Museo Nacional de Rntura, y procedente del Monas-
terio de Sanio Tomis de Avila, al que estos reyes le hablan dedicado.
D,g,t7cdb/GOOgIC
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324 HISTORIA DB ESPAÜA
poner también al maestre de Calatrava Don Pedro Girón, hermano del mar-
qués de Villena, y uno de los más tenaces revolvedores del reino, quien en su
ambición desenfrenada llegó á poner los ojos en Do&a Isabel, y Enrique IV
consintió, preparándose las bodas, á cuyo efecto vino de Roma la bula de dis-
pensa de votos; pero la entonces Princesa se resistió enérgicamente, ayudán-
dola su dama DoSa Beatriz de Bobadilla, la cual llegó á decir delante de Isabel:
noptrmitírd Dios esta afrenta, ni yo tandeo; y sacando un pufial, juró solemne-
mente que habia de hundirlo en el corazón del maestre en cuanto se pre-
sentase. Esta Doña Beatriz, después marquesa de Moya, Don Gutierre de
Cárdenas y algunas otras pocas personas que sirvieron á la Reina durante el
tiempo malo y agitado que fué Princesa, fueron los amigos de Isabel la Cató-
lica. Refiere Oviedo que á Doña Beatriz la llamaba siempre hija marquesa (l ).
Prefirió Isabel desd^ un principio á Don Fernando de Aragón, de su
misma edad {un año menos), y que era un principe ■ de mediana y bien com-
•puesta estatura, rostro grave, blanco y hermoso, el cabello castaño, la frente
• ancha con algo de calva, ojos claros con gravedad alegre, nariz y boca pe-
• queñas, mejillas y labios colorados, bien sacado el cuello y formado de es-
• palda, voz clara y sosegada, y muy brioso á pie y á caballo» (2). Tenia gran-
dísimo entendimiento aplicado á las cosas de la vida, especialmente al arte
del gobierno, su vocación decidida desde mozo. Habla frecuentado muy poco
ó nada las letras, hasta el punto de que se ha dudado por algunos si sabia es-
cribir (3); pero su despejo natural y su temperamento político hacíanle apre-
ciar mucho el talento de los demás en todas sus manifestaciones; gustaba de
las Bellas Artes y de la magniñcencia del culto; parco y nada exquisito en el
comer y beber, descuidado en el vestir, para el trabajo y la fatiga incansable,
algo rudo, ó mejor dicho algo soldadote en su aspecto exterior, pero de finí-
sima comprensión y obrando siempre con su cuenta y razón, parco en el gastar,
no porque fuese avaro, pues jamás atesoró un maravedí, sino porque apre-
ciaba muy bien la importancia del dinero como instntmattum fegtii, porque
sabía (\\ic/erro et auro — el hierro y el oro — son los dos pilares que sostie-
nen los Imperios. Este principe insigne, <el más señalado en valor y justicia
>y prudencia que en muchos siglos España tuvo>, no mostró al mundo otra
debilidad censurable que la del sexo, acreditando en casa, como fuera de
ella, que no se parcela en nada á su antecesor Enrique; y sobre todas sus
prendas resplandeció la sabiduría política, lo mismo para regir diestramente
su reino que para engrandecerlo á costa de los vecinos. En la época en que
Don Femando y el Duque de Guiena pretendían á la vez á la Princesa, en-
vió ésta á su capellán de cámara Alonso de Coca á visitar sucesivamente las
(i) El tnacitre de Calatrava muilú en Villairubia cuando iba de camino para casarse cMt
Isabel. Y — cosa rara en aquel tiempo, y aun en todos — murió, según Patencia, proGríenda
imprecaciones por no haber darado sn vida Taríai semanas mis. Algunos atribuyeron so
muerte á veneno dado por aristúciatas envidiosos de su fortuna; peio nadie sospechó de
Isabel. Ha sido on francís volteriano, Gaillar, quien ha soltado esta frase estúpida: u ciseroa
qut cuatilBS podían ¡íruu obstáculo á la fortuna di Isabíl morían liímfre opartunaMente para
ella; necedad calumniosa lin ningún fundamento histórico.
(1) Colmenares, Historia de Segovia.
{3) BofaroU ha publicado el facsímil de su firma, lo que desmiente tal tnpoaictón; pero
ei cierto (escribe D. Vicente La Fuente) que lu letra e¡ casi imüsei/rdlt.
(ExflUaHón de la lámina LXXVII)¡.
SellM de I» Edad Medla.-I. Sf
Alfonso X el Sabio. — 3. Sello eclesüstico.
plooiodcera de Sandio IV c/firaro. — S. B
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HtsTOiuA GKJtPiCA DB LA QviuiAadit EsPAüoLA Umma LXXVIII
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326 HISTORIA DE ESFAÜA
cortes de Francia y AragÓD para que la informase con toda lealtad de las
cualidades de ambos pretendientes. El relato del capellán fué favorabilísimo
á Fernando: pintó al Duque de Guiena como un príncipe débil, afeminado,
flacucho, y de ojos tan tiernos que le incapacitaban para el ejercicio ordinario
de la caballería, al paso que Don Fernando, según el buen capellán, era un
mozo, amén de gallardo, <muy dispuesto para cualquier cosa que hacer qui-
Jurada Princesa de los reinos de CastiÜay León (i) en los Toros de Guisan-
do, según Galíndez de Carvajal en Agosto, y según Zurita el lunes 19 de Sep-
tiembre de 1468, el Marqués de Villena, poseedor de los grandes Estados que
habían sido de los Infantes de Aragón, y temeroso de perderlos si reinaba
en Castilla un ars^onés, urdió un plan que agradó á Enrique IV, y según el
cual Isabel debía casarse con Alfonso V de Portugal, y la Beltraneja con el
príncipe heredero de
este reino: tal fué el
motivo de las últimas
persecuciones que su-
frió la Frlocesa, y en
las cuales, como siem-
pre, tuvo de su parte
á la opinión pública.
Cantábanse coplas en
saizando la juventud y
gallardía de Fernando
y poniendo en ridícu-
lo la edad provecta
del portugués, y hasta
Peine dei siglo xv. Ics niflos llevaban por
las calles banderítas
con las armas de Aragón. Quisieron el Rey y el de Villena detener á la Prin-
cesa; pero el pueblo en Ucaña, el Azobispo de Toledo y el Almirante de
Castilla en Valladolid pusiéronla á culncrto de las asechanzas de sus enemi-
gos; Gutierre de Cárdenas y Alonso de Falencia fueron enviados secretamente
á Zaragoza, y de allí trajeron del mismo modo á Don Fernando, ya nombrado
por su padre rey de Sicilia, corriendo, tanto en el viaje de ida como en el de
vuelta, mil novelescas aventuras que los cronistas de la época refieren minu-
ciosamente, y fueron entretenimiento y embeleso de varias generaciones en las
chacharas del hogar y en los corrillos callejeros. Don Fernando venia disfra-
zado de mozo, y servía como tal á sus servidores: aquí tenían que burlar á las
gentes del Rey y del Marqués apostadas para detenerlos; allí llegaban aspea-
dos de la larga caminata, transidos de frfo y muertos de hambre, aun castilla, y
(i) N! Dona CataUna ni Doña Leonor, primogéoitBstleJtiBn II, ni 1> Belmneja,ni liabcl
la Católica, ni Doñn Juana la Loca, todas [as cuales fueion declaradas Frinctsai (1 herederas
de Castilla y León, llevaron el titulo de Asturias, reservndo «iempre á tos principes. La primera
mujer que tuvo el Klnlo de Pñnccsa áe Ailurias fué Isabel U.
{ExplUaeién áe la lámina LXXIX.)
ReUqnIu btetArlcaí- • 1. Mitra del Cirdenal Cimeras (leioro át la Citedrii de Tolnlo). - 2. Co-
rona de los Reyes Católicos (Catedral de Orinada). —3. Cetro de las Reyes (jtúlicos (igual procedendi).-
4, Corona de San Femando (Catedral de Sevilla). — S y 7. Calzado episcopal y báculo del siglo XII, que
pertenecieron al Obispo de Mondonedo, — t>. Naveta de plata dorada, nácar y piedras preciosas. Tesoro de
la Catedral de La Seo (Zaragoia).
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HiSTOHiA GrXfic* de la ClVILIEAaÓN BstAÜOLA LttálUk LXXtX
i
,,CoogIc
HISTORIA DE ESPAflA
los centinelas les tiraban piedras, tomándolos por sospechosos; pero cuando
se sabia quiénes eran bajaba el puente levadizo, abríase la puerta, salla el cas-
tellano con sus hombres de armas, y arrodillándose besaba la mano del Prin-
cipe, que traía, según el común sentir, paz, ventura
y gloría á Castilla. Infinitas veces han experimen-
tado los pueblos estas emociones tan dulces de ta
esperanza; pero, ¡ay,qué pocas con fundamento! Por
eso complace al historiador el recuerdo de una de
las contadlsimas en que la realidad correspondió con
creces á la ilusión.
El 14 de Octubre de 1469, i la media noche,
llegó Don Fernando á Valladolid, y fué introducido
por el Arzobispo de Toledo y Gutierre de Cárdenas
en la cámara de la Princesa. Cárdenas al entrar dijo
á Isabel: ¡¿se es, ése es!, y de aqbl, porque en este en-
lace hasta lo más mínimo fjé señalado, que se pusie-
ran dos .S5 en el escudo de los esposos. La boda se
celebró «por la voluntad y gracia de Dios el día de
>San Lucas, en las casas que agora son la Chancille-
>ria y entonces eran de Juan Bibero> (i); fué padrino
el Almirante, y madrina Doña María, mujer del due-
ño de la casa (z). Hubo ñestas; pero <el aparato no
■ fué grande; la falta de dineros tal, que les fué ne-
>cesario buscarlo para el gasto prestado* (3).
El amor de la Reina i Don Fernando fué pro-
fundo, ardiente é inalterable. «Amaba en tanta ma-
>nera á su marido (escribió Marineo SEculo) que an-
idaba sobre aviso con celos á ver si él amaba á otras,
■ y si sentía que miraba á alguna dama ó doncella de
>su casa con señal de amores, con mucha prudencia
> buscaba medios y maneras con que despedir áaque-
>Ila tal persona de su casa con mucha honra é pro-
>vecho>. Andando el tiempo, su desgraciada hija
Doña Juana, disculpándose de sus extravagancias,
preliminares de la locura, escribía «. . .si en algo yo
>usé de pasión y dejé de tener el estado que con-
Hombredeumudela «venía á mi dignidad, notorio es que no fué otra la
'"foT" tAn.'vi da* Á'- 'Causa sino celos; y no sólo se halla en mi esta pa-
famaact. En 1> capilla >sión, mas ta Reina mi señora, á quien Dios dé glo-
de San Bartolomé, lia- >ría, que fué tan excelente y escogida persona en el
■nada de bi Aoaja») >mundo, fué asimismo celosa; mas el tiempo saneó
>áS. A., como placerá á Dios que hará á ml>. No
menos celosa que en este orden del amor era de que nadie faltase á su ma-
rido al respeto: una tarde jugaba el Rey con el Almirante, primo suyo, y en
(I) GallDdei.
(3) Hfzose el matnmoDio en virtnd de una bula de dlspeDia de pareDlesco expedida por
P(a II en Mayo de 1464, qne présenlo el Aizobiipo de Toledo; luego el Nuncio, caando tíqo i
negoclat el enlace de la Beltraneja con el Dnqne de Galena, declaró que la bula había sido in-
ventada, y ail lo publicó Enrique IV ea un minifíeito tachando -de nulo el matrimonio de
I01 Príncipes. Acndieroa íitos i Roma, y en I " de Diciembre de 1471, legilimó Sixto IV el
enlace, declarando en esta oaeTa bola que Don Fernando y DoSa Isabel estaban caaados Me
oilenida ditptnsa i^eilólica. Luego el Araobispo inventó la bula, y loa primeíos engañados coa
eita sapercherla bien intencionada fueron los mismos contrayentes.
(3) Mañana.
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HISTOklA DE ESPaRa 329
los lances del juego dijo á Dod Fernando palabras de mucha familiaridad y
llaneza; las oyó la Reina desde una habitación inmediata, y se alteró grande-
mente. Señora, le dijeron, « el primo de S. A. La. Reina contestó: £i Rey no
tUtu primos, sino vasallos. Cuenta Oviedo que la Reina y el Rey se daban
constantemente muestras de afecto: no sólo en los documentos é inscripciones,
sino en sus libros y objetos de uso más Intimo, se veían estampadas juntas las
iaiciales F. I., ó sus blasones: elyngo de Fernando, el kat de flechas de Isabel;
«Era común qne cada uno de los esposos tomase una empresa cuya inicial
■correspondiera con la del nombre del otro, como sucedía en este caso con
>jntgoj> fUckas*.'^ correspondiente á este acendrado amor conyugal, á que sólo
faltaba el marido algunas veces en sus correrlas militares ó políticas por el
reino con aventuras de colegial ó soldado, de que procuraba no se percatase
su mujer, á la que tuvo siempre profundísimo res-
peto, era el cariño de la Reina para sus hijos: los \\a-
ToabAsus ángeles, y chanceramente á Doiía Juanas»
snegra, por parecerse á la madre de D. Femando.
Don Fernando y Doña Isabel vivieron como
principes cuatro años en ana situación que sólo
se concibe en la EspaQa medioeval y en reinado
corao el de Enrique IV. Acataban la autoridad del
Rey; pero tenían su corte, su comitiva y su hueste,
con la que iban de acá para allá como monarcas
independientes y recibiendo el homenaje y adhe-
sión de los pueblos, tan entusiastas para ellos
como Uranos y desabridos para Don Enrique: abs-
teníanse, sin embargo, de ejercer ningún acto de
verdadera soberanía, y aun aconsejaban en todas
partes sumisión, siquiera nominal ú honorífica, al
Rey legitimo. Sólo un hecho parece contradecir Pedro GoqiíIci de Mendoia,
esta conducta: en Septiembre de 1473 los viz- Csrdenal de Esp«B«.
cafnos, juntos en Bilbao, acordaron *quitar la obe-
idiencia á su rey y señor natural Don Enrique y reconocer por señores de
■ Vizcaya á los Príncipes». Nada dijeron éstos por lo pronto; mas, afligidos
los del Señorío por guerras y procesos que les movían de orden del Rey, acu-
dieron á Doña Isabel en Aranda, y la interpelaron, dice Zurita, para que jurase
sus fueros: asi lo hizo la todavía Princesa el 14 de Octubre del citado año,
pudieudo señalarse, por tanto, este acto como el primero de soberanía de
nuestra gran Reina. En 1474. estando Doña Isabel en Segovia y Don Fernan-
do en Aragón, fallecido Enrique IV en Madrid, según queda dicho, fueron
alzados los primeros en la citada ciudad de Segovia por Reyes de Castilla y
de León. L^ corona aragonesa no ciñó sus sienes hasta Enero de 1479, en
qae murió Juan II (19 Enero).
95, — Todos los contemporáneos convienen en la hermosura de la reina
Isabel. <Mujer muy fermosa, de muy gentil cuerpo é gesto ó composición»,
escribió el Cura de los Palacios, «Cuanto había en el Rey de dignidad», dice
Marineo Sículo, <se hallaba en la Reina de graciosa hermosura, y en ambos
■ resplandecía una venerable majestad, aunque, ajuicio de muchos, la Reina
■ era de mayor hermosura*. Pulgar la retrata asi: cEra de mediana estatura,
■bien compuesta en su persona y en la proporción de sus miembros, muy
■ blanca 6 rubia, los ojos entre verdes y azules, el mirar gracioso é honesto,
■ las facciones del rostro bien puestas, la cara muy fermosa y alegre». Fer-
nández de Oviedo dijo sin ambajes: <En hermosura, puestas delante de S. A
■todas las mujeres que yo he visto, nii^una vi tan graciosa, ni tanto de ver
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330 HISTORIA DE ESPAÑA
>como SU persona*. Si asi hablaban en prosa y llanamente los cronistas, no es
de maravillar que los poetas derramaran á manos llenas el encomio por los
cancioneros; que Diego Guillen de Avila, por ejemplo, cantara alegórica-
mente la venida al mundo de la adorada Reina en estos términos:
BMaba conmigo l> Naturaleza;
Su geno CQD mano soiil mdomaba
De tan radiante j clara belleza,
Que (oda* loi gestos humanoi sobraba.
Siii miembros ebúrneos aasl conformaba
En tal proporción, grandezay mensura.
Que quien las contempla verá sn tn figura
Beldades que ver jamái no pensaba.
Conviene prevenirse, un poco contra estos encarecimientos. Despertó
Isabel la Católica tal entusismo en sus contemporáneos, que algunas veces
hasta degeneró en sacrilega su expresión; v. gr., en las copias de Antón el
Ropero (t), que comienzan:
Alta Reina loberana,
Si fui rades antes vos
gue la lija de Santa Ana,
evos el ñjo deOiot
Rescibiera carne humana.
Si tales tonterías de pésinio gusto engendraba, no la vil adulación al po-
deroso, sino el entusiasmo popular desbordado, ¿cómo maravillarse de que
las gentes encontraran guapísima á la señora, que indudablemente tuvo buen
color, facciones regulares, ojos expresivos y sugestiva simpatía en el sem-
blante, amén de su apostura gallarda á caballo y del aire de majestad que
siempre la envolvió como una aureolad Por desgracia, el único retrato autén-
tico de la Reina que se conserva es el que ella misma regaló á la Cartuja de
Miraflores, pintado después de i493,cuando tenia cuarenta y cinco años poco
más ó menos; esto es, cuando los encantos de la mujer, máxime si ha sido
madre tantas veces y tenido una vida agitada, como sucedió á Doüa Isabel,
están ya en su ocaso (2). También ofrece condiciones de autenticidad el de
una tabla en que figura la Reina con el Rey y los principes Don Juan y Doña
Juana adorando al Niño Jesús, mandada pintar por Torquemada para el con-
vento de Santo Tomás de Avila, y que hoy está en nuestro Museo del Pra-
do (3): atribuyese á Antonio del Rincón, pintor, dice Barcia, «tan nato, obli-
igado y seguro de los retratos de Isabel la Católica, como San Juan Evan-
(1) Nacido probablemente en Montoro, en 1404, ere de linaje de judíos y de oficio sattre
rt ropero. «Rntre los poeta» festivos y burlescos que en tnnlo número florecieron en tiempo de
BRnrique IV y los Reyes Católicos, merece sin duda la palma Antón de Monloro, así por su fe-
»cunda vena como por el donaire y sal epigramática de sus coplas» (Menéndei Felnyo. Anlí>-
lagla, IV]. Sus desdichadas coplas A la Reina CaliSlica fueron acremente censnradas por mu-
chos poetas que se desataron en Invectivas contra Anión. Uamindole judío y otras lindezas.
(2) Sobre este retrato, guardado hoy en el Palacio Real, asi como otro malamente co-
piado del anterior qiie regataron los Cartujos de Mirsflores á Felipe V, y qne tambiín se con-
serva en el Palacio Real, víase Barcia, ailfcuto de la Ñrv'isla de Archivos, \vA\o-KamXO de 407 .
Véanse también tas láminas LXXVI y LXXVIl.
(3) Número I.260 del Calilogo.
(EiplUadin ,U ¡a lámina LXXX.)
etpadaa. - 1 . Espada de San Femindo. — 1. Espida de Isabtl ¡a Católica. - 3. Espada de Ftrnm-
doV el Católico. 4. Espada de Carlos V. — S. Espada de Felipe 11. — 6. Espada de Armas del Oran C>-
pitan. — T. Espada de Francisco Piíarro. — 3. Espada del siglo Xlll con gnamidón del siglo xvi. — d. Es-
pada de lansqucnfte. — 10. Espada del siglo XIV. — II. Espada de principios del siglo xvrl. — 12. Espada de
tazoltta del siglo wii. — I3. Espadín del siglo xvm.
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HisTOKu GkXfica db ut CtvnjZACiÓH Española LXmina LXXX
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332 HISTORIA DE ESPAÑA
>geli3ta de tas imágenes antíguas de la Vú^cd*, y del que ha probado Tor-
mo que DO sólo no se conoce ninguna obra autintica, sido que hasta su exis-
tencia puede ponerse en tela de juicio (i).
£n cuanto al retrato moral de la Reina, no hay duda de que Pulgar lo
trazó de mano maestra al escribir: «Era mujer muy aguda é discreta, lo cual
•vemos pocas é raras veces concurrir en una persona; fablaba muy bien, y
>era de tan excelente ingenio, que en común de tantos é tan arduos negocios
>como tenia en la gobernación de sus reinos se diÓ al trabajo de aprender
>las letras latinas, é alcanzó en tiempo de un año saber en ellas tanto que
tentendla cualquiera fabla ó escríftura latina. Era católica é devota, facía li- '
>mosnas secretas. . . Aborrecía extrañamente sortilegios é adevinos, é todas
'personas de semejantes artes é invenciones. Placíale la conversación de
>personas religiosas ¿ de vida honesta, con las cuales muchas veces había
>sus consejos particulares, . . , pero por la mayor parte seguía las cosas por
>su arbitrio. . . Era muy inclinada á facer justicia. . . De gran corazón, encu-
>br[a la ira é disimulaba. . . De su natural inclinación era verdadera é quería
tmantener su palabra. . . Era muy trabajadora y ñrme en sus propósitos, de
>los cuales se retraía con gran dificultad. . . Mujer cerímoniosa en sus vesti-
>dos é arreos y en el servicio de su persona, quería servirse de homes gran-
»des é nobles». De su decencia y compostura cuenta el mismo cronista: «Era
>muy buena mujer, é placíale tener cerca de sí mujeres ancianas que fuesen
>buenas é de linaje. . . Aborrecía mucho las malas; era muy cortés en sus fa-
>blas. Guardaba tanto la continencia del rostro, que aun en los tiempo:^ de
>sus partos encubría su sentimiento, é forzábase á no mostrar ni decir la pena
>que en aquella hora sienten é muestran las mujeres*. V como ha cantado
un poeta moderno:
El tan casta, que nadie lus piei bellos
ni al pontríti la untivti verá siquiera (i).
El venerable Palafox, comentarista de las cartas de Santa Teresa de Je-
sús, reparó en la semejanza de Santa Teresa con Isabel la Católica. «Eran
■tan parecidos, dice, estos dos naturales entendimientos y espíritus, que me
• pareció que si la Santa hubiera sido Reina, fuera otra católica doña Isabel,
• y si esta esclarecida princesa fuera religiosa (que bien lo fué en sus virtu-
»des}, fuera otra Santa Teresa».
Para completar este retrato debe tenerse en cuenta el humor apacible-
mente festivo de la Reina, que era fecunda en dichos agudos, y aun de burla,
como cuando dijo á un escribano de Medina del Campo, aludiendo á lo mu-
chísimo que ganaban y á la importancia que se daban aquellos oficiales: <Hol-
>gárame mucho que Dios me diera tres hijos; que el uno fuera heredero de mis
•reinos, y otro arzobispo de Toledo, y el otro escribano de Medina del
> Campo».
96. — Mucho se ha escrito acerca de la parte que tuvieron respectiva-
mente en el gobierno Isabel y Fernando. Es sabido que esta participación
respectiva fué regulada por las capitulaciones matrimoniales que ñrmó Don
Fernando en Cartaya, á 7 de Enero de 1469, y después por la concordia de
Segovia en i4/'S. Pero el texto de ambos documentos no da idea, ni remota,
de cómo se llegó á trabar aquel estrecho consorcio por el cual dos individua-
lidades tan potentes y originales y dos voluntades tan suyas se fundieron en
una sola; esto fué, sin duda, efecto del talento y del carácter de ambos espo-
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HISTORIA DE ESPAÑA 333
SOS, que, siendo los dos tan listos, supo cada uno apreciar las dotes de su com-
pañero y plegarse al puesto que á cada cual correspondía según ley de Dios y
pedia la conveniencia de ellos mismos y de sus reinos. Nunca más se ha visto
en la Historia, y probablemente no ha de verse ya, otro caso de máa Intima
compenetración de voluntades y de auxilio recíproco de entendimientos
aplicados á una obra común. <De aquella admirable ponderación de fuerzas,
■regalo espléndido de la divina Providencia, salió lo que necesitaba España
>para acometer ta obra providencial á que era llamada. £□ resolución, que
•TANTO MONTA, El mote era de una profundísima verdad> (i).
Y conviene añadir que á pesar de tan altas cualidades en Don Fernando
y Doña Isabel esa obra providencial babria sido imposible, y sólo el intento
de acometerla una locura, á no contar, como contaron aquellos insignes mo-
narcas, con una base solidísima en la nación, ó sea con clases poderosas
y elementos sociales interesados en que la obra realizada por ellos se realizase.
No había entonces en España persona ilustrada, clérigo ó lego, jurisconsulto
ó poeta, grande, hidalgo ó popular que no ansiase un gobierno como el que
dieron los Reyes Católicos; esto es, un Poder fuerte que garantizase á todos
de un modo eñcaz la seguridad de su persona, de su trabajo y de su pro-
piedad; que permitiera ir libremente por calles y caminos sin miedo á tira-
nuelos feudales ó bandoleros de profesión; que suprimiera de raíz las gue-
rras privadas é hiciese que los pleitos entre particulares se ventilasen ante
tribunales por trámites forenses y alegatos de abogados, y no á lanzadas.
Desde últimos del siglo xiv estas aspiraciones iban generalizándose á me-
dida que cundía la cultura, y cuando Enrique IV subió al trono eran ya uná-
nimes ¿ irresistibles: por eso la sociedad castellana, llegada á su mayor edad
y en las ilusiones sanas de la juventud, se revolvió furiosa contra un principe
que no le daba lo que ella pedia, y lo abrumó y deshonró con sana oposición,
violenta, movida por el odio, el desprecio y el asco; y por eso en cuanto se
percató de que los nuevos reyes querían y podían realizar lo que venia so-
ñando, se entregó á ellos de corazón y les cantó con Juan de ta Encina, su
mis popular poeta:
iOh TCf Don Fernando é Doña babell
En vot comenzaron los siglos dorados;
serln todo tiempo los (lempos nombrados
que fueron raeiaos por vuestro nivel.
Tenjis ti t vos, é asi vos como él
con Dios tanta fé, que sus deservidos
habéis destraido, é Codos los vicios,
£ alguno si qneda, daréis cabo del (3).
Compenetráronse, pues, en esta época, no sólo el Rey y la Reina hasta
el punto de no parecer dos personas, sino una sola, mas también los Reyes
con el pueblo, tomada esta palabra en su amplio sentido de conjunto de to-
das tas clases sociales. La nación se sentía bien regida por sus reyes, y los
reyes sólidamente apoyados por sus pueblos. La voluntad real no era sino
la expresión vigorosa y concreta del sentir común. Don Fernando daba tanta
importancia á lo que hoy llamamos opinién pública, que, según cuentan los
cronistas, cuando quería tomar una determinación en materia sobre que la
opinión DO se habla fijado, esparcía agentes secretos que hablaran de aquello
(ll BrievB 3 Salvaderra. (Dlscono de inaDgnraci6n de cuiso en la Universidad Central).
(a) El estadio de (oda la litErarura de esta época convence de que no es tan exacto
como se supone aquello de qae cualquier liemfo faiado fué mejor. No hay poe(a ni esciitoc de
la época de los Revés Católico! que eche de menos ios tíempot paiados: por el contrario, en
la época de Carlos V, i pesar del mayor Imperio, renacen I si lamentaciones por la pérdida del
pasado, ó sea de lo* Reyes Católicos.
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334 HISTORIA DI SSPaSA
por los corrillos, y cuando ya se habfa formulado el deseo popular, accedía
como obligado por las peticiones que hablan salido de él mismo.
97. — Los Reyee Católicos desarrollaron su acción política con arreglo
á un plan fijo, trazado de antemano, que siguieron hasta el ñn con inque-
brantable resolución, y que por lo que se refiere al gobierno interior no fué
. sino el programa que ha-
blan venido elaborando los
jurisconsultos desde el si-
glo xiu, y que en el xv era
el de todas las personas
sensatas en nuestra patria.
Ante todo, concluir con
los bandidos que infes-
taban campos y ciudades.
Fueron implacables en es-
ta obra. Los jueces reales
hicieron una verdadera ca-
cería de criminales, y á ra-
cimos eran colgados de las
horcas, ó, como decía en
el siguiente siglo un gran
escritor (i): «En tiempo de
>los Reyes Católicos, de
>oaa Juana >gloriosa memoria, había
• tanta severidad en los jue-
•ees, que ya parecía cruel-
>dad, y era entonces necesaria; y por eso se hacían muchas camecerías de
>hombres, y se cortaban pies y manos y espaldas y cabezas, sin perdonar ni
• disimular el rigor de la justicia». Este rigor saludable hubiera sido inútil, y
por tanto injusto y verdaderamente cruel, sin una institución permanente
de policía que persiguiese á los malhechores con eficacia: crearon la Sania
Hertnanáad ó mancomunidad de ciudades para sostener tropas en despoblado
que diesen cuenta de los forajidos. El procedimiento no podía ser más eje-
cutivo: *Que el maliecAor {TtzahAn las Ordenansas de 148^) reciba los sacra-
>mentos que pudiese recibir como católico cristiano, é que muera lo más
• prestamente que pueda, para que pase más seguramente su ánima».
Este bandidaje de baja estofa era, sin embargo, un mal menor compa-
rado con el que se ejercía por señores díscolos ó mal educados, á la sombra
de los privilegios feudales. Prohibióse á los señores usar las armas reales en
sus cartas y escudos, levantar nuevos castillos, obligándolos á demoler
muchos de los existentes, á reconocer la superioridad de la jurisdicción real
y á obedecer las regias provisiones. Se les quitaron las rentas que disfruta-
ban del patrimonio real, ó mejor dicho, de la Hacienda pública, por merce-
(■) Doctor VlUtioboi (Proilemat mtrala).
(EaplUatiin <U ¡a lámina LXXXt.)
TclaaárabeaMpaAola*.— 1, Tela de seda Irabc-nranadinadtl siglo xv. Recacrda por sa estilo,
lo miimo quí los ndnieros 4, 5 y 6, la ornanien lición de la; telas persas con los aalmaleí ilronlados 1 el
Hora, Stbol sagrado de la religión de Zoroasi™. — J. Franja del vellido de seda y oro, de fabricidón tra-
be, que vestía el eidtver del Infante Don Felipe de Lacerda, de cu^a sepultura le extrajo y le conserva hoy
en el Museo Arqueológico Nacional.— 3. Otro detalle de franja de dicho Itaje y i la derectia el dibulo del
,,CoogIc
Historia GrXfic* de la Civilización EspaSola Líuima LXXXI
Telu ánbw cspallolu.
D,g,t7cdb/GOOgIC
336 HISTORIA DE ESPAÑA
des de los anteriores monarcas, ascendiendo á treinta millones de maravedi-
ses lo enajenado por este coacepto, y siendo muy de notar la sumisión mag-
nánima con que la Grandeza acogió esta medida tan perjudicial á sus intere-
ses— cosa que acredita cómo las ideas de buen gobierno hablan arraigado
en los mismos que más interés tenían en contrario; — dieron el ejemplo los
parciales más entusiastas de los reyes, y fué muy de notar que D. fieltrán
de la Cueva, siempre adicto á Isabel á pesar de tas hablillas que corrían de
su íntima relación natural con Doña Juana, perdiera más de un millón de ren-
tas sin rechistar. Devolvieron los reyes á la justicia todo su imperio, y para
dar et ejemplo, ellos mismos daban audiencia y fallaban pleitos, restaurando
antigua costumbre hacia muchos siglos en desuso. «Acuerdóme, escribió Ovie-
>do, verla en el alcázar de Madrid con su marido, sentados públicamente por
itribunal todos los viernes, dando audiencia á chicos é grandes, cuantos que-
>rían pedirla; et á los lados, en el mismo estrado alto, estaba un banco de
•cada parte en que estaban sentados doce oidores. . . En ñn, aquel tiempo
• fué áureo é de justicia, é el que la tenía valíale. He visto que después que
>Dios se llevó esta santa reina es más trabajoso negociar con el mozo de un
«secretario que entonces era con ella é su Consejo, é más cuesta». La Audien-
cia 6 Chancillería, que andaba antes ambulante, fué
establecidaen Valladolid, y se hizo en todo el reino
una organización general de la justicia que subsistió
hasta la época constitucional. Para evitar la confu-
sión legislativa codificáronse todas las leyes vigen-
tes; el jurisconsulto Alonso Díaz de Montalvo fué el
autor de las Ordmaneas Realts de Castilla, vulgar-
mente conocidas por el Ordmatitienio de Montalvo.
Imprimióse igual vigor á la Administración, crean-
do los cinco Consejos de Estado, Gracias, Aragón,
Santa Hermandad y Hacienda, las dos Contadurías
mayores de Hacienda, reguladas por las Ordenanzas
de Madrigal, y todo un cuerpo de funcionarios para la
percepción legal de los tributos. En nada mostraron
quizás los Reyes Católicos tanto esmero como en la
Cardenal CisDc ros. provisión de cargos y destinos. En 1537 decían los
procuradores á Carlos V en las Cortes de Valladolid:
• Los Reyes Católicos, de gloriosa memoria, vuestros abuelos, para informarse
>de las personas de quien podrían servirse conforme á sus habilidades para
>todos los cataos que tenían que proveer en estos reinos, mandaban hacer
>información secreta de todas las calidades y habilidades de las personas de
»sus reinos, é tenían libro de esto dentro de su Cámara Real; é porque esto
>conviene é es más necesario á Vuestra Majestad. , . , etc.».
Gallndez de Carvajal, que tanto trabajó con aquellos reyes, refiere asf
este punto: <£n su hacienda pusieron gran cuidado, como en la elección de
• personas para cargos principales de Gobierno, Justicia, Guerra y Hacienda;
>y si alguna elección se erraba (que sucedía pocas veces), al punto lo enmen-
idaban, no dejando crecer el daño, sino remediándolo con presteza; y para
■ estar más prevenidos en las elecciones tenían un libro, y en él memoria de
(los hombres de más habilidad y mérito para los cargos que vacasen, y lo
>mismo para la provisión de obispados y dignidades eclesiásticas!. Y el fran-
ciscano fray Juan de Santa Maria, en su República y policía cristiana, dice:
«De la reina católica doila Isabel se dice que cuando gobernaba con el rey
>Don Fernando, su marido, se le cayó acaso un papel de la manga en que
>tenla escrito de su propia mano>: «La pr^onerfa de la ciudad se ha de dar
,, Google
HISTORIA DB SSPAAa 337
•i Fulaoo, porque tiene mayor voz>; y «si en ofido tan vil tenEaa aquellos
»taD católicos y prudentes Reyes tanto cuidado, ¿qué se debe hacer en loi
»de Justicia y üobieniof>. Sabiendo estas cosas, se comprende que los Reyes
Católicos, ó mejor dicho, España en su tiempo estuviera tan maravillosa-
mente servida por hombres eminentes en todos los tamos. Cuando se da
el oficio de pregonero al que tiene mayor voz, y no al lacaya del favorito
ó al ayuda de cámara del pariente aunque esté afónico, se pone á Cis-
neros de primado de las Españas y á Gonzalo de Córdoba de general del
ejercita, y cada piedra se coloca en su lugar adecuado, resulta cómodo,
grande y hennoso el ediñcio social, para el cual ser-
vimos todos¡ pero todos estorbamos cuando se nos
quiere asentar allí donde no quiso Dios que estu-
viéramos. £1 oficio del supremo gobernante tiene
su raíz en esto: en procurar conocer la divina vo-
luntad respecto de las personas, y una vez conocida,
acatarla humildemeate, dando á cada una, pospuesta
toda personal afición, el empleo que de derecho di-
vinóle corresponde. Y esta política, que es la única
justa, es también la única que engrandece á las na-
ciones.
Innumerables disposiciones administrativas be-
neficiosas para la prosperidad pública se dieron en
este reinado: se fijó el valor de la moneda, redu-
ciendo su fabricación á las cinco fábricas reales; se
entreabrieron, si no abrieron del todo, las aduanas
interiores; la política económica fué prudentemente I*"'» ÍBig" López de Men-
ptotcccionista, y merced á ella se desarrolló la in- ^°"^ ^^úU°°^' ""'
dustria; la marina llegó en pocos años á maravilloso ,„ j j ,
esplendor, y, como sucede siempre, las bellas artes ie*c^';^X"''otí pd.'So
siguieron el impulso que habla movido á las útiles: del Infantado, de Guada-
construyéronse infinidad de monumentos arquitec- lajara, pintado por Juin
tómeos e„ que el e.tilo gótLco dio I.5 últimas y más S".SíS.ES;
nondas muestras de su hermosura, y á la vez tomaba copiado de un medallón
carta de naturaleza en nuestro suelo el greco-romano en marmol hecho en vida
propio del Renacimiento; hubo un momento en que **' ^'^^° P*"'"'"^*)-
los dos estilos, el ojival y el clásico, parecieron ha-
berse abrazado, y de ahí salió t\ género plateresco, variedad exclusiva de nues-
tra patria (i); la escultura prometió entonces entre nosotros un florecimiento
semejante al de Italia, por desgracia no logrado luego; la música ofreció la
variedad de instrumentos de que habla el Libro de la Cámara del principe
Don yuoK, y no sólo llenaba con sus armonías el templo, sino que se hizo cor-
tesana y popular; igual rumbo tomó la dramática, que hasta entonces sólo ha-
bla servido para representar dentro de las catedrales ó en sus atrios los mis-
terios de Nochebuena y Semana Santa, y que en esta época Juan del Encina
sacó á más profanos lugares, amenizando con sus autos las veladas de Navi-
dad y Carnestolendas en el castillo de los duques de Alba; la novela produjo
la maravilla de Zm Celestina, que sólo cede al Qmjote en importancia lite-
raria, mientras que los estudios clásicos llegaban á su apogeo y se vulgariza-
ban en la corte y entre los grandes por el impulso de Lucio Marineo SIculo y
de Pedro Mártir de Anglería, traídos del extranjero con tal intento, por los
mismos Reyes y por los españoles Antonio de Lebrija, Arias Barbosa y otros.
(i) Annqae en otras nadone* habieie estilos semejantes.
Sákráo, Historm de ESpaRa ¿— 22
Digitzcdb/tjOOglC
338 HISTORIA DE ESPaSa
Las medidas más sonadis de aquella admínbtracióa fueron el estable-
cimiento del Santo Oficio y la expulsión de los judíos. La primera, para ser
bien examinada, requeriría un estudio especial religioso, filosófico, social y
político. Desde el punto de vista histórico, y dadas las proporciones de este
trabajo, baste decir que lo que hace hoy singularmente odiosa la Inquisición
á tantas gentes, ó sea su principio fundamental de la represión de la herejía
por el EsUdo, imponiéndose á los herejes la pena de muerte y la más horrible
de todas, ó sea la de ser el reo quemado vivo, era entonces cosa cuya legiti-
midad y conveniencia nadie ponia en duda: quien se hubiese atrevido en
aquel tiempo á sostener que un hereje impenitente no debía ser quemado
vivo, hubiese chocado harto más que el que hoy sostuviera que los crimina-
les comunes no deben ser reprimidos con ninguna pena, aunque no sea más
que la reclusión medicinal de algunos positivistas. Hasta muy adelantado el
siglo XVI no se oyeron en el mundo algunas voces tímidas y aisladas en de-
fensa de la tolerancia religiosa, y esas voces fueron ahogadas por el clamoreo
unánime de católicos y protestantes; y es de notar que á algunos protestan-
tes adversarios de la Inquisición contra ellos les parecía muy bien contra
los judíos y judaizantes. Las leyes penales sobre delitos religiosos venían
desde Teodosio el Grande, y en España son atroces las disposiciones en este
sentido del Fuero Juzgo, Fuero Real y Partidas: como que todos los quema-
dos por la Inquisición fuéronlo en virtud de estas leyes antiguas. Los Reyes
Católicos, al establecer la Inquisición, no introdujeron ningún uso nuevo, ni
agravaron en lo más mínimo las penas temporales establecidas contra los
herejes y judaizantes; se conformaron con el estado de cosas existentes, y
lo único nuevo fué el tribunal y el procedimiento para ejecutar de una ma-
nera regular y permanente lo que venía haciéndose quizás peor por los mis-
mos enemigos de la Iglesia, y sin el beneficio social de la unidad religiosa,
que es lo que se buscaba por tan espantosos medios, que ningún cristiano
ni hombre de corazón puede aprobar en el día. La Inquisición no perseguía
i los judíos como tales, sino á los falsos conversos cristianos ó bautizados
que judaizaban.
En cuanto á la expulsión de los judíos, fué una medida radical, radicalí-
sima, consecuencia de la animadversión que inspiraban al pueblo, en parte
por odio religioso, y en parte también por la envidia que inspiraban sus ri-
quezas, y hasta sus talentos. El elemento judaico, no sólo se amalgama dincil-
mente con la población cristiana en que vive, sino que por su especial apti-
tud para el comercio y sus condiciones de ahorro, así como por su natural des-
pejo para las ciencias, artes y práctica de la vida, es siempre un factor pre-
dominante, y por escaso que sea su número, marca su influencia social de nn
modo que irrita á los que se sienten subyugados por ¿I: hoy los vemos en
Austria dueños, no sólo de la Banca, sino de la Prensa de gran circulación;
en Francia, dirigiendo la política, y poco más ó menos lo mismo en todas las
naciones. Sin duda que esto nos hace admirar al judio, que, errante entre los
pueblos, casi siempre perseguido, encuentra, sin embargo, en si mismo el me-
dio de dominar á sus mismos opresores; pero natural y lógico es también que
{Exp!Uac¡5« di U lámina I.XXXU.)
HISTORIA DEL TRAJE, — Traje» árabet. - Son muy «casas las noliclas que Icncmoi dd tnic
qne usaban los árabes españoles. Los que en esta plana ofrecemos i nuestros lectores ntin tomadin de
una pintura sobre cuero guadamacilado que decora una de la; habitaciones de la Alfaambra de Ormid*.
Pertenecen estas pinturas al siglo xvi, y es lógico'suponer que eslin hechas por un arlisla cristiai», asi
como que el artista luvo medios para informarse de la manera^de vestir de los Inlelices expulsados. Por
,, Google
HisTOKU GrApica de la Civilización Espaüola LiEmina LXXXn
HISTORIA DEL TRA|E. -TrajMánbM.
D,g,t7cdb/GOOgIC
340 HISTORIA DB ESPAÑA
semejante superioridad de raza encuentre resistencia, y esto explica á nues-
tro juicio el odio que universalmente inspiran, y que era vivlatmo en la Espa-
ña del siglo xvi. Que algunos hadan con buen éxito propaganda judaica y con
fruto, atestlguanlo muchos documentos. Para juzgar de la justicia con que
fueron expulsados de España no hay que atender á consideraciones genera-
les de Derecho, en que no reparaba nadie en aquel tiempo, sino al modo como
eran tratados y siguieron siéndolo en otras naciones: quizás desde este punto
de vista la expulsión en masa, con ser tan eme), fué lo más beneñcioso para
los judíos que pudo hacerse entonces. Conviene advertir, por último, que la
expulsión fué religiosa, y no de raza: los bautizados, ó que consintieron en bau-
tizarse por no partir, aquf quedaron, y la sangre judaica es sin género de
duda uno de los elementos étnicos de la nación española, no sólo por el es-
tado llano, sino por las clases más elevadas. Basta leer los escritos del doctor
Villalobos, judio por toda su ascendencia, para persuadirse de que no hay
familia aristocrática que no tropiece en su árbol genealógico con algún tallo
judaico. Los expulsos derramáronse por diferentes parajes de Europa y Áfri-
ca, y todavía conservan nuestra lengua, y antiguos romances castellanos re-
veladores de su origen, en que las palabras arcaicas de nuestro idioma se
mezclan con vocablos de los países en que han vivido estos últimos cuatro
siglos. Hace pocos dfas contaba el corresponsal de un periódico de Madrid eo
Belgrado que una muchacha judía, al enterarse de que el periodista era es-
pañol, le dijo: jEs usted español de Constantinopla, ó de Salónica? Y al oír
que era de España, la pobre muchacha quedó asombrada. ¡No concebía que
hubiera españoles en Es pañal
98.— Ño menos consciente y reflexiva fué la política exterior de nues-
tros grandes monarcas, la cual, como es lógico en príncipes tan prudentes, se
desarrolló en períodos sucesivos, á medida de las circunstancias, sin intentar
nunca forzarlas, sino enderezarlas diestramente á sus intentos.
Desde 1476 á 1479 no pudieron hacer otra cosa que defenderse del rey
de Portugal Alfonso V, quien, desairado á la mano de Isabel, se hizo paladín
de la Beltraneja y cabeza de los pocos magnates castellanos que siguieron
esta parcialidad. Entraron los portugueses en Castilla con un lucido ejército,
al que no podían oponer nuestros reyes otra cosa que el amor de los pue-
blos. En Plasencia celebró Alfonso V sus esponsales con la infortunada Juana,
titulándose los esposos rejiti de Castilla y Portugal, ni más ni menos que Fer-
nando é Isabel reyes de CastiUají Aragón; es decir, que aquella guerra era de
tendencias unitarias por ambas partes. Castilla no era entonces para nadie^
como luego ha sido para ciertos imbéciles, la tirana de la Península, sino la
piedra angular sobre la cual todos querían erigir el magnifico edificio de la
unidad política de esta región geográñca, que la Naturaleza, es decir. Dios, ha
hecho una, y los hombres perversos ó de cortos alcances se han empeñado-
en dividir contra la voluntad divina. La batalla de Toro (i.° Marzo 1476), en
memoria de la cual se levantó el precioso templo y convento de San Juan de
los Reyes, y en que pelearon como soldados dos cardenales — el arzobispo-
Carrillo (i) por doña Juana, y Mendoza por doña Isabel, — destruyó las es-
peranzas del portugués; pero la lucha continuó hasta la paz de Alcántara, ne-
(l) Este veleidoso prelado, que tanto habla favorecido la caDia de Isabel, hasta el punto-
de ser £1, següri todas las probabilidades, quien circula ía bula de dispensa para que se caiara
con Fern<indo y quien los casa, al ver luego que los Reyes no eran juEuele lajo, se Taé al
campo del porlugufs, diciendo arroganlemente: Yo ht sacada á Itabtl de hilar y ye la enviaré á
coger Bira 7IÍI la ru/ca. Y eslaba ya taniiejo en esta época, qoe poco antes de pronunciar estas
sobctbias palabras bibfa dicho, con harto más Tundamento: Eslay más fiara recogemu en uir
yerma c f repararme d dar cuenta é Diei, que para melerme en ruidt y trafaga de guerra.
,, Google
HISTORIA DE ESPARa 34I
gociada di rectamente entre doña Isabel y su tía materna do9a Beatriz de
Portugal (1). Por cierto que allí admitió la Reina que su hijo el príncipe don
Juan, á la sazón niño, al llegar á la edad conveniente casaría con la Beltra-
nea, cuyo matrimonio con el anciano rey no habla llegado á efectuarse: es
de creer que nunca pensara doña Isabel en cumplir semejante cláusula, de-
biendo recordarse aquí lo dicho por Pulgar de que, aunque de su natural in-
clinación era verdadera e quería mantener su palabra, los movimientos de las
guerras e otros grandes fechos fue en sus reinos acaecieron, ¡a ficieron algunas
veces variar; esto es, que asi como la pobreza Mace hacer, según Cervantes,
cosas que no esidn en el mapa, en ocasio-
nes la política suele también desviar de
la línea recta á los caracteres más puros.
En aquella ocasión, doña Isabel quiso dar
á su reino el bien inestimable de la paz,
y para conseguirlo accedió á suscribir un
compromiso que indudablemente repu(^-
naba, y del que debió de creer que nun-
ca llegarla á sa^ón de cumplirse, aun sin
faltar ella ostensiblemente á su real pa-
labra.
Desde 1481 á 1492 el objeto exclu-
sivo de la política exterior de los Reyes
Católicos fué la conquista de Granada.
Componíase este reino de las actuales
provincias de Almería, Granada y Mála-
ga, y desde la época de San Fernando era
el único resto independiente y organiza-
do de la España árabe, aunque legal-
mente tributario ó vasallo de los reyes
de Castilla, á ruyas Cortes tenían obli-
gación de concurrir los emires granadi-
nos como grandes vasallos de la Corona.
Esta dependencia feudal fué más ó me-
nos efectiva según las circunstancias de
cada tiempo y el carácter de reyes y
emires: hubo períodos de lucha entre Arqu«<hi5paiio-ir.be(«glox).
Castilla y Granada, y períodos de larga
paz, en que parecía que iban á fundirse
ambos pueblos. La batalla del Salado, la reconquista de Algeciras y Gibraltar
y el desarrollo de la marina castellana y aragonesa, cerrando deñnitivamente
á los afrícanos la entrada en España, dejaron al reino de Granada aislado del
mundo musulmán, á que por raza y religión pertenecía, y tarde ó temprano
tenia que sucumbir al golpe de sus prepotentes vecinos. Aspiración nacional
trasmitida de unas á otras generaciones era en Castilla la de arrojar á los
moros de aquel último baluarte, cnmpletando asi la obra reconquistadora
del siglo xiii; pero la empresa ofreció muy serias dificultades. Fundado
sobre uno de los terrenos más abruptos de la Península, el pequeño reino
encerraba una población numerosísima, agricultnra y guerrera, que verda-
deramente tenia siempre en una mano el instrumento de labranza y en la
otra el arma de combate, con que, ya se mataban unos á otros en confusa é
interminable lucha intestina entre las diterentes tribus ó kabilas, ya se re-
(!) Hetmina de doüa Isabel, U TÍada de Juan II.
D,g,t7cdb/GOOgIC
342 HISTORIA DE ESPAÑA
volvían todos contra los perros cristianos, dispuestos á conquistar el paral-
so de Maboma muriendo en la guerra santa. No habla lugar que no estu-
viese fortificado, ni cerro ó quebrada sin su castillo roquero, inexpugna-
bles aquéllos y éstos para los elementos poJiorcéticos de la Edad Media, y de
muy difícil ataque para
la naciente artillería, so
bre todo por la imposi-
bilidad casi absoluta de
transportar las piezas por
aqueUas veredas de ca-
bras y ponerlas en posÍ-
dán de ofender, dado su
corto alcance á la sazón,
cerca de los muros, que
por lo común arrancaban
de inaccesibles precipi-
cios. Habla tantas forta-
lezas que bien podía ser
considerado todo el rei-
no como una
plaza fuerte, imposible
de cercar por su mucha
extensión y su dilatada
marina, y al que sólo ca-
bla dañar un poco entran-
do por los valles y ve-
gas y arrasando los cam-
pos—ó sean las famosas
talas; — y conquistar, to-
mando una por una las
fortalezas, ó, como decia
gráficamente Don Fer-
nando el Católico, co-
miénáost UMO por wmo los
gramos de la granada, co-
sas ambas que exigían
muchísimo tiempo y ele-
mentos de guerra su-
Cuco, túDica y eipuiu de BoabdiL periores á los que hubo
en Castilla antes de este
reinado, especialmente un ejército permanente ó que no tuviera que dis-
persarse después de dos ó tres meses de campaña, como sucedía con los
castellanos de los siglos xiv y xv.
Los Reyes Católicos acometieron la empresa, y salieron con ella en diez
años de perseverantes esfuerzos, tan meritorios desde el punto de vista po-
lítico y administrativo como del militar. Tuvieron que crearlo todo. La guerra,
que, vista por el prisma de los romances y leyendas, parece una cruzada
de paladines en que se resolvía el problema á golpes de lanza y espada,
resulta de los documentos que fué una serie metódica de campañas y
(Expliraciin dt ¡a lámina LXXXllI}.
AroiaidcAbO-Abdl-l-lah (Boabdll). - 1. PuAal y cuchillo. — 2. Vaina del nti>quc.~X Em-
punaduTi del mismo. — 4. Empufladun dt la espada. — 5. Vaina del pnilal.
,,CoogIc
Historia Gráfica db la Civilización Española LAmina LX}CXIII
■ de AtM»-Abdt-l-Iab (Boabdll). i . GoOqIc
344
DE ESPAÑA
sitíos en que la artilleria y los ingenieros tuvieron la parte piincipal. «Maa-
idaroD traer los reyes, cuenta Pulgar, gran número de bueyes é carros
ipara llevar las bombardas, é otros tiros de pólvora, é tas escalas, é man-
ilas, é gnjas y engenios é otros pertrechos para combatir, con lo cual
■ venían carpinteros con sus fcrramientas, é ferreros con sus fraguas, que
■ andaban de continuo en los reales y en todas las otras partes por do se
■ llevaba el artillería, é maestros bombarderos, y cngenieros, é pedreros que
■facían piedras de canto é pelotas de ñerro, é todos los maestros quet eran
>necesarios, é sabían lo que se requería para facer la pólvora, é para todos
■ aquellos oficios é pata todas las cosas que eran me-
■ nester.r El tren de guerra que se llegó á reunir
fué inmenso: sólo en Córdoba, en la primavera
de 1483, se juntaron, según Bernáldez, mil quinien-
tas carretas para el transporte de artillería y pro-
visiones; el capitán Francisco Ramírez, de Madrid,
era el director técnico y general de la artillería cris-
tiana (1). Con tan bien, preparados elementos, la
constancia en el obrar y el valor castellano, repre-
sentado por multitud de campeones romancescos,
entre los cuales descolló como el Aquiles de esta
homérica lucha el Marqués de Cádiz, Don Rodrigo
Ponce de León, se llegó al memorable día 2 de Ene-
ro de 1492, que la Historia, la leyenda, la poesía y
la pintura han hecho inmortal. La Albambra, el
maravilloso alcázar, empezado á construir por AJhá-
Gonztlo Fernáncltz mar, el fundador del reino de Granada, y que no se
de Cóidobk. terminó hasta mediados del siglo xiv por Yuxef I,
~ quedó engarzada como una de sus piedras más pre-
ciosas en la corona de Castilla.
Si la guerra de Granadü es la inauguración del
arte militar moderno por lo que se refiere á la acción
perseverante del ejército permanente, al empleo
metódico de la artillería, y aun al uso de los servi-
cios auxiliares de administración y sanidad militar,
las guerras de Ñapóles (1498-1502) determinan el
principio del mismo arte por lo que se refiere á la
superioridad de la infantería sobre la caballería en
el campo de batalla, del orden abierto en la tác-
tica y de la subordinación de ésta á la estrategia. Gonzalo de Córdoba es la
figura histórica que une y enlaza en el orden militar la Edad Media con la
Edad Moderna. Miembro de la oligarquía guerrera medioeval, crióse para
paladín, y paladín fué en la conquista de Granada; pero al zarpar de Málaga
para Ñapóles el paladín se habla transformado en general. ¿Cómo se verificó
esta transformado ni No se sabe. Lo mejor de la Historia es desconocido,
aunque no tanto que adonde no llega el dato no puedan alcanzar el raciocinio
ó la deducción lógica. Es indudable que después de la guerra de Granada Gon-
zalo no se contentó con sus recuerdos, ni contando sus hazañas, ni vanaglo-
riándose de ellas, sino que estudió y reflexionó. El Vegtcio era obra familiar en
los palacios de los grandes. Gonzalo tuvo el concepto cabal de la legión roma-
na, que habían aplicado ya, si bien imperfectamente, las milicias suizas. Este
f:
■erran del Gnn Capitán, d
único que presenta caracte-
res de autenticidad es cite
rabado de Ambru, que se
: reproducción del re-
gué, tomado del nalu-
rai| ejecutó el insigne pintor
Giorgione de GasCeirranco ,
obra que desgraciadamente
«e ha perdido. Varazi j Ro-
dollt dan noticias de ella.
a i^erra, TCise Aráute-
,,CoogIc
H[STOSU Grífica de Lft CiviLiZACiúH ESPAÑOLA LAmina LXXX[V
,, Google
346
HISTORIA DE ESPA5IA
concepto fué la base y el material sobre que actuó su talento. Y cuando fué
á Ñapóles ya sabta él que el infante podía vencer al caballero, que habla que
hacer la guerra de modo muy di-
verso de como se habla hecho
hasta entonces, que habla sona-
do la hora de cambiar de método
y de procedimiento, que se im-
ponía una manera distinta de
aplicar el valor del hombre, ese
factor eterno de las empresas
guerreras; en suma, que habla
concluido una época y empezado
otra. Asf, el gran Teoolncionario
desde arriba, en cuanto estuvo
en el mediodía de Italia movió,
dirigió, operó de la tmeva manera
con el desembarazo, la precisión
y la seguridad que parecen no
poder ser fruto sino de la larga
experiencia, y con reducidísi-
mos medios obtuvo magnos re-
sultados. En Cerignola y en el
Garctlano concluyen deñmtiva-
mente las batallas medioevales,
que eran duelos colectivos, y em-
piezan las modernas, que no son
sino momentos de una evolución
de hechos preparada y provoca-
da conscientemente y desarro-
llada en un plan estratégico.
Toda nuestra superioridad mili-
tar del siglo XVI es el efecto 1^-
co del impulso dado por el Gran
Capitán, y nuestra decadencia
del XVII es el efecto de no haber cambiado á tiempo cuando de nuevo im-
ponían cambios las circunstancias; ó, en Otros términos, de no haber tenido
España otro Gonzalo de Córdoba.
La unión de los reinos peninsulares, la guerra de Granada y la doble
(ExpHacihn <U la lámina LXXXV) {\\
Antlenu canbetil.- l. Nio de ColÚn. — 2. Unidc lia cirabcUi dr Colún. ^ 3 y 4. Carabelas
de li nprdicidn de Hojidi in U<iQ, en la que íuí como piloto el lamoso Joan de la Cosa. — S, 6. T y 8. Ca-
rihclaiportugueeas. — 9. drabela de 1 S29.'— 11<)- Otro lipoldc carabela «palióla del siglo XVI. — 1 1 . Tipo de
carabela, del Diccíonaiio del Marque de la Victoria. — 11. Famosa nao de Joan SelMSIiin Elono. Eite di-
bnjoade 1673. — 13 y M.'Caribeba •Nuestra Sellora de Mocha» y •Nuestra Seflora del BuenSucesoí, de
los bennaaos Nodales (1621).
Cristóbal. ColAn.
cousiderado como aalintlco
la Biblioteca Nacional.)
(I) La naves en la Edad Media. -El
""Sif.
la piranua
f»*ta, gaita, brlgaatlr
por etapas el aalrtmt, blrtmt. Irlrenu y
■da, larlda, tafai — -' ' — ' — '
irabela, galeaza, gallón y
de un lolo orden, ligera y de m
dromon. ptnttcontor, tahttla, barcia, larlda, tafarga. pinaza, tardante, panfll, le/lo,
— u — ■..!. — I -¡altóa y navio.
le modelo pan lo tui
iparece el iromon, di
,,CoogIc
HisTOKU GkApica db la Civilizacióh Española LJuiha LXXXV
Lu aavcs en la Edmd Media.
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34^ HISTORIA DE ESPAÑA
conquista de Ñapóles elevaron á Espafia en el concepto europeo al rango de
nación predominante, que nunca habla tenido hasta entonces, y que sólo pudo
conservar hasta mediados del siglo xvn. Los Reyes Católicos quisieron man-
tenerla en ese papel brillante — quizás un poco desproporcionado con los ele-
La llburna. longa
gtjtdud.
SI que rt ptnItcBntor.
:r la Edad Media Untos
El papel de la ontrarta vina i representarla en la Ed*d Media la nao. llamada Ij
lai naves del siglo x
LIID-Eleiisendaí
Navct del litio XIII.
de su praa de limpia roda, sus amuras enormn. la relativa Incliniciún de lo; palas en maciías y elevaí
fogonaduras, lo rudimentario de las vergas, velas, motonería y cordaje; todo ciracleriía i las constriicc
nes de aquella época. El tonelaje de estas naves era de 8 i ll.OOU quíntale!.
Las naot eran de tres clases: gratm, bastarda y sutil.
Su tamaño medio era: eslora, Ití pies; manga d ancho, IS pies; puntal ú altura desde la sobreqaill
U cubierta, 8 '/i; elevación de la proa, II i/t; de la popa, 12 'ii.y 8 '/i el ancho déla cala ó Bodega, coi
hoy lia manamos.
Su forma era una derivación de la nave longa romana, participando tarabiín de la Ilbarna primiti'
La M/ea de primera clase debía llevar, comoUi iixrrrs (buque mis grueso, catalín). dos timón
s pilos maestro, irlnqattt y
ic llARiaban arllaió, lop de pi
3nM de Igual peso les
de la propia del alnti-
''i"'iP"ú"
NiTC del llBlo Xm. II'"""' '•'■I'*» "«"" »4™^ ™ bandera propia.
servicio (los almirantes prestaban servicio de gue-
ballesleria de las galeras), y si líense
K trompetas y cubierta de gínero de lana
. Lievaoan, por uiiimo, dos cartas de martar.
las galeras ¡HUlardaí y lutila dismlnnlase desde el Irea de las velas hasta el número de armas.
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HISTORIA DK ESPAÑA 34(>
meatos de población y riqueza natural de nuestra Península, — y á tal efecto
buscaron sus alianzas en las Potencias del centro y del norte del Continente^
es decir, contra Francia. Francia, no sólo es nuestra vecina, sino nuestro úni-
co punto de comunicación con Europa, por lo cual, y por la comunidad de
raza y costumbres parece ser nuestra natural aliada; pero aventajándonos en
número de habitantes, fertilidad del suelo y otras circunstancias, semejante
alianza no puede ser nunca sobre un pie átt perfecta igualdad, ó, en otros
t¿nDÍDOS, que unidos ó aliados con nuestra poderosa vecina, tenemos que ir,
aunque nos pese, á remolque de ella. Cabe tolerar esto conformándose Espa-
ña con una posición modesta de nación secundaría; pero si en nuestra Penfn-
búcocho Ri nllcUi di i doce oniu.
He aquí un — -"- -■
Lu praviiíones dctKíci (poco apetítosu) coniisUan en «roz, loc[noafle)o, judlis, *|os, vinagre, sal y
,1 "—u di i doce ornas.
EQUrPAJE, CON sus CORRESPONDIENTES SUELDOS POR DOS MESES
1 patrón. .
I (oUcónltre .
S naocheros, á b libiu nno. (Entííndisc por niodicro el encargado
dd tlmún y de la SDardarropla 6 paflol, llamado entoncea nochar,
donde ae conserviban las binderu, vestidos, faroleí, velas de sebo
B proeles,!
1 ai^te.
yoliosdtileí -
B proeles, i S libras. (Proel, delenior de la proa).
tres, í 4 libras M .
M remeros simples con ventaja dtlí patmtrt 462 ■
1 trómpela 7,103
1 cirujano 7,10
El precio de una galera gruesa en 1351 se estimaba en 4.e00 rioilnes de oro (unos 27.000 le
I.WO el Arte cuando iban» — ■-—
.miadas y dlspueslas al combale.
por d sbima de lis quintas actuales. Pedro IV de Aragón <
ilengo diesen 2 de cada 10 hombres para d servicio de las gs
para qne los piebk» de realengo diesen 1 de cada 10 hombres para d servicio de las galeas.
La carabela como tipo de nave snjelo 1 gilibus ó formas determinadas por una fórmula permanente,
no ha existido jamás.
Pl nombre de carabela empeló á usarse en el siglo XV, en tiempo de Don Juan II, y dejó de usarse i
Las caiatKlai perienedentes al Estado se llamaban carabelai de armada.
Se nombró carabela en los ligios XV y Xvl al buque ligera, cualquiera que fuese su disposición, aptc
. «i^..4.4.^_ rápido y de cortó calado, rué buque ne forma y aparejo vario, correspondiendo la deno-
vicio 1 que se la destinaba, y no al tipo de la nave.
En las Instmcdones de Calón i, Antonio Torres se lee: 'Las naos Oallrga y Capitana para dar auto.
ridad A la gente allende que las carabtlai son necesarias para el descubrir de la tierra Rrme y oliat
islas que entre aqui í alU están. ■
Las carabelas no fueron «elusivas de Espafla. Misfama adquirieron las portuguesas. La forma de los
taso* el redonda, con la popa cuadrada. El apareío se compone de ires palos con velas redondas ó de cruz en
d Bajot j trinquete, y latina en el mesana,
lJ.t caratÍElas de Colón eran mayores de lo que vulgarmente se cree: de marcha rápida, de construc-
don sólida, con dos castillos •alterosos> á popa y proa, tres palos verticales y bauprís, aparejo redondo en
d mayor y trinquete y mesi— '-"—
bdaí: lo Indicad Inscripción de la primera, Ocetantea classla, correspondiendo
.. j_ . 1..,^ Ocreone c/om/ prerínJ del descubridor.
que copia la lámina LUÍ con los números I y 2 parecen serla nao de Colón y una de sus cara-
Las figuras 3, 4. 5, ó, 7 ys^án lomadas déla cana de Juan de la Cosa, docnmenlo pintado en 1500.
El autor, excelente dibujante, fué piloto y compafiero de Colón en los dos primeras viajes.
Las números 3 y 4, qne ostentan pabellones de Castilla en los topea, ya que no las de Colón, deben
dr SCI las que el mismo Juan de la (jisa llevó como piloto en la «pedición de Hojcda el aflo H99.
La forma de los vasos es muy semejante á las 1 y 2. levantadas las eíttemidades como «pilcad histo-
riador de la* Indias, Herrera: 'Las naos tenían una obra muerta alterosa en cada «tremo de popa y proa del
buque, j se llamaban aatillos.» •£! aparejo, dos vdas redondas en los palos mayor y trinquete y una latina
Las 5 y 6 son portuguesas, y lo mismo las 7 y B, sin qne en ellas >e note difomcía esencial con las
^a figura 9 está copiad* de otra carta de marear de Diego de Rivera (1529). Se advierte en el v¡
progreso de la constricción naval, pero conserva el tipo.
La núm. 10 es otro tipo de carabela española lomado de la carta de Juan Marlinez.
Lt núm. 1 1 es del diccionario del marqués de la Vidoría.
La núm. 12 es la famosa nno de Juan Sebastián Elcano. Este dibuja es de 1673.
I» 13 y 14 son las carabelas -Nuestra Sei\ora de Atochal y •Nuestra SeHora dd Buen Suceso-,
Nodales (1621).
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35*3 HISTORIA DB BSPaSa
sula se quiere fundar un Imperio predominante, ó por lo meaos de veras in-
dependiente de la influencia francesa, hay que buscar las alianzas en Alema-
nia y en Inglaterra. Á eso tendieron los Reyes Católicos, no descuidando
tampoco la realización de la completa unidad peninsular, única manera de
que la Iberia pueda hombrearse con la Galia. A tan elevados ñnes políticos,
reducidos á que España fuera nación verdaderamente autónoma, ó sea libre
de la humillante y molesta conyunda de Francia, fueron enderezados los en-
laces matrimoniales de los hijos de los Reyes Ca-
tólicos, otras tantas obras maestras de política in-
teroadonal.
Para conseguir la unidad de la Península, la
princesa Doña Isabel casó con el príncipe Don Alfon-
so de Portugal, y, muerto éste, con el rey Don Ma-
nuel; por el fallecimiento de Don Juan, principe de
Castilla, Don Manuel y Doña Isabel fueron reco-
nocidos como herederos de los Reyes Católicos, y
nacido un hijo, aunque con la desgracia de costar
la vida á su madre, este principe, Don Miguel, fué
jurado como heredero de Aragón el 22 de Septiem-
bre de 1498, de Castilla el 12 de Enero, y de Portu-
gal el 16 de Marzo de 1499: tuvimos, pues, un prin-
cipe que, si hubiera vivido, habría reunido sobre
sus sienes todas las coronas peninsulares. Por des-
(ReiratomoraU dicha, murió antes de cumplir dos años. Para bus-
car la alianza inglesa se enlazó la infanta Doña Ca-
talina con Arturo, principe de Gales, y, á la muerte de ¿ste, con su hermano
iLurique VIII. Finalmente, la alianza germánica se consiguió con los matrimo-
nios del príorípe Don Juan con la princesa Margarita y de la infanta Doña Jua-
na con el archiduque Felipe, hijos ambos del Emperador Maximiliano. Este úl-
timo enlace fii¿ el único que se logró, y sólo él bastó para ligar sólidamente
á España con el centro de Europa, haciendo que se reunieran en una per-
sona la Monarquía española y el Imperio de Alemania. Es posible que sin este
matrimonio no hubiéramos sufrido andando el tiempo muchos desastres; pero
es segurísimo que sin él nuestra esplendorosa historia del siglo xvi, que
desde el punto de vista de la grandeza política es lo mejor de nuestros ana-
les, no se habria realizado.
99. — <£l mayor acontecimiento que ha tenido lugar en el mundo des-
>pués del nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo es, sin disputa, e! descu-
>brimiento de América. > Tiene harta razón el Sr. Brieva al decir que <si todas
>las naciones del mundo juntasen todas sus empresas y hazañas y cuanto en
ipro de hombres hicieran, todas ellas juntas no pudieran igualar á lo que
>Colón hiio con el ayuda de España por la civilización universal; con lo
>que la gloria de España, sin la cual nada fuera Colón, excede á toda glo-
>ria que pueblo ninguno puede alcanzar. Y así, á los extraños y enemigos
>y humillados de ayer que pregunten qué lugar tiene la gente española en
>la Historia, se les puede contestar: el descubrimiento de América». Y sin
embargo, este suceso magno y sin par, bastante, 6, mejor dicho, sobrado para
la gloria de los Reyes Católicos en el cuadro político y militar de su reina-
do, no fué más que un brillante episodio, y el único que no puede llamarse
empresa nacional, sino particular de los Reyes y de un grupo de inielectuaUs
que fueron los únicos que favorecieron á Colón dándole oídos y proporcionán-
dole los medios para llevar á cabo su incomparable hazaña. El estudio de los
documentos ha destruido la leyenda de la venta de las joyas por la Reina para
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HISTORIA DB BSPAflA 351
el equipo de la escuadra: sabemos positivamente que para estos apresto,s ade-
lantó Luis de Santángel, escribano de raciones de Aragón, diez y siete mil
florines; pero esto nada quita á la gloria de Uoúa Isabel, como proclamó el
sabio poDtfñce León XIII en la encíclica con motivo del Centenario de Co-
lón: (aquella piadosísima, varonil y excelsa mujer>, decía el Papa, íes la que
>leyó mejor que nadie en la mente del preclaro varón». £1 descubrimiento
tuvo un íxito de curiosidad inmenso, no sólo en España, sino en toda Europa;
y si en aquel tiempo no habla periódicos que satisficieran y explotaran el
interés del público, vivamente impresionable en todas partes, suplió en lo po-
sible esta falta Pedro Mártir de Angleria con sus cartas latinas, que forman
el Opus Episíolarum — periódico de HOticias, dice Menéndez Pelayo, dividido en
812 números, — y en sus Decadts de Orbemyao, Pedro Mártir era un verdadero
periodista nacido muclio antes de que hubiera periódicos, y como buen pe-
riodista, sabia escoger para sus cartas to más ameno, pintoresco, divertido
y raro que contaban los primeros que volvían del Nuevo Mundo. Lran devora-
das aquellas epístolas con tal ansia, que el papa León X las lela de sobremesa
á su sobrina y á los cardenales. En más elevada esfera que la de la mera cu-
riosidad, el descubrimiento suscitó desde luego ardientes polémicas entre
los teólc^s y moralistas acerca del derecho de conquista, de si los indios
por ser idólatras y bárbaros, debían ser reducidos á esclavitud ó eran na-
turalmente libres, etc.; y de estas polémicas nació la ciencia del Derecho na-
tural, en cuyo estudio nos corresponde á los españoles la primacía.
loo. — La desgraciada muerte de sus hijos, ó, como dice Bernáldez, dos
•enojos é cuchillos de dolor de las muertes del príncipe Don Juan y de la
•Reina de PortugaN, y más que nada la locura de Doña Juana, ensombrede-
ron los últimos años de la Reina Católica, y, según todas las relaciones con-
temporáneas, fueron causa determinante de la decadencia de su salud. El 7 de
Octubre de 1504 escribía Pedro Mártir que la Reina se hallaba dominada por
la fiebre. El 12 dictó su testamento, y el admirable cuadro de Rosales tiene
todos los caracteres de autenticidad histórica por lo que resulta de los docu-
mentos contemporáneos. El 23 de Noviembre dictó su codicilo, del cual se
conserva como reliquia en la Biblioteca Nacional la ñrma, revelando la letra
irregular y apenas legible cuan acabadas estaban ya sus fuerzas. Murió, en
efecto, el 26 entre once y doce del dta. Momentos después escribía Mártir
una de sus cartas, en que decía: 'La pluma se me cae de las manos, y mis
• fuerzas desfallecen: no sé que haya habido en el mundo, ni en los tiempos
«antiguos ni en los modernos, una heroína comparable á esta incomparable
>mu¡er>. Se disputa sobre si el fallecimiento ocurrió en el castillo de la Mota
de Medina del Campo ó en el palacio que tenían los Reyes en la Plaza Mayor
de la misma villa. Amortajado con hábito franciscano fué llevado el cadáver
de Medina del Campo á Granada, en medio de terribles aguaceros y tempesta-
des y con numeroso acompañamiento. Por las noches se depositaba el cuerpo
en las iglesias de los pueblos, enlutadas é iluminadas con cirios pintados de
negro, y entre multitud de hombres y mujeres, todos enlutados y con cirios
negros en las manos, que, conforme á la costumbre de la época, lanzaban
lastimeros gritos y lloraban ruidosamente. Eran entonces de moda estas
manifestaciones del dolor, y aun otras más extravagantes, como tirarse por el
suelo, arrancarse los pelos de la barba y de la cabeza ó darse de cabezadas
contra las paredes: ningún buen vasallo se creía dispensado de estos extre-
mos, y el que no los hacía corría riesgo de ser tildado de insensible ó desafecto.
Y en esta muerte de la Reina Católica hubo cierta mitigación en tan
vanas exterioridades, porque la misma Reina prohibió en su testamento que
vistiese nadie la jei^ de luto, á que antes la costumbre, y sí no los corregi-
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35^ HISTORIA DE ESPAÑA
dores, obligaban á vestir á todos. Esta mitigación pareció tan importante, que
Zurita la consigna en sus Anales. Pero sí faltaba la jerga, abundaban los capu-
ces, capirotes y lobas negras, que darían al cortejo y á los acompañantes del
cadáver' en cada pueblo, si hoy los viéramos, el extraño aspecto de inmensas
procesiones de fúnebres encapuchados.
El cadáver de la reina Isabel entró en Granada por la misma puerta,
por donde doce años antes habla entrado á caballo al frente de las ven- '
cedoras huestes cristianas, y al
son de los clarines que tocaban
la marcha todavía recordada por
nuestros modernos regimientos de
caballería.
Sepultada en el convento de
San Francisco, fué trasladada lue-
go á la capilla real de la Catedral,
donde, con su esposo Don Feman-
do y sus hijos doña Juana y don
Felipe, espera la hora de la resu-
rrección de la carne. Su epitafio
' es sencillo, pero aún lo seria más
y más sublime el propuesto por
el padre FIórez: Isabel la Católica.
í (Qué más necesita este nombre
para su encomio^ Ya lo dijo el sa-
bio, /fisa laudahitur.
101. — Heredaba la corona
Doña Juana, casada con el archi-
duque de Austria Don Fehpe, y
residente con su marido en Flan-
des (i). En vano escritores tan
eruditos como el Sr. Rodríguez
Villa han tratado de probar que
Doña Ja.n. la Loc^. Doña Juana no fué realmente loca,
sino amante y celosa en grado
sumo: esta tesis sólo puede pasar en el hermoso drama de Tamayo Locura de
áfMor, ya que al arte le están permitidas ésta y mayores licencias; en la esfera
de los hechos los mismos documentos publicados por el docto bibliotecario
de la Academia de la Historia en sus dos libros sobre Doña Juana, y los más
recientes que han visto la luz en la correspondencia del embajador Fucnsa-
lida (2), publicada por el señor duque de Alba, persuaden de que la infortu-
nada princesa era un caso clínico de insania perfectamente caracterizado, á
lo que no se opone que tuviera sus intervalos lúcidos, ni que entre sus ma-
ntas, al lado de algunas repugnantes, no hubiese otras simpáticas, como la
del amor, ni tampoco que la conducta casquivana de Don Felipe tuviera su
parte en aquel lastimoso desarreglo mental.
Á la muerte de la Reina Católica formáronse en la Nobleza tres parda-
(1) En Flandei, y sobre todo tn Brujas, donde nació, Don Felipe «ra j es conocido con
d apodo de Ftiipe ilot; slok sÍEnifica en flamenco caRa ó iaitin, y parece que Don Felipe
asaba esta pienda frecuenlcinenle. Todavía hay en Bra|as la calle de Felipt htek 7 una cofra-
día de ios Dolores fundada por el marido de Doña Juana.
(i) «l'orreKpondencia de Gulierre GÓmei de Fuensalída, embajador en Alemania,
uFlandes k Inglalerra (1496-1509), publicada por el da(]ae de Berwick y de Alba, conde de
«Sirue!».— Madrid. 1907».
D,g,t7cdb/GOOgIC
HISTORIA DE ESPAÍlA 353
lidades: una, representada principalmente por el duque de Alba, donJFadn-
que, que á toda costa y por cualquier titulo legal quería que Don Fernaudo
siguiera tigiendo el reino á nombre de su hija; otra, cuya cabeza era don
Juan Manuel, privado de Felipe El Hermoso, y al que se allegaron muchos
aristócratas hartos de la rigurosa disciplina de Don Fernando y deseosos de
recobrar su antigua licencia; y, por último, la del Cardenal Cisneros, el Almi-
rante y el Condestable, más aficionados personalmente al suegro que al yer-
no, pero escrupulosos guardadores de la ley y que, por tanto, no se propasaban
á negar á Don Felipe la participación que, según la de Castilla, correspondía
en el gobierno al marido de la Reí- "
na. En cuanto al pueblo, fué en
aquella cñ&\ifemandisia decidido.
Como dice Macaulay, el pueblo es
harto menos veleidoso en sus amo-
res que soberanos y magnates: mu-
chas veces pone su predilección
en quien no la merece; pero gene-
ralmente es constantísimo en ella.
En esta ocasión temía la masa po-
pular la prepotencia de la Noble-
za, que veía claramente venir con
Don Felipe, y desconfiaba de los
flamencos, á los cuales suponía ra-
paces y soberbios, y que sólo ape-
tecían mangonear en Castilla para
enriquecerse y volverse ricos á su
tierra. La popularidad de Don Fer-
nando resistió al acto suyo que
menos grato podía ser á los caste-
llanos (i): su casamiento con doña
Germana de Foix, sobrina suya y
de diez y nueve años. Los historia*
dores franceses ponderan su her-
mosura; pero los nuestros la retra- l'elipe 1 El Hirmeso
tan asi; «Era poco hermosa, algo (Tomddo de ana pimuia en labia de la época.)
■coja, muy amiga de holgarse y an-
idar en banquetes, huertas, jardines y fiestas. Esta señora introdujo en Casii-
>lta soberbias comidas, siendo los castellanos — y aun sus reyes — muy mode-
• rados en esto. Pocos días se pasaban sin convidar ó sin ser convidada. La que
>máE gastaba con ella en fiestas y banquetes era su mejor amiga. En el año
• de 1511 le dieron en Burgos i;n banquete, en el cual sólo de rábanos se gas -
■ taron mil maravedises* (2).
Gobernó Don Fernando desde la muerte de Doña Isabel hasta Junio
de 1505. El reinado de Don Felipe, oficialmente de un año y diez meses,
duró menos de cinco meses en la realidad del gobierno. Acostumbrado á
Flandes, donde los principes trataban á los señores como á compañeros, no
hartándose de colmarlos de mercedes, hizo lo mismo en Castilla; pero aquí
(i) LaTiiente (Modesto) afirma qu« efectivamente habo gr.
legando tnatrímonjo de IJon Femando: jo no eocnentro docami
en qac apoyar eita afirm^ciún.
(3) Sandoval, Histeria de Caríot V. Esta historia no e* s
nizada de Memorias f relaciones antiguas, li« más c
obispo de Pamplona.
Salceda, HISTORIA DE ESPaSa
nlrfel
,,CoogIc
354
la Nobleza do era popular como allí. La muerte del joven Monarca (25 de
Septiembre de 1505) trajo la desdicha de un momento de anarquía feudal,
pareciendo que había vuelto España al tiempo de Juan II y Enrique IV, y
la dicha del segundo gobierno de Don Fernando, que duró desde 27 de
Agosto 1506 hasta el 23 de Enero de 1516, que murió en Madrigalejo; re-
gencia que fué digno remate de su reinado. Reprimió nuevamente á los gran-
des, restableciendo la paz interior; influyó de un modo decisivo en la política
europea; anexionó á Castilla la Navarra española {15 12), y mantuvo un ejér-
cito y escuadra formidables en la costa de África: si se sufrió allí el desastre
de los Gelves, famoso por haber muerto en él D. García de Toledo, primogé-
nito de la Casa de Alba y padre del gran duque D. Fernando, conquisiáron-
se por el conde Pedro Navarro las ciudades de Bugia y Trípoli, sometiéronse
Argel, fónez y Tremecén, y el cardenal Cisneros llevó á cabo con las rentas
de su Arzobispado y su dirección la hermosa empresa de la conquista de Oran.
Por este tiempo vino á España de embajador de Florencia el célebre
historiador y político Francisco Guicciardini. Hablando un día familiarmente
con el Rey Católico, dijo á éste que en Europa nadie acertaba á explicarse
cómo los españoles, que hasta entonces hablan hecho tan poco papel en el
mundo, se habían convertido de súbito en la nación dominante, Y contestó
Don Fernando: «Es que los españoles tienen muchas buenas cualidades para
>la guerra y para la paz; pero necesitan estar bien gobernados» (i). ¡Admira-
bilísimas palabras, expresivas de una ley histórica invariablel Otros pueblos
podrán prosperar y engrandecerse á pesar de sus gobiernos, y aun contra
ellos: en España el buen gobierno es condición indispensable de vida y pro-
greso. Y como un buen gobierno es don raro y que pocas veces se alcanza,
pocas veces hemos logrado también en nuestra larga historia épocas de vida
nacional próspera y floreciente.
Por el testamento de Don Fernando ejerció la regencia el cardenal Fran-
cisco Jiménez de Cisneros, y hubo de ejercerla desde la muerte del Rey hasta
el íi de Noviembre de 1517, que murió en Roa, en los momentos que llegaba
Carlos V á tomar posesión de su trono. De familia noble, nacido en Torrela-
gona (1437), con vocación sacerdotal desde la juventud, gran predicador en Si-
güenza, sosteniendo con energía sus derechos á un beneñcio contra el arzo-
bispo Carrillo, que le tuvo encerrado dos años en el castillo de Uceda, dio de
mano á las luchas y ambiciones de la vida haciéndose fraile franciscano en el
convento de Salceda, y asombrando allí á los religiosos más austeros con sus
penitencias; por consejo del cardenal Mendoza le hizo Isabel la Católica su
confesor y, venciendo su resistencia, arzobispo de Toledo en 1495. Con cargo
tan principa! reformó las Ordenes religiosas por delegación pontificia, fundó
la Universidad de Alcalá, hizo imprimir la Biblia políglota, costeó y dirigió
la conquista de Oran, y en la política hizo sentir la influencia de su carácter
elevado, purísimo, rígido, siempre amigo de la línea recta y de las determina-
clones enérgicas y radicales. Como regente, continuó vigorosamente la políti-
ca de Fernando el Católico teniendo en un puño á la Grandeza, tratando de
crear una milicia ciudadana con carácter permanente, resistiendo con gloria
á los franceses, anexionando oficial y definitivamente á Navarra y mantenien-
do incólumes las prerrogativas de la Corona, aun contra los favoritos del jo-
ven Carlos V. Indudablemente es leyenda que la carta de Carlos V invitán-
dole á retirarse determinara su muerte: Cisneros tenia ya ochenta años, esta-
ba muy trabajado y achacoso, y su carácter no era para morirse por carta más
ó menos. Esto en el supuesto de que hubiera tal carta, lo que es dudoso.
(i) Relación de Guicciardini (lomo VIII de los Libros ,le Antañé).
D,g,t7cdb/GOOgIC
Chiinene» del l-tatKa (Brujas} (l).
XV
CARLOS V Y FELIPE II
101. Carlos Vantei de vcDÍrl EipiSa. — 103. Caadro cronológico de sn reinado. — 101. C¿mo
era Carloi V. — IOS. Cómo gobernaba. — 106. Su política. — UT. Direnidad de jaicioa
sobre Felipe II. — IOS. Sucetoi prlnclpaleí de su reinado. — 109. Carácter y gobierno de
Felipe 11. — ItO. U« Bellas Letras ; las Bellas Artes desde el dltimo tercio del siglo xv á
ñaei del xvi.
M>2. — Carlos V nació en Gante, día de San Matías {25 de Febrero
de 1500), y fué bautizado el 7 de Marzo en la iglesia de San Juan, hoy cate-
dral titulada de San Bavón (2), donde se conserva como reliquia histórica la
pita bautismal. Investido con la dignidad y titulo de duque de Luxemburgo,
crióse en Flandes bajo la guarda de su tía Mai^arita, viuda del principe
D. Juan, y por preceptores y caballeros flamencos; de los primeros fueron
los principales Adriano Florencio, decano de la Universidad de Lovaina,
(I) Entre los machos recnerdoi que en los Países Bajos se encuentran de U domina-
cidn de Espaila merece especial mención esta famosa chimenfa. En Biujas, en el sclual Palu-
do de Justicia, que antiguamente peitenecía al magistrado del Franco, se encuentra esta msg-
Dlfica chimenea, obra soDerbiadel arte del Renacimiento, única en su clase. Ocupa casi todo
nn lienzo de pared de la sala en que está emplazada. Es de mármol negro en la pacte baja y de
madera esculpida en la superior, y fué ejecutada en 1518 á 1529 por Gayot de Beaugrant en
memoria de la batalla de Pavfa y del tratado de paz de las Damas, ücmado en Cambra i, por el
cnal Francia habo de reconocer la Independencia de Flandes. La parte de madera pertenece al
escoltor Gracets. según dibajoa del pintor Bloudeel, y la decoración consiste en eslaluas de
tamaño natural: la del medio es Carlos V, teniendo á su derecha i sus abuelos palernos María
de Borgoiia y Maximiliano de Austria, y á su izquierda i los abuelos mileinos Fernando de
Aragón é Isabel de Castilla. Genios y escudos heráldicos completan la composición. YX friso
de la chimenea lo constituyen cuatro admirables bajorrelieves representando escenas de la
historia de la Casta Susana.
(1) Kl obispado de Gante no fué erigido hasta 1559, y por Felipe II. Bautizó á Callos V
el obispo de Toucnsi, á cuya jurisdicción pertenecía entonces Gante, asistido por trece píela'
dos, entre ellos el de Málaga, único español.
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356 HISTORIA DE ESPAÑA
koMÓre no muy elocuemtt, mas m ¡a Facultad escolástica único ch i» tien^ (i),
que le enseñó algo de latfo y procuró iniciarle en letras sagradas y prufanas,
al paso que Guillernio de Croy, el otro preceptor, caballero de la más rancia
y alta Nobleza de los Países Bajos, le inclinaba á los ejercicios caballerescos.
Salió sabiendo hablar muy bien francés, italiano y alemán, anién de su nativa
lengua flamenca, y el castellano muy mal, aunque ya de hombre remedió él
perfectamente tal deficiencia.
En 1515, por cesión de su abuela Maximiliano, entró Carlos en el go-
bierno perpetuo de los Estados de Flandes. Tenía un hermano y cuatro her-
manas: D. Fernando, nacido en
Alcalá de Henares (1503) y criado
en España, por lo que muchos es-
pañoles lo preferían para regir es-
tos reinos, causa, sin duda, de que
Carlos lo hiciese Rey de romanos
y su sucesor en el imperio, sien-
do tronco de la actual Casa de
Austria; doña María, que fué rei-
na de Hungrfa; doña Leonor, de
Portugal; doña Isabel, de Noruega
y Dinamarca, y doña Isabel, que
casó con el principe de Portugal.
Y he aquí ahora el cuadro crono-
It^ico de los principales sucesos
de este reinado.
103.— -4Aj 75/7.— Vino Car-
los á España, desembarcando en
Villaviciosa el 19 de Septiembre.
Entrada en Valladolid, el 18 de No-
viembre. Lo mal que hablaba yea-
tendfa el castellano, el estar rodea-
do de flamencosy el haber provisto
el Arzobispado deToledo en el obis-
po de Cambray , G uillermo de Croy,
C»rloi I de España y V de Alemania sobrino de Mr. de Jeures, SU gran
canciller, excitaron la animadver-
sión pública contra el Rey, y especialmente contra los flamencos de su comitiva.
i¡iS. — Cortes de Valladolid, Se distinguió el doctor Zumel, procurador
de Burgos, por la energía tribunicia con que sostuvo que los flamencos no
debían entrar en las Cortes y que no había que jurar al Rey hasta que jurara
él las leyes del reino y las peticiones de los procuradores. Fueron éstas 74,
siendo de notar las de »que no se diesen á extranjeros (es decir, á los no
^castellanos) oficios, ni beneficios, ni dignidades, ni gobiernos, ni cartas de
>naturaleza, y que si se habían dado, se revocasen (2]; que los oficios de la casa
[O Sandoval.
(1) Amenázalo» i este valeroio doctor hasta con la pena de muerte; pero t\, teme eo so
derecho, dijo i los oficiales de U casa del Kej nat íl rthíe no Aabia dt permitir jtie Mr. áe yem-
nty oíros cxlranjims tí líevasen ¡a manida qui había en el reino. Conviene aelverlir que esta
oposicián española contra los flamencos fu£ luego, en sas niismoa términos, reproducida en
Flandes contra loa espaSoles; y los flamencos aducían como precedente y fundamenlo de m
teiistencia á que los españoles luviesrn allí c ''"" — '" — ' "" """
elloi. Espánlome, escribía Requesens i Pelip ~
sucedió iuani/o las Cemiini<iaiUi.
,, Google
HISTORIA DE ESFARa 357
>real fuesea para castellaoos ó españoles, excepto en
•el género de porteros y aposentadores, donde con-
>venfa hubiese de todos (i)¡ y que fuese servido Su
> Alteza hablar castettan o, porque haciéndolo asf lo sa-
>brfa más presto y podrían entenderle mejor sus va-
•sallos y él á ellos». Á esto último contestó el Rey
•que le piada y se esforzaría á hacerlo, particular-
>meDte porque se lo suplicaba el reino; que ya lo ba-
>bfa comenzado á hacer con ellos y con otros del rei-
>no>. En otro orden de cosas son notables las peti-
ciones de que no se permitiera la mendicidad, á no
ser á cada pobre en el pueblo de su naturaleza; que
los enfermo! contagiosos estén en una casa especial,
y que < mandase plantar árboles en todo el reino don-
>de se hallase aparejo, y los que había se guardasen
>conforme á las Ordenanzas» Y no menos digno de
mencionarse es el recelo que ya inspiraba la amortiza-
ción de la propiedad inmueble: gne ninguno, pedían
los procuradores, «pueda mandar bienes rafees á
(ninguna iglesia, monasterio, hospital ni cofradías, '^'" ^^ ^^°* ^
■ni ellos lo puedan heredar ni comprar, porque si se cd m .
•permitiese, en breve tiempo sería todo suyo» (2).
75/9. — El 28 de Junio fué elegido Emperador en Francfort, siendo su
competidor Francisco 1 de Francia. Estaba Carlos á la sazón en Barcelona,
donde celebró (5 Uai^o) un capítulo de la Orden del Toisón — el primero
que hubo en ^pafla, — y en que invistió de esta condecoración á varios
grandes, no pudiendo hacerlo al conde de Benavente porque «no la quiso,
• diciendo que él era muy castellano y que no se honraba con blasones ex-
»tranjeros, pues los había tan buenos en él reino, y, á su estimación, mejo-
»res* (3). Los catalanes resistieron porfiadamente jurar á Don Carlos, aun-
que al fin lo hicieron, y <á Jeures pusieron en tanto aprieto, que ya deseaba
» verse fuera de España» (4). £n la misma ciudad condal fué determinado que
los reales despachos se encabezasen con esta fórmula: <Don Carlos, por la
GRACIA DB Dios, Key db romanos, futuro Emperador, semper Augusto, y
DOñA Juana, sü ma-
dre, Y EL mismo Don
Carlos, por la mis-
ha GRACIA, Reyes
DE Castilla, de
León», etc.
En este año hizo
Hernán Cortés su
maravillosa expedi-
dón, desembarcan-
do en Tierra Firme,
ganando la batalla
de Tabasco, ven-
ciendo y convirtieii-
(1) Petidón s-'
de boj (siglo xvi).
D,g,t7cdb/GOOgIC
HiSTOSU CrAfica db la Dviuzación Española Lámina L>0CXVI
9
KISTORU DEL TRA|E.- Traleí cItIIm r mllllwc* del slxlg XVI.
D,g,t7cdb/GOOgIC
HISTORIA PE ESPAÑA 359
do en aliados á los valientes tlascaltecas, y entrando en Méjico el 8 de No-
viembre (i).
1520. — Don Carlos atravesó Castilla y fué á Galicia, donde se embarcó
en Coruña para recibir la Corona imperial. Las Cortes que se tuvieron en San-
tiago y en Coiutta fueron agitadlsimas, y sobre los mismos temas que las de
Valladoltd. Se pidió al Rey entre otras cosas <que cuando volviese á estos
• reinos fuese servido
>no traer consto ex-
«tranjeros, flamencos,
>franceses, ni de otra
• nación para que tu-
• viesen oficio alguno
• que sea decalidad >...
• Que no traiga gente
»de guerra extranje-
>ros, porque en el
• reino hay gente be-
•licosa y para con-
• quistar otros reinos,
• y porque no se pien-
»se de él que por des-
• conñanza de los na-
• turales tiene guar-
ida de extranjeros...
• Que no se diesen á
•extranjeros dignida-
• des eclesiásticas ....
«etcétera, etc.». Dejó
Don Carlos por gober-
nador á su maestro
Ad ria n o, y cuan d o pa r-
tió de Coruña (20 de
Marzo) ya estaba re- t. j 1 > . j <- 1 v
vuelto todo el reino. ^"^'^^ "P"'"'' **' ^"''" ^■
No cabe dentro
de los limites de este libro la relación de las turbulencias movidas por las
Comunidades. Baste apuntar que hoy poseemos la historia completa y do-
cumentada de aquel agitadísimo período, escrita por el académico D. Ma-
nuel Danvila y publicada en seis tomos del Memorial Histórico Español
(XXXV y siguientes), y que cartas de la época, v. gr., las del salado doc-
tor ViUalobos, reflejan con suma viveza el desconcierto que reinaba en
Castilla, los continuos tumultos en las ciudades, los combates en los cam-
pos y la más espantosa confusión de ideas, cosas y personas. Las relacio-
(i) Lo Tnfi reciente j lo mil acabado desde el punto de vista militar sobre lax expedi-
ciones j cminpaaas de Hernin Coit£s es et estudio del capitán eeneial D. Camilo de Fola-
Tieja. con mapas y planos, obra del mismo ilustre general. Sobre Alvarado, uno de los mejor
capitanes de Cottís, tenemos el discuiso de recepcidn en la Academia de la Historia de don
Ángel de Altolaguirre.
(EifÜcoíión di lo ¡amina LÁXXfi.)
HISTORIA DEL TRAJE. — Tralca clvirea j mMItaret-del alglo XVI.- 1. Lansquenete, si-
llo XW. - 2. Mujer de la clase media. - 3. Vizcaíno 6 cánlibro. - i. Vizcaína ó cintabra. - 5. Arnés ecuestre
,, Google
36o
HÍSTORIA PE ERPASA
nes contemporáneas convienen en que D. Juan de Padilla era un mozo de
gallarda presencia, fácil palabra, natural generoso, buenas intenciones y corto
entendimiento. Parece que su mujer doña María de Pacheco, más lista que
él y deseosa de figurar, le movía en aquellas andan-
zas. En cambio, del obispo Acuña hace un retrato
espeluznante el mismo Villalobos: su traje era una
mezcla disonante y chocarrera de eclesiástico y gue*
rrero, iba al frente de un escuadrón de clérigos tan
desalmados como él, y distinguíase esta partida no
sólo por la ferocidad, sino por las palabrotas que
proferían. Muchos clérigos y religiosos, si no toma-
ron las armas y se lanzaron al camiKi, predicaban
en pro de la Comunidad.
Se ve que el motivo inicial
y único del levantamiento —
que no diesen oñcios á ex-
tranjeros, especialmente fla-
mencos— era popularfsimo:
todo el mundo querfa eso;
pero luego notaron muchos,
según acontece en todas las
revoluciones, que el reme-
dio era peor que la enferme-
dad, y hubo en los espíritus
una verdadera reacción con-
tra los comuneros. ,, , ^ .
En la primavera de este "•"'*° ^"'^
año fué acometido Cortés en
Méjico por Panfilo de Narváez. Salió el conquistador
de la ciudad, dejando á Pedro de Alvarado por cus-
todio del palacio y persona de Motezuma. Derrotó á
Narváez en Zempoala, y volvió con ambas huestes
á Méjico, donde entró el 24 de Junio. Subleváronse
los mejicanos, y Cortés tuvo que retirarse. La Mocke
triste fué el 10 de Julio. Pocos dias después, la bata-
lla de Otumba.
El 23 de Octubre fué Don Carlos coronado em-
BtandÚD de la Catedrtl perador en Aquisgrán. Empezaron las guerras con
de Lein (siglo XVI). Francisco I. Generalmente «e atribuyen estas gue-
Moseo Arqueológico. rras á la rivalidad personal de Carlos y Francisco, ó
á la envidia del último respecto del Emperador: es
una manera muy pobre de concebir la Historia. Francia, nación predominan-
te en Europa, no podía consentir sin lucha verse bloqueada, ceñida y achica-
da por el Imperio de Carlos V. Así, aunque Francisco fué quien atacó, real-
mente lo que hizo fué defender la importancia de su Corona: hubiera sido
muy mal rey de Francia si se hubiese conformado con la situación creada por
la unión de Alemania, España, Flandes é Italia; es decir, por la posesión de
(Exflicaiiéii di la lámina LXXXVH.)
HISTORIA DEL TRAJE. -Tralca del Elgl» XVI. - 1. Don Pedro :Hen
CondretaUf de CisIilU. Catedral de Bargos. ■ 2. Doña Menda de Mendoza, esposa
tUndez de Velasco. CalcdraL de Burgos. - 3. Dan Qarc^ Fernández Manrique, Conde d
de Burgos. - \. Dona luana Enrique;., Condesa de Osorna (igual procedencia).
z de VelascD,
3n Pedro Het-
irno. Catedral
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Historia Grífic* db l* Civiliíacióh EspaBola
LÍMiKA LXXXVII
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Historia Gráfica db la Civilización Española LÍhina LXXXVIlt
Armat jr trofeos mllltareí de loi •Isloi XV j XVI.
D,g,t7cdb/COOgIC
HISTORIA DE ESPASa 363
todas sus fronteras por uo solo soberano extranjero: debía luchar, y luchó.
En cuanto á Carlos V, no iba á ceder graciosamente su grandeza hereditaria
y electiva, preparada por gu abuelo Fernando el Católico: debía, pues, defen-
derse, y se defendió. Los dos monarcas tenían, por tanto, razón desde su
respectivo punto de vista, y fué aquél
un conflicto, no entre dos soberanos
rivales, sino entre naciones, sin otra
salida posible que la lucha.
1^21. — En Alemania presidió
Carlos V la dieta de Worms; después
se lamentó de haber respetado el
salvoconducto concedido á Lutero.
En España se dio la batalla de Villa-
lar (23 de Abril). En América remató
Cortés su portentosa conquista rin-
diendo á Méjico después de un sitio
denoventay tresdias,el 13 de Agos-
to, fiesta de San Hipólito.
1522. — Regresó Carlos á Espa-
ña el 16 de Julio.
1525. — Batalla de Pavía y pri-
sión de Francisco I, el 25 de Febrero,
cumpleaños del Emperador. A me-
diados de Junio llegó á Barcelona el
rey de Francia.
Descubrimiento y conquista del
Perú por Francisco Pizarro y Diego
Almagro.
1^20. — Concordia de Madrid con
Francisco I (14 de Enero). — El 19 de
Marzo pasó el rey de Francia la fron-
tera en libertad. La emperatriz Isabel
de Portugal, con quien se habla ca-
sado el Emperador por poderes en
Lisboa (Noviembre del año anterior),
llegó á Sevilla el 11 de Marzo. Los
Emperadores pasaron el verano en
Granada, atojados en la Alhambra: allí creó Carlos V el Consejo de Estado,
dispuso la construcción del palacio nuevo de la Alhambra, y sucedió un he-
cho, sin duda insigniñcante desde el punto de vista político, pero importan-
tísimo desde el literario: Andrea Navagero, embajador de Venecia, aconsejó
á Juan Boscán, caballero catalán que había sido preceptor del heredero de la
(Esflkadín de la lámina LXXXVÜl)
Araaa j trofcoimlllUrcidllMalgtoBXVr XVI. - 1. Espada con Euarnfdón hispano-tnoris-
ci dd siglo XV. — I. Braomarle &t aizdn del siglo xvi, — 3, Espada d( Hernin Conés. — 4. Monlanle de
día nuaoi de Femando ef Católico. — 5. Vatagtin de MustiH, rey de Otln (de sobtenombre BíeoIíUds). -
6¡r8. Trofeo de Lepinto. Alfanje y ceUd» de Ali Bají, muerto en Lepanto. — T, Ctichülo de lasque se usa-
bas en el jiglo xvr para trinchar lu viindis en li» banquetes. —5. Daga de armas del siglo xvr. — 10, 11,
II. 13 y 14. Trofeo militar. Manopla, hoja de estoque, daga de armas, escudo y borgoAota lomadas al rey
rmtdsco i drFrinda mía batalla dr Pavía. -15 y Ubis. Maza» de armas, siglo .W. -Ib. Pedreñal de
riKdaí ccn hacha de armas de Felipe 11. — 17. MaitillD de armas, mitad del siglo Wl. - IB. Hacha de ar-
D,g,t7cdb/GOOgIC
364 HISTORIA DR ESPaAa
Casa de Alba, después W^rn» DUfue, i hacer «en lengua castellana sonetos
>y otras artes de trobar usadas por los buenos autores de Italia». Asf se in-
trodujo en nuestra poesía la mamra italiana, en que Boscán hizo los pnmeros
ensayos, y su amigo Garcilaso de la
Vega llevó al mayor esplendor (i).
iSzy- — El 21 de Mayo nació Fe^
lipe II en Valladolid. El bautismo fué
á 5 de Junio, y estaban celebrándose
las fiestas cuando llegó la noticia del
asalto de Roma por el Duque de Bor-
bón, saqueo de la Ciudad Eterna, pri-
sión del Papa y muerte del Duque (2).
El Emperador, que no habla dado ta
orden de hacer estas cosas ni sabía de
ellas, suspendió las fiestas y dispuso
rogativas por la libertad del Papa.
1520- — Paz de Cantbray con Fran-
cisco I (5 de Agosto). El Emperador
pasa á Italia, dejando á la Emperatriz
por gobernadora de España.
1530. — Coronación de Carlos en
Bolonia (25 de Febrero, aniversario de
su nacimiento y de la batalla de Pavía).
Florencia, después de una larga guerra
con el ejército imperial, pierde sus ins-
tituciones republicanas y es converti-
da en Ducado. El Emperador visita los
Países Bajos y Alemania. Pide al Papa
la celebración de un Concilio para re-
solver la cuestión religiosa.
/JJ2. — Solimán el Grande, sul-
tán de Turquía, invade el reino de
Hungría y el archiducado de Austria.
Carlos V reúne un ejército de más de
iDO.OOO hombres para resistirle; de Es-
paña van casi todos los Grandes con
Orfebrería o.p.fioU.-Crui procesio- numeroso séquito. Muchas Casas de la
Dsl de plata, de esuio ReDscimieDlo. 1-^ • < . _, . ^ r
(ligio XVI), Córdoba. Grandeza estaban arruinadas todavía
el siglo XVII por efecto de los gastos
hechos en esta jornada. Solimán se retiró ante el ejército imperial.
75 J^.— Enrique VIH se declara jefe de la Iglesia anglicana, negando al Papa
la obediencia. En Alemania el protestantismo toma cada vez mayor incremen-
to; este año sucedieron los horrores anárquicos movidos por los anabaptistas.
-'íí-í- — Vuelve á España el Emperador.
1535. — Gloriosa expedición y conquista de Túnez, dirigida por Carlos V.
i5j6. — Nueva guerra con Francisco I. El Emperador entra con un gran
ejército por la Provenza, sitiando á Marsella; pero sin resultado. En esta jor-
nada murieron Alfonso de Leiva y el gran poeta Garciiaso: irritado Caílos V
(i) Sobre es(a re Tolación Ilterana,véase el prólogo At D. Antonio M.Fabií i 1 a tradnccIAii
de Bl CarlisaHo (¿Uros de Aniañe. III], Juan Boscán. por Menfndei PelByo [AttI. XIII), jel Rc-
aaaen falalOtioo-critlco de la Literatura Bipaflola. del aulor, publicado por la casa Calleja.
(a) Víanse los libros de Rodrignei Villa: Jlalia dtsdi la batalla dt Pavía katla el lots
di Rema. iSSj, y Memeriai para la Histeria ¡Ulatalley saqueo di Rema tn is>7-
,,CoogIc
HISTORIA DE ESPAÑA 365
por la muerte del último, causada por unos paisanos que defendían una torre
que atacó Garcilaso, hizo ahorcar á todos los defensores. ¡Qué atrocidadl
¡SjS. — Treguas con el rey de Francia. Cortes de Toledo {i.* de No-
viembre) presididas por el Emperador, y que son famosas por la resistencia
que opusieron los grandes á conceder el servicio ó contribución que se les
pedia. 'Quedó el Emperador con poco gusto (escribió Sandoval) y con pro-
• pósito, que hasta hoy dta se ha guardado, de no hacer semejantes juntas de
>gente tan poderosa en estos reinos.> En efecto^ de aqui en adelante las Cor-
tes se redujeron á los procuradores de ciudades,
causa principalísima de la decadencia del siitema
representativo, pues en esta época de tan arraiga-
das preocupaciones nobiliarias, cosa donde no esta-
ba la Grandeza tenía muy poca importancia social.
i£jg. — El I." de Mayo murió la Emperatriz, en
Toledo, á los treinta y ocho años de edad. Dejó tres
hijos: Felipe II, Doña María, que casó con el empe-
rador Maximiliano, y Doña Juana, reina* de Portu-
gal, madre del rey Don Sebastián. Al ser enterrada
en Granada se abrió, según costumbre, el ataúd, y
la vista del cadáver descompuesto impresionó de tal
modo al Marqués de Lombay Don Francisco de
Borja, que allí mismo resolvió dejar el mundo y
consagrarse enteramente á Dios, pronunciando la
célebre frase: no quiero mds se^or que pueda morir.
En este año se amotinó la ciudad de Gante por
creerse perjudicada en un reparto de contribución
hecho por los Estados Generales de Flandes. Aun- Doña Isabel du Portugal.
que la ciudad fué sometida por tropas enviadas de Copia del cetcato de u
Alemania, el Emperador pidió salvoconducto á Eran- modelo a! Tidano pata
dsco I para cruzar por Francia á los Países Bajos, pintar el qne se coDserva
y Francisco lo recibió y agasajó magníficamente, «" "' Museo del Prado,
acreditándose de Re/ caiailero en esta ocasión; Pa-
rís demostró en el aparatoso recibimiento que hizo á Carlos V la pujanza y
riqueza que ya tenía. Elstuvo Carlos siete días en la gran capital, «sin querer
el Rey Cristianísima hacer el o&cio de rey, porque todo lo dejó al Empera-
dor para que hiciese como si fuera rey de Francia» (i). En Gante los levan-
tiscos burgueses fueron castigados con la dureza propia de aquel tiempo, en
que se llamaba misericordia á contentarse con ahorcar á veintitantas ó más
personas; y para tener sujeta á la opulenta ciudad hizo Carlos edificar una
cindadela, que unas veces demolida y otras restaurada ha persistido hasta
tiempos relativanoente muy próximos á los nuestros con el nombre de ciaíeatt
des espagnols. Es antigua tradición gantesa, probablemente falsa, que el gran
Duque de Alba, acompañante de Carlos V en la jornada de Gante, aconsejó
al Emperador destruir la ciudad, y que Carlos respondió: combitH Jaudrtút il
dt piattx d" Espagnt pour faite un Gant de cette grandeurf (2).
(l) Sandoval.
(3) fCuánlai pUUt át BifaSa unan ntcísariat para fabricar un Guante dt etta granatioí
Tambiéa se enema que Carlos V estaba tan oigoUoso de la grandeía de su Gante, que decía:
Mm Gant, París daHtíraii áídanj. Mi Ganlí. . , Parít iailario dentre. Finalmente, hasta 1794
ediUá en Gante el singulu prívllegio ó monopolio de una numerosa lamilía 6 tribu que lor-
■naba el gremio de matarifes 6 carniceros, i los que se llamaba loshijoi ái¡ Principe, j que, se-
eln la tradición, se Tandaba en la gracia concedida por Carlos V i una hermosa carnicera, de
la que tuvo un hijo, para qae los <&cei]dlentei de £sle tuvieran el monopolio de dicho oñcío.
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Historia GrXfica db la Civilización Española L.{>itka LXXXIX
HISTORIA DEL TRAI E. - Traje* del rigió XVI.
D,g,t7cdb/COOgIC
HISTORIA DB ESPASA 367
Durante su estancia en Gante ef Emperador dictó un placarte contra
los libros protestantes, que infestaban ya los Pafses Bajos.
1^40. — El 27 de Septiembre aprobó el Papa el Instituto Je la Compa-
ñía de Jesús (i).
1541. — Desgraciada expi dición de Argel. Los temporales de Noviem-
bre destruyeron la escuadra, y la lluvia, copiosa y fría, inundó el campamento.
*En tan terrible apuro Carlos V, cubierto con una gran capa blanca, se pa-
tseaba entre los caballeros españoles, y dirigiéndose á Dios repetía sin cesar:
'¡fíat voluntas íual ¡fiat voluntas tua! A eso de las once y media de la noche
• llamó á los pilotos, y les preguntó cuánto tiempo podían resistir aún las na-
>ves et embate de la tempestad. Dos horas, respondieron. Volviéndose el
• Emperador í los soldados, les dijo: TraHquüitaos, dentro de media hora se le-
'vantardn todos los/railes y monjas de España d orar por nosotros. Y después
•de mostrarse tan cristianamente confiado, se portó como resuelto capitán
•disponiendo hábilmente la retirada* (2).
i¡4Z. — Nueva guerra con Francisco I, el cual se alfa con el Gran Turco
contra Carlos V. Barbarroja inverna con su escuadra en Marsella. £1 14 de
Noviembre se casó en Salamanca el principe Don F'elipe con Doña María de
Portugal.
i§4J. — Paz de Crespy con Francia.
^544~ — Primera campaña del Emperador en Alemania contra los prin-
cipes protestantes confederados en Smakalda. El elector de Sajonia, el land-
grave de Hesse y el duque de Wurtemberg levantaron un ejército de más
de 80.000 hombres y poderosísima artillería en defensa de la Liga. Carlos V
les opuso otro barto menos numeroso, compuesto de alemanes, italianos y
flamencos; pero del cud eran nervio los infantes españoles, á la sazón en el
apogeo de su disciplina y organización: un español, el gran duque de Alba,
era el capitán general, ó, como ahora diríamos, el jefe de Estado Mayor, á las
inmediatas órdenes del Emperador. El ejército de la Liga, batido en Ingol-
stadt y otros puntos, tuvo al fin que dispersarse (3). El 30 de Marzo de este
año murió en París Francisco I
1547- — Segunda campaña de Alemania, en que el Emperador persiguió
al de Sajonia en su tierra, pasó el Elba á caballo, yendo al frente de su van-
(^ Mignet, Carlos Fifi Yuile.
(3) De esta campana y la del año siguiente, quizl* las mái intetesanrcs, aunque no las
má* vQlgarÍ2>das de nuestro siglo de oro militar, tenemos machas relaciones de testigos de
Tüta: las espafiolis del capitin Pedro Salazar; D. Luís de ..vila ( Ceminlarios); el soldado
Dieeo Ndñez de Alba (Dialogm di la vida dtl soldado), pnblicada en Liireí de Antaño, XII con
erudito prólogo de Fabié), etc.; las alemanas de Sastrow (publicadas en Irancís, titttcha, iSSó);
SIdden. Beoter, etc. En nueslia época el hoy general Marlin Arroí hs esciilo en sus Cam-
pañai del Duqui de Alba una relación sencill» y meti^dica, muy propia para el estudio de los
miUtarei. Tambiín hay ditos é ilustraciones muy apreciables en el Museo Militar, de Barado.
(Eiplkacióu de la lámina LXXXiX) (I).
HISTORIA DELTRA|e.-TriJ««delaltloXVI.-l.Muj
"L Mujer plebeya. — 3. Mujer española. — 4. Mora bílica b granadina.
6. Charra.
is eaos trajes era un alemln ({ue en el siglo XVI vino á
] no poder decir á qué ret!;¡án se refieren la mayoHa, pues
iriim ííí. Nuremterg.- Hans Wfsgcl-l5TT. Del misnii)
,,CoogIc
¡6^ HISTORIA DE ESPAÑA
guardia el duque de Alba tremolando el imperial esundarte de San Jorge, y
ganó la batalla de MuUbcrg (24 Abril), que terminó con la prisión del Elector,
quedando todo el Imperio sujeto á su voluntad.
1^48. — Dueño de Alemania, Carlos V quiso acabar las cuestiones reli-
giosas, y dio el ínterin, redactado por los obispos católicos y un pastor pro-
testante: era una transacción provisional, hasta que se celebrara concilio
entre las dos creencias, que, como es natural, no satis6zo á católicos ni á
protestantes, y fué principio de la decadencia política del Emperador. En este
año, sin embaído, no se advirtió: el Inttrin pareció surtir sus efectos, y el
principe Don Felipe, ya viudo de María de Portugal y padre del príncipe Don
Cario», hizo por Europa el viaje que escribió Calvete de la Estrella (i).
1551 j/ ¡552. — Fué el año de las desgracias del Emperador. Enrique II,
sucesor de Francisco I, se alió con todos los enemigos de Carlos: el Sultán,
los protestantes de Alemania y los principados de Italia desafectos al Impe-
rio y á España. Mientras sus generales atacaban la Lombardfa y los turcos
la Hungría, él con un poderoso ejército entraba por Lorena y tomaba mu-
chas ciudades, entre ellas Melz, que no habían de perder los franceses has-
ta 1870: todavía el turista que recorre las Ardenaa encuentra en multitud
de castillos y edificios derruidos huellas lejanas de aquella invasión francesa.
Mauricio de Sajonia y el margrave Alberto de Brandenburgo, que hasta en-
tonces habían sido los más fieles panídarios de Carlos V á pesar de profesar
el protestantismo, revolviéronse de súbito contra el Emperador reclamando
la libertad de conciencia. Cogió esta tempestad á Carlos sin dinero y sin sol-
dados, y tuvo que huir. *Si esperase aquí — escribía á su hermano Fernando
desde Inspnick {4 Abril 1552), — cualquier mañitna me cogerían en la cama*.
Y si no cayó prisionero, es porque Mauricio áiio: ¡No tengo todavía jaula para
guardar un pájara tan grande] Tuvo que resignarse y firmar el tratado de
Fassau, por el cual los principes protestantes se separaron de Enrique II,
consiguiendo en el orden poli tico- religioso lo que pretendían. Mauricio fué á
contener á los turcos en Hungría, y el Emperador, al frente de un poderoso
ejército, á recobrar á Metz. También fracasó en esta empresa, y entonces ex-
clamó, quizás recordabdo un pasaje de El Príncipe, de Maquiavelo: ¡La fortu-
na sólo es amiga dt los jóvenesl
1553. — Todo el año guerreando con Enrique II, y con sucesos muy va-
ríos, ninguno decisivo. Kl 30 de Junio escribió á su hijo una carta muy reser-
vada, toda de su puño, mandando que <al lado del Monasterio de Yuste se
>le fabricara una casa suficiente para poder vivir con la servidumbre y cria-
>dos más indispensables en clase de persona particular».
iSSi- — Concierta el Emperador el matrimonio de su hijo Don Felipe
con María de Tudor, reina de Inglaterra, con el fin religioso de ayudar al
restablecimiento de la Iglesia católica en las Islas Británicas y et político de
la alianza inglesa contra Francia. Don Felipe acepta con rara docilidad el
mandato de su padre, á pesar de que la novia era vieja y fea. £1 matrimonio
se celebró en Westminster el 25 de Julio.
yf_5'.— El 26 de Octubre renunció en su hijo los Estados de Flandes.
1556. — El 16 de Enero renunció igualmente las coronas de Castilla y
Aragón, y el 17 el Imperio en su hermano Fernando. A principios de Sep-
tiembre salió de Flandes para España; el 28 llegó á Laredo. Encerróse en
Yuste, donde vivió, no como un monje, sino como un gran señor retirado de
los negocios y deseoso de ponerse bien con Dios, sin negar á sus hijos y á
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HISTORIA DE ESPAÑA 369
los reinos que habla regido el auxilio de sus consejos cuaodo se tos pedían.
<A las doce de la madrugada del miércoles 21 de Septiembre de 1558
>sintió el Emperador que sus fuerzas estaban agotadas y que iba á morir. To-
tmándose él mismo el pulso, movió la cabeza como diciendo: Todo acabó. Pidió
•entonces á los frailes que rezasen la letanía y oraciones de los agonizantes,
>y á su mayordomo Quijada, que encendiese los cirios benditos. Hizo que el
'arzobispo Carranza le diera el Crucifijo que había servido á la Emperatriz
»en el supremo paso de la vida á la muerte, lo llevó á sus labios y lo estre-
>chó dos veces contra su pecho. En seguida, teniendo en la diestra, soste-
•nida por Quijada, el cirio bendito, y alargando la mano izquierda hacia^el
MoDuterío de Yuile cd Plasencia (Ciceiei).
iCrucifijo que le presentaba el Arzobispo, dijo: \EsU es el momento! Poco des-
>pués pronunció todavía el nombre de Jesús, y expiró, exhalando dos ó tres
• suspiros. Asi acabó, escribió Quijada, en su dolor y admiración, elmásprin-
tcipal hombre que ha habido ni habrd fl).
104. — Fué Carlos V de mediana estatura, bien formado, ágil y fuerte;
• excedió á todos los hombres de á caballo de su tiempo, á la brida; y arma-
ido parecía tan bien y era tan sufrido, que dijeron los ejércitos que por ha-
>ber nacido rey perdieron en él el mejor caballo ligero de aquel siglo (2).
De joven triunfó en todos los deportes caballerescos: romper lanzas, correr
sortijas, jugar á la barra y rejonear toros. Su frente era espaciosa; sus ojos,
vivos; todas sus facciones, regulares y gratas, menos la boca, pues de su bis-
abuelo Carlos El Temerario habla heredado la mandíbula inferior saliente,
que fué la característica de su descendencia: teniendo cerrada la boca no
podía juntar los dientes, que eran además pocos y malos; y este defecto le
dificultaba pronunciar bien las palabras y digerir regularmente los alimentos.
Hombre de voluntad muy suya y de temperamento ardiente, !o mismo estaba
á caballo días y noches que, cuando no tenia que hacer, se abandonaba al
reposo más completo, sin levantarse del sillón más que para ir á la cama.
Con la misma facilidad pasaba del más riguroso ayuno á la intemperancia en
Salcedo, HISTORIA DE ESPAflA
,,Coogíf:
370 HISTORIA DE ESPAÑA
la mesa. De ordinario, y como buen flamenco del siglo xvi, era gtotoncfsimo,
y á proporción bebedor; usaba aperitivos muy enérgicos, y pedía á sus cod-
neros platos raros. Uno de sus mayordomos, el barón de Montfalconnet, le
dijo un día; No sé ya cómo complacer d V. M.\ como mo sea haci¿ndoU preparar
un plato de relojes. Aludía á la afición del Emperador por estos instrumentos
que le construía Juanelo. Carlos V se rió mucho, porque era hombre que do
temía estropear su majestad con las carcajadas; pero siguió pidiendo manja-
res exquisitos. De otros placeres no hay que hablar. Los embajadores vene-
cianos advierten de continuo á la Señoría (i) que í'. M. no tiene la voluntad
suficientemente Moderada y que frecuenta en todas partes el trato de damas
principales y también humildes.
Engañaríase quien por estos trazos viera en (darlos V la figura de un
Sardanápalo ó de un Heliogábalo. Eran rasgos de una voluntad virgen y de
un temperamento exuberante: episodios siempre fugitivos, aunque repeti-
dos, de una vida consagrada al tra-
bajo, solían ir seguidos de fer\'0-
rosos arrepentimientos, y el Em-
perador se retiraba á un monaste-
rio, donde asombraba á los frailes
no probando en toda la Semana
Santa sino pan y agua, y por su
compunción religiosa. Lo frecueo-
te era que el cuidado de los ne-
gocios ó las fatigas de la guerra
le apartasen durante laidísimas
temporadas, no sólo de toda disi-
pación, sino de las más ordinarias
comodidades de la vida.
105. — Fué Carlos un gran
soldado y amante cual ninguno
de esta profesión. Sabido es que
una vez pasó lista como Carlos
de Gante, soldado de la Compañia
del señor Antonio de Leioa. Exce-
lente ofícial, no podía tolerar la
más mínima falta á la disciplina. En la muestra general ó alarde que se hizo
en Barcelona ([4 Mayo 1535) antes de partir para Túnez ^el Emperador
>puso en orden los caballeros; y como uno desconcertara el orden, enojado
>puso las piernas al caballo rompiendo por medio del escuadrón, y llegando
>al torpe, le hirió con la maza en la cabeza, y volviéndose al Duque de Alba,
y á\]0': ¡No hay cosa más dificultosa que regir iien jr goiernar un escuadren! (2).
En cuanto á sus cualidades de general, el gran Duque de Alba se ufanaba de
haber aprendido en su escuela, y basta la historia de sus hechos para admi-
rar la serie de campañas que dirigió personalmente, tanto en sus preparati-
vos como en su ejecución. Prestaba siempre á las instituciones militares una
atención preferentísima. En su época construyéronse muchas fortaleías por
el sistema, entonces nuevo, de solidez sufíciente para resistir á la naciente
artillería, que había hecho inútiles los castillos medievales; introdujéronse
muchísimos cañones en España, y tuvo gran desarrollo el cuerpo encargado
(i) Asi s« lltmabs U República 6 Eitido en lodu lu ciudades Italianu qae no tenUn
foberano Jndivldnal. Antonomásicamcnia, la de Veneda.
(a) SandoTaL
,, Google
HISTORIA DE ESPAÑA 371
de construirlos y proveerlos de pólvora y pelotas, como se llamaban á la sa-
zón las balas; la infanterfa fué organizada en tercios — conjunto de varias
banderas ó compañías, — mandadas por maestres de campo; y, en suma, nues-
tra potencia militar, creada por los Reyes Católicos, fué perfeccionada por
Carlos V, y de ahí no pasó: en el reinado de Felipe II se tiró con lo que el
Emperador babfa dejado, y cuando la muerte arrebató los caudillos, maes-
tres y capitanes formados en el anterior período, no hubo con quién susti-
tuirlos y empezó la decadencia.
No menos grande que como militar fué Carlos V como político. Si en
su primer viaje á España no se hizo grato al pueblo por venir rodeado de fla-
mencos y no hablar bien el castellano, se
conoce que supo aprovechar aquella lec-
ción, y de allí en adelante en todas partes
fué querido. Cavalll — uno de los embaja-
dores venecianos — observó que en Flan-
des y Borgoña le estimaban por su llaneza
de trato; en Italia, por la sagacidad y talen-
to de que daba constantemente muestras,
V en España, por su gravedad y el esplen-
dor de su gloria. Era, pues, el suyo un
temperamento verdaderamente imperial, ó
sea apto para regir los más diversos pue-
blos. Imperial era también su método de
gobierno: ponía en cada uno de sus Estados
un principe que lo gobernase: su hermano
Fernando en Alemania; su hermana María
en los Países Bajos; la Emperatriz y des-
pués su hijo Felipe en España; y él se re-
servaba sólo la dirección suprema de aque-
lla vastísima máquina. Tenía para eso un
gobierno que iba con él siempre, compues-
to de tres cancillerías (alemana, española é
italiana) y un Consejo de legistas de todos
loí países que regía. Grevres ó Chiebres,
tan impopular en España, fué su gran can- Felipe II.
ciller hasta el año 1 529; lo reemplazó Gatti-
nard, y después no quiso ya primer ministro, aunque el secretario Cobos
y el guardasellos Granvela alcanzaron con él grande influencia. El hijo de
Granvela, después célebre cardenal y uno de los hombres más hábiles del
siglo XVI, presidía su Consejo de Estado. Estudiaba prolijamente los asun-
tos, discutiendo largas horas con Granvela y escribiendo en un papel, como
recomienda San Ignacio de Loyola en sus Ejercicios, las razones en pro y
en contra de cada solución pira pesarlas y confrontarlas; pero una vez que
tomaba su partido, era irrevocable, y tan firme en ejecutar como había sido
lento en resolver.
106. — Es falso que Carlos V aspirase á la soberanía universal, por más
que como emperador pudiese tener, según las ideas de la época y-)a detini-
ción de tal dignidad, cierto fundamento para pretender una especie de su-
premacía sobre todos los Estados cristianos. Examinando los documentos y
no abandonándose á la fantasía, se ve muy claro que aquel príncipe tan ba-
tallador tuvo por norte invariable de su política la paz de la Cristiandad y su
unión para combatir á los turcos, á la sazón en el zenit de su poderío. Por su
gusto, sólo hubiera sido rival y enemigo de Solimán el Grande. Cruzó por su
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372 HISTORIA DE BSPAÜA
mente la idea de ir al frente de todas las fuerzas vivas de la Cristiandad á
buscarlo en Constan ti nopl a y echarlo de Europa. Pero para realizar este
sueño magnfñco y romántico, de que habló varias veces, y muy en serio,
con el duque de Alba, tropezó con dos dificultades insi^erables: una, el
protestantismo, cuyo alcance no comprendió él bien hasta sus últimas días
y cuando ya la revolución religiosa no tenia remedio en lo humano; otra, la
oposición política de Francia, que no se avenía á re-
presentar en el mundo el papel secundario, á que no
estaba acostumbrada, y en que forzosamente hubiera
caldo, á pesar de la generosidad de Carlos V, si deja
á éste campar por sus respetos: el espíritu francés, y
no envidias ó rivalidades personales, fué, por tanto,
lo que movió á Francisco 1 y á Enrique 11 á oponerse
con tan indomable brío á la pujanza del Emperador.
La grandeza de la Casa de Austria tuvo, pues, cual
todas las de este mundo, aun en el momento de su
apogeo, los enemigos que hablan de acabarla: el pro-
testanlisftio y Francia.
107. — De pocos soberanos y reinados se ha es-
crito tanto — quizás de ninguno — como de Felipe II.
Los libros, los opúsculos, los discursos, las volumino-
sas colecciones de documentos con prólogos, intro-
D. In>n de Aastria. ducciones y notas, son bastantes para llenar una bue-
Tomado de un retrato pin- na biblioteca. Y el interés por escudriñar y esclarecer
tadoporMoio(i545-:57S]. gi carácter del monarca y los sucesos de su reinado
parece aumentar siempre, lejos de decrecer con los
años, y de continuo aparecen eruditos y escritores empeñados en la ímproba
é inacabable tarea, mientras que la novela, la poesía y la dramática tampoco
se hartan de presentar al público, más ó menos desfigurados, los retratos del
Rey y de los principales personajes que se movieron en su tiempo. ¿Qué másf
No es raro que la Prensa diaria trate en ligeros y apasionados artículos de
los actos de Felipe II y de su gobierno, y aun que se susciten alguna vez
polémicas sobre ellos, como si no hubiera pasado ya tanto tiempo desde que
se realizaron.
Esta copiosísima literatura sobre Felipe II obedece á tres tendencias
críticas diversas: i." La enemiga del Rey Prudente, para la cual este mo-
narca fué un sombrío tirano á lo Tiberio; en religión, fanático y á la vez hipó-
crita; en política, duro y á la vez débil; en su vida privada, un libertino, co-
barde, desconfiado y astuto, ávido de poder v riquezas, así como de satisfa-
cer sus lúbricos caprichos sin reparar en medios, y teniendo la delación, el
espionaje y el asesinato como instrumentos usuales de gobierno; mal amigo,
mal esposo, mal padre: en suma, un hombre que á fuerza de maldades ya no
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HisTORU Gkífica db la Civilización Espaüoia
TrofeM de Lepanto.
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374 HISTORIA DE ESPARA
es hombre, sino monstruo, ó el Demonio del Mediodía, mote que le pusieron
los protestantes del siglo xvt, y que conservan en su armario de invectivas
los progresistas modernos. Los que siguen esta tendencia se surten de cuanto
escribieron en vida de Felipe 11 sus enemigos religiosos ó políticos de Flan-
des, Inglaterra, Alemania, Francia, Italia, y aun de la misma España; muy es-
pecialmente del maniñesto ó Apología de su conducta, que publicó el principe
de Orange contra el edicto del Rey poniendo fuera de la ley y á precio su
cabeza (i), y de los libros y opúsculos escritos por Antonio Pérez en su des-
tierro (2). Tiene hoy esta tendencia sus más conocidos representantes en
Forncron (3) y en el señor Ortega y Rubio (4). 2.' Diametralmente opuesta
á la anterior es la que presenta á Felipe 11 como un santo cuya pureza de
vida igualó á la rectitud de sus propósitos políticos, que no fueron otros sino
la defensa de la fe católica y el bien y engrandecimiento de sus pueblos.
De castiza cepa española, esta manera de ver á Felipe II arranca de las múl-
tiples apologías escritas por nuestros antepasados de los siglos xvi y xvii,
para todos los cuales era verdad inconcusa que Felipe II fué el mejor hombre,
el mds prudente principe, el mds atinado seso, grande en todos los dotes dignos de
su corona; finalmente, bimaventnrado monarca... Todas estas son expresiones
de Quevedo. Algo se amortiguó este coro de unánimes alabanzas espaílolas
con el advenimiento de la Casa de Borbón, á la cual no podían agradar los
incondicionales panegíricos de los príncipes de la Casa de Austria; pero In
tendencia furiosamente contraria á Felipe 11 no entró en nuestra patria hasta
que volterianismo y enciclopedia sentaron en ella sus reales: entonces fué
cuando Quintana soltó sus trompetazos contra El Escorial, llamándole
y repitiendo en sonoros versos todas las diatribas contra el Rey Prudente
que corrían por la Eutopa protestante y filosófica como axiomas de critica.
Pero la tendencia apologética del famoso Rey no se ha extinguido en nuestra
tierra: ahí están el señor Montaña (5), el señor Ciria (6) y otros escritores no
menos panegiristas de Felipe II que los de nuestro siglo de oro. 3." Hay,
finalmente, una tercera manera de estudiar y comprender á Felipe II, que
es la inaugurada por el insigne Gachard (7) y seguida por eruditos meritfsimos,
belgas, alemanes y espafloles, y que consiste en considerar al Rey Prudente á
la luz de los documentos y en el cuadro general de su época, sin el prejuicio
de que fuera santo ó fuera demonio. Y así mirado aquel Rey, resulta, si no
el bienaventurado de sus devotos antiguos y modernos, un hombre que tuvo
(1) EslB cílebre Apología, escrita, según Grocio, por Villitrs, ^ según L> Marre por
Languet, viá U luz (Leyden, 15S1) en trances, flamenco y latín. No sabemos que se haja ira-
dncido nanea al caslellano.
(i) Las principales son: Pedasus ó rtlarUnfi, assy llamadas por mt auíloTf¡ leí relegrinas,
Rtlaaeati de Antonio Péret, A/eriimot díl Libro de las RílacioKts, Carlas, Ble.
(}) ¡ñstoria dt Felipe J¡, en francís; está traducida al castellano por D. Cecilio Na*acTO.
(4> Cem/rendie de Historia de España.
(5) Nueva lut y juieio verdadero sobre Felipe I!. Máslutde verdad hisiirica soirri Felipe II
y su reinailn. Felipe líen rtladin can arles y a'lislai. Ftlipi II y la polilita exlerter.
(6) .SflB/fl Tetísa y Felipe U. El Rey de Sania lereía y ti Rey de mis abuths.
(7I Director general de los Archivos de {télgics, vino A España en 184^ comisionado
por el (inbiemo belga para estudiar en Simancas los I J3 te[>ajos de documental alli editen-
tes del reinado de Felipe II. v preparar sn monumental obra Correspendame de Philippi 11
iiir les affairrs des P/iyi-Pas. El primer Tolomen en 1843, Ahora el Gobierno belga ha enviado
í Simancas á Mr. Lonchnf, profesor de la Universidad libre deBmselas.paraconlinuaT I* obra
de Gachard. Este dio i loz otras muchas igualmente documentadas, j en general de tanisimí
critica, sobre el reinado de Felipe II.
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HISTORIA DE ESPAÑA 575
defectos y debilidades, pero que fué bueno y realmente grande por muchos
conceptos y disculpable por otros.
108. — El reinado de Felipe II es de los más largos de nuestra Historia.
No contando más que desde la Techa de la abdicación de su padre, es decir,
prescindiendo de los años que gobernó como principe, reinó cuarenta y dos
años hasta su muerte, ocurrida el 13 de Septiembre de 1598. Y este periodo
fué fecundo cual ninguno en magnos acontecimientos.
Los principales podemos clasificarlos así:
i.° Guerras exteriores de carácter exclusivamente político. Sólo sos-
tuvo dos: la que heredó de su padre con Enrique 11 y Paulo IV. En las fron-
teras de Francia y los Países Bajos se libraron, entre otras, la batalla de San
Quintín (10 Agosto 155/), ganada por un ejército de españoles, italianos,
flamencos, alemanes é ingleses mandado por el duque Filiberto de Saboya;
y la de Gravelínas (13 Julio 1558), ganada por un ejército mandado por el
flamenco Conde de Egmont. En Italia, el gran duque de Alba defendió ga-
llardamente el reino de Ñapóles contra el duque de Guisa, y obligó á Pau-
lo IV á separarse de la alianza francesa. La guerra con Francia se terminó
por la paz de Chateau-Cambresis (2 Abril 1559), en virtud de !a cual devol-
viéronse recíprocamente las conquistas hechas por ambas naciones, y Feli-
pe II, ya viudo de María Tudor, casó con Isabel de Valois, hija de Enrique II,
La otra guerra política fué la de anexión de Portugal: muerto el rey Don
Sebastián en el desastre de Alcazarquibir, y su sucesor el cardenal Enrique,
según las leyca portuguesas Felipe II heredaba la corona. La Nobleza, el
alto clero, y hasta los que podían creerse con algún derecho eventual al trono,
apoyaron á nuestro rey. El pueblo sentía prevenciones anticastelJanistas, y
fundado en ellas, el prior de Ocrato, hijo natural del cardenal Enrique, se
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376 HISTORIA DE ESPAÑA
hizo proclamar rey. Mandó Felipe un ejército á las órdenes del gran duque
de Alba, el cual derrotó á los parciales del de Ocrato junto á Lisboa (25 de
Agosto de 1580). El 11 de Septiembre del mismo año fué jurado Felipe II
rey de Portugal, completándose asi, aunque por breve tiempo y á regaña-
dientes de muchos portugueses, la obra de la unidad peninsular, en que ha-
bían trabajado reyes insignes de Portugal, como Alfonso V y Don Manuel.
2." Guerras con turcos y moros. Lejos de haber decaldo en este rei-
nado la potencia de los turcos, parecía haberse acrecentado. Su poderosisima
escuadra se dejaba ver todos los veranos en las costas de Italia, y un enjam-
bre de corsarios ó piratas infestaba de continuo el Mediterráneo, Felipe II
cumplió perfectamente su misión de rey católico manteniendo constante
guerra con aquellos enemigos implacables de la sociedad cristiana. Los suce-
sos más sonados de esta guerra continua fueron: el
socorro de Malta (i 565), dirigido por D, Garda de
Toledo, marqués de Villafranca; la batalla de Le-
panto (7 Octubre I5;i), la mds alta ocasión qH4
vUroH las siglos, según dijo Cervantes, ganada por
la armada de la Santa Liga (España, Venecia y Es-
tados Pontificios), que dirigió D.Juan de Austria;
por último, la conquista de Túnez por el mismo don
Juan (Octubre de 1573). Secuela de estas guerras
contra los turcos puede ser considerada la rebelión
de los moriscos de las Alpujarras, que empezó en
el verano de 1568 y duró hasta Marzo de 1571.
3.° Guerras politico-religiosas. Fueron indu-
dablemente las más importantes del reinado y las
tjue le dan su carácter histórico.
El gran duque de Alba, Empezaron por las turbulencias de Flandes. En
Don Fernando Alrareí estOs Estados, que Comprendían, no sólo los actúa
de Toledo (1508-1582). les reinos de Bélgica y Holanda, sino toda la parte
de Francia que se llama hoy genéricamente Plandes
francesa, y además el Gran Ducado de Luxemburgo, suscitóse una triple cues-
tión; cuestión política, cuestión religiosa y cuestión político-religiosa. La pri-
mera era enteramente igual á la que se había suscitado en Castilla al adveni-
miento de Carlos V; así como los castellanos, desconfiando de Carlos por ser
flamenco, reclamaban enérgicamente que los oficios y dignidades no se diesea
á extranjeros, es decir, á flamencos, y que no vinieran á Castilla tropas de
aquel pais, ahora los flamencos, desconfiando de Felipe II por ser español, ha-
cían las mismas reclamaciones contra los españoles. La segunda cuestión, ó
religiosa, consistía en que muchos flamencos se hicieron protestantes y re-
clamaban libertad para el ejercicio de su culto. La tercera, por último, que
hemos calificado de político-religiosa, estribaba en el modo cómo habían de
ser perseguidos por el Poder civil estos protestantes. Es de todo punto falso
que Felipe II tratara de introducir en los Países Bajos la Inquisición española:
lo que pretendía es que se aplicaran allí rigurosamente \osplacartes ó decretos
dados por Carlos V, y según los cuales los herejes debían ser castigados con
pena de muerte: á esto se oponían los flamencos, ya porque el ardor de su
odio á la herejía no fuera como el de los españoles de aquel tiempo, ya por
razones de conveniencia económica, pues basada la prosperidad de su tierra
en la industria y el comercio, temían espantar á los alemanes é ingleses pro-
testantes con tales castigos, ya porque, recelosos del rey español, no que-
rían darle mayor poderío político con el pretexto de la persecución religiosa.
£1 hecho es que se produjo allí esa espantosa confusión de ideas, opiniones,
D,g,t7cdb/GOOgIC
HISTORIA DE ESPAÑA m
descoañanzas y recelos que suele preceder á todas las verdaderas revolucio-
nes, y que se acrecentó con algunas medidas del Gobierno, en si buenas, ver-
bigracia, el arreglo de los obispados, dispuesto por Carlos V y que puso en
ejecución Felipe 11, cuando ya los espíritus estaban agitadlsimos: los ecle-
siásticos, asi seculares como regulares, que con dicho arreglo salían perjudi-
cados en suí intereses, aumentaron el descontenta general. Por último, si en
España al moverse las Comunidades los elementos y factores de revuelta
no encontraron mejor cabeza que un gallardo héroe de parada como Juan de
Padilla, en Flandes hallaron por jefe á uno de los más profundos y astutos
políticos de aquel siglo: tal fué Guillermo de Nassau, principe de Orange,
hombre que en una época en que las cuestiones religiosas preocupaban á
todos los espíritus era escéptico, pues lo mismo le
importaba ser católico que protestante. Mal capitán,
y hasta mediano soldado, pero con todas las dotes y
cualidades políticas para dirigir una revolución en
su provecho moviendo á los hombres y á los partidos
como le convenía para el logro de propósitos lar-
gamente meditados, y de los que sólo iba descu-
briendo lo que era útil en cada momento, este sin-
gular personaje concibió el pensamiento de alzar-
se con los Países Bajos, que por su población y ri-
queza constituían una excelente base de poderosa
monarquía. No lo consiguió por no poder avenir á
católicos y protestantes; pero sí fundar la repúbli-
ca protestante de las Provincias Unidas, que fué
tan gran potencia marítima, y demostrar al mundo
que el Imperio español, tan vasto y extendido por
el orbe, no tenía en cada uno de sus puntos una Alejandro Fírnesio,
fuerza intensa proporcionada á su enorme extensión. ilustre caudillo
Era gobernadora de los Paises Bajos madama (iS45-'59>)-
Margarita, duquesa de Parma, hija natural de Car-
io» V, y su primer ministro el cardenal Granvela. Dirigida por el príncipe de
Orange, la Nobleza empezó por una oposición legal contra el Cardenal. Fe-
lipe 11 accedió á que se retirase (15G4); pero, como es natural, semejante con-
cesión no resolvió nada. Después de mil peripecias, en 1566 los protestantes
se levantaron en muchas ciudades, y entrando tumultuosamente en los tem-
plos, rompieron las imágenes y cometieron todo linaje de excesos. Los nobles
ayudaron á la Gobernadora á restablecer el orden; pero en España resonaron
lúgubremente aquellos sucesos; hiciéronse funciones de desagravios en las
iglesias por los sacrilegios perpetrados en Flandes, se predicaron sermones
terribles contra los herejes, y, poco enterada la gente de la complejidad de
los asuntos que se ventilaban en los Países Bajos, no vio en lo sucedido sino
una conjuración contra la Iglesia y contra España, en que entraban todos los
flamencos y de la cual era cómplice el mismo Gobierno de Margarita. Resol-
vió el Rey enviar allá al gran duque de Alba con un ejército, aunque no
habla enemigos en armas, para investigar las causas de los disturbios, te-
ner efectivamente sometido el país, aplicar con rigor los placarUs y, en suma,
ser soberano de los Países Bajos como lo era de España: sin oposición. El
Duque llegó (IZ Agosto 1567I á Bruselas con su ejército, y, conforme á las
instrucciones recibidas, gobernó autoritariamente; detuvo á los Condes de
Egmont y de Horn, jefes de la Nobleza, y los hizo degollar (5 Junio 1568), así
como á muchísimos otros comprometidos en los disturbios ó simplemente en
la oposición. £1 barón de Montigny, hermano del de Horn, detenido en Es-
,, Google
378 BISTOdlA DE E&PAÑA
paña, fué ejecutado en el Alcázar de Segovia. £1
terror reinó en los Países Bajos. Naáit se atreve d
rechistar, escribía Albornoz, secretario del duque
de Alba, por temor de que se le tome por crwten Usa
majestatis. Un tribunal especial, llamado Consejo de
¡as turbulencias, y que la Historia conoce por el tri-
iunal de ¡a sangre, fallaba los procesos, y los ca-
dalsos estaban siempre levantados y funcionando.
£i nombre del duque de Alea, ha escrito en nues-
tros dfas el general belga Guillaume, «sólo evoca
»hoy el implacable rigor de su gobierno: parece
•que la sangre vertida por sus órdenes ha borrado
líos títulos que su gloriosa carrera militar debía
• darle al respeto y admiración de la posteridad.
•Todo el mundo sabe que por su mandato roda-
Doña Isabel a.r.En«- ^ j cabezas sobre los cadalsos; pero muy
DIB, eobemadora de los , , , , ^ ' '^ {
Países Bajos (de Un re- •pocos recuerdan que fué aquel Duque el mas hábil,
trato pintado por Ru- lilustre y afortunado capitán de su siglos (i).
bens, en 1615). pero jg nada sirvió tan extraordinario vigor.
ürange escapó á Alemania, y allí oi^anizó ejércitos
para invadir los Países Bajos. Los protestantes flamencos emigraron á In-
glaterra, y los más audaces se dedicaron á la piratería. La guerra fué in-
acabable y terrible. Si por tierra triunfaban nuestros tercios, en el mar y
en los ríos y canales la victoria era de loi gueux (mendigos). Y á la postre
sucedió que el dueño del mar lo fué también de la tierra. El duque de
Alba tuvo que dejar á Flandes (18 Diciembre 1573) con el condado de
Holanda ya constituido en República independiente. Requesens, que le su-
cedió y gobernó de 1574 á 1576, perdió la Zelanda. Don Juan de Austria
(1576 á 1578) quedó reducido á la provincia de Luxemburgo. Alejandro
Farnesio consiguió con hábil política atraerse á los católicos, y por la fuer-
za de las armas reconquistar todo lo que hoy es Bélgica y algo del actual
reino de Holanda; pero el condado de este nombre y la Zelanda no fueron
nunca sometidos, aunque Guillermo de Orange fuese asesinado en Delf por
un fanático. Desde entonces los Países Bajos quedaron divididos en los dos
Estados que aún subsisten: el católico del Mediodía y el protestante del Norte.
Fué causa de que Farnesio no redujese también el Norte la complicación
de aquella guerra con las civiles de Francia y con la intervención en Inglate-
rra; es decir, con la lucha general contra el protes-
tantismo europeo. Dividida Francia entre católicos
y protestantes, Felipe II fué el protector de los pri-
meros, y el ejército de Farnesio dejó muchas veces
la empresa de Flandes para pelear á orillas del Sena.
Isabel de Inglaterra, la sucesora de María Tudor,
no sólo restauró en las Islas Británicas el protes-
tantismo y persiguió cruelmente á los católicos, sino
que se hizo cabeza de las naciones protestantes, y,
por tanto, la enemiga por antonomasia de Felipe II.
Soñó éste con sentar en e! trono de Francia á una de
sus hijas y con invadir á Inglaterra y establecer alU
la religión católica; fracasó en uno y otro intento:
Enrique IV, rey legitimo de Francia, y al cual se
aecrelario de Felipe 11.
(I) Prólogo á la'dlüina traducción francesa de Mendoza. {15J4-1611).
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HISTORIA DE ESPAÑA
379
Santa Teresa de Jesi
(■5i5-'58a.
«También acaeció le»
(aba dentro del c
frarjuan de la Misen
nn día le manda qae la
biese qaieta j se deiasc
cho porque
milde, y no sinuo
deseomodidad y
con que Tray Juan
taba (qae la hacia
Oponían los católicos por ser protestante, se convir-
tió, y con eso fué destruida la Liga Católica y Fe-
lipe II quedó fuera de juego en la política francesa.
En cuanto á Inglaterra, la armada invencible pereció
por los temporales y por la superioridad naval de
ingleses y holandeses; tuvimos á estos enemigos en
Cádiz y en Lisboa, y cortándonos el camino de Amé-
rica. La paz de Vervins (8 Febrero 1 598) entre Fran-
cia y España fué harto menos favorable que la de
Chateau Cambresis, y, según muchos historiadores,
marca el principio de nuestra decadencia. Desespe-
rado de poder arreglar la cuestión de Flandes, ab-
dicó la soberanía de los Países Bajos en su hija Isa-
bel Clara Eugenia, casándola con el archiduque Al-
berto,,y constituyendo á estos Principes en una es-
pecie de gobernadores perpetuos y hereditarios bajo
la dependencia ó protección de la Corona de Es-
paña.
Los sucesos interiores de un reinado tan largo,
aunque no correspondieron en importancia á los
exteriores, no dejaron de ser sonados. Los que
más, fueron: la implacable persecución inquisitorial
contra los protestantes, de los cuales fueron descu-
biertos dos focos de propaganda, uno en Valladolid
y otro en Sevilla, Por sospechas de protestantismo
se formó proceso al arzobispo de Toledo fray Barto-
lomé de Carranza. La reforma, fundación ó introduc-
ción en España de varios institutos religiosos, tales
como los jesuítas, que en este tiempo se difundieron
por toda la Península y por las inmensas posesiones
ultramarinas de Portugal y de España; los hospitala-
rios de San Juan de Dios; los franciscanos Descalzos
6 de San Pedro de Alcántara, y sobre todo la refor-
ma del Carmelo, iniciada y dirigida por Santa Teresa
de Jesús; la reclusión y causa que empezó á formar-
se al principe Don Carlos, primogénito del Rey, que
era un joven degenerado con propensiones á la tira-
nta más brutal, de quien los enemigos de Felipe II
han querido hacer un héroe
novelesco enteramente con-
trario á la realidad; y, final-
mente, el proceso de Anto-
nio Pérez y sus consecuencias políticas. Pérez, se-
cretario del Rey, hizo matar por unos bravos asala-
riados á Juan de Escobedo, secretario de Don Juan
de Austria: se defendió alegando que el Rey le habla
dado el encargo de hacer aquella muerte para librar-
se de Escobedo, que aconsejaba mal á Don Juan de
Austria. El hecho, á pesar de haberse escrito tanto
de él, y por eruditos de la talla de Mignet y de Hume,
no está todavía suficientemente esclarecido; lo que
Joan de Ejcobedo "" admite duda es que Pérez era hombre de tanto ta-
(t«n 157S). lento como maldad; huyó de Madrid y se acogió al
mnjr hu-
mando; y al cabo la retrató
mal, porque aunque «ra
pintor, no era muy primo,
yasí decía la madreteresa
con mucha gracia: «Dios
Ete lo perdone, fa'ay Juan,
oque ya que me pintaste,
nme has pintado ffayla-
nganosa.B Y éste es el re-
trato que agora tenemos
de Ja Madre, que bubüra-
me holgado hubiera sido
más al vivo, porque tenía
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380 HISTORIA DE ESPAÑA
Justicia de Aragón, comprometiendo á los aragoneses en su defensa. Un
ejército mandado por D. Alonso de Vainas entró en Zaragoza, y el joven
justicia D. Juan de Lanuza pereció en el cadalso, mientras que Pérez, apro-
vechando los disturbios, ganaba la frontera de Francia, y se convertía en
agente de Enrique IV y de la Corte de Inglaterra contra España, revelando
á los extranjeros todas las flaquezas de nuestra Monarquía y difamando á
Felipe U ante ia posteridad con sus escritos, á los cuales no cabe negar in-
genio ni mala intención.
109. — Difícil es trazar una semblanza moral de Felipe II. Desde niño
fué celosísimo de su dignidad. Como entrara un día en su cámara el carde-
nal Tavera en ocasión que estaban vistiéndole, y le dijera su ayo que man-
dara cubrirse al Cardenal, tomó su gorra, se la puso, y
dijo: Ahora podéis poneros el éonete. Cardenal. Hablante
educado el doctor Silíceo, que fué luego arzobispo de
Toledo, y D. Juan de Zúñiga. Era listo para el estu-
dio: sabía el latin y el francés, la GeograHa, la Histo-
ria y las Matemáticas, siendo muy añcionado al arte
de construir, y en general á todas las Bellas Artes,
hasta el punto de que no sólo intervenía con sus
arquitectos en la construcción de El Escorial, sino
que se dice que hizo el plano de algún edificio. Se
refieren algunas anécdotas de su niñez que revelan
más timidez que valor. Dócilísimo á los mandatos de
su padre, si en el primer viaje por Europa se hizo
poco grato á los pueblos del Norte por su gravedad
castellana, en el segundo, siguiendo los consejos de
Carlos V, se ganó las voluntades de los alemanes por
su franqueza en los banquetes, aunque hablándoles en
latin por no poseer la lengua germánica. Sin embargo, de ordinario era grave,
aunque benévolo con los que le hablaban, oyendo con suma atención y res-
pondiendo con palabras muy estudiadas y pocas, acompañadas de una ligera
sonrisa. Solía hablar tan bajo, que Fourquevaulx, embajador de Francia, no le
entendió nada en la primera audiencia. Era de mediana estatura, ó, según al-
gunos embajadores venecianos, más bien bajo, manteniéndose siempre muy
derecho; ancha su frente, los ojos vivos y azules, las facciones regulares, con la
mandíbula saliente característica de los Austrias, el pelo rubio; tenía un aire
majestuoso, sobre todo en los actos públicos, que realzaba con la elegante
sencillez de su (raje de seda negro sin nada de i:lata ni de oro. Aunque se con-
servan de él magnificas armaduras, nunca fué soldado, ni siquiera gustó de
los torneos: su único hecho de armas fué llegar á la batalla de San Quintín
cuando ya estaba concluida. En cambio, no ha habido rey que se haya apli-
cado como éste al despacho de los negocios; leía por sí mismo los papeles
que le presentaban sus secretarios, los dictámenes y consultas de sus con-
sejeros, y todo In anotaba marginalmente. Había tomado de su padre la cos-
tumbre de deliberar maduramente las cosas antes de tomar una resolución;
pero, exagerándola, difería á veces meses y años los acuerdos. No tuvo nunca
primer ministro, y le agradaba que sus consejeros sostuvieran opiniones en-
contradas para conocer de este modo el pro y el contra de cada negocio.
Durante muchos años el duque Alba y el principe de Eboli sostuvieron sis-
temáticamente en su Consejo sistemas contrarios de gobernar; el Duque el
de la energía, y el Príncipe el de las negociaciones, y el Rey oía á uno y á
otro, tomando en ca^a caso el partido que le parecía mejor. Durante el man-
do del duque de Alba en Flandes el Rey recibía constantemente cartas de
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HISTORIA. DE ESPAÑA 381
Gran vela, á la sazón virrey de Nápotes, y de Zúüiga, embajador en Roma, crí-
ticaado, á veces acerbamente, todo lo que hacía el Duque en Flandes. Jamás
descubrió á ningún consejero lo que despachaba con otro, ni les manifestó
el menor disgusto por la libertad de sus informes: lo que le incomodaba
era que faltasen en lo más mlaimo á la sinceridad en la exposición de los
hechos.
No se puede desconocer la sinceridad y el fervor de Felipe II en sus
creencias religiosas, ai lo profundamente convencido que estaba de que tenia
CD este mundo la misión providencial de sostener la
causa católica contra el protestantismo: el mismo
San Pin V se lo aseguraba, diciendo al cardenal
Granvela que era él la sola coliMnna y fundamento de
la ráigión. Esta convicción suya, y no deseo de do-
minación universal, ni aun de en&ancharsu patrimo-
nio heredirario, fué el móvil de toda su política, de
su implacable rigor con los protestantes españoles y
flamencos, de su severidad en los Países Bajos, de
su intervención en Francia, de sus tentativas contra
Inglaterra. Concebíase él como el brazo armado de
la Iglesia católica ó como rey David del pueblo es-
cogido de la Nueva Alianza para reprimir á los ca-
naneos y demás enemigos de Dios. Esta base funda-
mental de su conducta no quiere decir que se dejase
gobernar por los eclesiásticas: lejos de eso, sostuvo
con las armas sus derechos temporales en Italia con- r, n- .. j
_,,,,, ri II- ir ji I'on Diego Hurtado
tra Paulo IV, y fué celosísimo defensor de las rega- ¿^ Mendosa,
lías de la corona en lo referente á presentación de Tomado de nn gr«b«do en
obispos y regatm exequátur, si bien admitiendo siem- cobre del siglo xvín, hecho
pre que las disfrutaba por concesión de los romanos P'",^Vj^ según un letra-
t, ^- 1 L ■ i_ . j u 1 to al óleo de familia.
PontIfices,y no por derecho mheren te a SU soberanía. (1503-1575)-
Tampoco contradicen la sinceridad de sus creen-
cias las flaquezas de la carne en que incurrió, ni actos como la muerte del
príncipe de Orange, en que obró creyendo equivocadamente que alcanzaban
á eso sus prerrogativas de soberano.
En conclusión, Felipe II fué un político que enderezó sus acciones á un
ideal de orden moral, cual es el triunfo de la causa católica en el muMdo,
creyéndose con especial misión divina para tal empresa, que tuvo gran en-
tendimiento é ilustración y procuró acertar en todo, aunque no siempre lo
lograse. Dócil en su juventud á la palabra y después á la memoria de su
padre el Emperador, trabajó por conservar y perfeccionar la obra heredada;
pero su inferioridad respecto de su padre se acredita en dos cosas: una,
la falta de espontaneidad, originalidad y resolución de Carlos V, y otra, el
no ser soldado, sino oficinista. En su tiempo decayeron las instituciones mi-
litares por el mero hecho de no progresar, y los hombres de guerra estaban
descontentos, doliéndose de que el Rey prefería á los letrados. Aseguró á
España la paz interior y procuró la prosperidad nacional con medidas útiles,
como la codificación de todo el Derecho vigente (Nueva Recopilación), la for-
mación de una estadística geográfica completa, la canalización del Tajo, etcé-
tera, llegando á las más minuciosas prescripciones administrativas, v. gr., la
de que hubiera en todos los Ayuntamientos un traje de boda para que laf
muchachas pobres se casaran decentemente vestidas; pero en conjunto este
reinado tiene para el historiador de España un gravísimo defecto: fué el úl-
timo de nuestra grandeza.
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38Z HISTORIA DE ESPAÑA
110. — La literatura. — Con el reinado de los Reyes Católicos empieza
el siglo de oro de nuestras letras. Doña Isabel era humanista y letrada, y á
, su imitación, la corte y los grandes. El almirante Enríquez trajo á España al
siciliano Lucio Marineo Sículo, profesor doce años en Salamanca; el conde de
Tendilla, á Pedro Mártir de Angleria, maestro de toda una generación de la
Grandeza; la Reina, á Antonio y Alejandro Geraldino, para enseñar á los
Principes. De 1474 y 75 son los primeros libros impresos de que consta au-
ténticamente que lo fueron en España. Carlos V y Felipe II no fueron me-
nos aficionados á las letras.
Reinando los Reyes Católicos, los historiadores, v. gr., Beraáidez y Her-
nando del Pulgar, aún son cronistas, pero adoptando progresivamente las
formas clásicas, proceso que llega á su término en tiempo de Carlos V, en
que (tenemos ya historiadores clásicos, como D. Luis de Avila, y en el de
Fehpe II con el Padre Mariana {1536-1624), don
Bernardino de Mendoza, D. Carlos Coloma, don
Diego Hurtado de Mendoza, etc. Como prosistas
de diversos géneros deben ser recordados: en el
epistolar, la misma Reina Católica, Cristóbal Co-
lón, Cisneros, el Gran Capitán, Santa Teresa de
Jesús, etc.; como teólogos, y también juristas,
Francisco Vitoria, Melchor Cano, etc.; como filó-
sofo, Luis Vives; como jurisconsulto, Palacio Ru-
bios; como médico y escritor amenísimo, Francis-
co López de Villalobos; como moralista y político,
el Padre Pedro de Rivadeneira; como polígrafo.
Arias Montano.
Escribiéronse muchas novelas, algunas de las
Padre Juan de Mariana, cuales SOn obras maestras, no dentro de los lími-
tes de nuestra literatura, sino en el campo de la
universal. En 1 508 el corregidor de Medina del Campo Garci Ordóñez de Mon-
talván publicó el Amadls de Gaitla, refundición y ampliación castellana de
una fábula más antigua, probablemente de origen portugués, y de la que se
hicieron muchísimas imitaciones. La comedia de Calisto y Meliiea, cono-
cida por La CeUstina, obra maravillosa de observación, estudio de caracteres
y estilo, vio la luz en 1499, y con sucesivos aumentos en 1502 y 1526; su
autor fué el bachiller Fernando de Rojas, judio converso, alcalde de Sala-
manca. Jorge de Montemayor inició, imitando La Arcadia, de Sannázaro, el
género pastoril con su novela La Diana (1558), y siguieron esta dirección:
Gil Polo {OiuMa enamorada, 1564); Miguel de Cervantes Saavedra, principe
de los ingenios españoles, bautizado en Alcalá de Henares el domingo g de
Octubre de 1547, con su primera novela La Gaiatea, publicada en 1584, y
Lope de Vega, con otra Arcadia que apareció en 1585. El género picaresco
también es iniciado en este periodo con su obra maestra y fundamental, £f
Lazarillo de lormes, de que no se conocen ni el autor ni el año de la publi-
cación, y con la primera parte de Guarnan de Alfarache 6 El Picaro (1599).
Los poetas del tiempo de los Reyes Católicos fueron fieles continuado-
res de la tradición lírica de la Edad Media: así, el coplero Antón de Montoro,
Gómez Manrique, Juan Alvarez Gato, Jorge Manrique, autor de las Coplas d
la tmterte del maestre de Santiago D. Rodrigo Manrique, $u padre, elegía in-
comparable por la profundidad y alteza de los pensamientos y por la majes-
tad de su forma; los frailes Fr. Iñigo de Mendoza, Fr. Ambrosio de Monte-
sinos, Juan de Padilla, El Cartujano, Garci Sánchez de Badajoz, etc. Reinando
Carlos V, el barcelonés Juan Boscá Almugáver (Boscán), poeta mediano, fué
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HISTORIA DE BSPAtlA 383
ioviCado por el embajador italiano Andrés Navajero á escribir versos en nuestra
leDguaálamaneraitaliana;seguídoeIconsejo, realizó una verdadera revolución
literaria, cuyo principal representante fué Garcilaso de la Vega (1503-1536).
Hubo larga contienda entre los partidarios de la innovación y los apegados á
lo antiguo: entre los primeros distinguióse Gutierre de Cetina (1520-1560), y
entre los segundos, Cristóbal de Castillejo. Triunfaron los toscuMistas ó inno-
vadores. Fr. Luis de León (1528 (?) 1601) llegó á la perfección clásica en sus
traducciones y poesías originales. Fernando de Herrera (1534-159;) es el más
famoso representante de (a escuela sevillana. Alonso de Erciila (1533-1564),
soldado y poeta, que peleaba de día y de noche escribía en su tienda de
campaña, escribió nuestro mejor poema épico- heroico: La AraMcana.
La literatura religiosa llegó en este siglo á su alto punto de perfección.
Baste citar los nombres de Juan de Avila, el apóstol de Andalucía; del Padre
Rívadeneira {Jratado de la tründación y vidas de
Sanios); de Fr. Luis de Granada {Libro de la oraciÓM
y meditación. Guia de Pecadores, Memorial de la vida
cristiana, Iratado del amor de Dios, Símbolo de la fe);
San Juan de la Cruz {Subida al Monie Carmelo, Noche
obscura del alma. Cántico espiritual entre el alma y
Cristo y La llama del amor divino); Fr. Luis de Leín
{La perfecta casada y Los nombres de Cristo), y Santa
Teresa de Jesús {Fundaciones, /¿elaciones espiritmales.
Camino de perfección. Moradas, su Vida, Cartas).
El teatro reducíase al comienzo de los Reyes
Católicos á los Misterios de Navidad y Reyes, que se
celebraban, no ya dentro de los templos y por sacer-
dotes, como había sido hasta el siglo xiv, sino en
los porches ó claustros de las catedrales. Juan del
Encina (nacido en 1469) hizo representar autos, unos
de asunto religioso {Si Nacimiento de Jesñs, etc.) y otros profanos (Auto del
Repelón, etc.), en el castillo de los duques de Alba y otras moradas señoria-
les: fué, pues, el secularizador ó, mejor dicho, el fundador del teatro nacio-
nal. Muchos siguieron el camino por él abierto: Francisco de Madrid, Lucas
Fernández, etc., sobre todo el portugués Gil Vicente, de quien conserva-
mos 10 piezas en castellano, 17 en portugués y 15 bilingües. Bartolomé de To-
rres Naharro publicó en Roma la Propaladia (i 5 1 7), colección de sus obras,
en que hay ocho comedias y un prólogo didáctico sobre la manera de escri-
birlas. Así como Encina sacó el teatro de los claustros catedralicios, Lope
de Rueda lo sacó de los palacios de los magnates, convirtiéndolo en es-
pectáculo popular y retribuido: con su compañía, de que era primer actor
y autor {como se llamaba entones el empresario), iba de pueblo en pueblo y
representaba en los corrales ú otros sitios cerrados. Su amigo el librero va-
lenciano Juan deTimoneda publicó (1567) sus obras: cuatro comedias, cuatro
diált^os y siete pasos ó piececitas burlescas. Rey de Artieda, Cristóbal de
Virués, Juan de la Cueva y Cervantes, fueron perfeccionando las comedias;
pero quien se lUzá con el cetro de la monarquía cómica (frase de Cervantes) fué
Lope Félix de Vega Carpió, nacido en Madrid (25 Noviembre 1562) de pa-
dres montañeses, monstruo de la Naturaleza, tipo representativo del españo-
lismo de su época, que hizo comedias de todas clases, y en todos los géneros
triunfó. En 1605 tenía escritas 219 (i).
«Reanmea hlMArloo-crnloo de ■■ Literatura eapaAola», por D. Ansel
D,g,t7cdb/GOOgIC
384 HISTORIA DE ESPAÍ^A
Las Bellas Artes. — Arptitectura. — El estilo gótico, ha dicho Menéndez
Pelayo con gráfica y belHsinia frase, murió ahogado bajo una lluvia de flores.
Los artistas septentrionales, de que ya se ha tratado (XIII-93), fueron los
magos que lo mataron tan poética y encantadoramente. De los Colonias ya
se habló. Juan Guas, que el patriotismo ha querido hacer español, aunque
los datos conocidos acusan su procedencia ñamenca, trabajó con Annequin
de Egas en la Portada de los Leones de la Catedral de Toledo, y fué el arqui-
tecto de San Juan de los Reyes, en que el gótico florido se combina con el
mudejarismo, y donde, como bellamente dice Jksti, <los arabescos de la
Alhambra fueron traducidos á las formas plásti-
cas del Cristianismo'. Más severo y grandioso es
Santo Totnds, de Ávila (1483-1493), cuyo arqui-
tecto no es conocido. Rientes y sobre toda pon-
deración hermosas son las catedrales nueva de
Stdamanca (de 1509 en adelante) y de Segovia
(después de las Comunidades), ambas de estilo
gótico muy atenuado, influido por las formas clá-
sicas que iban dominando. Hfzose el plano de la
primera por una junta de maestros, á que concu-
rrieron los más insignes de la época: Antón £^as,
Alonso de Covarrubias, Juan de Badajoz, Juan Gil
de Hontañón, Juan de Álava, Juan de Orozco,
Juan Tornero, Rodrigo de Saravia y Juan Campe-
ro, quedando de maestro Gil de Hontailón, quien
Juan Gutts. tra^ó el plano y dirigió las obras de la segunda.
■^"^ dl"o° Re M " ■'""'' í"^" ^^ '^'^''^ '° ^''"^ ^ ^" "^^ ^^ '^ iglesiay con-
vento de San Esíeéan (Salamanca),
qof «fsl "en Fi'c""iiu'dd Mientras el estilo gótico concluía con estas
Cristo de U Columna en la obras maestras su gloriosa carrera, el mudejaris-
parroquia de San justo, mo no alcanzaba menos esplendor, y muestras
(Toledo). suyas en el siglo xvi son la techumbre de madera
de la Catedral de Teruel, la portada de la Capilla
de la Anunciación, en la de Sigüenza, y la Casa de Piloto, en Sevilla.
El movimiento general del arte arquitectónico era hacia la restauración
completa de las formas clásicas, y en eso consistía el Renacimiento; pero
hubo un largo, fecundo y bellísimo periodo de transición, á que se llama estilo
plateresco. Este nombre se ha tomado de la orfebrería, porque en aquella
época insignes orífices y plateros construyeron custodias y otras piezas desti-
nadas al culto, en que remedaban las formas arquitectónicas con profusión de
labrados. Sin embargo, el término es impropio: i." Porque no todas las obras
arquitectóricas del período de transición remedan en piedra la labor afiligra-
nada de los plateros. 3.° Porque las del gótico florido, que no son platerescas
en el sentido de representar ¡a transición del gótico al greco-romano, lo son,
y maravillosas, en ese otro de remedar las obras de orífices y plateros. Y 3."
Porque lejos de haber inspirado la orfebrería las obras arquitectónicas,
recibió la inspiración de éstas. El alemán Enrique de Arfe (1470-1480), es-
tablecido desde muy joven en España, cincelador de la Custodia de la Ca-
tedral de Toledo, no conoció otro estilo que el gótico -florido; su hijo An-
tonio, autor de las custodias de Santiago y Medina de Rioseco, siguiendo la
corriente del tiempo, abandonó el estilo de su padre: fué plateresco pro-
piamente dicho; y el nieto, Juan de Arfe y Vülafañe, constructor de las cus-
todias de Ávila, Falencia, Burgo de Osma y Sevilla, tan severamente clasi-
cista como Herrera.
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HISTORIA DE ESPAÑA 385
Acomodándonos, empero, al uSo establecido, llamamos plateresco al estilo
transitivo del gótico al greco-romano. Empezaron los artistas esta transición
construyendo en gótico, pero combinando con tal estilo formas clásicas. En-
rique de Egas, hijo de Annequin, y probablemente nacido en España, cons-
truyó de este modo (de 1480 á 1492) el Colegio de Santa Cruz, en Valladolid;
en 1494 fué nombrado maestro de-la Catedral de Toledo, donde dejó ei reta-
blo del altar mayor, la Capilla mozárabe, la verja de la de San Eugenio y la Sala
Capitular; de 1494 á 1504 dirigió el Hospital de Santa Cruz, fundación del
Cardenal Mendoza; de 1501 á 1510, el Hospital Real, en Santiago; posterior-
mente, el Hospital Real de Dementes, en Granada,
donde también trazó el plano primitivo de la Cate-
dral y construyó la Capilla Real. Fernán Ruiz el Viejo
y su hijo Fernán Ruiz el Mozo (de 1523 á 1600J diri-
gieron, en el mismo estilo, el crucero de la Catedral
de Córdoba.
Los artistas dieron un paso más, y prescindien-
do de los cánones góticos y sin sujetarse aún á los
clásicos mezclan los elementos de unos y de otros
con los mudejares, alcanzando á fuerza de inventiva
y de buen gusto las más bellas y encantadoras com-
binaciones. Éste es quizás el momento más feliz de
la arquitectura española. A él pertenecen: en Sevilla,
la Sacristía mayor y la Capilla Real, de la Catedral,
y el Ayuntamiento, obras de Diego Riaño, Martin
Gainza, Hernán Ruiz y Juan de Maeda; en Granada,
el MoHosierio de Jerónimos y el portal de la iglesia de ^ "juan"! f^
Santa Ana, testimonios del genio de Diego de Siloe, (Copla de nn jabado en
el cual habla dejado en Burgos la escalera dorada, maderi, ejecnudo por él
de la Catedral, el retablo de la Capilla de Sania Ana, «iamo) (1535-1602).
y los sepulcros del Obispo Acuña y de Don Diego de
Santander; en Osuna, la Universidad; en Jerez y Baeza, las Casas_ Consis-
toriales; en Übcda, la iglesia de Santa María; en Plasencia, la fachada Sur
de la Catedral y la Casa de las Bóvedas; en Salamanca, la deliciosa fachada
de la Universidad, las Escuelas menorts, el Colegio del Arzobispo, el Palacio de
Monterrey, las Casas de las Conchas y de las Muertes; en León, San Marcos,
obra de Juan de Badajoz; y en Alcalá de Henares, la fachada de la Universi-
dad, construida por Rodrigo Gil de Hontañón, y el Palacio Arzobispal, espe-
cialmente su segundo patio.
Esta espléndida vegetación de adornos, esta confusión encantadora de
estilos, este divagar ensoñador de la fantasía, no podía durar mucho tiempo;
y, en efecto, muy pronto pasa ese segundo momento feliz del estilo plate-
resco, y empieza el tercero y último con sus grandiosos monumentos, ya
greco-romanos y bastante severos en su ornamentación. Es el período del
Alcázar de Carlos V, ert la Alhambra, desgraciadamenie sin concluir, hermosa
concepción de Pedro Machuca; de la Catedral de Granada, construida con la
planta de la de Toledo, pero en estilo clásico porimposición de los Capiculares,
que hicieron trazar el nuevo plano á Diego de Siloe, á quien se atribuye tam-
bién, aunque sin fundamento, el de la de Málaga, el de las de Guadix y Jaén;
finalmente, el de Alonso de Covar rubias,' el insigne artista toledano, que cierra
el ciclo plateresco con sus obras, que apenas si son ya platerescas, como la
Capilla de los Reyes Nuevos en la Catedral, y el portal y el patio del Alcázar,
de las cuales la última especialmente es un prodigio de armonía, de gracia y
de majestad.
Salcedo, Historia de EspaAA
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386
DE BSFAÍJA
Jnín di lleireta.
Segando arquitecto del
Monuterío d« El Esco-
rial {i530-«S97l-
EsíUo kerrerioHO. — Hablase caminado tiacia la
sevendad clásica, y se llegó por ñn á esa meta. Eso
representa el estilo kerreriano, asf denuminado por
Juan de Herrera (1530-1597), autor del Palacio dt
AranjutE fqueniado en 1660); de la Lonja de Sevilla;
de la fachada meridional del Alcdtar de Toledo; deí
Pítente de Segovia, en Madrid, y continuador de ta
obra de El Escorial. Quien verdaderamente inició el
estilo kerreriano fué Francisco de Villalpando, cods-
tructor de la magniñca escalera del Alcázar de Tole-
do. Le siguió Juan Bautista de Toledo, primer arqui-
tecto de El Escorial. Este grandioso monumento ñjó
para mucho tiempo el gusto arquitectónico en España.
Escultura. — Análogo movimiento que la arqui-
tectura siguió la escultura en este periodo. Al comen-
zar el siglo XVI las estatuas, bajorrelieves y monu-
mentos funerarios, ó se encargaban á Italia, ó se hacían aquí por escultores
italianos: en el último periodo de la centuria precedente hablan alternado los
italianos con artistas septentrionales, ó españoles educados en su escuela. Gil
de Siloe hizo los sepulcros del infante D. Alfonso y de Jttan II y Doüa Isaiel
de Portugal, en la Cartuja de Miraflores; el florentino Domingo Alejandro
Fancelll, el de los Reyes Católicos, en Granada, y el delprincife Don Jhoh, en
Santo Tomás de Avila, y si no fué él, un artista de su escuela; el del Tostado,
en la Catedral de Avila. Para continuar las obras de Fancelli {sepulcro de Cis-
neros), interrumpidas por la muerte del escultor florentino, fué llamado et
burgalés Bartolomé ürdóñez, establecido en Barcelona y primer nombre in-
signe español que suena en la histnria de nuestra escultura: contemporáneos
suyos y del mismo mérito fueron Damián Forment y Diego Morlanes. Alonso
Berruguete (1480 {?)■ 1561) era un miguelangeiista que parecía haberse asimi-
lado al genio de su maestro; se le llamó con justicia el Mignel Ángel español.
Rival suyo es Gaspar Becerra (nació 1520 {}), murió de 1568 á 70J, autor del
incomparable retablo de la Catedral de Astorga; Juan Juní, al que se tenia
por italiano y ahora resulta flamenco, educado en Francia, marca, á pesar de
ser extranjero, el tránsito del clasicismo italiano al
realismo nacional (murió en 1 577): por su camino fue-
ron Esteban Jordán y otros; las imágenes de Juni y
Jordán eran ya sacadas en las procesiones de Sema-
na Santa. En el mismo siglo empezó su carrera Mar-
tínez Montañés, el gigante de la escultura realista-
religiosa española, rama de la estatuaria universal
que nosotros teníamos en poco, ó como buena no
más que para satisfacer la devoción indocta del pue-
blo, y cuya importancia artística nos han revelado
los críticos extranjeros, diciendo uno de los más
, autorizados que no conocerá la historia de la escul-
tura quien después de haber estudiado la clásica y
|l la del Renacimiento italiano no estudie la religiosa
espafkola popular, profundamente realista y á la veí
mística y dramática, conmovedora, sencilla y gran-
diosa.
Pintura. — Todos nuestros reyes de este pe-
ríodo fueron entusiastas por las Bellas Artes, y es-
pecialmente por la pintura. Isabel la Católica dejó á
El gran escuUor Jus
tfnez Mantañ«s(i53o-i649).
(Del retrato pintado por
Velázquei.)
,,GoogIc
HISTORIA DE ESPAÍ3A 387
SU muerte una coleccióa de 4^0 cuadros. Dun Fernando, tan parsímoaioso en
sus gastos, tenia p'nlor de cámara: el zaragozano Pedro de Alponte; Felipe el
Hermoso, como educado en Brujas, tenia las mismas afíciones. y en España su
pintor áulico fué Pedro Berruguete, el padre del escultor. Carlos V era entu-
siasta por igual de los artistas flamencos y de los italianos: de Flandes hi/,o
venir á Juan Cornelío Bcrmeyen para pintar los cartones de la Conquista de
Tines, colección de tapices que aún conserva el Patacin Real, y al gran retra-
tista Antonio Muro; de Italia, á Giulio Pippi y á Julio Romano. Su pintor fa-
vorito fué el Tiziano, á quien dotó espléndidamente, y, según la tradición,
un dia recogió el pincel que retratándole se le liabla caldo de la mano, y le
dijo: Bien Merece el Tisiano que le sirva un emperador. Heredó Felipe H
su entusiasmo por el Tiziano, por Muro, y en general por la pintura: sus pin-
tores de cámara fueron Alonso Sánchez Coello (murió en 1 5Q0), Juan Pantoja
de la Cruz(i55i-t6o9)y Felipede Liaño, que vivió hasta 1625. Para el adorno
de El Escorial reclutó muchos pintores en Italia, por desdicha medianos, pues
no quiso venir Pablo Veronés y no los habfa mejo-
res á la sazón, alguno de los cuales — Bartolomé
Carduce! — se quedó en España, y aquí vivió y pintó
su sobrino Vicente; utilizó también con el mismo
objeto al riojano Juan Fernández Navarrete, el Mndo
(1526-1579), afortunada imitador del Tiziano,
Esta protección regia contribuyó eficazmente al
desenvolv imiento del genio pictóri coespañol. Ala
imitación flamenca, característica del reinado de los
Reyes Católicos, va poco á poco sucediendo la imi-
tación italiana, marcando el tránsito de una á otra
Hernando Yáñez de la Almedina, Alejo Fernández,
Juan de Borgoña y Francisco de Amberes, á pesar
de ser uno borgoñón y otro flamenco, Pedro Berru-
guete, Diego Correa, etc., y la influencia exclusiva
de la manera italiaita (manieristas), Luis de Mora- ¿"'''"^""í/'J R'"'?,^
1 I ■ j ir \j- .1 m ■ ,1 j Dominico Thtolocíipiili,
les, Luía de Vargas, Vicente Juan Macip (Juan de ,; c„„ (1548-1614).
Juanes) y Francisco Rivalta, los cuatro grandes ar-
tistas que preparan ó inician el apogeo de la pintura española, que fué en
el siglo XVII. Juanes y Rivalta fueron valencianos, y Vainas de Sevilla. De
Vainas proceden Arñán.Luis Fernández, Juan de las Roelas. Herrera «/ Viejo,
los dos Castillos y Francisco Paciieco, suegro y maestro de Velazqucz.
Entre los pintores que vinieron de Italia, probablemente atraídos por la
construcción de El Escorial, cuéntase á Domenico Theotncópuli, e Oreco,
natural de Candía (Creta), y que se habla formado con el Tiziano en Venecia.
A Felipe II no le agradó el San Mauricio que pintó para El Escoridl, y él esta-
blecióse en Toledo alcanzando gran reputación. Murió el 7 de Abril de 1614.
Su mérito ha sido muy discutido, llegando algunos á suponer que estuvo loco
y que pintó unos cuadros estando cuerdo, y fueron de lo mejor que se ha
hecho, y otros estando loco, y son verdaderos mamarrachos, ó que padecía un
astigmatismo, causa de su especialisima manera. La critica moderna ha recti-
ficado estas especies, considerando como profundas genialidades del artista
las que antea se tomaban por demencias, y encomia al Greco, quizás con exce-
so, viendo en él el prototipo de los pintores espiritualistas y místicos y el que
más atinadamente supo retratar en sus figuras el alma española del siglo xvi (i)
(i) VéaBM «Lm Beilu AtI«i en Bipafla», por D. Aof el Salcedo BuU (Caía edi-
torial Calleja).
D,g,t7cdb/GOOgIC
XVI
DECADENCIA DE ESPARA
Ul. Ide> geneol de nuestra decadencia. — 111. Causu de ésta^ causas de orden religioso. —
111. Desproporción de nuestras fuerzas con nueslios intentos. — 114. Pobreza. — US. De-
fectos del caiicter nacional. — iU. Bellas Letias j Bellas ArtfS.
111. — Con el nombre comúo de decadetuia de España compréndese
todo el siglo XVII, ó sea los tres reinados de Felipe 111, ['"ellpe IV y Car-
los II. Imperó el primero desde 13 de Septiembre de 1598 hasta el 31 de
Marzo de 1621; el segundo, desde esta fecha al 17 de Septiembre de 1665,
y el tercero, hasta i." de Noviembre de 1700. Reinrt Felipe 111 de los vein-
tiuno á los cuarenta y cuatro añosi Felipe IV, de los dieciséis á los sesenta,
/- --^ _ y Carlos H, desde los cuatro hasta
ios treinta y nueve, dividiéndose su
reinado en dos periodos: el de mino-
ría, en que gobernó su madre Doña
Mariana de Austria, y el de mayor
edad, en que gobernó ¿I ó hizo como
que gobernaba.
Ninguno de estos tres monarcas
tuvo las cualidades dp sus insignes an-
tecesores Fernando el Católico, Car-
los V y Felipe II. En los tres hay que
reconocer buena intención ó deseo
de acierto, sincera piedad y buenas
costumbres, sin otro reparo en este
último punto que Los calaverescos
amoríos de Felipe IV, el de más viva
imaginación de los tres, aunque gus-
tara más de usar esta facultad en de-
portes literarios y entretenimientos
y ñosias que en las graves tareas del
I gobierno. Incapaces para éstas fue-
ron realmente el abuelo, el hijo y el
nieto, por falta de intelecto propor-
cionado asemejan te labor, y, más aún,
Felipe III. por faltarles aquella voluntad ñrroe
,,CoogIc
HISTORIA DB ESPAÑA 389
para el trabajo que mantenía constantemente á Fer-
nando el Católico en la ruda tarea, que arrancaba de
sus placeres de flamenco á Carlos V y le hacía rcco-
frer tantas veces el continente europeo y parte del
africano, á caballo 6 en litera, despachando siempre
con sus consejeros y secretarios, y que tenia clavado
en su oficina á Felipe II horas y horas del día y de la
noche. Estos descendientes degenerados de hombres
tan activos, criados con demasiado mimo y exceso de
adulación, se cansaban de ver papeles de Estado, ma-
reándose cuando les hablaban mucho tiempo de asun-
tos complicados y heterogéneos; y, para librarse del
entrar y salir de los secretarios, cada uno con su car-
tapacio de despachos y su interminable retahila de
negocios, descargaron el peso de la gobernación en
^nd^"a'Í'rRo?a*Twrcer ""^ pcrsona de SU confianza, con la que se entendían,
conde j primee duque de y «"* *»" los secretarios y consejos: á estas personas,
LenA) (t56aí-i6i5). que no eran precisamente primeros ministros, sino mi-
nistros únicos, los intermediarios entre S. M. y todo
lo demás det Estado, es á las que se llamó validos ó privados, y hubo en esta
época una serie de validos paralela á la de monarcas, todos con rasgos co-
munes en su ñsonomfa política y en el desarrollo de su acciñn; todos disfru-
tando á la vez de la real privanza con los honores, adulaciones y gajes con-
siguientes, y de la envidia é intrigas de sus émulos y del odio del pueblo, el
cual, profundamente monárquico á la sazón y viendo en sus reyes algo divi-
no, atribufa sistemáticamente al valido todo lo malo que hacía ó consentía el
Gobierno y todas las desgracias públicas que se padecían. El régimen auto-
ritario entonces vigente no consentía que esta oposición á los validos fuera
oficialmente pública; pero se ha-
cia por medio de pasquines y pa-
peles anónimos, impresos ó ma-
nuscritos, y por un terrible pugi-
lato de intrigas en el real palacio,
hasta llegar á convencer al Monar-
ca de que el valido era mala per-
sona ó de que abusaba de su regia
confianza: entonces el Rey solía
enviarte una cédula ó carta, suge-
rida por el sucesor en el valimien-
to, concediéndote permiso para
retirarse á su casa, como él había
solicitado lautas veces, retiro que
no era sino la forma de un destie-
rro, acompañado del desprecio é
insultos de los que antes le adu-
laron.
Tal es la política en estos rei-
nados. Felipe III, de quien había
dicho su padre: me temo que U kan
de gobernar, y tan sincero y pro-
fundamente religioso que decía:
no sé cómo puede acostarse tran-
quilo quien ka cometido un pecado Felipe IV.
,,GoogIc
3gO HISTORIA DE ESPAÜA
M(>r/ii/, asegurando Virgilio Malvezzi, con relación á sus confesores, que do
habla él incurrido en ninguno durante su vida, tuvo dos validos: el Duque
de Lerma durante veinte años, y el
Uuque de Uceda, hijo del anterior,
el resto del reinado. Lenna era un
gran señor, amigo de la magnificen-
cia, fundador de iglesias, monasierios
y cátedras en las Universidades, y
para satisfacer estos gustos, codicio-
so ó gran allegador de dinero; per-
sona sin mala intención, pero fatuo,
que pasó por la privanza sin perca-
tarse de la grandeza de su cometido y
■ ■ ■ ' ■ i.Uce-
Ída era un insignificante. Felipe IV,
amigo de divertirle, mantuvo en la
privanza durante veintitrés años al
Conde- Duque de Olivares, sin duda
, el de más talento de esta serie de
favoritos, al cual, si algo le falló para
■ser el hombre de Lsiado que ha f>in-
tado Cánovas del Castillo, le sobró
bastante para el vulgar oficinista pin-
tado por D. Francisco Silvela. Cafdo
Olivares, le reemplazó en la privanza
D. Luis de Haro, que valía menos
que él. Por último, los favoritos, tan-
to de la regente Dnña Mariana como
del degenerado Carlos II ^ el padre
Nithard, Valenzuela, etc., — ni men-
e deben en una historia elemental; la única figura de algún lucimiento
en este reinado de las desdichas fué la del segundo Don Juan de Austria,
al que quizás sólo le faltó teatro para hombrearse con el primero.
(t) De Cuantos reimos hizo Velízquei de su proteclo
r el Conde-Duque de OlivaTei,
todos admiiablcs como suyos, quizás ninguno es de tanta (atn
■j¡ como íste, á pesar de perte-
lal y porque no es conocido en
EspaAn — puei se halla en el Museo del Ermilage, en San Pet
ersburgo — le concedemos ma-
yor Umaflo que á los demás que en eslas páginas constituyen 1
a galería de personajes ilustres.
(ExpíicacUn ái la lá«iina XCl).
HISTORIA DEL TRA]E.-Tr«)eiClvll«aTinllll>rfS deltlglo XVil.- 1. Ainburero. — Z. Sol-
dado de los tercios de Flandes. — 3. Enrique Felipe de Onunin d JutlanlUo, hijo de Dolia Isabel de An-
bets*, amancebada con D. F. de Valciicel. Fuí paje del arzobispo de Sevilla y despuh pisá i Méjico. Faé
mendigo, mozo de labranza, y estuvo i punto de ser ahorcado; volirld i Enropa, y tai saldado en las oimpa-
nas de Flandes i Italia. Vnelto á su patria, se casd con Leonor de Uniueta, dama pibUta di la eortt. El
Coade-Duque le adoptó en IbtO, ledíA el nombre de Enrique Felipe deOuimán, y le casd con Dofla Juana
Fernández de Velasco, hija del condestable de Castilla. La gente cantaba;
.Soy la Casa de Velasco,
que de nada me da asca>.
t*oco después cayd el Conde-Duque. Julianlllo luí expulsado de la corte, y su mu|er le rehigid en un con-
vento. Tiene en la mano derecha la banda de Alcántara. Retrato atribuido á Veláiquez, pero que se^ra-
■nente es de Carreflo. — 4, Armadura ecuestre de guerra de Felipe III. — S. De un retrata de Felipe IV he-
cho por Velázquez, existente en Londres.
,, Google
HlSTORML GRiÍFICA DB Lk CIVILIZACIÓN ESPAÜOLIL
HUTORIA DEL TRAJC-Trajcs clvOe* ; ■Ultarc* del ilclo XVII.
D,g,t7cdb/GOOgIC
392 HISTORIA DE ESPAÑA
La calda de España en estos reinados í\ié tan líipida como completa, y
en cierto modo inesperada é inexplicable. Con razón aplica Macaulay á nues-
tra patria el apostrofe de Millón á Lucifer: 'fCómo has caido dtl Cielo, oh Lu-
cifer, hijo de la ntañana? jCómo tú en el abismo, que resplandecías sobre todos?
Las pérdidas territoriales fueron enormes, tanto en el reinado de Feli-
pe IV como en el de Carlos II; pero, con ser tan grandes, fueron las más in-
significantes. Aun perdidos el Rosellón, el Franco Condado, todo lo que hoy
se llama la Flandes francesa, la isla de Jamaica, y lo más sensible de todo,
que fué Portugal, al morir Carlos II la Monarquía española era la más ex-
tensa de Europa. Lo sensible es la falta de fuerza que esta Monarquía tan
dilatada llegó á tener. La Repú-
blica de Holanda, jirón exiguo
arrancado de tan vasta masa, po-
día más que nosotros; y no hay
que hablar de Francia, que no
sólo nos tomó el más cumplido
desquite de Pavía y San Quintín,
sino que ocupó el primer puesto
en Europa, reduciéndonos al pa-
pel de potencia de tercer orden.
Si conservamos la mayor parte de
Bélgica y las posesiones de Italia,
' se debió á la adhesión de los pue-
blos á la Casa de Austria y á los
celos que á las demás naciones
infundía el engrandecimiento de
Francia: se llegó á que los mismos
holandeses, con quienes habíamos
luchado más de un siglo para so-
meterlos, tuvieron que irá Bruse-
las á defender los Países Bajos ca-
tólicos contra Francia. Durante el
reinado de Carlos II se trataba en
los Congresos europeos del repar-
Csrlos n. lo de la Monarquía española con
desvergüenza harto mayor que
después se ha hecho con Turquía. Y no es de maravillar, si se tiene en cuenta
que un soberano como Carlos 11, en cuyos dominios no se ponía el Sol, no
contaba más que con unos seis mil soldados mal vestidos por todo ejército,
y veinte galeras por toda marina.
112. — Las causas de esta súbita y sorprendente calda constituyen to-
davía uno de los temas preferidos por los filósofos de !a Historia y por los
defensores de las distintas tendencias religiosas, sociales y políticas para el
estudio y la discusión. Y aunque el asunto sea tan desagradable para nos-
otros los españoles, no puede prescindirse de él al estudiar nuestro pasado.
Expongamos sucintamente las causas que generalmente se indican como
productoras del fenómeno, sometiéndolas á un breve análisis.
Causas de orden religioso. — La sociedad española de los siglos xvi y xvii
no sólo era católica, sino que el catolicismo constituía el fondo moral de su
unidad, de sus leyes, de su carácter y costumbres; en suma, de su ser colec-
tivo. Hasta en el lenguaje vulgar ha quedado impreso el odio que profesaban
nuestros mayores á la herejía: cara de hereje significa rostro repulsivo; hacer
herejías, crueldad; estampa de la herejía, t\ colmo de lo feo; en cambio, caló-
,, Google
HISTORIA DB ESPAÍlA 393
lico y bueno son palabras siaónimas. Sancho Panza,
para ponderar la excelencia del vino que le dio Tomé
Cecial, exclama: yCowí» «■ Cíitó/íco/ Toda nuestra lite-
ratura de aquellos siglos respira el mismo sentimien-
to. El aire me parece que corrompo — eücribla Núñez
de Alba — en tratar de tan perversa criatura (Martin
Lutero), y qiu la boca me ensucio en nombrarla. La
idea de que las guerras que sostenían eran esencial-
mente relig osas, verdaderas cruzadas, estaba arrai-
gadísima en sus corazones. Uno, antes del asalto de
Mastrique, en que murió, escribía á su padre: «Ce-
>rrando ésta, tocan apriesa el arma para que se dé
>el asalto. A mi me cabe el lugar de que es casi ini-
>posible escapar con vida, y asi, hago cuenta que
■ésta es mi testamen to, en que á vuestra merced dejo
• poralbacea. Consuélese vuestra merced, que aunque
• muero con sola la cruz de mi espada en la mano, muero por la cruz de nuestro
• Señor Jesucristo, y espero tener más honrado entierro en et foso de Mastrique
•que en el sepulcro de mis padres y abuelos. Muero castigando á herejes y á
>vasallos de mi Rey rebelados. Y asi, confio de que me dará Dios su glo-
• ria» (i), y un tratadista militar, resumiendo el sentir de la gente de armas,
decfa en ei prólogo de su libro: 'Hagamos diligencia para que en nuestro
• oñcio, matando ^hiriendo, enderecemos nuestras acciones á hacer esto en
• defensa de la fe de nuestro Señor Jesucristo, para que con su favor y en su
• servicio á lanzadas y cuchilladas ganemos el Cielo. Amén» (2). El teatro na-
cional expresaba el mismo sentimiento:
Sue en hallando
■1 Pan á quien los' ángeles se humillan,
qae le pongo Isi piernas como á (ero
para qae siempre de rodillas quedel
Este sentimiento religiosa tan vehemente y batallador inflamó el espí-
ritu de nuestros guerreros, de nuestros artistas, de nuestros poetas y de
nuestros sabios; fué íl ideal de la raza, y, teniéndolo en cuenta, se ve que
al decir Felipe II: Más quiero perder los reinos que reinar sobre herejes, no ha-
cia sino expresar el sentir de la nación: cualquier
español en su puesto hubiera dicho lo mismo.
Protestantes y racionalistas atribuyen á este
fervor católico de los reyes y del pueblo de España
la parte principal en la decadencia; pero discurrien-
do, no á lo divino, sino á lo humano, debemos pen-
sar: Primero, que en los siglos xvi y xvii las cues-
tiones religiosas preocupaban á todos los espíritus
lo mismo en España que fuera de España: tipos re-
lativamente escépticos, como Guillermo de Orange,
fueron rarísimos en aquel tiempo. Sí exaltados en su
fervor católico eran los españoles de aquella época,
no menos exaltadas en su fervor protestante eran
los calvinistas de Holanda, los puritanos de Inglate-
Ambrosio de Morales.
Notable historiador, conti-
naadoT parcial de Zurita
(i5"3-»S9i)-
,, Google
394 HISTORIA DE ESPAÜA.
rra y todas aquellas legiones de protestantes de to-
das las sectas y países que acudían á Flandes, como
á una cruzada contra lospa^ías, á combatirlos. Se-
gundo, que si bien es cierto que la significación ca-
tólica nos enemistó con los protestantes, no lo es
menos que la defensa del catolicismo fué la unidad
de nuestro Impeiiu, y que si por católicos nos recha-
zaban unos, por católicos nos amaban ó nos soporta-
ban otros, á pesar de la diversidad de raza y de las
diferencias políticas. Siempre se dice que Hulandu
se rebeló contra nosotros por odio á la religión ca-
tólica; pero se omite que Bélgica, por amura esta
religión y por odio al protestantismo, nos permanc-
Maleo Alemán. ció fiel hasta lo último. Todo induce á creer que, tal
raoso''°uto"'*de''l?/í'- como estaban los ánimos en los Países Bajos, ames
care Guvnánili Aifara- de las turbulencias y en el momento de la pacifica-
íhe. Sevillano ción de Flandes, si no hubiese habido cuestión reli-
((1550-1609?) giosa, todo aquel país habría constituido un Estado
con Guillermo de Orange: si sobrevino la gran aci-
siÓH entre belgas y holandeses, volviendo los primeros á reconocer la sobera-
nía de España, efecto fué religioso; ta unidad católica mantuvo la unidad de
españoles y belgas, y por lo mismo tuvimos partidarios en Alemania y estuvi-
mos á punto de dominar en Francia, donde para reinar Enilque IV tuvo antes
que oir misa. Y tercero, que la nación que heredó nuestra hegemonía en
Europa no fué protestante, sino la Francia católica, y después de actos de
intolerancia religiosa como la Saint-Barthélémy, las Dtagonadas y la Revo-
cación del edicto de Nantes.
113. — El señor Cánovas del Castillo (i) ha sostenido con copia de da-
tos y razones, que la verdadera causa de nuestra decadencia estuvo en la
falta de pmporción entre la riqueza y población de la Península y el impe-
rio que llegó á tener en Europa. Éramos, ha repetido el señor Cánovas, de-
masiado pocos y demasiado pobres para poblar /América y las islas de Ocea-
nla y para dominar en Sicilia, Ñápeles, Milán y los Países Bajos, Parece in-
discutible este juicio, fundado en largas meditaciones y en un conocimiento
exacto de nuestros recursos económicos: sin embargo, nosotros creemos que
eso explica perfectamente la pérdida de nuestro Imperio en Europa, y hasta
si hubiéramos perdido América, que no la perdimos, lo explicarla también;
pero no explica la decadencia profunda de nuestra misma Península, la pos-
tración y agotamiento de Castilla y de las demás comarcas españolas. Para
explicarla serla menester que hubiéramos mandado á las guerras de Flandes
y Alemania la masa de nuestra población masculina y de nuestros tesoros,
y esto no es cierto; el mismo señor Cánovas consigna el hecho de que aun
en los días de mayor potencia militar no llegaron á 20.000 los españoles que
guerreaban fuera de España; y estos 20000 eran en su mayor parte aventu-
reros, mozos de espuela y de caballos, oficiales y pastores, labradores y la-
(1) Histeria dt ¡a Cata ae Austria. Estudios sobre el reinado de Felipe IV.
^xfÜciiíién lie la ¡amina XCU).
MneblM de los ligios XVI t XVII. - Bargueño, siglo XVI. - 2. Bargueño del siglo }
iviún del Marques de Cubas. — 3. Aiquíla 6 contador español de madera tallada, siglo XV
n guarnicidn de cuero, siglo xvtl.
D,g,t7cdb/COOgIC
HiSTOKM Grífic* db la CiviLiZACióH EspaSou
■ dehMtlfliwXVIyXVIl.
D,g,t7cdb/COOgIC
HISTORIA DE ESFAÍÍA
cayos, gente pobre que, como se lee en el Quijote,
quería mds ienir por amo y por seüor al Rty, ji ser-
virle en la gnerra, que no á un pelón de ¡a corte, y
que se iba cantando:
dad de eslilo que ct
■«(1561-1627).
Es indudable que más ganaba que perdía la so-
' ciedad española con que esta gente se marchara de
su seno, volviendo algunos en mejor posición que a!
marcharse. Y en cuanto á caudales, es pura leyenda
que de liispaña salieran para mantener las guerras
, , , „, . lejanas. Si algo salió, es de lo mucho que vino de
nial, que en la seeanda Sido un gran bien que todo
época cayó en los deTecios el dinero de Indias hubiese
lomado ese camino, porque
harto más daño nos hizo el
que aqui se quedó.
114. — Todos los docu-
mentos oñciales de la épo-
ca de la Casa de Austria, lo mismo del siglo xvi que
del XVII, revelan un constante apuro en el erario
público para satisfacer las necesidades del Estado.
El reinado de Felipe II es un continuo lamento en
este sentido: en el de Felipe III las cosas llegaron
al extremo, y se recurrió á tan ridiculo recurso
como el de pedir limosna por las casas para el Hey;
es decir, á una suscripción pública como las que han
solido abrirse aun en nuestro tiempo con ocasión
de guerras 6 de alguna otra necesidad muy extraor-
dinaria. Los generales y gobernadores de las provin
cías españolas esparcidos por Europa se quejaban
en caBÍ todos sus despachos de la falta de dinero.
<Á qué obedecía tan persistente penuria? Exami-
nando les documentos oñ-
ciales y oficiosos de aquel tiempo con cuidado y
desinterés por la verdad, como lo ha hecho D. Fran-
cisco de Laiglesia respecto de los de Carlos V, se
llega pronto al convencimiento de que los recursos
ordinarios y extraordinarios de la Corona, como en-
tonces se decia, reducidos á las alcabalas, tercias rea-
les, rentas de los maestrazgos, servicios votados por
las Cortes y remesas de Indias, fueron insuficientes
para cubrir los gastos públicos, aun administrados
^ con severidad rayana en miseria; pero, asi y todo,
la causa del permanente desastre financiero en que
se vivió hay que buscarla en dos errores fundamen-
tales, de que participaban en aquella época tudas los
españoles, altos y bajos, sabios é ignorantes, por lo
\ que se refiere á la Hacienda del Estado: uno, el pre-
Arigón (1566-1631). .tender ajustar los gastos á ingresos fijados de ante-
Lope Fílii de Vega Carpía.
El más grande de naeitros
dramaturgo! del Siglo de
Oro, coloso de la escena
«Monstmo de la Nalurale-
9» le llaman sui contem-
porioeoí (1562-1615).
Bartolonit Leonardo
de Aléensela.
Inspirado poeta y atildado ^
,, Google
DB ESPAÜA
397
mano por el ciiterio de lo que se podU ó se creía
poder pagar, y no buscar para las necesidades re-
cursos proporcionados para satisfacerlas, y si no los
había, dejar aquella necesidad sin cubrir. Hoy todos
los Estados antes de acometer, v. gr., una guerra
examinan to que ha de costar aproximadamente,
fijan un presupuesto, que cubren por medio de em-
préstitos 6 de otra manera, y asf, aunque á la larga
se arruinen si los gastos son en realidad excesivos
para las fuerzas económicas nacionales, nunca llega
la ruina, ni menos el apuro momentáneo, al extremo
de los siglos XVI y xvii, en que se emprendían gue-
rras sin tener idea de lo que ibin á costar ni de
dónde había de sacarse para pagarlo. El otro error
era la antipatía invencible á la deuda perpetua ó á
lar^o plazo. Había ya enton-
ces las dos clases de Deuda
pública que al presente: la
perpetua estaba constituida
por los juros ptrpituos, i ai
quitar i de por vida, é de
mercedes, y la flotante ó del Tesoro se llamaba deu-
da de contaduría. Pues bien; las Cortes oponíanse
sistemática y tenazmente al crecimiento de los juros,
considerando como un mal gravísimo el aumento de
la cantidad ñja para pagarlos anualmente: todo lo fa-
cilitado a] Tesoro tenía que ser deuda de contaduría
pagadera en seguida; y cualquiera que sepa lo que
es la Hacienda comprenderá cómo debían de andar
aquellos contadores con una carga abrumadora, cre-
ciente siempre y siempre apremiando, constante-
Fr«7 Gabriel Télleí
(Tirso de Molin»).
Teólogo insieoe y gran
poelR dramáUco, de inge^
nioregocijsdo, fresco y hu-
mano. MadrileBo. So Bur-
lador de Sevilla creó el tipo
uoiTcnal de) D. Juan
(1571-1648).
Pedro Pablo Rabeni.
Admirable piolor; prlnci¡
de la Escuela flameno-U
¡ó machos 7 moy Tamos
cuadros (1577-1640).
te perseguidos por 1
vales y recibos que no les
dejaban respirar. Si paga-
ban — al menos en pane,
pues en total era imposible, — se quedaban sin un
ducado para satisfacer las obligaciones corrientes; si
no pagaban, las quejas de los acreedores atronaban
el reino y se perdia totalmente el crédito. Así, ha-
biendo rentas, aunque no holgadas, no lucían, y lo
frecuente era no tener un maravedí para nada. Bien
es verdad que á la sazón en todas las naciones se se-
guía más ó menos un sistema ó una falta de sistema
semejante al nuestro; pero los holandeses, al consti-
tuirse en república independiente, acertaron á crear
sobre la base del gobierno municipal de sus ciudades,
regidas por burgueses que eran comerciantes en
grande escala, una verdadera hacienda nacional per-
fectamente acomodada á la necesidad que se habían
impuesto de resistirnos, y Holanda, administrada
como una buena casa de comercio, pudo más que Es-
paña, á pesar del inmenso territorio de ésta. Des-
pués Suliy y Colbert administraron bien á Francia,
ube de poseedores de
Celebéti
ico Gómeide
lo y Villegas.
, historiador, fi-
lósofo, poKiico, Dovelista.
Es una de íai más grandei
figuras de lu tiempo
(1580-1654).
,, Google
39»
HISTOXIA DE ESPAÑA
idominó, mientras que nos-
donamos el desbarajuste has-
ienio de ta Casa de Borbón,
de fuera lo que aqui no habla-
ear.
qae faltasen recursos en la
nos que A principios del si-
cinco casas con reata anual de
iravedis, una con 20.625.000,
50.000, dos con 15.000.000,
j5o.of>o, tres con 9.375.000,
X).ooo y cincuenta y cinco tí-
itidad inferior, pero también
rabie; que el Arzobispo de
30.000.000 al año; el de Se-
000; el Príor de San Juan,
>. Las familias bien acomoda-
n en todas las ciases y regió-
lo general, aun en los pobres,
^líco que ahora se quiere ver
fuente de información la lite-
,ca. Sancho Panza era propie-
en pequeño (2), y él mismo
le gastaba en su alimentación
ivedis diarios (3), que no era
ra un pobre lugareño, costan-
nces en Madriij 14 maravedís
de carnero y 12 la de vaca (4).
I inmortal de Cervantes, que
fectamente refleja el estado
social de aquel tiempo (5),
nos presenta un cuadro de
bienestar quizás superior al
de la época presente, y har-
to distinto del que ahora
suele pintarse como retrato
de la Espafia de los Austrias,
y, álasazón, el español, aven-
turero de suyo, no se rCHg-
naba con tanta facilidad co-
tí) Lacio Mirineo Sfcnio.
(Libre di íai cesas uiturnTObUt it
Eifañn}.
(1) ... iJ á goiemar VMtitra
Ciiia y á ¡airar vtuslres ptgaiarts,
y dejaos de frittndir inxuUs ni im-
sulíi ( Don Qaijott, segunda parte
Cap. h).
(3) Idera.primera parle. Ca-
pitulo XXIK.
(4) Lope de Vega ( Deríttdl
(5) ExtaJ, ,KÚl fmt rr>E»
el Quijete, por An^ Salcedo.
Obra premiada pnr ta Academia
de Ciencia* Morales j Politicai.
,, Google
HISTORIA DB ESPaAA
399
mo muchos ahora á la miseria, sino que se iba re-
sueltamente á correr mundo, ora á América, ora á las
guerras de Europa. De América volvían bastantes
con capital, que situaban en juros (papel de Estado),
ó más usualmente en censos sobre la propiedad in-
mueble, naciendo asi la clase de los rentistas, que con
la nube de beneficiados eclesiásticos y de los mayo-
razgos constituyó pronto una masa imponente de
gentes que vivían sin trabajar, comentando en los
corrillos callejeros, en las tertulias de los conventos,
colas casas de cimversación{i),%'eTmcn délos futuros
casinos, ü rta las botillerías las nuevas de Flandes ó
cualquier linaje de bagatelas, no descuidando, por
supuesto, el murmurar del valido en auge y de todas
las personas de viso. Recur- Aator.'enUeotru' obras, de
sos habla; mas el privilegio J'Ua de un principt poUtics
mayor de la Nobleza era no cnsUano ((584-1648).
contribuir al Estado sino
con sus personas, que en los siglos xv y xvi hablan
sido efectivamente de mucha utilidad social, pero
que en el xvji no tenían ninguna, y los fueros regio-
nales consistían también en no pagar: de suerte que
los pecheros de Castilla eran, en resumidas cuentas,
: los que llevaban sobre sus hombros toda la máquina
de la Monarquía. Con razón regateaban loa procura-
dores en las Cortes basta el última maravedí, porque
aquello era injustísimo, y además insuficiente.
115.— Pero esta organización tan defectuosa del
Estado no era sino una consecuencia df| modo de ser
social, así como este modo de ser lo era de una mul-
titud de malas cualidades y defectos en el carácter
individual de los españoles de entonces. Pasaron ya
los tiempos en que se atribuían sistemáticamente á
los Gobiernos y á las constituciones políticas todos
los males sociales: por regla general un buen Go-
bierno es factor indispensable de la prosperidad y
grandeza públicas; mas no es posible un Gobierno
bueno si la sociedad no está preparada y dispuesta
para dejarse gobernar bien. Los Reyes Católicos
hicieron muchísimo gobernando acertada y enérgi-
camente; pero hacía más de un siglo que se venia
suspirando en Espaila por un Gobierno de esa índo-
le, y la masa social apoyó con entusiasmo y cooperó
activa y eficazmente á la obra de los Reyes. Desde
la segunda mitad del siglo xvi en adelante los espa- \
itoles fueron muy otros que anteriormente: tenían,
es cierto, las mismas virtudes y los mismos vicios
que antes; sin embargo, las virtudes hablan mengua-
do y los vicios crecido. josé Ribera ti EsfaÜolítü.
Nada más hermoso que su fe religiosa. Esta fe Célebre pintor, de Jáiíba,
producía maravillas de santidad en las almas privi- discípulo de C«r«v>ggio,
notable especialmente pot
la ¡nlensidnd dramálica de
(t) Zabaleta (Diadefittta en Madrid). todkssas obras(l5S&-l^).
FiaDcisCO de Moneada
Notable cioaUta, autor
Ejrfedición di catalanes
aragentsts contra turcos
gritges (1586-16351-
,, Google
400
HISTORIA DE ESPARA
legiadas, heroísmos incomparables en los campos de
batalla, obras maestras en la poesía y Bellas Artes y
un estado general de costumbres puras, en que el
respeto á la patria potestad, et sentimiento de la
honra basada en la castidad de las mujeres de la
familia — esposas, hijas y hermanas, — el respeto ca-
balleresco A las damas y otras muchas virtudes pú-
blicas y privadas brillaban como astros de primera
magnitud; pero equivocariase quien sólo viera la me-
dalla por este lado. Por desgracia, el oro purísimo
del fervor religioso iba mezclado con muchísima es-
coria. Escoria era, y del peor género, la cerní into-
lerancia, no con la inñdelidad y la herejía, sino con el
inñel y el hereje; más aún, con el qué había tenido la
desgracia de un antepasa-
do judío, moro ó protes-
tante. ¡Y qué tremendo
era ese odio, y cómo se
unía á la natural dureza
de nuestra razal [Y á qué
alardes llegaba, que hubie-
ran sido ridiculos á no ser
tan crueles) Contra ct espíritu del Evangelio, admi-
tieron nuestros católicos antepasados dos clases de
cristianos: viejos y nuevos. Para ser cristiano viejo
bastaba legalmente con que hubieran sido cristia-
nos los cuatro primeros ascendientes; pero en la
práctica se hilaba tan delgado, que si se descubría
de alguno bisabuelo ó tatarabuelo, y hasta pariente
colateral, que hubiera sido moro ó judio, ya se íé
miraba con prevención ó con nota infamante. ¡Qué
tristeza infunden las amarguras y humillaciones que
Alonio Sánchez Coello.
Admirable pintor de cá-
inuB de Felipe II i in-
siene relratista
fiSI5-i59o).
se hicieron sufrir á los i
Diego Rodrignei de SUti
y VeiUquez.
•X más (¡raDiic pintor tealii-
a quG ha habido en el man-
ió. Entre sus obras, todas
naravil losas, se deslaca ese
te que se llama
>™m/(i589-i66o).
Francisco Zurbar
Famoso pintor, de ti
talento ¡r gran coi
que lopo expresar
'H/esos y cristianos nuevosl
Los hubo ilustres por la
santidad y por el talento;
pero de nada les valió:
siempre tuvieron la fea no-
ta, y eran excluidos de los cabildos, concejos, her-
mandades y gremios, y hasta — ¡qué horror y qué
ridiculez! — de tas Ordenes mendicantes. Escoria
unida también al oro de las creencias religiosas eran
el sobrenaturalismo exagerado, la beatería y mila-
grería aparatosas y muchas veces ficticias, la seudo-
mfstica, las penitencias crueles, y algunas repugnan-
tes, como la de azotarse por las calles y en las igle-
sias, de que todavía se burlaba el padre Isla en su
/Víy Gerundio de Camfazas, etc.
Esta exaj^eración y corrupciones del fervor reli-
gioso hermanábanse con la manfa nobiliaria llevada
al extremo más deplorable. Quien no tenía antepa-
sados ilustres (hidalgos) no hacía en el mundo sino,
según la terrible expresión del Quijote, acrtctiUar ti
número de los nacidos. Al plebeyo ó de obscuro linaje
,, Google
HISTORIA DE ESPAÑA
401
obrai mautras ion Et Cri-
tícin. El Herm y El Dis-
crílo, tradacidas i todoi
los idiomai (160I-165S}.
se le consideraba incapaz de toda acción generosa,
de ser buen soldado, basta de valor personal. Zaba-
leta nos pinta al linajudo que se pasa toda ta noche
'Soñando con que un gran señor prueba que des-
•ciende de su casa para pretender un hábito; que
•antes de ponerse la golilla abre un nobiliario y va
•mirando su genealogía*; que dice á su amigo «que
•no sabe cómo la gente común no se muere de pe-
•sadumbre de serlo, viendo el poco caso que hace
>de ella la Nobleza y la reverencia que ella á la No-
• bleza debo; que al ver pasar por la calle á un
joven bien vestido, murmura con fruición: «bien veis
>qu¿ entonado va y qué aliñado, pues no tiene más
>de un cuarto de judio: su abuelo materno andaba
•en Salonique con tocas; Baliuar üiadin.
• queen la iglesia entra muy luigae leúlogo, fidtolo j
•entonado y corresponded liieraio ncagonÉí, de i«
.las cortesías que le hacen í".-"?""'..^'. ^"^i: ^'"
•los menores con menores
• cortesías; desdéñase del
•lado del humilde, y si no
>se puede apaitar, le desvía
■ de su lado.; que durante la misa en lo que principal-
mente se fija «es en et escudo de armas del patrón
•de la capilla: pásase en esto muy grao rato; levan-
• tanse todos al evangelio, y dícele á su compañero:
• Este escudo tiene algunas cosas honradas y otras
• trabajosas». Prosigue di-
ciendo: «Aquellos dos
• cuarteles le vienen legl-
• timamente; pero aquel
>de tal linaje, que es el
• mejor, le tiene por bas-
• tardiai; y que acabada la
misa alza los ojos y ve col-
gados en una pared unos
lienzos con unos letreros que vulgarmente llaman
los sambenitos, donde están escritos los nombres 1
y las culpas de algunos que ha castigado la Inqui-
sición, y púnese á leerlos muy despacio. . , con la
intención de tejer sobre la certidumbre de una
falta conocida la máquina de otras afrentas que
mancillan honras que están sin culpa. Don Juan de
Zabaleta encuentra mal esta invención del linajuda:
en la lectura de los sambenitos otra cosa fuera si ^
tas leyese para lo que están puestos: «para huir de Gregono Heniiadtz.
.la culpa con el horror de ta pena, y para conocer ^Z^'f/'^í^uia Á"ZoÍ
>la sangre délos vecinos de la República y no mez- ValladoUd, en dondi floriHi
• ciarse con ella en los casamientos suyos ni de su
•familia. .
Las corrupciones del sentimiento religioso y
la manía nobiliaria eran indudablemente efectos de
una soberbia tan grande como vana que hablase
Skleedo, Historia de EspaíIa
Alonso Cano.
CUiico T admirable ucaltor .
T nolablc pintot andaluz,
uno de los más esclarecidos
eatie los eipafioles
(1601-1667).
Gregorio Femándei,
,. ranáts créditos di st,
lidad, y murió el año ib,
lo¡ JO dt su hidad, en ,
D,g,t7cdb/GOO^C
HISTORIA DE ESPAÑA
Sor Morís de Je*úi
Venerable leiigio» ínm-
clicana. Sus caitaa á Fe-
lipe IV son verdadera-
mente admirables
(1602-1665).
apoderado del alma española en aquella época, y
cuyas manifestaciones eran la fanfarronería de que
tan donosamente se burló Brantfime y el irritante
espíritu de superioridad de que se hacia alarde en
todas partes. No ningún extranjero, sino uno de los
españoles de más claro entendimiento del siglo xvi.
Arias Montano, escribió: <La soberbia de nuestra
mación es intolerable y su poco término que tiene
>en cariciar las naciones extranjeras, porque en Es-
>paña los extranjeros muy bten tratados son de los
> españoles, empero en sus mismas tierras noguar-
• dan á mi parecer la equi-
• dad que se requería en tra-
• tarlos, y no digo esto de
> los principales ministros de
■ nuestra nación, sino de los
>medianos y de los meno-
Ünase á todo esto la poca ó ninguna cohesión
entre los distintos reinos que formaban el Imperio
español, de que hablaron ya como causa determi-
nante de nuestra decadencia el napolitano Campa-
oella y el español D. Baltasar de Álamos Barríentos,
falta de cohesión que se echaba de ver, y muy no-
tablemente, en la misma Península, donde al movi-
miento unitario del siglo Jcv había sucedido una teac- Francisco de Rojas
ción regionalista, de que fue- Zorrilla.
ron tristes episodios la sepa- Notable poeta dramítico,
1 , tf , , f^ cuyas obras maesuvs son:
ración de Portugal y la re- GaríM di¡ Catiaüar j En-
belióu de Cataluña, y se tn botes anda ti jutgn
comprenderá que no an- (1607-1661).
duvo descaminado Cánovas
del Castillo al añrmar que no es tan de admirar
nuestra decadencia como los esfuerzos que se hicie-
ron para irla difiriendo durante todo el siglo xvti.
Es lo cierto que al terminar esta centuria nada sig-
nificábamos en el mundo, y que para seguir vivien-
do se hacía preciso un cambio radical. Debe hacer-
se notar, por último, que esta decadencia política,
económica y social no coincidió con la literaria y ar-
tística: si el siglo XVI fué el de Santa Teresa, San Juan
de la Cruz, los dos Luises, el Greco y el de la cons-
trucción de El Escorial, en el xvii publicó Cervan-
tes el Quijote, llegó el teatro español á su mayor flo-
recimiento, y la pintura, principalmente representada
por Velázquez y Murillo, alcanzó también su apt^eo.
116. — Bellas Letras. — Para nuestra literatura,
en efecto, el siglo xvii marca et zenit de su carrera.
Barlolomí Esteban
Murillo.
Admirable pir'or sevilla-
no, cuyos misucos asun-
tos trató con gran delics-
deiH, elevación y poesía.
Sus Inmaculada! son cé-
lebres en todo el mundo
(i6o»-i682).
{ExflUacibn de la lámina XCIJI.)
Vidrio* eapaAoietdei iiglo Xviii.-
de roca. — 3. Vidrio de Lí Oranji. Fniiero y fl.
tillado dccrislil
D,g,t7cdb/COOgIC
HtsTOiUA Gkífica de la CiviLucAaóN Esfañola
Vldrioi capaBolct del ilslo XVIII.
,, Google
404
HISTORIA DF F.SPaSa
A los historiadores ya citados como del siglo anterior, y de los cuales
casi todos alcanzaron éste, hay que añadir, entre otros muchos, á D. Fran-
cisco de Moneada (i 586-1635), clásico narrador de la Exptdición de catalanes
yaragotusesd Orieiüt\ al portugués Ü. Francisco Manuel de Meló (161 1-1666),
maestro de la lengua castellana, y á D. Antonio de Solls (1610-1680), que
hizo de su Historia dt la Conquista de Méjico un verdadero poema.
Como escritores políticos llegaron á la cumbre D. Diego Saavedra Fa-
jardo (1584-1648) y D. Francisco de Quevedo; más bien que político es mo-
ralista y sociólogo originallsimo el P. Baltasar Gracián (1601-1658), al que
se da una importancia filosó-
fica y literaria semejante i la
artística que se reconoce en
' el Greco.
Siguió cultivándose la no-
vela con extraordinario éxito.
Ed el género picaresco, Ma-
teo Alemán publicó la segun-
da parte del Guzínán dt Alfa-
roche (1604); Quevedo, \a His-
toria de la vida del Bttscón lla-
mado D. Pablos, ejemplo de va-
gabuttdús y espejo de tacaHos ó
Historia y vida del gran Ta-
caño; Vicente Martínez Espi-
nel (1550-1624), á quien se
atribuye la invención de la
décima (espinela) y de la quin-
ta cuerda de la guitarra, las
Relaciones de la vida y aven-
turas del escudero Marcos de
Obregón (1618); Luis Vélez
de Guevara, £1 Diablo Gt-
jttelo (1641).
Ya queda indicado en
otro lugar cuándo nació Cer-
vantes y la publicación de ¿a
Calatea, su primera novela.
En 1605 se puso á la venta
la primera parte del Quijote.
En 1614 salió el Quijote apó-
crifo, ó segundo tomo com-
puesto por el Licenciado Alonso FemáudéB de Avellaneda, natural dt la villa
de Tordesillas, seudónimo que oculta á un escritor desconocido. En Sep-
tiembre de 1613 vio la luz la Colección de novelas ejemplares; á fines de 1615,
la segunda parte del Quijote. Murió el príncipe de las letras castellanas el 23
de Abril de 1616, y un año después fué publicado su último libro, Trabajos
de Per siles y Segismundo.
La poesía continuó el majestuoso vuelo emprendido el siglo anterior.
Los hermanos Argensola (Lupercio y Bartolomé) son dos poetas correctos
que merecieron el dicho de Lope de Vega: «los Argensolas han venido de
Aragón á enseílar el castellano>; sus poesías fueron publicadas en 1634,
D. Esteban Manuel de Villegas, desigual en su producción, llegó en sus ana-
creónticas á lo insuperable. Jáuregui, Alcázar, Rodrigo Caro, Andrade, Rioja,
El principe de los in^en
. . i, Migael de Cervantes
Saavedra.
{Retrato dtaubierto in igii y consiJírado como aulén-
lorídadn Ttspilabl/s. No es. sin imbarge,
indisíutiblí su autiníicidad.)
,,CoogI
HISTORIA DE ESPAÑA 4O5
etcétera, son otros tantos pregoneros de la gloría
literaria de Sevilla. D. Luis de Góngora y Argote
(1561-1627) tiene dos fases en su carrera; una, la de
poeta facilísimo, amenísimo, como ninguno gracioso
y sentido; otra, la de iniciador ó fundador del gon-
gorismo ó culteranismo, ó sea del sistema de elevar
el lenguaje poético por el empleo de palabras raras,
exóticas y primorosas, por el uso del hipérbaton la-
tino y por el abuso de las metáforas, de la mitología
y de la erudición clásica. En todas las lenguas se dio
por aquel tiempo un fenómeno igual: en Italia se lla-
mó maritfistHo (de Juan B. Marini); en Francia, fre-
ciosismo; en Inglaterra, entuismo.
Coincidió el culteronismo con el conceptistno, ini-
ciado por Alonso de Ledcsma (1522-1622) con sus
U mds elogiada Se sos Conceptos espirituales (1600) y su Monstruo imaginO'
obr»»{i6io-i686i. rfo(i6i5),y al que dióautoridad D.FranciscodeQne-
vedo Villegas (1580-1645), varias veces citado. Con-
siste el conceptismo en alambicar los conceptos ó su-
tilizar el pensamiento. Conceptismo y culteranismo
inficionaron, no sólo la poesía, sino la prosa, deter-
minando la decadencia general de nuestra literatura.
No se libró de ello la religiosa, que si todavía en el
siglo XVII produjo obras estimables, como la Vida de
San yosé, en verso, del maestro José de Valdivie-
so (160?), la Cristiada de Fray Diego de Ojeda
(Lima, 1611), las poesías de la mejicana Sor Juana
Inés de la Cruz, exentas de los apuntados vicios, y
algunas otras de corte popular, decayó lastimosa-
mente en todos sus géneros.
Como ya hemos dicho, el siglo xvii señala el
apogeo de nuestro teatro. Debióse principalmente
al ya citado Lope de Vega, que llegó á escribir 1.800
comedias, más 800 autos que cuenta Montalbán. Esta
labor inmensa no es, naturalmente, selecta, y apenas
hay alguna obra de Lope que merezca caliñcarse
de acabada: muchas son improvisaciones, esbozos
trazados ligeramente que piden quien las escriba; pero la fecunda y bríllantf-
sima imaginación del autor, su asombrosa facilidad
para componer y versificar, su profundo conocimien-
to de los recursos teatrales, su maestría en el arte de
impresionar y emocionar á la multitud, la sinceridad
é intensidad con que sentía todos los tipos mora-
les, por contrarios que fueran, así como todas las
situaciones de la vida, y su espontáneo é intensísimo
espaitólismo, hacen que su teatro en conjunto ostente
un sello de originalidad iuconfundible, sea la repre-
sentación exacta y á la vez ideahzada de la sociedad
española en el siglo xvii, con sus grandezas y sus
miserias, con sus altas aspiraciones y sus desmayos,
con su heroísmo y sus bellaquerías, en suma, con to-
das las contradicciones y altibajos de la vida real; y,
por último, que en ese teatro estén casi todos los
D„j,i7<-,ib,.CoogIc
SCO Manuel de Meto.
□ y admirable escri-
tor político en español y
Íortueuís. Es famosa su
istona de U Gutrra de Ca-
NicoUs Antoaio.
FunoBo bibliógrafo jr lite-
rato emdito (1617-16S4).
Historia CrÍfica db la Civiuzación Española LJmina XCIV
HISTORIA DEL TRAJE.- Trajci del (Icio XVII.
D,g,t7cdb/GOOgIC
HISTORIA DE ESPAÑA 407
alimentos, casi todas las situaciones, casi todos los
tipos y caracteres que se perfeccioDaroQ después por
otros autores de comedias.
Fray Gabriel TéUez (Tirso de Molina) —
1571-1648 — perfeccionó en gran parte la obra de
Lope, y sus tres obras maestras, El coMdmado por
dtsconfiado. El Burlador de Sevilla (D. Juan Tenorio)
y Marta la piadosa, bastan para asegurarle puesto
preeminente en la literatura universal. El mejicano
D. Juan Ruiz de Alarcón escribió comedias de buena
intención moralizadora. D. Agustín Moreto y Cabana
(1618-1S69) es el autor de El desdén con el desdén.
D. Francisco de Rojas Zorrilla (nació en 1607), de AgnsUnMorMO.
Entre bobos anda él juego 6 D. Lucas del Cigarral y Excelente pocu cómico
de Garda del Castañar. D. Guillen de Castro flore- y "«eairo en el arte de
ció de 1569 á 1631: escribió Las Mocedades del Gd, ■'^"^^"íl^l^y^fnV
que inspiraron a Lorneille sa tragedia £1 Ctd, la a^-„ ¡oh d Diidin t ^i
obra clásica por excelencia del teatro francés. El Hnáe Do» Ditge
doctor Juan Pérez de Montalbán (1602- 1638) llevó al (1618-1669).
teatro la leyenda de Les amantes de Teruel. Luis Qui-
ñones de Benavente (murió en 1679) es el cultivador del género chico en el
Siglo de Oroi un antecesor de D. Ramón de la Cruz. El ciclo áureo del teatro
español se cierra con D. Pedro Calderón de la Barca (1601-1681). Durante
mucho tiempo se le antepuso á Lope de Vega: es que no conocían bien á
Lope los que tal hicieron. Pero, sin meterse en comparaciones, Calderón es
y será siempre . . . Calderón (i).
Las Bellas Artes.— ArqHitectnra. — 'El ideal clásico realizado en El Esco-
rial desde los principios del siglo xvii empezó á ser alterado y á corromperse.
A la gente le parecía excesiva la severidad, indudablemente exagerada, de
los herrerianos.-Aun dentro del más puro clasicismo, no se comprende por
qué había de ser preferido el dórico, tan rígido, al jónico, que es tan gracioso,
ni por qué había de profesarse horror á la linea curva, que es tan bella. Por
otra parte, dogmatizado ó canonizado el arte de construir, degeneraba en
mecánico, proscribiendo la originalidad en los artistas, y los edificios hablan
de resultar todos iguales, como hechos por el mismo invariable patrón. Impo-
(Exfticatié» de ¡a ¡amina XC/y.)
HISTORIA DEL TRAJE- • Trajea del alela XVII. -Seguios de que nunttos lectora nos lo
agiadecerln, dimos en esta plina como mueslra de los (rajes femeninos del ii|[lD xvil tres ictratoi desco-
nocidoi en Espifla de nuestra egregio Velázquez, y que constituyen hoy el orgullo de sus afortunidos po-
seedom en el extrinjeta Tienen idemi» un interís iconográfico pan nosotros muy grande, porque repre-
sentan los dos déla parte superior la hija y el otro la esposa de nueslro pintor incomparable.
Los de la hija, mis que c|ecutados por su padre, nos parecen de mano de su discípulo y yerno Bau-
tisla del Maio, flel continuador de la manera de su maestra, y qne en ellos, como n natural, puso todo lu
amor, ya pintando qnizls i la novia, ya i la espasa. Esto no se les puede decir i sus poseedores (el del aba-
nico se halla en Wallace-Oaleile, de Londres, y el otro pertenece al coleccionista Herzagvon [>evansh[re,
de Londres), quienes luían y perlunn que son de Vellzquez con una le y un entusiasmo que nosotros loa
espaftolR tenemos qne respetar y agradecerles. En cuanto al de laespasadeVellzquez.Dona Juana Pacheco,
no hay lugar á la má* mfalma vacilación. Es de (al fuerza este retrato, y el sella del maestro se ve tan claro,
qne bien seguros pueden estar, y lo esUn, los alemanes, quienes lo gnardan en el muwo Kaiser-Frledrích,
de Berllti, de que nadie lo pondrá «1 entredicha y^de que todo el mundo se lo envidiará.
,, Google
408
J:
Isa Rui2 de Alarcóo.
.0 de los grandes poe-
eicénicos del Siglo de
o. Mejici
pasó i U Penín-
sula en 1623, y murió ec
1639.
sible que asi pudieran distinguirse los constructores.
Huyendo de todo esto, los arquitectos abando-
naron el clasicismo, ó, mejor dicho, intentaron modi-
ficarlo dando su parte á la imaginación. Por desgra-
cia, no tuvieron el reñnado buen gusto de sus an-
tecesores los platerescos, ni las circunstancias eran
tampoco las de entonces. En el siglo xvi había dos
ideales definidos, y ambos substanciosos y fecundos:
el gótico que se dejaba y el clásico adonde se cami-
naba. En el siglo xvii no habla realmente más que
el deseo de llamar la atención por la inventiva; no
se iba á ninguna parte, no existía tampoco el am-
biente artístico del Renacimiento, y, por tanto, fal-
taba el exquisito gusto en el público. De aquí que
la originalidad fuera extravagancia, y lo que se tuvo
por progreso, decadencia y corrupción.
En todas partes sucedió lo mismo. En Italia Bo-
rromini es el representante de aquel retroceso. En
España lo inician Juan Martínez, en Sevilla (i6iz)¡
Crescencio, en el regio Paifteón de El Escorial {iQi"}); Francisco Bautista, en
la fachada de San Isidro, de Madrid (i6z6); Alonso Cano, en un arco de
ttiunfo erigido en Madrid (1649); y después una legión de maestros. De los
últimos en el orden cronológico fué Churríguera, que vivió veinticinco aflos
del siglo XVIII, y que, sin embargo, ha dado su nombre á todo el estilo, 6,
mejor dicho, á toda esta lamentable depravación del estilo clásico.
Escultura. — Con Montañés, de quien ya se ha hablado, compartió el ce-
tro de la escultura su discípulo (en cuanto escultor) Alonso Cano (1601-1667),
más clásico y correcto que el maestro, si bien inferior á éste en dramatismo
artístico y unción religiosa. Gregorio Hernández — murió en 1636, — gallego,
vecino de Valladolid, comfíite con Montañés, y, según muchos, le supera.
Roldan, Delgado, José de Mora y Pedro de Mena son las figuras que siguen á
los citados en el cuadro de nuestra escultura del siglo xvii.
Pintura. — Para trazar el cuadro, siquiera muy sintético, de nuestra pin-
tura en este periodo es menester mucha más extensión que la propia de
este libro (i). Hemos, pues, de limitarnos á someri-
simas indicaciones.
José Ribera, el Españólelo, nacido en Játiba
{12 Enero 1588J, desde muy joven vivió en Italia,
primero en Roma, donde, según la tradición, pasó
gran miseria, y después en Ñapóles, casado con la
hija de un rico comerciante en cuadros. En Ñapóles
ejerció una verdadera dictadura artística: vivía en la
opulencia, y, si ha de creerse á la tradición, para sos-
tener su monopolio pictórico recurría á los medios
más reprobables, como el de ahuyentar á sus émulos
con amenazas de muerte y persecuciones organiza-
. das por bravos que tenía á sueldo. D. Juan José de
Austria, hijo natural de Fe'ipe IV, virrey que fué de
P.Benito Jerónimo Feijóo. Nápoles, sedujo á SU preciosa hija María Rosa, que
Docto benedictino qae en le había servido de modelo para sus vírgenes, y tuvo
■D TtatTO CrilicB revelóse
crítico inteligente y uno de
loi mejores escrítoresdera (1) Téue «L.u Bellu Arte* en Bapafla», por D. Aafel
ípoca (1675 -1764). _ . . -~ ... .......
D,g,t7cdb/COOgIC
HlSTUltlA DF. ESPAÑA 4O9
de ella una hija que, andando el tiempo, profesó en las Descalzas Reales de
Madnd. Otro virrey, el Duque de Osuna, trajo á España el Cristo en la Crue,
que se conserva en la Colegiata de Osuna. Otro, el Conde de Monterrey, trajo
á su vez al convento de Agustinas, de Salamanca, la maravillosa CoHcépción y
otros cuadros que allí todavía se guardan. Murió Ribera en 1656. Adviértense
en Ribera influencias de Corregió y del Caravaggio; pero sobre todo la ten-
dencia espafiolisima, característica de todos nuestros grandes maestros del
siglo XVI, al realismo humano en la representación
de las personas divinas y celestiales: no pintó nun-
ca sin tener delante un modelo bien escogido. For-
mó escuela en Italia. Giovant Dó le imitó de tal
modo, que es difícil distinguir los cuadros de am-
bos, Lucas Giordano, Aniello Falcone y Salvator
Rosa ae envanecían llamándose sus discípulos. The-
dule Ribot, pintor francés de nuestro siglo, le ha
imitado también felizmente.
Diego Velázquez, bautizado en la parroquia de
San Pedro, de Sevilla, el domingo 6 de Junio de 1589, .
empezó su arte con Herrera el VUjo, y luego con Pa- ¡
checo, que fué además su suegro; vino á Madrid en '
Abril de 1622, y el 31 de Octubre de 1623 nombrá-
ronle pintor de cámara. En 1629 viajó por Italia,
adonde volvió en 1648 para traer cuadros al Rey. Don Pedro Calderón
Caballero de Santiago (iz Junio 1658), murió el 7 de deUB«rca.
AgOSlo d. 1660. Imposible sl.t«l,.r e„ ™ par de .'^ Sll dZ.I™!
lineas el juicio que merece este coloso de la pmtu- del Siglo de Oro, autor ■□-
ra, el primero en su linea de pintor realista de cuan- comparable y fecuDdisimo
tos ha producido la especie humana. **• ■""** sacrímeoides, y
., r' r- r . I.-1 .-.ji par* cava elona bastanaa
Alonso Cano fué también un insigne artista del ^j altáláe de Zalamea y
pincel, distinguiéndose algo de los maestros espafio- La vida ei ¡tuno
les sus contemporáneos por la propensión á las acti- (1601-1681).
tudes y plegados artísticos; es decir, no naturales.
Francisco de Zurbarán, bautizado en Fuente de Cantos el 7 de Noviembre
de 1598, extremó, en cambio, el realismo, siendo por lo demás casi siempre
admirable.
Bartolomé Esteban Murillo, el otro gigante de nuestra pintura, compa-
rable sólo á Velázquez, por más que algunos empéñanse hoy en rebajarle, y
hasta en atribuir al Greco el papel que corresponde á Murillo del más alto
representante pictórico del ideal religioso español, parece que fué bautizado
en la parroquia de la M^dalena, de Sevilla, el lunes i." de Enero de 1608.
Vítíó basta el 3 de Abril de 1682, y su vida fué tranquila, de constante tra-
bajo, disfrutando de la consideración de todos.
Contemporáneo de Murillo es Valdés Leal, quien sobrevivió ocho años
al pintor de las Concepciones. Hasta 1685 no pasó de este mundo D. Juan
Carreño de Miranda, pintor de Carlos II y retratista digno de la tradición
velazqueña. Claudio Coello (murió en 1693) cierra el ciclo de los grandes
maestros de la escuela española con el Cuadro de la Santa Forma, en la sa-
cristía de El Elscorial. Dicese que murió de pena por haber llamado el Rey
á Lucas Jordán, cuya figura llena los últimos años del siglo xvii {1).
(I) V«aa« aLai Sellaa Arle* en Bipafta», por D. Aoiel Salcedo. (Caaa editorial
,, Google
Historia GrXfica de la Civilizació:< EspaíÍola
HISTORIA DEL TRAJE. - Trajet Dllltareí del ilflo XVIII.
D,g,t7cdb/COOgIC
XVII
EL SIGLO XVIII
UT. Cua de BorbÓn. — Felipe V.— 118, Femando VI. — 119. Carlos IIL — UO. Carlos IV.—
131. Las Ideas, Letras j Bellas Artes, desde el advenimiento de la Casa de Borbón hasta
la abdicadóD de Carlos IV.
117. — Francia se habla sobre-
puesto á nosotros en Europa. Ya no
era España la primera nación det
mundo, sino que lo era Francia. £1
poderío militar de Luis XIV resul-
taba incontrarrestable. La influen-
cia social, literaria y artística de
Francia sentíase en todas partes,
hasta en la manera de vestir: en el
Cuadro de la Santa Forma que aca-
bamos de citar, Carlos II y los mag-
nates de su corte aparecen vistien-
do el traje francés de casaca; el ge-
nuino traje español de golilla íbase
relegando, t se había relegado ya á
los consejeros y jueces.
Un efecto de la preponderan-
cia francesa fué sín duda el cambio
de dinastía. Carlos II debió de com-
prender que Luis XIV podfa ser
más litil á España de aliado y pro-
tector de su nieto sentado en el tro-
no de Carlos V, que de enemigo.
Todo, ó mucho al menos, y en
Felipe V.
(Explkaíién di la lámina XCV.)
HISTORIA DEL TSAJE. -Tr^a alllUrea del algia XVIIl (Época de 1700 1 I7!a). - I. AIH-
reí del retlmlento'dc loi mondoa'vlclo). ~ 2. Fusilero del regimiento de los veidcs viejos. — 3. Sargento
dd fljo de Sicilia. — 4. Oruiadcro dd de los colorados. — 5. Oiurdia ilabatdero. — 6. Odcial de Alabar-
lrTOs. — T. Tambor del rci^mlento de ¡0$ azules viejos. — B. Pífano del de los amarillos viejos.
,, Google
412 HISTORIA DE ESPAÑA
SU forma extema, fué cambiaDdo en España. Subsistió, sin embargo, el ca-
rácter nacional, y aunque á la zaga de Francia, y á veces soportando su mal
disfrazada hegemonía, fuimos independientes de hecho y de derecho.
Y es preciso convenir en que el advenimiento de la Casa de Borbón
fué beneficioso, porque representó para nuestra patria una regeneración. La
España á que vino á reinar Felipe V no era la de los Reyes Católicos, ni la
de Carlos I, ni la de Felipe II. Conservábamos, es verdad, casi todo el
inmenso Imperio que fué de los primeros Austrías; pero nominalmente y
porque los celos de las otras Potencias habian impedido su desmembración;
mas en Flandes gobernaban los
austríacos, Italia estaba des-
guarnecida, nuestro ejército no
llegaba á 6.000 hombres de to-
das las armas, nuestra escuadra
se componía de zo galeras me-
dio podridas y sin tripulantes.
En todo parecía haberse po-
tado el genio nacional. El úni-
co español de nota que la dinas-
tía austríaca legó á la de Borbón
fué Cburriguera. Cuando pasó
de este mundo Carlos II hacía
tiempo que habían pasado la glo-
ria, el poderío y el ingenio de la
nación española. No quedaban
más que el territorio y la raza:
esta última, muy disminuida y
muy desalentada.
Felipe V y sns tres prime-
ros sucesores, sin ser hombres
de superior entendimiento ni
mucho menos, eran honrados, te-
nían buenas intenciones, y pro-
Ftinando VI. Curaron el fomento nacional en
todos los órdenes.
El reinado del fundador de la dinastía borbónica española se divide en
varios períodos: i." Guerra de sucesión. (De 1702 á 13 de Abril de I?i3,quese
firmó la paz de Utrech.) Perdimos los Países Bajos, el Milanesado, Ñapóles.
Cerdeña y, lo que fué más de sentir, la isla de Menorca y la plaza de Gibraltar,
de que se apoderaron los ingleses á título de aliados de Carlos de Austria,
pretendiente de la corona de España. La guerra tuvo sangriento y lamenta-
bilísimo epílogo en la resistencia de Cataluña á someterse á Felipe V. Barce-
lona fué tomada por el ejército franco -español, mandado por el Duque de
Berwick, el 11 de Septiembre de 1714. En castigo del apoyo prestado al
Archiduque, Felipe V quitó sus fueros políticos y administrativos á Valencia,
Aragón, Cataluña y Baleares, no dejándoles más que los civiles. z.° Período
de Alberoni. Era este Alberoni un abate italiano de gran talento político y
(ExplLadón de la liimina XC VL)
HISTORIA DEL TRAJE. -Catalkcii ctpoBola del •IeIo XVIII. - 1. Dragdn (1703 1 ITU). -
2. Ouardla de Cnrps (ITOl á 17D4). - 3. Húsar de la muerte (17031 1704). — 4. Concero del reginlento
Real Alemán (1715). -Tíinbiliro dt cabaUcrU de línea (1735). — 5. Portapiiúii de Nnmindi (drago-
nes, 1737).
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Historia Gnilpicá, ta, la Civiuzaciúm EsfaSola
HISTORIA DEL TRAJE. -CabaUería «paBoU del alelo XVIII.
D,g,t7cdb>'COOgIC
414 HISTORIA DE ESPaRa
no menor ambición, que vino á España con la segunda mujer de Felipe V,
Isabel de Farnesío, y por cuyo influjo fué desterrada la Princesa de los Ur-
sinos, francesa que habla tenido gran ascendiente sobre la primera mujer,
reina María Luisa de Saboya, y por ésta con el Rey. Alberoni, primer mi-
nistro de Felipe V, se propuso nada menos que devolver á España su pasada
grandeza; dio gran impulso al ejército y á la marina, y organizando una ex-
pedición, atacó Á Cerdeña y Sicilia, apoderándose de ambas islas. Formóse
contra España la «cuádruple alianza», en que entraron Inglaterra, Austria y
Francia, gobernada entonces por el Duque de Orleans, regente de Luis XV.
La paz de Cambray (1722] des-
vaneció los sueños de Alberoni,
quien al marcharse á Italia des-
terrado porque las Potencias juz-
garon incompatible su ministerio
con la paz europea, exclamó: «Es-
ípaña era un cadáver: yo lo he
>Ievantado de su sepulcro, y al
>retinrme yo vuelve á tenderse
>en él>. El Marqués de San Feli-
pe reconoce que á pesar de su
fracaso la nación ganó mucho en
su tiempo, y el ejército de mar y
tierra, no poca gloria (i); y Maca-
naz, aunque enemigo de Alberoni,
consigna que éste no sólo evitó la
ruina de España, sino que la puso
en situación de dar la ley á Euro-
pa (2). 3.° El tercer período del
reinado de Felipe V es una serie
de guerras europeas en que, apar-
te de la tentativa de reconquistar
á Gibraltar C1727), de la gloriosa
reconquista de Oran (1732) yde
Carloi III. la victoria obtenida sobre los ma-
rroquíes junto á Ceuta, el objeto
fué crear en Italia principados para los hijos de Felipe V é Isabel Farneao,
Carlos, después III de España, fué rey de Ñapóles y Sicilia, y Don Felipe,
el hijo segundo, se puso en camino de ser duque de Parma. En las guerras
de este último período figuraron ya generales españoles de mérito, como el
Duque de Montemar, el Marqués de la Mina, el Conde de Gages, etc.
118. — Fernando VI reinó desde el G de Julio de 1746 hasta el lO de
Agosto de 1759. Persona muy buena y apacible, de cortísimo entendimiento,
dado á la soledad y á la melancolía, fueron sus afecciones íntimas la reina
Doña María Teresa Bárbara de Braganza, su confesor el jesuíta P. Rávago y
el cantante napolitano Farinelli, y sus ministros Don José Carvajal y Don Ri-
cardo Wall, representantes de lo que se llamó en este reinada «el partido
(II D. Vicente Hacallaz y Sauna, Marqués de Sin Felipe: Csimníariot di ¡a guerra ái
España i historia di FtUpr V dtsdf ifoo á ¡yxs. ~ Genova — sin año. — 2 tomo»,
12) D. Melchor Maciniz: Mimoriai (manuscrilas), muy citadas poi D. hlodeito L.^acn-
te. Hay (también manuscritosl \os Auxilies para iicn goiernar una moHarfuia laíólica, obca
presentada á Felipe V por Grimaldi. En el Semanaria Hmdilo de Valladares publicáronse ma-
chos manuscritos de Macan»! que, Como los citados, son, según Almirante (BiiliB/^rafia Mi-
litar espaíiala), necesarios para conocer nuestro eitado militar á principios dd siglo xviti.
,,CoogIc
HISTORIA DE ESPAÍ^A 4I5
íng1és>, Ó sea de la alianza cod Inglaterra, y el Marqués de la Easenada,
Don Zenón de Somodevilla y Bengoechea, que se inclinaba á la política fran-
cesa, y se le tenia por jefe del «partido francés*. Fernando VI no se inclinó
á una ni otra Potencia, y cuando le hablaban de pronunciarse
contra los ingleses, enemigos tradicionales de su dinastía, con- ^^^
testaba: <Con todo el mundo guerra, y paz con Inglaterra
realidad quería paz con todos, y la única guerra que so
fué la heredada de su padre contra los austríacos en Ital
apresuró á terminarla con la paz de Aquisgrán (i8 de Oc
de 1740), por la que obtuvo su hermano D. Felipe los du
de Parma, Plasencia y Guastalla. Merced á esta paz y á la
ligente administración del Marqués de la Ensenada. E
prosperó tanto en el orden político como en el social ;
nómico. Algunos tienen el reinado de Fernando VI por (
jor que ha disfrutado nuestra patria (i).
119. — Carlos III dejó el reino de Ñapóles á su hij<
nando, y vino á España con su otro hijo Carlos, proel:
Príncipe de Asturias, á ocupar el trono vacante por mué:
su hermano Fernando VI, que no habla tenido hijos. D
barco en Barcelona el i; de Octubre de 1759, y reinó h:
14 de Diciembre de 178B. Era Carlos 111, como su padre
pe V y su hermano Fernando VI, hombre de conducta
excelente, gran cazador, devotísimo, de rectas intencione
el gobierno, muy celoso de su autori-
dad soberana, y de entendimiento ^
menos qne mediano. La obra de su |^
reinado puede considerarse dividida
en tres grupos de hechos:
Política exterior. Enemigo de los ingl
le hablan humillado en Ñapóles, Carlos
rezó su acción contra Inglaterra, y para e
con Francia, estableciéndose entre ambas
el indisoluble «Pacto de familia». Mucho í
surado esta política; pero en disculpa, p
nos, de Carlos III debe aducirse que por
de familia» no buscó engrandecimientos t
te dinásticos, como habla hecho Felipe
guerras de Italia, sino verdaderos objetos ^ ^
les, como la reconquista de Menorca, q ^^
guió, y la de Gibraltar, que no pudo alcaí
sar de los más inauditos esfuerzos. Sufriéronse con- RomaQ* de acero de U
tratiempos y reveses en las prolongadas luchas con Fábri» de U Moneda
Inglaterra; pero en general se sostuvo el honor de "í* Sevilla (siglo xvni).
las armas y la gloria de la nación. Fué impolítico
en grado sumo el apoyo prestado á los Estados Unidos de América para
emanciparse de su metrópoli, porque aquella emancipación era el preludio
de la de nuestras colonias.
Política religiosa. Según ya se ha dicho, Carlos III era piadosísimo; pero
(1) Sobre este reinada la meior manogtatla es la Biografía del Marqués de la Entenada,
". Antonio Rodrlgnei Villa. Y sin ... ...
jr» posterior, Ib obra £r;>aílii ¿fl^
lellan» por D. Rafael Sevillaao. — Madrid, 1S36. — Hay ediciones posteñoTe*.
por D. Antonio Rodrleaez Villa. Y sicre mucho, tanto pata éste como para los dos inmedi
■ ■ ■ • -.-■■■'• ' " ;,^il- " - ■
anterior/ posterior, la obra Etpaña bajo la Casadt Borkbn.át^ ingl£s William Coie, Iraducidí
Cooglc
4l6 HISTORIA DE ESPAÑA
SU reinado se caracteriza por dos hechos en cierto
modo contrarios i esta cuah dad suya: «el regalisa)o>
y la expulsión de los jesuítas. La palabra <r^alfa>
tiene dos acepciones en nuestro antiguo Derecho.
Es la primera la de «regia perrogativaí, osean las
facultades que el rey *non debe dar á ningún home,
nin las partir de si, ca pertenecen á él por razón del
señorío natural, y eran en la Edad Media: justicia,
moneda, fonsadera é suos yantares* (i). Después se
aplicó la misma palabra para designar los derechos
que corresponden al rey en el gobierno de la Igle-
sia. Las regaifas de la Corona de España en este
segundo sentido han sido: <la presentación ó nom-
>bram¡ento (dar el nombre) para las dignidades
• eclesiásticas* que nuestros antiguos reyes recia-
Luii XIV. marón siempre á titulo de patronos de las iglesias
Un.delMmásbrillanKsfi- ¿^ España que habían fundado ó rescatado de los
do í/ Grandt, reinó de 1641 musulmanes, «la percepción de una parle de las ren-
iñado ea 16^) á 1715. LU- »tas eclesiásticas (tercias reales), el placet ó regium
iDóseie también el íí>-A./. .exequátur» ó derecho que concedió Alejandro VI
á los Reyes Católicos de que las bulas pontificias no
corrieran en España sin ser reconocidas, para asegurar su autenticidad, por
una Junta nombrada por el rey; y, ñnalmente, <el disfrute de expolio y va-
cantes* conseguido por Fernando VI en el Concordato de 1753. Los reyes
y políticos de la Casa de Austria, incluso Felipe II, defendieron enérgica-
mente estas regalías de la Corona, pero sin negar nunca su carácter canó-
nico de concesiones pontificias á los reyes de España; con Felipe V, educado
en Francia, donde las regaifas de la Corona se buscaban como instrumento
para favorecer el ■galicanismo* ó independencia de la Iglesia galicana, el
regalismo español no sólo se amplió y extendió, sino que tomó un aspecto
muy semejante al de Francia, y en este reinado de Carlos III llegó á su apo-
geo la indicada tendencia antlrromana.
Para comprender este cambio hay que tener en cuenta que mientras
aquí reinaba Carlos III, en París «florecía la enciclopedia ó filosofismo», 6
sea que la literatura y las ciencias sociales tomaron un rumbo racionalista 6
anticatólico. Siendo tan grande la influencia de Fran-
cia en España, no tardó en reflejarse aquí aquel mo-
vimiento, y en las clases ilustradas se formaron el
grupo de los filosofas, en íntima comunicación espi-
ritual con los enciclopedistas franceses (2), y el gru-
po de los «economistas», que atribuía la decadencia
agrícola de España á la amortización civil y eclesiás-
tica, especialmente á la última. De estos grupos fue-
ron muchos de los ministros de Carlos III, especial-
mente el Conde de Aranda, y tales ministros, hala-
gando la natural propensión del Rey al celo por su
autoridad soberana, y disimulando por no alarmar su
religiosidad y lo que llamaban ellos «superstición*
del pueblo español, fueron los verdaderos autores
(i) Facro Vitjt) di Canilla. Yt¡dxt¡ Pablo Abarca de
(1) Vé«*e P. ColOTüB, La Duqutsa di Villahirmosa y El Bolea, Conde de Aranda
Margues de Mora. (1718-1796).
,,GoogIc
B15T0RIA DE ESPAÑA 417
de aquel cambio profundo en et
carácter y extensión del regalis-
mo, aunque poco ruidoso en apa-
riencia.
Obra suya fué también la ex-
pulsión de los jesuítas, contra los
cuales «los filosófosi de París ha-
blan urdido una < conjuración >,
aprovechando con habilidad suma
la malquerencia contra la Compa-
ñía de las otras Órdenes religiosas
y de gran parte del clero secular.
Fueron los jesuítas expulsados de
Portugal, Francia, Ñapóles y Par-
ma, y para conseguirlo en Espa-
ña se utilizó el motín de Madrid
(del 23 al 26 de Marzo de 1766)
contra el ministro Squilache, que,
con buen acuerdo, prohibió el uso
del denominado traje nacional (ca-
pa larga y chambei^o), muy á pro-
pósito para la gente maleante. Per-
suadieron al Rey de que los jesuí-
tas hablan sido principales autores Cario» IV.
del movimiento popular, y á las
doce de la noche del 31 de Marzo de 1777 fueron invadidas todas las casas
de jesuítas y sacados de ellas los religiosos, á los cuales se obligó á salir del
reino. Aun en el extranjero se continuó persiguiéndolos, llegando á conse-
guirse de Clemente XIV la supresión de la Compañía en toda la Iglesia.
Reformas interiores. En este punto trabajaron Carlos 111 y sus ministros
con gran celo, dictando muchas medidas beneficiosas, fomentando las obras
públicas y haciendo construir multitud de edificios: Madrid debe á Carlos III
por este concepto una gratitud inmensa (i).
120. — Carlos IV. — Heredó la Corona á los cuarenta años, y era bien
inclinado, naturalmente recto; pero de entendimiento todavía inferior al de
su tío Fernando VI. Y tuvo la desgracia de estar casado (desde Septiembre
de 1765) con su prima Marfa Luisa de Parma, mujer de alguna viveza feme-
nina y marimandona, mas sin elevación de miras ni sentido moral. Dominaba
enteramente al Rey, imponiéndole sus caprichos y (rayéndole y llevándole
á su antojo como rueda de barquillero. Sufríalo todo Carlos IV, no ya con re-
signación, sino con alegría, pues estaba convencido del talento de su mujer,
y además le tenia miedo. Ya destronado y desterrado en Roma, sostenía con
su hijo Femando VII una doble correspondencia: escribía, en efecto, unas
cartas dictadas ó visadas por María Luisa y Manuel en que todo eran quejas
y reclamaciones, y á la vez otras de que no tenían noticia su mujer ni Manutl,
en que se quejaba de éstos y decía á su hijo que no hiciera caso de las pri-
meras. Y de su género de vida y manera de reinar he aquí como ¿I mismo
los refirió á Napoleón en Bayona: «Todos los días, invierno y verano, iba de
>caza hasta las doce; comfa, y al instante volvía al cazadero hasta la caida
(i) Conde de FeíníD-Ndileí: CmnfcmSo de la vida di Carlos U!, pabtíodo re
Ferrer del Rio (D. AdIodío): Hiileria de Carlos ¡21, 4 lomos. D>nvila (D. Maouel): ffiíteria
del rtinadc de Caries ¡II, 4 tomos. (En 1> Historia át España, por ■cadínico* d« U Hittoria).
SiiKdo, Historia ne EspaSa
,,GooqIc
Historia GrAfica de la Civilización Española Lj(mina XCVIl
HISTORIA DEL TRAJE. -TralM popallTM del tlll» XVIII.
D,g,t7cdb/GOOgIC
DE ESPAÑA 4r9
>de la tarde. Manuel me informaba cómo iban las
>cosa5, y me acostaba para comenzar la-misma vida
>al día siguiente, á menos de impedírmelo alguna
>ceremonia importante».
Este Matmel tan Intimamente ligado con los re-
gios esposos era un hidalgo de Badajoz, nacido el 12
de Mayo de 1767; regularmente instruido y con su-
ficiente despejo para cualquier cosa, ingresó á los
diecisiete años en Guardias de Corps, donde ya
servia su hermano mayor D. Luis; á poco notó la
Corte y fué enterándose la nación de que el guardia
D. Manuel Godoy gozaba de la confianza de los Prin-
cipes de Asturias — después reyes Carlos IV y Ma-
ría Luisa, — y que una vez éstos en el trono iban
cayendo sobre el gallardo mozo los honores y las
dignidades con mayor rapidez que si en cada mes
ó en cada semana realizase la más estupenda hazaña:
comendador de Santiago, ayudante de su compañía,
exento de guardias, ayudante general, brigadier de los reales ejércitos, ma-
riscal de campo, gentilhombre, sargento mayor de Guardias de Corps, gran
cruz de Carlos III, duque de la Alcudia, consejero de Estado...., etc., etc
Parecía que la real estampilla no tenía otro objeto que ir acumulando dicta-
dos, empleos y gajes al pobre hidalgo extremeño. Explica Godoy en sms Me-
morias tan peregrino encumbramiento diciendo que los Reyes, asustados de
la revolución francesa y recelosos de los personajes políticos de la época, es-
pecialmente de Floridablanca y Aranda, que eran los principales, quisieron
tener un ministro hechura suya, que todo se lo debiese á ellos y que con ellos
estuviese completamente identificado. La explicación es por lo menos inge-
niosa, y mucho ganaría la fama postuma de María Luisa con que fuese creída.
Después de los gobiernos de Floridablanca (poco más de tres años)
y de Aranda (menos de nueve meses) fué nombrado Godoy primer ministro
(15 de Noviembre de 1792), teniendo á la sazón el
favorito veintiocho años. Debatíase la cuestión de ~'"~-
si España debía ó no entrar en la coalición europea
contra la revolución francesa, y Aranda, que profe-
saba los principios filosóficos de la revolución, opo-
níase, calificando aquella guerra de injusta é incon-
veniente. Pero ¡cómo España, ya por el vínculo di-
nástico de BUS reyes con los de Francia, ya por las
ideas religiosas y monárquicas de las poblaciones,
ya por la solidaridad europea, podía permanecer en
aquellas circunstancias indiferente ó arma al brazo,
como pretendía Aranda? Si hubo alguna guerra in-
evitable, fué aquélla, y además popularísima: todo el
mtindo compitió en entusiasmo haciendo donativos
ámanos llenas, y afiliándose por muchos millares los r, ^ , j o j -n
, . - . í ,. 1- . j D. Zenon de Somodevilla,
volúntanos. Así pudieron formarse tres cuerpos de mtiqués de la Ensenada
ejército (Ricardos en Cataluña, Castelfranco en Ara- (1702-17811.
{ExplUaaiH <ü ¡a lá«iiua XC Vil)
HISTORIA DEL TRi\|E. - Trajes popolarea del siglo XVIIi. (Época de Mn). - 1. Salaman-
quino.—2. Roncales. — 3. Charra salainanqnína. — 4. Modisla de Madrid (Abulensc'. — 5. Cheso. —
,, Google
420 HISTORIA DE ESPAÜA
gón y Caro en Navarra) cod un pequeño contiagente
portugués de refuerzo. Desde ; Marzo 1793 en que
nos la declaró la Convencían hasta la paz de Ba^lea
(22 Julio 1795) la guerra fué en conjunto gloriosa
para nuestro ejército, sobre todo la campaña de Ri-
cardos en el Kosellón (1793), y salimos de ella ante
Europa con más reputación militar que después de
la guerra de la Independencia. Los franceses no nos
combatieron sólo con las armas, sino con el proseli-
tisroo de las ideas. Habla aquí ya un núcleo que sim-
patizaba con los principios de la revolución. San Se-
bastián fué entregado al enemigo por revoluciona-
P.Io*é FtancUcoIila. '''^^ españoles; en Burgos se descubrió una sode-
Itustre crítico j liieraco je- dad sccreta dispuesta á provocar un movimiento en
saitB, cílebre por el inge- cuanto los franceses pasaran el Ebro, y en diversas
?ti«¿6 r ridicaSbfl"* lo* ciudades sorprendiéronse juntas en plena discusión
maloi predicadores d« sn Sobre si debia ser proclamada una sola ó varias re-
época en in J^ray Cerundin públicas iierianas. j Qué más } En Madrid se presen-
di Lanifatas (1703-1781). taron en el teatro una noche varios jóvenes aris-
tócratas con gorro frigio, y algunas señoras de la
misma clase con vestido tricolor (i). La Inquisición se quejó al Gobierno de
que las ideas filosóficas cundían por todo el reino.
La paz de Basilea, pedida por los franceses, fué conveniente y honrosa
para España, aunque no hasta el extremo de justificar el estrambótico y alti-
sonante titulo de Principt de la Pos que los profetas dieron al Mesías pro-
metido á Israel, y que fué concedido entonces oficialmente á Godoy. El en-
diosado ministro no acertó i mantener la neutralidad de España entre Fran-
cia é Inglaterra, que continuaban luchando — cosa á la verdad difícilísima ó
moralmente imposible en aquellas circunstancias, — y por el tratado de San
Ildefonso (18 Agosto i^QÓJ fuimos aliados, ó, mejor dicho, clientes ó vasallos
feudales de Francia, de cuyo Gobierno recibimos la consigna durante todo el
tiempo que aún quedó de reinado de Carlos IV. Un general portugués sin-
tetizó admirablemente aquella vergonzosa situación
política diciendo: <España y Portugal son dos burros
• que tienen cada uno su arriero: España, á Francia, y
• Portugal, á Inglaterra; nos pegan para que no de-
• mos coces».
La guerra contra Inglaterra no pudo ser más fu-
nesta para nuestra marina. El 14 de Febrero de 1 797
sufrimos la derrota poco gloriosa (2) del cabo de San
Vicente, y en América perdimos la isla de la Trini-
dad. En cambio, Nelson, que intentó apoderarse de
Santa Cruz de Tenerife y desembarcó allí, fué recha-
zado y herido por las milicias y paisanos de la isla:
un brazo perdió en aquella refriega et gran marino.
•,dt la lamina XCyiU-)
— 1. Mirisali. — ?. Libn-
,, Google
HlSTOlIA GRÁFICA DE LA CIVILIZACIÓN ESPAÑOLA LAMINA XCVtlI
HISTORIA DEL TRAJE. - Traje* del «Igl* XVlll.
nigiUrrlb/COOglC
422 HISTORIA DE ESPAÑA
y la memoria de su derrota se celebra todos los años
en Santa Cruz. La paz de Amiens dió una tregua á
los desastres marítimos, pero no á la servidumbre y
abyección del Gobierno español. £1 embajador de
Francia en Madrid era el amo de nuestra poUlica y
de nuestros recursos: de Paris venfan las órdenes
para nuestra marina y nuestro ejército; á la menor
indicación de los Gobiernos republicanos caian y su-
bían los ministros, se retiraba ó volvía Godoy á en-
cargarse de los negocios; por mandato de Francia
hicimos en Portugal ¡a ridicula guerra de las naroH-
jas, dirigida por el Príncipe de la Paz con el rim-
lorgejaan Santacilií. bombante título de generalísimo (i). Nap9león, ya
Sabio mattmitico de No- , jinj .i,t- =j
Tclda. Sos obras son fa- elevado al Poder supremo, trató á España con más
mosBS entre caiedráiicos j insolente despotismo que Sus predecesores; volvi-
marinos (1712-1773). ^los á guerrear con Inglaterra porque nos lo mandó,
y volvimos á sufrir los mayores desastres marítimos:
el 22 de Julio de 1805, el de Finisterre, y el 21 de Octubre del mismo año,
el de Trafalgar: en ambos quedó á salvo el honor, pues los marinos españoles
se batieron con denuedo, y algunos llegaron al heroísmo; pero nada más que
el honor. Nuestra marina nunca se ha repuesto de tan estupendos desastres.
Es curioso que Godoy se apunte en sus Memorias como un triunfo de
su astucia política el no haber sufrido España en este tiempo pérdidas terri-
toriales cual tas Potencias que resistían más ó menos á Napoleón. ¡Cómo
había de sufrirlas, si la nación de Fernando el Católico y Carlos V se habla
convertido en algo menos que satélite, en vasalla de Francia! De cómo nos
trataba Bonaparte da idea lo que dijo al embajador en París, Azara, irritado
por el convenio suscrito en Badajoz con Portugal (¡801): »Pero vuestros re-
oyes gestan ya cansados de reinar!'* A estas y otras mayores insolencias se
contestaba con las súplicas más humildes. Lo que debe reconocerse en de-
fensa de Godoy es: i." Que una vez entrados en el camino de la alianza con
Francia, era difícil hacer otra cosa, ó sea recabar de súbito una dignidad que
sólo hubiera podido sostenerse con las armas, para
lo que no teníamos fuerzas realmente. Y 2.°, que
Godoy comprendía lo humillante de la situación y
andaba buscando la oportunidad de salir de ella, y,
lo que es más meritorio, preparando las cosas con
el refuerzo y reorganización del ejército, para cuan-
do la ocasión se presentase. Sin embargo, espolea-
dos por la ambición y actividad portentosa de Bo-
naparte, los acontecimientos entonces marchaban
con una rapidez que hacía inútiles estas prevencio-
nes. Entró en Napoleón la idea de que España no le
auxiliaba en la proporción de sus recursos y de que
esta deficiencia dependía, no de mala voluntad de
los Reyes, sino de nuestro mal sistema administra-
tivo: dedujo de aquí que para sacar de la nació»
P Enraue Flúrti. aliada ó feudataria el partido á que se creía con de-
Sabio teólogo, ilustre bis-
toriador y docto arqueó-
logo, de Ifi Orden de San (l) Se llamó lalíri carne nte de las naranjas porque «n el
Agustín. Su obra mii cé- primer parte de Godoy se decía: cLas tropas (jae alacanm, al
lebie es la Espaho Sa- oii mi toz, me han regalado dos ranos de naranjal, que yo jne-
graJa (1701-177J). sentó á la Reina».
,, Google
HISTORIA DE ESPAÑA 423
recho tenia que empezar por regenerarla; es decir,
por imprimir á su gobierno un movimiento inteli-
gente y vigoroso, en armonía, según él, con los prin-
cipios del siglo, ó sea coa los de su régimen impe-
rial. De esta idea pas¿ el ya emperador, con la ce-
leridad propia de su cerebro, á la de que la preten-
dida regentración era imposible con un rey como
Carlos IV, y en general con la dinastía de Borbón.
Resolvió, pues, desde antes de 1806 sustituir esta
dinastía por la suya, creyendo, como suelen todos
los hombres, sean genios ó no, con sus proyectos,
que hacia con eso un inmenso beneficio á España
sacándola de la postración en que se hallaba; creyó
igualmente que semejante cambio dinástico sería
empresa facilísima para su poderlo; que el ejército
es[»itol habla de mirar como una gloria servir bajo Antonio Ramón Rlcmidos.
sus águilas victoriosas y á sus órdenes, y no á las famoso genera] que
del fantástico generalísimo en empresas bufas como
díó á Fiancii
:a la decapílicídii d(
la guerra de las naranjas; que las clases ilustradas lq¡s xVI,
hablan de seguirlecon en tusiasmo, y que al pueblo chas pUzas a ios ten
no le importaría un comino la transformación. Con- tas (1737-1794).
viene advertir que por esta época Napoleón tenia
muchísimos admiradores, y aun partidarios, en España: unos velan en él al
prodigioso genio de la guerra; otros, al restaurador de la religión católica
en Francia; otros, al sabio legislador que habla sabido unir los principios filo-
sóñco-juridicos de igualdad y libertad civil coa el orden público. Napoleón
se equivocó en sus cálculos, según acreditaron los sucesos posteriores; pero
retrayendo el juicio á los años en que él los hizo, es preciso convenir
en que quizás cualquiera se hubiera equivocado como él.
Y tanto más, cuanto que en España se habla levantado furiosa y terrible
oposición contra el Príncipe de la Paz. Godoy atribuye toda esta oposición á
una intriga urdida por el canónigo Escóiquíz, pre-
ceptor que había sido del Príncipe de Asturias, y
entonces su consejero áulico, de que resultó una
conjuración palatina sin otro ñn que derribarle á él
del Poder, y quizás destronar á Carlos IV para en-
tronizar á Fernando VII. Nada más opuesto á la
verdad. Las intrigas de Escóiquiz y la conspiración
en el cuarto del Príncipe de Asturias, que induda-
blemente existieron, fueron, sin emt^rgo, un sim-
ple episodio de la explosión de odio mezclado con
asco que suscitó en todo el reino, en grandes y
chicos, la privanza de Godoy: de antiguo viene á
nuestro pueblo la malquerencia contra los minis-
tros que ocupan largo tiempo el Poder; todavía
mayor á los que merecen nombre, no ya de minis-
tros. Bino de validos ó privados sin otro titulo que
el capricho del soberano, y para odiar y despre-
ciar á Godoy juntábanse circunstancias que ni de Antonio Rafael Mengi.
lejos hablan concurrido en Lerma, Uceda, ni Oli- Notable pintor edícuco,
vares. Todo el mundo creía en lo ignominioso para 1°^ tuvo gran celebridad
los Reyes de su privanza; todo el mundo veía lo ^ *""conUn*Qadores' °* '
monstruosamente exagerado de los honores y pre- (1728-1779).
D,g,t7cdb/GOOgIC
434 HISTORIA DE ESPAÑA
erainendas que se le hablan concedido; á todo el mundo le pareda un desaca-
to insufrible á la Corona su matrimonio con una hija del infante D. Luis, y
además, se le suponía bigamo, por creérsele casado con Pepita T%dé. Que con
otros tltolos Godoy hubiera podido ser un ministro mediano, pase (i); pero con
los que tenia era imposible que rigiera en paz á una nación como la nuestra.
Godoy fué de los muchos enemigos ocultos de Napoleón que en 1806
esperaron del ejército prusiano la derrota del amo aborrecido: á eso respon-
dió la imprudentísima proclama del 6 de Octubre llamando á los españoles
á las armas con motivo de' una guerra inminente
que no declaraba cuál era. La batalla de Jena des-
truyó esas ilusiones, y para desagraviar al vencedor
se recurrió á la ridicula explicación de que la guerra
inminente era con Marruecos, y á toda suerte de ba-
jezas y humillaciones. Napoleón no hizo más que for-
tificarse en su propósito de acabar con los Borboncs
de España. A poco se declararon las reyertas entre
los miembros de esta familia, y el principe Don Fer-
nando acudió á Napoleón pidiéndole la mano de al-
guna de sus parientes; María Luisa y Godoy urdie-
ron el proceso de Ll Escorial, en que se hizo repre-
sentar al pobre Carlos IV un papel á lo Felipe II
yendo á detener á su hijo con imponente aparato y
secuestrándole sus papeles. A todo esto, y con el
RcTcrend» P. Manín pretexto de invadir á Portugal, había hecho entrar
Emdl.. SK'Crlo...- Bor.p.rle a la Península el cuerpo de ejército de
toT de luiai obrai de his- Junot el Cual al llegar á Lisboa proclamo que la
tona de nuestra ikerítura Casa de Bragatua habla ceiado de reinar; y al sa-
(1695-1772}. ber el proceso de El Escorial hizo entrar al cuer-
po de Dupont (de 23 á 24.000 hombres), seguido
de cerca por el de Moncey (30.000 hombres), y á la vez la división Duhesme
por Cataluña (12.000 hombres). Entonces comprendió el Príncipe de la Paz
que habla llegado el desenlace del largo drama que él había querido diferir
con bajezas y expedientes políticos, y aconsejó á los Reyes que huyeran al
Mediodía para organizar allí la resistencia, ó, si esto no era posible, embar-
carse para América como los Braganzas. A Napoleón le pareció de perlas el
proyecto, pues así se desembarazaba de la corte sin acudir á violencias siem-
pre odiosas; pero el 19 de Marzo de 1808 estalló el motín de Aranfues, que
obligó á Carlos IV á abdicar en su hijo Fernando VII y puso en prisiones á
Godoy. Se ha dicho, y es verdad, que el mot/n de Aranjuee no fué popular,
sino obra de unos pocos conjurados; pero no es menos cierto que éstos res-
pondieron á una causa popuiarima, y lo prueba el hecho del odio á Godoy y del
desprecio á María Luisa y á Carlos IV (al último mezclado con algo de lástima),
que sintieron unánimes aquella generación y las siguientes. Las primeras vo-
(1) Escritor tan erudilo como el Sr. Péru de Guzmdn, qae hs es (adiado macha eita
época, llega á suponer que Godoy era un profundo poliüco, y que fué desgracia para Eapaña
DO dejarse gobernar por él. Fsto no ex mis que naa lunentable ofuscación. Véase la preciosa
NStlBria de Carlos JV, por el general Ortmez de Arleche, y lobre lodo la (¡talada AnttreJtntei
felilicoiy diplomálieos dt loi sucems de iSoS, por el Marqués de Lema. — Tomo I. — Medríd, 1909.
,,CoogIc
HlSTOBIA GrXfICA de la ClVILIZAaÓK ESPAÜOLA
HWTORIA DEL TIUJE. - Trajei popolafM dtl «lelo XVUI.
n,g,t7cdb/G00gIc
HISTORIA DE ESPAÑA
Gaspar Melchor de Jove-
Llanos.
Abogado, diimainrgo, poe-
ta lírico y miniítro de Gia-
cia j Jutucia. Fué ettadista
eminente. Sus obra* pria-
cipales ion: Líy agraria.
Tratado de educación, etc.
(1744-1811).
Horacio Nelson.
Gran almirante inglís,
vencedor en Trafal^ar,
vida (1748-1805).
ees en favor del ministro caído no se oyeron basta
muchísimo tiempo después, ya para mediar el si'
glo XIX, inspirada, por una parte, en el espectáculo
de su larga y triste ancianidad en París, y por otra,
en haber reparado algunos liberales que entre las
medidas de su Gobierno las había que podiao ser
consideradas como preludios de la desamortización
eclesiástica. Para encontrar algún panegirista del
poco airoso triunvirato formado por los Reyes y el
favorito hay que venir á principios del siglo xx; esto
es, cuando, ya desvanecida toda la actualidad, aun la
del recuerdo vivo de los personajes y de los sucesos,
el tema ha quedado para mero solaz de eruditos, más
ávidos á veces de lo que puede parecer algo nuevo
que de lo que siempre es verdadero,
121. — Las ideas, ciencias y letras. — La influen-
cia francesa es la predominante, casi la exclusiva,
como en política. Felipe V creó la Biblioteca Real
(1711), la Academia Española (1713) y la de la His-
toria (1738). Fernando VI, la de San Fernando. Es-
tas Corporaciones de tipo francés tenían por objeto
la protección de las Letras y de las Artes, y como
dé sus modelos franceses escribió sarcásticamente
Vo I taire, se componían de prelados, grandes de Es-
paña, generales, etc., y para que hubiese de todo,
también de algunos literatos y artistas. Reformáron-
se las Universidades, tendiendo á que la enseñanza
fuese menos metafísica ó escolástica y más positiva:
á la del Derecho se le dio una base histórico- nacio-
nal; á la de la Medicina, un fundamento experimen-
tal de ciencias naturales y de anatomía práctica,
creándose á este efecto los Colegios de Medicina de
Cádiz, Barcelona y Madrid. Carlos III estableció el
Museo de Historia Natural y el Jardín Botánico; la
Botánica se desarrolló extraordinariamente, lle^ndo
á contar en España insignes cultivadores; protegié-
ronse ó se hicieron por cuenta del Estado explora-
ciones cientiñcas, ya en el interior de la Península
para el conocimiento de la flora, ya en el continente
americano, como la de Mutis, ya de largos viajes ma<
rítimos, como el dirigido por Malespina, ya el singu-
(ExplicaciÓH de ¡a íámi
<c;
Vidrio* e^taflolM. - 1. Cálii de cr
policromado. Siglo xvi. — 2. Copa catalat
ülo xvji. — 3, Vaso Kiabado üc La Oranja.
floreados dorados, de Cadarso de los Vidí
esmalte. Fábrica de El Recuenco. Siglo Wlir. — b. Crisí
etmalte blanco y azul. —7, Vaso de cristal, cuajado co
B. Candileja. Recuenco. Slgio^VIIt al XIN. — 9. Planclia. Vidiio catalán. Principios del siglo 7.
devldiio de la Mancloa, con oniamentacidn de esmalte blanco y cosa. Fines del siglo xvm al
dcio citalin. Color caramelo, piglo XVí. Colección del Conde de Valencia de Don )uan -
catalana. Siglo \vi. Tiene ocnainentaclán de floreado y verde, amarillo y un bulto blancoa
>r aiul. Si-
vidrio con
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Historia GrXfica db la Civilización EsfaSola
Vidrio* eipKDole*.
,,CoogIc
Historia GRj(ncA db la Civiliz ación E^paSola
,, Google
HISTORIA DE ESPAÑA
42g
ei^'
lar por Marruecos \ Oriente, por el catalán D. Domingo Badla, en tiempo de
Carlos IV, que recorrió tos países musulmanes haciéndose pasar por un prin-
cipe abbasida. Para fomentar ta riqueza nacional y la instiuccián popular fun-
dáronse las Sociedades Económicas de Amigos del País y se multiplicaron las
escuelas de primeras letras. En el reinado de Garios IV unos oñcíaies suizos
intentaron implantar el sistema pe-
d^ógíco de Pestalozri; introdújose O \, O ¡^
además la enseñanza de Veterinaria
y la de los sordo-mudos. Q"^'^^ '
La tendencia de este movimien-
to era apartar los entendimientos de
las especulaciones teológicas y meta-
físicas que sus directores, más ó me-
nos influidos por la filosofía sensua-
lista y por la enciclopedia, tenían por
inútiles, y enderezarlos á los estudios
prácticos ó que contribuyen al bien-
estar de la vida terrena. Asi, concep-
tuábase preferible el estudio del fran-
cés y demás idiomas modernos al del
latín y otras lenguas clásicas; la ob-
servación y la experiencia reputá-
banse como el único método acepta-
ble para un estudio provechoso; en su
virtud, proscribiéronse las disputa:
escolásticas, y se prohibieron como i
nefandos y funestos los nombres de '
tomistas, escotiitas, suaristas, etc., que
se daban antes los estudiantes de
las distintas escuelas, y cultiváronse
ciencias nuevas, como la Economía
política, encaminada á conocer las causas y los obstáculos que se oponen al
fomento de la riqueza material. Con el cultivo de la Economía concurrían el
del Derecho canónico y el de la Historia. £1 primero era el palenque de
disputas entre hispanistas y ttlír amóntanos. Sostenían los kisfanistas que en la
época romana, visigoda y comienzos de la Edad Media, la Iglesia en España,
aunque reconocía la preeminencia del papa como sucesor de San Pedro, gober-
nábase independientemente por sus obispos bajo la protección y dirección efec-
tiva del rey, y que esta constitución eclesiástica, la verdaderamente apostólica,
se habla alterado en virtud de las falsas Decretales que dieronal papa un domi-
nio absoluto, con detrimento de la autoridad evangélica de los obispos y de
las regalías de la Corona. No sólo los ministros y consejeros, sino muchos obis-
pos y miembros del clero secular y regular, participaban de estas opiniones.
Susadversarios¿>fW(y«ifw?M^iiMDf ó defensores del primado de jurisdicción que
corresponde al Romano Pontífice en toda la Iglesia, calificábanlos de jansetiis-
las, mote impropio, porque el hispanismo y c\ jansenismo son cosas diferentes.
(ExfUeaíUn di U lámina Cl.)
Ma«Headcltl(loXVUI.-'l. Sniidi manoi, dccoridi con pintura
piar qne m guarda en el Muko ArqueolÚgico Nacional. — 1. Cornucopia d'
fábrica de Alcora. ~ 3. Meu de maderas finia con aplicaciones en bronce y ;
ucee 1 la riqdfsina colección que, los Condes de Valencia de Don Juan licncr
qneológlco Nadonal, lo Rilimo que la fuente de Alcora que esti detrajo y la ce
I. Admirable ejem-
ia «milladi, de la
esmaltadas. Perte-
D,g,t7cdb/GOOgIC
430
HISTORIA DE ESPAÑA
n Meléndez Valdís.
1'rincipal poeu de la
escaela salmantina; ba-
cólico y etiStico
(1754-1817)-
Uníanse las ideas iisfoMÚías, al menos ea mu-
chos de sus adeptos, al ecoMomistmo, contrarío á la
amortización civil y eclesiástica y, por tanto, á la
posesión por la Iglesia t institutos religiosos de
bienes inmuebles, que conceptuaba inconveniente
para el desarrollo de la agricultura; al criticismo Üi-
íóricot que rechazaba por apócrifas antiguas tradicio-
nes piadosas, como la venida de Santiago á España,
la aparición de la VirgeD del Pilar en Zaragoza, la
de Santiago en )a batalla de Clavijo, etc.; al amii-
moMo^uisma, que consideraba excesivo y funesto el
estado religioso en general para la Iglesia y para el
país, y en ziganos ai /iJoso/ismo enciclopedista más ó
menos atenuado. Así fueron dividiéndose los espa-
' ñoles, especialmente los de alguna ilustración, en
Juan MeléndM Valdís. ^j^g grandes grupos: uno aferrado á las ideas y sen-
rncipa po e a t i mié nt OS tradicionales, y Otro partidario de las deno-
minadas ideas nuevas, que eran las enciclopedistas.
La Historia dejó de ser un arte, para convertir-
se en una ciencia erudita y critica. Sus más ¡lustres
cultivadores fueron: D- Juan de Perreras (1652-1715), autor de la Sinopsis
histórica cronológica de España (1700}; el P. Martín Sarmiento (1695-1772),
varón eruditísimo, que lo fué de las ^íMtorr'fUc/f la historia de la poesía y délos
poetas espaioles y de otros muchos trabajos; el P. Enrique Flórez (1702-1773),
de la España Sagrada (37 tomos), que continuaron los PP, Risco y Canal, de
la Clave historial. Medallas romanas y Memorias dt las Reinas Católicas;
el P.Andrés Marcos Burrie! {1719- 17O2), que aventajaba al P. Flórez en saber
jurídico, y el P. Juan Francisco Masdeu (1744-1817), que escribió la Historia
critica de España (20 tomos publicados, más otros que han quedado inéditos).
Con el mismo sentido que estos historiadores fustigó el P. Benito Jeró-
nimo Feijóo (1676-17G4) ios errores del vulgo en su
Teatro critico (de 1726 ¿1741) y en sus Cartas erudi-
tas (ái 1742 á 1760). Con más espíritu de partido
(regalista y desamortizador) escribieron el Conde de
Campomanes (i753-l8oz), Jovellanos {1744-1811),
Martínez Marina y otros.
La literatura ñlosóñca francesa era manjar pre-
dilecto de los ilustrados. En 172 1 aparecieron en
Francia las Cartas pérsicas, de Montesquieu; en 1723,
la Henriada, de Voltaire, considerada por los clasi-
cistas de allende y aquende el Pirineo como un pro-
digio de arte; en 1730, el Bruto; en 1731, la Historia
de Carlos XI! y el Templo del gusto; en 1732, Zaira,
y en 1734, las Cartas filosóficas; este mismo año
vieron la luz las Consideraciones sobre la grandeta j> .
decadencia de Roma, y en los dos siguientes. La muer-
te efe Cí'sar jr Alcira, de Voltaire; en 1742, el Ma-
koinet; en 1748, el Espíritu de las leyes, de Montes-
quieu; en 1749, las Cartas de Diderot; en 1750, el
Discurso sóbrelas Ciencias, de Rousseau; en 1751, £/
Siglo de Luis XIV, de Voltaire, y empezó á publicar-
se la Enciclopedia; en 1754, el Tratado de las sensa-
ciones, de Condillac; en 1755, el Discurso de Rous-'
Federico de Gravina.
Contrmlmirante, jefe de
la escuadra, que, en ooión
de 1k francesa, librú con-
tra la annada britinica la
memorablebataUadeTta-
Talgar, eo la cual fot mor-
talmente berído
(i756-i8oj>.
,, Google
Leandro Fetnindei
de MoiatiD.
Cél«bre literato y poeta
o madrileño, autor
de S/ ¡I de lai niñas y
-e/fa/í (1760-1828).
HISTORIA DE ESPAÑA 431
seau soére la desigttaldad de condicioMes, y al año si-
guiente, el Ensajfo, de Voltaire, soire las costítmires
ji el espíritu de las nacioHes; en 175; y ^&, El Espíritu,
de Helvecio, y El padre de familias y El hijo natural,
de Diderot; en 1760, el Tancredo, de Voltaire, y La
nueva Eloísa, i^S.oai%Ga.\i,zn iy()2. El contrato social,
y el Emilio; en 1763, la Historia de Pedro el Grande,
de Voltaire, y Los Salones, de Diderot; en 1774, el
Diccionario filosófico, etc., etc.
Toda esta literatura fué penetrando en España
cautelosamente en alas de la afición literaria al cla-
sicismo y del buen tono que imponía la última moda
de París, lo mismo en los casacones y en las pelucas
que en los libros y en las comedias. Según la frase
de la época, no era persona de pro la que no hubiera
escupido en París; es decir, pasado una temporada
en la capital de Francia, y ios que venían de allá
con ese espaldarazo del buen tono echábanselas á
la vez de ilustrados y de calaveras, contaban sotio
voce en las tertulias las picardías que se hacian allí,
y explicaban las últimas ideas puestas en circulación
por losfilóso/os. Asi se formó en toda España, y espe-
cialmente en Madrid, un partido favorable á la Enciclopedia, muy corto en
número relativamente á la masa total de la población, pero formidable por la
calidad de las personas que lo componían. Habla en él varios grados de ini-
ciación: unos que sabían muy bien adonde iba á parar todo aquello y lo que
debía entenderse bajo las palabras superstición y fanatismo, siendo racionalis-
tas b librepensadores resueltos, aunque lo disimulasen un poco por miedo á
las supersticiones, tan arraigadas en España, y otros que no iban tan lejos,
pero se movían más ó menos conscientemente en ta misma dirección. Para
disimular mejor la irreligiosidad era uso afectar una piedad ilustrada y tan
respetuosa con las cosas divinas, que no permitía al piadoso acercarse mucho
á ellas. Para explicar la admiración por Voltaire y
otros autores de su laya se decía que se los admiraba
per elegantiam sermonem, por ser ellos la flor y nata
de lo clásico; y, finalmente, para poder ir abriendo
camino al triunfo de las nuevas ideas se alardeaba de
un celo á la vez patriótico y realista por las regalías
de la Corona, y de este modo poco después de mediar
el siglo las palabras incredulidad, filosofismo, regalis-
mo, jansenismo y clasicismo casi hablan llegado á ser
sinónimos en el uso corriente. Todo ello difundíase
por los círculos aristocráticos y literarios, y hasta por
algunos centros eclesiásticos seculares y regulares,
como una sutil atmósfera, cada vez más extendida y
más densa, que en ningún punto tomaba consistencia
ó cuerpo, pero que en todas partes iba haciendo sen-
tir su influencia. Es preciso tener muy en cuenta tal
estado social para comprender bien la literatura de la
segunda mitad del siglo xviii.
Contra los filésojos ó novadores, que eran los nom-
bres más comunes que se daban á los partidarios de
las nuevas ideas, se predicó ya bastante, y aun se
Cosme Damiia de Giu-
Pamoso general de la ar-
mada, qne pereció heroi-
camente en el combate
naval de Trafalgar
(1761-1805).
D,g,t7cdb/GOOgIC
Historia GrAfica db la Civit.UAadN EspaSola
HlSTOfllA DEL TRAJE. - Tnilcs mlHUrc* del •l|1o XIX.
D,g,t7cdb/GOOgIC
HISTORIA DE ESPAÑA 433
estrribió en esta seguada mitad del siglo. Pero sucedía un fenómeno singular:
como el partido de los filósofos tenia mucha maoo coa el Gobierno, y hasta con
la Inquisición, y se escudaban en la defensa de las regalías de la Corona, los
aHíifilóso/os solían verse negros para rebatirlos; asf aconteció, por ejemplo, á
Fray Fernando de Ceballos Mier (1732-1802), que no pudo concluir de pu-
blicar su obra La falsa filosofía, crimen de Estado, y tuvo que irse á Portu-
gal para que le imprimieran el tomo séptimo.
La oratoria sagrada tuvo á líltimos de la centuria décimaoctava un re-
presentante apostólico en el misionero capuchino Fray Diego de Cádiz, na-
cido en esta ciudad el 30 de Marzo de 1743, fallecido en Ronda el 24 de
Marzo de 1800, y que, como Juan de Avila, mereció el dictado de «apóstol
de Andalucía». Predicaba en las plazas públicas ante concursos inmensos.
Los sermones suyos que se conservan impresos no parecen justiñcar el
extraordinario efecto producido en sus auditorios; peio que el efecto se pro-
ducía es indudable : atestíguaulo contemporáneos de todos los temperamen-
tos y caracteres, y aun algunos poco propensos al fervor religioso, v. gr., don
José Joaquín de Mora, testigo ocular y volteriano, á pesar de lo cual dice:
Yo vi aquel fervoroso capuchino,
Timbre de Cádiz, que con voz sonora,
Al blufemo, al ladi6n y al asesino
Kulmínitba sentencia aterradora.
Vi en sus miradas res pU ador divino
Con que angustiaba el alma pecadora,
Y diez mil compungidos penitentes
Estallaron en ligrimas araieoles.
' L.« vi clamar perdAn al trono augusto,
Gritando humilde: «;No lo merecemos»!.
V temblaban caol leve flor de aibuslo
Ladrones, asesinos y blasfemos.
Y no reinaba mas que horror y susto
De la anchurosa plaza en los extremos,
V en la escena que fué de impuro goio;
Sólo se oía un trémulo sollozo.
A esto vienen á reducirse las manifestaciones de la literatura religiosa
en este perioijo, ó muy poco hay que añadirle: las poesías de la sevillana Sor
Gregoria de Santa Teresa (murió en 1735) y las de Sor Francisca Josefa de
la Concepción, de Nueva Granada, fallecida en 1 742.
Contribuían á la difusión de las nuevas ideas las tertulias y los salones.
De las primeras hubo algunas famosas: la de la condesa de Lemos (de 1 749
á 1751), caliticada por sus poco modestos concurrentes de academia del buen
Xftsto; la íü la Fonda de San Seiastidn, que era un verdadero circulo literario
fundado por Moratln, padre, y que tenía por reglamento este rótulo: aguí
w) se ha de Hablar mas gite de teatro, de toros, de amor y de versos; la de la
condesa del Montijo, en la liltima época de Carlos III y primera de Carlos IV,
foco del partido tildado de jansenista; y la de Quintana, á la conclusión del
período, en que bajo apariencias literarias, ó alternando, mejor dicho, con la
literatura, se hacia propaganda revolucionaria. -De los segundos hubo ya
muchos en el siglo xvm. No se les permitía tratar de política palpitante;
(Explicadén de la Idmina CU.)
HISTORIA DEL TR^E. - TnOcs nllltftrcs del alulo XIX. - 1. Granaderos de Ñipóles (178").
2. Intantería 1ii[eia, Bai-battro (1B0I). — 3. Infantería lierra, Oerona (I80t). — 4. Infantería ligera. Ealre-
madura (1901). — 5w Infantería de linea, Jaén (ISOI). - b. Inianlerli de linea. Fernando Vil 0801). — T. In-
fintcrfa de linea. Patria (ISOI). -g Infantería de línea, Santa Fe (1301). — 9. Infantería de linea, Muer-
ie(IBOI). — 10. InfanterU de linea. Viciaría (1801).
"'■"'■■"""""« "'■"" ..„„.,Goo.^
434 HISTORIA DE ESPAÑA
pero con sus ideas filosóficas, históricas y literarias marcaban suRcientemen-
te su orientación ideal y práctica.
Hubo en el siglo xvui algunos tratadistas de mérito: el general Marqués
de Marcenado lo fué insigne por sus Reflexiones militares; el P. Esteban Ar-
teaga, notable por sus InvtsHgaciones filoséficaa io-
bre la belleea ideal; D. Ignacio Lujan (170Z-1754),
por su Poética fi737j, en que expuso algo reformada
la doctrina de Botleau, y fué el código del neocla-
sicismo español. Algo de reacción clásica era nece-
saria en nuestras letras, porque al subir al trono
Felipe V el culteranismo y el conceptismo juntos
en uno dominaban nuestro Parnaso, y también la
prosai y el teatro espafíol, 6 de Lope de Vega y
, Calderón, aunque todavía produjo dos autores de
mérito — D. Antonio Zamora (vivió hasta después
de 1730) y D. José Cañizares (1676-1750), — de-
cayó con Ayerlíe, Zavala y Comella, inventores de
los más ridiculos esperpentos. Sin embargo, al pú-
blico no literario le gustaban más sus obras que
las clásicas de Mootiano y Lujan (1697-1775), de
D. Nicolás Fernández de Moratfn (1737-1780), de
Cadalso (1741-1782), de Cienfuegos (1764-1809) y
de D. Leandro Fernández de Moratin, que nació
en 1760. Quizás si se hubiese seguido una direc-
ción ecléctica se hubiera conseguido atraer á los
Manuel de Godoy. Duque espectadores, como lo alcanzó García de la Huer-
de Alcudia, Príncipe déla ta (1734-1787) con su tragedia Raqnel (1778). Lo
Pai (1767-1850). qyg gustaban mucho eran las piezas cómicas, las
comedias de ñgurón de Cailizares — S dómine Lu-
cas, La mds ilustre Jregona, etc., — loa entremeses de D. Francisco de Castro,
representados de 1700 á 1742, y sobre todo los saínetes de D. Ramón de la
(Exflicaewn <ü la ¡amina CJfJ.j
CerimlcadCloaalglMXVIIIrXIX.-I. Jiirún suntuario, de Ion, estilo itiliano, de la flbríca
de AlFora. La decoración es amirlIU y umA claro sobre fondo blanco. Mide unos 50 centlaietroi de alto.
Siglo w'iii. Museo Arqueológico Nacional. - 2. Fuente de la ilbrlca de Triina. Loia. tondo blanco con
nares y nmeado azul. Siglo XVIII. Muieo Arqueológico Nacional. — 3. Jarrdn blasonado de Taltven.
La decoración es azul, y en el escudo llene ademis verde y amarillo. Alto, «O centímetros. Siglo x\'iil. Museu
Arqueológico Nacional. - 4. i'ila de agua bendita en forma de cornucopia. En el medallón central se ve
nna composición míslica representando i la Divina Pastora rodeada de ángeles y debajo dos santas, coya
significación nos es desconocida. Es uno de los ejemplares de loa. mis bellos y delicados que han salidp
de la fábrica de Alcora en el siglo XVIII, y perlenetc ala colección del Conde de Valencia de Don Joan.-
5. Cafetera de porcelana, imitando mírmol jaspeado. Es de la fibrica de laMoncloay pertenece al siglo M\.
Museo Arqueológico Nacional. — b. Copa ó maceta de loza de Triana, con policromía azul y tniaiilla. Si-
glo XVIII. 40 cenlintetros de alio. — T. Plato de Talavera. genialmente decorado con poUcromli aml y ama-
rillo. Siglo XVIII. Colección del Conde de Valencia de Don Juan. — S. Porcelanadel Retira, imitación de Se-
vres. Policromía verde, amarillo, rojo y oro sobre fondo blanco. Siglo XVIil. Colección del Conde de Valencia
de Don Juan. — 9. Fuente de loza de la flbrica de Sargadelos (l3aUela). La ornamentación de esta laza, de
color azul snbre fondo blanco, esti obtenida por medio de reportes de estampación litogrllica, sistema que
determinó un nuevo aspecto y campo ilimíladn en la decoración de la cerámica. En la aureola 6 disco qoe
rodea el escudo de España, que se ve en el centro, hay un letreroqueaqui no puede leerse por su reducido
tamaño, que dice:. Ls Empresa de Osrgadclos á su augusta reina DoHa Isabel Ih. Motivó esta dedicatoria
una visita hecbi i la fábrica por dicha Reina con motivo de su viaje á Oalicia. - 10. Florero de porcelana,
de estilo italiano. Fábrica del Retiro. Decoración policroma y oro sobre fondo blanca. Colección del
Omde de Valencia de Don Juan.
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Historia Gk;(fica db la Civilización Española
Ccrinka de Im •Isla* XVIII y XIX.
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43^ HISTOKIA DE ESPAÑA
Cruz (1731-1795), que pusieron de moda los trajes, dicho> </ costumbres de
la gente del pueblo bajo madrileño {majos y manólos), y d- gaditano Gonzá-
lez del Castillo (1763-1800).
Una sola novela notable produjo el siglo xviii: el Frají Gerundio de Com-
pasas, sátira contra los malos predicadores que venían aplicando á la orato-
ria sagrada el culteranismo y el conceptismo más exagerados desde los tiem-
pos de Felipe IV, en que se hizo famoso por esa senda extraviada Fray Hor-
tensio de Paravicino. Autor de Fray Gerundio fué el P. Isla (1703-1781).
En géneros próximos á la novela descollaron: D. Diego Torres de Villarroel,
profesor de Salamanca y feliz imitador de
Quevedo, los fabulistas Iriarte y Sarna-
niego, Cadalso {Cartas marruecas), etc-
La poesía tiene como representan-
tes en este período: Alvarez de Tole-
do (1662-1744); el general Lobo (murió
en 1730); el grupo denominado Segunda
escuela salmantina, en que ñguran Fray
Diego González ( 1 7 30-1 794); Cadalso; Jo-
vellanos; Meléndez Valdés (1754-1817),
poeta dulce y melódico, aunque pala-
brero; Iglesias (1750-179?); Alvarez
Cíenfuegos, y por derivación Quintana,
aunque en él toma la inspiración un
tono más robusto y solemne; el grupo
llamado Segunda escttela sevillana, en
que se colocaáKeinoso,Blauco(\Vithe),
Lista, etc.; finalmente, Moratln, hijo,
que si no era inspirado, si orrecio y
elegante; Vargas Ponce, am de la sa-
lada Proclama de un salterdu; Gerardo
de Hervás {Jorge Pitillas), cuya sátira
Contra los malos escritores (1741) puede
Napoleón I (1769-18!!). considerarse como un apéndice á la roí-
tica de Lujan.
Bellas Artes. — Arquitectura. — En los principios del período domina el
churriguerismo: Churriguera hi^o la fachada de San Cayetano, de Madrid; su
colaborador Ribera, la torre de la iglesia de Monserrat, y las portadas del
Hospicio y del cuartel del Conde-Duque, todo en Madrid; Tomé, el Transpa-
rente de la Catedral de Toledo; Casas Novoa, la fachada de la Catedral de
Santiago.
Contra el churriguerismo indígena actúan el rococó (verdadero churrigue-
rismo francés), de que tenemos una curiosa muestra en la iglesia del Semi-
nario de Teruel, y el seudo-clasicismo italiano, representado por Juvera y
Saqueti, traídos por Felipe V para la construcción de los palacios reales, y
que acreditaron su estilo con los de Madrid, La Granja, Kiofrío y Aranjuez;
asi le vemos empleado en la Catedral de Cádiz; en la iglesia de San Justo, de
Madrid, dirigida por el italiano Benovia, y, ya mucho más clásico, en el Mo-
nasterio de las Salesas Reales, obra del francés Carlier. D. Ventura Rodrí-
guez (1717-1785) consuma la restauración del estilo clásico con la iglesia de
San Marcos (Madrid, 1753) y otras muchas construcciones, como la fachada
de la Encarnación, palacio del Duque de Liria y Fuentes del Prado, en Ma-
drid; Capilla de la Virgen del Pilar, en Zaragoza; fachada de la Catedral de
Pamplona, etc. Su rival fué el italiano Francisco Sabatini, autor del Ministe-
,, Google
HISTORIA DE ESPAÑA
PrancUca de Gojni
y Lacienle».
Pintor genial qae hs hecho ma-
tavillai en todos los gínerot y
llena sa tiempo con la grandeza
' su figura (1746-1838).
rio de Hacienda )| de la Puerta de Alcalá, y su
sucesor en el fay-c del público, D. Juan de Villa-
nueva, que llena t:1 reinado de Carlos IV, y es el
más genial de todos los arquitectos clasicistas,
como acreditan ej Museo del Prado y el Obser-
vatorio Astronómico.
EscHÜura. — Felipe V, que compró la colec-
ción de estatuas reunida por Cristina de Sue-
cía — uno de los más ricos elementos del Museo
del Prado, — trajo muchos escultores franceses é
italianos para que poblaran de fuentes y figuras
de mármol los jardines de La Granja y Aran-
juez. Pero fuera del círculo de la corte continuó
su carrera la escultura nacional con Luisa Rol-
dan {La Roldana), que vivió hasta 1 704, su primo
Marcelino, Luis Salvador Carmona, José de Mesa,
Francisco Salcillo, el gran
escultor murciano, hijo
de italiano, que floreció
de I ^0^ á 1 748; ai reinado
de Fernando VI pertene-
cen su escultor de cámara D. Felipe de Castro y don
Francisco Vergara; al de Carlos III, D. Pascual de
Mena y D. Francisco Gutiérrez; y en el de Carlos IV
empezó á brillar D.José Alvarez, el primero de nues-
tros escultores neo-clásicos.
Pintura. — La gloriosa escuela del siglo xvii
dejó al siglo xviii un representante estimable: don
Acisclo Antonio Palomino y Velasco, que vivió has-
ta 1725. y que no sólo pintó, sino que publicó su
Museo Pictórico (1714-1724) y escribió sus Vidas de
pintores. Palomino dejó dísdpulos y continuadores
11 manera española: D. Jerónimo Antonio de £z-
qucrra y don Manuel de la Cruz (i750-i;92). Otros
maestros, como ü. Benito
Rodríguez Blanes, imita-
ron á Cano, y varios á Mu-
rillo. Durante su perma-
nencia en Sevilla {1730-31) Felipe V conoció las
obras del incomparable artista andaluz y compró
veinte cuadros suyos para el Palacio de lia Granja.
La palma, empero, se la llevaron en el reinado
del fundador de la dinastfa borbónica los pintores
franceses Renato Antonio de Ilouasse, su hijo Mi-
guel Ángel y Juan Ranc (1674-1735), todos pintores
de cámara, Fernando VI trajo de Italia al veneciano
Giacomo Amiconi y al napolitano Corrado Giacuin-
to. Carlos III á su vez, á los dos más grandes artistas
de su época; Bautista Ticpolo, el último insigne
maestro de la escuela veneciana, que vino á Madrid
cuando ya tenía setenta años, y aquí murió (27
Marzo 1770), y Antonio Rafael Mengs (1728-1779),
el pintor filósofo y ecléctico que imitaba perfccta-
Ventun Rodi^aei.
Restaurador de la Arqui-
(tctara clásica española,
caracterizada por la senci-
llezyeleganciade su eicilo
(1717-1785)-
Juan de Villanuera.
Notable y genial arquitecto
( 1739- «Siol.
,, Google
43^ HISTORIA DE BSPAÜA
mente todos los estilos, y ejerció una verdadera dictadura en las Bellas Ar-
tes; discípulos suyos españoles, aunque inferiorísimos á él, fueron D. Fran-
cisco Bayeu y Subias (i 734-1 ^95) y D. Mariano Salvador Maella (1739-1819).
Contemporáneo de estos pintores adocenados, D. Francisco Ooya y Lu-
cientes es uno de los colosos del arte pictórico, sólo comparable ea su línea á
los mayores maestros del siglo xvii. Nació en Fuente de Todos el 30 de Marzo
de 1 746. Vino á Madrid hacia 1 765 , y en el mismo año fué á Roma, donde per-
maneeió hasta 1769. Entró en Palacio para pintar los cartones de los tapices
de El Escorial, y fué primer pintor de cámara de Carlos IV, José Bonaparte y
Fernando Vil. Murió en Burdeos el 16 de Abril de 1828. De su vida se han
hecho innumerables leyendas, suponiéndole ateo, revolucionario, radicalfsi-
mo, que retrató á Carlos IV y María Luisa con el preconcebido intento de
ponerlos en ridículo, etc. Nada es cierto. Lo certísimo es que Goya es el padre
de la pintura moderna, el iniciador de sus más artísticos procedimientos, con
influencia decisiva, no sólo en España, sino en Francia y en todas partes.
Por lo pronto, y mientras vivió, si bien disfrutó de la más extendida é
intensa popularidad y desde los grandes hasta la plebe todos le querían, mi-
maban y admiraban, artísticamente estuvo solo. Sus inmediatos predecesores
y sus contemporáneos eran discípulos deMengs; los jóvenes de su época,
como D. José Madrazo, Ribera, etc., no le seguían, sino tenían por modelo al
pintor francés David. Pero á medida que fué pasando el tiempo los secuaces
de Mengs perdieron todo crédito, y lo mismo sucedió á los secuaces de Da-
vid, no acertando hoy á explicarse nadie cómo pudieron tener tanto á últimos
del siglo xviii y principios del xix; en cambio, Goya crece sin cesar.
La familia de Carlos IV, por Goya.
I, Google
XVIII
EL aRO )808 en ESPARa Y EN AMÉRICA i»
132. Un secucitco indigno y
IM. Ls gaerra en este aña,
Santa Ke ó Nueva Granada j de Míjico.
levantamiento nacional. -
122. — Proclamado rey Fernando VII en virtud de la abdicación de su
padre en Araojuez (19 Marzo), con entusiasta júbilo de la nación entera, que
odiaba á Godoy y Maria Luisa y compadecía despectivamente á Carlos IV,
nombró su Ministerio, compuesto del general O'Farril (Guerra), Azanza (Ha-
cienda), Piñuela (Grada y Justicia), Gil y Lemos (Marina) y Ceballos (Esta-
do), los dos últimos ministros á la sazón, y Ceballos pariente de Godoy, pero
uno de sus más encarnizados enemigos; levantó el destierro á los persegui-
dos por el Gobierno anterior (Floridablanca, Jovellanos y Cabarrús), dispuso el
procesamiento de Godoy, y entró en Madrid triunfalmente (24 Abril), siendo
aquel triunfo el más brillante quizás que presenció Madrid en el siglo xix (2).
Un día antes (23) había entrado Murat con el ejército francés. Si los pla-
nes de Napoleón se hubiesen reducido á unir intimamente á España con su
sistema imperial, habría podido realizarlos fácilmente dejando á Fernando Vil
en el trono, y casándole si acaso, para mayor garantía, con alguna princesa
de su familia; pero él quería que fuese rey de España uno de sus hermanos,
y en esto se equivocó. Para dejar vacante el codiciado trono tuvo que ape-
lar á una estratagema que Maquiavelo hubiera rechazado por escandalosa:
la de llamar á Francia con engaños á nuestra familia real, y allí secuestrarla
(i) Lb bibliozrafía de la gaerra de la Independe
:s copioilsima. Ibdnez Marín hizo
.VnfiíilíÓH, pablicada por orden de 5. M. Madrid,; iSlS. (Se atribuye á Gabanes, y no salió más
■|iie el tomo I.) Hisloria del ¡tviinlamicHlo, guírra y rivaludón de España, por efconde de To-
reoo (l^- segunda edición es de 184SI. Guerra de la IndepenJtiicia, por el geoerai Gñmez de Ar-
lecbe, 14 volúmenes (publicada de 186S á IQOJ). La primera relación francesa es la de Rocca, el
segundo marido de Mad.de Stael: Mímoirtí sur la guem des /ran(aii en Espabile, Paris, 1814.
?>iguen multitud de Memorias y reíalos monográñcos; citaremos como historias genérale*
/.' Espagni íl .Vnfií/leoH. de Grandmaison (1908), y ¿ei guerreí d'Etpagne soiis Kapolion, de
K. Guian (190Z). De inelesaE, la más antigua es la de Napier {trece volúmenes). 1817, ylamás
moderna, la de Charles Ornan {Oxford, igoz). aún no concluida.
(a) Sobre esta entrada de Fernando Vil véase Híreí de <iu2tnán, El Det di Maye, Ma-
drid, tgoS.
,,CoogIc
440 HISTORIA »E ESPAÑA
obligándola á abdicar. Napoleón careda de sentido moral: era, como ha di-
cho Taine, un condottieri italiano de portentosa fottuna; pero su inmenso ta-
lento, asi en lo político como en lo militar, es indiscutible. En este caso- no
sólo cometió una falta gravísima, sino una torpeza insigne, hiriendo el sen-
tido moral de todos los pueblos, lo que prueba que su inteligencia estaba
perturbada por el abuso del poder.
De la tenebrosa intriga fueron instrumentos principales Talteyrand (l),
Savary, jefe de policía, y su cuñado Murat, que mandaba el ejército franca
de España (2). Savary y Murat echaran á volar la voz de que Napoleón venfa
á España, y para que fuese creída la especie se apeló á recursos tan cómicos
como hacer preparar alojamiento al Emperador en Madrid y enseñar á los per-
sonajes de la corte un sombrero y unas botas del César; después dijeron que
debía salir el Rey á recibirle; nuestro Gobierno, harto escamado, pero teme-
roso de la potencia francesa, tomó la resolución intermedia de hacer salir al
infante D. Carlos (5 Abril) {3); por último, se acordó que partiera el Rey,
aunque sólo hasta Burgos, ó á lo sumo á Vitoria, donde, según Savary, se
celebraría la entrevista con ti grande y poderoso aliado; salió Fernando Vil
(10 Abril) con el ministro de Estado (4), los duques del Infantado y de San
Carlos, los marqueses de Múzquiz, Ayerbe, Guadalcázar y Feria, el conde
Villariazo, Escoiquiz y D. Pedro G. Labrador (5), personas todas de su ínti-
ma parcialidad, dejando nombrada una yunta suprema de gobierno constituida
por los ministros que aquí quedaron, bajo la presidencia del infante D. An-
tonio, hermano menor de Carlos IV, y que tuvo siempre reputación de ton-
to, ó, quizás mejor, de algo simplón ó sandio. Cuéntase que, presidieado un
día la Junta, y mientras deliberaban sus vocales sobre la manera de resolver
aquellas gravísimas dificultades, no hacia más que decir, llevándose ambas
manos á la cabeza: «¡La que se va á armar! ¡Laque se va á armar!* Y la
verdad es que se armó, y gorda.
El 12 llegó el Rey á Burgos, y, por supuesto, que no estaba Napoleón;
pero le dijeron que fuese hasta Vitoria, donde llegó el 14. Allí todos los de
la comitiva y el pueblo entero vieron claro el engaño; pero jqué hacer ya?
(Cómo huir estando circundados por 40 000 franceses? Hubo un consejo en
que los más opinaron por la fuga; pero Escoiquiz exclamó: 'Es negocio con-
cluido: se nos han dado toda clase de seguridades». Aquí viene á pelo una
bonita catilinaria contra Escoiquiz por su falta de perspicacia: hubiéramos
querido ver en aquel trance á los muchos que han escrito esa catilinaria. El
Rey cruzó la frontera el 20. y el mismo dfa le dijo cínicamente Savary que
Napoleón tenia decidido quitar el trono de España á los Borbones.
(1) Véase Grandmaiion, TuUeyramí el les affaires Je r Esfiagne ea iSoS (RrVHt des Ques-
lioni Hitíeriquís. 190O. Pág. 511.)
(I) Mural lietitenanl rf? V Empereur en Eipn^ne, par It Coitile Murat. P«rfs, 1877.
1^1 Sobre la misión del [nfante, i. quien acompañaron el duque de Hijtr j los diplomá-
ticos 1>. Pedro de Macannz y D. Pascual Vallej'), véase D. femando Antón del Olmer: £1
Cuir/^a Pif-lcmáliea Ei/'añolea la guerra de la ímlependencia. Libro n, I,
(4) U. Pedro de Ceballos.noble de la Montaña, nació el I. ° de Agosto de 1759; abogado,
muy entusiasla de Grocio, según Villaurrulia, entró en la carrera diplomática como secretario
de la Embajada en Lisboa (l7C)t); su casamiento con una prima de Godoy le encumbró, y fué
ministro en iHoo. Era hombre de aspecto solemne, que hablaba poco, torpe de piernas; segñn
tas referencias mis modernas, una nulidad; pero no para su avio.
(5) n. PednD Gúmei de Labrador nació en Valencia de Alcántara (1764), estudió en Sa-
lamanca, entró en la carrera diplomática (1792) por la protección de Godoy; pero perdió la
gracia del favorito, y se te mandó de oidor á Sevilla; volvió á su carrera, y lué ministro ple-
nipotenciario en Florencia, después en Roma, en el Congreso de Amiens, y estaba en Aranjuez
cuando el motín, acompañando á la reina de Etruria. Parece haber sido hombre lisio y de ca-
,, Google
HISTORIA DE ESPAÑA
441
£1 50 estaba también en Bayona el triste é
ignomÍDioso triunvirato formado por Carlos IV,
Marfa Luisa y Godoy (i), y el gran conudiante ita-
liano hizo representar á todos estos augustos per-
sonajes la más ridicula y vergonzosa comedia:
Fernando Vil, el mejor de tos cuatro, pero que
carecía de valor personal, 6 que no tuvo nunca
vocación de mártir, se amilanó, y no sin motivo,
porque se vela en manos del que babia hecho Tusi-
iar at duque de Engbien, faltando al Derecho de
gentes; Marfa Luisa no quería más que á su Ma-
nuel y vengarse de su hijo iQué mamál
El Manuel se portó como siempre, con perdón
del Sr. Pérez de Guzmán, empeñado en su impo-
sible rehabilitación, y el pobre Carlos IV apenas
si se daba cuenta de lo que ocurría: era un ídolo
por el que hablaban María Luisa y Manuel. Re-
sultado: que todos fueron plegándose á los de-
seos del poderoso secuestrador, y el 10 de Mayo
se ñrmó un convenio por el cual renunciaron á
la corona en Napoleón. Carlos IV y su mujer
con Manuel y la reina de Etruria fueron manda-
dos por lo pronto á Compiegne; y Fernando VII
con el infante D. Carlos á Valengay (2).
Antes de llegar á este desenlace, Murat, en Madrid, hizo marchar á Ba-
yona á la reina de Etruria y al infante D. Antonio (2 de Mayo), lo que deter-
minó la sublevación del pueblo madrileño al grito de ¡nos lo llevan! proferido
por una mujer en la plaza de Palacio. Los escritores franceses han tratado
siempre de quitar importancia al movimiento popular, que tiene tanta para
nosotros. Thiers ni siquiera nombra á Daolz y Ve-
larde (}); entre los nuestros hay también divergen-
cias de opinión sobre muchas de las circunstancias
del suceso, sobre si fué ó no preparado y sobre la
participación mayor ó menor de sus principales ac-
tores. La posteridad silo parece recordar á Daoíz,
Velarde y el teniente Ruiz; pero fueron muchos más
los oñciales de todas las armas que, 6 concurrieron
á la heroica defensa del parque, ó se batieron suel-
tos por las calles al frente de grupos de paisanos. Y,
como es natural, del paisanaje no intervino toda la
población de Madrid, ni aun su mayoría, sino algu-
nos valientes que no fueron todos manólos ó chispe-
Canónigo, preceptor y favorito
de Femando VIL Le siguió i
Francia, fui luego Consejero
de Ca*lill> y marifi en el des-
Óerro {1761-1810).
(l) Sobre la esiancta de la fnmilta real en el evlranjero
Tíanae: Mimorias dílmarques lü Ayírhi, ordenadas y publica-
das por D. Juan .lordin de Utnes. marqués del mismo titulo, /.a-
raeoza, 1S93; la iierie de arli'culos de Pérez de Gazmán sobre
a eautiverie 4i Fimando Vil y il «iititie dt Valtafay, publi-
cados en ¿a f/ffi-fl (iSgi), y Le rey Charlts IVh Maneilli. par
Paul GafTarel et le marqnii de Daranty. (Tomo I de las PublUa-
ciútus áct CengrcSB MiílórUo JiiUmacioaal dt Zaragoza. Zira-
goia, fi}09).
(I> Víase DucÉre: Nat/oUm h Bayonm d'afris li¡ conltm-
ftraiHt ti dit dóímnents inidiltí. Bayona, 1S97.
(3I Hiiteria dtt Consulado y oel Imperio.
Joaquín Murat.
Mariscal de Francia, espo-
so de Carolina Bonapar-
te, hermana de NapoleAn.
Fu« rey de Ndpotes de iSoS
i 1814. j fusilironle cuan-
do ¡mentaba recon quijar
su reino (1771-1815!.
,, Google
44^ HISTORIA DE ESPAÑA
ros, sino de todas las clases. En su obra monumental trae Pérez de Guzmán
la lelación íntegra de las victimas. La represión de Murat fué bárbara; Goya
la ba inmortalizado lúgubremente en su terrible cuadro Los fusilamUntos, y
parece que en aquellos días los franceses, lejos de querer atenuar el horror
de las ejecuciones, creyeron de buena política exagerarlo un poco, figurán-
dose que asi intimidarían á la nación. Se equivocaron de medio á medio (i).
El sentimiento moral, herido en lo más vivo por la falacia del secuestro
de la familia real, y el orgullo nacional, excitado por la bárbara represión,
sublevaron á toda España contra los franceses.
La noticia de lo sucedido en Madrid fué como reguero de pólvora que
iba produciendo el incendio: Oviedo, donde ya el 29 de Abril hablase albo-
rotado la población contra el cónsul francés, se pronunció el 9 de Mayo, y
el 24 organizó su Junta Suprema de Gobierno, que declaró la guerra á los fran-
ceses, levantó tropas y envió á Londres al conde de Matarrosa (después cé-
lebre conde de Toreno} y á D. Ángel de la Vega Infanzón para pedir el apo-
yo de Inglaterra. Corulla se levantó el 30, costando el levantamiento la vida
al capitán general Filangieri. Santander se pronunció el 26 de Mayo, ponién-
dose al frente de la Junta el obispo de la diócesis, Menéndez de Luarca.
León, Logroño, Valiadolid y Segovia, casi al mismo tiempo. Lo mismo Carta-
gena y Murcia. En Valencia se cometieron vituperabilísimos crímenes; tales
fueron la muerte del barón de Albalat y la degollina de los franceses pacífi-
cos avecindados en la ciudad, obra del dictador popular D. Baltasar Calvo,
hombre de mala sangre (2). Zaragoza aclamó por capitán general al joven don
José Rebolledo de Palafox y Melci (3). Cataluña se levantó en masa, siendo
Lérida el centro de la insurrección. Sevilla se pronunció el 2/, y el 28 se le-
vantó el pueblo en Cádiz, pidiendo al capitán general de Andalucía, D. Fran-
cisco Solano, marqués del Socorro, allí residente á la sazón, que fuese inme-
diatamente atacada la escuadra francesa del almirante Rossilly, surta en el
puerto: como Solano se resistiese, no por mal español, sino por considerar
dificilísima la empresa á que se arrojaba la nación, fué arrastrado, y llevá-
banle á la horca para colgarle cuando uno de los que iban cerca de él lo
mató (4).
Napoleón reconoció en Santa Elena que en esta ocasión los españoles
■ desdeñaron el interés para no ver más que la injuria, sublevándose sin te-
»ner fuerza, y portándose en masa como un hombre de honor>. En 1808 creía
fácil dominar esta indignaciónnacional: llamó á Bayona á su cuñado Murat y
á su hermano José, rey de Ñapóles, é hizo que José cediese á Murat la coro-
na napolitana, dándole en cambio la de España. «Ambos — escribió con gra-
(1) Va. bibliogmiTa del Dos ile Nfayo es copiosisima. Con motivo del áltimo c<
se ha «crecentado considerablemetite. Citemos por su carácter polémico: Aclaración kiitórUe.
E¡ Arma ,ic Infanltria tn el leíanlamienlo i/cl Des .le Mayo, por D. Fertiando de Antón del
Olmel, Madrid, 1908; y por sus curiosos datos, e) breve opúsculo de D. Higinio Ciria, archÍTe-
ro del Ayunlnmiento de Madrid; El Dos Je Maye.
i2) Fué ajusticiado «1 '^átWía por iraii/or á la fialria y maiidanle de aasinoi.
ij) Nació en /^nragoza el 2H de Óc tabre de 1775. Ingresó en la Guardia Real ^^.^t)^\\azo
la guerra con la república l'rancesa; ascendió á mariscal de caiiipo el 6 de Junio de iSoS, á COD-
14^ íteg^n D. Adolfo de Castro (ÍRHoria ái CáJii). el matador de Solano fué su ami^o
I). Carlos Pignatelli. para librarle de la ignominia del cadalso; Santiago Casanova, croaista de
la provincia de Cádiz (Diario <lt CtiMe. H) Mayo 190S), dice que Tué el marinero Florentino
Ibarr>, <t'ie a' ser ahorcado en In Habana el 19 Abril 1815 como autor de 17 asesinatoi, le
ncusó del de Solano. Circunstancia digna de refeiirse: al allanar el pueblo la casa de Colano
mandaba la guardia el luego íamosisimo general argentino San Martín, y iiiuella Iragedin le
impresionó tantn, que toda su vida repelía: «Todo debe hacerse por el pueblo; pero i condi-
lición de que la jnleligencin, apoyada por la Tuerca, lo refrene y discipline».
D,g,t7cdb/GOOgIC
HISTORIA DE ESFAÜA
445
cia Chateaubriand — se fueron cada uno por su lado tan satisfechos, como
>dos quintos á quien el cabo ha hecho cambiar de gorra de cuartel» (i).
123. — Muchos escritores liberales, v. g., Ferrer del Río (2), ó por odio
á Fernando Vil, ó por simpatía con las ideas francesas, 6 por afectación de
imparcialidad, han pintado ájosé Bonapartecon los más bellos colores: basta
se ha escrito que «emuló
en el trono las virtudes
de Marco Aurelio* (3).
1^ realidad histórica es
muy distinta.
yosepk premier et áer-
ttier, como le llamaba en
burla el general Thié-
bault (4), el Pepe Botelltu
de nuestra sátira popu-
lar, era un hombre de
buena presencia y rostro
correcto, semejante al de
su hermano, aunque, co-
mo observa Gtlbert Sten-
ger (5), hay tanta varie-
dad en sus retratos, que
no es fácil formarse una
idea exacta de su fisono-
mía: tenia hermosos ojot,
pero sin la expresión vi-
vaz de los de Napoleón;
y en los retratos que pa-
recen más auténticos «su
aspecto es triste, dejan-
do suponer todas las vul-
garidades de un alma
muy mezquina» (6). Há-
dame de Rémusat (7) le
pinta como un consuma-
do hipócrita. Afectó siem-
pre una gran dulzura de
carácter y mucha mode-
ración en el pensar y en
el sentir, lo que debió de
ser en parte efecto de su
temperamento muelle y amigo de comodidades — su madre Leticia le ala-
baba por no haber sido travieso de niiio ni calavera de joven, — y en parte
la pose que adoptó él para distinguirse del Emperador. Nació José el 7 de
Enero de 1768: llevaba, pues, á Napoleón diez y ocho meses y unos dias, y
cuando vino á España estaba para cumplir los cuarenta años, .'\nte3 de la
Retrato de Napoleón.
Como curiosidad histórica publicamos el re
Napoleón [ revestida del manto
y con todos los insignias imperiales
bJí Vin
"A-
(I) ConmtB.. ,,.
(I) Kn El Laberinta, revista ilaitrada [xP Septiembre 1844^.
(3) Adolfo de Castro, Historia dt Cái/st.
(4) Manñret (7.= edición. Parla, 1896*, tomo [V.
(si La Sotiílí Franíaite peiutaní It Camulat. — París, tgos.
|6) Stenger.
(^ MtmeiTts, tomo I, pág. 130.
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444 HISTOKIA DE ESPAÑA
elevación de su hermano, José no supo hacer más que dos cosas en la vida:
desempeñar un modesto empleo que le dieron por favor, y casarse — á fuerza
de muchas intrigas, según Barras — con la hija de un rico jabonero de Mar-
sella, que fué luego la reina yulia. Por cierto que el futuro Emperador quiso
á la otra hermana, es decir, la dote de la otra hermana; pero el tutor de las
niñas dijo: ¡No más corsos; óasta con uno!; y la chica tuvo que casarse con
Bernadotte, sin sospechar, como escribió Chateaubriand (i), que había de-
jado el trono de Francia y adquirido el de Suecia. En el haber de José debe
apuntarse que amparó á su madre y hermanas cuando no eran en Marsella
sino una señora y señoritas arruinadas, un poco ó un bastante cursis y. lo
que es peor, de no muy sólida reputación moral: casa de enirantes j> salientes,
como decían gráficamente nuestros antepasados (2). En cuanto llegó Napo-
león á la cumbre y se llevó á José á Italia como comisario de guerra, hacién-
dole después, y sucesivamente, diplomático, dipu-
tado en el Consejo de los Quinientos, consejero de
Estado, coronel y general, principe imperial y por
último rey de Ñapóles, José se creyó que lo debía
todo á su mérito, á su inteligencia privilegiada, y
aun que Napoleón, por envidia ó temor de que le
obscureciera su Uermano mayor, lo tenia postergado
ó en segundo término. Toda la correspondencia de
José trasparente este ridiculo sentimiento de su pro-
pio valer.
De aquí la oposición, do menos ridicula que el
sentir que la inspiraba, hecha siempre á su hermano.
Se rodeó de todos los que, como Mad. Stael, eran
enemigos de Napoleón, y en su hotel de la calle Ro-
cher, en su posesión de Montefontaine, y después en
el Palacio del faubourg Saint-Honoré, se murmuró
|osí Booaparte de lo lindo del primer Cónsul y del Emperador; y el
(Pefe Botella!) mismo José publicó una novelita, Moina (1799), que
(1768-1844). aplaudieron sus aduladores como obra maestra, y
que no era, según Mad. de Genhs (3), sino un folleto
contra el espíritu militar. José se tenía por hombre de talla suñciente para
dar consejos á su hermano en lo político y para dirigir por s[ mismo grandes
operaciones militares; su ambición era insaciable, y para satisfacerla intrigaba
constantemente. Llegó á figurarse que, como primogénito de la familia, tenía
derechos que su hermano menor desconocía. Todo esto le valió de vez en
cuando violentos apostrofes de Napoleón, ya por cartas, ya de silla á silla.
Un día, en el paroxismo de la cólera, exclamó el Emperador refiriéndose á
José: ¡Demasiado tiempo he tenido mis negocios en manos de imbicilesl.
Y si este calificativo puede parecer extremoso, es incuestionable que no
tuvo más alcances que los indispensables para no hacer desairado papel
en sociedad. En toda su correspondencia no se halla una idea relativamente
original ó propia; cuanto escribió ó se sabe que habló es eco pálido de los
lugares comunes de su tiempo, y su idea madre era siempre su personal en-
grandecimiento. Se figuraba que con estas vulgaridades encantaba y cautiva-
ba á todos. En Ñapóles estaba convencido de que le adoraba el pueblo; en
España, refiere Rocca que cuando llegaban á Madrid los prisioneros españo-
,,GoogIc
I ESPAÑA
les hechos por el ejército francés iba á verlos al Retiro, les echaba una aren-
ga,que los infelices seguramente no entenderían, porque apenas si chapurrea-
ba el castellano, y quedaba tan satisfecho de que los habla ganado para su
causaj mandaba que les dieran uniformes nuevos y loa armaran para ir for-
mando su real ejército español, que era su sueño dorado; los prisioneros, en
cuanto se velan libres, bien vestidos y armados, se vblvian, como es natural,
á su campo. «Nuestros soldados, dice Rocca, los reconocían en las filas ene-
migas por sus uniformes flamantes>. Marbot cuenta esta singular política de
atracción del rey José como una de las principales causas de los desastres
franceses en la Península (i).
De la moralidad de José da cumplido testimonio su hermano Luciano
cuando en aquella vergonzosa comedia que se llamó guerra de tas naranjas
animaba á Godoy á enriquecerse los dos sacando un buen corretaje de la
paz, como lo había sacado José de la de Campo-Formio (2).
No acertó la maledicencia patriótica al poner á José el famoso mote, con
signiñcación tan repetida en las coplas de la época:
— Pepe Botellas,
bajn bI ilespacho.
— No puedo ahora,
que esloy borracho.
Pero sí era un gourmeí que no podía pasarse sin su cocinero. Meo, 'jefe de
cocina* en Ñapóles, intendente de la ioca en Espatla, á quien había que ver pa-
sando revista á la comida, vestido con su casaca á la francesa y su chorrera
de encaje y su espadín al cinto, que alguna vez desenvainaba, no para aten-
tar á su vida, imitando á Vatel, sino para catar algún manjar que no le pa-
recía á punto (3). La musa popular española, que tanto acusó á José de bo-
rracho, le hizo gracia, en cambio, de uno de sus mayores defectos: el de muje-
riego. No hacía caso de su Julia, á la qie tenía relegada en París ó en Monte-
fontaine — ó quizás ella, que era una buena y piadosa mujer, no quería estar
con un marido tan liviano y sultanesco como él, — aunque la escribía fre-
(I) Míiuoirtí du geniral barón di Marbot. XXXVI edición, lomo II, píg. 48a. Segura-
mente es exageraila la citra que da de eiioi puados: 150.000; pero esto no arguye nada conlra
ta exactitud del hecho ni contra la vanidosa tontería de José crenndo eficaz esa política en UD
pais levantado en armas contra ti, y estando tan embravecidas las pasiones.
(3) Véanse: Pttez de Gazmin, f» ¡as frontiras de Portugal.^ El prinafie di ¡a Fas y
Luciano Benabarlt (serie de artículos en La Epoía). Marqués de Lema: Anltíidtntes políticos y
lüplomá&ces di les ¡ucesot de tSoS. Madrid, igi I. Tomo [ (único publicado).
(3) Villaumilia, Relatioius inlre España é litglaUrra duranlc la guerra de la Indspenden-
cia. Madrid, 19IJ. Tomo II, pág. 176.
(Expüetuiba Je ¡a lámina ¡iguienli.)
'Día 2 de Maro de ISOS. Provocas !«• tráncete* la Ira del pueblo.— SeAatada este dia
pan la c)(CDiHón del horriblf atentado que la atroz polllica de Bonaporte habla encargada ai sanguinario
Mural, dispone ésie que i las diei de la maflina salga para Francia la reina de Etruria, divulgando que los
franceses se llevaban al infante Don Francisco. Alarmado el pueblo, corre lamnltuaríamente al Palacio
Real, donde cortando los tirantes del coche, se nlueru por oponerse á su salida. Los soldados, prevenidos
■1 intento, hacen fuego sobre la inmensa muchedumbre, que, irritada á vista de tanU iniquidad, acomete
furiosa 1 los viles satíKtcs del tirano, y dllundiéndase en un momento el ardiente deseo de una jusla vén-
ganla, se convierte todo Madrid <n un sangrienta campo de batalla.-
lEíla lámina y su epígrafe, ail como tat sttbslgultnla y los suyos relativos á la guerra dt la
ladtpenáencla, e*tdn tomadoa de una coltcclón de estampas áe la época, cayos más lateresantetejem-
piares reproáatlmos como docamtnlos curiólos, tonto en la parle gráfica como ea el texto explicativa).
yCOOglC
,, Google
HISTORIA DE ESPAÑA 447
cueotemente cartas ceremoniosas llamándola mi querida amiga, y en que le
hablaba casi siempre de negocios políticos, y tanto en Náfrales como en Ma-
drid estuvo siempre embarraganado, no con una, sino con muchas mujeres á
la vez. V para contentar á sus mancebas no tuvo nunca reparo en dilapidar
el Tesoro, y aun la sangre de sus defensores; no teniendo á veces en España,
como dice al Emperador en sus cartas con suma frecuencia, ni para pagar á
sus empleados, hizo dar á la condesa de Jaruco dos millones de reales del fon-
do de indemnizaciones, y otros dos para celebrar las bodas de sus hijas, amén
de ricas joyas á cada una de éstas. Girardin cuenta la escandalosísima historia
desús relaciones con la marquesa de Montehermoso; al marido— <un hombre
alto y fornido que presumía de original y hablaba pestes de la Inquisición y
de los frailes» — le hizo gentilhombre, grande de España, caballero, comen-
dador y gran banda de la Orden, etc.; y á ella la colmó de dinero: < habiendo
adquirido en jOO.OOo francos la casa en que vivía, preguntó á Girardin si le
parecía el precio exagerado, á lo que contestó el caballerizo que no los valla
la casa,, ni auB coa la marquesa dentro; respuesta que le costó ser enviado á
Francia» (i). Tbiebault refiere á su vez que en ocasiones habla de subordinar
la marcha de las columnas francesas á la necesidad de dar escolta á las maft-
trtsses du roi.
Quiso Napoleón que su hermano reinase en España con una Constitución
escríia, porque <los franceses de entonces atribuían una suerte de valor má-
gico á las Constituciones escritas» (z). El 25 de Mayo invitó el Emperador á
los españoles á que nombrasen delegados para la Asamblea de Bayona: re-
presentantes de las ciudades con voto en Cortes, dos arzobispos, seis obispos,
seis generales de Ordenes, ifi canónigos, 20 curas párrocos, 10 grandes, 10
ululados y 10 caballeros sin titulo, cuatro consejeros, dos marinos, dos mili-
tares, tres catedráticos de Universidad, 14 comerciantes y seis americanos;
<n total, 150 diputados. D. Antonio Valdés, el marqués de Astorga, los dipu
tados catalanes, el obispo de Gerona y otros muchas se negaron á concurrir;
el obispo de Orense, D. Pedro de Quevedo y Quinteno, dirigió al Emperador
una enérgica exposición censurando sus actos. El 1 5 de Junio no se habían
reunido en Bayona más que 65 diputados, y la mayoría cazados á lazo por
Murat, que de una vez mandó 54 casi como prisioneros de guerra. Se reunió
la Asamblea en el palacio del obispo, bajo la presidencia de D. José Miguel
de Azanza (3). Fué presentado el proyecto de Constitución, obra de un mon-
sieur Esménard, francés domiciliado lat^o tiempo en España, que lo remitió
á Napoleón en Septiembre de 1807; el Emperador lo tuvo en cartera hasta
este tiempo, que lo revisaron Azanza y Urquijo, y en diez sesiones fué
aprobado.
La Constitución de Bayona (O Julio 1S08) tiene 146 artículos distribui-
dos en 13 títulos. Sus principales disposiciones son: «La religión católica,
apostólica, romana, en España y en todas las posesiones españolas, será la
religión del rey y de la nación, y no se permitirá ninguna otra (art. 1.°); la mo-
narquía es hereditaria, con exclusión perpetua de las hembras (2.°); el rey es
mayor de edad á los diez y ocho años (8."); nueve ministerios: Justicia, Nego-
(l) VUlailrmlia, lug. cil.
(l) La Cenilimtiffti dt Bayenne, par G, Desdeviies du Dezent, Doyen de la. KacuU£ des
Lellrea de l'Univenlté de Clermont Perrand. (Public ncionei del Cong. Hisl. ínter, de Zarago-
za. Tomo II.) Es ana brere, pero excelente monografía.
(3) NacíA en 1756. Militar en siis mocedades, pasó lauo á la carrera civil, t'uf virrey de
Milico (de 1796 á 1799] y ministro de Hacienda de Fernando Vil «n iSoS. Se pasó á Napoleón,
coDTencido de qne no habla posibilidad de resistirle. Era hombre de talento, liberal á la ingle-
sa, y «irTtó siempre djoií.el cual le lilaló duijue de Santa Fe.
,, Google
44^ HISTORIA DE ESPAt^A
cios eclesiásticos, Negocios extranjeros, Interior, Hacienda, Guerra, Marina,
Indias y Policía general {27); un Senado compuesto de los iofantes mayores
de diez y ocho años y 24 senadores vitalicios nombrados por el rey entre los
de primera categoría; un Consejo de Estado dividido en seis secciones; Cor-
tes de estamentos: clero, nobleza y pueblo; igualdad de derechos con las co-
lonias de América y Asia; un solo Código civil y criminal; el orden judicial,
independiente en sus funciones y distribuido tn Jueces coMÜiadores, que for-
man el irihunal de pacificación, juzgados de primera instancia, audiencias ó
tribunales de apelación, un tribunal de reposición para todo el reino y una
El epigralc de esta lámina eslá redactado en italiino en el grabada original, perteneciente á una co-
lecciiin de tieínU y (res láminas compuestas por el dibujante F. Pomares y grabadas por B. Pineli, en que
está comprendida toda La historia de la guerra de Napoleón en España y Portugal, desde el secuestro de
Bayona ha^ta la vuelta i Espafla de Femando Vil en 1314, mas la ocupacldn de Roma por loi franceses y la
eicomuniún de Napoleón poicl Papa PioVIl, terminando con una alegoría titulada •La Fedee laReligionc
soilenute dal Santo Padre edagUSpagnuolí-, Dicho epígrafe, traducido literalmente, dice asi: 'EntrufAde
loa enemigo* ea M«drld. - Madrid asaltado ell de Diciembre de 1B08 por 61.000 soldados escogidos
mandadas por el Emperador en persona, no contaba sino con 1000 hombres; pero tslos, secundadas por el
valor de sus conciudadanos armadas, hombres y muleres, resistieron durante dos dfas seguidos con tal de-
nuedo, que rechazaran varias veces al enemigo con gravisii
alta Corte real; inviolabilidad del domicilio; abolición del tormento; abolición
de los mayorazgos; libertad de imprenta dos años después de regir la Cons-
titución), etc. KI art. 124 dice: 'Habrá una alianza ofensiva y defensiva per-
• petuamentc, tanto por tierra como por mar, entre Francia y España. Un
• tratado especial determinará el contingente con que haya de contribuir cada
• una de las dos Potencias en caso de guerra por tierra ó por mar» (1).
124. — Á fines de 180? Napoleón disponía de la enorme cifra de muy
cerca de un millón de soldados. Tenía en nuestra Península á mediados
nacho — rfííí lacartú.—
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HISTORIA DE ESPAÑA 449
de iSoS: en Portugal, el ejército mandado por el general Junot, compuesto
de tres divbiones de Infanterfa (Laborde, Loisoo y Travot) y una de Caba-
lierfa (KelIermanD), en junto: 26.500 hombres con 3.200 caballos (i). £1 ejér-
cito de Dupont, acantonado en la ribera derecha del Tajo; tres divisiones de
Infanterfa (Barbou, Vedel, Frére), una de Caballería (Frésia), fuerza de
19.597 hombres con 4.069 caballos, según estado del 20 de Mayo que pu-
blica Clerc (2); pero en Junio ascendía á 24.500 hombres (3). El ejército de
Moncey (al Este de Madrid), con tas cuatro divisiones (Musnier, Gobert,
Morlot y Grouchy), la 4." de Caballería, y un total de 29.300 hombres y
3.800 caballos. El ejército de Bessiers, en Castilla la Vieja, que constaba de
dos divisiones de Infantería {Merle y Verdier), la de Caballería de Lasalle y
las guarniciones de Pamplona y San Sebastián, haciendo todo 19.000 hom-
bres y 1.300 caballos. El ejército de Duhesme, encargado de guarnecer, á Ca-
taluña, compuesto de las divisiones de Infantería (Chabran y Lechi) y las bri-
gadas de Caballería (Bessiers y Schwartz (4), en junto 12,700 hombres y 2,000
caballos. De Guardia imperial había, á las órdenes de Dorsenne, 6.400 hom-
bres y 3-300 caballos. En i.° de Junio el estado general de fuerza del ejército
francés daba 116.979 hombres y 16,895 caballos; de 1." de Junio á 15 de
Agosto entraron 44.374 de los primeros y 4.685 de los segundos. Puede fijar-
se, pues, el efectivo en 160.000 hombres y 21,000 caballos.
AI lado de estas cifras, las del ejército español son ridiculas. En i," de
Enero de 1808 era nuestro efectivo uominal de 87.201 infantes y 16.623 jilo-
tes, de los cuales sólo 10.960 tenían caballo. Las Milicias provinciales ó reser-
vas daban 32.418 hombres; pero de estas fuerzas hay que descontar 14.905
hombres y 3.088 caballos (5), de lo más florido, que estaban con el Marqués
de la Romana en Dinamarca, y la guarnición de Ceuta, y tener en cuenta
que, dueños los franceses de los principales puntos estratégicos y dominando
con su presencia á las guarniciones más numerosas, v. gr, Madrid y Barce-
lona, sólo por medio de la deserción individual ó en pequeños grupos po-
dían concentrarse los Cuerpos en las comarcas libres para emprender serías
operaciones; y que aunque así sucedió, porque el patriotismo arrastró á la
casi totalidad de oñciales y soldados á buscar la manera de servir á la na-
ción— algunos faltaron á su deber, — llegaban los Cuerpos muy desorgani-
zados y disminuidos á los parajes donde podían ser útiles. Menos mal que
teníamos dos núcleos de tropas relativamente numerosos y adiestrados á
maniobrar en masa: la división del Campo de Gibraltar (8 ó 10.000 hombres),
mandada por el general Castaños (6), y ta división que se había enviado á
Portugal para operar con Junot.
Es error arraigada el de suponer que el ejército español de 1808 era
muy malo en su instrucción, organización y armamento, y, por tanto, inferio-
rísimo al francés (y). Insuficiente es lo que era. Y hubo sin duda elementos
proporcionados por el ardiente patriotismo de la nación para remediar esa
(i) Seeún el estado (isJutio iSoS) que trae Thlebaull, jele de EsUdo Mayor de este
ejfrcilo. en la KelaUen de la rauífiagne de Fartu^l.
(2) Capilulaiiim áe Baylta. Causts el eonsiquencet, por el Lieulenant Colonei Clerc.
París, 1903, plp. S9.
(,t) Arteche, ffítioria, lomo I, Apéndice ó."
Í4) La dÍTiti6n Lechi y la brigada Schwartz eran italianas.
(O Segtin el estado del Conde de Cleonaid, modificado por Arteche.
(6) Don Franciscn Javier Castaños nació en Madrid, zz Abril 1758. Capitán á los diez
aBos. Coronel en 179». Teniente general en l8»l. En la guerra de I793'9S fui dos veces herido.
(7) No ha7 esDBCto dentro de las proporciones de este libro para fandamentar esta afir-
maciAn. El insigne IbiBez Marín, poco antes de su gloriosa muerte, preparaba un trabajo so-
bre la materia.
Salcedo, Historia de EspaRa
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450 HISTORIA DE E5PAÜA
insufíctencia, por lo menos en cuanto al número; pero no se aprovecharon
quizás por no surgir un genio militar con bastante autoridad para organizar
aquella masa que se lanzó resueltamente á matar franceses — algo semejante
á lo que en la Francia revolucionaria fué Carnot, — 6 quizás, y es lo más se-
guro, porque el carácter de revolución popular y fragmentaria ó regional que
tomó el alzamiento, impidió que surgi:?ra ese genio ó, en su defecto, un hom-
bre de juicio capaz de organizar aquel caos. Las Juntas, dirigidas por patrio-
tas entusiastas, pero generalmente ayunos del arte militar, sólo atendieron á
levantar mucha gente, lanzándola contra los enemigos sin ninguna prepara-
ción técnica; improvisaron oficiales, dando los empleos superiores á los más
audaces y bullangueros. Lajuntade Asturias, por ejemplo, nombró nada me-
nos que dos capitanes generales: de aquí la defectuosísima composición de
nuestros ejércitos en la guerra de la Independencia, donde al lado de algu-
nos Cuerpos antiguos — muy pocos — que se batían admirablemente había
otros medianos y otros malísimos, y además, una masa informe que no mere-
cía nombre de Cuerpos, sino de patulea que gritaba desaforadamente, insul-
tando á los fianceses cuando los veía de lejos, y que á las primeras descar-
gas ó al simple amago de un ataque de Caballería huía, atropellando en su
fuga á los Cuerpos regularmente organizados de nuestro ejército. La suerte
que cuando se velan fuera del peligro inminente, se paraban, y, recobrándose
del susto, bailábanse dispuestos á nuevas corridas.
Asi los franceses dispersaban fácilmente nuestras huestes en campo
abierto; porque un ejército español de 20. ó 30.000 hombres se reducía efec-
tivamente para el combate á 2 Ó 3.000, que eran los únicos que oponían re-
sistencia verdadera; pero no podían nunca acabar con nuestros núcleos.
■Nuestros soldados — escribió Marbot — comparaban á los españoles con las
>bandás de gorriones que caen sobre un campo y huyen al menor ruido, para
• caer otra vez sobre el mismo sitio en cuanto el ruido ha cesado. . . Tuvieron
»un mérito inmenso: el de que á pesar de haber sido batidos tantas veces,
»no se acobardaron nunca. Huían, pero para reunirse otra vez y volver i los
■ pocos días con renovada confianza en sí mismos; confianza siempre chas-
>qneada y que nunca pudo ser destruida» (i).
(I) Mimoirís, tomo 11, pág. 485.
Alpinos datos hiografieos di tos fínoiiajts !ayi-j relratís figuran entapá^na si¡^uiettie.
Ittroe* de la Iddcpeadeneia. - 1. Andrés Torrcjdn, ilcalde de Musióles, célebre poc su ilo-
cucl¿n ll vecindario, Iratindo de traidor 1 Napoleún y deelacindole la guerra. N. en IT36, ignorindose
la lecha de su muerte. ~ 2. Mariano Álvarez de Castro, ilustre y enérgico general que ae inmortalizó en li
defensa de Gerona contra los Iranceses (1T19- 1810). — 3. francisco Javier Castiflos, lunoso general,
vencedor de los ejírcitos napoleónicas en Bailín, hecho por el cnai » le otorgó el ducado correspondien-
te (1758-1852). - - 1. Luis Daoii, capitán de ArtHlcri», jevlllano, que, en unión de Velarde, ae inmortiliiíi
en Madrid el 2 de Mayo de I39S, muriendo heroicamente (ITóT-1808|. - 5. Juan Martin Díaz, tt Empttl-
nado, celebérrimo guerrillero de Castrillo de Duero que obtuvo después el grado de marital de campo,
(general de dl>isiAn)<1TTi-18!51. — 6. José de Palaloi, general aragonés que estuvo al frente de las faenas
nacionales en los famosos sitios de Zaragoza (L3D8-Q) (1776-1847). - 7. Pedro Velarde, capitln de Artilletii.
llusire patrióla que se inmortalizó con Daoii el 2 de Mayo de 1808 haciendo armas contra los franceses.
Era secretario de la JunU Superior Económica del arma de Artilleiía'(1779-'ieeS).- S. Jacinto '.4t>ii.
heroico compañero de Daofz y Velarde; defendió el Parque, del cual se habia apoderado por sorpresa, hasta
caer gravemente herido. Dicese que el médico pudo haberle curado y no la hizo para evitar qae le Iniila-
ran los irinceset. Cuando pudo refugiarse en Extremadura ya fué para morir (177?-18a9). ~ 9. Francisco
I^spoz y Mina, general español que fué llamado el 'Napoleón de las guerrillas- durante la guerra de la
Independencia < 1781-1936).
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I. Andrés Torrcján, 2. Mariano Aivuu de Cutro. 3. Francisco Javier C»Uno«
5. José de PaUfai
7. Pedro Velarde. 8. Jadnlo RuLz.
HéroM da la ladeTendencla.
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452 HISTORIA DE ESPAÑA
El gran error de Napoleón fué creer que porque tenía superioridad de
medios militares podía conquistar á España; y el gran error ó, mejor dicho,
la ignorancia de nuestros abuelos fu¿ creer que porque tenían patriotismo y
estaban resueltos á no dejarse avasallar, podían prescindir de las lecciones
del arte militar. La guerra de la Independencia en conjunto es el choque de
estas dos tremendas equivocaciones. Triunfamos, pero necesitando del apoyo
del ejército inglés; y salimos de la lucha destrozados moral y materialmente.
• FaBMMMpcdlcida •rctaia» di lai Oibacbm. - EldiaSdcJuLio il aminccnel centin
estaba k 1i putrtx dd Teatro dd Burn Rcliro dio purte de que se advenía dentro de aquella casa u
espantoso. Este avilo produio un alarma en Iodos los (rancesfs. El valeroso general que mandil la
ciún inmediatamenle ordenó que se locase la generala y que atacasen aquella (ortileu dos mil lu
de inlanterfa j caballería, con dos cañones, .abrieron las puertas, con electo, y salieron una nuil
ratas, que se babian apoderado de los toneles de i-allet:
época ptrlineclente ú una copiosísima str
citrón contra Napoleón) .
con reputación de pueblo amante de su independencia é inconquistable, pero
sin crédito militar, á pesar de que en detalle escribimos hermosas páginas
militares dignas de los tiempos áureos de las guerras de Flandes.
Las proporciones de este libro no consienten sino un resumen sumarf-
simo de los principales acontecimientos de la guerra.
Operaciones en Junio. — El general Verdier se apoderó de L(^roño
(día 2) (i), Lasalle de Torqucmada (el Ti), y junto con Merle (8.000 infantes,
1.000 jinetes y 12 cañones), arrolló en Cabezón á D. Gregorio de la Cuesta,
que con un exiguo grupo de tropas y 4 ó 5.000 paisanos intentó defender el
puente (el 10), entrando en seguida en Valladolid. Frére dominó á Segovia,
defendida por los cadetes de Artillería (el 7), y Merle, á Santander (el 27).
Lefebvre, saliendo de Pamplona, después de vencer en Tudela, Mallén, Ga-
Uur y Alagón, se presentó delante de Zaragoza (el 14), defendida por unos
(ll Con motivo de cite libero combate. Napoleón inaugurí su invariable sistema ile
mentir en los bolelines. Se^ún el tjue üió, Verdier sólo habla tenida tres 6 caalnt soMadoi he-
ridos, inientras que murieron de 300 á 400 espaüoles delendíeitdo á Logroilo. Ln verdad es
<)ae murieron 17 espafloles, más tres prisioneros que fosilaron los franceses después del cho-
que. Asi en lodos los encuentros. Véase ArWche, tomo II. Cap. I.
D,g,t7cdb/GOOgIC
HISTORIA DE ESPAÑA 453
i.ooo soldados y menos de 6.000 voluntarios. El 1 5 libróse la acción de las
Eras, ó sea el tumultuoso combate empeñado por Lefcbvre para tomar
la ciudad de rebato; tuvieron los franceses 700 muertos y perdieron seis ca-
ñones y una bandera: nuestras bajas, unas 300, la mayor parte heridos. Se for-
malizó el sitio, acudiendo más defensores. Palafox hizo una salida que dio
lugar á la acción de Epüa (el 23). Ataque i Monte Torrero (el 28).
En Cataluña, Duhesme mandó desde Barcelona (el 4) á Schwartz con
3.800 hombres para que fuese hasta Zaragoza en apoyo de Lefebvre; pero
fué detenido y batido por los somatenes en el Bruch (el 6), y á Chabran con
4.200 camino de Valencia para unirse con Moncey; pero la resistencia del
paisanaje del Panadas y la derrota de Schwartz obligaron á los dos generales
á reunirse para dominar el Brucb; segundo combate del Bruch (el 14), igual-
mente funesto á los franceses. Duhesme envió á Lechi (el 16) contra Mataró,
y el 20 fué él mismo á tomar á Gerona. La vigorosa resistencia le obligó á re-
tirarse á Barcelona,
donde quedó blo-
queado ó como si-
tiado.
£1 dia 4 salió de
Madrid el mariscal
Moncey (8.000 in-
fantes, 1.300 jine-
tes y 16 cañones)
para apoderarse de
Valencia. El 1 1 en-
tró en Cuenca, el
24 forzó el paso de
Las Cabrillas, y el
28 atacó la ciudad,
siendo rechazado y
perdiendo más de
2«^ ^/"*>™=- p^ La /-«../. dHS.Ut Madrid, en .1 «flo .So8.
retiró á 1 o rente.
La más impor- i s /- ^
tante expedición iniciada por los franceses fué la de Andalucía; su objetivo,
apoderarse de Cádiz, donde estaba la escuadra de Rosily. El 23 de Mayo salió
Dupont de Toledo con 14.000 hombres próximamente. El 2 de Junio llegó á
Andújar. El y forzó el puente de A I colea, defendido por unos 1.000 soldados y
una masa informe de paisanos. Entró en Córdoba, que fué bárbaramente sa-
queada. AlH se detuvo ante el levantamiento general del pais — la escuadra de
Rossily se rindió á la guarnición y pueblo de Cádiz el día 12, — y la organi-
zación por Castaños de un ejército, aunque reforzado con paisanos, de serio
núcleo militar. Este ejército constaba de: i." división iReding) (1), 8.400 sol-
dados; 2.' (Coupigni) (2), 7.850 hombres y 453 caballos; 3.° (Jones) (3), 5.415
hombres y 582 caballos; reserva (Lapefta) (4), 6.6;G hombres y 408 caballos.
En jnnto, 29.337 hombres y 2.260 caballos. Estas fuerzas, organizadas en
dos grupos, avanzaban contra Dupont, unas (Reding) desde Granada y las
(i) Don Teodoro, suíio nscido en 1754 (Schwilzl, ■! serricio de Kspaíta deade 1772,
teniente general deide Enero de iSoi.
(1) Marqués de Coapigni. mariscal de campo.
(3) Don Fílti, mariscal de campo.
(4I Don Manuel de, lenienie geiierai.
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454 HISTORIA DE ESPAÑA
Otras (Castaños) desde Sevilla. Dupont levantó su campo de Córdoba (ttocbe
del i6 al i;) y se situó en Andújar (el i8), juzgándolo el punto más á propó-
sito para resistir á la fuerza que se le venía encima. Para reforzarle y asegu-
rar sus comunicaciones con Madrid llegaron Vedcl (cerca de 7.000 hombres)
V Gobert (cerca de 8.000). Con estos refuerzos tuvo Dupont unos 22.000
hombres.
Sucesos de Julio. — Cuesta, vencido en Cabezón, atrajo á si el numeroso
ejército levantado en Galicia, contra el parecer de su jefe Blake (i),que cuer-
damente quería perfeccionar su organización al abrigo de las montañas, y
AfisU díl tillo y boRibarilco de la ciudad de Ziragozi poi los franceses deide que se prnenlacon dr-
luiledelaciudaden IS de Junio de 1808 hisU U de Agoslo del miiinoaí^o, que huyeron vereoniosamentr
despu^ de 61 días de continuos t inútiles ataques, sin habenc podido apoderar de la ciudad, que fui defen-
dida gloriosanienle por los valerosos t inirépidos zaragozanas, comandados por su ¡lustte jele Palaloi.
a Puerta del Porllllo. b lülesla de Nuestra Seflora del Portillo. — c Cuartel de Caballería. — d Casa de
Misericordia, — í Torre de la Victoria. - / Torre de San Pablo, — I Torre Nneva y Atalaya. — h Puerta del
Carmen. — I Torre de San rranclsco. —/ Hospital general. — k Iglesia de Nueilra ScHora del Pilar. — / To-
rre del Aseo. — m Puerta de Sania Enerada, ~ n Su Monasterio. — o Almacín de pólvora que se voló. —
p Torre de San Miguel. — q Puerta quemada. — r Infantería y caballería Iranceía. — i Batrria de Mofle-
ros. — f El sanguinario l.e(nre.> (Dt an grabado dt la ípoea}.
presentó batalla al mariscal Bessiers en Medina de Rioseco (día 14). Los fran-
ceses eran 12.000 infantes, 1.200 jinetes y 32 cañones; los nuestros, 21.000
infantes, 710 jinetes y 20 cañones. Fuimos derrotados.
Napoleón dijoi la batalla de Rioseco es para mi hermano como la de
Villaviciosa para Felipe V. José había entrado en España el dia 9 con sus mi-
nistros Urquijo, Ceballos, Azanza, O' Farril, Mazarredo, Cabarrús, Piñuela (2),
algunos grandes y una brillante división por escolta; en Buidos supo la vic-
toria de Bessiers, y el 20 entraba en Madrid, donde se le hizo el más hosco
recibimiento.
•
(i) Don Joaquín Blake yjoyes, nacido en Milat>ft el iS de Agosto de 1759. Era briga-
dier at estallar la Ruerra. Su lujo D. Joaquín escribió Apunlts hisliricm sobrt las eferaiientt dtt
ejtrdlo dt Galicia, fuente principal para esta parle de la Historia.
(2I Jovellaaos, nombrado ministro del Interior, abrazó la causa aacional desde luego.
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HISTOBIA DE ESPAÑA 455
El nudo de la cuestión militar estaba en aquel momento en Andalucfa.
Mucho sentimos no poder referir con algún detenimiento la batalla de Bai-
len (i). Baste decir que mientras Castaños daba frente á Dupont, establecido
en Andújar, Rediog pasó el Guadalquivir y tomó posición en Bailen, á espal-
das del francés, cortándole las comunicaciones con Despeñaperros y con la
división Vedel, allí situada. Dupont levantó su campo y atacó á Reding para
abrirse paso: tal fué la batalla propiamente dicha (el 18), en que los france-
ses hicieron esfuerzos heroicos por arrollar á los nuestros, pero sin lograrlo,
y vencidos, fueron atacados por Castaños á re-
taguardia, teniendo que capitular el 22. No sólo
se entregaron los 8.242 hombres que mandaba
personalmente Dupont, sino los de Vedel, Go-
bert y destacamentos de la Mancha que no es-
taban realmente comprometidos, llegando así la
cifra de prisioneros á 22.475.
Las consecuencias inmediatas de la batalla
no pudieron ser más decisivas. José y Savary
resolvieron retirarse al Ebro, atrayendo & este
efecto á la hueste de Moncey y haciendo levan-
tar el sitio de Zaragoza. Quedó, pues, libre de
franceses la mayor parte de la Península; Du-
hesmc se encerró en Barcelona, y sublevados
también los portugueses contra Junot, desem-
barcó allí una división inglesa mandada por Sir
Arturo Wellesley y hubo de ñrmarse la conven-
ción de Cinlra (jo Agosto), en virtud de la cual
evacuaron los franceses á Portugal, siendo tras- Sir Arturo Welluleif,
portados á Francia en buques británicos. La opi- y dTciudJd RodfSo
nión pública en Inglaterra, Portugal y España insigne nnenl inglés, vence-
fué muy desfavorable á este convenio, y Wetles- dor de Napoleón fen Espaüa
ley quedó desconceptuado por haber dejado y ea w^tericio (1769-185»).
escapar á Junot y los suyos, y no aprisionarlos
como Castaños á los de Dupont. Ese Wellesley, después lord Wellington,
era, sin embargo, el hombre destinado por la Providencia para acabar con
Napoleón, su enemigo más formidable, de quien años adelante cantó nuestra
satírica musa popular:
Quien quiera ud destino
de Napoleón,
Jue le dé memorias
e lord Velinlón.
Todavía joven, pero ya reputadísimo como militar, Wellesley, que había
de merecer de sus compatriotas el sobrenombre de Duque de Hierro^ como el
duque de Alba de nuestros antepasados del siglo xvi los apodos antonomás-
ticos degran Duque y Ducazo,e,xi un hombre de talento extraordinario para
dirigir ejércitos, de juicio tan claro como sólido, no perturbado por la ima-
(ij La bibliografÍB de la batalla de Bailín es muy copiosa. Entre las Taentes francesas
ha gozado de gran eiédito la lüsloirt dt ¡aguerrí de la Fenhuult, del general Foj; pero Lámar-
que [Scuiietiirs) reveló que no es del General más que el principio; el resto es de su viuda, que
se sirvió de papeles de aquíl. Lo mejor entre lo moderno es la citada obra de Clerc. También
es documentadliima Le general Dupenl (Une erriur kístorique), del teniente coronel 7i-
teux, 190Í (tres voliimenes en folio), una apología de Dupont. Muy digno de atención es el nú-
mero de IJ de Julio de lOoS de la AVivV/n Tkniai de ¡n/anUria y Caballrría, obra del malo-
grado y heroico Ibiíiei Marin.
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Historia GkAfica db la Civilización EspaSola
HISTORIA DEL TRAIC. - Soldados ciprnAolea de toda* la* arnaa ea IWS.
,,CoogIc
HISTORIA DE ESPAÑA 457
gÍDactón, de que carecfa casi en absoluto, ni por sentimentalismos de que
jamás padeció; seco como una fórmula algebraica, duro y egoísta, antipático
como todo el que no tiene en su carácter algo de romántico y soñador, con
una voluntad verdaderamente férrea para ejecutar lo que se habia propuesto,
el Duque nunca persiguió quimeras, sino siempre realizó planes perfecta-
mente concebidos y profundamente meditados. Moviéndose siempre en la
esfera de lo seguro, sin que lo dudoso le alucinara por brillante que fuera, no
había de padecer una sola derrota en su camino. Para dar idea de su tempe-
ramento, cuenta Kocca que en Torres -Ved ras, mientras que los generales
franceses dirigían á sus tropas proclamas y más proclamas hablándoles de sus
gloriosas victorias, de las águilas, etc., Wellington no dió á los suyos más
que una, concebida en estos términos:
Soldados: Ettiis bien matiifíiidos. Asi, el gne falle d s» deber serd akor-
codo. — C«Aiíro¿-«(¿ríi/, Wellington.
Era tan inñexible en la disciplina que, al día siguiente de la victoria de
Waterlóo, hizo fusilar á un coronel de Caballería que no justificó debidamente
su tardanza en presentarse en el campo de batalla (i).
Libertado Madrid, hubo que pensar en establecer un gobierno, y éste
fué la Jimia Central, instalada en Aranjuez (35 Septiembre), compuesta de
35 vocales, todos con 120.000 reales de sueldo y tratamiento de excelencia,
el presidente de alteza, y la Junta el de majestad. Los miembros más impor-
tantes eran el presidente, conde de Floridablanca, y el representante de As-
turias, D. Gaspar Melchor de Jovellanos. Aquél opinaba por conservar á la
Monarquía en su ser y estado hasta que fueran expulsados los franceses, y
éste, aborrecedor del poder absoluto Je los reyes, que hace posibles vergon-
zosas y funestas privanzas como la de Godoy, tendía á reformar nuestro De-
rechp político con leyes sabias y previsoras que imposibilitaran en lo futuro
aquellos excesos. Mas no ha de creerse que Joveflanos fuera un revolucio-
nario ó un filósofo por el estilo de los franceses dei siglo xviii: buen católico,
monárquico convencido, fundamentalmente tradicionalista, espíritu equili-
brado y sereno cual pocos españoles, asi de los antiguos como de los mo-
dernos tiempos, es seguro que, de vivir más, Jovellanos hubiese hallado
muy exagerada la obra de las Cortes de Cádiz, y, de llamarse liberal, que es
lo probable, habrfalo hecho con muchos distingos. En aquellos momentos, sin
embargo, en que aún no estaban definidas las tendencias constituyentes de
los futuros partidos, el gran asturiano simbolizaba el vago anhelo de refor-
mas sentido entonces por casi toda la nación, asqueada del triunvirato Car-
las IV, Maria Lnisa y Godoy á cuyo funesto influjo atribula todos los males
que padecía (2). Contra esta significación, era la de Floridablanca el sos-
tenimiento del statH quo político y social mientras no se consiguiera la liber-
tad del Rey.
La Junta Central, depositaria del Poder real, nombró su ministerio,
siendo su ministro de Estado Ceballos, que se quedó en Madrid con otros
varios de los que componían el gobierno y la corte de José cuando éste
salió de Madrid: así el astuto político fué en cuatro .meses ministro con
Godoy, con Fernando VII contra Godoy, con José contra Fernando VII, y
vit Wóoáhirry. Traduit de 1' ungíais, par Geor^es llélie. Parii.
- . „ :cho innumerableí estudios, y constantemente se publican olios
uucYus. Sos deipBchos se publicaron (8 volúmenes). Londres, 1S44.
(ll Et citado teniente Woodberrf cuenta que en todos los pueblos de CaslílJa y Vis-
coDgadas por donde íl pasó, decíanle unánimemente los paisanos que Mnrfa Luisa y Godoy,
«bniando de Ja bondad de Carlos [V, habfan sido cansa de la perdición de Espaíia.
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458 HISTORIA DE ESPAÑA
con la JuDta Central contra José. Todo variaba, menos [a cartera de Estado en
manos de Ce bal los.
Lanzó la Junta un elocuente manifiesto disponiendo el levantamiento
de un ejército de 500.000 hombres y más de 50.000 caballos para echar á los
franceses de las Vascongadas y Navarra, que seguían ocupando. Pero no con-
siguió reunir más que esto: ejircito de la ie^nierda, mandado por Blake
(25.513 infantes y
150 jinetes); ejér-
cito del Centro, á las
órdenes de Casta-
ños (23,000 infan-
tes y 3.000 jinetes);
ejército de Aragón
ó de reserva, acau-
dillado por Palafox
(29.515 de infan-
tería y 281 de ca-
ballería). ToUl:
78.028 infantes y
3.431 de catralle-
rla. Habla en estos
ejércitos algunos
VisU exterior d«l Cementerio de la Florida regimientos bue-
donde lueron enterrados los héroes deí barrio de Maravillas. nos, aunque pocos,
(Apunte del natural.) algunos medianos,
y la mayoría rema-
tadamente malos. Del ejército de Aragón dice Arteche que era «»m moía
abigarrada y heterogénea (1). Fueron después á reforzar á estas tropas la
división asturiana de Acebedo (^.400 hombres), simple aglomeración de pai-
sanos; una división del titulado ejército de Extremadnra, que tenia un par de
regimientos buenos, y el resto hasta 12.846 infantes y II.114 jinetes que
figuraban en el papel, ú eran absolutamente fantásticos, ó de la misma calidad
que la división asturiana, y i.ooo soldados del Marqués de la Romana (2).
1.a evasión del cuerpo de tropas que mandaba este caudillo, desde Dinamar-
ca, donde estaba con el ejército de Bernardotte, es uno de los episodios más
(t) íRstoria, tomo lU, pig. 217.
(3) Don Pedro Caro y Sureda. Marqués de la Romana, fui marino 1 dcspuís inilitir:
1807 fué i Alemania mandando el Cuerpo auxiliar de los franceses. Era hombre ilaiUadi-
a ea lenguas, ciencias, artes y lelias.
Ffipafe giit te lee alfiie del grabaJo Ttprodaeído en la fajina i¡gt/ieiitt.
■ Día 2 de Majo 1808. Pelean lo* patriotaa con lo* tráncete* en la Pnerla del Sol.- Aco-
mHidos los fiincesíi en este silio por los pitriotís, se trab> entre éstos y iquíllos iin> sangrienta iifríe]>i
en que el valor y U indifinación de los unos suple á la láctica y disciplina de loi otros. No obstante, teloi-
zados los primeros con numerosos Cuerpos de infantería y caballería que acuden de todos puntos y con
Enganza, asesinan un número co
nsiderable
tumulto se hablan refugiado en
1 el templo
lócente sangre de aquellos mái
iir« de la
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460 HISTORIA DE ESPAÍÍA
novelescos de la guerra de la Independencia y de los que más mido hicieron
en Europa (l).
Débiles, y hasta por lo desproporcionadas ridiculas, eran estas fuerzas
para oponerse á las que Napoleón dispuso para vengar la derrota de Bailen
y reconquistar el centro de la Península. En Mayo todo le parecía mucho
para sujetar á Españar hasta creyó excesivo que Dupont fuese sobre Cádiz
con más de una división. En Agosto todo le parecía poco para descargar
un golpe contundente y decisivo. Clerc demuestra en su citada obra, no
con discursos, sino con datos estadísticos, que la necesidad de reparar la
derrota obligó al Em[>erador á destruir el sabio equilibrio que había estable-
cido en su administración, forzándole á pedir adelantadas las conscripciones,
lo que originó un desbarajuste que ya no pudo remediar en todo su reinado;
así que la batalla de Bailen fué positivamente, sin hipérboles ni ñores retó-
ricas, la verdadera causa de la ruina de Napoleón. Hasta Bailan él dominó
los acontecimientos, hizo lo que quiso; de Bailen en adelante los aconteci-
mientos fueron arrastrándole hasta que dieron con él en tierra.
Mas por lo pronto hablamos de sufrir nosotros los monstruosos picota-
zos del águila herida y furiosa. Con los refuerzos que trajo de Alemania y de
Italia, el ejército francés de España constaba (lO Octubre 1808) de 319.690
hombres con 61.600 caballos, distribuido tan enorme contingente en ocho
Cuerpos, mandados por Víctor, Soult, Monccy, Lefebvre,MorIier, Saint-Cyr y
Junot. Saint-Cyr {7.° Cuerpo) debía operar en Cataluña, y los restantes en fa
linea del Ebro, á las órdenes inmediatas del Emperador.
Pondérase la maestría de Napoleón en el concebir y ejecutar su plan de
campaña en ésta que dirigió en nuestra patria (2). Realmente fué bueno el
plan: ir en masa sobre Burgos, romper allí nuestra extensa línea y maniobrar
luego á derecha é izquierda contra los dos trozos cortados de nuestro ejérci-
to; pero con la inmensa superioridad cuantitativa y cualitativa de sus fuerzas
cualquier general mediano hubiese dado cuenta de los españoles con la mis-
ma facilidad que él. Si hubo algo maravilloso en aquella ocasión, fué, sin duda,
el desconocimiento de las cosas ó la presunción ó quijotismo de nuestros ge-
nerales que dieron á Napoleón el gusto de ganarnos batallas. Todo aconsejaba
retirarse á las regiones montañosas más extremas de la Península, cediendo
terreno á los incontrarrestables invasores y procurando cansarlos y destruir-
los en detalle: algo de lo que luego hizo Wellington en Portugal é imitaron
los rusos en 1812. Lejos de eso, nos pusimos arrogantemente delante del
coloso, ni más ni menos que D. Quijote delante de los leones. jQué habla de
suceder? N'o estaban estos nuevos leones del humor que los de antaño.
Aún tuvimos la inconcebible presunción de querer envolver al ejército
de Napoleón entre el Ebro y el Pirineo, como se habla hecho con el de Du-
pont entre el Guadalquivir y Sierra Morena. Las derrotas fueron tremendas,
(l¡ Víase Lis íspa¡;noh a la Crande-Armit. Lt Corfs ib ¡a Jtemana (1807-1808). Lí R¿-
gi'iiíni yosífh-NapoUott (l8o9-l8l:('|, parle comm andan t P. Boppe. París, 1X99. K$ también no-
table el informe del general Arlecfie á ia Academia de la Histoiía sobre este libro, insetto en
el Beltli'i de aqucll» cerpornci4n.
{2) Víase Campagni di V Bmpertur NapoUen íii Eipapu (1808-1809), par le comandanl
Bslngny. Parfs, 1902-1906. (Cinco volúmenes.)
HISTORIA DEL TRAJE. Trijei de 1801. - 1. Petimetre en traje de joc/itfud. ~ I. Currutaca -
ama con basquina y mantlili blanca bordada. ~ 4. Petimetre con capa. — 5. Petimetri en traje de «o-
'aú.— 6. Petimetra en traje de baile, — 7. Seflora en traje de corte.
,,CoogIc
Historia GkJfica db la Civiuzaciúh Española
HISTORIA DEL TRAJE. Trajea de 1801.
D,g,t7cdb/COOgIC
462 HISTORIA DE ESPaSa
y sólo esclarecidas por la heroica resistencia de los pocos Cuerpos capa-
ces de oponerla, y los cuales se sacriñcaron en aquellas batallas absurdas,
en que las turbas de paisanos huían á las primeras descargas de los fran-
ceses.
El 31 de Octubre derrotó el mariscal Lefebvre (1) á Blake en Zorzoza, y
tras algunos choques indecisos ó algo favorables al segundo, fué Blake des-
hecho por Víctor en la batalla de Espinosa de los Monteros (i i Noviembre).
Napoleón, que habla entrado en España el día 3, deshizo en Burgos á la divi-
sión de Extremadura, mandada por el conde de Belveder (día 10), Castaños
y Palafox á su vez perdieron la batalla de Tudcla (día 23).
Libre de obstáculos, avanzó Napoleón sobre Madrid, llegando el dia 30
al pie de Somosierra. Unos 8.000 españoles de malísimas y heterogéneas tro-
pas, mandadas por el general San Juan, ocupaban los pasos de la cordillera.
£1 Emperador traia bajo su mano más de 40.000 soldados excelentes. Los
historiadores y poetas franceses ponderan como cosa extraordinaria la carga
de los caballos ligeros y lanceros polacos contra nuestros soldados que de-
fendían el puerto citado con algunas piezas de artillería. «La historia de las
guerras, ha escrito Guillon, ofrece pocos episodios tan extraordinarios como
esta carga locamente hero¡ca>. Hay en esto algo de verdad y mucho de poe-
sía. Fué una buena carga; pero su éxito se debió, no sólo á la mala calidad de
las escasísimas fuerzas que allí teníamos, unos cuantos bisónos, y á la impre-
visión de no proteger la batería con un foso, sino principalmente á que los
infantes franceses — tres magníficos regimientos — flanquearon la posición
y aparecieron sobre las cumbres que dominan la carretera de! puerto, hacien-
do un fuego terrible de arriba abajo y por retaguardia: al verse atacados de
frente por una formidable masa de Caballería, y por ambos flancos y á reta-
guardia por una numerosa Infantería, nuestros bisónos huyeron despavo-
ridos abandonando los cañones (2).
El i.° de Diciembre estaban las avanzadas francesas delante de Ma-
drid. Después de una defensa tumultuaria y anárquica se firmó (día 4) una
capitulación por Berlhier y el general Moría, en cuya virtud la capital del
reino volvió á caer en manos de los invasores. Nada más fantástico ni ridiculo
que el cuadro pintado por Vernet, discípulo de David, titulado La capitula-
ción de Madrid, en que aparece Napoleón á In puerta de su tienda de campa-
ña dictando condiciones á un grupo de españoles arrodillados ante él: forman
el grupo un general, un fraile y varios paisanos con el traje goyesco de la
época; la composición es copia de la célebre clasicista de Alejandro Magno
recibiendo á ta familia de Darío. Hubiese hecho mejor el Emperador en cum-
plir la capitulación que en hacerse pintar en esta post de opereta.
Se alojó en la Quinta del Recuerdo (Chamartín), propiedad de la casa de
Pastrana, unida á la sazón con la del Infantado, cuyo titular era entonces
(i) Eite mariscal no es el general del n
rsgoza, 9ÍDO el duque de Dsntzig. marido de la lavandera que, c
Gine, está tan popularizada en el teatro moderno.
(a) Víase Victoiris, toaquilis. reven, dcsaslrtí ti gutrre¡ livUes áts franíeii áe IJQI
á /Si} par una Seciel; de iniliimTts rl de ^ns áe Lttlrís.~Ví.úi (aj volúmenes pablicados de
l8l7-l$;i). Consigna que á favor de la niebla se hizo el ÜHnqueo. Los deniái hlsloríadores
Tránceles se comen la Inianterli para que resalle la proeza de los jinetes. V. Arteche ilomo t(I,
capfnilo VI). El heroico Ibiñez Mniin estudió detenidamente este episodio en sus conslanies
excursiones por la Sierra: él descubrió — descubrir es la palabra — el Paso del Reventón, que
iat. sin duda, uno de los utilizados por los Tranceses para el lianqneo que leí di4 la ñclorís-
Unade las eos '- '-—-- -■- --■—-—--' i -■— i' i-j-i .j.j,
o del t(
D,g,t7cdb/GOOgIC
HISTORIA DE ESPAÑA
4G3
uno de los generales de nuestro ejército (1). En dicha quinta, hoy colegio de
Religiosas del Sagrado Corazón, y que en 1808 era de las posesiones más
amenas y la más elegante ^e los alrededores de Madrid, sin venir á Madrid
más que una mañana á ver el Palacio Real y contemplar un instante el re-
trato de Felipe II, «parecía esperar por momentos la sumisión de España del
terror causado por sus victorias, y que sus proclamas fulminantes anunciaban
á la Europa atónita, amenazando con la suerte más terrible á las provincias
españolas que resistían aún á
sus ejércitos; pero las provin-
cias no se apresuraban á dar
ningún paso para amansar al
implacable vencedor, . . Nadie
se presentaba en Chamartfn á
llevar á los pies de Napoleón,
con los tributos exigidos, aque-
llas adulaciones á que le habían
acostumbrado en todas par-
tes» (2). «El Emperador, tan
vanidoso de su renombre y de
la expectación que provocaba
en las muchedumbres, encon-
tróse chasqueado en España.
Nadie acudía á verle. Atravesó
Madrid sin que nadie demos-
trase curiosidad por conocer á
un hombre tan extraordina-
rio. (3).
En cuanto á las proclamas
de Napoleón, es curiosísimo lo
querevela La Forest, embaja-
dor de Francia en Madrid, en
su correspondencia (4): por or-
den fechada en notre camp im-
perial de Ckamartin, 10 Dectm-
Are 1808, fué La Forest encar-
gado de traducir al castellano,
para su publicación en la Ga-
ceta, los boletines del Empera-
dor; pero no literalmente, sino
íH Stant les fassages gue ptmrrment choquer. . . eny faisant les modificatitms
propres att pofs. Así, cuando una proclama, verbigracia, decía: los españoles
fueron vetuidos. La Forest traducía: lús españoles se portaron como unos bravos;
Cimenterio de la Florida.
VUts del inteiior f sido donde eslin enterradu 4J
vfctimns del barrio de MaTaTtlUi. Entre ellas eatln
una muchacha 3 un sacerdote.
(Apunlí áil natural.)
(i) D. P«dro AlclQUn de Toledo, duque del Infantado, naciú en Madrid [}-^V Coro-
nel en 1793, brigadier en 1794, mariscal de campo en 1795. teniente general en 1803, ardiente
temandula y, como tal, muy enemigo de Godoy, Fué i Bayona con el Rey, y (0licit<l encenar-
•e con il en VaJencey. Volvió i Espifla uniíndoie i Cuesta en Salamanca. En este tiempo
mandaba el ejército derrotado en Tadela, en reemplazo de Castefios.
(1] Rocca, iUif/»0Ír». Primera traducción eipañola, 1S16. La segunda, por el aulot de
estelibro, titulada: La gmrra de la ¡itdipindttuia contada por un oficial franca, 1908. También
del autor de eite libro: ¡ji frimera relación franctsa di la guerra dt ¡a l»de'>e¡idencia {fleí: de
Arck., NoT.-Díc., 1907).
(3t Miot de Mtílto, iutendente de Palacio con José. Mcmtires (i78«-i8is1. Paris, iSSo.
U) CBrrespanáanet du Ctmlt di La Feftsl, puiliée pour Li Socielc de IñUore Conlsaips-
raiiupar Geúffray dt Grattániainm. París, 1905.
,,CoogIc
464 HISTORIA DE KSFASA
pero, vendidos por sus jefes. . ., etc. La epopeya napoleár^ ,1, sin dejar de ser
epopeya, tuvo mucho de comedia.
Comedia fué afectar que para castigar á los españoIf;s por su rebeldía
quería quitar el trono á José y gobernar á España como ,>ais conquistado, la
dimisión de José (carta del 8 de Diciembre, desde El ftardo), el ablandarse
luego, el hacer ir á Chamartin una numerosa comisión de esp,?ñoIes á pedir-
le la restauración de su hermano, y celebrar funciones en to'das las iglesias
para jurar á éste rey ante el Santísimo Sacramento. Y manifestaciones de su
maquiavélica polflica, los decretos aboliendo la Inquisición ic 10 atentatoria
á la soberanía y autoridad civii>, <reduciendo los conventos i la tercera par-
te), «aboliendo los derechos feudales y
suprimiendo las aduanas interiores» (i).
[labia ya en España un partido, si no
muy numeroso, considen^. 'e por la cali'
dad de las personas, qu^'^ enía éstas y
aun más avanzadas asp , 1 clones. Con
sus decretos, Napoleón quiso atraerse é
estos hombres y dar una^base doctrinal
á su usurpación, pues estaba convencí'
disimo de que ron los españoles chapa*
dos á la antigua no podría contar nunca;
pero se equivocó en su <;V|'culo, porque
los amantes de las nueVjs ideas que
habfan de afrancesarse, ya lo estaban, y
la mayoría de los futuros liberales ha-
bían abrazado con entusiasmo la causa
nacional, creyendo fácil realizar su ideal
sin necesidad de Napoleón. Con todo
esto, franceses y afrance^!^"os tuvieroi.
siempre la pretensión desdar carácteT
de guerra civil ó de idea^.á una lucH^
f _ ín „i II j que era nacional Ó de ind¿.' indencia.
Casi «n que Piutió Daou «1 la cule de ^ _ . __ . ^ .
l«Temera,deMadrid.Elbílc<inenqiie <-0" semejantes tramy intojos pre
se ven las coronas «s de ia hahiíación Curaba el Capitán del siglo a udar al éxi-
^rJ^^'"^ d ¡ / /) to de sus operaciones m^ tares; pero
' *"" ' ' •""'">.) atendiendo siempre áéstJu preferente-
mente como principal elemento de sus empresas. Mientras éi^ ocupaba el
centro de España, su general Saint-Cyr, al frente del 7.° Cuei'¡, >, entró en
Cataluña, puso sitio á Rosas, que capituló el 5 de Diciembre, y emprendió
en seguida la marcha sobre Barcelona para juntarse con Duhesme, bloquea-
da. Esta marcha de Saint-Cyr, á través de un ejército español numeroso y
dueño de formidables posiciones, está considerada como una obra maestra
de arte militar; no sólo pasó el sabio caudillo francés, sino que derrotó á los
nuestros por completo en la batalla de Llínás ó Cardedeu ( 16 Diciembre) (2).
il) Publicados en la G.i<tLi,\\ Diciembre.
(2) oNada — dice Artecbe — puede compararse en la historia de la guerra de la Inde-
pendencia con la acción de Saint-Cyr en aquella campaña». (í/iitoñú. (orno IV, pi^. 195^.
Seg^'in Thieía, era Saint-Cyr «el primero de los militares de su tiempo para la {¡aeira melódica,
eicepcii^n hecha del Kmperador». NaciÚ en Toul (1764). Sus Mimotris, publicadaiun afto dci-
puéi de sil muerte (l*íií. comprenden como primera parte «t yeumal des epérotims dt l'ar-
iiüí i/.' Calaloj^tu en líiiS el iSit^, oa «iiiliriaax fieur Sírvir á l'hislsire de la guerre d'fíífiagne,
escrita por ét en Itizi. P.-iro esta cnmpaíla puede verse tambíín^ IRslorUi -ft ¡as eferaeionet iil
tAercilo de Calaliiüa en la guerra dt umr/^aeíin. por el teniente coronel D. Francisco Xaiiet
Cabanes (primera edición. Tarragona, 1809; segunda, Barcelona, 1S15).
,, Google
HISTORIA On ESPAÍIa 465
En Aragón, despu á de la batalla de Tudela, el ejército de Castaños, titulado
del Centro, se retiró á Cuenca (i); el de Aragón, ó sea aquella masa colecticia
dé paríanos, que <i!ce Arteche, se metió en Zaragoza, dispuesto á defender la
ciudad hasta el último trance. Coa todo el respeto debido al incomparable
herolsnfo desplegado en esta memorable defensa, se debe decir que fué gran
error militar ^,Jilece^se tanta gente en una población abierta, y aun cuando
hubiese sido' plaza fuerte, donde no podía servir sino de estorbo y obstáculo,
teniendo al fin que sucumbir. £1 número de soldados ó de paisanos con título
de tales fué i de 32.421 (2J. Los franceses del Cuerpo de Moncey se pre-
sentaron delante de la ciudad el 30 de Noviembre, retirándose el 1." de Di-
ciembre; el 20 estableciéronse los dos Cuerpos de Moncey y Mortier (sj.cxjo
hombres y hjsta 47.600 contando los destacamen-
tos). El dia 71 apoderáronse de Monte -Torrero, y
fueron rech idos en su ataque al Arrabal. El 29
tomójunot -' mando de los sitiadores. Y el último
dfa del año jieron los sitiados una vigorosa salida.
El acontecimiento militar más importante de las
postrimerías de 180ÍÍ fué la campaüa de Napoleón
contra los ingleses. Habfa resuelto el Gobierno in-
glés auxiliarnos con un ejército de 30.000 hombres,
y, efectivamente, salió de Portugal el general John
Mooreáúlti osdeOctubre, aunque sólo con 18.531,
llegando á Salamanca el 13 di Noviembre; alli supo
nuestras derrotas en la linea del Ebro, y compren-
diendo que nada podía hacer con aquel puñado de
soldados, excelentes, sí, pero muy pocos para batirse J^ít^lw^aiews queu'/^
con las masas napoleónicas, resolvió retirarse, dando i,b DaoU, según costum-
órdenes á Kaird, que con otra división habfa desem- bted«Américi,dedonde
barcado en C ^ruña, para tomar de nuevo sus naves. '<" *'■'''' '"'do.
Las instaní 'is de la Junta Central y el temor á la
opinión en iglaterra inmovilizáronle, sin embargo, y cuando vio á Napoleón
en Castilla 'i Nueva concibió un pensamiento atrevido: el de avanzar por
Castilla la '^ieja y cortarle las comunicaciones con Francia. Ésta fué la
maniobra r e años adelante realizó venturosamente Wellington, y no una
vez, sino d ; pero eran otras las circunstancias, y le costó carísimo á Moore
el intentarl-i á destiempo.
En cuanto Napoleón supo que se apartaba de su base de operaciones,
con la rapi'dez propia de su genio concibió á su vez un bellísimo plan estra-
tégico: tal fué el de entretener á Moore, y aun procurar atraerle más y
más hacia Levante, mientras que marchaba él á la cabeza de lo mejor de su
iejército y por el camino más corto, á la frontera portuguesa y á las monta-
ñas de Galicia; los Cuerpos que tenia en el Norte debían también concurrir
á la maniobra, engañando á Moore con operaciones simuladas y corriendo al
mismo paraje que el Emperador. Astorga, que es el punto postrero de la lla-
nada castellano-leonesa, y donde empiezan las montañas que primero se lla-
man del Bierzo y más adentro de Galicia, fué el lugar designado por el gran
estratega para reunir cerca de 100.000 hombres á retaguardia de los ingleses.
El 22 de Diciembre estaba Moore en Sahagún. Ese mismo día el Empe-
(1) Seüúnlos datos bien comprobado! de la Ilhlaria .le les doi Sitios, por D. Agustín
Alcaide Ibieno (dos to'nos y an apéTidicel. Madrid, TSjo-31.
(a) «Relacifin de la terirad» del etercilo del Centro desde la orilla del Ebro hasla la
ciudad de Cnenca» (Aniiniíno). Madrid, 1815.
Sjlcedo, HíSTORlA D
D,g,t7cdb/COC^k
466 HISTORIA DE ESPAÑA
rador pasaba el puerto de Guadarrama, á pesar de
un horroroso temporal de nieve, y á la cabeza de
50.000 hombres marchaba con rapidez vertiginosa
en dirección á Astorga. El 26 pasó el Duero por Tor-
desillas(i); pero los ingleses le tomaron la delantera,
y en Benavente (el 29) dieron frente á su vanguardia,
haciendo prisionero al general Lefebvre, el que diri-
gió el primer sitio de Zaragoza. En la noche del 31
al I." de Enero entró Napoleón en Astorga, concen-
trándose alH 70.000 infantes, 10.000 jinetes y 200
cañones. Los ingleses habían pasado el puerto de
Manzanal y marchaban penosamente por la carretera
general de Madrid á La Coruña.
125. — Zj>s sucesos de ¡808 en Hispano- América. —
No fueron menos importantes ni trascendentes que
, . - _ , ... , en la Península. Expongámoslos con la posible clari-
La infanta Carlota, hija de , , ... i' & f
Carlos IV. casada con el <!»« f concisión.
que despuís f^xi Juan VI Virretnaio del Río de la Plata. — Comprendía
de Portugal. g,, igoS todo lo qüc ahora es República Argentina,
y además, como dependencias autónomas, las del
Uruguay (banda oriental del Rio de la Plata), Paraguay y Solivia, llamada
entonces esta última el Alto Perú ó presidencia de Charcas. En medio millón
de habitantes calcúlase la población del territorio que actualmente pertenece
á la Argentina, y en 55.000, según unos, ó 45.000, según otros, la de Buenos
Aires. «Buenos Aires conservaba toda la fisonomía de una gran aldea colo-
>nial. Sus calles eran hondas y angostas; estaba edificada sin plano y sin la
(i) En TotdesillHs ocurrió un si
la anciana abadesa del Moaaslerio de
dOT la hizo antrar en su alojamiento y
los del séquito imperial permanecían <.., .. _. ^ ... ., . __ _. „_
el origen d¿I Monasterio, 7 al saber i|ue era fundación de Pedro el Cruil dijo que era este
uno de los reyes de Ktpaila más simpáticos para íl; la abadesa i su vez, admirando las pre-
ciosas insignias que llevaba el Cíiar, le preguntó si tiiiian indulgencias. Encantado Napoleón
de tanto candor, dio á doña María i.ooo francos en oro para que refrescase la Comunidad, y
le dijo que pidieie la gracia qiie quisiera: la abadesa le pidió el indulto de tres espníioleí pa-
triólas <jue estaban á punto de lei fusilados, y le fué concedido inmediatamente. Al partir de
Tordesiilas dejó Napoleón en el conremo un jefe de Estado Mayor para que cuidase dc ¿1
mientras pasaban Indas lal tropas, ñjindose i la puerta un salvo-conducto que conminaba con
pena de muerte al que no respetase aquel ediñcio. Consta esta iuleresante bistoria por dos
documentos autínticos de In tpoca, y ha sido rer<:rida por D. Estanislao Sánchez {El Real A/p-
naslerU dt íxinta Clara. T887), D. Eleulerio Ferníndei Torres íNislaria de Tordesiilas. iqosV
D.JuannrtegaRubio(/'i/íA/nj Aii;»rp(.infifli/.' Valtadnlid); IbáAez Marín difi sóbrelo miimo
ana bellísima conferencia (Octobre iijoSt en el Cenlro de Defensa Social, de Madrid.
(Epígrafe que se lee al pie del grabaáo refirodueido en ¡a página siguieale.)
• Ola 1 de Mayo de lUR. Mnertn Daolt 7 Velarde defendiendo el Parque de ArHIlerla.
Mientras uní parle del pueblo ptka en lis calles, oira corre por armas il l'arque de ArHIlerii; los france-
ses envían tropas para apoderarse de íl, y Ii guardia espillóla, compuesta de nni compañía de Volunlaríos.
de Estada, las hace prisioneras de guerra. Daolz y Velirde, ambos capilancs de Artlllerll, sitúan cinco
cañones para resistir las nuevas hienas que lleguen: suple el pueblo l> escasez de artilleros, y las ttinicres
distribuyen cariuchos y municiones. Atacan por todas parles numerosas columnas enemigas; á los primeros
tiros cíe herida Rulz. tenlenle de la guardia, y lo es mortilmenle Velarde. Dioiz ciusí nn lemble destrozo
en los frinceses con un cañón, en que se emplea como comindinte y artillero. Uno de los jeies enemigos
hace sefla de paz can un pañuelo blanco; engaHido el valiente Daolz, suspende el luego, y arrotechando
liis franceses esle intervalo, se irTO)an alevosamente sobre él. ttaspasindole el pecho.»
íuler episodio; tal fué la entrevista de
.anta Clara, doña María Manuela R.st
Napoleón con
:ón; el Empera-
pie. Preguntó Napoleón á la seiager
laria monja por
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468 HISTORIA DB ESPAÑA
«menor pretensión de arquitectura en los edi&cios
«públicos y en los privados. Todas las casas tenían
>la forma típica del rancho, porque no sólo estaban
«construidas al nivel de la calle, ó de las aceras,
>Con un solo piso, sino que éste mismo era tan bajo,
>quc parecían acurrucadas debajo de los tejados que
«formaban su techo, y en cuya cima se alzaba fron-
>doso un verdadero bosque de yuyales y de arbus-
.tos. (i).
Era virrey el marino francés al servicio de Es-
paña D. Santiago Liniers (2), iniciador, organizador
y caudillo de la victoriosa resistencia contra los in-
gleses en 1807. Liniers, hombre buenfsimo, cuya pa-
sión dominante era favorecer al prójimo, tan des-
prendido que nunca tuvo un real suyo, valiente hasta
el heroísmo y que jamás conoció el miedo, de rica y
Saniiaeo liniers, virrey fecunda imaginación, extraordinariamente simpático,
del Rio de U Plata en 1808 tenia, sin embargo, graves defectos: su carácter no
('753-' 'O)- gra firme; su inteligencia, más viva y brillante que
reflexiva y profunda; su mismo afán de hacer bien y
contentar á todo el mundo se traducía en debilidad; su propia honradez, no
iluminada por la perspicacia, le hacía confiado, creyendo á todos tan leales
como él; entregábase absolutamente á los que le rodeaban, hombres y muje-
res; era muy sensible á la adulación, y no figuraba entre sus virtudes la con-
tinencia fí). Cometió con la mejor buena fe los errores más funestos. Orga-
nizó muy bien desde el punto de vista militar las milicias del virreinato, pero
detestablemente desde el punto de vista político, porque las distribuyó en
Cuerpos indígenas (7 batallones, 6 escuadrones de Caballería y un Cuerpo de
Artillería) y Cuerpos de los peninsulares establecidos en la región (3 tercios:
andaluces, cántabros, catalanes, gallegos y montañeses, y la Artillería de la
Unión), con lo que ahondó y dio estado oficial á la separación y rivalidad
entre españoles de la metrópoli y españoles de la colonia; los primeros, em-
pleados y comerciantes, por haber nacido en la Península se creían los amos
del virreinato y miraban por encima del hombro á los
criollos, aunque los habla de abolengo español más
ilustre que ellos y estaba en sus manos la propiedad
territorial. Siendo además comerciantes, los españoles
defendían á capa y espada el monopolio mercantil me-
tropolitatlo, pues abrirse los puertos al comercio uni-
versal y arruinarse ellos venia á ser la misma cosa; en
cambio, los criollos sabían muy bien que con la liber-
tad de comercio valdrían mucho más sus productos
agrícolas y pecuarios, y cuanto necesitaban de Europa
les costaría mucho más barato.
Al comenzar el afto de 1808 están perfectamente
constituidos los dos partidos: el español, cuyo jefe es
(i) Don Viceme Fiíiel Wpeí, ciíado por Amia/ Latine en
ot factofts dít /nogresK i/e la ktfúbtiía Atgínlina. segunda edi-
i^n. Buenos Atres.'iqio.
(]1 NaciiS en 175^. Sen(6 ptaia de i;uard'a marina en I77S-
(,t) Véase el precioso librilo — una joya liisti^ríca y litera- Insignia
a — del comandante de Arlillerfa D. Juan Ánaiun y Zibala, Al- de los defensores
•res ,h la indepindinái! argentina. Madrid, 1910. de Zaragoza.
D,g,t7cdb/GOOgIC
HISTORIA DE ESPAÑA 469
D. Martín de Alzaga, y el criollo, acaudillado por
D. Cornelio Saavcdra, que aspira unánimemente ála
libertad de comercio é igualdad de dereclios con los
peninsulares, ó, hablando en plata, á ser él quien
gobierne la colonia, pero con ideas heterogéneas en
lo demás. Hay un grupo que podemos llamar liberal,
formado por los imbuidos en los principios de la re-
volución francesa, y otro trad icio na lista 6 conserva-
dor, católico y monárquico, en que fígurac el clero y
los seglares fervorosos: en cuanto á separatismo, no ;
es todavía sino el ideal de algunos pocos iniciados.
El venezolano Miranda, de acuerdo con el Gobierno
inglés, fué quien sembró en el Río de la Plata la idea
de independencia, siendo los precursores de ésta,
como dice Mitre, D. Mariano Castilla, D. Nicolás
Rodríguez Peña y D. Manuel Aniceto Padilla, asala-
riados por aquel Gobierno. Organizáronse estos ele- Cornelio Satvedra.
mentos en logias masónicas (l) y laboraron con fruto, \c(t del partido criollo
porque el terreno estaba bien preparado, pero á la en Buenoi Aires
masa tardó en trascender el movimiento. l'77o-i729)-
Al ocurrir la invasión francesa llegaron casi
simultáneamente á Buenos Aires tres misiones distintas: una del Gobierno
inglés, representada por los argentinos D, José y D, Juan Antonio de Moldes
y ü, Antonio Pintos, provistos de abundantes fondos, para excitar y avivar
el separatismo como medio de impedir que los franceses se apoderasen del
país; otra, de los príncipes de Portugal D. Juan y nuestra infanta Carlota (2),
refugiados en el Brasil, y los cuales, ó mejor dicho, su primer ministro conde
de Ltnhares, había concebido el pensamiento de quedarse con nuestras colo-
nias, proclamando á D. Juan emperador de América (3); y la tercera de Napo-
león, que mandó á Dueños Aires al marqués de Sassenay con cartas para
Liniers, y el natural objeto de reducirle á la obediencia de José y del nuevo
orden de cosas instalado en la Península.
La misión inglesa no tuvo consecuencias, porque comprometida la Gran
(t) Panto diÜcillsimo, qniíás todnvíi imposible para el hiatoriadot, es precisar el ori-
B:n de lii logias masónicas en España y Amurica, que lanto influjo tuvieron en ana y otn.
. Luis Duc¿s [fñsloria citrta dt la stcta de lot fraimaienti. Madrid, 1813I, Clavel {Hisloria di
lo fraemaiBiitría. Madrid, 1847), D, Vicenle Lafiienle {HuUria dt las Socitdadft Sícrilas), Roa
Barcena {Biagrafia di Pitada. Méjico, 1878), D Mariano Tirado (¿<J frac«tasonerÍa eu Esfaüa.
Madrid, 1S93I y el mismo Menéndez HtUyo {!risleria di ht Httirodexot, tomo 111), tra«n dalos
mujf incompleíoB y, lo que ea peor, conriisos. La confusidn (donde hay meaos es en Menéndez
Pelayo, cuyos dos capfluloi, leídos con atencién, ayudan mucho para desenlrafiar an poco el
embrollo) dimana en gran parte de concebir la masonería como an solo cuerpo, caando la
realidad histórica ei qae hubo muchos y de diversas Icndencias. Hubo logias de Trancesex, de
afrancesidoi, de liberáleí y de americanos, y como lodos procuraban atraerse á los demAs con
el seüuelo de la beneñcencia recíproca y de la idea eenérica de libertad — aunque entendida
ésta de modo* diversos — y aoKan ocultar su fín político concreto, se hace muy dillcil distin-
guirlas i distancia: ya procuraremos ir distinguiéndolas en lo que cabe. Baste apantar ahora
que las logias de separatistas argentinos procedían del Oriente fundado en Londres por Mi-
randa, á fines del siglo xvni (Barros Arana, íTuleria d: Chilí). y constituían una vasta asocia-
dAn titulada Lefia Laularina 6 Secieiiad Lautaro 6 de cab.illeros racionales, que tenía sus
centros en Londres y en España. En esta Sociedad se iniciaron San Murtín, y Carreras, siendo
tenientes ó capitanes del ejército español,
(3) La hija mayor de Carlos IV, casada con el que fué después Juan VI de Portugal.
(3) Véanse Oliveira Lima: Dam Joao Vino Arn:i7. Rio-Janeiro, IQOS, y el magnífico li-
bro de Carlos A. Villaoneva, La Monarquía en Aniértca. Rolh'ar y el gentraf San Martín. Pa-
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470 HISTORIA DB ESPAÍ^A
Bretaña en su alianza con España, el Gobierno inglés se abstuvo de ayudar
al separatismo americano, lo que no fué obstáculo para que muchos ingleses
particularmente, y aun funcionarios públicos, obrando por su cuenta, siguie-
ran favoreciéndole. La tentativa brasileña fué rechazada por Liniers y por
los dos partidos argentinos con suma energia; pero
en el grupo separatista nació entonces la idea, no
del fantástico Imperio de América que habla soñado
Linhares, pero sí de un reino constituido por el vi-
rreinato de Buenos Aires y la actual República de
Chile, del cual sería nombrada regente la hija de
Carlos IV. Casi todos los hombres importantes que
hicieron en i8io la revolución republicana entraron
en 1808 en este proyecto monárquico. En cuanto á
la misión del marqués de Sassenay (1), fué funesta
para Liniers. Mal querido estaba ya el virrey del
partido español por su negativa á desarmar los Cuer-
pos criollos, y de casi todo el mundo por el desbara-
juste que su carácter había introducido en la admi-
nistración: al saberse los sucesos de Bayona é indig-
nar por igual á españoles y criollos, los enemigos
Nicolás Rodríguez Peña, d^ Liniers recuerdan que es francés, y sobre todo
Principal insiigídor de aquella frase de aunque soy esfañol, ke conservado los
!f,1í',™, íi,^'.'™.« sentimientos de un verdadero francés, con que con-
de UUCDOS Aires contra i i ^1 ,r ^ 1 ^ , r ,- - , 1
el pBitido peninsular es- testó a Napoleón cuando éste le felicitó por su glo-
pañol rioso triunfo de 1807.
('775-'8sj). Si Liniers hubiese sido tan astuto político como
valiente militar, hubiera dominado fácilmente aquella
crisis manifestando más indignación que nadie contra el pérfido Napoleón;
pero vaciló, tuvo una entrevista á solas con Sassenay, y dio una proclama
recordando que en la guerra de sucesión los bonaerenses esperaron á que se
decidiese la suerte de la metrópoli para obedecer al que resultase vencedor:
á principios del siglo xviii en Buenos Aires no había espíritu público, ni
apenas población de origen europeo, y á principios del xix el triunfo de 1807
tenia esaltadas las imaginaciones, creyéndose la colonia fuerte y poderosa
para no adoptar aquel servil temperamento. En Buenos Aires no se hace caso
de la proclama virreinal; el cabildo, instrumento del partido español, pero en
aqiiel instante órgano de la ciudad entera, adelanta la proclamación de Fer-
( Epígrafe qui ¡t Itc at pie del grabado reproducido en la página siguiente.)
■cDia > <l« Mayo de 1808, en Madrid. Aietlnan loa trinccaei á loa patrlotaa «a «I Prxio.
MiniaUdiM y conduddQS i biyonítazos al Piftlo los inlelicrs que durante Ii lefríega tienen b dngncii
de caer en poder de las tropas frances.is, son atrozmente asesinados, stn que ni sn inocencia, ni sus clamo-
i las súplicas, ligrimas y gemidos de las madres, hermanas y esposas basten i libertarlas. Sacerdotes
diosos se cuentan también en el número de estos desventurados, que perecen sin ninsana especie de
o. Y no satisfecha la feroz soldadesca con haberlos deshecho á fusilaioi y desnudado de pies i cibeu
saciar su sanguinaria rapacidad, se recrea en insultar y escarnecer i los cadáveres mismos. Hechi un
Je sangre española, la dilatada «Icnsión del Prado ofrece un especUculo horroroso; triste preludio de
igrienU «cena que, aún con mayor Inhnmanidad y perfidia, se repitió por la noche, en que cmtenarvs
:tinias inocentes fueron del mismo modo alevosamente sacrificadas.»
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472
HISTORIA DE ESPAÜA
nando VII, y el 21 de Agosto se celebra esta ceremonia con entusiasmo
delirante. En todas las provincias sucede lo mismo: los criollos rivalizan con
los peninsulares en adhesión al monarca traicionado y cautivo; el doctor
Funes, deán de Córdoba, uno de los más ardientes partidarios de la separa-
ción y uno de los primeros historiadores de la Argentina, dirige al clero una
proclama inspirada en el más acendrado españolismo; en Montevideo los es-
pañoles dirigidos por el gobernador Ello truenan contra lo que llaman trai-
ción de lAniers y se declaran en rebelión, constituyendo una Junta como las
de la Península.
Liniers salió de sus vacilaciones, decidiéndose noblemente por la causa
de su patria adoptiva; pero para su autoridad era ya tarde. El cabildo de
Buenos Aires, aun-
que ju^a mal del
paso dado por el
de Montevideo, se
opone á que sea
castigado M<Mt»m-
iitari, como propo-
ne el virrey. Éste,
p^ra sostenerse en
su puesto, obtiene
el decidido apoyo
de los criollos: nue-
vo motivo de opo-
sición para los pe-
ninsulares; pero
siente, como siem-
pre, vacilaciones;
no atina con el ca-
mino que debe se-
guir resueltamen-
te. Eiio manda en
Montevideo; Alza-
ga , alcalde de pri-
mer voto, en Bue-
nos Aires; Liniers,
en DÍnguna parte;
criollos y peninsu-
lares están á punto
de venir á las ma-
nos; los separatis-
tas conspiran en
sus logias; Puyrre-
dón escribe desde
EspaRa á los cabil-
dos y á todas las
personas impor-
tantes que la causa
española está per-
dida, y asi termina
el aiío de 1H08 en
el virreinato del
Rfo de la Plata.
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S. San Jerónimo.
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10. Ja
■diñes odi
avados.
D,g,t7cdb/GOOgIC
HISTORIA DE ESPAÑA 4/3
Viminato del Perú. — En este virreinato, el más antiguo de la América
Meridional, que á pesar de las desmembraciones sufridas con la creación de
los de Santa Fe y Buenos Aires contaba 33.500 leguas cuadradas-de territo-
rio, actuaban las mismas causas de disolución que en el Río de la Plata, pero
con harto menos actividad y empuje. Allí no habla habido invasión de los
ingleses para despertar el espíritu público y et orgullo de los criollos; en
cambio, la terrible insurrección de los indios en i;8o, de que aún se conser-
vaba terrorífico recuerdo, y cuyo rescoldo echaba chispas de cuando en
cuando, contribuía á mantener á toda la población ao india adherida al Go-
bierno virreina!. Era virrey desde 1806 el asturiano U. José Fernando de
Abascal, del que se hablará como merece más adelante. Fernando Vil fué
proclamado con entusiasmo y sin ninguna diñcultad. Algunos pocos jóvenes
inspirados en las máximas de la revolución francesa intentaron, sin embargo,
urdir conspiraciones, que no hallaron eco en el país y que costaron la vida á
varios de sus autores, considerados hoy por los patriotas peruanos contó pri-
meros mártires de la independencia nacional.
Dependfa del virreinato la Capitaitia geiural ó Presidencia de Chite,
donde habla más gérmenes de separatismo que en el Perú; pero tampoco se
manifestaron hasta más adelante.
Virreinato de Santa Fe ó de Nueva Granada. — Creado por real Cédula
de 20 de Agosto de 1739, comprendía las actuales repúblicas de Venezuela,
Colombia y Ecuador. Pero la primera, como Chile respecto del Perú, for-
maba una Capitanía general autónoma, aunque con cierta subordinación je-
rárquica; titulábase Capitanía general de Caracas, y según Humboldt, tenfa
unos 800.000 habitantes: 212.000 de raza blanca entre peninsulares y crio-
llos, 60.000 negros, 120.001 indios {más de 10.000 de ellos en estado salvaje],
y más de 400.000 mestizos y mulatos. En Venezuela es donde habla brotado
la más antigua planta de separatismo americano. Allí había nacido (1739)
Francisco Miranda, gran aventurero que después de haber servido en el
ejército ruso y, según se dice, gozado de los favores de la Zarina, fué general
de la República francesa, y en 1790 presentó á Fitt su plan de emancipación,
sobre la base del establecimiento de monarquías americanas: desde entonces
no se dedicó sino á promover sublevaciones contra España, fundando en Lon-
,, Google
474 UISTOKU DE BSPAÜA
dres, como queda dicho, las logias que más inñuyerou en el movimiento
emancipador. Las dos tentativas de Miranda en 1806, apoyadas por Inglate-
rra (1) y los Estados Unidos, demostraron la existencia de un partido sepa-
ralista en Venezuela, constituido principalmente
por el grupo de inteUctuAles, 6 sea de los lectores
de libros revolucionarios franceses, que no eran
pocos en el pais, dada la exigüidad de su pobla-
ción y la prohibición de ioiportarlos, y con raices
en la aristocracia criolla, es decir, en las familias
establecidas de antiguo en la colonia y que poseían
inmersas propiedades territoriales; pero que el
pueblo era extraño por completo á esa corriente
de ideas.
De una de esas antiguas y riquísimas familias
criollas nació Simón Bolívar {25 Julio 1 /S j), en Ca-
racas. Se cuenta ^ aunque de Bolívar, convertido
por los patriotas americanos en algo como semidiós
ó héroe fabuloso, se refieren multitud de cosas in-
verosímiles y sin fundamento histórico — que el
SimiSn Bolfvar. sacerdote que le bautizó le puso el nombre de
Híroí de U emacipacíAn Simón, contra la voluntad de su padrino, diciendo:
de I> Amíncí del Sor, (1- _ ' , i j i-- ; ■ . i .
taUdo £i Jjbirlader. En Te pongo el nombre de ímtiÓH porque tengo el prt$en-
honor suyo el Alto Perú íimiento de qtt£ serás el Simó» Macabeo de América.
ri™níh "?'"''™ ^^ ^''* Huérfano á los tres años, tuvo por preceptor á don
clon ColVmVia'EÍSaXi Simón Rodríguez, profesor de la Universidad de
Venízueta y Perú ' Caracas y furibundo separatista; comprometido
(1783-1830.) Rodríguez en las intentonas de 1806, emigró á Eu-
ropa, y fué preceptor de Bolívar D. Andrés Bello,
uno de los hombres más grandes en el orden literario que han enaltecido á
la raza española, no sólo en la época moderna, sino en todas (2). A los diez y
seis años emprendió Bolívar un largo viaje por Europa; á su paso por Méjico
sorprendió ya al virrey Azanza por su ardiente separatismo. Vivió en Madrid
en los círculos más aristocráticos y frecuentando el trato de la corte. Aquí,
(1) Los ingles» se acoderaron en 1797 de la isla de la Trinidad, U cual lué desde en-
lonces el cuartel gen eral h biie de ojieraciones de los separalisUs veneíolanos.
(3) NaciA I). Andrés Bello en Caracas el 29 de Noviembre de 1781. Sin salir de Catatas
hii^o sus portentosos estudios, lo cual es prueba de los elementos que habfa bajo el rígirneo
colonial para hacerse sabio de primera clase quien tenía condiciones para ello. Sobre Bello
pueden retse; Kíi/n ,ie D. An,/rti Bdlf, por D. Miguel Luis Amunilegni, Santiago de Chi-
le, iSSj. Rfíutr.ío! Hiéranos, de D. J. V. Lastarria, Santiago de Chile, 1878. PrAlof;o de don
Miguel A. Caro i. las Potiias ili Bello, publicadat en U LoUcciÓH di tstrilorfi catlflIaHoi. etc.
«Acerca de Bello y sus obras, dice Menéndez Felaro, empieza li Tormarsa lo qtl« los alena-
oes llaman una literatura». Los trabajos nnleriores á 1881 estiln resumidos en el Ihmenají dtl
Jltptrlerie íoUmMutti) á la memoria de Belle en su centenario. Bolivia, l88(. Kn este mismo cen-
tenario \vfh D. Manuel Cañete en la AcaH. Esp. un excelente discurso sobre Bello. Andrés Bt-
líoy su cpota. por D. Antonio Balbín de Unquera. Homenaje de la Unión ¡biro-arntriíana i Iti
ref-úliUfis lali»-it de Amcriia tu ti frimer ctnlenario de tu independenria. Madrid, IQItt
(Epííraft que le tei al fie del ¡¡rúhado reproducido en la fagina íiguitnlt.)
• CtiCbrebatailadcUaKcraa, de ZaraBOii. - Oa nada por los pilriolu de Atagún n IS de Ju-
nio de 1808, mandados por e! Excmo. Sr. D. Josc de Palafon y Mtlii, al numeroso ejírcito franc*?. Eslírt-
ptrscntada esta heroica acción srgün los mis exacloi inFormes. ai de su situiciAn, como de los snct»»
D,g,t7cdb/GOOgIC
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476 HISTORIA DE ESPAÑA
Otras dos anécdotas, que lo mismo pueden ser verdad que mentira: una que,
siendo muy amigo de su conterráneo Manuel Mayo, amante durante una
temporada de María Luisa, según la crónica escandalosa de la época, y
habiéndola encontrado cierto di» en casa de Mayo, guardó el más caballe-
resco secreto, con lo que se ganó la gratitud y aprecio de la Reina; otra, que
jugando á la pelota en Aranjuez con el príncipe
de Asturias, soltó á éste un tremendo pelotazo.
El general venezolano Mosquera, que cuenta esto
último en su MetKoria sóbrela vida del IMertador ,
asegurando que el mismo Bolívar se lo refirió,
añade que decía éste: •;Quién iba á pensar que
• aquel incidente era presagio de que babia yode
•arrancarle, andando el tiempo, el más preciado
• florón de su coronal»
I, En Madrid se casó con D.° María Teresa Ro-
dríguez del Toro (i), de la que estaba perdida-
mente enamorado, y volvió á su país, viviendo en
sus posesiones, donde murió su mujer (12 Ene-
ro 1803) antes de cumplir el año de su matrímo-
nio, «Amé tanto á mi esposa — escribió Bolívar
emineotliimo liwr.io muchos años después, — que prometí no volver-
veneioiano me á casar. He cumplido mi palalabra*. Pero se-
(1731-1S65,) guramente no prometió guardar continencia, por-
que hombre más mujeriego que él no lo ha habi-
do. «Si no hubiese enviudado — dijo también, — mi vida habría sido distinta:
tal vez no seria el general Bolívar ni el Libertador, aunque reconozco que no
se avenía mi temperamento á ser alcalde en San Mateo. Sin la muerte de mi
adorada Teresa, no hubiera hecho mi segundo viaje á Europa. . . La muerte
de mi esposa me hizo seguir el carro de Marte en vez del arado de Ceres-^
Volvió á Madrid y fué á París, donde, como aquí, vivió en los más eleva-
dlos circuios y trató Intimamente con los principales personajes. Humbolt y
Bompland le animaron -en sus propósitos separatistas. Con su antiguo maes-
tro Rodríguez hizo por Italia un viaje á pie, y en Roma tuvo lugar aquel acto
teatral referido por O'Leary en sus Memorias, y de que se habló mucho en
Roma, acto que parece inspirado en un cuadro de David, y fué arrodillarse
Bolívar al pie del Monte Aventino y jurar que había de emancipar á su patria,
á pesar de lo cual el joven caraqueño no renegaba entonces de su naciona-
lidad española, y con nuestro embajador fué recibido en audiencia por el
Papa, negándose á la ceremonia de besarle la sandalia, pero no el anillo, lo
que hizo gracia á Pío Vil (2); y habiendo vuelto á Caracas eo 1806, no tomó
parte, al menos pública, en la intentona de Miranda, y fué ascendido por el
Gobierno español á teniente coronel de Milicias.
En 1808 era capitán general de Venezuela D. Juan de Casas, y secreta-
rio de la Junta Central de Vacuna, á cuya introducción habla compuesto una
hermosa oda en 1804 D. Andrés Bello. Véase como eran las comunicaciones
en aquel tiempo, tan próximo á nosotros: la primera noticia que se tuvo en
Caracas de los sucesos de Bayona é invasión de España fué por haberlo leído
(ll Se consen-a la real licencia para üu matrimonlQ, expedida (7 Mayo iSoj) como i sub-
tenienle que era Bolívar del batallan ile Milicias de los valles de Ar^ua.
I2] Cuenta O'Leaty que, notando el Papa la disputa entie el embajador y Bolívar sobre
s) había de arrodillarse f< no, dijo al piimero: D.'^ad at joreii hidiaii,' hactr lo qtit ¡lasli; y le
alargíi la mano.
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HISTORIA DE ESFAÍlA 477
Bello en el Tmes, de Londres: corrió á comunicárselo al gobernador^ convo-
có éste á los principales de la ciudad, y casi ninguno ciefa lo dicho por el
diario inglés; mas al fin se acordó constituir una Junta, por hacer alguna cosa,
y no pasó más. Propúsose nombrar á Bello secretario de esta Junta; pero-
se opuso el regente de la Audiencia por ser criollo el candidato. jCómo no
hablan de sui^ir en los criollos sentimientos antiespailo listas? ¡Bello, uno de
los españoles más grandes de la raza, desdeñado por un vulgarísimo regente
Aspeclo dd estanque del Retiro desde la época de Felipe IV huU la invasión francesa.
(Dt ua grabada del liglo XVJll.)
de Audiencia sólo por haber nacido en Venezuela! Con semejante criterio do
podía pasar sino lo que pasó: que los criollos acabaran por hartarse de penin-
sulares y los echaran de su pats.
En aquel momento, sin embargo, nadie manifestó la menor oposición, y
Fernando VII fué proclamado con sin igual entusiasmo de peninsulares y
criollos. Al saberse después la victoria de Bailen, el entusiasmo fué aún ma-
yor, y el mismo Bello compuso este hermoso soneto:
Rompe el leún, soberbio, la cadena
con que atarle pensó la felonía,
y sacude con noble bizarría
sobre el robusto cuello la melena.
La espun» del furor sus labios llena,
y á ios rugidos que indignado envía,
el tigre tiembla en la caverna umbría
y todo el basque atónito resuena.
EIl león despertó. /Temblad, traidores!
Lo que vejez eréis teis, fué de<
ila'timidalíebí
lasjuveniles fuerzas guarda ■
Perseguid. ' ^'
i la timida 1 . ,
iNo insultéis al monarca de las ñeras
En las otras regiones que constituían el virreinato de Santa Fe nada
resonante ocurrió en 1808, aunque en Bogotá habla desde 1790 un núcleo
separatista de carácter ideológico revolucionario, y lo mii^mo en Quito.
Virreinato de Méjico. ^~le.ti virrey desde 1803 D.José de Iturrigaray,
hombre de algún conocimiento y expedición de negocios, de poco talento,
vanidosísimo y muy ostentoso. Las milicias de! virreinato estaban bien orga-
nizadas y armadas, constituyendo un ejército respetable para lo que hasta
entonces habla habido en América. Las ideas, como en Buenos Aires y en
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4/8 HISTORIA DE ESPaRa
todo el continente: por un lado, los peninsulares (empleados y comerciantes);
por el otro, los nacidos en Méjico, entre los que se contaban los grandes te-
rratenientes y un grupo de idealistas revolucionarios que soñaban con la
independencia.
Al conocerse los sucesos de Bayona el entusiasmo españolista fué, al
menos en apariencia, universal; pero bajo esta una-
nimidad latían los discordes elementos de aquella
sociedad en actitud propincua para entrar en ver-
tiginosa ebullición. Los separatistas indujeron al
virrey á publicar proclamas en que pintaba como
desesperada la situación de España luchando heroica-
mente con sus pérñdos invasores, pero sin ninguna
esperanza de venturoso éxito; á la vez declaraba que
en tan lastimoso evento Méjico no habla de obede-
cer á Napoleón ni á ningún Gobierno establecido en
la Península bajo sus auspicios, sino que obraría por
su cuenta, ya que la Providencia le habla dotado de
cuantos elementos son precisos para ser el rico solar
de un poderoso Imperio, jCabia explicar más sutil-
mente ni con mayor claridad la independenciaí Quien
]aU de Kurrígany, sugerfa estas ideas al virrey era, según parece, su
virrey de Méjico en iSoE amigo el mejicano D. Juan Francisco Azcátate y Le-
(1760-1811]. zama, abogado y literato, hombre de mucho entendi-
miento y singularmente apto para ganarse las volun-
tades de todos los que le trataban: el virrey le nombró en este mismo año
de 1808 regidor honorario del Ayuntamiento, y Azcárate fué desde luego el
alma de la Corporación. AI ocurrir estos magnos sucesos sacó á relucir la
doctrina escolástica de que si la sociedad queda huérfana de su legflima auto-
ridad, debe proveer por ella misma á crearse otra, y, por tanto, que si llegaba
para Méjico el trance de verse privado de su rey Fernando VII, el pueblo
mejicano debía inmediatamente alzar otro rey que lo gobernase: asi conten-
taba aquel abogado astuto á los pocos separatistas liberales que eran rous-
sonianos, y á los muchos criollos, católicos fervientes, entre los que se con-
taba el numeroso clero indígena, que se veía postergado por el de la metró-
poli, usufructuador de los mejores beneficios. Y halagaba además al virrey,
porque se le decía que en el caso, tan probable, de que hubiera que prescin-
dir de Fernando Vil, quien debía ser el primer rey de Nueva España era él.
Teníamos, pues, á la vez que en Madrid un José I traído por las bayonetas
de Napoleón, otro José I en ciernes inventado por los laborantes mejicanos.
Es punto obscurísimo el de hasta dónde entró el mediocre y vanidoso
Iturrigaray en estos proyectos. Para los españoles peninsulares de Méjico en
aquella época fué artículo de fe que el virrey quiso alzarse con la Monarquía
mejicana, y que á eso se enderezaban sus ambiguas proclamas, su protección
al elemento criollo, su amistad con Azcárate, su resolución de convocar un
congreso mejicano; en suma, cuanto hizo. Decíase que ya en el palacio vi-
rreinal se hacían llamar majestad D. José y su mujer dofla María Inés Jáu-
regui y Aristegui, no menos vana que el marido; asi que en la noche del 15
de Septiembre la guardia del Palacio, que era el éaiallón de Voluntarios del
Comercia, mandado por el acaudalado comerciante D. Gabriel Yermo, y com-
puesto de peninsulares, tomó las armas, entró en las habitaciones interiores,
sorprendió al virrey en la cama, y apoderándose de él le llevó en calidad de
preso á la casa del Inquisidor; la virreina fué conducida al convento de San
Bernardo. Azcárate, su amigo el licenciado Verdad, sindico del Ayuntamiento,
,,CoogIc
HISTORIA DE ESPAÑA 479
y cuantos habían bullido eo las sospechosas maniobras de Iturrigaray fueron
igualmente reducidos á prisión. Se convocó Junta de autoridades, que declaró
«acante el virreinato, confiriéndolo al anciano mariscal de campo D. Pedro'
Garíbay, como jefe más antiguo. Iturrigaray y su familia fueron enviados á
España, y el primero estuvo preso en los castillos de Cádiz hasta 1810, en que
por un indulto quedó sobreseída la causa, excepto en lo relativo á juicio de
residencia: se le condenó por este concepto á pagar 1 19.000 pesos. Hoy creen
algunos que Iturrigaray fué victima inocente de la intemperancia del partido
espaiJol. Lo positivo es que el proyecto de reinado existió y que muchos lo
propusieron al virrey, quien, por lo menos, oyó estas proposiciones sin eno-
jarse.
Los peninsulares hablan triunfado, y parecieron consolidar su victoria la
de Bailen con la retirada de los franceses al Ebro, y las buenas condiciones
del virrey Garibay, hombre muy probo y desinteresado, el cual no se ocu-
pó en lo que restó del año sino en arbitrar recursos para remitirlos á la Pe-
nínsula y ayudar á los españoles en su desesperada lucha con los france-
ses (I).
(i) Víase Hcmindez j Divnlos: Documenlos para la historia di la gutrra de ¡a ¡ndtptn-'
iisncia jí Míxice. Mtxico, 1S77 (ó volúmeDes), Lucís Alaman: Disíftacimts ¡abrí la ki¡toriad¿
- Jftfúilica mejicana. Méjico, 1844-1S51. Misiona di Méjico drtdí lat primeros movintienlot quf
prepararoH su ináepeadtHiia init año dt 1S06 hasta la pri%enle ¿poca. Méjico, 1 84S l^S». Arró-
niz: Biografía mi/icana. París. P. Manad F. Miguélez: La indipiadituia di Mijict. "-
drid, 191 1. Baronesa de Wilson; México y sus gohtmadorcs áe ijiif a igio. Barcelona, 1911
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XIX
GUERRA DE LA INDEPENDENOA EN ESPAÑA
Y DE SEPARAaÓN EN AMÉRICA
IW. Lb gaerri en 1809. — 117. Loi gnerrilletok. — US. Coadio esqaemilico de la guerra ha*(a
lu (erminaciÓD. •- 139. Ed América: Ai^enüaa, Chile, Veneiaeta, Mtjico.
126. — Dejamos á Napoleón en Astorga (i). El correo de París llevóle allí
noticias de que Au£tria,aniii]ada por la resistencia española, decidíase á volver
á la guerra, y dejando encomendada á Soult la persecución de los ingleses y
áNey en Astorga, retrocedió á Valladolid. £1 Ti estaba en esta dudad, don-
de, como bárbaro conquistador, hizo matar á varios patriotas. He hecho preH-
tur, escribió á José, doce de los más bribones,^ los he mandado ahorcar. Partió
de Valladolid el día 17, y rapidísimamente recorrió et camino hasta los Piri-
neos. Salió de España, escribió Chateaubriand, como un oiscuro correo (2).
Soult persiguió á los ingleses (j), los cuales embarcaron en Coruña (1 7
y 18), no sin contener antes á sus perseguidores en la gloriosa batalla que
costó 1.1 vida al general Moore. Ordenó Napoleón á Soult invadir á Portugal,
estando el i.° de Febrero en Oporto y el 10 en Lisboa; así lo intentó, quedan-
do en Galicia el Cuerpo de Ney; pero habiéndose sublevado en masa el pai-
sanaje gallego acaudillado por los curas y los hidalgos (4) y con el apoyo de
los restos de nuestro ejército de la izquierda reorganizados por el marqués de
la Romana, no pudo pasar el Miño hasta el 4 de Marzo. £1 29 tomó á Oporto,
y no pudo pasar de allf, porque los portugueses estaban sublevados como los
gallegos, y acudiendo el ejército ang lo- por tugues, otra vez al mando de We-
\,l] Segdn Thiera, Napoleán entrA en esla ciudad el i de Enero. El obispo t>. Manoel
Vicem* Martlnei ( Represen uidin d las Corte!, i3i2) puntualiza <^ue fué el 1." Víaie Matiai
Rodrigue!, Carta al autor de este libro, lliraUe Asisrgano, ^ojuoio 1901.
|í)
■e l'erc
(3) Sonlt 00 deja Memorias; pero leñemos Mimoiris ,1a general Cíe. lie SaiHl-Ckamanr,
aiicifn iiiilt lie eamt du marichcil hcait, lSo2-iiji. Paríi, iBqd.
(4) Véase M. García del Burío, Seises mililans de (Jalicia e» iSog. Reimpresión anmen-
tada con prcilogo, nalai y documentos por Andrés Martínez Salazai. La Coruíia, 1S91 (Biblio-
teca eallega). También Rodrí):uez Villa, D. Pablo Maritln. primer cotide de Carlagttia. EdiciAn
grande en cuatro tomos y Kesumen (Madrid, I909). Esta obra contiene la tiquisima docuroen-
tacíún poseída por el actual conde, nieto del personaje de la imerra de la Independencia y de
ta de Am£rica. En 1912 se ha publicado: Iliroii y máilireí gauegot. Las Frattciscanos de Geltcia
rii la guerra di la InJrpeiuleníia, por Fray Juan R. Legisima. Es obra notitbte y digna de estudio.
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HISTORIA DE ESPaSa 48 1
tiesley, fu¿ arrojado de la ciudad y obligado á retirarse á Galicia (i). Halló al
mariscal Ney (2) sosteniéndose A duras penas contra el marqués de la Roma-
na y los campesinos gallegos que habían tomado á Villafranca del fiieizo(i7
Marzo), y á Vigo(27 Marzo), hecho evacuar áTúy (12 Abril) y cortado las co-
municaciones de Ney con León. Ambos maríscales acordaron someter juntos
á Galicia (29 Mayo); pero viendo Soult que esto no era posible, se retiró á
Casulla, siguiéndole Ney después de haber fracasado en el ataque al Puente
de Sampayo (j Junic), y así, antes de finalizar este mes quedó Galicia libre
de invasores.
La epopéyica defensa de Zaragoza duró hasta el 30 de Febrero, fecha
de la capitulación. El valor militar de los soldados de Napoleón y el ardor
patriótico de los españoles en la guerra de la Independencia llegaron en este
famosísimo asedio al máximun de su eficacia: con razón sobrada se ha esco-
gido esta ciudad para celebrar el centenario de itoS, y allí han fraternizado
los descendientes de los héroes de uno y otro campo en la común conmemo-
ración de sus pasadas glorias. Sólo un ejército del fuste de los de Napoleón
pudo ser capaz de acometerá la multitud furiosa encerrada en Zaragoza y
decidida á defenderse calle por calle, casa por casa, habitación por habita-
ción, y luchar sin desalentarse hasta vencerla y hacerla rendir las armas;
sólo aquella multitud abigarrada de militares y paisanos que se encerró en
Zaragoza pudo ser capaz de resistir, como resistió, á un ejército tan formida-
ble como el que tomó á la ciudad. (Loor eterno á unos y á otrosí Y quiera
Dios que en to porvenir no vuelvan á repetirse nunca choques tan tremen-
dos, de soberana hermosura trágica por un lado, en cuanto representan es-
fuerzo del ánimo y generoso desprecio de la vida en aras del deber; horribi-
lísimos por otro, en cuanto son luchas entre hombres; es decir, entre herma-
nos. iQuiera Dios que en lo futuro aquella energía sobrehumana derrochada
en Zaragoza por franceses y españoles, aquel arte y aquel valor allí en loca
competencia por destruirse y hacerse daüo, se empleen siempre, pero en las
incruentas y fecundas luchas de la paz! (3).
Quedó mandando el ejército francés de Aragón el general Sucbet (4), el
(i) Ibáñez Marín, £1 meriscal Saull tii Portugal, campaña át ¡So^ (iacieiiaa Militar de
EituTsionts) Madrid, 1909, Aodrí Ribel, Mtmoirts tur Ut apiratiem «lilitaires dfifrancaittn
Cálice, en Porfagal el daní la vaih-t du Tagt, ch iSoq, teui te comandeíatnl du maríckal SviU,
Paría, l8íl. (De este mismo tutor es ¿c niarécAal Seiieri Duc <t¡itria, qae cuenta las doi cam-
pa3u qnc hizo en EipaBa.) Nayleí, Mintoins sur la /¡uerrc iC Eifagneicndanl Ici annéts iSoS.
iSog, 1610 et i3i¡. Parla, 1S17] (Neytea estuvo con Soait en Oporto). Toveira, teniente coronel
do Corpo do E<t«do Mbíot, Estudio kiilorico sobre a campanha do uiarechal Soult en foriagal,
eontiderada tías suairílafoes con a defensa do Oporlo. Lisboa, 1898. Limao José da Lus Soriano,
en »a Histeria Ja guerra civil ¿ do eslailecimienlo do governopar laintnlar de Portugal (Liiboa,
1870-1876), prueba que la maniobra de WellinKton sobre Oporlo ea exaclamente fa misma de
nueaiTO Sancho DÍTÍla «n ijte cAQtra loa partidarios del prior de Ocrato.
(z) Tampoco de N'ey hay Memorias ni estudio moderno que conozcamos digno de apre-
cio: sÁlo la Vie du matéchal Ney, de autor mónimo (Parla, 1S16], de mu; poco mtrílo.
(3) La bibliogralía de loa sitios de Zaragoza e* nqoíaima. Ademú de la va citada His-
toria de Alcaide, tenemos en España el Diario de Casamayor, publicado por la Biblioteca Ar-
gensola, con prólogo y notas de D.José Valenzuela (Zaragoza, 1908). Las relaciones rrancetas
■oa muchas: la del barón Leienne, sacada de aus Mimoires (Tolousse, iSo, reeditada por
BapBt. 1S95-96). ha sido traducida al cailellano, Con prólogo y notas, por Carlos Riba y Carcia
(Zaiagoia, 1908). De la misma ciudad y año es el Oieliico histórico en honor de ¡os heroicos de-
fmtertt de ¿araj;ota en ¡usdoi litios, por el general D. Mario de la Sala Valdés y García Sala.
ATteche(tomo ivj Iraean curioso artlcalo déla AVi/K<f(/^¿)/ifjrJ/iinii>j {Abril, 1851), de Mr. Vil-
lemaln, titulado Une conversation sout l'Empíre, que contiene el juicio del mariscal Lannes
sobre el sitio que habla dirigido.
(4) Mémoires de Súchel sur sei caaipagiits en Espagne de tSoS jtisqu' en ¡S14, dos votüme-
ne», 1838. La corriere du morichal Súchel, duc d'Alitifera, a'apres des documenls inéJils, par
Kran^ois Rousseau. París, 1S97.
Sálenlo, Historia de EspaHa
D,g,t7cdb/GOOgPc
482 HISTORIA DE ESPAÍÍA
más afortunado de los caudillos napoleómcos en España, y del que los fran-
ceses han hecho una leyenda de humanidad en la guerra desmentida por la
realidad histárica: ésta nos muestra que Suchet cometió cuantas atrocida-
des juzgó útiles para su causa; verbigracia, los fusilamientos en masa de frailes
y estudiantes de Teología que perpetró en Murviedro, Castellón y Valencia;
pero á pesar de eso Thiebault se lamenta de no haber representado él en
España el papel tan simpático y atractivo que hizo Suchet, y el farmacéutico
militar Mr, Fée (i) dice que él, hombre pacifico y humano, sólo puede transi-
gir con la guerra cuando la dirige un general humanitario como Suchet. Éste,
indudablemente, tuvo más arte que nadie para utilizar los recursos de las co-
marcas conquistadas; era un excelente administrador que prefería el sistema
de las contribuciones regulares al de los saqueos y bárbaras depredaciones,
y también astuto para ganarse las voluntades de la multitud: en Zaragoza, por
ejemplo, alardeó de su devoción á la Virgen del Pilar, y en ninguna parte
solía prescindir de ir á Misa los domingos con su Estado mayor. En suma, que
si la España de 1 808 hubiera sido conquistable, la hubiese conquistado Suchet,
porque fué de los mortales á quienes todo suele salir bien y que cuanto hacen
cae en gracia á todo el mundo. Ya retirado en Francia, escribió de él su an-
tiguo subordinado el general Lamarque: «Suchet es el hombre más feliz que yo
conozco; tiene un hogar doméstico delicioso, una mujer buena, linda y virtuo-
sa que le adora, hijos encantadores, una gran fortuna, muchos amigos y bri-
llante reputación». Y ha quedado por estribillo á los historiadores franceses,
Thiers inclusive, que el no haber seguido todos los generales los métodos
de Suchet fué una de las causas principales de los desastres de España.
En este año de 1809 Suchet combatió á filake en Alcañiz, el 23 de Mayo,
sin poder derrotarlo; pero se desquitó venciéndole en Marfa (15 Junio) y en
Belchite tres días después. Estas dos batallas y la buena administración de
Suchet redujeron á todo Aragón, en su parte llana especialmente, á un esta-
do de sumisión casi completa. No asi Cataluña: los triunfos de Saint-Cyr
enardecieron allf más y más los ánimos, siendo tales la unanimidad, el coraje
y la constancia en luchar con los franceses, que, á ser la situación geográñca
.semejante á la de Galicia, no es dudoso que tampoco hubiese tardado el
Principado en arrojarlos de sus términos. Barcelona cautiva mantenía dos
batallones de miqueletes en el ejército nacional, y era constante la conspira-
ción contra el Poder militar que la oprimía. Los ministros del Real Acuerdo
con los escribanos, relatores y procuradores, los regidores del Ayuntamiento,
menos uno, y todos los empleados se negaron á prestar el juramento á José,
prefiriendo perder sus cargos, ser reducidos á prisión y conducidos á Fran-
cia (9 Abril) (2). Antes de mediar el año fué reemplazado Saint-Cyr por Au-
^(l¡ Escribió dos libros: uno Soavtnlr di la giitrrt ¡I F.ipn^Ht ditt gnem de T ¡nátptndance.
Pnris, 1856, que sólo conocemos por la escueta ciU de IbíSez Marín, y la mis extensa y polé-
mica de Arteclie (llal., lomo Vil, capitulo 1); otro lílulado Ciiujiianli ani aprís, qae es la
relncii^n de un viaje por Kspafia hecho por Pee en 1S5S, y que hallamos en un baratillo de Ma-
drid; es curioso. Kée, por ejemplo, se admira, de que al preguntar i un campesino en los alre-
dedores de Vitoria por la gran batalla de 1813, el campesino nada sabia de lal batalla, j pre-
guntó á Fée si TuÉ con los moros d con los carlistas. De este libro es la cita que va en el texto.
f.o regalamos á IbAñez Marín, que no lo señala en su Biblio|jral(H, poco antes de emprender el
viaje al nfíica. en que halló prematura y gloriosísima muerte.
(2) fíanelotta cautiva, i sia Diario de ¡o ocurrido en la liudad detdt 13 Febrera de iSoS
hatta jf Mayo 1S14, por el P. Raimundo Ferrer, filjpense, vicario de la parroquial de San Justo
y Pastor. Barcelona, 1815-1S19. ídra de la fidilidaé dr Bareehna duratiU tu cautiverie á j« adt>-
rado Key. lamkihi taulivo. Barcelona, 1814, Historia de la ¡ruerra di la Indíptmiexda en el an-
riguo Friudfad-', por D. Adolfo filanch. Barcelona. 1S61 (dos lomos). El Anipmrdáa durante la
Xuerra de la íudep^ndeHii'i. monografía premiada en certamen de /SS4, por D. }o»t M. de Ferrer
y de Llorei. Uarcclona, tS;í5.
,, Google
HISTOBIA DE ESPAÑA 483
gereau. El 3 de Junio sufrieron la pena de muerte dos sacerdotes, agarrota-
dos, y tres paisanos, de horca, en la explanada de la cindadela de Barcelo-
na — verdadero y glorioso martirio por la patria, — el P. Gallifa, Massana,
Aulet, Pon y Navarro. Como no había verdugo, el afrancesado Medinabeita,
rúente de la Audiencia, fué al presidio y enseñó por si mismo á tres presi-
diarios el manejo del garrote. El ^^ fueron ahorcados Mas, Porlet y Las-
tortras.
El sitio de Gerona, tan justamente famoso como el de Zaragoza, del que
difiere un tanto por su carácter más militar, pues aunque concurrieron ú la
defensa muchos paisanos hiciéronlo ordenadamente y bajo la severa disci-
plina de U.Mariano Alvarezde Castro (i), empezó el 5 de Mayo, fué activado
et 24, y comenzado el bombardeo el 1 3 de Junio; el 3 de Julio quedó abierta la
primera brecha, el 4 se dio el primer asalto, el 7 y el 8 el segundo y formi-
dable, el 11 de Agosto se perdió el castillo de Montjuich; el 19 de Septiem-
bre, otro gran asalto, rechazado, y, por último, el 10 de Diciembre las enfer-
medades y el hambre, estando Alvarez moribundo, obligaron á lirmar la ca-
pitulación. Suscribió ésta el general Fournás, quien censuró posteriormente
á U. Mariano Alvarez «por no haber abandonado la ciudad dos meses antes,
■ cuando perdió toda esperanza de socorro; pero sobre este punto la tenaci-
• dad invencible de Alvarez no cedió jamás; era un hombre sin talentos mili-
> tares, pero con una confianza extraordinaria en la Providencia, casi dirfa en
>los milagros; su alma se habla hecho grande, capaz de todos los sacrificios,
• llena de una constancia admirable; pero, hay que confesarEo, aquel valor era
>en él la resignación de un mártir más que el heroísmo de un hombre de
>guerra>. Quizás este juicio, que indigna al general Arteche, y expresado con
harta impropiedad de términos, contenga, sin embargo, la verdad crítica so-
bre Alvarez y su memorable defensa de Gerona. No estaba el insigne gober-
nador desprovisto de talentos militares: pruébalo la defensa misma, modelo
insuperable en su género, y asi, no faltó á la verdad ni anduvo desacertado
el valerosísimo inglés Marshal, teniente coronel del regimiento de Ultonia,
cuando herido mortalmente defendiendo la brecha de Sania Lucia, dijo an-
tes de expirar: Decid al general que es el mejor de Europa, y quizás lo era en
cuanto defensor de plazas. Es casi seguro que Napoleón, encerrado en Ge-
rona y en las circunstancias de Alvarez, hubiera hecho muchísimo menos que
él; pero los talentos de D. Mariano no rebasaron, al menos ostensiblemente,
el limite á que tiene que llegar un gobernador modelo, y tuvo razón Fournás
en censurarle por no haber abandonado la plaza cuando pudo hacerlo y per-
dió la esperanza de ser socorrido. No es razón en contra la que aduce Arteche:
iQitÍ¿H cantaría las glorias de Gerona de haber sido abandonada dos meses an-
tes? Las guerras no se hacen por la gloria, sino por el triunfo: y ¿quién puede
dud<ir que hubiera sido más ventajoso para la causa de España salvar con
oportuna retirada una valerosa guarnición, ya que no era dable conservarla
con la plaza que defendía?
Todos los documentos acreditan que esa preocupación de la gloria do-
minaba en el alma sencilla y reciamente varonil de Alvarez. Hacer mds que
u higo en Zaragota: tal fué su obsesión desde antes de comenzar el sitio. Sin
duda por eso no consintió en el abandono. Fué un héroe digno de los de Plu-
tarco, como con su admirable justeza ha escrito Menéndez Pelayo (2). Mas
aquella pasión y este carácter moral hiciéronle circunscribir su punto de
(1) Nacl^ «n Granada (S Septiembr* 1749). Era militar inslnifdo. de los que pueden ca-
líGcarae de lablo*: Aí^ranoileJlunaii literato, pero no le sabe que escribiera ninguna obra.
(3) En sa bellísimo discurso en la humguración del mODUmeoto de Mlliy Fonianali.
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484 HISTORIA DB ESPAflA
vista al recinto de Gerona y ceñir la órbita de su deber al cumplimiento es-
tricto y literal del espartano precepto de las Ordenanzas: El oficial qu* tu-
vitreordeH absoluta de conservar supuesto á toda costa, lo hará. Alvarez lo hizo;
pero no vio que en la guerra moderna las plazas, por fuertes é importantes
que sean, no tienen un valor absoluto, siendo simples puntos de apoyo para *
el ejército que hace la campaña. L^ico es, dada la complexión del héroe,
que tuviera una ilimitada confianza en el auxilio de la Providencia, y que
hubiera en au heroísmo mucho de la resignación del mártir. Tal como fué
Alvarez,.si DO salvó á la guarnición de Gerona, le ha asegurado la fama
inmortal, y él ha legado á la posteridad uno de los más hermosos ejem-
plos de carácter y de sacrificio en aras del deber que registran tos anales
humanos (i).
Mientras que se realizaban todos estos sucesos, otros no menos impor-
tantes se desarrollaban en la meseta central. El 13 de Enero perdimos ta
batalla de Uclés (2). Con el ejército derrotado y las tropas que había en la
Mancha se formó el titulado ejército de la Mancha, que, puesto á las órde-
nes del Cartaojal (24 Enero), fué derrotado en la acción de Ciudad Real:
más bien una torpresa (día 27), cuya importancia como combate han exage-
rado los franceses, aunque como desastre la tuvo, y no pequeña, para nos-
otros. El general Cuesta, ordenancista severo, reorganizó laa fuerzas batidas
en Somosierra, y reforzadas constituyeron el ejército de Extremadura (3)
(18.000 infantes, 2. zoo jinetes, 30 piezas de campaña] de buena apariencia,
aunque de substancia muy inferior al de Víctor (14.500 infantes y 4.200 jine-
tes). £1 encuentro fué en los campos de Medellln, y el mismo día que huían
por Despeñaperros los soldados del ejército de la Mancha, sorprendidos en
Ciudad Real; nuestro desastre, tremendo. «En otras naciones — escribió el
• mariscal Jourdan — dos batallas como las de Medellln y Ciudad Real hubie-
• ran producido la sumisión del país. En España era al revés: cuanto mayores
•eran los reveses, más decididas á tomar las armas parecían las ma.«as, y
íCuanto mds terreno ganaban los franceses, resultaba más comprometida sn
»posición> (4). «El Gobierno español, añade Rocca, no se dejó abatir. Como el'
>Senado romano, que después de la batalla de Cannas dio gracias á Varron
• por no haber desesperado de la salvación de la República, decretó que
• Cuesta y su ejército habían merecido bien de la Patria, y les otorgó las mis-
• mas recompensas que si hubieran sido vencedores. . . Quince dias después
>de la derrota de Medellln el ejército español, repuesto de sus pérdidas,
• vino á ocupar delante de nosotros los pasos de las montañas^.
(l) Historia militar dt Gerona, que comprende particalanneilte loi dos litios de 180S
y 1809, por el brigadier D. Cuillermo Minali. Gerona, 1S40. KtlacioH kittórita dt las dtftmas
di Girenn, por eí mariscal de campo D. Miguel de HRto. Madrid, tSio. Historia felilico-cri-
lico-militar de ¡a plata dt Gerona, por el R. P. Manuel Cándano fcontempotinea de los suce-
sos y publicada en iSSj). Historia de íoi sitias di Gerona, poi D. km il io Giahit. Gerona, 1896.
■Klogio de D. Mariano Alvareí» (Discurso de Arteche leído ante la Academia de la Historia
el 6 de Mayo de 18S0).
(1) "Manlñeslode las operaciones del ejército del Centro desde 3 de Diciembre de 1808
hasta el 17 de Febrero de 1805, firmado por el duque del Infantado en Sevilla [í Jnlio 1809)».
Reimpteiíón de Valencia, MDCCCXV. «Contestación al Manifiesto (anterior) dada por don
Francisco Xavier Venegas en [a pane igue tiene lelaciún con lu conducta», iSlo. (Sin pie de
imprenta.)
l'3l «ManiHeslo que presenta á Europa el capitin general D. Gregorio de la Cuesta so-
bre sus operaciones militares y políticas desde Jimio de iSoS hasta 12 de Agosto de 1809, en
que deji\ el mindo del ejijccito de Eictremidura. Valencia, 1811.
(4) KM¿ino¡re* du maréchil Jourdan (guerre d'Espagne). ecrits pac tul mtme, onMiis
d ' nprés le manuscril original», par Mr. le Vicomte de Grouchy. JourdaD desempeñaba el cai^
de Mnyor general, q'je venía i ser como consejero militar del rey Jott.
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HISTORIA DE ESPAÜA 485
Tan no entró la desanimación, que en aquel momento las esperan-
Eas de nuestros patriotas eran mayores que nunca. Napoleón habla con-
cebido un bello plan militar: tal era el de atacar i Portugal, ó mejor dicho,
á su capital Lisboa por dos ejércitos combinados: el de Soult, saliendo de
Galicia y marchando por la cosía abajo, y el de Víctor, que debía partir
de nuestra Extremadura y dirigirse al mar por la orilla izquierda ó me-
ridional del Tajo. Ya hemos visto que el plan Iracasó por lo que se re-
ñere á Soult, el cual no pudo llegar más que á Üporto, y de allí tuvo que
volverse rechazado y más que á paso, no alcanzando siquiera á sostenerse
en Galicia; en cuanto á Vfctor, tampoco logró entrar en Portugal, pues si
bien derrotó á Cuesta, no lo destruyó. A más de esto, por la insurrección ge-
neral del país, ni Soult sabia to que pasaba á Vfctor, ni Vfctor lo que pasaba
á Soult. Muchos técnicos censuran á Wellingtoo porque al retirarse Suult
á Galicia no corrió él por Orense al Bierzo para cortarle la retirada y obli-
garle á rendir las armas: era plan demasiado atrevido para un caudillo tan
prudente como el inglés. Mas en esta ocasión se dejó alucinar por otro
plan que tampoco pecaba de comedido: suponiendo á Soult más destrozado
de to que estaba realmente, y no sospechando que Ney fuese á evacuar tam-
bién á Galicia, se creyó con tiempo suficiente para un avance decisivo so-
bre Madrid, juntando su ejército á los nuestros de lixtremaduia y la Man-
cha, ya muy reforzados, y que podrfan llegar entre los tres á cerca de loo.ooo
hombres. Aunque lastime á nuestro patriotismo, forzoso es reconocer que
Wellington suponía á nuestros ejércitos en mejor estado de oi^anización y
solidez que el positivo: por desgracia, y como era naturallsimo en aquellas
circunstancias, las huestes de la Mancha y Extremadura, numerosas y po-
seídas del más ardoroso espíritu patriótico, llenas de reclutas que no sabían
formar ní manejar el fusil, consideradas militarmente dejaban muchísimo que
desear.
Toda la correspondencia del Lord en esta breve campaña refleja su pro-
fundo desencanto: él esperaba encontrar soldados como los suyos, y no veía
sino masas de paisanos, la inmensa mayoría sin uniformar siquiera. < Estos
españoles — escribía en una de sus cartas— hacen sus ejércitos con una cosa
que llaman entusiasmo. Yo no sé lo que eso es; pero sf que ese entusiasmo
no produce armamento, ni vestuario, ni disciplina, ni nada>. Wellington era
injusto; merced á ese entusiasmo de que se burlaba con su frió humoris-
mo inglés habia ejércitos españoles, buenos ó malos, pero que le permi-
tían sostenerse en la' Península con 30.000 ingleses enfrente de 300.000
franceses. Si no hubiera sido por el entusiasmo de los españoles, ^adón-
de habría ido á parar? Mas Welüngton no era un ñlósofo capaz de ver el
fondo de:las cosas. Como sucede á casi todos los hombres eminentes, fuera
de su- profesión no era eminente; juzgaba por las apariencias, ó, si se quie-
re, por la realidad positiva en el momento de contemplarla, y no veía más
adentro.
Avanzaron los ingleses de Wellington con los portugueses, sus auxiliares,
y los españoles de Cuesta hasta Talavera de la Reina, donde tomaron posi-
ciones, y adonde fué á atacarlos José con todas las fuerzas francesas del cen-
tro de España fccrca de 50.000 hombres). La batalla del 27 de Julio fué un
triunfo para los aliados, especialmente para los ingleses, que rechazaron los
ataques del grueso del ejército francés, y demostraron que en posición defen-
siva eran superiores á los soldados napoleónicos. Aquella victoria pudo, sin
embargo, costar á Wellington muy cara, porque Soult, oportunamente avisa-
do y seguido de Ney, se puso en marcha hacia el Mediodía, sin que pudiese
detenerle Beresford en la cordillera que separa Extremadura de ta provia-
,,CoogIc
486 BISTOtUA DE BSPASA
cia de Salamanca (i): si los ingleses no andan listos para volverse á Portugal,
hubiesen tenido á Soult por retaguardia. Napoleón se incomodó con su her-
mano y con Jourdan por haber atacado á los ingleses antes de la llegada de
los ejércitos expulsados de Galicia.
Nuestro ejército de la Mancha, mandado por Venegas, fué derrotado en
Almonacid (5 Agosto). Con tan continuados reveses podíamos habernos con-
vencido de que, dada la inevitable mala calidad de nuestras tropas de linea,
no eran las operaciones ofensivas ni las batallas campales el método que nos
convenía para echar á los franceses del centro de la Península; pero en la
Junta Central, é indudablemente en la opinión pública, predominaba esa idea,
é idea que se apodera de la cabe;ía de un español rarísima vez sale de ella.
A pesar de la retirada de los ingleses á Portugal y de la paz con Austria,
vencida en Wagran (25 Octubre), persistimos en reunir masas considera-
bles y tomar la ofensiva. En Octubre ocurrieron dos importantes hechos
de armas: el ataque de Carrier contra la plaza de Astorga, victoriosa-
mente rechazado (día 9) por Santocildcs y una pequeña guarnición (2), y la
batalla de Tamames (día 18), en que el ejército de Galicia, mandado por el
Duque del Parque, operando á la sazón en la provincia de Salamanca, recha-
zó al Cuerpo francés de Ney, que, ausente éste, acaudillaba el general Mar-
chand. «Por vez primera, dice Thiers, los veteranos de Ney, los mejores sol-
dados del Imperio, retrocedieron ante los españoles».
Éxitos tan lisonjeros fueron seguidos en Noviembre de los más terribles
desastres. £1 Duque del Parque, vencido en Medina del Campo(dfa 23), fué
deshecho en Alba de Tormes (día 28); pero tan lamentables derrotas nada
significan al lado de la de Ocaña (día 19). La desgracia de Almonacid privó
del mando del ejército de la Mancha al general Venegas, y Cuesta, que
asumía el de todas las fuerzas que operaban entre el Tajo y Guadiana, hubo
de dejarlo por sus achaques y ancianidad, reemplazándole Egufa (5). Tuvo
Egufa el excelente acuerdo de retirar las tropas á Sierra Morena; pero la
Central queria batallas campales, y puso al frente del ejército á D. Juan Car-
los Areizaga, que había sido un oficial valerosísimo y nn jefe de batallón muy
reputado en la guerra del Rosellón: como general no debía de estar tampoco
mal -conceptuado, cuando en 1808 consultáronle Blake é Infantado sobre el
plan de campana; pero su crédito popular nació de súbito al correr la especie
(i) En eití mirclia íiit cuando los soldados de Soalt, á su poso por Los Hojas (39 de
Agosto), nde nás de comtler, como en (oda la comircí, (oda suerte de excesos, lacanin de la
cams iil venerable obispo de Coria D. Juan Alvarez de Cauro, anciano de óchenla j cinco
años, sicle meses y dos días de edad. disUnguidfsimo pot su noble ardor patriúlico, y tirado
en el suelo le fusilaron. Víase £í UuirrísirnB obispo de Curia J}. yuan /ilvam áe Castra, mér-
lirdi la in l/piiiJiHcia eifaHola. Hemtnaji que ¡a Jiíceiit te dedica en el primer eetitenaris di la
guerra, ordenado por D. José F. F^uíi, presbítero. Cáceres. 1908.
(2] Sobre Asiorga véase: Santocildes, Resumen histórico de loi alaqaei, silioy rendi'iÓK
de Ailorga, di lu remiiquislii y del segando sitio fiuesln a la ciudnd. Madrid, 1815- — Mallai Ro-
dríguez Uiaz, HisiBTia di Aslorga (primera edición, Aslorea, 1S73; seganda, Astorga, 1909). —
Astorga en la guerra di la Indeptndencia. por el autor de este libro. Astorga, 190I. — Paulino
A. Pcmindez de Arellano y Ratilio M. Manrique, Astorga heroica: Historia documentada dt sus
sitios durante la guerra de la litdeptndencia. Leiin, 1912. Hay tambitn dalos en el Episcopoh'gio
Asluricense del maestrescuela D. Pedro Rodríguez López; en las Mcmpires hislorifucs sur Na-
poleón, la ¡tcvolutioa, le nirecloire. le Cotisulat, l'Ernfirt el la Resiauralion, de la duquesa de
Ábranles, mujer de Junot, y que le acompafLÓ en Espaíia (primera edición, 1831-34; segan-
da, 1S35-V: tercera, de la casa Garnier, 1S95-96), y en varios arlfculos del ilusUado capitán de
Kstado Msyor D, Toribio Fernández Cabrera, publicados en el Heraliio AHorrano y o
.=í.:._. :.„ ^., ^—.e celebración del cr '-
Londonderry (The Hislory 0/ thc Penintular War. Paris, l3aS) iitiga así á Caesta;
ía talento: pero era valiente, justo y hambre de honor; muy lleno de preocupaciones,
>. y odiaba rencorosamente i los franceses. Los cspafiolcs tenían en
,, Google
HISTORIA DE ESPAÑA 48;
de que en la batalla de Alcañiz fué quien mejor se portó, y este crédito
repentino, y tan exagerado como suelen ser en España los de su género, im-
pulsó al Gobierno á darle un mando tan importante, con la comisión de echar
á los franceses de Madrid ó hacerles rendir las armas, como en llatlén. Colo-
sal esfuerzo representaba la formación del ejército con que nos prometíamos
semejantes maravillas: 51.869 hombres, 5.766 caballos, 55 cañones; pero tan
aparatosa máquina distaba muchísimo de significar una fuerza efectiva pro-
porcionada á su volumen. Si los ejércitos de Medellln y Ciudad Real eran
inferiorísimos al de Bailen, éste de Ocaña éralo en muchos grados i los de
Ciudad Real y Medellln.
Areizaga se vino á su frente por las llanuras de la Mancha, y puso su
cuartel general en Ocaña. Allf le atacaron los franceses, y la derrota fué tre-
menda. Los muertos, heridos y prisioneros se contaron por millares. Cuéa-
tase que Areizaga se subió al campanario más alto de Ocaña, y desde tal
altura contempló cómo le destrozaban su ejército, sin acertar con ninguna
medida en aquellos críticos momentos. D. Ángel Saavedra, el futuro duque
de Rivas y gran poeta de Lafuerta del sino y Ei moro expósito, fué de los
heridos, y cuarenta años después lo recordaba en un bellísimo romance
compuesto con ocasión de la guerra de África:
rAI herido!... Yo t«mb[éo
de Oc>3a por loi colladoi
con el licor de mi sin^e
rcgaé los lailTeles patrios;
y boy, CD cárcel de dolores
por la vejei amarrado,
con mi lira solamente
d marcial grito acompaño.
mientras qne mi nietezuelo
hace mi baslón caballo,
y dice que va á la gnerrr
127. — Los gHerriileros. — En este año de 1809 la guerra no se hizo sólo
con ejércitos, sino también con guerrillas, que hablan comenzado el año an-
terior, pero que en el presente y los sucesivos alcanzaron su mayor desarrollo
y dieron una fisonomía especial á esta lucha. Conviene puntualizar lo que se
entiende por guerrilla y guerrillero, nombres genéricos comprensivos de dis-
tintos signiücados.
Según la táctica militar anterior á los últimos adelantos de las armas de
fuego, las tropas se desplegaban para combatir en tres trozos: uno central ó
de núcleo, destinado á la resistencia ó ataques decisivos, que peleaba en or-
él ilimitada confianza, y él no de¡á nunca de castigar con rigor á cuantos traidores cafan en sns
manos. No ganó niogana batalla; pero estaba siempre dispuesto i batirse, y en cuanto se rom-
pía el fuego se le vela en el litto de mayor peliero». En la guerra del Roselldn obtuvo varias
victorias; era ordenancista muy severo, y no se le pueden negar algunas condiciones de oi^a-
nizador y para el alto mando; sus desgracias provinieron en gran parle de la mala condición
délas tropas, que no podía él cambiar con la rapidez que rxiglin las circunstancias. De la
conñanz* qne merecía al pueblo, apuntada par Londonderry, da fe un cantar de la época:
«Blake,(|ue ataque, que ataque.
La Romana, tii pierde ni gana.
A lo mejor de la ñesta.
quitan el mando á Cuesta.»
,, Google
488 HISTORIA DE ESPAÑA
den cerrado, ó sea codo con codo, formando una masa compacta; detrás de
este cuerpo de batalla se situaba otro — la reserva, — destinado, como indi-
ca su nombre, A sostener ó apoyar al cuerpo de batalla, y delante se ponían
soldados sueltos, en dispersión ó en orden abierto, destinados á escaramu-
cear con el enemigo, tirotearlo y procurar contenerlo, los cuales, cuando el
enemigo atacaba de firme y con fuerza suficiente, se replegaban sobre el cuer-
po de batalla, n. estas partidas delanteras, iniciadoras del combate y destina-
das especialmente á conocer la fuerza efectiva del enemigo y á ocultar la
propia, se llamaba gnerrillas, y á su modo especial de batirse, luchar en gue-
rrillas. Sin duda porque los paisanos cuando combaten en forma de batalla,
ya unos con otros, ya con tropas de linea, lo hacen en dispersión, individual-
mente, cada uno por sf, se ha aplicado la palabra guerrilla á todo grupo de
paisanos combatientes; y como en la época moderna los paisanos no guerrean
sino levantándose contra el gobierno establecido ó prescindiendo de él, la
idea de aquel modo de luchar se ha asociado á la de alzamiento popular. Mas
no todo popular alzamiento constituye guerrillas. Excluyese en primer tér-
mino del concepto significado por esta palabra el levantamiento de una po-
blación que origina lucha callejera. La guerrilla es siempre del campo; pero
tampoco lo es toda forma de levantamiento y guerra en el campo: acontece
en ocasiones que toda una comarca se levanta en masa y salen los pueblos
enteros, acaudillados por sus autoridades naturales (curas y alcaldes), á pe-
lear con un ejército invasor, y esto es lo que sucedió en Galicia después de
la batalla de Coruña y hasta que fueron expulsados de la región los ejércitos
de Soult y Ney, y á veces este levantamiento general se hace con sujeción á
ciertas reglas orgánicas legales, como en el caso de los somatenes de Cata-
luña que vencieron en el Bruch.
Ni los pueblos enteros levantados ni los somatenes son guerrillas
propiamente dichas. La significación estricta de la palabra se ciñe á la
partida ó cuadrilla formada espontáneamente por pocos ó muchos indivi-
duos, y que bajo la conducta de un jefe elegido ó aceptado libremente por
ellos hace la guerra de un modo permanente. Los guerrilleros han de ha-
cer esta guerra de una manera especial: incapaces de medirse cuerpo á
cuerpo con el ejército que combaten, han de recurrir á mil estratagemas
para burlar su persecución y descargar golpes sobre sus destacamentos aisla-
dos ó sobre los paisanos que los favorecen; sus bases de operaciones son el
campo libre, que han de conocer palmo á palmo; la movilidad, la facilidad
para reunirse y dispersarse según demandan las circunstancias, y el apoyo
moral y material de la población del territorio en que operan, son sus condi-
ciones estratégicas.
En la guerra de la Independencia tuvimos guerrillas de toda especie:
hasta las hubo individuales, ó sean sujetos que se dedicaban enteramente
solos á matar cuantos franceses podían, disparándoles desde ciertos puntos
de la campiña, enterrando ó escondiendo su arma después de haberla usado
y haciéndose pasar por paisanos pacíficos. Hubo grupos que operaban una
temporada, ó para determinada empresa, dispersándose y volviendo á sus
pueblos los que los formaban á confundirse con el paisanaje; las hubo peque-
ñas y grandes, algunas que llegaron á constituir por su número y organiza-
ción verdaderos Cuerpos como brigadas ó divisiones; unas que, aunque de
contingente reducido, tendieron siempre á organizarse y disciplinarse á lo
militar, y otras que siempre conservaron su típica forma de agrupación de
paisanos: en suma, manifestáronse todas las variedades de que es susceptible
esta manera de hacer la guerra.
Las guerrillas empezaron antes del 2 de Mayo. Ya entonces Juan Martin
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HISTORIA DE ESPAÍ}* 489
Díaz, el Emptctnadú (i), habta detenido y matado correos del ejercito fran-
cés, corriendo la tierra de Castilla con algunos pocos amigos suyos. En la
campaña de 1808 se hizo famosísimo, y sus proezas y aventuras parecen más
propias de la novela que de la Historia. E! párroco de Villoviada, cerca de
Lerma, D. Jerónimo Merino (2), clérigo de misa y olla que no lela más
libro que el Misal, gran cazador, justamente irritado por haberle obligado un
jefe de columna francesa á llevar al hombro desde su pueblo i. Lerma un
instrumento de música estando él revestido para decir misa, se lanzó al
campo y formó partida en Enero de 1909. Renovales, el heroico defensor del
convento de San José, en Zaragoza, concluido el sitio y evadido, organizó
una numerosa partida en el Roncal, con la que operó, no sólo en Espafta,
sino eo las comarcas francesas fronterizas; et caballero aragonés D. Migue)
Sarasa, avergonzado de que un tío suyo hubiese aceptado del Gobierno in-
truso el cargo de corregidor de Jaca, hizo lo propio en la ribera derecha del
Ebro; el coronel Gayan se fortiñcó en el santuario de Nuestra Señora del
Águila; el brigadier VilUcampa dio cierta unidad á los muchos guerrille-
ros de Aragón, i. tos que Suchet hizo sufrir una sensible derrota (20 Octubre),
apoderándose del Tremedal, y después del monasterio de San Juan de la
Peña, que hizo incendiar, aunque respetando la capilla y fundando en ella
una misa, porjmío rtspeto — dice en sus Memorias — d unos restos ji objetos
que los aragoneses tienen en tanta peneracidn. Empezaron á figurar en Navarra
los dos Minas: el primero que se lanzó á la lucha fué el menor (Francisco
Javier), sobrino de Espoz y Mina. Ea la Rioja pululaban D. Ignacio Cuevillas,
el cura Tapia, e) hijo del marqués de Barrio Lucio, el capitán de navio don
Ignacio Narrón, etc. En el camino de Burgos á Pancorbo, Salazar, Ángulo,
Alonso, etc. En León, Fr. Juan Délica (el Capuchino), que aprehendió al ge-
neral Francescbi; D. Tomás García Vicente, que dio á su partida el título de
UgiÓM de honor de Castilla, y el famosísimo D. Julián Sánchez, con sus famosos
lanceros, terror de los franceses en la provincia de Salamanca.
No es posible citarlos todos: baste decir que no hubo provincia, región
ni comarca en que no abundasen. Las montañas eran teatro más adecuado
para sus hazañas; pero nos cuenta Marbot que en tos llanos de Castilla y
León aprovechaban hábilmente las ondulaciones del terreno, y «á lo me-
>jor, dice, marchaba una columna tranquilamente por un campo despejado,
>sin la menor elevación en cuanto abarcaba la vista, y parecía surgir del suc-
>lo una nube de tiradores que hacían de repente una docena de bajas y que
(desaparecía con la misma rapidez».
Tres cuestiones críticas ofrece este sistema de guerra; i." Su legitimi-
dad. Algunos autores de Derecho internacional, fundándose en que hacer la
guerra es función del Estado, y no de los particulares, niegan á los guerrille-
ros la condición de legítimos beligerantes, sosteniendo que el ejército á quien
combaten puede lícitamente tratarlos como bandidos ó salteadores de cami-
nos, fusilarlos cuando caen prisioneros, etc. Así quería. Napoleón que- fuesen
tratados los guerrilleros españoles, y asi los trataban los generales franceses
en España; pero esta opinión, explicable en un conquistador á quien estor-
(i) Empuinades »t\\\ma.a todos los naturales d« Cailrillo de Da«ro, donde nació el Ta-
Boio gaerrillero, el 3 de Septiembre de 1775. Era luán Mutfn labrador, k hiio de soldado de
Caballería la gaetra del RoiellAa. En Madrid (1814) se publicó Apuntes á/ la vida y hithoi
milttam dil brigadUr D. "Juan Mjrtiii, el Empecinado, por un admirador de íIIbs.
(a) ZíífUííTjy/írmej/iifli'id, poiunejpailol. Madrid, 1870. El anónimo espaflol era don
Eugenio Aviraneta. Con Merina iba nn mozo qne fué luego ministro de Hacienda, eoljernador
d^ Sinco de EipaKa -j autor de Tariai obras notables financieras y bancarias: D. Ramón
SanülUn.
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490 HISTORIA DE ESPAÑA
ban é irritan las guerrillas, no es defendible fríamente. Todo ciudadano tiene
derecho á defender su patria invadida, y toda nación, á desplegar en su de-
fensa cuantos medios pueda emplear para ello. Negar esto equivaldría á ne-
gar el derecho supremo de toda colectividad humana constituida en Estado
á vivir independiente, y de todos sus miembros á sostener esa independencia.
Los guerrilleros españoles obraban, es cierto, personalmente; pero sólo en
cuanto á los medios de acción, estando subordinados en cuanto al tin de sus
empresas al Gobierno nacional, que los reconocía, los alentaba, socorría y'
premiaba, considerándolos siempre como verdaderos soldados de la patria,
2.' Su eficacia. — El ya citado Guillón la pone en duda, creyendo que
España no debió su salvación á las guerrillas, sino á los ejércitos, y especial-
mente al inglés. Esta opinión está contradicha por la de todos los militares
franceses que hicieron la guerra en España. «Estas bandas — escribió Roc-
>ca — nos hacían un mal incalculable, y parecía imposible destruirlas. Siem-
>pre perseguidas, -frecuentemente dispersadas, reaparecían en seguida, co-'
>menzando de nuevo sus excursiones. . . En los grandes Estados del Centro
>de Europa una batalla ganada, ó sencillamente la ocupación de una co-
• marca, daban á los franceses en abundancia víveres, municiones, caballos, y
• basta soldados, pudiéndose decir lo que Virgilio de la fama: sus fuerzas au-
• mentan caminando. En España las fuerzas de los franceses disminuían á me-
• dida que avanzaban, por la necesidad de destacar numerosos Cuerpos para
• pelear con las partidas. . . Su ejército encontrábase siempre reducido, por
•consecuencia de sus mismas victorias, á la situación de aquel león de la fa-
rbula que se desgarraba con sus unas en los vanos esfuerzos que bada para
• destruir las moscas que le atormentaban sin cesara. Con textos semejantes
podrían llenarse muchas páginas. Las partidas sostenían el espíritu de pro-
testa del país, que con las derrotas de los ejércitos y la acción del tiempo
hubiera ido enfriándose poco á poco; eran el terror de ios afrancesados y díí-
los que, sin serlo, propendían á la tranquilidad de la vida ordinaria, elementen'
siempre el más numeroso de toda sociedad; aislaban á los ejércitos franceses'^
reduciendo su dominación al terreno que pisaban; los entretenían, impidién-
doles ir en masa contra los ingleses y contra los ejércitos espaiíoles, y sólo
así pudo Wellington sostenerse y al fin triunfar, nunca por si solo, sino con
el apoyo de nuestros ejércitos.
3." Su carácter moral. — El P. Saimón pinta á los guerrilleros como hé-
roes casi impecables, especie de paladines de la religión y de la patria, en
que toda'virtud tenía su natural asiento (i). No está lejos de semejante ma-
nera de concebir al guerrillero Rodríguez Solls (2). En cambio, el farmacéu-
tico Fée apura los tonos sombríos y los epítetos duros para describir á los
partidarios: «Bandas armadas, dice, en que se juntó la hez de la sociedad es-
• pañoia para hacer vida de asesinatos y pillaje. . . Más crueles que valien-
>tes (3). . . No eran antropófagos como los naturales de Nueva Zelanda; pero
•se excedían á éstos en el ensañamiento con sus víctimas. Lo que sufrieroo
• los cristianos hicieron sufrir á los franceses: crucifixiones, descuartizamicn-
(i) Risumín hislérico dt la rrvolucÜm di España, año de iSoS, poi d P. Maulro ISalmón.
Madrid, 1820. Dr muy iscasa valor kistiricc y áe ningún interii mililar jiix^a esta obra Ibáfiei
Marfn, y Mcnfndcz Peliyo la califica de ridicula. Tiene, sin embargo, i nueslro juicio, el mé-
rito de reflejar las ideas y los iuicios de la mayor paite de la generaclAa que hizo y saTrió la
guerra de I» Independencia.
|i) LosEuiirUUfoidtiSi-S.
(3) fíelos inculpa de «alacnr i enlpeiegarouiabiendo el número de los que ibaoá com-
batir. . . . etc, Pero ¿no era máxima de Niipoleón asegurarte siempre la superíondad numérica
y oi^ánica sobre sus enemigos?
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HISTORIA DB ESPAÑA 49I
'tos. . ., etc.». Finalmente, et coronel inglés )oDes (t) cuenta que en 1812
muchos pueblos pidieron á lord Wellington que les mandase Caballería para
que los pusiese á cubierto de los desmanes de los guerrilleros.
Es cierto que en la guerra de la Independencia, como en todas, se co-
metieron inauditos excesos; pero no fué sólo por los guerrilleros, ni aun por
los paisanos españoles que, sin serlo en sentido estricto, se levantaron en
muchas ocasiones exasperados é hicieron horrores con los franceses que
jalan en sus manos, sino por los franceses y los ingleses. Thiers dice de sus
compatriotas que «eran los más humanos de todos los hombres de guerra
»que luchaban en la Península». Pero ¿qué va á decir Thiersf Si se hiciese un
examen comparativo de unos y otros, creemos nosotros sinceramente que
correspondeiia esa palma á los ejércitos regulares españoles. Los franceses
hicieron horrores, aunque no les sean imputables todos los que les fueron
atribuidos (2); pero con los comprobados hay de sobra para cargarles las notas
más severas. Especialmente con los guerrilleros, y en general coa cuanto»
paisanos combatientes calan en su poder, creíanse autorizados para todo.
Con los Religiosos eran implacables. <Los franceses — escribió Chateau-
tbriand — derramaban la sangre de los frailes con el impío furor que hablan
• aprendido en las bufonadas de Voltaire y en las escenas del tcrror> (3). Na-
poleón daba el ejemplo. En Tolosa (Guipúzcoa) fué á cumplimentarle una co-
misión de frailes, y he aquí el discurstto que les dirigió: Mfssienrs Us moines,
si VOHS vous avisez de vous méler de nos a^faires milüaires^ je vousferai couper
Us oreilUs (4}. «Loa franceses, cuenta Rocca, no podían sostenerse sino por
>el terror, y se velan obligados á castigar al inocente por el culpable, á ven-
>garse del poderoso en el débil. El pillaje habla llegado á ser indispensable
>para sub^stir*.
Uentro de este cuadro general hay que ver á los guerrilleros, teniendo
.demás en cuenta que el género de guerra que hadan se presta como nia-
~;uno i que las cualidades individuales de los combatientes se muestren más
ú descubierto, y que algunos ó muchos partidarios se lanzaron al campo por
impulsos de personal venganza. Ya hemos dicho lo que determinó al cura
Merino á tomar las armas; el franciscano Fr. Lucas Rafael hizo lo propio,
abandonando su convento al ver á su padre, rico hacendado de Villalba,
muerto por los franceses por haberse negado á reconocer al rey José. De
hombres asi no podían esperarse blanduras; tanto más, cuanto que la opinión
pública aplaudía, excitaba á todo lo que fuera contra los franceses, sin repa-
rar en pciiHos de derecho de gentes. Los españoles somos una raza impre-
sionable y más vehemente que reflexiva, capaz en un mismo individuo y casi
en un mismo momento de los más sublimes arrebatos de caridad y de la cruel-
dad más dura y antipática. Con nuestros enemigos no hemos solido pecar
nunca por exceso de compasión. ;No fué censurado Martínez Campos por ha-
ber hecho justicia en un presidiario que corló las orejas en Melilla á uno de
los poquísimos moros que nos eran adictos en la campaña que dirigió?
12S. — Fijado ya el carácter y principales aspectos de la guerra de la
(i) D« su HtslBñaáe ta^trradt EsfaHay Partugal \tay una traducdón rrancesi con
notas poi A. de Betachamps. París, iSiS.
(3) Reñerc Fée, por ejemplo, que en su s^undo viaje í Espaila se sorprendió al oir en
Toledo y leerenlallistorín déla ciudad, por Camero, que los franceses hablan incendiado el
Alcliar antes de relirarse; qae buscó i. üamero j le pregunlñ qu« de dónde se habla sacado
eso, pues f I sabia peifectamenle que el Alcáiar quedó incólume al evacuar Toledo los invaio-
i«s, y que resoltó que no había funiiimenlo ninguno para atribuirles tal exceso. En todas las gne-
rras sucede que unos beligerantes atribuyen i otros los desmanes que ellos mismos cometen.
(3) Congreso de Vcrona.
(4) Bigant, Miiiiiñrcí, página 131.
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492 HISTORIA DE ESPAÑA
Independencia, sólo cabe ya, dentro de las proporciones de este libro, pre-
sentar el esquema de sus principales acontecimientos.
Año 1810. — Libre Napoleón de la guerra de Austria, reforzó sus ejér-
citos de España hasta la masa de 4OO.0OD hombres (l). Su plan, como en 1S09,
era dirigirse contra Lisboa con dos poderosos ejércitos: uno por la ribera
derecha del lajo, á las órdenes de Massena; otro por la izquierda, acaudi-
llado por Soult. Mientras se formaba aquél, consintió á José que utilizara
el de Soult para invadir Andalucía. Con 80.000 soldados (Cuerpos 1.°, 4."
y 5.°, mandados por Víctor, Sebastiani y Morticr, y la reserva por Dessoles}
franqueó Sierra Morena (20 Enero) y ocupó sin porfiada resistencia todas las
provincias meridionales, excepto Cádiz, porque el duque de Alburquerque
(S.ooo infantes, 600 jinetes), haciendo una marcha forzada, llegó á tiempo de
guarnecerla (2). Víctor quedó encargado de sitiar á Cádiz, ocupando la linea
de Rota, Puerto de Santa Maria, Puerto Real y Chiclaqa; Sebastiani se esta-
bleció en Granada; Soult, con Mortier, en Sevilla. Estallaron insurrecciones
populares en las Sierras (Alpujarras, Ronda, etc.).
El ejército de Massena se reunió ea Castilla, y ascendfa á cerca de 100.000
hombres (Cuerpos 2.", 6." y 8." de Reynier, Ney y Junot). Se apoderó de As-
toi^, durando el sitio del 16 de Febrero al 22 de Abril, y de Ciudad Rodrigo
(sitio desde el 25 de Abril al 10 de Julio), tan heroicamente defendida como
Astorga (3). Entró en Portugal, tomando la ciudad de Almeida (26 Agosto),
atacó á los ingleses y portugueses en Busaco (27 Septiembre), y no pudiendo
forzar la posición, la flanqueó por la sierra de Casamucla, entrando en Coim-
bra (el 29) (4). Wellington se retiró detrás de las lineas de Torres- Ved ras,
cadena de montes que cierran la península en que se asienta Lisboa, formada
por el Océano y el Tajo, y que había hecho fortificar y artillar de un modo
formidable: imposible de forzar era tat posición. Massena permaneció á su
pie, peleando con los portugueses levantados y procurándose difícilmente los
víveres, hasta que levantó el campo (13 Noviembre), retrocediendo á Torres
Novas y Santarén. Allí fué á refozarle el general Drouet, y acabó el año fren-
te á los ingleses y envuelto por las milicias portuguesas.
En las comarcas levantinas Suchet invadió el reino de Valencia (25 de
Febrero), llegó frente á la ciudad, pero tuvo que volverse á Zaragoza (17 de
Marzo) sin haber alcanzado ningún éxito; el I 3 de Abril acometió á Lérida,
rindiéndola el 13 de Mayo; el 8 de Junio se apoderó de Mequinenza, cuyo
asedio empezó el 15 de Mayo; el 29 de Diciembre capituló Tortosa después
de un sitio de seis meses. Mientras tanto, en el resto de Cataluña, Augereau
y su sucesor Macdonald peleaban constantemente con el ejército español,
con los somatenes y con las escuadrillas inglesas que recorrían el litoral. Las
Baleares eran un centro de operaciones para los patriotas y para los ingleses
que los auxiliaban, así como un seguro lugar de refugio para multitud de fa-
(I) Thien, Censulado e Imptrio. libro xxxlx.
(I) En U isniíela Cádit. de Javier de Burgo 1 y Cliueca, es una de los «cenas colrainan-
tei la entrada del Duque en la ciudad. V entonces se toca la Marcha que con el Ululo de Mar-
cha dt CáJit se ha popularizado tanto en los últimos años.
(3) RtiiKÜH histórica del sitio di la plata dt Ciudad Rodrigo, por su general -gobernador
D. Andrí) Píreí de Herrasti. Madrid. 1314. — £/ litio de Ciudad Itadriga, por D. Policarpo
Aozano, comiiario de guerra. Cidiz, iHia
(4> Marbot, ayudante de Masienaen esta campafla, cuenta que el famoso miríscal acce-
dió á disponer el ataqne de Busaco por los consejos de su Estado Mayor; habiendo fracasado,
Massena dijo que «era la primera vez que se habla fiado de los sabios, y que por eso le había
salido mal; no hay que atacar, sino que líanqu^ar por allí», j se&aJÓ d punto de la sierra por
donde al otro dfa se pasó sin dificullad, entrando en Coinibia y poniendo en grave aprieto al
ejército inglés. Massena habi^i sido conttabandijia en su juventud, y no tenía estudios.
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HISTORIA DE ESPAÜA 493
milias catalanas (i). La lucha de guerrillas siguió tan empeñada ó más que ea
el año anterior; el i." de Abril ciyó prisionero Mina el mozo, siendo ence-
rrado en el castillo de Vincennes, donde permaneció hasta 1814, sucedién-
dole su ya citado tfo Eapoz y Mina (2).
Año 1811. — Inmovilizado Massena en Portugal, no lenta otra espe-
ranza de salir con su empresa sino que, conforme al plan de Napoleón, acu-
diese Soult con su ejercito por la orilla izquierda del Tajo. Pero jcómo podfa
hacerlo Soult, cuando los 80.000 hombres que mandaba, ya muy disminuidos,
apenas le bastaban para sitiar á Cádiz, pelear con los serranos de Ronda, Nie-
bla, Alpujarra, etc, y mantener sus comunicaciones, pues corrían aún la tierra
llana de Andalucfa multitud de partidarios^ Tomar á Cádiz era cosa imposible,
ó poco menos, para los franceses, dada la situación geográñca de la isla gadi- ^
tana, separada del Continente por la bahia y el canal de Santipetri, y de-
fendiéndola no sólo un numeroso ejército anglo-español, sino una escua-
dra de ambas naciones: lo único que podían hacer los sitiadores era dis-
parar bombas desde la costa continental, las cuales dejaron más huella
que en los edificios y fort ideaciones de laa dos ciudades sitiadas, San Fer-
nando y Cádiz, en los cantares populares:
lirabuzanes |3).
Con las bombas que tira
el marisMl Sul,
hacen las gaditanas
mantillas de tul.
La numerosa guarnición de Cádiz no sólo daba para cubrir todos los
puestos, sino para trasportarse á bordo de nuestros barcos y de los ingleses
á diversos puntos de la costa y hacer incursiones, ora por la Alpujarra, ora
por la serranía de Ronda ó por el Condado de Niebla. La más sonada fué la
que se hizo con el propósito de hacer levantar el sitio de Cádií; tomaron
tierra en Algeciras y Tarifa 8.000 españoles mandados por Lapeña y 4.000
ingleses por Graham; se dio la batalla de Chiclana ó del Cerro del Puerco
(5 Mar^o), en que vencimos, aunque quedando los ingleses más lucidos que
nosotros, y sin obtener el resultado propuesto.
Cumpliendo SouU, sin embargo.las órdenes de NapoleiSh relativas á soco-
rrer á Massena, invadió Extremadura en Enero; pero atli se halló con el ejér-
cito español que acaudillaba el marqués de la Romana (4), y después Casta-
ños, y el a ngl o- por tugues, mandado primero por Hill y luego por Beresford.
Tomó Soult á Olivenza (22 Enero); atacó á Badajoz, defendida por una va-
liente guarnición dirigida por D. Rafael Menacho (día 28); el 19 de Febrero
batió á Mendizábal junto á la plaza; el 4 de Marzo fué herido mortalmen-
(i) Véase Mallena duranli ¡a frimtra revetución (iSo8-lSt4|, por Miguel S. Oliver.
Palma, I901.
(3) Memorial del /¡ttural D. Francisco Eipex y Mina, escritss por ét mismo (sobre esto
htbrla mucho qae hablar). Publicólas su viuda Doña Juana María Vega, Madrid, 1S51.
(3) Eran los riuM que usaban tu mujeres, y que se hadan sujetando el pelo con QQOs
pedacitos de plomo. Según C^oloma (Recutrdm de Fernán Caiallero), un vendedor ambulante
tuTo la idea de vender el plomo de una bomba, pregonando: iFa liíaitiimin! La se(^nda
«o^a Toé una Tañante de la primera, sin sentido, improrisada en el teatro por el actor Nava-
rro (Adolfo di Cintre — Cádit en ¡a guerra áe la ¡ndepeniencia — A. Galiano — Recaeráos dt
un anciano. pAg. iSl).
(4) Mario repentinamente en Cartaxo el 23 de Enero.
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494 HISTORIA DE ESPAÑA
te de bala de cañón el insigne Menacho, y el lo se rindió Badajoz. Con
esto ya podia Soult correr por la ribera izquierda del Tajo hasta ponerse
frente á Lisboa, como quería el Emperador; pero ya era tarde; MassCD?,
con su ejército desmoronado por la falta de subsistencias y desmoralizado
por la inacción ante las posiciones británicas, convencido de que no podía
triunfar del lord Wellington y de que pronto acabaría por sucumbir á los
ataques continuos de las milicias y campesinos portugueses, tomó la vuel-
ta de Castilla; el inglés sitió á Almeida, y acudiendo á socorrerla Massc-
na, se trabó la batalla de Fuentes de Oñoro (5 Mayo); Almeida fué eva-
cuada por los franceses, y Napoleón, exasperado por los reveses del que
tenía por sii mejor lugarteniente (i), le quitó el mando, dándoselo á Mar-
mont (2).
Marmont puso su cuartel general en Salamanca. £1 Gobierno español
envió i Extremadura ai general Blake para que se reuniese con Castaños,
jefe de aquel ejército; unidos ambos con Beresford, hicieron frente en la Al-
buera al mariscal Soult (16 Mayo) y lo rechazaron, Hasta fin de año hubo
muchos combates en Extremadura, pero ninguno decisivo. En Cataluña per-
dimos la plaza de Tarragona después de un largo sitio y furiosísimo asalto
(28 Junio) (3). Á mediados de Septiembre emprendió Suchet la conquisla de
Valencia; el 23 atacó á Sagunto; el 25 de Octubre derrotó á Blake, que acu-
dió a! socorro; el 26 capituló la plaza, y al concluir el año tenia circunva-
lada á Valencia, y dentro al ejército de Blake. Los guerrilleros siguieron ope-
rando en todas las regiones de !a Península ocupadas por los franceses; dis-
tinguióse mucho Espoz y Mina: varias partidas se habían transformado ya en
verdaderas divisiones de excelentes tropas ligeras que se batían admira-
blemente.
Aüo 1812. — Napoleón estaba ya convencido de la imposibilidad de
someter á España, ó, como él decía, de resolver el problema europeo en
nuestra tierra. Este problema era para Napoleón, sencillamente, llegar á ser
él señor ó rey de (oda Europa; y con entera franqueza lo declaró en Santa
Helena, aunque, como cualquier político que aspira á un cargo público, por
modesto que sea, atribuyese su ambición al móvil generoso de hacer bien á
la Humanidad. Según dijo, Europa entera es una sola nación, una sola familia,
y el papel de Francia, gobernada, naturalmente, por él, organizar ese pueblo.
(1) Mémoirn ie Maiuim, d'afrii hs áocummls qu'il alaitti.yai le gíníral Koch, 18491
{Saa stcle tomos; el sépticno (nu de«sta campaSa de Portugal, j niDgnno escrito por el r>mo-
(3) Mimolrís de Marmenl (t793-lS4l), tSS7 (nueve Toldmencs), escritas por el mlimo
mariscal, que Tué uno de los primeros escritores militares del siglo xix, como acredita so síd-
títico jr substancioso libro Esprit dt¡ imtitulioHS mililairet, publicado en I&4S- Conviene
advertir que Marmont, uno de los generales de rai» prestigio entre los de Napoleón, perdió
su crédito, primero con los bonaparlislas y después con todos los Tranceses, por haber sido su
Cuerpo de cjírcito el primero que abandonó á Napoleón en l3l4. El Emperador le caliücó de
traidor, j procuró explicar sui desastres por la defección de Marmont. Desde entonces es lugar
común entre los escritores franceses juigar despectivamente á Marmont, y aun decir que cajé-
ela de mérito, y que debió sus ascensos í la personal amistad de Napoleón. Eu fin, lo mismo
que han dicho y escrito de Bemardotte.
'"' ■■ ' ' '' 'iflji^v/aia i/r T&rro^'nKfl. Los publlcael coronel delregimiento
de Infantería i.° de Badajoz D. Andrés Egnaguirre, que se halló en la misma plaza y se ha fu-
gado de] depósito de Soissons. donde se hallaba prisionero. Valencia, 1813, Hay sobre lo mís-
— . , — , . f !.,!.. j. i_ r. ^_ j.i j^^j j^ Campo Vt-^
otro, ConliíiaciiH
tidal en el papel i,
general D. Pedro
arii tobre la txpos
,,. Google
o tres opúsculos curiososi ano, ExpoiUió» de la roHduila del iiarquéí de Campo Verde y ■
ncias exactas de le ocurrido en ti lilio de Tarragona (Alicante, iSl I); Otro, Conletlaciin dtl mar-
qués di Lampo Verde á varios puntos injuriosos á la persona contenidos en el papel que con ti
titulo deaLa Vindicta de lu Honam presentó á la nación española el general D. Pedro Sarsfield
(Valencia, 1814), y el último, Representación del coronel D. Juan Clarii sobre la exposición ijue
contra él Mito el marqués de Campo Verde {TKh, lili).
HISTORIA DE ESPAÑA 495
abora dividido en diversos Estados (i). Toda Europa debfa gobernarse por
los mismos principios, adoptar el mismo sistema, haber un código europeo,
un tribunal de casación europeo, una misma moneda con cuños diferentes,
los mismos pesos y medidas, las mismas leyes: así no seria sino un solo pue-
blo, y los europeos al viajar por esta parte del mundo no saldrían nunca de
su patria. De tan vasta patria había de ser París la capital, y él haría de ella
aun en su parte material, «algo colosal y desconocido hasta nuestros dla$>;
y él, que no se tenia por francés, sino que consideraba á Francia como el
instrumento de su dominación, el emperador universal. Todos los principes
de Europa ¡rían A educarse juntos en París, llevando cada uno su cortejo
de niños principales de sus respectivos reinos, y los soberanos no habían de
mantener más tropa que una guardia real decorativa. Quizás algún día la fa-
cilidad creciente de las comunicaciones, el cruzamiento de las razas, la uni-
versalización de las ideas, la uniformidad de las costumbres y mil circuns-
tancias que vemos actuar hoy, aunque sin poder predecir hasta dónde llega-
rán en su desenvolvimiento, determinen la constitución de los Estados Uni-
dos europeos ó de i:na patria europea por el estilo de la que Napoleón ex-
plicaba en Santa Helena; pero aun en ese caso, todavía tan hipotético, no
dejaría de ser locura la idea del conquistador corso, y locura repulsiva por
ser la cobertera de un egoísmo ambicioso más grande, mucho más' grande
que su genio {2).
Poseído de tan extraña y colosal demencia, quiso humillar á los ingle-
ses, únicos ya en Europa que le resistían, y juzgó cosa llana y de lo más fá-
cil hacer de Elspaña y Portugal meras provincias de su Imperio con vano
título de reinos feudatarios; pero al alborear el año de 1812 estaba ya cod-
vencidlsimo de su irreparable equivocación. Entonces, como cualquier hom-
bre que ha perdido el tino en sus negocios, concibió el estrafalario pensa-
miento de invadir el imperio de Rusia con un ejército de 600.000 hombres,
figurándose que el prestigio alcanzado en esta empresa bastaría para que se
le allanase todo. En Santa Helena lo dijo también: «La paz en Moscou hubiera
>puesto término á mis expediciones y el siiíetna europeo se hubiese fundado;
>ya no habla más que organizarlo, y yo hubiera sido el arca de la antigua y
• de la nueva alianza, el mediador entre el antiguo y el nuevo orden de co-
• sas> (5). Pero ^porque hubiese obligado al Zar á suscribir un nuevo tratado
de paz iba Inglaterra á humillársele!' ¿Iban los españoles y portugueses á so-
metérsele? Ó ^es que creía en una conquista de Rusia tan completa que hasta
los rusos vendrían á nuestra Península á ayudarle en su conquista? El extra-
vío mental de NafKtleón en esta época prueba cómo las pasiones, al alboro-
tarse, no respetan ni á las inteligencias más privilegiadas.
Los primeros meses del año los empleó Napoleón en organizar aquella
enorme masa de gente con que había de invadir á Rusia, y en la que se con-
taban los españoles, restos de la división de la Romana y algunos de los pri-
sioneros hechos en la Península, á los que se hizo marchar á la disparatada
expedición. El 24 de Junio pasó el Niemen sin previa declaración de guerra.
(i) Siendo primer Cónsul expuso ya esta idea en un discurso al Cuerpo leeisUlivo (Pla-
fioso, aAo Xiii): hAI pueblo mis dulce, más ilustrado T más humano corresponde recordar i
iw naciones cÍTÍtiíadas de Euiopa que ellas no son mis que una familia, y que los esfaercos
que hacen anas coDlra olrní en sus luchas civiles sor. otros tamos atentados á su prosperidad
común». En otra ocasión dijo: "Cuando los europeos nos batimos, no importa en qu£ país, es
¡üeiTtt civil la qne nos hacemos... (Liancourt, farelti di Nnpohon.)
(2) Aparte del Memorial de Santa Helena, víase el libro de Gustavo Cantón, Napalten
aniimililairiite (Paris, 1901), especialmente el capitulo XI, titulado: i\apú!eiin inttmationaUttí.
(3) Memorial, 24 Agosto 1816.
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496 HISTORIA DE ESPAÑA
En Wilna recibió á IBalachotT, diplomático del Zar, y en el coloquio que tuvo
con él, queriendo mortiñcarle, hubo de decirle que Rusia estaba llena de
conventos, lo que era signo de atraso. BaiachofT contestó: j'di no van quedando
conventos mds que en Snsia j> en España. (Esta alusión á la resistencia que
• había encontrado en España y á la que se le preparaba en Rusia descon-
• certó á Napoleón, que, á pe^ar de su prodigioso talento, no supo qué con-
>testar> (i). KI 15 de Septiembre entró en Moscou, y aquella misma noche
comenzó el incendio de la ciudad. El 19 de Octubre dio principio i la desas-
trosa retirada. El 5 de Diciembre abandonó el Emperador á su ejército, ó,
mejor dicho, á los restos que se conservaban de él un poco unidos, y el 18
del mismo raes, á las once y medía de la noche, se presentó en tas Tullerías,
donde nadie le esperaba, y contó á todo el mundo que sus triunfos hablan
sido decisivos, como siempre, pero que el frío, sólo el Trio, había desconcer-
tado sus planes: cuanto habia sucedido era un accidente, muy deplorable
sin duda, pero que sería inmediatamente reparado. Este año de 1812 fué,
por tanto, el del desastre napoleónico. Ya puesto Napoleón en el plano de la
caída, no tenia más recurso que rodar hasta el fondo.
De Espaifa no sacó el Emperador sino cortos elementos para la guerra de
Rusia, pues, aunque desilusionado, tenía que sostener, por Iq menos, las apa-
riencias de su poder é impedir que mientras él se internaba en el Norte de Eu-
ropa apareciesen ingleses y españoles por los Pirineos. Ya no soñaba con nue-
vasconquistas; pero á toda costaquería mantener la posición adquirida, figurán-
dose que si triunfaba en Rusia, todo había de arreglarseámedida de su deseo.
El 9 de Enero capituló Valencia, entregándose lilake con sus 14.000
hombres al vencedor Suchet. En cambio, por el Occidente los sucesos empe-
zaron á sernos favorables; Wellington tomó á Ciudad Rodrigo (20 Enero) y
á Badajoz (6 Abril). Ambas conquistas significaban la sólida posesión de Ex-
tremadura y la separación de los dos ejércitos franceses de Marmont y de
Soult. Contra el primero, establecido en León y con su cuartel general en
Salamanca, tomó el Lord resueltamente la ofensiva (13 Junio) al frente de
los ingleses, portugueses y españoles, y el 22 de Julio, entre Salamanca y
Alba de Tormes, se dio la batalla que ingleses y españoles llamamos de los
Arapiles y los franceses de Salamanca, y en que fué derrotado el mariscal
Marmont. Dada la distribución délas huestes francesas en la Península, la
pérdida de aquella batalla dejaba sumamente comprometido al ejército que
José y el mariscal Jourdan mandaban en Castilla la Nueva: no tuvieron, pues,
más recurso que retirarse á Valencia y ordenar á Soult que evacuase Anda-
lucía y fuese también á las costas levantinas, donde, juntos todos, pudiesen
hacer frente á los vencedores. El 10 de Agosto salió, pues, de Madrid el rey
José con sus franceses y afrancesados; el 25 levantó Soult el sitio de Cádiz,
que había durado dos años y medio; el 27 fué arrojada de Sevilla la reta-
guardia francesa, distinguiéndose en el combate el valiente Downie{2}, y el
1." de Octubre estaba libre de franceses toda Andalucía.
(l) Thiers, Ceniulaáo i Imperio, libro XLm.
(z) F.l escocés n. Juan Downte naciñ el 2S de Diciembre de 1777, Siendo comisario ge-
neral del ejÉrcíTo ingléi, psió al español (iSlo^, organizando una UgiÓH eiínmilta 6 de ¡eaíts
exlrtmeÜBi, i cuya cabeza tout en Sevilla, pero con la mala fortuna de ser herido t caer pri-
lionero, por haberse idelanlado con su caballo en rnedio de las filas enemi^: llevaba I>owoie
'- ti/viii¡ lü Pitarra, que como homenaje i su valor le regalaron en Tiujillo los marqacses
de la Coaqaitla, ; al rodearle los franceses tuvoenerf>Ía para tirarla i los n
está representado en un grabado de la fpoca. LlegÚ Downie al empleo de mariscal de campo,
y siendo segando cabo de la Capitanía general de SeTilla, maríú el 5 de Janlo de 1826. Era
católico y muT realista. Víase fíioerafia dil mariscal de campo ile loiejíniloi ttfaUoleí D. Juan
¿í«,..HV(aninÍma). Madrid, 1887.
D,g,t7cdb/GOOgIC
HISTORIA DE ESPASA 49/
Parecía que iba á estarlo también España entera; pero aún quedaba por
correr otra peripecia antes de llegar á ese desenlace. Reunidos en Valencia
los ejércitos de Soult, Suchet y del rey José, y en combinación con el de
Portugal que mandaba Clousel, en reemplazo de Marmont, y con el del Norte
á las órdenes de Souham, hacían una masa de cerca de loo.ooo hombres,
lo.ooo caballos y 120 cañones; el Lord, nombrado por las Cortes generalí-
simo de todos los ejércitos españoles (22 Septiembre), no tenía á su inme-
diata disposición más que unos 75.000, y no creyó prudente aventurar el re-
sultado de la guerra en una batalla decisiva con inferioridad de fuerzas; se
puso, pues, en retirada hacia Portugal ante los franceses que avanzaban con-
tra él, resueltos á vengar la derrota de Arapiles. Asi los invasores volvieron
á ocupar á Madrid y el centro de España.
Aüo iSij. — Empleó Weltington el invierno de 1812-13 en reorgani-
zar su ejército, el cual bajo sus órdenes inmediatas llegó á constituir un con-
junto formidable de 48.000 ingleses, 28.000 portugueses y 26.000 españoles,
á las órdenes los últimos de D. Pablo Morillo y D. Carlos España, divisiona-
rios del ejército de la izquierda ó de Galicia, mandado por Castaños. Exten-
diéronse los cuidados del general inglés á la reorganización de todos los
ejércitos españoles, á que se dio estado oñcial por Keal orden de la Regen-
cia. En su virtud dividiéronse nuestras fuerzas en cuatro ejércitos y dos re-
servas: primer ejército ó de Cataluña, general en jefe D. Francisco Copons y
Na vía, ilustrado en esta guerra por la brillantísima y victoriosa defensa de
Tarifa en 181 1; segundo ó de Murcia, Valencia y Aragón, general en jefe
D. Francisco Javier Elfo; tercero ó de Andalucía, Extremadura y Casiilla
hasta el Duero, general en jefe el duque del Parque; cuarto ó de la izquierda
mandado por Castalios, & que pertenecían las dos divisiones puestas á las
órdenes inmediatas del Lord y otras que operaban independientemente. Las
dos reservas (Andalucía y Galicia) á las órdenes del conde de La Bisbal (1)
y de Lacy (2). De estos ejércitos se hizo depender todas las partidas de sus
respectivas comarcas, algunas de las cuales eran ya verdaderas divisiones,
y todas aguerridas.
Con semejante distribución y las mejoras que se introdujeron en el ar-
mamento y en cuanto constituye la fuerza de un ejército, tentamos en Cata-
luña iñ.ooo combatientes, en Aragón, 8 ó 9.000, contando los de Navarra y
Rioja, que se presentaban allí siempre que había ocasión propicia, y en Mur-
cia y Valencia, los 20.000 del ejército de Ello, y además una división anglo-
sicitiana (O 000 hombres) y otra mallorquína mandada por el general Whit-
tingham, ambas establecidas en Alicante, y que hacfan incursiones, ya por el
interior, ya por la costa, transportadas por la escuadra. Con todo esto tenía
el general Suchet sobradas ocupaciones en su región, y no podía pensar en
acudir al socorro de José en el centro de la Península. Disponía el intruso
de unos 86.000 hombres, que en i." de Mayo habían quedado reducidos á
76.000, distribuidos en la forma siguiente: ejército del Mediodía (general Ga-
(t) U. Enrique O'Donnel), de nobUlsiina ramili» irltodesa esttbiecida en Eipaíla, na-
ció en San Sebaitián (1775). Cadete en el tegimiento de Irlanda (1787), asceadií i lenfente
general en iSlo.
(i) D. Luis de Lacy y Gautier nació en San Roque (1772). Cadete (1785) y snblenienle
(1786), lut separado del »er»icio en 1801 i consecaencia de una reyerta que tuvo con un sn-
perior, dindoicle poi loco y declarándole en el fallo que xsi pasado algún tiempo se adrerlía
haberse restablecido de la demencia, setfa atendida sd solicifud de conlinusr en el ejércilo».
Kn 1803 obtQTO el ingreso como capitán en el ejército francés, y como comandante volviA á
Kipaila con el ejército inTaior; pero al ettallar el moTimieolo nacional, su patriolismo le hizo
abandonar las banderas que habla abrasado j presenlatse i la Junta de Sevilla. Dislingaióee
extraordinariaroenle en !■ gaerra, sobre lodo en Cataluña.
DE ESPAÑA
D,g,t7cdb/GOOglc
4^8 HISTORIA DE ESPAÑA
jcan) en Madrid, Avila, Toro, Zamora y Salamanca; ejército del Centro (gene-
ral Orouet) en Segovia y Ríoseco; y ejército de Portugal (general Reille) en
burdos y l'alencia.
La superioridad material estaba, pues, de parte de los aliados, y do me-
nos la moral, porque nadie dudaba ya de que la estrella de Napoleón decli-
naba rápidamente hacía su ocaso, sin que alcanzasen á evitarlo los desespe-
rados esfuerzos del vencida conquistador por rehacer su fortuna en Alema-
nia, ni victorias como la de Suchet, en Ilda y Víllena (lo Abril), seguidas de
la acción de Castalia (el 13), venturosa para nuestras armas.
Napoleón, que por este tiempo no disimulaba ya su propósito de renun-
ciar al dominio de España, aunque con la pretensión absurda de quedarse
con las provincias de allende el Ebro, recomendó á su hermano poner la
corte en Valladolid. Salió José de Madrid el i/ de Marzo, dejando guarni-
ción pero el 22 de Mayo tomó Wellington la ofensiva, siguiendo el mismo
plan que Moore en 1 808 y que él habla seguido el
año anterior, 6 sea avanzar de Poniente á Orien-
te para cortar en ángulo recto á los franceses el
camino de Madrid á Irún. España no debe olvi-
dar nunca estas lecciones: si otra vez ha de verse
invadida por los Pirineos, careciendo de fuerzas
suficientes para defender esa línea fronteriza, su
salvación estará siempre en la región del Nor-
oeste, ciudadela natural colocada sobre el flan-
co derecho de sus posibles invasores. Al obser-
var José ó el mariscal Jourdan, que había vuelto
á desempeñar cerca del Intruso las funciones de
mayor general, que Wellington caminaba hacia
el Ebro, replegó cuantas fuer/as tenía en Castilla
la Nueva, evacuando asi definitivamente los in-
Doctor Bernardino Rivadavi» vasores á Madrid el 27 de Mayo. Para reunir el
(lySo- 184S). mayor número de tropas posibles con que hacer
frente á los aliados fueron retrocediendo los
franceses hasta Miranda de Ebro, donde esperaban juntarse con su ejército
del Norte, que mandaba Clausel. El 21 de Junio tué la gran batalla en Vitoria,
que obligó al hermano de Napoleón á trasladarse á la frontera francesa.
La guerra de la Independencia estaba vírtualmente concluida, aunque
aún tenga que registrar la Historia hechos de armas dignos de perdurable
recuerdo. Los principales fueron: el sitio de San Sebastián por los anglo-
portugueses, admirablemente sostenido por la guarnición francesa mandada
por el general Rey, y que duró hasta el 31 de Agosto; nuestros aliados tra-
taron á [a ciudad como si hubiera sido ferozmente enemiga, cometiendo con
su pacfñca población los mayores y más abominables excesos, acabando por
prenderle fuego; gracias al patriotismo local y á la entereza de algunos veci-
nos reconstruyóse San Sebastián, que es hoy la más nueva y la más bonita
de las poblaciones españolas. Las tentativas de los franceses por volver á
España dieron lugar á varias y gloriosas batallas defensivas, entre las que
sobresale la de San Marcial (31 Agosto), en que nuestro cuarto ejército, man-
dado por Freiré, rechazó una furiosa embestida de 20.000 enemigos. El 1 7 de
Octubre pasó Wellington el Bidasoa. El 31 se rindió á los nuestros la plaza
de Pamplona. Hasta el 4 de Junio de 1814 quedaron en poder de los france-
ses algunas plazas de Cataluña, y la de Santoña en la Montaña de Santander.
129. — Virreinato del Río de la Plata. — Los peninsulares de Buenos
Aires intentaron (1." de Enero de 1809) deponer al virrey Líniers, como ha-
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HISTORIA DE ESPAÜA 499
bfan hecho los de Méjico con el suyo, y meter en cintura á los criollos; los
últímos pretextos alegados contra ci virrey por el alcalde Alzaga, jefe, según
se ha dicho, del partido español, fueron haber casado Liniers á una hija suya
sin el trámite previo de la real licencia y haber nombrado alférez real á don
Bcrnardino Rivadavia, uno de los más exaltados criollos (i). Fracasó el mo-
vimiento, porque el brigadier de la Armada D. Joaquín Molina, que se ha-
llaba en Buenos Aires con el carácter de delegado de la Junta Central, se
puso resueltamente de parte del virrey, y algunos Cuerpos peninsulares hi-
cieron lo propio reprimiendo á los de Alzaga (2). ¿Ste no demostró tampoco
las condiciones propias de director y caudillo de revoluciones, y todo fué so-
focado casi sin derramamiento de sangre; al día siguiente Alzaga y cuatro re-
gidores salieron deportados á Patagonia. Sucedió lo que debía suceder, por-
que ni Liniers era traidor, ni tolerable que los comerciantes de Buenos Aires
se alzasen con la ciudad sólo porque hablan nacido en la Península; el suceso,
sin embargo,, tuvo incalculable trascendencia,
porque politicamente signiñcó que la capital del
virreinato quedaba desde entonces á disposición
de los criollos. D. Cornelio Saavedra, coronel de
los cuatro batallones de patricios, ó sean los dos
mil y pico de criollos bonaerenses armados en
180G, es desde aquel momento el amo de Buenos
Aires. Y de Montevideo continúa siéndolo el ge-
neral Ello con sus peninsulares, el cual manda
una expedición á libertar á Alzaga, como lo consi-
gue entrando triunfalmente en la ciudad de la
Banda oriental el expulsado de la occidental.
Los criollos en esta época estaban, sin em-
bargo, muy lejos de hablar de la independencia;
habla, sí, un núcleo relativamente exiguo, aunque
poderoso por la calidad de las personas que lo
constituían, que iba derechamente á eso y lo pre- (1778-1811).
paraba en las logias; la masa común á lo que as-
piraba es á ser ellos, y no los peninsulares, quienes gobernasen y administra-
sen el pafs, y á la libertad de comercio, pues siendo ellos propietarios, agricul-
tores y ganaderos, tenían interés sumo en disponer del mercado universal para
el despacho de sus productos; por lo mismo, los peninsulares, siendo comer-
ciantes,sostenían el monopolio, en cuya desaparición veian su inmediata ruina,
y siendo empleados, no querían, naturalmente, desprenderse de sus empleos.
Esta oposición engendraba otras: los criollos querían que los asuntos déla co-
lonia se resolviesen en la colonia misma {auionomismo), y los peninsulares, que
todo dependiese de la metrópoli (centralismo); además, como las tendencias
criollas eran opuestas á la tradición colonial y se justificaban con las doctri-
nas de la revolución francesa, estas doctrinas encontraban en ellos grande
acogida, y se daba el caso de que criollos de temperamento muy conserva-
dor y autoritario que en la Península se hubieran opuesto á toda innovación
política, como tales criollos, y enfrente de los peninsulares alli establecidos,
(I) N«ci6 Rivadavii, aue er« molito, en Buenos Aires (1780). Eiiudift en el colegio de
San Carloi. j sos ideas eran liberales, aiinqae no republicHnas; en EspaHa hubiera sida utt doct-
añijta. Siendo lodavfa eslndianle tomó parle en la lucha contra loa ingleses, obteniendo el
ein[>leo de (cnlenie de la milicia. En tSoq no era todavía personaje; pero la oposición de los
peninsulares i su nombramiento de al/érn nal, aunque dirigida mis bien (]ue contra £1 con-
tra Liniers, que lo nombró, indica qne no se le consideraba insien incaute.
(3) Itíi lo dice Mitre. Véase Azzazun. (Lib. cit-, pig. 103.)
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500 HISTOBIA DE ESPaRa
alardeaban del liberalismo más extremado para ta ¿poca, al paso que penin-
sulares liberaUsimos en nuestra tierra en América eran todo lo contrario,
sosteniendo la ilógica doctrina de que las libertades políticas son buenas paia
la metrópoli, pero no para las colonias.
La Junta Central, á que llegaban de continuo quejas y reclamaciones de
unos y otrcs, del elemento peninsular, que pintaba á Liniers como un traidor
ansioso de alzarse con el virreinato, y del ele-
mento criollo, que pintaba á EUo y á los penin-
sulares que con é! estaban en Montevideo como
unos rebeldes y malos españoles que exaspera-
ban al país y hacían aborrecer á España, nombró
virrey (i6 Febrero i8og) a! teniente general de
Marina D, Baltasar Hidalgo de Cisneros (i), dán-
dole, como es uso en gobiernos españoles, ins-
trucciones vagas y contradictorias: «Se le previe-
>ne que desarraigue las ideas de independencia,
• castigando con severidad y prontitud los delitos
• de esta clase», y á la vez »que baga olvidar el
• principio abominable de que la opresión es la
• que tiene sujetos á los pueblos, y proclame las
• máximas de un gobierno liberaU; que «fomente
>el comercio de aquellos países con recíproca uli-
»lidad suya y de la metrópoli», frase anfibológica,
Maouel Bclgiano quizás de propósito, porque elude toda declaración
Í1770 • iSao]. acerca de si ese fomento mercantil ha de ser abrien-
do los puertos al comercio universal ó mantenien-
do el monopolio metropolitano, que era, precisamente, lo único que habla que
resolver; puea ^quién no había de estar conforme con que se fomentara el co-
mercio? be le previene que desconfíe de Liniers, y también de Elfo, á la vez
que se dan las gracias á la Junta de Montevideo, obra y apoyo de! segundo, por
los cuantiosos donativos que envía á la Península, estimulándola á redoblarlos.
Hidalgo se posesionó del virreinato que le entregó espontáneamente
Liniers, á pesar de que Belgrano excitó á éste para alzarse con el Poder.
• Liniers, ha escrito el general Mitre, que carecía de las grandes cualidades
•del mando, retrocedió con timidez ante el ancho camino que se le ofre-
>cía, y, siendo el arbitro de la situación, se resignó á obedecer humildemen-
>te> (2). No fii¿ asi; Liniers era un cumplido caballero y un soldado leal; se
fió de los criollos por creerlos tan sinceros como era él, ó, mejor dicho, por
no comprender que la lógica de los hechos trata en Buenos Aires la separa-
ción. Los peninsulares criticaron acerbamente al virrey por haber permitido
á Uniers establecerse en Córdoba fTucumán) y por «no haber llevado dos
regimientos de tropas veteranas»; pero como no los ha llevado, no puede et
nuevo virrey proceder al desarme de las milicias, como le aconseja el briga-
dier Molina, y á pesar de que tal desarme es indispensable, no sólo desde el
punto de vista político, sino del económico, porque los gastos mensuales son
250.000 pesos, y no hay más que 100.000 de ingresos. ¿Cómo cubrir un défi-
cit mensual de 150.000 pesos? Hidalgo no era liberal, sino absolutista, como
acreditó siendo ministro de Marina con Fernanda VII en 1818, y por las per-
dí Natural d« Cartagena. GuntdU marina en 1770. Mandú «I navio lünidadeu la ba-
talla de Traiaigat, quedando herido y prisionero. Ai ser nombrado virrey, era capiíin gencnl
de CartBeena. v hubo machísimo di^asto en la ciudad y en la marina porque dejara el cartH).
ill ífín«rh de BilgruHe, lomo 1.
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HISTORIA DR E-SPASa 5OI
secucioaes de que fué victima del 20 al 23; pero en Dueños Aires tiene que
contentar á los criollos, que disponen de la fuerza pública y son, por tanto,
los amos de la situación. Concede libertad para publicar periódicos, y auo
excita á Belgrano á que funde uno (1). ¡A Belgrano, que por medio de Rodrí-
guez de la Peña y det P. Chambo, secretario de nuestra intrigante infanta
Carlota, estaba á la sazón en relaciones con ésta para proclamaria regente,
rompiendo los lazos que unían al virreinato con el Gobierno de la Peninsulal
Mariano Moreno, separatista exaltado que disentía de sus colegas por ser
decididamente republicano, no queriendo, en su virtud, nada de príncipes,
regentes 6 no regentes, director de La Gaceta de Buenos Airei, fué quien re-
dactó el memorial al virrey á nombre de los hacendados pidiendo la libertad
de comercio, es decir, el término del tradicional monopolio metropolitano,
como único medio de resolver la cuestión económica. Hidalgo accede, ó apre-
miado por la necesidad del momento, ó creyendo interpretar asi las ambi-
guas instrucciones de la Junta Central y, probablemente, sin comprender toda
la trascendencia de la medida.
Lisonjeábase de haber ganado los corazones criollos, cuando en Chuqui-
saca (2) estalló una rebelión al grito de ¡Viva Fentandu VI!! ¡Mueran los cha-
peloius'.; esto es, los peninsulares. Cree Hidalgo que ha llegado el momento
de cumplir aquella otra parte de las instrucciones referente al rigor para cas-
tigar el separatismo, y lo despliega, en efecto, con lo que no recobra la adhe-
sión de los peninsulares, pero pierde la de los criollos, que no era, como es-
criben muchos, enteramente fingida: un núcleo poderoso seguía amando á
España y decidido á no desconocer nunca su autoridad; pero contra este
grupo actuaban los separatistas, esgrimiendo un argumento que había empe-
zado á utilizar ya desde España, y en el año de 1808, el célebre Puyrredón(3):
tal era decir que como España iba á caer irremisiblemente bajo el yugo
napoleónico, habla que declarar la independencia, no por odio á España, ni
por desafecto á Fernando Vil, tan legitimo rey del Río de la Plata como
de la Península, sino para no ser franceses ni subditos de Pepe Botellas.
Esta idea hizo rápidamente su camino, no habiendo criollo que no la encon-
trara razonable; pero surgió la división de pareceres sobre la circunstancia ó
momento en que debía considerarse á la Península sometida á Napoleón, y
mientras unos declan que ya lo estaba, pues los invasores ocupaban la capi-
tal y José reinaba en el palacio de Fernando Vil, reconocido por toda Euro-
pa menos por Inglaterra, otros, como el señor Obispo y la mayor parte del
clero, sostenían que mientras hubiese un pueblo en armas contra los france-
ses, España no habla muerto. D. Cornelio Saavedra, como jefe de la fuerza
pública, y tan querido de sus oficiales y soldados que al año siguiente qui-
sieron hacerle rey (4), era el único que podía resolver la cuestión, y, en efecto,
(1) Manuel Belgrano nació en Buenos Aires (1770). A los áie?. y siete aSos sabía perrecti-
■ncDte el Utin, y obtuvo del Tapa— dicen sus biñgraros— licencia para leer i los enciclíipedjs-
tai: debía de ser una licencia ordinaria paia leer libros ptohibidoi. Esludiú lejea, siendo bachi-
ller en esta Facnkad d los diez y nueve anos.
(i) Hoy, oñcialmente, se llama Suíre, y es capital de Bolivia. Hn loa tiempos i que nos
rererimos tenía también los nombres de La Plata y Charcas. El movimiento estalló el 16 de
Julio lSo9k creándose ana Rutila tuitiva di geiitmo presidida por Pedro Domingo Murillo, el
cual fui ahorcado (iq Enero 1810), diciendo en el patíbulo; I.a lía qui deja mítitida ttadiepo-
dri afagarla.
(3) Hijo de frsncés, nacií en Buenos Aires (18 Diciembre 1777). Se educó en Francia, y
era liberal, aunque templado, j monárquico; tuvo siempre aires de ^an señor.
(4) «Los oficiales de los patricios obsequiaron i Saavedra con un banquete, y uno de
•ellos. Dnarle, tomó una corona en ans manos, y poniéndola sobre la cabeía de Saavedra, dijo
■ser deseo de todos que la ciflera como rey de las Provincias Unidas.» Saldias, La n-olucián
TipvHitana duratitt la rmeliiciin argentina. Buenos Aires, 1906.
D,g,t7cdb/GOOgIC
502 HISTORIA DE ESPAÑA
él declara y se compromete á coadyuvar á la inevitable y dolorosa separa-r
ción->-asi la consideraba todavía — en cuanto los franceses ocupen las pro-
vincias andaluzas.
Este momento que alguno quizás creía lejano ó problemático, estaba
encima. El 14 de Mayo se supo en Buenos Aires que se habla perdido la ba-
talla de Ocaña, que estaba invadida Andalucía, el rey José en Sevilla, y fugi-
tiva ó disuelta la Junta Central. Los criollos se lanzan á la calle vociferando
que no quieren afrancesarse; que los peninsula-
res no han sabido defender al Rey legitimo; que
si en Sevilla hubieran estado los valientes bo-
naerenses que rechazaron á los ingleses, de otro
modo hubiesen sucedido las cosas. Todo en
aquel tumulto parcela contra Francia y contia
Napoleón, siendo en realidad contra España y
contra Fernando VII, de un modo formal é insi-
dioso en muchos, por la fuerza de las cosas aun
en los que más entusiastas españoles se sentiaii.
El alcalde Lecica pide al virrey que convoque
á cabildo abierto: el virrey vacila y llama á Saa-
vedra; pero para oir á D. Cornelto que «desapu-
recida la Junta Central, ya no es virrey, y que
el pueblo, huérfano de sus poderes legítimos,
tiene que asegurar su suerte y la de •América».
/iT*6^"^ No cabia ninguna resistencia. El 2¡ de Mayo
' "^ ' ' '' quedaba consumada la revolución é instalada la
yitnía Provisional Gniernativa de la capital del
Rio de la Plata, presidida por Saavedra, y de la que eran vocales Castelli,
Alberti, Belgrano, Azcuénaga, Mateu y Larrea, y secretarios Moreno y de
Paso. Había nacido en el mundo una nación nueva.
Sin sangre habla sido el alumbramiento; pero había que derramar mucha
antes de llegar á la consolidación del nuevo Estado. El Cabildo, autor de la
obra del 25 de Mayo, sólo tenía autoridad legal en la ciudad de Buenos
Aires — era una institución puramente municipal; — pero desde luego se pro-
puso alzar á todo el virreinato en los mismos términos que lo había hecho
él, es decir, acatando la soberanía de Fernando Vil y haciendo pasar el po-
der efectivo de las autoridades metropolitanas á otras nombradas por el pue-
blo, esto es, criollas, ya que en los primeros años de la emancipación enten-
dían los emancipadores por pueblo americano únicamente á los criollos ó es-
pañoles nacidas en América, y á los pocos mprstizos ó mulatos que por su
fortuna, posición ó cultura venían considerándose hacía tiempo como crio-
llos, aunque no lo fueran en sentido estricto. Quería también !a Junta de
Buenos Aires que, á semejanza de lo que había ocurrido en la Península con
la Junta Central, en las provincias del virreinato se la tuviese por Gobierno
supremo; el virrey había gobernado desde Buenos Aires al virreinato entero;
la Junta que le habla sucedido debía heredar esta posición eminente; preten-
siones de los bonaerenses que habían de traer dos calamidades sobre aquel
pafs: una, la disolución del virreinato, que no había de constituir nunca una
sola República, sino cuatro; otra, la división interior de lo que fué al cabo
República Argentina en los dos grandes partidos de unitarios y federales: el
primero, defensor de la soberanía de la capital sobre las provincias, y el se-
gundo, de la autonomía provincial y del vínculo federativo como base insus-
tituí'ile de la unidad nacional.
Las autoridades virreinales de las provincias fueron las primeras en opo-
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HISTORIA DE ESPAÑA 5O3
nerse al movimiento de Mayo. La Junta desplegó gran actividad; envió tro-
pas á las provincias, apoyáronla los criollos, y triunfó de la resistencia. Li-
niers levantó hasta 2.000 hombres en los alrededores de Córdoba; pero, aban-
donado por ellos, cayó en poder del coronel Ucampo, y con el brigadier Con-
cha (i) y los coroneles Allende, Moreno y Rodríguez, fué pasado por las
armas en el Cerro de los Papagayos {26 Agosto i8 10). Así pereció aquel buen
caballero Líniers, tan simpático á pesar de sus errores, hijos de la falta de
perspicacia política, gran soldado, leallsimo, de más corazón que inteligencia,
que no engañó ni persiguió á nadie, y fué engañado y perseguido por todos
los partidos de su liempo. Su nombre es ilustre en Francia, en España y en
la Argentina; si ios argentinos, á quienes amó mucho, y cuya independencia
contribuyó inconscientemente á preparar, acabaron por fusilarle, los españo-
les, por cuya causa se sacrificó, le calumniaron en vida, necesitando de la
catástrofe del Cerro de los Papagayos para creer en la pureza de sus inten-
ciones. Ocampo y sus bonaerenses entraron en el Alto Perú (hoy Bolivia), y
con no menor fortuna, pues aunque les opusieron viva resistencia el presi-
dente de Charcas, D. Vicente Nieto, y su segundo jefe, el capitán de fragata
D, José Fernández de Córdoba, y hasta los vencieron en un encuentro, el
abandono por sus soldados los hizo caer también en manos de los insurgentes,
y Nieto, Córdoba y Sanz fueron fusilados en Potos! (15 Diciembre 1810) (2).
Intentaron igualmente los bonaerenses extender su antoridad al Paraguay;
pero sin resultado, porque los paraguayanos saliéronles al encuentro y los
derrotaron, constituyéndose en provincia independiente (14 Mayo 1811),
que tomó el nombre de república (1.° Octubre 1813), nombrándose en-
tonces para gobernarla dos cónsules; Fulgencio Yegros y Gaspar Ro-
dríguez de Francia. Este último es el famoso doc-
tor Francia, que, prescindiendo de su colega en
el consulado, gobernó la república dictatorial-
mente desde Octubre de 1814 hasta su muerte
(20 Septiembre 1840), siendo el tipo del tirano
que fusila á quien quiere y nada más que porque
quiere, y á la vez querido por el pueblo, que aún
venera su memoria, sin duda por su administra-
ción integérrima y por haber dado paz á la na-
ción. El Paraguay se sustrajo completamente al
movimiento general americano; fué dentro de
América como una pequeña China, sin sostener
apenas relaciones con los pueblos vecinos.
Los de Buenos Aires tuvieron soldados de
la metrópoli que combaiir en el Uruguay ó Ban-
da oriental y en las fronteras del Perú: tales fue-
ron los campos de batalla de la independencia Fo«qain de la Peiuela,
argentina. En Montevideo estaba Elfo, que al (?76V.i83Í""
desaparecer en Buenos Aires la autoridad virrei-
nal tomó el título de capitán general, y sostuvo
la lucha con los independientes., hasta que fué reemplazado por D. Gaspar Vi-
godet Ni Elfo ni Vigodet pudieron, sin embargo, pasar á combatir á los ar-
(l) BríE>dier de la Armada D. Juan Gati£rT«i de Ib Concha. Habla dado la vuelta al
mando con Malespini. Kué padre de los culebrea capitanes generales Marqué* del Duero j
Marqué! de la Habana.
Iz^ Víanse Afís iiieuioria! intimai, de D. Fernando Ferniadez de Córdoba. (Ma-
drid, lS8<>í, tomo I, cap. I.
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504 HISTORIA DE ESPa:
gentinos en la orilla occidental del río de la Plata, porque los del Uruguay
se levantaron también por la separación, y, auxiliados por el gobierno de
Buenos Aires, les hicieron permanecer á la defensiva y frecuentemente
sitiados en la ciudad. Elfo tuvo que pedir socorro á la princesa del Brasil, la
que le mandó un ejército de 4.000 hombres. Vigodet, que llevó á cabo su
propósito de pasar al -territorio argentino, fué derrotado por San Martín
(13 Kebrero 18 13). El principal jefe de los orientales, D. José Artigas, coad-
yuvó poderosamente á la acción de los argentinos hasta la conclusión de la
resistencia de los españoles en el Uruguay, que fué en Junio de 1814, fecha
de la rendición de Vigodet; pero al punto quiso ser independiente, ó que lo
fuese el Uruguay de Buenos Aires, si bien esto no ocurrió hasta 1815.
La guerra en las fronteras del Perú fué más larga y de diversas alter-
nativas. Goyeneche y Pezuela, sucesivamente generales del ejército español,
conquistaron y perdierim varias veces el territorio de la actual república de
Bolivia, ó parte de él, ganaron y perdieron batallas.
En 1813 la fortuna sonrío á los realistas, que derro-
taron completamente A Belgrano. Para remediar
este desastre fué nombrado (18 Enero 1814) gene-
ral en jefe San Martín.
Tenía, pues, la República Argentina al con-
cluir nuestra guerra de la Independencia casi los
mismos límites que hoy, aunque conser\'ase todavía
pretensiones de comprender dentro de ellos el
Uruguay y el Alto Perú; disponía de un ejército
numeroso, para lo que podían ser entonces los
ejércitos en América, aguerrido por cuatro años
de largas y sangrientas campañas y mandado por
generales de prestigio; disponía, por último, de una
escuadrilla que dominaba el rio de la Plata; pero
estaba dominada por la más feroz anarquía. No ha-
lóse Kernindo de Abascal bian tenido los criollos Otra idea precisa comútl
1'743 - '8!i'. sino la de mandar ellos en vez de los peninsulares,
y en cuanto consiguieron realizarla quedaron al
descubierto sus divisiones; unos eran monárquicos, y otros republicanos; unos
conservadores, y otros demócratas; unos católicos fervientes, y otros enciclo-
pedistas; agregúese á esto que en Buenos Aires querían un gobierno unitario,
ó sea el predominio de la gran ciudad, que ya lo era con relación á las otras,
y en estas otras no pasaban sino por un régimen federativo sobre pie de igual-
dad perfecta en todos los estados ó provincias, y que los mestizos y mulatos
empezaban d rebullirse diciendo que también ellos eran pueblo y que no había
razón para excluirlos del gobierno ni de los altos puestos; linalmente, que
cada jefe, caudillo ó auxiliar de la revolución de Mayo tenia su particular
ambición, y para colmarla veían todos abierto el camino de las conspira-
ciones, algaradas y pronunciamientos. Llenaríamos muchas páginas si qui-
siéramos dar idea, siquiera fuese muy somera, de los cambios de gobierno
que hubo por este tiempo, en Buenos Aires. Baste apuntar que en 31 de
Diciembre de 1813 la Asamblea constituyente nombró director á Posadas,
y que los hombres principales de la revolución, convencidos de la inep-
titud de aquellas provincias «para gobernarse por sf mismas, y de la nece-
• sidad de una mano exterior que las dirigiese y las contuviese en la es-
fera del orden», buscaban esa mano con afán; pero aun en esto dife-
rían: unos, como Posada, Belgrano y Rivadavia, opinaban por entenderse
con España y establecer una monarquía constitucional bajo el cetro de un
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HISTORIA DB BSPAÑA 30^
prlDcipe de nuestra Casa real; otros, como Alvear, preferían el protectorado
ÍDglés (i).
Virreinato del Perú (2). — Dos causas concurrentes determíoaron que el
Perú, lejos de coadyuvar á la acción de las otras regiones americanas, fuese
su más firme y perseverante contrarresto, el baluarte de España en el Nuevo
Mundo durante muchísimo tiempo.
Una, que las ideas separatistas hablan hecho allí mucho menos camino
que en otras partes. <£1 movimiento revolucionario (en el Perú) fué al prin-
>cipio casi exclusivamente indígena y provinciano; de los criollos ilustrados,
>de las altas clases sociales de la capital, sólo una escasa, aunque ardiente
>minorIa se plegó á la idea separatista, y por su corto número se vio reduci-
>da, á pesar de su entusiasmo, á la impotencia de conjuraciones siempre
•abortadas» (3). Paz Soldán, á pesar de su antiespañolismo, no puede por
meaos de reconocer que «muchos americanos pensaban de buena fe que el
•bienestar de su país estribaba en la dependencia
>de España... Es necesario confesar que España
>no hacfa sufrir mucho su yugo en esta parte
>de sus colonias, y con especialidad en Lima» (4).
Conviene advertir aquí de una vez para siempre,
y al solo fin de fijar la verdad histórica, que la ad-
hesión á la madre patria de numerosos é impor-
tantes núcleos americanos no fué, ni con mucho,
exclusiva del Perú; en toda América sucedió lo
mismo, siendo quizás en el Río. de la Plata donde
menos se manifestó el fenómeno, pues, como ya
hemos visto, allí por lo menos todos los criollos
estuvieron desde un principio enfrente de los pe-
ninsulares, aunque, según también queda expues-
to, no se decidieron todos los criollos por la eman-
cipación hasta que el desastre de Ocafla los per-
suadió de que había desaparecido el gobierno ^am Amonio Rojas
español en la Península, y aun entonces se hizo (i7J2 - '8<St-
el movimiento, no al grito de Muera España,
sino al de Muera» Napoleón ji los afrancesados. En el resto de América
los sucesos se desarrollaron de otra manera. He aquí cómo lo sintetiza el ve-
nezolano Blanco Fombona: iFué guerra civil {la de emaHcipadÓH), porque las
>opinÍoneH se dividieron en las colonias, y grupos conservadores permane-
>c¡eron adictos al Rey, sobre que gran porción de masas populares se alistó
• bajo las banderas de Fernando Vil contra las banderas de la Revolución...
>EI pueblo, las masas, el grueso de las colonias, se modelaba según la mano
»que le caía encima, y servía en los ejércitos patriotas contra el Rey cuando
(I) Véase el citado libro de VillaDueva; pig. 27 y siguientes.
{2) Para el conocimiento de l»s iuentes lilerarias de Ib historit del Perú leñemos ana
obra maestra: La fñilaria en el Perú, Tctii para el doetarado en Letras, por José de la Riva
AgUero. Limo, 1910, Sería mu; de desear que en. codas leí naciones hispano-aniericBniís y en
nuestra EspiÜa, madiede todas, hiciesen sendos trabajos semejantes personas tan compelen-
tes como Riva Agüero, segundo nieto del célebre personaje de sa mismo nombie y apellido
que (ué primer Presidente del Perú. La Historia ru ti Perú nada deja que desear, y debería
servir de modelo á cuantos acometiesen la misma empresa en les otras naciones españolas.
(jl Riva Agüero. Lib. cit., pUg. 4^4-
[4) Mariano Felipe Pai SoldAn, Historia del Perú independienlt. El primer lomo de
esta obra saliú á luz en lS63; esto es, que laé escrita en el calor de la guerra contra Kspaña
qae nosotros llamamos del Pacífico, to cual explica, al menos en paite, el antiespnñolismo exal-
tado del autor.
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506 HISTORIA DE ESPAÑA
>]o reclutaban jefes republicanos, y contra los de la Patria cuando lo rectu-
ttaban jefes peniusulares... (i). De 1810 á 11)14 ^^^ ideas de emaoci pación
>no mueven sino á una minoría... Los pueblos no quieren ser libertados-' , escri-
bía Bolívar en 1816(2).
Mas en el Perú esta adhesión de los americanos á España fué más gene-
ral, más intensa, y sobre todo más eficaz para la metrópoli. <Por qué! Para
explicarlo hay que acudir á la segunda causa que hemos indicado, y es la
persona del virrey D. José Fernando de Abascal, que desempeñó el cargo
desde el 26 de Julio de 1806 hasta el 7 de Julio de ib 16. No tememos afirmar
que ningún español de aquel período, incluyendo á los que guerrearon en la
Península contra los franceses, prestó á la patria servicios más importantes
que este señor, á pesar de lo cual su nombre y hechos son absolutamente
desconocidos por la generación actual: debe ser remediado este olvido injus*
tlsimo, y si nosotros tuviéramos voz en la Real Academia de la Historia, ó en
el Centro de Estudios Históricos, ó en las esferas gubernamentales, propon-
dríamos desde luego sacar á concurso de ingenios, con el estimulo de un
buen premio, h relación documentada y crítica de su gobierno en el Perú.
Abascal merece una estatua en cualquier ciudad de la Península.
Sus reformas útiles fueron muchísimas: introducción de la vacuna; cons-
trucción del cementerio de Lima, establecimiento del Colegio de Medicina,
del Colegio de Abogados y de la Academia de Bellas Artes; reediñcacióo y
ensanche del Seminario de Santo Toribio; organización de la policía (él fué
quien introdujo los serenos); protección al teatro, habiendo sido quien in-
auguró en el Perú la Ópera italiana.,, etc., etc. Reformó las instituciones mi-
litares, poniendo sobre un pie formidable la artillería, á cuyo efecto fué al
Perú Pezuela y reorganizó las milicias, haciendo de ellas verdaderos cuer-
pos, pero sin caer en el trascendental error de Liniers en el Río de Plata, de
separar á peninsulares y criollos, los unió en el regimiento de la Concordia.
.\sf el virreinato, lejos de secundar el movimiento separatista, fué su formi-
dable contrarresto; Abascal no sólo sofocó con dura mano cuantas insurrec-
ciones estallaron dentro de su territorio, sino que levantó el ejército que á
las órdenes de Goyeneche y Pezuela sostuvo la guerra con los argentinos,
enviando otras expediciones á Chile y á cuantos puntos eran atacados por
tos revolucionarios.
Con critica infantil censura por esto al virrey el general Mendiburu (3),
atribuyendo su conducta á «deseo de fama y ambición»; pero el juiciosísimo
Riva de Agüero le justifica cumplidamente añadiendo: <Las guerras y las vtc-
>torias de los ejércitos que levantó, compuestos en máxima parte por pe-
• ruanos, señalan una de las épocas en que el Perú obtuvo el predominio mi-
• litar en casi toda la América del Sur> (4). V no es éste sólo el peruano que
rinde tributo de admiración al insigne Abascal. En las amenísimas Tradicio-
nes persianas, de Ricardo Palma, ocupa este virrey preferente lugar anecdó-
tico, y en ninguna de las historietas queda mal: prueba de que su memoria
(t) U no peninsulares. Hubo con
fie, Jos£ de la Mar, Gutiérrez de la Fu(
lúrbide. etc., ele.
(2) Blanco Fombona, La rvolucióa potilica y i/itiai ift //¡'P/int-Amírita. Madrid, igil.
I3) Don Manuel de Mendiburu, aulor del Díaienaiio histórito-bio^áfice dit ftrú, par-
te primeTa, que corresponde A la época de la dominación española. Lima, S tomos, 1874 A ttloa.
DcjÚ tníditos alanos Irabajús para la segunda parle, y además: Comf/ndio kittiñce dt la Jn-
dipendtncia in la patte uiiütar, Las Jifemorias hisliricaí de lu ¿arma fiíMiía y iirvicioi. Millo-
ña dt la arHllcría eH ti Ftrú., etc. Mendiburu n.ició en Lima (M Octubre 1S05), y marí¿
(31 Enero 1HS5).
(4) 0b.cil., páK.444.
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HISTORIA DE ESPAÑA 50?
ha dejado allf hondo surco y es grata (i), confirmándose de este modo lo es-
crito por S te ven son: «Cuando partió para £spaña (13 Noviembre 18 16) acom-
• pañáronle al Callao los vecinos más respetables, y el día de su partida fué
>de duelo en la ciudad» (2). «La emancipación del Perú, ha escrito Vicuña
■ Mackenna, se hubiese realizado mucho antes si un hombre tan idóneo y
> extraordinario como D. José Fernando de Abascal no hubiera llegado á
(América para ser como el albacea de los reyes de
• España en unpaiiimonio al que todos ponían plei-
>to alegando usurpación. Aquel espíritu sagacísimo
>y oportuno, conciliador y enérgico, prestigioso por
>su talento, su elevación de alma, y aun por la grá-
tela de su figura, era quizás la única valla que con-
>tenfa en el Perú el raudal que lo inundaba por to-
ldas sus fronteras, y brotaba á sus pies en el re-
• cinto de la plaza pública* {3).
CkiU. — Es muy semejante la evolución á la ya
reseñada de la Argentina. Desde últimos del si-
glo XVIII algunos criollos ricos eran socialmente re-
volucionarios y politicamente separatistas. Tipo ge-
nuino de esta clase fué D. Juan Antonio Rojas (4),
que después de haber sido jefe del ejército espa-
ñol y ayudante del virrey del Perú, Amat, via-
jando por Europa y hallándose en París cuando
la revolución, volvió á Chile con un cargamen- (5?" iSaít""
to de libros enciclopedistas, y con dos france-
ses urdió una conspiración para sublevar el pafs.
Este núcleo era poco numeroso en 1808, aunque de importancia por la
calidad de las personas que lo formaban y por su secreta organización franc-
masónica. En el citado año, y como en Buenos Aires, la oposición á los fran-
ceses determinó un movimiento general en el elemento criollo con tendencia
á la organización autonómica del país, acatando la soberanía de Fernando Vil,
pero prescindiendo ile los peninsulares y de la dependencia al Poder metro-
politano. El núcleo separatista aprovechó con habilidad suma esta tendencia
.k principios de 1809 aparece en Chile la doctrina de que, «así como el pueblo
>chileno se había sometido al Gobierno español, tenia pleno derecho para
>separarse cuando le conviniera* (5). En 1810, y al ser conocidos nuestros
desastres en la guerra de la Independencia, es depuesto tumultuariamente
el capitán general García Carrasco é instalada — igual que en Buenos Aires — ;
una Junta gíihemaUva presidida por el anciano U. Mateo de Toro y Zam-
(t) Palma dice además: «Dicen qae en Lima le insl6 i Abascal para qne colocaie
»íobre 1119 lieneg U coiona de los Incnt. Asegúrase que Carlos IV le ordenA que no obedecie-
>ra i su him. Que José Bonapiite le bnndó honras, y qac Carióla, la Princesa del Brasil, le
«ái& sa> plenos podeces. El noble anciana no <e dejd deslnmbrai por el brillo de una corona.
»Con tágrímas en los ojos, cerró los oídos i la voi del que ya no era su rey; despreció indig-
Rnado los oliecimleDlos del invasor de su palria. y llamó respetuosamente i su deber í [a
vliermana de Femando Vil».
(3) Tmitnty ytars retidttiíi in Soulh Auuriía.
(3) La revolución del Ptrú dtsát iSoq á l8l<). Lima, 1890.
(4) Nació en 1731, maríó en iSij.
(5) La lasloTieron y fueron por ello procesados Fr. Rosauro Acuita, prior del Hospital
de San Joan de Dios, de ChilUn, y el regidor D. Pedro Ramón Arriagada. Los escritores
-u!i 1 u- ,..;j-j- jj seüalarlo, como prueba de qne en su país faé donde
...n». ^\.t^ .,] e] capitulo anterior que en Méjico »e Mío
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5o8 HISTORIA DK espaSa
brano, vizconde de la Descubierta y conde de la Conquista (i), sucesor re-
glamentario de García Carrasco por ser el jefe militar <le más graduación
(18 Septiembre 1810). La Junta proclamó la libertad de comercio, disolvió la
Audiencia y reunió un Congreso nacional (4 Julio 1811), Dibujáronse dos
partidos: uno conservador y otro liberal muy avanzado, que se apoderó del
Poder (4 Octubre 1811) con José Miguel Carrera (2), quien asumió la presi-
dencia el 15 de Noviembre del mismo año. Carrera fué el primer ejemplar
de la casta, después tan numerosa, de los dicta-
dores radicales americanos: disolvió el Congreso y
la Junta; desterró Á su antecesor Juan Martínez de
Rozas (i) (10 Octubre 1812); decretó la igualdad
de derechos; dejó hacer á Lgaña y á Salas un plan
de instrucción pública y crear el Instituto Nacional
y la Biblioteca; sancionó el Reglamento ConstitKcio-
nal, que, aun reconociendo, al menos de nombre, la
soberanía de Fernando Vil, organizaba el país inde-
pendientemente, y á vueltas de todo esto hacia
lo que le daba la gana. Camilo Enriquez, fraile
profeso de la Buena Muerte, perseguido por la In-
quisición como lector de libros prohibidos, escritor
galano y ampuloso, orador fácil, revolucionario de
club, fundó La Aurora de Chile, periódico de ideas
avanzadísimas,
■"''í^ ^j"¿|l¡"' La dictadura de Carreras fué agitada por las
conspiraciones, motines y guerra civil. El virrey
Abascal mandóá Chile al brigadier D. Antonio Pareja
con dinero y un cuadro de oficiales, sin un soldado; pero levantó por el
rey millares de chilenos, y la guerra entre realistas é independientes duró
hasta 1814. Los días i y z de Octubre se dio la batalla de Rancagua, en que
los patriotas mandados por Carreras y por O'Higgins (4) fueron completa-
mente derrotados por el coronel D. Mariano Osorío. Como consecuencia se
disolvió el Gobierno autónomo de Chile, fué restablecido el español, y los
Santiago de Chile (20 Septiembre 1727). y murió ejerciendo sn ele-
0 iSiit.
(3) Nació el 15 de Octubre de 1785. Se educó en España, fué militar, y tomó pan
nuestra EUena de U Independencia.En Cádiz se relacionó con San Marlfn, y, comt
evadió de la Península, presentándose en Valparaíso I35 Julio iSll), y sos progreso
tan rápidos en aquella revolución, que antes de cumplin
presidente como jefe del partido radical.
' (3) Notable abogado criollo, hombre muy culto, que, sugón Pr. Melchor Marlintz, me-
rece ser llamado fundador y moíilro de la nación chUtiia. Nació en 175^ Fué secretario de
Garda Carrasco y de los primeros que se adhirieron i la independencin. Sus adversarios le
acusaron de aspirar i la corona de Chile, y le llamaban yuaii i: pero era republicano, como lo
demostró en el Congreso. Murió en el destierro (10 Octubre 1812). Quien tenia tendencias ino-
nírquicas'í la inglesa, según acreditó con su proyecto de Constitución presentado al Con-
greso, era D. luán E^aiía, tanto ó mis culto que Slartlnez de Rozai y, como éste, abogado y
profesor, nacido en Lima (t76q1: fué también el primero que emitió la idea de Dn Con^ttB ilt
Estados Amtricaniis. Kgaña vivió hasta 1860, y escribió mis de cien libros — basta de Geolo-
gía;— bay una edición de gran parte de sus obras. — Londres, iSjS.
(4I Don Bernardo 0'Hif;sins nació en Chillan (20 Agosto 1778I. Fué hijo natoral de
D. AmbrosioO'Iligtíins. irlandés que, habiendo emp Liado por vendedor ambulante en laa ca-
lles de Lima, llegó á ser capitán guneral de Chile y virrey del Perú, y el cual educó i su hijo
como correspondía á su elevada posición, rompiendo con él cuando se percató de que habla
adquirido en Europa ideas revolucionarías y separatistas. Establecido en Chile (tSo2), fné de
los principales conspiradores y actores del movimiento de 1810. Sin tener grao talento, estaba
dotado de buen sentido: era probo y valientu. Su ñgura es la de mis relieve en la emancipa-
ción de Chile.
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HISTORIA DE ESPAÑA 509
patriotas más compiometidos, ó emigraron á la Argentina, ó hubieron de sufrir
deportaciones ú otros castigos. A este periodo de independencia, concluido
por la batalla de Rancagua, llaman tos escritores chilenos de la Patria vieja.
Veiueuelaj/ Nueva Granada. — La patria de Bolívar tenía que ser, como la
Argentina en el Sur del Continente, baluarte inexpugnable de la independen-
cia americana; pero en el orden del tiempo se le adelanta el reino ó presiden-
cia de Quito — hoy República del Lcuador, — en cuya capital fué depuesto el
presidente Ruiz de Castilla — en la noche del 9 al 10 de Agosto de 1809, —
instalándose una yunta conservadora de los derechos de Fernando VI J, 6 sea un
gobierno de criollos y mestizos; pero en el resto del virreinato de Santa Fe,
esto es, en lo que es hoy República de Colombia, no tuvo eco el movimiento,
y el virrey del Feíú, el infatigable Abascal, envió tropas que acabaron por
sofocarlo; algunos de los insurgentes, según el tecnicismo español de aquella
época, 6 de los patriotas, según el que ha hecho prevalecer en América el
triunfo de la separación, pagaron con la vida el siempre peligroso honor de
haberse adelantado á su tiempo.
La Academia Nacionalde la Historia de Veneeuela ha fijado el nacimiento
de esta nación en el 19 de Abril de 1810. Es la fecha en que fué tumultua-
riamente depuesto el capitán general Emparán y establecida la Junta que,
como en todas partes, tenia por ostensible objeto defender el país contra Na-
poleón, y en que, si no todos, varios de sus miembros veían el medio seguro
de emanciparse de España. La Junta envió fuerza armada para someter á
Cobo y Maraicabo; nombró á Bolívar, que no había tomado parte activa en
el pronunciamiento (i), teniente coronel de los valles de Aragna, y lo mandó
con Luis López Méndez y Andrés Bello (2) á Londres para solicitar el auxi-
lio del Gobierno inglés. Inglaterra acordó proteger
á Venezuela contra Francia, y para que la provin-
cia pudiera defender á su legítimo soberano y ofre-
cer á la Junta de Caracas sus buenos oficios para
reconciliarse con el Gobierno español. £1 de Lon-
dres se mantenía fiel á la alianza con nosotros; pero
no perdía de vista su anhelo por la independencia
americana, al menos en el orden mercantil, que es
lo que realmente le interesaba.
Bolívar excitó en Londres á Miranda para que
volviese á Venezuela, y ambos desembarcaron en
La Guaira el 5 de Diciembre de 1810. El 2 de
Marzo de 181 1 se reunió en Caracas la Asamblea
nacional, siempre á nombre de Fernando Vil y
convocada por hombres de ideas medías ó rela-
tivamente conservadoras; pero Miranda y Bolívar
organizaron la Sociedad Patriótica, especie de club I^acio Allende
por el estilo de los de la revolución francesa, ma- ('775 ■ i8n).
nifestación pública de la sociedad secreta á que
ambos pertenecían, y por su medio escalaron el poder los exaltados, ios Cua-
les hicieron declarar al Congreso la independencia (5 Julio iSii). La masa
del país estaba muy lejos de pensar asi, y estalló un movimiento realista.
(1) RamAn Aipniún ( Dixuaimiot para ¡a vida púbÜiit dtl Libertador di LolaiHÜa, Perú
y BtUvia) dice qae el carlcler de Bello en Ib misiÓB era de lecietuio. Prileba que era diplo-
inillco Balbln y Unquera. Aadríi Bella, pig. 66.
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510 HISTORIA DE ESPAÑA
Miranda, nombrado general en jefe de los inde-
pendientes, logró dominar á Córdoba (12 Agos-
to), sublevada por el Rey; pero no pudo someter
nunca la provincia de Coco, cnyo gobernador,
Ü. José Ceballos, desplegó allí energía y habilidad
iguales á las de Abascal en el Perú. A principios
de i8i2 llegó á Coco desde Puerto Rico el capi-
tán de fragata D. Domingo Monteverde con una
compañía de Infantería de Marina (i), y bastó tan
corta fuerza para servir de núcleo á lo!4 venezola-
nos espaifolistas, ó realistas que se decía enton-
ces, y formándose una respetable división, tomó
Monteverde la ofensiva: el 7 de Abril entró en
Cabudase; el 25, en San Carlos, pasándose á su
hueste el escuadrón de Pao, uno de los mejores
iTínciswi JaTíer Venegas ¿^ ¡gg patriotas; el 3 de Mayo, en Valencia; el 30
de Junio, en Portocabello, de que era goberna-
dor Bolívar, quien tuvo que huir embarcado con
sólo siete oñciales, y el 25 de Julio capituló con él Miranda, estipulando la
entrega de las comarcas independientes, con amnistía por los hechos pasados.
Miranda huyó á La Guaira para embarcarse en un buque inglés; pero antes
de efectuarlo, Bolívar y los otros jefes, que conceptuaban una traición lo que
habla hecho, lo prendieron estando dormido, con el propósito de pasarlo por
las armas; contentáronse con obligarle á permanecer en el país, como garantía
del cumplimiento de la capitulación con Monteverde. El resultado fué que el
gobernador de La Guaira lo entregó al jefe español, el cual lomando á Puerto
Rico, de donde pasó al castillo de Santa Cetalina, en Cádiz, en el cual vivió
hasta 1816.
A los rápidos y decisivos triunfos de Monteverde contribuyó el terre-
moto del 2G de Marzo (Jueves Santo), que fué horrible — perecieron más de
izo.ooopersonaSvy cayeron muchísimas casas en Caracas y otras ciudades, —
y en que vio gran parte del pueblo un castigo divino por la insurrección.
Restablecido el Gobierno español en Caracas (29 Julio), Monteverde,
aunque alardeando de cumplir la capitulación, prendió á varios patriotas,
envió á otros á España (2), confiscó bienes, etc.; en suma, hizo las barbarida-
des que han sido y son de rigor en tales casos, y que, como también es de
rigor, exageraron los del partido contrario. Dio, sin embargo, pasaporte á
Bolívar, quien lo aprovechó para trasladarse á Cartagena de Indias, ¡a plaza
fuerte de Nueva Granada — hoy Colombia. — Desde el 25 de Noviembre
de i8io estaba emancipada esta región, constituyendo la República de Cun-
dinamarca (3), El motivo ó punto inicial del alzamiento de Nueva Granada es
digno de ser conocido, por representar muy á lo vivo el carácter general de
todos estos fenómenos históricos: se pteparaba en Santa Fe de Bogotá un
|l) (.'oo viene fijarse en este hecho de no llevar Monteverde sino una compaftíi, pnes de-
nuieslTs que cuanto hizo allí fui con vcaeíolanos realistas 6 partidarios de la nnidn con España.
(2) Como muestra del estilo y carácter de la Época, véase la siguiente carta de Monte-
verde i la Regencia de España enviíndole ocho patriotas presos; «Presento i V. E. esos ocho
unionitruos, origen y primera raíz de todos los inales j novedades de la Amírica qae han ho-
nnorizado al mundo entero, para que se avergdencen y confundan delante de la majestad y
»que sufran la pena de sus delitos. — Damittgo Monttvird/, 14 de Agosto de l3l3».
(3) Cundinafnarca es el territorio, hoy Estado de lot Unidos Colombiinus, en qae se
asienta la cnpilal de la República: ítanla fi di Bogotá en tiempos de la dominación española,
y hoy sencillamente Bogelá.
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DE ESPASA 5I]
banquete para obsequiar al comisario real D. Antonio Vil lav icen cío, y sobre
cosa tan menuda como el ramillete que había de colocarse en el centro de la
mesa trabáronse de palabras y vinieron á las manos un peninsular y un
criollo; los que estaban presentes tomaron partido por uno ú otro según su
respectiva procedencia, y se armó un motín de criollos y mestizos contra los
peninsulares ó chapetones, como allí eran despectivamente llamados por los
naturales del país (20 Julio), concluyendo por embarcar al Virrey, instalarse
la indispensable Junta, y á nombre de Fernando VII establecer la República.
Afligid y perturbó á ésta desde que nació la división de sus partidarios en
centralistas y federales, capitaneados aquéllos por Antonio Nariño, y éstos
por Camilo Torres. Cuando llegó Bolívar estaba el país organizado en unión
federal, y muy viva la guerra civil entre patriotas y realistas. Obtuvo el vene-
zolano varios triunfos de relativa importancia, y el Gobierno insurgente de
Nueva Granada le dio medios militares para volver á Venezuela; derrotó á
los realistas en Taguancs, obligando á Monteverde á retirarse á Puerto Ca-
bello, y entrando él victorioso en Caracas (6 Agosto 1813).
Se le hizo en la capital de Venezuela un triunfo á la romana de lo más
estrafalariamente aparatoso que se ha hecho nunca. Entró Bolívar puesto de
pie aobre una carroza, de que tiraban á modo de jacas doce señoritas ves-
tidas de blanco y con cintas de los colores nacionales, escogidas las infelices
muchachas entre tas mejores familias de la ciudad; otras muchas mujeres re-
partidas por la carrera tiraban flores y ramas de laurel y olivo al paso de la
carroza. De hombres, baste decir que hasta se abrieron las cárceles para que
todos los presos libertados fuesen á vitorear á ü. Simón. Como Monteverde
no quisiera suscribir la capitulación firmada por el gobernador de Caracas,
salió liolivar á combatirle, obligándole á encerrarse dentro de los muros de
Puerto Cabello, y esto le dio ocasión para una segunda entrada triunfal en
Caracas (13 Octubre), en que se le dio el grado de capitán general y el alti-
sonante título de Libertador^ conque fué conocido hasta su muerte (i) y des-
pués lo ha sido por la posteridad; y él, que á pesar de su democratismo ideo-
l<^ico era un gran señor de añciones é ideas aristocráticas, creó en seguida
la Ordett lül Liéeriatidr par^ estimular el valor militar. Ejerció en este tiempo
una dictadura de que hay muchísimo escrito por contemporáneos compa-
triotas y extranjeros, y poco favorable al dictador. Públicamente amancebado
con doñajosefina Núñez — ¡a señorita Pepa, como
era llamada en Caracas, — se entregó al más des-
enfrenado libertinaje, y las mujeres de toda laya
á quien cortejaba eran la mejor recomendación
para los cargos públicos y todo favor oficial, sien-
do ellas y los camaradas de francachela del Li-
bertador los consumidores del Tesoro; se daba
tono de rey, teniendo su guardia de corps v gran
aparato mayestático; los ministros eran sus hu-
mildes secretarios del despacho; procuraba imi-
tar á Napoleón en lo de entender de todo y man-
dar en todo; su autoritarismo no podía ser ma-
yor ni más minucioso: habiendo muerto en una
de las batallas contra Monteverde su amigo el co-
ronel Girardot, no sólo mandó que su corazón
(i) «Bl titula de Libensdor. dijo, es para mi mis glo- Fíliv Marta CalUjí del Rey,
»riaio j saliilacLario que el cetro de todoi los Impelios de conde de Calderán
>la Tierras. (1750-1820).
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512 HISTORIA DE ESPAÍSA
fuese puesto en la Catedral de Caracas como una reliquia, sino que todos los
caraqueños vistiesen luto durante un mes; convocó una Asamblea (i." Ene-
ro 1814) para que le confírmara en la dictadura, declarando que mientras
hubiese que combatir no era posible otro Gobierno; tuvo, sin embargo, que
compartir con Marino la autoridad suprema, quedando él de dictador de
las provincias occidentales, y Marino de las de
Oriente.
La lucha con los realistas seguia cada vez
más empeñada y sangrienta. Con el mismo entu-
siasmo y espíritu con que en la Península tantos
guerrilleros se lanzaron al campo á pelear por Fer-
nando Vil y contra los franceses, en Venezuela
se levantaron igualmente por Fernando VJI y
contra los insurgentes. Esto acredita que no debió
de ser tan inloterable el régimen español en Amé-
rica como luego se le ha pintado, cuando encon-
tró tantos y tan ardorosos partidarios en su hora
de crisis y que la separación fué por lo meaos
prematura, obra de una minoría que la impuso
por las armas y por todo género de violencias al
resto de sus conciudadanos. La guerra se hizo te-
Miguel Hidalgo Trible: realistas y patriotas se fusilaban recípro-
{1747- 181 1|. camente con inconcebible safia. BoHvar, •hombre
• de carácter de hierro, decretó la guerra á muer-
»te, y la practicó con la frialdad del convencido; pero sin que esto autorice
»á llamarle sanguinario y cruel; ejerció el derecho de represalia, y lo cum-
• plió para dar el triunfo á su causa, aterrando al enemigo» (i). Hasta qué
punto, recuérdese su orden de 8 de Febrero de 1814, por la que fueron pasa-
dos por las armas sin formación de causa 1.253 españoles é isleños, unos pri-
sioneros de guerra, otros paisanos, sin otro delito que el de su nacimiento; en-
tre las víctimas de tan espantosa hecatombe habla ancianos de más de ochenta
anos que tuvieron que ser trasladados en sillones al lugar de la matanza.
Nueve días después de este crimen Bolívar fué derrotado por Boves,
uno de los jefes realistas de más empuje, en San Mateo. El 14 de Junio el
mismo Boves derrotó completamente á Bolívar y á Marino en La Puerta, y el
17 de Julio recuperaron los españoles á Caracas. D. Simón, fugitivo, volvió á
Nueva Granada dispuesto á repetir la operación que tan bien le había salido
en 1S13; pero las circunstancias eran otras: los granadinos estaban más en-
frascados que nunca en la guerra civil, y los venezolanos independientes que
seguían peleando con sus coterráneos fíeles á España, tomando á traición su
fuga y la de Marino, como en la ocasión anterior se había tomado la de Mi-
randa, destituyeron á los dos dictadores.
Méjico. — L). Pedro Garibay fué virrey hasta el ly de Julio de 1809 (2),
sucediéndole el arzobispo D. Francisco J. de Li/ana de Beaumont, el cual
por espíritu de justicia, bondad natural y poca ó ninguna perspicacia polfti-
lO Lsurenno Villaoueva. Vida de Don A. y. de Sucre, gran marifCtil de Ayaeucio. Parú.
Ollendorff, i8qs-
(3) Muriñen iSlJ, á ios ochenta y seis aüos de edad: salió tan pobre del viTretnato, <]ae
un cotneTcinnle espaiíol, D. (iabriel de Yermo, le fijó la niesaJa de 500 pesos para qae viviera
con el decoro propio de su rango. Y eso que pacos Tirreyes manrjaron tantos Caaaales como
ksit, una de cuyas principales ocnpaciones Fué reunir millón» y enviarlos i Espaila pera los
[¡Bstos de la guerra de la Independencia.
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HISTORIA DE ESPAÜA SI 3
ca, favoreció á los independientes, creyendo con suma candidez en sus protes-
tas de amor ferviente á Fernando Vil y de no querer caer bajo la férula de
un Gobierno español siervo de Napoleón; en cambio, desconfiaba de los pe-
ninsulares, en Méjico apellidados gachupines, temiendo siempre que hicieran
con él lo que con Iturrigaray. En tiempo del Arzobispo llegó á Méjico la no-
ticia de la derrota de Ocaña y disolución de la
Junta Central, y al mismo Lizana le impresionaron,
hasta el punto de dar oídos á las intrigas de la
infanta Carlota, mujer que para esto de intrigar
pareció tener el don de ta ubicuidad pues lo hada
en todas partes á la vez, y pensó en nombrar Re-
gente al hijo de la Infanta; pero en cuanto supo la
instalación en España de una Regencia se apresuró
á reconocerla y acatarla, lo que prueba su buena fe.
Tras un breve interregno en que tuvo el man-
do la Audiencia desembarcó en Veracruz (25 Agos-
to 1810) el nuevo virrey D. Francisco J, Venegas,
teniente general que se había distinguido en la
guerra de la Independencia, habiendo tenido la
honra de ser el segundo Jefe de la división Reding
en la batalla de Ilailén. Él 14 de Septiembre hizo
Venegas su entrada solemne en Méjico, y en la no-
che del 1 5 al 16 D, Ignacio Allende y U, Juan Alda- Jo** M'rí» Morelos
ma, capitanes de Caballería, el teniente Abasólo, y '"'''' " '"'Sí-
como cabexa de ellos et anciano párroco D. Miguel
Hidalgo y Costilla (i), ponían en libertad á los detenidos en la cárcel por sos-
pechosos de conspiradores, y al amanecer del i€, después de oir misa, daban
iJ grito de /Fioo /a Virgen de Guadalupel ¡Viva Femando Vil! ¡Mueran los
(i) Hidalgo nació en la hacienda de Coralejo, jurisdiccifin dePínjuno (Guanaiato), el
8 Mayo 1753- No era clérigo de misa y olla, como alguien ha dicho, sino bachiller en Teologfa,
colegial de San Nicolás, en Valtadolid (hoy Mordía), deipní^ rector de este colegio, donde
tUTO por discípulo i Morelos, y los colegisles le pusieron por apodo el Zorro, expresando su
carácter reservado. Sabía francés, cosa rara en el clero de so tiempo, y por eso lio dada se de-
dicó i la lectora de los enciclopedistas, entonces á la moda, lo que debía de ser caosa de que
en iSoo, siendo cura de San Kelípe, en Méjico, la Inquisición le procesase; pero el proceso no
signió adelante, y, electivamente, aquellas lecturas no dejaron en él ninguna huella por lo que
s« refiere á la ortodoxia, de cuya pureza fué siempre celosísimo; i lo samo tomó de los pre-
cursores de la ceToludón francesa la doctrina del derecho de los pueblos á conslitnirse por si
mismos y darse el gobierno que les parezca, para justiñcar stl anhelo instintivo y sentimental
de criollo contra los gachupines, que, según él. como según Iodos los de su casta, no iban á Méji-
co sino á e^^plotar efpals. disfrutando los mejores bcneücios y empleos ó ejerciendo el comer-
cio, mirando por encima del hombro á los naturales, aunque fuesen de tan buena ó mejor san-
Íre eapaBola y más instruidos y mejor educados que ellos, y basta contribuyendo á la desmora-
zación con sos amancebamientos y el dejar allí hijos naturales abandonados cuando regresa-
ban á la Península. Hidalgo era creyente, piadoso, probo, muy caritativo y espléndido; sus feli-
greses le adoraban; empleaba las cuantiosas rentas de su curato, no sóto en socorrer i los me-
nesterosos, sino en obras de tan gran utilidad piiblica como propagar el cultivo de la viíia, de
la morera, de las abejas, establecer una tábrica de loza, hornos para ladrillos, pitas para curtir
pieles, etc. Pero lo que más realza el carácter moral de este párroco, que odiando tan desafo-
radamente á los españoles establecidos en Méjico no hacía sino abandonarse al instinto de
nuestra raza española, ten tegionalisla y pueblerina que aborrece al forastero, y hasta al de otra
parroquia que la suya, es que al lanzitse á la empresa separatista que su espíritu estrecho consi-
.1 1 1_-J 1 :. ,_ 1.; , __i! — , ... y jji qijj
dudaba i
e decidió fué el más
resuelto, y en la noche del 15 de Septiembre Allende, Aldama y Abasoro, sabedores de qae la
conjara estaba descubierta, sólo pensaban en esconderse y huir; mas Hidalgo, conlraquien no ha-
bía pruebas, y (|ue, por tinto, no corrí a ningún peligro, echó el cuerpo adelante como un hombre.
Salcedo, Historia de EspaSa i" r\r\ t^
5 '4 HISTORIA DE ESPAÑA
gackupifKJÍ Sucedía esto en el pueblo de Dolores, de donde Hidalgo era
cura. La insurrección tomó tan repentino incremento, que el dta 28 entra-
ba Hidalgo en Guajanato al frente de 50.000 hombres, entre los cuales
habla bastantes miticianos, y basta cuerpos enteros como el regimiento
de la Reina, pero que en su inmensa mayoría eran indios armados con pa-
los, hondas é instrumentos de labranza. Con tales elementos bélicos, ni son
de maravillar, aunque horroricen, los excesos cometidos contra los aborreci-
dos gachupines, ni que, reunidas las milicias del virreinato, dieran pronto
cuenta de semejantes masas. El choque más importante fué el de Puente-Cal-
derón (17 Enero 181 1). Hidalgo y Allende tenían á sus órdenes sobre 100.000
hombres, con numerosa artillería, atrincherados en una loma; el brigadier Ca-
lleja (i), con <3.ooo soldados y 10 cañones, atacó resueltamente y lo arrolló y
dispersó todo. Iban en retirada hacia los Estados Uoi-
doslosjefesinsurrectos, cuando en Monclova {21 Mar-
zo) el teniente coronel Elizondo y el padre Zambrano,
de los más entusiastas insurgentes, pero disgustados
por el giro que habla tomado el movimiento, se re-
volvieron contra ellos, los aprisionaron y mandaron á
Méjico. El 26 de Junio fueron fusilados Allende, Jimé-
nez,Santamaría y Aldama, y el i.° de Agosto Hidalgo.
Ni la insurrección ni la guerra concluyeron por
eso. Los excesos cometidas por las hordas de Hidal-
go, las matanzas, no sólo de gachupines, sino de
criollos de raza blanca — porque aunque Hidalgo
también lo era los indios y mestizos que acaudillaba
no distinguían de procedencias, ^ produjeron uoa
reacción honda en los ánimas, y la mayoría de loa
mejicanos blancos, y aun muchos mestizos é indiosL
ApisHo dcitúrbide se pusieron resueltamente de parte de España. El
(1783- 1814). Consejo de guerra que juzgó á los jefes insurgentes
estaba formado casi en su totalidad por mejicanos,
y los caudillos realistas de esta nación hicieron mil atro.cidades con sus co-
terráneos, que luego se nos han colgado á los peninsulares, sin que por esto
queramos defender á los nuestros, pues todos compitieron en ferocidad ex-
traviados por la pasión política y por el furor del combate.
Los insurgentes apelaron al sistema de partidas, y en un país tan grande
y despoblado como Méjico tenía que resultar de más seguro efecto que
en la Península contra ios franceses. Quien más se distinguió en la guerrilla fué
c! cura D. José María Morelos y Pavón (2), discípulo de Hidalgo en el coie-
(t) DonFéiixM. Calleja del Rey nacíii en Medina del Ctiinpo(l75a). Cadete es I772,puó
i Méjico(l779)con el grado de capitán, y Bill hizo 30 carrera. En 1783 ascendiól capitán y en iSlo
á brigadier. Por esta batalla de Calderón fué ascendido á miriscal de campo, y mis tarde litiila-
do conde de Calderón. Ricardo Palma (IradUiones pit uanas) dice que la Irase .S'-pase quUnti
Calina viene de haberla dicho este general al tener noticia de que los insurt-entes hablan fusila-
do á varios prisioneros y disponer la bárbara represalia de enterrar vivos á los que tenia íl, de-
jándoles la cabeza al descubierto para qae La caballería los destrozase. Pero esto es inexacio,
puesto que esa Irase era ya usada en tiempo de Cervantes. En RincontU y Corlaáil'.e se lee lo si-
giiienle: — ■Con su panselocoma—dijoRincóná este punto — no le arriendo la (¡anancia; di» de
juicio hay donde todo saldrá, como dicen, en la colada, y cnlonícs ii verá quién fué Ca¡lfin...7> etc.
H) Nació en Valladolid— hoy Morelia, en su honor,— el 30 de Septiembre 1765. De
raza española, buen sacerdote, con el solo dilecto de la incontinencia, dejó varios hijos natn-
rales, y de carácter tan entera, qae, cuando cayó prisionero (5 Noviembre 1815I, como el jefe
realista tuviese el mal gusto de ir á la prisii^n y pregunlarle qué hubiese hecho con él y con sn
segundo si la suerte hubiera sido contra ría, contestó: Yo tes kubitte dado Jas horas para tonftsar-
it, y las fusilo. Moretes se confesaba siempre antes de entrar en fuego.
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HISTORIA DE ESPAÑA <!}
gio de San Nicolás, y de harto más talento militar que su maestro. Según
Alaman, fué el hombre más extraordinario que produjo la revolución. Un mo-
derno historiador espaftol dice de él: <Los más famosos guerrilleros españo-
>les parecían haber rerundido su espirilu en Morelos para que luchase con-
>tra España. Hay que hacerle justicia. Sin él, la causa de la independencia
>hubiera sucumbido con Hidalgo y Allende» (i). Empezó con un puñado de
hombres, y llegó á mandar en sus mejores tiempos 20.000, con 47 caiioDes. Bra-
vo, Matamoros, Galiano, Terán y otros principales caudillos de la independen-
cia eran sus tenientes, y con él aprendieron á guerrear. Sus más sonados hechos
de armas fueron: la sorpresa de Veladero (8 Diciembre 1810), en que con
700 hombres hizo 800 prisioneros á la columna de París; la acción de Tixtla
(16 Agosto 181 i); la defensa de Cuatla contra Calleja, que duró más de dos
meses, evadiéndose al cabo con la guarnición cuando se le agotaron los víve-
res (Mayo 1812); la toma de Oajaca (25 No-
viembre 1812); la del casiillo de Acapulco
(12 Abril 1S13). En el otoño de este año atacó
á Valladolid; pero acudiendo Itúrbide (2), uno
de los jefes criollos más distinguidos por su ar-
doroso realismo, valor, inteligencia militar y
dureza para fusilar insurgentes, le hizo sufrir
espantoso desastre: en la noche del 24 de Sep-
tiembre introdújose Itúrbide en el campamen-
to de Morelos con igo jinetes, dio una furiosa
carga, y armó tal confusión, que los cuerpos
atacados empezaron á disparar unos contra
otros en la oscuridad, siendo tal la batalla, que
á la mañana siguiente estaban todos destroza-
dos. Intentó Morelos rehacer su hueste; pero
fué derrotado el 4 de Eriero de 1814 en Purua-
rán, y hubo de volver á la vida de guerrillero,
con lo que prolongó la lucha á fuerza de as-
tucia, agilidad y osadía hasta el 4 de Noviem- Nicoids Bravo
bre de 1814, que cayó prisionero. Fué fu- (i78i-i854)-
silado el 22 de Diciembre de 1815.
De las campañas de Morelos no se debe olvidar un hecho: tal fué el
realizado por uno de sus tenientes, Bravo (i). Habiendo caldo prisionero de
los realistas su padre, Bravo ofreció al virrey Venegas 300 prisioneros que
él tenia en rescate de aquella vida, para él tan preciosa. Las autoridades,
obcecadas, no hicieron caso, y el 12 de Septiembre de 1812 fué pasado por
las armas el padre de Bravo. Éste reunió entonces á los 300 prisioneros, y les
dirigió una arenga dici^ndoles que tomaba venganza dándoles la libertad,
con la condición de que no volviesen al país á guerrear contra los indepen-
(0 P. Mignélez. libro y> ciudo.
(2) Don Agustín de Itúrbide. hijo de un navarro y de una mcjícma, nació en Vallado-
lid, como MoTcios (37 Septietnbie 1783). Alférez en 1798, hizo luS primeras armas contra Hi-
dalgo, j siguió gnerreando contra los insurgente<i, ganando todos sus empleos en el campo de
bfttalla. En este tiempo era coronel.
(3) Don Nicolás Bravo nació en Chílpancingo [10 Septiembre 17S1). CrioUo de pura
sangre española, tomó partido poi los independientes con su padre y hermano desde el princi-
pio de la guerra. Después de conseguida U independencia Bravo fué Presidente interino de
Méjico en 1839, y con el mismo carácter, de a6 de Octubre de 1842 i 5 de Mayo de 184V
F.n 1844 volvió i serlo; pero siSlo por cuatro dias, pues el general Salas se sublevó, obligándole
i dejar el paesto. Defendió á Chapullepec contra los yanquis, cayendo prisionero. Murió i ñnei
de Abril de 1S54, pocas horas despuís de fallecer su mujer.
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5l6 HISTORIA DE ESPAÑA
dientes. £1 ánimo, afligido por tantos actos de feroces represalias, descansa
complacido en éste. jQué contraste con el mismo Morelos, que por no haber
conseguido salvar la vida de Matamoros { i ) hizo fusilar en Hacotepec
200 prisionerosl
Morelos no sólo luchó denodadamente por la causa separatista, sino que
procuró organizaría políticamente. A este fia reunió el Congreso de Chilpan-
cingo, en que fué proclamada la independencia, y la república como forma de
gobierno (13 Septiembre 1ÍÍ13), se dio la constitución titulada Decreto coms-
titucional para la libertad dt la América mtxicana (22 Octubre 1814), tan tra-
dicionahnente católica, que hacia perder la ciudadanía mejicana por crimen
de herejía y aposlasla, y se confírió al mismo Morelos la suprema jefatura de
la nación con el titulo de «Primer jefe del ejército y depositario del Poder
ejecutivo». Al tomar posesión de su cargo el valiente guerrilleru juró (de*
>fender la religión, la pureza inmaculada de María Santísima, los derechos de
»la nación mejicana, y desempeñar su empleo lo mejor que pudiese* \^2).
Venegas fué virrey de Méjico hasta el 4 de Marzo de 1813, en que en-
tregó el mando á Calleja. Al recuperar su trono Fernando VII la insurrec-
ción mejicana decaía, aunque sosteniéndola tenazmente muchos jefes con
pequeños núcleos de guerrilleros. El ejército realista pasaba de 40.000 hom-
bres, casi todos mejicanos, pues de la Península apenas si habían ido otros
refuerzos que tres batallones á principios de 1812. Había doble número de
milicianos adictos. £1 entusiasmo por Fernando VII y la satisfacción por ha-
berlo defendido heroicamente eran iguales á los que sentían los españoles
que acababan de hacer en la Península la guerra de la Independencia.
{1} Don Mariano Matamoros era en iSlo cura de Janlelelco, y algunas Tciadoaes que
1« hicicri>n safrír los realistas al pasar por su pueblo le hicieron piesenlBTse i Morelos (ib Di
ciembre l8ti), que le nombró coronel. Correspondió i este honor cumplidamente distin-
guiéndose en muclias ncciones de guena. Prisionero en la batalla de Fumarán, fní fusilado en
ValladoUdíS Febrero 1814).
|3) Víase la citada CoUc dt Doc. En el tomo v, plg. 314, esli el Aila ái la inae-
ftndtntia.
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XX
LA PRIMERA CONSTITUCIÓN
130. Las ideas en Espaüa al eslallar in |
hispanismo ó episcopilisnio, filoaofisn
cesados. — 132. Cortes de Cádiz.
130. — Al ocurrir la invasión francesa la masa del pueblo español seguia
fiel en sus creencias y en sus costumbres á los principios y máximas del an-
tiguo régimen, esto es, á la religión católica como base y fundamento de la
vida individual, familiar y pública, y á la autoridad del rey como piedra angu-
■ lar del orden político. Hacía tiempo, sin embargo, que venían esparciéndose
ideas contrarías en mayor ó menor grado á este sentir unánime de la nación,
y las cuales habían determinado ta formación de núcleos diversos que ansia-
ban un cambio en el sistema religioso, social y político imperante en España
desde el tiempo de los Reyes Católicos. Conviene distinguir estos grupos di-
^denles, indicando las raíces de donde brotaban.
Regalismo. — Ya se ha indicado en qué consiste, y el incremento que al-
canzó en el reinado de Carlos lU. Aquí sólo cumple añadir que contnbuyó
de dos maneras al desmoronamiento del antiguo régimen: una, que los
enemigos de la Iglesia lo utilizaron para introducir é imponer medidas con-
trarias al pensar y al sentir tradicionales de los españoles; y otra, que los ca-
tólicos fervientes, viendo á la autorídad real en contra suya, desconfiaron de
ella y ansiaron ponerle limitaciones.
yansenismo. — Jansenistas, en estricto sentido canónico, son ios sostene-
dores de las cinco proposiciones de Jansenío (i) condenadas por Inocencio X, ó
(i) Camelia Jsnienio, nacido en Achoc (TIolanda\ 15S5; obispo de Ipres, 1636, miliió
«I 6 de Mayo de 16^. Dejó inédita ana obra teológica y moral titulada Auguslinus, poi piesen-
larla la antor como fundida en la doctrina de San Agustín. Publicada por sus discípulos y
amigos, la condenú Urbano VIII (bula ¡» emininli, 6 Marzo 1641}. Muchos eclesiüstius, en-
tre ellos et arzobispo de Malinas y obispo de (¡ante, opusiéronse 1 la condenación, actiBcin-
dota á manejos de los jesuítas: esto pTomoTÍ6 una terrible disputa en toda la Iglesia. La Uni-
«ersidad de París entresacó cinco proposiciones del Auguslinus como substancia de la con-
troTcrsia, y tas remitió i Inocencio X, quien las condenó ¡buia Cwn oaaiiont, 31 Mayo 1653).
Dijeron entonces los jansenistas que las proposiciones estaban condenadas justamente; pero
qne no había tales proposiciones en el Auguslinus. Esta polémica siguió durante todo el si-
¿lo xvm. Sas prínC] pales sucesos fueron: Juan DuTergier de Hauíanne, nacido en Bayona (15S1),
conocida por el Abad de Saínt-Ciían, ó Suinl-Cimn á secas, cap elUn del Monasterio de Port-
,,CoogIc
de \3S ciento una dt Qaesnel, que condenó Clemente XI. En España fué apli-
cada indistinta y confusamente la palAbt&jansentsia á todos los enemigos de la
Compaí^fa de Jesús, incluyendo asi en una denominación común á enciclope-
distas ó tHcrédulos, á los realistas y i los adversarios de la Teologíay Moral en-
senadas por los jesuítas, aunque sostuvieran doctrinas teológicas ó morales no
condenadas por la Iglesia. D. Félix Amat(l) exponía esta confusión en su dic-
tamen sobre la obra de Hervás y Panduro Causas de la Revolución de Fran-
cia: «Mil veces se ha dicho, escribía, que los molinistas y jesuítas muy de
«propósito han procurado que la idea de jansenismo sea horrorosa, pero oscura
• y confusa, para que pueda aplicarse á todos los que sean contrarios d las
•opiniones molinianas sobre predestinación y gracia y á todos los que antes
• promovieron la reforma ó extinción de la Compañía y ahora embarazan su
> restablecimiento • .
Conviene advertir que el mote de jansenista estaba, indiscutiblemente,
mal aplicado á los racionalistas, y aun á los regalistas; pero respecto de los
teólogos ascéticos y místicos que combatían las doctrinas opuestas á las en-
señanzas de los jesuítas había, por lo menos, un pretexto para tildarlos de
jansenismo, y es que desde Jansenio acá todos los de su tendencia habían
combatido acerbamente lo que combatían ellos y defendido lo que ellos de-
fendían, y con argumentos, por regla general, iguales ó muy semejantes,
siendo además Janseniu y sus secuaces los que habían provocado estas cues-
tiones. Había, sin embargo, en el mote un equfvocoque le daba trascendencia
y acritud. Doctrinas de Jansenio y de sus discípulos habían sido condenadas
como heréticas: esto era cierto; mas no todas las doctrinas de Jansenio y sus
secuaces estaban comprendidas en la condenación. En el largo curso de la
polémica se habían fijado precisamente las proposiciones sobre que recala
la nota: las demás podían ser sostenidas por un católico sin mengua de su or-
todoxia; pero al decir de un católico que era jansenista por defender propo-
siciones no condenadas que habían defendido también Jansenio 6 los docto-
res de su secta, se provocaba, sobre todo en la mente de los no muy duchos
en distinciones escolásticas, este sofisma: el jansenismo está condenado por
herético; tú eres jansenista: luego eres hereje.
Caracterizábanse los tildados en España de jansenistas por su oposición
á la Compañía de Jesús: censuraban sus ideas sobre la gracia, sosteniendo
que en este punto se habla apartado la Teología jesuítica de la doctrina de
San Agustín; llevaban muy á mal su facilidad en absolver á los penitentes y
en admitir á la comunión á personas poco santas; según ellos, los sacramen-
tos de penitencia y eucaristía eran terribles misterios en que habla de en-
trarse con terror (2) y llevando una perfecta contrición; la mera atrición,
aun con la absolución sacramental, no servía para nada; las tradiciones pia-
Royal, cerca de París, hizo de sus moDjas lat mis rerrienles jansenistat, y lundó los SolUarí^!
di Porl-Royat-dí¡-Ckaaips, lociedad para combatir i tos jesuítas, de los cailes Tut Pascal (1613
ái66í)| el cual publicó //í/*nrei«í-rfl/«|l6s&-S7).L» comunidad de Por(-Royal fui disuelupor
Noail les, arzobispo de París (1709). Este misino prelado aprobó, eo cambio, las Reñtxients mo-
ralti del abale Quesnel, condenadas por Clemente XI (13 Julio 170S) y por la bula Uiigmilm
Dei Filias (8 Septiembre 1 7 13), en qtia se condenaron ex preiam eme lOI proposiciones de Ques-
nel. Siete obispos Tranceses recUmaron conlra esta bula, mereciendo U reprobación de Ino-
cencio XIII (Mano 1722) y la del Regente Orleans, tomando parle después i su favor el Par-
lamento de París.
(i) Abad de San Ildefonso y arzobispo de Pslmira, confesor de Carlos IV. Escribid su
Vida su sobrino D. Félix Torres Amal. obispo de Astorga (Madrid, 1S3S y un apéndice en 1838).
\2) D.-ipuísdtlafriv<iíion,iííiliMiiU'io~Kszútía\a^Aa.Ati9.át Porc-Royal ti Saint-
Giran — le me ka kakolan terribU, qui no puedo íompreiidít qui iiti y» l/úniaaa otro va á tila
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HISTORIA DE ESPAÑA 519
dosas y las devociones populares sin fundamento dt^mático declarado debían
ser proscriptas severamente de los templos, y aun predicarse contra ellas; se
burlaban del culto del Sagrado Corazón de Jesús (i), llamando despectiva-
mente cordicolas á los que lo profesaban, y un obispo de Oviedo mandó qui-
tar de todas las iglesias de su diócesis las imágenes del Sagrado Corazón;
adoptaban, en suma, dentro del catolicismo una actitud de rigidez y excesiva
severidad, semejante á lu de los calvinistas entre los protestantes; y como, al
menos en España, no formaban una secta, sino una tendencia, diferían mucho
entre sí, siendo unos oiás extremosos que otros, habiendo una rica gama de
jansenismo, desde el que se reduela á cierto rigorismo moral, hijo en la ma-
yoría de los casos más bien del temperamento personal que de la doctrina,
hasta el exagerado que hacía imposible á todos los hombres la práctica de la
religión católica. Se debe también decir que esta rigidez jansenista en ningu-
no de sus grados se parecía á la tradicional intolerancia católica española,
furibunda en cuanto al dogma y meticulosa y desconfiada en todo lo qne á la
unidad de la fe se refiere, pero indulgente con las flaquezas humanas y com-
patible en la mayoría de los espíritus con la alegría del vivir terreno. Los
jansenistas, por el contrario, tendían á la tolerancia doctrina); pero se asus-
taban, ó afectaban asustarse de la más ligera infracción moral. Propendían
á la ridicula meticulosidad de esas seBoras calvinistas de Holanda que
cubren con tapices las mesas. . . ¡para qMi no seles vean- las piernas! Porque,
según dicen, aunque las piernas de una mesa no tengan en sí nada de peca-
minoso, pueden sugerir la idea de otras piernas excitadoras de pensamientos
lascivos.
Claro que, siendo asi los jansenistas, habían de abundar entre ellos los
hipócritas. Los hubo de dos clases: unos que de buena fe, por decirlo así, afec-
taban aquella santidad; y otros que del jansenismo hacían máscara para com-
batir á mansalva la religión, pues eran en el fondo librepensadores ó ñló-
sofos, que se decía entonces. Todos solían tomar el aire devoto que había
caracterizado á los puritanos de Inglaterra; el libelista Puigblanch (2) retra-
taba picarescamente á Villanueva (3); «... sacerdote calificado ... Su sem-
ibtante es compungido y como de tnemento mori. Su habla es á media voz, y
>como de quien se recela de alguien. . . Es implacable enemigo de los jesuítas,
len quienes no halla nada bueno ó que no debe imitarse por nadie, y mucho
■menos por él, excepto el semblante compungido, el habla á media voz y la
(1) Elle culto tenia precedenles en la Iglesia; v. gr., en 1455 se celebró ei
Carmen, de Valeacia, una ñeita poflica en honor del Car de Dea; un siglo deipaés Jaan Agne-
KJo, clérigo f poeta valenciana, publirA an breve deTOcionuio del Coruón de |esds, ele. Sa
propajjacifin fué obra de la B. Margarita Alacoque (nació en Julio 1647, profesó en la Visita-
ción y niiiríó 17 Octubre 1690) y del jesuíta P. Colombiere. Benedicto XIV lo nu(oríz6 por
breve de 2S Mayo 1757.
(i) •tOpúiculcí granáüco-iafíñcei díl Dr. D. Antonio Pmgblanck contra ti Dr. D.. Joa-
güín Viüanutva. Londres, lS38.>
(3) Donjoaqaln Lorenzo V1llanue»a nació en Jiliva (10 AgOKto 1757). Escribió hasta
\.%\Oi Año STiiltano di España (Madrid, de 1791 á 1799; 13 tamm).— De ¡a eíligodín di celíirar
el lanlo Sacrificio di la Misa cnn eircuntptcciÓH y pnusa -^ de la Ttvirtncia cim qat se debe asistir
á la Misn (Madrid, Vl<i\). ~ De ¡a lección di la Sagrada Escritura en lenf^as vulgares (VútacAa,
1791). — Catecismo de Estado según los principias de la religión (Madrid, 1793). — Carlas de un
siispe español soire la tarta del ciudadano Gtegeire per D. Lerenta Astengo Ipiendónimo), (se-
gunda edición. Madrid, 1797). No hay que confundirle con su hermano el dominico P. Jaime
Villanueva, «más Inveitigadoi y erudito que él, aunque peor escritor y hombre de menos va-
»tiada lectura y de Juicio no tan penetrante y segutn; el dominico es el autor del Viaje ¡iterarie
xif las iglesias de EÍpaña, por más que los cinco primeros tomos saliesen con el nombre de don
"Joaquín Lorenio, más conocido y autorizado en los circuios de la corte». (M. Pelayo, Heterodo-
.x«r,nl,páf!. 1S8).
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520 HISTORIA DE ESPAÑA
>moníta. . . Su aspecto venerable parecía de un San Juan Crísóstomo ó un San
• AtanasiO'. Y Arjcma le decía:
Tod> EwBÜa de li siente
Ser ta piedad (■□ sublime,
Qae ei cimiito por (i le iraprime
Cateciimo lolamente.
De tas obru sfinné
Que eran catecisnto puro;
Lo conñimo, aauque as^ato
Qae hay mucho que no ei de fe.
Contra el ya citado D, Félix Amat también tuvo que hacer la maledicen-
cia, poniendo en contraste su afectada severidad con su codicia de bienes te-
rrenales, y no sólo para él, sino para sus muchos sobrinos. Satirizábale
Pérez de Camino (i) diciendo:
¿Has conocido á Amat? Sabio eslimable.
De gobierno y de leyes escribía
Con imparcialidad inapreciable.
Doctor puro, i Molina combatía,
Y di la seda bufa y el retoñe.
Aunque «I roquete altivo revestía.
De Batilio la faz, de Ambrosio el porte,
Crece su fama, y mérito eminente
V concilios cenando y decretales
Acopia beneficios, y en sus manos
Dos bdculoa empufla pasloiales.
Es poco: el alto Ser, de treinta heni
Cuatrocientos sobrinos le di6 pío
Que reclaman los dones soberanos.
Amat oye su voz, sensible Ifo,
La togainv.tde, Invade la milicÍB,
Agota de la Iglesia, el pingU; ilo.
Tal dignidad, Cal puesto no codicia,
Pues cuando Te si In mortal saeta
Arranca el posesor á su delicia.
Entonces £1 con precaucián discrel:
Corte al cebo, y so raza inagotable
Llena la promoción déla Gacela.
El auténtico jansenismo francés — y nada más natural dado su carácter
místico y ascético — tuvo influencia decisiva sobre el espíritu de algunas mu
jeres de las arrimadas d ¡a Iglesia, como dice nuestro pueblo, y con cultura
suficiente para entrar en estas honduras teológicas y morales. En París no
fueron solólas monjas de Port-Royal quienes figuraron en félite jansenista,
sino varias señoras de la aristocracia que se reunían en casa de la duquesa
Du-Plessis á discretear sobre la divina gracia y la reverencia debida á los sa-
cramentos, y murmurar de los picaros jesuítas que estaban corrompiendo á
la Iglesia por su punible transigencia con los pecadores y gente de mundo. Se
puso á estas damas el apodo de señoras de la gracia, y en Madrid vino al cabo
iiine (Burdeos, 1829). Píreí de
,t7cdb/GoogIc
HISTORIA DE ESPAS^A 521
de los años mil á representar tal papel la condesa de) Montijo (i), que tra>
dujo tas InstntcciotKS cristianas sobrt ti sacramento del matrimonio, A que pu-
so prólogo el obispo de Barcelona D. José Clíment (2), y á cuya tertulia con-
currían los obispos de Cuenca (3] y de Salamanca (4J con otros sacerdotes.
La Inquisición desterró á Logroño á la Condesa, donde murió. Su hijo y su-
cesor fué el revoltoso t/o Pedro del motín de Aranjuez, y que tanto figuró en
tiempos posteriores.
Aun siendo teológica y ascética la tendencia jansenista, no tardó en de-
rivar hacia el terreno jurídico, canónico y civil. Combatida por las autorida-
des eclesiásticas, y también por las civiles, se hizo cismática en el orden re-
ligioso y archi democrática en el político, proclamando que el Poder en am-
bas esferas se trasmite de abajo á arriba, y que no hay otra legitimidad
que la dimanada de la voluntad del pueblo; entre los jansenistas franceses
era familiar esta doctrina mucho antes de enseñarla Rousseau. Kespecto de
los jansenistas españoles es difícil precisar: i," Si todos llegaron á esta con-
clusión; y 2." Sí ios que llegaron á ella fué por evolución de sus propias ¡deas
ó por haberse desviada de ella á impulsos de la corriente filosófico -poli tica
desatada por ta Enciclopedia. Lo cierto es que á los jansenistas les sucedió,
como á los krausistas de la segunda mitad del siglo xtx, que siguieron siendo
llamados jansenistas, y aun conservando ellos cierto aire de jansenismo, cuan-
do en realidad ya no lo eran.
Hispanismo ó episcofalismo. — Asi como la tendencia jansenista era teo-
lógica y moral, ésta lo era canónica. Recuérdese lo dicho en este libro
(XII - 86) sobre el acrecentamiento de hecho de la autoridad pontificia en la
segunda mitad del siglo xi. Atribuciones de gobierno eclesiástico que hasta
entonces habían sido ejercidas por los obispos, ya no lo fueron sino por el
Papa {reseroas pontificias). Este cambio suscita tres cuestiones: 1.' Legitimi-
dad de tas reservas, ó sea de la facultad del Papa para reservarse conocer y
resolver los asuntos que crea conveniente, cuestión que está decidida para
los católicos de modo inapelable en sentido favorable á esa prerrc^ati-
va. 2.^ Conveniencia de mayor ó menor amplitud en el ejercicio de las re-
servas, que es cuestión de lugar y tiempo, ó sea de oportunidad política.
Y 1." Buen ó mal uso que de las reservas se haya hecho, que es cuestión de
critica histórica. Las tres han sido materia de inagotables controversias por
teólogos, canonistas y políticos. £1 episcopalismo consiste en sostener que los
obispos, como sucesores de los Apóstoles, no pueden lícitamente ser despo-
jados de sus atribuciones, ni aun limitados en el ejercicio de ellas por el
(i) Doña M>r(B Francisca de Sales Porlocarreio y >:únlga, sexta condesa del Montijo.
Nad6 en 10 Junio 1754. Cbíó con D. Felipe de Paíafox (8 Noviembre i7t>S). Murió en Logro-
Ao (15 Abril 1&08). El actual Conde del Montijo posee el retrato de esta seAors con sus cuatro
htJBS, que, según la tradición de la Casa, corroborada por la emperatriz Eugenia, es de Goya.
Triártelo niega. Víase el magnífico Caláhgo dt la Col/aióH lit Finíuns dtl Excms. Sr. Duque
at Biraiii y de Alba, por D. Ángel Barcia; sobre ta Condesa, á Coloma (Retraías dt anlaüo) y
M. Felayo (Helered^ioj, \i\).
Jt\ Prelado etocueatfsimo, uno de los restauradoris dt la elocuencia sagrada, le llama
ayo, ID slero. literato — hizo ana edición de las obras de San Paciano — muy enemigo
de los jesuítas y tildado de jansenismo.
13) Don Antonio Palafoi, cuHado de la Condesa.
{4) Don Antonio Tavira y Almazán, al que se tenfa por corifeo del partido jansenista'
Hombre de ingenio y letras, muy amigo de Meléndei Valdís, Menéndeí Pelayo (Htlerodexos)
dice qoe el general Ttebaull, gobernador francés de Salamanca, le llamaba l■//^rRí/ÚIl ' ~ '
En lai Memorias (tomo [v. cap. xlit, al referir su gobierno en Salamanca, apunta que ya
no era obispo aquél: dice: ndes goiivrrnetlrs eccUsiaatiques sappléant l'évéque, indigne suc-
Kcesseiir du TÍnÉrable don Tsvira. . , » El obispo estaba en (>alicia,^/r<VJ<ií/ la eraisade con-
tri ncut. For eio Tiebault lo encontraba indigno sncesor de Tavira, qae faé afrancesado.
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522 HISTORIA DE ESPAÑA
Papa, sucesor de Sao Pedro; así como los Apóstoles reconocieron en San Pe-
dro una primacía más bien de bonoi que de jurisdicción y reducida A una
especie de presidencia del colegio apostólico, pero sin U^ar, ni con mucho,
á cercenarles San Pedro facultades que no les habla concedido él, sino Jesu-
cristo; los obispos y el Papa debían estar siempre en la misma relación, y ea
ella estuvieron durante los primeros siglos de la Iglesia, hasta el xt, en que se
inwcataton las reservas pontificias, lo caal se hizo por malas artes, aprove-
chando la barbarie de aquellos tiempos para poner en circulación y hacer
aceptar cánones apócrifos, especialmente la famosa colección llamada de las
Falsas decretales. De este modo fué cambiado el gobierno eclesiástico, y los
obispos dejaron de ser verdaderos gobernadores para convertirse en sim-
ples delegados del Papa, y dejaron de celebrarse aquellos concilios nacionar
les, como los nuestros de la época visigoda, en que todos los obispos del
reino, convocados, presididos y protegidos por el Rey, deliberaban y re-
solvían libremente sobre todos los asuntos religiosos.
El episcopalismo estaba, pues. Intimamente relacionado con el regedismo,
ó mejor dicho, era un fundamento canónico del regalisnio. Según la escuela
ultramontana, el regalismo puede existir de derecho; pero reconociendo que
las facultades del Rey en materia eclesiástica son concesiones del Papa, y
en cuanto sean efectivamente tales concestones pontiñcias. Los liberales
modernos sostienen, por lo contrario, que esas prerrogativas son inherentes
al Poder civil, cuestiÓM de soberanía, como dijo más de una vez D. Antonio
Cánovas del Castillo. Los episcopalistas del siglo xviii y principios del xix
declan á su vez que se fundan en la potestad de derecho divino que según
ellos tienen los obispos de cada nación para gobernar la Iglesia dentro
de sus términos. La Iglesia es católica ó universal; pero esto no se opone á
que se nacionalice en cada país {igUsia galicana, iglesia hispánica, etc.J, siendo,
por tanto, la Iglesia universal, no una gran monarquía centralizada dirigida
por un soberano espiritual, sino una confederación de iglesias nacionales
presidida por el Papa, pero con autonomía en sus distintos Estados, que el
Papa tiene que respetar y que el Rey debe proteger. Conforme at concepto
de los liberales modernos, las regalías son un instrumento para cercenar
atribuciones á la Iglesiit, para secularisar, como ahora se dice, ó sea convertir
en civiles instituciones que con arreglo á la doctrina católica deben ser
eclesiásticas; conforme al concepto episcopalista, todo queda dentro de la
Iglesia, pero no en manos del Papa, sino de los obispos.
El episcopalismo tiene en España precedentes antiguos. Melchor Cano,
en el Parecer que dio á Felipe II sobre el modo de gobernarse la Iglesia du-
rante las desavenencias con Paulo IV, le decía: -En casos extremos y en
*que el acceso á Roma no es seguro, se puede disponer todo lo necesario
• para la buena gobernación eclesiástica, aun en aquellos casos que por de-
•recho se entiende estar reservados al Sumo Pontífice». Como se ve, sólo en
casos extremos admitía Cano esta eventualidad, y hacialo además en mo-
mentos de lucha violenta de España con Paulo IV por motivos puramente
políticos. Los regalistas del siglo xvii no se internaron en estas teologías,
limitándose á defender el regalismo de hecho, é inclinándose todos á consi-
derar su fundamento en fas concesiones pontificias á reyes tan católicos
como los de España. Quien recabó por aquel tiempo las libertades episcopales
fué el clero fnncés (liSertades gaiicamas) (i), lo cual aprovechó Luis XI V^
(i) En 1678 eilsbleció el obispo de Vieone una liiarei' eapeciit en ni díAceiis contra
la volanind del Papa. HíMse lo mismo en París (16S0I, CIudj (1690), Sens <IT03), Narbona
(1709I. . ,etc.
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HISTORIA D8 BSPAJlA $2$
para imponer el extremado regalismo de la DeclaraciÓK de 19 de Marzo de
1682, que coQvirtió aquellas libertades en una sumisión absoluta de la Igle-
sia al Poder civil, dando un argumento de hecho decisivo á ta doctrina ultra-
montana: el de la imposibilidad moral de semejantes libertades, tas cuales
sólo conduelan en la práctica al cesarismo (1). Completaron y formuláronla
doctrina episcopatista Justino Febronio (2) con su obra De SiatM EccUsice,
publicada en 1763 y condenada por Clemente XIII, y el filipense portugués
Antonio Pereira de Figueiredo, autor de la <Tentativa theológica, e que se
«pretende mostrar que impedido o recurso á Sé Apostólica, se devolve aos
>senbores Bispos a facultade de dispensarnos impedimentos públicos do
■ Matrimonio, e de proveer spiritualmente em todos os m ais casos reserva-
• dos ao Papa, todas as veces que assin ó pedir a publica e urgente necesida-
>dedos-Bubditos>, que viola luz en 1766, y que fué pronto traducida á varios
idioma». El Febronio y el Pereira fueron los textos del episcopalismo en Es-
paña, donde tuvo secuaces, por sus virtudes y ciencia dignos de mejor causa,
en el episcopado y en el clero secular y regular, y donde, como e) janse-
nismo, sirvió á otros muchos de máscara para encubrir.su escepticismo ó su
odioá la Iglesia católica.
Filosofismo. — La filosofía tradicional en España era la escolástica, consi-
derándose principalmente esta rama, ó mejor dicho, tronco del saber hu-
mano, como auxiliar ó servidora {ancillatu) de la Teología, Cada orden reli-
giosa tenia adoptado su sistema lilosóñco, que hablan de profesar por obe-
diencia todos sus miembros, y en las Universidades confluían las diversas
escuelas, y de ahf los bandos escolares de tomistas, eseotistas y svaristas, se-
gún reconocían por caudillos ó maestros á Santo Tomás, Duns Scot ó Suárez.
Las batallas entre estas escuelas eran las disputas que se celebraban una vez
por lo menos á la semana, y en que con rigurosa forma silogística, y siempre
usando la lengua latina, argumentaban unos contra otros los campeones de
cada bando, ya los doctores, ya los estudiantes.
En el último tercio del siglo xvii empezaron ya los escarceos fuera de
este coto cerrado. Gassendi (3) y Descartes (4) tuvieron parlidarios en Es-
pafia, Feijóo, ciudadano libre de la república de las letras, como él se llamaba,
dio el primer ejemplo señalado de filosofar discursiva, libre, ligera y amena-
mente sobre todos los puntos que Dios ha dtjado libres á las disputas de ¡os
iioM^ríj, ó sea respetando escrupulosamente los dogmas, pero sin someter
su pensamiento á ninguna escuela ñlosófica, diciendo sobre cada cosa ó sis-
tema lo que le parecía, y tomando por fuentes de su ciencia, no los venera-
bles infolios de otras edades, sino los libros franceses, como las Memorias de
Trévoux {s) f> k\ Diccionario de ^orírt íó), siempre atento á cuanto seiba
(1) Dad d Diei ¡0 fue es di Dios, y al Cisar lo ¡lut ti dtl César, dijo Jeíía, » «n etlC
texto K lands la distinción Etilre lu dos potestides: cclesíiatica ]r civil. De >qa( el llamar et'
tariimo al sUlema que somete la poleitad eclesiástica á la cítU ó del Císbt.
(1) PseadAaimo de Juan Nicolta de Hoaiheim, obispo safragtneo deTcíverii.
(3) Pedro Gaiiendi. ñlósofo Trances de tendencias maleríalístas, muy enemigo de Aríi-
tóleles. Floreció de 1592 á i6j5.
¡4) Renalí " '^"
1596 i 1650, mor
de filósofo, gran matemálico y físico. Su sislema lilosóñco se funda en ¡a duda melódica, ó si
' en no admilir ninguna verdad liasmilida por la (Tadición; dudar de todo hasta encontrar ka
C-imers verdad cierta, que es nuestra propix existencia: yo pienic, tutgo toy. A Descarto le
considera, y con lazón, como iniciador ó padre de la filosofía moderna. Conviene advertir
que no eitenilfa él su duda i las verdades reveladas, pues fui siempre baen cristiano.
(5) ^ youmal ó Mémoiret di Trévoui fui creada por los jesuítas de esta ciudad, y se
publicó de 1701 i 1775.
(6) LaU Moreri Horacio de 1643 i 1680.
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524 HISTORIA DE ESPAKA
publicando en Francia, ya para elogiarlo, como hizo, aunque de pasada, con
la Vida de Carlos XII, de Voltaire, ya para censurarlo acremente, como con
el Discurso sobre las cieiuias, de Rousseau. La influencia de Feijóo en el mundo
intelectual español fué inmensa, no por las ideas que expuso, sino por su
modo de adquirirlas y exponerlas y por haber señalado á los estudiosos la
orientación francesa. Como escritor, revela en el estilo su formación france-
sa: no sólo está plagada su prosa de galicismos, v. gr., tabla por mesa, anciattas
opiniones por antiguas, ponerse en la plasa de otro ^Ot ponerse en su lugar, sino
que prescindió absolutamente del gracioso y elegante bipérbatou que nues-
tros literatos del »¿¿? de oro hablan tomado de la lengua latina acomodán-
dolo perfectamente á la índole de nuestro pueblo. Feijóo escribía como
escriben los franceses: construyendo directamente las oraciones y cláusu-
las, sacrificándolo todo á la claridad y procurando atraer al lector por
la amenidad resultante de la concisión, de la ligereza en et exponer, del
constante cambio de pensamientos, de la originalidad en el discurrir; esto
es, como lo hacen hoy casi todos los escritores españoles, excepto los de-
nominados clasicistas, que remedan las formas solemnes del siglo de oro; como
se redactan los periódicos: es, pues, la suya el habla vulgar de nuestro tiem-
po. Feijóo recomendó además que se aprendiera francés con preferencia al
griego.
Al estallar la guerra de la Independencia, aun habiendo trascurrido
cerca de medio siglo de su muerte (i), su influjo no se había extinguido.
Claro que los que, como el abate Marchena (z), hablan llegado por las vías
del pensar libre al racionalismo tenían que censurarle por <haber tributado
'acatamiento á cuanto la Inquisición y el despotismo abroquelaban con su
■ impenetrable escudo»; es decir, á la ortodoxia católica. Pero aun los de
esta laya reconocen que Feijóo influyó por modo decisivo en la dirección de
su pensamiento. As( Blanco Withe, educado cristianfsimamente por sus pa-
dres, devoto, y hasta místico en su niñez y mocedad, cuenta la impresión
r rofunda que hicieron en él El Teatro Critico y las Cartas eruditas: «Como si
• con la misteriosa lámpara de Aladino, dice, hubiera yo repentinamente pe-
■ nctrado en los ricos palacios subterráneos descritos en Las mil y una no-
ic/us, experimenté un arrobamiento singular contemplando los tesoros inte-
>lectuales de que ya me creía poseedor. Por vez primera me hallé en plena
^posesión de mi facultad de pensar. . . Es verdad que mi conocimiento es-
>taba reducido á unos pocos hechos físicos é históricos; pero habla aprendi-
»do á razonar, á argüir, á dudar. Con sorpresa y alarma de mis allegados, era
(i) Murió tn 1764-
(i) Jost Marchena Ruiz de Cueto nació en ITcrera (18 Navienibre 176S). Eslndió pan
la Iglesia en Sevilla; no pasó de las Ordenes Menores, y deide lu primera javenlad le hiio
-librepensador y demagogo. De estudiante escribió ana Carta cottra ti iilibatú leUsiásHet,
tradujo el poema de Lucrecio, enlró en ana conspiración republicaní, emizró i Gibrallar, f
de stíf í Francia. Fui redactor AfiL'Ami iu Peuple, de Maral. Se pasó á loa girondinos, fui en-
cerrado en la Conserjería ÍTliiers le llama jovtH upañol que había ido á buicar ¡a liberlaáá
Pranda), y desde allí insultó i Robespierre (¡ublints insa/tnciat, dice Letoui, L/ Camifiím-
lianl 35 Febrero 1S67), y no aceptó la libertad, ni aun la protección que le ofrecía: libertado por
el ThtTmidor, ocupó un puesto en el Comilé át talvación püilUa, y teátiab El Amigo dt ¡ai Lt-
yei;Ytaa ta oposición i Tallien y al Direclotio; fué mis adelante oficial de Estado Mayor del.
ejército de Moreau, y en este deslino no sólo se distinguió como funcionario experto de Ad-
ministración militar, sino que compuso un supuesto trozo de Petronío tan magistral mente, qne
ei^aM i los mí^ eruditos. Furibundo bonaparlista después, fué enviado á ^paña como te-
crelario de Murat. Marchena era un insigne literato r un ateo. «Sabio inmundo y aierln lleno
dt tálenlo» le llamó ChaleBabríand. Y Capmany, «xmpio y apótiaia Marthena, rentgada dt tu
DÍo¡, di su patria y di su líy, fautor y cómfiiei di los franceses que tntrartn en Madrid ton
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HISTORIA DS BSPAflA 535
• yo (fuera de las cuestiones religiosas) un esciptico que no dejaba pasar
• ninguna opinión corriente sin reducirla ásu justo valor» (l).
Después de Feijóo avanzaron mucho las ideas. Loke y Condillac tuvie-
ron aquí su reflejo: el sensualismo se trocó en materialismo, y, como expone
admirablemente Menéndez Pelayo, <á principios del siglo xix impciaron
>5olos Condorcet, Uesttut-Tracy y Cabanis. Con unos diez ó doce años de
•rezi^o Íbamos siguiendo todos los pasos y evoluciones de Francia», Con-
viene, sin embargo, entender bien estas cláusulas de imptrar solos y de íba-
mos siguiemfo, para no caer en una falsa concepción histórica. Cierto que la
Ldgica de Condillac fué traducida por el capitán de Caballería D. Bernardo
María de Calzada, aquel eterno traductor de mis pecados, que dijo Moratln,
que D. Valentín Foronda puso el'raismo libro de Condillac en diálogos fáci-
les de aprender por los niños, que D. Jíamón Campos expuso la doctrina
de Desttut-Tracy en su libro £/ </iW(/if /a/i7¿ai^a(Madrid, 1804), y que la
Universidad de Salamanca era en lo ñlosóñco un núcleo de las modernas
doctrinas, asi como en lo teológico de jansenismo, y en lo canónico de hispa-
nismo ó cpiscopalismo; pero realmente la tendencia general no era á la pro-
fesión de una doctrina ó escuela determinada, sino á prescindir de la esco-
lástica, á renegai de los silogismos, á leer los libros franceses que iban tra-
tando estas materias, á preconizar (as ventajas del estudio de las Matemáti-
cas y de las ciencias naturales, asi como de la Historia critica, y de los incon-
venientes de las lucubraciones metafísicas, las ventajas del conocimiento del
francés — para estar allanto de lo que se pensaba y escribía en París — y de la
inutilidad de las lenguas clásicas. Era, pues, un espíritu de renovación, ó de
ettropeixaciÓH, como se ha dicho después, con vistas á un positivismo más
práctico que trascendental. En suma, era el espíritu de Feijóo el que seguía
predominando.
Y, también como Feijóo, procuraban armonizar sus ideas los que se de-
cían y eran llamados novadores, con la más pura ortodoxia; algunos — quÍ7ás
los más — de buena fe; otros, porque la condición de los tiempos así lo impo-
nía. La Inquisición estaba miiy~efl^ecadencia y en manos de inquisidores
que tenían de todo menos de intolerantes á la vieja usanza; pero era siempre
la Inquisición. A Calzada le costaron sus traducciones un proceso. Lo mismo á
D. Ramón de Salas, conocido más adelante como benthaniano, y que antes
de 1808 era profesor de Derecho en Salamanca y tenía una tertulia de pro-
(O Lillirs froin Sfain.— José Blanco Withe nici¿ en Sevilla (11 lulio 1775). So p«-
dre — Goillerino Withe— era an comerciante irían d£s, muy caiAlico, esiableciilo eo Sevilla, y
quiso dedicar i la hijo i la miama profesiún. Josí qaiso ser clirieo, y se ordenó en iSoo. A los
veintiséis años sand por oposición la Magislralla de U Capilla de Reyes. Poeta de la escnela
sevillana, con el nombre de Albino hizo buenos versos, aunqae sin descollar enue los poeta*
del grupo. Perdió muy pronto la le, Ti como ti dice, iasía t¡ nombrí di religión ¡i U hiio odióse,
nv:rgon%ánd0tt d¿ str diriga. Se trasladó á Madrid, donde Godoy le hizo cattquUla (maestro de
doctrina cris(lana) eo la Escutla Peilaletiiajia, y donde (él \a catata) par na rntrar en itinpma
igltiia, no vi ¡as txceUntít pinturas ifuí hay en lai di aquella corle. ¡Qué excelente mieslro de doc-
trina! También dice de si mismo: Viví en la inmoralidad mientras fui clérigo, come tanles olres
que ton polilla de la i/irlud femenina. Tnvo varios hijos por cnjo cariño, seeún Gallardo, apo*-
(aló formalmente años adelante, emigró i Inglaterra y se hizo protestante, siendo en realidad
racionalista. Los apellidos Blanco Withe sieniñcan lo mismo: Blanco, El comerciante in^ilés
D. Guillermo usaba Withe, pero para españolizar el de la hijo le llamó Blanco. José, oí anglo-
nizarse, se apellidó en las dos lotmas: española t inelesa. Sobre Blanco Withe hay, ademái
de su autobiografía inserta en tas citadas cartas, una biografía en inglés, de Hamilton Ilion
(treí tomos, Londre*, 1845!; un articulo de W. E. Gladstone {Qualerlv Rovina, Junio, 1845);
Afiunfes iiogrúfces de Blanío, por Gallardo fPeelas líricos del siglo XVlll, de Cuelo, tomo IIl);
el excelente capitulo iv, tomo m de los líeterodojos, y ana biogiafla y estudio de D. Ma-
rio Méndez Bejarano, premiada por la Real Academia Española, que aún no se ha publi-
D,g,t7cdb/GOOgIC
526 HISTORIA DE ESPaSA
fesores y estudiantes en que se jugaba á los prohibidos (i) y á la Filosona
modernbima. Andaban, pues, los que realmente eraa impíos con mucha
cautela, haciendo su labor subrepticiamente, ó no haciéndola más que con
su ejemplo. El P. Coloma ha fotograñado por admirable modo el tipo del
incrédulo formado en el aHttgtw régimen: <. . . Yo mismo, dice, he alcanzado
ralgunas de estas vetuitas figuras que, con un pie ya en el sepulcro, se dis-
■ tíngufan todavía por una exquisita urbanidad natural y tina como no he
>vuelto á encontrar semejante en las generaciones posteriores de su misma
■ elevada clase, por una entretenida conversación, siempre jovial, amena é
• instructiva, y por una desoladora y absoluta falta de creencias y principios
■ morales que contristaba el ánimo y aHigia el corazón; porque no era su im-
■ piedad cínica nt propagandista, ni hería las creencias ni sentimientos de
■ nadie, sino que era, por lo contrario, callada, respetuosa, tolerante, y, por
■ decirlo así, casi humilde; y por eso, sin duda, acongojaba ver aquellos ama-
■bles ancianos acercarse sonriendo al borde del abismo de lo eterno que
■amenazaba tragarlos envueltos en i>u ceguedad. . . Y, sin embargo — ¡cosa
•rara, que sólo á la misericordia de Dios puede atríbuirsel — ni uno sólo de
■ los que yo conocí personalmente, asi hombres como mujeres, murió impe-
• nitente; todos ellos reconocieron sus errores en su última hora, y murieron
■ en la paz del Seílor^ (?).
Y no faltaban tampoco ülósofos ó aücionados á su estudio que, ora per-
maneciendo ñeles á los métodos escolásticos, ora apartándose más ó menos
de ellos, defendieran sinceramente la religión con argumentos ñlosólicos y
científicos. El P. Rodríguez, monje de Veruela, compuso el Filotto (3), apolo-
gía cientiñca de la revelación, cuyo fundamental sentido está condensado en
estas palabras: 'Lo que inmediatamente se deduce de los textos es el dogma
■de la creación. Lo demás quedó para la investigación humana, pero con al-
•ttsimo designio (de Uios). Quiso, como nos lo maniñesta la experiencia, que
■de siglo en siglo y de aQo en año fueran presentándose motivos nuevos
■ que prueben y conñrmen la Sabiduría y Omnipotencia en los descubrí-
■ mientos físicos, astronómicos y anatómicos^. CI P. Cebailos (4) fué un pole-
mista infatigable, macizo y eruditísimo, que deslució sus buenas cualidades
con sus violencias de estilo, extraordinarias y feroces, y á veces grotescas y de
pésimo gusto (5). Su influjo en la apologética católica del siglo xix ha sido
enorme, y. por desgracia, más por sus grandes defectos que por sus muchas
excelencias: son esos defectos la virulencia de estilo, tan atinadamente cen-
surada por Menéndez Pelayo, y et atacar á bulto y en conjunto á todos los
enemigos de la Iglesia, como si todos fueran iguales ó todos formaran un
solo cuerpo de doctrina y de acción, una antiiglesia tan perfectamente uni-
da y organizada como la Iglesia. Para el P. Cebailos, todos los que se apar-
taban de la ortodoxia eran ateístas y demagogos: los unos, francos ó cínicos;
los otros, hipócritas A solapados; pero unos y otros hermanos y entendiéndo-
se, como divisiones de un ejército único que se reparte concertadamente las
(I) Conviene advertir que en exle ponto no diierfa la terlniia de Salas de las mis enco-
peladaí de la corte. Akali Caliano, describiendo ki cosiambres de aquella ípoca, dice, «... Rl
njnego de puro azar, que en dfas novísimos ha sido desterrado de tai catas mits d«ccnle.<i: en-
Monees era la ocupacióti de las poqufsimas tertulias de la gentu de superior esfera» (Rtiutrdeí
(4) Recuerdos de Fernán CaiatUre. pAg. \21.
(3) El Philoieo... Madrid, mdcclxxvi.
{4I Fr, Femando de Cebillos y Mier. naciú en Espeja (Cidiz), 9 Septiembre 1731: nnriA
1." Marzo iSoa. y esti enterrado desde 1S63 en la iglesia de la Universidad de Sevilla. Paé
monje y prior de San Isidro del Campo.
(5) Menétidei Pelayo, H(t., iir, píg. jaó.
,,CoogIc
HISTORIA DE ESPAÑA 527
posiciones y el terreno para dar la batalla al común enemigo. El P. Ceballos,
finalmente, incluye en su Apología del catolicismo cosas que tan poco tienen
que ver con él como el tormento en causas criminales y el reclutamiento
mercenario de los suizos para el ejército; lo que constituye su tercero y
grandísimo defecto, también, por desgracia, trasmitido á muchos de sus
sucesores en la polémica religiosa. ;Qué relación pueden tener con el es-
píritu cristiano una barbaridad tan horrible como atormentar á los reos para
hacerlos confesar, y una cosa tan de derecho humano como el reclutamiento
de lastropasí(i)
EcoHOmismo. — Las cuestiones económicas habían despertado en el si-
glo xviii un interés extraordinario. Toda la política de la época giró sobre
dos ejes: el canónico y e! económico, ó sea cercenar atribuciones al Papa en
provecho de! Rey, y fomentar la riqueza pública, también en provecho del
Rey, ó sea del Estado. No es esta ocasión de exponer el desarrollo de las
ideas y de la política económicas en In centuria décimaoctava, cuyos princi-
pales representantes, tanto en el orden intelectual como en el legal ó práctico,
fueronCampomanes(2)yJovellanos (3). Baste indicar que en 1808 teníase por
cierto que la despoblación y pobreza de nuestra patria eran efecto inmediato
del atraso de la agricultura, y que este atraso no dimanaba de la esterili-
dad del suelo ni de falta de condiciones de sus cultivadores, sino principal-
mente de los obstáculos que las leyes oponían á su desenvolvimiento ó pro-
greso, ó de los provenientes de las opiniones erróneas ó de la misma Natura-
leza, que las leyes no removían y quitaban como era debido.
Señalábanse como tales obstáculos: i." l^ protección excesiva 6 poco inteli-
gente á la ganaderia, por cuya virtud se dejaban baldías muchas tierras que
el Gobierno debiera repartir entre colonos, se prohibía cerrar las fincas rústi-
cas con el fin de que los ganados pudiesen pastar el rastrojo, y se reconocían
exorbitantes y dañosos privilegios al honrado Concejo de la Mesta. 2." La
amoríieaciÓH de la propiedad territorial, ya eclesiástica (de las Órdenes religio-
sas y del clero secular), ya civil (mayora^os y tierras concejiles). Los pro-
pietarios de terrenos amortizados ó vinculados no eran realmente propieta-
rios, toda vez que no podían enajenar ni ser desposeídos de sus fundos, ha-
biendo de contentarse con el percibo de las rentas, y así, carecían de interés
para mejorar el cultivo, é impedían que las tierras fuesen á manos de los más
activos é industriosos que las hicieran producir más: por eso se consideraba
(I) La /alia Fitosofia, erimtn de Estado, Madnd, seis tomos (1774-75-76). El vil no se
pabiicó por no habérsele dado licencia por el Consejo; ciusa de esta prohibición, el censurar
va el VI las rei-alfas de la Corona, y, según Menéndez Pelayo |//í/-, píg. 315), eí haber criti-
cado El eipirilu di las Uyn, de Monlesquieu, y la obra de Beccaria. Dt les detilm y ái las ptuas.
El P. Ceballos se Tai á Lisboa k hizo impTÍmir allí (iBoo) el tomo vii, intentando hacerle pasar
la frontera de contrabando. Se hizo información sobre el caso por el regente de la Aadiencia
de Sevilla, y estos disgustos dlceae que contribuyeron i la maerte del Padre. Conviene adver-
tir qne al conde de Campomanes le parecieron muy bien los primeros lomos, en qne se refutaba
d Spinosa, Hobbei, Beyle, etc.; pero cuando entrñ en materias de regalías, varió la cosa. Tan
partidaria de la primera parte de la Apologética, fué Campomanes, que por su consejo la am-
plió Ceballos con las pruebas de la Religión revelada, que no enlraban en su plan primitivo.
(3) Don Pedro RodrÍRuez de Campomanes nació en Santa Eulalia de Sorribas, Concejo
de Cangas de Tineo (í." Julio 1723). 1 iuérfano y pobre, fué criado y educado por un tfo suyo,
canónigo de Santillana, t hizo sus primeros estudios en los Dominicos de Ripna Cali. Abo-
gado en 1744, tuvo el primer bufete de Madrid. Fné asesor general de Correos y Postas, fiscal
del Consejo de Castilla (1762 á 1782) y presidente del mismo Consejo hasta 1791, en que se ju-
biló. Murió en Madrid } Febrero tSo2.
(3) Don Gaspar Nfclchor de Jovellanos nació en Gijún (S Enero 1744). Magistrado de la
Audienciade Sevilla (1767I, alcalde de Casa y Corte del Consejo délas Ordenes (1780I, ministro
de Gracia y Justicia, fué exonerado en 15 Agosto 17S9; llevado como un criminal á Palma de
MillorcB, Femando VII al subir al trono le aUi^ tan injusta proscripción.
,, Google
528 HISTOKIA DK ISPAÜA
y llamaba á estos propietarios iManús muertas. Y 3." hs monopolios, la tasa de
ios-precios, las aduanas interiores y las trabas al comercio exterior; ea suma,
cuanto significaba limitación al derecho de los cultivadores para sacar de su
trabajo todo el partido que les fuese posible, y obstáculo á la libre circula-
ción de la riqueza (i).
De todo esto algo, y aun mucho, se habla hecho durante los reinados
de Carlos III y Carlos IV; pero quedaba mucho más por hacer. Oponíanse á
este movimiento reformista, por una parte, el interés de los ganaderos, que
era poderoso, toda vez que la riqueza pecuaria estaba casi enteramente en
manOE de la Grandeza, poseedora de las principales cabanas^ 6 sea de los nu-
merosos rebaños de ganado merino que pastaban durante los veranos en las
comarcas septentrionales y en el invierno se trasladaban al mediodía, y para
cuyus viajes periódicos conce|ituábansc indispensables los privilegias de la
Mesta. (Cómo iban á vÍTTr-eso& carneros si los propietarios rurales cerraban
sus fincas impidiéndoles pastar el rastrojo? Conviene añadir que la ganade-
ría, aun estando, como ya estaba, muy decadente, constituía uno de los
pocos ramos de la riqueza pública que tenía nombre y colocación fuera del
reino; las lanas españolas seguian considerándose en toda Luropa como un
producto precioso.
Por otra parte — y esto era lo más grave — se temía la desamortización
eclesiástica como anuncio ó amenaza de un despojo de la propiedad de la
Iglesia y de las Órdenes reli{;iosas. Justificaban estos temores, además del
ejemplo de otras naciones — las protestantes en el siglo xvi y Francia en
el xviii, — los mismos economistas, los cuales, no limitándose á señalar el he-
cho de la amortisación como un mal para la agricultura, entrándose por el te-
rreno del Derecho y de la Historia, y aun por el de la constitución de la
Iglesia, ponían en litigio ó negaban audazmente la legitimidad de los títulos
con que eran poseídos por la Iglesia y corporaciones eclesiásticas los bienes
amortizados. Alargábanse unos á juzgar su adquisición como una serie de
inicuas usurpaciones explotando sórdidamente la credulidad de los pueblos
en edades bárbaras; iban otros hasta afirmar que toda la adquisición de bie-
nes por la Iglesia era contraria al espíritu y letra del Evangelio, pues, según
decían, quiso Jesucristo que sus apóstoles, discípulos y seguidores fueran
pobres, como lo había sido K1, que no tuvo suya ni una piedra donde reclinar
la cabeza; ceñíanse otros á proclamar que la amortización se había hecho por
especial permiso de ios soberanos temporales, siendo estas concesiones su
fundamento jurídico único, y, por tanto, que dependía de los mismos sobera-
nos ponerles término cuando les pareciese bien; ponderaban todos los gra-
ves daños que recibía la Iglesia de poseer y disfrutar tantos bienes, ya por
la desmoralización que lleva consigo el apego de las riquezas materiales, y
más en espíritus que sólo deben aspirar á la virtud pura, ya porque muchí-
simos sujetos sin vocación y sin condiciones adecuadas se hacían ordenar ó
profesaban en una Orden sin otro fin que el disfrute del beneficio pingüe
ó de la buena vida en un convento rico: fomento de la holgazanería nacional
eran, pues, los beneficios y los conventos, y hasta se censuraba que de la
riqueza eclesiástica se hiciesen limosnas, sobre todo el cotidiano reparto de
la comida sobrante en los conventos. La sopa de los conventos, decíase, es el
mantenimiento de los vagos, que no lo serían si no tuviesen este medio de
subsistir.
Complicábase, por tanto, la cuestión económica con la religiosa, y los
apologistas y defensores de la Iglesia cerraban ardorosamente contra todos
(i) Viíie]ovii\\xnoi, ¡H/oriae sol'rt la Ity ai;rar¡a,2(¡ Abril 1793.
D,g,t7cdb/GOOgIC
DE B5PAKA 529
los partidarios de la desamortización, sucediendo en esto, como en la esfera
filosófica, que tampoco se distinguía entre unos y otros, ni se ceñía la defen-
sa á sus limites precisos. Había, sin emb.irgo, diferencias hondas entre unos
y otros partidarios de la desamortización. £1 más insigne de todos, Jovella-
nos — y también había sido la idea de Campomanes, — quena el respeto, no
sólo á la propiedad existente de la Iglesia, sino á su derecho de adquirir. <Si
>en esto hay algún abuso ó algún mal, la aplicación del remedio tocará á la
■ Iglesia, y á S. M. promoverle> (i); es decir, que no habia de hacerse contra
ia Iglesia, sino con la Iglesia, ó concordativamente; lo único que se proponía
era que, «salva la libertad de hacer fundaciones, se prohiba que en adelante
»se doten coa bienes raices, y mandar que los que fueren consagrados á
• estos objetos se vendan en un plazo cierto y necesario por los mismos eje-
• cutores testamentarios, y la dotación sólo pueda verificarse con juros, cen-
>sos, acciones en fondos públicos y otros efectos semejantes» (z). A esta
transformación de la propiedad territorial de la Iglesia en valores mobiliarios
tendían los desamortizadores del antiguo régimen procurándola por medios
canónicos y legítimos. Con los religiosos no guardaban, á la verdad, tantos
miramientos. Es curioio el párrafo que les dedica Jovellanos. Después de dar
por cierto que <la muchedumbre de Institutos y Ordenes y la multiplicación
• de conventos, unos poseyendo y otros viviendo de limosnas, menguan igual-
emente la sustancia y los recursos del pueblo laborioso», dice:
• No quiera Dios que la Sociedad (3) consagre su pluma al desprecio de
• unos institutos cuya santidad respeta y cuyos servicios hechos á la Iglesia
• en sus mayores aflicciones sabe y reconoce. Pero, forzada á descubrir los
>malcs que afligen á nuestra agricultura, ¿cómo puede callar unas verdades
• que tantos varones santos y piadosos han prouunciadoí jCómo puede des-
• conocer que nuestro clero secular no es ya ignorante ni corrompido como en
• la Edad Media; que su ilustración, su celo, su caridad son muy recomendables
>y que nada le puede ser más injurioso que la idea de que necesite tantos
>ni tan diferentes auxiliares para desempeifar sus funciones? Sea, pues, de la
• autoridad eclesiástica regular cuanto convenga á la existencia, número,
• forma y funciones de estos Cuerpos religiosos, mientras nosotros, respetan-
• dolos en calidad de tales, nos reducimos á proponer á V. A. el influjo que
• como propietarios tienen en la suerte de la agricultura^.
Jovellanos no se atreve á insinuar la incautación de los bienes monacales,
como ya se había hecho con los de la Compafiía de Jesús; pero es transparente
su poca afición á las Órdenes religiosas. Los que no eran católicos fervientes
como Jovellanos iban, naturalmente, mucho más allá; su amigo C abarnos (4),'
(i) Informe citado.
(3) ídem.
(3I La Saciedad PairiSlica, de Madrid, en cuy« repcesenUciÓQ y nombre escribid Jove-
llanos el Informe sobrí la Ity Agraria.
(4) Pranciico Cabainu, conde de Cabanús, nació eo Bayona (1753). Menjndei PeUvo
le llama «aventareio francés, ingenioso, brillante y fecundo en recursos; tipo del antiguo arbi-
»lriata modificado por la civilizacidn moderna hasta conTerlirle en hacendista y hombre de
>>E£stadQ«. JoTellaooi, que le quiso mucho, decia de él: «Hombre extraordinario en quien com-
:>pelfan los talentos con los desvarios, y las más nobles cualidades con los mis notables de-.
oléelas». Estando ya desacreditado, como escribía et Conde de Causa i Florídablanca (Agos-
to 1783). ftié comisionado para creai el Banco de San Carlos (Véase Ramón SanlilUn: Mimt-
ria Mttérica soirt los Bancoi Nacional de San Carlos, Español de San Femando, haiel lí, Nufve
lü San Femando y dt España. Madrid, 1S65). El desastre del Banco ftií terrible, y alcanió i los
Pósitos, de cnyos fondos se dispaso imprtulenlemente para fundarlo. Pero el crédito personal
de CabaiTÚs sobreñvió á la caldslrofe, y aun sapo disimular isla, sin duda porque él era en
aqnel tiempo de los pocos, ó qniíis el único, que entendía en Madrid de estas cosas de la alta
banca que empezaban i adquirir tanta importancia.
Salcedo, HIST0i»1aJ)E EspaSa
D,g,t7cdb/GOOgIC
530 HISTORIA DE ESPAtiA
que era iocrédulo, rousseauníano, afirmaba con todo aplomo «ser muy fácil
■ probar que todos los Institutos religiosos carecen ya de los objetos para
>que se fundaron*. Puede afirmarse que la enemiga contra los frailes era una
nota común característica de cuantos, por uno ú otro concepto y en mayor ó
menor grado, iban apartándose del sentir tradicional de los españoles. La
idea de que en los conventos no se hada más que comer opíparamente y
darse buena vida habla cundido prodigiosamente y corría entre la gente sen-
cilla, divulgada por mil historietas y cuentos á que no se daba trascendencia
doctrina] por los más, aunque si la tenia, y grande, en los que los poniao
en circulación. No era, no, un solitario Samaniego cuando describía el refec-
torio de un convento:
Veri entrar con 1> mente (ern>r<}«i|
EOT su paerta ancharoia
11 gigantescos legos rernaagailos,
cabüa erguida, braias levaoladas,
presentando triunfantes
tableros harneantes
coronados de platos j tazones,
con angailas, íengnRdos j salmonei.
Veri, digo, qae el mismo presidente
■erante al cielo sos modestas manos. . .
j ni son de la lectura gangueante,
que es el ronco clarín de eala batalla,
todo el mando contempla, comejy CBlla(l).
Este descrédito de los frailes tiene suma importancia en nuestra historia
contemporánea.
LiÓeraüsjMo. — La palabra tiieral no fué inventada hasta el período de
las Cortes de Cádiz, para designar al partidario de las ideas predominantes
en aquellas Cortes, que fueron las inspiradoras de la Constitución de 1812.
Pero en 1808, si no estaba en uso la palabra, existía la c:osa; esto es, habla
überales, aunque no se llamasen asi.
¿Qué era «« liberal, y qué se entendía por liberalismo en la España de la
guerra de la Independencia? Fernán Caballero, que vivió aquellos tiempos
y los inmediatos posteriores, y cuyo espíritu de observación y facultad de
hacerse cargo de las cosas no pueden ser puestos en duda, trazó el siguiente
cuadro de costumbres, que confirman todos los documentos de la ¿poca, y da
mejor idea de las cosas que cualquiera exposición critica. Es una escena en
una familia aristocrática y muy realista de Sevilla, á la conclusión de la
guerra:
«Entretanto, volvió Carlos la cabeza por todos lados:
— Tía — dijo al fin, — nada hay aqui mudado. Parece esta casa un reloj
que no anda. Nada veo de nuevo sino el retrato del rey narigudo.
— {Narigudo? — exclamó la Asistenta. — (Cómo te atreves á dar ese
dictado á tu Rey? iJesúsl ¡Qué desacato!
— ¡Y qué! — dijo Carlos. — ¿No puede acaso un rey tener la nariz larga,
como cada hijo de vecinof (Notarlo es un desacato, tlaf
— No la tiene tal — exclamó con calor la Asistenta; — pero aunque tu-
viese una trompa como un elefante, es irreverente que esto lo noten sus va-
sallos, é indecoroso que se diga. Hijo mfo, la corona es un sagrado que con-
sagra al que la lleva de derecho.
— ¿Quién le toca á la corona, señora? — respondió Carlos. — ¿Qué tie-
nen que ver con la corona las narices?
(1) Obras inídílas ó poco conocidas de Samaniego. Vitoria, 1S66.
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HISrORIA DE ESPAÑA S3I
— Te digo, Carlos, que ¿sa es una palabra hostil, irreverente, un apodo
que sólo pudo inventar un revolucionario y repetir un liberal.
— iVaya, tía, que dice usted liberal como si dijese francés ó insúltente!
Un liberal no es un bú; es uo buen español, como, v, gr., un servidor de
usted.
— [Ave María! jQué dtcesf ¿Qué estás diciendo^ ¿Un Orrea liberal y
mancomunado coa los descamisadosí ;Se te ha ido la chaveta, criatura?
— jCon quién tías tratado? — dijo con voz serena la Marquesa. — jHas
estado acaso en Cádiz, cuna de esos enemigos, harto más temibles que los
franceses, que emponzoñaban á España mientras sus hijos leales derramaban
su noble sangre por defenderlaí
— ¡Está loco! — exclamó la Asistenta.
— ¡Está pervertido, que es peorl — dijo la Marquesa.
— ¡Válgame Dios — repuso Carlos, ^ — y qué explosión, qué erupción,
qué máquina infernall ;Qué piensan ustedes, amadas servilonas, que es un
liberal? ¡Creen acaso que se come los niños crudos, qne es un Heredes. , . un
Robespierref
— Si no son Robespíerres, poco les falta y navegan en sus aguas — dijo
la Marquesa.
— Un liberal — añadió )a Asistenta — es el que quiere destruir el trono
con los derechos de la Corona, la religión con los conventos, la Nobleza con
los mayorazgos; á España, con la imitación de todo lo inglés y francés; las le-
yes de la Naturaleza, queriendo que seamos todos iguales. . . jCaramba con
cllosl
— No, tia, no: está usted preocupada, equivocada, mal prevenida. Un
liberal es el que quiere los adelantos del siglo y no dormirse sobre las glo-
rias pasadas. Está usted mal informada si cree otra cosa. Los verdaderos libe-
rales jamás reconoceremos otro Gobierno que aquel á cuyo frente esté el
Rey y que sólo profese y consienta la religión católica.
— Eso es — dijo la Marquesa con vehemencia — el oro con que se dora
la pildora, la que, una vez tragada, hará los estragos de su contenido ve-
nenoso.
— Hermana — intervino la Asistenta, — lo que ha dicho Carlos muda
de especie. Los que reconocen y respetan los derechos del altar y del tronc
y quieren at Rey y á la religión católica, sean lasque fuesen sus opiniones
en lo demás, en lo esencial están de acuerdo con nosotros. Asi, hijo mto,
buen mozo mío, con tal que en tu vida vuelvas á decir rey narigudo, somos
amigos y estamos de acuerdo. Entre un liberal como tú y una servil como
yo, no hay un pelo.
— Ninguno, Üa mfa — respondió Carlos: — no hay más diferencia sino
que usted me dirá lá, y yo responderé arre» (i).
En este coloquio están perfectamente indicados los conceptos vulgares
y corrientes — y cuesta materia no podía haber otros — sobre liberales y
liberalismo en el momento de comenzar á usarse tales términos. Para los ad-
versarios del liberalismo, éste significaba el conjunto de principios triunfan-
tes en la revolución francesa, y en su período más extremoso: el de Robes-
pierre. Los liberales como Carlos distinguían, sin embargo. Ellos eran cató-
licos y monárquicos: querían la unidad católica, pero á la vez las adiantos
del siglo. íQué entendían con esta frase tan vaga? Que hubiera mayor to-
lerancia que la en uso, no con la herejía declarada, pero si con el espíritu
(1) Ella, ó la Btpaña de minia añas ha.
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^iZ HISTORIA DE KSPASa
investigador de las ciencias y con la expresión literaria de los escritores; que,
salvo el respeto debido al dogma y á la moral, fuera permitida la critica ha-
blada y escrita de los actos uel Gobierno; que se reconocieran derechos al
individuo para resistir al Foder público; que las leyes se hicieran en Cortes
por representantes de la nación; que se regulasen las regias prerrogativas de
tal modo que no fueran posibles vergonzosas y funestas privan;eas como la
de Godoy (en este punto convenfan en 1808 aun muchos de los que después
fueron llamados serviles); que no hubiera causas de Estado, ó sean aquellas
atribuciones de que se creía investido, y lo estaba en realidad, el Gobierno en
el antiguo régimen para tener encerrado á un hombre años y aiios, como se
hizo con Jovellanos, sin decirle siquiera por qué se le encarcelaba, ó deste-
rrar á las personas que le parecían sospechosas; finalmente, que se asegurase
la igualdad civil, dejando reducidas las distinciones nobiliarias á meros hono-
res, y aboliendo todos los privilegios jurisdiccionales, fiscales y políticos.
Eo el orden económico todos los liberales eran enemigos de la amorti-
zación, de la reglamentación del tráfico, de la tasa y de la protección exage-
rada á la ganadería; es decir, que seguían aá ptátnt litera la doctrina del In-
forme sobre la ley Agraria, de Jovellanos. Diferian entre sí respecto de la ma-
nera de llevar á cabo tan trascendental reforma, sobre todo en lo referente
á los bienes de la Iglesia. Kran en general desafectos á las Órdenes reli-
giosas, en que no veían sino abusos, acaparamiento de riquezas y baluarte
de tas supersticiones populares, y aun más á la Inquisición, que conside-
raban opuesta per diamttruttt á los adelantos del siglo. Conviene advertir
que no atacaban al Tribunal del Santo Oficio por lo que constituía su esen-
cia, ó sea el castigo de la herejía por el Ivslado, pues los liberales de este pe-
riodo admitían el delito religioso y la necesidad de castigarlo severamente
para mantener la unidad católica de la nación: lo combatían por ser, á su
juicio, tenebroso instrumento de la tiranía real 6 ministerial; por exceso de
atribuciones, de rigor y de suspicacia; por lo misterioso y humillante de sus
procedimientos, y hasta por mermar las facultades de los obispos. No se ha
de perder de vista, sin embargo, que estas tendencias económicas y canóni-
cas de los liberales de la primera época eran indudablemente de ellos, de los
liberales, pero no del liberalismo considerado en abstracto; era la influencia
que en los liberales ejercían el jansenismo, el episcopalismo, el hlosofismo y el
economismo; el liberalismo entendíase á la sazón únicamente de la esfera
|)olltica: sistema de libertad política opuesto al absolutismo imperante.
La verdad histórica de esta distinción acreditase, entre otros muchos
documentos que no cabe citar en libro tan elemental como este, por los lite-
rarios de los diferentes grupos, bandos ó escuelas existentes en 1808. A
ñlosoñsmo, ó mejor dicho, á legitimo y auténtico volterianismo, y, por tanto,
á oposición á los frailes, á la Inquisición y á las que denominaban ellos su-
persticiones populares, ninguno aventajó al grupo de Moratln, en que figu-
raban Estala, Melón, Tineo, Gómez Hermosilla, etc. Pues los moratinianos
no eran liberales. Alcalá Galiano caliñca á D. Leandro de «nada amante de
• la libertad política y muy bien avenido con la autoridad, i cuya sombra
• medraba y también dominaba» (i); y Menéndez Pelayo dice de todos ellos
que, *con ser irreligiosos en el fondo, eran conservadores y amigos del Poder,
>y se inclinaban á un volterianismo epicúreo pacifico y elegante» (2). Los
poetas de la escuela sevillana igualmente filosofaban á costa de la religión. Y
(quienes más realistas que ellos.* jSe ha escrito nada tan servil como el Exa-
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HISTORIA DE ESPAÑA $}¡
rtuH dt los delitos de infidelidad d la Patria, de Reinoso? (i). Para eacontrar
los gérmenes literarios del liberalismo espaí^ol hay qae bascarlos en la es-
cuela salmantina^ en Meléndez, «/ único tspaAol-que yo ^ cotacido — decía
Blaaco Wiche — gue,^kahitKdo d^ado dt creer en el catolicismo, ko cayó en el
aiHsmg\ devoto deísta por ser naturalmente religioso; pero del que no cree
Menéndez Pelayo que dejara nunca de ser cristinno, y cuyos versos, ó algunos
de ellos, están henchidos de vagas declamaciones rousseaunianas; en Cien-
fuegos, que no habla de religión, pero que preconiza la igualdad y truena
contra los reyes y poderosos de la Tierra; y más concreumente <n Quintana,
ardoroso apostrofador del Tirano, el ente de razón creado por Alfieii, en
que se comprendía á todos los reyes, y del Rebelde, en que se comprendía á
todos los que se habían levantado contra los reyes. Quintana preconizó como
rebeldes á Pelayo y á Padilla, despotricó contra Felipe II y contra los con-
quistadores de América, justificó el separatismo americano, puso de oro y
azul nuestra historia; en suma, dio la fórmula para la fraseología liberal, ó,
más en concreto, para el futuro progresismo.
Había en los liberales dos tendencias que se distinguieron luego con las
frases de liberales ala inglesa y liberales d ¡afrancesa. De los primeros fué el
más insigne ejemplo Jovellanos, y su idea, la de reformar las leyes políticas
vigentes nada más que hasta el punto necesario para que fueran reconocidas
y asentadas la libertad individual y la intervención de la nación en el gobier-
no; todo con prudencia suma, respetando cuidadosamente el estado social y
sin herir de frente los intereses establecidos. Los liberales á la francesa, por
lo contrarío, querfan la proclamación de los principios abstractos que habían
preconizado los filósofos del siglo xviii, especialmente la soberanía nacional,
según la mente de Rousseau; es decir, como fuente de las leyes y de los
Poderes del Estado, incluso el del rey hereditario, y la separación de Po-
deres, tal y como la habla explicado Montesquieu; en esta división de Po-
deres entraba el rey como mero jefe del ejecutivo, pues la idea de Poder
moderador ó armónico que ahora es usual no apareció hasta mucho tiempc
después. Todo esto consignado en una Constitución escrita.
Tanto los liberales d la inglesa como los liberales d la francesa se nu-
trían en libros extranjeros, sin hacer caso de las tradiciones españolas, á no
ser los primeros en cuanto recomendaban la necesidad de respetarlas en lo
posible al implantar las indispensables reformas; pero hubo un erudito y es-
critor muy distinguido, D. Francisco Martínez Marina, asturiano y canónigo
de la Colegiata de San Isidro, en Madrid, el cual, estudt!<ndo la historia jurí-
dica de España, vino á parar en la conclusión de que el absolutismo era en
nuestra patria cosa moderna importada é impuesta, y lo verdaderamente in-
dígena, espontáneo y nacional, el gobierno representativo: tal es el sentido
fundamental de su Ensayo critico sobre la antigua legislación castellana, escri-
to para que sirviese de introducción á la edición de las Partidas por la Aca-
demia de la Historia, que ésta no quiso publicar con ella, y que el autor im-
primió suelto en 1808. Ya durante la guerra dio á \m. la Teoría de tas Cortes
ó grandes juntas nacionales, desarrollando los principios políticos contenidos
en el Ensayo. La influencia de Martínez Marina en el desarrollo de las ideas
liberales españolas fué muy grande, y, aunque parezca paradójico, más favora-
ble al liberalismo á la francesa que al liberalismo á la inglesa, porque persua-
dió á los secuaces del primero de que siguiendo á Rousseau y á Montesquieu
no hacían sino seguir !a verdadera tradición española, con lo que les quitó
todo escrúpulo, si es que tenían alguno, de hacer tabla rasa de lo existente.
(1) Sin nombre de aator. Auch-, h.dccc.xvi.
D,g,t7cdb/GOOgIC
534 HISTORIA DE ESPAÑA
131, — Empéñanse algunos escritores moderaos en presentar á/of a^ruM-
cAttfilbj como unos liberales que buscaron en el apoyo de Napoleón, y por
medio del reinado de José, la implantación del liberalismo en España. Me-
sonero Romanos presentó ya este punto de vista: «... Los liberales del üo-
•bierno de Madrid — dice, — que iniciaban la revolución, fueron vencidos
>por sus cor religión ai ios de Cádiz, que la proclamaban también, y éstos á su
>vei enviados d presidio por Fernando VII; con lo que todos quedaron igua-
»tes, y punto concluido» (i). Recientemente se ha escrito un libro soste-
niendo esta misma tesis (2).
No es ésta la realidad histórica. Los afrancesados no iniciaron nada, ni
trataron de hacer otra cosa sino acomodarse á un Gobierno que jugaron
sólidamente establecido, por conceptuar que no habla fuerzas en España
para resistir á Napoleón. No ya en el citado libro Examen de los delitos de in-
fidelidad d la patria, sino escribiendo familiarmente á Blanco Withe, lo de-
clara sin ambages Keinoso. Como disculpa de su a trance Sarniento sólo alega
en el seno de la confianza el buen arte de José para atraerse d los hombres
de provecho que habla en la naáótt — conviene recordar que él era uno de
los que se hablan dejado atraer, — y <Ia convicción intima que poseyó á to-
ados de que era imposible libertarse de su dominación. Los franceses des-
■ plegaron en Andalucía una fuerza prodigiosa cuando se hallaban disueltoa
itodos los ejércitos de la Península. En aquel momento hasta el ínñmo vul-
>go desmayó completamente en las esperanzas con que le hablan fascinado
■ las Juntas mientras labraban su ruina. Empezaron á poco tiempo á rebullir-
>se y acrecentarse las partidas de dispersos, y á renacer con ellas las es-
«peranzas vulgares; pero los hombres de algún cálculo jamás han visto en
«estas correrlas más que la devastación del país». Tan aferrado estaba Rei-
nóse á esta idea deprimente y absurda de la impotencia de su patria, que ni
aun viendo la victoria conseguida creía en ella; atribuíala, no al esfuerzo de
los españoles, sino al socorro de los ingleses. «Hasta que lord Wellingtoo,
> — decía — ha desplegado tantas fuerzas tan sabiamente no ha habido tér-
• minos de cuestión» (3). Es decir, que para Keinoso menos de 40.000 ingle-
ses triunfaron en España de medio millón de franceses. íQué hubiera podi-
do hacer Wellington sin la resistencia invencible de la nación española?
Que esa flaqueza moral, y no intento ninguno de regeneración política,
fué el móvil de losafrancesados,compruébanlo todos los ejemplos; v.gr., el de
Meléndez Valdés. Mientras que Cienfuegos, tan liberal ó más que Meléndez,
es uno de los héroes del 2 de Mayo, y por lo pronto si salvó la vida, fué para
que se lo llevaran prisionero á Francia, donde murió antes de cumplirse un
año; y mientras que Quintana, á pesar de sus declamaciones poéticas contra
cuanto á su juicio significaba opresión y tiranía en nuestra historia, al ver
insultada y herida á la madre patria se revolvió airado contra el agresor y
se hizo el Tirteo de la heroica resistencia, sin abdicar por eso de su libera-
lismo, Meléndez, creyendo, como Reinoso, que no había aquí fuerzas ni áni-
mo para resistir á los invasores, acepta de Murat la comisión de hacer desis-
tir á los asturianos de su patriótico levantamiento, lo que estuvo á punto de
costarle la vida, pues ya le tenían atado á un árbol en el campo de San
1 1 1 M/morias ,ie u,i ,eltnl¿«. Cap. iv.
(¡1 Hiiloritt palitica de hi afrancistulos (ion algunas (artas y doctimtniat inéJilet), por
María Méndez Bejsrano, 1913.
(i) Carta de Reinoso i Blanco (Sevilla, 7 Noviembre iSli). F.n el libro tl« Méndei Be-
jarano (p^^. 381)- V á pesar de esta caria lan explícita, Méndez sosdene en el texto de su libro
que ReiDOSO al escñhir vi' S.taniea di los i/elilas ¡if in/dilidad tío eipttmbm sinceramente in
Inlimo pensamienlo.
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HISTORIA DE ESPAÑA 535
Francisco de Oviedo para fusilarle; escapa del tremendo peligro, y se viene
á Madrid. La batalla de Bailen le convence luego de que se habla equivoca-
do, y de que España podía resistir á Napoleón: deja, en su virtud, de ser
afrancesado. Pero Napoleón acude con 300.000 bombrcs, y derrota á nues-
tros ejércitos: Meléndez cambia otra vez de opiniÓD, y se bace de nuevo
afrancesado. fPara redimir d lapatrioy como dice Méndez? Qui/ás fuera ésa
su generosa iníenátfn intima (i), de que no puede juígar la Historia, reducida,
como ya dijo Aristóteles, al campo de los hechos exteriores: aquf el becho
exterior fué que en Meléndez coincidió el segundo y deñnitívo afrancesa-
miento con una plaza de consejero de Estado concedida por el rey José. El
mismo argumento convenció á Sotelo, el cual, sin embargo, no se dejó per-
suadir hasta que !a rota de Ocaña le hizo creer en el triunfo definitivo délos
invasores (2). El propio Reínoso, que se jactaba de no haber conocido d José ni
á sus mariscales, ni de kaier escrito ni tratado de su pleito, obtuvo — según
dice, sin pretenderlo — un beneñcio en la Catedral de Córdoba, tan pingüe,
que le permitió sostener dos hospitales durante el hambre de 1812 (3), coa
lo que salió, sin duda, harto mejor librado que Arjona, quien á pesar de la
poca vergüenza de componer una oda á José para celebrar su entrada en
Córdoba y de bullir y pretender mucho, sólo sacó la Orden de la Espada (4).
D. Manuel Silvela era un joven vallisoletano que vino á Madrid con la modes-
ta pretensión de ser admitido en el Colegio de Abogados de su ciudad natal
fuera del número fijo de colegiales que prescribían entonces los reglamen-
tos: encontróse con la invasión francesa, y que le ofrecieron nada menos que
una plaza de alcalde de Casa y Corte. Silvela aceptó, afrancesándose (5) . . .
Asf todos. Es explicable, dado lo que es la naturaleza humana; pero no se
baga de aquellas gentes héroes, no ya de la patria, sino ni siquiera de partí-
do. EspaHa en la guerra de la Independencia — lo dijo Napoleón en Santa
Elena — se portó como nn hambre de honor. Los afrancesados fueron los que
no sólo no se portaron asf, sino que procuraron que su patria no llegase á
merecer ese supremo elogio de su grande y glorioso caeroigo (6).
(I) nLi Historia, dice, asi preienla (en ¡oí
nciudadanos que, tal vez con error, liempre con g(
«tria ...» (Píg. 185).
(1) «Sotelo se decidió después de la rota de Ocaña i adm
»Estado qac muy ■meriormenle le habia ofrecido Joaef; vino con
ncomisaríoiegio j prefecto en lercí, y despaís prefecto ea Sevilla. Hb servido
>'j beneficencia.» (Reinoso á Blanco. Caita citada.)
(3) «He ildo, no obstante, racionero ... de cuya nombramiento tuvieron noticia antes
»qne yo los que antes que yo leyeron la Caceta. Avínome bien, porque sin eite auxilio hu-
»biera peiecido de hambre en la calamidad que tuvimos este invierno. Sólo en esta ocasión
;>obtC en pitblico para recoger de las calles hasta 70} miserables desmayados y moríbandos
»«Q dos hospitales que formí jr sostuve con indecibles alanes.n (Id. Id.)
(4) «Aijona esli más loco cada día; ha sido decididfsimo: ha tenido incesantemente
»pret<yisiones. Sin embargo, nadaba obtenido mas que la Orden de Ib Espada, creada porjo-
»sef. A la entrada de éste pubiicA una oda, y no sé que haya hecho más que bullir.n (Id. Id.)
(5) Cúntemporáneot iluilreí: I. Frantiicp .Silveia. Madrid, iSSS, por el autor de este libro.
De esta anunciada colección sólo se publicó un segundo estudio: D. Gumertináo de AicáraU,
por D. Adolfo Vallespinosa.
(6) Hace veinticinco años escribió el autor de cate libro en la citada biografía de Sil-
vela^ "Kueroii los alranccsados gentes que aceptaron el hecho de la invasión, lamentándolo
»como el que más, porque de ese hecho se denvaron para ellos ventajas peisonaleí, empleos
i.por lo regular: no se sabe de ningún afrancesado doctrinal ó platónico: para todos empezó el
xafrancesamiento por la credencial. Luego es claro que para defender la credeDcial, y mal
'larde el haberla lomudo, se inventaron, según uso antiquísimo, ideas elevadas; se dijo que
"bien podía creerse que la regeneración de España venia ensartada en las bayonetas napoleó-
■nicas; pero lodo esto fué a posteriori . . . ; la defensa de los afrancesados hay que circunscri-
»birln. pnes, á la apreciación de las circunt tan cías individuales que los indujeron á tomar un
. partido tan contrario al inleiés de la paiiia »
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536 HISTORIA DE ESPAÑA
Lo que hubo de común entre algunos de los afrancesados que más bu-
lleron y tos liberales que predominaron en las Cortes de Cádiz fui la irreli-
giosidad. Pero jde cuándo acá, ni en el anticlericalismo más extremado, pue-
de bastar la irreligiosidad para dar patente de liberalismo? Méndez llega á
aducir como prueba de la irreligiosidad de los afrancesados y del Poder á
quien servían que <los batallones franceses se alojaban en los templos, de-
iteriorando altares y retablos y profanando lugares y utensilios», y que el
mariscal Soult se instaló <sin miramientos en el Palacio arzobispal de Se-
ivilla*. [Bonito llberalismol Lo que hubo es que Napoleón - — no los afrance-
sados, meros comparsas del conquistador — quiso hacerse un partido en
ÜspaSa; y como vio que los frailes y todos los elementos tradicional) stas se
le pusieron enfrente, á pesar de la unidad católica proclamada en la Consti-
tución de Bayona y de haber conservado la Inquisición, buscó ese partido
eutre los que venían laborando contra la Inquisición y contra los frailes des-
de mucho tiempo atrás: de aquí los decretos de Chamartfn, desarrollados
luego por José; pero se equivocó en esto, como en todo lo referente á Es-
paila, pues de los hombres que navegaban en esas aguas sólo consiguió la
adhesión de los que de todas maneras se le hubiesen adherido: los epicú-
reos, amantes del Poder, como Moratfn. jCómo habían de unírsele tos ver-
daderos liberales, sí su dogma fundamental era en aquel tiempo la soberanía
de la nacióní ;Qué soberanía nacional cabe en un poder como el de José,
cuyo título legal ó aparente se reducía á la renuncia de Fernando VII ea
Carlos IV, de Carlos IV en Napoleón y de Napoleón en su hermano, siendo
su título efectivo la imposición militar de un soberano extranjero? Todavía
los realistas puros, ó algunos de ellos, para rebelarse contra las renuncias de
Bayona hablan de sostener que las renuncias fueron forzadas y, por tanto,
nulas; pero para los liberales la cuestión se presentaba mucho más sencilla:
libres ó forzadas, se habían hecha las renuncias sin consentimiento de la na-
ción, disponiendo de ésta como hubiera podido hacerse de una fínca ó de un
rebaño. <;Qu^ tenía que hacer un liberal de 1808 sino rebelarse contra seme-
jante atropello?
Reinatio de yos¿{i). — Reinstalado José en la posesión del Palacio de
Madrid, tuvo por ministros durante su reinado á D. Miguel José de Azanza,
duque de Santa Fe (2}, D. Mariano Luis de Urquijo (3), el conde de Caba-
rrús (4), el general O'Farril (5), el de Marina, Mazarredo (6), y el general
(i) Además de las ya citadas Memorias de Jourda», púa el reinada de Josí son impres-
cindihlea; Mémoit/s el Cerreipendance leliíiaue du roí Joteph, puhUits. tainttts el mil en trdrt
par A Du Caiie. Aidí de camp de S. A. i. U Frimt yiróme Napoleón (diei «oidmenet). Hay
ttaducci6n castellana de la parte rererenle i nuestra patria. También las det Conde Miot de
Mélito, intendente de Palacio con José. (Ya se han citado).
(:) Xjü lué de Rttado, acompaÜA djosé á Francia, publicó una Memoria jastiücativa de
su conducta (iSlj), hizo memoriales A Fernando Vil pidiendo el indulto, y TÍvi6 miseramente
en Paris hasta 1S30.
(3I «Ministro Secretarlo de Estado», cargo nuevo; emigró con José. Mario en Paris
(3 Mayo 1S17). Tiene un mausoleo en el Ftre Lmhahe,
(4) De Hncienda. MuriA en SevtlU cuando la Jornada de Andalucía (27 Abril tSlo). y
enterráronle en la capilla de la Concepción, de la Catedral, junto á t'loridablanca. En No-
viembre de 1S14 acordó el Cabildo exhumar lus restos y arrojarlos á una losa del Paüo de I04
Naranjos, destiniiila á los ajusticiados: acto reísimo de ven|iann que mereció justamente los
reproches del sabio y buen deán D. Fabián Miranda (véaie la Vida de éste, por D. Cayetana
FernindeíV
(SI De la liuerra. Murió en París (19 Julio iSjl) cuando Fernando Vil acababa de rein-
tegrarle en sus grados y honores.
(6) Murió en Madrid (zq Julio iStl). Su ministerio no podía ser más inútil, porque Joit
,,CoogIc
HISTORIA DE ESPAÑA 537
Negrete, conde de Campo Alange (i); pero el verdadero ministro era el em-
bajador de Francia M. de Laforest, quien comunicaba al rey francés lo que
el amo de París tenia á bien ordenarle. Aquella sombra de Gobierno español
afrancesado había de contentarse coa las vanas extenorídades del Poder.
José era muy aficionado á ellas: modificó el escudo real (líi Julio i8o8)i creó
la Orden Real y Militar de Kspaña (20 Octubre 1808); supiimiá todas las an-
tiguas (iS Septiembre iSocí); nombró una Comisión del Consejo de Estado
para rehabilitar grandezas y títulos (25 Octubre 1809]; creó cuatro nuevos
ducados y varios títulos de Castilla {2). Al ultimo inquisidor general, D. Ra-
món José de Arce, lo nombró su Limosnero Mayor (3); al duque de Frías, su
Maj/ordouto Mayor (4); al conde de Métito, su Superintendente de Casa, y al
marquésdeMonte-HermosoleconñrióIe titulo de su /'nwfrí^Mti/iioM^rf, sin
otro mérito que el ya indicado más arriba de ser marido de la Marquesa, á
que permanentemente cortejaba el improvisado rey, aunque su cortejo no le
apartase de otras distracciones no menos escandalosas. En esto era José
digno hermano del Emperador,
Pocos de los grandes y títulos siguieron el bando joseñno. Excepción de
la regla general fué el hermano menor del revoltoso conde del Montijo, don
Cipriano, que tuvo el pésimo gusto de militar valerosamente con los france-
ses y contra sus compatriotas, siendo herido dos veces, una en Salamanca y
otra en la defensa de Paris (1814). Este D. Cipriano fué el que luego heredó
los títulos de su hermano, muerto sin sucesión, casó con doña María Manuela
Kirkpatríck, y fué padre de la emperatriz Eugenia. Del clero, aparte de algu-
nos obispos, como el ya citado Tavira, hubo dos afrancesados famosos, aunque
de muy distinto carácter moral: uno fué U.Juan Antonio Llórente, clérigo
riojano que se dio á conocer en el reinado de Carlos IV por sus Memorias
históricas de las cuatro Provincias Vascongadas, escritas de orden del Gobier-
no para preparar la abolición de los fueros, y por su exagerado jansenismo —
máscara en él de un efectivo racionalismo; — secretario del Consejo Supremo
de la Inquisición, maestrescuela de Toledo, hombre de la conñanza de Go-
doy, pasó á ser el canonista áulico de José, director general de bienes nacio-
nales, comisario de Cruzada, autor de varios opúsculos rcgaüstiis, conforme
á las ideas de Urquijo, en que llegalia.á proponer la abolición de las reservas
pontificias y la facultad del Rey para crear y suprimir diócesis, y de otros de
propaganda afrancesada en que no temió llamar á los españoles que resistían
á la invasión plebe y canalla vil pagada por el oro inglés; finalmente, deposita-
rio de los papeles y documentos de la suprimida Inquisición — no de to-
dos,— que aprovechó para escribir 9a Historia Critica ác la misma (5). Cuenta
¡bajada de Parli. MnricS emigrado en aquellB capital (lSl8\ á los óchenla y dos aBoi.
Ál general Hneo lo hizo conde de Cogolludo y de Cifuentes por haber baüdo al
lado en eitoi pueblos, y por eso Víctor Hugoseñrmaba en su mocedad Vivítnát Iluge.
Il) Reempluó i Ceballos. Cuando la proclamaciún de Josí, no queriendo llevar el pen-
dían como Alférez mayor del Reino el marqués de AsCorga, lo reemptazA Negrele. Habiendo
maertoel duque de Frías, Negrele, ya hecho por José «duque de Campo -Alan ge», lo reemplazó
en la embajada dr "--'- " — -^ — í — j n :._> ,.o.o, , ,__ _ _,. j__
(al Alg.
Empecinado ei , , , .
(J) Este prelado, qne, s^ún Laforeal, debiasu elevaciiio A galanteos, kichitra y favorilo
di Gedoy, al decir de Menéndes fáí^a, alta grado en la masontria de que era José Gran Maes-
tro, como dice Villa Urtutía. vivIA emigrado en París hasta 1S44.
(4t Xm duque de Krias; nació en Madrid (g Noviembre 1754) y rnurió en París, sir-
viendo la inútil embajada de Josí (il Febrero 181 1). Ni su sucesor ni nadie de su familia le
signi6 en sa desdoroso ariancesamíenlo.
(5) Las obras anlí-inq'iisitorisles de Llórenle son: Memoria loirt cuál ha tido M «/■inUa
en España mire ¡,i injiihicion, leída anie U Academia de la Historia (iSlI), y la J/it/.-ria, de
que publicó dos voliimenes en España, y luego toda la obra (4 tomos) en París, y en Iran-
cfi (tSl7-lSi. La primera edición castellana es de 1S12. La tesis de Llórente es que la Inqui-
sición no fui establecida para conservar la pureza de la fe ni por fanatismo religioso, sino
Bpara enriquecerse el Gobierno con las confiscaciones».
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538 HISTORIA OE ESPAÑA
Thiebault en sus Memorias que, siendo goberDador de Burgos, hizo trasladar
á esta ciudad desde el Monasterio de San Pedro de Cardefia los restos del
Cid y de Jimena, construyendo para guardarlos un monumento público que
inauguró solemnemente. Tan contento y entusiasmado estaba el general fran-
cés con lo que había hecho, cuando un español — iomtKe erudit et de sprit —
le dijo que el Cid no habia existido jamás; queriendo dilucidar este punto,
acudió á M. Llórente, consejero de Lstado y del que le informaron ser uno
des hoinmes les plus savants de VEspagne en matiire d'htstoire. Llórente, en
efecto, no sólo confirmó á Thiebault que no habia existido nunca el Cid, sino
que su pretendida celebridad venía de) interés de los monjes de Cárdena,
que habían extendido esta fábula para lucrarse con ella.
£1 otro sacerdote afrancesado digno de recuerdo es de muy diversa
contextura moral que Llórente. Tal es el capuchino Fr. Miguel Suárez, llama-
do, conforme á la costumbre de su Orden, tel P. Santander» por ser natural
de esta ciudad. El P. Santander era un religioso austerfsimo, de virtudes ex-
traordinarias; «compartió, dice Menéndez Pelayo, con Fr. Diego de Cádiz
>la gloria de misionero y le excedió mucho como escritor, porque era hom-
>bre más culto y literato*. Ha dejado once tomos de sermones «que por
mucho tiempo han sido arsenal de predicadores esptiñoles>. Este hombre,
sin embargo, se afrancesó, acreditando con su conducta que no todos los
que tal hicieron eran irreligiosos, ni la irreligiosidad que Méndez llama
tiberalismo el móvil que los impulsó. £1 P. Santander, sin duda, se limitó á
creer que la Providencia habia dispuesto et cambio de dinastía en España:
lo peor para su fama fué que el Gobierno intruso, buscando probablemente
acreditarse con su nombre, le hiciera obispo de Huesca y arzobispo de Se-
villa (I).
José hizo cuanto le fué posible por ganarse las voluntades del pueblo.
• Iba á pie en las procesiones, seguido por los oficiales de su Estado Mayor
>y por los soldados de la gendarmería francesa, que llevaban cirios encen-
•didos> (2). Recibía con afabilidad suma á los que querían verle, y aun él
solicitaba las entrevistas 6 audiencias. Hablaba mucho, siendo una de las de-
bilidades de su vanidad creer que convencía á las gentes con sus discursos.
Las corridas de toros estaban prohibidas por una real cédula de 10 de Fe-
brero de 1805, conñrmatoria de otra de Carlos III (1785); en Marzo de 180S
se dispuso, á pesar de la prohibición y como cosa muy extraordinaria para
festejar á Napoleón, cuando se creia en su venida á nuestra corte, que se
celebrase una corrida; pero como 00 se realizó aquel suceso, el ganado en-
tonces adquirido sirvió para la ñesta de la proclamación de Fernando VII.
José, siempre con la mira de atraerse al público, restauró el espectáculo que
algunos llaman ei mds naa'otiai (¡), haciendo dar corridas en 1810 y en iSi 1,
hasta gratuitas, á cuyo efecto toda la administración afrancesada y et ejér-
cito francés se pusieron en movimiento para traer á Madrid toreros y toros (4).
Así como los toros, contra lo que ban creído algunos escritores (5), lejos de
haber sido prohibidos por los franceses, fueron restaurados por ellos, la ópe-
ra italiana debió á los mismos invasores su reflorecimiento en España. Desde
principios del siglo los cantantes y el idioma italianos estaban proscriptos
(ll Hay uoa breve biografía del P. Santander en el (orno Ll de la España Sagrada. Ma-
rio en Ranla CrDz de Iguña i2 Marzo 1831).
(zl Roce a.
{},) F.¡ líptetáíulo más narionat, por el conde de las Naval. Madfid, 1900.
14) Véanse ¿01 loroj de Bónaparlt, por D. Higinio Ciria. Madrid, I903.
'SI V- gr., D. Adolro de Castro, que los sapuso nada menos qoe prohibidos por [nsC
Lo refino Carmena y Millán en sabroso arlículo, Teros y gaiiifos (El Libiial, 30 Agosto y^íff.
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HISTORIA DE ESPAÑA 539
de nuestros teatros (i), no permitiéndose más que libretos y ejecutantes es-
[lañoles, lo que, habiéndose ordenado con la patriótica mira de crear la ópera
española, sólo produjo la decadencia del espectáculo, pues no había reper-
torio ni cantantes buenos, y á la postre una mixtiñcación, toda vez que se
cantaban óperas italianas mal traducidas y por gentes que, salvo algunas no-
tables excepciones, no sabían cantar; con la invasión Tranoesa concuriió la de
los cantantes italianos, y ya en la primavera de iíio8 apareció en el teatro de
Barcelona una compañía de éstos, la cual, en 24 de Mayo, se presentó en
Los Caños del Peral á cantar Talisba en su idioma nativo (2), con gran con-
tentamiento de los currutacos (los elegantes de la época), monos italianos, se-
gún Don Preciso (3); cantóse ópera italiana durante los años 8, 9 y 10 hasta
Julio, en que por ruinoso fué cerrado el teatro de los Caños. En el año 10
hubo dos estrenos de ópera española: El barón fin-
gido (un acto), de Narciso Paz, y Quien la hace la
paga (dos actos) de Esteban Crisliani (4).
También procuró José que no se suspendieran
las representaciones dramáticas. A consecuencia de
los sucesos del 2 de Mayo cerráronse los dos tea-
tros de verso que había en Madrid {ti Príncipe y
la Crus). Con la entrada de los vencedores de Bai-
len reabriéronse para representar una porción de
piezas patrióticas ó de circunstancias, cuyos títulos
dan idea de su carácter, y hasta de su mérito: Ijis
patriotas de Aragón, La atianea de España con Ingla-
terra, El bombeo de Zaragoea, El sermón sin fruto, ó
José Botellas, etc. Volvieron los franceses, y en se-
guida obligaron á los cómicos á reanudar su labor,
aunque, naturalmente, con otra clase de funciones. Isidoro Máiquei
Como la gente no iba al teatro (5), hizo José que se (i7w-i8w>)-
diesen funciones gratuitas, á que asistía él con todo
aparato; quitó la dirección de los teatros al Ayuntamiento y se la dio al Go-
bierno, es decir, á Moratfn, y los subvencionó; así consiguió que tuvieran vida
hasta 1812, en que el hambre les puso definitivo término bajo la dominación
francesa, para resucitar con la reconquistada independencia, representando
otra vez piezas patrióticas, como en 1808. Era el príncipe de nuestros actores
en aquella época Isidoro Máiquez (6) Escribió Mesonero Romanos que Mái-
quez se batió contra los franceses el 2 de Mayo: no hay documento en qué
fundarlo, y á poco de aquella fecha aparece en Málaga, donde quiso el pueblo
matarlo /f>r afrancesado. Justificó so conducta, admitiéndose que por patriota
había huido de Madrid; y el 26 de Mayo de 1809 inauguró la temporada en el
Príncipe con el Orestes.
fll Por Real orden de 38 de Diciembre de 1793.
(z) Koriniban la compañía las seQoras Marchesini, Crucciati j Tineschi 7 señores Boaoldi,
Ricci r Gamberajr. La última función de compañía española hablase celebrado el 15 de &iero.
(3) SeadÚDÍmo de Jnan Antonio Zamaeola, escrilor satírico de costumbres, autor del
irtícnlo Cata de mona (Diaria dt Madrid, ly y 24 de Octubre de 1801I.
(4) Véanse: Crónica dt la áfitra italiana en Madrid, por Luis Carmena y Milíin. Ma-
drid, 1878. ¿a iHÚñía y los musical de ¿a lndtf<indín;ia, por el P. Luis Villalba. (La ciudad di
Dial. Mayo, tgo8].
(5) El l3 de Diciembre, por ejemplo, ta entrada en el Principe fui de 162 reates, y la de
■■ Ctdi, 176.
(6) Habla nacido eo Cartagena(l7 Mar«. 1768). Primer actor en los Sitios Reales (1798),
«Q cayo aüo (16 Mayo) saliá i esceaa también por pimera vez, á cantar tonadillas, el célebre
eran tenor del siglo xlx Manuel Garda. En l^pfí y 1800 fui Miiquei i Parfs i ver y estudiar i
Tilma. Deide iSoí fué el favorilo del público. Murió loco.
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540 HISTORIA DE ESPAÑA
Pero ni estos esfuerzos, ni los más nobles que hizo José en 1812 para
remediar en lo posible la miseria, podfan ganarle el corazón de los madrile-
ños. £1 Intruso sólo reinaba en Madrid, y de la villa tenia que sacar cuanto
necesitaba para sostener su gobierno: de aquí los impuestos exorbitantes, los
estancos, los empréstitos forzosos ideados por ta fecunda inventiva de Ca-
barrús, que arruinaron á todo el mundo y tuvieron parte principal en el ham-
bre de t8l3. Combatido aquel Gobierno, además, por el general é instintiva
desafecto del pueblo, tenía que recurrir á medidas odiosísimas para defen-
derse: obligar á las gentes á prestarle juramentos sacrilegos, perseguir, con-
fiscar bienes. «Entre los afrancesados — ha escrito quien los disculpa mu-
• cho — no todos eran movidos por la disculpable desconfianza del triunfo
• □acional, ni tampoco por la perspectiva de un sistema político más de
•acuerdo con las ideas del siglo, sino por interés egofsta, ambición de mandc>
»ó reñnada maldad. Entre éstos descollaban los jefes, comisarios y agenten
>de aquella abominable policía; los vocales de las Juntas criminales y comí-
•siones militares, los alcaldes de Corte (éstos con alguna honrosísima excep-
>clón) y los múKi^rcs jitramentados, que por cobardía ó por despecho se alis-
itaron bajo las banderas de José. Los inicuos procedimientos de estos malos
• hijos de España contra sus infelices convecinos, caldos en sus redes por
• denuncias ó sospechas de connivencia con los emigrados á Cádiz, 6 por
• simple parentesco con los patriotas, eran obra exclusiva de los pérfidos es-
• birros, de los monstruos sanguinarios que, por equivocación sin duda, se
• llamaban españoles. Los nombres de Arribas, ministro de Policía, del ¡n-
• tendente general 5i»/(W, del comisario Angitio y otros que resonaban cons-
• tantemente en mis oídos infantiles reaparecen en mi memoria con los más
•odiosos colores, y merecen ser objeto hoy, como entonces, de la execración
>general» (i). Y esto no era sólo en Madrid. Ya hemos hablado del juez
afrancesado de Barcelona que iba á la cárcel á dar lecciones de garrote á los
presidiarios para que ejecutasen á los patriotas. Rocca nos presenta el tipo
del coronel cortesano ayudante de campo del Intruso, que se entretenía en
obligar á los prisioneros de Medellfn á gritar; ¡Viva José! Thiebault cuenta
sus disputas en Burgos con D. Francisco Amorós, comisario extraordinario de
José, inspector de todos los funcionarios españoíts dt Castilla la Vieja, que «habin
• cometido con los españoles — dice el general francés — mil iniquidades é
• infamias en Vizcaya, é iba á Burgos á cometer otras tantas». Era, según
Thiebault, un miserable (2).
Un Gobierno así constituido hubiera sido odioso aun sin su pecado irre-
dimible de origen. Con éste, mucho más. Todo lo de José era puesto en solfa
por los españoles no afrancesados. Se le llamaba charlaldH de feria por su
afición á los discursos; Rey Plazuelas, por los muchos derribos que mandó
hacer en Madrid (3); la Orden de España fué apodada Orden de ta Berenjema.
etcétera. El corregidor afrancesado D. Dámaso de la Torre le llevó á su hijo
Garlitos, de siete á [ocho años, vestido con el uniforme de la guardia civica.
José, acariciando al niño, le dijo: t¡Oh; bravo, bravo enfanV. ^EpaqiU tienes tú
lll Mesonero ^ammat. Mtmorias d/ un sit/nton.vt.
{i\ Este Amorós, hechura y ravorilo de Godoy y consejero de Indias con Josí. \<xi lae-
fp en París profesor y escrílor de gimnasia. Su mítodo predominú en esta enseñanza en rod*
Europa hasla bien emradn la sega n da mitad del siglo xix.
(í) Hiio derribar Us manganas que ocupaban lo t\\\K hoy es plaza de Oriente, y leo(* el
proyecto de hacer un bouievard desde Palacio á la calle de Alcalá; destruyó asitnísiDO las
parroquias de San Martin, Saniiago, Sao Juan y San Miguel y los conventos de Santa Ana.
Santa Catalina, Santa Clarn y los Moslenses íesle úllimo era la mejor obra de Ventura Rodrí-
(¡aez que había en Madrid); como no se edificó nada sobre las ruinas, es natural que el pdbtico,
herido también en su sentimiento religioso, censurase acerbamente tanta destraccióa.
,,CoogIc
HISTORIA DE ESPAÑA 54I
questa spadaH *¡Para malar Jranceses!', contestó el muchacho resueltamen-
te. Y su padre, todo turbado, añadió: 'Perdone V. M. ¡Cosas de chicos! Lo q»e
oye á ios criadosy por akU (i). £1 padre de Mesonero Romanos, cuando lefa
en su tertulia la Gaceta, transt'oimaba asi el encabezamiento de los decretos:
• Don José Napoleón, por la gracia del Diablo, rty de las Españas como de ios
ludias,' y á las pocas lineas arrojaba el diario, diciendo: ¡Cosas de esa cana-
ila! <Los devotos, refiere Rocca, acostumbrados á mezclar en todos sus dis-
• cursos la exclamación Jesús, María y José, deteníanse después de haber
• pronunciado los dos primeros nombres, y tras una pausa añadían esta pe-
>rlfrasis: j" el padre de Nuestro Señor, temiendo atraer una bendición sobre el
• rey José invocando al santo que debia ser su patrono en el CteIo>.
José se dio perfecta cuenta del horror que inspiraba, y no tardó en ais-
larse. No salía de Palacio, á do ser en ocasiones muy señaladas, sino para
pasear por la Casa de Campo. Para facilitarse esta expansión hizo construir
el túnel, aún existente, debajo del paseo de la Virgen del Puerto (2), única
obra pública que se conserva de su efimero reinado.
132. — Fugitiva de Aranjuez, y después de una trabajosa peregrinación
en que hubo momentos de no saberse dónde se hallaba, entró la Junta cen-
tral en Sevilla (17 Diciembre 1808). La dirección de la guerra llevábase,
como es natural, la principal atención de la Junta; pero poco á poco fué
tomando cuerpo la cuestión política, tan íntimamente relacionada con la
(guerra misma. Habla en la Junta cuatro tendencias: una, representada por el
conde de Florida blanca, y que contaba con la mayoría de los vocales, era la
del statn qno, ó sea no alterar de ningún modo la forma de gobierno estable-
cida. Nuestra misión, decía el anciano Conde, es devolver al Rey las prerro-
gativas de que le ha despojado Napoleón con la libertad: una vez Fernan-
do VII en el trono, será ocasión de pensar en reformas. Esta tendencia, que,
como decimos, tenia la mayoría en la Junta, no la tenia en la nación, la cual
unánimemente apetecía un cambio radical en el Gobierno; pero en la manera
y fin de este cambio diferían las opiniones: unas, que apenas si tenían repre-
sentación en la Junta, pero sí hondo arraigo en el país, mirando el problema
desde el punto de vista religioso, apetecía suprimir el sistema regalista que
venta imperando desde Carlos 111, acabar con el jansenismo y el hispanismo,
siendo favorables á los frailes y á los expulsados jesuítas y contraria á la
desamortización iniciada por Godoy; otras eran las del liberalismo á la inglesa,
cuya voz llevaba el insigne Jovellanos, y otras, las del liberalismo á la france-
sa, que tenía por corifeos á Calvo de Rozas, intendente del ejército de Aragón
y que se había distinguido mucho en el primer sitio de Zaragoza, y á Quintana,
secretario y, como tal, redactor de las proclamas y decretos de la Junta (3).
|l) Meionero Romanos. ídem.
(3) Pero no el puente, que es obra del remado de Fernando VU. El coche de José, des-
puís de recorrer el lúnel, iba á buscar el puente de Segovia.
(3) Don Manuel Joié Quintana y Lozano nació en Madrid (11 Abril 1771). Eitadi6
lai primerai letras 7 latinidad en la coite, Retórica y Filosolla en el Seminario de Sala-
manca, y Derecho en esta UniTanidad. En 179; fué nombrado agente ñscal de la Junta de Co-
mercio y Moneda. En l3o6. censor de Teatros. So tertulia en los años anteríores á ta invasión
francesa era tenida como cenáculo de tas naevas ideas, aunque allf concurrían gentes de opi-
niones diversas: D. Juan Nicasio Gallego, el abale Alea íittego afrancesado), Ariona, Blanco
Withe, D. Eugenio de Tapia, el aviles D.José Somoza(vaíteriiao empedernido), Arriaza, Cap-
many v el abate Marchena cuando estaba en Madrid. «Aquella sociedad, dice AkalA (¡aliano,
era culta y decorosa, cuadrando bien al dueRo de la casa, hombre grave y sereno». Capmany
habla de poemas escandalasos y nefandos que allí se leyeron, si bien deja también á salvo la
gravedad y buenas costumbres del amo de la casa. Quintana era el jefe del bando opuesto al
de Moratfn. oposición que no era sólo literaria, sino política. Moratin era escéptico y muy irre-
ligioso, pero abiolatisti. Quintana, enciclopedista y revolucionario á laliancesa.
D,g,t7cdb/COOgIC
542 BISTOKIA DE BSFAJlA
Esta diversidad de puntos de vista no podfa menos de reflejarse en la
conducta de aquel Gobierno. Sus primeros decretos fueron favorables á la
tendencia anti-regalista, porque, aunque, como decimos, no tenfa represen-
tación auténtica en la Junta, el conde de Floridablanca , desengañado ó
muy templado en las ideas que sostuvo durante el reinado de Carlos IIl,
por efecto de sus años y de ta injusta y larga persecución que había sufrido
en el de Carlos IV, inclinábase á satisfacerla en parte: á este cambio de opi-
nión respondieron los decretos nombrando Inquisidor general, suspendien-
do la venta de bienes de manos muertas iniciada por Godoy, y permitiendo
Á los jesuítas volver á España en calidad de clérigos seculares. Habiendo fa-
llecido Floridablanca (i), le sucedió en la presidencia el marqués de Astor-
ga, á la sazón con un inmenso prestigio por su negativa á concurrir á la
Junta de Bayona y á llevar el pendón en la proclamación de José, asi como
por haber sido condenado á muerte por Napoleón; señor de pocas lucea y
que se arrimó al bando de Calvo de Rozas, votando con él, á pesar de su
grandeza, por que do hubiera Cámara de lores ó pares en España. A este par-
tido unióse también, y con más ardor que nadie, el bailio D. Antonio Val'
des (2). Los liberales á la francesa ganaban terreno constantemente, debido,
no sólo á su mayor actividad y habilidad para la lucha, sino á que su prt^ra-
ma era el más determinado y concreto, y el más fácil, por tanto, de soste-
ner y propagar; los otros envolvíanse en vaguedades y distingos difícilmente
comprensibles fuera de una academia.
Calvo propuso la concesión de la libertad de imprenta, y aunque do
consiguió que se diera el decreto, de hecho existia y era favorable á los libe-
rales de su escuela, ya que eran los únicos que publicaban periódicos. Ehi-
rante la época que estuvo la corte libre de franceses Quintana habla tenido
en Madrid JEl Semanario Patriótico, y D. Isidoro Antillon y Blanco White lo
resucitaron en Sevilla. Habiéndole puesto algún reparo la censura, enojóse
Blanco y lo suprimió; pero pronto aparecieron y continuaron su propaganda
El Espectador Sevillano y El Voto de la Nación. La propaganda era muy efi-
caz, porque estos periódicos rehuían hábilmente tratar de nada que se rela-
cionase con la religión, limitándose á defender la urgente necesidad de ga-
rantías políticas contra los abusos del Poder, de que acababan de dar tan de-
sastrosas pruebas María Luisa y Godoy. Como todo el mundo tenía esta per-
suasión, admitíase la idea con universal aplauso, por aquello que ha dicho
Manzoni de «no haber autoridad comparable á la de un sabio cuando trata
>de convencer á los demás de lo que ya están convencidos*.
El mismo Calvo propuso la reunión de Cortes, y Valdés, que se convo-
casen por un decreto en que se proclamase la reforma de todo lo existente,
salvo la unidad católica y )a soberanía de Fernando VII. No se atrevió á
tanto la Junta, y publicó otro (22 Mayo 1809) en que anunciaba «ei restable-
•cimiento de la representación legal y conocida de la Monarquía en sus an-
>t¡guas Cortes, convocándose las primeras en el año próximo, ó antes si lo
• permitían las circunstancias).
Las desgracias de la guerra con los franceses debilitaron el prestigio de
la Central, achacándose, como es uso, al Gobierno, principal interesado en
evitarlas. Cundió rápidamente la idea de que por ser la Junta un cuerpo tan
numeroso no podía dirigir acertadamente la guerra. D. Francisco Palafox dio
(1) a8 Diciembre 1808.
|z) Nació en Burgos (1744). Guardia marina en 1757. Distinguíúse mucho en U nmTCga-
cirtn, en la guerra y en la dirección de fábricas. Minisiro de Marina con Carlos IV. Llego i
capilán general de la Armada. Mario en 1816, siendo Consejero de EsUdo y caballero del
Toisón.
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HISTORIA DR ESPAÜA 543
forma á la idea proponiendo (ji Agosto) que se nombrase un regente: el
Cardenal Borbón. El Consejo Supremo de España é Indias, que habla sido
restablecido por la Central (25 Junio), al emitir dictamen sobre la propuesta
de Palafox (22 Agosto), no sólo abundó en sus censuras al crecido número
de vocales, sino que se atrevió á poner en duda la legitimidad de la Central.
Acaloráronse tanto tos ánimos, que se fraguó una conspiración militar para
disolver ta junta y establecer una regencia ó dar el poder al Consejo (i):
fracasó el movimiento porque el duque del Infantado lo comunicó al emba-
jador inglés marqués de Wellesley, hermano del «Duque de Hierro», y el
Marqués corrió á decirlo á la Junta, aunque advirtiendo á ésta que tenían
razón los conjurados en cuanto á ta necesidad apremiante de poner el Go-
bierno en pocas manos. Después de las protijas f engorrosas discusiones en
que nos distinguimos tanto los españoles se acordó nombrar una Comisión
ejecutiva de cinco miembros para que hiciese de Gobierno, quedando la
Junta plena como asamblea legislativa; nuevos y más prolijos y engorrosos
debates sobre el reglamento de la Comisión y sobre las personas que babian
de constituirla. Hubo en brevísimo tiempo dos Comisiones y dos reglamen-
tos, figurando ea la primera de aquéllas Jovellanos, y en la segunda el mar-
qués de la Romana; y á todo esto Palafox y el revoltoso conde del Montijo
seguian conspirando por acabar con la Comisión y la Junta plena y entroni-
zar la regencia. YtM estas disf-uías llegaron los perros, ó sea que se perdió la
batalla de Ocaña, y como inmediata consecuencia fué invadida Andalucía.
Por decreto de 4 de Noviembre de 1809 habla dispuesto la Central convocar
las tan ansiadas Cortes el i." de Enero de 1809 para que comenzasen sus
sesiones el i." de Marzo, y ahora decretó (13 Enero) trasladarse á ta Isla de
León, donde debía estar reunida el i ." de Marzo. El 24 de Enero salió de Se-
villa, y al punto estalló un motín en la ciudad, nombrándose otra Junta de
Sevilla que tomó el altisonante título de Suprema Nacional; sólo duró hasta
el I." de Febrero, en que entró Víctor y lo puso todo en dispersión. Los de
la Junta Central padecieron sumos trabajos y corrieron serios peligros en
su viaje á Cádiz: las poblaciones estaban sublevadas contra ellos; atribúlase-
les cuantos males se padecían, y hasta se los acusaba de dilapidadores de
los fondos públicos. Al llegar á la Isla de León, y en vista de otro tumulto
que allí se levantó, acordaron poner fin á su asendereado Gobierno abdi-
cando en un Consejo de Regencia compuesto de cinco individuos: el obispo
de Orense, D. Francisco de Saavedra, Castaños, Escaño y el mejicano Lar-
dizábal (31 Enero 181 1) (2).
El Consejo de Regencia, que se trasladó á Cádiz el 29 de Mayo, refrac-
tario á la idea de Cortes, según el conde de Toreno, ó quizás simplemente
temeroso del predominio que iba tomando por momentos el partido liberal
á la francesa, entretuvo la reunión con diversos pretextos; v. gr., con proli-
(1) Hasta lenf un prevUlo tos conjurados li inmediata departación A Kilipinas de varíoi
individaas de la Junta, los mii opuestos al cambio poKiico proyectado.
(z) El Consejo de Regencia, i excitación de la Junta de Cádiz, que lomó un papel se-
nicjaiile al de la Commune de París cerca de la Convención y del Consejo Real, inaiigaró sn
Gobierno persiguiendo i los miembros de la disuella Central. Caito de Rozas fué encerrado
en un castillo de Cádiz por sospechas de concusión. Lo mismo Tilly, por suponérsele en rela-
ción con los separatistas americanos. Jovellanos sufrió mil vejámenes: el 36 de Febrero salió
de Cddií para Asturias en el bergandn Cevadonj^a: llegft á Gijón el 6 de Marzo; el IJ un juez
militar le embargó sus papeles, y escribió él ta Memoria iutl¡fi(aliva de la Central, preciosa
fuente histórica de este periodo. Vagando entre Asturias y Galicia vivió hasta 29 Noviem-
bre l8lt, en que murió de pulmonía en Vega. No habla cumplido los sesenta y siete aiíQS.
El libro de Vargas Fonce, Serviciot de Cádií, es también fuente histórica, pero parcial por la
Junta de Cádiz. Véase Arteche, tomo IX, cap. 1 de su Histeria.
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544 HISTORIA DE ESPAÑA
jas discusiones sobre si habían de ser dos Cámaras ó estamentos ó uno solo:
al Rn hubo de ce<]er á la corriente, y las Cortes fueron abiertas con toda so-
lemnidad el 24 de Septiembre de 1810.
Las proporciones de nuestro libro nos impone la necesidad de dar cuen-
ta de esta célebre asamblea de un modo sintético, y para la debida claridad
dentro de esta condición dividiremos la materia en párrafos;
A) Cronología. — Las Cortes generales y extraordinarias duraron desde
el citado 24 de Septiembre de 1810 basta el 20 de Septiembre de 181 3.
Inauguráronse en la ciudad de San Fernando, y celebraron allí sus sesiones
en el teatro que aún subsiste. El 20 de Febrero de 1811 fué la última sesión
en San Fernando, trasladándose las Cortes á Cádiz, donde fueron instaladas
en la iglesia y convento ó colegio de los Filipenses,
B) Elecciones y legitimidad de las Cortes. — Eligiéronse los diputados
para las Cortes de Cádiz por el procedimiento establecido en la Instrucción
de i." de Enero de 1810. Según ella, había tres entidades electorales: Ciuda-
des con voto en Corles (i), juntas de observación y defensa, ó sean las organiza-
das en 1808 que aún subsistían, y las provincias, que debían elegir los dipu-
tados necesarios para completar el cupo correspondiente al número total de
diputados, que había de ser uno por cada 50.000 habitantes. Eran electores
• todos los vecinos mayores de veinticinco años con casa abierta*; el sufragio,
indirecto y de tres grados: cada parroquia elegfa á los compromisarios de la
cabeza de distrito, y éstos á su vez á los compromisarios de la provincia,
los cuales designaban á tres candidatos, de los que se sacaba por fin el di-
putado por medio de sorteo, habiendo tantas ternas y tantos soneos como
fueran menester para ajustarse al cupo provincial (2}.
Para América, un procedimiento especial: allí no tenían derecho electo-
ral ni las ciudades con voto en las antiguas Cortes (3), ni las Juntas creadas
á semejanza de la Península en 1808; tampoco habian de votar los vecinos,
sino los Ayuntamientos de cada capital de provincia, ehgiendo á tres indivi-
duos, de los que por sorteo salía el diputado, reservándose al Real aener-
fio (4) la resolución de las dudas que se ofreciesen.
El objeto de tal especialidad era mermar la representación de América.
De aplicarse la misma regla que para la Península, como la población de ésta
era de 10.524.985 habitantes (5), y la de América pasaba de 13.000.000, hu-
biera resultado que las provincias de Ultramar dejaban de ser colonias para
convertirse de súbito en Metrópoli, ó sea que sus diputados hubieran sido
los predominantes en las Cortes. Ciertamente que ^ningún español peninsular
podía admitir esto; pero adviértase aqui cómo el idealismo seudo-61osóñco,
el discurrir y, lo que es peor, el legislar por principios abtractos y sin un es-
tudio atento de la realidad, así como las pomposas promesas impremedita-
das é irrealizables, estos grandes vicios del liberalismo español, asomaron ya
antes de constituirse las Cortes de Cádiz. La Junta Central había decretado
(i) Como «s(o hibfa Taríado tanto en nuestra historia, se lomó por lipo la coDTOcatoris
para las Cortes de 178^ En las acias aparecen como representadas por dipalados — cada no»
por uno — Barcelona, Tarratíona, Cervera, Badijoi, Cádiz. M£rida, Tiy, Gerona y Corana-
(l) Por ejemplo, i Galicia le correspondían 23; i Valencia j Cataluña. 17: i Senil a. 15; i
Zamora, i, etc. No se pierda de vista que se trata de las antiguas provincias creadas por
(3) La Recopilación de Indias establecía estas ciudades para las Corlea de aqaellos
reinos, v. gr., Méjico, Perú, etc.
(4I Kl virrey ó capitán general con la Audiencia.
(j) Scgda el censo de 1797, último verificado, y (¡ue se aplicó para fijar el número de
diputados.
D,g,t7cdb/COOgIC
HISTORIA D£ ESPAÑA 545
(22 Enero 1809) la absoluta igualdad de derechos entre españoles y ameri-
canos; ya no habla más que españoles, habitantes de uno ó de otro hemisfe-
rio, y tao españoles los de nuestra raza como los indios, mestizos, negros y
mulatos. Lejos de poner ninguna cortapisa á esia bella igualdad, se habla
acompañado su declaración con proclamas ardientes, redactadas por Quin-
tana, en que se inculcaba y recalcaba la idea de todo lo que signiñcaba este
cambio. Las proclamas eran por este tenor: 'Desde este momento, españoles
^americanos, os veis elevados á la dignidad de hombres libres. No sois ya
>los mismos que antes, encorvados bajo un yugo mucho más duro mientras
*más distantes estabais del centro del Poder, mirados con indiferencia, veja-
■ dos por la codicia y destruidos por la ignorancia', etc. (i). ¡Era extraño que
los americanos creyesen en esta igualdad efectiva, y que se llamaran á engaño
y se dieran por agraviados al ver que se faltaba tan escandalosamente á lo pro-
metido? (No era naturalisimo que los separatistas conscientes, entonces to-
davía pocos, pero hábiles, aprovechasen esta circunstancia y dijeran á sus
compatriotas que eu la Península se burlaban de ellos y que sólo se trataba
de sacarles los cuartos, ó los pesos, en forma de donativos ó subsidios para
la guerra contra los franceses, á cuyo ñn se quería deslumhrarlos con una
representación insuficiente y desproporcionada á su número? Por toda Amé-
rica corrió este argumento incontestable: ó somos españoles, ó no lo somos;
si lo primtíro, trátesenos como á los de la Península; si lo segundo, formemos
Estados independientes.
Pero se tropezó con una insuperable dificultad para verihcar tas elec-
ciones con arreglo á la Instrucción de 1.° de Enero de 1810. América hallábase
en aquel tiempo demasiado lejos para que sus diputados pudieran estar en
Cádiz el 24 de Septiembre, y casi todas las provincias peninsulares estaban
ocupadas total ó parcialmente por los franceses. Para orillarla se inventaron
!os diputados suplentes, que hablan de ser elegidos en Cádiz por los naturales
de las provincias representadas, alli residentes. De Madrid habla 4.000; pero
de otras provincias y de los virreinatos de Ultramar era muy exiguo el
número. Conviene advertir además que entre los americanos los había se-
paratistas de tomo y lomo, como, por ejemplo, San Martin, el después tan
famoso general argentino, y Carreras, el dictador chileno, y muchos ahilados
en la logia Lauritana, que laboraba por la independencia. El dia de apertura
únicamente concurrieron 107 diputados: 59 propietarios y 48 suplentes; de
los primeros era americano tan sólo el marino Power. Los electores de los
suplentes habían formalizado una protesta (18 Septiembre 1810) <de que no
»se ha de estimar como ley ó señalamiento fijo para la América el número de
• 30 diputados, siendo justo que correspondan, como en España, los repre-
ksentantes propietarios de aquellos reinos al estado de población».
Por estas circunstancias de las elecciones y por haberse arrogado fa-
cultades que no les confirió ni podían conferirles los electores con arreglo á
las leyes vigente, fué puesta en duda por los serviles la legitimidad de las
Cortes.
C) Primeras rejormas políticas. — Apenas instaladas las Cortes, D. Die-
go Muñoz Torrero, «clérigo extremeño, antiguo rector de la Universidad de
(i) «También fué de Quintana la desdichada ocurrencia de poner, primero en rerso 7
rlne|[0 en prosa (véanse tu proclama* de la Junta central), todas lu declamaciones del abate
'^Rayaal J de Marmontel y otros franceses contra nuestra dominación en América. (\ aat
neicandalizarnos de lodo lo que dijeron Olmedo y Heredia, cuando ya Qnintana desde 1S06
use habla hartado de llamar Mr^ai-di y mtik-ados á los descubridores y conquisladotes?...», etc.
(Mentndez Peí ayo. Heterodoxos, III, 277).
Salcedo, Historia de EspaS
D,g,t7cdb/GOOglc
54^ HISTORIA DE ESPAÑA
'Salamanca y distinguido entre los del bando jansenista por su saber y por
>la austeridad de sus costuinbres> (i), hizo aprobar el decreto de 24 de Sep-
tiembre de 1810, por el que fué declarado: i." Que en las Cortes reside la
soberanía nacional. 2.° Que conforme á la voluntad general, las Cortes reco-
nocen, proclaman y juran de nuevo á Fernando VII por rey único y legitimo
de Espafia. 3." Que la renuncia de Bayona fué nula, no sólo por la violencia
que intervino, «sino principalmente por faltarle el consentimiento de la na-
ción*. 4.° Que las Cortes se reservan el Poder legislativo. 5." Que las perso-
nas en quienes se delegue el Poder ejecutivo en ausencia de Fernando VII
serán responsables ante la nación. 6.° Que las personas de los diputados son
inviolables.
En 10 de Diciembre (1810) se diú el 'decreto de libertad de ímprenta>,
propuesto por Arguelles (2), y que venia discutiéndose desde el 14 de Octu-
bre. Se concedió libertad omnímoda para escribir sobre materias políticas;
los escritos sobre asuntos eclesiásticos quedaban sometidos á la censura de
los obispos; estableciéronse Juntas de censura de nueve vocales, tres ecle-
siásticos. En este debate marcóse la división entre liberales y serviles, ha-
blando por éstos D. Joaquín Tenreyro, Morros, Morales Gallego, Creux, el
inquisidor Kiesco, etc., y por los liberales, además de Arguelles, D. Evaristo
Pérez de Castro, D.Juan Ñicasío Gallego, Oliveros, Muñoz Torrero y el ame-
ricano Mejia Lequerica, que se hizo como orador el mismo lugar que Argue-
lles, y aun, según algunos, superior (3).
D) La libertad de imprenta en la práctica. — Desde luego se usó y se
abusó de la libertad de imprenta, reconocida por el decreto de 16 de Diciem-
bre. Cádiz inundóse de periódicos, ya diarios, ya semanales, y de hojas suel-
tas y folletos. Hubo para todos los gustos: los liberales más avanzados tuvie-
ron El Conciso, con 3u cotidiano suplemento E¡ Concisin, que tenia por pro-
grama el exterminio de las preocupaciones, del Janatistiw j' del error y aconse-
jaba á las Cortes que depurasen la religión; La Abeja, de Mejia; El Robespierre
(I) McnÍTidez Pekyo (ireliredoxos, 11:, 443I Muflo? Tortero nació en Cabezm del Buey
(Badajoz), 1761. Era diputado por Exlremadurn.
<Z) Don Agustín Arguelles nacíA en Ribadesella (2S Agosto 1776). Tuvo por primer
maestiD i un sacerdote francés emigrado por la revolución, y co" í1 aprendió, no sólo griego
V lalin, sino francés, inglés y alumár.. Estudió leyes en Oviedo. A pesar de la protección que
le dispensó Jovellinos, tuvo i)ue aceptar el modesto empleo de paje del obispo de Barcelona.
Fué luego empleado en InCaja de Amortización, y su jefe lo propuso á (iodoy ptia desempe-
ñar ana comisión diplomática muy secreta en Londres, donde frecuentó el trato de lord lio-
lland, Enrique Brougham y otras personas ilustres. Jo vellanos le hizo agriado á la Secretaría
de la Junta Central. Fué elegido en Cádií diputado ¡uptrnU por Asturias. Su elocuencia llamó
tanto la atención, que sus correligionarios los liberales le llamaron fl dirinc; saa ditcanos
leídos no jastiñcan, ni aun disculpan este epíteto, por lo cual es preciso deducir que la elo-
cuencia de Arguelles no estaba en lo que decía, sino en el modo de decirlo.
(ji Don José Mejfa y Lcquetica nació en Quito (17771- Vino i EspaBa casi un niño,
i pesar de lo cual conservó aiempre el acento americano, Fsludió leyes en Álcali, y fui oficial
de la Secretarla de Gracia y justicia; desempeñando su deslino estaba en Cádií, cuando le eli-
gieron diputado suplente por Santa Fu de Bogotá. Kra muy avanzado en ideas religiosas ó,
mejor dicho, antirreligiosas y en política, rousse.iuniano romántico. Fundó y escribía un perío-
dlquito titulado Ca Áhria, especialmente dedicado á combatir la Inquisición, y con este pretexto
la religión: en este periódico publicaba supuestas cartas de católicos intransigentes, especial-
mente eclesilsticos, que, como es lógico, acababan siempre por dar la razón i los que pensa-
ban como él. Tenia Mejfa una tertulia i. que concurrían fos elementos más enlutados. En 1815,
teniendo treinta y seis aüos de edad, murió Mejfa victima de la fiebre amarilla en su casa de
la calle de Ahumada, ndm. tS (hoy 2I Los liberales de Cádiz desconfiaban de Mejfa por su-
ponerlo demasiado americano, ó sea separatista, y tos separatistas de América, por demasiado
español. De vivir más, hubiera tenido que decidirse por su patria de origen ó por Kspaña, i
que realmente pertenecía dado lo muy joven que vino d la Penfnsula y el haber hecho aquf su
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HISTORIA DE ESPAÑA 547
Español, de un empleado del Hospital de Marina, de San Fernando, y que re-
dactaba la mujer del propietario con el pseudónimo de CarmeH Silva, hoy
usado por la reina de Rumania; £1 SeManarto Patriótico, de Quintana, donde
se comenzó la campa&a deñnitiva contra la laquisición con un articulo del
canónigo de la Colegiata de San Isidro D. HatUn de Navas; El Trióutto Espa-
ñol, que sostenía una tesis como ésta: «ninguna víctima hay tan grata á Dios
• como la del tirano»; El Revisión Político, El Diario Mercantil, El Diario de
la Tarde, El Duende de los Cafis, El Amigo de las Leyes, El Redactor General,
etcétera. El Telégrafo Americano, también liberal, trataba especialmente de
asuntos ultramarinos. Como serviles ó absolutistas figuraban El Procurador
General de la Nación j> del Rey, El Centinela de la Patria, El Censor General,
El Observador, La Gaceta del Comercio, etc. Los hubo, además, apartados de
la lucha candente de los partidos, como el Periódico Militar del Estado Mayor
General, y el Diario en las Cortes, redactado por Fr. Jaime de Vilianueva.
Las hojas sueltas y opúsculos no contribuyeron menos á la polémica en-
tablada. D, Joaquín Lorenzo Villanueva publicó El Jansenismo y las Angé-
licas Fuentes ó el Tomista en las Cortes, tratando de probar que las doctrinas
constitucionales fueron defendidas por Santo Tomás (i). El Solitario (anóni-
mo), un Juicio histórico, canónico-politico de la autoridad de las naciones sobre
los bienes eclesiásticos (2), en que llama sagrados vampiros á los institutos reli-
giosos; Un prebendado de estos Reinos (otro anónimo), Exposición á las Cortes
de los abnsos introducidos en la disciplina de la Iglesia (3); D. Antonio Puig-
blanch (4), bajo el seudónimo de Naíanael Fomtob, La Inquisición sin más-
cara, que proveyó de argumentos á todos los diputados que combatieron en
las Cortes el Santo Oficio (5); l/n escritor antiliberal (6), el Diccionario razo-
nado, manual para inteligencia de ciertos escritores que por equivocación han na-
cido en España, en que se procuraba zaherir á los partidarios de las nuevas
ideas, y que provocó la publicación del Diccionario critico-burlesco, de D. Bar-
tolomé José Gallardo (7), ya conocido como desvergonzado satírico por su
Apología de los palos, por el bachiller Palomtque (8); el Diccionario critico-bur-
lesco, en que abundan las bufonadas y los escarnios, no sólo contra los serviles
y contra los frailes, jesuítas, clero, obispos y el Papa, sino contra el dogma
católico, provocó ardientes protestas, réplicas y otros escritos, y hasta
sermones, pastorales y circulares de los prelados, discursos parlamentarios,
carteles de desafío puestos en las esquinas, peticiones alas Cortes, etc.; pero
Gallardo fué amparado por el partido liberal, y salió triunfante, mientras que
á sus acusadores se los encausó y encarceló, siendo ésta, como dice Menéndez
(1) Cádií, iSl}. Reeditado por D. Rafael M. Barilt y N. Pernlndez Cuesta. Hay una
rcfutactán del P. Puigserreí: F.t Teólogo demoírálicú akogadí en tas Angelical Fueiiles (Ma-
llorca, iSiS).
12) AlíODte. iSlJ.
(3) Madrid, 1813.
(4) Nbcíú en Mauró (3 Febrero 1775). Su apellidn paterno eta Puig.jr el malerDO Blanch.
formando él de ambos el que usó. Novicio en 1n Cnidiía de Montealegre, después caledritico
de bebieo en Alcalá, publicñ una gramilica de esta leneua (1S08). Era hombre de muchas le-
tras, escritor castizo, dc^enladado y gracioso, pero mordaz hasta el delirio: terrible enemigo de
don Joaqaln Lorenzo Villiinueva, al que despedazó en sus OpÜ!culo¡ gramálico-satirifos, co-
leccionados en Londres I i32S).
(O Cádiz, iSlI. Traducido al inglés por Walton. y publicada la craducciún en Lon-
dres (tel61. La Inquis'uiÍH sin tnáscara es ana colección de veinte opiísculos,
(6) En Cádiz se creyó que fueron dos: los diputados Freile Caslrillón y Pastor Pastor.
(7) Nació Gallardo en Campanario (Eviremadura) el \i, de Agosto de 1776. Estudió en
Salamanca, y desde muy mozo se distinguió por su afición á los libros viejos y el sabor casti-
zo de *n prosa. Las Cortes le hablan nombrado su bibliotecario.
(8) Escrito con mollTO de haber dado un teniente coronel en las calles de Cádiz desco-
manal paliza á Calvo de Rozas.
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54^ HISTORIA DB ESPAÑA
Pelayo, la printtra victoria dtl espíritu irreligioso en EspaHa; los tradiaonalistas
tuvieron también su formidable campeón en el P. Francisco Alvarado, nata-
ral de Marchcna (i ), dominico en el convento de Sevilla (a), autor en 1 788 de
upas Cartas de Aristóteles defendiendo la filosofía escolástica, que do se pu-
blicaron impresas hasta 1825, y que en el periodo á que nos referimos diri-
gía desde Tavira, Bollullos y Sevilla unas Carlas críticas á un grupo de dipu-
tados antilil>erales amigos suyos, firmadas con el seudónimo de El Filósoja
Ranciot y esos amigos las publicaban en Cádiz en pliego suelto, aunque
con enmiendas, supresiones y añadiduras (3); el P. Alvarado fué quizás el
primero que consideró el liberalismo como un sistema esencialmente antirre-
ligioso — el racionalismo aplicado á la gobernación de los pueblos, — distin-
guiéndolo de la libertad pública, de que era él partidario en cierta medida,
pues defendía la intervención del pueblo en el gobierno, el jurado y otras
ideas sostenidas por los liberales de entonces (4).
E) ÍMcha de partidos. — La lucha por medio de la Prensa no sólo era
reflejo, sino que agrandaba y enconaba la que ya se sostenía en el terreno
social. Liberales y serviles, cada vez más separados unos de otros, buscaban
para juntarse con los suyos exclusivos lugares y tertulias. Habla en Cádiz,
como es lógico dada la mucha gente principal allí refugiada, varias reuniones,
algunas, como los bailes del marqués de Wellesley, embajador de Inglaterra,
la tertulia de la marquesa de Fontejos, á que concurría la mejor sociedad,
más que á otra cosa — dice Alcalá üaliano — á jugar al monte, que podían
considerarse neutrales; pero dos tomaron desde luego una significación polí-
tica: una, la de D.' Murgarita López de Moría, hermana del conde de Villa-
creces, señora muy fea, pero de talento, ilustración y sugestivo trato, educada
en Inglaterra, que habla vivido en Paris, amiga de Mad. de Stael y, como
ella, filósofa: á su casa concurrían Arguelles, Toreno, Quintana, D. Juan Ni-
casio Gallego, Gallardo, Martínez de la Rosa, Alcalá üaliano y el duque de Ri-
vas, que á la sazón no lo era todavía; en suma, la flor y nata del liberalismo.
La otra tertulia era la del matrimonio Bolh de Faber, los padres de Fernán
Caballero; él, un alemán cultísimo y sentimental que, ya iniciado el movi-
miento literario y político de su patria que habla de traer el romanticismo á
la poesía y la escuela histórica al Derecho, fué el primero en levantar ban-
dera en nuestra patiia contra el clasicismo del siglo xviii{5);ella — D.' Fras-
quita Larrea, — una señora profunda, y aun exaltadamente católica y realista.
Su reunión tenía este carácter, y era de notar que la tertulia de la de Moría
era, además de liberal, clasicisla, y la de Bolh, romántica.
Como es consiguiente, la contienda trabada habla trascendido á la masa
popular, y el pueblo de Cádiz fué desde luego liberal ardentísimo, é intervi-
no en aquella lucha con sus gritos y asonadas. Los más exaltados, ó más
constantes en su exaltación, asistían diariamente á las tribunas públicas ógale-
tlí Nació el 25 de Abril de 1736.
U) Tomó el hibilu á los di» y seis años,
(3I A algunos de aquel os diputados les parecían demasiado rancias las ideaide Alvarado
üobre ciertos punios; otras veces temían provocar represalias de lo> liberales 6 hacene odio-
sos, y otras creían deber adicionar ó suprimir pArrafos: de lodo eslo se deduce qae las Cariat
i/í El litésafo Raudo, Inl y como eslín pablicndas, no son la obra auténtica de sn auloi. VCaae:
El Filise/e Reacio stpin nuevos Jecuminleí, por José M. March. {Ratóny Fi, lomo xxxiv.)
(4) Las Cartas ¡ü El Hlómfo Rancio, publicadas en Madrid [Impreitla lít Aguaif, coalro
lomos, 1SZ4-JS) son 47; TÍeron Ib luz sueltas 41 en Cidjz, de ta 42 i la 45 en Sevilla. 7 las 46 ]r
47 no literon impresas hasta de;puús de la muerte de su autor, ocurrida en Sevilla el 31 de A^s-
(ode 1814.
15) Véase «Kesumen hlitAiico-orlilco de U Lltcratnrm eapaBoIa», por D. Ancel
Salcedo Bnl* (pabllnclúo de Ib Casa Calíala), pá(. 3M.
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HISTORIA DB ESPaSa 549
tias ( I ) de las Cortes, y tomaban parte activísima y tumultuaría en las sesiones.
Cuando hablaban tos liberales, eran atronadores los aplausos y los vivas; cuan-
do lo hacia un servil, se le interrumpía constantemente, se le siseaba, se corea-
ban sus palabras con insultos, procurando de todos modos coartarle en el uso
de su derecho (2). Ocurrió un incidente de éstos, entre cómico y escandaloso,
que pinta á lo vivo la ñsonomfa de la época: el diputado realisia don José Pa
bloValiente, consejero de Indias, hablaba en la sesión del 26 de Octubre 1810,
y se le ocurrió robustecer sus opiniones con una cita de Filangieri (3), autor
de gran crédito entre los liberales; pero do debían de estar encerados de ello
el tojo de Málaga y sus gaierios, ya que no bien salió de los labios del orador
la cita, cuando armaron descomunal tumulto, y, no contentos con la gritería de
costumbre, pasaron á vías de liecho pretendiendo Unckar al diputado. Fué
éste acogido en un cuarto, acudieron el gobernador y las tropas, y sacado al
lin Valiente; pero para embarcarlo y que no volviese más á la asamblea (4).
F) Severidad de la mayoría de las Cortes con sus adversarios. — Esta in-
tolerancia demagógica respondía perfectamente á la del partido liberal en las
Cortes de Cádiz, aun en su más elevada representación. Los liberales profe-
saban la máxima, luego formulada por Víctor Hugo y tan frecuentemente
aplicada en el siglo xx, de que «la intolerancia es justa con los intolerantes
>y no debe concederse la libertad á los enemigos de elia>. O se verificaba en
filos el fenómeno, observado por los positivistas modernos, de que al cam-
biarse las formas políticas no cambia el ser social, siguiendo bajo las nuevas
Id substancia de las antiguas. Las Cortes, que tomaron el título de Majestad,
fueron tan celosas de sus prerrogativas y del respeto que como á soberano
se les debía, como lo era la monarquía en el antiguo régimen: no bastaba la
obediencia, era menester la aquiescencia doctrinal á los principios en que se
fundaba la soberanía de las mismas Cortes, y á los que hacía predominar en
éstas su mayoría. Ni más ni menos que la Inquisición en lo referente á los de-
litos religiosos. De aquí la serie de procesos contra los desafectos al nuevo
régimen, en que las Cortes actuaron muchas veces al modo convencional.
Recordemos algunos: el obispo de Orense renunció su cargo de regente y
su acta de diputado (3 Octubre 1810), y no quiso jurar obediencia al de-
creto de 24 de Septiembre, á menos de admitírsele estas dos salvedades:
iQue las Cortes son soberanas con el Rey>, y «sin perjuicio de reclamar, re-
> presentar y hacer la oposición que convenga á las resoluciones que creyese
• contrarias al bien del Estado y á la disciplina é inmunidades de la Iglesia».
Se le procesó por tan atroz delito, nombrándose una Junta para calificar teo-
lógica y juridicamefUe sus proposiciones, contrarias á la soberanía nacional, y
no se sobreseyó la causa hasta que cedió y juró lisa y llanamente (5). Otro
(i) D« aquí qae lot lealuOf los llamasen galtriai. Di»üiigui¿«« como cabem d« las
galerioa qd individuo apodado el Cojo de Málaga.
(1) «... el meiciarse el Biiditoría en las deliberaciones del Conereso dando maestra!
■midoiat de aprobación y deiaprobaciñn que algana vez pasaron i ser hechoa, era cosa con-
Htinna». (Álcali Galiano, Riíuerdsi, VIH.)
(;) Carelaao Filangieri, ñtósoio-ecoTio mista ilaliano qae floreció de 175a á 1788.
(4) Asi caenta el hecho Álcali Galiano. Toieno y Lafnente, sin desmenürlo, añaden que
Valiente era ímpopnlar en Cádiz por creerse que viniendo de U ílabana, donde fui Intenden-
te, habla traído la ñebre amarilla, y que al ser interrumpido 6 jnaaltado por los galer' —
mitió decir qoe eran gtnli pagada. Eslo último ' " . . -
aHadí que trmuitcii lat patabrat ligmlí pagaday.
eran etnli pagada. Ksla último no lo afírman en redondo, sino que dicen: le
iHíié ¡as palabrat i-gtnti pagada».
1 se le instruyó otro por no haber querido jorar la Constitución lisa y llana-
y «ele declaró por decreto de las Cortes (17 Mayo 1813) aindigno de la consideración
»de espaHol, condenándole á perder todos sos honores, empleos, emolumentos y prerroga-
ntivas procedentea da la potestad civil y á ser expelido del territorio espaüol en el tfrmino de
KvelDtlcliatro horas».
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550 HISTORIA DE ESPAÑA
proceso á los redactores de La Gaceta del Comercio y de El Imparcial, y
multa impuesta por las mismas Cortes á estos periódicos, por haber dicho
que los redactores de El Conciso eran enemigos de la religión. Proceso con
motivo de haber publicado La Triple ^Alianea- — ^ periódico de Mejia — ataquen
al dogma católico, en que se acordó suspender la publicación y mandar los
autos á los inquisidores, lo que no se verificó. Intento de proceso contra Ga-
llardo por el Diccionario critico-burlesco, que costó ai autor una prisión pre-
ventiva; pero que se volvió contra sus promovedores por haber amparado á
Gallardo la mayoría liberal. Proceso por la Carta misiva ó protesta de treinta
diputados realistas contra el giro dado al asunto Gallardo: el diputado don
Manuel Ros, preso preventivamente cerca de un año, fué arrojado del Con-
greso como indigno de pertenecer á él. Proceso contra un extravagante lla-
mado U. Guillermo Atanasio Jaramillo, por haber desafiado é insultado á Ga-
llardo: se le tuvo preso, amenazándole con el presidio, hasta que se retractó;
y como al salir de la cárcel publicara un folleto defendiéndose, se le desterró.
Proceso contra el Vicario capitular de Cádiz por haber condenado el libro
de Gallardo: le le tuvo preso seis meses. Üiro contra el mismo Vicario, y
muchos contra el Cabildo de Cádiz, contra tres canónigos del mismo, contra
el arzobispo de Santiago y obispos de Santander, Oviedo, Lérida, Tortosa,
Barcelona, Urgel, Teruel, Pamplona, ele, por haberse negado á dar lectura
en las iglesias al decreto suprimiendo la Inquisición, ó haber representado
contra él.
En ocasiones la justicia parlamentaria buscaba el apoyo directo de la popu-
lar ó de las turbas. Asf sucedió, por ejemplo, en el caso del Cabildo de Cádiz.
El lo de Marzo de 1813, á la vez que se formaba causa á los capitulares, la mul-
titud liberal invadió la Catedral é interrumpió tumultariamente la celebración
del oñcto. No es de maravillar que los eclesiásticos y los realistas temieran á
cada momento por su vida y por su libertad, ni que se dieran por cohibidos
y perseguidos ya que tan efectivamente lo eran. Los escritores tradicionahs-
tas cuentan al pormenor estas tropelías de los liberales de la primera época,
encontrando naturales y legitimas las represalias que tomaron los realistas
en IÍÍI4; en cambio, para los escritores hberales cuanto hicieron sus co-
rreligionarios de entonces no pudo estar más justifícado, y fueron barbarida-
des las de los serviles. El historiador imparcial tiene que colocarse fuera de
estos puntos de vista, y coacluir por lo que se refiere á esta ingrata materia
que ni en América (realistas é independientes) ni en la Península (realistas y
liberales) pueden echarse nada en cara. En el período 1S10-1813 las perse-
cuciones de los liberales contra los que no opinaban como ellos atrajeron
sobre su cabeza la persecución de los perseguidos en el período de 1814
á 1820, y éstas las de los liberales del 1820 al 1823, que ya no se limitaron á
prisiones y destierros, sino á muertes, tan. injustas y crueles como las de Elfo,
en Valencia, y del cura de Tamajón, en Madrid, y éstas á su vez engendraron
las de 1824. Después, carlistas y liberales se degollaron y fusilaron á placer
como si hubiesen abierto un concurso de barbarie. Ninguno se ganó el pre-
mio, ó, mejor dicho, ganáronselo unos y otros con exceso.
(?) La olrra de las Cortes. — Los principales decretos de las Cortes fue-
ron: Incompatibilidad del cargo de diputado con todo empleo público (4 Di-
ciembre 1810). Prohibición al Rey de contraer matrimonio y celebrar tratados
internacionales sin autorización de las Cortes (1." Enero 181 1). De protección
á los indios de América, estableciendo su libertad personal y prohibiendo
cuantas vejaciones sufrían {5 Enero 1811). Libertad del comercio del azogue
en América (26 Enero 181 1). Igualdad de derechos entre americanos y espa-
ñoles para optar á cargos públicos, é igualdad de representación en Cortes
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HISTORIA DE ESPAKA 55I
proporcional á la población (9 Febrero 1811). Reglamento del Poder ejecutivo
encomendándolo á un Consejo de Regencia de tres individuos (16 Febrero
de 181 1). Arreglo de la Hacienda y arbitrio de recursos conforme al primer
presupuesto presentado por D. José Canga Arguelles (i) (22 Marzo 1811).
Contribución extraordinaria de guerra (1." Abril 18 1 2). Declarando ñesta ofi-
cial el 2 de Mayo (2 Mayo 1811). Incorporación á la Corona de todos los se-
ñoríos jurisdiccionales, y abolición de los dictados de vasallo, vasallaje, señor
de vasallos, etc., así como de las prestaciones de esta índole (6 de Agosto
de 1811) {2). Abolición de las pruebas de Nobleza para entrar en los Colegios
militares {17 Agosto 181 1). Creación del Cuerpo de Estado Mayor del Ejér-
cito (20 Agosto i8ii)(3). Creación déla Cruz de San Fernando (3 1 Agosto
de 1811). Reconocimiento de toda la Ueuda pública y creación de la «Junta
nacional del crédito público^ {26 Septiembre 1811). Concediendo alas viudas
y huérfanos de muertos en campaña la pensión correspondiente al empleo
superior del causante, si se hubiesen casado con arreglo al reglamento del
Montepío, y el del empleo si no hubiesen llenado aquellos requisitos (28 Oc-
tubre iSii). Organizando la Secretaría y Archivo de las Cortes {18 Uiciem-
bre 1811). Creación del Consejo de Estado (21 Enero 1812). Declarando be-
nemérito de la patria á Jovellanos, y recomendando para la enseñanza pública
el «Informe sobre la ley Agraria- (24 Enero 1812). Aboliendo la pena de horca
■ como repugnante i la humanidad y al carácter generoso de la nación espa-
>fioIa>, y sustituyéndola por la de garrote (25 Enero 1812). Excluyendo de
la sucesión á la Corona al Infante D. Francisco, á doña María Luisa, ex reina
de Etruria, y á la Archiduquesa María Luisa, casada con Napoleón (18 Mar-
zo 1812). Organización de las siete Secretarias del Despacho ó Ministerios
(6 Abril 1812) y del 'Tribunal Supremo de Justicia. {17 ídem). Mandando
instalar en todos los pueblos «Ayuntamientos constitucionales) (25 de Mayo
de 1812). Otro de la misma fecha respecto de las «Diputaciones provincia-
les*. Estableciendo el «Tribunal de Guerra y Marina* (3 Junio 1812). Decla-
rando Patrona de España, después de Santiago, á Santa Teresa de Jesús
(28 Junio 1812). Abolición del Voto de Santiago (14 Octubre 1812). Regla-
mento orgánico de Audiencias y Juzgados de primera instancia (g Octubre
de 1812). Primeros decretos contra los afrancesados (i 1 Agosto, 21 Septiem-
bre, 23 Noviembre 1812). Mandando que los tribunales diesen preferencia
sobre todo asunto á los relativos á infracción de la Constitución, y que se
estableciera una cátedra para explicarla (28 Noviembre 1812). Aboliendo la
Inquisición (22 Febrero 1813}, al que acompañaban otros dos; uno ordenan-
do que se leyera el primero en la Misa Mayor, antes del Ofertorio, en todas
las parroquias, y el otro mandando quitar los sambenitos y demás letreros
que recordaban castigos inquisitoriales (4). Establecióse que los obispos co-
nocieran de las causas de fe, que todo español tuviese acción para acusar
(1) Cíngft At^ilelles — Uigno de /¡¡¿urar, dice Piernas Huitado, á ¡a caííta Je las hacín-
.iiílat ispaüoUs — es auiocde Eltminlas di la cUníia di la llaciinda. libro escrílo esUndo preso
su autor en el castillo de Peñiscola, y que se publicó en Londres (1825). a." edición y in¿ co-
nocida, Madrid, 1833, y del Diidenarle di Hacienda (i." edición, 183J - 34).
(3] Es de notar que contra la mayoría (1^8 votos) que acordó este decreto sólo hubo
una minorfa de \f>. Muchos de tos tenidas por serviles volaron con la mayoría.
(3) Fui idea del general BUke.
(4) El dictamen proponiendo ia abolición fué presentada (8 Diciembre 1812), y era de
la mayoría de la Comisión (Muños Torreio, Alhelíes, Hspi;;», Mendiola, Jáure^i y Oliveros).
Hubo dos votos particulares^ uno de Huerta y Cañedo y otro de D. Antonio Joaquín Pérez.
Empezó la disensión (4 Enero 1813). Hablaron en contra de la abolición Oslolaza, Riesco,
Ilcrmida £ Inguanio: en pro, Arguelles, Toieno, Villanueva, Kspiga, Oliveros, Ruiz Padrón,
MuÜoz Torrero, Mejfa, etc.
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552 HISTORIA DE ESPAÑA
del delito de herejía, y los jueces seculares para imponer tas penas pres-
critas por las leyes del reino. Reducción de Comunidades religiosas, prohi-
biendo á la Regencia dar permiso para restablecer conventos, y otras muchas
cortapisas (8 de Febrero de i8i j). Aún pueden citarse otros, v. gr., la prohi-
bición de dar azotes en las escuelas, .como opuestos á ta decencia y á la dig-
>nidad de los que son ó nacen y se educan para ser hombres libres y ciuda-
idanos de ta noble y heroica nación española*, y el permiso á los propieta-
rios de ñocas rústicas para cercar sus heredades, poniendo con ello fin á un
largo litigio entre los dueños de tales fincas y los ganaderos, representados
por el Honrado Concejo de la Mesta, litigio que venia desarrollándose desde
la época de Carlos III.
H) Constitución de i8¡2. — La Comisión presentó la primera parte del
proyecto el i8 de Agosto de 1811 con un discurso preliminar ó preámbulo,
obra de Arguelles. El 6 de Noviembre y 26 de Diciembre leyéronse otras
dos partes del proyecto. Concluyó la discusión en Marzo de 1812. Fué pro-
mulgada el 19, por ser aniversario del motín de Aranjuez.
La Constitución, encabezada con la fórmula <Ea el nombre de Dios To-
>dopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo, Autor y Supremo Legislador de
»Ia sociedad', consta de 384 artículos distribuidos en 10 títulos, y éstos en
capítulos.
Titulo I. La nación española es la reunión de todos los españoles de
ambos hemisferios; es libre é independiente, y no es ni puede ser patrimonin
de ninguna familia ni persona; en ella reside la soberanía y el derecho de es-
tablecer sus leyes fundamentales; está obligada á conservar y proteger por
leyes sabias y justas la libertad civil, ta propiedad y los demás derechos le-
gítimos de todos los individuos que la componen (i). Son españoles los hom-
bres libres (los libertos desde que se emancipen) nacidos y avecindados en
España, sus hijos y los extranjeros naturalizados (2); «el amor de ta patria es
>una de las principales obligaciones de todos los españoles, y asimismo el ser
•justos y benéficos* (3); están obligados también á ser fieles á la Constitu-
ción, obedecer las leyes y respetar á las autoridades, á pagar las contribu-
ciones y servir á ia patria con las armas (4).
Titulo 11. Expresa las regiones que componen la nación, manda hacer
una nueva división territorial, y establece: .La religión de la nación española
>es y será perpetuamente la católica, apostólica, romana, única verdadera.
• La nación la protege por leyes salrias y justas, y prohibe el ejercicio de cual-
• quiera otra (5). El objeto del Gobierno es la felicidad de ia nación, presto
>que el fin de toda sociedad política no es otro que el bienestar de los indi-
>viduos que la componen» (6). El Gobierno es monárquico constitucional
hereditario, con división de Poderes: el Legislativo corresponde á las Cortes
con el Rey; el Ejecutivo, ai Rey; el Judicial, á los tribunales (7).ÍNo todos los
españoles son ciudadanos, sino los que reúnan ciertos requisitos (8).
Titulo IIL No hay más que una Cámara, titulada Cortes, con un dipu-
(I) Artículo» i.°í 6,"
la) Artfcalo 7."
(3) Este art, 6." ha sido objeto de tdd chai censaras, y aun cuchufletas, por los qnecc
:n la distinciún entre la Moral y el Derecho, y no ser posible al úllirno mandar cosas com
TKW á Ib patria ni ser justos y beoílicas.
(4) Artfcalos 7.", 8." y 9."
(5) ArtfCDlo II.
|6) Articulo 13.
(7J Del 14 al 17.
(S) Del iSal 16.
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HISTORIA DE ESPAÑA 553
tado por cada 70.000 habitantes. Sufragio indirecto de tres grados: parroquia,
partido y provincia (i). No son elegibles los Secretarios del Despacho, Con-
sejeros de Estado y empleados de la Casa Keal, ni los empleados públicos
por las provincias en que ejercen su cargo (2}. A los diputados se les extien-
de un poder, y tratándose de Cortes ordinarias, imperativo, en cuanto se los
obliga á ino derogar, alterar ni variar en manera alguna ningún articulo de
>la Constitución! (j). Los diputados tienen dietas lijadas por las Cortes y
pagadas por las provincias (4). Las Cortes han de reunirse todos los años,
por lo menos tres meses, empezando el i." de Marzo; el Rey las abrirá con
un discurso; las sesiones serán públicas. Los diputados son inviolables: sólo
podrán ser juzgados por el tribunal de las Cortes. No pueden admitir, ni aun
solicitar para otro ningún empleo (5). Las atribuciones de las Cortes son po-
testad legislativa, <coDceder ó negar admisión de tropas extranjeras en el
reino> (6), fijar la luerza militar, votar las contribuciones, proteger la hbertad
de imprenta, etc. (7). El Rey sanciona las leyes con !a fórmula, firmada de su
mano: Publigxtse como ley, ó niega la sanción con la fórmula: Vuelva á las Car-
ies. Si no hace una cosa ú otra en el término de treinta días, entiéndese que
ha sancionado; sí niega la sanción, no puede tratarse del asunto en aquel año;
al siguiente, sí las Cortes insisten, puede también el Rey insistir en su veto;
pero al tercer año basta con una tercera aprobación de las Cortes (8). La
fórmula de promulgación de las leyes es: «Don N. N., por la gracia de üios
• y por la Constitución de la Monarquía española Rey de las Españas; á to-
ldos los que las presentes vieren y entendieren, sabed: Que las Cortes han
>decretado, y Nos sancionado lo siguiente». . . , etc. (9). Los artículos del 15;
al 160 establecen una de las instituciones singulares de este Código, ó sea t:i
Diputación permanente, que se nombra por las Cortes antes de disolverse
para velar por la observancia de la Constitución durante los interregnos par-
iamentaños y convocar extraordinarias en ciertos casos (10). Finalmente,
cuando vaque la Corona, se imposibilite el Rey, quiera abdicar ú ocurran ca-
sos arduos serán convocadas Cortes extraordinarias, que son las que después
se han llamado Constituyentes.
Título IV. El Rey es sagrado, inviolable, no sujeto á responsabilidad;
tiene el tratamiento de Majestad Católica; es mayor de edad á los diez y ocho
años. El Rey de las Españas es Fernando VII. <Le sucederán sus descendien-
ites legítimos, así varones como hembras; á falta de éstos, sus hermanos y
(tíos, hermanos de su padre, así varones como hembras» (i i). Los secretarios
del Despacho son; de Estado, Gobernación, Gobernación de Ultramar, Gra-
cia y Justicia, Hacienda, Guerra y Marina. Los secretarios han de ñrmar las
órdenes del Rey, y son responsables ante las Cortes (i 2). El Consejo de Estado
se compone de cuarenta individuos, nombrados por el Rey á propuesta de
(i) Arlfculo* del 15 :il 04- t-a Constitación comprende todo lo que hor es materia de ia
ley Electoral.
(3) Ailfculot 95 y 97.
(3) ArKcnlo loo.
(4) Attfcalo 101.
(O Del 114 á 130.
(6) Sobre esto le hizo mucho bincapíí. por atribuirle á la autorización concedida por
Carlos IV para qae entraraD tropas francesas los males qae »e padecían entonces.
(7) Articulo 131.
(5) Anlcnlot del 141 al 153.
(9) Artfcnloi 154 r >55-
(10) Habla precedenlet de esta inttitación en los Fueros de Aragón y de Navarra.
(11) Artículos del 16S alan.
(13) Del 333 al 3]0.
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554 HISTORIA DE ESPAÑA
las Cortes: cuatro eclesiásticos, dos de ellos obispos, cuatro grandes de Es-
paila y el resto de libre elección (i).
Titulo V. Trata de los tribunales. £n los negocios comunes, civiles y
criminales no habrá más que un solo fuero para toda clase de personas; res-
pétanse los fueros eclesiástico y militar. Se establecen; un Tribunal Supremo;
Audiencias territoriales; en cada cabeza de partido, un juez de letras con su
Juzgado correspondiente; y en cada pueblo, un alcalde que «ejercerá el ofício
>de conciliador, y el que tenga que demandar por negocios civiles ó por in-
>jurias deberá presentarse á él, y el alcalde, con dos hombres buenos, nom-
• brados uno por cada parte, procurará avenirlos: sin hacer constar que se ba
•intentado el medio de ia conciliación, no se entablará pleito a]guno> [2).
Nadie podrá ser preso sin previa información sumaria de que resulten méri-
tos para castigo corporal y sin mandamiento judicial por escrito. Se dispon-
drán las cárceles de manera que sirvan para asegurar, y no para molestar á
los presos. Quedan suprimidos el tormento, el apremio, la pena de cooñsca-
ción de bienes y la trascendencia de toda pena á la familia del reo. El do-
micilio es inviolable, á no ser en casos determinados por la ley para el buen
orden y seguridad del Estado. «Si con el tiempo creyesen las Cortes que
• conviene hacer distinción entre los jueces del hecho y los del derecho, la
• establecerán en la forma que juzguen conducente* (art. 307). Las formalida-
des para el arresto de los delincuentes pueden ser suspendidas en todo ó
parte del reino por decreto de las Cortes. El Código civil y criminal y el de
Comercio serán unos mismos para toda la Monarquía (3).
Título VI. En todos los pueblos que, ya en su casco, ya en su término,
tengan l.ooo habitantes.seconstituirán Ayuntamientos, compuestos de alcal-
de ó alcaldes, regidores y procurador-sindico, elegidos por compromisarios,
y cesando los regidores y oficios perpetuos del antiguo régimen. En cada
provincia habrá un Jefe superior y una Diputación provincial, compuesta de
un presidente, un intendente y siete diputados (4).
Título VII. Trata de las contribuciones (5).
Título VIH. De la fuerza militar nacional. Distingue entre la 'fuerza
• militar nacional permanente de tierra y de mar para la defensa exterior del
• Estado y la conservación del orden interior»; es decir, el Ejército y la Ma-
rina y los Cuerpos de Milicias nacionales, cuyo servicio no será continuo sino
sólo cuando lo requieran las circunstancias, de los que puede disponer el
Rey en caso necesario dentro de cada provincia, necesitando autorización de
las Cortes para emplearla fuera. Ksia es la famosa Milicia nacional, de cuya
(onservación hicieron un dogma los progresistas, y que tanto contribuyó á las
revueltas del siglo xix (6).
Título IX. De la instrucción pública. «En todos los pueblos se estable-
■ cerán escuelas de primeras letras, en las que se enseñará á los niños á leer,
•escribir y contar, y el Catecismo de la religión católica, que comprenderá
• también una breve exposición de las obligaciones civiles» (art. 366). Se
hará un plan general de enseñanza, uniforme en todo el reino. La Constitu-
ción será explicada en todas las Universidades y establecimientos literarios
donde se enseñen las ciencias eclesiásticas y civiles. Habrá una Dirección
(i\ Del 231 ai 245.
(2) Tal es el acto de conciliacii^n encomendado posieríormente i lo» jueces mnaicipi-
les. (Aniculos del 242 al 285).
I3t Artículos del 242 al joS.
I4) Uel joq al 317.
LS) Del 33li al 355.
{{,} Del 356 al 365.
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HISTORIA DE ESPAÑA 555
General de Estudios para la inspección de la enseñanza pública. En este titulo
es establecida también la libertad de imprenta: «Todos los españoles tienen
• libertad de escribir, imprimir y publicar sus ideas sin necesidad de licencia,
• revisión ó aprobación alguna anterior á la publicación, bajo las restricciones
• y responsabilidad que lijen las leyes» (i).
Titulo X. De la observancia de la Constitución y modo de proceder
para hacer variaciones en ella. Declara irreformable la Constitución durante
ocho años, y pone grandes cortapisas á la reforma pasado ese plazo.
/> El Gobierno durante ios Cortes. — La Regencia que convocó las Cor-
tes hizo renuncia en cuanto éstas asumieron la soberanía. El 2; de Octubre
de 1810 eligióse otra, compuesta del general Blake y los marinos D. Gabriel
Ciscar y D. Pedro Agar; ausentes los dos primeros, nombróse suplentes al
marqués de Palacio y á D. José María Puig. Al jurar, el Marqués salió por el
mismo registro que el obispo de Orense, ó sea añadiendo á la fórmula la
cláusula de sin perjuicio de los juramentos de fidelidad que tengo prestados al
Seüor Don Femando VII. La irritación de la mayoría liberal fué terrible: se
mandó al de Palacio que explicara en la barra sus palabras; lo hizo muy mal,
porque no era orador, y aunque lo hubiera sido aquel auditorio no le hubie-
se dejado hablar; se le mandó arrestado al cuerpo de guardia, y, conforme á
la costumbre del tiempo, se le formó causa. Lo reemplazó en la Regencia,
como suplente, el marqués de Castelar.
Á los individuos de la primeraRegencia seles mandó(28 Noviembre 18 lo)
dar cuenta de su gestión en el término de dos meses (2); y aunque se reco-
noció de ofício la pureza y patriotismo con que habían desempeñado el cargo,
se les ordenó por las Cortes (17 Diciembre) salir de Cádiz y fijarse en los
puntos que le pareció bien á la Asamblea. Irritado el ex-regente Lardizábal,
publicó en Alicante un Manifiesto contra las Cortes, y encolerizáronse de tal
modo los liberales, que el Sr, García Herreros dijo en la sesión del 14 de Oc-
tubre de 181 i: »Mi voto es que reconozca ese autor el papel; y si se ratifica en
• que es suyo, póngasele luego en capilla, y al cadalso*. Se llevó á Lardizábal
preso á Cádiz, se le instruyó proceso, el Fiscal pidió contra él la pena de
muerte, y al fin hubo misericordia: no se le condenó mas que á expulsión
perpetua de los dominios españoles y á que los ejemplares del maniñesto
fuesen quemados públicamente por el verdugo.
El 22 de Enerode 18 1 2 nombraron las Cortes una nueva y tercera Regencia
de cinco miembros: el duque del Infantado, Mosquera, Villavicencio, Rodrí-
guez de Rivas y el conde de La Bisbal. Á este último le sucedió luego D, Juan
Pérez Villamil. La mayoría liberal se puso enfrente de esta Regencia, acusán-
dola de secundar con escaso celo su política reformista, sobre todo en los pun-
tos relacionados con la religión. La mayoría llevó muy á mal que la Regencia
autorizase á los capuchinos de Sevilla, que andaban vagando por las calles sin
tener donde refugiarse y viviendo de la caridad pública, para volver á insta-
larse en su convento, del cual los habían arrojado los franceses (Febrero, 1813);
más aún, que no procediese con toda energía en hacer cumplir á los obispos y
curas el decreto mandando leer en la Misa Mayor la abolición de la Inquisición
V que diese curso á las protestas del Nuncio y prelados contra aquella medida.
Bastó esto para que se supusiese á la Regencia vendida en secreto á los ser-
viles y que tramaba un golpe de Estado. El 7 de Mazo (1813) cambió la Re-
(1) Del 366 «1 371.
(1) Púa darla escribió Saivedra el Diario de ¡ai eficraciones de la Rigentia dtnU ig de
Entra Aaita aS de Octubre de 1810, precioso documento histórico publi<^do entre los apéndi-
ces del Etapa hislíríea dt D. Antenio de Estaño, por D. Francisco de P. Cuadrado.
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556 HISTORIA DE ESPAÑA
gcDcia al gobernador de Cádiz, sustituyendo á D. Cayetano Valdés (i) por
don José M. Alós, y tal fué la gota que hizo derramarse al vaso: el Sr. Terfo
habló en términos tan vehementes (8 Marzo), y aun compungidos, que no
pudo acabar su discurso, porque las lágrimas ahogaron su voz, y Arguelles
hizo aprobar un decreto destituyendo á los regentes (2) y nombrando pan
sustituirlos al cardenal Borbón, Agar y Ciscar.
La nueva Regencia fué dócil instrumento de la mayoría, que, agradecida,
la declaró inviolable como al monarca, y responsable de ,sus actos á los mi-
nistros (3): formáronse procesos contra los ^eclesiásticoí que hablan protes-
tado, se reconvino al Nuncio (4) (23 Abril 1813), y como replicase {28 AbriH,
se le extrañó del reino y le ocuparon las temporalidades.
Olvidaban ó afectaban ignorar los liberales que carecían de suficiente
base de opinión pública para que estas medidas — enérgicas según ellos,
tiránicas según sus adversarios — no les costasen caras. Las ideas liberalei
iban cundiendo, como declara, lamentándolo, el Filósofo Rancio en una de sus
cartas particulares á loa que le editaban en Cádiz las Carias criticas {5); pero
aún distaban muchísimo de predominar en ninguna clase social. Mesonero
Romanos, tan liberal, lo declara sin ambages: • . . . Estas ideas revotucioDarias.
• dice, que se proclamaban en Madrid ó discutían en Cádiz eran — (POr quí
• negarlo? — repulsivas ata inmensa mayoría del pueblo español>(G). Lo mismo
reconoce D. Modesto Lafuente, entusiasta panegirista de las Cortes de Cádir
■ no eran, por otra parte — escribe, — estas reformas administrativas, ni otras.
• aunque fuesen más radicales, las que más agriaban los ánimos de los ape-
•gados al antiguo régimen, que comstituíaíi aOh la inmensa mayoría db los
■ espaSoles, sino las que se rozaban con cosas, costumbres y personas ecle-
•siásticas' (7). Quizás el hecho de haber en Cádiz una fuerte y vocin-
glera masa de opinión entusiasta del liberalismo hizo creer á los corifeos
del partido que en toda España sucedía igual: no era asi, empero, y acredita-
ron el engaño las elecciones para las Cortes ordinarias, en que resultaron
elegidos por las provincias muchos más diputados antiliberales que liberales.
Quizás fué aquél un momento propicio para implantar de veras el régimen
constitucional en España; si se hubiera dejado constituir aquella mayoría rea-
lista, es seguro que habria suprimido muchas cosas de las establecidas por
las Cortes extraordinarias; que no hubiese respetado la irreformabilidad por
ocho años de la Constitución; que hubiese restablecido la Inquisición, aun-
que reformándola mucho y, quizás reduciéndola á mero nombre; que habria
restringido extraordinariamente la libertad de imprenta; pero casi seguro,
probabilísimo al menos, que el sistema parlamentario habría perseverado, y
que Fernando VII hubiera gobernado con Gobiernos responsables sacados
de una mayoría realista, como su tío Luis XVIH lo hizo en Francia. Nuestra
Carta habría sido la Constitución de 1812 reformada.
Sin embargo, los liberales de aquel tiempo eran tan intransigentes como
(ij NacJA en Seijlli. Guardia mirioa en 1781. Eitavo «a Su Vicenlc j en TraTalgu.
donde fui herido. Ed la gnerra de la Independencia peleó en tierra, siendo herido «n la bata-
lla d« Espinosa. Liberal exaltado y, como tal, hombre de toda la conGania del partido que
predominaba en lai Corte).
(3) En esta lucha de los liberales con la Regencia de cinco paliaron á tata el mole de
ücgemia dil QuintüU, con el cual se signihcaba la poca capacidad t importancia de los Re-
0) Reglamento de S de Abril de 191}.
(4) Don Pedro Gravina, hermano del célebre marino de Trafa^r.
1^) Viase el número de Katin y fe arriba citado.
|6) Memeriat ilt un sflinlátt. Páfi. 76.
I7) Historia dt EifaíSa. Parte 3.* Libro x. Capitulo xxv.
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HISTORIA DE ESFAÍ9A 557
los serviles que lo fuesen más. EDcerrábanse en it iodo ó tiada^ ó, según la fór-
mula de la época, Constitución, ó muerte, entendiendo por Constitución la obra
integra de las Cortes de Cádiz. Asi mixtiñcaron las elecciones, haciendo que
la Diputación permanente, instrumento suyo, declarase diputados suplentes de
los que no hablan llegado á Cádiz en el momento de ahrirse las Cortes or-
dinarias, á los que lo hablan sido de las extraordinarias, y dificultando la
toma de posesión de los propietarios. Tal fué el primer escamoteo deliberado
de la voluntad nacional por el partido imperante (l).
(l) Latnente (Lu^r cila4o, capitulo XXVi), después de examiaBr las causas, á su juicio,
de perder los liberales las elecciones generales, dice: i<Kué, pues, en el senlido de mantenei lo
"hecho de suma ulilidad, «I reliaimiento de los naevos diputados y el reemplazo por los anti-
»guos CD el lugar d« los que no babian llegado, ; sólo asi padieron de a^ún modo eqnilibrair-
>se los partidos y evilane, siquiera al pronto, ver al uno dcsuuir el edi£:Ío leciín levantado
L> bibliografía de las Cortea de CidÍ2 es copiosísima: Puede diiidirst en oñcial, Mini-
oñcial 7 particular ó privada. A la primera pertenecen la Cotecdón de las atcríloi y órdenti de
las Curies y el Diario di Corles; de las primeras sesiones no hay otra referencia que la de To-
icno en su Historia. El 5 de Octubre de tSlo propuso Oliveros la publicacirin de an Pcriédico
lie Corles; el 13 de Noviembre se nombró redaclor del diario á Kr. Jaime Villanuera, hermano
de D. Lorenio, y oücíbI mayor i (íaliardo, que se habla ofrecido á editarlo por su caenta; em-
peló i publicarse el 16 de Diciembre con Caijulgrafos: los discursos, sin embaivo, están en ex-
tracto. Como obras semi-oüciales pueden contarse: Mi viaje d ¡as Lories, de U, Joaquín Lo-
renzo Villanneva, diario manuscrito de las sesiones sscrelas publicado por las Cortes (iS5o):
y Comen», Aiilelogia di ¡at Corles de Cádii. Igoq. Las obras particulares son muchísimas,
Lnque f Vicens, Lai Corles erfiaüaJas, Madrid, 1850; Kico y Amal, I Hilaria polilita y parlamen-
taria de España, etc. De iSiO i 13 se hin publicado multitud de monografías: Vergara, Los di-
putados ecUsiásIicús ítt tas Cortes di Cádii; Garcil. Apuntes bíagrájicos sobre les diputados Kuj.-
iOHO! de iSitr, Rey Joly, Leí dipuladoi militares de lai Corles de Cádíi; Valle y Bircea, Las di'
fiutados dt Buenos Aires en iStr, Péreí (Dionisio). Las Cortes de Cddir, Gómez Díaz, Los ferió-
ditas durante la p$trra de la independencia; Riano de la IsiMta, La prensa españoles, tu influen-
cia en el génesis, desartallo y finalidad de la Lonsliluciin de iSit, etc. Quien más ba escrito so-
bre la materia es D. Rafael M. de Labra: véanse sus libios España y Amiriea, 1911: La Consti-
tuáán de l8j3. 1890; Lonsliluciin de Cadit [Conferendaí en el Fomento de las Arles) 1891; Dis-
eursús parlamentarios lobre ¡a conmemoración di las Cortes de iSir, Discurso conmemoratorio
díi 24 d; Stptiembre de iSlo en elltatrodt San Femando; Estudios biop á fieos ( MuRot Terre-
ro, Mfjia). Para conocer el punto de vista de los antiliberales, nada mejor, ademis de las ci-
tadas Carlas de El Filósofo Rancio, que Apolo/^ia del Aliar y del T.oiio. ó historia di las reformas
hechas en EspaSa en tiempo de ¡ai llamadaí Corleí, por el P. Vélez, Madrid. 1815. Tiene agudísi-
mas observaciones; v. gr., esta; «lil mismo día que se presentó et proyecto de libertad de im-
iiprenta acordaron las Cortes lomar medidas eficaces para que no se hablase mal de ellas.»
Mny útil también la reimpresil^n y refutación del Manifieslo de los penes, hecha por un liberal
(anónimo) en l8zo; en este curioso libro se ve punto por punto lo que los realistas decían con-
tra las Cortes, y lo <|ue replicaban lo* liberales.
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XXI
BLANCOS Y NEGROS. -SEPARAaÓN DE AMÉRICA
133. La líaccián de l3l4. — 13». Retrato y juicio crltici
(úrico de su reÍDado: fAJ De 1S14 i :320. Polillca ei
giones. — Política y adminislración: La Kracmasonería, conspiración**. — ("SJEI trienio libe-
ral. Independencia de Méjico. — (CJ El leiror de 1S24 y el despotismo ilustrado. Ayacacho,
133. — Constituya rODse las Cortes ordinarias en Cádiz el 25 de Sep-
tiembre de 1815. La fiebre amarilla las obligó á trasladarse á la Isla de León
el 4 de Octubre (i); el 29 de Noviembre acordaron hacerlo á Madrid, donde
se instalaron ei 15 de Enero de 1814. Napoleón había abierto negociaciones
con Fernando VII (12 Noviembre), lisonjeándole la idea de que devolvién-
dole el usurpado trono, conseguiría separar á los españoles de los ingleses,
y el II de Diciembre firmaron el duque de San Carlos y el conde de La-
forest el Tratado de l'ale/tfajr. El mismo duque de San Carlos, y después e!
heroico Palafox, vinieron á Madrid (4 y 10 de Enero), comisionados por el
Rey, para que la Regencia ratificara el tratado. No debían consentirlo las
Cortes, ya porque el Monarca seguía cautivo, ya porque el artículo i;3 de la
Constitución prescribía que basta que no jurara ésta no podía ejercer su
autoridad; y no querían hacerlo los liberales, aún mayoría en las Cortes mer-
ced al artificio de tas suplencias, porque eí consentirlo equivaldría á recono-
cer á Fernando como rey absoluto. Tal era lo que pretendían los realis-
tas, y así lo proclamó el diputado López Reiva en la sesión del 3 de Febrero.
• Cuando nació — dijo — el señor Don Fernando VII, nació con un derecho á
>Ia absoluta soberanía de la nación española; cuando por abdicación de
• Carlos IV obtuvo la Corona, quedó en propiedad del ejercicio absoluto de
trey y señor. Luego que restituido á la nación vuelva á ocupar el trono,
• indispensable es que siga ejerciendo la soberanía absoluta desde el mo-
>mento que pise la raya>.
No podía ser más inconstitucional esta doctrina, ni más opuesta i los
principios que el partido liberal babfa elevado á dogmas; pero era en aquel
momento la popular. Los liberales estaban por casi toda la nación aborreci-
dos como impios y temidos como demagogos. En vano fué que trataran de
desplegar la misma severidad que en Cádiz: había pasado para ellos la hora de
perseguir, y sonado la de ser perseguidos. Hacíanseles cargos itfjustos, como á
D,g,t7cdb/COOgIC
559
todo Gobierno que dura mucho; v. gr., que rio habían atendido debidamente
al ejército, que lo habían hecho maliciosamente para prolongar la guerra, y con
ella su poder, y dado lugar á que no se pudiera expulsar á los invasores has-
ta que lo hizn Wellingtoa. Castaños se expresaba en este sentido. La Bisbal,
tenido por liberal desde que fué regente, conspiraba con Mozo de Rosales y
Gómez Calderón. Las Cortes y el partido que las manejaba iban quedando por
momentos absolutamente aislados de la opinión pública. Nadie les hacia caso.
Todo el mundo tenia fija !a mirada en la frontera, por donde habla de apare-
cer Femando el Deseado.
Salió éste de Valen(,'ay con su tfo don Antonio, su hermano don Carlos,
el duque de San Carlos y otros personajes, todos del antiguo bando fernan-
diao, el 3 de Febrero. El 25 pasó la frontera, frente á Figueras, entregándole
el general Souctiet al nuestro Copona {1), que con el ejército de Cataluña es-
perábanle en nuestro territorio. Por Gerona y Mataró llegó el Rey á Reus,
desde donde debía seguir á Valencia, según el itinerario trazado por las Cor-
tes (decreto de z de Febrero); pero habiendo recibido una exposición de Za-
ragoza para que la visitase, accedió á ello por su propia autoridad. Estuvo en
Zaragoza la Semana Santa, y allf, como en todas partes, el entusiasmo rayó
en delirio. En todas las poblaciones, aun en las más apartadas de su tránsito,
paseábase el retrato de Fernando VI I , cantábanse Te-Denm solemnísimos,
habla iluminaciones y colgaduras, y, como cuenta Fernán Caballero de Se-
villa, <las gentes, engalanadas, con rostros radiantes de alegria, se hablaban,
>se abrazaban por las calles sin conocerle. . . ¡Oh! Era una alegrfa inmensa,
> profunda, unánime, eléctrica, que hacía latir todos los corazones, humedecía
«todos los ojos y ponía en cada labio una acción de gracias al Señor de los
«ejércitos. íFernando Vil acababa de volver á ocupar el trono de sus ante-
>pasados!> (2).
Fernando Vil era en aquel momento solemne verdadero dueño y se-
ñor de todos los españoles. jQuién habla de acordarse entonces de que era un
crimen, según la Constitución jurada, reconocerle como rey hasta que no la
jurase él, ni quién de poner al grito de viva el Rey el adjetivo constitu-
cional? Arrastrados por e! entusiasmo universal, ó mejor dicho, sintiéndolo
también los liberales, competían con Jos realistas en las más ardientes de-
mostraciones. La misma mayoría de las Cortes comprendía instintivamente
que estaba en manos del Rey, y trataba de ponerse á tono con la opinión
avasalladora, decretando que no se nombrase á Fernando en ningún docu-
mento oficial sino en esta forma: Femando el Aclamado, ó que se hiciesen
solemnes fiestas en todos los pueblos, lo cual venía á ser como aquella receta
que daba Quevedo para que le siguiesen á uno las mujeres: caminar delante
de ellas; porque sin necesidad ninguna de que lo mandaran, y aun sin ente-
rarse deque lo mandaban las Cortes, se hacía con creces. Tantas, que las
aclamaciones y las fiestas llevaban dentro de sí, no sólo una significación
monárquica, aino absolutista.
(I) Don Francisco Copons y Navia, primer conde de Tarifa. Nació en Mllaga (17701; ca-
dete á los catorce aSoí, era coronel en Diciembre de 1S07; asistid i la bainlla de Bailen, y en
iSll defendió gloriosa y victoriosa mente i Tarifa, lo que le valJA la ¡¡rae Cruz de .San Feman-
do, y en 1836 su titulo nobiliario. Ahora, como capitán general de Cataluña, tenia el encar-
go de la» Cortes de recibir al Rey y hacerle jurar la Constitucirtn. El intentar lo inundo fué
cansa de que, aunque se le concediera la gran Crui de Carlos III, quedara de cuartel hasta
1S30. Muría eD Madrid el iS de Septiembre de 134Z, y en 1858 se publicaron Afemori.is de hs
oUbs ác 1S14 y tS.O al 14. escritas por íl Iniienlt geníral Exemo. Sr. D. Francisco de Cofiom y
íJtti'iíi. Las publica y tas entrega a la Historia su hijo I). Francisco de Lopons l^aviay Asprer,
íoronel rlc Cahalltría.
¡,a) Elia, ó la España treinta años ha.
,,CoogIc
56o HISTORIA DE ESFAÜA
De Zaragoza encamiaóse el Key á Valencia. En Daroca celebraron con
él una especie de Consejo los personajes que le acompañaban (i i Abñl): el
duque de San Carlos (i) y el conde del Montijo opinaron por prescindir en
absoluto de la Constitución; Palafox, por que la jurara el Rey; el duque de
Osuna se manifestó indeciso, y el de Frías, que debia de ser jurada la L^onsti-
tución, pero con la reserva explícita de introducir las reformas que parecieran
necesarias. En Segorbe (15 Abñl) hubo nueva junta, y en ella el duque del
Infantado dijo: «Hay tres caminos: jurar, no jurar, y jurar con restricciones».
Examinó los inconvenientes de cada solución, dejando traslucir que se incli-
naba á la tercera; pero Gómez Labrador dijo: «Nada de jurar; lo que hay que
>hacer es meter en un puño á los liberales-. El lú llegó el Rey á Valencia,
donde tuvo un recibimiento delirante y francamente anticonstitucional. Pu-
blicábase allí un periódico titulado Lucimfo ó Ftrnatniino, realista rabioso (2),
y acudieron á felicitar al Rey y unirse á su comitiva los ex-regentes Pérez
Villamil y Lardizábal, que no habían de hablarle en sentido liberal, y el dipu-
tado Mozo Rosales, portador de la representación de los persas (3), ó sea el «Ma-
>niñesto que al señor Don Fernando Vil hacen en 12 de Abril de 1814 los
»que suscriben, como diputados en las actuales Cortes ordinarias, de su opí-
• nión acerca de la soberana autoridad, ilegitimidad con que se ha eludido la
• antigua Constitución española, mérito de ésta, nulidad de la nueva y de
>cuantas disposiciones dieron las llamadas Cortes generales y extraordina-
>nas de Cádiz, violenta opresión con que ios legiiimos representantes de la
• nación están en Madrid impedidos de manifestar y sostener su voto, defcn-
• der los derechos del monarca y el bien de su patria, indicando el lemedio
»que creen opoituno^ (4),
Tan largo título expresa todo el contenido del documento, suscrito por
{'19 diputados, y que era un examen histórico- crítico de cuanto habían hecho
los liberales desde 1810, en que todo se censura á bulto, lo mismo el ha-
berse arrogado las Cortes la plenitud de la soberanía, que el haber creado la
cruz de San Fernando; igual las injustas persecuciones contra el obispo de
Orense, que el haber querido redimir á los indios de América de las inicuas
cargas que la codicia de los conquistadores y explotadores de las colonias les
habían echado encima, y se contaban como desacatos á la majestad cosas
tan pueriles como poner desnudo el busto del Rey en las monedas, y no
. . „ ,ue de Lari, duque de Sao Carioi,
, . a peruano; nadó en Urna (1771), donde recibió «smeíada
edacación — lenia el lllulo de Maestro en Aries por la Universidad de San Marcos.— t iogre-
s6 en el ejército. Se dice oue por cuestiones con el Tiirey Ama!, lan famoso en la hislofia
anecdótica del Perú. Iiasladó su residencia á la Peninsula. Tomó brillante participación en la
guerra de 1791-94. Va mariscal decampo, í\¡t ajo del Principe de Asturias [1798^ y pronto se
le reconoció por c.ibeía de la que Unmaba tiodoy /ikcHh /írnam/itia, por lo cual, j pata ate-
jatle de Palacio, se le mandó de virrey i Navarra en 1S07. CuandQ la causa de El ^corial Cné
preso y condenado il dellierro. En Mario de iSjS, nombrado mayordomo mayor j consejero,
acompañó al Rey en su cautiverio, y fui quieii entregó el pasaporte á Femando Vil para toI-
ver á España; en este acto recibió el Toisón de Oro, con la circunstancia de darle el Rey el
que usaba £1. El 3 de Mayo de 1814 fui nombrado Secretario ó Ministro de la Guerra J encar-
gado de todas las Secretarías interinamente; es decir, Ministro universal. En 1S15 lué de em-
bajador i Londres, en 1S16 á Viena. y en 1821 i París. Vivió hasta iSaS.
|ll 1,0 escribía un empleado de Hacienda llamado D. Juslo Pastor Pérei.
ii) Asi la apodaran los liberales por empezar: ■Señor; Era coitombre en los anti-
»gil09 persas pasar cinco días en nnarqula después del lallecimiento de su rey, á fin de qac la
»experíeDcia de los asesinatos, robos y otras desgracias les obligase á ser mit fieles f »a sncc-
»sor. Para serlo Espafla í V. M. no necesitaba igual ensayo en los seis años de su caatÍTi-
dad...>:,flc.
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HISTORIA DE ESPAÑA 56!
con las armaduras arcaicas y ud poco ridiculas que se usabas antes. Los li-
berales hablan querido hacer de la Coustitución un Código sagrado; los per-
sas intentaban ahora convencer á las gentes de que «la monarquía absoluta
>es una obra de la razón y de la inteligencia, subordinada á la ley divina, á
>Ia justicia y á las reglas fundamentales del Estado; que <)os más sabios
• políticos han preferido la monarquía absoluta á todo otro gobiemo»; que
«en un gobierno absoluto las personas son libres, y la propiedad de los bie-
>nes tan legitima é inviolable, que subsiste aun contra el soberano, que
'aprueba el ser compelido ante los Tribunales y que su mismo Consejo ded-
ada en las pretensiones que tienen contra ¿I sus vasallos». Los persas re-
conocían, sin embargo, la conveniencia de las Cortes; pero como en la Edad
Media, «hasta el tiempo de la monarquía austríaca, en que empezó el abuso
• y arbitrariedad de los ministros y á decaer la autoridad de las Cortes, co-
■ menzando también con esto á decaer la monarquía*. Con este idealismo de
las Cortes de Castilla y Aragón, harto más difícil de realizar que aclimatar
las modernas, unían los diputados firmantes del manifestó una malquerencia
absurda contra lo más fundamentalmente bueno que habían hecho las Cortes
de Cádiz, ó sea la igualdad civil. Para ellos era un mal <la igualdad de dere-
tchos de los españoles con los vasallos ultramarinos>; «ta habilitación á los
•españoles oriundos de África para ser admitidos á tas matriculas y grados
>de las Universidades, ser alumnos de seminarios, etc.>; «la admisión de ca-
• detes sin pruebas de Nobleza>, y hasta que se diesen cruces k tos soldados y
toMtbores (i). Se puede afirmar que, asi como los liberales, hiriendo el senti-
miento religioso, hicieron contra su propia causa más que todos los rea-
listas juntos, los realistas de 1814, hiriendo el sentimiento de la dignidad per-
sonal y de la igualdad civil, innato en el hombre, pero desarrolladísimo en
el siglo XIX, hicieron más por el liberalismo que todos los liberales de la
época.
Por lo pronto, los realistas podían cometer todos los desaciertos sin
comprometer su triunfo. Era éste seguro é inevitable. El capitán general
de Valencia, D. Francisco Javier Ello, que ya en su primera presentación
al Rey había pronunciado entusiastas palabras de adhesión al antiguo ré-
gimen y exhalado amainas quejas contra las Cortes, en la tarde del 17 de
Abril llevó á Palacio á todos los oñciales de la guarnición, y delante de Su
Majestad les dijo: iJuran ustedes sostener al Rey en la plenitud de sus derechos}
Sí, Juramos, contestaron todos. El 4 de Mayo firmó Fernando VII el mani-
fiesío de V<üenda, escrito, según se cree, por Pérez Villamil y Gómez La-
brador, en que con protestas como éstas; «aborrezco y detesto el despo-
■ tisrno; ni las luces y cultura de las naciones de Europa lo sufren ya, ni
• en España fueron déspotas jamás sus reyes, ni sus buenas leyes y Cons-
titución lo han autorizado*, se derivaba toda la obra de las Cortes, de-
clarando nulos sus actos, como si «o hubiesen pasado jamás j> se quitasen
de en medio del tiempo. Las Cortes no encontraron defensores en aquel mo-
mento ni en el pueblo ni en el ejército. Hasta lo último mantuvo la mayoría
liberal su intransigencia. En la sesión del 6 de Mayo, Martínez de la
(i) y aún aüade el manifiesto ana cliasola ofeniiva al pundonor del estado llano; cen-
(UTB el <i^eaeTa]luU' uta clase de premios aan al qae mii% lo desea de otra natuiBleiau, es decir,
pecatttano. Ea la idea que Lope de Vega pone en labios de Carlos V en £/ -ualUnli Césptdií
al ordenar que fueran recompensados los soldados que pasaron el Elba: Dad á ¡os ttchíts oficia,
j á ¡ot gut no, cubrid dt ira. En la ípoca de Carloa V y de Lope de Vega era explicable, por-
que la prtocufaciSn neii/iaria lo llenaba todo, aun la mente de los plebeyos. En 1814 era una
torpeza inieniala j un agravio injusifsimo.
Salcedo, tllSTOnrA DE ESPAÑA 36
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562 HISTORIA DE ESPASa
Rosa (i) proponía coa aplauso de todos sus corre ligio nanos que <et diputa-
do que, contra lo prevenido en el articulo 375 de la Constitución, proponga
alguna alteración en ella ó en alguno de sus artículos basta pasados ocho
años de haberse puesto en práctica, sea declarado traidor y condenado
á muerto. £1 capitán general de Castilla la Nueva, D. Francisco Ramón
de Eguia y Latorre (2), disolvió las Cortes y puso presos á los principales
liberales (1 1 de Mayo), secundándole el mismo Presidente, que era realista (3).
A la mañana siguiente el pueblo bajo de Madrid (4), excitado, según se
cree, por el conde del Montijo, rompió tumultuariamente la lápida de la
Constitución puesta en la Plaza Mayor, arrastró por las calles la estatua de la
Libertad que estaba en el salón de las Cortes, y hasta intentó allanar las
cárceles y apoderarse de los liberales presos. El 1 3 de Mayo hizo Fernan-
do VII su entrada solemne con un entusiasmo en el recibimiento que parecía
locura. ¡Cuántos pensarían: la Constitución y el liberalismo se han hundido
en Espaiía para siempre!,., [Para siemprel... ¡Con qué Tacilidad se pronuncia
esta palabra, y cómo viene hartas veces á desmentirla el tiempo!
134.— Cuando Fernando VII volvió al trono de sus mayores aún no ha-
bfa cumphdo los treinta años (5), pero representaba más edad, efecto, sin
duda, de su color cetrino ó de las muchas enfermedades que padeció desde
la niñez; la gota afligía su juventud, y en Valencia, de camino para Madrid,
habla tenido un agudo ataque. Era de mediana estatura, pero de apariencia
robusta, y de uniforme, sobre todo á caballo, parecía muy bien. Tenía la cara
larga, y pronunciadísimas las facciones, especialmente las narices, que le va-
lieron el apodo de Narizotas con que trataron de ridiculizarle sus enemi-
gos; mas 'á pesar de que su figura no habla sido muy favorecida por la Natu-
>raleza, su presencia era siempre agradable, porque reunía á su amable tra-
>to una gracia nada común que hacíalo querido de las damas> (ó). Contri-
bula seguramente á su atractivo la viveza y movilidad de su fisonomía y
gestos, desesperación, según Quin (7), de sus retratistas, la llaneza de su ca-
rácter, su aversión á la etiqueta y la gracia zumbona y satírica de su conver-
sación. A su vuelta de Francia suprimió casi todo el ceremonia! palatino: ya
no tuvo cada persona real su mesa aparte, sino que en Palacio se córala en
familia, como en una casa particular, y siempre con convidados; daba reunió^
()) Don Francisco Martínez de U Rosa nació en Granada el 10 de Marzo de 17S7. A los
veinte años terminó la carrera de Leyes con extraordinario lucimienlo, y uniendo i ella ana
vasta cultura general^ sabía muy bien el latfn. y de idiomas modernos, el iagifs, el italjano jr el
fraccés, el dllimo con lan tara perfección, que en París mismo no se le notaba acento extran-
jero. Uanó por oposición la cátedra de Fiíosoria moral en la Universidad de Granadii, y al es-
tallar la guerra de la Independencia hizo de tu cátedra tribuna pitiíólica, dedicándose también
i escribir en periódicos y á publicar poesías; de tS09 es el canto A la dtfensa di Zaragoia. Por
Taita de edad no fat ele^do diputado para las Coiiet fxirdordinañas; pero si para las ordina-
rias, donde pronto se hizo el primer lugar por su elocuencia. En este periodo era de ideas
exaltadísimas.
Nació en Bilbao (5 Mano 1750). Hiio la expedición de Argel (l775) y guerras de la
'■■^■' -■-'"---'",„ (lygj -gs), Portugal (1801) y la déla Independencia. No consintió
modo que como era moda eo tiempo de Carlos III, y de aquf le vina
el apodo de CoUlilla, con que era conocido universalmente.
(3'1 Don Antonio Joaquín Pf rez, americano, diputado por la Puebla de los Angeles.
(4) Los historiadores liberales, como Toreno y Laraenle, Cuando se trata de nn movi-
miento popular conforme con sus ideas, llaman al pueblo bajo pueblo á secas, j cuando el
movimiento es antiliberal, le Wtxata pUbf. Los realistas, al contrario.
IS) Habla nacido en El Escorial el 14 de Octubre de 1784,
(b) Fernández de Córdoba: Mis M/morias intima!, tomo I, pág, 69. Mesonero Romanos
dice lo mismo.
(7) Memorias hisióricns ¡obre Femando VIJ, por Michael J. Quin. (Traducidas al caste-
llano por D. Joaquín García J i mtnei).
,,CoogIc
HISTORIA DE ESPAtlA
Femando VII
(Cuadre di Coya).
nes en su cámara, con conciertos y toda clase de diversiones de sociedad, á
\í sazón en uso; salía á paseo en berlina, con un solo individuo de acompafia-
mientu y sin escolta; en las audiencias particulares, aun de los que iban á
Palacio por primera vez, recibía sentado en un sofá, y fumando siempre; en
la audiencia pública, que daba diariamente, todo el mundo tenia acceso á la
real cámara, viéndose allí hasta pordioseros, y oía, no sólo pacientemente,
sino muy interesado, cuanto le contaban, tomando notas con sus secretarios
de los memoriales que le entregaban (i). Mucho más difícil ha sido des-
(■). Viaiue lis obrai dtidaí, j mdemis Blaqnierc: Ltltres tur CEspapie, iSlt.
D,g,t7cdb/GOOgIC
564 HISTORIA DE ESPAÑA
puéSi escribía el general Córdoba, hacerse oir, no ya de un ministro, sino de
cualquier fuDcionario, que en el reinado de Fernanclo Vil del monarca, y los
que acudían á él estaban seguros de ser atendidos si su pretensión ó queja
parecían justas á S. M. Un vendedor de agua acudió á querellarse contra el
corregidor de Madrid, que le habfa hecho quitar su puesto en la plaza de
Oriente; el Rey le oyó en la escalera de Palacio, y mandó que volviese á po-
nerlo con un letrero sobre los cántaros que decía: Aguí se vemü agua (U real
orden (i). En un baile de máscaras de sociedad (1832) á que concurría la
mejor de Madrid, empezando por los infantes D. Francisco de Paula y doña
Luisa Carlota, se presentó el actor Valero vestido de frac y con la cara des-
cubierta, y fué tan mal recibido por aquella aristocrática concurrencia, que
tuvo que salirse abrumado por las descortesías de que le hicieron víctima;
pero, no conformándose, corrió al teatro del Principe donde estaban los re-
yes, entró en el palco, y expuso al monarca lo sucedido. Fernando Vil llamó
al corregidor, ordenándole que arreglase aquello inmediatamente á satisfac-
ción completa del actor, y el corregidor anduvo aquella noche de casa en
casa de los de la Junta directiva de la Sociedad preparándolo todo para que
Valero fuese convidado á otro baile, como se hizo, y en el cual se presentó el
agraviado con el mismo traje que antes, á recibir el forzado homenaje de los
que habían querido humillarle (2].
Del humor chancero y satírico de Fernando VII quedan múltiples ejem-
plos. La Universidad de Alcalá conñrió el grado de Doctor al infante D. An-
tonio Pascual, tan conocido por sus simplicidades, y Fernando VII ya no le
llamaba, aun delante de gente extraña, sino mi tío el doctor (i). Mesonero
Romanos encontró diñcuitades para publicar su Manual de Madrid, dimana-
das, no del rigor de la censura, sino de ia malquerencia personal de un es-
cribano del Consejo de Castilla. Deshecha la intriga y publicada la obra, fué
recibido en audienda particular por el Key, que <hallibase á la sazón ves-
»tido con harta sencilleii pantalón y chaqueta redonda, de Mahón, sentado
>at lado de una mesa». Fernando Vil hojeó el libro, y dijo á su joven autor:
<Me parece muy bien y muy útil. Ya sé que has tenido algunas triquitíuelas
>Con los golillas; son mala gente» (4).
Del carácter moral de Fernando VII no es fácil formar un juicio exacto
é imparcial: los escritores liberales, directores de la opinión en el período
posterior á su paso por el mundo, lo han pintado como un monstruo, no sólo
abominable tirano, sino malísima persona en todas las relaciones de la vida;
y los escritores realistas han admitido ese retrato, y aun algunos recargan las
tintas de ciertas partes de su figura. Es raro hallar una pluma medianamente
benévola, como la de Aparisi Guijarro, que escribió: 'Feniando VI! no fué
>nn gran rey; pero los tiempos eran arduos, y tas circunstancias temero-
>$as> (5). Más raro, una defensa de Fernando VII por el aspecto de rey demó-
crata ó amante del pueblo, como la reciente de Antón del Olmet (6). Bien es
cierto que el libro del marqués de Dos Fuentes ha venido en son de protes-
(1) Meianero Romanos. MciHoñai, pig. 3S9.
(2} ídem, pág. 387.
(31 £s célebre »u detpedida del Consejo de Castilla al marchar i Franna en Maro
de lSc£: Adiii, siñertí, iaila íI valle áe yosafal. ¡Dios ne¡ la lUpart Auenal Y no meaos lo qae
'*' > á un embajador en 1S14, cuando recibió el titulo de almirante, i la vez que D. Carlos
Isidro el de aeoeraldimo: A mi por a/^a y á mi soiriHO fiar licrra, guí no¡ CHlrm. Mart6
lo Abril 1817) de una pulmonía, á los lesenia y un aíios de edad.
{4) Memorial, pie. 369.
(si La Retlauractón, 1874-
(6) Don Fernando Antón del Olmet, msrqufs de Doi Fuentes: Bl tiurfo diplemátiíf
ifiaüol en la guerra de la tnátpenditiíia.
dijo á
UA-M
,, Google
HISTORIA. DE ESPAÍlA 565
ta contra los muchos y eruditos trabajos de Pérez de Guzmán, en que se
nos presenta ud Femando VII, hijo perverso, afligiendo la ancianidad glorio-
sa del buentsimo Carlos IV, de la santa María Luisa, y sobre todo de apul
pobreciio Godoy, ministro de genio, que por culpa de Fernando 'j ác la facción
fernandina no pudo hacer de España una potencia de primer orden.
La pasión de los liberales contra el rey que no se dejó manejar por ellos
y que los persiguió implacablemente, es humana, naturalfsima. Lo mismo la
de tos realistas; porque, aparte de que también acreditó que tampoco le sa-
tisfacía el papel de mero instrumento de su partido, él fué quien á la postre,
quitando la herencia del trono á su hermano D. Carlos, les quitó el Poder
para siempre. Y hay que convenir en que las ciTcunstandas de su vida fueron
las más á propósito para dar asidero al encono de unos y otros y colorear
de severidad moral las invenciones del odio. El historiador que aspire á me-
recer este titulo, y no el de escritor de partido, tiene que prescindir de las
declamaciones tendenciosas y de las interpretaciones apasionadas, fijarse
sólo en los hechos probados, y deducir de ellos lo que la lógica y el buen
sentido prescriben, juzgando á Fernando VII con la frialdad y serenidad
propias de ta Historia, como si fuese un rey de la Edad Media.
Resalta desde luego en su figura moral un defecto grave, impropio é in-
digno de su elevada posición: era cobarde. Ya de niño lo demostró llorando
como un berraco en el puerto de Cádiz y temblando de miedo ante la pers-
pectiva de embarcarse en la escuadra, por lo cual su padre, aunque tan bon-
dadoso, hubo de reprenderle con severidad. De hombre, siempre que se le
presentaroa circunstancias en que veía claro un peligro personal, se descon-
certaba. No tenía ni asomos de vocación de mártir. Se te ha hecho un cargo
de su oposición y aun conjuraciones contra Godoy. jQué hijo, al no carecer
en absoluto de sentido moral y decoro, no se hubiese revuelto contra Godoy
una vez enterado del ignominioso papel que representaba en su casa? jQué
príncipe no hubiese procurado volver por la d^nidad de la Corona y por la
honra de la dinastía, mancillada por aquel advenedizo apoyado en la incon-
cebible locura de la Reina? La Historia hubiese absuelto á Fernando VII si,
como Sancho el Bravo, se hubiese alzado con el reino, dando á sus padres
un cómodo retiro en que hubieran dejado de poner en ridiculo á la nación, y
al favorito, el merecido castigo. El cargo que se debe hacer al príncipe de
Asturias es por su falta de resolución y energía, y por el miedo que se apo-
deraba de él cuando su mamá y el favorito enterábanse de sus pasos y con-
versaciones. Entonces se prestaba á todo, besaba la mano de Godoy y, ate-
rrado, llegaba á la feísima acción de delatar á sus cómplices; es decir, á sus
amigos y ñeles servidores. Temía realmente que pudieran llegar á matarle
su madre y el valido.
Del miedo á Godoy pasó súbitamente Fernando VII al miedo á Napo-
león. En Valen^ay el espectro del duque de Enghien no se apartó ni un mo-
mento de su aterrada imaginación. Temía— y no era este un temor pueril —
que Napoleón lo haría fusilar en cuanto lo creyese conveniente á su política.
¿No iba él á firmar todas las cartas del imperial secuestrador que te presenta '
ba Talleyrand ya escritas, ó á escribir las que éste le indicaba, y que no te-
nían otro objeto sino desacreditarle publicándolas en El iionitor y en la Ga-
ceta, de Madrid? (i). Se libertó al ñn de Napoleón; pero fué para caer en el
lO qae le h> hecho Ik crlticm d* Feí-
D,g,t7cdb/COOgIC
566 HISTORIA DI ESPAÑA
miedo que se le inspiró diestnunente i los liberales. Se le hizo creer duran-
te la época constitucional que en Cádiz, y en una reunión tenida en el céle-
bre café de Apolo, donde se reunían los liberales más exaltados, haUa sido
condenado á muerte. Quizás fuera esto un infundio; pero no lo fué que del
20 al 23 los que asesinaron al cura de Tamajón en Madrid y al general Elfo
en Valencia eran capaces de reproducir la tragedia de Luis XVI; y Keman-
do, que en Valen^ay sólo pensaba en el duque de Enghien, durante el trie-
nio tenía siempre en la mente á su tio el rey de Francia. Tuvo en aquellos
tres años ocasiones sobradas para reconquistar el Poder por si mismo, sin
necesidad de que viniesen los 100.000 hijos de San Luis, especialmente
cuando la revista que pasó á la Guardia Real en Mayo de 1821, al día si-
guiente del asesinato de D. Matías Vinuesa. <Todo el mundo creyó en Ma-
• drid después de la revista que el Rey habla dado el primer paso para re-
• coger las riendas del gobierno y refrenar la anarquía, castigando severa-
>mente el crimen; pero se engañaron» (i). Á S. M, le faltó, como siempre, el
valor personal en el momento critico.
Y fué lastimosa esta falta de ánimo, porque deslustró muchas bue-
nas cualidades que tenía Fernando VII, y engendróle otra aún más fea que
la misma cobardía: tal fué la doblez con que trataba á las gentes, según que
se veía en poder de ellas ó dominándolas, su maestría para engañar con las
apariencias de la más franca cordialidad. Felipe II mostrábase afable, pero
severo, serio, hablaba poco y muy bajo, y así ninguno podía luego llamarse á
engaño si cafa sobre él la real indignación; Fernando VH acariciaba á los que
aborrecía, daba un buen cigarro habano y decía unas cuantas chirigotas al
ministro que ya tenía depuesto, y hasta condenado á destierro ó prisión.
(Cómo no había de hacerse antipático á sus víctimasi* (Cómo no habían da
hallar sus enemigos pretextos ó motivos para desacreditarle ante la poste-
ridad?
Y era lástima, repelimos, porque cualidades excelentes habla en el. Era,
en primer lugar, un hombre listo, de viva comprensión que contrasta, no ya
con la imbecilidad de su padre, sino con la cortedad de entendimiento de su
abuelo Carlos III y la todavía mayor de su tío Fernando VI, Con Fernan-
do Vil recobra la augusta estirpe de ios fiorbones algo de la agudeza de su
fundador Enrique IV. Carlos IV tomaba rapé, cazaba y dejaba que goberna-
se Manuel; su hijo fumaba, leía, admiraba los bellos cuadros y las estatuas
hermosas, conversaba con chispa y se ocupaba en los negocios de Estado,
descendiendo hasta los detalles más nimios de la Administración. Entusias-
mábanle las Bellas Artes, siendo esto quizás lo único bueno que heredó de su
madre (2). «Lo demostró en su perseverancia en fundar y sostener con enor-
>mes sacriñcios y á expensas de sus propios palacios el magnífíco Museo
>del Prado; favorecía grandemente á los distinguidos pintores de Cámara
• don Vicente López, D, José Madrazo y D. Juan Rivera y á sus hijos res-
• pectivos; encargaba obras de arte á otros, y en los últimos días de su exis-
• tencia acudía trémulo y fatigoso á la solemne repartición de premios de la
• Real Academia de San Fernando . . . No contento con dispensar su protec-
• ción á los artistas vivos, y apartándose de la costumbre recibida, y hasta
• recientemente establecida como íey en la capital francesa cuando se n^ó
•el permiso para erigir una estatua á Moliere con el absurdo concepto de
• que este honor estaba reservado á los soberanos, mandó al escultor Sola
,, Google
HISTORIA DE ESPASa 5^7
■esculpir la estatua de Cervantes, y colocar en la casa donde murió éste una
■inscripción que asi lo recordase» (i).
En punto á costumbres privadas, el general Fernández de Córdoba dice,
refiriéndose á las jornadas de Aranjuez, que <en intrigas amorosas, como en
>todo, se hallaba el Rey á la cabeza de su corte, y sin faltar á las convenien-
>cias y respetos de la moral, era uno de los caballeros más obsequiosos de
>su época con las damas» ¡alu-
de en seguida á dos anécdotas
galantes de S. M. (2). Quin, á su
vez, escribe: <EI vulgo creía
■que el duque de Alagón era
>d agente de los amores se-
>cretOs de Fernando: es bien
>cierto, sin embargo, que este
•Rey nunca tuvo amoríos pú-
•blicamente conocidos. Sin
■ duda brotaron aquellas mur-
> muraciones de los paseos noc-
■turnos que daba el monarca
■con el Duque, ambos de rigu-
>roso incógnito» {3). Es un he-
cho probado que en Valen(;ay,
ya fuese por castidad, ya por
cautela, resistió con cumplido
éxito la seducción de las her-
mosas y elegantes mujeres que
Talleyrand enviaba para entre-
tenerle, expiarle y envilecer-
le; allí dejó en el cura del pue-
blo la impresión de que era un
santo, ya por su pureza de vida,
ya por su piedad, ya por las M.rU CcUiioí de Borbún.
abundantes limosnas que re-
partía. Consta igualmente que
amó con ternura á sus cuatro mujeres: Doña María Antonia de Borbón (de Ju-
lio de 1S02 á Mayo de 1805), Doña María Isabel de Braganza (4) (de Septiem-
bre de 1S16 á26 de Diciembre de 181S), Doña María Josefa Amalia de Sajonia
(de Octubre de 1819a ly de Mayo de 1829) y Doña María Cristina de Borbón,
que le sobrevivió. Era su corte morigerada, y hasta puede calificarse de auste-
ra. Blaquiere describe asi las costumbres del Rey, en 1821: <Se levanta á las
>seis y oye misa; se desayuna con la Reina, á cuyo acto asisten el médico ó el
«capitán de guardia, hablando con ellos familiarmente; después un par de
■ horas en el despacho, y sale á paseo en berlina y sin escolta, con un solo
»servÍdor¡ algunos días visita en este paseo algún establecimiento público, y
■de tiempo en tiempo, en vez de pasear recibe á los grandes ó embajadores;
■come á las cuatro con toda la familia real; luego, á fumar y á dar un paseo con
(i) MeioDCTo, MtiHoriai, pág. 390.
(j) Mimónos, tomo i, pAg. 71.
(3) Jefe de U Giurdií Reel y el acompañante asiduo de Fernando Vil. Coa su ¡Hdisptn-
¡oble Alagón. . . ic lee en T«ríai relaciones de la época.
(i) A la vez casú la hermana de esta señora, daÜB Maifa KTancisca, con el inlanie don
Cailoi. Airegló estos enlaces el franciscano Fr. Cirilo Alameda y Brea, adquiriendo con ello
DOCable influencia política, j que íai luego muchos años cardenal y arzobispo de Toledo.
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568 HISTORIA DE BSPaSa
>la Reina. De vuelta á Palacio da su audiencia pública, á que es admitido
>todo el que lo solicita, incluso los mendigos, y se retira después á un gabi-
>nete con sus secretarios á examinar los memoriales que ha recibido. Todos
>los días recibe á los ministros y lee ú oye música*.
Se puede añrmar en redondo que Fernando VII tuvo siempre un sincero
y vivo deseo de cumplir bien sus deberes de rey, y que se aplicó constante-
mente á cumplirlos. Ahora, que el concepto que tenia él de estos deberes
era muy distinto del que tenían los liberales, y aun diferia del que profesa-
ban muchos realistas. Conforme á la enseñanza que habla recibida, al medio
en que se habla formado, y aun á la opinión de la mayoría de sus subditos,
para Fernando VII el tipo ideal de rey era un gran señor patriarcal, con la
plenitud de la soberanía, que tenia que dar á Dios estrecha cuenta del ejer-
cicio de su poder; pero á Dios tan sólo; legislador, gobernador y juez de su
reino, que habla de valerse de ministros, funcionarios y jueces para el ejer-
cicio de su cargo, pero sin ñarse de ellos demasiado, porque propenden al
abuso en perjuicio del pueblo; premiador de los buenos, azote de los malos,
amparo de los humildes y desvalidos. De este concepto, que no era otro sino
el que se habla profesado en la Edad Media y en la Moderna, el trazado por
teólogos, ñlósofos y moralistas escolásticos, deduda él sus regias obligacio-
nes: no tener validos ni favoritos, inspeccionar constantemente la obra de
sus ministros y magistrados, intervenir en ella cuando lo creyera necesario,
oir las quejas de todo el mundo, descargar su cuchilla cuando fuese menes-
ter. Y á estas normas ajustó su conducta siempre que pudo, que fué en cor-
tos períodos de su reinado, pues cuando no le oprimían los liberales, arras-
trábanle en su torbellino los realistas. Y la porción más ardorosa de este
partido comprendió al cabo que las ideas del Rey no coincidían exacta-
mente con las suyas. Lejos de ser opuesto Fernando á la tradición regalista
del siglo xviii, uno de sus primeros cuidados fué poner en vigor la Novísi-
ma Recopilación (i); pidió al Papa la aplicación al Estado de las rentas de
los beneficios eclesiásticos sin cura de almas (2) y de las encomiendas y
maestrazgos de las Ordenes militares, la venta de la quinta parte de los bie-
nes de la Iglesia, y la reducción de los Institutos religiosos; en 1824 se opu-
so al restablecimiento de la Inquisición, y la única ejecución capital por de-
lito religioso efectuada en su reinado no fué por su orden ni consentimiento.
Todo esto se concretó en el despotismo iinstrado de sus años postreros, ver-
dadero puente del antiguo al nuevo régimen.
135 . — (A) De 1S14. á i8i¿. — Se caracteriza este periodo por el frecuen-
tísimo cambio de ministros. La obsesión del Rey era que no le atribuyesen
favoritos como á su padre. Los primeros ministros fueron: el duque de San
Carlos (Estado), D. Pedro Macanaz (Gracia y Justicia), el general Eguia
(Guerra), D. Luis Salazar (Marina), D. Cristóbal de Góngora (Hacienda). Á
Macanaz se le acusó de vender los destinos, y una mañana muy temprano
(8 Noviembre 1814) se presentó el Rey en su casa, yendo á pie y sin otra
compañía que la del duque de Alagón: le cogió tos papeles, lo arrestó, y el
25 del mismo mes lo exoneró y mandó encerrar en el castillo de San Antón
de La Coruíía; le sucedió D. Tomás Moyano. San Carlos fué separado, según
los términos del decreto, fior su cortedad de vista, reemplazándole Ceballos.
Á Góngora le sucedió Pérez Villamil. En 15 de Marzo de 1815 se creó un Mi-
nisterio de Policía á cargo del general Echevarrí. Al general Coletilla (Egula)
le sucedió Ballesteros, y el reemplazo de éste es anécdota que pinta muy bien
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HISTORIA DE ESPAÜA 569
la época. Estando algo delicado de salud, el MÍDÍstro de la Guerra vivía en
una casa de campo de las cercanías de Madrid; el Rey iba A verle diaña-
mente, y despachaba con él. Un día le dijo que era menester se trasladase á
la corte sin tardanza, porque había asuntos que sólo podían verse bien en la
Secretaria; hízolo así el general, y jcuál serla su sorpresa al encontrarse
cuando llegó con un decreto exonerándole y desterrándole! Desterrado fué
igualmente Echevarri al suprimirse el Ministerio de Policía á los seis meses
de haber sido creado. Al Ministro de Hacienda González Vallejo, le condenó
(23 Enero 1826) á diez años de presidio en Ceuta con retención, por haber
abusado de mi confianxa^jf bittmts deseos dándome informes falsos ¡levado sola^
mente de odios personales ú otros motivos, etc.
Seria el cuento de nunca acabar el de la danza y contradanza de minis-
tros en estos seis años. Por lo pintoresca y típica se destaca de aquella ca-
terva de ministros la figura de D. Juan Lozano de Torres, que, según las
Memorias de la ¿poca, no fué sino un truchimán que por las más grotescas
adulaciones se ganó la voluntad del Rey; llevaba siempre al cuello el retrato
del monarca, y convenció á éste— asi al menos se creía — de que una ex-
traña identidad de temperamentos existía entre los dos: «mandaba un criado
>á Palacio al amanecer para enterarse de cómo había pasado la noche Su
• Majestad. Asi supo un día que el Rey había tenido un cólico, y en seguida
>se presentó él en el regio alcázar solicitando ver desde luego á S. M. Reci-
>bido, contó á su señor que acababa de sufrir un cólico. Pues yo también,
>dijo el Rey. Y resultó que los síntomas hablan sido iguales. V. M. se admi-
•rará de esto, replicó Lozano; pero yo no, porque estoy seguro de que cuan-
»tO suceda i V. M., me tiene que suceder á mU (i). Es probable que esto no
sea más que un chascarrillo inventado para poner en ridiculo á Fernan-
do VII y á su adulador; pero no es chascarrillo que Lozano, sin ser letrado
ni saber latín — cosa que en 1817 se tenia por deshonrosa en una perso-
na bien educada, — fué ministro de Gracia y Justicia. Su elevación fué, sin
embargo, rápida y pasajera, y el Rey hablaba luego de él con sumo des-
precio.
De D. Tomás Moyano se murmuró mucho por haber colocado en un solo
día á veinte parientes suyos. [Cuántos han dejado después muy chico á Mo-
yano! Hubo un ministro notable, D. Martín Garay (de 23 Diciembre l8l6á
14 Septiembre iS 18), liberal á la inglesa, como Jo vel I anos. Partidario del sis-
tema bi-cameral y hacendista á la moderna, intentó un arreglo general de la
Deuda y la uniñcación de contribuciones, y tropezó en la oposición del clero
y en la más fuerte de los intereses creados y del natural deseo de pagar lo
menos posible. Como ha sucedido á todos los reformadores de la Hacienda,
contra Garay se hizo guerra popular, hasta por medio de coplas y toda suerte
de composiciones festivas. He aquí una muestra:
SeSor don Martín G»ray:
usted Doa está CDgañando,
usltd noi está sacando
el poco diaCTO que hay:
Di SmJth ni Bautiita Say
ensefiaron tal doctrina;
V desde que nsled domina
la naciún con su maniobra,
el qae ha de cobrar no cobii,
y el que paga se arruina.
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570 HISTORIA DE ESPAÑA
Lxis liberales parodiaron esta décima, diciendo que
No es el honrado (Jaraj
el que no* etU engiüando,
ni qaicn dos eiU sacando
el poco dimeio que haj.
El Rey i¿lo ei el qae cobra,
; el &lado se anuina.
Lo cierto es que la situación fiaancicra ao podia ser más desastrosa,
como era natural, después de la guerra de la Independencia, no viniendo ya
de América los caudales que en tiempo de Carlos III y Carlos IV hablan
disimulado la efectiva ruina, no habiendo crédito, ni un sistema, bueno ó malo,
de impuestos y pagos. La guerra de la Independencia habla dejado todos los
rastros que son lógicos de lucha tan prolongada y de su peculiar carácter:
verbigracia, la Península estaba llena de bandidos que, no pudiendo ya dedi-
carse á matar franceses y á robar á los afrancesados, robaban y mataban á los
viandantes pacfñcos (i).
Como casi todos los ministros de la época, Garay no sólo fué depuesto,
sino desterrado. Y no se libraba el Rey coa tan extraña conducta de lo que
más temía, ó sea de que le achacaran favoritos, pues este papel se asignaba
á las personas que íntimamente le trataban y concurrían á Palacio todos los
días: el nuncio Gravina, D. Blas Ostolaza, bscoiquiz, los duques del Infantado
y de Alagón, Ramírez de Arellano, D. Antonio Ugarte y Pedro Collado (a)
Chamorro (2), formaban lo que se llamó la camarÜla, cuya influencia, espe-
cialmente en la provisión de destinos, fué muy exagerada. Á la eamaril/a se
decía pertener también el embajador de Rusia, Tattischeff, pero su influjo
pertenece más á la
PoUtica exterior. — Se ha criticado á Fernando VII el no haber per-
severado en la ahanza inglesa iniciada en la guerra de la Independencia.
Conviene no olvidar que en 1814 el objetivo principal ó Iónico de nuestra
política era sostener en América la dominación española, ó restaurarla en las
regiones donde habla sido destruida. Ahora bien; el interés de Inglaterra era
en este punto fundamental contrarío al nuestro. Aun aliados con nosotros,
los ingleses hablan favorecido á ¡os insurgentes, y durante las Cortes de Cádiz
nos ofrecieron su mediación para pacificar aquel continente; pero una media-
ción equivalente á proponernos el reconocimiento de la independencia. No
podíamos, pues, contar con Inglaterra para lo que pretendíamos entonces, y
era obligado buscar el necesario apoyo en otra parte. Los vínculos dinásticos,
la tradición de más de un siglo, la situación geográfica y las promesas de
Luis XVIII de ayudarnos en lo de Améríca nos impulsaban hacia Francia;
pero como ésta pintaba poco en aquel momento, Fernando VII buscó el apoyo
de Rusia, cuyo zar Alejandro era el potentado de moda en Europa, al que se
consideraba arbitro de todo. Es cierto que la alianza rusa no oos sirvió para
(1) Por Real cédala de 10 de Jaliode 1S17 se organizó una campaBí eeneral contra loa
12) L'earle ere un ngente de negociog que por la proleccidn del embajador de Rasia J
del general Kguia UegcS i \tle del negjociado 6 sección del Miniíierio de la Guena qne prepa-
raba lis expediciones á Amfcica. Se le achacaba como an eran derecta haber lido de ruBo
espoitUIeio en Madrid, lo que se le debía haber apuntado como nna cualidad ó mérito. (Jba-
morro era un servidor de eicslera abajo que acompañó en su cautiverio í Femando, j i quien
£ste quería mucho, teniendo en su lealiad absoluta confianza. Parece que, como del pueblo
bajo madrileño — había sido vendedor de agua, — tenia cieña gracia chulesca, que dirlanios
boy, y que agradaba mucho al Rey.
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HISTORIA DE ESPAÜA 571
nada y que no dos dejó más rastro que la consumación de un negocio de qne
aún se hacen cargos á Femando VIL necesitándose barcos con ui^encia para
la guerra de América, contrató el Rey directamente con el Zar la compra de
cinco navios de 74 cañones y tres fragatas de 40, por la suma de 13.600.OOO
rublos; los barcos rusos llegaron i Cádiz el 21 de Febrero de 1818, y resul-
taron absolutamente inútiles por la mala calidad de las maderas y de la
construcción, y el mejor prestó servicio nueve años. Los periódicos ingleses
publicaron el texto — real ó supuesto — del convenio entre ambos soberanos,
y, como es natural entre nosotros, en España se hizo cuestión política. Los
liberales decían que la compra de los barcos habla sido hm enorme cíomcAuHo
del Rey; los realistas llamaban masones y jacobinos á los que hablaban mal
de los barcos rusos. Es lo cierto que no se sabe si llegaron á pagarse los bar-
cos, y que lo probable es que no (i); en tal caso, por malos que fueran, re-
sultaron baratos. El hecho demuestra la imposibilidad moral de sostener en
nuestro tiempo la monarquía absoluta tal y como la concebía Femando VII.
Si el expediente de compra hubiese sido público, si hubieran informado Jun-
tas y Comisiones, se hubiera podido ver más claro en el asunto. Verdad es,
sin embargo, que boy do nos podemos quejar en negocios de esta índole de
falta de publicifiad, y jno son acusados los ministras cuando contratan una
escuadra ó un empréstito, en los mismos ó parecidos términos que lo fué Fer-
nando Vil por la compra de los barcos rusos?
También s? censura á Femando Vil por el papel poco airoso que hizo
España en el Congreso de Viena, abierto el 1." de Noviembre de 1814. In-
glaterra, Austria y Frusia babfan acordado previamente (22 Septiembre)
que sólo ellas resolverían sobre la distribución territorial de Europa, y que
Francia y España habían de limitarse á proponer y objetar. Realmente,
¿qué interés teníamos nosotros en aquella distribución^ Asegurada nuestra
independencia, nada teníamos que hacer más allá de los Pirineos. Censura-
bilísimo tué que hiciéramos hincapié en la devolución del Ducado de Parma
al infante Don Carlos Luis, cosa que obtuvimos al cabo (1817), y con el de
Luca, de propina, para la ex-reina de Etruria, sin haber ni pizca de interés
nacional en la reclamación ni en el logro. Portugal reclamó ante el Congreso
que le devolviésemos la plaza de Olivenza, que poseíamos desde 1801 por el
Tratado de Badajoz, y asi se otorgó; pero el Gobierno español se negó á cum-
plir el acuerdo europeo, y la plaza y su territorio no salieron de nuestro po-
der. Uno de los acuerdos más gloriosos del Congreso de Viena fué la aboli-
ción de la trata de negros (8 Febrero de 1815), promovida por Inglaterra;
nuestro interés estaba, sin embargo, en diferir el cumplimiento de tan justo
y humanitario acuerdo, por los efectos que había de traer al trabajo agrícola
en América, trastorno siempre sensible, y más en las circunstancias que allí
se atravesaban. Gómez Labrador pidió un plazo de ocho años para prohibir
la trata (2).
América {Méjico). — La derrota y muerte de Morelos fué un golpe deci-
sivo sobre la insurrección. Quedaban todavía en armas unos 25.000 hombres,
con jefes de prestigio y -valer, como Terán y Bravo; pero el virrey disponía de
un ejército de 40.000 hombres, casi todos mejicanos, perfectamente oi^ani-
zados y armados. El sentimiento realista de estos mejicanos era tan vivo y
ardiente, ó todavía más, que el de los de la Península. Un ejemplo: el jefe
insurgente Osomo entró en el pueblo de Tenango y destmyó la iglesia con
(I) ViMeOnio.
(3) Víase Etfaga itt el CoHgrtio dt Vttna, según ¡a (errespstidtntia ofieial de D. Pedro
Gimit Labrador, marqu '.¡ dt Labrador, poi W. R. de Viltanrratia. Madrid, 1907.
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572 HISTORIA DE ESPAÑA
SUS imágenes; levantáronse contra ¿I, no sólo los indios, sino las indias del
contorno, con tal ímpetu, que una de ellas, María Cordero, poniéndose al
frente de tres hermanos suyos, arremetió con quince insurrectos, mató^i cinco,
y puso en fuga á tos restantes. El 20 de Septiembre de 1816 entregó Calleja
cl mando al teniente general de la Armada D. Juan Ruiz de Apodaca; el
nuevo virrey abandonó el sistema de implacable rigor seguido por so ante-
cesor, y, sea por efecto de su benignidad, ó, como creían los partidarios de los
fusilamientos, por estar ya domada la insurrección, el hecho es que decayó
ésta considerablemente. A reanimarla fueron varios aventureros ingleses y
yanquis, y — iquién lo creyera! — aquel Mina, D. Francisco Javier, tío de
Espoz y Mina y su jefe hasta que cayó prísionero de los franceses, que lo
tuvieron encerrado en el castillo de Vincennes durante toda la guerra de la
Independencia.
Al frente de un reducido grupo de ingleses, franceses, italianos, españo-
les y algunos pocos mejicanos se presentó en Méjico, diciendo que <el grito
de todos los españoles capaces de raciocinio es que en América ha de con-
quistarse la libertad de España. La esclavitud de ésta coincidió con la con-
quista de aquélla, porque los reyes tuvieron con qué asalariar bayonetas. Se-
párese la América, y ya está abismado el coloso del despotismo, porque inde-
pendiente ella, el Rey no será independiente de la nación. Méjico es el cora-
zón del coloso, y es de quien con más ahinco debemos esperar la indepen-
dencia. . .>, etc. (i)- o en otros términos: para que triunfe en la Península el
partido liberal, lo mejor es que Méjico y la América entera se separen de Es-
paña, y á eso vengo yo (2). Mina demostró harto mejores condiciones de cau-
dillo militar que de patriota, y dirigió la campaña con habilidad suma, lo-
grando varias victorias hasta el 27 de Octubre de 1817, que fué sorpren-
dido y hecho prísionero en la Hacienda del Venaáitú (3). Murió Mina fusilado
por la espalda, como traidor, en el Cerro del Bellaco, y escribió en capilla
una carta al general Liñán protestando de <quc moría con la conciencia
■ tranquila, y que si alguna vez dejó de ser buen español, había sido por
.error. (4).
Con el fracaso de Mina decayó la insurrección de tal modo, que en 1820
sólo quedaban partidas insignificantes guarecidas en los terrenos más es-
cabrosos.
Las otras regioHes del ConthuHU. — En todas los sucesos enlazáronse
íntimamente. La Argentina, ó como se decía entonces, las Provincias Unidas
de ¡a América del Sur, estaban entregadas á la anarquía, sucediéndose allí
los pronunciamientos militares, tos Gobiernos y tas Constituciones con ver-
tiginosa rapidez. Unos caudillos querían volver á la obediencia espsBola
como único medio de poner fin á semejante estado de cosas; otros, entregarse
(I) PiocUma de o de Septiembre de 1S16. (Dx.para ¡a Historia tU Mijito, tomo vi, pi-
BiM SS8).
(i) La misma idea expresaba et periodút* cubano D. Joaqaln Inbnte, que ¡ba con Mina
en calidad de audíroc, y malisimo poeta, en unas infames coplai QUe disparo 1 los mciicano!
al desembarcar la expedición: Si tspañelti similts -^ aumenta
liétraleí — ^ut os dm lauros a miUi. — Forzad con noble taSa —
fone la Msfiaña — tatt indtiidamtnit.
(3) For esta acción se dio al Tiire^ Apodaca el titulo de conde del Venadito, aonqae no
habla tomado en ella olra parle sino la propia de un gobernador general de qae dependen to-
das las columnas en operaciones.
(4) Véanse Memorias de la revolución di Méjico y de ¡a expediciin del general D. Frtn-
íitío jWiVrM'na, escritas en inglís porWilliam Davis RobinsoD, traducidas por JosíJ. Mora.
La primera edición española es de Londres, 1814. La mis moderna que conocemos, de Pa-
rís, 1SS8.
D,g,t7cdb/GOOgIC
HISTORIA DE ESPAÑA 573
á los ingleses y hacer del país una colonia británica; otros, al Brasil, y llega-
ron á entregar á éste toda la Banda oriental. San Martín iba creciendo eo
autoridad, merced á sus talentos militares y políticos y á lo bien que mane-
jaba la logia ¡a»tarÍMa, poder oculto y misterioso que fraguaba en las sombras
cuanto se hacia en público. De San Martín fué la idea de que la causa del
separatismo americano do habla de triunfar peleando en el Alto Perú con los
ejércitos del virrey Abascal, sino llevando audazmente la guerra á Chile y al
virreinato peruano, para herir en el corazón á España. Confirmáronle en su
pensamiento y ayudáronle eñcazmente á realizarlo los emigrados chiUitos,
que después del desastre de la Patria vieja habían acudido en gran número
á Buenos Aires; con ellos organizó un ejército argentino- chileno, coa el cual
se dispuso á cruzar la cordillera de los Andes é insurreccionar de nuevo á
Chile. A mediados de 1816 quedó acordado este plan entre Puyrredón, di-
rector supremo de Buenos Aires, y San Martín. El 9 de Julio del mismo año
proclamó el Congreso, reunido en San Miguel de Tucumán, la independencia
de las Provincias Unidas, y á principios de Enero de 1817 salió de Mendoza
la expedición libertadora de Chile, en que iban como generales divisionarios
D. Bernardo O'Higgins y D. Ramón Freiré.
Antes de llegar á este resultado, Belgrano, Rivadavia y Sarratea (i) an-
daban por Europa buscando un rey para Buenos Aires. Preferían un rey es-
pañol y de la dinastía borbónica. Para conseguirlo abrieron negociaciones
con Carlos IV, ó, mejor dicho, con Marta Luisa y Godoy, que estaban en
Roma, según Pérez de Guzmán, sufriendo con santa resignación las ofensivas
pesquisas sobre los desaparecidos diamantes de la Corona decretadas por
su hijo Femando Vil y realizadas por el embajador Labrador; según la rea-
lidad de los hechos, escandalizando al mundo, como siempre, con la repug-
nante intimidad en que vivían con Pepita Tudó y los hijos adulterinos de
Godoy, y tratando de casar al infante D. Francisco de Paula con la hija que
había tenido el mismo Godoy de la infanta María Josefa. Pero no se limitaban
aquellos desventurados á tales excesos, sino que dieron oidos á los comisio-
nados de Buenos Aires, que les proponían la creación de un reino de la Amé-
rica meridional (Chile, Perú y Rio de la Plata), de que había de ser soberano
el citado infante D. Francisco de Paula. Carlos IV, que en este último pe-
ríodo de su infeliz vida había empezado á ver claro, y amargamente se queja-
ba en una correspondencia reservadísima que siguió con Fernando VII de la
tiranía que sobre él ejercían María Luisa y Manuel, «rechazó la propuesta,
«declarando que su conciencia U mandaba no hacer nada que no fuese javorable
*ai rey de España. María Luisa, toda llorosa, declaró que si su edad y sus
(enfermedades se lo permitieran, iría á América y mostraría al mundo de lo
tque era capaz. . . En todo este negocio hubo cuestione! 11 as de dinero, donde
>DO quedaron muy limpios Godoy y Sarratea* (2).
Fracasadas las negociaciones en Roma, Belgrano y Rivadavia las intenta-
ron en Madrid. El primero marchó á Buenos Aires á preparar los ánimos para
que admitiesen el resultado que se proponían obtener, y «encontró bien dis-
ipuestos los espíritus, pues la mayoría de las gentes tendía á recibir un prín-
tcipe Borbón de España ó de Francia ó i. resucitar la antigua monarquía de
{t) DoD Manuel Sarratea, que rcsidfa en Londreí como encanEBdo de negocios de Bac-
ía) Villanoeva, Bolívar y el mural ."-un Martín, píg. 33 y sieaienl». El insigne histo-
riador veneíolano incune al tratar de este punió en una equivocación, haciendo intervenir en
esUi negociaciones de 1S15 al conde de Cabanúi, «desterrado por Fernando por haber sido
partidano del rey Jost», y el cual había muerto en Sevilla el 37 de Abril de iSlo. «Se tratara
da) sucesor eit el titulo de Cabarrúsí
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574 HISTORIA DE ESPASa
>los Incas. . . El ministro Ceballos llamó á Madrid á Rivadavia, y después de
• corta conversación lo despachó sin darle tiempo á presentar proposiciones.
■ pues, según dijo, lo encontró desprovisto de credenciales. El argeatino ba-
»bía hechd á Fernando Vil solemne acto de vasallaje por si y por sus paisa-
>no5> (l). La estancia de Rivadavia en España no fué, sin embargo, iafruc-
tuosa para la causa separatista: con ella, si no se iniciaron, tomaron extraor-
dinario incremento las relaciones de los libera-
les con los aún denominados insurgentes, causa
de la revolución de 1S20.
Volviendo á la expedición de San Martin,
diremos que entró en Ciiile por muchos puntos
á la vez. En Chacabuco (12 Febrero 1817),
O'Higgins con 3.000 tiombres arrolló al jefe es-
pañol D. Rafael Maroto,que sólo disponía de 1.500.
Quedó proclamada otra vez la República chile-
na (la Patria nueva que dicen los del país),
aunque continuó la guerra, porque los realistas.
apoyados en el Perú, no se conformaron. Los pa-
triotas fueron derrotados en Cancha Rayada;
pero el 5 de Abril de 181S la batalla de Maipo
ó Maipú, ganada por San Martín, consolidó la in-
dependencia. El general vencedor regresó á Buc-
Bemaido O'Higgins nos Aires á los pocos días de la victoria, dejando
(I746-IS42'. á Ciiile bajo la dictadura suprema de O'Higgins.
ó, mejor dicho, de la logia Lautariana, gobierno
secreto en que allí, como en Buenos Aires, se resolvía todo, dándole fuerza de
legalidad el Gobierno visible ú oficial. O'Higgins en Chile y San Martín en
Buenos Aires ocupáronse en organizar una expedición contra el Peni ó en >
favor del Perú, según el punto de vista por que se mire, pues de lo que tra-
taban era, naturalmente, de separar de £spai)a el virreinato que le permane-
cía ñel. El resultado de aquellos trabajos no fué visible hasta ¡üio.
En Nueva Granada y Venezuela continuó durante estos seis años la es-
pantosa guerra entre realistas y patriotas. Por Real orden de i.''de Julio
de 1814 creó en Madrid Fernando Vil una Junta de generales presidida (Kir
su hermano D. Carlos, y de que formaban parte Castaños, Palafox, Castelar.
Villalba, O'Donneü, O'Donojú y Wimpfen, encargada de reorganizar el ejér-
cilo, y esta Junta acordó enviar una expedición á América, mandada por don
Pablo Morillo, dándose la voz de ser su objetivo el Rio de la Plata, cuando
lo era en realidad Costa Firme, ó sea Nueva Granada y Venezuela. Se ha cri-
ticado esto diciendo que en el Plata hubiera sido de más provecho y que en
Costa Firme era menos necesaria, toda vez que la insurrección estaba casi do-
minada. «No hacian falta sino buques de guerra para someter á Cartagena y
• á la Isla Margarita» (2). No estamos conformes; por lo mismo que en Nueva
Granada y Venezuela se sostenía terrible y ferozmente la guerra entre ambos
partidos, un refuerzo considerable de la Península podía ser útilísimo para
decidir la cuestión en nuestro favor, y no es cierto que la insurrección estu-
viese vencida; lo prueba que aun con el ejército expedicionario no se consi-
guió extinguirla. ¿Qué hubiera sucedido sin élf En el Río de la Plata care-
(i) ídem. Id. Y adcEnis Saldfas, La evolución rtpiíbliíana duranit U revolmciiu i"^
(a) Apunifs lobre los principales luceiBs que han influido /k ei Orlual iiladí lie la Amerita
aet Sur, Aaónímo, 3.* edíciún, corregida y ■umeniado. raríl, tSjo.
,,CoogIc
HISTORIA DE ESPaHa 575
ciamos hasta de base de operaciones, porque los insurgentes^ como se decía
entonces, dominaban el rio y las costas. Para encontrar fuerzas españolas
había que ir hasta el alto Perú. Esto aparte, la idea de la Junta fué mandar
dos expediciones sucesivas, una á Costa Firme y otra al Río de la Plata, y en
cuanto salió la de Morillo empezó á organizarse la siguiente.
Componíase la primera expedición de diez y ocho buques de guerra
(un navio de 64, dos fragatas, dos goletas y trece
faluchos cañoneros), cuarenta y dos transportes,
siete batallones de Infantería, un regimiento de
Caballerfa y secciones de Artillería é Ingenieros;
en suma, unos 10.000 soldados. Malos síntomas
pudieron observarse al embarque de estas fuerzas.
Había cundido entre los soldados, casi todos ve-
teranos de la guerra de la Independencia, un ex-
traño pánico ante esta nueva y lejana campana;
las deserciones abundaron; se dibujó en algunos
Cuerpos la sedición; los coroneles tuvieron que
conducir al puerto y embarcar á sus regimientos
engañándolos. Esto era en gran parte obra del
laborantismo americano, actuando por medio de
las logias liberales de la Península, que divulgaba
entre la tropa las especies más deprimentes, pon-
derando los peligros de la navegación y de las
enfermedades en América, muy superiores á los
de las batallas, con no ser éstos flojos. «No vol-
veréis más á vuestras casas; no veréis nunca á Jonf de San M>iiín
vuestras madres, se decía á los soldados. Esta es (1778-1855).
la recompensa que os dan por haberos batido
seis años contra los franceses. En América moriréis del vómito 6 de las fiebres
perniciosas, si escapáis de esos malísimos barcos en que os llevan como bo-
rregos, ó, si no os cazan en aquellos bosques, de cuya inmensidad no tenéis
idea, seréis fusilados sin ver siquiera á los insurgentes que os maten*. A los
ofidales se los excitó á iniciarse en las logias como único medio de evitar
ser degollados ó martirizados si calan prisioneros, porque los americanos, se
les decía, que son todos masones, sólo respetan d sus Attmanos. Se dijo en
Cádiz que Morillo se había iniciado también en la frac masonería; es dudoso,
aunque parece seguro que le fué propuesto, y hasta que varios comerciantes
gaditanos le ofrecieron cuanto dinero quisiera para sublevar al ejército contra
el Gobierno; lo positivo es que para disipar aquellos rumores el general se
creyó en el ca^o de asistir muy devotamente á una procesión con un cirio en
la mano. En suma, que fué un triunfo hacer que embarcara el ejército y sa-
liese de Cádiz (r? Febrero 1815), triunfo que no habla de conseguirse más.
Ya en alia mar (día 25) se anunció á los expedicionarios que no iban á
Buenos Aires, sino á Costa Firme, cosa que les disgustó y abatió mucho,
porque en Cádiz para animarlos se les había ponderado la facilidad de la
guerra en el Plata, «donde tos rebeldes estaban divididos y uno de sus ban-
»dos esperaba las tropas del Rey para pasarse á ellas, al paso que en Costa
>Firme se hacía la guerra sin cuartel y con salvaje ferocidad» (i).
(1) Memorias di un militar, meadaí de un libro inédita, publicadas por D. losé P£rei
Morét. Midríd, 1877. El militar es D. Rafael Sevilla, qu« fui con esta expedición, llegó i co-
tODcl, y marió retirado en Paerto Rico (1856); «1 libro inidite son las Memorias nr*""""'-- —
dejó SeiilU. Víase para toda esto á RodrÍEaez Villa, Vida de Morilla.
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576 HISTORIA DE ESPAÍ^A
El 7 de Abril llegó la escuadra á la Isla Margarita y la sometió en breve,
admitiendo á indulto á los insurgentes, sin exceptuar á Arízmendi, á quien
se acusaba de haber hecho quemar vivos á 500 comerciantes españoles, leni-
dad que disgustó i ios realistas. Pasando al Continente, entró Morillo en
Caracas(i5 Mayo 1815) y después puso sitio á Cartagena de Indias (1), que
no fué ocupada hasta el 6 de Diciembre, durando el sitio ciento cuatro dias.
El 29 de Abril de iSiO, y habiendo recorrido los expedicionarios distancias
inmensas por mortíferos desiertos, ocupó Morillo á Santa Fe, de donde habla
huido el Gobierno granadino. Pero ni estas ventajas ni otras muchas que se
alcanzaron abatieron el ánimo de venezolanos y granadinos separatistas, y
sobre todo de sus jefes, resueltos A conseguir la independencia. No bien pasó
Morillo de la Isla Margarita, volvió ésta A levantarse; cuando se acudía á so-
focar la insurrección en Venezuela se recrudecía en Nueva Granada, y asi
alternativamente. Era una guerra terrible y sin cuartel en que los beligeran-
tes (x>mpetfan en espantosas represalias; guerra, más que entre americanos y
españoles, civil entre los primeros, pues de la Península fueron escasísimos
refuerzos al ejército expedicionario. Todavía en Colombia y en Venezuela,
á pesar de haber sufrido después tantas guerras civiles y tantas revolucio-
nes, no se ha borrado en el pueblo la memoria de la lucha suprema perso-
niñcada en Bolívar y Morillo. Y desde el punto de vista militar, aquella guerra
larguísima é implacable, sostenida con cortos ejércitos, pero en un vastísimo
teatro de operaciones, en comarcas despobladas, donde las marchas se con-
taban á veces por centenares de leguas, ofrece singular interés, y sólo espera
un historiador técnico que relate ímparcial y claramente, aprovechando los
muchos documentos publicados, su grandioso conjunto y sus múltiples epi-
sodios (2). En Agosto de 1S19 Bolívar entró vencedor en Bogotá, y á últimos
de año la nueva República tomó el nombre de Colombia. En Enero de 1820
emprendió la campaña sobre Venezuela, donde permanecía Morillo.
Poíitica y adníimstraciÓM. — Mientras en América se desarrollaban estos
sucesos, en la Península mudaba Fernando Vil de ministros con vertiginosa
rapidez, y conspiraban los liberales para restablecer la Constitución de Cádiz.
He aquí las principales medidas políticas y administrativas del Gobierno
realista: restablecimiento de la Inquisición (21 Julio 1814). Sentencia dada
por c) Rey en vía gubernativa contra los principales liberales (Diciembre
de 181 5): Arguelles, ocho años de presidio en el Fijo de Ceuta, conmutada
luego por confinamiento en Alcudia (Mallorca); Calatrava, ocho años de pre-
sidio en Melilla; Muñoz Torrero, seis años de reclusión en el Monasterio de
Erbón; D. Joaquín Lorenzo Villanueva, seis años en el convento de Salceda;
D. Juan Nicasio Gallego, cuatro años en la Cartuja de Jerez; Martínez de la
Rosa, ocho años en el presidio del Peñón; Canga Arguelles, bcho años en el
(i) Según la Oa<tla dt J/ii^/iV(eitnu}ri]in*rio de 17 de Mayo d« tSt6), el sitio de Cana-
gena nos coito 3.S3SVÍ1IU, 1.825 de pcainsularcs ]r 1.300 de americanos. «La mayor paite delaa
wleronciones ñienin causadas poi las picaduras de los mosquitos zaucndoi de las ciénagas,
vque producían unas llagas gangrenosas en las piernas, las cuales cansaban la muerte si no ac
«hacia muy pronto U imputación d* los miembros llagados». La toma de Cartagena ñié cele-
brada ea Nueva Granada con cantares muy malos. Véase la muestra: «iVira Femandol — ¡Vira
Morillol — Y tiemble e] orbe — A este caudillo», oNueslro general Morillo — A Cartagena rio-
dió, — Pues i. sus faertes sitió — Con las armas el caudillo — Que Femando nos mandó». Aán
hay otros cantares peores, aunque parezca imposible.
(3) Nuestro heroico é inlelieenlísimo Ibdñez Marín tenía la generosa ilusidn de ser aste
historiador. Es de esperar que el historiador suija en América, donde por lo que alsBe i his-
toria contempoiinea va foimindose una verdadera escuela muy lapenot i cuanto hay en la
Península. Referenle á esla lacha conocemos un trabajo parcial excelente: «A. 9. Vergany Vt-
¡asco, aHli^io ayudanli general ác Estado Mayor. 181S (Guerra de la ¡nátfendenda). Prologo
de JO[|>e RoB, Bogotá». Sin fecha. El prólogo lleva la de 17 de Agosto de 1S97.
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HISTORIA DE ESPAÑA 577
Castillo de PeBfscoIa, etc. Desterrados fueron Quintana y otros. Torcno y
FIórez Estrada emigrarou, siendo condenados en rebeldía á muerte. Por cir-
cular de 4 Mayo 1814 se reiteró la promesa de dar (unas leyes fundamenta-
>les de acuerdo con los procuradores de las provincias de Europa y Amé-
>ríca>, y se anunció que una Comisión se ocupaba en preparar la próxittta
convocatoria de ¡as Cortes. En 10 Agosto del mismo año se pidió informe al
Consejo de Castilla sobre el modo de reunir las Cortes del reino. Real orden
de 4 de Mayo de 181 5 probibiendo la publicación de todo periódico, excepto
la Gaceta y el Diario de Madrid: conviene advertir que los pocos periódicos
que se publicaban á la sazón eran, como La Atalaya de la Mancha, furibunda-
mente realistas ó, mejor dicho, excitadores á la persecución contra los libe-
rales, y que la Real orden no se cumplió en absoluto, pues se permitió salir
en Madrid, con carácter de literarios. La Minerva y la Crónica Científica j> Li-
teraria (i). Real decreto (26 Enero 1S16} suprimiendo las Comisiones espe-
ciales y ordenando que las causas por delitos políticos pasasen á los tribuna-
les ordinarios, con responsabilidad para los delatores calumniosos, prohi-
biendo que se usasen las palabras liéeral y servil, como medio de hacer olvi-
dar las pasadas querellas, y prescribiendo que en el término de seis meses
se concluyeran todos los procesos dimanados de aquellas discordias. Fué con-
siderado este decreto como anuncio de una amnistía, y, por desgracia, se des-
cubrió á los pocos días la conspiración regicida de Richard. En 26 de Enero,
28 de Junio y 8 y 22 de Agosto de 1816 se dieron decretos contra los afraur
cesados: extrañamiento, secuestro de bienes, formaciónde causa á cada uno
de ellos para depurar el grado de responsabilidad contraída, etc.; por el de
8 de Agosto las viudas de los afrancesados muertos en la emigración que-
daban sujetas á la vigilancia de la autoridad. En este mismo año de 1816 se
concedieron títulos y otras muchas recompensas á los que se habían distin-
guido en la guerra de la Independencia, creándose para distribuirlas Juntas
especiales; en 21 de Julio tomó el Rey á sucargo la reedificación de la ciudad
de San Sebastián; ya en 1814 habla conservado el Rey la Orden de San Fer-
nando, «creada en 31 de Agosto de 1811 por las llamadas Cortes generales
>y extraordinarias, denominándola Real y Militar Orden de San Fernando»,
y creando la de San Hermenegildo (28 Noviembre) para el premio de la cons-
tancia militar (2). Todo esto pone de manifiesto la injusticia con que se ha
censurado á Fernando VII culpándole de ingrato con los que sirvieron en la
guerra de la Independencia; y recuérdese también que los persas habían
criticado acerbamente la institución de la Cruz de San Femando por ser ex-
tensiva á las clases de tropa: el Rey, desentendiéndose de sus partidarios
absolutistas é inspirándose en un sano criterio democrático ó, mejor dicho.
(i) No por no haber Frensa dejaban de tei censuradas, y aon lacirizadas, las antorida-
dei: de lo último encabábanse los ciegos, vendedores callejeros de romances y tonadillas. Al
corregidor de Madrid, conde de Motemma, v. gr., acusibale le voz popular de tener amoríos
con la bailaiioa Antonia Molina, y los ciegos difronse i cantar v vender por lodaí las esqui-
nas el antiguo lomance, de que sacó mucho después P. A. de Alarcón su preciosa novela El
lembrtTo di Irtspkos, anunciamlo la mercancía de este modo; A dos cuarlot el famoso roman-
ce dtl Compdor y di la Moti» . . . tra. Macho menos efecto hacen hoy seguramente los perió-
dicoi satíricos.
(z) Cuando María Luisa y Godoy perseeulan al entonces Principe de Asturias y en el
coarto de tite se conspiraba, Escoiquiz sugirió al futuro Femando VII la idea de qne estaba
en análoga posición á San Hennenegíldo, perseguido por el Rey su padre, pero por excitación
de la iDUjer del Rey, Goavinda. Este ejemplo de mal gusto — María Luisa no era, como Gos-
vinda, madrastra del Principe, aino madre, aunque parecfa lo otro — debió de quedar muy
üTabado en la mente de Fernando, cuando al volver al trono se le ve titular de San Hermene-
gildo á la Orden militar por él creada.
Salcedo, Historia ue EspaSA
D,g,t7cdb/GOOgfc
578 HISTORIA DE ESPAÑA
de justicia, mantuvo lo establecido por las Cortes, declarando graciables coo
esa recompensa á los sargenios, cabos, soldados y iambores (i).
En otras esteras hay en este período medidas dignas de recuerdo espe-
cial. Tales son, entre otras: la creación del Museo del Prado (1819) (2); la in-
troducción en España del arte de la litografía para reproducir y vulgarizar los
cuadros del Museo, á cuyo efecto su pintor de cámara y primer director de
aquél, D. José de Madrazo, reclutó en el extranjero y trajo á Madñd una por-
ción de artistas franceses y belgas; el establecimiento de las escuelas gratui-
tas de iaTto, que con una ú otra denominación ya no han desaparecido nunca;
de las yuntas de caridad, que son las actuales de beneficencia, y muchas dis-
posiciones para asegurar la subsistencia de los expósitos y evitar el encare-
cimiento de los comestibles: todo esto en 1816; la separación del Real Patri-
monio de la Administración general del Estado (3), en cuyo punto confirmó
y desarrolló la obra de las Cortes de Cádiz; del 18 16 son también la creación
de seis cátedras de Agricultura, encargando su organización á la Sociedad de
Amigos del País, de la corte; de una Escuela de Agricultura, en Llerena; de
las tres cátedras de Botánica general. Botánica aplicada á la Agricultura y
Botánica aplicada á la Medicina, en el Jardín Botánico de Madrid; un Real
decreto mandando que los Hospicios y Casas de Misericordia adquiriesen
huertas en que los acogidos recibiesen instrucción agrícola, y varias circulares
recomendando la máquina de trillar y limpiar el grano, inventada por D. Juan
Alvarez Guerra (4); finalmente, y haciendo caso omiso de otras disposiciones
de análoga Índole (5), á este período y á la especial protección del Rey co-
rrespondió el primer establecimiento en España de servicios regulares de
comunicación interior. En Francia había desde 1765 diligencias oi^niza-
das por dos Compañías de Mensajerías; en 1816 en España no habla nada
semejante: como cuando corría Don Quijote los campos de la Mancha y de
Aragón, cada viajero ó cada familia que se trasladaba de un punto á otro
tenía que proveerse del medio de comunicación alquilando ó comprando un
coche, ó ajustándose con algún arriero, que eran los que trasportaban las mer-
cancías, para que los trasladasen á lomo á ellos también. Como comprar ó
alquilar un coche resultaba muy caro, los de mediano caudal solían buscar
otras personas que los acompañasen y contribuyeran al gasto, y de aquí los
anuncios que aún pueden verse en la Gaceta y en el Diario de Avisos solici-
tando tales compañías, y que por su repetición en muchos números demues-
tran cuánto tiempo exigían entonces los preparativos de un viaje.
En el citado año de 1816 unos catalanes emprendedores — Cabanes,
Valls, Enrich, Xipell, Moxó, Puiguriger, Casaus, Barata y Bayon — funda-
(1) Articulo 5-'* del reglamento de 1814.
(3) Se (ituld primitivamente Galería del Atuteo del Rey, abriéndose con lr«s satis j tre-
cientos once cuadros. Posleriormente se añadió una sala de Escullnra. Cn 1S2S había cuatto
salas mis de Pintura, y se publicó el primer catdlogo (755 cuadros). En iSjo inauguráronse tas
salas de Escuela holandesa y alemana. Y ailadiremos para reunir aquí los datos de este célebit
Museo, gloria de España: en iít39 se aeregarou otros salones; en 1851 se hiio la Sala ovaieUa:,
en 1373 se untó al Museo, declarado Nacional, el oue así se titulaba desde 1840, establecido cn
la Trinidad (Ministerio de Fomento hoy dettibado) y Tormado con los cuadros de loi conTcn-
(3) Real decreto de 33 de Mayo de 1814. Véase íñstoria jurídica del Real Patrimná;
por D. Fernando Cos-GayAn; Madrid, 1S81.
(4) Véase Memaña relativa á les ¡ermciiit de Apicultura, Minat y Menta, pabUcmda
por el Ministerio de Fomento, t8i3. (Tomo 1, pig. 45.)
(;) Véanse, entre otras obras, las dos Memoríai pablicadaí por la Academia de Cien-
cias Morales j Políticas (iSia); una de D. Ángel Maria Caroacho, galardonada con el PrrmU
del cande de Torcno, y Otra de D. Antonio Moreno Calderón, galardonada con accésit, j am-
bas tituladas Hiitoria juridica del cultivo y de la industria ganadera en EsfaSa.
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579
ron la Sociedad de Diligencias de Cataluña^ que hubo de tropezar con ínmea-
sas dificultades para establecer su primera línea: de Barcelona á Valencia, —
lo que no pudo lograr hasta 1818 — á primeros de Junio salió la primera di-
ligencia de Barcelona, y gracias al entusiasta apoyo de Fernando VII.
En 1819, y venciendo también gravísimos obstáculos, igualmente allanados
por el key, se abrió la linea de Valencia d Madrid (i." de OctubreJ, y se in-
tentó la de Madrid d Sevilla, aunque sin resultado por la resistencia inven-
cible de los interesados en que no se cambiaran los medios de comunica-
ción (I).
De todas estas medidas progresivas de 1814 á 1820 no hablan, ó lo
hacen confusamente, los escritores liberales; en cambio, culpan al Rey como
de acto ferozmente absolutista por el decreto de 29 de Mayo de 1815 dero-
gando la pragmática-sanción de 2 de Abril de 1767, ó sea la expulsión de los
jesuítas en el reinado de Carlos III. ¡Como si los principios liberales exigie-
ran la proscripción y persecución de las Órdenes religiosas, ya se las consi-
dere Institutos de la Iglesia católica, ya Corporaciones libremente fundadas
por sus individuosl Y lo más extraordinario es que sostengan la eficacia legal
de la pragmática de 1767 aun contra el decreto de 1815; pero ¡acaso la prag-
mática fué ley hecha en Cortes? Si Carlos III, como rey absoluto, pudo ex-
trañar y suprimir la Compañía de Jesús, Fernando Vil, que tenia el mismo
carácter y autoridad, pudo igualmente derogar aquella disposición perse-
cutoria.
La Fracmasoneria. — Cansfitraciones. — La Masonería es sociedad muy
antigua, y cuyo origen y desarrollo es imposible señalar á través de los siglos.
Si de las sociedades públicas y que nos han dejado documentos copiosos
oficiales y particulares es difícil hacer la historia, ¡qué será de una 6 de mu-
chas sociedades secretas — secretísimas durante muchas centurias, — perse-
guidas por los Gobiernos, y cuyo interés primordial ha estado en ocultarse y
desfigurar sus verdaderos fines á los profanos? Lo único positivo en eate
punto es lo que dice Alcalá Galiano al calificar á la Masonería de <sociedad
> secreta, de antigua mala fama, condenada por la Iglesia, mirada con horror
>por la gente piadosa, y aun por la que no lo era mucho con sospecha, á la
> que era común atribuir en las grandes mudanzas del mundo moderno una
> parte que nunca tuvo, aunque alguna haya tenido (2).
Las primeras noticias fidedignas de la Masonería en Europa son de que
hacia 1725 la introdujeron en París algunos emigrados jacobitas, de donde
irradió, si bien en proporciones exiguas, á Italia y á España. Clemente XII
la condenó por su Bula In Eminenii: el P. Rábago, confesor de Fernando VI,
representó al Rey que «este negocio de los fracmasones 00 es cosa de burla
>ó bagatela, sino de grandísima importancia»: los acusaba de «ser deístas casi
>todos, hombres sin más religión que su interés y libertinaje>; calculaba su
número en medio millón esparcidos por Europa, <la mayor parte gente noble,
■ muchos de ellos militares», y sospechaba que su intento fuese conquistar
todas las naciones acaudillados por el rey de Prusia; «debajo de sus aparíen-
• cias ridiculas, concluía el P.Pábago, se oculta tanto fuego, que puede, cuando
• reviente, abrasar á Europa, la Religión y el Estado>, Este memorial deter-
minó el decreto de 2 de Julio de 1751 prohibiendo severamente la Masone-
ría en España (3). Un año después publicó el franciscano Fr. José de Tomibia
(1) Víase Midoi. Tomo especial d«l Dic. Gieg. Madrid, pág. 439 ; sigaientcs.
(1) Recwrdes di un anñatto, xl.
(3) Llórenle habla de otro ulterior de Felipe V (174a, de existir); pero ni hay rastro de
¿I, ni el de 1751 le reñere á él como precedente, 7 sepirameiite lo hubiera hecho.
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S8o HISTORIA. DE ESPAÑA
SU Cemiiula contra Jracmasones (i). El P. Feijóo dio por extinguida la Socie-
dad (a), y ya hasta los primeros años del siglo xix no hay sino datos suel-
tos, V. g., el de Hervás y Pandiiro (3), de haberse descubierto en Viena una
relación de logias, donde constaba existir en Cádiz en 1 748 una con 800 afi-
liados, y el proceso instruido por la Inquisición en 1757 á un francés llama-
do M. Tournon, fabricante de hebillas, que pretendió catequizar á tres de sus
operarios, que lo delataron (4). Las especies de que Aranda, Campomanes y
los principales adversarios de los jesuítas en el reinado de Carlos III eran
masones, y aun que la expulsión fué acordada en una tenida de logia celebrada
en casa del primero, no tienen fundamento histórico, y hasta parece demos-
trada positivamente bu falsedad (;).
En la guerra de la Independencia vemos figurar en la Península dos
especies de logias cuya relación entre si es difícil de establecer histórica-
mente: las americanas y las francesas. De las primeras, dependientes del gran
Oriente fundado por Miranda en Londres, ya queda hecha mención, y debie-
ron de ser exclusivamente americanas, ó mejor dicho, separatistas; á lo que
no se opone que hubiera en sus grados inferiores, no iniciados en la verda-
dera y concreta obra del grupo, algunos individuos extraños á tal ñn, y que
hasta se incomodasen sinceramente con el que pudiese atribuirles empresa
semejante. Porque esto es lo característico de la organización masónica: tiene
la Orden un objetivo genuino de librepensamiento, y, por tanto, de sistemá-
tica oposición á la Iglesia católica, y tienen las logias distintos objetivos
concretos según los tiempos y las circunstancias, y estos últimos suelen estar
ocultos á los que no las dirigen. Las lefias francesas pueden dividirse en dos
grupos: las francesas propiamente dichas y las afrancesadas. Los militares
franceses fundaron muchísimas en la Península. «Cuando teníamos que
• pasar largo tiempo en una guarnición — escribió Blaze, — disponíamos de
• dos grandes medios para pasar alegremente la vida. Si había logia de frac-
• masones, nos hacíamos presentar en masa, ó si no, formábamos nosotros
• una; porque de lo que se trataba era de trabajar en la grande obra, y todo
>el mundo sabe que en este trabajo gustan los hermanos de reir y de ban-
• quetear. En muchos regimientos los oficiales tenían su logia, de que el
• coronel era eí veneraSU. Después de la fracmasonería venía la comedia, que
es taméién una linda manera de pasar el tiempo cuando uno es joven [G). Es pro-
bable que á estas logias militares de que tan jocosamente habla Blaze per-
teneciese la de Jaén, cuyo local con los atributos masónicos fué descubierto,
no sin gran escándalo del pueblo, al evacuar la ciudad los franceses. Pero
hubo además logias afrancesadas, con las cuales los partidarios del rey José
trataron de consolidar la dominación de éste; consérvase memoria de las
de Santa Jitlia, Napoleón el Grande, Beneficencia, La Estrella, etc., todas en
Madrid, y además la del Colegio viejo de San Bartolomé, en Salamanca; dos
en Sevilla, etc. (7}. En 1812 se estableció el Gran Oriente de Espaüaj/ de las
Indias para unificar los trabajos de todos estos centros dispersos é influir
polínicamente, por un lado, en los liberales españoles y ver de atraerlos al rey
(O -Además de la edición de 17^3 hiciéronie oirás cuatro; la úllima, de 1815.
(a) Carta eruditas. Tomo 111. Carta xvi.
¡31 Cauías di ¡a Rtvfluciin franctsa.
(4} Llórente,
(5) En el libro La ipnca de Goya — de la Casa Calleja, — actaalment* en preparacióti,
quedan esclarecidas «utas afirmaciones.
(6i Souvinin itun officicl de la Grande Amiét.
<7) Cuanto históricamente conita de estas logias esli en M. Pelado, Historia de Its he-
lerodojoí. Tomo ni, capflalo 1, iv.
,,CoogIc
HISTORIA DE ESPAÑA 581
José, y por otro en los americanos ni en uno ni en otro objetivo obtu*
vieron buen éxito(i).
jHubo también logias de liberales españoles durante la guerra de la In-
depCDCiaí Éste es el punto dudoso. Menéndez Felayo habla de «dos en Cádiz,
> de las cuales era una más afecta á José que al gobierno de las Cortes> (2);
pero reconoce que tuvieron <paco influjo, si bien alguno, sobre todo para
«fomentar los motines de las galerías y los escándalos de la Prensa* (3), y
que «para los liberales la importancia verdadera de las logias comienza
>sólo en 1814, traída por la necesidad de conspirar á sombra de tejado> (4).
Alcalá Galiano asegura que <si bien es cierto que tuvo algunos prosélitos en
>aquet periodo, fueron pocos, y no de los de superior influencia; que el he-
>cbo de haberla establecido los franceses daba mal color á la sqciedad, aun
>á los ojos de los más entendidos y más adictos á las reformas; y, en suma,
>que hasta que vuelto al trono Fernando, restablecida la Inquisición, perse-
■ guidos insignes patriotas y amenazados otros, el fanatismo y la sed de ven-
>ganza unieron en estrecho lazo á los adictos á la Constitución, y fué por
■ellos utilizada la masonería como el más seguro y eficaz medio de cons-
»pirar. (5).
Varías concausas coadyuvaron á esta evolución. Algunos de los oficiales
que estuvieron prisioneros en Francia volvieron de allá miciados en la maso-
nería; entre otros, D. Rafael del Riego f6) y D. Evaristo San Miguel (7). El
célebre aventurero D. Juan Van Halen (S), convertido de oficial del Estado
Mayor de Suchet en jefe de Caballería de nuestro ejército por los servicios
prestados á la causa nacional desde el campo francés, y destinado á la guar-
nición de Murcia, organizó allí una gran logia, quizás derivación de alguna de
las afrancesadas, en que se iniciaron López Pinto, Romero Alpuente, Torri-
jos y otros que se hicieran famosos en las revueltas posteriores. Sorprendido,
estuvo sujeto á un proceso inquisitorial, de que se sirvió él para fantasear de
lo lindo en unas Memorias folletinescas que publicó en 1842, donde cuenta
que le dieron tormento descoyuntándole un brazo, y que fué presentado á
Femando VII, al que propuso iniciarle en la masonería, y «/ ítey lo oyó no del
(1) En París se insUló un Suprime Canstjt ái América, gucarsil del de Midrld. De uno
j otro aalieroD los agentes jo>eñnos qae acotaron sa pteiencia en varloi punios de América,
pera sin obtener resultado padtivo ea ninguno.
(1) Historia di les HfUrodoxes. Tomo ni, pig. 43S.
(3) ídem, pág. 495.
(4) Página 433-
g
i_, Nació en la pairoctaia de TuSa (Aatnrias) el 9 de Abril de 17S4. Se dedicó i estudiar
Lejei en Oviedo; pero en 1907 in);Tesó en la Guardia de Corps. En iSoS la Junta de Oviedo
le hizo de golpe capitán; cayó prisionero en la batalla de Espinosa; al cabo de tiempo li^ró
fugarse, 7 en Londres organizó an pequeBo cuerpo de espigóles que estaban en sus mismas
circunstancias, desembarcando á su cabeza en La Corufía cuando terminaba la guerra. Aseen*
dido á segando comandante, iak destinado al leeimienlo de Asturias.
(7) Nació en Gijón (36 Octubre 1785). En 1805, cadete en el regimiento de volunlarios de
Aragón; en 1S07, subteniente. Como Riego, cayó prisionero de los franceses á lo* principias
de la guerra, no pudíendo tomar en ella parte activa.
^) No hay que contundirlo con D, Antonio, su hermano, primer conde de Peracamps.
Don Juan nació en San Femando (Cidiz), y fué guardia marina en iSoz. Se pasó á los france-
ses, y (□£ oficial de órdenes de José; acompaílá á Napoleón en la campafia de Austria, y re-
gresó A EspaRa en el Esudo Mayor de Súchel. Viendo perdida aquella causa, se pasó de nue-
vo al ejírcito de su patria; pero no solo, sino entregándonos las plazas de Lérida, Mequinen-
za y Monzón. Posteriormente tomó parte activa y gloriosa en la revolución de Bélgica (l8jo),
por lo cual (uí hecho tinimit gentral de¡ ijirdto btlga y galardonado con una pensión vitali-
cia. En Rusia hizo la guerra del Cincaso, alcaniando In cruz de San Wladimiro. Murió en
Cádiz (1864).
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5Ü2 HISTORIA DB ESFaRA
todo <üsgustado (i). Todo es faramalla, segiün pudo comprobar persona tan
poco afecta á la Inquisición como el protestante Usoz (2}, y lo único cierto,
que <no fué tratado con rigor excesivo», y <que en breve se escapó de su
•encierro, y de alli á poco de España,' ejecutando su intento con facilidad tal,
• que bien aclaraba cuan distante estaba la Inquisición de 1817 de ser la de los
adías de los reyes austríacos* (3). Finalmente, el conde del Montijo, aquel
Tío Pedro del motín de Aranjuez, que se había pasado la guerra de la Inde-
pendencia en conspiraciones y moviendo asonadas, y que apareció en 1814
furibundo realista é implacable perseguidor de tos liberales, nombrado capi-
tán general de Granada, se hizo cabeza de los masones de aquella ciudad, y
auo de los de toda EspaSa, dando asi nueva prueba de la inconsistencia de
su carácter, ó quizás de su consecuencia en el oficio de conspirador: el re-
voltoso Conde no podía, por lo visto, vivir sin conspirar y fraguar conjuras.
A mediados de 1817 casi toda la oñcialidad del Ejército se había hecho
masona y trabajaba por derribar al Gobierno, coadyuvando á su labor mu-
chos paisanos, generalmente jóvenes, y todos poseídos de un ardiente libe-
ralismo. Pero quedaría incompleto este cuadro si no se tuviera en cuenta ta
intervención en él de los americanos separatisus. Eran éstos, en efecto, loa
que facilitaban los fondos necesarios para la tenebrosa labor, explotando á
la vez la repugnancia de oficiales y soldados i ir á América, ora ponderando
los riesgos y peligros de tal empresa, ora persuadiendo á los de ideas libera-
les de ser más propio de quien las profesaba luchar por ellas en la Península
que contra ellas en las colonias.
Conocidos tales antecedentes, no son de maravillar la serie de intento-
nas revolucionarias. La primera fué la de Mina (Septiembre de 1814), de la
que dice Alcalá Galiano: <Su índole no llegó á ser conocida, aunque él haya
■impreso mucho años después que tenía por objeto restablecer la Constitu-
>ción> (4). El 19 de Septiembre de 1815 se sublevó Portier en Coruña;pero la
misma tropa que arrastró entrególe á la autoridad con 34 oficiales, y fué
ahorcado. Tanto en la tentativa de Mina como en la de Forlier no tuvo parte
la masonería, según Alcalá Galiano. En Enero de 1816 fué descubierta la
conspiración del triángulo (5), que tenía por objeto matar al Rey, y que costó
la vida al comisario de guerra D. Vicente Richard (6), al sargento mayor de
húsares D. Vicente Plaza, al ex-guerril!ero y ex-fraile denominado Fr. José,
y al empleado D.Juan Antonio Yandiola. El 5 de Abril de 1817 levantáronse
en Cataluña Lacy y Milans; pero, como á Portier, las mismas tropas subleva-
(l¡ D« Bqul nació, sin duda, el absurdo rumor de ser masón Femando VII. «Dictironse
uáidenes concia la rracmasonerfa; pero acaso perlenecfan i elU los encsreados de catnplirlas,
sy aun se sospecha que el mismo Femando era masAna. (Aguilai, fTisleria Eclísiáilica,
fomo n, píg. 388).
(2) Don Juan Usoz y R(o nació en Madrid (iSd61. Buen hebraísta (discípulo de Orchell)
T buen helenisla, fui colegial en Bolonia, profesoí de hebreo en Valladnlid, aficionadístino i
fot libros viejos, conocedor profundo'de Ib lengua casleJlana, que manejsbs con clásica deaen-
Tolmra, muy rico, tanto por íl como por su mujer, y se hiio protestante cuákero, dedicando lo
mejor de su vida á esta propaganda en España, y á publicar y editar las obras de los protea-
tanles españoles del siglo xvt. Murió el 17 de Septiembre de 1365- Su viuda regalé el resto
de sus ediciones d la Sociedad Bíblica de Londres, y su biblioteca, A la Nacional de Madrid.
(3) Lo enlrecomailo. d: Alcalá Italiano. Rtiucrdos.
(4} Es sibilina y enlraordinaria esta cláusula. íQué podía proponerse Mina sino eso?
¡Cuánto convendría un estudio imparcinl del general Mina, personaje, li glorioso por su intei-
lencíón en la guerra de la Independencia, lleno de sombras como hombre de pirtidol
(5) Los conjurados agrupábanse por tres, ó sea que estaban en conniveDcia con otros
dos; cada uno de éstos formaba IriinguIci con otros dos, y así indefinidamente.
(6¡ No era el jefe snpreino, sino cabeía de uno de los Iriángolos, y le delataron J entre-
garon los dos sargentos de infanleria de Marina que formaban criángnlo con ít.
,,CoogIc
HISTORIA DS ESPAÑA 583
das los abandonaron en cuanto se dieron cuenta de lo que se pretendía de
ellas. Milans pudo escapar, pero Lacy cayó en poder de las autoridades, y
trasladado al castillo de Bellver, en Mallorca, fué fusilado el 5 de Julio. En
Enero de i8ig el coronel D. Joaquín Vidal urdió otra conjura en Valencia,
y el mismo capitán general Ello fué con algunos agentes á sorprender á los
conjurados en la Casa del Porche, donde se reunían. Vidal arremetió, sable
en mano, al general; pero éste paró el golpe con su espada, dejando malhe-
rido al coronel: el día 22 ahorcaron á los trece sorprendidos en la Casa del
Pordie, ó mejor dicho, á doce, pues Vidal murió al pie del patíbulo cuando
el verdugo le ponía la hopa. Excitó extraordinariamente la compasión el jo-
ven D. Félix Beltráo de Lis, de las mejores familias valencianas, y que dio
grandes muestras de serenidad. Como le llamaran en el cadalso Beltrdn, aña-
dió en tono muy natural: de Lis. Muero contento, cuentan que dijo, porgue mo
faltará quien vengue tni muerte.
La coDSpiración más formidable se organizaba en Cádiz, plaza y alrede-
dores, donde estaba acantonado ct ejército que debía constituir la segunda
expedición á América, destinada á desembarcar en Buenos Aires. Decía
San Martfn que si llegaban al Río de la Plata 10.000 hombres, la causa
de la independencia estaba perdida: compréndese el interés con que los
agentes argentinos trabajarían para impedir la salida de aquel ejército. En
las logias de Cádiz ñguraban jóvenes de talento y audacia, como D. Fran-
cisco Javier Istúríz, D. Juan Alvarez Mendizábal (1) y D. Antonio Alcalá Ga-
tiano, orador elocuentísimo á quien debemos la historia de aquella famosa
conjura. Después de varias peripecias que no hay para qué referir aquí, el 1 ,"
de Enero de 1820 D. Rafael del Riego, puesto al frente del segundo batallón
del regimiento de Asturias, proclamó la Constitución de 1812 en el pueblo
de Las Cabezas de San Juan. Para mover á los soldados tuvieron que decir-
les sus oficiales que el Rey les mandaba sublevarse porque estaba en Madrid
cautivo de una facción que reinaba en su nombre; especie absurda, mas creí-
ble por aquellos hombres rudos, acostumbrados á oirías semejantes durante
el cautiverio de Valen^ ay (2). Sorprendió Riego en Arcos al general en jefe del
ejército, que lo era el célebre Calleja, que habla sido virrey de Méjico y tanto
se había distinguido en la guerra de América, pero á la sazón debilitado por
los años y campañas (3); y uniéndosele el coronel Quiroga (4), que asumió el
mando en jefe, y otros jefes y Cuerpos, entraron todos en San Fernando,
(i) Se Ilamiba leilmcDte Méndez <r Alvkreí, yhabfinacidúen Cidíi (1790) de una fami
lia de OTÍgeD jadió: por eso Damont le considera como nno de loi judíos que en el siglo Xlx
influyeron decisivamente en la política de los pueblos críslianos. La familia Mtndei, de Cidíz,
era, sin embargo, piadodstma, y se cuenta que gastó mucbo en hiucíoDes de desagravios por
la« cosas que hacía su pariente. Mendizibal empezó á ñgutar en la guerra de la Independen-
cia suministrando víveres y utensilios á los eiírcilos. Su pTofeiión era el comercio, para el que
"""'- "" — "' condiciones de fecundidad de recursos y audacia, aunque no de prudencia, y
a«f te enriqueció y se arruinó varias veces. Poco escrupuloso en los medios de agem
To, nunca (aó avaro, y con la misma Tacilidad con que lo ganaba lo gastaba 6 daba, ejh muy
alto, y i proporción lomido, sobrio, sencillo, maestro en el arte de ganarse amigos, cimpilico
T afable, de amena y sogestiva convenación, hombre de poca cultura, y, por ti
ideas: no tuvo otras que las de su liberalismo etaltado. i que tiivíó con su actividad porten-
tosa, su imaginación siempre lecunda en planes maravillosos y su audacia. En iSig era en Ct-
dii agente comercial de la Cosa Beltrín de Lis, de Valencia.
(=} En Rnsia, cuando el famoso pronunciamiento setembrísta al grito de / Emperador il
t:ran Duque Conslantino y Constíliiciótil, uno de los soldados dijo ante el Consejo de guerra
qoe, á tn jaicio, la Constitución era la mujer del gran Duque.
(} «... dtituidatU i inepto conde di CaidirÓHy, le llama, con notoria injusticia, D. Mo-
desto Lafuente.
(4) Don Antonio Quinfa, gallego, de noble familia, de la misma edad que Riego, em-
pezó su carrera rn la Marina, y en iSoS pasó al Ejército.
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584 mSTOBU DE ESPAÜA
donde nombraron una Junta, cuyo primer acuerdo fué ascender á maris-
cal de campo á los dos caudillos del alzamiento. ]Asi se hacen las cosas!
No pudieron entrar en Cádiz — el pueblo, muy liberal, los esperaba entu-
siasmado, ~~ porque el joven oñcial de Guardias Españolas D. Luis Fernán-
dez de Córdoba (i), observando que avanzaba la vanguardia de Quiroga por
el arrecife, reunió 48 individuos de la Milicia urbana y se apostó con ellos en
la Cortadura: al llegar los sublevados hizo disparar los dos cañones que alli
habla (2), lo que sorprendió y desalentó á la columna liberal, que retrocedió
á Sao Fernando. Permanecieron los pronunciados en San Fernando, y alt!
bubieseo sucumbido, á pesar de la expedición que hizo Riego por Andalucía,
en que acabó por dispersársele la gente que llevaba, si el coronel Acebedo no
hubiese sublevado La Coruña (21 Febrero), siguiendo su ejemplo El Ferrol,
Vigo y toda Galicia; el 5 de Marzo se pronunció la guarnición de Zaragoza;
el 10, la de Barcelona; el 11, la de Pamplona; y el conde de la Bisbal, uno de
los más entusiastas realistas de 1814, nombrado general en jefe del ejército
que debfa marchar sobre Andalucía, al llegar á Ocaña proclamó también la
Constitución. En Madrid estalló un motín; el Rey fué insultado, y decretó ju-
rar la Constitución (7 Marzo), y el dia 10 ñrmó el manifiesto de que se han
hecho famosas las palabras marcktmos francamente, y yo el primero, por la
senda constitucional (3).
B) El trienio liberal. — Los Gobiernos que se sucedieron en este período
fueron: i." La !/unta Consultiva Provisional, que ejerció una verdadera tutela
sobre el Rey y nombró el primer ministerio constitucional. 2.° Este primer
ministerio: Pérez de Castro (Estado), García Herreros (Gracia y Justicia),
Canga Arguelles (Hacienda), D. Agustín Arguelles (Gobernación), el mar-
qués de las Amarillas (4) (Guerra), Jabat (Marina) y Porcet (Ultramar), con-
vocó las Cortes ordinarias (22 Marzo), que se abrieron el 9 de Julio. Al mar-
qués de las Amarillas, poco grato á los exaltados, le reemplazó D. Cayetano
Valdés; y á Porcet, Gil de la Cuadra. El i." de Marzo de 1821 se abrió la se-
gunda legislatura de las Cortes, y el Rey, después de leer el discurso de la
Corona que habían compuesto los ministros, añadió un párrafo quejándose
de éstos, á lo que se llamó burlescamente la coletilla, y determinó la calda
del Gabinete. 3.° Fernando VII pidió á las Cortes que designaran los nue-
vos ministros, y habiéndolo rehusado por anticonstitucional, nombró á
Barbajl (Estado), Valdcmoro (Gobernación), Cano Manuel {Gracia y Justi-
cia), Barata (Hacienda), Moreno (Guerra), Escudero (Marina) y Feliú (Ul-
tramar). El 24 de Septiembre reuniéronse Cortes extraordinarias. El 13 de
Diciembre aprobaron éstas un voto de censura contra el Gobierno; pero
hasta el 8 de Enero no le fué admitida la dimisión, y hubo varios ministros
interinos. 4.° El 28 de Febrero de 1822 nombróse el nuevo Gabinete: Mar-
tínez de la Rosa (Estado), Hoscoso de Altamira (Gobernación), Gare-
(l) Nac¡<S en la isla de León (I Agoslo I7C|3|. [n^resÓ como ctdete'(i Agosto 1810),
y en 1S19 pidió ser destinada al ejército expedicioTiBrio de Ultramar, «pm vengar (como
dice su hermano D. Fernando en ARi M.-mariai ¡nlimas, tomo I, pág. asJ la muerte d« m
{2) «Estos dos tiros me «eüstaron un puesto y un pD.rtida que no elegí, que estnvo siem-
íipre en contradicción con mis ideas é inclinaciones . . . » ( Memoria juslificoHva del general
Córdob».)
(3) Publicado en la Gaceta extraordinaria del día iz.
(4) Don Pedro Aguslfn Girón, marqués de las Amarillas y prim« duque de Ahumada.
Nació en San Sebastiia(3 Enero 177S). Fué de voluntario i. ta guerra del Roseltón, Coronel
en 1S07. teniente general en 1814. Era liberal templado 7 ordenancista severo. Al dejar el mi-
nisterio fué nombrado Ín¡^eniero general; pero en 1822 le dieron de baja en el Ejtrcilo, y tuvo
que refugiarse en (Übraltar. Murió el 17 de Mayo de 1841.
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HISTORIA DE ESPAÍJA 585
lly(i] (Gracia y Justicia), Sierra (Hacienda), Bodega, y á los pocos dias Clemen-
cín (Ultramar), Baiauzat (Guerra) y Romarate {Marina). 5." Ministerio de don
Evaristo San Miguel, que tuvo la cartera de Estado, con Gaseo (Gobernación),
Vadillo (Ultramar^, Navarro (Gracia y Justicia), Egea (Hacienda) y Capar (Ma-
rina). El Rey destituyó á este Gabinete (19 Febrero 1823); pero la mayoría de
las Cortes, apoyada por un motín popular, le obligó á continuar sufriéndolo.
G.° Ya ea Sevilla, las Cortes (15 Mayo 1823) impusieron al Rey un ministerio,
A que dio carácter D. José María Calatrava {2). La Junta Consultiva y el minis-
terio Pérez de Cas tro- Arguelles representaron al doceañismo puro, la reac-
ción libera] contra la reacción absolutista, «hombres de buena fe y de estricta
■ legalidad — escribe historiador tan poco sospechoso de antiliberal comodón
■ Modesto Lafuente, — apegados con el cariño de padres al Código del año 12,
■ rígida y severamente constitucionales, amantes de las reformas entonces
B proclamadas, estaban empeñados en volver las cosas al ser que tenían en
» 1814, al modo que Fernando Vil se empeñó en que todo volviera al año
» 1808, como si unos y otros pudieran borrar los sucesos y los años de las ta-
blas del tiempo> (3). El ministerio Barbajl signiñcó algo de reacción contra
el doceañismo, el de Martínez de la Rosa fué moderado, y los de San Miguel
y Calatrava, exaltados.
Pero estos Gobiernos no fueron sino manifestación externa ó represen-
tación pública de otros ocultos é irresponsables: el periodo del 20 al 23 se
caracteriza por haber estado el Poder bajo la efectiva dirección de las socie-
dades secretas. La fracma sonería, autora de la revolución, tomó sus posicio-
nes en cuanto hubo triunfado para gobernar, como dijo gráficamente Quin-
tana, por el mismo procedimiento que había utilizado para conspirar. Estable-
cióse en Madrid un Gran Oriente, centro impulsivo supremo formado de re-
presentantes de los Capítulos de provincia, que á su vez lo estaban por dele-
gados de las logias locales y de las constituidas en cada regimiento por los
jefes, oticiales y algún que otro sargento. Incontrarrestable y duradero hu-
biera sido el poderío de una sociedad tan perfectamente organizada y que
disponía del ejército, á permanecer unida; tanto más, cuanto que viéndola
triunfante y que era ella el canal único por donde venían los destinos, los
ascensos y los favores oñciales, y que los que se oponían á su predominio
sólo hallaban persecuciones y menosprecio, acudieron á iniciarse todos los
que aspiraban i medrar y no tenían ó podían prescindir para eso de escrú-
pulos religiosos; pero no tardó en estallar la discordia en el Gran Oriente.
Los doceañistas no salían de su idea de ser la Constitución de Cádiz insus-
tituible fórmula del progreso político; pero á la nueva generación iba pare-
(l) DoD Nicolás Mar(> Garelly j Bittifora n>ció an Vilencia(9 Septiembre 1777). Su pa-
dre 7 su abacio materno faeron genovesesavecindadoa en Valencia. Antes de cumplir los vein-
ticinco años tal catedrática da Derecho en la Universidad Talenciana,.^ en 1S04 aeregado á
Reguera Vaidclomar para redactarla Novísima Recopilación. En la gaerra de Is Indepen-
dencÍB padeciú dos prisionesi ana decretada por el capitán general español á consecaencia
de haber lastenido la titatada yunta- CoHgrise de Valencia contra la autoridad de las Cortes;
f otra por Suchet, á cansa de su patriotismo. En 1814 deiempeflá la cátedra de Constitación,
jr esto y sus ideas le valieron ana deportación á Ibiza. Diputado en las Cortes de iSli, se dis-
tinguió por su moderantismo. Fui, segaramenle, de los fundadores ó iniciadores del partido
moderado.
(3) Nació en Mérida (15 Febrero 173)1. Estudió en el Seminario de Badajoz y en la Uni-
Tersidad de Sevilla. De la Junta Suprema de Extremadura (1B0SI, diputado por su provincia
en las Cortea de Cádií (1810), figuró en primera Knea del partido liberal. En 1S14 abrid bufete
en Madrid; pero la reacción le conñnñ ocbo bKo( al presidio de Melilla, En iSlo fu£ nombrado
ministro del Tribunal Supremo, diputado i Cortes, y se le encomendó la redacción del Código
penal. Era grande su autoridad de hombre de ley entre los exaltados, dapués fr/r^esiilai,
(3) Histaria di España. Parte III, libro XI, Cap. IV.
,,GoogIc
Etpiftolcs llnaire* conlemponlacM.
D,g,t7cdb/GOOgIC
HISTORIA DE ESPAÑA $^7
ciéodole poco el liberalismo del venerando Código, como le llamaban los otros,
cuando no le decían sacrosanto. De aquí cd el seno del cuerpo masónico una
formidable oposición al ministerio Ai^üelles, que llegó á expulsar del gremio
al conde de Toreno, representante de su tendencia; mas luego volvieron á
predominar los temperamentos doceañistas (i), siendo esto causa ó efecto de
que los más exaltados (Romero Alpuente, que se hacía llamar el Robespierre
español; Díaz Morales, que alardeaba de republicano; Torrijos, etc.), forma-
sen otra Sociedad, la de los Comuneros ó hijos jt vengadores de Padilla, en que
las logias se denominaban torres; el cuerpo social Confederación^ dividida en
comunidades, merindades, castillos y Jortalexas; el venerable, Gran Castellano;
el color verde de la masonería fué sustituido por el morado; los socios no
vestían el mandil, sino de caballeros andantes, y sobre la mesa de la sala de
( Explieetión dt la láiiirta antcriar).
EfpaBalcí llMtmeonttwiwriMOf.— 1. VtcmtB Lópci jPortmflm, eilimable plnlor viloi-
ciano, Botabllljlmo retralltU y tutor de un micnfHco ictr>k> de D. Francitco át Oayí (im-lSSO).—
X, FraBGlMOjoaéQalntaai, Insigne poeta lírico, coronado iol«nn«ncnte por lubd II. Ntdó en Mi-
drídilT7Í-ia57). — 3. FraaclMOTadeoCalomarde.atadlMiilBitreycftebreniinlitrQde Fernando Vil.
Angonéil 1^3-1842).— 4. AensUn Arsflelln, ntadiitinotibleydlstinsuldo orador asturiano (]T7^1SU}'
— S. Alberto LUta, canónigo de la catedral de Sevilla, naddo en dicha dudad, notable porta. Fai
maeitrode Espranceda(lT7^1B48). — t. Jasa Nluilo Oallep), sacerdote y poeta ilnaro é inspirado.
Es lamoaa su oda El Dot áe Mayo. Naddo en Zamora (1777-1853). — T, Jo*é dc Madrato, Iniiene pin-
tor de histoiía y académico de la de Bellas Artes, findadar de una dinastía de notables arllslaa (ITSl-lSW)
— S.jMé María Qnclpo de LUtao, conde de Tormo, político é historiador, miembro de las Corles de
Ctdb, aulor de la Hlttorla M lewntamllnlo áe ttpoRa, Naddo en Oviedo (1T86-1M3).— S. SaniAa Car-
niccr 1 Battte, compositor de música, leridano, autor de varias misas notable! y de mictuii sinfonías y
óperas, entre oirás de Mtla dt Laiignano, Don Juan Ttnorlo y Crtítóbal Colón (1789-1855).
ADVERTENCIA. ~ El retrato de tos hombres eminentes es siempre nn doaimento Interesante.
Por eso et editor de e*le libro ha reproducido en las paginas que preceden los de todos los españoles
buIgneM dt qaltiut se conserva ano auténtico, y aun algunos retratos morales, con la salvedad i/ue en
sa oportuno lugar se consigna.
Al llegar d nuestros dios ^y considerando el siglo XIX comprendido en ellos— kemos querido
reunir en la lalerla de retratos que comienza en la página anterior los de todas las primeras fígaros
españolas contempordneas que eultlnando las letras, las ciencias, tas arle* 6 la pollHea dan Je de
la Inagotable fuerza creadora de la madre Espalia, que siempre, d troves de los azares de sa htstorlai
ha iluminado el manilo con la gloria de sus hijos, y gal en estos tiempos de postración y decaimiento
confirma y continúa sa tradición presentando ese brillante conjanto de Inteligencias esclarecidas.
HacUndolo asi, creemos ofrecer al patriotismo de los lectores eficaz acicate, á ¡a par que
honramos estas páginas y rendimos homenaje inexcajable d los qae nos dan ni motivo mds pora
enorgatltctrnos de ser, como tilos, tspaliolts.
El lector comprobará que no ha presidido día selección prejuicio alguno. Hemos procurado que
no falte ningún nombre eminente ni figure quien no pueda hacerlo por derecho propio. Alguno ha habi-
do que excluir por no hallarse $a retrato. Quizás algún otro sea ricllmadt Involuntaria omisión. Entre
los multantes que, por dicha, están en plena prodatclón activa, hemos extremado el rigor dejando de In-
cluir d algunos qut con gusto y con Justicia hubiéramos publicado si no lo Impidiera la necesidad dt
nitor que la galería fiuse excesivamente extema, amén de otras conslderadoaes qae quienquiera
supondrá.
No presumimos, sea como quiera, deque hemos de contentar á todos Io5 lectores. Posible es que
algún punto de vista personal repita en este caso qut ni «tin lodos los que son, ni son todos los que
esUn. Por lo cual el editor recaba para si la responsabilidad dt esta labor, en qut no ha Intervenido
el llastrt aalor de la obra Sr. Salcedo, y en la cual el Instgnt dibujante Sr. Ánsel, que con compe-
tencia y pericia que todos rtconoctrdn la ha Ilustrado con su magistral Hlst«rla granea de lacivl-
Uiaclén (t|iaBola, no ha hecho otra cosa qae reproducir con su sabido acierto los retratos qae el
editor le ha encomendado. Suun cuique.
,,GoogIc
588 HISTORIA DE BSPaRa
juntas se ponía una uraa con huesos dentro, que se decía ser los de PadtHa.
La nueva sociedad llegó en breve á contar unos lo.ooo iniciados, todos ca-
bezas calientes y hábiles para el alboroto. Con ¡os comtuieros entendíanse lús
rarionarios, de que fundaron los emigrados piamonteses venías en Barcelona,
Valencia, Málaga y Madrid, habiendo algunos exaltados, como Díaz Morales,
que parece fueron á la vez comuneros y carbonarios. El general napolitano
Pepe estableció en Barcelona la Sociedad europea^ compuesta de liberales de
todas las naciones, no faltando algún español en ella: finalmente, en Madrid
funcionaba una logia francesa que tenfa por objeto inmediato el destrona-
miento de Luis XVIII y la proclamación de Napoleón II (i). De otras dos
sociedades secretas hablan las Memorias de este tiempo: la de los AnüUros,
formada por los moderados (Martínez de la Rosa, Toreno, Cano Manuel, et-
cétera), y la del Ángel Exter minador, constituida por los absolutistas; pero
como ni una ni otra han dejado rastro histórico positivo y únicamente son
mencionadas por los advérsanos de moderados y realistas, puede suponerse,
ó que fueron simples conatos, ó que sólo existieron — y es lo más proba-
ble — en la imaginación de dichos adversarios.
Las sociedades secretas influían decisivamente en la vida pública por
ios siguientes medios:
A) Por sus afiliados, que eran ministros, diputados, consejeros, jueces,
Jefes políticos y militares, y hasta empleados subalternos. Pero conviene ad-
vertir que nunca coincidían la organización jerárquica de la Sociedad domi-
nante con la del Gobierno: en tal caso se hubieran confundido ó amalga-
mado los dos Poderes; el público y el secreto. Arguelles, por ejemplo, nunca
pasó en la masonería de los grados relativamente inferiores, y al frente de
masones y comuneros figuraron por lo común personajes de segunda y ter-
cera fila, y hasta sujetos oscuros en la política visible. Asi se mantenía la se-
paración, y aun rivalidad, entre el Poder oculto y el oficial, y la supeditación
del segundo al primero.
B) Por las sociedades patrióticas, imitación de los clubs de la revolu-
ción francesa, instaladas en cafés ó fondas, y que eran como unos casinos
políticos, con sesiones diarias en que peroraban los oradores populares más
famosos ex litando con sus arengas ala multitud allí congregada: frecuen-
temente echábase á la calle el auditorio asf enardecido á dar gritos, ó á pasar
á vias de hecho contra los caliñcados de tiranos ó traidores en los discursos.
Hubo muchísimas de estas sociedades. En Madrid La Cruz de Malta era el
centro de los moderados, á que se unieron los afrancesados, pretendiendo
unos y otros el sostenimiento á todo trance de! orden material, y como medio
de conseguirlo, la reforma constitucional estableciendo el sistema bicameral,
y dando mayores prerrogativas al Rey y Poder ejecutivo. Decían los exal-
tados que La Crue de Malta era manifestación extema de los AnilUros; pero
ya queda indicado que es dudosísima, por lo menos, la existencia de esta so-
ciedad secreta. La Fontana de Oro sí que lo era de los masones, y la Lanáa-
¿nriana, de los comuneros más exaltados (2). £n provincias las hubo tam-
(1) El doque de Yítittisl&át — I' Aigtoa del drama de RosUnd, — que yivfa en Vfena,
como archiduque de Austria, y tenfa á la sazón ODce ó doce años, nació el 30 Muro tSlI, j
murió el 22 Julio 1832. Napoleón murió en Sania Elena el 4 Mayo i8al. Nuestra reroladón
del 20 fui e] último acontecimiento polilico de que niTO noticia, y exclamó al saberlas /.Vd ai-
ran quí ¡a ha movido este hombrí, eucerrads t» tsta iitacieiihle prisiÓHl
(2) Don Mamerto Landaburu era un lenienle de la Guardia Real que el 30 de Junio
de 1S22, al notar en sus soldados síntomas de indisciplina favorables al régimen absolutista,
sacó el sable para refrenarlos, y en aquel momento tres de los indisciplinados le hicieron una
descarga porta espalda, dejándole muerto. Para los liberales — los mis exaltados creyeron el su-
ceso obra de Fernando Vil — lamemorinde Landaburu luí objeto de verdadero culf o.
D,g,t7cdb/GOOgIC
HISTORIA DE ESFAÍ^A 589
bien, y algunas de tan expresivo titulo como Los Virtuosos Descamisados,
de Cartagena.
C) Por los periódicos, que hubo, y de todos matioes menos realistas;
porque en este periodo la intolerancia liberal estaba en su punto, y mal lo
hubiera pasado el que se hubiera atrevido á escribir en contra de la Consti-
tución. La libertad de imprenta era muy amplía. . . pero sólo para los libera-
les. El Espectador, que según Mesonero Romanos fué el que alcanzó más
clientela, era, puede decirse, órgano oñcioso del Gran Oriente: lo inspiraba,
y á veces escribía en él D. Evaristo San Miguel. Et Universal, á que pusieron
el mote de El SaiaMÓn por sus proporciones desmesuradas (i), defendía las
ideas moderadas, y lo mismo £1 Imparcial, dirigidos ambos por Burgos (2), y
en que colaboraban Hermosilla (3), Miñano (4) y Lista (5), publicando además
este grupo la revista El Censor, primera de su género en España, y por la
que hicieron su entrada en nuestra patria las ideas doctrinarias francesas (6).
Los comuneros tenían en la Prensa El Triinno, El Eco de Padilla, El Conser-
vador, título satírico, El Zurriago, que Mesonero caliñca de inmundo, y que
se dedicaba al insulto personal, siendo ei que puso á Martínez de la Rosa el
mote de Rosita la Pastelera, etc., etc. (7).
Completaban la acción de los periódicos los folletos y las representacio-
nes teatrales. De los primeros se hizo famosa la serie de las Cartas del po-
brecito kolgatdn, alguna de las cuales alcanzó la tirada de 60.000 ejemplares,
exorbitante para el año i8zo; obra del clérigo moderado MiSaoo, y que son
una sátira contra la Inquisición, jesuítas, frailes, cofradías, bulas delPapa, etcé-
tera (8). El teatro también fué utilizado para la propaganda liberal, represen-
tándose constantemente obras como Roma libre, Lamuea, La viuda de Padilla,
El 1° de Enero en las Cabezas de San Juan, El Hiprócrita pancista. Tribula-
ciones de un servilón. Coletilla en Navarra, etc. Quien más se distinguió en
aquella dramática política de circunstancias fué el mejicano Manuel Eduardo
Gorostiza (9), escritor satírico, ó, mejor dicho, caricaturesco, que habla empe-
zado á componer en el género de costumbres en 1818, y que durante el
trienio hizo reir al público liberal á costa de los empecatados servilones.
(I) Para aqacl tiempo, ¿/^aíaxán (enfa el Untt^o de La CorretpfndtHciatrt\xtpoc\
de escribÍT MesoDero Rornaaoi sus Rtcutrdos; es decir, meooi de la mitad de lo qu: La Lo-
rrítpündetuia ea ahora.
(a) Don Javier de Burgos (l77S-l!l4S). poeta mediano, baen traductor de Horado (Obrat
de Horacio, 1." edición, 1820-Z3I, endeble autor dramático (£1 Baili de Máicarai, Los trtt igua-
Ui, La dama dtl verde gaiánj, eta hombre de gran taletllo, amplio criterio y de idea» muj mo-
d«radaa en política. Fui afrancesado.
(3) Don José Gómez Hermosilla (1771-1S37), mis célebre que en la política por lu rigo-
rismo clasicista eo el orden literario, autor del Arte di hablar tn frota y vino (I.* edic, tSzo).
(4) Don Sebastián Miñano (l779'lS45)i clérigo j prebendado de Sevilla, autor del Dit-
cienario Gtof^ráfieo y Etiadíslico di Esparta y Forlugal.
(5) Don Alberto Lista nacid en Sevilla [15 Octubre 1775). Matemático, poeta y con ex-
celentes dotes para enseñar. Fué indultado de su afrancesamiento en 1S17. De 1S30 á 33 diri-
gió en Madrid el Colegia de San Mateo, en que estadiaion muchos jóvenei luego famosos:
verbigracia, Eiproneedá.
(6) La colección de El Cinsor consta de 17 tomos. Quien escriba la historia de las
ideas sociales y políticas en la España moderna, tendrá que leerlo* deipacio.
(7) Cuenta Mesonero que su principal redactor, D. Luis Mejía, muríú ronchoi afios des-
pués en el Hospital de Incurables de Madrid, y que antes de morir solicitó y obtuvo de Mar-
tínez de la Rosa que fuese á visitarie para pedirle cristiaDS mente perdÓD de los itunnnerables
insnltos qae le habfa dirigido. (Recuitdos, pág. 1}2}.
(8) Están publicadas en el tomo ll-LXll de la BUHeteca ir Rivadcntita. Escribió ade-
mit las Cartas de D. Justo Balanta y las drl Madrileño: éstas en El Ctntor, del miimo género,
per» qa« no loeraron la misma popularidad.
(9) Nació en t7E9 y tItíó, casi siempre en Madrid, hasta iSji. \Wf do> coleecionet de
tn Teatro: París, l8n, y Bruselas, 1815.
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590 HISTORIA DE ESPACIA
D) Por la Milicia Nacional. La primitiva idea de constituir estos Cuer-
pos no podía ser mejor: era dotar al ejército de una numerosa y bien orga-
nizada reserva que permitiera reducirlo considerablemente en tiempo de paz,
y dedicarlo siempre á los ñnes propios de su instituto — prepararse para la
guerra, — descargándolo de los enojosos y poco instructivos servicios de
guarnición, como también á interesar á los ciudadanos en la defensa de la
patria, haciendo del servicio de las armas el cumplimiento de un deber cí-
vico. La base de la Milicia Nacional debían ser los antiguos batallones de Pro-
vinciales, y el alistamienio, obligatorio para todos los mayores de diez y ochu
años y menores de cincuenta; pero esta institución, que bien encaminada hu-
biera podido ser algo semejante á la landwer y iMístkurd prusianas, en la
práctica fué factor activo del desorden permanente. Como no había fusiles
para todos, se decretó que fuesen preferidos los voluntarios; y como la admi-
sión de éstos, así como la dirección y manejo de aquella fuerza ciudadana,
dependían de las Corporaciones populares — Diputaciones y Ayuntamien-
tos, — resultó la Milicia el partido liberal armado, ó un ejército distinto y
rival del verdadero, á la disposición, no de las autoridades oñciales consti-
tuidas, sino de los poderes ocultos y demagógicos, de que dependían aquellas
mismas autoridades. No en todas las poblaciones pudo ser de este modo;
porque no en todas había á la sazón elementos suficientes para organizar
cuerpos de liberales decididos y entusiastas, y, por ejemplo, en Pamplona los
milicianos no resultaron liberales, por lo que al punto fué allí desarmada la
Milicia; pero donde, como en Madrid, Cádiz, Valencia, Zaragoza, etc., los afec-
tos á la Constitución eran en bastante número para formar batallones, esta-
ban siempre en acción, con suma frecuencia resonaba por las calles el toque
de generala convocando á los milicianos para defender la libertad, ó sea para
cumplir algún acuerdo de las sociedades secretas. AI oir el fatídico son de los
tambores los vecinos paciñcos internábanse en sus casas cerrando apresu-
damente las puertas (i), y los tildados de realistas temblaban; unos y otros
sabían perfectamente que el toque de generala de la Milicia era el preludio de
un tumulto callejero 6 de alguna venganza del partido.
He aquí ahora en brevísimo resumen los principales acontecimientos
del trienioi
Año iSzo. — £1 mismo día que juró el Rey la Constitución en el Ayun-
tamiento invadieron las turbas el edificio de la Inquisición, Isabel la Cató-
lica, 4 (2), no encontrando más preso que á un sacerdote tegitimista francés
y chiflado. 9 de Marzo: abolición de la Inquisición. Inaugúranse las socieda-
des patrióticas, y empezó á cantarse el Himno de Riego, letra de D. Evaristo
San Miguel:
Su música primitiva (compás de 7i) fué compuesta, según creía Saldooi,
por un oficial de la columna de Riego, apellidado Miranda; pero preva-
leció la de Reart y Copons, coronel de Walonas, que es una contradanza en
compás de %. Otros himnos compitieron al principio con eldeRiego; v. gr.,el
<l) Machos años despaés -
,,GoogIc
HISTORIA DE ESPAÑA
titulado a¡ Ejircito libertador, música de Moreno, director de orquesta del
teatro del Principe, que tenia por estribillo:
jGueneros, la patria
Os da el parabiéD,
PoT<ja« lus cadenas
Supisteis romperl
Y el de la Milicia Nacional, i
a de Carnicer, que decía:
jUb«Ttad, Ubeiud, liberudl
Pero los peores fueron los compuestos para molestar á los realistas, y de
ellos el más famoso el trágala: «funesta canción», dice Mesonero Romanos,
<que vino á ser el [a-ird de la revolución española, y la hizo más daño que
itodas las bandas de facciosos>. Tenía muchas coplas por este tenor:
Porloiflervilea;
iTiágala 6 muere,
Anlicuamenle
A los chiquitos
No hubiera anión,
Tü. servilón.
Ni, íi pudieran,
Tú.qaenoquieiei
Se los vestía
Consutucióa.
CoDstitnción!
De fTailecilos;
Ya nota arrancas,
Pero en el áU
Roan el hneso,
Ni con palancas,
Los liberales
Y et libenJ
Ni con palancas
VUlen ios sojos
Lea dirá eso.
De la nación.;
De|nac¡onal¿;,
-
Trágala, trágala, trágala.
Trágala, trágala.
Trágala, trágala, trágala, trágala.
Trágala, trágala.
Trágala, trágala, trágala.
Trágala, trágala.
Trágala, trágala, urvilin.
Traga la Constituain.
El trágala no era sólo una canción de mal gusto, y la más adecuada para
embravecer el encono de los vencidos por la revolución refregándoles inju-
riosamente su vencimiento, sino la fórmula popular de la política iniciada por-
los Gobiernos liberales. La Gaceta con sus disposiciones oficiales cantaba
también el trábala. Por decreto de 26 de Marzo se obligó á todos los españo-
les á jurar la Constitución, con extrañamiento y pérdida de honores, emolu-
mentos y empleos á todo el que usase cualquier reserva al prestarlo. Por
otro de 22 de Abril se mandó poner cátedra de Constitución, no ya en las
Universidades y colegios del Estado, sino en los seminarios y conventos, y
que todos los párrocos en la misa mayor, no sólo explicaran el venerando Có-
digo, sino que manifestaran sus ventajas y rebatiesen 'las acusaciones calum-
>niosas con que la ignorancia y malignidad intentasen desacreditarla>.Porel
reglamento de la Milicia se impuso á los mismos párrocos la obligación de
exhortar á los milicianos á defender la libertad y la Constitución. La Compa-
ñía de Jesús fué suprimida (14 Agosto) á propuesta del conde de Toreno,
quien declaró en las Cortes que la pragmátit^a (le Carlos III era intangible, y
que no pudo derogarla Fernando VII. Suprimiéronse los (x>nventos que no tu-
vieran veinticuatro religiosos ordenados in sacris y los de las Órdenes Militares
y Hospitalarias, se prohibió admitir nuevas profesiones, etc. (i ." Octubre). Fué
abolido el fuero eclesiástico {23 Septiembre). Los obispos que protestaron
contra estas medidas fueron extrañados del reino; lo mismo el General de
los Capuchinos y otros eclesiásticos.
,, Google
592 HISTORIA DE ISFAÜA
No se limitaron estas represalias al clero secular y regular. £1 general
Elfo fué preso en Valencia; ios persas, sometidos á proceso, encerrados en
los conventos y desterrados, aunque luego las Cortes decretaran su libertad,
contentándose — m,iié benignidadi — con declararlos traidores, privarlos de
los honores, dignidades y gracias obtenidas desde que hicieron el maniOesto
famoso, y perpetuamente de sufragio activo y pasivo.
Medida digna de aplauso fué la amnistía concedida á ios afrancesados.
Igualmente, el nombramiento de Comisiones para redactar los códigos civil,
criminal, de procedimientos y mercantil (22 Agosto), y propia de la situa-
ción política, la supresión de mayorazgos y vinculaciones (11 Octubre).
Los motines, algaradas, atentados é incidentes ruidosos fueron conti-
nuos. Ed los primeros días del régimen se dijo haberse descubierto una
conspiración realista urdida para llevarse al Rey á Burgos y proclamarle alli
absoluto, por el secretario de Fernando VII, Bazo, y el capellán de Palacio,
Erro. En la noche del S al g de Julio, vísperas de la apertura de Cortes, hubo,
ó se supuso, otra de los Guardias de Corps. Un cadete de Guardias de
Corps insultó á sus jefes en un periódico; el general marqués de Castelar lo
hizo arrestar, y las Cortes decretaron que se procesase... lal Marqués I Se
declaró beneméritos de la patria á todos los militares que se habían suble-
vado, y se ordenó que se anotase en las hojas de servicio la adhesión de los
oñciales al régimen constitucional, haciéndolo extensivo después á los em-
pleados civiles. Decretada la disolución del Ejercito de la /r/ii, promovióse
una agitación inmensa. Riego se presentó en Madrid (31 Agosto), y su reci-
bimiento dio lugar á muchos tumultos mal disfrazados de ovaciones. El 3 de
Septiembre, en el teatro, hizo que sus ayudantes cantaran el trágala (l), y el
escándalo degeneró en motín; el Gobierno, mostrándose enérgico, ordenó á
Riego salir para Oviedo de cuartel, lo que originó más graves tumultos, y en
la discusión parlamentaria relativa á ellos (7 Septiembre) se manifestó por
primera vez ostensiblemente la división entre moderados y exaltados. El Rey
se negó á suscribir el decreto sobre monacales, y los ministros le obligaron
á hacerlo, amenazándole con un motín (20 Octubre). Fernando VII, de jor-
nada en El Escorial, mandó (16 Noviembre) al general Carvajal á encalarse
de la Capitanía general de Castilla la Nueva, desempeñada por Vigodet, con un
decreto sin refrenda del ministro de la Guerra. Estose consideró como la ten-
tativa de un golpe de Estado, y la entrada del Rey en Madrid (2 1 Noviembre)
fué semejante á la de Luis XVI en París después de la fuga y detención de
Varennes: no hubo insulto ni trágala que no se le dirigiese. Era tan desastroso
el estado de la Hacienda, que el déficit, comparado con el plan de gastos y con-
tribuciones — como se llamaba entonces el presupuesto — para el año eco-
nómico de 1820 á 1821, fué de 172 millones de reales; fueron gravados todos
los sueldos de funcionarios públicos con un descuento gradual, que empezaba
en el l por 100 sobre los sueldos de 6.000 á 8.000 reales, y llegaba al 30 so-
bre los de 100.000 para arriba.
Año 1821. — En Enero, motines en Murcia {promovidos por ios traga-
listas; esto es, los que cantaban el trágala constantemente); en Zaragoza, {cod
pretexto de la llegada de Riego, nombrado Capitán general); en Málaga, en
sentido republicano; y en Madrid muchísimos, con insultos continuos al Rey-
(i) Saa Migoel ( Vida at Argiiellci. cap. xxm) lo niegí; pero lo añrman todoi los escri-
lom de 1> época. Mesonero dice: «La Fontana le obsequió con un banquete en sm saiones,
Bjr en anuida le condujo al teatro del Príncipe, donde, i vueltas de laa mia calurosas acli-
' — s,Hegó i su colmo el desTaneci miento del hfroe.hatta el extremo de entonar él f m'
^ayudantes su propio himno. .. ; hizo mis. y lué disponer que sus ayudantes ptlsiertn cnxonO'
ucimiento del publicóla insultante y grosera canción del Trágala... {'^ccw/n/M, pig. 273)-
D,g,t7cdb/GOOgIC
HISrOKlA DE ESPAÑA 593
Fué lo más horrible el atentado contra el cura de Tamajón. A mediados de
Enero díjose que se habia descubierto una conspiración realista fraguada por
un capellán de Palacio, llamado D. Matías Vinuesa, al que se le ocuparon
vanos papeles con un plan de contrarrevolución. «Tengo para mf — escribió
• el general Fernández de Córdoba en sus Memorias ÍMiimas — y no me faltan
■ motivos para añrmarlo, que ni escribió los papeles que se dice le fueron
(encontrados, ni tuvo conocimiento de ellos hasta que sirvieron de base á la
>acusaciÓD> (i). Formósele causa; el tiscal pidió contra él la pena de muerte,
y el juez D.Juan García le condenó á diez años de presidio. «Alarmáronse los
>clubs tan pronto como tuvieron noticia de la sentencia, y desde luego se
• vieron síntomas de estar resuelto el sacriñcio de la víctima. Desde las once
>de la maüana del dia 4 de Mayo se propagó y cundió la voz de que entre
idos y tres de la tarde se consumaria el horrible atentado. No se notó pre-
• vención ni medida alguna de parte del Gobierno y de las autoridades para
■ evitarlo, y á la hora que se había dicho, una cuadrilla como de unos 1 30 mí-
■serables, después de haber dado algunos gritos en la Puerta del Sol, se
•dirigió á la Cárcel de Corona, y forzando la entrada, que la guardia de Na-
■ cionales defendió ó aparentó defender débilmente, asesinó ferozmente á Vinue-
>sa, llenando su cuerpo de heridas y destrozando su cráneo de un martilla-
>zo> (2). • Algunos años después — se lee en las Memorias de hh setentón — oí
>de boca del mismo juez de la causa que al sentenciar á Vinuesa á presidio
■ fué contra su convicción, y sólo por apaciguar de algún modo la excitación
■popular; pero no le aprovechó. . . sólo le sirvió para quedar mal con su con-
■ ciencia y con el populacho, el cual, después de inferido el sacrilego asesi-
■nato, corrió á casa del juez, que vivía en Puerta de Moros, con objeto de
■sacrificarle también, lo que pudo evitar salvándose por el tejado (3).
Los motines menudearon, siendo innumerables los promovidos en toda
España por el empeño de los exaltados en pasear procesionalmente el retrato
de Riego, género de manifestación que tenía prohibido el Gobierno, Fué
famoso entre los de su clase el denominado la batalla de Platerías, en Ma-
drid (18 de Septiembre), en que el capitán general (Morillo) y el jefe político
(San Martín) consiguieron arrebatar el retrato á los revoltosos y dispersarlos.
Las principales medidas legislativas fueron: la ley de urden público (17
de Abril), encaminada principalmente contra los adversarios déla Constitu-
ción. La ley constitutiva del Ejército (9 Junio), que prescribía la desobediencia
á los soldados cuando sus jefes se sublevasen contra el régimen constitucional.
Reducción del diezmo á la mitad (29 Junio). Reglamento general de Instruc-
ción pública (lo Julio), estableciendo la uniformidad de la enseñanza en todo
el reino; la observancia del mismo método y del mismo libro de texto; ense-
ñanza libre sin validez académica; la oñcial dividida en: 1.' (Facultades y
Escuelas especiales); 2.', que habia de darse en las Universidades de provincia
(hoy Institutos) y 3.", que es la que ahora se llama primaria, todo dirigido
por la Dirección general de Estudios.
Si tantas habían sido las conspiraciones é intentonas liberales de 1814
á 1820, no fueron menos las realistas en el trienio. Durante el año de 1821
aumentaron mucho las partidas realistas que ya habían hecho actos de pre-
sencia en el anterior; el cura Merino en Castilla, Montaner y Juan Costa, de
apodo Misas, en Cataluña, y otros guerrilleros de la Independencia siguie-
ron el mismo sistema que entonces, tomando la lucha desde su comienzo
ít) Tomo 1, páe. 37.
(3) Lafuenre. ídem, iS„ cap. vn.
(3) Página 14J.
Salceda, Historia d
,, Google
594 HISTORIA DE ESPAÑA
un carácter de extraordinaria ferocidad. Complicábase la guerra civil con U
actitud de las principales Potencias europeas, unidas á la sazón en la liga an-
tirrevo lucio na ría denominada la Santa Aíiamea, y bajóla hegemonía diplomá-
tica de Metternicti, prímer ministro de Austría. Sólo Inglaterra formaba ran-
cho aparte, fuera del sistema político europeo, en el espléndido aisloMÚnío de-
terminado por su intenso patriótico egoísmo, y que le permite mantener su
incontrarrestable fuerza naval: sosteniendo sus tradicionales instituciones
parlamentarias, venta á ser entonces la iónica representante de la libertad
política en Europa, y, como es uso en ella, sacaba gran provecho nacional de
este papel, haciéndose la porta -están darte y celosa defensora de la abolición
de la trata de negros y de la libertad de los mares, con lo que, al par que
desplegaba una bandera de justicia y de humanidad extraordinariamente
simpática á todos los hombres de sentimientos liberales, laboraba pro domo
sua. Francia, aunque regida por los Borbones, á los que apoyaba un partido
realista de tendencias iguales á las de la Santa Alianza, corao había aceptado
la Carta otorgada por Luis XVIII, que aseguraba un régimen constitucional
ordenado y de amplias libertades, inclinábase en el orden político al sistema
inglés. Luis XVIII y los prohombres que con él dirigían la política francesa
habían juzgado mal de la reacción absolutista de 1814, creyendo que ?'er-
nando VII al recuperar su trono debió sustituir la Constitución del 12, anár-
quica y revolucionaria, por una carta semejante á la de Francia; asi que la
revolución de 1820 fué para ellos la confirmación de su teoría y la justifica-
ción de su conducta, ó sea la consecuencia inevitable de no haber dado la
Carta ó algo parecido á la Carta en 1814. Pero como la Constitución triun-
fante les parecía rematadamente mala, creyeron llegado el momento de in-
fluir en España para establecer el justo medio de que se juzgaban poseedo-
res. La Constitución del 12 era para Luis XVIII y su partido la revolución
y la anarquía, cosas intolerables; el absolutismo del 14 era el despotismo,
incompatible con la ilustración del siglo: intentaron, pues, influir para que la
Constitución fuese reformada, y á tal efecto, ponerse de acuerdo con Ingla-
terra. No es dudoso que si las dos grandes Potencias occidentales hubiesen
llegado á un acuerdo sobre este punto, habrían salido con su intento, y qui-
zás hecho un inmenso beneñcio á España; pero Inglaterra se opuso, ó por
temor á la influencia francesa en la Península, ó por no querer que hubiera
en nuestra patria un Gobierno regular, interesada como estaba en el pronto
triunfo de los separatistas americanos (l).
En julio de 1820 habla estallado en Ñapóles un movimiento liberal que
tomó por bandera la Conatitución de Cádiz y que la impuso al Rey: lo mismo
sucedió en Portugal y en el Piamonte, donde el Monarca, portándose con más
dignidad que los de España y Ñapóles, abdicó en su hermano el principe de
Carignan. Rusia, Prusia y Austria acordaron en Laibach poner término j
la revolución de Italia, lo que se consumó en este aflo de 1821. Un ejército
austríaco entró en Ñapóles (21 Marzo) y en Turln (8 Abril). Los revoluciona-
rios italianos de más viso se vinieron á España, donde establecieron la So-
ciedad de ios Carbonarios y fomentaron el republicanismo. Lns liberales es-
pañoles, entusiasmados con el triunfo de su Constitución más allá de las fron-
teras, al saber su derrota intentaron atropellar la embajada de Austria: su
suerte estaba, sin embargo, como la de sus correligionarios de Italia, en ma-
nos de los extranjeros, aunque no de las Potencias del Norte, sino de Frao-
¡I^ No se hizo Inglalerra la ferriente defensora de la •bolición de U muhisliqM-
perdidns Iss coloniís de América del Norte, no tuvo ya intecíl en mantenerla; ni de la liber-
tad de los mires, \wi\a. que tuvo asegurada la supremacía inarftinia.
D,g,t7cdb/GOOgIC
DE ESPAÑA 595
cia é Inglaterra. Nuestra Constitución do faabfa de durar sino lo que tardasen
Francia ea decidirse á intervenir, é Inglaterra en consentirlo.
Años 1822 y 23. — Siguió su curso la revolución, y los tumultos, los ex-
cesos y los horrores fueron innumerables. Inauguróse eo Valencia una serie
de motines (17 Marzo) por el empeño de los exaltados en obligar al segundo
regimiento de Artillería á vitorear á Riego; el 30 de Mayo un piquete de este
Cuerpo que guarnecía la cindadela dio vivas al Rey absoluto y al general
Ello, allí preso, y aunque el general se negó á admitir la libertad que le da-
ban los sublevados, ocupada la cindadela por los milicianos, estuvo á punto
de ser sacrificado, y sólo se salvó por entonces mediante la promesa de so-
meterle á proceso, como se hizo, en el cual sirvió de pieza de convicción
una carta escrita por el general á una hermana suya — |Con la coincidencia
de no tener Ello ninguna hermana!, — y un Consejo de guerra compuesto de
oficiales de la Milicia le condenó á muerte en garrote vil, previa degrada-
ción, sufriendo el general esta pena con admirable y cristiana entereza (l).
En Madrid subleváronse por el rey absoluto cuatro batallones de la Guardia
Real, siendo principal caudillo de los levantados el joven oficial D. Luis Fer-
nández de Córdoba, que tanto se había distinguido en Cádiz (1820}. Los mi-
licianos, apoyados por los Cuerpos de la guarnición que se mantuvieron fie-
les, rechazaron á los Guardias, siendo el choque principal en el Arco de la
Plaza Mayor, que en memoria de la jornada se llama del Siete de Julio. Es
uno de los puntos más repetidos de la leyenda de Fernando VII su salida al
balcón de Palacio cuando huían los sublevados y los perseguía la tropa acau-
dillada por Morillo, y haber gritado á ésta: ¡Aellas, á ellos! Lo positivo es lo que
cuenta D. Fernando, hermano de D. Luis, en sus Memorias íntimas: que el
Rey envió á éste una crecida cantidad y le facilitó la fuga. Muí le hubiese
ocurrido á no escapar: los guardias fugitivos fueron ametrallados y acuchilla-
dos en la carretera de Extremadura, y muertos en garrote el guardia Ruiz
Pérez (6 Agosto) y el teniente Goiftien (17 Agosto). Ño con más benignidad
fueron tratados los carabineros y provinciales de Córdoba que se alzaron en
Castro del Rey. Los historiadores liberales no se cansan de clamar contra el
terror de 1824, y tienen razón; pero se olvidan de que los de su partido go>
bemaban — si esto es gobernar — de la misma manera terrorífica durante
el trienio.
La guerra civil alcanzó grandes proporciones. En Navarra dirigían á los
realistas Quesada (z), D. Santos Ladrón, etc. En Cataluña aparecieron los cau-
dillos más notables: tales fueron el general barón de Eróles (3), que represen-
taba en esta lucha el elemento realista más templado y conciliador, partida-
(i) En el ArchÍTO d« la. Capíunía general de Valencia hay laríos docamenlos de samo
inter£t sobre la ípoca del mando de EUo; entre otros, un carioso proyecto para canalizar el
Tnria hasta el Puente del Real y hacer de Valencia pnerto de mar. victima de nn abominable
«sesloato con apariencias de justicia, de iidb venganza de partido, Ello no ha encontrado aún
el biógrafo imparcial que trace su ñgura, no eomo liberal ni como realista, sino como histo-
\i\ Don Vicente Jenaro de Quesada, primer maronía del Moocayo, Nació en la Haba-
na (19 Septiembre 1783). Cadete en Cuba, pasú á Guardias walonas en Madrid (1796). Distin-
guióse mucho en la guerra de la Independencia; en la batalla de Burgos recibió once herida* y
quedó prisionero. Se escapó (iSll), y el concluir la guerra era brigadier. Emigró en 1820, y
^ufa ÍColítilla) lo nombiii comandante general de los realistas de Navarra.
(j^ Don Joaquín Ibáñez Cuevas y Valones nació en Talam (6 Enero 1794). En la guerra
de la Independencia levantó un Itrcia de compatriotas suyos, de que fué nombrado coman-
dante. En Marzo de 1S14 era teniente general. En i6zo fot peis^uido. Al concluir el trienio faé
ascendido i¡ capitán general, y se le dio el mando de Cataluña. Murió en Deimiel (33 de Agosto
de 1835).
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59^ HISTORIA DB ESPAÍlA
rio de unas Cortes y de una Constitución moderadas (i), y el Trapeitu Fr. An-
tonio MaraAón representante á su vez del sentimiento religioso herido por
el liberalismo. Era un tipo singularísimo: de auterísimas costumbres, pasaba
por santo; ^olpábase la multitud á besar su hábito, que los crédulos supo-
nfaa escudo impenetrable á las balas; atribuíanse al que lo vestía revela-
ciones y otras gracias sobrenaturales. Iba siempre vestido de fraile, con un
crucifijo al pecho y pendientes de la cintura un sable y dos pistolas; para
cabalgarse remangaba el hábito, que asi parecía un largo levitón, dejando
ver por debajo las botas de montar; entraba en los pueblos echando bendi-
ciones, y en el fuego se ponía delante de todos, en el lugar más peligroso, de
donde vino, sin duda, la creencia en su invulnerabilidad, de la que partici-
paba él seguramente, pues todo indica que era un fanático, y no un farsante.
Habiendo indicado á Fr. Antonio los agentes absolutistas en el extran-
jero la conveniencia de ocupar una plaza fuerte, fuese con su banda sobre
Seo de Urgel, y desplegando una audacia que parece inverosímil, arrimó es-
calas al muro y por una de ellas subió el primero, esgrimiendo su crucifijo á
modo de espada ó bandera, y se apoderó de rebato de la ciudad y sus fuer-
tes, artillados con 6o piezas (21 Junio).
El ij de Agosto se instaló en la Seo de Urgel la Regencia presidida por
cl marqués de Mataflorída, y de que formaban parte el barón de Eróles y el
arzobispo de Tarragona D. Jaime Creux, la cual se apresuró á declarar nulo
y de ningún valor cuanto se había hecho á nombre del Rey desde g de
Marzo de 1820. Pero á pesar de que este suceso envalentonó á los realistas
en toda Esparta y no hubo provincia sin partidas — hasta en la Serranía de
Ronda se levantó una muy numerosa acaudillada por Zaldívar, — y de que
en Catalufla se contaban por muchos millares los levantados, la guerra civil
tomó un aspecto favorable á los liberales. Mina, nombrado capitán general del
Principado, entró en Cervera (30 Septiembre}, en CastellCullit {24 Octubre),
en Balaguer {3 Noviembre), en Tremp (i i Noviembre), en Puigcerdá (29 No-
viembre), hizo pasar la frontera á la regencia de Urgel, y se apoderó de esta
plaza el 8 de Diciembre: los fuertes no fueron evacuados hasta la noche del
z al 3 de Febrero de 1823. Con estas victorias de Mina en Cataluña coinci-
dieron otras en casi todas las provincias, viéndose obligado Quesada á inter-
narse en Francia. El único revés de consideración sufrido por los liberales
fué el de Brihuega {24 Enero 1823), en que Bessieres {2) derrotó á O'Daly y
al Empecinado, llevando la consternación á Madrid.
Desde el punto de vista militar sólo la campaña de Mina, bien concebi-
da y ejecutada vigorosamente, merece mención especial; pero desde otro, no
tan técnico, pero sí más humano, hay que condenar severamente á liberales y
realistas, que compitieron en barbarie, y no se sabe á quién adjudicar el premio
en este repugnante concurso. Entraba en cierta ocasión una columna liberal
(1] En su procluna de IS de Agosto decía: «También noaolros qaen
oqueremos aax ley estable. . . Recurriremos i los Taeros de nuestrc
opañol congregado se dará leyes jastas y Rcomodndas t nuestros ti , , .
»la sombra de otro írbol de Guemicaa. Propuso á Mataflorída ofrecer desde luego «una Coos-
titucidn fundada en los amigaos lucros adaptados i nuestras costumbres». Mataflorida le
opuso, aterrando que eso exceilia de las Tacultades de ía Regencia y hnblera sido incurrir en el
mismo abuso que lai Cortes de Ctdiz.
(l) Jorge Bessieres fué un aventurero francés que empezó i figurar en Espafla como di-
rector de una conspiracii^n republicana descubierta en Barcelona á principios de 1S21. Con-
denado i muerte, los exaltados sacaron la cara por él, consiguiendo que le fuese conmutada
la pena por diez años de castillo en Figueras. Y i principios d« iSzj aparece capitaneando
una partida de 4.000 realistas en las inmediaciones de Zara^oia, coa !■ qa« dio ote folpe de
Brihuega. Li singularidad del personaje bien merecía que algún estudioso le dedicase on tra-
bajo monográfico.
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HISTORIA DE ESPAÍÍA 597
en Cervera, y del coaveoto de Capuchinos salió una descarga contra ella:
sin más averiguaciones, los soldados invadieron el convento, y degollaron á
los frailes, sin perdonar á uno sólo; pero en esto llega el Trapense, y los sol-
dados son ca2ados á tiros: las calles están al atardecer sembradas de cadá-
veres, arden muchas casas. Escenas semejantes son frecuentes en aquella
lucha implacable. Gritando unos ¡viva la Keligiónl y otros ¡viva ¡a Libertad!,
son igualmente salvajes. Tomada Seo de Urgel por el Trapense, toda la
guarnición fué inhumanamente sacrificada. Liberal ó negro, como ellos dedan,
que cafa en manos de los realistas ó ólancos, no escapaba con vida; y califi-
caban de negros á cuantos servían al Gobierno, que, siéndolo constituido,
contaba entre aus militares y empleados á muchos que, seguramente, rene-
garían <« pello de los principios políticos predominantes. Los liberales, lejos
de quedarse atrás, llegaron entonces al colmo de la barbarie. Mina, hombre
durísimo de corazón y de muy corto entendimiento fuera del arte de la gue-
rra, exaltado hasta el fanatismo, tenfa el tcrrorísmo por sistema eficaz de
guerra: en su bando de 24 de Octubre de iSzz imponía la pena de ser sa-
queado i incendiado á todo pueblo á que una fuerza facciosa inferior á la ter-
cera parte del vecindario obligase á tocar somatén, á todo caserío cuyos ha-
bitantes lo abandonaran á la llegada de las tropas . . . , etc. Y uo eran vanas
amenazas. CastelIfuUit fué destruido por completo, no dejando en pie sino un
paredón con esta leyenda estúpidamente cruel:
' AQUÍ EXISTIÓ CASTELLFULLIT.
¡PUEBLOS,
TOMAD EIEMPLOl
NO ALBERGUÉIS
k LOS ENEMIGOS DK LA PATRIA.
Lo mismo hizo su divisionario Rotten con la villa de San Llorens de Mo-
runys, fulminando una orden general y un bando fechados en las ruinas de
San Llorens (20 Enero 1823), y que son un baldón de nuestra Historia. En la
primera se lee: «La 4.* división borrará del mapa la villa esencialmente fac-
■ ciosa y rebelde llamada San Llorens, con cuyo fin será saqueada y entre-
■ gada á las llamas. Los Cuerpos tendrán derecho al saqueo en las casas de
>las calles que se les señalen; á saber: el batallón de Murcia, en las calles
de . . . etc.* Y en el bando hay abominaciones como éstas: <Art. i.° La villa
r que se llamaba San Llorens ha sido saqueada é incendiada por mi orden . . .
> Art.° 5." En virtud de la obligacii^n de los vecinos de la villa que se llamó
• San Llorens de fijar su domicilio fuera de los distritos de Bei^a y de Sol-
>sona, loB que allf se encontrasen serán fusilados . . . , eto
Pero este bárbaro Rotten aún se distinguió por más repulsivas atroci-
dades. Para desembarazarse de los presos reahstas los hacia salir de Barce-
lona en una tartana (la lartana de Rolle», como decían las gentes aterradas),
y en el camino perecían asesinados; asi murieron el obispo de Vich, fray
Raimundo Strauch, con el lego que le acompañaba (i), y veinticuatro manre-
- sanos, sacerdotes y seglares (2). En La Coruña, á la vista ya los franceses, el
(i) Memorial de Mina (tomo lu, pág. 339 y siguiente nota) explican el hecho por el ci
sabido recnrso de la partida d« racdosos que salió á libertar al Obispo. Sobre este asesiu
9e instruyó cansa en 1S24.
(l) «Relación indÍ7ÍiIaBÍ de los nombres de las 14 victimas (jue se hallan depositadas en
»ia iglesia nneva de la Cuctb de San Ignacio, las que fueron sacnficadas el 17 de Noviembre
nde iSia en la emboscada llamada «de tos tres roures». por disposición del cruel v sanguinario
■Rotten. Manresa. 1814». En 1S25 erigióse una capilla expiatoria en memoria de estas vlcti-
mat, la qne Tai demolida en 1835.
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59^ HISTORIA DE ESPAÑA
brigadier D. Pedro Méndez Vigo hizo sacar del castillo á 5 1 presos políticos,
muchos de ellos clérigos y frailes, embarcarlos en un quechemarfn, y <cod-
• ducidos á algunas millas dentro del mar, y después de maltratados por la
>S0ldadesca, aquellos desgraciados ... no queremos referir pormenores que
>cstremecen; después de acuchillados fueron sumergidos en el fondo del mar.
>AI amanecer del 24 de Julio regresó el barco descargado de las vfcti-
>mas> (i). En Alicante no sufrieron la misma suerte veinticuatro frailes por-
que el patrón del barco se negó á cumplir la orden, y desembarcó á las pre-
suntas victimas en Oropesa. En Cáceres entró el Empecinado acuchillando
á todo el mundo, incluso á los niños. El coronel González fusiló de una vez
300 realistas que se le hablan rendido. En Granada una turba allanó la cár-
cel y degolló á seis realistas presos. Lo mismo aconteció en Orense. . . , et-
cétera, etc.
Apartando la vista de tales horrores, apuntaremos las principales medi-
das legislativas de este periodo: el Código penal, discutido en las Cortes (2)
desde Noviembre de 1S21 hasta Febrero de 1822, fué sancionado en 27 de
Junio de este año; es un trabajo notable para el tiempo en que se hizo, y to-
davía se cita su definición del delito como superior á la del Código vigen-
te (3). El Código de procedimiento criminal, en que se establecía para los deli-
tos graves t\ jurado y el juicio oral, no llegó á sancionarse: quedó en el trá-
mite de pasar á las Audiencias para su informe (4 Enero 1822). Más atrasado
quedó el Código civil, de que sólo redactó la Comisión (4) el Discurso prelimi-
nar y fragmentos de la parte primera {De las obligaeionesy derechos individua-
les) y de la segunda [De los derechos y obligaciones según la diferente condición
doméstica de las personas). La ley de abolición de señoríos fué sancionada en
23 de Mayo de 1823. En el orden que, conforme al lenguaje de hoy, llamare-
mos anticlerical, los liberales del trienio llegaron al colmo: prohibición á los
obispos de conferir Ordenes sagradas, y de haber más de un cura en cada pa-
rroquia (30 Junio 1822); reclamación al Papa para que declarase vacantes las
diócesis de los obispos desterrados (i.° Abril 1822). Declaración de estas va-
cantes por el Poder civil [i." Noviembre 1822). Nombramiento de Llórente
para embajador en Roma, y, habiéndose negado el Papa á aceptarlo, extra-
ñamiento del Nuncio (22 Enero 1823).
Mientras tanto, en Europa iba condensándose la tempestad que había
de acabar con la Constitución española. Las Potencias del Norte (Rusia,
Austria y Prusia) no disimulaban su hostilidad contra la situación dominante
en nuestra patria, considerándola como un peligro para el sistema político
de la Santa Alianza; pero proclamaron el principio de que así como al Aus-
tria habla correspondido la intervención en Italia, á Francia incumbía la de
España. El Gobierno francés, presidido por M. de VUlele, repugnaba, sin em-
barco, el ejercicio de una acción militar directa, fundándose: i ." En la necesi-
dad que tenia Francia de reposo después del ciclo napoleónico. 2° En el te-
mor engendrado por el recuerdo de la guerra de la Independencia: según
M. de Villele, era de temer que al ver á los franceses en España absolutis-
(i) Don Modeslo Lafucnlc, Hiiloria (paite ni. libro xi, cap xv). No hay que conTandir
i este D. Pedro Méndez Vigo con 13. Santiago det mismo apellido, conde de Sanca Cruz de loi
Manneleí, teniente general, que nació en Oviedo (1791) y murió en Madrid [9 Eneio 1860).
[2) Formaron la Comisión Calatrava, Manlnei Marina, Vadillo. Rey, Paul y Vlctorica.
(í) Se diride el Código en oTfluto preliminar», equivalente al libro I del actnil. «Pane
primera: De los delitos contra U sociedad», y «ParLe segunda: De k» delitos coDtra los parti-
cularein. Le precede un ■(Preámbulo» muy declamatorio,
(4) Cano Manuel, Cuesta, P'emández San Miguel, Hinojoia, Garellj y Nararro. GafeUf
hiio por si un proyecto.
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HISTORIA DE ESPAÑA 599
tas y liberales se uaieraa para resistirlos, y entoDces se hiciera la empresa
diflcil y larguísima. 3." En el temor á Inglaterra, que, echándoselas á la sazón
de portaestandarte del liberalismo europeo, pudiera intervenir á favor de
los liberales españoles. 4.° £n el temor al partido liberal francés, adversario
de una intervencióo absolutista, de la que hubiese tomado argumentos para
presentar al Gobierno y mayoría legitimistas como absolutistas también, cosa
que Villele tenia sumo interés en desmentir, pues se basaba su política en
que el régimen fundado en la Carta era liberal, aunque templado. V 5.° En el
temor al mismo ejército francés, en que la tradición bonapartista persistía
siempre, siendo de sospechar que al hacerlo entrar en campaña se subleva-
se por Napoleón II. Por todo esto M. de Villele opinaba por influir en Es-
paña diplomáticamente ó por medios indirectos para conseguir ana reforma
de la Constitución en sentido realista, y que trajese consigo la libertad del
Rey y la reconciliación de los dos partidos que se hacían la guerra, ó la for-
mación de un tercero compuesto de realistas como el barón de Eróles, y de
liberales como Martínez de la Rosa, esto es, moderado, con el cual pudiese
gobernar Fernando VII á la manera que lo hacia Luis XVIIl en Francia.
Pero contra esta política se declararon el conde de Montmorency y el
vizconde de Chateaubriand, sucesivamente ministros de Negocios Extran-
jeros. Según estos políticos, tenía razón Villele en desear el establecimiento
en España de un Gobierno templado, equidistante de la anarquía de 1812 y
del despotismo de 1814; pero esto no podía conseguirse, ni Francia procu-
rarlo sin una expedición militar que libertase al Rey y lo pusiera en condi-
ciones de implantar y desarrollar por sf mismo una política semejante á la
de Luis XVllI. También tenía razón en temer la influencia de la revolución
española en el partido liberal y en el ejército francés; pero habla que contra-
rrestar ese influjo, DO con una pasividad funesta, sino audazmente, acometien-
do. Era necesaria una campaña para que se viera que el ejército se batía con
la bandera blanca, símbolo de la legitimidad borbónica, lo mismo que con la
bandera tricolor, símbolo de la revolución y del Imperio, y no menos indis-
pensable demostrar á la oposición liberal y á todos los franceses que Francia
bajo los Borbones no temía á Inglaterra, vencedora de Napoleón, y que pro-
cedía en la política internacional por su propio impulso, sin tomar la venía
del Gobierno de Londres, Estos puntos de vista agradaron á Luis XVIII, y
quedó resuelta la intervención de España.
El Congreso de Verona se reunió en Octubre de 1822 para discutir: A)
La cuestión española. B) La trata de negros. C) La situación de las colonias
españolas de América. D) Las cuestiones entre Rusia y Turquía. Y E) La
situación de Italia. El 22 de Noviembre se Armó un tratado secreto entre
Rusia, Prusia, Austria y Francia, por el cual se encomendó i la última el res-
tablecimiento del orden ea nuestra Península, subvencionándola cada una de
las otras Potencias signatarias con 20 millones de francos anuales mientras
durase la guerra. Inglaterra intentó oponerse al acuerdo de las cuatro gran-
des Potencias; pero en vano. Hubiese tenido que arrostrar una lucha con
toda la Europa continental. En los días 5 y 6 de Enero de 1823 entregaron los
embajadores de las cuatro Potencias convenidas al ministro de Estado don
Evaristo San Miguel sendas notas condenando severamente la situación de
cosas en España, á que contestó el Gobierno liberal con arrogancia (día g) (1).
(1) Miradores dice gae S>n Migael llevó las ni
.TÍió Ja respuesta. San Miguel (Vida di ArgutUei,
_. n comunicadas al Consejo de Ministros y después ;. ..^
ble que ambos tengan razón, ó sea que los ministros y los ctn
San Miguel fueran eJ Grande Oriente de qne habla Mtraflorei.
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600 HISTORIA DE ESPAÑA
£□ las Cortes hubo sesiones patrióticas, derrochándose la elocuencia ca-
racterística de nuestra tribuna parlamentaria, y las sociedades secretas en-
traron en vertiginosa ebullición. Nunca corrió más seno peligro Fernan-
do VII. El 19 de Febrero, día en que terminó la legislatura, los masones
movieron un motin en que se gritó ¡mtura el Rey, abajo el tirano!; el 20, otro
los comuneros pidiendo á la Dipuiadóii permanente el nombramiento de una
Regencia. El 1.° de Marzo abrióse otra legislatura, y su primer acoerdo fué
trasladar la capital á Sevilla, aunque todavía no habla pasado la frontera un
solo soldado francés. jBonita manera de inspirar confianza á los partidarios
de la Constitución y de acreditar con hechos que no eran garrulería retórica
las arrogantes expresiones de las notas y de los discursos!
La realidad era la completa y absoluta falta de elementos para sostener
el edificio político revolucionariamente levantado en 1820 y anárquicamente
sostenido hasta entonces. Si á Fernando Vil no le hubiese amilanado de con-
tinuo el temor de morir como Lus XVI; si hubiera tenido arranque para po-
nerse al frente de sus partidarios, siquiera para huir de Madrid y emigrar,
como hizo el Rey de Ñapóles, no hubiesen tenido que venir lot cien mil hijos
de San Luis. La revolución del 20-23 vivió del miedo de Femando Vil, hom-
bre, como ya se ha dicho, no de mal corazón ni del fanatismo que se ha pin-
tado, bastante listo, bien intencionado, que comprendía las necesidades del
siglo, amigo del pueblo, que hubiese gobernado á gusto como Luis XVllI en
Francia, á ser esto posible en Espatla, pero al que la falta de valor personal
envilecía y degradaba. ¡Bien lo pagó en los últimos meses del trienio! Prisio-
nero de la facción exaltada, fué llevado á Sevilla á viva fuerza, y en Sevilla,
como se resistiese á seguir á Cádiz, declaráronle loco, forzándole á ese último
viaje. Los franceses pasaron el Bidasoa el 7 de Abril. Su ejército, dividido
en cinco Cuerpos (1.°, duque de Reggio; 2.", conde MoUtor; 3.", príncipe
Hoheniohe; 4.", Moncey, destinado á Cataluña; 5.°, conde BordessouUe) y
mandado en jefe por el duque de Angulema, Luis, Antonio de Borbón, no lle-
gaba, ni con mucho, al número de 100.000 hombres pregonado por Luis XVIII
en su discurso á las Cámaras francesas: quizás no pasase de 60.000 soldados,
todos conscriptos; pero traían de vanguardia nada menos que 35.000 volun-
tarios realistas en tres divisiones (Navarra, el conde de España; Vasconga-
das, Quesada, y Cataluña, Eróles). Acompañaba también al ejército francés
la Regencia {Eguía, Eróles, Calderón y Erro), organizada en Bayona, que se
instaló en Oyarzun el 9 de Abril, y cuyo programa era volver las cosas al
estado que tenían el 7 de Marzo de 1820. Había que suprimir el trienio hasta
del tiempo: de aquí la frase famosamente ridicula los tres mal llamados años.
Con estos elementos y el -deseo de la mayoría, casi de la totalidad del
país, de salir cuanto antes del yugo de las sociedades secretas, compréndese
que la expedición de Angulema fué un paseo sin importancia militar de nin-
guna clase. En los pueblos y en las ciudades eran recibidos los franceses
como libertadores: mucho más temían las gentes á las partidas realistas que
venían de vanguardia y á las turbas de campesinos ó de populacho de las
ciudades que celebraban la calda de la Constitución gritando desaforada-
mente ;wwii« las cáenos y mueran los negros', que á los regimientos extranjeros;
veían en éstos, por lo contrario, un poder protector, y aun muchos confiaban
en que de su intervención saldría un Gobierno moderado. Ilusión engañosa,
porque no había entonces elementos en España — y diflctlmente los ha ha-
bido después — para constituirlo, y porque los franceses temían mucho más
á sus auxiliares realistas que á sus adversarios liberales: éstos no les ponían
enfrente sino Cuerpos de tropas que á su sola presencia, ó antes de llegar á
estarlo, se disolvían por efecto de su propia descomposición interior; de los
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HISTORIA DE ESPASa 60I
Otros recelaban, con razón, que si se disgustaban, les harían ta guerra de gue-
rrillas que tan funesta había sido á Napoleón. Por eso se malogró ct plan de
Montmorency y de Chateaubriand en cuanto á la implantación en España
de un sistema político semejante al de la Carta francesa, y ni siquiera pudie-
ron evitar los interventores los excesos de la reacción absolutista, aunque
Angulema tratase de atenuarlos por su orden general de Andiijar (8 Octu-
bre). Ante la fosca actitud del partido realista, que quería cobrarse con las
setenas los trágalas del trienio y los crímenes de que había sido víctima, re-
trocedió el generalísimo francés. El i." de Octubre habla recobrado su liber-
tad Fernando VH, y rubricó el decreto del Puerto de Santa María, por el cual
fueron declarados nulos y de ningún valor todos los actos del Gobierno cons-
titucional, y válidos los de la Regencia de Oyariun, establecida en Madrid
desde el 25 de Mayo (1),
£m América. — Los tres anos cuya historia acaba de ser narrada fueron
decisivos para la separación de América.
Al llegar á Méjico la noticia del pronunciamiento de Riego la insurrec-
ción estaba extinguida casi por completo, no quedando en armas más jefe
insurrecto de alguna importancia que el mestizo Guerrero, caudillo valerosí-
simo, pero desnudo de toda instrucción. Mas al partido realista, de que eran
cabeza el alto clero y la aristocracia criolla, alarmó profundamente el esta-
llido del liberalismo en ta Península; tanto más, cuanto que los oficiales pe-
ninsulares que servían en aquel ejército estaban mal vistos, á causa de sus
ideas liberales, por los criollos realistas; aquellos ohciales, en efecto, eran los
que habían llevado á Méjico la fracmasoneria, estableciendo en la capital la
It^ia titulada Arquitectura «wro^ (1817-18), cnla cual, como escribe Roa Bar-
cena, hasta 1820 apenas si hubo mejicanos (2). Idearon, pues, los tradiciona-
listas mejicanos para evitar el triunfo de la fracmasonería en Méjico hacer
una revolución antiliberal que sustrajese al virreinato de ta obediencia del
Gobierno masónico entronizado en Madrid. Contribuyó á este proyecto
una idea ó especie cuyo origen y desenvolvimiento se desconoce, pero
cuya existencia es indiscutible, así como su decisivo influjo en ios sucesos
posteriores. Carlos A. Villanueva, en su libro Bolívar ji el general San Mar-
til (3), se hace eco de tos que, sin pruebas, han afirmado que Fernando VII
escribió al virrey Apodaca que, 'hallándose como prisionero de los liberales
• y temeroso de correr la suerte de Luis XVI, habla resuelto pasar á Méjico,
■ como los Braganzas al Brasil en 180;, encargándole que mantuviese al vi-
«rreinato libre de los liberales». En su otro libro Femando Vil y los tmevos
Estados (4) rectifica el autor, diciendo que no fué el Rey al Virrey, sino éste
at primero quien propuso el viaje, aduciendo como prueba un despacho di-
plomático francés en que se lee: ce projet avait iti riellement frésente A la
CoMr de Madrid. Sea como quiera, el hecho es que los realistas mejicanos,
(i) L« bibliografía del tríenlo, mucho menos copiosa que la de la guerra de la Inde-
pendencia, no deja de olrecer interés. Vn quedan citados algunos libros. He aquf un breTÍsimo
resumen de los más interesantes: M. Luis Carnet: Examen críiim di la rcvoluriia di España
de iSm á rSlj (traducción española de García liménez. Valencia, 1S40). Chateaubriand: Cvh-
grtiff de Verana. Abel Hugo (oficial de Estado Mayor); La guem d'Espnxne. Vizconde de Mar-
tignac: Eniaye híiláricí ¡ubre la revolución de Rspnña y sobre /a inlervencion de ¡SiJ. Hechos de
arma! del e'iircito francit tn España (ediciún oñcíal francesa, de gran lujo para la época), Mar-
2ués de Miraflores: Apuntes hislórieO'íTÍIÍcot,y domínenlos. Arguelles: Afeiiiorics so/ire la reve-
¡eiín dt iBio. San Miguel: Vida de Arguelles. Y las tan citadas Memorias de Alcalá Galíano,
Mesonero v general CArdoba.
(3) Biografía de Pesado. Méjico, 1878.
(3) Pigina 2 1 o.
(4) Página 56.
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602 HISTORIA DE ESPAÑA
aquellos hombres que durante diez años babfan luchado contra los separa-
tistas, creyeron en la posibilidad de que el Rey tuese á Méjico y allf estable-
ciese la sede de su Imperio, y que de esta idea pasaron rápidamente á otra:
la de que si no iba el Key, podía ir cualquiera de sus hermanos, D. Carlos 6
D. Francisco de Paula, y fundar un reino que garantizase estos tres puntos:
i." La religión católica. 2." La independencia bajo un Gobierno monárquico
moderado. Y 3.° La unión de peninsulares y americanos.
Escogióse como instrumento para realizar esta revolución á Itúrbide,
encalcado entonces de perseguir á Guerrero. Con la arteria propia de todo
conspirador, Itúrbide pidió refuerzos al Virrey, pretextando necesitarlos pan
batir á Guerrero; pero en realidad para desproveer de tropas al Gobierno
virreinal, y teniendo bajo su custodia el caudal que de Nueva España se en-
viaba á Filipinas para los gastos de esta colonia, se lo apropió, ¡nvirtiéndolo
en preparar la insurrección: abrió negociaciones con Guerrero, y juDtos los
dos con sus respectivas huestes dieron en Iguala (22 Febrero 1821) el célebre
Flan (programa) lie ios Trts Garantíai indicadas: Religión, Independencia y
Unión (i), y organizaron para defenderlo el ejército del mismo titulo, vulgar-
mente llamado Trigarante. En vano el virrey Apodaca condenó el Plan de
Iguala (2 Marzo); porque realistas é insurgentes fraternizaron en adherirse á
un movimiento, que representaba para los primeros la consolidación de los
principios tradicionales, y para los segundos, el triunfo de la independencia
por que habían luchado en vano durante diez años. Todas las guarniciones
fueron pronunciándose por el Flan de Iguala, y el Virrey quedó reducido i
la posesión de Veracruz y Acapulco. El Gobierno constitucional, imbuido,
según parece, por los diputados mejicanos que bajo el escudo de su inviola-
bilidad parlamentaria y la máscara de su juramento de sostener la integridad
de la patria laboraban maquiavélicamente en Madrid por la independen-
cia (2), nombró virrey de Méjico al general D. Juan O'Donojú, viejo, acha-
coso y de ideas liberales. No se sabe si se le dieron ó no instrucciones con-
cretas sobre lo que debía hacer, y aun es lo probable que no se le dieran;
pero lo positivo es que al salir de España sabía perfectamente O'Donojú que
se le mandaba para someter á Méjico por la persuasión ó por intrigas, estan-
do firmemente resuelto el Gobierno á no enviar un solo soldado á pelear con
los insurrectos americanos. ^Cómo no habla de estarlo, si debía su existencia
política á la repugnancia de! ejército á pasar á Ultramar?
Con el nombramiento de O'Donojú coincidió un repentino y extraordi-
nario auge de la fracmasoneria en Méjico. Todos los elementos insurgentes
que habían aceptado el Plan de Iguala se apresuraron á iniciarse en las lo-
gias ó á constituir otras nuevas. Y véase aquí un fenómeno político digno de
servir de enseñanza: por odio á la fracmasoneria habían ido los realistas me-
jicanos al referido Flan, y el desarrollo del Plan trajo como inmediata con-
secuencia el mayor incremento de la temida Sociedad secreta. Los masones
peninsulares á su vez creerían probablemente que, asi como en España ha-
bía servido la Sociedad para restablecer la Constitución, en Méjico aprove-
charía para afianzar pacíficamente la unión con la metrópoli; pero se engaña-
(I) Y pu& sirabolixar estas tres gaiaotías adoptuon la bandera de tres colores, qoe con
el águila sobre el nopal es la de Méjico independíente.
(i) Aal lo reconoce D. Modesto Lafueite; «Siendo de tut intereses, dice, debilitar al Go-
ubiemo j cooperar t la desoi^aniíaciún política de la Metrópoli para qae allipndiera leali-
»iarse más á mansalva la eraanci pacían, le unian á los más exallados, así en el C^nereio como
lien las logias. . . Tenia de este modo la nación española en los que debían ser ans Eijoi ó hei-
»manos. allá enemigos armados, acá panicidaj que la mataban escodados con la lej». (Fii^
te MI. libro XI, cap. vi}.
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HISTORIA DE ESFaRa 6O3
ron: sus Jiertuamos criollos estaban resueltos á conseguir la independencia,
apoyando por lo pronto á Itúrbidc, el hombre de confianza del alto clero y
de ú aristocracia mejicana, sin perjuicio de revolverse después coutra él y los
elemeutos que le apoyaban, como lo bícíeron con buen éxito. Al desembarcar
O'Donojú se halló con que no podía salir de Vcracruz, pues todo el virrei-
nato estaba por Itúrbide, y rodeado de masones, entre los que descollaban
D. José Mariano de Michelena y D. Miguel Ramos Arispe, venerables de la
logia Ei Sol, y los cuales le persuadieron de que todo estaba perdido y de que
no habla más remedio que negociar. Tal fué la causa del Convenio de Córtioba,
firmado por Itúrbide y O'Donojú el 24 de Agosto, reconociendo el segundo
la independencia de Méjico con titulo de Imperio, y siendo su emperador
Fernando Vil: si éste no aceptaba ó no iba á desempeñar sus funciones, el
infante D. Carlos; en su defecto, U. Francisco de Faula,y después, el duque de
Luca, y á falta de todos, el elegido por las Cortes imperiales reunidas en Mé-
jico. «O'Donojú — escribe Pi y Margal! — fué guiado de buenos propósitos,
*pües, viéndolo todo perdido, quiso por lo menos ganar para España el trono
«mejicano, asegurarse la amistad de un pueblo fuerte y vigoroso, y que por
«añadidura habia adoptado como forma de su gobierno la monarquía, en
■ contraposición de lo hecho por las demás colonias americanas* (i). £1 con-
venio de Córdoba no hizo en el público de España la impresión correspon-
diente á su importancia: estaban las gentes demasiado preocupadas con las
cuestiones políticas; pero en las Cortes fué objeto de larga discusióiyea que
salió á relucir toda la retórica propia del caso. £1 conde de Toreno^^r ejem-
plo, dijo elocuentísi mamen te que se había visto con dolor á un O'Donojú des-
truir el fruto de las proesas de un Cortés. Realmente, no había sido el pobre
O'Donojú el único que destruyera tal fruto: lo habían destruido entre todos,
y no sólo los hombres, sino dos factores impersonales, pero poderosísimos:
el tiempo y la distancia.
Las Cortes desaprobaron el convenio de Córdoba, y el zi de Mayo de
1822 era proclamado Itúrbide emperador de Méjico con el título de Agustín I.
No menos desgraciado fué el curso de los sucesos en el virreinato de
Santa Fe. También los liberales se forjaron la ilusión de que con cabildeos,
intrigas, concesiones democráticas y las palabras sonoras al uso conseguirían
desarmar aquí al separatismo. £n cuanto estuvo instalado el Gobierno consti-
tucional se ordenó á Morillo negociar con Bolívar una suspensión de hostili-
dades, y enviáronse dos comisionados á Venezuela, — D. José Sartorio y don
Francisco Espelíus, — y otros dos á Nueva Granada — D. Tomás Urrecha y
don Juan Barry — para preparar la pacificación definitiva. Estaba la segunda
constituida desde fines de 1819 en República de Colombia, y su presidente,
que lo era Bolívar, aprovechó la ocasión para que fuese reconocida. En electo;
firmáronse en Tnijillo dos tratados (25 y 26 de Noviembre 1821), uno de ar-
misticio y otro de regularízación de la guerra, y ambos empiezan con la fór-
mula: «Deseando los Gobiernos de España y de Colombia transigir...* etc., y
se reconoce igualmente á Bolívar el carácter de «S, E, el Presidente de Co-
lombia>. £1 27 avistáronse Bolívar y Morillo en el pueblo de Santa Ana. «Los
>dos grandes generales se dijeron conceptos tiernos y hermosos, y después de
• prometerse eterna amistad, que como hidalgos supieron cumplir, se sepa-
>raroa para no volverse áver> (2). Morillo se vino inmediatamente á España,
(I) tíiihriadt Etpaña en (¡ligio XIX, K
(3) VUlanaeTA, Fínuaido Víl y ¡es nuni.
indcp«DdeiicÍB de Vcntzaela eiik entieiisti de Santa Aoa ha tido lo n
tfintiolo de anión entre eipaiioleí 7 veneíolanos.
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604 HISTORIA DE ESPAÑA
donde ya le hemos visto figurar como capitán general de Castilla la Nueva
en las revueltas del tríCDÍo, y dejó el mando en jefe del ejército español al
general La Torre (i). Bolívar envió á Madrid dos agentes diplomáticos (2
para tratar del formal reconocí miento de Colombia, y en tal sentido habla
escrito también á Fernando Vil una carta autógrafa. Los convenios de Tru-
jillo sólo sirvieron para humanizar la guerra — lo cual no fué poca ventaja
para todos — y para desanimar y desorganizar á tos realistas, lo que tam-
poco dejó de serlo para los insurgentes. A pesar del armisticio, Maraicabo
se declaró por la independencia (z8 Enero 1821), siendo incorporada á Co-
lombia; desde Octubre del año anterior estaba levantada Guayaquil por la
misma causa, y en el 21 de Abril envió Bolívar en su socorro una expedición
mandada por su mejor oñcíal general, Antonio José de Sucre, mozo á la sazón
de veinticuatro años, á pesar de lo cual ya se había distinguido extraordina-
riamente en los campos de batalla y como negociador en las conferencias de
Trujillo. Sostenía en el reino de Quito la causa española el gobernador y pre-
sidente D. Melchor Aymerich, y el primer encuentro (Huacbi) fué favorable
á los nuestros; pero no desanimándose Sucre, y reforzado por una columna
que mandara San Martín desde el Perú, compuesta de argentinos, bolivianos
ó altos-peruanos que se decia entonces, chilenos y peruanos, dio la batalla
decisiva de Pichincha (24 Mayo 1822). Aymerich capituló, entraron los inde-
pendientes en Quito, y toda la región fué incorporada á Colombia, para cons-
tituir ocho años después la República del Ecuador. Al terminar el trienio en
la Península todavía ondeaba en Puerto Cabello la bandera de la metrópoli,
que no fué arriada hasta el 7 de Noviembre de 1823.
De otro carácter fué la campaña en el Perú, La expedición organizada
por San Martín zarpó de Valparaíso el 20 de Agosto de 1820, y desembarcó
en Pisco, á unas sesenta leguas al Sur de Lima, el 8 dc Septiembre. No eran
los expedicionarios más que 4.000 hombres, y el ejército español, la obra ad-
mirable de Abascal, constaba de 23.000; pero San Martín no fiaba su triunfo
en una campaña regular, sino en la propaganda revolucionaria que se habia
hecho por medio de las logias en la población criolla, tanto militar como civil.
En este tiempo, aun siendo tan cercano al de Abascal, las opiniones en
el Perú hablan vanado radicalmente, siendo muchos los oficiales del ejército
que después de haberse batido en largas campañas por el Rey estaban deci-
didos á sublevarse por la separación. La presencia de San Martin en Pisco
con su columna de argentinos y chilenos no era sino la señal para que estallase
un movimiento perfectamente preparado.
Asi sucedió: en seguida comenzaron á levantarse partidas y á desertar
oñciales y batallones enteros. No se sabía adonde acudir, y, conforme á un
plan sabiamente trazado por San Martin, los víveres empezaron á escasear en
Lima. El 5 de Noviembre lord Cochrane, jefe de la escuadrilla indepen-
diente, con extraordinaria audacia apresó bajo el fuego de las baterías del
Callao la fragata Esmeralda, el mejor buque, ó el único algo regular que te-
níamos en el Pacífico: con esto quedaron dueños del mar los separatistas. El
virrey Pezuela no era ya el intrépido caudillo de Viluma: viejo y achacoso, se
(i) Dot) MísugI Laciano de la Torre Pando, primer marqués de Torre Pando. MaciiS en
Tierrales. Vizcaya (IJ Diciembre 1786), Soldado dtslinguido en iSoo, guardia de coips en l8o4<
lenienle en iSoS, brigadier en 1S16. herido y prisionero en Medellfn. herido en OcaSa 70
Amírics (1816V En eV ejército de Morillo fué jefe del Estado Mavor, TuTO el mando «n iefc
hasta iSz;. en qae pasó A Puerto Rico de capitán general, siéndolo hasta )S]7. Murió en Ma-
drid Í27 Mayo 1843).
(2I Don losé Rafael Revenga, ministro de Relaciones exteriores, y D. Josí Tiboirio
Echevarm'a, gobernador de Bogotá.
D,g,t7cdb/GOOgIC
HISTORIA DE ESPASa 6o5
aturdió y abatió ante aquel desastre creciente que iba con suma rapidez en-
volviéndole y acorralándote dentro del recinto de la capital. La situación, sin
embargo, no habla llegado á ser desesperada: quedaban poderosos elementos
de resistencia. Si muchos peruanos se hablan convertido á la causa separa-
tista, muchos quedaban todavta fieles á la española; si se hablan pasado al ene-
migo jefes de prestigio, como Gamaira, y batallones, como el de Numancia,
otros muchos pedían ser conducidos á pelear: el
clero en su mayoría predicaba contra los inde-
pendientes (i). Los principales jefes españoles ex-
pusieron al Virrey la necesidad de aprovechar
todo esto y emprender una vigorosa acción mili-
tar evacuando á Lima, retirándose á la Sierra
para concentrar allí las fuerzas dispersas, y revol-
ver, ya junto y refrescado el ejército, contra los
enemigos. Como Pezucla no hiciera caso, aquellos
militares, que también formaban una logia y alar-
deaban de muy liberales, «aunque su liberalismo
• fuese bastante ocasional y acomodaticio* (2),
resolvieron deponer al virrey y hacer por su
cuenta lo que, según ellos, aconsejaban las cir-
cunstancias. Tal fué el pronunciamiento de Aenafiu-
qnio, obra de La Serna (3), Cauterac (4), Rodil (j),
Valdés {6) y casi todos los oficiales inferiores de
aquel ejército, entre los cuales se debe citar, por
la importancia que tuvo después, al entonces co-
mandante D. Baldomero Espartero (;). Este grupo
de militares, último que sostuvo la causa española en el Perú, es el que
luego en la Península fué llamado de /oj it>'iscm:A('j, aludiendo á la desgraciada
batalla con que remataron sus empresas.
MendibuTU censura duramente á los pronunciados de Aznapuquío (8),
culpándolos de haber dado ejemplo al pretorianismo, que ha sido el azote de
(i¡ Ea chistóla la anécdota que cuenta Palma (TraJicioaít peruanas): El franciscana
Fr. Matías Zapata, cura de Giauciy, predicó un sermón en que dijo, entre otras ccnai: «jPor
°qné llamar San Martín á un ainvergUeiua que nada tiene de santo? Llámesele Martín á secas
»por su semcjania con el pérfido Martin Lulero». Cayó el pobre cura en poder de San Martín
y Cste le dijo: «En castigo de su insolencia, yo le quito lambitn una silaba i SQ apellido; bajo
■pena de ser fusilado, ya no se firmará usted Zapata, sino Pata».
(2) Riía Agüero. La Historia tu e! ffni. pág. 446.
(ti Don losé de la Sema é Hiaojoia, conde de los Andes. Nació en lerez de la Fron-
tera (zS Junio 1770). Cadete de Artillería (17841, coronel (180S). brigadier (iSoq), mariscal de
campo (1S13), teniente general (1830), fué tan amante de su Arma, que al ascender á general
pidió y obtuvo que se le diera el título de «coronel sapernnmerario de Artillería». En este tiem-
po era eenernl en Jete del ejército del Perú.
(4) Don José Cauterac y Üonesan nació en Francia (1779), En 1801, cadete de Walonas.
Por oposición ingresó en Artillería (1S03I. Bngadier desde 1815, estaba en el Perú desde tSt6.
(5) Don José Ramón Rodil, marqués de Rodil. Nació en Santa María de Trobo (Lugo),
Í sentó plaza (i 5 Junio 1S08) en el batallón literario de Santiago. Al concluir la guerra de la
adependencia era teniente coronel; en iSlCi pasó al Perú.
(6) Don Jerónimo Valdés y Sierra, conde de Torata y riiconde de Villarln. Nació en
Vitlarfn, Asturias (4 Mayo 1774). Siendo ^a bachiller en Derecho, tomó las armas contra los
ftanceses, siendo nombrado capitán (Junio 180S). Concluida la guerra de la Independencia,
pasó a] ?erú I1816I, donde ascendió i coronel (iSiS).
l7) Se llamaba D. Joaquín Baldomero Fernández Espartero y Alvarez. Nació en Graná-
tula. Ciudad Real ¡z? Febrero 1793). Sentó plaia de soldado en el regimiento de Ciudad-Ro-
driga (tSog). En 1810 ingresó en la Academia Militar de la Isla de León, de la que salió sub-
tenienle en I." de Enero de 1813. Estuvo aleunos meses en la Academia de Ingenieros. Con-
cluida la guerra contra los franceses, pasó al Perú (iSlO.
(81 Diíciimario Iñstiriro-biografiro del Perú.
,,CoogIc
6o6 HISTORIA DE ESPAÑA
la República peruana, de haber prolongado ÍDÚtilmcDte la guerra, pues, se-
gún dice, ya estaba resuelta la cuestión á favor de la independencia, y de no
haber procedido como lo hicieron sino por el deseo de ascensos y distincio-
nes. José de la Riva Agüero ha escrito una de las más bellas páginas de su
magistral discurso La Historia em el Perú defendiendo á los ajyacuchos de las
inculpaciones de Mendiburu; prueba que obraron como convenía á España y
á su honor militar; «ni era la suerte de los realistas
> — añade — tan desesperada como se pretende
• pintar. . . El sesgo de la contienda pudo cambiar
• de golpe si el Gobierno español se decidla á eo-
• viar al Faciñco una expedición, ó siquiera una
• escuadra respetable. Si privado de estos auxilios
•el ejército real luchó con tan grandes bríos y lan
>largo tiempo y estuvo varías veces á punto de
• recuperar el Perú, ¿cuál no habría sido su supe-
prioridad si hubieran llegado refuerzos considera-
• bles de EspaAaP Y La Serna y sus amigos no po-
•dfan por menos que esperarlos por instantes».
Tan liberales eran La Sema, Rodil, Caulerac y Val-
dés como Riego, Quiroga y demás jefes del ejército
de la Isla: unos y otros se pronunciaron contra el
Gobierno constituido; pero ¡qué diferencial El
pronunciamiento de las Cabe;!as de San Juan fué
Jort de k RiTa Agüero. p^^^ „g ,y ¿ p^i^^, ^ América; el de Aznapuijuio,
para seguir peleando ett América años y años por la
integridad de la patria. Y, sin embargo. Riego y sus compañeros han sido
tenidos por héroes, y sus nombres están escritos en el salón de las Cortes con
letras de oro, y para La Serna y los suyos fué siempre una nota fea el haber
estado en el Perú.
Proclamado La Serna virrey, evacuó á Lima con las tropas que perma-
necían ñeles y se retiró á la serranía, donde organizó formidablemente la re-
sistencia. San Martín ocupó la capital, y el 28 de Julio de 1821 fué proclamada
la independencia del Perú bajo el protectorado ó dictadura del mismo gene-
ral argentino. Todavía quedaban la mitad de esta república y el alto Perú á
la sombra de la bandera española.
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XXII
EL FIN DEL ANTIGUO RÉGIMEN
136. Reacción de igl}. — 137. El despotiimo Uiutrado. E>irisidn y luchas
136. — A). Persecuciones de carácter político. — Sediento de venganza,
y tomando esta mala pasión por espíritu de justicia, el partido realista se
lanzó al exterminio de los liberales. Riego, aprisionado en un cortijo del tér-
mino deVilches{i5 Septiembre 1823) y conducido á Madrid, fué condenado
por la Sala de Alcaldes de Casa y Corte f5 Noviembre), no como autor de
rebelión militar, sino por haber votado en Sevilla la deposición del Rey, «á la
>pena ordinaria de horca, á la que será conducido arrastrado por todas las
icalles del tránsito*. Ejecutóse la sentencia (7 Noviembre) en la plaza de
la Cebada. Cayó Riego en la capilla en grande abatimiento y postración de
espíritu, escribiendo ó suscribiendo una declaración en que reconocía por crí-
menes sus actos, y pedia perdón á Dios y á los hombres por haberlos ejecu-
tado. El Empecinado murió también en el cadalso, con circunstancias horri-
bles (19 Agosto 1825). Comisiones militares establecidas en todas las provin-
cias, la plebe realista excitada por los recuerdos del trienio, algunos sacerdo-
tes y frailes en la misma cátedra sagrada, periódicos furibundos, como El
Restaurador: todo se movió para exterminar d los negros hasta la cuarta
generación. Tener en casa un retrato de Riego fué delito castigado con diez ó
más años de presidio; lo mismo, peinarse ó llevar en el traje algún signo que
fuese ó se antojase masónico 6 liberal. ¡Qué bárbaros somos los españoles
cuando nos ponemos á serlol Algunas de las ejecuciones consumadas en aque-
lla época fueron, sin embarco, justas; v. gr., la de cuatro de los asesinos del
cura de Tamajón (16 Junio 1824) y la de varios de los ejecutores del sacrih-
cio de loB presos políticos en I^ Coruña. Otras, á consecuencia de las suble-
vaciones ó conspiraciones liberales, como la de Algecíras (2C Agosto 1824)
por la sublevación de Tarifa que dirigió el coronel D. Francisco Valdés, ó las
originadas dc las tentativas de la misma índole que acometieron los emigra-
dos, enardecidos y esperanzados con el triunfo de la revolución en Francia
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6o8 HISTOIUA DE BSPAÑA
(Julio 1830) (1). El coronel De Pablo, apodado Chapalangarra, entró en España
por Varearlos, y fué muerto por los voluntarios realistas, á que quiso atraer
con su arenga; Valdés hizo lo propio por el puerto de Urdax; Mina, por Vera;
Plasencia y Guerra, por Aragón; San Miguel, Milans y Grases, por Cataluña;
« un tal Antonio Rodrfgue2, por Orense; y ya en 1831, Torrijoa por AIgcciras,
Manzanares, por Sonda; otra vez Torrijos en Málaga, atraído, según se dice,
por el mismo gobernador militar González Moreno. Todas estas intentonas
fueron seguidas de cruentas hecatombes judiciale;,; la de Torrijos y sus com-
pañeros (11 Diciembre 1831), ha dado asunto á uno de los mejores cuadros de
la escuela española moderna (2). Por conspiraciones descubiertas perecieron
también varios en el cadalso, como el librero Miyar en Madrid (11 Abril
1831), y la joven Mariana Pineda en Granada (26 Mayo 1831). Atrocidades
cometieron los liberales en el trienio, pero no que-
daron sin desquite en la década.
B) Persecuciones de carácter religiosa. — To-
das estas víctimas lo fueron por causas políticas;
pero las hubo también en este período por moti-
vos puramente religiosos, aunque no ha de per-
derse de vista que ambas cosas iban intimamente
unidas en las luchas de la época. Para la inmensa
mayoría de los realistas de 1824 era inconcuso
que el liberalismo político no era sino una ma~
nifestacíón del descreimiento religioso, y, por tan-
to, que castigar aquélla, y no ésta, la rama ó el
fruto, y no la raíz, una crueldad inútil. Lo más ur-
Lais Felipe I gente, lo verdaderamente necesario, según losque
Rey de Francia (lUmado SC hablan lanzado á defender con las armas á Fer-
va\«,%tTaeMtL Felipe igual- nando Vil, era restablecer la Inquisición, y repe-
^Í}a''\^ '*^ * '^' ''•" '^on"'* los profesadores de ideas anticatólicas
cwncia dr"na reTOlÚ- '° ^"« ^^"P*^ " hiciera contra los protestantes en
ción popalnr, y otra lo el siglo xvi: así, en cuanto triunfó la causa realis-
deiironó y le huo huir á ta los Cabildos catedrales, las Universidades, los
IngUierra (1773-1850). Monasterios, los Ayuntamientos, y hasta muchos
particulares (3), elevaron al Rey exposiciones pi-
diendo el restablecimiento de la Inquisición. No entusiasmaba esto á Feman-
do Vil, á cuyo entendimiento no fueron extrañas las ¡deas características de
moderados y conservadores, de las diferencias de los tiempos, luces del siglo,
etc., y que sabía cuan desacreditado estaba en Europa, aun entre los católi-
cos fervientes, el nombre de aquel tribunal; es seguro además que Luis XVIll
(I) l-'ormáionse dos Junta* revol acto a arlas: ana en Londres, de que eran caben Torri-
joa, Palarea y Flores Calderún, y la cual se traaladú luego á Gibralur: otra en Parts, can el tí-
tulo de Direílorio fir¡rvisisnal para el levantamifnlo de Eifiaña ciiníra la liranra, de qat faé tlmm
Mendiiábal, y que se trasladó i Bayona, Tan divididos en la emi|!tación como en el Poder, los
liberales hacíanse guerrn unos á otros, hasta el extremo de que Luis Felipe, queriendo aati-
liarlos para intimidar á Femando Vil y obligarle al leconocimiemo de su soberanin. no sabia
con quién entenderse. Lafuyette din una eran cantidad i los varios emigrados que, según las
Mtmorias de Mina, procedían del rey de Francia,
(?) El /ulilamienle ¡li Torrijas, de D. Amonio Gisbert, en el Museo di Arle modtme.
Sobre la expedición y muerte de Torrijos la fuente hislúrica es la Vida del general D. jFtit
María de Torrijos, por su viuda la condesa de Torrijos, dolía Luisa Sáeni de VinifEra, fuente
que por su natural parcialidad deberá someterse i revisión antes de admitirla en todas sai
partes. Que luí atraído por una combinación policiaca — dígase engaño — de Goniilez Mo-
reno, parece indudable. Los liberales conocieron desde este suceso al genera] realista por el
mote de el Verdugo de Málaga.
(3) Entre ellos, el general Caslnílos.
yCOOglC
HISTORIA DE ESPAÑA 609
le había hecho indicaciones precisas sobre este punto, no queriendo el Rey y
Gobierno francés cargar ante la oposición liberal de su nación con la respon-
sabilidad de haber contribuido al restablecimiento de la Inquisición en Espa-
ña, cosa que tampoco agradaba á los mismos legitimistas. Era, pues, imposi-
ble, politicamente hablando, la restauración solicitada; pero la Inquisición
tenia tan hondas raices en el alma tradtcionalista española, que las Juntas rea-
listas la restablecieron anárquicamente, como dice Menéndez Pelayo, en algu-
nas diócesis con el titulo dt^ttías deFe.l.^ de Valencia procesó al maestro de
escuela de Ruzafa D. Cayetano Ripoll, que no llevatia á los niños á misa ni
la oía él, y que resultó ser un deísta que había reducido la moral al precepto
lo gití no quieras para tí, no lo quieras para otro, sin creer en ninguna otra
cosa: fué ahorcado el 31 de Julio de 1826(1). El Gobierno desaprobó lo hecho,
é hizo suspender en sus funciones á la Junta de Fe. Por masones sufrieron la
misma pena Antonio Cano, en Murcia (7 Mayo 1826), y varios de Granada
en 1825: sorprendidos cuando recibían á un adepto, sin darles tiempo ñipara
guitarse los mandiles, fueron conducidos á la cárcel en medio de la rechina po-
pular, ji ahorcados d los pocos dios (2). Ed Junio de 1827 fué descubierta
otra logia, y en ella el marqués de Cabriñana; mas esta vez el Rey los indul-
tó, y ya nadie subió al patíbulo por delito de masonería, aunque seguían
en vigor los decretos de 17 y 21 de Agosto de 1825, en que se imponía la
última pena á los afiliados á las sociedades secretas; mas sucedió hartas ve-
ces que los mismos alcaldes de Casa y Corte cuando recibían una denuncia
avisaban con oportunidad á los hermanos para que no se dejaran coger in
/raganti.
137. — Todo esto indica que contra lo escrito en la mayor parte de nues-
tras historias contemporáneas, especialmente tas compuestas por liberales,
no fué Fernando VII, el motor, sino el moderador de la reacción de 1823.
Inclinábase él á lo que se llamó el despotismo ilustrado, ó sea á un Gobierno
fuerte, dueño de su acción y movimientos, no supeditado á ningún partido,
y menos á partidos demagógicos como eran el liberal y el realista de su rei-
nado, que procurase enlazar suavcmeute ta tradición católica y española con
el estado general de la Europa moderna. No había en la sociedad española
elementos para fundamentar este Gobierno, ni él tenía genio para crearlos: así,
su política tuvo que ser vacilante, incierta, muchas veces nebulosa y siem-
pre combatida. Los realistas exaltados no tardaron en percatarse de que no
era Fernando VII el rey que habían soñado. En el mismo año 23 volvieron
ya sus ojos al infante D. Carlos, que por su acendrada piedad y firmeza de
carácter — era mucho menos listo, pero más virtuoso y digno que su herma-
no, — les pareció el príncipe hecho á la medida de sus deseos. Al intentar la
reorganización de la milicia de voluntarios realistas (z8 Febrero 1824), con
gran disgusto de los exaltados del realismo, á quienes ya se empezaba á 11a-
nnar apostólicos, las simpatías por D. Carlos se acrecentaron; el decreto de
amnistía de i.° de Mayo de 1824, aunque restringidísimo, exasperó mAs á los
apostólicos, que no se recataron de llamar masones á los ministros, y los más
audaces al mismo Rey. En este mismo mes de Mayo se descubrió en Aragón
(i) Sobre el caso de Ripoll hay dos versiones que difieien en mnchos dcHlles de iit
«ida, onicter, doctriaBS 7 círcunlanciss del proceso y ejecncián, y ambas non de lesri*
gp9 presenciales: una, en el i.rtfctilo de D. Salusltano de Ülóiaga: Un ahorcado en tieirt'
po át Femando Vüpor sus epinieníi reUgieíat, incluido en los Etiudios de EIocuíHcia, Fe~
ática, furistrudcmia. Historia y Moral. Madrid, 1864. La otra, eo Miscilánia Religiosa, Poti-
' ar Literaria, de D. Gaspar Bono. Madrid, 187a Véase Meníndez Peiiyo. (Helerodoxoi, ni,
Salcedo, Historia de EspaRa
D,g,t7cdb/COOg1c
6lO HISTORIA DE ESPAÍ^A
UDa conspiración militar de tendencias apostólicas, apareciendo complica-
dos, aunque luego parece que no se confirmó, el capitán general Gríma-
re3t(i)y el brigadier Capapé, presentando este último dos cartas de Don
Carlos (2). En 1825 circularon profusamente unos folletos titulados ¡EspaAih-
les, UKiÓHjr alerta!, en que se sostenía que los masones gobernaban, siendo
iadultados el dfa de San Fernando sus autores y propagadores, y el 15 de
Agosto se sublevó Bessieres en Getafe, siendo fasilado el 26 en Molina de
Aragón, con un coronel, dos comandantes, un ayudante y tres tenientes;
descubriéronse simultáneamente conjuras combinadas con la de Bessie-
res en varías ciudades; v. gr., en Tortosa, donde los conspiradores tenían
resuelta una degollina general de negros; analmente, el i." de Abril de 1827
estalló en Cataluña la formidable rebelión de los agraviadat ó maUotUetu,
que, aunque momentáneamente reprimida, é indultados sus autores el día
30, se reprodujo el 25 de Agosto, y el mismo Rey salió de £1 Escorial
con el conde de España (22 Septiembre) á sofocarla. Si alguna vez mereció
Femando VII la Tama de cruel que le han dado los historiadores libera-
les, fué reprimiendo )a rebelión apostólica. ¡Cuántos cadalsosl {Cuántos fusila-
mientos!
El estudio de esta insurrección es, por otra parte, intercsantfsirao, do
sólo para conocer las ideas del realismo exaltado en las postrimerías del
reinado de Femando Vil, sino para calcular lo que hubiera sido España
si hubiesen llegado á dominarla de un modo permanente, ó los elemen-
tos anárquicos del liberalismo del trienio, ó los elementos tradicional i s tas
apostólicos. De la mentalidad del estado social en que se produjo la insu-
rrección de 1827 da cumplido testimonio el mensaje que el Claustro de !a
Universidad de Cervera dirigió al Rey en i t de Abril de aquel año, donde se
lela: «Lejos de nosotros la peligrosa novedad de discurrir que ha minado
>por largo tiempo... con total trastorno de imperios y religión en todas
>las partes del mundo.* Y de las tendencias de los insurrectos hablan elo-
cuentemente sus proclamas. Una concluye asi: «jViva el Rey! ¡Viva la Re-
tligión! [Viva la Inquisición! jY viva la constancia para el exterminio de
»las sectas masónicas!* Otra: «|Concurrid, manresanos, y veréis disipar,
•abatir los negros... acabar con todos los liberales del suelo español!»
Otra: ■ . . . para sostener y defender con la vida los dulces y sagrados
■ nombres de Religión, Rey é Inquisición, arrollar y exterminar á cuantos
• masones, carbonarios, comuneros y demás nombres inventados por los
maquiave listas . . . >, etc. Figuraron en aquellos sucesos los tipos más sin-
gulares: guerrilleros tan brutazos como fanáticos, clérigos y frailes no ayu-
nos de Teología y de gran pureza de vida, pero persoadidos de la posibi-
lidad de acabar con los liberales como se acabó con los judíos en el si-
glo XV, ó con los moriscos en el xvn, y hasta una histérica— Josefina Co-
(t) Don Pedro M. de GríniRrest 7 Oller uacíA en Peñlscola (1764), hiio Isi gnerní de
Oria, catan la República francesa, contra los ingleses en el reinado de Carlos IV.de la Inde-
pendencia, etc. WLay valiente é itustisdo, siendo cspilAn escribió un libro: Artí mililar: Mitiue-
ño¡, qae existe manoscrilo en la Academia de la llisloria. procedenle de la Biblioteca San Ro-
mán. Tan realista que se le iormú causa en 1813, se le condenó á muerte en iSsi. annque lu^o
■e permutó, ; en 1S33 ie le encausó de nuevo, confinándole i Filipinas, donde muriñ en \%^\.
Obra en su expediente ana e?cposicián suya quejándose de que en la guerra de la Independeo-
ciase le habla quitado el mando por obligar á los soldados á oír misalos dfas festivos 7 exhor-
tarlos á que le conresaian: esto da idea de sus acendrados sentimientos religiosos y explica *a
actitud en 1S24.
(2) Esta» CB
sino aprobando si
no permite creer 1
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HISTORIA DE ESPAÑA 6ll
menford (i), — mujer de educación esmerada, viva fantasía y varonil esfuerzo,
que no encontró mejor confesor que el celebérrimo Trapense, de la guerra de
1823, y ala que tan singular padre de almas enloqueció, sin duda, haciéndola
creer que 511 destino era el de heroína de una nueva cruzada (2).
13S. — Las divisiones del partido realista, tan estrepitosamente mani-
festadas en las revueltas de los apostólicos, no dejaron de actuar en todo este
periodo del reinado de Fernando VIL He aquí una breve síntesis política de
él. La Regencia constituida en Uyarzun, á la entrada de los franceses, fué
reorganizada en Madrid, constituyéndose (26 Mayo 1825) por los duques del
Infantado y Montemar, barón de Eróles, obispo de Osuna y D. Alfonso Gon-
zález Calderón; su secretario, D. Francisco Tadeo Calomarde (3). La Regencia
nombró su ministerio: Estado, el canónigo D. Víctor Damián Sáez; Hacien-
da, Erro; Gracia y Justicia, García de la Torre; Marina, Salazar; Guerra, San
Juan; y D. José Aznares, Interior, cartera que se inventó entonces. Este Go-
bierno dio los decretos suprimiendo de raiz cuanto se habla legislado desde el
7 de Marzo de 1820, y creando los voluntarios realistas, que, como dice Me-
néndez Pelayo, fué «una Milicia democrática, y aun dem^ógica, del absolu-
*tismo, que llegó á infundir pavor á Fernando VII, á quitarle el sueño no
»menos que la Milicia nacional de los liberales». También fué quien dispuso
las purificaciones, ó sean expedientes administrativos que debían instruirse
respecto de todas las personas, militares ó civiles, que hubiesen desempeña-
do cargo público durante el gobierno constitucional, para declararlas puras,
puríñcadas ó impuras. No puede llevarse más lejos el espíritu de reacción. Al
salir el Rey de Cádiz encontró en el Puerto de Santa María al ministro de
Estado D. Víctor Sáez, y lo nombró ministro universal hasta la llegada á Ma-
drid. Ya en la corte, constituyó ministerio definitivo (2 Diciembre 1823);
marqués de Casa Trujo, Estado; conde de Ofalia, Gracia y Justicia; general
Cruz, Guerra; D. Luis López Ballesteros, que era director de Rentas, de Ha-
cienda; y Salazar quedó en Marina. Eran estos ministros de opiniones harto
más templadas que los anteriores, verdaderos moderados del absolntismo,
como andando el tiempo lo fué alguno de ellos del liberalismo; pero el Rey,
no queriendo descontentar á los intransigentes ó exaltados, además de re-
(i) Naciú en Taríli I17931. Crióse 7 edacóse con su lio el conde de Brüs; viaj6 por
Irlanda, Alemania é Italia. Sabía variar lenguas vivas, y era milj despieitn. Ya en 1811-13 ^ya-
lió eficazmente i los realistas, por lo que la Regencia de Ui^el le di6 el Iltulo de condesa de
Salas, Vor sa inteivencián en la revuelta de los apostólicos fui ceclnída en un convento de
Sevilla. Aún vivía en 1S53. Una fíbula calumniosa supone relaciones amorosas entre la Co-
menlord j el Trapense: estos dos grandes fanálicos, muy capaces de prender fuego i una po-
blación y degoLar i sus habitantes, eran de costumbres purns, austeras.
(1) Don Antonio Firala es quien trata con mis detalles la histotia de este levantamienlo
en la suya d« La guerra civil y di los partidos lüiral y carlisla. Madrid, 1S53.
(3) Era aragonés, de un pueblo de la ptovinciit de Teruel j de muy modesta familia.
Estadio en Zaraf;oia la carrera de lejes con mil trabajos, desempeííando tan bumildes deslinoa
como el de mozo de farol, ó sea acompañante con un farol de los caballeros y seBoras que sa-
lían por ta noche, empleo que la falta de alumbrado público hacía necesario en aquella época.
Cuéntase qae al salir de una tertulia uno de los señores á quien acompañaba, y al verle en el
portal de la casa estadiando á la luz del farol, hubo de preguntarle: "¿Para qué estudias, mn-
cbacho^ «Para ministro de Gracia y Justicia», contestó sin vacilar el mancebo. Concluida va
carrera vino á Madrid, y casó con la hija del médico de Godoy, lo que le valió el nombra-
miento de oficial en la Secretaría de Indias. Siguió á la Junta Central á Sevilla, y allí (iSlo) fué
Sriraer oficial de Gracia y Justicia y muy amigo del ramistro D. Nicolás María Sierra: ambos
leroQ acusados de intrigas ilícitas para obtener la investidura de diputado por Aragón,
En 1814 corrió á Valencia como uno de tantos absolntistas, y obtuvo la plaza de primer oÁcial
de la Secretarla de Indias. El duque del Infantado lo nombró secretario de la Regencia.
No conocemos bíograila documentada ni, menos, imparcial de Calomarde, pues no puede 11a-
muae así la de D. Francisco de Cárdenas. Los escritores liberales, incluso Cárdenas, lo tratan
con gran pasión, pintándolo como un peraonaje línieatro. ¡No hay que fiarse!
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E*paflolea llnttTM contcmporáacos.
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HISTOBU DS BSPASa 613
partirles mercedes á porrillo — D, Víctor Sá« obtuvo entonces la mitra de
Tortosa, — les dio mayoría en el Consejo de Estado, de que nombró decano
al general J^ufa.
De los ministros se hizo justamente famoso el de Hacienda: hombre téc-
nico, entendido en su ramo, laborioso, de carácter templado, extraño á las
pasiones, y quizás á las ideas de los partidos, tenia Ballesteros cuantas cuali-
dades son necesarias para dirigir con acierto la Hacienda; y Femando VH,
curado ya de aquella extremada suspicacia que en el periodo de 1814-20 le
hacía mudar de ministros como de camisa, lo sostuvo en su cai^o. Ballesteros
es realmente el fundador de la Hacienda moderna en España. Sus principa-
les medidas fueron: en 1824, la separación de las dos funciones de recaudar y
administrar, organización de los centros administrativos, creación de las dos
intendencias generales de Guerra y Marina, de la Junta de fomento de la ri-
queza pública, de la Caja de amortización de la Deuda, de la Junta de Aran-
celes, del gran Libro de la Deuda, etc. En 1825, formación obligatoria del
presupuesto anual, el de gastos por cada ministerio, que habían de pasarlo ai
de Hadenda antes de i." de Noviembre para redactar el general, que, exami-
nado por el Consejo de Ministros, tenía que ser aprobado por el Rey, prohi-
biéndose todo pago y todo cobro do presupuestos; el pago del personal, asi
activo como de clases pasivas, por nóminas; y notable perfeccionamiento de
las disposiciones vigentes sobre montes y plantíos; y así en los años sucesi-
vos, hasta I." de Octubre de 1832 que duró su Ministerio. Conviene advertir
que éste comprendía á la sazón los asuntos que después han sido de Fo-
mento: así, á Ballesteros se deben el establecimiento en Madrid del Consu-
lado y Bolsa de Comercio, del Conservatorio de Artes, la regularización de
los Pósitos y de los servicios de Minas y Obras públicas, la celebración de la
primera Exposición Industrial (i), y por su inñujo se hicieron el Código de
Comercio y la ley de Enjuiciamiento en los negocios y causas de comercio:
el primero es una de las obras legislativas que más honran á la España mo-
(l) Cucóla Meaoaeio RoTnanos poi refereacia á D. Juan López PeSatver, director de U
EiposiciúD, que al Rey le mieresó ÍKta muy poco; aólo estuvo t verla uo día, y en la sala donde
estaban expuestos los tejidos catalanes, cuando Ballesteros y Lápez Pefialver más se esTona-
ban en ponderarle sus excelencias, dijo desdeñosamente: /^aJ// ?di/iu tsias sgn cosas de laujms!
y se fué i puear por el Retiro- Meionero reconoce qne la Exposiciún er« mny deficiente (Mt-
morittt di un ttlenlin, píg. 335).
(ExpUíoeiÓH di la lámiiut anltrior).
Eapaflola* llnitree coatenporáiieiM. — 10. Franciica Martínez de Im Rota, poeta, drama-
turgo y pollUco grinadino. Fui jete de partido, y ¡efe del Gobierno con Femando Vil y con lu-
b«t II <IT8»-ta61). — n. Antonio Alcalá Oallnno, publicisU y erudito cronista, autor de los Rrcaer-
dot de an anciano. Fui político liberal y orador notable (ITS9-136S), ~ 12. Joaquín VlicmJno, marqués
de Pomelos, insiene filtnlropo, fundidor del Monte de piedad y Cala de Ahorros de Madrid (1S3D. Habla
nacido en La CoruHa (17W-1SU). —13. Jdm Alrareí MendlzábU, hombre político á quien hizo cele-
bre la dcumortizacián délos bienes eclcsilsticos. Nació en Cádiz (1790-1S53J. — 14. Prnneltco Javier
de IsMriz, político gaditano, presidente del Congreso, mtntstio, embajador en Roma. Berlín y París. Era
gran orador (1T<I0-]S6S). — IS. Joit María Torrljoa, general, partidaria de los liberales, que se sublevd
en 1830 y Iné fusilado. Se habla distinguido en la guerra de la Independencia. Madrilelio (1T9I-IS31).—
IS. Anxet de Suvedra, duque de Rivis, fecundo poeta y dramaturgo romintlco, cordotiés, autor de
Don Altara ó la fuerza de/ (íno (1791-1865). — 17. Baldomcro Espartero, cipitin general, regente del
reino, principe de Vcrgara, duque de la Victoria. Tomó principaliiima parte en los sucesos políticos de su
tiempo (I793-IS7Q), — :8. Cecilia Bobl de Faber j de Larrea, •Fernán Caballero-, ilustre novelista
de costumbres. Sus obras La Gaviota, Clemtncla. Un servilón y un liberoUto, etc., son cuadros vividos
y admirables. Habla nacido en Suiza (1TW-IB77].
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6l4 HISTORIA DB ESPAÑA
derna. La ComisiÓD, creada el ii de Enero de 1828 (i), evacuó su cometido
en un año, presentando un proyecto de 469 artículos; pero el Secretario, que
lo era D. Pedro Sáinz de Andino, tiabfa redactado otro que constaba de 1.219,
y el Rey fué quien, cotejando ambos, preñrió el segundo. Tal es el Código
promulgado el día de San Fernando de 1S29, que ha regido en España hasta
la publicación del actual, obra de D, Francisco Silvela, y que ha merecido los
mayores elogios de los más insignes mercantiUstas extranjeros, incluso el
célebre Pasdessus {2).
La Secretaria de Estado, á que iba entonces aneja la presidencia del Go-
bierno, aunque mera primacía honorífica, por no constituir los ministros en
el régimen absolutista un Qabinele, sino meramente una junta de Secretarios
del Rey, estuvo desempeñada por el marqués de Casa Irujo sólo un mes,
pues en Enero de 1824 murió aquel personaje, sucediéndole el conde de
Ofalia: un moderado que sustituía á otro moderado. La calda de Chateau-
briand en Francia, con quien estaba identifícado el Conde, trajo la de éste,
urdiendo los realistas exaltados una intriga para que pasase el ministerio,
comoaconteció(ii Julio 1824), á D.Francisco de Cea Bermúdez, embajador en
Londres, y en quien tenían ellos más confianza; pero, como ha sucedido tan-
tas veces en el juego de la política, les salió mal la combinación, porque Cea
daba quince y raya á Ofalia en aborrecer á los apostólicos é inguisitoria/es, y ti
despotismo ilustrado tuvo en él su más autorizado representante, D. Antonia
ligarte había contribuido eficazmente at nombramiento de Cea (3), y Cea no
paró hasta cons^uir que ligarte fuese alejado de la corte, mandándole de ple-
nipotenciario áCerdefta(i7 Marzo de 1825); por ínñujo de Cea, secundado por
D. Luis Fernández de Córdoba, de gran favor con el Rey, hubo en Junio de
1825 un verdadero cambio de política, saliendo del Gobierno el ministro de
la Guerra, general Aymerích, y de los más importantes mandos militares los
(generales tenidos por más furibundos realistas, y dándose disposiciones como
la supresión de las Comisiones militares y admisión de viudas y huérfanos de
oficiales muertos sirviendo al Gobierno constitucional á los beneficios del
Montepío. El cambio de orientación irritó á los apostólicos, y según se ha indi-
cado ya, fué causa determinante del pronunciamiento de Bessieres y poste-
riores revueltas; y también en la corte de intrigas y trabajos de zapa contra
Cea, que dieron por resultado su calda (24 Octubre 1825), reemplazándole el
duque del Infantado. A pesar de la significación ultra-realista de éste, las
tendencias moderadas no cesaron de actuar. D. Javier de Burgos, el afrance-
sado de 1808 y el moderado de 1820, era una de las personas de más con-
fianza para Fernando VII. Estando en Paris desde 1824 como comisario del
ministerio de Hacienda, y habiendo afirmado en una de sus comunicaciones
que era errada la marcha política del Gobierno, se le mandó de Real orden
explanar este pensamiento, y él escribió entonces una Exposición al Rej>{24
Enero 1826] en que proponía, entre otras cosas, la concesión de una amnis-
tía ilimitada y la venta de bienes del clero por valor de 300 millones. Lejos
de mostrar enojo el Monarca, concedió á Burgos la cruz de Carlos III (4). Por
(i) Componíanla D. Bruno Vallaiino, D. Ramón López Peregrlo, D. Ceslreo Marfi
Saní, D. Manuel Marta Cambronero y D. Antonio PorceL
{1) Véas« Anlequera: La CiMiñíadón moáínia en España. Madrid, t8S6. A!varn iil
Mantano: Derecha MtreanUl, [orno 1 (único publicado).
(3) Aunque sólo por el empleo dUIrutido an 7 de Mario de 18».
(4) La exposición de Buidos 1d£ conocida deade lucfEO por muchas copiai manoscrítu
que circularon de ella, aplaudiendo su sentido los liberstes f alanos realistas moderadoi;
otros la censuraron. Los a/cf^í/iVoi vieron en ella Ib prneba terminante del muoniíma qnt.
á su juicio, predominaba en la corte. En 1834 se publicó impresa en Cádii. Después lo luí
como primer Apíndice de los Anales del niñada de ItaM ti, obra postuma de Burgos.
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HISTORIA DE ESPAÑA 615
aquel tiempo, habiendo otorgado D. Pedro del Brasil una Carta constitución
nal á Portugal (i), el Gobierno español hizo arrimar un ejército de observa-
ción á la frontera portuguesa, y no pasó adelante por haberse declarado
Inglaterra á favor de Doña María de la Gloria; pero el Rey publicó un mani-
ñesto(i5 Agosto 1826) asegurando que, conforme á la voluntud del país,
no se haría jamás alteración en el régimen absolutista, fundado en nuestras
antiguas leyes, <ni permitiría el establecimiento de Cámaras ni otras institu-
ciones, cualquiera que fuese su denominación».
A loa cuatro días de aparecer en la Gaceta este manifiesto fué reempla-
zado el duque del Infantado por D. Manuel González Salmón (19 Agosto
1S26), antiguo diplomático y Kombrt de buen seso, según Mesonero Romanos;
pero al que se tuvo por hechura de Calomarde, con cuya política, en efecto,
estuvo identificado. González Salmón fué ministro de Estado hasta su falle-
cimiento {Enero 1832), sucediéndole el conde de la Alcudia, de su misma
tendencia, el cual continuó hasta la crisis trascendental de ¡."de Octubre
de aquel mismo año, de que hablaremos luego.
Al pasar el conde de Ofalia á la secretarla de Estado sucedióle en Gra-
cia y Justicia D. Francisco Tadeo Calomarde, quien, como Ballesteros, con-
servó sin interrupción su cartera hasta i.° de Octubre de 1832, y fué en
cierto modo el ministro principal de Fernando VII, ó por lo menos el que
más Intimamente se identificó con él, pues su política, más de cortesano que
de ministro, se redujo á interpretar, secundar y realizar los pensamientos del
Rey; y también el que concitó más sañuda oposición de los liberales, hasta el
punto de apellidar ellos á esta época calomardina. Alcanzó, efectivamente,
una influencia considerable, aunque no omnímoda, que así á nadie se la otor-
gaba Fernando VII, siempre celoso de su autoridad y siempre receloso de
los favoritos. Hubo momentos en que casi todos los altos funcionarios, empe-
zando por los ministros de Estado (González Salmón y Alcudia) y el presi-
dente del Consejo de Castilla (Martínez de Villela) eran hechuras suyas; pero
el Rey no se olvidaba de recordarle de cuando en cuando que él era el rey,
y aun de corregir lo que le parecía exceso en su ministro: as(, v. gr., habién-
dole presentado Calomarde la propuesta de una mitra para un recomendado
de cierta D." Inés, ama de gobierno de Martínez de Villela, Fernando Vil
escribió al margen; La mitra para D..., y perdone por esta ves D.' Inés; ha-
ciendo entender al ministro que conocía, y no le agradaba, el origen de la
propuesta. Era Calomarde desinteresado en punto á dinero, pero aficionadí-
simo á colocar á sus amigos y á sus paisanos los aragoneses aunque no lo
fueran, cosa que, como es lógico, su biógrafo Cárdenas, y en general todos
los liberales, atribuyen exclusivamente á deseo de acrecentar su influjo y
demostrar su poderlo; porque, ya puestos á pintar con colores negros al abo-
rrecido ministro, ¿cómo habían de concederle en esta parte ni una plnceladita
blancaí Cuenta Cárdenas que en una ocasión, habiendo vacado la diócesis de
Segovía, dijo el Rey á Calomarde: ¿No tienes por ahi algún aragonés que ha-
(i) En Mano de 1S36 manó Juan VI, dejando dos hijos; D. Pedro y D. Miguel. El pri-
mera, i quien su pudre habla dejado en el Braail cuando él recesó d PortugaJ, le proclamó
emperador de aqnel país, separándolo de PoiCugal al ^'''o de ¡Independencia 6 muertel (7 Sep-
e 1833): dejó, pues, de ser portugués, y conforme i la ley de Portugal, f
aró el reino de España 7 para prevenir otra incorporación á Castilla, ningún estranier
I soberano de otro país, podía ser rey: de aqaf nació ti partido miguilisla ó parlidur
de la legitimidad de D. Miguel, I pesar de lo cual D. Pedro tué reconocido por rey, aunque él,
prefiriendo la corona brasileilB, cedió sus derechos á su hija, de si; le aítns. Doña Marin de la
Cloria. La cneslión dinástica se hizo pol'tica: los absolulitlas fueron miguelíslas y pedristas
los liberales.
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6l6 HISTORIA DE ESPASa
cer obispoí Sonrió el ministro, y á los pocos días le propuso al general de tos
dominicos, Briz Martínez, aragonés de pura cepa, que fué aceptado sin nin-
guna dificultad por el Monarca.
Uno de los principales actos administrativos de Calomarde fué el ya ci-
tado decreto de amnistía de i.° de Mayo de 1824, al que acompañó la 01^-
nización de unas misiones por los pueblos, con objeto de «excitar en los
extraviados el arrepentimiento, y el perdón de las ofensas en los agraviados
para hacer de esta gran nación una sola familia. ..>, etc. Los escritores libera-
les, V. gr., D. Modesto Lafuente, censuran estas misiones, que. Lejos de cal-
mar los ánimos, lo que hacían era sulfurarlos más contra los partidarios de
la Constitución: en cambio, los católicos antiliberales, por ejemplo, el obispo
Aguílar, las elc^ian sin rebozo como una de las pocas cosas buenas qae hizo
aquel Gobierno. Es natural esta divergencia, ya que D. Modesto Lafuente
parte de la base de ser el liberalismo, aun en sus formas masónicas del zo al
23, perfectamente compatible con el catolicismo; y D. Francisco Aguilar, por
lo contrarir), cree, como creía el partido á que pertenecía Calomarde, que
tos liberales eran enemigos de la religión, y había que convertirlos. Que las
misiones fueron eficaces á los efectos que buscaba el ministro que las de-
cretó, es hecho comprobado, llegando el fervor religioso, unido, es cierto, al
entusiasmo político, esto es, á la religiosidad á la usanza tradicional española,
á tomar un vuelo extraordinario. Cuantos han escrito de la celebración del
Jubileo de 1826 convienen en que España pareció entonces un inmenso con-
vento. Claro que para los liberales, y más para los tocados de volterianismo,
todo ello era hipocresía, y en efecto, no dejaría, de haber alguna, Ó, mejor
dicho, de haberla en algunos; pero el alma española es creyente y tradicio-
nalmente católica, y siempre vibra en ella esta cuerda cuando se la hiere. Los
descreídos, juzgando por su corazón el ajeno, se figuran que son descreídos
todos. Y json tan pocos los verdaderamente descreídos!
Al mismo fin que las misiones respondieron el platt de estudios de 18x4
y el bando del superintendente general de Policía sobre libros. El primero,
suscrito por Calomarde y obra del mercedario padre Martínez obispo de Má-
l^a ha sido diversamente juzgado. Mesonero Romanos, que, á la verdad, de
estudios serios entendía muy poco, lo tacha de retrógrado y mezquino, con
tendencia al apagamiento del espíritu público y vuelo de las inteligencias
privilegiadas. El obispo Aguilar dice, por lo contrario, que «se deberla alabar
sin reserva si hubiese dado á la Iglesia la parte que le correspondía en su re-
dacción y la intervención debida en la vigilancia de las escuelas.* D. Mo-
desto Lafuente, aunque tan liberal, reconoce que <es un plan basado sobre
>las ideas religiosas y políticas dominantes, siendo su objeto arrancar la poa-
>zoña de las doctrinas anárquicas é irreligiosas que hablan corrompido las
> escuelas y contener tas máximas revolucionarias; mas que no puede negarse
> su unidad de pensamiento y organización, y que en medio de su espíritu
•reaccionario fué un adelanto y un progreso.» Menéndez Pelayo lo considera
como «obra que no deshonra á su autor, aunque peque de raquítico, como
»todo lo que entonces hacían los españoles de una y otra cuerda.» Pero sea
cualquiera el juicio que se forma del plan, ni él, ni el severo bando sobre
libros prohibidos tuvieron la eficacia de las misiones. Hé aquí cómo des-
cribe las Universidades en 1830 un testigo presencial y tan poco sospe-
choso como D. Vicente Lafuente. «Eran, dice, focos de infección moral,
>á pesar de los esfuerzos de lus rectores.» 'La masonería hacia estragos entre
»los estudiantes; la mayor parte de los legistas eran liberales, y fueron los
»adalides de la revolución desde 1833. Apenas leían libro bueno, y circulaban
• entre ellos y clandestinamente los libros malos. Las comuniones generales
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BISTORU DS ESPAÑA 617
»en los días de la Concepción y de San Fernando eran un semillero de sacri-
■legios escandalosos. La severidad de los catedráticos y la asistencia de todos
>los cursantes de 5.° año á la cátedra de Religión hacfan hipócritas, pero no
(Católicos. De libros obscenos y de inmoralidad no se hable. > (i)
La situación de las Universidades alarmó de tal modo al Gobierno, que
en 1830, cuando la revolución de Francia y las tentativas liberales en España,
el mismo Calomarde hubo de cerrarlas por dos cursos seguidos, «muestra —
•dice Menéndez Pelayo — de flaqueza más que de intolerancia de la cual se
• aprovecharon grandemente los emigrados para cargarle con los dicterios de
•obscurantista y enemigo de las luces.>
La Secretaria de Guerra fué encomendada, en Diciembre de 1823 — es
decir, cuando no habla otro ejército que las partidas realistas ó bandas de
lafe, pues el constitucional estaba disuelto y sus oficiales sujetos á purifica-
ción— al general D. José Santa Cruz, quien hubo de limitarse al odioso papel
de crear /(U Comisiotus Militares; quiso disolver las banáias de la fe (29 Ene-
ro 1824) y reoi^nizar los voluntarios realistas {28 Febrero del mismo año),
tropezando con la rabiosa oposición de los exaltados, que en algunas localida-
des llegaron á quemar el retrato del Ministro. Le sucedió (26 Agosto) D.José
Aymerich (2), valiente soldado, pero furibundo realista y entusiasta de los vo-
luntarios que su antecesor había pretendido reorganizar; Aymerich se dedicó
á concederles privilegios y fomentarlos en toda España. Por una circular (18
Marzo 1825) hi;(o constituir una Jmtta purificadora en cada regimiento, some-
tiendo á purificación á los mismos soldados, no bastando ya, por lo visto, que
se purificasen jefes y oficiales, y bajo su mando las Comisiones militares fun-
cionaron con más actividad y rigor que nunca, adquiriendo nombradla tristí-
sima el presidente de la de Madrid, Chaperón, de quien se cuentan horrores,
algunos evidentemente exagerados hasta la inverosimilitud; v. gr., elde que
pareciéndole que tiirdaban mucho en ahorcar á D. Juan Federico Menage, él
mismo, vestido de uniforme y con todas sus cruces y condecoraciones, tiró de
las piernas al reo para apresurar la ejecución; mas cuando el rio suena Don
Luis Fernández de Córdoba representó al Rey contra et sistema de Ayme-
rich y Chaperón, y el primero fué nombrado gobernador de Cádiz (13 Ju-
nio 1S25), reemplazándole en el ministerio el marqués de Zambrano (3), un
veterano de las guerras del Rosellón y de la Independencia, tan valiente y
tan realista como Aymerich, pero sensato, y en el que las ideas políticas no se
hablan convertido en pasiones. Dedicóse á organizar, ó, mejor dicho, á crear
e) ejército, que no existia, pues en los jefes y oficiales que habían servido en
el periodo constitucional no se tenía confianza, y en los guerrilleros del 22
y 23 tampoco se podía tener, siendo casi todos gente indocta, y hasta inedu-
cada: el Rey quería un ejército suyo, no fiándose ni de los que ya se hablan
sublevado para imponerle la Constitución, ni de los que más que á él obede-
cían á los cabecillas realistas. Ésta fué la obra de Zambrano, á la cual le ayudó
el conde de España. Escogiendo con sumo cuidado la oficialidad y tomando
por modelo los mejores cuerpos del ejército de Angulema, organizó los mag-
níficos regimientos de la Guardia Real, destinados á servir de garantía al Rey
contra nuevos posibles pronunciamientos y de núcleo y modelo á todo el ejér-
cito. Los muchachos de las familias más distinguidas fueron solicitados para
entrar de subtenientes en los nuevos regimientos, 00 sin disgusto de los oficia-
(I) Vicente L»íoeilte.— Oí la Enstñanta I
(3) Nació en Cidií {2 Díc. 1774). Murió ei
faé nombrado director general de lafantería.
{3) D, Miguel Ibanola y Goniilez nació en 1776, fné paje del Rey, j de aqal pasú i
pitan de Caballería {1793)- Coronel en iSol. brigadier en 1809, teniente general en 1&14.
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6l8 HISTORIA DE ESPAflA
les veteranos postergados á estos barbilampiños. Una mañana apareció en la
puerta de la casa del marqués de Zambrano el siguiente pasquín: <Se bitscam al-
gunas docenas de nodrisas para acabar de criar dios oficiales de la Guardia Jíeal.»
Mas dieron excelente resultado, no sólo por su inquebrantable fidelidad
al Monarca, sino porque elevaron el nivel moral y social del cuerpo de oficia-
les, y de ellos salieron los generales más insignes del reinado de Isabel II,
si bien con la desventura para la patria y el ejército, y aun para ellos mismos,
de no haber podido emplear sus cualidades más que en guerras civiles y pro-
nunciamientos. El tomo I de Mis Memorias intimas por el general D. Fernando
Fernández de Córdoba contiene cuanto hay que saber sobre la oi^nlzación
de la Guardia Real y carácter de su oñcialidad (i).
En las reformas y administración de Zambrano tuvo parte principal
el conde de España. D. Carlos Espignac ó Kspagne, de origen francés,
pero nacionalizado en España desde la niñez, y entusiasta español hasta
el punto de aborrecer de muerte á los franceses y de haberlos combatido
conao nadie en la guerra de la independencia. Era un valeroso soldado y
un buen militar, ordenancista y entendido; mas de una rigidez extrema-
da, y no severo, sino duro y cruel en el cumplimiento de los que esti-
maba sus deberes militares y políticos. Es indudable que los liberales,
para los que Mina fué siempre un héroe insigne á pesar de su manera draco-
niana de hacer la guerra, que no hicieron nunca cargos á Rotten por sus ase-
sinatos, y que no se apartaron del trato de Méndez Vigo por su infamia con
los presos políticos de la Coruña, han exagerado las crueldades del conde
de España en Catatui^ai pero siempre queda lo suñciente para que sea odiosa
y repulsiva la memoria de este personaje siniestro. El Conde fusiló y ahorcó
á su placer, lo mismo á los apostólicos que á los liberales. No es verosímil, sin
embargo, que tuviera que simular conspiraciones f ara perseguir á los segun-
dos, ya que en aquella época vivían en conspiración permanente. En las
Memorias de Córdoba la ñgura del Conde aparece menos repulsiva que en
otras historias de liberales. El conde de España salió de Madrid en Agosto
de 1825 al frente de la columna que persiguió á Bessieres. En Septiembre
de 1827 fué á Cataluña como general en jefe de las fuerzas encargadas de
someter á los apostólicos, y alli quedó de capitán general hasta el 1 1 de
Diciembre de 1832, que fué relevado por Llauder. (2)
Para completar el cuadro del Ministerio largo de la ominosa década no
hay ya que citar sino á D. Luis Marfa de Salazar, que fué sin interrupc'ón
ministro de Marina desde 1823 á 1832. No ha habido quizás época más cala-
mitosa para la Armada española. Cuéntase que cuando hablaban á Fer-
nando Vil de reorganizar la escuadra, decía: Marina. .. pacay mala. El hecho
es que después del fracaso de los barcos comprados en Rusia ya no se vol-
vió á pensar seriamente en reconstituir nuestro poder naval, sin duda por
las enormes dificultades que se oponían á este intenta y la falta casi abso-
luta de recursos para ello. En los sublevados virreinatos de América las flo-
tillas independientes, mandadas por aventureros ingleses, no tardaron en
alcanzar la superioridad marítima y destruir nuestras estaciones navales.
(O La redacci6D, que es primoiosB, parece ser de D. Jo;é de Castro j Seiraoo. El Ge-
neral, que er& también literato, aunque no en el erado eminenle que Castro, estaba ;r* f-^l
*iejo cuando dictó, ó quizás escribió en parle las Memorias; pero Castro dio i éstas la fonna
amenísima que tienen, enriqueciíndolas con muchas anécdotas oldaí i D. Femando en lU ter-
tulia. Asf resultó un libro de los más bellos que tenemos de historia rontemporinet.
<z) D. Manuel Llauder y Comin, primer marqués del Valle de Ribas, nació en Argento-
na(S julio 17S9I' Cadete en 1805. ascendió á lenienle general en lS£9. Era realista, pero de
opiniones muy moderadas en aquella época.
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HISTORIA DE ESPAÑA 619
£d el litoral de la Península los pocos y malos barcos que habla se iban
pudriendo anclados en los puertos, y la mayoría desarbolados. Pasaban me>
ses, y aun años enteros, sin que á la desembarcada oficialidad se te abonase
una paga: todavía se refiere por tradición en las ciudades cabeza de departa-
mento que era tal la penuria de los jefes y oñciales de la Armada, que sallan
por la noche á quitar las rejas de las casas para venderlas como hierro viejo
y comprar pan con el producto de tal rapiña; cosa seguramente imaginaria,
pero expresiva de la impresión causada en el pueblo por la extrema po-
breza á que llegaron á verse reducidos.
139. — Con la gestión del Ministerio largo de la década, y muy á sus
principios, coincidió la pérdida total del continente americano. No nos que-
daba ya, según se ha dicho en el capítulo anterior, sino la parte del Perú y el
Alto Perú (Boli vía), ó sea los territorios en que operaba y á que extendía su ac-
ción el virrey Laserna con su ejército, que mandaba en jefe Canterac; la Repú-
blica peruana estaba instalada en Lima bajo el protectorado del general San
Martin, y defendida por una hueste de argentinos, chilenos y patriotas perua-
nos, lo que no quiere decir que este partido de los patriotas tuviese mayoría
en el Perú: hubo hasta el ñn muchísimos peruanos fieles á la bandera española.
San Martin no tuvo fortuna en su protectorado, ni como caudillo ni como
gobernante. Dejó i Laserna reorganizar su ejército en las montañas, tomar
la ofensiva de nuevo y alcanzar victorias que rehabilitaron el decaído pres-
tigio de nuestras armas, y, no teniendo medios para resistir á Laserna, man-
daba soldados á pelear con Sucre, es decir, á las órdenes de Bolívar, en la
batalla de Pichincha. Enajenóse por su carácter la simpatía de sus principales
auxiliares, v. gr., de Cochrane, el que le habla dado la superioridad marítima
para dominar en Lima y en el Callao, é igualmente la de casi todos los jefes
separatistas del Perú, cuya cooperación le era indispensable; se hizo aborre-
cido del pueblo de la nueva República, por su genio áspero, tendencias
autoritarias y la crueldad de su ministro Monteagudo. Agregúese que era
monárquico, y su idea política, fundar reinos en las naciones emancipadas,
poniendo á su frente príncipes europeos, prefiriendo á los de Espatia, aunque,
á nuestro juicio, sea punto dudosísimo de crítica histórica discernir si el mo-
narquismo de San Martín contribuyó á su rápido descrédito é impopularidad
ó si, por el contrario, el descrédito personal del Protector fué parte principal
en la decadencia de las ideas monárquicas y definitivo predominio de las re-
publicanas en América. San Martín preveía que las Repúblicas hispano-ame-
ricanas iban á ser. . . lo que han sido; esto es, un campo de guerra intestina
permanente, teatro alternado de dictaduras tiránicas y de anarquía desen-
frenada. No se necesitaba ser profeta: bastaba con un regular entendimiento
no ofuscado por las pasiones para verlo asi; pero jeran posibles allí las mo-
narquías? Y aunque se hubiese logrado establecerlas, ¿no hubieran sido tan
efímeras como la de Iturbide en Méjico, y concluido desastrosamente quizás
con el suplicio de los soberanos, europeos ó indígenas, que hubieran tenido
la candidez de ocupar el trono?
Mientras que San Martín se desacreditaba en Lima, Bolívar fundaba, se-
gún ya hemos visto, la República de Colombia, la gran Colombia, que deci-
mos hoy, ó sea un Estado compuesto de Venezuela, Nueva Granada y el
reino de Quito. Error político del Libertador era éste, ya que, una vez rota la
unidad española, aquellos pueblos, si pueblos podían ser llamados entonces,
propendían naturalmente á constituir cada uno por sí una entidad autóno-
ma, como al fin lo realizaron en 1S30; pero por lo pronto tenían la unidad
del astuto político que los gobernaba y del aguerrido ejército que los habla
emancipado en trece años de horrible lucha. Bolívar y San Martin eran en
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620 HISTORIA DE ESPAÑA
aquel instante los dos hombres importaates de América española: el uno,
argentino, fundador de las Repúblicas de Chile y Perú; el otro, venezolano,
de la República de Colombia, compuesta de tres antiguas regiones coloniales.
Todavía no suele escribirse ninguna historia de América sin su correspon-
diente paralelo critico entre los dos libertadores, el del Sur y el del Norte,
que llevaba oficialmente el titulo de Libtrtador. Estos dos hombres teoian
que ser rivales. Los documentos más modernamente publicados parecen dar
la supremacía moral á San Martín, más desinteresado que Bolívar, pues que-
ría erigir tronos, pero no para él, sino para principes que no conocía, lo que
indica claramente que lo guiaba el interés público, al paso que Bolívar pare-
cíase á Napoleón en el cultivo intensivo de su egoísmo, que, como el César
francés, llamaba él su gloria. Pero Bolívar sobrepujaba, y mucho, á San Martín
en astucia política, en el arte de ganarse voluntades y cautivar á la muche-
dumbre, deslumhrándola y embobándola con palabras sonoras y actos de apa-
rato teatral, en el de procurarse auxiliares idóneos como Sucre, y en su misma
falta de escrúpulos, y aun de sensibilidad para seguir la línea recta en el ca-
mino de su personal engrandecimiento. Si él hubiera creído posible una monar-
quía en América, hubiérala fundado, pero no para un príncipe europeo, sino
para él, para Simón 1: creyó más fácil, y hasta más airoso, gobernar á ttjdo el
continente con el romántico titulo de Libertador, y fué deci dido republicano.
£n el reino de Quito, ó sea el Ecuador, un partido quería la constitución
inmediata en Estado independiente; otro, la incorporación á la Repúbica pe-
ruana, cosa que agradaba también á los patriotas del Perú. Bolívar resolvió
la cuestión mam* militari, aunque con apariencias de sufragio popular, ane-
xionando el país á Colombia. San Martín, protector del Perú, devoró este ul-
traje; porque jqué podía hacer, si para concluirla emancipación del país que
protegía necesitaba del auxilio de los colombianos^ Para tratar de ajustar
este auxilio, y á la vez las grandes cuestiones de la forma de gobierno en los
nuevos Estados y extensión de éstos, provocó las conferencias de Guayaquil
con el Libertador (26 y 27 de Julio de 1822). En estas conferencias famosas
Bolívar extremó las consideraciones externas á San Martín; en el gran ban-
quete dado al Protector del Perú pronunció aquel extravagante brindis: Por
los dos hombres mds grandes de la América del Sur: el geHeral San MartíMjryo.
Pero en el fondo le hizo comprender que no estaba dispuesto á ayudarle, sino
á ser él solo quien emancipase al Perú y quien fuese hasta Buenos Aires á regu-
larizar la naciente República del Plata. San Martín, que de todo tenía menos de
tonto, vio claro que su papel en América había concluido: volvióse descorazo-
nado á Lima, donde también le hicieron entender que estorbaba, y el 20 de
Septiembre renunció al protectorado en el seno del Congreso nacional (i).
(i) Al día siguiente se embaicó para Chile, donde esluTodoi meaes enfermo, y el paebla
le niailire$(ó animadversión profunda. Fué i Buenos Aires, y ni el pueblo ni los polilicos k
hicieron mejor reoibimienlo^ unes de 1813 vino i Europa con«a hija única Merceditai; viviA
en Bruselas. Eq 182S quiso volver á. Buenos Aires; pero encontrando la ciudad en reTolucJAo,
desembarcó en Montevideo, f legresú deñnítiva mente i Europa. Llegd á padecer en París enn-
dlsima pobreza, verdadera miseria, y hubiese sucumbido sin el generoso apoyo de un eipiSol,
antiguo camarada suyo en el ejército, el marqués de las Marismas, el cual, no satisfecho con
salvar de la miseria al gran enemigo de España, protegió á su yerno Mariano Balcarce. Gracias
al Marqués, San Martin vivió lardos aüos en Faris en Grand Boui^ y en Boul^ne con sn hija,
su yerno y dos nieloa. Murió en 1850, i los setenta y dos años de edad. Sus hermanos fueron
siempre buenos españoles: Manuel Tadeo llegó i coronel, y murió en Valencia (iSiilíJüBn
Fermín, d comandante de Caballería, y falleció en Manila (1853); Jnsto Rufino fué también co-
ronel del regimiento de Almansa, y acabó en Madrid el mismo año de 1S52; su hermana, ca-
sada con un empleado de Hacienda, vivió modestamente hasta 1853. Es de creer qae si José
hubiera sido tratado y recompensado como correspondía á su genio militar, j amia se le hu-
biese ocurrido acordarse de haber nacido en la Argentina y de irse alld i emancipar colonial.
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HISTORIA DE ESPAÑA 621
Desde este momeato la emancipación del Perú fué obra de los colom-
bianos; es decir, de Bolívar, que llevó allí sus aguerridas huestes acaudilla-
das por Sucre y por él mismo. No consienten los limites de este libro historiar
las campañas que todavía se sostuvieron con no poca gloria de los penin-
sulares y peruanos adictos que hasta el ñn defendieron la causa de la inte-
gridad nacional. Baste apuntar que el 6 de Agosto de 1824 ganó el Liberta-
dor la batalla de Junin, y el g de Diciembre del mismo año Sucre la de
Ayacucho, á que siguió la capitulación de nuestro ejército. Encerróse Rodil
en el Callao, donde se defendió todavía un año.
En el plan de Chateaubriand, de que fué parte la intervención en la Pe-
nínsula de 1823, entraba la constitución en América de monarquías consti-
tucionales bajo principes borbónicos y que asegurasen la extensión de la
influencia francesa en aquellas regiones. Fernando VII se opuso pasiva, pero
tenazmente al logro de estos proyectos, y, á nuestra juicio, con razón, por-
que eran quiméricos. No habfa elementos en 1824 para fundar Monarquías
en nuestras perdidas colonias, y menos aún para que estas monarquías fuesen
apoyo de la influencia europea: los Estados Unidos é Inglaterra oponíanse á
ello. Inglaterra se apresuró en 1825 á reconocer los nuevos Estados, y
los Estados Unidos, á proclamar el principio de Monroe: América para los
americanos.
Era éste un negocio concluido. Cuenta Mesonero Romanos que en una
de las últimas distribuciones de premios en la Academia de San Fernando á
que asistió Fernando VII fué leída la famosa oda del Duque de Frías, y al
llegar á la estrofa dedicada á los americanos «brotaron lágrimas de los cada-
véricos ojos del Monarca. > Ünicamente quedaron bajo nuestro pabellón Cuba
y Puerto Rico, que con las Filipinas y sus anejos en el extremo Oriente, for-
maban todavía un magnfñco Imperio colonial.
140. El 18 de Mayo de 1829 murió la angelical y piadosísima reinadora
Maria Amalia de Sajonia (i). A pesar de que sus achaques le hacían parecer
UQ viejo decrépito. Femando Vil pensó desde luego en nuevas nupcias, y
el 24 de Septiembre anunciábase ya oficialmente al Consejo Real su cuarto
matrimonio con D.' Maiía Cristina de Borbón, su sobrina camal, hija de los
reyes de las dos Sicilias. A pesar de la fama de reaccionaria que siempre
tuvo esta Casa, difundióse por toda Europa la especie de ser muy liberal la
princesa escogida para reina de España, y en nuestra nación miráronla con
muestras de simpatía los liberales, y con prevención los realistas. Trajeron á
Cristina los reyes sus padres llegando á Aranjuez el 18 de Diciembre, y
el 2 1 se celebró la boda en Madrid. Era Cristina de rostro regular y agraciado
y muy gallarda y arrogante presencia; tenia talento, gracia y afabilidad para
la conversación, y venia bien impuesta — sin duda por su hermana D.* Luisa
Carlota, mujer del infante D. Francisco — del papel que habla de represen-
tar en la Corte. El lo de Octubre de 1830 dio á luz su primera hija, la que
habfa de ser Isabel II.
En el 29 de Marzo anterior habíase promulgado la Pragtiuitica sanción,
que planteó la cuestión dinástica. He aquí en breve síntesis la resultancia
de este famosísimo y para España terrible pleito:
La ley de sucesión más antigua de Castilla es la 2.', Tit. i j. Partida 2.°,
según la cual deben heredar el trono los hijos del rey difunto por orden de
primogenitura; pero prefiriéndose siempre el varón á las hembras, ó sea que
sólo á falta de hijo heredan las hijas; éstas son preferidas á los hermanos y
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622 HISTORIA DE ESPaSa
demás parientes colaterales del monarca. Este sistema castellano difiere esen-
cialmente del francés, llamado de la ley Sálica, con arreglo al cual las hembras
quedan excluidas de la CQrona, aunque sean hijas del rey y sólo tenga ésa
parientes colaterales de remoto grado, y es igual al sistema inglés, si bien cod
una diferencia: en Inglaterra, las hembras, cuando heredan, tienen la plenitud
de la soberanía como si fuesen varones; en Castilla la mujer compartía el
reinado con su marido, quien era verdadero rey, hasta con número de orden
en la serie dinástica, y asf el marido de Isabel í, fué Fernando V de Castilla,
y el de Juana la Loca, Felipe I.
Después de la paz de Uttrech convocó cortes Felipe V en Madrid, y en
ellas, cumpliéndose todos los trámites tradicionales, se varió la ley de suce-
sión (Auto acordado de lo Mayo 1713}, dándose preferencia á los hermanos
varones del rey difunto sobre las hijas. El objeto de esta reforma es claro:
impedir que la Corona salga de la dinastía de Borbón. Mas al advenimiento
de Carlos IV, y por causas que no se perciben con claridad, estando á la
sazón asegurada la sucesión masculina, convocáronse otras Cortes, (1789), 7
por indicación del primer ministro, conde de Floridablanca y del presideote
de la Asamblea, conde de Campomanes, pidieron los procuradores el resta-
blecimiento de la ley de Partidas. Elevada lupetición al Rey, contestó éste que
tkabia tomado el acuerdo correspondiente á la citada súplica, y mandaba á los de
su Consejo «r^iiVr la Pragntática sanción que en tales casos se acostumbra''.
pero á la vez ordenaba que se guardase por los procuradores el mayor
secreto sobre lo tratado en las Qoria, por convenir asi á su servicio, y ai-
solvió aquéllas. ;Llegó á expedirse la Pragmática sanción anunciada^ Se ha
buscado en vano por los archivos sin encontrarla; oí siquiera minuta ó bo-
rrador de ella.
Lo probable, casi lo seguro, es que los ministros de Carlos IV de-
sistieron de la reforma, quizás en virtud de reclamaciones de los Borbo-
nes de Francia é Italia ó por temor de disgustarlos, y asi lo acreditan el
no haberse vuelto nunca en aquel reinado á tratar ni hablar del asunto y
el hecho positivo de haberse insertado en la Novísima Recopilación (1805)
el Auto acordado de Felipe V como ley indiscutible de sucesión eo estos
reinos.
Fernando VII no tuvo hijos de su primer matrimonio; del segundo con
D.' María Isabel de Braganza hubo dos hijas, que murieron en la primera in-
fancia, y entonces, sin duda, concibió el pensamiento de variar la ley sucesoria.
Induce á creerlo \a Minuta de testamento, escrita de puño y letra de Calo-
marde, y publicada por el marqués de Lema en la primera serie de sus inte-
resantes Estudios kistóricos j críticos (r); en ella declara el rey 'estar casado
en la actualidad con D° María Josefa Amalia de Sajoniat, y «deroga expre-
samente, usando de mi soberano poder en que no rtconoseo superioridad en la
Tierra, jr accediendo d lo solicitado por los Procuradores del Reino juntos para
jurarme en las Cortes de lyS^, el Auto acordado y restablece la ley de Par-
tidas. Después, en cuanto fué conocido el embarazo de D.' María Cristina,
se publicó la Pragmática sanción de 29 de Marzo de 1830, á que ya queda
hecha referencia.
Mas ¿tenia autoridad el Rey para legislar de este modo en materia tan
grave como la sucesión de la Corona? En la constitución tradicional de Cas-
tilla el único legislador fué el rey: no puede discutirse; las antiguas Cortes
no tenían otra prerrogativa que la de pedir á suplicar. El Auto acordado
(i) Madrid, 1913. Publicóse como arlfculo suelto cd Nuistro Titmps, 1906.
D,g,t7cdb/GOOgIC
HISTORIA DE BSPAÍ^A 623
de 1 7 1 3 no fué ley del Reino porque io pidiesen las Cortes, sino porque lo dio
el Rey. Luego Fernando VII, que poseía la misma regia potestad que su bisa-
buela Felipe V, pudo legatmente deshacer por la Pragmática de 1830 lo que
hizo aquel por el Auto de 1713. Admítese, sin embargo, y se prueba por múl-
tiples ejemplos históricos, que en los negocios arduos, v. gr., el matrimonio de
los reyes — y más importante todavía es la sucesión del trono — los reyes de
Castilla no legislaban sin el concurso de las Cortes, y á este uso sometiéronse
Felipe V al convocarlas para derogar la ley de Partidas, y Carlos IV para res-
tablecerla. El mismo Fernando VII le rindió acatamiento, puesto que la Prag-
mática sanción de 1830 no es un espontáneo acto de su prerrogativa sobe-
rana, sino la respuesta que se debió y prometió dar, y no se dio, á la Paíi-
ció» de 1789: hay en su texto una confusión estudiada ó intencionada para
que pueda creerse por el lector poco avisado que efectivamente se Llegó
á expedir la Pragmática por Carlos IV, y que no se hizo pública por tías
turbaciones que agitaron la Europa en aquellos años y las que experimentó
después la Península.* jEra esto serio? Un rey investido de la plena potes-
tad soberana puede deshacer lo que hizo otro; pero jpuede contestar á la
petición de los Procuradores hecha al rey antecesor cincuenta y un años
antes?
De aquí se deduce que la cuestión dinástica, considerada en si misma, es
un verdadero pleito de aquellos en que ninguno de los litigantes debe ser
condenado en costas por temerario (i). £1 argumento más ñojo favorable á
D. Carlos es el que él mismo y sus parciales aducían en 1S30, á saber; que
habiendo nacido el infante bajo el régimen del Auto acordado, habla adqui-
rido un derecho de que no podría ya ser despojado por una ley posterior. No
cabe extremar tanto la doctrina de la no reCroactividad de las leyes, pues
casi ninguna podría ser reformada si se diese semejante solidez á los derechos
adquiridos, aun á los de carácter eventual, como son los sucesorios. D. Cailos,
empero, así lo creía; y estaba fírmisimamente convencido de que Dios, pri-
vando de sucesor varón á su hermano, le imponía el deber de reinar para
que salvase la Religión, la Monarquía y el Orden social de las arremetidas é
insidias de masones y liberales, y no menos resuelto á cumplir este deber á
costa de los mayores sacrificios y riesgos personales, pues si de sencillo y
corto entendimiento, tenia una voluntad firmísima y un deseo inquebrantable
de observar las que conceptuaba sus obligaciones, de donde arrancaba el
valor seteno de aquel principe, admirablemente heroico en ocasiones, como
lo acreditó muchas veces en la guerra civil, y que vivamente contrasta con la
despreciable pusilanimidad de Fernando VII.
Lo peor para la paz en España es que D. Carlos contaba con muchísi-
mos partidarios; no todo el partido realista, como piensan algunos, pero
si parte considerable de él. Queríanle los Apostólicos, y de los que no figura-
ban en este bando, los absolutistas incondicionales, los que no consentían
que se hablase de Cortes antiguas ni modernas, los que veían en toda refor-
ma política una insidia masónica: en cambio, los moderados y los que Fer-
nando VII había hecho sus partidarios personales estaban en contra suya.
Por el último concepto la Grandeza y casi todos los títulos del Reino eran
anticarlistas, y lo mismo otro elemento importantísimo, ó, mejor dicho, el
(1} Vt»íe como el mejor alegato en favor de D. Carlos el opúsculo ¿a í-uíj/íáii liinásiica,
de D. Antonio Aparici Gnijarro, incluido en el tomo III de sus Oirás, y en favor de D.' Isa-
bel loa conteiddos en Hiiloria dil poder civil íh EtfaUa, de D. Mannel Danvila, f ConsHIucie-
nes dr CatHllay Lthi, de D. Manuel Colmeiro. Inferior i éstos, pero con todos los argumentos
favorables, «s el opúscalo de D. Miguel Bínchez; Navidad i iltgiliinidad dtl carlismo.
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624 HISTORIA DE ESPAÑA
decisivo en toda contienda civil, esto es, el ejército reorganizado por el mar-
qués de Zambrano. No fallaban á D. Carlos militares, y algunos, como se vió
después, de gran mérito; pero la mayoría y los cuerpos, considerados en con-
junto, eran de Fernando VII y, por tanto, de su hija; el clero estaba dividido,
aunque la mayor parte de lo que se llama el bajo clero inclinábase resuelta-
mente al Infante. De los liberales no hay que hablar: todos ellos veían en
D. Carlos su enemigo más decidido, y en la niña Isabel, la esperanza de vol-
ver á predominar en el Estado. En el común de los ciudadanos, que solemos
llamar masa ntutra, eran grandes las simpatías por la niña Isabel, lo que se
explica: I." Por la costumbre de obedecer al Gobierno, y era éste quien la
proponía como legítima heredera del Reino. 2° Porque la ley de Partidas en
que fundaba su título, por ser en Castilla la común y tradicional para suceder
en los patrimonios, es la verdaderamente popular, la que siente y comprende
todo el mundo, siendo exótica y refractaria al alma castellana la re^la del
Auto acordado, (i) Y 3.° Por el aspecto senti-
mental que ofrecía á los corazones populares
el espectáculo de una niña inocente á la que
un tio quería privar de su legitima herencia:
considerábase como asunto de hidalguía defen-
der á la primera contra el segundo.
Todo esto demuestra la extraordinaria
importancia política que en nuestra historia
contemporánea ha tenido la cuestión dinástica,
que ciertos escritores consideran como mera
fórmula de la esencialmente política entre li-
berales y realistas. Ni todos los realistas de la
época de Fernando VII se declararon por Don
Carlos, ni los liberales solos eran capaces en 1833
de sostener un trono: lo que realmente sucedió
es que la denominación de liberal se hizo común
para designar á todos los partidarios de Isabel,
y antogónica de la de caríista.
La Pragmática sanción de 29 de Mar^o
de 1830 fué muy mal acogida en Francia por
el partido legitimista, y aun es probable que el Gobierno hubiese hecho
reclamaciones contra un acto que alteraba la tradición de los Borbones;
pero Carlos X tenia harto que hacer en su casa para meterse en los negocios
de la ajena, y antes que naciese Isabel II estalló la revolución de Julio, que
puso á Luis Felipe de Orieaos en el trono: cambió, pues, completamente la
decoración en París por lo referente á la sucesión española. Luis Felipe y
sus ministros creían que, conforme á los rigurosos principios de la legi-
timidad, correspondía á D. Carlos la corona de España; pero con arre-
glo á esos mismos principios era la de Francia del niño conde de Cham-
bord. Luis Felipe apoyábase en la doctrina de la cuasi-legitimidad, ó sea
una transacción entre el principio monárquico puro y el de la voluntad na-
cional, y aplicando á nuestra patria esta teoría inclinábase el nuevo monarca
francés á Isabel 11, no por creerla legitima sucesora, sino por considerar
que no lo era.
(O Todavía recuerda el autor á ana señora, muy chapada i la antigna, católica femenle
lOnárqiiicB entusiasta, que exponia asi la cnestíñn dinástica, debatidisima en sa javeDlndt
rí qui. diíia, li ye Íín^_o una hija y una !B.<a,tvaá heredar ésta mi htrmane y qutiarie mi Üja
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HISTORIA DB ESPAÜA 625
141.— La enfermedad de Fernando VII se agravó á principios de Julio
de 1832, estando Ia> Corte en La Granja. Duró todo el verano, y á me-
diados de Septiembre temióse por su vida. Las simpatías por la reina
Cristina aumentáronse con los relatos de su solicitud cuidando á su ma-
rido. Vestida, se decia, con un sencillo hábito carmelitano, pasa días y no^
ches á la cabecera del enfermo, administrándole con sus delicadas manos
los medicamentos más enojosos para el practicante, como lavativas, san-
guijuelas etc., pormenores que, prolijamente referidos y, como es lógico,
decorados por la inventiva fecunda de los narradores, hacían llorar á las
buenas gentes. ¡Po^ecita Crüiitta! ¡Po^eritas ninas (i), pte van d guedarst
kaérjanas y sin amparo de nadie, y con ese tío qne quiere quitarles lo que ¡es
corresponde! TiXcs eran las exclamaciones corrientes en todos los medios no
decididamente carlistas, y los partidarios del Infante aparecían como unos
seres insensibles y despiadados, frios y antipáticos, incapaces de conmo-
verse ante el cuadro de la joven y bella princesa convertida en enfermera de
un marido viejo y moribundo, y de las presuntas huerfanitas, amenazadas
de quedarse sin su herencia. Es indudable que las doctrinas de los filósofos
y los programas de los políticos tienen su parte principal en el desenvol-
vimiento histórico de los pueblos; pero no la tienen menos, y quizás la ten-
. gao más, estas explosiones sentimentales que se producen de súbito en las
multitudes.
En el Palacio Real la lucha se reflejaba en forma de intrigas. El cuarto
de D. Carlos y de su mujer D.* María Francisca de Braganza {2) era, natu-
ralmente, el foco de las pretensiones carlistas, y no sólo se arrimaba á su
parcialidad, sino que era de lo más exaltado y levantisco de ella, la princesa
de Beira, D.* María Teresa de Braganza, hermana de D. Miguel de Portugal
y madre del infante D. Sebastián. Entre los políticos y cortesanos descollaba
por su decisión á favor de D. Carlos el obispo de León, D. Joaquín Abarca,
que residía en la corte hacia muchos años y disfrutaba de la confianza del
Rey: varón probo, austero y enérgico, de no poco talento y de algunas letras,
tradicioualista convencido é intransigente, opuesto á la Pragmática -sanción,
más que por escrúpulos legitimistas, por creer firmemente que con Cristina é
Isabel preponderarían más ó menos pronto los liberales, que para él no eran
sólo revolucionarios, sino herejes ó peores que herejes. Suerte para la causa
carlista era que no se hallaran en la Granja, sino viajando por Andalucía, los
. infantes D. Francisco de Paula (3) y D.' Francisca Carlota {4). Aborrecía ésta,
con ese odio intenso propio de algunos corazones femeninos, á su concuñada
la mujer de D. Carlos, y más que por amor á su hermana Cristina y á su
sobrina carnal Isabel Maria porque Francisca no fuese reina era capaz
(i) El 30 de Enero de esle miimo año 32 habla nacido la infanta D.* Mar(a Lniía
Fernanda, deipnéi dnqaesa de Monlpensier.
(2) ErañennanadelareiaaD.-'Marla]
to, liiJB de Juan VI de Portugal y de naeilra i
conatanles intrigas en Espaia y en Amírica.
(3) El hijo menor de Marfa Luisa, al que la opinión desencadenada atribayó ser hijo de
Godoy, de lo qne se hicieron eco lai Cortes de Cidií excluyéndole de la sncesión á Ib Corona.
Dorante la guerra de la Independencia y despnés estuvo en Roma con Carlos IV y Maila
Ljiisa, y tsta tuvo empeño decidido en casarlo con la hija qne Godoy habla tenido de la infanta
María Josefa: deaquf Péreí de Guimín ( Ksiaáte! sebrc Carlos i V)snca un argumento contra el
ÍDfaiiiante mmor popular. María Luisa, dice, no hubiese pretendido nanea casar al Infante con
lahija de Godoy li hubieran sido hermanos, Fernando VII se opnso como es lAgico al pro-
yecto de su madre, y no paró hasta que D. Francisco vino d Madrid.
U) Hermana de ta reina Cristina, con la qne casó D. Francisco de Paula el II de Junio
de 1814.
Salcedo, Historia de ESpaDa
D,g,t7cdb/GOOglC
626 HISTORIA DE ESPAÜA
de totlo. Tenia además un genio violento y arrebatado; mujer temible cuando
se exaltaba, lo que no era infrecuente. Para D." Francisca Carlota lo
más bonito de ta pragmática-sanción era lo que molestaba á D.' María
Francisca.
£1 17 de Septiembre creíase en la Granja que el Rey iba á morir
inmediatamente. Cristina llamó á Calomarde, y le preguntó qué debía pre-
venirse para el caso en que asi sucediese. Contestó el Ministro, según todas
las probabilidades porque así lo crefa en aquel momento, quizás influido
por su paisano y amigo el obispo de León, que los voluntarios realis-
tas y el mismo ejército proclamarían á D. Carlos,
y que lo mejor era ganar al Infante para la causa
de su sobrína. El conde de la Alcudia recibió en su
virtud el encardo de proponer á D. Carlos, primero
el nombramiento de consejero de la regente Cristi-
na, y después el de co-regente; á todo lo cual se negó,
encastillándose en que no podía renunciar á dere-
chos que Dios le había concedido al nacer. Cristina,
á la cabecera del lecho y oyéndola el augusto en-
fermo, exclamó: ¡Puts bien; que Espaita sea feUzl, y
aconsejó á- su esposo que revocase la pragmátii
sanción. Al otro día, 18, firmó, en efecto, Fernán'
Tomás Zumaiüci- jg VII nn codicilo revocándola. Y sobre viniéndotí
tw^^'r ^ poco un colapso, los ministros, con la sola eX'
(1788 -I 35). cepción de Zambrano, acordaron publicar ta revoca-
ción. Dícese que algunos cortesanos corrieron á sa-
ludar á D. Carlos con el título de majestad. Pero el Rey salió del co-
lapso, y todo quedó en tal estado. Y el día 22 llegan á la Granja don
Francisco de Paula y D.° Carlota: ésta increpa á su hermana por haberse
dejado abatir, y aún más enérgicamente á Calomarde, contando la fama
que le dio una bofetada, á lo que dijo el ministro: Manas blancas no ofenden,
y rasgó el codicilo del día 18.
El i.° de Octubre exoneró el Rey á todo el ministerio: Cea Bermúdei
volvió á ser ministra de Estado; D. José Cafranga lo fué de Gracia y Justicia;
el general Monet, de Guerra; Laborde, de Marina, y el director de la Caja de
amortización, don Victoriano de Encima, de Hacienda. El 6 habilitó á la Reina
para el despacho de los negocios durante su enfermedad. Fueron relevados
los capitanes generales de los distritos y las principales autoridades militares,
reemplazándose tos sospechosos de carlismo por otros conocidamente adic-
tos á Cristina; á Zambrano, ex-ministro de la Guerra, se le dio el mando de
Castilla la Nueva; á Morillo, el de Galicia; al marqués délas Amarillas, el de
Granada en reemplazo de González Moreno, etc. D. José María Puig, consejero
de Castilla, que se opuso con Zambrano á la put^licación del cod¡cil<>, fué
ascendido á gobernador del Consejo. En cambio, se persiguió al obispo de
León, haciéndole salir para su diócesis con una orden insultante (1), y
Calomarde fué confinado á la ciudadela de Menorca; pero avisado por sus
amigos de Madrid, estando él en OIba, pueblo de Arí^ón, se fugóá Fran-
(1) Se le decia en ella, por ejempb, que hicU falta en su d¡6cnU, la caal $e bailaba re-
eida en lu ausencia pot pastores mercenarios, y el obispo, \\ residía en Madrid, era por orden
del Rey y antorÍTado canónicamente por el Concilio de Trento, estando la dióceiis Tejida poc
su vicario como inandan los cánones, Pero bien se lafó el obispo en su comanicación de iS
de Octubre á Cafranga, donde le decU. «La orden ea de S. M. la Reina, yo la reipelo'. mitlas
palabras con que V, R. me la ha comunicado son de V. E., y de mi obligación, manifeslar loi
errores k Inexactitudes que er-'
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627
cia, donde vivió hasta 1842 (i). Otros mucbos fueron perseguidos, y al-
guDOS, según se cree, sin motivo; por ejemplo: el coronel Zumalacárregui,
que mandaba el regimiento de Extremadura y tenia el gobierno militar del
Ferrol, y al cual se Te hizo pedir el retiro, y después decidirse por D. Carlos
con aquella persecución injustificada (2).
El 15 de Octubre firmó Cristina la amnistía de los liberales, tan cele-
brada por los poetas de la época, y de cuyo beneficio sólo fueron exceptua-
dos— bien d pesar mió, dice el decreto— los que votaron la deposición del
Rey en Sevilla y acaudillaron fuerzas contra su soberanía. Descubriéronse, ó
creyéronse descubrir, algunas tentativas de sublevación carlista. El Infante se
negó terminantemente á tomar parte en nada que pareciese rebeldía mien-
tras viviera su hermano; pero, según se dice, su mujer, D.* María Francisca,
no tenía tantos escrúpulos: basta se cuenta que autorizó una regencia com-
puesta del obispo de León, D. José O'Donnell y el general de los jesuí-
tas (3). En la provincia de Toledo hubo el conato de levantar una partida. En
León resistiéronse los realistas á dejarse disolver (14 y 15 Enero 1833); pero
aunque se ponderó la gravedad del suceso, no debió de serlo tanto cuando, no
habiendo en la ciudad de guarnición más que cuatro soldados y un cabo, se
cumplimentó la orden sin derramamiento de sangre, ai bien con varios alter-
cados y trifulcas, saliéndose de la población disfrazado de paisano con capa
parda y sombrero calañés el obispo Abarca, que emigró á Portugal, y es ve-
rosfmilmente lo que se buscaba con aquel enredo. En Madrid fueron presos
los generales Grimarest, Maroto, conde de Negrí, Pardo y el intendente
Marco de Pont, que, según delató el coronel Campos — el que intentó levan-
tar la partida en Toledo, — constituían una Junta carlista. D. Miguel de Por-
tugal habla escrito á Fernando Vil suplicándole que regresase á Lisboa su
hermana la princesa de Beira, ya que su hijo D. Sebastián se habla casa-
do (4), y aprovechándose esta circunstancia se dtó el decreto de 1 3 de Mar-
zo 1833 accediendo á lo pedido por D. Miguel y disponiendo que acompa-
(i) Para \a% escrílores liberaleí [v. gr-. Cárdena j Lafaeatc) es axiomático que Calo-
blicada por el marqués de Lema, y el odio que lavieron á Calomarde loa callistas, pennadcn
áe qaeel célebre TnÍDislrono era carlista. Además, el fj Sefitiembre, eo la Granja, lo qae acon-
sejó él DO fué ta derogacián de la Pragmiüca, sino uo avenimienlo con D. Carlos para soste-
nerla; la derogación fué acto espon lineo déla Reina. Lo verosímil es que, inducido por el obispa
4e León, Calomarde creía qne en aquellos moroentoi no era posible la sucesión de D.' Isabel,
í lo menos sin una terrible guerra civil, en lo cual ciertamente no se equivocaba. Y si asi lo
creta, {no era lu deber de ministro decitloí Según Cárdenas. Calomarde en sas últimos aítos se
dio á ejercer la caridad con tos emigrados españoles sin distinguir entre liberalea y carlitas vi-
viendo modestliimamente y sin mostrar ningún interés por la política.
(z) D. Tomás de Zumalacárregui nació en Urmáiztegui (39 SeptÍEmbre 17SS). Estudiaba
la carrera eclesiástica en Pamplona cuando estalló la guerra de la Independencia, y sentó plaza
en Zaragoza. Cayó prisionero en ana salida (Diciembre iSoS), se escapó é incorporú á la
partida del Pastor. En 1S13 se le reconoció el empleo de capitán de infantería. En iSio fué se-
E arado del servicio por desafecto á la Constitución, y tomó parle en la guerra contra los liberá-
is á las órdenes de Quesada. Teniente coronel en 1S34 y coronel en ^25. Como gobernador
militar del Ferrol distinguióse sorprendiendo y exterminando i una cuadrilla de feroces crimi-
nales que, protegida por personas de elevada posición, tenía aterrada á la comarca. En el
tiempo á que se refiere el texto, aunque él solicitó el retiro, sólo se le concedió lictticia iadcfi-
ttiáa con residencia en Pamplona, de donde salió para incorporarse á los carlistas. Escribió ta
Vidadt Zwaalacárrígui e\niie fu6 su ayudante en el ejército carlista, D.Juan Antonio Zariate-
gui y Celiquet. después general del mismo y del nacional.
(3) Nada de esto se puede asegurar, ni podrá hacerse hasta que se realice un estudio im-
Earciat y todo fundado en documentos. El Gobiemotenla á la sazón un interés especiallsimo en
acer creer á las gentes en conjaras carlistas pare justificar sus persecuciones preventivas con-
ba los que realmente pudieran urdirlas.
(4) El 35 de Mayo de iSjl con D." María Amalia, hermana menor de D.' María Cris-
tina.
,,GoogIc
E«|HdkoleB Iluatrea contemporáaco*.
,,CoogIc
HISTORIA DB ESPAÑA 629
ñasea á la Princesa los ínrantes D. Carlos y D. Sebastián. Era esto desterrar
á D. Carlos, el cual se despidió de Fernando VII y partió el día i6, no sin
lloraramboshermanosque tiernamente se querían. £129 llegaron los Infantes
á Lisboa, (i)
La política del Gobierno, dirigida por Cea Bermúdez lo mismo mientras
ejerció el Poder soberano la reina Cristina que al encargarse de nuevo
Fernando VII (4 Enero 1833), seguía por los mismos derroteros trazados
el I," de Octubre del año anterior: atracción de los liberales, ora ampliando la
amnistía (29 Marzo 1833}, ora conñricndo cargos á los que parecían más tem-
plados; persecución de los sospechosos de carlismo, en cuyo punto de pro-
grama entraba el disolver á los voluntarios reaiistas en los pueblos que se
antojaban mis peligrosos; fortificar los resortes supremos del Poder, v. gr-, au-
mentando con 25.000 hombres la fuerza del ejército; amenazar indirectamente
al clero secular y regular con las demasías de los liberales, los cuales apro-
vechaban el afecto de gran parte de él por D. Carlos para soltar de nuevo
la espita de sus declamaciones anticlericales, protestando de que soto lo hadan
asi por amor á la inocente Isabel, y á la vez aquietar los ánimos de la opinión
católica y realista con solemnes declaraciones de que seguían imperando los
mismos principios políticos, que la conservación de ta Religión y de la Mo-
narquía, en su integridad ambas, eran los objetos á que preferentemente se
(i) Coaviene exponer sumariamente ios sucesos de Portugali reinaba D. Miguel, recono-
cido por Espafla j con los mismos piincipiol de los realistas espabolei. En el Biasil una insu-
rrección obligó i 10 bennano D. Pedio á abdicar la corona (7 Abril 1831); vínose i Paríi con sn
majer > la niña D.' María de ta Gloría, decidido i conquistar la corona de Fortogal para tsta.
Los emigrados españoles se le ofiecieron, especialmente Mina.; peio el que te sirvió de veras
fni Mendizlbat, orfianizador de la eipedicióa con que D. Pedro vino de las islas Terceras i O por-
to, donde entrfi (8 Julio I83Í), j donde tuto que permanecer sitiado por las tropas de D. Mi-
guel cerca de ua a.ía, porque nadie se movió á favor suyo en Portugal. Mendiilbal le tacó de
esta situación ya insostenible, y eu que hubiese sucambido, organizando en Inglaterra otra ei-
pediciAn con una flotilla, curo mando se dio al capitdn inglés Napier, y aconsejando un desem-
barco eo los Algarbes. El 5 de Julio de 1S33 Napier venció y apresó í la escuadra portneueía,
golpe que por lo audaz asombró dtodoslos peritos en ta guerra marítima, y que permitió í
los desembarcados en los Algarbes avanzar sobre Lisboa, donde fni proclamada O.* María
"eptíembre i8jj). T "' — ' "' ' "-=-■— —=--■- -•- ^- '^-^
sa% órdenes. U.
luego i Coimbra.
(Explicación de ¡a lámina aitttrier.)
EapnBolea llMtre* contamporáneoi. — n. Manael Bretón d* loa Herrero*, luKcnio reeod-
Jido, gran poeta cómico y tator de mudilslmis comedias, entrelelUs La Esaitla áti matrimonio y Mar-
ctla, ó d cadl dt toí ira 0T96 - 1873). —ao. Lula Feratadei de Córdoba, general y político insiene. De
Ideas avanzadas en su primera juventud, hliose luego moderido. Tuvo el mindo en Jefe del ejército leal
en la primera gnerra civil desde 1835Í 1377 (ITÍI8- IMI). — II. Joaqnia María Lópeí, jurisconsollo y
orador político, alicantino; luí presidente de las ¡Cortes Constituyentes de 1S3T, y luego jefe del Ooblemo
en 1B43. Liberal avanzado, al trínnlar los moderadas se retiró á la vida privada (IT98-18S5), — 22. Cario*
Latorre, notable actor dramítíco. creador de casi todo el teatro de Zorrilla, Osrcla Outlínez, Harlzen-
buch. etc., conlemporlneo de Concepción RodrCguez, y maestro de Joliln Romea (1799 -ISJl), ~2S. Sera-
fia Eltébancz Calderón (El Solitario), renombrado escritor de costumbres, de agudo ingenio y ática
observación. Sus Eictnas andaluza! han sida muy celebradas. Malagueño (1T99 - 1867). — 24. Concepción
Rodrígaei, funoslsimí y aplaudida actriz cómica ydramllica, esposa del célebre director escénico Orl-
maldi, y macalri de Matilde Diei (1830 - ¿1B62?|. - 25. Ramón Manoel María Narváei, estadista integro
y enérgico, jefe del partido moderado y del Qobicrno, capitán general, duque de Valencia, ele. Nació en
Loja, OranidaflSOD-lSÓS). — 26. Andrta Borrego, cconomisla. historiador y periodista. Malagueño. Puf
dorante muchos aflos el Dfcano respetado y qnetido por dos generaciones de periodistas. Ministro de Ha-
denda en 1840 (1801 - IMI). — 27. Joan Bravo Morillo, insigne esladisu y político añliado al partido
moderado, que inició las obras del Canal de Isabel 11. Nadó en Ftegenal. Badajoz (1803 - 1873).
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630 HISTORIA DE BSPAÍlA
atendía (manifiesto de Cristina ij Noviembre 1832.— Circular de Cea á los
diplomáticos 3 Diciembre 1832. — Circular del Ministro de la Guerra 9
Abril 1833), etc. Estas encontradas aspiraciones produjeron diversos cambios
de ministros, algunos como el de Cafranga i^or parecer á éste poco liberal la
marcha del Gobierno, y otros en sentido contrarío. Finalmente, procuró Cea
herir la imaginación popular con aparatosas ceremonias favorables á Isabel:
de ellas fué la principal su jura como princesa de Astnrias, celebrada en la
iglesia de San Jerónimo el Real (20 Junio 1833), de que se becen lenguas los
cronistas de la época por su lujo y magniñcencia. Hasta la Gaceta, como
suele hacerlo en estas ocasiones memorables, se sintió inspirada y largó,
entre otros párrafos más ó menos cursis, el siguiente: <La noble y JideUsima
capital áe España se ha convertido en un país de encantamiento, donde se ka visto
realitado cuanto nos refieren las/dhtlas de la Edad Media.* D. Carlos prc
testó previa y oñcialmente {Palacio de Ramlhao 2g Abril} contra el acto de
la jura.
El 28 de Septiembre publicó la Gaceta un extraordinario anunciando
que tas fuerzas del Rey iban debilitándose por la inapetencia y las vigilias,
cosa que á nadie chocó porque hacia tiempo que lo sabia todo el mundo; pero
filé grande la sorpresa al publicarse al otro día nuevo extraordinario con la
noticia de que á las tres menos cuarto habla sobrevenido un ataque de apo-
plejía que en cinco minutos poco más ó menos acabó con la vida de Su
Majestad.
142.— ¿of ciencias. Con ser tan numeroso y bien dolado el clero, abun-
dar en él varones de no común ilustración, y lo que debían avivar su celo las
controversias tan violentamente planteadas, no fueron áureos, ni mucho
menos, los días del reinado de Fernando VII para las ciencias eclesiás-
ticas. Ni el P. Ceballos ni el P. Alvarado hallaron sucesores dignos de ellos.
En conventos, seminarios y algunas Universidades seguía profesándose la
escolástica, generalmente según la doctrina de Santo Tomás; pero sin que
los doctores hiciesen otra cosa sino repetir los antiguos textos de los comen-
taristas ó aplicar los principios á la polémica contemporánea con mayor ó
menor fortuna, como el dominico P. José Vidal en su Origen de los errores
revolucionarios de Europají su reMedio. (i) Contra \& filosofía tomista actuaban:
por una parte, el sensualismo ó maíeriaiismo que, ya en auge reinando CaHosIV,
tuvo en este periodo representantes como Reinoso (2), Hcrmosilla {3), D. Juan
Justo y García (4), D. Prudencio M, Pascual (5) y el P. Miguel Martel; (6) por
otra, el tradicionalismo que ingirieron en nuestra vieja cepa teoli^ica y filosó-
fica las traducciones de los libros Iranceses católicos de la Restauración, que
han dejado en España harto más honda huella que los loo.ooo hijos de Sao
Luis acaudillados por Angulema. Nada queda, en efecto, de la eñmera obra
de éstos; pero muchísimo de lo que actualmente se escribe y habla en defensa
jt) Dos lomoa, Valencia. 1827 y 1839.
(1) Lecciones en la Sociedad econóirica scTillani. Sevilia, 1S16.
(3) Principios di Gramálica grmral. (La 3.' ediciÚn es de 1S37. En el prólc^o le dice que
fní escrita en 1823). '<\Eslt ¡Uro — dice M entndei y Pelayo — tixé señidado como texto único de la
filosofía del lenguaje, no ya por los levolucionarioa del 10, sino por la Inspección de estndios «d
tiempo del rey absolato Femando VIH»
(4) Elínttntoi di virdadíTa lógica. Madiid, lS3t. Garcfa eia pieibileio 7 catedrftico de
Materaáiicas en Salamanca, y filé diputado en iSMy 31.
(5! Artí de pcniar y obrar bitn ó Filesofia racional y moral. Madrid, 18».
(6) EUmtntos de ¡-ilosofia moral. {La 3." edición es de Madrid. 1843. La I.* del reinado
de Femando VII). Martel fui religioso y despufs prebendado en Salamanca, de cuya Univer-
lidad fué también caiedritico, y diputado en el 20 y 31 con Garda.
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HISTORIA DE BSPAJ^A 63 1
de ta religión Católica lleva la marca del influjo de Bonald (i), de Lamen-
nai3 y de José de Maistre (2).
El agustino Fr. José de Jesús MuBoz Capilla (nació y murió en Córdo-
ba 1771-1840), honibic de universal cultura que lo mismo herborizaba en las
sierras cordobesa y de Segura que refutaba el Origtn de los cultos de
Dupuis (3), escritor castizo para lo que se estilaba en su época, intentó coa-
ciliar filosóficamente el sensualismo con la espiritualidad ¿ inmortalidad del
alma (4). El arzobispo D. Félix Araat aparece por un triple aspecto: como
sostenedor del regalismo (5), como opuestlsimo al conde de Maistre, que
calificó de iluso y fanático, y como apologista de la Religión refutando la doc-
trina del Contrato social, aunque era él liberal (6), y las Ruinas de Palmira,
de Volney. £1 benedictino Fr. Atilano Dehaxo (7) también refutó el Con-
I trato social en un libro que él mismo calificó justamente diciendo: La tela es
buena; el bordado es maio (8), El capuchino Fr, Rafael de Vélez, arzobispo de
Santiago, nos ha dejado en su Apología del altar j) el trono una historia de
las Cortes de Cádiz buena como fuente para conocer las ideas de los realis-
tas en aquel período, y eo su Preservativo contra la irreligión, un libro muy
endeble y mal escrito de apologética.
De 1820 al 23 tradujéronse ó se pusieron en circulación traducciones
anteriores de casi todas las obras de los filósofos franceses del siglo XVIII.
De esta fuente brotaron innumerables libros de Derecho y de Política. Los
profesores de Salamanca Salas y Nuflez tradujeron y comentaron las obras
de Benthan (9), llegando Salas en el comentano á conclusiones mucho más '
descarnadamente sensualistas que el jurisconsulto inglés; el mismo Salas es
autor de las Lecciones de Derecho público constitucional, en cuatro volúmenes,
inspiradas también en los principios benthanianos. En 1820 publicó D. Mar-
cial Antonio López una traducción del Curso de política constitucional, de
Benjamín Constans, con lo que se inicia en España el doctrinarismo político.
Martínez Marina continuó en este periodo la labor que le asegura el título de
patriarca de nuestra Historia del Derecho, á pesar de haber extraviado mu-
chas veces su entendimiento el espíritu de partido. En 1808 publicó ct Ensa-
yo critico sobre ¡a antigua legislación castellana, y después ta Teoría de las
Cortes ó grandes yuntas nacionales.
En los estudios históricos generales merecen especial mención D. Mar-
tín Fernández Navarrete, autor de la Disertadón sobre la parte que tuvieron
(1) En rSz3 se (radnio el Bnioye atmliüiB de tas Uyit naturales del erátn laetal,
(3) De L>nimen>¡i se impríaiió en Vdtadolid (iSm] La religión cimsidtrada tnini rtla-
íienei cim e¡ ordtn poUtieo y ttvil. \ABibHettca d/ /íeíigién, proteffaiipoT el cardenal Inguaiuo,
publicó todu lu obras anleríoies á sa apostasla, tempUndo con abuau notas las cradeía»
del Ensaye sobre la indiferencia riligieía. También todas Ui de Jost Maistie, asi como ¡ai Con-
ftreneiai de Frajssinoas, ele.
(3) Traimio del vetdadtre erigen de la religiSn, en que te imfugna la abra de Dupíiis. ..
eteéiera. Madrid, 1818. (Dos tomos.)
(4) La Flerida; estraete de varias eonversaeienet habidas en una easila de campa ittmediaía
á la villa de Segura de la Sierra ptr hi años de iSit y iSlí... (No se imprimid este libro
hasU 1836, en Madrid).
(5) Observaciones pasijieas sobre la potestad eeleiiáslica dadas á ¡utporD. Macario Padua
Melate. Barcelona, tSsj. La Congtegaclón del índice condenó este libro (36 Mano iSaj.) No
sólo no se retractó Amat, sino que dejó encateado i sus sobrinos que desmintieran todo rumor
de retractación. Sus albaceas publicaron en iSjo su libio postumo Diseño de la Iglesia mili-
lante, resumen de las Obten/aciones, j también filt prohibido.
(6) Seis cartas i ¡rinieo.
verdadero apellido ei
El hombre en su atado natural. CartaiJíloiéfico'folitica4...VtXlAáo\xÍ, 1819.
- id; 18
a Ajo.
as fileiéfico.)
{9) Principios de legisladán civil y criminal. Madrid, 1831.
,, Google
EipaBoles Ilustre* cootenporliieot.
D,g,t7cdb/COOgIC
HISTORIA DE ESPAÑA 633
lós españoles en las Cruzadas (\)\ D. Diego Clemencln, que lo fué del Elogio de
la Reina Católica (z), del Examen de la Descripción geográfica de España aJri-
buida al moro Rasis (j), y del Comentario al Quijote; D. Tomás González
Carhajal, con su Elogio de Arias Montano. ..¡etc. Como historiadores particu-
lares QO puede ser olvidado Cean Bermúdez por su Diccionario de profesores
de Bellas Artes en España, obra que ha requerido y requerirá siempre adicio-
nes y rectiñcaciones, pero que en lo substancial perderá difícilmente su
actualidad, y nunca su importancia.
Las Matemáticas y la Náutica ostentan en este período el nombre glo-
rioso de Ciscar; y las ciencias naturales, especialmente la Botánica, muchos
insignes. D. Mariano La Gasea (i776'i839) natural de Encinacorva (Ar^ón),
médico, cultivó desde muy joven el estudio de las plantas, substituyó á
Cabanilles en la cátedra del Jardín Botánico, y adquirió justa reputación
europea. En la guerra de la Independencia acreditó su patriotismo rechazando
las tentadoras ofertas del Gobierno intruso, y fugándose de Madrid para
prestar sus servicios facultativos en los ejéicitos nacionales. En 1813 fué di-
rector del Jardín Botánico. En 1821 eligiéronle diputado á Cortes, y ñguró en
política como muy liberal. Al salir con las Cortes de Sevilla (1823) el popula-
cho realista saqueó los equipajes de los fugitivos diputados, y allí se perdie-
ron los tesoros de ejemplares y manuscritos acumulados por el sabio natu-
ralista. Estuvo emigrado hasta 1834; pero con gloria suya y de España, pues
en Inglaterra acrecentó extraordinariamente la fama de su nombre. También
fué diputado y emigrado el sabio valenciano D. Simón de Rojas Clemen-
te (1777-1827); pero su emigración sólo duró dos años, pues el 1825 le llamó
á Madrid el Gobierno. D. Antonio Cabrera, magistral de Cádiz, nació
en Chiclana (1727), murió en 1827; el sevillano D. José Demetrio Rodrí-
guez (1780-1846), compañero de La Gasea; el barcelonés D. Carlos Gimber-
nat (i765-i834);el también catalán D. Juan Francisco Bahí (1775-1841); el
boticario y catedrático de Barcelona D. Agustf n Yaflez (i 789-1857). . . (4) Estos
(t) Memoriat ic la Academia de la Hittaría. Toma V.
(l) Id. Tomo VI.
(3) Id. Tomo VII,
(4) Es autor de las Ltcdetus de Msisria Nalural{\* ed. 1810; 3.*, qna constituyen mis
bicD obra nneva, 1845) y qae lirrieron de texto en todas l&s Facnltades de Medicina f Fimia-
cia dtlTante mochliimos aBos, y de un Blegie hiitirict de La Gasea (1841).
(ExpHcaeiati dt la lámina anltrior,)
E*p>KoleallMtrci contcnporiatot. — 28. Ramón de MCMmcro Ronaaoi, escritor de cos-
tumbres, de finí observación. Eictnat matrUeíaa y Memorial de un itttalón consllhiyen su obra.
Nació en Madrid ([803-1881). — IB. HIlKrUn EalBva, músico Insigne, compositor celebradfslmo y autor
de obras docentes muy populares. Nacid en Burlada. Navarra (1S05-I8T3). — 30. HUanel OBllémi de la
Concha, marqués del Dntro, Insigne capitán general, muerto heroicamente en Monle Muro (1805-1873). —
31. SalnatlBBO de OMiaga, esladisti distinguido y famoso orador de elocuencia tribunicia, Logroño
(18(H-13T3). — 32. VcBtnr» de 1» Vega, poeta nacido en Buenos Aires y disdpulo de Lista. Escribió va-
rf*s comedias notables. Se destaca entre ellas Et bombrt de mando (ISOA-lHfó). — 33. Joan Engcnlo
ItartEenbntCb, literato notable, critico, poeta y dramaturgo. Su mis céltbre obra es Lot amanit* de Te-
rael Madrid (1806-1880). — 34. Leopolito O'OODiien, duque de Tetuán, conde de Lucena, etc., estadisU
Inilgne, jefe del partido nnlonlsta y capitin general. Canario. Puí el que mandó en jeíe la expedición á
África y lomó á Tetuin eti [8Ó0 (1BD8-1BÓT). - 39. Antaiil« Roa de Olano, general, político y literata, na-
cido en Caracas (Venezuela). Sublevóse con O'Donnelt en 1854, tomó parte activa en la |[uerra de Alrla.
El ros que hasta hace poco usaron nuestros soldadas fué modelo suyo y de él lomó sn nombre (I308-I8SÓ),
— SS.Joat Vnlero.actoreminentequí entusiasmó í los püblicos, lo mismo interpretando personales de
saínete que de dramas como Luis XI ó de nuestro teatro clásico. Fué maestro de Antonio Vico, y coronado
por éste solenuiemenle en Barcelona (1808 1891).
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634 HISTORIA DE ESPAÑA
y Otros pueden citarse como prueba del florecimiento que alcanzó esta rama
del saber en el reinado de Femando VII.
Bellas Letras. De todos los poetas de nombradla que florecieron en este
período únicamente D. Juan Bautista de Arriaza (1777-1S37) no fué liberal.
A la guerra de la Independencia pertenecen sus Poesías patrióticas (i), y
después, alternando con anacreónticas y canciones amatorias, fué celebrando
la entrada en Madrid de Fernando VII (1S14), al que comparó nada menos
que con Tito, las bodas del Rey con D." Isabel de Braganza:
Gloríft «I d(a en que, premiando
El Tftior de nn pueblo fiel,
Bajo el hiapano doael
Une el cielo <n lazo blando
Lu virtudes de Fernando
•j lai giaclai de I»bd.
y la segunda entrada del Rey, ó sea la que hizo en 1823, después del trienio,
incurriendo entonces en un ridículo lapsus que dio no poco que reir á los
vencidos liberales:
Nad6 á ser loberano de CasdUsí
iDescender dé rodilla en rodilla es verdaderamente un colmol
Mas como Arríaza 00 bastaba para la parte poética de las ñestas realis-
tas, ó quizás resultaba demasiado ñno al paladar de aquella demagogia tradi-
cional, hicieron le competencia, ó acaso le aventajaron en el favor del público,
una porción de poetastros de que nos ha conservado Mesonero Romanos
regocijada memoria. Sobresalía entre ellos un D. Diego Rabadán, buena per-
sona, que decía de Fernando VIL
Eite sí que es nuestro rey,
Y no el iDtruso Pepino,
Sin mis Dios que el dios del vino,
Baco, Cupido y su grej,
Sin deiecno, amor, ni ley;
Pero este punto dejando
Vamos todos enlonando
Con voces muy expresivas.
I Veinte millón ei de vivas
A nuestro uñado Femando!
1 soneto clásico (?) á la muerte del
Quiso el cierzo terrible j dominante
De su cmel aridez dar testimonio
Aminando i la Espaila so Almirante.
iNeptuno, Thitls, Cinto y Favonio
Eterno mostrarin llanto abundante,
Pues... falleció... el infante don Amoniol
Habla también un presbítero, llamado D. Ignacio García Malo, que
1823 puso esta maravilla po¿tica {}) en un nicho donde había estado
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HISTORIA DE ÍSPASa. 63J
uDa magnifica estatua de San Bruno, quitada de allí por el Ayuntamiento
liberal:
El prodigio de tu artes,
El San Bruno de loi Btudoi,
El persqni'(l° (1< taDos,
El que uombiá en todu partM;
El que ¡Oh mi Diosl. . . |No me apartes
De teaeite devoción!
El que do« veces balcón
Vio este nicho convertido.
iGraclos í Dios qae ha celda
( La iofame y negra facción!
Decididamente, Apolo y las Musas oo eran absolutistas.
De los verdaderos poetas, unos fueron afrancesados y otros liberales.
Moratin vivió hasta i8¡8; pero en Burdeos, alojado en el colegio alli estable-
cido por D. Manuel Sílvela, que fué la base de la fortuna de esta familia tan
ilustre en nuestra historia contemporánea. Nicasio Gallego, confinado de 1814
á 1820, arcediano de Valencia en el trienio, proscripto en Francia en 1823,
□o regresó hasta 1828, mereciendo en 1830 que la Academia Española le
nombrase su Secretario perpetuo. Análogas vicisitudes corrió Quintana, que
en )8i8 tuvo que dar cuenta á la Inquisición de Logroño de la estrofa anti-
papal de su oda J la imprenta, y estuvo — también hasta 1828— proscripto
en Extremadura. Lista publicó en 1822 la primera edición de sus Poesías, y
quedó luego obscurecido hasta los tlltimos años del reinado. £1 Duque de
Rivas ( i), que comenzó imitando á Quintana (2) y á los neo-clasicistas, aunque
ya su poderoso numen legendario bullía en las octavas de £1 Paso Aonroío,
produjo en 1814 la tragedia Ataúlfo, prohibida por la censura realista, y en
el Trienio el drama Latttaa, que se hizo popularísimo y fué la obligada pieza
de circunstancias en las ñestas y conmemoraciones liberales. Proscripto
en 1823, no hubo destierro más fecundo que el suyo para las letras patrias,
pues en la larga emigración, hasta 1834, se realizó el cambio del poeta neo-
clásico en romántico. A Martínez de la Rosa las preocupaciones políticas no
le impidieron nunca el cultivo de la literatura: en 1814 daba al teatro La viu-
da de Padilla, de tendencias análogas al Ataúlfo y al Lamtea del Duque de
Rivas; en la noche del 3 de Febrero de 1832, pasada ya su proscripción en
Paris (ocho años), estrenábase en Madrid el Eáipo.
La evolución romántica se consumó entre nosotros por un doble movi-
miento, realizado el uno dentro de la Península y el otro fuera, ó sea en los
poetas emigrados del fuste del Duque de Rivas ó Espronceda. El movimiento
alemán, representado principalmente por los hermanos Schlegel y por Griinm,
tuvo aquí su entrada con Bolh de Fáber; el inglés, con la vulgarización del
falso Ossian, traducido ya por Montegón, y de las novelas de Walter Scott (3);
el francés, con ta traducción y éxito de Chateaubriand (4), de Mad. Cottin (5),
de Bemardinode Saint- Fierre (6), deMad.deGenlis(7). Desde 181 8 el editor
(1) Necio en Córdoba (30 Mano, 1791},
(2) Poesías coleccionadas en iSt}.
(3) En Abril de 1S31 el editor loidán, de Madrid, empeió i publicar la Nueva coUcüin
dt nevttas lü divtrsas aulorts, traducidla al castítlano par tata Seciidaddí liltralm; dtsdt el to-
mo V varió el título por el de Nueva coltíción de navilas dt IVaUír Scoü, j hasta 1S33 publicó
casi todas las del maestro.
(4) La versldn castellana mis antigua es la de Átala (i3ot)i despnís bnbo mochas de 1813
i 1S30.
(O Hay Iradncciones de iSat y 1S33.
(6) Varias: na> de Valencia, 1815.
(7) Hay traducciones de 183a y 33.
D,g,t7cdb/GOOgIC
i
EipaAolcí lInstrM ci
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HISrORIA DE ESPAÑA 637
Cabrerizo eo Valencia, y desde 1831 el literato Bergnes en Barcelona(i), comen-
zaron á publicar con novelas extranjeras otras de autores españoles. En 1833
hacía ya de estas últimas el editor RepuUés una biblioteca especial (z) en
que colaboraron Larra, Espronceda y Escosura. Víctor Hugo influyó también
decisivamente en el tnunfo deflnitivo del romanticismo en España: el estreno
de Hemani en París sugirió al Duque de Rivas la idea de componer un
drama genuinamente romántico, y ese drama filé el Do» Alvaro.
Los clasícistas ó, ai se quiere, los neoclasicistas, fieles á la tradición del
siglo xviu, comees natural, se defendían, Y pide la justicia recordar que en
el reinado de Fernando VII tuvo esta escuela representantes de mérito: en
primer lugar, una serie de traductores estimables de las obras clásicas, tales
como Hermosilla, de La Hiada; D. Javier de Burgos, de las Odas tU Horacio (3);
Pérez del Camino, de Tibnloy Virgilio; D. Juan Gualberto González, det Arte
poética y de las Églogas de Virgilio, etc. Conviene advertir que en este pe-
ríodo el latín se sabia en España mucho mejor que ahora, no sólo por los
sacerdotes, sino por todos los hombres de carrera literaria, entendiéndose
por saber latín traducir de corrido los textos latinos, y no, como ahora, en-
golfarse en disquisiciones filológicas que serán muy buenas para los especia-
listas, pero que para nada sirve al vulgo de los doctos. Floreció también en
aquel tiempo un altísimo poeta clásico: D. Manuel de Cabanyes (4), que con
doce poesías líricas alcanzó primero una sólida, aunque reducida celebridad
en Cataluña, su patria regional (5), y después la verdadera gloria.
(i) La de Cabrerizo se ticnla i secas (AiUtciéndeHirvtlat;iíáeBKtpm,BMifltcaseUcla,
portátil j icertimica, y en 1833 cambió el título por el de Bihiietica dt damas.
(l) CelieiiÓH áí mrvilas histiricas originaUi íspañtlas.
(3} Madrid, 1S33-33, (Segunda edicióo, 1844). D. Andrés Bello crítica duramente esta
veriiÓD.
¡4) Nacid en Villanueva 7 Geltrú (l£oS). Eitadió cu Cetrera ; Zaragoza. En 1833 pu-
blicó IBarcelona) Priludiet, y pocos meses después (16 Agosto 1S33) muñó.
(5) El Diario de Barcelona (13 Mayo 1833) le dedicñ un articulo. Torres Amat, oiro en
el Diceienario dt escritorií catalanes. El Fanorama, períúdico de Madrid, insertó en 184a doi
poesias suyas, pero sin poner su finna. En 1S5S se publicaron en Barcelona sus Prodticciatiei
eico/^daí, con nn estudio preliminar de Mili y Fontanals titulado Una pigina di kitloria lU
teraria. Meaéndei Pelayo elúgiale machísimo en el Horacio tn España. D. Víctor Balaguer
leyó ante la Academia EspaBola un discursa en el mismo sentido eacomiistlco. Le han t^di-
cado después monografías el P. Eduardo Llanas y el poeta argentÍDO Calixto Oyuela. En 1890
se le erigió una eitalua en so pueblo natal.
(Esplicación de la lámina anterior.)
EapaftolcsUn*trctcoDteBip«rtaeoa. — 37.MarUias Jote tfe Larra fFIfuroA escritor de cos-
tumbre*, midriieno, de igudlsiino ineenio, altísimo aiteiio y sombrio hunotismo, cuya prosa admirable
mETCce cilBise como modelD (ISOt- IB3T). — 38. Joan Donoco CortM, marqués de Valdeíamas, lite-
ralo, polllico, orador elocuentísimo, ipologisla católico y fllAsofo. Nació en Don Benllo, Badajoz
(1S09- 1SJ3). — 39. Clandla Mojaao, célebre economisU, doctor en unbos [>erectios. Ministra varias
veces, moderado en política. Católico lervienle. Nació en San Pernando. Su ley de Instrucción Pública
esU envigar lodavia en su parte esentíil (1809-lBW). — W.Joaé de Esproaceda, Insigne poeu muy
inspirada y bríllanle, y literato extremefio, aulor del Canto d Ttraa (1310 - IS4]). — 4L Jaime BalaiM,
eminenle filósofo, periodista y ipologitla; una de los mis sólidos cerebros coDtemporineas. Autor de £1
CrlUrio, Fllotofla jnndamtntal, de. Era sacerdote, y nació en Vlch {ISIO- 1S4S|. -42. Antonio d«
IM (Nos y RMaS, polllico y Iribuno de elocuencia arrebaUdotí y honradez Intachable. Perteneció al par-
tido progresista (1310 - IST3). — 43. Fraocltco Serrano y Domlagaai, duque de la Torre, famoso ge-
•eral y político, uno de los jeles de la revolución de 1868, y luego Regente del reino (1810- 1885). —
44, Dr. Pedro Mata, médico emlntnle, poeta, periodista batallador y filósofo. Formó paite de la Comisión
redactor! de la Constitución de IBW, lué senador y gobernador de Madrid. Decano de la Facultad de
Medicina, descuellan enire sus obras científicas su Mtdlclna Lrgal y To^lcologia y su Diagnóstico dlfc-
rtnclal tntrt la patlén y la loeura (1BI1-]3T7). — 49. Joaé de Salamanca y Mayo!, célebre y opulen-
tMmO banquero y político, qoe fundó en Madrid el barrio de su nombre (1311 -1883).
,,CoogIc
638 HISTORIA DE ESPAÑA
Otra corriente Itteraría, ni clásica, ni romántica, desviaba por su misma
neutralidad el gusto del público del reciente romanticismo: tal era la de la
poesía festiva y descriptiva de costumbres. La representó principalmente don
Manuel Bretón de los Herreros (i), quien, habiendo quedado cesante en 1824
de un modesto destinillo en provincias, se dedicó á escribir para el teatro.
£1 14 de Octubre del citado año estrenó en el Príncipe Áia vejez, viruelas;
poco después. Los dos soérinos, ó lo qut son los parietUes; e\ 19 de Abril de 1S28,
Á Madrid me zmelvo, y el 31 de Diciembre de 1831, Maréela ó ^d ctuü de los
tres}; este mismo año publicó una colección de Poesías de diverso carácter,
todas notables por la portentosa facilidad en la vcrsiñcación. D. Antonio Gil
y Zárate(2), que desde 1835 había de seguir tan diversos derroteros, duran-
te el reinado de Fernando VII disputó á Bretón de los Herreros el cetro de lo
cómico con sus comedias Ei Entremetido, ¡Cuidúdo con las novias! y Un aüú
despnés de la boda. Otro género de sátira social que tenía gloriosos preceden-
te en nuestra literatura (3), el artículo descriptivo de tipos y costumbres,
tomó carta de naturaleza entre nosotros por la imitación de Jouy, escritor
francés de la época napoleónica y principios de la Restauración, siendo el
primer cultivador en España D. Serafín Estébanez Calderón (4) con sus ¿Jcv-
«af <i»i/<a/>uiu, publicadas con el seudónimo de ¿'/.S'o/fViirÚT, en que los chisto-
sos cuadros de costumbres están trazados ó bordados en una prosa arcaica, ri-
quísima y pintoresca, pero muy oscura y demasiado cincelada para los que
gustan de lo sencillo y espontáneo, que son, á nuestro juicio, los de buen gus-
to Poco después que Estébanez ó, mejor dicho, casi simultáneamente, co-
menzó Mesonero Romanos {El Curioso Parlante) (3) Las escenas matritenses, de
que se coleccionó la primera serie á fines del mismo año (6), harto más seo-
cillas y no menos graciosas que las andaluzas; D. Mariano José de Larra (7)
publicó ya en 1828 algunos folletos can el titulo de El duende satírico; en
Agosto de 1832 empezó El ftibrecito hablador, revista satírica de eostum^es
por el bachiller D. Snan Pérez de Mungula, de la que el articulo introducción
no es sino un arreglo de otro de Jouy, y á mediados de 1833, habiendo em-
prendido Mesonero Romanos su viaje á París y Bruselas, le sustituyó Larra,
por recomendación del mismo Mesonero, en ¿a Revista Española, sucesora
de Cartas españolas, adoptando entonces por consejo de varios concurrentes
al Parnasillo ei seudónimo de Fígaro (8) que habfa de hacer tan célebre.
(i) Nadó en Quel, pueblo de 1> Rioja. aclual provincia de Logroño (19 Diciembre 1796).
Estudianle en Madiid, sentó plus de saldado para pelear en ia guerra de Independencia. En
UQ lance personal perdiú el ojo iiquierdo. Víase: Marqués de Molfns, Brrlin dt los Htrrerot,
Secuerdos dt su vida y de jaj aAnu (Ed. de la Aead. Eip. Madrid, 1883).
(3} El Marquís de Vatmar lo supone nacido en la Granja: pero consta su partida de
bautismo en el Escorial (r.° Diciembre 1796). Se educó en Francia, r de aquí su domiolo déla
lengua frinceía, de que luí profesor desde iSzS en el Consulado de Madrid.
(3) V. gr. en £1 dia dt fiíUa por ¡a mañata f por la larde, por D. Juan de ZabaleO (áld-
mci* del siglo xvii].
(4) Nació en Milagsi,i79g]. estudió enGraaad>,cas6c(
milias malagueñas —¡a oligarquía dt la Alameda, como decía él — fui hombre
tinguiéndosecoinojurisconsulto.arabisla, historiador, eraditOTrebuscadorde libros TJejos, escri-
tor caslízo f de costumbres. Su sobrino, D. Antonio Cánovas del Castillo, vino i Madrid Aado en
la prolección de sn (lo Serafín, ya personaje, y la ta>o:il escribió £/i0/i/irfi')'mA>«t^(t(l lomos).
(5) Nació en Madrid (19 julio 1S03I, hijo de un agente de negocios que renuió refalar
fortuna. En 1831 publicó su Manual di Madrid, acogido con extraordinario favor por el públi'
co y el Rey. El 12 de Enero de 1332 insertaron lis Carlas ispañolai su primer articulo de cos-
tumbres; Et Rtirato.
(6) Con el título de Panorama Malrittnse.
(7) Nació en Madrid (1S09). Su padre, médico milílar en el ejírcíto francos, le hiio edu-
car en Krancia. Cursó le 3." enseñanza en Madrid.
(8) Contra el dictamen de Mesonero, á quien le pareció tan itnpropio como el de Sancho
Panza para un periodista francís.
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HISTORIA DE ESPAÑA 639
£1 amasilio era uoa reunión de literatos á que se agriaban arquitec-
tos, pintores, editoresy aficionados á las artes, que allá por los affos del 30 al 31
empezó á formarse en el Ca^¿ del Principe {i), y át\& que parece fueron núcleo
Arriaza y unos cuantos amigos suyos que alU tomaban café ó chocolate mu-
cho tiempo antes de que floreciera el Parnasillo. Figuras principales de tan
famosa tertulia fueron dos típicos personajes: uno, el director del contiguo
Teatro áel Prlncife, que vivía en el piso alto de la casa del café, D. Antonio
Grímaldi, ó M. Grimaldi, pues era francés, que vino á España como comi-
sario de guerra en el ejército de Angulema, y que se españolizó completa-
mente: hombre de mucho talento, y como empresario teatral una maravi-
lla, sostuvo y en cierto modo formó á los mejores actores de su tiempo
(Latorre, Romea, Guzmán, etc.); casóse con la Concepción Rodríguez, me-
joró las condiciones materiales del teatro, y supo como nadie atraer al
público, especialmente por medio de traducciones del francés, que hacía él
mismo de un modo admirable. Suyas son la de La huérfana de Bruselas y la
de Pitdde montón, insípida comedia de magia de Marteuville, que supo con-
vertir en La pata de cabra: un acierto literario y el primer gran éxito de
taquilla que registran los anales del teatro español; se estrenó en 1828, y
duraron las representaciones años enteros casi sin interrupción. El otro per-
sonaje era D. José M. de Carnerero, de no menor entendimiento que Grimaldi
y no menos hábil para traducir bien piezas francesas. Carnerero habla sido de
los cortesanos de Godoy, quien lo hizo agregado de la Embajada en Constan-
tinopla; después afrancesado, figuró como uno de los Íntimos de José I, y
con el destino de redactor literario de la Gaceta; en Francia (1814-1820) se
ingirió con el duque de Orleans (el rey Luis Felipe de 1S30), que lo colocó
en su biblioteca con Casimiro Delavigne; de 1820 á 23 era redactor de El
Patriota Español, y servia con su pluma lo mismo á los moderados que á los
comuneros; en 1823, lejos de seguir á Cádiz á sus queridos correligioMarios
¡os lióeralcs {}), se quedó en Madrid; fué comensal de Angulema, hizo repre-
sentar La noticia feliz, comedia de circunstancias de un ultrarealismo ex-
traordinario, y obtuvo de Fernando VH el privilegio exclusivo de publicar
Cartas españolas, revista en que se dieron á conocer tantos literatos insignes,
y que sustituyó luego, según ya se ha dicho, por La Revista española.
Grimaldi y Carnerero eran los protectores de losliteratos, que bien lo nece-
sitaban,cuando la mejor comedia de Bretón óGil de Záratese pagaba con 1.500
ó ZXKtO reales por una sola vez, y con 500 la impresión: bastante más solían ser
retribuidos los artículos y los libros (2); pero eran los tiempos en que á un lite-
rato le sentaba bien no tener una peseta, en que estaban de modelos ¿enioi des-
conocidos y la pobreza á nadie desdoraba, considerándose honrosísima cuando
íbajuntaconel talento. Empezaba entonces á brillar la clase de los banqueros;
pero aún estaba muy á sus comienzos este brillo; la de los capitalistas y propie-
tarios no tomó vuelo hasta la desamortización y la promulgación de las leyes
modernas, estableciendo sólidamente el juicio ejecutivo y el de desahucio (3).
(1) Siloncilo qae ocitpi hoy la Contaduría del Ttaira E¡pañe¡.
(3) El librero Caeita di6 i MesoDero Romanos por la 3.' edición del Manual dt Madrid
una tBle|!i, ei decir, 1000 daros; ^ aanque esto faf extraordiDarío, debido al gran íxiio de
la I.' edicídn, consta qae Laira cobraba tas artículos de modo (an superior al de hoT, qtie
le bastaba sa producción literaria para vivir decorosamente Bien es verdad que Fígaro llegó i
lener gran popularidad. Parece ser que en materia de artículos y libros, ó no se pagaba nada,
f exo era lo más frecuente, ó se pagaba may bien.
(j) Mesonero Romanos, que era propietaiio y rico, se lamenta en las Memorias di
uH ¡eliHlón, ó mejor dicho, hace un severo cargo al anlieiio rígimen por Ib facilidad can qae
obtenían moralBrias loi deudores y se resistían tos InquiTinos á pagar el alquiler y desalojar las
ñncBS. Predominaba entonces, dice, el piiocipio: al qut no tieru, el Kiy h nace libre,
D,g,t7cdb/GOOgIC
64O HISTORIA DE ESPAÑA
Los Únicos ricos que iofluian en la vida social eran los mayorazgos, carga-
dos de deudas casi todos, y generalmente ignorantísimos, ya que en tas
familias se procuraba dar carrera á los segundones para que pudieran
ganarse la vida, y al mayorazgo se le dejaba inculto creyendo que tenia
bastante con representar la casa y disfrutar las rentas del heredado patri-
monio: de aquí que la riqueza por si sola no tuviera el esplendor que
alcanzó después, y que los literatos, aristócratas intelectuales, lograran en
aquel momento extraordinario prestigio, preparándose de este modo el pe-
ríodo relativamente largo de nuestra historia contemporánea en que una
buena oda se consideró como ejecutoria suficiente para escalar las más ele-
vadas posiciones, y un drama aplaudido, la mejor preparación para desempe-
ñar un ministerio.
En e) último período del reinado de Fernando Vil brotó una generación
de jóvenes literatos de grandes esperanzas, de que fueron los más insignes
representantes Espronceda (j) y Ventura de la Vega (2). La entrada de Fer-
nando Vil en Madrid después de sofocar la insurrección de los apostólicos
en Cataluña, las bodas con D." Marfa Cristina, el nacimiento de Isabel II y
la amnistía fueron otras tantas ocasiones para que tos poetas viejos y jóvenes
lucieran tas dotes de su ingenio. Cuenta Mesonero Romanos que cuando la
boda preguntó el Rey á Batlesteros: «^y Quintana? iCámg no 'dice nada en
esta ocasión} <Seiior, contestó el Ministro de Hacienda, Quintana está oscnre-
cido y en desgracia, y no es de creer gne rompa el silencio que se ha impuesto.* Alo
que replicó et Monarca: ^ Cómo, qué} Arregla tu eso de cualquier modo.y diU que
yo deseo que haga escuchar su vob en obsequio de la Reina. Quintana obedeció.
Ya queda referido cómo enterneció á Fernando Vil el pasaje de la oda
A las nobles Artes^ del Duque de Frías, referente á la perdida América, que
oyó leer en una distribución de premios de ta Academia de San Fernando.
Dicho pasaje debe constar en nuestro tibro, no soto por su mérito literario,
sino por expresar el sentir español de aquel tiempo, y aun de los posteriores
y actuales, sobre el magno acontecimiento de la independencia americana:
I Gentes que alzáis incógnita bandera
Cortra la madre patria! En vano et mundo
De Colón, de Cortís y de Pizarro
A Eipaña intenta arrebatar la gloría
De haber sido espaíiot; jamii las leyes,
Los ritos y cosluinbreí que guardaron
Entre oro y plata, y entre aroma y pluma,
Los pueblos de Atahualpa y Molezuma,
Y vuestros mismos padres derribaron,
Restablecer podréis: odio, venganza,
Nos jurartis cnal pérfidos bermanos,
Y ya del indio esclavos ú señores,
Españoles seríii, no americanos.
Mas ahora y siempre el a^onauta osado
Que del mar airoslrare los fniores,
Al arrojar el áncora pesada
En las playas antípodas distantes,
Verá la Craz del Gólgota plantada,
Y escuchará la lengua de Cervantes,
{!) NacJ6 en Almendralejo (25 Mario iSoS). Educóse en Madrid, siendo discípulo de
Colegio de San Mateo, y habiendo formado con otros chicos la sociedad secreta Lot Nmrntn-
lino!, fui encerrado en un convento de Guadalajara, donde compuso £7 Pilayo. Emtgrú á Lis-
boa, donde empezaron sus relaciones con Teresa (ambos solteros 7 orno novios); pasis dopnts
á Londres: encontrando á Teresa casada con otro la robó, y rutroose ambos á Faifs. Tomó
paite en la revolución de Julio, y no vino á Espaíia hasta 1S33.
(3) Nació en Buenos Aires (14 Julio 1S07). Vino á Madrid cuando aún no contaba doce
aiíos: Tué alumno de Sao Maleo, y de la sociedad de Zm Numantinej.
,, Google
HISTORIA DE ESPAÑA 64I
Bellas Artes. Arguiteetiira.^Sigixió fielmente la senda trazada por don
Ventura Roddguez, pero en decadencia, ó sin producir ningún artista com-
parable á Rodríguez ni á Villanueva. D. Silvestre Péiez fué un arquitecto
sabio que estudió, no sólo los monumentos de España, sino los de Italia y
Francia: de talento y gusto al decir de su amigo y bi^rafo Cean Bermúdez;
pero su producción monumeoial es escasa, y lo mejor de ella proyectos.
Trazó el plano para la reconstrucción de la ciudad de San Sebastián, destruid»
por los ingleses. D. Isidro Velázquez hizo el de la plaza de Oriente en el
gran solar que habla dejado allí José Bonaparte, y, según cuenta Caveda (i),
para realizar el proyecto en 1817 comenzóse por achicarlo, de donde, sin
duda, resultó «de tan mezquinas proporciones— como refiere Mesonero Roma-
nos,— que hubo de ser abandonado, aunque no se procedió al derribo de la
parte construida hasta la muerte del arquitecto, por no darle ese disgus-
to» (2). Velázquez es autor del cuartel del Pardo, de la Casa del labrador en
Aranjuez, del puente entre la Casa de Campo y el Campo del Moro, del «-
pulcro del conde dt San Simón, que estaba en el Cementerio general del Norte
y no sabemos dónde se halla hoy, si es que existe, y del Monumento dtl Dos dt
AtayOy obras todas que no denuncian ciertamente á un gran artista. D. Anto-
nio López Aguado dirigió, reinando todavía Carlos IV, dos casas amplias y
de sencillo buen gusto: la de Vitlaktrmosa en la Carrera de San Jerónimo,
esquina al Prado {3), y la del Marqués de la Somera, en la calle de San Ber-
nardo (hoy Ministerio de Gracia y Justicia); en este periodo construyó la
Puerta de Toledo, y fué el arquitecto del Teatro Real, aunque no debe car-
gársele la desdichada ocurrencia de la planta exagonal, idea de D. Isidro
Velázquez como parte de la suya general de la plaza de Oriente: á este pie
forzado hubo de sujetarse López cuando, derribado por ruinoso el antiguo
Teatro de los Caños del Peral {iZiy), se le encomendó el plano y la dirección
del nuevo. Empezáronlas obrasen 1818, suspendiéronse por falta de recursos
de Julio á Noviembre de 1820, y después desde 1823 hasta 1831. Acababan
de reanudarse, cuando falleció Aguado sucediindole D. Custodio Moreno,
excelente profesor según sus contemporáneos, pero de cuyas dotes artísticas
sólo podemos juzgar hoy por obras como la fachada del Caballero de Gracia
y la Facultad de Farmacia, asi como de las de D. Juan Antonio Cuervo por la
iglesia de Santiago y la Fuente de la calle de Toledo. D. Tíbarcio Pérez Cuer-
vo hizo el Colegio de San Carlos (Facultad de Medicina).
A la muerte de Fernando VII los dos arquitectos de moda en Madrid,
y en toda España, eran el citado Moreno y D. Francisco Javier Maríateguí,
asiduo concurrente cl último al Pamasillo, donde, según Mesonero Romanot:,
se distinguía *for su obesidad, fue kubiérale hecho pasar por un bombo si su
prosopopeya y coram vobis no le dispensaran el carácter de tambor mayor.' De
Mariategui es ia Universidad Central.
El criterio de todos estos maestros se regía por estos dos principios fun-
damentales: no hay arquitectura bella y aceptable sino la greco-romana; no
hay arquitectura greco-romana sino la interpretada por D. Ventura Rodrí-
guez. Cuanto no fuera esto, parecía despropósito y aberración. Nada de Edad
Media,nadagótico, aunque fuera deEspañase hubiese ya realizado la evolución
romántica en Arquitectura. Aquí la Academia de San Femando, dictadora de
las obras públicas y particulares, eclesiásticas y civiles, sin cuyo V." B." nada
(I) Mtnterias fara ¡a Hisl. dt la Aiad. de Han Jemanáe (tomo II, pág. iz).
(3) JUrmeriai lU un lelentén (pac. iSS).
(3) Serán tu indicBCiones documentadas qae trae el P. Coloma en Retraía de antaño,
el pUno debió de let de VUlanueva.
Silodo, Historia de EspaRa _, 41
D,g,t7cdb/COOglC
642 HISTORIA DB ESPAÜA
podía ser construido, cuidaba con afán solicito de que do aos apartáramos de
la rutina. Con tal rigidez de criterio, con semejante tiranía en materia doode
debe reinar absoluta libertad, y el poco dinero que habla entonces, cnanto se
construía, era de una insignificancia insípida. Pero ¡ahí ... Se salvaba el buen
gusto, ó lo creía así la Academia de San Femando.
Etcuiíura. — Al estallar la guerra de la Independencia D. José Alvarez
de Pereira y Cubero (i) estaba en Roma pensionado por nuestro Gobierno,
y ya con tanta reputación, que se le consideraba digno rival de Canova, Las
autoridades francesas se empeñaron en que los pensionados españoles hablan
de jurar obediencia al rey José, y negándose Alvarez con la mayoría de sus
compañeros, fué encerrado con ellos en el Castillo de Sant Angelo. Su fama
compitió durante mucho tiempo con la del citado Canova y la de Thorwald-
sen, y si ha decaldo luego, es porque los españoles carecemos de arte para
hacer valer nuestras cosas. Fernando VII apreció mucho al introductor en
España del estilo neo-gnego, 6 seudo-griego como dicen algunos. En i8i6le
nombró su escultor de cámara, y después su primer escultor, encargándole
el arreglo y dirección de la escultura en el Museo del Prado. Murió el 26 de
Noviembre de 1827, dejando un hijo digno de él— José Álvarez Bongel, —
pero que se malogró, muriendo á la edad de 24 años {22 Agosto 1830) cuando
ya no eran esperanzas, sino realidades hermosas las que había producido su
cincel.
De la misma tendencia que Álvarez, é inferiores á él, fueron D. Damián
Campeny (2), que, habiendo comenzado su carrera reinando Carlos IV, no la
terminóhastai855,y D.Antonio Sola (3), autor del grupo ¿7iH>ú^ Velarde, ac-
tualmente colocado en la entrada de la Moncloa, de la estatua de CercatUes, en
la plaza de las Cortes, de la Caridad romana, etc. D. José Ginés (1768-1823)
no salió de España, como los anteriores, desenvolviéndose en Valencia, su
tierra natal, y en Madrid. Rindió su correspondiente tributo al clasicismo do-
minante; pero como no estuvo en Roma ni en París, y su genio, además, pro-
pendía al realismo tradicional en nuestro arte, no sobresalió en el grupo de
los secuaces de Canova y de Álvarez, siendo, en cambio, un notable conti-
nuador de nuestra buena y castiza imagineria sagrada, como acreditan sus
efigies de San Pedro Alcántara (en San Justo de Madrid), de San Antonio (em
la ermita de la Florida) y la Adoración de los Pastores, que hizo para el Naci-
miento de Palacio. También se distinguió como imaginero sagrado D. Valeriano
Salvatierra y Barriales (1780-1836), y sus efigies — v. gr., la Virgen de las Am-
gustias en la iglesia de las Escuelas Pías de ^an Fernando — son de soberana
hermosura; pero en lo clásico, considerado á la sazón como el único arte
grande, rayó á más altura que Ginés. Estuvo en Roma, concurriendo á los
estudios de Canova y de Thorwaldsen, é hizo muchas estatuas que parederon
bien en su ¿poca, y que no parecen ahora ni bien ni mal.
(ll Habla nacido en Priego (33 Abril 1768). Hijo de an pobre maimoliila, todo lo debíA
A sa mérito ; personal esfuerzo. En Madrid asistía de noche í las clases de la Academia de
San Fernando, y trabajaba de dfa en el oficio de cantero. En 1799 obtuvo el primer premio con
la pensión de 11.000 reales para perfeccionarse en la arte en París j Roma. En 1802 gan6 seenn-
do premio en el concurso del Instituto de Francia. En 1S04 expuso el (ianiaiede¡, va París,
valiéndote ser coronado por el Emperador, j casú con D.' Isabel de Bougel. En iSos se Ums-
lado i Roma.
(I) Caveda escribe C.impegni.
(ji Barcelonés, como Campeny, estaba ya en Rama como pensionado por ia Junta de
Comercio de la ciudad Condal al principiar el siglo XIX, y viiió hasla 7 Jtinio lS6t. En 1856
se jubilA del Cargo, i]ue desempeña muchisirnos años, de director de los pensionados en Roma.
•i Hl iiodetlB y laborioso Sola (dice Caveda), il protector y ^ mas qui el }ífi, el compaSm y e
amigo Je uutstroí pensienatici en Rema.»
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HISTORIA DE ESPAÑA 643
Pintura. — Es curiosa la situación de Goya en este período. Estalla la gue-
rra de la Independencia, y Goya,(tueera primer pintor de cámara de Carlos IV
desde 1779, queda en el mismo puesto con el Rey intruso. Entran los aliados
en Madrid, después de la batalla de los Arapiles, los afrancesados huyen
ó son cruelmente perseguidos por el conde de España; pero Goya permanece
viviendo con toda tranquilidad en su casa del camino de San Isidro, y no sólo
no es perseguido, sino que Wellington le encarga su retrato. Vuelven los
franceses, y Goya sin novedad: nadie se mete con él. Triunfa la causa nacio-
nal, y Fernando VII, lejos de desterrarle ó de exigirle puriñcación por su
afrancesa miento, se hace desde luego retratar por él, le conserva en su puesto,
le dispensa su confianza, le da licencia para que se vaya cuantas temporadas
quiere al colegio de D. Manuel Silvela, en Burdeos, nido de nuestros afran-
cesados y de algunos americanos hijos de separatistas, es decir, de furibun-
dos enemigos del Rey. Goya va y viene de burdeos á su antojo, y nada se
altera, ni por la revolución de 1820, ni por la reacción de 1823. En una de
sus estancias en Burdeos le sorprendió la muerte (16 Abril 1828). Sin duda
que á este reconocimiento unánime de la neutralidad de Goya, rara en una
época de tan apasionadas discordias, contribuyó principalmente su extraordi-
nario mérito como pintor; pero también el no ser él más que pintor. Goya no
pertenecía á ningún partido: su revolucionarismo es una leyenda; fuera de su
arte, era un hombre vulgar, vulgarísimo, algo fluctuaote en su manera de ver
las cosas de la vida, como la generalidad de sus contemporáneos; que si hada
dibujos caricaturescos de frailes, y aun alguno que parece negación de la in-
mortalidad del alma, no seolvidaba de poner la señal de la cruz en todas sns
cartas. Atribula constantemente á Dios su felicidad, en las tribulaciones y
adversidades manifestábase cristianamente resignado, y, con la inconsciencia
propia de su genio, creíase pintor religioso — lo fué, y grande, en la Comunión
de San Joti de Calasanz, — y tenía en sus últimos años la ilusión de pintar
una Virgen como no había sabido pintarla nadie hasta entonces (i).
La correspondencia del gran pintor con su íntimo amigo D. Martfn
Zapater pone al descubierto su carácter, retrata su alma con tanta fidelidad
como lo hizo él de los rostros de sus modelos. Buen cristiano, buen jefe
de familia, buen amigo, carítativo, sus defectos son todos de hombre vulga-
rísimo: una vanidad pueril, por ejemplo, que le hace deleitarse pensando en lo
que dirán en su pueblo al verle en tan buena posición en la corte, y al conside-
rar él miamo que 'del Rey abajo todo el mundo le conocía»; que Carlos IV
le abrazó una vez, que Godoy le llevaba en coche, y no sólo le convidada i
comer, sino que le hacía ponerse la capa para sentarse á su mesa, y aprendió
el lenguaje mímico para entenderse con él. Los personajes y los acontcci-
iDÍentos de la época no se reflejan de otro modo en las cartas de Goya, y
asE era, sin duda, cómo se reflejaban en su espíritu. Si su pincel los retrató
tal y como eran ellos, sin idealizarlos, obedeció á su temperamento artístico:
el de la verdad en la reproducción; y aunque hubiera querido hacerlo de
otra manera, no hubiese podido. El Carlos IV de Goya es un hombre des-
provisto de inteligencia; pero ;no era así el Carlos IV de la realidad? El pin-
tor lo trasladó al lienzo tal como era; pero seguramente ignoraba que
aquellos rasgos físonómicos delataban la falta de entendimiento. Goya era un
pintor, y no un antropólogo. Pintaba lo que veía, y lo que veía era la verdad
del aspecto externo y material de las personas y de las cosas.
(I) As( lo dijo muchas vece* en casa de D. Josí Madraio, seedn nos ha referido sa nielo
D. RaiiDuodo, que conserva caidado simen le la Iradicióa de las relaciones de sa abuelo con
Go^a.
,,CoogIc
644 HISTORIA DE ESPAÑA
A pesar de su inmensa popularidad, del aprecio de su ménto por la corte,
la aristocracia y el pueblo, y hasta por los mismos artistas, que velan en ¿I
algo profundamente original é inimitable, un genio en el sentido más preciso
de la palabra, artísticamente fué un solitario, y sólo tuvo un discípulo — por
haberse formado en el estudio de sus obras, y no por haber recibido sus lec-
ciones, pues las recibió de D. Juan Rivera— que fué D. Leonardo Alenza y
Nieto, ci cual, nacido en Madrid (6 Noviembre 1807), empezó á trabajar ya
en las postrímerias del reinado de Femando VII é hizo su corta y gloriosa
carrera en los primeros años de Isabel 11 (i). Los pintores admiraban á Goya,
pero seguían otros rumbos. La escuela de David tuvo en España por prind-
pales representantes á D. José Madrazo y Agudo (2), autor de La muerte dt
Viriato, La mmerte de Lucrecia^ Ctnanaio llamad» alpod¿r supremo, etc., pintor
de cámara de Fernando VII, fundador artístico del Museo del Prado, intro-
ductor de la litc^rafla en nuestra patria preparando y dirigiendo la Coleceió»
litogrdfica de los cuadros (¿f/^y (1826-1837), eminente profesor y reformador
de Estudios de la Academia de San Fernando, y que vivió hasta el 8 de Mayo
de 1859; D.Juan Antonio Ribera y Fernández (3), pintor consumado, prrosin
muy definida personalidad artística, que trabajó en varios estilos, y D. José
Aparicio (4), autor del Cuadro del hambre.
D. Mariano Salvador de Maella que tuvo con José Bonaparte relaciones
harto más Intimas que Goya, vivió hasta el 10 de Mayo de l8ig, conserván-
dose fiel — siempre dentro de la vulgarisima medianía de su talento — á
la tradición de Mengs, á que pertenece también D. Vicente López y Porta-
ña (5); pero éste era ardsta de condición muy superior. Actualmente su crédito
aumenta sin cesar, sobre todo por sus retratos, que los tiene dignos de Goya.
El que hizo de éste, que se conserva en el Museo del Prado, es, sencillamente,
una maravilla. Goya, que le servia de modelo, contemplando la obra ya ejecu-
tada, y sobre la cual se aprestaba López á insistir, le arrebató los pinceles,
dicíéndole en tono tragi-cómico: ¡ Vicente, déjalo; no des ni una pincelada mds!
¡Si tne prometes hacerlo así, yo te enseñaré á torear!... Anécdota rigurosamente
histórica, y que envuelve una profunda lección de técnica pictórica ó, mejor
dicho, de todas las artes. El secreto de Goya estaba en gran parte ahí, en
saber detenerse á tiempo, en no pintar sino lo necesario para dar la impresión
justa del modelo. López estropeó indudablemente muchos cuadros suyos por
no tener á su lado á un Goya que lo hiciera parar en el momento preciso.
El rigido clasicismo de David evolucionó en Francia, y sus imitadores en
España siguieron un movimiento paralelo al que se iba marcando en la na-
ción vecina. Así sucedieron á Madrazo, Riberay Aparicio D.RafaelTejeo(6).
que, aunque ctasícista davidiano, se aparta muchas veces de los cánones de
la escuela, buscando sus modelos, no en la estatuaria antigua, sino en la Na-
turaleza; D. José Ribelles y Helip (7}, que, si bien cronológicamente fué con-
temporáneo de la primera generación clasicista, después de 1830 evolucionó
(i) Murió el 30 Junio 1S45. Recientemente ha spirecidoli tabla qne piotÓ para nmeitta
del Calé de Lévame, en U calle de Alcalá, cansiderada por Cruzada Vlílamil como ana mara-
villa. La posee, según hemos leído en La Época, el Sr. Líiaro.
(2) Nació en Santander (ll Abril ITQI). Con Alvarez estuvo preso en Sant-Aogelo p«
no jurar í fosé Bonaparte.
tí] Nació en Madrid (27 Mayo 1779). Mntió 15 Jaaio 1S60.
U) Nació en Alicante (1773). Murió en 1S33.
IS) Nació en Valencia (19 Septiembre 1773). Diiclpulo de Macll» en 1« Academia de S»a
Femando. Vivió hasta el 22 Junio 1S50.
" "--'■ -- " '-"«¡.Mu
(61 Nació en Caravaca (iSoo). Murió en Madrid (3 Octubre 1S56).
(7| Nació en Valencia (lo Mayo 1778),
,, Google
HTSTORI* DE RSPABa (¡45
con la moda de su tiempo; D. Juan GaWez (i), el mismo caso que el anterior;
el hijo de Madrszo — D. Fedenco (2) — que desde 1829 empezó á dar mues-
tras de su precocidad artística; y el hijo de Rivera — D. Carlos Luis — de la
misma edad que el anterior, también nacido en Roma, y que igualmente se
manirestó como insigne artista en los últimos años de Fernando VII.
Música. — No hay que buscar en esta esfera invenciones del ingenio espa-
ñol análogas á las que hemos visto en las otras bellas Artes* pero si hay que
apuntar el entusiasmo general que inspiraba la música. De la popular ó calle-
jera, especialmente en su manifestación polftica, ya se ha tratado. Tanto la
guerra de la Independencia como la revolución del trienio fueron, por de-
cirlo asi, y por este aspecto á modo de grandes zarzuelas entre cómicas y
trágicas, en que todo el argumento fué cantado y tocado por calles y plazue-
las. La música religiosa se conservaba en las catedrales é iglesias, espléndi-
damente dotadas á la sazón, y que, por lo mismo, atraían á sus plazas de
organistas y cantores á los más diestros ejecutantes. La música clásica, final-
mente, tenia muchos y fervorosísimos admiradores, y la ópera era en las
grandes poblaciones el espectáculo preferido, de lo que bien se dolían los
autores de comedias y cuantos vivían del teatro de verso; pero en vano Bre-
tón de los Herreros fulminaba sátiras contra el furor filarmónico. Para el
público no había nombres tan sugestivos como los de Rossini, Donizetti,
Bellini, Meyerbeer (en su primera época rossiniana), Paccini, Vacay, Ricci,
Mercadante, etc. La venida de Rossini á Madrid en el carnaval de 1831 fué
un magno acontecimiento, y todo pareció poco para festejarle y agradarle. Aquí
escribió una caiuatu i la reina Cristina, y, para complacer al famoso comi-
sario de cruzada Sr. Fernández Várela, — inteligente y magnífico protector de
las Bellas Artes, — su Stabat Mater^ estrenado en la iglesia de San Felipe el
Real el Viernes Santo de 1832. La reina Cristina había creado el Conser-
vatorio de Música ji Declamacién, inaugurado en 1830, y en él se celebraron
varías ñestas agasajando al autor de El Barbero de Sevilla.
Conviene recordar aquí que una conspiración urdida á fines del si-
glo XVIII por varios músicos madrileños — entre ellos el maestro de capilla
de las monjas de la Encarnación — consiguió desterrar de los teatros espa-
ñoles la música y los cantantes italianos; por Real orden de 28 de Diciembre
de 1799 se dispuso que no se representasen ni cantasen piezas en ningún
idioma extranjero, ni por artistas que no fuesen nacionales. No fué difícil
formar compañías españolas, porque en todas las de verso habla entonces A^j
artistas de cantado, pues con las comedias alternaban los dramas armónicos y
las zarzuelas, y no había función teatral sin tonadillas. Ue estos artistas de can-
tado sacáronse los cantantes de la ópera española, entre los cuales hubo muchos
aceptables y uno notabilísimo. Manuel Garda, el mejor tenor de su época, que
se marchó al extranjero en 1807. Cuando en 1832 Rossini trataba de corres-
ponder á los honores y obsequios que se le tributaban, nunca olvidaba decir
que le encantaba EspaÓa, entre otras razones, por ser la patria de su amigo y co-
laborador García. Decayó, sin embargo, !a afición del público por la ópera en
esta larga temporada de españolismo impuesto é intransigente, y, aprovechan-
do la invasión francesa, apareció en 1808 una compañía italiana, que actuó
(i) NkclA en Moia (i??*). Murió en Madrid (Boeto 1874)-
(a) Nacid en Roma [9 F'ebrero 1815). Otro hennaDo lujo, E>on Luis, nacido en Ma-
drid (l^j), fné también pintor de gran mírito. Y de D. Federico son hijos Raimando Madruo
qae trabaja en Paríi con gloria saya y de la patria; Ricardo, qae lo liace en Madrid y acaba de
tennioar nit hermoso cuadro, El Conrneí Critletal di Menáragé», para la Academia de [ofan-
teila en Toledo, ; la lioy respetable seSora D.* Cecilia Madtazo, Tiada de Fortany, con qoien
caló en 1S67.
,,CoogIc
646 MISTORTA DE ESPAÑA
primero en Barcelona y después en los Caños del Peral, de Madrid. No podo
averiguar Carmena (1) si las óperas cantadas en los Caños en 1809 y 1810
hasta el 16 de Junio (2) lo fueron por esta compañía ó por cantantes españo-
les: lo cierto es que al reanudarse la ópera en el Teatro de la Cruz (3 Ha-
yo 1812) y en el del Príncipe (i. ° Junio 1815} volvieron á actuarlos cantantes
españoles, y en castellano se cantó basta 1820.
El 30 de M^o de este año fué cantada La Gasta ¡adra, de Rossini, en
su idioma nativo, aunque todavía por artistas españoles con alguno que otro
italiano. En 1822 vino la primera compañía italiana, con cantantes tan nota-
bles como la Adelaida Dalmani-N^ddí y la Adelaida Sala, que fué luego con-
desa de Fuentes, y en vano los españoles trataron ya de bostener la compe-
tencia: el público sólo quería oír á los príncipales artistas de Italia, y
en 1826 se satisfizo este anhelo con la excelente compañía en que figuraban
la Cortessi, la Corn, la Fabbríca, Montresor, Maggiorotti y Vaccano, bajo la
dirección del eminente maestro y compositor Mcrcadante. <E1 mérito de los
•cantantes, la nueva pompa con que se exornó el espectáculo, lo escogido de
• las funciones que se presentaron, fueron cosas de trastornar todas las cabe-
llas; y llegó á tal punto el espectáculo, que no sólo se les imitaba en el canto,
•sino en gestos y modales: se vestía d la Montresúr, se peinaba á la Cortessi^
>y las mujeres varoniles d la Fabrica causaron furor todo aquel año> (3). Va
no decayó la afición en todo el reinado de Fernando VII. Y no era sólo la
ópera en el teatro: dábanse también conciertos en éste, y en el Conservatorio,
y en las casas particulares; los profesores de canto, y hubo muchos y buenos
sólo en Madrid, no se daban abasto porque infinidad de aficionados y aficio-
nadas lanzáronse resueltamente á emular la gloria de los cantantes de oficio.
Derrochábase la música en las tertulias caseras; en ninguna faltaba el piano
de cinco octavas, reforzado en días solemnes por un vioHn ó por la vihuela,
de que había tañedores habilísimos — el más famoso era Tapia, — y las seño-
ritas cantaban ó ejecutaban, en el sentido procesal del verbo, las canciones de
moda: ; Caramia! ¡A/adre, mmos ofuelos vi. ..I la Vallüre, ó la Ataiaí
Ideas ji costumbres. — Todos los periodos históricos son de transición, pues
la sociedad humana, conservando siempre sus caracteres típicos esenciales
varia constantemente en sus accidentes, y estas variaciones continuas son
causa de aspectos diversos del ser colectivo, que se reflejan en la mentalidad
de los individuos y en las costumbres sociales; pero no cabe desconocer tam-
poco que semejantes cambios son mucho más sensibles y profundos en cier-
tos momentos que en otros, y de aquf que pueda dividirse la historia en eda-
des, épocas y períodos. El conjunto de ideas y costumbres á que llamamos
antiguo régimen es distinto del que caracteriza á la sociedad contemporánea,
y el reinado de Fernando VII fué entre nosotros el tránsito de uno á otro, ó
sea UD período verdaderamente de transición.
Vivía durante todo este periodo elaníiguo régimen como en los tiempos
anteriores; pero combatido por las nuevas corrientes que iban minándole y
destruyéndole poco á poco. Continuaba siendo la religión católica el alma
nacional, por cuanto que la inmensa mayoría de los españoles, no sólo la [Hx>re-
(l) Crinica de ¡a ipera ilaUana ítt Madrio disdt ti aña iJjS halla HUítlreí días, fiarátn
Ímís Carmena y Milláu, cen un prólogo histórico de D. Franeiteo Aitnjo BarbierL MaJriJ, iSjS
(Página 43)-
(3) Ultima represen t>ci A n de ópera Italiaoa en el citado teatro: et 16 de Julio hubo sn>
ópera española, Quien la hace la paga, en dos actos, de Bsleban Criitiani; cd los aSos aDcati-
Toi se dieron en el teatco algunos bailes de máscaras haala el derribo de 1S17.
(3) Artfcalo de Mesonero Romanos titulado La Fitarmoaia, citado por '
ob. cil. (Papua 51).
,, Google
HL<iTORlA DE ESPAÑA 647
•aba sincerameDte, sino que no se avenía á consentir otra en España: nacio-
nalistas habfa muy pocos; libre- cultistas, casi ninguno, y los mismos que sos-
tenían doctrinas ó seguían tendencias políticas contrarias á las creencias
religiosas, ó procuraban disimularlas con hábiles so ñsm as aparentando ser tan
católicos como los que más, ó estaban ellos mismos engañados sobre sus pro-
pias ideas. Frecuentísimos eran los casos de masones, y aun comuneros, muy
devotos fi). Salvo algunas individualidades contadas, la masa de los exalta-
dos era partidaria de la unidad católica. En cambio, la Inquisición y todo
castigo corporal que no fuera cárcel, mulu ó extrañamiento por delito religio-
so, se había hecho aborrecible á los mismos absolutistas al íinal del período:
únicamente los apostólicos se atrevían á sostener esa doctrina, tan encarnada
en el espíritu délos españoles antiguos. También los frailes, tan populares
en otro tiempo, habían dejado de serlo en muchas comarcas, no conservando
su prestigio sino en las familias piadosas; pero las costumbres mantenían su
carácter religioso: se rezaba el rosario en casi todas las casas, y al toque de
oraciones, hasta en el Prado, de Madrid, se paraban los paseantes, se quita-
ban el sombrero los hombres, y rezaban los grupos las tres Ave Marías en
alta voz. Las solemnes funciones de iglesia y los sermones de los predicado-
res de fama eran acontecimientos de primera magnitud en la vida social, y en
la mayor parte de las poblaciones, los únicos espectáculos públicos. Todavía
quedan poblaciones que llamamos Icvílicas, ridiculizadas por Pérez Galdós
en la Orbajosa de DoAa Perjtcta (Plasencia, Astorga, Sigüenza, Solsona, Bur-
go de Osma, etc.); pero en el reinado de Fernando VII, fuera de Madrid,
Barcelona, Valencia, Cartagena, Málaga, Cádiz, Coruña, etc., lo eran todas, y
con harto mayor intensidad que la que ahora lo sea más: hasta Sevilla tenia
ese carácter. En las calles abundaban los retablos, las efigies y las cruces; no
había pueblo sin su Calvario, en que todos los viernes del año rezaban los
devotos el Via Crucis; salía por la mañann el Rosario de la Aurora; en Madrid,
al anochecer, la Jíotufo de pan y hutvo (2), más tarde la del Pecado mortal; en
iglesias preparadas ad koc, como la bóveda de San Ginés, en Madrid, ó la
Santa Cueva, en Cádiz, se disciplinaban los cofrades; la cédula de comunión
pascua] era documento exigido, no sólo á los hijos por sus padres y á los
criados por sus amos, sino á los empleados por sus jefes.
Todo esto no se verificaba ya, sin embargo, en el reinado de Feman-
do VII sin contradicción. Durante el trienio fué violentamente atacado en
muchas é^ sus partes; de 1S24 en adelante, aunque hubo verdadera reacción
en el espíritu público, la oposición, en una ó en otra forma, no cesó. Los
jóvenes de las clases elevada y media en las grandes poblaciones se las
echaban de calaveras y despreocupados. Mesonero Romanos cuenta las bur-
las de que solían hacer objeto en Madrid á los disciplinantes de la bóveda
de San Ginés, ya introduciéndose furtivamente en los ejercicios para descar-
gar sobre los penitentes disciplinazos más violentos que los usuales, ya ensu-
ciándoles la pila del agua bendita, con otras varías diabluras semejantes. Es-
cándalos de moralidad no faltaban; y como el clero secular y regular era tan
(i) No sólo en España, sino en Amírica, San Martín, por ejemplo, que nuncs sí ap«rcft
de la lojña Lautaro, qo se olvidaba de ofrecer í la Virgen de AnCilopo sus bastones de mando
y bOi espadas, 7 en la coronsción de la cilada Imagen recien temen le celebrada eo la Argenti-
na le ha enialiado al veucedor de Moipú como á ano de sus insignes devotos, Bolívar se
confesó edifican temen le antes de morir, j li es(u*o alejado de esle sacramento gran parle de
m nda, no lué seguramente por impiedad, sino por sus extravíos amorosos,
(a) Qae buscaba i los pobres para llevarlos al Refugio y darles de cenar y dormir. Hoy
salen los hirmtmas como entonces; pero van los pobres al Refugio (Corredera Baja) á reci-
D,g,t7cdb/GOOgIC
648 HISTORIA DE BSPAÑA
numeroso, atrayeado las ventajas materiales de su estado á muchos que
carecían de verdadera vocación religiosa, tampoco en su seno. Pero no ba de
creerse que la desmoralización fuese universal: por lo contrario, todo deauD-
cia que tanto en los conventos como en los hogares habla, con las inevitables
excepciones, una sólida base de buenas costumbres, aunque en la casi tota-
lidad de los casos distasen mucho de la ideal perfección cristiana.
En el modo de vivir desarrollábase también esta lucha entre lo antiguo
y lo moderno. Las casas y el mobiliario continuaban en Jdadrid tan pobres
como los vio Alcalá Galiano en tiempos de Oírlos IV, y lo mismo las fondas
y los cafés: el número de carruajes particulares habfa más bien disminuido
que aumentado; pero, con todo y cou eso, notábanse aquf y allá signos ciertos
de la gran transformación que se avecinaba. Las gentes que venían de Paris y
Londres traían, ó utensilios y artefactos antes desconocidos, ó ideas de co-
modidades y elegancias aq'jl no sospechadas. Á pesar de la guerra de la Inde-
pendencia y de los odios que dejó como sedimento, hasta el punto de ser
peligroso para los franceses andar por la calle el 2 de Mayo en Madrid, Paris
seguía siendo ct centro adonde se volvían los ojos en busca de ideas, de trajes,
de muebles, de modas de todo linaje. Ya no comían tas personas de pro á
las doce ni á la una, sino á las tres de la tarde, y en la corte se paseaba por
el Prado, más á pie que en coche, de una á tres en invierno y de seis en ade-
lante en verano.
Viajábase todavía muy poco, si lo comparamos con lo que ahora suce-
de, pero mucho más que en el período precedente. A tas lineas generales
de diligencias, de que ya se ba hecho mención siguieron otras, abrién-
dose en 1828 las de Badajoz, Coruña y Granada; y prueba de que el ne-
gocio de tos viajes se iba aclimatando entre nosotros las competendas
que comenzaron á surgir: en Mayo de 1827 la primitiva Compañía bar-
celonesa se disolvió, formándose dos con sus elementos: la Sociedad de DÜi-
gencias de Cataluña, que tuvo su centro en Barcelona y usufructuaba las líneas
de esta capital á Zaragoza y Valencia, y ta Compañía de Reales diligencias^ de
que era protector el Rey, pudiendo usar en sus coches las armas reales, y
que manejaba las lineas de Madrid á Iiún y á Zaragoza, Galicia, Extremadura
y Andalucía; á últimos det período se estableció la Empresa de caleseros de
Burgos, que hacía el recorrido de esta ciudad á la frontera más económica y
cómodamente que la Compañía. Claro que estos medios locomotivos del
tiempo del despotismo ilustrado nos parecerían hoy, con razón, detestables; pero
entonces significaban un inmenso adelanto, del que tas gentes se hadan
lenguas como de una de las portentosas maravillas del siglo, y por su influjo
se iban rápidamente formando las costumbres modernas. Las familias aristo-
cráticas adquirieron en seguida la de salir á veranear todos los años en las
playas del Norte, yendo tos señores en los antiguos coches de camino pro-
pios de cada casa, y utilizando la diligencia para el transporte de la servi-
dumbre; los viajes al extranjero fueron mucho más frecuentes. Extranjeros
en Espafia se veí in pocos, y esos pocos en Sevilla y en los puertos de Medio-
día y Levante, ingleses todos, únicos que á la sazón viajaban por viajar, pues
tenían malísima fama nuestros alojamientos, lo mismo las fondas de las ciu-
dades que los mesones de los pueblos y las ventas de los caminos, y aúo peor
la inseguridad de éstos, infestados de bandoleros, de los que había algunas
cuadrillas celebérrimas, como la de los siete niños de Ecija en Andalucía, ^-
me el barhudo en Murcia, etc. No ha de creerse, sin embargo, que no fuera
posible viajar por la Península sin tropezar con alguna de esas gavillas: en-
tonces, como ahora y siempre, los extranjeros y los españoles desconteata-
dízos y criticones han abultado nuestros males. Había, sf, partidas de ladrones.
,, Google
HISTORIA DB BSPaSa 64^
y el bandolerismo habitual tuvo tres ¿pocas de terrible recrudecimiento: una
á la conclusión de la guerra de la Independencia, otra inmediatamente des-
pués de la revolución del 20, y otra al triunfar la reacción del 23, siendo es los
tres casos consecuencia inmediata de las mismas guerras; pero los Gobiernos
hadan compromiso de honor acabar con los salteadores de caminos; dedicaban
á este servicio laa tropas de linea, las cuales escoltaban las diligencias en los
parajes peligrosos, v. gr., Sierra Morena, y pers^ufan sin cesar á tos bando-
leros, que eran ahorcados en cuanto caían en manos de sus perseguidores.
Ha habido ¿pocas en tiempos posteriores en que han sido más frecuentes
los casos de bandolerismo, v. gr., en 1868 y 69 los secuestros en Andalu-
cía, y en varias los atracos en los trenes.
Cd 1829 empezó á hablarse de la maravillosa invención de los ferroca-
rriles, que tras varios ensayos más ó meaos felices habían cons^uido per-
feccionar y poner en práctica aquel mismo año Jorge y Roberto Stephenson
en Inglaterra. La primera nación que tuvo la dichosa ocurrencia de aplicar
en grande et descubrimiento construyendo una red general de camíaoi de
hierro, fué Bélgica. En cuanto triunfó en Bruselas el movimiento separatista
contra Holanda, el Gobierno provisional llamó á Roberto Stephenson y te en-
calcó los trabajos de construcción, que se llevaron con tanta rapidez, que en el
primer aniversario de la Independencia (1831) inaugurábase ya la línea de
Bruselas á Malinas. No anduvo perezosa España en adoptar tan gran adelanto,
pues en 28 de Marzo de 1830 se publicaba una Real orden «concediendo i
>D. Marcelino Calero y la G}mpañfa que ¿I forme privilegio exclusivo por
■ término de veinticinco años para la construcción de un ferrocarril de Jerez
de la Frontera á Sanlucar, pasando por el Puerto de Santa María y Rota. > El
Rey se declaraba protector de la Empresa, nombrando jMtB conservador de
la misma al capitán general de Andalucía. No tuvo buen éxito esta tentativa;
pero el deseo de tener ferrocarriles no desapareció. Mesonero Romanos, en la
descripción de su viaje á Bélgica, publicada en &l SonaHoriú Pintoresco Espa-
iH>l{i), después de ponderar las comodidades de un viaje en tren, declara que,
á su juicio, y contra el de muchos en España que no sabían dónde les apretaba
elzapato, jamás llegaríamos á disfrutarlas aquí, porque las desigualdades de ni-
velen nuestro territorio y las ásperas sierras que to cruzan en todas direccio-
nes hablan de hacer imposible siempre la adaptación de tal progreso en nues-
tro país.
Volviendo á la vida urbana, apuntaremos que también tenia grandes
deñciencias comparada con nuestra época: sus sobresaltos y quebrantos no
flojos, dimanados, ya de los espantosos incendios, no de casas, sino de man-
zanas enteras, que no podían ser combatidos como ahora por falta de ade-
cuado servicio (2), ya de las inundaciones que producían los fuertes agua-
ceros ó, mejor dicho, la imperfección del alcantarillado (3), donde lo habla; ya
del nauseabundo hedor de los retretes, efecto de esa misma imperfección ó
(i) El vüjc fuC ea 1833-34; pero el Stmaaarii no empeid á pnblicane haica 1836. Des-
pués publicA Mesonero U relación ea tomo ap&rte, pero saprimiendo y modl&ondo fe primi-
li»». De lo suprimido es lo que se refiere en d texto.
(3) En U Doctie del 17 Abril 1S15 incendióse toda ana meniana (17 casas) en 1k Puerta
del Sol. En 1831 cred en Madrid D. Manuel M. de Goyri la primera CompKaia de s»uroi con-
tra Incendios. Ea Cádiz la generación nacida en el reinado de Fernando VK recordana con es-
panto un incendio en que todoi los Tecinas, agaiTadoi í las rejas como.í nnai parrillas, perecie-
toQ abrasados i la vista del público, sin que hubiera manera de librarlos de tan horrible muerte.
(3) Focos días deipats del reterido incendio habo en Madrid una inundación casi eene-
ral de tiendas, esubtecidas la majrorfa en covachuelas sobtetraDeas, con pérdida grandísima
para el coineiclo.
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650 HISTORIA DE ESPAÑA
ausencia (t); ya de la falta del alumbrado, que hacia casi imposible el tránsito
nocturno (3); ya de la manera como se efectuaba entonces la limpieza (3) y
se distribuían las carnes (4]; ya de la licencia que tenían los vecinos para
convertir la vía pública en corral, tropezando á cada paso el transeúnte con
cabras, corderos, cerdos, pavos y gallinas que escarbaban en la basura; ya
de la insuficiencia del agua potable, que en los veranos de sequia llegaba á
ser angustiosa y carísima escasez; ya de las bromas pesadas ó burlas de los
jóvenes, especialmente los estudiantes, entonces mucho más guerreros, albo-
rotadores y calaveras que al presente (3); ya de las insolencias de la gente de
bronce (manólos, chisperos, etc.)> engreídos á la sazón por la gracia que
habían hecho á todos en el reinado de Carlos IV, y de que adn quedaban
grandes vestigios, y por las adulaciones de que eran objeto por su adhesión
á la causa nacional en la guerra de la Independencia, y después al Rey abso-
luto en las luchas políticas; Snalrocute, de la inseguridad personal dentro de
las poblaciones, donde eran frecuentes los atracos y las riñas, aunque de
estos últimos males sería muy aventurado creer que hayan disminuido, al
menos en la proporción que suponen los optimistas de la edad presente.
La moda de la tnanoUria madrileña, de que los saínetes de D. Ramón de
la Cruz, más que reflejo fueron causa, y que inñciooó más ó menos á la ju-
ventud aristocrática de los primeros años del siglo, sin excluir al mismo rey
Fernando VII, decayó mucho en el reinado de éste. Hubo todavía heroínas
manolescas, como Pepa la naranjera, que tenía su puesto en la esquina de la
calle del Prado con la del Príncipe, y cuyos dichos eran reídos y celebra-
dos eo todo Madrid (6); pero el culto á la gente ordinaria fué declinando
sin cesar, en parte porque los liberales, no hallando calor en ella, despreciá-
ronla y denostáronla con los apodos de plebe, populacho y vil canalla, que
reservan los partidos para el pueblo cuando no les es adicto, y en parte por
el creciente influjo del extranjerismo parisiense y por la afición á ta música
clásica y á la literatura romáatica. A las giras de campo, alas meriendas, alas
francachelas al aire libre sucedieron las tertulias caseras, en que se hacían jue-
gos de prendas, se jugaba á la lotería, se tocaba el piano y se cantaban ro-
manzas sentimentales. La aristocracia no daba entonces reuniones — las frases:
abrir sus salones, quedarse en casa la señora, etc., no tenían aún el sentido
que adquirieron mucho después — y sólo por Carnaval habla bailes aristo-
cráticos, no en ninguna casa particular, sino en la denominada de Traslamara
(calle de Isabel la Católica), donde había grandes salones revestidos de gro-
|l) Ed Madrid los relretes estaban en los poit*]
aeuntes los utilizaban. Habfa poios negros, qoe liinpi
de Sabatini.
{2) Donde lo habla, como en Madrid, era lan escaso, que no excusaba el empleo de ta
linterna para salir á la calle,
(3) En Madrid, por ejemplo, los vecinos vaciaban la basura en medio de la calle, rslli
eran recogidas — ¡dos veces á la semana! — poi los barrenderos de la villa.
(4) A lomo de caballerías, que las llevaban al descubierto.
(5) Refiere Mesonero que en cierta ocasián lleearon en una verbena i robar una mn-
jer que iba con su marido. La salida nocturna de los alumnos de la Acadeinia de Sao Feman-
16) D. Diego deBiezma y Fonseca, caballero muy aludido y extranjerizado por complíio
en su traje, maneras, y hasta en el acento, pasó por el puesto on día de lluvias, y para do dhd-
cbarse en el arroyo, pidió permiso para hacerlo por dentro, diciendo finamiiile á Peps: •í Itf
ptrmile usté icharvn pieit, "Per mi— coj¡ttsl6 Pepa — «*íííjíí úiíwjj/ímiw ÍBj™o/rii.» Invita-
da Pepa, que era muy giiapa y nada austera, por el (jiiTegidot para hacer de aííio A/ O/in^' tu
UDO de los carros alegóricos que salieron cuando la jura de Isabel Íl,coDttst6:lj1vtMariifii-
rinma,!iíñBria!¡Esai eirimanias ne ¡on propias d€ gitttts de honor! Vao replicándole el Comgi-
,,CoogIc
HISTORIA DB BSPARA 65 1
téseos y follajes, y con fuentes en el centro, elemeatos preciosos para
combinar con el profuso alumbrado y ricas cortinas una decoración digna de
Las mii_yimaHOCÍts.l-os^ñstócratas,Í0TTanndo sociedad recreativa, celebraban
allí á escote los referidos bailes, á que asistían los Reyes é Tufantes. A semejan-
za de esta encopetada organizáronse otras sociedades con el mismo fin, alguna,
como la que daba sus bailes en las casas de Abrantes, que era honrada con
la présemela, si no de tos Reyes, de algún Infante y muchos Grandes. El coro-
nel D. Pablo Cabrero era dueño de la Platería de Martines, y en su magnifico
salón, capaz para 800 personas, daba de vez en cuando suntuosas fiestas. Lo
mismo otros particulares en casas más modestas. La : fición á bailar se gene-
ralizó entre los jóvenes elegantes, denominados lechuguinos, y hubo varias
academias de baile muy acreditadas, como la de Belluci y la de Besuguillo.
Tampoco faltaron sociedades ~ e&pecie de clubs á la inglesa — de gente
joven toda masculina, sin otro objeto que divertirse, y se hizo célebre
la de Los Caballeros de la Cuchara, instituida por D. Satusiiano Olózaga,
de menos de veinticinco años á la sazón, guapo mozo que en los combates
propios de su edad sabía hacer ondular con gracia los rizos de su cabellera
y sacar partido de sus expresivos ojos, asf como de su extraordinaria elocuen-
cia no exenta de malignidad traviesa en la conversación. Los Caballeros de la
Cuchara se daban opíparos banquetes en las fondas de Genieys ó de la Fon-
tana de oro, alquilaban caballos para cabalgar juntos en lucido y bullicioso
escuadrón por la Moncloa y la Casa de Campo, y solían asistir, siempre jun-
tos, i. los teatros del Principe y de la Cruz. Documentos que no ha visto, pero
si vislumbrado, el autor de este libro permiten sospechar un caso raro en la
alegre juventud de D. Salustiano: que se enamoró de verdad de una señorita
de familia decente y modesta, á la que ofreció con todo el ardimiento propio
de su carácter y años corazón y mano; pero fué desdeñado porque aquella
joven quiso meterse monja, y lo hizo contra viento y marea de su familia, á
la que no parecía mal el enlace con Olózaga, mozo de indiscutible talento
y grandes esperanzas. No por eso desistió el desdeñado amante, y durante
muchísimo tiempo persiguió á su ingrata Dulcinea, sin duda con laesperanza
de hacerla salir del convento, y aprovechando para perseguirla su posición
y tas circunstancias políticas que siguieron á la muerte de Fernando VII. La ra-
reza de este caso es que la señorita tan amada como perseguida por D. Salus-
tiano Olózaga fué Sor Patrocinio, tan célebre después en el reinado de IsabelII.
Espectáculos públicos. El teatro.— \ a &^ ha indicado de él lo suficiente;
pero queda por decir de los actores. Refiere Alcalá Galiano que Maiquez, por
haberse dejado ablandar por los halagos de José Bonaparte y de las autori-
dades afrancesadas representando en su virtud en Madrid durante la domi-
nación del Intruso, se atrajo dura persecución en 1 8 14, y hasta el odio perso-
nal del rey Femando (i). Nada dice Mesonero Romanos en las Memorias de
un setentón de semejantes persecuciones ni odio, y eso que, como buen mili-
ciano del año 20, recoge con cuidadosa delectación cuanto puede oscurecer
los períodos absolutistas y alumbrar el liberal {2). £n cambio, cuenta que los
primeros años de la reacción fueron para Maiquez el cénit de su carrera, in-
terviniendo también como director de escena en la reforma que tuvo enton-
ces la parte material del teatro, tanto en decoraciones como en vestuario. £1
público estaba entusiasmado, electrizado con su artista favorito; en 1818 sufrió
(I) Ktcutrdoi.-Vm.
(3) y. gr., atríbu^rendo ti período conititucional (pdt;. 349) el estableciniicnto de lai Lí-
ntai gmtralís di Diligeneiai, cuando, legliD coDita eo el texto, Isd iinponaiKe mejota es de lot
periodo» abiolatútas de 1814 á 30 7 del 33 al )j.
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632 HISTORIA DE VSPlífiA
Maiquez una enrermedad de muerte, y el pueblo madrileño se interesó ex-
traordiDanamante por el y le tributó la mayor ovación que se habia hecho
hasta entonces á ningún actor — la primera en que se arrojaron al escenario
coranas, palomas y versos — cuando salió á la escena restablecido y, repre-
sentando la tragedia Nina II, dijo estos versos, tan apropiados á su situación:
¡S(, guerreroi; al Ciclo me ha MÜvadoI
iNaevo doo ei el alie qae respiro
De tu iiiniea$a bondad, . . .
La persecución vino este mismo año de 1818, y fué por la desobedieocia
y altanería con que se opuso á poner en esceaa Ij>s treí iguaUs, de D. Javier
de Burgos, á pesar de ta orden expresa del juta cmuervador de teatros y
corregidor D. José Manuel Arjona. Maiquez fué desterrado á Ciudad Real;
pena incoucebtble por semejante falta en nuestro tiempo, pero leve para lo
que se usaba en aquella época. Maiquez alcanzó su postrer triunfo con iDOtivo
de su destierro: el público reunido delante de su casa en la calle de Santa
Catalina prorrumpió al verle partir en un gnto de indignación, teniendo que
intervenir la fuerza pública para imponer el orden. El gran actor fué á Ciudad
Real, y después á Granada, donde perdió primero la razón, y después la vida.
En Cádiz, poco después de haberse levantado el sitio por los franceses,
pero estando allf todavía el Gobierno y las Cortes, empezó á brillar Guzmán,
actor gracioso ó cómico que diríamos hoy, que fué el de punta en el reinado
de Fernando VII; <la taila de salvamento de las compañías^ el etuattto del pií-
blicO'¡ como ha escrito Mesonero. En plano inferior ñguraba la Antera Baus,
la primera actriz de la época, que hacía muy bien las obras de Tirso de Mo-
lina, á que el pueblo y el Rey eran muy aficionados (i), y no menos la tra-
gedia clásica y cuanto se representaba entonces. Los demás actores de la
época, si hemos de creer á los contemporáneos que más bien suelen exagerar
que deprimir el mérito de los que los distraen y divierten, no pasaban de
medianías, aunque algunos gozaron de gran favor con el público, y otros ha-
blan de alcanzarlo más tarde; v. gr., Valero, á la sazón en los comienzos de su
larga carrera. Al Conservatorio, inaugurado en 1830, acudieron muchos discí-
pulos úc declamación; entre otros, los hermanos Romea fjuhán y Florencio) y
Mariano Fernández. El primero dio gallardísimas muestras de lo que habb
de ser, representando como alumno en las festividades de la escuela. Feman-
do VII le vio hacer una piececita titulada £/ Testamento, y dijo á los que le
rodeaban: E^te muchacho empieza por donde otros acaban.
Los toros. — Fernando VII pasa para muchos por un rey esencialmente
taurómaco, y, en efecto, gustaba de presidir las corridas en Madrid, y se reía
mucho cuando el público le gritaba desaforadamente: ¡No lo entiende usted
También en su reinado fué creada una Escuela ¡A tanromaqnia, que ba servido
de argumento repetidfsimo á la oposición liberal postuma que se le ha hecho.
La verdad histórica es, sin embargo, que al ser restaurado en 1814 una de las
primeras medidas de su absoluto poder fué prohibir las corridas de toros, res-
tablecidas por los franceses, ó sea restaurar en este punto la legislación
vigente en 1808. Las corridas no se permitieron hasta 1815, por virtud de
repetidisimas instancias de la ajición y de los que viven de ella; v, gr., los
ganaderos de reses bravas.
(I) D. Dionisio Solía h¡io 1
Morclo, RoJHi, MontalbáD, etc.. q
escoyla siempre una obra de Tirs<
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HISTORIA DB ESPaRa 653
En aquel momento no andaba muy bien de diestros la ñesta tau-
rina. Pedro Romero (i) estaba retirado, y Jerónimo José Cándido (z), viejo
y en plena decadencia, aunque reconociéndole todos su indiscutible
maestría; pero no tardó en alzarse una estrella de primera magnitud, Ctirro
GȆU* (3), el cual, ya conocido en el periodo anterior, habla vivido en
Portugal desde la prohibición de los toros en tiempo de Carlos IV, y se pre-
sentó en 181 5 con la aureola patriótica de no haber toreado para complacer
á Pepe Botellas y sus gabachos. Tuvo suerte, porque nadie podía hacerle
sombra en aquella época. £1 único que hubiese podido hacérsela, el gitano
Tragahukés (4), fué apartado del redondel por terrible y romancesca tragedia:
tal fué que al volver á su casa después de una de sus campañas taurinas sor-
prendió á su mujer, que era una gitana guapísima y famosa cantaora, en bra-
zos de un acólito de la parroquia, á quien llamaban Pepe ellistiÜo. Despavo-
rido Pepe, salió corriendo de la estancia, y no halló mejor escondite que una
tinaja, donde se zambulló, y fué alcanzado por el furioso gitano, que le dego-
lló allí mismo. En cuanto á la hermosa y culpable cantaora, fué cogida por el
marido y arrojada á la calle, estrellándose en el pavimento. El pobre Traga-
buches, una vez cometidas estas atrocidades, que en un jurado de nuestros
dias probablemente hubieran sido absueltas, á que nuestros tribunales de
Derecho habrían impuesto la pena mínima señalada al marido que sorprende
á su mujer y al cómplice en flagrante adulterio, y que aun en aquellos tiempos
habría encontrado mucha misericordia en la justicia, ya que el concepto
calderoniano del honor conyugal reinaba entonces en todos los corazones es-
pañoles, y podían cometerse adulterios, pero la opinión general rechazaba
con indignación este delito, se ofuscó, y no discurrió otra cosa que irse con
la cuadrilla de Los Niños de Écija y hacerse bandolero. Se dijo que el mismo
Tragahttckes compuso — ó quizás fuera un ignorado poeta popular en su
nombre — aquella copla que reza:
Una mujer loé la causa
De mi peidiciún primera:
No hay perdición en d mundo
Qae por mnjcreí no T«ngB (5).
siendo el primero qae mató con muleta, en Ronda (ij AgoiCo 1753). Sn hijo Jnan, nacido
igualmente en Ronda (1733J, y, como sa padre, upalero, toma ta ailemalivi en 1754, y lleeú i
la prodigiosa edad deciento dos años; hijos deJuanfueroD:Pedro, citado en el texto, qae eclipsó
i su padre; JoU, que murió de enrermedad en 1S05, 7 Antonio, que molió de cogida en la
plan de^íranada (5 Mayo 1803). Los Romero ion considerados como los patriarcas del toreo
á pie en EapaSa. ó sea que Francisco fa£ el primero que mató con espada; pero algunos escri-
tores taurínoi atribuyen eslBgloria, si lo es, al sevillano FíIík Palomo. Elle turo un hermano —
Manuel— valiente diestro como éh ambos parece que se retiraron de lalldiahacia elaBo 1770.
(3) Nacido en Chidana (S Enero 1760), hijo de un gran matador del si^lo xvin:Josó Cán-
dido heredó ana buena fortuna que se gastó alegremente y tUTO que dedicarse al toreo para
TÍrir, dándole la alteraaliva Pedro Romero en Sevilla (35 Octubre 1S03). En l8ia contrajo noa
enfermedad que le obligó á retiráis* de la lidia; y como no tenia nn coarto -- era el lipo del
torero juirguista y manirroto — hnbo de soUcilai un destinillo en el Resguardo de Sanldcar
de Barrameda. Apenas repuesto, toItíó i las plazas, teniendo ya cincuenta y cinco años, y
toreó mal que bien otros quinee.
(}| Se llamaba Francisco Herrera y Kodtlguei, nació en Utrera {13 Octubre 1775]. Le dio
Ib altEtnalin en Madrid Jerónimo José Cándido J1796).
(4) José UlIoB, según unos escritores, de Ronda, yseg&n otros, de Arcos de la Frontera, ya
en iSoí Rutaba matando en la plaza de Madrid con Pedro Romero.
{%) £1 trágico caso del Traga&ucht! es referido por lodos los historiadores del toreo, de la
misma forma en cuanto al fondo del adulterio y muerte de los adúlteros, con variames múlti-
ples en los accidentes y pormenores. Algano pone en duda el haberse ido Tragabuchit con
Let NiltBt dt Ecija. Suceso que impresionó mucho en Andalocfa, ha debido de ser modificado
y ampliado por la imaginación popular.
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654 HISTORIA DE ESPAÑA
Campeando solo Curro GuiUiíty y teniendo condiciones excepcionales
para su arte, no es de maravillar que fuera el ídolo de la afición en todas las '
comarcas de España. Hasta entonces los diestros estaban agrupados en dos
escuelas: la randeüa, que segufa la tradición de los Romero, y la semllama,
que tenía por modelos á Costillares (i) y PepeHilh (2). Curro Guillen fué un
sabio ecléctico que, prescindiendo de estas distinciones, daia, como diré on
historiador taurino, d cada toro lo que pedia. Por desgracia suya y de los aficio-
nados, murió en la plaza de Ronda en la tarde del 30 de Mayo de 1820; y se
cuenta que tuvo la culpa un espectador, apellidado Mampedi, enemigo suyo, el
cual le gritó: Señor Curro, id que tto se atreve usted d recióir ese toro} Picado el
maestro en su amor propio, recibió al toro, y fué enganchado por el muslo y
lanzadocontra los tabterosjQué cosas tan bonitas y delicadasse ven en los toros!
A la desaparición del gran maestro siguió un período en que ninguno de
los matadores de cartel alcanzó universal renombre: Manuel Alonso, el Cas-
tdlano, Juan Niinei, Seutintientos, VrancKcn Hernándcií, í/ Bolero, José An-
tonio Badén, Juan Jiménez, el Morenillg, Luis Ruiz, Juan León, Leoncillo.
Francisco González, Pachán, Roque Miranda, Rigores, Manuel Parra, Manuel
Lucas Blanco, etc., tuvieron cada uno sus amigos y sus adversarios, sus bue-
nas y sus malas partes, sus días felicesy desgraciados. Ninguno llegó á ceñir
la corona de la monarquía taurina; todos reconocían como á un patriarca reti-
rado al viejo Jerónimo José Cándido, el cual dirímla sus diferencias, los arre-
glaba y distribuíael trabajo, etc. Loque no pudo evitar el bueno de Jerónimo
fué que las cuestiones políticas agriasen las competencias taurómacas: el Som-
brerero era un absolutista furibundo, y Leoncillo, liberal muy avanzado. Según
predominaban en el público los de uno lí otro bando, eran los diestros alter-
nativamente aplaudidos ó silbados, sin consideración á la faena realizada por
ellos en la plaza (3). Liberal de acción fué también Rigores; tanto, que en 1823
se le desterró de Madrid. Acudió al Rey, y éste le indultó completamente, con
lo que pudo volver á su ruedo favorito. Realista, en cambio, Lucas Blanco,
al que aus ideas llevaron al crimen, y le costaron la vida pocos años después
de la muerte del rey Fernando (4).
Varías desgracias ocurridas en estos años de decadencia, y la decadencia
misma det espectáculo, hicieron concebir la idea de establecer una escuela de
Tauromaquia, como se hizo en Sevilla, por Real orden de 20de Mayo de 1830.
Fueron nombrados director Pedro Romero, y segundo, Jerónimo José Cándi-
do (5); concediéronse diez becas para otros tantos alumnos numerarios,
(i; Nació en SíTÍIlaii743). Mario de enfermedad en Madrid (17 Enero 1803). '
(3) José Delgedo./Vf-^/Zo, nació en Seritla (Mano I754l,segdn ha arerignmdo el doctor
Thebaisen. Discípulo de Costillares. Fui cogido en Madrid (II Mayo 1801). Ed el libio Antt-
íe¡üii¡í¡ folilicoi ¿e rSoS, del míiqaéi áe heina, hay mencionada una carta de María Laisai
Godoy i la sazón en la Guerra dt ¡as naranjas, expresando la profunda impresión qae le causó
aquella desgracia.
(J) En 1832, ¥ [oreando ya Montes, el público, compuesto de liberales en su mayoiia.
tiató cruelmenle al Scinbrercri}. No bien acabó la corrida, tomó el diestro el camino de li
Granja, y se quejó á Fernando Vil de la injusticia de que era víctima por considerarle realista.
El Rey Je oyó sonriendo y prometió hacerle justicia. iCual no seria la sorpresa del infelii cuan-
do á los pocos días recibió una orden prohibiéndole (orear en Madrid! Este desengaÜo le
apartó de la profesión retirándose á Sevilla, donde habla nacido en 17S3, y vivió hasta iS6a.
Marii^ en el Hospital.
(4) En la noche del iS Abril 1337, en un colmado de la calle de Fuencarral, trabóse de
palabras por la cuestión política con un miliciano nacional apellidado Ctcspo de los Reyes;
acaloráronse los ánimos, y salieron ambos desafiados A la calle, teniendo Crespo en el (u-
cuenlro la desvenlnri de perecer; su matador la tuvo de morir en el patíbulo (9 Nonembre del
mismo año). Hoy hubiera pagado con algunos años de presidio.
15) Al hacerse los nombramientos se prescindió de Romero, i la sazón retirado en Roa-
da pero Él elevó al Rey un memorial exponiendo sus servicios, y luí atendido.
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HISTORIA DE ESPAÑA 655
3da una de 2.000 reales. {Cuánto se ha censurado eata disposiciónl Y, efecti-
vameotc, es un tópico muy aparente eso de decir; ¡Á la vez que se cerraban
las Universidades se creaba una Escuela de Tauromaquial Como tema para un
artículo 6 gacetilla de periódico, ó como pase de efecto en un discurso de opo-
sición, no está mal; pero elevar este fuego de artificio i la categoría de axio-
ma de critica, histórica, como tantos han pretendido, es una injusticia y una
toBteHa. Se cerraron tas Universidades durante dos cursos por cuestión de
orden público, que autoriza ó, mejor dicho, obliga á cerrar todo lo que sea
menester; pero un rey como Fernando Vil, en cuyos períodos de poder
absoluto se crearon las primeras escuelas de Agricultura y las primeras es-
cuelas de barrio eu Madrid, el Conservatorio de Artes, cl de Música y Decla-
mación y el Museo del Prado, se reformaron los estudios de la Academia de
San Fernando, á cuyas distribuciones de premios asistía todos los ailos, y se
dio el Plan general de Enseñanza de 1824, bien pudo establecer una escuela
de Tauromaquia, sin merecer el samienito que esa despreciable sandez lleva
dentro. Pero es, además, que esa escuela estuvo muy bien establecida. Que
las corridas de toros no son una fiesta civilizadora ni ediñcante y que con-
tribuyen á nuestro retroceso, tiénelo por indudable el autor de esta Historia.
Fernando Vf! no debía de andar muy lejos de la misma opinión, cuando las
suprimió de rafz en 1814; pero si ha de haber corridas, como en aquella época
y en ésta quieren tantos, que haya una escuela donde se aprenda á lidiar y
matar toros con arte, y que no se dé más el espectáculo de esos desventura-
dos que, huyendo de las cúntds del hambre, se lanzan á las del toro sin condi-
ciones y sin preparación adecuada.
La escuela de 1830 duró muy poco tiempo, y sacó, sin embargo, grandes
discípulos. De allí salió Francisco Montes (Pagniro) (i), que tomó la alterna-
tiva en Madrid, dada por el Sombrerero (7 Mayo 1831), y cuya fama creció tan
rápida é intensamente, que los mismos matadores antiguos le cedían espon-
táneamente el primer puesto convencidos de su inferioridad (2).
Y aquí ponemos punto á la historia del reinado de Fernando VII, el pe-
•-iodo más importante para la generación actual, pues señala cl cambio entre
;1 antiguo y el nuevo régimen, y contiene cuanto, plagiando á Taine, pode-
.-nos llamar los orígenes de la España contemporáiua. Aquí concluyen también
los tiempos históricos propiamente dichos; los que corren después son ya Nues-
tros días {3), de los que damos á continuación unos breves Anales.
(1) Núió en CbicJana (15 Boero iSoj). Sa padre, administrador de dd titulo, Agaraba
en la burgaeiia bien acomodada del logar, y dio i todos bdi hijoi carreras deceoles. Paso á
Paqaíio en la esencia de an respetable sacerdote, que era la mejor de Chiclaaa; pero el chico
le escapaba del aala J de sn casa para Irse al Matadero ó al campo, eo basca siempre de toros
que capear. Jerónimo Josí Cándido, qoe poda apreciar sus condiciooes, le concedió beca en
la eicaela de Sevilla.
(l| La biblioerafía lamina es copiosísima. Basle ciUr aqal el Diceionarie, de D. José
Sinchez Neira; la Taurgmagaia, de D. Leopoldo Vázquez 7 D. Leopoldo Ldpeí de Sai; Lat
(orriJai de tont, por D. K. S. de A.; /iroüVí laurine (anónimo), etc.
(3) Título de otro libro de la Cata Calleja, que se publicará en breve, precedido de
¿a épffca át Gíja, amboi del autor del presente, y que contienen la historia contemporánea,
no sólo de España, sino de todas las naciones hispan o-aroericanas.
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ANALES CONTEMPORÁNEOS
Salcedo, HiSTORU DE EspaRa
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ANALES CONTEMPORÁNEOS
Aiío iSj^. — Al morir el Rey el ministerio estaba constituido del modo
siguiente: Estado, y puede añadirse que Presidencia, Cea Bermúdez; Gracia
y Justicia, D. Juan Gualberto González; Hacienda, D. Antonio Martínez;
Guerra, é interinamente Marina, general D. José de la Cruz; y Fomento, Secre-
taría creada en 1832, el conde de Ofalia que en los primeros días de la Re-
gencia íaé reemplazado por D. Javier de Burgos.
El 3 de Octubre estalló la gturra de los siete aHos, alzándose por D. Car-
los el administrador de Correos de Talavera de la Reina, D. Manuel González.
Casi simultáneamente las Provincias Vascongadas, parte de Navarra y Rioja;
y Castilla la Vieja, Aragón, Cataluña, Valencia, y hasta Castilla la Nueva y la
Mancha llenáronse de partidas. £1 Gobierno procuraba dominar el conflicto
desarmando á los voluntarios realistas en Madrid (27 Octubre) y otras pobla-
ciones, movilizando las tropas para perseguir á los levantados— Sarsñeld con
una gruesa columna ocupó á Bilbao, y pareció someter á Vizcaya — y fusi-
lando sin piedad á cuantos carlistas calan prisioneros {\), pero todo en vano.
Zumalacárregui fué reconocido por los jefes carlistas de Navarra (14 Noviem-
bre) como general, aunque los habla de superior graduación militar. Desde
Portugal D. Carlos, dirigió manifiestos á la nación y al ejército (i.° y 4 de
Octubre y 4 Noviembre).
Inglaterra y Francia apresuráronse á reconocer á la Reina. Negáronse á
ello las Potencias del Norte, y el Papa (Gregorio XVI) (2), que, como soberano
temporal estaba bajo la influencia de Austria, tampoco lo hizo, aunque no
retiró el Nuncio, y quiso adoptar una situación neutral entre los contendien-
tes. Para vencer esta resistencia y desvanecer los recelos de muchísimos rea-
listas que andaban todavía vacilantes entre D. Carlos y D.' Isabel, Cea hizo
dar á la Reina Gobernadora el Maniñesto de 4 de Octubre, en que se prome-
(l) El 14 de Octubre lo fat en Pamplona el general D. Sanios Ladrón. ReiisliAie á lerlo
par la espalda, como (raidot; pero al rer lo inútil de la resistencia dijo; Moriré tomo usUdts
^Kttran; mas no por tso empañará mí nombn el baldón de traidor* Sanios Ladrón siempre ha
sido catttiiere.
(al Aun antes de la muerte del Rey, haila yo oído al Sanio Padre exf resane en termiiiói
de mueka duda acerca de la legUima sucesión del trono. (Oeipacbo de Labrador, 19 Octabre).
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66o mSttttlA DB BSPAÍÍA
tfa mantener e» todo su oigory fuerxa la Religión ji ¡a Monarquía; y para con-
tentar á los liberales hizose absoluta la amnistía y se declararon válidos los
contratos entre los poseedores de mayorazgos y los compradores de sus fin-
cas, que en 1824 bablan sido declarados nulos. En Madrid y en todas las pobU-
Clones importantes los antiguoB exaltados, aiectando gran entusiasmo por
Isabel y Cristina, gritaban contra el Papa y el clero. Empezaron á publicarse
periódicos políticos. D. Antonio Pérez de Tudela reorganizó el Gran Oriente,
desapareciendo entonces las reliquias que aún quedaban de la Sociedad de
los Comuneros. Contra Burgos se hizo una sañuda oposición de mala ley coa
pretexto de las relaciones que había tenido en el periodo precedente con el
banquero Aguado. Varios generales de procedencia realista, pero que habían
modificado sus opiniones, se pusieron en frente del Gobierno. Quesada, con
una dura exposición al ministro de la Guerra, le obligó á dimitir, reempla-
zándole Zarco de Valle (l). Llauder mandó desde Cataluña, y la hizo publicar
en los diarios de Uarcelona, otra exposición pidiendo la inmediata convoca-
toria de las cortes del Reino; á los pocos días hizo lo mismo Quesada desde
su capitanía general de Castilla la Vieja. Los embajadores de Francia ¿ In-
glaterra laboraron también contra Cea, por tener contraídos compromisos con
D. Miguel, el rey de Portugal, adversario de D.^ Matfa de la Gloría.
Año 18^4. — Las causas apuntadas producen la crisis, y el 1 5 de Enero
se forma el nuevo ministerio: Estado, Martínez de la Kosa; Gracia y Justicia,
Garelly; Hacienda, Aranalde; Marina, Figueroa, y quedando Zarco y Burgos
con sus anteriores carteras. En Hacienda entró poco después Imaz, y en
Junio el conde de Toreno (2).
El 17 de Abril hrmó la Reina el Estatuto Real convocando las Corles
generales del Reino, que habían de componerse dedos estamentos: el de /ríí«-
res (arzobispos y obispos, grandes, títulos, propietarios, etc.) y el de pro-
curadores (elegidos por tres años). Las Cortes sólo habían de deliberar sobre
los asuntos propuestos por el rey ó para formular peticiones á éste. Abrié-
ronse los estamentos el 24 de Julio. Los proceres se manifestaron ministeria-
les; pero en los procuradores predominó el elemento exaltado que hizo votar
una peticián adicionando el Estatuto con una declaración de derechos (libertad
individual, de imprenta, inviolabilidad del domicilio, igualdad ante la ley
propiedad para los empleos públicos y creación de la milicia nacional). Ambos
estamentos excluyeron de la Corona á D. Carlos y sus descendientes. Martí-
nez de la Rosa había intentado desarmar á la oposición exaltada con medidas
anticlericales: prohibición de proveer vacantes eclesiásticas {26 Marzo); de
admitir novicios en los conventos (26 Abril); el 16 de Junio dio el chusco
decreto suprimiendo la Inquisición ¡que estaba suprimida desde 1820I
El desbordamiento de la prensa iba creciendo. Se fundó El Eco del Co-
mercio, órgano de los exaltados (3), en oposición á la Revista Española, pri-
mera publicación moderada que salió al palenque (4). Bretón de los Herreros
hacía política festiva en los periódicos, fustigando en verso á los curas, á los
frailes, á Don Carlos y á la Santa Alianza; también se metía con los exal-
(0 D. Amonio Ramán Zarco del Valle nació en la Habana (Jo Majo 1785). Dislingiiida
oñcial de Ingeniero!, hizo tas principales guenai de lu liempo. Del 10 al 3} laí sobsecntarn
de (¡uerra.jefe político de Barcelona, comandante general de Aragón, gobernador militar de
Madrid, embajador en Londres y jefe de Estado Mayor del ejtrcito contra los franceses. Ei(>-
ba de cuartel al ser llamado al Ministerio.
I2t Bn^o* planteó en el primer consejo la coeslión de qae debía de ser presidente nato
délos ministros el de Estado, y por eso se conñiiú i Martínez de la Rósala presidendilitolu'.
<3) Duró hasta l!t4C|. Fueron sus prici pales redactores Fermín Caballero, [znaidi.Joaqain
M. López y Mateo Ayllón.
(4I Kedacuda por Carnereio, liiimaldi, Alcalá CaUano, etc.
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HISTORIA DE ESPAÜA 66l
tados, pues disparaba desde los diarios de la otra banda. Lo mismo, pero con
más cáustica intención, bacfa Larra, sin abandonar por eso la critica literaria
y de costumbres. La recién organizada masonería movíase con gran activi-
dad. Unos exaltados recién venidos de la emigración establecieron La Isa-
Mina (i), de que fueron alma D. Juan Olaverría y D. Eugenio Avinareta (2),
en que entraron personajes como el viejo Calvo de Rosas, que habla sido de
la Junta Central en 1808, Romero Alpuente, etc., y que urdió una cons-
piración que debía estallar el 23 de Julio para derogar el Estatuto, reempla-
zándote por una Constitución que había redactado Olaverría, inspirada en la
de Bélgica, formar un Ministerio presidido por Pérez de Castro, y desterrar á
Burgos, Reinoso, MÍOano, Lista, Hermosilla, etc.; es decir, á todos los afran-
cesados de viso. Fué descubierta, y se formó proceso. O La habelina, ú otro
grupo análogo, tuvo la parte impulsiva en el crimen de la matanza de los
fraiUs \\y Julio). En la primera decena de este mes empezaron en Madrid
los casos de cólera, y el día 1 5 supo consternada la población que habla más
de 1.500 atacados; simultáneamente circuló la noticia de que los fraiUs ha-
blan tnvemtnado las /nenies. Que fué creída tan absurda especie por la mayo-
ría del vecindario, es indudable, y el autor de este libro ha conocido perso-
nas, y no del pueblo bajo ni de opiniones antirreligiosas, i las que era impo-
sible sacarles esa idea de la cabeza; pero no ha de deducirse de aquí que la
multitud en un desbordamiento de ira espontáneo allanase los conventos y
degollase frailes: el crimen fué perpetrado por una gavilla, no muy nume-
rosa para lo que es Madrid, organizada y dirigida por jefes, la cual realizó los
atentados sucesiva y metódicamente. A las tres de la tarde mataron á
quince jesuítas (3) é hirieron á cuatro en Sao Isidro: el resto de la comunidad
(hasta sesenta) esperaban en la capilla el sacrificio; pero fueron perdonados por
«1 que hacia de jefe de los sicarios, empeñado en salvar á uno de ellos, que
no quiso aceptarlo si no se hacía extensiva la gracia á sus compañeros (4).
A laB cinco fué el degüello en Santo Tomás; después, en la Merced (hoy plaza
del Progreso), y, anochecido ya, en San Francisco el Grande, donde perecie-
ron sobre cincuenta religiosos. Fueron protegidos de la acometida por la
fuerza pública los conventos de San Gil, San Basilio, el Carmen y San Caye-
tano (5).
a er>: niígalo
^ ufíití («ÜciAn
de 1S90I dice que era «ana asociaciÚD secreta que se propuso ejercer Dn intlajo análogo al de
(l) De eite singularísimo personaje, verdadero lipo del conspirador profesionaJ, ha em-
prendido un esmdio hUtórico con fomiss novelescas, de que vid ya pnbJicados dos tomos,
el nolable novelista D. Pío Buoja,
(3) Entre ellos, el cílebre arabista P. Artigas.
(j) Este jesuíta era el P. MuBoz, hermano del guardia real Mufioi, que, seeún la pública
lama, goiaba de la (ntlma prÍTanza de la Reina gobeinadora. Lo que no sabia la gente es que
Cristina y Mailoz estaban ra legitima, aunque secretamente, casados. Si se hubiera hecho pú-
blico el matrimonio, habría perdido la Reina la Regencia y la tutela de sus hijos; conservando
secreto su cBsamienlo, perdía en sa reputación de seRora. Se ve que los exaltados, que más
(arde habían de usar tanto de este negocio de Muñoz para desacreditar i la Reina, en 1834
temían oíendrcla personalmente en la persona del hermano de su cortejo, papel que se daba
entonces por la opinión el guardia Muñoz, futuro Duqae de Riansares.
(S) Los datos mis precisos sobre la malanta dt lo¡ frailes son las de V. Laluente {Hitlo-
ria di las Soíiedadii Stcrelai. tomo II, páginas 34 á 35). Martínez de I.1 Rosa dio á D. Pedro Pi-
dal un aponte autógrafo sobre el horrible suceso. Dincil es formar juicio exacto sobre las com-
plicidades, pasividades é inepcias de las autoridades 7 jefes militares de aquel día infausto.
Hay <]aieD acusa de complicidad al mismo Martínez de Ib Rosa, lo qae parece un colmo de
Injusticia. También este punto merece un estudio documental, i la moderna, sin otro fin que el
de fijarimparcialmente los hechos.
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662 HISTORIA DE ESPAÑA
Martínez de la Rosa ajustó por medio del Marqués de MiraBores, nues-
tro embajador en Londres, el tratado de la QtádrupU aliataa (22 Abril), entre
Inglaterra, Francia, España y Portugal, obligándose nuestro Gobierno á enviar
un ejército á Portugal para expulsar de allí á Don Miguel y á Don Carlos. El
general Rodil entró con sus tropas en et vecino reiao, dispersando fácilmente
á las que aún seguían á Don Miguel, y éste y Don Carlos tuvieron que refu-
giarse en Inglaterra. Miraflores y Falmerston (i) ofrecieron en Londres al
Infante su reconocimiento como tal y una pensión anual de 150.000 pesos;
pero Don Carlos, acreditando su carácter entero y audacia que jamás tuvo
Fernando Vil, evadióse, y, atravesando Francia furtivamente, se presentó en
Navarra (12 Julio). Es un faccioso más, dijo Martincí de la Rosa para quitar
importancia al suceso. Uno de los mejores artículos políticos de Larra es el
que escribió burlándose de esta tontería del Presidente. Zumalacárregui des-
plegó extraordinarias cualidades de jefe de partidas, y combatiendo cod las
numerosas columnas Cristinas organizó un ejército formidable. Fracasaron lu-
chando con él, como generales en jefe del ejército isabelino del Norte, don
Genaro Quesada, Rodil (desde 5 de Julio), que fué al teatro de la guerra con-
cluida su corta y feliz campaña de Portugal y bajo cuyo mando militaron ya
50.0O0 hombres, y Mina (desde 30 Octubre). La mayor parte de los encuen-
tros fueron favorables á Zumalacárregui, quien al terminar el año contaba coo
treinta magníficos batallones de infantería, alguna artillería y varios escua-
drones de caballería, tan buenos los últimos, que batieron en campo raso
á los de la Guardia Real. Se derrochó el heroísmo por ambas partes, y, des-
graciadamente, también la ferocidad.
A pesar de las múltiples y hondas preocupaciones que pesaron sobre
Martínez de la Rosa en este año, el 23 de Abril hizo estrenar ZÁ Conspirado»
de Veneda: cúspide de su carrera como autor dramático, y con la que señaló
la transición del clasicismo al romanticismo ó se mi- romanticismo. Fué un gran
éxito de teatro y de critica. No lo tuvo el liadas, de Larra, de análoga ten-
dencia ecléctica, estrenado ef 24 de Septiembre. Las temporadas de ópera en
la Cruz y en el Principe, brillantísimas; Judit Grissi era la tiple de moda,
estrenáronse Norma y La Simdmiula. En este año se construyó el Circo en
la plaza del Rey para funciones de títeres. Montes seguía imperando sin rival
en las plazas de toros, y apareció en la de Madrid un torero aristocrático:
Rafael Pérez de Guzmán, hijo de los marqueses de Villamanrique de Tajo (2).
el cual, después de haber estudiado la carrera de las armas, y úendo ya ofi-
cial de Caballería en el regimiento del Príncipe, no pudo resistir á su nativa
afición, y se lanzó á ser torero de oficio; se le aplaudió mucho, y en Aran-
juez la reina Cristina le regaló un precioso traje bordado de oro (3).
Año de 18^5. — El 1 8 de Enero D. Bernardo Cordero, ayudante del regi-
miento de Aragón, to sublevó en sentido liberal avanzado; no secundado por
los otros cuerpos comprometidos, se hizo fuerte en la Casa de Correos (hoy
Ministerio de la Gobernación), y acudiendo el Capitán General (Cantcrac) á
reducirlos, fué muerto por los rebeldes de una descarga; et Gobierno pactó
con Cordero la salida de su fuerza del edificio ocupado y su marcha al Norte
con amnistía por lo hecho: tan escandaloso concierto costó la cartera de
ií) Jer« d«l Gobierno inglia.
(1) NkciA en Córdoba (t." Abril tSoz). Antes de torear proieaianalmente lo hiio de aii-
cióQ en cotiidas de beneücencta. Su primera presentación como lotero fué en Sevilla (aj de
Agosto 1S30), matando £1 solo ocho loros,
[3) Toreó con eran aplauso hasla 1838, en que, viniendo á Madrid, le mató ana partida
latro-facciosa en la Mancha.
D,g,t7cdb/GOOgIC
HISTORIA DE ESPAÑA 663
Guerra al general Llauder (i). La guerra del Norte iba de mal en peor. Mina,
á pesar de tener aamerosas fuerzas y de usar el cruel sistema de 1S23 en
Cataluña quemando pueblos y diezmando á sus habitantes — como hizo en
Escaróz, — fracasó por completo. D. Jerónimo Valdés, que reemplazó á Llau-
der en el Ministerio, fué al Norte con refuerzos considerables (16 Abril) y se
metió en las Amezcoas, que fué como meterse en la boca del lobo, pues no
pudiendo desplegar ni aprovisionarse en aquel abrupto terreno, sufrió un de-
sastre 6, mejor dicho, varios, de cuyas resultas los carlistas quedaron due-
ños del Baztin, de Estella, de todas las montañas vasco- navarras y desmo-
raUzado el ejército crislino. Valdés mandó á Madrid al general Córdoba
Á declarar al Gobierno que para concluir la guerra era menester solicitar la
intervención armada de Francia é Inglaterra, con lo cual se alborotaron los
exaltados que ya comenzaban á UiíaiTsz progresistas (2), y fué terrible la opo-
sición de los estamentos. El Consejo de Estado opinó lo mismo que Valdés, y
Martínez de la Rosa, venciendo su repugnancia, solicitó la intervención; pero
ante la negativa de Inglaterra y el temor de Francia, dimitió (J Junio),
formándose otro Ministerio: Toreno (Presidencia y Estado), Mendizábal {Ha-
cienda, de cuya cartera quedó encargado el Presidente hasta la venida del
propietario), Marqués de las Amarillas (Guerra), García Hcrreros(Gracia y Jus-
ticia), y Álava (Marina, que no llegó á ocupar). Por mediación inglesa se brmó
en Eulate (z8 Abril) el convenio llamado de lord Elllot entre Valdés y Zumala-
cárregui,poniendotérmiuo ala odiosa,repugnanteyestúpida guerra sin cuartel.
Tres meses y siete dias (hasta 14 Septiembre) duró el gabinete Toreno,
y fué de los periodos más anárquicos de nuestra historia contemporánea.
Consiguió el Conde que Inglaterra permitiese rectutar allí una legión que,
mandada por un general y oficiales ingleses, viniese á combatir á los carlistas
y las tuerzas navales británicas cooperasen al bloqueo de la costa cantábrica;
y, á su ejemplo, que Francia enviase parte de la legión extranjera de su ejér-
cito de Ai^elia, y Portugal un cuerpo de 6.000 hombres. La casualidad le de-
paró un gran triunfo en el Norte, y fué que la corte de D. Carlos obligó á
Zumatacárreguí á poner sitio á Bilbao, empresa para la que 00 tenfan los car-
listas elementos adecuados, contra el parecer del caudillo, que era marchar
sobre Vitoria. El i S de Julio fué herido el general carlista, y conducido á Cega-
ma, donde incurrió en ta debilidad de encomendar su curación al curandero
Petriquillo; falleció e! d(a 24. Declaró en su ttñtamento: i/ejo mÍ mujerj/ tres Ái-
ias, únicos hieius fue posio; nadamds tengo gite poder dejar .Su campaña de diez
y nueve meses, en que creó un ejército combatiendo á su enemigo, superiori-
simo en fuerzas y en recursos, no tiene semejante militarmente considerada
con ninguna otra, ni de las mismas guerrras carlistas, ni de la de nuestra In-
dependencia, ni de las de América. Todo militar estudioso debía dedicar por
lo menos un curso al estudio de cómo Zumalacárregui realizó tal maravilla.
iQué hubiera hecho aquel hombre contando con elementos suficientes^ Pero
ni este éxito, ni el levantamiento del sitio de Bilbao, ni la victoria de Mendi-
gorrla ( 16 Julio) alcanzada por Córdoba, (3) sucesor de Valdés, sobre González
(O Que en Diciembre (iSu) habla reemplazado á Zarco. Lo curéMo ea qae había otra
conspiración para un golpe dentado que det><a dat Llauder con objeto deTÍgoiizar al Poder y
aor coito á los re Tol ación arios. Cordero díA al traste con estos proyecto» j con las ilusiones
de machos sobre la energía y dotes de mando de Llauder.
(3) Inventó esta pijabra Olúzaga, i quien se deben otras machas del tecnicismo político
coDteniporáneo, t. gr., retílladaí, i los progresistas que se pasaron á la Unión Liberal; obstácttlnt
traditienolís, i la resistencia de la Corona í las reformas liberales; rílraimitnls, etc.
(3) Víanst la Mtmoria juitificatíva, de Córdoba (Parla, 1S37), ^ mis Mtmeriat intimíu, de
sa hermano D. Fernando.
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(364 HISTORIA DE BSPaRA
Moreno, que lo era de ZumalacárreguJ, pudieron salvar el MÍBÍsterio Toreno.
Los planes de los exaltados ó progresistas, fraguados en las logias ó en socie-
dades como ¿n habdiita tuvieron al fin su completo desarrollo, y en vano
Toreno, aunque moderado, anticlerical furibundo, expulsó á los jesuítas y
confiscó sus bienes (4 Julio) y cerró todos los conventos, menos los escola-
pios y misioneroa de Filipinas, que no tuvieran doce profesos (25 Julio): al
grito de constitución ó muerte, y por bandera el restablecimiento inmediato
de la de 1812, fueron sublevándose en Málaga, Zaragoza, Murcia, Barcelona,
Tarragona, Rcus, Valencia, y en general en todas partes, constituyéndose
juntas revolucionarías, y cometiéndose los más vituperables excesos: matan-
za de frailes é incendio de conventos en Zaragoza, Murcia, Reus y Barcelona.
En aquel desbordamiento bizo su aparición prime-
^^v,R- , ra en España el socialismo, con D, Joaquín Abren,
ex diputado del trienio, y que, vuelto del destie-
rro en 1834, empezó este año á exponer las doctri-
nas de Fourier en los diarios progresistas de Cá-
diz y en £1 Eco del Comercio, de Madrid.
Reducido el Gobierno á la posesión de Madrid,
después de haber sofocado el pronunciamiento de
la Milicia de la corte (15 Agosto), y desairado por
Luis Felipe en la súplica de una intervención fran-
cesa, estaba muerto. El embajador inglés sir Jorge
Villiers (i) aconsejó á la Reina conferir el Poder
á Mendizábal, quien (14 Septiembre) formó su ga-
binete con D. Martin de los Heros, D, Alvaro Gó-
mez Becerra y conde de Almodóvar. Las promesas de Mendizábal no pu-
dieron ser más pomposas ni halagüeñas :habrfa libertad, orden, paz, dinero,
cuanto en este mundo es apetecible. Empezó por pactar con las Juntas, con-
vocar los estamentos para reformar el Estatuto Real en sentido muy liberal,
suprimió todos los conventos (ii Octubre), el fuero eclesiástico {17 Octubre),
y prohibió dar beneficios á los eclesiásticos que no acreditasen su adhesión
á Isabel II con actos positivos y terminantes. La anarquía continuaba, siu
embargo, en todas partes. La guerra civil tomaba cada vez más vuelo. El
nombre de Cabrera sonaba ya como el de un cabecilla temible en tas comar-
cas del Centro.
Este año de 1835 será famoso en nuestra historia literaria por haberse
estrenado— 22 de Mano — el Dok Alvaro, S la/nerza del sino, del duque de
Rivas, determinando este triunfo el ya decisivo y completo del romanticismo.
D. .\ndrés Borrego fundó El Español, periódico liberal de tendencias templa-
das ó eclécticas, que hoy nos parece, al mirar su colección, inferior á los que
ahora se publican en las capitales de provincia de tercer orden, pero que
cuando salió á luz representaba un progreso extraordinario en la Prensa es-
pañola, no sólo por la autoridad de sus doctrinales artfculos de fondo y por
la amenidad de su parte literaria, sino por la extensión ó variedad de sus ga-
cetillas 6 noticias y por sus condiciones materiales (tamaño, papel, impresión.
etcétera). En el teatro de la Cruz, estrenáronse /Ca;¿*/íííí(/í^/(wr/íJcí«, de Be-
llini {19 Abril), y el Otello. de Rossini (5 Julio). En el Principe se cantó La Mttía
di Partid, de Auber (19 Septiembre), música á que por aquellos aftos daba
actualidad política la circunstancia de haber estallado en Bruselas, durante
su representación el motín que, agrandándose luego, originó la revolución
belga en 1830. Había en Madrid muchos liberales ex-emÍgrados en Bélgica
(1) Fatnro lord Clarendor.
D,g,t7cdb/GOOgIC
HISTORIA DE BSPAÍlA €65
y que soñaban con una constitudón igual á la que allí se habla implantado,
y para ellos era como cosa sagrada La Muta di Portici. El marqués de Pon-
tejos (i) era en 1835 Corregidor de Madñd, y, asesorado por mesonero Ro-
manos, que, á principios de este año publicó su Rápida ojeada de ¡a capital
j mtdios de mejorarla (2) y en Mayo se hizo cargo del Diario de Madrid,
mejorándolo y abriendo en ét un ¿^¿tfi* diario sobre asuntos municipales, em-
prendió muchas reformas de esta Índole: división por distritos y barrios, nume-
ración de casas, rotulación de calles, empedrado y aceras, alumbrado, mejora
del Asilo de San Bemardino, etc. Por iniciativa de Mesonero se creó también el
Ateneo, ó, mejor dicho, se restauró el que habla existido ya en el trienio: se
inauguró el 6 de Diciembre, siendo el duque de Rtvas su primer Presidente.
Año i8j6. — La más horrible anarquía reinaba en todas las provincias al
empezar el año, cometiéndose multitud de horrendos crímenes, como en Bar-
celona la matanza de 133 prisioneros carlistas (4 Enero). Cosas más odiosas
y repugnantes quizás sucedieron en Zaragoza. Y el brigadier Nogueras, fu-
rioso por haber fusilado Cabrera á los alcaldes de Torrecilla y Valdealgorfa,
hizo fusilar en Tortosa á la madre del cabecilla carlista, mujer de más de
sesenta años y qne no tenfa otro delito que haber parido á su hijo. Mina
autorizó la bárbara orden, que complació á los exaltados; pero que fué censu-
radfsima por El Español y los adversarlos del gabinete Mendizábal. Cabrera
tomó salvajes represalias, y la guerra civil en Valencia, Aragón y Cataluña
el carácter de una lucha de fieras sedientas de sangre.
Istúriz y Alcalá Gaüano, exaltados en el trienio, vinieren del extranjero
moderados, y el primero se hizo cabeza de la oposición contra Mendizábal; la
violencia de la lucha oríginó hasta un desafio entre ambos (16 Abril). La ma-
yoría del estamento convocado por Mendizábal era progresista, y no se har-
taba de calificar á Istúriz y á sus amigos de apóstatas; pero quiso no apoyar
al gabinete, sino dirigirlo, y aunque Mendizábal, como hada con las provin-
cias semi-sub levadas, se dejaba guiar, llegaron las cosas al punto de exigir la
remoción de todas las autoridades militares de antecedentes conservadores.
y en que vela la Regente la garantía del trono. Por aquí vinieron )a disolu-
ción de la mayoría y la crisis, y el formarse (15 Mayo) el Ministerio Istúriz-
Alcalá Galiano, en que entró el duque de Rtvas, y el cual, recibido con fu-
riosa hostilidad por las Cortes, y pronunciadas contra él la mayor parte de
las provincias, sólo pudo redactar un proyecto de Constitución y pedir con
abtnco la intervención de Francia. El 12 de Agosto, por la noche, fué d mo-
tín de la Granja: la soldadesca de esta guarnición, acaudillada por los sargen-
tos Higinio Garda, Alejandro (rómez, Juan Lucas y otros se sublevó, invadió
las reales habitaciones, y obligó á la Reina á suscribir un decreto (i 3 Agosto)
restableciendo la Constitución de 1812 (3). Desbordáronse los progresistas
en Madrid, loa ministros tuvieron que huir disparados, y el capitán general
Quesada fué asesinado. En Málaga lo fueron los gobernadores.
(O Ü. Joaquín Vizcaíno, Marqués viudo de PoDlejos. Era muy avanzado en ideas. D. Hi-
gialo Ciria, archivero de) Ayuntamiento de Madrid, en sus docnmenlidfaimos, aunque muy
acres folletos, trae sobre este cílebre corregidor ditos que ponen aleo en entredicha su cano-
nizaciAn por Mesonero Romanos y otros muchos escritores que han ido copiando á Mesonero.
Í3I Vio primeramente la luí como .^^íjkA'íí de ana nueva edición del Afanunl di Madrid.
(}) iCuinlo podría escribirse sobre este atentado escandalosísimo, el míi depresivo para
la Corona que se ha realizado en Espaíta, sin excluir la declaracidn de k locura de Fernan-
do VII eu Sevilla, y et más repulsivo de indisciplina milllar' Corrió por Madrid la especie, que
recogieroo los diarios ineleses, de que los amotinados pretoriniios se apoderaran de Muñoi, y
en el patio de Palacio coloclronle dentro de an cuadro, como si fuese A ser fusilado, amena-
zando á la Reina con hscerlo si no Rrmaba el decreto. Es verosímil esta versión, asi como
(jiie por decencia se procurase ocultarla.
,,CoogIc
666 HISTOKIA DE BSPAÑA
Se formó (15 Agosto) el Ministeño Calatrava, contínuacióo del de Men-
dizábat, que no tardó en tener en ¿1 la cartera de Hacieada — D. JoaqufD
M. López, el más elocuente de los diputados progresistas, era;ninistro de la
Gobernación — y el cual convocó Cortes extraordinariiu por el procedimiento
electoral de 1812, para el 24 de Octubre. Ni los mismos progresistas qucrfan
la Constitución á cuyo nombre se babfan sublevado, y asf, lo prímcro que
hicieron las Cortes fué nombrar una comisión para preparar ud nuevo cód^
político. Sin embargo, con carácter de decretos estos ministerios hicieron
cuanto hubiesen podido hacer por leyes: sacar á pública subasta todos los
bienes del clero secular (19 Febrero); supresión de los conventos de monjas
que no tuvieran veinte religiosas (8 Marzo); imposición del Código civil á
los tribunales eclesiásticos (10 Abril); declaración de bienes nacionales de
todos los comprendidos en el decreto de 19 Febrero (25 Julio, Ministe-
rio); Istúriz confiscación de las temporalidades de los obispos desafectos
(9 Septiembre); prohibición á todos los obispos de conferir órdenes bajo
pena de extrañamicato (8 Octubre). Restableciéronse del trienio la ley de
Ayuntamientos, la Provincial, el Flan de estudios, la de libertad de Impren-
ta, la de la milicia nacional, la de supresión de mayorazgos, la de Orden
público, etc.
Los principales sucesos de la guerra civil fueron; en el Norte, el sistema
de bloqueo por lineas militares establecido por Córdoba, y que, á pesar del
talento de este general, de su brillante imaginación y de sus proclanaas en
estilo napoleónico, lejos de surtir efecto, inmovilizó, guardando líneas y pues-
tos fortiñcados, á la mayor parte del numeroso ejército cristino, y dejó en li-
bertad de movimiento á los carhstas para consolidar su posición en las cuatro
provincias y dirigir expediciones al interior del reino. De las expediciones
cariistas, la más notable fué la de Gómez que, saliendo de Amurrio el 26 de
Julio, recorrió Asturias, Galicia, León, ambas Castillas y Andalucía. Comba-
tiéndola empezó á sonar el nombre del entonces brigadier Narváez (i).
£1 segundo sitio de Bilbao concluyó por la batalla de LncMana, ganada
(24 Diciembre) por Espartero, que habla sucedido á Córdoba en el mando
en jefe.
También el año de 1836 es famoso en nuestros anales literarios: el i.^de
Marzo fué el estreno de El Trovador (2). Un joven, chiclanero como el to-
rero de moda, aburrido de la carrera de Medicina que por mandato de su
padre cursaba en Cádiz, sintiéndose genio, se vino á Madrid antes de ha-
ber cumplido los veinte años, sin otro capital ni recomendación que dos co-
medias (3), una tragedia (4} y otra producción escénica inclasificable (5) en
el bolsillo. Creia él, como tantos otros infelices victimas de sus propios sue-
ños, que aquello bastaba para abrirse camino y llegar, cual otro Tasso, á ser
coronado en el Capitolio. Salióle al encuentro en la corte la fría é implacable
realidad. En vano luchó: su bagaje literario no servia para nada. A fuerza de ir
y venir, de hacer muchas antesalas, soportar muchos soñones y sufrir innu-
merables impertinencias, consiguió que representaran variaa traducciones su-
yas de Scribe; pero aquello no daba nombre, y, lo que es peor, ni unas cuao-
(I) D. Ramón M. Narváei y Campos nació ta Loja (5 Agoito 1799). Cadete de Guardias
Walonas (1813), fui profesor de la Academia de Cadetes de la Guardia Real, 7 en tSi} herido
y hecho prisionera por los franceses, qae lo lIcTaroii á Francia.
{!) DoD AnloDlo Uarcfa Gutiérrez nació en Chiclana (J /nljo 1813).
(3) Una noíhi dt baik, j Peor a urgalU.
(4} Sílim, hije di Bayacilo.
(5) T!"/!"!! fantasía dramática en eitice attet y rtmance tn aetaiíht». Publicada en las
Feentí, 1840.
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HISTORIA DE ESFASa G6J
tas pesetas para ir eagañando al hambre. Eoardecido con el ¿xito de) Z)<»t
Alvaro, el pobre muchacho compuso un drama de la misma tendencia, infe-
rior al Dom Alvaro, sin duda, en la esfera del arte puro, ya que el duque de
Rivas, inspirado en los románticos franceses, supo hacer un drama genuina-
mente español, y, por tanto, original dentro de la escuela, al paso que García
Gutiérrez, muy joven é inexperto i la sazón para tales injertos y combina-
ciones, obsesionado por Alejandro Dumas, hizo con £1 Trovador una obra de
factura romántica transpirenaica; pero, por lo mismo, en 1836 de más seguro
é intenso ¿xito que la del Duque. Porque cuando predomina una moda, en
literatura como en todo, los que con más fidelidad se someten á ella son los
que alcanzan el lauro. Presentó el joven poeta su drama á la Compañía del
Principe, de que eran primeras partes Carlos Latorre y Concepción Rodrí-
guez, y en que figuraba como gracioso el veterano Guzmán: sólo á éste que
no tenía papel en la obra, le pareció de excepcionales condiciones teatrales;
pero la mayoría la dejó arrumbada en los estantes del teatro. El infeliz Garda
Gutiérrez, no teniendo ya ni para pagar el exiguo pupilaje, y repugnándole la
vida del sablista, tomó una resolución heroica: sentó plaza. Lleváronle al cuar-
tel de Leganés, donde su imaginación romántica hubo de sufrir otro amargo
desencanto. Había él contemplado la profesión militar por el aspecto terrible,
pero atractivo, de las sangrientas batallas, y se halló con que en el cuartel
tenia que mondar patatas, limpiar loa dormitorios y soportar el grosero man-
do de cabos y sargentos. Así estaba el atribulado chiclanero, cuando recibió
un recado de Guzmán noticiándole que, en uso del derecho de los actores de
escoger obra para la noche de su beneñcio, había él escogido £1 Trovador. No
pudo el soldado asistir á los ensayos, y quizás fué para él venturoso acciden-
te, pues asf dejó de oir los comentarios, casi todos desagradables, de la gente
de teatro; pero la tarde del estreno venció la impaciencia del autor novel
al temor del soldado, y sin permiso de nadie se vino á Madrid y se fué al
teatro. Noche inolvidable de portentoso éxito: el público, entusiasmado, pi-
dió que saliese á las tablas el autor, hlzolo Garda Gutiérrez — con una levita
de miliciano nadonal que le prestó Ventura de la Vega — quedando desde
entonces establecida esta costumbre, y entre los lauros de aquel gran triunfo
no fué el menor la licencia absoluta con que en el mismo teatro le premió
la Reina Gobernadora.
¡Cuántos jóvenes han seguido las huellas de García Gutiérrez, pero, ¡ayl,
llegando muy pocos a) estreno de El Trovador!
A^ i8jj. — El 18 de Junio fué promulgada la Constitudón (i). Como
sucede siempre en España, los debates constituyentes fueron animadísimos,
y los que más, los dedicados á la cuestión religiosa. Había unos cuantos clé-
rigos progresistas y jansenistas que, en unión de otros seglares de la misma
cuerda (v. gr., Alonso), dijeron lindezas de la Curia romana y querian conver-
tir las Cortes en un conciliábulo. D. Antonio García Blanco, por ejemplo, fa-
moso como maestro de hebreo y por sus extra vagandas de carácter.no sólopre-
(1) En «1 diltribnción es may scmeíante á la actual trece títulos inbdivididos en seteii'
tit y siete utfcalos, mis dos adicionales. Define la cindadinla española (ait. t.") y reconoce i
los espaSolea libertad de imprenta, admisibiUdad i caigos públicos, no ser detenidos, presos, ni
a paitados de su domicilio, sino en los casos y formas legales, do ser pro cesado a sino por trtba-
iiaI competente y en virtud de ley anterior al delito; propiedad (pTObibidí la confiscación). Se
pueden suspender las garantías. Articulo ri. La Nación st obliga á manlcmr el cuUty ¡os mi-
puiítret dt la rehpin católica ijut profesan los españoles. Dos Cimatas componen lag Cortes: el
3enada y el Condeso de los Diputados. Diputados elegidos por tres años. Las Corles se reúnen
todos los años, y si el Re; no las redne antes del I." Diciembre, pueden juntarse por s( mis-
ma*- ^s ministros pueden ser senadores ó diputados. El articulo adicional 3.°, dice: Las for-
ifineitu lU CJüraiHar serán geitmajai pfr lejiti eifeeiaUí.
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!. Federico Madrazo
EspaflolcB lloitrcB ci
D,g,t7cdb/GOOgIC
HISTORIA DE ESPAÑA 669
sentó UQ proyecto de arreglo civil del clero, sino una proposición de ley para
que los niños no fueran bautizados con agua fría, sino templada. Sancho sos-
tuvo que no puede haber religión del Estado, sino de los individuos. Quien
defendió con más ardor y elocuencia la unidad católica fué D. Satustiano de
Olózaga. Sancionaron las Cortes la extiocióo de los regulares, supresión del
diezmo y conversión de los bienes eclesiásticos en nacionales {29 julio); pero
en esta fecha no eran ya ministros Calatrava y Meodízábal. Hablase hecho,
contra el último especialmente, una sañuda oposición fundada en motivos de
naoralídad, atribuyéndosele inauditas irregularidades y concusiones, no sólo
en el despojo de los bienes eclesiásticos, sino en las contratas y suminis-
tros (i). El ejército del Notre, acaudillado por Espartero, había venido á los
alrededores de Madrid, y en Pozuelo y Ara vaca los oñciales de los Cuerpos de
la Guardia, allí acantonados, declararon que no servirían más si no se cam-
biaba el ministerio. Espartero, ya conde de Luchana, fué nombrado presi-
dente del Consejo y ministro de la Guerra; mas por pocos días, pues quedó
encargado de la Presidencia y del Ministerio de Estado D. Eusebio Bardajl y
Azara, durando su gabinete basta el 16 de Diciembre.
La oposición contra los progresistas no amainó con este cambio. La anar-
quía y los desmanes continuaban siempre á la orden del día. Es curiosísimo
el caso de Málaga, donde no pasaba mes sin un pronunciamiento ó motfn, ya
en un sentido ya en otro, habiéndose sabido después que todos obedecían á
la misma causa: á meter contrabando en grande escala (2). Los católicos fer-
vientes estaban cada vez más irritados contra el anticlericalismo de la situa-
ción: se llegó á destinar á los gastos de la guerra todo el oro y plata labrada
de catedrales, colegiatas, parroquias, santuarios, ermitas, hermandades y co-
fradías (ley 9 Octubre). Como en el trienio, la Corona sufría servidumbre y
humillaciones continuas bajo tos ministros exaltados. Muchos grandes, ricos.
(i) El mÍDiitro de Hacienda D. Aotonio M. de Scijas te hóo tunoso por ana salida
paríame nlaiia qae diiS mochtsimo qne reír. Interpelado por la falta de todo que padecía el
•OticilO, inclnio de cebada para loa csbailot, reapondidí La ctóada ne ei akora indiiptmaUt
purgue la /ilación Mmíaíim abundante forraje en ¡os pradet.
(3} En Gibraltar >e hacia el acopio y se preparaban loa barcos, ^ en caanto eataban lis-
ios estallaba eo Málaga el pronunciaTnlenlo: llegaban los bagaes, desembarcaban el carga-
mentó, y en s^uida se arreglaba todo . . . ihasta el mes signiente!
(E^flieacién dt la láiiüna anlerier.)
Eapnfolet llulrct CMilemp«rAatoa. ~M. Antoato Oarcla Oollérret, iluairr poeta y ártaa-
tii[Eaip]aii(liiüsiiiio.5uotiTaml3fiuiiaMr3E/T>ovaifar(lBI3-lSS4t.— 4T.JnaaPrlni]rPrata,ri(uraemÍ-
rwntedcl reiiutlo de ¡ubi 1 11. Ocncnl en la guerra de Áltici.donde se cubriú de elorii. Naci6en Reut (ISM)
T fn« neslnido en Madrid tiendo Presidente del Ccnselo y Minisiro de la Querrá (IS7D). — W. Mariano
Pmáodet, ador cúirLro qne goió del pleno livor del piM)IÍco, sin rivalci durante su larga vida n<4nica.
Inimitable en los papeles de criados de nuestro tealro cliiicc (1314 - I8Q0). — 4%. Jnllán RoMCa, actor
insigne, poeta y literato, iniciador del retlismo en la declamación (1315- tBTO). — 5D. AnIOBlO Apartsl y
GalJarrOi célebre apologista católico f orador de elocuencia fogosa y conmovedora, que alcanzó justisi-
ma y grande lama pir sus ttiunlos en el Parlamenlo y en el loro (1815- 1B7J|, — Sl.JoaC PoMda Herre-
ra, niadiita y político famoso, uno de los jefes de la Izquierda Dinlatka, y como lal, Presidente del
Consejo de Ministros. Presidió tambiín el Congreso varias legislaturas. Natural de Lime* (Oviedo»
(IB15-IS35). — 51. Fcdarlcodc Madraza, notible pintor y acidímico de la de Bellas Artes de San Fer-
nando. Hijo de D. José (1815- IWt). -53. AnreHano Feraáp4e( Onerra y Orbe, ilusirr escri-
tor, poeta y crítico de gran erudición y reconocida autoridad (1816- 1391). — M. LnliQoatálct Bravo,
célebrecstadista y político moderado, jefe del partido 1 la mucrle de Narvleí, y primer ministra de Isabel II,
Extremó lai medidas de rigor. Fnéel autor déla famosa frase dirigida iCastelar al oírle tiablaren público
por primen ven liVo te saludo, joven denocracial- UBH- tSTI).
,,CoogIc
670 HtSTOHIA 1>B BSPaRa
obispos, etc., emigraron, y las Cortes, procediendo jacobinamente, castigaron
á los emigrados hasta con la pérdida de la ciudadanía. Casi todos los obispos
estaban, ó emigrados, ó extrañados del reino, ó desterrados, ó procesados, y
las diócesis regidas por gobernadores ecleaiásticos progresistas nombrados por
el Gobierno y á los que miraban los fieles como herejes y cismáticos. En Cata-
luña surgió inopinadamente un formidable movimiento republicano y socialis-
ta, de que eran foco muchas sociedades secretas, {Mermamos de la óella ÜMÍón,
Defensores de los derechos del iúinére. Vengadores de AHreau (i), Cariaiiarios,
La joven España, etc.). Todo esto trajo una reacción moderada. Casi toda la
juventud intelectual entró por este camino, y el moderaotismo, que hasu
entonces habla sido, no un verdadero partido, sino un temperamento ó ten-
dencia, se organizó con el titulo áe. partido monárqnico-constitMcúmal. Cemdas
las Cortes constituyentes (4 Noviembre), hicléroote las elecciones para las
ordinarias y — [Caso rarísimo en España! — tas ganaron los moderados. En su
virtud se formó el Ministerio presidido por el conde de Ofalia (t6 Diciembre).
A estas cortes moderadas vinieron por primera vez muchos de los que hablan
de ser prohombres del partido: Pidal, Bravo Murillo, Arrazota, Pacheco, Do-
noso Cortés, etc. Con la situación progresista coincidió el apogeo de la gue-
rra civil: este año fueron la gran expedición de D. Carlos y la de Zariategui
que llegaron ambas á las puertas de Madrid (2).
El 13 de Febrero de este año se suicidó Larra, en su casa — calle de San-
ta Clara, núm. 10 — y los literatos madrileños hiciéronle un entierro apara-
toso. Más de cien coronas fueron en el carro fúnebre; tributo ciertamente
debido al mordaz escritor, si es que al talento se debe todo en el mundo y
el carácter moral de las personas y la manera de morir son circunstancias
que no hay que tener en cuenta para nada. En el cementerio dijo un breve
discurso el marqués de Mollns á modo de oración fúnebre, y habiendo con-
cluido, cuando ya el cadáver iba á ser depositado en el nicho, adelantóse un I
joven delgado, de rostro demacrado y tez muy pálida, descuidado en el
vestir y con la melena característica de los románticos: llevaba en la mano
(1) Regicida Iraucéi que quiso matar á Luis Felipe.
(1) Todos los historiadores reUcioaaD astas expediciones con tentativas de aneglo cntie
Cristina y D. Carlos; alipino liega á decir que D. Carlos vino á la vista de Madrid Uamido poi
Cristina. Á naestro juicio, la verdad, es la siguiente: hnbo en este tiempo dos conientes distÍD-
«as de sproximacidn: una. iniciida por antiguos realistas, ahora iiabelinos y moderados, de la
extrema derecha, que. en liata del desbordamiento de la revolucidn, quiaieron atiaene á \os
carlistas más templados, y formar un partido constitucional, pero muy conserrador, sobre Is
base del mstrimonto de Uabel II con el hijo de D. Carlos, soluciñn que patrocinaba enloncet
Lais Felipe. Gn cuanto i toa aiieglos dínisticos, creemos verdadera la relación de D. Andrés
fiorteeo: á rail del motín de la Oranja, Cristina y su hetmana Carlota escribieron al rey de
Ñapóles que para sufrir humillaciones tan horrendas como aqnílla era preferible ickara n
brsaa di D. Carlos, 6 Iransieir con ti, siempre que se estipulmrB el matrimoDÍo de D.* lubd
■ ■ ■ - ' '^. Carlof -■-■■'> - •
o éste poco hábil, pues „ _ ... _ . _ _..
rey legitimo, cosa dura en verdad para la madre de Isabel 11. Pero los consejeros de D. Culo:
discurrieron asi: Cristina ha iniciado estos tratos obligada por la revoluclóD; ¿sta será cada tci
más viva, y la obligará más fuertemente á echarse en nuestros brazos^ ayudemos este morí-
miento aproximánaonos. Y se decidió la expedición. Míi Cristina habla escrito i su hermaiko
de Ñipóles, en Septiembre de 1836; la expedición no solió hasta Mayo de 1837, y 11^ en
Septiembre á los alrededores de Madrid: en este tiempo la situación moral da la Reina balili
cambiado por completo; hacia más de un año del motín pretoiianesco que la humillan, se
habla promulgado la Constitución det 37, más conservadora ó monárquica que la tan temidí
del 13, y estaba organizado it partido motuirquia cfiislilitcianal (moderado), en que tenia pues-
tas sus esperanzas L>.* Cristina. Habla pasado, pues, toda oportunidad, y D. Carlos turo qae
-ToUerse al Norte. Su cauta Miaba deánfti*«manM perdida.
«on el primogínito de D. Carlos. £1 rey de Ñapóles envió á Madrid al barón de Milaoecs <
i Mayespara ttat.tr de este asunto y, de acuerdo con Luis Felipe, hizo hablar del caao i^Doi
Carlos, Estuvo ísle poco hábil, pues exigió que antes de nada D,' Cristina le reconociese poi
D,g,t7cdb/GOOgIC
HISTORIA DE BSPAtíA 67I
un papel, y aprovechando el silencio solemne de aquellos momentos rompió
á leer junto al ataúd de Larra con voz robosta, vibrante y armoniosa, velada
por la emoción.
Eae vago dunoi qne n^a al Tiento,
El la Toz faDetal de ana campana:
iVago rtroedo del postrer lamento
De un cadiver sombrío y macilento
Qae en incio poWo dormiii maSana!
Así se dio á conocer al público D. José ¿orrílla (i), quien años después
habla de renegar de su modo de nacer á la fama, escribiendo:
También en este aüo (Enero) estrenáronse Los Amautes de Teruel, de
Hartzenbuscb (2) y las Conferencias del Ateneo, organizadas en el anterior,
con el desfile por su cátedra de Donoso Cortés, Lista, Pacheco, Pérez Her-
nández, Santaetla, etc. En el Ateneo predominaba el matiz moderado, hasta
el punto de que por eso quiso disolverlo Olózaga durante la dominación pro-
gresista (3). Él Liceo se fundó este año, aunque su solemne inauguración fué
en 1858.
En el Teatro de la Cruz estrenáronse / Pnritani (19 Julio), LMcia di La-
fturmoor (2 Agosto) y La Cenertniola (26 Agosto). D. Federico Madrazo, que
el a&o anterior en la Exposición de la Academia de San Fernando habla ob-
tenido un triunfo con su cuadro El Grltn Capitán en CtriAola, alcanzó en éste
el siempre tan halagüeño á espafioles de ser escogido por el Gobierno francés
para pintar Gsdofrido d* BoMiUán^coa destino á la GtUtriahisiárica de VersaUes.
Año i8j8. — El Ministerio del conde de Ofalia duró hasU el 7 de Sep-
tiembre; le sucedió el del duque de Frías; el 6 de Diciembre se formó el
presidido por D. Evaristo Pérez de Castro. La tendencia de la mayoría par-
lamentaria era muy conservadora — el duque de Rivas calificó de robo la
incautación de los bienes de las monjas; D. Pedro José Pidal defendió los
diezmos — y el Gobierno reconoció la necesidad de restablecer las relaciones
con la Santa Sede; restableció el diezmo por un año, promulgó una ley de
dotación del Clero, etc. Pero la vida de aquellos gabinetes estaba supeditada:
I." Á la completa falta de recursos que los obligaba á ir vendiendo ó malba-
ratando los bienes nacionales con objeto de procurarse algunos elementos con
(i) Naci6 en Valladolid (31 Febrero 1S17). Hijo de an magiilrado de elevada jetarqaia,
hizo sns prímeroi eatiidios en el Seminario de Nobles, y por irnposición de m padre empezó
l« carrera de Leyes en Toledo y en Valladolid, Peio Zorrilla no quería ser más que poeta, y, es-
capado de su casa, se vino i Madrid á segair tal profesión, que ni es profesión ni debe serlo,
(3) D. Juan Eageaio Hartienbach, bija de un ebanista alemán establecido en Madrid.
donde nació (6 Septiembre iSo6). Siguió el oficio de su padre; pero Tobándola cuanto tiempo
podía para instruirse y esciibii. Las traducciones y arreglos qne djó al teatro antes de Lci
Amantes tuvieron mala acogida.
I3) Siendo su presidente desde que el duque de Rivas. después de ser ministro, tavo qne
emigrar. Sólo consintió eu que se abriera el carso da Confereacias con la condición de que se
encomendasen algunas á oradores progresistas; pero toda la buena voluntad de Mesonero bailó
«a junto cuatro progresistas capaces de darla: D. Fermín Cabsllero, D. Femando Coiradl y los
presbíteros Rico 7 Sintaella. E^te último pasaba por ser tan j ansenista que se le crefa parli-
ilarío del cisms. D, Salustiano lo admitió alborozado, y asistió á su primera lección Soirí la
iafiucneia di la nUgiíti ih la fii>¡ilica;peto quedó asombrado al oír á Santaella expresarse en
términos tan ortodoxos que Donoso Cortés, dijo por lo bajo: ¡Puii señor, si istt hemire es tis-
iiiáiUo, también te ¡oy yol Estos pormenores conñrmon lo dicbo'en el teito: que en iS}7 el ele-
mento intelectual era moderado.
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6^2 HISTORIA DE ES?aSA
que cubrir las atenciones más apremiantes. 2.° A la Milicia nacional, instru-
mento de los progresistas, ¿ incompatible con el orden público: en cuanto
los comités progresistas se sentían agraviados ó molestos por cualquier me-
dida gubernativa se tocaba generala por las calles, juntábanse los milicianos,
y motín al canto. Y 3." Por la preponderancia del elemento militar: Espartero,
general en jefe del ejército del Norte, era el amo, y nada se hacía sin su ve-
nia. Para ver de librarse de tal tutela se proyectó organizar en Castilla la
Nueva un ejército de reserva (40.000 hombres) i las órdenes de Narváei;
mas Espartero se opuso, y desde entonces fué enemigo de Narváez y se in-
clinó á los progresistas. El gabinete Pérez de Castro fué una imposición de
Espartero, á que coadyuvó una camarilla que se había formado en Palacio,
compuesta por D. Fernando Muñoz y dos funcionarios palatinos, y la cital se
entendía con Linage, el secretario del general en jefe (i). Para comprender
como se formó este gabinete, baste apuntar que á un señor, apellidado Hom-
panera de Cos, sin otro antecedente que el de haber estado empleado
con 4.000 reales en una Diputación provincial, se le hizo de golpe y porrazo
ministro de la Gobernación.
Los sucesos más importantes de la guerra civil fueron: la sorpresa de
Zaragoza por Cabañero (5 Marzo) con la buena defensa que hicieron ios na-
cionales, todavía conmemorada en la capital de Aragón como un recuerdo
histórico de magnitud, y, desgraciadamente, manchada por el asesinato á ba-
yonetazos del general gobernador Esteller, á quien culparon los milicianos
de poca vigilancia en la guarda de la ciudad, y el ataque y defensa de Mo-
rdía. Esta plaza, en lo más fragoso del enriscado Maestrazgo de Montesa,
había sido convertida por Cabrera en principal baluarte de la especie de
dominio feudal creado por él en el centro de España, cuartel general de
sus io.ooo soldados aguerridos, y desde el cual extendía su acción á Cata-
luña y Zaragoza por el Norte, Teruel y Cuenca por el Oeste, Castellón por
el Este, y Valencia por el Mediodía. Dueño de aquella posición central que
tenía cubierta de muchos fuertes, Cabrera, cuando el grueso del ejército
cristino estaba en Aragón, caía sobre la huerta de Valencia y viceversa; él
marchaba de un extremo á otro del territorio en líneas rectas, y sus contrarios
tenían que dar la vuelta á las montañas, con lo que les ganaba muchas jor-
nadas. Para echarlo de alh fué I>. Marcelino Oráa con un grueso ejército á
sitiar á Morella, Cabrera se puso á retaguardia de la hueste sitiadora, y entre
la guarnición que se defendió muy bien y los de fuera, que no cesaban de
atacar á los sitiadores, vencieron á éstos; duró la campaña del 16 de Julio
al 1 / de Agosto. Oráa perdió el mando y fué sometido á proceso; á Cabrera le
tituló D. Carlos conde de Morelía, y el 29 de Septiembre destrozó en Maella
la brigada Pardiñas, Deslució tan brillantes victorias con fusilamientos á po-
rrillo, en lo que no se quedaban atrás sus contrarios, no pudiendo ninguno
(i] D. Fraociico Linage nació en Toro (14 Febrero 1795). Sentfi pinza de soliiaJo en la
«xpedición de Morillo, volvió yn de oñcial en I^zj. En 1837 ascendió i coronel, y á brigadier
en est« aflo. Era el hombre de conñaDia de Espartero, y, según la opinión de muchoa, el que lo
dirigía, sobre todo en asuntos políticos, P^spailero no era realmente sino un Talerosfsimo aol-
d>.&, hombre de buena fe y abnegación, como iodemosiró pagando más de una vez de su pecu-
lio ó con su crÉdtto las atenciones del ejercito: jefe de mAs fortuna que pericia, en cuyo haber
de caudillo no hay mis que dos notas sobresalientes: la enerpia con que sabía sostener la dis-
ciplina, y el arte con que entusiasmaba j electrizaba á las tiopRS arengándolas con menos
pomposa literatura que Córdoba, pero con miis oportunidad y eñcicia. Por lo demás, de muy
mediano entendimiento y de ninguna cultura. En poKlica parece que no hacia sino lo que l<?
iba indicando Linage, que era listísimo, hasta ei ponto de hacer creer al zenersi oue i
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HISTORIA DE ESPAÑA 673
echarse nada en cara por este vergonzoso concepto. En Valencia los nacio-
nales llegaron al asesinato del capitán general D. Froilán Méndez Vigo sólo
por exhortarlos á respetar la vida de los prisioneros carlistas. Nuestra histo-
ria contemporánea tiene, por desgracia, muchas páginas que más parecen de
una tribu salvaje que de una nación cristiana (c).
Este año fué jefe político de Madrid por breve tiempo, D. Joaquín Viz-
caíno; pero lo aprovechó para la creación de la Caja de Ahorros, idea, no
suya, sino de Mesonero. El Real decreto de fundación es de 31 de Octubre, y
la Caja se abrió al público e! 1 7 de Febrero del año siguiente. Un periódico in-
glés publicó lo siguiente: <£n España no hay más que tres personas que cum-
plan con su obligación: Cabrera, el torero Montes y el marqués de Pontejos>.
jíña iSjg. — Duró todo el año el Ministerio Pérez de Castro. El campo
carlista del Norte, dividido en las dos tendencias de apostólicos y realistas
netos, trabajado por tas rivalidades del elemento civil, que allí era predomi-
nantemente eclesiástico, con el militar y por las intrigas del Gobierno cris-
tino á que cooperaba Inglaterra, desencantado en parte por el mal éxito de
la expedición de Don Carlos, y cansado de la indefinida duración de la gue-
rra, presentaba ya síntomas de próxima descomposición. £1 general en jefe,
D. Rafael Maroto, hizo un pronunciamiento en regla contra los consejeros
que tenían la confianza de su Reyi fusiló sin formación de causa á los genera-
les García, Sanz, Guergué, Carmona y Uriz, proscribió á otros, impuso á Don
Carlos ministros amigos suyos, y, por último, ñrtaó el Convenio de Vergara
(3 1 Agosto), por el cual fueron reconocidos sus empleos á los militares carlis-
tas que lo suscribieron ó se adhirieron, teniendo Don Carlos que emigrar á
Francia {14 Septiembre) con las pocas fuerzas que le permanecieron fieles.
Sólo quedaron en armas Cabrera y las partidas de Cataluña. En Octubre mar-
chó Espartero contra Cabrera al frente de lo más lucido del ejército del Norte,
que, unido al que mandaba en el Centro D. Leopoldo O'Donnell, formaba una
masa irresistible para los carlistas. La mayoría de las Cortes era moderada;
pero el general en jefe, ya titulado duque de la Victoria, inclinábase resuel-
tamente á los progresistas, como acreditó el maniñesto suscrito por Linage y
publicado en El Eco del Comercio (Diciembre).
El 16 de Febrero de este año empezó el Diario de Barcelona á publicar
versos catalanes, firmados por Lo Gayter del Uobregat (Joaquín Rubio y
Ors (2). No eran, ciertamente, aquéllas las primeras poesías en lengua cata-
lana que velan la luz en la época moderna; desde 24 de Agosto de 1833 es-
taba publicada (3) la magnfñca oda de Aribau (4) que unos titulan A lapatria
(i) siempre con algunas honrosas excepciones. En esta ocasii^n el genetal Bono di Car-
minati dimitió horroiíiado ante las represalias decretadas por Van-Halen y Narciso Upez.
Mx Altimo dio una proclama en Valencia, diciendo: «Ha llegado el dfa de prescindir de sensi-
bilidades». En el campo carlista, el capitán Espinosa dio un alio ejemplo: acabada la acción
de Maella, an ayadanie de Cabrera le llevó U orden de matar á cincuenta prisioneros qne
lenia en sn poder, v Espinosa contestó: «Diga usted al general que yo no tengo lanza despnís
de Ib acción». En aquellos días un capílalisla de Madnd encabezó con zaooo duros ana sus-
cripción para pagar á peso de oro el asesinato de Cabrem.
(a) Nació en Barcelona (ji Julio 1818). En la librería de sa padre se despertó an ifíción
por Ir lecinia.
(J) En el periódico Bl Vapor.
(4) D. BaenaTeniura C. Aribau nació en Barcelona (4 Noviembre 179S). Fué taquígrafo'
periodista, fundador de El Éurífito, diario barcelonés (1873), y el obispo Torrea Amai te colocó
en casa del banquero Remisa, donde Aribau se bailó tan perfectamente que compuso su cele-
bírrima oda, . . ptr expresar Tafetti mh safrraL — Qu/pufa itomí en cor gravar la ma dtl cct,
ara di cantar de man pairé
, Casa de la Moneda (1S53),
n la Biilielíca dt AtUoris
D,g,t7cdb/GOOgrC
bírrima oda, . .ptr expresar Taféete mh sagmt. — Quepuga itome en cor gravar la ma dtl cel,
ó sea la gratitud: ¡x, i crida peí man qui r/iay mon cor in^ral. — Cenará de cantar de man pairé
la gloria... Aribay fui posteriormente director del Tesoro (i847t,de la Casa déla Moneda (185a),
secretario de la Real Intendencia (18^), y colaboró acliramente en la Biblioteca dt Autores
Eipailelti. Murió el I? de Septiembre de tSól.
Salcedo, HISTORIA DE ESPAÑA
Historia Ghífica dh la Civii-ízaciún Español*
HISTORIA DEL TRA1E. -TralM del tilia XIX.
D,g,t7cdb/GOOgIC
HISTORIA D8 ESPAÑA 6/5
y Otros A Remisa, y que pocos catalanes dejan de saber de memoria; pero
ni aquel primer anticipado brote de literatura regional, aunque tan hermoso
y acabado, ni los ensayos de Cortada (i) y Martí (2) llamaron la atención del
pueblo catalán sobre las olvidadas excelencias poéticas de su lengua: este
triunfo estaba reservado al joven Rubio. «Cuando llegaba una nueva compo-
tsición de Lo Gayíer, todas extrañas á la pasión del momento, pero todas
'impregnadas de espíritu catalán, nos la arrebatábamos de las manos, se sa-
>caban cien copias de ella, se lela en alta voz en los cuerpos de guardia, y se
• daban al olvido los graves acontecimientos del día; es decir, que por un mo-
tmento la suerte del caballero cruzado de Lo Gayter nos interesaba más que
»el paradero de Cabrera recién entrado en Cataluña, y con quien tal vez ten-
• dríamos que batirnos al día siguiente» (3).
£1 regionalismo literario habla nacido en Es paila.
Año 1840. — Fecundo como pocos en sucesos políticos. La guerra
civil duró hasta el 7 de Julio. El ejército de Espartero fué tomando uno por uno
los puertos fortiñcados de Cabrera en el Maestrazgo y sus contornos; Cabre-
ra pasó á Cataluña con un resto considerable de sus fuerzas, y batido en Ber-
ga, aunque todavía conservaba elementos para prolongar la lucha, compren-
diendo la inutilidad de ella, buscó refugio en Francia: Se me supone rico, dijo
al cónsul de España en Perpignan, jr que he enviado mucho dinero d Francia.
Aseguro d usted que no tengo para vivir; se lo diré asi á D. Carlos, y le pediré
que me di délo que á il le dan.
De mayor interés que estas postrimerías de la guerra civil fueron las In-
trigas políticas que no cabe aquí reseñar menudamente, pero que en síntesis
se redujeron á lo siguiente: la reina Cristina, odiada por los carlistas, que le
atribuían la parte principal en el cambio dinástico y de régimen, y por los ca-
tólicos fervientes, que vetan en ella la san donadora de las leyes contrarias á
la Iglesia, acabó de enajenarse el afecto de la masa neutra con su matrimonio,
que, siendo tal como lo era, en efecto, incapacitábala para ejercer legalmente
la regencia y si hubiera sido concubinato, como creía entonces la generali-
dad de las gentes, envilecía su persona y cargo; á lo que conviene añadir que,
con fundamento ó sin él atribúlasele también acaparamiento culpable de bie-
nes tomados del real Patrimonio ó del Estado con la mira de formar un cau-
dal para los hijos que tenía de Muñoz. En suma, que la Regente, antes tan
aclamada y querida, habla perdido todo su crédito popular por este tiempo.
Poco podía contar la señora con los dos partidos constitucionales, pues los pro-
gresistas sólo la admitían á condición de que se redujese al papel de mera es-
tampilla regia de sus propósitos revolucionarios, incompatibles en gran par-
te con sus creencias católicas y con su interés de soberana, y, de abandonar-
se á esta corriente, alejábase cada vez más de los elementos conservadores,
necesarios á todo Gobierno, y aun más á un Gobierno monárquico; la prefe-
rencia de Cristina tenia que ser, pues, para los moderados, pero no podía
tampoco inclinarse á ellos de un modo resuelto por carecer de fuerzas para
(ll Tradactor en verso catalán de una novclíla italiana eo verso Umbién. Titúlase la Ira-
dacción La niyya fu^Hva.
(al AalOT de ¿lagrimal di ¡a lAudeta.
[3) Mañ£ y Flaquer {Diario de Barcelona, S Septiembre 1S78).
(Exflieaciin de ía lámina C VI).
HISTORIA DEL TRAJE. - Tr«|«l etplBoMl del lIslo XIX. - 1.Tn)e de sellora (paseo). 13».
— i Traje ile «iqueti (ciballtro), 183T. - 3. Traje de baEle (seRorlta), 18». — 1. Amiianí de IBS3. —
S. Eleeantedr ISlí.
,, Google
6j6 HISTORIA DE ESPAÑA
dominar á los progresistas, que con la Milicia nacional, ducha en el arte de los
pronundam lentos y asonadas, disponían de un poder formidable. Como la
Reina no era tonta, ni mucho menos, comprendió que su salvación estaba en
el ejército, incontrastable siempre, y á la sazón, muy numeroso y con el pres-
tigio conquistado en la guerra civil: en el ejército, efectivamente, tenia Cris-
tina el arraigo consiguiente al haberse batido por ella durante siete años, y
en él militaban hombres que, como D. Diego León (i), á una indicación
suya se hubiesen sacrificado defendiéndola; pero, como es lógico, se fijó en
el caudillo que, á la sazón, hacfa cabeza de los militares, ó sea D. Baldomcro
Espartero, creyendo que apoyada por él podría fácilmente resistir á su cre-
ciente impopularidad y desenvolver una política moderada que diera firme
sustento al trono de su hija.
Se equivocó, porque D. Baldomcro, ó arrastrado por su propia ambición,
ó, lo que es más probable, impulsado por el astuto Linage, llegó á romper con
ella y á sustituirla en la regencia. Seria curioso é interesante un estudio
histórico documentado, por el estilo de los del marqués de Lema y Péreí de
Guzmán sobre el reinado de Carlos IV, en que fuera expuesto el proceso de
las relaciones políticas entre Cristina y Espartero, y cómo este general, que
por su laudable severidad para mantener la disciplina pareció revelarse de
(i) D. Di^o Anlonio Leiin y Navarrele, conde de Belascoaln, aaci6 en Córdoba (30
Marzo iSoy), Ingresa en el Ejírcito comprando, como estaba entonces admitido y lo ha
estado en Inglaterra, una plaia de capitán de Cabalterfa (n Agosto 1824). Distinguióse por
modo extraordinario en la guerra civil por sus magníficas caigas, meiectendo el lobrenom-
bre de ¡a príniíra tama díl ejircilo. Ascendió á coronel en lS}5, á brigadier en t8j6. Un
afio después i mariscal de campo, y en Abril de este año á teniente general. Era de arrogan-
tísima ngura, completamente sordo — á ésto atribuían algnnos su aDsoluta falla de mtedo
en Ihi cargas, pues no ola las balas, 7 ademii solfa cargar con la vista baja, no ilendo asi á los
enemigos — , j como salió ileso de los mayores peligros, él mismo Ueeó á creer cu su invulne-
rabilidsd. Su carácter militar, en suma, era el de un gran soldado de Caballería, descendiente
de los paladines medioevales. Entendía poco ó nada de política: para ti la guerra parece que
se reduela, á una mera cuestión dinástica, Se balfa por su Reina, que era Isabel II, y mientras
fuese nina, lu madre Cristina.
(í".í//iV(7<-iJn di la lámina i¡^ fnfrrnlt.)
Eapaiolc* lluitras conté mporáiMol. — S9. Joaquín Arjona, actor dnniilico sevillano notable y
esiuitlo^o, que sobresalió en la Interpretación de las comedias de Moralln y en las del teatro dislco, y que
durinlf niucho« aAos lué el aplaudídisimn ealán dr las eminentes actrices Blrbaia y Teodora Lamadrid
|l817-ia7S). — M. Jote Zorrilla, el poeta mis etimia del siglo XIX en Espada. Su obra más popular. Don
Jaan Tenorio, dista mucho ir ser lo mejor que escribió. Sus Iryentlas admirables bastarían pan su glo-
ria. Nació en Valladolid, y fué coronada snlem nenien le en la ALhambra (1817-13431. —97. Raaéa de
Campoamor y CampoOMrío. pacía ovetense oriKinalisimo, inspirado y elegante. Sus Pmaeiloi
poemas y sus Dolaros son un monumenlo inmortal (1817-1901). — 58. Lala José SartorlBI. primer
cnnde de San Luis, periodista y pnlilico que empezó su carrera protegido por Bravo Murillo; fué
ministro con NarvArz, y en IS51 formó gabinete bajo su propia presidencia. Embajador en Roma despu^
del Sb, le sorprendió la revolución de 1S6S siendo presidente del Congreso de los Diputados (ISIS-ISTl),
— SS.Joaé AmatlordtloaRlo*, ilustre preceptista y literato, anlor de una eicelentlíima ///aforiocr/N-
ea de la llleralara espolióla, que, desRtacladamente, dejó sin concluir. Sólo alcania hasta el siglo xvii
(1Sld-lS78|. eO. Mallldt Diez, notable y aplaud idísima actriz dramática, esposa tie D. Julián Romea,
de quien se separó á los pucos añns para trabajar can D. Manuel Catalina hasta su muene (1BIS-1SS31. -
SI. Mannal MIIA y Fontanal!, doctísimo crítico literario. Sos obras principales son: Dt la poesía Iteroi-
co-popular y Los ¡rotadores en Espalla. Fué maestro de D. Marcelino Mcníndez Pelayo. Nació en
Barcelona (ISIS-iaSt), 82. Hoctor Mariano Bcnaveate, ilustre mídico y notable y ameno periodisU'
redactor de varias leiistas profesionales. Llamábasele por antonomasia el 'mídico de los nilloS' por sn
rira compelencia en las enfermedades de la infancia. Hijo suyo es nuestro gran dramaturgo Jacinto Dena-
vcntt(iBi3-IS8i). — 8). FraBClMO Navarro Vllloiladi, novelista del género histórico; amor it Amaim
ó los vascos en e! sij,lo VIH. una de las más bellas obras del siglt) M.\ <I8I8-I89i|.
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60. MalUdC Dleí
Espkflolu llnstrcí conltmporáncoi.
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6;8 HISTORIA DE ESPAÑA
temperamento muy conservador, siendo por ello aborrecido de los progresis-
tas, fué poco á poco aproximándose á éstos hasta ser su ídolo. Es probable que
tal evolución obedeciese á dos causas: una, el recelo que inspiraron al vence-
dor de Luchana los generales Córdoba (i) y Narváez, conocidos por su filia-
ciÓD moderada, y otra, el mismo hecho de inclinarse Cristina á los modera-
dos. Espartero tenía que buscar una bandera distinta. Lo cierto es que el mo-
tivo ó causa ocasional de la disidencia fué la ley de Ayuntamientos, encami-
nada á reducir á estas corporaciones á la esfera admínistativa, quitándoles la
intervención directa en la política, que era una de las causas más poderosas
de las constantes algaradas en las poblaciones. El partido progresista, que
consideraba estos continuos motines como legitimas y saludables expansio-
nes del pueblo, se opuso á dicha ley; pero aprobada por las Cortes, la Reina
la sancionó, á pesar de que Espartero le habla manifestado su parecer con-
trario á este acto, y ella prometido cambiar de ministros y de polftica disol-
viendo las Cortes. Ocurría ésto en Barcelona (14 Julio), donde se hallaban
Cristina y Espartero. Espartero dimitió (15 Julio), estalló un motín (noche
del 18) de progresistas mezclados con muchos jefes y oficiales del ejército, é
intimidada la Reina (2), se sometió á Espartero, formando el Gabinete que
el General le impuso, presidido por D. Antonio González {20 Julio); pero
sólo duró veinte días, porque los ministros querían inmediatamente la diso-
lución de Cortes y derogación de la ley de Ayuntamientos: y la Reina,
procediendo con un respeto exquisito á las fórmulas constitucionales, soste-
nía que debía el Gabinete presentarse á las Cámaras y proponerles la anhe-
lada derogación, suprimiendo el nombramiento de alcaldes hasta i." de
Enero, y una vez que votaran, ya en un sentido 6 ya en otro, vendría el mo-
mento de intervenir la Corona. Por esta discrepancia se constituyó el Ga-
túnete presidido por D. Valentín Ferraz (12 Agosto), y la Reina emprendió
el viaje á Valencia el día 24. Á las cuarenta y ocho horas de desembarcar
presentó el Gabinete la dimisión, y fué reemplazado por otro que presidió
don Modesto Alcázar, y en que figuraba como ministro de la Guerra el general
Aspiroz (3). Progresistas y esparteristas, que ya eran una misma cosa, toma-
ron á provocación este Gobierno, y estalló en Madrid el pronuMciaMÍenío de
S^tUmóre el día 4. La Reina ordenó á Espartero que fuese á reprimirlo, y
y ante la negativa del caudillo, se sometió á su adversa suerte renunciando á
la Regencia, y embarcándose en Valencia para Marsella (ly Septiembre).
Constituyóse un Ministerio-regencia presidido por el duque de la Victoria,
que convocó las Cortes para el 19 de Marzo de 184!.
A pesar de todas estas peripecias políticas, el año fué de alegría por la
terminación de la guerra civil, y hasta por la caída de Cristina, que no sintió
nadie, fuera de los moderados y de algunos caballeras á la antigua, como
León. La generalidad de las gentes conñaba en Espartero, y, hasta los que
temían á los progresistas, se figuraban que teniendo al frente un general que
sabía reprimir la indisciplina militar con mano dura, no habrían de repetirse
los excesos del trienio y de 1836. Espartero no era Riego.
(1) D. Luis Pernindez de Córdoba, desde París donde escribid 3U Memaria jaslijiíaliva,
Mgán queda dicho, vino á Madrid en el año de ltJ37 á tomar asiento en tas Cortes para la que
fue elegido diputado. Comprometido en et abortado pronuncian) ienl o de Sciilla, emigró á Por-
togal (1S39I, 7 murió en Liiboa (í3 Abril 1S4O).
(2] Cuéntase que dijo al Jefe político de Baicelona: oNo tenias escenas deplorables; ait«
Bes un nuevo motía de 1* Granja: pero no de saceentos aiuo de genérate*».
(3) D. Francisco J. de Aspiroz nació en Valencia (S Noviembre 1797)- Hiso su carrwa
en Us guerras del tiempo de Fernando VII y en la civil. Era mariscal de campo desde Febrero
de tS3S, f pasaba ya por amigo de Narváez. £1 general Aspiroz, ascendido á teniente general i
la calda de Espartero, vivió hasta el 14 de Ociabre de 1858.
D,g,t7cdb/GOOgIC
HISTORIA DS ESPAÑA 679
RestableciéroQse las diligencias que la guerra civil habla suspendido,
arruinando á las empresas. Se creó una nueva, la de Carsi y Ferrer. Mucha
gente de Madrid se dirigió aquel verano á las provincias vascongadas, y fueron
muy visitados los lugares que babfa hecho famosos la guerra.
En Madrid publicáronse los Rotnaiues históricos del duque de Rivas, y
llegó el Liceo á su época de mayor esplendor, instalado en el magnifico pa*
lacio de Villahermosa: no ha vuelto á existir una sociedad como aquélla. Es-
taba dividida en cuatro secciones: la de Literatura, presidida por D. Pa-
tricio de la Escosura(l), y á la que concurrían Espronceda, que este año publicó
la primera edición de sus Poesías, Ventura de la Vega, Bretón de los Herre-
ros, Gil Zarate, Rubí (2), Hartzenbusch, Tassara (5), Roca de Togores, más
conocido por el titulo que tuvo luego de marqués de Molins, Enrique Gil, (4),
los hermanos Bermúdez de Castro (5), Modesto Lafuente. (6), Segovia (7),
López Peregrin (8), Mesonero Romanos (9), Pastor Díaz (10), Romero Larra-
(i) Nacido en 1S07, es una de lu represcQUcioiiel típicas de la juvenlud literaiia, lomÍD-
tica y política de m tpoca. CanipaJleio de Esprunceda en el Colegio de San Mateo, fhí sa
amigo intimo y compañeio de aventuras, y hasta su yeino pues se casó can sa hija Blanca.
Acometió todoi los gíneroi literarios, y en todos hizo regular papel, aunque sin alcaDiai en
Qineatio de ellos el primer lauro. En 18^ publicó la Dovela £1 Vende de Cíoideifina liniitaciúa
dcWalter Scotl); en 1S35. Ni rey ni Koque del mismo género, y la leyenda El bullo vestido de
negtf cafút; en 1837 esuenó La ctrle del Bum Retiro (comedia), etc.
{]) D. Juan Kodríguea Rubí nació en Málaga (21 Diciembre 1817). Se dld i conocer y al<
canzó fama en nna de las veladas del Liceo leyendo sus composiciones andalnias La venta det
iaeo, Volot y juramentos, ele. En este mismo año (1840) estrenó con buen éxito sos comedias Del
mai el menos y Toroi y cañas.
(3) D. Gabriel García Tasaua nació en Sevilla (1817). Fué moderado, periodista y diplo-
mitico. Como poeta, au fama creció mucho cu los últimos años del siglo xix. Según D. Fran-
cÍs':o de P. Canalejas, «en sus cantos se ve pasar hermosamente reflejado cuanto lia sentido la
■sociedad eapaHola en este siglo (el xix)»; M. Pelayo dici . .
nacido en el mis alto grado efoj magna sonalaTum>t\ Valí
»aapirai el primer puesto de la poesía lírica en Europa». -
mada poi el autor, Madrid, 1S72).
(4) Nació enVilUfrBncBdelBier2o(iSjalio tSm); autor d« la novela romántica £/ n^r
de BemHirej de la leyenda £1 lago de Carrueedo, y da poesías líricas no coleccionadas ha»-
la 1873 por Laverde. Murió en Beilin, siendo secretario de nuestra Embajada, M Febrero 1846.
(5) D. Josí, romántico, desaforado, y D. Salvador, después duque de Ripalda y diplomá-
tico, qae este mismo año 1840, tan fecundo en obras literarias, publicó sus Ensayos peelicos.
(6) Nació en León (1S06]. En 1837 fundó el Fray derundio, periódico sallnco, ó mejor
41cIio, chabacano: sus números se llamaban íapilladas, y eran diálogos entre Fray Gerundio y
■a lego Tirabeque. Fué un negocio editorial que produjo á Lafuente nna pingüe foitoria y la mis
extraordinaria popalaridad. Duró basta 1844. y es fama que la terminó el general Prim con ar-
gumtntm c«ituHi¿f</^i, incomodado poruña capUlsds en que se burlaban de él. En 1S46 publicó
D. Modesto el Teatro social del siglo XIX; en I847, el Viaje areostátUo dt Fray Gerundio y Ti-
rabeque; ta 1S4S-49, la Revolución Europea. Después se dedicó á escribir in Historia dt Bsfaña.
Mniíó en 1866.
(7) D. Antonio M. Segovia nació en iSoS, y vivió hasta 1874. Eacriblann periódico satírica
titulado £/ Estudiante qae era, i su vez, el seadónimo con que firmaba; sa sitint, social y políti-
ca, era, sin embargo, predominantemente lileiaria, eu defensa de la pureza de la lengua, como
Valbnena muchos años después. Hay una colección de sus composiciones en prosa y verso (1 839).
p) Fismahit /Henúmar y El jibenámar era el titulo de su periódico satírico en que fastigaba
á políticos y literatos con símiles y en estilo propios de la tauromaqnia. Como Sf^ovia, Abe-
námar era revistero de loros, y ambos publicaban aus revistas en El Correo Nacional, hoy bss-
cadlaimas y laqueadísimas por revisteros y graciosos de periódico. El Estudiante, que también
aolla oaar el aeadónimo de El Cócora, y Abenámar iñndieron sus dos periódicoa en uno titulado
Nmelni,
(9) Habla ñindado en 1S37 y dirigió basta 1843 El Semanario Finteresco Español cay*
idea tomó, aegún declara él mismo, del Penny Magatíne^ix: Londres), y det Magasin Pittores-
£v; (de Pajls), y ijne filé la primera revista espaüola ilustrada. Tuvo tan buena acogida, qae
Dbo que reimprimir los primeros siete tomos pablicados, y aún s« lee con sumo gusto.
(10) D. Nicomedes, tan famoso como político y literato, nadó en 181 1. En este segando
concepto, sus Poesías, que se publicaron coleccionadas en este mismo año 1840 son de un
extremado romanticismo. Dedicábase, además, i la crítica literaria.
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6So HISTORIA DE ESPAÑA
naga (i), y otros ciento que sería prolijo enumerar, porque literatos y poe-
tas brotaban entonces como las flores del campo en primavera; pero no se
debe omitir en la lista á Campoamor, que ya frecuentaba el Liceo y se hacia
aplaudir sus Cantares, sus Fábulas y sus primeras Dohras, de que no apa-
reció colección hasta 1846. Campoamor era entonces un joven que pro-
metía, que no andaba con desembarazo dentro del ambiente romántico
dominante, y cuyo magnifico porvenir literario nadie sospechaba. Tam-
poco son para olvidadas las dos grandes poetisas del Liceo: Gertrudis
Gómez de Avellaneda (a) y Carolina Coronado {3). Celebraba la sección
de Literatura animados debates, concursos ó juegos florales, lectura de
poesías por sus autores, que no eran sólo los citados, que podían llamarse
de casa^ sino además otros como D. Juan Nicasio Gallego; sostenía clases
de declamación, y con la sección de Música, presidida por Ledesma, diri-
gía y usaba el teatro, donde, ya se representaban obras dramáticas por gran-
des actores de profesión, v. gr., la Matilde Diez y la Isabel Luna, alternando
con insignes aficionados, entre los que descollaban Ventura de la Vega y
Sartorios, el futuro presidente del Consejo de Ministros; ya se daban concier-
tos musicales.
Presidía la sección de Pintura D. Vicente López, y formaban su núcleo
los dos Madrazo y los dos Ribera, Tejero, el fecundísimo D. Genaro Pérez
Villamil, verdadero Lope de Vega del pincel, ya que en veintidós años de
producción artística dejó pintados más de ocho mil cuadros al óleo y adeaiás
portentosa cantidad de dibujos y litograrias, quedándole itempo para pintar
el teatro del Liceo con sus decoraciones y para ilustrar la España artística _y
monumental, todo lo cual hace creer que D. Genaro, ó fué un brujo ó un fabri-
cante de obras artísticas (4); el hermano y colaborador del anterior, don
Juan {5); el sevillano D, Antonio Marfa Esquivel (C), felicísimo imitador de
Murillo, á la sazón nuestro gran pintor de moda en Europa, y cuya manera
ll^ó Esquivel á dominar tan perfectamente, que como de Murillo se ven-
dieron muchos cuadros suyos en Inglaterra y en otras partes, siendo también
apreciadísimo por sus cuadritos de género — escenas andaluzas especial-
mente — y por sus retratos; D. José Elbo, tipo romancesco que no pintaba
sino manólas y toreros porque, según decía, eran «sus únicos compatriotas
€dignos del arte» y porque «los extranjeros no tienen corridas de toros por
»no haber entre ellos un hombre capaz de ser ni cachetero» (7), artista que
siguió á su modo á Goya y Alenza, y que fué prematuramente arrebatado
(il Saa Ponías se publicaron en iSt'- De ellas pocos desconocen su preciosa orieatnl El
di ¡a cruz eotorada.
|3) Nació (1816) en Faerlo Frfncipe (Cuba). Vino á España á los veinte aflos, y en 1840 se
diú i conocer en el Liceo.
(3I Nació en Almendralejo (1833I.
(4) Nació Pérez Villamil en El Ferrol (3 Febrero 1807I. Fué militar, y, siendo ayu-
dante del Estado Mayor, herido y prisionero, hubo de permanecer en Cidiz mucho
(icmfHi; alli se le desarrolló la afición de pintar. La Eipaiia artística y tHoniimfHtal ■••
lió á la luz en ParJs (18^3-1846! con el te^tto por D. Paindo de la Éicosura. Los di-
bnjos de Villamil son fantásticos, ode tal modo <gue li obra no sólo es inútil sino periu-
ndicial, pues ha desorientado * algunos arqueólogos extranjeros, haciéndoles aceptar como
HÜeles y exactas unas reproducciones dignas de ilustrar una Espaila á lo Teófilo <iaatien'.
(Lampérez, HistoHa dt la Arquitectura Españota dt la Edad Media). Morló P. Villamil el 5 de
Junio 1854-
[5) Trabajó mucho para el Seiiuiario F¡iil,'resco, el Álbum filarmónica, 1839, etc. Murió
el 4 de Enero 1863.
(61 Nació H Marzo 1S06.
l7) V anadia: «¿comparen ustedes la cabeza de Montes con la de Murat!»
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HISTORIA DE ESFAÍÍA 68l
por la muerte {l}; D. José Gutiérrez de la Vega (2), autor de la Dolorosa que
inspiró á Zorrilla su bcllfsinia poesía Uar-ia al pie de la cruz, y otros que sería
prolijo enumerar, á los que se juntaban aficionados, como el duque de ki-
vas, el duque de Gor y las señoritas Weis y Menchaca. El escultor D. Augusto
Kerrán, del que ha quedado poca memoria en España por haber vivido en
Farls lo mejor de su juventud artística, y después en la Habana como profe-
sor de la Escuela de Bellas Artes (3), presidia la sección de Escultura, menos
importante que las otras, porque en el Liceo, representación exacta de nues-
tra actividad artística, la Literatura y la Pintura iban á la cabeza; la Escultura
vivía modestamente, y en cuanto á ta Música, poníamos con entusiasmo en
sus aras la ejecución y la admiración, no acertando á crear en competencia
con los maestros extranjeros.
En cambio la Tauromaquia brillaba en todo su esplendor. Las tempora-
da de 1840 fueron inolvidables para la afición. Montes estaba en la plenitud
de sus facultades y era tan popular como el duque de la Victoria; pero con
popularidad harto mejor asentada y duradera, pues la del Duque hab(a de
comenzar á decaer en el año siguiente y la de Montes nunca. Para colmo de
felicidad, un nuevo diestro de grandes esperanzas tomó la alternativa en la
plaza de Madrid {27 Abril): Cuchares (4). Y este mismo año su competencia con
Juan Pastor interesó muchísimo al público. Mientras tanto, un catalán— don
Mariano Cubí y Soler— tomó sobre si la empresa de vulgarizar en España la
Frenología ó doctrina de la localizacíón cerebral de las facultades intelec-
les, (5). á que no cabe negar su carácter de precursora de la /*jií:o//«ci» moder-
na; Cubí tenía espíritu de propagandista, y no contento' con publicar su Afa-
nual de Frenologia (6), emprendió años adelante— del 43 al 48 — una peregri-
nación por los pueblos, explicando el nuevo sistema, y dio á luz varios
libros f?), con lo que provocó ardientes polémicas y hasta un proceso ecle-
siástico. En 1840, finalmente, empezó á figurar como escritor D. Jaime Bal-
mes (8).
Aüo 184J. — Las elecciones para las Cortes reunidas el 19 de Marzo
fueron de tal naturaleza, que un solo moderado — D. Joaquín Francisco Pa-
ch eco— consiguió venir al Congreso y con veinticinco senadores constituyó
(I) Blbo nacid en Utrera (a6 Maiio 1S04) y muH6 en Madrid (4 Noviembre 1844), Era
hombre de frases agudas. En unn EsposiciAn censuraba un rUilante uno de sos cuadros á
licmpo que pasaba él con sus amigos, y uno de éstos le dijo: <iOye cómo te roen los latones».
■Es lo único que me pueden roer>i, conteslí él, "porque es adonde me llegan». De un cn'Iico
que s6\a se fi;ó en un defecto de detalle de un cuadro suyo, dijo: «Es como las moscas; sdlo
>>se para en la basura». Muñoi 7 (¡árnica escribió una novela con Elbo por protagonista.
(3) Nació eu Sevilla, empeiiS á figuiat como pintor en 1833, vivi6 hasta l£>5. y dejó dos
hijos buenos pinlores: D. Jonquín. y D.José que murió en 1867,
r3) AIl(raurió(38Julioi87g).
(4) Francisco Arjona llf^riTa. Iiijo ilcl banderillero Pesluras v solmno lii-l jjran Curro
tiuillín. nació en Madrid | rt) Mayo iCiK|.
(j) Mucho antes de Culii habídsc ya inlcnladii eslu vul|;arizaciún. i-onio acreditan la
ExpañHÓH dt ¡a declrina de Cu// (anónima). Mailriil l8ol>, los artinilos de Hmesto CVxik. en
Et FurofCB {\»2l). el Rísumen analilite del ¡hlema del Dr. Cali (Madrid TNlO y la Naiva da-
lififtidén tU lai facultades cerebrales, eompcnílio de Spurszhein (Valencia lí*i7]. l'ero Jiadu de
esto trascendió del cirrulo ile los más doctos.
(6) Va lialnies trata en La Sodtdad Ai: este liUrn. (|ur liciy no se enciii'nira [lor nintinna
parte.
(7I El más conocido es c-1 Sisliata íempUta de Frenelosin (Barerlona iKíjt.
(MI N'ació en Vich {!» .AuosUi iNto). V.MuW> con Ijeca en la l'niver.sidail de Cer\-era.
Este año pultliró sus Oiseniaeiaites itvia/es, folíliciis y eetnimicas sobre les Iñenet iM clero, .sus
CíHiideraciútiei peUfícas sobre la stluaciin de España y Leí reü^i» ilemaslratla a¡ alcattíe de
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682 HISTORIA DE ESPAÑA
toda la representación del partido, vencido en Septiembre del afio ante-
rior; pero se bastaron los progresistas para que fuese animado, y para:
ellos peligrosísimo, el juego parlameotano. Dividiéronse en dos fracciones
trinitarios, 6 partidarios de una regencia de tres personas, en que entraron
casi todos los prohombres det partido, temerosos de la omnipotencia de Es-
partero, y unitarioSi ó sean los incondicionales de Espartero, que no querían
más regente que él, y de que bacian cabe2a ios ayacuchos, aplicándose muy
luego este apodo, no sólo á los militares del ejército del Perú, sino á todos
los parciales del duque de la Victoria. Triunfaron en la votación los unitarios;
pero por pocos votos (151 contra 138}, y aun para esu mayoría fué menester
que votaran con los primeros los veinticinco senadores moderados. También
fué exiguala elección de regente— 179 votos por Espartero, 103 por Argue-
lles, cinco por la reina Cristina, uno el conde de Almodóvar, y uno el briga-
dier García Vicente, — de donde resultó D. Baldomcro elevado al primer
puesto de la nación, no ya por los dos partidos constitucionales, ni si-
quiera por el progresista, sino por una fracción de éste. Igualmente resul-
tó laboriosa y desgraciada la formación de Gabineie: Olózaga, Calatrava,
Sancho, Heros, Landero y Vadillo se negaron á ser ministros, y se prescindió
deD. ManuetCortina, alma del Ministerio-regencia, abogado de sumo crédito
y persona de gran autoridad; se compuso (21 Mayo) con D. Antonio González
(Presidencia y Estado), Alonso (Gracia y Justicia), Infante (Gobernación),
Surrá (Hacienda), San Miguel (Guerra) y Carbó (Marina). £1 ministro de Gra-
cia y Justicia, D.José Alonso (i), jurisconsulto educado en las obras de Cam-
pomanes y de los regalistas más extremosos del siglo xviii, enderezó en este
sentido la tendencia an ti eclesiástica del partido progresista, haciendo gober-
nar las diócesis vacantes por gobernadores eclesiásticos impuestos por el Po-
der civil y considerados por los fieles como autoridades intrusas y cismáti-
cas, creando y suprimiendo parroquias, desterrando á Ramírez de Arellano,
vicecanciller y encargado de la Nunciatura, cerrando ésta y el Tribunal de la
Rota, facultando al Supremo para conceder gracias eclesiásticas, derogando
la ley de dotación de culto y clero votada por las anteriores Cortes, in-
cautándose de los fondos de la Obra Pía, sacando á pública subasta to-
dos los bienes de la Iglesia, etc. El Papa condenó estas medidas (alocución
de I." Marzo). Alonso contestó con un manifiesto (30 Julio) contra la Santa
Sede.
La reina Cristina, que habla ya protestado el año anterior (Marsella 8
Noviembre 1840) por una carta á Espartero y un manifiesto á los españoles
contra la violencia de que habla sido víctima, fué exonerada de la tutela de
sus hijos, para cuyo cargo eligieron las Cortes (10 Julio) á D. Agustín Argüe-
lies; la viuda de Espoz y Mina fué nombrada aya de las niñas. El partido mo-
derado se dispuso á dar la batalla al Regente. D. Leopoldo O'Donneli se
sublevó en la cindadela de Pamplona (27 Septiembre), y Borso di Carmi-
natí en Zaragoza; Piquero, en Vitoria (4 Octubre) poniéndose al frente
del movimiento D. Manuel Montes de Oca, que de empleado cesante del
Ministerio de Marina había pasado á ministro del ramo (16 Noviembre
de 1839) y que era un tipo romántico característico de la época. Urbiztondo
en Vergara, y Jauregui, el Pastor, en Bilbao secundaron el movimiento. En
Madrid (noche del 7 Octubre) el general León, con D. Manuel de la Con-
(1) Piiblitó una (olección de SI
úe las obras de Campomanrs. no es ili
el fin lie exlrpmar las lesis regalistas.
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HISTORIA DE ESPAÑA 683
cha (l) y Pezuela (2), sublevaron la guardia exterior de Palacio (3), siendo su
propósito apoderarse de la Reina y de su hermana y conducirlas á punto seguro
bajo la tutela y regencia de su madre: fracasó el intento porque los alabarde-
ros, mandados por D. Domingo Dulce (4), se resistieron á franquear la entrada
del piso principal, y los sublevados no quisieron forzarla á viva fuerza temero-
sos de herir á las augustas niñas. Duramente reprimió el Gobierno el alzamien-
to no hubo piedad para nadie. En Vitoria fué fusilado Montes de Oca; ea Zara-
goza. Borso di Carminati; eo Bilbao Zurbano cometió verdaderas atrocidades;
en Madrid (15 Octubre), el general León, brigadier Quiroga, coronel Falgo-
sio, capitán Berice y teniente Gobernado. A los progresistas, que tanto chi-
llaban contra los fusilamientos cuando les tocaba el turno de ser fusilados,
les supo á poco todo esto. En Barcelona se formó una ^Mía de vigilancia que
lai^ó un maniñesto en que se lela: Levante el Gobiertu» el codeso para los
traidores de toda categoría, adopte Mita marcka eHérgica y justiciera, entre froM-
camenie en la senda de las reformas radicales..., etc. La condesa de Mina y Ar-
guelles opusiéronse á que la Reina escribiese á Espartero interesándose por la
vida de León. Olózaga, embajador en París, exigió que doña María Cristina
desautorizase públicamente á los que se habían sublevado por ella; y, como
se negase la seiíora, le fué suprimida la dotación que disfrutaba en su cali-
dad de reina viuda, y se pidió á Luis Felipe que la expulsase del territorio
francés, no logrando más que una enérgica repulsa.
Señalado fué este año en los fastos de la Opera. En los teatros de la Cruz
y del Príncipe hubo como de costumbre sendas campañas, y en el primero
estrenóse {20 Junio) una ópera española. El Contraiandista, letra de Ro-
dríguez Rubí y música de D. Basilio Basiti; pero el acontecimiento de la tem-
porada fué que el Liceo hizo venir á Madrid á Rudini, famosísimo tenor de
aquella época, el cual cantó en el salón de la Sociedad (Nov. y Dic), arreba-
tando á cuantos tuvieron la fortuna de oirle. Otro suceso en que tuvo parte
principa] el Liceo: el pintor Esqutvel, en el momento en que todo le sonreta,
perdió la vista por efecto de una afección herpética. Abatidísimo el infeliz
por una desgracia que representaba la miseria para su familia, se fué á Sevi-
lla, donde llegó á faltarle la paciencia, siendo por dos veces sorprendido en
la' tentativa de arrojarse al rio. D. Genaro Pérez Villaamil propuso abrir una
suscrición para remedio, en lo posible, del tremendo infortunio del compañe-
ro, y, acogida la idea por el Liceo, se produjo uno de esos hermosos movi-
mientos de caridad que pueden ser calificados de nacionales y que la Pro-
videncia pareció premiar devolviendo la vista al pintor. Esquivel, al recobrar
el ejercicio de su arte quiso dar gracias á Dios con un cuadro de asunto re-
(1) Empiezan á figxirar los Gutiérrez de la Concha, hijos del marino fusilado con IJnicrs
por los independientes de Buenos Aires: el mayor, D. Manuel, que fué lupgo marqués del
Duero, nació en Córdoba de Tueumán {3 Abril l8o«); cadetp de Infantería de Guardia
Real (1820), coronel en 1838, mariscal de campo en 1R40.B menor, D. José, que fué marques de
la Habana, nació en la misma ciudad que su hennano (4 Julio iSori); alumno de Artillería (1822) y
después oficial y profesor de la Academia de su arma. Confonne S la malísima costumbre de
ht empleai fenanaiei, á D. José de la Concha fueron dándoselos en Caballería, resultando así
que en Julio de 1&40 ascendía i coronel de Caballería, mientras que sus compañeros de pro-
moción eran aún capitani-s muy modernos (le Attilleria.
{2) Hijo del virrey del Perú. Despuís conde de Cheste y capitán general. F.n este año
era bríeadier.
(3) Que mandaba el coronel de Caballería D. José M. Marehesi y Oleaga (nacido en
Madrid 27 Noviembre de 1801). y que llegó luego á teniente general.
(4) Nació en Sotes, de la provincia de Ijoffoto (7 Mayo 180H). Cadete de Caballe-
ría (1823). HiíO toda la ^erra civil, distinguiéndose en el encuentro de Castelflorile (1840). que
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69. CoDcepcIúB ArcRBt
tT. Nocedal 6S. rtrakaáti t QotaUts
70. Pl r MircaU TI. flailaablde
(I9J1-IO0I). (IS22-1B70}.
Eipafiole* llnstres coatcDporáocoi.
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HISTORIA DE ESPAÑA 685
ligioso La caída <U Ltabel, y, á la sociedad que !e habla favorecido, regalándo-
le aquella obra (i). Balmes publicó este año su obra El ProtestatUismo com-
parado con el Catolicismo en sus relacioMa con la cimlitació» europea, que para
Menéndez Pelayo ts el primer libro español del siglo XIX (2).
En 1841 se fundó en Madrid, en el local que habla sido Convento délas
Monjas Bernardas, llamadas vulgarmente las Vallecas (donde hoy están las
casas denominadas de Fotdos), y bajo el titulo de Colegio preparatorio para
todas las carreras, el que, de su fundador, amo y director fué conocido por
Colegio de Masama%. Era éste D. Vicente de Masarnau, profesor de Física
de la Universidad Central, y luego académico de las Reales de Medicina
y de Ciencias Exactas; tenia un hermano, D. Santiago, músico eminen-
tísimo que, profesando su arte, vivia babitualmente en París y largas tempo-
radas en Inglaterra y Alemania. Diferían los dos hermanOB en ideas y cos-
tumbres: el físico era de ideas algo avanzadas, católico tibio y mundano, afi-
cionado á divertirse; y el músico, por lo contrario, aunque nunca fué absolu-
tista é inclinábase á una libertad á la inglesa firmemente garantida por el
orden, era hombre piadosísimo que, fuera de la música, no hallaba gusto sino
en las obras de devoción y caridad, á pesar de lo cual ambos se respetaban
y querían entrañablemente. Cuando D. Vicente fué á París por primera vez,
dijo á D. Santiago, que había de servirle en la gran capital de introductor
y cicerone: Llévame adonde tú no vayas,_y no me lleves adonde tú concurras (3).
El D. Vicente contó con el D. Santiago para la fundación del Colegio, y
el músico estableció, aneja al Colegio, la Escuela especial de Música «que fué
>muy criticada, y aun calificada de soporífera, porque no se enseñaban á los
• discípulos más obras que las de Bach, Haydn, Mozarl, Beethoven, Weber,
(1) \'ivió Esi)uiv<'l liustD ij Aljríl [K^;, hüliiondo runiludii rn mis iiltímos aílus la ^ocUdaa
ProitUera ác las Billas Artes en i\w se ¡i'^nijiaron casi loilos los aitistas jAvriios (!<■ fa rj><«n-
Por La Caída dt Luihtl, — ruailro lyue nn hrmns lisio ni aim i'n p^hailo — lüA. i la ilisolu-
<'ión ürl Uceo, el auditor de la Kota I>. Pedro Kealcí dos mil lluros, cantidad que se considcri^
entontes como una Cosa exorbiUnlc,
{1) Hrlerwloxos. Tomo III, ¡>d(j. 7411,
\\) \'íasp la Vida de D. Sanli'igo de Masarnau |ior Quailradn. N"ar¡6 <>n Mailri'1 (10 Di-
riemt^y iMoi).
I ExpUcatién di la lamina anlerinr./
Elp>a*l«tllB*trM contvnporiaco*. - U, Eataaialaa Flgneras, primer Preíldenle At\ Poder
ctecotivo al prociunine en EspiAa la Rtpúbllca el ann isndSTQ- IS82).~M.Caiicepcl6a Arenal, ad-
mirable ncriton de iran Ulenlo, cuyos estudios de SocioloRÍa, Pedagogii y Criminologia gozín de estima
euiopea (ISKJ- 1S43). - S6. MaonAl Mirla de Santa Aoa, primer marquís de SinU Ana. político
y periodisia, fundador de La Carrapondtada dt España. Tomú parte en la revolución de IMS j era
panidaiiodd duque de Monlpensiei. Nació en Sevilla (]e!0- IS9I).-«T. CiadldO Nocedal, político
militante, pubtídsu y clocuenle orador. Acad'.míco de la Española (1B2I - ie8S|. -68. MaOMel Fer-
aápdei y Ooaztleí, inspirado poeta, ivlor dramático y fecundísimo novelista popular de iniuntable
imiginaddn. Oranadino. Su drama Cid Rodrigo dt V/vnry sns xtoielK El Cacinera dt Sa Majtílad, Loa
Monftti dt Uu Alpu/arrai y Men Podrli/utz dt Saaabrla. son en *u RÍnero produccionea admirables
(IBii- 1 B8e).—W. Teodora Herbella, llamada Teodora Laiaadrld, notable actrii contemporánea y tlval
de Matilde Diez en el aplauso papular. En ciertos papelea, como d de Doña habtiúe Let Amanlta
dt Terutl y la protagonista de La Poiilivo. íué la primera ea )u época. Ha sido maetlra de .Mana Ouerrero
(1821 - 18%).- 70. PrancUco Pl J Mareall. ilustre hombre público, caUlán. segundo Presidenle del Poder
ejecntivo durante la etapa republicana. Pensador y escritor profundo y abogado notible (1821 ■ IMn.-
TI.JoaqafaOaitamUde, popular maestro compositor, fundador del teatro de la Zarzuela. Sus obras mii
aplandidaj y todavía hoy repetidas, son; Catalina y El Juramento (1BJ2- 1870). - 72. Jaan EmIUo
Arriata, eminente maestro compositor, nacido en Puente la Reina. Su obra más popular y elogiada e»
Marina lltn-ías*).
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686 HISTORIA DE ESPAÍÍA
(Mendelshon, Dusseck y otros maestros aleinane5> (i). El Colegio contó
pronto sus alumnos por centenares, — sobrepujando en importancia social á
los famosos de D. Alberto Lista (San Mateo, en Madrid, y San Felipe Neri,
en Cádiz), y entre ellos á D. Práxedes M. Sagasta y otros muchos persona-
jes, y como inspectores hicieron allí su carrera Fernández Cadórniga, don
Ambrosio Moya, etc. Las generaciones que allf se educaron guardaron siem-
pre memoria del excoronel carlista D. Juan Mendoza, encargado de man-
tener el orden en aquella numerosa estudiantina. El Colegio no decayó basta
que el derribo de la finca obligó á trasladarlo á un caserón de la calle de Ce-
daceros. D. Vicente Masarnau vivió hasta 21 Diciembre iS^g. D. Santiago
Masarnau, que habia sido en Faris de los fundadores, con Ozanan, de las Con-
ftrencias de San Vicente de Paúl, las estableció en España, y las dirigió hasta
que murió (14 Diciembre 1882) en olor de santidad para cuantos le conocie-
ron. Era un hombre positivamenre bueno, con mucho del espíritu de San
Francisco de Asís: no se acostaba ninguna noche sin dejar en el balcón
trigo ó alpiste para que comieran los pobrecitos pajaritos volanderos al ama-
necer. (Qué másl* Había enseñado á su canario á dar limosna de alpiste á los
pajarillos vagabundos.
Año 18^, — Las Cortes se hablan reunido el 26 de Diciembre del año
anterior, y el 3 1 leyó Alonso su Proyecto de Ley restableciendo las primitivas
libertades de la Iglesia española, 6 sea tratando de arreglar los asuntos ecle-
siásticos, según las doctrinas episcopalistas y regalistas más exageradas con-
tra el Papa. El zo de Enero leyó otra suprimiendo de raíz las reservas pon-
tificias. El Papa condenó estos proyectos cismáticos por una Encíclica (22 Fe-
brero) en que concedía indulgencia plenaría en forma de jubileo á los ñeles
que orasen por España; el arzobispo de París decretó plegarias especiales
por los españoles victimas del cisma; corrió por Inglaterra la especie de que
Espartero quería hacer protestantes á los españoles; nuestros obispos empe-
zaron á protestar, y el Gobierno á perseguirlos con destierros y procesos: al
de Menorca se le desterró á Marsella por Aaier a$ttorizado el culto de Santa
Filomena sin permiso del Ministerio de Gracia ji y'nsíicia; al de Cñnarias, por üa-
ier sostenido que los obispos electos no pueden ser nombrados vicarios capitulares,
etcétera. La Encíclica del Papa fué recogida por la policía (R. O. 19 Marzo);
circuló profusamente en copias manuscritas, y muchos católicos ajenos á la
política se lanzaron á combatir al Regente por enemigo de la Iglesia, unién-
doseles carlistas, ya de tos convenidos en Vergara, ya de los fieles á D. Carlos,
á pesar de que éste y Cabrera, desde Bourges, prescribían á sus partidarios
el retraimiento absoluto. Esta oposición de carácter religioso-político tenía
sus órganos periodísticos en El Católico, de Madrid, fundado el año anterior,
en La Religión, de Barcelona dirigido por Roca y Cornet y que existía des-
de 1837, en la Revista Católica, de la misma ciudad condal, que fundó este
año D. Antonio Paiau, y en La Civilización, fundado y dirigido por Balmes.
Ya en 1848 se distinguían en este grupo de católicos políticos los siguientes
matices: uno, que se confundía con el partido moderado, otro, que á su vez
era de corazón carlista, aunque no se moviera por el impulso directivo de los
jefes del carlismo, y otro que no sentía las cuestiones políticas viendo en
ellas únicamente un medio de defender á la Iglesia. Había también por otro
concepto, dos tendencias: la de los que creían posible una restauración com-
pleta del antiguo régimen, por lo menos en la esfera religiosa, y la de los
que comprendían la necesidad de acomodarse de algún modo al nuevo orden
de cosas.
(il £1 Coligió di Masarnau por F. 7. D. (.Xniíiilo on E! País, J .\g(isto itii ;!.
D,g,t7cdb/COOgIC
HISTORIA DB BSPASa 687
Ea las Cortes sólo contaba el gabinete González con la mitad aproxi-
madamente del Congreso; la otra mitad estaba repartida entre las fracciones
acaudilladas por Olózaga y López, de franca oposición, y la de Cortina, que
formaba una especie de centro parlamentario. La embestida contra el Go-
bierno fué rudísima, afectando López y Olózaga un rígido puritanismo pro-
gresista, al que, según decían, era muy extraño el Gabinete, tanto en lo po-
lítico como en lo financiero, y luego concentraron sus tiros contra el ministro
de Hacienda (Surrá y RuU), acusándole de haber contratado empréstitos sin
subasta, de no haber aplicado la ley contra los deudores morosos á un capi-
talista amigo suyo, y de haber desprestigiado al Kegente haciéndole fírmar
el contrato celebrado con D. José Salamanca para el pago de nuestra deuda
en Londres. El 28 de Mayo presentóse un voto de censura al Gobierno que
obtuvo 85 votos contra 78 ministeriales. La crisis fué laboriosísima, porque
el duque de la Victoria no quería conferir el Poder á López, jefe de la frac-
ción más numerosa, y Olózaga, que fué llamado, se negó á formar ministerio.
Cerca de un mes duró la gestión del nuevo Gobierno, que se constituyó al
ña (19 Junio) con Rodil (Presidencia y Guerra), Almodóvar (Estado), D. Juan
Antonio Zumalacarray (Gracia y Justicia), D. Ramón Calatrava (Hacienda),
Torre Solanot (Gobernación) y Copar (Marina). Cerróse la legislatura el 1 7 de
Julio, anunciándose la siguiente para el 30 de Septiembre.
Gravísimas cuestiones ofredanse al Gobierno. La oposición ultra-liberal
acentuábase por momentos: habla surgido el republicanismo, haciendo pro-
festón de él tres diputados (Uzal, Méndez Vigo y Olaverria), concejales de
Sevilla y Valencia, y el alcalde de Figueras (Abdón Terradas), y teniendo un
diario en Barcelona; varios periódicos progresistas no disimulaban sus ideas
de unión ibérica bajo la forma federativa y suprimiendo en España la mo-
narquía; el núcleo socialista de Cádiz, dirigido por Abreu, crecía sin cesar, y
de su importancia da testimonio el proyecto de D. Manuel Sagrario de Ve-
lay de establecer un falansterio en Tempul (Jerez), para lo cual se dice que
llegaron á suscribirse ó prometerse un millón de duros; en Barcelona, el
obrero Munts estableció la Sociedad de tejedores d mano, que bajo las aparien-
cias de Montepío éralo de resistencia contra la introdución en las fábricas
de las máquinas de vapor, y contó en breve más de dos mil socios. El intento
de un tratado de comercio con Inglaterra sobre la base de introducción en las
islas británicas de los vinos españoles, á cambio de la de loa productos ma-
nufacturados ingleses en España, irritó contra el Gobierno á la burguesía
catalana agriando la cuestión algodonera, como se llamó á ésta entonces, á las
oposiciones moderada y prc^resista y al Gobierno francés que veía con ma
los ojos la preponderancia británica en la Península, y creía ruinoso para su
comercio el proyectado convenio. Estaba de cónsul de Francia en Barcelona
Fernando Lesseps, tan célebre luego por la apertura de Suez, y sus intrigas
contribuyeron á la sublevación popular que estalló en la ciudad Condal
(13 Noviembre), la cual, apoyada por la milicia nacional y dirigida por un
redactor de El Republicano, oficial expulsado del Ejército, que se llamaba
José María Carsy, dio lugar al sangriento combate callejero (15 Noviembre)
que obligó al capitán general Van-Halen á retirarse con la guarnición á los
fuertes. Formóse una Junta compuesta casi exclusivamente de elemento
obrero (i), con el programa de a&ajo Espartero, Cortes constituyentes, regencia-
trina y casamiento (en su día) de Isabel II con un español. Espartero y Rodil
fueron á Sarria con un grueso contingente de tropas, y el 3 de Diciembre fué
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688 HISTORIA DE BSPASa
bombardeada la ciudad desde Monjuich, causándose desperfectos más ó me-
nos considerables en 404 edificios. Nunca perdonaron á Espartero los barce-
loneses, aun los más desafectos al movimiento revolucionarío, este acto de
rigor, ni tampoco el castigo á la ciudad entera, acordado por el Gobierno, de
suprimir la Fábrica de Tabacos y la Casa de Moneda y de hacer pagar al ve-
cindario, DO sólo las pérdidas sufridas por el Tesoro, sino también las expe-
rimentadas en sus intereses particulares por oñciales y soldados. El Regente
regresó á Madrid (22 Diciembre) dejando á Cataluña enfurecida contra él.
No había de hallar mejor atmósfera en la Corte. Las Cámaras, reunidas
el 14 de Noviembre, éranle hostiles, pues aunque habían votado unánime-
mente un voto de confianza al Gobierno para reprimir la sublevación de Bar-
celona, en el Congreso las tres fracciones contrarias (López, Olózaga y Corti-
na) eligieron presidente á D. ^alusiiano, y el dfa de Santa Isabel (19 No-
viembre), al felicitar á la Reina, Cortina, que llevó la voz de la Comisión, se
hizo eco, para protestar enérgicamente contra él, del rumor esparcido por
los enemigos de Espartero de tener resuelto los ayacuckos prolongar la mi-
noría de Isabel II (1).
Merece consignarse como suceso literario de este año la publicación en
Valencia de las Poesias de Arólas (2). Balmes pasó los primeros meses
de 1842 en Paris, vertiendo al francés y publicando en este idioma su obra
El Proiestattíismo, publicada en España el año anterior. Al regresar á Barce-
lona compuso El Criterio, y, según cuentan, pasó embebido en este bello tra-
bajo las horas que duró el bombardeo. En Madrid, García Gutiérrez dio á luz
un tomo de poesías titulado Ltiey tinieblas. Espronceda era diputado á Cor-
tes de la mayoría progresista vivia en casa propia heredada de sus padres.
é iba preparando, como cualquier aspirante á ministro, su carrerita polí-
tica. Tenía concertado su matrimonio con una señorita distinguida y acauda-
lada: un dia supo que se habia muerto Teresa, y fué á ver el cadáver desde
la calle, á través de la reja del saloncito en que tenian á la pobre mujer de
cuerpo presente; de aquel mal rato salió el célebre canto II de El Diablo
Mttndo. El poeta, muy convencido, sin duda, de que realmente nada importa
que haya un cadáver más, siguió impertérrito su vida concurriendo al Con-
greso, alternando con los prohombres de su tiempo, cortejando por lo fino á
su novia, y publicando por entregas ó cantos su estrambótico poema. Los
Cantos del Trovador, de Zorrilla, que fueron saliendo de 1840 á últimos
del 41, eran el libro de moda. D. Federico Madrazo había pintado en Roma
Las Santas Mujeres en el sepulcro de Cristo, y este cuadro se puso de moda
también, por haber dicho Overbeck, el pintor alemán empeñado en dar á la
pintura moderna el sabor místico de la medioeval, que hacia muchos años no
habia visto él nna obra tan bella. AI Liceo vino esta temporada Paulina Gar-
cía, hija de Manuel, hermana de Marfa Malibrán y mujer de Mr. Viardot (3).
1 1 1 Sfyíin la Consiiiurión de iK,i/. la Keina rra lio mayor i'dad á los 14 años. (|ur <um-
|)lia i'n Octubrí- ilc lí-44. 1^ Constinirü'm ili; 1K1.2 |in>lon|¡alia la minorklad hasta V.11S lt< años.
Como lialria ] irojircsisla* ijuc di-fi-ndian el n-ítaliliTímiciilo ili- •■sta. deriasi' que pran inlríi;as
lie let ayncaches jara rrmsrjjitir piir este ■ni><lio tndin'rto la iirokmpicMn ilo la ucencia.
(j) Juan Arólas nariA en Itarrclona (iJtoíl, iHtifesrt íti las f^tniclas Pías (1821), y mu-
rirt i.2~ Noviitnbrp 1H411), Dp iHj? p» mi li-ycnda La ül/idt dt¡ aeuiáuele, supuesta tradiriiin
di' la Cartuja dp Porta C;rli. En i-stc año iS+ipublk-ósiis /W«oí<|iii-s¡|ni¡ó.on iSj.i.otrotonio
de Potsiat amatoriai. Dcsiiuí-s di- su muerte, una ediciiVn de- todas (iKíi) v otra ClK;i). \'íase
LsmhB V Ptáfaja, El /'. Jfglat, Su vidii r lui vírtíi, Ettuáio ertíite. Átai/riá iS^.
(.11 \'iarilot e* un exTiidir hisiian'tliln muy aprpcjahle: psnÍbi<V. entre otras obras, la ffí<'
tfria Je Ut árabes eu Eifaña, fricada ile la niiesira de Conde, pero niiiv siijicrior á ésta por sus
ravillas d¿ la Pintura, rpie ronlriliiivii poilerosa mente ñ vulpariíar en Kuro|Hi el tesoro artistiro
,, Google
HISTORIA DE BSPAflA 689
Hizo furor cantando El Barbero {28 Mayo) y en la lección de música dos can-
ciones españolas, y el OuUo, de Rossini (7 y 25 Junio). Al Circo (de la plaza
del Rey) vino una excelente compañía de ópera italiana que hizo cesar es-
tas representaciones en el teatro de la Cruz.
Año 1843. — Malísimo para Espartero. La oposición, cada vez más en-
conada, de las tres fracciones progresistas á que se unfa la conspiración mo-
derada que tenia su centro en el Palacio de Courselles, residencia de la reina
Cristina en París (i); la hostilidad declarada de toda la Prensa (2); la mala
voluntad del Gobierno francés, que tenia casi suspendidas sus relaciones di-
plomáticas con el español, á pesar de lo cual imponíale vergonzosas humilla-
ciones, como la de declarar que se habla equivocado al dudar de la correc-
ción de Lessep en los sucesos de Barcelona; el ningún apoyo efectivo pres-
tado por Inglaterra, que, si bien no disimulaba sus simpatías por el Regente,
ponía especial cuidado en no malquistarse con Luis Felipe; las protestas cada
vez más vivas del clero y de los católicos fervorosos en que tomaban activa
parte los carlistas todo contribuyó á formar un ambiente de opinión adverso
al duque de la Victoria. Decíase que su elevación había sido por un acto de
insólita deslealtad con la reina Cristina y era una usurpación pretorianesca que
trataba de prolongar difiriendo la mayoría de edad déla Reina; que noiepre-
sentaba á ningún partido, sino á un grupo de militares fracasados que des-
pués de haber vendido al Perú querían vender á España; que estaba á suel-
do de Inglaterra, y que era un tirano cruelísimo, al que ahogaba la sangre de
las ilustres víctimas de Octubre de 1841 y la reciente destrucción de Barce-
lona. Todos los documentos de la ¿poca persuaden dé que pocas veces se ha
manifestado en España el espíritu público más general y vivo que á princi-
pios de este año contra Espartero: desde los pocos republicanos que había á
la sazón, hasta los carlistas no convenidos en Vergara y las gentes de ordi-
nario apartadas de la política, todos clamaban contra el Regente y los aya-
cmchos.
Disueltas las Cortes, y convocadas otras para el 3 de Abril, á pesar de
que el Gobierno usó de cuantos recursos de amaño y violencia tenía enton-
ces á su disposición, que eran menos que ahora, sólo pudo sacar en las elec-
ciones Go diputados adictos contra 1 10 de oposición. Trataron los ayaafckos
de quebrantar á ésta atrayéndose á Olózaga y Cortina, prescindiendo de Ló-
pez, á quien aborrecían, singularmente Espartero y sus parciales; pero no lo
pudieron conseguir. González Bravo, que habla sido furibundo progresista,
director de El Gniragají, el más exaltado y procaz de los periódicos de la
época, pero que desde el fusilamiento de León (j) había cambiado de ideas,
inclinándose á los moderados, dió el golpe decisivo á la parcialidad dominan-
te leyendo en el Congreso una carta particular del jefe político de Badajoz al
ministro de la Gobernación, en que sé contaban sin ambages los chanchu-
llos — inmoralidades y verdaderos delitos — que habfa sido preciso cometer
para ganar las elecciones. El Regente tuvo que humillarse y encomendar á
(1) Para los Irabajos de esla conspiración, se crcii en el vjírcito una sdrirdad st-cri'ta
lilulada Ordm mililar tipañala, ilr i[ue era jefe principal Muñoz, el marido ile Cristina, y segun-
do (J'Donnell, pero Narvíez era el que verdaderamente la dirigía.
(i) EJ )o de Octubre anterior £/ fffí díl Canunio coa\ixÍi en su riilarci<in una Junla
á que concurrieron directores ó representantes de El HtTcldo (moderado), FJ Cailtllanii, La
foíldate. El IVima, El Feniunilar, Et CmiliíB, El Correipmiai, La Guindilla, E¡ Jüpañal in-
dípindimlí. La Revista de Madrid y la Revista de Eifaña jr del Jixtranjem, resultando una liga
>mo asesor dei de-
nilo las gestiones para el indulto.
Salcedo, HjSTOttIA DE ESPAflA
D,g,t7cdb/COOgIC
690 HISTORIA DB ESPAÑA
López la formación del nuevo Ministerio (9 Marzo) (i); [>ero sólo duró este
Gabiocte hasta el 1 7 de Mayo por pretender que fuesen amnistiados los au-
tores de la insurrección de 1841, que se mudase la guarnición de Madrid.
adicta al Regeote. y separar de sus cataos á los amigos de Espartero (Zurba-
no, Tena, Seone, y especialmente Unage). Se*dió el Poder á D. Alvaro Gó-
mez Becerra, entrando con él Mendizáhal (Marína), D. Pedro Gómez de la
Serna (Gobernación) y el general Hoyos (Guerra): era el triunfo de tos aya-
atchoi sobre la mayoría parlamentaria. Asf lo entendió ésta, y las sebones del
Congreso del 19 y 20 de Mayo fueron tempestuosísimas; en la segunda pro-
nunció D. Salustiano de Olóúiga su famoso discurso, en que, después de de-
cir: escoja el Regente entre ese hombre (Linage) / la nación entera, concluyó con
la célebre frase: ¡Dios seilve ai país. Dios salve á la Reimil Hubo motín calleje-
ro en Madrid; el Gobierpo suspendió las sesiones hasta el ¿i, y en el inte-
rregno las disolvió; los periodistas repetían sin cesar: unión de todos ios esfa-
Ooles para hacer la guerra d ¡os angla-ayacnchos; esparcíanse m mores como el
de que iban á declararse tres puertos francos á beneficio del comercio ingles
y arrendarse á ingleses las fábricas de tabacos. En vano el Gobierno prometíó
una amnistía, ordenó devolver á los vecinos de Barcelona lo que hablan pa-
gado por contribución de guerra y procuró atraerse á los jefes de la oposi-
ción. Ya era tarde para todo.
£1 23 de Mayo se dio en Málaga el grito de ¡abajo al Jtegentet Como re-
guero de pólvora se propagó el pronunciamiento por toda Andaluda — me-
nos Cádiz, en donde la milicia nacional era esparterista decidida — por Valen-
cia, donde los amotinados mataron al jefe político, Camacho; por CataluAa,
alzándose Prím (2) y Milans en Reus, y nombrando la Junta de Barcelona
ministro universal i Serrano, como único miembro del gabinete López que allí
se hallaba (27 Junio), y el cual á su vez nombró á Narváez, desembarcado
en Valencia, general en jefe del ejército pronunciado. Espartero no contó otras
milicias nacionales adictas, además de la de Cádiz, que las de Madrid y Zara-
goza; encomendó la misión de batir á los insurrectos al general Seone, que á
juicio de los mismos ajiacnchos, era un extravagante; salió el mismo Regente á
campaña (21 Junio), dirigiéndose á Albacete, donde, sin duda, no supo cómo
empezar á combatir á tantos enemigos como le sallan por todas partes (3); As-
piroz, con una división sublevada en Castilla la Vieja atacó á Madrid (i i Ju-
lio); el 14 llegó á reforzarla Narváez, y acudiendo Seone y Zurbano, encon-
tráronse amlx>s ejércitos en Torrejón de Ardoz (z2 Junio); la mayoría de los
esparteristas se pasó á los pronunciados al grito de ¡todos somos unos!, y sin
efusión de sangre, quedó Seone prisionero, entrando ambos ejércitos, ya uno
solo, en la Corte. Volvió á constituirse el ministerio López; Narváez fué capi-
tán general de Castilla la Nueva, y la milicia nacional desarmada, faltándose
con lo último á la capitulación que se habla firmado (dfa 23), pero devolvién-
dose con ello la tranquilidad al vecindario madrileño. Espartero se retiró de
Albacete á Sevilla, dendc pugnaba por penetrar su adicto Van-Halen come-
y Ilomineuci. nacido i-n la l.ilu de l,''rtn (17 Sc]il¡enilirc iKio). Cudetp de Caballería (iH-A
coronel (i KjN), l>ri|;a<lipr (iKjiil, marisi-al de camjHi (Diclemlirc 1840I. Ti-nía en eslc año 41,
treinta y trcH <1i' cdail. y |ior sn liella ñ^ura le llamalian ti gineral taitile: era hombre do finí-
simo y ameno Iralo. con mucha ri'|>utacii'in ilc valiente alcaniaila en la ^erra civil, y dr no vii)-
1^ entendimiento.
(ll J>. Juan Prím y Prats nació en Krus (l¿ niciembre 1K14). En i'^n sentó plata de di>-
tingiiido en los Cuerpos francos que se levantaron i-n Cataluña. h¡70 toda la guerra ci\'il en
a<]iii'lla refíir'in. y era coronel en este año. •
15) Se^íiñ Borrero. la cau.sa de su inacdiín fué haberle aconiclido allí el sptitn, f¡ s.-a una
cs|)ecie de di'^alienlo moral ile que solía ¡«decer algunas veces.
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HISTORIA DE ESPAÑA 69I
tiendo para conseguirlo la inútil atrocidad de bombardear )a ciudad. Levan-
tó el campo, retirándose hacia Cádiz; pero por el camino se le desbandaron
los to.ooo hombres que aun acaudilla!». Embarcó en el Puerto de Santa María
(30 Julio), y á bordo del Betis, en la bahía de Cádiz, formuló la consiguiente
protesta. El Gabinete López, no contento con haberle exonerado del cai^
de regente, declaró d D. Baldoma-o Espartero y d cHomios katt suscrito la pro-
testa de 30 de yulio privados de todos sus títulos, grados, empleos ji condicora-
cioues. £n este decreto (16 Agosto) no sólo se acusaba al caldo regente de
ceguedad y ambición y de haber bombardeado ricas ciudades, sino de sus-
tramón de las arcas públicas. Espartero se fué á Inglaterra, donde le agasa-
jaron y honraron mucho. Vf ^A 'j>
£1 alzamiento de 184S fué verdaderamente nacional, ó sea que lo reali-
zaron cuantos partidos y tendencias habla entonces en España; pero, por
lo mismo, no fué homogéneo ni de programa positivo común: todo habla sido
¡futra Espartero'. Una vez derrocado el regente, jcómo y por quién se iba á
gobernar? Los tradicionalistas veían llegado el momento de la reconciliación
entre las dos ramas dinásticas y entre los realistas de uno y otro bando, for-
mación de un poder vigoroso, concordato con la Santa Sede; los progresistas,
poi lo contrario, un avance más de la revolución; los moderados, su triunfo.
Dirigidos éstos por el general Narváez, que' era una voluntad enérgica, un
claro instinto político, y habia adquirido además en el ejército inmenso
prestigio, contando con la mayoría de los políticos de talento, jugaron me-
jor que los otros, y ganaron. El Gobierno provisional duró hasta después de
la declaración de mayoría de edad de la Reina (8 Noviembre; el juramento de
la Reina fué el dia 10); pero supeditado á Narváez, apoyado por una mayoría
parlamentaría en que la tenían los moderados, y habiendo de luchar con gran
parte del partído progresista y sus afínes ó prolongación de republicanos, los
cuales promovieron una guerra civil que duró desde primeros de Octubre
hasta entrado Diciembre: motivo ó pretexto, que no debía de haberse recons-
tituido el ministerio López, sino formado ym&Junta Ceutraicoa representan-
tes de todas las provinciales que habfan dirigido el alzamiento de iUayo, por
el estilo de lo hecho en 1808. De aquí que se llamaran ceutralistas los suble-
vados, y ta lucha fué muy empeñada y sangrienta, dándose el caso de ser
Barcelona nuevamente bombardeada (7 Octubre) por orden de los mismos
hombres y del Gobierno que tanto hablan censurado á Espartero por ha-
berla bombardeado en Diciembre de 1842.
El 20 de Noviembre entró en el Poder D. Salustiano de Olózaga. La
rñna Isabel era una niña de buenas inclinaciones, naturalmente generosa y
amiga de complacer, de imaginación algo viva, entendimiento corto y poca
ó ninguna instrucción, sobre todo para el elevadísimo y difícil puesto en que
la había colocado su nacimiento: siempre hubo en aquella infortunada señora,
digna de todo respeto por algunas de sus cualidades, por su indiscutible de-
seo de acierto, por su amor á España y por el bien que hizo, así como por
las ingratitudes de que fué victima y por la injusticia con que á veces fii¿
tratada, enorme desproporción entre su capacidad mental y sus funciones de
soberana. ¿Qué había de ser cuando no tenia catorce años y todos andaban
en su tomo para ganarse su ánimo y disponer, por ese medio, de la oaciÓDÍ
Las gentes que rodeaban á la Reina en Palacio eran todas afectas al partido
moderado. Olózaga quiso emanciparse de la tutela en que habia tenido este
partido á su antecesor López y gobernar como progresista. Para ello érale
preciso disolver las Cortes, y en la noche del 28 de Noviembre llevó á U
Reina el decreto de disolución. Según dijo después Doña Isabel, y se hizo
constar en documento público, ella no quiso ñrmarlo, y él entonces cerró las
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692 HISTORIA DE ESPAÑA
puertas de la regia cámara, la cogió por el vestido y la obligó á sentarse y á
firmar. Olóz^a y sus amigos negaron siempre que pasaran asi las cosas, sino
que todo fué una intriga urdida después por los moderados para derribar bI
primero; los progresistas, que presumían de más imparciales, llegaban á con-
ceder que la culpa de Olózaga consistió, no en violentar, sino en engaBar á
la Reina, ó, todavia menos, en no llamarle lealmente la atención sobre la im~
portancia del decreto que ñrmaba. D. Salustiano quería dar una especie de
golpe de Estado que lo librase de la tutela moderada, y para darlo necesitaba
tres cosas: destituir á Narváez de la Capitanía general de Madrid, alejar de
Palacio á los moderados que tenían la coofianza de la Reina, y obtener el de-
creto de disolución. Creyó que debía empezar por lo último; pero, como
observan acertadamente los mismos historiadores progresistas, las tres em-
presas, para producir el resultado apetecido, debieron ser casi simultáneas.
En cuanto al medio de que se valió, es un hecho histórico indestnfrable, y
tanto más, cuanto que todas las versiones son verosímiles: á intrigantes nadie
ganó á los moderados en aquellos sus tiempos áureos, y Olózaga no era
hombre melindroso ni que se parara en pelillos.
£1 hecho es que se armó un tremendo escándalo, y Olózaga fué exone-
rado, reemplazándole D.Luis González Bravo (i." Diciembre). Éste no era
todavía moderado, sino jefe de lina fracción parlamentaria titulada La Joven
España. Debió su elevación á la presidencia del Consejo á ser el único perso-
naje de alguna talla que se atrevió á refrendar el Acta rtal acusando á Oló-
zaga, y á leerla en el Congreso (3 Diciembre). Hubo acaloradísimo debate, que
duró quince días. Olózaga se defendió elocuentemente y emigró á Portugal.
En este año 1843, tan fecundo en acontecimientos políticos, murió Es-
pronceda (23 Mayo); su enfermedad fué una inflamación de la laringe, y reci-
bió los Sacramentos. Los periódicos de aquel tiempo no dedicaron á este su-
ceso, sino breves y sencillas noticias necrológicas. ]Qué diferencia con lo que
vemos en nuestros días at desaparecer de la escena del mundo poetas y es-
critores de harta menos importancia que Espronceda! García Gutiérrez es-
trenó en el Teatro de la Cruz (17 Enero) su drama Simón Boeanegra con
buen éxito, inferiorísimo sin embargo al de El Trovador A pesar de aventa-
jar á Ei Trovador literariamente considerado.
Gómez de la Serna, el último ministro de la Gobernación que tuvo Es-
parlero, tratando de reformar la instrucción pública, pensionó para estudiar
en Francia, Bélgica, y sobre todo en Alemania, la ñlosofia y literatura de estas
naciones á D. Julián Sanz del Río, sólo conocido entonces por haber sido
estudiante del Sacro Monte de Granada, donde dejó fama por su aplicación,
piedad cristiana y rarezas de carácter. Fué Sanz del Rio á Parfs, y visitó á
Víctor Cousin, el filósofo á la sazón de moda; pero no le satisñzo: parecióle
su ciencia de embrollo y pura apariencia. Pasó á Bruselas, y alU trató á Tíber-
ghien y Arhcns. aconsejándole éste que se dedicase al estudio de la filosofía
de Krausse. Seguramente que á muchos españoles, más que estos viajes y con-
ferencias de Sanz del Río, tan importantes por )a transcendencia que tuvie-
ron en nuestro movimiento intelectual y aun en el político, les interesa re-
cordar que este mismo año 1843 tomó la alternativa en Bilbao (15 Abril), de
manos de su maestro Montes, José Redondo el Ckiclanero (i), quedando ast
constituido el formidable triunvirato taurino: Montes, Cuchares y el Cki-
clattero.
AOo i8f^. — £1 ministerio González Bravo duró hasta el 3 de Mayo, y
en esta fecha pasó el Poder al general Narváez, jefe reconocido del partido
(1) Nació en Cliidana \f, Muyo iNki). 'Eorcalia ron Montes desde 1838.
D,g,t7cdb/GOOgIC
UISTORTA DE ESPAÍlA 693
moderado. Aunque González Bravo no se llamaba todavía moderado, como
tal gobernó. El 28 de Enero y i.° de Febrero pronunciáronse las guarnicio-
net de Alicante y Cartagena acaudilladas por el coronel D. Pantaleón Bo-
net, el cual, de oñcial carlista que habla sido en sus principios, se convirtió
en furibundo progresista. La guerra civil duró hasta fin de Marzo; antes, el 8,
hablan sido fusilados en Alicante, Bonet y veintitrés más. El bonito paseo
que separa el puerto del caserío alicantino se llama de ¡os Mártirts por iia-
berle dado este nombre un Ayuntamiento prc^reaista en honor de Bonet y
sus compañeros de rebelión 6 infortunio. Desarmó el Gobierno la milicia
nacional en casi toda España (no sin alguna resistencia en Zaragoza), resta-
bleció la ley de Aynntamientosde 1840, declaró el estado de sitio, prendió
á Cortina y Madoz á pesar de ser diputados, suponiéndolos — en lo que pro-
bablemente no le faltaría razón — instigadores ó cómplices del pronuncia-
miento de Bonet, y por medio del general Viltalonga l<^ó pacificar el
Maestrazgo, perturbado por partidas carlistas. La libertad de imprenta quedó
muy restringida por el decreto de 10 de Abril. Restablecióse el tribunal de
la Rota y fueron derogados los decretos jansenistas de Alonso; pero se man-
dó activarla venta de ios bienes eclesiásticos (8 Febrero) (1), y se refundieron
en el Patronato de la Corona los de las Comunidades religiosas (30 Marzo).
Gloría de este Ministerio es la creación de la Ouardia civil (decretos de 28 de
Mu-zo y 12 de Abril), obra de Narváez, del duque de Vislahermosa (2), y
especialmente del duque de Ahumada (3).
Narváez formó su Ministerio con D. Pedro Pidal (Gobernación 1, el mar-
qués de Viluma (Estado), D. Alejandro Mon (Hacienda), Mayans (Gracia y
Justicia) y el general Armero (Marina). (4) Era un Gabinete de altura y resuel-
tamente conservador. El 4 de Julio convocáronse las Cortes para el 10 de Oc-
tubre con objeto de reformar la Constitución del 37 en sentido católico y
monárquico. Se dijo, y lo repiten algunos historiadores, que Viluma quería
el restablecimiento del Estatuto Real y de los diezmos, con devolución de
sus bienes al clero, y que Narváez, alardeando de liberal, oponíase á estas
pretensiones. El 16 de Septiembre, Viluma fu¿ reemplazado por Martínez de
la Rosa, y entonces Narváez actuó de conservador conteniendo al nuevo mi-
nistro, más liberal que él, empeñado en que no se tocase á la Constitución
del 37. Lo positivo es que hubo unidad de miras en el Gabinete, pues todos
los ministros aceptaron la reforma constitucional tal y como fué formulada
al abrirse las Cortes, y discutida en los últimos meses del año. Los progre-
sistas se abstuvieron de concurrir á éstas, alegando que se los perseguía, ya
por el Gobierno, ya por oñciales y saínenlos que apaleaban en la calle i los
que hablan sido milicianos en el anterior período y cobraron entonces el
barato. Hizo el Gobierno suspender la venta de los bienes del clero(8 Agos-
to), y mandó á Roma á D. José Castillo y Ayensa en calidad de agente ofi-
cioso para negociar un concordato.
Los progresistas organizaron la conspiración. En Madrid la dirigía una
Junta presidida por Gómez Becerra, la cual se comunicaba con las estable-
lll Srftíin un rülailo leído por K};sfta en el Con groso, desde l8.U S l.°de ArosIo de iltii
i.1; habían vcndkio 17^.005 fincas ilel cIito, y desde la caída de espartero, tñSif».
(2) Don Ángel (larda y I-oigom narirt en Sevilla ¡J Odiibn' 1R05). Kn este liempn era
bridad icT. y no du<]ue, sínn eonde.
(l) Don Francisco J. Girón y Ivíjifleta nació en Pamplona {11 Mac7n i8ojl- ^>a marisral
de ramuo desde 1R40, y fiií inspeclor de la Guardia Civil de ií'44i 1S54 vde ÍK;fiá i86í.
(4) Don Franrisco Armero y Fernández Peñaranda, marqui^s del !íer\'ión. Guardia ma-
rina en 1820. Ilepó á fa¡)itán general de la Armada y sirvió mueho. lo mismo por tierra (jur
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6g4 HISTORIA DB SSPAÍtA
cidas en provincias y con las del extranjero: en Londres, con Espartero, Gu-
rrea, Cóinet de la Serna y Olózaga; en Parfs, Mendtzábat; Capaz en Burdeos,
é Infante en Lisboa. Los pronunciamientos eran continuos y el conato de
hacerlos, permanente. Los vencidos que no tenían la suerte de escapar su-
frían la pena de muerte. Zurbano y sus hijos lanzáronse al campo en la Rioja
(i i Noviembre) con una partida de 70 ú 80 hombres, y el 1 3 entraron en
Nájera, donde por primera providencia fusilaron á un celador de policía,
dando en seguida una proclama con estos lemas: «Constitución de 1837, reina
Isabel II, Junta Central y viva Espartcro> . Pinta muy á lo vivo el carácter de
Narváez la carta que escribió á Zurbano pocos dias antes de sublevarse, di-
ciéndole que sabia lo que proyectaba y que 00 lo hiciera, porque si no tenia
la fortuna de vencer ó escapar, cosas difíciles dadas las precauciones toma-
das por el Gobierno, seria fusilado sin remedio. Cuéntase que Zurbano no
llegó á recibir esta caballeresca carta.
£n Cuba los esclavos, excitados según se dijo, por algunos maquinistas
ingleses que servían en los ingenios, se sublevaron, cometieron crímenes, y
fueron ferozmente reprimidos. Era capitán general D, Leopoldo O'Donnell,
Entre los fusilados en Matanzas (28 Junio) por aquellos sucesos lo fué Pldci-
do, el poeta mulato llamado Gabriel de la Concepción Valdés, de oficio pei-
netero, sin instrucción literari», y que eia un verdadero poeta, espontáneo,
fácil y sentido. Protestó siempre de su inocencia, escribiendo en el calabozo,
ya condenado á muerte, el Adiós á mi tira, donde dice:
Y camino del suplicio, y en el mismo cuadro recitaba la PUgaria á
Dios, también compuesta por él en sus días postreros, y en la que, después
de insistir en su inocencia, exclama:
Mas si cuadra i tu Suma Omnipotcnda
que 70 perezca cual malvado impla,
y que \o% Itombreí mi cadáveí frió
ultrajen con maligoa complacencia.
tCiimplaie en m( lu voluntad Dios mfot
Aüo 184.5. — Siguió todo el año el Ministerio Narváez. Zurbano, sus
dos hijos, Feliciano y Benito, y seis de sus partidarios, fueron fusilados en
Logroño {21 Enero). Según Pirala, desde Diciembre de 1843 á Diciembre
de ií<44 habían sido fusilados por delitos políticos 214 personas. En este año
siguió la serie. Y aún habla lugar para la clemencia, como la usó Narváez con
Prím, el cual se puso al frente de una conspiración eo que entraba como nú-
meto del programa, según los testigos, el asesinato de Narváez. Éste indultó
á Prim de los seis años de castillo que le fueron impuestos por el Consejo de
Guerra y le ofreció su amistad, nombrándole además para un alto cargo.
£1 23 de Mayo fué promulgada la Constitución, ó sea la reforma de la
de 1837. Fueron las principales modiñcaciones: el articulo ii quedó redac-
tado así: 'La religión de la nación española es la católica, apostólica, toma-
ina. El Estado se obliga á mantener el culto y sus ministros*. Los diputados
son elegidos por cinco años y por distritos, y no por tres y por provincias,
como en la Constitución del 37. El rey nombra los senadores libremente, sin
la previa propuesta en lista de los electores, y no necesita autorización de las
Cortes para ausentarse del reino ni para contraer matrimonio, bastando res-
pecto de lo segundo que lo ponga en conocimiento de las Cámaras. La re-
gencia no es de nombramiento de las Cortes, sino legítima (padre, madre ó
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HISTORIA DE ESFAÜA 695
pariente más próximo del rey menor). Desaparecieron la convocación auto-
mática de las Cortes si do son convocados antes de i.** de Diciembre, la atri-
bución al jurado de tos delitos de imprenta, la declaración de no haber más
que un fuero para todos los españoles, y la milicia nacional. Al artículo de la
del 37, que decía: »La ley determinará la organización y funciones de las
«Diputaciones provinciales y Ayuntamientos >, se añadió: «y la intervención
>que hayan de tener en estas corporaciones los delegados del Gobierno>.
Este MÍDÍsterio tiene la gloria de haber organizado nuestra Administra-
ción á la moderna. Creó el Consejo Real y los Consejos Provinciales, estable-
ciendo sobre sólidas, sencillas y científicas bases la jurisdicción y el procedi-
miento contencioso-administrativos. Dio el Plan de Estudios (17 Septiembre)
que vino á sustituir al de Calomarde, modiñcado por el Reglamento Provi-
sional de 1^(38. La reforma financiera fué completa. D. Alejandro Mon encon-
tró la Hacienda en esta forma: sobre la Deuda consolidada que era próxi-
mamente de 12.000 millones de reales, una flotante de más de 2.500, un
descubierto con las cajas de Ultramar de 145, déñcit confesado de 200 anua-
les, un atraso de un año en los sueldos de las clases activas, de año y medio
en las pasivas, el diezmo suprimido (i), y la obligación de pagar culto y clero.
Mon empezó por consolidar la Deuda Sotante en títulos de 3 por 100 {4 Fe-
brero), y en seguida estableció el sistema tributario: desaparecieron las anti-
guas contribuciones, que erau innumerables, sustituidas por cuatro direc-
tas (territorial, subsidio, inquilinato y de hipotecas), y una indirecta (consu-
mos); recaudando con empuje (debíanse al Tesoro 710 millones por pago de
impuestos), celebrando contratos con el Banco de San Fernando para los giros
de Tesorería, y reformando todas las rentas, consiguió el Ministro presentar
un presupuesto con 1.226 millones de reales de ingreso por 1.184 ^^ gastos;
es decir, con superávit de 42 millones. Nunca se vio nuestra Hacienda en
mejor estado, si bien, y contra lo que sostienen algunos, los contribuyentes
tuvieron que pagar más que antes, y desde entonces el sacrificio ha sido en
aumento siempre; pero así lo exigen las condiciones generales de la vida mo-
derna. Fué también este Gobierno el que puso sólida base á nuestra legisla-
ción de ferrocarriles. D. Juan Subercase, Inspector general de Ingenieros de
Caminos y D. Calixto Santa Cruz y D. José Subercase, ingenieros primeros,
emitieron (2 Noviembre 1844) un luminoso informe sobre las condiciones
para la concesión de vías férreas, teniendo en cuenta lo ya hecho en otras
naciones (2), y, aprobado (Real orden 31 Diciembre 44), se mandó publicar por
Real orden de 20 de Enero de este año.
Respecto de la cuestión religiosa, fué aprobada la ley de dotación de
culto y clero (14 Febrero) después de una empeñada discusión, en que Do-
noso Cortés propuso entregar á la Iglesia una cantidad en títulos de la Deu-
¡1) El tlieznio SI' pagaba á la lj¡lcsia; pero por rorrpsionrs iionliñrias colimlia el t-j-lado
las tres cuartas liarles con los nombres de Itrciat reala, noveno, cxrusailo. suliíklío eclesií»-
tiro, rsiwlios, vacanlcs, ctr. E.stas Ircs cuartas partes valían. ]wr (émiino ■ne<1io. unos 54 millo-
nes de realF.s. de donik- resultaba ijuc el producto total i^a de 7.2 millones. Mendixábal supuso
i|ue el diezmo constituía el 40 jHir ciento del producto aerícola de la nnción y en ese cas<i —
aceptando el cálculo de Canea ArRiicllcs -solM-e la rigucxa agrícola de KspaíiB á la mut^e dr
Femando \*1I — hubiese valido el iliezmo total cerca <!<■ J.íoo míllone». A iH-sar de lo cual Ib
Socieda<l Eíconómica di- Madrid Ío valualia (18J5) en cerca de l.yx millones. Xo siendo en
reali<la<l sino "¡l. el E.'ilailo jierdi^l sujnHniii'ndoló 54. Teniendo ademfis cpie ]>a^ar el ciillo y
clero (ifio milíonesl, resultaban, pui-s. unos Zt4ile iienüdn anual.
(2) Había ya ferrorarriles en InKlaterra, Bi'leíca. Francia. Estallos t'nidos y Alemania.
Bélgica adoirtó el sistema de constrocriiin y explolación jior el Mslado: los Estallos l'nidos la
libre por los particulares: las ilemás naciones, el de concesión |)or i|ii años de explolarión á i'm-
prrsas constntctoras: esle i'illimo fué el sepiido en Ksiiafta.
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HISTORIA DE BSPAÑA OCJ/
da perpetua equivalente á los bienes secuestrados, se propusíeroa otros va-
rios sistemas de indemnización, y se debatió canónica, filosóñca, jurídica é
histórica mente, como es uso en nuestras Cámaras que con tanta facilidad se
convierten en coocilioa y academias, la cuestión de la independencia econó-
mica de la Iglesia y de la intervención que puede tolerarse al Estado en este
punto. Restableciéronse las Escuelas Fias (5 Marzo). Se mandó devolver al
clero los bienes no vendidos (13 Abril), si bien en esto anduvo muy reacio
Mon, y, como dijo Egafla en el Congreso, antes apresuró cuanto pudo la ven-
ta, y prohibió (i 3 Febrero) predicar contra los compradores de bienes nacio-
nales. El 27 de Abril firmaron en Roma las bases de un concordato el Carde-
nal Lambruschini y Castillo y Ayensa, viniendo el segundo á Madrid á pre-
sentarlo al Gobierno. Parecieron excesivas las cláusulas á Martínez de la Rosa,
pero Castillo recurrió á Narváez, y éste las hizo aceptar á todos. El Papa
nombró Nuncio en Madrid á monseñor Brunelli, arzobispo de Trajanópolis, y
cOD arreglo á las bases se formalizó el concordato; cuando aún no estaba
terminada su redacción, el Times, de Londres, publicó un texto de las bases
aprobadas, no enteramente exacto, pero aproximado al original; y reproduci-
do por Él Católico, de Madrid, provocó en España entera un movimiento de
protesta: los progresistas y tos moderados de la izquierda protestaban contra
la base referente al restablecimiento de las Órdenes religiosas, mientras que
los carlistas y los católicos fervientes lo hacían contra el saneamientp de po-
sesión de bienes nacionales. Hablase predicado tanto contra estas ventas y
llamado tantas veces ladrones á los compradores, que no es de maravillar tal
actitud. La oposición se hizo tan general que hasta en los mercados las gen-
tes del pueblo hablaban despectivamente del pastel italiano, mote que se
puso al concordato en proyecto. Narváez cortó de rali la polémica negando
la aprobación á un concordato redactado fielmente con arreglo á bases que
él mismo habla impuesto á sus compañeros de Gabinete (1).
D. Carlos, á qnien sus partidarios llamaban quinto, habla vivido en
Bourges, más bien detenido ó prisionero del Gobierno francés que emigrado,
(i) Víase Mdrimo. El Anlicierícalitmo y ¡ai Órdentt rtUgitiai. Madrid iqi o.
(Explicación ¡U la IdmiHa anltrier.)
Españolea Ihntreí contemporáneos. -- 73. Jaan MaAé y PbqBCr, periodista y ncTilor imKlico
dti;raadesviidos.NBd6enTarred«n1nm,T>rrigoni (1823- 1901). — 74. Casto Mtndei NMei, insigne
marino, ieCc de U encuidn qnt bonibiide<i el Callao (ISU-ISM). — 75. Jaan Valera, crilí<o lluilre,
pflela cordoMi, delicado y admirable pioaisla. S« tenelú camo novtliita original y de pura cepa etpaflola
ene Pepita }iméntx{\«lÁ.- \va). - -It. Antonln Aballar y Correa.mirquísdela Vegade Anni)o, Presi'
denle del Consejo de Ministros liberal. Presidente del Congreso. Diplomáiico y literato (182Í - 1W8).--
77. Arsenio Marlincz de Campos, ilustre generil que proclamó en Sigunto á Don Alfonso XI I y con-
cluyó con la Paz dtl Zanjón la llamada guerra grande de Cuba (1326 - 1«»), — 78. Manoct Alonso ílar-
tfawz, eminentisimo ¡urlseonsullo y una de las ngoras más salientes del partido liberal iraudlllido por
Sagaita. Nadó en Burgos, Fué el alma de todis lis reformas de la restauración en las leyes jndiciaies y
autor del Código CMI vigente |ia27-IS9l). — 7). Doctor Federico RnUo. lamoso clnijano y poKIieo
Pií Eabajador de EspaHa en Londres durante el periodo de la República y se hiio popular en Inglaterra
como médico. Retirado de la polillca, tundo en el Hospital de la Princesa el Instituto de Terap6itlca
operatoria, hasta que tuvo edificio propio. Ai Instituto Rubio agregó una escuela de enfermeras (1827- IQ03I-
— W. Prixedcs Mateo Sagaata, una de los hombres principales de la revaincidn del 68. Presidente
del Consejo de Ministros y)efe del parlido liberal en la restauración. Compartió durante muchos anos el
Oobierno de Espafla con Cánovas del Castillo. Naeió en Logroño (1627 - WSÍ\. — 8!. Adclardo Lópeí
deAyala.pOlílico, orador, ministro, Presidente del Congreso y dramaturgo. £í tantú por tiento y Con-
tatlo son tus obras más aplaudidas |1S2S - 187^,
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6gB HISTORIA DB espaRa
desde que la defección de Maroto le obligó á pasar la frontera. En i8 de
Mayo de este año abdicó su representación política en su hijo mayor, que
para los carlistas fué Carlos VI y tomó el titulo de conde de Montemolfn (i),
con el que es más conocido.
Año 1S4Ó. — El de las bodas reales. Los matrimonios españoles, como se
llamaron diplomáticamente los de la Reina y su hermana, tuvieron importan-
cia europea. Desde mucbo tiempo antes que bubiera oportunidad de cele-
brarlos Luis Felipe y el Gobierno inglés preocupáronse hondamente de ta-
les casamientos. Durante la guerra civil el rey de Francia apadrinó la idea
de casar á Isabel II con su primo Montemoliu, como medio de coaseguir la
paz; pero después del convenio de Vcrgara la desechó, aspirando á colocar
en el trono de España á uno de sus hijos. -Se opuso resueltamente Inglaterra,
y tras muchos dimes y diretes acordaron lord Aberddeen y M. Gutzot que
doña Isabel no había de casarse con hijo de Luis Felipe ní con principe
de la casa de Coburgo, á que pertenecía el marido de la reina Victoria: tenia
que ser con un descendiente de Felipe V. Estaban en este caso:
A) Montemolfn, ó sea la rama de D. Carlos. Apadrinaban este proyecto
en el extranjero el Papa y Metternich, é hiciéronse sus paladines en España
dos escritores muy notables: uno D. Antonio Aparisi Guijarro, abogado va-
lenciano de mucho crédito, ferviente católico y de tendencias tradicionalis-
tas, aunque no carbsta en aquel tiempo, que sostuvo aquella candidatura en
una revista titulada La RestoHración; y Balmes, que para defenderla fundó
El Pensamiento de la Nación, en que colaboraron con él Quadrado, D. Vicen-
te Lafuente, Garda de los Santos, etc. No es dudoso, á nuestro juicio, que
si la cuestión entre carlistas é isabelinos hubiera sido meramente dinástica,
este matrimonio se babria realizado; tanto más cuanto que Montemolin al
llegar á Inglaterra en 1845, tuvo atli buena prensa y buen público, se hizo
en Londres el personaje de moda, visitáronle lord Palmerston y muchos
aristócratas, se le trató como rey, se ponderaron su gallarda presencia, su
talento, su ilustración, su bondad, etc. Pero la candidatura de MoutemoUn
llevaba dentro de si un gravísimo problema político: representaba una transac-
ción en algo más substancial que la querella dinástica: El único modo de res-
tailecer la monarca de nn modo sólido y seguro, ó al menos de procurarlo con
eficacia, seria, á juicio de las Potencias del Norte, el matrimonio con el hijo de
D. Carlos (2). Luego las potencias del Norte creían que había que restable-
cer la monarquía en España, ó, lo que es igual, que no era verdadera monar-
quía la constitucional de Isabel II. Balmes vela en el matrimonio con Monte-
molin el medio de establecer nn Gobierno que ni desprecie lo pasado, ni desatien-
da lo presente,ni pierda de vista lo porvenir (3),é instado ^or El Heraldo & coa-
cretar este programa, respondió; «Mi proyecto de Constitución se reduce á
• dos artículos: 1.° El Rey es soberano. 2° La Nación en Cortes otorga los
• tributos é interviene en los negocios arduos*, añadiendo que esta Constitu-
ción debía ser grabada en las monedas. Esto podía ser muy sencillo, muy
filosófico, quizás muy conveniente para España, pero era contrario de todo
punto al sistema constitucional tal y como lo entendían, no sólo los progre-
sistas, sino también los moderados, aun los de la extrema derecha. Era,
pues, naturalfstmo que Balmes quisiera implantar ese sistema político por
medio del matrimonio de la Reina con Montemolfn; pero no menos natural
n) Halñn nnriilo i'n Madrid (31 Enero iSitt),
(jÍ Asilo manifestó fl Conde dr Spau, emiiajador de Austria en Roma, i Casiitlo v
Ayensa {Despacho de éste. 4 Agosto 1844).
(.0 I'rfHiperto de FJ Ftnsamimte ttí le JViiíÍíh (Diciembre 1S44).
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HISTORIA DE BSPAÍÍA 699
que moderados y progresistas se opusieran al matrímonío para impedir que
con él se implantase un sistema político que no era el suyo.
La única manera de haber hecho viable el casamiento con Montemollo
fué la que aconsejó á éste el futuro rey consorte D- Francisco de Asís: re-
nunciar á su representación histórica, reconocer lisa y llanamente á Isabel II,
venir á Madrid en calidad de infante y casarse, no para derogar la Constitu-
ción de 1845 y reemplazarla por los dos artículos de la de Balmes grabados
en las monedas, sino para ser mero principe consorte, á lo sumo, con el titulo
vano y decorativo de rey. Pero en este caso ya no hubiera tenido interés el
matrimonio para tos que pensaban como Balmes, y hubiera padecido la dig-
nidad de D. Carlos, y aun la de todos los que por su causa se hablan batido.
B) Descartada la candidatura de Montemolfn, quedaban los principes
de la casa de Ñápeles; el conde de Águila y el conde de Trápanl. La casa
de Ñapóles no ha sido nunca sino una parte de la de España; fundada por
nuestro Carlos III con las armas españolas, había dado á España un rey (el
mismo Carlos III), una princesa de Astunas (la primera mujer de Fernan-
do Vil), una infanta (Carlota) y una reina (María Cristina); no había, pues,
nada desdoroso en que uno de sus principes fuese marido de la reina Isabel.
Pero en esta ocasión los montemolinistas, especialmente Balmes, hicieron
una campaña violenta contra esta casa, presentándola como muy poca
cosa para compartir el regio tálamo español. Leyendo los artículos de Raimes
sobre este punto, parece que los Borbones napolitanos eran gente de poco
más ó menos: principíllos mediatizados de Ínfima categoría. Excitóse con
ello el orgullo nacional, y los Borbones de Ñapóles se hicieron impopularí-
simos.
C) Por este procedimiento de exclusión se llegó á no haber más can-
didatos disponibles que dos infantes españoles: los hermanos D. Enrique y
D. Francisco de Ads, hijos de D. Francisco de Paula y de la difunta doña
Carlota. Entre los dos parecía preferible el primero por tener aspecto más
varonil y ser más vivo que su hermano. Pero este exceso de viveza le per-
dió: creyendo granjearse así el aura popular, largó un manifiesto (31 Diciem-
bre 1845), que no era sino un articulo de fondo de periódico progresista, con
su himno en loor del progreso y de la libertad y su diatriba contra el despo-
tismo, el oscurantismo y el fanatismo. Si hubieran estado en el Poder los pro-
gresistas,quizás habrfale aprovechado la cantata;nias á los moderados les supo
á rejalgar, y 00 sólo descartaron al Infante, sino que le hicieron salir de la
corte para el Ferrol, y después le desterraron á Gante. De suerte que
después de haberse revuelto tanto para buscar marido á la reina Isabel,
vino á reducirse todo en D. Francisco de Asís.
En cuanto á la infanta doña Luisa Fernanda, también se opuso Inglate-
rra á que casara con el duque de Montpensier, y Bulwer, embajador británi-
co, pasó á nuestro Gobierno una nota impertinente sobre el pútícnlar, pero
Guizot consiguió hacer prevalecer el deseo de Luis Felipe, y fué aceptado,
aunque con protesta de D. Enrique, desde Gante, en que hacia notar la po-
sibilidad de que con ese enlace se llegara á faltar al tratado de Utrech, en
cuanto excluyó á la familia de Orleans del trono de España. La protesta ori-
ginó un solemne debate en las Cortes.
Giró la política este año en torno de las bodas reales. La candidatura
napolitana produjo, por escisión entre los ministros, la dimisión del Gabinete
Narváez (12 Febrero) (i), y que se formara otro, presidido por el marqués de
Miraflores, el cual, aunque con sólida mayoría en las Cortes, sólo duró un mes
(ll Duró este Gobitmo un año, mievc mesps y niievp (lias.
D,g,t7cdb/COOgIC
700 HISTORIA DE BSPAÍÍA
y cuatro días, reemplazándole Narváez (i6 Mayo) (i}¡ pero sólo por diez y nue-
ve dfas, pues el 4 de Abril encontróse D. Ramón con que la Reina le habla sus-
tituido por D. Francisco Javier Istúriz, quien se sostuvo todo lo que restaba
de año. Las gentes que rodeaban á doüa Isabel trataban de influir en la polí-
tica por medio de ella, ó, quizás sólo querían, algunas al menos, aconsejarla
bien creyéndose todas con capacidad suñciente para dirigir con acierto una
monarquía, cuando ni la más vulgar discreción adornaba á la mayoría de
aquellos señores y señoras. Pera aunque todos (os consejos hubieran sido dis-
cretos, resultaban inconstitucionales — ya que, según la Constitución, los mo-
narcas sólo deben recibirlos de sus ministros responsables — y además
eran muchos y frecuentemente contradictorios, y recibidos por una niña ac
dieciséis años, si de buen corazón, de muy corto entendimiento. De aquí un
cúmulo de intrigas, de disgustos y peripecias que dieron á la política de este
tiempo feísimo carácter. Miraflores fué la primera víctima de estos manejos
palatinos. Istúriz fué llamado al Poder por su adhesión á la Reina madre (2),
enojada con Narváez porque, habiéndose pensado entonces en el disparate
de reconquistar á Méjico para poner allt una monarquía con un príncipe es-
pañol por rey (3), no se le ocurrió ofrecer esta fantástica corona á uno de los
hijos que tenía de Muñoz. %
£1 2 de Abrí!, esto es, dos dias antes de entrar Istúriz en el Gobierno,
estalló un formidable pronunciamiento militar en Galicia, dirigido por el jefe
de Estado Mayor de la Capitanía general D. Miguel Solís, y en que comenzó
á ñgurar, como secretario de la Junta revolucionaria, D. Antonio Romero
Ortiz, sólo conocido hasta entonces por redactor del periódico ultra-progre-
sista El Huracán; su bandera: Junta Central, Guríes ConstÜMy entes, milicia
nacional y fuera exlranjtros, aludiéndose con lo último á los candidatos na-
politanos á la mano de la Reina. £1 infante D. Enrique no era extraño á la
algarada; y si no tomó en ella parte más ostensible, fué por haber sido des*
terrado previamente. En Madrid, en Málaga y en la provincia de León
repercutió el movimiento de Galicia; pero sin efecto, y allá fué sofocado
después de algunos combates por los generales Villalonga y D. Manuel de
la Concha. Solís, el comandante Velasco y doce capitanes fueron fusilados en
la aldea de Carral (26 Abril); los soldados, echados á presidio. A todo esto
habíase presentado en Madrid el general ecuatoriano Flórez, expulsado
de su país por el partido que le bada la guerra, y convenció á la reina Cris-
tina de que si le daban armas, dinero y 2.000 soldados, él restauraba en un
periquete su antiguo reino de Quito, haciendo rey á uno de los hijos del du-
que de Riansáres; el Gobierno hizo juntar en Santander y Bilbao las fuerzas
pedidas, y, mientras esperaban el embarque, acudieran allt los agentes pro-
gresistas á ver si podian repetir la suerte de Las Cabezas de San Jnan. Por
fortuna, ni llegó á estallar el pronunciamiento, ni tampoco á efectuarse la
descabellada expedición.
14) nuranti- i'Sti' iiirtn i)la7<) fut- |)romulua(la I» T.cy clia'loral, según la cual, (lam ^n
«■IcTior sf rr(|iu-ría lORai 400 rcalrs de rnntrílniri^n, y ¡larii sfr clreíbif , nxxi de fontril>uri<'in
(lirci'la <^ Irnrr renta dr 1 j.ooo reales. r.a i-it^rión, |ior üistrilos; undípulaito por cnda ;i>n.nn()
almas. Número tic <IÍ|>utailos. 34rk
Ul Islúriz, lan exallaili) i'ñ sus i>riiicipios, di.ilinguíasi' en la si'RUiida época de .iu vliLi
Eiir «II adhesión á la reina Críslina. parerída d un riillo eaballercsco. y por su anmia<lvrr%i<^n \\
I milíría naeional; era la segunda (an viva, qiii' niandn halmi milicia, no salía á In ealle )>ni' n<>
mcontraise con iin mitiriano nacional.
l.O Inirirl el dispáralo I>. Salvador Bermúdez <le Ca.stro, encargado de negocios en Mé-
jiro. iiuien ascgurii fomialmenU' á la Corte y al Ciobiemo que para realizar el proyecto contalKi
con iixfío soldados mejicanos, el general Paredes y mucho pueblo. 1 ji más lastimoso fui* qiii'
parece haberse- tiniiln lia.>Ltantc <IÍnero en perseguir esta <]uimeTa.
,, Google
HISTORIA DE ESPAÑA 70I
£1 28 de Agosto anunció el Gobierno oñcialmente las bodas de la Reina
con su primo D. Francisco de Asís, y de la Infanta con Montpensier. El 14 de
Septiembre abriéronse las Cortes. Una novedad aparedó en ellas: que la ma-
yoría ó, mejor dicho, la unammidad moderada se habla roto por una disiden-
cia qué capiuneaba el célebre jurisconsulto D. Joaquín M. Pacheco. Alardea-
ban e&tos disidentes de una escrupulosidad meticulosa en el cumplimiento
de las leyes y en sostener el
carácter liberal del partido mo-
derado: por eso se los llamó
puritanos,
"' El 25 de Septiembre el
conde de Bresson, embajador
de Francia, pidió á la Reina la
mano de la Infanta. El 6 de
Octubre entraron en Madrid á
caballo y con gran aparato los
príncipes franceses duques de
Montpensier y Aumale. £1 10
de Octubre ñieron las bodas,
á las nueve y media de la ma-
ñana, en el salón de Embaja-
dores de Palacio; por decreto
ñrmado el mismo día se dio á
D. Francisco el empleo de ca-
pitán general, el toisón de oro
y el titulo honorífico de rey.
El ij, las velaciones en Ato-
cha; por la noche fuegos artifi-
ciales delante de la fuente de
Cibeles é iluminación en todo IJoña Isahol 11 de Rorltón.
Madrid, que se repitió las dos
noches sucesivas. El 12, besamanos general en Palacio, y á la noche, fun-
ción de gala en el Teatro de la Cruz, representando la compañía de
que Lembía era primer actor. Los Amantes de Teruel y el fin de fiesta
La Alcaldesa de Zamarramala, obra también de Hartzenbusch, habiendo
además un himno compuesto por el maestro Espln, baile nacional y buffet
preparado por el Ayuntamiento; el 13, función de gala en el teatro del Prínci-
pe; otro himno del Sr. Espln; El Desdén con el Desdén, representado por Julián
Romea, Antonio Guzmán, Matilde Diez y Josefa Palma; la pieza en un acto
El Compositor y la extranjera y potpourrii de bailes nacionales. El 14, Te
Denm con misa solemne en Santa María. El 15, descanso. E¡ 16, la primera
función real de toros de corte, en la Plaza Mayor. Se lució el caballero
en plaza D. Antonio Miguel Romero, el cual, acometido de súbito por
el toro, y derribado su caballo, sin perder ni un estribo, ni aun el ca-
ballo, atravesó á la fiera de parte á parte, dejándola muerta á sus pies;
la ovación fué extraordinaria; la Reina nombró á Romero caballerizo ho-
norario con 6.000 reales de pensión, y Montpensier le regaló una espa-
da. Lidiáronse siete toros de otras tantas ganaderías, las más acredita-
das de España á la sazón (Lizaso, de Tudela; Marqués de Gasa-Gaviria,
D. Manuel de la Torre y condesa de Salvatierra, de Madrid; Duran, de
Sevilla, y duques de Osuna y de Veragua), tomando parte en la fiesta
doce espadas, veintisiete banderilleros y diez y ocho picadores; los pri-
meros eran el estado mayor en pleno de la torería en aquella época: Juan
n,g,t7cdb/G00gIc
702 HISTORIA DE ESPAÑA
León (i), el Moreniüo (2), Montes, Cuchares, Juan Martin (3), el Ckiclanero,
Pedro Sánchei (4), el Labi (5), Juan Lucas Blanco, Gaspar Dfaz (6), An-
tonio del Rio (7) y Julián Casas (8). La corrida terminó á las seis y inedia,
retirándose los Reyes y el público estando ya iluminada la plaza Mayor
con 700 hachas de cera. Por la noche, baile eo Palacio. El 17, segunda corrida
de gala. £1 18, la tercera, que fué deslucida por una copiosísima lluvia que
comenzó á caer mientras se lidiaba el cuarto toro.
Los festejos populares no pararon en esto. £1 20 hubo en la Plaza de
Toros una función variadísima (toros de muerte, novillos, danzas, cucañas y
fuegos artificiales), gratuita y con asistencia de los augustos novios. Corri-
das de toros ordinarias todas las mañanas á las nueve y medía. Vinieron de
provincias cuarenta y ocho parejas vestidas al uso de cada una, y que des-
pués de ir en la comitiva oñcíal á la basílica de Atocha cantaban y bailaban
en tablados puestos en las plazuelas. Organizóse un cortejo de ciento diez
tipos (orientales, chinos, egipcios, etc.). La concurencia de forasteros, y aun
de extranjeros, fué extraordinaria. De Francia acudieron varios escritores:
Cuvillier-Fleury, crítico literario de Le Journal des DebaU (^), Alejandro Du-
mas, á quien brindó un toro el CiicloMero (¡ó), y Teófilo Gautier (ii). El 17 de
Octubre se dio un decreto de amnistía á favor de los emigrados revolucio-
Suavizó este acto la intransigencia del retraimiento en que estaba colo-
cado el partido progresista, y surgió la tendencia de conquistar el Poder por
medios legales, á lo que contribuyeron el programa de Pacheco y sus purita-
nos, que tenia por uno de sus puntos principales el establecimiento del tur-
no pacífico de conservadores y liberales en el Gobierno, y las promesas del
embajador inglés Bulwer, sobre que pronto habían de ser espontáneamen-
te llamados los progresistas á gobernar. Hubo sin embargo un momento de
violenta excisión entre legalistas y revolucionarios, en que éstos llegaron á
(l¡ Tpnia más de ;8 años.
(j) Tenía fi.t anos.y nunca <iuiso icdc
matadores dp la época, aun los más antif^os
Madrid y murió jg Octubre 1859.
(3) Juan Martin, Saulera, no hacia más que dos años que haljia tomado la alternativa en
Madrid; era un inatadrjr muy mediano, auniiuc buen torero.
(i) Por mole. jVó t¿ vías, matador ilc poca nombradia.
(5) Manuel Díaz Labi, ó ¿nví naci<^ en Cádiz (4 Mayo 1S12). Era gitano, sin arte, pero muy
valiente, lo que le hizo llevar tretnendos revolcones en las platas. Su nombradia. más que de la
tauromaquia, viene de los chistes, <) mejor dicbo, dlaiiarales que soltaba, siendo jior ello muy
solicitada su amistad y conversación; en estas corridas subió al palco regio á ofrecer á la Reina
una moña que había [|uttado, y arrodillado dijo á S M.: áj laprimcm vei fue vuiitra majtstad
lime la henra de recibir de mieilt regala. F.n Bayona brindó así al Prerecto: Brinde fier hú, par la
mujer áe búyperelbú de ioáe¡ ¡atieñereí francetei. Decía; Leí lerot te aUftraii {mmige ct,
« une di su nieima familia. Contando lo (|ue le habían aplaudido en el Perú, decia: Si
vuíiTiB atiá, estreno al rey de aquella tierra. I,o que le sucedió, fui morir en Lima de fiebre
maligna (1H38). Kl I^bi. como Manolito (iázqueii y el Sr, Carreño en nuestros dias ha venido
n personaje A quien lodo el mundo se cree autorizado para atribuir iliehos, igue nunca
dijo, probablemente.
¡r.) Hermano mayor del Labi.
(7) Sólo fué matador dos artos.
(8) Nació en Béjar (17 Febrero 1810I. Hijo de im coronel, estudiante de^lMetlicina, se
dedicó al toreo (1K34). Habla tomado la alternativa el J de Abiü de este aito.
tó Refiere su estancia en Es|>añaensu libro Veya/ies el veyageurt.
(10) Recorrió casi toda la Península, escribiendo su^famosa relación de viaje que ha sido
tan controvertida. Kn 1847 Ayguals de Izco publicó la tiaducción extractada del libro de Dumas
con un apíndicp en que censura duramente al literato francés por las injurias á Espaüa con que,
á su juicio, había paliado la hospitalidad <'Kpañola.
(11) Su Viaje ])or Kspafia. nomenn.sdüiciitldo que el de Dumas. sólo está traducido tam-
bién en extracto.
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HISTORIA DE BSPaRa ;03
proponer que fueran expulsados árí partido López, Caballero y el general Se-
rrano, los tres más decididos por el procedimiento l^al; al fin todos se con-
formaron con acudir á las elecciones generales, viniendo al Congreso una
decente minoría, capitaneada por Olozaga, Cortina, Sancho, San Miguel,
Meadizábal, Lujan y Gúmez de la Serna. El Gobierno apenas si les hizo con-
tra en las elecciones; su preocupación fué impedir el
triunfo de los puritamis, sin lograr que dejasen de traer
bastantes diputados, ni que Pacheco, bu jefe, alcan-
zase dos actas. Las Cortes se abrieron el 31 de Di-
ciembre.
El i.° de Junio de este año murió Gregorio XVI,
y el 16 de Junio fu¿ elegido Fio IX (1). El 16 de Julio
concedió indulto á los emigrados políticos que lo soli-
citaran individualmente y prometieran observar buena
conducta. Cumpliendo las instrucciones de Mazzini (2),
los revolucionarios de Roma propal^x>n que el Papa
había dado una amnistía, que su política era la rectiñ-
cación de la de Gregorio XVI y que era liberal: en su
virtud, empezaron á agitarse, rodeando y siguiendo á
Pío IX por las callea de Roma y vitoreándole sin ce-
sar. En toda Europa tuvo intenso y transcendental Antonio Felippiletit-
reflejo este movimiento. En Eapaña los progresistas Duqui' úe. Montpen-
uoieron el entusiasmo por Fio IX á su esperanza de sin, quinto hijo del
conseguir el Poder legalmente. Carlistas y tradicio- ír> Lms íHipe i de
nalistas, en cambio, miraban de reojo al nuevo Papa Ksfiaña por"íu''mairi'-
y murmuraban de él sin respeto ni piedad. La aus- monio ron María Luisa
tiÓH italioMa apasionó los espíritus en nuestra patria Fernanda, hermanadr
tanto 6 más que los problemas interiores. ^t^X aUmno^^^na-
Aüo ¡8^y. — Nuestra política giró este año sobre ¡tol dispuís dr la ro-
dos polos opuestos: uno, el movimiento general de Eu- vulución de \m».
ropa, que era de fermentación revolucionaria, y el otro, Hí*24-iM(io.)
la influencia malsana de Palacio. Pío IX concedió liber-
tad, aunque do completa, á la Prensa (15 Marzo). El 16 de Junio, aniversario de
su elección, las turbas movidas por Mazzini, ó por ver que el Papa no era lo que
se les habla dicho, ó para precipitarlo por el camino de la revolución, cantaron
frente al Qnirinal el tímno de Sttrlñni (Marsellesa italiana). El 3 de Julio or-
ganizó el Papa la guardia cívica. El 2 de Octubre dio una ley municipal. El i ;
(ll JuanMaslaiFfTTMiinariórn Siniflaglla ([3 Mareo 179ÍI. Presbítero en lUlci. anobispn
de Spolelo (1825), de Imola (iHiJ), cardenal (14 Diciembre lt(40). Es una fibula que fuera mi-
litar en .'iu juventud, cotno que ligAirura en las ñlaü de |1o:í partidos avanzados. Ilabienilo siilo
nunrio en ChUe, halilalia muy bien el easteSlano.
(iS lefr de los conspLmdnres italianos qup <|uerían la unidad de la |ieniniu1a ba)0 un go-
bierno republicano. ( )r^anizador de Le ytven llatia, sociedad uue era una semipúbliea mani-
festación de los cartHmaríos. Ut ywtn Italia se titulaba tambií'ii el periódico que Mauini
dirigía en Marsella de.sde iS(2. Contrario á Mazzini en su pían italiano era el alíate Gioberti,
tamoién muy liberal v enemigo de los jesuítas, pero <)ue pror1amal>a la idea de hacer <le
Italia una confederación bajo la |iresidenria del Papia. Rsta división de los ítaliamirimn, como
se llamaba á todos los partidarios de la unidad, en güílfoj y gióelinat ó (¡ioberlistas y mauinia-
ntis fuf convenientisima á la causa común i|ue defendían unos y otros, pues mic-ntras los de
ideas anticatólicas ó de ealolirismo libio se agrupaban en tomo de Maiíini. los católicos ferAien-
les se dejaban convencer por (noberti. y creían que la unidad, lejos de disminuir, acrecentaría
el poder del Papa, lo (|iie, uniéndose al odio Justiñcadísimo á la dominación austríaca y al natu-
ral y antiguo deseo de consliliiír con Italia un solo Estado ifue no fuera juEucte de las grandes
polencias. como lo lialrian sido y lo eran los existentes, hizo (|ue la inmensa mavoria. |>or no
decir la totalidad, de los italianos <|uisiiTa en este tiemiKi sincera y ardientemente la unidad,
aunque diñriendo en el aprecio de los medios ile realizarla.
,, Google
704 HISTORIA DE ESPAÑA
de Noviembre abrió una especie de cámara consultiva cod el titulo de Qm-
sulía de Estado. Toda Italia estaba conmovida: el rey de Cerdeña y el gran
duque de Toscana entraron por el camino de las coscesiones políticas (Sep-
tiembre - Octubre). La común aspiración de mazzinianos y giobertistas era
que se declarase al Austria la guerra para libertar de su yugo el Milanesado y
el Véneto (Italia irredeitta). El rey de Cerdeña, Carlos Alberto, contestó á los
diplomáticos que le aconsejaban reprimir este movimiento: L' Italia fard da
sé, y nadie á ñnes de año dudaba de que pronto vendrían á las manos aus-
tríacos é italianos. En España el interés por este magno problema fué cre-
ciendo siempre. El entusiasmo de los moderados intelectuales por la filosofía
ecléctica de Cousin y por el justo medio de los políticos de Luis Felipe, de-
clinó con la fortuna de la monarquía orleanista, que decrecía rápidamente:
Donoso Cortés publicó en E¿ Faro una serie de artículos sosteniendo que la
conducta de Pío IX significaba que la libertad iba á triunfar definitivamente
en el mundo, pero no con el ateísmo revolucionario, sino dentro de las vfas
católicas. Según Donoso, los católicos hablan cometido la falta de buscar
apoyo en las monarquias corrompidas ji decrépitas; las cataratas dt la democra-
cia hablan venido & destruirlas, y ya no quedaban en e] mundo sino los pue-
blos que querían ser libres y la Iglesia que quería hacerlos santos. El articu-
lista censuraba duramente al Austria y su despotismo, elogiaba á Francia,
tierra fecHtidisima en donde kan germinado todas las ideas emancipadoras de
los pueblos: lo único que le parecía mal de los franceses era «haberse entre-
>gado á las clases medianamente acomodadas, las cuales tienen en poco las
• gloriosas aventuras de los patriciados heroicos, y llaman insensatez y locura
>á las aspiraciones inmensas que sueleo tener las democracias en sus arre-
ábalos sublimes*.
Los tradicionalistas españoles no entendían este lenguaje, el cual, á la
verdad, es más brillante que claro, y se aferraban en murmurar de Pío IX,
diciendo que era liberal; es decir, anticatólico. Porque ya se hada de la pa-
labra liberalismo el mismo sofístico abuso que en el siglo xviii se habla hecho
de ta palabra jansenismo. Balmes quiso poner las cosas en claro, y á fines de
año, publicó su opúsculo Fio IX. Sucedió, como es natural, que, sin ganar
nada la causa de Pío IX en la opinión de los más papistas que el Papa, perdió
Balmes su crédito entre los que hablan sido hasta entonces sus más fervo-
rosos admiradores. Corrió por los círculos clericales y carlistas que Balmes
era un Lamennais español; esto es, un sacerdote apóstata y hereje, y se dice
que en no pocos conventos y bogares cristianos se rezó por su conversión.
El otro polo sobre que giró la política española en 1847 era harto más
ruin, y es más ingrato de recordar que el indicado. Quizás lo tuviera en cuen-
ta Donoso al hablar de las monarquías corrompidas y decrépitas. El matrimo-
nio de la Reina no fué dichoso. Apenas apagadas las luminarias de las bri-
llantes fiestas de txidas, trascendió al público que había serias desavenencias
en la real familia. Y, para colmo de mal, se murmuró de la predilección que
se tenia en Palacio por el general Serrano. Llamábasele el favorito.
Abiertas las Cortes, como se ha dicho, el 31 de Diciembre del año ante-
rior, presentó el Gabinete Istúriz para presidente del Congreso á Bravo Mu-
rillo; uniéronse puritanos y progresistas, y con la defección secreta de algu-
nos ministeriales eligieron á Castro y Urozco. La crisis fué laboriosa y larga:
el 28 de Enero juró el nuevo Gabinete, presidido por el duque de Sotomayor,
en que entraron Bravo Murillo (Gracia y Justicia), Seijas Lozano (Goberna-
ción), Santiltán (Hacienda), Pavía (l) (Guerra), Baldasano (Marina) y el mar-
(i) n. Manuel Pavia y I.a(y, mar<]iiés ili- Xovaliches. Xad<^ [? Jjilio 1811.
D,g,t7cdb/GOOgIC
HISTORIA DE ESPAÑA
705
qués de Molina (i) en el departamento de nueva creación, titulado de Co-
mercio, Instrucción y Obras Públicas. Intentó Sotomayor reconciliar y unir á
los regios esposos — D. Francisco de Asís se habfa retirado á El Pardo y no
quería salir de alli — y alejar de Palacio á Serrano, destinándole á Navarra. Kl
f«ff£ra/¿tw;V0Jnvocó su calidad de senador para no irá su destino, y hubo que
llevar al Senado la cuestión de si debía ó no ser cumplida aquella orden. La
mayorfa (88 votos contra 1.) resolvió que sí; pero véase lo que es la política en
EspaBa: los puritanos, que se hablan conquistado este mote á fuerza de re-
milgos en COS3S de poca ó ninguna trascendencia moral, no vacilaron enton-
ces en intrigar en Palacio para persuadir á la Reina de que no debía sufrir
aquella humillación que trataban de imponerle el
Gobierno y la mayoría de ambas Cámaras; y como
Sotomayor había tomado sus precauciones para .
tener, por decirlo así, aislada mientras se resol-
viese el asunto á la joven y poco perspicaz sobe-
rana, incapaz de comprender cuánto interesaba
el negocio á su buen nombre y al prestigio de la
monarquía, se valieron de este medio: Ventura
de la Vega no fíguraba en política y sólo era co-
nocido como insí{;ne literato, estando aún frescos
los laureles de Et Hombre dt mundo, estrenado
en Septiembre de 1^45; D. Ventura fué, pues, á
Palacio á invitar á la Reina á una velada que iba
á celebrarse en el Liceo; pero, en realidad, á de-
cirle que debía echar á sus incómodos ministros,
y que Pacheco estaba deseando servirla en todo:
así, por un modo tan poco ;)uritano, llegaron los Ho IX.
puritanos al Poder (2ÍÍ Marzo). Pacheco fué presi- J- Mastai Kerretti (Paim lii-
dente del Consejo y ministro de Gracia y Justicia; ('"■''' ^ '"í"''
Rodríguez Bahamonde, reemplazado luego por
D- Florencio García Goyena, de Estado; Benavides, y después Escosura, de
Gob::rnación; el famoso banquero y contratista D. José Salamanca, de Ha-
cienda; D. Fernando Fernández de Córdoba, de Guerra; Sotelo, de Marina,
y Pastor Díaz, de Comercio.
Cinco meses y quince días duró el Ministerio puritano. Victima Portu-
gal de una ya larga insurrección, que tenía su centro en Oporto, acordaron
Inglaterra y Esparta {protocolo de Londres 21 Mayo) intervenir para resta-
blecer la paz; entró en el vecino Reino D. Manuel de la Concha con 12.000
soldados (16 Junio), y se dio tan buena maña, que desarmó á la revolución sin
derramamiento de sangre; hicieron á Concha por este servicio marqués del
Duero con Grandeza. Pacheco ponía su empeño en parecer muy liberal: am-
nistió á Olózaga (3 Abril) del destierro que seguía padeciendo por su ofensa,
real ó supuesta, á la Reina en 1843, y á Godoy, el cua! tenia á su favor para
todos los hombres compasivos la circunstancia de su prolongadísimo infor-
tunio, y para los liberales, la de haber sido perseguido por Fernando Vil y
haber iniciado la desamortización eclesiástica; los progresistas, ó porque se
les ocurrió á ellos, ó imitando la conducta de los revolucionarios romanos con
Pío IX, recurrieron al sistema de elogiar en sus periódicos y vitorear cons-
Sllccdo, HlSTORÍA D
s .!.■ Moli
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fi'mchr^
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!!■ San Mateo, nijiiitailn por
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706 HISTORIA DE BSPaSa
tantemente á la Reina, ya en la calle, ya en los toros, tributando á Isabel II
una serie de ovaciones estruendosas que, por lo repetidas y sin motivo es-
pecial que las justificase, asf como por ir acompañadas de denuestos á la
Reina Madre, discursos furiosos contra los moderados, sin excluir de ellos á
\os puritanos, que estaban en el Poder, á pesar de sus protestas y alardee de
liberalismo, y hasta de crímenes, como la paliza dada á un escarolero en la
plaza del Matute por los mismos que acababan de aclamar á la Reina en la
Puerca del Sol, de cuyas resultas muñó á las dos boras el infeliz, culpable de
haber sido realista entusiasta en tiempo de Fernando Vil, denunciaban su fal-
ta de espontaneidad y su sujeción á un plan concertado: es que confiaban en
ser llamados al Poder merced á las intrigas de Bulwer, quien consiguió hacer
entrar en la conjura al ministro de Hacienda, Salamanca, y se valió eficaz-
mente del general Serrano. Fallaron estos intentos: i .", porque Serrano, aun-
que progresista, no podía ver á Espartero, y la combinación se fundaba en
que se uniesen todas las fracciones del progresismo, y 2.°, porque Cortina se
negó á coadyuvar, diciendo á Bulwer, que fué á su casa & ofrecerle una car-
tera: ¡Jamás entraré enuH Ministerio presidido por un favoritoW^o que más aci-
baró, sin embargo, á los puritanos su vida ministerial fué la situación de Pa-
lacio. Asqueado, Pastor Díaz presentó la dimisión, y por las razones que le
dio para justiñcarla se convenció Pacheco de lo mal que habla resultado en
la práctica el puritanismo, con lo que se decidió á plantear crisis total, for-
mándose el ministerio Salamanca (12 Septiembre), que no quiso ¿I presidir,
cediendo este honor á D. Florencio Garda Goyena.
D. José Salamanca es uno de los hombres más notables de la España con-
temporánea. Malagueño(i),abogadoy de la carrera judicial en sus prÍncipios(2),
(1) PondE-raba un día Cánovas ilfl Caatüto la lislrza natural de sus paisanos, y uno úe. los
qiip le oían, por adularle, dijo; Si,muif lisios ¡i<» ¡ii\ ninla!¡tif¡Ses:y sina.eqtii laumot dos priitbas:
balamama y usted;» a/Sabe uslg,/, repuso Cánuvas. porque nos vinimos di Málaga Salamanca y
yeí Piiet parque toda e¡ munde nei engallaba.')
(2) Cuando estaba Salamanra en el aup' "''■ su* pranrles negocios se le presentó un
compañero de carrera, y le dijo; « fmgn á conitillai le, ya que lanía enlienáis dt estas casat, tt
meda de colocar un capiia'illo quí he ktredado.' •jAcuants asciendi tu heremia^» pregunto Sa-
lamanca. 'Paca casOt hambre, rcplicíV el magistrado, uno! S.r'iw duret.' Pan mira, repuso el lian-
quero, eéiHpraltnn traje.
{Explicación de la lámina de enfrt-le>\
Espaliolet llMtr«( conlemporáMos. - 82. Antonio CAaovas del CMttIlo, «nlncntlsiiiio esli'
dlsti. natiblhsiiiia orador político, pcricxllsti. portí, rovílista, crítico, hiitorlador, ilini de la rntanra-
ddn borbónica. Prnidrrle del Consejo de Ministros y jefe del parlidD lilKnl conservador que altemii en
el poder dnrante muclioi aflos con el liberal dinislico acaudillado pOr Sagaiti. El ilustre Cánovas del Cat-
lillo murió asesinado por un anarquista en Santa Águeda. Nacid en MiUga (tSlS-tSOT), — 83. Germán
Qamaio. ^lusUc ibogido y notable hacendista, una de las más salientes flguras del partido liberal que
acaudillaba Saga^ta, y del cual separdsc disidente despuís de tos sucesos de I84B, pues era partidario
de la paz i toda costa con los Eslados Unidos. Naciú en Vallidalid (1S2S - 1901). ~ 84. Manuel TamajO j
sus obras principales (I82(| ■ IBM). ~ SI. Francltco Asenjo BarbIerI, naesttn compositor notable y eru-
dito doctisimo i quien se debe el Caaclonero MatUal de los tiglos XV y XVH\».Vi-it)KI). -St.Joaé
Lóp«i Domlncuei, capitln general y estadista malagueño, uno de los prohombres del partido liberal. Pre-
sidente del Senado y del Consejo de Mlniltroscn dislinlas épocas (18» - 1911). - 8T. EdMVdo SaavaOfa,
inspector general del cuerpo de Ingenieros de caminos y arquilecto. Sabio orienUlista y aodtaico de
número de las de la Historia, de Ciencias Físicas y la Española {\%TS - igi2). — 88. Narciso Sena, célebre
poeta y escritor dramático nacido en Madrid, autor entre otras muchas obras de Don Tomáí, que todavía se
representa con gran aplauso (1S30- IsrT). — 9>. Crlstlno Martos, eminente orador y estadista liberal,
hombredegran talento (1830- 1833). — 90. Joat Casado del Alisal, notable pintor al que dieron preí y
lama sus cuadros La rendición dr BalUn y La Campana dtl Rey Moti/t. Fué Director de U
KspaDolade Roma (1831- l8Sb),
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/08 HISTORIA DE ESPAÍJa
se dedicó á los grandes negocios bursátiles y de banca, contratos cod los
Gobiernos y obras públicas. Manejaba millones, que invertía con la misma
facilidad con que los agenciaba; vivia con inaudito lujo, derrochaba, pues
era una de sus máximas que para ganar dinero hay dos sistemas: ahorrar
ochavos y tirar onzas, y que él prefería lo segundo. Tenía verdadero y extraor-
dinario talento, fecundísimo en recursos y combinaciones; gusto por las Artes
y las Letras, como por todo lo que es magnificencia; horror á lo mezquino;
poca escrupulosidad moral, ya en sus costumbres, ya en la elección de me-
dios para sus empresas; su conversación era seductora. En la época del mi-
nisterio purítano lo retrató Narváez de mano maestra. Decía un día que no
había de volver al Poder si no le daban la facultad de fusilar á Serrano y dar
los pasaportes á Bulwer, y uno de los presentes dijo: «¿Qué haría usted con
>SaÍamancaf>, respondiendo entonces: -Ése no es pájaro de cuenta. Es muy
>salao; y aunque me ha hecho rabiar mucho, soy flaco, le quiero; pero no se
>lo diga usted, porque en seguida me viene á proponer un negocio con el que
• vamos á dar á España muchos millones». Parece que se equivocó al decir
que que ho era pájaro de cuenta, ya que Salamanca le impidió subir al Poder á
la caída de los puritanos, como querían Pacheco y Pastor Díaz; pero no fuó
así, pues aunque sus intrigas dieron por resultado la formación del Gabinete
García Goyena, en realidad suyo, este Ministerio sólo pudo vivir veintidós
días, sin hacer otra cosa que dar una amnistía sin excepciones á los emi-
grados, nombrar senador á Espartero, é indicar vagamente la idea de una
Unión liberal ó partido mixto de progresistas y moderados. Salamanca ern,
realmente pájaro de mucha cuenta; pero no en política.
El 4 de Octubre formó ministerio Narváez, quien, lejos de fusilar á Se-
rrano, entendióse con él, y por indicación del apodado Favorito fueron mi-
nistros: de la Guerra, Córdoba, y de Comercio el general Ros de Olano (i);
en Gobernación entró Sartorius (D. Luis José), sólo conocido hasta entonces
como periodista y por su ingenio y travesura, ducho en el arte de hacerse
amigos y de favorecerlos desde el Poder para tenerlos más obligados; la car-
tera de Estado la tuvo primero el mismo Narváez, después Sotomayor y, por
último, D. Pedro José Pidal; en la de Hacienda se sucedieron Orlando, Bel-
trán de Lis y Món; en la de Marina, el propio Bellrán y el marqués de Mo-
lins; y, por último, Bravo Murillo sustituyó á Ros de Olano. Influyeron en la
formación de este Gabinete la reina Cristina, el Gobierno francés, y, según
los murmuradores, el mismo Salamanca, quien, convencido pronto de que
siendo ministro no iba él á ninguna parte, se entendió bajo cuerda con Nar-
váez para que las cosas pasaran como pasaron; el Sr. Garda Goyena, muy
buen civilista, pero extraño á eUas gitanerías de la política y de los negocios,
enfadóse mucho porque le quitaron sin motivo la presidencia del Consejo,
que no había solicitado, y lo mismo Escosura, ministro de la Gobernación,
indudablemente travieso, aunque no tanto como Salamanca y Narváez. Al ña
se aquietaron. ;Qué hablan de hacer? Lo indiscutible es que Serrano, el mis-
mo que iba á dar el Poder á los progresistas, contribuyó eñcazmente á dárse-
nl I). Amonio Ros ílodlannnanópn Curaran (■illirirmliTfiKoKV Wivreí ilf la („ii„.
• \\a Ki-al i-n iSjd. Ilf(;.'i A icnirnlc C<'ii''ial <t> "rlulirc- (Ip 1K4;. h>a en este tiem[K> sc^nimlt
ji'ri' ili: alaluinli'r'is r ¡nlinio amico cli- Si-rrnno. Kos <)>■ < llíino licnr lamhii'n una biotirüfi» lile.
raria, como aniit.'o <Ji" Ksi>roni-ctla. |irc>lri(¡u¡sw de fíl Dinhla Munáa, ¡xtela (sus Fettias s.
|ml)Íiraron roiiTi'ionadas en iKHñ ronjnVjlof;o tic- 1'. .\. iie .Alatcún) y cxlravaganle |irosií.ta
aiilor (Ir Efhodioi mililartt i\IV>ji\. Él dtKlor Lanuda, rmc iia.ta ya clr lo pxtrava gante gian
caer i-n lo pslramlrtilirn, v estrafalario v olms CutnlBi y fáfialat (si-jj. Pilir.. iHfij). Como en
grniral y fHTsonaj)- |i'>li(írn nunra fallaron |ianrt!irii>las 1ÍP suü cxri'ntriros ilc-salinos literarios
D,g,t7cdb/GOOgIC
HISTOBIA DE BSPAtÍA 70g
lo á los moderados. Enfureciéronse contra él los que seDamaban sus correligio-
narios y se sentían chasqueados, hasta el punto de apodarle en periódicos y
circuios Judoi dt Arjonillo; pero todo induce á creer que Serrano se portó
muy bien en aquella ocasión: habíase convencido de que su presencia en Pa-
lacio era in con ven ienti sima para la Monarquía, y espontáneamente se convino
con Narváez en ser destinado á la capitanía general de Granada, para donde
partió al punto. Es importante, á nuestro juicio, este hecho por demostrar
que, á pesar de sus defectos y de lo detestablemente que se practica en
kspaBa, el régimen parlamentario tiene ventajas sobre el absoluto. Si en el
rnaado de Carlos IV hubiese habido un partido como el moderado, que
hubiera hecho oposición á la privanza de Godoy, ésta oo se habiüt prolon-
gado tanto. Y consiguió también Narváez, por medio del Nuncio monseñor
Bninelii, que se reconciliaran los regios esposos.
Durante todo este año de 1 847 hubo partidas carlistas en la montaña de
Cataluña é intentonas del mismo género en Buidos, Avila, Toledo, León y
Galicia. Las partidas catalanas no pasaron nunca de 2 á 3.000 hombres ar-
mados; pero lo escabroso del terreno y la falta de comunicaciones que habla
entonces en aquella región favorecieron á los guerilleros para marear á más
de 40.000 soldados, mandados sucesivamente por D. Manuel Pavía, el mar-
qués del Duero, y otra vez por Pavía. Tristany y vanos de los suyos fueron
fusilados (17 Mayo). A fines de año estaba muy decaída la insurrección, pero
no extinguida.
Año 1848. — La revolución europea preparada el año anterior estalló
y se desenvolvió en éste. El 12 de Enero alzóse Palermo, y el 29, Ñapóles.
En Febrero, el día 8, Turín; el I3, Monaco; el 15, Florencia; el 24, París, te-
niendo que huir Luis Felipe y siendo proclamada la República. Durante
Marzo el Gobierno provisional de Francia decretó el sufragio universal
(día 5); el 13 se sublevó Viena, cayendo Metternich, que huto de buscar
refugio en Inglaterra; el 18, Berlín; el zo, Parma. Todos los soberanos de Ita-
lia tuvieron que dar Constituciones; y el 23 Carlos Alberto lanzó el grito de
guerra contra Austria: ¡Arrojemos d los bárbaros de Italia! Milán y Venecia ha-
bíanse levantado ya (18 y 23), y los piamonteses penetraron en Lombar-
dfa (z6): la campaña duró cuatro meses, decidiéndose (24 y 25 Julio) con la
batalla de Custozza, en que Carlos Alberto fué completamente derrotado,
teniendo que firmar un armisticio (9 Agosto), por el cual hablan de volver las
cosas al statu gito ante bellum. Venecia no quiso admitirlo y resistió á los aus-
tríacos, dirigida por Manin hasta el mes de Agosto de 1849. Pío IX, que des-
aprobó la guerra con Austria, perdió de súbito su popularidad: se gritó en
Roma ¡abajo el Papa! El 1 5 de Noviembre fué asesinado Rossi, presidente del
Consejo de ministros, paseando las turbas en triunfo por las calles el puñal
que le habia matado; el 16 fué atacado el Quirínal, penetrando las balas en
las habitaciones pontiñcias, y resultando muerto un prelado. El Papa pro-
testó ante el Cuerpo diplomático, de que no era ya soberano, sino cauti-
vo. Nuestro embajador Martínez de la Rosa fué quien tomó parte más acti-
va en la fuga dt Fio IX d Gaeta (noche del 24 Noviembre). El 1 7 de Diciem-
tu-e un nuevo motia en Roma, al grito de: ¡ Ya mo somos j>OHtijiciosl ¡ (¿turemos
Hn Gobiemo libre!, instauró un directorio que convocó la Asamblea constitn-
yente.
Habla, pues, tres grandes revoluciones simultáneas: la de Alemania, la
de Italia y la de Francia. La primera interesaba poco en España; la segunda,
mucho, mas sólo en cuanto afectaba al Papa; y la tercera, como cuanto pasa
en la nación vecina. La revolución de Francia se inauguró con una súbita é
inesperada explosión de socialismo, proclamación del derecho al trabajo y
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7IO HISTORIA DB ESPAÑA
establecimiento de los talleres nacionales, iniciativa de Luis Blanc (i); pero
que, según los partidarios de éste, fué modificada por sus enemigos. Ordena-
da la clausura de los talleres (21 Junio), fueron las sangrientas jomadas de
París (2$, 24,25 y 26 Junio), triunfando al fin el ejército acaudillado por el ge-
neral Cavaignac. Asustada la burguesía francesa, se formó el partido dei or-
den, constituido por Thiers y Montalembert, y en que entraron algunos repu-
blicanos moderados, legitimistas, orleanistas, bonapaitistas y el partido católi-
co,que contaba con ciento treinta diputados en la Asamblea Constituyente (2).
Con el apoyo de este partido del orden, del de los obreros, despechados por
la represión del movimiento de Junio y esperanzados en su protección, del de
!os campesinos, recelosos de los socialistas, y por el recuerdo de las glorías na-
poleónicas, ya despojado en la mente de las nuevas generaciones de las som-
bras de tiranía y guerra perpetua que entenebrecieron el reinado del gran
Emperador, fué elegido presidente de la República (lo Diciembre) el prin-
cipe Luis Napoleón (3).
En esta Europa tan profundamente agitada y revuelta sólo España per-
maneció en paz; ó, mejor dicho, no pudo triunfar en ella la revolución. Gue-
rra hubo en Cataluña sostenida por los montemolinistas: nu dejaron nunca
de vagar por alli partidas; mási el 23 de Junio entró Cabrera y reanimó la
lucha, la cual seguía con varios sucesos, como es de rigor en guerra de par-
tidas, al finalizar el año. También intentaron los carlistas diversos alzamientos
en otras provincias, pero sin resultado: en Guipúzcoa le costó al jefe Alzáa
morir fusilado (3 Julio). Los revolucionarios propiamente dichos, ó sean los
progresistas y !os republicanos, que ya los habla en bastante número, no
consiguieron el éxito que en tas otras naciones. En cuanto se supo la caída
de Luis Felipe, concurriendo con tantas revueltas en Italia y Alemania,
el Gobierno pidió y obtuvo de las Cortes, por 184 votos contra 45, una ver-
dadera dictadura para combatir á la revolución: suspensión de garantías,
autorización para recaudar las contribuciones aun sin aer votadas por las
Cortes, y para proporcionarse por cualquier medio hasta doscientos millones
más de los presupuestos. Aterró á los moderados todos el movimiento revo-
lucionario europeo y no menos á la mayorfa de los progresistas, por lo que
tenía de republicano y de socialista: Cortina, Madoz, Infante, Sancho y Men-
dizábat resolvieron, en efecto, abstenerse de toda conspiración y ayudar al
Gobierno en la defensa de los principios é instituciones fundamentales que
amenazaba la revolución cosmopolita; en cambio, á otros progresistas, como
D. Nicolás M. Rivero, el marqués de Albaida y £>. José Orense, les parecía
(1) Había nacido en Madrid (iRii), donde su jiadn- era inspccior [^nerai de Fladeada
dtrl rry José. Kn 1X40 ¡lublirci ku liliro La m-ganitaetin dit ttebajt, iniriac»ún del fiíirtida sería-
Usla/ratttét. Paralelo i cslr movímirnln. y sólo en cierto moilo auxiliar suyo, fui el que J'a
vrnía desarrollándose por la Liga di les cemmtitlat, asociatiin inlemeeietial de úérerít. socír-
dad secreta que ra Dieiemljrc de 1K47 celebra un Confp'eso en I-ondres, y por la inñuencia
de Garios Marx y ile Engel se convirtió en pública. a|iarccii>ndo á i>rincitiios de 184S el Afani-
fiíste det partido rimruitislo, en <|ue se sentó la teoría de la lucha de clases y se dio la formula
/fntUIntiBi Jf /¡¡difi Us países, unios/ f.n]arr\oliKÍ^n '\fl jl* los socialistas de Marx y Hnerl
intervinipron prinriiialmenle en Alemania.
(z) I>e estos I ]o [|i|iiitados. f eran oliispos y 20 sacerdotes. Kste fidrtüU (aíilice tenia su
origen en £t fen-tnir, fundado |Mir l.amcnnais en ( icliilire de 1X30 con el programa de 11;^-
ratiánde la Iglesia y dtl Estado y /rí/r/flifiJ'ííMMflflffíi. íil Papa conilcnii c] primer pumo (iSjj)
Lamenoais se rebeló, siiiarándose de la Iplesia. I^cordaire y Monlalembert, redactores de El
Porvenir, sipiicron en otros periódico.'! la campaña por la libertad de cnseñania. ó sea rontra
f/*>«f>i^0/i0»>'t[«r;/<>ina establecido |>or.NaiHileón. 1.a eñ caria de su acción quedó demostra-
da con el trñinío cleclotal de 1X4!*.
{3) ObtuTO en la elección plebiscitaria ;.5<».ooo votos; el )>eneral Cavaignac, 1.500.000;
Ledro-Rollin, 41MMX»; 1 jmartine no llegó á ixxo.
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HISTORIA DE BSPAÑA 711
bien que las cosas fuesen adelante, y no se asustaban de nada: á estos ultra-
progresistas se comenzó á llamarlos demócratas y también algunas veces ra-
dkaUs (i).
Armado Narváez con la dictadura, y cerradas las Cortes (22 Marzo), so-
focó las tentativae revolucionarias: 1." La del z6 de Marzo en Madrid. Los
Consejos de guerra condenaron á varios de sus autores á la pena capital;^
pero todos fueron indultados {3 1 Marzo). 2.° Motines en Barcelona y en Va-
lencia (28 y 30 Marzo). 3.' 7 de Mayo, en Madrid. Hubo combate calle-
jero, muriendo el capitán general Fulgosio. Fueron fusilados un sargento^
dos cabos, cinco soldados y cinco paisanos; indultados trece sargentos ya en
capilla. 4.' 13 de Mayo, en Sevilla. 5.^ 14 de Mayo, en Ceuta, intentando los
insurrectos que la guarnición y los presidiarios abandonasen la plaza y vi-
nieran á Algeciras. Fué sofocado tan antipatriótico movimiento por Ros de
Olano, comandante general, al que ayudó Zabala, que allf estaba desterra-
do. 6.^ Alzamiento de partidas en Cataluña (5 Abril), que con las de ios
monte moli ais tas contribuyeron al desasosiego y perturbación de la montaña:
derrotada la partida de Atmeller que era la principal, fueron fusilados sus
dos jefes. 7.' Conspiración en Barcelona (30 Septiembre), que costó la vida á
los comandantes López Vázquez y Clavijo y teniente Valtarra (3). No es
fácil fijar con precisión el carácter de cada uno de estos movimientos: los
hubo progresistas, los hubo republicanos, los hubo de ambiguo sentido, y al'
ganos tan extraños como el 7.°, que, siendo republicano, tenía por objeto
entregar á Cabrera el castillo de Montjuich y otras fortalezas. Las partidas de
Cataluña eran republicanas y enriquistas, ó sea que pugnaban por una repú-
blica que habla de presidir el infante D. Enrique — el ciudadano Enrique
Marfa como decían ellos — el cual, cada vez más despechado por el desaire
de las bodas, no se satisfacía ya con el progresismo de su primer maniñesto.
Pero de todos triunfó Narváez, adquiriendo con esto un crédito extraordi-
nario de hombre enérgico y domador de revoluciones entre todos los con-
servadores europeos. (Mientras que Alemania — escribta el conde Raczynski,
(embajador de Frusta en Madrid — ha sido arrastrada sin resistencia por el
imovimiento demagógico de Faris, España se ha aislado del funesto coota-
>gto: yo no sé si el ejemplo de Narváez ha influido en la conducta de los ge-
merales y soldados vencedores de la revolución en Praga, Francfort y Vie-
>oai pero es lo cierto que Narváez ha sido el primero en probar que los
■ ejércitos son la garantía del orden, y que antes que en ninguna otra parte
>ha sido en España donde la revolución se ha roto la cabeza contra la de
>este general, que es más dura que la suya.> Aumentó este crédito un acto
del General, que fué simpático á todos los españoles, aun á carlistas y revo-
lucionarios: en todos los movimientos de carácter progresista veíase siempre
la mano de Bulwer, y este embajador procedía en Madrid como si fwcse uno
de nuestros personajes políticos, aunque abroquelado en su inmunidad di-
plomática y en el temor que inspira el poderío de Inglaterra. Narváez pidió
al Gobierno inglés el relevo de tan molesto é impertinente diplomático. No
se le hizo caso, y entonces llamó á Bulwer y le puso el pasaporte en la
mano, conminándole á salir de España por la posta (18 Mayo). Fué un rasgo
(i) Cuenta García Riiii (Hislorias) (\af- Clavijo dijo i Váí(]ur7 en la rapilla: Serénate, cjue
nurstro partido será con el ticnijio Puiler, y honrará nuestra memoria vengándonos de este
general tan cruel con nosotros. HsIí gineral era Córdoba, el cual, cuando Hegó al Poder el
partido republicano fué nimislro <le la Guerra.
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712 HISTOKIA DK ESPAÑA
de españolismo que gustó mucho eo nuestra tierra. Inglaterra, ó mejor dicho,
lord Falmerston, se iacomodó cortésmente; pero hubo de desahijar su enojo
con meras palabras.
La fuerza del ministerio Narváez y del partido que lo apoyaba amen-
guóse mucho, sin embargo, durante este año, por varios motivos: i." La
campaña de moralidad emprendida por Sdjas Lozano, Pidal y otros prohom-
bres contra Salamanca, á quien acusaban de hacer negocios escandalosos á
costa de la nación (i), la cual extendióse contra todos los amigos del banque-
ro. Y como quiera que los acusados procuraron defenderse embarullando las
cosas, y que el público en España nada entiende de grandes negocios y es
muy desconfiado y propenso á pensar mal, defecto eu que incurren sin es-
crúpulo hasta los más piadosos, resultó que paia la generalidad de las gentes
DO hubo personaje limpio, ni medida gubernativa á que no se aplicara el mote
de negocio en el mal sentido de la palabra. 2." El sistema de Sartorius de
procurarse ó afianzarse amigos dándoles buenos destinos, para lo cual no
tenia escrúpulos en dejar cesantes á los empleados antiguos y en prescindir
de leyes y costumbres. Conviene advertir que no solfa hacerlo Sartorius sin
ton ni son, sino atrayéndose á lis personas que conceptuaba de mérito, espe-
cialmente á los escritores jóvenes y de esperanzas, v. gr., como hizo con Sel-
gas, á quien llamó de Murcia, y sólo porque componía bonitos versos, le dio
desde luego una plaza de auxiliar en ei Ministerio de la Gobernación (2). A
las arbitrariedades de Sartorius selespusoet motede^a^eríiu 6 polacadas,
y de polacos á sus amigos políticos. 3." £1 genio violento de Narváez, ó mejor
dicho, su prurito de aparecer como un soldadote ^^o rudo propenso á llevar-
lo todo por la tremenda, y en lo que había más ócpase que de substancia; pero
que le valió los motes de Ei Espadón, el Ban (3) de Laja, etc., que lo ponían
en ridículo, y to hacían antipático y repulsivo á fidal, Bravo Murillo, Sartorius
y demás prohombres civiles del Gabinete y del partido, los cuales empezaron
á pensar en la conveniencia de prescindir de generales y encomendar á pai-
sanos la dirección política del país. 4.° El cambio de ideas que la revolución
europea trajo consigo. Como decía Donoso Cortés, había llegado el momento
de dar nuevas orientaciones á las ciencias morales y políticas, y eran éstas con-
trarias a\ parlamentarismo al cual se atribuía el desastre de la monarquía de
Luis Felipe y la inmoralidad y decadencia crecientes de la española, y con-
trarias también al individualismo económico, causa, según los que así pensa-
ban, del súbito y amenazador aparecer del socialismo. Era menester restaurar
el sentimiento religioso en el espíritu de las muchedumbres, dar más fuerza
al Poder, atajar la perenne y envilecedora discusión sobre todo lo divino y
humano, poner coto á la excesiva individualización de la propiedad y del
capital. Narváez no entraba por estas filosofías, ó por no entenderlas, ó por
conceptuarlas vagas y peligrosas: él no salla de la necesidad de ser ñrme con
los revolucionarios y de no descontentar demasiado á los progresistas para
no irritarlos y provocar un alzamiento irresistible. Narváez era en el fondo
un político de término medio, siempre temeroso de la revolución. Esta com-
plexión suya aumentaba la distancia que se iba rápidamente señalando entre
(il Dccian. iKir eicmplo, riiic se halWa quedado con j; millnnrs r'n una conversiiSn de ion
en libranias iii-rtf nccii-nlps 4 la Casa Real.
lil n. ]Oié Srlt^s y Can'asrn nació en Murcia (1824I. IIÍ70 alanos estudios en el fx-im-
iiario ili- íian Vul(;encio; |iero la ni-crsidad lic atPnÜFr é su siilisisti'ncia 1p oblipi á abandonar-
I4l Alii.siiin á uno <tc los ;:cn<Talcs
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HrSTORIA DE ESPaSa 713
él y los prohombres civiles de su partido. Y 5," La situación de Palacio. Los
Keyes estaban avenidos; pero D. Francisco tenia siempre preteosíones de
influir en la gobernación del Estado, en lo que iba envuelto seguramente el
natural y legitimo deseo de gobernar su casa y de que le hiciese algún caso
su mujer; y como no se lo permitían ni la Reina por ser mujer de tan escaso
entendimiento y, como todas las de su condición, amiga de mangonear en el
matrimonio, ni Narváez por consideraciones políticas, dióse á murmurar, y
sus habitaciones fueron un fouo de oposición palatina. AUf tenía vara alta el
escolapio P. Fulgencio, confesor del Rey consorte, y predominaba el espíri-
tu de los que vefan en Narváez un espadón del doctrinarismo parlamentario
hundido en Francia y que amenazaba acabar con. España, si no se le atajaba á
tiempo. Cuando se abrieron las Cortes (15 Diciembre) todas estas causas
obraban ya muy activamente; pero todavía era grande el prestigio de Nar-
váez, y nadie se le atrevía cara á cara.
Por ley de 19 de Marzo de este año fué aprobado el Código penal que,
aunque muy modificado posteriormente, rige todavía. De este año es tam-
bién el primer ferrocarril de España: el de Barcelona á Mataró, inaugurado
el 28 de Octubre (i). D. Jaime Balmes murió en Vich (9 Julio) y se dice que
le causaron la muerte los disgustas que le dieron por haber publicado el
Pío IX; pero no parece verosimil que un hombre de tanto talento y tan sóli-
do juicio fuera sensible hasta el extremo de no poder soportar una oposición
injusta y apasionada. En este año, por último, dio Pastor Díaz en el Ateneo
sus conferencias sobre el Socialismo, y apareció como folletín en El Htraldo,
La Gaviota, de Fernán Caballero (2).
Aho 18^. — Continuó el ministerio Narváez, sin otra interrupción que
la del ministerio- relámpago, así llamado porque sólo duró un día (del 19 al 20
de Octubre). Las causas que, según queda dicho, actuaban contra Narváez,
especialmente las que radicaban en el cuarto del Rey consorte, obraron en
la indicada fecha para que la Reina despidiese al Presidente del Consejo y
se formara otro Ministerio moderado presidido por el conde de Cleonard (3);
pero ante la vivísima oposición que suscitó, se deshizo i las veinticuatro
horas. Narváez hizo prender y desterrar al P. Fulgencio, confinó en Melilla
á un ayudante del Rey, desterró á Archidona al gentilhombre Quiroga, y Sor
(l) Cnrn'»|)Oncl(' ¡(¡uíilnicnlc á Rarcdonu la )>1or¡u ilr \» ¡iríniaría i-n la mtrfldiicciiVn en
E&pafla lie otros addamos moilcmos; ya en l-l tf^lo so ha (indo monta del nacimiento de las
dilip-ncia!^ Y adcmüs, en la imnicra rjiiiiad dondr si- aplr'r^ el ]lfls liara pl alumbratlo (iK^i)
fn la psciiHb de Dibujo y ]t<4j en hs otips). ilondc hubo la prímcramndirión de hierro (iHjjl.
la primera fábrica ron máquinas dp vapor (eSjj). el |irínii>r musro dp AntiKiicdadps liB.15l. ci
inimcr servicio dp coches fúnebrps (iKjOl. pl (irímer ]Hii|ur de vapor (iXjfi). la (irímera fabríra-
tión de mS(|uinas de vapor (iSíKI . . „ ele. Véase Cortada, Cataluña y /ai calolaiiei.
Cecilia fiolh ele Fal)pr naciiS en Mor^jues (Siñía), r ' .....
liolli ele Faber v D." Francisca l.arrpa realizaban un viají- por lüin>|)a {!•, Dieii'mbrp \^tfi^, Ca-
só (iKif)) con r>. .Antonio l'lanells. militar que la llevó a I'iiprto Kicu.~ dondp murió un oAo
despué» del matrimonio, que no fué Teliz. Cas4 Cecilia en Keprntlas nii|icias (jC Marzo 1^2;
con el maniués de Arco-hermoso, y vivió con íl en i> o|)uÍpnria en la ma^niñpa . ,
rilla qup, como de ía A.<i¡stenia, describe pn EÜa. En esta é|ioca de su vida cominiso, en alemán
y francés, casi todas sus novelas, para distraerse y no olvidar ai|uellos idiomas. Murió eí Mar-
«ués (Mayo iRjs), y dos aíos dc^mfs (Atiiisto de i»ij7) casó Cecilia con [), Antonio Airomilc
Ayala. Para procurarse recursos, porque en esle tercpr matrimonio fuér<inle muy mal los asun-
tos económicos, cin|iexó á publicar en castellano las novelas ya esiiitas. bajo pl seudónimo <le
Ftmán CabolUro. El ^xito fue inmediato y grandísimo.
ij¡ n. Serafín María de Sotto y Ab-Ach. conde Cleonard (Cíanard PscrilH' el (;en<Tal
Carrasco. Icrnt-iiagrafia dtl gtneralado ispañol). nadó en Ilarrdona (Ij Oaiilirc I7C)0. mu-
rió (2.( Fpbrero iRTul. Brigadier |i«i.il. Teniente (.'eneral (184(1!. Hizo las nuernis de la Indepen-
dencia y de los siete años. Escritor [íístinguido. Sus obras príndi>alps son: lliilaria crgánUa di
lat amiat dt in/anlería y Catailtrüi f Mtmeria itire lat Aeadtmiar mitítarn.
,, Google
98. Pedro A. AlvcAn
Eapaiolet iinatret contemportncos.
D,g,t7cdb/GOOgIC
HISTORIA D£ ESPaRa 71$
PatrocÍDÍo, hermana de Quiroga, fué sacada por fuerza de su convento y
trasladada á Talayera. Adecuado asunto para una monografía imparcial, es-
crita por hombre estudioso, serla este raro suceso. Cuéntase que Narváez dijo
á la Reina: «Esto ha sido un drama en que se repartieron los primeros papeles
>un rey, un clérigo y una monja; pero que ha resultado saineto.
Tuvo el Gobierno la buena fortuna de acabar con la guerra de Catahiña.
D. Manuel de la Concha emprendió activísima campaña (i i Enero): Cabrera
fué herido en Amer (27 Enero). £1 conde de Montemolin venia á unirse con
SUS partidarios cuando los aduaneros franceses le prendieron en la frontera.
Cabrera repasó ésta (23 Abril). El 14 de Mayo no quedaba en la región un
sólo insurrecto, pues también habfan sido deshechos los republicanos de
Ametller. Concha fué justamente recompensado con el empleo de capitán
general. La misma suerte hubo en Cuba, descubriéndose una nueva conjnra
separatista tramada por Narciso López, y en Filipinas, donde el capitán gene-
ral Claverfa (i) dirigió una expedición á Joló obligando al Sultán á reconocer
la soberanía española. En las Cortes, cuya primera legislatura duró hasta
ei 14 de Julio, abriéndose la segunda en 23 de Octubre, aparecieron los mo-
derados, aunque todos aparentemente sometidos á Narváez, divididos en
muchas fracciones — tantas como personajes, — y Rivero, como jefe del/ar-
tido democrático, distinto y separado ya del progresista. £1 8 de Junio se dio
amplía amnistía, por la cual volvieron á España muchos generales carlistas.
La cuestión europea más importante continuaba siendo la de Italia,
en que hubieron de tomar parte activa casi todas las naciones, incluso la
nuestra. La Asamblea Constituyente de los Estados Pontifícios decretó
(8 Febrero) la abolición del Poder temporal del Papa y el estableci-
(l) D" Narciso Clavcría y Zaldua naciii en (iprona (2 Mayo \^r>l,). Alumno de Artille-
ria (1807), pasó á Estado Mayor (iMj8): coronel (i8jí)l,leiiiente BencraKiBw)- Húo las guerras
de la Independencia, del :20 al zj y de los siete años. Su mando en f i]i[iinas fiií notable por
todos conceptos, por lo que k hicieron conilp de Manila; pero allí contrajo la enfemiciiad de
que murió en Madrid (20 Junio 185T).
(Explieatiin át ¡a lántina anterior.)
EapafloleilhutreBcontemparíneoi. — 91. FrayCcter^no Oonzil«z, cardenil, moblspo, i«á-
logo eminente y apologista irrefutable. Sus obris Filosofía ilemenlal, Bsladio sobre Sanio Tomát, Hit-
torla út la fílosofla. ele, han sido tradacidas i varios Idloniis (1S31-1SM). — 92. EdoardO Ouset y
ArttaM, pmligioso é Incansable pcriodiita, nacido en Pontevedra, tiuidadar de muchos periódicos que
alcanzaran diversa fortuna. Su éxito mayar y más deünitivo tai El Imparclal, que conenzA i pubil-
cane en ¡867, y es hoy túa uno de los primeros rotativos españoles {1832-1884).— B3. EmlUo Cule-
Iét, eilipio orador elacnenllsimo y florida, política, periodista y oavelista. Cuarto Presidente del Po-
der Ejecutivo durante el periodo de la República (¡832- 18W). — M. Maonel del Palacio, poeta lirico
de la Lengua y de oirás mudias corporaciones cicntiflcas y literarias. Nació en Ltiiái (1S32 - IMS). 99. Jost
Bebegany, ano de los mis privilegiados cerebros contení parlneoi. Poeta y matemilico, político y drama-
lurgo, orador é ingeniero. Ha ejercido la hegemonia del Teatro eipaflol durante muchos aflos. Nacía en Ma-
drid, 1832. ~ 94. Antonio Ulabert, distinguido pintor que con sus cuadros Don Qul/ole tn cata dt lo*
Daqaa y El rey Amadeo visitando ti cadáttr del general Prím deuiostió sus notables aptitudes para el
colorido y el dibujo (1832-1901). — 97. Eugenio Montero Rfoa, abogado, reputada canonista, poli-
tico, niinlilro y aipresidente dd Senado, Preíldente de la Comisión española que concertá el Tratado de
Farlsyunodeiosjefes del partido liberal Nació en Lourizán el aña 183?. - H. Pedro Antonio de Alar-
cón, ingenio peregrino, peiiodista, novelista y poeta. Autor de ¿a AJ^i(/arra y El sombrero de Ira plcot,
ipiite de Otras obras primorosas. Naciú en Quadií (1S33- 1391). — H. Marcelo de AicArraca, capitán
general, caballero del Toisón, ex^iesidente del Consejo de Ministros y presidente del Senado, una de las
primeras Hgnras del actual partido conservador. Nació en Manila en 1E133.
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7l6 HISTORIA DE ESPAÑA
miento de la RtpábUca romana. Animados con este ejemplo, los florentinos
proclamaron \^ República de ToscaHa{\-] Febrero), y los liberales piamonteses
creyeron la ocasión propicia para reanudar la guerra con Austria y tomar el
desquite de la derrota de Custozza. Carlos Alberto se puso de nuevo al fren-
te de su ejército, atacó á los bárbaros — como llamaban los italianlsimos á los
austríacos — (20 Marzo), y el 21 fué completamente derrotado en Novara.
La misma tarde de la batalla abdicó en su hijo Víctor Manuel, el cual tuvo
que aceptar duras condiciones del vencedor (200 millones de indemnización
y ocupación de una parte del Piamoate) para obtener un armisticio. Avanza-
ron los austríacas, ocupando fácilmente los ducados de Parma y Módena, la
Toscana, la Romana y los Estados Pontiñcios, hasta Ancona, y hubieran en-
trado en Roma, á no interponerse Francia. £1 principe Napoleón, presidente
de la República, que para granjearse los votos de los católicos había becho
antes de su elección, declaraciones favorables al Poder temporal del Papa(i),
al ver á los austríacos á las puertas de Roma envió una expedición mandada
por el general Oudinot que desembarcó en Civitavechia {25 Abril). Se dijo á
los católicos que era para socorrer al Papa, y á los anticlericales, que para
impedir que cayera Roma en poder de los austríacos, siendo el verdadero
propósito del Principe-Presidente imponer una conciliación mediante la cual
quedaran satisfechos el Papa y los católicos franceses por una parte, y por
otra los republicanos de Francia y los carbonarios italianos, con los cuales te-
nia él antiguos y solemnes compromisos personales. Mazziní, que gobernaba
la República romana, no comprendió bien, sin duda, esta situación de las
cosas, é hizo atacar al ejército francés (30 Abril), con lo que puso en contra
de su causa y de los proyectos de Napoleón el quisquilloso honor militar de
los franceses. En esto, celebráronse en Francia ( 1 3 Mayo) las elecciones para
la Asamblea legislativa, obteniendo tan decisivo triunfo el partido del orden,
que de 750 diputados, 500 fueron suyos; los republicanos solo alcanzaron 25a.
No podía Napoleón, obligado á gobernar con esta cámara, contrariar á los
católicos, y tuvo que dejar hacer al general Oudinot.
Nuestro Gobierno obró en aquella ocasión sin otra mira política que la
det restablecimiento del Poder temporal. Ya en el año pasado habla prescri-
to (4 Diciembre) rogativas públicas por el Papa (a) y dirigido una circular á
todas las Potencias católicas (21 Diciembre) invitándolas á entenderse para
reponer al jefe de la Iglesia en su estado de independencia... ^No se trata,
>decía, de proteger la liberiad del Papa, sino de restablecer su autoridad.»
El 2g de Abril de este año la escuadra española, mandada por el general
Bustillo {3), tomó posesión del puerto de Terracina, donde hizo arbolar la
bandera pontificia — los franceses en Civitavechia hablan tremolado la de la
República romana — y el 22 de Mayo salió de Barcelona una expedición mi-
litar (8.000 hombres) á las órdenes del general Córdoba. No admitieron los
franceses, que ya tenían en Civitavechia un ejército de 30.000 soldados, nues-
tra cooperación para sitiar á Roma y nos mandaron á Terracina, dándonos
por único teatro de operaciones los distritos confinantes con el reino de Ná-
(1) En una carta ul Nuncio i'scribió: ^La ceniervaítiniu isla lobtraniaUatpnralttta liga-
da iHÜniamantnU al etpttnder dtl CateRtismey i ¡a libtrtad i inácpcnátnda áe llaüa.' Kespon-
rtió tsla rarta í otro de Cavaignac á Pió IX ofrccii'ndole un asilo en Franria y auxilios jiarj
conservar su libcrlatt personal. Como se ve, N'apolrrtn fué mis attá míe su rontrincanle.
(i) flnnaron este Real decreto todos los ministros: Narváeí. Pidal, Arralóla, peneral Fi-
gu<Ta.s. Mon. Molins. Sartorii» y Bravo Murillo,
(.1) lí. José M. Bustillo. ronde de Hnsiillo. teniente (^nersi de la. Armada. Nació m
CJ<lii. (iuardia marina en iNic.
,,CoogIc
HISTORIA DE ESPAÑA JIJ
poles: ellos solos, pues, tomaron á Roma (3 Julio). Aparecieron entonces otra
vez las nebulosidades propias de la política vacilante seguida por Napoleón.
Mientras que Pío IX nombraba una Cttmisión de ires cardenales ^íTí^oh^iaax
á Roma (17 Julio) y la Comisión daba un maniñesto (1.° Agosto), en que de-
cía: «La divina Providencia, valiéndose del invencible y glorioso brazo de ios
■ ejércitos católicos»..., etc., el Príncipe-Presidente relevó á Oudinot (16
Agosto) por consentir estas cosas, y escribió {18 Agosto) su célebre carta á
Edgardo Ney, publicada en El Monitor, en que no sólo se quejaba de que
en el manifiesto de los Cardenales no se hubiera nombrado especialmente á
Francia, sino que protestaba contra la idea de que la ocupación de Roma
por los Tranceses significara ta destrucción de la libertad en Italia. Él quería
el Poder temporal; pero con amnistía general y gobierno liberal y seculari-
zado. El futuro Napoleón III tenía resuelto ya contribuir á ta unidad de Ita-
lia, aunque sosteniendo el Poder temporal en cuanto fuese compatible con
aquélla. Por lo pronto tuvo que disimular, ya por evitar un prematuro rom-
pimiento con Austria, para lo que no estaba preparado, ya, principalmente,
porque la Asamblea legistaiiva le imponía una dirección política contraria:
republicanos, radicales y socialistas habían intentado disolver revolucionaria-
mente la Asamblea (13 Junio), habiendo sido reprimidos con enei^a, y el
Principe -Presidente se vio forzado á desaprobar su carta á Ney. Al terminar
este año, la situación en Italia era la siguiente: los austríacos ocupaban el
Lombardo- Véneto, el gran ducado de Toscana y la mayor parte de los Esta-
dos Pontificios, con el derecho de ocupar á Parma y Módena en caso de gue-
rra con Cerdeña ó de turbulencias internas; el rey de Ñapóles, Femando II,
á quien el Papa había concedido el titulo de Püsimo y los revolucionarios
apodaban el Rey Bomba, gobernaba absolutamente; Víctor Manuel, rey de Cer-
deBa, accedió á cuanto le impusieron los austríacos, menos á suprimir el Rs-
íatuto de Carlos Alberto, y así fue su reino el asilo y la esperanza de todos
los liberales italianos; los franceses guarnecían á Roma, gobernando la ciu-
dad, en cuanto lo permitía el gobernador francés, la Comisión de los tres
Cardenales; el Papa seguía en Gaeta, y nuestra división de Córdoba en el
mediodía de los Estados de ta Iglesia. Todo aparecía confusísimo, é intere-
saba en España más que las cuestiones interiores. •
En este aflo se puede colocar, siguiendo á Peña y GoBi, el nacimiento
de la zarzuela, que tan repentino y extraordinario favor del público alcanzó
en los siguientes. El maestro Hernando y los poeías Pina y Lumbreras son
los autores de Colegiales ji soldados, estrenada en 1849, á la que siguió El
Duende, del mismo Hernando, con letra de D. Luis Olona. Toros: Montes,
sintiéndose disminuido en sus facultades, no toreaba desde 1846; vivia reti'
rado en su casa de Chiclana, que había hecho construir y alhajar con mucho
lujo. Cuéntase que cuando el famoso diestro habla bebido más de lo conve-
niente, que era con suma frecuencia, escupía ó hacia algo peor sobre los ta-
pices y sedas que cubrían sillones y paredes, diciendo: ¡Todo etío en mío, yo lo
keganao,ji lo ensusio porque me i/a /a ^««a/ También, que era muy celoso y 00
dejaba salir á su mujer ni á la puerta de la calle, á pesar de lo cual le tenía
comprados riquísimos trajes dignos de una duquesa, y cuando áél lepareda
conveniente la invitaba á que vistiese aquellas galas, dando los dos un pa-
selto por el jardín y la azotea de la casa. En los ruedos brillaban compitien-
do el Chiclaneroy Cuchares. Del último se refiere que, siendo muy progresis-
ta y entusiasta por Mendizábal, enteróse un día de que su prohombre favo-
rito andaba mal de salud y de dineros; fuese á verle á su casa (calle de Alcalá,
esquina á la del Barquillo), y á decirle que no careciese de nada y que le pi-
diera cuanto necesitase. Agradecióselo D. Juan, y cuál no sería su sorpresa
,i.Cooglc
Jl8 HISTORIA DE BSPAÍtA
al encontrar debajo de la almohada de ta cama en que pasaba su enfermedad
un sobrecito con tres mil pesetas. Cayetano Sanz (i), que habla tomado la
alternativa el año anterior (12 Septiembre), seguía en el favor del público, y
muy de cerca, á los dos monstruos de la época.
j4)iú 1850. — Continuó todo el año el Ministerio Narváez, siempre com-
batido por las causas de que se ha hecho repetida mención. En Italia vol-
vió Pió IX á Roma (12 Abril) y Víctor Manuel nombró ministro al cande
Cavour (2). En Francia el partido del orden, dueño de la Asamblea legislativa,
dio la ley Talltmx (15 de Marzo) ó de libertad de enseñanza, por la que se
puso término al monopolio universitario y pudieron los Institutos religiosos,
incluso la Compatifa de Jesús, establecer escuelas y colegios; la l^ Electora/
(31 Mayo), restringiendo el sufragio universal, por la que unos tres millones
de obreros quedaron sin voto; y la /^i¿e /Mprenía (16 Julio), elevando la
fianza necesaria para sostener un periódico á 50.000 francos que hizo des-
aparecer la mayor parte de los diarios republicanos y socialistas. Se peasÓ
seriamente en [a restauración de la monarquía; pero este proyecto tropezó
siempre con ta dificultad de reconciliar á los Orleans (hijos de Luis Felipe)
con el conde de Chambord, sucesor de los Borbones, y por eso decía Thiers
que lo conveniente para Francia era organiear la República sin los republi-
El Gobierno español, aunque trabajado por las sordas divisiones intes-
tinas del partido que lo apoyaba, libre de sublevaciones armadas, pudo dedi-
carse de lleno á las reformas administrativas. El marqués de Molins consiguió
mejorar la marina. Sartorius, ya conde de San Luis, aseguró por primera vez
el disfrute á los autores de la propiedad literaria, sobre todo en las represen-
taciones teatrales, acabando el escándalo de que una obra muy aplaudida y
representada varias veces diese al que la compuso treinta ó cuarenta duros
por toda remuneración. Agradecidos los poetas, ofrecieron al Conde, su pro-
tector, una corona poética ó colección de composiciones en su loor. Fundó
también Sartorius la Escuela de Ingenieros de MonUs; mejoró la legislación para
conservar y aumentar el arbolado, organizó la Policía, abarató el porte de las
cartas introduciendo el franqueo previo (3), etc. Obra suya fué también la
conclusión del teatro Real (Real orden 7 Mayo), inaugurándose el 19 de No-
viembre, dfa de la Reina, con una excelente compañía en que figuraban los
más reputados cantantes de la época, como la Alboni y Ronconi; la prime-
ra ópera que se cantó en el Real fué La Favorita. El proyecto de ensan-
che de la Puerta del Sol y el de construcción del Canal de Isabel II pertene-
cen también á este fecundo periodo. Y al abrirse las nuevas Cortes (31 Oc-
ie} Nadi^ í-n Matlrál, caík clH HasU-ro. niim. ;, H 7 Agnslo tK3I. I.qs hislofi.idorps dp
la Tauromaquia ili.sípntpn gravpmtTilf sobre sí te díií la altpmaliva Cuchares f< pl Sn/aman^niiio.
Promrtemos á nupstros Ipctorps que si püIp libro llpRa A la 2.' pdición y para entonces se ha
resuello tan im|ior1ante niestión ilc critica histórica no ciejaremos de apuntarlo.
(i) Cavour era un aristi^crala píamnntés nacido en iKlo. SÍen<lo oñcial del cjírcilo fui
confinado á un fortín en los Alpe» iK>r haher aijlaudido la raída de Caries X. Se reliró del ser-
vicio. (ledicándoKP al cultivo de sus propiedades aerícolas y al estudio de las cuestiones econó-
micas, especialmente de los caminos de hierro, enderezándolo todo i la idea de engrandecer el
reino de C'erdefia y hacerlo servir de in.sirumenio para emancii>ar y imirí Italia. En i847ftmdrt
el periiMieo Kirarkimfnte. En l84f fui elegido diputado |>or cuatro distritos. Se opuso á la
guerra con Austria, sosteniendo como prini'i|>io ftinilamental de iioli'tira <iue para loprar la uni-
dad italiana haiña que en|;randecer el reino <le Cenleía; pero i^ue no bastaba ésto, sino que
era preciso, adi^más. la alianza con una poderosa nadi^n pxltanjera, A realizar este doble ñn
dirí(,'i<^ su acción desile que fm' nombrado ministro. En su despailio lema siemiire en una vitri-
na el uniforme de un solirino suyo muerto en la fierra con los aiistrinros.
tJ) Hasta este tiemi>o se jiagaluin al reciltirias.
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HISTORIA DE ESPAÑA 719
tubre) fué la solemne sesión en el nuevo Palacio del Congreso de los D^u-
tados (i).
Tenía en estas Cortes el partido moderado, y por tanto Narváez, una
crecidísima mayoria: apenas si vinieron progresistas, y estos pocos sin pres-
tigio, porque se los llamó los consentidos; es decir, los que el Gobierno había
dejado salir. Madoz, por no sufrir este mote denigrante, renunció su investí-
dura. Las elecciones las había hecho Sartorius; pero, como suele acontecer,
cuando se juzgaba más segura la situación, sobrevino su ruina. Bravo Muríllo
exigió grandes economfas en el Presupuesto, y los ministros de Guerra, Ma-
rina y Gobernación pedian á su vez aumentos considerables en la dotación
de sus departamentos; se planteó la crisis total; pero la Reina conñrmó en el
poder á Narváez, el cual sustituyó á Bravo Muríllo con Seijas Lozano. Bravo
Muríllo al retirarse dijo lúgubremente: He perdido la fe y el míusiasmo; las
cosas van de mal en peor. Seijas presentó el I4 de Diciembre el presupuesto,
solicitando autorización para que rigiesen desde i.° de Enero: la mayoría la
concedió sin dificultad; pero en la discusión pronunció Donoso Cortés uno
de los discursos más elocuentes que dijo en su vida profetizando á la na-
ción y á la Corona los más tristes destinos. Le contestó Martínez de la Rosa,
el cual al concluir el debate dijo á Narváez: Mi general, la victoria ka que-
dado por nosotros. Pues usted será el que la disfrute — respondió Narváez —
porque JO esta misma noche dimito. Y así lo hizo. La Reina se opuso; Pidat y
Sartorius realizaron inauditos esfuerzos para que desistiese de su propósito;
pero lo único que se piido conseguir de él fué que aplazase la dimisión hasta
quedar autorizado el presupuesto.
Ocurrió este año un acontecimiento taurino de primera importancia: el
empresario de la Plaza de Madrid, D. Justo Hernández, consiguió que Mon-
tes volviese á torear. El entusiasmo de la afición no tuvo límites: se tributa-
ron al glorioso diestro inverosímiles ovaciones; pero el 25 de Julio, el toro
Rumbón, de la ganadería de D. Manuel de la Torre, cogió á Paquiro, dándole
una cornada en un tobillo. Los extremos que en Madrid, en Cádiz, en Sevi-
lla, ea casi toda Espafia se hicieron por esta desgracia, no son para contados,
y trascendió á Europa. El traje que llevaba Montes al ser cogido fué com-
prado carísimo para vestir su figura de cera con toda propiedad en la famosa
galería de Londres, al lado de la del príncipe Napoleón y de los personajes
más célebres de la época; con la media de seda rota y manchada de sangre,
parece que se quedó un lord inglés. Montes curó, pero ya no volvió á torear
más, y los historiadores del toreo han fantaseado mucho acerca de la fecha
V causas de su muerte. Gómez Quintana estableció documentalmente que
vivió hasta el 9 de Mayo de 18O1, en que falleció por efecto de unas calen-
turas perniciosas, y después de haber recibido los Santos Sacramentos.
AOo i8¡i. — El 10 de Enero presentó Narváez la dimisión, y el 14 que-
daba constituido el Gabinete Bravo Murillo, que se reservó la cartera de Ha-
cienda; Beltrán de Lis fué ministro de Estado; González Romero, de Gracia y
(1) Las Cortps <1p Cádiz al trasladar.w i Madrid, instaláronse r-n ci ti"»!") ilc los Caños del
Peral provisionalmenir. niieinra.í sp iw^araba «I convento de D.' María <li' .-VraKAn. cuyo lem-
Slo. trazado por el Grcci), f\\i- convcrtidii on salón de si'.siones donde ci'li-Uraron sesirtnell de
layo 1)<I4. Del 20 al 2j estuvieron en D." María de .AraE<Sn. Kn iN(4 lospriíreres en el easAn
del Retiro, y los procuradores en el convento del I-jt[Hritu Santo, á la sazrtn meilio demifdo por
un incendio que estalló en 1K23. estando oyendo misa en su iRlesin el dui|ue de Angulema.
Allí estuvo el Congreso hasta 1K41 c-n <\\ie. declarado ruinoso el edificio, se trasladó al teatro
délos Caños. Por ley (7 Marzo 41) se ordenó construir el F>alaeia Iji Academia de San Feman-
do, en concurso de proyectos, preñríó el de D. \arciso P. Colomer. Se puso la primera piedra
(10 Octubre 1M4Í), durando la constmcrión hasta este ano.
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j20 HISTORIA DE ESPAÍ^A
Justicia; Artela, de Gobernación; Fernández Negrete, de Comercio (i); el con-
de de Mirasol, de Guerra, y Bastillo, de Marina.
Tres propósitos transcendentales trata Bravo Murillo: i." £1 arreglo de
la Deuda pública, intentado en vano por Mon (i>Í45), Peña Aguayo (1846),
Salamanca (1847), Beltráo de Lis (1848), y en el cual el mismo Bravo Murillo
habfa trabajado mucho durante el ministerio Narváez. No era empresa fácil,
porque habfa que saber lo que se debía (liquidación], determinar lo que se
podia pagar con los recursos del Tesoro, distribuir esta suma entre los acree-
dores de una manera justa, y hacerla aceptar por ellos. 2.° Concluir con el
caudillaje político de los generales; y j.° Acabar con los abusos del parla-
mentarismo. Con lo primero tenia que estar conforme todo el mundo. En lo
segundo hablan de convenir también, no sólo los hombres civiles, sino los
mismos militares ilustrados y verdaderamente amantes de su profesión, pues
nada más contrario al brillo y al honor del Ejército que el pretor iaHisnto, ó
sea su intervención sistemática en el Gobierno por medio de rebeliones ó
pronunciamientos, y en esto es precisamente en lo que se funda el caudi-
llaje militar. Los generales, por serlo, son personajes políticos de primera im-
portancia, no por sus cualidades de ciudadano, sino por el temor que inspi-
ran cuando están en el Gobierno á los que tratan de sublevarse, y cuando
no lo están, al Gobierno mismo y á cuantos apetecen la pública tranquilidad.
A la cotización de ese temor es á lo que se llama prestigio de los gemeraUs en
los pueblos sometidos á ese régimen funesto y envilecedor; del general á
quien se teme mucho se dice que tiene tHucho prestigio, y del que sólo es algo
temible, que tiene algún prestigio. El tercero de los propósitos de Bravo Mu-
rillo ya era más discutible; porque la locución abusos del parlamentarismo
tiene distinto significado según las opiniones de cada cuaU para los absolu-
tistas, todo en el parlamentarismo es abuso, y para otros, en cambio, muy
afectos al sistema parlamentario apenas si hay abusos en él, ó los que hay
son inevitables, y siempre menores que los ofrecidos por otro cualquier ré-
gimen de gobierno.
Bravo Murillo era de la extrema derecha del partido moderado; muy
gubernamental, ó sea convencido de <iue la felicidad de los pueblos depende
más de la autoridad y estabilidad de los Gobiernos que de las garantías poli-
ticas ó libertades, y, por tanto, vela abusos del parlamentarismo donde los
partidarios del sistema parlamentario sólo ven su recto ejercicio. Por ejem-
plo, para él era un abuso que las sesiones de Cortes fueran públicas y que el
Congreso eligiese su presidente, puntos ambos considerados por los parla-
mentaristas como esenciales del régimen. Conviene advertir que esta ten-
dencia antiparlamentaria de que á la sazón participaban muchos modera-
dos — el principal y más extremoso, Donoso Cortés — estaba fuertemente
apoyada por el terror inspirado á las clases conservadoras por la revolución
del 48 y por el ejemplo de Francia. Este año fué pnra la nación vecina el de
la lucha entre la Asamblea legislativa, siempre dominada por el partido del
orden, y el Príncipe-Presidente que iba preparando la restauración del Impe-
rio, bipartido del orden, aunque formado por parlamentarios y siendo su ins-
trumento político una asamblea de esta clase, no dejaba de clamar contra los
abusos del parlamentarismo que hablan perdido á Luis Felipe, y el Príncipe
señalaba en la asamblea la continuación de aquel régimen corruptor que tan
fatal habfa sido á la monarquía de 1830, anunciándose como el restaurador
de un poder personal fundado en el amor del pueblo, y con acción eficaz en
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HISTORIA DE ESPAÑA 721
bvor del pueblo mismo. Asi se hizo paladín del sufragio universal para ga-
narse la voluntad de los millones de obreros privados de votos por la ley
de 31 de ?|Iayo del año anterior, y del plebiscito ó elección directa por la mul-
titud para evitar el intermediario del Parlamento. Desenlace <te esta lucha fué
el golpe de Estado de 2 de Diciembre, por et cual fué disuetta la Asamblea y
puesta la nación bajo el poder personal del Presidente.
El 3 de Abril empezó en el Congreso la discusión sobre el proyecto de
arreglo de la Deuda. El 5 hablóencontraD. Alejandro Mon, y le contestó Bra-
vo Murillo. Las oposiciones querían que se suspendiese la sesión por haber
transcurrido las horas reglamentarias, y el Gobierno, que se prorrogase: hubo
votación nominal, y con asombro de toda la cámara, Fernández Negrete, el
ministro de Comercio, dijo No; es decir, votó con la oposición desde el banco
azul (i). Armóse indescriptible confusión, y el Gobierno disolvió las Cortes
(10 Abril). Reunidas las nuevas (i.° Junio), en i." de Agosto fué promulgada
la ley. Hizose también la de Contabilidad, y este Gobierno fué el primero
en publicar las Cuentas generales del Estado. Emprendiéronse la obra gigan-
tesca del Canal de Isabel II y la de las fortificaciones de Mahón. Dióse gran
impulso á la construcción de ferrocarriles. Era ya una vergüenza nuestro
atraso en la materia: solo teníamos la linea de ^rcelona á Mataró. En este
año se inauguró la de Madrid á Aranjuez (9 Febrero), empezaron las de Bar-
celona á Molins del Rey, de Madrid á Irún, de Aranjuez á Almansa y de
Alar á Santander, y se dictaron múltiples disposiciones desarrollando la ley
de 20 de Febrero de! año anterior, obra también de Bravo Murillo. (Reales
Decretos 6 Agosto y 19 Diciembre. Reales Ordenes 21 y 33 Junio y 15 Di-
ciembre). £1 16 de Mayo se firmó en Madrid el concordato con la Santa
Sede: se publicó en La Gaceta el 12 de Mayo, y fué discutido en el Senado
(Junio), ho firmó Beltrán de Lis, pero había sido redactado, con monseñor
Brunelli, por el Sr. Pidal en virtud de la autorización cODcedida por ley de
9 de Mayo de 1849 (2).
Con los generales chocó muy pronto Bravo Murillo. No bien se propuso
en Consejo de Ministros una combinación de altos cargos de la milicia, el
conde de Mirasol dimitió, y habiendo sido reemplazado por e! general Ler-
sundi (3), que se prestó á firmarla, O'Donnell, director general de Infantería,
escribió al Ministro de la Guerra una carta irrespetuosísima. Bravo Morillo
no tuvo en aquel momento la energía que era indispensable á sus propósitos
de dominar el militarismo: en vez de imponer un correctivo al genera] insu-
bordinado, convocó á todos los generales directores de las Armas y al presi-
dente del Tribunal de Guerra y Marina, sometiendo á su deliberación lo que
procedía, que era bien claro, y en dimes y diretes se pasó el tiempo hasta
que D. Leopoldo hizo dimisión. Quiso también castigar al duque de Sotoma-
yor, embajador en Paris, por el recibimiento dispensado en esta capital á
Narváez, que fué como de príncipe reinante, y, en efecto, fué rfelevado el em-
bajador; pero sólo sirvió eso para que Napoleón extremase sus obsequios á
Narváez y á los duques de Sotomayor, que por él hablan padecido. £n el ex-
tranjero era muy grande el prestigio del duque de Valencia.
Este año de 1851 nació la infanta D.* María Isabel, primogénita de la
(1) Según explicó luego Negrete, su famoso No fué debido i que varios (Uputados de
opoñción gritaron que el Gobierno Cjueria llevar la discusión á paso de carga para favorecer el
éícilo de una jugada de Bolsa, y él dijo No para desvanecer esta calumnia.
(¿) Véase El inlUíerica/iiBio y ¡as ürátnu riiifiosas, por MSximo. Madrid, 1908.
(j) D.FrandscoLereundiy Ormaechea nació en Valencia (i8 Enero 1817). Hiio la guerra
de los siete años, y fué de segundo jefe en la expedición de Roma. Era teniente general des-
de 1852.
Sdodo, HISTORIA DE España
D,g,t7cdb/Googrc
104. Caballero
lOa.Roialca
107. RauHa de Cutro
108. Forlnay
(1836 -ISTJ).
(IBJ7-18351.
(I8ÍS-I87*).
Etpaflolcs llnatre* contemportoeos.
D,g,t7cdb/GOOgIC
BISTOKIA DE ESPaRa 723
Reina (20 Oiciembre). En 5 de Mayo presentó la Comisión de Códigos al Go>
bierno el Proyecto de Código civil que no se atrevió el segundo á poner en
vigor, sometiéndola á informe de tos tribunales y examen de la opinión pu-
blica ilustrada (1). En la esfera ñlosóñca, mientras que la derecha aplaudía
en parte y en parte rechazaba por extremado en sus tendencias tradiciona-
listas el Ensayo sobre el catolicismo, el liberalismo y el socialismo, de Donoso
Cortés, uno de los pocos libros españoles del siglo xix que tuvieron verda-
dera resonancia europea y provocó polémicas en Francia y en Italia, la mo-
derna filosofía alemana itá sentando en España sus reales. Contero Ramírez,
catedrático de MetaHsica en la Universidad de Sevilla, explicó el sistema de
Hcgel (2); D. Francisco Pf Margall publicó la Historia de la Pintitra espanta,
A que se suscribieron varios obispos, los cuales, escandalizados al ver que
en el libro no se historiaba la pintura, sino que se criticaba acerbamente la
religión cristiana desde el punto de vista filosófico-histórico hegeliano, no
sólo dejaron la suscripción, sino que condenaron la obra, y el Gobierno la
mandó recoger y quemar por la policía (3); D. Miguel López Martínez, lirec-
tor de un periódico moderado, dio á luz Armonía del natndo social tn sus
tres fases: la humanidad, la sociedad y la civiliaaciÓH (4), tratando nada
menos que de poner de acuerdo el dogma católico con el panteísmo; D. Ru-
perto Navarro Zamorano tradujo al castellano el Curso de Derecho Natural ó
Filosofía del Derecho, de Arhens (5), de que se han hecho después mu-
(1) Ilpstlo tSi2 se venía procutamlo rpaltiar la unitlail Ic't'i.slaliva on el orden civil por la
publicación <le un Código que< como <^l dr Napoleón en Francia, fuese aplicable á lodas la.s
provincias: era la úlea di' la exutta fitgssjica dtl jigle XVlil ijuc Francia había infundído en
(odas las naciones. Kl ¡iroyeclo de l8ji sif.'nifica entre nosotros la última tentativa en esle sen-
tido; |>en) at publicarse haliia trascendido ya ta doctrina de havigtü (escuela histirica), set>ún la
cual, el legislador debe respetar el derecho creado espontáneamente por la sociedad en el pro-
i-esK de los siglos. En estos principios basibansc catalanes, aragoneses y nai'anos para defen-
■ier su Dereclio tradicional. Por eso temió el Gobierno, y no puso en rigor el proycrto. Con
i'sle presentó la Comisión una obra doctrinal de su presidente. I). Florencio García Goyena.
titulada Cttlciirddnciai,mativ<iiyciiiitentariiitdelCódi)ii/cÍviieipitñe¡,n\iese publicó en ittjz (4
tomos en 4.°), y igue es, á nuestro juicio, el mejor tratado de Derecho Civil que ha visto la Iu7
en Elspaña en la época moderna.
(2) No escribió nada. Su programa M- publicado por Cerro, discípulo suvo, en la RevUta
de ¡Hstmedén Füblica.
(3) Lo más sustancial de la Hiiloria dt la Pátitara está reproducido con el titulo de £1-
ludUi lebu lo Edad Media en ia Sii/ifleca l/nk/erial {1»'; \¡.
(4) Tomo en 4.°, 30^ pi^-ínas. Madrid, 185
jí) I,a edición pn'nct[)e es de Bruselas — il ,..
capitulo dedicado á la Religión, fiorque, romo dice el ir
leria grande i-Kpmdentia difundirle. •
{E.yflicación de ¡a lámina anieriír.)
EopaAolcí Uuatres contení poráneos. — tOO. Muacl Rnlt Zorrilbi, presidente del Consto de
Minislrm de Don Amadeo I; hizo» luego republicano revolucionario, expatriindose (18M-IB95). ~
101. Josí María de Peted*. novelista regional y estilista meritlsima, maestro en la pintora del paisaje.
Pefítu Arriba. Solüeza y otras muchas son primorosas narraciones. Nació en Polanco {1834-1903).—
lOt. OMpor NúAei de Arce, gran poeta Ifrico. atildado y grandilocuente, cuya obra nub celebrada es el
W/fo. Como dramaturgo, £( J»>2 de leAa es muy elogiado por los doctos. Nadóen Vi1ladolid(lBM-t>W4).
— 103. Federico Soler (Serail Pitarra), tamosoy aplaudido autor cómico catalán, de vena regocijada y
fresca y aguda observación crllica en la pintura de sus personajes tlB3; < I89S). —104. Manuel Perdández
Caballero, inspirado y papularisímo maestro compositor, natural de Murcia (IBIS ■ 190S). - IOS. QtBtavo
Adolfo BÍCWMr, poela lírico y brillante prosista. Sus ffímiij forman su corona inniarcesible. Erase-
villano (1836 ■ 1870). - IOS. Eduardo Rosales, malogrado pintor i quien dio justa celebridad su cuadro
El TnlamíBlo de Isabel la CaiiUca (1836 - 1BT3). - 107. Rocalla Castro de Murgnia, ilustre poetisa
gallega y novelista, muy eslimada y popular en aquella región por la delicadeza y sentimiento de su estilo
41817 - IS35). - lOe. MarlMO Joat María Foi toa;, insigne y malogrado pintor nacido en Reus, autor del
ctlebre cuadro ¿a Virar/a (1S3B- IS74).
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724 HISTOBIA DE ESPAÑA
chas verúones y ediciones, siendo uno de los libros que más han infiuldo en
el pensamiento de la juventud dedicada á la carrera de leyes; es decir, de
la inmensa mayoría de la juventud intelectual española, y la que ha dado más
hombres á la política; finalmente, Sanz del Rio, ya «con la convicción íntima
y completa de la verdad de la doctrina de Krausse» (i), era propagandista
activísimo de este sistema, y se creaba para él en el Doctorado de Filosofía
y Letras la cátedra de Ampliación <U la Filosofía y su historia.
Pasando á esferas más amenas, se debe apuntar que en 1851 publicó
Campoaroor su poema Colón, en que hay bellísimos trozos descriptivos; pero
también algunos, inspirados en t\flosofismo alemán, que se iba poniendo á la
moda, ridiculos y estrafalarios, como el que cita Menéndez Pelayo (2) calili-
cándolo donosamente de «inverosímiles octavas que parecen un trozo de
programa schellingiano>:
Del mondo, d honibie j Dios, tal es la ciencia;
la creación, el K> brota inñamada;
el K) ea on Dios de limitada esencia.
Dios es un Kir de ecencia ilimitada. ..
¡Cuánto más bonito es el Liiro de los Cantares de Antonio de Trueba (3),
que también salió á luz este añol <No pueden darse todas esas filosofías del
Yo por el cantar de La Perejilera}
Al salir el sol dorado
cogiendo, niña, en ta huerto
mlitilas de perejil.
Para «ene mis de cerca
en el haerto me metí,
; sabrás qae eché de meno»
mi corazón al salir.
Tú debiste de encontrarle,
que en el huerto lo perdí.
iDámtta, fmjiUm,
que te Ib venga á ptJirl
Uno de los jóvenes literatos protegidos por el conde de San Luís alcan-
zó este año de un glorioso salto el puesto preeminente en ta literatura es-
pañola, que no había de perder nunca á pesar de las posteriores veleidades
de su carácter y de su fortuna: tal fué D. Adelardo López de Ayala (4), que
{1) Carta suya á D. José de la RevilU, publicada en sus Carlas inédUat, Madrid 2Sjs
(aunque no lleva fecha). Las publicó D. Manuel, el críüco, hijo de D. José.
ii) HeUrodexos, III, pig. 713.
(3) Nadó en Monlellano, feligresía de Galdames — Encartaciones de Viicaya — {24 Di-
dembre 1S19, según su partida de bautismo, un año ó dos antes, según dedaró él en Notas au-
/íjiía,frij;fíaíi publicadas en La Ilustración Española y .ÍjHíriVijHo (del 30 Enero 1889). Sus padres,
pobres aldeanos, enviáronle, cuando tenia quince años, á Madrid, á servir en una feíretería de
la calle de Toledo. Allí, mientras que honradamente se ganaba el sustento sin pensar en rebel-
días ni en bohemias, se fué desarrollando su ingenio, y desde 1S45 empezó á mandar versos á
los periódicos con la firma de Antón el dt ¡ei tfantarts. El éxito de El Libra de let Camlareí fué
extraordinario: ocho ediciones en muy poco tiempo, traducdones extranjeras y catalanas, etc..
En 185J entró Tnieba en la redacciónde La Correifianiüncia, y allí estuvo nueve años.
(4) Nació en Guailalcanal, de la provinda de Sevilla (i." Mayo 1828). Estudió I^eyes en
Sevilla. Vino 4 Madrid, ivido de gloria, y el Conde de San Luis le colocó en Gobernación,
á pesar de lo cual se dijo que en Zas Cemuneros, laizuela representada en 1855, Satiriió i lai
patacos: tal vei quiso satitiiar á los políticos en general, que son todos más ó menos paíatat, y
los progresistas tan petatat ó más que el Conde, quisieron ver una caricatura de éste. Ea su
niñez y adolescencia había fscrito Ayala varías piececitas: iaiga par donde laiUre, Me vají i Se-
tálla. La carona y il tunal. Las des Guvnancí, La Frovideníia, etc.
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DS ESPAÑA 725
el 25 de Enero estrenó Uk hombredt Estado, trágica y hondamente filosóñca
historia de D. Rodrigo Calderón, el valido del duque de Lerma. Poco hizo
Ayala posteriormente comparable á su primera portentosa revelación. En
aquella misma temporada hizo representar Castigo y Peráótt y Los dos Gne-
manes, frutos insignificantes é insípidos de su extraordinario ingenio: el pú-
blico no hizo caso de estas dos piezas. Bien es verdad que en el verdadero
público, en el público grande que }u^a por sf mismo y no se deja guiar por
ios críticos, Uh hombre de Estado tuvo menos resonancia que Flor de un día,
la primera obra de D. Francisco Camprodón, el gran éxito de taquilla, y de
lo que no es de taquilla, en 185 1. jQué español no oyó, y hasta no aprendió
de memoria todo aquello de
[Bello paii debe lei
Año i8¡2. — El 2 de Febrero salió la Reina á dar gracias por su feliz
alumbramiento, primero á la Capilla Real, y después debfa ir á la basílica de
Atocha; pero al recorrer las galerías de Palacio, concluida la función religiosa
en la capilla, adelantóse un clérigo que hizo ademán de arrodillarse como si
fuese á entregarle un memorial, mas fué para clavarle un puñal en el pe-
cho. Era el regicida D. Martfn Merino, de algo más de sesenta años, más bien
alto que bajo, demacrado, enfermo del estómago y del hfgado. Había sido en
su juventud profeso franciscano en el convento de Nalda (provincia de Lo-
groño), de donde se escapó, dejando escrito al provincial que se quedara con
su rebaño y que él iba á ver si era en el mundo un gran político ú otro Lu-
tero. Del 20 al 23 fué de los más furibundos exaltados, y en alguno de los
motines de aquel periodo amenazó de muerte á Femando VII. ]^igrado en
Francia, estuvo de teniente cura en un puebledllo inmediato á Burdeos; vi-
vía sin familia, con una criada, en la casa núm. 2 del callejón del Inñerno,
hoy Arco de Triunfo. Era hombre de cultura clásica, y se conserva de él un
ejemplar de Horacio en cuya mateen escribió de su puño y letra que no hay
en la Biblia pasaje tan hermoso como el acotado. Mostró cínica entereza, ora
lamentándose de no habérsele ocurrido emponzoñar el puñal, ora advirttendo
al obispo Cascallana eu la tremenda ceremonia de la d^radación canónica
ligeras faltas del ceremoDial. Confesó no tener cómplices, ni agravios per-
sonales de Isabel II, sino odio á los reyes y á todo Gobierno. Su proceso se
llevó tan por la posta, que el día 3 fué condenado por el juez de primera
instancia, el 5, confirmada la sentencia por la Audiencia y el 7 ahorcado.
O deseo de evitar que los restos de Merino fuesen objeto de algún supersti-
cioso y tenebroso culto, ó la excitación causada por el atentado, es el hecho
que se hizo desaparecer, no sólo los instrumentos del delito, sino el mismo
cuerpo del regicida, quemándolo y revolviendo con la tierra las cenizas.
En acción de gracias por haber salido bien la Reina del crimen fué edificado
el Hospital de la Princesa.
El, Gobierno tuvo cerradas las Cortes hasta i." de Diciembre. En Fran-
cia fué promulgada (14 Enero) la nueva Constitución, en virtud de la cual el
Presidente de la República, elegido por diez años, y sólo responsable ante
el pueblo, tenía todas las facultades de un soberano absoluto, ayudado por
tres cuerpos deliberantes: el Senado, compuesto de senadores por dere-
cho propio y otros nombrados por cl Presidente, y cuyas sesiones eran se-
cretas; el Cuerpo Legislativo, cuya Mesa nombraba el Presidente, y de cu-
inque públicas, no habfa de imprimirse más que un lige-
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726 HISTORIA DE ESPAÑA
ro extracto, y el Consejo de Estado. Completaron el sistema un decreto
(17 Febrero) reprimiendo la Prensa, y un Senado-consulto (20 Diciembre)
restringiendo la facultad del Cuerpo Legislativo respecto del presupuesto.
Cuando se dio esta segunda ley ya el Presidente habla sido coaveitido en el
emperador Napoleón III (2 Diciembre) en virtud del plebiscito de 20 de No-
viembre. Es indudable que esta marcha de la política francesa animó á Bravo
Murillo en sus propósitos contra los que consideraba él abusos del parla-
tHfniarismo, y que en au proyecto de reforma constitucional habla mucho
de la Constitución napoleónica de 14 de Febrero; pero Napoleón III tenia
sólida base de opinión para atreverse á cuanto quisiera: i." £u la disciplina
del ejército francés, ó mejor dicho, en su entusiasmo, porque lo sentía al
verse acaudillado por un sobrino de Napoleón el grande. Repetíase, á lasazón
y al cabo de los siglos el caso de las legiones romanas adictas á Octavio
Augusto sólo por ser sobrino de César. 2° En la adhesión de los obreros,
que, desilusionados del ensayo socialista del 48 y enojados con los partidos
medios por haberles quitado el voto electoral, habían puesto todas sus espe-
ranzas en el Emperador. 3.° En el miedo de la clase media rica á las ex-
plosiones socialistas, figurándose los burgueses que Napoleón era el único
capaz de evitarlas por su mismo prestigio con los obreros; y 4.° En el senti-
miento monárquico, que, no pudiendo satisfacerse con los representantes
de la dinastía antigua por la división de legitimistas y orleanistas, lo buscaba
en el descendiente de aquel guerrero, tan odiado por muchos en su tiempo;
pero cuya gloría habla llegado á ser vanidad común de los franceses. Todo
esto desataba corrientes caudalosas é impetuosas de fuerza política que con-
fluían en el tronoimperial. Nada semejante había en España. Bravo Murillo era
un buen señor, un hacendista muy estimable, y, como tal, más bien impopular
que popular, pues no hay memoria de que ningún político de su clase haya
sido lo último jamás. Tenía razón en abominar del militarismo político; pero
su punto de vista no era compartido en España, sino por contadistmas per-
sonas de la aristocracia intelectual: para la inmensa mayoría de los espa-
ñoles, lo mismo militares que paisanos, era cosa natural que los generales
mandaran, y la oficialidad, criada y galardonada en los pronunciamientos y
guerras civiles, no sentía la repugnancia que él por esas cosas. En suma, que
no habfa opinión para lo que intentaba. El pueblo indiferente no distinguía
entre los prohombres; los carlistas, vefan en Bravo Murillo un ministro
de Isabel II como cualquiera otro; los católicos tradición a lis tas considerá-
banle como un ecléctico que no iba á la raíz del mal y se contentaba con cor-
tar las ramas; para los moderados era un personaje que quería alzarse con la
jefatura del partido; para los progresistas, un reaccionario insoportable.
Cuanto más se reflexiona sobre las circunstancias de 1852, más se con-
vence el ánimo de que Bravo Murillo no tuvo nunca probabilidad ninguna de
salir airoso con sus intentos, En cuanto leyó el proyecto de reforma en Con-
sejo de ministros dimitió Armero (3 Mayo). Le siguió Miraflores (9 Agosto).
La reina Cristina se le puso enfrente. Los generales {Narváez, 0"Donnelt,
Concha, etc.) se coligaron para derribar it/ abogado, así le llamaban, y si no
cae pronto, antes hubiéramos tenido la vUalvarada. Coligáronse igualmente,
progresistas y moderados. Reunidas las Cortes (1.° Diciembre), fué derrotado
el Gobierno en la elección de presidente; la Reina concedió á Bravo Murillo
(Eif!Íc<ici¿« dt la lámina CVll.)
HISTORIA DEL TRAlE- - Trajo etpaflOIeR del rigió XI.X - I. Traje de pisco, ISU. -
I.Trije dr casi. — 3. Traje de visita (este y el Interior pertencctn al mes de Méjo de IBÍ1|, — *. Traje de
curie (Febrero 1BS4). — y. Tri¡es de nifim del mes de Febrera de 1B5S.
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t Civilización Española
HISTORIA DEL TRAJE. -Trmjíi dd rielo XIX. i , GoOt^Ic
728 HISTORIA DE ESPAÑA
el decreto de disolución, y con éste se publicó el proyecto de reforma cons-
titucional. Contenía el proyecto algunas cosas que luego han sido aceptadas
»Q diñcultad; v. gr., los senadores por derecho propio, y que los tribunales
interviniesen en la aprobación de actas; otras pueriles: por ejemplo, el cam-
biar la locución <ta potestad de hacer las leyes reside en las Cortes con el
Rey>, por esta otra: «el Rey ejerce con las Cortes la potestad de hacer las
leyes>; otras innecesarias y provocadoras de peligrosas discusiones, como
el añadir á la declaración de que la religión de la nación es la católica el ad-
verbio txclusK;ame»te, y otras que iban directamente contra el régimen parla-
mentario; como que la Corona nombrara^la Mesa del Congreso, que las sesio-
nes fuesen i puerta cerrada, y que el Rey pudiese legislar por si mismo en
casos urgentes.
La oposición fué formidable: moderados y progresistas publicaron sen-
dos maniñestos de protesta; hasta el marqués de Pidal dijo de la reforma que
significaba *la anulación completa del sistema constitucional y socavaba el
cimiento del trono de nuestra Reina». Doña María Cristina influyó decisiva-
mente en el ánimo de su bija, y por resultas de todo el 13 de Septiembre
presentó ta dimisión el Ministerio, y el 15 era nombrado otro, presidido por
el general Roncali (i), en que entraron otros dos generales: Mirasol (2) y
Lara.
A^o 1853. — Tanto el Gabinete Roncali, que duró hasta el 14 de Abril,
como el presidido por Lersundi, que lo fué hasta el iQdeSeptiembre, tuvie-
ron por objetivo político romper ta coalición de generales y de progresistas
y moderados formada contra Bravo MuriIIo; pero la coalición siguió toman-
do por pretexto que Roncali en su prc^rama ministerial, lejos de manifes-
tarse opuesto á la reforma de su antecesor, anunció que la modiñcarfa, y que
Lersundi no contradijo esta declaración. Realmente habla en ambos Gabine-
tes sendos prohombres que profesaban respecto de los generales la misma
doctrina que Bravo Muriilo: D. Antonio Benavides, ministro de la Goberna-
ción con Roncali, y D. Pedro Egaña, que lo fué con Lersundi. Pudieron creer
pues Narváez, O'OoDnell, Coocha, etc., que la idea de anularlos politica-
mente persistía por estar arraigada en Palacio. Doita Isabel, en efecto, habla
sostenido hasta el último extremo á Bravo Muríllo; D. Francisco de Asís se
juzgaba incompatible con Narváez, y á la misma doña María Cristina lo que
la habla impulsado á influir para la calda de Bravo fué el peligro inminente
que vio, y existia, en efecto, de un pronunciamiento; pero en cuanto á que el
Gobierno no estuviera en manos de caudillos militares sostenidos en el Po-
der por las bayonetas de los soldados, y no por la conñanza de la Corona y
de las Cortes, tenía que estar conlorme doña Cristina. Para ver si se rompía
la coalición se dio entrada en el Gabitiete Lersundi á D. Agustín Esteban Co-
llantes, de la fracción de Sartorius, conde de San Luis, una de las coaligadas;
pero ni por esas. Entonces se conflríó el Poder al mismo conde de San Luis
(19 Septiembre), el cual se reservó la cartera de Gobernación, dio la de Esta-
do á D, Ángel Calderón de la Barca, la de Gracia y Justida al marqués de
Gerona, la de Guerra el General Blascr (3), Marina al marqués de Mollns,
confirmó en Fomento á Esteban Collantes, y dio la de Hacienda al pri^esis-
ta D.Jacinto Félix Domenech.
(il D. Federico Roncali y Ceniti, condp de Alcoy, nació en Cidiz (30 Marzo iSooj. Te
nientf general desde Noviembre de 1843.
(2) n. Rafael Arislcpii y Vílcí, conde de Mirasol, nació en lereí déla Fronter» (15 Ene-
ro l7<i4Í. Soldado voluntario (1S08), teniente general desde Julio de 1843.
(it D. Anselmo Blaser y San Martin, marquís de Ciga, nació en Siniies (Aragón) 2 1 de
Abril lie 180;. Tenienlo general desde 1852. De ideas muy moderadas.
n,g,t7cdb/C00gIc
HISTORIA DE ESPAÑA 729
Los que contribuyeron á la formación de este Ministerio creyeron, sin
duda, que habían realizado una obra maestra de habilidad política. ¿Cómo
podría ya subsistir la coalición, sí uno de los principales coaligados estaba al
frente del Gobierno^ (Qaé pretexto podia alegar, si San Luis se apresuró i
renegar solemnemente de la reforma de Bravo Murillo, y además llamó á
todos los generales apiñados y les ofreció los caicos más importantes? Pero
no se trataba de eso, y, por tanto, nada se resolvió. Todo se hubiese arregla-
do con que á Narváez se le hubiese dado el Poder; pero de esto es de lo que
se quería huir. Nunca falcan pretextos para una oposición. Entonces, como ya
no se podía declamar sobre el peligo que corrían tas libertades públicas y el
régimen constitucional, se salió por otro registro: el de la moralidad. San
Luis, Esteban Collantes y Salamanca estaban confabulados, se dijo, para en-
riquecerse á costa de la nación; el Ministerio no era una situación política,
sino un sindicato de negociantes que se había apoderado del Poder para ex-
plotar el negocio de ferrocarriles. Nada importaba á los polacos que las sesio-
nes de Cortes fuesen públicas ó secretas, ni que la Corona tuviera más ó me-
nos prerrogativas; lo que querían ellos era dinero. Se hizo activísima propa-
ganda en este sentido, y transcendió á todo et público apasionando harto
más que la meramente política que se había hecho contra Bravo Murillo.
Hasta la Grandeza que se reunía en casa del duque de Rivas se creyó en el
caso de lanzar una especie de maaíñesto declarando que <no transigiría nunca
>con ningún acto inmoral, persuadida de que la falta de rectitud y pureza en
>la administración del Estado socava y destruye los cimientos del orden so-
• dal y desencadena las malas pasiones». Habiendo fallecido en estos días
Mendizábal, y publicádose que no había en su casa ni para enterrarle —
cosa que no abona ciertamente la moralidad de nadie, porque cabe ser ma-
nirroto y poco ó nada escrupuloso, — su entierro se convirtió en imponente
manifestación, más que en honor del muerto, en vilipendio de los vivos que
gobernaban. La maledicencia no se paraba en los ministros, sino que salpica-
ba á la Casa Real, Decíase que D. Francisco de Asts y la reina Cristina no
eran extraños, ni mucho menos, á los negocios de ferrocarriles. De aquí que
se hablara de la conveniencia de acabar con la dinastfa, y muchos se alarga-
ban á proponer su cambio por la de Braganza como medio de conseguir la
unión ibérica, idea refleja de la que venía de Italia, donde cada día cobraba
más crédito la del establecimiento de la unidad peninsular, destronando i los
Borbones de Ñapóles y Parma para que fuese rey de toda la península Víc-
tor Manuel.
Reuniéronse las Cortes el 19 de Noviembre. Entre los muchos proyectos
presentados por el Gobierno en el Congreso ñguraba el de una ley general
de ferrocarriles. Había quedado pendiente de discusión en el Senado, de la
anterior legislatura, una proposión prescribiendo que toda concesión ferro-
viaria debia de ser objeto de una ley especial. Supuso la maledicencia rei-
nante que con la presentación del proyecto de ley general trataba el Go-
bierno de impedir que fuese aprobada la proposición del Senado, más eñcaz
é inmediato contrarresto á los chanchullos del sindicato Salamanca- San
Luis-Esteban Collantes. En el Senado se tomó como una falta de respeto al
Cuerpo colegislador. Y después de un largo y apasionado debate fué derro-
tado el Gobierno (8 Diciembre) por 105 votos contra 69, La más vulgar pru-
dencia aconsejaba la retirada del Gabinete. San Luis optó por resistir, suspen-
diendo indefinidamente las sesiones (9 Diciembre).
El 30 de Enero de este mismo año casó Napoleón III con Eugenia de Guz-
raán, condesa deTeba, hija de los condes del Montijo. En la aristocracia y bue-
na sociedad de Madrid, y en general en toda España, hal^ó mucho la vanidad
,,CoogIc
730 HISTORIA DE ESPAÑA
nacional que una muchacha española, de gran belleza, ornamento que habfa
sido de nuestra corte, pasase á ser emperatriz de los franceses. La reina Isa-
bel, que nunca tuvo entre sus defectos la envidia, siendo, por lo contrario,
generosísima y amiga del bien de cuantos conocía, mir<S el encumbramiento
de Eugenia Montijo como si hubiera sido el de una hija suya. £1 9 de Enero
murió D. Juan Nicasio Gallego, conservando hasta la última hora la impertur-
bable jovialidad de su espíritu: á un periodista que te visitó el dfa anterior al
fallecimiento, le dijo: Mira, no vayas d decir qtie me
he malogrado. Tenia ochenta y seis años. Ll 3 de
Mayo pasó también de esta vida, en París, donde
era embajador de España, y con la cristiana ejem-
ptaridad de un santo, D. Juan Donoso Cortés,
marqués de Valdegamas, y de este mismo año es
la impugnación titulada 'Veintiséis cartas al se-
ñor marqués de Valdegamas, en contestación á
los veintiséis capítulos de su Ensayo, obra de
D. Nicomedes Martin Mateos (1). Y, por último,
los aficionados al toreo lamentaron la muerte de
José Redondo, el Chiclatiero, fallecido el 28 de
Marzo, en Madrid y en la casa de la calle del
I^ón núm. 24, al tiempo que se celebraba una
corrida en que debia él tomar parte. Su entierro,
en la Sacramental de San Luis, fué una imponente
manifestación de duelo, presidida por el Salaman-
,- 1 1 , r -^ííff /i?í-í. — Los muchos v variados sucesos
ili-rroiado y iir|iurstn á con- ■^^ este año obligan á una indicaaón muy suma-
MTupncia de la Ruerra francti- ria. La violentísima oposición contra San Luis
iili'inana di- [S;ci. (iJíciS-iHji.) continuó, y cada vez más furiosa, durante todo
el primer semestre. Los periodistas de Madrid
pidieron en una hoja ñrmada por casi todos ellos la caída del Ministerio.
El Gobierno mandó recogerla, á pesar de lo cual circuló con profusión,
y varios escritores demócratas y moderados, contándose á González Bra-
vo entre los últimos, felicitaron con otra hoja impresa á los autores de la
primera. Más de doscientos senadores y diputados, reunidos en casa del
marqués del Duero, suscribieron y publicaron otro papel semejante; sallan
diariamente hojas clandestinas que inundaban círculos, cafés y tabernas, y
hasta la regia cámara, poniendo de oro y azul á la Reina, á su marido, á su
madre, á San Luis y á Salamanca. Según las hojas, todos eran ladrones, y para
robar reinaban, gobernaban ó contrataban. De la Reina se contaban horrores,
sólo comparables á los que los partidarios de Alfonso el Batallador habían
ñl Valla, liiliil. iKti («.", 2ÍÍ iiáitinasl. Marlin Mat>-os. naliiral i i i- [lijar, i-ra un aii-|.iiiblp
liliwnr.) i|uc- iinifc-salia .-í furtc-sianismn. Tambi.-n impuiíiió las iilcas -Ic' Doiiiim., su Mir.-si.t -n
la .\i-iiclc-iiiiii K-|.aflnlii, .'I |i...-la v i-riliro viT<-íi.lanci I). Kafar-1 M. Ilarah i-n su di^.iu». <lf
i-ntrada, l'j* inllitinn iIpI in(¡fnici ifp \'aUTi, Buni|ui' no ili- su malipiitlati, fl habfr ralifirai lo d
ICnsayu itr ¡Uro ,ií fntTftnümUnt». I)c> Us ini]iupia'lorcs francou-s el nii.i ti^az fiir rl abate
(iailiif). Din- M. I'flayo (ll«^. m, \i».<f.. ~^l\ <iiic •hoy ruanto «■ i'Ktribió rontra ti F.tisays rsti
•olvtiJaito y mui'rtn. y i-l /intaye vive ron tan hrmixsu juvi-nlmt comn i"! inimrrftia. Asi|iotlía
ser en iKKÍ, nianiln iiuliliralia M. Prtayo sus fIel^\\rTO lo «luc rs hov — 101 .1 — ni atin m la
extrema ilerecha ili-l i'amiK) calAlini rnruentran arpptaríAn las dortnnas <lp Donoso. rrleBada-'
con las (le Malsín- v llnnalil a) |ianteih drl olvido; ni su forma lürraría. tan amiHilosa y solem-
ne, rs ilel i^isto dej tliu; In cjue no quila (lara i|ur alf¡iin<is |)árraf<)a i^randílocui'nlrs aj^idi'n v
iTUi-i.i-iiu-n sir'iii|>rt>. Lis oliias de IJomiso se iniblii-aron en 1K54, iKir Tejada (: romo.s rn j,°
i;tiindc-)- Ki-eienlemi-nle w lia heclio otra eilicirtn |ior Quilei.
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HISTORIA, DE ESPaSa
73'
dicho de doña Urraca en el siglo xi. De ules hojas una salta períódicameiite,
El Murciélago, de cuyo contexto da idea este pensamiento: «Para dar una lec-
»ción de moralidad basta con colgar á D. José Salamanca del balcón prínci-
>pai de la Casa de Correos». Jefe de la conspiracián militar era D. Leopoldo
O'Donnell, y ayudábanle una porción de jóvenes, luego famosos, de algunos
de los cuales, v. gr., D. Ángel Fernández de los Ríos, se puede creer que iban
impulsados por el fanatismo político; de otros, como D. Antonio Cánovas,
el marqués de la Vega de Armijo y D. Adelardo
López de Ayala, bay que pensar peor, ó sea, _
que sólo se movían por el deseo, natural en los
muchachos de talento, pero que no justifica se-
mejantes excesos, de darse,_á^ct>nocer y llegar á
personajes. Cánovas era malagueño, hijo de un
profesor de Matemáticas de la Escuela de Comer-
cio sin otro haber que su corto sueldo, y que al
morir dejó á su viuda y tres hijos varones en el
más completo desamparo. Antonio, que era el
mayor, arrimóse valientemente al trabajo para
sacar adelante á los suyos, y, sintiendo aliento
para escalar ta cima, vínose á Madrid á estudiar
leyes, contando con la protección de su tío U.Se-
raíln Estébanez Calderón, el Solitario, que, ha-
biendo sido auditor de guerra de los dos herma-
nos Córdoba, figuraba como prohombre de se- .
gunda clase en el partido moderado. Indudable-
mente le protegió mucho D. Serafín; pero no
hasta e) punto de evitarle pasar muchísimos tra-
bajos durante su carrera, é inmediatamente des-
pués de concluida estudiaba con tanto afán, que
el Solitario, muy añcionado á poner motes, puso
á su sobrino el de Traga-leyes. Por abrirse camino ,
entró Cánovas en la conjura, de la que luego se manifestó muchas veces
arrepentido, diciendo: -Un hombre de bien no puede haber tomado parte
más que en una revolución, y esto por no saber lo que cra> (i).
La primera intentona de pronunciamiento fué en Zaragoza (20 Febrero),
y costó la vida al teniente coronel Latorre (6 Marzo), Ei 1 3 de Junio se repi-
tió en Madrid. Blaser recibió una denuncia de que conspiraba el general Dul-
ce le llamó, y Dulce le dijo: «Juro como caballero que jamás tuvieron la
• Reina y el Gobierno subdito más leal>. El 28 de Junio, usando de sus facul-
tades como director general de Caballería, sacó Dulce los regimientos del
Arma á la pradera de Guardias, y los sublevó al grito de «¡Abajo el Ministc-
• rio, reunión de Cortes y suspensión del empréstito forzosol*. La Reina quiso
ir al encuentro de los sublevados y reducirlos con su presencia; no le pareció
bienal Gobierno, el cual se avino á parlamentar con O'Donnell, RosdeOlano
y Mesina, puestos al frente de los sublevados, si le entregaban á Dulce. El 30
de Junio hubo delante de Vicálvaro un choque entre la Caballería pronun-
ciada y la Infantería de la guarnición de Madríd, mandada por Blaser y el
duque de Vistahermosa (2). Viendo que nadie respondía al pronunciamiento.
L'na <lc' 1a.s (^anil<'s l)('llc-za.s
furoi'cas de su i^|>oca, coikIc-
sa lie Tcba. psjmsa iIp NapO-
Ici^n [11. Nació en (iranada.
(1) Marqués lie I.c-ma. Un Ustíge dt importatUn sm
'ntH^o. Marzo, i<N>)i v Estudies kitiSriíút y crilieet 11.' srt
(j) n. .VnRi'l (larría y I Jiyj^rrí nacM it Sevilla (2 >
lie \'irál\-ani cnlrci \int la ralle (l<-.\lralá lli'vamloi'n la mam
los proniino'adfis. v ili- a<]iii )|tn' en ii(|iiel |H'rirHlo le llama
ems. FJ gmeral aLtwler (.Vuestro
Ictubre ifki:). !>•' vuelta iti> laaeeión
' una lanza i|iie lialiía (|uila<tni unode
ienlosinTÍi'MÍirns satiríro.s ¿«n^MAr.
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732 HISTORIA DE tatKÜK
O'Donnell se puso en retirada. En Aranjuez Unió (4 Julio^ una proclama con-
tra el Ministerio de los agios; pero aquel mismo dia salió Cánovas de Madrid,
y alcanzándole en Villamibia, desde esta población á Manzanares le conven-
ció de que no adelantaría nada si no llamaba en su auxilio á los progresistas;
tal fué la génesis del manifiesto de MamaHares (; Julio), redactado por Cáno-
vas, en que se pedía <el trono sin camarillas que lo deshonren*, todo género
de libertades, rebaja de impuestos, juntas revolucionarías. Cortes constitu-
yentes, y hasta la milicia nacional, que los más juiciosos progresistas recha-
zaban ya (i). Progresistas y demócratas respondieron. En toda España esta-
llaron pronunciamientos. San Luis dimitió, y fué llamado á reemplazarle el
general Córdoba (17 Julio), quien dio la presidencia del Consejo al duque de
Kivas; pero aquella misma tarde, á la salida de los toros, la multitud, amoti-
nada, entró á saco en las casas de Sartoríus, Domenech, Esteban Collantes,
Salamanca y reina Cristina; el coronel Gándara, progresista y revolucionario,
indignado de tales excesos, se puso al frente de dos compañías, é hizo fuego
sobre saqueadores é incendiarios, iniciándose asi un combate que duró todo
et dia 18; el banquero D. Juan Sevillano contribuyó á la formación de una
•Junta de salvación, armamento y defensa*, presidida por D. Evaristo San
Miguel, que restableció la paz en las calles, haciendo que la Reina llamase al
general Espartero para presidir el Gobierno (2), Otra Junta revolucionaria sur-
gió en Madrid, calle de Toledo, dirigida por el torero Pucheta, y de la cual fué
obra el atentado cometido en la persona del agente de policía D. Francisco
Chico: estaba enfermo, y le sacaron de la cama, llevándole en un colchón á la
plaza de la Cebada, donde le fusilaron; algún otro individuo de la policia pe-
reció del mismo modo á manos de los criminales que en días semejantes se
arrogan la voz y autoridad del pueblo para explayar y satisfacer sus instin-
tos feroces.
Espartero entró triunfalmente en Madrid {28 Julio), abrazó á O'Donnell
delante del pueblo, y formó su Ministerio, dando á O'Donnell la cartera de
Ciuerra, á Allende Salazar la de Marina, á Pacheco la de Estado, á Alonso la
de Gracia y Justicia, á Lujan la de Fomento, á Santa Cruz la de Gobernación,
y á Collado la de Hacienda. Convocáronse Cortes constituyentes para el 8 de
Noviembre; se persiguió á la reina Cristina, secuestrándole sus bienes y
abriendo un expediente para depurar su responsabilidad, aunque el Gobier-
no la hizo escapar á Portugal, para lo que tuvo que sofocar un motín de los
que pretendían encausarla y ponerla desde luego en prisión. Motines había
muchos y en todas partes; y para que fuese completa la semejanza con otras
épocas de anarquía, el cólera morbo hacia estragos y sembraba el terror, por
lo cual las elecciones para las Constituyentes fueron menos animadas que lo
que podia presumirse. Una reunión electoral de aquel tiempo, celebrada en
el Teatro Real, es famosa por haberse dado á conocer en ella y arrebatado
al auditorio con su elocuencia deslumbrante el joven D. Emilio Castelar, dis-
cípulo de Sanz del Río, pero no kraussista, sino más bien hegeliano, con un
hegelianismo vagoé impreciso. Su fuerte fueron siempre tas síntesis históri-
cas, expuestas con profusión de flores retóricas en párrafos largos remata-
dos en latiguillo que declamaba de un modo admirable. Cuando empezaba á
perorar, desagradaba un poco su voz atiplada; pero á medida que avanzaba
■ 1 1 r>. Manuel Cortina, en su maniñesln eli-cloral & los sevillanos (1850). Y con Cortina
estíihaii pntonres Olóiuga, Cantpra. Madoi, Roda y Escosiira.
\i'\ El manificstfi ck la Reina rapilulando con la revolución (riunfante fué obra de don
Rafael M, Itaralt. y sr ha hecho celebre su encabezamiento: «EspaBoIcs: una serie de iamenta-
' ' 's ha podido separarme de vosotros- . . ., etc.
,,CoogIc
HISTORIA DE ESPAÑA 7J3
en el discurso' se iba robusteciendo y sonorizando su palabra, llegando á
efectos de sonoridad maravillosos que concluían por hechizar y electrizar al
auditorio más refractario. Fué todo esto, naturalmente, mientras conservó la
plenitud de sns facultades físicas, anunciándose la declinación de ellas por
algunos gallos que se le escapaban de vez en cuando, estropeándole los pe-
riodos de más empeño, y que fueron creciendo en número con el tiempo,
basta convencerle de que su elocuencia de ruiseflor habla pasado; en 1854
era la risueña alborada de aquel día tan espléndido, y su triunfo en el Teatro
Real inenarrable. Le contestó González Bravo, saludando en él á la joven
democracia; porque en aquel periodo el antiguo redactor de El Gnirigay, y
después Presidente del consejo moderado, se habla vuelto á liberalizar, y
ñrmó con Gonzalo Morón, Fernández de los Ríos y D. José Olózaga el ma-
nifiesto del 7 de Septiembre, en que se sostenían ta soberanía nacional, el
trono de Isabel II y la milicia ciudadana. Muchos moderados inclinábanse á
esta lióeraÜeación, á la vez que muchos progresistas á cierta modtración, re-
sultando de la doble corriente la tendencia á formar un nuevo partido menos
conservador que el moderado y menos exaltado que el progresista, ó sea lo
que pronto fué conocido con el nombre de Unión liberal.
Abiertas las Constituyentes el dia anunciado, resultó con mayoría esta
tendencia unionista, aún vaga é indeterminada; los moderados auténticos no
eran más que un grupo exiguo, en que se distinguieron D. Alejandro de Cas-
tro y D. Cándido Nocedal; los progresistas puros ó esparteristas llegaban á
unos cincuenta, y habla otro exiguo grupo de demócratas en que figuraban
Orense y D. Estanislao Figueras. Hubo crisis para'al, entrando Luzurtsga en
Estado, y en Gracia y Justicia, el catedrático de Disciplina eclesiástica, don
Juaquin Aguirre, nacido en 1S07, canonista de la escuela de Urquijo y Alon-
so; es decir, furibundo regalista que fué al Poder dispuesto á restaurar las
libertades que, á su juicio, habla tenido la Iglesia hispánica antes que los
Cluniacenses trajeran aqnf las falsas decretales. Los motines estaban á la
orden del día, ora en Granada, ora en Valencia, ya en Albacete, ya en Édja
ó en Zaragoza; en Málaga se restauró la costumbre, que había caído en desuso
desde 1843, de armar algaradas con el único fin de meter contrabando. Los
progresistas puros y los demócratas decían que la revolución había sido una
filfa, pues gobernaba O'Donnell, tan autoritario como Narváei, y que Espar-
tero coa su aparatoso título de Presidente del consejo no tocaba pito. En
cambio, los periódicos moderados propalaban que Espartero quería hacerse
nada menos que emperador, como Itúrbide en Méjico, ó dictador perpetuo
como Rosas en Buenos Aires. Los moderados tuvieron en aquella ocasión
una lucida cohorte de buenos periodistas para comt»tir á la revolución: su
obra más eficaz en el orden político, y mejor en el literario, fué el periódico
satírico titulado Et Padre Cobos, que redactaban, bajo la dirección de D. Pe-
dro Egaña, Ceferino Suárez Bravo, Eduardo González Pedroso, Francis-
co Navarro Villoslada y alguna que otra vez Selgas, todos abroquelados en
el más impenetrable anónimo y escribiendo donde nadie pudiese saberlo;
porque los hombres de la situación, irritadisidos por las burlas y procacida-
des del periódico, no hubiesen dejado de vengarse, ó por lo menos de dar
un susto á los redactores. Esta persecución y el misterio que envolvía á los
autores de tantos sarcásticos donaires acrecentaban el interés del público.
Ha tt.máo El Padre Cobos muchos continuadores é imitadores, como tuvo
predecesores y modelos; pero él señala el punto más alto á que ha rayado
entre nosotros la sátira política.
Et acontecimiento europeo de este aSo fué U guerra de Oriente. Francia
é Inglaterra se aliaran con Turquía (iz Marzo), exigiendo del Zar Nicolás la
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HISTORIA DE ESPAÑA 735
evacuación de Moldavia y Valaquia (hoy reino de Rumaofa). La campaña
empezó en Bulgaria; pero evacuada por los rusos, se organizó por los altados
la expedición á Crimea. El 9 de Octubre pusieron sitio á Sebastopol, el 25 del
mismo mes batieron á los moscovitas en Balaklava, y el 5 de Noviembre en
Inkermano. Sebastopol, plaza muy fuerte mirando al mar, apenas si tenia de-
fensa por tierra; pero el coronel Totleben improvisó magnificas fortificacio-
nes, que artilló con los cañones de la escuadra. Habilidad suprema del conde
de Cavour fué adherirse á la alianza franco- inglesa (15 Enero), y enviar al
sitio de Sebastopol un ejército de 1 5.000 sardos; en toda Europa, y muy es-
pecialmente en España, los periódicos se burlaron de la quijotada de Víctor
Manuel interviniendo en una guerra que para Cerdeña no tenia el menor in-
terés, y en la que, al lado de los enormes contingentes de rusos, franceses, in-
gleses y turcos, la división piamontesa hacia un papel ridiculo. Después se
vio que por este camino buscaba Cavour lo que halló efectivamente, ó sea
intervenir en el tratado de paz y plantear la cuestión italiana. Contaba para
ello con la promesa secreta de Napoleón III á Víctor Manuel en 1832 de
«hacer algo por Italia en cuanto consolidase la autoridad y el crédito de
Francia en Europa>.
En el orden religioso, el 8 de Diciembre definió Pió IX el dc^ma de la
Inmaculada Concepción. En España todas las personas piadosas recibieron
esta declaración con entusiasmo, pues, en efecto, pudiera decirse, si no fuera
irreverente, que se trataba de un dogma español, ya que muchísimo antes de
imponerlo la Iglesia lo hablan impuesto en nuestra patria la devoción popu-
lar, la tradición artística, las Universidades y los gremios obligando á jurar
su acatamiento y defensa á los doctores y agremiados, y hasta el mismo Po-
der civil imponiendo penas y restricciones de derechos á los que no lo admi-
tiesen: no era en la Iglesia sino una opitñdn piadosa, permitiéndose contrade-
cirla, y nuestos católicos antepasados hicieron — con exceso de celo, á nues-
tro juicio, y mereciendo por ello el calificativo de más papistas que el Papa —
caso de honor nacional el profesarla y no consentir que nadie opusiese la me-
nor objeción. Ahora que la Iglesia, por el oráculo infalible de su Pontífice
máximo, venía, por decirlo asi; á declarar que los españoles tenían la raión
desde antiguo en el largo litigio teológico, había motivo sobrado para que
se desbordara la alegría espiritual de todos los creyentes. Así sucedió en
(ExpÜcación de la lámina anterior.)
EapaAole* UiwtrM conteaporimoi. — H», Emilia Lópci Cfeavet, Emulo Mario, enlncnte y
iplaudidÍ3linosctoi:c6inÍca,g[tu»dlno(IS39-IBW)- — Ue. Frandlco Homaro RoMedO, [amaso abogido
y político uiteqocrano. Ingenioso, de gran talento, docuentí y batallador (1838 - IW&). - Ul. Nicolás Sal-
BcrÚB y AlOIUO, insigne pensador y politico, Presidente que Saé lel Poder Ejcculivo de la República y de
1» Cortes Constituyenles federales (l33S-l9aS). 112. Scslsmoaiio Morety Prcadercast, orador excelso,
gaditano, pan poeta de la palabra. Presidente del Consejo de Ministros, dlplomilico, literata, ateneísta
II33S - 1913). — 113. Rvdo. P. Fidel Fita S. }., erudito q>i(ratitla y sabio etimólogo, sucesor de Meníndei
Pelayo en la Dlrecciún de la Academia de la Historia. Nació en lB3a. — 114. Ricardo de t« Vega, popular
y lamoso sainetero madrileño. Su obra más celebrada ha sido La Verbena lie la Paloma. Poeta cárnico
admirable (18M- 1910).- 115. Antonio Vico, cclcbradisimo ador malagueño: sobresalió en lo cómico, en
lo dramltico y en lo trlgico; compaRero y amigo de Calvo, !uí en ocasiones su rival siempre afortunado
|IStO-l902), — lie. laldoro Fcraández Flores, ingenioso periodisla, euentisla primoroso y revistero
notable que hizo popular su seudónimo de Pernan/lor, Académico de la Cspaflola. Fué uno de los redacto-
res de fi/ ímporeíoí que abandonaron ese diario para fundar Eí /.ifteraf. Nació en Madrid (1840- 1902).—
nT. Batbloa Valverde, eminente actriz cómici que ha trabajado siempre en las meiores compañiat artís-
ticas, j qne desde muy jov-n dedicóse i los papeles de carácter i si i ca, en los cuales sobresalió. Poco antes de
morir ceiebrft sus bodas de oro con la escena, pues había hecho su Mbal en 1858, con D. Jos* Valero
f 1640 -1010).
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73^ HISTORIA DE ESPAÑA
efecto, COD la sola excepción de un exclaustrado dominico, profesor que ba-
bta sido en Alcalá de Henares, Fr. Braulio Morgáez, el cual taozó algunos fo-
lletos contra la declaración dogmática, lo que le valió un proceso canónico.
Más ruidosa y molesta fué la oposición del Ministro de Gracia y Justicia, don
Joaquín Aguirre, quien se empcíló en no dar á la fiula Intffabtlis Deo el pase
regio, como si esto pudiese tenei alguna eficacia tratándose de una declara-
ción pontificia puramente dogmática; es decir, de una cosa que se cree ó no
se cree, según la fe de cada individuo, consiéntalo ó no el Ministro de Gra-
cia y Justicia. El Católico, diario de MaJrid, publicó la Bula. El Gobierno lo
encaubó.
Aití> 1855. — El proyecto de Constitución fué discutido en la primera
legislatura por Bases. La primera — declaración de que la soberanfa reside
en el pueblo — dio lugar á largas discusiones, más propias de ateneo que de
Cortes. La segunda decía: «La nación se obliga á mantener y proteger el
>culto y los ministros de la religión católica que profesan los españoles; pero
«ningún español ni extranjero podrá ser perseguido civilmente por sus opi-
>níones mientras no las manifiesten por actos públicos contraríos á la reli-
>gión.> Los obispos y muchos Ayuntamientos y particulares pidieron á las
Cortes una declaración terminante de unidad católica. Defendieron la liber-
tad de cultos D. Juan B. Alonso (i), el catedrático de Zaragoza Ruiz Pons,
D. Cipriano S. Montesino, D. Francisco Salmerón y Alonso {2), D. Laureano
Figuerola (3), etc.; la unidad católica, el diputado navarro Jaén, Rfos Rosas y
D. Cándido Nocedal; la Base propuesta, D. Modesto Lafuente, D. Salusüano
Olózaga y los ministros de Estado y Gracia y Justicia. En el debate se reveld
como gran orador D. José Moreno Nieto con una briosa defensa del clero, til-
dado por un Sr. Godinez de ignorante, estúpido y de malas costumbres. La
forma de gobierno y la dinastía fueron también discutidas en concepto de
Bases- Votaron en contra de la monarquía 23 diputados, y defendieron ardo-
rosamente á doña Isabel II Cortina. San Miguel, O'Donell y Prim, que hizo
entonces protestas muy contrarias á su conducta trece aSos después.
La Reina estaba, sin embargo, en situación semejante á la que corrió su
padre del 20 al 23; más que soberana, era caiítiva de sus ministros. Opúsose
primero á firmar el proyecto, y después á sancionar la ley desamortizadora
de i.° de Mayo, la más radical de las del bienio; y no sólo fué obligada á una
cosa y otra, sino castigada con el extrañamiento de las personas que supusie-
ron los ministros le habían aconsejado la resistencia: se desterró de nuevo
á sor Patrocinio Quiroga y i varios empleados de Palacio servidores del rey
D. Francisco, á pesar de que éste se interpuso entre las víctimas y los ejecu-
tores de las órdenes del Gabinete. Con lamisma violencia se impuso ala Reina
un nuevo reglamento de Palacio, llegando hasta amenazarla con un motín, y se
despacharon los asuntos eclesiásticos: fueron deportadas los jesuítas, expul-
sados de El Escorial los Jerónimos (4), prohibidas las procesiones, desterrados
(i) Que presentó una enmienda para que la Base se|redac<ara asi: La húcHh itpaBola
vive y tí perftcciima átntro át ¡a HaaoHaHdad humana.
(i) Hennano mayor de D. Nicolás.
(5) Profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad Central.
(4) En el periodo de ejecución del concórdalo se dieron: Real orden 24 Diciembre 1831
declarando que en virtud de aquél la exclaustración de religiosas tenia que efectuarse canó-
nicamente. Decreto 2} julio lU^2, reslableciendo la congrceación de San Virente de Paúl £ in-
mediata instalación de la Casa-fCoviciado en Madrid, itotlndola con 120.000 reales anuales. Rea-
les cédulas dr 19 Septiembre y 29 Noviembre del mismo año en que, como centros para las Mi-
siones de Ultramar, son tomados bajo la real protección varios colegios de dominicos y agusti-
nos, ordénase establecer otro de franciscanos descalzos, ^ se restablece á los jesuítas devoWJén-
doles la casa de Loyola. En iSj j se restableció la comunidad de Jerónimos en El Escotid.
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HISTORIA DE ESPAÑA 737
los obispos de Urgel y de Osma (i), expulsado de su diócesis el de Barcelooa,
extrañado el Nuncio, cerrados el Tribunal de la Rota y la NuDciatura. Hubo
partidas carlistas en Castilla, Alava.NavarrayCataluña, siendo fusilados Mar-
sal, Más, Fons y otros cabecillas á mediados de Abril (2). Terminó la primera
legislatura de las Cortes el 1 7 de Julio, después de haber hecho más de treinta
leyes concediendo recompensas á cuantos se hablan sublevado ó conspirado
en los diez últimos años; por una sola hubo de ascender á teniente á 212
oficiales, á capitán á 238, á comandante á 142, á teniente coronel á 17, i
coronel á 12 y á brigadier á 58; por otra se contaron como años de servicio
los de cesantía de los empleados prc^resistas. A pesar de esto el elemento
afecto á O'Donnell iba ganando terreno á costa del progrestsu paro ó espar-
terísta, y en la crisis ocurrida antes de la suspensión de Cortes resultaron
todos los ministros, aunque progresistas, amigos de O'Donnell. Entró enton-
ces en Fomento el joven abc^ado húrgales D. Manuel Alonso Martinez, que
tan lucida carrera política hizo luego.
Se abrió la segunda legislatura el i-° de Octubre, y fué dedicada á la
discusión por artículos del Código constitucional. Pero el interés principal fué
el poÜtico: los progresistas puros é intransigentes, capitaneados por Olózaga,
que vino para ello de Paris, trataron de derribar á O'Donnell, rompiendo la
anión con Espartero; pero, aunque ayudados e6cazmente por los demócra-
tas, no pudieron conseguirlo porque O'Etonnell despicó en la lucha entabla-
da sus condiciones de habilidad, y no fué posible arrancar á Espartero de la
pasividad ó inacción en que se había colocado, repitiendo constantemente
¡Cíimplase la voltiHtad nadonai! y dejando hacer i su rival. Favorecieron la
tendencia conservadora Ó uniotdsía, que representaba O'Donnell, los movi-
mientos revolucionarios del peor carácter que seguían desarrollándose é iban
aumentando en intensidad y gravedad: en Barcelona, de los obreros contra
los fabricantes, siendo bárbaramente asesinado el rico industrial Sol y Padres;
en Zaragoza, donde los amotinados prohibieron la salida del trigo y estable-
cieron la tasa; en Valencia, contra el sorteo de las quintas; en Burgos, Valla-
dolid, Rioseco, Ben&vente y Falencia, donde se quemaron almacenes y fábri-
cas de harinas, se saquearon las casas de hacendados y fabricantes, se hirió
al gobernador de Valladolid, etc. Los periódicos ministeriales acusaban á los
carlistas de autores de tales desmanes; Escosura dijo que debían ser cosa de
los jesuítas.
Deseando los progresistas rendir un homenaje ruidoso á su anciano pa-
triarca el poeta D. Manuel José Quintana, que ya contaba cerca de ochenta y
tres años de edad, dispusieron la extraña y aparatosa ceremonia de su coro-
nación por la Reina, que se celebró en el salón de sesiones del Senado. El
acontecimiento literario de este año fué el estreno de Locura de amor, que
puso en su punto más alto la reputación de Tamayo (3). Ayala hizo represen-
(l) Este último, por haber rilado en una pastoral la Bula /n Cima Demivi, y fué muy
comentada la manera como Escosura, minislto de la Gobernación, empeió su discurso dando
coenta á las Corles del incidente: • Un laiVitenlt dt Osma. . .> £1 obispo se llamaba P. \'iccnte
Horcos.
(i) D. Carlos M. Isidro murió en Trieste (10 Marzo). Tiene en su sepulcro esta inscrip-
ción: Cardal f , Hiipaniamm el ¡ndiarum Rtx, ín proipirís meJíilHS, in aifvertit címiatii.
(3) D. Manuel Tamayo y Baus, hijo de un actor mediano y de la eminente actriz Joaquina
Baus, nadó en Madrid (1829). Se crió entre bastidores. A los diez años hilo un arreglo del fran-
cés, y su madre le sacó á escena en brazos á recibir ia ovación del público. En lt(47 estrenó
Jiiatta di Arce (imitación de Schiller), á que siguieron El j de Agmle, Una apuesta (arreglol.
Una aventura di KicMtliai (adaptación de un drama francés de Duval), Angela (l8í2), aue pa-
rece imitación de Inlrigay amar de Schiller, firginia (1853). y l-a Iliea-iemira {il'54y Des-
pués de Lacura de amor vinieron Hija y madre, que no tuvo óxilo; La bola dt nieve, que lo al-
Salctdo, Historia de EspaRa
D.„«b,GooglP
J^i HISTORIA DE ESPAÑA
tar Los CoMHHtros, que tuvieron éxito de circunstancias por haberse interpre*
tado como una sátira contri los polacos. Florentino Sanz (i), que desde 1848
tenía asentado su crédito de autor dramático con el Don Francisco de
Qiuveáo, y que había tomado parte activa en la conspiración de 1854, siendo
á lo que parece autor de algunas de tas cáusticas composiciones anónimas
contra San Luis y Salamanca, sacó de la vicatvarada triunfante el destino de
encalcado de negocios ea Berlín. Su estancia en la capital de Prusia fué un
suceso beneficioso para auestras letras, pues allí conoció las poesías de Hei-
ne y tradujo algunas (3), iniciando además la serie de sus imitadores caste-
llanos, entre los que había de sobresalir Gustavo Adolfo Becquer {3), que
precisamente este año ó el anterior vino á Madrid sediento tte gloria y á
pasar trabajos y privaciones. Y no fué solo Becquer el joven pro\Hnciano que
por este tiempo arribó á la corte con iguales propósitos: hiciéronlo también
Pedro Antonio de Alarcón (4), José de Castro y Serrano (5), Manuel del Pala-
cio (6), Gaspar Núñez de Arce {;), sólo conocido entonces, incluso por él mis-
mo, como periodista, aspirante á dramaturgo y autor de unos diálogos en
verso joco-fúnebres, de un pesimismo leopardesco . . . , etc. (8). Las costumbres
literarias hablan cambiado. Ya no habia Liceo. Empezaban, en cambio, las
tertulias: á la de Escosura concurrían, entre otros. Bretón de los Herreros,
Ventura de la Vega y Rodríguez Rubí; á la del marqués de Molios, Hartzen-
busch, D. Modesto Lafuente y Navarro Vilioslada... Los literatos jóvenes
solían reunirse en casa de D. Gregorio Cruzada Villaroil y en el café de la
Esmeralda (calle de la Montera).
Los sucesos europeos resonantes en España se redujeron á la continua-
ción de la guerra de Crimea. Sebastopol resistió á los aliados hasta el 8 de
Septiembre; se calculan en 300.000 vidas las que costó á la especie hu-
mana esta gran operación de guerra. El Zar Nicolás habla muerto (2 Mar-
zo); su sucesor Alejandro II se apresuró á negociar la paz, acordándose la
(iSCí). que lo tuvo extraordinario (magnífico y mejorado
Laya), LaiKei de honor, que fué muy cnlicado por ser una
criuca del duelo; 'Un drama naeoe (i Mayo iSGj), la xais celebnuJa df sus producciones — á
Dosotios, pareciéndonos admirable, nos gusta tnás Locura di anor — No S»y malhue por biim
tiovíMga (arreglo) y L01 hombres de iieit que fué silbadí por su Icnd tn da á presentar como ma-
las personas á muchos de los quo pasan en el mundo por hombrea dp bien. La modestia de Ta-
mayo y su horror i las ovaciones teatrales hizo que diera muchas de sus obras con seudánimos;
El otro. Fulano de lal-^ Joaquín Esteiattít. Académico de la Española desde i8;g. secreta-
rio de ella desde l8?4, director de la Biblioteca Nacional desde iSSj. viviú Tamayo hasta el x>
(1) Nació en Arévalo (11 Mano 1825). Murió (29 Abril 1881).
(2) Can^ionís dt Enrique Heine (Museo Univertal, Mayo l8s7)-
(31 Nació en Sevilla (i; Enero 1836).
(4) Nació en Guadix ¡lO Mano 183Í). Con D. Torcuato Tárraeo escribía un periódico
que se publicaba en C&díz, y á esta ciudad se fué en Enero de 1853; á las pocas semanas vino
á Madrid, y tuvo que regresar á Guadix por haber caído soldado. Redimido por su familia, se
trasladó á Granada, donde fundó un periódico revolucionario, y formó parte de la Cuerda gra-
nadina. Volvió otra vez en este año k Madrid, dirigiendo E/ Látigo, diario avanzadísimo en
ideas y sumamente procaz en su lenguaje. Por esto tuvo un duelo con el poeta García de Que-
vedo, en el que no pereció gracias á la generosidad de éste.
(() No 5P dio á conocer hasta tWu con las Carlas Irascendenlaleí, publicadas en La Amr-
(fil Nació en Lérida (14 Diciembre 1832). En 1846 e;
nada, donde también formó parte de ¡a Cuerda. I'or este
figurar como literato.
(7) Nació en ValladoUd (4 Aposto 1834). Alos quince años compuso un drama. A los die-
cinueve entró sin recomendación de nadie en El Observador de Madrid.
(8) Muestra de aquellas composiciones de su juventud es La desgracia y la venlnra, in-
duítla en los Gritas del comible.
,,CoogIc
HISTORIA DE ESPAÑA 7j9
reunión en París de lui Congreso europeo para et arreglo de la cuestión de
Oriente.
Año i8$6. — De Febrero á Abril estuvo reunido en París el Congreso
internacional, á que asistieron representantes de Francia, Inglaterra, Rusia,
Austria, Prusia, Turquía y Cerdeña. Sus actos principales fueron: i.° El arre-
glo de la cuestión de Oriente, i." La abolición del corso marítimo, á que Es-
paña no quiso adherirse por considerar ese medio de hacer la guerra como
un medio indispensable para la defensa de las naciones débiles atacadas por
otras poderosas, y 3.° £1 planteamiento de la cuestión de Italia: lo hizo Ca-
vour, de acuerdo con Napoleón III, denunciando como un peligro inminente
para la paz europea la ocupación de una parte de los Estados Pontificios por
los austríacos y de otra con Roma por los franceses, así como el régimen ab-
solutista imperante en las Dos Sicilias. Los representantes de Austria pro-
testaron contra el inopinado planteamiento de una cuestión para la que no
se había reunido el Congreso, y éste no tomó ningún acuerdo; pero nadie
dudó ya de que to estaba Napoleón con Víctor Manuel, y de que Inglaterra
secundaba el plan común.
En España, O'Donnell con los prc^resistas y moderados que le se-
guían y formaban la unión liberal, aunque todavía no estuviese oñcialmeo-
te constituido el partido, trabajaba por contener y deshacer la revolución con
el mismo empeño que en 1854 por hacerla. A principios de año se reorganizó
el Ministerio, entrando Escosura en Gobernación y D. Francisco Santa Cruz
en Hacienda. Propuso éste el restablecimiento del impuesto de consumos, á lo
que se opusieron los progresistas puros y loa demócratas; el i.° de Julio sus-
pendiéronse las sesiones de Cortes, y D. Estanislao Figueras amenazó á
O'Donnell con un alzamiento á lo Catilina si cometía la insensatez de aten-
tar contra la libertad. £1 13 de Julio expuso O'Donnell, en Consejo de mi-
nistros, la necesidad de reprimir enérgicamente los crecientes desórdenes que
eran el pan nuestro de cada dia. Escosura declaró al oirle que era incompa-
tible con él, y presentó la dimisión, O'Donnell hizo lo mismo; pero la Reina
admitió la primera y no la segunda. Espartero, que hasta entonces había creí-
do contar con la absoluta confianza de S. M., se levantó, y, cogiendo por un
brazo á Escosura, dijo: Espere usted, qit4 nos vamos Junios. Et dia 14 se consti-
tuyó el gabinete, presidido por O'Donnell, en que entraron Río Rosas, Pas-
tor Díaz y Cantero; los progresistas puros apelaron á las armas, contando con
la milicia nacional; pero ta guarnición de Madrid, dirigida por Serrano, per-
maneció fiel al Gobierno. Los diputados demócratas y progresistas se reunie-
ronen el Congreso, y votaron una proposición de censura al nuevo ministe-
rio, presentada por Madoz, Calvo Asensio, Salmerón y Sagasta. Resultó rarí-
sima la conducta de Espartero, pues ni desaprobó el movimiento revolucio-
nario, ni se puso á su frente, explicándola él luego por su temor de que el
triunfo de la revolución hubiera traído la caída del trono, cosa que repugna-
ba á so sentimiento monárquico. Lo cierto es que no hizo nada, y termina-
dos los sucesos se volvió á Logroño, de donde no salió ya más. El combate
en las caUes de Madrid fué rudo, distinguiéndose D. Sixto Cámara y D. Ma-
nuel Becerra acaudillando á los milicianos; murió Pucheta, cayó una bomba
en el salón del Congreso, donde seguían juntos los diputados de la izquier-
da, etc.
El Gabinete O'Donnell duró hasta 1 z de Octubre: disolvió y reorganizó los
Ayuntamientos y Diputaciones provinciales; disolvió la milicia nacional; re-
primió la Prensa; disolvió las Cortes constituyentes; restableció la constitu-
ción de 1845, añadiéndole, por su propia autoridad, un Acta adicional (15
Septiembre] con algunas reformas liberales: atribución al Jurado de la caliñca-
,,GoogIc
740
ción de los delitos de imprenta, restricción á la Corona en el nombramiento
de senadores, obligación de tener reunidas las Cortes cuatro meses cada año,
etcétera. Suspendió la venta de bienes eclesiásticos, lo que originó crisis par-
cial, pues Cantero dimitió reemplazáadolc D. Pedro Salaverria, empleado de
Hacienda, muy reputado, mas sin antecedentes políticos; y levantó el secues-
tro de los bienes de la reina Cristina. Todo esto era deshacer la obra revolu-
cionaria, á que debía O'Donnell su encumbramiento: lógico era que para com-
pletar ó representar esta restauración viniesen los moderados, y asi lo declara-
ba y pedía la prensa conservadora. D. Leopoldo comprendió que la Reina asf
lo etfimaba y presentó su dimisión. Narváez constituyó su nuevo Ministerio,
dando al marqués de Pidal la cartera de Estado, i Seijas Lozano la de Gra-
cia y Justicia, á García Barzanallana la de Hacienda, á D. Claudio Moyana la
de Fomento, al general Urbistondo la de Guerra, á Lcrsundi la de Marina y i
D. Cándido Nocedal la de Gobernación.
Metnorable ea este año en la historia de la Pintura española por haberse
inaugurado en é) la serie de las Exposiciotas mtcümaies de Bellas Artes: antes
las habla, pero de la Academia de San Fernando, en cuyo patio se celebraban,
y circunscritas á las obras que la Academia juzgaba dignas de tal Honor. No
venían cuadros de provincias, pues para ellos estaban las Academias de cada
una, que también, y á imitación de la de San Fernando, convocaban y presi-
dian sus respectivos concursos. Daremos aquí una ligerísima idea de tos prin-
cipales artistas que se dieron á conocer en esta serie de Exposiciones nacio-
nales durante el reinado de Isabel II: D. Antonio Gisbert, natural de Alcoy,
pensionado en Roma por su cuadro La Resurrección de Lázaro {1853), pre-
sentó en la Exposición de 1S38 La muerte del principe Don Carlos; en la
de 1866, Los Comuneros; en la de 1864, el Desembarco de los puritanos en la
América del Norte; y en la de 1866, la Entrevista de Francisco F con D.' Leonor
en Illescas. D, José Casado del Alisal (nació en Villada), también pensionado
del 55, y también revelado al público en la Exposición del 58 con su Muerte
del conde de SaidaHa, exhibió en la de 1862 los Últimos momentos de Fernan-
do el Emplazado y el enrámenlo de las Cortes de Cddiz en 1810; en la de 1864,
La SendiciÓn de Bailen; en la de 1866, £'/ Gran Capitán auíe el cadáver del du-
gue de Nttnours. El barcelonés D. Francisco Sanz y Cabot, inferior á los ante-
riores, se hizo notar, sin embargo, con el Fin dd carnaval en Paris (Exposi-
ción del 58, Libertad ¿ independencia (1860) y Episodio de la batalla de Tra/al-
gar (1862). D. Víctor Manzano, madrileño que murió cuando alcanzaba la
plenitud de sus facultades, brilló en la Exposición de 1858 con los Últi-
mos momentos de Cervantes, y Sancho Panza ji la Duquesa; en la de 1862, con
la Familia de Antonio Pires en la prisión; en ia de 1865, con Don Quijote lejien-
do libros de Caballerías fi). D. Vicente Palmaroli (z) presentó en 1862 Pió ¡X
rezando á San Ildefonso por el principe de Asturias, y en 18S6, La Capilla
Sixtina en una función solemne. D. Alejo de Vera, natural de Viñue las (na-
ció 14 Julio 1824), ya ventajosamente conocido en los concursos de 1856
y 58, triunfó por completo en el del 1862 con su bellísimo Entierro de San
Lorenzo, y en el de 1866, con Un coro de monjas, y Santa Cecilia y San Vale-
(1) Muriií (11 Octubre l8f>5) á los treinta y cuatrc
de abrirse la Ex|iosirirtn Nacionai ile iWifi. organizaron
juntaron más ác ríenlo; está impreso el catálo);o.
(2) Nació en Zarzalejo, junto al Kscorial I5 Septiembre 18 54). Era hijo de D. Cayetano
Palmaroli, pintor y liló);!rafo italiano de los que trajo Madtazo para lito^nar tos cuadros del
Musco df'l rVado, y que residió en Madrid desde t)í;r) hasta el 4 de Diriembrc 1853, que falle-
ció. Del padre de Palmaroli se conservan C0|Mas y retratos muy estimables, como uño de cuer-
po entero del rey D. Francisco.
,,CoogIc
HISTORIA DE ESPAÑA 74 1
rioHo. D. Joaquín Domfn|¡uez Becquer (i) concurrió á la Exposición Nacional
de 1S56; pero hizo luego su carrera artística en Sevilla, su patria, vendíenclo
á los buenos y ricos aficionados ingleses muchos y lindos cuadros andaluces.
D. Manuel Domínguez y Sánchez coucurríó á la Exposición de l86o con su
D." María Packtco; con retratos, á las de 1862 y 64, y con Margaríta ante el
espejo, á la de 1866. D. Dióscoro de la Puebla (2) expuso en 1860 y 62, y al-
canzó en 1864 un triunfo muy discutido con su Desembarco de Colón en Amé-
rica. D. Alejandro Ferrant, sobrino y discípulo de su tfo D. Luis (3), después
de triunfar en Cádiz, en 1862, con un cuadro que se ha hecho popularisimo.
Caída de MurÜlo pintando en la iglesia de Capuchinos, concurrió á los certá-
menes nacionales de 1864 y 66.
Mas sobre todos estos artistas, y otros que el deseo de la brevedad hace
omitir, descuella D. Eduardo Rosales, al que nadie con justicia podría negar el
principado de la pintura española en el siglo xix, ya que Goya, aunque al-
canzó esta centuria, pertenece más bien á la precedente. Nació Rosales en
Madrid el 4 de Noviembre de 1836; en 1855 fué á Roma sin otro apoyo que
el de su entusiasmo; pasó allí trabajos sin cuento (4), hasta que en 1859 le
concedió una pensión el Ministerio de Fomento. Como en España todo suele
ser algo anómalo, esta pensión, la de más justicia que se haya otoi^do en
nuestra época era, oficialmente, una pensión de gracia. Á la Exposición de
1862 mandó Rosales su precioso cuadro de género Nena, y á la de 18Ó4, el
TestanuMío de Isabel la Católica. El único nombre que puede colocarse próxi-
mo al de Rosales es el de Mariano Fortuny, el insigne hijo de Reus, nacido
el 1 1 de Junio de 1838, que en 1857 ganó la plaza de pensionado en Roma
por la Diputación Provincial de Barcelona; vino á Madrid por primera vez en
1866, para enamorarse de la encantadora Cecilia Madrazo, hija de D. Fede-
rico, con quien se casó un año después.
Año i8¡y. — Duró el ministerio Narváez hasta el 15 de Octubre. El 25 de
Marzo fueron las elecciones generales, y se reuniéronlas Cortes el I." de
Mayo, durando la legislatura hasta el 16 de Julio. En el orden político este
Gabinete signiftcó la reacción contra la revolución del 54; el Concordato fué
restablecido en su pristino vigor, derogándose cuanto se habla hecho contra
sus prescripciones; igualmente fué derogada el acta adicional; lo mismo et
reglamento de Palacio, las reformas en la administración provincial y muni-
cipal y la organización del Consejo real; restableciéronse los Consumos y la
legislación de imprenta de 1845, interpretada en sentido restrictivo por una
circular de Nocedal, hasta que fué aprobado por las Cortes el proyecto de
ley, obra del último, distinguiéndose en su impugnación parlamentaria Cam-
poamor y López de Ayala; reformóse la constitución del Senado (ley 17 Ju-
il! FLstL- n. Joaquín qup pn la Expnsicióii Universal <!<■ Paris (Ir- iKjj prcsenti'i 1.a ¿■fría
áíSfAUa t ¡aterior de ¡a Catedrai dt Sa'iila. fué uno (te los íundailoiVs iÍpI IJreo Artisllro
sevillanoy profesor <!<■ la Escuela de Bellai* Aries, hasta su fallerimíenio '-O Julio lR7<i). Creemos,
aunque sin |)oder comprobarlo en este momento, que era hermano del padre <1e Gustavo y
■" ' ' lO Becquer. D. Josí Dom!i^:upz Becquer. tambiín pintor, fallecido en í6 Enero \*^\.
' " jirfrAiHííi'iifíff, cuadro muy elogiado. ''-'--*- - " "- i-i _ . .
:posíción de Sevilla (185MI por su ruad
is Exposiciones Nacionales. En 1SÍ2 ai
drid (j_i beptiemlire ií<;o).
(2l Natural de Jplel(!ar de Femamertal (Burgosl
I i) Que fui un buen pintor v profesor excelente do San Femando, nacido en Ilarcelo-
na ¡iSÓG) y fallcrido en Madrid (iK'Ju''" "*'*l' Su hermano I). Luis, pjisajista, fué prcifeMit de
pintura del rey D. Francisco.
(4) Dejrt Rosales un libro de apuntes 6 memorias con varios ¡lensamientos: uro ilc ellus
es que -con entusiasmo todo se pasa bien en la vida, por gandes i|ue sean l.i miseria y penali-
dades, y sin entusiasmo de nada aprovechan las riquezas m el bienestar.
,, Google
EtpallolM llostm coateaportBcot.
D,g,t7cdb/COOgIC
HISTOKIA DE ESPA&\ 743'
lio), creando senadores por derecho propio {hijos del Rey, arzobispos, pre-
sidentes de los Tribunales Supremos, capitanes generales y Grandes de
España con renta de 200.000 reales en inmuebles). Quebrantó politicamente
al Gobierno la discusión en ambas Cámaras sobre los sucesos de 1854, de
que resultó, por propia confesión de Narváez, su concurrencia á los trabajos
de conspiración militar contra el Gabinete del conde de San Luis. (Qaé auto-
ridad podía conservar un Ministerio que alardeaba de tan conservador con un
presidente convicto y confeso de haber preparado no hacía aún cuatro años
una rebelión contra la regia prerrogativa? Golpe más rudo no lo sufrió nunca
el partido moderado: debilitáronse el entusiasmo monárquico y la unión de
la mayoría, inclinándose á la izquierda tos amigos de Narváez por defenderlo,
y siendo los otros tildados, no ya de reaccionarios, sino de clericales, ó, como
se inventó entonces, de neo-eaíiilicos, palabra con que se quiso signiñcar que
no eran católicos á la usanza tradicional y corriente, sino políticos 6 defen-
sores de los intereses terrenos de la Iglesia.
En el orden administrativo se distinguió el Gobierno por su celo y
acierto, que reconocen escritores tan desafectos á los moderados como Pirala,
Garrido y Valera. D. Claudio Moyano presentó á las Cortes un proyecto de
bases para la ley de Instrucción pública, y una vez aprobado (i; Julio), lo
fué la ley (9 Septiembre). Por esta ley, aún vigente aunque mod i fí cadísima,
se organizó el profesorado de primera enseñanza, y ha merecido Moyano
que en 1900 se le erija una estatua, obra de Querol, delante del Ministerio
de Fomento. Fundó también Moyano la Real Academia de Ciencias Morales
y Políticas (Real Decreto de 30 Septiembre); hizo celebrar una brillantísima
Exposición agrícola, y en unión con Nocedal dio gran impulso á los trabajos
oficiales de Estadística. En lo que no tuvo fortuna el Gobierno fué en la
contratación de un empréstito con la Casa Mires, que resultó ruinoso; bien es
cierto que el estado del crédito nacional después de las turbulencias del
bienio no consentía otra cosa. Cuestiones de orden público hubo dos: antes
de la reunión de Cortes intentaron progresistas y demócratas promover al-
garadas en Madrid, y fueron enérgicamente reprimidos, no con fusilamientos
y procesos, sino haciendo leva de gente levantisca y maleante y llevándola
á Leganés para depurar allí su modo de vivir é intenciones (i). En el verano
levantáronse partidas republicanas, ó más bien dicho socialistas, en Andalu-
(1) A rslas condiicdtmos sr las ñamó /ai cntrdaí a ¿e^n ir, di- que hablaron y escribie-
ron mucho lo<i advrsaríos dd Ciotnrmo. y quf <'rnsura duramente Garda Kuiz en sus Iñl-
(Expliíadón de la lámina anterior.)
Espaflolc* llnstres contemporáneos. — 118. Al^uidra Pida! y Mon, Dir«cior de la Academia
Española, político ovítFnSF, publicisu, pensador y orador Insigne (IB40- iqi3).~II9, anmerlinda dC Azci-
rale, pensador y polllico, catedrático de la Universidad Central, Consejero de Estado, uno de los prohom-
bindcl partido republicano. Nació en 1S4D — 120. Antonio Mafloi Degrain, noUble pintor valenciano,
i quien en 1Q12 se concedió la Medalla de honor en la Exposición de Bellas Artes de Madrid. Niciú en IMO,
- 121. Raimando Fernández Vlllmverde, eminente hacendista y político. Pertenecía al partido conser-
vador, y hi« Académico de la EspaBola (IS4I - 1905). — 122. Felipe Pedrell, insigne maesiro compositor,
citalin, autor de la IrlIoRla Los Pirineos, y notable invntigador critico de nuestro palrimonio musical.
Nació en 1M1. -123. Rafael Calvo, aplaudidfsima actor dramitico; émulo, rival y compaAcro de Vico
(l$42 - 1BB8). — 124. Fr«ncfMO Domingo y Marqués, nolablc pintor cuyas obras mis celebradas, aparte
dr los mnchos y arllslicos retratos, son quizás sus cuadros Santa Clara y Loi Titiriteros. Nació en 184J.
-129. FruMlMO Sflvela y La VleUenie, célebre político, admirable orador, escritor eleganllsimo y
hombre de gran Ulento. madrileño. Fué últinumente jefe del partida liberal conservador (1S43-l90n.
-121. Adelina Pattl, celebérrima tiple ligera, la mejor de su época. Nació en IS43 en Madrid.
,, Google
744 HISTORIA DE ESFAÑA
cia, siendo su principal caudillo Sixto Cámara; y habiendo entrado algunas
en el Arahal y otros pueblos, abandonáronse al saqueo y cometieron los más
horribles excesos. Alannóse la opinión pública, y pidió castigos severos; pero
es incuestionable que se excedió el Gobierno en la represión, pues llegaron á
ciento los fusilados, pareciendo esto demasiado á la misma opinión que había
pedido fusilamientos, y entonces se levantó un clamor de protesta compasi-
va que salvó la vida de otros treinta ó cuarenta coodenados. Con motivo de
estos sucesos hubo nuevas cuerdas d Z^ganés.
La caída del Ministerio vino por hechos de que no es posible formarse
idea clara, pues las incompletas y confusas relaciones de que podríamos ser-
virnos están envueltas en hablillas y murmuraciones de la peor especie y de
cuya autenticidad nadie responde. Murmurábase mucho de Palacio. Se decía
que allí goiaba de gran privanza un joven apellidado Puig Moltó. Se dijo que
en la misma antecámara regia se habían batido en duelo el ex-ministro Ur-
biztondo y el hijo del marqués de Alcañices, resultando muerto el primero.
Parece seguro que el carácter de Narváez, violento y despótico, se hizo en
esta ocasión insoportable á la Reina, la cual, no para cambiar de política, sino
de personas, ofreció la Presidencia del Consejo á Bravo Murillo, y no habién-
dola aceptado, la confirió al general D. Francisco Armero, quien formó su ga-
binete con Martínez de la Rosa, Mon, Bermúdez de Castro y Salaverría, El 28
de Noviembre dio á luz la Reina al principe, que fué. andando el tiempo, Al-
fonso XII.
Habiendo fallecido (11 Febrero) el arzobispo de Toledo, que tenia el
cargo de confesor de la Reina, se llamó para sustituirle en esta función al
arzobispo de Santiago de Cuba D. Antonio María Claret (i). £1 i." de Octu-
bre de este año le tocó leer el discurso de apertura en la Universidad Central
á D. Julián Sanz del Rio: versó sobre la inñuencia moral del estudio de la Filo-
sofía (2), é hizo mucho ruido. Como prueba del valimento oficial que ya te-
nían los kraussistas, baste apuntar que, habiendo publicado al aRo siguiente
en La Razón Católica, de Granada, un artículo contra el discurso de Sanz del
Río, el profesor D. Juan Manuel Ortí y Lara, fué severamente reprendido por
el Consejo Universitario.
Año i8¡8. — El Gabinete Armero no duró más que dos meses y vein-
nueve días. El 10 de Enero abriéronse las Cortes, y el 1 1 fué derrotado el
Gobierno en la elección de presidente, no alcanzando su candidato (Mayans)
más que 1 18 votos contra 126 que tuvo Bravo Murillo, presentado por las
oposiciones. Isturiz fué encargado de formar nuevo Gabinete, y lo hizo, bajo
la inspiración de Bravo Murillo, genuinamente moderado; pero tan profunda-
mente dividido estaba el partido en grupos y gnipitos, tantos como perso-
najes, echándoselas unos de más liberales que los Otros, para colorear de a1-
01 He familia ilr obrerus, narii'i en Srllcnt, cerca de Vich (jj Diciembre 1807). Tejedor
de oficio, era llamado el santo por sus coni|>añems de fábrica. A los veintidós años em|iczó S
estudiarla carrera eclesiistica. ordenándose en iSjj. En lí<ji9 se dedicó á dar misiones iior los
pueblos de Calaliiña. Fundó una lijja ccmtra la blasfemia, la IMrería Rrligiesa (1807) para edi-
tar y vender á infinio (iri'cio obras de propacranda reliposa. y la Conerefoción del Inmatulado
Corasen de Maña <lK4<)l. Kn Sanliacn de Cuba, sieniln arzobis[>o, siguió misionando: fundri
la Cpnnrrfpiriím dr fítmianoi Cafiaciinia, y al salir de predicar (l.° Febrero 1856) fuécrave-
mente hendo por un asefiino. Kra un varón apostólico austerisimo: predicaba con sumo fervor,
atrayendo v arrebatando i la muchedumbre. En Madrid no quiso vivir en Palacio, sino en el
Co1e(rio de^ltmserrat. y sus sennones atraían (¡ranües multitudes. Hombre de propa^janda po-
pulnr. no era lileraio ni'lc-nia exqui.siio gu.sto en csie Orden, dando asiiiero con algunas de su^
caídas en este terreno á los refrarlarios de la austeridad í intransigencia religiosa que eran,
naturalmente, sus enemigos personales, para ponerle en ridiculo,
(jl Antes lie i^sle iliscurso sólo haliia pnhlicado Saní del Rio la tradncción ó arreglo del
Com¡:;,áh df Ifhioria I 'mvfrsal. de Welier <lR5í).
,,, Google
HISTORIA DB BSPAÍtA 745
gún modo la indisciplina, que no era posible fundar una situación sólida. Con
du^ismos dentro del Gabinete y vaivenes continuos tiró Izturíz hasta el I4 de
Mayo, en que confirió la cartera de Gobernación á Posada Herrera, amigo de
O'DonncU, el cual planteó la cuestión de disolver las Cortes para traer otr&s
con que se pudiera gobernar. E^lo hizo surgir la crisis (30 JunioJ (1), y enton-
ces la Reina llamó á O'Donnell, constituyéndose la situación de Unión libe-
que fué la más larga del reinado de Isabel II, en esta forma: Presidencia y
Guerra, O'Donnell; Gobernación, Posada Herrera; Estado, Calderón Collan-
tes; Gracia y Justicia, Fernández Negrete; Hacienda, Salaverrfa; Fomento, el
marqués de Corvera; Marina, D. José M. Quesada.
Era O'Donneli á la sazón de cuarenta y nueve años cumplidos, y bada
veintidós que ceñía la faja de general: el tercer entorchado se lo habiao dado,
ó, mejor dicho, se lo había tomado él, como premio de haber faltado á sus de-
beres militares en 1854. La elevada estatura, el color blanco, los ojos azules y
los cabellos rubios denunciaban su ascendencia irlandesa, la que también se
acusaba en rasgos salientes de su carácter; v. gr., en la flemática serenidad
que ostentó siempre, y que le daba incontrastable superioridad en el trato
de B*ntes tan impresionables y que tan poco sabemos disimular las impre-
siones como solemos ser ios españoles. D. Leopoldo hablaba poco, y eso poco
lenta y perezosamente, como quien no dice sino cosas muy meditadas; se
refa menos, aunque sonreía con frecuencia, y era hombre muy cortés y gra-
vemente afable; nunca se le vio abandonarse á la cólera, ni descomponerse,
ni hacer frases, ni mortificar inútilmente á nadie. Para muchos de sus par-
ciales y para el crecido número de aquellos á quienes convence plenamen-
te la fortuna pasó por tener un entendimiento superior y ser un caudillo mili-
tar de mérito. En este orden no fué realmente sino un soldado valeroso y un
jefe de los del montón, sin que haya dejado ningtin ejemplo digno de servir
de enseñanza: el levantamiento del sitio de Lucena, á que debió su condado,
no puede compararse, ni de lejos, con las campañas de Oran, aun habiendo
sido éstas desgraciadas, y la preparación de la guerra de África, á que debió
principalmente su fama, no fué sino una serie de equivocaciones y desacier-
tos. Como político, lo digno de encomiarse de su carrera es la serenidad con
que durante el bienio aguantó y sorteó los ataques de tos progresistas en las
Cortes y fuera de ellas. Por lo demás, si se sublevó en 1854 fué por mero in-
terés profesional ó de clase y por ambición personal, sin ninguna mira polí-
tica; y si triunfó, después de Vicálvaro, tuvo para ello que sacrificar sus con-
vicciones, y aun ni esto nació de él, sino que le fué sugerido por otros. Cuén-
tase que, hablando unos de O'Donnell delante de Cánovas, dijeron: • D. Leo-
poldo fué verdaderamente un ldolo>, á lo que Cánovas repuso: <Sf, un fdolo,
yo lo sé bien, porque hablé muchas veces dentro de él • . En todos los actos de
O'Donnell se descubre siempre al. . . que hablaba dentro; lo que puso conti-
nuamente de substantivo y propio es el apego al Poder, habiendo dicho mu-
chas veces el mismo Cánovas que no había conocido á ningóo otro prohombre
que sintiera en la medida que D. Leopoldo el apetito del mando por el mando:
mientras que era presidente del Consejo, para él iba todo bien, y en cuanto
le quitaban la Presidencia, es que le habían hecho abominables traiciones y
se it>a á hundir el mundo. Aparte de esta debilidad, que á la vez era fuerza
política porque sin ella no se hubiera sostenido tanto tiempo en el Poder,
O'Donnell fué hombre sencillo, morigeradísimo en sus costumbres, del que
nunca se contaron aventuras ni amorfos; enamoradísimo de su mujer, doña
(it Durante i-l nimLstorin Istiirii mauBiirSrons,. I,is limM^ fTioviai i;is ili- Maitriil S Vat.'ti-
cia y Alicanto (24 Mayo) y ti Canal del Ldoya (junio;.
,, Google
EtpaBolci llnatrc* coatcai|ior*acM,
D,g,t7cdb/GOOgIC
HISTORIA DB ESPARa 747
Manuela ó doña Manolita, qu« dedan los íntimos, & ta que, por las noches,
cansado de toda una jornada polftica y parlamentaría, leía el folletín de ¿n Co-
rrespondeneia, y hasta dominado y algo puesto en rídtculo por ella, pues le
consentía mayor influjo en ios asuntos públicos que el que un marido discre-
to debe conceder á su esposa, cuando no es ésta de la rarísima madera de
Isabel la Católica.
Fué O'Donnell la gran figura representativa y atrayente de la Unión li-
beral; pero la substancia ó el alma de este celebérrimo grupo hay que seña-
larla en el que fué su primer ministro de la Gobernación D. José Posada He-
rrera. Sin Posada Herrera no hubiera existido la Unión liberal. Era Posada
asturiano, abogado, de mucho entendimiento, de cultura no muy extensa ni
variada, pero sólida y bien ordenada en su Facultad, catedrático de Dere-
cho que había sido, de donde le sacaron á título de eminencia para ser se-
cretario del Consejo Real. Decía él de sí mismo; Me UamaM escéptico porqHt
no creo en ellos, y realmente no creía mucho en los hombres, ni en las teorías
aparatosas con que suelen decorar ó disimular su ambición personal. Carecía
de imaginación, predominando en él ese buen sentido popular de que Cer-
vantes revistió á Sancho Panza, y que es más frecuente, por cierto, en los
asturianos que en los manchegos. Más no ha de deducirse de aquí que no
comprendiera él las cosas generales, ni que careciese de sentido político en
su más amplio concepto, ni de patriotismo. Posada Herrera, como Bravo Mu-
ríllo, quiso sacar á España de la miserable abyección á que la habían reduci-
do las luchas de los partidos; pero no juzgó conveniente atacar el mal de
frente, como el autor de la Reforma constitucional, sino valerse de la misma
podredumbre reinante para construir un edificio político mejor que el exis-
tente: acabar con los dos partidos progresista y moderado, fundirlos en uno
sólo sencillamente liberal, atraerse á todos los hombres que valían algo para
que colaborasen en el Gobierno; no mermar atribuciones á las Cortes, pero
crear artificialmente Cortes que sirviesen á los Gobiernos en vez de destruir-
los, ó, como él decfa: <Los Ministerios no deben se parlamentarios, sino los
parlamentos ministeriales»; distraer al pueblo de la enerradora y funesta po-
lítica interior ó menuda con las empresas exteriores, reintegrar á España
como Potencia efectiva en el orden internacional: tal fué su plan, que tenía,
como todos los planes, su aspecto malo, y que sólo pudo realizar en parte.*
{Expiración ái la lámina anlrriof.)
CtpaAolcs lluttreí conté nportneo*. - 127. Alejandro Fcrrant, notiblc pintor, entre tuyos
cnidroi mi* conocidos y elogiadoi dncnelUn: Entierro dt San Sebattidn y Ciínerot fundando H
HotpUaidela Caridad dt II¡e$eas. Nadó m IS41. en Midrld. — US. Julián Onrarre. celebttrimo tenor
lonalét, nnetlo en U plenitud de sus fiCDltidn(lS44-iaM).— 129. EuMblo BIIKO, noUble petlodiita
y mtor dtamilico ingonn, de chispeante ingenio. Deilemdo i Patfs por su siünilicicién polKlca, peima-
necM en dichi capital dnpuís de la imnisUa, escribiendo principalmente delicióos crónicas [estivas pn-
bUcadas en 1i Prensa española (1S41 - IW3). — 130. Joaquín Costa, insiine pensador iraíonh, publi-
riita notable. Son justamente elogiadas por los grandes crlUcos europeos sus obras: DerichO Contat-
Indinarlo del Alta Aragón y Mitología y llteralaro eelto-hltpdnka (IW4-I911). - 131, Cvlcnio
Sclléa, dramaturfo aplaudida y brillante cuentista. Académico. Su obra más famosa es El nada gar^
diano. Nacid en IS44. — 132. Ricardo VcUzquei Boato, Ilustre arquitecto y oriental Isla de renombre
europeo. Miembro de la Academia de San Femando j Presidente de la seeddn de Arquitectura; director y
profesor de la Cscnela de Arqnlteclnra: Presidente bonocario de los Congresos internacionales de arqultec-
loi|y de la secdón española del Internacional de Bellas Arles (184t). — 133. Moaen Jacinto Verdagncr,
fnspiradfilmo poeta épico catalán, autor de La atldntlda y Caaigó. Era sacerdote |1345- 19041.-134. Pa-
bla Sanante, eminente violinista navarro, lamoso en el mundo enteco como ejecutante prodigioso
(1845-1908). — 139. Joté Moreno CartMnerO, Ilustre pintor malagneflo, que obtuvo primeras medallas
con los lientos El principe de Vlana y La canverlltn del duque de Ooadia, y ha ganada lama univer-
sal con sus cuadros inspirados en el Quilate. Naciá en IM5.
DigiUrrlb/GOOglC
J4^ HISTORIA DE ESPASA
Las Cortes fueron dísueltas el 1 1 de Septiembre, y convocadas las aue-
vas para el i .° de Diciembre. El 21 de Noviembre dirigió Posada Herrera una
circular á los gobernadores prescribiéndoles que, sin apartarse de la estricta
legalidad, procuraran el triunfo de los candidatos ministeriales. Asi lo hicie-
ron, viniendo unas Cortes con numerosísima mayoría unionista: los modera-
dos llegaron á treinta, y actuaba de jefe González Bravo; los progresistas
eran unos veinte, siendo su leader Olózaga. Á titulo de católico independíen-
te vino, elegido por Valencia, donde tenia gran fama de abogado, D. Anto-
nio Aparisi Guijarro. Hablase iniciado la desbandada en los dos partidos his-
tóricos, aceptando la Unión, entre otros muchos de menor cuantía, tos pro-
hombres moderados Martínez de la Rosa, Mon é Istúríz, y los progresistas
Infante, D. Modesto Lafuente, D. Cirilo Alvarez, Cortina, Zavala, Prin, Santa
Cruz, Lujan, etc. A los que se pasaban á la Unión, especialmente de los pro-
gresistas, se les puso el mote de reselladlos. Bravo Murillo se retiró de la vida
política. Entre los ko resellados la perturbación no pudo ser mayor: los pro-
gresistas celebraron una reunión en el teatro de Novedades (26 Sepiembre),
y de allí salieron, unos, dispuestos á oponerse resueltamente á O'Donnell,
otros, á resellarse desde luego, como Luzuríaga, y otros, decididos al resello,
pero á más largo plazo, como Escosura. Entre los moderados, £J Estado, dia-
rio dirigido por Campoamor, preconizaba la oposición templada y respetuosa
con la monarquía; £1 fíbrieoMíe, inspirado por González Bravo, atacaba furio-
samente á la situación, y La Espaüa, de D. Pedro Egaña, representaba la
tendencia más conservadora del partido, aunque sin querer confundirse con
los neo-católicos que representaban La Regeneración, de Canga Alhelíes, y
La Constancia, de Nocedal.
En este año, y por virtud de un acuerdo con el Gobierno francés del
año anterior, 1,500 soldados de nuestro ejército de Filipinas, concurrieron
con los franceses á la expedición de Cochinchina; la guerra con alternativas
diversas duró hasta 1862, y el nervio de ellas fueron nuestros soldados taga-
los que. acaudillados por jefes y oRciales españoles, hicieron proezas, distin-
guiéndose notablemente como caudillo inteligente y organizador colonial don
Carlos Palanca, que estuvo allí dos veces, quedando memoria de sus hechos
en el ejército francés, lo que ha valido recientemente á tan benemérito mili-
tar %na actualidad de gloria póstutna que no debemos dejar pasar con la faci-
lidad con que pasan todas las actualidades en nuestros días (i).
Año iSsg. — Cuatro hechos importantes hay que registrar en este aflo:
I." Para justificar de algún modo el alzamiento de 1854, base de la fortuna
de O'Donnell, por el aspecto de la moralidad administrativa, se habló y es-
cribió mucho contra los Gobiernos de aquel tiempo que hablan faltado en
este punto, según los conspiradores de entonces, y se tonnuló concretamen-
mente acusación por el Congreso (la sostuvo EIduayen), acordándose por 16S
votos contra 66, y se planteó el juicio en el Senado contra Esteban Collantes,
(1) Pul>lir<S /-y LihrraUya Julio loiO iina rriinica de Porís, áe fiómez Carrillo, ronlandc
4|ii<' el (¡cnoral l.yaiilrv halila ilcrlaradn que su mrtixln de cnlnnizacidn lo había apronülün de
un iiñHal <)ue úryyfi á las órdmr» del coronel [',. uno de los |>rímerox ronquisladorrs del Ton-
kin. .A los llocos días ognircciñ m v\ mismo jioríAdico unn carta di'l maniuéij <lr Dos Fucnic-
ri'Vi'laniln que i'l coronel P. era 1). Carlos Palanra. verdadero cmiquiíladi'rpara Francia del Tí<h-
khi. Con este motivo casi lod<i» lo>i pcrirtilicos lian exumado i'l rcruerdo de D. Carlos Palanca,
n.ici'l') en \'aleni-ia \t\ Mano l^I^ll. á iliiiet) sH padre nui-so ili'dicar al romerric). mandándole
á Franria, donife aprendió la lenpia francesa perfectamente, y que en iíl.;9 in)jresA rn el ejér-
cito romo subli'niente de Infanteria. Además de sus servicios en el Tonkin, hiio la pierra de
Santo T'lnmin^ y la primera de Ciilia; en iJlTiH, siendo mariscal de camiio. íup comandante ge-
neral lie Cartaiicnn. v alli escriliii^ i-l lil>n< Kxpediáóu á iWAhichina, que se lia hecho raríüímo.
Murió en Madrlil (lO' Junio Itt70l.
,,, Google
749
que, siendo ministro de Fomento, habla autorizado el pago, de 130.000 car-
gas de piedra para el canal del Manzanares, las cuales, conforme al expedien-
te instniido, no llegaron á emplearse en las obras. Calderón Collantes y Cá-
novas del Castillo acusaron en el Senado al ex-ministro, como comisarios del
Congreso, y lo defendieron Cortina y Acebedo: la alta Cámara declaró cul-
pable á Esteban Collantes, por mayoría de muy pocos votos de los delitos de
estafa, fraude y falsificado o; pero como la ley exigía dos terceras partes de
votos de mayoría para condenar, resultó absuelto el procesado. Siguióse cau-
sa contra D. José M. de Mora, que era director de obras públicas cuando
ocurrió el hecho; pero Mora se habla refugiado en Londres, y desde alK es-
cribió y publicó en su defensa papeles que aumentaron el escándalo. Tam-
bién se persiguió á D. Manuel López Santaella, que habla Sido comisario ge-
neral de Cruzada, dándose la coincidencia de que formulara el Gobierno la
acusación tres dias después de haber votado Santaella en contra suya; el Se-
nado se inhibió de este juicio, fundándose en que la fundón de comisario de
Cruzada depende del Papa. Nada se sacó en limpio de esta campaña de mo-
ralidad administrativa, á no 3er la convicción general de que O'Donnell sen-
tía remordimientos de su conducta en 1854, y á todo trance querfa hacer
creer que, no como revolucionario, sino como Catón la habla seguido, y, por
contera, aumentar el descrédito de los políticos, incluso los de la Unión, de
los que habla de murmurarse más todavía que de los polacos. Las salpicadu-
ras de la maledicencia fueron máa arriba.
2° La insurrección republicana durante el verano. El infatigable Sixto
Cámara intentó sublevar á Olivenza; pero, descubierto, tuvo que huir y mu-
rió asfixiado en la fuga por los abrasados campos extremeños: su secretario
Moreno Ruiz y otro individuo fueron presos, y fusilados en Badajoz.
3.° El Convenio adidonal al Concordato (25 Agosto), publicado como
ley del Reino en 4 de Abril de 1860. Fué un triunfo para la Unión liberal;
porque la Santa Sede, no sólo dio por válidas las ventas de bienes eclesiásti-
cos verificadas en virtud de la ley de 1855, sino que se allanó á que se ena-
jenasen todos los restantes, mediante la entrega de su importe en papel del
Estado intransferible. Se reconoció, en cambio, á la Iglesia el derecho de ad-
quirir y poseer en lo futuro toda clase de bienes.
Y 4.° La guerra de África. La especial organización, ó, mejor dicho,
desorganizadón del Imperio de Marruecos y su situación geográfica deter-
minaban: aquélla, consistente en la efectiva independencia de las tribus ó
cabilas, un estado permanente de guerra entre las tribus fronterizas de nues-
tras plazas del litoral (Ceuta, Melilla, Alhucemas, Chafarinas y Vélez) y sus
guamidones respectivas; ésta, el interés nacional de que ninguna nación
(Francia é Inglaterra) se establecieran allí, dominando y cerrando nuestra
frontera meridional, interés español contrarrestado por el de las dos Poten-
cias citadas, opuesto á que Marruecos fuese nuestro, para que no constituye-
se una amenaza á Gibraltar, al paso del Estrecho y á la seguridad de Argelia.
De aquf dos consecuencias: una, que tuviéramos que resignarnos, y auA con-
siderar un bien, ya que Marruecos no podía ser para nosotros, que continua-
ra independiente, pues si dejaba de serlo se convertiría en francés ó en in-
glés, cosa peor; y la otra, que tuviéramos que resignarnos también á conllevar
una situación tan ingrata como la de la constante hostilidad de los cabile-
ños contra nuestras plazas, y aun contra la navegación de cabotaje por el Es-
trecho, lo que á cada paso produda inddentes enojosísimos. La multiplica-
dón de éstos hizo ya pensar á Narváez en la convenienda de una expedición
militar; pero, por mediación de Inglaterra, se ajustó el tratado de Larache
(16 Mayo 1845), que no sirvió de nada, pues en 30 Didembre 1851 lela el
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Historia Grífica db lk Civilizacíúm KspaSolk LAkima CVIII
HISTORIA DEL TRAJE. - Trojel militare* «•paBolM del alio 1859
De Ugulerda d dtrtcha: caplUn d« coticcros, hüur, caribiacro, cazador y lancer
El 'lEtlBM-, •nbaiarJao cspaBoI tovestado «o ISM pof D. Narctao Moatarlol.
D,g,t7cdb/COOgIC
HlSTOtltA DE ESPAflA 751
marqués de Miraflores uaa Memoria at Consejo de Ministros sosteniendo la
necesidad de recurrir á las armas para imponer el respeto á nuestro pabellón,
pareciendo entonces también que los buenos oñcios de Inglaterra bastaron
para el arreglo de las cuestiones pendientes; pero con el mismo resultado que
antes, ya que en 1854 el conde de San Luis tenía ya preparados un pequeño
ejército y escuadrilla para operar en Marruecos. Apenas constituido el Go-
biemo de Unión liberal hiciéronse enérgicas reclamaciones al Sultán, que
dieron por resultado el «Convenio de ampliación de los términos junsdiccio*
nales de Melilla y de adopción de medidas» para la seguridad de las posesio-
nes españolas en África (24 Agosto 1859), por el cual una Comisión mixta
hispano- marroquí debía fijar bien los límites de Melilla, y establecióse de-
lante de esta plaza un campo neutral, comprometiéndose el Sultán á poner
tropas suyas en los limites para contener á los rifeños.
Ya firmado este convenio, los cabileños de Anghera, irritados al ver que
se hablan comenzado á construir alguas obras de fortificación fuera del re-
cinto de Ceuta, las atacaron y destruyeron, escarnedendo, según se dijo, el
escudo de España labrado en la piedra fronteriza. A esto se le dio en España
mucha importancia; porque el propósito del Gobierno era ir á la guerra y
hacerla con aparato. No se trataba, como en tiempo de Narváez y ^n Luis,
de enviar una expedición con el objetivo limitado á lo indispensable para re-
primir á los moros; tampoco de acometer una empresa trascendental enca-
minada á cambiar el statM quo marroqKÍ¡ ya en las relaciones de España coa
aquel Imperio imponiéndole conquista ó protectorado, ya en las con los otros
Estados de Occidente, interesados en la suerte del Mogreb: lo que querían
los directores de la Unión liberal era una guerra exterior que impresionase
la im^inación de los españoles, apartándolos de las intestinas discordias
que los consumían estérilmente, abriera nuevos y más dilatados horizontes,
y demostrase á Europa que vallamos para mover ejércitos y dar batallas.
No cabe negar á esto ser algo de buena y elevada política, ni tampoco que se
acertó á manejar los resortes para que produjeran todo el resultado apeteci-
do. En efecto; al sólo anuncio de que íbamos á guerrear con los marro-
quíes, se despertó en España de súbito un entusiasmo sólo comparable
al que hubo en 1793, al estallarla lacha con la República francesa, ó en i8ott
para defender la independencia nacional. La generación de 1859 que sólo
habla presenciado feroces contiendas civiles y monótonos pronunciamien-
tos, estremecióse de belicoso patriotismo; una ráfaga de ardiente amor á
la patria pasó por todas las cabezas. Por un momento no hubo isabelínos
ni carlistas, moderados, unionistas, progresistas ni demócratas, sino sólo es-
pañoles.
Por desgracia, no correspondió, á este acierto la manera de preparar ni
de dirigir la guerra. Aparte de no haber entrado en su concepción nada so-
bre su ñn último, y de no poderse determinar, por lo mismo, cuáles debían
ser sus límites, nos cogió con soldados enteramente bisónos, sin material, sin
la indispensable preparación técnica en el generalato y en la oficialidad, sin
conocimiento del terreno marroquí, sin relaciones previas con los habitantes
para establecer el espionaje, careciendo del cual tos más poderosos ejércitos
son como gigantes ciegos. El embajador inglés (Buchanan) exigió (27 Sep-
tiembre) una declaración escrita del Gobierno español respecto de que si era
ocupado Tánger, no se prolongarla la ocupación sino corto tiempo; porque
Inglaterra ¡¡considera dicha ocupación contraría á la seguridad de Gibraltarü
Se dieron á los ingleses todas las seguridades pedidas (7 Octubre), y enton-
ces el Gobierno de Londres, aceptándolas, añadió (15 Octubre) que -desea-
>ba en extremo no se realizase ningún cambio en el dominio de la costa
,,CoogIc
752 HISTORIA DE ESPAÍÍA
■del Estrecho». Napoleón III, por lo contrarío, nos ayudó eficazmente á pro-
veernos del imprescindible materíal de guerra.
La guerra fué declarada el 22 de Octubre, comenzándose por el bloqueo
de Tánger, Tetuán y Laracbe; la escuadra se componía de catorce unidades
mayores; el ejército se concentró en Málaga, Algedras y Cádiz, ascendiendo
á unos 40.000 hombres distribuidos en cuatro divisiones (i.*, 2.', 3.' y Reser-
va), á que se dio titulo de Cuerpos para que las mandasen tenientes genera-
les (Echf^Ue, Zavala, Ros de Olano y Prín); además, una de Caballeria, de que
fué general D. Félix Alcalá Galiano (i). D. Leopoldo O'DonnelI se reservó el
generalato en jefe. Resuelto marchar sobre Tetuán, pareció lo mejor á
O'DonnelI desembarcar en la desembocadura del rio Martiu. La marína infor-
mó que carecía de elementos para dominar las fortificaciones que allí tenían
los moros, y, efectivamente, cuando después se presentó la escuadra delante
de aquella costa, se vio que los fortines no podian oponer ninguna resisten-
cia; pero, por lo pronto, el informe hizo adoptar el plan de ir á Tetuán desde
Ceuta por ta orilla del mar. £1 18 de Noviembre pasó el primer Cuerpo de
Algeciras á Ceuta, y todo estaba tan bien dispuesto que, no habiéndose po-
dido llevar provisiones por mar, se padeció escasez los días 20 y z 1 . Este mis-
mo dia sacó Echagüe su tropa de Ceuta, ocupando el Serrallo y otras posi-
ciones en el campo moro, y comenzando allí á construir dos fuertes. Atacaron
en seguida los moros con feroz empuje: el 23, á pesar de la metralla, subie-
ron hasta la contraescarpa del foso; el 24 nos causaron 400 bajas; el 30, es-
tando ya en el campamento D. Leopoldo y el segundo Cuerpo, fué tan rudo
el combate, que sólo el batallón de Arapiles, de 23 oficiales, perdió 19.
Aunque todos estos choques fueron celebrados en toda España como gran-
des victorias, y en casi todas las poblaciones repicaban las campanas cele-
brando el triunfo, los moros, lejos de amilanarse, arremetían cada vez con
más coraje, y los dias 15, 20, 22, 25 y 29 de Diciembre hubo combates tan
empeñados como sangrientos. En todos ellos seguíamos la misma táctica:
avanzar llevándose por delante á los marroquíes hasta que se hacía alto por
juzgar ya bien castigados á tos enemigos, se daba la orden de retirada, y
entonces tos adversarios se venían detrás de nosotros, causándonos más bajas
que en el avance.
Este año de 1859 fué de grandes acontecimientos europeos. Del 10 de
Mayo al 8 de Julio se desarrolló la guerra entre franceses y sardos por una
parte y los austríacos por la otra: batalla de Magenta (8 Junio); de Solferino
(24 Junio); armisticio de Villafranca (11 Julio). En Octubre y Noviembre se
celebró el Congreso de Zurich.
Ano ¡860. — El 1." de Enero emprendió el ejército de África su movi-
miento de avance por el camino de Tetuán, y, llevado de su fc^osidad, ade-
lantóse Prin más de lo conveniente por el valle de los Castillejos, compro-
metiendo su división de reserva. Sufrieron numerosas bajas los dos escua-
drones de caballería que iban de vanguardia, atraídos por el enemigo
á una emboscada, y más todavía los batallones de Artillería de á pie, á
quienes se hizo combatir en guerrilla: su coronel Barroeta se suicidó, des-
concertado por el desastre; gracias á Zavala que acudió á tiempo se salvó la
reserva. Todo esto, sin embargo, se vio en España por el aspecto bueno que
siempre tienen las cosas, aun las más desgraciadas, ó sea en este caso por el
del valor que acreditaron Prin y sus soldados y laa hazañas de algunos, vcr-
(1) Marqués de San Juan de Piedras .-\lbas. Nació <-n Madrid (u Octubre- 1804). Siendo
capitán (ii<_í4) tomó paitido fa el ejírcito carlista, y era coronel en 1839, empleo que le fuí
reconocido. Brigadier en 1S44. Muríú de teniente general (zo Julio 1S63).
,,CoogIc
HISTORIA DE ESPARA ?53
bigracia, del mismo Prin que dio una bTillantlsima carga á ta cabeza de los
mismos escuadrones que acababan de sufrir la emboscada, y del cabo Pedro
Mur, que en esta carga ct^ó á los moros una bandera. La batalla de los Cas-
tillejos pasó por una insigne victoria, siéndolo en el sentido de que, gracias
al valor desplegado, no resultó un tremendo desastre,
Proseguido á los dos dfas el avance, dominamos el paso de Monte Ne-
grón, y en cuanto perdimos de vista á Ceuta, nos cortó el enemigo las comu-
nicaciones, teniendo que ser aprovisionado el ejército por mar. Como hubo
temporal, se pasaron cuatro días sin raciones {campamento del hambre). Siem-
pre peleando y reforzados por la división Rios, llegamos al valle de Tetuán.
Delante de esta ciudad tenia su campamento el ejército marroquí, mandado
por el principe MuIey-cl-Abbas que por su carácter moral, valor é inteli-
gencia militar era digno de los mejores tiempos del Islán. Hermano del sul-
tán Muley-Abd-Errajman, y habiendo fallecido éste (29 Agosto de este año),
MuIey-el-Abbas fué proclamado emperador; pero él, dando una prueba de
lealtad que para muchos de nuestros generales de entonces debía haber sido
un reproche, se puso al lado de su sobrino SiedMohammed Ben-Abd-Erraj-
roan, y fué el más firme sostén de su trono; acaudillando el ejército, ó mejor
dicho que ejército, la turba de soldados y cabileños armados de espindargas,
valerosísimos, sin duda, pero sin instrucción ni disciplina, supo defender pal-
mo á palmo el terreno de su patria, y no nos cedió un sólo kilómetro sin tr&
ó cuatro sangrientos combates. El 4 de Febrero embistió nuestro ejército el
campamento de Tetuán, y fué gloriosa batalla en que se venció gallarda-
mente la obstinada resistencia de los moros, apoyada por los obstáculos del
terreno. Prin rayó á incomparable altura de valor temerario. El 5 fué ocupada
la ciudad, retirándose los marroqufes á Vad-Ras, delante del desñiadero del
Fondak, por donde va el camino de Tetuán á Tánger. Mu)ey-el-Abbas pidió la
paz; pero no se avino á la cesión de Tetuán que le fué pedida. El 1 1 de Marzo
hubo un combate en Samsa, sufriendo muchas pérdidas el regimiento de ca-
ballería de Albuera, atraído á una emboscada. El 23, puesto ya el ejército en
marcha sobre Tánger, se riñó la batalla de Vad- Ras, que fué terrible por el
crecido oúinero de moros que se presentaron y la bárbara constancia con que
combatieron; por ñn se los obligó á retirarse á las alturas del Fondak. Alli
pensaba O'Donnell atacarlos; mas pidieron la paz. El 25 quedaron firmados
¡os preliminares, y el 26 de Abril, el tratado en Tetuán. Amplióse por éste el
campo español de Ceuta, se ratificó el tratado de 24 de Agosto de 1859 res-
pecto de Mehlla y los presidios mencres, se concedió á España el terreno
necesario en la costa del Occéano junto á Santa Cruz la Pequeña para esta-
blecer una pesquería, el derecho de tener en Fez una Casa de Misioneros, y la
indemnización de guerra de veinte millones de duros.
No decayó ni por un momento el entusiasmo nacional suscitado por la
guerra de África, y que sostenían los periódicos con sus crónicas de la cam-
paña, los poetas con sus versos, los literatos con narraciones en prosa y pro-
ducciones teatrales. Ascenderla á muchos gruesos volúmenes la colección de
lo que se escribió, en verso y prosa, sobre la guerra de África, todo en el
tono más encomiástico y abultando las proporciones de los sucesos. D. Leo-
polde se grabó en la imaginación popular como un caudillo de condiciones
excepcionales, ó, según la frase corriente, «el general á quien cabían más
hombres en la cabeza*; Prin como el prototipo de la bravura, un paladín
medioeval sin miedo á las armas de fuego, que al mismo D. Quijote no deja-
ban de intimidar un poco. Se contaban de Prin las proezas más estupendas é
inverosímiles, y no sólo se contaban, sino que se ofrecían al público en toda
suerte de dibujos y grabados, donde la figura del héroe, atropellando á la
Salcedo, tilSTORIA DE ESPARA (■"" i-,í-i,-sffi
Digitrccl b>' Vjl.>(.)y IL
HlSTOBI* GRÍFICA DK la ClVIUZACtÚH ESPAÜOLA
HISTORIA DELTRME, ■ UnltomM MlUtu-u «paaolM del alio ISM.
D,g,t7cdb/GOOgIC
HISTORIA DE ESPAÍÍA 755
morisma, parecía un Santiago ea la batalla de Clavíjo, con uniforme de te-
niente general, pero sin faltarle el legendario caballo blanco. Aquella explo-
sión de sentimiento y fantasía produjo algunas obras artísticas que aprecia-
mos boy harto más que su causa histórica. La Diputación provincial de Bar-
celona tuvo el feliz acuerdo de mandar á la campaña pensionado á Mariano
Fortuny, y allí se revelaron al joven pintor las maravillas de la luz y de los
colores, que, independientemente del asunto pintado, son la fuerza de este
arte: entre el Fortuny que pintaba en 185; Á Ramón Berengiter elevando la en-
sena de Barcelona en la torre del castillo de Foix, y el Fortuny formado en los
campamentos de África media un abismo; el que separa la imitación de la
originalidad. Fruto de esta transformación son, no sólo el cuadro Los voImm-
tarios catalanes en Vad- Raí y el boceto de la Batalla de Tetudn, que no llegó
á desarrollar, sino casi todo lo que pintó después: £f herrador árabe. Los ára-
bes dando de comer d la serpiente. Los moros dt Tánger con la gacela. En el bazar
de tapices, etc. Pedro Antonio de Alarcón, ya conocido al estallar la guerra
no sólo por periodista revolucionario y temerón, sino como autor de El Final
de Norma (1) y de algunos de los cuentos, crónicas y revistas que años ade-
lante formaron, los ramilletes titulados Cosas gne fueron. Novelas cortas. Cuen-
tos amatorios é Historias inverosímiles, no fué admitido entre los escritores
agregados al Estado Mayor; y él sentó plaza marchando á campaña como sol-
dado raso. Sus crónicas diarias gustaron extraordinariamente, hasta el punto
de que, coleccionadas luego y publicadas por la casa editorial de Gaspar y
Roig bajo el titulo de Diario denn testigo déla guerra (¿í ^/rtco, constituyeron
el mayor éxito de librería que se recuerda en España: de la primera edición
colocáronse 50.000 ejemplares, y valieron á loa editores una ganancia liquida
de 30,000 duros {2).
El mismo entusiasmo nacional despertado por la guerra contribuyó po-
derosamente á que pareciese prematura y poco fructífera la paz. Una guerra
grande y unapaa chica: tal fué ta frase que se puso de moda. Las gentes se
hablan figurado, sin duda, que Íbamos á conquistar todo Marruecos.
Entre los preliminares de ta paz (25 Marzo) y la firma del tratado de Te-
tuán (26 Abril) ocurrió un suceso extraordinario. Por orden del capitán ge-
neral de Baleares D. Jaime Ortega, embarcó el dia i.° de Abril en Palma y
MahÓD la mayor parte de la guarnición del Archipiélago baleárico; cinco va-
pores, dos buques de vela preparados en los citados puertos y otro buque
venido de Cette á Palma, formaron como una escuadrilla que hizo rumbo á la
Península y fondeó en San Carlos de la Rápita: allí tomaron tierra las fuerzas
y varios personajes que hablan hecho el viaje en el buque procedente de
Cette, y en columna de campaña emprendieron la marcha hacia Amposta.
La inmensa mayoría de los expedicionarios ignoraba el objeto de la expedi-
ción; pero el aspecto de todo aquello los hizo barruntar que se trataba de un
pronunciamiento, y empezaron las murmuraciones entre oficiales y soldados.
Como en aquellos días la opinión del ejército y del pueblo era contraria á los
preliminares de paz, pareciendo á todos que debía pasarse el Fondak inme-
(1) Publicada tn lUít; pscrila, sejiún su aulor. ruando tenía diei v spis años.
(i) El ÍIb/V de Ma,ÍÍUi a Xápol» lo hÍ70 Marrón merced á un esplíndido reí;ak. en me-
tálico i|ue le hicieron los cditiireí,
(Explicaeiín di la lámina CIX.
mSTORIA DEL TRAJE. - Unirormci mlltUrCí cipRflOltB det mflo IBW. — I. Ing:niera.^
2. Tmlenlü coronel dt Infantcrf a ügcn ín Irije de mirchi. — 3. Artillero. — 4. Coronel de inlinterf» en
lialedenla. -5. Canlineía. - 6. Comandintc en traje de diarto. — 7. Soldado de los tercios viscangados.
nigiUrrlb/GOOglC
75^ HISTORIA DE ESPAÍlA
diatamente y arremeter con Tánger, inclinábanse muchos á creer que algo
para impedir lo que se conceptuaba malogro de ina guerra tan gloriosa era lo
que pretendía el general Ortega y no desagradaba la especie; más traslucióse
pronto que el objeto era destronar á la Reina y proclamar á Carlos VI, y aáo,
que los misteriosos personajes eran nada menos que el propio Montemolin y
sus acompañantes. Divulgarse la noticia y desbaratarse espontáneamente la
columna, fué todo uno. Ortega quiso huir, sin conseguirlo: escapáronse Monte-
molin, su hermano D. Fernando y el general carlista Ello; pero todos cayeron
á los pocos días en manos de las autoridades. Ortega fué fusilado (l8 Abril)
en Tortosa, demostrando en el terrible trance mucho valor y resignación cris-
tiana. Se indultó á D. Carlos y á D. Fernando, pero haciendo suscribir al pri-
mero una renuncia solemne de sus derechos al trono y expulsándolos del Rei-
no. Casi simultáneamente hubo intentonas carlistas en Vizcaya y en Falencia,
reprimidas con algunos fusilamientos.
De este suceso de San Carlos de la Rápita se ha escrito mucho, pero
confusa y contradictoriamente. Lo que parece cierto es que durante el bie-
nio, D. francisco de Asís, asustado por el desbordamiento de la revolución,
inició unas negociaciones con su primo D. Carlos para llegar á la reconcilia-
ción dinástica como base de la unión de todos los católicos y monárquicos
verdaderos, único medio eficaz á juicio del Rey consorte para oponer ua dique
al torrente revolucionario; entraron en el plan algunos moderados, bastantes
dinásticos de Isabel 11 de los que sólo querían ser llamados católicos isabeli-
nos, y los carlistas de acción; mas en 1856 aquellos elementos, ya más tranqui-
los con el nuevo giro de las cosas, echáronse atrás, y quedaron solos tos car-
listas. Estaba ya organizada, sin embargo, la conspiración, y siguió desenvol-
viéndose; en 1858 se adhirió á ella Ortega, que era un general joven, muy
partidario de Isabel II y del sistema constitucional en sus comienzos, pero
que, según decía, habla cambiado de ideas por ciertas cosas que le babia
contado la infanta Luisa Carióla. Excitadas luego las imaginaciones con la
guerra de África, D. Carlos y Ortega creyeron propicia la ocasión de dar el
golpe, figurándose que toda España estaba deseosa de un rey capaz de po-
nerse al frente del ejército y llevarlo tríunfalmente hasta el Atlas; ilusiones de
emigrados y de un general ambicioso y sin seso, á quien habia sonreído siem-
pre la fortuna, y que todos pagaron; Ortega, con la vida; los Príncipes, con el
ridículo, y el partido carlista con la nota de antipatriota que le pusieron sus
adversarios, y que no dejó de hacer su efecto en muchos de sus mismos adep-
tos, los cuales se apresuraron á protestar contra el intento de encender la
guerra civil estando la nación comprometida en una guerra extranjera. Se
negó á protestar en este sentido La Esperanza, único periódico declarada-
mente carlista que á la sazón se publicaba, fundado y dirigido desde 1845
por D. Pedro La Hoz, quien á las invitaciones de toda la prensa, incluso la
neo-católica, para que se adhiriese á las protestas, contestó con un artículo
titulado asi: ¡No mos da la gana!
Las Cortes estuvieron reunidas este año desde primeros al 27 de Ene-
ro, de i,° de Mayo al 5 de Julio, y desde 8 de Noviembre hasta la Navidad.
En esta última legislatura fué discutida la cuestión de Italia. Los sucesos en
esta Península se hablan precipitado vertiginosamente. A pesar de lo estipula-
do en Viüafranca y Zurich, Cavour, según unos de acuerdo con Napoleón 111,
según otros imponiéndose al Emperador á fuerza de audacia, consiguió realizar
revolucionariamente sus propósitos. El 2 de Abril los diputados de Toscana
y Emilia se reunieron con los sardos en Turin para formar el ParlametUo na-
cional. El 1 3 de Mayo desembarcó Garibaldi en Marsala (Sicilia) con una par-
tida de rail voluntarios organizados en Genova (los mil de Marsala); el 6 de
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HISTORIA DE ESPAÑA 757
Junio tomó á Palermo; el 26 de Julio á Mcssina; el 5 de Acostó proclamó
el Estatuto de Carlos Alberto y ta soberanía de Víctor Manuel; el 19
pasó at reino de Náp<>les, en cuya capital entró el 7 de Septiembre. Con el
pretexto de cubrir á Roma contra tos ataques de los garibaldinos, un ejército
sardo invadió tos Estados Pontificios, ocupó las Mascas y la Umbría, batió al
ejército del Papa en Castelfidardo (18 Septiembre), tomó i Ancona (29 Sep-
tiembre), y pasando á Ñapóles, donde el rey Francisco II habla concentrado
su ejército Hel en tas riberas det Volturno, derrotó á éste en Capua (i y 2
Noviembre), obligándole á encerrarse en Gaeta, que sostuvo el sitio hasta el
13 de Febrero de 1861. El Papa excomulgó (encíclica de 26 Marzo) á los cul-
pables de la rebelión, invasión, usurpación y demás atentados cometidos en los
Estados de la Iglesia.
En España resonaron estos acontecimientos, aunque sólo por su aspecto
de amenaza y atentado al Poder temporal del Papa. Excitado vivamente el
sentimiento católico, se habló y escribió muchísimo á favor de la soberanía
civil del Jefe de la Iglesia como medio de asegurar su independencia en el
gobierno espiritual. Son innumerables los libros, folletos, artículos, discursos
y sermones publicados sosteniendo esta tesis en este año y los siguientes.
Aparisi Guijarro se distinguió extraordinariamente sosteniéndola en el Con-
greso; su oratoria no era grandilocuente como la de Donoso, pero mucho me-
nos artificia] y aparatosa, sencilla y sentimental, como corresponde ala in-
fluencia de Chateaubriand, que es la predominante en el insigne abogado
valenciano. Demócratas y progresistas llevaban la contraria á carlistas, neo-
católicos y moderados en ta cuestión de Italia, é hicieron de Garibaidí un
personaje popular español por el estilo de Riego y Espartero, cantándose el
himno de Garibaidí con letra española. El Gobierno inclinábase más al punto
de vista pontificio que al italianismo; inició gestiones diplomáticas para garan-
tizar internacionalmente la soberanía temporal del Papa, tropezando con Na-
poleón ni, cuyas intenciones no le eran conocidas.
Deseando algunos personajes moderados poner término á la lucha entre
los periódicos E¡ Horizonte y El Estado y liberalizar algún tanto ásu partido,
con virtiendo lo en conservador á la inglesa, fundaron El ContetMpordtuo, cuyo
programa escribió D. Alejandro Llórente (1) del cual fué director D. José Luis
Alvareda y redactores de los fondos doctrinales D. Antonio María Fabié (2),
déla parte amena Rodríguez Correa (3), Valera (4) y Gustavo Adolfo Bec-
(1) Víansp los ilaliis liii)fjriifi(-ns de osir rílelirc jiorsonají" en e\ disnirso de rcroprWn en
rn la Academia do la HLiKiría, <\e\ conde di- la Vinaza.
(2) Xació rn Sevilla 0<l Junio iH.li), Su padre, inleliiicnte y arredila. iiaimo farma.íulirr.
r.sUbtecidci en el liarrío lie Triana, le hizo i'.stuJiar su carrera, y Faliié, después do nirsarla
bríllamemenle, dijo á su padre (|uo sus inrlinoriones lo atraían á la Jurisprudencia, y $i{¡uió
esta Facultad. Dejrt el seguro y Wllante porvenir económico c|ue reproientalraparaíllalioHca
palema. y se vino i Madriü á escribir en 1^ Caiiíemforáne^. Cultivó, no sólo la doncia política,
y la de la admínisuación en todos sus ramos, ^no la Filosolia, habiendo traducido al castellano,
con intn)ducrión y notas orinales. La LógUa. de Hegel, cuyas doctrinas jn-ocuró coordinar con
el d<^ma católico. De Fabié como filósoíb tratan Menínde'/ Pelayo (Hdtmdoxúí) y el P. Cc-
fcrino Cronzilez (I/htoría dt la Fili>st>/ia).
(j) Ulerato un poro ó un mucho bohemio y pereic)so, de ijuien se dice qiie valia harto
máshablandoquccscnbiendo. Ha Uejadn una novela. A'<'j<Mi'/Vm>f, que alanos alaban mucho,
y es más conocido por el Prólogo t|uo escritnó pan tas obras de Becquer.
U) Xaríó en Cabra, el hennoso pueblo de Pff-ila ■yiména (i«íi)l. Kstudió leyes en Gra-
nada. Dedicado desde muy ¡oven i. la carrera diploindlica. bius Carias fami/iareí, ahora inibli-
cadas, revelan que siempre tuvo y dominó el estilo casticiximo, y dentro d<' lo castizo, ortipna-
lisimo y sencillíwmo, que no fué admirado del público hasta el íiltimo periodo de su vida. Tam-
bién el ñlosorismo edertiro A, quizás mejor dicho, escéptico y burlón y la dtiTfrgiiriiza dásita
que, siendo muy joveti. le haría contar á sus padres en alili|¡ranadas cartas sus amoríos, sin ex-
excluir los mis pecamino.tcis. Zeila. el Ínleli{;ente critirii do Im kf>t<ca, ha dicho con raión qiir
estas cartas de S'aler^ son de lns/]ne. sejiVm Campoamor, se debieron perder.
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Historia Gráfica de la Civilizaciúm Española
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M
OlvarM* tipoi de caBMiM.
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HISTORIA DE ESPAÑA 759
quer. (t) No quedaron, pues, más periódicos moderados que El Contemporá-
neo, anunciando una evolución del partido en sentido liberal, y La Espaüa,
fiel á la tradición de 1848.
Año 1861. — Los principales sucesos de .este año sou: 1.°, anexión de
Santo Domingo. La República dominicana ha seguido un proceso de inde-
pendencia distinto del de los demás Estados hispano-americaoos. Constituye
esta República la parte española de la Isla de Haití 6 Santo Domingo, que
por el tratado de Basilea fué cedida á Francia, dueña desde el siglo xvii de
la otra parte. Muy á mal llevaron los españoles de Santo Domingo el verse
traspasados á otra nación como si hubieran sido un rebaño de ovejas; pero
llegó al colmo su desesperación cuando, por la rebelión de los esclavos, diri-
gidos por Toussaint Louverture, la odiada y temida dominación francesa se
convirtió en dominación de los negros sobre los blancos, de los antiguos es-
clavos sobre los antiguos amos. Los españoles, á que se unieron colonos fran-
ceses arrojados de su región por los esclavos, emprendieron una lucha heroica
contra los negros dominadores, y en Julio de 1809, después de haber vencido
á los haitianos en el combate de Palo Hincado y de recuperar su capital, pro-
clamaron espontáneamente la soberanía española, satisfaciendo los anhelos
de su alma, y con la esperanza de que España habla de protegerlos contra
las negradas de Haití. ¡Esperanza vana! España, ocupada en defender su pro-
pio territorio y en someter á sus rebeladas colonias del continente americano,
no estaba en condiciones de amparar á sus hijos, abandonados por ella, y que
en su desamparo volvían á ella sus ojos. A pesar de todo, los dominicanos
mantuvieron la unión con España hasta el i.° de Diciembre de 1821: ese dCa
José Núñez de Cáceres hizo arriar nuestra bandera y tremolar la colombiana.
En el fondo, do fué aquella revolución sino la esperanza en el apoyo de la
República fundada por Bolívar, y que parecía entonces formidable Potencia,
para resistir á los negros haitianos; pero si España nada pudo hacer por sus
hijos, menos aún los colombianos por sus hermanos. Hubo que someterse, y
Haití fué señora de Santo Domingo durante veintidós años.
En 1844 recabaron de nuevo los dominicanos su independencia. La gue-
rra se prolongó hasta Diciembre de 1855, y su héroe fué Pedro Santana, ven-
cedor de los negros en Mata de Farfán, Santotomé, Paso de las Carreras y Sá-
bana Lai^. En el transcurso de tan porfiada contienda Santana volvió varías
veces la mirada á la metrópoli antigua, á la España vieja, como él decfa, y de
que era amante fervoroso, en demanda de ayuda. Siendo capitán general
de Cuba D.Leopoldo O 'Donnell, ios comisionados de Santana le propusieron
forinalmente la anexión, y si no accedió á ella nuestro general, si proveyó de
(l) En Ei Ct»iltmpvráiifi> jniblicó las Carlas desde mi cítda y otros muchos artículos fn
prosa. Conviene hacer nolar ([ue la éjioca en ijue esrríbiú en este (lerióclico. fué para el poeta
la de sus mayores estreeheces: hubo días, ó mejor dicho noches, gue tas pasaba en la redarcii^n
sentado 6 tirado en un sofá por no tener casa donde recof^rse. Este espectáculo quedó cialudo
en la imaginación de los demás redactores, y por eso Correa pinta con tan negros colores la
miseria de Gustavo en el pr6lot;o de sus Obras; pero ruando murió el autor de las iSmas, su
situación económica hacia tiempo que había cambiado mucho, gncias á su trabajo (¡rande y
pcrspverante empleado en publicaciones c|up. si no acrecientan la gloria literaria, dan honrado
sustento. Becquer, al morir, vivía en la modesta v decorosa medianía común en Esjiaña á los
i|ue sólo viven de su pluma y no son autores teatrales aplaudidos. \'éase .tobre este punto á
julio Xombela (Aretaorias, tomo III), donde se contiene lo ri)¡u rosamente exacto que se ha es-
crito de la vida de Becquer.
{Ejcfticaíiín de la lámina CX.)
DIvtnoB UpoideeaBon» — LCiflúnde! sigloxvr.^I. Falconcles.-
moroien li ilcizaba de Tcluán; a. Culebrina portuguesa. — fe. Moriero. - c. Mot
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76o HISTORIA DE BSPARA
armas y municiones á los patriotas dominicanos. Ya constituida la República,
vio con honda pena el Libertador que su patria no era sido un pennancnte
campo de batalla y explotación para tos ambiciosos y políticos profesionales:
los pronunciamientos se sucedían sin paréntesis, la guerra civil era el estado
normal. De nuevo pensó en unir á Santo Domingo con España, como único
medio de dar á la primera paz interior y seguridad contra los siempre temi-
bles vecinos negros. La Unión liberal no desoyó estos ruegos, y el l8 de
Marzo de i8(ji fué tremolada en la Torre del Homenaje la bandera española,
y Santana, al que se hizo teniente general de nuestro ejército y marqués de
Las Carreras, era capitán general de Santo Domingo,
Esta reintegración que los dominicanos acogieron con entusiasmo, y que
fué considerada en España como un suceso fausto de orden internacional,
acabó muy mal á la postre, y hoy los dominicanos reniegan de la memoria de
Santana, llamándole el gran traidor, y en España es juzgada como un acto
quijotesco de la Unión liberal. No hay razón ni aqui ni allá para estos juicios.
Si la anexión terminó tan mal, no fué por el acto en sí mismo, bueno y hon-
roso para dominicanos y españoles, sino por la manera de concebir y planear
la reincorporación nuestros gobernantes y el grupo dominicano de Santana;
se quiso hacer de Santo Domingo una capitanía general como las de Cuba y
Puerto Rico, y esto no era posible en un país donde la larga dominación hai-
tiana habla degradado las costumbres y las guerras de independencia y civiles
desarrollado en muchos individuos todos los malos instintos de la rebelión
y del pillaje. España se debió limitar á ejercer un protectorado que asegurase
á Santo Domingo la paz exterior é interior, arreglar la Hacienda para dar un
sueldo á los cabecillas que se titulaban generales, y tenerlos aquietados y pací-
ficos, y dejar á los dominicanos que se gobernasen por si mismos mientras do
se levantasen en armas: en suma, un régimen autonómico muy amplio; pero
nuestros gobernantes de 1861 no eran capaces ni de concebir ese régimen.
1.° Insurrección de Laja. — Con carácter republicano ó socialista levan-
táronse más de 8.000 campesinos, acaudillados por un albéitar apellidado
Pérez Álamo. Cometieron los excesos que son de rigor en estos casos; ven-
cióseles fácilmente y fueron fusilados seis y mandados á presidio unos cua-
trocientos. Pérez Álamo logró escapar, viniéndose á Madrid, y estando aco-
sado por la policía, tuvo la para él felicísima ocurrencia de entrar en el Mi-
nisterio de la Gobernación — ya no era ministro Posada Herrera, sino el mar-
qués de la Vega de Arraijo — y solicitar una audiencia del Ministro para
poner en su conocimiento dónde se ocultaba Pérez Álamo, Ya en presencia
de S. E. le dijo: «Me han asegurado que usted es un caballero incapaz de per-
• der á un hombre que buscan con afán para fusilarlo: por eso vengo á pre-
•sentarme á usted, pues yo soy Pérez Álamo». No recurrió en vano á la ca-
ballerosidad del Marqués, el cual le facilitó la fuga al extranjero.
3.° Muerte de Monitmoliny su mujer. — Después de la poco airosa aven-
tura de San Carlns de la Rápita, el conde MontemoJln se dirigió á Trieste,
y allí murió, al mismo tiempo que su esposa D.' María Carolina de Ñápeles,
e! 1} de Enero, dando la coincidencia de haber fallecido también (2 Diciem-
bre del año anterior) D. Fernando, el que con él estuvo en Tortosa. Habla
motivo sobrado para que las gentes hablasen de envenenamiento, á pesar de
las categóricas y reiteradas negativas de los médicos. Por la muerte del titu-
lado Carlos VI recayó su representación política en su hermano D. Juan (i);
(1) Xiirii^ pn Aranjui'z(i5 Mayo iR^j). CiisiS in Frhrcro 1K4.U con María Beatriz .\ni
Fraiiri>ra. ari'likluqucsa de Aiislria. <■ hija (ir Franris™ i\' dr Mrtclfnai lie i'slo malrímonin
fuiTi-n liijos: CarTos \'[I. que nació en l.pybac-li (30 Mano 1S4R) y D. .\1fonso. t\\\e vino al mundo
en l.onilrcí |i; Septiembre lí(4(i|.
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HISTORIA DE BSPaSa 76 1
pero este príncipe, afidonado á las deacias exactas é industríales y á los lar-
gos viajes, alardeaba de liberal, y no pareció nunca dispuesto á sostener el
papel de pretendiente. La crisis que venta trabajando al partido carlista se
agravó extraordinariamente. ¿2 PensanUetüo Español^ en que escribían Gabino
Tejado (i). Navarro Villoslada (2) y González Pedroso {3), sostenía la conve-
niencia de que los carlistas reconociesen á Isabel II para luchar dentro de la
legalidad por las ideas católicas y tradición alistas.
4." Publicación d¿ ¡a Uy Hipotecaria. — Vistos los inconvenientes que
se oponían á la aceptación de un Código civil aplicable á todas las provincias
del reino, fué buscada la unidad legislativa por medio de la codificación par-
dal, ó sea por leyes generales reguladoras de una sola institudón ó de un
conjunto armónico de ellas. La primera promulgada en este sentido fué la
Uf Hipotecaria (8 Febrero), seguida del Reglamento para su ejecución (21 de
Enero) y de la instrucción sobre la manera de redactar los instrumentos públicos
sujetos á registro. Esta reforma legislativa, igualmente nueva para las provin-
cias de Derecho común y para las Torales, es de las más importantes reali-
zadas en el siglo xix: asentó sólidamente el régimen jurídico de la propiedad
inmueble, asegurando y garantizando, no su adherencia perpetua á la descen-
dencia del propietario que fué ideal de otras épocas en que se quería fundar
el orden dvíl, y aun el politico, sobre la base de una oligarquía de terrate-
nientes, sino precisamente lo contrario, ó sea su fácil trasmisión para que
pase de las manos incapaces de hacerla produdr en benefido de la comuni-
dad á tas más aptas y adecuadas al aumento de su valor, que, si es benefído
para el propietario, también para el Estado y la sodedad en general, cuya ri-
queza no es sino la suma de la de los particulares. En este sentido la legis-
lación hipotecaria es complemento de la desamortizadora, contríbuyendo am-
bas á la completa individualización de la propiedad inmueble.
Murió este año un poeta de veinticuatro años que prometía mucho: José
Martínez Monroy, natural de Cartagena, cantor grandilocuente de El genio.
La batidla de Tetudn, El telégrafo eléctrico, etc., de sentido muy demócrata,
que no excluía en él la inspiradón religiosa: A la Virgen, Lo que dice mi ma-
dre, etc. Sus Poesías se publicaron en 1864 con una biografía de Emilio Cas-
telar y comentarios é ilustradones de Hartzenbusch. Fué un gran éxito tea-
tral La cruz del matritnonio, de Luis Eguilaz (4), estrenada el 28 de Noviem-
bre, y que volvió locos al público, á los críticos y á literatos de la talla de
Hartzenbusch y Duran. Cañete fué el único que censuró duramente la come-
dia; y, como es natural, atribuyóse á envidia, mal genio, deseo de poner de-
fectos, prurito de ir contra la corriente y otras pasioncejas mines. Eguilaz
gustaba á la generalidad más que Tamayo y Ayala. Ejerció sobre sus con-
temporáneos durante larguísima temporada un verdadero principado tea-
tral, semejante al que luego habla de tener Echegaray, aunque con esta dife-
rencia: Echegaray dominó por lo terrible; Eguilaz, por lo apadble y senti-
mental. Después se dijo que Eguilaz no valía nada, que tenía razón Cañete,
y aún más el Padre Cobos cuando escribió: <Lo mejor de las comedias de
>EguÍlaz son siempre los últimos versos de laa últimas escenas de los últimos
• actos, porque lo mejor de las cosas malas es el acabarse».
(1) Disrípulo clr nonoan OirtOs. prosista v poda niiiv raslim.
(2) Nacii^ en \'iana (9 Ortiibrc iSlRl. Sus novrlai mA-i i-onocida^ s.m IWui Hhiiicx ilt
Savarra, Doña Urraca de Castilla y Auiayii.
(j) Pnncipalmentp conocido m el orden IJlerario |iOr su magníliio Discurso fvf/iminar i
iít Autos Smraaittilala, de Caldcríin, en la Riblinlera di" KivaiU-iirira.
(4! Narifi en Sanlíicar il-- llarrami-<la (1850*. Se arrc.litó cun .mi ■■..iiii^rlií, V.'rd.„l/s am.ir-
goí. Murió e] ji Julio 11*74.
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762 HISTORIA DE ESPAÍÍA
Año 1862. — El suceso culminante es la expcdidán á Méjico. El an-
tiguo virreinato de Nueva España habla conseguido la indepeodencia, pero
no la dicha ni la paz. Desde que Itúrbide hizo arriar la bandera española
después de haberla defendido tan heroica como cruelmente, las insurreccio-
nes y guerras civiles se hablan sucedido en aquel rico y hermoso país con
vertiginosa rapidez, y desesperante al par que monótona continuidad. Des-
de 1854 la perenne agitación tomó un carácter más grave y trascendente coa
la aparición del partido de Reforma ó radical, que tenia por programa la se-
cularización completa de la vida civil, separación de la Iglesia y el Estado, in-
cautación por el segundo de todos los bienes de la primera, extirpación de
las Órdenes religiosas, etc. Obra de este partido fué la Constitución de 25
de Febrero de 1857, condenada por Pío IX. No podia ser implantada esta
Constitución allí donde la religión católica tiene tan antiguas y fuertes raices
sin una larga y sangrienta guerra civil, y así sucedió: frente al partido de rt~
forma se levantó el partido conservador y estalló la lucha. Los conservadores,
acaudillados por el general Marimón. se apoderaron del Poder; pero do des-
mayaron los reformistas, sino que siguieron peleando hasta que á fuerza de
tiempo y de sangre lograron tomar el desquite, derrotando y deriocando &
Marimón. Marimón y los prohombres de su parcialidad vinieron á Europa y
convencieron á Napoleón III de lo fácil que era convertir á Méjico en monar-
quía por poco apoyo que se prestase á los conservadores, deseosos de recon-
quistar el Gobierno. Asombra que políticos tan conocedores de Méjico como
los jefes del partido conservador y un hombre tan listo como Napoleón III
cayeran en semejante aberración. A pesar de lo mal que les habla ido hasta
entonces con la independencia y con la república, los mejicanos eran en su
totalidad fervientes patriotas y republicanos: lo que los dividía era la cues-
tión religiosa, ó, si se quiere, poli tico -religiosa. Los reformistas querían secula-
rizar el Estado, reducir la Iglesia católica á la condición de una sociedad par-
ticular tolerada ó, mejor dicho, cohibida por el Poder civil; sus jefes eran ra-
cionalistas y masones; su masa, ó descreída ó muy tibia en la fe, ó imbuida en
la idea de que la tendencia se cu la rizad ora no tenía nada que ver con la reli-
gión, siendo meramente política. En cambio, los conservadores, admitiendo
la república, como sus adversarios, y también la libertad de cultos, que crcEan
inherente al Gobierno republicano, obligada en la situación de Méjico, no se
avenían á que la Iglesia católica fuese cohibida y perseguida ni á que per-
diese su posición social predominante. Si Miramón y sus prohombres lo hu-
bieran comprendido asf, habrían imitado á los reformistas cuando fueron ven-
cidos, ó sea que hubiesen seguido conspirando y luchando contra Juárez
hasta derrocarlo, lo que no es dudoso que habrían logrado más ó meóos
tarde. Levantando un trono y llevando en su apoyo las bayonetas extran-
jeras, el resultado tenia que ser el que fué: convertir en cuestión nacional la
que hasta entonces habla sido de política interior y malquistarse con las
masas que venían sosteniéndolos.
Coincidiendo con este mal consejo de los conservadores mejicanos y este
sueño de Napoleón III, ó más exactamente, antes á que sui^esen uno y
otro, había otras cuestiones, la de las indemnizaciones debidas por el Estado
mejicano á subditos españoles, franceses é ingleses por los innumerables atro-
pellos cometidos en las continuas guerras civiles, y la del pago de la Deuda
mejicana exterior, cuya emisión había sido garantizada en gran parte por
los Gobiernos de Francia é Inglaterra. La indemnización á nuestros subditos
habfa sido reclamada muchas veces, y siempre sin resultado, como era natu-
ral, dados el desbarajuste de las rentas mejicanas y la inestabilidad de aque-
llos Gobiernos: cuando se conseguía que un presidente accediese al pago, el
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HISTORIA DE SSPAÑA 763
presidente cala, y con el nuevo babfa que empezar otra vez la negociación.
Era el cuento de nunca acabar. > El Gobierno de la Unión liberal se decidió á
ponerle punto ñnal, y envió de embajador extraordinario á persona tan prin-
cipal como D. Joaquín Francisco Pacheco. Pacheco fué perfectamente recibi-
do: se le habló de España en todas partes con cariño, y hasta con entusiasmo;
pero para cumplir su misión oficial tropezó con un gravísimo inconveniente:
ardía la guerra civil, y estaban constituidos dos Gobiernos; el de los conserva-
dores y el de los reformistas. ;Á qué Presidente presentar las credenciales?
Los dos lo solicitaban, viendo, sin duda, en ese acto un reconocimiento de su
legitimidad. La perplejidad de Pacheco duró meses, y al fín se decidió por
presentarlas á Miramón; pero con tan mala suerte, que á los pocos días Mira-
móo era derrotado por González Ortega en la batalla de Calpulalpam, y Pa-
checo recibía el pasaporte del Presidente vencedor.
No era el Gobierno de O'Donnell para sufrir pacientemente semejante
desaire: acordó en seguida que se aprestase una expedición en Cuba para
exigir de Méjico por la fuerza lo que se nos negaba pacificamente. Estaba or-
ganizándose, cuando Juárez decretó la suspensión de pagos de la Deuda ex-
terior. El Gobierno inglés se puso inmediatamente de acuerdo con el de Fran-
cia para obtener la satisfacción que les era debida. De Espaíla se prescindió
al principio; pero nuestro Gobierno reclamó con eneróla, y el 31 de Octubre
de 1901 se firmó en Londres un convenio para conseguir el objeto de las re-
clamaciones económicas, común á las tres partes contratantes; pero <obligán-
>dose á no ejercer en los negocios interiores de Méjico ninguna influencia
>que menoscabe el derecho de aquella nación á constituir como quiera su
tGübierno.,
Inglaterra suscribió el tratado con absoluta buena fe, pues no tenia en
Méjico otro interés que el de que cobraran sus subditos lo que les debieran
los mejicanos. Napoleón III, por lo contrario, abrigaba el pensamiento de
ayudar á los conservadores, ó de servirse de elloa para levantar el trono de
Méjico bajo la influencia francesa, idea que en la mente del sobrino y suce-
sor del moderno César respondía á un vago sueño de inmensa grandeza: ha-
cer del imperio de Méjico un baluarte de la raza latina en América. En cuan-
to á nosotros, es más difícil puntualizar el verdadero propósito: en el Palacio
real no se había disipado la ilusión de que un principe español fuese rey ó
emperador de Méjico; y asf, se miró con profundo recelo desde que pudo
sospecharse el intento de Napoleón III, antes que un principe impuesto por
el emperador de Francia que continuara la república. De haber monarquía
mejicana un Borbón español debía ser el monarca: tal era el punto de vista
de la Reina. D. Leopoldo O'Donnell, por lo contrario, conceptuando quimé-
rico el deseo de ta Reina, estaba agradecido al Emperador por los socorros
prestados á España en la guerra de África y por las consideraciones perso-
nales que tenia con él, y esperaba también nuevos beneficios de Napo-
león, V. gr., el de que España fuese declarada Potencia de primer orden, cosa
que se ofrecía á su mediocre inteligencia como una gran ventaja. Esta dupli-
cidad de puntos de vista se reflejó en las instrucciones que se dieron á Prin.
O'Donnell le inculcó la necesidad de atenerse al tratado de Londres y de
obrar de acuerdo con nuestro poderoso aliado el Emperador de los franceses,
amigo sincero de España, y no como los ingleses, envidiosos y recelosos de
nuestro renacimiento; la Reina no le disimuló que recelaba del Emperador el
intento de levantar un trono en Méjico, no para un Bonaparte, pues esto
hubiera sido imitar demasiado á su tío en una de las cosas que le fueron más
censuradas; pero si para un archiduque de Austria, con lo que dea^raviaría
á esta Casa, á la cual habla quitado la Lombardla, y tendría las mismas venta-
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764 HinOHtA DE ESPAÑA
jas que si el soberano fuera sobrino suyo; añadiéndole que ni como BorbÓD ni
como española podía ella aprobar este propósito, si es que existía realmente.
Las fuerzas expedicionarias reunidas en la Hat^na apoderáronse de
Veracruz sin resistencia, y allí esperaron la llegada de tas tres columnas:
francesa, inglesa y española. Los tres jefes publicaron una proclama á los
mejicanos, ateniéndose estñctamente al tratado de Londres; pero muy luego
notó PríD que el general francés llevaba otras intenciones, confirmándole en
su juicio la llegada á Veracruz de Miramón, al que síguieroa en breve el ge-
neral Almonte Haro (exministro), el F. Miranda, etc., en suma; la plana ma-
yor del partido conservador mejicano, y en breve se comenzó á bablar de que
el archiduque Maximiliano sería emperador de Méjico. En cuanto lo vio cla-
ro, empezó Piin á obrar como el mejor político y el más astuto diplomático
lo hubiera hecho: con una clarividencia de que hay pocos ejemplos, expuso
al Emperador en su carta desde Drizaba (17 Marzo) cuanto había de suce-
der en la triste aventura del proyectado Imperio, y, convencido de que no
convenía de ningún modo á España mezclarse en ella, separó nuestra causa
de la de Francia, rompió la liga, y reembarcó las tropas para Cuba. Como es
lógico, todo esto disgustó á Napoleón, y de rechazo á O'Donnell y á todos
los políticos de la Unión liberal, reflejándose esta contrariedad en la prensa de
Madrid, ü. Leopoldo preparó un decreto desaprobando la conducta de Prin,
y se fué con él á Palacio; pero Prin le habla ganado por la mano, participan-
do á la Reina que por no contribuir i un proyecto como el del Emperador
que era tan desagradable á S. M. se había retirado de Méjico. Salió á recibir
á O'Donnell el rey Don Francisco, y le dijo: »Seas bien venido. La Reina íe
• aguarda impaciente. Suponemos que vendrás á felicitarnos por lo de Méjico,
• Prin se ha portado como un hombre.* V la Reina añadió: «¿Has visto qué
»cosa tan buena ha hecho Prin?> O'Donnell no supo al pronto qué respon-
der; pero no sacó el decreto que llevaba en el bolsillo, y acabó por declarar
que, efectivamente, Prin había estado muy bien. El epilogo de esta historia
fueron un debate en arabas Cámaras y el enojo de Napoleón HI, que retiró de
Madrid á su embajador, y un poco más adelante dijo o6cialmente al nuestro
en París, marqués de la Habana, una tremenda inconveniencia: <De la Reina
>de España depende sólo conservar un sincero y leal aliado en el Emperador
>de los franceses». Alborotóse un poco la prensa de España; escribiéronse
algunos artículos sobre el 2 de Mayo, la batalla de Bailen y el sitio de Zara-
goza; no pasó más. Hoy todo el mundo conviene en que la empresa de Mé-
jico fué una tonta equivocación del Emperador, y que quien vio claro y obró
con acierto fué Prin.
El 7 de Febrero de este año murió D. Francisco Martínez de la Rosa; te-
nía setenta y cinco años.
Aüo i86j. — Se venía sosteniendo la Unión hberal en el Poder desde
30 de Junio de 1858; pero no sin vicisitudes, crisis y peripecias políticas
de toda clase. Los progresistas resellados intentaron retirarse de la Unión
á últimos de 1860, y para evitarlo se dio al general Zavala la cartera de Ma-
rina. Poco después surgió otra crisis con motivo de los proyectos de ley Pro-
vincial y Municipal. Vino luego la disidencia de Ríos Rosas. En Noviembre
de 1861 alcanzó este disidente para la presidencia del Congreso 89 votos.
Para aplacarle se hizo más adelante otra crisis, dando á Pastor Díaz la carte-
ra de Gracia y Justicia. Asi marchaba la situación, de tumbo en tumbo, ó
como casa mal construida á la que un dia se echa un remiendo y al otro se
derriba una pared que amenazaba destruirlo todo. A la Reina no le agra-
daban Vega Armijo, ministro de la Gobernación, ni D. Augusto Ulloa. que
lo era de Marina, y se dijo que para obligar al segundo á dimitir salió de
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DE ESPAÑA y6$
Palacio el impulso de una intriga, la cual se desenvolvió Tesistiéndose mu-
chos mannos á servir á la; órdenes del Ministro. D. Leopoldo, creyéndolo
así, pidió á la Reina el decreto de disolución de Cortea y ofreciendo su
dimisión si no le daban aquél. Rogóle Isabel II que lo meditase, y quedó la
crisis aparentemente aplazada; pero aquélla noche salió La Carrespmuünda,
diario exclusivamente de noticias, <eco impardal de la opinión y de la pren-
sa», según su lema, fundado y dirigido por D. Manuel M. Santa Ana, y cu-
yas Intimas relaciones con los prohombres de la situación eran conocidas con
una «Última hora> anunciando que había crisis total, porque había disgustado
profundamente á la Reina el sentido muy liberal de un preámbulo de un pro-
yecto de reforma constitucional que el Gobierno iba á presentar á las Cortes.
La Reina se disgustó mucho, y con razón; porque si el hecho de la cri-
sis era cierto, no podía haber sido divulgado sino por el general O'DonnelI,
y la explicación de su causa completamente inexacta, y, además, de mala
fe; ni una palabra se había hablado de aquel preámbulo, ni de mayor ó
menor grado de liberalismo, sino pura y sencillamente de dos personas que
Su Majestad no quería en el Ministerio, y de que el Presidente del Consejo
no se avenía á prescindir. Estaba en su derecho la Reina, y lo estaba el jefe
del Gobierno; pero no para extraviar á la opinión. Enojada Doña Isabel, llamó
á Cortina, Madoz y Moreno López, y celebró con ellos una lai^ conferencia;
les dijo que no sólo no estaba en su ánimo poner un veto á la política liberal
de O'DonnelI, sino que su intento era poder ofrecer et Poder, como lo ha-
cia desde luego, al partido progresista, porque ya era hora de que los pro-
gresistas fueran alguna vez Gobierno de un modo constitucional, y no revo-
lucionariamente. Contestó Cortina que la política de la Unión liberal habla
sido funestísima por encaminarse á la destrucción de los dos partidos — mo-
derado y progresista — que, con una ú otra denominación, son indispensa-
bles para el funcionamiento regular del sistema parlamentario; que, por efec-
to de esa política suicida, el partido progiesista estaba en aquel momento
tan desorganizado, que no podia aceptar la oferta de S. M., ni tampoco el
moderado, por lo mismo que el progresista, y además, porque su llamamiento
representarla una reacción peligrosa, provocadora de una concentración de
elementos revolucionarios; que en vista de todo, y atendiendo á que la ma-
yoría de las Cortes era de i8o votos contra 8o, debía la Reina no acceder á
la disolución propuesta por O'DonnelI y sacar de la mayoría un nuevo Ga-
binete que tuviese por misión principal ó única dirigir unas nuevas eleccio-
nes generales, no por el método de Posada Herrera, sino dejando á los pue-
blos elegir á los representantes que quisieran: unas elecciones en esta forma
eran el único medio para que se manifestase la opinión nacional y tuviera
la Corona una orientación política segura.
De este consejo de Cortina salió el Gabinete del marqués de Miraflores,
constituido el 3 de Marzo, y en que entraron: D. José de la Concha, en Guerra;
Rodríguez Bahamonde, en Gobernación; Sierra, en Hacienda; Moreno López,
en Fomento; Mata y AIós, en Marina, y Monaces, en Gracia y Justicia. El Pre-
sidente, que se reservó la cartera de Estado, dijo en las Cortes que tenia por
única aspiración que se pudiera escribir sobre su tumba: aquiyace un kotmbre
honrado, y además de esta tontería, varias vaguedades, como la de que el Go-
bierno era conservador, pero tan liberal como exigía el siglo. Única promesa
concreta, la rebaja de veintitrés millones en el Presupuesto. Ruda fué la opo-
sición en las Cortes de los progresistas y gran parte de los unionistas al Gabi-
nete; suspendiéronse las sesiones (6 Mayo); se creó el ministerio de Ultramar,
siendo su primer titular, con carácter interino, el marqués de la Habana, y en
propiedad D. Francisco Permayer; convocáronse elecciones generales, y
D,g,t7cdb/GOOgIC
766 HISTORIA DE ESPAÑA
una circular de Gobernación sobre la manera de hacerlas di^ustó á las opo-
siciones y provocó una crisis, salieudo Bahamonde y entrando Alonso Harti-
nez. Pero aún tuvo más desastroso efecto otra circular (20 Agosto) prescri-
biendo que á las reuniones electorales no p-jdiesen asistir más que los elec-
tores; es lo que hablan practicado los pn^esistas varias veces, mas cotonees
lo tomaron tan á mal que resolvieron retraerse, y asi, un Gabinete que habla
venido al Poder por consejo de Cortina, para servir en cierto modo de puente
á un Gobierno del partido pri^esista, determinó el retraimiento de éste, pre-
ludio de la revolución.
Claro es que la circular de 20 de Agosto no fué causa, sino pretexto. La
causa radicaba en el profundo cambio del modo de ser del partido des-
de 1854. Los hombres como Cortina, sinceramente dinásticos, que apetecían
el turno pacífico y legal, renegaban de la Milicia nacional y querían mucha li-
bertad, pero con mucho orden, estaban en minoifa y sin influencia sobre las
masas. Habfa sido para ellos un gravísimo contratiempo ta Unión tiberal, por
haberse resellado casi todos, y, por tanto, dentro del progresismo puro predo-
minó la tendencia revolucionaria, la cual no se contentaba ya con un pro-
nunciamiento por el estilo del de 1854, sino que aspiraba á una revolución
que destronase á Isabel li como único medio de hacer prevalecer el princi-
pio de la soberanía nacional. En Inglaterra, decían, no fué la Monarquía ser-
vidora de la nación hasta que, destronado Jacobo II, Guillermo y María rect-
l»eron la Corona de manos del Parlamento; relacionando esta idea con el ejem-
plo contemporáneo de Italia y con la doctrina de tas nacionalidades, que jus-
tiñcaba la unidad italiana, soñaban con el iberismo, forjándose la ilusión de que
un rey Braganza elegido por unas Cortes españolas realizaría fácilmente la
unidad ibérica. En las Cortes de la Unión liberal Oloiaga, siempre oportuno
para inventar frases, habfa soltado la de los ohtdculos tradicioMaUí que á
despecho de los gobiernos más liberales se oponían á que triunfara el libera-
lismo deñnitivamente y por completo. Fué una frase feliz para la propaganda
revolucionaria, pues con ella se podfa atacar á la Reina y á la dinastía en
periódicos y discursos sin peligro. Todo el mundo sabía que el oisídcu-
¡o tradicional más importante era Isabel II; pero si se incurría en algu-
na responsabilidad, quedaba el recurso de decir que se aludía á las cauíari-
lias, á sor Patrocinio, al P. Claret, á la infltuncia eclesiáttica, á los neo-caiS-
lieos, etc.
A la izquierda de la izquierda de los progresistas estaban los dernáeratas.
Coincidían con aquéllos en el culto á la soberanía nacional como única fuente
legitimadora de! Poder, en el deseo de una revolución que hiciese saltar las
obstáculos tradicionales, y aun participaban del ensueño iberista, si bien no
enlazándolo tan estrechamente con la dinastía de Braganza, porque, ó eran
republicanos, prefiriendo la república federal á la unitaria, ó miraban como
detalle accidental la forma de gobierno. En otros puntos esenciales diferían
de los progresistas: para éstos, fieles á la concepción roussoniana, la sobera-
nía nacional era absoluta, no sólo fuente del Poder, sino de Derecho; y para
los demócratas estaba limitada por los derechos individuales inherentes á la
personalidad humana, y, como tales, inaUenables, imprescriptibles é ilegis-
lables. En el orden religioso los progresistas mantenían el regalismo para
tener atada corto á la Iglesia, proscribían las Ordenes religiosas, se com-
placían en oponerse al Papa; expulsar al Nuncio y desterrar obispos cons-
tituían una de sus mayores delicias, pues, como había escrito el P. Cobos, el
Himno de Riego y la Marcha del Nuncio, venían á ser la misma tocata. Pero
eran siempre católicos, y se daban por agraviados con los que se propasaban
á ponerlo en duda; y no sólo católicos en el orden individual y doméstico.
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HISTORIA DB BSPAÜA 76/
sino en el público. Bueno que se tolerase á herejes é infieles y se llevase la
tolerancia á sus últimos limites; pero el Estado debfa ser católico, y la Iglesia,
disfrutar en la nación de una protección especial. Los demócratas, por el
contrario, no querian ni oir hablar de Iglesia oficial: la religión es negocio de
la conciencia de cada uno; el Estado nada tiene que ver con eso, y en lacón-
cieocia individual la forma perfecta de la religiosidad es la emancipada de los
antígttos moldes históricos; es decir, de la Iglesia: ó sea un libre pensamiento
deista y moral por el patrón kantiano. En otro punto andaban los demócratas
contradictorios consigo mismos, denunciando la dualidad de fuentes de sus
ideas: tal era la esfera ccoaómica. Profesaban, por un lado, el mis rfgido eco-
nomísmo clásico de Smith y Bastiat, sosteniendo el ¡aitsee /aire,¡aisser passer
hasta el extremo de abogar por el libre cambio, como la escuela de Manches-
ter; y por otro, repellan las declamaciones de Proudhon y de Luis Blanc con-
tra la explotación de los obreros y la tirania de! capital.
Por otros aspectos accidentales diferían también progresistas y demócra-
tas. Constituían ios primeros un partido político, y nada más; sus hombres
más ilustrados eran algunos catedráticos de Derecho, más juristas que filó-
sofos ó algún abogado práctico de la talla de Cortina. Sus periódicos: El Cla-
mor público (1844- 1864), dirigido porCorradi,¿ajA''ocí¿¿rf<j (1850-1866), por
Fernández de los Ríos, y La Iberia^ fundada en 1854, por D. Pedro Calvo
Asensio, tenían fama bien ganada de mal escritos. En cambio, los demócratas
cobraban su fuerza del grupo de intelectuales que los dirigía, á cuyo frente
figuraban los krausistas, casi dueños ya de la Facultad de Filosofía y Letras
de Madrid, y con eminentes posiciones en la de Derecho y aun en la de Me-
dicina. Sauz del Río que, en 1860, publicó ia AnaUtíca (i), habla llegado á
ser como un patriarca, en turno del cual agrupábanse D. Nicolás Salmerón,
D. Francisco Ginér, D. Federico de Castro, Ruiz de Quevedo, Tapia, etcé-
tera, y andaban muy cerca, por lo menos en el sentido general de su filo-
sofismo y en su tendencia democrática, D. Fernando de Castra (2), D. Emilio
Castelar, cuyas lecciones en el Ateneo sobre la Civilizadón en los daco prí-
meros siglos del Cristianismo, así como las dadas en su cátedra de Historia
de España, de la Central, y su libro La Fórmula del Progreso (3) llamaban ex-
traordinariamente la atención, D. Francisco de P. Canalejas, apolc^ista de
Saoz del Río, pero de más amplio espíritu filosófico; D. Francisco Pf Margall
y D. Roque Barda que nunca fueron del profesorado, pero que se esforzaron
en buscar una fase filosófica al radicalismo político. Con todo esto, los demó-
cratas se tenían y eran tenidos por gente sabia, y miraban por encima del
hombro á los progresistas: sus periódicos. La Discusión, dirigida porD. Nicolás
fli Su verdadero tiHilo: Sistema de la filosofía. Análisis.
(2) Saciii rn SahapJn {1814). Profrsií di; güilo en \'alladoiid. Or<irnósf de SAr<Til<>(c
después de la cxclaustrarión, y fuf pn)fcsor del Seminario de ije(m. Kn 1845 emiteió i predi-
car en Madrid con mucho éxito. En 1845 jjanó nor oposirirtn la Cátedra de Historia en el Insti-
tulo de San Isidro, siendo después dimlor de la Escuela Xormal y Calcdrático de la Facultad
de Letras en la Centra!. Sus Xocimia dt iristoria sÍR-ieron de texto en muclins Institutos y
Seminarios. L'n sermlln suvo sobre la Concepriiin (1H5S) aumentft su fama, diriíndnse que
pronto seria obispo. El l.° de Noviembre de 1K61 predicó otro sermón en la Capilla Real: era
capellán de honor. Llamó más la atención, aunque mtr otro concepto, pues se vio que había
abandonado la ortodoxia. Se armó un escándalo, y D. Fernando renunció á su plaza de Palacio.
Del nuevo nimbo de sus ideas dan testimonio los tomos I y K del Cempemlio racimado de Ilislp-
ria general (186.) y 1864) y el Diicurtii de reeepeiÓH en la Academia de la Historia. (7 Hnero iWifi),
\'ivió Castro hasta el ; Mayo 1S74, y antes escribió una Memeria teslameHtaria, en i|ue cuenta
cómo perdió la fé católica, y lle¿ó á ijuerer fundar una nueva relijfión en que iban & ser sanlua
ttidos los héroes de la Humanidad.
(3) Impuf^aron este líliro Campnamor. O. Carlos Rubio y otr'>s, K todos contestó Cas-
telar con sendas defensas*
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768 HISTORIA DE ESPAÑA
Marfa Rivero, y La Demacrada, que lo era por Castelar, gozaban mucho más
crédito y tirada que tos progresistas.
£1 retraimiento de unos y otros signiñcaba que iban á ponerse á conspi-
rar para lograr por la fuerza lo que no podían conseguir pacfñcamente. A las
Cortes no vino más que un diputado progresista: D. Joaquín Garrido. La opo-
sición se compuso de unionistas y moderados. Habiendo muerto Calvo Asen-
sio, director de La Iberia {i8 Septiembre) los revolucionarios aprovecharon la
ocasión para convertir el entierro en un alarde de su fuerza.
Año 1864.. — Empiezan ¿u oAii fn*»j del reinado de Isabel II. £1 movi-
miento rápido de la política consumiendo Gobiernos y dislocando partidos
indica claramente que no se ba conseguido asentar sobre bases regulares el
juego parlamentario, y el retraimiento y la conspiración, que se ba entrado en
un nuevo periodo de revolución aguda.
El Gabinete Miraflores, que sólo representaba el fracaso del consejo de
Cortina, fué derrotado en el Senada, y substituido (17 Enero) por otro pre-
sidido por D. Lorenzo Arrazota, de carácter moderado, pero conciliador, y que
tuvo por programa atraer á los progresistas á la lucha legal ofreciéndoles el
apoyo oñcial en las elecciones; sólo duró un mes y doce dtas, al cabo de los
cuales, por no haber obtenido el decreto de disolución, y, según la maledi-
cencia, por no haber accedido á ciertas elevadas influencias relacionadas con
el ferrocarril de los Alduides, tuvo que ceder el puesto á otro Ministerio de
Unión liberal, apoyado por O'Donnell y presidido por D. Alejandro Mon (1.°
Marzo), el cual duró hasta J6 de Septiembre (seis meses yquince días). En este
Ministerio fué ministro por primera vez ü. Antonio Cánovas del Castillo.
Desde el ló de Agosto del año anterior ardía en Santo Domingo la guerra
'separatista, necesitándose enviar soldados de España para sostenerla, pues
los insurrectos dominicanos hacíanla de partidas, favorecidos por los bosques
y por la vecindad de Haití. £1 rey Don Francisco, que fué á París á pagar una
visita oficial de la Emperatriz, trajo de allá dos compromisos con el Gobierno
imperial: uno, que volviese á Madrid la reina Doña Cristina, y otro, harto más
importante, que fuera reconocido el reino de Italia. Estaba éste constituido
desde el 13 de Marzo de iSCí, en que el parlamento de Turfn dio ese titulo
á Víctor Manuel, y en 1)16; se fijó su capital en Florencia; todas las naciones,
menos Austria, lo habían reconocido ya. Era difícil, y en cierto modo peligro-
so, plantear esta cuestión en España, porque, aparte de repugnar á la Reina,
el Episcopado y todo el clero, los católicos fervientes sin distinción de parti-
dos, los carlistas, los neo-católicos ó los moderados eran opuestlsimos á que
España sancionara hechos que tanto afligían al Papa y envolvían el despojo
ya consumado del patrimonio de la Iglesia, así como la amenaza de arreba-
tarle lo poco que ya quedaba de él: verdad que progresistas y demócratas
eran partidarios entusiastas del reconocimiento; pero esta doble y encontra-
da corriente de opinión ;no desencadenarla una agitación que pudiera ser
violenta y peligrosa^
La Reina, no considerando prudente regarse en redondo á reconocer;
pero queriendo diferirlo todo lo posible, pidió consejo á O'Donnell. Parece
lo probable que su propósito fuera encargar á O'Donnell del Poder para que
con su prestigio y significación relativamente liberal contuviese á los revo-
lucionarios; pero D. Leopoldo le aconsejó que debía llamar á Narváez, y que
constituyera éste un Gabinete de resistencia. Así lo hizo Doña Isabel (16 Sep-
tiembre), formando Ministerio con Narváez, Llórente, Arrazola, González Bra-
vo, Alcalá Galiano, Barzanallana, el general Córdoba y Armero. Creyendo
Narváez de mala fe el consejo dado por (J' Donnell, mostró empeño en apara-
cer más liberal que D. Leopoldo, y en su virtud dio amnistía completa por
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HISTORIA DE ESPAÑA ^69
delitos de imprenta, hasta con devolución de las multas ya pagadas, y procu-
ró la avenencia con los progresistas en daño de la Unión liberal.
Era jefe del partido progresista desde principios de este año el general
Prín. Seguramente es este hombre uno de los que más han dado que ha-
blar y escribir en et siglo xix, y, sin embargo, su auténtica fisonomía moral
es de las más desconocidas. Encargó una vez su retrato á Regnault, y el gran
goyista francés hizo una obra maestra que es hoy joya de Líiuvre, Prin, no
sólo la rechazó cuando se ta presentaron, sino que se incomodó mucho con
el artista. (Por qué? Pues porque Regnault había pintado un general Prín á
caballo, acaudillando una turba de insurrectos; algo como un somatén de Ca-
taluña compuesto de tíos del campo armados de trabuco. La figura vigorosa,
pero ruda, del caudillo armonizaba perfectamente con aquellos soldados. No
era ésta la visión de sí mismo que tenia el general: él era á sus ojos el exce-
lentísimo Sr. D. Juan Prin, teniente general y con sobradas condiciones para
ostentar hada mucho tiempo el tercer entorchado en las bocamangas, con-
de de Reus, vizconde del Bruch, marqués de los Castillejos, un gran señor,
un general á la europea, un hombre de Estado capaz, no sólo de mandar ejér-
citos y dirigir con habilidad suma difíciles negociaciones diplomáticas, sino
de gobernar bien la nación. Y hay que añadir que no le cegaba la vanidad:
tenia facultades sobradas para todo eso. Ue las cuatro figuras que repre-
sentan en nuestra historia moderna el caudillaje militar, Espartero, Narváez,
O'Donnell y Prin fué, sin género de duda, el más inteligente, quizás el úni-
co inteligente, y, por tanto, el único digno de ocupar el puesto á que por
tan malos medios subieron los cuatro. Prín no necesitaba de Linages, ni de
Cánovas ó Posadas que hablaran por él: por lo contrario, era el que ha-
blaba por todos, y donde estaba él, él mandaba; y no se imponía como Nar-
váez con intemperancias de mal gusto ni con arrebatos de hombre mal edu-
crado, pues siempre fué la corrección misma en su trato. En cuanto á sus ideas
personales, tampoco era Prin más avanzado que los otros: católico que no
tenía inconveniente en hacerse masón ni en ir contra el Papa cuando lo juz-
gaba útil para sus planes políticos; monárquico por convicción y por senti-
miento, con vencidísimo de que en España eran imposibles, no sólo la repú-
blica, sino los republicanos; creyendo sinceramente que los que asi se llama-
ban eran unos ilusos que no sabían lo que pensaban, pero muy capaz también
de derrumbar un trono, como lo hizo cuando vio que no tenia otro camino para
llegar ala meta de su ambición; liberal, muy liberal, porque así habfa sido
educado y en ese ambiente había vivido, y como lo fueron los otros tres cau-
dillos citados; pero dispuesto siempre á tirar ó aflojar las libertades según
las conveniencias de cada momento. Prio fué revolucionario, porque no en-
contró más puesto vacante para llegar á ser el caitdÜh de Espaita que el de
jefe del partido progresista, y con su ñna penetración política conoció que
este partido no podía llegar al Poder sino por medio de la revolución.
Sí en 1863 hubiera sido consultado por la Reina, seguramente que no
hubiese deferido la oferta del Poder con el pretexto de estar mejor ó peor
organizado el partido para ser gobierno En los primeros meses de este año
tuvo Prin la esperanza, alentada por la Reina según referencias que merecen
crédito, de ser llamado á constituir Gabinete; creyó firmemente que iba á
substituir á D. Lorenzo Arrazola. El chasco que se llevó fué tremendo y de-
cisivo, á ser cierto lo que cuentan testigos muy autorizados, si bien pa-
rece inverosímil, aun contando con que la discreción no fué cualidad de Isa-
bel 11, de que en su última entrevista con esta soberana recibió segurida-
des las más explícitas, y al retirarse de la regia cámara, sorprendió por un
espejo cierto gesto despectivo en el rostro de la Reina, revelador de que no
Salcedo, Historia d
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770 HISTORIA DE SSFAÑA
se le habla hablado síaceramente. PrÍD do era hombre con quien se jugara
sin peligro. Sucediera ó no este incidente pintoresco, al ver en el Poder á
Mon, apoyado por O'Donnell, dedujo que nunca seda jefe del Gobierno por
vías constilucionales: O'Donnell y Narváez lo impedían, y se lanzó á la revo-
lución con el mismo ímpetu que en Tetuán á las trincheras de los moros.
Esto sucedía á primeros de Marzo, y le bastaron dos meses para preparar
una formidable conspiración militar: la señal del alzamiento de bf a ser el ban-
quete político celebrado en los Campos Elíseos (3 MayoJ, donde Prin pronun-
ció un discurso anunciando explícitamente el movimiento revolucionario;
pero lo echó á perder D, Salustiano Olózaga hablando contra Espartero, lo
que disgustó á la mayoría de los jefes militares comprometidos, que eran es-
parteristas entusiastas. No se desalentó Prin, y para el 6 de Junio ya tenía
Otra conspiración á punto de estallar. Se la desbarató la policía descubriendo
parte del plao y deteniendo á varios de los principales conjurados. En segui-
da armó otra para sublevarse el 6 de Agosta, y también con desgracia por la
misma causa que la anterior. En este punto las cosas, Narváez abrió sus ne-
gociaciones para atraer á los progresistas á la legalidad, apoyándolas la reina
Cristina, y ofreciéndoseles puestos en las Cámaras que habían de ser elegidas
en Noviembre: algunos se blandearon y hasta llegaron en ciertos distritos,
por odio á la Unión liberal, á votar los candidatos ministeriales; pero Prin se
mantuvo firme, y en el manihesto de 29 de Octubre calificó de farsdicas
las próximas elecciones, de mogigatocracia a\ Gobierno imperante, de congre-
sos de Real orden á los que se venían sucediendo, al Senado, de valladar del
progreso, insistiendo en lo de los oéstdculos tradicionales y en la convenien-
cia del retraimiento.
Una grave cuestión pudo dar al traste con el Gabinete Narváez antes de
reunirse las Cortes. D. Ramón insistía en que debfa ponerse término á la
guerra de Santo Domingo evacuando la isla; la Reina no se resignaba fácil-
mente á esta medida de consecuencias transcendentales, pues los laborantes
cubanos, que ya se agitaban mucho, habían de interpretarla como síntoma
cierto de la impotencia de España para dominar una insurrección en las An-
tillas, habiendo resolución en los insurrectos de prolongar la lucha en los
bosques y depoblados de aquellas regiones. De aquí surgió la crisis, que duró
cinco días, y estuvo ya Isturiz encargado de formar ministerio. Al fin tuvo
que someterse doña Isabel y que ratificar á Narváez su confianza, abriéndose
las Cortes el 22 de Diciembre.
El 8 de Diciembre de este año expidió Pío IX la Bula Quania cura,
acompañada del Syllabns ó -resumen de los principales errores de nuestra
>¿poca que se señalan en las alocuciones consistoriales, encíclicas y demás
>letras apostólicas de nuestro Santísimo Padre el Papa Pío IX». Estas pro-
posiciones, calificadas en general de erróneas por la Santa Sede, son ochenta,
distribuidas en diez párrafos, y se refieren al racionalismo, indiferentismo re-
ligioso, latitudinarismo, socialismo, comunismo, sociedades secretas, etc., y
al orden moral reí igi o so- político. La 80.' dice así: »E1 Romano Pontífice puede
• y debe reconciliarse y transigir con el progreso, el liberalismo y la cíviliza-
»ci6n modernai.
Tremendo alboroto promovió en todo el mundo culto este documento
pontificio, especialmente la proposición transcrita. ¿Lo ven ustedes? — decían
los protestantes y racionalistas, — el Papa ha declarado de la manera más es-
plfcita y solemne que la Iglesia es enemiga del progreso, de la libertad y de
la civilización. Y á la vez gritaban los absolutistas y tradición alistas católicos:
Ya está definido por el Papa. No se puede ser liberal y católico; y como ser
partidario del régimen constitucional es ser liberal, hay que decidirse ó por
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HISTORIA DE ESPAÑA ^71
la Constitución, ó por el Catecismo. Pero la proposición 8o del Syllahu no es
sino la referencia en este resumen de lo expuesto por Pfo IX en su alocn-
ciÓD JoMdHdttm (i8 Marzo 1861), y á este documento hay que acudir para
conocer el sentido de la referencia. No es opuesto el Papa ai progreso, á la
civilización ni al liberalismo como sistema político ó conjunto de públicas
libertades, sino á lo que llaman [uti vocant) progreso, liberalismo y civiliza-
ción moderna los que se valen de estas palabras para descristianizar á los
Gobiernos y á los pueblos, para entronizar y sostener el naturalismo ó nega-
ción del orden sobreualural como base del orden social y fundamento de las
leyes y de las costumbres.
Otra cuestión suscitó el Sj/Uabus; pero no se planteó hasta el año si-
guiente.
AAo i8ó¿. —El Papa envió el Syllabus directamente á los obispos de toda
la Cristiandad, y los de España lo publicaron durante el mes de Enero en sus
respectivos Boletines ecUsidsíicos, con pastorales explicativas y encomiásti-
cas. Protestó la prensa demócrata y progresista, diciendo que esto consti-
tuía una gravísima infracción de la Pragmática de 1768 y del art. 145 del
Código penal que la sancionaba. La Pragmática, en efecto, prohibía la cir-
culación de todo género de Letras apostólicas, exceptuadas solamente las
decisiones de la Penitenciaría para el fuero interno, sin haber sido revisadas
por el Consejo; pero, aparte de que el Concordato había derogado genérica-
mente cuantas disposiciones anteriores fuesen contrarias á la libertad de la
Iglesia, ^ómo sostener en tiempos de tan rápidas y frecuentes comunicacio-
nes y de libertad de imprenta esa prescripción legal, no siendo ni material-
mente posible interceptar la voz del Papa para que no la oyesen los católi-
cos? Y en llegando esa voz á oídos de los católicos, ¿qué efecto práctico pue-
den tener las retenciones? Para el Gobierno fué este asunto un compromiso
por la diversidad de tendencias que babfa sobre la materia en el partido mo-
derado, desde la neo-católica, opuesta en absoluto al regalismo, hasta la rega-
lista extremada, pasando por un centro que admitía un regalismo mitigado.
D. Lorenzo Arrazola, fervorosísimo católico, aunque no figurara en la fracción
neo-católica, hizo lo menos que podia hacer en sus circunstancias, que fué
mandar el SyUabus al Consejo de Estado (17 Enero) para que dictaminase
sobre lo que procedía. Hubo dictamen y voto particular, ambos regalistas,
pero aquél más severo que éste. £1 Gobierno resolvió (6 Marzo) en términos
aun más benignos que los del voto particular: concedió el pase, é hizo inser-
tar en la Gaceta la Bula y el Syliadiu, precedidos de un preámbulo en que
se declaraba en vigor la Pragmática de 1 768, pero procediendo armonizarla,
de acuerdo con la Santa Sede, con los derechos de ésta y con la libertad de
imprenta. Los obispos protestaron contra la resolución, y desde entonces
esta clase de documentos pontificios de carácter doctrinal no han vuelto á
ser sometidos al Pase regio.
Otra grave cuestión, también en su origen de carácter doctrinal, pero
promovida por la izquierda, se planteó ai Gotúerno á poco de concluida la
del Syllabui. Preparábase la ley sobre el Patrimonio Real, que fué promul-
gada el 12 de Mayo de este año, determinando taxativamente los bienes que
hablan de constituirlo como un mayorazgo anejo á la Corona; los demás á que
se venía reconociendo vagamente este carácter, y que eran cuantiosos, de-
bfan quedar como bienes particulares de la Reina y precederse á su venta.
Doña Isabel, obrando con la generosidad que fué una de sus más atractivas
cualidades, cedió á la nación el 75 por 100 de la venta de dichos bienes, y
además el Buen Retiro al pueblo de Madrid para que fuera convertido en
Parque público. El Gobierno dio, como cumplía, la debida importancia al ge-
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?72 HISTOBIA DE ESPAÑA
neroso rasgo de S. M., aprovechándose tan buena ocasión para una manifes-
tación nacional de homenaje al trono, que comenzaron los periódicos afectos
á la Reina y siguieron los Ayuntamientos y demás Corporaciones coa sendos
mensajes de adhesión y gratitud. No se ofa hablar más que del rasgo de Isa-
bel II, cuando he aquí que salió La Democracia con un articulo titulado
¿y Rasgo, escrito por su elocuente director, Emilio Castelar, en que venfa á
decirse ser todo lo que se estaba haciendo y escribiendo torpe adulación y
no haber tal rasgo, sino todo lo contrario, pues todavía se quedaba la Casa
Real con un 25 por 100 de bienes que eran de la nación. Se movió el escán-
dalo consiguiente, y el Gobierno, en vez de perseguir con los medios que le
daba la ley de Imprenta al periódico y al periodista, se decidió por instruir
un expediente académico para separar de sus cátedras á Castelar y demás
profesores de la Universidad Central que se distinguían por sus explicacio-
nes heterodoxas y revolucionarias. Quien más ruido armaba en este sentido
era el mismo Castelar, á cuya cátedra de Historia de España acudfa nume-
roso gentío, ávido de oír sus deslumbrantes discursos tribunicios, que no ex-
plicaciones de profesor, en que de continuo entonaba himnos á la libertad y
á la democracia y fulminaba contra los tiranos los más severos apostrofes,
cuando no aludía trasparentemente á la política palpitante, v. gr., al explicar
la conquista de Méjico, que lo hacía con alguna frecuencia para poner de oro
y azul al Pánñlo de Narváez, recalcando mucho su apellido entre las risas y
los aplausos de la concurrencia. Pero si no con tanto estrépito, los demás
catedráticos hacían lo mismo que él, y sus doctrinas heterodoxas eran de-
nunciadas por Orti Lara(i), Navarro Villoslada (2), Moreno Nieto (j) y otros,
siendo común sentir entre los moderados que debia ponerse término á esa
propaganda.
Realmente no fué acertado confundir la represión de la heterodoxia y
revolucionarismo docentes con el asunto de El Rasgo, en que habla actuado
Castelar, no como catedrático, sino como periodista. En esto se fundó el Rec-
tor de la Universidad, D. Juan Pérez Montalbán, para negarse á proceder con-
tra sus comprofesores. Fué separado del cargo, y nombrado para sustituirle
el marqués de Zafra. Alborotáronse los estudiantes pretendiendo dar una se-
renata á Montalbán, que fué prohibida por el Gobierno, y silbando en la Puer-
ta del Sol ante el ministerio de la Gobernación. Como es lógiro, no eran solos
tos estudiantes, sino con ellos la gente bullanguera de progresistas y demócra-
tas. Hubo varios días de agitación por las calles céntricas, y se cuenta que en
uno de ellos D. Ramón Narváez paseaba á pie por la acera de la calle de Alcalá,
junto á la Puerta del Sol, diciendo á gritos: Las personas honradas, á su casa, ios
pillos ame se queden aquí d entendérselas conmigo. Por fin, en ía nocke de San
Danieí{io Abril), estando la Puerta del Sol henchida de alborotadores y curio-
sos, se dio una carga de caballería, resultando las carreras y atropellos con-
siguientes: díjose que los muertos habían sido diez, y los heridos ciento no-
venta y tres, cifras que negó e! Gobierno, y que, por lo menos, parecen exa-
geradísimas. Al día siguiente, y tratando el Consejo de Ministros de este
asunto, acometió una congestión cerebral al ministro de Fomento, el célebre
D. Antonio Alcalá Galiano, y murió repentinamente. Los partidos revolucio-
narios y el de la Unión liberal que sólo era entonces de oposidón, sacaron
todo el partido posible de la noche de San Daniel; la Diputación provincial y el
11) Knm$t y sus dhapalos .vm'Ulor Jf /ui.iUitmfl. \wt l>n\ Ijra. Ma<lri<l. iKfi*. L^rcioHrt
sohrt ti Tittfina df filt>st\fiú fimifisla dtl aieimai h'rausf, /•n-nnuciaiiai ea iü Armtnia isiKitdaJ A-
ter.irí,<-mlilk.i). MaJríd. iNfij.
\£\ Kn FJ Peníaiiiieitie ivAiA'/, Scrir il<' artlniliis líliiladiH TtxU's vhvi.
I .(> F.n f 1 Wnn^ (le Maciricl. San7 tkl Rio ciinfslVi r,.n sus Olíl
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HISTORIA DE ESPAÑA 7^3
Ayuntamiento de Madrid protestaron contra el Gobernador, y en el Congre-
so fueron recias las aceraetidas de tos unionistas, pronunciando Ríos Rosas el
discurso que se llamó tU los miserahlts, por un largo y vehementísimo párrafo
en que calificó varias veces de miserables á los que hablan acuchillado al
pueblo; pero el Gobierno llevó en el debate la mejor parte, gracias á la elo-
cuencia de González Bravo que rayó en aquella ocasión á inconmensurable
altura. Surgió, sin embat^o, el pánico entre las clases pudientes, cundiendo
la idea de que Narváez provocaba la revolución, y que para conjurarla se de-
bía transigir y atraer á los progresistas á la legalidad; corroboró esta especie
el nuevo y formidable pronunciamiento abortado á principios de Junio, y que
debió estallar en Valencia, adonde acudió Prin disfrazado, en Pamplona, en
Zaragoza y en la Mancha. ¡Estamos sobre «w volcáMl decfa todo el mundo.
O'Donnell se ofreció para apagar este volcán con una política liberalfsima y
de atracción á los progresistas, y asustada la Reina, lo llamó al Poder (21 Ju-
nio), formando su Ministerio con Posada Herrera (Gobernación), Bermúdez de
Castro (Estado), Calderón Collantes {Gracia y Justicia), Alonso Martínez
(Hacienda), Vega de Armijo (FomentoJ, general Zavala (Marina) y Cánovas
del Castillo (Ultramar).
Desarmar á la revolución extremando el liberalismo fué el programa de
este Gobierno: amnistía por delitos de imprenta, ampliación del sufragio, acti-
var la desamortización eclesiástica y reconocimiento del reino de Italia: el de-
bate sobre lo ultimo, en que ayudaron al Gobierno muchos moderados, fué no-
tabilísimo. Nocedal abominó del parlamentarismo; dijo que los partidos políti-
cos, sin exceptuar el moderado, no representaban la verdadera opinión nacio-
nal, y que todas las divisiones políticas iban desapareciendo rápidamente para
no quedar más que una: la de católicos y racionalistas. Aparisi Guijarro consi-
deró el reconocimiento como divorcio del Trono y todos los elementos de la
derecha española; y como quiera que aquel estaba ya divorciado de los re-
volucionarios quedaría sin ningún apoyo, pudiéndose, por tanto, decir: ¡Adiós
mujer de York, reina de los tristes destinosl, palabras á que los acontecimientos
dieron en breve la solemnidad de una profecía. Para atraerse á los progresis-
tas, O'Donnell ofreció puestos en el Gabinete á los directores de los tres pe-
riódicos del partido que se publicaban en Madrid, El Progrese CoMsIititciotial,
La Soberanía Nacional y La /ieria; levantó el desuero áPrín, lo llamóáMa-
drid, y tuvo con él una conferencia en que el jefe revolucionario ofreció ser
leal al Gobierno, con tal que fuesen repuestos los jefes y oficiales de la guar-
nición de Valencia separados por la última intentona; y aunque O'Donnell
no se avino á reponerlos en Valencia sí lo hizo en otros puntos, y, extre-
mando la generosidad, dio á Prin la Dirección general de Infantería y le con-
cedió tanta influencia, que la mayor parte de los destinos militares que se con-
firieron por entonces lo fueron por su recomendación.
Los parciales é Íntimos de O'Donnell acusaron siempre á Prin de la más
negra felonía en esta ocasión. V realmente no se portó con lealtad, pues
empleó los medios puestos en su mano para conspirar y rebelarse, como había
hecho Dulce de acuerdo con D, Leopoldo en 1B54; pero no es menos cierto
que la conducta confiada de O'Donnell determinó un notable cambio en la
de Prin. Por lo pronto, abandonó efectivamente la conspiración, resol-
viendo volver á la lucha legal. Disueltas las Cortes el 10 de Octubre, y con-
vocadas otras para el 27 de Diciembre, Prin sostuvo el abandono del retrai-
miento, mas en la reunión de los comités progresistas prevaleció la opinión
contraria. Hubo más, y fué que en estas controversias asustó á Prim lo mucho
que había crecido el espíritu revolucionario y las ideas socialistas y anárqui-
cas que con él andaban ya mezcladas: pensó entonces que no convenía tirar
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el trono por e¡ balcón {i) ni hacer una revolución con paisanos, sino simple-
mente un pronunciamiento militar que cambiase la situación política, ó sea
que lo pusiese á él al frente del Gobierno; creía — los ambiciosos creen todo
lo que les conviene — que así salvaría lafoMÜiaj/ la propiedad.
Hubo este año cólera en varias ciudades de Espaila, y muy cruel en Ma-
drid. Hasta del cólera se sacó substancia para la revolución por haber per-
manecido la corte en La Granja: los periódicos progresistas y demócratas en-
sañáronse con la Reina, á pesar de haber enviado más de un millón de reales
para el socorro de los coléricos. Los prt^rcsistas organizaron una sociedad,
sin carácter religioso, titulada Los amigos de los pobres, siendo por la prensa
cacareadlsimas las caridades que practicaron. Otras interioridades de Palacio
fueron también pasto de la maledicencia, y el Gobierno les dio pábulo en
cierto modo expulsando violentamente de Madrid al Secretario particular de
la Reina. Esta señora habla perdido su popularidad.
Año iS66. — El 2 de Enero, a! entrar O'Lawlor, el ayudante de don
Leopoldo, en el despacho de éste, lo encontró furiosísimo y paseando á largos
pasos por la habitación; acababa de saber que Frín conspiraba. — «{Vaya us-
ted inmediatamente á su casa, y préndalo!* Salió O'Lawlor á cumplir la or-
den, y llegó á casa de Frín, que vivía en las de Santamarca, casi frente á
Buena vista, acompañado por el general Echagüe. — «El General está de caza»,
díjoles el criado de Frin. < Asi era — cuenta el marqués de Lema — , pero caza
de regimientos.» Efectivamente, aquel mismo día 2 sublevaba Frin, en Aran-
juez los regimientos de caballería Calatrava y Bailen, faltándole los mu-
chos Cuerpos comprometidos en toda Espaila, y hasta el apoyo de los pro-
gresistas, pues aquel movimiento era el que, según sus últimas ideas, debía
ser puramente militar y reducir su acción á un cambio de Ministerio. Perse-
guido por Zabala, que le tenia ganas desde la acción de los Caatillejos, hubo
Frin de ponerse en retirada, ganando la frontera de Portugal el día 20. De
cuanto habla preparado para el pronunciamiento sólo chispazos estallaron
aquí y allá; el de Alcalá de Henares costó la vida al capitán Espinosa y dos
sargentos que fueron fusilados en Madrid. Prín se fué al extranjero, conven-
cido de que para hacer revoluciones no valen remilgos de dinastismo ni de
orden social, y resuelto á todo para triunfar, se puso desde luego á orga-
nizar un nuevo alzamiento con los progresistas más avanzados, los demó-
cratas y cuantos quisieron entrar en la conjura. El Gobierno tuvo que poner
sordina á su liberalismo, pidiendo autorización á las Cortes para proceder
dictatorialmente en cuanto lo indicasen las circunstancias. El volcán que se
había prometido apagar estaba cada vez más encendido. Veíase por todas
partes el espectro de la revolución que avanzaba.
Un suceso internacional distrajo la atención pública, aunque oo mucho,
en esta primavera. Tal fué la guerra del Pacífico, ó, mejor dicho, el bombar-
deo del Callao. Por motivos que realmente justifican una guerra según los
tratados de Derecho internacional, pero de que la positiva política moderna
prescinde cuando no se sirve de ellos como pretexto para defender un gran
interés nacional, y en los que nunca debimos hacer hincapié para romper con
las naciones hispano- americanas, estábamos en lucha con el Perú, de que ha-
bla sido primer paso la ocupación de las Islas Chinchas por nuestra escua-
dra que mandaba el general Pareja (2). El Presidente del Perú, general Pe-
zet, se apresuró á suscribir la paz; pero, considerándola desdorosa muchos
(ll FrasR suya en una carta i Muflii.
(jl D. José ManuPi Pareja y S^ptiín, <nie ftí peruano de nscimienlo, nadó en t.ima,
y sentó ¡ilai» de (¡iiardia marina en iKi?.
D,g,t7cdb/COOgIC
HISTORIA DE ESPAÑA 775
peruanos, sirvió de pretexto al general Mariano Ignacio Prado para derrocar
á Pezet, y, una vez en la Presidentía, declarar la guerra á España, de acuer-
do con Cbile. Los chilenos apresaron nuestra goleta Covadonga, lo que afec-
tó tanto á Pareja, que se suicidó, sucediéndole D . Casto Méndez Núñez (i).
Durante el año 1865 tuvieron lugar el combate de Abtao, en que la Villa de
Madrid y la Blanca se cañonearon con las fuerzas navales de tas dos repú-
blicas beligerantes, y el bombardeo de Valparaíso por toda nuestra escua-
dra. No sólo en Chile y Perú, sino en toda América, produjo viva irritación
este acto de guerra, y fueron procazmente insultados nuestros marinos por
haber bombardeado una ciudad indefensa, tildándolos de cobardes y crue-
les, con todas las injurias á que nos abandonamos tan fácilmente los españo-
les de ambos hemisferios una vez irritados. Estos insultos fueron la causa
determinante del bombardeo del Callao: el pundonoroso Méndez Núñez sin-
tió la necesidad de acreditar que los marinos españoles no sólo bombardean
poblaciones indefensas como Valparaíso, sino que gallardamente se ponen
á bordo de buques de madera delante de baterías blindadas, como las que
teni3 el Callao. Pocas acciones de guerra habrá en la historia moderna, si es
que se registra alguna más, emprendidas á impulso de este paladinesco sen-
timiento. El 2 de Mayo de este año, la escuadra, compuesta de las fragatas
A^MMUNna— única blindada— Vfíía de Madrid^ Almansa, ResoUtcián, Beren-
guela y Blanca, más la goleta Vencedora, se puso eu linea de combate frente
al Callao, y estuvo cañoneándose con ios fuertes de la plaza. Tuvimos ave-
rias, cerca de 200 bajas, fué herido Méndez Núñez, y también se las causa-
mos á los americanos, siendo las más sensible la del ministro, personaje prin-
cipal del Perú, D. José Gálvez. Antes de romperse el fuego trató de impe-
dirlo el almirante yanqui que estaba en el puerto con una buena escuadra, y
como alguien dijese á Méndez Núñez que aquellos buques podían echar á
pique á los nuestros, contestó el valiente marino: 'España preñere honra sin
barcos, á barcos sin honra.* La honra quedó en su punto; pero como los
barcos necesitaban composturas y la tripulación reposo y hospitales, se reti-
ró la escuadra del Pacífico, con lo que los peruanos quedaron muy convenci-
dos de que nos hablan ganado. También lo quedamos nosotros de haber sido
los vencedores, y realmente fué lo que cons^uimos unos y otros: la íntima
satisfacción de haber podido más. ¡Ojalá que en todas las guerras sucediese
lo mismo, pues asi no resulta nadie humillado ni con rencoroso deseo de to-
mar el desquite! Cuéntase que cuando en Consejo de ministros se planteó
la cuestión de lo que debía hacerse después del suceso del Callao, dijo Cá-
novas: — <|Pues absolutamente nada más que.mandar cantar un Te Deum,
echar la voz de que han sido ya suñcien temen te castigadas las Repúblicas
enemigas, y hacer volver la escuadral> [Consejo digno de un verdadero
politice I
Al Gobierno lo que más le preocupaba en aquellos momentos era la cons-
piración pr(^resista. Formidablemente había sido organizada por Prin du-
rante la primavera aprovechando todo elemento descontento, hasta el pro-
ducido en los sargentos de Artillería por haberse revocado una disposición
del general Córdoba que les abría la carrera dentro del Cuerpo hasta co-
mandante, cosa que había disgustado mucho á la oficialidad. £1 22 de Junio
al amanecer entraron los saínenlos de Artillería en el cuarto de banderas
del cuartel de San Gil, apuntando á los oficiales allí presentes con las cara-
(1) Naciú en \'igo, y sfnló |)laza iIp guardia marina rn 184a Xavegií mucho, dístinguién-
dose en las güeñas úc. Filipinas y Santo Domineo. Fui fl primero que condujo uua fragata
blindada (la Is'miimtáa) por el Estrecho de Magallanes.
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776 HISTORIA DE ESPAÑA
binas, y diciendo: *¡£] que se mueva, es muertoU Ninguno de aqaellos va-
lientes oficiales de Artillería se dejó intimidar, y todos fueron asesinados,
siendo la primera victima el teniente Martorell, que estaba de guardia, y al
que sorprendieron dormitando sobre un diván: despertó sobresaltado, y al
ver las carabinas sobre su pecho, tiró de espada y se precipitó sobre los cri-
minales, que le mataron. Empezada la revolución con este repugnante cri-
men, uniéronse á los artilleros bastantes paisanos y algunos pocos soldados,
no respondiendo los muchos comprometidos, porque O'Donnell y Serrano,
obrando con tanta actividad como valor, se pusieron al frente de las tropas
fieles y redujeron á las dudosas. Nunca ensangrentó las calles de Madrid un
combate más encarnizado. El general Narváez se unió al Estado mayor de
O'Donnell, y delante del ministerio de Marina fué herido en un hombro, lle-
vándole á Palacio para curarse (i). Por fin se dominó la insurrección, acredi-
tando sus jefes militares, que fueron Pierrad, Contreras é Hidalgo (2}, más
audacia y arrojo que tino y acierto. La represión fué sangrienta, siendo fusi-
lados sesenta y seis individuos, la mayor parte sargentos y cabos, y O'Don-
nell creyó haberse asegurado en el Poder. Pero, ^no eran las insurrecciones
de Enero y de Junio, aunque dominadas, el fracaso completo de su gestión?
jNo habia venido él á desarmar á la revolución y atraerse á los progresistas?
Únicamente su corta inteligencia y su apego al mando podfan deslumhrar á
O'Donnell hasta el punto de calificar de ingratitud el acto de la Reina di-
sintiendo de él en el nombramiento de senadores vitalicios, y el llamamiento
de Narváez (10 Julio), quien formó su Gabinete con Calonge (3) (Estado y
Marina), Arrazola (Gracia y Justicia), González Bravo (Gobernación), ürovio
(Fomento), Barzanallana (Hacienda) y Castro (Ultramar).
Ü'DonnelI salió despechadísimo de Palacio diciendo que no volverla
más mientras reinase Isabel II. Y él ó sus parciales pusieron en circula-
ción la anécdota de que la Reina queria más fusilamientos, y que no se ha-
blan hecho por oponerse D. Leopoldo. Con jefes de partido así, ^cómo podia
sostenerse el trono? Fué O ' Donnell á París, donde le recibió afectuosamente
Napoleón, y los progresistas intentaron ponerse en inteligencia con él para
la revolucición. Esta seguía preparándose activamente. En Ostende{i5 Agos-
to) acordaron progresistas y demócratas ei programa definitivo: -Abajólo
existente; Gobierno provisional; Cortes soberanas que decidiesen la suerte
del país.» Se instaló un Centro revolucionario en Bruselas dirigido por Prin;
Orense organizó otro; Castelar y Pí Margall, otro en París. Narváez quiso
gobernar liberalmente y atraerse á los progresistas, como lo había querido
O'Donnell; pero la influencia del conde de Cheste, Calonge y Orovio, ó, lo
que es más seguro, !a inutilidad ya de mostradísima de aquella política, le
hizo cambiar de rumbo. Los diputados unionistas intentaron reunir las Cor-
tes inconstitucionalmente; es decir, por su propia autoridad, sin contar con
la regia prerrogativa, y elevar á la Reina una exposición ó mensaje contra
el Gobierno. Este obró con energía: el Capitán general (Cheste), entró en el
Congreso y se apoderó del escrito; Ríos Rosas y los individuos de la Comi-
sión nombrada para entregar el mensaje fueron desterrados, así como Serra-
(1) Motnenlos antts de Sfi herido, O'Ijwlor, ayutlaale úe O'Donoell, le dijo que de-
bía rL-sguardarse algo del fupgo, y i'l du(|iic de Valencia le rnntestd: 'iSeñor comandantr.
guarde iislcrt sus consejos para cuando se los jildanU
[2) Hidalga era artillero, y de a<|iii vino la animadversii^ii i|ue le profesó hasta su mu^e
el Cuerpo de Artillería, y la cual fué causa de rranscen<lpntalcs sucesos políticos que indicare-
mos mis adelante.
(5I El teníenle general D. Euset)io Calonge y Fenollel, nacido en A'ítoria {15 Pirieai-
lire i)<Í4). ?"ra general desde tl^fí, y leirientc general desde iWij.
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HISTORIA DE ESPAfiA ?;7
no, que lo entregó. El 30 de Diciembre fueron disueltas las Cortes, convo-
cándose las nuevas para el 30 de Marzo. En el preámbulo de la convocato-
ria se indicaba la necesidad de reformar, no la Constitución, como dicen
algunos, sino la interpretación que se venia dándole, para que no resultase
contradictoria con «la constitución interna y real de esta antigua nación»,
y los españoles t pudieran ser gobernados según el espíritu de su historia y
los sentimientos que constituyen su carácter».
Año iSój. — Abriéronse las Cortes el 30 de Marzo, estando reunidas
hasta el 1 3 de Julio y reanudando las sesiones el 27 de Diciembre. Los dipu-
tados ministeriales pasaban de doscientos; los unionistas sólo eran cuatro, en-
tre ellos Cánovas del Castillo, que acompañaba á su partido á todo, menos al
retraimiento y á la revolución; babia tres fracciones moderadas disidentes,
dirigidas por el Conde de San Luis, Moyano y Nocedal. £1 debate político
fué brillan tisim o, distinguiéndose González Bravo por su soberana elocuencia.
Preguntado que cuál era la constitución interna de que hablaba la circular de
30 de Diciembre, contestó en el acto: La escrita por el dedo de Dios en ti polvo
ele los xiglos. El interés político no estaba, sin embargo, en las discusiones par-
lamentarias, sino en la lucha del Gobierno con la revolución. El 22 de Enero
fueron separados de sus cátedras Sanz del Rio, Castelar, D. Fernando de
Castro, Salmerón, Giner y otros profesores de la Central; á García Blanco se
le alejó de Madrid con la comisión de escribir un Diccionario kebraico-espaüol.
£1 24 de Abril se concedió una amnistía á los militares encausados. El 30 de
de junio se acordó en una junta celebrada en Bruselas por los revoluciona-
rios, á la que concurrieron Prin y Olózaga antes enemistados, dejar á la vo-
luntad nacional la decisión sobre la forma de gobierno, aunque Prin juzgaba
peligroso el mismo grito de/uío/o los Borbonesl, por haber militares á quienes
no placía; admitió, en cambio, la abolición de las quintas y matriculas de mar
á que toda la oficialidad era refractaria. Organizóse nueva y formidable con-
juración, y el mismo Prin estuvo en el Grao de Valencia, esperando en vano
que su guarnición se pronunciase; Contreras, en el valle de Aren; Baldrich y
Ltagunero, en la provincia de Tarragona; Pierrad y Moriones en el alto Aragón,
otros en Cuenca, más de seis mil paisanos en Bejar, actuaron simultáneamente
sin resultado: sólo Moriones, que juntó una columna de 560 carabineros y
80 paisanos, hizo frente a! general Manso de Zúñiga en Linas de Marcuello,
derr:)tándole y causándole la muerte en el combate, teniendo á los pocos
dias que trasponer la frontera. Narváez, que demostró gran capacidad mo-
viendo las fuerzas para contrarrestar las de los revolucionarios en los distin-
tos puntos por donde surgieron, mostróse muy humano, y hasta muy liberal
en la represión. No bien acabó la lucha, levantó el estado de guerra, puso en
libertad á los detenidos, é indultó á todos tos condenados á pena capital.
El 5 de Noviembre falleció en Biarritz D. Leopoldo O'Donnell. Es du-
dosa la participación que habla tomado ya en los trabajos revolucionarios:
lo que parece seguro es que se hablan celebrado conferencias por él y emi-
sarios suyos con los progresistas, que no se habla llegado á un acuerdo, y que
tenia él su proyecto especial: destronar á la Reina y proclamar á D. Alfon-
so XII bajo su regencia. Por su muerte, la jefatura de la Unión liberal re-
cayó en Serrano, quien, menos escrupuloso, entró resueltamente en la coali-
ción con progresistas y radicales. Para que fuese nacional se procuró que
formasepartcdeellaelmismoD. Carlos (1), celebrando á tal efecto conferen-
(1) r>. Ciirlos, titulado Vil, diripaiicrsonalmcrtí' H parlHln, aimtiucno toniftcl liliilo ii<'
rey tiasla rl año sipih-nte rn íjiie alMÍi<-<^ su [iiiOrc I). Juan; [htii n
turada n. Juan. qiiP alartlcalia He iilcus lilicralcs y proriiralia mi i
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778 HISTORIA DE BSPAÍlA
cías con él D. Félix Cascajares, y Sagasta con Cabreía. Pero si con D. Carlos
no hubo concierto, los duques de Montpensier, en cambio, afiliáronse resuel-
tamente en el bando revolucionario. Creyó el Duque cosa fácil repetir contra
su cuñada Isabel II lo que su padre Luis Felipe había hecho con Carlos X,
coloreando su ambición con la idea de que Doña Isabel estaba perdida sin
remedio y de que recogiendo él su herencia se salvarían por lo menos la
dinastía y el trono; la infanta Luisa Fernanda, mujer muy buena, pero de
cortos alcances, y á quine la severa disciplina doméstica de su marido Orleans
habla acostumbrado al ejercicio de las virtudes caseras — honestidad, reco-
gimiento, laboriosidad y economía, — vio este negocio como una desgracia
de familia, originada de que su pobre hermana, á la que hablan casado por
fuerza, contra su gusto, con un hombre sin condiciones para hacerla feliz, no
habla acertado á portarse en su difícil posición con el debido atildamiento.
El hecho es que fué ella quien llamó á Topete, comandante de Marina del
puerto de Cádiz, y le convenció de la necesidad de sublevarse. £1 Duque fa-
cilitó unos tres millones de reales para la revolución. Los unionistas y algu-
nos progresistas aceptaron como buena la candidatura de Montpensier para
sustituir á la Reina. Fué desgracia para los Duques — si es ventura conquistar
un trono por tales medios — que Napoleón III hiciese prometer á Prin no-
proclamarlos, so pena de perseguirle severamente en territorio francés.
Aüo 1868. — Al empezar el año nadie dudaba que era inminente un
choque violentísimo con la revolución: la única esperanza de los isabelinoK
estaba en Narváez, Las Cortes discutieron durante la primavera el presu-
puesto y muchos proyectos de ley. El 23 de Abril murió Narváez. La Geina
encargó á González Bravo la presidencia del Consejo, constituyéndose éste
con Roncali (Estado), Coronado (Gracia y Justicia), D. Severo Catalina (i)
(Fomento), Orovio (Hacienda), Mayalde (Guerra), D. Martin Belda (2) (Ma-
rina), Marfori, y después D. Tomás Rodríguez Rubí (Ultramar). Dispúsose
González Bravo á resistir á la revolución, ascendiendo al empleo de capitán
general al marqués de la Habana y al de Novallches (3), y desterrando á Se-
rrano, Dulce, Zavala, Córdova, Serrano Bedoya, Echagüe, Caballero de Ro-
das y Letona, así como á los duques de Montpensier. Las Cortes se cerraron
el 19 de Mayo, la Reina pasó el verano en Lequeitio, y el 18 de Septiembre
se sublevó la escuadra en la bahía de Cádiz al grito de ¡abajo los Borbonts!
Al día siguiente secundó la plaza el movimiento, y como reguero de pólvora
se fué corriendo, instalándose juntas revolucionarias que proclamaron el su-
fragio universal, libertades de cultos, enseñanza, reunión, asociación é im-
prenta, abolición de la pena de muerte, etc. Con las guarniciones de Anda-
lucia fué organizado un ejército que á las órdenes de Serrano esperó de-
lante de Córdoba al que mandado por Novalíches Iba desde Madrid á sofo-
car la insurrección. La batalla de Alcolea (dia 24) resultó desfavorable para
(i) Hebraísta, diíciiiulo dr García Illanco é insigne escrílor, como lo acrediis sus iirecio-
sos libros ía Mujtr, colección de erutlilos, ingeniosos v amenos arliculos, y Renm, que i-s de lo
mejor que ha [iroilucido nuestra literatura en descripción di' ciudades y monumentos. Kra de
la Academia Kspafiola desde 1860, Murió tS Ocluhre 1S74.
(j| Kmpeió su carreríi de escribiente en el Ministerio de Marina, y llegó todavía joven á
ser uno de los principales prohombres del partido moderado. Conviene advertir que sus planes
o de Marina, que comprendían cnire otras reformas la aplicación á los
irmada ■-'---■- ' - ■ ' ■■ .......
-«i.siendoca . ._,
Despuís de la Restauración se le confirió e
del Banco de España. Fui de los leales, sii
dola en el deslierro hasta con su dinero.
{.() D. Manuel Pavía y I/acy nació en Granada (6 Julio 1814). Cadete en l8j6, teniente
general en 11)44.
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aiSTOKIA DE BSFAÑA 779
Novaliches, que no pudo forzar el puente que lleva aquel nombre, quedando
herido. Madrid se pronunció el 29. Prin corrió la costa del Mediterráneo,
sublevando á Valencia y Cataluña. La Reina encargó al marqués de la Ha-
bana la formación de un Ministerio que no llegó á organizarse, y el dia 30
atravesó la frontera, contándose que dijo al cruzarla: Creia tener mds raices en
este país. En Madrid se constituyó (8 Octubre) el Gobierno provisional: Pre-
sidencia, Serrano; Guerra, Prin; Marina, Topete; Gobernación, Sagasta; Es-
tado, Lorenzana; Gracia y Justicia, Romero Ortiz; Hacienda, Figuerola; Fo-
mento, Ruiz Zorrilla; Ultramar, López de Ayala.
Era éste un Gabinete progresista-unionista. Los unionistas creyeron que
se repetirla la historia de 1854, ó sea que el general unionista (Serrano) pre-
dominarla sobre el progresista (Prin), mas aconteció lo contrario. Serrano
valia tanto ó más que O'Donnell; pero Prin no era Espartero: hasta se habla
tratado de no darte puesto en el Gobierno provisional. Prin se impuso y fué
ministro de la Guerra, y ya en posesión del cargo, comprendieron todos que
él era el jefe y que al duque de la Torre sólo le quedarían funciones decorati-
vas. Los demócratas se dividieron en monárquicos (Rivero, Martos, Becerra,
etcétera), que formaron la extrema izquierda del partido progresista, y repu-
blicanos, subdivididos en unitarios (García Ruiz) y federales (Orense, Figue-
ras, Castelar, Pf Margall, Salmerón, etc.) á la extrema izquierda de los fede-
rales y confundido con sus elementos más avanzados, pues Pí Margall espe-
óalmente tendía al socialismo, comenzó á surgir éste, organizado á la sazón
en la Sociedad Internacional de 7>-ií¿a/«íííT«(i). En Noviembre envió á Espa-
ña el Comité de las Secciones gineérinas al diputado italiano José Fanelli Ri-
bere para que organizase aquí la Asociación: fué fríamente recibido en la
redacción de La Igualdad, periódico fundado al estallar la revolución y el
oaás avanzado de todos los existentes. Al fin consiguió reunir un grupo de
obreros (Ángel Moral, Anselmo Lorenzo, Manuel Cano, Francisco Oliva, To-
más González, Enrique Simancas y Francisco Mora), y adoctrinándolos en el
café de la Luna, formó el primer núcleo provisional (2 1 Diciembre). Habla
combustible sobrado para que prendiera este incendio. En Andalucía, Va-
lenciay Cataluña había cundido entre jornaleros de ciudades y campos la
idea deque el complemento de la revolución tenia que ser un reparto general
de tierras y capitales.
A la vez que por la izquierda sucedía esto los elementos de la derecha,
alarmadlsimos en su sentimiento religioso al ver que la revolución, procla-
mando el derecho de asociación y todas las libertades expulsaba á los jesuí-
tas y á todas las Ordenes existentes, disolvía la Sociedad de San Vicente de
Paúl, apresurábase á derribar iglesias, suspendía el pago del culto y clero,
atacaba á la Iglesia en la prensa, en los clubs y en la cátedra, disponfa por
órgano de Ruiz Zorrilla un inventarío de todas las joyas artísticas de tem-
plos y conventos, que no podía tener otro fin que una incautación general,
y había establecido de hecho la libertad de cultos permitiendo abrir templos
y escuelas protestantes, aprestábanse á la resistencia. Los marqueses de Vi-
luma y Mirabel, Vinader, Galindo de Vera, etc., fundaron la Asociación de
Católicos; el marqués de Monasterio, Godró, Casares, Sánchez de Castro,
Borsi, etc., establecieron la juventud Católica. En estos centros andaban
juntos isabetinos y carlistas; pero no tardó en iniciarse un movimiento cató-
r CorgTíüO fué en Ginebra (Septiembre de 1S66), siguiendo los de 1.
selas (lS(iH), á que asistió un delegado de Barcelona. Los óranos directivos
gttumJ y el Comité de ¡at seaümes gintirinas de <|uc se habla en el texto.
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Historia GrAfica de la Civilización Española
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HISTORIA DB BSPaSa 78 1
lico hacU el carlismo. D. Carlos, que habla asumido la direcciiSa política de
su partido, y en tal concepto presidido la Conferencia de Londres (20 Julio),
consiguió que su padre D. Juan abdicase en él (3 Octubre), tomando desde
entonces el título de Carlos VII, y el incógnito de duque de Madrid. La Es-
peranxa, en una biografía encomiástica del que reconocía por rey, había
usado la frase: era hh niño terso, y de aquí tomaron los liberales el apodo de
JViño terso con que trataban de ponerlo en ridículo. Los neo-católicos casi
eo masa se declararon carlistas, y á su cabeza D. Cándido Nocedal; igual
camino siguió D. Antonio Aparisi Guijarro, que hasta entonces había sido
católico tradicionatista independiente. No por esto desapareció el partido
isabelino, si bien pocos de sus adeptos conceptuaban posible ni conveniente
la restauración de Doila Isabel, siendo la mayoría partidaria de D. Alfonso,
y por eso eran llamados alfonsinos. Había entre los alfonsinos un elemento
unionista, exiguo entonces, pero de gran valia, pues lo constituían D. Anto-
nio Cánovas del Castillo y sus íntimos amigos, el partido moderado histórico
y los neo-católicos que no se hicieron carlistas; la fuerza del grupo estaba en
el gran numero de jefes y oficiales del ejército que simpatizaban con la causa
derrocada en Alcolea. Algunos militares, relativamente pocos, pidieron la li-
cencia absoluta por no servir á la revolución; pero lo peligroso para ésía es-
tuvo en los muchos que permanecieron en filas, conformándose á regañadien-
tes con la situación creada, mas con la esperanza de derribarla en cuanto fue-
se posible. Si D. Alfonso no hubiera sido tan niño en 1868, es probabilísimo
que los acontecimientos de 1874 se hubiesen adelantado.
A ñnes de 186S estaban, pues, constituidos todos los elementos que,
chocando unos con otros, hablan de producir el desorden permanente de los
seis años de revolución. V ya ocurrieron choques sangrientos entre ellos,
como la rebelión federal de Cádiz, acaudillada por el joven Salvoechea (5 Di-
ciembre), que obligó al Gobierno provisional á enviar una división de 8,000
hombres á las órdenes de Caballero de Rodas (1).
Por desdicha, no se limitaron á la Península nuestras desventuras. £1 23
de Septiembre se levantó en Lares (Puerto Rico) una partida de 300 hom-
bres al grito de ¡muerte ó liéertad! ¡ Viva Puerto Rico ¡i6r¿! El 9 de Octubre el
ríco hacendado cubano U. Carlos Manuel de Céspedes dio el mismo grito
respecto de Cuba en su ingenio de la Demajagua; al día siguiente hubo un
pequeño combate en Yara; lanzáronse al campo los criollos de las jurisdic-
ciones de Jiguaní, Holgufn, las Tunas y Bayamo, entrando Céspedes en este
pueblo á ta cabeza de 5.000 insurrectos. El capitán general Lersundi, no con-
tando para sofocar la insurrección sino con unos 7.000 hombres en toda la
isla, recurrió á las negociaciones, lo que envalentó á los insurrectos, y á ar-
mar á los peninsulares, con lo que la guerra separatista tomó un carácter se-
mejante al que había teaido en los virreinatos del Continente: de un lado los
nacidos en Cuba, del otro los nacidos en la Península y establecidos en Cuba.
(T) n. .Anlorio Caballero y K.-rnánk-j
Aliunnodc lu[;<'nU'ros (iSíiil. oñcíal di^ K--ta
hrioadier U^ig). Asci-ndií ^ tynipntc (;i-ni-ra
hubo en Andalucía una oiiiilcmia Af ^'ipr, ■
\n frecuente oír entonces: ^Quitirne 1'? í'h
( de K«da.s naci6 en Ma<lrí(l do Felirero iKiri).
<lc) ^tavn^ ilesnués. coton.-i de Infanteria (lHí4l.
1 iii.r [4 halalla <lc Alcolea. A prineipins de tÍiGc»
1- la gente le piiso el aiiodo Je cahilUro de Rmlat.
■ cahallero dr JCüJns muy gr-i.-e.
(Explkaciin dt la lám¡«a CX¡).
El Ooblcrao prOvIslOMl - Dt iiquicida i
Ruii ZoíTÜla (M.), de Pommlo. -~ SirssI» {Prí.ed
Torre, Presidente. - - Topíie. di M»rinii. - Ayula |
t«do. - Roaero Onii, de Oracta y Jusiicij,
derecha: REuerola (Uureino). ministro de Hiciendi. —
es). Qobtrnación. - Prin. de la Guerra. - Duque de U
:Adelardo Lópeide), de Ultramar. Lorenzana, de Es-
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782 HISTORIA PE ESPaSA
No consienten las proporciones de este libro contar, úquiera sea muy
sucintamente, las peripecias de esta larguísima contienda, ni tampoco tas de
las alteraciones de la Península: además, el tratarse de tiempos que son los
que ha vivido la generación presente impone una cautela especial en los
juicios de personas y sucesos imposible de guardar narrando, aunque sea
con la brevedad que venimos haciéndolo en estos Anales, que es obligada,
sin embargo, en una obra esencialmente informativa como la presente.
Para conciliario todo en lo posible, nuestros Anales se limitan de aquí en
adelante á una sumarislma indicación de las principales efemérides, prece-
dida de dos palabras sobre varios aspectos de la vida social en el reinado de
Isabel II, á que no se ha hecho aun referencia.
Al terminar dicho reinado ya no existían El Clamor Público^ ni Las JVb-
vedades, ni La España, ni El Contemporáneo. El diario más leido era La Co-
rrespondencia, á que se llamaba sarcás ticamente el gorro de dormir, por ser
muchos los que no se iban á la cama ó no se dormían en ella sin leerla, y qne
no pubhcaba artículos, sino únicamente noticias y folletín; las primeras sin
clasificación ú orden, sino conforme iban llegando á la redacción, siendo fre-
cuentísimo que en un mismo número salieran dos ó más contradictorias; pero
esto, lejos de enfadar, hacia gracia al público, sin duda por dar, como ahora
se dice, una nota de sinceridad y espontaneidad que contrastaba con el artifi'
cío tendencioso de los periódicos de partido. Conviene advertir que La Co-
rrespondencia era también tendenciosa, y aun doblemente tendenciosa, pues
había en ella dos tendencias: la ministerial de todos los Ministerios que se
iban sucediendo, y la personal de su director Santana, que era unionista, y,
por tanto, en el periodo á que nos referimos, montpcnsierista; pero sabía di-
simular ambas perfectamente, ó sea engañar al público, y nada es tan agra-
dable al público como que lo engaiten en el periódico y en el teatro. Hasta
los lapsus de £11 Correspondencia hacían gracia; v. gr., el 29 de Noviembre
de 1865 murió el insigne Ventura de la Vega, después de muchos días de
enfermedad en que el autor de El hombre de mnndo estuvo entre la vida y
muerte, fluctuaciones que reflejaba diariamente La Correspondencia; y cuando
llegó el triste momento de la irreparable pérdida, salió el popular diario noti-
ciero diciendo: Hoy, por fin, ha fallecido D. ¡'entura de la Vega... Este por fin
dio más que reir que una chistosa comedia, y se hizo frase corriente.
Con La Correspondencia empezaba á compartir el favor público El íne-
parcial, fundado en 1866; y para que se vea cuánto han variado las cosas en
los últimos cuarenta y siete años, cuéntase que Gasset lo fundó con un capi-
tal de 10.000 reales. Como La Correspondencia, El Imparcial ae vendía calle-
jeramente á dos cuartos, y cultivaba esmeradamente la información; se dis-
tinguía en tener artículo de fondo y sueltos políticos y en sustentar un crite-
rio liberal, muy liberal, pero sin sujeción, por lo menos aparente, á ningún
partido determinado y tendiendo siempre á ganarse el gran público con ar-
tículos de interés general, especialmente de administración y hacienda, as-
pectos de ta vida descuidadísimos en los antignos periódicos, sólo atentos á
la política palpitante ó menuda. La Iberia, La Época, La Esperanza (carlista).
La Regeneración y El Pensamiento Español, que también lo fueron desde 1868,
«1 Diario de Barcelona, El Comercio, de Cádiz (moderado) y algunos otros, no
muchos más, tenían autoridad en sus respectivos gremios. De revistas hablan
acabado en 1868 casi todas las que se habían publicado en el período de
Isabel II; en 1857, El Semanario Pintoresco y La Ilustración; en 1865, la Cró-
nica de Ambos mundos; en i8í37, la Revista Hispano- Americana, etc. Sobrevi-
vían La América y El Museo Universal, fundados en 1857,
Xingún periódico podía vivir sin folletín, y los novelistas franceses, tam-
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HISTORIA DE ESPAÑA 783
bien algunos ingleses, aunque pocos, hacían c) gasto. La producción española
era muy escasa para lo que pedía el público. De 185 1 son Las nünas de mi
Convento, obra del mahonés Fernando Patxot (i) que, aunque no bien escrita
debió á su fondo romántico-cristiano y á ser una defensa de las Órdenes
religiosas y protesta contra la persecución de 1834 la más favorable acogida.
En 1832 se publicó La Dama del Conde-Duque, de D. Uiego Luquej en 1834,
La Campana de Huesca, de Cánovas del Castillo; en 1857, Rogin Rojal, y en
1867 Los Hidalgos de Monforte, ambas de Benito Vicceto; en i%^C), S Caballe-
ro de ¡a Almanaca, de D.Mariano González de Val Is, todas imitaciones de
Walter Scott, como las que ya se citaron de Navarro Villoslada, y las de Víc-
tor Balaguer sobre puntos de historia catalana (El Ángel de las centellas. El
Capua colorado, etc.) Las novelas y los cuentos de Fernán Caballero seguían
publicándose por la Casa Mellado, que merced á un contrato con la insigne
autora disfrutaba de la exclusiva, á cambio de haber asegurado á Cecilia una
existencia independiente y decorosa; multiplicábanse también las traduccio-
nes á todas las lenguas europeas y los estudios sobre nuestra novelista de
críticos de universal reputación. Cecilia disfrutaba, no de la protección, sino
del cariño de la Familia Real, habiéndole cedido la Reina para vivir una de
las casas del Patio de Banderas, en el Alcázar sevillano, y siendo una verda-
dera amiga y asidua tertuliana de los duques de Montpensier; alli contrajo
su amistad con D. Antonio Latour, buen literato francés, hispanófilo y secre-
tario ó bibliotecario del Duque, con quien sostuvo una interesante corres-
pondencia (2). De 1840 á 1860 y tantos publicó sus cuentos D. Miguel de
los Santos Alvarez. Trueba siguió dando á luz sus colecciones, y desde 1862
era Archivero y Cronista del señorío de Viscaya, nombrado por la Diputación,
y vivía en Bilbao rodeado del respeto y cariño de todos sus coterráneos {3).
En 1863 publicó sus cuentos Hartzenbusch, entre \qs c\a& fi^t a La hermosura
por castigo, superior, según Menéndez Pelayo, á los mejores de Andersen.
Pero, aun sumada á esta producción la de las novelas por entregas, muy co-
piosa y de gran circulación, en que descollaban Pérez Escrích, Fernández y
González, Ortega y Frias, Tarrago y Mateos, etc., no bastaba á las exigencias
del mercado peninsular é hispano americano.
Lo mismo acontecía en el teatro. La mayor parte de lo que se represen-
taba era traducido, adaptado ó imitado del francés: hasta la mayoría de los
libretos de zarzuela, v. gr., los de Camprodón, llevaban el sello transpirenai-
co. Las modas literarias francesas, de que fueron sucesivamente iniciadores y
modelos Pousard, Latour de Saint-Ibars, Augier, Dumas (hijo) y Victoriano
Sardou eran nueatras modas. Eguilaz, Narciso Serra (4), Núñez de Arce, sólo
El haz deUiía, y en colaboración con D. AntonioHurtado/fcn'rex/tf JoWrn,
D. Francisco Luis de Retes y D. Franeisco Pérez de Echevarría, y los ya cita-
dos Tamayo y Ayala eran nuestros autores de nota. La buena literatura dra-
mática tenia, sin embargo, un formidable enemigo en la creciente afición á la
música y á los espectáculos á que contribuía este arte. Desde la inauguración
del Teatro Real sus temporadas fueron cada vez más brillantes; desde la de
(O Xarii^ J4 Sc|it¡cmhrr 1K12. Murió i-n Tlarrcltina (.1 .\p>slo iK.icil.
[2) Sarámnla á la venia los lioredfrfis (ii- Ijiloiir, y lahaadquiridcn-K'.ohifmo <ir Ciilii
para la Riblíoteca nacional tic la 1 laliana. Mort-I Fallo rsrrihló solirc plía un laq;n artíailu cr
la Rrimf HUpaniqíir.
(fí I3 Ruirra i-ivil Icoblipíi A ifsidir pn Madríil (de 1S72 i 1S74I, volviéndOM" liif^o á si
uurrída Bilbao.
(4) Xaciócn Madrid (24 FHirrm iSiol S»-ndi> rai.itín (!-■ í'abailcria yvX^U la llrmcii
absoluta. F.n iSfij fui- nnmbrado Consur 'If teatros, cm^n ciuc- ]ior<lirt en iSOS. i|iiP(lando en \.
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784 HISTORIA DE ESPAÑA
1B65-66 empieza á ñgurar en los carteles Enrique Tamberlick, que por su lar-
ga permanencia entre nosotros, el amor que tuvo á España y la simpatía uni-
versal que inspiraba llegó á considerarse y á ser considerado como español.
En 1860 (Mayo y Junio) hubo temporada de ópera en el Teatro de la Zarzue-
la, y de 1864 á 1868 en el ya citado Teatro de Ro&siní (Campos Elíseos de
Madrid). No sólo Barcelona, sino todas las principales ciudades competian
con la Corle en la afición á la ópera. Las tentativas de ópera española que
venían de antigua fecha (Manuel Garda antes de 1803, Carnicer en Barcelo-
na de 1819 á 1827, Genovés, 1832, Baltasar Saldoni, 1845, etc.) engendraron
al ñn, y como ya se indicó, la zarzuela, que llega á su apogeo de 1850 en ade-
lante. El 6 de Octubre de 1856 se inaugura en Madrid el teatro especialmeate
dedicado á este espectáculo, contra el que algunos escritores, v, gr., Pedro
Antonio de Alarcón, hicieron implacable campana, pero que sancionó el pú-
blico con su constante aplauso, á que contribuyeron los mejores autores dra-
máticos con sus libretos, y que ha dado personalidad y brillo en el mundo á
la miisica española.
Los principales músicos españoles del reinado de Isabel II fueron: don
Emilio Arrieta, el íntimo amigo de Ayala, que representa el italíanismo (Mari-
na), tendencia que llevó, ó, mejor dicho, impuso en el Conservatorio de Ma-
drid; D. Hilarión Eslava, que compuso óperas italianas y piececitas, pero co-
nocido como compositor por su música religiosa (varias Misas, Stabat Maier,
Te-Deum y el Miserere que aún se canta todos los miércoles Santos en la Ca-
tedral de Sevilla, más por el respeto á la memoria del autor y por costumbre
que por el mérito de la obra). Los músicos contemporáneos discuten mucho
el de casi todas las de Elslava; pero sea cualquiera el juicio definitivo que
merezcan, lo que no puede negarse es que intentó con buen éxito restaurar
la castiza escuela española de órgano y que despertó los estudios histórico-
musicales, indicando á los maestros que han venido después el camino de
buscar en nuestra tradición musical la personalidad artístico- español a; por
esa senda fué BarHtn, Jugar con fuego {\^^), El Sargeuto Federica (\i^s)<
Pan y Toros (1865), etc, y en cierto modo, aunque por otro aspecto, Gaztam-
bidé, Catalina (1854), Los Madgiares (¡S^y), etc. En 186Ó— según Barbieri —
fué creada la Sociedad de conciertos.
La zarzuela fué bruscamente detenida en su desenvolvimiento por la
nueva invasión francesa de bufonadas é impudicia características de las pos-
trimerías del segundo Imperio, justamente simbolizadas por Zola en la rame-
ra Nana; el 22 de Septiembre de 1866 estrenóse en Madrid El Joven Teléma-
co (letra de Eusebio Blasco, música de Rogel), con que inauguraron su reina-
do los Bufos, y en 1867 y 68 pusiéronse de moda las revistas políticas^ siendo
el primero ó de los primeros en distinguirse cultivando este género José Gu-
tiérrez del Alba, quien, por ejemplo, para presentar la Nocke de San Daniel
sacaba un coro de estudiantes cantando:
Con el airrcilln
Al recordar estas manifestaciones literarias — llamémoslas asf — se vuel-
ven los ojos al torco buscando compensación y, efectivamente, la encuen-
tran, pues este arte nunca decayó en el reinado de Isabel II, y entró en el
período revolucionario con toda su lozanía de antaño. Después de la muerte
del Ckiclanero, quedó Cuchares como único gran doctor en tauromaquia, vi-
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HISTORIA DE ESPAÑA 785
vieado hasta Diciembre de 1868; él dio la alternativa al Taío{i) {30 Octubre
1857), al Gordito (2} (5 Abril 1863), á Currito {3) {9 Mayo 18G7) y á Fraseó-
lo {4) {27 Octubre 1867). Lagartijo (5) recibió el doctorado taurómaco de Ca-
yetano Sanz (i s Octubre 1865). Los últimos años de este periodo son los de
ia competencia entre el Gordito y el Tato, comenzada ea la Plaza de Cádiz
{14 Junio 1864), y que llegó á sin igual encarnizamiento. En el mismo Cádiz
(1868) tuvo la autoridad que tomar medidas extraordinarias para impedir que
la enemiga de los dos bandos degenerara en grave cuestión de orden públi-
co, y el público de Madrid, que era tatista, hizo tales demostraciones contra
H Gordito (12 Junio 1868) que decidió Carmona no volver á torearen la Cor-
te, rescindiendo inmediatamente su contrato (6).
Año i86g. — Protesta de la reina Isabel (Paris, 5 Febrero), ~ Reunión
de las Cortes Constituyentes (11 Febrero). — Desde el 6 de Abril al 6 de Ju-
nio es discutida la Constitución: lo más interesante del debate, el sostenido
sobre la unidad y libertad religiosa, distinguiéndose Castelar y Manterola.
Presentáronse á las Cortes 9.000 exposiciones con cerca de 3.000.000 de fir-
mas pidiendo la unidad católica. Nombrado Serrano regente del Reino
(15 Junio), ocupa Prin la presidencia del Consejo, saliendo del Ministerio Lo-
renzana y Romero Ortiz, substituidos por D. Manuel Silvela y D. Cristóbal
Martin de Herrera; presentaron contra este último los republicanos un voto
de censura, y fué reemplazado por Ruiz Zorrilla, entrando en Fomento Eche-
garay, Ardanaz en lugar de Figuerola, y D. Manuel Becerra en Ultramar.
Él 15 de Julio suspendiéronse las sesiones de Cortes, reanudándose {1.° Oc-
tubre) hasta fin de año. Silvela y Ardanaz dimitieron por no estar conformes
con que se exigiese al clero el juramento á la Constitución; Figuerola volvió
á Hacienda, y D. Cristino Marios fué ministro de Estado.
Desórdenes: Caballero de Rodas, después de haber sometido á los fede-
rales de Cádiz, tuvo que hacer lo mismo con los de Málaga, librándose un
saoOTiento combate callejero. El gobernador de Burgos, D. Isidoro Gutiérrez
de Castro, al ir á la Catedral á practicar el inventario de alhajas y objetos
artísticos prescrito por Ruiz Zorrilla, es asesinado por las turbas (25 Enero).
El interino de Tarragona D. Raimundo Reyes lo fué á su vez por los repu-
blicanos con ocasión de la llegada del general Pierrad. Partidas carlistas en
León, Patencia, la Mancha y Navarra. Formidable alzamiento de los federa-
les (Octubre), que ponen en armas más de 40.000 paisanos, y produce san-
grientos choques en Cataluña, Valencia, Zaragoza y Andalucía.
La Internacional fué oi^anizada en Madrid {24 Enero) y en Barcelona
{2 Mayo). Establecióse una SecciÓK central española (20 Septiembre). El 24 de
Diciembre se publicó el Manifiesto de los tr aiaj adores iníemadonalts de la Stt-
cián de Madrid á los trabajadores de España, de que se hizo copiosísima tira-
da. Hubo este año varias huelgas. Pocos, ni aun de los afiliados á la Inter-
nacional, distinguían bien los fines de esta Asociación de los del partido
federal.
Don Carlos publicó su primer manifiesto á los españoles, en forma de
(1} Amonio Sanche», yerno lio Cuchares, nacíií rn Sevilla ¡O Febrero iKii).
(2) Antonio Cánnona. nació rn Sevilla (IQ Abril t8.tí().
( j) Hijo de Cuchara, nació en Madrid (19 Aijosto iMjfil.
(4) Salvador Sánchez, nació (j^ Diciembre 1X44) en Churriana, iimvjncia de Granalla,
aunque por haber venido sienilo muv nifio á Madrid se le leni'a por madrileño.
(5} R»fael Molina, nació en Córdoba ur Noviembre i«4i).
(61 Kl Girditú no se n'tiró de la profesión hasta el iy Seplicmbrc iKK;; el Tab? fué co-
Sido (; Junio i)(6ei) en la romria organizada ¡jara festi-jar la Constilurión democrálica, habién-
osele teniílo igue cortar la pierna ilerecha. lo igiie le iinimsibililó [>ara el arte taoromiquico.
Salcedo, Historia de espaSa
D,g,t7cdb/GoogK:
786 HISTORIA DE BSFASA
Carta d su /urmano D. Alfonso (30 Juaio), redactada por Aparísi; hizo una
excursión por Cataluña (i 1 Julio), y confirió la direcciÓD de su partido á Ca-
brera, el personaje más popular entre los carlistas; pero Cabrera se habfa li-
beralizado en su larga estancia en Londres y por el influjo de su mujer, que
era protestante. La- reina Isabel abdicó en su hijo Üod Alfonso ^23 Junio),
veríñcándose la ceremonia en el Palacio de Basilevoski (París).
En Cuba, Dulce, enviado de capitán general eu reemplazo de Lersundí,
quiso atraerse á los separatistas cou negociaciones y concesión de autono-
mía: sólo consiguió (4 Enero á 1." Judío) exasperar álos peninsulares, que le
obligaron á reembarcar. De Noviembre del año anterior á Abril envió el Go-
bierno provisional iS.OOO soldados á Cuba, y con este refuerzo y los volun-
tarios consiguió el conde de Balmaseda algunos éxitos militares. Los Esta-
dos UoidoB ofrecfan su mediación á España. A fin de afko los insurrectos en
armas eran más de 30.000. La guerra se hacia cruelmente.
Año iSjo. — Fecundo fué este año en reformas jurídicas: Código pe-
nal (30 Agosto). Ley estableciendo los recursos de casación y revisión en lo
criminal (18 Junio). Ley de Matrimonio civil (iS Junio). Ley Je Organiza-
ción y atribuciones del Poder judicial (23 Junio). Ley del Registro civil
(i; Junio).
La preocupación política del Gobierno, ó, mejor dicho, del general Prin,
cuya voluntad era omnipotente, estuvo en buscar rey. Fueron candidatos á
la Corona:
a) Montpensier. Le sostenían los unionistas — do todos — y quizás
en los primeros momentos de la revolución hubiera sido fácil su triunfo; pero
la oposición de Napoleón III y el compromiso que hizo adquirir á Prin de
no proclamarlo obligaron á diferir el hacerlo, y su candidatura se hizo im-
posible por la critica de su persona, á que coadyuvaron republicanos, pro-
gresistas, alfonsinos y carlistas: se le presentó como traidor á su cuñada y
como ua avaro que, siendo riquísimo, no facilitó para la revolución los fon-
dos necesarios, sino muy contados, censurándosele además porque hiciera
vender las naranjas de sus haciendas — de aquí el apodo de Naranjero, —
cosa que se conceptuaba indigna de un principe. Lo insultó en público el
infante D. Enrique, y hubo un duelo entre ambos (12 Marzo). Montpensier,
que era excelente tirador, disparó al aire; pero al observar que D. Enrique
afinaba la puntería, lo hizo él también, matando á su adversario. 6alvó la vida;
pero acabó de enajenarse las pocas simpatías con que contaba.
ó) Espartero. Algunos progresistas propusieron esta candidatura, sin
razón de ser por tratarse de un anciano que en su juventud había desempe-
ñado desdichadamente el Poder supremo, además sin sucesión, y que Prin
no hubiera tomado nunca en serio. Sin el buen sentido de Espartero, sin em-
bargo, hubiese sido, por lo menos, causa de perturbación.
c) Don Fernando de Coburgo, viudo de la reina de Portugal Doña Ma-
ría de la Gloria y padre del rey Don Luis, á la sazón reinante. Desde 11:64
andaban algunos progresistas tras de esta candidatura, relacionándola con el
sueño de la unión ibérica. La patrocinaron Ruiz Zorrilla y Lorenzana, y no le
pareció mal á Prin; pero Napoleón III le puso el veto, y Don Fernando
no aceptó.
dj El rey Don Luis de Portugal. Sublevó el sentimiento nacionalista
en Portugal, y Don Luis se apresuró á rechazarla con suma energía
e) El príncipe Leopoldo de Hohenzollern. La propuso al general Se-
rrano un banquero de Berlín en carta (14 Julio de 1865), y le gustó á Prin.
Puede hoy creerse que todo fué una intriga de Bismarck para provocar la
guerra con Francia, y de añadidura contar con que España distrajese fuerzas
,, Google
HIRTORIA DE ESPARA 78/
francesas por tos Pirineos. Bismarck jugó, no sólo con Napoleón y los fran-
ceses, sino con Prin y nuestro Gobierno, y hasta con su propio rey Guillermo,
que no quería la guerra á no ser por motivo muy justificado. Le salió á
maravilla el juego: Leopoldo no fué Rey de Espaíía; pero la guerra franco-
prusiana estalló en el momento más oportuno para Prusia.
/) Don Amadeo de Saboya, Duque de Aosta, hijo segundo de Vfctor
Manuel (l). Al ofrecerle por primera vez la Corona, rehusóla con deci-
sión; pero en Agosto su padre le hizo aceptar, y el Gobierno se apresuró á
proponerle en las Constituyentes: en la sesión del
16 de Noviembre fué votado por 191 votos de los
311 diputados que tomaron parte en la elección (2).
Una Comisión presidida por Ruiz Zorrilla fué
á Italia á ofrecer la Corona y acompafiar á Espa-
ña al nuevo Rey, el cual, á bordo de la Numaitcta,
llegó á Cartagena el 30 de Diciembre. Terrible no-
ticia recibió allí Don Amadeo. No era popular el So-
berano electo; para los elementos católicos tenía la
tacha de ser hijo del rey excomulgado; para los
republicanos, ser rey y representar la consolida-
ción del poder de Prin, á quien aborrecían porque
los había contenido y reprimido, y de los progre-
sistas y demócratas monárquicos, que se distinguían
con el odio que se profesan los partidos afínes; en
el pueblo hacia mal efecto su condición de italiano,
que para la inconcebible ignorancia plebeya toma-
ba un aspecto ridiculo, pareciendo en su virtud
apropiados y graciosos estúpidos motes sin sentí- ütlion do lüsmarrk.
do como el de Macarronini I, ó las caricaturas que l'rinríiH- aípmán, caricillr-r
lo representaban tocando el arpa; la Grandeza, fiel ¡lcü!Tna'*de^s ¿randr^
á Isabel II, conjurábase para formar el vacio social i^ras <lc su ti(-mi>o.
en torno de su trono, y los mismos que lo habían (iK[4-iKoni.
elsgido no sentían entusiasmo por su hechura. El
único amadelsta fervoroso era Prin, dispuesto á ser el brazo fuerte de la
nueva monarquía, á realizar el sueño que no había podido llevar á la práctica
con la destronada Reina. Ya no tenía O'Donnell ni Narváez que le cerraran
el camino; ya no había más que el Rey y él. La oposición de los republica-
nos era terrible; en los clubs agotábanse los insultos para denigrarle; Paúl y
Ángulo fundó El Combate sólo para injuriarle, llegando á llamarle cobarde.
El martes 27 de Diciembre, concluida la sesión de Cortes, detúvose Prin en
un corro y preguntó jovialmente á un diputado federal: — «¿Por qué no vie-
ne usted á Cartagena á recibir á nuestro rey?> En tono de broma contestó
el interpelado. Y Prin, poniéndose un poco serio, dijo; — * Que haya juicio,
(1 ) Nació en Tiirin (1844). Fueron sus maestros lo.s coroneles Riccí v diovanetli y el (¡e-
neral Kossi. \'iajó por toda Europa. A los veinte años se le confirió el tnani1(< de una ietnóncle la
Guardia Nacional de Milán. En la batalla de Ciisloza fué lierido. Kn iWO; ca.só con D," María
N'ictoría, princesa de la Cisterna. PÍMarguil caiitica á D. Amadeo de 'Ihpío. ti df algiiu ei>nB¿ii.
di ¡orto entrndimiftilo.' Efhecaray cuenta que no iie^'ó nunca á iioder ex|ire.sanie en castellano;
en cambio, se hace íenguax de la' viveza de comiirensión v farilidad [ara hablar de D.* María
\'ictor¡a. l'no y otro eran poro aficionados al fausto mayestilico. !>.' Maria Victoria era mudes-
(ísima V muy caritativa y piadosa. Ames de tratarse de la canditlalura <le D. .\madeo. se habita
de la del duque de Gi-nova; pero era éste un joven de diez y seis años (|ue aim se jialíaha en
un Colegio tte Inglaterra.
¡2) l/a Kepi^blica federal tuvo fio votos: Montpensier. 2;; Espanerti. )<; Don Alfonso. 2; 2
la Kcpública española; l la Re|>übhca: l ia duque>a de Montpensier. y ici pajieletas en tilanvo.
,, Google
;88 HISTORIA DE espaSa
porque tendré la mano muy dura.» — "Mi general— respondió uno de losdei
corro — á cada uno le llega su San Martin.» Salió del Congreso á las siete
de la noche. Nevaba. Subió á su berlina, y por la calle del Turco, acom-
pañándole su ayudante, dirigíase al Ministerio de la Guerra. Próximo ya el
carruaje á desembocar en la calle de Alcalá, otro de plaza alli parado obstru-
yó el paso; en el raomenso de detenerse un poco el del general, seis hom-
bres, tres por cada lado, introdujeron por las ventanillas las bocas de sendos
trabucos, y diciendo uno: * — ¡Prepárate, que vasa morirl», dispararon ala vez.
Llevado á Buenavista, falleció en la noche del 30 (i). Topete fué nombrado
Presidente para recibir á Don Amadeo.
La Internacional siguió desarrollándose durante este año: fundación del
periódico La Solidaridad (15 Enero), y de secciones y centros en muchas
provincias. Don Carlos prescindió de Cabrera, y en la Junta de Vevey {18
Abril) asumió la dirección del partido. En Cuba fueron capitanes generales
Caballero de Rodas y Balmaseda (2); la guerra siguió encarnizadísima, y
crueles las represalias entre cubanos y peninsulares.
La guerra franco- prusiana empezó el 4 de Agosto. £1 2 de Septiembre
capituló Napoleón en Sedán. El 4 fué proclamada en París la República. Al
terminar el año los prusianos sitiaban á Paris. Aprovechando la salida de las
tropas francesas de los Estados Pontificios, y con el pretexto de mantener
el orden en éstos, el ejército italiano ocupó á Roma (20 de Septiembre) des-
pués de haber abierto brecha en el muro de Porta Pía, defendido por los
zuavos. El 2 de Octubre un plebiscito dirigido por las autoridades italianas
anexionó al reino de Italia el Patrimonio de San Pedro. Pío IX se clausuró
en el Vaticano.
Año 18^1. — Don Amadeo encargó á Serrano la formación de un Mi-
nisterio de coalición liberal, y asi lo hizo, reservándose Presidencia y Guerra,
con Martos (Estado), Ulloa (Gracia y Justicia), Sagasta (Gobernación), Ruiz
Zorrilla (Fomento), Moret (Hacienda), Beránger (Marina), y López de Ayala
(Ultramar); pero sólo pudo vivir esta situación seis meses y veinte días, por-
que los progresistas y demócratas, dirigidos por Ruiz Zorrilla, trataron desde
luego de eliminar á los unionistas, considerándolos demasiado conservadores
y un obstáculo para el desarrollo de una política verdaderamente liberal. Le-
jos de entrar Sagasta en esta tendencia, se opuso á ella con resolución, aun-
que con suma cautela, siendo su propósito constituir un partido progresista-
unionista, ó quizá, mejor dicho, progresista á la usanza de los tiempos ante-
riores á la unión con los demócratas. De aquí el antagonismo entre Zorrilla
y Sagasta, que agravó el primero precipitando la crisis, imprudencia tanto
mayor, cuanto que en las Cortes, abiertas el 3 de Abril, tenían considera-
ble minoría los republicanos, otra igual los carlistas acaudillados por don
Cándido Nocedal, y ambas, unidas con los pocos moderados y disidentes que
nunca faltan, no para combatir el Ministerio, sino para imposibilitar todo Go-
bierno de Don Amadeo.
Planteada la crisis (24 de Julio), fué Presidente Ruiz Zorrilla, acompa-
ñándole el general Fernández de Córdoba, que, de realista en su juventud y
archimoderado en el reinado de Isabel II, había venido á parar en progre-
sista-radical. Montero Ríos, Madrazo, Ruiz Gómez, Beránger y Mosquera; Sa-
gasta se negó á entrar en el Gabinete, y éste no duró sino mientras tuvo
ia Kuin ¡ f/iíti-rias) afiíma cjup Paul y Ángulo ¥\-
n Soítan ( j Fehrem iMií.
ía (iXtSI. mari»'al ik rampofiXcci).
D,g,t7cdb/GOOgIC
HISTORIA DE ESPAt^A 789
suspendidas las sesiones de Cortes: reanudadas (i." de Octubre), las opo-
siciones unidas votaron presidente á Sagasta contra el candidato ministe-
rial Rivero, El Rey ofreció el Poder á Serrano y Sagasta, y, por consejo del
último, se formó el Ministerio Malcampo con los elementos que más adelante
se llamaron sagastinos. Si Zorrilla sólo babfa podido sostenerse dos meses y
once días, Malcampo sólo pudo hacerlo dos meses y diez y seis días. Nocedal
presentó una proposición declarando que, conforme á los preceptos constitu-
cionales, estaban derogadas todas
las leyes perseguidoras de las Órde-
nes religiosas: votáronla las oposi-
ciones con los zorrillistas, y quedó
derrotado el Gobierno (i 7 Noviem-
bre).Pero no se conformó con su de-
rrota, sino que acudió á Palacio y al-
canzó el decreto de suspensión de
sesiones, si bien después de mu-
chas horas que se necesitaron para
convencer al Rey; as! que hubo que
prorrogar la sesión del 17 hasta las
siete de la mañana del iS, en que
se presentó en el Congreso Mal-
campo, subió á la tribuna, y quitán-
dose el gabán (i), que llevaba pues-
to, apareció de uniforme y leyó el
decreto. 1
£1 Gabinete duró hasta el ?ide
Diciembre, en que Don Amadeo
escribió á Malcampo una carta ex-
presando el deseo de que se reanu-
daran las sesiones de Cortes: como
esto no le era posible al Gobierno,
equivalía á decirle que se marcha- ' "'" ''"
ra, Sagasta fué encargado de pre-
sidir el nuevo Ministerio, compuesto de Blas, Alonso Colmenares, Groizard,
Ángulo, Gaminde, Malcampo y Topete.
Los excesos cometidos durante la insurrección de la Commune en Parfs
(t8 Marzo á 28 Mayo) alarmaron profundamente en todas partes, creyendo
las clases acomodadas y personas de orden que la Internacional iba derecha
y rápida á la destrucción de la sociedad. En España su crecimiento era asom-
broso, notándose por meses, y hasta por semanas, y revelándose en dos se-
ries de hechos á cual más alarmantes: unos, la serie de huelgas — entonces
la huelga era ilegal — y otros, la tendencia antinacional ó antipatriótica de
la Asociación que la llevaba á oponerse, por ejemplo, á la fiesta del Dos de
Mayo y á publicar manifiestos y artículos antipáticos á los patriotas. Seguía
la confusión entre socialismo y republicanismo federal; pero con esta diTeren-
cia: antes se tomaba á los intern ación ist as por federales, y ahora se creía que
lodos los federales eran internacionalistas. Los enemigos de la revolución,
tomada esta palabra en su más amplio sentido, señalaban en la Internacional
,, Google
790 HISTORIA DE ESFAÍQa
la catástrofe ünal en que había de rematar el proceso del liberalismo; el ca-
nónigo Manterola publicó un folleto, de que se hizo profusa tirada, titulado:
Ó Do» Carlos ó el petróleo, (\) sosteniendo que si no venía Don Carlos, es de-
cir, si no se restauraba el 'antiguo Régimen*, caeríamos forzosamente en los
horrores de la Commune. Uno de los puntos en que Sagasta disintió de Zo-
rrilla fué en que debfa declararse ilegal la Internacional y perseguirla como
sociedad ilícita, manteniendo Zorrilla el criterio democrático de la libertad
de asociación, y sobre esta materia versaron los más solemnes debates par-
lamentarios del presente año.
La guerra de Cuba, que continuó implacable y terrible, ofreció este año
dos lamentabilísimos episodios: uno, el fusilamiento del poeta D.Juan Cle-
mente Zenea, nacido en 1831, y cuyos versos están impregnados de la triste
dulzura de Lamartine y Musset. Intentó restablecer la paz, prestándose á ne-
gociaciones que le llevaron al campo insurrecto; mas como era cubano y par-
tidario de la independencia, su gestión no pudo ser grata al españolismo in-
transigente que predominaba entonces en el elemento peninsular de Cuba (2).
El otro aún fué más deplorable; D. Gonzalo Castañón, director de La Vos
de Cuba, era uno de los periodistas peninsulares que con más vehemencia
defendfa en la Habana la causa espat\ola: replicábanle tos separatistas desde
Cayo Hueso, y de estas polémicas surgió el concierto de un duelo, para cuya
realización fué Castañón á la citada población yanqui. No llegó á efectuarse
el desalío por haber sido antes asesinado el periodista peninsular. El hecho
impresionó extraordinariamente á los peninsulares de Cuba, y s^ hizo á Cas-
tañón el entierro más solemne en el cementerio de la Habana. Súpose á los
pocos días que unos estudiantes de Medicina hablan ido al Campo Santo y
profanado la tumba del escritor que los españoles tenian por mártir: alboro-
táronse los voluntarios, la autoridad fué débil — el capitán general Balma-
seda estaba ausente, — se reunió un Consejo de guerra, y ocho estudiantes
fueron fusilados, once condenados á seis años de presidio, y diez y nueve á
cuatro años. La memoria de estos estudiantes es hoy de las más populares
en Cuba y de las que más molestan al elemento peninsular.
Año jSy2. — Sagasta intentó gobernar con las Cortes, pero no era po-
. sible, y tras varias peripecias en que intervino personalmente Don Amadeo
se procedió á la disolución. Republicanos, carlistas y alfonsinos coligáronse
para derrotar al Gobierno en las elecciones, y, lo que es más extraño, hicié-
ronlo también los zorrillístas, celebrando mítines, como el del Circo de Príce,
en que se proclamó ila necesidad de orear el Palacio de Oriente», tratábase
á Don Amadeo como á Isabel 11. Triunfó el Gobierno de la coalición; pero
fué la victoria de Pirro: hubo necesidad para los gastos electorales de trans-
ferir á Gobernación dos millones de la Caja de Ultramar, y la oposición supo
hacer creer al vulgo que Sagasta los habla robado. España se inundó de ca-
ricaturas en que aparecía D. Práxedes llevándose «debajo» de los brazos los
dos millones, ó los <dos apóstoles», como se decia de chunga. Los carlistas,
á pesar de los amaños y violencias ministeriales, sacaron 35 diputados; pero
conceptuando una farsa las elecciones, se lanzaron á ta^ armas contra la opi-
nión de Nocedal, que creía poier traer á Don Carlos por los procedimientos
parlamentarios que habían derrocado el año anterior á los Gabinetes Zorrilla
y Malcampo. El 6 de Abril aparecieron las primeras partidas en la provincia
de Gerona; el 21 ordenó Don Carlos á sus partidarios el alzamiento general.
(1^ Qiii- i-s cama <íi'rir ahora la ilinamita. ).oi ['cimiinislas il<^ París habían in
Tiillcrias V iilrns fdifirioí rf>riAr<Iol(n ron ¡iFInMei».
[i\ 'fjs /ívt/'ii ívm/'lrlas <\v Zoncit se iHihlicaron pn Xucva Vork, IK7J.
,, Google
HISTORIA DB BSPAÍÍA
?9I
y el 2 de Mayo entró en España por Ascaín (junto A Vera). Los campesinos
levantados contábanse por miles; pero, naturalmente, sin armas ni organiza-
ción: asi, fué facilísimo á Moriones arrollar á los que seguían personalmente
á Don Carlos en Oroquieta (4 Mayo), y sin más pérdida que 7 heridos y
20 contusos, hacerles más de 700 prisioneros y obligar al Pretendiente á
huir á Francia por trochas de contrabandistas. El nuevo ministro de la Gue-
rra, general Zavala, habla organizado rápidamente <un ejército del Norte», y
á su frente fué el general Serrano. Desalentados
y divididos los carlistas, pudo Serrano convencer
á algunos de sus jefes á suscribir «el Convenio
de Amorevieta» (24 Mayo), por el que depusieron
las armas, sin más condiciones que el indulto y
conservación de fueros.
Al ocurrir esto, Sagasta, abrumado por la en-
conada oposición de que era blanco, había tenido
que dimitir (22 Mayo), y el 26 constituidose otro
Gabinete de matiz más unionista que el de Sagasta,
en que tuvo asiento hasta EIduayen, amigo de Cá-
novas del Castillo, y de que fué presidente el du-
que de la Torre, á la sazón en el Norte. Sólo pudo
sostenerse diez y ocho días, durante los cuales se
puso de maniñesto la resolución de los sorríllistas
de aliarse con los republicanos para echar á Don
Amadeo. Zorrilla había dimitido su acta de dipu-
tado y retirádose á su posesión de Tablada. El Go-
bierno manifestó al Rey que las cosas se habían
puesto de suerte tal, que únicamente suspendiendo
las garantías constitucionales creía poder contar
con elementos para sostener el trono y el orden
público. Repugnó á Don Amadeo esta política re-
presiva, pues habla venido con la caballeresca re-
solución de reinar liberalmente ó retirarse, y optó
por confiarse á los radicales, sacando á Zorrilla del
cincinatesco retiro de Tablada. El 13 de Junio juró
el Ministerio radical; Ruiz Zorrilla {Presidencia y
Gobernación), Martos (Estado), Montero Ríos (Gra-
cia y Justicia), Echegaray (Fomento), Ruiz Gómez
(Hacienda), Córdova (Guerra), Beránger (Marina)
y Gaiset y Artime (Ultramar). Convocáronse nue-
vas Cortes para el 15 de Septiembre; los consti-
tucionales, que así se llamaban ya los sagastinos y
unionistas, casi se abstuvieron en masa de acudir á las elecciones, y no vinieron
al Parlamento Serrano, Sagasta, Topete, Ríos Rosas, Cánovas, etc. Todo se
quería arreglar con un programa muy democrático. Regicidio frustrado en la
calle del Arenal (18 Julio); pronunciamiento federal en El Ferrol; tentativa
de sublevación federal en Madrid. La guerra civil continuó durante todo
el año; pero sólo viva en Cataluña, sostenida por Tristany, Castelt, Savalls
y otros jefes carlistas. A principios de Diciembre comenzó á recrudecerse en
el Norte.
Año iSyj. — Al comenzar este año no era dudoso para nadie que el
reinado de Don Amadeo tocaba á su fin. El día de Reyes hubo banquete en
Palacio, y desairaron la real invitación constitucionales y unionistas. La du-
quesa de la Torre renunció el cargo de camarera mayor. Tuvo la Reina un
1N17; toniíí pane e
primera guerra civil y al 1
urar en 1840 era capitán.
■n (odas las pos-
y con<lcnado á muerte en
rel>eUlia. empeió de gene-
ral la campaña de ll<j2 yftu^
jefe del ejercito rebokfe en
CataliiAa y N'alencJa. Andu-
vo en tratos con Martínez
CamiKKt para la paz >* fuó
Vroci'sado yj)reso por los
su vos. F.n 1X76, ya libre, emi-
1,-rrt á Francia y cayó en la
,, Google
79^ HISTORIA DE ESPAÑA
hijo {29 Enero), y el duque de la Torre rehusó ser padrino. El Centro Hispano-
Uitramaríno de Madrid protestó contra las reformas proyectadas en las Anti-
llas (10 Enero). El Gobierno se presentó á las Cortes (10 Enero), tratando de
secularizar los cementerios y suprimir las quintas. Surgió la cuestión de los
artilleros; el general Córdoba se empeñó en dar mandos á Hidalgo, á quien no
podían ver los oficiales de Artillería desde el 22 de Junio de 1866; todos los
jefes y oficiales pidieron su licencia absoluta ó su retiro. Para obligar al Rey
á firmar la reorganización ó disolución del Cuerpo, hizo el Gobierno que las
Cortes le otorgasen previamente un voto de confianza aprobando su con-
ducta con los artilleros (7 Febrero), siendo de notar que alcanzó en el Con-
greso 191 votos, los mismos que habían elegido á Don Amadeo; para el caso
de que aun así intentase alguna resistencia, ya Rivero y Martos andaban
organizando una conspiración militar. Abandonado, pues, por unionistas y
constitucionales y juguete de los radicales, deseosos ya de prescindir de él,
el Rey de la revolución no hizo sino lo que pudo para quedar lo raás decorosa-
mente posible: firmó el Decreto disolviendo el Cuerpo de Artillería (gFebrero)
y abdicóen8eguida(iiFebrero).JuntáronseelSenadoyel Congreso en Asam-
blea nacional, y proclamaron la República (258 votos contra 32), votando tam-
bién un Poder ejecutivo: Presidencia, Figu eras; Estado, Castelar; Gracia y Jus-
ticia, Salmerón; Gobernación, Pí Margall; Fomento, Becerra; Hacienda, Eche-
garay; Guerra, Córdoba; Marina, Beránger; Ultramar, D. Francisco Salmerón.
Imposible narrar brevemente las peripecias de este año en que, á la
inestabilidad de los Gobiernos y á las luchas entre radicales y republicanos.
republicanos unitarios y federales respondió la más desenfrenada anarquia
y tres guerras á la vez: carlista, cantonal y separatísU de Cuba. Martos, ele-
gido presidente de la Asamblea, se puso desde luego á conspirar contra el
Gobierno. Los federales se adelantan á erigir cantones independientes.
La Diputación de Barcelona se hace dueña de la ciudad. Sublevaciones y
crímenes inauditos en Montilla y Málaga y otros sitios. Los republicanos
echan á los radicales del Ministerio, reemplazando Chao á Becerra, Tutau á
Echegaray, Acosta á Córdoba, Oreiro á Beránger, Sorni á D. Francisco Sal-
merón. El Gobierno disolvió la Asamblea nacional (23 y 24 Abril) después
de vencer la sublevación de varios batallones de la Milicia Nacional de Ma-
drid. Cunde la indisciplina militar, y en varios Cuerpos gritan los soldados á
sus oñcíalcs: ¡Que iaiUn! El 10 de Junio se reúnen las Cortes Constituyentes.
Figueras presenta la dimisión, y autorizándole las Cortes para reorganizar el
Gabinete, huye de Madrid, sin que nadie sepa su paradero hasta que lo co-
municaron del extranjero. Pi Margall forma otro Ministerio, que sólo dura un
mes y ocho días, tiempo que basta para la gravísima y criminal insurrección
de Alcoy y para que Cádiz, Sevilla, Málaga, Granada, Murcia, Cartagena y
Valencia se constituyan en cantones independientes; lo mejor de la escua-
dra — las fragatas Numatuia, I 'iloria. Tetuda, Uéndes NúüeB, Almansa y F¡t-
rrolana, y los vapores Fernando el Cató/ico y Vigilante, — arbolan la bandera
cantonal. La derecha de la Cámara impuso la dimisión á Pf, y fué nombrado
para sucederle D. Nicolás Salmerón, que gobernó del 18 de Julio al 7 de
Septiembre. En este período fueron declarados piratas los buques subleva-
dos; una expedición militar mandada por D. Manuel Pavía y Rodríguez de
Alburquerque destruyó el cantonalismo en Andalucía; Martínez Campos
hizo lo mismo en Valencia; Contreras, general de los cantonales de Carta-
gena, fué derrotado en Chinchilla y obligado á encerrarse en la plaza; la fra-
gata prusiana Federico Carlos apresó al Vigilante, y después á la Almansa y
á la Vitoria: Salmerón no continnó en el Poder por su escrúpulo de resta-
blecer la pena de muerte en las Ordenanzas militares.
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HISTORIA DE ESPaSA 793
Le sustituyó Castelar, quien vino al Poder decidido á salvar á la patria y
restablecer el orden público, aun á costa de su popularidad entre los ele-
mentos avanzados y de su consecuencia con las ideas que basta entonces
habla defendido; renegó del federalismo y de su oposición á las quintas y al
ejército, diciendo que ta República necesitaba para vivir de <niucha Infan-
• terfa, mucha Caballería, mucha Artillería, mucha Guardia Civil y muchos
• Carabineros»; restableció la pena de muerte, y la aplicó inexorablemente
para mantener la disciplina militar; entabló negociaciones con la Santa Sede
para proveer los obispados vacantes; llamó á los jefes y oficiales de Artillería
separados del servicio por Córdoba, organizando el Cuerpo tal como se ha-
llaba al ser disuelto, y su programa puede sin-
tetizarse en esta frase suya: <Asf como las Mo-
tnarquías deben ser liberales, las Repúblicas tie-
>nen que ser conservadoras» . Una grave cuestión
internacional tuvo que resolver también Castelar:
en aguas de Cuba fué apresado el Firgimus, vapor
que llevaba refuerzos y municiones á los insurrec-
tos; reclamaron los Estados Unidos, por ser ciu-
dadanos suyos varios de sus tripulantes, y aun el
buque ir abanderado legítimamente como de
aquella nación; 53 de los tripulantes fueron fusi-
lados de orden de nuestras autoridades. Temióse
que los Estados Unidos nos declarasen la guerra,
y no eran esos, sin duda, sus propósitos, porque
se prestaron al arreglo propuesto por el Gobierno
español.
La guerra civil tomó extraordinario vuelo en
este desdichado año. Don Carlos volvió á entrar
en España (16 Julio) y las acciones de Monreal, '"^'^^i^Jíl"'' ''' 's''^n'''''"'i''"
Eraul, Monte-Jurra y Velabieta, así como las per- ' "" "'"* " ■* '"'"" '
didas de Oflate, Vergara y otros puntos, dejaron
á los carlistas dueños de todo el territorio vasco-navarro que hablan posefdo
en la guerra de los siete años, mientras que en Cataluña el combate de Al-
pens y otros, y en el Centro el levantamiento de más de 20.000 hombres,
colocaban la cuestión en los mismos términos que habla tenido antes del
Convenio de Vergara.
Año i8j4. — El 2 de Enero reanudaron sus sesiones las Cortes Cons-
tituyentes. El capitán general de Castilla la Nueva, D. Manuel Pavía, había
dicho á Caslelar que las jiersonas de orden sólo tenían confianza en él, que
si lo derrotaban en las Cortes, levantaríase la anarquía más desenfrenada que
en la última primavera, y, por tanto, que lo procedente era diferir la reunión
de Cortes, ya que no sólo la izquierda demagógica, sino el mismo Salmerón,
por rivalidad personal ó por tiquis miquis de escuela, estaba decidido á de-
rribarle Convino Castelar en que tal era la situación de las cosas, pero aña-
diendo que él no había de salirse de la legalidad. Voy á las Cortes — dijo —
el 2 de Enero, y si me derrotan, me retiraré á llorar las desgracias de la pa-
tria. No pensaba asi el general Pavía, y se puso al habla con los jefes de todos
los partidos, excepto el carlista, comunicándoles que si era derrotado Cas-
telar estuviesen apercibidos, porque el Poder iría probablemente á sus ma-
nos, para que formasen entre todos un Gobierno nacional.
Sucedieron las cosas como estaban previstas. Después de una sesión
borrascosa, á las cinco de la mañana del día 3 fué derrotado Castelar y ele-
gido para formar otro Poder ejecutivo D. Eduardo Palanca. En seguida Pavía
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794 HISTORU DE ESPASA
sacó tas tropas de los cuarteles, rodeó el Congreso, conminó á los diputados
para que lo abandonaran; y como no lo hicieran inmediatamente, mandó á
una Compañía penetrar en el ediñcio y disparar en el pasillo central. Fugiti-
. vos los diputados republicanos, el capitán general convocó A los represen-
tantes de los partidos, formándose el siguiente Ministerio de conciliación:
Presidencia, Serrano; Estado, Sagasta; Gracia y Justicia, Martos; Goberna-
ción, García Kuiz; Fomento, Mosquera; Hacienda, Echegaray; Guerra, Zabala;
Marina, Topete; Ultramar, Balaguer. Suspendió este Gobierno las garantías
constitucionales en toda Hispana; derogó la ley de g de Agosto de 1873 sobre
indultos y pena de muerte; puso en vigor la de orden público de 1821; re-
primió enérgicamente á los federales en Valladolid, Zaragoza y otros puotos;
disolvió las Cortes, prometiendo convocar otras cuando estuviera pacifi-
cado el país, y separó el cargo de jefe del Poder Ejecutivo, que se reser-
vó á Se/rano, del de Presidente del Consejo de Ministros, conferido á
Zabala.
La guerra en el Norte tomaba el peor aspecto. Dueños los carlistas de
Portugaleie, sitiaron á Bilbao, y acudiendo al socorro Moriones fué derro-
tado en San Pedro Abanto (24 Febrero). El duque de la Torre tomó perso-
nalmente el mando del ejército del Norte, muy reforzado, y se libraron las
batallas de Somorrostro (25, 26 y 27 Marzo), las más empeñadas y sangrien-
tas de nuestras guerras civiles (unas 8.000 bajas). A pesar de la superioridad
del ejército en número, municiones y artillería — los carlistas no tenlao ape-
nas cañones, — no pudieron ser dominadas las posiciones defendidas por la
infantería carlista, guarnecidas de unas trincheras de nueva invención, zanjas
abiertas en las cumbres y laderas de las montañas, dentro de las cuales
tiraban arrodillados. Fueron heridos en estos combates los generales
Loma y Primo de Ribera y, en cambio, los carlistas el día 29 tuvieron las
sensfbles bajas de Olio y Radica, dos de sus mejores jefes, muertos por una
granada disparada desde la línea liberal. Hubo que organizar otro Cuerpo de
ejército, arrebañando para formarlo hasta con la Guardia Civil y Carabineros,
y ponerlo á las órdenes del marqués del Duero, el cual emprendió sus ope-
raciones el 27 de Abril, maniobrando á retaguardia de las líneas carlistas;
el 28 se apoderó de las Muñeras, y el 2 de Mayo estaba libertado Bilbao,
aunque sin cons^uir el resultado que buscaba Concha, que era envolver al
ejército de Don Carlos y obligarle á rendir las armas. Retiráronse los car-
listas con tanta precisión y agilidad como valor y pericia habían demostrado
en la defensa de sus lineas. Serrano volvió á Madrid, donde fué recibido
(12 Mayo) con arcos triunfales, pero sin entusiasmo popular: realmente,
había fracasado en Marzo, y el éxito de Mayo se debió á la inmensa superio-
ridad de medios y á la estrategia de Concha.
Quedó éste mandando el ejército del Norte, y lo condujo á Navarra, di-
rigiéndose sobre Estella, donde pensaba realizar la maniobra que se le habla
frustrado en Bilbao, ó sea envolver á los carlistas y cogerlos prisioneros por
millares; pero sea porque un temporal retrasó la llegada del convoy y no
se pudo emprender el ataque hasta muy tarde, ó por otras causas, el hecho
es que el 27 de Junio fracasó la columna encargada de tomar á Monte-Muro,
que era el eje y clave de la gran maniobra proyectada, y queriendo Concha
restablecer el combate, se adelantó hasta unos cincuenta pasos de las trin-
cheras enemigas, y en aquel paraje — siete y media de la noche—' una bala
le cortó la vida; tenía sesenta y seis aiíos, y era una verdadera inteligencia
militar, y hombre tan duro que hacia muchísimos años que no se acostaba,
durmiendo vestido en una butaca. Fué gran fortuna que los carlistas no ad-
virtiesen su muerte ni el estado de muchos cuerpos del Ejército, pues asi
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HISTORIA DE ESPAÑA 7Q5
pudo hacerse rápidamente la retirada, no sin algún desorden y sufriendo
unas 2000 bajas por 300 que tuvieron los vencedores.
Zavala (i) fué de general en jefe al ejército del Norte, sin dejar la presi-
dencia del Consejo, aunque las funciones de tal fueron desempeñadas por Sa-
gasta. Hasta primeros de Septiembre desempeñó ambos cargos, que hubo de
abandonar en esta fecha por motivos políticos. La causa de la restauración ó
proclamación de Don Alfonso había ganado los espíritus en el del partido
constitucional ó sagastino, nervio de la situación, de tal suerte que sólo se
difería ya en la manera de reahzarla; Sagasta y los prohombres principales
preferían el procedimiento de convocar las Cortes extraordinarias, prometi-
das á raíz de 3 de F.nero, y que éstas llamasen al Reyi pero como proceder á
elecciones generales y unas nuevas Cortes parecían cosas de peligro mien-
tras durase la guerra, se iba difiriendo todo ello para cuando se consiguiera
la pacificación; y de aquí sui^ó la idea de imitar el régimen á la sazón esta-
blecido en Francia, ó sea el <septenado>, que desempeñaba el mariscal
Mac-Mahon desde 19 de Noviembre de 1S73, y que los monárquicos france-
ses consideraban entonces como un tránsito para la Monarquía. jPor qué no
habíamos de tener también en España nuestro septenado? ;Por qué no habla
de ser aquí Serrano lo que allá Mac-Mahonf La idea surgió, sin duda, entre
los íntimos y tertulianos del duque de la Torre, probablemente de la Du-
quesa señora de alta <cachupinería>, y que con ia presidencia del Gobierno
provisional y la regencia había tomado añción al papel de reina. Zavala se
opuso terminantemente al iseptenado», y de aquí su caída. Sagasta, en cam-
bio, explotó la idea, que con toda seguridad le pareció irrealizable, para
prescindir de los radicales, cuya compañía le era molesta, y formar un minis-
terio homogéanamente constitucional (3 Septiembre), que deportó á Filipinas
mil cantonales y se dedicó á preparar operaciones decisivas contra los car-
listas del Norte, que ya tenían bloqueada á Pamplona. El general Laserna (2),
que substituyó á Zavala, consiguió hacer levantar á los carlistas el sitio de
Irún (i i-Noviembre), en cuya acción corrió Don Carlos inminente peligro de
caer prisionero, y apercibido ya el ejército para emprender el levantamiento
del bloqueo de Pamplona, fué á mandarlo el duque de la Torre. Fruto de su
victoria debía ser «el septenado.»
Los alfonsinos no cesaban en sus trabajos de conspiración. No podían
llamarse así los personalmente dirigidos por D, Antonio Cánovas del Castillo,
jefe del partido por tener poder especial de Don Alfonso para encargarse del
Gobierno una vez que fuera proclamada la restauración; pero Cánovas creía
que los constitucionales no habían de diferir mucho el llamamiento del Rey.
El conde de Balmaseda y Martínez Campos conspiraban, en cambio, activa-
mente. Contaba el segundo con la brigada Daban en el ejército del Cen-
tro, y el 23 de Diciembre le escribió el Brigadier que solo podía mante-
ner su compromiso hasta fin de año, pues se anunciaban varios traslados de
oficiales y, además, estaba con licencia de Pascuas el coronel 2." jefe, que
era republicano de convicción. Martínez Campos, entonces, sin dar cuenta á
Cánovas ni ponerse de acuerdo con nadie, salió de Madrid en la noche del
(1) n. Juan Zavflla v (!'■ la Pi.i'íilr. i.rinifr miiniii.-s cli- SiiTra Tliillon.-s, rra [K-rimni.: na-
rró <-ii Lima (10 Kncfí, iNciil. Inflrcsó ilc i-ad.nn en la. Milicias .Irl Vim'inaln S les ralc.rcc añ'.s.
f hizo aííí la picrra ronlra los seiHTitislas. hasta qin' m l1i4 viin) i la Pcninsiila. Fui a>ni>lantc
(Ir KsparttTO. Coronel |l>*.47l, lirífrailifr al afko si}rui<>ntc. inari.<tt'al <\e camixi I1K40). teniente
(¡cnpral (1851), y csU" ailii 74 ascfnriirt á ra|>itán iicnrral. Miiiiii H} Scpticnibrc 1S711.
(2) Nac¡6 en Mallorca (lü Diric-mhn- lÜuA Fiir marisrardc cani|>r> rn lluVí y K-nicntr
genernl en 1S71.
D,g,t7cdb/GOOgIC
796
HISTORIA DE ESPAÑA
28, y al dfa siguiente, 29, puesto al frente de la brigada, en las afueras de
Sagunto, proclamó á Don Alfonso XII. Era general en jefe del ejército del
Centro D. Joaquín Jovellar, el cual, ante el hecho consumado, y no queriendo
dividir las fuerzas del ejército, se adhirió al pronunciamiento. El Gobierno
en Madrid y el duque de la Torre en el Norte intentaron resistir: el primero
puso presos á Cánovas, Escobar y otros caracterizados alfonsinos á quienes
habfa sorprendido lo ejecutado por Martínez Campos; pero el capitán general
de Castilla la Nueva, Primo de Ribera y los oficiales del ejército en el Nor-
te decidieron la cuestión, y el 30 era rey de España Don Alfonso XII, sin
haberse disparado un tiro, y funcionaba el Mi-
nisterio-Regencia; Cánovas, (Presidencia), Castro
(Estado), Cárdenas (Gracia y Justicia), Romero-
Robledo (Gobernación), Orovio (Fomento), Sala-
verrfa (Hacienda), Jovellar (Guerra), marqués de
Molins (Marina) y López de Ayala (Ultramar).
Año l8j¡. — La política de la Restauración
fué definida por el Sr. Cánovas en la carta ó ma-
nifiesto de Sandhurst, firmada por Don Alfonso
en I." de Diciembre del año anterior: «No dejaré
— decía Don Alfonso en esa carta — de ser buen
español, ni, como todos mis antepasados, buen ca-
tólico, ni, como hombre del siglo, verdaderamen-
te liberal. • El Rey desembarcó en Barcelona (9 Ene-
ro) y entró en Madrid (14). El primer ministerio
Cánovas duró hasta 12 de Septiembre, en que se
formó el presidido por el general Jovellar, á con-
secuencia de la crisis surgida por la cuestión de
por qué ley hablan de hacerse las elecciones: re-
suelto (decreto i." Octubre) que por la vigente ley
del Sufragio universal, volvió Cánovas á encargar-
se de la Presidencia (2 Diciembre), entrando Mar-
tín Herrera en Estado, el conde de Toreno en Fo-
mento, general Ceballos en Guerra, Duran y Lira
en Marina, y los ministros de la primera situación
cano vista.
Diéronse importantes decretos que obtuvie-
ron luego fuerza de ley: suspensión del jurado y
juicio oral; derogación de la ley de Matrimonio ci-
vil en cuanto á la necesidad de contraer dicho ma-
trimonio, y estableciendo como obligatorias dos
¿iiinarios.Tiíijy- innÍI. formas: la canónica para los católicos, con inscrip-
ción de la partida sacramental en el Registro civil,
y la civil para los no católicos; régimen especial para el castigo de los delitos
de imprenta; regulando el derecho de reunión, etc.
Decidido el Gobierno á poner fin á la guerra carlista, reanudó desde
luego las operaciones para levantar el bloqueo de Pamplona, que el grito de
Sagunto habfa suspendido. Ei 23 de Enero revistó el Rey en Peralta 40.000
hombres. Se consiguió con felices maniobras despejar el Carrascal, restable-
ciendo las comunicaciones con Pamplona; pero loa carlistas destrozaron la
brigada Bargés en Lácar (3 Febrero), golpe de mucho efecto moral, que indu-
jo á seguir un sistema más metódico para concluir la guerra. Tal fué dejaren
el Norte a Quesada con una fuerza de 78.000 y pico de infantes y 2.6on caba-
llos, más que suficiente para contrarrestar á los carlistas, que eran en Junto
Xolalik ^■M■l\^■t^ y i'sIi:.trL>..
nanilo i-n Ceuta. A los <lo> .
años int^sií en In f.ircii'ir
(le cailrto; se adliiríiV al Cnn-
li'alni<-nti- & Isalid tí. asi-.-n-
ilirnil'i i>or mí'rilos lii" fjiir-
-scrviriiiK á Don Carlns, sin
<lnt,i-nrnili>njefevaríi>s¡iñ[
t-n lasi't!unilu cuf ira civil. S
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HISTORIA DK ESPAÑA ^97
39.000 hombres cod unos 2.000 caballos (1), y reunir otro considerable ejér-
cito que pacificara el Centro y Cataluña para revolverse luego sobre Nava-
rra y Vascongadas constituyendo una masa incontrastable. La nueva quinta
babia elevado el contingente total de que disponía el Gobierno á 230.000
soldados efectivos. Coadyuvaban eficazmente á estos elementos materiales
tas medidas reparadoras de orden religioso, tales como la citada reforma de
la ley de Matrimonio civil, la reanudación de las relaciones diplomáticas
con la Santa Sede, el pago al clero abonándole los atrasos de la época revo-
lucionaría, etc., y la política de atracción de personas, en cuya virtud Cabre-
ra reconoció en Londres á Don Alfonso XII, figurando el antiguo general car-
lista en el estado oficial como capitán general y conde de Morella. Reunido
un ejército numeroso en el Centro á las órdenes de Jovellar, y en combina-
ción con el de Cataluña mandado por Martínez Campos, los carlistas, que
no llegaban allf á 20.000, no todos armados, y los que lo estaban con arma-
mento muy vario, comprendieron la imposibilidad de resistir, y, ó se disper-
saron y presentaron á indulto, ó pasaron, ya en corto número, á Cataluña.
Cantavieja capituló, y todo el Centro quedó pacificado en menos de un mes.
Concentradas entonces las fuerzas liberales en Cataluña hasta contar 53.000
hombres, contra unos 8.000 carlistas, atacó Martínez Campos á ^eo de Úrgel
(1.° Agosto), y la tomó después de un sitio de veintiséis días, quedando pri-
sioneros con la guarnición Lizárraga y el obispo Caixai, vicario apostólico en
el ejército de Don Carlos. Perseguidos incesantemente después los guerri-
lleros enemigos, antes de comenzar Diciembre no quedaba uno solo en armas
en toda la región. Lleváronse al Norte los soldados que acababan de pacifi-
car las comarcas levantinas, pudiendo reunirse all! la enorme masa de muy
cerca de 200.000 hombres distribuidos en dos ejércitos: de la izquierda, man-
dado por Quesada, que habfa de operaren las Vascongadas; y déla derecha,
á las órdenes de Martínez Campos, que debía hacerla en Navarra. En todo el
siglo XIX habla levantado España tan formidable aparato militar.
j4So /á'76.— Continúa durante todo el año el Ministerio Cánovas. Los
grandes elementos acumulados en el Norte concluyeron la guerra civil,
Don Carlos repasó la frontera al frente de su división castellana, que no quiso
entregar las armas el 27 de Febrero. Dispúsose inmediatamente el Gobierno
á terminar la guerra de Cuba por sistema semejante al que tan buenos frutos
habla producido en la Península. Habíanse mandado ya grandes refuerzos, y
ahora enviáronse 15.000 hombres más con el general Jovellar; encargóse á
Martínez Campos la dirección de la campaña, mientras Jovellar desempeñaba
el Gobierno general, y Martínez Campos, más que á reducir por la fuerza, se
dedicó á atraerse á los insurrectos con diestra política, la cual ya este año
dio algunos resultados. Valioso éxito se alcanzó también en Filipinas, donde
el capitán general Malcampo dirigió una expedición contra Joló (mes de Fe-
brero), consiguiendo vencer y dominar al Sultán de aquel Archipiélago, con
lo que se extinguió casi por completo la piratería, terrible azote de los mares
é islas del extremo Oriente.
El 15 de Febrero, trece días antes de la conclusión de la guerra civil,
abriéronse las primeras Cortes de la Restauración. El proyecto de Constitu-
ción se habla elaborado en una Junta de Notables, á que concurrieron los
constitucionales. Lo que más dió que hacer fué la Base referente á la religión:
la aceptada desde luego por el Gobierno, es la formulada en el articulo 1 1.°,
que comprende dos partes: la primera (apartados primero y tercero), que
dice asi: (La religión apostólica romana es la del Estado. La Nación se obli-
(l) Según los rslados oficiales de Marzo.
D,g,t7cdb/GOOgIC
79^ UISTOKIA DB BSPAÍ^A
>ga á mantener el culto y sus ministros. No se permitirán otras ceremonias
• ni manifestaciones públicas que las de la religión del Estado. Y la segunda
(apartado segundo): «Nadie será molestado en el territorio español por sus
(Opiniones religiosas ni por el ejercido de su respectivo cuito, salvo el res-
• peto debido á la moral cristiana». Este articulo fué objeto de laicas delibe-
raciones exteriores é interiores. Los Gobiernos de Alemania é Inglaterra hi-
cieron observaciones contra la unidad católica de la Constitución de 1845.
La Santa Sede quería absolutamente que se restableciese aquella fórmula
constitucional, consignada además en el Concordato, si bien accedía á pro-
meter no reclamar contra las
infracciones prácticas que las
circunstancias de los tiempos
obligasen á cometer, ya en
disposiciones reglamentarias,
ya en la conducta guberna-
tiva. Los moderados que no
habían entrado en el partido
liberal- conservador sostenían
la unidad católica, y para áat
fenderla fundaron los herma-
nos Pidal La España Católica^
Terrible adversario le salió á
este periódico en El Siglo F»-
tttro, fundado por D. Ramón
Nocedal, hijo de D. Cándi-
do, y el cual, titulándose ín-
tegramente católico, susten-
taba la tesis de que aun la
Constitución de 1845 era li-
beral, y, por tanto, conde-
nada por la Iglesia. Gran par-
te del clero siguió esta opi-
nión, y aplicando unas pa-
Aifonso XII. labras de Pío IX, decian los
que la sustentaban que los
católico - liberales, es decir, D. Alejandro Pidai, su hermano el Marqués,
y cuantos bacian caso de La España Católica «eran peores que los
monstruos de la Commune*. Concluida la guerra civil, Don Carlos con-
firió la jefatura de su partido á D. Cándido Nocedal, de cuyos consejos
no había hecho caso al lanzarse á una guerra que tan mal le había resulta-
do. D. Cándido echó á volar la especie de que el deber fundamental de los
católicos es combatir el liberalismo, cifra y compendio de todos los erro-
res y herejías, y principalmente el liberalismo católico que pOr artero
es el más peligroso; no deben, en su virtud, afiliarse sino á partidos opues-
tos ^er diametrutH al liberalismo, caso en el cual sólo estaba en E'.spaña el
carlista, dirigido por él. Los republicanos, los radicales y los constitucionales
sostenían á su vez que únicamente una amplísima libertad de cultos podfa
poner á España en la esfera de los pueblos cultos. I,a Constitución fué
promulgada el 30 Junio. Obra de aquellas Cortes fueron también la ley abo-
liendo los fueros navarros y vascongados y la Electoral.
Año /*77.— Viaje del Rey por Murcia, Cartagena, Alicante, Valencia,
Tarragona, Barcelona, Mahón, Palma de Mallorca, Almería, Málaga, Ceu-
ta, Cádií, Jerez, Sevilla, Granada, Antequera y Córdoba (21 Febrero á 5
D,g,t7cdb/COOgIC
HISTORIA DE ESPAÑA 799
Abril); apertura de las Cortes (25 Abril); aaimado debate parlamentario sobre
la cuestión de Joló; entrada de Osorío en Hacienda, reemplazando á Barzana-
llaaa, y suspensión de sesiones (11 Julio); nuevo viaje del Rey por Asturias y
Galicia (12 Julio á 13 Agosto); inauguración del ferrocarril de Salamanca á
Zamora (8 Septiembre); dimisión de Autequera, que es substituido en el Mi-
nisterio de Marina por D.Francisco P. Pavía {23 Septiembre); discurso de
Sagasta, muy monárquico y gubernamental, en un banquete celebrado en
Valladolid (3 Octubre); venida á Madrid de una embajada marroquí (22 No-
viembre), y maaifestaciÓD del Rey á los ministros de su proyectado matrimo-
nio con la infanta D." Mercedes de Orleans, bija de los duques de Montpen-
sier (6 Diciembre), lo que originó la convocatoria de Cortes (lO Diciembre)
para el 10 de Enero, y el viaje del Rey á Sevilla (22 Diciembre). Tales fueron
los principales sucesos del año, sin contar la constante conspiración republi-
cana, de que hubo dos 6 tres abortos con más ó menos ruido, y el descubri-
miento por la policía de una reunión de hombres armados en una guardilla
de la calle de la Fresa, coincidiendo con el de unas cuantas botellas de ni-
troglicerina en varios parajes de Madrid, todo lo cual fué, según unos, terri-
ble conjura, y, según otros, farsa de la policía.
La situación de los partidos era la siguiente. En el campo dinástico
cuatro:
d) El liberal conservador ó ministerial.
b) El Moderado histórico, que, según declaración de 10 de Mayo, acata-
ba la Constitución de 1876, pero sin renunciar á la de 1845 como ideal de su
programa, y que en 4 de Noviembre acordó en una reunión celebrada en
casa del conde de Cheste aceptar la boda del Rey con D.' Mercedes como
un hecho consumada, pero sin mostrar entusiasmo; acuerdo que determinó
la disidencia de D. Claudio Moyano, opuestísimo á dicho enlace.
c) %\ constititcioHal,á\ñ^{áo por Sagasta, y en el cual, bajóla común aspi-
ración de turnar en el Poder con el Sr. Cánovas, agitábanse diversas tenden-
cias, y así, mientras el jefe mostrábase tan gubernamental como hemos indicado
en el banquete de Valladolid, y Lús Debates, en una serie de arliculos mani-
festábase conforme del todo con la Constitución del 76, salla La Iberia declaran-
do que el partido aspiraba á la libertad de cultos, el sufragio universal, liber-
tad de imprenta, etc., y hubo un serio conato de abstención parlamentaria.
d) El centralista, que era una disgregación de la mayoría en sentido li-
beral, acaudillada por D. Manuel Alonso Martínez y D. Germán Gamazo. A
últimos del año Posada Herrera levantó la bandera de Unión liberal, que
acogieron los centralistas con agrado, empezándose á hablar de un Ministerio
Posada-Sagasta.
Antidinásticos:
a) El posibilista, representado en las Cortes por D. Emilio Castelar. Su
programa era: República unitaria y conservadora traída por procedimientos
legales y huyendo de toda unión con los revolucionarios.
b) El republicano revolucionario, dirigido por Zorrilla y Salmerón, emi-
grados en París, en que figuraban todos los radicales y republicanos, menos
los federales, y cuyo programa inmediato era la proclamación déla República
por una revolución, ó, mejor dicho, por un pronunciamiento militar, á cuyo
fin Zorrilla, imitando en lo posible el sistema de Prin del 66 al 68, organi-
zaba conspiraciones cuarteleras constantemente.
c) <£t republicano federal», que reconocía por jefe á Pí y Margall, y
que no se confundía nunca con el anterior, si bien estaba siempre dispuesto
á coligarse con él para la obra revolucionaria.
dj «El carlista», que dirigía admirablemente D. Cándido Nocedal, dán-
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doIe carácter ó aspecto de «oi^anización catóHca> para luchar contra todoa
los errores liberales. La fórmula era: te! Syllaius, sin interpretaciones malé-
volas ni tergiversaciones capciosas*. Asi consiguió que parte considerabilísima
del clero y fervorosos seglares le siguiesen con entusiasmo. £1 Siglo Futuro,
muy bien escrito por su director D. Ramón, Gabino Tejado, Selgas, Suárez-
Bravo, Pérez Villamil, Antonio Valbuena, etc., era el instrumento periodísti-
co del grupo; los hijos de D, Pedro La Hoz resucitaron La Esperanza con el
título de La Fe, y que diferia de El Siglo Futuro en
no ser tan teólogo, sino legitimista á la vieja usanza
carlista; pero el diario de Nocedal llevaba la voz
cantante.
Aüo ¡8j8. — Reunidas las Cortes {lo de Enero),
discutióse la boda del Rey. El general Pavía hizo
un breve discurso de oposición; pero Moyano se
excedió á sí mismo poniendo de oro y azul al du-
que de Montpensier por su conducta con Isabel II
en 1868. La opinión, sin embargo, aun la más mo-
nárquica, no hizo gran caso de D. Claudio; porque,
reconociéndose por todos que el Duque no se portó
entonces como un pariente correcto y cariñoso, ni
mucho menos, tampoco el modo de proceder de
Doña Isabel, con ser señora generosa y de natural
bondad, había sido para pedir extraordinarias deli-
I 1 H-M * cadezas, y además, es propio de los buenos corazo-
IIbÍÍqiÍo ol/Ví¿í>fíííW,íi "*^ perdonar, enseñando la Historia con múltiples
eirmu. y unodi-losln.m- ejemplos que las discordias entre los príncipes aca-
ijn'íi mis Fximios <li-l si- barón muchas veces por matrimooios entre las fa-
ulii sux. Fuf irbiiriK-nirc milias desavenidas. Lo principal en este caso para
l'.siMina V AiPrnunia cuan- , ,. jii_iri i-....»
lióla mV.stión de las Ca- mover los ánimos del pueblo fué que Doña Merce-
rolinasi:iÍNs). |[aln'anan- des era muy guapa, con hermosura y gracia es-
fio m iNia panolísimas, y muy buena muchacha, educada per-
fectamente por sus padres, que en la vida doméstica
nada dejaron nunca que desear. Gustó que la Reina fuera española, y las
bodas reales (23 Enero) despertaron verdadero entusiasmo.
Murió Pío IX (7 Febrero), sucediéndole el cardenal Pecci (León Xlll).
Los constitucionales, que estaban medio retraídos, volvieron á las Cortes (15
Febrero). Discutiéronse ampliamente las cuestiones financieras y económicas:
el presupuesto con déficit, la construcción del Hipódromo de Madrid que
costó muchos millones, las declaraciones de Orovio sobre la angustiosa si-
tuación del Tesoro (6,000 millones de Deuda flotante y atenciones faltas de
pago), crisis industrial en Catalufia, mala situación de la marina mercante,
tratado de comercio franco-español, etc. El 19 de Junio anunció la Gaceta
que la Reina estaba indispuesta; el 2y murió Doña Mercedes, á los diez y
ocho años de edad, y cinco meses de casada, causando su pérdida genera)
sentimiento de que se hizo intérprete López de Ayala, pronunciando, como
presidente del Congreso, una de las más bellas oraciones que se han dicho
nunca en nuestro Parlamento. El 23 de Julio falleció en el Havre de Grace
la abuela del Rey, Doña Maria Cristina, de que tanto se ha hablado en esta
Historia. Hizo Don Alfonso XII una excursión por Avila, Valladolid, Lo-
groño y Zaragoza, entrando, de regreso en Madrid (25 Octubre), á caballo
y con gran aparato militar. Al pasar por delante de la casa núm. 93 de la
calle Mayor, un joven tonelero, catalán, llamado Juan Oliva Moncosi, afiliado,
según declaró, en la Internacional, le hizo un disparo de pistola, sin herirle.
,,CoogIc
HISTORIA DE ESPAÑA
801
Ea los últimos meses del año surgió una profunda escisión en el partído mo-
derado, inclinándose á ta izquierda el conde de Xiqueaa, y manteniendo la
posición tradicional D. Claudio Moyano, si bien declarando que ya 00 habla
más remedio que admitir el art. 11 de la Constitución, aunque los modera-
dos, de ser Poder, lo interpretarían restrictivamente. Castelar condenó otra
vez el procedimiento revolucionario, y los constitucionales y
centraÜstas se entendieron, aunque sin llegar á fusionarse.
El 5 de Diciembre murió D. Nicolás Marfa Rivero.
Lo más importante del año fué la paz del Zanjón, ajustada
en Cuba (Febrero). La guerra de diez años habla costado á
España, según cálculos aproximados, más de 140.000 hombres
y unos 700 millones de pesos fuertes.
Aüo iSyg. — Ejecución del regicida Oliva (4 Enero).
Muerte del general Espartero (8 Enero). Alvarcz Bugallal,
ministro de Gracia y Justicia (6 Enero). El Rey sale de Ma-
drid ('21 Febrero), inaugura el ferrocarril de Ciudad Real, y
en Elva se entrevista con el Rey de Portugal, El 2$ llegó á
Cádiz el general Martínez Campos, despertando su venida en
Madrid extraordinario interés político; justiñcadisimo, porque
el 3 de Marzo presentó Cánovas la dimisión de todo el Minis-
terio, y por su consejo constituyóse otro (7 Marzo), presidido
por el General, pacificador de Cuba, en que entraron; don
Francisco Silvela (Gobernación), Molins (Estado), Aurioles
(Gracia y Justicia), Orovio (Hacienda), Toreno (Fomento), don
Francisco de P. Pavía (Marina) y Albacete (Ultramar).
Disueltas las Cortes, procedióse á elecciones generales
(20 Abril). D. Francisco Silvela, por primera vez ministro,
que había sido subsecretario de Gobernación con Romero
Robledo, manifestábase muy opuesto á la política de com-
padrazgo y trampas electorales característica de su antiguo
jefe, con el que se declaraba incompatible por carácter y res-
peto á la legalidad; así que se abstuvo de intervenir en las
elecciones para formarse una mayoría de adictos personales
ó de partidarios enragés del Gabinete de que formaba parte:
resultado práctico de tales escrúpulos fué que Romero Roble-
do dirigió las elecciones desde el Circulo conservador como . .
hubiese podido hacerlo desde el Ministerio de la Gobernación, Sía'ba^Muí e >•'
trayendo una mayoría compuesta de «amigos suyos incondi-
cionales> — á estos «amigos» de Romero Robledo se los lla-
maba (los húsares* — y de prohombres afectos á Cánovas.
D. Antonio Cánovas no gustaba de intervenir en los asuntos
menudos de elecciones y dirección del partido, teniendo todo
eso delegado en Romero. Concurrieron á la lucha electoral
los constitucionales, coligados con demócratas y radicales,
los que estaban separados desde i8;'4, y con los posibilistas. Vinieron á las
Cortes — abiertas el 1." de Junio — 48 constitucionales, 14 centralistas, 13 po-
sibilistas y 10 progresistas- democráticos, que es como entonces se denomi-
naban los zorrillistas. La discusión del mensaje fué muy violenta. Igual-
mente, la de la paz de Cuba y la del ferrocarril del Noroeste.
Falleció la Infanta Doña Pilar, hermana del Rey (5 Agosto). Los zo-
rrillistas conspiraban activamente; Gasset se separó del partido, haciéndole
perder el apoyo de El Imparcial. Terrible inundación de Murcia (14 Oc-
tubre), y hermosísima manifestación de caridad para socorro de los damniñ-
Abba;
iHDr éste á Don
Alfonso XII
cuando sólo era
Principe rtp As-
Silcedo, Historia d
,,Googfí?
802 HISTORIA HE ESPAÑA
cados en España y en toda Europa. Boda del Rey con la archiduquesa de
Austria, María Cristina Deseada (29 Noviembre). Las bodas reales pusie-
ron un paréntesis al proceso de la crisis parlamentaria, virtualmente plan-
teada desde que el Gobierno había leído en el Senado (5 Noviembre) el
proyecto de ley aboliendo la esclavitud en Cuba del siguiente modo: los
esclavos serian declarados libres desde el momento de promulgarse la ley,
pero sometidos al patronato de sus antiguos amos y recibiendo salario du-
rante cuatro años, transcurridos los cuates, cada año debían ser manumitidos
por sorteo la cuarta parte, y así á los ocho
años no habría esclavos. Romero Robledo,
haciéndose intérprete de las aspiraciones
de los hacendados cubanos, encontraba
ruinosa para Cuba la abolición de la escla-
vitud en los términos propuestos, y surgió
la disidencia en la mayoría, á que se adhi-
rió Cánovas, cayendo, por consecuencia,
el Ministerio, y formándose otro (10 Di-
ciembre), compuesto del jefe del partido
conservador y Toreno, Alvares Bngallal,
Echevarría, Duián y Lira, Orovio, Romero
Robledo, Lasala y EIduayen. Quedó ya
siempre un grupo de conservadores parti-
cularmente adictos al general Martínez
Campos. Se decía que Cánovas había de-
jado el Poder al pacificador de Cuba con
la'sola mira de hacerle perder su prestigio.
La más deplorable consecuencia de aquella
crisis fué en las Antillas, ya que el predo-
minio del criterio de Romero Robledo sig-
nificó <lamixtificación de la paz del Zanjón >,
6 sea que se concediesen á Cuba todas las
Ubertades constitucionales, pero ejercidas
Mana C riMma. pQ^ lQg peninsulares allí establecidos, los
cuales, oi^anizados en el antiguo «partido
español>, llamado después de la 'Unióo Constitucional», hablan de ser el
partido ministerial de todos los Ministerios que se sucedieran en la Penín-
sula; es decir, el partido siempre en el Poder, quedando para los criollos la
oposición permanente, ya la ilegal (separatista), ya la legal (autonomista).
El nuevo Gabinete se presentó á las Cámaras el mismo día de su nom-
bramiento. Fué primero al Senado, y dijo Cánovas que aplazaba la explica-
ción del cambio político hasta que fueran leídos en el Congreso los decretos
referentes á la crisis. En seguida pasó al Congreso á llenar esa formalidad, y
una vez leídos los decretos dispusiéronse los ministros á volver al Senado.
Levantáronse muchos diputados pidiendo inmediatas explicaciones, y Cá-
novas, sin hacerles caso, cogió el sombrero y salió del salón, seguido de los
demás ministros: tomaron esto las oposiciones por descortesía y menospre-
cio, armaron un tremendo tumulto, y se retrajpron. Dia 24 de Diciembre: e(
aprobado en el Senado el proyecto de abolición de la esclavitud en Cuba.
Día 29: falleció el general ¿avala. Día 30: muerte de D. Adelardo López de
Ayala, y atentad^ contra el Rey, afortunadamente sin consecuencias, de
Francisco Otero González, natural de la provincia de Lugo, pastelero de
oficio, y hombre tan perverso, que intentó complicar en su crimen, ó mejor
dicho en su responsabilidad, á dos inocentes que tuvieron la desgracia de
,, Google
HISTORIA DE ESPaSa 803
estar á su lado, A la puerta de Palacio, en el momeato de disparar él los dos
(iros de su pistola sobre el Monarca.
Año /¿'¿'o. — Reanudan sus sesiones las Cortes (10 Enero). El conde
de Toreno es nombrado Presidente del Congreso en substituciÓD de Ayala,
y aprobado en la mií^ma Cámara el proyecto de abolicióa de la esclavitud
(20 Enero). Posada Herrera interpone sus buenos oficios, y consigue que las
miaorfas abandonen el retraimiento (26 y 28 Enero), El 3 de Febrero inicia
Portuondo el debate sobre las reformas de Ultramar; el 8 afirman los cons-
titucionales que Martínez Campos había sido víctima de una vasta intriga y
de la más negra ingratitud: de aqut se derivó enconada polémica entre Cá-
novas y Martínez (Smpos, que contribuyó poderosamente á la formación del
«partido fusionísta» (23 Mayo), dirigido por Sagasta con una Junta (Martínez
Campos, Alonso Martínez, Posada Herrera, Romero Ortiz y Vega de Armijo),
á que se adhirieron desde luego el general Jovellar y los moderados condes
de Xiquena y Valmaseda, y que tuvo por programa la constitución del 76
muy liberalmcnte interpretada. D. Víctor Balaguer, sin embargo, en un viaje
de propaganda por Valencia y Barcelona, dijo {ly Julio y 30 Octubre) que
la Constitución del 69 era siempre la bandera de los liberales. También la
tremolaron los zorriUístas, que habían cambiado su titulo de 'partido progre-
sista-democrático» por el de "partido democrático -progresista» en su ma-
nitiesto (7 Abril), añadiendo á su programa el •servicio militar general y obli-
gatorio y una descentralización muy amplia. > Castelar (discurso eo Alcira 2
Octubre) confirmó una vez más su tendencia democrática; pero antirevolu-
cíonaria. El partido moderado apenas si daba ya otras señales de vida que las
de su creciente descomposición. El Conde de Puflon rostro, presidente de su
Junta directiva, prometió en una circular (25 Agosto) apoyar á los candidatos
ministerialese n las elecciones provinciales; protestó Moyano, y la Junta
desautorizó al Conde.
Nacimiento de la infanta Doña María de las Mercedes (i i Septiembre).
Los sucesos más importantes del año fueron;
a) <La guerra chiquita», en la provincia de Santiago de Cuba, comen-
zada en Junio del año anterior, y que en breve tomó tanto vuelo, que en
Octubre llegaban los insurrectos á cerca de 6.000, mandados por Maceo, Gui-
llermón, Quintín Banderas, etc.; pero tuvimos la fortuna de que fuera co-
mandante general de la provincia D. Camilo Polavieja (i), quien redujo de tal
modo á los enemigos, que en Abril de este año no pasaban de 300; el i." de
Junio se presentaron Guillermón y Maceo, y huyó Calixto García, y el 23 del
mismo mes se rindió Limbano Sánchez. Con razón se ha dicho que esta gue-
rra fué «chiquita-, porque Polavieja no la dejó llegar á ser grande, y que es
la única sostenida por europeos en América concluida por fuerza de armas,
sin concesiones ni compra de enemigos, así como también la única en que
desde su principio hasta su ñn se observaron escrupulosamente las prescrip-
ciones del Derecho de gentes.
i) «Las conferencias de Madrid sobre Marruecos», El Sultán deseaba
que las Potencias europeas se pusieran de acuerdo sobre «el derecho de
protección» concedido á subditos marroquíes, señalando bien su carácter y
Itmites para evitar los abusos á que daba lugar. Inglaterra y nuestro Gobierno
(1) Inprsft i>n la .íradrmia clf .\rtlllcria, y halm> minia aban clon aik>. liallSliasc en su |Jiii--
lilo al estallar la guerra (le África, v sentid |>lam rn uno (le Ioü rurr^ms pxix'dirionarioü: Icnía
piilonces veinte añi>.<i. Por su romportamicnto. el j^ítjipto iWiofut- ascrndíilo á.sar(;rnto; p'irl»
batalla de Wad-Kas, en que fué herido, & sárjenlo 1.". Iliío ía Riierra di- Santo lloniinRo, la de
Cuba, la carlista. [¡anan<l<i lodos siis asi'i'nsiis \nx niériliis ilc jpierra. Hrinailier liK^Cil, mariNral
de campo (l87fi).
,, Google
I3S, PtrciOaldA*
l43.SaU)FFrÉBcé*
(1850),
EipaHoleí llBSlrM coatcmporáaeot.
,,CoogIc
HISTORIA DE ESPASA HOj
toman la iniciativa, convocando para estas conferencias á Francia, Inglate-
rra, Alemania,^ Italia, Austria, Países Bajos, Bélgica, Portugal, Suecia y Esta-
dos Unidos. A propuesta del conde de Solmssonnewalde, enviado de Ale-
mania, fué nombrado Cánovas presidente. Como representante del Sultán
asistió Sid Mohammed Torres, (De ig Marzo á 3 Julio).
Aüo 1881. — Estaban los fusionistas im pac ientis irnos por ser llamados
al Poder. Abiertas las Cortes (30 Diciembre del año anterior), en la discusióo
del Mensaje no disimularon sus oradores ser muy peligroso para el orden
público tenerlot alejados por más tiempo de las esferas gubernamentales.
León y Castillo en el Congreso y Jovellar en el Senado convinieron en que
prolongar esta situación era provocar sucesos semejantes á los de 1854.
Martínez Campos dijo; «Estoy conforme en todo con Jovellar; yo no hablo de
peligros en son de amenaza: estoy en el deber de advertirlos al Gobierno y al
país*. La Época, inspirada por D. Francisco Silvela, declaraba sin ambajes la
necesidad política de una situación fusionista; La Política, que reflejaba las
ideasdel grupo de Romero Robledo, sostenía, en cambio, que se debia resistir
á todo trance. Cánovas no era de esta opinión, y en el preámbulo de! proyecto
de ley arreglando la deuda intercaló un párrafo manifestando que se re-
querían varios años para que aquel arreglo surtiese sus buenos resultados.
Era presentar al Rey la ocasión de disentir, y así se produjo la crisis, en cu-
ya virtud fueron Gobierno (jo Febrero): Sagasta (Presidencia), Vega de Ar-
mijo (Estado), Alonso Martínez (Gracia y Justicia), Martínez Campos (Guerra),
D. Francisco de P. Pavía (Marina), Camacho (Hacienda), D. Venancio Gon-
zález (Gobernación), Albareda (Fomento), León y Castillo (Ultramar).
Permitióse — contra lo que hablan anunciado los conservadores — la
conmemoración del 1 1 de Febrero por los republicanos. Fué derogada (3 Mar-
zo) la circular conservadora que prescribia á los catedráticos oñciales res-
petar en sus explicaciones la Religión y la Monarquía, y repuestos en sus
cátedras los que hablan sido separados de ellas por infringirla. El fiscal del
Tribunal Supremo prescribió á sus subordinados la interpretación más libe-
ral de las leyes penales relativas á delitos contra los cultos y de imprenta, y
les recordó que, á pesar de lo prescripto en la Constitución, no era menester
autorización previa para procesar á los funcionarios públicos. Hubo protestas
(Explicación de ¡a lámina anl/ríor.)
EspBftOlea Unstres coatcmpordneoi. — 136. Bcalto PérM Oaldói, novclisb y dramalargo
eminente y ffcuniUsirao. Su obra má? celebrada es La magnific» colecciún de Episodios Naeionalts. N»ei6
«1 1S4S, en las Islas Canarias. -137. Antonio Pella 1 0«AI. cílebre crilico donosliana de especial com'
prtencji Dinskal. Antor de la notable obra Hlílorla dt ¡a Ópera en España. Fui uno de los primen»
adeptos de Wigner, y traba)* con enluiiasmo por intrciduelc en el guato del público la música del colosal
nuestro alemán (IS46- TS96). —138. Federico Ctmecii popular maestro compositor; autor, enire Ottu
mochas obras, de la lamosa Mordía de la zarzuela Cddií (1846-1405). -13B. María Alvareí Tnbaa, ac-
Irii cómica de verdadero (alentó y de flexibles aptitudes. Actualmente es profesora del Conservatorio. Nadó
en 1S4(>.--140. Antel Oainerá, notable y aplaudido dramaturgo. Sus obras mis repetidas son Tierra
baja y María Roía, escritas en calalin, como la mayor parle de sus producciones. Nació en Santa Cruz de
Tenerife, en 1847.— 141. JnlUn Hornea y Parra, autor y actor cómico de notables aptitudes t inimitable
en ciertos papeles. Sobrino del célebre artista D. Juliin, habia nacido en Zaragoza. Murió siendo primer
actor y director de la compañía del teatro Lara, Era poeta y músico (1818 - 1W]).— UZ. Francisco Pradl-
U«, Insigne pintor aragonés, cuyos cuadros hlslóitcos DoHa Juana la Laca. La rendición de Granada y
El «apiro del moro le conqulsUron lama universal. Nació en IS48. - 143. EmIUoStüa ; Francét, pintor
de briltanllsima paleta, nacido en Alcoy, autor de los elogiados lltnios Prisión del principe de Viana y
Oalllermo de Vinatea liaciendo revocar un coatrajatro d Aljonso ¡V de Aragón. Nació en 1850.—
144. TomAs Bretón y Hemándei, excelente r aplaudido maestro compositor, autor de muctias óperas y
■.n Salara:
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8o6 HISTORIA DE ESPAÑA
de los prelados y reclamación del Nuncio. Maniñesto posibilista (21 Abril)
prometiendo ayudar al Gobierno en la restauración de U democracia. Elec-
ciones generales (20 Agosto y 2 Septiembre). Apertura de Cortes {20 Sep-
tiembre). Fosada Herrera es elegido Presidente del Congreso, y el marqués
de la Habana nombrado del Senado. Inauguración del ferrocarril directo en-
tre España y Portugal, y vistas en Cáceres de los Reyes de ambos pueblos
(8 Octubre), La Reina Isabel viene á Madrid (ij Octubre).
En Enero de este año los elementos políticos especialmente afectos á la
Iglesia que militaban en el campo alíonsino y los carlistas do avenidos con la
dictadura ejercida por D. Cándido Nocedal, representados por el periódico La
Fe, idearon librarse de ésta dirigiendo un mensaje de felicitación á monseñor
Freppel, que por entonces llamaba la atención con sus discursos y campaña
en la Cámara francesa, y constituirse luego en asociación, titulada <Uaión
Católica», donde cupieran cuantos hombres quisieran defender la influencia
social y política de la Iglesia bajo la dirección de los obispos, y sin perjuicio
de permanecer cada uno en su partido ó punto de vista respecto de las
cuestiones puramente humanas ó temporales. El arzobispo de Toledo acep-
tó la presidencia de la «Unión Católica», casi todos los obispos la bendijeron,
se fundó un circulo y un periódico para defenderla; pero, naturalmente,
D. Cándido Nocedal sostuvo la jefatura que Don Carlos le tenia conferida
en el orden político, y que él con singular habilidad había extendido al
religioso, y de aquí ardentísimas polémicas entre los parciales de El Siglo
Futuro, los ác La Fe y los de La Unión. Según los primeros, todo era una
añagaza de Cánovas, realizada por medio de D. Alejandro Pidal para llevarse
á los carlistas al partido conservador; según La Fe, Nocedal era el neo-cato-
licismo ingerido en el viejo partido carlista para dominarlo y desnaturalizarlo.
Los de El Siglo Futuro llamaban á los de La Unión «mestizos y católico-libe-
rales». Los de La Unión á los de El Siglo, < frebonianos, cismáticos, cesa-
ristas» y otras cosas feas.
También fué este año la celebración del centenario de Calderón de la
Barca— murió el gran dramaturgo el 25 de Mayo de i68i~- y salió tan per-
fectamente la fiesta, que ninguna otra semejante ha resultado después tan
lucida. El 4 de Enero falleció el general D. Domingo Morlones.
Aio iSSs. — Los demócratas rompieron con el Gobierno, ratificándose
en su republicanismo por medio de una declaración colectiva (6 Enero) sus-
crita por todos los periódicos de Madrid, menos El Globo (de Castelar) y El
Iniparcial. D. Víctor Balaguer combatía al Ministerio cada vez con más acri-
tud, atribuyendo á la presencia de Alonso Martínez la falta de iniciativa hbe-
ral y pidiendo la eliminación de los centralist; s para formar un Gabinete
progresista homogéneo: así lo hacía en su diario La Mañatta, y lo hizo en las
Cortes unido con Linares Rivas y López Domínguez, declarándose (2 Junio)
fuera del partido. Tal fué el origen de <La Izquierda dinástica», constituida
el 24 de Noviembre bajo la jefatura del general Serrano, y en el comité direc-
tivo del cual entraron muchos prohombres hasta entonces zorrillistas, como
Montero Ríos, Moret, Beránger etc. El 14 de Diciembre declaró Linares Ri-
vas en el Congreso que la <Izquierda> estaba dispuesta á gobernar con la
constitución del 7 5, pero sin perjuicio de reformarla, y llegar, si era menes-
ter, á la del 69.
Cuestiones económicas. — Las nuevas tarifas del subsidio industrial su-
blevaron á los gremios de Madrid, constituyéndose un Sindicato para dirigir
la resistencia (i." Febrero), al que se adhirieron industriales y comerciantes
de toda España. Fueron denunciados los periódicos que publicaron los ar-
dientes boletines de) Sindicato, y éste constituido en prisión (25 Febrero),
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HISTORIA DB ESPAÑA 807
originándose de aquf una manifestación ruidosa en honor de los presos. £□
Barcelona se cooiplícó el movimiento con otro más importante: el de protesta
contra el tratado de comercio con Francia, pendiente de la ratificación de
las Cortes. Va esto no pareció bien en Madrid, y el «Círculo de la Unión
Mercantil» protestó contra el 'Fomento de la Producción Nacional» y otros
centros de la ciudad condal. Se hizo en la Corte una mala campaña contra
los proteccionistas catalanes, y aun contra Cataluña entera, dando por incon-
cuso que el egoísmo de los catalanes, su deseo de enriquecerse á costa del
resto de la nación, era el ónico móvil que los impulsaba á oponerse al tra-
tado; y como en la gran manifestación, celebrada en Barcelona, fueron mu-
chos con barretina, se dijo que ahí estaba expresado el separatismo catalán.
Se aprobó el tratado en el Congreso (22 Abril) y en el Senado (8 Mayo),
declarando Sagasta en esta última Cámara que los perjuicios quep ndiera
traer á la industria nacional quedarían suñcientemente compensados con la
suspensión por diez años de la base 5-' de la reforma arancelaria de 1869.
Cánovas y D. José Carvajal estuvieron conformes en la discusión al declararse
no proteccionistas ni librecambistas, sino oportunistas, idea que de 1882 acá
ha recorrido tanto camino en España, que hoy puede considerarse común á
todos los partidos políticos.
Las controversias entre católicos y entre carlistas ofrecieron en 1882
nuevos incidentes y peripecias. El 31 de Enero publicaron el obispo de
Oaulia y D. Cándido Nocedal el programa de una peregrinación nacional á
Roma; á últimos de Febrero varios prelados desaprobaron la idea, fundán-
dose en que para no perder la peregrinación su carácter religioso debía ser
dirigida por los obispos. León XIII confirmó esta desaprobación, y en su
virtud fué constituida una nueva Junta bajo la presidencia del arzobispo de
Toledo; pero ni el obispo de Dauiia ni Nocedal aceptaron los puestos que
se les habían reservado. Dijeron los adversarios de Nocedal que el propósito
de éste era demostrar que solo él movia las masas católicas en el número
conveniente para una peregrinación lucida. Como los redactores de La Fe,
que también componían un semanario satírico titulado El Cabecilla, felicita-
sen á Don Carlos en sus días (4 Noviembre), recibieron la siguiente respues-
ta telegráfica por conducto de El Siglo Futuro: «El duque de Madrid ha
recibido con el desdén que se merece una insolente felicitación de los hom-
bres de La Fe y £1 Cabecilla. Ordena el Señor lo denuncie usted al desprecio
de los leales>.
Murieron este año: En Uviedo, D. Alejandro Mon {2 Noviembre), y en
Madrid, D. Estanislao Figueras (ii-Noviembre).
Año iSSj. — Sobre si hablan 6 no de venderse los montes públicos hu-
bo disidencia entre los ministros de Hacienda y Fomento, derivándose una
crisis total, que se resolvió (y Enero), quedando Sagasta, Vega de Armijo y
Martínez Campos en sus puestos, y entrando en el Gabinete Romero Girón
(Gracia y Justicia), Rodríguez Arias (Marina), D. Pío Gullón (Gobernación),
D. Justo Pelayo Cuesta (Hacienda), O. Germán Gamazo (Fomento) y D. Gas-
par Núñez de Arce (Ultramar). A mediados de F^ebrero fué descubierta en
Jerez de la Frontera «La Mano Negra>, terrible asociación del peor carácter
anarquista. Reorganizóse la «Izquierda dinástica» con un comité directivo
compuesto de López Domínguez, Moret, Balagucr, Becerra y Montero Ríos
{15 Marzo). Empeñadas discusiones entre la Izquierda y el Gobierno durante
Junio y Julio. Suspendidas las sesiones, pasaba Sagasta unos días en Pau, y
presidia el Consejo Martínez Campos, cuando estalló la insurrección republi-
cana que venia preparándose hacia tanto tiempo.
En efecto; desde que Ruiz Zorrilla fué expulsado de España (5 Febre-
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8o8 mSTOIUA DE ESPAÜA
roiS75) QO se habia ocupado, sÍQo en ui^anizar y mover un alzamiento en sen-
tído republicano. Su primera tentativa seria fué en Mayo de 1877, en que
tomaron parte los generales Merelo, lagunero, Díaz Berrio, La Guardia, Pa-
dial y otros, y que fracasa sin estallar, costando á Zorríiia ser expulsado de
Francia poi el Gobierno (Mac-MahónJ. Un subalterno del ejército, apellida-
do ó apodado Siffler, hombre con todas las condiciones requeridas para el
oficio de conspirador, organizó la A. R. M. (Asociación Republicana Militar),
en que ñguraron, no por cientos, sino por miles, los jefes y oñciales, aunque
la mayor parte eran de los que al rebajarse los crecidos contingentes exigi-
dos por las guerras carlista y de Cuba quedaron sin colocación en los cua-
dros activos; estos militares estaban en malísima situación económica (suel-
do de reserva 6 de reemplazo) y sin ningún porvenir por la absoluta parali-
zación de las escalas. Agriados por sus desdichas, comparaban éstas con la
fortuna de los generales que á fuerza de pronunciamientos en uno ú en otro
sentido hablan hecho sus carreras, y hasta con la de los cabecillas cubanos
que hablan recibido dinero por someterse, mientras que ellos ni cobraban
sus pagas (i). Casi todos los prohombres de la revolución del 68 estuvieron de
acuerdo con Zorrilla durante más ó menos tiempo para el pronunciamiento.
Serrano, á pesar de haber reconocido á Don Alfonso, tuvo una entrevista con
él en Biarritz (verano de 1878), quedando de acuerdo en que el duque de laTo-
• rre por sus años y posición política no intervendría en el periodo de prcpara-
>cióo, ofreciéndose á montar á caballo cuando se le dijera que todo estaba
>dispuesto>. La gran conspiración de Diciembre de 1878 fué dirigida por Zo-
rrilla desde el extranjero, y por Figueras en España. Zorrilla contaba tam-
bién con el apoyo de muchos republicanos franceses, personajes de primera
fila en la política, hasta el punto de ser opinión común entre los zorrillistas
que, á no morir Gambetta, el triunfo de Zorrilla hubiera sido seguro (2).
Para el 29 de Junio de este año estaba dispuesto el movimiento simul-
táneo en varias regiones. Por las peripecias propias de las conjuras hubo que
demorarlo, y en la madrugada del 4 al 5 de Agosto. el teniente coronel de
Caballería, en situación de reserva, D. Serafin Vega, ayudado por varios je-
fes y oñciales y casi todos los sargentos, sublevó los regimientos de Santiago
y Covadonga, de guarnición en Badajoz, proclamó la República en esta plaza,
y al saber que marchaba contra él una división mandada por el general Blan-
co, hizo cortar el puente de Aljucén, y en la mañana del 6 atravesó la fronte-
ra portuguesa con 95 jefes y oficiales, 54 sargentos, 725 entre cabos y solda-
€k)s y 50 paisanos. El 8 de Agosto un teniente de reemplazo, D. Juan Cebrián,
sacó de Santo Domingo de la Calzada, valiéndose de los sargentos, al regi-
miento de Caballería de Numancia; el coronel Rubalcaba y los oficiales pu-
siéronse en persecución de su fuerza, alcanzando á la retaguardia, que se tes
sometió en seguida — prueba de que los pobres soldados eran meros instru-
mentos materiales de los sargentos — y recuperaron al fin todo el Cuerpo,
porque uno de los soldados mató de un tiro á Cebrián, burlando para ello la
vigilancia que sus seductores ejercían en la marcha (3): cuatro sargentos fue-
ron fusilados en Santo Domingo (12 Agosto). El d(a 9, finalmente, sublevóse
(1) ■ La mayor jiarle habían e.-^roKailo ronvoyc!, cardados de oropara Ins ínsurrertos.
■ mientras pilos, los Ipaltrs, vivieron doce y ratorrc mt-scs úa cobrar sus pa^as. Como salinfac-
•rii^n á sus penalidades se les cntrofjó un abonaré incobrable. 1.a vi! usura liiio presa er ellos.-
>etcélera> (Prieto y \'Íllan'ra1. Jíah Zorrilla. Madrid. too].>
(2) Prieto. Id.
(}) >En dos iiileras, por ambos lados de. la rarretera. y al trole corto, habia marctiido Ja
■tropa sal>le\'ad3.- Ijis saríjen'os vitplaban atenli
•sin separarsf^ ile sus [luenlos. Kru. \inv In tamo, r
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HISTORIA PE ESPAÑA 8O9
la guarnición de Seo de Ui^el: cuatro compañías del regimiento de Vizcaya,
á cuyo frente se puso un capitán, y los carabineros de la Linea, asumiendo
el mando el teniente coronel del Depósito D. Francisco Foncuberta; como
en Badajoz, proclamaron la República, y el día siguiente se pusieron en mar-
cha para la frontera, y la traspusieron (i).
En la opinión pública española y extranjera hicieron muy mal efecto es-
tos pronunciamientos, de que se creta pasada la época. Posíbilistas ¿ izquier-
distas compitieron en condenar enérgicamente la rebelión; los conservadores
acusaron al Ministerio de imprevisor y negligente, y, sin duda, hubiera sobre-
venido desde luego la crisis total á no estar ya resuelto el viaje del Rey á
Austria, Alemania y Francia, iniciativa de Don Alfonso XÍI, que era admi-
rador sincero y ferviente del ejército alemán, cuyas grandes maniobras de
otoño querfa presenciar, que el marqués de la Vega de Armijo había pa-
trocinado como ministro de Estado, y que desde luego suscitó recelos en
Francia, por creerse revelación de inclinarse España á la alianza germánica.
Comentando los pronunciamientos de Agosto, escribió La Presse, de París:
• Suponemos que el rey Alfonso tendrá ya algo en que ocuparse que no sea
>su viaje á Alemania». Conviene advertirque no eran estas suspicacias abso-
lutamente infundadas. EE Rey, joven y patriota, con temperamento de solda-
do y sueños de gloria, veía en una nueva guerra franco-alemana la ocasión
propicia de intervenir en Kuropa militarmente, coadyuvando con un ejército
español á la acción germánica; los militares y cortesanos que le rodeaban
alimentaban estas ilusiones peligrosas, lejos de procurar disiparlas: no asi
D. Antonio Cánovas, partidario resuelto de la política de abstención ó neu-
tralidad. Si Cánovas hubiera estado en el Poder es seguro que no se habría
hecho el viaje á Alemania, Después de un recorrido por provincias (Va-
lencia, Castellón, Tortosa, Tarragona, Villafranca, Barcelona, Manresa, Léri-
da, Zaragoza, Logroño y Burgos), que duró del 17 al 27 de Agosto, y de otro
(Falencia, León, Coruña y San Sebastián) empezado el 31 de Agosto, el 5 de
Septiembre separáronse el Rey y la Reina en Hendaya, entrando el segundo
de incógnito en Francia. El 6 estaba en París, y partió para Munich. El 9 sa-
lió para Viena, abandonando el incógnito en la frontera de Austria, donde
vistió e! uniforme de coronel austríaco. Magníñcamente recibido en Viena,
salió de esta capital el 19, y en Homburgo esperábanle el emperador Guiller-
mo, el príncipe Imperial (después emperador Federico), el principe de Ga-
les (después rey de Inglaterra), el príncipe Federico Carlos, el rey de Sajo-
nia y numeroso séquito. Con nuestro Rey llegó el de Serbia. La parada y
maniobras fueron lucidísimas, tomando parte en ellas 25.000 infantes, 3.000
jinetes y 100 cañones. Se dijo entonces que en la revista iba delante el Em-
perador, y detrás nuestro Rey cabalgando en el grupo de los demás monar-
cas y principes; si fué asi, hizo muy mal Don Alfonso, el cual debió adelan-
tar SU caballo, aunque hubiera sido con violencia y ponerlo junto al del Em-
perador, porque la Corona de España no tolera semejantes postergaciones
que, como escribió el Padre Mariana, <en lo temporal no tiene superior en
lel mundo>.
(i) Anécdota curiosa: Foncubprla era espirilista, y mando recibió el aviso para suble-
varse, ya sabía d fracaso dt Badajoi, y en su virtud no conccplualKi pnidcnle exponerle & lo
mismo; pero se le ociirrirt entonres evocar el espíritu del general Prim, con i|uien había servido,
y el espíritu fué ei que le dijo que se sublevara sin demora. Oiro detalle cómico del pronun-
ciamiento de Seo de Urgcl fué e\ teiTU>)e combate que armaron los sublevados en la noche
del 5 al 10. haciendo innumerables descarnas desile la muralla contra un encm^o invisible 6
mejor dicho, fantástico, que á ellos se tes antojñ positivo y formidable. Por despracia, costft la
vida í un sargento de Artillería,
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8lO HISTORIA DE ESPAÑA
HiciéroDse á Don Alfonso muchos obsequios; pero uno, que si no fué,
pareció de mala fe: hacerle coronel del regimiento de huíanos que habla
mandado el principe Carlos, hermano del Emperador. Los franceses conser-
vaban odioso recuerdo de esta tropa, y, para colmo, el regimiento de que se
hizo coronel á nuestro Rey estaba de guarnición en Estrasburgo, la capi-
tal de Alsacia, Los ánimos se iban acalorando en París, hasta el punto de que
muchas personas importantes de la colonia española se creyeron en el caso
de dirigir un comunicado á La Jlefuóügué Franfaise protestando de nues-
tras afinidades con Francia y de la ninguna signiiicacíÓQ del viaje regio en or-
den á la política internacional. El 27 de Septiembre llegó Don Alfonso á Bru-
selas, donde recibió una comunicación del duque de Fernán Nuñez, nuestro
embajador en París, noticiándole que se preparaba una manifestación contra
él. Para evitar el desacato, se pensó en el regreso por mar; pero el Gobier-
no francés insistió en que debía estarse á lo acordado, y para no hacerle un
desaire se accedió. El 29, á las tres y cuarenta minutos de la tarde, llegó el
Rey á París, esperándole en la estación el presidente, Mr. Grevy, el del Con-
sejo de ministros, Julio Ferry, y todos los elementos oñciales que son de ri-
gor. No bien salió la comitiva de la estación, una multitud inmensa estacionada
detras de las tropas que cubrían la carrera, silbó y vociferó á su gusto. Grita-
ban: / l^iva Francial ¡Mueran los Attíanos! ¡Abajo Alfonso! ¡Abajo el kulano! Al-
fonso XII demostró admirable serenidad y mucha firmeza y dignidad al oír
las explicaciones y excusas que M. Grevy fué á darle en su alojamiento. En
España indignaron los sucesos de París á todos los partidos, incluso al car-
lista y al republicano, y á la masa que no milita en ninguno, no recordándose
ovaciones semejantes á las tributadas por el pueblo madrileño primero i la
Reina, y después al Rey en sus respectivas entradas. Ni Fernando Vil, á su
vuelta del cautiverio de Valengay, fué recibido con el entusiasmo que su
nieto en esta ocasión.
En cuanto pasó el azoroso viaje, Martínez Campos planteó la crisis
(9 Octubre); y aunque Gamazo y Pelayo Cuesta opinaban por ir á las Cortes
á dar cuenta de tantas peripecias, Sagasta se inclinó al parecer del Ministro
de la Guerra, y aconsejó la formación de un Ministerio de conciliación libe-
ral, en que entraron constitucionales é izquierdistas, indicando á Posada He-
rrera para presidirlo. Asi se hizo el día 13: Posada Herrera (Presidencia), Mo-
re: (Gobernación), Linares Rivas (Gracia y Justicia), Gallostra (Hacienda),
Ruiz Gómez (Estado), marqués de Sardoal (Fomento), D. Estanislao Suárez
Inclán (Ultramar), López Domínguez (Guerra), D. Carlos Valcárcel (Marina).
El 22 de Noviembre llegó á Valencia el príncipe Imperial de Alemania
á pagar la visita de Don Alfonso. Estuvo en Madrid desde el 23 de aquel roes
al 7 de Diciembre. Le gustó mucho el Escorial, donde estuvo el día 4, y se
cuenta que dijo al Rey: €Kste es un cuerpo hermosísimo al que falta el alma>,
aludiendo á que le faltaba una Comunidad religiosa que la hiciera servir para
el objeto que fué construido, y que, convencido Don Alfonso de la verdad de
su observación, pensó desde luego en establecer allí frailes, que fueron los
agustinos. También dijo un periódico inglés que le parecieron muy bien las
alpargatas que usaban nuestros soldados. Estuvo en Sevilla, Sanlúcar, Tarra-
gona y Barcelona, de donde partió el 14 de Diciembre.
Abrióse la legislatura el dia i S, convencido ya todo el mundo de que no
habia conciliación entre izquierdistas y constitucionales; el Directorio de
aquéllos acordó mantener como programa el sufragio universal y la reforma
de la Constitución, declarándolo asi el Gobierno en el discurso del Trono, y
Sagasta, elegido presidente del Congreso, aconsejó ya en la reunión previa
de las mayorías consolidar la libertad sin comprometerla, y luego, al dar las
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HISTORIA DE ESPaSa 8iI
gracias por su elección, se manifestó muy conservador. Los constitucionales
eligieron candidatos propios para las Comisiones de actas y del mensaje, des-
cartando á los iiquierdistas. Al votarse la última ocurrió un incidente singu-
lar, y fué que Fosada Herrera, en presencia de Moret y Sardoal, dijo que el
sufragio universal, tal como había existido en 1 870, era odioso y que la Unión
libcTal había prometido solemnemente reformar la Constitución, sin llegar á
cumplirlo, palabras que produjeron gran confusión, pues si asi opínate de
ambos puntos el Presidente del Consejo, jcómo habla consentido en anun-
ciar tales reformas en ei discurso del Trono? Romero Robledo fué elegido en
su sección para la Comisión del mensaje, derrotando al candidato izquierdis-
ta por 35 votos contra 17. A las siete y media de la noche del 30 de Diciem-
bre quedó rota la conciliación por no haberse ¡legado á un acuerdo sobre los
dos puntos indicados; es decir, que la mayoría constitucional estaba dispues-
ta á derrotar al Gobierno. A pesar de lo cual creían muchos que el Rey da-
rla el decreto de disolución á Posada Herrera. Fueron los últimos días del
año de suma agitación política.
Aüo 1884. — Desde el 2 al 17 de Enero se derrochó en el Congreso la
verborrea que nuestros políticos llaman elocuencia parlamentaria. Marios
hizo en el debate declaraciones monárquicas. Cánovas explicó sutilmente
por qué los conservadores votarían con los izquierdistas. Por fin, fué derro-
tado el Gobierno por 221 votos constitucionales contra G6 izquierdistas, 45
conservadores y 1 5 republicanos. Posada presentó la dimisión, y aun aconse-
jó que fuese llamado Cánovas, quien formó asi el Gabinete: Cánovas (Presi-
dencia), EIduayen (Estado), Quesada (Guerra), Antequera (Marina), Romero
Robledo (Gobernación), D. Francisco Silvela (Gracia y Justicia), D. Alejandro
Pidal y Mon (Fomento), Cos-Gayón (Hacienda), Aguirre de Tejada (Ul-
tramar).
Los partidos de la izquierda recibieron con suma hostilidad á este Gabi-
nete y lo combatieron acerbamente, ya por una constante campaña periodís-
tica, ya aprovechando todas las ocasiones para mover algaradas ó simples
alarmas. [Oh; si hubieran dispuesto, como en otro tiempo, de la Milicia Na-
cionall Uno de los pretextos de esta rabiosa oposición era la presencia de
Pidal y Mon en el Ministerio, pues mientras El Siglo Futuro y los carlistas
no cesaban de gritar: '[Ahf tienen ustedes en lo que ha venido á parar la
>Unión Católical ¡Pidal, por ser ministro, se ha entregado al liberalismo ca-
novislali, sagastinos, izquierdistas y republicanos decían que el partido con-
servador se había hecho ultramontano, y que con Pidal estaba en peligro
hasta la tolerancia religiosa. Zorrilla seguía en su conspiración permanente,
á pesar del fracaso del ano anterior: aquel fracaso, sin embargo, había des-
animado á Sifñer, determinando la decadencia de la A. R. M. Descubrióse
entonces que muchas de las listas de afiliados eran completamente falsas,
obra de comisionados truchimanes que fingían adhesiones y remitían sus
listas al director del movimiento para disfrutar de los fondos destinados á la
conjura. La persona que se ganó la confianza de Ruiz Zorrilla fué D. Higinio
Mangado, el capitán de carabineros sublevado en Seo de Urgel, y que era
valiente, activo y simpático: él dirigió la conspiración en este año. El 1." de
Marzo se publicó una circular del ministro de la Guerra para perseguir á los
conspiradores; el I ; fueron reducidos á prisión en Madrid dos brigadieres,
quince sargentos y varios paisanos; pocos días después, los generales Ferraz
é Hidalgo y otros muchos militares; el 28 de Abril pasó Mangado la frontera
por Varearlos con una partida de quince hombres, desarmó y aprisionó á cua-
tro carabineros, y el 29 tropezó con la columna mandada por el comandante
de la guardia civil Sor y Díaz: trabóse combate, y en él perecieron Mangado
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148. UlTBblC»
Cipatolct nH(trct conlemporáocos.
D,g,t7cdb/GOOgIC
HISTORIA DE ESPAÑA 813
y siete de tos suyos, cayendo prisioneros otros cuatro. A Zorrilla le impresio-
nó extraordinariamente la muerte de Mangado, y hay quien cree que contrajo
entonces la enfermedad que le llevó al sepulcro. £n Cataluña lanzáronse at
campo varias partidas, y entre ellas un grupo de oficiales del batallón de re-
serva de Santa Coloma de Farnés {27 Abril), los cuales fueron hechos prisio-
neros el 29, y, como epilogo, el 28 de Junio fusilados en Gerona el coman-
danta D. Ramón Ferrández y el teniente U. Manuel Belles. £1 consejo de
guerra no los consideró como reos de rebelión, sino de abandono de destino,
por lo que no les impuso la pena de muerte; mas el Consejo Supremo de Gue-
rra y Marina revocó ia sentencia y por eso se les fusiló. Hiciéroose muchas
gestiones para obtener el indulto, á que no quiso acceder el Gobierno.
Disueltas las Cortes (i.° Abril), verificáronse las elecciones (27 Abril y
8 Mayo), absteniéndose carlistas, zorrillistas y federales, y haciendo Romero
Robledo cuanto quiso, no sólo para formar una mayorfa ministerial de 295
diputados y para que los izquierdistas sacaran 27 por 39 constitucionales — lo
que dividía á la oposición liberal en dos bandos casi de igual fuerza, — sino
para labrarse dentro de la mayoría otra mayoría, ó sea un núcleo adicto á él
personalmente y bastante poderoso para decidir á su favor cualquier cues-
tión que se suscitase. Romero creía que ya era tiempo de ascender de simple
ministro á la categoría de jefe de partido. A estos <amigos de Romero» como
él mismo los llamaba, les puso la gente el mote de <los húsares*, asf como
á los antiguos parciales de Cánovas el de •artilleros*, y á los que butlian en
torno de More t, que también tenía su grupo dentro del izquierdismo, «los
fosforítos>. £1 mismo día de las elecciones de diputados (27 Abril) ocurrió la
catástrofe ferroviaria del Puente de Alcudia (Ciudad Real): iban en el tren
iSo personas, de las cuales 168 eran soldados licenciados que regresaban á
sus casas, y sólo se salvaron unas 70. Se cree que el siniestro fué intencionado.
Abiertas las Cortes (20 Mayo), el marqués de Novaliches atacó ruda é
inesperadamente en el Senado al duque de la Torre; Fidal habló en el Con-
greso de los partidos legales é ilegales, lo que dio pretexto á León y Castillo
para decir que hablamos caldo en la más completa reacción; Sagasta acusó
á Cánovas de dedicarse á la destrucción de los partidos, y el 26 de Julio sus-
pendiéronse tas sesiones; aquel día llegó á Betetú el Rey, de cuya salud co-
rrían persistentes y alarmantísimos rumores, negados por el Gobierno; de
(Ex^icaciin di ¡a ¡úniina antirier.)
Efpaltole* Umtrc* coatcmporiaM*. — 149. Doctor SaMI«(a RamAn r Cajml, una &t lis glo-
>, Sabio hÍ3l6logD de univenal nnombre. Es «deoils un eslilljta cxccUnIc,
IS3a -tu. Joaitnin Sorolla y BMtida, idmlrable pintor valenciino
qnc ha ganado ptimecas medallas en nposicloncs españolas y extranjeras, y cuyos cuadros Saganlo,
¡Otra Margarita! y De rutila di la pesca le han dado g'an fama. Nacií en 1650.-147. Culo PI«-
tlvaí en Roma y en Espina, sus lienis; Lucrtcla, San Srbattidn saliendo de las Cataeambaí y sus
Venus {1S;l~]«04l.— 148. Daniel UmMela VIergc, ctlebre dibulinte rcsldenlc mucho tiempo en d
extranjero, donde eran apirciadisimas sus notables ilDStncianes(]B5l -19M).-14a. Rnperto Chapl, Ins-
pirado compositor, auior de 1i Fantasía morisca, varias óperas y mis de cíen xaciuelas. Nadó en VJIlena
(1851 - 1909).— 150. Vital Aia, fecundo é insenioslsimo poeta y autor cómico asturiano, cuya vena una
y alegre regocijó durante muchos años i los espectadores de sus chispeante:» producciones lealrales
(1851-1912). —191. Emilia Pardo Baztn, ilustre escritora gallega. Novelas, cuentos, poesías, trabajos de
critica, han salido abundantes y eiquisiioi de su pluma impecable y castiza. Nació en ISÍI.-192. R. Pa-
dre Lnit Coloma, eminente literato, autor de la novela Peqaeüects. y que en sus admirables Retratos
de antatio, Jeromln, etc., ha demostrado sus grandes aptitudes para la bío^iafla hí^idrica. Nació en 1851.—
193. Leopoldo Alaa fClarln). notabilísimo critico literario y novelista. Tiene narracionei y cuentas
primOTOiot. Su obra es enorme. Nació en Zamora (1851- [901).
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8l4 HISTORIA DE ESPASa
Betelú fué á inaugurar el ferrocarril de Asturias, celebrándose un banquete
ea Pasajes {15 Agosto); por mar se trasladó de Gijón á la Coruña, visitó los
príncipates puertos de Galicia, y vino á La Granja (5 Septiembre). El i." de
Octubre presidió la apertura de la Universidad Central D. Alejandro Pidal,
y leyó el discurso inaugural D. Miguel Morayta: tiató del antiguo Egipto, ó,
mejor dicho, tal fué el pretexto para alardear del mayor desprecio á la Biblia
como fuente histórica y entonar un cántico á <la libertad de la cátedra*, con-
forme á la cual podía él, siendo racionalista, exponer aquellas ideas en una
Universidad española. Pidal pronunció breve discurso de generalidades,
ensalzando también la libertad de la cátedra, pero «dentro de las leyes y de
>la órbita que señala á la enseñanza la Constitución de la Monarquía católica
>y constitucional» (1). Eí Siglo Futuro aprovechó la ocasión para llevar á sus
últimos limites la campaña contra Pidal, presentándole como un ministro que,
echándoselas de tan católico, autorizaba y aplaudía un discurso anticristiano;
varios prelados condenaron el discurso de Morayta, y alguno la presencia de
Pidal. La polémica fué acaloradísima; en esto un estudiante, hijo de D. Cán-
dido Nocedal, presentó á sus compañeros un mensaje de adhesión al Gober-
nador eclesiástico de Toledo, que habfa condenado el discorso. Firmáronlo
algunos; pero la mayoría se puso de parte de Morayta, empezando una serie
de tumultos (17 Noviembre) que se prolongaron los días 18, 19 y 20, dando
varias cargas los agentes de orden público, especialmente una dentro de la
Universidad. Era gobernador de Madrid D. Raimundo Fernández Villaverde,
y jefe de orden público el coronel Otiver. A estos sucesos siguieron una
protesta de los catedráticos liberales y una con trxprot esta de ios afectos al
Ministro, y los tumultos se reprodujeron en toda España.
Acabó este ario con los terremotos de Andalucía, iniciados el 24 de Di-
ciembre, y fué calamidad mayor que las inundaciones de Murcia. El 2; de
Agosto murió en Madrid el insigne autor de £7 Trovador y Simón Bocanegra.
D. Antonio García Gutiérrez,
Año 188^. — Del 9 al 23 de Enero estuvo el Rey en Andalucía soco-
rriendo y animando á los habitantes victimas de los terremotos. Si la cala-
midad fué mayor que las inundaciones, mayor también el esfuerzo de la cari-
dad para socorrerla, no sólo dentro de nuestra patria, sino en el mundo en-
tero. España no debe olvidar nunca el beneñcio que recibió de todas las na-
ciones. El Rey se portó admirablemente, y fué merecidisima la ovación con
que se le recibió en Madrid á su regreso.
Anunciábase la inmediata publicación del Código civil, y el temor de
que no fuera suñcien temen te respetado el derecho foral produjo agitación en
Barcelona, complicada y agravada por otro temor: el del modus vivauii coa
Inglaterra presentado á las Cortes para su aprobadón {3 Febrero). El «Cen-
tre Cátala» acordó (11 Enero) acudir al Rey. El 10 de Febrero fué recibida
la Comisión catalana por D. Alfonso, siendo notabilísimo el discurso de éste:
ensalzó á Cataluña, diciendo que cumple perfectamente la ley del trabnjo
impuesta por Dios á todos, y que merced á ella no es España una nación de
pastores y labradores, sino que tiene industria; que España sin industria no
podria mantener á sus habitantes, y que si la perdía, decaería considerable-
mente la población; que en el punto concreto de los tratados habfa de ate-
nerse, como Rey constitucional, á la política señalada por las Cortes y Minis-
terio, debiendo advertir que una vez hecho el tratado con Francia era inevi-
Ít) .\sí consta en el (cxtii piiblk-aiífi pn La 1'hí¿ii Cii/á/iía.'SÍOTayta, t-n miWíitv fjiUheT-
tad de la cátedra. Suífios iiiiÍrfTSÍIari<is de la Sania AflW (Madrid, TCíll) dice: •Algpsfaf'ail.' '<!'
Ie.rii> fi/idiil deln qat oimes euanU's nos ainsiJeramos vtligatii-s á af-laadiTlf (pSp. V"l<l.
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HISTORIA DE ESPAiÍA 815
table otro coa Inglaterra, pero que tuviese Cataluña la seguridad de que ¿1
sería siempre su abogado y que era proteccionista. El discurso de Don Al-
fonso no fué constitucional, sobre todo para los que entienden que rey cons-
titucional y maniquí coronado son una misma cosa; pero es un timbre de
gloría para aquel Monarca. A mediados de Junio se presentó el cólera morbo,
de que ya habla habido algunos casos en el año anterior en Murcia, Valencia
y Madrid. £1 iClrculo de la Unión Mercantil* pfotestó contra la declaración
oficial de la epidemia en la corte, organizándose á este propósito diversas
manifestaciones grotescas; v. gr., enlutar sus tiendas los comerciantes de la
calle de Toledo. Los Reyes declararon su firme resolución de no salir de
Madrid, y el Rey quiso ir á Murcia: se opuso el Gobierno, y entonces Don
Alfonso intentó formar un Gabinete presidido por el conde de Toreno, y aun
llamar á Sagasta al solo efecto de que autorízasen el viaje. Á últimos de Junio
hablase extendido la epidemia á muchos lugares, é hizo súbita explosión en
Aranjuez; el 2 de Julio á las siete de la mañana salió el Rey de Palacio con
un solo ayudante diciendo que iba á pasearse por el Retiro, y adonde se di-
rigió fué á la estación del Mediodía, donde, tomando dos billetes de primera
clase, se dirigió á Aranjuez, y allí visitó los hospitales y casas de coléricos con
un celo que le ganó todos los corazones. También este acto, como el discurso
á los catalanes, fué anticonstitucional; pero excepto el Sr. Moyano, que, sien-
do bonísima persona, habla tomado con excesiva rigidez su papel de hombre
inflexible, á todo el mundo le pareció admirablemente. A propuesta de Sagas-
ta se levantó la sesión del Congreso y los diputados fueron en masa á recibir
al Monarca, y con ellos infinidad de gentes que tributaron á Don Alfonso una
ovación delirante, á la vez que seguían tumultuando contra la declaración
oficial del cólera, originándose carreras, cierre de puertas, y hasta desgracias
personales, ya que hubo necesidad de recurrir varias veces á la fuerza pú-
blica para disolver los grupos.
El 1 1 de Julio se dio por terminada la legislatura, y al dfa siguiente dimi-
tieron Antequera, alegando que habla fracasado su plan de reforma de la
Marina, y Romero Robledo por la impopularidad de su campaña sanitaria.
En realidad. Romero quería ser presidente del Congreso, y pretendía prepa-
rarse alejándose un poco de la censura diaria para el suspirado cargo. Reem-
plazáronles el contralmirante Fezuela y Fernández Villaverde, tan combatido
por la prensa liberal por su intervención en <la Santa Isabel* del año ante-
rior. Cánovas, que conceptuaba injusta aquella campaña periodística, quiso
demostrar con el nombramiento de Villaverde su independencia y superio-
dad respecto de los ataques apasionados de los manejadores de la publici-
dad: soberbia según unos, noble y digna entereza según otros. Hubo en Julio
morines sangrientos en Lérida y en Huesca contra el impuesto de consumos,
y á mediados de Agosto se suscitó la cuestión de las Carolinas. Invocando
Alemania el principio sentado en la Conferencia de Berlín, aunque concreta-
mente sólo para ciertas regiones de África, de que para poseer un territorio
no basta el título histórico del descubrimiento ni de la toma de posesión,
sino que es menester una ocupación efectiva y permanente, de lo que ya se
había hecho indicación precisa á nuestro Gobierno por los de Alemaoía é
Inglaterra cuando la campaña de Joló que dirigió el general Malcampo, y con-
siderando que España nunca habla ocupado efectivamente el Archipiélago
de las Carolinas, envió el cañonero //lis para tomar posesión de dichas islas,
encontrando allf á nuestro buque Sa* Quititin, con un gobernador que se
había mandado á tomar la misma posesión en nuestro nombre. La noticia de
estos hechos cayó en España como una bomba, produciéndose una explosión
formidable de patriótico entusiasmo que alcanzó á todo el país, y no pensa-
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Sl6 HISTORIA DE ESFAJiA
ron en menos las gentes que en declarar la guerra á Alemania, cosa que, se-
gún La CorrespoñdeMcia Militar (20 Agosto), si algún peligro ofreda, no era
para nosotros, sino para los alemanes, y que virtualmente declararon los sa-
gastinos, manifestando que no admitirían el Poder sino á condición de que
asi se hiciera. La manifestación callejera en Madrid fué imponente, derribin-
dose el escudo y asta de la bandera de la Embajada de Alemania, y quemán-
dolos en la Puerta del Sol. El Rey y Cánovas fueron los únicos que conser-
varoa serena la cabeza en aquel delirio colectivo, consiguiendo á duras penas
que el litigio fuese sometido al arbitraje de León Xlll.
Tal es el último servicio que pudo prestar á la patria Don Alfonso XII.
El Gobierno seguía el sistema de ocultar la gravedad de su mal; pero no por
eso la gravedad dejaba de existir. En Agosto hablábase en todas partes de
la inminencia de un desenlace funesto; en Septiembre apenas si abandonó el
lecho; en i.° de Octubre se dijo que había mejorado y que su enfermedad
había sido un catarro del que no hizo el debido caso; durante aquel mes s«
dijo que había recaldo; se habló de viajes por el Mediterráneo á Niza, á 6an-
lúcar, etc. Adonde se trasladó (día 31) fué al Palacio de £1 Pardo. El 11 de
Noviembre almorzó en el monte con las reinas doña Isabel y doña María
Cristina. £1 16 se dijo oñcialmente que había mejorado de nuevo, y el 19 sus-
pendiéronse los partes en La Gaceta relativos á su enfermedad. Finalmente,
el 23, á las ocho y cuarenta y cinco minutos déla mañana, expiró. Tenía vein-
tisiete años, once meses y veintiséis días, habiendo reinado diez aSos, diez
meses y veintiséis días.
Era Alfonso XII de corta estatura, bien hecho en apariencia, de color
moreno, de regular y graciado semblante, á que la viveza de los negros ojos,
el escaso bigote, las recortadas patillas y el pelo peinado con raya al lado
daban su fisonomía característica. Su cuerpo fué débilísimo, linfático, para
cuidado con sumo esmero; pero él se creyó siempre un hombre robusto, ca-
paz de todos los deportes y de sobrellevar los trabajos y fatigas y, desgra-
ciadamente, también los excesos de la concupiscencia á que le arrastraban su
temperamento ardiente, su imaginación viva y las seducciones propias de su
posición altísima. Tenía mucho entendimiento, rica fantasía, memoria felicí-
sima; gustaba de la lectura de los buenos poetas — tenía casi siempre las
obras del duque de Rivas en su mesa de noche — y no era insensible i los en-
cantos de la música. Su palabra, no sólo era fácil, sino elocuente y sugestiva.
A poco de ocupar el trono presidió una sesión en la Academia de Jurispru-
dencia, é improvisó un discurso que entusiasmó á ios oyentes, aun á los no
afectos á su representación política, é hizo pensar á todos que si Don Alfonso
no hubiese nacido para rey, con la palabra se hubiese abierto camino en el
mundo. A no menos altura rayaba en la conversación familiar, siendo muy
ameno, á veces picante y de frases prontas y afortunadas: cautivaba con su
donaire á cuantos se acercaban á él. El general Morlones se le presentó muy
preocupado por sus antecedentes revolucionarios: «Señor, le dijo, yo no pue-
• do ocultar que he hecho toda mi carrera en la revolución». «¡Qué era usted
en i868.'»,le preguntó el Rey. «Capitán, señor>. «Pues poca carrera ha hecho
>usted, replicó Don Alfonso, comparándola con otras, y sobre todo con la
>mía:yo. en 1868, era soldado raso, y ahora me encuentro de capitán general».
Tenía Don Alfonso sincero deseo de cumplir bien sus deberes de rey y
sonaba con la gloria de los monarcas insignes. Nunca pasó por sus mientes
faltar á la Constitución que había jurado, si bien lamentaba las pequeneces
de la política que aquí se quiere disfrazar con la máscara de liberal y parla-
mentaria, y profesaba ideas propias sobre lo que convenía á España. Fué lás-
tima su muerte prematura, porque, teniendo en cuenta la prudencia que ya
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HISTORIA DE BSPAflA 8i;
demostró en el asunto de las Carolinas y el prestigio que iba rápidamente
adquiriendo, todo hace presumir que en el gran conflicto de 1898 él nos hu-
biera salvado de la fínal catástrofe.
La muerte del Rey hizo temer á los monárquicos más optimistas por el
porvenir inmediato del régimen. Según la Historia, las minorías fueron siem-
pre turbulentas y desastrosas, y eso que en las épocas pasadas no existía un
partido republicano en competencia con otro carlista sobre el punto con-
creto de acabar cuanto antes con las las ti tu don es. Esta minoría presentá-
base además con circunstancias especiales de incertidumbre. Había dejado
Don Alfonso dos niñas: Doña María de las Mercedes, que habla cumplido los
cinco años el 1 1 de Septiembre último, y Doña María Teresa, nacida el 12 de
Noviembre de 1882, esto es, dos años menor que su hermana, quedando en-
cinta la Reina viuda, con lo que no se sabía si era reina Doña Mercedes ó el
niño que aún no había nacido, y al que, de servaron, correspondería la coro-
na. Cánovas apreció perfectamente la situación de las cosas, y que, dada la
idiosincrasia y tradición del partido liberal, lo mejor era entregarle inmediata-
mente el Poder, quedando los conservadores de toposición de S. M.». Fué
uno de los grandes aciertos políticos de aquel bombre de Estado, á que favo-
recieron las circunstancias; en Junio último, en efecto, habíase producido una
escisión en la izquierda dinástica, por la cual los prohombres más importan-
tes se unieron con Sagasta, quedando el izquierdismo reducido á López Do-
mínguez y sui amigos; el duque de la Torre habla quedado fuera de juego,
en parte por la campaña difamatoria que desde 1885 se venia haciendo con-
tra él con motivo del matrimonio de una de sus hijas, y principalmente
por sus achaques seniles, tan graves, que le produjeron la muerte al día si-
guiente de la del Rey (26 Noviembre). Estaba, pues, Sagasta al frente de
un lucido partido liberal- monárquico, compuesto de los constitucionales, de
los centralistas y de la mayoría de los izquierdistas, y pocas horas antes de
fallecer Alfonso XII reuniéronse en su casa los ex-ministros de dicho par-
tido, acordando agruparse en torno del trono y defenderlo de todos sus ene-
migos; momentos después celebraron Sagasta y Cánovas, casi mientras moria
el Rey, la célebre conferencia en que convinieron lo que había de hacerse,
y es á lo que vulgarmente se ha llamado el 'Pacto de El Pardo». El 27 de
Noviembre, día en que fué trasladado á Madrid el cadáver del Rey, juró el
nuevo Ministerio liberal: Presidencia, Sagasta; Estado, Moret; (iracia y Jus-
ticia, Alonso Martínez; Hacienda, Camacho; Gobernación, D. Venancio Gon-
zález; Guerra, Jovellar; Marina, Beránger; Fomento, Montero Ríos, y Ultra-
mar, Gamazo.
Quien llevó muy á mal este cambio fué Romero Robledo; tenía segura
la presidencia del Congreso en cuanto se reanudase la legislatura, y no acAtó
á disimular una contrariedad impuesta por extraordinarias circunstancias.
El 15 de Diciembre levantó airado en el Circulo Conservador la bandera de
disidencia, atreviéndose á disputar la jefatura del partido á D. Antonio Cá-
novas. Como habla convenido éste con Sagasta, las Cortes se reunieron el 26,
y procedióse á elegir presidente del Congreso á Cánovas. Romero presentó
su candidatura, obteniendo 1 1 2 votos que eran la mayoría de la mayoría con-
servadora: triunfó Cánovas, sin embargo, por 222 votos de los conservadores
que le permanecieron fieles unidos á los liberales. En el Congreso juntáronse
las dos Cámaras para recibir el juramento constitucional á la Reina Regente
(30 Diciembre).
Además del Rey y el duque de la Torre murió este año D. Cándido
Nocedal (18 Julio). Los carlistas afectos á El Siglo Futuro creían seguro que
Don Carlos nombraría para sucederle en la dirección del partido á su hijo
Salcedo Historia de espaRa
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tí 1 8 HISTORIA DE ESPAÑA
D. Ramón, pero se llevaron chasco, pues Don Carlos, después de consultar
á los más conspicuos de sus parciales, resolvió dirigir por si mismo su causa,
como hizo público por una carta á D. Francisco Navarro Villoslada (g Octu-
bre), acreditándose asi que aun «después de arrojados al desprecio de los
leales> los hombres de La Ft, quedaban en el carlismo machos y valiosos
elementos refractarios á los Nocedales. El 26 de Noviembre falleció en Llanes
D. José Posada Herrera.
Año 1886. — Un grupo de paisanos armadas, acaudillados por un sar-
gento y un ex-sargento y secundando un plan del cabecilla federal Antoñete
Gálvez, sin relación ninguna con Ruiz Zorrilla, sorprendió el castillo de San
Julián, en Cartagena (10 Enero), y proclamó la República; acudió desde ta
ciudad el gobernador, general D. Luis Fajardo, con su ayudante y unos guar-
dias civiles, y al tratar de penetrar en el castillo imponiéndose á los revol-
tosos por la fuerza y la audacia, una descarga le hirió moitalmente, falleciendo
á poco. £1 1 1 abandonaron el castillo los sublevados: uno de éstos pagó con
ta vida su delito, y otros fueron condenados á preatdio.
Elecciones generales {4 y 25 Abril), Romero Robledo, cuyas hues-
tes iban aclarándose rápidamente porque los más se pasat»a á Cánovas
arrepentidos de la disidencia, se alió con López Domínguez y los izquierdis-
tas (reunión en el Teatro Real, 26 Marzo). El 10 de Mayo abriéronse las Cor-
tes, presidiendo el Senado el marqués de la Habana, y eligiéndose para pre-
sidir el Congreso á D. Cristino Martos. NACIMlliNTO DE DON ALFON-
SO XIII (1; Mayo). En 2 de Junio se leyó en el Senado un proyecto de Ley
para prorrogar los tratados de Comercio hasta 1." de Enero de 1892 y con-
ceder á Inglaterra el trato de nación más favorecida, á la vez que se prepa-
raba el restablecimiento de la base 5.^ (1). Contra esta tendencia librecam-
bista se promovió terrible agitación en Cataluña; el Proyecto fué aprobado
(24 Julio). Los proyectos del ministro de Hacienda (economías de 12 millo-
nes de pesetas, supresión de las cajas especiales y venta de los bienes de
propios) suscitaron también vivísima oposición, que se hizo popular en Cas-
tilla y que se reflejó en los mismos ministros, obligando á Camacho á dimitir
(30 Junio), siendo reemplazado por López Puigcerver. Las sesiones se sus-
pendieron en I." de Agosto.
En la noche del ig de Septiembre un sargento apellidado Pérez consi-
guió arrastrar á dos escuadrones del regimiento Caballería de la Albuera, y
el capitán Casero, ayudado por otros sargentos, á cuatro compañías del re-
gimiento de Careliano; estaban ambas fuerzas en el cuartel de San Gil, y
saliendo con ellas á la calle, al grito de ¡viva la República!, cruzaron todo Ma-
drid hasta el cuartel de los Docks, donde aguardaban que se les unieran
otros comprometidos. Púsose al frente de los sublevados el general Villa-
campa; pequeños grupos de paisanos aparecieron en diversos pasajes, de-
mostrando lo vasto de la conspiración; uno de aquéllos asesinó al brigadier
D. Clemente Velarde y González, que en cumplimiento de su deber iba á
reprimir la rebelión, é igualmente fué víctima el coronel conde de Mirasol,
ambos del Cuerpo de Artillería y militares tan dignos de respeto por su in-
teligencia é ilustración como por su valor. Los rebeldes, viendo que nadie
se les juntaba y que acudían las tropas á combatirlos, huyeran hacia Morata
de Tajuña, no tardando en dispersarse, cayendo los principales jefes, entre
ellos Villacampa, en poder de las autoridades. Condenados á muerte Villa-
campa, el teniente González y los sargentos Bernal, Gallego, Cortés y Ve-
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HISTORIA DE ESPAÑA 819
lasco, fueron puestos en capilla, aunque la Reina mostró grandes deseos de
indultarlos. Algunos ministros eran del mismo parecer, y Salmerón y otros
personajes gestionaron el indulto persistentemente; pero Jovellar y Gamazo
mantuvieron inflexibles la necesidad de hacer justicia. Asf las cosas, y cuando
en Consejo de Ministros hablase acordado no acceder ai indulto, el secreta-
rio de la Presidencia, Cañamaque, hombre de la íntima confianza de Sagasta,
dijo á Salmerón y Azcárate que habían sido indultados los reos. Por todo
Madrid corrió la noticia: Gamazo que la oyó, fué á la Presidencia á interro-
gar á Sagasta, y éste se mostró enojadísimo con Cañamaque, culpando de lo
sucedido á la ligereza inconcebible del secretario. Y lo peor es, añadió el
presidente, que ya no es posible fusilar á esos hombres. [Después de haberse
dicho en todo Madrid que han sido indultados! Gamazo creyó — y la opinión
asi lo cree también — que Sagasta fué el verdadero autor de «la ÍDdiscreciÓn»
de Cañamaque. VJUacampa vivió en África, sufriendo la pena de reclusión
perpetua hasta el 1 1 de Febrero de 1889, que murió en Melilia, y éste fué el
ultimo pronunciamiento militar obra de Ruiz Zorrilla.
El 4 de Octubre dimitieron Zugasti, gobernador de Madrid, y Cañama-
que, secretario de la Presidencia del Consejo. El 10 se promovió la crisis por
la dimisión de Gamazo, á la que siguieron las de Jovellar, Beráogcr, Alonso
Martloez, aunque éste se aplacó al cabo, y Montero Kios, formándose nuevo
Gabinete: Sagasta, Presidencia; Moret, Estado; Alonso Martínez, Gracia y Jus-
ticia; Castillo, Guerra; Rodríguez Arias, Marina; Puígcerver, Hacienda; León y
Castillo, Gobernación; Navarro Rodrigo, Fomento, y Balaguer, Ultramar. El
general Castillo (i) tomó la acertada medida de suprimir los sargentos prime-
ros, que, como acreditaba larguísima experiencia, eran siempre el instrumento
de las rebeliones militares, y todo el Gabinete preparó proyectos democrá-
ticos ó de reformas (Sufragio universal, Contencioso- Administrativo, Código
civil. Ferrocarriles secundarios, etc.), con los que se presentó á las Cortes
(18 Noviembre); pero no pudieron ser discutidos, pues hasta 24 de Diciem-
bre, término de la legislatura, faltó tiempo para los debates políticos.
En este año casó Doña Eulalia, hermana de Alfonso XII, con su primo
D. Alfonso de Orleans (6 Marzo). Un sacerdote de irregulares costumbres y
que después los tribunales declararon loco, llamado D. Cayetano Galeote,
esperó el domingo de Ramos (18 Abril) al señor obispo de Madrid -Alcalá,
primero de esta Diócesis, que lo era el sabio y virtuoso D. Narciso Martínez
Izquierdo, en el pórtico de la Catedral, y al entrar el Prelado para la cele-
bración de los oficios propios del día, lo asesinó.
AOo iSSy. — La legislatura duró de i; de Enero á 3 de Noviembre,
aunque las sesiones terminaron, por decreto de suspensión, en 4 de Julio.
El 14 de Mayo dio cuenta en el Senado Alonso Martínez de haberse llegado
á un acuerdo con la Santa Sede sobre la base del matrimonio para el Código
civil. Subsistiría el contenido del decreto-Cárdenas (1875), pero accedía el
Papa á que presenciara la celebración del matrimonio canónico un funciona-
rio del Estado previamente avisado, y con el encargo de redactar la ins-
cripción en el Registro civil. El 30 de Junio fué sancionada la ley de Aso-
ciaciones; el iG de Julio, la que concede derechos pasivos á los maestros y
naaestras de primera enseñanza; el z8 de Junio, la de creación de escuadra
(9 cruceros y algunos torpederos y buques menores); el 26 de Junio, la de
concierto con la Trasatlántica; el 22 de Abril, la de bases para el arriendo del
tabaco, etc. Pero el proyecto que apasionó los ánimos fué el de Reformas
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820 HISTORIA DE ESPAÑA
militares. El 8 de Marzo dimitió el general Castillo, reemplazándole D, Ma-
nuel Cassola, general de buena hoja de servidos y fama de ilustrado, pero
del que no se sabia que tuviera en cartera un plan de transcendental reorga-
nización del ejército. Lo tenia y lo leyó en el Congreso (22 Abril), suscitando
desde luego controversias que trascendieron de los círculos militares á los
civiles; los oficiales de las Armas generales (Infantería y Caballería) se pu-
sieron resueltamente de parte del Ministro, y en contra los de Estado Mayor,
Artillería é Ingenieros con la mayor parte del generalato (Martínez Campos,
López Domínguez Weyler, Primo de Rivera, Daban, etc.), Romero Robledo
se hizo campeón de los adversarios de la reforma, que eran muchos en el
campo conservador — clase, no partido, — por contener el servicio militar
obligatorio, y hasta en el seno del Gabinete habla discrepancias. Sagasta,
para diferir el conflicto que le habla inesperadamente surgido, tuvo cerradas
las Cortes todo el otoño.
Los sucesos políticos más importantes fueron: la disidencia de Gamazo
con 33 diputados, iuiciada desde la crisis de Octubre del año anterior, y
cuyo prc^rama fueron el sentido proteccionista contra el librecambismo de
Moret, las economías en el presupuesto y la protección á la agricultura; U
separación de Becerra del ya exiguo grupo izquierdista, y la unión de los que
permanecieron fieles á López Domínguez — el más importante, Linares Ri-
vas — con Romero Robledo para formar .el partido liberal reformista (21
Enero); la ruptura de la coalición republicana, ó sea entre Ruiz Zorrilla y
Salmerón (Asamblea 25 Enero), condenando el segundo la política de pro-
nunci.imientos; el nombramiento del general Salamanca (l) para la Capitanía
generaldeCuba, y unas declaraciones que le atribuyó£"/.ííjíw»íK (2) (4 .Agos-
to), según las cuales, iba él á Cuba mandado, no por el Gobierno, sino por la
Regente, á poner allí un poco de moralidad administrativa, porque aquello
era un presidio suelto: los empleados iban á enriquecerse y á enriquecer á sus
protectores de la Península, que eran los principales personajes políticos;
aludíase claramente á Martos, Castelar y otros. El Gobierno destituyó á Sa-
lamanca, reemplazándole con Marín; pero no pudo evitar que se pusiese á
discusión este tema de «la moralidad administrativa», primero relativamente
á Cuba, originándose allí manifestaciones en honor de Salamanca nada favo-
rables al prestigio de la madre patria, y después extendidas á la Península por
una serie de hechos que se fueron sacando á relucir referentes al goberna-
dor de Cádiz Zabalita, al alcalde de Málaga García, a! Ayuntamiento de Al-
mería, etc. Con espesa sombra de inculpaciones y suspicacias en tan deli-
cada materia cubriéronse todos los horizontes de la situación: no se hablaba
más que de chanchullos y escándalos, y D. Francisco Silvela, en un discurso
pronunciado en Málaga, proclamó que antes de las reformas políticas era
preciso poner un límite al creciente despilfarro y asegurar <la moralidad
administrativa-.
Por último se deben apuntar en este año; la prohibición del drama de
Marcos Zapata La piedad de una reina, por e! gobernador de Madrid, duque
de Frías, lo que originó, no sólo ardientes protestas de la Asociación de Es-
critores y .Artistas, de los autores dramáticos y de la Prensa, sino un largo y
empeñadísimo debate parlamentario; la bella é instructiva «Exposición Fili-
(ll n. Maniid Salaiiiama y X<'t.-rfli> naiiii un Buij,'os {iij Majo iK.ig). Coronel en |)<<V>
tcnirnlc (;fncral en i MS2.
(i) KslF pcriiidiro fuó fundado para defender el partido liberal refonütta y lo redartatun
ron rara habilidad en su primera éjioca los hermanos Suáreí de Fígueroa, Gutiérreí Abasta!, Fe-
rr&ndiz (rl Clirigo de ata airie). etc. lira muy li-ido. Las declaraciones aparecieron en una carta de
Abascal, dtr la Granja.
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HISTORIA DE BSPAltA 821
pÍDa>, inaugurada en Madrid el 30 de Julio; el faltedmiento de los generales
Ros de Olano {14 Julio) y Echagüe (23 Noviembre), del pintor C¿ado dd
Alisal (8 Octubre) y del fundador y director de La Época D. José Ignacio
Escobar, primer marqués de Valdeiglesias.
Año 188S. — Desde i.° de Diciembre del aflo anterior estaban reunidas
tas Cortes, que comenzaron sus sesiones dando más vueltas al tema de <la
moralidad administrativa >, que decididamente se bsbia puesto de moda. Dis-
cutiendo e! mensaje pronunció Castelar {J Febrero) su famoso discurso de*
clarando que si, por virtud de las reformas liberales, la monarquía llegaba á
ser democrática, él, «republicano de toda la vida, se retirarla á escnbir la
Historia de España*. El 20 de Abril se promulgó la ley del Jurado. El 1 1 de
Mayo, la de Bases para el Código civil, que fué puesta en vigor por Real de-
creto de 5 de Octubre, El 13 de Septiembre, la Orgánica de lo contencioso-
administrativQ. Los principales sucesos y debates parlamentarios fueron: des-
cubrimiento de una conspiración en Puerto Rico, terrible según el capitán
general Palacios, y que, según el Gobierno, asesorado por el gobernador inte-
rino Contrcras é importantes elementos de la isla, no fué sino una serie de
abusos de autoridad cometidos por Palacios, que fué relevado fs Enero), con
protesta y censura de Cánovas; la huelga de Eos mineros de RJotinto á con-
secuencia de haberles quitado la Empresa el medio jornal que les daba cuan-
do no podían trabajar por el humo de la calcinación del cobre, y en la que,
habiendo hecho fuego la Guardia Civil sobre la masa de huelguistas, resulta-
ron 20 muertos y 1 50 heridos, de lo que hizo Romero Robledo una contun-
dente acusación en el Congreso {6 Febrero); la indemnización Mora: era éste
un cubano que, amparándose de la ciudadanía yanqui, pidió al Gobierno tres
millones de pesos por los daños que habla sufrido en la guerra de Cuba; el
tribunal arbitral de Washington, competente según el Convenio de la de
Febrero de 1871, declaró no haber lugar á satisfacer esta pretensión; pero
Mora siguió reclamando, ó mejor dicho, el Gobierno de los Estados Unidos
á su nombre, y Moret se avino á transigir, reconociendo á Mora un crédito
de !.20e.ooo pesos: la minoría conservadora atacó duramente al ministro de
Estado (Febrero); la agitación por el proteccionismo agrícola, movida por la
• Liga Agrsría>, fundada en Diciembre de 188^, y que este aíío se manifestó
en los mitins de Valladolid (21 Marzo), Borjas Blancas (2 de Julio) y Falencia
(21 Octubre), en la Exposición á las Cortes pidiendo 7G millones de econo-
mías en los gastos públicos, reducción de impuestos existentes, creación de
otro sobre la renta, elevación de aranceles; reducción del contingente militar,
etcétera, programa que poco después llamó Castelar del «Presupuesto de la
paz>. Fguraban en la Liga políticos de diversos partidos, como D. Claudio
Moyano, Muro (republicano), etc.; pero su principal figura era D. Germán
Gamazo.
El 25 de Abril se disolvió el «partido Hberal-reformistr». Linares Rivas
ingresó en el conservador, y López Domínguez y Romero Robledo quedaron
como fuerzas independientes sueltas. Tratando Ruiz Zorrilla de atraerse á
las otras fracciones republicanas, publicó un manifiesto (4 Mayo) admitiendo
la necesidad de pagar cuito y clero y tener ejército y escuadra poderosos,
con lo que se alborotaron los federales, y en su asamblea (Octubre) trataron
á los zorriltistas como á pérfidos reaccionarios. No soportando D. Ramón No-
cedal el papel á que habla quedado reducido en el partido carlista, no cesa-
ba de atacar á La Fe, ya en gracia de Don Carlos; y como éste quería la paz
entre sus parciales, sacó á relucir Nocedal que en la comunión tradición alis-
ta lo primero es Dios, después la Patria y el Rey lo último, expresando así
claramente que, á su juicio, mandaba Don Carlos cosas contrarias á Dios y á
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UO. Palacio Valdd
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DE ESPAÑA 823
la Patria: iodignóse, como es lógico, el duque de Madrid, y expulsó del par-
tido á Nocedal (9 Julio); pero no se conformó el expulsado, sino que sos-
tuvo haberse quedado él con el puro y neto antiliberalismo y ser Don Carlos
el que se había liberalizado. El 31 de Julio publicaban El Siglo Futnro y los
muchos periódicos de provincias que seguiao sus inspiraciones el programa
del partido de <la íntegra verdad católica*, vulgarmente llamado «íntegris-
ta>. Don Carlos nombró delegado suyo al marqués de Cerralbo, y desde en-
tonces viene la lucha entre integristas y carlistas, no menos enconada duran-
te mucho tiempo que la de carlistas y mestizos.
Sagasta diferia cuaoto le era posible la discusión de las reformas de Cas-
sola: sabia que este debate comprometía gravemente la unidad del Gobierno
y de la mayoría. A principios de Junio, estando ausente la Reina, la infanta
Isabel hizo un viaje á Salamanca, y antes de partir encargó al capitán gene-
ral de Castilla la Nueva, que era Martínez Campos, «tomar el santo y seña>
de la infanta Doña Eulalia. ÁD. Arsenio no le pareció esto bien por la circuns-
tancia de ser comandante de Caballería en activo el marido de Doiia Eulalia,
y resultar asi que el Capitán general tomaba el santo y seña de la mujer de
un subordinado suyo. Consultó el punto con el Gobierno, y el ministro de la
Guerra le ordenó atenerse á lo dispuesto por Doña Isabel. Dimitió entonces
Martínez Campos, y Alonso Martínez, al darse cuenta del hecho en el Consejo
de ministros, planteó la crisis (12 Junio). Hubo que reorganizar el Gabinete,
substituyendo á Cassola O'Ryan, y entrando Vega de Armijo en Estado —
Moret pasó á Gobernación — Capdepón en Ultramar y Canalejas (i) en Po-
li) P. Josp Canali-jas vMínJi'í nari6('n H Ferrol (u Julio l!<54l. Su padre rra Ínf;(>nÍi-ro,
hermano del célebre caieilrático D. Francisco de Paula. Kuí iirecorísimo: i-uando tenía dira
años tradujo una nnvi-lila del francés. En 1S72 era licenciado en Filosofía y Letras, y al año si-
piicnte en DiTecho. Sti lio D. Francisco le iiiin auxiliar de la rátcilr» ele Literatura en la fni-
vcT^idad Central, y dcsemperlándola |iravncó un niotin estudiantil que le hizo abandonarla;
en iti77 hizo o[)iiHcionps i la citcdra vacante por ralledmiento <Ie Amador de las Rio%. v i|Ue
(.■ano Mcnéndei Pclavo. l'or su amistad ron Martos, obtuvo el acta de diliutado en las Cortes
d>- 1MK1, iirinieras laniLii'-n i'H i|ue fué di|>iitado Maura. En iHKj, Canalejas (af- si'crelario de la
Presidencia con Posada Hí'rriTa. Manos fué también (piien lo indicií 6 iminiso para ministro.
(Eififícadón de la lámina aulírhr^
EipaBolea Ilustres ConttnpDrtaeDS— 194. SaatlagO RmIHoI, artisli genial de «Iraordinariis
y vaiiídas aptitudes. Es pintor admirable, gran escritor, poeta, critico y dramaturgo. Catalán. Ñadí
en 1SS2.— 1», Antonio Uandl, orieimlisimo y genial arquileclo nacido en Reus. Sus atreridis concip.
clones son muy discutidas, aunque nadie niega su positivo lalinto. Merecen citarse entre sus obras
la iglesia de la Santa Familia, el palacio de Qliell y las mnsliucciones del parque Ofiell en ESarcelona
(1852). — ISt. Leonardo Torrea Quevedo, académico de la de Ciencias é ingeniero de caminos, pre-
miado por el Instituto de franela por su descubrimiento de una máquina de calcular altas operaciones nu-
lemálicas. Inventar del aparato llamado leltkino para dirigir el muvimienta i distancia y de varios aeras-
latos dirigibles. Nació en Madrid en 185>. -157. CulBiro Sálni, pintor celebrado y eslimadisimo,
malogrado á causa de una enfermedad mental. Sus obras mis aplaudidas san: Estudio de un pintor y La
tilla de un Jardín (1853-1898). —158. Edurdo de Hlaojoia, historiador del Derecho, que ha aplicada 1
esta rama de la Historia el método critico moderno: uno de los'hombres más cultos de la época contempo-
ránea. Nadó en 1853.— 159. Aatoalo Maura ; Muatancr, insigne estadista mallorqnln. orador maravi-
lloso, letedel partido liberal-conserrador; presidente del Consejo de ministros; sucesor de Pidal en la Di-
recdón de la Real Academia EspaHola. Una de las figuras más discutidas, mis admirables y mis admiradas
de nuestras dias. Nació en I8S3.-160. AraandO Palacio Valdét, novdisla insigne, acad^icn de la
Española, autor de RIverUa. Mailmlna, La hermana San Salpiclo, La alegría del copilda Ribot, El
caerlo poder. Lo aldea perdlday otras novelas admirables. Nació en Entralgo, en 1853.- 161. Jacinto
Ociarlo Picón, literato ilustre, novelista y critico de arte contemporáneo, üs académica de la EspaNo'i
ydela de Bellas Arles. Nació^n Madrid en ISI3.-I61. Joit Caualcjas j Mtndez, gran orador políti-
co, escritor notable y ¡efe del partido liberal; asesinado por un anarquista siendo Presidenle del Consejo
de Ministros (18U-iai2).
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824 HISTORIA DE ESPAÑA
mentó. Moret y Canalejas opinaban que las reformas de Cassola debían ser
implantadas por decreto; Alonso Martínez, que era indispensable la discusióa
parlamentaria: resolvióse lo último (21 Octubre), quedando algo en calma la
política, si bien las Armas generales seguían profundamente agitadas por su
deseo cada vez más vivo de que aquéllas rigiesen cuanto antes. Teme-
rosos los liberales de que apresurasen la vuelta de los conservadores, esta
cuestión militar, la agrícola ó proteccionista, y el descrédito de la situa-
ción por lo de <la moralidad administrativa», organizaron en Zaragoza (19
Octubre), en Sevilla (5 Noviembre) y en Madrid (i 1 Noviembre) manifesta-
ciones populares contra Cánovas, aprovechando su entrada en estas pobla-
ciones; en Madrid se repartieron los pitos para silbar á D. Antonio en el mi-
nisterio de la Gobernación. Abrióse nueva legislatura el 30 de Noviembre,
Cassola interpeló á Sagasta sobre sus reformas (5 Diciembre), y de la res-
puesta evasiva que obtuvo dedujo y declaró que ni por ley ni por decreto
serian inplantadas. £1 10 de Diciembre surgió otra crisis, provocada por la
oposición cada vez más viva de Gamazo; salieron del Gabinete Alonso
Martínez, Puigcerver y O'Ryan, pasando Canalejas á Gracia y Justicia, Cap-
depón á Gobernación, D. Venancio González á Hacienda, y entrando el gene-
Mi Chinchilla en Guerra, el conde de Xiquena en Fomento, y Becerra en Ul-
tramar .
Hay que registrar, por último, en este año: la Exposición Universal de
Barcelona, magnífico esfuerzo de Cataluña y España entera, coronado por el
éxito más brillante. El 1 3 de Mayo salieron de Madrid la líeina con sus hijos,
el 16 entraron en Barcelona, siendo recibidos con entusiasmo delirante; el
20 visitaron la Exposición, y permanecieron en la ciudad condal hasta el 6
de Junio; la mayor parte de las Naciones enviaron al puerto de Barcelona
buques de guerra, resultando así una grandiosa manifestación internacional
en honor de España y de la Keina regente. En la madrugada del 2 de Julio,
finalmente, fué asesinada en Madrid, y en su casa, Fuencarral [09, 3." doña
Luciana Borcino, viuda de Vázquez Várela. Se sospechó desde luego de la
criada, Higinia líalaguer; pero tenía la señora un hijo, José Vázquez Várela,
tipo del calavera de la peor catadura, que hallábase á la sazón sufriendo una
condena por sus escándalos en la Cárcel Modelo y del que se llegó á decir
que solia golpear á su madre cuando no le daba ésta todo el dinero que
pretendía él para sus vicios. Empezó la opinión pública por sospechar que
semejante hijo era muy capaz de haber matado á su madre, ya en alguna re-
yerta dimanada de sus peticiones de dinero, ya por robarla. Pero jcómo po-
día ser así, estando preso!* La atmósfera moral creada por el manoseado tema
de la falta de «moralidad administrativa» hacía verosímil todo escándalo en la
materia, ;Por qué los directores y empleados de la Cárcel Modelo no habían
de permitir la salida de los presos ricos, como Vázquez Várela? Se afirmó en
redondo que Várela salía de la cárcel siempre que le daba la gana, mediante
el soborno de los funcionarios de prisiones. Aparecieron gentes que decían
haberle visto en diversos lugares y ocasiones, y para muchos fué inconcuso
que en una de esas escapatorias había consumado el parricidio, y que los
jueces no querían seguir esta pista por no descubrir la falta de los empleados
de la cárcel y no descontentar á los personajes que sostenían á estos em-
pleados: un nuevo caso de •inmoralidad administrativa*. Aprovechando £7
Liberal y otros periódicos tal estado de opinión, diéronse á explotarlo con
extensísimas informaciones encaminadas á probar que Vázquez Várela salía
efectivamente de la cárcel, que mató á su madre, \ que la justicia esta-
ba tan podrida como la administración; se llamaba á la justicia despectiva-
mente 'la justicia histórica>, indicando con ello que sus vicios procedían de
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HISTORIA RE ESPAÍJA 825
la tradición y que era menester crear otra más racional y más pura. En todas
partes oo se hablaba más que del «crimen de la calle de Fuencarral>. Los
asuntos políticos no ofrecían ningún interés al lado de éste.
Año lS8g. — Todos los elementos dinásticos opuestos á Sagasta ó que
sentían resquemores contra él se coaligaron secretamente para derribarle: á
esto se llamó «la conjura», compuesta de los conservadores, gamacistas, cas-
solistas, romeristas, y lopez-dominguístas. A principios de Mayo se sapo
que el presidente del Congreso, D. Cristino Martos, había entrado en la con-
jura. Desde Diciembre del año anterior había roto Martos con su protegido
Canalejas, siendo causa ostensible de la ruptura el haber nombrado el se-
gundo Subsecretario de Gracia y Justicia á D. Diego Arias de Miranda, con-
tra la recomendación del primero á favor de D. Francisco de Rios Pacheco.
Se fantaseó mucho sobre el motivo último, acusando unos de ingratitud á
Canalejas, y otros á Martos de tener pretensiones incompatibles con la digni-
dad é independencia de su protegido. También se habló mucho de por
qué Martos llegó á colocarse enfrente de Sagasta: lo más verosímil es
que D. Cristino apeteciera presidir un Gobierno, puesto que miran en
general los prohombres como el término de su carrera, considerándose
fracasados si no lo alcanzan. Lo cierto es que Villaverde presentó una
proposición de tendencia proteccionista, que Gamaso pronunció, defen-
diéndola, un discurso de censura enérgica al Gobierno, especialmente al mi-
nistro de Hacienda (16 Mayo), y que al ir á ser votada (Z2 Mayo) Martos se
retiró aparatosamente de la presidencia, tomando todos este acto por una
declaración de guerra á la situación. Al otro dfa 23, y hablando contra el su-
fragio universal el conservador D. Lorenzo Domínguez, se presentó D. Cris-
tino en su sillón presidencial; los ministeriales vieron en esto un insulto
grave, y rompieron contra el Presidente en espantoso vocerío, llenándole de
improperios, y amenazándole algunos con los puños cerrados y con los bas-
tones. Martos tuvo que salir más que á paso de su poltrona, los ministros
abandonaron el banco azul, y acabó la sesión con el más terrible barullo. La
hubo el día 24; pero sólo para que Sagasta leyera el decreto suspendiéndolas.
£1 3 de Junio se dio por terminada la legislatura, y se abrió la nueva el
16, siendo nuevo presidente Alonso Martínez. Larguísimo debate (30 sesio-
nes) sobre lo pasado; y con tanta pasión algunos dfas que el 5 de Julio, el
entonces D. Alvaro Figueroa, después conde de Romanones, llegó á sacar
un estoque contra otro diputado. No menos apasionada fué la discusión so-
bre «la moralidad administrativa*, — tema que no se dejaba de la mano — del
Ayuntamiento de Madrid. Habíase ordenado una visita de inspección, enco-
mendándola á D. Alberto Aguilera (31 Mayo); en i.° de Agosto fueron sus-
pendidos 26 concejales, en 7 del mismo mes se admitió la dimisión al alcalde
Abascal, en 27 de Septiembre se pasó el tanto de culpa á los tribunales.
Durante este año se siguió hablando y escribiendo desaforadamente del
• crimen de la calle de Fuencarral». Entusiasmó al público, excitando viva-
mente el patriotismo, el invento que se supuso realizado por el distinguido y
estudioso oficial de Marina D. Isaac Peral de un submarino que resolvía sa-
tisfactoriamente todaslas dificultades inherentesá ese género de navegación,
verificándose pruebas del invento en la bahía de Cádiz (Mayo, Julio y Agos-
to) que enfriaron el entusiasmo de muchos, aunque la multitud siguió aferra-
da á la idea de que Peral habla realizado una maravilla y que sólo la envidia
impedía proclamarlo. El 23 de Abril se inauguró en Madrid, en la iglesia de
San Jerónimo del Prado, el primer Congreso Católico, presidido por el carde-
nal Benavides, arzobispo de Zaragoza, y catorce obispos, siendo notabilísimo
el discurso leído por Menéndez Pelayo, en que calificó valientemente de
nigiUrrlb/GOOglC
826 HISTORIA DE ESPAÍíA
(Cuestiones estúpidas) las que venían sosteniendo, hacia tantos años, los pe-
riódicos católicos sobre interpretación del Syllaáus grados de liberalismo,
tesis é hipótesis, integrismo y mesticismo, etc. El 22 de Junio, y por iniciati-
va del Liceo de Granada, se verificó, en la Alhambra — patio del Palacio de
Carlos V — la coronación de D. José Zorrilla por el duque de Rivas, como
representante de la Reina regente. Se dice que el gran poeta tuvo que em-
peñai la corona de oro que habían ceñido tan solemnemente á sus sienes, y
que al emprender el viaje á Granada en lujoso coche del ferrocarril pidió á
la comisión granadina encargada de hacerle la corte algún dinero porque no
llevaba blanca en el bolsillo. Quizás le dieran entonces las 5.000 pesetas que
se hablan anunciado como premio de la mejor leyenda morisco-granadina
que se presentase á concurso: induce á sospecharlo que no se concediera ese
premio; y que se prcsentaror. leyendas dignas de él parece indudable, por
que no hay poeta de los que manejaban la lira en aquel año que no tenga en
sus colecciones la correspondiente historia de zegríes y de abencerrajes, 6
de moros y cristianos, ó de todo á la vez. Murieron, finalmente, este año: el
sabio catedrático de Literatura latina D. Alfredo Adolfo Camús (4 Enero) y
ü. Antonio de Trueba (5 Marzo).
Año iSgo. — Cánovas había declarado en las Cortes, el año anterior,
que si el partido conservador encontraba establecido el sufragio universal,
lo respetaría, Castelar apremiaba, por su parte, á Sagasta diciéndole constan-
temente que de la proclamación del sufragio universal dependía que la Mo-
narquía fuese democrática y que se acabaran para siempre las revoluciones.
Llegó á ser lugar común la urgencia del sufragio universal y lo conveniente
de que para implantarlo se uniesen todos los liberales: á esto respondió la
crisis de 2 de Enero, y el encargo dado á Alonso Martínez de formar un Mi-
nisterio de conciliación: fracasó en su intento, y tuvo Sagasta que reorgani-
zar el Ministerio (21 Enero), con Puigcerver (Gracia y Justicia), Capdepón
(Gobernación J, Bermúdez Reina (Guerra), Romero Moreno (Marina), Eguilior
(Hacienda) y duque de Veragua (Fomento). El 24 de Febrero quedó apro-
bado el artículo 1." de la ley del Sufragio Universal, y el 26 de Junio era
toda ella sancionada por la Corona. Un asunto de otra fndole tuvo grave
trascendencia política. El general D. Luis Daban, senador, escribió una carta
( ExpticoiiÓH de la láaiina át tnfrínit.)
Eapallolea lloatrai contamparáDeol. — 163. Praneiico RodiÍKací Mmrbí, cervanMíilo, porli
inspirado, trudlto y amenísimo tscritor sevillano. Académico d( la Espaüota y director de I1 Biblioleti
Nacionai. Naciúen I8SI.— 1M. Marlknode Ctvia, peiiodiMí aragonfi iiíco y casliía. de ingenio iirsco.
auloridail del lenguaje. Naciú en ISS5. — IB9. Marcelloo Mentndei y Pelado, Rguri colosal enlrr las
mis grandes de la Humanidad. Polígrafo portentoso y genial, que In aharcit todo y en todo dejó la huella
luminosa de su inteligencia soberana. Nació en Santander (IB5'-I9I2'. I6S. Jost Rmlrignei Carracldo,
eminente químico, piofesor universitario y tratadista, cuyas obras ^aiAv de gran consideíaclón en España
y en el extranjero. Nació en Santlieo de Composleia el IS56.— 167. Jo«¿ Ortega Manilla, periodista y
noielista espaflol nacida en Clrdenas (Cuba). Sigulú en Madrid la rarrera de Derecho, Es ana de las mis
prestiüiosas figuras del periodismo político (I8S6). — 108. Ednartto Oal» Iradler, ilustre luiIsconsuUii y
político coiuflís. Presidente del Consejo de Ministros del parlido liberai-tonservador en 1913. Preiidente
del Congreso en la anterior etapa conservadora; autor de varias leyes sociales y obreras, Naciú en I8:(>.—
les. UaacAllitetz, célebre pianista é inspiradísimo totnpofitor, nacfdoin Campiodán (Qerona). Entre
sus obras, escritas la mayor parte para piano, descuella la deliciosa mire /fteria (1860-190.1).- ITO. Lala
Calpaaa, elocuentísimo nrador sairado alicantino, doctor en ambos Derechos, excatedrítico de Ciencias
Naturales, magistral de la Real Capilla y eapellín mayor á- San Francisco el Grande, N»d6 en 1860, -
ITI. Rainftn Mcntndei Pldal, ilustre erllieo. académico de la Historia y de la EspaHola. Docto y enidi-
tisiiHo discípulo de Meníndei Pelayo. Nació en I8'i0.
,,CoogIc
EipaAole* I lastre» eouttmpménxo*
D,g,t7cdb/COOgIC
Ü28 HISTORIA DE ESPAÑA
circular á sus compañeros del ejército invitándolos A una reunión para tra-
tar de oponerse á la división de mandos (civil y militar) en Cuba y á otros
proyectos en que veía Daban una tendencia antimilitarista del Gobierno;
consideró éste que constituía la tal epístola una falta de disciplina, y solicitó
autorización del Senado para imponer un mes de castillo al General. Martínez
Campos, muy amigo de Daban, lo defendió, y en el curso del debate, como
dijera D. Arsenio que no comprendía tales rigores estando para caer el Go-
bierno, y preguntándote cómo sabia esto, respondió: «¡Me lo da el corazón!»;
de aquí que cuaado surgió la crisis, dijeran las gentes: «Esta es la crisis de
lacorazonada>.
Lo cierto es que el general Martínez Campos estaba deddido bacía
tiempo por la vuelta de los conservadores, creyendo que la cuestión de ia
ttioralidad adminitíratíva y las divisiones irreducibles entre los liberales im-
ponían el cambio (\). El 30 de Junio pronunció D. Francisco Silvela un ace-
rado discurso declarando que debía rendirse Sagasla al convencimiento de
haber llegado á su término el largo periodo de mando del partido liberal
(cerca de cinco años), y el 5 de Julio habla dimitido D. Práxedes y juraba el
Gobierno coniervador: Cánovas, Presidencia; duque de Tetuán, Estado; V¡-
llaverde, Gracia y Justicia; Silvela (D. Francisco), Gobernación; Isasa, Fo-
mento; Fabié, Ultramar; Azcárraga, Guerra, y Beiánger, Marina. Una circu-
lar de Silvela (8 Julio) proclamó una vez más la aceptación franca y en-
cera de todas las reformas liberales. La ley Electoral había creado la jhtmia
Centra! del Censo como cuerpo consultivo del Gobierno en todo lo referente
á elecciones; teniendo mayoría los liberales, intentaron asumir la dirección
efectiva de aquéllas, originándose los dimes y diretes de rigor y un voto de
censura al Gabinete. Disolución de las Cortes {zg Diciembre).
Sucesos resonantes del año: la grave enfermedad que sufrió el Rey en
Enero, producida, según se dijo, por la indígestación de más de medio kilo
de marrón glacé, de que furtivamente se apoderó el augusto niño en las ha-
bitaciones de su tía la infanta Isabel. Nuevas pruebas del submarino Peral
(Junio y Julio), informe de una competentísima Comísíóh téínica, enteramente
desfavorable al supuesto invento (21 Agosto), y acuerdo del Consejo det Al-
mirantazgo declarando que en «el torpedero submarino construido por don
«Isaac Peral no había secreto, invento ni novedad* (25 Septiembre); el pun-
donoroso y laboriosísimo marino pidió la licencia absoluta, que se le otorgó
con fecha 2 de Enero del año siguiente. El 19 de Julio pereció en el ca-
dalso Higinia Balaguer; su cómplice ó coautora Dolores Avila resuUÓ conde-
nada á reclusión perpetua. Botadura en Bilbao (30 Agosto) del crucero /«-
/anta María Teresa, primero de los construidos en los astilleros del Nervión
por la casa Martínez Rivas-Palmers. Segundo Congreso católico español en
Zaragoza (i.° Octubre y siguientes), desagradable por la discordia entre ín-
tegros y mestizos. Fallecieron: Don Amadeo de Saboya (18 Enero), el duque
lil Vsí el iiiitcr (l<- csli- lil.rn r-n a(|iic-l aili. >-<.rros(ioii.íal en Madriil drl Diaria Hr CiiJh.
V lialiii-mlo sabiilii |nir !>. Franrisro Süvcla la aditini ilf Martíni"! Camitos y lo que de ella v
i'S|>rral>a. aiwx'siirów S |iul)lirarl(> en i'l Diario |i<ir ima carta (1 rrAnira. y concluía su n"lat"
asi: •Ti-oürá, iiucs. la prAxima siiuacii^n ctmsiTVBddraun jefo: D.Antonio Cánovas, y un proirr-
Inr. fl t^nrr^ Uurtini-i Campas: ■ Inromo^ló (^Iraonfinaríamunli' á D. Francisco Silvela li
úllinta frasi', v en carta i|up c.scríliii'i al autor dcllilim en el mismo dia qut: so rfcíbíA c n MaUríil
el />iarii'.\r ilrcfu: •lia cslailii ustiHl inMíd^ino: se Ir ha ocurrido lo peor i|ur )>o<IÍa ocurririi'-
li', Fj,a pülalira protiTtiir es di' tal naturaleza, qui- si la ]rp el ijiir usted suiíone dL'4)ueí,'to i <\e-
j;irM- pniti-Kcr, iiui'di- dar al Inislr ciin trirla la comliinaciAn-. Ks fste un ilelallc que, á niicstn>
jiiiiiii. pinta miiv liien el carícter de 1). .\nloniii ( Snovas v lii ailmiralilemenle <jite lo coniirij
Silvi'ln. Por eso' ruando Silveb <|ni-<' inn.nio'lar de vera* á Cánovas le ImstA un vertió: soffrtar.
,, Google
HISTORIA DE ESPAÑA 829
de MoQtpcDsier (4 Febrero), D. Claudio Moyano (7 Marzo), el conde de To-
reno (i) (31 Enero), D. Santiago Diego Madrazo, catedrático de Economía
Poliiica en la Central, autor de una obra muy estimable y ministro de Fomen-
to en la época de Don Amadeo (i i Marzo), el general Cassola {10 Mayo)
(sucediéndole en la jefatura de su grupo parlamentario su sobrino el
auditor de guerra D. Antonio Garda Alix), y D. Tomás Rodríguez Rubi
(14 Agosto).
Aitú lagi. — Las elecciones generales (i.° y 15 de Febrero) dieron al
Gobierno abrumadora mayoría, y pábulo á las murmuraciones usuales: el su-
fragio universal nada remedió en cuanto á independencia del cuerpo electo-
ral. Sagasta trajo 80 diputados; Gamazo, 14; Martos, 10; Romero Robledo,
otros 10; los carlistas, 8; los integri.stas, z y uno de ellos D. Ramón Nocedal;
los republicanos, 35. Estaba el partido republicano tan dividido como de cos-
tumbre: sólo de federales habla cuatro grupos (Pi Margatl, marqués de Santa
Marta, Rispa Perpiñá y Chíea); venían después los progresistas de Ruiz Zo-
rrilla, los centralistas de Salmerón, los republicanos históricos y los republi-
canos históricos disidentes que seguían á Carvajal; los posibilistas se hablan
confundido con los fusionistas, conservando, sin embargo Castelar su signi-
ficación republicana, aunque diciendo: Apenas me llamo Pedro. Para esias
elecciones aliáronse Salmerón y Pi. Ruiz Zorrilla fué elegido diputado, pero
por carta que publicó El Pais (g Febrero) reiteró su propósito de no tomar
asiento en el Congreso. Entendiéronse, á pesar de todo, los republicanos
para las elecciones municipales (10 Mayo), sacando en Madrid 12 concejales
de los 27 elegidos, y análogo triunfo en Valencia, Barcelona, Tarragona, Co-
ruña, Castellón, etc,, sugiriendo esta victoria la idea de la Coalición republi-
cana, proclamada en un manifíesto suscrito por Pi, Pedregal, Valles y Ribot,
Labra, Azcárate, etc.
Apertura de las Cortes (2 Marzo). Presidente del Congreso, D. Alejandro
Pidal. Del Senado, Martínez Campos. La política económica fué en lo arance-
lario de sentido resueltamente proteccionista, habiéndose der<^ado de un
modo definitivo, y por decreto, la tan asendereada Base 5.^ de la ley Figue-
rola {24 Diciembre i8go), y en lo financiero, de buscar recursos para cubrir las
apremiantes necesidades de! Tesoro; á lo último respondieron las leyes de
14 de Julio, una ampliando en 1.500 millones de pesetas la facultad del Banco
para emitir billetes á cambio de un préstamo de 150 millones sin interés,
otra emitiendo deuda por valor de 250 millones para recoger la flotante;
monopolizóse también la fabricación y venta de cerillas. Por ley de 22 de Ju-
lio se concedió amplísima amnistía por delitos políticos. Desde que se abrie-
ron las Cortes se advirtió que Romero Robledo trataba con suma consi-
deración á Cánovas, y que éste correspondía, viéndose claro que el jefe
de los húsares, convencido de su impotencia para constituir por sí solo par-
tido, quería volver á sus antiguas tiendas, y que Cánovas lo admitía á pesar
de la irreductible oposición de Silvela y otros prohombres; el 23 de Noviem-
bre expuso Cánovas en Consejo de Ministros su propósito de reintegrar á
Romero en el partido conservador, deseando que Silvela continuara en el Ga-
binete: contestó Silvela que permanecería fiel á Cánovas, fueran las que fue-
sen sus resoluciones; pero que no podía continuar siendo ministro una vez
(1) Dojó csmtas i'slr rrüix'tablp hombre pi'iblico unns Memorias, ó mejor dírtio, un Dia-
ríu en que iba anotando cuanto llegaba á su conocimiento de los sucesos políticos. No hay que
rncareciT (a ímimrtancia histórica dfi tal documcntn, que conserva muy (fardado ol actual
Conde dcstinintlolo á la publicidad, pero para cuando haya totahnente (lesai>ar<-cido de escena
la generación que intervino en los acontecimientos S que se refiere el Diurio.
,, Google
830 HISTORIA DE ESPASA
Romero en el parlido.Talfué el origen de la crisis, resuelta el 22 de Diciembre
con ta salida de Silvela, Villaverde, Fabié é Isasa; á Gracia y Justicia pasó
Cos-Gayón, y entraron Elduayen en Gobernación, Montojo en Marina (á
poco volvió Beránger), Concha Castañeda en Hacienda, Linares Rivas eo Fo-
mento y Romero Robledo en Ultramar.
No fii¿ venturosa para Cánovas esta solución. Silvela, el prohombre á la
sazón de más prestigio entre los conservadores, quedó enfrente de él, y con-
vertido en copioso y fecundo manantial de murmuraciones, no sólo molestas,
sino muy peligrosas para la situación. El tema de la moralidad adiHÍHistrativa,
tan perjudicial para los liberales en su anterior etapa, se tornó entonces con-
tra los conservadores, pues, conviniendo todos en la honradez personal de
Romero Robledo, consideré básele como fautor eñcacísimo de corrupción, por
cuanto, fundando él la fuerza políüca en el apoyo y protección de sus amigos,
decíase que muchos de estos amigos tomaban el patrocinio de Romero por
patente de corso para abusar de los cargos y puestos que les eran conferidos;
la protección d los antigás resultaba incompatible, además, con la estabilidad
en los cargos públicos. Como Romero se creía obligado á colocar á todos stts
amigos, necesariamente tenia que dejar cesantes á los que no lo eran, y por
eso, se decía, ha preferido el ministerio de Ultramar, pues allí tiene ancho cam-
po para repartir arbitrariamente pingües credenciales. Pero por otro aspecto
era peor esta preferencia. Después de la paz del Zanjón Romero se babfa
convertido en el gran prohombre peninsular de la Unión Constitucional de
Cuba y del Partido incondicional At. Puerto Rico; esto es, de las agrupaciones
de peninsulares que á título de únicos ¿nenos españoles usufructuaban el Po-
der en las Antillas, siendo ministeriales de todos los Ministerios que se suce-
dían en España, y procurando tener alejados de la influencia gubernativa á
los autoHottiistas, que presentaban como separatistas disfrazados, y efectiva-
mente lo eran muchos, aunque no todos, si bien por ese sistema de descon-
fiar de ellos ninguno podía quedar á la postre sin serlo. Al subir los conser-
vadores al Poder los autonomistas estaban en retraimiento, por no haberse
aplicado á Cuba la ley del Sufragio, y al calor de este disgusto, muy solivian-
tados los separatistas, divididos los de la Unión constitucional en izquierdis-
tas y derechistas, formado un partido económico que tendía á la libertad del
tráfico con los Estados Unidos, ó sea á la ruina del comercio peninsular. Fa-
bié desde el Ministerio y Potavieja en la Capitanía General siguieron una po-
lítica de gran firmeza contra el separatismo, de unión de los elementos adic-
tos y atracción de los autonomistas. Romero Robledo inició (Decreto 31 Di-
ciembre) una dirección diversa, de todo punto contraría á las aspiraciones de
los cubanos.
Murieron este aflo: D. Manuel Alonso Martínez (13 Enero); el sabio ge-
neral D. Carlos Ibáñez.marquésdeMulhacén, fundador y primer director del
Instituto Geográfico y Estadístico {28 Enero); el pintor D. Carlos Luis de
Ribera (2 Abril); D. Pedro Antonio de Alarcón (19 Julio); D. Manuel Cañete
^4 Noviembre); D. Gabino Tejado (9 Octubre), Por primera vez se celebró
este año la Fiesta obrera del i." de Mayo, y ocurrió (12 Septiembre) la
terrible inundación de Consuegra que costó la vida á más de 1.500 per-
sonas.
Año de i8t)3. — Romero Robledo siguió desarrollando su plan de refor-
mas — llamémoslas asi — en Cuba: reducción de personal en la magistratura
(8 Enero). Creación de Consejos ai lado de las autoridades activas {30 Ene- ,
ro). Variación en el procedimiento administrativo {8 Febrero), Encomendar
á las Diputaciones provinciales los Institutos de segunda enseñanza (ley de
presupuestos 30 Junio). Supresión del Doctorado en la Universidad de la Ha-
,,, Google
HISTORIA DE ESPAÑA 83 I
baña (3 Septiembre). Todo esto fué muy mal recibido por el elemento cuba-
no, disgustó á Polavieja, que dimitió la Capitania general, y provocó un con-
flicto parlamentario con la minoría liberal (27 Marzo y 1," y 4 Abril). Contra
el alcalde de Madrid, D. Alberto Bosch, intimo amigo de Romero Robledo,
hacíase una campaña furibunda, agitada en secreto por los silvelistas. Motin
de verduleras (2 Julio). Se pidió un empréstito de 250 millones y una reforma
de la tarifa ferroviaria en beneficio de ia industria siderúrgica; las oposicio-
nes obstruyeron la discusión de los proyectos. Sitvela consiguió que fueran
discutidos en sesiones extraordinarias matutinas, mientras quedaba la tarde
para I08 demás asuntos; se suspendieron, sin embargo, las sesiones {19 Junio)
sin conseguir su aprobación (20 Junio). Huelga general de telegrafistas, moti-
vada por el proyecto de refundir el Cuerpo en el de Correos; pusieron los
huelguistas su causa en manos de Romero Robledo, con grave detrimento del
principio de autoridad. Dimitió EIduayen, siendo reemplazado por Villa verde.
Siguiendo la campaña contra Boscti, á quien declaradamente se acusaba de
inmoraiidaJ administrativa, Villaverde — uno de los que, como todos los sil-
velistas, la impulsaban — dispuso una visita de inspección del Ayuntamien-
to, encomendándola al Subsecretario de Gobernación D. Eduardo Dato Ira-
dier. Bosch dimitió, substituyéndole el marqués de Cubas (7 Noviembre).
El 28 de este mismo mes expuso Villaverde en Consejo de Ministros que
en vista de los cargos contra el alcalde y algunos concejales resultantes de
\i inspección, procedía pasar el tanto de culpa á los tribunales; opúsose Ro-
mero, y Cánovas se puso de su parte, no viendo en todo aquello sino una
maniobra política de los silvelistas para derribar á Romero. Villaverde pre-
sentó la dimisión, siendo substituido por D. Manuel Danvila; dimitieron
también Dato y el marqués de Cubas. £1 grupo silvelista estaba ya consti-
tuido, reuniéndose los diputados más adictos á D. Francisco á comer juntos
un día por semana, primero en Lhardy y después en el Hotel de Rusia — de
donde les vino el apodo de rusos con que se les designaba en circuios y pe-
riódicos — siempre por la bulliciosa iniciativa del insigne Dr. Cortezo, gloria
de la Medicina espafiola, que, con gran disgusto de sus muchos clientes,
gustaba de distraer en la política el tiempo que hubiérale venido escaso para
el ejercicio de su profesión, en que tan alto raya.
Convocada por el Círculo de la Unión Mercantil, se celebró en Madrid
(1,° Diciembre) una importante manifestación contra el Gobierno amparador
de los chanchullos de Bosch y concejales. Hubo un momento en que no se
hablaba en todas partes sino de géneros que entraban de matute, de licencias
de obras conseguidas á fuerza de dinero, de empleos sacados por el mismo
procedimiento, etc. Reanudadas las sesiones de cortes (5 Diciembre) Moret
planteó la cuestión municipal, Silvela sostuvo el dictamen de Villaverde en
el Consejo de Ministros, y acabó diciendo que á pesar de todo no se revol-
vía contra el jefe del partido «porque el deber supremo para todos nosotros
•es el de soportarlo. Irritóse Cánovas extraordinariamente al oír este verbo;
<|Yo no estoy aquí, dijo, para que me soporte nadie!>. Creyóse que iba á
plantear la crisis; pero antes quiso que se presentara y votara una proposi-
ción de confianza al Gobierno. Así se hizo (7 Diciembre). Silvela aconsejó á
sus amigos á que la votasen; pero al comenzar la votación D. Santiago Li-
niers. Intimo de Silvela, se levantó de su escaño y salió del salón siguiéndole
los rusos; lo mismo hicieron liberales y republicanos, no alcanzando, pues, la
proposición sino 107 votos ministeriales. Cánovas dimitió, y el 1 1 de Diciem-
bre juraba el Gabinete presidido por Sagasta, llamado de notables por consti-
tuirlo los principales prohombres del partido; Vega de Armijo (Estado), don
Venancio González (Gobernación), Montero Ríos (Gracia y Justicia), Gamazo
,, Google
832 HISTORIA DE ESPAÜA
(Hacienda), Moret (Fomento), López Domínguez (Guerra), Cervera (Marina)
y Maura (Ultramar) (i).
Fueron este año las ñestas centenarias del descubrimiento de América:
a) Paseo de la Caraéela Santa María entre barcos de guerra de todas
las naciones (Palos, 3 Agosto).
i) Congreso de americanistas en Huelva (7 a 11 de Octubre), á cuya
sesión de clausura asistió la Reina con sus hijos. Debia ir luego á Granada;
pero lo impidió una enfermedad repentina del Rey en Sevilla, por lo que la
Corte regresó á Madrid (5 Noviembre) con tanto disgusto de los granadinos,
que hubo allá un motín al grito de ¡AÍajo el Goéüma! (2 y 3 Noviembre).
e) Procesiones cívicas en Madrid y otras ciudades (12 Octubre).
a) Multitud de Congresos en Madrid (literario, geográñco, pedagógi-
co, mercantil, jurídico, histórico, militar y naval), luciéndose mucho D. An-
tonio Cánovas en todos ellos con sus discursos.
e) Visita á Madrid de los Reyes de Portugal (de 10 á i; Noviembre).
/) Cabalgata histórica organizada por el Comercio é Industria de Ma-
drid (13 Noviembre).
g) Exposición His tonco-europea é Histórico americana (30 Noviembre).
Publicáronse, además, varios libros, muchos opúsculos, números extra-
ordinarios de periódicos; hubo multitud de veladas, etc.
En Sevilla se celebró otro Congreso católico (18 Octubre). En el mismo
mes, y en Madrid, uno de librepensadores, que al cabo fué disuelto por la
autoridad. Por decreto (14 Mayo) se incautó el Estado de los astilleros del
Nervión, á consecuencia de quiebra de la Empresa: fué un suceso triste que
desvaneció muchas ilusiones patrióticas. El 5 de Enero invadieron Jerez de
la Frontera unos joocampesinos, gritando; Viva la anargmial Batidos fácilmen-
te, cuatro de los revoltosos fueron agarrotados(io Febrero), y otros cuatro con-
denados á cadena perpetua. Murieron este año D. Manuel García Barzanallana
(2y Enero), O. Manuel Oh ver y Hurtado (9 Abril) y D. Manuel Silvela(25Mayo),
Apenas si se le prestó atención fuera de Cataluña; pero la tuvo grande
para lo porvenir la celebración en Manresa de la «Asamblea general de De-
legados de la Unión Catalanista» (25 Marzo). En las tres sesiones de la
Asamblea quedaron aprobadas las 17 Bases, no descentralizadoras sino auto-
nómicas, aun en lo político, constitutivas del llamado (Programa de Manrtsa*.
Aüo i8gj. — Disolución de las Cortes (5 Enero), tleccioncs generales
(3 y ig Marzo). Silvela se habla retirado — aparentemente, según algunos —
de la política; sus parciales fundaron circulo y periódico: Él Tiempo (10 Ene-
ro). Los republicanos concertaron la «Unión republicana» (23 Enero), al-
canzando en Madrid cerca de 25.000 votos, y que resultasen elegidos Pi
Marga I, Salmerón, Pedregal, Ruiz Zorrilla, Esquerdo y lienot; es decir, los
seis lugares de la mayoría. Triunfo análogo lograron en Barcelona, Valencia,
Zaragoza y otras capitales. Composición del Congreso: 274 liberales, 53 con-
ii) 1). .Amonio Maura nad<W-n Piüma ili- Mallorca I J Mayo 185}). í>u [ladrí- irnía un u-
c".talian loilavi'a rn la infancia; por fortuna de i"itns, la mailrc. I).' Mar^lrita Slnnlanir. pra rl
n\as noltlr li|io de maiírr de familias, v, auni|uc con ^nili-s irabajos. sacó adclanlc i su numr-
rr><i« iirnic, A los ((iiincc años di' <'ilfl<l. va Irachiller, vmo 1). Antonio á <'studiar Ciencias, qur
canibii^ |ior Dcircluí al i-stabltriTse la lilii-rtail ilr ensritanM y fué pásame (If Cramaio, con cuya
lu'miana I).* ('(mstanda •»' cas<V (ti;))), llajo los Busfíiríns de D. GcrmAn en política di]iutadn
rn iSMi drsdc \nf^ Hamri la atmriAn ¡iot su flonicnria: virepn'wdpntp del Congrfso ii»<<jl:
en Julio de iWW le ofreció Sifiasta una canrra: le nrepinió Maura qué |H)litica económira pen-
satia si'jiuir. y lialriéndolc contestado <iue lilm-camliista <l<Tlinó el ofrecimiento. Cuéntase que
al oír C Snovas i Manta iior 1 iritnfT» veí i-n rl (.■rinirr.'Ki, precuntú; t'Qt'í" " "fh y habiéndolo
ilicho: — Maura, ti cuilade dt (iamoüi, n'piiso: Crfp yo ijat (iouuiío va á ttr el cuñiúío Je Maura.
Kn itUif- escribió T^ts Moróte; Maura es rt mayer vrailtir que ka lurgido dttdela Rntaunuiim.
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HISTORIA D£ ESFAAa 833
servadores ortodoxos ó canovistas, 14 heterodoxos ó silvelistas, 14 posibi-
listas, 19 republicanos, 7 carlistas, 1 iategristas y 6 indefinidos. Para evitar
otra victoria de los republicanos en Madnd, suspendió el Gobierno las
elecciones municipales; apasionado debate en la Cámara popular, y los repu-
blicanos ae retraen (13 Abril). En cambio, los posibilistas, excepto Abarzuza
y algún otro, se declararon monárquicos, sumándose á la mayoría. No se
suspendieron las sesiones hasta el 3 de Agosto; en 23 de Marzo dejó el Minis-
terio Cervera, siendo sustituido por el general Pasquín, en Abril, Vega de
Armijo, pasando á Moret su cartera, y en 7 de Julio había dimitido Montero
Ríos por el fracaso de su 'Plan de tribunales de partido ambulantes», reem-
plazándole Ruiz Capdepón. La política giraba en torno del programa de
Gamazo: proteccionismo y economía, de que fué expresión el < presupues-
to* — «presupuesto de la paz>, que decía Castelar — la reducción de gastos
llegó á 31 millones 300.000 pesetas, correspondiéndole siete á Guerra, un
millón 500.000 á Marina y 14 á Fomento; por oposición á esta política di-
mitió Cervera; López Domínguez procuró armonizarla con sus proyectos de
reorganización militar: división territorial en siete regiones, cada una con su
cuerpo de ejército (22 Mayo) y creación de la Junta Consultiva de Guerra,
el primero de los cuales suscitó la vigorosa oposición de las localidades á
que perjudicaba en sus intereses la reforma; en Sevilla y Burgos hubo mani-
festaciones de protesta; en Coruña se creó una Junta de defensa, etc. Mien-
tras tanto, Maura orientó la política cubana en sentido autonomista: consi-
guió que los partidarios de ésta dejaran el retraimiento, extendiendo el su-
fragio á cuantos pagasen diez pesos de contribución (Diciembre 1892), y el 5
de Junio de este año presentó á las Cortes su proyecto de reformas para Cuba
y Puerto Rico, en virtud del cual cada isla debía constituir una sola provincia,
y el gobernador general de cada una hab'a de gobernar con un Consejo de Ad-
ministración. En sentido liberal fueron también las reformas de Filipinas (de-
cretos de 22 de Mayo). Contra las de Cuba cerraron desaforadamente los dere-
chistas de la Unión constitucional y sus valedores en la Península: no sólo Ro-
mero Robledo, Rodríguez San Pedro, etc., sino el mismo secretario de !a Presi-
dencia, O, Miguel V¡11anueva(i). En Cuba los autonomistas, y confundidos con
ellos muchos separatistas, aplaudían el proyecto de Maura, y lo mismo la iz-
quierda de los constitucionales, que tomó el nombre de «partido reformista».
En Mayo se celebró en Reus nueva asamblea catalanista para ver la
manera de realizar el 'Programa de Manresa>. Relaciones comerciales; con
Francia no teníamos tratado desde i." de Febrero de 1892, rigiéndose el
tráfico por el Modus vwendi de 28 de Mayo de aquel aiio (2); en 27 de Mar-
zo de éste se ajustó el tratado con Portugal; en 28 de Mayo, con Suecia,
Suiza y Países Bajos, no consiguiendo Moret hacer aceptar los proyectados
con Alemania, Austria, Italia é Inglaterra. Motín en San Sebastián por no
haber tocado en el paseo la banda municipal el Guernikako aréola; al grito
de «ivivan los fuerosl es apedreado el hotel de Inglaterra, donde se hospe-
daba Sagasta (27 y 2% de Agosto). Empiezan los atentados anarquistas en
Barcelona: Paulino Pallas tira una bomba á los pies del caballo de Martínez
Campos, que volvía de una revista militar; son heridos levemente los gene-
(l) Ei, aníodola i\\\f pinta muy á lo .vivo i-l rarártcr tW Sa(;a.sta la si(;iii''nlr: (]iiojAsrlp
Maura de la oposicirtn i|iip liaría \illaniicva k su provri'to. v Sa(;as(a afcilrt ¡ni-oinoilars<' muellí-
simo rontra el serri-lario de la Presidencia, le hi/n dimitir el carpo, y. sep'in dijo á Maun y á (lá-
malo, lí retiró hasta su amistad i>erson»l: i los ikicos flins, niíresalran (>ama/o y Maura ile
Chamartin. y se em/aron con rl coche riel Presíclcntr <lrl Consejo, ileniro del cual üian Sa^asla
V VillaniK'vá dcparlienilo en la m&» efusiva intimidar!.
(.;) Predominaba entnnii'!' en Francia el más exai-crado ¡iroleceionwmo, siislenlailo por
M. Meline.
Salcedo Historia de Fspañ* DigitzccibAjOOgig
834 HISTORIA DE SSPAÑ'A
rales Martínez Campos, MoHns y Castelví, de gravedad otros (23 Septiem-
bre); Santiago Salvador dispara otra bomba desde el paraíso del Liceo, cau-
sando la muerte de 18 personas y muchísimos heridos. Fueron fusilados; Pa-
llas (6 Octubrej, seis más fai Mayo 1894) y Salvador (21 Diciembre ídem). El 5
de Noviembre, voladura del vapor Caéo Mackickaco: fueron los muertos 222,
los heridos muchísimos; las pérdidas materiales, 1 1 millones de pesetas.
El 14 de Julio empezó la construcción del fuerte de Sidi-Aguariach, que
debia cerrar el campo de Metilla, delineado en 1862. Irritáronse los rífenos,
por tener inmediatos un cementerio y una mezquita de grao veneración
para ellos, y en la noche del 29 al 30 de Septiembre destruyeron lo edifica-
do y tirotearon el campo de la plaza: se puso un destacamento de 40 hom-
bres para guardar la obra; atacáronle los moros, y para socorrerlo tuvo que
salir de Melilla el gobernador general Margallo (2 Octubre), y sostener un
combate que nos costó 18 muertos y 33 heridos; los moros quedaron dueños
de Sidi-Aguariach, y destruyeron todo cuanto se había construido allí. En Es-
paña hizo mucha impresión el suceso, y se pidió la guerra. £1 Gobierno
acordó (3 Octubre) simultanear la acción diplomática con la militar; por des-
gracia para la segunda, estábamos en pleno período de reorganización, ape-
nas iniciada la de las reservas, sAlo un regimiento (Saboya) y un batallón
(Puerto Rico) con armamento moderno, y así, el envío de refuerzos fué con
demasiada lentitud (el dia 22 no hablamos podido poner en Melilla más que
1.200 hombres: los regimientos de Extremadura y Borbón, mandados por Or-
tega) que desacreditó injustamente á López Domínguez, y á España ante
Europa, y, lo que resultó peor, ante los separatistas cubanos, que dedujeron
de eso nuestra impotencia para movilizar fuerzas, y se decidieron á ir cuanto
antes á la guerra. El 27 de Octubre resolvió Margallo hacer desalojar nues-
tro campo de los moros que lo tenían invadido, á pesar del <cañoneo lent0>
de los fuertes, y reanudar las obras de Sidi-Aguariach. La operación fué des-
graciada, quedando el gobernador de Melilla, al anochecer, cercado por los
moros en el fuerte de Cabrerizas Altas; intentó salir de! encierro al amane-
cer del 28, y lo mataron de un tiro en la cabeza. Tuvimos muchas bajas. El 30
llegó á Melilla el general Maclas para reemplazar á Margallo, con cuatro ba-
tallones de Cazadores, y hasta el 25 fueron llegando refuerzos en total
18.000 hombres. Las grandes Potencias europeas, interesadas en que no
se alterase la paz por la cuestión de Marruecos, advirtieron á nuestro Go-
bierno la necesidad de circunscribir su acción al punto concreto de Meli-
lla, y al Sultán, de darnos satisfacciones. El Sultán envió al Rif á su herma-
no Muley Araaf (20 Noviembre). El Gobierno español nombró general en
jefe á Martínez Campos (26 Noviembre}, contrariando el deseo del ministro
de la Guerra, el cual quedó un poco en ridiculo por haber expresado aquél
deseo diciendo; «Ó á Melilla, ó á mi casa»; y, efectivamente, ni le permitie-
ron sus compañeros de Gabinete ir á Melilla, ni él dimitió. Martínez Campos
se hizo cargo del mando (28 Noviembre); hizo fusilar á un presidiario que ha-
bía cortado las orejas al único rifeño amigo que teníamos en Melilla (i), y
(i) K.S irislc trniT nm- consiijnar que |M)r aquel arli
, censurado Martini'2 CamiKis i-n España. V nada i<xtraordin¡ ,^,
partir los batallónos liara Melilla drenan muclius paisanos á los soldatlos: /. -..^..-
áf mvTin tliM triüisi Y se llt^ S, ofrecer un premio al soldado que remitiese la primera orejj.
El infelií presidiario m-yrt. sin duda. ([Uf desorejar á los moros era arción meritoria, v cometiii
semejante barbaridad ron el primero que Iwllii, sin reparar en su calidad de amigo y confidente
de la plaza. Hora es ya de gue las personas de senlir cristiano y de alguna cultura reaccione-
mos enérgicamente contra estos virus de barbarie (lue por desKracia lleva nuestro pueblo en
su sangre, y que en ciertos momentos de crisis le hace juzgar como liiieno cuanto sea contra
los eni'iniyfK, tomando por patriótico lo que no es sino criminal, brutal v estúpido.
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HISTORIA DB ESPaSa 835
fuese con todo el ejército, que ya era de 25.000 hombres, sobre Sidi-Agua-
ríach, donde hizo celebrar una misa de campaña (lo Diciembre). Los moros
no resistieron, intimidados por ei espectáculo de nuestra fuerza y reduci-
dos por Muley Araaf que habla ajustado un convenio con Martínez Campos
el dfa 3. Los mismos moros demolieron las trincheras que habían levantado
en nuestro campo, y nos entregaron á sus jefes Maymán-Mojatar y El-Had-
du-el-Hach (2/ Diciembre). E! 29 empezó el reembarco del ejército de ope-
raciones.
En Octubre dimitió D. Venancio González, reemplazándole López Puig-
cerver. Murieron este año: Doña Concepcióu Arenal, ü. Cristino Martos (17
Enero), el gran poeta nacional D. José Zorrilla (23 Enero), D. Carlos María
Perier {2; Enero), D. Vicente Vázquez Queipo {11 Marzo), el insigne profe-
sor y escritor de Prehistoria D. Juan Vüanova (7 Junio), y el historiador de
sucesos contemporáneos D. Antonio Firala (22 Junio).
Aüa l8g4. — Cuestión de África: nombrado Martínez Campos embaja-
dor extraordinario cerca del Sultán, llegó á Marraskesch (29 Enero), fué reci-
bido por el Sultán (31), y el 5 de Marzo se suscribió el tratado, por el cual se
convino el castigo de los rifeños agresores en Octubre y Noviembre pasados,
establecimiento de una zona central entre el campo de Melilla y el marroquí,
respeto al cementerio y mezquita de Sidi-Aguariach, la guarnición del cam-
po moro por un Kaid con 400 soldados del Sultán, y pago por éste de 20 mt<
llones de pesetas como indemnización. Salió la embajada española de la capi-
tal de Marruecos el 1 1 de Marzo. Ll Sultán Muley-Hassan murió (6 Junio),
sucediéndole su hijo Abd-ElAzis.
El artículo 25 de la ley de iG de Agosto de 1841 estableció que Nava-
rra pagase por contribución directa la cantidad alzada de 1. 800.000 reales
anuales. Gamazo quiso aumentar la cuota, y convocó en Madrid á los delega-
dos de la Diputación para proceder á un nuevo concierto; estuvieron los
navarros en la corte del 14 al 17 de Febrero, escás tillándose en que, siendo
la del 41 una ley paccionada, sus cláusulas eran invariables. AI volver á su
provincia fueron recibidos con manifestaciones populares imponentes al grito
de «¡Viva Navarral ¡Vivan ios fuerosl» Los vascongados hicieron causa co-
mún con los navarros, temiendo Sagasta que degenerase todo en un grave
conflicto de orden pdblico, no apoyó á Gamazo, sino que, conforme á su in-
variable costumbre, comenzó á dar largas al asunto. Simultáneamente arre-
ciaba en Cuba y en España la oposición del partido peninsular á la reforma
autonomista de Maura: el marqués de Cienfuegos dijo en ia Habana (ban-
quete 28 Enero) que <la actitud del ministro de Ultramar era indigna, no ya
de un ministro de la Corona sino de una persona decentó; el marqués de
Apezteguia, jefe del partido, telegrafió á los diputados sus correligionarios:
«No transigiremos con la continuación de Calleja aquí, ni con la preponde-
rancia de Gamazo y Maura en los asuntos de Cuba». Romero Robledo, Ro-
dríguez San Pedro y Villanueva reflejaban en Madrid esta actitud intransi-
gente. En cambio, Amblard y Montoro, jefes de los autonomistas, manifes-
tábanse cada vez más entusiasmados con el proyecto de Maura. Tampoco en
esta cuestión sabía Sagasta qué partido tomar, pues quería contentar á todos,
y fiaba al tiempo la resolución de la dificultad. Por fin Maura y Gamazo per-
dieron la paciencia y plantearon Ja crisis. El g de Marzo teníamos refor-
mado el Gabinete con la entrada de D. Amos Salvador en Hacienda, D. Al-
berto Aguilera en Gobernación, D. Alejandro Groizard en Fomento y don
Manuel Becerra en Ultramar. Declaró el Presidente que en nada había va-
riado la orientación política del Gabinete; peto dio largas, tanto al conflicto
con Navarra como á las reformas de Cuba.
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836 HISTORIA DE ESPAKA
Las Cortes estuvieron reunidas desde el 4 de Abril basta el 1 1 de Julio*
Los republicanos abandonaron el retraimiento; también lo abandonó doa
Francisco Silvela, apareciendo al frente de sus parciales, y dapdo á su par-
cialidad por bandera «la moralidad administrativa* y €la necesidad de se-
leccionar el personal político»; discretamente le contestaba Cánovas que
'Con mala reputación nadie podría aspirar á nada con él; pero que por mur-
• muraciones de corrillo no era posible proceder á la selección de personas
>en un pais, como el nuestro, donde no parece darse importancia á la injuria
»y á la calunmta*. Aprobaron las Cortes, y fué sancionada (lo Julio) la ley de
represión del anarquismo; discutieron los sucesos de Melilla y el atropello
realizado por los republicanos de Valencia, organi;tados para la lucha electoral
y la perturbación callejera por Blasco Ibáflez, con una numerosa peregrina-
ción que embarcó para Roma en el Grao (7 Abril); fué depuesto el gol^rna-
dor Ribot, gamacista, á quien Maura defendió elocuentemente. Leyéronse
los presupuestos (7 Junio), y lo que más llamó la atención fué la circunstan-
cia de haberse liquidado el •Presupuesto del año anterior» (93-94), el de
Gamazo ó 'de la paz> con 46 millones de déficit, cuando D. Germán habla
calculado 3 de superávit; bien es cierto, sin embargo, que tan enorme déñcit
representaba un progreso, ya que el presupuesto de 1892 á 93 se liquidó con
74 millones de déficit, el gi 92 con 92, el de 909! con 75, y el de 8990 con
61. ¡Tal era el estado de la Hacienda en el último decenio del siglo xixl
Durante el interregno parlamentario los republicanos volvieron á rom-
per la Unión, y quisieron residenciar á sus prohombres por haberla roto: el
único que se resignó á sufrir esa carrera de baquetas fué Salmerón, que acu-
dió á vindicarse de las censuras que se le dirigían al mitin del Teatro del Prin-
cipe Alfonso (1 7 Noviembre). Groizard reformó por decreto {16 Septiembre) la
segunda enseñanza. Antes de reanudar las sesiones quiso Sagasta reorganizar
el Ministerio para dar entrada á los gamacistas y á los posibilistas: así lo consi-
guió, siendo Maura ministro de Gracia y Justicia, y Abarzuza de Ultramar.
Abiertas las Cortes (12 Noviembre! discutiéronse de nuevo las reformas de
Cuba, y el 14 de Diciembre, habiéndose tomado en consideración por e)
Congreso una proposición contrato dicho por el Ministro de Hacienda, di-
mitió D. Amos Salvador, reemplazándole Canalejas (17 Diciembre).
Murieron este año dos músicos insignes, Arrieta (11 Febrero) y Barbieri
(19 Febrero); un pintor de justa fama, D. Federico de Madrazo (10 Junio);
una de las glorias del episcopado español, el cardenal Fr. Ceferino González
(29 Noviembre); uno de nuestros famosos eruditos y más atildados escrito-
res, D. Aureliano Fernández Guerra (7 Septiembre); dos reputadísimos pro-
fesores de Derecho, Pérez Pujol (13 Marzo) y D. Manuel Colmeiro (11 Agosto),
y dos sabios naturalistas, el químico D. Magin Bonet(28 Febrero) y el zoólogo
Pérez Arcas (19 Septiembre).
Aüo i8g¡. — Para negociar pormenores de ejecución del tratado de Ma-
rraskesch vino á Madrid un embajador del Sultán: al salir Sidi-Brisha, que
así se llamaba el embajador, de su alojamiento (Hotel de Rusia) para la so-
lemne recepción en Palacio (31 Enero), un caballero que estaba en el portal
del Hotel se adelantó, y dio á Brisha, según unos, un golpe con la mano en
el hombro izquierdo, aegún otros, una sonora bofetada; resultó ser el agresor
nada menos que un general de brigada, apellidado Fuentes, hombre pundo-
noroso y buen soldado, aunque siempre algo excéntrico de carácter, y quizás
excitado en aquel momento por lo que hubiese comido en el almuerzo que
acababa de consumir en el comedor del Hotel. Fué preso y procesado, y al
embajador moro se le dieron, no sólo las satisfacciones debidas por el incalifi-
cable ultraje que había sufrido, sino las excesivas que son propias de nues-
i,Cooglc
HISTORIA DE ESPAÑA 837
tro carácter nacional, nunca mesurado en semejantes casos: es muy preferi-
ble, sin embaído, pecar por carta de más que por carta de menos en estas
ocasiones. Volvióse el embajador, saliendo de Cádiz para Tánger, á bordo
del crucero Reina Regente{i\ el 9 de Febrero. El 16, cumplida su misión, salió
el crucero de Tánger á las ocho y media de la noche, y de^de entonces no
ha vuelto á saberse de él, ni de ninguno de sus tripulantes, que eran cerca
de cuatrocientos: el mar se los tragó.
El 13 de Febrero aprobó el Congreso el proyecto de reforma para Cuba,
modificado por Abarzuza en virtud de una fórmula de transacción admitida
por los partidos peninsulares y antillanos; pero el 24 del mismo mes, confor-
me al plané instrucciones de Marti (2), se dio en Baire el grito separatista. Apa-
recieron partidas en distintos puntos de la Isla; el ejército español no pasaba
de unos 14.000 hombres, y el capitán general (Calleja) no gozaba de la confian-
za de la Unión Constitucional, atribuyendo los peninsulares más influyentes
á su lenidad con los enemigos de España el estallido de la insurrección. El
Gobierno acordó (3 Marzo) enviar 6.000 hombres de refuereo, que partieron
el 10. Para la organización de esta fuerza presentáronse jefes y oficiales vo-
luntarios en suñciente número, menos para los puestos de subalternos, que se
cubrieron por sorteo, pues todos estaban dispuestos á marchar, y desde cier-
to aspecto, es más militar esperar á ser mandado á la guerra que adelantarse
con peticiones de destino. El Resumen y El Qlobo, sin embargo, publicaron
unos impertinentes comentarios {i 3 Marzo) de los que se deducía la imputa-
ción de falta de valor ó espíritu á los jóvenes oficiales: alborotáronse los in-
juríados, y en las noches del 14 y 15 acudieron en tropel á las redacciones é
imprentas de dichos periódicos, las invadieron, y destrozaron cuanto hallaron
á mano. El capitán general (Bermúdez Reina) les salió al encuentro en la ca-
lle del Nao, los reprendió, y aunque no desacataron su autoridad, no desis-
tieron de su propósito, con el que simpatizaba toda la guarnición de Madrid.
Salmerón y Cánovas atacaron al Gobierno en el Congreso por su falta de
previsión, y en el Circulo Militar reuniéronse muchos generales, que, sin
aprobar, ni mucho menos, la condncta de los subalternos, estuvieron de
acuerdo en que la injuria inferida era intolerable, y en no haber otro medio de
prevenirlas que atribuir á la jurisdicción de guerra el conocimiento y castigo
de los delitos de insulto al ejército cometidos por medio de la prensa. En
Consejo de ministros (dfa i;) dio cuenta el de la Guerra de esta acti-
tud, añadiendo que no habla manera de imponerse, pues hasta los oficiales
de la Guardia civil y Orden público sentían como sus compañeros. Dimitió
en su virtud, el Gobierno, y el 23 de Marzo juraba Cánovas con el duque de
Tetuán (Estado), Cos-Gayón (Gobernación), Romero Robledo (Gracia y Jus-
ticia), Navarro Reverter (Hacienda), D. Alberto Bosch (Fomento), Castellano
(Ultramar), Azcárraga (Guerra) y Beránger (Marina).
Disgustó profundamente á los silveüstas la formación de este Gabinete;
no sólo no fueron invitados por Cánovas para su constitución, como espera-
ban Silvela y Villaverde, sino que pareció habérseles tenido en cuenta para
íl) Botado al agiia i-n Inglalfira (itWj), dcsplaialia í.400 lonclailas.
(1) José Martí nació fn la Habana (lí Enero iS^t). .\ los tWei y sris años fui- va (Ii'ih'I'-
tado i la Península por sus ideas separatistas. En Madrid y /.aragoza estudki Dererlió )' Filoso-
iia y Letras. Vuelto á Cuba á consecuenria de la pa?. del Zanjón y de nuevo desterrado (lM,-(il,
en vez de venir á la Península, se establerió en Tanipa y Cayo Hueso, v deale entonciT,
fué el alma de la conspiración por la independencia, oivanizando fi fartiiie rtveliiríimarii' (10
Abril 18Í2J, centros activos en todas las poblaciones algo importantes de Cuba, períodicoa.
etcétera. Tenia Marti, no sólo todas las condiciones adecuadas para la empresa en que se había
metido, sino talento, .ícntido político y elevación ile miras: su prestigio sobre todos los jeft-s
"is de la pasada guerra, mucho más riejos (|ue íi. llegó á ser inmenso.
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838 HISTORIA DE ESPA.^A
despreciarlos. No sólo era ministro Romero Robledo sino Bosch, en quieo faa-
bfao ellos cifrado la representación de la •inmoralidad administrativa». «Es-
te Gobierno» dijo Silvela en su circulo (24 Marzo), «nació sin prestigio. Vivi-
rá con vilipendio, y morirá sin gloria». «Este ministerio», añadió en el Con-
greso, «es una grande y lamentable equivocación» {30 Marzo). Sagasta
coadyuvó á la acción del Gobierno, haciendo legalizar la situación económi-
ca y autorizando los recursos para la guerra por medio de las Cortes, que á
tal efecto funcionaron desde z; de Marzo á i." de Julio. Sagasta y Cánovas
(30 Marzo) convinieron en que había que subordinarlo todo á la conclusión
de la guerra, por cuyo venturoso término «había de dar España bástala últi-
ma gota de su sangre y su última peseta». Elecciones municipales (11 Mayo):
los silvelistas presentaron en Madrid una candidatura de aristócratas popu-
lares, como los marqueses de Cubas, Monistrol, Perales etc., pero ni ellos ni
los liberales consiguieron sino una exigua representación, pues el Gobierno
se lió, como suele decirse, la manta á la cabeza, sacando sus candidatos, la
mayoría obscuros y sin prestigio, á fuerza de chanchullos y trampas. Dirigió
estas elecciones D. Leopoldo Gálvez Holgufn, activo y astuto muñidor de
los romeristas. £1 13 de Octubre apareció en varios periódicos un comu-
nicado del marqués de Cabriñana denunciando haber sido objeto de propo-
siciones indecorosas por parte de algunos concejales sobre compra de udos
solares de la calle de Sevilla, de que era co- propietario, denuncias extendi-
das luego á otros puntos, y de las que resultaban malparados el ministro
fiosch, por actos que se suponían realizados cuando fué alcalde, su secreta-
rio particular, Gálvez Holguín, Concha Alcalde y otros concejales, los apoda-
dos «Cívicos», «Pepe el Huevero», etc. Dieron los periódicos extraordinario
vuelo á estas acusaciones, y aunque el Juzgado incoó el oportuno proceso,
incluyendo en él (28 Noviembre) á Gálvez, Concha y once concejales ó
ex-concejales más, en una reunión celebrada en el Círculo Mercantil (20 No-
viembre), la Sociedad Económica, la Cámara de Comercio, los Centros de
Instrucción Comercial é Instructivo del obrero, el Fomento de las Artes, la
Asociación de Propietarios, la Liga Nacional de Productores, los círculos In-
dustrial y de Bellas Artes, el Ateneo, representaciones de los gremios, di-
rectores de periódicos, etc., se pusieron de parte del marqoés de Cabriñana,
del que se dijo haber sido objeto de una cobarde agresión en la noche del 19
de Noviembre, atribuida, como es natural, á los acusados por él, acordándose
pagarle los gastos del proceso, obsequiarle con un banquete, y celebrar una
manifestación pidiendo que fuera totalmente suspendido el Ayuntamiento
de Madrid.
El 4 de Diciembre se constituyó la «Junta magna» para celebrar esta
manifestación, que lo fué el día 9, y pocos espectáculos de su género ha pre-
senciado nuestra capital tan imponentes: cerráronse todas las tiendas, y des-
de la Puerta de Atocha á la estatua de Colón desñlaron en correcta y orde-
nadísima procesión más de 60.000 personas; de los prohombres de oposición
sólo Castelar y Pí faltaron. En los círculos canovistas se procuró quitar im-
portancia al suceso; pero Cánovas era demasiado listo para no reconocérsela,
y asi hizo publicar en La Época un suelta diciendo que el jefe del Go-
bierno seguía dispensando toda su confianza al 5r. Bosch, y que de ningún
modo provocaría crisis la manifestación, á no ser que el Sr. Bosch por un
exceso de escrupulosidad sintiese el deseo de justificarse. Bosch comprendió
la indirecta, y dimitió (14 Diciembre), haciendo lo mismo y á la vez Romero,
con la salvedad de que dimitía por no estar conforme con la política de Mar-
tínez Campos en Cuba. Era igual. Tejada de Valdosera entró en Gracia y.
Justicia, y Linares Rivas en Fomento.
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HISTORIA DE ESPAÑA 859
Simultáneamente con estos sucesos de política interior desarrollábase la
guerra de Cuba. Nombrado gobernador general Mariinez Campos desembarcó
en Santiago de Cuba (17 Abril) con 6,000 infantes de línea y un batallón de
Marina, enviándosele tantos refuerzos, que á últimos del año sumaban 1 1 3.000
soldados, los cuales, unidos i los que ya estaban en Cuba, hacían un con-
junto de 1 26,000, ayudados por más de 60.000 voluntarios. Asombró á Europa
que España pudiese movilizar con la debida rapidez tan crecido contingente,
sobre todo cuando tan mal había resultado la movilización para Melilía dos
años antes. La cosa tenía, sin embargo, su explicación: en 1893 el sistema de
las reservas estaba en el periodo de implantación, y en 1895 ya estaba im-
plantado, habiendo servido aquella primera y poco lucida muestra de manio-
bras preparatorias para la segunda. A pesar de esto mereció justo elogio el
general Azcárraga por su actividad y orden, y lo mismo la «Compañía Tras-
atlántica», que acreditó cumplidamente la cuantía y calidad de su material
flotante, dando á España la satisfacción de que el transporte de un ejército
tan numeroso fuera en buques españoles.
Desgraciadamente, aquí concluyeron nuestras satisfacciones. Habíamos
«prendido á mover masas considerables, armarlas y uniformarlas y llevarlas
obedientes á guerrear á muchos miles de leguas de la nación; pero esas ma-
sas no habían recibido ninguna instrucción militar, y la de los mismos solda-
dos en nías era deficientlsima por el corto tiempo de servicio, falta de ma-
niobras y ejercicio de tiro. Así pudo decirse con razón que no llevamos á
Cuba soldados, sino buenos muchachos vestidos de uniforme y con excelen-
tes fusiles, de que no sabían hacer uso. Tampoco podía responder perfecta-
mente á su objeto una oñcialidad condenada durante muchos años á servir
en oficinas ó cuadros, y la parte que había estado en Cuerpos activos, á mane-
jar contingentes mínimos, compañías del número de una sección y batallo-
nes de menor contingente que una compañía en pie de guerra. La campaña á
que se la enviaba era de suyo diílcil. Los jefes separatistas, comprendiendo
muy bien su impotencia para sostener batallas campales, sitios, líneas, etc., te-
nían por objetivo consciente y reflexivamente trazado, no vencemos en
lucha abierta, sino cansarnos y aburrirnos por el sistema de guerrillas, á
cuyo desarrollo tanto se prestan la topografía de la Isla y la índole de sus
campesinos, que eran los soldados con que contaban: correr de un lado para
otro, hacernos fuego desde lugar seguro, unas cuantas descargas desde una
loma bien escogida, y retirarse por parajes también escogidos previamente,
con lo que hadan «acto de presencia» y podían pintar la cosa ftn los Estados
Unidos como verdaderoscombates, atacando de ñrme cuando tenían superio-
ridad numérica. Tal era su método, que merece calificarse de sabio por apro-
piado á las circunstancias en que se hallaban, y que les permitía esperar de
la prolongación indefinida de las hostilidades, ó el agotamiento de nuestros
recursos, ó que el cansancio produjese una rebelión en la Península, ó que
los Estados Unidos interviniesen en su favor. Agregúese á esto que los jefes
insurrectos, veteranos de la otra guerra, hablan dedicado sus ocios des-
de 1877 á estudiar la manera de hacerla mejor, que ya no habfa en los vo-
luntarios peninsulares el entusiasmo de la otra vez, que habfa cundido mu-
cho la idea de que la emancipación podía retardarse, pero que era inevitable,
la astuta política de Marti, etc.
Martínez Campos fué á Cuba sabiendo todas estas cosas; pero confiaba
en su buena estrella, en el prestigio que tenía entre los insurrectos, en las
negociaciones que iba á entablar, en las libertades que iban á concederse.
Nada valió. Casi á la vez que él desembarcaron Martí, Máximo Gómez y An-
tonio Maceo. Los principales sucesos militares fueron: acción de <E1 Jobito*,
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840 HISTORIA DE ESPAÑA
entre Maceo y el teniente coronel Bosch, muriendo éste (13 Mayo). Acción
de *Dos Rfos>, entre el coronel Sando val y la partida de Gómez, en que iba
Martí, el cual fué muerto á los primeros disparos (21 Mayo). Acción de «Fe-
ralejo" (12 Julio): marchando Martínez Campos con una columna de 1.500
hombres hacia Bayamo, fué asaltado por numerosas fuerzas insurrectas man-
dadas por Maceo, y estuvo á punto de ser envuelto y caer prisionero; se salvó
merced á lo bien que se batieron los nuestros, sufriendo muchas bajas, entre
ellas la del general Santocildes, jefe de la columna, y teniendo que ence-
rrarse en Bayamo hasta que llegaron refuerzos. Hl 24 de Julio escribió el capi-
tán general al ministro de la Guerra: <como jefe de columna, estoy satisfecho
>de mi mismo; como general en jefe nada quiero decir; ya me censurarán
•otros, y pediráncon justicia mi destitución». Inva-
sión del Camaguey por Máximo Gómez (12 Junio).
Invasión del Departamento occidental (29 Noviem-
bre). Acción de «Mal Tiempo» entre las fuerzas
invasoras á las órdenes de Gómez y Maceo y la co-
lumna del coronel Arizón, que intentó cortarles el
paso sin poder conseguirlo Tuvimos muchas bajas,
y se puso de maniñesto la imposibilidad de sacar
provechoso partido de los reclutas que llegaban á
Cuba sin saber siquiera disparar (15 Diciembre).
Acción de «Coliseo» {23 Diciembre), determinada
por la invasión de los insurrectos en la provincia de
Matanzas, y concentración de fuerzas para oponér-
seles: la dirigió personalmente Martínez Campos, y
Gómez y Maceo retrocedieron hacia la Ciénaga
José Antonio Maceo de Zapata. Engañado nuestro general por ese mo-
(1849- 189Í)). vimiento, mandó situar sus fuerzas á retaguardia de
los insurrectos para cortarles la retirada á Oriente;
pero entonces contramarcharon aquéllos, y el i.° de Enero de 1896 entraban
en la jurisdicción de la Habana. La alarma producida en esta ciudad fué
grande, y venían á Madrid cartas y telegramas de los constitucionales mani-
festando que Martínez Campos habla fracasado, que sólo se había cuidado de
negociar, y no de hacer la guerra, que ni siquiera habla dispuesto una requisa
de cabalins para privar de ellos á los insurrectos, etc.
El Gobierno de los Estados Unidos reclamó el inmediato pago de la in-
demnización Mora; y aunque los republicanos y los carlistas se opusieron, el
Gobierno, apoyado por Sagasta y Silvela, lo acordó (4 Julio), desestimando la
oposición de aquéllos (Keal orden 31 Julio).
El 18 de Marzo el capitán general de Filipinas, Blanco, se apoderó de
Marahuit, en Mindanao, venciendo á los moros en un porfiado combate. El
3 de Junio el capitán D. Primitivo Clavijo entró en el despacho del capitán
general de Castilla la Nueva D. Fernando Primo de Rivera y le disparó un
tiro, hiriéndole: fué fusilado el día 5. Dos nautragios importantes: el del cru-
cero Sdnchee Barcdiztegui (19 Septiembre), en la Habana, por choque con el
vapor Moriera, pereciendo el general Delgado Parejo y 36 oficiales y mari-
neros, y el del buque de la misma clase CoUh, en las playas de Pinar del
Río (1.° Octubre), salvándose toda la tripulación.
Habiendo enfermado gravemente Ruiz Zorrilla, su amigo el Dr. Esquerdo
le hizo abandonar la emigración (14 Febrero), trayéndolo á Villajoyosa
(17 Febrero). No hallando alivio, se trasladó á Burgos (28 Mayo), donde fa-
lleció el 15 de Junio, á los sesenta y dos aiíos de su edad, pues había nacido
el 22 de Marzo de 1833. Con su desaparición del mundo, el partido que habla
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HISTORIA DB ESPAÜA 84I
acaudillado se dividió en dos grupos: uqo que recoDoció la jefatura del doc-
tor Esquerdo, y otro la de D. José Muro.
Muñeron también este año: el profesor y naturalista D. Manuel M. José
de Galdo (19 Julio); el economista D. Joaquín M. Sanromá (7 Enero); D. An-
tonio de Mena y Zornlla (25 Febrero); y el presbítero, escritor y académico de
Ciencias Morales, D. José Salamero (30 Diciembre).
Aüo i8g6. — Cuba. Extendidas las partidas por toda la Isla, llegaban
en Enero á contar 42.000 y pico de insurrectos en armas. Reconociendo no-
blemente su fracaso, que no era solo suyo, sino de España en América,
resignó Martínez Campos el mando en el general Marín (18 Enero). Weyler
fué nombrado para sustituirle, y desembarcó en la Habana (10 Febrero). Don
Valeriano Weyler y Nicoiau consideraba funesta la
política de atracción seguida por Martínez Campos:
procedía contestar <á la guerra con la gUerra>. Por
tres bandos f 16 Febrero) estableció que los jefes de
columnas pudiesen hacer ejecutar las penas de muer-
te cuando no les fuera dable comunicar con el
general en jefe, que fueran juzgados militarmente
cuantos hechos favorecieran á los insurrectos, y que
se concentrasen en los puntos fortiñcados todos los
campesinos que no quisieran ser tratados como in-
surrectos. Tenia el general Weyler fama, y aun le-
yenda cubana, de haber sido duro con los insurrec-
tos y sus auxiliares en la pasada guerra; esta le-
yenda, unida al sistema y bandos de ahora, y bien
aderezada con el relato de las naturales penalida-
des sufridas por los reconcentrados y de la devas- Máximo Ciln-i
tación de los campos, decretada para privar de re- '■^- 1 ",-***-
cursos á la insurrección, sirvieron admirablemente
á los laborantes cubanos al efecto de pintar las cosas en los Estados Uni-
dos como un deliberado intento de exterminar á tos cubanos y arrasar
la Isla de Cuba. Los periódicos yanquis publicaban espeluznantes relatos en
este sentido, y hasta en las iglesias protestantes predicaban los pastores que
loa españoles trataban de repetir con los pobrecitos cubanos lo que sus ante-
pasados hablan hecho con los judíos, con los moriscos y con los flamencos.
A este propósito es curiosa una proclama de Máximo Gómez que circuló
mucho por los Estados Unidos, y en que se acusaba á los crueles y sangui-
narios españoles de haber matado cuantas ovejas no se pudieron llevar 'Sin
perdonar las crías»; el detalle sentimental de no haber perdonado «las
crías* es encantador por lo ridiculo. La opinión contra nosotros iba rápida-
mente aumentando en la gran República norte- americana, empezando con
el año á oirse en las Cámaras proposiciones y discursos favorables á los se-
paratistas, y el presidente, Claveland, que hasta este momento se había es-
forzado por mostrarse neutral ó respetuoso con el statu quo, hizo que el secre-
tario de Negocios extranjeros, Olney, dirigiese una nota á nuestro Gobierno
(10 Abril) ofreciendo la mediación de los Estados Unidos para concluirla
guerra, propuesta rechazada rotundamente (22 Mayo).
Quizás hubiera sido cuerdo asirse á la nota Olney como único medio
decoroso de salir del atolladero de Cuba. Cuantos conocían bien el problema
planteado estaban convencidos de la imposibilidad de resolverlo satisfacto-
riamente por la fuerza de las armas. El primer convencido en este punto era
Cánovas, quien lo dijo claro en la reunión de las mayorías parlamentarias
(g Mayo), añadiendo que no correspondía á ningún estadista, sino á la na-
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>!42 HISTORIA DE ESPAÑA
ción entera tomar la iniciativa de ceder en una contienda tan peligrosa. Cá-
novas esperaba, pues, que un movimiento de opinión manifestase la resolu-
ción colectiva de poner punto á los sacriñcios que se venian haciendo, ó, en
otros términos, tenía miedo á la personal responsabilidad social é histórica de
un acuerdo que, aunque deseado por muchos, hubiera sido considerado a pos-
teriori por casi todos como traición á la patria, y por los ignorantes, que son
la mayoría, como una venta. De este temor participaban todos los hombres
políticos, excepto Pf Margall, único que se atrevió á proponer la concesión
de lUna autonomía tan amplia que se confundiese con la independencia; y si
• esto no era bastante para conseguir la paz, el reconocimiento de la inde-
>pendencia, con un tratado favorable á los intereses económicos españoles»;
pero los mismos republicanos tachaban de filibustero á Pí, y la Unión repu-
blicana declaró (27 Marzo) «la necesidad de mantener á toda costa y sin re-
>serva de ninguna especie el sagrado interés de la integridad de la patria,
• protestando contra el más leve propósito ó la forma más atenuada de cual-
• quier poder extranjero de menoscabar la soberanía indiscutible de la na-
• ción española (i).> Hn una reunión que celebraron tos silvelistas (Teatro de
la Alhambra) dijo Silvela: »Si no podemos resolver la cuestión de Cuba, va-
>mos decididamente á la líquidacióni, y el público aplaudió estrepitosa-
mente; pero se advirtió en el orador la contrariedad de haber dicho más de
lo que quería y recogió velas, atenuando su frase, que tan bien había sonado
á los oyentes. En suma los prohombres temían ser tildados de poco ardien-
tes en su patriotismo, ó de cargar cuando hubiera pasado el peligro con el
samiemío de ser ellos los que perdieron á Cuba.
Mezclábanse con estos temores personales, por lo menos en algunos,
otros políticos que en los de oposición al régimen eran más bien esperanzas.
En efecto; para muchos era inconcuso que al perderse Cuba estallaría una
revolución en la Península, cayendo estrepitosamente la Monarquía, como
cayó el segundo imperio en Francia después de los desastres de 1870, cosa
que i muchos republicanos y carlistas no les parecía mal, pues discurrían así:
A cambio de una región lejana que no nos da más que disgustos, ganaremos
un régimen que nos regenerará y engrandecerá. Y á todo esto, como en Es-
paña se sabe tan poco del mundo fuera de nuestras fronteras, aun la mayo-
ría de las personas que pasan por ilustradas apreciaban muy mal la potencia
de los Estados Unidos comparada con la nuestra, siendo común opinión,
sostenida por los periódicos, que ya se guardarían los yanquis de provocar
un conflicto, porque llevaban las de perder, toda vez que carecían de ejér-
cito y escuadra capaces de medirse con los de España, pues eran un pueblo
de mercaderes y tocineros. Aludía esto ultimo á los cerdos, que son la base
de la riqueza de Chicago. Hacía mucha gracia eso dé haber tantos cerdos en
Chicago. Había quien hasta deseaba ei choque. Así, decían, concluiremos
pronto: la guerra se prolonga en Cuba porque las partidas ñlibusteras escu-
rren el bulto y no ofrecen objetivo á nuestras columnas. Con los yanquis no
tendremos estos inconvenientes y los venceremos fácilmente. Pasaba por mal
español el que no veía las cosas de esta manera.
Mientras tanto, en Cuba desarrollaba Weyler su plan de campaña, que
consistió en ir limpiando de insurrectos la Isla, metódicamente, de Occiden-
te á Oriente, acumulando fuerzas en una provincia hasta tenerla pacificada,
y pasar luego á la otra. £1 Gobierno le envió 54.000 hombres más, con lo que
llegó el ejército á la cifra de 205.000 soldados. Antonio Maceo estaba en la
,,Co'ogIc
HISTORIA DE ESPAÑA 843
del Pinar del Rfo, donde sostuvo contra Suárez Valdés las acciones de <Ca-
carajlcara> (29 y 30 de Abril, i.° Mayo), y llegó á ser muy difícil su situación
desde que en y de Noviembre arrojó Weyler contra él cuarenta batallones.
Batido en »E1 Rubi> (11 Noviembre), intentó salir del circulo de hierro que
le oprimía, y con 16 hombres escurrióse y pasó á la provincia de la Habana
(4 Diciembre), donde reunió las partidas de este territorio (2.0OO hombres);
perp con la mala fortuna de tropezar con la columna del comandante Ciruje-
da (7 Diciembre) en «Punta Brava>, trabándose un combate en que resultó
muerto. Su ayudante, hijo de Máximo Gómez, se suicidó junto á su cadáver.
En las otras regiones de la Isla hubo también muchos combates durante el
año: citaremos el ataque de Máximo Gómez y Calixto García á Cascorro (10
Octubre), en que se inmortalizó el soldado madrileño Eloy Gonzalo García
por su valor al incendiar una casa desde la que hacían los insurrectos mor-
tífero fuego. Quiso que le ataran una cuerda á la cintura para que, si moría
en la arriesgada empresa, tiraran de su cadáver y no lo dejaran en poder de
los enemigos.
Filipinas.— V 01 si no tuviéramos bastante con lo de Cuba, estalló formi-
dable insurrección en Filipinas. Hacía muchos años que se venia preparan-
do. Multitud de causas cooperaron á su explosión. Baste apuntar aquí que el
clero indígena aborrecía á los frailes españoles por codicia de los beneficios,
especialmente curatos, de que disfrutaban éstos, y por la superioridad ó au-
toridad que ejercían sobre él; que los jóvenes indios ó mestizos de familias
acomodadas, y que habían estudiado carreras mayores, ora en el Archipiéla-
go (Universidad de Santo Tomás y Escuela Normal de Manila), oía en Eu-
ropa, aspiraban á la igualdad de derechos y consideración social con los pe-
ninsulares, y eran liberales, sin duda por ser el liberalismo la doctrina más
favorable á sus pretensiones, y enemigos, como el clero, de los frailes, tanto
por oponerse éstos á su liberalismo doctrinal irreligioso, como por ser igual-
mente opuestos á sus aspiraciones sociales y políticas; que entre los funcio-
narios públicos, enviados de la Península todos al buen tuntún, sin escoger sus
cualidades y sin preparación técnica colonial, habla muchos que, ávidos úni-
camente de enriquecerse en poco tiempo, abusaban de sus cargos llevando
al colmo «la inmoralidad administrativa», con sumo desprecio, y hasta con
violencia de la población india, á la cual desmoralizaban con sus escándalos,
haciéndole perder el tradicional respeto á los españoles, ó castilas que allí
decían; que otros, por liberalismo doctrinal, se dedicaban á sembrar ideas
contrarias al orden de cosas establecido, y que, finalmente, la masa del pue-
blo indígena, si bien en general afecta á los frailes y al Gobierno español,
tenia también sus motivos de queja contra unos y otros: contra los frailes,
por las mil cuestiones dimanadas de ser las Comunidades propietarias de
extensos predios; y contra el Gobierno, por la repugnancia natural al pago
det impuesto, reducido allí á la cédula y prestación personales, y que, aun-
que considerablemente aumentado desde 1868, era inferiorísimo á lo que se
paga en Europa y en América en el país donde menos se tribute; pero los
agitadores esparcieron la voz de que en saliendo tos españoles del país nada
tendrían qne pagar, quedándose además con las haciendas de los frailes.
Desde 1873 habían establecido los peninsulares una logia masónica en
Manila, que el general Malcampo disolvió. Ya por aquel tiempo había un nú-
cleo de jóvenes filipinos de carrera inclinados al liberalismo y trabajando por
la que consideraban emancipación de su patria. Se distinguió entre ellos José
Rizal, nacido en Calamba (ig Julio i8gi), educado en Manila por los jesuítas,
que estudió en Madrid las carreras de Medicina y Filosofía y Letras, termi-
nándolas en 1884 y 85, y que después de un largo viaje por Alemania, 5ui-
nigiUrrlb/COOglC
844 HISTORIA DE BSPAÍÍA
za é Italia publicó (1886) la novela Noli nu tangere, en que acusa á los frailes
y á la Guardia civil de opresores del pueblo filipino. En 1888, establecido
en Hong-Kong, dio á luz El Fitibusterismo, del mismo sentido que la novela,
y cuya tesis especial es que los frailes y ios malos funcionarios espailoles
acusaban de filibusteros á los que trataban de impedir sus abusos. A ñnes
de 1888 Marcelo del Filar, abc^ado de Buiacán, fundó el <Katipunán> (so-
ciedad de notables) con ritual frac masón i co , y cuyo fin concreto era la
reunión de fondos y la propaganda de las doctrinas democráticas; trasladado
á Barcelona (Enero 1899), dejó en Manila para dirigir la asociación á Doroteo
Cortés, otro abogado tagalo, y él en España fundó con Mariano Ponce el pe-
riódico La Solidaridad y la «Asociación Hispano-Filipina*. Tratándose de
combatir á los frailes y recabar derechos políticos, y disponiendo, además,
abundante dinero este núcleo filipino, establecido en la Península, numeroso
por haber entonces muchos jóvenes tagalos y mestizos siguiendo aquí sus
carreras, no tardó en contar con el entusiasta apoyo de los republicanos es-
pañoles. D. Miguel Morayta, Gran Oriente de uno de los ritos masónicos,
aceptó la propiedad y dirección de La Solidaridad y la presidencia de la
«Liga Hispano- Filipina» (1890), admitió á tos filipinos en sus logias, y, lo que
fué más grave, los autorizó para crearlas en el Archipiélago, compuestas sólo
de tagalos. En cinio anos fundáronse ciento ochenta logias tagalas en Luzón
y Bi sayas.
A fines de 1891 hubo una escisión entre Rizal y Marcelo del Pilar; el
primero fué á Manila (1892), y en una reunión celebrada en Tondo fundó la
■ Liga Filipina» con el programa, no de proceder desde luego á la emancipa-
ción, sino de prepararla difundiendo la cultura y consiguiendo poco á poco
derechos políticos. Rizal, harto más listo que su rival, comprendía que, dada
la situación moral de su raza, era necesario ir con pulso y por etapas al fin
que buscaban todos: contentábase, por lo tanto, con la representación de
Filipinas en las Cortes; distribución por mitad de los curatos entre los pres-
bíteros peninsulares é indígenas; distribución, también por mitad, de los des-
tinos públicos entre españoles y tagalos; fomento de la instrucción primaria
y establecimiento de Escuelas de artes y oficios, programa menos avanzado
■que el sostenido por Morayta en Madrid, La «Liga FÍlipioa> adoptaba tam-
bién formas fracmasónicas, jurando sus afiliados el secreto y su consagra-
ción a) fin social ante una calavera y firmando con su sangre un documento.
Denunciada esta empresa al Gobernador general — Despujol — fué preso
Kizal en la «Fortaleza de Santiago» y deportado á Dapitán (7 Julio 1892); pero
en su deportación hizo más daño, pues, por una parte, Isabelo de los Reyes
divulgó la especie de que los frailes habían impreso los documentos que ha-
bían servido para condenarle, poniéndolos subrepticiamente en su equipaje;
diciéndose además que habían enviado á Dapitán un asesino para quitarle
de en medio, con todo lo cual el deportado tomó aureola de mártir, y, por
otra parte, la <LÍga> se propagó extraordinariamente, sobre todo entre tos
tagalos ricos é ilustrados.
Quien realmente desbarató la «Liga* disuelta á principio de 1894, fué
Marcelo del Pitar, creando desde Madrid por medio de Andrés Bonifacio,
bodeguero de la casa Fesser, el «Katipnnán nang nang niga anac nang ba-
yán> (sociedad de hijos del pueblo), en que el simbolismo y el pacto de san-
gre eran más aparatosos y macabros que en la <Liga>: los iniciados en este
• Katipunán> juraban ante una calavera, dos huesos, un triángulo y dos ve-
las, y se hacían una incisión en el brazo con el puñal para firmar el documento;
los iniciadores asistiaa al acto enmascarados, y el juramento era terrible:
matar á los españoles, martirizándolos, para vengar al pueblo filipino y casti-
,,CoogIc
HBTORIA DK BSPAÜA 845
gar y aterrar á sus upresores. Bonifacio resultó propagandista revolucionario
de actividad y empuje: redactaba un periódico clandestino, el Kalayaan (La
Libertad); sostenía simultáneamente correspondeocia con Rizal y Pitar, utili-
zando ambas tendencias según le convenía; entabló negociaciones con el
Japón, cuyas victorias sobre China entusiasmaron á los filipinos como éxito
de la raza, y del que esperaban análoga protección que los cubanos de los
Estados Unidos; compró é hizo desembarcar armas, y utilizó admirablemen-
te la descentralización municipal establecida por Maura- (decreto de 19 de
Mayo de 1893) con más buena fe que fortuna; los tribunales municipales, en
efecto, elegidos por <las prindpalfas> de los pueblos (i), fueron el principal
instrumento de la revolución.
Asi las cosas, el 19 de Agosto et cajista Teodoro Patino, socio del <Kati-
punáni, se presentó al párroco de Tondo, Fr. Mariano Gil, agustino, y te re-
veló la conspiración, asi como que ya estaban reunidos 1.500 iiombres en
San Mateo para comenzar la rebelión. Aquf fué el terror de las autoridades y
de los peninsulares de Manila. Hicíéronse prisiones; escapó Bonifacio, y et 26
dio el grito de independencia entre Novaliches y Calvocán, rechazó á la
Guardia Civil que le atacó (día 26), y trató de entrar en Manila (dfa 30),
siendo rechazado en San Juan del Monte. Corrióse la insurrección por las
provincias de Manila, y el 31 se levantó toda la de Cavile, sublevada por
Emilio Aguinaldo {2). Cometieron los rebeldes horrores sin número; los frailes
que cafan en sus manos eran inhumanamente martirizados antes de ser muer-
tos, y análoga suerte corrieron los oficiales de la Guardia civil entregados
por sus soldados tagalos. Habla pocas fuerzas para reprimir á los insurrectos,
no siendo de maravillar que fueran desfavorables los primeros encuentros. El
Gobierno envió desde luego 6.000 hombres, y e! 15 de Septiembre empren-
dió Blanco operaciones ofensivas; el teniente coronel Benedicto fué rcdiaza-
do en Talisay (8 Octubre); el general Jaramillo triunfó en Nagsubú (iS Oc-
tubre). Llegados de la Península otros 3.000 hombres (i." Noviembre), se in-
tentó reconquistar á Cavite; pero con tal desgracia, que la columna del coro-
nel Marina fué batida (10 Noviembre), y no copada gracias á la serenidad de
su jefe, dos veces herido en el combate. Los españoles de Manila pidieron
el relevo de Blanco, acusándole públicamente de apatía; en secreto, de masón,
y poco idóneo, por lo mismo, para dominar una insurrección masónica; ha-
bla también que á los españoles atemorizados les parecía que se fusilaba poca
gente, aunque no dejaba de fusilarse alguna — sólo en Cavite (12 Septiem-
bre), catorce — y que se contemporizaba demasiado con algunos tagalos tilda-
dos por la opinión peninsular de filibusteros. Toda la prensa de Madrid coad-
yuvó á esta campaña contra Blanco.
Mandó el Gobierno á Filipinas al general Pola vieja, no como gobernador
general, sino como auxiliar de Blanco; pero en vista de estos clamores le dio
(1) La Fríncifalia 6 aristocracia (le los pueblos <le Filipinas se constituía por los gober-
nailorcillos, cura párroco, capilancs pasados, cabezas di' barangay, tenientes y vecinos que pa-
gaban 50 pesos de contribuciiin territorial. A este [5nJ[>0 eneomendíi el decreto de 189J la
elerción del Ayuntamiento ó triimiaJ mamdfal, compuesto de un capilin, el teniente mayor
con fundones de regidor-sindico y tres tenientes encargados respectil-amente de las semente-
ras, de los ganados y de la polida.
(j) Nació en Kanit, provincia de Cavite ("9 Marzo iW»»). Siendo sus ]>adres repilar-
mente acomodados, fué alumno de la Esencia Normal de Manila: pero f|uiebras de fortuna fa-
— -'--- le obligaron á dejar tos estudios. Henrí Turol. en su IÍt>ro Agumaiáú rila PltÜipins
-°-*' • - "--"-' -' ' -■'- - ■-- sobre lainfli- -■- ^
,- . ,-„ '3. que se dedicó al comercio marítimo, y poetiza sobre la influencia de
viajes en la formación de su Umpmaani daeitr y de su dhir de gnmdttir. . . , etc. I^ |>ositivo
es que al estallar la insurrección era Aeiiinaldo, como tantos otros jóvenes de su raía algf)
ilustrados, escribiente de las oficinas pi'iblícas. ^
D,g,t7cdb/GOOgIC
846 HISTORIA DE ESPAÑA
el mando ec jefe (8 Diciembre). Habiánse enviado ya 16.000 soldados de
refuerzo, con lo que el ejército ascendía á más de 30.000 hombres. Maneján-
dolos con sumo acierto, Polavieja desalojó á los insurgentes de Meycana-
yán (Bulacán) y limpió varias provincias, acorralándolos en la de Cavile,
donde tenían el grueso de sus fuerzas. Hizo también los escarmientos que
reclamaba el elemento peninsular, aunque no en la medida que pedia, pues,!
según claramente manifestó, no debían ser fusilados sino los principales'
culpables, é indultarse á los demás. A título de principal culpable sufrió la últi-
ma pena Rizal (30 Diciembre). A ñnes de 1895 había solicitado éste pasará
Cuba para servir en el ejército como médico provisional mientras durase la
guerra; el general Blanco le comunicó haber sido complacido en su deseo, y
embarcó para la Península, á mediados de este año; al llegar á Barcelona había
estallado ya la insurrección en Filipinas, y el mismo general Blanco reclamú
telegráñca mente que volviese á Manila, por aparecer complicado en el pro-
ceso que se instruía, y así se hizo. En este caso Polavieja se limitó á apro-
bar la sentencia condenatoria del Consejo de Guerra, previo dictamen de su
auditor. Es indiscutible que sobraban motivos jurídicos para condenar i
Rizal, pues, fuera el que fuese su pensamiento político sobre la emancipación
y sus relaciones antiguas con Pilar, es lo cierto que él mismo se había com-
prometido, ó lo habla comprometido Bonifacio por su relación con el «Kati-
punán>; esto aparte de que la «Liga Filipina» tenía un fin francamente se-
paratista. En cuanto á si fué ó no política la ejecución, habría mucho que dis-
cutir. Siempre se ha creído en la conveniencia de herir á los partidos y á
los pueblos enemigos en las personas que los representan más cumplidamen-
te. La Historia ensena, sin embargo, que no siempre se ha conseguido el
efecto de intimidación que se buscaba; á veces ha sido contraproducente.
PoUiiea interior. Disolución de las Cortes liberales {z8 Febrero), y
reunión de las conservadoras (i i Mayo). De los repubUcanos sólo acudieron
á los comicios los federales; se compuso el Congreso de 303 conservadores,
102 Hberales, 10 carlistas, 8 silvelistas, 3 republicanos, 1 tntegrista y lo in-
deñnidos. Las elecciones fueron modelo de chanchullo y trampa: baste
apuntar que en Madrid se presentó el marqués de Cabriñana como can-
didato independiente, y tuvo tantos sufragios, que, á publicarse lealmente el
resultado, habría parecido un plebiscito, y, sin embargo, apareció en el es-
crutinio oñcial, no sólo derrotado, sino con un número insignificante de votos,
y, en cambio, á los candidatos de la coalición conservadora -libe ral hubo que
quitar votos, porque eran más que electores. Por Castuera resultó elegido
D. Leopoldo Gálvez Holguin, contra quien en la discusión de actas inició un
debate el conde de Romanones por la incompatibilidad moral resultante de
estar procesado; hubo proposición de todas las minorías contra que fuese
admitido como diputado; Gálvez se defendió con habilidad suma, y por 124
votos contra 84 se le admitió; la Audiencia sobreseyó la causa contra él y
demás concejales (30 Noviembre), sin levantar por eso ningún alboroto, acre-
ditándose así que la ruidosa campaña del año anterior fué esencialmente po-
lítica, y una vez echados del Gobierno Romero Robledo y Bosch perdió todo
su interés para los mismos que la habían sostenido con tanto estrépito. En
Cuba, abstenidos autonomistas y reformistas, el general Weyler dio las actas
á quien quiso.
Empeñados debates provocaron el «Presupuesto ordinario» — aprobado
el 12 de Agosto — el «Presupuesto extraordinario» en que entraron un nue-
vo concierto con la Tabacalera y un empréstito con la casa Rotschild, y que
no lo fué hasta el í; del mismo mes, y el «Proyecto de auxilios á las Com-
pañías ferroviarias*, presentado por Linares Rivas {3 Julio), á que se opuso
D,g,t7cdb/GOOgIC
847
enérgicamente Montero Ríos en el Senado, y que no pasó sino mediante una
fórmula de concordia con las oposiciones, por virtud de la ley de iQ de Sep-
tiembre. Buscábase con este último proyecto base de crédito para negociar
un empréstito en el extranjero; pero fracasó el intento. Entonces se pensó en
uo empréstito interior, y en virtud de la autorización concedida por la ley
de lO de Julio, emitiéronse 800.000 «obligaciones del Tesoro sobre la renta
de Aduanas* (Decreto 3 Noviembre) por valor de 400 millones de pesetas,
sacándose desde luego al mercado 250. Acudieron los capitalistas españo-
les con tal Ímpetu, que la suscripción alcanzó la cifra de 594,889.000 pese-
tas. Mucho se ponderó con este motivo la abundancia de nuestros recursos
y la confianza que á los particulares merecía el Estado, á pesar de las dos
guerras coloniales: hoy no se puede afirmar de plano si aquella muestra
de vitalidad económica fué favorable ó perjudicial á la nación. En efecto,
Cánovas tuvo buen cuidado de recalcar en el preámbulo del decreto que
se pedia el dinero para continuar ta guerra de Cuba, y ya sabemos que don
Autonio esperaba, y aun deseaba, que el pais manifestase de un modo explí-
cito que no quería esa continuación. Si el empréstito de 1ÍÍ96 hubiera fraca-
sado, no parece dudoso que Cánovas hubiera visto en el fracaso la señal que
aguardatñ; como vio todo lo contrario, dedujo fundadamente que la voluntad
nacional era perseverar en los sacrificios hasta el último extremo.
En Barcelona, Zaragoza, Coruña y otros puntos hubo á la salida de sol-
dados para Cuba, algunas manifestaciones de mujeres al grito de 'jQue va-
yan también los ricos!> Eran inspiradas aquellas mujeres por los socialistas
y algunos republicanos, y se fundaban en que la ley de Reclutamiento y
Reemplazo vigente á la sazón establecía la redención á metálico; pero sólo
para <el servicio ordinario de guarnición en los cuerpos armados» (Articu-
lo 1 72). No iban, pues, descaminados los directores de aquella campaña, toda
vez que, conforme el texto legal, también los redimidos á metálico debieran
ir á la guerra; pero hizo bien el Gobierno en no mandarlos, ya que eso sólo
hubiera servido para aumentar la confusión. La culpa de todo hay que
echársela á los modernos legisladores españoles, empeñados en dar á las
normas jurídicas un aspecto muy democrático, á sabiendas de que no lo con-
siente el estado social, y, por tanto, que esas prescripciones son de imposi-
ble cumplimiento.
. El 7 de Junio, día del Corpus, tuvo lugar en Barcelona, al paso de la
procesión, calle de Cambios Nuevos, esquina á la de las Arenas, el estalli-
do de una bomba que mató á quince personas é hirió á otras tantas. Fueron
detenidos más de 200 presuntos culpables, y encerrados en Monjuith y bu-
ques de guerra. El Consejo de guerra condenó á muerte A ocho reos, y á se-
senta y siete á cadena temporal. Se dio una nueva ley de represión del anar-
quismo (5 Septiembre).
Murieron este año: el insigne pintor D. Vicente Palmaroli (25 Enero). El
crítico musical D. Antonio Peña y Goñi (13 Noviembre). El erudito historia-
dor marqués de la Fuensanta del Valle (29 Mayo). El profesor de Matemáti-
ticas D. Acisclo Fernández Vallin (25 Mayo). El ameno escritor D. José de
Castro y Serrano (1.° Febrero). El político D. Manuel Becerra (ly Diciembre).
Los hacendistas Salaverría, Pedregal y Camacho, el capitán general marqués
de Noval iches.
Año i8gT. — Del 14 de Febrero al 5 de Abril desarrolláronse las ope-
raciones dirigidas por Polavieja para reconquistar la provincia de Cavile:
fueron brillantísimas, tanto por el plan como por la ejecución, y despertaron
en la Península verdadero entusiasmo, viendo muchos en Polavieja el hom-
bre que se necesitaba en aquellas tremendas circunstancias. El 5 de Abril
i,Cooglc
84S HISTOBIA DK ESPAÑA
fué la tonta de Sao Fernando de Malabón, á que siguió un indulto a) cual se
acogieron más de 9.000 insurrectos. Potavieja pidió, sin embargo, 20.000
hombres de refuerzo; y no pareciendo bien al Gobierno, le relevó el general
Prímo de Rivera (23 Abril). Siguió éste las operaciones ea Cavite, tomando
á Vudarg (4 Mayo) y después á Maragondón, con lo que toda la provincia
quedó reconquistada. Aguinaldo huyó á los montes de Puray (provincia de
Manila), de donde fué arrojado (14 Junio), corriéndose á la de Bulacdn, donde
continuó la guerra. En Cuba, siguiendo Weyler su sistema de ir pacificando
provincia por provincia de Occidente á Oriente, consiguió que mejorase
mucho la situacióa de Pinar del Rio y Habana y algo en todo el territorio al
Oeste de la trocha Júcaro- Morón; pero sin conseguir estirpar absolutamente
la rebeldía en ninguna comarca. Hubo sucesos felices, como la acción de Qt-
beaidas di Rio Hcmdo (31 Marzo), en que cayó prisionero Rfus Rivera, sustitu-
to de Maceo en Pinar del Rio, y otros desgraciados como la toma de Victoria
de las Tunas por Calixto García (29 Agosto), con pérdida de los 250 soldados
que la presidiaban.
Pocos creían ya, sin embargo, en la eficacia de la acción miliUr para re-
solver el problema. Según la opinión común, la clave no estaba en los cam-
pos de Cuba, ni en las armas, sino en atraerse á los cubanos y en contener á
los Estados Unidos. Cánovas lo comprendió asi, y él, que durante tantos
años habla tenido delegada la dirección de la política antillana en la Unión
Constitucional, ahora cambió radicalmente, y en 4 de Febrero ae publicó un
decreto tan autonomista, que Labra sólo echó de menos el sufragio universal.
Maura lo consideró muchísimos más avanzado que su proyecto de 1893 y la
ley de 95; Montero y Gálvez declararon que era el «self-governement», los
prohombres de Washington dijeron que constituía cuanto se podía pedir y
más de lo que ellos esperaban, y Romero Robledo lo censuró sin rebozo.
Se procuró atraer con mercedes á ios principales personajes autonomistas:
Montero y Rabell recibieron títulos de Castilla; Gálvez, la Gran Cruz del Mé-
rito Militar. En cuanto á los Estados Unidos, siguió el sistema de evitar todo
motivo de querella, para lo que desgraciadamente no habla otro medio que
allanarse á sus exigencias. A principio de aflo las reclamaciones de daños á
subditos americanos ascendían á más de nueve millones de duros; en Febre-
ro pidieron el indulto de Sanguily, condenado á cadena perpetua por la
Audiencia de la Habana. A primeros de Marzo acabó el período presidencial
de Cleveland, sucediéndole Mac Kinley, del que puede sostenerse sin teme-
ridad que estuvo resuelto desde luego á echarnos de América, y que caminó
á este fin con la celeridad conveniente para acabar de mover la opinión en
su país y prepararse para la guerra. Mandó de cónsul á la llábana al general
Lee, enemigo sistemático de España, el cual reclamó el cadáver del dentista
Ruiz, fallecido (i; Febrero) en la cárcel de Guanabacoa por sospechoso, para
examinar si efectivamente había muerto de congestión cerebral: se accedió
á su reclamación, y salió diciendo que se notaban vestigios de un golpe en
la cabeza ... Lo que se advertía era el empeño de hacer creer al pueblo de
los Estados Unidos que las autoridades españolas asesinaban á los presos
políticos en las cárceles.
Irritado el sentimiento nacional por la serie de humillaciones á que nos
sometían los Estadas L^nidos, expresaba su indignación de diversas maneras.
Don Carlos publicó un maniñesto (26 Enero) contra toda transacción (lagtu-
rra por la guerra). Los republicanos (i.° Junio) admitieron la autonomía, pero
• rechazando toda ingerencia extranjera que pudiera ser lesiva al honor na-
>CÍonal>. Pí Margall no se adhirió á este acuerdo: proponía tratar directamen-
te con los insurrectos sobre la base de la independencia, y quizás hubiera
,Cooglc
HISTORIA DE ESPAf^A 849
sido lo mejor, vistas las cosas <a posteriori». Los liberales (24 Junio) recla-
maron «mayor moderación en los procedimientos de guerTa> (censura á Wey-
ler), «enerva mayor en la acción diplomática» (censura á Cánovas), y la im-
plantación inmediata del régimen autonómico, si bien lo último muy nebulo-
samente. Quien cantó un himno á la autonomía fué Moret en un discurso
que pronunció en Zar^oza (19 Julio), y donde afirmó con la seguridad que
ponía D. Segismundo en todas sus afirmaciones que la autonomía serla la paz.
Por desdicha, á la altura en que estaban ya las cosas no habla otra paz posi-
ble que el abandono de Cuba; quizás todavía resignándonos á tan doloroso
sacrificio hubiéramos podido salvar Puerto Rico y Filipinas.
Ni tos yanquis ni los insurrectos creían en la sinceridad del decreto au-
tonomista de Cánovas, ni en los pujos de los liberales y de Moret (i) en el mis-
mo sentido, y no les faltaba fundamento; porque á la verdad era muy extra-
ño que hombres que habían gobernado tanto tiempo sin acordarse del régi-
men autonómico, antes, por lo contrario, combatiéndolo, y viendo en los auto-
nomistas filibusteros disfrazados, apoyando y apoyándose en los consti-
tucionales, enemigos acérrimos del autonomismo, salieran á última bora por
este registro. No hay, pues, que maravillarse de qne Mr. Taylor, ex embaja-
dor yanqui en Madrid, declarase (5 Noviembre) (2) que todo lo que se hablaba
y escribía de régimen autonómico por los políticos de España «eran genera-
■ lidades engañadoras, mero golpe teatral para distraer la opinión en los Es-
>tados Unidos mientras Weyler pudiese sujetar la Isla». En España, por lo
contrario, los partidos hostiles á las instituciones 6 enemigos de Cánovas pin-
taban la conducta de éste como abdicación vergonzosa de la dignidad nacio-
nal. Carlistas, integristas y silvelistas aprovecharon el regreso de Polavicja,
relevado por Cánovas, para mover una serie de manifestaciones populares,
debidas, seguramente, al inteligente y valeroso caudillo de la campaña de
Cavite, pero en que iba envuelta, al menos en la mente de los directores y
motores, la censura el presidente del Consejo. Hubo más, y lué una intriga
dirigida por el cardenal Cascajares, arzobispo de Valladolid, con extensas
ramificaciones en el Palacio Real, en el tradicionalismo y en el silvelismo,
para substituir á Cánovas por Polavieja, oi^anizando un partido conservador
reformado. El viaje del vencedor de Pañaraque de Barcelona á Madrid fué
triunfal; y como al salir de Palacio de saludar á la Reina, esta señora se aso-
mase al balcón, los periódicos oposicionistas armaron un •guirigay» sensacio-
nal, interpretando aquel incidente, seguramente casual, como una muestra ex-
traordinaria de afecto, v, pot tanto, de desvío para Cánovas; lo singular es
que éste lo tomó por lo serio, llegando á proponer una crisis («la crisis del
balcón») y á publicar en La Época un suelto en que no resplandecía, cierta-
mente, la respetuosísima consideración que deben á la Corona los jefes del
partido monárquico por excelencia.
Las Cortes estuvieron reunidas desde el 20 de Mayo al 2 de Junio, sin
ofrecer nada saliente, á no ser el bofetón dado por el duque de Tetuán al
catedrático y senador D. Augusto Comas, que le increpó en un pasillo por las
humillaciones que se sufrían en e! trato con los Estados Unidos; liberales y
silvelistas acordaron retraerse mientras el Duque fuera ministro. En Agosto
fué Cánovas á pasar unos días en el Balneario de Santa Águeda. Ace-
chábale un anarquista italiano — Miguel Angioltllo — y el 8, mientras el
(I) Un su (lisL-urso ilc Zaraj;o7a, Mori-t ri'cord^ i|ii'- f
\iTlo de Diputación íiníca iMira l'urrio Ricd. l]stc> iTa siTicill
¡cuántas veces había Boüemado Morpl!
(í) En inlírviem publicado por Tht yannuil.
Salcedo. HISTORIA D
,,GoogR?
S50 HISTORIA DE ESPAÑA
Presidente, sentado en un banco de la galería, lela un periódico, le hizo á
quemarropa tres disparos de revólver que le mataron en el acto. Ten{a don
Antonio Cánovas sesenta y nueve años — había nacido en Málaga el 8 de Fe-
brero de 1828 — pero estaba vigorosísimo para su edad, merced á la natural
robustez de su temperamento y á la fuerza de voluntad que siempre tuvo
para cumplir los preceptos de la higiene; trabajó mucho, y con fruto por ser
de grande ingenio. Su debilidad ó vicio fueron las mujeres. Cometió, sin duda,
graves errores; pero, considerado en conjunto, no hay político español mo-
derno que pueda comparársele.
La Reina encargó al general Azcárr^a de la presidencia del Gobierno.
Angiolillo fué ejecutado en Vergara (20 Agosto). Martínez Campos y D. Ale-
jandro Pida! aconsejaron al nuevo Presidente una inteligencia inmediata con
Silvela; pero Azcárraga temió á Romero Robledo, al duque de Tetuán y á
Navarro Reverter, y como la cuestión con los Estados Unidos agravábase por
instantes, decidió aconsejar el llamamiento de los liberales. Antes de morir
Cánovas, el 16 de Junio, John Sherman, nuevo secretario de Estado de Mac-
Kinley, habla dirigido una nota á nuestro Gobierno planteando ya sin disi-
mulo la cuestión por el aspecto de la manera poco humana de hacer la gue-
rra el general Weyler; habla contestado el duque de Tetuán (4 Agosto) re-
cordando las verdaderas crueldades cometidas por los yanquis en la guerra
de secesión; ahora el embajador norteamericano en Madrid, Stewart L.
Woodford, presentó otra nota (23 Septiembre) ofreciendo la mediación im-
periosamente. Azcárraga dejó que la contestase el nuevo Gabinete, constitui-
do {4 Octubre) en esta forma: Presidencia, Sagasta; Estado, GuUón; Gracia y
Justicia, Groizard; Hacienda, Puigcerver; Gobernación, Capdepón; Fomento,
Xiquena; Ultramar, Moret; Guerra, Correa; Marina, Bermejo.
Con el optimismo propio de los liberales este Gobierno creía sincera-
mente que autonomía y paz eran términos sinónimos. Se relevó á Weyler
(9 Octubre), dándole por sucesor á Blanco. El 25 de Noviembre publicó La
Gaceta la Constitución autonómica (Cámaras insulares, secretarios del Despa-
cho, etc.); no sólo se suspendió la concentración de campesinos, sino que
se abrió un crédito para indemnizar los perjuicios sufridos. Blanco, llegado á
Cuba (3 1 Octubre), preparó la implantación del nuevo régimen para el I ." de
Enero, y abrió negociaciones con los insurrectos, rechazadas enérgicamente
por Máximo Gómez, quien dispuso que todo emisario qne fuese á su campo
á proponer la paz sería fusilado. Costó la vida este bando al teniente coronel
de Ingenieros D. Joaquín Ruii, que, siendo antiguo amigo del jefe insurrecto
Arangúrea, intentó atraerle. En los Estados Unidos pareció sentar muy bien
la nueva política: Mac-Kinley la elogió en su mensaje á las cámaras (6 Diciem-
bre), aunque manifestando que si no se lograba con ella restablecer la paz en
plazo breve, los Estados Unidos intervendrían. No cesaban allá los prepara-
tivos militares: la decisión del Gobierno yanqui era firme é inquebrantable.
En Filipinas la acción militar habia reducido á los insurgentes á Biacna-
bató, donde se había fortiñcado Aguinaldo; el Gobierno liberal autorizó á
Primo de Rivera (; Octubre) para negociar, ó, mejor dicho, para comprar la
sumisión de los rebeldes; desde el 4 de Agosto se seguían tratos en este sen-
tido por mediación del filipino D. Pedro Alejandro Paterno, y no se firmó el
pacto de Biacnabató hasta 23 de Diciembre, por haber pretendido Aguinaldo
alcanzar determinadas reformas. Por fin se allanaron á la sumisión lisa y llana
con indulto y percibo de socorros que alcanzaron la cifra de un millón sete-
cientos mil pesos. Aguinaldo se marchó á Hong-Kong protestando de su amor
á España, y en ésta se creyó restablecida la paz.
Por mediación de D. Alejandro Pidal, los conservadores acordaron no
,, Google
HISTORIA DE ESPAtiA 85I
sólo unirse con D. Francisco Silvela, sino reconocerte por jefe: el partido
tomó el thulo de Unión Conservadora, No entraron en este concierto Romero
Robledo, que quedó solo, ni el duque de Tetuán, EIduayen y otros, que for-
maron la agrupación á que festivamente se llamó los 'Caballeros del San-
to Sepulcro», por ser su programa la fidelidad á la memoria de Cánovas.
Entre los fallecimientos de este año deben consignarse los de D. Pas-
cual Gayangos (4 Octubre), D, Luis Vidart (g Septiembre), D, Francisco
García Ayuso (i6 Marzo), el Dr. D, José Letamendi (6 Julio), el arabista don
Francisco Simonet (9 Julio), el cardenal Monesdllo(tt Agosto), y D.José
Luis Albareda (3 Noviembre).
Año 18^. — El I." de Enero se instaló en la Habana el Gobierno autó-
nomo de Cuba: Presidente, D. José M. Gálvez; Secretario de Gracia y Justi-
cia y Gobernación, D. Antonio Govín; de Hacienda, el marqués de Montoro;
de Instrucción Pública, D. José M. Zayas; de Obras Públicas, D. Eduardo
Dolí, y de Agricultura, Industria y Comercio, D. Laureano Rodríguez. El
Recimcemtrado, periódico autonomista, injurió á unos oñciales del ejército, lo
que motivó un motín de oficiales que asaltaron la imprenta (5 Enero). El cón-
sul Lee comunicó á Washington que habia fracasado la autonomía, y que
convenia enviar á Cuba un buque de guerra para proteger á ios norteameri-
canos. El nuevo régimen no dejó, sin embaído, de producir algún efecto: pre-
sentáronse con sus partidas los jefes Benito Socorro y José Massó, y en el
campo insurrecto fueron fusilados por pretender lo mismo Vicente y Anto-
nio Nóñez, Cayito y Néstor Alvarez, el último de la escolta de Máximo Gó-
mez. Pero Mac-Kinley iba derecho á su ñn: recibió Sagasta una carta de Ca-
nalejas, que á la sazón viajaba por los Estados Unidos, y en que le comu-
nicaba haberle dicho Mac-Kioley: «Soy amigo de España; pero me arrastra á
>luchar contra ella la opinión de mi pueblo. Si no vencen ustedes pronto á los
• insurrectos y no desisten de la concentración, de que se cuentan horrores,
■será inevitable la guerra*. El 24 de Enero participó Dupuy de Lome, nues-
tro embajador en Washington, que el Presidente había decidido enviar á la
Habana el crucero Maine en prueba de amistad; y el 8 de Febrero daba cuen-
ta del lamentable incidente de haberse publicado en ios periódicos yanquis
una carta escrita por él á Canalejas, y que éste había dejado, sin duda, olvi-
dada, en que calificaba á Mac-Kinley de •politicastro, débil y populachero».
Nuestro Gobierno se apresuró á destituir á Dupuy (10 Febrero); pero el nor-
teamericano se quejó (14) de no haber recibido excusas por aquella injuria.
En la noche del 16 del mismo mes de Febrero voló, en la bahía de la Habana,
el crucero Maine, y desde luego fué patente el propósito de hacer creer al
mundo que por odio á !os Estados Unidos se había causado de propósito, ya
por nuestras autoridades, ya por algún español patriota, aquella terrible ca-
tástrofe: asi procuró indicarlo una comisión yanqui, estableciendo en su infor-
me (31 Marzo) que la explosión se había realizado de afuera adentro; es de-
cir, por obra de un agente exterior, que pudo ser una mina submarina.
El 29 de Marzo el embajador Woodford exigió de Sagasta una suspen-
sión de hostilidades en Cuba para preparar la paz y arreglar todas las cues-
tiones pendientes. El Gobierno acudió á todos los europeos, no encontrando
más que frialdad ó, mejor dicho, miedo á los Estados Unidos. Por aquellos
dfas Chamberlain, alma del Ministerio inglés, habló en un mitin, aludiendo
á España, <de las naciones moribundas que se asen desesperada é impoten-
• temente á la vida que se les escapa>. León XIII nos suplicó — quizás á ins-
tancias del mismo Gobierno, deseoso de cubrir un poco las apariencias —
i ie accediéramos al armisticio, y el g de Abril se autorizó al general Blanco
pa.'a concederlo, aunque no lo habían solicitado loa insurrectos. Pero «qué
nigiUrrlb/COOglC
175. DlaidcMcndoxa
Etpaflolet Uuttre* coate aporánaai.
D,g,t7cdb/GOOgIC
HISTORIA DE ESPAÑA 853
podía ya remediar estoí El dfa 1 1 Mac-Kinley proponía á las Cámaras la gue-
rra con España, que aprobaron aquéllas por su «tesolucióa coDJunta> del 18.
El 21 se ordenó á nuestro ministro de Washington pedir sus pasaportes.
Haber dejado llegar las cosas á tal extremo fué tremendo desacierto,
quizás el mayor cometido en nuestra historia contemporánea. Carecíamos en
absoluto de elementos para luchar con los Estados Unidos. Esto se debió
haber previsto hacia mucho tiempo. Cuando los conflictos se presentan en
esas condiciones, aun las naciones más belicosas y amantes de su honor de^
ben ceder á la dura, pero inBexible ley de la necesidad. Los romanos, conquis-
tadores del mundo, nunca entraro 1 en guerra sin racionales probabilidades
de vencer: cuando no las hay, todo combate es un suicidio ó ganas de po-
nerse en ridículo. Nosotros pudimos evitar este choque dando independen-
cia A Cuba cuando nadie nos lo exigía: quizás hubiese bastado con no man-
dar funcionarios peninsulares ni querer que los peninsulares establecidos en
la Isla representaran á título de partido adicto á España al pueblo cubano.
A raiz del Zanjón pudo arreglarse todo satisfactoriamente, claro que sacrifi-
cando una dominación que ya no nos servia de fuerza, sino que aumentaba
constantemente nuestra debilidad. Contra el partido cubano, que tenía por
programa «emancipar á Cuba de £spaña>, debió haber otro en la Península
con el lema «emancipar á España de Cuba>. Desde 1896 el estímulo de
nuestros partidos, y también de los periódicos más influyentes en la opinión,
fué el temor de pasar por malos patriotas si no se demostraba una intransi-
gencia cerril. Había que creer en el poderío de España con la fe del carbo-
nero. Mas lay!, esta fe puede ser hermosa en religión; pero en negocios hu-
manos y políticos es estupidez.
Los yanquis estaban perfectamente preparados. Tenían en su costa fron-
tera á la de Cuba la escuadra del almirante Sampson y el ejército de más
de 100.000 hombres del general Miles; en Hong-Kong, para operar contra
Filipinas, la escuadra del comodoro Dewey. Declarada la guerra, la primera
apareció (22 Abril) á la vista de la Habana, estableció el bloqueo en todo el
litoral de la Isla, y bombardeó á Matanzas (27 Abril). En Hong-Kong los agen-
tes americanos concertaron con los emigrados filipinos un nuevo levanta-
miento en las islas; estipulóse formalmente un convenio en Singapoore
(ExplicaciÓH di la lámina aMttrior.
EtpalhilM üditrcs coutcmporáneoi.— IT3. Vicente Lampérci. notiblc irquitcdn y icquedlogo
■j lulor de viT<as obias ticelcntcs de invesllüacldn y etílica anfstica. Niciá en tS6l.— tT3. Mtfncl de Una-
■■DO, pensador Intenso, original y eminente sociólogOrCtlHco, nowdiata, pa«ta y pedagogo. Redor de la
Univeriidad de Siiamanca. Nació en BUbio en 1862.— 174. Jnu Váiqací da Mella, eoiinenlfsinio
lilúHtfo, apologida, etígeU, tribuno loimldabie cuya elocuencia arrebaladoia corte parcial con su Inteli-
gencia soberana y su portentosa cultura. Nació fn Cangas de Onís. 1962.-179. FemnndO Dial d* Men-
doza, ilustre actor de grandes prestigios por %\¡ arle y poi su cuna. El arte dramilíco espatloi debe
impcgibles servicios i este artista merillsimo y director de escena sin rival. Nadó en Madrid. IBóI.—tTt.
Ainutln QttCrol, notable escultor valenciano. Sus obras más elogiadas son: La tradición, Saganlo,El ren-
cAlo(IS63-l«K). — ITT. Bluca de IM RloB de Lanpérez, ilustre escritora, varios de cuyos encélenles
trabajos de Investigación biográfica y blbllográüci han sido premiados por la Real .academia Espaflola,
Nadó en 1S63.— 17S. Juan de la Cierva y Peflaflcl. hombre político eminente, gran abogado, de li-
lervlentes pactidatlos Nació en Murcia en I8M, — ITS. Ángel Ganlvet, pensador otisinal é Intenso, cuyas .
obras Pío Cid i Ideorlum apañol son muy celebradas (IseS- 1848). — ISO. Manuel LlaareB RIvaa, no.
labte autor dramitíco que cuenta muy llsonitros ttiunfos en su carrera. El abolengo, NUo de agallas. La
raía. La cUaña y otras muchas son comedias escritas por un maestro del dlilogo y un sutil observador
de U vida. Nadó enl36>.
,, Google
854 HISTORIA DE ESPAÑA
(25 Abril) entre Aguinaldo y el cónsul general de los Estados Unidos para
el establecí miento de una República ñlipina bajo e! protectorado yanqui; dos
días después zarpaba Dewey de Mirs con sus hermosos bancos — los cruce-
ros protegidos Olimpia, Baltimore, Boston y Raitig y los cañoneros Concón/
y Pretil, — entrando al amanecer del i ." de Mayo en la gran bahía de Ma-
nila: nuestra escuadra, insignificante al lado de aquélla, hizo cuanto pudo, y
más de lo que pudo, hasta quedar destruida, ocupando los enemigos el arse-
nal y pueblo de Cavite. V ésta fué la seQal para el levantamiento de la isla
de Luzón; acudió Aguinaldo, y en toda la isla, gracias á la deserción cre-
ciente de los soldados tagalos y de las milicias, fueron aprisionados nuestros
destacamentos, quedando en breve reducido el capitán general Augustin, que
habla reemplazado á Primo de Rivera, á la ciudad de Manila.
En el mar de las Antillas bombardearon los yanquis á San Juan de
Puerto Rico (9 Mayo) é intentaron un desembarco en Pinar del Rio (13 Mayo).
El 19 apareció en Santiago de Cuba la escuadra de Cervera, compuesta de
los cruceros Infanta Maria Teresa, Cristóbal Cotón, Viecaya y Almirante
Oqtundo y tres destroyers mandados por Viltaamil. Esta flota estaba el 19 de
Abril en Cab" Verde. La opinión en España, extraviada por falsos informes,
pedia que fuera á pelear con la yanqui, y el Gobierno ordenó su marcha á
Puerto Rico; el 20 de Abril celebróse A bordo del Colón junta de jefes, acor-
dándose representar al ministro de Marina la inconveniencia de su orden, ya
que no habla posibilidad de luchar con éxito, y proponiendo situarse en Ca-
narias; el 23 se celebró junta de generales en el ministerio de Marina y se
resolvió que fuese al mar de las Antillas; el 29 salió la escuadra de C^bo
Verde, convencidos sus tripulantes de que iban i un sacriñcio estéril; el 2 de
Mayo llegó á Port de France (Martinica), no encontrando el repuesto de car-
bón que habla prometido el Gobierno remitirle; fué á Curasao con la espe-
ranza de hallar alH el carbón, y hallando alguno, aunque muchísimo menos del
necesario {i>, entró en Santiago cuando se ha dicho; de tener el carbón sufi-
ciente, Cervera hubiese llegado á la Habana ó hubiera podido presentarse en
la costa meridional de los Estados Unidos; obligado á guarecerse en Santiago,
atrajo sobre si á la escuadra yanqui, que bloqueó el puerto de refugio inme-
diatamente y bombardeó la plaza; Hudson, heroico marino norteamericano,
intentó {3 Junio) lanzar á fondo en el canal de entrada del puerto de Santiago
el casco de un barco (vapor Merrimac) para obstruir el paso, sin conseguirlo;
del [4 al 24 de Junio desembarcó un ejército yanqui (16.000 hombres), man-
dado por Schafter, en las inmediaciones de Santiago; el i." de Julio la divi-
sión Lawton f6.50o hombres) atacó el «Caney», defendido por el general
Vara de Rey con 419 soldados del regimiento de la Constitución, y no pudo
apoderarse del puesto hasta que no quedaron vivos más que 80 de los defen-
sores: Vara de Rey murió allí gloriosamente, y ésta fué una hermosa página de
historia militar. Atacaron, á la vez la loma de San Juan donde teníamos unos
400 hombres y se situó el comandante general de Santiago de Cuba, don
Arsenio Linares Fombo, el cual resultó herido en el combate, así como el
general Bustamante, el coronel Ordóñez y otros, y muerto el coronel Va-
quero. Ambas posiciones fueron tomadas por el enemigo, pasando deGoo
nuestras bajas.
El 2 de Julio mandó telegráficamente el general Blanco desde la Habana
que la escuadra saliese del puerto de Santiago, á pesar de haber expuesto
varias veces Cervera no ser esto posible, dada la inmensa superioridad del
\\'\ Kl carlii'm riui- <lrl)ió ii'niT i'n Martinica eran (.^oolonHadat; d que halló iMi Curado,
D,g,t7cdb/GOOgIC
HISTORIA UE ESPAÑA 855
enemigo; verificóse la salida el dfa 3, y todos nuestros barcos fueron destrui-
dos rápidamente, muriendo Villamil, Laxaga y 348 tripulantes, siendo heri-
dos Concas, Eulate y 160 entre oñciales y marineros, y quedando prisioneros
Cervera y hasta 1.600 de los nuestros. Los americanos no tuvieron más que
un muerto y dos heridos. Santiago quedó en malísima situación, aunque se
presentó en ella el coronel Escario con una columna de 3-500 hombres, des-
pués de una peno^ima marcha en que tuvo que librar más de treinta com-
bates con los insurrectos de Calixto Garda. Toral, que desempeñaba el man-
da por la herida de Linares, capituló el 16 de Julio, expresamente autori-
zado por el Gobierno, y comprendiendo en la capitulación todas las fuerzas
dependientes de su comandancia general. £1 25 de Julio desembarcaron los
yanquis en Puerto Rico, apoderándose fácilmente de toda la isla y disponién-
dose á ocupar la capital cuando se suspendieron las hostilidades. En Filipi-
nas se prolongó el sitio de Manila hasta el 1 2 de Agosto, que capituló el ge-
neral Jáudenes; atacaba la escuadra por el mar, y por tierra, no sólo los insu-
rrectos de Aguinaldo, sino un ejército americano mandado por Merry, Se iri-
dió la paz (4 Agosto) por medio de M. Cambon, embajador de Francia en
Washington, firmándose (dfa iz) el protocolo preliminar. Del i." al 10 de
Octubre se negoció en París el «tratado de paz», constituyendo nuestra Co-
misión Montero Rfos, Abarzuza, Cárnica, Villaurrutia, Cerero y Ojeda, y por
el cual cedimos á los Estados Unidos las islas Filipinas y Puerto Rico, renun-
ciamos á la soberanía sobre Cuba, y obtuvimos ciertas ventajas pardales
(20 millones de dollars, admisión de barcos y mercancías en Filipinas durante
diez aflos en las mismas condiciones que los yanquis, transporte de los pri-
sioneros de Manila, etc.).
Tan rápido y dedsivo desastre produjo en España sensadón de estupor.
Aun los que se tenían por pesimistas no se figuraban que tan fácilmente hu-
biéramos podido ser vencidos. Como es propio de nuestro carácter meridio-
nal, la mayoría de las gentes pasó sin transición de las más locas ilusiones
al no menos loco aplanamiento: antes de la derrota los Estados Unidos eran
poca cosa para nosotros; después nosotros no vallamos nada, éramos en el
mundo un cero á la izquierda; lo mismo que nos hablan pegado los yanquis
hubiéranlo hecho los portugueses ó los andorranos. Y es que aquí no habla
nadón, ni ejército, ni marina, ni pueblo, ni dinero, ni vergüenza, ni nada (l).
Se dio el caso tristísimo de ser insultados en la calle los mihtares que volvían
de las Antillas hartos de pasar trabajos y correr peligros: se les tildaba estú-
pidamente de cobardes, de incapaces y basta de ladrones (z). Habla quien
esperaba que el ejército al llegar á la Península se sublevaría en seguida, ya en
sentido republicano, ya por Don Carlos, para redimir con una rebelión la dig-
nidad nacional. Una porción de escritores jóvenes y de talento — Maeztu,
Bueno, Pío Baroja, Azorin, Valle-lnclán, etc., — que pugnaban por introdudr
en España las últimas novedades filosóñcas, sociales y literarias, el moder-
mii-stra mt-sa ilonim.'nto* rn ,iii.. niioyar t.iilas y cada una <]<■ mi'-strns alirmarinn.-s: la m<\h-
prnsahlc lircvi'<lad ele Ifis .Annli'S nos rilili^n á «ii|>rimir la* rilas, rcscrvímlnlas iwra ''I lilmi ilf
Ilitleria Cjotfmponinea. Xaetlrot Dios. Snhrr el rstarln lic n|iinÍiVn iiuc sr ri-ficja «ti i-sii- iiá-
rrafo posi'rniris ó hrmosn'cistrailotoilauna biliíiotrra y iinarrhivn. Waic. \xn cjcm|i1o. H (lis-
nirsodcPol y ()rtPi,-BPnrlí'on(,Ti'so(34Frl)nTO iSimí.'doniti- w ilijn.rum- otras miirhas i-osas:
- FJ paü ha perdido biff fii la cafnieiilad, fit la f-roAiilaJ y fit la aiomlidaJ ,M Hjiríilo. . . Ha
/•rrJide laft en la auiriua, Jf la iiue siem/Tf •■¡¡•••r^. ».> ijnr venciera, />•■:•< si i/ii,- Ir prfíp.irdviiasf
alguna hora dt fli>ria te. Totlo va pir rstr tiTOr.
(2I •FJpiiMo lia a,<tad(i. <lpcia Si.t y < M>-¿». .-n i'l i-it.i'l.i .lis.-iirs». ,,„c ,.« la ll.-^.ula á
por la gran aJfiifHcla d' •■stf iwtál •
D,g,t7cdb/GOOgIC
856 HISTORIA DE BSPAÍ^A
nismo en todas sus formas y manirestaciones, encontró aquf la ocasión para
aplicar á nuestra historia y á nuestro presente <la rectíRcación de valores»:
nos hablamos perdido por haber tomado como valores los que no lo eran;
había que rectificar esa falsa apreciación de las cosas y dar á cada una el
valor debido. Esto era expresar ud poco bachillerescamente lo que en tér-
minos más comprensibles i la generalidad decían otros muchos: que habla
que «regeneramos». Las palabras «regeneración nacional» vinieron á susti-
tuir á las de imoralidad administrativa», que hablan hecho el gasto en la tem-
porada anterior á la infausta guerra. jCómo regenerarnos^ Con esta nueva
rotúlala se presentaba la cuestión magna de toda el siglo: según unos, habla
que buscar esa regeneración en las entrañas de nuestro ser nacional, en las
tradiciones patrias; según otros, en las corrientes novísimas de la Europa
moderna. Esto último se llamó ó fué apodado por D. Joaquín Costa (l) «la
europeización» de España. Era menester «europeizamos». Silvela, jefe de la
Unión Conservadora, preconizaba «la necesidad de una política nueva, ro-
»busta, que reorganice todo lo que está gastado y podrido en el funciona-
»mÍento del Poder». El general Polavieja publicó un manifiesto abogando por
una política sana, fomentadora de los intereses nacionales y descentra liza-
dora. En torno del general agitábanse Canalejas, Villanueva, Gasset y otros
prohombres, tendiéndose á constituir un nuevo partido, cuyo programa debía
ser el maniüesto.
La descentra Ilutación prometida en el maniüesto de Polavieja se relacio-
naba intimamente con el catalanismo. Habla seguido éste desenvolviéndose
en las Asambleas de Balaguer (1894), de Olot (1895) y de Gerona (189;), y
señalando una tendencia funesta de verdadero separatismo por algunos he-
chos escandalosos, v. gr., la publicación del Compendio de la doctrina catala-
nista (z) y el mensaje al rey de Grecia con motivo de haber declarado la
guerra á Turquía (6 Marzo 1897), en que por trasparentes alusiones se pin-
taba á Cataluña como una Grecia oprimida por los turcos; es decir, por los
castellanos. Al desembarcar Polavieja en Barcelona (13 Mayo 1897) consideró
sumamente peligrosa esta disposición de los espíritus, y por todo extremo
patriótico atraerse á los catalanistas y hacerlos intervenir en la política na-
cional; para eso habla que hacerles algunas concesiones, y Polavieja les pro-
ll) Nacii^ on Monir'in {14 Scjitirnilirc 1X4^). A los seis snriü traslarlósc cnn mis (lailri's.
modestos labradores, á (iraus. Cuisií el barhillerato y las carrrniK di> maralro HU|irriory a|>ri-
mcnsor m Hui>s('a. disthiL'ui^nclasf Uuilii en sus estudküh qui' <:n 1KK7 lo mandA el r<obiÍ-niii A
■ - 1 <li> París. Kn iSTiN ijiililicií //rt» tr/WH- ' " "
riadas, rrñejando en (rulo un lali'nto extcaordinaríii y una rnidirión inmensa, unidos & una
fanlaíiía exnliiTante y 4 im lemiii-ramento fopnsi.-JnKi. Knilen-janilo su firodi^posa actividad í
la arriiSn íiorial. r(f eneradnra de Msiiafla. rei>resentó á las DiiHitaCKiies de /aracnra y Hile.sca
en el C'onnreso vinícola <1p Madrid 1 1 ¡stVil. riin<li^ la Secirdad dr (ifvgrafia fúm/TíM v sn revista.
orj;anÍ7Ó una exii('<liiirtn al Sahara y nira» á Mar l'eigiieAa y .^drar. fund<i la fjga Jf Cimtrifiu-
yftit.1 de Ktvatiorza (lH(>i|. la Cibaarn .ti¡ricola dfi A/k- Aragón {\Vfi2\. íat el alma de la Aiamil-v
ilf Barbasiro, en i|ue proclamó la pcliliat hidrauth-a, <i sea míe el listado delirr diri^r su i^s-
fnerzu á mulEiplicar Ins ranales de ricí.'o. y riel miiin df lamarile para eooM-piír i|UC el Rstai)»
constniycKr Jiur su cui-nla los canales <le Arapln y C'atalufta. Toda esta |>roi>aganda de Cosía
alcanzó su máximun <le ri'sonanria inmediatamenle dcH|>u^ del desastre. Oeliiamos de)arn»s,
st'uftn decía a»|iiel liiinilin' tan saino nimii elocuente y arreliatado. <lc más aventuras Buerreni-,
ó sea ntiar Iriplf llave al stpalcri' díl Cid. ^íntiernar ]jor y |>ara el |>aís i^niltor (foliHca ,lr
calzÓH íortel, eir.
(2) Fjicrito jior Prat de la Riva y Monlanvola. Ímj>reso en Saliadell ¡l«tn. He ¡u\b\ a\\in-
nas lie suí ]inT¡iinla> v res]nieslas: (Cuál fs fl Jfhí-r fidilico fuadiimrubllf Amar la patria. (Cuál
fu la fiíilria lí- Im calalaiifi? Catnluila, ^i>a-' frasf r.-samr nuetlrtti ajfiirnrimi'i.' Cata/uitii ^ir-i
/i" ¡iilaliiii''s. Y asi li'dii. Hay iireyírnliías y resiiiie>las <|iie st.n in.™llos A Castilla.
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HISTORIA DE ESPAÜA 857
puso la autonomfa económica, semejante á la de Navarra y Vascongadas,
6 sea el pago de las contribuciones en bloque por medio de un concierto con
el Gobierno, amén de otras refomas menos importantes en la ot^anización
municipal. Hicieron tal efecto estas proposiciones, que los catalanistas se di-
vidieron, y mientras que unos, representados en la prensa por La Rtitaxensa,
siguieron sosteniendo la integridad del programa de Manresa, otros, que te-
nían por órgano periodístico La F««i/«C<iJ'>iüi«;>ii, entusiasmáronse con Pola-
vieja y adoptaron por bandera el concierto económico. En 14 de Noviembre
elevaron á la Reina un mensaje solicitándolo, suscrito por el «Fomento del
«Trabajo Nacional, Sociedad de Amigos del País, Ateneo barcelonés. Instituto
• Agrícola Catalán de San Isidro y Centro de Defensa industrial y comerciaU.
Reunidas las Cortes para la ratiñcación del tratado con los Estados
Unidos, reflejáronse en los debates las ideas que llenaban el ambiente nacio-
nal: el conde de las Almenas declaró en el Senado que hablan fracasado
Weyler, Primo de Rivera, Cervera, Blanco y Linares; los generales se defen-
dieron enérgicamente, y Weyler llegó á decir que si no los amparaba el Go-
bierno, «ellos se tomarían la justicia por su mano*. Silvela pidió el Poder
para los conservadores, y acusó áSagasta como «único responsable de las
gravísimas desdichas que aquejan al pafs>; inculpación notoriamente injusta,
porque á Meco, según decía con oportunidad Montero Ríos aplicando un
cuentecillo popular, «lo matamos entre todos*. Las minorías conservadora,
tradicionalista y republicana pidieron (10 Septiembre) el restablecimiento de
las garantías constitucionales para que se pudieran decir libremente todavía
más disparates é inconveniencias sobre el desastre: hizo muy bien el Go-
bierno en no acceder y en suspender las sesiones (:4 Septiembre). No esta-
ban en aquellos momentos las cabezas para discutir temas tan desagradables
con la relativa calma que consiente nuestro temperamento.
Un incidente de otra índole debilitó más la situación del Gobierno en
aquel otoño. El Nacional, dirigido por D. Adolfo Suárez de Figueroa, se hizo
eco de ciertos chanchullos de pésimo género atribuidos, con razón ó sin ella,
al gobernador de Cádiz D. Pascual Ribot. Se formó un proceso, armándose
gran escándalo; y como Ribot era pariente y protegido de O. Germán Ga-
mazo, éste se creyó en el caso de dimitir {21 Octubre). No contento con eso,
se declaró en disidencia, no volviendo ya nunca al partido liberal.
Muertos ilustres: el catedrático de Anatomía, académico de Ciencias
Físicas V de la Historia, D. Marcos Jiménez de la Espada (3 Octubre). El pai-
sajista D. Carlos Haes (17 Junio). El escritor y critico de Bellas Artes don
Pedro de Madrazo (20 Agosto). D. Francisco de Cárdenas (3 Julio). D. Fer-
nando Cos-Gayón (20 Diciembre). D. José EIduayen (23 Junio). El insigne
dramaturgo D. Manuel Tamayo v Baus(20 Junio). D. Vicente Barrantes (16 Oc-
tubre). D. Francisco Coello y Quesada (30 Septiembre). El marqués de San-
doval (4 Mayo). El conde de Xiquena (18 Agosto). D. Adolfo de Castro
(12 Octubre). Frascuelo, el famoso torero (8 Marzo). La cantante Elena Sauz
<23 Diciembre).
AAo rSgg. — Aprobado el tratado de paz por tos Estados Unidos, el
Gobierno fS Febrero) resolvió restablecer las garantías constitucionales y
abrir las Cortes. En Enero (día 7) habla expuesto Sivela el programa de la
Unión Conservadora en un discurso pronunciado como presidente del Circulo
Conservador. Fijáronse los liberales avanzados en dos puntos de este discurso
para combatirlo: uno, la tendencia deseen tralizadora ó regionalista, y otro, el
párrafo en que decía: «son conservadores los que proclaman las enseñanzas
«religiosas y sociales que salen de los altos labios del Vaticano para iluminar
>la ciencia y tranquilizar los espiritus>. Silvela dijo esto contra carlistas, in-
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H58 HISTORIA DE ESFAÍIA
tegristas y católicos, que, seducidos por aquéllos, seguían sosteniendo la in-
compatibilidad del catolicismo con el liberalismo político. Castelar (articulo
en El Uieral), Canalejas (conferencia en ta Asociación de la Prensa, 30 Ene-
ro), Romero Robledo y otros, asi como los periódicos demócratas y republi-
canos, sostuvieron y divulgaron que Silvcla había proclamado «el vaticanis-
mo>, ó sea la sumisión del Poder civil á la Iglesia aun en los asuntos tempo-
rales. £1 < regionalismo > y <cl vatÍcanismo> sod, dijo Rometro Robledo, dos
tremendas amenazas para el regia en liberal. Polavieja se unió con Sil vela,
los garoadstas se le mostraron benévolos, y en actitud espectanle *los caba-
lleros del santo sepulcro> ó tetuanistas.
El i; de Febrero se reunió en Zaragoza la «Asamblea de Productores»,
convocada por la «Cámara Agrícola del Alto Aragón»; es decir, por Costa:
su objeto era hacer intervenir en la política á «las clases neutras' ó «produc-
toras>, arrebatando el monopolio gubernativo ejercido por los políticos pro-
fesionales. Se discutió si para conseguir (al resultado serla conveniente for-
mar un nuevo partido, ó simplemente una <Liga Nacional»: prevaleció esto
último, y por aclamación fué nombrado presidente del directorio D. Joaquin
Costa. Constituyóse también en otra Asamblea la (Comisión ejecutiva de las
Cámaras de Comercio», formulándose un programa de grandes economías en
el presupuesto, supresión de las Clases pasivas, unificación de la Deuda, re-
ducción de la circulación fiduciaria, incompatibilidad del cargo de diputado
con el de consejero de Compaflfas subvencionadas, simplificación del proce-
dimiento administrativo, etc.
Reunidas las Cortes (20 Febrero], volvió á ser discutida la guerra, y desde
luego se presentó diñcilfsima la situación del Gobierno en el Senado con mo-
tivo del debate sobre la cesión de Filipinas. D. Joaquín Sánchez de Toca
presentó un voto particular en el sentido de no ser necesario que las Cortes
ratificasen cesiones territoriales, ya que la Constitución autorizaba al Rey
para declarar la guerra y hacer la paz: este voto obtuvo 118 de los adversa-
rios del Gobierno contra 120 que pudo reunir el Gabinete. Considerándose
Sagasta derrotado, presentó la dimisión y el 4 de Marzo juraban: Silvela (Pre-
sidencia y Estado), D. Eduardo Dato (Gobernación), Villaverde (Hacienda y
los asuntos de Ultramar), el marqués de Pidal (Fomento), Duran y Bas (Gra-
cia y Justicia), Polavieja (Guerra) y Gómez Imaz (Marina). Convocó el nuevo
Gobierno á elecciones generales para el 16 de Abril; suprimió por decreto
las cesantías de los ministros, y reformó el Consejo de Estado, no dejando
más que los presidentes de secciones; negoció la libertad de los prisioneros
que tenían los tagalos (1), y fué preparando el Presupuesto que, según decía
Villaverde, había de ser «el presupuesto de liquidación», preparatorio de otro
que serla el de <la regeneración nacional». Decreto reorganizando la segunda
enseñanza (Abril), basado en «el sistema cíclico», vigente en Alemania y en
Francia, á pesar de lo cual fué considerado como síntoma agudo del ultra-
montanismo del Gabinete. En Mayo la «Comisión ejecutiva de las Cámaras
de Comercio» presentó á Silvela la exposición con su programa. Apertura de
las Cortes (2 Junio). Componían el Congreso 248 ministeriales, 85 liberales,
25 gamacistas, 16 tetuanistas, 14 republicanos, 4 romeristas, 3 carlistas y
5 indefinidos. En el mensaje se anunció haberse negociado con Alemania la
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HISTORIA DE ESPAftA 859
cesión de las Carolinas y Palaos por 25 millones de pesetas. La discusión so-
bre la última guerra y la política sobre el <vaticaiiismo> y (regionalismo* del
Gobierno entretuvieroa á las Cámaras. Puestos ya á echar iismos> poco agra-
dables, dijo, V. gr.. Canalejas, que habla en el Gabinete «reaccionarismo, ele*
>ricalismo,vaticantsmo, militarismo, regionalismo y capitalismo*; la mayoría
del Congreso repugnó admitir como diputado á Morayla «por haber prepa-
rado», según expuso D. Javier Ugarte, «por medio de las logias masónicas la
>ÍDSurrección de Filipinas»; el Gobierno impuso la admisión.
El 17 de Junio leyó Villaverde el Proyecto de presupuestos (i). Fijaba
los gastos en 937 millones y pico de pesetas, suprimía la amortización de la
Deuda interior, creaba nuevos tributos: utilidades, en que entraba el impuesto
sobre las rentas públicas, sal, azúcar, alcoholes y transportes, aumentando el
tipo de imposición de los existentes, menos el territorial sobre fincas rústi-
cas. Espantable vocerío de protesta movió el proyecto: los tenedores de pa-
pel del Estado dijeron que aquello era un robo escandaloso, pues imponerles
tributo sobre lo que el Estado tenia que picarles en virtud de un contrato
de préstamo, equivalía á rebajar el deudor por si y ante sf lo que habia de
pagar justamente; los fabricantes de azúcar, que la tributación exigida mataba
su industria; todos los contribuyentes pusieron el grito en el cielo. Queriendo
dirigir este movimiento, la •Comisión permanente de las Cámaras de Co-
mercio* tomó una actitud levantisca: elevó una exposición á las Cortes pi-
diendo 150 millones de economías (26 Junio), y acordó un cierre general de
tiendas, que se verificó en toda España el mismo día; la <Liga Nacional* acon-
sejó la resistencia al pago de los impuestos si llegaban á implantarse; hubo
motines en Zaragoza, Murcia, Sevilla, Valencia y Granada. Se reflejó este
movimiento en las Cortes por oposición obstruccionista de las minorías á la
aprobación del presupuesto, y aunque Silveta se mostró muy enérgico en el
Senado á últimos de Junio declarando que no toleraría imposiciones, al fin
transigió. Nueva exposición de las Cámaras de Comercio (i.° Julio) pidiendo
la rebaja de los gastos á 761 millones; supresión de tos ministerios de Marina,
Estado y Fomento, etc. En Consejo de Ministros (5 Julio) se acuerda rebajar
an millón en Marina y millón y medio en Hacienda; la Reina ofrece otro mi-
llón de la lista civil. Las Cortes suspendieron sus sesiones el 28 de Julio,
autorizando algunos de los proyectos económicos del Gobierno, aunque no
todos. Por ley de i." de Agosto se estableció el impuesto de 20 por 100 so-
bre la renta del papel del Estado; por el convenio con el Banco se rebajó el
interés de los préstamos al Tesoro, y se redujo á 2.000 millones la facultad de
emitir billetes; Silvela introdujo grandes economías en el Ministerio de Es-
tado. Pero nada de esto calmó la agitación movida por las Cámaras de Co-
mercio y Liga de Productores, acrecentándola, por lo contrario, otras con-
currentes:
a) La de <Ios catalanistas*, que pedían, en -lo económico*, el prome-
tido «Coocierto», corriéndose en este sentido á Valencia, y determinando
también la resistencia á pagar los impuestos en Barcelona y otros puntos
«huelga de contribuyentes', y que en <]o político* agravó el carácter sepa-
ratbta que iba tomando «el regionalismo» y causó actos tan reprochables
como «los vivas á Francia y á Cataluiía francesa* dados en el recibimiento
(1) Con esta Icrtura inani^'irasc lo t|uP iHUlcmos llamar periodo cimti'mportni-n en ta
historia tip nuestra Hacienda. Iji brevedad (le ostos víifa/u- impide rasi en aksoiiilo indirar nada
rrferi'nte á tan intrtesantr materia: remilitnos al lector descoso de iliislrar^e á ios trabajos ili-
nuestros principales Itacendistas y finanrieros ]nil>lirados en el Aiiuarii' déla Rtnia dt Takaios
lie n. Alberto Sanlias el primero es líe lino y el íjtimo del pasado año de irilj.
D„j,i7<-,ib,.GoogIc
86o HISTORIA DE ESPAfiA
de los marinos franceses que visitaron á Barcelona (segunda quincena de
Julio) y las reyertas en la Universidad barcelonesa entre estudiantes catala-
nes y de otras regiones. Por reflejo del separatismo catalán se alzó otro en
Vizcaya (bizcaitarras),
b) ha de las victimas de las economías decretadas ó anunciadas: mani-
festación de militares contra la rebaja del presupuesto de Guerra (24 Sep-
tiembre), disturbios en El Ferrol por haber sido despedidos 300 obreros del
arsenal, etc.
c) La procedente todavía de la crítica de la guerra, que originó nuevos
apasionados debates en las Cámaras y el proceso militar formado á D. Juan
Urqufa (íl Capitán Verdades) y a! Sr. Jiménez Escamilla por denuncias rela-
cionadas con aquella crítica, y
c) La religiosa. Promovieron los integrístas un nuevo acto público de
culto al Sagrado Corazón de Jesús, que fué colocar una placa con su imagen
en las fachadas y puertas de las casas de los devotos. Con el pretexto de ser
esto una manifestación política, los republicanos y lodalistas la emprendie-
ron á pedradas con las placas, produciéndose tumultos escandalosos en va-
rias poblaciones.
Para dominar tan compleja perturbación, el Gobierno procuró satis-
facer el deseo general de economías, elevándolas á cerca de 40 millones, lo
que fué causa de la dimisión de Polavieja, que pretendía reorganizar nuestra
defensa militar (20 Septiembre), reemplazándole Azcárraga, que se avino á
rebajar 14 millones, aunque para eso hubiera de rediicir el contingente ar-
mado á 60.D00 hombres, y presentando un proyecto de Clases Pasivas, del
que se prometió otra rebikja de 21 millones; tendió igualmente á aquietar á
los catalanistas con halagos, pero sin poder conseguirlo, teniendo que dimi-
tir Duran y Bas (25 Octubre), por lo que entró en Gracia y Justida el conde
de Torreanaz; apeló, por último, á la energía, suspendiendo las garantías
constitucionales en varias provincias y recurriendo á los embargos y á la
fuerza militar en Barcelona para cobrar los tributos. Al terminar el año la re-
ststenda al pago había sido vendds; pero la agitación general continuaba.
Hay que registrar adenjás en este añoi la heroica defensa del destaca-
mento de Baler en Filipinas, compuesto de 50 hombres mandados por el
capitán D. Enrique Las Morenas y el teniente D. Saturnino Martín Cerezo;
estuvo sitiado por los tagalos desde i." de Julio de 1898 hasta el 2 de Junio
de este año. Murieron durante el sitio el capitán (22 Noviembre 1S98) y t8
soldados. Esta defensa es más heroica que todas las de la guerra de la Inde-
pendencia, y demuestra cómo no ha decaído en lo más mínimo el vigor de
nuestra raza. La campaña de los republicanos y socialistas para conseguir la
revisión del último proceso formado á los terroristas de Barcelona: dedan
que se había arrancado á los reos la confesión por medio de inauditos tor-
mentos infligido^ en los calabozos del castillo de Montjuich. El Gobierno
ordenó una información, de que resultó no ser ciertas aquellas inculpado-
nes; pero no por eso dejaron de repetirlas los acusadores. Los procesos mi-
litares formados por las desgracias de la guerra y que fueron fallados por
el Consejo Supremo de Guerra y Marina absolviendo á todos los generales
procesados, menos á Montojo, á quien, reconociéndose que se había porta-
do como un héroe en el combate naval de Cavitc, se condenó, sin embargo,
á pasar á la escala de reserva, y á Jáudenes, al que se impuso la separación
del servido. Nuevas polémicas entre católicos: el cardenal Sancha, arzobispo
primado, publicó unos Consejos al Clero de su Arzobispado que no agradaron
á carlistas é integrístas, y el arzobispo de Sevilla, D. Marcelo Spínola, mani-
festó su opinión contraria á la del Primado. León XTII dio la razón al primero
,, Google
HISTORIA DE ESPAÑA 86l
por medio de un telegrama del Cardenal Rampolla al segundo. La venida á
Madrid y visita á la Reina Regente y conferencia con Silvela del conde de
Muravief, ministro de Negocios Extranjeros de Rusia, á lo que se dio miste-
riosa importancia política (14 Octubre). Embajada alemana (4 Noviembre), sin
más objeto, al menos público, que condecorar al Rey con las insignias del
Águila Negra. D. Carlos admitió la rcnunda del marqués de Cerralbo, y nom-
bró jefe delegado de su partido al sabio catedrático D. Matías Barrio y
Mier (Diciembre). Se discutió y publicáronse artículos y folletos en uno y
otro sentido sobre si este año debía ó no ser considerado como el último del
siglo xix: lo mismo se habla discutido en 1799.
Murieron en 1899: el Marqués de Cubas, arquitecto y ex alcalde de Ma-
drid (2 Enero). La actriz Josefa Hijosa (2 Marzo). D. Joaquín Kubió y Orbs
(7 Abril). D. Emilio Castelar, en San Pedro del Pinatar, (Murcia), (26 Ma-
yo). D- José Carvajal (4 Junio). El actor D. Emilio Mario (12 Agosto), p. An-
tonio M. Fabié (3 Diciembre). £1 obispo de Segorbe, y escritor varias veces
citado D, Francisco de A. Aguilar (16 Diciembre).
Aüo igoo. — La discusión sobre presupuestos duró hasta 31 de Marzo,
suspendiéndose las sesiones el 4 de Abril, y el 18 hubo crisis: se dividió el
Ministerio de Fomento en dos, el de 'Instrucción Pública y Bellas ArEes>
encomendado á D. Antonio Garda Alíx, y el de 'Agrícultura Industria, Co-
mercio y Obras Públicas* que lo fué á D. Rafael Gasset; entró en Estado el
marqués de Aguilar de Campoó, en Gracia y Justicia el de Vadillo, y Silvela
se quedó con Marina. Asf estuvo constituido el Ministerio basta Septiembre,
en que, deseando D. Alejandro Pidal la Embajada en Roma, dimitió Villaver-
de para ocupar la presidencia del Congreso, reemplazándole en Hacienda
Allende Salazar, y fallecido en el mismo mes Martínez Campos, fué designa-
do Azcárraga para presidir el Senado, con lo que entró en Guerra el general
Linares (19 Octubre). El nuevo Ministro habla recalado facultad amplia para
previsión de cargos militares, con el fin de apartarlos de la política, y, ejer-
citándola nombró capitán general de Madrid á Weyler (l) (ao Octubre), lo
que hizo dimitir á Gaaset por haber combatido á este general en El Impar-
cial, y á Dato, por haber discutido con él en el Senado y propuesto para la ca-
pitanía general que se le confería á Polavieja; ambas dimisiones determina-
ron la de Silvela, formándose (22 Octubre) el Gabinete presidido por Azcá-
rraga, en que siguieron Aguilar de Campoó, Vadillo, Linares, Allende Salazar
y Garcia Alix, y entraron D. Javier Ugarte (Gobernación) y D. Joaquín Sán-
chez de Toca (Agricultura). Ramos Izquierdo fué nombrado pocos días des-
pués ministro de Marina. El 20 de Noviembre abriéronse las Cortes. El 14
había dísuelto su grupo el general Polavieja, aunque algunos no admitieron
la disolución, y eligieron por jefe á Mataix.
Cuestiones principales:
a) <Agitación económica». — La Comisión de las Cámaras de Comercio
convocó «la Asamblea de Valiadolid» [14 Enero), prescindiendo de Costa y de
la Liga de Productores, y donde se acordó constituir ia «Unión Nacional» como
partido político bajo un directorio presidido por D. Basilio Paraíso, y proce-
(1) /Vgriailo r1 umcral Wcvli-r i«ir laí crtisuras úv c[iu' i'ra olijclo á cimsiTUCiiria tic mi
gestión pn Cuba, adoptó <les(le la i-oinliisiftn <\c la piirra una aclitiiil i|iic iiarcrirt á murlios
rrvoludonaría: «niósclc Roniiro Htiblcdo. v e\ iienrttiiro romrrisla FJ Xaíiana/ fiip iSruanu
(le esta unión poco dPH'rminada. 1 a más saliente de la campaña ammazailora de Weyler lué la
frase dicha on el Senado: Con los promindamitulos sr ha r^gnierath' /isfiaaii atuekiu ¡-/res. En
Octubre ile Ifkjp ofrecióse á Weyler la |in'«idenc¡a de la Jimia Consultiva, y. hahiénilnla
aceptado. rompJi-Von con fl ios romeristas, ¡Hlblicaiulo £i Xiidoiia/ un articulo con el sugestivo
título Av ¡eldioi, kíratl ...
D,g,t7cdb/GOOgIC
862 HISTORIA DE ESPAflA
der violen tatnea te en la resistencia al pago de tributos. En Marzo unióse Costa
á Paraíso. Banquete á Paraíso en el teatro Pignatelli de Zaragoza, y mitins
de Rioseco, Córdoba y Sevilla (Abril). Cierre de tiendas en Madrid (lo Mayo).
Tumultos CD Sevilla y otros puntos. La Cámara de Comercio de Madrid es re-
cibida CD Audiencia por la Reina (ly Junio). Empiezan los embargos, y son ce-
rrados el Circulo Mercantil y el Industrial (jo Mayo), Paraíso dimitió la presi-
dencia del Directorio (i8Julio),a consejan do el pago de los impuestüs;y aunque
D. Santiago Alba y D. Ramón Castro publicaron otro manifiesto reafirmando la
personalidad de laUniónNacional, el movimiento económico estaba ya muerto.
6) ijeiteros y traineros>. Cuestión local entre los pescadores de Ga-
licia, que alcanzó gran resonancia. Los pescadores en «jeitos» (lanchas) no
podían soportar la competencia de los que se vallan para la pesca del <cerco
6 copo de trai3a>, y promovieron tnmultuosas protestas: atendiéndolas, pro-
hibió Silvela (20 Julio) la traíña dentro de las rías. Tuvo que mandarse al ca-
ñonero Vaeco Núüee dt Balboa para imponer orden; pero siguieron las coli-
siones, interrumpiéndose el tránsito de naves entre Cangas y Vigo. Ramos
Izquierdo derogó (18 Noviembre) la Real orden de Silvela. En Diciembre fue-
ron enviadas Comisiones técnicas para estudiar el asunto.
c) «Catalanismo». El Obispo de Barcelona Sr. Morgades, benemérito
de las Bellas Artes y de la Arqueología españolas por la restauración del
Monasterio de RipoU y creación del Museo Episcopal de Vich, publicó una
Pastoral (Enero) disponiendo que se predicase y enseflase la doctrina cris-
tiana en catalán, lo que originó protestas en Madrid y apasionados debates
en el Congreso. El obispo vino á la Corte y visitó á la Reina ( j Julio), decla-
rando que su pastoral había sido mal interpretada, y que, aunque catalanista
entusiasta, nadie le ganaba á patriotismo español. Artículo de La Vtit de Ca-
talunya (Febrero) titulado <E1 viaje de la Reina», contrario á que ésta fuese
á Barcelona, y de tono muy des^radable para la unidad nacional. Mitins en
Tarragona y Vendrell (Abril). El 3 de Mayo salió para Cataluña el ministro
de la Gobernación, Sr. Dato, con la misión de suavizar asperezas y calmar los
ánimos; en Barcelona, Mantesa, Tarrasa y Reus fué silbado estrepitosamen-
te. Declaróse el estado de guerra en la ciudad condal, suspendiéndose la
publicación de los más exaltados periódicos catalanistas. Se acordó también
por el Gobierno (Junio) mejorar et puerto de la misma población, beneficiar
cueros y tejidos y descentralizar algunos negocios admininistratlvos. Presen-
tóse en Cataluña grave crisis industrial á consecuencia de la escasez de pri-
meras materias, carestía de carbón, falta de mercados y repetición de huel-
gas, algunas de las cuales, como la de cerrajeros y caldereros (Julio), fueron
gravísimas; habla multitud de obreros sin trabajo; el «Fomentodel Trabajo Na-
cional», la Diputación y el Ayuntamiento adoptaron medidas para remediar
los efectos de la crisis, y mandaron Comisiones á Madrid solicitando otras re-
formas como establecimiento de «zonas neutrales», creación de escuelas de
comercio, etc. Murmurábase de la gestión del ayuntamiento barcelonés, y
fué decretada una visita de inspección (Julio).
d) «Carlismo». Distinguiéronse los carlistas por su ardimiento contra
filibusteros y yanquis en tos pasados sucesos. Don Carlos amenazó formalmen-
te con la guerra civil, si el Gobierno no iba derecho á la defensa heroica del
honor nacional. «Solo ó acompañado», dijo, «entraré en España». «Por no
asumir ante la Historia la responsabilidad de la pérdida de Cuba, he espera-
do y esperaré hasta el extremo límite. Cuando la vea irremisiblemente
perdida, España y yo cumpliremos nuestro deber». (1) Firmado el tratado
(1) Carta 'le- non Carlos S Vázc|ijcz df MHla (2 Abril iSoN).
D,g,t7cdb/GOOgIC
HISTORIA DE ESPASa 863
de París que los carlistas juzgaron, no una desgracia, sino una deshonra, fué
unánime la opinión de que se preparaba un levantamiento. En la primavera
de 1899 se descubrió un depósito de armas en Sardañola (Sabadell), y se de-
tuvo en Arcachón uo barco cargado de armas. El z8 de Octubre de este año
apareció en Badalona una partida de 6o hombres atacando el cuartel de la
Guardia civil, y otros grupos en Igualada, Berga, Fiera, Jijona y Jaén. Todo
se desvaneció tan rápidamente como había surgido. El Liobierno echó la voz
de que se trataba de una maniobra de bolsistas realizada por algunos carlis-
tas locos; pero no lo creyó así. Ugarte, ministro de la Gobernación, desplegó
suma actividad, detuvo á muchos signiñcados partidarios de Don Carlos, hizo
trasladar á otros su residencia, suspendió periódicos, extendióla investiga-
ción policíaca á todas partes; verbi gracia: unos «adoradores nocturnos del
Santísimo Sacramento» fueron sorprendidos en el momento de hacer sus re-
zos, y llevados á la cárcel. Don Carlos publicó una carta á su general Moore,
caliñcando de traidores á los que se habían levantado. ¡Qué había sucedido
en realidad? Pues que Don Carlos, efectivamente decidido á mover la guerra
civil, había dado contraorden: según unos, porque supo que las grandes Po-
tencias estaban resueltas á no permitir nuevas perturbaciones en España; se-
gún otros, porque su mujer. Doña María Berta de Rohan (i), se opuso á que
corriese los riesgos de la intentona, y le hizo desistir. Lo cierto es que toda-
vía muchos carlistas creen que Don Carlos, con este desistimiento de un
propósito tan anunciado, perdió la mejor ocasión de triunfo é hizo perder á
los suyos sus más fundadas esperanzas.
e) iBoda de ta Princesa de Asturias». Privados de su corona los Bor-
bones de Ñapóles, que no son sino una rama de los de España, y pobres por
no haber querido reconocer las consecuencias de la revolución que los había
destronado, era natural que los príncipes jóvenes de la dinastía buscaran en
otras naciones la manera de ocupar dignamente su vida, y con especialidad
en España, donde reinaban sus parientes tantas veces enlazados con su casa.
En 18S9 vino á Madrid el hijo mayor del conde de Casería, llamado por su
tia la infanta Isabel, y aquí estudió la carrera militar, é ingresó en nuestro
ejército. Frecuentando el Palacio Real, sucedió lo que es tan natural y fre-
cuente en las familias burguesas y tan raro en las reales, que surgió espon-
táneamente un noviazgo entre la princesa de Asturias y su gallardo primo
Don Carlos de Borbón. Enterada la Reina Cristina, no encontró ningún in-
conveniente en que Don Carlos fuese marido de su hija; y realmente no lo
habla, máxime en nuestros tiempos en que los enlaces regios por razón de
Estado, tan importantes otras veces para ensanchar las naciones ó concluir
guerras, no tienen importancia en este sentido.
En el otoño de este año empezó á tratarse de la proyectada boda, y los
políticos de oposición encontraron aquí un tema á propósito. Romero Roble-
do fué quien primero trató del asunto en las Cortes (29 Noviembre), y ense-
guida se desató la Prensa liberal contra el enlace. Aducíase: i.°, el carácter
reaccionario de la Casa de Ñapóles. Efectivamente, lo tuvo con sus últimos
príncipes; pero no en el fundador de aquella dinastía nuestro Carlos III, tan
simpático á los liberales, españoles, y no pertenecieron á esa tendencia Doña
María Cristina ídolo de los mismos liberales y Doña Luisa Carlota, que tanto
contribuyó al entronizamiento de Isabel II: 2°, el haber sido el conde de
Caserta, padre de Don Carlos, general del ejército carlista: 3.", la poca significa-
ción política del Príncipe en el orden internacional por pertenecer á una
(1) Don Carlos, viiulo lir D." Mivrg.-.riü. on lSci_; (.>(i llnírd), rasA (.'S Aliril i^) ton osla
D,g,t7cdb/COOgIC
IBe. Ben avente
Ecpaflolct Uaatre* contenporAtiCM.
D,g,t7cdb/GOOgIC
HISTORIA DE ESPAÑA 865
Casa destronada. Consiguieron crear un estado de opinión desfavorable al
novio de la princesa de Asturias y se dice que no fué extraño al temor de
afrontar esta corriente de impopularidad la dimisión de Silvela, y haberse
formado et Gabinete Azcárraga.
f) <La cuestión religiosa> La campaña sostenida en Francia con oca-
sión de la revisión del proceso Dreyffus, contra las órdenes religiosas, y en
general contra lel clericalismo», ó sea ta influencia social y política de la
Iglesia católica, repercutió en España, impulsándola elementos activos de
gran eñcacia por disponer de la prensa de mayor circulación. No se dejaba
de la mano el tema del -vaticanismoi de Silvela, ni de moverse tu-
multos más ó menos ruidosos por el asunto de das placas del Sagrado Cq-
raz6n> y otros incidentes análogos. £1 14 de Diciembre Canalejas pronunció
un discurso en el Congreso, glosa ó repetición de otro que habla pronun-
ciado Waldeck-Kousseau en Tolosa de Francia, cuando constituía <el blo-
Íue de las izquierdas» para proceder á la revisión del proceso Dreyffus.
analejas, como Waldeck- Rousseau, dijo que «el enemigo era el clericalis-
mo', y que la educación dada por las órdenes religiosas dividía á la juven-
tud en dos juventudes: una reaccionaría y otra progresiva. Le contestó Sil-
vela. Todos los periódicos liberales aplaudieron á Canalejas, sosteniendo
que no hay verdadero liberalismo sin anticlericalismo.
Aparte de estas cuestiones, deben registrarse en la crónica de este año:
visita al puerto de Barcelona de la fragata argentina Presidente Sarmiento
(16 Marzo); los marinos del Plata fueron recibidos con entusiasmo en Barce-
lona y en Madrid, adonde vino una Comisión de ellos para recibir obsequio-
sos homenajes. Agradecido el Gobierno argentino, decretó la supresión en el
'Himno nacional» de dos estrofas mortificantes para España, y el Ayunta-
miento de Buenos Aires dio el nombre de España á una plaza de la ciudad, y
concedió 50.000 francos para que Benlliure cincelase un jarrón, como regalo
á la Reina. Obra fué este simpático movimiento de la < Unión Ibero- America-
na!, asi como el 'Congreso ibero-americano», patrocinado por el Gobierno,
y que se celebró en Madrid del 9 al 18 de Noviembre.
Fallecimientos. — El literato y profesor de Retórica D. Narciso Campillo
(2 Enero). D. Vicente Romero Girón ( 10 Enero). El escritor festivo D. Eduar-
( Explicación de In lámina anierier.)
EtpaflolcB lliiBtr«* «ontemparáneoí,— 181. Pió Baroja, original i intenso escritor, que en ta*
novelas, llenas de vlbianle emoción y escritas en estilo 1 veces desallilido, perO siempre vifpjroso y sogeítl-
vo, pinta con tonos de agaa fatrlt todos los aspectos interesante» de la vida contemporánn. Kaeió
en JM5. ~- 182. Eduardo OiVnei de Baqnera (Andienhl. ameno cronista, blbll observador, de seguro
y reposado criterio, critico literario de autoridad reconocida (186^).-18a.Joié RaB6a Méllda, eminente
■rqueúlogo, académico de la de Helias Artes y director del Museo de Reproducciones Artísticas. Nada
en 1366,— IB4. Miguel Blay y FAbrcgai, notable escultor cuyas obras son muy apreciadas en Europa y
América. Naciú en 1866. - 185. Mariano Elealllnce, eminente escultor valenciano, cuyas obras son apre-
ciadas y estimadas uní víTsalraente. Nació eti 1866. - 188. Jacinto Scnavente, el primer dramaturgo es-
pañol de nuestros días y unn de lo; mis agudos y elegantes escritores de lodos los (lempos y de lodos lo*
países. Entre la muchedumbre de sus obras maestras descuellan el artelnslgne de ¿01 ínfemeicrradtu y de
su maravillosa tragedia La Malquer/áa. Nació en Madrid, 18M. —187. María OuMTaro, genial y maravi-
llosa actriz contemporánea, cuyo admirable talento domina todos los estilos y lodos los matices. Nadó en
Madrid, 1867.— ISB. FrancltCO Navarro Ledesna, malogrado literato y critico contemporinco, autor
de El ¡ngenloie hldalgú D. Miguel de Cervanltt, en que se relata al pormenor la vida del principe de los
eos ;i86g-l903). — 189. Randa del Valle lacl«n, nolab i Iíí i mo literato de eitraotdinarlo rednamienlo
ariislico y exquisita esténica. Su estilo pulidísimo es una maravilla de delicadeía i inspiradún. Sólo
ius50nafa( le incorporarian á la gloriosa legión de grandes escritores castrllann;. Nació en I8M.
,C"".ootít^
866 HISTOBJA DE ESPAÑA
do de Palacio {23 Enero). El torero Ángel Pastor (7 Abrit). D. Alberto Boscfa
(13 Mayo). Rafael Molina, «Lagartijo* {1.° Agosto). D. Augusto Comas (19
Agosto), ü. Marcelo Martínez Alcubilla, autor del Düdonario dt la Adminis-
tración Espartóla (26 Agosto). £1 general Martínez Campos (23 Septiembre).
D. Eduardo Palanca (1." Diciembre).
Año igoi. Al empezar el año tuvo la situación conservadora un éxi-
to indiscutible, que lo fué singularmente para VíUaverde: la liquidación del
presupuesto de igoo, del que resultó un «superávit» de 58 millones (^e pe-
setas; pero amenazaban su existencia dos cuestiones: una la división del Go-
bierno y la mayoría ñel á Silvela, el cual quería volver al Poder en cuanto
pasase la boda de la Princesa, á lo que no se plegaba fácilmente Sánchez
de Toca; otra, la creciente agitación revolucionaría que tomaba tres aspectos
distintos: político ó contra la boda, irreligioso ó anticlerical y socialista. El
30 de Enero se estrenó en el Teatro Español, «Electrai de Pérez Galdós, si
que los elementos anticlericales prepararon de antemano un éxito de pro-
paganda sectaria que el Gobierno no evitó prohibiendo la . representación
para que no le tacharan de clerical y reaccionario. El y de Febrero se verifi-
có en el Tribunal Supremo la vista del pleito de la Srta. Ubao: ésta, mayor de
veintitrés y menor de veinticinco años, abandonó la casa de su madre para in-
gresar en la Congregación de las Esclavas; el articulo 331 del Código civil
prescribe que «las hijas de familia mayores de edad, pero menores de vein-
ticinco años, no podrán dejar la casa paterna como no sea para tomar esta-
do», y sobre esta última frase versaba el asunto judicial, sosteniendo la ma-
dre de la señorita, defendida por D. Nicolás Salmerón, que «tomar estado»
se refiere sólo al matrimonio, y la señorita, defendida por D. Antonio Maura,
que comprende también el estado religioso. La salida de los abogados de es-
ta vista, asf como todas las representaciones de «Electra* que se hicieron en
toda España, oi^anizándose al efecto compañías con ese solo objeto, fueron
otros tantos motines, y hubo además serie simultánea de ellos — inaugurán-
dolos el de I." de Febrero en Valencia,— con pedreas de conventos é inten-
tos de prenderles fuego y asaltarlos, silbas á religiosos y sacerdotes, etcé-
tera. Para celebrar la boda (14 Febrero) fué preciso resignar el mando en la
autoridad militar y tener ocupadas las calles por tropas, y aun asf, el acto tu-
vo que celebrarse dentro de Palacio, en la capilla real. El movimiento socia-
lista se manifestaba á la vez por huelgas revolucionarias del peor carácter
(cocheros de Madrid, ferroviarios de la línea Cáceres-Portugal, de todos los
obreros en Gijón, etc.). El Gabinete presentó la dimisión (25 Febrero); pero
no como queda Silvela, esto es, indicando á Su Majestad sencillamente que de-
bía ocupar la presidencia el jefe del partido, sino elevando á la Reina un
• memorándum» — idea y redacción de Sánchez de Toca — explicativo de la
gravedad de la situación y de la necesidad de consultar á los personajes de
todos los partidos.
Duraron las consultas varios días, con la novedad de evacuarlas por es-
crito los consultados. En la nota de Villaverde se hablaba de <la necesidad
ide contener el excesivo incremento de las Órdenes religiosas», ¡dea de que
sacaron mucho partido los anticlericales, aduciéndola como prueba de que
hasta los conservadores estaban con ellos. El 5 de Marzo formó Sagasta el
Gabinete apodado EUctra, por haber subido al Poder á impulsos de la agi-
tación de que había sido este drama punto culminante, y que se constituyó
asi: Presidencia, Sagasta; Gobernación, Moret; Estado, Duque de Almodó-
var del Rfo; Gracia y Justicia, Marqués de Teverga; Hacienda, Urzáiz; Ins-
trucción Pública, conde de Romanones; Agricultura, Villanueva; Guerra,
Weyler; Marina, Duque de Veragua. Quedó fuera Canalejas, con gran dis-
,,CoogI
* HISTORIA DE BSPASA 86^
gusto de Sagasta, que no veta en el anticlericalismo sino una plataforma de
aquél para formarse un partido radical. <Hay que hacer algo*, decía don
Práxedes con el único propósito de calmar la agitación. Romanones dio una
circular recabando «la libertad de la cátedra» y emprendió una campaña ad-
ministrativa contra la enseñanza libre, en que, según los anticlericales, radi-
caba la mayor fuerza de los Institutos religiosos; Urzáiz sometió á tributación
las industrias ejercidas por éstos; Weyler casi disolvió el clero castrense;
Teverga quiso impulsar las negociiciones que seguía en Roma D. Alejandro
Pidal para obtener una rebaja en el presupuesto de culto y clero, con el
nuevo sentido anticlerical dominante: Pidal se opuso, y Sagasta no quiso
prescindir de este embajador, con lo que nada se hizo por entonces. La agi-
tación callejera no cesaba, y hubo innumerables algaradas, ya para apedrear
conventos, ya para disolver las procesiones ó cortejos con motivo del año
jubilar — en una de las celebradas en Madrid fueron Sílvela y Maura — ya
con pretexto de conmemorar los decretos de Mendizábal y Calatrava contra
las Órdenes religiosas, ya para protestar contra la Guardia civil por usar de
su fuerza en la represión de los alborotos, causando á veces desgracias. La
más sonada fué la de Zaragoza (i8 Julio), en que se tiraron piedras dando en
los muros del templo del Pilar. Segufan concurriendo con estos motines las
huelgas, que también eran motines, algunos horribles: incendio de la fábrica
de Larios en Motril, huelga de Barcelona (28 Abril), de vigilantes de Consu-
mos en Corufia, etc., y las manifestaciones catalanistas, celebrándose muchos
mitins en locales cerrados, y otros, más importantes, al aire libre (apltcks),
siendo el «concierto económico > la inmediata aspiración del catalanismo,
contra el cual extremó el Gobierno su energía, considerándolo un peligro
grave para la unidad nacional, lo que le indujo á prestar su apoyo á Lerroux
con el fín de que organizara en Barcelona los elementos radicales y sirvie-
ran de contrarresto y amenaza constante á la burguesía regionalista.
Las Cortes se reunieron (8 Junio), siendo el •clericalismo», y especial-
mente las Órdenes religiosas, el caballo de batalla. Señaláronse tres ten-
dencias:
a) Prelados, clero, católicos fervorosos, carlistas, conservadores y ga-
macistas sostenían que las órdenes religiosas, como instituciones de la Igle-
sia católica, estaban autorizadas por el Concordato de 1S5 1; et art. 29, que
habla de tres Órdenes, no es que las autorice con exclusión de las otras, sino
que impone al Estado la obligación de establecerlas y sustentarlas (i): si se
cree que debe introducirse alguna alteración en este punto, hágase de acuer-
do con la Santa Sede.
b) Moret, Montero Ríos y otros opinaban que el Concordato sólo au-
toriza las tres Ordenes del art. 29; las demás son meras asociaciones some-
tidas al Poder civil; pero como el Poder civil es liberal y reconoce el dere-
cho de asociación para todos los ñnes de la vida humana, no puede negar
este último para el fin religioso: vivan, pues, las Órdenes de la común li-
bertad.
c) Canalejas; D. Alfonso González, y otros no creían que debía otorgar-
se esta libertad, al menos sin muchas condiciones 6 limitaciones, porque la
civilización moderna tiene que ser defendida por el Estado liberal, y contra
esa civilización, fundada en la libertad del pensamiento, va la enseñanza y
propaganda de los Institutos religiosos. Los partidarios de la tendencia b
(1) Aíf^inos drtnórrataA y lílii'raK'.s
■1 Conrorilntii. v. íjr.. el rauílrSliro ilo I.i
,, Google
pusieron en circulación la idea de ser menester huir de los <dos fanatismos»,
el negro ó católico y el rojo ó librepensador. Salla finalmente en esta con-
tienda «el regalismo», sosteniendo unos que, en virtud de las «regalías de
la Corona», el Estado debía cortar cuanto le pareciese abusivo en las Órde-
nes y en todo el clericalismo; y otros consideraban anticuado el •regalismo>,
defendiendo que el Poder civil tiene por su propia naturaleza virtualidad
suñciente para realizar cuanto juzgue bien común de la nación.
Sobre estas ideas versó la larguísima discusión sostenida en el Congre-
so y en el Senado (mes de Julio), y reproducida en el Senado (Noviembre) por
el arzobispo de Tarragona y los obispos de Oviedo, Falencia y Tortosa. El
marqués de la Vega de Armijo, elegido presidente del Congreso (a Julio), no
quiso aceptar el cargo, y le substituyó Moret, entrando en Gobernación D. Al-
fonso González [27 Julio). González dio el Real decreto {19 Septiembre) dis-
poniendo que las asociaciones religiosas comprendidas en la ley de 30 de Ju-
nio de 1887, es decir, todas las Ordenes inenos las citadas en el art. 29 del
Concordato, se inscribieran como Éales asociaciones civiles en los Registros
de los Gobiernos de provincia en el plazo de seis meses. La prensa canalejista
y radical alabó el decreto; protestó el encargado de la Nunciatura; se discul-
pó el Gobierno con el Nuncio (carta del duque de Almodóvar, 22 Septiem-
bre), y telegrafió á Roma prometiendo á la Santa Sede que antes de cumplir-
se los seis meses se presentaría á las Cortes un proyecto de ley de Aso-
ciaciones, adaptable á las Órdenes; el 30 de Septiembre entregó el cardenal
Rampolla á Tidal una nota de protesta; Almodóvar escribió á Pidal (5 Octu-
bre) que rogase á Rampolla el secreto sobre su nota, y de Real orden (ip Oc-
tubre) contestó á los argumentos de ésta.
Reanudadas las sesiones de Cortes (16 Octubre), dijo Romero Robledo
(23 Octubre) que «el Decreto de González había sido un engaño; un medio
>de decir á unos que se había hecho algo, y á los otros, que no se habla he-
>cho nada>. La Prensa ministerial sostenía que el Papa no había reclamado
contra el Decreto; mas en la segunda quincena de Noviembre se publicó la
carta de Rampolla (16 Noviembre) á los obispos que hablaron en el Senado,
felicitándolos por su actitud y declarando que <1a Santa Sede no ha omitido
>hacer conocer al Gobierno su parecer contrario al Decreto». Sagasta hizo
que Teverga redactase un proyecto de Concordato con ideas muy radicales
sobre Órdenes religiosas, y lo remitió al embajador en Roma (Real orden 31
Diciembre), sabiendo que no había de ser aceptado; pero el ñn era ganar
tiempo.
Otros hechos: La suspen^ón de ingreso en la Escuela Naval y en las
Academias militares (Marzo). — Venida de la Comisión argentina á entregar á
la Reina el jarrón regalado por el Ayuntamiento de Buenos Aires. — Alarma
producida por el discurso de Gibson Bowles en Id Cámara de los Comunes
(15 Junio) proponiendo la ocupación del campo fronterizo á Gibraltar por un
ejército de 30 ó 40.000 hombres, como único medio de proteger debida-
mente la plaza. £1 Gobierno inglés dio toda clase de seguridades de tratarse
de la extravagancia ó excentricidad de un diputado. El artículo publicado en
La Lectura con el título de «La Cuestión de Marruecos* y la firma de «Un
diputado á Cortes», en que se sustentaba la opinión de que, lejos de mirar
mal la tendencia de Francia á posesionarse de Marruecos, debíamos aliarnos
con la nación vecina para llevar una parte en la conquista; determinó el in-
terés con que fué leído y comentado este artículo, contrario á cuanto aquí
se había pensado siempre de la cuestión marroquí, el atribuirse á D. Fran-
cisco Silvela. El arreglo de la cuestión entre traineros y jeiteros (Real orden
(.)ctubre). Las cuestiones entre los raarlnos y el Ministro, duque de Veragua,
,,GoogIc
HISTORIA DE ESPAIÍA 869
El presupuesto del Sr, Urzáiz,con aumento en los gastos. El pago por el
Estado de los maestros de instruccíÓD primaria. El decreto Weyler limitan-
do el derecho de casarse á los militares. Finalmente, en las Cortes de este
año apareció D. Melquíades Alvarez, siendo celebradísima su elocuencia.
Muertes: el obispo de Barcelona, Dr. Morgades (8 Enero). D. Víctor Ba-
laguer (14 Enero). D. Leopoldo Augusto de Cueto {zo Enero), D. Ramón de
Campoamor (6 Febrero). D. Juan Facundo Riaño (27 Febrero), D. Leopoldo
Alas «Clarín» (13 Junio). D. Juan Mané y Flaquer (7 Julio). El cardenal Cas-
cajares (27 Julio). D. Juan de Dios de la Rada y Delgado (5 Agosto). D. Ger-
mán Gamazo (22 Noviembre), teniendo inmediata importancia política su fa-
llecimiento, pues el grupo que dirigía reconoció por jefe á su cuñado, D. An-
tonio Maura. El pintor Gisbert (27 Noviembre), Pi Margall (29 Noviembre).
Don Gabriel Rodríguez (20 Diciembre). D. Alejandro Llórente (30 Diciembre).
Año ig02. — Dos cuestiones preocupaban hondamente á principios de año:
la financiera y la llamada clerical. En la primera Urzáiz, después de dirigir la
suscripción para un empréstito de Tesorería (125 millones), presentó el pro-
yecto de ley regulando la circulación fiduciaria, que, según el ministro, no de-
bía exceder en su parte descubierta de 500 millones, y que el Banco de Es-
paña quería elevar á 750. Cuestión esta enojosa por presentar la prensa de
gran circulación á Urzáiz como paladín del interés social y del Estado frente
á la codicia del Banco, y proyectarse sombras de inmoralidad sobre cuantos
se oponían á sus propósitos. Afectó Sagasta sostener enérgicamente á Urzáiz;
pero pretendiendo VÜIanueva la concesión de un crédito extraordinario para
prevenir la plaga de la langosta, y no creyendo Urzáiz enteramente justificado
el motivo, se suscitó divergencia entre ambos ministros en sesión del Con-
greso (29 Enero). D. Práxedes conllevó la situación con sus habilidades po-
líticas hasta suspender las sesiones (12 Marzo), y entonces Urzáii planteó la
crisis. Mas no fué solo; D. Alfonso González dimitió también, alegando moti-
vos de salud, pero en realidad por la otra cuestión indicada, que se había des-
arrollado del modo siguiente: el 3 de Enero entregó Rampolla á Pidal otra
nota contra el decreto de 19 de Septiembre; el 28 del mismo mes dejó Pidal
la Embajada en Roma, reemplazándole Gutiérrez Agüera; el 14 de Febrero di-
rigió el ministro de Estado al Nuncio una nota «muy reservada» prometiendo
presentar inmediatamente á las Cortes un proyecto de ley de Asociaciones
que satisficiese por completo á la Santa Sede en lo referente á Órdenes re-
ligiosas; pero á todo esto llegaba el 19 de Marzo, término del plazo de seis
meses señalado en el decreto de González, ninguna Orden se había inscrip-
to en los Registros, y, conforme al decreto, procedía disolverlas todas; Sa-
gasta dijo entonces á González que de ninguna manera se haría asi, pues no
estaba en su ánimo empezar á disolver comunidades y cerrar conventos á lo
Wa I deck- Rousseau. D. Alfonso González, dando una prueba de formalidad
de que tan lejos estaba el jefe del partido, se apresuró á dimitir, y ya no
quiso mezclarse más en la política activa: realmente se había jugado con él
haciéndole publicar el decreto de 19 de Septiembre con el deliberado propó-
sito de no cumplirlo.
Sagasta maniobró en aquélla ocasión •habilidosísimamente» para conse-
guir resultados que parecían tan contrarios entre sí como aquietar á Canale-
jas, defensor de una ley de Asociaciones persecutoria de las Ordenes religio-
sas, contentar á Moret, que quería esa misma ley, dictada por el Poder civil,
pero no persecutoria, y quedar bien con la Santa Sede, que sólo pasaba por el
Concordato, A tal efecto llamó á Canalejas y á Moret, diciéndoles ser nece-
sario que ambos entraran en el Gabinete. Canalejas respondió que lo mismo
le daba, con tal que se cumpliera el programa anticlerical (<las ideas, y no las
,, Google
870 HISTORIA DE ESFaSA
personas*, como él decfa), y, por tanto, que para ser ministro necesitaba que
se escribiera un programa al que todos se atuviesen; replicó Sagasta
que no había inconveniente: tal fué «el pacto» firmado por Moret y Canale-
jas, por el cual se acordó sostener el decreto de González, hacer una ley de
Asociaciones sin concordia con la Santa Sede y con tendencia persecutoria de
las Ordenes, y activar la reforma del Concordato del 5 1 al solo efecto de re-
ducir el presupuesto eclesiástico. Sobre esta base se constituyó el Gabinete
{19 Marzo), entrando Mootilla {Gracia y Justicia), Moret (Gobernación), Ro-
driga ñez (Hacienda) y Canalejas (Agricultura), quedando los demás ministros.
Simultáneamente con esto llamó al marqués de Pidal, y por medio de este
personaje de la extrema derecha conservadora concertó con el Nuncio el Mo-
dus vivendi, conforme al cual, las Órdenes religiosas se inscribirían en los Go-
biernos de provincia, <no pudiendo serles negada la inscripción, y considerán-
dose por ésta como reconocidas por el Gobierno»; se publicó el Modus vivefuü
por una circular del Nuncio á los obispos (8 Mayo) y una Real orden de Gober-
nación (9 Abril). A la Prensa radical le pareció tan mal el Modus vroendi, como
bien le había parecido el decreto de González: decía que subrepticiamente ha-
blan sido reconocidas todas las Órdenes. Entretanto, Canalejas discutía con
Moret, la manera de atar corto á las Órdenes, mientras que el duque de Almo-
dóvar seguía negociando con la Santa Sede una ley deAsociacionesquelasam-
parase. Canalejas comprendió al fin que se jugaba con él romo se había hecho
con González, y dimitió; pero aplazó el planteamiento de la crisis para cuando
pasara el juramento del Rey. También el proyecto de Urzáiz fué modificado
por Rodrigáñez (28 Abril), quedando aquél muy acreditado en la opinión po-
pular por haberse atrevido con el Banco de EspaSa. La cuestión social revis-
tió caracteres cada vez más alarmantes: huelga de Barcelona, iniciada el 16
de Febrero,en que tomaron parte más de 50.000 obreros, y que causó graves
colisiones de orden público. Los catalanistas hicieron que el Ayuntamiento
de Barcelona acordase (29 Abril] no tomar parte en las fiestas de la jura del
Rey; el 4 de Mayo, en los Juegos fiorales, fué silbada la bandera española.
Los «bizcaitarras* hicieron suprimir por el Ayuntamiento de Bilbao la fiesta
del Dos de Mayo, conmemorativa de la hberación de la villa en 1874; cele-
bráronla la Diputación y los liberales, y hubo asalto del Centro vasco y otros
excesos; D. Sabino Arana, jefe de los tbizcaitarras», felicitó al Presidente de
los Estados Unidos por haber establecido la República de Cuba, y fué pro-
cesado.
El 1/ de Mayo juró la Constitución Don Alfonso XIII ante las Cortes.
Fué una fiesta brillante. Había durado la Regencia cerca de diez y sie-
te años.
Pasadas las fiestas, Canalejas se retiró del Gabinete (30 Mayo), sustitu-
yéndole Suárez Inclán, y él se dedicó á propagar el radicalismo por medio
de discursos en reuniones públicas, llamando á republicanos y á todos los
avanzados á la defensa de sus ideales comunes: banquete en Tournié (4 Ju-
nio, viaje áSoria (7 Junio), á Alicante (12 Junio), á Valencia (15 Junio), áBar-
celona (22 Junio), donde no le permitió discursear la autoridad, y manifesta-
ción en Madrid á su regreso (29 Junio), En toda esta propaganda mostróse
Canalejas entre republicano y monárquico, laicista como Waldeck Rousseau
y Combes, aunque sin renegar de su religión católica y con acentuadísima
tendencia socialista. Blasco Ibáñez y otros muchos republicanos le coreaban.
También se consideró dentro del partido liberal, hasta que el 5 de Noviembre
Sagasta lo declaró en las Cortes fuera de él. Las huelgas seguían á la vez
produciendo gravísimos trastornos de orden publico: Badajoz {i.° Junio), Bar-
celona y Córdoba ( j Junio), Antequera (4 Junio), Jerez, Bilbao y Santander
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872 HISTORIA DE ESPAÑA
(24 Junio), La Línea, Medina, Jerez, Arcos (Septiembre), etc. Dieron se dos
decretos de Reforma social (21 y 26 de Junio), el primero sobre el trabajo
en las obras públicas, y el segundo sobre et trabajo de las mujeres. De mo-
tines antirreljgiosus hubo dos muy sonados (2 y 24 Junio): uno en Valencia,
con motivo de la procesión de la Octava del Corpus, salida de la parroquia
de San Martfn, y otro en Alicante por la procestón de la Cofradía del Sagra-
do Corazón. De carácter catalanista, el de los estudiantes de Barcelona (27
y 28 Noviembre) contra el decreto del conde de Romanones prohibiendo
enseñar en las escuelas públicas la Doctrina cristiana en catalán. Produjeron
disgusto y comentarios algunos incidentes del viaje del Rey por las provin-
cias del Norte (Agosto); se dijo que no se habían guardado á los alcaldes las
consideraciones debidas en la regia comitiva y no se habla dejado entrar en
el fuerte de San Cristóbal (Pamplona) á los acompañantes civiles del Monar-
ca, culpándose de todo esto al general Pacheco; derivación de estas murmu-
raciones fué el debate parlamentario en que Suárez Inclán, tratando de ex-
plicar por qué no ocupaba en la entrada en Gijón el puesto correspondien-
te al ministro de jornada, dijo que no < había querido tomar aquel coche por
■ no confundirse con la servidumbre palaciegai, cosa que provocó protestas
de los funcionarios palatinos. Los republicanos agitáronse mucho, celebraron
frecuentes mitins, hablándose en todos ellos de la necesidad de unirse para
la revolución y de acabar con los frailes.
La vida del Gobierno en las Cortes fué precaria y muy combatida. Era vi-
sible la decadencia física de Sagasta, y se decia que gobernaba efectivamente
Moret, porque D. Práxedes no estaba ya para nada. López Domínguez, Ca-
nalejas, el duque de Tetuán y Romero Robledo intentaron formar un nuevo
partido liberal. Monlilia — por inspiración de Moret — presentó un proyecto
de ley para reprimir la difamación por medio de la Prensa, que combatió
duramente gran parte de ésta, considerándolo atentatorio á la libertad de
imprenta. Contra Montilla y Suárez Inclán esgrimióse de nuevo e! peligroso
tema de la moralidad administrativa, diciéndose del segundo que habla au-
torizado ílegalmente una corta de pinos en el monte Hortizuela (Jaén). En
Noviembre hizo Sagasta una crisis, con la cual se dijo que quería atraerse á los
disidentes liberales; pero habiéndose negado Tetuán y López Domínguez á
entrar en el Gabinete, no cumplió D. Práxedes á Romero Robledo el ofreci-
miento hecho y aceptado de la cartera de Gobernación para él, y otra para
Bergamfn, reduciéndose todo á que salieran Rodrigáñez, Montilla y Suárez
Inclán, reemplazándolos Eguilior, Puigcerver y D. Amos Salvador. El Gabine-
te asi reformado sólo vivió de Noviembre al 3 de Diciembre, por haber
sido derrotado en el Congreso — día 2 — al votarse una proposición
contra el acuerdo del Consejo de Ministros adjudicando á una Empresa
particular la construcción de dos buques de guerra. El día 6 se dio el Po-
der á Silvela, que desde igual fecha del mes anterior contaba en su partido
con el importante concurso de D. Antonio Maura y todos los antiguos gama-
cistas. El nuevo Ministerio conservador fué constituido así: Presidencia, Sil-
vela; Gobernación, Maura; Gracia y Justicia, Dato; Hacienda, Villaverde;
Estado, Abarzuza, antiguo posibilista; Instrucción Pública, Allendesalazar;
Agricultura, Vadillo; Guerra, Linares; Marina, Sánchez de Toca.
Murieron este año: En Enero, el castizo escritor santanderino D. Amos
Escalante (6); en Febrero, D. Ricardo Becerro de liengoa (1.°); en Marzo, el
autor cómico D. Javier de Burgos (i 2) y el pintor catalán D. Francisco Mas-
riera (i 5); en Abril, D. Isidoro Fernández Flórez (7), el Dr. Robert, tan famo-
so por su ciencia médica como por su exaltado catalanismo (1 1), el conde de
las Almenas (12) y el rey Don Francisco de Asis, marido de Isabel II (17); en
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HISTORIA DE ESPAÑA 873
Junio, el gran poeta catalán mosen Jacinto Vcrdaguer (lo); en Septiembre, el
doctor D. Federico Rubio, gloria de la cirugía española (i."); en Octubre, el
escultor D. Jerónimo Suñol y el arquitecto Ortiz de Villajos (16), y en Di-
ciembre, el pintor U. Plácido Francés (13) y el arquitecto y pintor D. Arturo
Mélida(is).
Ano igoj. — El Ministerio Silvela duró hasta el 20 de julio. En este pe-
riodo murió Sagasta (5 Enero) (i). La desaparición de este jefe hizo estallarla
discordia entre los ex ministros liberales, que no pudieron ponerse de acuer-
do ni sobre redacción de programa, ni sobre la sucesión de D. Práxedes (re-
uniones de 11, 22, 29 y 31 de Enero; discurso de Romanones en la inauguración
del circulo liberal z8 ídem): señaláronse tres tendencias, representadas por
Montero Ríos, Moret y Romanones. Los republicanos, por iniciativa y reite-
radas instancias de Nákens, constituyeron la «Unión republicana», anuncia-
da por Salmerón en el mitin de Castellón de la Plana (5 Enero), proclamada
en la Asamblea de Madrid (25 Marzo), donde fué elegido jefe Salmerón, á
que se adhirió Costa con su «Cámara agrícola del Alto Aragón» (19 Marzo),
declarando que buscaba en la República la regeneración nacional que no ha-
bla encontrado en la Monarquía, y que dio mitins simultáneos en todas las
poblaciones importantes (12 Abril). Creyeron los republiranos que con la
Unión era su triunfo cosa descontada y próxima, y dedicáronse con ardor á
trabajos electorales y de conspiración militar; los óltimos sin ningún resultado.
Eq Valencia los republicanos, divididos en los dos bandos de Blasco Ibáflez
y Rodrigo Soriano, vinieron á las manos unos con otros, dándose una verda-
dera batalla callejera (14 Abril). Los catalanistas enviaran una Comisión con
mensaje al Rey reclamando el uso licito de la lengua regional en las escuelas,
y el Gobierno atenuó de Real orden el rigor de la de Romanones. De huelgas
y conflictos de este orden no hay que hablar para no pecar de prolijos y mo-
nótonos: baste decir que cada vez eran más graves. El Gobierno creó (23
Abril) el «Instituto de Reformas Sociales». £n Salamanca, y por motivo fútil,
estalló un motín de estudiantes (i y 2 Abril); apedrearon éstos á la Guardia
civil, contestó la fuerza disparando, y resultaron dos estudiantes muertos y
varios heridos; como protesta hubo manifestaciones estudiantiles en toda Es-
paña, y en Madrid (4 Abril), estudiantes, obreros y radicales chocaron en la
calle de Embajadores con los guardias de Orden público, habiendo heridos
por ambas partes, y muerto un joven vendedor de frutas apodado <£l
Hospicia*.
Inició el Gobierno una política reformadora: Sánchez de Toca intentó la
reorganización de la Marina {decreto 31 Diciembre 902), proyecto de escua-
dra (21 Junio), etc., encontrando sus proyectos entre los marinos gran oposi-
ción que dio lugar á varios incidentes. Allendesalaíar estableció las pensio-
nes para ampliar sus estudios en el extranjero á profesores, alumnos y obreros
alumnos. Dato, con sua decretos de 22 Diciembre del año anterior, había cor-
tado muchos abusos en la carrera judicial y de los Registros, renunciando el
cuarto turno, llamada <1a puerta falsa», por donde se colaban en la primera
sin probar su sufíciencta, los protegidos de los ministros. Silvela estableció
la responsabilidad efectiva de tos funcionarios públicos (proyecto de ley,
(1) Nació c-n Torri'rilla ']i- CamiTo.v lii- h iirovinvia '!<■ I.ogtofin (jl Junio iSjtVTrrmi-
nó la carrera de InHcnicro <ir caminos, canales y piicitos ||S4))I, y la cjfrrirt i-n ValladolirI y
Zamora, donde hizo el estudio del Ferrnrurril del Norte (lro«i de Valladolid á Itureok). Toinú
liarte en la revolución de 1>Í54: como Jffi; d<'l lialallón de In^níeros de la Milicia, j>eleó en
Madrid ¡iSsCí). J emigni á Kiancia. A su vuelta <-.s(-riliiA eo An /ífriii, di: cuyo iirriodico fui
director y propielaiio fl la muertí- de Calvo Ason^io. Intervino i-ii kw jin'iiaratK'Os de la revo-
IneíAn de ifWW, y ilesdc .iii triunfo rnnfimile'.i' la l>i'it,Tafia de Sa^dstunw la historia de l-jiinña.
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874 HISTORIA ))E ESPaSa
I ." Judío). Villaverde reglamentó el iogreso y ascenso en los empleos de Ha-
cienda. Maura, además de la ya citada creación del 'Instituto de Reformas
Sociales*, reglamentó tos gastos provinciales y municipales, y presentó á las
Cortes el «proyecto de ley de Administración local» (27 Mayo) que habla
de ser, según su frase, «el descuaje de! caciquismo. Linares dictó algunas
disposiciones simpáticas, v. gr., la jura solemne de la bandera por los nuevos
reclutas en fiesta popular al aire libre, que los reclutas viniesen á sus Cuer-
pos libremente, sin ser conducidos por autoridades, etc., y formuló un pro-
yecto de Reformas generales del Ejército que fué muy discutido.
Debilitaban i la situación:
a) Desairado Gasset en la formación del Gabinete, para uno de cuyos
puestos le recomendaba Dato y aceptaba Silvela, diósc á predicar por los
pueblos 'la política hidráulica», parle del programa de Costa (mitin de Ciu-
dad Real, 15 Febrero), y formó en el Congreso un núclo de diputados «los
conjurados», con aspiración de derribar á Maura.
é} Los periódicos de mayor circulación (Eí Impardal, El Libtral y el
Haraído) y casi todos los liberales y demócratas, combatieron airadamente á
Maura, presentándolo como tipo del político clerical y reaccionario; los ami-
gos de Maura, en un banquete celebrado en Palma de Mallorca, declararon
que <esta campada de Prensa obedecía á no conceder el ministro de la Go-
bernación, como hablan concedido otros antecesores suyos, actas y subven-
ciones á los periodistas*. En la frase «otros antecesores suyos» aludíase prín-
dpalmente, á Dato.
cj Maura y Sánchez de Toca eran partidarios decididos de nuestra re-
constitución naval por la inmediata construcción con prudente parsimonia
de una escuadra, y á esto se oponía Villaverde, fiel á su política de nivela-
ción del presupuesto, ó quizás extremándola. Halagaban á D. Raimundo los
elogios que todos tributaban á su éxito financiero, y es verosímil que,
excitado por la general alabanza su temperamento fogoso, creyera que debia
él ocupar el primer puesto. El 25 de Marzo, so pretexto de que el proyecto
de escuadra comprometía la nivelación, dimitió, siendo esta retirada la gota
de agua que hizo rebasar el vaso de la desilusión y desfallecimiento que ve-
nía sintiendo D. Francisco Silvela. Habíase pasado éste su vida murmuran-
do de D. Antonio Cánovas, y con entera buena fe, ó sea figurándose que el
mal consentido por D. Antonio y el bien que dejaba de hacer eran efecto de
voluntad viciada ó negligente. Al ocupar el Poder vio claro D. Francisco que
no se gobierna como se quiere, sino como se puede, y desfolteció: ya sólo
pensó en bu ir de una posición para la que no sentía en su ánimo energía
suficiente.
Elecciones generales (23 Abril y 10 Mayo). Maura tuvo á gala «la sin-
ceridad electoral» y, efectivamente, los republicanos sacaron en Madrid,
Barcelona y Valencia su candidatura integra, triunfaron en otras poblaciones,
y la mayoría ministerial del Congreso no fué más que de 57 votos. Los libe-
rales y «los villaverdlstas» murmuraron de lo que llamaban (abandono de
»los resortes de gobierno y entrega de la Monarquía á los republicanos». Ele-
gido Villaverde "Presidente del Congreso» (18 Junio), pronunció un díscorso
de gracias encareciendo la necesidad de la nivelación en términos que pare-
ció oposicionista declarado al proyecto de escuadra: así trataron de ponerlo
de manifiesto Gasset y Alba con una proposición incidental, debatiendo la
cual declaró Silvela «que el Gobierno deseaba la reconstitución del poder naval
»y militar de España, y que si alguno no lo estimaba así, tendría que ponerse
»en frente». Presentó el proyecto de presupuestos Rodríguez San Pedro que
habla sucedido á Villaverde en Hacienda, y la discusión det Mensaje duró
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HISTORIA DE ESPAÍSA 875
hasta las diez de la noche del 17 de Julio, y el 18 dimitía el Gabinete, fundan-
do Silvela la dimisión en la divergencia surgida entre los ministros sobre la
construcción de la escuadra. El 19 juró el Gabinete presidido por Villaverde,
y formado por el conde de San Bernardo (Estado), Santos Guzmán (Gracia y
Justicia), Martitegui (Guerra), González Besada (Hacienda), Cobiáo (Marina),
García Aüx (Gobernación), Bugallal (Instrucción Públicai y Gasset (Agri-
cultura).
No duró el Ministerio Villaverde sino hasta el 5 de Diciembre. Calificó-
se de «oriental*, la crisis que lo habla elevado queriendo sigo i ñcar con ello
que habla sido obra de Palacio, alarmado por la derrota electoral de Abril, y su
único y verdadero propósito, combatir i. los republicanos; asi que emprendie-
ron éstos contra él terrrible campaña en la Prensa, mitins y Cortes, ¿ que se
unieron declaradamente los liberales, y más ó menos encubiertamente los
conservadores amigos de Silvela y Maura; reanudadas las sesiones de Cortes
(21 Octubre), y elegido presidente del Congreso Romero Robledo á titulo de
parlamentario veterano, Silvela explicó su retirada de la política (24) con estas
expresivas frases: «Tened caridad al juzgarme por el único acto de que me coo-
>sidero culpable: el de haber tardado en declarar á mi país que no sirvo para
>gobernar>. Las elecciones municipales (Noviembre) fueron, según los repu-
blicanos, una serie de atropellos para sacar adelante las candidaturas monár-
quicas, y en el Congreso Salmerón atacó rudlsimamente al Gobierno. £1 1 1 de
Noviembre, aludido Maura por Melquíades Álvarez para que dijese su opi-
nión sobre las elecciones, no quiso contestar y se salió del salón; pero le si-
guieron casi todos los diputados de la mayoría, desairando á García Alix que
peroraba, y en el pasillo de la cámara tributaron á D. Antonio Maura formi-
dable ovación proclamándole jefe del partido. Ya no podía sostenerse Villa-
verde, que ni siquiera logró que le votaran el presupuesto, y dimitió; reempla-
zándole Maura con los siguientes ministros: Rodríguez San Pedro (Estado),.
Sánchez Toca (Gracia y Justicia), Linares (Guerra), Ferrándiz (Marina), Osma
(Hacienda), Sánchez. Guerra (Gobernación), Domínguez Pascual (Instrucción
Pública) y Allendesalaiar (Agricultura).
Las Cortes estuvieron reunidas hasta el 26 de Diciembre: aprobaron el
presupuesto, declarando Maura (día 19) que el proyecto de escuadra sería
presentado en el próximo aflo y de modo que no perjudicase á la nivelación;
contra el presidente del Consejo protestaron Eugenio Silvela, y Bores y Ro-
mero, sobrinos respectivamente de D. Francisco Silvela y de Romero Robledo,
y muchos diputados conservaran basta fin de mes la esperanza de que Silvela
volverla á la jefatura del partido. Se votó una subvención de dos millones de
pesetas á Madrid en concepto de indemnización por gastos de capitalidad; la
prensa liberal, que se habla manifestado muy afecta á Maura durante el Minis-
terio Villaverde, rompió con él en desaforada oposición no bien ocupó la pre-
sidencia del Consejo, repitiendo los mauristas que este cambio obedecía á los
motivos expresados en el banquete de Palma de Mallorca, y, creyendo en
ello integristas, carlistas, católicos llamados independientes y muchos de
las tituladas clases neutras sintieron por Maura extraordinaria simpatía per-
sonal. Es, decían los primeros, el enemigo de la mala prensa que corrompe á
España. Es un hombre, decían los últimos, que no se pliega á las exigencias
de los periodistas, y al que no le importa que los periódicos hablen mal de él.
Los liberales seguian con el pleito de su jefatura. En la asamblea ( 1 5 Noviem-
bre) Montero Ríos obtuvo 210 votos y Moret 194; como se habla acordado
que el elegido había de tener las dos terceras partes de los votantes, nada
resolvió esta votación, y monteristas y moretistas reuniéronse por separado.
Con Montero Ríos se afilió Canalejas.
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876 HISTOBIA DE ESPAÑA.
Entre !os fallecimientos de este año hay que contar el de León Xlll
(20 Julio). £1 4 Agosto fué elegido, para sucederle el Cardenal Sarto, patriar-
ca de Venecia, que tomó el nombre de Pió X.
En España, además del ya citado de Sagasta, ocurrieron: en Febrero, tos
del general Hidalgo, el del conflicto de los artilleros en el reinado de Don
Amadeo (4); del duque de Tctuán (8), con que acabó el grupo político de los
Caballeros del Santo Sepulcro; Eusebio Blasco (26) y D. Laureano Figue-
rola (28); en Marzo, D. Aureliano Linares Rivas (30); en Junio, el gran poeta
D. Gaspar Núñezde Arce (10) y D. Antonio Pira I a, el historiador de la ¿poca
contemporánea (21); en Septiembre, el músico D. Jesús Monasterio (29).
Año igo4. — Encarntzadisima fué la lucha entablada por )a Prensa de
gran circulación, los republicanos y los liberales contra el Gobierno, y espe-
cialmente contra Maura. Sus principales episodios fueron los siguientes;
a) Nombramiento del aritobispo dimisionario de Manila, P. Nozaleda,
para la Sede de Valencia (31 Diciembre 1903}. Los republicanos de esta ciu-
dad hicieron cuestión de que no había de posesionarse de la Silla, y los ad-
versarios de Maura en toda España escogieron este punto para librarle ta ba-
talla. Acusábase al P. Nozaleda de conducta poco patriótica en Filipinas. Por
coplas alusivas á ello se cerró gubernativamente el teatro de la Zarzuela en
Madrid, y para protestar contra el nombramiento hubo miiins en muchas
localidades (10 Enero). El arzobispo de Toledo, á nombre de todo el Episco-
pado, protestó á su vez contra las injurias y calumnias que se dirigían al nom-
brado (15 Enero). Salmerón. Montero Ríos, Canalejas, Vega de Armijo y Ro-
manones hicieron en El Liberal violentas inculpaciones contra Maura y Sán-
chez de Toca. Romanones presentó en el Congreso y defendió (26 Enero)
una proposición de censura en el mismo sentido, Maura contestó elocuente-
mente, y dijo en este debate que la verdadera opinión pública era favorable
á Nozaleda, sólo combatido por el ■cacicato de publicidad que en España
hace la Prensa»;
b) Ataques personales violentísimos de los periodistas diputados (Bu-
rell. Moya y Ortega Munilla) á Maura (3 y 4 Febrero).
{) Proyectada por los republicanos una gran manifestación para el 1 1
de Febrero, el fiscal del Tribunal Supremo dirigió una circular á sus subor-
dinados contra la propaganda revolucionaria. Ocasionó esto apasionadísimos
debates parlamentarios sobre la licitud de gritar ¡viva la repúblical y la doc-
trina de los partidos legales é ilegales, que Maura rechazó (22 Febrero), con
derivaciones de motfn, v. gr., el de Madrid en la fecha últimamente indicada
y otros debates para poner en claro si los guardias de Orden público se sa-
lieron ó no de la órbita constitucional al repartir unos cuantos sablazos, y
d) El empeño de Maura de concluir con el escándalo de hacer servir á la
inmunidad parlamentaria para eludir la responsabilidad criminal de los dipu-
tados. Empegó la campaña por el suplicatorio contra et diputado Bañón, á
quien se acusaba de corte ilícito de maderas en montes de Estado; á pesar
del carácter común del delito, Rodrigo Soriano extremó la defensa de Bañón;
pero al fin se concedió el suplicatorio {6 Julio). Vinieron luego los de carácter
político {Soriano, Lcrroux, Blasco Ibáñez, Nougués, etc.), y aquí la batalla fué
terrible: hubo que llegar á una fórmula de transacción (9 Julio) para que de
los suplicatorios entendiese una Comisión permanente, entendiéndose conce-
didos si en las 30 sesiones inmediatas á la entrada en el Congreso no tomaba
éste acuerdo en contrario; reprodujese la cuestión (10 Octubre) por querer
el Gobierno conceder los suplicatorios anteriores al acuerdo de 9 de Julio;
hubo sesiones tumultuosísimas, y en lapermanentede3l de Octubrese llegó á
otra transacción: que los diputados fueran juzgados por el Tribunal Supremo
D,g,t7cdb/GOOglC
DK ESPAÍiA 87;
Ó Consejo Supremo de Guerra y Marina, según la clase de delitos. En su vir-
tud se presentó (7 Noviembre) el «proyecto de ley> para procesar á sena-
dores y diputados.
La cuestión social siguió desarrollándose pavorosa, excitando los ánimos
sucesos lamentables, como la explosión de «grisú* en la mina -La Reunión»,
cerca de Córdoba, con muerte de 57 obreros (28 Abril), y siendo muchísimas
las huelgas. En Sevilla hubo un Congreso obrero en que se pidió la rebaja de
la mitad del alquiler en todas las casas. Deade Agosto de 1903 se venia tra-
mitando un proceso á causa de las agresiones á la Guardia civil, saqueo é
incendio del Archivo, municipal y tentativa de poner fuego á varias casas
particulares, cometidos por unos huelguistas en Alcalá del Valle; socialistas
y republicanos venían también desde entonces propalando que los presos
habían sido atormentados en la cárcel por los guardias civiles á ñn de que
declarasen acusándose, habiendo transcendido al extranjero estas inculpa-
ciones. Maura hizo poner en libertad á los presos, como medio de que se
desvanecieran estas patrañas; pero no se consiguió el resultado, toda vez que
£i Gráfico, periódico dirigido por D. julio Burell, tomó pie del asunto para
una campaña de escándalo con artículos é informaciones rotulados en versa-
les rojas: 'La inquisición en Alcalá del Valle* y otros títulos no menos alar-
mantes. Incoáronse dos informaciones: una militar y otra judicial, encomen-
dada esta última al magistrado de Sevilla D. Felipe Pozzi. No sólo no se pro-
baron los supuestos tormentos, sino que se comprobó la falsedad de la incul-
pación, y ei Ayuntamiento de Alcalá del Valle puso el nombre de «Teniente
Martín» y una lápida en honor de este oñcíal de la Guaidia civil, principal
acusado. El 19 de Agosto se publicó Ja «ley del Descanso Dominical» que
empezó á regir el 1 1 de Septiembre.
Motines de carácter antirreligiosos hubo varios: las i>rocesiones de Se-
mana Santa fueron atropelladas en Sestao y en Málaga (i." Abril). En Orihuela
mitin con escarnio de la religión (6 Mayo); función de desagravios en la cate-
dral (8); procesiones y tumulto contra ellas. Ea Bilbao atropello de una nu-
merosa peregrinación á Begoña ig (octubre). En Valencia, otro atropello de
una procesión á la Purísima (11 Diciembre). Blasco Ibáñez (ij Diciembre)
dijo en el Congreso que había sido un ensayo para preparar el recibimiento
de Nopaleda. Hizo el Rey un viaje á Barcelona, saliendo de Madrid el 5 de
Abril, y el 12 un joven llamado Joaquín Miguel Artal arremetió con el señor
Maura, dándole una puñalada al grito de '|viva la anarquía!». Como todas las
clases conservadoras de la ciudad protestasen enérgicamente contra el aten-
tado, Lerroux publicó un artículo en La Publicidad titulado «Los cocodri-
los*, en que así se apodaba á los que deploraban el suceso. Estuvo luego el
Key en las Baleares y en Andalucía.
El 8 de Abril ajustaron Inglaterra y Francia un convenio por el que la
primera reconoció á la segunda libertad de acción en Marruecos, pero impo-
niéndole que se concertase con España para respetar los derechos que nos
dan la tradición y nuestras posesiones en África. Consecuencia de este con-
venio fué el franco -español de 7 de Octubre, firmado en París por Mr. Del-
cassé, ministro de Negocios Extranjeros, y nuestro Embajador León y Cas-
tillo.
Rechazado por la Santa Sede el proyecto de Concordato de Teverga,
Abarzuza, durante el Ministerio de Silvela, ideó dividir las dos cuestiones
fundamentales que se debatían — Presupuesto eclesiástico y órdenes reli-
giosas, — regulando las segundas por un Real decreto concordado. No hubo
diñcultad en convenir las Bases; pero Abarzuza ó, mejor dicho, el Gobierno
de Sílveta, por una inconcebible informalidad, introdujo en la redacción del
,i.Cooglc
S78 HISTORIA DE ESPAÑA
decreto modificaciones no convenidas, lo que provocó, como es lógico, pro-
testa y reclamaciones de la Santa Sede. 'Cuando se han convenido unas
iBases, escribió el Nuncio á Abarzuza (18 Junio 1903), no cabe modificarlas
>sin nuevo acuerdo entre ambas partes>. Tampoco era procedente la forma
de decreto que se pretendía dar á la concordia, ya que un decreto puede ser
derogado por otro: para obviarlo todo, el 19 de Junio firmaron en Madrid el
nuncio Rinaldini y Rodríguez San Pedro otro convenio que fué presentado
al Congreso por proyecto de ley de 22 del mismo mes. Empeñados debates
se sostuvieron en las Cortes sobre el tratado con Francia y en el Senado
sobre el Concordato, contra el que hicieron los liberales verdadera obstruc-
ción, DO pudiendo ser aprobado hasta el 29 de Noviembre, no faltándole ya
sino la aprobación del Congreso. Pero ni estas cuestiones, ni la ruptura del
Gobierno con Villaverde, ni los discursos de Dato en Bilbao y en las Cortes
marcando su tendencia intervencionista en las relaciones entre el capital y
el trabajo, ni la creciente hostilidad de liberales, republicanos y más leídos
periódicos, ni los atentados terroristas que se repetían en Barcelona, acabaron
con el Gabinete Maura. Vínole la calda por las reformas militares de Lina-
res, ó, mejor dicho, por una derivación de ellas.
Figuraba entre dichas reformas la creación del Estado Mayor Central,
institución de origen prusiano y uno de cuyos principales fines es apar-
tar la dirección del ejército de las vicisitudes y cambios políticos, encomen-
dándola directamente al Rey, que la ejerce por medio de un jefe indepen-
diente del ministro de la Guerra. Con arreglo á nuestra Constitución, no po-
día ser este jefe tan independiente del ministro como lo es en .'VIemania; pero
se procuraba darle carácter permanento y constituirlo en provechosa y eficaz
limitación de la arbitrariedad ministerial. Los generales émulos ó no afectos
á Linares dijeron muchas veces al Rey mientras se discutían las reformas
que era de temer el propósito del ministro de la Guerra de ser nombrado
jefe de Estado Mayor ó hacer nombrar á un Intimo amigo 6 hechura suya,
V. gr., á Loño, general, á quien por las vicisitudes de su carrera se atribuían
antecedentes revolucionarios, muy inteligente, subsecretario de Linares y
ascendido por éste á teniente general, con lo que había de quedar perma-
nentemente el autor de las Reformas al frente del ejército ó con una inflaen-
cia estable y decisiva en su dirección. Hubo verdadera corriente de opinión
militar en este sentido, muchas idas y venidas á Palacio que pasaron inad-
vertidas del público y de que no se percataron Maura ni los demás ministros,
determinando la resolución de conferir la jefatura del Estado Mayor á un
general, de quien no cupiese sospechar relación de amistad Intima con Linares
y fuera afecto especialmente sólo al Rey; se concretó este acuerdo en el gene-
ral Polavieja, á la sazón jefe del cuarto militar y apartado de la política.
Como nada de esto se sabia, sorprendió que al presentar Linares á Don Al-
fonso XIII el decreto nombrando á Loño jefe de Estado Mayor (14 Diciem-
bre) S. M, se negase á firmarlo, indicando la conveniencia de conferir el
cargo á Polavieja; se retiró Linares, dio cuenta á Maura y éste hizo causa
común con el ministro de la Guerra, presentando la dimisión total. Confirió
el Rey la presidencia del Consejo al general Azcárrsga, que formó Gabinete
con el marqués de Aguilar de Campóo (Estado), Ugarte (Gracia y Justicia),
Vadillo (Gobernación), Castellano (Hacienda), Villar y Villate (Guerra), La
Cierva (Instrucción Pública), D. José de Cárdenas (Agricultura); el Presidente
quedó encargado interinamente de la cartera de Marina.
Fallecimientos más notables de este año: Enero, el periodista D. Augusto
Suárez de Figueroa (i), D. Salvador Viada (5), D. Juan Manuel Orti l^ra (7).
D. Urbano González Serrano (i;) y el director <lc E! Corrfj V. Jo5<; Ferrc
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HISTORIA DE ESPAÑA 879
ras {21); en Febrero, el doctor Calvo Martfn(8); en Mayo, la duquesa de Alba
doña María del Rosario Falcó, tan ootable por su rango y hermosura como
por sus publicaciones históricas (27); en Abril, la reina Doña Isabel II (7); en
Mayo, el obispo de Salamanca F. Tomás Cámara (18); en Junio, D. Vicente
Alm i ral I, jefe de los catalanistas federales (19); en Agosto, el pintor Villo-
das (5); en Septiembre, el actor Valles (2); en Octubre, D. Teodoro Guerre-
ro (5); en Noviembre, el actor D. Pedro Delgado (2) y la princesa de Astu-
rias Doña María de las Mercedes (i 7)1 en Diciembre, los actores Mata (14) y Pe-
rrfn (22}.
Año igoS- — Cuatro ministerios tuvimos este año. £1 primero, de que
ya queda hecha mención, sólo pudo vivir hasta el 27 de Enero. Azcárraga
quería presentarse desde luego á las Cortes, y á ello se opuso Cobián, nom-
brado ministro de Marina (6 Enero). Redújose la función ministerial á confe-
rir á Polavieja la jefatura del Estado Mayor Central {23 Diciembre 1904) y
conceder á Romero Robledo una subvención de 282 mil y pico de pesetas
para mejorar los riegos de sus ñncas el Romeral y el Río. Ajustábase la con-
cesión á la ley de 27 de Julio de 1883, y el expediente se había seguido por
todos sus trámites; pero produjo el escándalo consiguiente, sobre todo por
venir á los pocos días de haber roto Romero con el Gobierno, á consecuen-
cia de no haber depuesto ¿ste al gobernador de Seviila, protegido de Sán-
chez Guerra; parecía, ó asi lo presentaron los periódicos oposicionistas, que
aquellas pesetas eran el precio de la reconciliación.
El segundo Gabinete, presidido por Villaverde, en que entraron Villau-
rrutia (Estado), González Besada (Gobernación), Garda Alix (Hacienda), Mar-
titegui (Guerra), Vadillo (Obras Públicas), y quedaron Ugarte, La Cierva y
Cobián, duró del 27 de Enero al 23 de Junio. No podía subsistir sino con las
Cortes cerradas, porque !a mayoría conservadora érale hostil, y así, luvo que
negarse al mensaje de los liberales (25 Abril) y d la protesta de los republi-
canos (28 ídem), uno y otra encaminados á que se reanudaran las sesiones; y
y en cuanto lo hizo (14 Junio) fué derrotado en el Senado (17 ídem) y en el
Congreso el 20, dimitiendo el 21.
En este breve período sucedieron:
a) El homenaje á Echegaray (18 y 19 Marzo) por haberle sido concedi-
do la mitad del premio Nobel (la otra mitad fué para el provenzal M'stral).
6) La huelga general de estudiantes, empezada el 26 de Marzo, funda-
da en las pretensiones de absoluta libertad para los alumnos libres, de faltar
á clase los oficiales, etc. El Gobierno, para evitarse alborotos callejeros, so-
bre todo en vísperas de un viaje del Rey, se plegó desde luego á concederlo
todo; pero La Cierva quiso que por lo menos depusieran los escolares su ac-
titud rebelde antes de complacerlos, y ni aun esto pudo conseguir dimitió y
fué reemplazado por el Dr. Cortezo, quedando el dimitente con reputación
de hombre de carácter entero, y por los suelos el principio de auto-
ridad.
c) El hundimientodel tercer depósito del Canal del Lozoya, con muer-
te de 40 obreros y muchos heridos (8 Abril), que sirvió de pretexto para ma-
nifestaciones socialistas y revolucionarias (motín del 9, manifestación del 23,
etcétera), tratando de envenenar las cosas hasta el extremo de calificar de
suscripción del miedo á la Nacional decretada por el Gobierno, de farsa el
procesamiento de los ingenieros, etc.
d) Viaje de! Rey á París, emprendido el 27 de Mayo, y en que ocurrió
(1.° Junio) á la salida de la Ópera (doce y media de la noche) el estallido de
una bomba cargada de metralla, de que se salvaron milagrosamente el Rey y
el presidente Loubet, habiendo indicios de la participación en este atentado
i,Cooglc
8SO HISTORIA DE ESPAÑA
de Francisco Ferrer Guardia 6 por lo menos, de los anarquistas que forma-
ban el grupo de éste en Barcelona (l).
El tercer Ministerio del año fué liberal, pTesidido por D. Eugenio Mon-
tero Kios, y compuesto por Garda Prieto (Gobernación), Sánchez Román
(Estado), González de la Peña (Gracia y Justicia), Weyler (Guerra), Vitlanue-
va (Marina), Ur/áiz (Hacienda), Romanones (Agricultura) y Mellado (Instruc-
ción Pública). Duró de 23 de Junio á 1," de Diciembre. Por la concesión de
un crédito extraordinario (12 millones) para remediar la crisis agraria de An-
dalucía dimitió Urzáiz, reemplazándole Echegaray (13 Julio); y el 29 de Oc-
tubre hubo crisis total, reorganizándose el Gabinete con Gullón (Estado), Ló-
pez Puigcerver (Gracia y Justicia), Eguilior (Hacienda), saliendo Villanueva,
de cuya cartera se encargó Weyler, y permaneciendo los otros ministros. Fué
el Gabinete Montero Rfos genuina representación de las ideas y tendencias
medias del partido liberal, aspirando D. Eugenio al perfecto equilibrio de to-
das sus fracciones; el 27 de Octubre del año anterior babia pactado con Mo-
ret un convenio eo virtud del cual debía reconocerse por todos como jete
del partido al que la Corona diera la presidencia del Consejo, acuerdo que
acató Moret este año (carta á D. Alberto Aguilera, 27 Junio). Con arreglo á
este criterio dirigió García Prieto las elecciones generales (10 y 24 de Sep-
tiembre), repartiendo equitativamente las 229 actas del Congreso adjudica-
das á los ministeriales, entre los diversos grupos del partido, y asi sucedió
que mientras se siguió la política de armonía entre todos, dirigida por Mon-
tero, marcharon ordenadamente las Cortes; pero en cuanto se quiso luego ha-
cer predominar un grupo sobre los otros, ya no fué posible la convivencia.
Durante este Gobierno los conservadores se reorganizaron bajo la jefatura
de Maura, quedando los villa verdistas separados; murió Villaverde (i 5 Julio),
y sus parciales, reunidos en casa de García Alix, acordaron perseverar for-
mando grupo, á que se adhirió Gasset, y publicaron un maníñesto (23 Julio).
Andaban los republicanos muy descontentos porque la Unión no les produ-
cía el fruto esperado; nadie se sublevaba, y se desataron en murmuraciones
contra Salmerón. Nakens dirigió á éste una carta (16 Junio) preguntándole:
^Adóntie vamos? Convocó D. Nicolás otra Asamblea (15 Julio) que le ratificólos
Poderes; pero la Unión Republicana estaba herida de muerte. Nakens
sostuvo en otra carta (21 Julio) que él se marchaba de la Unión; pero
que el espíritu de la primera asamblea se lo llevaba él. Hablase recrudecido
en Barcelona el catalanismo, en parte principal porque todas las personas de
ideas católicas y conservadoras buscaron en éi un amparo contra la demago-
gia, acaudillada por Lerroux, y que como contrarresto del regionalismo ve-
nían apoyando el Gobierno, y hasta muchos castellanos, avecindados en Bar-
celona que decían: <Hay que sostener á Lerroux, porque es el que tiene á
(1) franii»^fi Fcrr.T nari.'i en .Alclla. ili' la |>r<!vmcia (Ir llaicí^loiia {10 Enero l«!<i). A los
CBlorcí" años se rolord i-n una casa <!»■ (■nmcrrio, y pn lK;N en Ferrocarriles. En lílíU se afilió
á la logia La Verdad. Fjnij.Ti'i á Paris en 18K5. donili" vivió ron su mujrr, Teresa Sanmaní. y fiip
maestro rfi- rastpilano i-n i-l ("írniUi ile l->.señan7a laira. En ií<<io si- afilió á las logia.s Trancrüas.
Sr si-pan^ ele su mujpr. la cual le ilisiniró un tiró (iKcmV En iKixi se unió marital mentí- ron su
lUsripula I.eono1dina H... y oH^ disrítnila. Emi-!<tina Mciinier. suUenma rira. le provevó de fdn-
Av& |wra funilar la Escuela Moilerna de Itirceluna (liioi). encardada, «-(¡ún caita de Fem'r (itt
Seplicniiirc i(Xlol -de deslemir de 1<B Cerebro* la relimón, falscí conce|il<i de la ])rO|iiedai!;
patria, ramilla, ele. y eti iilra deria: 'Para no asiisrardla gente ynndar aKlnhiemo [)reli-slfi
de cerrar mi eslalileciniiento. lo titulo íitcufi>i modmia y no íitínria de aiiar^aiiiio. . . Mi
'Olijrtn es formar anarqui^^ta*! convcnci<lot!.> Sejiún deelararun los dependientos ile la Empr<'sj
de trans))ones i|ue condiiío & l>iirís la caja con las iiomhas (|uc sirvieron para el au>ntado. les
filé cntreijaila la eaia {Hir Mateo Mnri'ul v Vallina, iimi-esado \toT amiel Crimen, v fué visto i><>er^<
diafl antes en Rareelona. aer.mr.añatlo ilí- S<.ta y Martíner; M<)rral. SnlS y ^fartfnrz i>ertenecian
á la Esciiriii moderna. ' .
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HISTORIA DE ESPAÑA 88l
>rayaá los catalanistas*. De esta reciproca tensióa de ánimos brotó el la-
mentable incidente que puso término al Gobierno de Montero Ríos.
El periódico catalanista Cut- Chí publicó unas caricaturas injuriosas para
el ejército; un grupo de oficiales asaltó la redacción {25 Noviembre}, y tam-
bién la de ¿d Veu, destrozando muebles, y aun obligando á los que se halla-
ban en ellas á gritar <|Viva Españal». Se hizo general la protesta contra los
excesos catalanistas entre los militares, haciendo imposible el castigo de he-
chos contrarios indudablemente á la disciplina militar y al orden público,
pero simpiticos á cuantos sienten el patriotismo espafiol: llegó á temerse que
el Congreso fuese allanado por los oficiales de la guarnición de Madrid, Don
Eugenio 00 quiso transigir con las circunstancias y dimitió.
Asf viao el cuarto Ministerio: Moret, Presidencia; Romanones, Goberna-
ción; duque de Almodóvar del Río, Estado; García Prieto, Gracia y Justicia;
Luque, Guerra; Concas, Marina; D. Amos Salvador, Hacienda; Gasset, que
había dejado de ser villaverdista, Fomento, y Santamaría de Paredes, Ins-
trucción Pública. £1 31 de Diciembre quedó aprobado el presupuesto.
Deben citarse además, en este año: la visita á Madrid de M. Loubet, pre-
BÍdeate de la República francesa (23 Octubre); la renuncia de Nozaleda al Ar-
zobispado de Valencia (9 Agosto); la bomba que estalló en la Rambla de las
Flores, de Barcelona, con muerte de dos personas y heridas á más de treinta
(3 Septiembre); el viaje del Rey á Alemania y Austria (del 2 al 22 de Noviem-
bre); principio de la campaña contra el impuesto de Consumos, y nombra-
miento de una Comisión para el estudio de la mejor manera de substituirlo
(decreto 14 Diciembre); la denuncia de Rodrigo Soriano contra los tenedores
de Deuda Exterior (i5 Diciembre), y los fallecimientos siguientes: en Enero,
músico Maqueda, cuyo Staéat Mater, consideran algunos superior al de Ros-
sini f 18), y el del conde de San Bernardo (28); en Marzo, el pintor Marcelino
de Unceta; en Abril, Balart fu), Valera (18), Valero de Tornos (21) y Lusto-
nó (27); en Mayo, D. Francisco Silvela (29); en Julio, el ya citado de D. Rai-
mundo Fernández Villa verde f 1 5); en Septiembre, Navarro Ledesma (20).
í4ft? igot. — La dimisión de la presidencia del Congreso por Vega de Ar-
mijo, llevó á ese cargo á Canalejas (19 Enero). Cumpliendo el compromiso,
contraído hubo que preparar un proyecto de ley represiva de los delitos con-
tra la patria y el ejército, que es la que se ha llamado de Jurisdicciones; García
Prieto, Salvador y Concas eran partidarios de someter estos delitos á la ju-
risdicción ordinaria; Luque, Romanones y Gasset á la miUtar, y se convino
(Consejo, 15 Enero) en presentar el proyecto conforme á la opinión de Gar-
cía Prieto, pero dejando en libertad á la mayoría para votar como quisiese.
Asi se leyó en el Senado (15 Enero); la Comisión abrió información pública
que duró hasta el 22, y el 27 redactó un dictamen conciliatorio, atribuyendo
á los jueces ordinarios los delitos contra la patria, y á los de Guerra y Mari-
na los cometidos contra las instituciones armadas. El debate comenzado en
el Senado (7 Febrero) y en el Congreso (14 Marzo) no fué ley hasta el 23 de
este mes, produciendo multitud de incidentes ruidosos, la retirada del Con-
greso de catalanistas y republicanos y, por último, una crisis total, que se con-
juró por oponerse el Rey resuettameote á admitir las dimisiones. Secuela de
esta cuestión fué la Solidaridad catalana iniciada en e! mitin de Gerona con-
tra el proyecto (11 Febrero), y en que entraron carlistas, republicanos, con-
servadores, liberales y catalanistas; pero bien pronto derivó esta corriente
contra el lerrouxismo. Prat de la Riva y Cambó surgieron como campeones
de la Solidaridad.
El 12 de Enero se casó la infanta Doña María Teresa con su primo her-
mano D. Fernando de Baviera, hijo de la infanta Doña Paz; y el 8 de Febrero
Uceda, Historia de EspaRa 56
882 HISTORIA DE ESPAÑA
anunció el Rey en Consejo de Ministros su propósito de casarse con la prin-
cesa Victoria Eugenia de Battemberg (i), nieta, por su madre Beatriz, de la
reina Victoria de Inglaterra; ya el 25 de Enero habla hecho Don Alfonso una
visita de novio á su prometida en la villa Mouriscot, de Biarritz. El Siglo Ftt-
íuro publicó una serie de artículos para probar que los Battemberg no tenian
rango suficiente para dar i España una reina. Ño hicieron efecto en la opi-
nión: el único reparo que ponían los católicos fervorosos no radicaba en la
alcurnia de la Princesa, sino en su religión; pero instruida por el obispo de
Nottinghan, abjuró del protestantismo y recibió el bautismo católico en la
capilla del Palacio de Miramar (y Marzo). En una entrevista que tuvieron en
San Sebastián {10 Marzo) Don Alfonso XIII, Eduardo VII de Inglaterra y la
reina Cristina quedó convenida la boda. Se verificó en San Jerónimo el Real
(31 Mayo), y al volver la brillante comitiva á Palacio tuvo tugar el horrible
atentado de la calle Mayor, desde cuya casa número 88 Mateo Morral tiró la
bomba que hizo 33 muertos y unos too heridos. Era Morral de la Escuela
Moderna de Barcelona, y vino á Madrid recomendado á Nakens por Ferrer.
Puesto en salvo, pareció sospechoso en el ventorro Los yaraices, junto á To-
rrejÓD de Ardoz, y fué detenido por el guarda jurado Fructuoso Vega, al que
mató, suicidándose inmediatamente.
Concluidas las fiestas, planteó Moreten Consejo de Ministos su proyec-
to de disolver las Cortes, con el pretexto de reformar la Constitución en
sentido: libre cultista, en realidad para traer una mayoría verdaderamente
suya, pues la existente dividíase por grupos entre los prohombres del parti-
do: por lo mismo, estos prohombres 00 podían consentir que Moret consi-
guiera la homc^eneidad á costa de ellos, transformando el conglomerado de
caciques y grupos que constituía el partido liberal en un partido moretista.
Canalejas, siempre rival de D. Segismundo, dio la fórmula para la resistencia:
no habia para qué, dijo, reformar la Constitución, pues et artículo 1 1, liberal-
mente interpretado, bastaba para establecer y afirmar la supremacfa del Po-
der civil y secularizar el Estado en la medida que aconsejaban nuestras cir-
cunstancias. Lo urgente era dar la ley de Asociaciones, I antas veces prometi-
da, para impedir el desarrollo excesivo de las Órdenes religiosas y someter-
las á la jurisdicción del Estado: nada, pues, de disolver las Cortes, sino pre-
sentar á éstas el proyecto de ley de Asociaciones, y unir á la mayoría en la de-
fensa de esta obra anticlerical. A la oposición de los prohombres liberales
unióse la de Maura, quien no quería la disolución de las Cortes, por lo mismo
de ser imposible con las existentes la reforma constitucional, y llegó á decla-
rar que si Moret obtenía un decreto tan perturbador, él renunciaría á la jefa-
tura de su partido. Conviene añadir que si ha habido en Espaíla un hombre
político incapaz de tener y manejar una mayoría exclusivamente suya, fué
Moret: lo que había en el fondo era una grupo de políticos ansiosos de trans-
formar el partido liberal en su provecho, y que utilizaban á Moret para ese
intento, haciéndole creer que iba á tener una mayoría personalmente suya,
cuando aspiraban á fabricársela ellos.
El 7 de Junio expuso D. Segismundo á los ministros su plan de disolver
las Cortes. García Prieto y Santamaría de Paredes se opusieron. Dada cuen-
ta al Rey, y ratifícada la conñanza, hizo la crisis (g Junio), entrando Cellerue-
lo, antiguo posibilista, en Gracia y Justicia, y el catedrático y académico de
Medicina D. Alejandro San Martín, en Instrucción Pública. Habiendo falleci-
do el duque de Almodóvar del Río, se dio la cartera de Estado á D. Juan
(t) N'aciú pn Balmoral ('4 Octubre lílft?).
,, Google
S. M. Ib reina DoBa Victoria Enstala.
FOT. FRAN/EN
D,g,t7cdb/COOgIC
884 HISTORIA DE ESPAÑA
P¿rez Caballero (30 Junio), y fué nombrado Cobián (i) gobernador de Barce-
lona con atribuciones extraordinarias, á modo de un virrey ó delegado regio.
Decfa D. Segismundo por aquellos dias que contaba con el decreto de diso-
lución. Gasset llegó á decir que las elecciones generales se verilearían á pri-
meros de Septiembre. Maura, en cambio, que calificaba de contagio de locu-
ra creer que iban á disolverse las Cortes, y que celebró una entrevista
con el Rey, negaba en redondo el hecho afirmado por los ministros. El 4 de
Julio propuso Moret la disolución al Rey, el cual sometió la proposición á
consulta, opinando en contra Canalejas, Vega deArmijoy López Domín-
guez (2) y, en su virtud Don Alfonso confirió al último el encalco de formar
nuevo Gabinete, que fué constituido bajo la presidencia del General, por Gu-
llón. Estado; Romanones, Gracia y Justicia; D. Bernabé Dávila, Gobernación;
Navarro Reverter, Hacienda; García Prieto, Fomento; D. Amallo Jimeno,
Instrucción Pública, y Alvarado, Kfarína. El Presidente se reservó la cartera
de Guerra, dándola luego al general Luque.
Combatido Moret por la prensa liberal y radical, publicó el programa
que decfa haber presentado al Rey al pedirle la disolución de Cortes, y que
comprendía libertad de cultos, con matrimonio civil y secularización de ce-
menterios, reforma del Senado, municipal, electoral, etc., habiendo sido nega-
da la exactitud de esta referencia, y afirmádose que lisa y llanamente, sin pre-
sentar ningún programa, pidió el decreto de disolución. Salmerón se manifestó
conforme con Moret en cuanto ásus propósitos secularizadores del Estado que
aunque en parte mínima, eran, los de los republicanos. El Gobierno se pro-
puso eclipsar á Moret en anticlerícalismo: Gimcno empezó á limitar la liber-
tad de enseñanza, como medio de coartar en esta función á las Órdenes re-
ligiosas (Real orden 15 Agosto). Romanones dictó otra sobre matrimonio
civil (27 Agosto). El Código civil prescribe (artículo 42) que «todos los cató-
ilicos deben contraer matrimonio canónico*, á pesar de lo cual algunos
jueces municipales admitían la solicitud de católicos para contraer matrimo-
nio civil, y hasta se daba el caso de hacerlos figurar como tales católicos en
los edictos puestos en la puerta de los Jugados. Para remediar esto, el
marqués de Vadillo publicó (28 Diciembre igoo) una Real orden dispo-
niendo que los bautizados como católicos tendrían que manifestar al juez que
habían abjurado de su religión para poder casarse civilmente; la Real orden
de Romanones era derogatoria de la de Vadillo, reconociendo, por tanto, que
los católicos, sin dejar de serlo, podían contraer matrimonio civil. Contra la
Real orden de 1 5 de Agosto se suscitó unánime y enérgica protesta de todo
el Episcopado, distinguiéndose por su vigor de concepto y de palabra el
obispo de Túy, al que intentó el Gobierno procesar por el Tribunal Supre-
mo, si bien retiró la Real orden dirigida al Fiscal cuando declaró el
Prelado que no había sido su intención ofender al Ministro, sino defender
á la Iglesia. El 19 de Octubre quedó aprobado en Consejo de Ministros,
y presentado á las Cortes el zC, el proyecto de Ity de Asociaciones,
inspirado por Canalejas, suscrito por Dávila y redactado por Moróte,
que no venfa á ser sino copia de la ley francesa de Waldeck Rousseau (1.° Ju-
lio Ipoi). Las protestas episcopales contra el proyecto fueron más vivas
todavía que contra la Real orden. <Es el proyecto, decía el cardenal Sancha,
(¡1 O <im\i- villavirdista se disolvió (t; Abrill. Gomálcí Besada, Garda Alix, Bugallal,
Santos Gmmán y olms ingresaron en ei partido conservador; Alba. Cobiin y Corteío. m et
{¿i l.oppz DominjtmM nariiS en Marbclla (J4 Nottembii- iSiol. Cadete de .artillería
rn 184^ Siempre á la sombra de su tío, el duque de la Torre, ascendió tridamente en la mi-
liria V ñ|{uró en piilitica desde il>3^, i cuyas Conos vino ya diputado por Coin.
,,CoogIc
HISTORIA DE BSPAtÍA 885
«Opresor coDCiencias, contrarío á la libertad de la Iglesia, y ofensivo religión
■pueblo español». (Telegrama al presidente del Consejo). Prodújose ua ar-
diente movimiento católico en que tomaron activa parte tradicionalistas, con-
servadores y muchas personas piadosas no añiladas á ningún partido, des-
tacándose las señoras, incluso las de los ministros.
Dentro de la situación. Montero Ríos se declaró contra el proyecto, di-
ciendo: <Soy demócrata liberal pero también católico>, y amenazó con dimi-
tir la presidencia del Senado y retirarse de la vida política, si Ilegbaa el pro-
yecto á pasar á la Cámara que presidia. No menos opuesto se manifestó Mo-
ret, aunque afectando benevolencia con el Gobierno para no romper la ma-
yoría. Faltaban pocas sesiones hasta fin de año, y todas hacían falta para
aprobar el presupuesto; de aquí tomaron pie los conservadores para diferir
el debate sobre el proyecto (proposición Sánchez Guerra, 26 Noviembre);
pero Canalejas hizo cuestión de amor propio la discusión inmediata, confor-
mándose, al parecer, Moret, si bien declarando que tal debate tenia que ser
amplísimo. Los republicanos amena2aron con obstruir el de presupuestos si
no se planteaba simultáneamente con el de Asociaciones, y los canalejistas
presentaron una proposición declarando ser la voluntad de la Cámara esa si-
multaneidad. Moret manifestó que no tenia inconveniente en votarla, enten-
diéndola como de confianza al Gobierno; mas no si se le daba otro alcance.
Fué votada por toda la mayoría, y el 2/ de Noviembre comenzó á discutirse
el proyecto. El 28 fué á Palacio López Domínguez, como de costumbre, y
dijo al Rey que no ocurría ninguna novedad, pues la mayoría estaba unida y
votarfa unánimemente la ley de Asociaciones. < Yo creo, contestó el Monarca,
>que bay una novedad»; y mostró al presidente del Consejo una carta que
le habla dirigido el día antes D. Segismundo Moret, diciéndole que habla vo-
tado la proposición de los canalejistas para evitar la ruptura de la mayoría;
pero que no por eso estaban conformes él y sus amigos, el elemento más nu-
meroso de la mayoría, con el sesgo que Canalejas hacfa tomar á las cosas pú-
blicas. Desconcertado quedó López Domínguez, é inmediatamente planteó la
cuestión de confianza, convenciéndose de que S. M., en vista de la división
del partido, se inclinaba á Moret. El 29 formó éste Gabinete, reservándose
la Presidencia, y dando á Pérez Caballero, Estado; Barroso, Gracia y Justicia;
Delgado, Hacienda; Luque, Guerra; Alba, Marina; Quiroga Ballesteros, Go-
bernación; Gasset, Fomento, y Rodríguez de la Borbolla, Instrucción Pública.
Á canalejistas y republicanos los irritó esta crisis, que llamaron (/«/acar-
ad, ó más despectivamente del papeliío, llenando de invectivas á D. Santiago
Alba, que fué quien llevó á Palacio la carta de Moret, y armaron escándalos
parlamentarios en el Senado y en el Congreso al nuevo Gobierno, y aun tra-
taron de mover un motin callejero. Se convenció D. Segismundo de que nu
podía gobernar, y el 3 de Diciembre presentó la dimisión del Gabinete. La
situación liberal estaba muerta, pues ni Canalejas podía llevar adelante su
política radical contra Moret, ni éste la suya contra Canalejas. Era preciso,
sin embargo, aprobar el presupuesto, y para eso se constituyó el Gabinete
presidido por el marqués de la Vega de Armijo, en que conservaron sus car-
teras Pérez Caballero, Barroso y Delgado, entrando Romanones en Goberna-
ción, Navarro Reverter en Hacienda, Weyler en Guerra, el marqués del Real
Tesoro en Marina, De Federico en Fomento, y Jimeno en Instrucción Pú-
blica. Consiguió el Gobierno la aprobación del presupuesto (31 Diciembre),
no sin componendas y arreglos con los republicanos y variados incidentes, y
continuaron á intervalos, para no disgustar á Canalejas, el debate sobre la
ley de Asociaciones. Cobián pronunció un enérgico discurso contra el
proyecto.
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886 HISTORIA DB ESPACIA
Otros asuntos de este agitadísimo año:
a) «La conferencia de A1gecíras>. Designado Montero Ríos para re-
presentar á España, dimitió por la oposición de D. Eugenio Silvela, basada
en el recuerdo del Tratado de París. Se verificó la reunión preparatoria el 16
de Enero, asistiendo representantes de Alemania, Austria, bélgica, Estados
Unidos, Francia, Inglaterra, Italia, Paises Bajos, Portugal, España y Marrue-
cos. A propuesta del representante de Alemania fué nombrado presidente el
nuestro que lo fué el ministro de Estado, duque de Almodóvar,def Río. Du-
ró la conferencia hasta el z8 de Marzo, firmándose (7 Abril} el Protocolo en
sesión solemne de clausura.
b) (Cuestiones de Cataluña». La creciente agitación de Barcelona,
muy agravada con el debate sobre la ley de Jurisdicciones, hizo que el Go-
bierno acordase (17 Abril) un viaje del conde de Romanones para oir las re-
clamaciones regio nal istas, prometiendo satisfacer desde luego las que, no
siendo contrarias á la unidad nacional, pudiesen ser atendidas por el Poder
ejecutivo. Se realizó el viaje del ig al 23 de Abril, sin consecuencias sensi-
bles. Terminada la discusión del proyecto, dispusieron los regionalistas una
ñesta de coalición para rendir un homenaje de gratitud á los que hablan
combatido aquél: tuvo lugar el 20 de Majo, asistiendo Salmerón, Azcárate,
Nougués, Junoy, etc. Fué grandioso el redbimiento hecho á estos prohom-
bres, y la manifestación en su honor, — desfile de cerca de 150.000 perso-
nas.— Salmerón abrazó, delante del inmenso público, al catalanista Rusíñol y
al carlista duque de Solferino. Cada vez se notaba más la dirección de la So-
lidaridad contra Lerroux; el mismo Salmerón iba en esta corriente muy á
gusto, pues reconociendo el talento y condiciones del caudillo radical, éran-
le antipáticos sus procedimientos de conducta pública y privada. Lerroux
combatía la Solidaridad enérgicamente.
c) «Política hidráulica». Cifraba en ella Gasset su significación políti-
ca. El 7 de Mayo inauguró las obras del canal de Gumá, en Aranda de Due-
ro. El 10 del mismo mes reunió una asamblea de representantes de las Di-
putaciones provinciales para tratar de la construcción de 50.000 kilómetros
de caminos vecinales, empezando por 6.000, á 200 por provincias. Duró la
asamblea hasta el día 14.
d) 'La cuestión de las capitanías generales». Es opinión de muchos
tratadistas militares que el empleo de capitán general no debe ser conside-
rado sino cual una dignidad otoi^able como recompensa á los tenientes ge-
nerales que prestan servicios verdaderamente extraordinarios, y, por tanto,
que no debe fijarse su numero en las plantillas, sino reservar la concesión
para cuando lo indiquen las circunstancias. En Francia y otros países rige
este sistema. Nuestra ley Constitutiva señala el número de cuatro capitanes
generales, de libre elección por el Gobierno entre los tenientes generales
que hubiesen prestado á la patria eminentes servicios. Habla vacantes dos
de las cuatro capitanías generales, para las que designaba la opinión á Pola-
vieja y Weyler; pero el general Luque se negó á proveerlas, fundándose en
que la ley Constitutiva marca un máximun más no un mínimun, y que no
había tenientes generales con las condiciones requeridas para el supremo as-
censo. Abogaron por la interpretación contraria Llorens y Mataix en el Con-
greso (5 y 6 Noviembre), sin hacer desistir de su propósito á Luque, Nom-
brado ministro Weyler, dijo en consejo (5 Noviembre) que tenía compromiso
de ascender i Polavieja. Opusiéronse Romanones y Jimeno.
Fallecimientos, — Enero: el general Gómez Arteche, historiador de la
guerra de la Independencia (29). Febrero: el escritor festivo LuisTaboada {18),
D. Manuel Danvila (21), el maestro D. Manuel Fernández Caballero (26) y
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HISICRIA DE ESPAÜA 887
D. Eduardo de Adaro, arquitecto constructor del Banco de España y del His-
pan o- Americano (27). Marzo: el gran novelista montañés D. José M. de Pere-
da (1) y Romero Robledo (3). Abril: el criminalista Muñoz Rivero (2) y el ca-
pitán general D. Ramón Blanco (j). Junio: D. Manuel del Palacio (5). D. To-
más Castellanos (lo), el duque de Alraodóvar del Río {23) y D. Joaquín Ló-
pez Puigcerver (29). Julio: el cantante español Manuel García, inventor del
laringoscopio, de ciento dos años de edad, el poeta Gnlo (9) y el maestro
Veiga (12). Noviembre; el capitán general conde de Cheste (1).
Año i(pT. — El Marqués de la Vega de Armijo intentó, aunque en va-
DO, reconciliar á las dos fracciones de la mayoría: encastillóse Canalejas en
que se bahía de discutir y aprobar el proyecto de ley de Asociaciones, y
esto era materialmente imposible, dada la oposición de los moretistas. Cum-
pliÓ su palabra reanudando las sesiones de Cortes (21 Enero), el 22 se re-
unió la Comisión presidida por Francos Rodríguez, y la mayoría de ella opi-
nó por retirar el dictamen, lo que todavía enfureció más á Canalejas; el 23,
santo del Rey, fué dfa de gran agitación política, y á la una de la madrugada
del 24 Vega de Armijo, plenamente convencido de que con el proyecto no
había términos hábiles de seguir en e! Poder porque lo rechazaba la mayoría,
y sin el proyecto tampoco porque no lo consentía Canalejas, planteó la cri-
sis. El 25 estaba formado el Gabinete conservador: Presidencia, Maura; Go-
bernación, La Cierva; Estado, Allendesalazar; Gracia y Justicia, marqués de
Figueroa; Hacienda, Osraa; Fomento, González Besada; Instrucción Pública,
Rodríguez San Pedro; Guerra, Loño; Marina, Ferrándiz. A Dato se le hizo al-
calde de Madrid.
Auguraron los periódicos liberales motines y trastornos como protesta
contra la subida de los conservadores: no sucedió nada. Treinta y dos exmi-
oistros liberales, y á su frente Montero Rios y Vega de Armijo, reunidos en
casadeMoret (20 Febrero), proclamaron la jefatura única de D, Segismundo, lo
que, no reconocido por LópezDominguez y Canalejas, diólugarálaconstitución
de los demócratas ó radicales mon^quicos en grupo independiente con el
programa del proyecto de ley de Asociaciones (Manifiesto de 9 Marzo). La
Solidaridad catalana triunfó de los lerrouxistas en las elecciones provinciales
(10 Marzo), y se atrajo de tal modo á Salmerón, que éste hubo de renunciar á
la dirección del partido republicano (12 Mayo), dividiéndose los republicanos
en solidarios y no solidarios. El Gobierno hizo volverá Valencia al arzobispo
Guisasola (23 Febrero), á quien los radicales habían puesto el veto desde
que protestó contra la Real orden de Romanones, amenazando con fieros ma-
les si se atrevía á entrar en la ciudad; procesó al Ayuntamiento republicano,
concentró en Valencia U Guardia civil, y ganó las elecciones provinciales (10
Marzo), con lo que cesó la dictadura demagógica que alli habían ejercido
Blasco Ibáñez y Rodrigo Soriano. Fué derogada la Real orden de 27 de Agosto
anterior. Con esto y con la fuerte oposición de El Impardal, El Liberal y El
fferaldo, que desde Mayo de 1906 pertenecían á una misma Empresa »La
Sociedad Editorial de España>, vulgarmente «trust de la Prensa» ganaron
entre carlistas, integristas, católicos independientes y personas neutrales la
personalidad política de Maura y la de su ministro de la Gobernación La
Cierva. Ni uno ni otro, decían estas gentes, se deja gobernar por los periódi-
cos, como tantos antecesores suyos. Con no menos afecto velan á Maura los
regionalistas catalanes, convencidos de que, si no su programa íntegro, parte
de él cabía en el descentralizador de aquél.
Elecciones para diputados (22 Abril). En Barcelona triunfaron los soli-
darios. En Madrid sacaron tres diputados los republicanos, y entre ellos don
Benito Pérez Galdós, que se había declarado republicano previamente. Para
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888 HISTORIA DE ESPAÑA
las elecciones de senadores (4 Mayo) abstuviéronse los liberales. Abiertas las
Cortes (13 Mayo), la solidaridad fué asunto principal de la discusión del
Mensaje, que duró en el Senado basta 6 de Junio, y en el Congreso empezó
el 1 1 de este mes, supendiéndose las sesiones el 29 de Julio, después de ha-
ber aprobado ambas Cámaras ó una sola, el proyecto de ley de protecctóo
á ia industria azucarera, el de colonización interior, obra de González Besada;
el de Justicia municipal, que creó los tribunales municipales (juez y dos ad-
juntos) y encomendó el nombramiento de jueces á las Audiencias; el de re-
forma electoral, que hizo el voto obligatorio, y el de desgravación de los vi-
nos prohibiendo á los Ayuntamientos hacerlos materia de impuestos, con lo
que se tendía á la supresión del de consumos. Sánchez de Toca, alcalde de
Madrid desde que pasó Dato á presidir el Congreso, se opuso desde luego,
a] último proyecto (únicamente aprobado por el Congreso en 22 de Julio),
considerándolo ruinoso para la hacienda municipal, y Maura prefirió á Osma,
saliendo Toca de la Alcaldía {27 Octubre). El proyecto en que tenía Maura
más fe era el de Administración local, figurándose que con esta ley en ejer-
cicio cobrarían vida municipios, provincias y regiones, se pondría España en
el justo medio de la descentra litación, y acabarían para siempre las tenden-
cias separatistas: era <la revolución desde arríba>, por extremo benéfica, que
habfa de redimirnos del caciquismo y de otra porción de achaques y dolen-
cias. Poniendo tantas ilusiones en el proyecto, hizo mal en que no se discu-
tiese por bases, con lo que se hubiese abreviado mucho tiempo é impedido
la obstrucción y el aburrimiento que engendran los debates demasiado lar-
gos. Fué discutido artículo por articulo, y aquello fué el^cuento de nunca aca-
bar, y en cuanto se sacaba el proyecto á debate, los diputados abandonaban
el salón. Conviene advertir que muchos conservadores eran opuestlsimos á
la descentralización y á las mancomunidades, y únicamente toleraban que se
siguiera hablando de eso por respeto al Sr. Maura, unido á la convicción ín-
tima de que no habfa de llegar á ser ley jamás.
El 20 de Noviembre fué presentado al Congreso el »pEoyecto de orga-
nizaciones marítimas y armamentos navales*, ó sea de construcción de escua-
dra. Pocas veces se habrá expuesto una cuestión política con más claridad y
razonada elocuencia que lo hizo Maura de la necesidad de votar este pro-
yecto. La sustancia de su discurso fué la siguiente: «Hemos llegado al caso
>de resolvernos: ó disolver de una vez la Marina llevando su personal á car-
»gas de justicia, ó reconstituir la Armada». More t, Canalejas, Azcárate, Felió
y Clairac, á nombre de liberales, radicales monárquicos, carlistas é integris-
tas, adhiriéronse á lo dicho por el jefe del Gobierno: únicamente Ventosa, re-
gionalista, hizo tímidamente la observación de que necesitábamos un período
previo de reconstitución interior. A esta sesión del Congreso (27 Noviembre)
se la llamó «la sesión gloriosa». Costa combatió acerbamente el acuerdo; pero
ya su voz no tenía la resonancia que en los pasados años.
Política exterior. — Alfonso XIII y Eduardo VII, de Inglaterra, celebra-
ron una entrevista en el puerto de Cartagena (8 Abril), á que se dio gran Im-
portancia en Europa, y que seguramente la tuvo; la reconstitución naval fiíé
sin duda, al menos en parte, consecuencia del acuerdo de Cartagena. El 2 de
Marzo se ñrmó el acuerdo franco- es pañol sobre organización de la policía en
Marruecos. El 25 de Junio leyó en el Congreso el ministro de Estado las no-
tas cambiadas entre los representantes de Inglaterra, Francia y España,
comprometiéndose las tres naciones al mantenimiento del statu qtto territo-
rial en el Mediterráneo y costas del Atlántico. Sucesos de Casablanca
(30 Julio) :son asesinados ocho europeos, dos de ellos españoles. Enviáronse el
Alvaro Bazdn, 300 hombres del regimiento de Ceuta, los tiradores del Rif y
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HISTORIA DE ESPAÑA ' 889
un escuadrón de Cazadores de Alfonso XII, para que en unión de los fran-
ceses, restablecieran el orden.
Varios sucesos. — España se adhiere á la preparación de la Conferencia
de la paz, pidiendo que se facilite á la misma la concurrencia de las Repúbli-
cas hispano-americanas {26 Febrero). Visita á Madrid del rey Federico III de
Sajonia (20 Marzo): no impresionó bien al público. Atentado contra los seBo-
res Salmerón, Cambó, Corominas y otros que se dirigían en carruaje por la
carretera de Hostafranch á un
mitin de Solidaridad en Sans;
un grupo que la opinión creyó
de lerrouxistas disparó varios
tiros contra el coche, resultando
herido Cambó, y no levemente
(10 Abril). Nacimiento del prin-
cipe de Asturias (10 Mayo). Fallo
de la causa seguida por el aten-
tado de la calle Mayor [i 2 Junio).
Nakens y los dos amigos á quien
comprometió aquél para que
ocultasen á Morral fueron con-
denados como encubridores á
nueve años de prisión mayor;
Ferrer y los otros procesados,
absueltos; la absolución de Fe-
rrer no convenció á todos, y hay
todavía quien sostiene que in-
fluyó en ella, más que la resul-
tancia de autos, el deseo de no
excitar á los revolucionarios de
toda Europa, entre los cuales era
Ferrer personaje muy calificado,
y que, según dicen, amenazaron
con una formidable campaña te-
rrorista. Fallecimiento del minis-
tro de la Guerra general Loño, y
su reemplazo por el general Pri-
mo de Rivera (i.° Julio). Atemo- I- ,1. t. 1 ii>. ■ j »
j , . , í, I Su Alteza Real el Principe de Asturias.
rizados los vecinos de Barcelona rF í F I
por la repetición de atentados " ' ""'"'•-'
terroristas, que llegaron este año
á diez y siete estallidos de bombas con veintiuna victimas, organizaron una
policía particular, poniendo á su frente á un dtttctivt inglés (Arrown); á me-
diados de Julio se descubrió, en efecto, una banda de malhechores culpables
de tan horribles excesos. Varios viajes de los Reyes, y la compra en Madrid
del palacio de los duques de Béjar para «Casa del Pueblo*.
Fallecimientos. — Enero, el almirante Beránger (23). Febrero: D. Manuel
Duran y Bas (10) y D. Manuel Llano y Persi {27). Marzo: el torero Currtío,
hijo de Cuchares {16), y el periodista Gutiérrez Abascal, que hizo tan cono-
cido el seudónimo de Kasaial {2^). Abril: D. Ramón Nocedal ( i ."). Junio: el
ya citado del general Loílo (30) y D. Joaé Muro (19). Julio: D. Eduardo Be-
not (27). Septiembre: el doctor Uruñuela {26) y el jefe republicano, después
anarquista, Fermín Salvochea (28). Octubre: el general Despujols (18). No-
viembre: los escritores D. Emilio Ferrari ( i), D. Valentín Gómez y D. Vicente
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8pO HISTORIA DE ESPAÑA
Sanchls (28). DiciembrCL D, Santos Isasa (i8), D. Alfredo Calderón (19) y el
general Contrcras, el de la carga de Treviño (25).
Año jgo8. — Siguió el Ministerio Maura, ti 23 de Febrero dejó la car-
tera de Hacienda el Sr. Osma, sustituyéndole Sánchez Bustillo; dispuso el
nuevo ministro la recogida y canje de <los duros sevillanos» (1). (Real ordeo
de 16 de Julio), y se retiró por enfermo (14 Septiembre), pasando á su Minis-
terio González Besada y entrando en Fomento Sánchez Guerra, que era go-
bernador del Banco: fueron las únicas crisis del año. Además de la ley de
Administración Local, que no dejó de ser discutida, hay que registrar:
a) El (proyecto de ley sobre el Terrorismo», ó sea para castigar y
prevenir los atentados terroristas con mayor rigor que por la vigente ley de
2 de Septiembre de 1896. Presentado por el marqués de Figueroa, fué apro-
bado por el Senado (9 Mayo), Como coartaba la libertad de la Prensa — auto-
rizando al Gobierno para suprimir periódicos anarquistas y para extrañar del
reino á los que propagasen estas ideas de palabra ó por escrito, imprenta,
etcétera, — los periódicos, no sólo radicales, sino tan templados como ABC-,
El Mundo y La Correspondencia, formaron un comité de defensa presidido
por Moya, el director del Trust, el cual concurrió á una información pública
abierta por el Congreso y organizó muchos mitins. Ante la algarada promo-
vida dijo Maura (7 Junio) que podía dejarse esta discusión para cuando ter-
minase la de Administración local. Para festejar el triunfo se dio un banquete
á Moya en el <Restaurant de la Huerta» (g Julio), y en esta campaña surgió
la idea del bloque, ó sea de una reunión de las izquierdas para combatir al
Gobierno conservador y llevar al Poder los ideales comunes de todas las
fracciones radicales, como se había hecho en Francia para expulsar á las
Órdenes religiosas y separar la Iglesia del Estado. Conviene advertir que
por este tiempo en casi todas las naciones europeas hubo, á imitación de
Francia, su «bloque de las izquierdas»: hasta cnclgranDucadodeLuxemburgo
se hizo su correspondiente blopie; en todas partes tuvo también, como en
Francia, carácter predominantemente anticlerical ó contra la Iglesia católica.
Aquí, en España, el impulso y la dirección efectiva estuvieron en manos de
Moya, ó sea de la dirección del Trust, por lo que es natural que los perió-
dicos de esta Empresa hayan sido los instrumentos principales de su propa-
gación. Divididos los liberales en dos partidos, el dirigido por Moret y el
acaudillado por Canalejas, la tendencia bloquista les venía bien: i.° Para
unirse otra vez sin mengua de su respectiva independencia. 2.° Para consti-
tuir una fuerza de oposición formidable contra los conservadores. V 3.° Para
atraerse elementos republicanos. No todos los prohombres liberales vieron
con gusto el bloque. Montero Ríos y sus amigos siempre le fueron contrarios,
pero Moret se dejó convencer, seducido por la perspectiva de ser él caudillo
de todas las izquierdas coligadas. Montero Ríos temía, como monárquico,
que el bloque, en cuya composición entraban tantos republicanos, fuese un
grave peligro para la Monarquía, y como cacique del partido liberal, que la
influencia predominante en él pasase á los directores del bloque.
b) Como consecuencia de la ley de Construcción de escuadra y obras
navales abrióse concurso (23 Abril), que se celebró el (21 de .Agosto). Los dos
¡1I Dums (le piala do la misma i^ mijor k-y (|iir los loplimiw. i«to fíl.riraclos pi
r1an<I.
rstm.inii'nf; sp lian llan)a<lo sn-illanos por siiimnrrsi- i\\w toda ci su primera falsil
ruí fi
n Sevilla, yalsifíracinnes <lr i'»la indoll- son naturales en Inilas las naciones bimrtí
1 ijlir st- pn'ti-nile dar á la piala el mismo valor que al oro. Como realmente no exí
í'-m.iv
aleneia, sHci'di': 1.° (Juc el oro se relira <\f la lirnilarii^n. i'm¡|^n<lo A los jiaises
srt\<> 1
ieni' lajilata \a[(.rili' moneda ili- ramhio. Y j." (hie se falsiñra la moneda de |Uati
cinrl.
>1a <lel mismo valw mi-táliro «|iie la l.-f.-idma.
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DE ESPASa 891
principales concursantes fueron: la •Sociedad Española de Construcciones
Navales», construida para esta Empresa por los grandes capitalistas españo-
les «Sindicato de Capitalistas y Grupo Asturiano», unidos á la «Casa Vic-
kcrs», y la «Casa Ansaldo».
c) Cuestión internacional ji marrognl. El 6 de Enero vino á Madrid mon-
sieur Pichón, ministro de Negocios Extranjeros de Francia. Desaparecida del
campo de Melilla la fuerza regular del Sultán que con arreglo al tratado
de 1894 debia guarnecerlo permanentemente, el general Marina, gobernador
de nuestra plaza, ocupóla FactorfadeMar Chica {14 Febrero), sosteniendo un
ligero tiroteo con los rifeños y dejando allí un puesto militar. El 1 1 de Marzo,
y previo acuerdo con la cabila de Quebdana, el coronel Larrea ocupó «Cabo
de Agua> con un destacamento del regimiento de África. Vino á Madrid
como representante de Nicaragua el insigne poeta Rubén Darío (2 Julio).
d) Politica interior. — Separáronse de la «Unión Re[mblicana> Labra,
Azcárate y otra porción de prohombres (11 Junio). La minoría catalanista,
después de un discurso de Cambó pidiendo la derogación de la ley de Juris-
dicciones, se retiró de las Cortes {12 Junio). Con pretexto de conmemorar la
revolución de 1868, liberales, demócratas y republicanos celebraron una gran
manifestación desde el Obelisco del Dos de Mayo á la estatua de Castelar el
29 de Septiembre; era el bloque que iba haciendo su camino. El 18 de No-
viembre proclamó Morct «esta política del bloque» en un discurso pronun-
ciado en el Casino Liberal de Zaragoza, y en la primera semana de Diciem-
bre celebráronse ocho mitins con el mismo sentido en otras tantas poblacio-
nes, á que dieron aire los diarios del trust. En Barcelona, y cuando menos
se esperaba (13 Diciembre), fueron derrotados los solidarios: tratábase de
elegir cuatro diputados, y los votos antisolidarios (28,000) dieron el triunfo i
Lerroux, Sol y Ortega y Giner de los Rfos.
Otros sucesos conviene recordar, sobre todo el «Centenario de la guerra
de la Independencia», celebrado principalmente en Zaragoza con Exposición
hispanofrancesa. Congreso histórico, y otras solemnidades que únicamente
la brevedad obliga á no citar más que de pasada. Además: la «ley de Condena
condicional (ig Marzo), la constitución del «Instituto de Reformas Sociales»
(20 Marzo) y el nacimiento del infante D. Jaime (23 Junio).
Muertes. — Marzo: en Colonia Juan Fastenrath, que, aunque alemán, por
su amor á España y haber cultivado nuestra literatura merece ñgurar enire
los españoles (17), y el pintor Nin y Tudó (30). Mayo: D. Santiago de Li-
niers(ii)y D. Eduardo Bustillo (12). Junio: D. Cesáreo Fernández Duro (5), el
marqués de la Vega de Armijo (13), D. Federico Chueca (20), D. Enrique GÜ
Robles {z6). Agosto: D.Cristóbal Pérez Pastor (23). Septiembre: D.Cayetano
Sánchez Bustillo (19), D. Nicolás Salmerón (zo), yel violinista Sarasate (21).
Octubre: D. José Perojo {17) y el Cardenal Casai^as (2;). Noviembre: el doc-
tor San Martfn (10), Diciembre: los escultores Alcoberro (9) y Sansó (15).
Año ii)o(). — El primer semestre ofreció la misma fisonomía política del
año anterior. Seguía discutiéndose siempre el proyecto de Administración
local. El 4 de Febrero se adjudicó á la «Sociedad Española de Construccio-
nes Navales» la de nuestra escuadra, publicándose la adjudicación el 15 de
Abril; un teniente auditor de primera clase del Cuerpo Jurídico de la Arma-
da, D. Juan Maclas del Real, empleado en Asesoría del Ministerio de Mari-
na, denunció por escrito dirigido al presidente del Congreso (17 Abril) que
los ministros habfan procedido injustamente, á sabiendas de que obraban mal,
adjudicando la escuadra como lo hicieron; los agentes y parciales de la casa
Ansaldo, desairada en el concurso, y los republicanos por espíritu de oposi-
ción, dieron aire á la denuncia de Maclas, contando con el apoyo moral del
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892 HISTORIA DE ESFaRa
infinito número que tiene por norma de criterio para juzgar de asuntos seme-
jantes el «piensa mal, y acertarás», ó que son como aquel boticario del cuento
que cuando ola referir cualquier enormidad moral de sus prójimos, por tre-
menda é inverosimil que fuera, exclamaba: «¡Como si lo vieraU No se ha-
blaba más que de la denuncia de Maclas; los periódicos radicales ponderaban
el arresto y méritos personales de este señor; preparábanse manifestaciones
tumultuosas. £1 Gobierno hizo que se instruyera causa contra Maclas, consi-
derándolo como individuo de un Cuerpo armado que había dirigido petición
á las Cortes contra lo prescrito en el art. 15 de la Constitución, y fué dete-
nido en Prisiones militares. Moret propuso que fuese oído por el Congreso
(22 Abril), y se acordó su presentación ante el presidente para que señalase
concretamente los documentos probatorios de su denuncia: asi se hizo (23 de
Abril), aunque sin resultado, pues Maclas dijo que su decoro no le consentía
coadyuvar al estudio del expediente mientras estuviera preso y que deseaba
protestar razonadamente ante la Cámara de palabra, es decir, pronunciando
un discurso como si fuese diputado, contra las irregularidades de que era
victima. En la sesión del 24 se levantó Moróte, y dijo que habia leído el ex-
pediente, y que su conciencia obligábale á declarar que se habia resuelto con
todas las de la ley y que no podía estar más justificada la concesión, pues la
casa Vicker era tan superior á las otras concurrentes como lo seria Menén-
dez Pelayo en unas oposiciones á cátedras de Literatura española sobre todos
los opositores que pudieran presentarse. Los republicanos se revolvieron
contra su correligionario Moróte, diciendo que les habia estropeado el movi-
miento que ya tenfan urdido para desconceptuar á Maura y al Gobierno por
chanchulleros, y hubo de renunciar á su plaza de redactor del /íeraJdo, al
acta de diputado, y aun á figurar como republicano. En cuanto á Macias, sus
compañeros de carrera expulsáronle por tribunal de honor, y los mismos ra-
dicales hicieron poco caso de ¿1 de allf en adelante.
Otro asunto de Índole delicada. Nombrado Sánchez de Toca «comisario
regio del Canal de Isabel II», desplegó en el desempeño de su cargo tanta
inteligencia y actividad, que á Jos pocos meses el Canal era otra cosa muy
distinta de lo que había venido á ser en los últimos años y pudo esperarse
de él, no sólo agua limpia y abundante para la capital del reino, sino fuerza
eléctrica que abaratase considerablemente este elemento tan importante de
vida en las sociedades modernas. Coincidió con el potente resurgir del Canal
de Loioya la terminación de las obras colosales emprendidas y llevadas á
cabo por el marqués de Santillana, un grande de España verdaderamente
grande por su inteligencia y amor á la industria, para traer á Madrid el agua
del Manzanares tomada en su fuente, y que acrecentaron el beneficio ya
producido por las del Lozoya; conviene advertir que !a obra de la Presa y
Canal del Manzanares es de tales proporciones, que á la mitad de ella había
consumido Ó comprometido gravemente la cuantiosa fortuna personal del
marqués de Santillana, el cual, sin amilanarse ante tal contratiempo, acudió
á las gentes adineradas, les expuso leal y noblemente su plan, y convencidas
de su valor industrial, y movidas también por la justa simpatía que debe ins-
pirar en España un hombre que dedica su actividad y su dinero á semejan-
tes cosas, formóse una «Sociedad anónima», de cuyo Consejo de Adminis-
tración fué presidente D, Francisco Sitvela, y á su muerte D. Antonio Maura.
Al ver el vuelo del Canal de Isabel II bajo la inteligente dirección de Toca,
tembló el Marqués por el resultado industrial del suyo, ó, mejor dicho, por el
dinero que habían puesto en él los accionistas: si Lozoya podía dar agua y
energía eléctrica á menos precio que Manzanares, fracasaban los cálculos que
honradamente se hablan hecho, y bajarian las acciones del último. En defensa
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DE ESPAtÍA 893
pues de intereses privados tan legitimes y dignos de respeto se inició briosa
campaña contra la gestión de Sánchez de Toca ea el Canal de Lozoya, la
cual tenia inexpugnable apoyo en el interés público: hasta se llegó á decir
que por molestar á Maura como presidente del Consejo de Administración
de la Sociedad del Manzanares, habla reformado el Canal de Lozoya el comi-
sario regio, siendo su acicate travesura de político y no celo del bien común.
¡Quisiera Dios que todas las travesuras de los políticos redundasen, como
ésta, en proporcionar á populosas poblaciones agua clara, saneada, fresca y
barata, y de añadidura, luz y motor industrial de gran potencial De los trá-
mites é incidentes de esta contienda no cabe hablar aqui: baste apuntar que
en el Senado hubo debate de tonos muy cálidos entre el ministro de Fomento,
Sánchez Guerra, y el comisario regio Sánchez de Toca (9 y 10 Marzo), y que
el 13 fué destituido el segundo. Quien ganó con todo esto fué el destituido
comisario, ya que la opinión común se puso de su parte, y á nadie le quedó
duda de su extraordinaria competencia en cuantos negocios de interés gene-
ral tuviera que promover y dirigir.
Derivación de este asunto fué la polémica en el Senado entre Maura y
Sol y Ortega. Con notoria injusticia echó en cara éste al presidente del Con-
sejo su participación en la Sociedad de Santillana. ;Como si fuera exlgible á
los hombres públicos no tomar paite en empresas de interés privado, aun
siendo, no ya tan licitas, sino tan dignas de estimulo y apoyo como la de San-
tillana! Y Maura llevó además su delicadeza al extremo de no intervenir, y
desentenderse del Consejo de Administración en cuanto fueron planteadas
estas cuestiones. Seguro de s( mismo y de su reputación, dijo Maura á Sol y
Ortega: -Nosotros somos nosotros», dando á entender que eran ellos, los con-
servadores, muy distintos de sus adversarios, y que asi lo apreciaban las gen-
tes; Sol entonces pidió á Maura que autorizase una manifestación pública en
que pudiesen expresar todos lo que pensaban de Maura. La manifestación
convocada por Sol estuvo muy concurrida (28 Marzo) y se repitió en Barce-
lona, Bilbao, Sevilla, Málaga, etc.
Y no era extraño, pues, aparte de la oposición política, habla muchísi-
mos disgustados é irritados contra el Gobierno. Pocos ministros podrán pre-
sentar un haber tan copioso y acertado de medidas beneficiosas como don
Juan de la Cierva: obra suya son las leyes de 21 de Diciembre de 1907, 27 de
Febrero y ig de Mayo de 1908 (dos), organizando la primera la protección
de los emigrantes, creando la segunda el «Instituto Nacional de Previsión*,
y la tercera y cuarta declarando la licitud de las huelgas, sometiendo las
faltas cometidas en ellas á la jurisdicción de los tribunales municipales
y los conflictos entre el capital y el trabajo á los (Consejos de conciliación
y arbitraje»; las Reales órdenes de 28 de Septiembre y 9 de Noviembre
de 1908, restringiendo el uso de armas y prohibiendo la fabricación y venta
de las prohibidas; la de 17 de Agosto, poniendo en vigor el Reglamento de
espectáculos públicos y exigiendo la estricta observancia de sus disposicio-
nes en cuanto á las condiciones de seguridad de los locales y á la termina-
ción á las doce y media de la noche; la de 29 de Septiembre de 1908, hacien-
do cerrar las tabernas á las doce de la noche, y los cafés á la una y media de
la madrugada; el Reglamento de z6 de Septiembre sobre casas de préstamos;
la prohibición de las capeas en los pueblos; las limitaciones puestas á los ca-
fés de camareras y cafés- con ciertos; la supresión de la reventa de billetes de
teatros; la ejecución rigorosa de la «ley de Protección á la infancia» y de la
•ley del Descanso dominical»; la construcción para la primera de la (Es-
cuela de Reforma» y «Asilo de corrección paterna»; las excelentes disposi-
ciones sanitarias: preservación del cólera, mejora de estaciones y lazaretos,
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894 HISTORIA DE ESPAÑA
rerormii del cuerpo de Sanidad interior, hospitales de epidemias, dispensa-
ríos antituberculosos, vacunación obligatoria, creación del 'Instituto Nacio-
nal de Higiene de Alfonso Xlil», dirigido por el sabio Ramón y Cajal, y del
BoUUh de Estadistica Demográfica; las no menos transcendentales en el ramo
de Beneficencia, habiéndose conseguido en este orden en muy poco tiempo
lo que pareció en muchos años imposible; una estadística casi completa de
las fundaciones particulares, pudiendo así el Estado ejercer de un modo efec-
tivo su protectorado; la supresión de los tfondos de higiene» de los Gobier-
nos civiles, ó sea del dinero sacado á las casas de lenocinio á titulo de ins-
pección y reconocimientos facultativos; el aumento de sueldo á los goberna-
dores civiles para dignificar el cargo; la reorganización de la Policía {ley 27
Febrero 1908); la feforma de Correos (leyes de 26 Octubre 1907 y 14 Junio
de 1909). . , , etc. Todo esto acredita á La Cierva de gobernante digno de ñgu-
rar entre los mejores de que hace mención nuestra larga historia; pero por
lo pronto suscitó contra él la malquerencia y el enojo de los perjudicados
por sus reformas: si hasta los socialistas aplaudieron algunas de sus provi-
dencias (i), ni los taberneros, ni los cafeteros, ni los tenderos en general, ni
la gente de teatro, ni los revendedores de billetes, ni los aficionados á capeas,
ni los prestamistas, ni muchas otras personas podían contentarse con ellas.
Agregúese á esto la enemistad declarada y creciente de los periódicos
de mayor circulación. Con los dei trust ll^ó á punto de que sus reporttrs
se abstenían de subir al ministerio de la Gobernación en busca de noticias,
y las tomaban de los compañeros de otras publicaciones. El Ministro á su
vez procuraba que llegasen a piovincias por el telégrafo oficial las noticias
importantes antes que por los corresponsales de la Sociedad Editorial de Es-
paña. Muchos conservadores no estaban conformes con esta rigidez del Mi-
nistro. La prensa diaria, decían, es un elemento tan activo y eñcaz en las
sociedades modernas, que es preciso contar con ella, y sólo puede ser comba-
tida con fruto por ella misma, ó sea creando otros periódicos que contrarres-
ten á los que se juzguen nocivos. Dato y González Besada inclinábanse á
esta opinión.
Antes de llegar el verano la posición del Gobierno estaba muy debili-
tada por la persistente acción de los periódicos de mayor tirada, del partido
republicano y de la propaganda del bloque, en que habían venido á sumarse
los liberales. Maura confiaba en que ante semejante coalición de fuerzas más
ó menos revolucionarias, todas de tendencias avanzadas, cuantos son afectos
á la Iglesia y al orden social y político tradicional agruparlanse á su lado, for-
zados además á concurrir á las elecciones por el voto obligatorio; y, efecti-
vamente, semejante confianza no era ilusoria, pues una viva corriente de sim-
patía hacia Maura circulaba porel campo de las derechas. Ningún jefe del par-
tido conservador, ni Cánovas, ni Silvela, ni Villaverde, llegó á inspirar nunca
el respeto, el afecto y la confianza qae Maura á carlistas, intcgristas y aque-
llos hombres tan profundamente religiosos que no quieren otro apelativo que
el de católicos. <Es un hombre de cuerpo entero, dedan; no transige ni pac-
>ta con los periódicos malos*. Pero esta corriente no fué nunca suficiente-
mente poderosa para decidir á las derechas á una concentración efectiva:
lejos de eso, los carlistas parecían más resueltos que nunca á sostener su in-
di Comunicado á Fl lmfardal{í Oclubre 907); -Los traliiíjüdorcs de Madrid salen fa-
•vorecklos ron pl cierre de las tabernas. Tarto las (iisjiosicioncs ministeriales referentes á estos
•asuntos como la relativa al uso de armas merecen elogio, y hemos recomendado que se avude
u cumplimienlo. Kn los cincuenta y dos dominfjDs del año las tabernas se tragan m¿ de
n malos ojos, •
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HISTORIA DE ESPAÑA 89;
transigencia, los integristas recalcaban que Maura era un liberal en el sen-
tido condenado en el Syliaóus, y repetían que sus frases: «el Derecho público
no es católico ni protestante, y el pensamiento no delinque», no son de re-
cibo para los cuidadosos de su ortodoxia; y los sencillamente devotos, por
último, entre el instinto que los impulsaba hacía Maura y los argumentos de
£¡ Siglo Futuro quedaban perplejos. Total, que en las elecciones municipales
(2 Mayo) triunfaron los republicanos en Madrid, Valencia, Castellón, Zara-
goza, Córdoba, Salamanca, Reus, Coruña, etc., en Barcelona, los antisolidaríos
ó lerrouxistas, con derrota del mismo Cambó, y «los bloquistas», en Vallado-
lid, Toledo, Logroño, Oviedo y las Baleares.
Guerra dt Mtlüla. — El campo fronterizo á nuestra plaza habla estado
dominado hasta Diciembre de 190B por el pretendiente á sultán de Marrue-
cos «el Rogbi», quien fijó su residencia en la alcazaba de Zeluán. Este
«Roghi», ejerciendo su soberanía de hecho, concedió la explotación délas
minas de Bent-bu-lfrur á dos Compañías; la «Norte Africana», constituida en
sus dos terceras partes por franceses, y la «Española de las minas del Kif>, es-
pañola del todo. Conviene advertir que no fué á este negocio el capital espa-
ñol espontáneamente, sino á ruegos del Gobierno, el cual, queriendo que hu-
biese (intereses españoles» en la zona sometida á nuestra influencia, pidió á
varios capitalistas españoles que tomaran acciones: el pensamiento político
era que los franceses no ocupasen la costa septentrional de África, frontera
á la nuestra, y para eso se pretendía crear allí intereses nacionales. Lejos,
pues, de haber ido nuestras armas al Rif á defender á los mineros, fueron
antes los mineros á facilitar y justiñcar la acción de las armas. Lo que pre-
tendíamos era someter al Rif á nuestra influencia, ó, mejor dicho, hacer de
aquella comarca cerrada secularmente, no sólo al comercio, sino á la presen-
cia de los europeos, un lugar abierto al trabajo y á la civilización. Encargado
de tan hermosa empresa estaba el general Marina, gobernador militar de Me-
lilla, con una guarnición de 5.700 hombres; no eran excesivas estas fuerzas
teniendo que guarnecer la plaza, ocho fuertes y cinco fortines destacados.
Alhucemas, Chafarinas y el Peñón de Vélez, y las posiciones últimamente
ocupadas de Cabo de Agua y la Restinga; pero el General las habla adiestra-
do á la perfección con ejercicios constantes de marcha y tiro, y se contaba
además, con la acción política que se venta ejerciendo con fruto, pues toda
una cabija — los beni-urriajes — había aceptado nuestra protección, y esa
cabila fué la que arrojó al Roghi del país. No es posible saber hoy si la des-
aparición de este sultán de hecho nos fué beneficiosa ó perjudicial: lo positi-
vo es que quedó el campo moro sin dueño, y que desde Diciembre hasta Ju-
lio dominaron allá varios cabecillas, con influencia en unas cabilas y Kft. otras
no, V. gr., «el Chaddy», que el 7 de Julio todavía cobraba 8.500 pesetas de las
«Minas Españolas*, sin que quepa precisar á qué titulo.
El Gobierno debía de creer que bastaban las tropas que había en Meli-
tla para cuanto alli pudiese ocurrir. El 1." de Marzo renunció por motivos de
salud al Ministerio de la Guerra el general Primo de Rivera, dejando en Ma-
drid organizada «una división reforzada», ó sea con todos los elementos ne-
cesarios para entrar inmediatamente en campaña, y en la cual vio todo el
mundo el refuerzo preparado para Mehlla. los batallones del Campo de Gi-
braltar quedaron también completos. Le sucedió el general Linares que esta-
ba de capitán general en Cataluña, á cuyo puesto fué el general Santiago.
Envióse una embajada á Marruecos, que estuvo de regreso en Madrid el 5 de
Junio, y tan poco temía el Gobierno ningún peligro en el Rif, que después de
una instrucción que no llegó á un mes (Mayo) licenció á los reclutas y á los
veteranos en proporciones tales, que los cuerpos quedaron en cuadro. Los
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80 HISTORIA DE ESPARa
graves sucesos, sin embargo, estabao encima. Reinaba excitación entre las
cabilas, algunas muy próximas á Melilla y otras más del interior, predican-
do los santones la guerra santa contra los cristianos, y á primeros de
Julio fué apaleado un policía indígena en el Zoco de Charrauit. £□ cuanto lo
supo, dispuso Marina que el general D. Pedro del Real saliese al campo
moro con una columna, y así lo hizo (3 JulioJ, recorriendo el zoco el Arbaa,
Charrauit y Ledahara, y volviendo á la plaza con seis prisioneros. La facilidad
de esta operación confirmó, sin duda, al Gobernador militar en su idea de ser
suficientes las fuerzas con que contaba, empleándolas con rapidez y energía,
para sosegar las alteraciones que ocurriesen en la comarca. £1 9 de Julio, los
cabilcños agredieron á los obreros del ferrocarril de las minas españolas,
matando á seis é hiriendo á uno, é inmediatamente salió el mismo Marina con
una columna dividida en tres cuerpos, y tras un combate no flojo, pues tuvi-
mos un oficial — el teniente López Salcedo — y cuatro soldados muertos, con
veinticuatro heridos de los últimos, se apoderó de las posesiones de Sidi-
Amet, Sidi-Aií y Sidi-Musa.
Se ha censurado mucho á Marina por haber ocupado estos puestos ale-
jados ocho kilómetros de la plaza y sin otra comunicación con ella que la
playa de Mar Chica, flanqueada en toda su longitud por el macizo montañoso
del GuTugú, que era como la cindadela de los moros; igualmente, por 00 haber
ocupado el cerro de BenÍ-£nsar, avanzada del Gurugú, i. cuyo pie corren los
ferrocarriles de las dos Empresas mineras, y que sirve como de pantalla á los
dos barrancos: el también llamado de Beni~£nsar y del Lobo. Lo positivo es
que no se conocía el terreno del Rif, siendo de admirar que en cuatro siglos
de dominación no hubiese habido medios de conocerlos y que no se previo el
empuje con que los rífenos acudieron á la lucha contra nosotros. Engran núme-
ro y con salvaje decisión acudieron desde luego áreconquistar los puntos que
habíamos conquistado, quedando las fuerzas que los presidiaban bloqueadas, y
siendo preciso para aprovisionarlas enviar desde la plaza convoyes que hablan
de recorrer la playa al pie del Gurugú, sufriendo el fuego que se lea hacía des-
de Beni-£nsar y demás estribaciones del macizo. Hubo que enviar refuerzos.
Son de notar dos de las medidas que tomó el Gobierno para enviarlos:
una, no haber empleado «la división reforzada» ni los batallones del Campo
de Gibraltar, sino sacar de Barcelona la brigada de cazadores; otra, haber
dispuesto que para reforzar los batallones mandados á la guerra, se les incor-
poraran, no sólo todos sus soldados activos con licencia, sino sus correspon-
dientes reservistas. Esto último era lo correctamente legal y lo que pide de
suyo el sistema (prusiano ó alemán) que la ley desarrolla: según este sistema,
cuando un cuerpo se pone en pie de guerra, lo hace con su reserva
propia, sin que sea preciso por eso llamar á todos los reservistas de los cuer-
pos que no van á ser movilizados; pero en £spaña, donde nadie se entera de
las leyes vigentes, sonó á gran novedad que se llamase á los reservistas de los
cuerpos movilizados, mientras que, no ya los reservistas, sino los soldados
activos de los cuerpos no movilizados se quedaban en sus casas, y se armó
en los pueblos un guirigay de protesta, no por absurda menos viva. jFor qué
he de ir yo, estando ya en la reserva, y no has de ir tú, que eres quinto de
este aBo ó del pasado? Tal era el argumento que SC oía por todas partes.
Su eficacia ó gravedad dimanaba de causas generales:
a) El amilanamicnto nacional producido por las desgracias de 1898.
i) La sistematización teórica de este amilanamiento: lo de que «había
>que echar triple llave al sepulcro del Cid> (Costa), lo de que <ni el Ejército
»ni la Marina servían para nada* (Sol y Ortega), lo de que lo •único que
'importa es la reconstitución interior*, lo de «idejémonosdeaventurasU, et-
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HISTORIA DB ESFAÑA 897
cétera, habla hecho su efecto ea la opiniÓD, y se profesaba coa la exagera-
ción propia de nuestro temperamento, sin distinguir entre una guerra con
los Estados Unidos y otra con los cabileños del Rif.
c) Los acuerdos internacionales del partido socialista, contrarios á toda
guerra exterior; y que aquí se disponían á ejecutar socialistas y anarquistas,
perfectamente organizados para la acción, y contando en cuanto fuese opo-
sición al gobierno de Maura con el bloque y ios periódicos más leídos. Con-
viene advertir que el mismo Maura era opuesto á una política belicosa, y que
CQ su concepto, lo único que habla de hacerse en el Rif era <una operación
de policial, para la cual bastaban algunos batallones de refuerzo á los exce-
dentes que allí habia preparado el general Marina; y, ciertamente, que no se
hubiera Maura equivocado á tener apercibidos en la Península lo ó 12.000
hombres de la misma calidad que la guarnición de Melilla. Por desdicha, no
los habla, y hubo que mandar, como á Cuba, paisanos vestidos de soldados,
que no sabían manejar el fusil. Los únicos que se entusiasmaron con el anun-
cio de la guerra fueron los oñciales, especialmente los jóvenes, á quienes la
ocasión que se presentaba les pareció de perlas para demostrar al país la in-
justicia de las censuras de 1898; iban resueltos á probar que el honory el valor
no hablan degenerado en España. Pocas veces se habrá visto una oficialidad
con mejor espíritu que ¡a nuestra en Julio de 1909. Maura estaba tan conven-
cido de que la cosa no pasaría á mayores, que pidió al Consejo de Estado un
crédito extraordinario de 3. 281. 408 pesetas, creyendo que eso bastaría para
lo que se preparaba.
Del 1 1 al 19 se trasladaron de Barcelona á Melilla las fuerzas de Catalu-
ña f6.ooo hombres, i.ooo caballos). Del 18 al 21 hubo durísimos combates, en
que los moros tomaron la ofensiva. Del 23 al 26 desembarcó la brigada de
cazadores de Madrid. El 23, terrible refriega eu que llegaron nuestras bajas
á 500, entre ellas el coronel Alvarez Cabrera, distinguido africanista, y el
teniente coronel Ibáñez Marín, uno de los mejores escritores mihtares de
nuestra época. El 27, la acometida por la brigada de cazadores de Madrid
que dio lugar á la verdadera catástrofe del barranco del Lobo. No es cierto,
como alguien dijo, que los soldados activos y reservistas se negaran á com-
batir, ni que huyeran. El Barranco del Lobo fué una catástrofe, pero gloriosa:
allí se peleó con valor extraordinario; huyeron los sobrevivientes cuando,
muertos ya ó heridos la mayor parte de los oficiales, quedó patente la impo-
sibilidad de asaltar las trincheras. Hubo múltiples episodios de heroísmo.
«Cuando apenas faltaban doscientos metros para poner el pie en la cumbre,
mnosgruposenemigosque venían doblando la divisoria de la loma... Llerena
■quedó diezmado por el fuego de sus contrarios. A las descargas moras, certe-
>ras y asesinas, contestaron los oficiales con gritos de entusiasmo. Al ver re-
>cular á su compañía, eltententeSalcedo{i) requirió el revólver, y, avanzando
ihasta la primera línea, gritó: ¡No es nada, muchachosi ¡Viva Españal [Arriba
>Llerenal La guerrilla se echó á tierra, y comenzó un fuego nutrido. La trin-
>chera mora contestó con igual ardor y con mucha puntería. El teniente Sal-
• cedo cayó á tierra con un balazo de remington en el hipogastrio» {2). Nues-
(ll D. Ángel Salcedo y Ausó, hijo dpi autor de este libro, nació en Madrid (¡l Acostn
áe. 18H7). Ingresó de alumno de Infantería en la Convoraloria de lix>5- Oficial en l^. Murió
en el hospital de Melilla el 29 de Julio. De su heroi-imo en este cómbale dan testimonio varios
de los libros publicados sobre la campaña de liaxt Su noticia biof^fica está en varios diarios
y revistas y además en el DkátmarUi Biografiai .Malritense, per D. Liiis BatttsUrví IMIa,
publicado por ti Excmt. Ayanlamirnlo de esla Corle. Madrid, ¡gil.
(l) Enri<]ue López Alarcón. •Melilla, igoQ. Diario di la Guerra.» I.a bibliografía de la
campaita de 1909 es extensísima, y de ella se ha hecho tratado esi>ecial. Madrid, 191 1. Librería
de Romo>.
Salcedo. Historia DE ESPaRa ^ , S7
D,g,t7cdb/tjOOglC
898 HISTOKIA DE BSPANA
tras bajas llegaron el día 27 á 1.046 eatre muertos y heridos, siendo de los pri-
roeros el general Pintos, jefe de la brigada, y muchos jefes y oficiales. Durante
Agosto interrumpiéronse tas operaciones ofensivas, no habiendo más que he-
chos aislados, como el ataque de los moros á un blokao en construcción (nocbe
del 2 al 3), en que pereció el teniente Velarde, jefe de lafuerza que lo custodiaba
y fueron heridos 16 soldados. £1 15, el ejército del Rif ascendía á la respeta-
ble fuerza de 35.500 hombres, con 62 piezas de artillería, 3.120 caballos y
3.040 mulos. Los moros causaban constantemente bajas con disparos aislados,
á que los nuestros pusieron el mote dtfiacos por el sonido que hacían las ba-
las. El 15 de Septiembre desembarcó otra división, con lo
que el ejército llegó á la cifra de 43.700 soldados, 74 ca-
ñones y 4.100 caballos. £1 combate de Taxdirt (20 Sep-
tiembre), en que un escuadrón de Alfonso XII dio una
brillantísima carga, nos hizo dueño de la península de Tres
Forcas; Sotomayor se apoderó de Benisicar, y Tovar, de
Hidún (22); Orozco, de Nador (25), Oroico y Tovat, de
Zeluán (27); Arizón, del Gurugú (29) (i). £1 Gobierno
anunció en Madrid que todo había concluido, y mandó
rolgar é iluminar las casas; pero el día 30 se di6 el san-
r>. Ángel Salirdo griento combate del zoco el Jemis, en que pereció el gene-
y Ausó. i-a] £)fa2 Vicario, sufriendo además muchas bajas. £nviá-
Tpnk'nte dd llata- ronse nuevos refuerzos: dos regimientos de Caballerfa
llón Cazadorc's de (1.400 jinetes) y una brigada (3.400 hombres); se recono-
íos^lu'roésilcicom^ *-'"* '^*'" globo cautivo el collado de Atlatén (valle del
Iwie del Barranfi) Kert) (17 Octubre), librándose para protegerlo un combale
del Lobo que nos costó 24 bajas. Sufrió la tropa un terrible tempo-
(iKür-ipoy). ^g| jg aguas {del 18 al 23 de Octubre). El 6 de Noviembre
fué ocupado Hidún; el 7, Teguel-Manin; el 25, Atlatén; y
los moros, ó se sometieron, ó huyeron de la comarca que con tanto trabajo
hablamos conquistado.
La semana trágica. — Los socialistas, anarquistas y radicales decidieron
desde luego sacar partido del disgusto general producido por la guerra. Los
primeros establecieron una Comisión permanente encargada de dirigir la
campaña contra la guerra. £1 18 de Julio hubo en Madrid un mitin de protes-
ta con grandes cartelones que decían: «lAbajo la guerraU < iDeñendan la
patria los que la gozanl> Pablo Iglesias proclamó que los moros tenían la ra-
zón. Lo mismo se hizo en Barcelona, Valencia, Murcia, Gijón y Bilbao. La
noche del 20, anárquica manifestación en Madrid; y al salir los batallones de
cazadores excitábase á gritos á los soldados, especialmente á los reservis-
tas, á romper filas, á desobedecer, á revolverse contra los oficiales. En Bar-
celona se acordó el paro general, y se lanzaron á la calle los huelguistas. El
capitán general, por efecto de la partida de los cazadores al Rif, no contaba
más que con unos 800 soldados, la Guardia civil y los guardias de Seguridad.
Los días z6, 27 y 28 de Julio los revoltosos sostuvieron muchos encuentros
con las tropas, levantando barricadas y haciendo fuego desde las casas; pero
sin empeñarse mucho en la refriega: su táctica fué dedicarse á incendiar igle-
(il l'n dia anli's, H 2S, fui' la ln'roira lia/aña del raho i.uis Noval: irara atacar al caiti-
iKinniilfi drl 7iirí) el I ¡ah sfiriircnditrcm i i'slc ralio (|iir patrulliilMi ron iloi soldados j- un lam-
Imr. Mataron i los soldados, y oiili(,'aron al ralio S giiiarlos ha.'ta la enlrada del camj lamento.
Akí lo liiTO N'ovai, y ruando eslnvíeron en ii.iraje ríe jioder ser oídos jior los centin<-ías. Rrilci:
iHacfJfiifgif si'lirt Hesi^TVí. qut son mi>r-'s! ilataron los moros á su guia, y se puso en armas el
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DB ESPAÑA S99
sias, conventos y asilos, aprovechando los momentos en que la Tuerza públi-
ca DO podía impedirlo; asi destruyeron 43 edificios, algunos magniñcos, inten-
tándolo con otros muchos. Extendióse la revolución á Barcelona, Sabadell,
Mataró, Figueras, San Feliú de Guixols, Sarria, San Adrián del Besos, Igua-
lada, Manresa, Vendrell, Oranollers, Arenys de Mar y otros muchos poeblos,
cometiéndose ó intentándose en todas partes análogos excesos. Se ha dicho
y repetido hasta la saciedad que esta rebelión no tuvo jefes, y es cierto en
el sentido político, ó sea que no hubo un caudillo que asumiera el mando de
todos los grupos rebeldes dándoles unidad de dirección; pero de aquí á sos-
tener que los grupos no tuvieran sus correspondientes cabecillas y que no
hubiera en cada episodio directores y dirigidos, media un abismo. Conviene
añadir que la negación de no haber jefes se ha hecho, y aún se hace, con el
objeto de probar que no debió aplicarse para juzgar á los reos de la rebe-
lión el caso primero del articulo 238 del código de Justicia Militar.
Sentenciados á la última pena por los correspondientes Consejos de gue-
rra, fueron pasados por las arma.*;: José Miguel Bazo (17 Agosto), que habla
capitaneado á los rebeldes en San Andrés del Palomar; Antonio Malet Pujol
{2Í( Agosto), que en San Adrián de Besos, dirigió á la turba que intentó in-
cendiar la iglesia, consiguiéndolo de algunos altares, y que destruyó el puen-
te de la via férrea; Eugenio del Hoyo (13 Septiembre), guardia de seguridad,
á pesar de lo cual hizo fuego contra la tropa desde un balcón de la calle de
MoDserrat; Ramón Clemente García (4 Octubre), dependiente de una carbo-
nería de la calle de Roig, quien, habiendo tomado parte con uno de los gru-
pos de rebeldes en el asalto del convento de Jerónimas, escandalizó bailando
en medio de la calle con una de las momias sacadas del panteón; y Francisco
Fcrrer Guardia (13 Octubre). Ferré r había sido capturado en Alella el i."
de Septiembre. La base de las censuras que se han hecho contra el fallo
condenatorio de Ferrer es que no fué condenado por la rebelión de Barce-
lona, y menos aún, por ser jefe ó uno de los jefes de ella, sino por sus ideas
antirreligiosas y antimilitaristas enseñadas en la Escuela Moderna: no fué, se
dice, un revolucionario, sino un pedagogo de doctrinas revolucionarias. El
dictamen fiscal, el fallo y su aprobación evidencian, sin embargo, que se
condenó á Ferrer por haber instigado la rebelión en la Solidaridad obrera y
por haber tomado parte activa en su dirección, no sólo en Barcelona, sino en
Masnou y en Premia de Mar. Cerca de sesenta testigos depusieron en la
causa, muchos de ellos radicales ó de ideas avanzadas, y casi todos estuvie-
ron conformes en que fué Ferrer el alma del movimiento. Lo que sí quedó
también demostrado con este fusilamiento es la importancia que tenía Ferrer
en el radicalismo europeo, conocida, sin duda, por el Gobierno liberal que re-
gia cuando el proceso del atentado de Morral, y que le hizo apetecer que no
se ahondara mucho, sin duda para no verse en el compromiso de tener que
ejecutarle. Ya en la noche del 12, los elementos avanzados realizaron una im-
ponente manifestación en París, otra en Koma, organizada por la sociedad
«Giordano Bruno>, otraenTurfny otra en Zurich. El 13 las hubo en París,
Roma, Turin, Bolonia, Nápnles y Oporto, siguiendo en Coimbra, Besanzón,
Cherburgo, Valence, Niza, Narbona, Lyon, Oran, Trieste, Lisboa, otra en
París el 17, Lieja, Bruselas, Marsella, Genova, Ve necia, Tolón, Londres, Bue-
nos Aires, etc. Todas estas manifestaciones fueron iguales: organizadas por
los grupos socialistas y anarquistas, favorecidos por la Masonería, que vio en
ellas un medio de combatir <la intolerancia secular de España», y apoyadas
en el equívoco de suponer que Ferrer no habla intervenido en la rebelión de
Barcelona, sino únicamente enseñado y propagado ideas avanzadas, y que
por eso le habla fusilado un «Gobierno clericali á instancia de los jesuítas,
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lS2.Joaqnio A. Qnlntero ,
EtpatetM Itaitre* coitemporáBco*.
D,g,t7cdb/COOgIC
HISTORIA DE ESPAÑA 9OI
del clero y de una sociedad de católicos intransigentes é inquisitoriales ti-
tulada la «Defensa Social>.
Caida del Gobierno. — Tenia Maura vivísimo deseo de presentarse ante
las Cortes, Creía ñrmisímamente:
I." Que la discusión parlamentaria tenia que serle favorable, toda vez
que ni en Melilla ai en Barcelona había hecho el Gobierno sino lo que tenía
que hacer y como tenía que hacerlo, y, por tanto, que en las Cámaras
estando él allí para contestarles, no podrían sus adversarios sostener tos so6s-
mas, equívocos y calumnias con que venían acosándole.
Y 1° Que aunque los republicanos siguieran censurándole y comba-
tiéndole, el partido liberal, en su calidad de monárquico, do habla de hacer-
se solidario de los enemigos del trono, de la patria y de la sociedad.
Ambas creencias eran ilusiones. £1 partido liberal estaba en aquel
momento embebido en «el bloque de las izquierdas»; su jefe, D. Segismundo
. Moret, tenía por consejeros áulicos á D. Melquíades Alvarez y á D. Miguel
Moya, y habla dentro de él dos elementos: uno, el más liberal, que iba con la
corriente revolucionaria europea y quería la inmediata desaparición del
Gobierno conservador como castigo de la represión de Barcelona; otro, el
más conservador, que temía á la revolución, mas juzgando que el único medio
de evitarla era esa misma desaparición (•política de cauce* que deja pasar las
embravecidas aguas del torrente, en vez de la ipoUtica de dique» que las
contiene). Siendo tal el estado de ánimo de los liberales, no cabía, sin excesivo
y engañador optimismo, esperar de ellos ninguna clase de colaboración. Por
eso don Eduardo Dato estimaba como un verdadero suicidio ir á las Cortes
en aquellos momentos, conceptuando que debía diferirse su reunión hasta
qoe se liquidase lo de Barcelona dando la indispensable amnistía y pasase
algún tanto la efervescencia reinante. Maura no consultó con nadie: tan
natural y obligado le parecía ir á las Cortes en aquellas circunstancias.
Abriéronse el 14 de Octubre; es decir, al día siguiente de ia ejecución de Fe
rrer, dando asi pábulo á la murmuración de haberse apresurado el fusila-
miento para que las Cortes lo tuvieran ya como un hecho consumado.
Sucedió lo que tenía que suceder. El mismo día 14 Azzati armó un es-
cándalo. Se habló de las algaradas del extranjero, como de <la opinión de la
(Fjfliíation de ¡a limina anttrioT.)
EapakolM üaitreí cantemporiaBoi.— IM. Joaé María Oabrltl y Oatán, gran poeta castrlli-
no. atortvruido t Iniplradlslmo calllvtdor de la ponía campesina. £/ ama, conmovedora y bellísima com-
posiclin de suave placidez y vigorosa enjundia, bastaría para su gloria (1871 - I>»t).-19l y l»I. SeniHa y
JoaqülD Alvarcx Quintero, fecundos é ingeniosísimos autores cómicos que cuentan en su glotiou carre-
ra innumerables triunfos, y enlre sus producciones, suficientes obras maestras pira hacer ilustres á varios
escritores (1871 y 1873). -193. Roaario Pleo, notable actriz cúmica, de elegante presencia, fleilble ta-
lento y grada encanlarioia. Nació en 1872.— 191. José Martlaez Rali, eminente escritor que ha colocado
su srudúnimo Azorín entre los nombres más ilustres de la liteíalura castellana. Su cultura es vastísima,
j admirable su estila. Nació en 1873. — I». AdoHo Boailla y San Martin, notable literato, uno de
los úlsetpuloa predilectos del maestro D. Marcelino Menfndez y Pelayo. Pertenece á las Academias de
U Historia y de Ciencias Morales y Políticas. Su estudio acerca de Luis Vives dióle merecido renom-
bie critico. Nació en Madrid en IBT4. — IVS. Orcf[oHa Martloei SlMT», autor dramllico. aplaudido
inlcTisa poesía y su cálido estilo (ISI6). -197. Ricardo León, ilustre poeta y novelista, en cuyo estilo mara-
villosamente cincelado parece resucílai la elegante majestad de nuestros grandes clásicos del siglo de oro.
En poquísimo tiempí se ha dado 1 conocer, se ha [ormado un renombre envidiable, y ha sido elegido
académico de la Espínala OS77). — 19S. EdnardO Marqniaa. poeta de vigorosa inspiración, y fecundo y
notable dramaturgo. Su obra En Plandes st ha puetto el Sol ha sido elogiada unáninMmenle en EspaKi
y América. Nadó en Barcdona (1879).
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902 HISTORIA DE ESPAÑA
Europa consciente) , contraria de todo punto á lo que se había hecho en Bar-
celona y á la permanencia de Maura y los conservadores en el Poder; se de-
cía en serio que Europa entera había decretado que Maura no fuese presi-
dente del Consejo en España, como decretó en 1815 que no fuera Napoleón
emperador de Francia. Él día 18 pronunció Moret un discurso de terrible
oposición al Gabinete, pidiendo su caída como necesidad pública urgente:
aún les pareció flojo, sin embargo, á los prohombres liberales, y el 19 estuvo
más fuerte, anunciando solemnemente á Maura que la mtnorfa liberal habla de
negarle todos los medios de gobernar, obstruyendo, si era preciso, la discu-
sión de las leyes económicas. Maura hizo que Dato viese á Moret y le pre-
guntase si esta oposición había de extenderse á la concesión de créditos para
la guerra de África; contestó D. Segismundo que sí, y el día zo planteó Maura
la crisis, «porque para continuar en el Poder sin la cooperación de los libe-
<rale5, tendríamos que ir á la dictadura, y eso no lo propondré yo jamás>.
El 22 estaba formado el Gabinete liberal: Presidencia y Gobemación, Moret;
Estado, Pérez Caballero; Gracia y Justicia, Martínez de! Campo; Hacienda,
Alvarado; Guerra, Luque; Marina, Con cas; Fomento, Gasset; Instrucción Pú-
blica, Barroso. Tres días después convocó Maura á las mayorías conservadoras
en el Senado, y les dirigió un enérgico discurso protestando contra la conduc-
ta de los liberales y diciendo que con el Gobierno constituido el día 23 los
conservadores no podían tener otra relación que la de una «implacable hosti-
lidad*. El 8 de Noviembre socialistas y republicanos formaron una «Conjun-
ción» que tenia por ñn último el establecimiento de la República, y mientras
esto no se lograra, impedir por todos los medios posibles que volviese al Po-
der D. Antonio Maura.
Murieron este año memorable: en Febrero, el Cardenal Sancha (24). En
Marzo, el maestro Chapi (25). En Abril, el Dr, Ovilo (1) y el almirante Cer-
vera (3). En Mayo, el calígrafo Fernández Vailiciergo (ii). En Junio, D. Ma-
tías Barrio y Mier, jefe delegado del partido carlista y reputadísimo catedrá-
tico de Historia del Derecho español (23). En Julio, D. Carlos de Borbón (lü):
sus partidarios reconocieron por rey legítimo á su hijo D. Jaime, dándole el
número de III, en consideración á los dos reyes aragoneses del mismo nom-
bre, cosa extraña en un partido tradición alista, ya que la tradición española
es que los monarcas lleven el número ordinal correspondiente á los reyes de
Asturias y León hasta Fernando I el Magno, y desde aquí en adelante, de
Castilla. En Diciembre, el escultor Querol (14).
Aña igio. — Todo parecía prometer á Moret un Gobierno de lar^ du-
ración, y probablemente lo hubiese tenido á ser él hombre de algún sentido
práctico y capaz de darse cuenta de lo que le rodeaba. Se había alianzado en
su entendimiento la idea, sagazmente inspirada, de que para gobernar nece-
sitaba de una mayoría suya, enteramente suya, y no compartida con los otros
prohombres liberales, atribuyendo á no poseerla su fracaso en la anterior
etapa liberal. Acertaba en esto; pero no en figurarse que podía él, con sus
condiciones de carácter y su desconocimiento de la realidad, hacerse esa ma-
yoría personal, aun habiéndose reservado la cartera de Gobernación y tenien-
do en este Ministerio como subsecretario á su ñel Alba. La mayoría que creía
él proyectar, quien la proyectaba realmente y la hubiese formado era el ele-
mento directivo del bloque, y hubiera sido una mayoría bloquisla en que ha-
brían preponderado los republicanos dispuestos á ser monárquicos, con tal
que la Monarquía extremase su carácter democrático, y los monárquicos
igualmente dispuestos á traer la República en cuanto se figurasen ó temiesen
que la Monarquía se inclinaba hacia la derecha- Unas Cortes de esta clase
hubiesen alejado indefinidamente á los conservadores del Poder; habrían con-
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HISTORIA DE ESPAÑA 903
vertido á la moDarqufa restaurada en algo, no semejante, sino igual á la de
Don Amadeo, y estaba muy en lo posible que hubieran tenido por remate -su
1 1 de Febrero. Los directores de este plan estaban obsesos por la idea de
imposibilitar la vuelta de los conservadores, y basta llegaron á lisonjearse con
la esperanza de que en lo porvenir habría dos partidos: uno conservador di-
rigido por Moret, y otro liberal cuya jefatura reservaban á Canalejas. Pero-
el plan no podía gustar ni á la Corona ni á los prohombres liberales, amena-
zados de perder su influencia: en cuanto se percataron los últimos, pusiéronse
en guardia, y no tardaron en tomar la ofensiva contra el Gobierno. Hubo ca-
bildeos y reuniones. García Prieto, en conferencia dada en el Circulo libe-
ral, habló de «acercamientos impuros, UícÍtos>, refiriéndose al concierto de
Moret con los republicanos; Cobián llevó á Palacio la exposición del plan
bloquista que iba á desarrollarse en las elecciones generales, y la oposición
del partido liberal al propósito de crear unas Cortes que no ibaíi á ser suyas,
sino de D. Melquíades Alvarez y de D. Miguel Moya, el Rey pidió una de-
mostración publica de la actitud colectiva del partido. Se pensó primero en
una reunión de ex ministros para desautorizar á Moret, prefiriéndose por
último que asi lo hicieran los Comités liberales de Madrid, reunidos por el
conde de Romanones (8 Febrero), Al otro dfa (9, Miércoles de Ceniía) fué
D. Segismundo á Palacio, y presentó al Rey el decreto de disolución de Cor-
tes: dijole el Monarca que, en vista de la manifestación de los Comités, cou-
venla oir á los personajes del partido antes de firmarlo. En aquel momento
enteróse el Presidente de que no contaba con la confianza de su partido y de
que, por tanto, tenia que caer; cosa sabida, ó, como ahora se dice, <ya des-
Contada> en los circuios políticos desde el domingo de carnaval.
Constituyóse inmediatamente nuevo Ministerio: Presidencia, Canalejas;
Estado, Garcfa Prieto; Gobernación, Merino; Hacienda, Cobián; Gracia y
Justicia, Ruiz Valaríno; Fomento, Calbetón; Instrucción Pública, Romanones;
Guerra, Aznar; Marina, Arias de Miranda. Disueltas las Cortes conservado-
ras (14 Abril) y vertñcadas las elecciones (8 y 22 Mayo), abriéronse las nue-
vas (9 Junio), siendo presidente del Congreso el conde de Romanones, y ocu-
pando su vacante en Instrucción Pública D. Julio Burell. Subió Canalejas al
Poder con el firme propósito de no desautorizar con sus actos de gobernante
las muchas palabras que había pronunciado en sentido anticlerical y demo-
crático, pero decidido también á no dejarse arrastrar ó envolver por el tor-
bellino de aquellas palabras al precipicio de una prematura calda; estaba re-
suelto á gobernar mucho tiempo, á ser jefe del partido liberal, impulsándolo
hacia la izquierda, pero sin perder el contacto con su derecha, ni aun con las
derechas españolas en general, y á mantener el turno pacifico con el partido
conservador. A pesar de haber repetido tantas veces en su periodo de oposi-
ción y propaganda que él era hombre de ideas, su temperamento era esencial-
mente político, y no ideológico, y su radicalismo no pasaba de un eclecticis-
mo perfectamente acomodado á la confusión de principios predominante en
nuestras clases medias y en los elementos más ó menos intelectuales, que
son los que gobiernan; así, tremolando con audacia la bandera de Waldeck
Rousseau y Combes, siempre se tuvo y quiso que lo tuviera todo el mundo
por buen católico, cosa que en Francia hubiera determinado una posición in-
sostenible por falsa, pero que se adaptaba en España á la mentalidad embrio-
naria ó caótica de muchos, y le permitía desarrollar habilidad florentina para
entretener á Moróte, por ejemplo, con promesas de que iba á realizarse
cuanto el an tica tol leísmo militante pide, aunque por etapas, y dar á la vez
seguridades al marqués de Pidal y al de Comillas de que no se haría casi
nada en ese sentido, ó á lo sumo cosas de más apariencia que sustancia.
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g04 HISTORIA DE ESPAÑA
Para acreditar su cartel anticlencal publicó una Real orden permitiendo
á las capillas protestantes poner en sus fachadas rótulos ó emblemas anun-
ciadores del culto (i), y con esto, el indulto de Macías, que habla sido conde-
nado por el Consejo de guerra de oficiales generales de la Armada, y la inau-
guración de las obras de la Gran Vía, entretúvose á la gente hasta la reunión
de Cortes, EmpeBadlsimo y apasionado fué el debate promovido por la Con-
junción republicano- socialista, no contra el Gobierno, sino contra los conser-
vadores, libando Pablo Iglesias á decir que si Maura volviese al Poder, es-
tarla expuesto á todo, hasta al atentado personal; y no necesitó volver al
Poder para correr ese riesgo: en Julio salió con su familia para Baleares, y al
llegar á la estación de Barcelona (dfa 22) un tal Manuel Possá le hizo blanco
de varios tiros de pistola, hiriéndole en un muslo, y en et brazo derecho gra-
vemente á uno de los caballeros que le esperaban, manchando de sangre el
vestido de Susana Maura, la hija menor de D. Antouio, y no consiguiendo su
mal propósito, gracias á D." Margarita Montaner, sobrina del ex presidente,
que desvió la puntería del criminal. En el debate del Congreso pronunció
La Cierva un gran discurso que hito muchísimo efecto, vindicándose de las
múltiples inculpaciones de que era objeto (7 y 8 Julio). Leyó Canalejas en el
Senado(5 Julio) el (proyecto de ley del Candado*, asi denominada por ser como
• un candado* puesto al derecho de asociación y al Concordato para que no
pudieran establecerse nuevas Órdenes religiosas ínterin se promulgaba una
nueva ley de Asociaciones ó transcurrían dos años sin presentarla á las Cor-
tes: como consecuencia, se suspendieron las negociaciones pendientes con la
Santa Sede, y si no se cortaron, se aflojaron las relaciones diplomáticas, reti-
rándose de Roma nuestro embajador y dejando al consejero de la Embajada
como mero encargado de Negocios (30 Julio). Esta actitud del Gobierno pro-
vocó debates en las Cámaras y grandes manifestaciones católicas en mu-
chas poblaciones, prohibiéndose la que había de celebrarse en San Sebastián
con enorme concurrencia de Navarra y Vascongadas. La ley del Candado
fué aprobada por la alta Cámara (4 Noviembre), votando en pro 149 senado-
res y en contra 85, entre los cuales se contaron los prelados, y si los 85 se hu-
biesen abstenido, la ley no hubiera pasado por falta de número suficiente de
votantes ó falta de quortim, según la locución que Canalejas puso de moda.
Para conseguir el quorum, el presidente del Consejo, á pesar de proclamar
á toda hora que lo mejor y más sustancioso de la ley del CaYidado consistfa
en no haber sido previamente convenida con la Santa Sede, siguió negocia-
ciones con los prelados, los cuales votaron cediendo á una indicación de la
Nunciatura, de donde vino á resultar que la tan aborrecida intervención del
Poder eclesiástico tuvo lugar en esta ley como en todas las que se refieren á
negocios religiosos; para conseguir la aprobación de la ley por el Congreso
(23 Diciembre) hubo que vencer la obstrucción de carlistas é integrístas re-
curriendo á la sesión permanente.
De las huelgas, que fueron muchas, destácase por su importancia la de
los mineros de Bilbao, iniciada (1 5 Julio) con la pretensión de la jomada mí-
nima de nueve horas, que obligó á declarar el estado de guerra en la pro-
vincia de Vizcaya (3 1 Agosto) y que no se arregló hasta el 23 de Septiembre
por los buenos oficios del general Aguilar, jefe de la región. Motines hubo
(1) Iji Constiturión (art. I)) prF^rí))p: Xe se permitíráit otras miaiifettaáenn p^licm qur
lia lit la rtligióii M üsbuli}. Y la Rpal ordfn <1p 2j C)ctubre 1876 (art. 2.°) enliendp por ma-
nifostanoncs píiWiras los Ictri-ros, hanclt-ras. rmlilcmas, anuncios y rartplrs fn los muros pxle-
rinrps dpi tpmplo v cr-iiK-nlprio disklcntcs: cstn fui lo derogado por la Rpal ordpn dp Cana-
lejas.
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HISTORIA DE ESPAÑA gO$
varios en Madrid: el de los estudiantes de Medicina (25 Noviembre), como
protesta contra una zarzuela que se representaba en Novedades, por el cual
dimitió Méndez Alants la jefatura de Policía, y el choque, que pudo tener y
□o tuvo proporciones considerables, entre los republicanos-socialistas que ce-
lebraban una manifestación en el Prado y los peregrinos católicos que re-
gresaban de Nuestra Señora de los Angeles, en Jetafe (16 Octubre). De
debales parlamentarios, el más escandaloso fué el promovido por los ca-
talanistas contra Lerroux y los radicales, acusándolos de inmoralidad en
el manejo de los fondos municipales de Barcelona. D. Gumersindo de
Azcárate, jefe de la minoría conjuncionísta, y Pablo Iglesias declararon
en elCongreso(i7 Diciembre) que no eran satisfactorias las explicaciones
dadas por Lerroux, por lo cual los radicales dejaron de formar parte de la
Conjunción.
Se celebró el centenario de las Cortes de Cádiz, y se mandaron embaja-
das extraordinarios á los centenarios de la Independencia de varias Repú-
blicas americanas.
Murieron este año: Enero, Fernández Bremón (z8). Febrero, Balbina
Valverde, la gran característica (2). Marzo, D. Melchor de Paiau (2), D. Fe-
lipe Pérez y González (15), el maestro Valverde (18) y el arqueólogo López
Ferreiro, historiador de la Catedral de Compostela (20). Abril, Lagartijo (8),
el ex ministro Abarzuza (12), el pintor D. Emilio Sala (14), el maestro Gou-
la (ig) y D. José M. Sbarbi (24). Junio, la infanta Josefa, viuda de Güell y
Renté (10), y D. Ricardo de la Vega (22). Julio, el actor Donato Jiménez (2)
y el insigne hispanófilo inglés Martin Hume (3). Agosto, el maestro Mateos,
notabilísimo organista y compositor (30). Octubre, D. Carlos Frontaura (20).
Noviembre, el Dr. Camisón (7) y el periodista Adolfo Suárez de Figueroa.
En Diciembre, el «cabo Mur>, que se hizo famoso en la guerra de África
(1859-60), convertido por sus servicios y con el tiempo en el teniente coro-
nel de Inválidos D. Pedro Mur y Escalona (19).
^*7 z^it. — El I." de Enero planteó Canalejas la cuestión de confianza
para reorganizar el Gabinete: salieron Merino, Calbetón y Burell, sustituyén-
dolos Alonso Castrilto, Gasset y D. Amos Salvador. Otra crisis (2 Abril), por
la que dejaron sus carteras Ruiz Valarino, Aznar, Arias Miranda, Cobián y
D. Amos Salvador, pasando el primero á Gobernación, entrando Barroso en
Gracia y Justicia, y reemplazando á los otros Luqne, el almirante Pidal, don
Tirso Rodrigáñez y D. Amallo Jimeno. El 29 de Junio pasó Barroso á Go-
bernación, reservándose Canalejas la cartera de Gracia y Justicia. De casi
ninguna de estas crisis se vio razón polftica suficiente: la mayoría de ellas
obedecieron al deseo ó necesidad de ir contentando sucesivamente á las dis-
tintas fracciones ministeriales.
El S de Enero el Rey acompaftado de Canalejas, emprendió un viaje al
Rif, visitando todos los campamentos y posiciones con un temporal de aguas
que puso á prueba la resistencia física de los expedicionarios. El 1 2 del mismo
mes fué ñrmado el tratado hispa no -marroquf, por lo que se concedió á Gar-
da Prieto el titulo de marqués de Alhucemas. El 7 de Abril publicó Le ^our-
«o/ el tratado hispano-francés sobre Marruecos, y los franceses ejercieron en
este Imperio actos de verdadero dominio; con el pretexto de protejer la co-
lonia europea de Fez, sus columnas avanzaron al interior; £i Diario Universal
publicó (l.° Mayo) una nota oficiosa declarando que la conducta de los fran-
ceses alarmaba profundamente á la opinión en España. Los moros atrepellaron
á unos pescadores españoles en la playa de Ceuta á Tetuán, y como el bajá de
la última no impusiera el inmediato castigo, el general Alfau, gobernador de
Ceuta, ocupó militarmente las posiciones de Monte Negrón y Zeuzén (2Z Ma-
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906 HISTORIA DE ESPAtÍA
yo). £1 24 óe este mes entró eo Fez la columna francesa del general Moinier,
sorprendiendo la tacilidad con que realizó una operación que muchos concep-
tuaban sólo posible para un gran ejército y con una larga y costosa campafta.
En Alcazarquibir fueron vejados anos protegidos de España, por lo que des-
embarcaron fuerzas (9 Junio), protestando el bultáncontraesiebecho el dia 20.
Los alemanes desemtrárcaron en Agadir (i.° Julio). Comenzaron las hostilida-
des á orillas del Kert, que los nuestros querían convertir, no sólo en sólida
linca fronteriza de nuestro campo, sino en base de operaciones para dominar
las cabilas de la otra ribera. Combate (31 Julio) en que padecimos sensibles
bajas; ataque de los moros (20 Agosto); nuevo combate sangriento (9 Sep-
tiembre) que decidió á enviar refuerzos, y el general Luque parte á Metilla
(3 Octubre), iniciándose á su presencia, si no bajo su inmediata dirección, un
avance (6 Octubre), llegando la división Orozco (7) á quince kilómetros más
allá de Imarufen. Éstas operaciones no tuvieron el venturoso resultado que
se esperaba, y el día 13 perdimos gloriosamente al general Ordóñez, saliendo
de Melilla el ministro de la Guerra (ig) para Ceuta y Cádiz. El capitán gene-
ral de Melilla (Aldave) dio por paciñcada la región el 26 de Noviembre, pero
recrudeciéronse las hostilidades en la primera quincena de Diciembre, li-
brándose (dia 27) un recio combate en que fué herido el general Ros, muer-
tos el coronel Garda Gómez y el teniente coronel Bemaldez Dorado, su-
friendo otras muchas bajas.
Durante casi todo el año Francia y Alemania negociaron sobre la cues-
tión de Marruecos, reconociendo al fin la segunda el protectorado de la
primera (Noviembre); pero como esto fué á título oneroso, dijo el Gobierno
francés que los sacrificios hechos debían ser compartidos por España, é ini-
ció un nuevo tratado franco- es pañol (6 Diciembre). El 10 de Septiembre re-
conoció nuestro Gobierno, simultáneamente con loa de Inglaterra, Alemania,
Austria é Italia, la República portuguesa. (1).
CMestiones politicas interiores. — Del 27 de Marzo al 9 de At>ríl se discutió
en el Congreso la revisión del proceso Ferrer, siendo rechazada por 179 vo-
tos contra 23. Reanudadas las sesiones de Cortes (8 Mayo), presentó el Go-
bierno, además del presupuesto, un proyecto de ley de Asociaciones — - con-
tra las Ordenes religiosas — otro de supresión del impuesto de Consumos, y
otro dividiendo en dos la provincia de Canarias. La de abolición de Consu-
mos fué promulgada el 31 del mismo Mayo, y empezó á regir en Madrid el
I." de Julio, causando no poco desencanto, pues no bajaron los comestibles,
sino es en la venta al por mayor; es decir, en la que no beneficia á los po-
bres. De huelgas, motines y colisiones fué un año fecundísimo: el 10 de Fe-
brero, atentado contra Lerroux en Sabadell. El 28 de Mayo celébranse si-
multáneamente un mitin radical y un taplech> carlista en San Feliú de Gut-
xots: vienen á las manos unos con otros, librase una batalla campal á tiros,
resultando cinco muertos y diez y siete heridos. El 9 de Julio, huelga general
en Zaragoza con sangrienta colisión entre los obreros y la Guardia civil; y el
16 tumultuoso mitin conjuncionista en Barcelona. En Agosto, un mitin sindi-
calista en Madrid contra la guerra de África (6), é insubordinación de doce
marineros á bordo de la Nttmancim (5) por la que es fusilado un fogonero y
condenados á reclusión perpetua ottos ocho. En Septiembre: gravísima huel-
lii" Portiipal V fl prinriiw hfrí--
y encana í Vem-ira de .XnidraJ
■riii lie i-onniiacum miinarquira y muy lilirral. Kl 4 ilr Sriitli-nilirr
o <!<■ la Marina hizn hiiir ni r<-y Don Manuel y i su familia. ]>riirla[T)an-
siílcnria iIcTiM^filo BraHa.
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HISTORIA DE ESPAÑA <jOJ
ga en Bilbao, cerrándose las fábricas y el tráfico del puerto; motín en Pena-
gos, con muerte de un cabo de la Guardia civil y cinco mineros, resultando
heridos tres guardias; en itarcelona se descubre un complot revoluciona-
rio (i6); intento de huelga general en toda España, lanzándose al campo en Va-
lencia una partida de mil obreros, y siendo en Cultera bárbaramente asesina-
dos, con circunstancias que horripilan, el juez de Sueca D. Jacobo López
Rueda, el ofíctal de la Escribanía, D. Fernando Tomás Pastor, y el alguacil
Antonio Dols. Muchos horrores, más propios de hienas que de hombres, se
han consumado en nuestras revoluciones y guerras civiles, lo mismo en la
Península que en América, siendo en ambos continentes oprobio de la raza y
mancha repugnante de nuestra historia; pero este triple asesinato de Cultera
no cede á ninguno en ferocidad. El Gotrierno se puso un poco serio, suspen-
dió las garantías constitucionales, y el conato de huelga general fracasó en
todas partes. Hubo también una algarada estudiantil en Barcelona (24 No-
viembre), con repercusión en todos los centros escolares, como protesta con-
tra un articulo titulado <La jarka universitaria», obra de la vieja escritora
Rosario de Acuña, que reprodujo El Progreso, y era un procaz insulto á los
estudiantes espafioles.
Fiel el ministro de Fomento i su política hidráulica, inaugtiró en Málaga
(18) las obras del pantano del Agujero. El de Instrucción Pública creó la
•Mutualidad» y el «Ahorro escolares*, y mejoró los sueldos del Magisterio
inferiores á 1.500 pesetas.
Grandiosa manifestación de orden religioso fué el <XXI! Congreso Eu-
caristico Internacional', celebrado en Madrid del 23 de Mayo al 3 de Junio,
con una procesión á que concurrieron más de 100.000 personas venidas
de toda España y del extranjero. La Familia Real tomó activa parte
en el Congreso, y el Rey pronunció en la sesión de clausura un dis-
curso que fué muy celebrado. £1 Gobierno no concurrió ni intervino oficial-
mente; pero esmeróse en guardar el orden y en que fueran respetados los
congresistas. (1)
Fallecimientos. — Enero: Carolina Coronado y el actor D. José Mesejo
(17), el escultor Folgueras {17} y D. Juan Catalina Garcfa {18). Febrero: don
Joaquín Costa (8), D. Trinitario RuizCapdepón (13), Jesús Pando y Valle (24),
D. José Piernas Hurtado y el canónigo de Toledo, ex diputado de las Cons-
tituyentes de 1869, D. Cruz Ochoa. Marzo: el doctor Ezquerdo (24), Abril:
el actor D. Pablo Arana (7) y D. Emilio Prieto Villarreal (9). junio: el
pintor Gormai {21J. Julio: D. Teodoro Llórente (i) y D. José Valles y
Ribot, jefe de los federales de Barcelona (31). Septiembre: D. Antonio
Garcfa Alix (29). Octubre: el marqués de Teverga (4) y López Domln-
guez(i7). Noviembre: el escultor Barrón (25). Diciembre: el poeta catalán
Juan Mar^all (20).
Año igi2. — Opuesto por escuela á la pena de muerte, de cuya inmedia-
ta abolición había intentado hacer un punto de su programa, desistiendo ante
la resistencia de los prohombres del partido, y temeroso de que radicales y
socialistas promoviesen en contra suya otra algarada por el estilo de la de Fe-
rrer, Canalejas puso singular empeño en el indulto de pena capital de siete
de los procesados por el abominable crimen de Cullera que á ella fueron con-
Con|n>><io dr Síli'sia, (in'fuirado jHir monseñor S<^ir. Iiajo la inspíruríón de- la piadosa scjtorí-
ta TamastPr. Tji dirijir un nimiií oiivo j^osidenti" nomina ripapa. siíndiJo actualmente el oIms-
po de Samur. mnntieñor Ileylrn. Kf cardenal ^ianrlia ashilió al Cun|;reso ilel^mdres. y pm|iusi>
la celebrarión de otro en Marlriit.
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goS HISTORIA DE ESPAÑA
denados por el Consejo Supremo de Guerra y Marina (i). Desplegó á tal efec-
to habilidad suma, hasta conseguir que el Consejo de Ministros (12 Enero)
acordase proponer al Rey el perdón de seis de los reos: no quedaba más que
uno excluido de ta gracia, y, como es lógico, S. M. se negó á permitir tamaña
injusticia, con lo que resultaron indultados los siete, y el Presidente presen-
tó la dimisión, para que Don Alfonso le ratificara su conüanza. Combatidlsi-
nio Gasset por la distribución kilométrica de caminos vecinales en proyecto,
y utilizando sus adversarios la discrepancia entre lo aprobado por las Cortes
y lo publicado por el Ministro, que muchos supusieron intencionada, presen-
tó Ja dimisión (11 Marzo), sahendo entonces del Gabinete los ministros de
Fomento, Instrucción Pública y Hacienda, de cuyos Departamentos encargá-
ronse Villanucva, Alba y Navarro Reverter, entrando también Arias Miranda
en Gracia y Justicia, Enojado Gasset, especialmente con Barroso, áquien su-
ponía principal autor de la oposición que se le había hecho, publicó en £//«<-
paráal violentos artículos defendiéndose, ó, mejor dicho, atacando á sus con-
traríos. El ministro de la Guerra suprimió el Estado Mayor Central, que tan-
to ruido habia hecho años antes (i.°Mayo). El 25 del mismo mes fué leído en
el Congreso el «proyecto de Mancomunidades*, parte mínima del de Admi-
nistración local de Maura, de cuya eñcacía convenció Cambó á Canalejas, y
con el cual creía éste contentar á los catatanesi la tradición centralista del
partido liberal, ta larga oposición, ú obstrucción mejor dicho, que sé habia
hecho al proyecto de Maura, la verdadera inquina contra el r^ionalismo ca-
talán, característica de los liberales y que había llegado hasta el extremo de
enviar y proteger á Lerroux en Barcelona para que con su radicalismo revo-
lucionario contuviese y contrarrestase la tendencia regionalista, son motivos
que explican satisfactoriamente la mala acogida que tuvo el proyecto en im-
portantes elementos de la mayoría. Moret y Montero Ríos convinieron en
condenarle.
Que el conde de Romanones quisiera aprovecharse de esta situación de
los espíritus para derribar á Canalejas y ocupar él la presidencia del Conse-
jo, es muy probable; pero que no fué todo intriga y conjura del presidente
det Congreso, es seguro. X^ conjura existió; pero no fué orígen de la oposi-
ción al proyecto, sino que la oposición patente la sugirió á un político travie-
so. Y en definitiva la conjura de Romanones más aprovechó que perjudicó
á la aprobación del proyecto, si bien eso fué un efecto de la habilidad de Ca-
nalejas. Puesto á discusión aquél (28 Junio), pronunciaron vehementes discur-
sos en contra Julio Burell y Niceto Alcalá Zamora, amigo intimo ó protegido
de Romanones, pero Canalejas echó á correr la voz deque, desalentado ante
semejante oposición, estaba resuelto á dejar el Poder y aconsejar la forma-
ción de un nuevo Gabinete presidido por García Prieto ó Navarro Reverter,
y esto bastó para que Romanones mudase de bisiesto y facilitara la aproba-
ción, con el fin de evitar la crisis, como sucedió (3 Julio), no votando contra
el proyecto sino 19 diputados de la mayoría, entre ellos Moret, Gasset, Ro-
drfguez de la Borbolla, Burell, Alvarado, etc. Se aprobó definitivamente
el 16 de Octubre: D. Eugenio Montero Ríos declaró que en cuanto pasase al
Senado dimitírfa su Presidencia y se retirarla á la vida privada, pues ni que-
ría promover nuevas disidencias, n¡ contribuir á lo que conceptuaba peligro-
so para la unidad nacional.
(i) Debe añadirsi; <|ue lainbii'n era opuesto á la pena de muerte por sensibilidad de
ilicranienlo: cuando se negó al indulto del fogonero del Xuatanáa, único ca.io ile pena de
i-iii' duranii' s-w (jobiomo, luvo que guardar cama dos dias.
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HISTORIA DE BSPAÍÍA 9O9
Cuestionas sociales. — Las huelgas, como es ya uso habitual, estuvieron
á la orden del dia. El 4 de Junio estalló una formidable de mineros
de Asturias. El 25 del mismo mes inauguróse en Madrid el «Congreso ferro-
viario>, ó sea de empleados y obreros de ferrocan-iles, para ñjar las mejoras
que debían reclamar inmediatamente de las Compañías. Kl 10 de Julio, gran-
des huelgas en Zaragoza y Almería. El 29 de Agosto se constituyó en Ikirce-
lona la <Jove Catalunya>, sociedad societaria de carácter catalanista. £1 12
de Septiembre llegó á Madrid en viaje de propaganda el socialista belga
Vandervelde, qtuen diá una conferencia en el Ateneo el 32. A las doce de la
noche del 25 del mismo mes de Septiembre se declararon en huelga los fe-
rroviarios de la sección catalana, y extendiéndose rápidamente el movimien-
to por toda España, amenazó con un paro general de ferrocarriles, que hubie-
ra llegado á realizarse á no dictar el Gobierno la Real orden de 4 de Octubre,
por la cual se llamó á ñlas á los empleados y obreros ferroviarios pertenecien-
tes á los reemplazos de 1901 á 1906, con lo que, convertidos en soldados la
mayoría de los huelguistas, todos tuvieron que deponer su actitud. El 26 de
Septiembre se reunió en la Casa del Pueblo de Madrid el Congreso del Par-
tido socialista, luchando dos tendencias: la representada por Pablo Iglesias,
de conjunción con los republicanos, y la de formar rancho aparte de todos los
partidos burgueses: prevaleció la primera, aunque notándose sensible in-
cremento de la s^unda.
Disposiciones militares y campaña de AJrica. — El 19 de Enero fué pro-
mulgada la ley de Reclutamiento y Reemplazo del Ejército, estableciendo
el servicio militar obligatorio, en cuanto suprimía «la redención á metálico
>para el servicio de guarnición en tiempo de paz>, admitida por la legislación
anterior, si bien reducía considerablemente la permanencia en filas de los
reclutas que pagasen determinadas cuotas (1). En el campo de Metilla fué
ocupado el monte Harruit (17 Enero); en Febrero se verificó un cange de
prisioneros con las cabilas hostiles (10) y se atacó á los Qenibuyagi (20); el
23 de Marzo ocupáronse nuevas posiciones á orillas del Kert, y en Mayo los
combates de los días 13714 fueron favorabilísimos para nosotros, pues en el
segando murió Mohamed el Mizzian, alma de la obstinada resistencia riffefla,
un santón que electrizaba á los cabileños con su austera vida, fervor religioso,
arrebatadora elocuencia y valor sobrehumano, siendo en este linaje de luchas
matar á un hombre asf, lo que en las guerras regulares derrotar al ejército
principal del enemigo ó apoderarse de su más importante fortaleza. El 17 de
julio sometiéronse al general Aldave varias fracciones de cabilas. En Alca-
zarquibir y Larache, reforzada la escasa guarnición mandada por el teniente
coronel Fernández Silvestre, á quien se ascendió á coronel (1; Abril), pudo
este jefe desplegar sus condiciones de político y militar, atrayéndose á la po-
blación mora é imponiéndose con energía á los más díscolos; el 30 de Agosto
acudió Silvestre al socorro de los akl-seri/, vejados por la mehalla de Dris-
Escifi, y como ésta se resistiese, el capitán Gessa le dio una carga de caba-
llería, dispersándola y apoderándose de su campamento, armas y municiones.
Otros hechos. — Botadura del acorazado España en El Ferrol {4 Febre-
ro) y entrega del gran dique de 20.000 toneladas en el mismo punto (31 Oc-
tubre). Inauguración en Tortosa del Canal del Ebro (5 Mayo) y del ferroca-
rril de Falencia á Viltalón (1." Julio). Terrible galerna en el Cantábrico
(1) Por Real ordpn de fj Febrero fui publicaila ili'
Mano diciáronse Iiatrucaoiifs proi-ishnalfs para su aplica
sobte medicirtn y rcconorimiento facultativo de los mo/os
¿II mitilares para difundir la instrucrii^n cmre los mozos (]i
D„j,i7<-,ib,.GoogIc
9IO HISTORIA DE ESPaRa
(i2 Agosto), que costó la vida á muchísimos pescadores, especialmente de
Bermeo. La cuestión religiosa estuvo algo amortignada este aBo, aunque casi
interrumpidas las relaciones oficiales del Gobierno con la Santa bedc;
alarmó, sin embargo, á los católicos fervientes el proyecto de codificación de
Enseñanza y otros que se preparaban en Instrucción Pública, donde ejercfaa
omnímoda influencia los profesores de la Institución libre; el Cardenal pri-
mado, por si y en nombre de todo el Episcopado, representó contra el pri-
mero (20 Septiembre). Los carlistas, ufanos de su organización, que les per-
mitía ostentar sus fuerzas y contrarrestar las de los bizcaitarras y radicales,
imponiéndose á los últimos en distintas ocasiones, sufrían la crisis interior
causada por el recelo que á muchos de ellos inspiraba la conducta de don
Jaime, á quien su padre habla reprendido en público por actos de s^niñcación
liberal; concretóse este disgusto contra D. Bartolomé Feliú, jefe delegado del
partido desde la muerte de Barrio y Mier, y estuvo á punto de producir una
escisión, que evitó D. Jaime reemplazando á Feliú por una Junta presidida
por el marqués de Cerralbo. D. Melquiades Alvarez inició su separación del
partido republicano y formación del reformista con su discurso en el ban-
quete del Retiro (7 Abril). Se celebró este año con gran solemnidad eo Cá-
diz el centenario de la Constitución de 1812, dando á las ñestasun simpático
carácter hispano- americano; también fué conmemorada en Shunto la me-
moria del guerrillero Romeu (15 Junio), y en Pamplona, la batalla de las Na-
vas de Tolosa (16 Julio).
Sabíase desde el verano por conñdencías policiacas que un anarquista
llamado Manuel Pardinas Serrano se había juramentado con otros dos para
matar á Canalejas. Lo sabia éste, y habló de ello en un almuerzo en el Nuevo
Club. Seguíanse los pasos de Pardinas y sus compañeros; pero la Policía per-
dió la pista de ellos en Burdeos. El 12 de Noviembre salió el Presidente de
su casa — calle de las Huertas, esquina á la del Principe, — y sin querer usar
el automóvil, dirigióse á pie á Palacio, donde despachó con el Rey de diez
á once de la mañana. Al salir de Palacio, como le diera en el rostro una rá-
faga de aire frió, dijo: «lUfl ¡Qué viento se ha levantado! Me parece que va-
mos á tener mal dia>. Volvió á su casa y tornó á salir á pie hacia el Ministe-
rio de la Gobernación, yendo despacio, confundido entre la multitud, por la
plaza del Ángel, calle de Espoz y Mina y Puerta del Sol; antes de las once y
media estaba en el último paraje, y se detuvo á mirar los libros en el esca-
parate de la librería de San Martin: en aquel momento surgió á sus espaldas
Pardinas, y, casi apoyándose en su hombro, le hizo dos disparos, dejándole
in tantán eamen te muerto. Acosado por los circunstantes, se suicidio el cri-
Aquella misma tarde fué nombrado presidente interino del Consejo el
marqués de Alhucemas; pero el 1 5, y, según se dice, con gran satifacción del
mismo Garcia Prieto deseosísimo de retirarse del Gabinete en cuanto fuese
firmado el nuevo tratado con Francia sobre Marruecos, se dio el cargo efec-
tivo al conde de Romanones. D. Segismundo Moret prestó generosamente
su apoyo i la situación creada en momentos tan críticos, y fué elegido pre-
sidente del Congreso (19). El Gobierno creó la Dirección de Seguridad pú-
bhca, confiándola á Méndez Alanis (29), y firmado el tratado con Francia (27),
consiguió su aprobación por las Cortes, asi como la del presupuesto para 1913.
El 30 planteó al Rey la cuestión de confianza, y, raiificada, se constituyó
nuevo Gabinete en esta forma: Presidencia, Romanones; Estado, Navarro
Reverter; Gracia y Justicia, Barroso; Gobernación, Alba; Hacienda, Suárez
Inclán; Fomento, Villanueva; Instrucción Pública, López Muñoz; Guerra, Lu-
que; Marina, Jimeno.
,,CoogIc
HISTORIA DE ESPAÑA 9II
Fallecí mi eo tos: Enero, el pintor y crítico de Artes D. Aureliano Be-
rruete {5), el doctor Ribera (8), el catedrático de Derecho D, Femando Me-
llado (14), el general Martitegui (25) y el Dr. Esquerdo (30). Febrero, el doc-
tor Olóriz {a8). Marzo, D. Juan José Herranz (1°), D. Eduardo Saavedra (22),
Pl Arsuaga, hijo y sucesor de Pí Margall (20), D. Bienvenido Oliver (22), el
pintor Amérigo (25) y D. Alfonso González (31). Abril, el pintor García Ra-
mos (i."). Mayo, D. Antonio Rodríguez Villa (3) y Menéndez Pelayo (19).
Junio, D. Antonio Sánchez Pérez (2<^. Septiembre, la infanta D." María Te-
resa, hermana del Rey (23). Noviembre, el Dr, Ulecia (2). Diciembre, Vital
Az& (14), el hebraísta Víscasillas (28) y D. Miguel Mir (29).
Y aqui ponemos fin á estos esquemáticos Anales, deseando que quien
haya de continuarlos, sea el autor, sea otro, tenga que registrar en los si-
guientes más venturas y menos desdichas que las apuntadas en los ya es-
critos.
,,GoogIc
El rey Earique IV de CwtUla.
Filando ja impreso pl plieRO en qvtc fiRura el rrlralp morai Hr esle
Key. nos lia parecido inti^resante reproducir al ñnal el verdadero,
añaiiipndo asi un documento mA:i á la nutrida cntecctón tconogri-
fica que enriquece esle libro; y así lo hacemos amalitemenle auto-
rizados por el insigne diieelor de dirha Heal Academia Reverendo
Padre Fidel Fita, S. J.
,, Google
índice general,,idé' los 1.715 grabados
que ccJfttiene esta obra,;:
Lafamosaesculturüconocidapor : .'
La Dama de Elche, 5
Cortes de terrenos, esqueletos
y animales prehistóricos. . . 21
Cráneos hnmanoB, huesos de
animales y piedras de las épo-
cas cuaternaria y terciaria . . 24
Plano y vista interior de la cueva
de Altamlra 27
Vista de Calascobas (habitacio-
nes trogloditas) 27
Pinturas y grabados descubier-
tos en cavernas prehistóricas . 29
Piedras con escritura oval. . . 30
Dólmenes de Antequera, Puente
Afeas y Cangas de Onls. . . 31
Piedra oscilante de Gamarugo
^poca neolítica) . 31
Célebre muralla ciclópea de Ta-
rragona 32
Monumentosmegallticos:nienhir
de Cardona, trilitos, ringle-
ras, era i dolmen es, túmulos y
mamoas 33
Cromleck de Ortigueira, castros
y dólmenes famosos 34
Entrada de una cueva neolítica, 35
Monumentos megalítícos de las
Baleares 37
Cueva-habítaclón megaHtica. . 38
Armas de piedra del periodo
neolítico 39
Una puerta de la muralla cicló-
pea de Tarragona 40
Armas de la época prehistórica
del bronce 42
Espadas, puñales, hachas y pun-
tas de flecha de hierro y
bronce 45
Salcedo, Historia de España
Tdrques de oro hallados en Qa-
licia. ■.^, „ : ,^ .-.:. ..... j 46
Cerámica prehistórica . ... 47 y 48
Copas, urnas, lazaa^|crisoles.<y
vasijas de cerámica prehis-
tórica... ■...■... '.<-: . . 51
Objetos de adorno de los primi-
tivos españoles (época neo- '
lltica). . ........... 53
Útiles domésticos para .labores
femeninas de loa prialtivoe
pobladores de Espaffa <é|ioca
neolítica) . .• 54
Joyas de las épocas neoltticAs.y
del metal 56
Plano y vista de la famosa cueva
de Almería 58
Objetos prehistóricos encontra-
dos en la cueva de los Mur-
ciélagos (Granada) 59
Sepulcros neolltictis 6t
Trajes iberos, según esculturas
de Osuna 62
Armas peetHStórícos de hierro . 65
Bronces artísticos iberos. ... 66
Célebre toio ibérico.de Osuna . fiT
Cerámica ibérica de Elche ... 69
Fundación de Cádiz 70
Llegada á España de una coló-.
nia griega 71
Estatuas ibéricas halladas en el
Cerro de los Santos ?2
Alfabeto ibero, según notables
epigrafistas 74
joyas ibérico-fenicías halladas
en Jávea 76
Busto en barro cocido encontra-
do en la Necrópolis de Eresa
(Ibiza) 76
..58 I
D,g,Urrll-.,.LnOOglC
mSTORU DB bspaRa
Hipogeo fealclo (Punta de la
Vaca-Cádiz) 76
Vasijas, nrnas, jarros f vasos fe-
nicios 79
Bustos y estatuas ibero - feni-
cias 80
Jarros, cántaroa y vasijas ib¿rl-
co-feulcios 82
Aníbal 83
Amuletos, collares y otros obje-
tos púnicos de maifil, vidrio,
cobre y oro 85
Vasijas púnicas artísticas. ... 86
Cerámica fenicia 89
Monedas autónomas españo-
las 90 y 93
Sciplón el Africano 92
Fragmento de la estatua de Pa-
las Atenea descubierta en De-
nla 9G
Reloj de sol, fenicio, hallado en
Yecia 96
Sepulcro antropoide pánico-
griego 96
Esculturas ibéricas encontradas
en el Cerro de los Santos ... 96
ídolos bastitanos 96
Máquinas de guerra de los ro-
manos lOl
La famosa Caza de Meleagro. . 107
Armas de hierro numantinas . ■ t07
Ultimo día de Numaocia (cuadro
de Vera) 112
Sertorio. tl6
JulioCísar 117
Nerón. 122
César Augusto 123
Séneca 124
Teodosio, el Grande 125
Joyas y armas visigóticas . . 131
O uerr ero visigodo 131
Oodo primitivo 131
Historia del traje: Trajes de los
visigodos 132
Oaia Pladdla y ValentinUno . . 136
Ataúlfo 137
Sigerico 138
Walla 139
Teodoredo I4i
Turismondo 142
Atila 142
Teodorlco 143
Trajes y armas visigóticos (si-
glos V al vil) 145
Eurico 146
Alarlco 147
Oesaleico 151
Amalarico 152
Págin—-
Teudis 153
Teudlselo 154
Aglla 155
Bronces visigóticos 1!F7
Atanagildo 158
Uuva 1 159
Leovlglldó 160
Recaredo I |62
Liuva II 103
Witerico 164
Oundemaro 165
San Leandro 166
Sisebuto 166
Recaredo II 197
Suintila 168
Sisenando I69
Chintila 170
Tulga 171
Chindasvinto |72
Recesvbilo 173
Wamba 173
Joyas visigóticas del Tesoro de
Petrenosa 174
Interior de la iglesia de Santa
Comba de Bande 175
San Isidoro 178
Ervigio 179
Egica 180
Witiza 181
Don Rodrigo I83
Don Pelayo I85
Don Favila |86
Alfonso 1 186
Fruelal igr
Aurelio 189
Silo 191
Mauregato 192
Bermudo I 193
Alfonso I] 196
Ramiro I I97
Ordono I 199
Cruz votiva llamada de los An-
geles 201
Alfonso III 202
Cruz votiva llamada de las Vic-
torias 203
Historia del traje: Trajes del
siglo X 207
Sancho III (bajorrelieve). ... 207
Ramiro II (miniatura) 207
Soldados de principios del si-
glo x 207
Qarcia 1 210
Ordofioll 211
Arquetas de marfil hispano-ará-
bigas 213
Historia del traje: Trajes de loa
siglos X al XI (miniatutas) . . 215
,, Google
HISTORIA DB ESFAÍ^A
915
PáglBU.
Fniela II 217
Alfonso IV 218
Ramiro II 219
Ürdoflo Ui 220
Kamiro III 221
Sancho, ef Craso . 221
Bermudo II 222
Historia del traje: Trajes del si-
glo XI (estatuas y miniaturas). 223
Alfonso V 225
Asesinato de Don García II. . . 226
' Muerte de Bermudo 111 226
Retrato de Beraindo UI . . . . 227
Iconografía de la Cruz en Es-
pafla (siglos II al xiii) .... 229
Fernando 1 230
Muerte de Alfonso V en Viseo . 231
Sancho II 232
La Cruz en la Edad Media- . . 233
Muerte de Sancho 11 enZamora. 234
Alfonso VI 234
Episodio de la batalla de Uclés. 239
Dofia Urraca de Castilla. ... 237
Alfonso Vil 238
Historia del traje: Trajes del si-
glo Xli 239
Proclamación de Alfonso Enri-
ques 241
Sancho III, el Deseado 242
Historia del traje: Trajes de fines
de! siglo XII (códice de los
feudos? 243
Alfonso VIII 244
Pendón de Alfonso VIH en la ba-
talla de las Navas 245
CruK de plata que llevaba Al"
fonso VIII en las Navas . . . 246
Alfonso IX 2*7
Sepulcro de Alfonso VIII. , . . 250
Arquetas y caja de marfil his-
pano-Arabes (siglos xi al Xiv): 251
Dofia Berenguela 252
Enrique I 253
Dofia Bereniniela renuncia la co-
rona en su hijo Femando . . 254
Fernando III, el Sanio 257
Cerámica árabe (siglos xiii al xv> 259
Hierros artísticos de los siglos xi,
XIV y XV 260
Esmaltes del siglo XII 263
Historia del traje: Trajes de ios
siglos xiii y XIV. 264
Iconografía de la Virgen María
(siglos XIII á XV) 267
Alfonso X. elSatio 269
Cálices artísticos espafloles de
los siglos XI al XV 271
Famoso Cáliz del Señor, Instru-
p*giii»t.
mentó sagrado para la Insli-
tttción de la Eucaristía. ... 211
Alfonso X y aus colaboradorea
en la redacción del Código de
las Partidas 274
Sancho IV, ei Bravo 276
Dona Maria de Molina 277
Fernando UI, el Santo (estatua). 280
Diego López de Haro (estatua). 280
Alfonso X, «/Saftfo (estatua). . 290
Diego Martínez de VlUamayor . 280
Estatuas yacentes en la Catedral
vieja de Salamanca 280
Beatriz de Suerla (estatua) . . 280
Femando IV, el Empbaado . . 2S3
AlfMSoXI 284
Pedro 1 285
Sepulcros de h» siglos xii, xiii,
y XIV 287
Historia del traje: Trajes del si-
glo xiii . . 288
Muerte de Don Pedro I . . . . 289
Enrique II, el de las Mercedes. . 290
Trajes y costumbres del sigloxiv
(miniaturas) 291
Arcenes góticos de los siglos
XIV y XV 292
lian I de Castilla 293
Enrique III, e/ Dff//en/e 294
Don Felipe Bou. . ■ 295
Don Bernardo Qulllén de En-
lenza 295
Hbtorla del traje: Trajes del si-
glo xiv 295
Sillas y sitiales de los siglos xi,
xti, xiu, XIV y XVII 296
Doña Blanca de Navarra. . . . 297
Rueda de un privilegio de Al-
fonsoV 298
Placas esmaltadas de los siglos
XIII, XIV y XV ........ 299
Don Carlos de Viana 300
Juan 11 de Castilla 301
Clavos y hierros artísticos de los
siglos XII, XIII y XIV 303
Clavas artísticos de los s^los
XIII, XIV y XV ......... 304
Don Alvaro de Luna 305
Enrique IV (de un dibujo de Ca-
sado del Alisal) 306
Clavos y llamadores de hierro
del siglo XV 307
Instrumentos músicos del si-
glo xiv 308
Trajes dviles y militares del si-
glo xv 311
Juan 11 de Castilla (estatua
orante) 311
D,g,t7cdb/GOOgIC
HISTOltlA DE ESPAÑK
Píglnu.
El priiK^é 4e Viana (nfaiia-
tara> 311
Don Alvaro de Luna (estatqa ya-
cente) 311
Cascos de los siglos IX. al XVI . 313
Bronces árabes 315
Esculturas de loa siglos XI, Xli,
xm y XIV 316
Puerta irabe é hispano-árabe y
detalles de las puertas del
Perdón y de Saa Clemente (ca-
tedral de Toledo) 319
DoSa Isabel la Católica .... 320
Don Fernando el Católico ... 321
Don femando el Católico (es-
tatua) 323
Dofta Isabel de Portugal (mujer
de Don Juan II de CastilU). . 323
Doa Juan II de Aragón 323
DoñalsabellaCatólfca(estatua). 323
Historia del traje: Trajes del si-
Slbxv 323
ios de cera ó plomo de la
Edad Media 325
Peine del siglo xv 326
Reliquias htstóricas; cetros, mi-
tras, coronas, sandalia epis-
copal, báculo episcopal y na-
veta artística de plata, marfil
y piedras preciosas de la cate-
dral de la Seo de Zaragoza. . 327
Hombre de armas de la primera
mi<ad del siglo XV 328
El cardenal Pedro González de
Mendoza 329
Espadas de reyes y personajes
históricos. 331
Misal de Dofia Juana, /n ¿oca. . 334
Teika hispa no-arábigas .... 335
Cardenal Francisco Jiménez de
Cisneros 336
Diego López de Mendoza, conde
de laTendilla 337
Historia del traje: Trajes árabes
españoles 339
Arqueta hispa no-árabe del si-
glo x. . , 341
Casco, túnica y espadas de
Boabdil 342
Otras armas de Boabdil .... 343
Gonzalo Fernández de Córdoba,
e¡ Gran Capitán 344
Joyas arábigo-españolas. . . . 345
Cristóbal Cotón 346
Naos y carabelas de la Edad
Media 347
Naves del siglo Xiit 348
El P. Marchena 350
Págin»»-
DoiGí Juana, la Loca 352
?e\ipt\, el Hermoso 393
Célebre chimenea del Franco en
Btujas 355
Cartos I de EspaOa y V de Ale-
mania 356
Casa de Carlos V en Amberes . 357
Peine amatorio de bqj del sin-
glo XVI ' . . . . 357
Historia del traje: Trajes civiles
y militares del siglo XVI. . . 358
Rodela española de Carlos V. . 359
Blandón de la catedral de León
(siglo xvi) 360
Hernán Cortés 360
Historia del traje: Trajes del si-
glo XVI (estatuas sepotcrales) . 361
Armas y trofeos militares de los
siglos XV y xvt 362
Cruz procesional de plata del si-
glo xvi 363
Cruz procesional de plata, estilo
renacimiento 364
Dofla Isabel de Portugal (esposa); ~
de Carlos V) 365
Historia del traje: Trajes popa.'
lares del siglo XVI 366
Monasterio de Yuste 369
Cofre de plata repujada y labra-
da (siglo XVI) 370
Felipe n : . . . 371
Don Juan de Austria, el de Le-
panto 372
Trofeos de la batalla naval de
Lepanto. 373
Prisión de la mujer é hijas de
Mondragón eo Gante .... 375
El gran duque de Alba 376
Alejandro Fameslo 377
Dofla Isabel Clara Eugenia. . . 378
Antonio Pérez 378
Juan de Escobedo 379
Santa Teresa de Jesús 379
Fernando de Herrera, el Divino. 380
Diego Hurtado de Mendoza . . 381
Padre Juan de Mariana .... 382
Fray Luis de Granada 383
Íuan Ouas 384
uan de Arfe 38.*^
uan de Herrera 386
uan Martínez Montañés. . . . 386
)omenicoTheotocópull,r/ Greco 387
Felipe III 368
Francisco Gómez de Sandoval
y Rojas, duque de Lerma . . 389
Felipe IV (retrato de Velázquez) 389
Gasparde Guzmán, conde-duque
de Olivares 390
D,g,t7cdb/GOOgIC
HISTORIA DB XSPAÍlA
«17
Historia del traje: Trajea civiles
y militares del siglo XVII. ■ . 391
Cutios tí, et HechUaao 392
Dofia Mariana dé Austria . . . 3£13
Ambrosio de Morales . ' .... 393
Mateo Alemán 394
Muebles de los siglos xvi y xvil. 395
Luis de Oóngora 396
Bartolomé Leonardo de Argen-
sola 396
Lope Félix de Vega Carpió. . . 395
Pedro Pablo Rubens 397
Fray Gabriel Téllez, Tirso de
Molina 397
Francisco Gómez de Quevedo y
Villegas. 397
Arcabuz ó escopeta de Felipe IV 39S
Francisco de Moneada 399
Diego de Saavedra Fajardo. . . 399
José Ribera, el Españaleto ... 399
Alonso Sánchez Coello .... 400
Francisco Zurbarán 400
Diego Rodríguez de Silva y Ve-
lázquez 400
Alonso Cano . . . : 401
Padre Baltasar Gradan .... 401
Oregorio Fernández 401
Sor María de Jesús de Agreda. 402
Bartolomé Esteban Murillo. . . 402
Francisco de Rojas Zorrilla . . 402
Vidrios españoles del siglo xviii 403
Miguel de Cervantes Saavedra. 404
Antonio de Solls 405
Nicolás Antonio 405
Francisco Manuel de Meló. . . 405
Historia del traje: Trajes feme-
ninos del siglo XVII 406
Agustín Moreto 407
Tnan Ruiz de Alarcón 408
Padre Benito Jerónimo Feijóo . 408
Pedro Calderón de la Barca . . 409
Historia del traje: Trajes milita-
res del siglo xviii 410
Felipe V 411
Fernando VI 412
Historia del traje: Caballería es-
pañola del siglo XVIII .... 413
Carlos ni 414
Romana de acero del siglo xviu. 415
Luis XIV 416
Pedro Pablo Abarca de Bolea,
conde de Aranda 416
Carlos IV 417
Historia del traje: Trajes popu-
lares del siglo XVili 418
Conde de F]oridab1an:a. ... 419
Zenón de Somodevilla, marqués
de la Ensenada 419
Padre kian Fra[iciscode,lsI^, ■,420
Doña Bárbara de Brag'anza. *:;. 420
Historia del traje: Trajes del^ir
gloxviu ".421
jorge Juan Santacilia ....;. 422
Padre Enrique FIórez . . . .■.'..422
Antonio Ramón Ricardos. . . . 423
Antonio Rafael Mengs ,423
Padre Martin Sarmiento .... 424
Historia del traje: Trajes popur
lares del siglo xviii 425
Gaspar Melchor de Jovellanos . 426
Horacio Nelson 426
Vidrios espaaoles de los siglos
XVI al XIX 427
Muebles del siglo xvill .... 428
Buque blindado inventado por
Ochoaenl727 429
Juan Mcléndez Valdés 430
Federico de Gravina 430
Cosme Damián de Churruca . . 431
Leandro Fernández de Moratín. 431
Historia del traje: Trajes milita-
res de principios del siglo XIX . 432
Manuel Godoy 434
Cerámicadeloasig]osxvtnyxi][. 435
Napoleón I 436
Ventura Rodríguez 437
Juan de Villanueva 437
'rancisco de Gbya y Lucientes. 437
La familia de Carlos IV, cuadro
de Coya 43B
Juan Escolquiz 441
loaquinMurat 441
Napoleón 1 con las Insignias im-
periales 443
tose Bonaparte, Pepe Botellas . 444
)os de Mayo: Provocan los
franceses la ira del pueblo de
Madrid (estampa de la época). 446
Entrada de los franceses en
Madrid (estampa italiana de
la época) 448
Andrés Torrejón, alcalde de
Móstoies ■ . 451
Mariano Alvarez de Castro, de-
fensor de Gerona 451
Francisco Javier Castaños ... 451
Luis Daolz 451
Juan Martin Díaz, el Empecinado. 451
José de Palafox, geaaral de Za-
ragoza 451
Pedro Velarde 451
Jacinto Ruii 451
Francisco Espoz y Mina .... 451
Famosa expedición <ratera> de
los franceses (estampa italia-
na de la época) 4S2
lyCOOglC
9i8
HISTORIA DE ISPASa
Plginu.
U Puerta del Sol (Madrid) el
año 1808 453
Sitio y bombardeo de Zaragoza
(plaao-eslampa de la época). 454
SJr Arturo Wellesley, duque de
Wellington 455
Historia del traje: Soldados es-
pañoles de 1808 496
Historia del traje: Uniformes es-
paffólesde 1808 457
Vista exterior del Cementerio
de la Florida en 1808 .... 458
' Día 2 de Mayo: Pelean los pa-
triotas con los franceses en la
Puerta del Sol (estampa de la
época) 459
Hlstoriadeltraje:TraIesdel801. 4«l
Vista interior del Cementerio
de la Florida en 1808 .... 463
Casa en que murió Daoiz . . . 464
Bordada con los aretes ameri-
canos de Daoiz 465
La infanta Carlota, hija mayor
de Carlos IV 466
Muerte de Daoiz y Velarde de-
fendiendo el Parque de Arti-
llería el 2 de Mayo de 1808
(de un grabado de la época). 467
Santiago Llnlers 468
Insignia de los defensores de
Zaragoza 468
Cornello Saavedra 469
Nicolás Rodríguez Pena. ... 470
Día 2 de Mayo de 1808 en Ma-
drid. Asesinan los franceses
á los patriotas en el Prado
(grabado de la época) .... 471
Plano del palacio del Buen Re-
tiro, edificado para residencia
de Felipe IV. antes de 1808. . 472
Plaza del Caballoen el Retiroan-
tesde 1808 473
Simón Bolívar 474
Célebre batalla de las Heras en
Zaragoza (de un grabado de
la época) 475
Andrés Bello 476
Estanque del Retiro, antes de la
invasión francesa 477
losé de Iturrlgaray 478
Bemardlno Rlvadavia .... 498
Mariano Moreno 499
Manuel Belgrano 500
José Artigas 502
loaquín de la Pezuela 503
losé Fernando de Abascal ... 504
Juan Antonio Rojas 505
José Miguel Carrera 507
Camilo Enríquez 508
Ignacio Allende 509
Francisco Javier Venegas ... 510
Félix María Calleja del Rey . . 511
Miguel Hidalgo 512
José María Mótelos 513
Agustín de Itúrblde 514
Nicolás Bravo 515
Isidoro Málquez - . . . 539
Femando Vil 563,
María Cristina de Borbón. ... 567
Bernardo O'HIgglng 574
José de San Martín 575
Vicente López y Portana. . . . 586
Francisco José Quintana .... 586
Francisco Tadeo Calomarde . . 586
Agustín Arguelles 586
Alberto Lista 586
Juan Nlcaalo Gallego 586
osédeMadrazo 586
osé María Queipo de Llano, con-
de de Toreno 586
Ramón Carnicery Battie. ... 586
José de la Sema, conde de los
Andes 605
losé de la Riva Agüero 606
Luis Felipe I 608
Francisco Martínez de la Rosa . 612
Antonio Alcalá Oaliano .... 612
Joaquín Vizcaíno, marqués de
Pontejos 612
{uan AlvarezMendlzabal. . . . 612
'rancisco Javier de Istúríz . . . 612
José María Torrijos 612
Ángel de Saavedra, duque de Ri-
vas 612
Baldomero Espartero, principe
de Vergara, duque de la Victo-
ria 612
Cecilia Bobl de Fabery de Larrea
Fernán Caballero 612
Carlos María Isidro de Borbón . 624
Tomás Zumalacárregui 626
Manuel Bretón de los Herreros . 628
Luis Fernández de Córdoba . . 628
Joaquín María López 628
Caríos Latorre 628
Serafín Estébanez Calderón, El
Solitario 628
Concepción Rodríguez 628
Ramón Manuel María Narváez,
duque de Valencia 628
Andrés Borrego 628
Juan Bravo Murillo 628
Ramón de Mesontro Romanos . 632
Hilarión Eslava 632
Manuel Gutiérrez de la Concha,
marqués del Duero 632
D,g,t7cdb/GOOglC
HISTORIA DB ESPaHA
Salustlano de Olózaga 632
Ventura de 1& Vega 632.
Juan Eugenio Hartzenbusch . . 632.
Leopoldo O'Donnell, duque de
TetuAn 632
Antonio Ros. de Olano 632
josi Valero 632
Mariano Jot¿ de Larra, fígaro . 636
Juan Donoio Cortés 636
Claudio Moyano 636
I osé de Espronceda 636
alme Balmes &)6
Antonio de los Ríos y Rosas . . 636
Francisco Serrano y Domínguez,
duque de la Torre 636
Doctor Pedro Mata 636
tasé de Salamanca y Mayol. . . 636
(eunldn de literatos en el estu-
dio de esquive) el aSo 1846. . 698
Ramón Cabrera 664
Antonio Oarcla Outlérrez . . . 668
Juan Prin y Prats 668
Mariano Fernández 668
Julián Romea 668
Antonio Apatlsi y Ouijarro. . . 668
losé Hosada Herrera 668
Federico de Madrazo 668
Anreliano Fernández Guerra ■ ■ 668
Luis González Bravo 668
Historia del traje: Trajes del si-
glo xix 674
Joaquín Arjona 677
! osé Zorrilla 677
tamón de Campoamory Campo-
osorlo 677
Luis José Sartorius, conde de San
Luis 677
losé Amador de los Ríos .... 677
Matilde Diez 677
Manuel MilA y Pontanals. ... 677
Doctor Mariano Benavenle. . . 677
Francisco Navarro Villoslada. . 677
Estanislao Figueras 684
Concepción Arenal ...... 684
Manuel Maria de Santa Ana,
marqués de Santa Ana .... 684
Cándida Nocedal 684
Manuel Fernández y González . 684
Teodora Herbella, Teodora La-
madrid 684
Francisco Pi y Margal! 684
loaquln Gaztambide 684
Juan Emilio Arrieta 684
Juan Mañéy Flaquer 696
Casto Méndez Núflez 691
luán Valera 696
Antonio Aguijar y Correa, mar-
qués de la Vega Armljo . . . 696
Arsenlo Martínez Campos ... 696
Manuel Alonso Martinez. . . . 696
Doctor Federico Rublo 606
Práxedes Mateo Sagasta. ... 696
Adelanto López de Avala ... 696
Isabel II 701
Antonio Felipe de Orleans . . . 702
Pió IX 705
Antonio Cánovas del Castillo. . 707
Germán Uamazo. 707
Manuel Taroayo y Baus .... Vfl
Francisco Asenjo Barbíeri . . . 707
Í osé López Domínguez 707
Eduardo Saavedra 707
Narciso Serra 707
Cristino Martos 707
José Casado del Alisal 707
Fray Ceferlno González .... 714
Eduardo Oasset y Artlme ... 714
Emilio Castelar 714
Manuel del Palacio 714
José Echegaray 714
Antonio Qisbert 714
Eugenio Montero Ríos 714
Pedro Antonio de Alarcón . . . 714
Marcelo de Azcárraga 714
Manuel Ruiz Zorrilla 722
{osé Maria de Pereda .... 722
laspar Núñez de Arce 722
Federico Soler. Sífú/ÍPtorra. . 722
Manuel Fernández Caballero . . 722
Gustavo Adolfo Bécqaer . . . . 722
Eduardo Rosales 722
Rosalía Castro de Murgula . . . 722
Mariano José María FoTtuny . . 722
Historia del traje: Trajes del si-
glo xix 726
Napoleón 111 730
Emperatriz Engenia 731
Emilio López Chaves, Mario . . 734
Francisco Romero Robledo. . . 734
Nicolás Salmerón y Alonso . . 734
Segismundo Moret y Prender-
gast 734
Padre Fidel Fita 734
Ricardo de la Vega 734
Antonio Vico 734
Isidoro Fernández Flores, Fer-
nanflor 734
Balbina Valverde 734
Alejandro Pidal y Mon 742
Gumersindo de Azcárate. . . . 742
Antonio Muñoz Degrain .... 742
Raimundo Fernández Viiiaverde 742
Felipe Pedrell 742
Rafael Calvo 742
Francisco Domingo y Marqués . 742
Francisco Silvela y La VieUeuze .742
920
JIISrORIA DE BEPAÑA
Adelina Patti.f -i-,;. ,iiti.iiv¡. . 742.
Alejandro Feírant . ....... 746
Íidlán Gayarre .... ^ .... . 746
iUaebio Blasco . . ■...'.., . . 746
Rtaquin Costa. ......... 746
Eugenio. Selles 746
Ricardo VelázquexiBosco . .. . 746
Mijsen Jacinto Verdaguer ... 746
PaBlo.Sarasate ........ 746
Íítóé Moreno Carbonero i 746
listoriadel traje: Trajes milita-
rea de 1859 . 750
El submarino •ictineoi. . ~ . . 750
Historia del traje: Trajea milita*
res de- 1860 754
Tipos de cañones 758
Gobierno provisional de 1868. . 780
Bfsmarck 787
Amadeo 1 789
Francisco Savalls y Massot. . . 791
Carlos María de los Dolores^y
Borbón , .■ . 793
Antonio Dorregaray y Doniía-
guera 796
Alfonso XII 798
León XIII 800
Espingarda de Muley Abbas . . 801
María Cristina 802
Benito Pérez Caldos 804
Antonio Pefia y Gofif 804
Federico Chueca 804
María Alvarez Tubau 804
Ángel Guimerá 804
Julián Romea y Parra 804
Francisco Pradilla 804
Emilio Sala y Francés 804
Tomás Bretón y Hernández . . 804
Santiago Ramón y Cajal .... 812
joaquin Sorolla y Bastida. ... 812
Casto Plasencia 812
Daniel Urrabieta Vierge . ... 812
Ruperto Chapí 812
Vital Aza 812
Emilia Pardo Bazán 812
Luis Coloma 8l2
Leopoldo Alas, C/<ir/n 812
Santiago Rusiñol 822
Antonio Oaudi 822
Leonardo Torres Quevedo. . . 822
Casimiro Sainz 822
Eduardo de Hinojosa 822
Antonio MaurayMoiitancr. . . 822
Armando Palado Valdés. ... 822
Jacinto OctaTio Picón 822
{osé Canalejas y Méndez. . . . 822
'rancisco Rodrlgtiei Marin. . . 827
Mariano de Cavia -, . B27
Marcelino Menéndsz y Priay» . 827
José Rodríguez Cartacido . ... ^7
José Ortega Munilla j: 827
Eduardo Dato Iradier -.'_ 827
Isaac Albéniz . .-•■■627
Luis CaIpNta >S27
Ramón Meníndez Pidal .... «27
José Antonio Maceo 640
Máximo Gómez 841
Vicente LampérCz 852
Miguel Unamuno S52
Juan Vázquez de Mella .... 852
'emando Diaz de Mendoza , . 852
Agustín Quero I 852
Blanca de los Ríos de Lampérez. 852
Joan de la Cierva y Peflaüel . . 852
Ángel Ganivet 852
Manuel Linares Rlvas 852
Pío Baroja 864
Eduardo Gómez de Baquero, An-
drenio 864
José Ramón Metida 864
Miguel Blay y Fábregas .... 864
Mariano Benlliure 864
Jacinto Benavente 864
María Guerrero 864
Francisco Navarro Ledesma . . 864
Ramón del Valle Inclán 864
AlfonsoXIII 871
Reina VictorJa Eugenia 883
E) principe de Asturias 889
Ángel Salcedo Ausó 898
José María Gabriel y Galán. . . 900
Serafín y Joaquín Alvarez Quin-
tero 900
Rosario Pino 900
José Martínez Ruiz,i4zor/n. . . 900
Adolfo Bonilla y San Martín . . 900
Gregorio Martínez Sierra ... 900
Ricardo León 900
Eduardo Marqnina 900
Enrique IV de Castilla, retrato
auténtico 912
,, Google
índice de retratos por orden alfabético.
Abarca de Bolea (Pedro Pablo). 416
Abascal (Jos¿ Fernando de) . . 504
AdelardoXápez de Ayala . . . 696
Adelina Patti 742
Adolfo Bonilla y San Martfn . . 900
Aglla 155
;^eda (Sor María de Jesús de). 402
Aguilar y Con'ea(AntonJo), Mar-
qués de ta Vega Araiijo . . . 696
Agustín Arguelles 586
Agustín de Itúrbide 5)4
Agustín Moreto 407
Agustín Querol 852
Alarcón Ouan Ruiz de> ■ . ■ . 408
Alarico 147
Alas (Leopoldo) 812
Alba (el gran duque de) ... . 376
Albenlz (Isaac) -. ... 827
Alberto LisU 586
Alcalá Oallano (Antonio) ... 612
Alcalde de Móstoles (Andrés
Torrejón) 451
Alejandro Ferrant 746
Alejandro Pidal y Mon 742
Alemán (Mateo) 394
Alfonso 1 186
Alfonso [l 196
Alfonso III 202
Alfonso IV 218
Alfonso V 225
Alfonso VI 234
" Alfonso Vil 238
Alfonso VIH 244
Alfonso IX 247
Alfonso X 269 y 280
Alfonso Xi 284
Alfonso XII 798
Alfonso XIII 871
Alonso Cano 401
Alonso Martínez (Manuel). . . 696
Alonso Sánchez Coello .... 400
Alvarez de Castro (Mariano) . . 451
AlvarezMendízábalQuan). . . 612
Alvarez Quintero (Serafín y Joa-
quín) 900
Alvarez Tubau (María) .... 804
Alvaro de Luna 305 y 311
Allende (Ignacio) 509
Amadeo 1 789
Amador de los Rloa (José) ... 677
Amalarico .152
Ambrosio de Morales 393
Andes (Conde de los) 586
Andrenio 864
Andrés Borrego 628
Ángel Ganivet 852
Ángel Quimera 804
Ángel Saavedra, Duque de Rl-
vas 612
Ángel Salcedo y Ausó 898
Aníbal 83
Antonio Aguilar y Correa, Mar-
qués de la Vega Armijo . . . 696
Antonio Alcalá Galtano .... 612
Antonio Aparlsi y Guijarro. . . 668
Antonio Cánovas del Castillo. . 707
Antonio de los Ríos Rosas . . . 636
Antonio de Solls 405
Antonio Dorregaray y Domín-
guez 796
Antonio Felipe de Orleans . . . 703
Antonio García Gutiérrez ... 668
Antonio Gaudi 822
Antonio Gisbert 714
Antonio Maura y Montaner . ■ 822
Antonio Muñoz Degraln .... 742
Antonio (Nicolás) 405
Antonio Pefia y Gofli ..... 804
,Cooglc
HISTORIA DI BSPaSa
PlgiUM.
Antonio Pérez 378
Antonio Rafael Mengí 423
Antonio Ramón Ricardos . ■ . 423
Antonio Ros de Olano 6312
Antonio Vico 734
Aragón (Don Juan II de)- • . . 323
Aranda (conde de) 416
Arenal (Concepción) 684
Arfe Ouan de) 385
Argén sola (Bartolomé Leo-
nardo de) 396
Arguelles f Agustín) 586
Arjona (Joaquín) 677
Armando Palacio Valdés. ... 822
Arsenio Martínez Campos ... 696
Artigas gosé) 502
Arturo Wellesley (duque de We-
llington) 455
Asenjo Barbferi (Francisco). . 707
Atanagildo 158
Ataulft 137
Atila 142
Augusto (César) 123
Aureliano Fernández Guerra . . 668
Aurelio 189
Auitria (Doña Isabel Clara Eu-
genia de) 378
Austria (Don Juan de) 372
Austria (Dofia Mariana áe) . . 393
Ayala (Adelardo López de) . . 696
Aza (Vital) 812
Azcárate (Gumersindo de) . . 742
Azcárraga (Marcelo de) .... 714
Azorln 900
Balbina Valverde 734
Baldomcro Espartero 612
Balmes (Jaime) 636
Baltasar (Gracián) 401
Baquero (Eduardo Gómez de). 864
Bárbara de Braganza(Dofia). . 420
Barbieri (Francisco Asenjo) . . 707
Barca (D. Pedro Calderón de la) . 409
Baroja (Pió). 864
Bartolomé Esteban Murílio. . . 402
Bartolomé Leonardo de Argen-
sola 396
Beatriz de Suevia 280
Becquer (Gustavo Adolfo) ... 722
Belgraní^ (Manuel) 500
Bello (Andrés) 476
Benavente f|acinfo) 864
Benavente (Mariano) 677
Benito lerónimo Feijóo (P.) . . 408
Benito Pérez Galdós 804
Benlliure (Mariano) 864
Berenguela (Dofia) 252
Bermudo I 193
Bermudo II 222
BermndoIlJ 227
Bemardino Rtvadavia 498
Bernardo Quinen de Bntenza. . 295
Bernardo O'HIggins 574
Blsmarck 787
Blanca de los Ríos Lampérez. . 852
Blanca de Navarra 297
Blasco (Eusebio) 745
Blay y Fábregas (Miguel) ... 864
Boht de Faber (Cecilia) .... 612
Bolea (Pedro Pablo Abarca de). 416
Bolívar (Simón) 474
Bonaparte (José I ) 444
Bonaparte (Napoleón I) . 436 y 443
Bonaparte (Napoleón 111) ... 730
Bonilla y San Martin (Adolfo) . 900
Borrego (Andrés) 628
Braganza (Doña Bárbara de). . 420
Bravo (Nicolás) 515.
Bravo MurlIlo (Juan) ^8
Bretón délos Herreros (Manuel). 628
Bretón y Hernández (Tomás). . 8C4
Caballero (Manuel Fernández) . 722
Cabrera (Ramón) ....... 664
Calderón (Serafín Estébanez)- . 628
Calderón de ta Barca (Pedro) . . 409
Calomarde (Francisco Tadeo) . 586
Calpena (P. Luis) 827
Calvo (Rafael) 742
Calleja del Rey (Félix María). . 511
Camilo Enrlquez . 508
Campoamor (Ramón) 677
Canalejas y Méndez (José) . 822
Cándido Nocedal 684
Cano (Alonso) 401
Cánovas del Castillo (Antonio) . 707
Cardenal Cisneros 336
Cardenal Mendoza 329
Carlos V, Emperador 356
Carlos II, el Hechizado .... 392
Carlos 111 414
Carlos tV 417 y 438
Carlos, principe de Viana. 300 y 31 1
Carlos Latorre 628
Carlos María de los Dolores de
Borbón 793
Carlos María Isidro de Borbón . 624
Carlota (Infanta) 466
Carnicer (Ramón) 586
Carpió (Lope Félix de Vega). . 396
Carracido (José Rodríguez). ..87
Carrera (José Miguel) 507
C>sadfl del Alisal (José) .... 707
Casimiro Sainz 822
Castaños f Francisco Javier) . . 451
Castelar (Emilio) 71*
Castilla (Don |uan 1 de) ... . 293
Castilla (Donjuán [1 de). 301 y 311
D„j,i7<-,ib,.Cooglc
HISTORIA DB ESPARa
Castilla (Doña Urraca de) ... 237
Casto Méndez Núñez ..... e06
Casto Plasencia 8l2
Castro de Murgula (RouUa) . . 722
Castco (Mariano Al varez de). . 451
Catótic»(poBz Isabel la) . 320 y 323
Cubf/íco (EktnFernandoel). ^Iy323
Cavia (Mariano). S¿I
Cecilia Botil de Faber, Pentan
Caballero. 612
Ceferino Oonzilez . 714
Cervantes (Miguel de). .... 404
César Augusto 123
César (Julio) 117
Cierva y Pcñafiel (Juan de la) . 852
Cisneros (Praucisco Jiménez de)- 336
Clara Eugenia (DoAa Isabel) . . 378
C/orín (Leopoldo Alai) 812
Claudio Moyano 638
Coello (Alonso Sánchez). ... 400
Coloma (Luis) 812
Colón (Cristóbal) 346
Concepción Arenal 684
Concepción Rodríguez 628
Concha (Manuel Gutiérrczdela). 632
Conde de Aranda ....... 416
Conde de Floridablanca .... 419
Conde de la Tendllla 337
Conde de los Andes 586
Conde de San Luis 677
Conde de Toreno 585
Conde-duque de Olivares ... 390
Córdoba (Gonzalo Fernán-
dezde) 344
Córdoba (Luis Fernández de). . 628
Cornelio Saavedra 469
Cortés (Hernán) 360
0>sme Damián Churruca. ... 431
Costa (Joaquín) 746
Craso (Sancho el) 221
Crlstino Marios 707
Cristóbal Colón 346
Chapi (Ruperto) 812
Chindasvlnto 172
Chintlla 170
Chueca (Federico) 804
^ Chnrruca (Cosme Damián). . . 431
. Damián Churruca (Cosme). . . 431
Daniel Urrabieta Vierge .... 8l2
' Daolz (Luis) 451
Dato Iradler (Eduardo) 827
Díaz, el Empecinado (Juan Mar-
tin) 451
Díaz de Mendoza (Fernando). . 852
Diego Hurtado de Mendoza . 381
Diego López de Haro . . .280
Diego López Mendoza, conde de
la Tendilla 337
PigllHI
Diego Rodríguez de Silva y Ve-
lázquez 400
Diego Saavedra Fajardo. ... 399
Diez (Matilde) 677
Divino (Femando de Herrera, el) 380
Doctor Benavente 677
Doctor Mata 638
Doctor Rublo 696
Domenico T^heotocópuli [el
Grecoy. 387
Domingo y IHarqués (Francisco) 742
Don Alvaro de Luna . . . 305y31I
Don Bernardo Guillen deEntenza 295
Don Carlos de Viaoa . . . 300 y 311
Don Favila 186
Don FeHpe, eí Hermoso .... 353
Don Femando, el Catálleo. 321 y 323
Don Juan II de Aragón 323
Don Juan de Austria 372
Don Pedro Calderón de la Barca 409
Don Pelayo 185
Don Ramiro II 207y219
Don Rodrigo 183
Donoso Cortés (Juan) 636
Dona Bárbara de Braganza . . 420
Dona Beatriz de SuevTa .... 280
DoAa Berenguela - . 252
Dona Blanca de Navarra. . . . 297
Doña Isabel Clara Eugenia. . . 378
DoAa Isabel de Portugal (madre
de Doña Isabel, la CatóUca). 323
Doña Isabel de Portugal (esposa
de Carlos V) 365
DoAa Juana, /a ¿oca 352
Doña María de Molina 277
Dofia Mariana de Austria . . . 393
Dofia Urraca de Castilla. ... 237
Dorregaray y Domínguez (An-
tonio) 796
Duero (Marqués del) 632
Duque de Lerma 389
Duque de Rivas 612
Duque de Tetuán 632
Duque de la Torre 636
Duque de Valencia 626
Duque de Vergara 612
Duque de la Victoria 612
Duque de Wellington 455
Echegaray (José) 714
Eduardo Dato Iradier 827
Eduardo de Hinojosa 822
Eduardo Gasset y Artime . . . 714
Eduardo Gómez de Baquero, An-
drenio 864
Eduardo Marquína 900
Eduardo Rosales 722
Eduardo Saavedra 707
Egica 180
nigiUrrlb/GOOglC
HtSTOBlA DB KSPAftA
Emitía PArda Btzán- ......
Emilio Arrleta (Juan)
Emilio CasteLar
Emilio López Chaves, Moria. .
Emilia Sala y Frasees
Emperatriz Eugenia
Enrique I
Enrique 11
Enrique ill
Enrique IV
Enrique IV, retrato auténtico. .
Enrique Flórez (P.)
Enrlquez (Camilo)
Ensenada (Marqués de la). . ■
Entenza (Bernardo Cuillén de).
Ervigio
Escobedo (Juan de) ...,,..
Escoiquiz (Juan)
Eslava (Hilarión)
Españoleta (José Ribera, el). .
Espartero (Baldomero)
Eapoz y Mina (Francisco) - - .
E^ironceda (José de)
Estanislao Pigaeras
Estébanez Calderón (Seraffn) .
Eugenia (Emperatriz)
Eugenio Montero Ríos
Eugenio Selles
Eurico ....
Ensebio Blasco
Fajardo (Diego Saavedra) . . .
Familia de Carlos IV (cuadro de
Ooya)
Parnesio (Alejandro)
Favila
Federico Cliueca
Federico de Gravina
Federico de Madrazo ....
Federico Rubio . .
FedericoSoler,Sera//Pí7arra. .
Feijóo (Benito Jerónimo), . . .
Felipe 1, c/ //ermoso
Felipe II
Felipe III
Felipe IV
Felipe V
Felipe Pedrell
Félix de Vega Carpió (Lope). .
Félix María Calleja del Rey . .
Fernán Caballero
Fernández (OrcRorio)
Fernández (Mariano) ....
Fernández Caballero (IManuel).
Fernández de Córdoba (Gon-
zalo)
Fernán}]ez de Córdoba (Luis). .
Fernández de Mora tin (Leandro).
Fernández Flores (Isidoro). . .
Pl«ÍTias.
PeniándezGueria.(A«relÍano> . 668
Fernández Villaverde (Rai-
mundo) 742
Fernández y González (Manuel). 684
Fernando 1 230
Femando 111 257 y 280
Femando IV 283
Femando V, el CatáUco . 32t y 323
Fernando VI 412
FemandoVIl 563
Fernando de Abascal (José) . . 504
Femando de Herrera, el Divino. 380
Fernando Díaz de Mendoza . . 852
Pemanflor 734
Ferrant (Alejandro) 746
Fidel FlU 734
Fígaro 636
Figueras (Estanislao) 684
Flórez (P. Enrique) 422
Florídablanca (Conde de) . . . 419
Fortuny(Mariano José María). . 722
Francisco Asenjo Barbleri ... 707
Francisco de Ooya y Lucientes. 437
Francisco de Isla (P. Juan). . . 420
Francisco de Moneada 399
Francisco de Rojas Zorrilla . . 402
Francisco de Znrbarán .... 400
Francisco Domingo y Marqués . 742
Francisco Espoz y Mina .... 451
Francisco Gómez de Que vedo y
Villegas 397
Francisco Gómez de Sandoral
y Rojas 389
Francisco Javier Castaños ... 451
Francisco Javier de Istúriz . . . 612
Francisco Javier Venegas . . . 510
Francisco Jiménez de Cisncros . 336
Francisco José Quintana. . . . 586
Francisco Manuel de Meló ... 405
Francisco Martínez de la Rosa . 612
Francisco Navarro Ledesma . . 684
Francisco Navarro ViDoslada . 677
Francisco PI y Maigall .... 684
Francisco Pradilla 804
Francisco Rodríguez Marín. . . 827
Francisco Romero Robledo, , . 736
Francisco Savalls y Massot . . 791
Francisco Serrano y Domínguez,
Duque de la Torre 636
FranciscoSJIvela y LaVielleuze. 742
Francisco Tadeo Calomarde . . 586
Fray Gabriel Téllee(nrsa de
Molina) 397
Fray Luis de Granada 383
Fruela I 187
Fruelall 217
Gabriel Tellez (Fray), Tirso de
Molina 397
D,g,t7cdb/COOgIC
■ ' PáglMS,
Gabriel rOaKn (José María). . 900
OiIaPlacldia . 136
Odaós (Benito P«rez> .... 804
Gallego (Juan Nieiraio] .... 586
Gamazo (Germán) 707
Ganlvet (Ángel) ■ 852
Oarcia I 210
Oarcia Gutiérrez (Antonia) . . 668
OaspardeGuzmán^ conde-duque
de Olivares 390
Gaspar Melchor de Jovellanos . 42&
Gaspar (Nuñez de Arce) ... 722
Oasset y Arlime (Eduardo). . . 714
Gaudi (Antonio). . .- 822
GayarreHuMn). . 746
Gaztamblde (Joaquín) 684
Germán Gamazo 707
Oeftlelco 151
Gtobert (Antonio) 714
Godoy, príncipe de la Paz (Ma-
nuel) 434
Gúmez (Máximo) ...,..: 841
Gómez de Saquero (Eduardt^ . 884
Gómez de Quevedo y Villegas
(Francisco) 397.
Gómez de Sandoval y Rt^as
(Francisco) 389
Góiigora (Luis de) 396
González (Fray Ceferíno) 714
González Bravo (Luis) 668
González de Mendoza, Cardenal
(Pedro) 329
Gonzalo Fernández de Córdoba. 344
Goya y Lucientes (Franciscode). 437
Gradan (Baltasar) 401
Granada (Fray Luis de) ... . 383
Oronde (Teodosio, el) 125
Gran duque de Alba 376
Gravina (Federico de) 430
Oreco (Domenlco Theolocópull,
el) 387
Gregorio Fernández 401
Gregorio Martínez Sierra ... 900
Quas (Juan) 384
Guerrero (María) 864
Guillen de Entenza (Bernardo) . 295
Gulmerá (An^eU v 804
Gumersindo de Azcárate. . ■ ■ 742
Gundemaro 166
Gustavo Adolfo Becquer. ... 722
Gutiérrez de la Conclia (Ma-
nuel) 632
Haro (Diego Lóoez de) ... ■ 280
Hartzenbusch (luán Eugenio) . 632
Herbella (Teodora) 684
ffemíwo (Felipe, el) 353
Hernán Cortés 360
Herrera el Divino (Fernando de) . 380
Herrera (Juaa de) 386
Hidalgo (Miguel) 512
Hilarión Eslava 632
Hinojosa (Eduardo de) ... . 822
Horacio Nelson 426
Hurtado de Mendoza (Diego) . 381
Ignacio Allende. 509
Isaac Albéniz 827
Isabel Clara Eugenia de Aus-
tria 378
Isabel de Portugal (esposa de
Juan II) 323
Isabel de Portugal- (esposa de
Carlos V) 365
Isabel, la Catáiiea .... 320 y 323
Isabel II 701
Isidoro Málquez 539
Isidoro (San) 178
l^la (Juan Francisco de) ... . 420
Islúriz (Francisco Javier). . . . 612'
Itúrbide (Agustín de) 514
Iturrigaray (Jos¿ de) 478
Benavente 864
Octavio Picón 822
Rulz 451
Verdaguer 746
lalmes 636
Zastañoa (Francisco) . . 451
e Islúriz (Francisco) . . 612
^enegas (Francisco). . . 510
loFeiJóo (Benito). ... 408
e Agreda (Sor María de). 402
ianta Teresa de) ... . 379
! de Clsneros (Francisco). 336
Alvarez Quintero ... 900
Arjona 677
I Costa 746
I de la Pezuela 503
Gaztamblde 684
María López 628
Murat 441
Sorolla y Bastida ... 812
Vizcaíno 612
lan Santacllla 422
nadoT de los Rios . . . 677
itonio Maceo 840
tigas 502
maparte 444
inalejas y Méndez . . . 822
isadodel Alisal 707
Esnronceda 636
; la Riva 606
Lasema 586
Madrazo 586
losé de Salamanca y Mayol . . 636
losé de San Marífn 575
José Echegaray ». 714
José Fernando de Abascal . . . 504
D,g,t7cdb/GOOgIC
923
mSTOKlA DK IWAfiA
PágliiM.
Soaé Itunigaray 478
osé López Domlngaez .... 707
osé Mvia de Pereds 722
osé Marfa Gabriel y Oslin . . 900
osé María Morelos 513
osé María Quelpo de Llano ■ ■ 98&
losé María Torrijoa «12
losé Marrioez Rute, i4zorAi . ■ . 900
losé Mlgnel Carrera 9üT
losé Moreno Carbonero .... 746
losé Ortega Manilla SZ7
loséPalafox 451
losé Posada Herrera 668
losé Ramón Mélida >64
losé Ribera, el Españólelo ... 399
losé Rodríguez Camcido ... 827
losé Valero 632
losé Zorrilla 677
JoTellanos (Gaspar Melchor de). 426
Juan Alvarez Mendizibal . . . 612
u^ Antonio Rojas 505
nan Bravo Muríllo 628
Iaan U de AragAn 323
nan de Arfe 385
uan de Austria 372
uan 1 de Castilla 293
uan n de Castilla ■ ... 301 y 311
nan de Herrera 386
uan de la Cierva y Pefiañel ■ . 852
uan de Mariana . 382
uan de VillanueYa 437
uan Donoso Cortés .... 636
uan Emilio Arríeta 684
uan Eacoiquiz 441
uan Eugenio Hartzenbuüch . . 632
uan Francisco de Isla 420
nan Guas 384
uan Mané y Flaquer 696
uan Martín Díaz, el Empecinado. 451
uan Martínez Montafiés ... 386
Juan Meléndez Valdés 430
Juan Nicailo Gallego- 586
Juan' Prim y Prats 668
Juan Ruiz de Atarean 408
jnan Valera 696
Juan Vázquez Mella 852
Iuana la Loca 352
ulián Oayarre 746
ulián Romea . 668
nlfin Romea y Parra 8M<
Julio César 117
Larra (Mariano José) 636
Latorre (Carlos) 628
Leandro Fernández de Moratln , 431
Leandro(San) 166
León XIII 800
León (Ricardo) 900
PÍKíbu.
Leonardo de Argcnsola (Barto-
lomé) aye
Leonardo Torres QneTcdo . . . 822
Leopoldo Alas, Clarín SI2
Leopoldo O'Dooneli, dnque de
Tetuán 632
Leovlglldo 16U
Lerma (Duque de) 389
Linares Rivas (Manuel) .... 852
Liniers (Santiago) 468
Usta (Alberto) 58b
Uuval 159
Uuva II 163
¿oca (pofia Juana fd) 352
Lope Félix de Vega Carpió. . . 396
López (Joaquín María) .... 628
Upez Oiaves (Emilio) .... 734
López de Avala (Adelardo). . . 606
López de Haro (Dieso) .... 280
López de Mendoza (Diego) . . 337
LipezDomlognezftosé). . . . 707
López y Portalia (Vicente) ... 586
Luc{entes(FfanclscodeOoya y). 437
LuisCalpena S27
Luis Cóloma 812
Uis Daojz 451
Lula de Góngora 396
Lnls de Granada 383
Luis XIV 416
Luis Felipe I 608
Luis Fernández de Córdoba . . 628
Luis González Bravo 668
Luis José Sartoríus, conde de
San Lnls 679
Luna(D. Alvaro de) . . . 305 y 311
Maceo Qoaé Antonio) 840
Madrazo (Federico de) 66B
Madrazo (José de) 586
Málquez(r8ldoro) 539
Manuel Alonso Martínez. . . . 686
Manuel Belgrano 500
Manuel Bretón de los Herreros . 628
Manuel del Palacio 7t4
Manuel Fernández Caballero. . 722
Manuel Fernández y González . 684
Manuel Godoy 434
Manuel Gutiérrez de la Concha,
marqués del Duero 632
Manuel Linares Rivas 852
Manuel Maris de Santa Ana.mar.
qués de Santa Ana 684
Manuel Milá y Pontanals. ... 677
Manuel Ruiz Zorrilla 722
Manuel Tamayo y Bans .... 707
Mané y Haquer (Jnan) 696
Marcelino Menéndez Petayo . . 827
Marcelo de Azcarrága 714
Marchena(P.) 390
D,g,t7cdb/GOOgIC
BISTOUÁVE ESPAfU
927
PtglIUl.
Marta Alvaitz. Tubaa 804
María Cristina 802
Marta Cristina de Borl)óii ... 567
María de Jesús de Agreda (Sor). 402
María de Molina 277
María Querrero 864
Mariana de Austria 303
Mariana (P. Juan de) 382
Mariano Alvarez de Castro. . . 451
Mariano Benavente 677
Mariano Benlliure 864
Mariano de Cavia 827
Mariano Fernández 668
Mariano fosé de Larra 636
Mariano José Marta Fortnny . . 722
Mario (Emilio López Chaves). . 734
Marqués de Pontejos 612
Marqués de Santa Ana 684
Marqués del Duero 632
Marqués déla Ensenada. . . . 419
Marqués de la Vega Armijo. . . 696
Marquina (Eduardo) 900
Martín Díaz, e/£mpccinff<fi) (Juan) 451
Martínez Campos (Arsenlo). . . 696
Martínez de la Rosa (Francisco) 612
Martínez Montafiés (Juan) . . . 386
Martínez Ruiz (José) 900
Atartfnez Sierra (Gregorio). . . 900
Marios (Crlstlno) 707
Mata (Pedro) 636
Maleo Alemán 394
Matilde IXez 677
Maura y Montaner (Antonio) . . 822
Mauregato 192
Máximo Gómez 841
Melchor de Jovsllanos (Oaspar). 4%
Meléndez Valdés (Juan) .... 430
Méllda (José Ramón) 864
Meló (Francisco Manuel de) ■ . 405
Méndez Núflez (Casto) 696
Mendizábal (Jusí) Alvarez). . . 612
Mendoza (Diego Hurtado de) . 38t
Mendoza (Diego López de) . . 337
Mendoza (Fernando Diaz de). . 852
Mendoza (Pedro González de) . 329
Menéndez Pelayo (Marcelino) . 827
MenéndezPIdal (Ramón). ... 827
Mengs (Antonio Rafael) .... 423
Mesonero Romanos (Ramón de) 632
Miguel Blay y Fábregas .... 864
Miguel de Cervantes Saavedra. . 404
Miguel de Unamuno 852
Miguel UÍdal((o 512
Mina (Francisco Espoz y) . . . 451
Molina (DoAa María de) ... . 277
Molina (Tirso de) 397
Moneada (Francisco de) ... . 399
Montafiés (Francisco Martínez) . 386
Páginu-
Monteros Ríos (Eugenio) . ... 714
Morales (Ambrosio de) ... . 393
Moratln (Leandro Fernández de) 431
MoreloB (José María). 513
Moreno (Dr. Mariano) 499
Moreno Carbonero (José) . . . 746
Moret y Prendergaat (Segismun-
do) 734
Moreto (Agustín) 407
Móstoles (El alcalde de). ... 451
Moyano (Claudio) 636
MuflozDegraln(Antonlo>. ... 742
Murat (Joaquín) 441
Muríllo (Bartolomé Esteban) . . 402
Napoleón I 436 y 443
Napoleón III .« 730 -^
Narciso Sernt 707
Narváez (Ramón Manuel María). 628
Navarra (Dolía Blanca de). . . 287
Navarro Ledesna (Francisco) . 864
Navarro Vllloslada (Francisco) . 677
Nelson (Horacio) 426
Nerón 122
Nicolás Antonia 405
Nicolás Bravo 515
Nicolás Salmerón y Alonso. . . 734
Nocedal (Cándido) 684
Núflez de Arce (Gaspar) ... 722
Octavio Picón (Jacinto) 822
O'Donnell (Leopoldo) 632
O'HIggiens (Bemando) .... 574
Olivares (conde-duque de) . . . 390
Olózaga (Salttstiano de) ... . 632
Ordonol 199
Ordofioll 211
Ordofío III 220
Ortega Munllla ao>¿) ■ • • ■ 827
Pablo Sarasate 746
Padre Benito Jerónimo Feijóo . 408
Padre Enrique PlÓrez 422
Padre Fita 734
Padre Juan de Mariana .... 382
Padre Juan Francisco de Isla . . 420
Padre Marchena 350
Padre Martin Sarmiento .... 424
Palacio (Manuel de) 714
Palacio Valdés (Armando) ... 822
Palafox (José de) 451
Pardo Bazán (Emilia) 812
PaHi (Adelina) 742
Pedrell (Felipe) 742
Pedro 1 285
Pedro Antonio de Alarcón . . . 714
Pedro Calderón de la Barca . . 409
Pedro González de Mendoza. . 329
Pedro Mata 636
Pedro Pablo Abarca de Bolea. . 416
Pedro Pablo Rubens 397
D,g,t7cdb/GOOgIC
928
HISTORIA DE ESPAÍtA
WginM.
Pedro Velarde 451
FWayo 185
Pefia (Nicolás Rodríguez) ... 470
Pena yGoñi (Antonio) H04
Pereda (José María de) ... . 722
Pírez (Antonio) 378
Pérez Caldos (Benito) 804
Pezuela (Joaquín de la) .... 503
Picón (Jacinto Octavio) .... 822
Pldal (Ramón Menéndez) ... 827
Pldal y Mon (Alejandro). ... 742
PIdo (Rosado) 900
Pío Baroja 864
Placidia (Gala) 136
Plasencia (Casto) 812
Pontejos (Marqués de) 612
Portugal (Doña Isabel de) espo-
sa de Juan II 323
Portugal (Dofla Isabel de) espo-
sa de Carlos V. ..... . 365
Posada H6iTer»-(J<Mé). E. . . . 666
Pradilla (Francisco) 804
Práxedes Mateo Sagasta .... 696
Primy.PratsíJuan) 668
Principe de Asturias 889
Principe de Vtana (D. Carlos) 300 y 311
Queipode Llano (José María). 586
Querol (Agust(n) 852
Quevedo y Villegas (Francisco
Gómez de) 397
Quintana (Francisco José) . ■ 586
Qolntero (Serafín y Joaquín Al-
varez) 900
Rafael Calvo 742
Rafael Menga (Antonio). ... 423
Raimundo Fernández VUlaverde 742
Ramiro I 197
Ramiro II 207 y 219
Ramiro III 221
Ramón Cabrera '.'64
Raittón Camlcer y Batle ... 566
Ramón de Campoamor 677
Ramón de Mesonero Romanos . 632
Ramón del Valle Inclán .... 864
Ramón Manuel María Narváez,
dUque de Valencia 628
Ramón Menéndez Pidal .... 827
Ramón y Cajal (Santiago) ... 612
Recaredo 1 162
Reciredo II 167
Recesvinto 173
Ribera ([osé>, el Españoleta . . 399
Ricardo de la Vega 734
Ricardo León 900
Ricardo Velázquez Bosco ... 746
Ricardos (Antonio Ramón). . 423
Ríos (losé Amador de los). . . 677
Ríos de Lampérez (Blanca) . . 852
Pigin,
Ri«s y Rosas (Antoaio de los) i '636
Riva Agüero (José déla). . . . 606
Rivadavia (Bemardino) .... 408
RIvas (Duque de) 612
Rodrigo (Don) 183
Rodríguez Carracldo (losé) . . 827
Rodríguez de Silva y Velázquez
(Diego) 400
Rodríguez Marin (Francisco). . 8ZZ
Rodríguez Peña (Nicolás) 470
Rodríguez (Ventura) 437
Rojas (Juan Antonio) . . . . i. 505
Rojas Zorrilla (Francisco de). . 402
Romea (Julián) 668
Romea y Parra (Julián) . . . . B04
Romero Robledo (Francisco) . . 734
Ros de Olano (Antonio) .... 632
Rosales (Eduardo) 722
Rosalía Castro de Murguia. . . 722
Rosario Pino 900
Rubens (Pedro Pablo) 397
Rubio (Federico) 696
Ruiz de Alarcón (Juan) .... 408
Raíz (Jacinto) 451
Ruiz Zorrilla (Manuel) 722
Ruperto Chapf 812
Rusiñol (Santiago) 822
Saavedra (Ángel de) 612
Saavedra (Cornelio) 469
Saavedra (Eduardo) 707
Saavedra Fajardo (Diego de). . 399
Saavedra (Miguel de Cervantes) 404
StiWo (Alfonso X, el). . . 269 y 280
Sagasta (Práxedes Mateo). . . 696
Sáinz (Casimiro) 622
Sala y Francés (Emilio) .... 804
Salamanca y Mayol (José de) . ■ 636
Salcedo y Ausú (Ángel) .... 898
Salmerón y Alonso (Nicolás) . ■ 734
Salustlano de Olózaga 632
Sánchez Coello (Alonso) .... 400
Sancho, el Craso 221
Sancho II 232
Sancho Itl 207
Sancho IV 276
Sandoval y Rojas (Francisco Gó-
mez de) 389
San Fernando 257
san Isidoro 178
San Leandro 166
San Martin (José de) 575
Santa Ana (Manuel María de). . 664
Santacilia (Jorge Juan) 422
Santa Teresa de Jesús 379
Santiago Liniers . 468
Santiago Ramón y Cajal. . . 812
Santiago RusinoI 822
Sarasate (Pablo) 746
,,CoogIc
HISTORIA DE ESPAXA
929
Piginis-
Sarmiento (P. Martin) 424
Sartorjus (Luis José) 677
Savalls y Massot {Francisco). . 791
Segismundo Moret y Prender-
gast 734
Selles (Eugenio) 746
Séneca 124
Serajl Pitarra 722
Serafín Alvarez Quintero. . . . 900
Sema (losé de la) 586
Serra (Narciso) 707
Serrano y Domínguez (Fran-
cisco) 636
Sertorio 116
Sigerico 138
Silo 191
Silvela y La Vielleuze (Fran-
cisco) 742
Simón Bolívar 474
Sisebuto 166
Sisenando 169
Soler (Federico) 722
Solitario (El) 628
Solís (Antonio de) 405
Somodevilla (Zenón de). . . . 419
Sor María de Jesús de Agreda. . 402
Sorollay Bastida (Joaquín). . . 812
Suevia (Doña Beatriz de) . . . 280
Suintila 168
Tamayo y Baus (Manuel). ... 707
Téllez (Fray Gabriel) 397
Tendilla (Conde de la) ... . 337
Teodora Herbella, Teodora La-
madrld 684
Teodoredo 141
Teodorico 143
Teodosio, el Grande 125
Teresa de Jesús (Santa) ... 379
Tetuán (Duque de) 632
Teudis 153
Teudiselo 154
Theotocópuli, el Greco (Dome-
nico) 387
Tirso de Molina 397
Tomás Bretón y Hernández . . 812
Tomás Zumalacárregui .... 626
Toreno (Conde de) 586
Torre (Duque de la) 636
Torrejón (Andrés) 451
Torres Quevedo (Leonardo) . . 822
Torrijos (José María) 612
Pigim».
Tubau (María Álvarez) .... 804
Tulga 171
Turisoiundo 142
Unamuno (Miguel de) 852
Urrabieta (Vierge Daniel) . , . 812
Urraca de Castilla (Dofla) ... 237
Vatdés (Juan Meléndez) .... 430
Valencia (Duque de) 628
Valentiniano 136
Valera (Juan) 696
Valero (José) 632
Valverde (Balbína) 734
Vázquez de Mella (Juan) .... 852
Vega (Ricardo de la). ..... 734
Vega (Ventura de la) 633
Vega Armijo (Marqués de la). , 696
Vega Carpió (Fray Lope Fé-
lix de) 396
Velarde (Pedro) 451
Velázquez (Diego Rodríguez de
Silva y) 400
Velázquez Bosco (Ricardo) . . 746
Venegas (Francisco Javier). . . 510
Ventura de la Vega 632
Ventura Rodríguez 437
Verdaguer (Jacinto) 746
Vergara (Duque de) 612
Viana (Carlos, príncipe de). 300 y 31 1
Vicente Lamperez 852
Vicente Lúpez y Portafla . . . . 586
Vico (Antonio) 734
Victoria (Duque de la) 612
Victoria Eugenia 883
Vitlanueva (Juan) 437
Villaverde (Raimundo Fernán-
dez) 742
Villegas (Francisco Gómez de
Quevedo y) 397
Vital Aza 812
Vizcaíno (Joaquín) 612
Walia 139
Wamba 173
Wellinglon (Sir Arluro Welles-
ley, duque de) 455
Witerico 164
Witíza 181
Zenón de Somodevilla 419
Zorrilla (Francisco de Rojas). . 402
Zorrilla Mosé) 677
Zumalacárregui (Tomás). . . . 626
Zurbarán (Francisco de) ... . 400
,, Google
ÍNDICE
de nombres de personas citadas en esta obra.
Abaad 127
Abad de Viciara 159
Abarca (Obispa) 627
Abarzuza . . 833, 836, 837, 855, 872
877 y 905
Abascal 604 y 825
- (José Fernández de). . 472
y508
Abasólo 513
Abdali 198
— -ben-Zarin 235
Abdelazlz 189 y 190
Abdelmelik 187, 217 y 218
Abderrahman I . . 192 á 194 y 203
— II 194 y 197
— III .. 205 á 212 y 222
— benAbdaU. I9| y 192
— Sanchejo 218
Aben Adari 183
- Ahvard 202
- Alcoilia . . 178,183,190 y 211
- Arzarquel 220
- Bassan 231 y 232
- Hazin 219
- Jaldua 184,200 y 202
" Mernán 197
- Zaldun 219
Aberddeen (Lord) 698
Ábranles (Duquesa de) 486
Abreu 664 y 687
AbulAbbas 192
Abuzuza 187
Accidino 100 y 105
Acebedo 458, 584 y 749
Acosta 792
Acullá (Obispo) 360
- fosarlo de) 907
- (Fray Rosauro) 507
Achila 183 y 195
Adaro 887
Adriano 15, 121, 123 y 126
Aecio 142 y 143
Afranio 118
Agar (Pedro) 555 y 556
Agen (Bernardo de) 268
Agen (Pedro de) 268
Agila 155 y 156
Agnesio 519
Agripa 123
Aguado 660
Águila (Conde de) 699
Aguilar (Francisco) 616
— (Obispo) 861
— de Campoó (Marqués
de) 861 y 878
— y Correa (Antonio). . . 697
Aguilera (Alberto). . 825, 835 y 880
Aguinaldo 845, 848, »50
854, 855 y 858
Aguirre (Joaquín) . ... 733 y 736
Ahmed Anasiri 184
Ahmer-Ar-Bazi 178 y 183
Ahumada (Duque de). 584,626y693
Airom de Ayala 713
Aixón 193
Ajbar 200
Alagón (Duque de) . . . 567 y 570
Alahor 190
Alamán (Lucas) 479
Alameda (Fray Cirilo) 567
Álamos Barrlentos 402
Alarcón(JuanRuizde) 407
— (Pedro Antonio). . 577,708
715, 738, 755, 783 y 830
Alaricol 135, 137 y 149
— 11 147 á 150
D,g,t7cdb/GOOgIC
HISTORIA DE ESPAÑA
Aiava 384 y 663
Alba (Duquesa de) 879
- (Duque de) 352 y 353
- (Gran duque de) , 365,367,368
372, 375, 376, 377 y 380
- (Santiago).. 862,874,884,885
902, 908 y 910
Albacete 801
Albalat (Barón de) 442
Albareda (José Luis) 757
Albéniz 826
Alberoni 412 y 414
Albert (Pedro) 258
Alberto (Archiduque) 379
de Branderburgo . . ■ 368
Albonl 718
Albornoz (Gil de) ... . 284 y 378
Atburquerque (Duque de) . , . 492
Alcaide Ibienca 465 y 481
Alcalá Galiano (Antonio). . 231,420
493,515,526,532,548
549, 579, 581 á 583
601,613,648,651,660
665, 768 y 772
- — (Félix) . 762 y 768
- Zamora 908
Alcalde del Rio 30
Alcafltces (Marqués de) 744
Alcázar ■. 404 y 678
Alcoberro 891
Alcudia (Conde de la) . . 615 y 626
Aldama (J''^'') ^'^ Y ^'^
Aldave 906 y 909
Alea (Abate) 541
Alejandro 11 266 y 738
— Magno 71
— VI 416
Alemán (Mateo) 404
Alenza 644 y 680
Alfau 905
Alfíeri 533
Alfonso I 201 y 203
- II 201,203 y 225
- 111 . 177, 178, 199,203 y 220
- IV 221
- V 226
- VI . 226. 230, 232, 234 á 237
240 y 258
- Vil. 226, 236, 244, 258 y 261
— VIII 244 á 249
- IX 246 y 261
- XI 282 á 285
- XII .. . 697,744,777,781
786,787,799 á 816
- XMl .... 818,870 á 911
- I de Aragón. 236 á 238 y 261
- II de Aragón 246
- IV de Aragón 289
PÍE*Ii«.
Alfonso V de Aragón 297
- IV de Portugal .... 284
- V de Portugal .... i94
- deOrleans 819
- Enriquez 242
Alhamar de Granada 344
Alhaquen I 194 y 198
- II 209 á 212
Alí 236
Alircau 670
Alkamah 200
Almagro (Diego) 363
Almakari .... 184, 200, 202 y 235
Almanum 231
Aimanzor. . . . 187. 217,221 y 246
Almenas (Conde de las) . 857 y 872
Almirall 879
Almirante 83 y 414
Almodóvar (Conde de) . . 664,682
y 687
~ del Rio (Duque de). 866
868,881,882, 886 y 887
Almondaf el Blanco 221
AlmondziT 198
Almonte Haro 764
Almotamid .:.::.. 235 y 236
AloTss lieiss 183
Alonso Castri lio 905
- Colmenares 789
- Guerrillero 489
- (losé). . . 667,682,686 693
732 y 733
- (Juan B.) 736
- Martínez . 697, 737, 766, 773
799,817, 819,823,824 4 826
y 830
Alós (José M.) 556
Alponte (Pedro de) 387
Altamíra. ..... 22, 158, 166 y 175
Altolaguirre (Ángel de) ... . 359
Alvarado . 359, 360, 884, 902 y 9C8
- (P. Francisco) ... 548
Alvarez (Cirilo) 748
- (José) 437
— (Melquíades) ... 869, 875
901,903 y 910
- (Néstor) ....... 851
- Bongel 642
- Bugallal .... 801 y 802
- Cabrera 897
— Cienfuegos 435
— de Castro tlu^n) . ■ . 486
- - (Mariano) 450
y 483
— de Pereira 642
— de Toledo 436
~ Gato 382
— Guerra 578
D,g,t7cdb/GOOgIC
HISTORIA DE ESPAÍ5A
Alvaiez Quintero 901
Alvear 505
Alzáa 710
Alzaga (Martín) . . . 469, 472 y 499
Alzama 191
Allende (Ignacio) .... 513 y 514
- Salazar. . 732,861,872,873
875 y 887
Allucio 92
Amadeo I . . . 723, 787 d 792 y 828
Amalarico 151 y 152
Amarillas (Marqués de las) . 584, 626
y 653
Amat (Félix) . . 518, 520, 560 y 631
Amberes (Francisca de) .... 387
Amblard 835
Amérigo 911
Atnílcar 75, 77 y 78
Amneo Floro 110
Amnlo 115
Amorós (Francisco) 540
Ampedio 151
Amunátegul 474
Anacreonte 70
Andafleda 150
Andax 109
Andersen 783
Andrade 404
Angiolillo 849
Angulema (Duque de) , . 600 y 719
Ángulo 489, 540 y 183
Aníbal 50 y 81
— Alvarez 310
Anselmo (Conde) 193
Ansúrez (Fernando) 221
Antequera 180 y 799
Antillón 542
Antolln (P. Guillermo) 161
Antón del Olmet. . . 440, 442 y 564
Antonio Felipe Orleans .... 7U3
- (Nicolás) 282
— Pascual de Borbón . . 564
Anzano 492
Aparicio (José) 644
Aparisi Guijarro. . 564.623.669,698
748, 757, 773, 781 y 786
Apodaca 601 y 602
Apolinar (SJdonío). . 133, 143 y 146
Appiano . 52, 87, 105, 108, 109 á 1 18
Aqululfo 146
Arana (Pablo) 907
- (Sabino) 870
Aranalde 660
Aranda (Conde de) . 416, 419 y 580
Aranguren 850
Arcadio 133 y 137
Arce (Ramón José de) 537
Arco Hermoso (Marqués de). . 713
Ardanaz 785
Areizaga 486 y 487
Arenal (Concepción). . . 685 y 835
Arfe 384
Arfián 387
Argantonio 70 y 73
Argensola 404
Arguelles (Agustín) . . 546, 548, 951
556,576,584,587,583,601
682 y 683
Arhens 692 y 723
Arias Barbosa 337
— de Miranda . . 825, 903 y 905
Arias Montano 382
Aribau 673
Arimio Folión 120
Arista (Iñigo) 204
Arislegui 728
Aristóteles 28 y 150
Arizmendi 576
Arizón 840y898
Arjona 520, 535 y 541
— (Joaquín) 676
— Herrera 681
Armero 693, 726, 744 y 768
Arnobio 128
Arólas (Juan) 688
Arrazola. 670,716,768,769,771 y 776
Arriagada 507
Arriaza 541 y 634
Arribas 540
Arrieta 685, 784 y 836
Arrío 136, 140 y 160
Arroniz 479
Arrown 889
Arrué (Martín) 357
Arlal 877
Artavasdes 183 y 195
Arteaga(P. Esteban) 434
Arteche . . . 452,460,462,464,465
481 á 483 y 543
Artela 720
Artigas 504 y 661
Arturo (Príncipe de Oales). . . 350
Arzazun y Zabala. . ■ . 468 y 499
Asdrúbal Barca . 77, 81, 91, 92 y 95
— Ciscón 92 y 94
Asenjo Barbíeri 646 y 706
Aspiroz 678 y 690
Astorga (Marqués de). 447, 537 y 542
Aslrain (P.) 367
Alace 139
Átalo 138
Atanagildo 155ál58yl61
Atanaildo 195
Atanarico 135
Atila 143
Atmeller 711 y 715
nigiUrrlb/COOglC
HISTORIA DE I
Páginas.
Ataúlfo. . . 135, 137, 138, 142 y 149
Auber 664
Augereaii 4i;2 y 492
Augier 783
Augurio 128
Augustln 8M
Augusto 50 y 120
Aulet 483
Aumale (Duque de) 701
Aurioles 801
Aurús 194
Avila (Dolores) 828
— (Juan de) 383
— (Luis de) 367 y 382
Aviraneta 489 y 661
Avi8 (Maestre de) 289
Avito 143
Ayax 144
Ayerbe 434
Ayguals de Ixco 702
Ayllón (Mateo) 660
Aymerích (losé) 617
~ (Melchor). . . 604 y 614
Ayub 190
Aza (Vital) 911
Azanza. . . 439, 447, 454. 474 y 536
Azara 422
Azcárate . 743,819,829,886,888,891
y 905
Azcárate y Lezama 478
Azcárraga. 715,828,837,839,850,860
861.865,878 y 879
Azcuénaga 502
Aznar 903y905
Aznares 611
Azorln 855 y 901
Azzahra 212
Azzati 901
Bach 685
Bada 165
Badajoz (Juan de). ... 384 y 385
Badia (Domingo) 429
Badr 192
Baena (Alonso de) 300
Bahi (Juan Francisco) 633
Baird 465
Balácayas 195
Balagny 460
Balaguer 794
(Higinia) ... 824 y 828
— (Víctor) . . , 783. 803, 806
807,819 y 869
Balachoff 496
Balarl 881
Balbino (Celio) 120
Balbo (el Mayor) 119
— {el Menor) 119
Balcarce (Mariano) 620
Balch 192
Baldasano 704
Baldrich 777
Balmaseda (Conde de). 786, 788 y 795
Balmes. . 637,681,685,686,688.698
699,704 y 713
Balouzat 585
Ballesteros 568, 615 y 640
Banderas (Quintín) 803
Bañón 876
Barait (Rafael M.) . . 547, 730 y 732
Barata 578 y 584
Barbaji 584 y 585
Barbarroja 367
Barbieri 783 y 836
Barbin de Unquera ... 474 y 509
Barcia 321,330 y 767
Bardaji (Ensebio) 669
Bargés 796
Barisa (Ángel) 519
Baroja 661,855 y 865
Barrantes (Vicente) 857
Barras 444
Barrio y Mier . . . . 861.902 y910
Barroeta (Coronel) 752
Barrón 907
Barros Arana 469
Barroso. . . 885,902,905,908 y 910
Barrientes (Lope) 305
Barry(Jwan) 603
Barzanallana .... 740, 678 y 776
Basilico 201
Basilides (Obispo) 140
Basiti (Basilio) 683
Bastiat 767
Batbié 146
Bayen y Subías (Francisco) - - 438
Bayle 527
Bayón 578
Baus (Antera) 652
— (Joaquina) 737
Bautista (Francisco). .... 408
Bazo 592
Bazo (José Miguel) 899
Beatriz de Portugal 341
— de Suavia 250
Beauchamps 491
Beaugrant (Bayotde) . ... 35.^
Beccaria 527
Becerra . . . 739.779.785.792,807
820, 824. 835 y 847
— (Gaspar) 386
Becerro de Bengoa 872
Becquer (Gustavo Adolfo) . 723, 738
757 y 7fi9
— (Valeriano) 741
Beethoven fi8S
Beira (Princesa de) 627
i. ..i-.,. Google
HISTORIA DE ESPAÑA
Beja (Apringio de) 168
Belda (Martin) 778
Belgrano. . 500, 501,502,504 y 573
Belisario 153 y 155
Beltrán de Lis (Félix) . 533,708,719
720 y 721
Etelveder (Conde de) 462
Selles (Manuel) 813
Bellíni 645 y 664
Bello (Andrés) ... 474, 509 y 637
Benavente (Conde de) 357
Benavente (Jacinto) , . . 676 y 865
— (Mariano) 676
Benavldes (Antonio) ... 705 y 728
(Cardenal) 825
— (Juan de) 283
Bencio (Obispo) 190
Benedicto 845
— XIV 519
BenlUure 865
Beaot 832 y 889
Benovia 436
Beranger . 788,791,806.817,819.828
830, 837 y 889
Berceo (Gonzalo de) 272
Berenguela 241,247 y 249
Berenguer (el Curro) 241
Beresford 485 y 493
Bergamln 872
Bergnes 637
Berice (Capitán) 683
Bermejo 850
Bermeyen (Juan Cornelio) ... 387
Bermúdez de Castro (José) . 679,700
744 y 773
— - (Salvador). 679
— Reina 826 y 837
Bermudo II 221
— III 226 y 227
— el Diácono 201
Bemadotte 444 y 494
Bernáldez 344, 351 y 382
Bernardo (Abad) 268
— (Arzobispo Don). . . 237
— (Presbítero) 274
Berwick (Duque de) 412
Berruete 200
Berruguete (Alonso de) ... . 386
— (Pedro) 387
Berthelemy (Anatolio de) ■ . 143
Berthier 462
Beniete (Aureliano) 911
Bessel 136
Bessieres (José). 595, 610, 614 y 618
Bessiers 449 y 454
Beuston 140
Beuter 367
Bibero (Juan) 328
Biezma (Diego) 650
Bigarré 491
Binotea (Guillen de) 289
Bismarcb 786
Blaquiére 563y567
Blanc(Luis) 710 y 767
Blanca (Doña) 285
Blanca de Navarra . . . . 297 y 298
Blancas 240
Blanco (general) . 808, 840, 84.% 850
851, 854, 857 y 887
Blanco Fombona 505
Blanco (Lucas) 654
Blanco Whittre .... 525, 533, 534
541 y 562
Blanch (Adolfo) 482
Blacke y Joyes (Joaquín). . 454,458
462, 462, 486, 494, 496, 551 y 555
Blas 789
Blasco (Eusebio) . . 747, 784 y 876
Blasco Ibánez. . . 836,870,673,876
877 y 887
Blaser (general) 728 y 731
Blay 865
Blaxe 580
Blondeel 355
Blume 146
Bodega 585
Boecio 150
BofaruU 204 y 324
BohldeFaber . . . 548,635y713
Boileau 434
Bolena (Ana) 161
Bolívar (Simón). . 474,509,510,576
603, 604, 619, 620, 621 y 647
Bompland 476
Bonald 631 y 730
Bonaparte Oosé) . 438, 442, 443, 454
455, 458, 464, 485, 492, 496, 497, 498
534, 536, 537, 538, 540 y 639
Bonaparte (Luciano) 445
Bonet (Magín) 836
- (Pantaleón) 692
Bonifacio 138 y 142
- (Andrés). . 844, 845 y 846
Bonifaz 250
Bonilla y San Martin 901
Bono (Gaspar) 609
Bonoldi 538
Boppe 460
Borbón (Cardenal!. ... 543 y 556
Borcino (Luciana) 824
Bordessoulle (Conde) 600
Bores y Romero 875
BoTgOfia (Ramón) 236
Borso di Carmínati . 673, 682 y 683
Borre» 11 241
— III (Ramón). ...... 241
lyCOOglC
936
HISTORIA DE E5PAÜA
Borrego (Andrés) . . 629, 664 y 670
Borrero 690
Borromini 408
Boscan(Íuan) 363 y 382
Bosch (Alberto). . . 831,83íy838
Bostar 87 y 91
Botella 17, 18, 25 y 35
BouTgea {Pedro de) 268
Boves 512
Boyd-DavokEns 18
Bradley 134, 137, 169 y 178
Braga (TeóHIo) 906
Bravo (Nicolás) 515 y 571
- Murillo. . 629, 670, 676, 704
708, 712, 716, 719, 720
721, 726, 728. 729, 744
747 y 748
Bretón Hernández (Tomás) . , 805
— délos Herreros (Manuel). 629
638, 639, 645, 660, 679 y 738
Bresson (Conde de) 701
Brias (Conde de) 611
Brieva y Salvatella . . , 333 y 350
Briz Martínez 238 y 616
Bronghaní 546
Bronn 25
Brunelli 697, 709 y 721
BrunequJIda 158 y 161
Brusch 25
Buchanan 751
Bueno 855
Bugallal 873 y 884
Bulgarano (Conde). ... 167 y 168
Bulwer, . . 699, 702, 706. 708 y 71 1
Bur (Rodolfo) 153
Burell . , . 876, 877, 903, 905 y 908
Burgos (Javier de) . . 492.589.614
637, 652, 659, 660 y 661
BurrJel (Andrés Marcos). . . . 430
- (P.) 274
Bustamante (General) .... 854
Bustillo (Eduardo) 891
- (José M.)- ... 716 y 720
Buteon 111
Caballero 703
— (Fermín) . . . . 660 y 671
Caballero de Rodas. 778, 781,785 y 788
Cabanes 439, 464 y 578
Cabanilles 240, 301 y 633
Cabanls 525
Cabanyes 637
Cabañero 672
Cabarrús 439, 454, 529 y 536
Cabra (Marqués de) 778
Cabrera (Antonio) 633
- (Ramón) . 664,665,672,673
675. 686,710.711.715
778, 786, 788 y 797
PáRli»
Cabrerizo 6;
Cabrero (Coronel) 6!
Cabriñana (Mar<|ués de) . . 609, K
y8í
Cadalso 434y4:
Cádiz (Fray Diego de) 4:
Cafranga K
Caixal (Obispo) 7!
Calatrava 576 y 51
- (Ramón) . 669, 682 y 61
Calbetón 903 y 91
Calderón (Alfredo) 8)
— (Rodrigo) r.
Calderón ColtanleB . 745, 749 y T
Calderón de la Barca (Ángel). . T.
Calderón de la Barca . 407, 434, 71
y«
Calero (Marcelino) &■
Calixto II 2;
Calomarde . 587, 611, 615 á 617, 6:
626, 627 y 6!
Calonge (Eusebio) r
Calpena (P. Luis) K
Calvete de la Estrella 31
Calvo (Baltasar) 4<
— (Uln) Z
— (Rafael) 735 y 7-
Calvo Asensio . 739,767,768x8"
Calvo de Rozas . 541 á 543, 547 y 61
Calvo Martin 8"
Calzada (Bernardo Marín) . . . 5^
Calleja del Rey. 514.515,572,583ya
Camacho. . . . 805, 817, 818 y 8<
- (Ángel M.) 5'
Cámara 739, 744. 749 y 8"
Cambó. . . 881,889, 891, 895 y 9<
Cambronero 6
Camisón (Doctor) 91
Campanilla ... 4
Campáñez (Alvaro) i:
Campeny . . e>
Campero (Juan) 31
Campillo (Narciso) 81
CampoamoT (Ramón). 676, 680, T.
748, 757, 767 y »
Campomanes (Conde de). 272,4!
622, 527, 529 y 51
Campos (Ramón) s:
— (Coronel) 6:
Camprodón (Francisco) . 725 y 7)
Camús (Alfredo A.) 8;
Canal (P.) 4!
Canalejas (Francisco de P.) . . 6'
767 y 8:
- (José) . 823 á 825, 836. 8!
856, 858, 859, 865, 866. 8(
869.872,875.876.881,8)
884 i 890, 903 á 91
D,,i7,.i-,.Cooglc
HISTORIA DE ESPAÑA
937
Cándano 464
Cándido (Hugo) 266
— (Jerónimo José). . . . 6M
Canga Arguelles (José) . . 551,576
584, 695 y 748
Cano (Alonso) 408 y 409
— (Antonio) 609
— (Manuel) ... 584, 588 y 779
— (Melchor) 382 y S22
Canova 642
Cánovas del Castillo. . 390,394,402
522, 638, 697, 706, 731 , 732, 745, 749
768, 769, 773, 775, 777, 78 1 , 783, 791
795, 796, 799, 801 á 817, 821. 824
826, 828, 829, 831, 832, 836 á 838
847 á 849, 874
Cantera 732
Canterac . . . . 605,606,619 y 662
Cantero 739 y 740
Cantón (Gustavo) 495
Cantú 117
Cañamaque 819
Cañete 474, 761 y 830
Cafliauíres (José) 434
Capapé 610
Capar 585
Capdepón . . . 823, 82^ 826 y 850
Capniany (Antonio) 559
Caracalla 116 y 124
Caravaggio 409
Carbó 682
Cárdenas (José de) 878
— (Francisco de) . 146,153
611, 615,627, 796 y 857
— (Gutierre de). 324, 326 y 328
Carducci 387
Cariarico 156
Carlier 436
Carlomagno. 150. 193, 201,204 y 225
Carlos Alberto de Cerdeña . 704, 709
716, 717 y 757
Carlos 1 . . . . 354 i 372, 387 y 561
— II 388,392.411 y 412
— 111 ... . 414á417, 437, 517
528, 538, 542 y 863
— IV. 417 á 438, 441, 457, 528
542, 566, 573, 62?, 676 y 709
— IV de Francia 293
— X 718 y 778
— principe de Viana. . 297 y 298
— Luis (Infante) 571
— de Austria 412
— de Borbón y Este . . 760. 777
778.781,786 á 797,818
821,861,862,863 y 902
— María Isidro de Borbón . 564
623, 659 á 66?, 670 á
675, 686, 697 á 699
Piginai,
Carlos Martel 191
- El Calvo ... 198, 202 y 204
Carlota (Infanta). . . 469, 501, 513
670 y 699
Carmen Silva 547
Carmena y Millán. . f 38, 539 y 646
Carmena 437 y 673
Carnerero 639 y 660
Carnet (Luis) 601
Carnicer 587,591 y 784
Carnot 450
Caro (General) 420
- (Miguel A.) 474
- (Rodrigo) 404
Carranza (Arzobispo) . . 369 y 379
Carrasco (General) 713
Carrefio 702
— de Miranda 409
Carreras (losé Miguel) . 508 y 545
Carrillo (Cardenal) 340
Carrier 486
Carrlón (Santo de) 282
Carsi y Ferrer 079 y 687
Cartujano (El) 382
Carvajal (José) . . 414, 592, 807, 829
y 861
Carva/ales {Los) 283
Casado del Alisa) . . 706, 740 y 821
Casa Gaviria (Marqués de) . . 7ÜI
Casa Irujo (Marqués de) . 61 1 y 614
Casamayor 481
Casanova (Santiago) 442
Casañas 891
Casas (Fr. Bartolomé de las) . . 104
- Quande) 476
- (Julián) 702
- Novoa 436
Caaaus 578 y 779
Cascajares 778, 849 y 869
Cascallana (Obispo) 725
Casero 818
Casiodoro 150 y 151
Casirí 190
Castafión (Gonzalo) 7S0
Castaños 449,450,453
á 455, 458, 462, 465, 493, 494
497, 543, 559. 574 y 608
Castelar 669,715,732
761, 767, 768. 772, 776, 777, 779
786, 788, 790 á 797, 803, 820
821,826, 829, 833, 838. 858 y 861
Castelar (Marqués de). 555, 574 y 592
Castelví 834
Castell 791
Castellano 837, 878 y 887
Castellfranco 419
Castelli 502
Castilla (Mariano) 469
,Cooglc
HISTORIA DE ESPAS,
93«
Castillejo 383
Castillo 819
Castillo y Ayensa . . 693, 697 y 698
Castino 142
Castro (Adolfo de) .... 118,442
443, 493, 538 y 857
— (Alejandro de) 733
— (Guillen) 407
— (Inés de) 290
— (Federico) ... 767 y 776
~ (Felipe de) 437
— (Fernando). ... 767 y 777
— (Francisco de) 434
— (Ramón) 862
— de Murguia (Rosalía) . . 723
— yOrozco 704
— y Serrano . . 618, 738 y 847
Cassola 820, 823, 826 y 829
Catalina (Infanta) 350
- (Juan) 907
- (Manuel) 676
Catilina (Severo) ... 739 y 778
Catón 77 y 749
Calualda 130
Cátulo 50
Cava (La) 185
Cavaignac 710 y 716
Cavalll 371
Cavia 826
Cavour (Conde de) .... 718,735
739 y 756
Cayito 851
Cayo Sillo 44
Cea Bermúdez. . 614, 626, 629 y 659
Cean Bermúdez 641
Ceballos. , . 439,440,454,458,510
568, 574 y 796
- Mier 431 y 526
Cebrián (Juan) 808
Cecilio Mételo 114
Celleruelo 882
Cepión 109
Cerero 855
Cerralbo (Marqués de) 823, 861 y 9 10
Cerro 723
Cervantes, . 113,376,382,383,404
y 747
Cervera . . 832, 833, 854, 857 y 902
César Augusto 726
Cesáreo 170 y 171
Cesaron 105
Céspedes (CarlosM.de), ... 781
Cetina (Gutierre de) 383
Cicerón. . . . 22, 70, KW, 117 y 119
Cienfuegos 534 y 835
Cierva (Juan déla) . . 853.878,879,
SS7, 8<)3 y 904
Ciria 374, 442, 538 y 665
Cirujeda B43
Ciscar 555, 556 y 633
Cisneros (Cardenal) . 353, 354 y 382
Clairac 888
Clarence (Duque de) 322
aarendon (Lord) 664
Claret (Antonio M-) . . . 744 y 766
Clarín 869
Claudio ' . 120
- Marcelo 105
Clavel 469
Clavería 715
Clavljo 711 y 840
Clemencin 321, 585 y 633
Clemente XI 518
- XII 579
- Xlll 523
- XIV 417
Cleonard (Conde de) ■ . 449 y 713
Olere 449, 455 y 460
Cleveland 841 y 848
Climent (José) 521
Clodoveo . . 147, 148, 150, 151, 152,
y 165
Clotilde 152
Clousel 497 y 498
Cobián , 875, 879, 884, 885, 903 y 905
Cobos 371, 761 y 766
Coca (Alonso de) ..... . 324
Cochrane (Lord) .... 604 y 619
Codera 179, 184, 190 y 194
Coello (Claudio) 409
— y Quesada 857
Coibert 397
Colmeiro (Manuel) ... 623 y 836
Colmenares 324
Coloma (Carlos) .... 382 y 493
- (P. Luis). . 416, 526 y 813
Colorobiére (P.) 519
Colomer (Narciso P.) 719
Colón (Cristóbal) . . 350, 351 y 382
Colonia (Juan de) 318
Columela 125
Collado 732
— (Pedro) 570
Comas (Augusto) .... 849 y 866
Combes 870 y 903
Comella 434
Comenford (Josefina) 610
Comenge 557
Comillas (Marqués de) ... . 903
Concas 855, 881 y 902
Concha Alcalde 836
- Castañeda 830
- (José de la). . . 683 y 765
~ (Manuel de la) 503, 682, 683,
700,705,709,715, 726, 728,
776 y 794
D,g,t7cdb/COOgIC
Conde ]98 206 y 6
Conditlac 430 y 5
Condorcei 5
Conrado de Suavla 2
Constancio 136 y i:
Constans (Benjamin) &
Constante i:
Constantino (Galo) i:
Conteglan
Contero Ramírez 7:
Contreras . . 776, 777, 792 y &
Cook (Ernesto) 6
Copar &
Copons y Navia 497 y 5'
Corbis II
Cordero (Bernardo). . . 662 y 6
— (María) 5
Coromlnas &
Coronado 7'
- (Carolina) . . 680 y 9"
Corradi 671 y 7i
Corral (Pedro de) ü
Correa 8'
- (Diego) 3;
Corregió 4i
Corri 6
Cortada 675 y 7
Cortes 1
Cortés (Doroteo) &
- (Hernán) . . . 357, 360 y 3i
Cortessl 6
Cortezo (Dr.) . . . . 831,879 y »
Cortina (Manuel) . 682, 688, 689, &
703, 706, 710, 732, 736, 748. 749, 7<
766. 767 y 7(
Corvera (Marqués de) !■
Cos Gayón . 578,811,830,837 y 8
Cosroes 1'
Costa (Joaquín) . . 743, 856, 858, 8<
873, 888, 896 y 91
- (Juan) b'
CosHIlares 6
Cota 1
Cottin (Madame) 6:
Couplgni (Marqués de) ... . 4
Cousin (Víctor) 692 y 7i
Covarrubias 384 y 3;
Coxe (Williant) 4
Craso 114 y 1
Crescendo 4(
Crespo de ios Reyes 6'
Creux Oalme) 5'
Cristian! 538 y 6
Cristina de Suecia. ... 437 y 5
Croy (Guillermo de) 3;
Crucciati 5:
Cruz (General) 6
— (José de ia) 6'
Cruz (Ramón de la) . . . 434 y 650
Cruzada Villamil 738
Cuadrado 555 y 698
Cubas (Marqués de). . 831, 838 y 861
Cubí Soler 681
Cuchares 681, 692, 702
717, 718 y 784
Cuesta 452,454,482.484
á486y639
Cueto 525
- (Leopoldo) 869
Cueva(Beltránde la) . 302 y 336
- (Juan de la) 383
Cuevillas 489
Carrito 785 y P89
Curro Guillen 653 y 681
Cuvillier-Fieury 702
Chabram 449 y 453
Chamberlain 851
Chambo (P) 501
Chambord (Conde de) 718
Chao 792
Chapaíangarra 608
Chaperón 617
Chapl 813 y 902
Chateaubriand . . 443,480,491,524
599, 601, 614, 635 y 757
Cherbonneau 178
Cheste (Conde de), ... 799 y 887
Chiclanero 692.702,717
730 y 784
Chico (Francisco) 732
Chles 829
Childeberto 152
Chilperico 158
Chinchilla 824
Chindasvinto .... 168, 172 y 182
Chintila 172
Chueca 492. 805 y 891
Churriguera 408, 412 y 436
Daban 795, 820 y 828
Daciano 128
Dahn 136 y 172
Oalraani-Naldi 646
Dalmau(Luia) 318
Dante I28
Danvila (Manuel) . 359,417,623,831
y886
Daolz 441, 450 y 466
Darío (Rubén) 891
Darwin 28
Dato . . 826. 831, 858, 861, 862, 872
874, 878, 887, 888. 894, fOl y 902
David (Pintor) 044
Dávila 884
- (Sancho) 481
Davís Robinson 572
Oecio 140
nigiUrrlb/COOglC
<J40
HISTORIA DE ESPAÑA
De Federico 885
Dehaxo (Fray Atilano) 631
Delcassé 877
Delfidio 141
Delgado 885
— Parejo 840
- (Pedro) 879
Délica (Fray Juan) 489
Descartes 523
Desdevises du Dezent .... 447
Despujols 844 y 8S9
Dessoles 492
Desttul-Tracy 525
Dewey 853 y 854
DlazBerrio 808
— de Gómez 300
— de Mendoza 853
- deMontalvo 336
- de Vivar 231 y 232
— (Gaspar) 702
- Morales 587 y 588
- Vicario 898
Dichl 184
Diderot 430 y 431
DIdimo 129
Diez (Matilde). . 676, 680, 685 y 701
Diacleciano 124, 128 y 141
Dtodoro de Sicilia 109
- Sículo ... 52, 108 y 109
Ditalcon 109
Dó (Giovani) 409
Dolf 08 (Bellido) 231
Dols (Antonio) 907
Dolz (Eduardo) 851
Domenech (Jacinto) 728
DomJciano 123
Domingo y Marqués 743
Domínguez Becquer 741
- (Lorenzo) 825
- Sánchez 741
Dofíizetti 645
Donoso Cortés . . -637,670,671,695
704, 712, 719, 720
723, 730, 757 y 761
Dorsenne 449
Dos Fuentes (Marqués de). 564 y 748
DownÍe(Juan) 496
Dozy. . 178, 179. ¡82,183.181,188,
191, 194. 220 y 232
Dreyffus 865
Drouet 492
Duarte 501
Dubius 138
Duboís 25
Ducére 441
DucÓ8(LuÍs) 469
Dueuesclin 286
Duhalde de Mongrave 194
Páginas.
Duherme . . 424, 447, 453, 455 y 464
Dulce (Doña) 241 y 250
— (Domingo). 683, 731, 773, 778
y 786
Dumas (Alejandro) ... 667 y 702
- (hijo) 783
Dumont 583
Dunham 231
Duns Scot 523
Dupaigne I7
Dupont. 424, 449, 453, 454, 455 y 460
DupuydeLome 851
Duran 701 y 761
— y Bas 858, 860 y 889
— y Lira 796 y 802
Duranty (Marqués de) 441
Dusseck 686
Duval 737
Eboli (Principe de) 360
Eduardo Vil 882 y 888
Echagüe .... 752, 774,778 y 821
Echegaray . 715, 761. 785,787, 791
792, 794, 879 y 880
Echevarri 568
Echevarría 802
— (JoséTiburcio). . . 604
Egafla (Pedro) . . 693, 697, 728, 733
748 y 508
Egas (Annequln de) 3B4
— (Antón) 384
— (Enrique de) 385
Egea 685
Eggibardo 193
Eghinardo 193
Egica 179,180 y 181
Egilona 190
Egmont (Conde de) . . . 374 y 377
Egufa 486 y 600
— yLatorre. . . 562, 568 y 613
Eguilaz 761 y 783
Eguilior 826, 871 y 880
Elbo 680
EIduayen . . 748, 791, 802, 81 1, 830
831. 851 y 857
EI-Haddu-el-Hach 835
Ello (Francisco Javier) . . 472.497
498, 500, 503, 504, 550. 561 , 583
592, 595 y 756
Elvira (Intenta) 230
Eltiot (Lord) 663
Emilio Paulo (Lucio; 105
Encina (Juan de la) . . . 337 y 383
— (Victoriano) 626
Enghien (Duque de) 565
Enrich 578
Enrique (Cardenal) 375
- (Infante) . . 699, 700 y 711
- II 286
n,g,t7cdb/G00glc
HISTORIA DE ESP A Ü A
941
Páginas^.
Enrique II de Francia . . 368 y 372
— li de Inglaterra .... 245
— IV. . . 301,305, 309 y 912
— IV de Francia . . 378, 380,
y 566
— VIII de Inglaterra. 350 y 364
Enrlquez (Camilo) 508
— (Juana) 298
— del Castillo 301
Ensenada (Marqués de) ... . 415
Erasmo 128
Ercllla (Alonso de) ■ . . 100 y 383
Eróles (Barón de). . 595, 596, 599
600y6ll
Erro 592 y 61 1
Ervigio 172, 179 y 180
Escalante (Amos) ....... 872
Escaño 543
Escario (Coronel) 853
Escobar 796
Escobedo (Juan de) 379
Escoiquiz, . . . 423, 440, 570 y 577
Escoaura (Patricio de la) . . 637,679
680, 705, 708, 732. 737, 738, 739
y 748
Escudero 584
Eslava (Hilarión) ... 633 y 784
Esmenard 447
España (Carlos) 497
— (Conde de) . . £00,610,618
y 643
Espartero (Baldomero) . . 605, 613
666, 669, 672 á 678,681 á 694, 706
708, 732, 733, 737, 739, 757, 769
770, 779, 786 y 801
Espelius (Francisco) 603
Espiga 551
Espin 701
Espinel 118 y 404
Espinosa 774
— (Capitán) 673
EspozyMina. . 450, 489, 493 y 494
— (Viuda de). 682 y 683
Espronceda , . . £35, 637, 640, 679
688, 992, 705 y 708
Esquerdo 832,840 y 911
Esquerra 907
Esquivel (Antonio María). 680 y 683
Estala 532
Esteban Collantes, . . 728,729,732
748 y 749
Estébanez Calderón. 629, 638 y 731
Esteller 672
Eucrocia 140
Eudes 191
Eugenia (Emperatriz) 521
Eugenio 136
Eulalia de Borbón. ... 819 y 823
Eulate 855
Eulogio 128
Eurico . . 144 y 147
Ezquerra (Jerónimo Antonio de) 437
Fabbrica 646
Fabié. . . . 364, 757, 828, 830 y 861
Pablo Máximo Emiliano .... 109
Fajardo 818
Falcone (Aniello) 419
Falconer 25
Falgosio (Coronel) 683
Fancelli (Domingo Alejandro) . 386
Fanelll Ribere 779
Fafiez (Alvar) 238
Farinelli 414
Farnesio (Alejandro) 378
Fastenrath (Juan) 891
Fauriel 194
Faustino de Borbón ... 190 y 206
Favila 182 y 201
Febronio (Justino) 223
Federico 143 y 144
— II 118
— llIdeSajonia 887
— Carlos 809
Fée 482, 490 y 491
Feiióo . 273, 430, 523, 524, 525 y 580
Felipe 1 352.353 y 387
- 11 ... . 364, 372 á 381, 387
396, 463 y 566
- III 388 y 396
- IV 388 y 392
- V 412,426,436 437
454, 622 y 698
Feliu 584, 888 y 910
- de la Pena 204
Fernán Caballero . . . 530,559,631
713 y 783
Fernández (Alejo) 387
— (Lucas) 383
— (Luis) 387
— (Mariano) 669
— (Martin) ...... 318
— (Nuiio) 221
— Arellano 486
— Bremón 905
— Caballero . . 723 y 886
— Cabrera (Toribio). . 486
— Codorniga 686
— de Córdoba. 503, 562, 567
W3, 095,601,614. 617, 618
629, 663, 666, 672. 678. 705
I 708,711,716, 717, 731,732
I 768,775,778,788,791 y 792
I — Cuesta 547
— Duro .... 331 y 891
— Flores (Isidoro). 735 y 872
I - y González. 183, 212 y 685
D,g,t7cdb/COOgIC
HISTORIA. DE ESPaSa
Fernández Guerra. . . . 35, 70. llí
159, 179. 182, 190, 195, 20:
211, 220, 272, 669 y 83t
- Moratin ... 635 y 67(
Navarrete . . 387 y 63;
- Negrete . 720,721 y 74;
de los Ríos (Ángel) . 73:
733 y 76:
- Silvestre 9«
- Torre» (Eleutcrio). . 46<
- Valbuena {Ramiro} . 27i
- Valllciergo W.
- ValUn 84:
- Várela 64Í
Vülaverde. 743,814, 81Í
825, 828,830, 831,837, 85Í
861, 866, 872, 874. 875, 87Í
879, 880 y 88:
Fernando 1 226á23<
- II 24.
- II i. 247. 249 i 252, 272 y 27;
IV 28:
- V . 294, 298, 322 á 355 y 381
- VI. 414, 415, 426, 437 y 56<
- Vil. . . 438, 439,473, 471
501, 511, 534 a 665, 67t
695, 705, 706 y 72í
- (Infante). ... 756 y 76(
II de Ñapóles .... 71:
- de Antequera . 297 y 30
~ de Aragón 29'
- de Baviera 88
de Coburgo 781
- de Portugal 28<
Fernan-Núñez (Conde de) . . . 41'
- - (Duque de) . . . 811
Ferrán (Augusto) 68
Ferrández (Ramón) 8i:
Ferrándiz 820 y 88'
Ferrant (Alejandro) . . . 741 y 74'
— (Luis) 74
Ferrari (Emilio) 88<
Ferraz 81
— (Valentin) 671
Ferreira de Amara 901
Ferrer (Francisco) 880, 882, 889, 89<
— (P, Raimundo) 48:
- y de Llore! (José María) 48:
- delRIo 417 y 44!
Perreras lli
- (losé) 871
- (Juan de) 43i
Ferry 811
Figueras (Estanislao) . 685, 716, 73:
739, 779, 792, 807 y 801
Flgueroa 66i
- (Martjués de) . 887 y 89<
Piíginas.
Figuerola. . 736, 779, 781, 785 y 876
Filangieri 442 y 549
Flliberto de Saboya 375
Filimer 143
Fita . . 40, 146, 152, 155, 158, 172, 201
217,244,735 y 912
Flechier 165
Fleury 127
Florencio (Adriano) ... 355 y 359
Flórez (General) 700
— (Padre). 43, 118, 141, 161, 162
178, 204, 352 y 430
— Calderón 608
— Estrada 577
Floridablanca (Conde de) . 419,439
529, 457,541, 542 y 622
Plorlnda ta Caba 185
Floro 81,87,108 y 113
Pogués (José F.) 466
Poix (Gastón de) 298
— (Germana de) 353
Folgueras 907
Poncuberta (Francisco) .... 809
Porcia (Sibilla de) 290
Porment (Damián) 386
Porneron 374
Foronda (Manuel) 201
— (Valentín) 525
Forluny (Mariano José M.') . . 723
741 y 755
Fourier 664
Fournés 483
Fournel 184
Fourquevaulx 380
Foy 455
Francés (Plácido) 873
Franceschi 480
Francia (Gaspar R.) 503
Francisco 1 - 357,360,363,367 y 372
- II 757
- IV 760
— de Aslsde Borbán. . 698
701,7(B,7I3,728,729,736
740,741,756, 764,768y873
de Paula de Borbón . 625
y699
Francos Rodríguez 887
Frascuelo 785 y 857
Fratan 144
Frayssinous 631
Fredegunda 158 y 164
Freile Castellón 547
Freiré 498 y 578
Freppel 806
Frere 449 y 450
Fresia 449
Frlts (Duque de) . 537,560,640.671
,, Google
HISTOtllA DE ESPAÜA
Frolaz de Fraya (Conde de) . . 240
Frontaiira (Carlos) 905
Fruela I 201,203 y 220
Fuensanta del Valle(Marquésde) 847
Fuentes 836
Fulgosio (General) Til
Fulvio Flaco (Quinto) 105
Fulvio Nobillor (Quinto). ... 105
Funes 472
Cabino Tejado 800
Gabriel y Galán 901
Gachard 374
Gaduel (Abate) 730
GaHarel 441
Gages (Conde de) . 414
Gainzo (Martin) 385
Gaitica 188
Gala-Placidia 138 y 139
Galba 123
Galdo (Manuel M. José de). ■ . 841
Galeote 819
Oalib 217
Gallndez de Carvajal . 300, 326, 328
y336
Oalindo de Vera 779
Galsuinda 158
Gálvez Aniofíele 818
- (José) 775
- (losé M.) 851
- (Juan) 645
~ Holguln. . . 838, 846 y 848
Cali (Dr.) 681
Gallardo (Bartolomé José). 525, 547
548. 550 y 557
Gallego (Juan Nicasio) 541, 546, 548
576, 587, 635, 680 y 730
Oallifa(P.) 483
Gallostra 810
Qainazo (Germán) . . 706,799,807
810, 817,819, 821,824, 825
829, 831, 833, 835, 857 y 869
Gamberoy 539
Gambetta 808
Qamero 491
Oaminde 789
Gándara (Coronel) 732
Oanivel 853
Oaray de Monglada 194
Garcés (Sancho) 204
Oarci-Fernández 224
García (General carlista) ... 673
- (Don). ... 220, 230 y 242
- (Calixlo) . . 803, 843 y 848
- (Eloy Gonzalo) .... 843
- (Hlginio) 665
- (Juan) 593
- (Manuel) 539, 645, 687, 688
y 784
^ 943
riglnas.
Garda (Paulina) 688
— (Ramón Clemente) ... 899
— (Sancho) 224 y 227
— (Vicente) 682
— Alix. . 829,861,875,879.880
884y907
— Alonso 16
— Ayuso 861
— Barzanallana . 740 y 832
— Blanco ... 667, 777 y 778
— Carrasco 507
— de Navarra 227
— de Quevedo 738
— de Santamaría (Alvar). . 300
— del Barrio 480
— de la Huerta 434
— déla Torre 611
— de los Santos 698
— Goyena . . 705, 706, 708 y 723
— Gutiérrez ... 666,667,668
688, 692 y 814
— Herreros 555 y 663
— Jiménez 204 y 601
— Loigorri 693 y 731
— Malo 634
— Prieto .... 880, 881, 882
884, 903, 908 y 910
— Ramos 911
-- Ruiz . . . 743, 779, 788 y 794
— Vicente 489
Careo 585
Qarelli 660
Garibaldi 756 y 757
Garibay 118, 479 y 512
Oarilly (Nicolás Maria) .... 584
Oamica 855
Garrido 743 y 768
Qarrigon 17
Gaspar y Roig 755
Gassendi (Pedro) 523
Gasset (Rafael) . . . 861.874,875
880, 881, 884, 885, 886, 902, 905 y 908
Gasset y Artime 715.781
791,801 y 856
Gattinard 371
Oaudl 823
Gaupp 146
Gausa (Conde de) 529
Oautier (Teófilo) .... 680 y 702
Gayan 489
Oayangos 178, 179
272, 282, y 851
Gayarre (Julián) 747
Gayet 210
Gayo Calpumio 105
Gazán 497
Gázquez, Manolilo 702
Gaztambide 685 y 784
D,g,t7cdb/GOOgIC
mSTOSIA DE espaSa
Celio (Aulo) 121
Ge Imirez (Diego) . . 226,238 y 240
Getilía (Madame de) . . . 444 y 635
Genovés 784
Genserico 139, 141 y 142
Oeraldino (Antonio y Alejandro) 382
Gerona (Marqués de) 728
Geroncio (Conde de) )2Q
Gerson 69
Gesaléico 152
Gessa 809
Gil (Enrique) 679
— (Fray Mariano) 845
— (Lope) 283
— de Hontañón (Juan). 384 y 385
— de la Cuadra 584
— Robles 891
— y Lemos 439
— y Zarate .... 638, 639 y 679
Glllón (E) 439
Oimbernat (Carlos) 633
Glner (Francisco) ... 767 y 777
-- de los Ríos 891
Ginés (José) 642
Oiobeni (Abate) 703
Giordano (Lucas) 409
Girardin 447
Girón (Pedro) 324
— y Espelela (Francisco). 693
Girranetti. 787
Gisbert (Antonio) . . . 608,715,740
y 869
Gladstone (W. E,) 525
Gloria (María de) 660
Oloucester (Duque de) 322
Gobernado (Teniente). .... 683
Gobert 449, 454 y 455
Godinez 736
Godoy (Manuel) . 417,420.421,422
423.424 439,441.457,525
560, 573. 639, 705 y 709
— y Alcántara 128
Godró 779
Goiftten 595
Gómez (Alejandro) 6f)5
— (Máximo). 839,84l,843y850
- (Valentín) 889
— Arteche 886
— Becerra ... 664. 6*10 y 693
- Carrillo 748
de Avellaneda 680
- de Raquero SG5
- de Fuensalida (Gutierre) 352
- de la Serna. 6<», 692, W4, 703
- Hermosilla 532
- [mar 854
- Quintana 719
üóngora (Luis) 408
Plginas.
Góngora (Manuel) 55
González (Alfonso) . . 867,866,869
y 911
— (Antonio) . 678, 682 y 687
— (Fernán) ... 224 y 227
— (Fray Ceferino) . 715.757
y836
— (Fray Diego) 436
— (\itan Gualberto) . 637, 659
— (Manuel) 659
— (Tomás) 779
— (Venancio) . 805,817,824
831 y 835
— Besada. 875, 879, 884, 887
890 y 894
— Bravo . 669, 689, 692. 693
730, 733, 748, 768, 773, 776
777 y 778
— Calderón 611
Carvajal 633
— de Arintero ... 16 y 18
— de Valls 783
— de la Pefia 880
~ Llanos 272
— Moreno . . 608, 626 y 663
Ortega 763
— Pedroso - . . 733 y 761
— Salmerón 615
Serrano 878
— Romero 719
Gonzalo (Arias) 231
Gor (Duque de) 681
Gorúito 785
Gormaz 907
Gorostiza (Manuel Eduardo). . 589
Gosvinda 161
Goula 905
Govín (Antonio) 851
Goya. . 438, 442, 643, 644 680 y 730
Goyarico (Conde de) 147
Goyeneche 504
Ooyri (Manuel M.) 649
Graco (Tiberio) 102 y 105
Oracels 355
Gracian (P. Baltasar) 404
Granada (Fray Luis de) ... . 383
Granvela 371.377 y 381
Graham 493
Grahit 484
Grandmaison 439 y 440
Grases 608
Greco (El) 387 y 404
Gregorio Vil 266 y 268
— XVI 659 y 703
Oregorovius 266
Grevres 371
Grevy 810
Grilo 887
,,CoogIc
HISTOKIA D£ ESPaSa
945
Orímaldi 414, 639 y 660
Grimaverl (Pedro M.) . . 610 y 627
Grimra 635
Grissi U"""») 662
Grocio 374 y 440
Oroizard . . - . 789, 835, 836. y 850
Oroachy 449 y 484
Gua5 (Juan) 384
Quergué 673
Guerra 608
Guerrero 601 y 602
- (Marfa) .... 685 y 865
- (Teodoro) 7 98
GuIcciardinJ (Francisco). ... 354
Ouiena (Duque de) 328
Guieux (Duque) 328
Guillaurae 378
Guillen de Avila (Diego). . . 330
Guillermo I 809
- de Nassau (Principe
deOrange). 377, 378 y 394
- deTolosa 204
Guillermón 8(B
Guillón 462 y 490
Oulmerá 805
Guisa (Duque de) 375
Guizol 135, 698 y 699
Oulión 853, 880 y 884
Gonderico 129
Gurrea 694
Gutiérrez (Francisco) 437
Abascal. ... 820 y 889
.- Agüero 869
- Coronel (Diego) ... 224
- de Castro 785
del All)a(|o8é) ... 784
- de la Concha (Manuel) 633
- de la Vega Hoaquln y
José) 681
Ouzmán 639 y 652
- elBueno 277
- (Antonio) ... 667 y 701
- (Eugenia de) 729
- (Leonor) 284
- (Santos) 875
Habana (Marqués de la). . 764, 765
778 y 779
Haes (Carlos) 857
Hafs. 195
Hamilton Jtion 525
Hamnon 87, 88, 95 y 100
Haro (Conde de) 300
- (Juan de) 283
- (Lope de) 277
- (Luis de) 390
- (Miguel de) 484
Hartzenbusch. 633,671,679.701,738
761 y 783
Salcedo, Historia de EspaRa
Haydn 685
Hegel 723 y 757
Heme (Enrique) 738
Hélie 457
Helvicto 431
Heraclio 170
Herbella (Teodora) 685
Heredia 545
Herennio 123
Hermaurlco 130
Hermenegildo. . . 159,160,161,162
163 y 164
Hermlda 551
Hermosilla ... 589, 630, 637 y 661
Hernández y Dávalos 479
— (Gregorio) 408
- Uusto) 719
Hernando 717
Herodoto 52 y 70
Heros (Martin de ios) .. 664 y 682
Herranz (Juan José) 911
Herrera (Fernando de) 383
— (Juan de) 386
- el Viejo .... 387 y 409
Hervás (Gerardo de) 436
- y Pandoro. ... 518 y 580
Hidalgo 776, 792 y 811
- (General) 876
- de Cisneros (Baltasar). 500
y 501
- y Costilla (Miguel) . . 513
y 514
Hljar (Duque de) 440
Hljosa (Josefa) 861
Hill 493
Himilce 77
Himilcon 88
Hinoiosa(Eduardode). . 204 y 823
Hircio 119
Hita (Arcipreste de) 282
Hixenl 194 y 197
- II 217
Hobles 527
Hodeyfa 191
Hoheniohe (Principe) 600
Holland 546
Homero ... 69
Hompanera de Cos 672
Honorio 129 y 139
Horacio 50. 128 y 725
Horcos (P. Vicente) 737
Horn (Conde de) 377
Houasse (Benito Antonio) . . . 437
- (Miguel Ángel) .... 437
Hoyo (Eugenio del) 899
Hoyos (General) WO
Hubner . 127 y 176
Hudson. 854
D,g,t7cdb/tjOOglC
JSTORIA DE ESPAÑA
Huerta y Cañedo 551
Hugo 537 y 601
- (Víctor) 549 y 637
Humboldt 43, 473 y 476
Hume (Martín) Q05
Humeiico 143
Hurtado 783
— de Mendoza (Diego) . . 118
y 382
Ibáñez (Carlos) 830
— Marín. 439,449,455,462,466
481, 482, 490 y 897
Iharra (Florentino) 442
Ibtias 151 y 152
Idacio 129
Iglesias 43a
- (Pablo) 898, 904, 905 y 909
Hondas 178
Illán 184
Imaz 660
indlbil 88, 91, 94 y 100
Inés de la Cruz 405
Infantado (Duque del). 463,484,486
543,555, 560, 570,611 y 614
Infante. . . 572, 682,694,710 y 748
Inguanzo 551 y 631
Ingunda 161
Inocencio X 517
- XIII 518
Iriarte 436
Isabel la Católica. . . 294, 322 á 352
355, 382. 386 y 747
Isabelll. 621,66Oá778,781á787,800
806 y 870
— Clara Eugenia 379
— de Borbón (Infanta) 823 y 863
— de Farnesio 414
de Inglaterra 378
— de Portugal 363
— de Valois 375
Isasa 823, 830 y 890
Isidoro (Obispo de Beja) ... 177
l8la(P.) . 400 V 436
Istúriz . . 583,613,665,700.704,744
745,748 y 770
Itúrbíde . . 515, 602,603,733 y 762
Iturrigaray 477
Iznardi 660
jabat 584
Jacobo II - 766
Jaén (diputado) 736
lafet 20
laimeí de Aragón. ... 252 y 261
— II de — .... 278 y 289
- de Borbón .... 902 y 910
laner (Florencio) 282
jansenio 517
Jaramillo 845
PlEinis.
Íaramlllo (Guillermo Atanasio). 550
arnac (Condesa de) 447
Jaúdenes 855 y 860
Jaüregui 404
— el Pastor 682
— y Af istegui (María Inés) 478
y 551
Seures 356
imena 202,227 y 232
iménez (Donato) 905
— de la Espada (Marcos). 857
— Escamilla 860
¡Imeno (Amallo). 884,885, 905y 910
ones (Félix) 453 y 491
ordán 386,409 y 635
ordán de Urriés 441
Jordanes . 135, 137, 143, 148, 149, 150
y 153
ordl (Mosén) 293
osé Bonaparle 710
osefo 20, 21 y 22
ourdan 536
ourdon 482, 486. 496 y 498
ovellanos . 430, 436, 439, 454, 457
527, 528. 529. 532. 543, 551 y 569
Jovellar. 796, 797, 805, 813, 817 y 819
Juan 1 289 y 293
- II 298,318 y 329
- VI 615
de Austria . . - 376, 378 y 379
de Borgofia 387
de Juanes . 387
- Manuel (Infante) . 250. 276, 282
283y309
— el Tuerto (Don) 283
luana la Beltraneja ... 302 y 328
— la Loca 351 y 352
- II de Ñapóles 297
Suanelo 370
uárez 762 y 763
ulián (Conde) . 184, 185, 186, 187
188 y 195
uní (Juan) 386
ullo César 117
unioBruto 113 y 114
uHOt. 424,449,455,460,465,486y492
unoy
usti ■
, 384
ustlniano 153, 154 y 155
ustino 108 y 138
usto y García (Juan) 630
uvera 436
(ellerman 449
Kirkpatrick 537
Koch 494
Koenen 110
Krausse 692 y 724
Kust 146
,,CoogIc
HISTORIA DK ESPAS
La Bisbal (Conde de) . 497, 555 y 559
La Fontana 592
La Gasea (Mariano) 633
La Guardia 808
La Hoz (Pedro) 756 y 800
Labi 702 y 730
Laborde 449 y 626
Labra 557,829,848 y 891
Ubrador (Pedro G.) 440
Lacordaire 710
Lacy y Gautier (Uis) . . 497 y 582
Udrón (Santos) 595 y 659
Lafayette 608
Laforest 463, 537 y 558
Ufuente (Modesto) . . 100,118,153
276, 353, 414, 556, 557
562, 565, 583, 602, 616
627, 679, 736. 738 y 748
- (Vicente). . 127, 140, 146
161, 169, 170, 179, 180
181,238,270,324,469
616, 661 y 698
— Alcántara 189
Lagan (Sir W.) 17
Lagartija 866y905
Lagrange 26
Lagunero 808
Laniadrld (Bárbara) 676
- (Teodora) ... 676 y 685
Lanarque 455 y 482
Lamartine 710 y 790
Lambruschini (Cardenal). . - . 697
Lamennais 631,704 y 710
Lampegia 191
Lampérez 314, 680 y 853
Lancáster (Duque de) 286
Landaburu 588
Landero 682
Languet 374
Lanuza (Juan de) 380
Upefia (Manuel) .... 453 y 493
Upparent 18 i 23
Laía 728
- (Don Pedro de) 237
Lardiiábal ... 180, 543, 555 y 560
Larra (Mariano José) . 637. 638, 639
661,662,670,671 y 705
Larrea 502, 548, 713 y 891
Urtawia (J. V.) 474
Las Morenas 860
Usalle. . 449 y 452
Laserna (General) 795
Lasston 854
Lastortras 483
Utorre (Carlos) . . 629, 639 y 667
— (Teniente Coronel) . ^ 731
Latour (Antonio) 783
Latroniano 140
PiglnM.
Laverde 679
Laya (Uón) 738
Lazaga 855
Le Marre 374
Lebrija (Antonio de) 337
Lecica 502
Lechi 449 y 453
Ledesma 680
Ledru-RolHn 710 y 711
Lee 848 y 851
Lefebvre . . 452. 453, 460, 462 y 466
Legísima (Fray Juan R) .... 480
Leiva (Alfonso de) 364
— (Antonio de) 370
Lejeune (Barón) 481
Lelix 109
Lema (Marqués de) . . 622, 627,676
731 y 774
Lemos (Condesa de) 431
Léntulo 100. 105 y 119
León 146
— (Diego) . . 676. 682, 683 y 689
- (Juan) 701
— (Fray Luis de) 383
— (Ricardo) 900
- X 351
- Xni 351,816,851. 860,876y800
- y Castillo 805, 813, 819 y 877
Leoncillo 654
Leonor de Castilla 252
— de Inglaterra 245
— de Navarra 297
Leopoldo de HohenzoUern. . . 786
Leovigildo 150, 158 á 165
Lepido (Emilio) 111
Leaseps (Fernando). . . 687 y 689
Letamendi (Dr.) 851
Utona 778
Letour 524
Lerma (Duque de) . 390. 423 y 725
— (Marqués de) . . 424 y 445
Lerroux (Alejandro). . 867. 876. 877
880,886,887,891.905.
906y908
Lersundi .... 721,728, 740 y 871
Leyde 178
Llancourt .... 495
Liaflo (Felipe) 387
Liberio 151. 155 y 171
Licínio Sura (Lucio) 125
Limaodoséde Lin) 481
Linage (Francisco) 672.673
676, 690 y 769
Linares (General) 854,857
861, 872, 874. 875, 878 V 895
— Rivas 806,810
820, 821, 830. 838, 846 y 876
Linhares (Conde de) 469
D,g,t7cdb/GOOgIC
HISTORIA DE ESPAÑA
Wgiius.
Liniers (Santiago) 468, 470
498,500,503,831 y 891
Llnán 572
Lipslo (Justo) IIQ
Lista 255,436
587, 589, 661, 671 y 686
Liuva I 158
- [1 170
Lízanade Beaumonl. . . 512 y 513
Lizárraga 797
Lizaso 791
Lobo 436
Lolson 449
Loke 525
Loma (General) 794
Lomba y Pedrafa 688
Lombla 701
Lombroso 26
Lonchay 374
Londonderry 486
Lofio 878, 887 y 889
López Goaquin Marta) . . 629,660
y 665
-- (Marcial Antonio) ... 631
- (Narciso) .... 673 y 715
- (Vicente). . 468.566.587,680
687,688, 689, 690, 691 y 703
- Aguado (Antonio). ... 641
~ Alarcún 897
- Ballesteros (Luis). 611 y 613
- Chaves (Emilio) .... 735
- de Ayala (Pedro). . 282,284
y 286
- - (Adelardo) . . 697
724, 725, 731, 737, 741. 761, 779
781,783,784,788,796, 800 y 802
- de Mendoza (inigo). . . 300
- de Moría (Margarita) . , 548
- deSáa 655
- de Toledo 118
- Domínguez. . 706. 806. 807
810, 817. 818, 820, 821. 832, 833
834, 872, 884, 885, 887 y 907
- Ferreiro 905
- Martínez (Miguel) ... 723
- Hufioz 910
- Pinto 581
- Peñalver (Juan) .... 613
- Peregrln 614 y 679
- Puigcerver. . . 818.819,824
826, 835, 850, 872. 880 y 887
- Reiva 558
- Rueda 907
~ Salcedo 896
- Santaella (Manuel) ... 749
Vázquez (Comandante) . ""'
- y Portafla (Vicente), . . W4
Lorenzana. . . . 779,781,785 y 786
Lorenzo (Anselmo) 779
- de Segura (Juan). . . 272
Loubet 879 y 881
Lozano de Torres (Juan). ... 569
Luca (Duque de) 603
Lucano 125
Lucas (Juan) 665 y 702
Lucila 140
Lucio Cornelio 1)9
Lúculo (Lucio) 105
Luchana (Conde de) 669
Ludovico (Pió) 204
Luis XIV 411 y 522
- XVI 566
- XVIll . . . 570, 588, 594 y 599
— de Anjou 297
- Felipe ... 608, 639, 664. 670
683, 689, 698, 699, 703. 704, 709,
710, 712, 718, 720 y 778
— Napoleón (Príncipe) . 710,716.
717. 719 y 721
Luisa Carlota 621 y 755
- Fernanda 699 y 778
Lujan . . . 434, 436, 703, 732 y 748
Lumbreras 717
Luna (Alvaro de) ... . 300 y 301
- (Isabel) 680
- (Miguel de) 185
Lustonó 881
Lutero (Martin). . . 363, 393 y 725
Luque. 881,885.886,902,905906 y 910
- (Diego) 783
- y Vicens 557
Luzurriaga 733 y 748
Lyautey (General) 748
Llagunero 777
Llano y Persi 889
Llauder 618.660 y 663
Llorens 886
Llórente (Alejandro). 757, 768 y 869
- (Juan Antonio) . . 537.538
y 579
- (Teodoro) 907
Mac Klnley 848, 851 y 853
Mac Mahon 795 y 808
Macanaz (Pedro de) . 440, 565 y 568
- (Melchor) 414
Macaulay 254,353 y 392
Macdonald 492
Maceda (Miguel José de). ... m
Maceo 803. 839 y 842
Maclas 834
- del Real. . 891,892 y 904
Maelneira (Federico) 35
Macpherson (Guillermo). ... 25
Machuca (Pedro) 385
Madoz 118,579
693, 710, 719, 732, 739 y 765
D,g,t7cdb/COOgIC
HISTORIA DE ESPAÑA
Páginu.
Madrazo (Cecilia). . . 645 y 741
— (Federico). ... 645,669
671, 680, 688, 740, 741 y 788
— (José) 566,578
587, 643 y 644
— (Luis) 645
— (Pedro de) - . . 176, 190
203, 209, 220 y 857
— (Raimundo) 645
— (Ricardo) 645
— (Santiago Diego). . - 829
Madrid (Duque de) 781
— (Francisco de) 383
Maeda(Juan de) 385
Maelia 644
Maelía (Mariano Salvador). . ■ 438
Maeztu 855
Maggiorotti 646
Magon 91. 92 y 94
Máiquez (Isidoro) .... 539 y 651
Maistre 730
— (José de!) 631
Malcampo 789, 797
815 y 843
Malet Pujol 899
Mallbrán (Marfa) 688
Maltebrun 118
Halvezzi (Virgilio) 390
Mampedi 646
Mancheflo Olivares (Miguel). . 188
Manchúa 200
Mancino (Hostilio) 111
Mandonio 91,94 y 100
Mangado (Higinio) 811
Manila (Conde de) 715
Manln 709
Manrique (Jorge) 382
— (Rutilio M.). . . .486
Manso de Zúniga 777
Manterola 785 y 700
Manuel II de Portugal 906
Manzano (Víctor) 740
Manzoni 542
Mané y Flaquer (Juan). . . 675, 697
y 869
Maqueda 881
Maquiavelo 368 y 438
Maragall 907
Marafión (Fray Antonio). ... 596
Marat 524
Marbot 445, 450, 489 y 492
Marcelo (Claudio) Ul
Marcenado (Marqués de) ... 434
Marcial 125
— (Obispo) ¡40
Marcio (Lucio) 91. 95 y 99
Marco Aurelio 443
— Helvecio 105
PáglnM.
Marco de Pont 627
— Popilio 109 y 111
— Tulio 22
March 293
— (loséM.) 548
Marchand 486
Marchena Ruiz de Cueto ... 524
Marcheai y Oleaga 683
Marchesini 539
Marfori 778
Margallo 834
Margarita (Duquesa de Parma). 377
María Amalia 627
~ Antonia de Borbón ... 567
— Beatriz Ana Francisca . . 760
~- Berta de Rohan 863
— de Borgofla 355
— Carlota 626
— Carolina de Ñapóles. . . 760
— Cristina de Austria. 802 y 882
— — de Borbón . 567, 621
625, 659 á 700, 708
726 á 729, 732, 737
740, 768, 770 y 800
— Francisca 567
— — deBraganza. . 625
— de la Gloría. . 615, 629 y 786
— Isabel 721
— Isabel de Braganza . - ■ 567
— de Molina .... 277 y 282
— Luisa. 417, 420, 439, 441 y 457
— Luisa Fernanda . . 625 y 703
— Luisa de Parma . . . 417,566
y 573
— de las Mercedes. . 803 y 879
— de Portugal 286
— Teresa de Borbón. . 817,881
y 911
— Teresa de Braganza. . . 625
— Victoria 787
Mariana. 19,20,22,69,94,110.113,118
711, 182,237,268,382 y 809
— de Austria 388
Mariategui (Francisco Javier). . 641
Marín 820
— (General) 841
Marina 274, 845, 895
896 y 897
Marineo Sícu lo (Lucio). . . 118,307
328, 382 y 398
Marinl(Juan B.) 405
Marino 512
Mario 114
Marismas (Marqués de las) . . 620
Marmont 494 y 496
Marmontel 545
Marobodo 130
Maroto 574
D,g,t7cdb/COOgIC
HISTORIA DE ESPASa
Maroto (Rafael). . . 627,673 y 687
Marquina (Eduardo) 901
Marsal 737
Marshal 483
Marsilio 194
Martel (Miguel) 630
Marteuville 639
Marti 675
- (José) 837 y 839
Martignac (Vizconde de). ... 601
Martin 1 293
— (Carlos) 23
— Cerezo 860
— Díaz (Juan) Et Empeci-
nado. 450, 489, 596. 599 y 607
- de Herrera 786
— Herrero 796
— Mateos (Nicomedes) . . 730
Martínez (Antonio) 659
- (J"an) 408
(Obispo) 616
Alcubilla 866
- del Campo 902
- Campos 491,697
792,795,796,797,801 á 810
820, 823, 828, 833, 834, 835
839, 840. 841, 850, 861 y 866
- izquierdo 819
Marina 255,272
430, 533 y 631
Monroy (José). ... 761
Montañés 386
déla Rosa. . . . 548,561
576, 584, 585, 588. 589, 599
613. 635, 660 á 663. 693, 697
709,719, 744, 748 y 764
- de Rozas 508
Salazar (Andrés) . . ■ 480
Sierra 901
de Villela 615
Mártir de Anglerla (Pedro). . . 337
351 y 382
Martitegui 875,879 y911
Martorell (Teniente) 776
MartO» 706,779.785.788
791, 792, 794, 811,818
820,823,825.829 y 835
Marx(Carlos) 710 y 779
Más 737
Masarnau (Santiago de) . . 685 y 686
- (Vicente de). - 685 y 686
Masdeu. . 43, 169, 179, 182, 203, 204
220, 231 y 268
Masinisa 91 y 94
Masriera 872
Masona (Fortunato) 168
Masoona (Obispo de Mérida)- - 161
y 165
Páginii
Massana 483
Massena 492, 493 y 494
Massó (José) 851
Mata 879
- (Doctor) 637
- yAIÓs 765
Matanorida (Marqués de) . , . 596
Mataix 861 y 866
Matamoros (Mariano). . 515 y 516
Mateos 905
Mateu 502
Matruch 193
Maura . 823, 832, 833, 835, 836, 845
848, 866, 867, 872, 874 a 884
887, 890, 892 á 897. 901, 902
904 y 908
Mauregato 201
Maximiliano 1 764
— de Austria .... 355
Máximo (Comentarista) . 697 y 721
- (Sacerdote) 203
- (Valerio) .... 138 y 140
Mayalde 778
Mayans 182,693 y 744
Mayes 670
Maymon Mojatar 835
Mayo (Manuel) 476
Mazarredo 536 y 554
Maztai Ferreti (Juan). . . .703
Mazzini 703 y 716
Mejia Uquerica. . . 546, 551 y 557
- (Luis) 589
Mela 46
— (Pomponio) 125
Melato (Macario Padua). ... 631
Meléndez Vatdés . 436.521,533.634
Mélida 30,43,73 y 113 873
— (José Ramón) 865
Meline 8
Melito (Conde de) 537
Meló (Francisco Manuel de) . . 404
Melón 532
Mellado (Andrés) 880
.- (Fernando) 911
Mena (Juan de) 300
— (Pascual de) 437
— (Pedro de) 408
— y Zorrilla 841
Menactio (Rafael). ... 493 y 494
Menafie (Juan Federico) .... 617
Menchaca (Srta. de) 681
MendaRa (Pedro) 306
Mendelstaon . 686
Méndez 535
- Alanis 905 y 910
- Bejarano (Manuel) . . 525
- Núfiei (Casto). . «7 y 775
- Silva 1 18
,, Google
mSTOKiyV DE 1
Méndez Vigo . . . 598, 673 y 687
Mendiburu 605
Mendiola 551
Mendizábal (Juan) . . 493,583.608
613,629,663. 664,665,669.690
694, 695, 703,710, 717 y 729
Mendoza (Bernardino) 382
- (Cardenal). , . 340 y 354
- (Fray Ifligo) 382
- (Juan) 686
Menéndez de Luarca (Obispo) . 442
— Pelayo 40, 127
128, 134, 139, 140, 141, 158
160. 167, 179, 182, 193, 196
200,224,227.231,272,275
285,351,364,384,469,474
483, 490, 519, 520, 525, 526
527, 529 532, 537, 538, 545
546, 547,580,581, 609,611
616,617,630,676,679,685
724, 730, 735, 757, 783, 823
825, 826, 892 y 911
— Pidal 275
— Pidal (Juan) . 154 y 178
184, 189, 195, 200, 272 y 826
Menga 644
- (Antonio Rafael) .... 437
Meo 445
Mercadanle 645 y 646
Mercedes de Orleans 799
Merino 903 y 905
- (Jerónimo). . 489, 491 y 593
- (Martin) 725
Merle 449 y 452
Meroveo 143
Merry 855
Mesa (José de) 437
Mesejo(José) 907
Mesina 731
Mesonero Romanos .... 534, 539
á 541, 556, 562, 564. 567
589. 592 601, 613, 615. 616
621, 633, 634, 638 á 641, 646
649 á 652. 665, 671 á 674
Mételo (Celio) 111 y 115
Metternicti 698 y 709
Meunier (Ernestina) 880
Mcyerbeer 645
Michelena (José Mariano) . . . 603
Migeon 196
Mlgnet 367 y 369
Miguel de Portugal .... 615, 625
627, 660 y 662
MÍKuelez (Manuel) 479
Mliá y Fontanals .... 220 y 676
Milán (Duque de) 297
Milanges (Barón de) 670
Milans 582, 608 y 690
Píglna».
Miles. 853
Mina .... 489, 572, 662, 663 y 665
- (El -Mozo) 493,582
597,608,618 y 629
Mina (Marqués de la) 414
Minali (Guillermo) 484
Minucia 105
Minuzo 109
Miñana 661
MiSano 589
Miot de Milito 463 y 536
Mir(Padre) 911
Miraflores (Marqués de) . ■ 599, 601
662, 699, 726, 751, 765 y 768
Miramán (General) . 762, 763 y 764
Miranda (Francisco). . . . 469,473
509 y 510
- (Padre) 764
Mirasol (Conde de) .... 720.721
728 y 818
- (Marqués de) 779
Miro 164
Mistral 879
Mitre 469,499 y 500
Miyar 608
Mogueit 189
Mohamad 178
Mohamed el Mizzian 909
Mohamet 191
Mohammed I 197
~ Almadlii 218
— benTumart .... 246
Moinler 906
MoJasac (Gerardo de) . . 184 y 268
Moldea (José y Juan Antonio) . 469
Moliere 566
Molina (Joaquín) .... 499 y 500
Mollns (Marqués de). . . . 638,670
705. 708, 728, 801 y 834
Molitor (Conde de) 600
Mon (Alejandro) . . . 693,695,697
708, 716, 720, 721, 744, 748, 768
770 y 807
Monaces 765
Monasterio (Jesús ) 876
— (Marqués de) ... 779
Moneada (Francisco de). . . 404
Moncey . . . 424, 449, 453, 455, 460
465 y 600
Monescillo 851
Monet 626
MonistroMMarquésde) . ... 838
Monroy (Alonso de) 305
Montalbán (Pérez de) . . 405 y 407
Montalembert 710
Montaner (Margarita) 904
Montaña 374
Monteagudo 619
,,CoogIc
Montegón 635
Montehermoso (Marqués de). . 447
y 537
Montemar (Duque de) . . 414 y 611
Montemayor (Jorge) 382
Montemolln (Conde de) . . 69S, 699
715, 755 y 760
Montero Ríos. . . 715,788.791,806
807, 817. 819, 831, 833, 847, 848
855, 857, 867, 873, 875, 876, 880
885, 886, 887, 890 y 908
Monterrey (Conde de) 409
Montes (Francisco) . . 654, 655, 662
673,681,692,702,717 y 719
— deOca(Manuel). 682 y 683
Montesino (Cipriano) 736
Montesinos (Fray Ambrosio). . 382
Montesquieu . . 169, 430, 527 y 533
Monteverde <Domingo) .... 510
MonHalconnet (Barón de) . . . 370
Montiano 434
Montigny (Barón de) 377
Montiio (Conde del). . 560, 562, 582
y 729
- (Condesa de) . . 433 y 521
Montilla 870 y 872
Montmorency (Conde de). 599 y 601
Montojo 830 V 860
Monloner 593
Montoro 835
- (Antón de) . . . 330 y 382
- (Marqués de) ... . 851
Monlpeller(Mariade) 252
Montpensler (Duque de) . 685, 699
701,703.778.783,786
787, 800 y 829
— (Duquesa de) . . 787
Montreur 646
Morturio! (Narciso) 750
Moore 465, 480, 498 y 863
Mora (Francisco) 779
- (José'de) 408
- (José M.) 749
- (Joaquín de) 433
Moral lAngel) 779
Morales (Ambrosio de) 180
(Luis de) 387
- Gallego 546
Moratln (Leandro) 434,436
532 y 539
- (NicolásFernándezde). 433
y 434
Morayta (Miguel) . . 814, 844 y 859
Moreau 524
Morel Patio 783
Morelos y Pavón (José Maria) . 514
516 y 571
MorenillO 702
Moreno (Custodio) 641
— (Mariano). ... 501 y 502
— Calderón 578
— Carbonero (José) ... 747
— López 765
— Nieto 772
— Ruiz 749
Moreri (Luis) 523
Moret. . . . 265, 735, 788. 806 á 824
831,833. 849, 850, 866 á 875
860 á 892, 901 á 903, 908 y 910
Moreto (Agustín) 407
Morgades (Obispo) ... 862 y 869
Morgaz (Braulio) 736
Morillo (Pablo) . 497, 574, 575 y 603
Morlones. . 777,791 796,806 y 816
Moría 462
Morlanes (Diego) 386
Morlau 255
Morlot 449
Moro (Antonio) 387
Morón (Gonzalo) 733
Moróte 832. 884, 892 y 903
Morral (Mateo). . . 880, 882 y 899
Morros 546
Mortier 460, 465 y 492
Mosch-ben-Mosca 275
Moscoso de Altamira ... 584
Mosquera. . . . 476, 555. 788 y 794
Moxó 578
Moya 876. 890, 901 y 903
— (Ambrosio) 686
Moyano (Claudio) 637.740
743, 777, 799, 800.
801,803,821 y 829
Moyano(Tomá8) .... 568 y 569
Mozart 685
Mozo de Rosales 559
Muley-Abb-Errajman 753
— Araaf 834
— -el-Abbas 753
— Hassan 835
Munck 196
Munia 225
.Muñís 687
Munuza 191 y 200
Mufliz 774
Muñoz (Fernando) 672
- (P.) 66!
- Capilla 631
— Degrain (Antonio) . . , 743
— Ribero. ... 136, 153 y 887
- Torrero 545,546
551. 557 y 576
— y Garnica 681
y Romero 261
Mur (Pedro) 753
— y Escalona 905
D,g,t7cdb/COOgIC
HISTORIA D£ ESPAÑA
Murat . . 439,440,441,442,447,524
534 y 680
Muravief (Conde de) 861
Murillo 409,437, y 680
— (Pedro Domingo). ... 501
Muro (José) .... 821, 841 y 889
Musnier 449
Musset 790
Muía Ibun Nosseir .... 185, 168
189 y 190
~ II 198
Nabucodonosor 71 y 127
Nakens 873, 880, 882 y 889
Napier 439 y 629
Napoleón I. . 118, 231,417, 422,424
438, 439, 440, 442, 452, 454, 456
464, 480, 483. 485, 486, 489, 491
492, 494, 495, 498, 531 y 538
Napoleón 11 588
— III. . . 717, 726, 728, 735
739, 752, 756, 757, 762 á 764
776, 778 y 786
Narrón (Ignacio) 439
Narváez. . . 629,666,669,676,678
689 á 700, 708 á 721, 726 á 729
733, 740 á 744, 749, 751. 768 á
773, 776 á 778 y 787
— (Panfilo de) 360
Nasr 195
Navagero (Andrea) ... 363 y 383
Navarro 483 y 585
— (Cecilio) 374
— (Conde Pedro) .... 354
— Ledesma. ... 865 y 88 1
^ Reverter ... 837, 850, 884
885, 908 y 910
— Rodrigo 819
— Villosiada. . . 121,204,676
733, 738,761,772, 783 y 818
— Zamorano 723
Navas (Conde de las) 538
- (Martín de) 547
Negrete 537
Negri (Conde de) 627
Nelson 420
Nerón 123
— (Claudio) 91
Nervión (Marqués de) 693
Ney . . . . 480, 481, 485, 486 y 492
— (Edgardo) 717
Neyles 481
Nicolás de Rusia .... 733 y 738
Nieto (Vicente) 503
Nin y Tudó 891
Nipperdie 119
Nithard (P.) 390
Noailles 518
Nobel 879
Págin».
Nobilior III
Nocedal (Cándido). . . 685,733,736
740,741,743,748, 773,777
781, 788 á 790, 798. 800, 806
807 y 817
— (Ramón). 818, 821, 829 y 889
Noé 20
Nombela 759
Noteveas 702
Nougués 876 y 886
Noval 898
Novaliches . 704, 778, 779, 813 y 847
Nozaleda 876, 877 y 881
Núñez 731
— (Alvar) 283
— (Vicente y Antonio). . . 851
— de Alba 367 y 393
— de Arce . . 723,738,783,807
y 876
— de Cáceres 759
— de Fuente Almagir ... 244
Obba 188
Ocarapo 503
- (Floriánde). . . 118 y 275
Ocba 184 y 192
Octavio (Augusto) 726
Ochoa (Cruz) 907
O'Daly 590
O'Donnell (Enrique) ... 497 y 574
- (losé) 627
- (D. Leopoldo). . 633,673
682,689,694,721,726,728
731,732,733,736,737,739
740, 745, 747, 748, 749, 752
753, 759, 763, 764, 765, 768
769, 770, 773, 774, 776, 777
779 y 787
O'Donojú 574, 602 y 603
Odzra 191
OFalia (Conde del . . . 611,614,615
669, 670 y 671
O'Farril 439, 454 y 536
O'Higgins 508, 573 y 574
Ojeda 855
— (Fray Diego dei 405
Olaverria ijuan) 661 y 687
O'Lawlor 774 y 776
O'Leavy 476 y 509
Oliva 801
— (Francisco) 779
— (Juan) 800
Olivares (Conde duque del ■ 390, 423
Oliver 814
— IBienvenidoi 911
— (Miguéis.) 493
— y Hurtado . . 179, 188 y 832
Oliveros 546, 551 y 557
Olmedo 545
D,g,t7cdb/GOOgIC
Pijlnai
Olmundo 183 y 195
Olney 841
Olona(Lui8) 717
Olóriz 911
Olózagayosé) 733
— (Salustiano). . 609,633,651
663, 669, 671,682,683,687
á 692, 694, 703, 705. 732, 736
737, 748, 766, 770 y 777
OIyan 184
Olio 794
Ornan (Charles) 439
Ornar beti Hafrun .... 198 y 206
Oppas (Obispo) ... 183, 187 y 190
Oppio 119
Oria (Marcelino) 672
Orcheli 582
Orciro 792
Ordónez (Bartoloméi 386
(General). ... 854 y 906
— de Montálván [Oarci) . 382
Ordofto I 202
— II 220 y 221
— 111 221 y 222
Orense (|osé) 710 y 774
Crio (Obispo) 141
Orisson 78
Orlando 708
Orleans «Duque del ... 414
Orma 887, 888 y 890
Orosio 137
Orovio 776, 778. 796 y 800
Orozco 898
— <Juan de) 384
Orsúa. 105
Ortega 834
- (Jaime) 756
- JWunilla 826 y 876
- y Frías 783
- y Rubio . . . 374. 466 y 867
Orti y Lara (Juan Manuel) ... 744
772 y 878
Ortiz de Villajoa 873
O'Ryan 823 y 824
Osorio 799, 801 y 802
Osomo 570
Ostolaza 551 y 570
Osuna (Duque dei . . 409, 560 y 701
Otemroo 44
Otero 802
Otón 123
Otsmen 191
OudinotiOenerali. . . . 716 y 717
Overbeck 638
Oviedo 336
Ovilo (Doctor; 902
Pablo (Diácono) 161
Paccini 645
Pacheco (General) 872
— (Francisco) ... 387 y 409
— Joaquín Francisco). . 670
671,681,701.702,705
706, 708. 732 y 763
Pacheco (José M.») 169
— {María de) 360
Padial 808
Padilla (Juan de) ... . 360 y 382
— (Manuel Aniceto). ... 469
Palacio (Eduardo del) 866
— (Manuel del) 715
738 y 887
— (Marqués del) 555
— Rubios 382
— Valdés 823
Palacios (General) 821
Palafox (Comentarista) .... 332
- (Antonio de). ... . 521
- (Felipe de) . . . 521 y 543
- (lose Rebolledo de) . . 442
450, 453. 458, 462
474, 558. 560 y 574
Palanca (Carlos) 748
- (Eduardo) 793
Palarea 608
Paiau (Antonio) 686
(Melchor de) 905
Palencia (Alonso de) 326
- (Alvaro de). . . 301 y 324
Palma 6(fi
(Josefa) 701
(Ricardo) 514
Palmaroli (Cayetano) 740
- (Vicente) 740
Palmersion Lord . . 662. 698 y 712
Palomino y Velasco (Acisclo An-
tonio) 437
Palomo (Félix) 653
Pallas (Paulino) 833
Pando y Valle 907
PantojadelaCruz (Juan) . . . 387
Papirio Peto 119
Paquiro (Montes) 719
Paraíso (Basilio) .... 861 y 862
Paravicino (Fray Hortensío) . . 436
Pardiñas Serrano 910
Pardo 623
Pardo Bazán 49 y 813
Paredes (General) 700
Pareja (Antonio) 508
— y Septién .... 774 y 775
Paria 515
■ (Pierre) 63. 69 y 73
Parque (Duque del). . . 486 y *97
Parquin 833
Pascal 518
Pascual (Domingo) ... 247 y 875
D,g,t7cdb/GOOgIC
Pascual (Prudencio M.) .... 630
Paso 502
Pastor (Ángel) 866
— (Juan) 681
— Díaz. . 679,705,706.708.713
739 y 764
— Pastor 547
— Pérez 560
Paterno (Pedro Alejandro) . . 850
Patino (Teodoro) 845
Patrocinio (Sor) 651
— Quiroga. . 713, 736 y 766
Patti (Adelina) 743
Patxol (Femando) 783
Paul y Ángulo 787
Paulo IV 374 y 381
— (Conde) 172 V 177
Pavía (Francisco de P.). . . 799,801
y 805
— y Lacy (Manuel). . . 704. 709
778, 792, 793 y 800
Paz de Borbón 881
— (Narciso) 539
— Snldan (Mariano Felipe) , . 505
Pedregal 829, 832 y 847
Pedrell (Felipe) 743
Pedro 1. . . . 237,282,284,466,615
y 629
— 11 246
— IV de Aragón 289
Pelayo 182, 198 y 199
— Cuesta 807 y 810
Pellicer 282
Peña Aguayo 720
— y Goñi .... 717, 805 y 847
Pepe el Huevero 838
Pepe-HiUq 654
Pephasemenos 73
Perales (Marqués de) 838
Pereda (losé María del. . 723 y 886
Pereira de Figuelredo 523
Pérez (Antonio) 374 y 379
— (Antonio Joaquín) . 551 y 562
— (Dionisio) 557
— (Oil) 178
— (Silvestre) 641
— Álamo 760
— Arcas 836
— Caballero. . . 882, 885 y 902
— Cuervo (Tiburcio) , ... 641
— de Camino 620
— de Castro. . . 546.584.585
661,671,672 y 673
— de Ectievarrla 783
— de Guzmán (Alonso). . . "277
— — (Fernán). . . 300
424, 441, 442 y 445
— - (Rafael). 662 y 676
Mein*
Pérez de Herrasti 492
— de Montalhán. . . 285 y 772
— de Tudela 660
— Escrich 783
— Galdós . . 647, 805, 866 y 887
— Hernández 671
— Moris (José) 575
— Pastor 891
— Pujol 836
— Villamii (Jenaro). . 680 y 683
— — (Juan) . . . 555,560
561, 568 y 680
— y González 905
Perfecto (Presbítero) 197
Perier (Carlos Maria) 835
Perigneux (Jerónimo de). ... 268
Permayer (Francisco) 765
Perojo (José del) 891
Perpena il6
Perrin 879
Pestalozzi 429
Petreyo 1I8
Petriquillo 663
Petronila 242 y 246
Peral (Isaac) 825 y 828
Pezet 774 y 775
Pezuela 504,604,605 y 815
Pi y Arsuaga 911
Pl y Margal! (Francisco). . 603, 685
723.767,776.779.792,829
832, 838, 842. 848 y 869
Pichón 891
Picón (Jacinto Octavio) .... 823
Pidal (Alejandro) 743. 798
806, 811, 813.814. 829
850, 861, 867, 868 y 869
Pidal (Almirante) 905
- (Juan) 179
- (Marqués de) . ■ ■ ■ 272, 322
798, 858, 870 y 903
- (Pedro José) 661,670
671, 693, 708, 712
716,719,721 y 740
Pidal (Ramón) 179
Piernas Hurtado 551 y 907
Pierrat 776, 777 y 785
Pignatelli (Carlos) 442
Pijoan 110
Pilar de Borbón 801
Pilar (Marcelo del) 844
Pina 717
Pineda (Mariana) 608
Pino (Rosario) 901
Pintos (Antonio) 469
— (General) 898
Piñuela 439 y 454
Pío Y 381
- Vil 476
D,g,t7cdb/GOOgIC
Piglnis.
Pío IX 703,704,705
709, 713, 716, 717, 718, 735
662, 770, 771, 788, 798 y 800
~ X 876
— (Antonfno) 172
PIppl 387
Piquero 682
Plrila 611, 694, 743
783. 835 y 876
Pitheas 130
Pitt 473
Piíarro (Francisco) ... 363 y 496
Plácido (Poeta mulato) 6Q4
Planells (Antonio) 713
Plaaencia 608 y 813
Plaza (Vicente) 582
Pllnlo el Joven 123
— el Mayor 44 á 49
63,67,71 y 130
Plutarco 57, 87 y 115
Polaviela 359,803,830
831, 845, 847, 849, 856
858, 860, 878. 879 y 886
Polivio 52,83,87y 115
Polo (011) 382
Pompeyo Aulo ,111
Pomponlo Mela 36 y 44
Pon 483
Ponce (Mariano) 844
Ponce de León (Rodrigo) ... 344
Pona 737
Pontcios (Marqués de) 613
665 y 673
(Marquesa de). . . ■ 548
Porcel (Antonio) 614
Portet 584
Porclo Catón 105
Porller 5S2
Portel 483
Posada Herrera ( losé 1 . . . 669.745
747, 748, 760. 765. 709. 773, 799
803,80=1.810,811 y 818
Posiidas 504
Posidonio 102
Possí (Manuelí 904
Pastaras 681
Pousard 783
Power 545
Poííi ,Kelipei 877
Pradilla 805
Pra<Jo iCasiano del) -5
(Mariano Ignacio) . . - . "75
Prat de la Riva 856 y 881
IVfscot 3Í>
Prieto vVillarreal. ... SÜ8 v 907
Pfiín Juan'. . . . wo, (.70. 000.6^4
1M\ US. T--.:. 7=ü. ToJ. 7(i4. 7(*í
770. 773*781, 7^=1,780 y 787
Primo de Rivera. . . . 794. 796, 820
840, 848, 857, 889 y 895
Princiliano 140
Príncipe Negro (El) 286
Procoplo 154
Proudhon 767
Prudencio (Aurelio) ... 128 y 140
Pacheta 732 y 739
Puebla (Dióscoro de la) ... . 741
Puig (José María) .... 555 y 627
- Moltó 744
Puigblanch (Antonio) . . 519 y 547
Puigcerver (P.) 547
Pulguriger 578
Pulgar (Hernando del) ... 305, 332
344 y 382
Púnico 105
Pufionrostro (Conde de) ... . 803
Puyrredon 472, 501 y 573
Quernel 518
Querol 743, 853 y 902
Quesada 797 y 811
— (losé M.') ... 660, 662, 665
y 745
— (Vicente Jenaro de) . . 595
596,600y 627
Quevedo 374 y 404
— y Quintero (Obispo). . 447
Quijada 369
Quilez 730
Quin (MichaelJ.) . 562,567,569 y 571
Quintana. 374, 433, 436, 533, 534, 541
542, 545, 548, 577, 585, 587
635 y 640
— (Manuel Josél 737
Qulntiliano 125
Quinto Pompeyo . . . 111, 115 y 118
Quiñones de Benavenie. .... 407
Quiroga (Antonio) .... 583 y 606
— (Brigadier). . 683,713y715
— (Juan de) 231
— Ballesteros 885
Rabadán (Diego) 634
Rábago (P.) 579
Rabi-Ben-Zaid 211
Raczynski (Conde de) 711
Rada y Delgado 869
Radica 794
Rafael (Fray Lucas) 491
Ramírez (Francisco) 344
— (Sancho) 235
de Arellano ... 570 y 682
— de Guzmán 83
Ramiro 1 201
— H 241 y 242
III 221
— (Don) 220 T 227
Ramón Berengner IL . . . 235 y 241
D,g,t7cdb/COOgIC
Piginis.
Ramón Berenguer IV 241
— y Cajal 813
Ramos Arispe 603
— Izquierdo 861
RampoUa 861, 868, 869
Ranc (Juan) 437
Rascón (María Manuela). . . . 466
Rasura (Ñuño) 222
Rávago (P.) 414
Raynal 545
Real (Pedro del) 896
— Tesoro (Marqués del) ... 885
Reart y Copons 590
Rebolledo (Fray. Luis de). ... 393
Recaredoll 171
Recemundo 211
Recesvinto 172, 176 y 182
Recheslndo 183
Reding (Teodoro). . . 453.455 y 513
Reggio (Duque de) 600
Regnault 769
Reguera Valdelomar ... 274 y 585
Rejchstadt (Duque de) 588
Reille 498
Reinoso 436, 533
534, 630 y 661
Remisa 673
Remisnundo 144
Rémusat (Madame de) 443
Renato de Anjou 297
Renovales 489
Renter 118
Repullés 637
Requesens 378
Respendlal 130 y 139
Retes 783
Revenga (José Rafael) 604
Revilla (losé de la) 724
— (Manuel de la) 724
Rey 498
- de Artieda 383
Reyjoly 557
Reyes (Raimundo) 785
Reynier 492
Rlánsares (Duque de). . . . 661,665
675, 689 y 700
Riafio 212
— (Diego) 385
— (Juan Facundo) 869
— de la Iglesia 557
Riba y Oarcla 481
Ribelles y Hetip 644
Ribera (Arquitectoi 436
— (Doctor) 91 1
— el Españólelo 408
— (Carlos Luisí. ... 645 y 830
— V Fernández 644
Ribot (Pascual) 836 y 857
Klgl^nis.
Ricardos 419
Ricci 539, 645 y 787
Rlcimero 144
Rico 671
— y Amat 557
Richard (Vicente) 582
Riego . . 581,583,592,593,595,606
607, 678 y 757
Riesco 546 y 551
Rigores 654
Rlnaldini 87S
Rincón (Antonio del) 330
Ringunda 164
Rio (Antonio del) 702
Rioja 404
Ríos (Amador de los) .... 127, 176
194, 220, 272, 300 y 823
~ Lampérez (Blanca de los) . 853
— Pacheco 825
— Rosas . . 637, 736, 739. 764, 773
776 y 791
Ripalda (Duque de) 679
RIpoll (Cayetano) 609
Risco (P.) .... 231, 232, 272 y 430
Rispa PerpiBá 829
Rius Rivera 848
Riva Agüero 505,605 y 606
Rivadavia (Bernardino) ... 499, 504
y 573
Rivadeneira (P.) 382 y 383
Rivalta (Francisco) 387
Rivas (Duque de) . . . 285, 487, 548
613, 635, 637, 664. 665,667. 671
679,681.729,732 y 826
Rivera (Juan) 566 y 644
Rivero (Nicolás María). . . 710,715
767, 779, 789, 792 y 805
Rivett-Camac 98
Rizal 843,844 y 846
Rizo 246
Roa Barcena 601
Robert (Doctor) 872
Roberto (Abad) 268
Robespierre 524
Roca de Togores 679 y 705
— y Cornet 686
Rocca . . 439. 444. 457, 463, 484, 490
491,538.540 y 541
Rochel (P.) 160
Roda 732
Rodil. . . . 605, 606, 621, 662 y 687
Rodrigánez 870. 872 y 905
Rodrigo (Arzobispo) . . 178, 182, 183
187, 222, 227, 247, 268 y 269
— (Don) 182, 184 á 190
Rodríguez Arias 807 y 819
- Bahamonde 705, 765 y 766
— Blanes 437
nigiUrrlb/GOOglC
HISTOKIA DE ESPAÜA
Rodríguez Carracido 826
— Correa 757
- de Berlanga 121
— de Lena 300
de Rivas. 555
~ de Vemela(P.). ... 526
— del Toro (María Te-
resa) 476
- de la Borbolla . 885 y 908
— de la Cámara 300
— de la Peña 501
Díaz 480 y 486
- (Antonio) 608
— ÍConcepctón). . 629 y 667
(Oabriel) 869
— Uosé Demetrio) . , . 633
— ^Laureano) 851
'Simón) 474
(Ventura). ... 436 y 540
- López 486
- Marín 826
- Pefia 469
— Rubí . . 679, 683, 738. 778
y 829
- San Pedro . 833, 835. 875
878 y 887
- SoHs 490
- Villa. . 364,415,480. 575
y 911
Roelas Huan de las) 387
Rogel. 784
Roghi 895
Rojas (Fernando de) 382
- Clemente 633
- Zorrilla 407
Rolando 193 y 194
Roldan 408
— (Maestro) 274
— Luisa) 437
— (Marcelino) 437
Román de la Higuera 127
Romana (Marqués de). 449, 458, 481
y 493
Romano (Julio) 387
Romanones (Conde dei . . . 825,846
866, 973, 876, 880, 881, 884 á 886
903, 908 y 810
Romarate. . 585
Romea (Julián) . 639. 669, 676 y 701
— y Parra (Juliánl 805
Romero (Antonio) 653
— (Antonio Miguel!. ... 701
— (Francisco) 653
— (losé) 653
- (Juan) 653
- (Pedro) 653
- Alpuente. . 581, 587 y 661
- Girón 807 y 865
Romero Larrañaga 679
— Moreno 826
— Ortiz. 700,779,781,785 y 803
— Robledo . 735, 796, 801, 802
805,811,813,815,8171821
829 á 838. 846, 848, 850, 851
858, 861, 872, 879 y 887
Romilhal (Barón de) 3(ñ
Roncan 689, 728 y 778
Ronconi 718
Roa 906
Ros de Olano. . . 633, 708, 751,731
752 y 821
Rosa (Salvator) 409
Rosales (Eduardo) .... 723 y 741
Rosas 733
Rossi 709 y 787
Rossilly 442 y 453
Rossini 645, 646 y 664
Rosland 588
Rolten 597 y 618
Rousseau 430,431,525 y 533
- (Francisco) 481
Rubalcaba 808
Rubio (Carlos) 767
— (Doctor) 697 y 873
- y Orbs 204,673 y861
Rubio 675
Rudinl 683
Rueda (Lope de) 383
Rufo Festo Avieno 44
Ruiz el Mozo 385
— el Viejo 385
— (Hernán) 385
— (jacinto) 441 y 450
— (Jácome) 274
— doaquin) 850
— Capdepón 833 y 907
— de Apodaca 572
~ deQuevedo 767
— Gómez 788,791 y 810
— Padrón 551
— Pérez 595
— Pons 736
— Valarino 903 y 905
— Zonilla. 723, 779, 781, 785 á 791
799,807. 808,811, 813
820, 829, 832 y 840
Rusiflol 823 y 886
Saavedra (Cornelio) . . . 469, 499
501 y 502
- (Eduardo) ... 110, 152
159, 177 á 189, 194, 200, 706 y 911
Saavedra (Francisco). . - 543 y 555
- Fajardo (Diego) ... 404
Sabatini 436 y 650
Sáenz de Vinlegra (Luisa). ... 608
Sáez (Víctor Damián) 611
D,g,t7cdb/GOOgIC
HISTORIA DE ESPAÑA
Pigln»
Sagasla (Práxedes Mateo de). . 6SC
697,706.739, 778. 779, 781. 788
á 794. 799, 803 á 813, 817, 819, 825
829 á 832, 835, 838, 840. 850, 851
857, 858, 866 á 87a
Saint-Chamans (Conde de) . . . 43C
— Giran (Abate) 517
— Cyr 463, 464 y 482
— Fierre (Bernardlno). ... 635
Sálnz (Casimiro) 823
— de Andino (Pedro) .... 6)4
Sajonla (Mauricio de) 366
Sala (Adelaida) 64«
— (enillio) 905
— y Francés 805
— Valdés (Mario) 481
Saladin (H.) 196
Salamanca (José) 637, 687
7tó, 706, 708, 712, 720, 729. 730, 731
732 y 738
Salamanca (Manuel) 82C
Salamanquino 7l8y73C
Salamero(Jo9é) £41
Salas 508, 515. 525 y 631
Salaverría 740, 744
745. 796 y 847
Salazar 611
- (guerrillero) 489
- (Luis María de) . . 568y61E
- (Pedro) 367
Salcedo y Ausó (Ángel) .... 897
Salcillo 437
Saldias 501 y 574
Saldoni 59(
- (Baltasar) 784
Salmerón y Alonso (Francisco) . 73f
y79í
— y Alonso (Nicolás) , , 73!
736. 739, 767 777, 779. 792, 799. 8ic
820. 829. 832. 836, 837, 866. 873, 87f
876. 880, 884, 886. 887, 889 y 891
Salmón (P.) 49C
Salvador (Am6s) 835, 83í
881, 905, 872 y 90f
— (Santiago) 83^
Salvatierra (Condesa de). ... 701
" (Valeriano) 64:
Salviano 134, 141 y l+l
Salvitate (Raimundo de) .... 26!
Salvoechea 781 y83C
Samaniego 436 y 53(
Sampere IW
Sampiro (Obispo) 222 y 22'
Sampson 85!;
San Aeustin. . . 103, 124. 517 y 51í
San Atanasio 141
— Bernardo (Conde de). 875 y 881
— Bonifacio de Maguncia . . . IS:
San Braulio 168
— Carlos (Duque de) 558
559. 560 y 568
— Clemente 127
— Cristóbal (Fray Alfonso de) 300
— Eplfanio 146 y 151
— Eulogio (Obispo de Toledo). 197
~ Eulogio de Córdoba .... 204
— Felipe (Marqués de) ... . 414
— Francisco de Asís 269
— Francisco de Borja 365
— Fructuoso 128
— Oelasio 268
.- Gregorio de Tours 160
163 y 164
— Gregorio Magno 160
161 y 163
— Ignacio de Loyola 371
— Ildefonso 152 y 168
— Isidro 127, 139
144, 152, 153, 154, 155, 156, 160,
161,163,168, 171 y 196
— Jerónimo . . 137, 138, 140 y 146
~ Juan de la Cruz 383
— Juan de Mata 269
— Juan de Piedras Albas (Mar-
qués de) 752
— Juñan 127, 168 y 177
— Leandro .... 163, 165 y 168
— Luis (Conde de) 7 1 8, 724, 728
729, 730, 732, 738. 743, 751 y 777
— Martin (Alejandro) . . 882 y 891
~ Martin (General) 442
469, 504, 545, 573, 574
583, 593, 604, 620 y 647
— Martin de Braga . . . 156 y 168
— Martin de Tours 156
— Miguel (Evaristo) 581
585, 589, 590, 5.2, 599, f 01
608, 682, 703, 732 y 773
— Pablo 121 y 127
— - Pedro 127
— Pelayo de Córdoba 212
— Próspero de Aquitania ... 140
— Remigio 148
— Vicente Ferrer 293
Sancha (Cardenal). . . 860, 884 y 902
— (Infanta) 226 y 250
Sánchez {Estanislaoi 466
— (lulián) 489
— (LImtíano) 803
— (Miguel) 623
— (Pedro). . . 702
— de Badajoz iGarcIal . . 382
— Bustillo 890 y 891
- Casado ... 105, 180 y 253
— de Castro 779
— Coello (Alonsoí 387
D,g,t7cdb/GOOgIC
HTSTORIA DE ESPAÑA
PiginíS-
Sanchez (Garcfat 225 y 227
Guerra. . . . 879,8«ly893
— Neira 655
— Pérez 911
— Román 880
— de Toca. . . . 858,861,866
872, 873, 874, 875. 876, 888
892 y 893
Sanchfs (Vicente) 890
Sancho 669,682,703 y 710
11 230y 232
— III 244
el Bravo. 245, 250, 276 y 282
— el Craso 221
— el Fuerte 246
— el Mayor de Navarra . . 225
226, 227, 228 y 269
— Ordóftez 221
de Portugal 246
— Ramírez 232 y 236
— Sánchez 204
Sandoval 353, 356, 365 y 370
- (Coroner 840
- (Marqués del 857
Sanguily 848
Sanmarii (Teresai 880
Sannázaro 382
Sanromá (Joaquín M.) 841
Sans6 891
Sansón (Abadl 196
Saata Ana (Manuel Maria de) . . 685
765 y 782
- Cruz (Francisco) . . 739 y 748
- - Ijosé) 617
Santaella 671
Santa Fe (Duque de) 536
Santana (Pedro) 759 y 760
Santander (P,) 538
Santa María (Fray Juan) .... 336
Santamaría de Paredes . . 881 y 882
Santa Marta (Marqués de) . . . 829
Santangel (Luis de) 351
Santarem 212
Santa Teresa . . . 332, 379, 382 y 383
— (Sor Gregoria de). 431
Santera 702
Santiago (General) 895
Santlas (Alberto) 859
Santillán (Ramón) 489 y 529
Santillana (Marqués de). . 300 y 892
Santocildes 486 y 840
Santo Domingo de Guzmin. , . 269
- Tomás 103, 523 y 547
Santos Alvarez (Miguel de los). 783
- Ouzmán 884
Sanz (Cayetano) 718
-- (Cesáreo Maria) 614
Sanz (General carlista) 673
PiSinu.
Sanz (Elena) 857
~ (Florentino) 738
— del Río (Julián) . 692, 724, 732
744, 767, 772 y 777
— y Cabol (Francisco) .... 740
Saqaeti 436
Sara |95
Sarasa (Miguel) 489
Sarasate (Hablo) 747 y 891
Saravia (Rodrigo de) 384
Sardoal (Marqués de). . . 810 y 811
Sardou (Victoriano) 783
Sarmiento (P. Martín) 430
Saro 138
Sanatea (Manuel) 573
Sarsfield 659
Sartorio (José) 603
Saríorius (D. Luis losé) . . 676,680
708, 712, 716. 718, 719, 728 y 732
Sassenay (Marqués de) . . 469 y 470
Sastrow 367
Satini 540
Savalls 791
Savary 440 y 855
Savigni 723
Sbarbi 905
Sciíax 22
Scipión (Cneo) 89,91 y 100
— (Emiliano) .... !llyll4
— (Lucio) 94
— (Publio Cornclio). 91, 92, 94
95, 99 y 104
Scott (Walter) 635 y 783
Scribe 666
Schaffter 854
Schiller 737
Schiegel 635
Schulten (Adolf) 110 y 112
Schwartz 449 y 453
Sebastián (Obispo) . . 177, 181. 182
184, 187 y 200
- de Portugal . . 375 y 627
Sebastian! 492
Segovia (Antonio M.) 679
Seijas Lozano (Antonio M. de). 669
704. 712, 716, 718, 719. 728 y 732
SeleasyCarrascoOosé). 712,733y803
Selles (Eugenio) 747
Sem Tob 282
Sempronio Graco (Tiberio) ... 102
Séneca 125 y 158
Seone (General) 690
Sera/I Pitarra 723
Serna (José de la). . . 605, 606 y 619
Serra (Narciso) 706 y 783
Serrano ... 637. 690, 703 á 709, 739
777 á 781, 785 á 791, 794, 806
,, Google
HISTORIA. DE ESPAÑA
Serrano Bedoya 778
Sertorio (Quinto) 114 y 130
Servando Obispo 228
Servlliano 109
Servillo Cepón (Quinto) 109
Sevilla (Rafael) 575
Sevillano (Juan) 732
— (Rafael) 415
Siagro 147
Sidi-Brisha 836
Sied Mohadmmed-Ben-Abb-
Crrajtnan 753
Sierra 585, 61 1 y 765
SIHler 808 y 81 1
Sigerico. 138 y U2
Sigiberto 158
Sila 114
Silano 94
Silense (El) 187
Silíceo 380
Sillo Itálico 49, 56, 63 y 70
Silo 201
Silva (Diego de) 385
Silve (Gil de) 386
Silvela (Eugenio) 875 y 886
Silvela (Francisco). . . 390,614,743
801, 805, 811, 820,828 á 832
836,837.840,842,850.851,856
á 868, 872 i 875, 881 y 892
— (Manuel). ... 535, 635, 643
785 y 832
Simancas (Enrique) 779
Simón y Nielo (Francisco) ... 201
Simonet. . 179,182,198,203,211,212
220 y 851
Sinderedo 190
Siret . . . 38, 39, 40, 41, 42, 43 y 44
Sisberto. . . 16l. 164, 160, 187 y 188
Sisebuto. 167. 168, 169, 170, 171 y 177
Sisenando 171
Sixto IV 328
Slelden 367
Smitti 767
Sobh 217
Socorro (Marqués del) 442
Sol y Ortega. . . 855, 891, 893 y 896
— y Padres 737
Sola 643 y 880
Soler (Federico) 723
Solferino (Duque de) 886
Solimán el Grande 364
Solls (Antonio de) 404
— (Dionisio) 652
— (Miguel) , . 700
Solmssonnesvalde (Conde de) . 805
Solsona 258
Sombrerero 654 y 655
Somoza(]osé) 541
Salcedo Historia de Espaí^a
961
Piginis.
Sor y Díaz Sil
Soriano (Rodrigo). . . 873, 876, 881
y887
Somi 792
Sorolla 813
Sotelo 535 y 705
Soto y Ab-Ach (Serafín María) . 713
Sotomayor (Duque de). 704, 705, 708
721 y 898
Souhain 497
Soull 460,480,485,486,492
493. 494, 496 y 497
Span (Conde de) 698
Spínola (Obispo) 860
Spinosa 527
Spursztiein 681
Squilaclie 417
Stael (Madame) 444 y 548
Stenger (Gilbert) 443
Stephenson 649
Stliicon 137
Strabon 22 á 44, 46, 49, 52
57, 63, 67 y 69
Strauch (Raimundo) 597
Suirez Bravo 733 y 800
- de Figueroa . . 820, 857, 878
y 905
- inclán. . . 810, 870, 872 y 910
Subercase (Juan) 695
Sucre (Antonio José de) . . 604,619
y 621
Snchet. . . 481, 482, 489. 492, 494
496, 497. 4^ 559 y 581
Suetonio 117 y 118
Suintila 171
Suleiman 193
Suleyman 219
Sulpicio Galba (Servio). . 105 y 108
Sully 397
Suniario 241
Suñol (Jerónimo) 873
Surrá y Rull 682 y 687
Symmaco 150
Taboada (Luis) 886
Tácito 130 y ISS
Taine 440y655
Taishan (Padre). 176 á 179. 182, 184
y 202
Tajón (Obispo) 168
Talavera (Arcipreste de) ... . 300
Taima 539
Tatleyrand 440. 565 y 567
Talllen 524
Tamayo 352
- y Baus. 706, 737, 738, 761
783 y 857
— de Vargas 118
Tamberlick 784
9^2
HISTORIA DE ESPAÑA
Ptglnu,
Tántalo 109
Tapia 489, 541, 646 y 767
Tarif-ben Malic 187
Tarik 187 á 190
Tarrago (Torcuato). ... 738 y 783
Tarub 192
Tassara 679
Taio 785
Tattiacheff 570
Tavera (Cardenal) 380
Tavira y Almazán 521 y 537
Tayior 136 y 849
Teba (Condesa de) ... . 729 y 730
Tejada Valdosera 730 y 838
Tejado (Gabino) 761 y 830
Tejeo (Rafael) 644
Tejero 680
Tena 690
Tendemeco 150
TendJIla (Conde de) 362
Tenreyro (Joaquín) 546
Teodofredo 182
Teodomiro 153 y l56
- (Conde) . I89,t90y|95
Teodoredo 142 y 143
Teodorico. . 143, 144, 150, 151 y 153
Teodoslo . 44, 124, 129, 133, 135, 150
y 165
Terán 515 y 571
Termancia 124
Tetón 71
Terradas 687
Tertuliano 128
Tetuán (Duque de) . . 828, 837, 849
850, 851, 872 y 876
Teudts 151 á 154
Teudiselo 153 y 154
Teverga (Marqués de) 866,868 y 907
Thebussen 654
Thlcas . 441.464,480,482,486,491
492, 496 y 524
Thiebault. 231,443,447,449,482,521
y 538
Thiera 710 y 718
Ttberghien 692
Tiépolo (Bautista) 437
Tiknor 272 y 282
Tilly 543
Timoneda (Juan de) 383
Tinco 532
Tineachi 539
Tioda 203
Tirado (Mariano) 469 y 661
Tirso de Molina 407
Titeux 455
Tito Fonteyo 91
— Libio . 69, 84, 87, 94, 100, 105
108 y 122
Tiziano 387
Toledo (Oarcia de) 376
- (Juan Bautista de) . . . 386
Tolomeo 44, 63 y 69
Tomás Pastor 907
Tomé 436
Topete . 778, 779, 781, 787, 789, 791
y 794
Toral 851
Toreno (Conde de) ... . 206, 439
442, 548, 549, 551, 562, 577
587, 588, 591, 603, 660, 663
664, 796, 801. 802, 803 y 829
Tormo 332
Tornero (Juan) 384
Toro y Zambrano 507
Torre (Dámaso de la) 540
— (Manuel de la) . . . 701 y 719
— Pando 606
— Solano 687
Torreanaz (Conde de) 860
Torrejón (Andrés) 450
TorresAmat 518 y 673
Torres Naartro 383
— Quhevedo 823
— (Sid Mohammed) .... 805
— deVillarroel 436
Torrijos (José Maria) 581
608 y 613
Torrubia (Fray José) 579
Torwaldsen 642
Toscana (Oran Duque de). ... 704
Tostado (Et) 300
Totlla. 154
Totleben (Coronel) 735
Tournon 580
Tourtoulon 253
Toussaint Louverlure 759
Tovar 89H
Toveira 481
Traalaba 192
Tragabuches 653
Traglia 206
Trajano 123
Trapani (Conde de) 699
Travot 449
Trebclio Polion 133
Trévoux 523
Tristany 709 y 791
Troya 201
Truaba 192
Trueba 724, 783 y 826
Tubal 20
Tubino (Francisco María) ... 25
Tuditano (Sempronio) 105
Tudó (Pepita) 424
Tudor (Maria de) 368 y 375
Tulga -.■■-■,. 172
nigiUrrlb/GOOglC
Turlsmundo \4'-
Turot (Henri) 8*
Turranio Qrácula 3<
Tutau 79:
Tuy (Lacas de) 182, 18i
217, 222, 227 y 27.
Ubao 8a
Uceda (Duque de) ... . 390 y 42:
Ugarte (Antonio) 570 y 61
- (Javier) 859, 86
863, 878 y 87'
Ulecia (Doctor) 91
UHila 136 y 14
UHoa (Augusto) 764 y 78i
Unamuno 85:
Unceta 88
Unimano I»
urbano V!ll 5r
Urbistondo 682, 740 y 7+
Urguía(]uan) 861
Uriz 67:
Uroz y Rio (Juan) 58:
Urqutjo 447, 454, 536 y 73:
Urrabieta 8i:
Urraca (Infanta) . . . 230, 236 y 23'
Urrecha (Tomás) 60:
Ursinos (Princesa de los). ... 4|.
Urufluela 88!
Urzáiz 866, 869, 870 y 881
Uzal 68'
Vacaly 64¡
Vaccano 641
Vadlllo (Marqués de). . 652,861 87:
878 y 87!
Valbuena (Antonio). ... 679 y 80
Valcárcel 8li
Valdegamas (Marqués de) . . . 73i
Valdeiglesias (Marqués de). . . 82
Valdemoro 58
Valdés (Antonio) 447 y 54:
- (Cayetano).. 556,584y60i
- (Francisco) .... 607 y 601
- (Gabriel) 69
- (Jerónimo) 66:
- Leal 40!
Valdivielso (José de) 401
Valente 13!
Vaientiniano 3 y 13!
Valenzuela 390 y 48
Valera (Juan) ... 220, 679, 697, 73»
743, 757 y 88
Valerio Máximo 7i
Valero 5J4,652y73l
- de Tomos 88
Valiente (José Pablo) 54'
Valmaseda (Conde de) 80
Valtarra (Teniente) 71
Valverde (Balbina) . ... 735 y 90
P*eÍnK.
Valverde (Maestro) 905
Valladares 414
Vailarino (Bruno) 614
Valle Incián 855 y 865
Vallejo (Pascual) 440
Valles 879
— y Ribot 829 y 907
Vallespinosa 535
Valle y Barcea 557
Valls 578
Vandervelde 907
Van Eick 318
— Halen ... 581, 673, 687 y 690
Vaquero 854
Vara de Rey 854
Vargas (Alonso de) 380
- (Luis de) 387
- Ronce 436y543
Varrón 22,71, 118y484
Vatel 445
Vázquez (Leopoldo) 655
— de Mella 853 y 862
- Quelpo 835
- Várela 824
Vedel 449, 454 y 455
Vega (Fructuoso) 882
— (OarcJIasodela) .. 364 y 383
~ (Juana Maria) 493
— (Lope de). ... 285, 382, 383
398,404, 405, 434 y 561
— (Ricardo de la) . . . 735 y 905
~ (Serafín) 802
~ (Ventura de la) . . . 633 y 640
— deArmijo. . 697,731,760,764
773, 803, 805, 807, 809, 823, 831
833, 868, 876, 881, 884, 885, 887
y 891
— Infanzón 442
Vegecio 330
Veiga 887
Velaln 18
Velatde (Teniente) 898
— (Pedro) : . . 441, 450 y 466
— y González 818
Velasco (Comandante) 700
Velay 687
Velázquez 387, 390 y 409
— (Isidro) 641
Velázquez Bosco 747
Veleyo Petérculo 119
Vélez (Fray. Rafael de) 631
— (P.) 557
— de Guevara 404
Venegas .... 484, 486, 513 y 515
Ventosa 888
Vera (Alejo de) 740
— y Fieueroa 369
Veragua(Duquede).70I,826,866y868
n,g,t7cdb/G00gIc
HISTORIA. DB ESPAÑA
Verdaguer (Jacinto) ... 747 y 873
Verdier 449 y 452
Vergara 557
Veriniano 129
Vernet 462
Veronés 387
Vespasiano 123
Vetilio 109
Viada (Salvador) 878
Viardot 206 y 688
Vicente (Gil) 383
— (Obispo) 160
Viciara ijvsia de) . 160, 163, 164 y 168
Vico (Antonio) 735 y 743
Víctor. 460, 462, 482, 485, 492 y 543
- Manuel. 716,717,718,729,735
739, 757, 768 y 787
Victoria (Reina de Inglaterra). . 69»
y 882
— Eugenia 882
Vidal (Joaquín) 583
— (P.José) 630
Vidart 851
Vigodet 503, 504 y 592
Vilanova (Juan) 25 y 835
Vilaragut 293
Viluma (Marqués de). . . 693 y 779
Villacampa 4S9y8l8
Villacraces (Condes de) ... . 548
Villalba (General) 574
~ (P. Luis) 539
Villalobos (Dr.). 337. 340, 359, 360
382 y 393
Villalonga 688
Villalpando (Francisco de) . . . 386
Villamain 128 y 481
Villamanrique del Tajo (Mar-
queses de) 662
Villamll 854y855
— y Castro 44 y 46
Villanueva (Carlos A.) . 469,505,601
y 603
— (Joaquín Lorenzo). , 519
547, 551, 557 y 576
— (Laureano) 512
— (Miguel) . 833, 835, 856
866, 869, 880, 908 y 910
— (P. Jaime) . 519, 547 y 557
Villar y Villate 878
Villaurrutia. . 440,445,447,537,570
855 y 879
Villavicencio 511 y 555
Villegas (Esteban M. de) . . . . 404
Villéle 599
Víllena (Marqués de) . . . 300 y 326
Villicos 374 y 664
Villodas 879
Vinuesa (Matias) 566 y 593
Páginas.
Vinaza (Conde de la) 757
Virctiow 26
Virgilio 146
Viriato 108á 111
Virués (Cristóbal de) 883
Viscasillas 911
Vistahermosa (Duque de) . 693 y 731
Vítense 36 y 139
Viterico 170
Vitoria (Francisco) 382
Vitrubio 73
Vives (Luis) 382
Vizcaíno (Joaquín) . . . . 665 y 673
Voltaire 426, 430
431,491 y 524
Vorgt 26
Waldeck- Rousseau .... 865, 869
884 y 903
Walia 138, 142 y M9
Walton 547
Wall (Ricardo) 414
Wallada 219
Wamba 172, 177 á 180
Warnery 118
Weber (Músico) 685
- (Historiador) 744
Weis (Mis) 681
WeUesley(Marquésde). . 543y548
WelUngton (Duque de) . . . 455,460
465, 481 485, 490, 492
496, 497-498, 559 y 643
Weyler 82, , 841, 842,846
848, 8490 850, 857, 861
866, 869,, 880, 885 y 886
Whtthingham 497
Wifredo el Velloto 204
Wilson (Baronesa de) 479
Wímpfeu 574
Witiza . . 178, 181 á 184, 187 y 195
Woodberry 457
Woodford 850 y 851
XiménezdeRada. . 182, 187 y 274
Xipell 578
Xiquena (Conde de) . . . 801, 803
824, 850 y 857
Yaliya 19l
Yandiola 582
Yáflez (Agustín) 633
— de la Almedína 367
Yegros 503
Yermo 478 y 512
Yusef I 344
Vussuf 192 y 193
Vussuf-ben-Taxfin . , 234, 235 y 236
Zabaleta 399y638
Zabalza 820
Zafra (Marqués de) 772
Zag-ben-Zaquit 275
D,g,t7cdb/GOOgIC
HISTORIA DE E
Zaldivar 596
Zambrano (Marqués de) . . 6]7, 624
y 626
Zamora (Antonio) 434
Zapata (Fray Mafias) 605
— (Marcos) 820
Zapater (Maftfn) 643
Zaragoza (Juan de) 168
Zarco del Valle 660 y 663
Zariategul 670
— (Juan Antonio) . . . 627
Zavala (autor) 434
- (General). . 711,748,752,764
773,774,778,791,794,795
y 802
Zayas (José María) 815
Zeda 757
Zehndacti-har 271
Zenea 79(
Zenón 15(
Zola (Emilio) 78<
Zorrilla (José). . . 285,671,676, 68:
688, 826 y 83!
Zugastl 81!
Zumalacarray (Juan Antonio) . . 68^
Zumalacárregni . 627, 659, 662, 66;
y 66-
Zumel 35»
Zúfilga (Juan) 380 y 381
Zurbano 683, 690 y 69-
Zurbano (Benito) ........ 69-
Zurbano (Feliciano) 69'
Zurbarán 43S
Zurita 265, 352 y 32f
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índice general de la obra.
Palcas.
DEDICATORIA g
DOS PALABRAS 1 1
I - Preliminares 15
I. Nombres do España. ^ — 2. Unidad y variedad ged^álicas de nuestra
Península. — J. Su reflejo en nuestra Historia. ^4. Formación gpoló-
pca del maciio peninsular. — 5. Descripción sumaria de ta Península.
II - Prehistoria 20
6. Primera poblaciún de España: falta de dalos históricos. ^ 7. Lo ipe
no-i revela la Geoli^ia; la esjiecie humana en Kspaña durante la edad
cuatentaria. — 8. La piedra tallada. — 9. Cuevas de Allamira. — 10. Perío-
do neolitico. — II. Consecuencias probables.
III - España ante-romana 41
IJ. Edad lie los metales. Fenicios y jpiegos. — 13. Los celtas. — 14. Geo-
(jírafia antigua de España: fuentes, — 1 ;. Galaicos, asiures y cántabros.—
ift. Autrígones, taristios, várdulos y viuscones.— 17. Celtíberos. — 18. Citr-
petanos. vaceoij, creíanos, lusitanos, velones, glelas y cynesios.
IV - España ante-romana (continuación) 64
!(>. Cataluña, — Coloniíación griega. — 20. I^ Edetania. — 21. La Con -
ti-stania. — Jj, Turdctania ó Hética.^ üeturia. — Bástulos-(>enos. — 2f.
Túrdiilos y turdetanoK. — 14. Colonias griegas en la Turdctania. — El rey
.^[gan Ionio, — Tarteso. — IJ. Cf>lonias fenicias. ^ — Ijjs cartagineses,
V - Cartagineses y romanos 75
iCi, Cartagincst^s y eriegos. — 2/. Primera guerra púnica: Los Barcas,
Amarar. — j8. Asdrabal. — 29. Aníbal: Sagumo; expedición i Italia. —
JO. Ij>s romanos en Eti|>aiia. — ¡l. Resumen de la guerra entre cartagi-
«eses y romanos por el dominio de nuestra Península. Consideración es
generales sobre esta (Hierra. — .f2. Antigiic'lades ame -romanas.
VI - Viriato y Numancia 99
33, Carficter de la cnnt|uist» romana: crtmo suelen cleícrihlrhi nuestros
liistori;ulürcs. — .14. C<^o fué realmente. — lí. Los iliTgeles; Indiliil y
Mandonio. — jfi. En la l-.spaña crntral y occiiíentiil, — 37, K<ima. — 3¿
Crítica hislr'irir;!. — !<k Ia«í iirimeros años di- l.i conipiiiia. — 40. Sumi-
sión de la Cehiberiá.'-- 41. Virii.ti..- 4 ■. Nmiiuncia. — 43 Sumisión de
toda la Península.
D,g,t7cdb/GOOgIC
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