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Full text of "Historia de España;"

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ym     g  PROPERTV     OF 

Unwsi^of 


ARTES      SCIENTIA      VERITAÍ 


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Ángel  salcedo  ruiz 
HISTORIA  DE   ESPAÑA 

(ReSUMBN  CBlTiCO) 
MANUEL  ANQBL  Y  ALVAREZ 

HISTORIA  GRÁFICA  DE  LA 
CIVILIZACIÓN  ESPAÑOLA 


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a  ftunoaa  eacnltara  conocida  por  ..La  Dama  di  Elche" 


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HISTORIA 
DE  ESPAÑA 

RESUMEN    CRÍTICO 
por  Ángel  SalcedOjRuiz 

Académico  de  número  de  la  Peal  de  Ciencias 

Morales  y  PoKlicas 

é 

HISTORIA  GRÁFICA  DE  LA 
CIVILIZACIÓN   ESPAÑOLA 

(ILUSTRACIÓN    Y     NOTAS 
EXPLICATIVAS  DE  LA  MISMA) 

por  Manuel  Ángel  y  Álvarez 

t.71G  trabados;  III  Idmlnaa  de  prehls- 
forla.  arqucoloffld.  IndumenlarlH,  armas, 
monedas,  cerámica,  orfebrería,  one. 
suniuaríns.  ele.  ele.  904  retratos;  mulil- 
lud  de  reproducciones  de  documentos 
diversos,  etc. 


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Es  propiedad  del  Ediior. 

Reservados  todos  los  derechos  li- 
temrios  y  artísticos  para  todos  los 
países,  incluidos  Suecia.  Noruega,  Di- 
namarca y  el  Imperio  de  Rusia. 

UejaF 


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Excmo.  Sr.  R.*»  P.  Fidel  Fita 

Director  de  la  Real  Academia  de  la  Historia. 

Por  homenaje  de  admiración,  tributo  de  gratitud  y  pago 
de  una  deuda  de  justicia,  imprímese  vuestro  esclarecido  nombre 
al  frente  de  estas  páginas.  [Lástima  que  sea  tan  pobre  la  lápida 
para  tan  noble  inscripciónl 

Acreditando  una  vez  más  la  generosidad  propia  de  la  gran- 
deza verdadera,  os  habéis  dignado,  con  mengua  del  tiempo  que 
os  íalta  para  vuestros  inacabables  y  elevados  estudios  y  para 
las  sagradas  funciones  del  ministerio  sacerdotal  y  religioso  apos- 
tolado, echar  una  mirada  compasiva  sobre  las  cuartillas  de  este 
Resmnen  conforme  se  iban  escribiendo,  y  dejar  en  ellas  testimo- 
nio fehaciente  de  la  minuciosidad  del  examen  y,  como  en  cuanto 
toca  vuestra  mano,  de  la  erudición  asombrosa  y  del  tino  crítico 
que  os  hacen  uno  de  los  príncipes  y  soberanos  de  la  disciplina 
histórica  en  la  Europa  moderna. 

Madrid,  i.°  Mayo  1914. 

Jíngel  Salcedo  l{mz. 


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Dos  palabras. 


Pasen  de  largo  los  sabios;  no  es  para  ellos  este  libro. 
Como  su  tftulo  declara,  es  un  Resumtn,  y  busca  su  público  en  el  gremio 
estudiantil  y  en  aquella  multitud  de  gentes  ilustradas  que  desean  conocer  la 
historia  de  su  patria  y  saberla  conforme  á  los  últimos  adelantos  de  la  inves- 
tigación erudita  y  crítica,  pero  que  por  la  índole  de  sus  estudios  6  por  sus 
ocupaciones  profesionales  no  pueden  dedicar  á  esta  tarea  ni  el  dispendio  ni 
el  tiempo  necesario  para  adquirir  y  leer  las  obras  voluminosas  y  la  muche- 
dumbre de  monografías,  opúsculos,  conferencias,  discursos  y  artículos  en  que 
anda  esparcida  esa  última  palabra  de  la  ciencia  histórica. 

No  hace  muchos  días  que  el  docto  académico  D.  Jerónimo  Becquer,  en 
articulo  publicado  en  ¿a  Época,  se  lamentaba  de  la  falta  de  libros  manuales 
vulgari^adores  del  copiosfsimo  caudal  de  investigaciones  y  sana  critica  crea- 
do por  tantos  varones  doctos  é  infatigables  para  el  trabajo.  Este  libro  quiere 
ser  uno  de  esos  que  el  Sr.  Becquer  echa  de  menos. 

Comprende  tres  partes  distintas,  ó  mejor  dicho,  cuatro. 
La  primera  (438  páginas),  distribuida  en  diez  y  seis  capítulos,  es  el  re- 
sumen de  nuestro  pasado,  desde  la  formación  geológica  del  suelo  peninsular 
hasta  la  guerra  de  la  Independencia.  Se  ha  procurado  familiarizar  al  lector 
con  las  fuentes  directas,  indicando  precisamente  lo  que  dicen  ellas  y  advir- 
tiendo lo  que  omiten  para  que  puedan  darse  cuenta  de  los  que  son  hechos 
Probados,  ó  por  lo  menos  datos  probailes,  y  los  distingan  de  las  conjeturas  ó 
las  moenciotus,  que  tanto  abundan  en  nuestros  más  acreditados  libros  de  his- 
toria. Los  faístoríadores  antiguos,  más  artistas  ó  literatos  que  científicos,  as- 
piraban á  convencer  á  su  público  de  que  sabían  ellos  perfectamente  cuanto 
había  ocurrido  en  el  período  historiado,  y  de  aquí  los  inventos  con  que 
llenaban  las  lagunas  de  su  inevitable  ignorancia.  Vinieron  luego  los  historia- 


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HISTORIA   DE  ESPAÑA 


dores  ñlosófícos  y  politices,  para  quienes  los  hechos  eran  argumentos  con  que 
probar  tesis  preconcebidas.  ;Y  qué  no  ha  de  idear  quien  aprecia  el  dato  como 
razón  para  ganar  su  pleito?  Quien  de  veras  quiera  iniciarse  en  la  Historia  á  la 
moderna,  no  sólo  tiene  que  aprender  muchas  cosas  nuevas,  sino  que  olvidar 
otras  muchas  que  han  pasado  por  keckos,  y  no  son  más  o¿at  figur aciones. 

La  segunda  parte  (desde  la  página  439  á  ta  665)  es  una  monografía  del 
reinado  de  Fernando  VII,  y  se  le  ha  dado  esta  extensión  porque  ese  período 
tiene  singularísima  importancia  para  los  lectores  de  nuestra  ¿poca,  toda  vez 
que  constituye  lo  que,  parodiando  á  Taine,  podemos  llamar  Orígenes  de  la 
España  contemporánea:  entonces,  en  efecto,  planteáronse  todas  las  cuestiones 
religiosas,  políticas  y  sociales  que  aún  están  sobre  el  tapete,  y  nuestro  tiempo 
no  es  sino  la  prolongación  de  aquel  tiempo.  La  historia  del  reinado  de  Fer- 
nando Vil  se  ha  escrito  muchas  veces,  algunas  en  absolutista,  otras  —  las 
más  —  en  liberal.  Nosotros  hemos  ensayado,  y  sentiríamos  extraordinaria- 
mente no  haberlo  conseguido,  escribirla  tn  kisíoriador. 

La  tercera  parte  (desde  la  página  665  á  la  912)  son  unos  Anales  contem- 
poráneos. Cada  año,  desde  el  29  de  Septiembre  de  1833  al  31  de  Diciembre 
de  1912,  es  objeto  de  una  breve  crónica  en  que  se  apuntan  los  principales 
acontecimientos  sociales,  religiosos,  políticos  y  militares,  y  basta  1868  tam- 
bién los  de  orden  científico,  literario  y  artístico,  sin  excluir  la  tauromaquia, 
que,  aunque  lo  deploremos  algunos,  tiene  tanto  interés  para  muchos,  y  da  á 
nuestro  desenvolvimiento  histórico  un  rasgo  especial  de  fisonomía.  En  obse- 
quio á  la  brevedad,  ó  mejor  dicho,  para  no  hacer  demasiado  voluminoso  el 
libro,  desde  1868  se  ha  omitido  esta  parte,  tan  interesante  de  suyo,  asi  como 
en  todos  los  Anales,  citar  las  fuentes  de  que  brota  y  en  que  se  apoya  la  re- 
lación de  hechos.  Más  sentimos  no  haber  incluido,  siquiera  fuese  sucinta- 
mente, la  historia  de  las  naciones  de  América,  nuestras  hermanas;  pero  nues- 
tro libro  comprende  toda  la  de  la  emancipación  ó  separación,  con  lo  que  las 
grandes  figuras  de  Bolívar,  San  Martin  y  demás  caudillos  hispano  america- 
nos, reverenciados  al  otro  lado  del  Océano  como  padres  y  fundadores  de 
pueblos,  se  ofrecen  en  estas  páginas  con  el  conveniente  relieve,  quizás  por 
vez  primera  en  un  Mannat  de  Historia  de  España  escrito  en  la  Península. 

La  cuarta  parte,  á  que  nos  referimos  arriba,  y  qué  quizás  muchos  apre- 
cien más  que  ninguna,  está  esparcida  por  todo  el  libroi  es  la  Historia  gráfica 
de  la  civilización  española,  por  el  notable  artista  D.  Manuel  Ángel.  Comprende, 
como  verá  el  lector,  una  copiosa  ilnsíradón  preiisíórica,  otra  no  menos  inte- 
resante de  obras  artísticas,  reproducciones  de  cuadros  de  asunto  histórico, 
dibujos  originales  del  Sr.  Ángel  interpretando  escenas  y  sucesos,  retratos 
morales,  6  sea  imaginados  por  el  mismo  artista  en  virtud  de  los  datos  histó- 
ricos, y  de  cuya  importancia  no  cabe  dudar  en  una  obra  que  aspira  á  intere- 
sar á  los  niños,  pues  es  sabido  que  la  representación  gráfica,  aunque  no  sea 
real,  es  el  mejor  instrumento  pedagógico  para  ñjar  en  las  mentes  infantiles  el 
recuerdo  del  personaje  retratado,  y,  finalmente,  dos  seríes  que  han  de  agra- 


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HISTORIA   DE  BSFANA  1 3 

dar  á  todos:  uoa,  la  historia  del  traje  en  España,  desde  los  tiempos  primitivos 
hasta  nuestros  dias;  otra,  la  galería  de  retratos  de  personajes  amtetnporáneos. 
Para  el  mejor  conocimiento  de  su  Historia  gráfica  ha  redactado  el  Sr.  Ángel 
unas  notas  explicativas  que  van  en  el  texto,  con  la  conveniente  distribución 
li  separación  de  las  del  cuerpo  del  libro.  Quizás  repare  algún  lector  meticulo- 
so que  no  siempre  coinciden  los  datos  y  apreciaciones  de  las  notas  explicati- 
vas del  artista  con  los  del  texto  y  notas  de  éste:  no  achaquen  á  descuido  la 
discrepancia;  es  que,  tan  respetuosos  con  la  obra  artística  como  con  la  lite- 
raria, hemos  querido  que  dentro  del  Resumen  kistórico- critico  vaya  la  Histo- 
ria gráfica  de  la  civilización  española  de  D.  Manuel  Ángel,  formando,  no  un 
accidente  ó  complemento  de  aquél,  sino  un  cuerpo  orgánico  independiente. 


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PRELIMINARES 

LMoinbres  Je  España.— t.  Unidad  j  variedad  geográficas  de  nuestra  Península. — 3,  Su  re  Helo 
en  naetlra  Historia.  —  t.  Poimacidn  geológica  del  macizo  peoinsaiar.  —  5.  Descripción 
snmaria  de  la  Península. 


1.  —  <La  postrera  de  las  tierras  bada  donde  el  Sol  se  pone  es  nuestra 
España>  (i).  De  aquí  que  la  llamaran  los  gnegos  Hesperia,  ó  región  del  ocaso. 
También  fué  denominada  por  los  antiguos  Iberia,  tierra  de  los  iberos,  ó  ba- 
ñada por  IberHs  ó  Ebro,  <el  histórico  rio  que  á  tuda  la  Península  da  nom- 
bre>  (2).  Mas  la  denominación  que  ha  prevalecido  es  España,  de  origen  feni- 
cio (Spamia  en  lengua  pícnica,  ffispania  en  latfn),  derivada  de  Span,  vocablo 
sobre  cuyo  significado  porfían  los  etimologistas.  Según  unos,  querfa  decir 
oc%Uo,  y  se  aplicó  á  nuestra  tierra  por  los  comerciantes  de  Tiro  y  Sidón 
atendiendo  á  que,  como  tan  apartada  de  la  suya  y  de  todas  las  regiones  en 
que  á  la  sazón  florecía  la  cultura,  era  poco  menos  que  desconocida  para  los 
hombres  civilizados,  únicos  dignos  de  figurar  en  la  Historia;  según  otros, 
Span  es  conejo,  y  Spauia,  por  tanto,  región  abundante  en  conejos.  Monedas 
del  tiempo  de  Adriano  que  representan  á  España  como  una  matrona  sentada 
con  un  conejo  á  los  pies  atestiguan  que  en  aquella  época  era  creída  esta  úl- 
tima versión  etimológica. 

2.  ^  Lo  que  importa  dejar  sentado  es  que  Iberia,  Hesperia  y  España  — 
términos  sinónimos  —  no  ciñen  su  significación  al  reino  que  ahora  llamamos 
España,  sino  que  comprenden  también  á  Portugal,  ó  sea  que  España  es  toda 
la  Península,  unidad  geográfica  perfecta  que  <parte  término  con  Francia  por 
•los  montes  Pirineos  y  con  África  por  el  angosto  estrecho  de  Gibraltar,  tiene 
>6gura  y  semejanza  de  un  cuero  de  buey  tendido,  que  así  la  comparan  los 
•geógrafos,  y  está  rodeada  por  todas  partes  y  ceñida  del  mar,  si  no  es  por 

•  la  que  tiene  por  aledaño  á  los  Pirineos,  cuyas  cordilleras  corren  del  uno  al 
•otro  mar  y  se  rematan  en  dos  cabos  ó  promontorios»  (3).  <No  cabe  posición 
•geográfica  más  señalada,  ni  hubo  jamás  límites  más  patentes  —  dice  un  his- 

•  toriador  notable;  —  y  nosotros  añadimos:  ni  condiciones  más  ventajosas  para 

•  la  constitución  de  un  grande  Imperio»  (4). 


MuiaDB,  Hiiloña  di  España. 

Menéndez  Pelado. 

Mariana,  ídem. 

G&mez  de  Arteche,  Geegra/ía  hislérkú-mililar  de  España  y  Psrtu^l. 


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l6  HISTORIA   DE  SSPAÍÍA 

Á  esta  unidad  de  conjuoto  corresponde,  sin  embargo,  dentro  de  la  Pen- 
fnsula  la  más  rica  variedad  de  condiciones  y  circunstancias  geográficas.  <£s 

•  difícil  hallar,  dí  en  la  geogénesis,  ni  en  la  constitución  geológica,  ni  en  la 

•  orografía,  ni  en  la  hidrografía,  ni  en  el  clima,  ni  en  la  vegetación,  un  rasgo 
•dominante,  un  carácter  exclusivo  que  pueda  considerarse  como  general  á 
(toda  la  región  española».  'Pudiera  decirse  que  el  carácter  distintivo  del  te- 

•  rritorio  español  es  no  tener  ninguno»  (ij.  Ó,  mejor  dicho,  tenerlos  todos. 
Separada  del  resto  del  mundo  por  barreras  ó  límites  inconfundibles,  España 
es  un  microcosmos,  y  cuanta  variedad  ostenta  la  Tierra  en  la  muchedumbre 
de  sus  regiones  ofrécese  aquí  condeusada  y  reducida  dentro  de  un  territo- 
rio relativamente  pequeño.  A  pocas  leguas  de  comarcas  privilegiadas  por  su 
fertilidad  y  dulzura  de  clima,  verdaderos  paraísos  que  recuerdan  los  cam- 
pos Elíseos  ó  el  jardín  de  las  Hespérides,  dilátanse  vastas  llanuras  que  son 
ceñudas  estepas  semejantes  á  desiertos  africanos;  hay  montañas  calvas  en 
que  los  rayos  solares  caen  sobre  las  piedras  calcinadas  como  piensan  los  as- 
trónomos que  hieren  á  las  rocas  en  los  paisajes  lunares,  mientras  que  otras 
montañas,  cubiertas  de  vegetación  exuberante,  protegidas  del  sol  por  vapo- 
res de  agua  constantemente  difundidos  en  la  atmósfera,  muestran  el  grato 
espectáculo  de  las  tierras  altas  de  Escocia  ó  de  los  encantadores  valles  de 
Suiza,  El  viajero,  según  llegue  á  la  Península  por  una  ú  otra  de  sus  entradas, 
ó  según  la  comarca  que  recorra,  forma  de  nuestro  suelo  una  idea  distinta:  ya 
le  parece  la  más  hermosa,  la  más  feraz  y  la  más  habitable  de  todas  las  regio- 
nes del  planeta,  ya  la  más  horrible,  la  más  estéril  y  la  más  ingrata  para  sus 
infelices  habitantes. 

3.  —  Esta  unidad  y  variedad  del  medio  geográfico  refléjase  tan  intensa  y 
constantemente  en  nuestra  historia  (z),  que  si  cabe  señalar  para  ésta  una  ley 
general,  es  sin  duda  la  de  la  unidad  y  la  variedad.  Desde  que  conquistaron 
nuestra  Península  los  romanos  España  ha  formado  algunas  veces  una  unidad 
política  correspondiente  á  su  perfecta  unidad  geográfica,  y  en  otras  ocasio- 
nes se  ha  dividido  en  reinos  ó  estados  autónomos,  y  aun  rivales  y  enemigos 
entre  sí.  Pero  cuando  constituyó  unidad  siempre  hubo  elementos  que  ten- 
dieron á  fraccionarla  y  dividirla;  y  cuando  se  dividió  y  fraccionó  hubo,  cons- 
tantemente también.factores  que  operaron  por  volver  á  juntarla.  Parecen  indi- 
car á  una  la  Naturaleza  y  la  Historia  que  nuestra  Península  es  asiento  adecuada 
para  un  solo  Imperio;  mas  no  para  un  Imperio  de  absoluta  homogeneidad  in- 
terna y  de  administración  severamente  centralizada,  sino  para  uno  en  que  la 
autoridad  suprema  del  Estado  sea  como  unidad  superior  que  abarque  y  ar- 
monice, respetándolas  y  protegiéndolas,  las  inferiores  unidades  regionales. 

4.  —  .\  través  de  los  siglos  vemos  cumplida  esta  ley,  y  cabe  añadir  que  su 
fundamento  arranca  de  la  misma  constitución  geológica  de  nuestro  territorio. 

No  es  propio  de  la  Historia  de  España,  sino  de  la  Universal,  el  estudio  de 
la  formación  del  globo  terráqueo;  formación  paulatina  y  gradual  en  incalcula- 
ble serie  de  siglos  (3),  que  ha  ido  dejando  sus  huellas  en  los  estratos  ü  capas 


(i)     Ríseña  /¡íográfica  y  eiltbiillira  dt  Eifaña  psr  ¡a  Diretción  gitural  Ji¡  Iníittuto  Getg'á- 
fico  Y  EslaáislicB. 

|l)    Sobre  este  panto  de  la  ÍDlIuencia  del  medio  ^topifica  en  el  desarrollo  histórico 


aie  Ensavo  di  análisis  y  sinttsis  giográficas,  por  D.  Carlos  Garcfa  Alonso,  de  la  Real  Socie- 
d  GeogrAñca  y  profesor  de  la  Escuela  SupenOT  de  Cutris.  Madrid,  1911.  Es  un  tratado  tan 

!ro  de  años  trasi 
iel  hombre,  es  cii 
líos  más  moderad 
nto,»  (Goniilez  1 

,,,  Google 


profundo  como  de  breve,  fácil  y  amena  lectora. 

(3)  o  , , ,  aunque  no  podemos  evalnar  exactamente  el  número  de  años  trascuirídos 
desde  la  aparición  del  primer  organismo  viviente  hasta  la  creación  del  hombre,  es  cierto  qne 
ese  número  no  puede  expresarse  sino  por  muchos  millones.  Los  cálculos  más  moderados  atro- 
jan como  mfnimum  veínle  millones  de  años,  y  como  máximum,  ciento,»  (Goniilez  de  Arin- 
tero,  El  Examiroit  y  la  ciíHíia  medima.) 


ti 


sobrepuestas,  coo  razón  comparadas  i  las  hojas  mal  encuadernadas  de  un  libro, 
constitutivas  de  la  corteza  terrestre.  Examinando  la  especial  de  nuestra  Pen- 
ínsula descúbrese  como  primera  verdad  ó  punto  de  partida  de  su  desarrollo 
geológico  que  lo  más  antiguo,  «la  cuna  y  principio  del  continente  que  debía 
»ser  nuestra  Espafia»  (i),  fué  una  isla  de  granito  compuesta  de  casi  todo  lo 
que  hoy  es  Galicia,  gran  parte  del  norte  y  aun  del  centro  de  Portugal,  y  algo 
de  León  y  Extremadura.  No  estuvo  siempre  sola  esa  gran  isla,  sino  que  pasó 
i  cabeza  de  numeroso  archipiélago;  separada  de  ella  por  ua  estrecho  hubo 
otra,  también  de  extensión  considerable,  que  comprendía  Avila,  Segovia, 
Béjar  y  Toledo,  con  las  sierras  de  Gredos  y  Guadarrama,  dilatándose  por  el 
Sur  hasta  Orgaz  y  Navahermosa.  Más  al  mediodía  surgieron  aquí  y  allá 
muchos  islotes,  algunos  no  pequeños,  unos  en  lo  que  ahora  es  Portugal  y 
otros  en  lo  que  actualmente  es  reino  de  España.  Hacia  Norte  y  Levante  las 
tierras  no  cubiertas  por  el  mar  eran  harto  más  exiguas  y  raras:  los  Picos  de 
Europa,  algo  de  Cataluña,  y  sobre  todo  una  serie  de  islotes  marcando  las 
que  muchos  siglos  más  tarde  habían  de  ser  crestas  pirenaicas.  Tal  fué  el 
primitivo  diseño  de  esta  Península  en  aquellas  edades  tan  remotas,  vecinas 
de  la  ígnea  ó  plutónica,  ó  sea  de  la  ebullición  de  todas  las  materias  que  for- 
man el  globo  terráqueo;  mares  cubrían  ya  enteramente  su  corteza,  y,  relati- 
vamente a  la  edad  anterior,  el  enfriamiento  había  adelantado  mucho;  mas  era 
todavía  tal  el  calor,  que  derretía  la  sihce  y  hacía  imposible  toda  vida  en  el 
planeta  (a). 

5.  —  He  aquí  en  breve  síntesis  las  principales  tras  formaciones  expe- 
rimentadas por  nuestro  territorio  desde  su  primoral  aparición,  ya  indicada, 
hasta  que  fué  morada  del  hombre. 

En  el  periodo  carbo  ífcro  el  primiiívo  archipiélago  hispánico  ensanchóse 
considerablemente.  Las  dos  grandes  islas  ( gala  ico-portuguesa  y  Ávila-Se- 
govia)  se  juntaron,  constituyendo  una  extensísima  que  bajaba  por  el  Sur 
hasta  to  que  hoy  es  provincia  de  Huelva,  y  por  Lev  nte  hacia  un  espacioso 
golfo,  en  cuyo  centro  estaba  et  terreno  donde  actualmente  se  asienta  Ma- 
drid. Las  otras  islas  aumentaron  también  en  número  y  extensión;  los  Piri- 
neos marcaban  ya  su  presente  configuración,  aunque  rodeados  del  Océano 
por  todos  lados.  Finalmente,  al  concluir  lI  periodo  los  mares  interiores  de  la 
Península  se  habían  convertido  en  inmensos  pantanos,  sobre  los  cuales  se  al- 
zaban islas  innumerables,  cubiertas  de  la  más  portentosa  vegetación. 

Como  que  este  periodo  carbonífero  fué  el  del  reinado  de  las  plantas;  y 
de  su  gigantesca  Sora,  sólo  dando  riend.i  suelta  á  la  fantasía  podemos  for- 
marnos idea,  «Figurémonos,  no  bosques,  sino  hacinamientos  de  vegetales 
•pantanosos  brotando  unos  sobre  los  otros;  agrandemos   las   imágenes  de 

•  tal  modo  que  las  equisetáceas  (colas  de  caballo)  sean  alias  como  álamos 

•  blancos;  los  heléchos,  como  palmas;  los  licopodios,  como  encinas*  (3).  «Bos- 
•ques  admirables  de  coniferas,  de  gigantescas  siguillarias,  de  elegantes  lepido- 
•dendros,  de  gallardos  loma tophloí eos,  de  graciosos  calamites,  unidos  por 
•multitud  de  licopodiáceas,  de  equisitáceas  y  de  heléchos  herbáceos,  exten- 
•dian  por  doquier  sus  apretados  tallos,  formando  masas  sombrías  donde 
•revoloteaban  algunos  escasos  insectos  ó  se  deslizaban   extraños  anfibios, 


(2|  Slr  W.  Ijgan  ha  señalada,  lin  embargo,  en  aquella  primen  edad  la  eiiilcnci 
otoon  eanaárnit  como  oreiniíinD  primitivo;  i  muchos  eeúloeos  les  parece  dudoso  qu 
ifalmente  na  orginitmo.  De  lodos  modos,  sólo  aparece  al  fin  ie  la  edad,  y  en  España 
han  enconlrido  todavía  sus  fósiles;  ünicarnente  Mr,  Oarrlgon  ha  creído  hallarlos  en  los 
n«»  IraDceses. 

(3)    Dupaigne.  La  Moitlagaa. 


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|8  HISTORIA   DB  ESPAÑA 

•como  Única  muestra  de  la  vida  aaimali  (i).  Aquella  colosal  vegetación,  de 
cuya  vista  no  pudo  disfrutar  el  hombre,  ha  rendido,  sin  embargo,  á  la  espe- 
cie humana  muchos  mulares  de  años  después  de  su  florecimiento  el  tributo 
de  su  fuerza:  la  industria  del  siglo  xix  no  hubiera  sido  posible  sin  el  carbón 
de  piedra;  es  decir,  sin  los  yacimientos  dejados  en  la  corteza  terrestre  por 
el  período  carbonífero. 

Tras  el  periodo  carbonífero  vino  el  pérmico,  cuando  ya  casi  lodo  el  suelo 
de  nuestra  Península  estaba  fuera  de  las  aguas,  el  África,  unida  á  ella,  y  la  cor- 
dillera Penibética,  enlazada  con  la  MarÜnica,  cortaban  la  comunicación  entri; 
el  Mediterráneo  y  el  Atlántico.  El  período  pérmico  parece  ser  de  gran  retro- 
ceso ó  decadencia  en  las  fuerzas  productivas  de  la  Tierra.  Con  él  termina  el 
ciclo  de  la  vida  más  antigua,  y  empieza  luego  la  era  mesoojoica  ó  secundaria, 
dividida  en  tres  períodos;  tridsico,  jurásico  y  creldceo.  «Durante  esta  era  de 
ncalma  reinan  los  reptiles  como  señores  casi  absolutos  de  la  superficie  del 
•globo:  apenas  si  se  batían  vestigios  de  ciertos  mamíferos  inferiores,  precur- 
■sores  de  la  edad  venidera,  y  las  aves  que  aparecen  ostentan  caracteres 
■mixtos  que  las  acercan  mucho  á  los  reptiles'  ¡2).  Eran  reptiles  voladores, 
con  cabeza  de  pájaro  y  alas  de  murciélago:  uso:!  verdaderamente  los  drago- 
unes  de  la  fábula,  y  ni  la  imaginación  en  sus  mayores  extravíos  pudo  inven- 
»tar  una  colección  de  monstruos  semejantes  á  los  que  vivieron  en  el  período 
•jurásico!  (3). 

La  edad  terciaria  se  caracteriza  á  su  ve£  por  la  aparición  y  predominio 
de  los  mamíferos,  «Los  continentes  adquieren  sus  dimensiones,  sus  principa- 
■les  rasgos  y  sus  relieves  actuales»  (4).  'Las  condiciones  físicas  y  biológicas, 
•hasta  entonces  notablemente  uniformes,  se  diferenciaron  hasta  el  punto  de 
•producir  la  variedad  que  caracteriza  á  la  era  modernai  (5).  iLos  dos  reinos, 
•animal  y  vegetal,  habían  llegado  á  su  apogeo;  todo  clamaba  ya  por  la  apari- 
■ción  del  hombre,  porque,  según  la  prudente  reflexión  de  Boyd-Davokius, 
•reproducida  y  confirmada  por  Lapparent,  en  cualquier  punto  de  vista  en 
■que  uno  se  coloque,  el  hombre  debe  aparecer  como  el  coronamiento  del 
•  mundo  orgánico  luego  que  el  reino  animal  y  el  vegetal  adquieren  todo  su 
■desarrollo.  Y  entonces,  al  terminar  el  pliocénico,  postrer  período  de  la 
■edad  terciaria,  debió  de  aparecer  el  hombre,  por  lo  mismo  que  no  se  han  ha- 
■  liado  aún  señales  de  su  existencia  hasta  dentro  de  la  edad  cuaternaria,  y 
■que  tales  señales  aparecen  desde  que  principia  esta  edadi  (6). 

Los  cambios  experimentados  por  el  territorio  peninsular  durante  estos 
larguísimos  períodos  no  son  para  expuestos  sumariamente,  ni  su  determina- 
ción es  tan  segura  que  muchos  de  tos  puntos  que  se  tienen  por  más  averigua- 
dos no  den  cómodo  asidero  á  las  controversias. 

De  aquella  elaboración  de  la  Naturaleza  resultó  este  macizo  peninsu- 
lar, que  es  como  inmenso  promontorio,  con  una  extensa  meseta  por  cima  y 
vertientes  muy  desiguales;  una  rápida  hacia  el  Mediterráneo;  otra  suave 
hacia  el  Atlántico.  Separado  de  Europa  y  defendido  en  toda  la  costa  Norte 
por  los  montes  Pirineos,  muéstrase  á  su  vez  cortado  en  trozos  ó  regiones 
por  las  cordilleras  que,  arrancando  de  los  Pirineos,  lo  cruzan  y  recruzan  en 
todas  direcciones.  La  altura  del  suelo  es  tan  diversa  de  región  á  región,  y 

ID    Bolellm  ob.  dL 

12)    LtppiTtn.TralUdeQíoIogle 

0)    Conlcglin. 


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aun  de  comarca  á  comarca,  que  determina  una  variedad  de  temperatura 
como  en  pocas  otras  tierras  podrá  observarse:  desde  i3  grados  bajo  cero  á 
que  se  ha  llegado  algunos  inviernos  en  ciertos  parajes,  hasta  40  y  48  grados 
á  que  sube  con  frecuencia  en  otros  casi  todos  los  veranos.  Efecto  también 
de  esa  desigualdad  de  nivel  es  que  Hueva  tan  poco,  excepto  en  ei  Norte  y 
Noroeste,  y  que  las  aguas  dulces  se  distribuyan  pésimamente,  alieroando  la 
devoradora  sequía  con  las  inundaciones  asoladoras.  «Los  lugares  marítimos 
•lienea  abundancia  de  pesca,  de  que  padecen  falla  los  que  están  tierra  más 
■adentro,  por  caerles  el  mar  lejos  y  tener  España  pocos  ríos,  y  lagos  no  mu- 
•chosii  (1).  La  comunicación,  en  efecto,  de  las  costas  con  el  Centro  ha  sido 
difícil  en  todos  épocas,  y  cada  comarca  costera  ha  formado  como  una  nación 
aparte,  con  fisonomía  geográfica,  producción,  costumbres  y  hasta  modo  de 
hablar  diverso,  y  todas  ellas  han  aventajado  á  la  meseta  central  en  clima,  ri- 
queza y  población.  De  aquí  la  tendencia  á  la  disgregación  regional,  con^atida 
ó  moderada  por  el  sentimiento  de  la  unidad  peninsular,  fundado  ó  robusteci- 
do en  ta  idea  de  no  ser  suficiente  cada  región  para  constituir  un  solo  im 


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11 

PREHISTORIA 

!.— 7.  Lo  quí  noB  revela  li  Oíolost»;  la  tiprcit 


6,— La  Sagrada  Escritura  cita  eoire  los  hijos  de  Jafet  á  Túbal  (i).  Al 
exponer  este  pasaje  del  Génesis,  Joscfo  sienta  que  »los  nietos  de  Noé,  á  fin 
"de  honrar  su  memoria,  dieron  sus  respectivos  nombres  á  las  tierras  en  que 
vfueroD  cada  uno  á  establecerse  después  del  diluvio*;  y  en  la  enumeración 
de  pobladores  y  tierras  dice:  nTübal  dio  su  nombre  á  los  lobelianos,  que  al 
"presente  se  llaman  iberoS"  (2).  Estos  textos  tan  vagos  han  bastado,  sin  em- 
bargo, para  construir  toda  una  historia  de  la  primitiva  población  de  l£spaña. 
■Túbal,  hijo  de  Jafet  (escribió  nuestro  historiador  clásico),  fué  el  primer  hom- 
nbre  que  vino  i  España;  asi  lo  sientan  y  certifican  autores  muy  graves,  que 
i>en  esta  pane  del  mundo  pobló  en  diversos  lugares,  poseyó  y  gobernó  á  Es- 
»paña  con  imperio  templado  y  justo»  (3).  Y  hasta  se  ha  disputado  sobre  los 
parajes  de  la  Península  en  que  puso  su  residencia  Túbal,  señalando  unos  á 
Setúbat  en  Portugal,  otros  á  Tudela,  etc.,  sin  más  razón  que  e' 


(expHcaclón  de  ¡a  lámina  ¡}  (1). 

1.  Arcilla  arenosa.— Z.  Creaon.— 1.  Arenas.— 4.  Aieillas.-S.  Arenas  y  cantos.— fi.  Arenas.— 7.  Artnis 
con  silex  labrados.-8.  Arenas  arcillosas  con  huesos. -9.  Arenas  y  grava.- 10.  Quijos  con  silen  labrados.— 
11.  Cantos,  maigas  terciarias. 

El  esquelelo  que  aparece  en  la  parte  inferior  de  la  plana  es  de  un  Eleplias  Merídianalis,  caracterís- 
tico de  la  ípoca  terciaria.  Junio  í  ti  estl  la  calavera  de  un  oso  de  las  cavernas.  Sl|pi«  el  mamut,  elefante 
con  pelo,  del  periodo  paleolítico,  primero  de  la  ípoca  cuaternaria.  Después  el  teño,  del  período  mesalílieo, 
y  arriba  el  caballo,  como  representante  de  los  animales  domíslícos  del  periodo  neolítico.  Innwdiatimenie 
la  formación  actual. 

ID    LOS  PUEBLOS  PRIMITIVOS  Ó  PREHISTÓRICOS.-La  ÉpocK  de  la  pledr>.~Los  pri- 

p.iises  de  Europa,  en  los  sílex  tállanos.  Al  basificar  esias  piedras  y  darles  nombres,  los  eeol6|[os  Ifs  pusie- 
ron los  mismos  que  á  los  tres  perioilos  en  que  se  lilviiie  la  época  KCol6E¡ca  cualetniria:  la  época  pafeoZ/Iícd 
o  megollílca,  de  la  piedra  tallada;  l.i  mesolltlca,  de  la  piedra  perfeccionada,  y  la  aeollUca  ó  de  t»  piedra 


,,.CoogIc 


Historia  Gráfica  de  la  Civilización  Española 


y  parte  del  terciaria  de  San  Uidro  (Madrid). 

D,g,t7cdb/COOgIC 


33  HISTORIA    DI    SSfAHA 

En  cuanto  á  la  voz  iberos  con  que,  según  Josefo,  eran  designados  en  su 
tiempo  los  tobelianos,  se  debe  apuntar  que  es  de  origen  helénico  (i)  y  e:cpresa 
un  pueblo,  ó  mejor  dicho,  una  raza  á  que  en  general  griegos  y  romanos  atri- 
buyeron la  primera  población  de  España.  Terencio  Varron,  contempor&neo 
y  servidor  de  Císar  (3),  y  al  que  tanto  elogió  Marco  Tulio  por  haber  revelado 
á  los  romanos  su  historia  nacional  (3),  más  erudito  que  historiador,  sin  em- 
bargo, y  como  erudito  nada  critico,  escribió  que  nuestra  Península  «fué  con- 
■quisiada  sucesivamente  por  los  iberos,  los  persas,  los  fenicios,  los  celtas  y 
»los  cartagineses». 

Pero  ¿quiénes  eran  los  iberos?  ¿De  dónde  y  cuándo  vinieron  á  España? 
Nada  se  sabe.  En  el  siglo  xvi,  cuando  tamas  y  tan  toscas  patrañas  se  trató 
de  incorporar  á  nuestra  historia,  inventóse  un  ¡bero,  hijo  de  Noé,  que  dio  su 
nombre  al  rio  y  á  la  descendencia  que  dejó  en  sus  márgenes;  especie  que  re- 
chaza Mariana,  (Como  quier  que  sea  antes  vcrosimil  que  los  iberos  que  mo- 
i<rabaa  el  monte  Euxino,  entre  Coicos  y  las  Armenias,  cercados  de  los  montes 
■CáucBSos,  vinieran  en  gran  número  á  España,  y  fundado  que  hubieron  ta 
"Ciudad  de  Iberia,  cerca  de  donde  hoy  está  Tortosa,  comunicaron  su  nombre 
■  y  lo  pusieron  primero  al  río  Ebro,  después  á  toda  la  provincia  de  España^. 
Esta  verosimilitud  que  halla  Mariana  está  contradicha,  empero,  por  un  texto 
de  Sirabon,  según  el  cual  los  iberos  de  Asia  eran  colonia  de  los  de  Europa. 

Lo  cierto  es  que  el  origen,  asiento  y  vicisitudes  de  los  iberos  está  cu- 
bierto para  nosotros  por  el  impenetrable  velo  del  tiempo.  Unos  los  suponen 
de  procedencia  asiática,  llegados  á  nuestra  tierra  en  la  edad  del  bronce,  ya 
por  los  Pirineos,  ya  por  el  Estrecho,  entonces  istmo  de  Gibraliar,  y  aun  sv 


(1)    .Por  primer» 

et  suena  en  n 

viajero  griego  del  siglo 

VI  (..  de  ].  C.1 

llamado  Scilix.>  (Alu- 

m    Eiltleeonlifl 

a  creación  de  li 

primer 

■  biblialeca  piíblic 

eti  Roma. 

Oí    lErunoicomo 

ciudad;  tn>  libros 

noi  U  han  hec 

0  conocer:  gracias  á  t> 

etc.  (Cicerón  i  Varron.)  Se  dice 

«los  VirrOD  lubl*  ttcrilo 

480  llbroi  lobre 

tod» 

IscnstrtB  y  lii  cuesís  lab 

mdu  en  las  roca 

,~^ 

de  esto  rs  lógico 

suponer  que e 

hombre  se  rcfiieló  en 

tu  cuevM  y  cavemia  n>t 

ral«;  y  isl  deb 

i' de  ha 

ler  sucedido,  cotn 

parecen  aiestlguirlo  muchas  seflilei 

ntraton.  Sí  por 

0"  irbofS'nlIííc»  ["tibí 

la  prueba  ño  podía  ptrsi 

lir. 

En  ti  Norte  dr  Esp 

nr^erMeVo" 

adcF 

ancia  hay  mullilu 

ac  CBvornas  d 

lacubiertai  en  eslos  ñl- 

linoi  liempo»,  en  ¡tí  cuales  le  encuentríti  prueb 

s  ir recusables  de 

ue  han  sido  h 

abiladas  por  el  hombre 

cha  es  imposible 

alcular.  De  es 

as  cuevas  ton  tamos». 

entre  luet|nn(il«.U<  de 

AIUinlta(piov 

San(arder),  Casti 

0,  Hornos  de 

a  Pefta.  Covalanas,  Li 

Hlu,S*ntilube1]rolrM 

Muchas  esUn 

ecorsd 

as  con  dibujos  esg 

afiados  en  la 

oca  y  policromados  que 

alcanun  raía  perfecdón. 

Despuéf  de  eilas  manifestaciones  de  civlliíaclón  ni 
conalrucciones  megalillcas. 

Novinrat  1  pretender  aquí  fijar  la  cronología  de  los  monumento?  prehislúrl eos,  paralo  qne 
mos  autoridad;  pero  lodo  el  mundo  sabe  que  la  ludeía  úr  una  obra,  como  el  atraso  de  un  pueblo, 
nen  antirledad  en  la  una  ni  en  e 
tica  (de  Ta  piedra  Ullada).  otras  t 
hacia  slplos  hablan  entrada  en  la 

Hacemos  eitas  consideraci 
le  respecto  1  la  antigüedad  de  los  monumentos  prehistóricos,  sostenidas  ambas  por  perionalldades  de  gran 

La  primera  sostiene  que  los  monumenlos  megalllicos  pertenecen  al  primer  periodo  geoló^co  de  la 
ípococa  cuaternaria  (el  paltolltko),  v  son  obras  de  la  raía  de  Coiataiíf:  que  estos  monumentos  Se  perfec- 
cionaron dorante  el  periodo  meiollllco  con  la  raía  de  Cro-Magnon  {ipaci  de  \>,  pitdra  pirflccionada).  y 
llegan  1  la  pltttra  puHmenlada  con  la  raía  de  Furfooi  en  el  periodo  aeolillco,  ultimo  de  la  época  cuater- 
naria i  inmediato  í  la  ípoca  geológica  aclualmenle  en  formación. 

La  otra  niega  todo  eslo  y  sostiene  que  el  dolmtn  e^una  imitación  lasca  de  los  sepulcroi  de  MIceois. 
y  que  hablfadose  lormado  el  arte  mlctniano  despu^  de  la  guerra  de  1'raya,  sobre  el  siglo  X  <a.  de  1.  C), 

y  Occidente  deEuropi. 

Tampoco  nos  consideramos  con  autoridad  para  optar  por  cualquiera  de  estas  leorias.  Esta  clase  de 
estadios  ha  adquirido  recientemente  un  impulso  muy  grande;  cada  nuevo  hallazgoó  nueva  descubrimiento 
despeja  una  duda  O  plantea  un  nuevo  problema,  y  quizás  muy  pronto  lo  que  hoy  es  para  nosotros  un  mis 
lerio  será  nn  hecho  evidente  é  irrefutable.  A  esto  conltibuirin  de  modo  eficaz  en  cuanto  á  Espalla  respecta 


,,CoogIc 


diargsa  á  establecer  que  hubieron  de  entrar  aquí  como  conquisiadores,  des- 
alojando ó  sometiendo  á  una  población  más  antigua.  Otros  los  hacen  venir 
de  la  Atlántida,  y  aun  de  América.  Oíros,  y  su  opinión  ha  corrido  con  vali- 
miento, y  ven  en  ellos  tos  restos  fraccionados  de  un  gran  Imperio  que  en  el 
siglo  XV  ames  de  Jesucristo,  ó  quizás  antes,  comprendía,  no  sólo  la  Pen- 
ínsula española,  sino  vastas  porciones  de  Francia,  Italia  y  África.  Todo 
son  hipótesis  más  ó  menos  fundadas  en  datos  incompletos  é  inciertos,  soste- 
nidos con  mayor  ó  menor  ingenio. 

7. — La  ciencia  moderna  nos  permite  asegurar,  en  cambio,  que  hubo 
pobladores  en  España  desde  la  remotísima  edad  llamada  por  los  geólo- 
gos cuaiemaria,  ó  sea  desde  que  los  hubo  en  el  globo  terráqueo.  Todavía 
nuestra  Península  estaba  unida  con  el  África  por  el  Mediodía;  con  Italia,  y 
también  con  África,  por  Levante;  el  Mediterráneo  formaba  dos  grandes  lagos, 
r  al  Oeste  prolongábase  aquella  inmensa  extensión  de  terreno  que,  ya  cons- 
limyendo  una  sola  masa  continental,  ya  diseminada  en  islas,  unía  nuestra 
Europa  con  lo  que  tantos  siglos  después  había  de  ser  saludado  como  un 
nuevo  mundo.  «La  flora  pUocénica  era  riquísima  por  efecto  del  suave  clima 
•propio  de  la  edad  terciariai  (i)-  La  fauna,  no  menos  copiosa,  ofrecía  caba- 
llos, sucesores  del  extinguido  hipparione;  bueyes,  osos,  rinocerontes,  hipopó- 
tamos, y  también  el  elefante,  el  mastodonte,  el  mammuth  y  la  hiena  de  las 
cavernas.  Dos  veces,  por  lo  menos,  nuestro  hemisferio  fué  invadido  por  olas 
enormes  que  pasaron  rápidamente,  a.solándolo  y  barriéndolo  todo,  ó,  más 
^ien  dicho,  pr  ríos  de  hielo,  según  la  {e\iz  expresión  de  Carlos  Martins;  cata- 


(1)    Lippircni. 


«triordlnarloi  deuabrlmlcntoi  mliudos  por  el  lli 

ncioncí  pnolin  tcr  eilninuluy  «todiidaí  por  el  i 

Nui-itn  millón  ei  «justunos  1 1»  qu(  pod  t]>ii 


irrefntiblct  ion  loidleí  tillldoirnconlndos  ta  plrna  tpocí  terciarla  en  los  lerrencn  mioceno  y  püoceno, 
coma  lo  ion  lat  tillidos  limblín  del  período  paliollfíco,  los  peiíeccloniilos  del  maolltlco  y  ioípul'imto- 
lidot  del  titMHco.  (Vtinie  lu  limlnas  I  y  II.) 

PoFilo  que  eito  es  evident*,  cabe  pteaiintaT:  Los  sílex  de  estas  tte»  daseí  hallidot  en  las  cámiris 
sepalciales,  en  loi  Mlmtnet,  ¿suponen  en  éitoi  iiual  antigardad  respectiva? 

Ya  nemos  dicho  que  para  nosotras  laimperftcdóndeunaobra  no  supone  anli^rdad,  sino  el  estado 
de  atraso  en  que  el  pueblo  d  la  Iribú  que  la  eríeiá  se  hallaba.  Hay  ademis  otra  consideración  que  precisa 
iFUer  en  cuenta.  Hemos  hablado  de  tat  cuevas  de  Altatnira  y  deroáí.  Como  se  ve  en  el  grabado  (víanse  las 
iiminii  III  y  iV),  en  estas  cuevas  loa  animales  que  aprecen  representados  son  el  bisonte  y  el  tena,  ciiac- 
lerbticas  del  periodo  mtiolltlto,  el  segundo  de  li  época  geológica  cuaternaria. 

Por  «cepciAn  se  hallan  representados  el  Jabalí  y  efcabaTla,  este  último,  como  se  sabe,  pertenecienle 
al  ETOpo  de  liM  tnimales  doméiticos  que  caracterlian  el  periodo  {eolágica  siguiente,  el  neolítico,  último 
déla  época  euattraarla. 

Estas  pintora»  son  una  manileilaci6n  arllslica  sin  precedente  y  que  no  se  repite  en  la  historia  del  arte. 
U  espon  taneldid  y  la  Uruicza  del  trazo,  que  no  vacil*  jamás;  la  vida,  el  movimiento  y  el  vigor  de  carácter 
qne  supieron  dar  á  li  repreientaciftn  de  aquellos  animales,  son  verdadersmenle  ciltaordin arios,  )^  suponen 
uní  capacidad  mental  qne  no  puede  poseer  una  riza  Inferior,  y  un  estada  de  adelanto  muy  supeii.ii  al  que 
revela  la  piedra  perjeceionada.  no  súlo  por  las  facultades  poderosísimas  que  manifiestan  para  lo  gráfico 
en  sus  intoreí,  sino  i>orque  en  lis  mismas  cuevas  se  han  hallado  multitud  de  huesos  y  astas  de  renos 
con  grabados  tan  finos  y  delicados,  que  súla  con  instrumentos  muy  perfectos  pudieron  elecutarse.  (Véase 
li  lámina  II,  núm.  II.) 

En  U  época  á  que  pertenecen  estas  pinturas  atravesaba  Europa  un  periodo  (¡lacial.Pasadoíste,  con  la 
lutiAn  de  Us  nieves  sobrevino  liformiciún  llamada  df rovíom.  Este  tendmeno  ocasionó  trastornos  muv  i^rin- 
des  que  aniquilaron  i  la  Humanidad,  poniéndola  á  punto  de  desaparecer.  Nada  de  extraño  es  que  1  causa 
de  cito  se  «itlni^íeri  la  civilización  que  tan  brillantemente  con  esas  pinturas  se  iniciaba.  Aquella  noble 

iiereía  de  inimaTes  formidables;  que  le  disputó  el  albergue  en  luchas  terribles,  de  que  hay  leliales  en  la 
cueva  de  Altamira,  al  oso  de  las  cavernas,  por  el  cual  algunas  veces  fui  trágicamente  vencido,  y  que  ápesar 
'-r  una  vida  tan  dura  aún  le  quedaba,  por  el  vigor  de  su  genio,  tiempo  y  bumor  para  entregarse  al  arte, 


deiapareclA  como  el  pueblo  griego,  y  no  volvií 
iE»i5««  íB  el  datmení  Nosotros  créeme 


o  creemos  esto,  no  creemos  tampoco. 


qne  éste,  llámese  aii  6  peláiglco  ó  clclúpro,  es  una  lesultanie  del  dolmen,  es  decir,  del  arte  neollllco,  de  la 
cirllizaeiáa  de  la  piedra,  común  entonces  á  muchos  países,  y  que  en  Oréela,  por  ratones  de  mayor  adelanto 
y  aptitud  de  uta,  dio  un  paso  gigante,  dHando  atrás  i  los  demás  pueblos  de  Europa,  como  pocos  siglos 


,,  Google 


Historia  Gráfica  de  la  Citiuzacióm  Española 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


HISTORIA    DE    ESPAÑA 


i5 


clismo  que  inaugura  la  edkd  cuaíernaria,  y  que  se  dciVi  scotir  en  la  Península 
cspaftola  como  en  todas  partes,  aunque  quizás  más  atenuado  que  en  otras,  sí 
se  ha  di;  atender  i  los  rastros  que  ha  dejado  en  las  rocas>  (i).  Entre  la  primera 
y  la  segunda  inundación  medió  un  periodo  de  calma,  seguramente  muy  largo, 
en  que  se  restauraron  las  especies  animales  casi  extintas;  pero  lo  más  notable 
es  que  á  tal  periodo,  en  que  la  Tierra  debia  de  estar  cubierta  de  hielos  y  ser 
el  clima  eslremosisimo  por  el  frío,  corresponden  tas  más  antiguas  señales  in- 
equívocas de  la  presencia  del  hombre  en  nuestro  planeta. 

En  los  detritus  del  terreno  cjaternario  ó  en  el  limo  de  las  cavernas,  mez- 
clados con  fósiles  del  e'efante,  del  oso  y  de  la  hiena,  hállansc,  en  efecto,  ha- 
chas, cuñas,  punzones,  cuchillos,  moharras  de  lanza,  flechas,  todo  de  piedra 
labrada.  Las  primeras  que  se  descubrieron — dos  pedernales  toscamente  talla- 
dos—(2)  fuéronlo  en  it-So  por  D.  Casiano  del  Prado,  é  iniciaron  las  inves- 
tigaciones y  estudios  que,  vulgarizados  por  D.  Juan  Vilanova.  han  dado  justo 
renombre  á  la  estación  prehistórica  del  cerro  de  ^an  Isidro,  en  Madrid.  Los 
ingleses  Brome  (1862),  Falcouer  y  Brusch,  en  Gibraliar,  >).  Guillermo  Mac- 
pherson,  en  el  cerro  de  la  Mesa  del  Baño  (Alhama  de  Granada);  D.  Francisco 
.Maria  Tu^ído,  en  la  caverna  de  Canilorias  (Alpandeire-Málaga),  y  otros  ex- 
plotadores no  menos  inteligentes  y  meritorios  han  comprobado  esta  ver- 
dad, indiscutible  hoy:  que  la  especie  humana  vivía  en  España  desde  los  co- 
mienxos  de  la  edad  cuaternaria. 

Lo  que  no  resulta  tan  claro  es  si  aquellos  primitivos  pobladores  sobrevi- 
vivieron  i  la  terrible  catástrofe  ó  gran  diluvi-.nii,  último  de  los  cataclismos  geo* 
lógicos.  Las  erupciones  volcánicas  del  Mediterráneo,  el  Tanaro  y  los  Andes 
se  dejaron  sentir  en  nuestra  Península  por  modo  espantoso;  entonces  se 
hundió  la  Atlántida,  quedando  de  Fíníi  terr^  nuestra  punta  costera  más  oc- 
cidental, hasta  que  Colón  volvió  á  encontrar  el  continente  perdido;  entonces 
se  hiso  golfo  el  de  Vizcaya;  entonces  nos  separamos  de  África;  y  libre  y  dila- 
tado el  Mediterráneo,  sólo  surgieron  de  sus  aguas  las  graciosas  islas  que  lo 
esmaltan. 

Es  probabilísimo  que  la  población  posterior  al  gran  diluviiim  fuera  de 
otra  casta  y  viniera  de  otra  parte  que  la  anterior.  El  estudio  arquLC^ógico 
nos  revela  que  la  vida  primitiva  se  desenvolvió  en  dos  fases  ó  largos  perio- 
dos perfectamente  caracterizados  por  la  industria  humana:  el  de  la  piedra 
tallada  y  el  de  la  pulimentada,  correspondiendo  el  primero  á  la  época  cuater- 
naria y  el  segundo  á  la  moderna  ó  histórica,  pero  sin  precisarnos  si  fueron 


(1)  BoielU. 

(Ü   Se  halliron  1  una  prolundldid  de  19  y  19  metcoa,  rn  vez  dr  seis,  que  [uf  la  mayor  de 
Ualiei  honunoi   encontradi»  en  Francia,  io   qne,   Mgün  el  Sr.  Vilanova.  les  da  una  antigüe- 


explltaetón  Ot  la  lámina  II J 

>nliado  en  el  terreno  plloetno  (lil- 

. _-  , -3 y*  SileiUlladosperlcnecienlís 

no,  sefando  de  la  ípoca  terciarla.  Son  loj  mil  antiguos  que  se  conocen, -II.  Época 
OUImarlB,  período  pBlaoHlko.  -  S.  Ciinro  lamoso  de  ConsUdt.  que  da  nomb  e  n  la  raza  de  eiti  épocn. 
(uCtiníollamadode Neanderthal,  viatodepeiril.de  frtnteypor  la  patle  siiper¡or.-T.  Cráneo  de  íiibra'- 
I».  viito  de  perfil  y  de  Irenle.— a  Diversos  sil ei  tallados,  caiacleriülicos  ili- rsla  época.— III.  Periodo  me- 
aolttlcfl.-  «.  Cráneo  de  Cro-Magnon,  que  da  nombre  i  la  admirable  raza  de  csia  época.— 10.  %í\tt  prrjei- 
clanBúm.  Son  pontu de flecbas.— 11 ,  Objetos  arnsli eos  de  hueso. ~IV.  Periodo  neolítico  ó  déla  piedra 

Ihdtiion.— 14.  Piedni  labndaí  y  pnllinentidaa.— IS.  Muestra  mis  anligua  que  se  conoce  üc  cerámica. 

n,g,t7cdb/G00gIc 


36  HISTORIA    DE    ESPAÑA 

dos  inmigraciones  diversas  ó  dos  ¿pocas  distintas  las  que  las  determinaron. 

8.— La  época  de  la  piedra  tallada  divídese  comúnmente  en  dos  periu- 
Jos:  el  jrqueolítíco  ó  paleoUlico  (de  palaios-anúgno  y  /ifft oí- piedra),  y  mesoli- 
iico  (de  mesos-medio  y  ¡ithos-piedra).  oEpoca  en  que  el  hombre  conquista  su 
»dura  existencia  en  épica  lucha  con  la  inclemente  Naturaleza,  teniendo  que 
■disputar  á  los  grandes  y  ñero.s  mamíferos  de  especies  extinguidas  las  ásperas 
■cavernas  pera  asentar  en  ellas  su  morada. ^  Ha  merecido  que  se  le  llame 
del  iiiammutk  por  abundar  entonces  este  monstruoso  anima),  terrible  ene- 
migo de  nuestros  remotos  antepasados. 

Los  que  han  estudiado  la  Historia  primitiva  con  el  prejuicio  darwiniano.  iV 
con  el  más  trascendental  de  negar  la  verdad  de  la  relación  mosaica,  han 
creído  que  M.  Dubois  encontró  en  la  isla  de  Java  un  cráneo  fósil  correspon- 
diente a  un  ser  intermedio  entre  el  mono  y  el  hombre — el  pilecantropus,— 
y  dan  por  sentado  que  el  hombre  de  la  edad  cuaternaria  era  muy  inferior  al 
más  degradado  de  los  australianos  actuales;  una  verdadera  bestia  que  «alma- 
Bcenaba  en  sus  músculos  toda  !a  fuerza  que  derrochan  hoy  cerebralmente  sus 
■descendientes,  y  de  tan  feroz  instinto,  que  sólo  cabe  compararle  con  el  tipo 
»de  criminal  nato  ideado  por  Lombroso  y  los  antropólogos  de  su  escuelai  (i); 
incapaz  de  formar  ningún  concepto  abstracto  y  general,  y  por  tanto  de  len- 
guaje, reduciíndosc  el  suyo  á  gritos  interjeccionales,  ruda  expresión  de  su 
grosero  instinto;  en  absoluto  desprovisto  de  toda  idea  religiosa,  tanto  por  lo 
que  se  refiere  á  la  creencia  en  un  Ser  supremo  y  en  un  destino  humano  ulte- 
rior á  la  muerte,  como  á  la  moral;  sin  organización  política  ni  aun  familiar,  pues 
vivió  al  principio  aislado  como  las  ñeras,  y  luego,  á  la  manera  que  hacen 
hoy  los  lobos,  se  juntó  en  manadas  con  los  de  su  especie  para  la  caza;  que 
las  relaciones  sexuales  no  se  diferenciaban,  á  no  ser  por  fugitivas  y  brutales, 
de  las  que  hay  actualmente  entre  las  bestias  más  refractarias  á  constituir  pa- 
rejas estables;  que,  incierta  la  paternidad  y  obligada  la  hembra  á  permanccet 
en  un  sitio  abrigado  para  el  parto  y  la  lactancia,  éste  fué  el  origen  del  hogar, 
exclusivamente  femenino  en  sus  comienzos,  y  por  eso  el  matriarcado  precedió 
en   muchos   siglos  al  patriarcado,  el   cual   no  apareció  hasta  tiempos  muy 

Todo  esto  es  imaginación,  y  está  contradicho  por  la  ciencia  y  por  la  His- 
toria. El  materialista  Virchow  decía  en  1888:  .En  cuanto  á  la  teoría  de  que 
■el  hombre  ha  nacido  de  un  animal,  no  sé  qué  decir,  porque  es  un  hecho  cuya» 
■transiciones  no  se  hallan,  y  deberían  hallarse  si  hubieran  existido'  |:i)< 
En  1890  afladifl:  «El  proanthropos  continúa  en  estado  de  hipótesis;  sabemos, 
•en  cambio,  que  los  hombres  de  las  edades  prehistóricas  no  se  parecían  á  los 

■  monos  más  que  los  actuales»  (3).  En  iHyi  dijo  por  fin:  «Estamos  rechazados 
■en  toda  la  línea. . .  No  existe  el  poanthropos;  no  existe  el  hombre-mono;  ese 
■anillo  intermedio  es  un  fantasmai<  (4)  Vorgt,  no  menos  materialista  que  Vir- 
chow, ha  escrito  á  su  vez:  <iEI  puente  para  pasar  del  mono  al  hombre  es'como 
•el  arco  iris;  el  puente  aéreo  de  la  Walhalla,  sobre  el  cual  cabalgan  las  Wal- 
"kyrias  y  otros  seres  de  la  fábula;  un  puente  que  sólo  existe  en  la  imagi- 

■  nación»  (3). 

Los  cráneos  encontrados  en  los  terrenos  cuaternarios  no  revelan  ningunH 
conformación  anormal;  c:ilculando  en  pulgadas  sus  dimensiones  de  altura, 


(1)  Lagranat,  El  nombre  pr, 

m  En  rí  Congreio  «nttopol 

(3)  En  c[  Congreso  de  Vicn¡ 

W  En  el  conireso  de  Moscí 

(S)  Dogma  de  la  tcltace. 


,,GoogIc 


Historia  Gráfica  de  ui  Civilización  Española 


la  ta  nitvB  de 


n  j  el  lecho  polkromido. 


nita  4c  CalaMobaa,  cu  la  !«■■  de  Menorca.  -  Hibitacloncs  itoglodin 


T.ooglc 


amplitud  y  profundidad,  sos  dan  un  término  medio  de  i8.S33,  siendo  ssi  que 
el  promedio  actual  de  los  habitantes  de  las  mismas  regiones  es  sólo  de  18.479, 
y  de  i7>795  el  de  los  hotentotes.  Bastan,  sin  embargo,  los  restos  del  periodu 
paleolítico  hallados  en  España,  aunque  no  sean  tan  abundantes  como  en  otras 
partes,  para  persuadirnos  de  que  el  hombre  era  entonces  sustancíalmeme 
idéntico  al  hombre  actual,  y  que  colocado  en  las  condiciones  de  vida  mis 
desventajosas,  desplegó  en  la  lucha  por  su  conservación  y  predominio  una 
energía  no  sólo  muscular,  sino  intelectual,  de  que  apenas  podemos  formarnos 
idea  sus  remotos  descendientes,  paciñcos  y  dichosos  herederos  de  los  gran' 
des  medios  que  él  empezó  á  construir  y  acumular.  Su  fuerza  física  hu- 
hiérale  sido  inútil  para  disputar  á  las  gigantescas  y  espantosas  ñeras  que 
á  la  sazón  corrian  por  la  tierra  la  caverna  que  fué  su  primer  hogar,  los  ve- 
getales y  animales  que  fueron  su  primer  alimento  y  el  agreste  terreno  que 
fué  su  primera  patria.  Luchó  con  aquclh  s  monstruos,  y  los  venció'  principal- 
mente por  su  astucia,  es  decir,  por  su  inteligenvia;  y  puede  afirmarse  que  el 
entendimiento  humano  no  ha  llegado  nunca  después  á  dar  de  si  tan  potem» 
muestras  como  en  la  edad  de  piedra,  ya  que  después  ha  dispuesto  siempre 
de  un  inmenso  caudal  de  conocimientos  adquiridos,  que  se  ha  ido  trasmi- 
tiendo y  acrecentando  de  generación  en  generación,  al  paso  que  en  aquellos 
tiempos  primitivos  carecía  de  experiencia  y  de  saber  y  tenia  que  hacerii' 
lodo  á  fuerza  de  ingenio,  discurriendo  é  inventando  cuanto  necesi  aba  pars 
subsistir.  Si  son  insignes  los  hombres  que  en  las  edades  históricas  han  reali- 
zado portentosos  descubrí  rr.  Lentos  ó  invenciones  que,  bien  analizados,  no  pa- 
san de  ser  aplicación  feliz  de  principios  científicos  elaborados  en  muchos 
siglos  de  estudio,  ¿qué  juicio  deben  merecernos  aquellos  remotísimos  antepa- 
sados que  sin  tal  preparación  fabricaron  las  primeras  herramientas  y  armas 
de  que  todas  las  posteriores,  aun  las  que  hoy  más  nos  pasman  en  fábricas  j 
parques,  son  perfeccionamientos;  que  discurrieron  cerrar  la  caverna  con  una 
puerta,  doble  defensa  contra  la  inclemencia  del  clima  en  la  época  de  los  gla- 
ciares y  las  acometidas  nocturnas  é  imprevistas  de  las  fieras;  que  conservaron 
primero  y  ensenaron  luego  á  encender  el  fuego,  y  que,  finalmente,  inventaron 
el  arte  culinario,  por  cuya  virtud  se  hacen  comestibles  las  substancias  que  en 
estado  natural  parecen  más  refractarias  a  nuestro  organismo?  (1). 

Ninguna  de  estas  maravillas  pudo  realizarlas  el  hombre  cuaternario 
sin  íntehgencia  perfectamente  desarrollada,  ó  sea  capaz  de  concebir  ideas 
generales,  de  formar  juicios  y  de  raciocinar,  induciündo  y  deduciendo;  tam- 
poco sin  ia  cooperación  de  sus  semejantes,  esto  es,  siendo  desde  su  principio 
el  animal  político,  que  dijo  Aristóteles;  y  ia  sociedad  supone  la  existencia  de 
una  autoridad  y  de  una  organización  idéntica  en  su  esencia,  aunque  fuera  tan 
diversa  en  sus  formas  a  las  que  hoy  vemos  y  siempre  se  han  visto  donde  hay 
hombres. 


(Explicactón  dt  la  'amina  I  V.l 

Plotnru  1  grabada*  en  ■*■  civemaa  prfhlsMricaí  de  Allamlr»,  Covalanaa,  HiiraM  dt 
la  Peda,  etc.— 1.  Techo  pintado  del  iilón  de  Allamiía.—l.  Figurat  intiopamorlas  gnbidat  en  Ii  roci.- 
3.  Reno  grabado  en  U  toca.— 4.  Caballo  grabado  en  la  gnita  de  Covalanas.  Debajo  ;r  ve  la  cabeía  de  no 
a!no,  «rabada  en  la  cueva  de  Horno*  de  la  Peña,-  5,  Jabalí  al  galope.— 6.  Mano  roja.  Junio  i  íala  hay  oai 
manila  que  parece  haher  sido  hecha  pot  el  tislema  de  patrón.— 7.  Bisonte  policromtdD.- 8.  Biaonte  poli- 
rromado  tonii.to  de  una  íüloirada  directa.— 9.  Cierva  policromada  y  pequeño  bisonte  negro.— Todas  lis 
figuras  pertenecen  a  la  cueva  de  Altamiri,  excepta  aiguellas  cuy*  procedencia  se  indica. 


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Historia  Gráfica  db  la  Civilización  Espaüola 


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3o  IltSTOKIA    DR    ESPaA. 


9. — La  comprobación  terminante  de  la  igualdad  de  la  especie  humaní 
á  través  del  tiempo  nos  la  ofrecen  las  pinturas  no  ha  mucho  descubiertas  e 
la  cueva  de  Altamira  y  después  en  las  de  la  Dordoña  (Francia)  (i|-  Son  lalts 
pinturas    representación    de    animales — toros    ó    bisontes    y   ciervos — traía- 
das  en  la  roca  con  almazarrón  y  ocre,  en  parajes  hondos  y  oscuros,  donde 
no  pudieron  ser  ejecutadas  ni  vistas  sino  á  la  luz  de  antorchas.  Posterior- 
mente otras  cavernas,  también  de  la  provincia  de  Santander,  han  revelado 
pinturas  semejantes  (x).  kEI  hombre  prehistórico,  que  habia  comenzado  por 
«esculpir  en  trozos  de  asta,  desarrolló  sus  aficiones  figurativas  por  medio  del 
■grabado,  y  al  emplearlo  en  la  bóveda  de  la  cueva  de  Altamira  !o  hace  alguna 
•vez  aprovechando  salientes  de  la  roca  para  que  la  figura  tenga  relieve;  y  no 
•  solamente  graba  ó  dibuja,  sino 
iique  ilumina  lo  dibujado.  Elco- 
«lor  empleado,  como  es  consi- 
Dguiente,  en  tinta  lisa  no  sirve 
■al  decorador  más  que  para  que 
■la  figura  destaque  del  fondo...» 
■  El  arte  está  esencialmente  tu 
•el    dibujo   ingenuo,    sencillo, 
■revelador  de  una  observación 
■del  natural  tan  justa,  que  ad- 
■mira  á  los  artisUs  de  hoy...» 
•I... los  aciertos  de  aquellos i^ 
acoradores    se    han    comparado 
B  justificad  a  mente  con  los  efec 
bIos  de  la  fotografía  instantá- 
Piedlas  con  escritura  oval.  .nea. . . »    «Aquellos   decorado- 

.res,  en  su  empirismo,  deseo- 
«nocen  el  valor  que  las  figuras  pueden  tener  como  elemento  decorativo;  no 
iisabcn  agruparlas,  disponerlas  en  serie;  aisladamente  las  concibieron,  y  las 
I-trazaron  sin  orden  ni  conexión,  en  confuso  amontonamiento,  como  el  artista 
"de  hoy  lo  hace  en  una  hoja  de  papel  por  ejercitar  la  mano  y  ensayarse  en  el 
udibujo  de  un  motivo.  Es  que  la  Humanidad  comenzaba  su  aprendizaje  aitis- 
.lico.  (3). 

Las  cuevas  de  la  provincia  de  Santander  no  nos  muestran  sólo  pintu- 
ras, sino  también  unos  signos  que  indudablemente  son  jeroglíficos,  ó  de  uní 
escritura  rudimentaria,  que  ofrece  notables  semejanzas  en  los  rasgos  de  algu- 
nas de  sus  letras  i:on  la  usada  por  los  egipcios  en  la  misma  edad  prehistó- 
rica. (Me  asalta  la  sospecha— escribe  el  Sr.  Mélida — de  que  las  gentes  que 
»por  tal  medio  esbozaban  en  nuestra  Península  el  arte  de  la  escritura  fuesen 
"Originarias  del  Egiptoi  (4).  Sabemos  que  en  aquella  remotísima  edad  EspaOi 
estaba  unida  al  África  por  el  Mediodía  y  por  Levante. 

10.— El  período  neolítico  ó  de  la  piedra  pulimentada  corresponde  á  la 
edad  geológica  actual,  ó,  mejor  dicho,  se  desarrolló  después  de  la  inmensa 
y  terrible  catástrofe  diluvial  de  la  edad  cuaternaria,  -durante  largos  días  de 


ii   pinluiBS   de  la   cueva  de  Altamira   par  propiot  y  ei- 
-(Mélida,    Discurso    de    recepción    en    '       -      -      ■      ■- 


"fulanos.  Hornos  de  la  Ptnii  y  Castilt 
.Mélida.  <!i:cursu  cii.<d.<. 
'    ídem,  fd. 


preMitórlcaí  át  la  aravlmla  dt  Santander.  Ai 


,,CoogIc 


Historia  Gráfica  oe  la  Civilización  Española 


OoiBoi  de  Antcqncra, 


la  de  OuMnc»  tLuga)  Éimcb  DMlItlca. 


t  CMWudaÓnJL 

X.ooqIc 


^a  HISTORIA   DK    ESPAÑA 

•clima  templado,  que 
nfavorece  la  vegeca- 
■dón,  embellecedora 
>de  la  vida,  y  el  ere- 
•cimiento  de  aDÍmales 
■■dóciles  y  úliles  ai 
xhombre*  ¡i) 

Es  imposible  ñjar 

crODológicamente    ni 

cuándo    empezó    este 

periodo  ni  cuánto 

duró— con  seguridad, 

Muralla  del úpea.  míle^    de    aftos.  —  Al 

inaugurarse  ya  estaba 

formada  nuestra  Península  tal  y  como  boy  la  vemos,  lo  que  no  significa  que 

todos  y  cada  uno  de  los  detalles  de  su  geografía  fueran  los  que  at  préseme. 

«La  quietud  es   más  aparente  que  verdadera.  Nunca  cesan  de  trabajar  en 


(1)    M  tilda,  dilcn  rao  dtado. 


¡Explicación  de  la  lámina  VI)  (I). 

Los  dibujos  quí  no  tienen  núnicra  repmenUndoip1anUs[(nera1e)  de  túmulos  ygilcríii  cnbiedas. 
de  um  ó  de  dos  entndas. 

1.  Mcnhir  de  Cardona  (CalaluRD.—l.  Trilito.- 3.  Ringlera.- 4.  Camino  cubierto.— S.  DolineD  de 
üguilaz  (Vizcaya), — b.  Emldolmen.  Son  muchos  los  que  creen  que  esta  clase  de  monumentos  no  ton  ml$ 
que  dAlmenes  dttiuldos.— T.  Dolmen  de  VillagOTguina.— B,  Tümulo  de  Cangas  de  Onli,  con  la  igleiia  it 
5anta  Cruz  encima.  En  el  dibujo  aparece  un  corte  ideal  para  dejar  ver  el  dolmen.— 9  Túmulo  de  5alat  con 
doienlradas,— 10,  Tümulo  de  Constanlina  rodeado  por  cuatro  croinfeitf,  y  con  un  dolmen  en  lacúspide.- 
ll.Tümulo  de  dos  entradas.  En  el  dibujóte  presenta  un  corle  ideal  para  dejar  ver  la>  galerías  cubiertas  qnr 
conducen  a  las  salas  íunerarias.— 12,  Maínoade  Galicia.  Eslos  monUculos.  muy  abundantes  en  esta  región, 
suelen  confundiisc  con  los  liimulos  dolménicos.  Son  mucho  mis  pequeAos  (3  meiros  el  mis  alio),  j  denlro 
nn  contienen  nada,  creyéndose  que  la  urna  cineraria  baya  sido  extraída  por  los  eiploi  adores. 


(1)    LOS  MONUMENTOS  HEOALITICOS.-  K.ie.on 

co 

sid 

.l.loa  hait. 

KK 

comoobrisde 

lose 

mentos  de  diversas  clases,  que  p 

Rtandlo  id>d 

de  su  consmic- 

er  que  Irs  es  común  y  que  hace  i 

ibt 

conhindir 

osconobasdeotraclaH. 

n,  rntahir 

Diaibaa 

trillto.  mera. 

ringl 

ra.  solería  ó  lamlno 

cnbitrli,,  piedra  oscilantt.  cram 

¡ek 

(d 

Acerca  del  putblo  Ó 

mi  que  los  erigió,  nada  positivo 

esabe 

M.o'ía'H'isto'ri»  pned 

e  afirmar  jraqM 

no  fu 

ton  los  celtas,  porqu 

ísios,  6  el  pueblo  i  que  puede  d 

España  hada  el 

siglo 

XVI  (a,  de  J.  C).  y  den 

to  de  la  civiltiac/An  de  los  meU 

lo 

«  referimos  per- 

n  i  la  cMllzaclón  d 

la  piedra. 

, 

Eslín  comprendidos 
Baleares, 
Los  dólmenes  y  dem 

como  congéneres  de  eslos  monu 

me 

tos 

as  toaloi 

naaeíai  y 

laleyatt  de  las 

graii  ndm 

ero  en  la  India, 

en  la 

Siria,  en  toda  U  cosía 

chi 

de  EgiptOí 

el  EsUecSo  de 

Qibr  liar,  inv.den  España, 

Francia  y  lot  Países  Bajos,  y  pen 

rídlonat  de  las  isla*  Btiti- 

Micas 

ydeEscandinavia.  Mo 

se  conocen  en  la  llalla  septentrio 

nal 

ni 

n  Suiía  ni 

nlaQenn 

y  c< 


;l  Mar  Negro, 


,  vocablo  céltico  del 


bretón,  que  significa  mpsa  de  piedra,  puesto  en  uso  por  los  arqueólogos  de  fines  del  siglo  Xviii, 

El  lipo  común  del  dolmen  t%  el  de  una  habitación  mis  6  menos  grande,  formada  por  tres  lápidas  sin 
labrar,  colocadas  veilic.i  mente,  una  al  lando  y  dos  á  ambos  lados  en  Inniio  redo  con  aquélla,  dejando 
descubierta  la  entrada,  y  oir.i  de  gran  tamaRo  que,  apoyándose  horizontalraente  sobre  ellas,  constilnye  el 
techo.  Dentro  de  estos  elementos  principales  es  grande  la  variedad,  como  puede  verse  en  la*  limlnas  V  y  VI. 
Eslos  monumentos  servían  de  cámaras  sepulcrales.  Algún  autor  supone  que  eran  viviendas  de  jefe*  de  tribu. 

hiay  dólmeaei  libres,  sin  túmulo  (V.  túmulos)  y  dólmenes  ailuado*  sobre  tos  túmulos.  Hay  además 
dólmenes  dobles,  ya  con  la  cámara  dividida  en  una  ú  varias  losas,  ya  separadas  ambas  cámara*  par  an 
pasillo  6  dromos.  Al  primen  de  eslos  tipos  pertenece  el  lamoso  dolmen  ue  Antequera,  conocido  vulgai^ 
mente  por  la  Cueva  del  Mengue  flam.  V).  ef  más  imporlaule  de  Espafl.,  y  quizás  del  mundo. 

Mcnbir  o  pcalbaa.— El  menhlres  una  piedra  estrecha  y  alia,  y,  como  las  del  dolmen,  tin  labrar,  que 

encuentran  muy  pocos.  En  Inglaterra  son  abundantes,  y  los  bay  con  esculturas  y  ruaet  (inicripciooet). 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


Historia  Üb^ucií.  dk  la  Civilización  Española 
2 


to 


MontiBicato*  nctaUtlco*. 
Silccdo,  Historia  de  EspaSa  í^ ^í-^,-í\ A 

Digitrccl  b>' Vjl.>(.)y  IL 


Historia  (iRj(fica  de  la  Civ[L[z.tciÓN  Esi'AÑo: 


I® 


yCOOglC 


HISTORIA  DE  ESPAÑA  35 

•  la  sombra  las  cau- 

•  sas  constantes  que 
•á  la  larga  deter- 
>inman  los  grandes 

•  cataclismos  peoló- 
•gÍcos>  (i).    'Engá- 

•  ñase  quien  imagine 
>haber  algo  que 
•dure  perpetuamen- 
■te  en  su  ser  y  pris- 

•  tino  estado  sobre 

•  la  Tierra:   el  nifio 

•  se   hace    mozo;   el 

•  mozo,  hombre,  y 
»el  hombre ,  viejo; 
>y  de  igual  suerte 
>envejecen   y  mue- 

.ren   las  ciudades.  Entrad,  de  un >  cuev.. 

•los  pueblos,  y  aun 

•  los  territorios  mis- 

'mos>    (2).    Sabemos,   v.    gr.,   que   el   Guadalquivir   desaguó   en   remotísi- 
mos tiempos  por  siete  grandes  bocas,  y  después  por  dos,  quedando  entre 


inchi  ir  mil  griTidr,  {V,  Tanla). 

Croalcki.  —  Loi  cromlcks  son  dtcnnfcmidasfomiidu  por  mtnklrts.  Unos  rodean  los  tümulos. 
T  no  son  de  mcnhlro,  sino  de  picdr»  Inloinici;  olroi  rodean  loi  dólmenes,  y  esMn  faimidos  indlatlnlj- 
incnie  de  mcnhÍTCi  y  piedras:  y  otros,  en  Rn,  no  rnderrui  nada.  Estos  sueren  estar  en  grupos  y  unidos  entre 
u  por  avenidu  á  dromoi,  y  siempre  ettln  liedlos  con  menhlres.  Algunos  tienen  un  trilito  en  el  centro. 

En  Eipana  no  se  conoda  más  cromlrli  que  el  descubierto  en  Santa  MarU  de  Ortigueiri  (Corulla) 
llamina  Vlli  por  D.  F.  Manclfldra.  pero  reden lemente  se  han  descubierto  tres  mis  en  una  explanada  o 
meseta  del  Tm/o.  monte  situado  entre ladescmlMcadura  del  rio  MIRO  y  [a  villa  de  La  Guardia  (Pon levedn), 
lodos  de  mayor  lamaflo  que  taatí,  y  ano  de  dimensiones  tan  extraordinarias,  que  supera  al  de  Avebury  (In- 
(lilrrra).  que  mtde  más  de  KXUnO  metros  de  superficie,  y  considerado  hasta  hoy  como  el  monumento  mis 
inporlinte  de  esta  dase, 

Plcdrat  oacllaatc*.  —  Son  unos  peñascos  colocados  sobre  otros  en  que  no  se  apoyan  mí:  que  en 
BB  punto,  y  hacen  equilibrio  de  modo  que  les  mueve  un  pequeño  impulso.  Porque  fueron  considerados  basta 
atura  estas  piedras  como  monumentos  megaliticos,  damos  en  la  lámina  V  el  dibuja  de  uno  de  ellos;  pero  la 
ciencia  sabe  ya  qne  csUn  formados  por  la  natuialeis. 

T««IO«.  -  Son  unos  montículos  de  tierra,  de  base  circular  en  su  mayoría  y  en  otros  elizolde,  cuyo 
Únalo  cñedlo  es  de  unos  10  metros  de  diámetro. 


dra,  oíros  con  cámara  mexallllca  ú  dolmen,  y  olroi  con  un  dolmen  encima.  Algunos  tienen  abierta  una  Va- 
leria que  da  acceso  á  la  cámara. 

Finalmente,  hay  lü mulos  rodeados  por  nn  circulo  de  piedras  en  su  base(V.  cromlek)  y  otros  varios  cir- 
cuios concíntri  eos  que  rodejín  el  montículo  á  distlnlas  alturas,  como  para  dar  más  consislencii  i1  monumento. 

Catiros.  —  Eran  unas  fortalezas  consiruídas  sobre  eminencias  apropiadas  para  la  defensa.  Las  cons- 
tituían Hnos  parapetos  drculates  hechos  con  la  tierra  que  excavaban  para  hacer  el  foso  que  lis  ceñía  eate- 
riomenle  (V.  Idm.  Vil,  núm.  4.  Bl  nüm  5  et  el  plano  de  este  cailro.  tn  íl  u  vt  ú  la  iiquierda  un 
antieaslro,  parUealarldad  qm  aHadr  Importancia  d  esle  monamtnlo.) 
(EiflkoíiÓH  de  la  lámina  VII.) 

I.  Cromlek  descubierto  en  Oaticla.  en  Santa  MatU  de  Ortieueira(COrufta),  por  D.  Federico  Macl- 
neira.  Es  el  único  que  se  conocía  en  Espalla.  Pertenece  i  la 
amBcial.-a.  Planos  de  cromleks.  —  l.  Casiro  de  Célticos, 
adoat.  — S.  Plano  del  casiro  de  Celtigos.  —b.  Plano  del  do 
nado  Cueras  de  la  Pastora. 


,,  Google 


36  HISTORIA  DE  ESPASA 

ambos  brazos  una  isla  de  tan  portentosa  fertilidad,  que  los  griegos  pusie- 
ron en  ella  el  mito  de  los  Campos  Elíseos;  sabemos  que  la  isla  gaditana  d» 
estuvo  sola,  y  especialmente  que  el  Estrecho  de  Gibraltar  es  hoy  <mucho 
menos  estrecbo>  que  en  aquella  edad  lejana  (i).  Asf  en  casi  todos  los  lugares 
de  nuestro  territorio. 

La  abundancia  y  dispersión  de  los  rastros  humanos  por  toda  la  Península 
demuestran  que  durante  este  largo  período  toda  nuestra  tierra  estuvo  pobla- 
da, y  que  su  población  debió  de  ser  muy  varia,  ya  que  los  restos  acusan  una 
diversidad  de  usos  y  cultura  sólo  explicable  por  las  diferencias  regionales. 

Kn  general,  la  especie  humana  alcanzó  en  el  periodo  neolítico  grandes 
mejoras  en  su  modo  de  vivir  y  en  las  artes.  Ya  no  se  contentaban  los 
hombres'  con  hacer  su  morada  en  las  cuevas  naturales,  sino  que  las  abrían 
ellos  mismos  en  las  rocas  con  arreglo  á  plan  y  de  un  modo  adecuado  para 
satisfacer  sus  necesidades:  son  verdaderas  casas  de  distinta  forma,  y  que 
fueron  habitación,  no  de  una  sola  familia,  sino  de  muchas;  es  decir,  no 
caseríos  aislados,  sino  aldeas  ó  clanes  de  tribu.  En  San  Vicente  de  Po- 
llensa  (Menorca),  en  Bocairente  (Valencia),  en  Perales  del  Tajuila  y  en 
Salas  de  los  Infantes  se  encuentran  curiosísimos  ejemplares  de  estas  al- 
deas neolíticas  (Véase  la  lámina  III).  íion  series  de  grutas  abiertas  en 
un  risco,  próximas  á  un  río,  dispuestas  en  varios  pisos,  con  oríñcios  y 


(i)  Sólo  de  la  époc:t  romana  tenemos  los  «iguieiiles  datase  Turtanio  Gracula  y  PompoDÍo 
Mel*  daban  al  Kstiecho  no  ancho  de  poco  más  de  legua  y  inedia;  Julio  Solino  señaloyndoslegaas 
y  msdis:  Víctor  Vítense,  tres  legaas;  hoy  la  distancia  de  Pun:a  de  Earopa  á  Pnnla  de  la  Almtn] 
es  de  33  kilómetros.  De  suerte  que  en  veinte  siglos  el  Estrecho  lia  ganado  un  doble  de  aachun 


{ExplUfííim  d:  la  /ÓBiiiia  VUl)  (I). 

l,Rec¡nloamiiiallídoylaula.-2.  Naneti.    3.Taljyol.-<.  riuli.-S.Talayolc™  rcdnloamonIU.:-'. 
(I)    MONUMENTOS  MEOALlTICOS  DE  LAS  ISLAS  BALEARES.  -  Nada  se  sabe  cnpM) 


Todos  $on  conslrvcctones  hechas  con  grandes  bloques,  apenas  desbastados,  tallados  rudimoiuiii 

En  varios  lugares  de  Menotca.  i  alguna  distancia  del  mar.  se  ven  restos  de  las  cinturas  de  defensa  q<K 
rodeaban  grupos  de  construcciones.  Dentro  una  gran  confutiún  de  bloques,  apiladas  ú  en  series,  y  birbarii 

lóeos  1  estas  construcciones  'recintiis  amurallados-  slam-  ViILfig,  5). 

Entre  ellas  las  que  tienen  aspecto  más  tosco  y  marcadamente  megililico  son  de  Interior  redncid^i  1 
empequefleeido  por  columnas.  Están  formadas  por  varias  pirtras  superpuestas,  que  ■  '     ' 


ita  llegar  á  las  losasque  forman  f\  lecho  lldm.  IX,  ftg.  2¡.  Se  lis  supone lu- 
cuevasf/dm   IX.  fl^  II.  aunque,  la  verdad,  en  la  idm.iJf.fljj.  2,  no  partir 


!.  El  aparejo  interior  es  mis  menudo  Si  la  galería  es  prolongada,  d  interior  ea  mis  bi 

Lo>  talayott  {lám.  VIU,ftgs-3ySJ  son  una  especie  de  torres  formadas  por  hiladas  de  bloques  su 

perpiKSlos.  hasta  de  unos  1 1  metros  de  altura  los  maynres. 

Está  por  rewlver  si  eslas  torres  fueron  en  su  orinen  conos  perfectos,  y  no  truncados,  como  hoy  lo 


is  talayots  tienen  fran  lueable  el  reducido  corredor  que  I 


is  por  piedras  snp"- 


latlo,  galera  en  mallorquín,  lleva  este  nnmhre  por  la  semeiania  que  llene  con  el  casco  invertii 
■.  y  como  el  lulayot  tiene  una  cámara  interior,  con  columnas  ó  sin  ellas,  y  un  pasillo  que  «■ 
puerta,  la  cual  siempre  es  pequei\a.  Hay  una  típica  ^lúot.  VIII,  fig.  2)  en  cuya  gran  eí man  eli 
dos  losas  empotradas  en  cad  1  citrrmo  de  la  pared.  El  «pesor  de  los  muros  llega  en  algún» 
os.  Estin  orientadas  al  Oeste,  y  se  ienota  el  destino  que  tuvieron,  aunque  se  cree  que  hieran  m 
inerarios,  á  juzgar  por  los  muchos  huesos  que  en  ellos  se  incontriron. 
o*f/íej.  1  y  3.  Tóm.S),  mesas  ó  altares,  son  monumentos  f ■— -:• —  ->-  ■"-  •"' 


la  de  hemiciclo,  y  an 

b.CoogIc 


]IisTODi\  Cráfjc.v  de  la  CiviuzaciAh  ESPAÜ'OL.V 


,,  Google 


jS  HISTORIA  DE  ESPAÑA 

ventanas  de  comunicación  entre  sus  cámaras,  y  situadas  á  considerable 
altura.  Con  estas  casas  coexistieron  los  palafitos  ó  habitaciones  lacustres, 
construidas  en  medio  de  lagos  y  ríos,  de  las  cuales  hay  también  en  Es- 
paña vestigios  correspondientes  á  este  período  en  la  laguna  del  Puig 
de  Mala,vella  (Gerona)  y  en  las  de  Lamas  y  Carragal  (Galicia). 

Más  notables  que  las  casas  son  los  monumentos  funerarios,  demostrativos 
de  un  profundo  respeto  á  los 
muertos  y  de  una  creencia 
firme  en  la  vida  del  hombre 
más  allá  del  sepulcro.  De 
carácter  funerario  son  los 
más  importantes  momanen- 
tos  megaliticos  { de  megas. 
grande,  y  luios  piedra),  de 
los  que  hay  en  abundancia 
iíál>HeM£s  (mesas  de  piedra 
formadas  por  una  más  ó  me- 
nos perfectamente  horizon- 
tal sobre  dos  verticales,  de- 
jando e!  espacio  ó  cámara 
para  el  cadáver  y  objetos 
;    (  que  con  éste  se  colocaban): 

Caev»  habitación.  cromlék  (dólmenes  rodeados 

de  piedras  colocadas  de  pun- 
ta) y  túmulos.  Pero  también  los  hay  de  otras  clases,  como  los  mexkires  (pie- 
dras clavadas  en  el  suelo  verticalmente,  cuyo  primitivo  uso  es  objeto  de 
disputas),  y  kioken  modingos,  ó  despojos  de  cocina  (i)< 

En  todos  estos  monumentos  háUanse  objetos  reveladores  de  cierto  estado 
de  cultura  y  de  una  organización  social  complicada.  Parece  deducirse  de  la 
existencia  de  algunas  agujas  encontradas  que  los  vestidos  no  eran  ya  senci- 
llas pieles,  sino  elaborados  tomo  los  actuales:  es  seguro  que  hombres  y 
mujeres  se  adornaban  con  brazaletes,  piedras  y  collares,  y  alguien  ha  creído 


'  (i)  De  las  palabras  escandinavas  tiakeii,  cocina,  y  nioiling,  despojo.  lEn  estas  mismas 
ij^nas  pueden  veisc  las  notai  del  señor  Ángel  á  su  muy  notable  Histoña  Gráfica  tU  ¡a  Civi- 
■jiciítt  Eipañola,  que  enriquece  extraordinariamente  este  libra,  y  en  las  cuales  da  sucinta,  pero 
itnpleta  y  clara  noticia  délas  diversas  variedades  de  estos  curi 


(Explicación  de  la  lámina  JX)  (i). 

£p«ca  neolítica.  Arma*  de  piedra.  - 

di  hueso.  — 3.  Hacha  de  diorita  puliinentiiJa, 
ce  i  la  colección  de  piedras  de  Mr.  Bishop  (coleccionista  norteamericano),  de  la  que  hiio  una  obra  moi»- 
metital  en  varios  lomos,  editada  con  lujo  y  perlecciún  verdaderamente  eitraordiniiios.— 4.  Piedra  perfora- 
da y  de  uso  desconocido.  Se  conocen  muchas  de  esle  tipo,  y  á  juzgar  por  la  clase  de  mineral  de  todas  días. 
ílsuponequesonpiedrasdeafilar. -6.  7y  10.  Cuchillosdeílleí. -8,  9y  12,  Sienas  de  sílex. -11,  II  al 
27.  Diversas  puntas  de  flecha  de  lileí,  halladas  en  Aliueria,  (En  este  grupo  estln  comprendidas  las  fartn» 
de  tlechis  que  se  han  encontr.ido  en  esa  región).  —  30.  Pullal  de  pedernal. 

(1)  Entre  los  Investieadorts  que  más  kan  conlrlbuldo  al  desarrollo  dt  loi  ntudlos  arqueológicos 
en  EspaSa,  flgaran  los  iluslres  Ingenieros  franceses  messieurs  Sirel.  los  caalrt  hícttron,  hacia  el 
-'-      7,  grandes  excavaciones  tn  la  provincia  dr   —    '    ""         "   '"  " '  "  ""   *" 


Cabezas,  Lugarlco  V'/";  Parazatlas  y  olros^  lagares),  realizando  notabilísimos  deseabrlmientot  j 


/I  la  córlenla,  caballerosidad  y  amor  á  España  de  uno  dt  dichos  ilustres  arqueólogos,  M.  Leuis 
Slrel,  debemos  el  poder  ofrecer  al  publico  espaüol  la  colección  de  objetos  arqueológicos  de  la  época  neo- 
mica  de  Iraasición.  y  de  ios  melales  comprendidos  en  esta  lámina  y  siiiaienles  liasta  la  nam.  19,  la 
mavorla  de  los  cuales  fueron  lomados  de  su  admirable  obra  L'agedes  inelauíi,  en  que  el  autor  da  eum- 
lo  de  sus  descubrimientos  citados. 


D,g,t7cdb/COOgIC 


^  Civilización  EspaSoi* 


Época  aeolltka.  Anna*  de  piedra. 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


40 


HISTORIA   I>E  ESPASa 


ver  hasta  bastones  de  mando  construidos  con  cuerno  de  reno,  aunque  otros 
(Legrange  entre  ellos)  se  burlen  de  semejante  interpretación.  La  cerámi- 
ca, finalmente,  indica  un  notable  adelanto  artístico:  aparecen  las  copas  con 
pie,  y  tanto  éstas  corno  los  simples  vasos  están  decorados  con  adornos  li- 
neales, obtenidos  al  principio  á  fuerza  de  dedos  y  uñas,  y  después  valién- 
dose de  punzones  de  hueso  ó  de  pedernal.  También  en  esta  ornamentación 
se  descubren  singulares  analogías  entre  las  españolas  y  las  egipcias. 

11.  —  Y  ocurre 
ahora  preguntar:  es- 
tas gentes  neolíticas 
de  la  Península,  json 
los  iberos  de  que  ha- 
blaron tanto  tiempo 
después  griegos  y  ro- 
manosf  iO  hubo  antes 
de  estos  iberos  oira 
población  turania,  ó, 
según  prudentemente 
dicen  otros,  euskara  ó 
vascona,  de  que  son 
restos  vivos  los  vas- 
congados, como  creía 
maestro  de  tan  respe- 
table autoridad  en  to- 
dos sus  juicios  comoel 
Puerta  de  la  muralla  ciclópea  de  Tarragona.  inolvidable  Menéndei 

Pe  layo  al  publicar  la 
primera  edición  de  los 
Hettrodoxos? {i).  ¡Ó  no  hubo  nunca  iberos,  sino  diversas  razas  que  vinieron 
á  Espafia  y  aqui  tomaron  en  conjunto,  para  los  extranjeros,  esc  nombre? 

Lo  probable,  casi  lo  seguro,  es  lo  último,  pues  parecen  probados  los  si- 
guientes hechos:  i."  Que  hay  estaciones  prehistóricas  en  España  que  nos 
ofrecen  ejemplares  ciertos  de  restos  de  todas  las  épocas  antiguas,  empezando 
por  la  arqueolltica  y  llegando  hasta  la  romana,  lo  que  indica  una  continuidad 
no  interrumpida  de  vida  desde  los  tiempos  primitivos  en  dichos  parajes. 
2."  Que  todos  los  escritores  clásicos,  refiriéndose  á  tradiciones  antiquísimas 
de  España,  indican,  á  su  vez,  que  hubo  en  nuestra  Península  varías  invasiones 
ó  irrupciones  de  pueblos  distintos.  3."  Que  es  lógico  suponerlo  así,  y  que  lo 
comprueba  la  variedad  de  tipos  en  las  distintas  regiones  de  España,  harto  más 
marcados  que  al  presente,  siéndolo  todavía  mucho,  en  la  época  que  señaló 
para  nuestra  patria  su  entrada  en  la  historia,  propiamente  dicha.  De  tales 
hechos  se  deduce  que  la  primitiva  población  de  la  Península  no  fué  homo- 
génea, sino  derivada  de  diversos  grupos,  llegados  aquí  por  distintos  sitios  y 
en  diferentes  tiempos,  y  que  durante  un  largo  periodo  debieron  de  vivir, 
aislados,  cada  uno  en  su  región  ó  comarca,  hasta  que  su  mismo  desarrollo  fué 
poniéndolos  en  contacto. 


(I)  //iiUrí,,  ,l(  les  /fttiroJoi,.,  nfnñoUs.  Víase  et  discurso  de  Fidel  Fita  El  Gtrumiftisr 
y  til  Kipami  frimiliva.  P»rece  seguro  i[ue  en  esa  primitiva  población  ibera  hubo  Umbiín  ctH- 
tas,  iiue  quizáü  son  los  ctllas  ¡hero¡  ó  celuberos.  dislintos  de  los  ctltas  giUs,  que  vinieron  mu- 
cho desputs.  Para  la  claridad,  indispensable  en  iinn  obra  elemental,  llamaremos  celtas  siSlo  il 
los  últimos.  Kl  nrimer  Ionio  de  la  nueva  edición  de  la  Hi'loria  df  los  Hiier,'doxi>s  (1912)  es  e 
sabe  y  se  conjetura  en  el  momento  actual  de 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


III 

espaNa  ante-romana 


U.  Edad  de  los  metales.  Fenicios  j  griegos.  — 13.  Los  celtas.  ~  11.  Geografía  antigua  de  Ks- 
pa&a:  fuentes.  —  U.  <  ¡alaicos,  astoreí  y  cántabros.  — lé,  Autrfgones,  carísiios,  várdulos  y 
tiscanes.  —  17.  Celtiberos.  —  U.  Carpetanos,  Taceos,  orelanos,  Fas  i  taños,  velones,  glelaa  y 


12.  —  De  ¡a  edad  de  piedra  pasó  nuestra  especie  á  la  de  ¡os  metales^  ó  sea 
á  UQ  tiempo  en  que  ya  se  habla  descubierto  el  modo  de  trabajar  y  utilizar  el 
metal.  Algunos  autores  suponen  que  hubo  un  periodo  en  que  se  usó  exclusi- 
vamente el  cobre;  sin'  embargo,  la  mayoría  sólo  distingue  dos  períodos  en 
la  edad  de  los  metales:  el  del  bronce  (aleación  de  cobre  y  estaño)  y  el  del 
hierro.  Ni  la  edad  de  los  metales  en  general  ni  cada  uno  de  sus  periodos  en 
particular  ba  empezado  para  todos  los  pueblos  á  la  misma  hora;  es  más,  aún 
hay  pueblos  en  que  no  ha  sonado  ésta.  Semejante  cambio  industrial,  tras- 
cendente  á  todos  los  órdenes  de  la  vida  individual  y  colectiva,  es  el  que  de- 
termina el  tránsito  de  la  prehistoria  propiamente  dicha  ó  de  las  épocas  pri- 
mitivas á  lo  que  llamamos  la  cwiliaación.  Los  primeros  focos  poderosos  de 
ésta  Tueron,  como  es  sabido,  Egipto  y  Babilonia,  donde  se  constituyeron  Im- 
perios unos  cuatro  mil  años  antes  de  }.  C.  A  la  Europa  occidental  llegó 
aquella  cultura  de  reflejo,  importada  por  inmigrantes  colonizadores,  conquis- 
tadores ó  mercaderes,  Y  llegó  tan  tarde,  que  los  autores  menos  exigentes 
seiialan  poco  antes  del  año  looo  (antes  de  J.C.)  como  la  fecha  probable  en  que 
se  dejó  de  enterrar  en  dólmenes,  y  abandonaron  sus  palañtos  los  habitantes 
de  Suiza.  Por  lo  que  se  reñere  á  España,  según  los  cálculos  más  seguros,  debió 
de  ser  hacia  el  siglo  xiv  cuando  arribaron  los  fenicios  y  se  establecieron 
en  Cádiz.  Poco  después  quizás  debieron  de  llegar  los  griegos.  Fenicios  y 
grifos,  aquéllos  por  Mediodía  y  éstos  por  Levante,  comentaron  la  obra  de 
civilizar  á  la  población  primitiva,  es  decir,  de  hacerla  pasar  del  período  neo- 
Utico  á  la  edad  de  los  metales;  pero  semejante  obra  fué  lentísima,  y  sólo  in- 
tensa y  eficaz  en  las  comarcas  costeras,  adonde  se  asentaron  tales  gentes  ex- 
trañas y  cultas.  De  aquí  una  división  regional  muy  marcada  en  nuestra  Pe- 
niasula,  que  es  menester  tener  en  cuenta  para  comprender  nuestra  historia 
antigua. 

Todo  lo  que  hoy  es  Andalucía,  Murcia,  Valencia  y  Cataluña  constituyó 
una  región  cuyos  habitantes,  educados  por  fenicios  y  griegos  desde  tiempos 
remotos,  merecieron  título  de  civilizados,  y  así  vivieron  siglos,  mientras  que 


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Historia  (íráfica  dk  la  Ciencia  Eepaí'ola 


Anna*  prcbtot^caí  de  la  ípoca  del  bronce. 


,,CoogIc 


HISTORIA  DE  ESrAÍA  43 

los  habitantes  del  interior  y  de  las  costas  del  Océano  y  del  Cantábrico  se  - 
guian  en  plena  edad  de  piedra.  Pero  no  todos  en  el  mismo  grado  ni  por  el 
mismo  tiempo:  los  más  próximos  á  la  región  culta  sentían,  naturalmente,  su 
benéfica  influencia,  y  también  en  cierta  medida  los  de  todo  el  litoral,  por  ser 
navegantes  los  pueblos  civilizadores  y  rodear  con  sus  flotas  á  la  Península  en- 
tera. Finalmente,  los  habitantes  de  las  riberas  de  los  grandes  rfosy  en  general 
los  de  las  llanuras  fueron  recibiendo  el  influjo  civilizador  antes  que  los 
apartados  de  las  corrientes  de  agua  y  los  moradores  de  las  montaflas.  *Lo5 
>  colonizadores  que  en  las  costas  establecieron  pequeños  focos  de  su  civiliza- 
>ción,  hubieron  de  difundirla  entre  las  tribus  iberas  más  próximas  (ha  escrito 

■  uno  de  nuestros  más  ilustres  arqueólogos),  que  de  cierto  hallaron  en  su  edad 
meolitica,  segunda  infancia  de  la  Humanidad,  de  la  cual  por  virtud  de  tan  sa- 

■  ludable  influjo  pasaron  á  su  adolescencia,  ó  sea  la  edad  del  metal,  no  todos 

•  i  un  tiempo  ni  en  breve  término,  sino  aislada,  sincrónica,  trabajosa  y  paula- 

•  ttnamente;  y  mientras  en  unas  comarcas  vivían  prósperos  y  adelantados  co- 
'lonizadores  y  colonizados,  muy  cerca,  al  otro  lado  de  un  río  ó  de  una  cordi- 
>llera,  vivían  tribus  indígenas  en  plena  edad  neolítica»  (i). 

13.  —  Muchos  siglos  llevaban  fenicios  y  griegos  de  convivir  con  los  indí- 
genas en  la  región  meridional  y  levantina,  la  cual  por  este  tiempo  debía  de 
estar  ya  muy  civilizada  por  el  influjo  de  aquellos  cultos  extranjeros,  cuando 
en  el  resto  de  la  Península  ocurrió  un  suceso  de  la  mayor  transcendencia: 
tal  fué  la  iava^ón  de  los  celtas.  Segiin  unos,  en  el  siglo  iv  ó  comienzos  del  v; 
según  otros,  á  fines  del  vi.  Al  decir  de  algunos  de  una  sola  vez,  y  al  de  otros 
en  varias  invasiones  sucesivas,  es  lo  cierto  que  los  celtas,  kombres  de  alta  esta- 
tura, éloMcos  ji  ndios,  de  origen  indogermánico,  habitadores  durante  más  de 
mil  aflos  del  valle  del  Danubio,  de  donde  los  arrojaron  ios  escitas,  y  que  ya 
se  hallaban  en  la  edad  de  kierro,  es  decir,  en  la  última  fase  de  su  desarrollo 
histórico,  se  presentaron  en  España  seguramente  después  de  haber  atrave- 
sado y  dejado  en  Francia  importantes  núcleos  de  su  población  (2). 

([)    Mélídm,  Discutso  citado. 

(1)  Asilo  piensa  Guillermo  de  iliimboll,y es  lo  racional,  Masdeu  y  Fldreí  creyeron  que 
loicdUs  de  España  toa  mis  antiguos  que  los  de  In  Calla;  pero  jcfimo  pasaron  entonces  i 
nneitra  Península,  ya  coa  forma  de  tal  en  esta  épocaf  Esto  no  se  opone  i  que  hubiera  grandes 
dileicDdaí  entre  los  celtas  de  la  Galla  (galos)  y  los  de  HspaRa.  El  mismo  Hnmbolt  intUca  que 
los  antiguos  Hamaban  ctllici  i  los  galos,  y  cillas  á  los  espaíioles.  La  invasión  celta  debió  de 
ser  semejante  á  la  de  los  bárbaios  del  Norte  diei  siglos  despuís:  unas  tribus  se  empujarían  á 
Ia>  otras,  y  las  qne  encontraran  el  teiritorío  sólidamente  ocupado  por  las  precedentes  ó  por 
tribus  indígenas,  pasarían  adelante. 

IE>flU;uw„  di  la  Idmíma  X.) 

AnDaiprtiriatMcaidelaépocadcIbroBCC.  -  I.  Cellóhicha  plana  de  robre.  La  palabra  celt 
proiioie  de  cttiis,  que  significa  cincel  Ó  forniAn,  y  funan  los  romanos  los  que  dieran  ese  nombre  á  esta 
armi.  Se  ignora  cómo  estaba  enastada,  y  hay  quien  cree  que  la  usaban  como  las  hachas  de  pielra,  agarrin' 
dolí  con  la  mano  por  el  eitremo  superior  i  mantra  de  puílal,  y  que  era  á  la  vei  arma  y  herramiinla  6  lilll 
deinluio,  — 2y  3.  Alabardas  de  bronce.- 4.  Celt  de  cobre.  —  5.  Sección  vertical  de  la  alabarda  núm.2. — 
Ail  l4,Wy  21.  t>unlii  de  flecha  ife  cobre  y  bronce.  Como  hicimos  can  las  de  sílex,  damos  en  esta  colec- 
ción tDdw  los  tipos  de  flechas  melilicas  de  esta  época. ^15  al  19.  Para  el  estudio  de  las  formas  comparadas 
dH  lucha  presentamos  leunidas  estas  cinco  siluetas.  [>espués  del  hacha  de  diorita  pulimenladi  (V.  lámi- 
na IX),  perteneciente  i  la  ípoca  neolítica,  viene  el  celt  6  hacha  plana  de  cobre  (niím.  15),  de  la  época  de  Iran- 
tíciAn.(Enel  núm.  I  se  ve  esla  misma  hacha  1  poco  más  de  la  mitad  del  larnodel  original).  Áhla  sigue  el 
número  ló,  también  de  cobre  y  plana,  pero  más  ancha  y  con  el  corle  ligeramente  alatr^ado.  La  núm.  IS,  tam- 
bién de  cobre  y  plana,  tiene  el  corle  extremadamente  más  ancho.  Esta,  cnma  las  dos  que  la  siguen,  no  perte- 
necen ya  á  la  época  de  iransiciAn,  sino  á  b  del  metal.  La  núm,  19  tiene  ligeros  rebordes  laterales  en  el  corle; 
rUndni.  17.planatambien.es  ya  de  broice.  de  silueta  más  gallarda  y  con  el  corte  más  ancho  y  circular. 


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44  HISTOniA   DE   ESPAPlA 

Cómo  se  efectuó  esta  invasión  céltica,  si  hubo  ó  no  luchas  entre  los  cel- 
tas y  los  más  antiguos  pobladores  y  qué  comarcas  habitaron  aquéllos  y  en 
cuáles  quedaron  éstos  por  señores,  son  puntos  que  la  oscuridad  de  los  tiem- 
pos antiguos  cubre  por  completo.  Lo  inconcuso  es  que  á  la  región  culta  (An- 
dalucía, Murcia,  Valencia  y  Cataluña)  no  llegaron  los  celtas,  y  por  eso  los 
historiadores  dicen  unánimemente  que  en  tales  comarcas  se  conservó  siempre 
pura  la  sangre  ibérica.  Sin  duda  la  civilización  de  que  hacía  siglos  disfruta- 
ban sus  habitantes  merced  al  inñujo  de  fenicios  y  griegos  había  dado  á  las 
tribus  meridionales  y  levantinas  una  organización  superior,  y  por  ende  más 
adecuada  para  la  resistencia.  En  cambio,  en  el  interior,  Norte  y  Oeste  los 
celtas,  ó  dominaron  i  la  población  primitiva,  ó  se  fundieron  con  ella.  Es  lu- 
gar común  en  nuestras  Historias  que  el  Occidente  y  el  Septentrión  fueron  de 
allí  en  adelante  celtas,  y  que  en  el  centro  se  formó  una  raza  mixta:  la  de  los 
celtiberos;  cuento  que  á  pesar  de  haber  sido  tan  repetido  no  tiene,  sin  em- 
bargo, fundamento  sólido. 

14.  —  Con  el  establecimiento  de  los  celtas  se  completa  el  cuadro  de  la 
población  de  nuestra  Península  tal  y  como  habían  de  hallarla  primero  los 
conquistadores  cartagineses  y  después  los  romanos.  Conviene,  pues,  hacer 
aquí  un  breve  alto  y  dar  un  resumen  de  antigua  geograüa  española  tal  y 
como  la  expusieron  geógrafos  é  historiadores  clásicos,  sin  cuyo  conocimiento, 
siquiera  sea  muy  ligero,  es  imposible  formarse  idea,  tanto  de  los  hechos  ante- 
riores como  de  los  posteriores  á  la  dominación  romana. 

Strabon  ó  Estrabón,  geógrafo  del  tiempo  de  Tiberio,  es  quien  en  su  obra 
Riruní  Geographicarum  nos  suministra  (i)  las  más  antiguas  noticias  circuns- 
tanciadas de  nuestra  Península.  A  esta  descripción,  tan  interesante  para 
nosotros,  está  dedicado  todo  el  libro  III  de  su  obra.  Hacia  el  año  43  de  nues- 
tra era  escribió  Pomponio  Mela  su  Comiographía  (2},  y  en  ella  describe  gran 
parte  de  las  costas  de  España.  Plinío  el  Mayor  en  su  Historia  Natural,  Cayo 
Silio  en  las  Guerras  pánicas,  Tolomeo,  Rufo  Festo  Avieno,  que,  aunque  flore- 
ciera en  la  época  de  Teodosio  tuvo  el  capricho  de  dar  á  los  lugares  que  citó 

(1)     Hay  (radocciñn  española  de  D.Jii.in  I.ópez. 

12)  Traducción  castellsna  por  D.  Ltiis  Tribaldos  de  Toledo.  Madiid,  1Ó41.  Otra  de  Gon- 
zález de  Salas  (D.  Josepe  AnloniaX 


(StfJi.Miíti  ,1.- 1,1  lamimí  AV.) 

AmiM  de  la  ipoo  del  bronce.  -  I.  Espada  famosa,  con  ta  empuñadura  de  bronce  y  I1  hoja  dr 
hierro,  pirticularidiid  que  la  hace  única.  Kué  encontrada  en  (ialicia  pnt  el  Ilustre  arqueóloeo  Villamil 
y  Caslrn.  Rcalnirnie  no  i'S  una  espada,  sino  un  fiuflal,  y  debe  de  ser  celta.  De  este  tipo  se  conocen  varii^ 
espadas  y  puñales,  con  pequeñas  variantes,  en  el  norte  de  Europa.  (Henirod  publica  en  su  historia  del 
tr.iie  dos  que  atribuye  1  los  germinos,  y  ntra  que  supone  de  los  galos;  pero  las  Ires  son  lomplctamenie  de 

ícmejanza  en  tas  hojas  con  las  que  se  conocen  de  lus  galos  y  celias.  La  niim.  1,  de  Upo  completamente  dis. 
tinlii.  tenia  el  puJlo  de  madera  y  conserva  los  tachones  qoe  lo  sujetaban.  Es  de  notar  que  todas  las  espadas 
i)ue  en  Almería  encontrarrin  los  hermanos  Siret  son  de  esta  misma  forma.  El  contraste  enire  la  industria  de 
los  pueblos  de  Levante  y  los  del  Norte  y  Oeste  de  la  1>entnsuia  es  evidente,  y  en  esta  misma  Ilmina  tenemos 
otro  ejem|>lo  en  las  luchas.— O,  6,  9. 10  y  11.  Hachas  de  bronce.  Las  números  6  y  8  pertenecen  á  la  colección 
<lel  ilustrado  arquedloeo  D.  Kedrcico  MaciAeira,  que  las  encontró  en  distintos  castros  de  Oalicia.  Tienen 
nervios  de  refucr^ii  y  una  ó  dos  anillas  laterales.  La  niim.  10  es  de  las  llamadas  de  talón,  jiot  la  cabeía  que 
lienr  en  la  parte  superior,  taltal  la  vista.  La  diferencia  entre  estas  hachas  y  la  nüm.  II,  de  tipo  cfll.  Todas 
l.i-  halladas  en  Almería  son  de  este  tipo,  y  no  se  encontró  ni  una  siquiera  de  las  otras,— 7, 12  y  U.  PitAalei 
de  cobre  y  bronce  en  sus  Ires  formas  más  características,  -9.  Con  este  número  aparecen  cuatro  puntas  de 
flech.l  en  hrnncc  v  de  forma  Ciiracteristici,  que  lis  dlitingue  de  cuanta*  se  han  hallado  en  España.  -13.  Molde 
de  hacha  en  lierra  cocida.  Todos  los  objetas  marcados  con  *  ]<i-rlcnecen  al  Mueco  Arqucolúgico  Nacional 


D,g,t7cdb/COOgIC 


Historia  ijráfica  de  i.\  Civilizaciún  Esi'Aíola 


Armu  de  la  época  del  bronce. 


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40  HISTORIA    DB    ESPA.^A 

en  sus  libros  Ora  manima  y  Déscriptio  orbisterra  sus  nombres  más  anti^^os, 
y  el  desconocido  autor  del  Itinerario  de  AniomHO  Pió  (l)  completan  las  noti- 
cias de  Strabon  y  de  Mola,  constituyendo  con  éstas  las  fuentes  de  nuestra 
Geografía  antigua. 

15.  —  Empecemos  por  el  Norte  nuestra  somera  descripción.  Tres  regio- 
nes distinguieron  los  romanos  en 
la  larga  franja  de  terreno  monta- 
ñoso que  corre  paralela  al  Can- 
tábrico, y  que  torciendo  hacia  el 
Sur  en  el  cabo  Ortegal  [ProtnoH- 
torium  Celticum,  según  Tomponio 
Mela)  baja  hasta  el  Duero.  Esta 
región,  que  tanto  contrasta  por 
I  sus  producciones  y  por  el  asi>ec- 

'  to  del  paisaje  con  el  resto  de 
España,  toda  ella  cubierta  de  di- 
latados y  frondosos  bosques,  es- 
taba ocupada  por  tres  grandes  pue- 
blos: galaicos,  astures  y  cántabros. 
I-os  primeros,  en  cuanto  es  hoy 
Galicia  y  las  provincias  portugue- 
Torques  de  OTO  hallados  en  U>lici>  por  elUustrc  sas  de  Tras- os- montes  y  Entre 
irqueúlogo  Villamil  y  Cwtro.  Duero  y  Miño;  los  astures,  en  la 

,...,.      ,,       mayor  parte  de  Asturias  y  en  la 

bros,  al  oriente  de  Asturias  y  en 
Santander.  <Es  una  la  manera  de  vivir  (escribió  Strabon)  de  galaicos,  astures 
y  cántabros  basta  los  vascones  y  el  Pirineo.  En  efecto;  ó  toda  la  r^ión  estaba 
poblada  exclusivamente  por  celtas,  ó  como  parece  más  probable,  el  elemento 
céltico  habla  predominado  sobre  la  población  primitiva.  Al  extremo  meri- 
dional, ó  sea  en  la  costa  que  va  entre  Uuero  y  Miño,  había,  desde  una  época 
muy  antigua  colonización  griega.  Mela  señala  en  esta  playa  á  los  gramos, 

(1)    Por  haberse  atribuido  i  este  Emperador:  probablemenie  ea  obra  del  siglo  iv. 


\Exp¡icaíiéH  di  ¡a  lámina  X/J.) 

Certnica  preMatArlca.  ■  l.  Es»  vasija,  uno  de  los  ejemplares  mts  cariosos  hilUdoi  por  los  hn- 
■ninos  Slrel  durante  sus  excavaciones  en  la  provincia  de  Alnterfi,  eslalii  colocada  en  t\  fondo  de  una  cama. 
en  el  lugar  llamado  Cueva  de  los  Toyos,  sobre  un  saliente  de  la  roca  que  (oruiaba  una  especie  de  banqueta, 
y  rodeada  pot  algunas  piedras  colocadas  delante  de  ella.  Parecescrdeardlla,  ysu  color  es  gris  amaríllcDlo. 
Ciertas  paites  de  la  superficie  son  negras.  Está  provista  de  tres  asasanchas,  aplanadas  y  ornamentadas.  Tres 
franjas  de  nmainentación  hechas  con  Incisiones  rodean  su  panza.  Otra  mis  estredia  rodea  el  nacimicnio 
del  cuello.  Pertenece  i  la  época  neolítica  recicnle.  y  la  reproducimos  i  la  octava  parte  de  su  tamalio.  — 
2.  Vaso  del  Upo  chocolatera,  —  3.  Pie  de  una  copa.  —  4, 5.  6,  7,  B  y  9,  Fragmentas  de  loia  omanienlados  con 
grabados  6  incisiones  de  líneas  y  puntos.  La  tierra  está  bien  cocida,  y  su  cíJor  varia  del  rojo  al  negro. 
Uno  de  los  fragmentos  conserva  la  impresión  de  únatela  Grosera;  otros,  partículas  de  cobre,  como  si  hubieran 


servido  para  fundir  este  me 

1.  Fueron  encontrado 

en  La  Qerundia.-  IL',  19,  20  y  21.  Vaiillí  de  barro  rojo 

m*s  ó  menos  negro.  En  la  n 

um.  10  la  superficie  ha 

sido  cuidadosamente  alisada,  par  tocuat  parece  el  barro 

más  fino.  Es  notable  en  esta 

o  parecido  con  la  Uttera  de  hoy.  -  16  y  18.  Dos  urtiis 

sumamente  bkn  hedías.  Su 

asta  contiene  multitu 

de  fragmet.tos  de  es^uiu,  cuaria,  etc.  La  mitad  inlema 

de  su  espesor  es  roja;  la  enl 

rna,  ncRta,  excepto  la 

Tienen  cuatro  asas  en  forma 

de  pezón.  Reducción 

un  octavo  de  su  tamafio,  y  proceden  de  Tres  Cabeíai.— 

fabricado  este  ejemplar  se  e 

cuf  ntra  ewrito  en  su 

gares  para  hacer  el  hueco.  F 

ué  cocida  al  fuego  de 

rasas,  que  dejaron  señales  en  la  superliele. 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


HiSTORU  Gráfica  de  la  Civiuzación 


C«ráwka  prcUatórIca. 


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HtSTÜRIil   GKÁV'ICA  de  la   CtVILIZAClÚS    EüPAÑC 


CcráHlcm  prckllléilcl. 


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HISTORIA  DE  ESPAÑA 


49 


pueblo  que,  según  Plinio,  descendía  de  los  helenos,  y  cuyo  origen  remontó 
poéticamente  Silio  Itálico  á  los  tiempos  de  la  guerra  de  Troya.  Ciertos  nom- 
bres de  localidades,  noticias  y  rastros  de  mitología  helénica  y  algunos  monu- 
mentos arqueológicos  atestiguan  la  presencia  del  pueblo  más  culto  de  la  an- 
tigüedad en  aquella  región.  El  romántico  regionalismo  gallego  ve  señales 
de  tan  ilustre  progenie  hasta  en  los  correctos  perfiles  de  las  hermosas  hijas 
de  la  tierra: 

Yo  \t3  he  listo,  con  sos  grandes  ojos, 
con  sus  pañuelos  rojos, 
que  se  anudan  atrás  A  la  cintura, 
mirarido  t¡  mar,  absortas  en  nn  saeño, 
y  hallé  que  en  su  diseño 
es  la  Venus  de  Milo  menos  puta. 

{Y  quién  sabe  si  en  épocas  temotis, 
coando  loa  griegas  Sotas 
TÍnieron  i  abordar  á  estos  lugares, 
el  modelo  que  fué  de  Praxileles 
DO  hajú  de  sDs  clDceles 
y  alzó  aquí  sus  domésticos  altaiesí  (l). 

Sin  embargo,  parece  indudable  que  la  influencia  helénica  tuvo  reducidí- 
simo campo  de  acción,  ó  que  no  se  dejó  sentir  hasta  época  muy  moderna. 
Strabon,  escribiendo  más  de  siglo  y  medio  después  de  haber  sido  reducidos 
los  galaicos  á  la  dominación  romana,  excúsase  de  entrar  en  pormenores  des- 
criptivos de  Galicia,  por  la  dificultad  de  escribir,  pronunciar  y  retener  los 
nombres  locales:  tan  bárbaros  y  disonontes  eran  para  griegos  y  romanos  los 
vocablos  que  alli  se  usaban.  Strabon  supone  también  á  los  galaicos  ateos, 
cuando  no  debían  de  ser  sino  pantelstas,  adoradores  de  la  Naturaleza,  cuyo 
culto,  en  parte  por  natural  evolución  (2),  en  parte  por  la  influencia  de  los 
pueblos  extraños,  se  trasformó  en  un  copioso  politeísmo;  son  ya  más  dé  cin- 
cuenta tos  nombres  de  divinidades  galaicas  revelados  por  las  inscripciones: 
Vagodonoaego,  Neton  y  su  mujer  Neta,  Eudcvolico,  Vérora,  Tullonio,  Togo- 


,_.      _    ,  tntre  nuestras  celtas  e!  culto  de  ta  dios» 

FoDtaoa  (Hiíteria  dt  les  Htttredoxtt  Eipañolct). 

[ExfilitaciSn  de  la  lamina  XIIJ.) 

Ccrinka  itrebtetórlca.  -  1.  Este  vaso  de  forma  extraSa  (urna)  (lene  tres  series  de  aus,  de  las  que 
sdlo  K  pnedoi  ver  dos  en  etdibujo,nnld*sentteslporun  nervio  continuo.  En  sentido  trasversal  tiene  unos 
cardones  salientes  que  ondulan  de  an  modo  Irregular,  y  sobre  los  cuales  se  ha  trazado  un  ornamenta  primiti- 
vo. Hacia  la  base  se  advierte  una  endidura  que  (ué  remendada,  sin  duda,  por  medio  de  correhuelas,  pasando 
por  Vx  agujeros  hechos  en  el  espesor  dd  barro.  La  extremidad  inferior  ha  sido  rífonada  por  un  rodete  elr- 
calar  y  otros  dlametralca  (V.  el  nóni.  2).  La  boca  esti  incompleta,  pero  debe  de  fallarle  poco.  Su  pasta  es  to- 
¡Iza  al  eiterior  y  negra  por  dentro;  está  llena  de  pied recillas  de  mica  y  muy  mil  preparada,  pero  bien  cocida. 
Procede  de  Páramelos  (Almería),  y  hié  hallado  entre  las  ruinas  del  pcblado  primitivo.  Su  tamaño  es  prúii- 
Bummie  de  M  centímetros  de  alto.  Por  su  falta  de  base  y  por  la  Índole  de  las  asas  parece  haber  sido  hecho 
piti  estar  colgado.  —2.  Base,  i  mejor  dicho,  eitiemo  inferior  visto  en  proyección  geométrica,  del  vaso  que 
antecede.— 3.  Vasija  de  barro  grosero  y  pedregoso,  de  color  negro  parduzcoen  el  espesor  y  rojo  en  la  super- 
ficie. Como  el  lector  verá,  no  es  íste  el  único  cacharro  prehistórico  que  tiene  eiliaordinarla  semejanza  con 
kB  de  épocas  posteriores,  inclusa  lamodema.— 1,5yT.  Urnas  cinerarias.  Proceden  deParazuelos — 3.  Vaso 
grosero  de  pcqneAo  tamaño  y  de  uso  desconocido.— Q,  10  y  11.  Variantes  de  la  forma  de  chocolatera  con  [a 
baiecoaveía  como  las  modernas  de  barro.  — 12,  13, 14  y  13.  Pequeñas  tazas  deformas  verdaderamente  gra- 
ciolas y  originales,  — 15.  Urna  de  barro,  — lA,  IT  y  19.  Vasos  muy  sem^anles  i  los  actuales  pucheros,— 
20.  Urna  cineraria. 


Salcedo,  Historia  de  espaíIa 


,,CoogIc 


50  HISTORIA   DE   ESPAÑA 

lis,  Suttunio,  Poemaoa,  etc.  La  evoluciÓQ  no  debió  de  consumarse  hasta  la 
época  romana,  como  indica  el  hecho  de  estar  en  latfn  las  inscripcioDes  reve- 
ladoras. Dedicábanse  los  galaicos  í  la  pesca  y  á  la  navegación  en  barcas 
cubiertas  de  pieles,  como  las  de  los  piratas  sajones. 

Los  escritores  antiguos  de  los  astures  ponderan  el  valor  en  la  guerra  y 
su  industria  minera.  Siliu  Itálico  escribió  que  el  ejército  de  Aníbal  üFrecla  tan 
imponente  aspecto,  que  kuéUra  sido  capaz  de  asustar  d  los  misftios  astures.  Se 
pintaban  éstos  la  cara  con  bermellón,  dejábanse  crecer  el  cabello  y  la  barba, 
vestían  de  pieles  de  fieras,  comían  lo  que  cazaban  y  los  frutos  silvestres,  be- 
bían sidra,  labraban  la  tierra  con  la  laya.  £1  desarrollo  de  la  minería  debió  de 
ser  posterior  á  la  conquista  romana.  Plinio  cuenta  que  el  beneficio  del  oro, 
la  plata  y  demás  metales  llegaba  á  veinte  mil  libras  al  año.  Lucano  caracterizó 
al  astur  por  su  profesión  de  minero  {astur  scrutator  palUdus  axri).  El  mismo 
Plinio  menciona  el  lino  de  Zoela,  que  hacía  mucho  tiempo  se  exportaba 
á  Italia  para  vendajes  {l).  De  lino  hacían  también  los  astures  sus  trajes;  para 
concordar  la  noticia  de  estos  finos  vestidos  con  la  otra  de  las  pieles  de  fie- 
ras, algunos  historiadores  modernos  suponen  que  los  varones  guerreros 
usaban  esta  última,  dejando  el  lino  para  las  mujeres  y  los  niños.  Indudable- 
mente, cada  noticia  se  refiere  á  una  época  distinta;  antes  y  después  de  haber 
sido  domados  aquellos  pueblos  por  las  legiones  de  Augusto,  sometidos  por 
el  hierro  civilizador  de  los  romanos  á  una  vida  civil,  industriosa  y  culta. 

La  costa  de  Cantabria  corría  desde  la  desembocadura  del  Nalón  hasta 
la  ría  de  Bilbao.  Y  la  tierra  cántabra  se  internaba  por  el  Mediodía  hasta 
Haro  y  Aguilar  de  Campoó.  De  los  cántabros  cuentan  los  clásicos  detalles 
muy  salientes:  su  valor  en  la  guerra  quedó  acreditadísimo  en  el  Imperio  ro- 
mano con  la  terrible  que  por  su  independencia  sostuvieron  contra  las  legio- 
nes de  Augusto,  en  la  cual  tuvieron  múltiples  rasgos  de  ferocidad  extrema; 
ferocísimos  debían  de  ser,  cuando  ellos  mismos  despeinaban  á  sus  ancianos  ya 
int^paces  de  pelear,  y  nada  pulcros  en  sus  aficiones,  cuando  bebían  sangre 
de  caballo  mezclada  con  leche  (2)  y  se  lavaban  la  cara  con  orines  (3).  Pero  lo 
más  curioso  es  la  institución  de  la  covvada:  al  nacer  un  niño  el  padre  se  me- 
tía en  la  cama  para  abrigar  á  la  matura,  y  alli  recibía  tas  felicitaciones  de 
parientes  y  amigos,  y  aun  los  cuidados  de  la  esposa,  como  si  el  que  había  pa- 

que  Zocla  era  ciudad  délos  asiiires  trasmontanos;  pero  como 
de  Galicia,  ha  dado  motivo  i.  largas  dispuras  enire  los  coRienli- 


y  geógrafos:  la  opinión  común  y  mds  aalorizada  »  que  ersegundo  texto  es  equivocación 
I  copistas,  y  que  la  Zoela  de  Plinio  es  Aviles. 

(i)    Lo  dice  Horacio,  refiriéndose,  sin  embargo,  á  una  sola  de  las  tribus  cantibricas,  los 
.  que  Slrabon  llama  conianos. 

t3)    Lo  cuenta  Catulo. 

\ExfUtaHin  dt  ¡a  hiimiia  XIV.) 

CcráBica  prcbtotórica.  ■  1.  Copa  «1  lormí  de  cáliz.  Es  de  tierra  roja  oscura  y  negra  por  clccnUa. 
con  la  supcríicie  alisada  ó  pulimentada.  Estos  vasos,  que  casi  nunca  faltan  en  las  sepultaras  de  esta  ípaca. 
median  aproiimadamrnlt  unos  20  eenlimelros  de  alto,  y  algunos  teman  un  anillo  pbno  de  cobre  en  el  cne- 
Iki,  —  2.  Bocadeun  vaso.  — 3.  Oran  taza  con  pie  de  tierra  roja  ordinaria.-4  y  6.  Crisoles  de  llerra  codda 
para  fundir  tos  metales.  Conservan  adheridas  partículas  de  bronce,  y  proceden  de  El  Azgar.  —  í.  Vaso  muy 
grueso  de  tierra  nesra.  RnayUsii.— T.  Asa  de  vasija,— S.  Q.  16  y  17.  Urnas  de  diferentes  tamifl os,  pcrodelor- 
inaanáloRa,-H.  Vasija  eslír lea  con  orejas  perforadas.-lS.  Cuenco.  19  y  24.  Urnas  de  barro  ordinario  lo- 
jiio,  pero  bien  alisadas  y  con  pezones  en  el  borde.  -  20  y  23.  Vasos  hallados  en  una  casa  de  Lugarico  Viejo 
(Almería).  Son  de  barro,  rojo  amarillenta  el  primero  y  ne^ro  el  segundo.  Eslán  ornamentados  á  punzón  con 
lin  reproducidos  á  un  octavo  de  so  tamaña.— Zl  y  15.  Urna  d- 
ecoTiítruJdas,  y  recuerdan  los  vasos  griegos  arcaicos  en  so  forma 


D,g,t7cdb/COOgIC 


rilSTORIA   GRXnCit   !>■  LA   ClVtLIZACIÓK   ESPAÑOLA 


Ccránica  ptth\ttMct. 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


52  HISTORIA    DE  ESPASA 

rido  fuera  él.  Los  positivistas  modernos  ven  en  esta  singular  costumbre,  co- 
mún á  muchos  pueblos  antiguos,  un  reconocimiento  simbólico  de  Ja  paterni- 
dad, que  indica  en  la  evolución  humana  el  tránsito  del  matriarcado  al  patriar- 
cado; es  decir,  de  la  época  en  que  sólo  ^  reconocía  la  filiación  femenina  á  la 
que  reconoce  la  paternidad  como  raíz  del  parentesco. 

{ExpIUaciiH  di  la  ¡amina  XV)  (l). 

Época  neolítica.  Objeto*  de  adorno  de  loa  prhnltlvaa  cipaflolca.  -  I,  1,  3  y  9.  Condiai  y 

caracoles  perforados  para  enhrbrar  tn  los  collares.— T,  Ompo  de  cuentas  de  collar  de  seipenlina,  picdia 
blanca  y  Irasparenle.  —  4,  5,  «,  15,  46. 17  y  57.  Omamenlos  de  marfil,  colmillos  y  dienles  di  jabalí,  dcrlos 
quependian,  cómase  ve  tn  el  niiin.  5,  anillos  de  cobre.  — 23  al  29.  Cacnlas  de  hueso.- 14.  Muestra  del  si^ 
tema  de  dlvisíún  en  róndelas  de  los  tubos  de  hueso  por  cortes  de  siena.  —  27,  Vértebra  de  pescado.  - 
47  i  58.  Perlas  de  piedra.- II.  Posición  teórica  del  perforador  en  d  tubo.— 10,  Vírfebra  de  pescado— 31  i 
3?.  Perlas  de  piedra— 38.  Perforación  casi  dlfndrici, -39.  Petíoraciún  bic6nica,-31.  Perforación  sin  ter- 
minar, —  18, 19  y  20.  Diferentes  tipos  de  cuentas  de  collar.  —  43.  Picos  de  pijaios.— 22.  Objeto  en  forma  de 
cTji  de  esquita  blanda.  Ignoramos  si  a  simplemente  un  adorno,  un  colgante,  un  amuleto  ó  un  ídolo. 
21.  Coentas  en  estealila  mostrando  diferentes  casos  de  perforación.  — 42,  Biauüdes  hechos  con  conchas  de 
venera,  en  que  la  parte  central  ha  sido  limada.  -  62  yó3.  Piedras  y  caracoles  de  varias  formas  y  tamaños. 

(1)    EL  TRAJE,  LAS  ARMAS  Y  LAS  COSTUMBRES  EN  LOS  TIEMPOS  PRIMITIVOS.— 

La  variedad  de  trajes  que  hubieron  de  usar  los  habitantes  de  Espaüa  enta  época  prehistdrica,  cualquiera  qoe 

dé  vida  tn  las  diversas  regiones  de  la  Península  y  la  diversidad  de  raías  que  la  poblaban.  A  mis  de  esto,  el 
distiniD  grada  de  civiliíación  que  cada  ano  de  estos  pueblos  alcanió  —  pues  mientras  hacia  el  interioi  se  ea- 
contraban  en  plena  barbarie  de  la  época  neolitica,  en  las  costas  estaban  ya  en  la  civiliíaciún  délos  metala  — 
tuvo  forzosaoienle  que  manifestarse  en  sus  costumbres  y  manera  de  vestirse.  Esto  es  reflrlénitonoseiclnii- 
vamente  á  las  razas  primitlvaí,  de  cuyo  origen  nada  se  sabe,  i  incluyendo  entre  elbs  1  los  llamados  celtas. 
éstas,  las  colonias  fenicias  y  griegas  que  aquí  se  establecieron  en  la  misma  época  pretiisló- 
.,¡Qj  civiliíación  á  esa  variedad.  Variedad  que  fueron  fomentando  los  diver- 


u,  que  adornaban  con  una  fimbria  purpurea,  y  en  una  laceria  ú  clímlde  de  1 

Todos  I  evaban  el  pelo  largo,  que  ataban  con  Ínfulas,  y  cuando  se  trataba 
para  que  no  les  estorbara. 

Respecto  1  armas,  las  tenían  ofensivas  y  defensivas.  De  las  primeras  eran  U  Unza,  la  espada,  la 
tamba  ó  pitñat  y  el  aclíde  ó  clava.  Valíanse  tambiín  de  dardos,  que  según  su  estructura  y  la  materia  de  qne 
estaban  hechos tom  iban  el  nombre  de  Jalariat,  solijirras.  somnlonts.sparoi,  sada.gttot  j  Irágalat. 

La  falaria  era  larga  j  tenía  metido  en  la  punía  un  hierro  de  tres  pies.  Envolvíanla  algunas  veces  en 
pez  y  eslopa,  y  después  dr  encenderla  arro.lbanla  de  las  torres  y  lugares  altos,  de  donde  le  provino  el 
llamarse  asi,  por  darse  entonces  á  las  torres  el  nombre  da  Phalas. 

La  soliietia  se  diferenciaba  de  la  anleiior  en  que  era  toda  de  hierro. 

La  espada  tenia  filo  por  ambas  partes,  y  su  hoja  era  muy  tuerte.  La  habla  de  diferentes  clases. 
La  ramba  ó  puhal  era  un  cuchillo  largo  y  puntiagudo  como  }mtsloqacs  di  armas. 
Las  armas  defensivas  eran  la  mlfra,  especie  de  casco  que  tenia  una  visera  llamada  tácala,  y  que  se 
sujetaba  con  correas  por  debajo  de  la  barba.  Adornábanla  con  cimeras  d  crestas  de  plumas  y  crines  de  caballos. 
T.—.... —  .._., ,.  __.. ierfas  gáleas  cubiertas  de  pieles  defieras.  Defendían  el  cuerpo  con 


ispudilos  que  aquí  han  venido,  y  que  aun  hoy  persiste  i  pesar  de  la  influencia  untñcadora  quec 
do,  como  en  otr^lS  mudios,  e|erce  la  civiliíación  actual. 

Parece  que  los  que  habitaban  el  Norte  y  las  costas  del  Océano  Cantábrico  usaban  sayos  ó  válleos  nebros: 
ubrian  las  piernas  con  ciertos  bolines  denominados  ocrtat,  cuyo  material  era  un  tejido  de  cerda.  Los  que 
el  Mediodía  iban  vestidos  mis  ligeramente.  Consistía  su  traje  comünmenteennna  túnica  de /afo 


pespuntes  de  lino. 

áüY^lS 

CLeroOu 

o  Itálico) 

BdiVH. 

i^í  que  se  daba  e 

deceíro 

Estos  esc 

udos  eran 

tandes.  y  se  apoyaban  en  ellos  para  d 

iban  al 

teramenl  desnudos 

sa.ypor 

enablo 

a.  Algunos  se  cubrían  con  pieles  de 

manera  de  zalea,  q 

ue  llama 

han  slslon 

lí.  Otros 

igero  sayo.  Su  arma  principal  eia  la  h 
a  alrededordelacintura,  y  fá  tercera  en 

nda  yU 

usaron  de  tres  das 

s.  Una  1 

llevaban 

Estaban  hechas  d 

ñas.  pelo 

crocolon.  y  eran  p 

raUnz 

r'lá.  Bied 

herir  de 

cerca,  se  llamaban 

br.,chkolon.  Las 

mediáis"''"  ^^''''"" 

para  las  d 

stancias  regulares.  Los  tiros,  piedras  ó  glandes 

de  plomo  los  llev.i 

olgado  al 

cuello.  El  p 

hibíendo 

algunas  que  pes:ib 

ñ  hasu 

En  campaña 

usaban 

1  odre  d"e 

piel  de  c 

mero,   que 

inflaban  Diia  vadear  sobre  él  los  ríos 

Este  en 

Tales  son  U 

el  mism 

objeto  empleaban  1 

s  notici 

s  que  los 

historiad 

res  clásico 

Strabon. 

Appiano.  etc.,  nos 

no  piicd 

despreci 

ue  ilustre  ana  época  Un  oscura  de  núes 

trahUto- 

ría,  pero  es  preciso 

conven 

n  pocas  y 

de  escaso  v 

alor  las  que  los  historiadores  antiguos 

tn  dui.T 

que  dan 

y  ntios  objetos,  ó  son  de  origen  griego 

ófranca- 

mente  latims,  fld 

más,l.s 

fechas  de 

cída  una 

de  esas  no 

cls¡Elolv(a.deC 

;  Pohb 

0,  en  el 

gio  n,  y 

odoslosd 

emás  que  se  mencionan  en  el  siglo  I  de 

a  misma. 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


HrSTOKrA    ÜRllflCA   DB  LA    ClVILIZACtÓH  ESPaSOLA 


Época  DcoliHcB.  Objeto*  de  adorno  de  loi  prlmltlTOS  «ipalloles. 


,,  Google 


Historia  Gráfica  db  la  Civilización  Espigóla 


Época  neolftlca  rcdcnlc.  Úlllcí  domésticos  para  labores  rcnealnai. 


,,  Google 


DE   ESPAÍiA 


16.  —  At  oriente  de  los  cántabros,  en  una  faja  de  terreno,  cuya  puma 
meridional  puede  señalarse  en  Briviesca  y  la  septentrional  en  Bilbao,  vivían 
los  autrigones;  más  á  Levante,  los  caristos,  y  en  lo  que  hoy  es  provincia  de 
Guipúzcoa,  los  vdrdutos,  que,  si  no  mienten  las  interpretaciones  de  antiguos 

fpoci.  Pntnccm,  pun.  todmfstos  bi^totiadores  i  \»  época  en  que  Espafla  sufrió  mayor  trasfamiación.  En 
Mtebmpo,  ya  la  ¡nnuendade  iMtmicioi  y  de  Icugrieiñis  le  hiblí  hiiiiD  sentir  mucho  en  lodo  elUtoial  de 
la  Península  por  su  permanencia  secular  en  el  país,  y  solre  esto  habla  venido  la  ocupación  de  los  cart>EÍ- 
IMMS.  y  después  la  de  los  romanos. 

No  es  posible,  pues,  conceder  i  estas  noticias  mis  que  un  valor  relativo,  y  esto  solamente  en  cuanto 
se  refiere  i  la  época  en  que  EspaÜa  entra  en  la  Historia. 

Cierto  que  los  pueblos  en  la  barbatle  cambian  muy  poco  y  con  gran  lentitud,  y  que,  por  consiguien- 
te, el  espafiol  conservarla  su  Bsonomla  propia  en  tiempos  de  Diodoio  SIculo  (siglo  i  a.  de  C.)  cu  muchas 
reiioaes  de  la  Península;  pero  en  las  costas  no,  especialmente  en  las  de  Levante  y  Mediodía.  Cuanto  á  esto 
se  refioe  Iq  mconlrarli  el  lector  perfectamente  explicado  por  el  culUsImo  autor  de  esta  HISTORIA  DE  Es- 
—  '■■    O.  Ángel  S,-'~-  " — ■ ■-" '- '  '-- :'— — ■ -■-  -i --..—■< .-  - 


que  grMcainmte  se  puede  dar  nollda,  y  remitir,  por  lo  tanto,  al  lector  los  grabados  de  las  esculturas  y 

los  objetos  que  de  época  tan  remota  pudimos  hallar,  cuyo  examen  '-  '-' "  -' -  -"- 

dones  pudiétimos 


Dbjeios  que  de  época  tan  remota  pudimos  lialbr,  cuyo  examen  Ic  informarl  mis  que  cuantas  expllca- 


.._..,        .,  mlaláralnaXX,  lo  que  creémosnos  agñideceiin 

aquellos  de  auestioslectoresl  quienes  les  sean  desconocidos,  per  tratarse  de  los  únicos  trajes  que  de  la  época 
prehistórica  llegaron  hasta  nosotros. 

En  AlbuRol  (prorincia  de  Granada),  en  un  paraje  llamado  Barranco  de  las  Angosturas,  existe  una 
cueva  natural,  conocida  por  los  hijos  del  país  con  el  nombre  de  la  Cueva  de  lot  Mareiílagai.  Esta  cueva 
había  sido  un  cementerio  allí  en  la  época  remota  de  la  piedra.  Unos  obreros  hicieron  en  mal  hora  este  des- 
cubrimiento sobre  el  aflo  treinta  y  tintr»  del  siglo  pasado. 

Uno  de  los  primeros  cadlveres  que  encontraron  tenia  en  la  cabeu  una  diadema  de  oru  (núm.  I  de 
la  plana),  y,  según  se  supo  después,  el  oro  de  esta  diadema  era  de  2*  quilate»,  tenia  de  peso  25  adarmes  y  as- 
cendía su  valor,  seedn  la  moneda  de  entonces,  1  60  escudos.  Este  hallazgo  excitó  la  codlda,  no  sabemos  si 

todo,  y  arrojando  por  el  harranco  los  esqueletos  para  desembarazar  el  local  y  poder  con  rals  desahogo  rea- 
lizar su  hazaña.  La  codicia  y  la  estupidez  de  unos  cuantos  desdichados  borró  aquel  día  una  de  las  páginas 

mitlvos  y  de  su  dviliíación,  que  serla  seguramente  superior  á  la  de  los  bárbaros  que  tan  brutalmente  pro- 

Por  lo»  escasos  restos  que  se  salvaron  y  por  las  noticias  que  bastante»  años  después  del  lamentable  su- 
ceso pudo  adquirir  el  benemérito  catedrático  de  la  Universidad  de  Orinada  D,  Manuel  Oóugora,  sabemos  que 
«1  el  lugar  B  del  plano  que  damos  de  la  cueva  (V.  lámina  XIX)  se  enconb^ron  tres  cadáveres,  el  del  centro 
con  la  cabeza  entre  dos  peflas.  Este  era  el  déla  diadema,  y  vestia  una  corta  túnica  de  tela  Hnisima  deespsrto 
1  minera  de  cota  de  malta,  y  lo  mismo  todos  los  demás,  aunque  de  tejido  más  tosco.  Todos  tenían  gorros  (Z) 
y  raizado  de  la  misma  materia,  primorosamente  labrados. 

A  su  lado  tenia  cada  uno  una  bolsa,  todas  también  de  esparto  (fizuras  S,  ó  y  T),  aunque  de  distinto 

rios  cestiIlo«  (fia,  4)  con  mtchontí  de  cabello»  i  floret  ú  gran  cantidad  dt  atlormlderat  y  coneñaa  anl- 
ralwat.  En  el  sitio  del  plano  marcado  con  una  Cse  encontraron  otros  tres  cadáveres,  y  en  el  recinto  Z>  se  ha- 
llaron doce  colocados  en  semicírculo  alrededor  de  un  cadáver  de  mujer  admirablemente  conservado,  vestido 
con  túnica  de  piel  abierta  por  el  costado  liqulerdo  y  sujeta  por  medio  de  correas  enlazadas.  Tenia  al  cuello 
un  collar  de  esparto  (lig.  21),  de  cuyos  anillas  pendían  caracoles  (flg.  19)  y  del  del  centro  un  colmillo  de 
iaball  (lig.  18).  Se  supone  que  tenia  larciitos  de  piedra  negra  pendiente»  de  algo  que  no  se  encontró.  Junto 
á  los  esqueletos  había,  á  más  de  los  objetos  mendonados.  cuchillos  de  esquisto,  instrumentos  y  hachas  de 
piedra,  cuchillos  y  flechas  con  puntas  de  pedernal  pegadas  á  toscos  palos  con  betún  fortisimo,  armas  hechas 
it  guijarros,  y  cucharas  de  madera  labradas  á  piedra  y  fuego. 

En  diferentes  partesdelacueva,espedaimente  en  el  punto  C  del  plano,  seencontraron  hasta  50  cadá- 
leiís  mis,  todos  con  iguales  trajes  que  lo»  ya  descrilos.  También  se  hallaron  fragmentos  de  cerámica 
(Rgura  IT|  y  otros  objetos. 

Tal  era,  por  loque  pudo  averiguarse,  a^uel  tesoro  histórico -arqueológico  que  un  fenómeno  de  la 
utBrakzi  hizo  llegar  basta  nosotros,  y  que  la  ignorancia  y  la  codicia  arrebataron  i  la  ciencia. 

iEjífÜcación  éí  la  Límina  Xl^í.) 

£pacaaeoUilMreeleBt«.ÚHlMdométtlcM  paraUborc*  Icmeulaat.  '  i,6,  13,  15.  IQ,  2\ 

24  y  M.  Aguias  de  hueso.-g,  10,  II,  14, 15,  M,  26,  27,  28,  29.  30,  Jl,  32  y  33.  Todos  estos  son  puntas  y 
pnBiones  de  hueso.  —  2,  3  y  *.  Agujas  de  cobre.  —  5.  Punzón.  La  parle  metálica  no  se  pudo  encontrar. 
Sólo  le  hallaron  pedazos  del  mango,  con  los  cuales  se  pudo  reconstituir  la  forma.-  T.  Punzón  con  maiiRO 
de  madera.  9.  Punzón  con  mango  de  madera,  rodeado  de  una  iimina  de  plata.  (Procede  de  Oatas.)— 
12.  Cínctl  en  cobre.  -  16.  PnnU  de  flecha  de  cobre.  —  17,  Ctchillo-puflal,  Tiene  la  huella  del  puño,  y  con- 

bído,  acompaflabaná  los  cadáveres  con  comida  y  otros  objetos.  Procede  del  Azgar.-34  A  3B,  Objetos  de 
bronce  cuyo  uso  ignoramos,  aunque  los  creamos  propios  para  labores  femeninas.  Á  juzgar  por  su  lorma,  Ó 
son  de  época  muy  posterior  á  los  demás  útiles  de  esta  lámina,  ó  proceden  de  importación.  Lo  más  prnhable 
e«  que  pertenezcan  al  arte  púnico  y  que  procedan  de  Ibiza  ó  de  Cartazo.  (Véase  más  adelante). 


,,CoogIc 


Historia  Grípica  db  l*  C:v:uzaciün  Española 


Jojrai  de  li  époc*  oeolltica  reciente  y  del 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


HISTORIA   DE  ESPAÑA  57 

textos  que  parecen  más  seguras,  internábanse  en  Navarra,  puesto  que  en 
Kstella  partían  limites  con  los  vascones.  Éstos  habitaban  el  resto  de  Navarra, 
confinando  en  lafalla  con  los  várdulos;  suyo  era  también  el  alto  Aragón, 
exceptuando  la  comarca  de  Jaca,  donde  estaban  los  jacetanos,  y  por  el  Sur 
se  dilataban  hasta  el  Moncayo. 

Varios  problemas  de  solución  difícil  nos  ofrece  la  ñliación  de  estos  pue- 
blos y  su  correspondencia  con  la  población  actual.  ^Descienden  únicamente 
de  los  antiguos  vascones,  ó  también  de  autrlgones,  caristos  y  várdulos?  ¿A 
qoé  raza  pertenecían  estos  tres  últimosP  jEran  cántabros,  ó  del  mismo  origen 
que  ellos^  ¿Eran  vascones?  jY  los  vascones?  Suponen  algunos  que  el  elemento 
vasco  es  resto  de  la  pura  y  primitiva  sangre  ibera,  lo  que  implica  otra  supo- 
sición: la  de  que  efectivamente  hubo  una  raza  ibera,  pura  y  primitiva.  Otros 
ven  en  los  vascos  el  resto  de  una  población  turania  anterior  á  la  ibérica. 

17.  —  Los  historiadores  y  geógrafos  antiguos  emplearon  tan  variamente 
los  nombres  de  ctUiberos  y  Cdtibtria,  que  la  lectura  de  sus  textos  engendra 
verdadera  confusión.  Llamando  celtiberos  á  los  habitantes  de  doble  origen, 
ibero  y  celta,  como  expresamente  declara  Diodoro  de  Sicilia,  no  es  de  mara- 
villar que  dondequiera  que  notaran  esta  duplicidad  de  raza  aplicasen  el  vo- 
cablo, y  así  Plinio  apellidó  celtiberos  á  los  gallegos,  fronteros  á  las  islas  Casi- 
teridas,  y  toda  España,  exceptuando  las  regiones  costeras  del  Mediterráneo 
y  la  parte  meridional  del  Atlántico,  pudo  ser  llamada  Celtiberia,  pues  en  toda 
ella  se  mezclaron  más  ó  menos  los  invasores  celtas  con  los  pobladores  más 
antiguos.  Por  eso  decfa  ya  Strabon  que  la  Celtiberia  era  una  región  <  vastísi- 
ma y  de  muy  variados  carácter  y  aspecto».  Cuando  en  el  Senado  romano  era 
calificada  la  Celtiberia  de  «Mft'o  rebülatrix  (la  nación  rebelde  por  excelencia), 
es  de  creer  que  se  aludía,  no  á  un  pueblo  en  particular,  sino  al  conjunto  de 
tribus  que  en  el  centro  de  Espafia  —  cuanto  son  hoy  las  dos  Castillas  y  Ara- 
gón —  resistían  con  invariable  constancia  á  las  armas  de  Roma. 

El  mismo  Strabon  parece  darnos  la  clave  para  descifrar  algún  tanto  estos 
enigmas  históricos  en  dos  preciosos  textos:  uno,  el  que  nos  dice  que  llegaba 
á  punto  tal  la  fama  de  la  nación  celtibérica,  que  muchos  pueblos  tomaron  su 
nombre,  y  en  este  sentido  debió  de  llamar  Plutarco  ciudad  de  Celtiberia  á 
Castulon;  el  otro,  que  la  Celtiberia  era  una  confederación  comprensiva  de 
celtiberos  propiamente  dichos  y  de  alcades,  aravacos,  pelcndones  y  lusones. 
De  aquí  podemos  conjeturar  la  existencia  de  una  Celtiberia  semejante  al  Im- 
perio de  Méjico  conquistado  por  Hernán  Cortés,  también  constituido  por  una 
tribu  guerrera  conquistadora,  que  habla  impuesto  su  autoridad  á  cuantas  po- 
blaban la  región  central  de  Nueva  España,  excepto  unas  pocas,  cual  los  tlas- 

'  ExftiiarÍBH  d/  ¡a  lámina  X  l^ll.) 

Joja*  de  la  «p«c*  neoUtlca  reciente  j  del  aetBl.  -  I.  12  y  24.  Diademas  de  plata.  Consli- 
Uycd  ciUi  joyas  los  tm  tipos  di  diadema  de  «ta  época  en  la  tegidn  de  Almería  evploradi  por  los  hemii- 
noi  Slret  La  primfra  tní  encontrada  en  El  Aigar,  puesta  sobre  el  trineo  del  cadáver.  Debido  á  esta  cirnins- 
tiiHÍa.  (abeniiM  que  se  la  pontan  con  d  apéndice  hacia  abajo,  como  nariguera  para  defensa  de  la  narii. 
Ciniciva  fraii^eiitm  détela  adheridos  en  la  parle  interior.  La  niimero  12  es  mii  rara  y  está  decorada  con 
pnnfaH  hedías  1  golpe  de  punzón,  y  la  núm.  24,  como  se  ve,  no'es  mis  que  un  simple  aro  aplanado  por  la 
parte  inirríor,  y  lonnaba  parte  del  ajuar  de  un  sepulcro  de  Fuente  del  Álamo.  Los  draiís  objetos  compa- 
fteros  de  esta  diadema  los  encontrará  el  lector  en  distiuUs  láminas,  según  su  tlase.  —  2  y  3.  Anillos  de  pla- 
ta. —  4.  Caracol  marino  quelormaba  parte  de  un  cuUar.  — 6.  Cuentas  de  collar  en  pasta  vitrea  aiut,  verde  A 
blanca.  Las  delaizqnierdaesUn  hechas  de  espirales  de  bronce  rotas.— 5,  S,  II  y  21.  Anillos  de  cobre  ó  bron- 
ce. El  ndm.  21  se  conierra  pegado  i  la  (alange  del  dedo.— T,  14  y  17.  Braialcteíi  de  plata.  —  20,  Brazalete  en 
(Obre  adherido  al  hueso.  -9,  10,22,25  y  27.  Braialetes  de  cobre  6  bronce.— 15  y  16.  Pendientes  de  oro.— 
II  y  18.  Pendientes  de  piala.  —  23.  Un  pendiente  de  plata  y  dos  de  cobre  unidos  con  nn  fragmento  de  tela.— 
Ifl,  J6,  28,  31  y  32.  Pendientes  de  a>bre  y  bronce.- 29  y  JO.  Cuentas  de  collar  en  hueso  y  serpentina. 


,,CoogIc 


Historia  Gráfica  de  la  Civilización  Española  Lamina  WIII 

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,.GoogIc 


Historia  CR.incA  de  la  Civiusaciún  Española 

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8     . 


22 


-í4- 


ObjetM  iMvUatórícM  tudlados  «a  la  „CiieT*  de  lot  Mnrclélafoi". 


»',glc 


6o  HISTORIA   DE 


caltecas.  Por  modo  análogo,  el  núcleo  primitivo  de  los  celtíberos  debió  de 
ser  una  tribu,  probablemente  céltica,  que  dominó  á  las  vecinas  y  por  lazos 
de  confederación  militar  fué  agrandándose  con  el  tiempo:  ese  núcleo  debiiS 
de  radicar  en  la  comarca  de  Segorbe,  llamada  por  los  latinos  Caput  Celtiberia, 
y  se  dilató  hacia  et  interior.  En  sus  buenos  tiempos  guerreros,  la  Celtiberia 
subía  hasta  Zaragoza  y  extendíase  por  Magallón,  Tarazona,  las  fuentes  del 
Duero  y  sierra  Cebollera,  que  eran  sus  limites  septentrionales,  bajando  por 
Aranda  á  Segovia,  Consuegra,  Alcázar  de  San  Juan  y  Ayora,  para  ir  bus- 
cando Otra  vez  por  Requena  los  términos  de  Segorbe.  £s  muy  signiñcativa 
esta  expansión  del  núcleo  primitivo  hacia  el  interior:  es  que  como  ya  hemos 
dicho,  en  las  comarcas  mediterráneas  no  pudieron  penetrar  los  celtas;  con- 
tuviéronlos allí  los  habitantes  primitivos  —  iberos,  para  entendernos  —  for- 
talecidos por  su  civilización  más  adelantada,  que  les  habían  importado  los 
griegos,  y  sostenían  estos  mismos  con  su  presencia  y  constante  influjo. 

En  cuanto  S  costumbres,  las  que  señalan  algunos  autores  clásicos  como 
dominantes  en  los  celtíberos  vienen  á  ser  las  mismas  notadas  entre  los  cán- 
tabros y  otros  pueblos  del  Norte. 

18.  —  Al  mediodía  y  al  oriente  de  la  Celtiberia  cafa  la  Carpetania,  limita- 
da por  el  Guadarrama  y  el  Alberche,  y  que  bajaba  por  el  Sur  hasta  Dairaiel. 
(Laminmnt  de  los  romanos).  Dentro  de  la  Carpetania  estaban  Toledo,  ciudad 
anterior  á  la  dominación  latina,  y  la  Mantua  carpetanorum,  citada  por  Tolo- 
meo,  que  sin  fundamento  se  ha  querido  hacer  antecesora  de  Madrid,  lo  que 
no  signiñca  que  no  hubiese  población  donde  ahora  es  la  corte,  ó  muy  poco 
distante:  el  cerro  de  San  Isidro  estuvo  pobladísimo  en  la  edad  cuaternaria,  y 
próxima  al  nacimiento  del  Arroyo  de  los  Meaques,  que  riega  la  Casa  de  Cam- 
po, estuvo  la  ciudad  de  Miaatm. 

Tito  Livio  califica  á  los  carpetanos  á& /troces  en  la  guerra,  y  quizás  sea 
ésta  la  única  mención  especial  de  sus  costumbres  que  nos  ba  dejado  la  anti- 
güedad. 

La  región  de  los  vaceos  tenía  por  núcleo  la  tierra  de  Campos,  y  se  ex- 
tendía por  gran  parte  de  las  actuales  provincias  de  Falencia,  Valladol id,  Sala- 
manca y  Zamora.  También  eran  valientes  los  vaceos,  según  lo  acreditaron  en 
muchas  guerras,  ya  defendiendo  á  los  cartagineses,  ya  á  los  romanos,  ya  su 
propia  libertad  contra  unos  y  otros.  Cuéntase  de  ellos  que  practicaban  el  co- 
munismo agrario,  por  estilo  semejante  al  del  tnir  6  municipio  rural  de  los 
rusos:  la  tierra  era  de  la  tribu,  ó  mejor  dicho,  del  clan,  y  se  distribuía  por 
familias  para  el  cultivo;  almacenábanse  los  frutos  en  un  granero  común,  de 
donde  se  repartían,  no  con  arreglo  al  trabajo  puesto,  sino  á  las  necesidades 
de  cada  uno.  Es  probable  que  esta  organización  no  fuera  privativa  de  ios 
vaceoa,  sino  de  otras  muchas  naciones  de  la  España  ante-romana.  Los  vaceos 


(£,r///V 

k-ÍJí;  ,/(  /,/ 

/««,», 

.Y.V.) 

Época  neolillMTec 

ente.  -  ti  grabado  de  la  p 

ríe  juperlor  rep 

rodu 

e  la  sepultura  descubierta  en 

.  Tal  como 

quedó 

deserdescub 

erta,  después  de 

quita 

que  tapa 

ban  los  obj 

IOS.  La 

na  M  describe 

ella  misma:  lien 

ve  pezones  cerca  del  borde  de 

la  boca. 

La  cubierta 

rtada  para  hac 

emi 

cr.  Junto  al  crineo  se  ven  los 

pcndlen 

«,  el  collar 

con  dos  brauletcs  de  cobrr  ó 

bionct, 

1  enchino  y 

el  pun26n  y  dns  va») 

La  tierra  qu 

e  congloba  los  h 

uesos 

es  mny  ligera.  Esta  lomba  es 

TlOiipiíapo 

conceptos  par 

el  seio  teme 

ino.  En  ella  s; 

un  modo  evidente  la  poslura 

repleead 

coloca 

o  e]  cadiver. 

Dentro  de  la 

vasiia  peqiicBa 

habfa 

un  peine  denuden  (V.lámi- 

na  XVI, 

(ír,  22),  El 

(gundo 

grabado  rcpr 

«luce  una  sepultura  doble  que 

conl 

ene  los  ejquelelos  de  nn  hom- 

breyun 

a  mujer.  Co 

ranws 

e,  pertenece  al 

ipo  de  sepiil 

uras  cuadradas 

construidas  ron  losas,  en  hoyos  á 

D,g,t7cdb/COOgIC 


HlSTOBIA   GrAFICA   DB   la  ClVlLlIACIÓN   EstftfiOLA 


¿poca  aeolitlca  reciente.  Scpntcroi. 


,,  Google 


HliTORlA   GRi(FICA   de  la  CIVILIZACIÓN   EsPaSoLA 


HISTORIA  DEL  TRA|E.  -  Traje  de  loa  Iberoa. 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


HISTORIA   DB  SSFAÑA  C3 

vívfaa  en  cuevas  6  silos,  y  íueron  nómadas  mucho  tiempo:  ¡ate  vagantes  los 
llamó  Si  lío  Itálico. 

Los  oretanos  ocupaban  la  parte  meridional  de  Ciudad  Real,  confinando 
cerca  de  Daimiel  con  la  Carpetania  y  en  las  fuentes  del  Guadiana  con  la 
Celtiberia.  Por  el  Sur  entraban  en  Andalucía,  según  Strabon,  hasta  las  Alpu- 
jarras,  y  según  Tolomeo  y  Plinio,  sólo  hasta  jaén.  La  Oretania  marca  el  trán- 
wto  entre  las  regiones  mediterráneas  influidas  por  la  civilización  extranjera 
y  las  del  interior,  que  sólo  habían  de  recibir  esta  influencia  por  las  armas  de 
cartagineses  y  romanos:  así  era  ciudad  oretana  la  famosa  Castulo  (hoy  et  cor- 
tijo de  Cazlona),  fundada  por  los  focenses  al  decir  de  Sillo  Itálico,  y  más 
probabiemenie  por  los  fenicios,  ya  que  fueron  éstos  los  colonizadores  de 
.Andalucía. 

La  palabra  Lusitania  tiene  dos  sentidos  en  nuestra  Geografía  antigua: 
uno  es  el  de  la  provincia  romana  de  este  nombre,  y  otro  el  de  la  región  ha- 
bitada por  los  lusitanos,  harto  más  pequeña  que  aquélla,  pues  sólo  compren- 
día la  actual  provincia  de  Beira  y  parte  de  la  Extremadura  portuguesa;  todo 
entre  el  Tajo  y  el  Duero.  La  Extremadura  española  y  la  provincia  de  Avila 
eran  de  los  veíones,  gente  tan  trabajadora,  según  Strabon,  que  al  verá  los  rO' 
manos  paseándose  por  los  foros  creyeron  que  se  habían  perdido  y  no  sabían 
volver  á  su  alojamiento,  pues  no  concebían  ellos  que  pudieran  estar  sin  hacer 
nada  de  provecho.  En  cuanto  á  los  lusitanos,  son  descritos  por  los  antiguos 
como  los  galaicos,  cántabros  y  astures;  es  decir,  como  celtas:  tan  frugales, 
que  sólo  hacían  una  comida  diariamente;  valentísimos  y  muy  astutos  en  la 
lucha;  grandes  cazadores;  se  lavaban  el  cuerpo  dos  veces  al  día  con  aceite; 
exponían  los  enfermos  en  los  caminos  públicos;  cortaban  la  mano  derecha  á 
los  prisioneros  de  guerra  ó  los  mataban  en  holocausto  á  sus  ídolos,  escudri- 
ñando augurios  en  sus  palpitantes  entrañas. 

AI  mediodía  de  los  lusitanos,  ó  sea  en  la  región  portuguesa  del  Tajo  al 
Océano,  habitaban  los  celias  propiamente  dichos,  ó  gletas,  según  algunos  au- 
tores, y  los  ejruetas  ó  cuneos,  en  cuya  tierra  estaba  el  promontorio  Sacro  (Cabo 
de  San  Vicente),  en  que  Apolo  detenía  su  carro  de  fuego  y  descansaba  du- 
rante la  noche,  por  lo  cual  miraban  con  supersticioso  temor  aquella  punta 
avanzada  en  el  mare  extemuM. 

Tales  eran  los  principales  pueblos  de  la  España  central,  occidental  y 
septentrional,  que  no  entraron  en  la  vida  propiamente  histórica  hasta  la  épo- 
ca, relativamente  muy  moderna,  de  las  guerras  púnicas.  Veamos  ahora  los  de 
Levante  y  Mediodía,  relacionados  con  la  civilización  universal  desde  remolt- 
siroos  tiempos. 

'  Exfliítíiin  de  ¡a  lámina  XXI) 

HISTORIA  DEL  TRAJE.  -  TraJ«t  de  lol  Iberos.  -  I.  Sanrdotist  tn  Iraie  át  gran  ceremonia.  - 
1.  Qaareiot  con  rodela,  y  vistiendo  qnlilt  U  coraza  corta  de  lino  de  que  dice  Strabon  que  los  Iberos  hacían 
madra  uso,  -  3.  Múiico  tocando  la  doble  HaLla  etirga.  —  4.  Otra  tipo  de  perrero.  Éste  lleva  el  gran  escu- 
Ja  oralado  de  lo«  celtiberos;  sable  de  guarda  ceitada.  labrada  en  forma  de  cabeza  de  caballo,  de  ho}a  curva 
como  el  yaUeln,  como  las  espadas  de  Almedinilla  (véase  la  lámina  XXII).  Ca^co  con  cimera  que  parece  de 
crines  que  cirn  por  la  parte  posterior. 

Eitis  escultural,  descubiertas  en  Osuna  con  oirás  más  por  el  arqueólogo  M.  Fierre  Patis.  se  hallan 
en  el  Museo  del  Louvre,  de  Paris. 


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IV 

espaNa  ante-romana 

{Coutinuación) 

19.  CaUluña.— Coloniíación  gci*Ba.  — JO.  La  Edetania.— 31.  La  Conlestenia.— M.  Turdelanim 
ó  Bética, — Betuna, —  Bistuloi.  —  Biítalo3-penos.  —  U.  Túrduloa  y  curdelanot.  —  14.  Co- 
lonias griegas  en  la  Tuidetania.  —  El  rey  Argantonio. — Tarteso. —  K.  Colonias  feDÍcias. — 
Los  cartagineses. 


19>  —  La  región  que  ahora  llamamos  Cataluña,  y  qtie  en  la  Edad  antigua 
no  tenía  nombre  especial,  estaba  poblada  por  los  indigetes,  en  el  Ampurdán 
actual;  los  austíanos,  cuyo  principal  núcleo  era  la  ciudad  de  Ausa,  Ausona  en 
los  siglos  medios,  y  actualmente  Vich;  los  laletanos,  desde  el  río  Kubricato  de 
Plinio  (Lliibregal)  al  Tordera,  y  en  cuya  costa  se  asentó  Barcino,  después 
Barcelona;  los  cosetanos,  famosos  por  el  emplazamiento  de  Tarraco  (  Farra^ooa); 
los  lacetanos,  desde  Yesson  (Guisona),  por  el  Llobregat  arriba,  hasta  Bagá: 
gens  sUrifistris,  que  dijo  Tito  Livio;  los  caslellanis,  nombre  del  cual  Zurita 
creyó  que  se  deriva  el  de  catalaties,  y  que  habitaban  entre  el  Llobregat  y  el 
Congos,  en  los  parajes  donde  al  presente  se  hallan  las  industriosas  pobla- 
ciones de  Sabadell  y  Tarrasa;  los  certetanos,  en  Llivia,  Ripoll,  Olot  y  Campro- 
dón;  finalmente,  los  Uergttes,  pobladores  del  llano  de  Lérida  y  de  parte  de 
la  provincia  de  Huesca. 

Li  que  caracterizaba,  y  trasformó  moralmente  á  esta  región,  fué  la  co- 
lonización griega.  De  tiempos  antiquísimos,  y  en  diferentes  expediciones  de 
carácter  mercantil,  vinieron  los  helenos  á  nuestra  patria.  Sus  primeros  arribos, 
si  no  fueron  anteriores  ó  simultáneos  al  de  los  fenicios,  debieron  de  ser  muy 
poco  después,  y  seguramente  cuando  las  colonias  púnicas  no  estaban  todavía 
bien  asentadas.  A  la  costa  catalana  llegaron,  sin  embargo,  harto  más  tarde, 
quizás  unos  seis  siglos  antes  de  J.  C,  y  no  directamente  de  Grecia,  sino  de 
Marsella,  colonia  fócense,  ya  por  entonces  muy  próspera.  Estableciéronse  pri- 
mero en  las  islas  Medas,  y  después,  por  tratado  con  los  indigetes,  fundaron 


(EypUíaeióit  di  ¡a  lát 

Arn 
Puntas  de 


XXJJ) 
pTDtohlstóricaí  de  hierro.  .  1.2,4.  11,  IS,  20  y  33.  Espidas. -1,  7,  S,  10, 11, 14, 16  y  17, 
a.  — 5.  ft,  ^Hy  15.  Hierro;  de  picas.- 13.  Puntís  dellíchis.  — 19,  21  y22,  Puflalesdtdivcr- 
lU  formas.  Son  nolabilisiinas  por  su  forma  de  yatagán  oriental  las  espadas  núm.  2,  IS  y  20,  llamadas  falca- 
tai  en  Arquculngía,  y  de  las  euales  no  se  conocen  más  que  las  que  damos  aquí,  encontradas,  con  Us  denls 
(rm^s  que  figuran  en  la  plana,  en  Almedinilb  (Córdoba),  otra  hallada  en  Portugal,  que  figura  en  el  Mosco 
Etnológico  Portugués  con  et  nombre  de  la  Espada  de  Galacla,  y  creemos  que  dos  que  aislen  en  el  Museo 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


k  GrAfica  db  la  CiviuzAciÓN  EspaAola 


Arma»  proiohistórlca*  de  hierro. 
Salcedo,  Historia  de  EspaRa 


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K  CivímzaciiJn  K) 


LÁMINA   XX.II1 


Bronces  Ibérico!. 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


HISTOltlA    TIE    ESPAfiA  Cyj 

á  orÜlas  del  mar  una  factoría  junto  á  una  ciudad  de  estos  iberos:  tal  fué  Eiii- 
porium,  que  se  hizo  en  breve  población  floreciente,  pegada  á  la  ibérica,  pero 
separada  de  ella  por  un  muro  con  puertas  que  se  cerraban  durante  la  noche. 
Todavía  en  tiempo  de  Strabon  se  conservaba  esta  manera  de  vivir,  común, 
dice  el  geógrafo,  á  otras  muchas  ciudades  de  España.  En  la  época  de  la 
conquista  romana  se  dio  el  caso  de  ser  aliados  los  griegos  de  Emporium  de 
los  romanos,  y  sus  vecinos  los  indigetes,  enemigos  de  ellos.  El  cónsul  Catón 
entraba  triunfal  mente  con  sus  tropas  y  era  muy  ^asajado  en  el  recinto  helé- 
nico, mientras  que  al  otro  lado  del 
muro  los  iberos  estaban  apercibi- 
dos á  la  lucha. 

Sin  embargo,  esta  separación 
material  y  política  no  era  obstácu- 
lo para  que  la  influencia  religiosa, 
moral,  cientlñca  y  artística  de  un 
pueblo  tan  superior  como  el  grie- 
go dejara  de  dilatarse,  no  sólo  á 
la  ciudad  y  comarcas  vecinas,  sino 
átodalaregión,y  aun  á  tribus  muy 

apartadas  de  la  costa.  Andando  el  To™  ibírico  de  Osuna. 

tiempo,  los  griegos  tuvieron  allí 

otras  muchas  ciudades  á  estilo  y  semejanza  de  Emporium:  la  más  famosa, 
Shoda  ó  Rhode,  cuyo  nombre  pregona  su  origen  rodio. 

20.  —  De  otros  pueblos  de  Cataluña  tenemos  noticia,  tales  como  los 
itiesttaiios,  en  las  montañas  de  Prades;  los  bergisíattos,  en  Berga,  y  los  éerga- 
vents,  que  desde  Tortosa  se  extendían  hacia  el  interior  hasta  Cantavieja,  que 
probablemente  es  la  Carlagoriehts  que  contraponían  los  antiguos  á  la  Carta- 
gonova,  fundada  ó  mejorada  por  Asdrúbal.  Los  iUrgavones  confinaban  por 
Mediodía  con  la  Edetania,  región  feliz  de  cuya  fertilidad  y  hermosura  no  se 
hartan  de  hablar  los  clásicos:  comprendía,  en  efecto,  desde  el  rio  Ebro  por 
Zaragoza  hasta  más  abajo  de  Valencia,  ó  sea  la  mitad  aproximadamente  de  la 

■  actual  provincia  de  Zaragoza,  lo  mejor  de  la  de  Teruel,  el  Maestrazgo  y  las  pro- 
vincias de  Castellón  y  Valencia  en  su  mayor  parte.  Plinio  nos  ha  legado  una 
descripción  de  Valencia  y  la  Albufera  que  concuerda  perfectamente  con  la 
situación  actual,  acreditándose  asi  la  equivocación  de  los  que  suponen  que  es 
obra  de  los  árabes  el  paraíso  de  la  huerta  valenciana  en  la  Edetania,  como  en 
todaslasregionesquevamosenumerando.  Había  muchas  tribus:  ie¡litanos,cel- 
ftHies,  ítiria/oiunses,  Uluméeritanoí,  etc.:  la  principal  ó  más  antigua,  ó  de  la  que 
tomó  nombre  la  comarca  entera,  era  la  de  los  e-ietanos,  que,  según  se  cree,  ha- 
bitaban en  lo  que  hoy  es  Liria.  Mas  lo  característico  de  la  región  era  la  abun- 
dancia y  preponderante  influjo  del  elemento  helénico:  al  inaugurarse  los 
lierapns  históricos  los  edítanos,  en  general,  eran  iberos  lulenizados. 

21.  —  Y  lo  mismo  debe  decirse  de  los  contéstanos,  moradores  de  Alicante 
y  Murcia.  Dianmm  (Denia),  fundación  de  los  fucenses  de  Marsella,  era  el  po- 
tente foco  de  la  cultura  helénica  en  la  Contestania:  allí  estaba  el  templo  de 
Diana,  deidad  de  que  eran  devotísimas  las  gentes,  no  sólo  próximas,  sino 


(Ejrfütadén  di  la  Icmiina  XXUl.) 

Bronce*  IbérICM.  -  Li  ligura  s¡n  núniíro  fs  df  influencia  eritgi.  —  La  mlm.  I  fvttt  un  jugador 
de  dhcobolo.  —7.  Ídolo.  -  3.  Jinete.  .-4.  Buslo  de  influencia  romana.  -  5.  Un  pie  en  que  se  advierte  li 
riíif  de  culzado  que  usaban  los  iberos.  —  6.  Eílatuita  de  Atenea.  —  7.  Ffbula  en  forma  de  figura  ecuestre.  (E*- 
kn  bronces  se  hallan  ea  el  Museo  Arqueológico  Nacional  de  Madrid). 


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Historia  GrAfica  de  la  Civilización  EspaSola  L:(hina  X>^[V 


Cerámica  Ibérica  de  Dche. 


,,GoogIc 


HISTORIA    DE   ESPAÑA  69 

muy  remotas.  S^ún  atestigua  Strabon,  no  es  Tundada  la  sospecha  de  Ma- 
riana de  que  en  aquel  templo  se  hiciesen  sacriñctos  liumaQOs(i),  cosa  re- 
pugnante á  la  suavidad  de  costumbres  y  al  buen  gusto  de  los  griegos.  Otras 
divinidades  recibían  culto  en  Denia,  como  Palas  Atenea,  de  cuya  hermosa  es- 
tatua se  conservan  importantes  fragmentos  (2). 

22.  —  Inscribió  Strabon  que  la  Bética  se  llamaba  asi  del  rio  Betis,  y 
TurdOania,  por  el  nombre  de  sus  habitantes.  jEran,  pues,  turdetanos  todos 
éstosí  No  lo  parece.  En  primer  lugar,  hay  que  descartar  la  Beturia,  comarca 
perteneciente  á  la  Bética  romana,  y  que  es  la  provincia  de  Badajoz  actual. 
Pliaio  distinguió  dos  Betunas:  una  céltica,  separada  por  el  Guadiana  de  la 
tierra  de  los  celtas  ó  gUtas,  de  Portugal,  y  con  naturales  de  la  misma  raza 
que  ellos;  otra  iúránUt,  que  era  el  país  desde  Badajoz  hasta  Fregenal  y  de  Mé- 
rida  i  Guadalcanal,  poco  más  6  menos. 

Concretándonos  á  lo  que  hoy  es  Andalucfa,  los  escritores  de  la  época 
del  Imperio  romano  señalan  cuatro  pueblos  distintos:  los  turdetanos,  los  lúr- 
dulos,  bástulos  ó  bastitanos,  y  bás  tu  los- peños  ó  fenicios.  Los  bastidos  i¡basti- 
tanos  ocupaban  en  la  costa,  entre  el  Guadalquivir  y  el  Guadiana  (Betis  y 
Ana),  una  estrecha  faja  de  terreno,  dice  Strabon;  los  hástulos-penos  eran,  como 
lo  pregona  su  nombre,  un  pueblo  mixto  de  bástulos  y  fenicios,  y  se  asentaba 
en  la  región  costera  desde  Tarifa  hasta  Vera.  Sin  embargo,  no  todas  sus  ciu- 
dades maritimas  eran  de  fundación  fenicia  ó  cartaginesa,  sino  que  tas  habla 
también  griegas;  v.  gr.,  Maenaca,  de  la  que  escribió  Strabon  que  fué  la  última 
colonia  dt  los  f acenses,  contando,  sin  duda,  desde  Emporiitm.  Esta  concurren- 
cia de  ambas  colonizaciones  civilizadoras  comprueba  que  hubo  periodo  de  lu- 
chas entre  griegos  y  fenicios  por  la  posesión  ó  monopolio  de  la  explotación 
mercantil  de  España. 

23.  —  En  cuanto  á  los  túrdulos  y  turdetanos,  tenemos  un  pasaje  de 
Strabon  del  cual  resulta  que  eran  los  mismos;  pero  Tolomeo  distingue  la 
Túrdula  de  la  Turdetania,  colocando  la  primera  desde  Córdoba  á  Granada,  y 
la  segunda  en  lo  que  después  fué  llamado  reino  de  Sevilla,  y  más  especial- 
mente en  las  dos  provincias  actuales  de  Sevilla  y  Cádiz.  Gades,  Ituci  {Chi- 
clana  ?),  Oleastrum  (Sanlúcar  de  Barrameda),  Asido  (Medinasidonia),  Hispa- 
lis  (Sevilla),  Itálica,  etc.,  eran  las  principales  ciudades  de  la  Turdetania  pro- 
piamente dicha  en  tiempo  de  los  romanos. 

Los  cuates,  siguiendo  en  esto  á  los  griegos,  no  se  hartaban  de  ponderar 
y  celebrar  la  fertilidad  y  hermosura  de  la  región  y  la  dicha  en  que  vivían  sus 
felices  moradores.  Homero  señaló  en  esta  comarca  los  Campos  Elíseos,  la 
tierra  de  los  bienaventurados.  Mil  poéticas  leyendas  corrían  en  la  Hélade 
acerca  de  la  remota  Turdetania.  Hércules,  prendado  de  los  bueyes  que  allf 
se  criaban,  fué  á  robar  anos  cuantos  al  rey  Gerión,  y  de  aquí  una  guerra  te- 
rrible con  multitud  de  fabulosos  episodios.  Strabon  describe  minuciosamente 
la  Bética,  alabando  su  clima  y  sus  producciones.  Cuenta  que  tos  turdetanos 
eran  la  nación  más  culta  de  España,  y  que  hacia  seis  mil  años  que   tenían 


.  (i)    Pnedc  creene  que,  confonne  i.  las  costumbres  de  los  lauros,  sacrificaban  á  aqneila 
»  los  huéspedes  y  eenie  mtranje—   •"■--•--'-  ■•-  r....,-..  ■:■._.  i   .__  i..«. 
Ut    Víase  la  limina  X^C^CV!. 


II  hatspedes  y  eenie  extranjera.  (Hiiteria  ¡ie  F.staña,  libro  I,  cap.  XIV). 
—'"Vi. 


ExflUadón  de  la  lámina  XXÜ'.) 

CeráoileB  Ibtilca  de  Elche.  -  Es  raracieiistica  de  la  legiún  de  Levadle  en  esta  ípoca  la  ceriinica 
decorada  con  animales  y  Tiguns  eslillzadas.  El  arqueólogo  franca  M.  Piert<;  París  cree  encontrar  en  esla  de- 
coración derivaciones  de  la  cerímica  griega  de  Micenas,  (Se  encuentran  estos  ejemplares  en  el  Museo  Ar- 
queológico Nacional  de  Madrid  y  en  el  de  Burdeos.) 


,,CoogIc 


70  H'STORIA    DK   E«PaSa 

I  poemas  y  leyes  escritas  en 

verso.  Sin  entrar  en  ridicu- 
los regateos  de  fecha,  es  in- 
!  dudable  que  la  civilizacióo 

turdetana  databa  de  tiem- 
pos muy  remotos;  como  que 
en  aquellas  costas  parece 
que  se  dieron  cita  griegos  y 
fenicios  para  empezir  la  co- 
lonización de  nuestra  patria. 
24.  — Cuenta  ileíodoto 
que  en  las  primeras  largas 
navegaciones  que  hicieron, 
no  con  naves  redondas,  sino 
de  cincuenta  remos,  los  fo- 
censes  llegaron  á  Tartcso, 
en  la  Iberia.  En  Tarteso  rei- 
naba Argantonio,  quien  los 
recibió  tan  amablemente, 
que  hubo  de  ofrecerles  tie- 
rra en  que  fundar  una  colo- 
FundadúQ  de  Cádií  (I).  nja;  no  lo  aceptaron  los  grie- 

gos; y  habiendo  sabido  Ar- 
gantonio poco  después  que  los  persas  amenazabao  á  la  patria  de  sus  hués- 
pedes, les  regaló  tanta  cantidad  de  dinero,  que  tuvieron  para  rodear  su 
ciudad  con  un  muro  de  piedras  de  sillería.  De  este  rey  Argantonio  ha- 
blaron largamente  muchos  autores  clásicos.  Según  Anacreonte,  vivió  ciento 
cuarenta  años,  edad  que  Silio  Itálico  alargó  hasta  doscientos.  Valerio 
Máximo  le  llama  rey  de  Cádiz,  donde  había  nacido;  y  Cicerón,  en  su  tra- 
tado De  setiectuíe,  también  le  hace  reinar  en  Cádiz,  y  le  pone  por  tipo 
ideal  de  una  vejez  prolongada  y  dichosa.  Pero  jcuál  era  el  reino  de  Tar- 
teso? Fundándose  en  textos  clásicos,  algunos  suponen  que  toda  la  Tur- 
detania  fué  Tarteso;  otros  restringen  este  nombre  asólo  la  isla  gaditana. 
Lo  cierto  es  que  Tarteso  era  una  de  las  islas  que  formaba  el  Betis  en  aque- 
llos tiempos  á  que  se  refiere  el  Sr,  Fernández  Guerra  al  escribir:  «¿Qué  fué 

•  de  las  siete  grandes  bocas  por  donde  el  Betis  desaguaba  en  el  mar?  ¿Qué  fué 

•  de  los  dos  ingentes  brazos  con  que  ceñía  las  comarcas  de  Lebrija,  Mesa  de 

•  Asta,  Jerez  de  la  Frontera  é  isla  de  León,  presentando  los  elíseos  tartcsios 

•  campos,  y  á  su  frente  la  renombrada  Cádiz,  á  la  codiciosa  expectación  de  los 

•  navegantes  griegos?  Perdió  á  cercén  el  izquierdo  brazo  en  la  retlida  y  por- 

•  tiada  batalla  con  los  siglos  furiosos:  de  su  gran  estanque  surgieron  las  islas 

•  Mayor  y  Menor,   y  las  siete  bocas  del  Guadalquivir  parecerán  á  muchos 

•  un  mito^  {2). 

Conviene  recordar  que  la  isla  gaditana  no  es  verdaderamente  una  isla, 
sino  un  archipiélago  de  islotes:  Cádiz,  San  Fernando  y  la  Carraca.  Tarteso. 
separada  de!  continente  por  los  brazos  del  Guadalquivir,  era  la  isla  mayor  de 


(i)    Tanto  £sta  como  laü  demás  compo^ciones  del  iluslre  BTtisU  Manuel  nngel  ijue 
ilustran  )■  pre.sente  obra  esUn  peifeclamente  docamenudas,  to  mismo  en  lo  lelativo  t  trajes, 

-      '-  -' ■      ■      ■  >íí// de  la  escena  que  representan,  no  obsunK 

Tiaginarias  que  el  dibujante  ha  compuesto  con 


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HISTORIA    DE   ESPAÑA  Jl 

aquel  archipiélago,  como  expresamente  lo  dice  Pliaio,  añadiendo  que  en  esta 
isla  grande  estuvo  Gadium,  nombre  de  la  misma  etimología  que  Gddir,  Gades 
6  CddÍB,  pero  que  se  aplicaba  á  una  ciudad  distinta.  Por  último,  es  un  hecho 
indudable  que  los  griegos  tuvieron  colonias  en  la  costa  occidental  de  Anda- 
lucía, tales  como  el  puerto  de  Menesteo  y  Carteya. 

25.  —  Junto  i  estas  tradiciones  helénicas,  y  sin  enlazarse  con  ellas  más 
que  por  conjeturas,  preponderan  las  Tenicias.  Cádiz  —  la  Gades  de  los  roma- 
nos— era  una  ciudad  púnica.  Colonia  de  Tiro  se  apellidaba  todavía  en  la  época 
del  Imperio.  Lll  Hércules  adorado  en  Gades  no  era  el  Hércules  griego,  sino 
Harokel,  el  traficante  de  Tiro  que  vino  á  estas  regiones  á  robar  los  bueyes 
de  Gerion,  leyenda  reveladora  del  carácter  mercantil  de  su  empresa.  Factoría 
fué  la  primitiva  Cádiz,  y  es  indudable  que  en  tiempos  muy  anteriores  á  la 
historia  escrita  llegó  á  gran  prosperidad,  y  aun  pujanza  política.  Macrobio  nos 
ha  conservado  la  tradición  de  una  batalla  naval  entre  tos  fenicios  gaditanos  y 
la  escuadra  de  un  Terón,  rey  de  la  España  citerior,  que  se  propuso  saquear 
el  templo  de  Hércules:  vencieron  los  gaditanos,  que  por  medio  de  un  fuego 
artificial  destruyeron  las  naves  de  Terón,  á  quien  también  habían  espanta- 
do las  ñguras  de  leones  que  ostentaban  los  barcos  fenicios  en  sus  proas.  £1 
hecho  no  puede  expresar  mejor  el  carácter  de  las  luchas  entre  los  coloniza- 
dores y  sus  contemporáneos,  los  habitantes  de  España:  el  relato  de  Macrobio 
es  idéntico  al  de  cualquiera  de  nuestros  historiadores  de  Indias  reñríen- 
do  batallas  entre  los  conquistadores  españoles  y  los  mejicanos  ó  los  pe- 
ruanos. 

Sabemos  que  los  fenicios  no  se  contentaron  con  su  colonia  de  Cádiz,  sino 
que  fundaron  otras  muchas  en  Andalucía,  y  aun  en  Murcia,  no  sólo  en  las  cos- 
tas, mas  también  en  el  interior.  Málaga,  Sevilla,  Adra,  Jaén,  etc.,  tienen  este 
origen.  Sabemos  que  en  la  Bética  hubo  un  pueblo  básUdo-pmo,  y  que  toda  la  re- 
gión del  Guadalquivir  fué  influida  decisivamente  por  aquellos  orientales.  Sabe- 
mos que  las  colonias  fenicias,  al  contrario  de  las  griegas,  que  no  mantenían  con 
el  país  de  origen  otros  lazos  de  unión  que  los  sociales  de  religión,  lengua  y  cul- 
tura.dependianpollticamen- 
te  de  la  metrópoli;  y  ast, 
cuando  los  babilonios  pri- 
mero, después  los  persas,  y 
por  último  Alejandro  Mag- 
no se   hicieron  señores  de 
Fenicia,  es  natural  que  las 
colonias  españolas  recono- 
cieran y  acataran  este  se- 
ñorío —  hecho  que  explica 
suficientemente  la  tradición 
de  haber  dominado  en  Es- 
paña Nabucodonosor,  el 
contar  Varron  á  los  persas 
entre  los  conquistadores  de 
nuestra   patria  y  el  haber 
una  estatua  de  Alejandro 
Magno  en  el  templo  de  Hér- 
cules, de  Cádiz. —  Sabemos, 
finalmente,  que  hacia  el  si- 
glo vil  antes  de  Jesucristo 
las  colonias  que  hasla  en- 
tonces hablan  dependido  de  Llegada  i  Esp.iña  de  una  colonia  grisE»- 


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Historia  Gráfica  db  la  Civilización  Esfaüola  LAhima  XXV 


ARTE  IBÉRICO.  •  EsUtuascnconUaiUseD  elCcrro  de  l<i*8>Blofl. 


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Tiro,  pasaron  á  depender  de  Cartago.  No  sabemos  cómo  se  realizó  este 
cambio. 

Nuestras  historias  vienen  repitiendo  que  hubo  una  guerra  entre  los  ga- 
ditanos y  los  tartesios,  y  que,  apretados  aquéllos,  llamaron  á  los  cartagineses 
en  sn  ayuda.  Acudieron;  pero  cobrándose  iraidoradamente  el  auxilio  cun  la 
dominación.  Hasta  se  ha  hecho  intervenir  al  rey  Ai^antonio  en  estos  suce- 
sos, suponiéndole  el  monarca  de  Tartesio  que  atacó  á  los  fenicios  de  Gades, 
y  aun  llegó  á  dominar  en  esta  ciudad.  Sin  embargo,  nada  de  eso  tiene  fun- 
damento histórico:  todo  se  ha  construido  sobre  un  texto  de  Vitrubio,  el  tra- 
tadista militar  romano,  según  el  cual,  sitiando  una  vez  los  cartagineses  á  Cá- 
diz abrieron  brecha  en  el  muro  con  el  artiñcio  que  se  le  ocurrió  al  carpintero 
Pephasemenos  de  hacer  caer  sobre  la  muralla  un  gran  madero  suspendido  de 
otro  hincado  en  tierra,  que  fué  la  invención  del  ariete.  Vitrubio  no  dice  la 
ocasión  ni  el  motivo  de  este  sitio  de  Cádiz;  pero  se  ha  supuesto  que  fué  para 
echar  de  allí  á  los  tartesios,  que  se  hablan  apoderado  de  la  ciudad. 

Lo  único  positivo  es  que  Cattago  sustituyó  á  Tiro  en  la  dominación,  ó, 
mejor  dicho,  en  la  protección  de  la  España  fenicia. 


ttfüíaaía 

A  ¿I  iámiaa  XXI'.) 

ARTE  IBÉRICO.-  Laacatati 

lu  del  Cerro  de  los  Santo*  y 

..La 

Dama  de 

□che" 

.-Hancon- 

tn  llimir  -Arte 

ibírico..  al  arte 

n  España 

rollóenlrela 

epoa  ptoiohi! 

ríe,  c 

Iiíritgiisom 

■  por  lodu  piries,  pero  si 

pesai 

dtiasttridad, 

enereia  y  noble  reiliimo 

que  constiluyen 

licararteriBlifa 

ríe  español,  perteni 

halliditel  lAolSMI  poi 

íti  una  pequeña 

DCldade 

fl  nombre  df  ■ 

la  en  el  lérmino  ' 

de  Monte  Alegre 

El.  el  si' 

lio  donde  se  encontriron 

había  eiistldo  i 

jn  leoiplo  de  [ipo  ítrie¿o,  cuyc 

peni  sien,  el 

culi  debió  de  e 

star  abierto  al  cullodurjir 

ISX-?,'K 

TiHur 

íornabaí 

1  se  advierten 

diUiniM  eftilos.  que  denoUn  épocas  di' 

l'otienWI  caldeo 

■1  e 

Si 

nal  mente  al  romano. 

De  BUS  «Ulu».  U  que  di  el  li 

po  ideal  y  car» 

lipir. 

nflm.  1), 

oiyotocadí 

•"■is 


.  ..         meicja  de  hieratlsmo.  anaismo  y  reailunoiiivez.  que,  unidos  i  lo  robusto  y  firm; 

,  le  dan  un  arlctec  exltaflo  y  la  hacen  obra  única  y  eminentemente  española. 

la  oncr  aAoi  despuít  de  realizado  t¡  descubrimiento  no  empezó  i  preocuparse  de  íl  el  Oobtemo. 
uiuuu  uiatián  con  semejante  abandono  i  qnc  cierto  menestral,  un  relojero  de  Yecla,  hombre  medio  loco, 
tony  codicioso  y  por  completo  attprtocapado.  emprendiera  las  eicavaciones  por  su  cuenta  y  se  apoderase 
lie  casi  lodas  las  estatnas.  No  estuvo  el  mal  en  esto,  sino  en  que,  llevado  de  su  codicia  y  delirio  de  grandevas 
Imurii  hxoenel  hospital).  empeiAl  hacer  copias  cnn  piedra  de  la  misma  cantera  del  cetro;  y  tanta  maña  se 
dio,  que  hiio  también  orleinaleí,  imitados  con  rara  habilidad.  Tanto  se  hibia  idenliñcada  con  aquel  arte  y 
tal  urlcter  supo  darle*,  que  cuando  los  arqueólogos  fueron  i  estudiarlas  se  encontraron,  descubierta  la  su- 
perehrtía.  con  que  no  sabían  cutíes  eran  las  auténticas  y  cuites  las  falsas. 

Estudiada*  después  con  gran  detenimiento,  se  adquirió  la  evidencia  de  la  autenllcidad  de  muchas  de 

"""  ■' í  las  queestln  en  el  (estero  déla  puerta  de  entrada  á  la  sala  en  que  se  hallan  (en  el  Museo 

.fdode-      ■'■     


Arqueológico  Nacional)  respondo  de  su  autenticidad:  de  las  demás,  no>.  hemos  oído  decir  al  Sr.  Méüda. 
Pero  la  obra  maestra  del  -Arte  Ibérico-  es  el  famoso  busto  de  la  'Dama  de  E1che>  (véale  -'  — 
i<¡  en  la  anteportada  del  présenle  libro). 

Califican  unos  esta  escullura  de  greco.ibérica.  y  oíros  de  Ibero-fenicia;  pero  todos  eslln  c 

i.;. . J^ — :.  ,„  importancia  de  documento  histórico  y  su  caticter  esencialmente  esp 

in  obras  de  otros  países. 

letced  H  li  actividad  y  diplomacia  de  M.  Pierre  París 
n  el  Museo  del  Louvte,  de  París,  en  vei  de  estar  ei 


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Historia  Gráfica  d 


Ohimd. 
DalekI. 


Caph. 
Liin«d. 


Coph. 
Rfsth. 


fpsilon. 
Omegi. 

O   Ligaciones. 


K  CiviuzAcidN  EsfaRola 
Ibérico. 


P-.   P.  !>.   7.   0...., 


LAMINA   XXV[ 

Procedencia. 


-^.  1..  A 

A 

k.  i.  f.  *.  í. 
t.  t.  /N.  A... 

nr 

H.H 


Oritgo;  K  ffnicio. 
Hebreo  umiriuní 


í<»:iíi=<<<<<AVV... 

t.  /.  A 

Y. V).      n„ 

r' I. 

í.  í.Cf,.  ^-  ^ ^-   °"'«'" 

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Griego  ai 


Alfabeto  Ibero,  segAn  notables  cpIfralUtaa. 


,,GoogIc 


CARTAGINESES  Y  ROMANOS 


U.  Cartagineses  j  griegos.  —  17.  Primera  puena  púnica:  Los  Barcas,  Amllcar.  —  U.  Asdrúbal. 
».  Aníbal:  Sagnnlo;  expedición  á  Itaiía.  —  SO.  Los  romanos  eo  España.  — 31.  Reiumen  de 
la  gnerra  entre  cartagineses  ;  romanos  por  el  dominio  de  nuestra  Península.  Consideracio- 
nes generales  sobre  esta  guerra. —  31.  Antigüedades ~~ 


26.  —  Desde  que  los  cartagineses  asumieron  la  representación  ó  cabeza 
del  clemeoto  fenicio  espaüol  hasta  el  desembarco  de  Amflcar  Barca  {238  an- 
tes de  Jesucrislo),  Irascurrieion  por  lo  menos  cualrocientos  años.  De  tan 
largo  período  apenas  tenemos  noticias.  £11  conjunto  sólo  cabe  asegurar 
que  Cartago,  potencia  política  y  militar  harto  más  poderosa  que  Tiro,  conso- 
lidó, perfeccionó  y  ensanchó  el  dominio  é  influjo  púnicos  en  nuestra  Penín- 
sula, y  expulsó  ó  dominó  á  los  griegos  en  toda  la  región  costera  desde  el  pro- 
montono  Feíraria  (cabo  de  San  Martín)  hacia  el  Sur.  No  fué  lo  último  sin  gue- 
rras largas  y  porfiadas,  en  que  los  etruscos  ayudaran  á  los  cartagineses,  y  que 
labraron  entre  éstos  y  los  griegos  y  helenizados  españoles  profundo  surco  de 
enemistades  que  habían  de  aprovechar  luego  los  romanos. 

Las  relaciones  entre  cartagineses  y  griegos  se  nos  ofrecen  en  esta  época 
por  un  doble  aspecto:  políticamente,  de  oposición  y  lucha;  socialmente,  de 
progresivo  influjo  del  helenismo  en  Cartago.  Nunca  dejó  de  ser  fenicia  en  el 
fondo  esta  insigne  ciudad;  pero  fué  adaptándose  á  las  formas  griegas  y  tras- 
formándose  por  su  influencia,  hasta  el  punto  de  que  en  la  época  de  los  Barcas, 
es  decir,  de  las  guerras  púnicas,  los  generales  cartagineses  redactaban  sus 
despachos  en  griego,  y  es  probable  que  en  el  Senado  cartaginés  no  se  hablara 
otro  idioma.  Grecia  es  el  ejemplo  más  señalado  que  nos  ofrece  la  Historia, 
fuera  del  religioso  de  los  hebreos,  de  una  potencia  espiritual  fundada  en  la 
ciencia  y  en  el  arte,  superiorlsima  en  intensidad  y  extensión  á  la  potencia 
política  del  pueblo  que  acertó  á  crearla.  Aquí,  en  España,  y  lo  mismo  en  Cer- 
deiia  y  en  Sicilia,  los  cartagineses  vencieron  y  acorralaron  á  los  griegos  con  sus 
armas;  pero,  aunque  vencidos,  los  griegos  se  sobrepusieron  á  los  cartagineses 
por  el  espíritu  civilizador,  del  propio  modo  que  andando  el  tiempo  y"en  más 
vasto  teatro  Roma,  conquistadora  de  Grecia,  fué  conquistada  por  Grecia  en 
el  orden  de  la  cultura.  Como  en  la  lucha  suprema  que  decidió  la  suerte  del 
mundo  antiguo  venció  Roma,  la  civilización  moderna  es  greco-romana;  si  hu- 
biere vencido  Cartago,  sería  greco -cartaginesa. 


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I   LA   ClVIl-lZACiÓN   ESPASOLA 


Umina  XXVIl 


y  por  su  aspecto  mislrrlc 
Sanios  y  de  la  £><jfnii  di 


"ire: 


Diadema  encontrada  cu  Jlvca  (Alicante). 

ser  ¡ndigoiis).  rs  evidentt  ijiw  s;  i)uslaron  a\  gimo  iMrico. 


Hipogeo  tenido 


en  la  Pnnta  de  )a  V 


,,CoogIc 


HISTORIA   DE  ESPAÑA  77 

27.  —  La  primera  guerra  púnica  empezó  en  el  aflo  de  264,  y  duró  hasta 
el  de  241.  Sus  teatros  fueron  Sicilia,  el  Mediterráneo  y  la  tierra  de  África 
poseída  por  Cartago.  España  no  sufrió  más  consecuencias  directas  que  las 
de  proveer  á  tos  cartagineses  de  recursos,  con  especialidad  de  soldados,  que 
sacaban,  ora  exigiéndolos  á  las  tribus  sobre  que  tenían  dominación,  ora  reclu- 
tándolos  por  contrato  en  las  tribus  independientes.  Pero  la  consecuencia  in- 
directa no  pudo  ser  mayor:  Cartago,  vencida  por  Roma  y  á  punto  de  perecer 
luego  á  manos  de  sus  propios  mercenarios,  comprendió  que  para  conservar 
su  potencia  mercantil  tenia  necesidad  de  crear  una  potencia  militar  propor- 
cionada, y  concibió  el  pensamiento  de  fundar  esta  potencia  en  nuestra  Penín- 
sula. ^Por  qué  Roma,  más  pobre  que  Cartago,  habla  resultado  más  fuerte  y 
poderosa  en  la  lucha?  Pues  porque  bajo  su  autoridad  política  y  militar  ha- 
bla unificado  y  disciplinado  á  todos  los  pueblos  de  la  Península  italiana.  Car- 
tago quiso  hacer  lo  mismo  con  los  pueblos  de  la  Península  ibéiica. 

Esta  idea  fué  sugerida  por  un  partido  imperialista  que  había  en  Carta- 
zo, enfrente  de  otro  partido  pacifista  ó  mercantil,  conservador,  en  suma,  de 
tüs  usos  y  prácticas  que  había  seguido  la  República  desde  su  fundación,  y  con 
lus  cuales  habla  llegado  á  su  prosperidad  y  grandeza.  Pero  el  éxito  desgraciado 
de  la  guerra  con  Roma  y  el  tremendo  peligro  de  la  insurrección  de  los  mer- 
cenarios dieron  la  razón  á  los  imperialistas,  y  Amílcar  Barca,  su  jefe,  general 
que  se  babia  distinguido  luchando  contra  los  romanos  y  salvado  á  Cartago 
(le  sus  propias  huestes  rebeladas,  investido  de  plenos  poderes,  acaudillando 
un  ejército  y  con  una  escuadra  mandada  por  Asdrúbal,  pariente  suyo,  reco- 
rrió la  costa  septentrional  de  Afjica,  y,  pasando  el  Estrecho,  desembarcó 
en  Gades. 

Ocho  años  gobernó  Amílcar  Barca  en  España  á  nombre  de  Cartago, 
siempre  con  la  vista  fija  en  la  futura  guerra  contra  Roma.  Sa  política  fué  de 
atracción,  según  correspondía  á  su  objeto  ñnal;  y  así,  habiendo  ganado  á  tas 
tribus  del  interior  una  gran  batalla  en  que  hizo  diez  mil  prisioneros,  les  dio 
libertad,  y  á  los  demás  que  cautivaba,  lejos  de  sacriRcartos  ó  reducirlos  á  es- 
clavitud, conforme  á  la  costumbre  de  la  época,  los  convertía  en  soldados  su- 
yos. Con  estos  cautivos  y  con  el  contingente  sacado  de  los  pueblos  sometidos 
organizó  un  ejército  formidable,  que,  adiestrado  en  la  constante  vida  de  cam- 
pamento y  en  la  guerra  permanente  con  celtiberos  y  carpeíanos,  llegó  á  ser 
modelo  de  valor  y  disciplina.  Tampoco  descuidó  Amílcar  el  desarrollo  de  la 
pública  riqueza,  sabiendo,  cual  todos  los  grandes  capitanes,  que  sin  ella  el 
poder  militar  es  una  ficción  ó  un  aparato  sin  consistencia,  y  fundó  ciudades, 
v.gr.  Cartagovetus  {Q»r\lA\\K]a),  Akra-Leuca  (t'eñíscola)  y,  según  creen  algunos, 
Barcelona,  dando  también  impulso  á  la  explotación  de  las  minas  y  al  comercio 
con  ta  metrópoli.  Fué  tan  sabia  y  vigorosa  su  administración,  que  las  rentas 
de  la  España  cartaginesa  no  sólo  bastaban  para  sostener  el  ejército  y  las 
obras  públicas  é  ir  ganándose  á  fuerza  de  oro  á  las  tribus  traspirenaicas,  á 
través  de  las  cuales  tenia  pensado  Amílcar  dirigirse  á  Italia,  sino  que  sobraba 
un  remanente  que  era  mandado  á  Cartago  como  producto  liquido  de  la  colo- 
nia. Catón  el  Censor,  que  vino  á  España  una  generación  después  de  Amílcar, 
dijo  que  ningún  rey  podía  compararse  con  este  general  cartaginés.  En  efec- 
to; como  gran  rey,  mejor  aún,  como  grao  fundador  de  dinastía  se  portó  en 
todo:  basta  en  el  fausto,  de  que  dieron  testimonio,  por  ejemplo,  las  solemní- 
simas bodas  de  su  hija  Himilce  con  Asdtúbal,  que  hizo  celebrar  con  extraor- 
dinaria pompa  en  un  campo  á  orillas  del  Fbro. 

El  poder  de  Amílcar  en  España  tenia  sólida  base  en  la  Turdetania  y  en 
twla  la  región  levantina^  menos  en  los  pueblos  helénicos  y  helenizados,  que 
siempre  le  fueron  hostiles.  La  primera  insurrección  que  hubo  de  reprimir  fué 


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78  HISTORIA   DK   ESPASa 

la  de  una  ciudad  fócense  de  la  Bética  cuyo  ROmbre  ha  olvidado  la  Historia. 
En  la  Edetania  encontró  muchas  dificultades,  suscitadas  por  los  mismos  he- 
lenos; y  los  saguntinos,  que  si  no  eran  griegos  de  origen  pretendían  serlo, 
buscaron  ya  la  protección  de  los  romanos  por  escudo  contra  él.  Amilcar 
llevó  á  la  Edetania  una  colonia  de  turdetanos  como  instrumento  de  cartagem- 
zoíiÓH  del  pafs  y  para  sujetar  á  los  saguntinos  y  demás  helenos.  £n  cuanto  á 
las  tribus  ó  naciones  del  interior,  Amilcar  no  sostuvo  con  ellas  otras  relacio- 
nes que  las  que  nuestros  gobernadores  de  Chile  hablan  de  mantener  con  los 
araucanos,  ó  los  capitanes  generales  de  Filipinas  con  los  moros  de  Joló:  por 
SÍ  ó  por  medio  de  sus  lugartenientes  hizo  varias  expediciones  á  la  meseta 
central,  y  en  dos  de  ellas  cayeron  sucesivamente  prisioneros  dos  régulos  de 
celtiberos,  llamados  Istolacio  é  Indertes,  que  pagaron  con  la  muerte  en  crui 
aquella  primera  visita  Je  ios  poderosos  extranjeros  á  su  territorio. 

Amilcar  murió  en  batalla  con  un  tal  Orisson,  régulo  de  Hélice  ó  Vélice, 
que  unos  dicen  corresponder  á  Belchite  y  otros  á  Elche.  Lo  cierto  es  que 
Orisson  fué  un  traidor  que  se  fingió  aliado  del  cartaginés,  y  como  tal  se  in- 
corporó á  su  campo  con  gente  de  guerra,  sin  duda  para  atraerle  á  una  em- 
boscada. Cuentan  algunos  historiadores  antiguos  que  Orisson  empleó  la  estra- 
tagema de  poner  delante  de  los  suyos  una  fila  de  carros  tirados  por  toros  á 
cuyos  cuernos  hizo  atar  haces  de  paja  y  leña  seca,  que  encendidos  en  el 
momento  preciso,  embravecieron  al  ganado  de  tal  modo,  que  rompió  á  los 
cartagineses.  Sin  duda  llevaban  éstos  en  tal  ocasión  un  reducido  contingente 
de  tropas. 

(Eyflicacién  d.-  la  Idaiina  XXi'lü)  (l). 

I.  Vasij>  de  burro  cocido  de  formí  elcguilt. -2.  Visiji  inlerísínlisinu  por  su  iorm»  yli  ddia- 
d»a  dt  SD  t|ccucidn.  Es  de  barro  «tgunlino.  y  corresponde  1  los  Ires  primeros  siglos  de  ti  era  nlgar. 
untfienlarío  (V.  P.  ?)- 3.  Vaso  de  crrimlci.  i  an  quinto 
y  esmalUdí  {Ere$ii.)  —  5.  Vaso  de  cera  mica  1  un  quinto 
parte  de  su  tamallo.  —  T.  Plato  con  eomida,  resto  de  in- 
—  8.  Desconocemos  el  uso  de  esta  vasija:  sólo  diremos  que  su  origen  es  egipcio  y  que  seBSúmacbo. 
Esdebarro,  y  procede  de  Talemanca,  Ibiza.  — 9.  Urna  de  incineraciún  con  despojos  fúnebres.— 10.  Otra 
urna  con  igual  deslino.  Las  dns  proceden  de  Eresa.— II.  Vasija  de  crrimica,  con  su  tapadera,  detalle  de qoe 
calecen  todas  lasque  conocemos  de  esta  procedencia  (Talemanca.)—  13.  Jarro  de  cerámica  (Talenana.) — 
II  al  16.  Cuatro  vasijas  que  por  su  forma  lecuerdan  el  botijo  actual,  y  vienen  á  corroborar  la  opinión  de 
los  arqueólogos  de  que  en  la  eerimici  persisten  mucho  las  formas.  No  cierlamenie  en  este  solo  caso,  en  otros 
muchos  encontrarl  el  lector  vasijas  iguales  ó  casi  iguales  á  las  que  se  fabrican  hoy.  — 17.  Otra  nmacon 
despojos  humanos  incinerados.  ~  18.  Vaso  ú  |>ledra  ahuecada  de  uso  desconocido.  Esta  (educido  ii  la  octava 
parte  de  su  tamiHo,  y  procede  de  Talemanca,  —  19,  Jarro  de  cerimiea,  Ocliva  parte  del  natnnl:  procede  de 
Ophinsaó  Formentera. -10  y  21.  Urnas  con  despojos  funerarios.  —  21.  Vjso  de  cerlmica  (sexta  parte  del 
original.)  -  23.  I'lato  de  cerimica  fina. 

(1)     ARTE  PÚNICO.  —  Los  lenicios  no  tuvieron  arte  propio.  Viajeros  constantes  por  todo  el  audo 

Interesaba,  llevando  aquellas  impresiones  i  otros  paises  y  comnnicindolas  k  su  manera,  por  haber  sido  nna 
impresión,  y  no  un  apiendízaje  completo,  lo  qnc  habian  recogido.  Efecto  de  esto  es  el  carácter  extraflo  qne 
dieron  i  sus  producciones  artísticas  ú  Industriales,  que  desorienlin  i  primera  villa,  pero  qne  delatan  diri- 
mente so  oriEDi.  el  punto  de  partida,  á  poco  que  se  In  estudie,  comparándolas  con  las  producciones  de  b 
misma  das."  de  las  civilizaciones  que  los  precedieron;  la  egipcia,  la  caldea  y  la  griega,  por  más  que  esta 
filllma  aparezca  mis  tarde  que  ellos  en  la  historia  dr  la  clvtlliación. 

En  el  srnlldo  artístico  prupjamenle  dicho,  su  inferioridad  re!^pecto  á  los  modelos  que  se  propusieran 
initar  salta  á  la  vJiU. 

Tales  fueron  la  Industria  y  el  arte  que  llevaron  á  Cartjgo,  y  que  los  caiUgineseses  á  su  vea  (raa- 
porlaron  á  Ibiza  cuando  la  conquistaron. 

Perleneccn,  pues,  al  arle  fenicio  todosestosobjelos  que  bajo  el  epígrale  de  ■Ar1epúnico>  presentamoi 
en  las  limini',  XXVII  á  XXXIII. 

TdUos  estos  objetiis,  en  «tremo  interesantes  desde  miichns  pnntos  de  vista,  se  hallan  en  el  Mnseo  de 
Ibiía,  la  anticua  Hreíade  los  cartsgine-cs,  en  cuya  ncccúpolls  lueion  enconirados.  Algunos  hay  que  perte- 

inmediato  á  ibiza,  ignorándose  áquf  pueblo  ú  raza  pertenecía,  por  masque  haya  quien  le  suponga  cananco. 

D,g,t7cdb/COOgIC 


Mldel2centim 

eltosd 

e  alio,  y  regularmente ! 

del  natuial.  —  < 

1.  Bote 

Hila  ú  frasco  de  cerám 

desuUmafio.- 

6.  Va; 

>o  de  barro  cocido,áli 

Historia  Crípica  oe  la  Civilización  Española  Lámina  XXVItl 


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fllSTORlA  GRÍFICA  de   LA   ClVlUZACIÚN    ESPAÑOLA 


LiiirNA  XXJX 


^ 


Arle  púnico  Ibtrlco. 


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HISTORIA    DE  ESPAÑA  8l 

26.  —  Los  cabos  principales  del  ejército  eligieron  en  Akra-Leuca  al 
yerno  de  Amllcar,  Asdrúbal,  para  sucederle  en  el  mando.  La  elección  fué  ra- 
tificada por  el  Senado  de  Cartago,  aunque  no  sin  la  oposición  de  los  anti- 
tmfer ¡alistas,  que  velan  con  sobresalto  el  crecimiento  de  tan  gran  poder 
militar  en  España  y  bajo  una  verdadera  dinastía  —  la  de  los  Barcas  —  que 
se  iba  entronizando. 

Asdrúbal  gobernó  cerca  de  octio  años  (de  22$  á  220),  y  muñó  asesi- 
nado por  un  esclavo  celtibero  que,  con  raro  ejemplo  de  postuma  fidelidad, 
vengó  asi  la  muerte  de  su  señor,  ejecutado  de  orden  del  general  cartaginés. 
Colocado  entre  dos  gigantes  —  su  antecesor  y  suegro  Amilcar  y  su  sucesor 
y  cuñado  Aníbal, —  parece  que  Asdrúbal  no  desmereció  del  uno  ni  del  otro. 
Pocos  casoB,  pero  si  algunos,  nos  ofrece  la  Historia  de  estas  familias  que  en 
una  ó  dos  generaciones  cuentan  sus  grandes  hombres  por  sus  individuos. 
Quizás  los  Barcas  cartagineses  sean  el  más  señalado  de  semejantes  raros  ca- 
sos. Este  Asdrúbal  fundó  ó,  según  quieren  otros,  fortificó,  engrandeció  y  dio 
nombre  de  Cartagonova  á  la  ciudad  levantina  que  hizo  capital  de  la  España 
púnica.  Las  colonias  griegas,  cada  vez  más  hostiles  á  Cartago  y  más  temero- 
sas del  creciente  poderlo  de  los  Barcas,  consiguieron  que  Roma  las  tomase 
bajo  su  protección  directa:  se  ajustó  un  tratado  entre  romanos  y  cartagineses, 
según  el  cual  los  segundos  no  debían  extender  sus  conquistas  más  allá  del 
Ebro.  Ningún  historiador  griego  ó  latino  nos  ha  conservado,  sin  embargo, 
el  texto  de  este  célebre  pacto,  cuyo  rompimiento  por  Aníbal  fué  cau- 
sa ó  pretexto  de  la  segunda  guerra  púnica:  hay  fundados  motivos  para 
creer  que,  ó  no  debió  de  existir,  al  menos  con  la  formalidad  que  luego 
se  hubo  de  suponer,  ó  que  no  estaba  tan  explícito  como  sostuvieron  los 
romanos. 

29,  —  En  el  año  de  220,  también  por  aclamación  del  ejército  y  confir- 
mación del  Senado  cartaginés,  Aníbal  sucedió  á  su  cuñado  Asdrúbal,  Contaba 
el  nuevo  caudillo  veintinueve  años;  estaba  desde  los  trece  en  Eí'pafla.j» 
maestra  tti  el  arte  militar,  como  escribió  Floro.  En  los  ejércitos  de  su  padre  y 
de  su  hermano  polflico  hizo,  en  efecto,  sus  primeras  campañas  y  ascendió 
basta  general  de  la  Caballería,  cargo  que  desempeñaba  á  la  muerte  de  As- 
drúbal. En  España  se  habla  casado  con  una  española  principal;  y  no  hay  que 
ponderar  sus  méritos  de  soldado  ni  de  caudillo:  para  el  encomio  basta  su 


ARTE  PONICO.  -  Damos  en  ali  planj  uní  coIccdAn  de  eslaluflas  de  barros  l>  mayar  de  ellas, 

alfemo  inferior  de  la  dcretha,  no  mide  mis  que  36  (enlimttroa.  Aunque  reprcicnUndo  dislínlos 
nliposot.  tí¡úat  cWta  parlicipan  del  mismo  carider,  con  sus  reniniscendas  orientales,  y  aun 
bdtekai. 

Hasta  abara  sdlo  han  sido  clasificadas  las  dos  del  centro.  La  mayor,  con  la  diadema  y  los  tres  colla- 
u.  emblema  de  la  supitma  jerarquía.  e<  el  dios  Baal,  y  la  otra  es  la  diosa  Tahnit, 

Toda*  «las  eitatultas  estin  modeladas  sdlo  por  la  parte  anterior,  lo  que  indica  que  fueron  hechas  para 
otar  adosadas  1  alguna  parte,  y  todas  proceden  del  cementerio  de  Eresa;  pero  hay  aide  cabecitaa  que  difie- 
ren notablemente  de  las  anteriores  en  el  calilo  y  en  el  espirito,  con  tal  carácter  de  realismo  é  individualidad, 
que  pareen  retratos.  Estas  cabezas  no  proceden  de  la  necrópolis  de  Eresa,  capital  de  lacolonlacartaglncsa 
de  Ibiía,  lino  de  pDlgden  Valla,  poblaciAn  emplazada  al  norte  de  Eresa,  y,  según  se  cree,  fundada  por  los 
aúneos,  que  llegaron  í  las  Pythlnsas  hacia  el  iflo  HW  (i.  de  C.)  Los  cartagineses  no  se  establecieron  en 
Ibiía  hasfa  el  170  (a.  de  C)  De  ahí  la  diferencia  que  se  nota  enire  unas  y  otras  figuritas. 

Los  cananeos  eran  hcnnanos  de  raza  y  religión  de  los  fenicios,  y  siendo  los  cartagineses  descendien- 
tes de  estos  Ñllimos,  k  explica  perfectamente  que  después  de  establecidos  en  Eresa  como  colonizadores 
hayan  conrlirido  con  ellos  sus  predecesores  de  Puig  den  Valls  hasta  la  romanización  de  las  islas  en  el 
primer  siglo  del  cristianismo. 


I.  Historia  de  EspaRa 


,,CoogIc 


*  CrVILlíAOlÚN    RSP*ÑOLA 


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irisroRiA  itE  espaS^a  í<3 

nombre,  pues  el  de  Aníbal  sólo  puede  figuiar  en  la  Historia  dignamente  al 
lado  de  los  de  Alejandro,  César  y  Napoleón  (i). 

Cuéntase  que  antes  de  salir  de  Cartago,  y  siendo  Aníbal  muy  niño,  su 
padre  le  hizo  jurar  sobre  el  ara  de  un  templo  odio  implacable  á  los  romanos. 
Ed  efecto;  la  destrucción  de  Roma,  ó  por   lo  menos  su  anulación  como 
potencia  política,  Tué  el  único  fin  de  la  vida  del  gran  caudillo,  que  siguió  la 
empresa  acometida  por  Amílcar  y  continuada  por  Asdrúbal,  en  que  le  ayu- 
daron eñcazmente  sus  hermanos,  todos  insignes  capitanes  y  valerosos  solda- 
dos. La  segunda  guerra  púnica,  masque  un  duelo 
entre  Roma  y  Cartago,  lo  fué  entre  Roma  y  tos 
Barcas.  Esta  familia  singular  habfa  preparado  la 
guerra  en  una  de  sus  generaciones,  y  en  la  si- 
guiente la  dirigió:  cuando  los  Barcas  sucumbie- 
ron, desapareció  Cartago. 

Las  primeras  expediciones  que  dirigió  Aní- 
bal fueron  al  interior  de  nuestra  Península;  sin 
duda  no  tuvieron  más  objeto  que  mover  sus  ve- 
teranos y  proporcionarse  reclutas  y  recursos.  Si- 
guió el  curso  del  Tajo  por  la  orilla  derecha,  y 
atropellando  tribus,  obligando  dondequiera  que 
pasaba  á  reconocer  la  superioridad  de  sus  armas 
y  á  rendirle  tributo,  cruzó  la  cordillera  divisoria 
de  ambas  Castillas  y  se  dejó  caer  sobre  la  tierra 
de  los  vaceos,  apoderándose,  no  sin  resistencia, 
de  Elmántica  (Salamanca).  AI  regreso,  carpetanos 
y  celtiberos  reunidos  en  número  considerable  in-  Anibíi. 

tentaron  cortarle  el  paso,  ó  quizás,  mejor  di- 
cho, quitarle  parte  del  inmenso  convoy  que  seguía  á  su  ejército:  lo  segun- 
do es  lo  que  parece  deducirse  de  la  relación  de  Polibio,  y  lo  más  ve- 
rosímil. La  pelea  duró  dos  días:  en  el  primero,  carpetanos  y  celtiberos,  ca- 
yendo con  extraordinario  empuje,  que  Polibio  alaba,  sobre  la  retaguardia 
de  Aníbal,  consiguieron  desordenarla  y  apoderarse,  si  no  de  todo,  de  algo 
del  botín  que  llevaban  los  cartagineses;  al  otro  día  se  revolvieron  éstos,  y 
causaron  á  los  indígenas  espantosa  derrota.  La  fama  de  este  suceso  llegó  á 
los  confines  de  España,  y  las  tribus  más  apartadas  se  apresuraron  á  tratar  con 


(i)  Sod  JDDiinicribles  los  libroi  antigaos  y  modernoi  que  ae  lian  escrito  sobre  Aníbnl. 
Sdto  lobre  el  paso  de  los  Alpes  cita  el  (!eneral  Almirante  (Bi/iUo^ra/ia  mililiir  di  Eifioiía) 
TcintidAs  (fíalos  de  monogrilTas  inglesas,  Iranceíaa,  alemanas  é  ilalianas.  En  la  Biblioteca  >te 
H  Escorial  hay  dos  curiosos  cMices  del  siglo  i»,  Uno  titulado:  Contiaciin  qut  le  fingí  ctilre 
Aiiiiai,  icipión  y  AUxanárí  mbre  mayúriAid  i  prtsidentia  anit  Míaos,  íoiufunta  tn  xriíga  fiir 
Ltuiamo.  traducida  al  latín  fer  Auriifa  y  a¡  taílcllana  por  Martín  di  Avila,  íl  eual  /.iio  ri/a 
traduíciitt  nt  servicia  de  D.  Juan  de  Sitvit.  El  olio,  sobre  el  mismo  asunto,  se  alribuye  i  Vasco 
Ramfrez  da  Gnzmin,  Arcediano  de  ToUdo,  á  mediados  del  siglo  xt,  j  icaductoi  de  Salnstio. 

\E]¡pUeaciótt  de  la  lámina  XXX.) 

Arte  pÍBico  Ibérico.  •  l.  Vaso  de  forma  muy  primitiva.  —  2.  Vaso  de  barro  cocido  (Eresa.)  —  3  y  4. 
Vas«  esmaltados  (Purniiry.)- 5.  Vasija  fsraallada  de  barro  cocido  (Eresa).  — 6.  Vaso  de  barro  cocido  (de 
Xamci.  Ibija.)  — T.  TaiadebarrosaguntinotEres*).  — 8,  Vasija  de  barro  muy  fino  de  color  negro.  Parece 
romaaa  (Eresa).  —  9.  Vasija  de  color  negro  (Iblza),  ~  10.  Lucerna  de  barro. —  II.  Lacrimatorio  de  vidrio.— 
II.  Ánfora  dr  gran  lamino.  —  13.  Vasija  esmallada  (Purmary).  —  14.  Vasija  esmaltada  de  barro  cocida 
(Eresa.) -15.  UngfienUtio  de  barro.  -  16.  Hermosa  ánfora  de  mis  de  1,25  delito  hallada  en  el  lilaral 
de  lUza.  —  17.  Vaso  de  vidrio  irisad  i  (Pnig  den  Vatls).  -  IB  y  10.  Vasijas  esmaltadas.  La  19  esti  decorada 
en  azul  (Eresa.)  — 20.  Vaso  que  parece  un  lacrimaloris.  Es  de  vidrio  con  irisación»  metílicas. 


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«4  HISTORIA   DE  ESFAÜA 

el  general  carUgioés,  que  se  limitó  á  pedir  soldados  á  todas  ellas  para  orga- 
nizar los  tres  ejércitos,  base  estratégica  de  su  empresa:  uno  que  mandó  al 
África,  y  en  el  cual  fueron  muchos  españoles;  otro  que  habla  de  quedarse 
guarneciendo  á  España,  compuesto  principalmente  de  africanos,  y  el  tercero, 
que  á  sus  órdenes  inmediatas  había  de  realizar  la  maravillosa  expedición  de 
Italia:  también  en  este  último  formaron  los  españoles  en  número  considera- 
ble. Una  supuesta  tradición  vascongada  intenta  recordar  que  los  remotos 
antepasados  tomaron  también  su  parte  en  la  más  brillante  operación  militar 
del  mundo  antiguo;  pero,  por  desdicha,  todo  eso  es  apócrifo  (i). 

Aníbal  tenia,  sin  embargo,  en  nuestra  Península  enemigos  tenaces  y  pe- 
ligrosos: eran  los  griegos,  adversarios  tradicionales  de  la  expansión  púnica. 
Impotentes  para  resistir  por  si  solos  á  los  cartagineses,  aproximábanse  cada 
vez  más  á  Roma,  esperándolo  todo  de  esta  potencia,  y  llamando  constante- 
mente á  los  romanos  como  á  sus  libertadores.  Es  indudable  que  Roma  mos- 
tró en  esta  ocasión  más  prudencia  que  audacia:  si  desde  luego  hubiese  en- 
viado un  ejército  á  España,  es  probable  que  Aníbal  no  hubiera  podido  pasar 
á  Italia.  Dejó  á  los  griegos  habérselas  solos  con  el  general  cartaginés,  é  Inten- 
tó detenerle  con  procedimientos  diplomáticos:  tratados,  embajadas,  ame- 
nazas, y  aun  suscitándole  dificultades  políticas  en  Cartago  por  medio  del 
partido  conservador  ó  tradición  a  lista  cartaginés,  siempre  opuesto  al  imperia- 
lismo de  los  Barcas.  El  cálculo  de  los  políticos  falló  entonces,  como  tantas 
otras  veces.  Cuando  la  guerra  es  inevitable,  lo  mejor,  lo  cuerdo,  es  arrostrar- 
la cuanto  antes.  Lo  dice  el  refrán:  «Quien  da  primero,  da  dos  veces.» 

Aun  abandonados  los  griegos  á  sus  propias  fuerzas,  opusieron  una  resis- 
tencia tenaz.  ;Qué  no  hubieran  hecho  con  el  apoyo  de  un  buen  ejército  ro- 
mano^ Primero  atacó  Aníbal  á  los  saguntinos,  que  defendieron  heroicamente 
su  ciudad.  Dice  Tito  Livio  qup  Aníbal  reunió  en  torno  de  Sagunto  un  ejér- 
cito de  150.000  hombres;  y  debe  de  ser  cierto,  pues,  aparte  de  que  aún  ten- 
dría bajo  su  mann  casi  todas  las  fuerzas  que  luego  distribuyó  entre  el  África 
y  la  Península,  le  ayudarían  los  contingentes  de  los  indígenas,  sus  aliados  ó 
clientes,  del  mismo  modo  que  Cortés  juntó  200.00  >  indios  para  sitiar  á  Mé- 
jico. De  máquinas  de  batir  —  arietes,  catapultas,  etc.  —  habla  en  aquel  ejér- 
cito cartaginés  cuanto  el  arte  de  la  destrucción  había  producido  hasta  enton- 
ces de  más  perfecto.  Utilizóse  también  contra  Sagunto  una  torre  de  madera, 
más  alia  que  los  muros  de  la  ciudad,  y  desde  cuya  elevada  plataforma  ba- 

(I)  Víase  Rítumtn  hitlóriio-crilico  lit  la  /.itíralura  Espahota,  pot  D.  AnECl  Salcedo 
Ruii  (página  11).  Cnsa  editorial  Calleja. 


{ExpUcaeiótt  dt  la  1 

ámi;a  XXX/.) 

Art«  pdako.  - 

I.TodoslasDbjctassenaladaB  con  este  número  «m  amolelí»  de  marfil  hallados  n 

1)  necrópolis  de  Ercsa 

y  Talemanca  (Ibiía.)  -  1.  Colganles  de  toUir  de  marfil  que  se  mezclaban  con  las 

cuentJs.-3.Anillodí 

df  Piirminy  (Ibiía.)- 

S.  Sortija  demeljl.  — 6.  Sortijadeoro.  — 7.  Hacha  de  afei-ar  como  las  deCarUjo. 

halladlen  lbiia.-8. 

Braialetedcinílal.-9.Tniaiasde  cobre- 10.  Sello  de  marfil. -11.  Coleante  de 

RiirRl  en  forma  de  un 

Sello. -H  y  15.  Sorti 

3s(necrdpolisdeEresa.)— 16.  Collar  de  cuenUs  de  vidrio  y  piedra.  — 17.  Anillode 

oroconinsrripdúncor 

latinizada  -  18.  Pend 

ente  de  ora.  — 19.  Anillos  de  hierro  (neciñpolls  de  Talemanca).- 20.  Disco  de  piedra 

perforado. -21  á  23,  A 

nillosdebrüncc.— 24.  Brazalete  ú  collar  melilico  en  forma  de  loiquí.-IS.  Espeio 

melilico  reducídu  á  la 

usrta  parle  de  su  iliámelro.  -2b.  Aro  de  vidrio.  -  27.  Agnia  de  malla  para  hwrerre- 

des.  TaniaflQ.  dos  Icrci 

s  del  oriBinal.  —  27  bis.  Tubo  de  vidrio  con  irisationes  metílicas,  de  uso  descono- 

tido:  reducido  1  dos  le 

cio5  del  tamaño  njiuial.  Procede  de  la  necrópolis  de  Talemanca  (Ibiía.) 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


Historia  GrApica  db  la  CiviuzaciiÍ»  Española  LXmina  XXXJ 


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^  CivíLizAciÚN  Española  Líuin*  XXXU 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


HISTORIA   DE  ESPÁÍ^/l  S/ 

liase  con  aceite  hirviendo  y  toda  suerte  de  armas  arrojadizas  á  los  defenso- 
res. Éstos,  sin  embargo,  desplegaron  tal  energía,  que  se  hicieron  dignos 
de  figurar  en  la  historia  del  humano  heroísmo  al  lado  de  los  hombres  de  Ma- 
rathón y  de  las  Termopilas,  sus  antepasados  de  raza,  y  de  los  hombres  de 
Zaragoza  y  de  Gerona,  sus  remotos  descendientes  en  España.  £1  mismo  Anf- 
bal  fué  herido  ante  las  murallas  (i)  al  hacer  un  reconocimiento.  Tito  Lívití, 
Polibio,  Plutarco,  Appiano,  Floro,  todos  los  historiadores  del  tremendo  suce- 
so están  conformes;  los  saguntínos  se  suicidaron  colectivamente,  arrojándose 
al  fuego  con  sus  riquezas  antes  que  entregarse  al  enemigo.  El  sacrificio,  sin 
embaído,  no  pudo  ser  completo,  ya  que  la  ciudad  no  fué  destruida,  toda  vez 
que  Aníbal  dejó  en  ella  guarnición,  ni  perecieron  todas  sus  riquezas  ni  todos 
sus  moradores,  pues  consta  que  fueron  enviados  cautivos  y  botín  á  Cartago 
como  trofeo  de  la  victoria;  y  cuando  los  romanos  tomaron  á  Sagunto,  volvie- 
ron á  poblarlo  los  sobrevivientes  de  la  catástrofe.  Quizás  escaparan  muchos 
en  la  última  desesperada  salida  que  refieren  los  historiadores. 

El  ataque  á  Sagunto  trajo  como  inmediata  consecuencia  el  rompimien- 
to de  la  guerra  entre  Roma  y  Cartago.  Antes  de  emprender  la  tan  pre- 
parada expedición,  Aníbal  recorrió  España,  ofreció  en  Cádiz  sacrificios  á 
Hércules,  y  presidió  la  distribución  definitiva  de  sus  tropas;  pasó  el  Ebro 
con  un  ejército  de  90.000  peones,  12.000  jinetes  y  40  elefantes,  dejando  en 
Cartagena  con  otra  hueste  á  su  hermano  Asdrúbal  y  en  Sagunto  á  Bostar, 
encargado  especialmente  de  guardar  los  rehenes  de  las  tribus  confederadas. 
Los  griegos  é  iberos  helenizados  de  Cataluña  opusiéronle  tal  resistencia,  á 
pesar  del  escarmiento  de  Sagunto,  que  desde  el  Ebro  hasta  los  Pirineos  Ani- 
b^  perdió  la  cuarta  parte  de  su  gente.  Hamnón  quedó  en  esta  comarca  mal 
sometida  para  presidiarla,  y  por  el  Canigó  cruzó  el  gran  caudillo  la  cordillera 
pirenaica.  Estaba  en  el  difícil  paso  cuando  supo  que  unos  3.000  carpeta- 
nos  hablan  desertado.  Aníbal  no  se  inmutó;  hizo  indagaciones,  y  descubrió 
qne  habla  otros  7.000  españoles  igualmente  disgustados  de  que  los  llevaran 
tan  lejos  y  dispuestos  á  seguir  el  mal  ejemplo:  adelantóse  á  sus  deseos,  y 
con  aparato  militar  los  licenció,  ó,  mejor  dicho,  los  despidió  ignominiosamen- 
te como  indignos  de  ir  en  aquel  ejército.  Asi  sabía  excitar  el  pundonor 


lO  Según  Tito  Livio,  es 
hwe  (aponer  qne  fneion  comí 
■raaiteciara  militar  upa  Kola. 


(EiflÜMÓH  Jí  Li  lámina  XXX J I.) 

Arte  péalCO.  ■  1.  Eslc  idminhlc  cjnnplir  «  uno  de  los  mis  Inlcmantcs  di;1  irte  cartaginés  tn  Us 
Saltara.  1  poai  ie  «■  pcqiwflo  tamaflo.  Mide  20  cmlimdros  de  alto  por  VI  it  ancho,  pesa  188  gramos,  y 
Ib^  CakicKlo  en  el  siglo  111  de  la  Era  vulgar.  Es  del  llamado  barro  lagunllno,  con  el  cual  los  romanos  hi- 
cieran mucha  loza  ycerlmlcí,  y  tiene  el  colar  carmín  pardusco  que  le  es  ciraderistica.  Ostenta  en  relieve  un 
CDBlHte  de  na  homlire  con  un  león,  que  representa  al  dios  Bes  en  su  función  de  exterminar  á  los  animales 
pan  protegn  al  homttrc.  —1.  No  es  inlerloral  anterior  como  obra  de  arte  esta  tacita,  tambiín  de  barro  sa- 
KaBlii».  coa  la  ora  de  un  dios  en  relieve.  No  mide  mis  de  12  centímetros  de  eitremo  í  extrema  de  lasasa^. 
l>rocedc  de  Eren.  — 3.  Taza  detanaito  proporcional  á  la  anterior  {Talemanca).  —  4.  Otro  vaso  de  tamaño 
prapordonado  a)  interior.  — 5.  Urna  con  despolos  htimanos  Incinerados  (Eresa).  —b.  Jarro  de  barro  sagun- 
bMO  fTalemaiKa,  Iblu).  — T,  Vaso  de  barro  laguntlno  (Talemanca.)  —  8.  Urna  con  despojos  fúnebres.  — 
t.  Vaso  de  kni  (Ibiía).  — 10.  Taza  de  cerlmica  flna.  Qnlnla  parte  del  natural.  — 11.  Botella.  Reducdún  1  la 
qúMa  parte.  ~  12.  Botella  de  loza  ornamentada  y  con  dos  asas.  Tamaño  de  la  anterior  (Pottus  magnus).  — 
11.  Vaso  de  vidrio  naorado.  El  original  mide  12  cenlimetros  de  alto  (Portus  mB«nust.  — 14.  Taza  de  barro 
cocido.  Su  lamailo  son  cinco  centímetros  (Portuí  niagnuí].  —  1  í.  Ungúentario  de  cerámica  fina.  Mide  nut- 
re lentfmetro»  de  alto,  y  procede  de  Talemanca. 


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88  HISTORIA    DE   BSFaSa 

individual,  que  es  la  más  sólida  base  de  la  discipliaa,  y  sin  el  cual  no  puede 
haber  ejércitos  dignos  de  tal  nombre. 

30.  —  Anibat  salió  de  nuestra  Península  ya  muy  mediada  la  primavera 
del  2l8,  A  primeros  de  Agosto  desembarcaba  en  Emporium  un  ejército 
romano  mandado  por  Cneo  Scipión.  Habla  sido  preparada  su  venida  por 
emisarios  que  recorrieron  los  pueblos  excitándolos  á  levantarse  contra  los 
cartagineses.  En  algunos  lugares  estos  emisarios  bubieron  de  oir  amargos  re- 
proches por  el  abandono  en  que  los  habla  tenido  Roma  mientras  ellos  lucha- 
ban con  Aníbal;  pero  el  espíritu  de  todas  aquellas  gentes  era  an  ti  cartaginés, 
y  al  saber  que  Scipión  estaba  en  EtHporium  y  habla  sido  recibido  por  los 
griegos  como  un  libertador,  aprestáronse  á  sacudir  el  yugo  que  aborrecían: 
únicamente  los  iUrgetes  se  mantuvieron  fieles  á  los  cartagineses,  y  su  régulo 
Indibil  acudió  al  campamento  de  Hamnón.  Se  dio  la  batalla  cerca  de  Tarra- 
gona (i),  la  ganaron  los  romanos,  quedaron  prisioneros  Hamnón  é  Indibil,  y 
la  región  entre  los  Pirineos  y  el  Ebro  fué  perdida  para  Carlago.  Cuando,  vi- 
niendo á  marchas  forzadas  desde  Cartagena,  Asdrúbal  se  preseató  cerca  de 
Tarragona,  ya  todo  estaba  perdido,  y  el  hermano  de  Aníbal  tuvo  que  repa- 
sar el  Ebro  precipitadamente. 

En  lo  que  hoy  es  Cataluña,  excepto  la  provincia  de  Lérida,  Cneo  Scipión 
encontró  una  solidísima  base  de  operaciones,  fundada  en  el  odio  archisecu- 
lar  de  los  helenos  á  los  cartagineses:  ya  que  no  podían  ser  libres,  aquellos 
pueblos  querían  ser  romanos.  Durante  todo  aquel  año  de  218  el  Ebro  fué  li- 
mite entre  romanos  y  cartagineses.  En  la  primavera  de  217  Asdrúbal  se 
acercó  al  río  con  un  ejército  muy  reforzado  y  en  combinación  con  una  es- 
cuadra mandada  por  Himticon,  que  subía  costeando  paralelamente  al  ejér- 
cito de  tierra.  Scipión  tuvo  entonces  un  pensamiento  genial:  embarcó  en  sus 
naves  lo  mejor  de  su  hueste,  y  fuese  contra  la  flota  de  Himilcon,  á  la  que 
derrotó  por  completo  en  la  desembocadura  del  río.  Cumplióse,  como  tantas 
otras  veces,  que  el  dueño  del  mar  lo  es  también  de  la  tierra:  los  romanos  co- 
rrieron la  costa  de  Levante  hasta  Cartagena,  destruyendo  los  establecimien- 
tos marítimos  de  sus  enemigos,  desembarcando  donde  querían,  haciendo  in- 


{l-:x/>U,„dhi  dt  l„  hu,n,„t  XXXI l¡.\ 

Arte  ptollCO.  -  1,  i.  a),  21,2;  y  23.  t-raiímratos  de  cfrSniicalinl  decorada  con  rtlirvH  y  polidomii 
Hinallida  de  un  Ei'^Io  ndniirablr.  Todos  «lán  reducidos  á  la  quinta  parte  de  su  tamaflo  — 2.  Escanbaja  de 
|iifdr:i.  —  1.  Lucerna  de  ccidmica  fina.  En  la  elegancia  de  su  larnia  9e  advierten  reminiscencias  griegas.  F.^l 
reducidla  lacunrla  parir  de  sil  taniaüii.  rrtKvdedeTalemanca.  —  4.  Escarabajo  («mal  lado  de  varios  colom 
y  con  irií9d<>nesmetillri<i.  -  í.  Ceiániica  Rna  cnn  relieves  cnmo  lanüm.  I,  y,  como  aquélla,  poticromada  < 
esmaltada,  b  y  9.  El  niimero  9  es  un  vaso  para  saciilicius  con  (res  recepticulos  para  la  distinta  colocadAn  de 
los  cileos  sagrados  y  ottat  materias  emplead.15.  Ostenta  una  cabeíade  camero,  inliEua  representación  de  Bail. 
dlD'.  siipremí)  adorado  <n  Eresa  como  en  ]>  milrópnli  CirlaKo,  En  lis  ruinas  de  esta  ciudad  se  han  encon- 
trado muclios  viios  ilecslos  de  iijual  íorma.  La  c.ihcza  de  carnero  que  señala  el  nilm.  6  pertenece!  olroJc 
estos  vasos.  Todi«  ellos  sen  de  barro  cocido,  Eslos  ejeinplsres  fueron  hallados  en  b  necrópolis  del  poebh 
de  San  Rafael,  si  bien  ti  mayor  número  de  vasos  de  esla  Clase  se  encontraron  en  un  templo  subleriíneo  J' 
]>iiii;  lien  Valli.  S.  (llandes  de  plomo  de  los  añílenos  honderos  baleares.  Fueron  hallados  en  la  necrúf»- 
lis  de  l'ulB  den  Valls,  iHililacifln  primiliva  inmediili  y  muy  anterior  á  Ercsa.  -  10.  Objeto  de  uso  descoii> 
cido.  7,11.  13  y  23.  Impresión  de  varios  selloscon  caracteres  púnicos  y  latinos.- 12.  IS,  16  y  IS.  LiK«ii>« 
de  barro  cocido.  Los  números  liy  16s<nidecerámicafina,y  proceden,  rcspedivamenle,  deTalemanay  En~ 
sa.  E'  de  notar  la  gran  senK)an/a  de  eslas  Inccmas  con  los  candiles  romanos  y  griegos,  -  19,  Criba  de  «- 
r.imic.i.  Se  enciuMiir.in  ,-n  .li,tintfi!  hii;,iri;'  de  Ihi^a,  -  17,  Eí-votos  de  barro  cocido.  Necnipolis  de  Eiesa, 


,C^.ootílc 


Historia  Grífic*  db  lh  Civilización  Española  Uhiha  XXXIII 


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Historia  ChÍcic*  db  i^  Civiu/aciún  EspaSola 


Monedas  ■utdaomat  cspaAolRi. 


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HISTORIA    DE  ESPaSa  yl 

cursiones,  garbeando  botín  y  ganándose  aliados.  Asdrúbal  no  avanzó  hacia 
Tarragona:  al  ver  deshecha  su  armada  retrocedió  para  cubrir  las  ciudades 
del  litoral,  y,  sin  perder  batalla,  perdió  la  campaña. 

31.  —  Ño  es  propio  de  una  Historia  elemental  el  circunstanciado  relato 
de  una  guerra  tan  larga  y  Tecuada  en  peripecias  como  la  sostenida  entre  car- 
tagineses y  romanos  por  la  posesión  de  España.  He  aquí  en  breve  resumen 
sus  principales  acontecimientos: 

A^  2IJ.  —  Después  de  la  batalla  naval  ya  referida  vino  Publio  Sd- 
pión,  hermano  de  Cneo,  con  treinta  galeras  y  8,000  soldados.  Indibil,  que 
habla  recobrado  la  libertad,  y  Mandonio,  otro  régulo  de  los  ilergetes,  ataca- 
ron á  los  pueblos  confederados  de  Roma,  y  fueron  vencidos  por  éstos  con  ei 
apoyo  de  un  destacamento  romano.  En  este  año  ganó  Anfbal  en  Italia  la  gran 
batalla  de  Trasimeno, 

AHo  2¡6.  —  En  este  aña,  famoso  por  la  victoria  de  Aníbal  en  Cannas, 
los  dos  Sdpiones  pasaron  el  Ebro  y  llegaron  á  Sagunto.  No  pudieron  rendir 
la  Quamidón  cartaginesa  mandada  por  Bostar;  pero  hicieron  con  éste  un 
trato  en  cuya  virtud  les  fueron  entregados  los  rehenes  celtibéricos,  carpeta- 
nos  y  de  otras  naciones  del  interior  que  habla  dejado  allf  Aníbal.  Los  gene- 
rales romanos  les  dieron  aparatosamente  libertad  y  los  mandaron  á  sus  pue- 
blo* colmados  de  agasajos  y  presentes:  asi  se  pusieron  en  relaciones  directas 
con  las  tribus  del  interior  y  tuvieron  expedito  el  camino  para  la  recluta  mer- 
cenaria; desde  entonces  siempre  hubo  celtiberos  en  los  ejércitos  romanos. 

AMo  2I¡.  —  Asdrúbal  Barca  fué  completamente  derrotado  por  los  Sci- 
piones  á  orillas  del  Ebro.  Dfcese  que  murieron  25.000  cartagineses,  quedando 
10.000  prisioneros.  A  consecuencia  de  esta  gran  batalla  los  romanos  reco- 
rrieron toda  la  Edetania  y  la  Contestania,  apareciendo  por  primera  vez  en  la 
Bética,  donde  algunas  ciudades,  como  Uliturge  (Andújar),  tomaron  su  partido. 

AOo  214.  —  Los  Scipiones  se  apoderaron  de  Sagunto,  volviendo  á  esta- 
blecer en  ella  á  los  habitantes  que  habían  sobrevivido  á  la  catástrofe. 

A^  212.  —  Reacñán  ofensiva  de  los  cartagineses.  —  Reforzados  éstos 
por  tropas  venidas  de  África,  entre  ellai  Masinisa  con  sus  númidas,  los  Sci- 
picmes  fueron  derrotados  y  muertos  separadamente:  un  mes  de  intervalo  hubo 
entre  una  y  otra  batalla.  Cneo  pereció  peleando  con  Asdrúbal  Giscón,  y  por 
la  defección  de  30.000  celtiberos  mercenarios  que  llevaba  en  su  ejército,  á 
qniencs  ganó  el  cartaginés  con  la  promesa  de  mejor  soldada.  Publio  sufrió  la 
misma  suerte  combatiendo  con  Asdrúbal  Barca,  Masinisa  y  el  español  Indibil. 
Los  romanos  se  retiraron  al  Ebro  capitaneados  por  Tito  Fonteyo;  pero  un  sim- 
ple caballero.  Ludo  Marcio,  oficial  de  insigne  mérito,  reanimó  el  decaldo  va- 
lor de  los  legionarios,  que  le  aclamaron  por  su  general  y  asi  volvió  cara  el 
ejército  derrotado,  y  derrotó  á  su  vez  á  Asdrúbal  y  á  Magón.  Los  soldados 
dieron  á  Lucio  Marcio  el  titulo  de  pro-pretor. 

Aiu»  211.  —  Al  recibir  las  cartas  de  Marcio  participando  tan  gloriosa  vic- 
toria, el  Senado  de  Roma  elogió  su  conducta;  pero  juzgó  mal  que  se  diera 
el  título  de  pretor,  que  no  le  habla  sido  concedido  legalmente,  y  nombró 
pro-pretor  á  Claudio  Nerón.  Desembarcó  éste  con  un  refuerzo  de  11.000 
infantes  y  i. 000  jinetes;  Mardo  se  apresuró  á  ponerse  á  sus  órdenes  y  vol- 
ver á  las  ñlas  de  donde  habla  salido  en  el  instante  del  peligro,  para  brillar 

{fiftííaciin  ¡ü  ¡a  láiHina  XXXIi'.) 

Oailir.~4,  5,  6y  7.  Aric  Saicuntuni.  —  8,  A[f« 
unas.-  14.  IS  y  16.  PHODE.  -  17  «126  Em- 
I*.  -  30.  Insulx  «diacfnie.  —  31.  Tolrtom,— 


,,CoogIc 


02  HISTOSIA   DE   ESPAÑA 

tan  esplendorosamente.  [As!  era  la  disciplina  política  y  militar  de  los  roma- 
nos en  la  época  de  su  engrandecimiento!  ¡Qué  contraste  con  lo  que  fué  luego, 
en  la  decadencia  del  Imperiol 

Claudio  Nerón  consiguió  envolver  al  ejército  de  Asdrúbal;  pero  el  astuto 
cartaginés  le  engañó  con  falsas  negociaciones  de  paz,  y  esquivó  el  peligro. 

En  el  otoBo  de  este  año  llegó  á  Tarragona  Publto  Cornelio  Scipión,  joven 
de  veinticuatro  años,  hijo  del  difunto  Publio.  Trata  otro  ejército  de  ii.ooo 
hombres. 

Añt?  SIO.  —  Aprovechando  la  situación  de  los  tres  ejércitos  cartagineses 
—  el  de  Magón  estaba  cerca  de  Cádiz;  el  de  Asdrúbal  Giscón,  en  la  desem- 
bocadura del  Guadiana,  y  el  de  Astrúbal  Barca,  en  Carpetanja,  —  Publio 
Cornelio  Sdpión  pasó  el  Ebro  cnn  25.000  infantes 
y  2.500  jinetes,  y  por  la  costa,  marchando  siempre 
en  comunicación  con  la  escuadra  que  cubría  su  flan- 
co izquierdo,  á  los  siete  días  llegó  delante  de  Car- 
tagena. Fué  una  sorpresa;  en  aquel  momento  no 
pasaba  de  mil  hombres  la  guarnición  de  Cartago 
Nova:  tal  confianza  teniao  loa  cartagineses  en  la 
fortaleza  del  lugar.  Scipión  lo  tomó  por  un  golpe 
de  audacia.  Dice  á  sus  soldados:  \Mosotros  atacare- 
ntos,  y  el  dios  NeptuMo  nos  entregará  la  cÍHdad\ 
Organizó  sus  columnas  de  asalto  y  las  dirigió  con- 
tra los  montes  abruptos,  robusto  é  inaccesible  ci- 
miento de  los  muros.  La  empresa  no  podía  pare- 
cer más  descabellada:  aquel  asalto  era  imposible. 
No  se  trataba,  en  efecto,  sino  de  deslumbrar  á  la 
pequeña  guarnición  y  atraerla  á  las  murallas.  Sci- 
ScipWn  el  AfrUano.         pj^,,  sabia  que  bordeando  la  base  de  uno  de  ios 
montes  que  daban  al  mar  habla  un  estrecho  é  irre- 
gular caminejo  de  playa,  descubierto  á  trozos  y  vadeable  en  los  parajes  en 
que  lo  cubrían  las  aguas:  por  alli  dirigió  una  centuria  de  soldados  escogi- 
dos, que  llegaron  á  la  muralla  por  un  sitio  donde  no  habla  defensores,  y 
á  la  escalada  entraron  en  Cartagena.  Esta  plaza  fortfsima  fué  asf  tomada  en 
media  mañana. 

Cornelio  Scipión,  gran  capitán,  el  mayor  que  produjo  Roma,  con  la  única 
excepción  de  César,  es  quizás  el  primero  de  toda  la  Historia  en  el  acer- 
tado empleo  de  la  poliiica  de  la  guerra,  ó  sea  el  arte  de  ganar  los  corazones 
de  sus  enemigos  y  de  saber  reducirlos  y  dividirlos  por  la  astucia:  la  fuerza 
material  de  las  armas  sólo  era  en  manos  de  Scipión  uno  de  los  factores 
del  combate  y  de  la  victoria.  En  Cartagena  trató  á  los  españoles  auxiliares 
de  los  cartagineses  con  una  calculada  generosidad  tan  grande  y  de  tanto  apa- 
rato, que  los  hizo  enteramente  suyos  y  moralmcnte  los  separó  para  siempre 
de  Cartago.  Mientras  que  los  soldados  carlagineses  eran  reducidos  á  duro 
cautiverio,  los  españoles  eran  puestos  en  libertad  por  el  general  romano,  col- 
mados de  regalos  y  tratados  como  amigos  á  quienes  se  quiere  libertar  de  un 
yugo  duro  y  afrentoso.  Lleváronle  los  soldados  una  españolita  de  rara  belleza 
que  vivía  en  Cartagena,  prometida  de  un  principe  celtibero  llamado  Allucio. 


I.Carmo.  ~  12.  Orbiila. 


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MlSTOKEA   (JfiínCA    DB  LA   ClVILIZACII>N    ESPAÑOLA 


Umina  XXXV 


MODCdia  KntónomBS  Mpafloli 


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<J4  HISTORIA    DE   ESPAÑA 

como  el  mayor  presente  que  podían  ofrecer  á  un  general  joven  y  enamora- 
dizo. ScipiÓQ  guardó  á  la  hermosa  cautiva  como  hubiera  podido  hacerlo  con 
una  hermana  suya,  y  la  entregó  á  su  novio,  diciéndole:  •Recíbela  de  mis  ma- 
>no5  tan  pura  como  salió  del  techo  paterno:  en  recompensa  sólo  te  pido 
>amistad  parael  pueblo  romano».  Entusiasmado  Allucio  por  este  acto,  rarl- 
sirao  en  la  edad  antigua,  hizo  grabar  la  conmovedora  escena  en  un  escudo  de 
plata  que  regaló  á  Scipión.  La  misma  conducta  observó  éste  con  la  mujer  de 
Mandonio  y  las  hijas  de  ladib\l,jáven£sj/  hermosas,  dice  Tito  Livio,  y  coq  igual 
resultado,  pues,  conmovidos  los  intrépidos  régulos  de  los  ilergetes,  tan  devo- 
tos de  los  cartagineses  y  sus  más  valientes  auxiliares  en  España,  dejaron  el 
partido  que  seguían  y  se  pasaron  á  los  romanos. 

Año  210.  —  Ganó  Scipión  una  batalla  á  los  cartagineses,  mandados  por 
Asdrúbal.  Entre  los  prisioneros  estaba  un  sobrino  del  rey  Masinisa.  Sciptón 
le  dio  libertad  después  de  agasajarle  en  su  tienda,  y  le  mandó  á  los  reales  del 
rey  númida  con  una  escolta  de  caballería,  y  regalado  con  un  anillo  de  oro, 
un  traje  militar  y  un  caballo  enjaezado  ricamente. 

Año  208.  —  Asdrúbal  Barca  pasa  los  Pirineos  con  un  ejército  para  ir  en 
socorro  de  Aníbal.  Queda  mandando  á  los  cartagineses  otro  Hamnon,  recién 
llegado  de  Cartago. 

Aib)  20^.  —  Silano,  lugarteniente  de  Scipión,  sorprende  á  Hamnon  en  la 
Celtiberia  ocupado  en  hacer  levas,  y  le  aprisiona.  Lucio  Scipión,  hermano  de 
Cornelio,  rinde  varias  ciudades  en  la  Bélica. 

Año  206.  —  Asdrúbal  Ciscón  y  Magón,  con  dos  ejércitos,  únicos  que  res- 
taban á  los  cartagineses,  sólo  dominaban  ya  el  extremo  meridional  de  la  Bé- 
lica (Sevilla  y  Cádiz).  Allí  l.is  buscó  Scipión,  y  los  derrotó.  Asdrúbal  se  refu- 
gió en  Cádiz  con  su  gente  dispersa.  Viendo  lan  caido  el  partido  cartaginés, 
Masinisa  «acordó  de  moverse  al  movimiento  de  la  fortuna  y  bailar  al  son  que 
ella  le  hacia*  (1),  y  entregó  la  ciudad  de  Gades  á  los  romanos.  La  entrega  se 
formalizó  por  un  pacto  solemne  entre  Roma  y  Gades;  por  donde  esta  última 
fué  siempre  considerada  como  colonia  de  Tiro,  aliada  del  pueblo  romano. 

Asf  terminó  la  dominación  cartaginesa  en  España.  Magón,  el  último  que 
aquí  mandó  á  nombre  de  Cartago,  se  refugió  en  Ibiza. 

La  guerra  entre  cartagineses  y  romanos  por  el  dominio  de  nuestra  Pe- 
nínsula habla  durado  doce  años;  y  la  historia  de  aquellas  campañas,  que  co- 
nocemos  harto  mejor  que  la  de  muchas  otras  muy  posteriores,  gracias  á  los 
escritores  clásicos  que  las  narraron  con  toda  la  prolijidad  que  consentía  la 
sobriedad  antigua,  aunque  algo  dura  dé  aprender  por  la  diücultad  de  fijar 
bien  los  lugares  en  que  se  operaba  y  por  la  confusión  que  origina  la  iden- 
tidad de  nombres  de  varios  de  los  principales  generales  (z),  es  provecho- 
sísima para  el  militar,  aun  en  nuestra  época,  y  también  para  el  político.  En 
efecto;  semejante  lucha  no  fué,  como  tantas  otras  lo  han  sido,  una  serie  de 
matanzas  confusas,  sino  una  obra  maestra  de  estrategia  por  ambos  belige- 
rantes, y  del  arte  de  atraerse  y  ulili/ar  á  pueblos  de  inferior  cultura,  cual 
eran  entonces  los  españoles  del  interior  de  la  Península. 

Nada  más  metódico,  más  desenvuelto  con  arreglo  á  plan  ni  ejecutado 
coa  más  habilidad  y  firmeza  que  la  acción  de  los  romanos.  Desembarcaron 
en  Cataluña,  región  donde  los  pobladores,  griegos  de  origen  ó  iberos  heleni- 


(I)    Mariana,  libro  II-XXII. 

(21  Dice  D.  Modesto  Lafueme,  en  nota  al  cap.  V,  libro  I  d«  su  ¡Rttoria  dt  España: 
«Esta  idenlidnd  de  nombres,  tantos  HamniSn,  lautas  Magón  y  laníos  Asdrúbal,  como  asimismo 
lita  pluralidad  de  Scípíones,  rácilmente  pueden  producir  confusíAn  no  poniendo  cuidado  en 
..  j;..:  — :_, __  ..  j._  , —  _  .. ,.  —  j|  ],js[oriador  no  puede  remediai». 


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HISIORIA   UE  ESPAÑA  C|5 

zados,  los  esperaban  como  libertadores:  ast  no  tuvieron  que  luchar  alli  mis 
que  COD  el  ejército  cartaginés  de  guarnicián  —  los  1 1 .000  hombres  mandados 
por  Hamnón  —  y  con  los  ilei^etes  (lendanos),  fíeles  aliados  de  la  gente  pú- 
nica, y  en  una  sola  batalla  feliz  quedó  decidida  la  suerte  de  la  comarca,  te- 
niendo ya  los  romanos  con  tal  triunfo  una  inexpugnable  base  de  opera- 
ciones, constituida  por  las  actuales  provincias  de  Tarragona,  Barcelona  y 
Gerona. 

Los  primeros  Scipiones  llegaron  al  Ebro,  y  allí  se  detuvieron,  haciendo 
de  este  río,  tan  fácilmente  defendible,  la  barrera  fortlsima  de  lo  ganado  en 
la  campaña.  Aunque  más  allá  del  río  contaban  con  amigos  y  altados  que  los 
llamaban  —  todos  los  pueblos  edetanos  de  espíritu  helénico,  —  no  se  aven- 
turaron en  un  avance  prematuro,  sino  que  aguardaron  pacientemente  á  que 
los  cartagineses  fueran  á  estrellarse  en  la  barrera  que  habían  establecido. 
No  avanzaron  hasta  que  se  hubieron  realizado  estos  tres  hechos:  I."  Haber 
derrotado  varias  veces  á  los  ejércitos  de  Cartago  en  la  linea  defensiva  del 
Ebro.  2."  Haber  conseguido  la  superioridad  marítima  para  dominar  toda  la 
costa,  desde  la  boca  del  Ebro  basta  Cartagena.  Y  3.°  Haber  conseguido  con 
diestra  política  abrirse  en  la  Celtiberia  una  caja  de  reclutamiento  mercenario 
in^otable. 

Sentados  estos  fundamentos  de  la  conquista  con  la  solidez  con  que  asen- 
taban la  base  de  sus  grandes  edificios,  avanzaron  resueltamente,  hicieron 
atrevidas  incursiones  hasta  el  corazón  de  la  Bética,  y  vino  un  periodo,  inevi  - 
tablemente  algo  confuso,  de  operaciones  múltiples,  en  que,  sin  embargo, 
siempre  fueron  ganando  terreno,  hasta  que  en  una  reacción  ofensiva  de  los 
cartagineses  y  por  la  defección  de  los  mercenarios  celtíberos  perecieron  los 
dos  Scipiones.  Mas  la  solidez  militar  del  ejército  romano,  en  que  había  oficia- 
les subalternos,  como  Marcio,  capaces  de  mandar  en  jefe  y  legionarios  capa- 
ces de  dejarse  mandar  por  ellos,  y  la  solidez  política  de  la  conquista,  fundada 
en  la  adhesión  de  los  pueblos,  resistieron  victoriosamente  Á  la  prueba:  cuan- 
do llegó  el  gran  Scipíún,  todo  estaba  preparado  para  consumar  la  obra. 
La  consamó  Scipión  con  golpes  de  genio  en  que  si  es  de  admirar  al  militar, 
prudentísimo  6  audacísimo  según  pedían  las  circunstancias  de  cada  momen- 
to, aún  más  al  político  que  sabe  dividir  á  sus  adversarios  y  quitarles  los  alia- 
dos que  eran  su  fuerza.  Repásese  la  Historia,  y  se  verá  que  en  esto  de  man- 
dar soldados  y  conquistar  pueblos  pocas  veces  ha  rayado  más  alta  la  inteli- 
gencia humana  ni  desarrollado  el  hombre  con  más  firmeza  un  plan  bien  con- 
cebido. 

También  los  cartagineses  demostraron  ser  dignos  de  disputar  á  los  ro- 
manos la  supremacía  en  el  mundo.  Sus  generales,  especialmente  Asdrúbal 
Barca,  hermano  de  Aníbal,  acreditáronse  de  profundos  estrategas  y  de  cau- 
dillos valerosos  y  tenaces.  Empero  Cartago  era  inferiora  Roma  en  su  consti- 
tución interna.  De  Cartago  00  salían  los  admirables  legionarios,  ciudadanos, 
soldados,  que  formaban  la  base  rocácea  de  los  ejércitos  de  Scipión:  todos  sus 
hombres  de  guerra  eran  ó  mercenarios,  ó  prisioneros,  ó  levantados  forzosa- 
mente en  las  tribus  sometidas.  Hs  verdad  que  con  una  primera  materia  tan 
mala  organizó  Aníbal  un  ejército  admirable;  pero  lo  mejor  de  este  ejército  se 
fué  con  su  caudillo  á  Italia,  y  las  tropas  que  aquí  quedaron  con  Hamnón  y 
Asdrúbal  debían  de  ser  las  inferiores.  Además,  como  la  guerra  fué  tan  larga, 
consumió  las  huestes  que  combatieron  al  principio;  hubo  que  ir  reemplazán- 
dolas de  cualquier  modo,  y  este  reemplazo  atropellado  basta  para  explicar 
la  progresiva  decadencia  de  la  potencia  militar  de  los  cartagineses.  ^Eran 
acaso  los  soldados  de  Marengo,  Austerlitz  y  Jena  los  que  presentó  Napoleón 
en  Leipzig?  Pues  tampoco  Aníbal  luchó  en  Zama  con  sus  veteranos  de  Can- 


,,  Google 


Historia  Gkáfica  db  la  Civilización  Española  LAmina  XXXVI 


K  Atenea  dMcnbicrU 
•a  Denli. 

(Víast  píg.  M), 


Eicnllora  ibérica  de 
laflDcacla  romaoB, 
pertciiccleaie  i  la 

encontrad*  en  el  Ce- 
rro de  loa  SantL.a  (Al- 
bacete). 


Iduloa  baatltano*. 

nigiUrrlb/GOOglC 


HISTOBIA   DE   ESPASa  (jJ 

Das  y  Trasimeno.  En  las  campañas  de  nuestra  Península  basta  la  lectura  de 
su  relato  para  notar  que  los  ejércitos  cartagineses  que  peleaban  en  206  eran 
mucho  menos  consistentes  que  los  que  luchaban  once  años  antes  en  las  már- 
genes del  Ebro. 

Ahondando  más,  no  larda  en  advertirse  que  Roma  era  un  pueblo  per- 
rectamente  moldeado  por  sus  condiciones  de  raza  y  por  su  espontáneo  des- 
arrollo histórico  para  la  guerra  y  para  la  dominación,  al  paso  que  en  Cartago 
(/  imperialismo  no  fué  más  que  un  accidente,  producto,  no  de  la  propia  sus- 
tancia nacional,  sino  de  un  partido,  ó,  quizás  mejor,  de  una  familia:  la  de 
los  Barcas. 

32. —  Las  densas  tinieblas  que  nos  cubren  los  tiempos  ante-romanos, 
que  bien  pueden  calificarse  de  casi  prehistóricos,  pues  aunque  tenemos  de 
ellos  datos  escritos  no  son  los  suficientes  para  reconstruir  su  historia,  es- 
clarécense  algún  tanto  por  los  monumentos  que  conservamos  de  tan  re- 
mota época,  cuyo  estudio  es  el  objeto  propio  de  la  Arqueología.  Algunos 
hemos  citado  ya¡  pero  aquí  conviene  resumir  los  más  importantes:  debiendo 
advertirse  que  no  de  todos  los  monumentos  ante-romanos  se  tiene  la  seguridad 
de  que  lo  sean  en  términos  rigurosos  de  Cronología;  es  decir,  que  pue- 
den datar  de  fechas  posteriores  á  la  conquista  romana.  Lo  que  significa  el 
anie-romoMÜmo  en  este  caso  es  que  artísticamente  corresponden  á  las  ci- 
vilizaciones que  florecieron  en  nuestra  Península  antes  de  predominar  la 
latina. 

De  la  Edad  prehistórica  se  conservan  muchas  cavernas,  que  fueron  mo- 
rada de  los  hombres  paleolíticos,  vestigios  de  palañtos  ó  casas  lacustres, 
multitud  de  cuevas  artíñcialcs — algunas  de  las  cuales,  como  las  circulares  de 
Palmella  (Portugal),  más  bien  parecen  sepulcros  que  viviendas  —  agrupadas 
formando  aldeas,  casi  todas  en  montes  y  próximas  á  rios,  algunas  con  varias 
cámaras  interiores:  deben  de  ser  de  tiempos  más  adelantados  los  castras,  de 
Galicia,  las  citamos^  del  Norte  de  Portugal,  que  son  verdaderas  plazas  fuertes, 
y  los  talayots,  de  las  Baleares;  tenemos  todas  las  variedades  conocidas  de 
turnias prekisióricas,  mucha  cerámica,  algunas  joyas,  y  de  armas  y  herramien- 
tas, un  copiosísimo  catálogo. 

Del  arte  miceniano  son  indudablemente  la  parte  más  antigua  de  las 
murallas  de  Tarragona,  «uno  de  los  monumentos  de  primer  orden  —  como 
ha  escrito  Tlübner  —  que  Espaifa  ha  poseído  y  posee> ,  aunque  bien  pudieron 
ser  construidas  en  tiempo  de  los  Scipiones,  y  sepulcros  como  el  dolmen  de 
El  Romeral  (Antequera),  y  una  gruta  funeraria  en  Carmona.  ¿Cómo  vino  á 
España  este  arte  miceniano?  No  se  sabe. 

La  coexistencia  de  fenicios  y  griegos  en  nuestra  Península  explica  la  co- 
existencia de  monumentos  púnicos,  ó,  mejor  dicho,  orientales,  de  monumen- 
tos griegos  y  de  otros  que  ofrecen  una  rara  mezcla  de  orientalismo  y  hele- 
nismo. El  primer  grupo  es  poco  numeroso,  y  su  más  curioso  ejemplar,  que  es 
el  antropoide,  descubierto  en  Cádiz  (10  Marzo,  188;),  figura  de  un  venerable 
varón  esculpida  en  la  tapa  de  un  sepulcro,  si  por  la  fisonomía  y  el  ropaje  de- 
nuncia su  carácter  púnico,  por  la  maravillosa  ejecución  parece  revelar  una 
mano  helénica.  Obras  griegas  tenemos  varias,  y  muy  hermosas,  pero  de  au- 
tenticidad dudosa,  ya  que  en  los  tiempos  de  Adriano  y  de  allí  en  adelante 
los  escultores  latinos  tenían  á  gala  imitar  las  antiguas  estatuas  de  Grecia. 
¿Quién  puede,  pues,  saber  si  el  Apolo  que  se  conserva  en  el  Museo  de  Tarra- 
gona, ó  el  Centauro  que  se  custodia  en  el  Arqueológico  Nacional,  son  heléni- 
cos ó  imitación  latina  del  helenismo!' 

El  curioso  grupo  de  monumentos  greco-orientales  está  representado: 
i.°  Por   las  muchas  estatuas  descubiertas  en  el  Cerro    de  los  Santos  (tér- 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


íjiS  HISTOUIA    DE   ESPAÑA 

mino  de  Montealegre,  linddndo  con  el  de  Yecla)  en  1871.  2°  Por  el  Busto  de 
Biche,  descubierto  el  4  de  Julio  de  1897,  hermosísima  figura  de  mujer  que  es 
una  de  las  obras  más  admiradas  en  el  Museo  del  Louvre.  3.°  Por  las  estatuillas 
denominadas  idoloi  ibéricos.  4."  Por  la  esfinge  de  Balasoie  (Museo  Arqueológi- 
co Nacional)  y  el  león  de  Bocaireitíe  {tAusto  de  Valencia).  V  5."  Por  el  tesoro 
de  Jávta  (Alicante),  ó  sea  una  pequeña  colección  de  piezas  de  orfebrería 
labradas  primorosamente,  y  del  carácter  artístico  de  las  que  adornan  á  las 
estatuas  del  Cerro  de  los  Santos. 

No  pertenecen  á  este  género,  sino  á  un  arte  primitivo  y  tosquísimo,  los 
toros  6  cerdos  de  Guisando,  Avila  y  otras  localidades  de  Castilla,  que,  según 
Fernández  Guerra,  fueron  piedras  terminales,  y,  según  Hiibner  y  Gómez-Mo- 
reno, monumentos  funerarios.  Tienen  en  el  lomo  unos  hoyuelos  ó  cavidades 
en  que  John  Rivett-Carnac  ha  visto  caracteres  del  alfabeto  hemisférico,  de 
que  van  apareciendo  inscripciones  en  Inglaterra,  Escocia  y  en  las  más  pro- 
fundas capas  de  las  ruinas  de  Numancia:  algunos  tienen  también  inscripcio- 
nes latinas. 


^y^ 


,,  Google 


VI 


VIRIATO  Y  NUMANCIA 


SS.  Cuácler  de  la  conquista  loinana:  cuino  suelea  descríbiila  nuestros  liistoriadores. — 
M.  Cómo  faé  realmente.  —  SS.  Loi  íletgetes:  Indibil  y  Mandonio.  —  M.  Ka  la  Espaüa  ceñ- 
irá] f  ocddealal. —  37.  Roma.  —  3t.  CriÜca  histórica.  —  39.  Los  prímetoi  aHos  déla  con- 
igaiitB.  —  tO-  SumUiónde  la  Celtiberia.  —  ti.  Virimto.  — 13.  Numancia.  —  «3.  Sumisión  de 
lo  da  la  Península. 


33.  —  ÍLs  costumbre  de  nuestros  historiadores  —  especialmente  del  si- 
glo xviu  acá  —  pintar  la  resistencia  que  hubieron  de  ir  venciendo  los  roma- 
nos en  nuestra  Feninsula  hasta  dominarla,  ó,  mejor  dicho,  hasta  romanizarla 
6  latinizarla,  como  una  guerra  nacional  valerosamente  sostenida  por  un  pue- 
blo independiente  contra  una  potencia  invasora.  Liste  cuadro,  en  que  se  han 
derrochado  los  más  brillantes  colores  de  la  elocuencia  patriótica,  no  puede 
ser  más  contrario  á  la  realidad  histórica. 

3%.  —  No  pudo  ser  nacional  aquella  resistencia,  porque  en  la  España  so- 
ju^da  por  los  romanos  no  habla  nación  alguna,  ni  la  más  vaga  ¡dea  de  for- 
marla, sino  tribus  de  diferente  origen  y  diverso  modo  de  ser;  unas,  las  que 
poblaban  las  regiones  costeras  del  Mediodía  y  Levante,  civilizadas  desde 
muy  antiguo  por  el  contacto  educador  de  cultos  extranjeros,  no  opusieron  á 
Koma  otra  resistencia  que  la  de  algunos  pueblos  ñeles  á  los  anteriores  do- 
minadores cartagineses,  ó  que  se  habían  comprometido  más  con  ellos.  Asf 
como  Cartago  encontró  segura  base  para  su  imperio  peninsular  en  las  co- 
marcas de  antiguo  influidas  por  el  elemento  púnico,  y  oposición  tenaz  en  las 
helenizadas,  los  romaoos  tuvieron  su  base  sólida  en  estas  comarcas  helcniza- 
das,  y  oposición  en  las  púnicas.  Por  amor  ó  por  ñdelidad  á  Cartago,  muchas 
ciudades  de  la  Bélica  lucharon  valientemente  contra  Cornelio  Scipión,  y  obli- 
garon á  ir  sometiéndolas  por  una  campaña  metódica  de  sitios  que  dirigió 
su  lugarteniente  Marcio:  Castulón,  lUturgo,  y  sobre  todo  Asiapa,  se  distin- 
guieron en  estas  defensas;  Astapa  hizo  por  no  caer  en  poder  de  Marcio,  lo 
mismo  que  Sagunto  había  hecho  por  no  caer  en  poder  de  Aníbal;  un  suicidio 
colectivo,  trágica  corona  de  una  resistencia  desesperada.  Pero  cuando  Car- 
lago  desapareció  de  la  escena  peninsular,  perdiéndose  la  esperanza  de  su 
vuelta,  las  ciudades  púnicas  compitieron  con  las  helénicas  en  devoción  al 
pueblo  romano.  Desde  el  Pirineo  oriental  hasta  el  Océano  Atlántico, siguien- 
do á  lo  lai^o  de  la  costa  —  Cataluña,  Valencia,  Murcia,  Andalucía  y  los  Al- 
garbes,  —  todo  fué  romano;  y  si  algunas  veces  hubo  en  estas  regiones  guerra 


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lOO  HISTORIA    DE  ESPAÑA 

contra  Roma,  es  que  la  llevaron  tas  tribus  del  interior  en  incursiones  ó  ex- 
pediciones por  el  botín,  y  tratando  tan  cruelmente  á  los  habitantes  como  á 
ios  mismos  romanos  venidos  de  fuera. 

35.  —  En  cuanto  á  las  tribus  del  interior,  hay  que  distinguir:  i."  A  los 
galaicos,  astures  y  cántabros,  y  quizás  también  á  los  vascones,  que  no  estu- 
vieron en  contacto  con  los  romanos,  ni  tuvieron  éstos  sino  vagas  noticias  de 
ellos  hasta  mucho  tiempo  después  de  su  establecimientu  en  España.  2."  A 
los  habitantes  de  las  zonas  intermedias  entre  la  civilización  costera  y  la  bar- 
barie central,  de  que  son  ejemplares  los  ilergetes  ó  leridanos  en  Cataluña,  y 
ios  celtiberos,  que  por  Segorbe  y  Requena  confinaban  con  la  Edetania.  Y  3." 
A  la  masa  confusa  de  pueblos  que  ocupaban  las  grandes  mesetas,  y  que  los 
romanos  solian  apellidar  en  conjunto,  sin  distinguir  tribus,  celtiberos  y  lusi- 
tanos. 

Los  habitantes  de  las  zonas  intermedias  estaban,  sin  duda,  en  un  grado 
de  cultura  superior  á  sus  vecinos  occidentales,  aunque  inferior  á  sus  vecinos 
por  Levante,  k  lo  menos  en  el  orden  militar  habían  sido  educados  por  los 
cartagineses,  ó,  mejor  dicho,  por  los  Barcas,  y  poseían  ya  el  arte  de  juntar 
grandes  masas  de  combatientes  y  hacer  la  guerra  con  algún  orden.  Tipo  de 
estos  pueblos  en  la  época  de  la  conquista  son  los  ilergetes  regidos  por  In- 
dibi]  y  Mandonio.  Aliados  ó  clientes  de  Cartago,  acuden  al  campo  de  Ham- 
nón  para  ayudarle  contra  el  primer  ejército  romano  que  desembarcó  en  Km- 
porium:  en  la  batalla  queda  prisionero  Indibil,  y  Cneo  Scipión  le  perdona  á 
cambio  de  su  protesta  de  sumisión.  Vuelve  á  su  tierra;  pero  á  poco  le  vemos 
otra  vez  con  Mandonio  atacando  á  los  pueblos  aliados  de  Roma.  Tito  Livio, 
el  gran  retórico  de  la  Historia,  pone  con  esta  ocasión  en  labios  de  los  dos 
régulos  un  discurso  patriótico,  y  hasta  erudito,  tan  verosímil  como  los  que 
nuestro  poeta  iircilla  puso  siglos  después  en  boca  de  los  caciques  arauca- 
nos (1),  Siguen  haciendo  la  guerra  hasta  que  Cornelio  Scipión  gana  sus  volun- 
tades: por  la  generosidad  con  dos  mujeres  cautivas  de  sus  familias,  de  que  ya 
queda  hecha  mención,  se  hacen  entonces  aliados  de  los  romanos;  mas  al 
saber  que  Scipión  estaba  enfermo  en  Cartagena  y  que  ocho  mil  mercenarios 
(le  Roma  acampados  á  orillas  del  Ebro  se  habían  revuelto  por  falta  de  pa- 
gas, toman  al  partido  cartaginés;  son  vencidos  de  nuevo,  y  de  nuevo  los  per- 
dona Scipión,  sin  otro  castigo  que  una  contribución  de  guerra.  En  cuanto  el 
conquistador  salió  de  España  levantáronse  otra  vez,  llegando  á  reunir,  según 
Livio,  una  hueste  de  30,000  infantes  y  4.000  caballos  —  probablemente  seria 
de  los  mercenarios  de  Roma  y  Cartago,  habituados  á  la  guerra,  y  que  con  el 
término  de  ésta  quedaron  sin  ocupación,  —  Los  procónsules  Léntulo  y  Aci- 
dino  dispersaron  á  esla  gente  en  un  combate  que  costó  !a  vida  á  Indibil. 
Mandonio,  enttegado  por  los  suyos,  fué  ajusticiado,  (Año  201  antes  de  Je- 
sucristo,) 

36.  — Peor  papel  todavía  que  Indibil  y  Mandonio  representaron  en  la 


(1)  L¡b.  XXir.  —  Véase  la  miiestrn:  «No  os  fiéis  de  Unos  exlranjcros  que  con  prettilo 
le  abatir  et  orgullo  de  los  caitaiiineses  vienen  á  quiuros  vuestra  libeiiad  y  usurparos  vues- 
ros  bienes.  Asi  vinieron  antes  los  griegos;  así  los  mismos  cartagineses  (de  que  [ndihil  y  Man- 
lonio  eran  ausiliarc»  I ,  prometiéndonos  fideli Jad  con  dulces  palabras,  para  levantarse  des- 
iQué  necesitamos  de  los  romanos  para  sacudir  el  yugo  d«  los  carl^!i- 


sesiLos  que  se 

an  unido  á  ellos  son  traidores  á  su  patria  y  á  su  libertad,»  No  es 

lar  que  Tito  Liv 

cliindoselas  de 

an  progresivo  como  D,  Modeilo  Lafuenle,  haya  escrito  esla  ton 

storiadores  espafloles  hay.in  reparado  bastante  «n  este  primer  i;ri 

pendencia;)-,  si 

embaiíio,  si  aquellos  dos  jefes  hubieran  sido  mis  afortunado 

hubiera  enconlra 

do  eco  entre  sus  compatricios,  hubieran  podido  pasar  por  los  pr 

uradores  de  Esp 


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Historia  GrAfica  de  ij¡  Civilización  Española 


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I02  HISTORIA   DE  ESPaSa 

guerra  púnica  los  celtiberos.  Ya  los  hemos  visto  venderse  de  soldados  al  me- 
jor postor:  30.000  de  ellos  iban  con  los  Scipiones,  y  al  ofrecerles  Asdrúbal 
mayor  paga  abandonaron  sus  banderas.  Semejante  traición  fué  una  de  las 
causas  principales  de  la  derrota  y  muerte  de  aquellos  generales  romanos. 
Mas  la  palabra  traición  es  anacrónica  é  impropia  para  califícar  su  conducta. 
(Qaé  vinculo  moral  ni  jurídico  tenían  aquellos  rudos  celtiberos  con  los  roma- 
nos? Ninguno.  ^Ni  qué  idea  podian  tener  del  honor  militar,  ni  de  las  virtudes 
y  cualidades  que  lo  fundan,  unos  hombres  que  no  tenían  otra  organización 
política  que  la  rudimentaria  de  la  ttibu?  Varias  familias  unidas  por  el  vínculo 
de  la  común  descendencia  constituían  el  grupo  á  que  los  latinos  llamaban 
¿etts,  muy  semejante,  por  no  decir  idéntico,  á  la  kaáila  de  los  riffeños,  nuestros 
enemigos  actuales  en  el  campo  de  MclÜla;  no  se  dice  idéntico,  porque  las  kabi- 
ias  ritTeñas  tienen  entre  sí  la  unidad  efectiva  de  religión  y  la  política,  más  ó  me- 
nos nominal, del  Imperio  marroquí  á  que  todas  pertenecen.  Las  kabila3Ó¿-CTi/« 
celtibéricas  y  lusitanas  andaban  sueltas;  cada  una  adoraba  sus  ídolos,  proba- 
blemente los  manes  de  sus  peculiares  antepasados,  y  sus  relaciones  reciprocas 
se  reducían  á  guerrear  unas  con  otras  permanentemente,  como  ahora  las  tri- 
bus negras  del  interior  de  África  ó  de  Australia.  Cada  clan  ocupaba  un  terri- 
torio más  Ó  menos  extenso —  nunca  mucho— dedicado  al  cultivo  ó  al  pastoreo, 
según  las  localidades,  y  en  el  paraje  más  á  propósito  para  la  defensa  tenían 
su  fortaleza  ó  cindadela,  donde  se  guardaban  los  ídolos  de  la  comunidad, 
vivían  los  jefes  (1),  celebrábanse  las  juntas  ó  asambleas  para  los  negocios  im- 
portantes y  se  recogían  todos  con  sus  ganados  é  instrumentos  de  labranza  en 
caso  de  irrupción  de  poderosos  enemigos.  A  estas  fortalezas  es  á  las  que  los 
romanos  califícaron  de  ciudades  celtibéricas,  de  las  cuales  nos  dice  Posidonto, 
reliríéndose  á  las  trescientas  que  mandó  destruir  Tiberio  Graco,  ser  tan  pe- 
queñas, que  no  merecían  otro  nombre  que  el  de  aldeas  fortificadas  con  torres. 
Los  mismos  romanos  distinguieron  también  en  las  juntas  de  las  tribus  el  sena- 
tus,  ó  sea  la  reunión  de  los  jefes  principales,  y  el  concilinm,  ó  sea  la  junta  ge- 
neral de  todos  los  que  formaban  el  pueblo. 

Para  comprender  bien  esta  organización  conviene  tener  presente  que 
durante  el  largo  período  de  las  insurrecciones  y  luchas  contra  los  romanos 
no  permaneció  estacionaría,  sino  evolucionando  en  sentido  progresivo:  car- 
tagineses y  romanos  enseñaron  á  celtíberos  y  lusitanos  á  perfeccionar  su  or- 
ganización guerrera,  ya  por  el  aprendizaje  directo  en  sus  banderas,  ya  por  el 
indirecto  de  la  guerra  misma,  y  este  progreso  en  las  armas  tenía  que  refle- 
jarse en  lo  social.  Así,  durante  este  período  de  lucha  podemos  observar  la 
tendencia  constante  de  celtiberos  y  lusitanos  á  formar  núcleos  mayores  de 
población;  y  esta  tendencia  á  construir  verdaderas  ciudades  se  maniñesta  en 
dos  series  de  hechos  aparentemente  contradictorios:  unos  muestran  la  oposi- 
ción constante  de  los  romanos  á  la  formación  de  núcleos  grandes;  asi,  Tiberio 
Sempronto  Graco  impuso  en  el  tratado  que  hizo  con  las  tribus  centrales  la 
prohibición  de  construir  nuevas  ciudades;  y  habiéndose  reunido  toda  la  tribu 
de  los  bellir  en  la  antigua  ciudad  de  Ségeda  y  comenzado  la  obra  de  ensan- 
charla rodeándola  de  un  muro  de  cuarenta  estadios,  el  Senado  se  opuso 
terminantemente.  Strabon  refiere  que  habiendo  dejado  los  lusitanos  de  culti- 
var sus  tierras  para  dedicarse  á  vivir  del  pillaje,  con  el  fin  de  obligarlos  á 
mejor  vida  los  romanos  dividieron  en  pequeñas  agrupaciones  los  centros  de 
población  numerosa  que  había  en  el  territorio.  Por  otra  parte,  los  mismos  ro- 

Lll  Kslo  es  lo  que  sii;ntñca,  sin  duda,  el  dicho  de  algunos  hístoríndores  respecto  di  qvie 
In  a-¡s(ocrnda  vivía  on  las  ciudades,  y  los  plebeyos  en  el  campo, 

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HISTORIA    DE   ESPaSa  I03 

manos  fundaron  6  agrandaron  centros  urbanos.  La  contradicciÓD  aparente  se 
resuelve  considerando  que  Roma  se  oponía  á  las  coDcentracíones  que  pudie- 
ran servir  para  resistirla,  y  favorecía  las  que  no  llevaban  otro  objeto  que 
facilitar  la  vida  civil  ó  pacfñca  á  que  quería  reducir  &  los  habitantes. 

Por  lo  que  se  refiere  á  la  cultura  propiamente  dicha,  quizás  bastará 
apuntar  que  al  ponerse  en  contacto  con  los  romanos  estas  tribus  del  interior 
no  conocían  la  moneda;  es  decir,  que  no  hablan  pasado  de  la  permuta  en  sus 
relaciones  económicas,  lo  que  indica  el  considerable  atraso  en  que  se  hallaban 
respecto  de  la  civilización  de  su  época. 

37.  —  En  cambio,  Roma  representaba  toda  la  cultura  de  la  edad  antigua, 
tomada,  es  cierto,  de  los  griegos  en  cuanto  saber  y  arte,  pero  asimilada  per- 
fectamente. Además,  ha  sido  la  ciudad  ó  Estado  que  mejor  ha  comprendido 
y  ejercido  hasta  la  hora  presente  la  función  del  gobierno,  la  ciudad  verdade- 
ramente imperial,  y  no  por  capricho  humano,  sino  por  voluntad  divina,  reina 
y  seQora  de  las  naciones.  «Dios  (escribió  Santo  Tomás)  inspiró  á  los  romanos 
'la  sabiduría  del  gobierno  ó  ciencia  política,  con  cuyo  auxilio  conquistaron 
>el  mundo*  (i).  San  Agustín  habla  dicho  ya  que  en  ningún  pueblo  brillaron 
como  en  la  Roma  conquistadora  el  amor  á  ta  patria,  el  celo  por  el  Derecho  y 
la  solicitud  por  la  felicidad  de  sus  subditos.  Y  explicando  estas  dos  últimas 
cualidades  dice:  «Los  pueblos  se  sometían  á  su  imperio  para  disfrutar  de  la 
•equidad  de  sus  Ieyes>  (2).  *Y  nunca  entraban  en  ningún  pafs  comoconquis- 
•tadores,  ni  se  mantenían  en  él  á  título  de  amos,  sino  como  amigos  y  compa- 
•fleros  de  tos  pueblos  que  sojuzgaban*  (3).  Asf  procedieron  en  España;  como 
aliados  y  protectores  de  ios  espaíloles  se  presentaron,  y,  en  efecto,  lo  fueron, 
toda  vez  que  crearon  aquí  lo  que  no  había,  y  para  lo  que  eran  incapaces  los 
naturales  en  el  grado  histórico  de  civilización  en  que  se  hallaban:  un  Poder 
central  robustísimo  que  imponía  la  paz  material  á  las  tribus  belicosas,  obli- 
gándolos al  cultivo  de  la  tierra  y  demás  industrias  pacíficas  y  á  dirimir  sus 
caestiones  y  pleitos  jurídicamente  ante  los  tribunales  establecidos  por  ellos. 
Decían  los  griegos  que  la  diferencia  entre  una  ciudad  helénica  y  otra  ciudad 
bárbara  consistía  en  que  por  la  primera  podía  andarse  sin  armas;  es  decir, 
que  la  ley  y  el  magistrado  eran  suficiente  custodia  de  la  seguridad  indivi- 
dual. En  la  Espaüa  de  los  siglos  inmediatamente  anteriores  á  Jesucristo  había 
esa  misma  diferencia  entre  las  comarcas  dominadas  por  los  romanos  y  las  que 
se  mantenían  independientes:  en  las  primeras  se  vivía  vida  civil,  regulada  por 
leyes  y  edictos,  mantenida  por  una  organización  gubernativa  y  judicial  muy 
perfeccionada  y  al  amparo  de  los  ejércitos  proconsulares,  que  defendían  la 
comunidad  de  las  tribus  bárbaras  del  interior  y  mantenían  á  cada  particular 
y  á  cada  ciudad  en  la  órbita  del  Derecho;  en  tas  segundas  todo  era  violencia 
y  confusión,  bravezas  y  desafueros  de  los  más  fuertes,  humillación  y  trabajo 
para  los  débiles:  la  fuerza  bruta  dominaba  en  absoluto. 

Por  un  espejismo  anacrónico  sin  realidad  alguna,  consideramos  como  á 
nuestros  antepasados  á  los  habitantes  de  España  que  resistieron  á  Roma,  y 
no  á  los  que  valían  más,  que  eran  los  civilizados  desde  antiguo,  que  ayuda- 
roo  á  la  gran  República  en  su  obra  inmensa,  nunca  bastante  agradecida,  de 
hacer  ingresar  á  esta  Península  en  el  concierto  de  la  civilización.  Y  nos- 
otros, si  por  la  carne  y  por  la  sangre  descendemos  en  gran  parte  de  los  fe- 
roces lusitanos  y  celtíberos  que  tanto  dieron  que  hacer  á  los  legionarios  de 
Roma  dejando  al  mundo  atroces  ejemplos  de  bárbaro  heroísmo,  por  el  espl- 

íl(    Hí  regimÍHe  firiníi/'iiM. 

Ill     Dt  Civilalí  DíL 

rj)    Santo  Tomii,  ídem,  fd. 


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104  HISTORIA   nii  ESPAÑ-A 

rilu,  que  es  lo  que  importa,  somos  latinos.  La  población  indígena  será,  á  lo 
sumo,  la  materia  prima  de  la  nación  española;  pero  i»  forma  sustancial  se  la 
dio  el  Estado  romano.  Entusiasmarnos  con  el  recuerdo  de  la  defensa  de  Ku- 
mancia  y  abominar  de  los  que  tomaron  ó  arrasaron  aquella  ciudad,  están 
absurdo  como  en  los  mejieanos  actuales  entusiasmarse  con  Guatimocín  y 
abominar  de  Hernán  Cortés. 

35.  —  A  lo  caá!  no  se  opone  que  los  romanos  cometieran,  como  efectiva- 
mente lo  hicieron,  y  hablamos  nosotros  de  hacer  luego  en  América,  los  más 
vituperables  excesos  en  la  conquista,  ni  á  que  los  indígenas  demostraran, 
como  efectivamente  demostraron,  admirables  cualidades  de  raza,  un  vigor  en 
el  combate,  una  perseverancia  en  la  lucha  y  un  despego  á  la  vida,  inferiorísima 
para  ellos  á  la  libertad,  que  asombraron  á  los  mismos  romanos.  Por  ellos,  es 
decir,  por  sus  historiadores,  sabemos  tanto  los  excesos  de  sus  pretores,  pro- 
cónsules y  caudillos,  como  las  proezas  de  los  indígenas,  del  mismo  modo  que 
por  Fray  Bartolomé  de  las  Casas  y  otros  españoles  del  siglo  xvi  se  saben  las 
crueldades  y  avaricias  de  los  conquistadores  de  Indias,  no  inferiores,  por 
cierto,  á  cuanto  más  horrible  pudieran  realizar  aquí  procónsules  y  pretores, 
y  por  españoles  son  también  conocidas  las  hazañas  de  tiascaltecas  y  meji- 
canos. Y  asi  como  en  la  España  de!  citado  siglo  hubo  mh  partido  de  indiÓJilos, 
ó  sea  de  hombres  buenos  que  tomaron  sobre  sí  la  noble  empresa  de  poner 
coto  á  los  desmanes  de  la  conquista,  en  la  antigua  Roma  hubo  un  partido  es- 
pañol (\ae  clamó  contra  los  excesos  de  los  conquistadores  de  entonces  y  en 
favor  de  los  indígenas.  En  la  Historia  todo  varía  constantemente,  y  todo  es 
siempre  igual. 

39.  —  Veamos  ahora  en  rápida  síntesis  los  principales  sucesos  de  la 
conquista. 

Es  difícil  fijar  bien  la  cronología  y  la  geografía  de  este  período.  De  la 
primera  tuvieron  poco  cuidado  los  historiadores  antiguos  al  referirse  á  nues- 
tra Península,  y  suelen  ser  contradictorias  las  fechas  que  señalan  unos  y 
otros.  En  cuanto  á  los  nombres  de  lugares,  la  confusión  dimana  de  dos 
causas:  primera,  los  errores  de  los  copistas,  y  segunda,  la  concisión  clásica. 
Los  antiguos  cuentan  brevemente  los  hechos  acaecidos  en  el  gobierno  de 
cada  procónsul  ó  pretor,  y  así  resulta,  por  ejemplo,  que  á  continuación  de 
una  batalla  sostenida  con  ilergetes  á  orillas  del  Segre,  ponen  otra  con  celtí- 
beros á  orillas  del  Tajo;  y  al  hallar  unidos  dos  hechos  que  realmente  acae- 
cieron en  tiempos  distintos  y  dimanaron  de  causas  inmediatas  diversas,  el  es- 
critor moderno  está  expuesto  á  caer  en  el  grave  error  de  relacionarlos  entre 
si  tomándolos  por  episodios  de  una  sola  insurrección  general  ó  de  una  sola 
campaña:  si  á  esto  se  une  la  mala  interpretación  de  algún  nombre  de  lugar, 
se  llega  fácilmente  á  la  más  caprichosa  é  inverosímil  exposición  histórica.  De 
aquí  las  disputas  interminables  é  irresolubles  entre  los  eruditos  sobre  la  re- 
gión ó  paraje  en  que  se  dio  tal  ó  cual  combate  ó  en  que  operó  tal  ó  cual 
caudillo.  Se  ha  intentado,  aunque  en  vano,  hacer  un  catálogo  de  todos  los  go- 
bernadores romanos  que  hubo  en  la  Península;  pero  ni  todos  ellos  constan 
en  las  historias,  ni  todos  han  dejado  rastro  epigráñco  de  su  paso,  ni  los  cita- 
dos ó  cuyos  nombres  conocemos  vinieron  sucesivamente,  sino  que  goberna- 
ron á  la  \e?.,  cada  uno  en  su  provincia.  Debemos  atenernos  á  los  hechos  pro- 
bados, respetando  el  misterio,  ya  indescifrable,  de  lo  desconocido,  por  la 
lejanía  del  tiempo  y  la  falta  de  datos. 

Scipión  el  grande  salió  de  España  el  año  206  antes  de  J.  C.  Dejó 
echados  los  cimientos  de  la  futura  organización  romana.  Cerca  de  Híspalis 
fundó  con  inválidos  de  su  ejército  la  colonia  de  ItkWca.  (Positio  sanctorum,  es- 
tablecimiento de  inválidos,  de  donde  ha  venido  por  corrupción  Santíponce), 


,,.Googlc 


HISTORIA    l>E  ESPAÑA  loj 

admitió  como  aliadas  á  muchas  ciudades,  reconociendo  su  autonomía  muni- 
cipal y  sometiendo  á  algunas  á  pagar  un  tributo;  Cádiz,  que  se  habla  entre- 
gado voluntariamente,  es  el  modelo  de  municipio  libre  y  ciudad  aliada.  Final- 
mente, tuvo  en  Cartagena  una  asamblea  genera)  [concilium)  á  que  acudieron 
representantes  de  todas  las  tribus  amigas,  y  en  que  se  acató  por  ellas  la  su- 
premacía imperial  de  Roma,  dirimiéndose  alü  por  trámites  deliberativos  y 
resolución  del  general  romano  varias  cuestiones  entre  ios  régulos  indígenas. 
Dos  de  éstos,  llamados  Corbis  y  Ürsua,  se  disputaban  el  señorío  de  la  ciudad 
de  Iba,  y,  no  habiendo  aceptado  el  segundo  el  arbitraje  del  romano,  ventila- 
ron el  litigio  por  un  desafío  judicial  (i),  suceso  que  demuestra  la  antigüedad 
de  este  absurdo  procedimiento  y  la  política  del  conquistador,  respetuosa 
hasta  el  extremo  con  el  derecho  y  lascostumbres  de  sus  aliados.  Hechas  todas 
estas  cosas,  «Scipión,  dejando  en  España  un  ejército  pequeño  por  estar  so- 
>segada  la  provincia,  se  hizo  á  la  vela  para  Roma  en  una  flota  numerosa  y 
■  bien  equipada,  atiborrada  de  cautivos,  dinero,  armas  y  despojos  de  todas 

•  clases.  La  ciudad  le  recibió  con  magniflcencia  y  aplauso  increíbles,  admíran- 

•  do  hasta  sus  émulos  los  pocos  años  del  conquistador  y  la  brevedad  con 

•  que  había  rematado  una  empresa  tan  grande>  {2).  El  mismo  historiador 
añade  que  «desde  este  tiempo  empezaron  los  romanos  á  enviar  á  la  Iberia 

•  magistrados  anuales  que  presidiesen  y  gobernasen  las  provincias  en  tiempo 

•  de  paz».  Ya  se  distinguían  en  España  dos  provincias.  Citerior  y  Ulterior, 
divididas  por  el  Ebro,  y  cada  una  tenía  un  procónsul,  jefe  de  carácter  ente- 
ramente militar;  once  años  después  los  gobernadores  tomaron  el  titulo  de 
pretores,  designativo  de  un  carácter  más  amplio  de  gobernación,  esto  es, 
civil  y  judicial,  sin  dejar  por  eso  el  mando  de  las  tropas  en  paz  y  guerra. 

40.  —  Léntulo  y  Accidino  fueron  los  procónsules  á  quienes  tocó  re- 
primir la  postrera  insurrección  de  Indibil  y  Mandonio  (año  zoi).  Appiano 
Alejandrino  cita  después  á  Sempronio  Tuditano,  Marco  Helvecio  y  Minucio; 
pero  quien  dejó  de  sí  más  señalada  memoria  fué  Marco  Porcio  Catón,  que 
vino  á  España  con  la  dignidad  consular,  dos  legiones,  cinco  mil  jinetes  y  dos 
pretores  que  bajo  su  gobierno  superior  debían  regir  ambas  provincias  ibé- 
ricas. Son  deñcientes  los  textos  para  darse  cuenta  de  las  causas  y  desarrollo 
del  estado  anárquico  en  que  Catón  halló  á  España  y  que  originó  su  venida. 
Desde  luego,  hay  que  desechar  la  idea  de  una  insurrección  general  contra 
los  romanos:  lo  probable  es  que  se  complicaran  entonces  irrupciones  de 
los  indígenas  del  interior  y  revueltas  locales  en  las  comarcas  civilizadas 
de  la  costa,  quizás  alguna  insurrección  de  los  mercenarios,  que  sin  duda  ha- 
bían levantado  Léntulo  y  Accidino  para  someter  á  los  ilergetes,  pues,  como 
ya  sabemos,  Scipión  dejó  pocas  tropas  romanas  en  la  Península.  El  hecho 
es  que  Catón  desembarcó  en  Emporium  y  fué  admirablemente  recibido  por 
los  vecinos  de  la  ciudad  griega;  pero  los  de  la  contigua  ciudad  ibérica  se  le 
mostraron  hostiles.  Dice  Appiano  que  en  aquellos  contornos  se  habían 
reunido  40.000  enemigos  para  resistirle,  aunque  no  especifica  de  qué  casta 
eran.  Para  levantar  la  moral  de  su  ejército  el  Cónsul  hizo  algo  semejante 
á  lo  de  Hernán  Cortés,  que  fué  despachar  la  escuadra  á  Marsella,  ponien- 
do así  á  los  soldados  en  la  alternativa  de  vencer  ó  morir.  Todo  se  decidió 
en  una  batalla,  y  Catón  quedó  dueño  del  campo,  mereciendo  ser  llamado  el 
SvgMMíio  conquistador  de  España. 

Catón  estuvo  en  nuestra  Península  menos  de  dos  años  (19O-195):  puso 
orden  en  la  administración,  reprimió  severamente  á  los  enemigos  de  la  Repú- 


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I03  HISTORIA    DE  ESPAÍÍA 

blica,  y  ordenó  que  en  un  plazo  de  ocho  dias  demolieran  sus  murallas  todas 
las  ciudades  del  interior  (i).  Durante  diez  ó  más  años  vemos  á  los  pretores 
romanos  sostener  una  guerra  defensiva  contra  celtiberos  y  lusitanos,  que  se 
dejaban  caer  con  frecuencia  en  vandálicas  incursiones,  ya  sobre  los  campos 
de  la  Bélica,  ya  sobre  los  de  la  Edetania;  pero  desde  189  en  adelante  inicia- 
se y  se  prosigue  perseverantemente  una  acción  ofensiva  en  las  mesetas  cen- 
trales. Roma  tenia  ya  en  la  Península  un  ejército  permanente,  compuesto  de 
cuatro  legiones  (unos  40.000  hombres),  y  con  estas  fuerzas  inmejorables  y  I<is 
auxilia,  esto  es,  los  contingentes  de  las  milicias  locales  suministradas  por  las 
ciudades  y  tribus  aliadas,  tributarias  ó  estípendiarias,  los  pretores  no  sólo 
guarnecieron  sólidamente  las  fronteras  de  la  región  lalina,  sino  que  iban  en- 
sanchándola de  continuo,  obligando  por  la  fuerza  de  las  armas  á  los  indígenas 
i  vivir  vida  pacífica,  industriosa  y  regularizada.  No  sabemos  de  esta  guerra 
más  que  los  episodios  de  gran  bulto;  v.  gr.,  las  victorias  de  Lucio  Emilio 
Paulo  y  Gayo  Calpurnio  en  las  riberas  del  Tajo.  Quinto  Fulvio  Flaco,  que 
gobernaba  en  181,  pudo  jactarse  de  haber  dominado  la  Celtiberia;  enten- 
diendo por  tal,  no  la  región  propiamente  asi  llamada,  sino  cuanto  es  hoy  Cas- 
tilla la  Nueva.  La  sierra  de  Guadarrama  fué  durante  más  de  treinta  años  el 
limite  de  la  España  romana.  Tiberio  Graco,  el  famoso  tribuno,  sucesor  de 
Flaco  en  la  pretura  de  la  Citerior,  consolidó  la  nueva  conquista  y  supo 
atraerse  á  los  naturales  é  incorporar  á  los  más  audaces  al  ejército  romano; 
este  Graco  dejó  en  nuestra  tierra  muy  buen  recuerdo. 

Sin  embargo,  las  tribus  de  la  otra  meseta  ó,  como  diriamos  ahora,  de 
Castilla  la  Vieja,  y  los  lusitanos  habitantes  de  entre  Duero  y  Tajo,  frecuen- 
temente invadían  á  lo  guerrillero  las  comarcas  recién  sometidas,  y  se  atraían 
á  todos  tos  elementos  díscolos  de  la  región,  mal  avenidos  con  el  régimen  que 
se  les  había  impuesto.  Tuvieron,  pues,  los  romanos  que  dar  un  paso  más  en 
su  conquista  cruzando  la  cordillera  y  llevando  sus  armas  hasta  las  costas  lu- 
sitanas. En  153  se  hicieron  famosos  dos  jefes  lusitanos,  Púnico  y  Cesaron, 
que  con  sus  bandas  recorrieron  sucesivamente  la  Espaiía  romana,  devastando 
campos,  arruinando  ciudades  y  haciendo  frente  á  los  legionarios  con  increíble 
audacia.  El  Cesaron  jugó  al  pretor  Lucio  Mumnio  una  estratagema  que  se 
ha  repetido  después  varias  veces  en  las  guerras  peninsulares:  tal  fué  la  de 
fingirse  derrotado,  y  hasta  dejarse  tomar  su  campamento;  y  cuando  los  roma- 
nos, enfrascados  en  la  persecución,  habían  perdido  su  orden  de  batalla,  re- 
volvió contra  ellos  con  gente  de  refresco,  y  tanto  se  hartó  de  acuchillar,  que, 
según  los  historiadores  de  la  época,  aquel  día  perdió  Roma  9.000  soldados. 

La  situación  general  se  puso  tan  grave,  que  vino  á  la  Península  el  cónsul 
Quinto  Fulvio  Nobilior,  pero  como  no  debía  entrar  en  sus  funciones  consu- 
lares hasta  I."  de  Marzo,  se  adelantó  la  fecha  á  i."  de  Enero,  y  desde  enton- 
ces fué  considerado  este  día  como  principio  del  año.  ;Buena  prueba  de  Id 
urgente  que  pareció  su  marcha! 

Quinto  Fulvio,  Marco  Claudio  Marcelo,  Lucio  Li'iculo,  Lóculo  y  Servio 
Sulpicio  Galba  pelearon  con  varia  fortuna  durante  muchos  años  con  lusita- 
nos, vaceos,  arevacos  y  celtiberos:  fué  una  guerra  horrible,  llena  de  incidentes 
y  episodios,  en  que  si  bien  el  éxito  favorecía  siempre  á  los  romanos,  era  á 
costa  de  muchos  reveses,  y  aun  desastres  parciales.  De  esta  época  es  cuando 
mejor  conocemos  las  costumbres  de  las  tribus  del  interior:  sabemos,  por 
ejemplo,  que  los  celtíberos  vestían  el  sagttn  negro  (2)  y  en  la  guerra  usaban 

lll  Sei^ún  Corles,  esin  orden  sólo  fuÉ  cumplimentada  en  la  reeión  catalana;  es  decir, 
del  Rbro  I,  los  Pirineos. 

(2I     Quizás  la  anguarina  acliial,  Sánchez  Casado,  F.limrntcs  dt  Histeria  '¡ii  Esf.ilfa. 

DigitzrrlbyCOOglC 


\  Civilización  Esi 


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«    I     § 

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LÍMISA  XXWlll 


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loy  HISTORIA   DE  ESPaSa 

escudos,  cascos  de  bronce,  espadas  de  dos  ñtos  y  puñales;  calzaban  una  espe- 
cie de  botines  con  correas,  y  que  los  lusitanos  eran  muy  hábiles  en  el  ma- 
nejo del  arco. 

41.  —  De  tan  prolongadas  luchas  y  de  los  varios  jefes  lusitanos  y  celtibe- 
ros que  esclarecieron  su  nombre  en  ellas,  los  más  famosos  son  la  guerra  y 
el  nombre  de  Viriato.  Los  romanos  no  escasean  sus  elogios  á  este  célebre 
caudillo:  Lucio  Floro  dijo  que  había  sido  el  Rómulo  de  Lspaña;  Justino,  que 
en  tantos  siglos  España  sólo  habla  producido  un  gran  capitán,  que  fué  Vi- 
riato. Dificilísimo  es,  sin  embargo,  historiar  sus  campañas,  toda  vez  que 
hasta  su  cronología  resulta  imposible  de  ñjar  por  la  contradicción  de  los 
textos.  Según  Appiano,  sus  correrías  duraron  ocho  años;  segi)n  Justino,  diez; 
segün  Diadoro,  once,  y  según  Tito  Livio,  catorce.  No  es  menos  dudosa  la 
geografía.  Siguiendo  á  loa  más  autorizados  intérpretes  de  los  historiado- 
res antiguos,  hay  que  admitir  que  comenzó  sus  operaciones  en  la  Lusitania, 
que  luego  se  corrió  á  la  Bastitania,  región  montuosa  entre  la  Citerior  y  la 
i'lterior,  y  que  desde  allf  hacia  incursiones  á  la  Celtiberia  y  la  Bética  por  el 
Sur  y  á  la  Edetania  por  Levante.  El  episodio  de  su  muerte  suele  colocarse 
en  las  cercanías  de  bagunto.  Lo  positivo  es  que  guerreó,  no  á  lo  general, 
sino  á  lo  guerrillero.  Del  relato  de  sus  campañas  se  deduce  que  no  poseía 
territorio  fijo  ni  plazas  fuertes,  sino  una  hueste  muy  ágil  de  movimientos, 
con  la  cual  acampaba  en  lugares  montuosos  6  escondidos;  que  aparecía  y 
desaparecía,  ora  en  un  punto,  ora  en  otro,  con  la  rapidez  del  rayo;  que  dis- 
persaba á  su  gente  cuando  se  veía  comprometido,  dándole  cita  para  un  lugar 
distante;  que  en  combinación  con  su  ejército  ó  partida  corrían  la  tierra  otras 
innumerables,  y  que  tuvo  en  jaque  á  todo  el  poder  de  Roma,  venciendo,  des- 
truyendo, aburriendo  y  desesperando  á  muchísimos  generales  romanos.  Como 
tantos  otros  que  han  seguido  sus  huellas  en  nuestra  larga  historia,  era  un  hom- 
bre sencillo,  pastor  de  origen,  iletrado,  pero  de  gran  entendimiento  natural, 
nacido  para  mandar  hombres,  fuerte  y  valerosísimo.  Sin  dejar  de  ser  un  perso- 
naje de  indiscutible  realidad,  y  cuyas  hazañas  conocemos,  no  por  romances  ni 
cuentos  populares,  sino  por  relatos  rigurosamente  históricos  de  escritores  ene- 
migos suyos,  Viriato  es  en  España  un  tipo  que  ha  ido  reproduciéndose  á  tra- 
vés de  largos  intervalos  de  tiempo  siempre  que  las  circunstancias  le  han  sido 
propicias;  tipo  que,  como  casi  todos  los  humanos,  ofrece  sus  aspectos  buenos 
y  sus  aspectos  malos,  una  faz  hermosa  y  heroica  y  otra. . .  no  tanto. 

La  gloría  de  Viriato  está  íntimamente  ligada  con  la  ignominia  del  pretor 
Servio  Sulpicio  Galba,  tipo  de  gobernadores  crueles,  avaros,  corrompidos  y 
despreciables.  Kn  las  luchas  de  pueblos  civilizados  con  bárbaros  son  frecuen- 
tes los  tipos  como  Galba,  que  desacreditan  y  manchan  la  causa  de  la  civiliza- 
ción y  nos  hacen  amar  la  barbarie  misma,  mil  veces  preferible  en  el  orden 
moral  á  la  vil  corrupción.  Galba  no  llevaba  en  sus  empresas  de  guerra  y  de 
gobierno  más  fin  personal  que  enriquecerse,  y  los  medios  que  ponía  enjuego 
para  conseguirlo  eran  dignos  de  tal  ñn.  En  una  ocasión,  habiendo  alcanzado 
ventajas  en  la  persecución  de  los  lusitanos,  les  propuso  la  paz  y  les  prometió 
una  tierra  fértil  en  que  establecerse:  7.000  dieron  oídos  á  las  palabras  del 
pretor,  y  cuando  hubieron  entregado  las  armas  los  infelices,  ó  fueron  acuchi- 
llaJos,  ó  reducidos  á  esclavitud.  Para  vergüenza  de  la  especie  humana,  debe 
decirse  que  después  de  veinte  siglos  de  cristianismo  todavía  hay  espíritus 
tan  felones  y  ruines  como  el  de  Galba,  convencidos  de  que  al  efecto  de  aca- 
bar con  enemigos  incómodos  y  tenaces  todos  los  medios  son  buenos.  Segt'm 
los  historiadores  romanos,  Viriato  fué  de  los  pocos  que  escaparon  de  la  trai- 
ción de  Galba,  y  desde  aquel  momento  tuvo  partida,  la  cual,  como  es  uso, 
fué  acrecentándose  hasta  formar  una  hueste  considerable. 


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HISTORIA   DE  ESPAÑA  luí) 

Ejércitos  poderosos  lucharon  en  vano  contra  él.  Vetilio,  Lelio,  Unima- 
no,  Quinto  Fabío  Máximo  Emiliano,  Serviliano  y  Quinto  Servilio  Cepión  fra- 
casaron en  sus  empresas  contra  Viriato.  La  guerra  era  tan  penosa,  que  los 
militares  romanos  se  resistían  á  venir  destinados  á  la  Península,  como  siglos 
después  Napoleón  reliuia  ser  destinado  á  la  Vendée.  Acostumbrada  La 
República  á  las  victorias  brillantes  y  rápidas,  se  cansó  y  aburrió  de  la  lucha 
coa  Viriato.  Tuvo  ésta  sus  obligadas  peripecias:  en  el  año  143  el  gran  gue- 
rrillero envolvió  al  cónsul  Serviliano,  y  le  obligó  á  ñrmar  un  tratado  reco- 
nociendo su  independencia,  que  fué  raliñcado  en  Roma;  mas  en  140,  á  su 
vez,  Viriato  pidió  paz  á  Cepión  y  Marco  Popilio,  y  la  obtuvo  entregando 
para  que  fueran  ajusticiados  como  traidores  á  todos  los  hispano- latinos,  es 
decir,  habitantes  de  las  regiones  ya  romanizadas,  que  se  hablan  pasado  á  su 
ejército:  tuvo  que  entregar  á  su  mismo  suegro.  Por  fin  la  traición  y  el  más 
abominable  crimen  libraron  á  Roma  de  tan  incómodo  enemigo. 

Appiano  Alejandrino  refiere  así  el  suceso:  «Viriato  envió  Á  sus  fieles  ami- 
>gos  Andax  Ditalcon  y  Minuzo  á  tratar  con  Cepión;  mas  ellos,  corrompidos 

•  por  el  romano  con  dones  grandes  y  magnificas  promesas,  se  ofrecieron  A 
-quitarle  la  vida.  Ejecutáronlo  de  esta  suerte:  era  Viriato  de  muy  poco  dor- 
>mir:  descansaba  sin  quitarse  las  armas  para  estar  pronto  al  primer  aviso,  y 
'SUS  amigos  tenían  franca  la  entrada  en  su  tienda  para  poder  darle  cualquier 

•  aviso  urgente.  Prevalidos  de  esta  confianza,  Andax  y  sus  cómplices  entra- 

•  ron  en  la  tienda  cuando  el  caudillo  estaba  en  el  primer  sueño,  y  le  hirieron 

•  en  la  garganta,  única  parte  de  su  cuerpo  que  tenía  desguarnecida.  Salié- 
'TOnse  de  allí  sin  que  nadie  advirtiese  lo  que  habían  hecho,  y  se  fueron  al 

■  campo  de  Cepión  á  pedir  el  premio.  Venido  el  dia,  los  criados  de  Viriato 

•  y  toda  la  hueste  se  maravillaban  de  que,  contra  su  costumbre,  aún  dur- 

■  miera  el  general.  Por  último  se  supo  que  yacia  muerto,  y  aquí  fueron  los 

•  lloros  y  lamentos  en  el  campo,  doliéndose  todos  de  tal  pérdida  y  temiendo 

•  cada  uno  por  su  seguridad,  pues  la  daban  todos  por  perdida  faltándoles  tan 
gran  capitán;  pero  lo  que  más  los  afligia  en  aquel  momento  era  no  hallar  á 

•  los  criminales.  Adornaron  el  cadáver  magníñcamente  y  lo  quemaron  en  una 
•pira  muy  alta,  degollando  en  su  honor  muchas  victimas  y  celebrando  sus 
•exequias,  según  la  costumbre  de  los  bárbaros,  con  cuadrillas  de  jinetes  y 
•peones  armados  que  corrían  en  torno  de  la  pira.  Ninguno  se  apartó  de  allí 

•  hasta  que  el  fuego  se  hubo  extinguido  enteramente,  üespués  hubo  combate 
•de  gladiadores  sobre  su  tumba  (l).  Tanta  sensación  produjo  la  muerte  de 

•  Viriato,  hombre  apto  como  ninguno  para  mandar  bárbaros,  pues  siempre  fué 

•  el  primero  en  el  peligro  y  justísimo  en  la  repartición  del  botín;  nunca  con- 

•  sintió  quedarse  con  mayor  parte  que  sus  soldados,  aunque  le  instaban  mu- 

•  chas  veces  á  que  lo  hiciera  así,  y  aun  lo  que  á  él  tocaba  en  el  reparto  lo 
'regalaba  generosamente  á  los  más  esforzados  (2).  Con  esta  conducta  consi- 
•'.{uió  que  no  hubiese  jamás  sedición  en  su  hueste,  y  eso  que  era  allegadiza, 
■compuesta  de  las  gentes  más  diversas,  y  tuvo  siempre  á  los  suyos  sumisos 

•  V  prontos  á  correr  por  su  orden  los  mayores  peligros:  nada  es  más  difícil 
'á  un  general  de  tropas  como  las  de  Viriato,  y  no  es  fácil  hallar  otro  capa/ 

•  de  tanto. 

•Después  de  su  muerte  eligieron  por  jefe  á  Tántalo,  y  se  emprendió  una 

(i]  Seeñn  Diodoro  d«  Sicilia,  se  sacrificaron  doscienlns  paiejns  de  gladiadores  sobre  el 
scpalcra  de  Viriilo. 

(l)  Diodoro  SIculo  «logia  también  esta  equidad  de  Viriato  en  el  reparto  dfl  botir.y  Ci- 
cerAn  (Olfi.  2)  observa  que  tal  justicia  es  necesaria  en  ios  capiUnes  de  bandoleros,  pensa- 
miento repelido  henrtosatnente  por  nuestro  CeTranles  en  el  Quijoli. 


,,CoogIc 


un  HISTORIA   DE   ESPAÑA 

■  expedición  contra  Sagunto;  pero  rechazados  de  aquf  los  lusitanos,  fueron 
>luego  puestos  en  tal  aprieto  por  Cepión  al  pasar  un  río  (i),  que  Tántalo  se 

•  rindió  con  los  suyos,  á  condición  de  que  hablan  de  ser  tratados  en  adelante 

•  como  subditos  del  pueblo  romano.  Cepión,  en  efecto,  los  hizo  desarmar  y 

•  les  dio  tierras  que  cultivar  para  que  no  fuesen  ladrones  por  necesidad.  Tal 

•  fué  el  resultado  de  la  guerra  de  Viriato.» 

42.  —  Consecuencia,  y  como  prolongación  de  la  guerra  de  Viriato,  fué 
la  de  Numancía. 

Durante  mucho  tiempo  se  ha  disputado  acerca  del  lugar  donde  estuvo 
esta  ciudad  famosa.  Las  opiniones  de  los  doctos  no  iban,  sin  embargo,  muy 
descaminadas,  pues  ya  Mariana  escribía  que  «más  de  una  legua  sobre  la  ciu- 
»dad  de  Soria,  donde  al  presente  está  la  puente  de  Garray,  no  lejos  del  na- 

•  cimiento  del    río   Duero,  se  muestran  tos  rastros  de  aquella  noble  ciu- 

•  dad>  (2).  En  1825  un  obrero  que  sacaba  piedra  en  el  término  de  Garray  bailó 
un  collar  de  plata  de  diez  y  ocho  onzas  de  peso,  del  cua!  se  hizo  un  copón 
para  la  parroquia  del  pueblo,  y  en  1844  se  descubrió  alH  mismo  un  idoíillo 
de  bronce.  En  1853  D.  Eduardo  Saavedra  fijó  de  una  manera  precisa  el 
sitio  de  Numancía,  que  se  asentaba  sobre  el  cerro  llamado  el  Castro,  al  Sur 
del  pueblo  de  Garray,  y  siete  kilómetros  al  Norte  de  Soria,  junto  á  la  con- 
fluencia del  Duero  y  el  Tera  (3).  Es  el  paraje  descrito  por  Appiano:  «ciudad 

•  bañada  por  dos  ríos,  cortada  por  barrancos  y  rodeada  de  bosques  espcsos>, 
y  que  Lucio  Anneo  Floro  sintetiza  diciendo  que  Numancia  ocupaba  «un  al- 
tozano junto  al  Duero». 

El  mismo  Sr.  Saavedra  emprendió  en  el  terreno  investigaciones  ar- 
queológicas, que,  continuadas  en  1860  bajo  loa  auspicios  de  la  Academia  de 
la  Historia,  y  suspendidas  después  por  falta  de  recursos  (4),  se  han  reanuda- 
do seriamente  en  1905  por  iniciativa  del  sabio  alemán  Herr  Adolf  Schul- 
ten  (s),  de  una  parte,  y  de  otra  por  la  de  nuestro  rey  Don  Alfonso  XIIJ, 
que,  en  su  generoso  entusiasmo  patriótico,  no  quiso  dejar  á  los  alemanes  so- 
los la  gloria  de  sacar  de  su  sepulcro  á  la  ciudad  muerta  antes  que  venci- 
da (6).  Merced  á  estos  trabajos,  aún  no  concluidos,  sabemos  cómo  era  Nu- 

Asentada  en  un  cerro  inaccesible  por  tres  de  sus  lados,  y  defendida  por 
un  muro  en  la  parte  que  daba  al  llano,  era,  más  bien  que  una  ciudad  tal  y 

(i)  El  Wvio  dice  el  rio  Belis,  y  así  lo  trascriben  traductores  lan  entendidos  como  el 
Sr.  Cortís;  pero  salla  i  la  vista  el  enoime  disparate.  ¡Cómo  los  lusitaoos  al  retirarse  de  sa  in- 
(rucluoso  ataijue  á  Sagunto  iban  á  pasar  el  Cuadalquiviií  Es  muy  probable  que  el  notnbre  de 
Sagunto  sea  tambiín  una  equivocación,  porque  00  parece  probable  que  Viriato  operase  en 
campo  abierta  contra  el  gruesa  del  ejercita  del  procónsul  en  una  región  como  el  actual  itiao 
de  Valencia,  completamente  romanizada  en  aquella  ípoca. 

(2)     Hiileria  de  Espaüa,  III.  cap.  I. 

Cl)     üiscripcUH  d,  la  vi,,  r -     - 

idemii  de  la  Historia  en  i&'i 
premio  á  tan  importante  trab^ji 

(4)  Por  Real  orden  de  15  de  Agosto  de  iSSl  las  ruinas  de  Numancía  fueron  decluadu 
monumento  nacional, 

(5)  Prolesor  de  Historia  antigua  en  la  Universidad  de  Golinga:  Numantia.  Eiiit  íefep'- 
fi/iisch  hisloñsíhe  UnUrsuchun^  van  Adoif  Sckutltn.  Berlín,  1905.  De  este  trabajo  publicó  'I 
Sr.  Pijoán  un  resumen  en  Cultura  Española.  Noviembre,  1906.  Protegido  encálmente  pare' 
( iobierno  alemán,  Schulten  Vaa  nuevas  investigaciones  en  el  verano  y  oíoSo  de  1905,  ayudado 
por  Herr  Koenen,  arqueólogo  del  Museo  de  Bonn. 

16)  Don  Alfonso  Xlll  visitó  las  ruinas  de  Numancia  con  et  ministro  D.  Andrós  Mellado 
eslando  allí  los  arqueólogos  alemanes.  Se  votó  luego  en  Cortes  una  ley  consignando  no  crídila 
pira  escavaciones  y  ttal)aios;  en  1."  de  Mayo  de  190b  se  nombró  una  Comisión  (seilure* 
Saavedra.  Catalina  García,  Mélida,  Aníbal  Alvares,  doctores  Juan  José  García,  Ramfreí  J  Ga- 
nados), que  empezó  á  trabajar  sobre  el  terreno  el  16  de  Julio  de  1906. 


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HISTORIA    DE  ESPAÑA  111 

cumo  coacebimos  hoy  este  término,  una  fortaleza  ó  ciudadela  cerrada  por 
Ires  recintos  murados.  El  exterior,  constituido  por  un  muro  de  cantos  sin  la- 
brar, que  servía  para  contener  el  terreno;  el  poblado  estaba  en  la  cumbre  del 
altozano,  también  cercado  con  murallas.  Entre  las  exteriores  y  las  interiores 
quedaba  un  espacio  relativamente  aecho,  donde  se  guarecían  los  campesi- 
nos con  sus  ganados  en  caso  de  ataque.  La  población  estaba  muy  desparra- 
mada por  la  campiña:  los  historiadores  hablan  de  lugares  distantes  de  la 
fortaleza  guarnecidos  por  numantinos,  de  donde  se  inñere  que  Numancia 
era  una  república  ó  una  confederación  de  clanes  ó  tribus  que  tenia  su  centro 
ó  capital  en  la  ciudad  propiamente  dicha,  y  que  la  guerra  numantina,  soste- 
nida durante  veinte  años,  no  fué  un  sitio  de  plaza  fuerte,  sino  lucha  de  cam- 
po ó  por  la  posesión  de  un  territorio  más  ó  menos  dilatado:  sólo  al  ñn,  cuafi- 
do  Scipión  Emiliano  concluyó  la  campaña,  quedaron  los  numantinos  ence- 
rrados en  su  fortaleza  principal,  donde  hubieron  de  perecer  tan  gloriosa- 
mente. 

Appiaao  dice  que  Viriato  arrastró  en  su  rebelión  á  los  numantinos,  y  no 
se  alarga  más  en  la  explicación  de  las  causas  de  la  guerra  (i).  Pero  por  otros 
testimonios  se  sabe  que  la  ciudad  habla  dado  hospitalidad  á  enemigos  de 
Roma,  creyéndose  libre  é  independiente  por  virtud  de  un  antiguo  tratado 
del  tiempo  de  Tiberio  Graco.  La  lucha  empezó,  ó,  mejor  dicho,  se  formalizó 
en  el  año  de  I41,  gobernando  las  armas  romanas  el  cónsul  Quinto  Fompeyo. 

•  Los  numantinos  eran  excelentes  soldados  de  á  píe  y  de  á  caballo;  mas  no 
'llegaban  más  que  á  8.000  hombres,  y,  con  ser  tan  pocos,  con  su  valor  díe- 
»ron  muchísimo  que  hacer  á  los  romanos»  (2).  Los  episodios  y  vicisitudes  de 
la  lai^a  lucha  fueron  muchos,  y  algunos  tan  raros  como  el  haber  obligado  á 
capitular  los  de  Numancia  al  ejército  romano  mandado  por  Mancino.  Baste 
decir  que  en  catorce  años  de  guerra  fracasaron  sucesivamente  ante  aquella 
gente  indomable  los  generales  Nobilior,  Claudio  Marcelo,  Celio  Mételo,  Pom- 
peyo  Aulo,  Marco  PopiÜo  Lenas,  Hostilio  Mancino  y  Emilio  Lepido.  Por  fin 
hubo  de  venir  Publio  Scipión  Emiliano,  destructor  de  Cartago  en  la  tercera 
guerra  púnica,  nieto  de  Scipión  el  grande,  y  digno  de  tal  abuelo.  «Marchó 

■  diligentemente  á  Numancia  —  escribe  Appiano  —  sin  alistar  tropas  por 

•  estar  á  la  sazón  la  República  empeñada  en  muchas   guerras  y  haber  en 

•  Iberia  ejército  suficiente:  sólo  le  permitió  el  Senado  hacerse  acompañar  por 

•  algunos  varones  de  diferentes  reinos  y  ciudades  que  voluntariamente  y 
'por  su  interés  propio  quisieron  seguirle;  agregáronsele  también  hasta  qui- 

■  nientos  romanos  entre  clientes  y  amigos  suyos,  y  todos  ellos  formaron  un 

■  cuerpo  á  que  llamó  él  cohorte  de  los  amigos,  y  que  llegó  á  contar  cuatro  mil 

•  soldados.  Scipión  encardó  á  su  sobrino  Buteon  conducir  esta  cohorte,  y  él 
>Con  muy  pocos  acompañantes  apresuró  su  viaje  por  tener  informes  de  que 

■  el  ejército  de  España  estaba  desmoralizado  por  la  indolencia,  las  discordias 

•  y  los  deleites,  y  que  para  vencer  era  preciso  empezar  por  restaurar  las  vir- 

•  tudes  militares  en  los  campamentos. 

>Asfque  llegó  echó  del  campo  á  los  mercaderes,  alas  rameras  y  á  los  ago- 

•  reros  y  adivinos  que  explotaban  la  credulidad  de  los  soldados,  abatidos  por 
>tantos  infortunios.  Prohibió  todo  lo  superfino:  hasta  las  víctimas  páralos 

■  vaticinios.  Hizo  vender  los  carros  que  no  eran  indispensables.  No  permitió 

•  á  cada  uno  más  ajuar  de  mesa  que  iin  asador,  una  olla  de  bronce  y  un  vaso, 


a  como  soldado 


,,CoogIc 


IIJ  HISTORIA    DE  ESPaSA 

•  prescribiendo  además  que  los  manjares  fuesen  invariablemente  carne  asada 
>ó  cocida.  Prohibió  ios  lechos,  y,  dando  ejemplo,  dormía  él  sobre  una  estera. 

>  Igualmente  los  bagajes  para  las  marchas.  <|iQué  se  ha  de  esperar  en  la  guc- 

•  rra  —  decía  —  de  hombres  que  no  pueden  marchar  á  pieí>  También  los  sier- 

>  vos,  para  ungirse  y  lavarse  en  el  baño:  decía  festivamente  que  los  que  nece- 
.  sitan  de  tales  auxiliares  son  como  las  bestias,  que  por  carecer  de  manos 
■  han  menester  de  otras  para  rascarse.  Por  este  sistema  introdujo  la  templan- 
>za  militar,  y  completó  su  obra  de  restaurar  las  virtudes  castrenses  hacién- 
>dose  inaccesible  al  favor  y  siendo  justo  con  todos.  Decía  con  frecuencia 


L'lt¡(no  d(a  de  Nar 
(Copia  dil  aiiíJro  <U  D.  AUJq  Vira  ixislenit  /n  d  Muico  d/  Artí  Madirtio.) 


•  que  «los  generales  austeros  y  rígidos  eran  muy  convenientes  á  los  soldados, 

•  y  los  blandos  y  suaves  sólo  aprovechaban  á  los  enemigos^. 

Scipión  no  tomó  la  ofensiva  hasta  tener  á  sus  soldados  endurecidos  por 
toda  suerte  de  trabajos,  así  de  ingeniería  como  de  maniobras.  Procediendo 
metódicamente,  limpió  primero  el  campo  y  acorraló  á  los  numantinos  dentro 
de  la  ciudad.  Sus  antecesores  habían  distraído  muchas  fuerzas  en  destaca- 
mentos y  guarniciones;  él  cambió  de  sistema,  y  dominó  la  campiña  con  mar- 
chas rápidas  y  combinadas  sin  enflaquecer  el  grueso  del  ejército.  Por  último 
formalizó  el  sitio,  y  para  que  fuera  efectivo  circunvaló  la  ciudad  con  un  doble 
muro  protector  de  sus  campamentos,  en  que  reunió  nada  menos  que  60.0OU 
hombres  entre  legionarios  y  auxilia.  En  Agosto  de  iijo6  encontró  el  profesor 
Schulten  en  un  cerro  distante  seiscientos  metros  del  de  Numancia,  llamado 
el  Castillejo,  1<)S  restos  de  uno  de  aquellos  sólidos  campamentos:  los  cimientos 
de  piedra  de  las  tiendas,  en  su  mayoría  cuadradas,  de  unos  tres  metros  por 
lido;  en  comunicación  unas  tiendas  con  otras,  y  de  cabida  cada  una  para  ocho 
hombres.  Debieron  de  tener  muros  de  adobe  6  tablas  y  techos  de  troncos  y  ra- 
maje, como  las  casas  de  Numancia.  También  halló  restos  del  vallado  y  foso  y 

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KISTOKIA   DE  ESPAÑA  II3 

la  aacba  calle  trasversal  del  castrum.  Otros  campamentos  iguales  ha  descu- 
bierto el  mismo  sabio  en  la  altura  de  Feñarredonda  y  en  el  paraje  denomi- 
nado el  Reai,  junto  al  puente  del  Duero,  asi  como  parte  de  tas  vías  milita- 
res que  ponían  en  comanicación  unos  con  otros  (l). 

Estas  obras  gigantescas  y  este  riguroso  método  hicieron  sucumbir  á  Nu- 
mancia.  Según  Appiano,  los  numantinos  acabaron  por  rendirse  (2).  Floro 
cuenta  el  suicidio  colectivo  por  el  fuego  y  el  hierro,  y  ésta  es  la  versión  que 
ha  prevalecido.  Cervantes  pinta  á  Gayo  Mario  dando  cuenta  á  Scipión  de  la 
espantosa  tragedia: 

NtuniDcia  está  en  un  lago  convertida 
de  roja  sangre  y  de  mil  cuerpos  llena, 
de  quien  (oí  su  rigor  propio  homicida: 
de  Ib  pesada  y  sin  igaal  cadena 
dura  de  esclavitud  se  han  escapado 
con  presta  audacia,  de  temor  ajena. 
En  medio  de  la  plaza  levantado 
está  nn  ardiente  fuego  temeroso, 
de  sus  cuerpos  y  haciendas  sustentado  (3). 

Las  excavacioaes  arqueoli^icas  patentizan  que  Numancia  pereció  por  el 
fuego:  huesos  humanos  calcinados  aparecen  entre  las  ruinas  de  la  ciudad  cel- 
tibera, calcinadas  también.  Pero  fuera  este  incendio  obra  exclusiva  de  los 
mbmos  numantinos,  ó  de  tos  romanos  en  venganza  de  la  obstinada  defensa, 
6  de  unos  y  otros,  y  sobreviviesen  ó  no  algunos  de  tos  primeros,  el  hecho 
nada  pierde  de  su  imponente  y  salvaje  grandeza:  es  siempre  una  de  las  ca- 
tástrofes magnas  que  registra  la  Historia.  'Scipión  —  dice  Appiano  —  fué 
•más  diestro  que  todos  sus  antecesores,  porque  nunca  quiso  venir  á  las  ma- 
>oos  con  aquellas  fieras  de  numantinos,  sino  rendirlas  por  hambre,  que  era, 
> en  efecto,  el  único  modo  de  sojuzgarlas.  >  Los  romanos  reedificaron  Nu- 
manda,  que  durante  su  dominación  fué  una  ciudad  modesta,  estación  ó 
mansíÓD  de  la  gran  vía  que  iba  desde  Astorga  {Asturica)  hasta  Zaragoza  {Ce- 
sar Augusta),  pasando  por  la  Celtiberia. 

43.  —  Durante  la  guerra  de  Numancia  el  cónsul  Décimo  Junio  Bruto 
conquistó  la  Lusitania,  no  sin  vencer  la  obstinada  resistencia  de  muchas  ciu- 
dades, y  el  mismo  resultado  obtuvo  en  la  Gatéela;  de  suerte  que  eo  la  se- 
gunda mitad  del  siglo  11  puede  decirse  que  toda  España  era  romana,  al  me- 
nos nominalmente,  salvo  los  distritos  montuosos  de  Asturias  y  Cantabria. 


de  Julio  á  Di- 


,  .  Rtiibuye  á  Appiano  la  noticia  de  que  al  entrai 

hallaron  aiganos  vivos  \  pero  lo  que  dice  el  griego  es  que  salieron  i.  rendi 


Salcedo,  Historia  i> 


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VII 


LOS  CÉSARES  Y  EL  CiaSTIANISMO 


U.  Sertoría.  —  tS.  Julio  César  en  España.^  4«.  íDónde  estuvo  Manda?  — «T.  Los  Balbos. 
4S.  Angosto.  —  Organización  política  y  judicial  de  España-^Fisonomía  general  de  la  España 
romana.^  (9.  España  bajo  los  emperadores.  ^50.  Cuitara  hispano-romana.—  51.  Las 
bellas  artes.—  5S.  Estado  económico  y  lida  social.—  S3.  Predicación  cristiana.  jHabfa 
judíos  en  Espaiia  antes  del  siglo  I?  —  0[ganizacián  de  la  Iglesia. 


4%.  —  ■Conforme  á  su  costumbre,  los  romanos  enviaron  á  Iberia  diez 
•senadores  para  cimentar  la  paz  entre  los  pueblos  que  Scipión  y  Bruto  hablan 
•  conqtiistado*  (i).  Esta  Comisión  senatorial  organizó  á  la  romana  los  territo- 
rios nuevamente  anexionados,  y  fomentó  en  general  la  romanización  de  la 
Península.  Observamos  que  á  sus  trabajos  hubo  de  seguir  un  período  de  tran- 
quilidad, sólo  turbado  por  una  guerra  de  partidas  en  Lusitania,  que  duró 
quince  años,  y  ala  cual  puso  término  Craso  (109).  En  123  Quinto  Cecilio  Mé- 
telo había  conquistado  las  Baleares,  ó,  mejor  dicho,  exterminado  los  nidos  de 
piratas  que  allí  había  desde  la  segunda  guerra  púnica,  y  en  Mallorca  (hoy 
Palma)  y  Pollentia  fueron  establecidos  como  colonos  tres  mil  hispano-latinos, 
número  que  demuestra  lo  abundante  de  la  población  romana  en  nuestra  tie- 
rra. Seguros  los  mares  y  los  caminos  de  tierra,  funcionando  regularmente  las 
autoridades,  pacificado  el  país,  progresaron  la  agricultura,  la  industria  y  el 
comercio,  y  lo  mismo  la  cultura.  AI  terminar  el  siglo  11  teníase  á  España  ya 
por  la  posesión  romana  mejor  organizada  y  más  floreciente. 

El  siglo  I  (antes  de  J.  C.)  había  de  ofrecer  otras  luchas;  pero  de  carácter 
muy  distinto  que  las  de  la  centuria  precedente.  La  guerra  civil  entre  Sila  y 
Mario  tuvo  en  España  interesante  y  sangriento  epílogo.  Entre  los  partidarios 
del  segundo  proscritos  por  el  primero  figuraba  an  caudillo  de  grandes  ta- 
lentos militares  y  políticos  que  el  azar  de  las  revoluciones  trajo  á  nuestra 
Península:  tal  fué  Quinto  Sertorio. 

Natural  de  Nursia,  se  distinguió  Sertorio,  como  todos  los  jóvenes  patricios 
de  su  tiempo,  disputando  en  el  foro,  y  en  seguida  se  incorporó  á  los  ejércitos. 
En  el  año  98  era  tribuno  de  la  guarnición  de  Castulón  en  España.  Ocurrió 
que,  exasperados  por  desmanes  de  la  soldadesca,  los  vecinos  urdieron  un 
complot  para  librarse  de  aquellos  legionarios,  y  cierta  noche,  cuando  los  sol- 
dados dormían,  lanzáronse  sobre  ellos  y  degollaron  á  muchos:  algunos  se  sal- 
varon, y  también  el  tribuno.  Sertorio  reunió  á  sus  hombres  dispersos,  se  re- 
to   Appiíro. 

D,g,t7cdb/COOgIC 


HISTORIA  DE   ESPAÜA  IIS 

volvió  contra  Castulón,  é  hizo  allf  lo  que  cualquier  militar  de  cualquier  tiempo 
en  semejantes  circuastancias.  De  seguro  que  no  les  quedaron  ganas  á  los  cas- 
tulonenses  de  repetir  su  hazaña  de  degollar  soldados  dormidos.  ¥  no  fué  eso 
sólo.  Descubrió  que  los  vecinos  de  una  ciudad  inmediata  estaban  en  conni- 
vencia con  los  de  Castulón:  en  seguida  marchó  contra  la  ciudad  cómplice. 
Para  no  despertar  sospechas  disfrazó  á  sus  soldados  con  trajes  de  castulo- 
neoses,  y  asi  se  apresuraron  aquéllos  á  salir  á  recibirle,  y  llevaron  su  castigo 
cuando  menos  lo  esperaban. 

De  España  pasó  Sertorio  á  la  Galia  cisalpina,  y  en  la  guerra  de  los  cim- 
bríos  se  ganó  la  amistad  de  Mario  con  su  arrojo  de  penetrar  como  espía  en  el 
campamento  enemigo.  En  la  guerra  civil  figuraba  ya  de  cuestor,  y  en  uno 
de  sus  encuentros  perdió  un  ojo.  Sertorio — escribió  Plutarco, —  «tuerto  como 
•  Aníbal,  Antfgono  y  Filipo,  á  ninguno  de  estos  tres  fué  inferior  por  el  enten- 
>dimiento,  aunque  lo  fuese  tanto  por  la  fortuna».  Vencido  el  partido  de  Ma- 
rio,  Sertorio,  que  mandaba  un  pequeño  cuerpo  de  tropas,  tomó  el  camino  de 
nuestra  Penisula,  donde  las  guarniciones  de  Lusitania  fieles  al  bando  derro- 
tado le  hablan  proclamado  pretor  (i).  Para  venir  más  pronto  pagó  á  peso  de 
oro  á  los  montañeses  alpinos  el  paso  por  sus  abruptas  tierras;  y  como  alguien 
le  censurase  por  aquel  dispendio,  dijo:  <quien  medita  designios  grandes  no 
paga  nunca  caro  el  tiempo.» 

¿Cuáles  eran  estos  designios  grandes  de  Sertorio?  Pues  hacer  de  la  Es- 
paña romana  un  baluarte  primero,  y  una  base  de  operaciones  después,  del 
partido  de  Mario  contra  el  bando  de  SiJa;  esto  es,  continuar  la  guerra  civil. 
Su  pensamiento  constante  fué  levantar  aquí  un  ejército  que,  repitiendo  la 
marcha  de  Aníbal,  llevase  á  Roma  el  triunfo  del  partido  popular.  El  obstáculo 
que  halló  para  realizarlo  estuvo  en  que  entre  loS  romanos  de  la  Península,  si 
habla  Mortfíoj,  habla  también,  y  quizás  en  mayor  número,  siíisias,  y  el  gobier- 
no de  Sila  envió  ejércitos  considerables;  y  asi  Sertorio,  aunque  desplegó  en  la 
empresa  las  más  excelsas  cualidades  de  político  y  de  militar,  sólo  alcanzó  á  sos- 
tenerse: esto  es,  realizó  la  primera  parte  de  su  programa;  pero  no  pudo  ni 
siquiera  intentar  la  segunda  (2). 

En  su  calidad  de  pretor  de  la  Citerior,  aunque  parece  que  únicamente 
llegó  á  dominar  por  entonces  en  Lusitania,  Sertorio  se  atrajo  á  los  naturales 
con  medidas  tales  como  suavizar  los  tributos,  suprimir  la  carga  de  alojamien- 
tos, etc.,  y  tratándolos  afectuosamente;  mas  no  se  ha  de  entender  por  esto 
(|ue  se  hiciera  él  lusitano  ni  que  nunca  significase  su  nombre  protesta  ú  opo- 
sición contra  el  dominio  de  Roma.  Sertorio  y  su  bando  fueron  siempre  tan 
romanos  como  Mételo  y  Pompeyo,  que  les  hicieron  la  guerra.  Las  campañas 
de  Sertorio  fueron  dos:  en  la  primera  llegó  á  reunir  9.000  hombres;  pero  Cayo 
Amnio,  ganando  por  soborno  al  jefe  sertoriano  que  guarnecía  ciertos  desfila- 
deros (3),  y  persiguiéndole  con  las  muchas  fuerzas  que  trajo  de  la  Galla, 
le  obligó  á  salir  de  la  Península:  vagó  entonces  por  el  Mediterráneo  al  frente 
de  una  pequeña  escuadra  haciendo  el  corsario  (4);  pero  llamado  de  nuevo 


(1)  Appiano  dice  terminantemente^  «Durante  la  Iregu»  se  dirigid  d  España,  «n  la  que 
de  ■nLcmaní)   habla  sido  nombrado  pretar>. 

(3)  Consta  que  muchíiimos  españoles  ayudaron  á  Sila.  Los  gaditanos  se  distinguieron 
timo  en  este  lentido,  que  en  recompensa  de  sus  servicios  i  Mételo  y  Pompeyo  Sila  concediA, 
secún  unos  á  nueve  y  segisi  otros  á  sesenta,  el  titulo  y  los  derechos  de  ciudadano  romano. 
IVíase  Cicerón,  Pm  Balbo]. 

(3}    No  al  que  mandaba  en  jefe,  sino  á  un  saballerno  que  asesinó  al  primero. 

(41  Según  FoUbío.  en  esta  ípoca  pensó  pasar  á  las  Islas  Alorlunadas,  donde,  según  rela- 
ciones que  le  hicieron  algunos  comerciantes,  la  temperatura  era  deliciosa,  soplaban  de  conti- 
nuo vientos  suaves  y  frescos  como  el  roclo  matutino.  Se  cree  que  Polibío  alude  i  las  Canarias; 
pero  hay  disputas  sobre  esto. 


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Il6  HISTORIA   DE   ESPAÑA 

por  SUS  amigos  hispanos,  pasó  el  Estrecho,  y  derrotó  á  una  escuadra  de  Sila, 
mandada  por  Cota,  surta  en  Mellaría  (Tarifa).  Desembarcó  con  2.500  hom- 
bres, de  ellos  300  africanos,  y  se  le  incorporaron  en  seguida  5.000  lusitanos. 
Poco  era  parad  ejército  que  sostenía  en  Iberia  el  gobierno  de  Roma  (120.000 
infantes,  2.000  arqueros  y  6,000  jinetes),  formado  de  legionarios  y  milicias 
locales.  Para  contrarrestar  tan  enorme  desproporción  Sertorio  peleó  á  lo 
j^errillero,  siendo  el  Viriato  romano:  de  este  modo  no  sólo  hizo  frente  á 
Mételo  y  Pompeyo,  sino  que  los  derrotó  muchas  veces  con  audaces  golpes 
de  mano,  y  dominó  gran  parte  del  país.  Era  supersticioso,  como  tantos  otros 
hombres  de  guerra.  Tenia  domesticada  una  cierva 
blanca  que  solía  acompañarle  en  sus  marchas,  mas 
que  de  cuando  en  cuando  desaparecía  yéndose  á 
correr  por  el  campo:  en  los  días  de  uno  de  sus  cho- 
ques decisivos  con  Pompeyo  la  cierva  andaba  au- 
sente, y  Sertorio,  tomándolo  por  ma!  agüero,  «es- 
>taba  triste  y  pesaroso,  no  intentando  nada  en  cr- 
iden á  la  guerra,  preocupándole  más  la  cierva  que 
>los  propósitos  de  sus  enemigos.  Un  día,  cuando 
»menos  ya  lo  esperaba,  vio  venir  corriendo  y  sal- 

•  tando  ala  cierva,  y  en  seguida,  sacudiendo  su  tris- 

•  teía  y  abatimiento,  ordenó  el  ataque>  (1). 

Sertorio  alcanzó  una  inmensa  popularidad  en- 
tre lusitanos  y  celtiberos,  de  los  cuales  se  formó 
una  guardia  personal  de  amigos,  juramentados  á 
morir  defendiéndole.  Pero,  como  político  astuto,  no 
Sertí»».  fiaba  sólo  en  el  cariño  de  sus  parciales,  sino  que 

buscaba  más  positivas  garantías:  asi,  guardaba  en 
Huesca  en  calidad  de  rehenes  á  los  hijos  de  ¡as  principales  familias  ibérica»,  y 
allí,  sin  duda  para  disimular  el  cautiverio  con  el  mejor  pretexto,  los  hacía  ins- 
truir por  maestros  griegos  y  latinos  (2).  Sin  embargo,  Sertorio  no  dejó  nun- 
ca de  considerarse  romano  y  de  considerar  á  los  romanos  como  superiores 
á  los  que  no  lo  eran;  y,  según  uso  invariable  de  todos  los  rebeldes  contra 
el  gobierno  de  su  patria,  miraba  el  espíritu  de  ésta,  no  en  la  capital,  domi- 
nada por  el  partido  que  combatía  él,  sino  en  su  campamento.  <Roma  —  de- 
cía —  no  está  ya  en  Roma,  sino  donde  yo  estoy»;  esto  es,  donde  se  defienden 
y  observan  sus  antiguas  leyes  y  su  libertad.  Por  eso  contra  el  Senado  ro- 
mano, dócil  instrumento  de  Sila,  estableció  él  en  Évora  otro  Senado  compues- 
to de  ciudadanos  romanos,  y  de  esta  suerte  la  ¡dea  de  Roma,  hasta  enton- 
ces ligada  indisolublemente  alas  siete  colinas  del  Tlber,  empezó  á  ensanchar- 
se y,  por  decirlo  así,  á  espiritualizarse,  iniciándose  una  evolución  que  siglos 
después  coronó  Caracalla  declarando  ciudadanos  romanos  á  todos  los  subdi- 
tos del  Imperio. 

Otro  proscrito,  Perpena,  vino  con  un  ejército  á  unirse  á  Sertorio;  pero 
tal  hecho,  que  pudo  haber  sido  tan  favorable  al  general  romano,  no  pudo 
serle  más  adverso,  Perpena,  que  se  creía  superior  á  Sertorio  y  que  solóse  le 
sometió  por  fuerza,  no  tardó  en  urdir  una  conjuración  contra  su  jefe.  .\p- 
piano  cuenta  de  esle  modo  el  trágico  fin  del  famoso  caudillo:  <AI  año  si- 
•  guíente  {73  antes  de  J.  C.)  Pompeyo  y  Mételo  venían  con  mayores  fuerzas 


,,.CoogIc 


HISTORIA   DE   ESPAÍÍA  I  1  ? 

•contra  su  CDemigo,  y  á  la  vez  Sertorio,  trastornado  su  juicio  como  por  obra 
>de  los  dioses,  inactivo  y  huyendo  de  los  trabajos  tanto  como  antes  habfa 

•  sido  al  revés,  empezó  á  darse  á  las  mujeres  y  á  comer  y  beber,  y  de  tal  es- 
>tado  de  su  ánimo  se  siguió  que  en  la  campaña  llevase  la  peor  parte.  Irrítá- 

•  banle  los  reveses,  y  concebía  sospechas  de  todos;  no  se  fiaba  de  nadie,  y  era 

•  cruelísimo  en  los  castigos  que  im- 
>ponfa.  Por  estas  cosas  empezó  á  re- 

•  celar  Perpena  y  á  temer  por  su  per- 
isona,  yconcibió  el  propósito  de  apo- 

•  derarse  de  Sertorio  por  asechanzas. 

•  Confió  su  pensamiento  á  diez  hom- 

•  bres;  pero,  descubierta  la  conjura, 

•  unos  pagaron  con  la  vida,  y  otros  se 

•  salvaron  huyendo.  Perpena  no  pudo 

•  ser  aprehendido  (i)  y  procuró  accle- 

•  rar  el  negocio.  Sertorio  estaba  siem- 

•  pre  rodeado  de  su  guardia;  pero  cier- 
>to  dfa  fué  á  un  banquete  con  unos 
•amigos  prescindiendo  de  la  guar- 
idla, y  allí,  cuando  él  y  sus  adictos 

•  se  hablan  emborrachado,  perdió  la 
>vida>.  No  se  sabe  dónde  ocurrió 
esta  tragedia.  Perpena  intentó  con- 
tinuar la  guerra;  pero  no  tardó  en 
caer  en  manos  de  Pompeyo,  que  le 
hizo  ejecutar, 

45.  —  julio  César  vino  á  España 
cuatro  veces.  Aquí  empezó  su  carrera 
militar.  En  el  año  68,  teniendo  él 
treinta  y  dos,  vino  como  cuestor  del 
pretor  Antistio  Vetus.  A  este  su  pri- 
mer viaje  se  refieren  dos  singulares 
anécdotas  de  su  estancia  en  Cádiz. 
Una,  que  visitando  el  templo  de  Hér- 
cules, al  ver  la  estatua  de  Alejandro 
M^no  que  allí  había  rompió  á  llorar, 
y  dijo  que  lloraba  porque  á  su  edad 
Alejandro  habfa  ya  conquistado  el 
mondo,  mientras  que  él  no  había  he- 
cho nada  sonado.  La  otra,  que  una 

noche  soñó  la  comisión  con  su  madre  ■'"  " 

del  incesto  más  repugnante,  lo  que, 

según  Suetonio,  significó,  que  había  de  abusar  de  su  patria.  Por  Cicerón  (2)  sa- 
bemos que  César  reformó  el  gobierno  municipal  de  Cádiz  abrogando  lo  que  to- 
davía quedaba  de  la  época  cartaginesa:  asi,  los  sufetas  fueron  reemplazados  por 
aimitmri,  y  es  probable  que  por  este  tiempo  dejaran  de  usarse  todos  los  nom- 
bres púnicos,  aun  los  propios  y  familiares.  A  principios  de  aquel  siglo  figuraba 
un  gaditano  influyente,  muy  partidario  de  Sila,  llamado  Asdrúbal,  y  después 


(1}    De  aquí  puede  deducir 

le  que  Perpe 

na  no  i 

bnenl 

ahu. 

esle  de  Sertorio,  sin 

0  que  cada 

cindillo  debd  de  tener  1 

I>  suy»,  * 

r  cteitB 

especie,  qae  ac 

:epta 

n  Iodos  los 

modemoi  (h>st>  Cantúl 

,  de  v¿ 

Perpena  as 

mo  í  Senorio  1 

1  banquele. 

F.I  asesinato  debió  de  se 

r  obra  de 

3S  por  ■ 

0  de  Perpena. 

(i)    FreBatbú. 

,,  Google 


lis  HISTORIA   DE  ESPAÑA 

ya  no  se  leen  en  las  historias  ni  en  las  incripciones  más  que  nombres  latinos. 

César  volvió  á  nuestra  Península  en  el  año  Go  con  la  dignidad  de  pretor. 
£1  motivo  que  le  trajo  entonces  no  pudo  ser  más  ruío:  sacar  dinero  para  salir 
de  las  trampas  que  le  agobiaban  en  Roma.  Los  acreedores  no  le  dejaron  par- 
tir hasta  que  Craso  fió  por  él  la  enorme  suma  de  850  talentos.  No  es  de 
maravillar  que  un  gobernador  impulsado  por  tales  propósitos  moviese  gue- 
rra en  cuanto  llegó  á  las  pocas  tribus  lusitanas  y  galaicas'que  todavía  se  con- 
servaban independientes.  Los  historiadores  concuerdan  en  condenar  la  du- 
reza con  que  trató  á  los  citados  pueblos,  asi  como  en  admirar  la  heroica 
firmeza  con  que  algunos  se  defendieron  en  el  monte  Herminio  (Sierra  de  la 
Estrella).  A  su  regreso  á  Roma,  ya  rico,  formó  el  triunvirato  con  Pompcyo 
y  Craso, 

Su  tercera  venida  fué  (año  49)  ya  en  la  guerra  civil.  Dueño  de  Italia  y 
habiendo  hecho  huir  á  Pompeyo  á  Grecia,  no  quiso  perseguirle  sin  haber 
antes  destruido  el  ejército  que  su  rival  tenía  en  España.  Este  ejército,  man- 
dado por  Afranío,  Petreyo  y  Varrón,  era  la  flor  de  las  huestes  pompeyanas. 
Se  cuenta  que  al  venir  á  combatirle  dijo  César:  «Vamos  á  pelear  con  un 
>eiército  sin  general,  para  ir  luego  contra  un  general  sin  ejército.*  Su  cam- 
paña en  la  Península,  aunque  muy  breve,  es  una  de  las  obras  maestras  de  su 
genio  militar.  En  muy  pocos  días  del  mes  de  Agosto  arrolló  á  Petreyo  y  Afra- 
nio  en  la  confluencia  del  Segre  y  el  Cinca,  y  los  hizo  deponer  las  armas  junto 
á  Octogesa  (Mequinenza).  Adelantándose  á  la  Bética,  donde  Varrón  tenia 
otro  ejército,  convocó  en  Córdoba  una  asamblea  de  todas  las  ciudades  de  la 
provincia,  por  el  estilo  de  la  que  Scipión  había  tenido  en  Cartagena,  y  todo 
se  allanó  á  su  prodigiosa  fortuna. 

La  cuarta  y  última  venida  de  César  (año  46)  es  la  que  puso  término  á  la 
guerra  civil.  Los  hijos  de  Pompeyo,  Cneo  y  Sexto,  levantaron  en  España  el 
ejército  que  disputó  á  César  por  vez  postrera  el  imperio  Mrbis  tí  orbe.  Con  ex- 
traordinaria rapidez  acudió  el  Dictador  desde  Roma:  la  guerra  se  desenvolvió 
entre  Córdoba  y  una  ciudad  llamada  Munda,  bajo  cuyos  muros  se  libró  la  ba- 
talla decisiva. 

46.  —  Uno  de  los  puntos  más  controvertidos  entre  nuestros  historiado- 
res y  entre  los  innumerables  biógrafos  de  César  y  comentaristas  de  sus  cam- 
pañas, es  el  sitio  en  que  fué  Munda.  Unos  señalan  la*  cercanías  de  Málaga  (1), 
y  esta  opinión  tiene  á  su  favor  la  autoridad  de  Napoleón  I.  Otros,  á  Ron- 
da (2).  Otros,  las  inmediaciones  de  Córdoba  (3).  Otros,  Palma  del  Río  (4*. 
Otros,  Montilla  (5}.  Otros,  un  paraje  denominado  Rosa  alta,  entre  Osuna  y 
Puebla  de  Cazalla  (6).  Otros,  el  cerro  Gibalcín,  junto  á  Jerez  (7).  La  cuestión 
es  insoluble  mientras  algún  descubrimiento  arqueológico  no  la  esclarez- 
ca. Toda  la  disputa  versa  sobre  la  interpretación  del  texto  de  los  Comentarios, 
que  en  esta  parte  es  muy  breve  y  oscuro.  Hasta  el  siglo  xviii  se  creyó 
que  todos  los  Comentarios  son  obra  de  César.  Federico  II  y  Warnery  pusie- 
ron en  duda  su  completa  autenticidad,  y  desde  entonces  vienen  trabajando 
los  críticos  en  distinguir  las  distintas  manos  que  los  escribieron.  Es  seguro 
que  basta  el  libro  7.",  ó  sétima  campaña  de  las  Gallas,  fueron,  como  añrma 
Suetonio,  escritos  por  el  grande  hombre.  Lo  demás  fué  añadido  por  un  cónti- 


Méndez  Silva,  Tamayo  de  Vareas, . 
Lafuente,  <'or1¿i>,  Madoi,  Maltebru 
(■'ernándeí  V.ntttn  (1),  AurelinnoV 


,,GoogIc 


HISTORIA  DE  ESPAÑA  II9 

nuador  —  según  unos,  Oppio,  y  según  otros,  Hircio,  —  calificado,  sea  quien 
fuere,  por  Napoleón  I  de  tntptoy  mediocre.  Los  trozos  referentes  á  la  batalla 
de  Munda  no  parecen  ser  siquiera  de  este  continuador,  sino  de  redactores 
desconocidos  que  quizás  se  aprovecharon  de  apuntes  de  Hircio:  asi  resiilta 
del  profundo  estudio  critico  de  Nipperdie. 

47.  —  Por  aquel  tiempo  España  empezó  á  dar  á  Roma  hombres  ilustres. 
Los  que  abren  la  serie  son  los  Balbos,  tio  y  sobrino,  llamados  respectiva- 
mente el  Mayor  y  el  Menor;  ambos  gaditanos.  £1  primero,  Lucio  Cornelio 
Batbo  (ij,  sirvió  desde  muy  joven  en  el  ejército,  militando  á  las  órdenes  de 
Mételo  y  Pompeyo  contra  Sertorio.  En  Cádiz  le  conoció  César  cuando  vino 
de  cuestor.  Pompejo  le  hizo  ciudadano  romano,  le  regaló  una  quinta  y  un 
jardín,  y  se  lo  llevó  á  Roma,  donde  desde  luego  figuró  en  primera  linea:  fué 
gran  amigo  del  griego  Teopbanes,  protegido  y  confidente  de  Pompeyo.  Du- 
rante el  triunvirato,  los  tres  triunviros  parecieron  competir  en  honrar  y  pro- 
teger á  Balbo:  sin  embargo,  otro  gaditano,  envidioso  de  la  prosperidad  de  su 
compatricio  ([si  será  antiguo  este  defecto  nacionall),  presentó  contra  él  una 
acusación  judicial  en  forma;  pero  ¿cuáles  serian  la  importancia  y  las  relaciones 
del  acusado,  que  mientras  Cádiz  castigaba  con  una  multa  al  acusador  y  en- 
viaba embajadores  al  pueblo  romano  recomendándole,  fueron  en  Roma  sus 
abogados  Craso,  Pompeyo  y  Cicerón,  que  hablaron  sucesivamente  hasta  ob- 
tener para  su  cliente  la  libre  absolución? 

ti  rompimiento  entre  César  y  Pompeyo  fué  un  escollo  en  que  pudo  tro- 
pezar la  nave  de  la  fortuna  de  Balbo;  pero  la  habilidad  del  gaditano  supo 
evitarlo.  Trabajó  primero  por  reconciliar  á  los  triunviros  (3),  y  después  abrazó 
resueltamente  la  parcialidad  de  César.  A  Cicerón  le  disgustó  esta  conducta  de 
su  antiguo  amigo,  y  en  sus  carias  de  esta  época  le  llama  despectivamente  el 
tartesio,  tildándole  de  advenedizo  en  Roma  (3).  Balbo,  empero,  reconcilió  des- 
pués á  Cicerón  con  César,  y  fué  senador,  edil,  pretor,  y  por  último  cónsul; 
el  primero  no  nacido  en  Roma  que  alcanzó  tan  elevada  dignidad.  Tuvo  in- 
mensas riquezas  y  popularidad  muy  grande.  No  se  sabe  cuándo  muñó.  Dejó 
escritos  un  libro  titulado  Exegetion  y  unas  Efemérides  de  César.  Sólo  se  con- 
servan de  él  cuatro  cartas  á  Cicerón,  dignas  por  su  estilo  de  aquel  á  quien 
,  fueron  dirigidas. 

Balbo  el  Menor,  sobrino  det  anterior  y  llamado  igualmente  Lucio  Come- 
nelio  (4),  ha  dejado  una  memoria  menos  pura.  Como  militar  fué  brillante.  Ve- 
leyo  Petérculo  elogia  el  arrojo  con  que  se  introdujo  en  el  campo  pompeyano 
para  explorarlo  y  ganar  á  César  la  voluntad  de  Léntulo  (5)  poco  antes  de  la  ba- 


(ll  En  latin  balbus  sj^iRca  InrlamuJo.  Sabido  es  que  los  rontanos  hadan  el  pro  nomins 
A  legando  apellido  de  li^iina  cualidad  n  drfeclo  de  la  peifona.  Kn  una  caiu  á  Papiíio  Pelo 
Cicerón  alude  festiTamenle  si  dereelo  de  Balbo:  sin  embarp".  Nebrija,  cuya  autoridad  en  len- 
gua latina  es  indiscutible,  ínterpieta  las  voces  lallulirt  y  batim  por  cecíar  y  ctt  e¡<¡e.  iCecea- 
nao  ya  en  lalln  los  andaluces  como  lo  hacen  ho^  en  castellano?  i'~s  carioso  representatnos  á 
Lacio  Cornelio  hablando  en  Roma  an  latm  iindaiuiaJo.  como  en  Madrid  hemos  oído  i  Cáno- 
vas del  Casliito,  Albnrcda  y  oíros  personajes  modernos  un  cnítetlano  que  adolecía  del  mismo 
delecto  pronSdico. 

<2)  Castro  (Iñiioria  di  Cádit)  publica  tiadocidas  tas  cortas  que  se  conservan  de  las 
mochas  qne  debiú  de  escribir  en  este  sentido;  v.  e-:  «Te  ruego,  Cicer<\n  inio,  que  tomes  &  tu 
'"  ir  á  Císar  T  Pompeyo,  á  quienes  la  perüdia  de  algunos  ha  enemistado.  Mo- 
se  reolizata  esta  grande  obra.»  Ftc,  etc. 

,^,  «Tengo  que  ausentarme  de  Roma,  escribid  á  Alteo,  no  sea  que  si  voy  al  Senado  á 
defender  la  República  me  salga  el  Tartesio  recIsmAndcme  lo  que  debo  á  Císar.>' 

(4)  Esta  identidad  de  notnbres  engendra  confusión  entre  las  noticias  biográficas  de  am- 
bos ^Ibos;  dnaestro  juicio,  quien  mejor  ha  distinguido  entre  uno  y  otro  es  Castro.  (lUíUxia 
dr  Caái%.} 

(^)  Justo  Lipsio  atribaye  el  íiitode  la  batalla  de  Farsalia  á  la  seducci/in  de  Lintulc, 
hecha  por  Ralt>o.| 


,,CoogIc 


I20  HISTORIA   DE  ESFAÜA 

talla  de  Farsalia,  y  en  una  de  las  escaramuzas  de  aquella  campaña,  siendo 
centurión,  recibió  una  herida.  Procónsul  de  África  imperando  Augusto,  some- 
tió á  los  garamantas,  y  obtuvo  en  Roma  el  triunfo,  con  la  particularidad  de 
haber  sido  el  primer  extranjero  y  el  último  particular  que  alcanzó  tan  grandes 
honores, También  Augusto  le  confirió  el  pontificado,  con  cuyas  sagradas  insig- 
nias aparece  su  imagen  en  las  monedas  que  los  gaditanos  batieron  para  hon- 
rarle. £n  Cádiz  gobernó  mucho  tiempo,  ya  con  el  título  de  cuatororio,  ya 
como  cuestor  del  pretor  Asinio  Polion,  y  construyó  una  nueva  ciudad,  lla- 
mada Neápolis,  junto  á  la  primitiva  Gades,  que  era  muy  pequeña.  Pero  á  su 
gobierno  en  Cádiz  se  refieren  hechos  que  no  le  favorecen,  tales  como  injustas 
exacciones  y  la  crueldad  de  que  dio  muestras  en  los  juegos  del  dico  empe- 
ñándose en  que  un  gladiador  ya  indultado  por  el  pueblo  siguiese  luchando; 
hubo  un  motín  y  pedrea  contra  Balbo,  que  reprimió  éste  con  mano  dura  ha- 
ciendo acuchillar  á  la  multitud  por  un  cuerpo  de  caballería  y  degollar  al  infe- 
liz gladiador  en  la  cavea  del  anfiteatro.  Cierto  es,  sin  embaído,  que  conocemos 
estos  sucesos  por  una  carta  de  Asinio  Polion  á  Marco  Tulio,  escrita  en  mo- 
mentos de  enemistad  del  pretor  contra  su  cuestor  por  las  cuestiones  políticas. 

La  descendencia  de  los  Balbos  brilló  en  Roma  centenares  de  años.  En 
una  arenga  al  Senado  el  emperador  Claudio  ponía  á|esta  familia  como  ejem- 
plo de  las  que  venidas  de  fuera  eran  ilustres  en  la  capital  del  Imperio.  Rei- 
nando Adriano  fué  cónsul  CelioBalbino,  y  todavía  en  el  siglo  nt  otro  Balbino, 
uno  de  los  principales  personajes  de  la  época,  se  ufanaba  de  descender  de  les 
Balbos  gaditanos. 

48. —  Los  españoles  sometidos  á  Roma  compitieron  entre  si  y  con  los 
romanos  de  las  otras  provincias  en  los  homenajes,  ofrendas  y  adulaciones  á 
César.  Batiéronse  en  su  honor  monedas  y  medallas,  erigiéronsete  estatuas  y 
altares,  y  muchas  ciudades  tomaron  su  nombre:  llliturge  (Andújar)  se  llamó 
Fomm  yulium;  Ittuci  (Marios),  Yirtus  Jitlia;  Astigi  (Ecija),  Claritas  yniia, 
etcétera,  etc.,  servilismo  que  fué  repitiéndose  acrecentado  con  Augusto  y 
todos  sus  sucesores,  aun  los  más  indignos  de  respeto. 

Augusto  sancionó  la  división  administrativa  de  España  en  tres  provincias 
que  habían  establecido  los  pompeyanos:  Tarraconense  (antigua  Citerior), 
Bética  y  Lusilania  (antigua  Ulterior,  separada  por  el  Guadiana).  La  Bética, . 
enteramente  romanizada  y  donde  no  había  que  temer  sublevaciones  de  indí- 
genas ni  ataques  de  enemigos  de  fuera,  fué  provincia  senatorial,  es  decir,  con 
gobernador  titulado  pretor,  de  carácter  civil,  que  nombraba  el  Senado:  las 
otras  dos,  en  que  aún  quedaban  elementos  hostiles  á  Roma,  íucron provincias 
imperiales  y  regidas  por  un  legado  del  César,  especie  de  capitán  general  con 
tropas  suficientes  (legiones,  auxilia  y  milicias  locales)  para  lo  que  ocurriese. 

La  organización  judicial  y  administrativa  de  las  tres  provincias  era  idén- 
tica. £1  gobernador  recorría  constantemente  su  demarcación,  y  se  detenta  en 
determinadas  ciudades  para  fallar  los  litigios  entre  las  tribu*  ó  entre  los  parti- 
culares que  por  su  calidad  ó  importancia  no  debían  ser  resueltas  por  las  au- 
toridades locales.  A  esas  ciudades  acudían  todos  los  litigantes  del  distrito, 
y  ese  concurso  se  llamaba  convento  jurídico.  Consta  que  en  tiempo  de  César 
Cádiz  tenía  ya  el  carácter  de  convento  jurídico,  ó  sea  ciudad  donde  se  reunía 
el  convento.  Augusto  fijó  catorce  conventos:  en  la  Tarraconense,  Tarraco,  Cé- 
sar Augusta,  Cartagonova,  Clunia,  Asturiza  (Astuga),  Lugo  y  Braga;  en  la  Lu- 
sitania.  Emérita  Augusta  (Mérida),  Beja  y  Santaren;  en  la  Bética,  Gades,  Hís- 
palis,  Kcija  y  Córdoba. 

No  sólo  se  reunían  los  representantes  de  la  provincia  para  litigar,  sino 
para  deliberar  sobre  los  asuntos  públicos,  hacer  reclamaciones  al  gobernador, 
y  hasta  quejarse  de  él  ante  el  César.  Estas  asambleas  ó  diputaciones  provin- 

D,g,t7cdb/COOgIC 


HISTORIA   DE   ESPAÜA  121 

cíales  se  parecían  mucho  á  las  futuras  Cortes  de  la  -Edad  Media,  y  son  sin 
duda  uno  de  sus  positivos  precedentes. 

No  eran  estas  asambleas  et  único  contrarresto  de  la  autoridad  de  los 
gobernadores:  teníanlo  también,  y  muy  eficaz,  en  la  necesidad  de  proceder 
en  todo  con  arreglo  á  la  ley  escrita,  pues  no  hay  que  olvidar  que  Roma  fué 
el  pueblo  jurídico  por  excelencia.  Y  además,  en  el  respeto  á  las  autonomías 
locales,  toda  vez  que  e!  gobierno  romano  era  verdaderamente  imperial,  ó 
gobierno  de  los  gotíemos;  un  Estado  superior  dentro-  del  cual  se  desenvolvían 
libremente  mucbos  Estados,  con  plena  capacidad  jurídica  para  lisiar,  juzgar 
y  gobernar  á  sus  respectivos  subditos.  Se  llamaban  colonias  las  ciudades  fun- 
dadas por  romanos  ó  por  latinos  y  que  se  regían  por  el  Derecho  ro- 
mano ó  por  el  latino,  ó  que,  aunque  no  fundadas  así,  habían  alcanzado 
para  todos  los  suyos  el  privilegio  de  la  ciudadanía.  Tarso  en  Cilicia  tenía 
semejante  privilegio,  rarísimo  en  los  primeros  tiempos  del  Imperio,  y  por  eso 
pudo  decir  San  Pablo:  cives  romaitits sum.  Los  ciudadanos  délas  colonias  pro- 
piamente dichas  gozaban  de  todos  los  derechos  del  qufrite,  menos  del  sttf- 
tragimm  en  Roma,  por  estar  ausentes  de  la  ciudad  tterna,  su  verdadera  pa- 
tria. En  España  las  colonias  más  famosas  fueron:  Hispalis,  fundación  de  ve- 
teranos de  César;  Itucci,  Attubi,  Cartagooova,  Valentía,  Tarraco,  Celsa, 
Acci  (Guádix),  Scalabis,  Corduba,  Asta  Asido,  Astigi,  Ilici,  César  Augusta, 
Emérita  Augusta,  etc.;  unas  romanas,  otras  latinas;  unas  por  origen,  y  otras 
por  privilegio. 

Los  municipios  eran  ciudades  autónomas  que,  á  semejanza  de  Roma,  se 
regían  por  un  senado  (luria)  y  dos  cónsules  {duumviri).  El  pueblo  también 
lomaba  parte  activa  en  el  gobierno  local.  Dividíanse  los  habitantes  en  duda- 
danos  ó  vecinos,  íncolas  ó  domiciliados  y  kospites  ó  adventores  (transeúntes).  Los 
funcionarios  municipales  eran  los  ediUs^  los  cuestores  ó  tesoreros,  los  lictores 
(maceros  6  alguaciles)  y  los  quinquenales,  que  formaban  el  censo.  Las  leyes 
locales  esculpíanse,  como  en  Roma,  en  tablas  de  bronce.  A  fines  de  Octubre 
de  1851  fueron  descubiertas  en  Málaga  dos  de  dichas  tablas  que  contenían  la 
primera  diez  y  ocho  leyes  y  la  segunda  nueve,  pertenecientes  á  los  munici- 
pios malagueño  y  saipcnsano  (1).  Los  epígrafes  de  algunas  de  estas  leyes  dan 
idea  de  su  contenido;  «De  la  celebración  de  los  comicios».  tEn  qué  curia 
han  de  votar  los  incolas>.  «De  los  bienes  comunes  de  la  ciudad»,  etc.,  etc. 
En  1870  se  descubrieron  junto  á  Osuna  otras  tablas  del  mismo  género,  con 
la  particularidad  de  no  ser  de  municipio,  sino  de  la  colonia  Genua  Julia  (2). 

La  colonia,  especialmente  la  romana,  era  superior  al  municipio  en  cuan- 
to el  ciudadano  romano  lo  era  á  quien  no  había  alcanzado  tal  honor.  Pero  en 
cuanto  á  libertades  locales,  disfrutábalas  el  municipio  más  amplías  y  segu- 
ras. Por  eso  á  medida  que  los  privilegios  de  ciudadanía  fueron  debilitándo- 
se la  condición  de  municipio  parecía  preferible  á  ta  de  colonia.  Aulo  Gelio 
refiere  en  sus  Noches  áticas  que  Adriano  reprendió  á  los  de  Itálica  porque, 
siendo  municipio,  solicitaban  el  titulo  de  colonia,  creyendo  el  Emperador  que 
pedían  menos  de  lo  que  ya  poseían  (3).  Gades,  con  ser  ciudad  tan  importan- 

•  Ú  EtluMoi  ¡obre  ht  dot  bromct  mcimtradts  en  Málaga  á  fines  de  Octubre  de  iS^t  por  t¡ 
■Lniar  D.  M-íttuel Rodri¡pie%  de  Birlanga.  Málagft,  1IÍ53.  Según  Berlinga,  el  municipio  sil pen- 
»no  estaba  catee  Ronda  jr  Utrera:  otroi,  dindándose  en  una  iascripción,  lo  sildan  entre  Utrera 

V  I^OtODil. 

(2)     Loi  bronces  de  Osuna,  que  publica  Manuel  Rodriguet  Berla-iga.tJliXt^»,  187J. 
ji    Ello  puede  explicarse  tambita  considerando  que  el  Ifluto  de  colonia  no  entrababa 

Caía  los  habitantes  el  de  cíudadiDOS  romanos,  toda  vez  que  habla  colonias  latinas  cu<ros 
■bituiles  DO  eran  ciudadanos  romanos,  sino  simplemente  latinos.  Quizás  fuera  esta  condición 
inferior  ü  solicitada  por  lUUica. 


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122  HISTORIA    DE  £SPA(>A 

te,  siempre  fué  municipio,  y  se  consideraba 
colonia,  no  de  Roma,  sino  de  Tiro  (l). 

La  condición  de  municipio  no  significa- 
ba el  máximum  de  autonomía  Jocal:  habia 
además  las  ciudades  impunes  —  tan  pocas, 
que  en  España  sólo  eran  seis,  —  que  no  te- 
□ian  que  pagar  ningún  tributu  á  Roma  y  sc 
gobernaban  con  entera  independencia,  y  las 
confederadas,  que  Roma  consideraba,  no 
como  sometidas,  sino  como  aliadas.  Hn  cam- 
bio, se  llamaban  tributarias  las  que  tenían 
que  rendir  tributo  al  Gobierno  imperial,  y 
stifendiarias  las  agregadas  á  otras  de  mayor 
importancia.  Según  Plinio,  se  contaban  en 
la  Bética  175  ciudades,  9  colonias,  H  muni- 
cipios, 29  latinas,  O  libres,  3  aliadas  y  120 
tributarias.  \Ln  análoga  proporción  estaban 
en  la  Tarraconense  y  en  la  Lusitania.  An- 
Nerón.  dando  el  tiempo  todas  estas  diferencias  fue- 

ron borrándose;  pero  en  la  época  de  la  con- 
quista y  en  la  primera  del  Imperio  contribuyeron  eficazmente  á  la  dominación 
romana.  Las  ciudades  rivalizaban  entre  si  por  alcanzar  el  título  y  rango 
que  no  tenían,  é  iban  al  convento  jurídico  á  exponer  al  pretor  sus  aspiracio- 
nes encontradas  y  á  disputar  unas  con  otras:  el  Gobierno  imperial  lo  deci- 
día todo  con  arreglo  á  la  ley  escrita  ó  á  las  inspiraciones  de  la  equidad, 
y  ta  paz  material  era  un  hecho  en  la  Península.  Contribuían  á  su  sostenimien- 
to el  ejército  permanente  y  la  red  de  caminos  que  cruzaba  y  recruzaba  el  te- 
rritorio entero.  Una  ve^  pacificado  el  país  las  legiones  tuvieron  sus  castras 
estables,  en  que  vivían  los  soldados  durante  su  largo  servicio  (veinte  años) 
con  sus  mujeres  é  hijos,  por  modo  análogo  á  los  guardias  civiles  y  carabineros 
actuales;  algunos  de  aquellos  campamentos  se  convinieron  en  ciudades,  como 
el  de  la  Legio  séptima  gemina,  que  fué  la  ciudad  de  León.  En  época  de  paz 
los  legionarios  trabajaban  en  las  obras  públicas,  ó  en  cortos  destacamentos 
guardaban  las  carreteras  persiguiendo  á  los  ladrones;  para  este  último  ser- 
vicio tenían  torres  de  trecho  en  trecho,  generalmente  levantadas  en  los  altos, 
de  muchas  de  las  cuales  todavía  se  encuentran  restos  después  de  haber 
servido  en  la  Edad  Media  de  fortines  á  moros  y  cristianos,  y  en  la  guerra  de 
la  Independencia  á  los  puestos  del  ejército  napoleónico.  Los  caminos  que  los 
romanos  construyeron  ó  perfeccionaron  eran  generales,  dependientes  de  la 
Administración  imperial,  ó  locales  sostenidos  por  las  ciudades:  medíanse  por 
millas,  que  constaban  de  ocho  estadios,  señalados  con  columnas  de  piedra 
(signa  ó  semeia),  contando  desde  el  Milirio,  establecido  en  Roma  por  Augusto 
como  punto  céntrico  de  todas  las  provincias.  Los  pueblos  de  etapa  ó  descanso 
para  el  viajero  se  llamaban  mansiones. 

49.  —  Es  lo  cierto  que  España,  unificada  por  la  acción  civilizadora  de 
Roma,  ni  antes  ni  después  ha  tenido  un  periodo  tan  largo  de  paz  interior 
■como  bajo  los  emperadores  romanos.  Fueron  cinco  siglos  de  orden  y  tranqui- 
lidad, sólo  turbados  por  la  irrupción  pasajera  de  algunas  tribus  berberiscas 
en  la  Bélica  (siglo  iij  y  de  otras  tribus  de  francos  por  Cataluña  (siglo  111),  por 
las  depredaciones  de  los  piratas  en  las  costas  y  por  alguna  que  otra  altera- 
si  tíluio  de  colonin  -se  rtlen'a  princip símenle  Ú  ongec,;  el  de  mu- 

D,g,t7cdb/COOgIC 


HISTORIA   DE   ESpAÍt/i  I>3 

ción  de  carácter  local.  Tan  prolongada  paz,  tantas  generaciones  pasando  por 
la  vida  sin  ejercitar  las  virtudes  guerreras,  hablan  de  producir  su  natural  re- 
sultado: el  progreso  material  é  intelectual,  una  cultura  intensa;  pero  también 
una  debilitación  muy  sensible  en  las  cualidades  viriles  de  la  raza.  Así,  los 
hispano-romanos,  hijos  de  gentes  lan  batalladoras  y  heroicas  como  las  que 
hablan  luchado  durante  dos  siglos  por  la  posesión  de  la  Península,  unas  con 
el  valor  ciego  y  tumultuoso  de  los  bárbaros,  otras  con  el  valor  inteligente  y 
disciplinado  de  los  pueblos  cultos,  al  concluir  el  periodo  de  paz  parecían  otros 
hombres,  y  nadie  hubiera  podido  reconocer  en  ellos  á  los  descendientes  de 
los  guerrilleros  de  Viriato  y  de  los  soldados  de  Scipión:  hablan  alcanzado,  si, 
un  alto  grado  de  civilización,  pero  eran  incapaces  para  defenderla;  se  habían 
afeminado,  y  unos  cuantos  bárbaros  del  Norte  que  no  sabían  leer  ni  escribir, 
mas  que  no  temían  dar  ni  recibir  golpes  en  los  campos  de  batalla,  fueron 
iMstantes  para  reducirlos  á  servidumbre. 

Mientras  no  llegó  tan  triste  caso  todo  fué  bien,  y  bajo  el  Gobierno  impe- 
rial disfrutó  España  de  la  ventura  de  no  tener  apenas  historia  política. 

Augusto  declaró  á  toda  la  Península  tributaria  de  Koma;  es  decir,  par- 
te integrante  del  Imperio  romano.  El  año  58  (antes  de  J.  C.)  se  hizo 
esta  solemne  declaración,  y  de  ahí  parte  la  «era  de  Augusto>  ó  »era  espa- 
ñola», sistema  cronológico  por  el  cual  se  contó  en  Cataluña  hasta  iiíjo,  en 
Aragón  y  en  Castilla  hasta  1383  (1).  En  el  ano  26  vino  el  Emperador  á  Es- 
paña para  someter  á  cántabros  y  astures,  únicas  naciones  que  se  mante- 
nían independientes.  Fueron  atacados  aquellos  rudos  montañeses  por  tierra 
y  por  mar:  la  guerra  fué  larga,  difícil  y  sangrienta.  Los  cántabros  dieron  en 
el  Monte  Medulio  y  en  otros  lugares  ejemplos  de  heroica  ferocidad,  igua- 
les al  de  Numancia.  Hubo  primero  una  sumisión  aparente;  después,  una 
rebelión,  seguida  de  otra  guerra  de  exterminio.  Por  fin  Agripa,  yerno  del 
Emperador,  pudo  vanagloriarse  de  haber  humillado  la  cerviz  de  pueblos  tan 
indómitos,  y  escribir  Tito  Livio:  «España,  la  primera  región  que  invadieron 
>los  romanos,  y  la  última  que  sometieron>.  La  guerra  cantábrica  concluyó  en 
el  año  19. 

Ya  no  hay  suceso  político  digno  de  mención  histórica  hasta  el  reinado 
de  Nerón,  en  que  las  legiones  de  España  proclamaron  emperador  á  Galba, 
procónsul  de  la  Tarraconense  (año  68  después  de  J.  C).  Otón  (año  69), 
lucesor  de  Galba,  había  sido  también  gobernador  de  Lusitania,  y  agregó  á  la 
provincia  de  fiética  la  comarca  septentrional  de  África  con  el  nombre  de 
//ispamia  íittgitana,  de  su  capital  Tingts  (Tánger).  Vespasiano  concedió  á  to- 
dos los  españoles  el  Derecho  latino.  En  tiempo  de 
DomicJano  un  procónsul  de  España  fué  acusado 
ante  el  César  por  sus  subditos  de  injustas  depre- 
daciones: defendieron  la  causa  de  los  subditos  Pli- 
nio  el  joven  y  el  andaluz  Herennio,  y  el  procónsul 
salió  condenado  al  secuestro  de  sus  bienes.  Traja- 
no  y  Adriano  fueron  de  Itálica,  aunque  el  segundo 
nació  en  Roma,  y  de  este  modo  la  Bélica,  que  ha- 
bía dado  en  Balbo  á  la  Ciudad  eterna  el  primer 
cónsul  forastero,  le  dio  también  en  Trajano  el  pri- 
mer emperador  no  nacido  en  Italia.  Adriano,  que 
tenía  por  máxima  «el  emperador  debe  ser  como  el 

(1)  Nida  mis  Ucilque  reducir  IossKoü  de  la  era  de  Au- 
i  Im  cristiaDS,  por  que  ahora  contamosi  no  hay  más  que 
-*-'  -^  dÜrainaJT,  l^n  los  casos,  treinta  y  ocho  aüos.  César  Augusto. 


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124  HISTORIA   DE  ESPAÑA 

•Sol  y  alumbrar  á  todo  el  Imperio»,  estuvo  en  España,  y  en  Tarragona  con- 
vocó y  presidió  una  asamblea  general  de  las  tres  provincias  hispánicas,  en 
que,  por  cierto,  los  representantes  de  las  ciudades  negaron  al  César  el  con- 
tingente militar  que  habia  pedido.  (No  se  ve  en  esta  lucha  la  imagen  perfec- 
ta de  las  futuras  Cortes  castellanas  y  aragonesas? 

Caracalla  segregó  de  la  Tarraconense  el  extremo  occidental  y  creó  ana 
nueva  provincia,  que    se  llamó  primeramente  Hispania  ciierior  antvmtiia- 
na,  y  después  Galecia.    Sin  embargo,  lo  más  importante  de  su  Imperio  fué 
declarar  ciudadanos  romanos  á  todos  los  subditos 
de  Roma  (año  21G}.  Diocleciano  dividió  el  Impe- 
rio en  prefecturas-,  las  prefecturas,  en  diócesis,  y  las 
diócesis,  en  provincias.  España  fué  una  diócesis  de 
la  prefectura  de  las  Gallas,  y  sus  provincias.  Tarra- 
conense, Cartaginense,  Bética,  Lusitania  y  Galecia; 
anejas,  la  Baleárica  y  la  Tingitana.  Finalmente,  el 
último  emperador  grande  que  hubo  ^n  Roma,  Teo- 
dosio,  español  fué,  é  hijo  de  otro  español  ilustre, 
también  llamado  Teodosio.  Teodosio  el  padre,  des- 
pués de  haber  libertado  el  África  y  conseguido  mu- 
chas victorias,  fué  recompensado  con  el  cadalso:  su 
hijo,  el  futuro  emperador,  se  retiró  entonces  del 
ejército  y  de  los  negocios  públicos,  dedicándose, 
nuevo  Cincinato,  á  cultivar  su  heredad,  que  era 
una  buena  posesión  en  Cauca,  entre  Segovia  y  Va- 
¡ííwVaT  de  C°rdTbr''y      "adolid.   Allí  vivfa  tranquilo  con  su  madre,  Ter- 
inae«tro  de  Nenin,  (|u¡en      mancia,  y  su  mujer,  Facila,  ambas  españolas,  y  de 
le  condenó  í  muerie;        alH  le  sacó  Graciano  para  asociarle  al  Imperio.  En 
año  65.  g|  reinado  de  su   sucesor,  Honorio,  entraron  los 

bárbaros  en  España. 
50.  —  Durante  toda  esta  época  la  cultura  fué  á  la  vez  extensa  é  Intensa. 
Las  lenguas  habladas  antes  de  la  conquista,  y  que,  como  dice  Strabon,  eran 
muchas  y  diversas,  fueron  reemplazadas  por  el  latfn,  no  quedando  de  lo  anti- 
guo más  que  el  vascuence,  relegado  á  las  fragosidades  del  Pirineo.  La  lengua 
latina  fue  el  canal  por  donde  vino  á  los  españoles  la  antigua  cultura  greco- 
romana  ó,  quizás  mejor,  enteramente  griega,  ya  que  los  romanos  no  hicieron 
más  que  asimilársela  y  cultivarla  con  más  ó  menos  ventura  en  algunos,  no  en 
todos  sus  órdenes.  El  idioma  griego  debió  de  ser  abandonado  en  el  trato  de  la 
vida  hasta  en  las  colonias  helénicas  de  Levante,  siendo  únicamente  conoñdo 
de  los  sabios  ó  ilustrados.  Es  evidente  que  la  lengua  latina  no  fué  nunca  pro- 
nunciada de  una  manera  uniforme  en  todo  el  Imperio,  y  que  su  corrupción  po- 
pular debió  de  comenzar  con  su  misma  expansión;  mantúvola  en  el  libro  y  en 
el  discurso  la  educación  hteraria,  basada  en  el  estudio  de  los  buenos  autores. 
En  España  tuvimos  scholas  (escuelas  de  primeras  letras)  dirigidas  por  gramm- 
íistas  ó  liberatores,  y  escuelas  de  disciplinas  liberales,  en  que,  por  lo  menos 
desde  el  siglo  111,  contábanse  el  triviitnt  (Gramática,  Retórica  y  Dialéctica)  y 
el  quairiviitm  (Aritmética,  Geometría,  Música  y  Astronomía),  escuelas  parti- 
culares en  que  los  discípulos  pagaban  al  maestro,  á  diferencia  de  las  otras 
citadas,  costeadas  por  las  curias,  y,  ?in3.\me.ntz,  pedagogos  6  preceptores  de  los 
niños  ricos.  Las  Confesiones  de  San  Agustín  nos  ofrecen  un  cuadro,  admirable 
por  su  colorido,  de  lo  que  era  un  retórico  ó  profesor  superior  en  los  últimos 
tiempos  del  Imperio.  Tenía  el  Santo  colegio  particular  en  Cartago,  y  lo  aban- 
donó porque  los  alumnos  cartagineses,  mal  educados  ó  indisciplinados,  daban 
bromas  inciviles  y  hadan  crueles  burlas  al  maestro;  se  trasladó  á  Roma,  donde 


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lajuveDtudpareciamás  discreta;  <pero  allí  me  informaron — escribe  San  Agus- 
'tía — deque  los  estudiantes,  por  no  pagará  su  profesor,  se  conjuraban  para 
•pasarse  de  repente  á  otra  escuela,  faltandoá  la  palabra  empeñada».  Para  evi- 
tarse tan  graves  sinsabores  San  Agustín  decidió  entrar  en  el  profesorado  oñ- 
cial,  aprovechando  unas  oposiciones  á  la  cátedra  de  Retórica  anunciadas  por 
la  curia  de  Milán.  Otros  documentos  de  la  época  nos  informan  de  que  la  ge- 
neralidad de  los  profesores  oficiales  tampoco  lo  pasaban  bien,  porque  los  mu- 
nicipios descuidaban  mucho  el  pago  del  sueldo  y  de  la  ración  de  víveres  en 
que  consistía  el  estipendio  del  maestro,  e¿  cualsoua 
¿tier  hasta  el  pan  qne  comia.  \Qaé  antiguos  son  cier- 
tos malesl 

A  pesar  de  todo  habla  ensefianza,  y  los  librari 
^copistas)  hadan  multitud  de  copias  de  los  tratados 
que  merecían  el  favor  del  público,  escribiéndolas, 
ya  en  tabletas  enceradas,  ya  en  papyrus  ó  en  per- 
gamino; y  estas  copias  se  vendían  en  las  taberna 
(tiendas),  y  habla  bibliotecas  públicas  y  particula- 
res; y  considerable  afición  á  la  lectura.  No  es  de 
maravillar  que  se  desarrollasen  las  letras.  Los  es- 
cntorcs  hispa  no- la  ti  nos  tormaron  un  grupo,  el  más 
brillante  que  presenta  el  Imperio  romano  fuera  de 
Italia;  basta  citar — ya  que  las  proporciones  de  este 
libro  no  consieoten  otra  cosa — los  nombres  de  am- 
bos Sénecas,  de  Lucano,  de  Quintiliano,  de  Marcial, 

de  Columela,  de  Pomponio  Mela.  ¡Qué  provincia  del  Teodosio  el  Gramü. 

Imperio  pudo  gloriarse  de  una  galería  semejante? 

51.  —  Nuestra  Península  es  rica  en  monumentos  romanos  acreditativos 
de  lo  arraigada  y  brillante  que  fué  aquí  la  civilización  latina. 

De  caminos  ó  vías  quedan  trozos  en  varias  comarcas:  el  más  importante 
es  el  llamado  cantÍMo  líe  la  plata  (entre  Salamanca  y  Alba  de  Tormes),  resto  de 
la  gran  carretera  que  unía  á  Zaragoza  con  Mérida. 

Fuentes  tenemos  tres:  el  del  Diablo,  en  Martorell;  el  de  Mérida,  y  el  de 
Akdníara.  Acueductos,  tres  ciertos:  el  de  Segovia,  el  de  Mérida  y  el  de  Ta- 
rragona: otros  se  señalan  como  romanos;  pero,  ó  consta  su  falta  de  autentici- 
dad, ó  es  muy  dudosa.  De  construcciones  militares  son  notables:  la  parte  más 
moderna  de  las  murallas  de  Tarragona  (según  el  notable  arqueólogo  González 
Simancas,  todas  ellas);  el  edificio  de  la  misma  ciudad  denominado  Casa  de  Pi- 
lotos, que  probablemente  fué  un  cuartel;  las  murallas  de  Lugo  y  el  trazado  y 
base  de  las  de  León;  la  Torre  de  Hércules  (Coruña),  que  debió  de  ser  un 
fuerte  costero,  etc. 

Arcos  triunfales  hay  cinco,  por  lo  menos,  de  autenticidad  rigurosa:  el  de 
Martorell,  junto  al  Puente  del  Diablo;  et  de  Gabanes,  el  de  Capera  (entre 
PIssencia  y  Granadilla-Ventas  de  Caparra);  el  de  Mérida,  que  quizás  fué  parte 
de  un  edificio  desaparecido,  y  el  llamado  Portal  de  Bará  (en  la  costa,  entre 
Barcelona  y  Tarragona),  erigido  en  honor  de  Lucio  Licinio  Stira,  general  de 
la  época  de  Trajano. 

Espectáculos  públicos:  en  Mérida,  las  Siete  Sillas,  ó  sean  siete  gradas 
del  teatro  de  Emérita  Augusta,  y  restos  del  Circo  máximo  y  de  la  naumaquia. 
En  Sagunto,  el  teatro,  que  es  el  mejor  conservado  del  mundo,  mediante  el 
cual  cabe,  por  tanto,  formarse  mejor  idea  de  cómo  eran  los  teatros  romanos. 
En  Itálica,  restos  del  anfiteatro.  De  templos  y  palacios  no  hay  más  que  frag- 
mentos arquitectónicos;  el  templo  de  Augusto  en  Tarragona  ' 
por  medallas. 


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126  HISTORIA   DE   ESPAÑA 

En  sepulcros  es  nutabilfsimo  et  llamado  de  los  Scipiones  en  Tarragona, 
que  probablemente  fué  de  una  dama,  Cornelia,  de  donde  debe  de  haber 
venido  la  confusión  que  le  ha  atribuido  á  los  dos  generales  primeros  conquis- 
tadores de  la  Península.  Tenemos  muchísimas  tumbas  ordinarias  y  lápidas 
sepulcrales;  dos  que  se  guardan  en  el  Museo  Provincial  de  León  y  una  en  el 
Arqueológico  Nacional  ofrecen  en  su  ornamentación  el  arco  de  herradura 
como  elemento  decorativo  arquitectónico,  demostrándose  asi  la  remota  anti- 
güedad de  este  arco  en  la  Península,  falsamente  atribuido  á  los  árabes,  que 
lo  tomaron  de  la  España  latina  y  visigoda. 

La  colección  de  estatuas  y  bajorrelieves  romanos  más  6  menos  deterio- 
rados es  copiosfsima:  hay  hermosos  ejemplares  en  el  Museo  Arqueológico 
Nacional  y  en  las  provincias  de  Tarragona,  Barcelona,  Sevilla,  Cádiz,  etcé- 
tera. Constantemente  se  descubren  más. 

Respecto  del  arte  latino  cristiano  dispútase  sobre  si  la  iglesia  subterrá- 
nea de  Santa  Engracia  (Zaragoza)  y  otras  criptas  de  catedrales  y  otros  tem- 
plos son  catacumbas:  la  más  probable  atribución  de  éstas  es  la  de  Santa  ¿m- 
gracia,  donde  se  conservan  unos  sepulcros  del  tiempo  de  Constantino.  Las 
ruinas  de  Cent-Celias,  en  el  pueblo  de  Constanti  (Tarragona),  pertenecen, 
según  arqueólogos  modernos,  á  una  viUa  que  fué  del  emperador  Adriano,  y 
aprovecharon  los  primeros  cristianos  para  iglesia.  También  se  considera  como 
de  la  época  romana  la  cripta  de  la  catedral  de  Santiago;  y  en  cuanto  á  se- 
pulcros, hay  varios  (Gerona,  Astorga,  Valencia,  etc.). 

52.  —  De  la  fertilidad  de  España  hiciéronse  lenguas  los  escritores  roma- 
nos. Nuestra  Península  enviaba,  en  efecto,  á  la  imperial  metrópoli,  como/r^- 
vincia  ntitrix  que  era,  grandes  cantidades  de  trigo,  aceite  de  la  Hética,  esií- 
madlsimo  ya  en  aquel  tiempo,  lo  mismo  que  el  fiicff  át  Cddi£  (Jerez)  y  el  la- 
cttano  (del  Priorato).  Del  próspero  estado  de  la  agricultura  puede  juegarsc 
por  aquellos  encomios  y  estos  datos,  asi  como  de  la  abundancia  de  población 
rural  en  algunas  regiones,  especialmente  Andalucía,  por  tos  muchos  vestigios 
y  ruinas  que  se  hallan  constantemente:  hasta  en  parajes  que  son  hoy  vastos 
despoblados  hubo  poblados,  algunos  importantes.  Durante  la  dominación  ro- 
mana el  valle  del  Guadalquivir  debió  de  ser  por  ambas  riberas  del  rio  como 
una  ciudad  inmensa.  Con  la  agricultura  competían  la  cria  de  ganados  y  la 
pesca:  también  habla  fábricas  de  salazón,  industria  que,  según  parece,  ve- 
nia ejerciéndose  desde  la  época  de  los  fenicios,  que  la  implantaron.  Pero  nada 
en  este  orden  económico  tenia  la  importancia  de  la  minería.  Se  cuenta  que 
sólo  las  minas  de  Cartagena  ocupaban  á  cuarenta  mil  trabajadores:  unas  mioas 
eran  del  Estado  y  otras  de  las  ciudades  ó  de  particulares;  y  en  pocos  puntos 
de  nuestro  territorio  donde  al  presente  hay  minas  6  posibilidad  de  haberlas 
dejan  de  hallarse  rastros  de  las  galerías  construidas  en  aquel  tiempo,  tan  ba- 
jas y  estrechas,  que  los  mismos  mineros  —  esclavos  de  la  pena  ó  del  dueño  — 
tenían  que  andar  á  gatas  con  un  farolillo  puesto  en  la  frente,  sin  ver  nunca 
la  luz  del  día  ni  abandonar  la  incómoda  postura  como  no  fuera  para  tenderse 
á  lo  largo.  Esta  visión  del  antiguo  minero  es  una  de  las  que  más  horrible- 
mente impresionan  cuando  tratamos  de  imaginarnos  la  vida  de  la  pobre  Hu- 
manidad en  los  tiempos  pasados. 

En  la  España  romana,  como  en  todo  el  Imperio,  reinó  la  esclavitud 
con  todas  sus  terribles  manifestaciones  y  consecuencias.  Puede  añadirse 
que  la  esclavitud  era  en  aquella  sociedad  el  fundamento  del  orden  eco- 
nómico, y,  por  tanto,  del  orden  social.  Si  de  súbito  hubiera  desaparecido 
tan  bárbara  institución,  habría  sido  menester  suspender  todos  los  traba- 
jos, interrumpir  la  vida.  Pero  también  en  España,  como  en  el  resto  del 
Imperio,  empezaron  á  ser  minados  los  cimientos  de  la  esclavitud  por  el  in- 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


HISTORIA   DB  ESPAÍÍA  IZJ 

tlujo  civilizador  y  libertador  del  Cristianismo  desde  los  principios  de  la  pre- 
dicación cristiana. 

53.  —  En  su  epístola  á  los  romanos  escribió  San  Pablo:  'Cuando  me  en- 
'caminare  á  España,  espero  veros  al  paso  y  que  me  acompañaréis  basta 
•  allá>.  Y  un  poco  más  adelante:  «Pues  cuando  haya  cutitplido  esto  (entregar 
<el  producto  de  una  colecta  hecha  en  Macedonia  y  Grecia  para  los  pobres  de 
•lerusalén)  iré  á  España,  pasando  por  ahi*  (l).  En  su  epístola  á  los  corintios 
San  Clemente  asegura  que  San  Pablo  llevó  la  fe  'hasta  el  último  confín  del 
>Occidente»,  No  se  sabe  más  de  cierto  de  la  predicación  de  San  Pablo  en 
nuestra  patria  (2).  Respecto  de  la  de  Santiago,  los  testimonios  históricos  más 
antiguos  son  del  siglo  vii  (3).  Próximamente  de  la  misma  época  los  que  cer- 
tifican la  venida  de  los  siete  Varones  apostólicos  enviados  de  Roma  por  San 
Pedro  y  San  Pablo  (4).  Lo  incontrovertible  «s  que  el  Evangelio  fué  predicado 
aquí  en  el  mismo  siglo  ].  V  ocurre  preguntar:  jHabfa  por  aquel  tiempo  ju- 
díos en  Españai*  Las  tradiciones  rabinico- españolas  suponían  su  antigüedad 
en  nuestra  tierra  desde  la  primera  dispersión;  esto  es,  desde  el  imperio  de 
Nabucodonosor,  y  así  lo  asegura  Imanuel  Abaad  en  su  Nomología  (5).  Aún  de 
antes  de  Nabucodonosor  sabemos  que  las  naves  de  Salomón  navegaban  con 
las  del  rey  de  Tiro  Hirán.  Strabon  asegura  que  en  casi  todas  partes  flo- 
recían colonias  judaicas,  y  Filón,  que  «las  había  en  todas  las  tierras  fértiles  de 
>Asia,  África  y  Europa».  «Las  actasde  los  Apóstoles>  indican  que  la  cos- 
tumbre de  éstos  al  llegar  á  cualquier  ciudad  era  ir  ¿predicar  en  la  Sinagoga 
la  resurrección  de  Cristo,  y  cuando  eran  rechazados  allí  pasaban  á  predicar 
á  los  gentiles.  ¿Hicieron  Ío  mismo  en  España?  Cabe  sospecharlo;  pero  no  se 
puede  afirmar.  £1  primer  documento  de  la  existencia  de  los  judíos  en  España 
es  el  Concilio  de  Iliberís  (año  300),  aunque  los  cánones  de  aquella  severa 
asamblea  presuponen  una  existencia  ya  muy  antigua  del  elemento  hebr^co 
convÍTÍendo  coa  los  demás  de  la  población  española  (6). 

Los  hechos  de  nuestra  historia  eclesiástica  referentes  á  su  primera  y  más 
interesante  época  de  propagación  del  Evangelio  y  persecuciones  y  martirios 
están  desfigurados  y  falseados  por  aquellos  escritores,  más  sandios  que  per- 
versos, que  en  tos  siglos  xvi  y  xvii  se  dedicaron  á  inventar  tradiciones  é  his- 
torias de  santos  acreditándolas  con  documentos  apócrifos,  creyendo  así  ser- 
vir á  ta  causa  de  Dios  y  fomentar  la  piedad  de  los  fieles,  como  si  á  Dios  se  le 
pudiera  servir  con  la  meotíra,  y  la  piedad  basada  en  el  error  no  fuera  supers- 
ticiosa. Quien  más  se  distinguió  en  estas  tristes  empresas  fué  el  P.  Jerónimo 
Román  de  la  Higuera;  pero  no  fué  sólo  él  quien  tas  acometió.  Servicio  seña- 


di    XV:  34  T  aS. 

,i>  «No  se  lista  de  nn>  tndicióa  <1«  la  [gl«sia  de  E: 
inm  tradición  general  y  aDiiqniííma  de  la  Iglesia  gii^a  y 
liña  Je  Ui  Helerodtxo!  tspañflti). 

(3)  El  libro  i^.vr'uwaíj/v/'ii/ruiw,  atribuido  á  San  Isidoro,  el  Misal  fiAtico  ó  muzirabe, 
>  UD  comeatarío  lobre  Nahum,  atribaldo  á  San  Julián,  Iodos  de  Ib  época  visigoda. 

U)  Pleiiry  dice  que  no  encuentra  apoyo  i  esta  tiadicióD  hasta  el  siglo  ix;  pero  eloRcio  eiS- 
tico  habU  ya  de  los  Varonei  spostáikos  (víase  Flores.  Esfañn  Sagrada,  1[[,  IV,  y  LtJuenle,  Hii- 
Ijria  eeliiiáílUa  di  Esfaña,  I,  cap.  I).  S^án  la  rradición,  los  siete  Varones  se  llamaban  Torcua- 
10.  Teiifonte,  Segnodo,  Indalecio,  Cecilio,  Esicioy  Eupaso. —  Fila  y  Fernández  Guerts,  Rnucr- 
■i^'i  di  MU  viejt  á  Saitl¡a/;o  dt  Galicia  (Madrid,  l33l)<  En  estn  obra,  ademis  de  los  documentos 
hiitñricos,  se  citan  y  describen  loa  arqueolúgicos  de  época  romana,  que  apoyan  la  tradición. 

'J)     Véase  el  texto  en  loi  Estudios  sobrí  los  judíos  de  España,  por  Amador  de  los  Ríos. 

(6j  En  Adía,  de  la  provincia  de  Almería,  ta  anticua  Abdera  que  acuitó  monedas  púnicas, 
le  bailó  ana  inscripción  del  si^lo  1  ó  u  de  la  era  cristiana  |H(ibnet,  Instriplienes  hispamic  la- 
iiHo,  DÓm.  19S1),  sencilla  lipida  lepulcral  de  la  niHa  que  falleció  en  edad  de  nn  año,  cuatro 
cuatro  meses  v  un  día,  expresando  el  epitafio  que  era  Judia  (EVDEAI  y  se  llamaba  Salomonl- 
Ua  (SALOMONVLA). 


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129  HISTORIA    DE   ESPAN'A 

ladlsimo  prestó  á  la  verdad  D.  José  Godoy  Alcántara  con  su  obra  Historia 
critica  de  tos  falsos  crtmicones  (i),  en  que  sacó  á  la  pública  vei^enza  á  los  ne- 
cios inventores  de  tantas  patrañas.  Pero  todavía  quedan  bobos  ó  torpemente 
interesados  en  reconocerles  algún  crédito. 

Por  fortuna,  aunque  no  tantos  como  desearíamos,  no  faltan  testimo- 
nios históricos  de  la  edad  heroica  de  nuestra  Iglesia.  En  el  siglo  ii  Tertu- 
liano certifica  que  la  fe  cristiana  estaba  extendida  por  toda  la  Península  (2). 
A  ñnes  de  la  misma  centuria  el  retórico  Arnobio  llamaba  innumerables  á  los 
cristianos  espafloles  (3).  De  la  misma  época  son  las  actas  del  martirio  de  San 
Fructuoso,  obispo  de  Tarragona,  y  8us  diáconos  Augurio  y  Eulogio  (4).  Mas 
quien  nos  lia  conservado  con  la  perenne  frescura  de  la  poesía  los  laureles 
sobrenaturales  conquistados  por  nuestros  padres  en  la  fe  es  Aurelio  Pruden- 
cio, Pindaro  cristiano,  según  Eragmo;  el  Tuds  inspirado  poeta  lírico  que  vio  el 
mundo  latino  después  de  Horacioy  antes  del  Dante,  en  sentir  de  Villemain.  En 
sus  himnos  se  refleja  la  trágica  belleza  de  los  mártires,  toda  la  sugestiva 
grandeza  en  que 

Mas  de  teñiise  la  gentil  espada 
Ni  un  punto  en  sangre  de  los  naestros  cesa; 
A  cada  eolpe  del  granizo  brotan 
Mártires  oaeToi  (5). 

En  tiempo  de  Díocleciano  vino  á  España  como  gobernador  6  presidente, 
un  tal  Daciano,  que  persiguió  cruelisimamente  á  tos  discípulos  de  Cristo. 
<No  hubo  extremo  ni  apartado  rincón  de  la  Península,  desde  Laletania  á 
'Celtiberia,  desde  Celtiberia  á  Lusitania,  donde  no  llegase  la  cruenta  ejecu- 
>ción  de  los  edictos  imperiales»  (6). 

Pero  la  Iglesia  fué  organizada  en  medio  de  tan  deshecha  tempestad.  A 
mediados  del  siglo  iii  sabemos  que  había  obispos,  presbíteros,  diáconos  y 
simples  fieles.  El  Concilio  de  Ilíberis  ó  de  Elvira,  celebrado  á  principios  del 
siglo  IV  (7),  nos  ofrece  el  cuadro  completo  de  la  España  eclesiástica:  reunié- 
ronse allí  diez  y  nueve  obispos,  cinco  de  la  Tarraconense,  tres  de  la  Lusitania 
y  el  resto  de  la  Bélica,  y  asistieron  también  hasta  treinta  y  seis  presbíteros, 
representantes  de  obispos  ausentes  ó  acompañantes  de  los  que  concurrieron. 
Distínguense  los  cánones  de  Elvira  por  su  rigidez,  no  sólo  con  los  judíos  y 
herejes,  sino  con  los  simples  pecadores:  tal  severidad  hace  suponer,  ó  una  ex- 
traordinaria pureza  de  costumbres  en  los  cristianos  de  aquella  época,  ó  que 
ya  se  había  ingerido  en  nuestro  modo  de  ser  religioso  la  dura  severidad  que 
habla  de  caracterizarnos  en  lo  futuro. 

(i)  Premiada  poc  la  Real  Academia  de  la  Ilistoiia  y  publicada  á  sos  expensas.  186S. 

(2)  Centra  Jtidafs.  V[I. 

(1)  Centra  GtntiUi.  libro  1. 

(41  Alta  5ancli  Fruíluosi  (Ruinan).  Eifaña  Sagrada.  XXV.65-II. 

(5I  jñmtm  in  honor  df  ¡01  mártires  de  Zarogota.  Traducción  de  Menéndn  Pelajo. 

lili  Menéndez  t'elayo.  Htltrodoxos. 

(7)  En  el  siglo  \vi  solí»  asignarse  al  Concilio  la  Techa  de  334  á  325:  pero  los  trabajos 
críticos  de  Mendoza  y  Klúrez  la  colocan  en  el  .loo  b  301. 


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VIII 

EDAD  MEDIA 


H.  InvastóD  de  los  btrbaroi.  —  IS,  Lose< 
ST.  SiiuaciÓD  de  Espiíta  en  tiempo  de  M 
ClodoTco. 


54. —  El  martes  28  de  Setiembre  de  409,  segÚD  el  cómputo  de  Idado, 
cruzaron  los  Pirineos  y  se  derramaron  por  nuestra  Península  tres  copiosas 
hordas  de  bárbaros:  los  alanos,  acaudillados  por  Respendial;  los  suevos,  por 
Hermaurico,  y  los  vándalos,  por  Gunderico.  La  causa  ocasional  de  tan  tre- 
menda desgracia  fué  la  siguiente:  hacía  tiempo  que  las  Gallas  estaban  pertur- 
badas y  afligidas  por  un  doble  mal;  la  guerra  civil  movida  por  un  soldado  de 
fortuna,  llamado  Constantino,  que  se  iiabía  hecho  proclamar  emperador  y 
fijado  su  corte  en  Arles,  y  la  irrupción  de  los  citados  bárbaros  y  de  otros 
de  la  misma  catadura  que  desde  407  venían  vagando  por  toda  la  región  y  aso- 
lándola y  destruyéndola,  ya  por  su  cuenta  propia,  ya  en  calidad  de  auxilia- 
res y  mercenarios  del  usurpador  Constantino  ó  del  mismo  emperador  Ho- 
norio; sin  embargo,  no  extendían  sus  excursiones  por  España,  merced  á  las 
milicias  hispánicas  provinciales  y  locales  que  guardaban  los  pasos  de  la  cor- 
dillera. Esta  salvaguardia  no  tardó  en  desaparecer.  Constantino  dió  á  su  hijo 
Constante  titulo  de  cesar,  y  con  él  y  un  ejército  vino  Constante  aquende  los 
montes  á  que  la  España  romana  reconociese  la  soberanía  usurpada  de  su 
padre:  le  salió  su  intento  á  maravilla,  pues  Didimo  y  Veriniano,  de  la  familia 
de  Teodosio  y  que  sostuvieron  la  causa  de  Honorio,  sólo  le  ofmsieron  una 
hueste  colecticia  de  siervos  y  clientes  sin  instrucción  militar.  Constante  dejó 
áEspañasometidaenteramentealaugustode  Arles,  y  por  gobernador  al  con- 
de Geroncio.  Pero  sea  que  en  cuanto  su  jefe  hubo  traspuesto  los  Pirineos 
este  conde  se  sublevase  á  su  vez  proclamando  emperador  á  un  tal  Máximo,  ó 
que  Constante  ó  Geroncio  cometieran  el  desacierto  de  retirar  de  la  linea  pire- 
naica las  milicias  hispánicas  que  la  guarnecían  encomendando  su  defensa  á 
mercenarios  suevos  y  vándalos,  el  hecho  positivo  es  que  las  nombradas  hor- 
das, ávidas  de  saquear  un  pais  floreciente,  se  precipitaron  por  nuestros  cam- 
pos como  un  río  que  se  sale  de  madre,  y  no  hay  en  los  tiempos  históricos 
memoria  de  invasión  tan  horrible. 

Idacio  describe  con  vivos  colores  sus  inmediatos  efectos:  «Llevávanlo 
•  todo  —  dice  —  á  sangre  y  fuego,  y  el  hacinamiento  de  cadáveres  trajo  la 


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I30 


•peste,  que  hacia  no  menos  estragos  que  el  hierro  de  los  bárbaros;  y  como 
(dejaron  de  ser  cultivados  los  campos,  sobrevino  un  hambre  tan  espantosa, 
>que  llegaron  los  hombres  á  comerse  unos  á  otros,  y  hasta  hubo  madres  que 
>se  comieron  á  sus  hijos.  Finalmente,  las  ñeras,  atraídas  por  el  hedor  de  tanta 
>carne  muerta,  bajaron  á  los  pueblos,  y  entre  tantos  enemigos  se  iba  aca- 
>bando  el  género  humano». 

Por  ñn,  y  según  el  mismo  historiador,  hartos  de  matar  y  saquear,  los  bár- 
baros acordaron  entre  st  establecerse  de  un  modo  permanente  en  la  Penín- 
sula, y  á  tal  electo  echaron  suertes,  tocando  la  Galecia  á  los  suevos  y  parte 
de  los  vándalos,  Lusitania  y  Cartaginense  á  los  alanos,  y  la  Bética  á  otra  tribu 
de  vándalos  apellidados  sillngos.  Tomáronse  estos  tres  reinos,  ó,  mejor  dicho, 
estas  tres  ocupaciones  violentas  del  territorio;  pero  los  hispan  o- romanos  se 
mantuvieron  independientes  en  muchos  puntos  y  comarcas,  ora  por  no  ha- 
berlos ocupado  los  bárbaros,  ora  por  guarecerse  los  invadidos  en  algunas  pla- 
zas 6  fortalezas  y  resistir  alK  á  la  invasión.  El  sistema  descentralizador  ro- 
mano dio  entonces  sus  naturales  frutos:  los  miembros  del  cuerpo  político, 
arrancados  del  centro  y  separados  unos  de  otros,  siguieron  viviendo,  porque 
tenían  vida  propia,  porque  cada  uno  de  ellos  era  un  oi^aaísmo  perfecto.  Lo 
que  Sertorio  habia  dicho  arrogantemente  de  sí  mismo  siglos  antes  realizábase 
del  modo  más  natural:  dondequiera  que  se  hallaba  un  romano  libre  de  los 
bárbaros,  allí  estaba  Koma. 

55.  —  Más  de  trescientos  años  antes  de  J.  C  Pitheas,  navegante  marse- 
Ilés,  habló  de  un  pueblo  llamado  de  los  gHítones,  que  habitaba  en  lo  que  es 
hoy  Prusia  oriental,  y  comerciaba  con  ei  ámbar  recogido  en  las  playas  del 
Báltico.  En  el  año  79  (después  de  J.  C.)  escribió  Plioio  e!  Mayor:  «Los  gut- 
itones,  pueblo  de  Germania,  viven  en  las  riberas  del  golfo  Mentonomose; 
*á  una  jornada  de  este  golfo,  cuya  extensión  es  de  6.000  estadios,  está  la  isla 
rAbalus,  donde  el  mar  deposita  el  ámbar  en  primavera».  Tácito  habia  se- 
ñalado entre  las  tribus  germánicas  á  los  goíones,  refíriendo  de  ellos  que  sus 
reyes  tenían  más  poder  que  en  otras  naciones  vecinas  suyas;  y  que  habiendo 
huido  del  pafs  de  los  marcomanos  el  guerrero  Catualda  perseguido  por  su 
rival  Marobodo,  halló  entre  los  gotones  no  sólo  hospitalidad,  sino  medios 
de  rehacer  su  fortuna,  y  volviendo  á  su  patria  con  gente  de  guerra  arrojó 
á  Marobodo.  Los  guitones  de  Pitheas  y  de  Plinio  y  los  goíones  de  Tácito  son 
los  godos,  que  aparecieron  en  las  fronteras  del  Imperio  romano  antes  de  me- 
diar el  siglo  III,  y  que  hablan  de  tener  tanta  importancia  en  nuestra  Historia. 

El  camino  que  recorrieran  desde  las  orillas  del  Báltico  en  que  cogían  el 
ámbar  hasta  que  los  vieron  los  romanos  como  una  horda  guerrera  capaz  de 
resistir  y  vencer  á  sus  legionarios,  nos  es  desconocido  en  gran  parte.  Tampoco 
sabemos  las  causas  ocasionales  ó  inmediatas  de  sus  emigraciones  colectivas, 
aunque  sea  racional  presumir  que  el  exceso  de  población  en  relación  con  los 
mantenimientos  fuera  el  móvil  que  los  impulsase  á  tan  largo  y  dincil  éxodo. 
Parece  que  desde  muy  antiguo  esta  nación  estaba  dividida  en  tres  tribus:  los 
íervingos,  los  grentun^os  y  los  gépidos.  Jornandes,  quizás  el  único  historiador 
godo,  refiere  el  siguiente  cuento  á  propósito  del  origen  de  estas  tribus:  los 
godos  vivían  en  la  isla  de  Scancia  (Escandinavia),  y  pasaron  á  la  Germania 
á  las  órdenes  de  su  rey  Berig  en  tres  buques;  uno  de  éstos,  por  tener  pe- 


{ExfÜ.aíUm  át  la  UmUia  .V.\".\7.\".) 
Época  visigótica.  -  1.  Joya;  visigí 


Arqutológic»  Nado 

al 

lodas lueroB 

ailo  de  un«  esculiu» 

minnoldeU 

híxarci  Uac  de  Rí 

en 

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D,g,t7cdb/GOOgIC 


Historia  GrXpica  db  la  Civiluación  Española 


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Historia  GrXfic*  db  la  CnnuzActúM  Española  Láioha  XI, 


HIsrORlA  DEL  TRAJE. -TraJ» de  loi  vUlgadoc 

D,g,t7cdb/COOgIC 


HISTORIA  DE  ESFAflA  I3J 

sado  el  velameD,  llegó  mucho  después,  y  de  aquí  que  los  otros  godos  llama- 
sen i  sus  tripulantes  gépidost  que  significa  tardíos.  En  cuanto  á  los  tervingoi, 
Sidonio  Apolinar,  en  sus  cartas  escritas  á  fines  del  siglo  v,  los  apellida  visi- 
ff>dos  (godos  occidentales),  y  ya  en  el  siglo  ni  Trebelio  Folión  había  llamado 
á  los  greníMngos,  ostrogodos  (godos  orientales).  Sobre  cuándo  empezaron  i  ser 
usadas  estas  denominaciones  y  si  fueron  de  origen  godo  ó  romano,  no  caben 
más  que  conjeturas. 

Los  relieves  de  la  colitmxa  historiada,  erigida  en  Constan  ti  nopla  por  Ar- 
cadto  en  honor  de  su  padre  Teodosio,  nos  muestran  varias  figuras  de  cauti- 
vos godos  y  godas;  ellos  son  unos  hombretones,  altos  y  robustos,  de  larga  y 
rizada  cabellera  y  corrida  barba;  visten  pantalones  hasta  el  tobillo  —  algunos 
más  cortos  —  y  una  espede  de  blusa  con  cinturón,  ancho  cuello  vuelto  y 
mangas  cortas;  un  rey  que  figura  entre  los  prisioneros  lleva  un  collar,  y  la 
blusa  festoneada.  Las  godas  cautivas  son  hembras  dignas  de  tales  varones: 
poco  menos  altas  que  ellos,  y  también  de  fornidos  miembros  y  con  muy  re- 
gulares y  nobles  facciones;  unas  se  cubren  la  cabeza  con  cofias,  y  otras  llevan 
el  cabello  suelto;  su  traje  es  un  vestido  lai^o,  pero  muy  escotado:  muestran 

(EapUeoítin  di  ¡a  ¡amina  XI.^ 

HISTORIA  DEL  TRA|E.-Tr«Jn  de  loa  Tliisadoa(l).  1.  Efcaltura  vistgdtica  exlstenle  en  U 
baiillca  de  San  Juan  BauUita  de  Baflm,  fundida  par  Rccnvlnto.  ~~  1.  Soldidol  ó  guerreros  visigodos. 
FraEOOitos  de  uní  escultura  lulladi  en  Sevllli.  --  3.  Arqueros  germlnicos  aniiliares  del  ejército  romano. 
Visten  uno  de  los  trajes  de  su  pneblo,  pero  usan  el  cisco  de  los  romanos.  Están  tomadas  estas  figuras  de  ios 
bajorrelient  de  ti  columni  de  Tnjino.  —  4.  De  Ii  misma  columna  tomamos  estos  soldados  dados  enartio- 
lando  la  ensella  en  forma  de  serpiente  hecha  de  telas  de  color,  y  que  al  marchar  se  Inflamaba  con  el  aire. 
Anaqnecadi  nnode  los  pueblos  gcrminicos  tenían  distintos  usos  y  costumbres  según  el  pafs  que  habitaban, 
d  grado  de  dvlllzidón  que  hablan  alcanzado  y  la  mayor  ó  menor  aproximaddn  á  los  pueblos  civilizados, 
conaemban  todo*  muchos  detalles  qne  lea  eran  comunes.  Par  eso  no  dudinios  que  la  bandera  ó  enseña  mi- 
litar de  los  godos  podría  ser  por  el  estilo.  —  5.  Honderos  germlnicos.  (Tomados  de  la  columna  de  Marco 
Anrelio).  -  b.  Trompetero  godo  de  los  siglas  v  al  vil. 


En  su  eslido  primilivo.  para  resEuardarse  dd  frió  de  tas  regiones  septentrionales  que  ocupaban  se 
cubiiaicon  pieles,  de  donde  les  vino  el  apodo  de  ■empelleiados-  que  les  pusieron  los  romanos;  y  lo  que  los 
caracterizaba  entre  los  demis  pueblos  bárbaros  era  su  larga  cabellera,  que  cuidaban  ron  esmerOt  rifándola 
j  sabiéndola  hasta  la  coronilla  tormindo  cresta,  y  adornatidola  con  agajai,  lamlnillaa,  platas  y  navajas, 
—  ■■— ^1.  poblada  y  larga,  partí-" —  ' '-  ■-■—■-- 


pedernales  (Conde  Clunard)  ^').  huesos  aguzados 
po  de  cualquier  pueblo  primitivo. 

Pero  cuando  llegaron  á  Euiaña  estaban  ^a  medio  romanizados;  y  como  los  españoles  i  su  ve 
tabiu  ya  por  completo  desde  hacia  tiempo,  no  es  de  extraflar  que  una  vez  posesionados  de  la  Penfns 
sen  absorbidos  por  su  civilizatiún. 

Su  organizaci6n  militar  no  se  diferencia  de  la  romana  mis  que  en  la  preferencia  que  daban  á 
Hería.  Lm  decanos,  centenaria!,  qalngealarlos,  milenarios  y  Iluphados,  que  loi 
de  ra  ejtrcilo,  correspondían  i  los  de  la  cohor' 

Arcidlo  erigid  en  Constanllnopla.  En  ella  se  v<    ,  .,  .  _ 

■joitida  al  cuerpo  con  el  balito:  encima  de  ía  túnica,  el  reno,  y  el  manto  prendido  del  hombro  derecho  por 
Itfibnla.  De  la  cintura  caelgan  lai  bulgas  6  escarcelas:  las  piernas  cubiertas  con  las  bracas,  prenda  nacio- 
nal, especie  de  pantildn  que  usaron  todos  los  pueblos  germánicos,  galos  y  sármalas,  y  de  ellos  lo  tomaron 
Jos  [ominos  pan  su  ejírdto;  y  calzados  con  abarcas,  y  aun  con  lapalos.  Algunos  llei'aban  gorras  de  dile- 
renles  tormas;  pero  los  proceres  y  opllmales  vesdan  la  armadura  romana,  y  sus  caballos  llevaban  paramen- 
tos, sillas^  frenos.  Las  mujeres  se  adornaban  con  largas  túnicas,  velos  y  locados  que  las  cubrían  acta cabe- 

En  cuanta  á  las  armas,  convencidos  de  la  superioridad  de  las  de  los  romanos,  las  adoplaron  todas,  si 

loriga  y  el  yelmo,  y  en  el  Fuero  Juzgo  se  habla,  además  de  éstas,  de  zabas,  escados,  etpadas. 


ra  que  en  su  estado  primitivo  los  godos  no  usaron  la  flecha. 

D,g,t7cdb/COOgIC 


134  HISTORIA  DE  ESFARa 

al  descubierto  brazos,  pecho,  y  hasu  casi  todo  el  seno.  En  los  mismos  relie- 
ves se  VCD  otros  godos,  no  cautivos,  sino  soldados  romanos,  custodiando  i 
sus  compatriotas  prisioneros,  y  éstos  llevan  armadura  como  los  legionarios^ 
los  jefes,  á  caballo,  están  vestidos  á  la  goda,  aunque  con  la  adición  respecto 
de  cautivos  y  soldados  de  un  largo  capote  de  pieles. 

Los  escritores  romanos  cl<^ian  muchas  cualidades  de  este  pueblo:  unas, 
como  el  valor  en  los  combates  y  la  fortaleza  moral  para  sufrir  trabajos  y  pri- 
vaciones que  eran  obligadas  en  su  condición  errabunda  y  belicosa,  y  otras 
que  verdaderamente  le  enaltecen,  como  la  castidad  y  el  amor  á  la  familia. 
En  cambio,  Salvtano  acusa  á  los  godos  át  pérfidos;  y  no  parece  infundada  esta 
censura,  si  se  tiene  en  cuenta  que  el  Concilio  XVIÍ  de  Toledo  declaró  en  su 
canon  VI  <que  era  común  la  infidelidad  en  los  contratos  y  en  las  palabras*. 
Con  todo,  los  romanos  de  la'  decadencia  no  eran  quién  para  hacer  un  cai^ 
semejante  á  los  godos  ni  á  nadie  (i).  Por  lo  demás,  los  godos  participaban  del 
carácter  general  germánico:  eran  harto  más  individualistas  que  griegos  y  ro- 


(l)  «Esle  ca^o,  dice  Bridlc;  [fñileria  at  los  godei)  lo  huí  dirigido  frccncD  lera  eme  lot 
pacbloi  cjtilizidoi  á  los  báibRroi,  y  cod  mayor  razón  podrían  los  blrbsros  devolverlo.  Me- 
n£ndez  Pelado  (Hiitoria  dt  lo¡  Hticradoisi)  Eicríbr;  «Eiror  iaranlll  y  que  mileve  1  risa  es  el  de 
la  pretendida  virginidad  de  los  bárbaros.  Quizás  en  sus  nativos  boiqaes  faeran  inocentes;  pero 
In^o  que  cayeron  sobre  el  Mediodía. . .  o,  etc.  Sigue  un  párrafo  may  hermoso  de  exaltado 
amor  á  lo  clásico,  que  responde  perlectamente  al  estado  de  ánimo  juvenil  del  poeta  mtot  de 
la  Epístola  á  Horacio,  en  que  se  abomina  de  todo  lo  teutúnico.  Claro  que  los  godos  se  corrom- 
pieron luego;  pero  eslo  no  se  opone  á  que  en  sos  primeros  tiempos  fueran  castos,  al  menos 
relativamente  i  los  lomacos. 


}iXRzat  y  laetas.  La  zaba  era  el  Ihoracómaco ,  delsni  y  fieltro,  úc  los  roniinos,  que  llcgitu  histi  las  rodi- 
llas, y  que  más  Urde  se  iisú  de  cuero  de  butilo.  Sin  Isidoro,  que  conoclú  estas  armas,  describe  las /o rtoa^y 
perpantes.  diciendo  que  -eran  túnicas  de  cilicio  cubiertas  de  liminis  de  hierra  6  bronce,  tríbadas  eitlie  si 


zaba  &  llioracómaco  viene  á  ser  un>  túnica  acolchada  qi 
parece  haber  s 
y  que  por  Ir  ocultos 


loriga,  tíílibano  a , 

__    '-■'los  muy  pnndes.  El  pila  parece  haber  sido  el  venablo.  El  canto  er 


ia  especie  de  p^rtiEi  de  bastante  lonellud  y  lin  mohiira,  peí 


Je  la  palabra  dolo  (Clonard), 

Como  la  caballería  era  pira  los  godos  el  cuerpo  mlltlir  de  su  preferencia,  se  esmeraron  en  dotarte  de 

El  rey  era  el  K<nerai  en  jefe  del  ejercito,  y  en  su  defecto  los  duques  y  conde*. 

Otros  grandes  dignatarios  llevaban  el  titulo  de  condes:  por  ejemplo,  el  opltin  de  la  guardia  del  rey. 
)ue  Ikvabí  el  titulo  de  conde  Btpatarla.  y  equivalía  il  escudera  que  llevi  el  i^toque  ó  espada  del  rey:  y  el 
íue  cuidaba  de  las  reales  ciballerizis  se  llamaba  C'omei  SIdball.  Sin  embargo,  lanío  este  conde  como  los 
proceres,  magnala,  prtmatts,  las  ptnonai  genrroiai  y  los  ttnlorts,  eran  mis  birn  titulos  de  nobleza  j 
le  representación  política  que  de  autoridad  militar. 

Ademls  de  los  duques  y  condes  habla  en  el  elérclto  otro  oHclil  superior  llamado  gardingo.  cuyas 
ilribociones  na  están  bien  definidas. 

Lafucnle  cree  que  serian  jueces  de  la  milicia:  ligo  asi  como  nuestros  auditores  de  guerra. 

Le  seKuia  en  categotia  el  llaphado,  Ululo  equivalente,  según  Clonard,  á  Jefe  de  la  cohorte  romana. 

El  orden  categórico  de  los  empleos  militares  era  el  siguiente:  duque,  conde,  vicario,  girdingo,  tiuphi- 
lo.  Estos  son  los  rte  primen  categoría,  y  siguen  después  en  orden  descendente  los  milenarios,  qnlngentarioi. 


Los 

porta 

cnseR 

is  se  llamaban  bpndóforos.  y 

ten 

n  su  pueslo  al  lado  del  rey.  La  existencia  de  este 

-"Tí 

lies 

pnne 

qu 

crine 

pes 

esi; 

púrpura,  la  seda  y  el  oro.  Los  riealos  calzaban  abar- 

cas  de  piel  cerd 

sa,  que  d 

las  pierna 

íias 

talas  rodillas;  llevaban  el  vMtido  de  varios  colote^ 

a  á  las  cor 

usaban  saeoí  Diiiltareí  de  color  verde,  bordados 

de  encarn 

doy 

cefl'i 

os 

on  balito,,  cu 

as  manga 

cuerpo  sus 

ado 

de  flecos   Seg- 

n  San  Isidoro, 

os  rtnos  cubrían  los  hombros  y  el  pecho  hasta  U 

cintura,  y 

hos 

servarlos  i 

ela 

)  del  Rhi 

de  comúnmente  se  usaba. 

■  La 

el  hombro,  y  ei 

la  diestra 

llev 

aban  lama,  y  itgaret  arrojadlzat;  en  el  brazo 

'■•""X; 

ISa 

Isidoro). 

quce 

ado  se  presente 

completa 

callados,  drreo 

dch 

gaita,  escudo 

espada  y 

.>  (Fuecn  Juieo). 

Sólo 

altru 

tes  podían  ir  cu 

aileí 

0  y  caballo,  al  estilo  de  los  ealafraclartos  6  cltKh 

ñas  de  metal  ú  de  caico  de 

lio  ó  con  hierro;  wro,  de  lodos  modos,  los  scrfda- 

dos  ibai°ni 

JS.  y  slcmpic  m 

jorque  la 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


HISTORIA  DE  ESPAÑA  I35 

manos,  lo  que  depeadU,  no  de  distinta  complexión  espiritual,  como  supuso 
Mr.  Guizot  (i)  al  atribuiries  gratuitamente  haber  introducido  en  Europa  el 
sentimiento  de  la  dignidad  personal  y  de  los  derechos  y  libertades  indivi- 
duales, sino  de  su  estado  social  atrasado.  Aún  no  hablan  llegado  á  esas  gran- 
des ideas  de  patria  y  de  ciudad  ó  Estado,  que  son  propias  y  exclusivas  del 
grado  superior  de  civilización:  para  ellos  el  Poder  público  cifraba  todas  sus 
funciones  en  el  caudillaje  guerrero  y  en  algo  de  vaga  dirección  civil,  ó,  mejor 
dicho,  de  arbitraje  para  dirimir  alguna  vez  las  discordias  entre  individuos  que 
lo  fiaban  todo  ó  casi  todo  al  esfuerzo  de  su  brazo  y  no  reconocían  más  ley 
que  su  voluntad  ó  capricho. 

Cuanto  se  dice  de  sus  costumbres  políticas  es  resultado  de  conjeturas 
fondadas  en  la  comparación  entre  lo  que  cuenta  Tácito  del  modo  de  vivir  de 
los  germanos  en  general  y  las  leyes  ¿  instituciones  de  los  reinos  fundados  por 
los  godos  en  Italia  y  en  España.  Pero  ambos  términos  comparativos  son  poco 
seguros:  sin  duda  el  libro  de  Tácito  fué  escrito,  más  que  para  referir  impar- 
cialmente  las  costumbres  de  los  pueblos  de  allende  el  Rhin,  como  acabada 
crítica  de  la  Roma  de  los  Césares,  y  en  vida  de  Tácito  los  godos  estaban  de- 
masiado lejos  de  la  frontera  del  Imperio  para  que  el  austero  historiador  re- 
publicano pudiese  tener  de  ellos  algo  más  que  muy  confusas  referencias. 
En  cuanto  á  las  instituciones  de  visigodos  y  ostrogodos  ya  establecidos  en 
reinos,  no  fueron  obra  exclusiva  suya,  sino  principalmente  de  otros  elemen- 
tos sociales  de  mayor  potencia  jurídica  y  civilizadora,  con  especialidad  de  los 
romanos.  Lo  único  que  cabe  afirmar  es  que  elegían  sus  jefes  ó  reyes  prefi- 
riendo á  varias  familias  esclarecidas,  entre  las  cuales  descollaban  los  Amalin- 
gos,  descendientes  del  héroe  Amalo,  y  los  Baltingos,  á  cuya  estirpe  parece 
que  pertenecieron  muchos  de  nuestros  reyes  visigodos. 

56.  —  No  pertenecen  á  la  Historia  de  España,  sino  á  la  Universal,  las 
correrías  y  vicisitudes  de  los  godos  desde  principios  del  siglo  in,  en  que  se 
pusieron  en  contacto  con  los  romanos,  hasta  414,  en  que  apareció  Ataúlfo  en 
nuestra  Península.  Basta  recordar  que  este  periodo  de  contacto  fué  de  dos- 
cientos años  próximamente,  y  que  durante  él,  si  hubo  guerras  entre  godos 
y  romanos  y  algunos  choques  tan  terribles  como  la  batalla  de  Adrianópo- 
lis  (378),  en  que  pereció  el  emperador  Valente  —  el  mayor  desastre  sufrido 
por  los  segundos  desde  la  batalla  de  Cannas ,  —  lo  más  del  tiempo  fué  de 
paz,  ó,  mejor  dicho,  de  sumisión  de  los  godos  á  los  emperadores.  Formaban 
ios  godos  en  la  península  balkánica  una  gran  tribu  guerrera  al  modo  de  los 
cosacos  de  hoy  en  el  Imperio  de  Rusia,  sirviendo  al  emperador  de  Constan- 
tinopla  con  sus  hombres  de  armas  á  cambio  de  las  tierras  que  se  les  daban 
en  usufructo  y  de  algúu  estipendio  en  metálico  6  en  especie.  Nuestro  paisa- 
noTeodosio  el  Grande  hizo  sumo  aprecio  de  esta  valerosa  milicia:  ella  cons- 
tituyó la  flor  de  sus  huestes,  y  los  jefes  godos  figuraron  entre  los  magnates 
de  la  corte  imperial  y  en  el  estado  mayor  del  ejército  romano.  Jordanes  re- 
fiere la  impresión  que  al  régulo  godo  Atanarico  hicieron  la  corte  de  Teodo- 
sio  y  la  ciudad  de  Constan  tinopla.  «Frecuentemente  —  dijo  el  godo  —  había 
•oído  yo  hablar  de  la  grandeza  de  esta  ciudad;  pero  nunca  creí  que  la  reali- 
■dad  sobrepujase  alas  descripciones.  £1  Emperador  no  parece  un  hombre, 
■sino  un  dios,  y  todo  el  que  se  le  resiste  se  hace  reo  de  muerte».  Atanarico 
murió  en  Constan  tinopla  (Enero  de  381},  y  se  le  hicieron  regios  funerales  y 
un  sepulcro  magnifico.  Alaríco,  el  antecesor  de  Ataúlfo  y  famoso  asaltante  de 
Roma,  era  en  la  época  de  Teodosio  un  joven  noble,  de  la  familia  de  los  Baltin- 


(l)    Hittoria  ilt  la  civUitaciitt  eurtpea. 

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136  HISTORIA   DE  ESPAÑA 

gos  ó  Battos  (i),  jefe  de  un  numeroso  cuerpo 
de  sus  compatriotas  en  el  ejército  imperial, 
que  se  habla  distinguido  en  muchas  bata- 
llas, especialmente  en  la  de  Aquileya,  con- 
tra el  pretendiente  Eugenio,  muy  acostum- 
brado á  lucirse  á  caballo  en  Constanttnopla 
con  su  gabán  de  pieles,  como  los  oñciales 
ecuestres  de  ila  columna  historiada*,  y  á 
figurar  en  los  interminables  cortejos  pala- 
tinos con  que  los  Augustos  y  Césares  de 
Bizancio  querían  dar  al  mundo  idea  de  la 
majestad,  ya  más  aparatosa  que  efectiva, 
del  Imperio  romano. 

Todo    esto    acredita    suficientemente 
que  cuando  los  visigodos  vinieron  á  Espa- 
ña tenían  ya  más  de  romanos  que  de  visi- 
godos y  que  de  su  primitivo  modo  de  ser 
germánico  debía  de  quedarles  muy  poco. 
Tanto,  que  de  su  religión  politeísta  nada  se 
sabe  actualmente,  y  en  e!  siglo  v  nada  sa- 
bían ellos  tampoco  (2).  A  principios  de  la 
centuria  anterior,  en  311,  según  Bessel,  ha- 
bía nacido  Wulfila  ó  Ulfila  (3),  hombre  sa- 
bio y  de  carácter  apostólico,  el  cual,  ha- 
biendo recibido  en  Constantinopja  esmera- 
da educación  religiosa  y  literaria,  consagró 
-  su  vida  á  evangelizar  á  sus  compatriotas. 
Tradujo  la  Biblia  á  la  lengua  gótica,  escri- 
biéndola en  caracteres  griegos  y  latinos  y 
Gala  Placidiajr  su  hijo  VaUnliniano  III;    algunos    rúnicos    suplementarios    (4);   para 
l7.°.,í&t.";S.u;"MÍr.::      ;™,'»«  god».  p„die.en  1,.,  este  libro  tuvo 
Ulfila  que  dedicarse  mucho  tiempo  á  ser 
maestro  de  escuela.  El  emperador  Cons- 
tancio apreciaba  tanto  á  Ulfila,  que  le  llamaba  «nuestro  segundo  Moisés»,  y 
le  hizo  consagrar  obispo  de  los  godos.  Desde  él  tuvieron  éstos  jerarquía  ecle- 
siástica, y  no  faltó  entre  ellos  la  fe  cristiana,  aunque  contaminada  por  la  here- 
jía de  Arrio,  que  bebió  Ulfila  en  Constant inopia. 


ÍO  Según  Dahn,  habla  nacido  en  la  ista  Peuce,  del  Danubio,  entre  tos  años  370  á  37;. 
Tenfa  veinticinco  cuando  la  batalla  de  A<|ui1eyn. 

(2)     Se  conjetura  que  adoraban  &  Waban  {espíritu  del  viento),  Tivq  (padre  de  lodos  los 

13)  Algunos  le  suponen  godo  de  pura  taia;  otros,  nieto  de  un  capadocio  cautivo  de  los 
godos. 

14)  Alfabeto  I  iiuiVa  es  el  us.ido  por  los  godos  y  casi  todos  los  pueblos  germanos  en  su 
ípoca  pagana  liAllanM:  inscripciones  en  letras  rúnicas  en  centenares  de  lápidas  sepulcrales 
esparcidas  por  Kscan  din  avia,  Islandin  t  Islas  Iirit!<nicas.  Los  eruditas  modernos  (Taylor  y 
Olrosícreen  que  esie  alfabeto  e-;  cortupción  de  alguno  helénico  antiquísimo,  importado  al  Norte 

empleadas  por  Ullila  cu  su  lüblia  diez  J  ocho  son  griegas  j  siete  latinas.  Bradley,  sin  embar- 
go, dice:  «Algunos  sonidos  fóticos  no  podrían  expresarse  con  letras  griegas,  y  para  ellos  adop- 
»ti)  t'lñla  los  caracteres  rúnicos,  :íí  bien  alteranilo  la  forma  de  los  signos  para  asemejarlos  en 
"lo  posible  A  los  tjriegos.^  De  la  Biblia  de  Ulfila  sftio  se  conservan  fragmentos  en  seis  manus- 
critos antiquísimos,  considerados  como  otras  tantas  joyas:  el  más  precioso  es  el  llamado  Cd/fi 
Argfnleris.  escrito  con  letras  de  oro  y  plata  en  pergamino  color  de  púrpura,  y  encuadernado 
en  plata  maciza  en  1662  por  el  conde  sueco  de  la  (iardie:  se  conserva  en  la  Universidad  de 
UpSBla. 


,,CoogIc 


HISTORIA   DE  ESPAÑA  IJJ 

Eran,  pues,  los  godos,  6,  mejor  dicho,  su  rama  visigoda,  un  pueblo  crís- 
liano  y  romanizado  cuando  en  el  año  de  395,  envidiosos  los  magnates  cas- 
trenses y  palatinos  de  la  corte  de  Arcadio  de  la  posición  adquirida  por  tos 
auxiliares  visigodos  merced  á  la  protección  de  Teodosio,  solicitaron  del  Em- 
perador que  los  despidiese  de  su  servicio  y  que  mandase  á  toda  la  horda  re- 
pasar el  Danubio.  No  se  atrevió  á  tanto  el  Gobierno  imperial;  mas,  cediendo 
en  parte  al  clamir  de  la  opinión  pública,  rebajó  el  estipendio  á  los  auxiliares: 
irritáronse  éstos,  pusiéronse  de  acuer- 
do sus  jcres  en  pocas  semanas,  y  eli- 
giendo por  caudillo  al  joven  Alarico, 
el  Baltingo,  se  rebelaron  y  recorrie- 
roa  toda  la  península  de  los  Balkanes 
en  incursioncíi  victoriosas  saqueando 
unas  ciudades,  y  contentándose  en 
otras  con  imponer  contribuciones  de 
guerra.  Abrico  resultó  un  gran  ge- 
neral. En  una  ocasión  los  romanos, 
mandados  por  Stilícon,  envolvieron 
completamente  á  la  horda  visigoda,  la 
cercaron  entre  lineas  atrincheradas, 
y  hasta,  torciendo  el  curso  de  un  río, 
llegaron  á  privarla  de  agua.  De  un 
momento  á  otro  esperábase  la  rendi- 
ción de  los  bárbaros,  ó  que  perecieran 
de  hambre  y  de  sed  en  su  campamen- 
to; pero  Alarico  hizo  una  marcha  ad- 
mirable de  treinta  leguas  por  un  pafs 
escabroso  y  salvó  á  toda  su  gente, 
que  no  era  sólo  de  guerreros,  sino  de 
mujeres  y  niños  formando  una  impe- 
dimenta considerable  (i). 

Eq  el  otoño  del  año  400  pene-  ^^^1,^ 

traron   en    Itaha    los   visigodos.   Ln 
el  408  Alarico  amenazó  por  primera 

vez  á  Roma,  y  en  el  410  la  saqueó  durante  diez  y  seis  días,  muriendo  poco 
después  en  Polleoza.  Para  reemplazarle  fué  elegido  Ataúlfo,  su  cuñado.  Re- 
fiere Orosio  haber  oído  á  un  narbonense  contar  á  San  Jerónimo  que  Ataúlfo 
tuvo  el  propósito  de  destruir  el  Imperio  romano  y  fundar  sobre  sus  ruinas 
un  reino  godo;  pero  que  muy  pronto  hubo  de  convencerse  de  que  sus  com- 
patriotas eran  demasiado  rudos  é  ignorantes  para  tamaña  empresa;  entonces 
varió  de  política,  prefiriendo  volver  á  someterse  á  los  romanos  y  militar  á 
sueldo  del  emperador  como  antes  de  la  sublevación  que  había  tenido  tan  gran- 


(l)  «Loi  viajeros  conocedores  del  pRfs  (la  Tesslia)  dicen  que  esta  marcha  de  Alarico  es 
-en  su  género  uno  de  tos  hechos  mis  admirables  que  pueden  recordarse»  (llradley). 

(il  De  la  magnífica  colección  de  refritos  de  los  reyes  españoles  con  que  lie  enriquecido 
Manuel  Ángel  la  Llusiración  de  esta  Historia  db  KspaSa  podemos  decir  lo  que  hemos  indi- 
cado en  la  nota  de  la  página  70.  Muchos  de  ellos  son  imaginarios,  pues  no  sólo  carecemos, 
como  es  nototio,  de  relralos,  por  ejemplo,  de  los  reyes  godos,  sino  que  no  se  conservan  datos 
acerca  de  »n  fisonomía.  Pero  Ángel  ha  procurado,  cuando  no  había  otras  noticias,  interpretar 
el  iipirilu  del  retratado,  tal  como  se  deduce  de  sus  hechos,  ó  .il  menos  del  carácter  de  su  rei- 
nado. Desde  Inego  en  los  detalles  de  indumentaria  es,  como  siempre,  perfectamente  concien- 
ludo  j  docnmenlado  el  lipii  del  eicelente  ailista.  Víase,  por  ejemplo,  la  nota  al  retrato  de 
Atil»  (pig.  14J),  De  lodos  los  reyes  cayo  retrato  se  conserva,  el  que  publicamos  es  copia  exacta 
del  original.  (Ñola  dil  Editor.) 


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138  HISTORIA   DB  ESPAÑA. 

des  consecuenci;]S.  Debió  de  ínclÍDarle  á  esta  solución  prudente  el  haberse 
enamorado  de  üala  Placidia,  hermana  de  Arcadio  y  Honorio,  cautiva  de  lo» 
godos  en  Roma,  y  una  de  las  mujeres  de  más  singular  y  novelesco  destino  que 
figuran  en  la  Historia.  Es  lo  cierto  que  se  hizo  un  ajuste  en  cuya  virtud  Ataúlfo 
reconoció  la  soberanía  de  Honorio,  y  marchó  á  la  Galla  como  general  suyo  á 
someter  á  Jovino,  que  se  habla  pro- 
clamado emperador.  Con  este  ca- 
rácter, y  no  sin  luchar  con  otros 
generales  romanos,  como  Constan- 
cio, rival  suyo  en  el  amor  de  Placi- 
dia, ó  como  Bonifacio,  que  no  le 
dejó  entrar  en  Marsella  por  justi- 
ficado temor  á  la  preponderancia 
visigoda  en  el  Imperio,  se  estable- 
ció en  Narbona,  y  allí  se  solemni- 
zaron con  gran  fausto  sus  bodas 
con  la  hermana  de  los  emperado- 
res (4I4),  que,  según  Jordanes,  ya 
se  hablan  celebrado  en  Forli.  En 
el  banquete  Ataúlfo  ocupó  el  se- 
gundo puesto  al  lado  de  Gala,  re- 
conociendo asi  la  superioridad  de 
la  hija  y  hermana  de  cesares,  la 
cual,  regiamente  ataviada,  recibió, 
entre  otros  muchos  regalos,  cien 
joyeros  llenos  de  piedras  preciosas 
y  piezas  de  oro  presentados  por 
cincuenta  jóvenes  de  la  Nobleza 
goda  vestidos  con  túnicas  de  seda. 
Átalo,  músico  famoso,  dirigía  el 
Sigerico.  coro  que  cantó  el  amor  nupcial  de 

aquellos  esposos,  en  que  algunos 
romanos  eruditos  vieron  cumplida  una  profecía  de  Daniel:  -la  hija  del  rey  del 
■  Mediodía  se  desposará  en  prenda  de  paz  con  el  rey  del  Norte;  pero  no  podrá 
>ella  contener  el  fuerte  brazo  de  su  esposo,  ni  subsistirá  su  estirpe»  (i). 

Sólo  un  año  sobrevivió  Ataúlfo  á  esta  ñesta.  Quizás  por  intrigas  de  Cons- 
tancio, su  constante  rival  en  amor  y  en  poderío,  se  indispuso  con  la  corte  im- 
perial, y  aun  trató  de  elevar  sobre  su  pavés  al  trono  de  los  Césares  á  un  tal 
Átalo,  que  Alarico  habla  proclamado  ya  emperador  en  Italia,  abandonándole 
luego.  Acudió  Constancio  con  un  ejército  á  sofocar  la  nueva  rebelión  de  la 
banda  visigoda,  y  Ataúlfo,  no  pudiendo  resistirle,  vino  á  España:  llegó  hasta 
Barcelona,  donde  Ebetwulfo,  un  siervo  apodado  Duííms  (el  dudoso)  le  aseu- 
nó  (415),  según  unos,  por  rencores  personales  (2),  según  otros,  como  instru- 
mento de  una  facción  política  (3).  Le  sucedió  Sigerico,  que  á  su  vez  fué  ase- 
sinado á  los  siete  días  de  mando,  y  que  sólo  ha  dejado  memoria  perla  estúpida 
crueldad  con  que  trató  á  la  viuda  de  Ataúlfo,  Gala  Placidia,  haciéndola  andar 
12  millas  (17  kilómetros)  delante  de  su  caballo.  Walia,  6  Walya,  elegido 

ÍO     Sun  [errtnimo,  Tiislino.  Valerio  Máximo. 

Í2\  I)iihÍTis  habi.i  sídn  siervo  At  Snro,  godo  al  stcvicío  de  Roma,  j  macrto  por  orden  de 
Auulla.  THmbién  se  cuenta  rjue  Dubtus  era  de  figura  may  ridicula  y  qne  Atanlfo  se  burlaba 


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HISTORIA  DE  ESPaSa  I39 

en  SU  lugar,  estrenóse  guerreando  cod  los  romanos,  ó  quizás  mejor,  con  Cons- 
tancio, enemigo  implacable  de  los  godos.  Se  cuenta  que,  afligido  por  la  falta  de 
mantenimientos,  proyectó  pasarse  con  toda  su  banda  6  nación  al  África;  mas 
no  pudiendo  hacerlo,  por  falta  de  buques  ó  porque  la  escuadra  romana  le  ce* 
rraba  el  paso,  volvió  á  la  política  de  Ataúlfo,  y  reconoció  de  nuevo  la  sobera- 
nía de  Honorio  mediante  un  ajuste 
por  el  que  recibió  600.000  modios 
de  trigo,  y  se  comprometió  á  echar 
de  EspaSa  á  los  bárbaros  que  la 
ocupaban  y  restablecer  en  nuestra 
Península  la  autoridad  imperial. 
Por  supuesto,  que  la  primera  con- 
dición del  convenio  fué  devolver 
á  Gala  Placidia,  esta  compatriota 
nuestra,  nuevaHelena,  manzana  de 
la  discordia  por  cuya  mano  pelea- 
ron tantos  pueblos  y  se  derramó 
tanta  sangre.  £1  retrato  en  marfil 
que  se  conserva  de  la  célebre  prin- 
cesa, aunque  muestra  muy  regula- 
res facciones  de  carácter  castiza- 
raente  latino,  induce  á  creer  que 
no  por  la  hermosura,  sino  por  el 
rango,  fué  tan  disputada.  Constan- 
cio logró  por  fin  hacerla  suya,  y  en 
ella  hubo  á  Valcntiniano  III,  suce- 
sor de  Honorio,  y  durante  cuya 
minoría  gobernó  Gala  el  Imperio 
romano  (i). 

57. — En  el  momento  en  que 
con  titulo  degeneral  romano  apres-  '^ 

tábase  Walia  no  á  conquistar  á  Es- 
paña ni  á  fundar  en  ella  un  reino  visigodo,  sino  á  libertarla  de  tos  bárbaros 
restableciendo  la  autoridad  imperial,  conviene  fijar  cuál  era  la  situación  de 
nuestra  Peoínsula. 

Los  vándalos  —  bárbaros  entre  los  bárbaros  —  hablan  establecido  en  la 
Bélica  su  piiocípal  tribu  —  la  de  los  silingos.  —  Su  rey  Genserico  abrazó  el 
arríanismo,  y  persiguió  sañudamente  á  los  católicos  de  la  región:  entre  sus 
víctimas  se  cuenta  una  hermosa  doncella  de  noble  estirpe  romana  degollada 
por  no  consentir  que  la  rebautizaran  según  el  rito  arríano  (2).  Los  alanos  á  su 
vez  ncuparon  vastas  regiones  de  Cartaginense  y  Lusitania;  su  jefe,  Respan- 
dial,  murió  en  41 5,  y  le  sucedió  Atace.  Los  suevos,  que  eran  idólatras,  mora- 
ron en  Galecia  y  se  extendieron  cuanto  pudieron  hacia  el  interior  de  la  Penín- 
sula. Los  hispano-romanos,  6  se  conservaban  independientes  en  multitud  de 
parajes  manteniéndose  por  fuerza  de  armas  contra  los  invasores,  ó  gemían  bajo 
el  yugo  de  éstos  en  los  territorios  de  que  se  habían  enseñoreado.  Se  sabe  que 
los  suevos  despojaron  de  las  dos  terceras  partes  de  su  propiedad  territorial  á 
los  hispano-romanos,  y  probablemente  harían  lo  mismo  vándalos  y  alanos.  La 


(1)  En  Rá*ena  te  conserra  la  magnlHca  capilla  sepalcral  erigida  por  Gala  á  loa  santos 
Naxarío  j  Celso,  donde  repoaan  los  restos  de  la  Emperalrii  con  los  de  Honorio,  Constancio 
T  Valenliniano. 

(i)  Víctor  Vítense  (HiHoHápírsccufíBnis  Vanialintin  África).  San  Isidoro  (Vándala- 
rímm  UitfHa).  Menéndea  FeUfo  (Hist.  clL). 


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I40 


medida  no  pudo  ser  más  violenta;  pero  para  formarse  idea  de  sus  efectos  hay 
que  teoer  en  cuenta  que  en  aquellos  últimos  tiempos  de  la  dominación  roma- 
na casi  toda  la  propiedad  ó  era  del  emperador,  provincias  y  ciudades,  ó  de 
muy  pocas  personas  que  poseían  enormes  extensiones  de  terreno  (latifundios). 
La  clase  de  pequeños  terratenientes  no  era  conocida.  Labraban  los  campos 
«siervos  adscritos  á  la  gleba*,  y  éstos  siguieron  cultivándolos,  sin  más  dife- 
rencia que  haber  de  entregar  la  cosecha,  salvo  lo  indispensable  para  el  sus- 
tento del  siervo  y  su  familia,  á  un  amo  suevo  en  vez  de  un  amo  romano. 

Pero  si  por  este  concepto  no  parece  que  el  antagonismo  entre  los  anti- 
guos pobladores  y  los  nuevos  huéspedes  fuera  extremado,  en  todo  lo  demás 
no  podia  ser  más  violento.  £1  romano  juntamente  temía  y  despreciaba  al 
bárbaro.  Le  miraba  como  un  azote  de  la  cólera  divina.  La  conversión  de  los 
invasores  al  cristianismo  pudo  haber  sido  un  lazo  de  unión  entre  unos  y 
otros;  pero,  por  desgracia,  las  diferencias  religiosas  suscitadas  por  las  here- 
jías malograron  también  este  vínculo  posible. 

La  cristiandad  hispano -romana  se  había  distinguido  desde  sus  comienzos, 
no  sólo  por  la  firmeza  heroica  de  sus  mártires,  cantados  por  Prudencio,  y  por 
la  rigidez  disciplinar  de  sus  cánones — ya  hemos  hablado  de  los  dcllíberis, — 
sino  por  la  pureza  de  su  fe  católica.  No  habían  faltado,  es  verdad,  sus  tenta- 
tivas heréticas,  y  algunas  de  suma  gravedad;  pero  la  masa  de  los  fíeles  las  re- 
chazó siempre.  En  el  siglo  iii,  durante  la  persecución  de  Decio,  apostataron 
dos  obispos,  é  inmediaUmente  fueron  depuestos  por  sus  respectivas  Igle- 
sias (i):  en  la  herejía  ó  cisma  de  los  donatistas  (rebautizantes)  tuvo  parte 
principal  una  española  rica,  Lucila,  vecina  de  Cartago;  pero  aquel  movimiento 
heterodoxo  fué  africano,  no  español,  ya  que  ni  siquiera  repercutió  en  nues- 
tra Península.  La  única  herejía  de  importancia  que  se  levantó  en  España  du- 
rante la  época  romana  fué  el  prizcilianismo.  Prisciliano  era  hispano*  romano 
de  Galecia,  y  predicó  en  la  segunda  mitad  del  siglo  iv  errores  teológicos  y 
morales  que  hasta  hoy,  que  merced  á  felices  descubrimientos  se  conocen 
libros  de  la  secta,  ha  sido  imposible  precisar  (z).  Se  sabe  que  esta  herejía 
cundió  en  España  bastante,  para  lo  que  aquí  suelen  arraigar  tales  plantas; 
pero  pronto  fué  ahogada  por  el  unánime  sentir  ortodoxo  del  clero  y  del 
pueblo.  Prisciliano  pereció  en  el  cadalso,  con  otros  partidarios  suyos,  de 
orden  del  español  Máximo,  cesar  intruso  de  las  Gaitas.  £1  cronicón  atribuido 
á  San  Próspero  de  Aquitania  refiere  así  esta  tragedia:  «En  el  aüo  del  Se- 
>ñor  385,  siendo  cónsules  Arcadio  y  Bcustón,  fué  degollado  en  Tréveris  Pris- 
>ciliano,  juntamente  con  Eucrocía,  mujer  del  poeta  Delfidio,  con  I^troniano 
•  y  otros  cómplices  de  su  herejía.»  En  la  primera  mitad  del  siglo  v  sólo  se 
conservaban  del  priscilianismo  restos  dispersos  y  confusos  en  las  monta&as 
de  Galicia. 

La  gran  herejía  de  aquella  época  era  el  arríanísmo.  San  Jerónimo  pudo 
escribir  con  justicia  su  magnifica  frase  «el  mundo  se  asombró  al  verse  arria- 
no..  Arrio,  presbítero  de  Alejandría,  negó  la  divinidad  de  Nuestro  Señor 
Jesucristo,  pues  no  admitía  que  la  unidad  de  Dios  se  compadeciese  con  la 
Trinidad  de  personas;  según  él,  Cristo  no  es  cofisustaneial  al  padre,  como  en- 
seña el  Evangelio  de  San  Juan,  sino  semejante  al  Padre;  un  ser  intermedio 
entre  Dios  y  el  hombre,  creado  por  Dios  para  que  realizara  en  el  mundo  la 

(|1  Mnrciat  y  Rasí[i<<ís,  oliispos  de  Aslari;a  y  Marida.  |V£ase  Vicente  LBfuente,//ii«<rn.i 
EíUñásli,-a.  y  M.  Pelayo.  Hhl.  cit.l. 

(2)  Con  su  asombro^'R  eruiUciiSn  y  cUriviiI encía  critica,  Menéndez  Pelayo  reconstruye 
en  cnanto  es  po<iiK1e  con  loa  e^cnE^os  b  i ncom píelos  documentos  que  poseemos  la  dogmática 
y  moral  priscilianislas,  (Hisl.  cit.,  tomo  I,  desde  la  pAgina  100.)  Posteriormente  se  ha  hecho  en 
Alemania  un  trabajo  sobre  el  mismo  asunto  de  que  no  tenemos  más  que  ana  vaga  rerereocia. 


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HISTORIA  DB  BSPAÑA  I4I 

creación  y  redención  de  nuestro  linaje.  Dilatóse  esta  herejía  por  todo  el  Im- 
perio romano;  á  pesar  de  la  apostólica  oposición  de  San  Atanasio,  llegaron  á. 
protegerla  civilmente  los  sucesores  de  Constantino,  y  ya  hemos  visto  cómo 
ll^ó  á  los  visigodos  por  ministerio  de  Ul&Ia,  y  i  los  vándalos  en  el  reinado 
de  Gen  se  rico. 

En  la  España  romana,  lejos  de  cundir  el  arrianismo,  encontró  uno  de  sus 
más  poderosos  y  eficaces  contrarrestos.  Tal  fué  Osio,  la  gran  fígnra  de  la 
Iglesia  católica  en  el  siglo  iv.  Nacido  en  Córdoba,  vivió  ciento  un  años  (del 
256 -al  357),  y,  ya  obispo  de  su  ciudad  natal,  padeció  por  la  fe  tormento  y  des- 
tierro en  la  persecución  de  Diocle- 
ciano;  amigo  y  consejero  de  Cons- 
tantino, tomó  parte  principal  en  la 
conversión  del  Emperador,  y  fué 
iniciador,  presidente,  como  legado 
del  Papa,  y  alma,  puede  decirse, 
del  Concilio  de  Nícea  (325),  el  pri- 
mero de  los  ecuménicos,  reunido 
precisamente  para  condenar  la  be- 
rejia  arriana.  Osio  fué  el  redactor 
del  credo  ó  símbolo  de  Nicea;  esto 
es,  de  la  fórmula  antiarriana  de  la 
fe  católica.  Osio  se  mantuvo  hasta 
el  fin  de  su  larga  vida  en  la  fe  de 
.N'icea,  por  la  que  sufrió  un  segun- 
do martirio  eti  la  vejez.  Por  espacio 
de  un  año  fué  objeto  de  los  más 
crueles  tratamientos,  «llegando  el 
•caso  de  ultrajar  sus  canas  con  azo- 

•  tes  y  toda  clase  de  tormentos.  Al 
'peso  de  las  injurias  y  de  los  años 
•desfalleció  la  naturaleza,  mas  no 
■el  vigor;  y  no  contentos  los  arria- 
rnos con  matar  su  vida,  asesina- 

•ron  su  honor  ultrajando  la  fe  del  Teodoredo. 

■  muerto,  de   quien    no    pudieron 

■triunfar  en  vida.  Hacíales  falta  el  nombre  de  Osio  para  salvaguardia  de  sus 

•  lalsos  símbolos,  y  publicaron  á  la  faz  de  la  Iglesia  que  por  fin  habla  suscrito 
•sus  fórmulas.  Esta  superchería  no  engañó  por  entonces  á  todcs  los  catoli- 
zeos f  i),  y  hoy  á  ninguno  engaña  después  de  los  estudios  definitivos  sobre  la 

•  materia  de  Flórez,  del  P.  Miguel  José  de  Maceda  (2)  y  de  Menéndez  Pelayo»  (3). 

Mas  aunque  Osio  hubiera  tenido  un  momento  de  ofuscación  ó  debilidad 
al  fin  de  su  vida,  no  por  eso  dejaría  de  ser  el  sentido  de  ésta  y  de  su  obra 
opuesto/^  dia^ulrum  al  arrianismo.  De  este  sentido  anti-arriano  participa- 
ron siempre  el  clero  y  los  fieles  hispano-romanos,  los  cuales,  por  tanto,  ha- 
bían de  ver,  como  vieron,  en  los  bárbaros,  no  sóio  unos  invasores  ferocísimos, 
y  unos  dominadores  tiranos,  y  unos  salvajes,  enemigos  natos  de  toda  cultura, 
cuyo  sólo  aspecto  infundía  á  la  vei  espanto  y  repugnancia  —  Salviano  escri- 
bió que  el  hedor  de  sus  cuerpos  y  vestidos  era  insoportable,  —  sino  también 
unos  herejes  que  traían  á  España  la  peor  de  las  infecciones  morales.  Así  que 


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14^  HISTORIA  DE  ESPÁÜK 

la  conversión  de  los  forzados  hués- 
pedes, lejos  de  aminorar  el  anta- 
gonismo entre  las  dos  razas,  lo  au- 
mentó y  exacerbó,  dándole  carác- 
ter religioso  y  toda  la  acritud  de 
las  disputas  teológicas  entre  los 
obispos  y  el  clero  de  ambas  con- 
fesiones. 

Así  estaban  las  cosas  cuando 
Walia  viao  á  España  en  auxilio  de 
los  hispan  o- román  os  y  contra  ván- 
dalos, alanos  y  suevos.  Le  acom- 
pañó la  fortuna  en  su  empresa, 
pues  en  rápida  campaña  extermi- 
nó á  los  alanos,  cuyo  rey  murió  en 
la  batalla  (41S  }},  y  de  ellos  ya  no 
vuelve  á  decir  nada  la  Historia; 
echó  á  los  vándalos  de  Andalucía, 
obligándolos  á  buscar  refugio  en- 
tre ios  suevos  de  Galicia,  y  ence- 
rró á  éstos  en  las  montañas  del 
Noroeste:  toda  la  Península,  ex- 
cepto estas  montañas,  volvió  á 
Tutisinundo.  quedar  bajo  la  dependencia   del 

Emperador  de  Occidente:  es  de- 
cir, libre;  y  en  recompensa  de  tan  eminente  servicio  el  Gobierno  imperial  con- 
cedió á  los  visigodos  la  posesión  del  país  comprendido  entre  el  Carona,  los 
Pirineos,  el  Atlántico,  llamado  la  segunda  Aquitania,  en  que  habia  seis  buenas 
ciudades:  Burdigala  (Burdeos),  PeírocoriuM  (Perigueux),  Engolisma  (Angule- 
ma), Aginnum  (Agen),  SantoMuirt  (Saintes)  y  Pictavium  (Poitiers),  y  además 
Tolosa,  á  orillas  del  Garona,  donde  Walia  fijó  su  residencia  como  rey  de  la 
banda  visigoda,  pero  vasallo  del  Emperador. 

58.  —  No  se  comprende  por  qué  estos  reyes  ó  jefes  militares  de  los  visi- 
godos son  contados  como  primeros  de  la  serie  de  monarcas  españoles.  Ni 
Ataúlfo,  ni  Sigerico,  ni  Walia  reinaron  en  España,  ni  tuvieron  la  pretensión 
de  hacerlo.  Lo  mismo  los  sucesores  de  Walia.  Teodoredo  invirtió  su  reinado 
(de42oá45i)en  guerrear  con  los  generales  romanos 
de  las  Gallas,  procurando  ensanchar  sus  dominios,  á 
la  vez  que  mandaba  socorros  á  los  romanos  de  Espa- 
ña para  que  luchasen  contra  vándalos  y  suevos.  Esto 
último  no  tuvo  eñcacia,  puesto  que  los  vándalos,  sa- 
liendo de  Galicia,  adonde  ios  había  recluido  Walia, 
volvieron  á  enseñorearse  de  la  Bética,  después  de  ha- 
ber derrotado  al  general  romano  Castinn  (422)-  Y  fué 
fortuna  que  Bonifacio,  gobernador  de  África,  resenti- 
do con  Aecio,  llamase  á  los  vándalos  y  que  éstns,  con 
su  rey  Genserico,  y  en  número  de  80.000,  pasasen  el 

(i)  h''lr,¡to  di  Alil<t.  —  Era  este  rey  de  nna  fealdad  txtre- 
innda:  teni.i  la  («ide  color  <le  aceiluna,  gruesa  c a beia,  nariiroraa, 
lieigiieíins  y  hundidos  los  ojns,  algnnot,  aunque  pocos  pelos  en  la 
li^itba^ademáseraenT licito  en  carnes  y  vigoroso.  Mostrábase  arro- 
l^niile  en  su  apostura  y  rn  su  mirada  como  hombre  que  se  sienle 
Atila  (il,  superior  en  enetgi.i  ¡I  cnnnlo  le  rodea  (Caktú,  /fiítoria  Unifenal). 


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HISTORIA  DE   ESFAÍIA.  I43 

Estrecho  (429)  para  fundar  en  Berbería  el  reino  que  se  hizo  luego  tan  triste- 
mente famoso:  los  vándalos  sólo  conservaron  en  su  poder  las  Islas  Baleares. 
L^  partida  de  estos  molestísimos  huéspedes  dio  la  preponderancia  en  la  Pe- 
nínsula á  los  suevos.  Teodoredo  casó  á  una  de  sus  hijas  con  el  rey  de  los  sue- 
vos, y  á  Otra  con  Humerico,  hijo  mayor  del  rey  de  los  vándalos:  por  cierto  que 
este  rey,  creyendo  que  su  nuera  conspiraba  contra  él,  le  hizo  cortar  narices  y 
orejas,  y  asi  la  mandó  á  su  padre  i  Tolosa.  Jordanes  relaciona  este  agravio  con 
la  última  irrupción  de  los  hunos,  á  quienes  supone  llamados  por  los  vándalos, 
para  librarse  con  su  ayuda  de  la  justa  cólera  de  Teodoredo.  Lo  cierto  es  que 
Atila  no  necesitaba  de  tales  exci- 
taciones para  invadir  tas  tierras  del 
Imperio,  y  que  los  godos  eran  ene- 
migos tradicionales  de  los  hunos. 
Una  de  las  pocas  leyendas  góti- 
cas antiguas  que  conocemos  por  el 
mismo  Jordanes  es  la  siguiente:  el 
rey  Filimer  hizo  salir  del  clan  visi- 
godo, á  la  sazón  todavía  muy  lejos 
de  las  fronteras  del  Imperio,  á  las 
karinuros  6  magas,  depositarías  del 
rm»o  de  Ha'jia,  es  decir,  del  miste- 
rio del  Infierno;  las  desterradas  hu- 
yeron al  desierto,  y  allí  de  su  con- 
tubernio con  los  espíritus  malignos 
nacieron  los  huuos.  Contra  gente 
de  tan  perversa  ralea  salió  Teodo- 
redo á  combatir, en  unión  de  Aecio 
el  romano  y  de  Meroveo,  rey  de 
los  francos:  fué  la  famosísima  ba- 
talla de  los  Campos  Cataláunicos. 
Según  la  muy  estudiada  y  erudi- 
ta versión  de  Anatolio  de  Berthe- 
lemy,  hubo  dos  batallas:  una,  el 
14  de  Junio  de  451,  al  píe  de  los 

muros  de  Orleans,  en  que  murió  Teodorico. 

Teodoredo;  otra,  antes  del  7  de 

Septiembre,  cerca  de  la  aldea  de  Moirey,  en  que  triunfaron  los  aliados,  acau- 
dillando á  los  visigodos  Turismundo,  hijo  de  Teodoredo  (i). 

Turismundo  sólo  gobernó  tres  años,  y  pereció  asesinado  por  sus  herma- 
nos Teodorico  y  Federico  (405).  Teodorico  {2),  que  heredó  el  caudillaje,  era 
un  visigodo  completamente  romanizado.  Sidonio  Ap')linar  pondera  lo  culti- 
vado de  su  inteligencia,  su  gusto  refinado  y  sus  distinguidas  maneras:  bien  es 
verdad  que  Sidonio  era  yerno  de  Avilo,  senador  romano  y  prefecto  de  las  Ga- 
llas, á  quien  Teodorico  apoyó  en  sus  pretensiones  al  trono  imperial;  como  de- 
legado de  este  emperador  Avito,  en  gran  parte  hechura  suya,  vino  el  jefe 
visigodo  á  España,  en  ayuda,  como  sus  antecesores,  de  los  hispano-roraanos. 

Dos  grandes  calamidades  afligían  entonces  á  éstos:  una,  los  suevos,  que 
dilataban  constantemente  sus  incursiones  y  conquistas,  derrotando  siempre 

hht,'rii¡iie',  VIII,  y>,i).  Conviene 
Los  que  llnman  Teodoricii  á  Teodoredo  denominan  i  £sie  Teodorico  II. 

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144 


á  los  ejércitos  romanos,  ni  sombra  ya  de  lo  que  habían  sido,  pues  solían  re- 
ducirse á  tropeles  colecticios  sin  ninguna  preparación  para  la  guerra;  otra, 
los  «siervos  de  la  gleba*  ó  cultivadores  del  campo,  que  en  la  Tarraconense, 
aún  provincia  del  todo  romana,  se  hablan  levantado  contra  los  propietarios. 
Esta  guerra  social  afligió  las  postrimerías  del  Imperio,  y,  como  los  conflictos 
contemporáneos  de  a oálogo  carácter,  se  desenvolvió  en  una  serie  de  rebe- 
liones parciales  que  iban  estallando  ahora  en  un  punto  y  luego  en  utro:  la 
primera  de  que  se  tiene  noticia  ocurrió  en  las  Galias  (año  270};  esta  de  la 
Tarraconense  debió  de  ser  formidable.  Los  siervos  rebeldes  llamábanse  á  sí 
mismos  bagadts  ó  bagaudas.  palabra  céltica  que  significa  insurgente.  Es  digno 
de  ser  notado  que  en  la  Galecia,  donde  los  suevos  hablan  despojado  á  los 
propietarios  romanos  de  las  dos  terceras  partes  del  suelo,  no  hubiese  baga»- 
das,  y  si  en  la  Tarraconense,  donde  subsistía  el  antiguo  régimen:  el  hecho 
puede  explicarse  por  el  mayor  vigor  que  tendría  el  Poder  público  en  la  re- 
gión dominada  por  tos  suevos  respecto  de  las  todavía  libres  de  invasióo,  en 
que  la  decadencia  de  la  organización  imperial  tenia  que  reflejarse  en  un  aíflo- 
jamiento  muy  sensible  de  los  resortes  de  gobierno;  pero,  de  todas  suertes,  in- 
dica que  el  despojo  de  los  propietarios  por  los  bárbaros,  medida  que  vista  á 
distancia  nos  parece  tan  tniscenden  taimen  te  violenta,  nada  debió  de  impor- 
tar, según  ya  hemos  dicho,  á  la  masa  de  la  población  rural.  Tan  mal,  ó  quizás 
peor,  estaban  los  labradores  reconociendo  por  amo  á  un  latino  como  á  un  sue  - 
vo  ó  á  un  visigodo.  Los  amos  eran  muy  pocos  en  uno  y  en  otro  caso. 

Teodorico  envió  á  su  hermano  Federico  en  auxilio  de  las  autoridades  y 
propietarios  de  la  Tarraconense  para  someter  á  los  bagaudas,  y  él  en  per- 
sona vino  á  luchar  con  los  suevos.  Los  venció  por  completo  (456),  ocupó  todo 
su  territorio,  hizo  mata?  en  Braga  á  su  rey  Ricimero,  y  puso  en  su  lugar  á 
Aquiulfo.  Habiendo  intentado  éste  hacerse  independiente  aprovechando  la 
vuelta  de!  godo  á  Tolosa,  ios  lugartenientes  jie  Teodoredo  le  hicieron  ajusti- 
ciar en  Portucale  (457).  Apoyaron  entonces  los  visigodos  á  Remisnundo, 
quien  reinó  sobre  los  suevos  después  de  vencer  al  pretendiente  Fratan:  tan 
dominado  estaba  Remisnundo  por  Teodoredo,  que  bastó  que  le  enviara  un 
gálata  llamado  Ayax  para  que  renegase  de  la  religión  católica,  en  que  vivían 
los  suevos  desde  el  tiempo  de  Teodoredo  y  se  hiciese  arriano  con  todo  su  pue- 
blo. jTan  poca  importancia  daban  todavía  los  bárbaros  á  las  fórmulas  teoló- 
gicas! Bien  dijo  Salviano  que  los  visigodos  eran  herejes  sin  saberlo, 

Teodorico  también  murió  asesinado  por  un  hermano  suyo,  Eurico,  que 
reinó  diez  y  nueve  años  {de  460  á  484  ?)  (i).  En  este  tiempo  desapareció  e! 
Imperio  de  Occidente,  y  Eurico  aprovechó  tal  circunstancia  para  extender 
su  poder  y  hacerse  señor  de  toda  la  Galia  hasta  el  Loira  y  el  Ródano,  com- 
prendiendo además  su  reino  á  Marsella  y  Arles,  las  dos  principales  ciudades 
romanas  de  aquella  región;  y  en  España  tomó  á  Cesar  Augusta  y  á  Pamplona, 
dominando  asi  la  Tarraconense,  hasta  entonces  libre  de  visigodos. 

De  todos  los  Estados  nacidos  sobre  las  ruinas  del  Imperio,  el  de  Eurico 


HISTORIA  DEL  TRAJE. -Traje*  de  lo*  vltleodos.  SlgloB  V  á  Vil.  -  t,2y3  Trajes  pópala- 
fS.—  4.  Siírso  armjJo  de  espida  y  guaJ;uia.— 5.  Siervo  armado  deescrama  y  lanía.— 6.  Siervo  aniutro.— 
.  Liherlo  aimadn  út  yi^lnio  y  conlc).  (\'cp-e  lo  i]iie  acetca  de  los  trajes  y  armas  de  los  godos  deeimot « 
■S|)áH¡ndS]}3y  114). 


D,g,t7cdb/COOgIC 


Historia  GrXpica  db  l^  Civilización  Española 


HISTORIA  DEL  TRAJE.  -  Trajea  de  los  Tincados.  (Sigloi  V  al  Vil). 

Sílcfdn.  Historia  de  EspaSA  D,g,t7ccib.CoOgIlíl 


DE   ESPAÍÍA 


era  el  más  poderoso.  Y  lejos  de  mostrarse  refractario  á  la  ctvilizaciÓa  y  á  la 
gente  latinas,  en  ésta  escogió  sus  más  queridos  é  influyentes  consejeros;  ver- 
bigracia, el  narbonense  León,  Mecenas  de  este  augusto  visigodo  que  repartía 
dones  espléndidos  entre  los  hombres  de  mérito  atraídos  por  él  á  su  corte. 
Quizás  por  consejo  de  León  ó  de  algún  otro  ministro  latino  del  mismo  ca- 
rácter, hi20  Eurico  un  código  ó  compilación  de  ley«s  para  su  pueblo;  es  de- 
cir, para  los  visigodos.  En  1750  los  Benedictinos  de  San  Germán  de  los 
Prados  notaron  en  las   hojas  de 
un  antiguo  códice  del  Tratado  de 
Varones   ilustres  de   San  Jeróni- 
mo señales  de  una  escritura  más 
antigua,  que  habla  sido  borrada 
para  escribir  sobre  ella:  aplicaron 
reactivos  sobre  las  letras  nuevas, 
y  aparecieron  unos  fragmentos  del 
código  de  Teodosio,  el  panegírico 
de  un  emperador  romano,  un  co- 
mentario sobre  Vii^ilio  y  trozos 
de  una  antigua  ley  visigoda;  todo 
esto  habla  sido  inutilizado  por  unos 
monjes  del  siglo  vi  para  escribir  el 
libro  de  San  Jerónimo.  En    1839 
Kust  se  dedicó  á  descifrar  los  tro- 
zos de  la  ley  visigoda,  trabajo  que 
continuó   Blume,    dándolo   á   luz 
en  1847  con  el  título  Reuartdi, 
Wisigotkorum  Regis,  antiguas  ¡e- 
gem  collectio.  Como  se  ve  por  este 
epígrafe,  Blume  atribuyó  i  Reca- 
rcdo  tales  leyes;  pero  Gaupp  y 
Batbié,    catedráticos    respectiva- 
'^'"''^°'  mente  de  Breslau  y  Tolosa,   han 

sostenido  que  los  preciosos  frag- 
mentos son  del  código  de  Eurico.  La  cuestión  es  muy  dudosa,  y,  al  parecer, 
insoluble.  El  argumento  contra  la  opinión  de  Gaupp  y  Batbié  fundado  en  que 
las  leyes  descubiertas  son  en  el  fondo  romanas  no  tiene  valor,  porque  los  vi- 
sigodos en  esta  época,  si  no  eran  romanos,  estaban  completamente  romaniza- 
dos. Nueva  y  muy  estimada  luz  sobre  este  punto  difundieron  los  fragmentos 
de  la  «Lex  romana  WisÍEothorum>  tomados  de  un  códice  del  siglo  vii,  y  pu- 
blicados en  1S96  por  la  Real  Academia  de  la  Historia,  con  un  prólogo  erudi- 
tísimo que  redactaron  D.  Francisco  de  Cárdenas  y  el  Rvdo.  P.  Fidel  Fita. 

Para  consolidar  el  vasto  reino  que  había  engrandecido  tanto,  Eurico  tro- 
pezó con  un  inconveniente  muy  grave:  su  religión  arriana.  Los  galo-romanos 
veían  en  él,  á  pesar  de  su  ministro  León  y  de  la  cortés  tolerancia  con  que 
trató  á  San  EpÍf:<nio,  obispo  católico,  al  hereje  dominador  de  la  más  hermosa 
parte  de  la  Galia  cristiana,  y,  sea  por  fanatismo  sectario  del  visigodo,  ó,  como 
suponen  nuestros  historiadores,  aun  tan  poco  sospechosos  como  D.  Vicente 
Lafuente,  porque  los  católicos  urdieran  conspiraciones  contra  su  gobierno  (i). 

(I)  Sidonio  Apolinar,  contemporáneo  que  ceUbrft  en  verso  d  U  mujer  de  Eurico,  coiro- 
borm  lo  del  fanatismo  de  é^ite.  pnes  liice:  «La  soln  palabra  calñlico  le  sabia  al  rey  á  vinagre». 
La  hipi^lesis  de  las  conspiraciones  de  los  católicos  se  lunda  en  lo  que  »ucedi&  después,  reí- 


,,GoogIc 


HISTORIA   DE   BSPAÍ^A  I47 

hubo  persecución  de  la  Iglesia,  vanos  obispos  sufrieron  la  muerte,  otros  el 
destierro,  y  se  prohibió  la  provisión  de  diócesis.  «No  habiendo  obispos,  tam- 
»poco  podfa  ser  renovado  el  sacerdocio,  y  quedaron  las  parroquias  sin  clero  y 
>la  Iglesia  desorganizada,  irritando  semejante  ruina  á  los  católicos,  tanto  del 
•  reino  como  de  las  comarcas  vecinas»  (i).  Maravilla  esta  persecución,  porque 
hasta  entonces  los  visigodos  hablan  sido  tolerantes  con  los  fieles  al  Símbolo 
de  Nicea,  y  por  la  circunstancia  de  no  haberse  extendido  á  nuestra  Teninsula, 
aunque  quizás  sea  eso  indicio  de 
que  ¿sta,  al  menos  en  su  mayor 
parte,  do  obedecía  á  Eurico. 

Murió  este  monarca  en  Arles, 
y  —  [Cosa  rara  en  los  príncipes  de 
su  raza!  —  de  muerte  natural,  su- 
cediéndole  pacificamente  su  hijo 
Alarico.  Éste  se  halló  desde  luego 
frente  al  grave  problema  político 
de  la  profunda  enemistad  de  sus 
sábditos  galo-romanos  contra  él  y 
los  visigodos  por  causa  de  reli- 
gión. Quizás  con  la  mira  de  resol- 
verlo en  lo  posible,  hizo  componer 
un  código,  calcado  en  el  Teodo- 
siano,  para  que  rigiese  á  la  pobla- 
ción latina  de  su  reino,  y  que  re- 
dactó una  Comisión  presidida  por 
el  conde  Goyarico.  Y  no  sólo  esto, 
sino  que  una  vez  redactado,  y  an- 
tes de  promulgarlo,  lo  sometió  á 
«ODSulta  de  los  obispos  católicos, 
reconociendo  asi  que  los  pastores 
de  la  Iglesia,  en  que  no  comulgaba 

ét,  eran  los  verdaderos  represen-  , 

tantes  de  sus  subditos  romanos.  """' 

Consintió  además  la  celebración 

de  concilios  (2);  pero  todas  estas  medidas,  que  en  circunstancias  ordinarias 
probablemente  hubieran  bastado  para  calmar  la  irritación  de  los  ánimos  y 
establecer  una  corriente  de  tolerancia,  ya  que  no  de  simpatía,  entre  los  dos 
pueblos  que  había  en  el  reino,  en  aquella  ocasión  se  malograron,  porque  sur- 
gió un  factor  nuevo  que  vino  á  complicar  la  situación  y  provocar  la  catástrofe. 

Este  factor  fué  la  potencia  militar  de  los  francos,  que  se  levantó  formida- 
ble al  otro  lado  del  Loira.  Clodoveo,  rey  de  los  francos  salios,  establecidos 
á  orillas  del  Escalda,  en  lo  que  hoy  es  la  región  belga  del  Henao,  salió  con 
arrestos  para  conquistar  toda  la  Galia.  Habla  allí  un  reino  independiente  de 
galo-romanos,  y  Clodoveo  lo  acometió  y  sojuzgó  rápidamente:  su  rey,  Siagro, 
huydá  la  corte  de  Alarico.  confiado  en  la  hospitalidad  visigoda;  mas  presen- 
tándose de  súbito  el  franco  en  la  frontera  con  su  victorioso  ejército,  exigió  de 
la  corte  de  Tolosa  la  inmediata  entrega  del  fugitivo.  Alarico,  que  no  debía  de 
estar  preparado  para  resistir  dignamente  aquella  exigencia,  ó  que  no  tuvo  áni- 
mo para  contestarla  como  merecía,  cometió  la  vileza  de  entregar  al  infeliz  Sia- 

(11    BradUr- 

(zl  L«s  act«i  del  Agnlhtiue  rezan  al  principio:  Cum  in  D.i  nootitu  ex  termistu  Rañs  Ala- 
ríei.  ..Vtlñn;  Uratíai  Dio  primitiis,  ti  Demina  nailrt  Kigi  as;ainut. 


,,CoogIc 


148  HISTORIA   DE   ESFAt^A 

gro,  calcado  de  cadenas,  á  Clodoveo.  Visigodos  y  galo-romanos  á  una  despre- 
ciaron á  su  monarca  por  cobarde.  En  el  año  de  496  Clodoveo  declaró  la  guerra 
á  los  alemanes,  derrotándolos  en  Toibiac.  Y  cuando  el  prestigio  del  rey  tranco 
estaba  en  el  cénit  por  efecto  de  tan  continuadas  y  grandes  victorias,  sucedió 
su  conversión  al  catolicismo.  «Orgulloso  Sicambro,  adora  lo  que  has  quemado, 
>y  quema  lo  que  has  adorado»,  dljolc  San  Remigio  al  bautizarle;  y  pocas 
veces  un  acto  religioso  habrá  tenido  más  transcendentales  consecuencias 
políticas.  £1  Papa  dio  á  Clodoveo  el  titulo  de  •cristianísimo'  y  de  <  hijo 
primogénito  de  la  Iglesia»:  era  él  á  la  sazón  el  único  monarca  católico,  pues 
los  reyes  bárbaros  profesaban  el  arrianismo,  y  el  emperador  de  Oriente  el 
eutiquianismo.  Los  galo-latinos  vieron  en  Clodoveo  á  su  libertador;  habla 
todavía  cohortes  romanas  acantonadas  entre  el  Sena  y  el  Loira,  y  los  I^io- 
narios,  al  oír  la  noticia  de  la  conversión,  se  apresuraren  á  ponerse  á  las 
órdenes  de  Clodoveo,  mientras  que  las  ciudades  de  la  Armórica,  que  hasta 
entonces  hablan  resistido  á  los  francos,  se  entregaban  al  rey  católico  entu- 
siasmadas. 

En  el  reino  de  Alarico  la  inesperada  nueva  hizo  el  efecto  de  una  explo- 
sión. «Desde  aquel  punto  —  escribió  San  Gregorio  de  Tours  —  todo  el  mun- 
•do  deseó  el  gobierno  de  los  francos;  en  toda  la  Galia  querían  tenerlos  por 
>señores>.  Dícese  que  en  las  iglesias  católicas  del  reino  de  Tolosa  se  hicie- 
ron públicamente  rogativas  por  el  triunfo  de  Clodoyeo  sobre  Alarico.  Éste, 
sin  duda  asustado  ante  tan  formidable  manifestación  del  odio  popular,  des- 
aprovechó la  ocasión  que  le  ofreció  la  guerra  entre  francos  y  borgoñones,  y 
dejó  derrotar  á  los  segundos,  aunque  —  para  que  desacertara  en  todo  —  sin 
disimular  la  simpatía  que  le  inspiraban  aquellos  enemigos  de  su  enemigo. 
Luego  quiso  desarmar  á  Clodoveo  con  adulaciones  y  humillaciones;  pero  ya 
era  tarde. 

Excitado  Clodoveo  por  los  católicos  de  toda  la  Galia,  y  llamado  insis- 
tentemente por  los  del  reino  de  Tolosa,  declaró  en  el  campo  de  Mayo:  «Es 
»un  dolor  que  las  más  hermosas  comarcas  de  la  Galia  estén  en  poder  de  los 
•arrianos.  Vamos  á  quitárselas,  con  la  ayuda  de  Dios». 

La  guerra  tuvo  un  carácter  enteramente  religioso.  Clodoveo  era  recibido 
en  las  catedrales  con  los  cánticos  bíblicos  que  celebran  las  victorias  de  Israel 
sobre  Canaán.  Las  poblaciones  congregábanse  á  orillas  de  los  caminos  y  á 
las  puertas  de  las  ciudades  aclamando  al  nuevo  Josué  que  venia  á  limpiar  la 
tierra  del  Señor  de  las  abominaciones  de  la  herejía.  Inñnidad  de  prodigiosas 
leyendas  enlázanse  en  las  crónicas  de  la  Edad  Media  con  la  historia  de  esta 
campaña.  El  pobre  Alarico,  aturdido  ante  sucesos  que  no  podía  dominar,  acu- 
dió á  última  hora  al  expediente  de  alterar  el  valor  de  la  moneda  para  pro- 
veerse de  fondos,  reclutó  soldados  mercenarios,  y  cifró  toda  su  esperanza  en 
el  auxilio  de  los  ostrogodos,  que  no  llegó  á  tiempo.  La  batalla  se  libró  al 
sur  de  Poitiers,  en  el  campo  de  Voelad  (hoy  Voug'e),  y  los  visigodos  fueron 
completamente  derrotados.  Clodoveo  mató  con  sus  propias  manos  á  Alarico. 
El  Turonense  insulta  á  los  vencidos  diciendo  que  «huyeron,  según  su  cos- 
•  tumbre-.  De  este  modo,  escribió  Jordanes,  «la  grandeza  de  los  visigodos, 
«fundada  por  el  primer  Alarico,  vino  á  deshacerse  con  el  segundo  rey  de  este 
»nombre».  Tolosa  cayó  en  poder  de  los  francos,  y  el  reino  así  llamado  dejó 
de  existir  (año  50;). 


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IX 


DEL  ARRIANISMO  A  LA  ORTODOXIA 


M.  Domiiución  oitrogoda.  Teodorico  el  Graodc  ^  sus  sucesores  en  Etpaüi.  —  60.  Pi^onde- 
nacu  buaDtÍD&. — 6L  Leovigildo  ;  Hermeaegildo.  —  61.  Recaredo. —  63.  Relaciones  eotie 
la  Iglesia  j  el  Estado.  Coadlios  de  Toledo. — 6t.  Sucesores  de  Recaredo,  hasta  Wanba.— 
65-  Critico  de  la  Monarquía  vUigoda. 


59.  —  Ea  todos  los  acontecimientos  que  acabamos  de  referir  tocó  re- 
presentar $  España  poco  papel,  ó,  si  lo  representó,  no  fué  coasignado  en  la 
Historia.  Alarico,  el  desdichado  vencido  de  Voelard,  probablemente  no  puso 
los  pies  en  nuestra  Península.  Jordanes,  siempre  que  habla  de  sus  compa- 
triotas los  godos,  se  refiere  á  la  Galia.  Nuestra  Península  no  parecía  ser  en 
aquel  tiempo  sino  como  una  prolongación  provincial  y  algo  confusa  del  rei- 
no de  'i'olosa.  Decimos  algo  confusa,  porque,  á  pesar  de  las  conquistas  de 
Eurico,  debían  de  subsistir  aqui  núcleos  hispano-romanos  independientes. 
Choca  la  circunstancia  de  haber  pasado  Alarico  tantos  apuros  para  reunir  la 
gente  de  guerra  con  que  se  opuso  á  Clodoveo,  habiendo  tenido  por  último 
que  recurrir  á  mercenarios,  y  también  la  de  la  cobardía  ó  poca  consistencia 
que,  según  acabamos  de  ver  por  testimonio  del  Turonensc,  mostraron  los 
soldados  de  Alarico  en  Voelard.  ^Dónde  estaban  los  visigodos,  nación  toda 
ella  guerrera  y  tan  valerosa  en  las  batallas?  Cabe  sospechar  que  la  primitiva 
banda  visigoda,  la  que  con  Alarico  I  vino  de  Oriente,  con  Ataúlfo  estuvo  en 
Narbona  y  con  Walia  batalló  en  España,  nunca  muy  numerosa  con  relación 
á  los  hispano-romanos,  una  vez  fundado  el  reino  de  Tolosa  fué  esparcién- 
dose por  las  tierras  ocupadas,  y  en  tiempo  de  Alarico  II  debía  de  haber  muy 
pocos  alrededor  del  rey;  es  de  presumir  que  muchos  se  habrían  establecido 
en  España,  lejos  unos  de  otros,  perdiendo  así  el  pueblo  la  cohesión  que  le 
habla  hecho  tan  temible  en  sus  primeros  arranques.  En  la  historia  de  todos 
los  bárbaros  se  observa  el  mismo  fenómeno.  Presentábanse  juntos,  en  clan 
guerrero,  y  nada  era  capaz  de  resistirlos:  fundaban  un  reino,  y  éste  rapidfsi- 
mamente  se  convertía  en  potencia  formidable,  de  las  que  amenazan  tragarse 
al  mundo;  pero  en  seguida  empezaba  la  decadencia  con  la  dispersión  de  los 
conquistadores  en  el  territorio  conquistado,  y  en  una  sola  batalla  desapare- 
cía el  reino  poco  ha  tan  pujante.  Es  que  se  había  presentado  una  nueva  tribu, 
ó  UQ  nuevo  conjunto  de  bandas  con  la  cohesión  que  le  daba  fuerza. 

S^ún  todas  las  probabilidades,  esto  sucedió  á  los  visigodos;  y  es  igual- 


,,CoogIc 


I50  HlSTOItlA   DE   ESPAÑA 

mente  de  presumir  que  entouceü,  y  al  combinado  impulso  de  francos  y  ro- 
manos, hubieran  desaparecido  por  completo,  á  no  coincidir  con  su  derrota  de 
Voelard  y  con  la  muerte  de  Alarico  la  preponderancia  de  sus  hermanos  de 
raza  y  religión  los  ostrogodos.  Regidos  éstos  á  la  sazón  por  un  hombre  de  ge- 
nio, Teodorico  el  Grande,  habían  fundado  en  Italia  poderoso  Imperio.  Uesde 
Teodosio  basta  Carlomagno  no  apareció  en  Europa  ningún  personaje  compa- 
rable á  este  ostrogodo  Teodorico,  de  la  familia  Ó  clan  de  los  AmaÜDgOs. 
Educado  en  Constantinopla,  en  el  palacio  del  emperador  León,  á  los  diez  y 
ocho  años,  viviendo  todavía  su  padre  Teudemeco,  organizó  á  la  romana  un 
cuerpo  de  6.000  hombres  y  derrotó  á  los  sármatas;  y  habiendo  sucedido  en 
el  caudillaje  de  su  pueblo,  á  los  veinte  años,  triunfó  de  los  rivales  que  le  dis- 
putaban la  jefatura,  se  impuso  al  emperador  Zenón,  y  en  488  obtuvo  el  en- 
cargo imperial  de  arrojar  de  Italia  á  los  hérulos.  Cinco  años  duró  la  guerra 
entre  ostrogodos  y  hérulos,  al  cabo  de  los  cuales  quedaron  los  primeros  due- 
ños de  toda  la  Península,  y  Teodorico  con  título  de  rey;  y  aunque  nominal- 
mente  subordinado  al  emperador,  en  realidad  era  el  monarca  más  poderoso  de 
Occidente.  Lo  merecía,  pues  á  las  prendas  del  guerrero,  del  caudillo  y  del 
político  habilísimo  juntaba  las  de!  gobernante  sabio  y  justo,  protector  enten- 
dido de  las  letras  y  de  las  artes.  Rodeóse  de  sabios  y  literatos  como  Casiodo- 
ro  (i),  Symmaco  y  Boecio,  el  vulgarizador  de  Aristóteles;  salvó  de  la  ruina 
los  grandes  monumentos  de  Roma  (2),  y  en  todo  procedió  como  hombre  de 
miras  elevadas  y  profundas  —  bárbaro  civilizado  que  tuvo  por  norte  de  su 
conducta  reanudar  la  tradición  clásica  en  el  gobierno  y  en  la  cultura.  —  La 
historia  de  los  bárbaros  se  reduce  á  una  serie  de  esfuerzos  para  destruir  el 
Imperio  romano  y  á  otra  serie  de  esfuerzos  por  restaurarlo.  Teodorico  inició 
esta  segunda  serie:  cuanto  hizo  después  en  España  Leovigitdo  fué  imitación 
de  lo  que  antes  había  hecho  en  Italia  Teodorico. 

Este  gran  rey  de  los  ostrogodos  buscó  por  medio  de  enlaces  matrimo- 
niales con  los  reyes  sus  contemporáneos  el  establecimiento  de  un  verdadero 
sistema  político  internacional  que  asegurase  la  estabilidad  de  las  nacientes 
monarquías  germánicas.  Casó  á  su  hermana  con  el  rey  de  los  vándalos,  á  ana 
sobrina  con  el  de  Turingia  y  á  sus  dos  hijas,  respectivamente,  con  el  rey  de 
los  borgoñones  y  con  Alarico  de  Tolosa.  Él  se  casó  con  Audafleda,  hermana 
de  C  lodo  veo. 

En  cuanto  á  sus  relaciones  con  Alarico,  no  fueron  sólo  de  parentesco. 
Ostrogodos  y  visigodos  no  hablan  olvidado  su  común  origen,  y  se  miraban 
como  hermanos,  ramas  separadas  de  la  misma  familia.  En  las  guerras  de  Teo- 
dorico con  los  hérulos  un  ejército  visigodo  enviado  desde  Tolosa  resolvió 
á  favor  del  primero  una  de  las  más  peligrosas  crisis  de  la  campaña  (Agosto 
de  490).  Después,  en  la  desastrosa  lucha  de  Alarico  con  Clodoveo,  Teodorico 
intervino,  primero  como  mediador,  y  después  como  auxiliar  de  su  yerno.  La 
grave  falta  cometida  por  Alarico,  á  la  que  parece  que  le  precipitaron  sus  ofi- 
ciales, fué  aceptar  la  batalla  de  Voelard  sin  aguardar  la  llegada  del  ejército 
ostrogodo. 

Todo  induce  á  creer  que,  á  no  ser  por  Teodorico,  la  nación  visigoda  hu- 
biera desaparecido  entonces  completamente.  Aunque  nada  digan  los  conci- 

(I)  Compuso  una  Htsloria  tU  los  gndut.  desytaciaclamenle  perdida,  piro  de  la  cual  *»  nn 
exlracto  U  de  lordmts.  Dice  ésle  qiie  "^i^lo  tuvo  Ires  dfas  en  su  poder  la  d«  Casiodoro.  Tl"^ 
compuso  Is  suya  por  Us  ñolas  c|iie  lomA  en  tan  corlo  plazo. 

izt  nNada  excitaba  su  cAlera  como  la  destrucción  de  las  obras  artísticas. . .  Decretó  qa« 
j'se  deslinasen  doscientas  libras  de  oro  antiales  para  reparación  de  los  muros  y  monninento* 
»de  Roma.  Si  se  ha  viiuperado  á  los  godos  la  destrucción  de  esta  ciudad,  no  es  menoi  cierto 
aque  á  un  rey  godo  se  debe  la  conservación  de  la  mayor  parte  de  sus  edificios.»  (Bradlej.) 


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HISTORIA    DE  ESPAPJa  IjÍ 

SOS  cronistas  de  la  época,  es  indudable  que  los  sentimientos  de  la  poblacióa 
romana  de  nuestra  Penfnsula  no  eran  diferentes  de  los  de  la  población  roma- 
na de  las  Gaüas:  aquf,  lo  mismo  que  allí,  Clodoveo  católico  habría  sido  reci- 
bido como  libertador.  Pero  Clodoveo  no  pudo  penetrar  ea  la  Península  por- 
que se  interpuso  Teodorico.  Envió  á  las  Gallas  un  ejército  poderoso,  y  pro- 
cediendo con  el  tinu  que  le  era  característico,  el  general  que  mandó,  Ibbas, 
era  católico,  y  así  pudo  apaciguar  los  ánimos  de  los  latinos,  cuya  oposición 
religiosa  habla  sido  causa  principal  de  las  desgracias  de  Alarico.  El  rey  os- 
trogodo, aunque  arriano,  por  po- 
lítica ó  por  cierto  indiferentismo 
natural,  era  tolerantísimo  en  ma- 
terias de  religión.  En  una  de  las 
cartas  que  Casiodoro  escribió  en 
su  nombre  se  leen  estas  palabras, 
realmente  raras  para  dichas  á  prin- 
cipios del  siglo  vi:  <La  religión  no 
>es  cosa  que  se  debe  imponer,  por 

■  que  ningún    hombre  puede  ser 

•  violentado  á  creer  contra  su  vo- 

•  luntad>. Conforme  áesta  máxima, 
trató  con  igualdad  no  sólo  á  cató- 
licos y  arríanos,  sino  á  los  judíos, 
y  á  nadie  admiró  como  á  Epifanio, 
obispo  de  Pavía,  del  que  dijo  va- 
rias veces  con  profunda  venera- 
ción; •  No  tiene  igual  en  el  Oriente  ' 
.ni  cu  el  Occidente;  sólo  haberle 

■  podido  ver  es  una  dicha>. 

Un  príncipe  asi  era  el  propio 
para  salvar  á  la  gente  visigoda  de 
la  disolución  y  destrucción  que 
tenfan  encima.  Y,  en  efecto,  la 
salvó  con  su  poder  militar  de  los 

francos,  y  con  su  diestra  política  Cesaleico. 

de  los  hispano  -  romanos.  Alarico 

habla  dejado  un  hijo  menor  de  edad,  Amalarico,  y  á  titulo  de  tutor  ó  regente 
suyo,  según  creen  algunos,  ó  por  derecho  de  conquista  ó  elección  más  ó 
menos  forzada,  ejerció  Teodorico  el  gobierno  de  España  hasta  su  muerte, 
ocurrida  en  Italia  (526),  después  de  haber  reinado  treinta  y  tres  afíos,  de 
ellos  quince  en  nuestra  Península.  Cuando  murió  su  poderoso  abuelo  Ama- 
larico tenia  ya  veinticuatro  años,  y  no  consta  en  ningún  documento  que  el 
ostrogodo  tratase  de  ponerle  en  el  ejercicio  de  su  realeza  ó  se  disculpara  por 
no  hacerlo:  quizás  todo  eso  de  haber  entrado  á  gobernar  como  regente,  sea 
explicación  anacrónica,  inventada  mucho  después,  cuando,  ya  establecida  la 
monarquía  hereditaria,  era  difícil  concebir  el  modo,  sencillo  y  natural  en  aquel 
tiempo  de  fuerza  militar  y  poder  electivo,  como  Teodorico  unió  á  su  gobier- 
no de  Italia  el  de  España  y  parte  del  Mediodía  de  las  Gallas. 

Lo  cierto  es  que  Teodorico  imperó  en  España  como  dueño  y  señor  ab- 
soluto por  medio  de  gobernadores  ó  generales,  que  fueron  el  ya  citado  Ibbas, 
despu¿  Ampedio  y  Liberio,  cuyos  nombres  suenan  á  hispano-romanos,  y, 
por  último  Teudis,  que  casó  aquí  con  una  señora  principal  tan  rica,  que  con 
sus  siervos  ó  colonos  podía  levantar  una  hueste  de  dos  mil  hombres.  En 
sus  cartas  citaba  el  gran  rey  á  España  como  parte  de  sus  Establos.  San  Isi- 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


152  HISTORIA   DE  ESPAÑA 

doro  le  incluye  en  el  catálogo 
de  los  reyes  visigodos,  y  los  Con- 
cilios de  Tarragona  (517)  y  Ge- 
rona (512)  le  reconocen  por  so- 
berano, fechando  sus  actas  por  los 
aüos  de  su  reinado  (i)-  £s  más; 
como  restaurador  de  las  costum- 
bres romanas,  Teodonco  restable- 
ció la  de  que  se  enviaran  de  Es- 
paña á  Italia  remesas  de  trigo, 
tnbuto  debido  por  la  península 
conquistada  á  la  conquistadora. 

El  enérgico  y  político  gobier- 
no del  ostrogodo  debió  de  ser 
bueno  para  los  visigodos  y  tolera- 
ble para  tos  liispano-romanos.  Ib- 
baa  reprimió  con  fuerte  mano  una 
insurrección  de  visigodos  que  pro- 
clamaron rey  á  Gesaleico,  bastar- 
do de  Alarico,  y  que  como  preten- 
diente á  la  corona  reinó  con  va- 
rias alternativas  desde  507,  en  que 
fué  elegido  en  Narbona,  hasta  511 
que  le  mataron  los  ostrogodos 
^""''""^''  cuando  iba   fugitivo  de  la  última 

derrota.  El  mismo  Ibbas  y  su  su- 
cesor Teudis  disputaron  con  gloría  y  fortuna  á  Clodoveo  el  dominio  de  la 
Galla  meriodional;  y  si  no  alcanzaron  á  reconquistar  á  Tolosa,  conservaron 
Narbona  y  Arles  y  toda  la  Septimania.  Finalmente,  la  religión  católica  disfrutó 
de  completa  libertad,  como  lo  atestiguan  los  Concilios  que  en  aquel  tiempo 
se  celebraron. 

Amalarico,  que  sucedió  á  Teodorico  el  Grande,  temeroso  de  los  francos, 
ó  por  la  debilitación  del  poder  de  los  ostrogodos,  ó  por  querer  afianzarse  sin 
el  apoyo  prolector  de  éstos,  casó  con  Clotilde,  hermana  de  Childeberto,  rey 
de  Parts.  No  siendo  tolerante  como  su  abuelo,  intentó  atraer  á  su  esposa  al 
arrianismo,  y  no  triunfando  las  razones  ni  los  halagos,  recurrió  á  los  malos 
tratamientos;  la  princesa  franca  mandó  á  su  hermanr>  un  lienzo  ensangren- 
tado por  las  heridas  que  le  habla  causado  su  fanático  y  cruel  marido,  y  Chil- 
deberto emprendió  una  expedición  religiosa  y  caballeresca  contra  el  visi- 
godo para  libertar  á  Clolilde.  Así  lo  consiguió,  derrotando  á  Amalarico,  que 
murió  en  la  batalla. 

El  ostrogodo  Teudis  fué  elevado  al  supremo  poder  á  fines  de  53 1  ó  prin- 
cipios del  año  siguiente  (2).  Fué  un  rey  batallador  que  guerreó  con  los  fran- 
cos en  una  y  otra  vertiente  del  Pirineo.  A  una  de  estas  guerras  se  refiere  el 


coníiilerarniie  sa  nliiiela  debió  poiierl«  en  p 
(sl  El  P.  Kiiful  Kiu  \in  panuiaíiíado  iiue  t 
cbreto  de  531  \fí,'l,-liii  .U  la  A:u<Uhií<i  ,Ií  /,i 


dalos  hay  dos  i]ue  parecen  contrarios:  el  Concilio  II  de 
nuerle  de  Teodorico,  que  dice:  aniiii  quinte  rigis  Anial- 
mt.ino,  mclropoliíano  de  Toledo  muerto  en  531,  qae  ha- 
<¡Ji'  Amnlitrico.  Para  explicar  la  conlradicción  laponen 
O  ¡lot  rey  hacia  el  521.  No  hay  dalos.  Quiíás  desputs  de 
]iiisÍGra  <jue  su  reinado  se  conlase  letrospectivanieDte. 


,,CoogIc 


HISTORIA   DE  ESpAÜA  I53 

curioso  caso  de  sitiar  aquéllos  á  Cesar  Augusta  y  encomendarse  los  habitan- 
tes con  solemnes  y[fcrvorosas  rogativas  á  San  Vicente,  mártir.  Temerosos  los 
flancos  de  la  cólera  celeste  por  atacar  Á  un  pueblo  tan  piadoso,  pactaron  con 
los  sitiados  el  levantamiento  del  asedio  á  cambio  de  una  reliquia  del  Santo: 
les  dieron  la  estola  de  ^an  Vicente,  y  la  llevaron  á  I'arfs,  donde  para  guardarla 
y  venerarla  fundaron  la  célebre  abadía  de  San  Germán  de  los  Prados  (1).  Teu- 
dis  gobernó  por  el  modelo  de  Tcodorico  el  Grande,  como  lo  demuestran  dos 
hechos:  uno,  la  libertad  de  la  Iglesia  católica  para  celebrar  Concilios  (Elarce- 
lona,  Lérida  y  Valencia);  otro,  la  constitución  que  dio  protegiendo  á  los  liti- 
gantes contra  las  exacciones  indebidas  de  la  curia:  esta  ley,  calcada  en  otra 
Italiana  de  Teodomiro,  fué  hace  pocos  años  descubierta  en  un  palimpsesto 
•  le  la  Catedral  de  León  por  D.  Rodolfo  Bur,  sacada  á  luz  por  D.  Jesús  Mañoz 
Rivero  y  comentada  por  D.  Francisco  de  Cárdenas  (i),  y  es  la  única  que  co- 
nocemos de  los  reyes  visigodos  de  esta  época. 

60.  —  En  el  reinado  deTeudis  ocurrieron  hechos  que,  aunque  no  perte- 
necientes i  la  Historia  de  España,  sino  á  la  Universal,  hubieron  de  ejercer 
en  la  nuestra  considerable  influencia:  tales  fueron  los  determinantes  de  l.t 
súbita  é  inesperada  preponderancia  que  adquirió  el  Imperio  de  Oriente.  El 
día  1,"  de  Abril  de  527  ciñó  Justiniano  la  corona  imperial;  y  aunque  este  Em- 
perador no  fuera,  ni  mucho  menos,  un  grande  hombre,  tuvo  el  tino  6  la  suerte 
de  utilizar  en  su  servicio  las  más  excelsas  capacidades:  quizás  sea  ésta  la 
mejor  cualidad  de  un  soberano.  Es  lo  cierto  que  merced  á  los  hombres  emi- 
nentes que  empleó  en  la  guerra  y  en  la  paz,  bajo  su  cetro  recobró  el  Im- 
perio gran  parte  de  su  autigua  grandeza,  y  el  nombre  del  Emperador  ha 
quedado  esculpido  en  letras  áureas,  que  no  borrarán  los  siglos  aunque 
la  Humanidad  viva  todavía  muchos  miles  de  años,  en  la  cúpula  suntuo- 
sa de  una  de  las  mayores  y  más  magnflicas  construcciones  morales  del 
espíritu  del  hombre:  el  Derecho 
Romano. 

Los  vándalos,  de  que  ya  se 
lia  hablado  varias  veces  en  este 
libro,  habtaa  fundado  en  el  norte 
de  África  un  Imperio  poderoiio 
que,  como  antes  Cartago,  y  siglos 
después  Turquía,  tuvo  incontras- 
table hegemonía  naval  en  el  Me- 
diterráneo. Justiniano  envió  con- 
tra los  vándalos  una  escuadra  y  un 
ejército  al  mando  de  Belisario,  y 
en  una  sola  campafia  de  tres  me- 
ses, ó  mejor  dicho,  en  la  sola  bata- 


.  e  loi  francos  fueroD  deiraudos  ei.  . 
rcürtda  por  TeadJielOi  eatoaces  ecQer:il 
de  Teadii,  coa  la  pirtlcalarídad  inveío- 
límil  de  haberse  dado  si  ejíicito  franco, 
encerrado  en  aa  desfiladero  del  Pirineo, 
J  por  UD  faerte  rescate  de  dinero,  paso 
libre  duranl*  nialicaatro  horas;  los  que 
DO  padieroD  pasar  en  este  tiempo  fueron 
BCBchillailos. 

(1)    Bettlin  di  la  Acadtmia  de  la 
Hillaria.  1881). 


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154  HISTORIA    riE  ESPAÑA 

lia  de  Tricameroo,  se  hundió  aquel  Estado,  que  parecía  tan  formidable:  como 
ya  hemos  dicho,  era  la  manera  corriente  de  caer  los  reinos  fundados  por  los 
bárbaros;  manera  muy  natural,  porque  la  población  latina  odiaba  en  todas 
partes  á  sus  dominadores,  los  cuales  en  realidad  no  constituían  más  que  un 
ejército  de  ocupación,  que,  una  vez  derrotado,  llevaba  consigo  la  desapari- 
ción del  reino.  Restableciéronse  desde  luego  en  África  la  religión  calólica  y 
las  leyes  y  autoridades  romanas,  y  á  este  régimen,  siempre  apetecido  por  el 
pueblo  ó  masa  general  de  habitantes  volvieron  también  nuestras  Islas  Balea- 
res, donde  hasta  entonces  hablan 
dominado  los  vándalos. 

A  la  conquista  y  nueva  romn- 
nizacióo  de  África  siguió  el  ataque 
al  reino  ostrogodo  de  Italia.  ¿Qué 
intervención  tuvoTeudisen  estos 
sucesos?  Según  San  Isidoro,  había 
en  Ceuta  una  guarnición  goda,  que 
fué  arrojada  de  allí;  la  crónica  no 
dice  por  quién,  y  el  rey  visigodo 
acudió  á  recobrar  la  plaza  en  el 
aSo  522.  Hubo  un  largo  sitio;  pero 
un  domingo  que  los  godos  esta- 
ban ocupados  en  los  oficios  divi- 
nos, ó  desarmados  en  atención  A 
la  festividad  del  dia,  fueron  derro- 
tados por  los  de  la  plaza.  Sobre 
este  texto  nuestros  manuales  de 
Historia  han  urdido  el  relato  de 
que  Teudis  fué  al  África  ea  auxi- 
lio indirecto  de  los  vándalos  6  de 
los  ostrogodos,  atacando  allí  á  los 
bizantinos.  Nada  más  contrarío  á  la 
verdad:  la  expedición  de  Teudis 
fué  dos  años  antes  de  la  conquista 
romana,  y  seguramente  contra  los 
bereberes,  que,  como  refiere  Pro- 
copin,  habían  arrojado  á  los  vándalos  de  la  región  septentrional  de  lo  que  hoy 
es  Marruecos.  Caído  luego  el  país  en  poder  de  los  imperiales,  Jusliniano  puso 
en  Ceuta  una  guarnición  mandada  por  un  tribuno  y  bajo  la  autoridad  del  du- 
que de  la  Mauíitania  Cesariense  (i).  No  parece  que  volvieran  >a  nunca  los 
visigodos  Á  poner  el  pie  en  la  costa  de  África  {2). 

Quizás  Teudis,  apretado  por  los  francos  y  temeroso  de  sus  propios  sub- 
ditos hispano-romanos,  no  tuviera  medios  ni  oportunidad  de  acudir  al  soco- 
rro de  sus  hermanos  de  raza  y  religión,  ó  cuando  se  aprestara  para  ello  le 
sorprendió  la  muerte,  que  le  dio  un  fingido  loco  {548).  Antes  de  expirar 
declaró  que  consideraba  su  asesinato  como  justo  castigo  divino  por  cierto 
crimen  que  tiempo  atrás  habfa  él  cometido  en  la  persona  de  un  jefe  suyo.  Le 
sucedió  Teudiselo,  sobrino  del  rey  ostrogodo  Totila,  general  distinguido  en 
las  guerras  de  su  antecesor,  y  á  quien  la  concisa  historia  de  la  época  pinta 
como  i  un  principe  ávido  de  dinero,  cruel  y  licencioso.  Al  año  y  cinco  dias 

(il    CídiKoJiisiininneo.  UbroI-X.-ÍVII-a. 

(21  Saavedra,  /:,lu /i,'  sol'fc  ¡a  invasUti  de  h$  .iruhes  tn  España,  pie.  j6;  Juan  Menéndei 
l'iiíal, /./;v«,í;,  ,/W  ii//im«  ,,'_^  .;W,i,  p-lg.  6.-. 


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HISTORIA   DE   E5FAÍÍA  155 

de  reioar,  en  una  de  sus  cenas  orgiásticas  los  comensales  apagaronde  repente 
las  luces,  se  lanzaron  contra  él  y  le  asesinaron. 

En  su  lugar  fui  puesto  Agila,  cd  cuyo  tiempo  estalló  en  Córdoba,  y  pro- 
bablemeate  en  toda  la  región  del  Sudeste,  una  formidable  insurrección  de 
hispano -roma  nos.  A  su  frente  se  puso  un  magnate  godo  (Atanagildo),  que, 
según  un  texto  dudoso  de  San  Isidoro,  era  católico,  aunque  oculto  (i).  Es 
indudable  que  esta  insurrección  (2)  estuvo  relaciona  di  sima  con  la  prepondC' 
rancia  bizantina  en  Occidente:  al  ver  tan  cerca  las  águilas  imperiales,  ya  domi- 
nadoras en  las  Baleares,  los  his- 
pano-Tomaoos  creyeron  llegado  el 
momento  de  recobrar  su  libertad, 
ó  quizás  sólo  de  afianzarla  y  ex- 
tenderla, ya  que  es  muy  probable 
que  en  la  costa  levantina  nunca 
hasta  entonces  hubieran  imperado 
los  visigodos  de  un  modo  efectivo; 
por  lo  menos,  en  esta  parte  de  la 
Península  es  donde  debieron  siem- 
pre de  abundar  más  aquellos  nú- 
cleos   latinos   independientes,  ó 
semi- independí  en  tes,   á   que   nos 
hemos  referido  antes. 

Para  dar  calor  á  los  subleva- 
dos, que  habían  conseguido  ya 
una  importante  victoria  sobre  las 
tropas  de  Agila  junto  á  Córdo- 
ba (3),Justtniano  envió  una  escua- 
dra con  ejército  al  mando  del  pa- 
tricio Liberio,  seguramente  poco 
numeroso  si  se  atiende  á  lo  que 
entonces  era  uso  en  Constaotino- 
pla  (4);  pero  no  necesitaban  los  im- 
periales mover  muchos  soldados 

para    este   género    de    empresas,  Agila. 

pues  los  encontraban  decididos  y 

entusiastas  en  todas  las  comarcas  dominadas  por  los  bárbaros.  £1  hecho 
es  que  por  resultas  de  esta  rebelión  y  guerra  quedaron  bajo  la  autoridad 
efectiva  y  directa  del  Emperador  las  ciudades  de  Asido  (Medina  Sidn- 
nia),  Malaca,  Addera  (Adra),  Urci  (Almería).  Begastri  (Cehegln),  Cartago- 
nnva,  Ilici  (Elche),  Dianium  (Denia),  Acci  (Guadix),  Bastri  (Baza)  y  Beatia 
(Baeza);  es  decir,  desde  la  desembocadura  del  Betis  hasta  el  Júcar,  üegan- 
df»  el  territorio  por  el  interior  hasta  Despeñaperros.  Cartagonova,  que  ha- 
bía sido  arruinada  por  los  vándalos  y  después  restaurada,  fué  la  capital 
de  esta  región  romana,  que  no  debe  ser  considerada  al  uso  de  los  ma- 
ní EKcxlodice;  Fidím  Catkalicaní  acuUe  l/nuil,et  Críslianii  vaUe  ieiin'oluj  fuil;  pero 
como  Uti  ci<  algunos  ci^dicea,  los  críticos  sospechiin  si  fué  inlerpoUdo  desnoés. 

(l|  Según  el  cálculo  fundadísimo  del  P.  Pita,  ocurrii^  antes  del  14  de  Diciembre  de  551. 
I  }l  Mnríó  en  ella  un  hijn  del  Rey,  perdióse  el  tesoro  tea!,  y  Aei'a  huyó  á  Méridji. 
I4I  Belisirio  Uctú  al  Afíica  lo.ooo  infantes  y  5.000  iineles,  y  á  Italia  unos  10.000  hom- 
bres. Con  raiúa  dicen  los  hisloriadoies  modernos  que  Belisaria  ha  sido  el  caudillo  que  con 
menores  fnetias  ha  consegnido  mayores  resultados.  Si  d  Belisario  le  daban  tan  cortos  elemen- 
Iqi  para  las  mái  grandes  empresas  del  reinada,  claro  es  que  á  Liberio  no  debieron  de  darle 
mis;  y,  segdn  todas  las  probabilidades,  dj¿ronle  bastante  menos. 


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IS6  HISTORIA  DE  ESPaSa 

Duates  y  de  la  historia  anacrónica  como  resultado  de  una  ocupación  ó  do- 
minación extranjera,  sino  como  de  liberación  é  independencia  de  los  fais- 
pano-ronianos  en  una  parte  del  territorio.  Que  la  población  latina  inde- 
pendiente allí  bajo  el  protectorado  de  las  águilas  imperiales  aspiraba  á  ex- 
tender su  libertad  por  las  comarcas  que  seguían  dominando  los  visigodos, 
dedúcese  lógicamente  de  la  naturaleza  de  las  cosas,  y  está  indicado  ade- 
más, aunque  con  vaguedad,  por  el  hecho  de  que  los  obispos  de  Cartagena 
compitieran  con  los  de  Toledo  en  titularse  <mctropolitanos>  de  la  provin- 
cia eclesiástica  Cartaginense.  Como  esta  dignidad  de  metropolitano  era  en- 
tonces de  hecho  aneja  al  obispo  de  la  capital  civil  de  la  provincia,  la  cotn- 
petencia  entre  los  prelados  parece  ser  efecto  de  otra  civil  ó  temporal  entre 
sus  ciudades.  Al  llamarse  metropolitano,  el  obispo  de  Toledo  parece  decJn 
«yo  soy  metropolitano  porque  en  mi  ciudad  está  el  rey  godo,  soberano  de 
>toda  la  Cartaginense»;  y  el  obispo  de  Cartagena,  á  su  vez:  «lo  soy  yo,  por- 
>que  aquí  reside  el  gobernador  imperial,  al  qne  corresponde  de  derecho 
■  mandar  en  toda  la  provincia*. 

Atribuyese  generalmente  á  Atanagildo  el  acto  de  una  cesión  en  regla  á 
los  bizantinos  de  toda  la  región  citada,  como  estímulo  ó  recompensa  del  apoyo 
prestado  á  su  rebelión  contra  Agita.  AI  parecer,  contradice  esta  versión  el 
hecho  de  que  asesinado  Agua  por  sus  parciales  (554)  y  reconocido  rey  Ata- 
nagildo por  todos  los  visigodos,  púsose  inmediatamente  á  guerrear  con  los 
bizantinos,  tratando  de  arrojarlos  de  las  ciudades  dichas,  sin  poder  conse- 
guirlo. Quizás  en  la  rebelión  contra  Agila  entrasen  al  principio  elementos  visi- 
godos y  elementos  hispano-romanos;  quizás  los  segundos  se  levantaron  apro- 
vechando un  mero  pronunciamiento  visigótico  de  Atanagildo  por  el  Poder  su- 
premo, y  su  inesperada  intervención  dio  á  la  revuelta  el  carácter  gravísimo 
que  tuvo,  sin  que  Atanagildo  tuviera  en  ello  parte;  como  suele  acontecer  en 
todas  las  revoluciones,  que  los  que  las  inician  no  son  los  que  las  dirigen,  sino 
que  los  acontecimientos  van  precipitándose  y  arrastran  en  su  virtiginosa 
carrera  á  los  que  imprudentemente  los  causaron.  Es  prabable  que  Atanagildo 
quisiera  remediar,  tarde  ya,  el  daño  que  habla  producido  á  su  raza  separán- 
dose de  los  hispano-romanos,  que  le  auxiliaron  en  los  comienzos  de  la  revo- 
cíón,  y  que  en  este  momento  fué  elegido,  pareciendo  este  suceso  como  una 
tentativa  de  unión  ó  concentración  de  los  bandos  visigodos  contra  los  enemi- 
gos poderosísimos  que  amenazaban  por  todos  lados  al  pueblo  entero. 

Porque  es  lo  positivo  que  el  reinado  de  Atanagildo  señala  una  de  las 
mayores  depresiones  ó  decadencias  de  los  visigodos  en  su  siempre  azarosa 
historia.  Mientras  que  por  Mediodía  y  Levante  se  levantaban  contra  ellos 
hispano-romanos  y  bi:!antinos,  en  el  Noroeste  el  reino  de  los  suevos,  antes 
dividido  en  pequeííos  Estados  ó  fracciones,  volvió  á  su  unidad  política 
bajo  el  cetro  de  Remismundo,  y,  lo  que  peor  era  para  los  visigodos,  realizóse 
allí  cumplidamente  la  fusión  de  germanos  y  latinos,  abrazando  los  primeros 
la  religión  católica.  El  rey  Cariarico  ó  Charrarico,  según  el  Turonense,  mer- 
ced á  la  curación  prodigiosa  de  un  hijo  suyo,  lograda  por  mediación  de  San 
Martin  de  Tours,  ó  el  rey  Teodomiro,  según  San  Isidoro,  por  la  predicación 
de  San  Martín  de  Braga,  fueron  los  abjuradores  del  arrianismo.  Este  San  Mar- 
tín de  Braga,  apóstol  de  los  suevos  y  húngaro  de  nación,  es  una  de  nuestras 
bellas  ñguras  eclesiásticas;  hombre  muy  docto,  trabajó  en  la  grande  obra  ñlo- 
sólica  de  la  Edad  Media,  que  fué  conciliar  la  sabiduría  clásica  con  la  ense- 
ñanza evangélica.  Sus  tratados  (1)  inspíranse  á  la  vez  en  el  Evangelio  y  en  la 

(ll     FormuU  viU  hontxUt.  Di  vhi.  etc.  Eslán  coleccionado!  en  el  tomo  XV  de  la  Eipaüa 

S^gr.../.,. 

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HisTORu  GulriCA  DB  LA  Civilización  Española 


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158  HISTORIA   DE  ESPAÑA 

Moral  de  Séneca  (t).  Fundó  el  monasterio  Dumiense,  cerca  de  Braga,  y  redac- 
tó una  colección  de  cánones.  Este  grao  cambio  en  la  manera  de  ser  de  los 
suevos  los  constituía  en  nueva  esperanza  de  la  población  hispano- romana,  sub- 
yugada por  los  visigodos,  y,  por  lo  tanto,  era  un  mal  para  éstos.  Mucha  debfa 
de  ser  la  debilidad  del  reino  en  este  tiempo  cuando  Atanagildo  no  parece  que 
intentara  siquiera  tomar  venganza 
del  franco  Chilperico,  rey  de  Sois- 
sons,  marido  de  su  hija  Galsuinda, 
á  la  que  hizo  ahogar  en  el  lecho 
por  un  esclavo  para  complacer  á 
su  manceba  Fredegunda.  Otra  hija 
del  visigodo,  Brunequilda,  estaba 
casada  con  Sigiberto,  rey  de  Metz, 
habiendo  abrazado  la  religión  ca- 
tólica ambas  príucesas  al  contraer 
matrimonio.  Por  el  crimen  referi- 
do hubo  largas  y  sangrientas  con- 
tiendas entre  los  reinos  de  Metz 
y  Soissons,  ó  quizás  mejor  entre 
Brunequilda  y  Fredegunda;  pero 
no  consta  que  Atanagildo  tomara 
en  ellas  ninguna  parte,  aunque 
tan  interesado  como  padre  de  la 
victima. 

Fué  Atanagildo  el  primero  de 
los  reyes  visigodos  que  residió  en 
Toledo;  murió  en  567.  Hubo  un 
interregno  de  cinco  meses,  que 
debió  de  ser  muy  agitado  y  re- 
vuelto, al  cabo  del  cual  eligieron 
Atamgildo.  por  ^gy  ¿  Liuva,  gobernador  de 

la  Galia  Narbonense  (entre  14  de 
Noviembre  y  31  de  Diciembre  de  567)  (2).  Liuva  se  asoció  á  su  hermano 
Leovigildo  un  año  después  (3)  para  que  gobernara  en  la  Península,  pues 
él  permaneció  allende  el  Pirineo  hasta  su  muerte  (572),  reuniendo  entonces 
Leovigildo  todo  el  reino  bajo  su  cetro. 

61.  —  El  reinado  de  Leovigildo  (4)  (de  568  á  5S6)  sería  uno  de  los  capí- 
tulos más  interesantes  de  nuestra  Historia  si  tuviéramos  documentos  sufi- 
cientes para  conocerlo.  Marca,  en  efecto,  un  nuevo  florecimiento  de  la  Mo- 
narquía visigoda  y  la  lucha  suprema  entre  los  dos  elementos,  germánico  y 
latino,  que  venían  disputándose  el  predominio  de  la  Península.  Cabe  consi- 
derar á  Leovigildo  como  verdadero  fundador  de  la  Monarquía  visigoda,  y,  en 
su  virtud,  primer  rey  de  España,  no  sólo  por  haber  revestido  su  autoridad  con 
el  aparato  mayestático  de  corona,  cetro,  manto  y  trono  (5),  sino  principal- 
mente por  haber  organizado  el  reino  á  la  manera  ó  por  el  patrón  del  Imperio 

:iguo  de  los  ssnequistas  de  U  Peninsula  Ibf  tict.  Meníndei  Peliyo. 

lu  notabilísima  Historia, )« llama  Liuvigildo.  Creemos  preferible  atener- 
nos a  la  lormn,  SI  mas  impropia,  usual  ya  entre  nosotros. 

(si  ¡(uta  aquí  las  vocís  dt  Irene,  cilro  y  corona  ivlo  hútt  pedido  utnrií  en  ¡enlide  figHTodf. 
df'il/  Ltoviiilde  son  los  verdaderos  eriiblemas  del  poder  real.  (D.  Modesto  Lafaente.  HiítBrio  de 
F.sf'aña.  Tomo  II,  página  31). 


(1) 

Es  el  más  anl 

di 

Padre  Kita. 

Id«m, 

I4l 

Altamira.  en  ! 

,,  Google 


HISTORIA  DE 


1 59 


romano.  Junto  al  rey  hubo  un  ofUh  palatino  ó  Consejo,  compuesto  por  los 
jefes  supremos  de  la  administración:  el  comes  notariomm  (conde  de  los  nota- 
rios ó  canciller  mayor  del  reino),  el  comes  exercilus,  el  comes  IkesaHrorum,  el 
de  las  laigicines,  el  de  los  spalhkrioi,  el  stahfli  y  el  del  patrimonü,  encarga- 
dos respectivamente  del  ejército,  de  la  hacienda,  de  las  mercedes  ó  gracias, 
de  mandar  la  guardia  real  y  de  di- 
rigir las  reales  caballerizas  y  el 
real  patrimonio;  la  corte  se  llamó 
curia  (i),  y  los  magnates  que  con- 
currían i,  é\\a,  primates  ji  proceres; 
fué  creado  el  ñsco,  ó  Hacienda 
pública,  como  institución  perma- 
nente, y  el  régimen  local  sobre  la 
base  de  ocho  provincias  (Galecia, 
Asturia,  Autrigonia,  Iberia,  Lusi- 
tania,  Bética,  Hispalis  y  Auraitida), 
gobernadas  por  duques,  con  condes 
en  las  ciudades  principales,  cu- 
rias ó  ayuntamientos  en  las  po- 
blaciones mayores,  y  prepósitos  y 
concejo  (conventus  publicus  vicino- 
runt)  en  las  aldeas.  Quien  ideó  y 
realizó  toda  esta  obra  bien  mere- 
ce título  de  gran  gobernante  y 
preferente  atención  al  historiador, 
sobre  todo  teniendo  en  cuenta  las 
circunstancias  diñcilf simas  en  que 
subió  al  trono. 

Porque  al   advenimiento  de 
JLeovigildo  el  reino  visigodo  es- 
taba poco  menos  que  al  borde  de  Liuva  I. 
su  completa  ruina.  Los  bizantinos 

por  un  lado  y  los  suevos  por  otro  lo  amenazaban  siempre;  y  no  era  esto  lo 
peor,  sino  que  dentro  del  territorio  que  aún  conservaba  la  población  estaba 
levantada  en  muchos  puntos,  formando  núcleos  independientes  y  en  relación 
constante  con  suevos,  bizantinos  y  francos.  Así,  Leovigildo  tuvo  que  comen- 
zar sus  empresas  restaurando  el  decaído  poder  militar  de  su  raza,  y  desde  el 
año  569  hasta  el  580  le  vemos  recorrer  constantemente  la  Península  al  frente 
de  sus  tiHjadias  (2),  rechazando  á  los  suevos  y  á  los  imperiales,  tomando  á 
Córdoba,  sometiendo  á  Sabaria  (3)  y  á  los  cántabros,  en  cuyo  pafs  conquistó 
la  ciudad  de  Amaya  (4),  y  sojuzgando  dos  veces  consecutivas  á  los  montañe- 
ses del  Orospeda  (5),  que  debían  de  constituir  uno  de  los  núclp.os  hispano- 
romanos  más  importantes. 

En  este  punto  el  reinado  de  Leovigildo,  vino  su  episodio  de  más  inte- 
rés: las  reyertas  con  Hermenegildo.  De  nada  se  ha  escrito  y  disputado  más, 
y  de  nada  tampoco  con  menos  fundamento.  Los  textos  de  Juan  Abad  de  Vi- 


(■)    Y  por  extensión,  lambiín  cl  palacio  renl. 

(1)    Caerpo  equivalente  i  loi  raimientos  actuales,  pues  conslaba  de  l.ooo  hombres,  divi- 
dido en  cenluriai  Ó  compattlas. 

(3)  En  U  lonja  de  Salamanca  y  Zimora,  entre  el  Cubo  y  San  Cristóbal  del  Monte,  según 
Fernández  Gacrra  ^  Saavedra. 

(4)  A  corla  distancia  de  Aguilnr  de  Campdo. 

(5)  Sierras  de  Alcaraz,  Segura  y  Caiorla. 


,,  Google 


l60  HISTORIA   DE  ESPAÍÍA 

clara,  de  San  Gregorio  de  Tours,  de  San  Isidoro  y  de  San  Gregorio  Magno, 
únicas  Tuentes  directas,  son  tan  concisos,  y  además  oscuros  y  contradicto- 
rios, que  se  prestan  á  las  interpretaciones  más  diversas,  dejando  anchísimo 
campo  á  toda  suerte  de  conjeturas  é  hipótesis.  Ninguna  quizás  ha  dejado  de 
hacerse:  el  proceso  de  Leovigüdo  y  Hermenegildo  se  ha  instruido  mil  veces, 
y  Tallado  por  los  historiadores  se- 
gún las  andones  de  cada  uno.  £1 
juez  verdaderamente  imparcial,  en 
vista  de  la  deñcíencia  de  los  autos, 
debería  limitarse  á  sobreseer  por 
falta  de  prueba. 

He  aquí  los  datos  conocidos 
ó  hechos  probados. 

Leovigildo,  arriano  como  to- 
dos sus  predecesores,  se  distinguió 
de  muchos  de  ellos  en  ser  perse- 
guidor de  los  ca:ólicos.  Quilas  bus- 
cara por  este  medio  la  unidad  reli- 
giosa de  su  reino,  base  para  la  mi- 
litar y  política  que  había  fundado 
con  su  espada  y  sus  disposiciones 
administrativas.  Pero,  fueran  las 
que  quisiesen  las  causas  de  perse- 
guir á  los  católicos,  el  hecho  en  sf 
mismo  resulta  no  sólo  de  Gregoiio 
de  Tours,  sino  de  San  Isidoro.  El 
texto  del  último  no  puede  ser  más 
explícito:  «Lleno  de  furor  —  di- 
»ce,  —  inspirado  por  la  perfidia 
Leovigildo.  .arriana,  persiguió  á  los  católicos, 

•  desterrando  á  muchos   obispos. 
>Quitó  á  las  iglesias  sus  rentas  y  privilegios,  é  impulsó  á  muchos  á  que  abra- 

•  zasen  la  pestilente  herejía  de  Arrio,  no  por  la  persuasión,  sino  con  dinero  y 
■  favores.  Llegó  á  hacer  que  fueran  rebautizados  los  católicos,  no  sólo  de  la 
>plebe,  sino  los  ordenados  en  la  dignidad  sacerdotal,  como  hizo  con  Vicen- 

•  te,  obispo  de  César  Augusta,  al  que  haciéndole  apostatar  arrojó  del  Cielo  al 

•  Infiernoi.  V  algo  más  adelante  añade:  «Hasta  para  los  suyos  fué  pernicio- 
>so;  y  cuando  vefa  á  los  nobles  adquirir  gran  poder,  6  mandaba  que  les  cor- 

•  tasen  la  cabeza,  ó  los  desterraba,  incautándose  de  sus  riquezas»  (l). 

Juan  de  Viciara  maniñesta  el  motivo  y  causa  ocasional  de  la  persecu- 
ción de  Leovigildo  refiriendo  que  en  el  año  de  580  convocó  el  rey  en  Toledo 
un  sfnodo  de  obispos  arríanos,  el  cual  modiñcó  las  antiguas  fórmulas  de  la 
herejía,  sustituyéndolas  por  otras  que  parecieran  más  aceptables  á  los  cató- 
licos. Al  «Gloria  Patri  et  Filio  et  Spiritui  Sancto»  de  la  liturgia  de  Arrio  su- 
cedió: «Gloria  Patri  per  Fitium  in  Spiritu  Sancto»;  y  Leovigildo,  creyendo, 
como  siglos  después  Enrique  VIII  é  Isabel  de  Inglaterra,  que  había  encot- 
trado  el  punto  feliz  de  conciliación  entre  la  ortodoxia  y  la  herejía,  quiso  im- 


(I)     Hisl.  Golh.  Ann.  585.  números  50  y  51.  Menéndei  Peisyo  ffíiit.  de  los  Htttr.)  Dice: 
:ovígildo  no  era  tirano,  ni  opresor,  ni  Faniitico;  antes  (enfa  mis  grandtia  de  alma  qae  todot 

s  nrincioes  de  su  i>ente su  memori  1.  respetadR  siempie  por  San  Isidcro etc.»  El 

<ny  Ft  (Diciembre,  1(103)  copia  I05  testos  de  S«n  Iiidoro  (rascrilos  «qui, 


y  níiade  con  gracia:  iiVX  respeto  de  San  Isidoro  i  la  memoria  de  Leovieildo  guarda  alguna 
iitogln  con  el  que  luvo  el  alcalde  de  Z.ilnmen  al  capitln  d  quien  prendió.» 

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HISTORIA    DE  ESPAÑA  l6l 

poner  á  católicos  y  arríanos  esta  fórmula  capciosa,  desistiendo  á  la  vez  de 
que  fueran  rebautizados  los  prímeíos  (i).  Es  probable  que  algunos  arríanos 
se  resistiesen  al  edicto  real,  y  quizás  á  eso  se  refiere  baa  Isidoro  al  decir  en 
el  texto  copiado  más  arriba:  «hasta  para  los  suyos  fué  pernicioso>.  Lo  posi- 
tivo es  que  muchos  católicos  se  resistieron.  £1  diácono  Pablo,  escritor  del  si- 
glo vin,  en  un  episcopólogo  de  M¿rida  que  compuso  (2),  reñere,  aunque  con 
leyendas  y  consejas,  el  episodio  de  la  persecución  de  Mascona,  obispo  de 
aquella  ciudad. 

£1  lance  harto  más  ruidoso  de  Hermenegildo  sólo  fué  otro  episodio  de 
esta  lucha  religiosa. 

Leovigildo  estaba  casado  en  segundas  nupcias  con  Gosvinda,  viuda  de 
Atanagildo.  De  esta  Gosvinda  hizo  la  tradición  católica  un  retrato  semejante 
al  que  en  el  siglo  xvi  se  hizo  de  Ana  Bolena:  era,  se  dice,  tuerta,  y  la  más 
mala  mujer  que  se  habla  conocido.  Tenia  el  Rey  dos  hijos  de  su  primer  ma- 
trimonio (3):  Hermen^ldo  y  Recaredo,  y  el  primero  casó  con  Ingunda,  prin- 
cesa franca  y  católica,  bija  de  Brunequitda,  la  reina  de  Metz,  y,  por  tanto, 
nieta  de  la  misma  Gosvinda.  Cuenta  el  Turonense  que  la  abuela  y  suegra  se 
empeñó  en  que  su  nieta  abrazara  el  arrianismo,  lo  cual  no  debió  de  ser  por 
fanatismo  arriano,  ya  que  ella  había  consentido  en  que  sus  dos  hijas  se  hicie- 
ran católicas  para  casarse  con  los  reyes  de  Metz  y  Soíssons,  sino  quizás  más 
bien  por  creer  que  las  mujeres,  sobre  todo  las  princesas,  debían  seguir  la 
religión  de  su  marido  ó  de  la  familia  real.  £1  historiador  franco  llega  á  decir 
que  en  su  furor  contra  Ingunda,  Gosvinda  llegó  á  rasgarle  los  vestidos,  ti- 
rarle del  cabello  y  arrastrarla  por  el  suelo  hasta  hacerle  verter  sangre. 

Según  el  Viclarense,  en  el  año  573,  es  decir,  á  los  principios  del  reina- 
do, Leovigildo  asoció  al  reino  á  Hermenegildo  y  Recaredo  {consortes  regut 
facii).  Seis  años  después,  ó  sea  en  579,  el  mismo  cronista  escribe:  '£1  rey 
■  Leovigildo  trató  el  casamiento  de  su  hijo  Hermenegildo  con  la  hija  de  Sis- 
»berto,  rey  de  los  francos,  y  le  dió  una  parte  de  la  Provincia  para  que  reinase 
'{oáregMandum)'.  Después  de  referir  los  malos  tratos  de  Gosvinda,  dice  el 
obispo  de  Tours:  <Les  cedió  (Leovigildo  á  Hermenegildo  é  Ingunda)  una  de 
•  las  ciudades  en  que  residiendo  reinasen  (»»  qun  residentes  regnarenf)* .  Ni 
uno  ni  otro  cronista  especiñcan  cuál  fué  esta  ciudad  ó  parte  de  la  «provin- 
cial en  que  reinaron  Hermenegildo  é  Ingunda,  ni  mucho  menos  la  autoridad 
de  que  los  invistió  (4).  Del  período  de  579  á  583  únicamente  poseemos  tres 
noticias:  una,  en  los  Diálogos  de  San  Gregorio  Magno  (5),  reducida  á  que 
Hermenegildo  se  convirtió  á  la  religión  católica,  tomando  el  nombre  de  Juan, 
y  que  al  saberlo  su  padre  trató  con  premios  y  amenazas  de  hacerle  volver 
al  arrianismo,  hasta  que,  frustrados  sus  propósitos,  lleno  de  ira  le  quitó  el 
reino  (privatít  regno).  Esta  frase,  como  casi  todas  las  auténticas  que  se  refie- 
ren á  estos  sucesos,  ha  sido  objeto  de  controversias,  entendiendo  unos  que 

(i)  Se  dicpnio  cito,  como  decimoa,  en 
de  Ltorigilda  de  tebantizar  i  lot  católicos.  \ 
de  coDciOnr  los  lexloi. 

(3j     yu.r  falruM  Emeñlaiiium  (Espetía  Ugrada.  Tomo  XIII). 

(1)  &i  machai  historias  le  lee  que  la  primera  mujei  de  LeoTÍgildo  fu£  romans,  hija  del 
gobeniador  biíantiiio  de  CartaiieD*,  y  llamada  Teodosia.  Hl  F.  Flórez  pnio  en  claro  con  el  texto 
del  Cronicón  de  Adón  qae  ae  llamaba  Rinchüde. 

(4)  D.  Vicente  Lalnente  (ITut.  EcUs.)  interpreta  el  texto  así:  «Enijfi  á  su  hijo  i  Sevilla 
i^aia  que  TÍvieta  con  aparato  regio».  Refutan  eita  aserción  el  P.  Guillermo  Antolín  («San  Vin- 
mCBettUdo  ante  la  crfüc»  bislórica».  La  Ciuáadde  Dio¡,  Octubre  i  Diciembre,  1901).  y  el  P.  Ro- 
chel  (lag.  cit),  pero  suponiendo  qae  HermcDegildo  fu£  soberano  por  completo  independiente 
por  concesión  de  Leovigildo,  lo  qae  nada  autoriza  i  creer. 

(5)  Lib.  III,  cap.  XXXI. 

SikHlo.  HlSrORIA  DE  ESPAÍlA 


,,Coojíc 


|62  HISTORIA  DE  ESPAÑA 

prioatitregno  significa  que  le  «des- 
heredó* ó  pnvó  de  la  sucesión  á 
la  cdroaa;  otros  que  le  quitó  el 
reino  de  Hispalis,  como  biio  efec- 
tivamente con  las  armas,  y  otros 
que  antes  de  proceder  á  esta  vio- 
lencia le  exoneró  del  titulo  regió 
que  le  había  dado,  jVaya  usted  á 
saber! 

La  segunda  noticia  es  del  Tu- 
ronense,  y  se  reduce  á  que,  sabedor 
de  la  conversión  de  su  hijo,  Leo- 
vigildo  «se  dio  á  buscar  con  cau- 
>tela  la  manera  de  perderle»  (i). 
La  tercera,  por  último,  es  del  Vi- 
clarense,  el  cual  dice:  'Nameodem 
>annq  (579)  ñlius  ejus  Hermene- 
>gildus,  raccíone  Gosvintbse  Re(<i- 

•  nae  tyrannidem  assumensin  His- 

•  pali  Civitate  rebelione  facta  re- 
>cluditur>;  esto  es,  que  en  el  mis- 
mo año  en  que  su  padre  le  dió 

•  parte  de  la  provincia  para  que 

•  reinase*,  Hermenegildo  se  rebe- 
Recaredo  1.                                 1^  ^^  Sevilla,  haciéndose  allí  tira- 
no, 6  sea  usurpador,  é  hizo  esto 

«por  Tacción  de  la  reina  Gosvinda*.  El  P.  FIórez  entendió  que  la  palabra 
Gorointka  debe  de  ser  equivocación  de  loa  copistas,  y  la  verdadera  Ingint- 
dai  porque  'el  nombre  de  facción  no  puede  aplicarse  á  quien  da  la  oca- 
úón  á  la  rebelión,  sino  á  quien  la  mueve  y  sostiene*  (2);  es  decir,  que. 
según  el  P,  FIórez,  Hermenegildo  se  levantó  siguiendo  el  bando  formado 
por  su  mujer  Ingunda;  pero  se  ha  hecho  notar,  acertadamente,  que  el  abla- 
tivo /accione  puede  muy  bien  interpretarse  <á  causa  ó  con  ocasión  del  ban- 
do ó  partido  de  la  reina  Gosvinda>.  El  Turonense  dice  en  otro  pasaje  que 
Gosvinda  era  cabeza  {caput)  de  los  arríanos. 

Más  honda  duda  nos  ofrece  por  otro  aspecto  el  texto  de  Juan  de  Vicia- 
ra. Al  decir  que  Leovigildo  dio  á  su  hijo  un  territorio  en  que  reinara,  no 
especiñca  cuál  fué,  y  al  aúadir  que  se  rebeló,  usurpando  la  soberanía,  señala 
muy  precisamente  que  ocurrió  esto  en  Hispalis,  ó  Sevilla.  ^No  cabe  sospechar 
que,  ó  por  no  satisfacerse  Hermenegildo  con  el  territorio  que  le  dio  su  padre, 
ó  por  otras  causas  ignoradas,  se  fué  á  Sevilla,  no  porque  fuera  ésta  la  ciudad 
cedida,  sino  por  su  posición  en  la  Bélica,  poblada  de  hispano- román  os,  cer- 
cana á  Córdoba,  independiente  hasta  572,  y  á  las  comarcas  todavfa  imperia- 
les, ó  que  acababan  de  serlo?  jNo  es  verosímil  suponer,  no  una  guerra  me- 
ramente defensiva  del  pequeño  reino  de  Sevilla,  como  se  empeñan  en  ver 
ios  que  no  transigen  con  qee  Hermenegildo  fuera  rebelde,  sino  una  lucha 
general  de  todos  los  católicos  de  la  Península  —  hispano-romanos,  suevos  y 
bizantinos  —  contra  los  visigodos?  Leovigildo  habla  ido  venciéndolos  ó  so- 
metiéndolos por  partes,  atacando  uno  por  uno  á  todos  los  núcleos  antigólicos: 


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HISTORIA  DE  ESPAÑA  I63 

era  l<^ico  que  el  epdc^o  de  esta  serie  de  guerras  fuera  una  insurrección  su- 
prema y  combinada  de  todos  los  elementos,  vencidos,  mas  no  destruidos, 
y  era  natural  que  buscasen  su  unidad  en  la  proclamación  de  un; rey  cató- 
lico opuesto  al  rey  arríano.  Hermenegildo,  recién  convertido  á  la  fe  católica, 
esposo  de  una  princesa  franca,  era  el  principe  adecuado  para  desempeñar 
semejante  papel,  y  él  pudo  aceptarlo  de  completa  buena  fe,  creyendo  firme- 
mente que  sus  deberes  para  con  la  verdadera  Iglesia  perseguida  eran  supe- 
riores en  excelencia  y  grado  á  los  de  hijo,  acostumbrado  además  á  que  seme- 
jantes luchas  civiles  entre  próximos  parientes  eran  el  a  ¿  c  en  la  historia  de 
üu  raza,  y  con  la  complexión  moral,  por  último,  de  esta  misma  raza  germá- 
nica, profundamente  individualista,  en  que  los  hijos  en  cuanto  podían  mane- 
jar las  armas  se  consideraban  emancipados  en  absoluto  de  la  autoridad  pa- 
terna. Juzgar  á  un  príncipe  visigodo  del  siglo  vi  con  el  criterio  propio  de  otros 
tiempos  es,  no  sólo  un  agravio  á  su  memoria,  sino  un  ridiculo  anacronismo. 

Mirando  así  la  cosas,  explicanse  muy  bien  la  extensión  y  duración  que 
luvo  la  guerra  entre  Leovigildo  y  Hermenegildo,  el  hecho  de  haber  interve- 
nido en  ella  suevos  é  imperiales,  la  embajada  de  San  Leandro,  obispo  (je 
Hispalls,  á  Constan  tino  pía  como  legado  regis  wissigotiorum  á  tratar  asuntos 
de  su  fe  pro  causa  Jideis  (i),  rey  de  los  visigodos  que  no  puede  ser  otro  que 
Hermenegildo;  los  dos  monumentos  epigráficos  que  se  conocen  de  éste  y  en 
los  que  se  da  el  título  de  rey,  no  de  Sevilla,  sino  en  absoluto  (2);  y,  finalmente, 
el  hecho  muy  significativo,  é  inexplicable  de  otro  modo,  de  que  San  Isidoro, 
San  Gregorio  y  el  Abad  de  Viciara,  aunque  católicos,  y  escribiendo  uno  en 
laüalia  y  los  otros  en  reinados  ya  católicos,  llamen,  sin  embargo,  áHerme- 
n^ildo  tirano  y  rebelde,  lo  que  ciertamente  no  hubieran  hecho  á  limitarse  el 
(irincipe  á  la  defensa  del  reino  en  que  su  mismo  padre  le  había  puesto  (3). 

En  resumen,  que  nada  se  sabe  de  cierto.  Lo  positivo  es  que  en  el  citado 
año  de  583  Leovigildo  estaba  en 
campaña  contra  su  hijo;  que  tomó 
á  Mérida;  revolvió  luego  al  Norte 
4  sofocar  una  insurrección  de  vas- 
cones,  haciendo  é  muchos  de  éstos 
emigrar  á  la  Aquitania  y  fundando 
para  contener  á  los  dichos  monta- 
ñeses la  forUleía  de  Victoriaco 

(t|  Falabru  de  San  Gregorio  Mag- 
no i  San  Lesadni  en  la  dedicatoria  de  los 

(1)  Unas  monedaí  6  medallas  qne 
'tieaenal  anierso  un  tfono  con  craz  y  en- 
cima la  lejrenda:  Rrmemi^hic;  al  reveno 
nna  leyenda  en  que  Mariana  7  Morales  le- 
yeron RígetK  devila:  huye  del  re;,  pero  qne 
ho;f  le  inleipreta:  Kegeá  DtQ  mío;  y  una 
Upidacon  ínscrípciAn.eDConlradaen  1669 
en  Alcalá  de  Caadaira. 

(3)  Tan  difíciles  de  eipUcar  ion  es- 
UM  textos  sin  la  hipótesii  formulada,  que 
el  P.  Kochel  apunta  la  sospecha  de  si  ha- 
brán sido  «dullerados,  especialmenle  el  de 
Saa  Isidoro,  por  los  herejes.  Pero  jqué  he- 
rejesí  Cnaado  San  Isidoro  escribía  la  he. 
rejia  esuba  ya  vencida,  San  Gregorio  de 
Toan  llega  á  decir  que  el  Príncipe  atentó 
contra  la  vida  de  su  padre,  y  por  eso  le 
llama  muerabU.  Lluva  II. 


,,CoogIc 


(Vitoria);  que  tuvo  que  conjurar  una  iavasiáii  de  francos  negociando  el  matrí- 
mooio  de  Recaredo  con  Kingunda,  hija  de  la  feroz  Fredegunda;  que,  bajando 
otra  vei  al  Mediodía,  envolvió  é  hizo  capitular  al  ejército  suevo  que  mandaba 
al  socorro  de  Hermenegildo,  obligando  al  rey  Miro  á  reconocer  su  sobera- 
nía (i);  vino  luego  el  sitio  de  Sevilla,  del  que  sólo  se  sabe  que  fué  largo  y  que 
Leovigildo  mandó  reedificar  du- 
rante él,  quizás  para  su  residencia, 
la  ciudad  de  Itálica,  é  intentó  tor- 
cer el  curso  del  Betis;  que  huyó 
Hermenegildo,  aunque  haciendo 
frente  á  sus  perseguidores,  y  en 
Osset  (San  Juan  de  AlFarache),  se- 
gún San  Gregorio  de  Tours,  ó  en 
Córdoba,  según  el  Abad  de  Vicia- 
ra, entregóse  á  su  padre,  habiendo 
mediado  en  este  acto  su  hermano 
Recaredo.  Todavía  son  más  esca- 
sas y  vagas  las  referencias  sobre 
el  último  periodo  de  la  vida  de 
Hermenegildo.  Sólo  puede  asegu- 
rarse que  quizás  en  Tarragona,  y 
estando  preso,  un  obispo  arrian» 
le  invitó  á  recibir  la  comunión  pas- 
cual por  el  rito  de  la  secta,  y  ha- 
biéndose negado  el  Principe,  fué 
muerto  de  orden  ó  á  manos  de  un 
tal  Sisberto.  ffermttugUdus  in  urbe 
Tarraeotumíi  d  Sisbtrio  inierfid- 
tud,  dice  el  Viclarensc  con  conci- 
.  sión  desesperante  para  la  posteri- 

^'*''""-  dad.  Tan  noble  fin  borró  cuanta 

culpa  hubiera  podido  tener  Her- 
menegildo en  sus  empresas  políticas,  si  es  que  tuvo  alguna,  de  lo  que  nada 
cabe  afirmar  ni  negar,  ateniéndose,  como  debe  hacer  la  Historia  critica,  á  los 
datos  auténticos.  Aun  en  el  orden  puramente  humano,  el  martirio  del  prin- 
cipe visigodo  acredita  que  el  móvil  de  sus  actos  no  fué  mera  ambición  de  rei- 
nar, sino  Intimo  convencimiento  de  la  verdad  religiosa  que  habla  aceptado. 
Después  de  este  suceso  aún  reinó  Leovigildo  cerca  de  dos  años,  ilus- 
trados con  la  conquista  del  reino  de  los  suevos  y  guerras  defensivas  y  glo- 
riosas contra  los  francos,  dirigidas  en  la  Septimania  por  su  htjo  Recaredo. 
Éste,  que  habla  acompañado  siempre  á  su  padre,  y  en  cuyo  honor  habla 
puesto  Leovigildo  el  nombre  de  RecopoHs  á  una  ciudad  fundada  en  el  tér- 
mino de  Almonacid  de  Zurita,  junto  á  la  confluencia  del  Guadiela  con  et 
Tajo,  heredó  el  reino. 

62.  —  Cuenta  el  Turonense  que  Leovigildo  se  convirtió  á  la  verdadera 
religión  antes  de  morir,  y  que  aconsejó  á  su  hijo  Recaredo  que  siguiera  su 
ejemplo.  Prescindiendo  aquí  de  lo  que  pudiese  haber  de  sobrenatural  en  este 
caso,  discurriendo  á  lo  humano,  es  verosímil  que  el  Rey  moribundo,  algo  es- 
céptico,  como  debía  de  ser  en  religión,  á  lo  menos  en  lo  referente  á  delíca- 


mpafln;  según  el  TuTonente,  toItíó  enfcmi» 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


HISTORIA   DS   ESPAÑA  I65 

dezas  dogmáticas,  dirtciles  de  apreciar  bien  por  un  lego,  comprendiese,  á  fuer 
de  político,  que  la  unidad  del  reino  tan  vigorosamente  establecida  por  su  es- 
pada sería  deleznable  y  efímera  mientras  no  se  reconciliasen  las  dos  razas. 
Tenia  delante  de  si  el  ejemplo  de  la  Galia,  donde  á  la  conversión  de  Clodoveo 
habia  seguido  la  nnión  entre  francos  y  latinos,  contrastando  con  los  de  los 
reinos  vandálico  y  ostrogodo,  en 
que  la  desunión  religiosa  perpc- 
tuó  la  debilidad,  demostrada  por 
la  súbita  ruina  de  ambos  Estados 
al  primer  embate  algo  enérgico  de 
un  invasor  extranjero.  Realmente 
la  obra  realizada  por  Leovigildo 
^  estaba  pidiendo  su  remate  ó  coro- 
na en  la  unidad  religiosa  de  am- 
bos pueblos,  y  es  de  admirar  la 
rapidez  con  que  Recaredo  lo  puso, 
dando  á  sospechar  con  tal  premu- 
ra que  la  cosa  estaba  resuelta  des- 
de antes. 

En  efecto;  á  los  diez  meses  de 
reinar  recibió  el  bautismo,  y  antes 
de  este  acto  habla  hecho  celebrar 
en  Toledo  una  asamblea  de  obis- 
pos católicos  y  arríanos,  á  ver  si 
se  ponían  de  acuerdo  sobre  la  fe. 
[^  solemne  abjuración  del  arría- 
nismo  ae  veríñcd  en  el  Concilio  III 
de  Toledo,  á  tal  efecto  convoca- 
do, y  al  cual  asistieron  sesenta  y 
tres  obispos  y  seis  vicarios,  presi- 

diéndoloMansona,  de  Mérida;  pero  Gundemaro. 

elalma  de  aquel  célebre  sínodo  fué 

San  Leandro,  de  Sevilla,  que  habla  catequizado  A  Hermenegildo  y, según  pare- 
ce, también  á  Recaredo.  Se  abrió  el  Concilio  el  4  de  Mayo  de  627,  y  el  Rey, 
con  la  reina  Bada  y  ocho  obispos  arríanos,  admitió  el  símbolo  de  Nicea,  con- 
fesando que  Nuestro  Señor  Jesucristo  es  verdaderamente  Hijo  de  Dios,  la  Se- 
gunda Persona  de  la  Beatísima  Trinidad,  el  Verbo  que  fué  antes  de  todas  las 
cosas  y  será  por  toda  la  eternidad.  Asi  quedó  establecida  la  unidad  católica 
en  España  ít),  gran  bien  en  sf  mismo,  no  sólo  religioso,  sino  social  y  político, 
pues  dio  á  las  diversas  gentes  pobladoras  de  la  Península  una  cohesión  moral 
que  no  podían  tener  de  otro  modo,  y  contribuyó  eficazmente  á  constituir  un 
verdadero  pueblo  de  lo  que  no  era  sino  informe  conjunto  de  razas  diversas, 
antagónicas  y  enemigas  entre  sf. 

Por  desgracia,  en  éste  mundo  aun  los  bienes  mayores  no  vienen  sin 
mezcla  de  mal;  y  el  tan  excelso  de  la  unidad  religiosa  no  parece  que  pueda 
sostenerse  por  los  solos  medios  de  la  persuasión  y  del  amor,  y  de  aquf  que 
para  mantenerlo  sea  menester  garantirlo  con  penas  que  contengan  y  repri- 

(I)  En  su  fíiileria  d¿  Tiodaih  /I  Crundt  Klíchiít  considera  como  una  usurpaciAn  histft- 
ñct  uríbnir  á  Recaredo  tal  eit«bleci  miento,  cnando  no  hiio  m*i  (¡iie  restablecerla.  Quien  la 
fundó,  no  sólo  en  EipaAa,  sino  en  todo  el  Imperio,  fué  Teodosio.  haciendo  civilmente  obliga- 
torio el  sfmbolo  de  Nicea,  prÍTando  i  loi  apilsiatis  de  los  derechos  de  testar  y  heredar  y  pro- 
hibicnio  la  idolatría. 


,,CoogIc 


l66  HISTORIA   DE  ESPAÍlA 

man  á  los  díscolos.  Serla  de  apetecer  que  bastasen  á 
tal  efecto  las  penas  canónicas,  de  suyo  correcciona- 
les y  suaves;  pero  para  quien  se  aparta  de  la  Iglesia 
por  no  creer  en  sus  dogmas  ni  acatar  como  divina  su 
autoridad,  /qué  eficacia  subjetiva  pueden  tener  ana- 
temas, excomuniones,  cebsuras  y  penitencias?  De 
este  modo  por  líbica  sucesión  de  ideas  llégase  á  que 
el  Estado  ó  el  Principe  secular  impongan  penas  civi- 
les á  los  enemigos  de  la  religión;  y  una  vez  declara- 
das delitos  comunes  ia  apostasfa,  la  herejía  y  la  infi- 
delidad, la  misma  lógica  impone  que  estos  delitos 
sean  los  más  graves  de  todos,  pues  ninguno  puede 
serlo  como  los  que  tan  directamente  van  contra  Dios. 
Asf  resulta  por  natural  encadenamiento  de  racioci- 
nios, pero  con  profunda  pena  de  los  espíritus  verda- 
SuiLeandiD.  deramente  cristianos,  convertido  el  Estado  católico 

en  perseguidor  de  los  subditos  anticatólicos,  y  se  da 
el  enorme  y  desconsolador  contrasentido  de  que  en  nombre  de  Aquel  que  dijo 
á  sus  discípulos  <no  arranquéis  la  cizafia,  no  sea  que  arranquéis  también  el  buen 
ttrigo,  dejad  crecer  una  y  otro  hasta  el  tiempo  de  la  siega> ,  y  con  el  pretexto 
de  extirpar  la  cizafía,  se  hayan  levantado  cadalsos  y  hecho  sufrir  horribles 
tormentos  y  crueles  privaciones  á  hombres  y  mujeres  en  quienes  cabe  supo- 
ner siempre  buena  fe  6  conciencia  equivocada  en  la  profesión  de  sus  errores. 
En  todas  las  naciones  estas  ideas  de  intolerancia  civil  con  inRelesy 
herejes  predominaron  en  cuanto  hubo  pasado  la  era  de  las  persecuciones 
paganas  y  arrianas,  y  en  todas  el  pueblo  católico  de  perseguido  se  convir- 
tió en  perseguidor:  tal  era  el  espíritu  público  ú  opinión  universal,  por  na- 
die contradicha,  en  aquellos  tiem- 
pos (i),  Pero  hay  que  reconocer 
que  en  Espafía,  quizás  por  la  mis- 
ma vehemencia  del  carácter  popu- 
lar, tomó  desde  un  principio  este 
espíritu  de  intransigencia  religiosa 
un  tono  de  dureza  y  acritud  sin- 
gulares: en  otros  pueblos  se  ha 
llegado  en  este  orden  &  extremos 
que  han  sobrepujado  á  veces  i  tos 
de  España;  pero  en  ninguno  ha 
sido  tan  sistemático  y  perseveran- 
te el  odio  implacable,  no  ya  á  la 
infidelidad  y  á  la  herejía,  sino  á  los 
inñeles  y  herejes  y  á  los  sospecho- 
sos de  serlo. 


(i)    «Si   los  reyes  jr  el  pueblo   se 

Bgenlís  en  inatcria  religiosa  6  extraordi- 
"naiiBinente  fHTorecedotrs  de  la  Iglesia. 
"es  porque  lo  sienten  metu  prepñe.  por- 
»qiie  es  íste  el  espíritu  de  la  sociedad.  ^ 
»no  porque  cada  ley,  oda  detemnin ación 
»esté  tomada  y  aconsejada  directamente 
»por  los  obispos», —  (Allamira,  Iñsl,  Je 


yCOOgll 


DE   ESPAÑA  167 


Ed  el  Concitio  III  de  Toledo  dio  comienzo  la  serie  de  leyes  perseguido- 
ras de  los  enemigos  de  la  Iglesia,  que  no  concluye  hasta  los  tiempos  moder- 
nos, por  influjo  de  las  ideas  liberales.  Los  libros  arrianos  fueron  mandados 
quemar  (i);  y  si  el  Concilio  de  Ilfberís  impuso  nada  menos  que  la  excomu- 
nión al  clérigo  ó  fiel  que  comiese  con  un  judfo,  el  tercero  toledano  excluyó 
á  los  hebreos  de  los  cargos  públicos,  prohibiéndoles  casarse  con  cristianas  ó 
tener  concubinas  y  sicrvas  de  nuestra  religión.  Verdad  es  que  estas  leyes  se 
pueden  justificar  ó  excusar  como 
meramente  preservativas  del  con- 
tagio y  predominio  de  los  infieles. 

Recaredo  tuvo  que  luchar  con 
los  arríanos  recalcitrantes,  que  ur- 
dieron diferentes  conspiraciones, 
y  aun  osaron  rebelarse  contra  el 
nuevo  orden  de  cosas  establecido. 
Parece  que  los  judíos  ayudaron  i 
los  sectarios  en  estas  empresas,  y 
de  ello,  naturalmente,  se  les  hizo 
nuevos  cargos,  como  si  no  fue- 
ra muy  natural  también  que  gen- 
tes tan  perseguidas  procnrasen  su 
emancipación  y  libertad.  Domi-  -, 
nó  el  Rey  todos  estos  obstáculos 
opuestos  á  su  gobierno,  y  fué  pa- 
cifica la  mayor  parte  de  su  reina- 
do, que  duró  hasta  601.  Con  la 
abrogación  del  arríanismo  desapa- 
reció la  lengua  gótica,  en  que  se 
oficiaba  en  aquella  secta  conforme 
i  los  ritos  de  Ulfila,  y  también  se 
usó  siempre  ya  el  latin  en  los  ac- 
tos de  curia  civil.  Recaredo  era  Kecaredo  [I. 
romano  de  corazón,  como  lo  acre- 
ditó tomando  el  nombre  de  Flavio,  y  se  sirvió  del  elemento  latino  en  los 
puestos  más  elevados  del  reino:  el  general  que  tuvo  en  la  Septimania  para 
reprimir  á  los  arrianos  y  rechazar  á  los  francos  se  llamaba  Claudio. 

63.  —  De  su  reinado  data  la  extraordinaria  influencia  é  importancia  ex- 
cepcional del  episcopado  y  clero  católicos  en  la  Monarquía  visigoda.  «Cuando 

•  francos  y  godos  —  escribió  el  protestante  Gibdon  —  renunciaron  á  la  idola- 

•  trla  y  al  arrianismo,  aceptaron  con  igual  sumisión  las  ventajas  y  los  inconve- 
>nientes  de  este  cambio.  Pero  mientras  los  prelados  franceses,  cazadores  y 
•guerreros,  olvidaron  el  antiguo  uso  de  los  sínodos  y  todas  las  máximas  de  cas- 

•  tidad  y  caridad,  entregándose  al  lujo  y  á  la  ambición  con  perjuicio  de  sus 

•  deberes  sacerdotales,  los  obispos  de  España  hiciéronse  respetar  y  estimar 
>de  los  pueblos,  y  la  regularidad  de  la  disciplina  eclesiástica  introdujo  la  esta- 

•  bilidad,  la  pa^  y  el  orden  en  el  gobierno  del  Estado.  Los  Concilios  de  Toledo, 
•en  que  la  política  episcopal  templaba  y  dirigía  el  espíritu  indisciplinado  y 

•  feroz  de  los  bárbaros,  dieron  algunas  leyes  sabias,  ventajosas  por  igual  á  re- 

•  yes  y  á  subditos.  Los  conquistadores  fueron  dejando  insensiblemente  su 

(i)  «No  me  sienlo  tentado  á  lloriT  pérdidas  quÍ7Ís  in 
■tener  lo»  birbari»  viitigodoi? ...  Ni  un  tola  nombre  de  es 
>á  Bnlgarano  6  i  Siscbnto».  —  (Meníndez  Pelayo). 


,,  Google 


I68  HISTORIA   DE  ESPAÑA 

>lengua  teutónica,  y,  sometían do- 
>se  al  yugodela  justicia,  partieron 
>con  los  vencidos  las  ventajas  de 
»1a  libertad»  (t). 

Conviene  tener  presente: 
I."  Que  el  clero  católico  era 
e.i  aquel  tiempo  el  único  Je  le  men- 
tó culto  de  la  sociedad.  Todos  los 
escritores  que  florecieron  en  la 
época  visigótica  fueron  eclesiásti- 
cos: los  cronistas,  como  Juan  de  Vi- 
clara  y  San  Julián  de  Toledo;  y 
los  moralistas,  juristas  y  teólogos, 
como  San  Martín  de  Brago,  Apnn- 
gio  de  Eeja,  Fortunato  Masona, 
San  Leandro,  San  Ildefonso,  etc.; 
y  descollando  sobre  todos  San  Isi- 
doro, también  cronista  y  grao  re- 
copilador de  la  ciencia  antigua,  y 
»in  disputa  el  hombre  más  sabio 
de  su  época.  Nombres  visigodos  y 
seglares  sólo  figuran  por  rarísima 
excepción  en  la  esfera  de  la  cul- 
.  tura,  como  los  del  Conde  Bulgara- 

no,  autor  de  Cartas,  y  el  del  rey 
Sisebuto,  que  escribió  una  Vida 
de  San  Desiderio  y  cartas.  Y  ¡quién  sabe  si  estas  obras  lo  fueron  real- 
mente de  tales  magnates,  ó  del  inevitable  secretario  y  capellán  hispano- 
latino!  Sólo  las  cuestiones  religiosas  ó  las  relacionadas  íntimamente  con  la 
religión  interesaban  en  las  escuelas.  Chindasvinto  envió  á  Roma  al  obispo 
Tajón  con  encargo  de  buscar  libros;  pero  no  de  poesía  ó  ciencia  profanas, 
sino  ¡os  Morales  de  Gregorio  Magno.  Si  algunos  estudiaron  la  Astronomía, 
como  Juan  de  Zaragoza,  hermano  de  San  Braulio,  Eugenio  II  de  Toledo  y  el 
mismo  San  Isidoro,  era  para  disponer  los  cómputos  eclesiásticos  y  cálculos 
pascuales.  La  poesía  ceñíase  casi  siempre  á  cantos  rituales  ó  devotos.  Y  lo 
mismo  la  música.  Finalmente,  toda  la  enseñanza  circunscribíase  á  escuelas 
de  primeras  letras,  monasteriales  ó  parroquiales,  ó  á  seminarios  para  la  for- 
mación del  clero,  como  el  establecido  en  Sevilla  por  San  Isidoro.  En  resumen, 
que  e!  sacerdocio  era  entonces  la  ciencia,  las  letras  y  las  artes  en  su  total 
expresión  positiva.  Si  los  visigodos  hubieran  prescindido  de  este  factor  social 
en  su  gobierno,  si  no  le  hubiesen  reconocido  la  influencia  predominante  que 
le  reconocían,  como  doce  siglos  después  han  pretendido  enciclopedistas, 
filósofos  y  juristas  que  debieron  hacer,  habrían  prescindido  de  todo  lo  que 
significaba  cultura,  ilustración  y  ciencia  en  su  reino. 

2."  Que  el  clero  era  el  representante  genuino  del  pueblo  hispano-ro- 
mano,  dominado  por  los  visigodos,  pero  del  cual  necesitaban  éstos  para  cons- 
tituir un  Estado  y  que  no  fuera  su  dominación  una  mera  ocupación  bélica. 
Teniendo  en  cuenta  estos  dos  puntos,  se  comprende  aquel  gobierno,  sin 
duda  extraño  en  nuestro  actual  modo  de  ser,  pero  que  hace  doce  siglos 
tuvo  sólido  fundamento  y  cumplida  raión,  no  en  lucubraciones  ó  declara- 


,,GoogIc 


HISTORIA.  DE  ESPAÍÍA  1 69 

ciooes  de  61ósofos  ó  de  una  Cámara  legislativa,  sino  en  el  desarrollo  espon- 
táneo, y  por  ende  natural,  de  las  cosas  y  de  los  sucesos.  No  fué  aquello  una 
teocracia,  como  dijeron  Montcsquieu,  Sampere,  D.  Joaquín  Marta  Pacheco  y 
otros  que  consideraron  el  Fuero  Juzgo  y  los  cánones  de  los  Concilios  toledanos 
á  la  luz  de  las  ideas  dominantes  en  los  siglos  xviii  y  xix;  no  fué  <un  reino  en 
manos  de  sacerdotes»,  como  dice  Bradley,  sino  un  Estado  en  que  los  sacer- 
dotes tuvieron,  no  por  usurpación  ni  concesión  de  nadie,  sino  por  efecto  de 
las  circunstancias  de  lugar  y  tiempo,  el  doble  carácter  de  obispos  y  de  mag- 
nates seculares,  y  además  eran  los  únicos  capaces  de  redactar  un  escrito,  de 
componer  un  discurso,  de  preparar  una  ley  ó  de  dar  un  dictamen  fundado 
en  ciencia  y  precedentes  históricos  sobre  cualquier  asunto  de  gobierno  y  ad- 
ministración; y  como  consecuencia  de  esto  y  del  fervor  religioso  de  los  re- 
clin convertidos  visigodos,  un  Estado  en  que  Dios  y  el  César,  el  Sacerdocio 
y  el  Imperio  se  unieron,  confundieron  y  compenetraron  de  tal  modo,  que  pa- 
recieron formar  un  todo  compacto,  una  sola  cosa.  Por  eso,  si  vemos  á  los 
obispos  legislar  en  los  Concilios  sobre  asuntos  civiles  ó,  con  más  precisión 
de  términos,  deliberar  y  proponer  las  leyes  que  el  rey  sancionaba  después 
y  erigirse  en  censores  natos  de  los  jueces  seculares  (i)  —  cosa  que  tanto  es- 
candalizó á  Pacheco  —  (2),  en  cambio,  también  vemos  establecidos  los  recur- 
sos de  fuerza  ante  el  rey  contra  las  violencias  de  los  jueces  eclesiásticos  (3]; 
á  Recaredo  y  Siscbuto,  conocer  de  causas  eclesiásticas;  á  todos  los  reyes,  nom- 
brar y  trasladar  obispos,  convocar  Concilios  y  —  ^qué  raásl  —  hasta  legislar 
sobre  los  ayunos  (4).  Si  los  partidarios  de  las  regalías  de  la  Corona  ó,  como 
ahora  se  dice,  de  la  independencia  del  Poder  civU,  encuentran  mucho  de 
abusivo  en  la  organización  del  reino  visigodo,  los  MltramoHtanos,  según  escribe 
D.  Vicente  Lafucnte,  «apenas  si  contienen  su  indignacii^n  contra  algunas  dis- 
■  posiciones  conciliares*  (5)  de  aquella  misma  época. 

Resultado  ó  reflejo  de  este  carácter  general  de  las  relaciones  entre  la 
Iglesia  y  el  Estado  fué  el  particu- 
lar de  los  Concilios  de  Toledo.  Es 
indudable  que  los  godos  tuvieron 
asambleas  deliberantes  de  orden 
puramente  civil,  como  lo  es  tam- 
bién que  las  asambleas  provinciaies 
de  la  época  romana  nunca  fueron 
olvidadas  del  todo.  Los  cronistas 
hablan  alguna  vez  del  Senado,  que 
debia  de  ser  una  junta  de  magna- 
tes principales.  Los  Concilios  á  su 
vez  eran  asambleas  eclesiásticas,  y 


(1)  CoDc.  IV  de  Toledo. 

(2)  Dhtuno  friUminar  al  fuera 
?inn>.  (Ccdeccióo  de  CAdieos  eipaüoles.) 

(3)  CoDciUoXII. 

(4)  Mudeu  (España  Critica.  To- 
mo XI  -  9)  scfiíla  eilu  cnitro  regaifas  de 
los  monarcas  visigodos:  du'  áidenes  jpa- 
blícKT  decretoi  para  bien  de  los  fíeles,  te- 
ner iríbanal  de  coaceiÓD  en  las  causas 
cclesiásiicas,  nombrar  obispos  en  todo  el 
reino,  ^  convocar  y  confírmar  los  Conci- 
lios nacionales. 

(5)  Hist.  Eilit.  d!  B¡paña.  Tomo  I, 
pigina  138. 


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170  HISTORIA   DE  ESPAÑA 

venían  celebrándose  para  tratar  de  asuntos  religiosos  desde  mucho  antes  de 
entrar  en  España  los  visigodos.  Todo  esto  es  ciertlsimo,  y  puede  probarse  con 
hechos  y  documentos;  pero  no  lo  es  menos  que  desde  el  Concilio  III  de 
Toledo  estas  asambleas  tomaran  un  carácter  sui  geturis:  las  convocaba  el  rey; 
asistían  no  sólo  prelados,  sino  magnates;  el  rey  confirmaba  los  cánones;  dis- 
cutíanse materias  políticas  y  civi- 
les; en  el  tomo  regio  ó  discurso  de 
apertura  el  monarca  solfa  empe- 
zar por  la  protesta  de  fe,  y  expo- 
nía á  la  consideración  de  los  Fa- 
dres,  no  sólo  los  asuntos  tempo- 
rales sobre  que  debían  deliberar, 
sino  los  religiosos.  Claro  es  que 
para  un  canonista  experimentado 
habla  alli  dos  cosas  distintas,  aun- 
que simultáneas  ó  poco  menos:  un 
Concilio  y  un  gran  Consejo  del 
Reino;  que  en  el  primera  actuaban 
los  obispos  como  pastores  y  doc- 
tores de  la  Iglesia,  y  en  el  segundo, 
como  proceres  del  Estado;  que 
cuando  la  asamblea  deliberaba  con 
su  carácter  conciliar,  según  bace 
notar  D.  Vicente  Lafuente,  el  rey 
era  el  «hijo  mayor  de  la  Iglesia, 
>pero  al  fin  hijo»;  y  cuando  deli- 
beraba como  Consejo,  *Ios  obis- 
•pos  no  eran  sino  los  primeros 
^vasallos  del  monarca».  Está  muy 
Cbintil*.  bien;  mas  el  caso  és  que  Concilio  y 

Consejo  eran  una  sola  asamblea. 
64.  —  A  Recaredo  le  sucedió  su  hijo  Liuva  II  (601-603),  contra  el  cual 
se  rebeló  Viterico  (i),  noble  que,  habienrdo  abjurado  el  arrianismo  en  tiempo 
de  Recaredo,  entró  luego  en  conspiraciones  arrianas,  y,  perdonado  por  el  pa- 
dre, se  vengó  luego  en  el  hijo  destronándole,  haciéndole  cortar  la  mano  de- 
recha, y  por  último  condenándole  á  muerte.  Viterico  reinó  siete  afios  (603 
á  610).  Quitó  á  los  bizantinos  la  ciudad  de  Seguntia  (Jigonza,  cerca  de  Cádiz), 
y  su  fin  no  pudo  ser  más  desastroso:  asesináronle  en  un  banquete,  y  su  cadá- 
ver fué  arrastrado  por  las  calles  y  tirado  á  un  muladar.  Gundemaro  (610-61 2) 
guerreó  con  francos,  vascones  y  bizantinos.  Sisebuto  (612-620)  atacó  resuel- 
tamente á  los  bizantinos  con  ánimo  de  arrojarlos  de  España,  ó  sea  de  someter 
á  los  hispano-romanos,  que  aún  vivían  independientes  á  la  sombra  de  la  le- 
jana majestad  imperial.  Era  emperador  Heraclio,  y  gobernador  de  la  España 
romana,  el  patricio  Cesáreo.  En  esta  época  el  territorio  bizantino  comprendía, 
además  de  lo  ya  expuesto,  el  sur  de  Portugal,  que  hoy  llamamos  los  AJgarbes. 
Los  visigodos  derrotaron  á  Cesáreo  en  dos  batallas  campales,  y  se  dice  que 
en  esta  guerra  Sisebuto  trató  á  los  enemigos  con  humanidad  desusada  en 
aquel  tiempo:  los  heridos  eran  curados  en  el  campo  godo,  y  los  prisioneros, 
puestos  en  libertad;  conducta,  se  añade,  que  le  conquistó  las  simpatías  de  los 
vencidos,  y  que  demuestra  cómo  en  esta  lucha  el  rey  de  Toledo  no  trataba 


(I)    Antes  cJel  30  de  Diciembre  de  bo2,  según  el  P.  Fita. 

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HISTORIA    DE   ESPAÑA  171 

de  arrojar  á  )os  invasores,  sino  de  ganarse  subditos;  era  como  decir  á  los  his- 
pano-romanos  que  aún  recha23ban  el  scñorio  de  los  germanos:  con  nosotros 
nada  ter.éis  que  temer;  ya  somos  católicos  como  vosotros,  y  hemos  de  trataros 
igual  6  mejor  que  los  gobernadores  venidos  de  Constantinopla.  Concluyó  la 
guerra  por  un  tratado,  cuyos  preliminares  ajustó  Liberio  y  ratiñcó  Heraclio: 
sus  cláusulas  fueron  la  entrega  á 
Sisebuto  de  todas  las  plazas  impe- 
riales, menos  los  Algarbes,  y,  ade- 
rois,  que  fueran  compeJidos  á  bau- 
tizarse sus  vasallos  los  judíos. 

El  Emperador  profesaba  un 
odio  terrible  á  estos  infieles,  y,  se- 
gún parece,  su  causa  inmediata 
fueron  las  crueldades  cometidas 
por  los  de  Persia  con  los  prisio- 
neros cristianos  que  les  habla  ven- 
dido Cosroes(i).  Lo  cierto  es  que 
movió  una  persecución  general 
contra  la  raza  hebrea.  Los  visigo- 
dos ¿  hispano -roma  nos,  que  cier- 
tamente no  necesitaban  estímulos 
exteriores  para  proceder  con  du- 
reía  en  este  asunto,  debieron  de 
dejar  muy  satisfecho  al  Empera- 
dor: por  UD  edicto  de  Sisebuto  se 
presentó  á  los  judíos  la  alternati- 
va de  emigrar  ó  de  bautizarse.  Y 
auD  esto  fué  lo  más  suave,  «por- 

>que  no  solamente  los  judíos  fue-  -  — 

•ron  echados  de  España  y  de  todo  Tulg». 

•el  señorío  de  los  godos,  que  era 
>lo  que  les  pedfa  el  Emperador,  sino  que  también  con  amenazas  y  por  fuer- 

•  za  los  apremiaron  para  que  se  bautizasen;  cosa  ilícita  y  vedada  entre  los 
•cristianos,  que  i  ninguno  se  haga  fuerza  para  que  lo  sea  contra  su  voluntad; 

•  y  aun  entonces  esta  determinación  de  Sisebuto,  tan  arrojada,  no  contentó  á 

•  los  más  prudentes,  como  lo  testiñca  San  Isidoro*  (2).  Veinte  años  después  el 
Concilio  de  Toledo  condenó  la  conducta  de  Sisebuto;  pero  no  consintió  que 
loi  bautizados  forzados  volviesen  á  profesar  el  judaismo,  porque,  mejor  ins- 
truidos, podfan  y  debían  reconocer  de  buen  grado  la  verdad  cristiana. 

Recaredo  II,  hijo  de  Sisebuto,  reinó  pocos  meses,  y  le  sucedió  Suintila, 
ó  Ftavio  Suintila,  como  él  se  llamaba  (621-631).  Conquistó  lo  poco  de  la  Pe- 
nínsula que  aún  se  mantenía  bajo  la  autoridad  del  Emperador;  y,  como  de  to- 
dos los  reyes  visigodos,  se  dice  que  sometió  á  los  vascones  (3):  para  tenerlos 
sujetos  fundó  la  ciudad  de  Oligitum  (Olite).  Una  insurrección  auxiliada  por 
los  francos  puso  en  el  trono  á  Siscnando  (631-63S},  quien  en  el  IV  Concilio 
de  Toledo  pidió  humildemente  á  los  Padres  que  sancionaran  el  herho  con- 

rio  seria  desiruido  poruña 
□a  judíos,  cuanao  realmente  &e  referia  á  los 

'  (I)     Mariana,  Hisl.  dt  Eipaü^,  lib.  V[,  cap.  II. 
())    oOe  donde  se  in&e  re»— observa  Navarro  Vil  I  oslada  en  et  prf^logode  su  novela  ..fni^jjn. 
i  tai  vastos  en  el  sigh  ¡II —  «que  ningUDO  lo»  somelíA,  y  que  los  vkscos  permanecieron  inde- 
■pendtcDleí  de  los  TÍsigodois. 


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173  HISTORIA    DE  ESFAClA 

sumado  de  la  usurpación.  Chintila  (636-640)  también  acudió  al  Concilio  V  ea 
demanda  de  confirmación  eclesiástica  de  su  autoridad.  En  el  Concilio  VI  (638) 
se  hizo  un  canon  ó  ley  en  cuya  virtud  el  Monarca  debía  jurar  á  su  adveni- 
miento no  mitigar  ni  suavizar  nunca  la  legislación  contra  los  judíos  conver- 
sos ó  bautizadas  que  abjurasen  la  fe  cristiana  (i).  Sucedió  á  Chintila  su  hijo 
Tulga  (640-641),  que  fué  depuesto,  decalvado  y  recluido  en  un  monasterin 
por  ChJndasvinto  (611-652).  Monarca  enérgico,  Cbindasvinto  reprimió  con 
dure^ta  á  los  grandes  y  facciosos  y  consiguió  que  el  país  estuviese  tranquilo. 
Abrogó  la  ley,  vigente  todavía,  y 
de  procedencia,  no  visigoda  sino 
romana,  que  prohibía  los  matri- 
monios entre  visigodos  y  latinos, 
y  se  le  atribuye,  aunque  no  se 
sabe  de  cierto,  la  primitiva  redac- 
ción del  Fuero  Juzgo,  ó  sea  de  un 
código  común  para  todo  el  reino. 
Al  decir  de  algunos  historiadores, 
su  bijo,  y  asociado  en  sus  tres  úl- 
timos años,  Recesvinto  (652-672) 
fué  como  el  Antonino  Pío  de  los 
visigodos:  un  príncipe  benigno,  sin 
ser  débil,  y  sabio  legislador.  Con- 
vocó tres  Concilios  (VII,  IX  y  X), 
y  perfeccionó  (según  otros,  fué  el 
compilador,  es  decir,  el  que  le  dio 
la  traza  que  aún  conserva)  el  Fue- 
ro Juzgo.  Murió  tranquilamente, 
como  habla  reinado,  en  Gérticos, 
y  con  espontaneidad  y   justicia 
desusadas  en  el  sistema  electivo 
proclamaron  para  sucederle  al  an- 
ciano Wamba.  La  humildad  y  de- 
ChindMTJDio.  licadeza  del  electo  correspondie- 

ron cumplidamente  al  acierto  y 
desinterés  de  los  electores,  pues  Wamba  no  se  resignó  á  ser  rey  sino  ante  la 
espada  de  un  magnate  que  le  amenazaba  con  la  muerte  si  no  aceptaba  la  co- 
rona. Triunfó  Wamba  del  rebelde  y  traidor  conde  Paulo;  y  por  mar,  de  una 
flota  árabe  que  intentó  un  desembarco  en  Algeciras.  Fué  destronado  de  la 
manera  más  singular:  Ervigio,  magnate  palatino,  hijo  ó  nieto,  según  se  dice, 
de  un  bizantino  de  ilustre  linaje,  y  a]  que  quizás  el  Monarca  habla  designado 
por  sucesor  suyo,  le  dÍ6  un  narcótico,  y  Wamba  cayó  en  sopor  semejante  á 
la  muerte;  el  astuto  palatino  se  apresuró  á  que  decalvasen  y  vistiesen  de 
monje  al  supuesto  cadáver  y  á  tomar  él  las  insignias  y  ejercicio  del  Poder 
soberano.  Cuando  Wamba  volvió  en  si  aceptó  el  hecho  consumado,  y  se  re- 
tiró á  pasar  sus  últimos  dias  en  el  monasterio  de  Pamptiega. 

65.  —  Con  Wamba  termina  la  grandeza  de  la  Monarquía  visigoda.  Este 
periodo  visigótico,  en  conjunto,  es  de  retroceso  6  de  decadencia.  Verdad 
que  bajo  el  cetro  de  los  reyes  de  Toledo  nuestra  Península  constituyó 
un  Estado  indcpend-cnte;  pero  la  independencia  es  un  gran  bien  cuando 

(Madrid,  1881),  lan;amen)e  i'MrncIailn  y  dísculida  p 
Gr''m„„^f,.  lomo  VI.  pí^infl.-.  Oti-^'^.  Leipíig,  1885. 


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HISTORIA   DE  ESPAÑA  173 

la  dbfnitaii  Estados  constituidos 
por  verdaderas  naciones,  es  decir, 
por  gentes  que  la  Naturaleza,  la 
Historia  ó  su  voluntad  colectiva 
ha  unido  con  vínculos  semejantes 
á  los  familiares;  no  cuando,  como 
sucedia  en  esta  época,  no  se  asea- 
taba  más  que  sobre  la  conviven- 
cia puramente  material  de  dos  ra- 
ías, invasora  y  dominadora  la  una, 
vencida  y  dominada  la  otra,  y  que, 
aunque  comenzaron  á  unirse  y  lle- 
garan á  estarlo  en  ciertos  órdenes 
de  la  vida  —  v,  g.,  el  religioso, — 
hasta  el  fin  mantuvieron  la  me- 
moria de  su  diverso  origen  y  nun- 
ca dejaron  de  mirarse  con  preven- 
ci¿D  y  antipatía.  £n  la  época  ro- 
mana España  no  estaba  domina- 
da por  Roma,  sino  que  era  ella 
Roma  ó  parte  de  Roma;  en  la  vi- 
sigoda si  que  lo  estuvo  por  una 
gente  advenediza  que  impuso  y 

mantuvo  su  imperio  por  la  fuerza;  Recesvinto. 

{¡ente  de  inferior  cultura  respecto  , 

de  la  población  genuinamenie  española,  y  que,  por  tanto,  era  para  el  espa- 
ñol latino  temible  y  despreciable  al  mismo  tiempo. 

¡Y  qué  diferenciadeorganizaciónpolftica.decivilizacióny  de  modo  de  vi- 
vir! Roma  signiñcó  para  España 
cuatro  largos  siglos  de  profunda 
paz:  los  visigodos,  menos  de  tres  de 
guerra  continua,  ya  con  extranje- 
ros, ya  entre  los  diversos  poblado- 
res de  la  Península,  ya  por  la  suce- 
sión del  trono.  Si  en  teoría  el  régi- 
men monárquico  era  electivo,  en 
la  práctica  la  rebelión  fué  medio 
usual  de  conquistar  el  Poder,  y  el 
asesinato,  la  manera  casi  regular  de 
perderlo.  Sucedíanse  los  reyes  con 
vertiginosa  rapidez,  y  se  han  en- 
contrado medallas  y  monedas  de 
monarcas  nocitadosen  las  crónicas. 
Debieron  de  ser  pretendienies,  ó 
usurpadores,  ó  fautores  de  guerras 
civiles  (i):  el  laconismo  de  los  cro- 
nistas nos  oculta,  sin  duda,  muchos 
de  los  horrores  que  se  cometieron 
en  aquellos  tres  siglos  de  barbarie. 

(O     Asf,  st  conocen  tres  leyts  no 
mencionados  en  In  Hbloria:  Judili,  Jaji- 
WiBiba.  la  }  Suniefredo  6  Cunielredo. 


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HiSTOKi*  Gititpic.i  DB  i.ií  Civilización  Espajíoi^ 


LiHlNA  XLIII 


Ortcbrerl*  vlilgAtlcK. 


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HISTORIA   DE   I 


I7S 


Tol1o9  los  males  de 
la  sociedad  romana,  tales 
como  la  esclavitud,  la  ser- 
vidumbre de  la  gleba,  el 
concubinato  tolerado,  la 
potestad  marital  excesi- 
va, los  impedimentos 
para  el  matrímonio  fun- 
dados en  la  diferencia  de 
condición  ó  clase,  etcé- 
tera, etc.,  se  conservaron 
en  ^  sociedad  visigoda, 
y  muchos  agravados.  En 
la  España  romana  el  que 
lio  tenia  ó  no  había  teni- 
do la  desgracia  de  ser  es- 
clavo era  verdaderamen- 
te libre;  en  la  España  vi- 
sigoda el  hombre  poco 
poderoso  no  pudo  con- 
servar esta  libertad,  y 
tuvo  que  ponerse  bajo  la 
protección  de  un  magna- 
te ó  señor  si  qucrfa  tener 
alguna  seguridad  perso- 
nal: de  aqui  la  clase  de 
los  ocelarios,  antes  des- 
conocida. «El  hecho  ge- 
>neral  era  la  existencia 

•  de  pocos  hombres  com- 
>pletamente  libres  y  la 

•  formación  de  distintos 
•grados  intermedios,  hasta  el  más  inferior  de  la  esclavitud  ó  servidumbre'  (i). 

Lo  bueno  que  hubo  en  esta  época  fué  lo  que  se  conservó  de  la  pasada, 
y  los  bis  pan  o- romanos,  quienes  lo  conservaron.  Así,  la  religión  católica,  la 
Teología  y  sus  ciencias  auxiliares,  el  espíritu  de  la  legislaci¿n,  las  bellas 
artes,  la  i^ricultura,  la  industria  y  el  comercio;  todo  heredado  de  Roma,  todo 
cultivado  por  híspano- roma  nos,  y  todo  algo  estropeado  bajo  el  poder  visigo- 


Interíor  de  l>  iglesia  de  Santa  Comba  de  Baude  (siglo  v 


Allamira  (/ñsl.  d(  Etf.). 


si,  2  y  3.  Biaseiillo,  jarro  y  pendienle  de  oro  que  perlenecid  il 
uUs  quelosgodoj  guron  dopués  de  su  establecimiento  en  el  Me- 
■sucltimente  biíatilino,  pertenecieron  al  Tesoro  di  l'tlrenoaa,  y 


{ExflUaáÓH  di  la  liúai'ia  XLHI.) 

Orlebrerí*  vlalsAilca.-Núineio 
icy  Atanarico.  EiUs  joras,  que,  eomotod 
diodií  de  Europa,  son  de  guita  y  estilo  ri 
panceqae  fueron  regaladas  á  Atanaiicopor  el  emperador  de  Biaincio.  —  4.  Adorna,  regularmente  colgante 
de  collar,  y  que  poi  su  dilo  debió  de  pertenecer  i  los  visigodos.  —  5.  Anillo  del  rey  Reccsvinlo.  Las  demás 
jofas,  cruces,  coronas  y  colgantes  sin  numerar  que  ñguran  en  esta  limina  pertenecen  al  lamoso  ttioro  4t 
Oaarrazar,  conocidos  con  este  nombre  por  haber  sido  halladas  en  Üuarrazar,  pueblo  Inmediato  i  Toledo, 

EspaOa.  dada  la  época  i  que  pcftenecen  muchas  de  días,  como  la  corona  de  Recesvinla,  durante  cuyo  reina- 
las  arles  j  la  industria,  aunque  siempre  como  lieles  imitador»  de  los  bizantinos,  que 
nie  de  la  civiUiaddn. 


D,g,t7cdb/COOgIC 


1/6  HISTORIA   DE  ESPAÑA 

do.  Si  la  Iglesia  alcanzó  cotii>iderable  influeacia  social  y  )>ol[iica,  fué  á  costa 
de  una  confusión  de  atribuciones  entre  ambas  potestades  y  de  una  cruel 
intolerancia,  harto  excesiva,  que  rayó  en  opresora  de  la  conciencia.  Por  mu- 
cho que  se  ponderen  desde  el  punto  de  vista  católico  las  épocas  de  Reca- 
redo  y  Recesvinto,  mejor  ban  de  parecer  las  de  Constantino  y  Teodosio. 
Por  mucho  que  nos  admire  el  J^utro  Juzgo,  código  calcado  en  leyes  romanas, 
nadie  sostendrá  con  fundamento  su  superioridad  respecto  de  las  obras  legis- 
lativas de  Justiniano.  En  el  terreno  literario  y  en  el  artístico,  los  visigodos, 
ó  mejor  dicho,  los  hispan  o -román  os  que  trabajaron  bajo  su  dominación ,  se 
limitaron  á  seguir  el  impulso  recibido  en  la  época  imperial  ó  á  copiar  los  mo- 
delos que  iba  ofreciendo  Con stant inopia.  Véanse  en  cualquier  monetario 
donde  las  haya  unas  monedas  bizantinas  al  lado  de  otras  visigodas  de  la 
misma  época:  son  exactamente  iguales,  con  la  diferencia  de  que  las  visigo- 
das, copia  servil  de  las  bizantinas,  están  muy  mal  hechas;  se  distinguen  por 
su  tosquedad,  por  su  imperfección.  He  aquf  sintetizado  ó  representado  en 
este  hecho  el  carácter  general  del  reino  visigodo:  como  sus  monedas  res- 
pecto de  las  imperiales,  era  él  una  tosca  copia  del  Imperio  romano.  En  reali- 
dad era  una  parte  del  Imperio  dominada  militarmente  por  una  banda  de  bár- 
baros: la  población  soportaba  á  sus  dominadores  porque  no  tenia  otro  reme- 
dio; mas  sentíase  espiritualmente  tan  lejos  de  ellos  como  si  hubieran  seguido 
acampando  á  orillas  del  Báltico. 

Romano  de  corazón,  el  pueblo  hispánico  de  aquel  tiempo  segufa  sintién- 
dose  subdito  del  emperador:  en  Constan tinopla  vela  su  verdadera  capital,  y 
en  el  César,  su  verdadero  y  legitimo  soberano.  Hasta  el  tiempo  de  Cario- 
magno  ésta  fué  la  opinión  común  en  toda  la  Europa  occidental,  y  la  res- 
tauración de  aquel  Imperio  un  deseo  universal  que,  circunscrito  luego,  en 
la  época  de  suprema  barbarie,  al  gremio  clerical  ó  de  los  honbres  doctos, 
vuelve  á  expansionarse  siglos  después  para  determinar  el  Renacimiento. 

En  el  periodo  visigodo  continúa,  pues,  la  civilización  latina;  pero  sin  es- 
cuelas, sin  elementos  suficientes  de  cultura,  esa  civilización  va  decayendo 
siempre;  van  siendo  cada  vez  menos  los  que  la  poseen,  y  los  que  la  poseen, 
con  menos  intensidad. 

Sin  embargo,  comparada  la  suerte  de  nuestra  patria  con  la  de  otras  pro- 
vincias occidentales  del  Imperio,  fué  feliz;  porque  si  los  visigodos  eran  bár- 
baros, parece  que  fueron  de  los  menos  bárbaros  de  todos.  En  este  sentido 
pueden  admitirse  los  panegíricos  del  P.  Tasban  (i)  y  de  otros  historiadores 
antiguos  y  modernos  que  presentan  con  risueños  colores  el  cuadro  de  nues- 
tra Monarquía  visigoda  (2). 

(1}     Nono-Melang.  d'Archtel.,  I V. 

(:}  Víanse:  Hübner,  ¡ncriptionti  lliifani,í  Cristiana  (Berlín,  187I  j  19E0);  FiU,  ¡«¿ieeio- 
nísp-iígia  ín  lápidas  visifóíirai  ¡Madrid.  1892);  Alvaro  Ctmptñtt,  Inditader  maimal  ái  la  A'if- 
miiiaálica  tsfañda  (Madiid,  1891);  Amador  de  los  Rloi,  E¡  arle  laliHe-bitanline  en  EipaSa  y  las 
coroaat  viñniidat  Jt  Cuarretar  (Madrid,  1861!;  P.  Madiazo,  Corona]  y  írueei  gélUoí  del  tesare 
di  Cuarratar  (Tomo  I  de  Monumenleí  Arquitiilómces  de  Esfaüa). 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


X 


PARÉNTESIS  EN  NUESTRA  HISTORIA 


M.  L>  pan  ligana  de  la  Historia  de  Exptfta.  —  Í7.  ^ca  y  Ervigio.  ~  M.  Witiza.  —  69.  Don 
Kodngo.  —  TO.  El  Conde  Don  Jalián.  —  71.  Invasión  inbe.  —  7S.  WaJIes  ó  gobernadores.  ~~  El 
emirato  íadependicDte.  —  RoncesTalIes.  —  13.  La  restauración  ciiitiana.  —  Muidrabe*.  — 
74.  Reyes  de  Aitnrias.  —  Reconquista  pirenaica  y  catalana. 


66.  —  Reioando  Alfonso  III  el  Magno,  en  el  año  tle  883  la  una  y  poco 
antes  la  otra,  escribiéronse  dos  crónicas:  aquélla,  por  un  monje  del  monaste- 
rio de  Albelda  [Cronicón  albetuietise)  (i);  ésta,  atribuida  al  obispo  Sebastián  de 
Salamanca,  Sebastiani  Chrotiicon,  moftiine  AlfoHsi  iertÜ,  recens  vulgaíum, 
que  comprende  todo  el  período  entre  Wamba  y  Ordoño  I  (672-865J  (2).  Se- 
bastián, ó  quien  fuera  autor  de  la  crónica,  lamentábase  de  que  desde  Isidoro 
Hispalense,  ó  sea  durante  más  de  doscientos  cincuenta  años,  no  se  hubiera 
escrito  nada  de  Historia  de  España,  y  asi  éi  para  llenar  tan  largo  vacio  había 
de  fundar  su  relato  en  lamerá  tradición  oral. 

Engañóse  al  aRrmar  lo  primero,  porque  posterior  á  la  i.sidoriana  es  la 
crónio  ó  historia  particular  del  rey  Wamba,  ó  mejor  dicho,  del  episodio  de 
la  rebelión  del  conde  Paulo,  escrita  por  San  Julián  de  Toledo,  y  sobre  todo 
por  haber  una  preciosa  crónica,  obra  de  un  cristiano  contemporáneo  de  la 
invasión  árabe  que  vivió  en  Toledo  y  en  Córdoba,  y,  aunque  con  la  deses- 
perante concisión  propia  de  la  época,  narró  los  principales  sucesos  ocurridos 
desde  Sisebuto  hasta  el  año  754:  tal  es  el  precioso  documento  publicado 
por  el  P.  Flórez  con  el  titulo  de  Isidori  Petcensis  Chronicon  (3),  y  muy  bien 
estudiado  por  el  doctísimo  P.  Taishan  {4),  quien,  habiendo  demostrado  que 
no  es  obra  de  Isidoro,  obispo  de  fieja,  propuso  el  título  de  'El  Anónimo  de 
Córdoba»,  acepUdo  generalmente,  á  pesar  de  que  el  Sr.  Saavedra,  fundán- 
dose en  no  ser  cosa  cierta  haber  sido  escrito  en  Córdoba,  le  llama  «El  Anó- 
nimo latino»  (5). 

(i)     España  SagraJa,  tomo  XIII,  ap.  6.°. 

(31    ¡d^m,^.^.^.'•. 

l3)    /fliw,  lomoVIILap.  a.". 

(4)  L'Anfitymi  át  Cerdeut.  Chreniquí  rintii  <Us  átmUri  rait  de  Toüdc  tí  dt  ¡a  esnquett 
dt  rStpairnc  par  Us  arabti,  tdilet  it  ennolic  par  ¡e  P.  y.  Taiiha»,  de  ¡a  Cempagnie  di  Jitus. 
París,  tSSj. 

(5)  Éitudie  Jobrt  la  invaiian  de  leí  áraies  en  Eipaña. 

Salcedo,  Historia  de  EspaRa  -^  .'2 

D,g,t7cdb/tjOOglC 


178  HlSrORlA   DF.  ESPAÑA 

De  todas  suertes,  una  sola  crónica  (l)  incompleta  y  extremadamente 
concisa,  escrita  por  un  autor  que,  viviendo  entre  árabes,  nada  supo,  6  at  me- 
nos nada  dice  de  los  principios  de  la  Reconquista,  y  al  que  de  nada  sirvió 
esa  convivencia  para  enterarse  bien  de  la  cronología  mahometana  {2),  dima- 
nando de  aquí  una  lamentabilísima  conTusíón  de  fechas,  equivocada  además 
en  puntos  tan  conocidos  como  muchos  referentes  á  los  emperadores  de 
Constan tinopla,  y,  por  último,  plagada  de  errores  materiales,  ya  del  autor, 
ya  de  los  copistas  por  cuyas  pecadoras  manos  ha  ido  pasando  su  texto  á 
través  de  ios  siglos,  no  es  una  fuente  que  pueda  llenar  ese  gran  vacío;' y  hay 
que  decir  con  Dozy  que  desde  Wamba  hasta  Alfonso  III  «corte  una  época 
>extraordinariamente  fecunda  para  el  poeta  y  el  novelista,  pero  que  es  una 
alaguna  en  la  historia  de  la  Península>  (3);  6,  con  Bradley,  que  «lo  que  posi- 
>tivamente  se  conoce  del  reinado  de  Rodrigo  puede  sintetizarse  en  la  añrma- 
•  ción  de  que  con  su  derrota  concluyó  el  Imperio 
>de  los  godos  en  España>. 

Tampoco  los  árabes  españoles  que  pudieran 
suplir  la  falta  de  nuestros  cronistas  escribieron 
de  su  dominación  en  la  Península  hasta  Rnes  del 
siglo  X,  ó  sea  doscientos  cincuenta  años  después 
de  la  conquista.  Sus  más  antiguas  crónicas  cono- 
cidas son:  la  llamada  del  Moro  Rasis  (Ahmed-Ar- 
Razi),  de  tanta  autoridad  entre  los  suyos,  que  le 
caliñcaron  de  icronista  por  excelencia>  (Altariji), 
y  que  comprende  hasta  el  año  de  976  (4),  y  la  de 
Aben  Alcotia  {£!  kijo  de  la  goda),  cu^no  nieto  del 
rey  Witiza,  que  vivía  en  Córdoba  como  cliente 
de  los  Omeyas,  traducida  en  parte  al  francés  por 
Cherbonneau  é  Hondas,  y  empezada  á  traducir  al 
castellano  por  el  Sr,  Gayangos.  Poco  posterior  es 
Sao  Isidoro.  j^  colección  de  tradiciones  titulada  AJiar  Macku- 

ma  (5),  y  á  que  el  Sr,  Gayangos  diú  el  título  de 
■  Anónimo  de  París-.  Por  desgracia,  cuando  los  árabes  ó  sus  clientes  y  vasa- 
llos, como  Aben  Alcotia,  pusieron  mano  á  escribir  la  historia  de  esta  época, 
la  fantasía  oriental  y  el  amorá  lo  maravilloso  y  extraordinario,  característicos 
de  aquella  gente,  la  hablan  desfigurado  con  cuentos,  fábulas  y  consejas,  urdi- 
dos principalmente,  ó  al  menos  los  más  estupendos,  en  Egipto  y  en  Siria; 
pero  que,  como  es  uso,  vinieron  luego  á  formar  en  la  misma  España  árabe 

^0  Ha,r  otro  pretendido  nnñnímo  de  la  misma  ípoca,  publicado  f España  Sagrada,  l'íí 
con  el  (ftulo  de  El  continuador  del  r(c/<i»Hjf ,  que  es  una  historia  eeneral  con  pirraros  relativoí 
á  España,  y  que  el  P.  Ptñreí  señaló  con  asteriscos.  Villanoeva  (Viaje  literario)  demostró  q'ie 
casi  todos  estos  párrafos  son  noiat  mac^inales  puestas  por  D.  Juan  Bautista  Pires. 

(2)  A  tía  saber  que  los  años  mahometanos  son  lunares  atrlbuje  Saavedra  las  conTosio- 
Des  cronológicas  del  Anómmo. 

( J)     Reckerchtssur  r/iisloireil  la  UHiratun  di  F Espagite pendanl  U  Meyen  &gt.  Le^de,  iSSi. 

(4)  Del  texto  árabe  sólo  se  conocen  trozos  sueltos  copiados  por  hisloiiadores  poMeiioTes. 
Tenemos  una  traducción  castellana  del  siglo  xiv,  vertida  de  otra  portuguesa  hecha  por  ti  maes- 
tro Mohamad  jr  el  clírigo  Gil  Péreí— «dictada  de  viva  voz»  (dice  Saavedra]  «por  un  moro  ili- 
»terato  á  On  clérigo  portuga£s  desconocedor  de  la  lengua  arAbiga». —  Faltaba  un  trozo  rereren- 
te  á  D.  Rodrigo,  que  ha  sido  descubierto  por  D.  Ramón  Menéndez  Pidat,  intercalado  en  nn 
códice  de  la  Se^^nda  Crónica  gtneral.  (Calálogo  de  la  Real  BiHioUra.  MamiscriUt.  Criniíat 
gemraltt  de  España,  desifitas  por  Ramón  Mmindet  Fidal.  Madrid,  lE^.}  Víate  también 
Memoria  sobre  la  aulenlicidad  de  la  crónua  denominada  del  Mora  Rasis.  (Memorias  áe  la  Atadt- 
mia  áe  la  Historia,  tomo  VIII,  1850). 

(5)  Traducida  por  Lafuente  Alcántara  (Colección  de  crónicas  aniíipn  de  la  Academia  de 
la  Historia,  lomo  I). 

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HISTORIA  DE  ESPAÑA 


Con  tan  pocos  datos  auténticos  y  tal  copia  de  leyendas  es  moralmente 
imposible  descubrir  la  verdad  sobre  un  período  rico  como  ninguno  en  acon- 
tecimientos interesantes.  Mucho  y  muy  meritoño  ha  hecho  la  moderna  crí- 
tica por  descorrer  esc  velo  tupidí- 
simo que  nos  oculta  lo  pasado:  los 
trabajos  de  Dozy,  de  Gayangos,  de 
iSimonct  y  de  Codera  (i),  de  don 
Aureliano  Fernández  Guerra  (2), 
del  P,  Taishan,  de  D.  Eduardo 
Saavedra,  de  los  hermanos  Oli- 
ver  {3),  de  Menéndez  Pelayo  {4)  y 
de  los  hermanos  Pídal  (Ramón  y 
Juan),  por  no  citar  sino  lo  más 
granado,  tienen  extraordinario  mé- 
rito, aunque  no  sean  completos 
ni  pueda  serlo  ninguno  mientras 
nuevas  y  ahora  desconocidas  fuen- 
tes no  llenen  esa  laguna  de  nues- 
tra historia. 

Contentémonos,  pues,  con 
apuntar  lo  cierto  é  indicar  lo  pro- 
bable. 

67.  —  De  Ervigio  y  Egica,  in- 
mediatos sucesores  de  Wamba,  se 
tienen  noticias  auténticas  por  los 
Concilios  de  Toledo  que  hicieron 
celebrar.   Ervigio  reinó  de  680 

á6S7,  y  er  su  tiempo  fueron  tos  Emgio. 

Concilios  XII  y  XIII.  Las  actas  del 

primero,  celebrado  en  681,  nos  revelan  que  el  destronador  de  Wamba  pre- 
sentó á  los  Padres  testimonios  de  ln  esponiánea  abdicación  (?)  de  la  victima 
de  su  intriga,  y  que  no  sólo  fué  creído  y  reverentemente  absuelto,  sino,  qué 
la  asamblea  calificó  con  suma  dureza  los  actos  del  monarca  destronado  por 
lo  que  se  refiere  á  intromisiones  en  el  orden  religioso;  pero,  contradiciendo 
en  seguida  á  favor  del  rey  reinante  la  doctrina  de  la  independencia  eclesiás- 
tica aducida  en  contra  del  rey  desposeído,  reconoció  al  Poder  Reai  la  facul- 
tad que  ya  venía  ejerciendo  de  nombrar  todos  los  obispos  de  acuerdo  con  el 
Primado,  y  —  lo  que  aún  es  más  extraño  —  impuso  al  clero  la  obligación 
de  comunicar  espirítualmente  con  aquellos  excomulgados  á  quienes  el  rey 
admitía  en  su  gracia  ó  er  su  mesa;  canon  que  si  se  entiende  á  la  letra,  como 
hizo  Masdeu,  demostrarla  que,  lejos  de  ser  el  visigodo  un  reino  gobernado 
por  sacerdotes,  era  más  bien  un  rey  servido  por  la  Iglesia  (5 ).  Los  canonistas 
explican  tan  extraigo  canon  diciendo  que  la  excomunión  á  que  se  refiere  es 

(O  BiSürltia  arMga-itfiaiiola  (Madrid,  iSga),  y  El  Ua-Hiflo  CvnJi  D.  yulián,  por  don 
Fraacbco  Codera  (Rtvitla  de  Aragón.  Mano,  1901'. 

(al     Caída  y  ruina  dil  Jm/itriti  vin/iélieii  tipañol  (Madrid,  1883). 

(31  La  batalla  di  Víjir  ó  dil  iago  de  la  Jandii,  por  José  y  Maouel  Oliver  y  Hurtado  (Gra- 
nad!, 1S69). 

(4)  Áotologla. 

(5)  Iiutnvemtnla,  dice  D.  Vicente  Lafuenle,  dt  ¡a  pflilica.  aun  cuamÍB  admilida  por  la 
¡::lciia  cúH  Imett/in. 


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la  que  se  imponía  á  los  condenados  civilmente  ó  por  delitos  polfticos,  y 
siendo  aquí  la  pena  espiritual  accesoria  de  la  temporal  —  cosa  también  muy 
malsonante,  —  era  líbico  que,  remitida  por  el  indulto  la  civil,  quedase  ipso 
/acto  levantada  la  eclesiástica.  Wamba  habla  sido  muy  celoso  del  servicio 
militar,  comprendiendo  la  extraordinaria  importancia  del  rigor  de  las  institu- 
ciones castrenses  para  la  defensa 
del  Estado:  de  él  fueron  las  famo- 
sas leyes  ( VIII-IX,  tlt.  II,  libro  IX 
del  Fuero  jFusgo)  que  establecie- 
ron sobre  sólidas  bases  morales  y 
jurídicas  la  obligación  de  acudir  á 
la  hueste  para  rechazar  invasores, 
sin  que  pudiera  exceptuarse  na- 
die, «si  quier  sea  obispo,  si  quier 
clérigo,  si  quier  conde,  si  quier  du- 
que>.  etc.,  como  dice  la  edición  ro- 
manceada. Parte  de  esta  saludable 
legislación  era  la  nota  de  infamia 
impuesta  á  los  desertores.  A  pro- 
puesta de  Ervigio,  el  Concilio  su- 
primió este  rigor:  se  conoce  que  el 
<antimilitarísmo>  levantaba  la  ca- 
beza, como  suele  en  vísperas  de  las 
supremas   catástrofes    nacionales. 
En  el  Concilio  XIII  (683)  dié- 
ronse  nuevos  cánone.s  favorables  á 
la  política  de  Ervigio,  y  unoestable- 
ciendo  un  tribunal  de  obispos,  mag- 
nates y  gardingos  ( i)  para  juzgar  los 
,  delitos  de  los  oficiales  palatinos, 

^"^"'  con  independencia  del  rey  suce- 

sor de  aquel  á  que  habfan  servido. 
Egica.  pariente  de  Wamba  y  casado  con  una  hija  de  Ervigio,  sucedió  á 
éste,  habiéndole  jurado  antes,  según  consta  en  las  actas  del  Concilio  XV  (2), 
que  no  haría  ningún  daño  á  su  familia.  El  nuevo  Rey  sintió  el  escrúpulo  de 
que  este  juramento  podía  ser  incompatible  con  el  que  había  prestado  al  em- 
puñar el  cetro  de  administrar  justicia  sin  consideración  á  personas,  y  fué 
con  este  cuento  i  los  Padres,  que,  como  es  natural,  hubieron  de  responderle 
que  el  juramento  de  cumplir  bien  su  oficio  de  rey  era  superior  y  debía  pre- 
valecer sobre  el  otro  (3).  No  consta  que  Egica  hiciera  uso  de  la  declaración 
conciliar;  pero  sí  que  hubo  contra  él  una  terrible  conspiración  en  que  entra- 
ron la  viuda  de  Ervigio  y  el  metropolitano  Sisberlo.  Para  juzgar  á  los  conspi- 
radores se  celebró  el  Concilio  XVI  (693)  (4).  Y  el  XVII  lo  fué  para  tomar 


u)  gui 

eran  loa  El 

irdingoi 

.no 

se  sabe: 

ha; 

(2)      1:1  XÍV  fué  Pul 

¿de; 

(3)    Noc 

iom  prendí 

mos  po 

ntu 

é  D.  Vk 

suelto  asi  la  cu 

estiiin,  ni 

tampoc 

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que  nuil 

como  teól Olías 

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1  ■|iie  en 

Coocilid 

»]o  tenemos..  1 

.  de  Morales 

.)  Asi  op 

inai 

ibe:  hay  quien  Joi  supone  jueces  con  carider  mililar. 

líenle  censara  al  Concilio  por  haber  i^ 
■  al  afirmar  qae  los  Padrcü  procedieron 
1  Derecho  el  caso  csiaba  bien  resuello. 
en  sus  Elementas  dt  Hiileria  de  Etpaña, 
uir  por  maerte  del  respcUble  y  virtuoso 

agora 


,,  Google 


DE   ESPAÑA 


medidas  contra  los  judíos,  que,  según  dijo  el  Rey  en  el  tomo  regio,  hablan 
urdido  un  vasto  complot  coa  el  fin  de  entregar  España  á  sus  correligiona- 
rios trasmarinos  (i).  Muy  natural  es,  en  efecto,  que  aquel  pueblo  tan  dura- 
mente oprimido  descara  la  ruina  de  sus  implacables  opresores,  y  que  se 
hubiera  soliviantado  al  oir  que  ios  árabes  dejaban  á  $us  hermanos  de  los  paí- 
ses que  dominaban  en  libertad  re- 
ligiosa y  civil,  sin  otro  gravamen 
que  el  pago  del  impuesto.  El  Con- 
cilio fué  terrible  con  los  hebreos: 
se  les  confiscaron  los  bienes,  se  los 
dispersó  por  el  reino,  se  dispuso 
quitarles  su$  hijos  á  la  edad  de  sie- 
te años  .para  educarlos  bien.  Con 
razón  escribió  el  Sr.  Lafuente  (don 
Vicente):  iMejor  hubiera  sido  ex- 
•  pulsarlos  completamente  que  su- 
>jetarlos  á  tan  crueles  medidas, 
•contrarias  al  espíritu  del  cristia- 
>oismo>. 

6S.  —  Egica  reinó  hasta  No- 
viembre del  700,  que  abdicó  en  sti 
hijo  Witiza,  al  que  habla  asociado 
al  trono  en  693  y  encomendado 
en  698  el  ejercicio  de  la  soberanía 
por  sentirse  él  incapaz  de  ejercer- 
la. Todavía  vivió  el  padre  un  año 
después  de  su  abdicación  (2). 

Y  henos  aquí  en  otro  de  los 
puntos  estratégicos  de  la  discu- 
sión y  de  la  fantasía,  de  la  crítica  , 
y  de  las  hipótesis,  aspirando  á  te-                                    '""' 
jer  nuestra   historia.  jWitiza  fué 

bueno,  ó  fué  malo?  jEn  qué  consistieron  sus  maldades?  (Cuáles  fueron  sus 
virtudes?  ¡Sólo  Dios  lo  sabe! 

Los  documentos  dan  de  sí  lo  siguiente;  El  Anónimo  de  Córdoba  computa 
el  reinado  de  Witijia  en  quince  años,  añadiendo  que  el  XV  empezó  en  la 
era  española  745,  de  donde  resulta  que  acabó  de  reinar  en  el  año  705  {3). 
Cuenta  que  perdonó  á  muchos  de  los  perseguidos  por  Egica  gobernando  aún 
asociado  con  su  padre,  y  después  de  ungido,  á  los  que  todavía  vagaban  des- 
terrados 6  fugitivos.  Con  esto  queda  justificado  el  calificativo  de  cUmeniissi' 
mus  puesto  por  el  Anónimo  á  Witiza,  y  que  ha  servido  de  base  á  tantas  apo- 
l(^{as  posteriores.  Pero  aquel  ignorado  cronista  no  dijo  eso  sólo;  su  frase  es: 
gnam^Hom  petuianter,  cUmtHtissimus.  jQué  significa  petulanter?  La  Crónica 
general  tradujo:  era  ome  muy  litxurioso,  y  pudo  traducirlo  asi:  i.°,  porque  la 
palabra  tiene,  en  efecto,  esa  significación,  aunque  traslaticia  ó  figurada,  ade- 
más de  la  directa  de  atrevido  y  descarado;  y  2.",  porque  al  entenderla  de 
ese  modo  no  hada  el  autor  de  la  Crónica  general  sino  acomodarse  á  la  tra- 
dición muy  antigua,  explicativa  del  texto  contemporáneo. 

li)    Mi)ch«i  dicen  que  á  los  ÍTabes,  daeSos  ya  de  .^rrica;  p^ro  ni  asi  lo  dice  et  discurso 
del  Rey.  ni  era  pasible,  pues  las  árabes  no  estaban  enlonces  en  África. 
'2 1    Saavedn. 
VS\    Coinciden  con  este  cómputo  el  Albaldense  y  Sebastián  de  S.iUinanca. 


,i.Cooglc 


l82  HLSTORIA   DE  ESPAÑA 

Tan  antigua  es,  efectivamente,  dicha  tradición,  que  San  Bonifacio  de  Ma- 
guncia, tan  del  tiempo  de  la  pérdida  de  España  como  «/  Anánimo,  atribuye 
la  catástrofe  de  los  visigodos  d  los  escándalos  regios;  y  si  esta  proposición, 
según  observó  Masdeu,  por  demasiado  genérica  nada  dice  (i),  afal  está  la 
crónica  aquitana  de  A/oissac,  que  en  el  siglo  ix  traza  esta  semblanza  del  hijo 
de  Kgica:  <Dado  á  la  pasión  de  las  mujeres,  con  su  ejemplo  enseñó  á  los 

•  sacerdotes  y  al  pueblo  á  vivir  en  la  lujuria,  irritando  asi  la  cólera  de  Dios. 

•  Entonces  los  sarracenos  entraron  en  EspaÁa>  (2).  Y  sesenta  afios  más  tarde 
Sebastián  de  Salamanca  pinta  al  mismo  rey  viviendo  como  una  bestia  entre 
mujeres  y  concubinas,  prohibiendo  la  celebración  de  Concilios  (3),  sellando 
los  cánones  de  los  anteriores  sínodos  y  mandando  á  los  obispos,  sacerdotes 
y  diáconos  que  tomasen  mujer.  En  este  mismo  sentido  van  escribiendo  ó 
copiándose  todos  los  cronistas  cristianos:  en  el  siglo  xiii  D.  Lucas  de  Túy 
añade  que  Witiza  mandó  arrasar  todas  las  fortalezas  del  reino,  excepto  To- 
ledo, León  y  Astoi^a,  añadiendo  que  su  sucesor  prohibió  poseer  armas  á  los 
vasallos;  mas  D,  Rodrigo  Ximénez  de  Rada  atribuyó  ambas  cosas  á  Witiza: 
éste  fué,  según  D.  Rodrigo,  quien  ordenó  convertir  arma  férrea  in  vomeres 
(las  férreas  armas  en  arados).  También  en  D.  Lucas  y  en  D.  Rodrigo  hállanse 
las  primeras  noticias  escritas  referentes  á  la  protección  dispensada  por  Witiza 
á  los  judíos. 

Corriendo  ya  el  siglo  xviu,  los  historiadores  abrieron  un  proceso  de 
rehabilitación  de  Witiza.  <Las  criticas  de  Mayans  y  de  Masdeu  —  escribe 
Saavedra  —  no  lograron  desvanecer  el  horrible  retrato  de  Witiza  trazado 
•con  honda  huella  por  el  buril  de  D,  Rodrigo  Ximénez  y  duramente  som- 

•  bteado  por  el  insigne  P.  Mariana;  Dozy,  Fernández  Guerra  y  Taishan  han 
■  rehecho  la  figura,  cada  cual  de  diverso  modo*  (4).  ¡De  tan  diverso! . . .  Como 
diversa  es  también  la  manera  de  rehacerla  el  ilustre  académico  citado.  En  lo 
que  no  difieren  los  modernos,  excepto  Simonet  (5),  que,  á  fuer  de  tradiciona- 
lista  fervoroso,  estaba  tan  románticamente  enamorado  de  lo  antiguo,  es  en 
creer  que  el  Anónimo  de  Córdoba  elogia  sin  cortapisas  á  Witiza,  y  que  éste 
fué  muy  buen  sujeto,  aunque  quizás  un  poco  atolondrado. 

Nosotros  repetimos  aquí  lo  dicho  respecto  de  la  cuestión  de  San  Her- 
menegildo con  su  padre:  es  éste  un  proceso  en  que  también  hay  que  sobre- 
seer por  falta  de  pruebas. 

69.  —  Según  el  arzobispo  D.  Rodrigo,  entre  los  crimenes  de  Witiza  se 
contó  el  siguiente:  los  duques  de  Cantabria  y  de  Córdoba,  Favila  y  Teodo- 
fredo,  hijos  de  Chindasvinto  y  hermanos  de  Recesvinto,  eran  virtuosos  pa- 
tricios, y  sin  razón  ni  motivo  el  tirano  mató  al  primero  de  un  bastonazo  é 
hizo  sacar  los  ojos  al  segundo.  Los  Duques  tenían,  respectivamente,  dos 
hijos:  Pelayo  y  Rodrigo.  Pelayo  huyó,  y  hasta  se  añade  que  peregrinó  á  ]«- 
rusalén;  Rodrigo,  poniéndose  al  frente  de  una  sublevación,  desironó  á  Witi- 
za, y,  como  es  consiguiente,  le  sacó  también  los  ojos  en  represalia  de  lo 
hecho  con  Teodofredo.  Que  hubo  un  Teodofredo  en  aquel  tiempo,  atestf- 
guanlo  las  actas  del  Concilio  XVI,  en  que  Rrmó  un  conde  Teodofredo,  y  una 

11)  Masdeu  opone  >I  (exio  de  San  Bonibcioj  otro  del  Conli'iuadar  átl  Yitlaretiu,  que, 
como  ya  se  ha  indicado,  nada  vale, 

12)  Citado  por  J.  Meníndez  Fidal  {Ijyfitdas,  pie.  So). 

I3I  España  Sagrada  (VI.  -  Cap  XXII)  Irae  noliciait  de  un  Concilio  celebrado  por  Wiüi* 
en  Toledo,  que  se  reducen  i  un  texio  del  ariobíspo  D.  Rodrigo  y  6  otro  del  Anénimú  dt  Cor- 
de/ia;  éste,  que  es  el  nue  tiene  lalor,  salo  dice  que  Fílix,  obispo  de  Toledo,  piesidi¿  Concilios. 

(4)    ¿/W/«  (pan.  2S). 

(5^  L,'!  hiim  Je  Hi'iiía,  leyenda  muzárabe  publicada  eo  el  folletín  de  El  Sigla  fu- 
ture,  1S84. 


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HISTORIA    DE  ESPASa  18J 

lápida  sepulcral  hallada  en  Córdoba  que  ostenta  el  mismo  nombre.  Lo  del 
destierro  de  Felayo  indícalo  el  monje  de  Albelda.  Lo  demás  do  se  sabe  de 
dónde  pudo  sacarlo  el  arzobispo  D.  Rodrigo, 

Porque  todos  los  cronistas,  asi  árabes  como  latinos,  sin  exceptuar  at 
Tudense,  dicen  ó  dejan  entender  que  Witiza  murió  de  muerte  natural  y  en 
posesión  del  trono  (i).  La  crónica  del  moro  Rasis  cuenta  que  á  la  muerte  del 
Key  siguió  un  azaroso  interregno  de  luchas  civiles.  Es  indudable  que  los  hijos 
de  Witiza,  tan  tristemente  célebres  en  nuestras  tradiciones,  fueron  causa  y 
actores  de  aquellas  revueltas.  La 
misma  crónica  árabe  y  Aben  Alco- 
tia,  testigo  de  mayor  excepción  en 
este  punto  por  ser  descendiente 
de  uno  de  estos  hijos,  están  de 
acuerdo  en  que  todos  eran  meno- 
res de  edad  cuando  murió  su  pa- 
dre. El  hijo  dt  la  goda  añade  que 
su  ascendiente  se  llamaba  Olmun- 
do  y  era  el  mayor;  pero  Eos  numis- 
máticos recaban  la  primogenitura, 
ó  al  menos  la  sucesión  de  Wttiza, 
para  Achila,  del  que  hay  monedas 
acuñadas  en  Narbona  y  Tarrago- 
na (2).  El  Sr.  Saavedra,  con  la  fan- 
tasía indudablemente  sobrexcita- 
da por  la  lectura  de  tantos  docu- 
mentos incompletos  y  contradic- 
torios en  su  concisión,  ha  visto  al 
joven  Achila,  en  vida  todavía  de 
su  padre,  reinando  en  Narbonense 
y  Tarraconense  bajo  la  regencia  ó 
tutela  de  un  Rechesindo,  forma 
gótica,  á  su  entender,  de  cierto 

Uigasindos  de  que  habla  Aben  Don  Rodrigo. 

Adari,  no  por  cierto  suponiéndole 

regente  de  Achila  ni  de  nadie,  sino  rey,  á  quien  Rodrigo  maíÓ  después  de 
iaier  desposeído  (3).  Aben  Alcotia  llama  Kómulo  á  este  Achila  (4).  Por  último, 
un  tercer  hijo  llamábase  Artavasdes.  Otro  personaje  de  más  siniestra  cata- 
dura 6guraba  en  la  familia:  tal  era  Opas  {Oppa  en  el  Anómmo  de  Córdoba), 
hermano  del  difunto  Rey  y  arzobispo  de  Sevilla  (3).  Aben  Alcotia  habla, 
Rnalmente,  de  la  viuda  de  Witiza,  sin  dar  su  nombre,  que  quedó  de  gober- 
nadora del  reino  á  la  muerte  de  su  marido. 

El  Sr.  Saavedra  supone  que  los  magnates  sublevados  contra  la  familia 
de  Witiza,  después  de  haber  arrojado  de  Toledo  á  la  Regente  con  sus  hijos 
Olmundo  y  Artavasdes  obligándolos  á  buscar  refugio  en  Galicia,  proclama- 
ron rey  A  Rodrigo,  duque  de  la  Bética,  elegido  en  una  asamblea  que  se  cele- 
bró en  Toledo,  Lo  único  positivo  es  que  el  Anónimo  de  Córdoba  escribió: 

íll    «...  sin  eiceptaír  í  Aben  Adarí,  í  quien  atribuye  Dozy  opinión  cootratia»  (Saavedra). 

Ill     Aloiss  lleiss  (Deieriftion  p'ncraU  da  monnain  des  rois  ^aisi^eths  d'Etpaxtu). 

(Jl  ¡No  sería  interpretación  más  leDcills,  y  por  eode  mis  natural  del  conciso  texto,  supo- 
ner i  Ua¡asÍDdai  b  Rechesindo  uno  de  tantos  macales  conio  se  alzarían  por  reyes  en  aquella 
anirqnÍB  > 

U)     Femdndei  v  Coniilez  (España  Madrina.  Tomo  XI,  pig.  S3). 

(5)    «Tal  vez  elEppa,  obispo  de  Elche  en  693»  (Saavedra). 


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184  HISTORIA   DE  SSPAÜA 

RoderUus  inmultuose  regMuní,  kortaníe  Senatu,  invadit.  £1  cronicón  de  Moissao 
y  el  de  Sebastiáa  de  Salamanca  indican  la  misma  idea  de  una  elección,  quel 
debió  de  hacerse  hacia  el  verano  del  año  710.  < 

70.  —  Aquí  aparece  otro  personaje  odioso:  el  conde  D.  Julián.  £1  Silensel 
(siglo  xii)  es  quien  primero  da  este  nombre  de  D.  Julián,  y  conocida  es  lat 
historia  que  ha  corrido  por  todas  partes:  era  gobernador  de  Ceuta  por  el  reyj 
visigodo,  y  tenia  una  hija  doncella  que  mandó  á  educarse  ó  á  servir  de  damaj 
con  la  reina  en  el  palacio  real  de  Toledo,  conforme  á  la  costumbre  de  los| 
magnates  de  su  época.  D.  Rodrigo  vio  á  esta  doncella  en  el  baño,  y  la  sedujo  i 
ó  violó;  ella  se  quejó  á  D.  Julián,  y  éste,  por  vengar  el  agravio,  entregó  Es- 1 
paña  á  los  moros. 

Tal  relato  no  tiene  fundamento;  pero,  á  decir  verdad,  tampoco  lo  halla-  1 
mns  en  los  eruditísimos  que  hoy  se  proponen  para  sustituirlo.  El  Anónimo  • 
de  CárdoSa  habla  de  un  Urbano,  varón  muy  nobU  quí  acompañó  á  Muta  eit  sus 
expediciones ji  ¡e  siguió  luego  d  ¡a  corte  del  Cali/a.  Dozy  sospechó  que  el  Julián 
del  Silense  y  el  Urbano  del  Auóniuto  fueran  una  misma  persona.  Taishan  y 
Codera  parecen  haberlo  demostrado  cumplidamente.  Por  lo  tanto,  debe  de 
aplicarse  al  conde  de  nuestros  romances  el  siguiente  pasaje  de  Aben  Jaldun 
y  Almakkari:  <En  la  comarca  que  ahora  se  llama  Jebal  Ghomarak  (montes  de 

•  Gomera)  había  un  rey  (jefe  ó  régulo)  de  los  bereberes  que  se  reconocía  súb- 

•  dito  de  los  godos,  obedecía  su  autoridad  y  seguía  su  religión.  África  estaba 

•  gobernada  entonces  por  Muza  Ibn  Nosseir Bajo  su  mando  los  musul- 

s  dominaron  casi  toda  el  África penetraron  en  las  montañas  hasta 


>llegar  al  Estrecho,  y  el  rey  Illán,  no  pudiendo  resistir  sus  ataques,  se  rindió 
>y  sometió  al  poder  islamita. •  En  otro  pasaje  apellida  el  mismo  historiador  á 
Illán  señor  de  Tánger. y  rey  de  los  gomeras,  y  Ahmed  Anasiri:  <de  los  masa- 

•  mudas  son  los  gomeras,  y  de  éstos  era  OIyan  el  cristiano,  señor  ó  rey  de 

•  Ceuta  en  tiempo  de  Ocba.> 

Unos  tienen  á  OIyan,  Illán  ó  Julián  por  bizantino  (1);  otros,  por  beré- 
ber (2),  y  cabe  sostener  que  fuera  visigodo;  pues,  aparte  de  que  asf  le  llaman 
antiguos  historiadores  árabes  y  cristianos,  en  la  genealogía  de  su  descenden- 
cia, establecida  en  Córdoba,  consta  que  lo  era.  Quizás  fué  las  tres  cosas  á  la 
vez:  beréber  y  gomara  por  su  nacimiento,  y  aun  jefe  hereditario  de  algún  nu- 
meroso clan  ó  tribu;  bizantino,  porque  su  patria  formaba  parte  del  Imperio  de 
Constantinopla,  y  como  señor  principal  de  la  tierra,  sirviese  á  los  emperado- 
res, y  aun  obtuviese  joven  la  dignidad  y  cargo  de  tribuno,  según  dice  Saave- 
dra;  finalmente,  visigodo,  porque  al  caer  la  soberanía  imperial  en  la  Tingitana 
quedó  él  de  jefe  de  uno  de  los  núcleos  que  se  conservaron  independientes 
más  tiempo,  y,  como  es  lógico,  entonces  buscó  el  apoyo  del  reino  cristiano 
que  tenía  más  cerca,  ó  sea  de  los  visigodos,  y  se  puso  bajo  el  patronato  del 
rey  de  Toledo,  á  la  sazón  Witiza.  Este  vínculo  de  la  clientela  colocó  al  prin- 
cipado de  Illán,  ó  sea  á  las  ciudades  de  Tánger  y  Ceuta,  bajo  la  dependen- 
cia, ó  formando  parte  de  la  Monarquía  visigoda  (3),  y,  dadas  las  costumbres  de 


(il  KotKoel  [Lts  l'.'rl.cr,-'.  Elude  mr  ¡a  c.-u/ui-le  Je  V Afriaui  par  les  arahet,  á útrts  /-■< 
le  r/ri  .irjfi/t  impriaiés.  yaiis,  !>>,■!<,.)  \>iáí\{VA/tUue  AytaHlhie.  //isMrt  de  la  dominalioH  itt.li.- 
Une  en  Afrique.  Paría.  189S'.  Sa.ivedra  {BH.  eil.^ 

(2)    Taislinn,  Cndeni,  Juan  Menúndez  Pidal. 

fsi  Sa.ivedra  y  Meníndez  Ptdal,  por  no  cí'nr  olios,  prueban  cumplidamente  que  Ceala  v 
Tánger  no  raeran  nunca  de  los  vi;igados,  sino  bizantinos  hasta  la  conquista  irabe.  Estd  iniiT 
bien;  pero  eso  no  ge  opone  á  que  en  ios  momentos  de  la  invasián  ó  poco  antes  Ceuta  (ja  [ll.in 
había  perdido  á  TAnget'l  dependiera  de  Toledo  poc  este  lazo  de  la  clientela  que  los  mismos 
autores  consignan.  Tuvieron,  pues,  rajón  los  antiguos  el  decir  (|Ue  entonces,  por  eia  cjrcuns- 
tanci:t  especial,  Ceuta  y  su  eon.le  {■  ^obermidor  eran  visigodos,  ó  dependientes  de  los  visigodos. 


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HISTORIA   DE  ESPAÑA  I85 

'i*  época,  nada  tendría  de  extraño  que  el  conde  de  Ceuta  (para  los  visigodos, 
(j^^isciuc  mandaban  en  una  plaza  fuerte  eran  condes)  tuviese  garantizado  su 
fasallaje  ó  clientela  dejando  una  hija  en  rehenes  en  la  corte  del  rey  su  patro- 
•/ao.  Ni  tampoco  es  absurdo  creer  que  un  agravio  personalfsimo,  como  el  que 
^jfírma  la  tradición,  inferido  por  D.  Rodrigo  determinase  al  Conde  á  la  ven- 
r  (anza,  ya  por  si  solo,  ya  unido  á  la  necesidad  de  capitular  impuesta  por  las 
■  frepotentes  armas  de  Muza,  y  de  variar  en  consecuencia  el  rumbo  de  su  po- 
lítica. Supongamos  al  Conde  después  de  una  larga  lucha  reducido  á  la  plaza  de 
,  Ceuta  y  sosteniéndose  allí  á  duras 
.■  penas  contra  el  torrente  cada  vez 
más  embravecido  de  la  invasión 
'  mahometana:  su  única  esperanza 
de  salvación  está  en  España,  en  el 
rey  visigodo,  del  que  se  ha  hecho 
clienlecon  ese  objeto;  pero  Espa- 
ña, entregada  á  la  anarquía,  devo- 
rada por  la  guerra  civil,  no  le  man- 
da ningún  auxilio.  En  cambio.  Mu- 
ía le  promete,  no  sólo  respetar  su 
religión  y  la  de  sus  guerreros,  sino 
dejar  la  ciudad  de  Ceuta  bajo  su 
mando,  con  tal  que  reconozca  la 
soberanía  suprema  del  calila;  en 
esto,  por  aquel  estrecho  por  donde 
aguardaba  con  ansia  creciente,  y 
ya  desesperada,  los  socorros  á  que 
tenia  derecho  y  que  se  le  habían 
prometido,   lo  que  le  llega  es  la 
noticia  de  un  agravio  brutal  que 
los  padres  han  sentido  siempre,  lo 
mismo  en  el  siglo  vii  que  ahora  (i). 
Hay  que  tener  en  cuenta  que  la  no- 
ticia del  agravio  es  antiquísima  (z).  Uo"  Pelayo, 

Esta  explicación  de  la  conduc- 
ta de  D.  Julián  es,  por  lo  menos,  más  verosímil,  atendiendo  á  lo  que  es  el  cora- 
lón  humano,  el  mismo  en  todas  las  épocas,  que  la  dada  por  Saavedra,  según  la 
cual,  Illán  se  puso  de  parte  de  los  árabes  únicamente  por  favorecer  á  los  hijos 
de  Wiiiza  contra  D.  Rodrigo,  que  les  habla  quitado  el  trono.  Verdad  que  el 
jeft  át  los  gomeras  se  puso  bajn  el  patronato  de  Witiza,  rey  ala  sazón,  que  se 
hizo  uno  de  Síis  leudes  ó  fieles;  pero  basta  el  buen  sentido  para  comprender 
que  este  acto  no  debió  de  ser  por  consideración  personal  al  hijo  de  Egica, 
aunque  patrono  y  cliente  descendieran  délos  persas  bizantinos,  como  apunta 
el  mismo  ilustre  escritor,  sino  al  rey  de  Toledo,  y  con  la  esperanza  de  los  so- 
corros que  necesitaba  el  apretado  cliente  para  sostenerse  contra  Muza.  ;Qué 
podía  importarle  á  Illán  que  reinaran  en  España  Rodrigo  ó  un  hijo  de  Witiía? 


(11  No  comprendernos  lo  <|ue  dice  Saavedra:  kEd  aquellos  tiempos  de  niarmas  y  tcastor- 
>^M  el  honor  era  bastante  nienoa  \idríoio  que  en  nuestros  días,  y  una  violscíñn  más  fi  menns 
"no  ligniGcaba  gran  cosa.»  Por  muchas  alarmas  qae  hubiese,  es  seguro  que  á  los  padres  no 
les  aeradaba  que  violaran  i  sus  hijas. 

12)  El  Silense  y  los  cronistas  árabes  hablan  seneillsmenie  de  /.)  MJa  de  Julián.  Pedro 
del  Corral,  en  la  troaUa  larmiira  (siglo  xv).  fui  quien  la  llamó  primero  la  Cain.y  Miguel  de 
Lana,  en  su  irnleña  ii/ríiaikra  dil  riy  D.  Rodri^f  (15*9).  Fhriiiíla,  nombre  que  por  su  eufonía 
iné  aceptado  por  los  1 


,,CoogIc 


l86  HISTORIA   DR  BSPAÑA 

Bien  es  cierto  que  Saavedra 
necesitaba  que  D.  Julián  fuese  tan 
desaprensivo  en  cuanto  á  que  atro- 
pellaran  ó  no  á  sus  hijas  como  ni- 
miamente escrupuloso  en  cumplir 
sus  deberes  de  letide  con  un  rey 
que  ya  había  fallecido,  para  pre- 
sentar su  tesis  de  que  la  invasión 
árabe  no  fué  otra  cosa  que  la  inter- 
vención mercenaria  de  un  ejército 
muslln  á  favor  del  bando  visigodo 
de  los  witizanos.  ¡Qué  exacto  es 
que  la  tradición,  aun  embellecida, 
afeada  ó  simplemente  desfigurada 
en  su  marcha  confusa  á  través  de 
los  siglos,  suele  conservar  en  sus 
líneas  generales  un  sello,  no  sólo 
de  grandeza,  sino  de  verdad  fílo- 
sóñca  ó  esencial  fundada  en  la  na- 
turaleza humana,  casi  siempre  su- 
perior á  las  explicaciones  más  sa- 
bias urdidas  por  los  eruditos!  El 
D,  Julián  de  la  leyenda  y  de  los 
Don  I'mviIi.  romances,  identificado  por  datos 

positivos  con  el  Urbán  ó  Illán  de 
los  historiadores  árabes  y  primitivos  cronistas  cristianos,  es  un  hombre  como 
han  sido  y  serán  siempre  los  hombres  en  las  circunstancias  por  que  él  atra- 
vesó; el  que  resulta  del  Estudio,  de  Saavedra,  por  otra  parte  tan  meritorio,  es 
un  ser  incomprensible  por  ilógico. 
71.  —  Todos  los  datos  conoci- 
dos concuerdan  en  que  en  el  mo- 
mento de  la  invasión  árabe  no  ha- 
bla guerra  civil  entre  witizanos  y 
rodriguistas.  Siquiera  fuera  sólo 
aparentemente,  todo  el  reino  se- 
guía á  D.  Rodrigo.  Sólo  habla  algo 
de  insurrección  donde  siempre  la 
hubo  durante  la  época  visigoda,  ó 
sea  entre  los  vascones,  quizás  ayu- 
dados por  los  francos,  si  se  ha  de 
creer  en  esto  al  Tudense  (i).  Que 
habla  conspiración  contra  Rodrigo 
y  que  los  conspiradores  (hijos  y 
parientes  de  Wiliza)  estaban  de 
acuerdo  con  los  enemigos,  es  in- 
dudable; pero  que  se  disimulaban 
tan  perversos  propósitos,  parécelo 
también.  El  Anónimo  de  Córdoba 
dice:  •  . . .  fué  puesto  en   fuga  el 

li)  Uice  D.  Lucas  qaejulián  incitó 
á  loi  francos  pata  [[ue  expi>);naT3n  la  Es- 
paña riteiior.  Alfonso  1. 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


HISTORIA   DE  ESPAfÍA  18? 


>ejéTcito  de  los  godos,  los  cuales  habían  acudido  á  la  guerra  de  mala  fe  y  con 
■  ¡DteDción  de  sostener  cada  cual  su  partido  y  ambición  de  reinar.  Rodrigo 
«pereció  allí  jun'iamente  con  sus  ¿mulos,  y  con  uno  y  otros  el  reino  y  la  pa- 
riría.» El  único  texto  contemporáneo  desmiente  las  explicaciones  inventadas 
once  siglos  después  para  dejar  por  embustera  á  la  tradición.  Rodrigo  no  fué 
victíma  de  una  facción  rival  que  le  atacase  frente  á  frente  auxiliada  por  un 
ejército  extranjero,  sino  de  verdaderos  abominables  traidores.  En  su  hueste 
iban  D.  Oppas  y  un  tal  Sisbcrto(i),  que  mandó  el  ala  derecha  en  la  desastrosa 
batalla,  los  cuales  se  pasaron  al 
enemigo  en  lo  más  recio  de  la  pe- 
lea, como  ha  establecido  la  tradi- 
ción. Quien  no  parece  que  fuese 
traidor  es  D.  Julián,  toda  vez  que 
á  cara  descubierta  y  acaudillan- 
do á  sus  gomeras  vino  á  España 
coa  los  árabes,  á  cuyo   imperio 
pertenecía  desde  que  capituló  con 
Muza  (2). 

£1  primer  desembarco  fué  de 
una  partida  de  500  hombres,  acau- 
dillada por  Taríf  ben  Malic,  apo- 
dado AAuaiEa,  y  con  ella  vino  Ju- 
lián. Corrieron  la  tierra  entre  Al- 
t;eciras  y  Tarifa  en  Julio  de  710,  y 
volviéronse  á  Ceuta  cargados  de 
botín;  el  segundo,  dirigido  por  Tá- 
rik,  gobernador  de  Tánger,  se  rea- 
lizó de  Abril  á  Mayo  de  711,  y 
puso  un  verdadero  ejército  en  el 
entonces  solitario  Peñón  de  Gi- 
braltar.  Julián  vino  á  ta  cabeza  de 
sus  gomeras.  Abdelmélic,  séptimo 

abuelo  de  Alraanzor,  se  apoderó  k     r   i 

de  Algeciras  y  de  algún  otro  pun-  ""  '  ' 

to  de  la  costa  (3).  Vencidos  tam- 
bién algunos  pequeños  destacamentos  visigodos  que  por  alli  se  presentaron, 
los  árabes  nada  tuvieron  que  temer  hasta  que  Rodrigo  apareció  en  Córdoba 
con  un  ejército  numeroso  á  defender  su  reino  (4).  Tárik  fué  reforzado  por 
otra  divi^ón  á  las  órdenes  de  Abuzuza,  y,  según  el  Silense,  llegó  á  jun- 


(i)    Según  nnoi,  hijo  de  Wiliza;  legún  Saavedra,  de  su  paccialidad. 

¡3)  Los  texto»  antigaos  coafinnan  el  del  ^hAhíiho.  Sebastián  de  SaJimanca:  "Muerlo 
■Wima,  iat  Dombndo  Rodrigo  rey  de  loi  godoi.  Los  hijos  del  dirimió,  movidos  de  envidia 
i>por  haber  ocupado  Rodrigo  el  reino  de  su  padre,  enviaron  embajadores  i  Arries  pidiendo 
■a]nda  á  los  árabes,  Rodrigo,  coando  supo.  ■  .  .  etc.»  El  Albaldense:  oPoi  Tavor  ;  convenio 
*<le  los  miamoi  godos  enlraroQ  los  sarracenos  en  Eipaña  en  el  año ele.» 

(]}    Edrisi  (siglo  xn]  raí  quien  contó  primero  que  Tárik  mandA  incendiar  las  naves. 

(4)  £/ii/í  iw /a^iúla  dice  termlnantemeDle  que  los  hijos  de  Wiliin,  sus  ascendientes, 
it»ii  en  el  eíérclto  de  Rodrigo.  Si  eran  menores  de  edad,  como  cabe  suponer,  aunque  no  con 
ccnaa  absolma,  el  Itxio  debe  entenderse  en  el  sentido  de  que  iban  con  Rodrigo  los  partida- 
rio* de  aqaellos  principes  mondados  por  Sisberto  (si  es  que  ésle  no  era  también  hijo)  y  por 
ti.  Oppaa.  Saavedra,  siempre  laborando  por  so  tesis,  afirma  que  mochos  partidarios  de  Wiiija 
se  joDtaTQD  coa  Tárik;  pero  la  añrmaciAn  no  se  funda  en  ningún  texto.  Ximénei  de  Rada  dice 
qae  habia  godos  en  el  campo  árabe,  pero  mandados  por  D,  (ulíán;  es  decir,  ^omerat,  que  eran 
6  hablan  sido  dientes  de  los  godos.  Aparte  de  que  hemos  convenido  en  que  Ximénei  no  tiene 
autoridad  en  este  pnnto- 


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l88  HISTOItlA  DE  ESPAÑA 

tar  25.000  combatientes,  aunque  el  Ajbar  Síanchua  sólo  le  da  1 2.000.  Ninguno 
de  nuestros  antiguos  cronistas  ñja  el  lugar  de  la  batalla:  el  arzobispo  D.  Ro- 
drigo fui  quien  primeramente  lo  señaló  á  orillas  del  Guadalete,  junto  á  Jerez. 
El  Ajbar  Mattckua,  que  es  á  quien  ahora  se  reconoce  más  autoridad  en  este 
punto,  cuenta  el  suceso  de  este  modo: 

t.W  saber  D.  Rodrigo  — dice — la  correría  de  Tárik  consideró  el  asunto 
>como  cosa  grave;  estaba  ausente  de  sn  corte,  combatiendo  á  Pamplona,  y 

•  se  dirigió  al  Mediodía,  reuniendo,  según  se  cuenta,  un  ejército  de  lOO.OOO 

•  hombres  poco  más  ó  menos.   AI  enterarse  Tárik  pidió  refuerzos  á  Muza, 

•  dándole  parte  de  que  se  había  apoderado  de  Algecirasy  ácXLago Muza, 

•  que  habfa  mandado  construir  muchos  barcos,  le  mandó  5.000  hombres,  y 
•asi  el  ejército  llegó  á  12.000.  Tenia  ya  cautivos  muchos  personajes,  y  es- 
piaba con  los  árabes  Julián,  acompañado  de  mucha  gente  del  pais,  que  les 

•  indicaba  tos  puntos  indefensos  y  servia  para  el  espionaje 

«Acercóse  Rodrigo  con  la  flor  de  la  Nobleza  y  los  hijos  de  los  reyes,  y 

•  éstos  tuvieron  una  conferencia,  y  dijéronse:  este  hijo  de  mala  mujer  se  ha 

•  hecho  dueño  de  nuestro  reino  sin  ser  de  sangre  real,  sino  uno  de  nuestros 

•  inferiores.  Esa  gente  no  tiene  propósito  de  establecerse  en  nuestro  país:  no 

•  desea  más  que  botfn,  y  ganado  que  lo  hayan,  se  marcharán  y  nos  dejarán. 

•  Emprendamos  la  fuga  en  medio  de  la  pelea,  y  el  hijo  de  mala  mujer  será  de- 

•  rrotado.»  «En  esto  quedaron  convenidos  (i).  Dio  Rodrigo  el  mando  del  ala 

•  derecha  á  Sisberto  y  el  de  la  izquierda  á  Obba,  hijos  naturales  de  su  ante- 

•  cesor  Gaitixa,  y  cabezas  de  dicha  conspiración Encontráronse  Rodrigo 

•y  Tárik,  que  había  permanecido  en  Algeciras,  en  un  lugar  llamado  el  Lap>,  y 

•  pelearon  encarnizadamente.  Pero  las  alas  mandadas  por  Sisberto  y  Obba, 

•  hijos  de  Gaitixa,  huyeron;  y  aunque  el  centro  resistió,  al  cabo  Rodrigo  fué 
•también  derrotado,  y  desapareció,  pues  los  muslimes  sólo  hallaron  su  caballo 

•  blanco  con  su  silla  de  oro  guarnecida  de  rubíes  y  esmeraldas  y  un  manto 
•tejido  de  oro  y  bordado  de  perlas  y  de  rubíes  (2).  El  caballo  habla  caldo  en 

•  un  lodazal,  y  el  cristiano,  que  habla  caldo  con  él,  al  sacar  el  pie  se  habla  dtja- 

•  do  un  botfn  en  el  lodo.  Sólo  Dios  sabe  lo  que  le  pasó,  pues  no  se  tuvo  noti- 
•cta  de  él,  ni  se  le  encontró  vivo  ni  muerto.  Marchó  en  seguida  Tárik  á  la  an- 

•  gostura  de  Algeciras,  y  después  á  la  ciudad  de  Écija:  sus  habitantes,  con  los 

•  fugitivos  del  ejército  grande  saliéronle  al  encuentro,  y  se  trabó  un  tenaz  com- 

•  bate,  en  que  los  muslimes  tuvieron  muchos  muertos  y  heridos.  Dios  los  ayu- 
>dó  al  ñn,  y  los  idólatras  fueron  derrotados,  sin  que  los  muslimes  volviesen 

•  á  encontrar  una  resistencia  semejante.' 

El  lago  á  que  se  refiere  esta  crónica  es,  sin  duda,  el  de  la  Janda.  Los  her- 
manos Oliver  suponen  á  Tárik  con  su  derecha  apoyada  en  el  lago,  la  izquier- 
da en  el  mar  y  el  frente  protegido  por  el  río  Barbate.  Poco  más  ó  menos, 
Dozy,  Saavedra  y  Mancheño  (3). 

Indiscutible  acierto  de  Saavedra  es  extender  á  siete  años  la  conquista  de 
España,  que  los  antiguos  supusieron  tan  breve:  del  relato  del  ilustre  acadé- 
mico sólo  hay  que  borrar,  á  nuestro  juicio,  por  falta  de  documentos  en  que 
fundarlo,  la  supuesta  batalla  de  Segoyuela,  en  que,  según  él,  murió  Rodrigo, 


(1I     ni  AiJ"  d^  1.1  /:,.,/a  conrirma  esla  conspiracián  ci 
del  enemigo,  nñ  adíen  da  i|iie  los  conspiradores  5( 
du  éste  de  darles  los  bienes  que  habían  perdido. 

■2)    El  moro  Rasis  pondera  el  lujo  de  Don  Rodrigo  en  esta  bstalli:  dice  qae  ibi  leslido 
<lc  piirpnrn  r  en  un  carro  de  oro  lirado  por  dos  mal.is,  ele,  etc. 

1ÍI    L'a  hilall'i  ilíl  Raihiilf.  Kstudio  por  D.  Miguel  MancheÜo  Olivares,  Arcos  de  la  Fron- 
tera, 1899. 


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HISTORIA   DE  ESPAÑA  I89 

y  el  poco  airoso  papel  de  witizano  que  hace  desempeñar  á  Teodomiro.  Los 
hechos  probados  y  probables  son  estos: 

Tárik  tomó  á  Écija  después  de  un  mes  de  asedio  (i);  dejó  delante  de 
Córdoba  á  su  teniente  Mogueit,  cruzó  el  río  por  Mcnjfbar,  y  marchó  á  Tole- 
do: según  el  Tudense,  en  esa  ciudad  le  facilitaron  los  judies  la  entrada,  y  hu- 
yeroD  la  mayoría  de  tos  cristianos.  Llegó  hasta  las  márgenes  del  Henares,  y 
CD  Toledo  ó  en  Cómpluto  cogió,  entre  otros  muchos  trofeos,  la  mesa  de  Salo- 
man y  las  coronas  votivas  de  los  reyes  godos.  Aquélla,  tan  célebre  en  las  le- 
yendas árabes,  era  un  arca  con 
andas,  toda  de  oro  y  piedras  pre- 
ciosas, que  se  guardaba  en  una 
iglesia  de  Toledo  próxima  al  Pa- 
lacio Real,  y,  según  parece,  pan- 
teón  regio;  el  arca  contenia  los 
Santos  Evangelios  en   que  jura- 
ban los  monarcas  al  tomar  pose- 
sión. Tan  ricas  joyas  constituían 
un   verdadero   tesoro,   del  cual, 
apremiado  por  las  necesidades  de 
la   guerra,   Rodrigo  habla    trata- 
do de  incautarse  antes  de  salir  a 
campaña  (2). 

Mientras  que  Tárik  hacia  esta 
fecunda  excursión  Mogueit  se  ha- 
bla apoderado  de  Córdoba  por  un 
audaz  golpe  de  mano,  no  sin  que 
el  Conde  y  un  puñado  de  valientes 
se  defendieran  durante  dos  meses 
en  la  iglesia  de  San  Acisclo.  En 
Abril  de  712  vino  Muzaá  socorrer 
á  su  atrevido   tugarte  alen  te;   en 
una  buena  escuadra  trajo  18.000 
hombres  esct^dos;  tomó  la  forta- 
leza de  Ranán  ó  Zanac  (Alcalá  de  Aurelio. 
Guadaira,  según  Lafuente  Alcán- 
tara), Carmona  y  Sevilla,  interviniendo  también  en  esta  última  ciudad  los 
judíos,  hasta  el  punto  de  quedar  encargados  de  guarnecerla  por  el  general 
árabe.  Puso  sitio  formal  á  Mérida,  que  no  se  rindió  hasta  el  30  de  Junio 
de  713.  Sevilla  se  insurreccionó  contra  los  invasores,  y  Muza  envió  á  su  hijo 
Abdelaziz  á  someterla.  Entre  el  Tajo  y  el  Tietar  avistáronse  Muza  y  Tárik; 
el  primero  reprendió  al  segundo  (3),  y  juntas  ambas  huestes  pasaron  el 
puerto  de  Siete  Carreras,  Volvió  Muza  á  Toledo,  que,  según  un  cronista 
árabe,  tuvo  que  tomar  otra  vez,  y  entonces  parece  que  hizo  proclamar  so- 
lemnemente la  soberanía  del  Califa  de  Damasco  y  entronizó  en  la  Sede  al 


(i)  Es  CDIÍ030  el  cnento  de  Almacirl  sobie  Ib  tamn  de  esla  ciudad,  Al  gobernador,  dk«, 
H  le  ocurrió  uní  Tnañanit  silir  fuen  de  murallas  í  evicuar  una  necesidad  urgente;  pero  he 
aqnf  qae  el  candiLo  Irsbe  había  tenido  la  miima  urgencia,  y  fué  á  salisrucerla  en  el  mismo  sitio 
que  eí  cristíono.  Viíronse  ambos  en  tan  poco  airosa  situación,  y  se  pusieron  á  pelear:  el  árabe 
hno  prisioTiero  al  criiliano,  y  le  obliga  á  entregar  la  plaza. 

|3)  Ene  fondo  bUlórico  de  las  leyendas  de  Rodrigo,  Tárik  y  Muía  esiá  admirablemente 
dilodilad»  por  J.  Mcnfndez  y  Pldal  en  sn  ob.  cit 

(3I  ...  cim  luiHaa.  dice  Saavedra,  pere  lambiin  een  morlifiíante  asptrita.  No  alcanzamoi 
en  qaé  eituTO  la  jiutlcla. 


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igO  HISTORIA  DE  ESPAÑA 

traidor  Oppas  (t):  lo  positivo  es  que  acuñó  moneda  con  inscripción  latina 
que  decía:  En  el  nombre  del  Seüor,  gue  es  único,  sabios  sin  semejante,  fórmula 
que  no  podía  ofender  á  los  nuevos  subditos  cristianos,  aunque  capciosa- 
mente ocultara  la  negación  de  la  Trinidad,  base  del  Koran.  La  fecba  era 
mahometana  y  cristiana;  antes  de  Septiembre  de  712  corrieron  ya  monedas 
de  oro  de  esta  clase;  mas  entonces  se  repitieron,  sin  duda  en  mayor  escala, 
las  acuñaciones. 

Zaragoza  fué  ocupada  en  714.  £1  obispo  Bencio  huyó  al  monasterio  de 
Tabernes  con  sagrados  códices  y  reliquias.  En  ese  mismo  año  Muza  y  Táñk, 
llamados  por  el  Calira,  salieron  de  España  (2). 

72.  —  En  ausencia  de  Muza  quedó  gobernando  su  hijo  Abdelaziz,  que 
ñjó  su  residencia  en  Sevilla;  tuvo  sa  palacio  en  et  monasterio  contiguo  á  la 
iglesia  de  Santa  Ruñna,  y  este  templo  le  servía  de  mezquita  (3).  Abdelaziz 
continuó  la  guerra  contra  los  vencidos,  mas  todavía  no  rendidos  visigodos: 
no  pudo  subyugar  áTeodomiro,  que  se  resistía  valerosamente  en  lo  que  des- 
pués fué  reino  de  Murcia,  y  concluyó  con  él  un  tratado  (4)  en  virtud  del  cual 
quedaron  libres  los  cristianos  en  las  ciudades  de  Orihuela,  Valentela  (5), 
Alicante,  Muía,  Begastro  (6),  Anaya  (7)  y  Lorca,  á  condición  de  no  dar  asilo 
á  fugitivos  ni  enemigos  de  los  árabes,  y  de  pagar  un  impuesto  personal  todos 
los  residentes  en  aquel  teriitorio  inmune.  No  fué,  pues,  éste,  como  se  ba 
supuesto,  un  reino  independiente,  ni  siquiera  tributario,  sino  una  comarca 
de  régimen  autonómico.  Con  autonomía  semejante  dejaron  los  invasores  á 
los  cristianos  en  muchas  ciudades  gobernadas  por  sus  condes  y  obispos.  Lo 
característico  de  Orihuela  es  que  este  régimen  de  libertad  no  se  concedió 
como  merced,  sino  por  tratado,  reconociéndose  además  á  Teodomiro  la  digni- 
dad condal  como  propia  suya,  y  aun  hereditaria,  por  más  que  lo  último  no 
aparece  muy  claro. 

Abdelaziz  terminó  la  obra  de  la  conquista,  quedando  toda  España  some- 
ti'Ja  al  califa  de  Damasco;  y  cuando  empezaba  á  organizar  el  gobierno  y  se 
había  casado  con  Egilona,  viuda  de  Rodrigo,  algunos  mahometanos  celosos, 
escandalizados  del  lujo  que  desplegaba  y  del  favor  que  daba  á  los  cristianos, 
y  aun,  según  antiguas  versiones,  temerosos  de  que  tratara  de  hacerse  rey  de 
España,  asesináronle  un  día  del  año  71;  al  entrar  en  la  mezquita.  Su  cabeza 
cortada  fué  remitida  á  Damasco  como  testimonio  de  aquel  acto  dé  celo  mu- 
sulmán contra  un  gobernador  sospechoso;  pero  no  parece  que  al  Califa  le 
agradara  el  hecho,  pues  mandó  instruir  proceso,  que  no  siguió  adelante  por 
fallecimiento  de  aquel  soberano. 

Los  mismos  conjurados  triunfantes  eligieron  para  sucederle  á  un  sobrino 
de  Muza  llamado  Ayub.  No  tardó  en  venir  gobernador  ó  wali  legítimamente 


_ .,  ,     ir  el  califa  Valid. 

(3)  Aben  Alcolia  da  lis  senai  que  apropii^  i  la  topografía  de  Sevilla  D.  Pedro  Madraio 
(Rfc.ybtlLdtE'p.). 

(4)  En  RasíB  está  e:<tract!tdo;  Casirilo  publicó  (niegro,  aunque  con  poca  coirecciAa:  hoj 
lenemoü  el  te.tlo  depurado  por  Codera,  y  en  facHmiU  en  su  edición  del  Dabf. 

{5)    Kn  la  iraducción  de  Rasis  dice  Vattmia.  En  Casiri  Valcnlola.  D.  Fanstino  de  Barbón 
(siglo  xvill)  leyfl  Baltnlelal.  Nuestra  versión  es  de  Sasvedra,  quien  cree  qae  coneipande  á  nn 
lugar  i  cinco  kilómetros  de  Murcia,  en  la  conñiiencia  del  antiguo  canee  del  Segurs  con  el  San- 
io)   Según  Fernindez  ílucrra  (D.'ilania.  -  Beltlin  dt  la  Sotitiad  Geagráfica.  VI),  cerca  de 
Cehegin. 

(7)    Según  Fernindez  (luerra,  S¡o,  junto  i  Veda.  Saavedra,  en  el  (érroino  de  San  Migncl 
de  Salinas,  donde  subsiste  el  nombre  de  Cutvnt  de  Anaya. 


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ESPAÑA  191 

nombrado,  que  fué  Alahor  (i).  Coosiderando  ya  bien  subyugada  la  Penfasula, 
hizo  acuñar  en  las  monedas  la  inscripción  arábiga  Makoma,  6  enviado  de  Dios, 
é  invadió  la  Galia.Alzama  gobernó  dos  años(7ip-;2i).  V.a  la  Galia  se  apoderé 
de  Narbona,  y  fué  derrotado  delante  de  Tolosa  por  Éudes,  duque  de  Aquita- 
nia.  Abderrahman  ben  Abdala  el  Gafequi  ejerció  el  mando  dos  veces:  ta  pri- 
mera un  año,  y  la  segunda  dos  (730-732).  En  el  intervalo  desñiaron  por  el 
antiguo  palacio  de  los  condes  visigodos  de  Córdoba,  convertido  en  mora- 
da de  los  walfes,  Ambiía,  Odzra,  ¡Yahya,  Hodeyfa,  Otsmen,  Al-Haitsana  y 
Mobammed.  Abderrahman  se  en- 
cargó la  segunda  vez  del  veleyato 
de  España,  ó  del  Andalús  (2)  que 
decian  los  árabes,  á  título  de  per- 
sonaje pnncii>al  para  dominar  á  los 
berberiscos,  que  ya  levantaban  ca- 
beza deseosos  de  sacudií  el  yugo 
de  los  árabes  y  sirios.  Era,  efecti- 
vamente, un  gran  general  y  gober- 
nante astuto  á  la  vez  que  enérgico. 
Un  tal  Muauza,jefe  de  tribus 
berberiscas  establecidas  en  Espa- 
ña, se  rebeló,  en  efecto,  contra  el 
walf,  aliándose  con  el  duque  Eu- 
des,  el  enemigo  más  formidable 
que   tenían  entonces  los  árabes. 
Munuza  se  casó  con  una  hija  del 
Duque,  llamada  Lampegla.  Abde- 
rrahman no  sólo  redujo  á  Munuza 
é  hizo  cautiva  á  Lampegía,  que 
mandó  i  Damasco  como  un  rega- 
lo al  Califa,  sino  que,  atacando  á 
Eudes  en  sus  tierras,  exterminó  su 
ejército  á  orillas  del  Dordoña.Toda 

la  Aquitania  fué  inundada  por  los  ^''''■ 

árabes  vencedores,  y  el  sueño  que 

habia  tenido  Muza  de  marchar  á  través  de  la  Europa  subyugada  hasta  Cons- 
tantinopta,  pareció  en  aquel  momento  á  punto  de  realizarse.  Por  fortuna  de  la 
cristiandad  y  de  nuestra  raza  latina,  Carlos  Martel  acudió  en  socorro  de 
Eudes,  su  rival,  y  en  la  batalla  de  Poitiers,  apellidada  por  los  árabes  de  la 
calsada  de  los  mártires  por  los  muchísimos  muslimes  que  allí  perecieron, 
quedó  contenido  el  torrente  que  amenazaba  inundarlo  todo.  Difícil  ó,  mejor 
dicho,  imposible  seria  hoy  reconstruir  históricamente  los  hechos  de  aquella 
lucha.  Los  cronistas  francos  y  árabes  y  nuestro  Anónimo  de  Córdoba  diAeren 
ea  todas  sus  circunstancias:  la  fecha,  el  lugar,  el  modo  de  desarrollarse  la  ba- 
talla. Pero  sobre  este  caos  de  noticias  diversas  y  contradictorias  queda  incon- 


(1)  Nombre  qae  te  dan  nne 

OtrainelTsBkifi.  Elplinelemen.  

milen  la  cxictilnd  en  estos  nombies  árabes,  (an  enievesanos  t  mgraios  a  nueslros  amos  y  Kf- 
pirita  latíaos.  Noi  comentamos,  pues,  con  citar  lobriamenle  y  poi  los  nombres  usuales  en 
nuestras  hisloriis. 

(2)  Según  Doiy  (Rechenhís...)  el  nombre /ÍHí/n/iíió  /üWff.'ií/f'ié  dado  «1  puerto  de  Ta- 
rifa poi  haberse  embarcado  en  él  los  vándalos  caando  se  ruaron  ni  África,  y  los  berberiscos, 
lomando  el  todo  por  la  parle,  üamaion  Andalús  á  toda  la  Heninsula.  No  sabemos  hasta  qué 
pnnto  sea  «atisractoria  esta  explicación. 


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IQ2  H1S10RIA    DE  ESPAÑA 

movible  una  verdad:  que  los  árabes  fueron  completamente  derrotados  por 
Carlos  Martel,  y  que  Francia  prestó  entonces  á  la  civilización  cristiana  un 
servicio  que  nunca  podrá  serle  agradecido  coroo  merece. 

Abderrahman  murió  en  el  combate,  que  señala  el  principio,  si  no  de  la  de- 
cadencia, del  estacionamiento  del  islamismo,  y  desde  732  basta  756  pasaron 
por  el  veleyato  Abdelmelik,  Ocba,  Balch,  Tsaalaba,  Abuljatar,  Tsuaba,  Abde- 
rrahman ben  Cataia  y  Yussuf.  Este  periodo  de  veinticuatro  años  fué  de  anar- 
quía desenfrenada  y  sangrienta:  árabes,  sirios  y  berberiscos,  yemenitas  y  maa- 
ditas  se  degollaron  á  placer  y  sin  descanso  en  toda  Espada,  pareciendo  raro 
al  que  lee  el  monótono  relato  de  tales  horrores  que  una  sociedad  pueda  sub- 
sistir tanto  tiempo  en  un  medio  semejante  de  motines,  sublevaciones,  guerras 
civiles,  matanzas,  saqueos  y  cuantos  males  concibe  la  imaginación  en  este 
orden  ó,  mejor  dicho,  en  este  desorden  espantoso  é  inacabable.  Admiran 
también  dos  cosas:  una,  que  los  cristianos  de  aquel  tiempo  no  quisieran  ó  no 
pudieran  sacudir  el  yugo  de  unos  dominadores  que  empleaban  toda  su  salva- 
je energía  en  destruirse  unos  á  otros;  y  otra,  que  haya  cristianos  en  nuestro 
tiempo  que  pinten  la  dominación  árabe  como  una  época  de  dicha,  en  que 
todo  era  tolerancia,  paz,  cortesía,  suavidad  de  costumbres  y  recitar  versos  á 
las  bellas  huríes  á  la  sombra  de  las  palmeras  ó  de  los  sicómoros. 

El  natural  deseo  de  poner  término  á  una  situación  semejante,  concerta- 
do en  una  junta  de  magnates  árabes  que  se  celebró  en  Córdoba,  según  unos 
historiadores,  y,  según  otros,  una  intriga  de  los  yei.ienitas  para  sobreponerse 
á  sus  enemigos,  trajeron  á  España  al  joven  Abderrahman,  príncipe  real  de  los 
Omeyas  ú  Omniadas,  dinastía  de  califas  reinante  desde  661  hasta  750.  Des- 
tronada y  exterminada  por  los  Abbasidaa,  fué  Abderrahman  el  único  que  se 
salvó  de  la  traidora  matanza  dispuesta  por  el  califa  Abul  Abbas.  Mozo  de 
arranque,  con  el  presentimiento  desde  niño  de  grandes  destinos,  aventurero, 
romántico,  poeta,  y  á  la  vez  astuto,  felino,  capaz  de  las  mayores  atrocidades 
por  lograr  los  objetos  de  su  ambi- 
ción, alma  compleja  y  de  múlti- 
ples y  contrarias  manifestaciones, 
en  cuyo  fondo  había  sin  duda  el 
desaforado  egoísmo  propio  de  los 
fundadoresde  Imperios;  audaz,  va- 
lentísimo, de  gallarda  presencia, 
este  Abderrahman  es  una  de  las 
figuras  más  interesantes  de  la  his- 
toria musulmana.  Desde  las  orillas 
del  Eufrates  hasta  las  ruinas  de 
Cartago  vino  fugitivo  con  su  criado 
ó  escudero  Badr,  siempre  perse- 
guido por  ios  enemigos  de  su  pros- 
crita dinastía,  vagando  de  aduar  en 
aduar,  y  con  el  pensamiento  fijo  de 
que  tan  larga  y  fatigosa  peregrina- 
ción Labia  de  concluir  sentándose 
en  un  trono.  Llamado  á  España 
por  los  jeques  yemenitas,  desem- 
barcó cerca  de  Almuñécar  (Sep- 
tiembre de  755).  Pasó  el  invierno 
primero  en  una  casa  de  campo,  y 
después  en  el  castillo  de  Torrox; 
Maurc^atd.  y   á  la   primavera,  habiéndosele 


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HisioHiA  uK  espaSa  193 

juntado  algunas  tcibus  berberiscas 
y  seis  jeques  cai&itas,  eiUró  en  Al- 
mu/iécar  (756),  donde  dispuso  que 
en  las  oraciones  de  las  mezquitas 
substituyese  su  nombre  al  del  wali 
Yussuf,  no  al  del  Califa;  esto  es, 
que  Abderrahman  no  se  rebeló 
contra  la  autoridad  del  Califa,  sino 
contra  la  provincial  de  España. 
Conquistó  el  emirato  á  filo  de  es- 
pada, y  del  mismo  modo  se  sos- 
tuvo en  él  hasta  788,  que  murió. 
En  este  reinado  de  treinta  y  tres 
años  no  hubo  crueldad  ni  perfidia 
que  no  llevase  á  cabo  con  rebel- 
des y  conspiradores;  pero  ¿cómo 
imponerse  á  tales  subditos?  Lo 
cierto  es  que  á  pesar  de  las  suble- 
vaciones casi  continuas,  en  con- 
junto mejoró  el  estado  social,  y  la 
mayor  parte  del  territorio  disfrutó 
de  largos  periodos  de  paz.  Garan- 
tizábala un  ejército  permanente  ó 
guardia  real  de  40.000  hombres  re- 
b<!Tmadol,ríD,<u^.,r.  cluUdos  entre  esclavos  que  com- 

pró y  berberiscos  que  hizo  venir 
de  África,  bisn  organizados  y  enteramente  adictos  á  la  persona  del  Emir. 
Empezó  la  construcción  de  la  aljama  de  Córdoba,  invirtíendo  en  esta  obra 
grandiosa  más  de  100.000  doblas  de  oro. 

En  su  tiempo  acaeció  la  venida  de  Carlomagno  y  la  rota  de  Roncesvalles. 
Según  los  más  fidedignos  cronistas  árabes,  sincera  y  sabiamente  interpretados 
por  Codera  (i),  Suleimán,  gobernador  de  Zaragoza,  deseoso  de  sacudir  el  yugo 
del  emir  de  Córdoba,  llamó  á  Carlomagno  (777).  Vino  el  Emperador,  y  Za- 
ragoza le  cerró  sus  puertas,  aunque  Suleimán  estaba  detenido  en  el  campa- 
mento franco;  se  retiró  Carlomagno,  y  en  su  retirada  cayeron  sobre  él  Ma- 
truch  y  Aixón,  hijos  del  gobernador,  derrotándole  y  consiguiendo  libertar  á 
Suleimán.  Según  las  crónicas  francesas  (Eginhardo,  Vü^  dt  Carlomagno; 
Anales,  de  Angilberto?),  no  fueron  los  árabes  de  Zaragoza,  sino  los  vascones, 
quienes  derrotaron  á  Carlomagno,  muriendo  en  la  batalla  Eggibardo,  prepó- 
sito de  la  real  mesa,  el  conde  palatino  Anselmo  y  el  prefecto  de  la  Marca  de 
Bretafia,  Rolando.  En  el  siglo  xi  aparece  la  Ckanson  de  Roüands,  indudable 
refundición  de  más  antiguos  cantares  (2),  probablemente  compuestos,  refun- 
didos y  ampliados  varias  veces  por  juglares  franceses  de  [os  que  venían  en 
peregrinación  á  Santiago;  y  en  este  monumento  literario,  eco  de  las  tradicio- 
nes francas,  á  vuelta  de  invenciones  estupendas,  como  la  conquista  de  Espa- 
ña por  Carlomagno,  se  sigue  en  lo  principal  á  los  cronistas  árabes,  atribu- 
yendo á  los  islamitas  la  derrota  de  Roncesvalles,  aunque  también  se  dé  á  los 
vascos  el  papel  de  auxiliares  de  los  vencedores.  Según  la  Canción  de  Rolando, 

[D    DUcucso  de  rcc^pciño  en  la  Academia  de  U  Hislorii  (zo  de  Abril  de  iSt9). 

\i\  El  lexlD  de  la  ChoniBH  dt  Rollmtdi,  aun  en  el  manuscrito  de  Oxford,  que  es  el  mis 
■ntieDo  conocido,  presenta  huellas  de  refundición.  (M.  Pelajo,  TraUídú  di  ¡os  nniaticís  --i/ie!. 
Antthgúl,  XI.) 


Salcedo.  HtSIORIA  D 


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194  HIsTOKIA   Dü   ESPAÑA 

fué  derrotado  este  caudillo,  y  no  el  Emperador  en  persona.  Mandaba  Rolando, 
con  los  Doce  Pares  de  Francia,  la  retaguardia  de  la  hueste  imperial,  que  fué  la 
destrozada  en  las  gargantas  del  Pirineo;  el  rey  ó  jeque  de  Zaragoza  no  es  5u- 
leimán,  como  en  los  cronistas,  sino  Marsilio  (i).  Tejiendo  retazos  de  las  cró- 
nicas árabes  con  las  francas  y  con  los  épicos  relatos  á  que  la  ChansoH  de  Ro- 
lands  dio  origen,  compuso  Uozy  una  historia  de  la  expedición  de  Carlomagno 
tan  ingeniosa  y  entretenida  como  la  de  nuestro  Saavedra  de  la  invasión  de  los 
árabes,  y  con  arreglo  á  la  cual  el  ejército  franco  vino  á  España  llamado  por  uoa 
gran  coalición  de  enemigos  de  Abderrahman  que  fueron  á  solicitar  la  ayuda 
del  Emperador  en  el  Campo  de  Mayo  de  Pederborn:  habiéndole  cerrado  sus 
puertas  Zaragoza,  Carlomagno  tuvo  que  desistir  del  sitio  al  recibir  la  noticia  de 
que  los  sajones  se  revolvían  de  nuevo  contra  él,  del  mismo  modo  que  en  iSotí 
Napoleón  hubo  de  r^resar  precipitadamente  á  Francia  ai  recibir  en  Astorga 
la  noticia  de  los  nuevos  movimientos  hostiles  de  Austria.  Menos  afortunado 
el  Napoleón  del  siglo  viii  que  el  del  xix,  al  pasar  su  retaguardia  por  Ronces- 
valles  sufrió  la  derrota  que  han  hecho  inmortal  las  gestas  de  la  Edad  Media. 

Lo  positivo  es  que  semejante  versión,  aunque  seductora  en  el  texto  de 
Dozy,  no  puede  sostenerse  como  histórica  después  de  la  severa  critica  de 
Codera,  y  que  en  nuestra  Península  la  fama  de  la  rota  de  Roncesvalles  no 
viene  directamente  de  la  tradición  nacional  (2),  sino  de  los  épicos  cantos  de 
los  juglares  franceses,  iniciadores  de  nuestra  épica  castellana. 

Al  fundador  de  la  dinastía  Omeya  sucedió  su  hijo  Hixen  I,  que  reinó  ocho 
años,  concluyó  la  mezquita  de  Córdoba  y  mereció  de  los  cronistas  árabes  dic- 
tados como  el  Justo  (Ai  Adhil)  y  el  Afable  (Al  Rhadi):  píntanle  como  el  ideal 
de  un  principe  piadoso  y  caritativo  según  rl  Koran.  Del  mismo  carácter  fué 
su  hijo  Alhaquen  I  (796-822);  pero  los  faquíes  echaron  á  volar  la  especie  de 
que  no  hacía  caso  de  la  prohibición  coránica  del  vino,  y  con  este  motivo  le 
dieron  grandísimos  di^ustos.  Sin  embargo,  aunque  tan  rezador  como  le  re- 
tratan, no  era  el  Emir  para  sufrirlos  con  paciencia,  sino  que  con  estupenda 
crueldad  castigó  á  conspiradores  y  amotinados:  setenta  y  dos  de  los  primeros 
fueron  de  una  vez  cruciñcados  en  Córdoba;  en  Toledo  el  renegado  Aurús. 
gobernador  de  la  ciudad,  cometió  el  crimen  conocido  por  la  ntatanta  de  la 
Cueoa,  en  que  setecientos,  según  unos,  y  al  decir  de  otros  más  de  cinco  mil 
nobles,  llamados  pérfidamente  al  Alcázar,  fueron  degollados  por  verdugos  dis- 
puestos en  el  pasillo  que  tenían  que  recorrer;  de  Córdoba,  finalmente,  fueron 
expulsadas  más  de  quince  mil  personas,  resto  de  todo  un  barrio  amotinado, 
que  los  guardias  del  Emir  acuchillaron  en  castigo  de  una  revuelta. 

Páginas  de  sangre  tiene  también  el  reinado  de  Abderrahman  11  (822-852I, 
£1  hijo  de  Alhaquen  hubo  de  combatir  con  el  hermano  de  su  abuelo  Abdatá, 
con  muchos  otros  rebeldes,  con  los  cristianos,  y  con  tos  normandos,  que  de- 
vastaron el  valle  del  Guadalquivir  hasta  los  arrabales  de  Córdoba;  pero,  se- 
gún los  cronistas  árabes,  la  característica  de  su  tiempo  es  la  magnificencia 


(i)  Véate  '.Reaumen  blitartoo-crlilco  de  la  Literatura  BapaAola»,  por  D.  Aa^el 
Saloedo  Ralx,  lU  (Hdlclúo  de  la  Ca«a  CalIHa). 

(2)  Kn  l8í4  el  ypumal  4i  I' InUilut  Wílorique  publicó  como  traducido  del  vasco  al 
francés  por  Mr.  Giray  ie  Monelave,  el  Cnnlo  ¡ir  AllMicar.  pretendida  remembrania  potticn- 
popular  de  la  derrota  de  los  francos  por  los  vascones.  Luis  Diihnlde  de  Mon^lsTe  pnblicA  la 
versión,  es  decir,  el  supuetto  original  vascuence.  Todo  fat  broma  de  nletinos  alamnos  de  la 
Escueln  Polilícnica  de  Psris,  enlenifidm  en  poesía  oaiÍTtiea;  pero,  tan  bien  dada,  que  hombres 
como  Faiiriel  v  nuestro  Aimdor  de  loa  RÍos  lomaron  la  superchería  por  reilidad.  creyeTtdo  qne 
el  Canlo  de  AÜohhcar  t,t&  efectivamente  un  canto  vascaence  del  iif>lo  Viil.  (Sobre  todoasatoa 
linnloa  *<aie  el  citado  "Reanmen  Hlalúrlco-crllloo  do  la  Lltaratora  HipaAolS",  por  <lo<i 
Aoi-el  Salcedo  Rola.  (Bdlclón  de  la  Caaa  Cállela.  Precio,  6  peietaa),  qae  ea  al  ooaaple- 
menlo  oalnral  de  eate  libro.) 


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HISTOKIA  DE   ESPAÑA  I95 

oriental  de  que  ae  revistió  el  Emir,  imitando  á  los  califas  de  Bagdad.  l£l  pala- 
cio de  Córdoba  fué  rodeado  de  jardines  encantadores,  con  fuentes  de  mármol, 
mezquitas  y  pabellones,  y  por  ellos  paseaba  este  Luis  XV  de  los  árabes,  se- 
guido de  numeroso  cortejo,  entre  huríes,  eunucos,  poetas,  músicos  y  todo 
linaje  de  cortesanos  y  servidores.  Tenia  el  Emir  una  camarilla,  compuesta  de 
la  sultana  Tarub,  un  faquí,  un  músico  venido  del  Oriente  y  un  español  rene- 
gado, Nasr,  que  no  podía  ver  á  sus  compatriotas  ñeles  á  la  religión  cristiana. 
No  es  extraño  que  en  este  reinado  empezaran  las  terribles  persecuciones 
contra  los  muzárabes. 

73. —  Hora  es  de  volver  los  ojos  á  nuestros  antepasados  en  la  fe  y  en  la 
patria,  vencidos  por  Táril^  y  Muza. 

El  golpe  de  la  conquista  dividió  á  los  cristianos  españoles  en  dos  grupos: 
el  de  los  que  vivieron  sometidos  á  los  árabes  y  el  de  los  que  no  admitieron 
este  yugo.  Pero  dentro  de  cada  grupo  hubo  situaciones  diferentes. 

El  grupo  primero  (sometido)  subdividese  en  tres: 

1."  Los  que  por  virtud  de  un  tratado  ó  capitulación  quedaron  en  una 
independencia  relativa,  más  bien  bajo  el  protectorado  que  bajo  la  autoridad 
de  walíes  y  emires.  £1  titulado  reino  de  Teodomiro,  de  que  se  habló  más 
arnba,  señala  el  grado  máximo  de  autonomía  disfrutada  por  los  cristianos  de 
«ste  grupo:  de  ahí  para  abajo  tenían  libertades  semejantes  los  cristianos  de 
Mérída,  parece  que  también  los  de  Toledo,  y  es  indudable  que  los  de  otros 
puntos.  En  cuanto  á  Teodomiro,  murió  en  ^43,  sucediéndole  Atanaildo,  que 
vivía  en  754.  No  se  sabe  cuándo  acabó  su  gobierno  ni  quién  le  reemplazó;  si 
<]ue  en  779  una  expedición  enviada  por  los  Abasidas  contra  Abderrahman 
arribó  á  las  costas  de  Todmis  ó  Teodomiro,  y  en  ellas  fué  destruida  por  las 
gentes  del  emir  de  Córdoba.  Después  pierde  la  Historia  el  rastro  de  este  nú- 
cteosemi-independiente(i). 

a,"  Los  mnlaíües.  Fueron  los  cristianos  que  renegaron  de  la  fe  y  se 
convirtieron  al  mahometiamo  (2).  Hubo  muchos.  Los  hijos  de  Witiza,  aunque 
de  los  primeros  en  someterse  y  de  los  más  considerados  por  los  musulma- 
nes, no  llegaron  á  la  apostasía  en  varias  generaciones:  Achila  vivió  en  Toledo, 
y  de  él  procedió  un  Hafs  que  desempeñó  en  aquella  ciudad  el  oficio  de  juez 
de  los  extranjeros.  Artavasdes  trasmitió  á  sus  descendientes  el  titulo  de 
C3nde.  V  de  CÚmundo,  establecido  en  Sevilla,  fueron  hijos  Sara  y  dos  varo- 
nes: uno  que  llegó  á  ser  obispo,  y  otro  que  murió  en  la  España  libre.  En  cam- 
bio, si  bien  no  parece  que  apostatase  D.  Julián,  residente  en  Córdoba,  lo  hizo 
su  hijo  Balácayas,  de  quien  se  conoce  descendencia  esclarecida  entre  los  mu- 
sulmanes por  varios  siglos.      ' 

Huchas  de  las  conversiones  de  los  muladles  fueron  indudablemente  si- 
muladas y  de  pura  conveniencia,  y  la  tradición  cristiana  se  conservó  en  la 
mayor  parte  de  aquellos  hogares,  determinando  esto  que  los  renegados  for- 
masen siempre  una  clase  aparte,  con  ideas  y  costumbres  distintas  de  la  pobla- 
ción árabe  y  berberisca,  y  que  en  las  insurrecciones  de  que  hablaremos  luego 
¿tfs  renegados^  aun  habiendo  trascurrido  ya  mucho  tiempo  de  su  cambio  de 
religión,  volviesen  fácilmente  á  la  cristiana. 

3."    Los  muzárabes  (3).  Fueron  los  cristianos  que,  sometidos  á  la  autori- 

(i)    Femindei  Guarr».  Díílania. 

{x)  Otroi  llaman  amladíei,  no  d  toiloi  I01  renegadoi,  sino  á  los  que  lo  eran  por  ser  hijos 
de  niacríiiianioi  mixto*  de  cristianos  j  mahometanos  y  i  los  qu«  la  \tf  obligaba  A  ser  lo  úítimo- 

(3l  E«ta  TOi  viene,  segdn  anoj.  de  ntixli-iraéfí,  rntu-íado'  ion  les  irahts:  según  otros,  de 
moilara,  arabiudo.  Meníndel  Pida!  (Ltyendas . . .)  dice:  ti . .  .árabes  de  íWiíjí  — muiírabes — le 
»empei4  á  llamar  i  los  cristianos  qne  iban  mezclándose  con  los  mnsalmanes,  efecto  de  la  tole- 
v.rancia  empleada  sagiizmente  por  aqael  Emir.» 


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ig6  HISTORIA   DE   ESPaSA 

dad  civil  de  lus  árabes,  conserva- 
ron üu  religión.  Por  efecto  de  las 
capitulaciones  ajustadas  en  tiempo 
de  la  conquista,  diversas  según  las 
ciudades,  en  todas  fué  más  ó  me- 
nos respetado  el  culto  de  los  ven- 
cidos, y  aun  se  concedió  á  éstos 
cierta  organización  administrativa 
y  judicial  se  mi -autonómica.  Por 
testimonio  de  San  Eul<^io  consta 
que  en  Córdoba  conservaban  seis 
iglesias:  San  Acisclo,  San  Zoilo, 
Los  tres  Santos,  San  Cipriano,  San 
Ginés  mártir  y  Santa  Eulalia;  dos 
monasterios  cerca  de  la  ciudad, 
seis  en  la  sierra,  escuelas  y  biblio- 
tecas. Fué  célebre  la  escuela  del 
abad  Spera-in-Deo,  varón  elocuen- 
tísimo, lumbrera  grande  de  la  Igle- 
sia en  nuestro  tiempo^  escribe  el 
citado  Santo.  Tenían  para  su  go- 
bierno civil  un  comes cÁristiaMormm, 
el  censor,  el  exactor  de  tributos  y  ei 
tesorero.  Reconocíase  á  estas  auto- 
Alfonso  II.  íi  Casio.  ridades,  y  aun  á  los  obispos,  la  fa- 
cultad de  imponer  penas  tempora- 
les. Las  ciencias  y  letras,  cultivadas  en  la  época  visigoda,  y  cuyo  más  insigne 
representante  fué  San  Isidoro,  tuvieron  en  los  muzárabes  cordobeses  maes- 
tros y  discípulos  dignos  de  la  tradición  que  seguían.  iPara  nada  influye  en 
>las  obras  de  los  primeros  muzárabes  la  cultura  musulmana,  fuese  grande  ó 

•  pequeña  la  que  entonces  poseían  los  conquistadores.  Bajo  el  aspecto  litera- 
>rio  son  el  último  eco  de  una  civilización  ahogada  por  la  esclavitud.»    «La 

•  necesidad  en  que  los  gobernantes  mahometanos  se  velan  alas  veces  de  tra- 

•  ducir  documentos  latinos  y  entenderse  con  reyes  cristianos,  les  hizo  valerse 
>de  algunos  muzárabes  doctos  en  la  lengua  de  Arabia.  De  ellos  fué  el  abad 
•Sansón»  (i). 

Este  ministerio  de  comunicar  á  los  árabes  las  ciencias,  letras  y  artes  no 
lo  ejercieron  sólo  los  muzárabes,  sino  tambiéri,  y  quizás  principalmente,  los 
muladies  ó  renegados  (2).  <EI  arte  musulmán  es  sirio  en  Siria,  copto  en  Egipto, 

•  bizantino  en  Asia  Menor,  romano  berberisco  en  África,  romano-ibero  en  Es- 
»paña,  parto  y  sassanida  en  Mesopolamia,  del  propio  modo  que  la  civilización 

•  musulmana  no  es  árabe,  sino,  según  los  modelos  en  que  se  ha  inspirado  y  los 

•  medios  en  que  ha  crecido,  griega,  persa,  siria,  egipcia,  española,  Índia>  (5). 

•  La  ciencia  arábiga  fué  siempre  de  segunda  mano:  en  Oriente,  como  Muack 

•  confiesa,  nació  del  trato  con  los  cristianos,  sirios  y  caldeos.  Algo  semejante 

|i)    Menéndez  Pelnyo. 

(2)  Simonel  {¡¡linaria  délas  j.fces  Uiriíai y  lalinas  uiadat  tntri  let  mutarabts, pricr£ae 
,U  «n  tsludio  sobre  ti  diitleilo  hisfiano-muzáraie  (Msdrid,  1889)  da  la  mayor  inflaencia  i  los 
muzárabes;  pero,  i  nuestro  juicio,  la  lógica  induce  á  lo  contiario:  es  i  saher,  que  los  que  tavie- 
ion  relación  más  fnlima  con  los  conquistadores  debieron  de  serlos  que  mis  lafluyeron  en  exie 

(Jl     Afiinueí  ifArl  wiitiilman:  II.  Sahtáin,  ariiuilfíle,  y  G.  Migtoa,  fro/nar  del  Letnprr 


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HISTORIA   UE  ESPAÍÍA  I97 

<en  cuanto  á  la  trasmisión  de  la  ciencia  cristiana  debió  de  acontecer  en 
•  nuestra  Peninsula>  (i). 

Á  medida  que  pasaba  et  tiempo  los  muzárabes  disminutan  eti  número, 
creciendo,  en  cambio,  los  muladies  ó  renegados.  Conspiraban  á  esto,  en  pri- 
mer lugar,  las  contribuciones  que  tenían  que  pagar  aquéllos,  capitaciones, 
diezmos,  etc.,  y  de  que  se  libraban  al  reni'gar;  en  segundo,  el  trato  constante 
con  infieles,  del  que  provenían  los  matrimonios  mixius,  cuyos  hijos  hablan  de 
ser  mahometanos  por  fuerza,  y  por  último,  las  persecuciones.  Lt-galmente  no 
se  impuso  á  los  cristianos  más  prohibición  que  la  de  no  maldecir  ó  blasfemar 
públicamente  de  Maboma;  pero  demasiado  sabemos  que  no  siempre  el  estado 
social  responde  á  las  leyes  escritas.  Hixem  I  prohibió  á  los  cristianos  el  uso 
de  la  lengua  latina,  y  obligó  á  los  niños  á  asistir  á  las  escuelas  árabes.  En  el 
año  850,  Perfecto,  presbítero  de  San  Zoilo,  acusado  de  haber  maldecido  á 
Mahoma,  no  en  público,  sino  en  secreto,  sufrió  la  última  pena;  y  enardecidos 
ios  ánimos  de  los  muzárabes  con  este  y  otros  iguales  sucesos,  profirieron  las 
prohibidas  maldiciones  delante  de  todoel  mundo,  hasta  de  los  jueces,  originán- 
dose de  aquí  una  violenta  persecución,  en  que  corrió  mucha  sangre  cristiana. 

Se  dividió  entonces  la  grey  muzárabe  en  dos  bandos:  uno,  el  de  los  pru  • 
dentes,  que  condenaban  estos  alardea;  otro,  el  de  los  fervorosos,  que  los  aplau- 
dían. El  emir  Adherrahman  II,  fallecido  en  1852,  trasmitió  con  el  trono  el 
odioso  papel  de  perseguidor  á  su  hijo  Mohammed  I  (852-886},  en  cuyo  tiempo 
sufrió  el  martirio  San  Eulogio,  obispo  de  Toledo,  una  de  las  más  bellas  figu- 
ras de  nuestra  historia:  doctor,  historiador  y  defensor  de  la  grey  muzárabe.  El 
ardimiento  de  ésta,  lejos  de  apagarse  con  la  muerte  de  su  buen  pastor,  cobró 
nuevos  bríos,  y  las  maldiciones  á  Mahoma  eran  constantes,  provocando  por 
una  parte  terribles  represiones,  tanto  del  pueblo  musulmán  como  de  las  auto- 
ridades, y  por  otra,  una  reacción  cristiana  en  los  mismos  renegados,  muchos 
de  los  cuales  profesaban  en  secreto  su  antiguo  culto,  ó  por  lo  menos  conser- 
vaban con  amor  la  tradición  reli- 
giosa de  sus  antepasados. 

En  efecto;  en  este  reinado  de 
Mohammed  I  es  cuando  estallaron 
las  sublevadooes  de  los  muladies. 
Aben  Meruán,  renegado  de  Míri- 
da,  se  alzó  contra  el  Emir  formando 
un  principado  independiente.  To- 
ledo estuvo  veinte  años  en  poder 
de  sus  antiguos  dueños  visigodos. 
En  Zaragoza  los  Beni-Casi,  des- 
cendientes de  un  magnate  godo 
que  apostató  en  la  época  de  la 
conquista  para  conservar  sus  vas- 
tas propiedades,  y  cuyos  indivi- 
duos, tanto  por  sus  riquezas  como 
por  su  valer,  figuraban  en  primera 
linea  entre  la  aristocracia  musul- 
mana y  tomaron  parte  activa  en 
las  luchas  civiles,  se  hablan  hecho 
independientes  de  hecho  y  domi- 
naban como  soberanos  en  todo  lo 


(1^     MenCndei  PeUfO.  Ramiro  I. 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


198  HISTORIA    DE  ESPaS* 

que  lus  árabes  llamaban  la  Frontera  Superior  (Zaragoza,  Huesca,  Tudela,  etc.). 
Muza  II,  contemporáneo  de  Mobammed,  tratando  de  igual  á  igual  al  Califa,  á 
los  reyes  de  lus  cristianos  y  al  mismo  Carlos  el  Calvo,  que  le  mandaba  regalos, 
se  titulaba  el  tercer  rey  de  España.  Pero  de  todos  estos  hcclius  el  más  caracte- 
rístico y  notable  es  el  levantamiento  de  Ornar  ben  Háfsun.  Descendía  de  un 
conde  Alfonso:  su  familia  se  había  hecho  mahomeíana  en  el  reinado  de  Alha- 
quen  1;  pero  era  de  las  que  conservaban  en  secreto  sentimientos  cristianos. 
Ornar  se  lanzó  á  la  sierra  de  Archidona  en  880  á  88 1  con  una  partida  de  cua- 
renta y  tantos  hombres,  y,  peleando  á  lo  guerrillero,  engrosó  su  pequeña  hues- 
te, fortificando  un  lugar  inaccesible  de  las  montañas,  llamado  Bobastro,  que 
fué  el  centrode  sus  operaciones  (i).  Con  razón  le  han  titulado  los  historiadores 
modernos  el  Viriato  de  la  España  árabe.  Llegó  á  ser  verdadero  dueño  y  señor 
de  las  sierras  de  Andalucía  y  á  tener  en  jaque  todo  el  poder  de  los  emires. 

Almondzir  sucedió  en  el  emirato  á  su  padre  Mohammed  I  cuando  estaba 
sitiando  á  Ornar  en  Bobastro,  y  todo  su  reinado  (886-888)  lo  invirtió  en  comba- 
tir al  audaz  guerrillero.  Heredó  esta  guerra  con  el  trono,  ganado  por  el  fratri- 
cidio, su  hermano  Abdalá  (2),  quien  en  veinticuatro  años  de  emirato  (888-912) 
no  hizo  otra  cosa  que  pelear  con  Ornar,  el  cual  en  este  tiempo  (899)  profesó 
en  público  el  cristianismo:  su  familia,  especialmente  su  hija,  era  tan  piado- 
sa, que  la  casa-fuerte  de  Bobastro,  corte  del  Viriato  andaluz,  parecía  un  ob- 
servante monasterio. 

74.  —  Sólo  nos  queda  por  tratar  de  los  cristianos  que  no  se  sometieron 
á  los  árabes,  de  aquel  grupo,  gloiíoso  por  excelencia,  que  ñó  desde  luego 
á  su  espada,  y  no  á  capitulaciones  más  ó  menos  graciosas,  la  libertad  de  su 
fe  y  la  dignidad  de  su  condición.  La  patria  española  es  hija  de  aquellos  vale- 
rosos cristianos,  indiscutibles  fundadores  y  padres  de  nuestro  pueblo.  Iberos, 
celtas,  fenicios,  griegos,  cartagineses,  romanos,  visigodos,  son  nuestros  ante- 
pasados remotos:  por  nuestras  venas  corre  sangre  de  todos  ellos,  y  en  nues- 
tro carácter  nacional  todos  han  dejado  huellas;  pero  nosotros,  los  españoles 
de  hoy,  no  nacimos  á  la  vida  histórica  hasta  que  en  los  riscos  asturianos  des- 
plegó Pelayo  el  estandarte  de  la  Cruz,  y  proclamó  con  varonil  acento  que  ni 
él  ni  sus  compafieros  querían  ser  siervos,  clientes  ó  subditos  de  los  califas, 
sino  Ubres  é  independientes;  palabras  que,  gracias  á  Dios  y  por  el  esfuerzo 
de  cuarenta  generaciones,  han  podido  sostenerse  hasta  el  momento  actual  á 
través  de  todas  las  vicisitudes  y  peripecias  de  trece  siglos  de  una  historia 
varia  y  agitada  cual  ninguna. 

La  reconquista  española  no  se  inició  solamente  en  ese  núcleo  de  Astu- 
rias, sino  además  en  otros  dos  en  ambos  extremos  de  la  cordillera  pirenaica; 
pero  al  de  Asturias  corresponde  la  primacía,  no  por  ser  el  más  antiguo  (3),  ni 
tampoco  el  mejor  rr^nncidn  ^4),  sino  por  su  carácter  de  verdadera  y  consciente 

( 1)  Conde  fué  quien  primeio  dift  noticia  de  este  notabiUsimo  Ornar  en  su  ¡íisUria  Jt  la 
aomh'aíióti  ae  las  árúhrs  e»  £.<fu¡la;  pero  padeciií  la  equivocación  de  lomar  este  Bobastro.  ó 
Bobaster,  por  Barbastro.  de  ArAgñn,y  de  aquilas  mayores  conlusiones  en  el  relato  de  las  cam- 
panas de  Omar.  Los  arabistas  posteriores,  especialmente  Sirnonet,  han  rectificado  tales  eriorca 
fijando  Ja  silnacirtn  de  Bobastro,  aue  estaba  en  un  sitio  llamado  hoy  ti  C/isHllSn,  á  un  cuarto 
de  legua  de  Guadaljorce  y  i  ana  de  Antequeta. 

(z)  Cuentan  los  historiadores  árabes  que  AbdaiA  ganú  al  cirujano  de  Almondiir  pan 
que  al  >an?ratle  lo  hiciese  i^n  una  lanceta  envenenada. 

I})  Indudablemente  fiíeron  coetáneos  entie  s(  y  con  la  pérdida  de  EspaÜa;  es  decir,  i|n« 
empezaron  en  cuanto  Kspaña  se  perdió. 

14)  Lo  et  indudablemente  el  de  Astuiias  por  las  crónicas  de  Salumanca  y  del  Monje  de 
Albelda  y  por  las  crónicas  árabes.  De  los  otros  dos  sólo  tenemos  noticias  vagas  en  alcanas 
documentos  de  nuLemicidad  dudosa  v.  er..  los  privilegias  de  ios  monasterios  de  Santa  Marta 
de  Alaen,  Sama  Maria  de  Ovairn,  San  |unn  de  la  Peíia.  Ripoll,  etc.  (Véase  tomo  IV  de  la  Co- 
eccirtn  del  Cardenal  A^uirru'. 


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HISTORIA   DE   ESPAÑA  199 

restauración  de  la  monarquía  deshecha  por  Tárik  y  Muza.  <l£n  la  persona  de 
>Don  Pelayo  reanudó  de  una  manera  paciñca,  legal  y  solemne  la  línea  de  los 

•  monarcas  godos  de  España,  desconcertada,  perú  no  destruida  por  la  guerra 

•  civil  y  la  invasión  extranjera.  Por  eso  no  aparece  ningún  otro  caudillo  de  la 

•  restauración. . .  .\  la  corte  de  Oviedo  asistían  los  obispos  titulares  de  Aragón 

•  y  de  Navarra>  (i);  es  decir,  que  allí  se  consideraba  refugiada  y  resumida  la 
Monarquía  visigoda,  lo  que  supone  el  natural  intento  de  restaurarla  en  su 
pristino  ser,  ó  sea  de  libertar  á  toda  España  del  yugo  en  que  habia  caído. 

Las  crónicas  asturianas,  aunque  tan  posteriores  á  los  primeros 
de  la  Reconquista  y  fundadas  en 
la  tradición  oral,  son  indudable- 
mente documentos  de  autentici- 
dad rigurosa  en  cuanto  á  los  he- 
chos principales  que  narran,  si 
bien  desfigurados  por  las  exage- 
raciones de  la  leyenda.  ^Cómo  ha- 
bia de  olvidar  esa  tradición  los 
nombres  de  los  reyes  predeceso- 
res de  Alfonso  III,  ni  acontecí 
mienf^s  de  tanto  bulto  y  trascen 
dcDcia  para  el  naciente  reino  como 
la  batalla  de  Covadonga,  primer 
encuentro  en  que  los  cristianos 
consiguieron  triunfar  de  los  mus- 
limes? Que  al  pasar  la  noticia  de 
generación  en  generación  se  baya 
engrandecido  hasta  convertir  el 
combate  de  unos  cuantos  guerri-  . 
Ileros  con  un  corto  destacamento 
musulmán  en  descomunal  batalla 
que  costó  la  vida  á  centenares  de 
miles  de  sarracenos,  es  naturalfsi- 
roo.  Si  se  toman  al  pie  de  la  letra 
la  inscripción  grabada  en  el  Bruch 
y  los  relatos  que  se  oyen  á  los  cam- 
pesinos, guardadores  de  la  tradi- 
ción oral,  los  somatenes  derrotaron  allí  nada  menos  que  á  los  vencedores  de 
Marengo,  Jena  y  Austerlitz;  es  decir,  á  ejércitos  de  más  de  cien  mil  hombres 
mandados  por  Napoleón,  cuando  realmente  la  lucha  sólo  fué  con  una  colum- 
nita  de  ta  guarnición  de  Barcelona;  pero  aunque  no  tuviéramos  hoy  tantos 
relatos  escritos  de  los  combates  del  Bruch,  nos  bastarla  la  tradición  oral  para 
saber  ciertamente  que  en  el  Bruch  paisanos  de  Cataluila  derrotaron  á  trance- 
ses,  pocos  ó  muchos,  y  para  traducir  la  extraordinaria  importancia  moral  de 
aquella  jomada,  en  que  aprendieron  los  campesinos  que  no  eran  los  franceses 
invencibles  y  que  aprovechando  el  terreno  era  posible  triunfar  de  su  disci- 
plina y  organización.  Del  mismo  modo,  la  batalla  de  Covadonga,  que  en  sí 
misma  debió  de  tener  escasísima  importancia  militar,  que  no  debió  de  ser 
sino  un  accidente  sufrido  por  una  columna  árabe  desconocedora  del  terreno, 
y  que,  ó  engañada  por  los  guías,  ó  dirigida  por  un  jefe  atolondrado,  se  metió 
imprudentemente  por  )a  honda  cañada  que  forman  las  sierras  de  Segiienco  y 


Oidoño  r. 


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20O  HISrOKIA    HE   ESfANA 

Priena  creyendo  que  al  fin  del  desfiladero  habría  terreno  despejado,  y  al 
desembocar  en  la  plazoleta  sin  salida  que  se  hace  delante  de  la  Santa  Cue- 
va de  Covadonga  no  pudo  revolverse  y  fué  destruida  por  los  cristianos,  que 
le  tiraban  peñascos  enormes  desde  todos  aquellos  cerros;  este  encuentro, 
decimos,  tuvo  incalculable  trascendencia,  pues  fortificó  en  los  nuestros  su 
resolución  de  resistir,  y  convenció  á  loa  muslimes  de  que  para  vencer  á  los 
refugiados  en  tales  breñas  necesitaban  muchas  más  fuerzas  de  las  que  por 
el  pronto  podfan  disponer  para  ocupar  aquellas  montailas.  Resultado:  que 
ellos  evacuaron  las  Asturias,  dejando  para  mejor  ocasión  la  reducción  de 
tan  agreste  comarca  montañesa,  y  que  los  nuestros  quedaron  alU  libres  y 
constituidos  en  reino  independiente,  sin  que  en  muchos  años  pensaran  en 
llevar  la  guerra  á  las  llanuras  (i). 

En  cuanto  á  las  circunstancias  particulares  del  hecho,  imposible  es  ya 
conocerlas.  Que  los  árabes  estaban  en  Asturíaí',  teniendo  allí  un  gobernador, 
Munuza,  que  residía  en  Gijón,  asi  como  que  se  llamaba  Alkamah  el  jefi:  que 
mandó  la  columna  ó  destacamento — ejército  numerosísimo  según  los  cronis- 
tas —  que  fué  deshecho  en  Covadonga,  son  hechos  probables.  Las  crónicas 
árabes  (Ajbar,  Manchua,  Ab&n  Jaldon.  Almakari,  etc.)  de  acuerdo  con  las  cris- 
tianas dan  á  Pelayo  diez  y  nueve  años  de  reinado.  Según  la  tradición  asturia- 
na, el  suceso  de  Covadonga  fué  en  718.  Sebastián  de  Salamanca  refiere  la 
proclamación  del  Rey  como  anterior  á  la  batalla.  Parece  que  antes  estuvo 
Pelayo  en  Córdoba,  y  que  de  allí  escapó  secretamente  para  ponerse  al  frente 
de  los  asturcs.  El  Sr,  Saavedra  supone  que  ya  era  rey,  elegido  por  los  obis- 
pos y  magnates  que  seguían  á  D.  Rodrigo,  inmediatamente  después  de  la 
supuesta  batalla  de  Segoyuela,  en  que,  según  el  docto  académico,  pereció 
D.  Rodrigo  (2).  Todo  es  difícil  de  conciliar,  y  sólo  caben  hipótesis  más  ó  me- 
nos probables.  Lo  positivo  es  que  un  puñado  de  españoles  buscaron  refugio 
en  los  riscos  de  Asturias  contra  los  invasores  mahometanos,  y  que  allf,  eli- 
giendo por  rey  á  D.  Pelayo  (3),  triunfaron  de  los  árabes  y  constituyeron  un 


(1)  AlguDos,  entre  ellos  el  iluslrido  esc  ri  tur  militar  Sr.  Berruele,  hin  sosten  id  o  que  la  ba- 
talla de  Covadonga  no  <lebi/i  de  darse  en  las  angoslurss  del  Anseba,  sino  hacia  Llanes.  dande 
hay  espacio  para  un  vasto  campo  atrincherado.  Pero  esta  hipólesls  no  sólo  va  contra  la  tra- 
dición perpetuada  en  las  crónicas  del  tiempo  de  Alfonso  III,  sino  conUa  lo  que  la  raidn  dicta 
<iae  (uvo  que  ser  aquel  combate.  Sí  ios  cristianos  hubieran  tenido  tuertas  para  llenar  un  gran 
campo  Btrínch erado,  es  seguro  que  los  árabes  habrían  acudido  con  nn  ejercito  considerable. 
dejando  para  mis  adelante  la  guerra  de  Ins  Galias,  en  que  A  la  sazón  estaban  empellados, 
y  seguro  también  que  los  asturianos,  después  de  rechazar  en  bus  posiciones  á  un  gran  ejército 
árabe,  habrían  tomado  una  vigorosa  olensiva.  Nada  de  esto  sucedió;  poique  la  batalla  de 
Covadonga  fué  un  episodio  de  pequera  guerra  de  partidas  en  región  montuosa,  la  vistii  de 
los  lugares  se  saca  la  impresión  de  que  los  itrabes  que  allf  se  empellaron  no  Itegarfan  quizás  ii 
mil  liombres,  y  los  cristianos  serian  otros  tantos,  no  metidos  en  la  cueva,  sino  ocupando  las  ci- 
mas de  todos  aquellos  monles,  desde  las  cuales  arrojaron  los  peñascales  que  hicieron  tan  lerñ- 
ble  efecto.  En  cuanto  á  la  eslrnlegia  de  la  partida  crisltano,  la  vista  de  los  lugares  persuade  tam- 
bién de  que,  como  decimos,  consistió  en  atraer  al  destacamento  irabe  por  el  desfiladeio  á  la 
plazn  ó  campo  sin  salida,  en  una  de  cuyas  ingentes  paredes  se  abre  la  Santa  Cueva  como  una 
ventana.  Cuando  estuvieron  los  muslimes  en  aquella  ratonera  empezó  el  combale  ofensivo.  Los 
Árabes  trataron  en  seguida  de  retroceder  por  el  único  camino  franqueable  (el  que  hablan  traído '. 
y  no  pudlendo  desplegar —  muchos  de  ellos  eran  de  caballería,  —  fueron  casi  aniquilados  en  el 
callcji'in.  l^n  nuestras  últimas  guerras  civiles  se  han  dado  varias  veces  episodios  semejantes. 

I2t  El  destino  de  D.Rodrigo  posterior  ala  batalla  del  Lago-- tradición  almente  deK'Ua- 
dalete  —  pertenece  d  la  leyenda  y  á  la  poesía,  r  no  á  la  Historia.  Ksta  tiene  que  limitarle  i  de- 
cir con  el  Monje  de  Albelda:  cHasta  hoy  se  desconoce  cómo  murió  el  rey  Rodrigo.»  (Sobre  su 
penitencia  en  Viseo  y  sepulcro  en  esta  población,  véanse  los  tantas  veces  citados  textos  de 
Mcnénde/.  Pelayo  y  hermanos  Men6ndez  Pidal.1 

13^  «Muchoi  autores  árabes  hablan  de  Pel.-iyo  con  mis  ó  menos  exactitud;  pero  ningano 
«conozco  que  le  llame  riimi  (romano  ñ  hispmo-lalinol,  como  corre  por  varios  libros.^'  iSaa- 


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HISTORIA   DE  ESPAÑA  301 

reino  indepeodiente  que,  ensanchándose  poco  á  poco,  y  siempre  por  la  espa- 
da, llegó  en  el  siglo  xv,  después  de  unirse  con  los  otros  procedentes  de  los 
demás  núcleos  reconquistadores,  á  ser  esta  Monarquía  española  que  es  nues- 
tra patria  (i). 

De  los  sucesores  de  Pelayo  soto  tenemos  las  concisas  noticias  de  las  cró- 
nicas tantas  veces  citadas,  y  algunos  monumentos  arqueológicos,  testigos  mu- 
dos, pero  elocuentes,  de  su  paso  por  la  vida.  De  Favila  únicamente  se  cuenta 
que  murió  en  cacería  destrozado  por  un  oso  (739)-  Alfonso  I  (739-756),  yerno 
de  Pelayo,  fué  un  guerrillero  que  corrió  toda  la  tierra  leonesa  hasta  el  Duero, 
y  en  ocasiones  hasta  el  Guadarrama,  devastando 
las  vastas  planicies  que  los  cronicones  de  la  Edad 
Media  designan  con  el  nombre  de  Catufos  góticos 
iCampi gothorum),  y  hoy  se  llaman  tierra  de  Cam- 
pos (2);  en  esta  región  leonesa  había  establecidas 
desde  la  conquista  unas  tribus  berberiscas  que  por 
este  tiempo  emigraron  hacia  el  Mediodía.  Frue- 
la  I  (756-768)  luchó  con  el  fundador  del  emirato 
de  Córdoba  y  con  cristianos  de  su  reino  subleva- 
dos cuntra  él,  y  fundó  á  Oviedo.  De  los  reinados  de 
Silo,  Mauregato  y  Berraudo  el  Diácono  (774-791) 
sólo  quedan  confusos  recuerdos.  Alfonso  II  el 
Casto(79i-842),  varias  veces  desposeído  y  expul- 
sado del  reino  [>or  revoltosos  magnates,  restau- 
rado otras  tantas  por  fíeles  subditos,  afortunado 
defensor  de  Asturias  contra  el  emir  de  Córdoba 
que  invadió  aquella  tierra  en  auerra  santa,  orga- 
nizador de  sus  Estados,  fundador  de  catedrales 
é  iglesias,  enlaza  su  recuerdo  con  las  más  piado- 
sas tradiciones  de  la  patria;  la  cruz  de  oro  que 
regaló  á  la  catedral  de  Oviedo  dfcese  que  fué 
construida  por  ángeles,  y  en  su  reinado  se  descu- 
brió el  cuerpo  del  apóstol  Santiago  (3).  Refieren 

los  historiadores  franceses  que  en  el  año  ^98  reci-  Cruz  votiv»  llamada  ¡it 
bió  Carlomagno,  estando  en  Aqutsgrán,  á  itasilico 
y  Troya,  embajadores  de  este  rey  de  Asturias, 
que  fueron  á  ofrecerle  como  presentes  dignos  de 
la  grandeza  imperial  los  despojos  de  una  excursión  de  D.  Alfonso  á  la  des- 
embocadura del  Tajo.  Es  indudable  que  hubo  amistad  estrecha  entre  el  po- 
deroso restaurador  del  Imperio  de  Occidente  y  el  rey  de  las  montañas  cdn- 
tabro-galaÍ£as.  Indignanse  los  cronistas  españoles,  á  partir  del  Silense,  ante  la 
idea  de  que  tal  unión  pudiese  haber  signiñcado  algo  de  vasallaje  en  nuestro  rey 
y  de  predominio,  siquiera  feudal,  en  el  francés;  pero,  mal  que  pese  á  un  patrio- 
tismo retrospectivo,  no  es  probable  que  hayan  existido  nunca  relaciones  sobre 
un  pie  de  perfecta  igualdad  entre  soberanos  de  tan  distinta  grandeza  política. 

Ramiro  1  (842-850)  no  sólo  tuvo  que  combatir,  como  todos  los  de  aquella 
serie  de  monarcas  guerreros,  con  los  árabes  y  con  turbulentos  proceres,  sino 
con  los  normandos,  que  aparecieron  en  las  costas  de  Galicia,  y,  según  nues- 

/ll     Víase  el  precioso  libro  Di  Llana  á  Covadonga,  por  D.  Manuel  Foronda.  Madrid,  iSqí- 

■2)     Loi  anti¡ruBs rampos giiicúi  { Eiiarsionei  históHco-aTlislicos ) .  por  D.  Francisco  Si mrtn 

>■  Nielo.  Las  incuniones  de  Alfonso  I  ea  tierra  da  Campos  están  tratadns  en  El  Libro  Je  VUU- 

■w.  "premiado  ^  publicado  por  el  Ayaotamiento  de  dicha  villa»,  original  del  autor  de  esta 

"Hisioria».  Madrid,  n»i. 

( ;  I    kecundo!  dt  un  viaje  . . .  IFemández  Guerra  y  Fita.» 


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tros  cronistas,  salieron  úe  allí,  muy  escarmentados.  A  esie  rey  se  refirió,  si- 
glos después  de  su  muerte,  la  fabulosa  batalla  de  Clavijo  y  voto  de  Santiago, 
torpes  invenciones  de  la  codicia  y  de  una  piedad  poco  ilustrada.  Sin  necesi- 
dad de  tales  infundios,  es  un  hecho  rigorosamente  demostrado  que  la  fe  reli- 
giosa era  el  alma  de  las  heroicas  empresas  de  aquellos  antepasados  nuestros 
que  se  hicieron  libres  por  no  ser  mahometanos,  y  que  la  devoción  al  Apóstol 
inflamaba  el  valor  de  tan  indómitos  guerreros,  los  cuales  no  necesitaban,  cier- 
tamente, que  se  apareciera  Santia- 
go en  traje  y  arreos  militares,  tan 
contrarios  á  su  pacífica  condición 
evangélica,  para  verle  en  las  bata- 
llas y  atribuirle  la  mayor  parte  en 
sus  prodigiosos  triunfos. 

De  Ordoflo  I  (850-866)  dice  el 
Albaldense  que  mereció  ser  lla- 
mado padre  dt  las  gentes;  sus  vic- 
torias sobre  los  sarracenos  fueron 
muchas  y  señaladas.  Le  sucedió 
su  hijo  Alfonso  111  el  Magno,  cuyo 
reinado  (866-910)  (i)  es  un  poema 
de  guerras  interiores  y  exteriores, 
vicisitudes  novelescas,  episodios 
terribles,  como  la  justicia  que  hizo 
ejecutar  en  cuatro  hermanos  su- 
yos á  ios  cuales  condenó  á  la  ce- 
guera, y  grandes  trabajos  de  Te- 
población  y  organización  del  rei- 
no, en  que  no  es  difícil  descubrir 
un  plan  general  y  bien  medita- 
do (2).  El  Albaldense  describe  á 
este  monarca  cuando  á  los  vein- 
,,,         ,,,    ,  ,,  tilín  años  casó  con  Jimena.cOTti»- 

ortHone  Carotí  regís  (3)  (panenta 
de  Carlos  el  Calvo),  como  de  ros- 
tro agradable,  estatura  gallarda  y  hombre  sabio.  Sus  excursiones  por  tie- 
rra de  moros  fueron  casi  tantas  como  años  reinó,  y  venció  siempre;  pero  to 
mejor  que  hizo  en  este  orden  fué  consolidar  lo  ganado,  fijando  en  la  línea  del 
Duero  la  frontera  meridional  de  su  reino,  y  fortificando  esa  línea  con  plazas 
como  Dueñas,  Simancas,  Zamora  y  Toro. 

Con  tan  esclarecido  principe  termina  un  período  natural  de  ta  recon- 
quista y  se  inaugura  otro.  El  primero  es  más  incierto  y  obscuro  por  falta  de 
historiadores;  pero  también  el  más  heroico.  Los  árabes  rinden  tributo  en  sus 
crónicas  á  las  virtudes  guerreras  de  los  progenitores  de  la  patria.  <Los  galle- 
•gos  (4)  —  dice  Almakari  —  son  un  pueblo  de  fortaleza  de  corazón  y  rostro 

•  hermoso  que  guerrea  de  continuo  con  los  muslimes».  Aben  Jaldum  añade: 

•  Son  los  más  fuertes  y  numerosos  entre  los  francos  occidentales».  No  es,  jxtr 
cierto,  tan  encomiástica  la  descripción  que  hace  Aben  Ahvard:  «En  tierra  de 


1 1)     ooS,  seKÚn  el  P.  Taishan, 
ííi     El  Libro, le  VUla.üi,  III. 

f4t     l!n^  árabes  llamaban  ^alh^os  á  los  Imbilanles  de  lodo  el  pa(s  al  Norle  dtl  Gnada- 
tiama,  hacia  el  Noroeste. 


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HISTORIA   DE   ÍSPaSA.  20¡ 

(gallegos  —  escribió  —  hay  pueblos  ainnijinero,  tanto  grandes  ciudades  como 

•  aldeas.  La  ignorancia  y  la  necedad  dominan  á  esta  gente,  que  suele  vestirse 
>con  ropa  sucia,  sin  tavarU  nunca,  y  en  sus  usos  y  costumbres  son  como  bes- 

•  iias>.  Ésteretrato,  trazado  por  mano  de  enemigo,  quizás  convenga  á  los  caba- 
lleros cristianos  Maxaados/romieros,  ó  que  vivían  en  la  raya  de  los  árabes,  aper- 
cibidos siempre  á  rechazar  los  rebatos  de  éstos,  y  que,  según  las  Memorias  del 
tiempo,  moraban  en  chozones  de  una  sola  pieza  con  sus  Tamilias  y  sus  caba- 
llos (i),  ün  general  el  reino  de  Astu- 
rias quizás  no  merecfa  tales  rasgos 
descriptivos,  aunque  sea  exageradí- 
simo el  juicio  de  Masdeu:  <Sin  rebajar 

•  á  las  demás  naóones  europeas  ni 

•  ensalzar  demasiado  á  España,  puede 
>a!>cgurarse  que,  á  pesar  de  la  guerra 

•  y  estragos  de  los  inüeles,  nuestra 
>patría  era  en  aquel  siglo  de  tinieblas 
>]a  más  adelantada  del  continente 
•europeo»  (2). 

Empezaron  á  erigirse  estas  igle- 
^s  y  otras  construcciones  especial- 
mente religiosas  á  la  vez  que  con  la 
espada  se  reconquistaba  el  suelo  in- 
dispensable para  poner  la  planta.  Al- 
fonso I,  el  gran  guerrillero,  ya  restau- 
ró y  erigió  muchos  templos.  En  761 
el  sacerdote  Máximo  levantó  la  igle- 
sia de  San  Vicente  mártir  y  monas- 
terio contiguo  en  el  despoblado  que 
luego  fué  Oviedo;  allí  erigió  Fruela  1 
la  basílica  del  Salvador,  con  doce  al- 
tares dedicados  á  los  Apóstoles,  casi 
al  mismo  tiempo  que  Abderrahman  I 
bada  construir  en  Córdoba  la  gran  Al- 
jama; Alfonso  II  reconstruyó  el  tem- 
plo del  Salvador  con  obras  que  du- 
raron treinta  aiíos,  dirigidas  por  el  arquitecto  Tioda,  <ñgura  semilegendaria, 
>aún  casi  envuelta  en  las  sombras  de  lo  desconocido»  (3),  asf  como  las  conti- 
guas iglesias  ó  capillas  de  Santa  Marfa,  destinada  á  regio  panteón;  de  San  Ju- 
lián y  San  Esteban  y  la  de  San  Miguel,  para  custodiar  las  preciosas  reliquias 
salvadas  de  la  invasión  agarena  (4).  Estas  mismas  reliquias,  además  de  su  im- 
portancia religiosa,  dan  testimonio  en  las  arcas  ó  relicarios  que  las  guardan,  y 
á  pesar  de  las  restauraciones  y  embellecimientos  posteriores,  del  adelanto  de 
la  orfebrería  en  el  heroico  reino  montañés,  así  como  las  miniaturas,  que  osten- 
tan privilegios  y  donaciones  del  arte  de  la  pintura.  En  la  primera  hoja  de  una 
donación  de  Alfonso  el  Casto  á  la  Catedral  de  Oviedo  ( 1 3  Octubre  802)  tene- 
mos, no  sólo  la  más  antigua  pintura  española,  sino  curiosísima  revelación  grá- 
fica de  los  trajes  y  armaduras  de  la  época:  el  Rey  viste  áurea  túnica,  larga  y 
holgada,  circuida  de  orla  multicolor;  azules  calzas  muy  ceñidas;  negros  y  pun- 


LvH  llamada  i¿i  ¡ai  yictorias,  donada, 
ce  la  iiuciipci6n  que  llene  la  misma 
T  Alfonso  I[l  el  Magno  el  año  903. 


^^^  Simonet  (Discorso  al  tomar  posesión  de  su  cátedra  de  árabe  ei 

(ji  mu.  crii.,  xiit. 

(31  Madrazo  (lugar  citadol. 

(4)  Hoy  esta  capilla  se  llama  la  Cámam  Sania. 


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204  HISTORIA    DE   ESPaSa 

tiagudos  borceguíes;  cúbrete  un  manto  á  la  ronnana,  sujeto  por  un  broche  al 
hombro  izquierdo,  y  ciñe  corona  de  forma  piramidal,  compuesta  de  tres  so- 
brepuestos círculos  de  oro,  de  que  salen  púas  rematadas  en  perlas.  £1  escu- 
dero ó  armigero,  va  más  modesto:  su  túnica  es  blanca,  con  adornos  encarna- 
dos; no  lleva  manto,  y  tiene  en  la  mano  la  espada  y  el  escudo  del  Monarca; 
el  escudo  es  azul  con  orla  roja,  puntiagudo,  y  con  agujeros  para  los  ojos  del 
que  se  amparaba  de  ét  en  los  combates  (i). 

74. —  Los  principios  de  la  reconquista  pirenaica  son  obscurísimos.  Quizás 
quien  más  verosímilmente  los  describa,  si  no  en  los  detalles,  en  conjunto, 
embelleciéndolos  demasiado,  sea  el  novelista  Navarro  Vitloslada,  suponiendo 
que  los  vascones,  independientes  de  hecho  durante  la  monarquía  visigoda, 
como  lo  acredita  el  que  de  ningún  rey  de  Toledo  deje  de  contarse  que  sometió 
dios  vascones,  y  algunos  varias  veces,  siguieron  independientes  de  los  árabes, 
y  que  entre  ellos  debieron  de  hallar  refugio  algunos  visigodos  fugitivos  de  los 
presidios  de  Pamplona,  Vitoria  y  Olite,  construidos  allf  para  contener  á  la  in- 
dómita gente  vascongada.  De  este  modo  debieron  de  formarse  los  primitivos 
núcleos  que  andando  el  tiempo  fueron  condados  de  Aragón  y  Ribagorza  y 
reino  de  Navarra  (z).  La  intervención  de  Carlomagno  y  sus  sucesores  en  el 
desarrollo  de  esMs  pueblos  nacientes  es  indudable,  así  como  que  los  reyes  de 
Asturias  dominaron  más  ó  menos  efectivamente,  si  no  todo,  parte  principal 
del  pais.  A  mediados  del  siglo  ix  San  Eulogio  de  Córdoba  hizo  un  viaje  á  Na- 
varra, y  encontró  allf  muchos  monasterios  en  que  se  cultivaban  las  letras,  y  á 
Sancho  Sánchez  gobernando  como  subdito  de  Carlos  el  Calvo,  aunque  rebela- 
do en  aquel  momento.  En  850-60  Iñigo  Arista,  rey  ó  príncipe  de  ios  navarros, 
ya  muy  anciano,  estaba  retirado  en  el  monasterio  de  Leire,  mientras  que  su 
hermano  García  Jiménez  gobernaba  en  Pamplona.  Sancho  Garcés,  hijo  de  Gar- 
cía liltguez,  puede  ser  considerado  como  fundador  del  reino  de  Navarra  (905). 

Iguales  sombras  cubren  los  orígenes  de  la  reconquista  catalana.  También 
en  las  altas  montañas  del  después  tan  floreciente  Principado  hubo  cristianos 
valerosos  que  luchaban  contra  los  muslimes,  y  á  socorrerlos  en  su  heroica 
empresa  vino  una  cruzada  de  francos,  promovida  por  el  santo  duque  Gui- 
llermo de  Tolosa  y  dirigida  por  Ludovico  Pío.  Tomada  Barcelona  (Sol), 
Carlomagno  organizó  la  Marca  Hispánica,  independiente  del  reino  de  Aqui- 
tania,  compuesta  de  cuatro  obispados  (Barcelona,  Gerona,  Urgel  y  Ausona)  y 
unos  diez  ó  doce  condados  autónomos,  pero  jerárquicamente  subordirtados 
al  conde  de  Barcelona,  ó  gobernador  puesto  para  regir  toda  la  Marca  por  los 
reyes  francos.  De  801  á  87S  se  suceden  estos  gobernadores,  el  último  de  los 
cuales  fué  Wifredoel  Velloso,  héroe  semíhistórico,  semilegendario,  fundador 
de  los  monasterios  de  San  Juan  de  las  Abadesas  y  de  Santa  María  de  Ripolt. 
azote  de  la  morisma,  y  en  cuya  persona  se  hizo  hereditaria  la  dignidad  condal 
por  concesión  de  los  monarcas  francos,  aunque  sin  romperse  por  eso  el  tazo 
feudal  de  vasallaje,  más  nominal  que  efectivo,  que  unía  á  los  condes  con  los 
más  poderosos  reyes  de  Occidente  (3).  Wifredo  murió  el  1 1  de  Agosto  de  898. 


\l\  Sobre  todd  oto,  víaae  „!,■(  BellBi  Arte*  en  BspaAB",  por  I>.  Aac«l  SaloMIV 
Ruli.  (Caía  Bdllorial  Cállela.) 

(zl  nAmajBiú  ioi  raaooi  en  al  alflo  VIH",  pablioado  en  „Lb  Novela  de  Ah»- 
ra",  trea  tomo*. 

■  %■  Sobre  la  reconmii<itn  pirenaica  Téanse;  Maadeu  (IRst.  tril..  lomo  XVV  Tra{^U 
(ttffm.  df  ¡a  Acad.  ./-  la  Ihsl.,  Vi,  y  Fiórez  ¡Esp.  Sagr.,  Xll[,  sdemis  de  los  hiitariadares  de 
Nívnrra.  Sobre  Cnlnluña-  Feliii  de  la  Peña  [AnnUs  df  CalaluSa),  BoUnill  ¡Wfí.  cril.  dt  Cata- 
lHÍ\ci\.  I ).  Joaquín  RuliLA  y  Olb?  [Comidiratioa/s  /liilóríie-critkat  aeerca  di  la  indtptndencia  df¡ 
Covdiiil,'  oilauin.  Barcelona,  1SS6].  y  sobre  todo  el  libro  magistral  El  régimtn  ítñvrial  jt  la  íhii- 
li:<it  .igraria  m  O'/alaiia  duranit  la  Edad  Media,  por  D.  Eduardo  de  Hinojo».  Madrid,  1905. 


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XI 

MOROS  Y  CRISTIANOS 


Tí.  Lai  califas  de  Córdoba.  —  Jé.  Reinos  de  uifat.  —  77.  Reyes  de  León.  Condado  de  Casli- 
lla  y  Sancho  el  Mavor  de  Narura.  —  7S.  Kcyes  de  Castilla,  el  Cid  y  conquista  de  Toledo. — 
79.  Loi  almorávides.  —  U.  Alfonso  Vil  y  Alfonso  VIII.  —  SI.  Las  Navas  de  Tolosa. 


75.  —  Abderrahman  III,  que  vivió  sesenta  y  dos  años  y  reinó  cuarenta 
y  nueve  (912-961),  fué  el  primer  emir  que  se  tituló  emir  al  mumenin  (princi- 
pe de  los  creyentes),  cali/a  (sucesor  del  Profeta)  é  imdK  (jefe  de  la  religión), 
usando  de  todas  las  insignias  mayestáticas,  antes  reservadas  á  los  califas  de 
Oriente:  la  bandera  blanca  de  los  Omeyas  (i),  el  trono,  el  anillo  con  sello,  el 
tüat  ú  orla  del  vestido  con  versículos  del  Koran  (2),  la  maksura  ó  tribuna 
especial  en  la  mezquita,  y  el  mihrab  ó  pulpito  para  dirigir  á  los  fíeles  la  pa- 
labra en  su  calidad  de  supremo  doctor  del  islamismo.  A  estos  pomposos 
adminículos  juntábanse  muchas  prerrogativas,  tales  como  la  de  que  todos 
los  viernes  se  orara  por  él  en  la  mezquita,  citando  su  nombre  en  la  plegaria 
solemne  después  de  los  de  Mahoma  y  su  familia,  la  de  acuñar  moneda  con 
so  nombre,  y,  en  suma,  todas  las  constitutivas  de  ambos  poderes,  espiritual 
y  temporal,  en  su  expresión  más  absoluta. 

iJa  Monarquía  mahometana  fué  despótica  en  nuestra  Península,  como  en 
todas  partes,  sin  otra  limitación  que  la  moral  impuesta  por  el  Koran  y  la 
material  del  miedo  á  los  subditos,  prontos  siempre  á  rebelarse;  esta  última 
tanto  más  efectiva  ó  peligrosa  para  el  soberano,  cuanto  menos  ha  contado  con 
ejército  permanente  adicto  á  su  persona.  Comprendiéndolo  así  los  Omeyas 
de  Córdoba,  sin  descuidar  la  general  organización  castrense  del  reino,  indis- 
pensable para  el  algikth  (guerra  sania)  á  que  debían  concurrir  todos  los  mu- 
sulmanes (3),  procuraron  tener  su  guardia  real,  que  Abderrahman  III  elevó 
á  12.000  hombres:  4.000  infantes  y  8.000  jinetes  (4),  armados  de  lanza  y  es- 
pada {alfaracts,  de  donde  vino  la  voz  alférez),  ó  de  lanza  y  ballesta  {almoga- 


II)    Lo*  Abasida)  la  usaban  negra. 

(1)    Rile  uso  era  muy  antiguo  en  el  Oriente;  los  fariseos  contemporáneo 

taban  las  filacteríai,  que  eran  eitas  orlas  ó  franjas  con  versículos  de  U  Biblia. 

(O    Que  reanieran  eslas  cuatro  condiciones:  adultos,  libres,  sanos  y  i 


de  Jesús  g as- 
ín Instrucción 


n  «tlavos;  los  jinetes,  la  mitad  andaluces  y  la  otea  mitad  xenetes 


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206  HISTORIA  DE   ESPAÑA 

rawi),  y  divididos  en  tai/as  6  escuadrones.  Con  esta  fuerza,  que  aseguraba  el 
orden  interior  en  las  grandes  poblaciones  teniendo  á  raya  á  díscolos  y  des- 
•  contentos,  y  otro  ejercito  á  sueldo  (iisu)  encargado  de  guardar  permanente- 
mente las  fronteras,  en  el  cual  descollaban  los  rabilas  ó  morabitos  (fervorosos 
musulmanes  obligados  por  voto  religioso  á  pelear  siempre  con  los  infieles),  y 
haciendo  uso  discretamente,  sólo  cuando  la  ocasión  lo  exigía  de  veras,  del 
algiheb  ú  levantamiento  nacional,  pudo  Abderrahman  poner  término  á  la  in- 
surrección de  Ornar  ben  Hafsun,  que  habla  durado  treinta  afios;  reducir  á 
Toledo,  que  hacía  ochenta  era  independiente  de  hecho;  destruir  á  los  Beni- 
casi,  dueños  también  hacía  tanto  tiempo  de  Zaragoza  y  de  lo  mejor  de  Aragón; 
ser,  en  suma,  efectivo  soberano  de  la  España  musulmana,  y  pelear,  con  varios 
sucesos,  con  los  cristianos  leoneses  y  navarros. 

Viardot  (i),  hoy  con  tan  poco  crédito  en  esto  de  los  árabes  como  Bor- 
bón  (2)  y  Conde,  señala  muy  bien  el  carácter  general  de  la  guerra  entre  mus- 
limes y  cristianos,  sobre  todo  en  esta  época  esplendorosa  del  Califato.  Leone- 
ses y  navarros  no  dejaban  nunca  las  armas;  atacaban  siempre,  sin  hacer  caso 
de  los  descalabros  y  sin  cansarse  jamás,  las  fronteras  musulmanas,  y  ganaban 
constantemente  terreno,  rechazando  y  acosando  al  kisu,  ó  tropas  fronterizas 
del  Califa;  incomodábase  éste,  desplegaba  su  bandera  blanca,  convocaba  al- 
giheb, y  al  frente  de  inmensa  hueste,  dividida  en  las  cinco  akkamis  (diW- 
siones)  del  ritual  táctico  musulmán:  almúcadtmn  (vanguardia),  calb  (centro), 
almamara  (ala  derecha),  almaisaca  (izquierda)  y  assaca  (retaguardia),  invadía 
las  tierras  de  los  ferros  infieles.  Todo  cedía  entonces  ásu  ímpetu:  las  ciudades 
y  las  fortalezas  caían  rendidas  rápidamente  (3);  los  cristianos  huian  con  las 
reliquias  é  imágenes  de  los  santos  y  sus  familias  y  ganados  á  las  crestas  de 


Conde  de  Toreno. 

(2)  D.  Faustino  de  Borbún,  que  se  decfa  bastardo  del  infanle  D.  Gabriel;  autor  de  /?it- 
euriBs  i  preliminaret  cronclé^cos  fura  üuslrar  la  hiileriit  de  la  España  árabi.  Madrid,  1797. 
«...  BorbAn  (dice  M.Pidal.  Ltyendas. . ,),  á  qaien  todos  justamente  acusan  de  mordaí  y  estra- 
falario, pero  de  quien  nadie  señala  los  acierlos  felices,  aunque  de  ellos  algnien  se  aproveche... « 

(3)  De  e<ile  género  fué  la  a'^aiúa  de  Abderrahman  III  en  Navarra;  los  meses  de  la  pri- 
mavera de  924  bastaron  al  Califa  para  tomar  todas  las  ciudades,  incluso  Pamplona. 

(ExplUacUu  ai  la  lámitta  XLIV.) 

HISTORIA  DEL  TRAJE. -TrajM  del  alelo  Jt.-I.  El  re^  don  Sancha  111.  f/Drin>ifo.  B^orrr- 
lievc  del  sepulcro  de  su  esposa  Dona  Blanca  de  Navarra,  en  Santa  MarladeNljen.  —  2.  Don  Riiniít)  II.  De 
una  miniatura  drl  Códict  dt  los  Testomenloi,  del  siglo  X,  que  se  conserví  en  li  catedral  de  Oviedo.— 
3,  Damos  aqui  las  muestras  de  bs  distintas  maneras  de  confeccionar  las  lorigas  1  partir  del  siglo  ix.  De.- 
pués  de  la  lorifia  eicamala,  que  estaba  compuesta  de  laminillas  de  hierro  te 
la  tela.  semeiandD  escamas  de  pez  (véase  la  Uniina  anterior),  se  encuentran  en  los  códices  yer 
de  la  época  las  que  presentamos  aquí,  L»  primera,  de  Izquierda  i  derecha,  es  de  cuem,  reforzada  con  tiras 
délo  mismo,  formando  cuadrados  las  que  están  fijadas  á  la  cola  con  roblones  remadiados.  y  otros  mis 
grandes  en  el  centro.  Á  esta  misma  época  pertenece  la  última,  también  de  cuero,  pero  sdlo  cosida,  «egda 
indica  el  dibujo.  La  sefrunda  es  también  de  cuero,  y  tiene  los  anillos  de  hierro  cosidos.  Esta  clase  de  loci- 
uas.  como  la  siguiente  de  anillos  de  hierro  ensartados  en  tiras  dr  piel  j  unidas  entre  si  las  sartas  1  la  tela 
por  medio  de  un  cordel  grueso,  sobre  el  que  se  enrosca  el  hilo  que  las  sujeta,  se  usaron  lodo  el  siglo  xi  j 
el  xri.  Al  ñnal  de  este  siglo  apareció  la  ingeniosa  malla,  que  aparen  aquí  en  cuarto  lugar,  toda  de  acera  j 
tan  flexible  como  una  tela.  Tardó  mucho  en  generalizarse  i  causa  de  su  mucho  coste,  pues  sólo  los  magna- 
tes podían  osarla,  y  persistió  toda  la  Edad  Media  y  principios  del  siglo  XVI,  — 4.  Soldados  de  principios 
del  siglo  X.  Está  lomado  de  un  bajorrelieve  en  piedra  existente  en  el  monasterio  de  Sanio  I>amingo  de 
Silos.  Todos  los  soldadas  tienen  la  loriga  acolchada,  con  costuras  que  se  cruzan  diagonalmente.  San  (si- 


n,g,t7cdb/G00gIc 


Htstoria  Gráf 


\  Civilización  Española 


LXmlsa  XLIV 


HISTORIA  DEL  TRAJE-TraJct  del  «lelo  X. 


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208  HISTORIA   DE   ESPaSa 

los  montes  cantábricos  y  [lireníiicob:  por  un  momento  pareda  que  hubian 
vuelto  los  tiempos  de  Petayo;  perú  la  algatáa  (campana)  no  podía  prolon- 
garse mucho,  por  lo  mismo  que  era  tan  crecido  el  ejército  y  no  habfa  orga- 
nizada administración  militar  que  atendiese  á  sus  necesidades;  el  Calila 
regresaba  triunfalmente  á  Córdoba  precedido  y  seguido  de  largas  cuerdas 
de  cautivos  de  toda  edad,  sexo  y  condición,  de  toda  suerte  también  de  des- 
pojos —  imágenes  de  santos,  campanas  de  iglesia,  columnas  arrancadas  de 
los  edificios,  muebles,  arcones  con  joyas  y  telas,  ganados  —  y  con  el  macabro 
acó m palpamiento  de  millares  de  cabezas  cortadas  prendidas  en  las  lanzas  de 
los  zenetes  y  andaluces.  Tan  numeroso  y  brillante  cortejo  entraba  en  la  capi- 
tal á  los  acordes  de  miles  de  instrumentos  músicos  (i),  entre  cantos  de  poe- 
tas y  vítores  del  pueblo  que  celebraba  el  brazo  todopoderoso  del  emir  AÍmu- 
menín  y  el  exterminio  de  los  infieles.  Pero  cuando  el  Califa  recibía  tales 
aclamaciones  de  sus  serviles  vasallos  los  efectos  de  su  caropaita  se  habfan 
borrado  ya:  los  cristianos  salieron  de  sus  riscos  en  cuanto  la  assaca  des- 
apareció á  lo  lejos  en  el  horizonte;  sólo  quedó  en  la  frontera  el  histi,  menos 
fuerte  que  sus  perseverantes  enemigos,  y  las  ciudades  volvían  á  ser  tomadas, 
y  no  quedaba  la  raya  como  antes,  sino  más  al  Mediodía,  pues  la  reacción 
ofensiva  de  leoneses  y  navarros  iba  siempre  más  allá.  En  esta  lucha  la  victo- 
ria deñnitiva,  aunque  muy  lenta,  tenía  que  premiar  la  constancia  invencible 
de  nuestros  antepasados;  pero  en  la  época  de  Abderrahman  111  tos  árabes, 
aunque  perdiendo  algi^n  terreno,  pudieron  conservar  todavía  los  principales 
puntos  de  sus  posiciones  anteriores. 

El  fundador  del  Califato  dio  á  su  pueblo  la  paz  interior  y  exterior  posi- 
ble en  el  siglo  x  y  en  un  Estado  musulmán.  £1  de  Abderrahman  III  com- 
prendía, no  sólo  nuestra  Península,  sino  cuanto  ahora  es  Marruecos:  de 
aquí  que  tuviese  marina.  La  Administración  pública,  enpezada  á  organizar 
por  Abderrahman  1,  llegó  en  este  reinado  á  su  mayor  desarrollo  y  perfec- 
ción: al  lado  del  Califa  funcionaba  el  mexuar,  especie  de  Senado  consultivo, 
compuesto  de  los  jefes  de  las  principales  familias  cordobesas,  que  no  se  halla 
en  los  otros  países  mahometanos,  pareciendo,  por  lo  mismo,  una  originalidad 
de  los  árabes  españoles,  quizás  introducida  por  el  primer  Omeya  con  la  mira 
política  de  atraerse  á  los  jeques  andaluces.  Parece  que  sólo  intervenía  en  los 
negocios  más  graves  de  gobierno  y  cuando  el  walí  ó  califa  quería  consultarle, 
aumentando  ó  disminuyendo  su  autoridad  en  razón  inversa  de  la  del  .sobe- 
rano. Para  los  asuntos  administrativos  habfa  cuatro  divanes  ó  Consejos  (Gue- 
rra, Hacienda,  Fundaciones  y  censos,  y  Sello).  Los  políticos  árabes  decían  que 
la  espada,  la  pluma  y  el  dinero  son  las  tres  columnas  del  Estado.  Abderrah- 
man I  sólo  tuvo  un  wasir  (ministro).  Después  hubo  varios;  de  Hacienda.  Es- 
tado, Inspector  de  las  fortalezas  fronterizas,  etc.  El  mayordomo  mayor  ó  jefe 
superior  de  Palacio  se  llamaba  el  fiagib  y  también  era  un  wazir,  llegando  en 
este  reinado  á  presidirlos  á  todos,  y  asf  el  hagib  fué  primer  ministro:  se  le 
daba  el  pomposo  título  de  señor  de  las  dos  potestades;  la  espada  y  la  pluma. 
De  los  wazires  dependían  los  alcatibes  (secretarios),  y  uno  de  ellos,  el  Kati- 
budi-dzimain  (secretario  de  protección),  tenía  el  honroso  caigo  de  proteger  á 
los  cristianos  y  á  los  judíos.  El  jefe  superior  de  la  Policía  {satribuechoria), 
encargado  de!  orden  público  y  seguridad  de  las  personas  y  ejecución  de  las 
sentencias  judíriales,  tenía  omnímodas  atribuciones  y  un  ejército  de  agentes 
y  auxiliares  á  sus  órdenes.  El  cadi  de  los  cadies  era  como  presidente  del  Tri- 


(1)     "No  contemos  loa  muslimes  de  la  PenfninU  (dice  EruíIuz.mDíscUciO  doctoral»! 
i  o  si  ru  memos  grieBOS  y  ár.ihes,  lomaron  oíros  de  lot  egipcios,  berebere»  y  ladaneses. 


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HISTORIA  DE   ESPAÑA  209 

bnnal  Supremo,  formado  por  otros  cuatro  cadfes,  y  superior  jerárquico  de  los 
cadies  locales.  Finalmente,  para  el  culto  y  enseñanza  religiosa  existían  los 
iniaius  (capellanes),  los  aljatibts  (predicadores),  los  muflís  (intérpretes  del 
Koran),  los  uümas  (teólogos),  los  faquies  (jurisconsultos),  y  los  modestos 
muesimes  (sacristanes)  que  desde  los  minaretes  de  las  mezquitas  llamaban 
á  voces  á  las  oraciones  litúrgicas.  De  todas  estas  clases  había  en  la  aljama 
cordobesa,  y  el  resto  andaba  repartido  por  las  innumerables  mezquitas  del 
Califato.  Tan  numeroso  clero  ejercía  considerable  influencia  social,  y  la  me- 
recía; en  primer  lugar,  porque  la  creencia  religiosa,  de  que  eran  ellos  depo- 
sitarios é  intérpretes,  formaba  el  único  vinculo  moral  de  aquella  colecticia 
y  abigarrada  multitud  constitutiva  del  pueblo  mahometano;  y  en  segundo, 
porque  en  la  época  á  que  nos  referimos  eran  hombres  cultísimos,  abundando 
entre  ellos  los  teólogos  y  filósofos  profundos,  que  aspiraban  á  dar  al  Koran 
una  base  cientlüca,  principalmente  buscada  en  el  estudio  de  los  antiguos 
grandes  maestros  de  Grecia.  Este  movimiento  intelectual  no  se  había  produ- 
cido en  España,  sino  en  el  Oriente,  y,  como  ya  indicamos,  iniciado  por  los 
bizantinos  de  Siria  y  Egipto;  pero  aquí  se  reflejaba  intensamente,  siendo  muy 
notable  la  rapidez  de  comunicaciones  espirituales  dentro  del  vasto  mundo 
mahometano,  desde  más  allá  de  las  orillas  del  Eufrates  hasta  las  costas  lusi- 
tanas del  Atlántico. 

Los  historiadores  árabes  cuentan,  y  no  acaban,  de  las  maravillas  de  Ab- 
derrahman  III  y  de  su  hijo  Alhaquen  II  (gñi-^^G),  cuyo  califato  fué  feliz  y 
brillante  continuación  del  de  su  padre.  Córdoba,  dicen,  llegó  á  tener  medio 
millón  de  habitantes,  ciento  trece  mil  casas,  veintiocho  arrabales,  trescientos 
baños  públicos,  tres  mil  mezquitas.  Abderrahman  fundó  auna  legua  de  Cór- 
doba el  sitio  real  de  Azzahra  (i),  ciudad  encantada,  resumen  de  los  prodigios 
de  las  Afiij>  una  noches.  Alhaquen  no  sólo  ensanchó  y  hermoseó  la  aljama, 
sino  que  hizo  construir  el  tnikraó  (santuario),  que  subsiste  todavía,  para  con- 
vencernos de  que,  contra  lo  que  aconseja  el  buen  sentido,  debemos  dar  algún 
crédito  á  las  descripciones  de  los  autores  árabes.  El  mihrai  no  parece  obra 
de  hombres,  sino  de  hadas.  Más  que  admirar,  fascina.  Hay,  sin  embargo,  que 
reconocer  la  verdad  con  que  escribió  Fi  Margall: 

•La  arquitectura  árabe  no  es  primitiva,  es  derivada;  pero  no  simple  res- 

•  tauración  del  arte  antiguo.  Desarrolló  sobre  los  elementos  bizantinos  formas 

•  caprichosas,  y  logró  hacer  desaparecer  sus  plagios  bajo  la  oriental  armonía 
•del  conjunto.  Adoptó,  además  de  las  lineas  romanas,  el  capitel  bizantino,  el 

•  abaco  de   los  egipcios,  la  ojiva  de  los  cruzados,  el  ornato  de  los  arquitec- 

•  tosdel  bajo  Imperio;  mas  combinó  con  tanto  acierto  y  novedad  estos  confu- 

•  sos  elementos,  que  identificada  con  ellos  se  presentó  original,  si  no  como  la 
•mejor,  como  la  más  vistosa  y  llamativa  de  las  arquitecturas.  La  arquitectura 
•árabe  es  indudablemente  una  paradoja:  está  compuesta  de  miembros  hete- 
•rogéneos,  y  forma,  sin  embargo,  un  cuerpo  del  todo  compacto  y  homogéneo; 
«apenas  tiene  un  detalle  suyo,  y  es,  sin  embargo,  suyo  el  conjunto.  Es  ge- 
•neralmente  sensualista  y  caprichosa:  se  apodera  hoy  de  un  arco,  de  un 
•adorno,  de  una  forma  cualquiera,  y  mañana  hace  ya  con  ella  miles  de  com- 
•binadones;  busca,  para  mejor  dcslumbrar,  los  mármoles  más  preciados;  dora 

•  los  capiteles,  pinta  el  fondo  de  los  relieves,  engasta  ópalos  y  cornalinas  en 

•  las  celosías,  forma  con  menuda  piedra  los  mosaicos,  distribuye  con  profusión 

•  lodos  los  elementos  de  que  dispone:  columnas,  arcos,  cúpulas  y  cupulinos,  al- 

(t)  Madrazo  (Rtcutrdot  y  BtICctas  di  EspaSa)  señala  el  sitio  de  esta  ciudad,  de  que  no 
qncd^an  ni  Tcilígíoi,  en  Cótdeia  ¡a  Vitia.  Hoy  han  sido  descubiertas  las  ruinas  y  «sián  ex- 
plorladoie  bajo  la  dirección  del  Sr,  Veláiquei. 


,,CoogIc 


2IO  HISTORIA  DE  ESPAÑA  ' 

■  mocárabes,  cintas,  hojas,  entre- 
>lazos,  flores;  procura  que  cadaj 

•  monumento  tenga  su  perspecti-' 
>va,  estudia  con  detención  cómo 
>ha  de  sorprender  los  sentidos,  y 
•apela  para  alcanzarlo,  no  sólo  al 
>arte,  sino  á  la  vegetación,  á  la 
>Naturaleza>  fi). 

Y  la  no  menor  exactitud  con 
que  habla  Gayet:  .Muy  á  disgusto 
«me  veo  forzado  á  escribir  al  fren- 
»te  de  este  libro  el  titulo  consa- 
>grado  por  el  uso:  E¡  Arte  drak. 
•Tal   denominación  ha    obtenido 

•  carta  de  naturaleza  en  la  historia 
•del  Arte,  y  de  buen  ó  mal  grado 
»he  de  resignarme  á  ella;  pero  si 

•  hubo  jamás  titulo  vacío  de  scn- 
>tido,  y  aun  en  aposición  absoluta 

•  con  la  cosa  por  él  defínida,  lo 
•es  seguramente  aquél.  El  árabe 

•  nunca  ha  sido  artista...  El  es- 

•  tudio  de  las  formas  y  de  los  co- 
cieres le  deja  en  la  indiferencia,  ó 

Gwcia  1  de  Leún.  .no  suscita  cn  él  sino  una  sensa- 

•  ciin  diametral  mente  opuesta  áU 
.que  experimentaríamos  colocados  en  su  lugar;  tan  opuesta,  que  cuando  las 

•  circunstancias  le  fuerzan  á  hacerse  arquitecto  no  sabe  sino  tomar  sus  mate- 
niales  de  los  edificios  griegos  ó  bizantinos,  trastrocando  el  orden  en  que  ellos 

•  estaban  reunidos.  Esta  ineptitud  artística  es  el  primero  en  reconocerla  un 

•  historiador  musulmán  muy  reputado,  1  bu  llhaldoun,  diciendo:  .Cuando  una 

•  nación  se  compone  de  Bédano'i  (árabes),  tiene  necesidad  de  gentes  de  otro 

•  país  para  construir;  y  asi  es  que  los  califas  emplearon  para  la  edificación  de 

•  sus  monumentos  á  los  arquitectos  y  trabajadores  de  los  pueblos  que  paso  i 

•  paso  iban  conquistando:  coptos  de  Egipto,  persas  de  Ctesifón,  griegos  de 

•  Bizancio,  sirios  ó  lidios  de  las  costas  de  Levante  ó  de  África;  todos  apor- 

•  taron  á  las  construcciones  de  que  fueron  encargados  algo  de  las  afinidades 

•  propias  de  su  raza^  {2). 

En  España  el  arco  de  herradura,  que  nos  parece  tan  árabe,  es  de  la  época 
visigoda,  ó,  mejor  dicho,  de  la  romana,  y  de  los  cristianos  lo  tomaron  los 
musulmanes.  Este  arte,  sin  embargo,  por  su  caprichosa  originalidad  y  por  s" 
visualidad  fascinadora  tendrá  siempre  admiradores,  y  los  monumentos  que 
ha  dejado  en  España,  únicos  en  Europa,  son  hoy  una  de  las  hermosas  pecu- 
liaridades de  nuestra  patria.  Tenemos  magníficas  catedrales  é  iglesias  de  la 
Edad  Media  y  del  Renacimiento:  tenemos  alcázares  y  palacios  de  todas  la* 
épocas  y  de  todos  los  estilos;  pero  ;en  qué  nación  de  Europa  no  los  hay 
semejantes?  Lo  que  sólo  puede  verseen  España  es  la  aljama  de  Córdoba  co" 
su  maravilloso  mikrab,  es  la  .Mhambra  de  Granada,  son  esf^s  raros  edificios 
que  no  parecen  hechos  de  piedra,  sino  de  flores  caprichosamente  combina- 
das  sobre  encajes. 

(I)     Rííuirilo,  y  Billf^i  dt  F'faf,«  {Cird<,!'a\ 


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HISTORIA    ))E  ESPaSa  211 

Si  ta  pintura,  restringida  por  el  Koráa,  únicamente  llegó  entre  los  árabes 
españoles  A  ta  decoración  de  ediñcios  con  dibujos  y  ñguras  de  animales  y 
á  tal  cual  rarísimo  retrato  de  persona  (i),  en  cambio,  la  poesfa  alcanzó  un 
desarrollo  sólo  comparable  al  de  la  arquitectura.  Siempre  fueron  los  oríenla- 
lales  amigos  del  canto  y  del  apólogo,  engendrando  éste  los  relatos  noveles- 
cos y  dando  lugar  aquél  á  una  poesía  espontánea,  expresión  melancólica  de  los 
afectos  humanos,  especialmente  amorosos,  ó  recuerdo  vibrante  de  las  hazañas 
guerreras.  En  esta  época  las  aficiones  nativas  del  pueblo  árabe,  pulidas  por 
el  estudio  y  engrandecidas  por  la  gloria  política  y  militar  de  la  raza,  produ- 
jeron HM  siglo  de  oro,  de  que  Abderrahman  311,  Alhaquen  II  y  sus  inmediatos 
sucesores  fueron  los  Augustos  ó  los  León  Uécimos.  Akmed  ben  Addirrabbite, 
poeta  cortesano,  cantó  los  triunfos  de  los  Omeyas  en  sus  almoiuahat,  poemilas 
de  un  género  por  él  inventado,  y  distrajo  las  veladas  del  Califa  con  las  leyen- 
das del  fnitai  Alicd  {lÁhYo  del  Collar). 'Como  éste  brillaron  innumerables 
vates,  entre  los  cuales  hay  que  contar  á  muchos  emires,  empezando  por  el 
romántico  fundador  de  la  dinastía,  y  á  poetisas — Fátima,  Aixa,  etc.  — que  no 
sólo  encantan  coo  sus  versos  álos  conocedores  de  la  lengua  árabe,  sino  que 
han  dado  que  pensar  á  muchos  sobre  si  la  España  mahometana  fué  una  ex- 
cepción del  mundo  musulmán,  á  que  pertenecía,  en  lo  referente  á  la  condi- 
ción social  de  la  mujer:  los  más  discretos  consideran  este  feminismo  árabe, 
circunscrito  á  la  inspiración  poética  que  no  repara  en  sexos  y  al  influjo  poé- 
tico de  algunas  sultanas,  debido  al  elemento  muzárabe  y  muladíe,  y  aun  al 
cristiano  libre,  que  dio  esposas  y  madres  á  los  emires  {2), 

Al  calor  de  la  poesía,  ó  simultáneamente  con  ella,  prosperaron  la  Gramá- 
tica, la  Retórica,  la  Historia,  la  Geografía,  hs  Matemáticas,  la  Astronomía  y 
las  ciencias  naturales.  Serían  nece- 
sarias muchas  páginas  únicamente 
pata  citai  nombres  y  obras  de  los 
más  insignes  cultivadores  de  tan- 
to saber.  Baste  decir  que  en  aque- 
lla pléyade  brillaron  muchísimos 
espaítotes  de  las  antiguas  familias 
cristianas,  tales  como  el  ya  nom- 
brado Aien  Alcuthia  {El  hijo  de  la 
goda),  no  sólo  historiador,  sino  el 
mejor  gramático  del  Andalús,  y 
Rahl  BeH  Zaid,  Recemundo  en 
cristiano,  que  fué  obispo  de  Illbe- 
ris,  autor  de  un  Calendario  astro- 
nómico, agronómico  ¿  higiénico  de- 
dicado á  Alhaquen  II  (3). 

Completaban   la   civilización 
árabe  una  agricultura  floreciente  y 


(1)  IXccK  qae  en  Azzahni  estaba  el 
Tclralo  de  l>  fkvoritade  Abderrahman  III. 

(1)  VCaie  aobre  «te  punto  el  dii- 
<nno  de  D.  A.  Femindez  Guerra  en  la  re- 
cepcidn  de  sn  hemuuio  LuU  en  la  Acade- 


,^,  Doij  ha  publicado  esta  obra 
I  Llerdc,  iST}]-  Simoaet  (articulo  lobie  este 
ptEladoea¿íi  Ciudad  Je  Dii»,wñw.*,iifrf)- 


Catedral  de  Oviedo. 


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212  mSTOKIA   DE   ESPA.lA 

protegida  por  los  califas(i);  la  minería, de  que  aún  quedaa  vestigios  en  las  ga- 
lerías y  pozos  cuadrados,  á  diferencia  de  los  redondos  de  los  romanos,  y  la  in- 
dustria, señaladísima  en  la  fabricación  de  armas;  en  la  del  papel,  que  introdu- 
jeron los  árabes  en  nuestra  patria,  y  de  aqui  pasó  al  resto  de  Europa;  en  la  pre- 
paración del  cuero  y  en  la  tintorería;  en  la  cría  y  explotac  ón  del  gusano  de 
seda,  también  por  ellos  introducida,  y  en  las  artes  suntuarias  del  mueble,  de 
que  aos  quedan  todavía  como.rnuestras  gallardas  de  su  perfección  las  arcas  de 
plata  y  marfil  conservadas  en  las  catedrales  de  Gerona,  Pamplona  y  Braga  y 
en  el  Museo  South  Kensington,  de  Londres  (2).  Los  subditos  de  Abdcrrah- 
raan  III  y  Alhaquen  II  comerciaban  activamente  con  África  y  Bizaocio,  y  las 
rentas  de  la  Corona  en  estos  reinados  venturosos  llegaron  á  cifras  que  pare- 
cen más  propias  de  un  Estado  moderno  que  del  siglo  x.  Los  historiadores  mus- 
limes atribuyen,  como  es  uso,  la  extraordinaria  grandeza  y  brillante  gloria  del 
Califato  á  las  cualidades  personales*de  los  dos  califas:  algo,  sin  duda,  debie- 
ron de  contribuir  al  resultado,  aunque  de  Abderrahman  conste  que  los  place- 
res é  intrigas  de  serrallo  propios  de  todas  las  cortes  mahometanas  consumie- 
ron gran  parte  de  su  vida,  y  aun  determinaron  su  acción  en  sucesos  tan  impor- 
tantes como  la  fundación  de  Azzahra,  capricho  de  su  favorita  de  este  nom- 
bre. Además,  el  martirio  de  San  Pelayo  de  Córdoba  es  un  episodio  acredi- 
tativo de  que  en  el  celebrado  Califa  corrían  parejas  la  crueldad  con  la  más 
inmunda  lascivia.  En  cuanto  á  Alhaquen  11,  era  un  fanático  que  mandó  arran- 
car todas  las  viñas  que  habla  en  EspaSa,  <no  dejando  más  que  una  tercera 
•  parte  para  que  con  su  fruto  se  hiciesen  pasas,  arrope  y  otras  composiciones 

|l)  AuDque  na  se>  cierto  que  ellos  intiodujeran  el  sistema  de  riegos  en  Valencia.  Mui- 
ci»  y  Granada  (Simonet,  Dt  ¡a  iiiflueníia  del  lUmtnte  indígena  íh  la  citnliíacién  aráiige-ki: pa- 
na), es  indudable  que  lo  mejoraron.  Las  palabras  castellanas  «cria,  urr fuia  j  azud  ton  irabrs. 

(z)  Víanse,  además  de  las  obras  citadas,  especiaimentc  Recuerdoi  y  Éelíttat  de  Etpaüa. 
y  los  Irabnjos  de  Simonet,  t'ernindez  y  González  {JHhiíii  Etfañel  de  AntigüedaJet,  VI),  í^nta- 
leni,  De  I'ititredudUu  des  precidéi  relatifs  a  la  fairiíatien  des  éloffes  Je  loie  dans  ¡a  Petúniule 
kispanique  laui  la  dmainalion  des  árabes.  París,  iS^),  y  Riaflo  ( Tie  industriel  artt  in  Sf-iin  . 

{ExplieaciiH  de  ¡a  ¡áiiiina  XLV.) 

Cicaltnr*  «a  Marfil  4e  loa  ár*Iw*  en  España.- 1.  Arqueta.  Marlil  tillado  y  calado  sobre  cveio 
dorada  y  atmazán  de  luadeta  con  guarniciones  de  cobre  esmaltado  <0,23  de  altura  total,  0,U  de  latitud  de 
los  frentes  y  0,23  en  loa  costados).  Fué  librada  en  Cuenca,  y  procede  de  li  Catedral  de  Falencia.  Arle  miho. 
metino.  Periodo  de  los  reyes  de  taifa.  Es  d*  planta  rectangular  y  de  tapa  de  forma  tumbada.  V»  loda  ella 
adornada  con  placas  de  maríll  delicadamente  tallado  y  calido,  con  antílopes  y  aves  afrontadas,  vastagos  y  ho- 
jas picadas  y  rizadas,  episodios  de  la  fibuia  pérsica  de  ti  lucha  del  genio  del  mal  (el  letin)  y  el  genio  del 
bien  (el  antilape  y  la  gacela)  y  escenas  venatorias,  y  en  la  orla  de  encaje  de  li  tapa  lleva  en  cancteres  cu- 
fíeos de  relieve  una  inscripción  declarando  que  fué  hecha  l>  arqueta  en  Cuenca  el  iflo  441  de  la  Hígira(llM<' 
1  lOiO  de  ),  C)  por  el  artista  Abd-er-Rahmam  ben  Zoyin.  y  orden  del  príncipe  Kosam-ud-Danlih  Mohim- 
mad  Ismail,  hijo  de  Al-Mamum-Abu-Moammad-Ben-Dii-n-Nún,  régulo  de  Toledo  y  de  Cuenca.  Es  ejem- 
plar notable  y  de  gran  mérito  en  esta  clase  de  mobiliirio.  que  servia  para  contener  joyas,  peifunei  y  c4iietas 
anilogos.  Siglo  \  de  li  Hégira  (XI  de  ].  C.)  Donación  del  limo.  Sr.  Obispo  y  Cabildo  Catedral  de  Falencia. 
(Amador  de  los  Kios,  tarjeta  ciplicatlva  de  la  arqueta,  como  la  que  damos  en  otro  tugar).— I  y  4.  Arqueta 
hispano-árabc  de  tos  siglos  ia\  al  .\\ ,  propiedad  de  la  Reil  Academia  de  la  Historia  de  Madrid.  En  el  nu- 
mero 2  está  vista  la  arqueta  por  la  parte  superior  de  la  lapa  y  posterior  de  la  caja:  en  el  numero  4  ^tarree 
el  frente  con  la  cerradura.  Los  herrajes  son  de  bronce  y  han  estado  dorados.— 3.  Caja  cilindrica  del  siglo  \ 
que  se  guarda  en  el  museo  Soulh  Kensington.  I^  inscripción  dice:  Un  furor  dt  DIot  ai  fierro  M  Diot  Al 
Haktitt  al  Moslanstr  Btllab,  coadlllo  dt  los  creyentes.  Este  fuéel  Califa  que  reinó  en  Córdoba  de  9al 
i  9Iti,—i.  Como  se  ve,  esta  arqueta  es  de  forma  oblonga  y  se  guarda,  como  la  iiilm.  3,  en  el  mismo  tnaieo  y 
con  igual  eslimación.  La  inscripciíin  en  caracteres  cúficos  dice:  tnnombTedt  Dio*,  ttla  caja  fui  maitdaila 
hactr  por  Stldat  Tllah.  ttposa  dt  Abdo-r-ltalimam.prínciptdtlos  creyenlet.  Sta  Dloa  miserla>rttlan> 
y  contento  con  él.  Pertenece  al  mismo  siglo  que  la  anterior. 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


Historia  GrJfica  db  la  Civilización  Española  Límiha  XLV 


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214  HISTORIA   DE  ESFAKA 

•  lícitas  y  saludables*,  según  cuentan  los  cronistas  de  su  reinado.  Indiscuti- 
ble que  los  gobernantes  buenos  son  un  bien  inestimable  para  los  pueblos; 
pero  no  menos  cierto  que  éstos  decaen  muchas  veces  á  pesar  de  los  mejores 
gobernantes,  y  otras  prosperan  aunque  sus  gobiernos  hagan  todo  lo  posible 
por  arruinarlos.  En  la  vida  social  el  elemento  directivo  es  un  factor,  impor- 
tantísimo sin  duda,  pero  un  factor  cada  más:  obran  otros,  quizás  más  disimu- 
lados, pero  no  menos  eficaces,  contra  cuya  oposición  nada  puede  un  Gobier- 


{EiflUaciín  dt  la  lá.,iina  X L  V  !)  (l)- 

HISTORIA  DEL  TRAJE.-TnJ<»  délo*  «IcIoaX  al  Xl.-ly6.  Armlgtr.  Se  llamaba  a*i  aT 
porti-armasd  ucaderodel  rey.  El  primero  p:rtmecc  i  Bcrnmdo  II,  tí  OoUno,  y  el  ním.  6  1  Fernanda  I. 
ti  Orandt.  Ambos  estln  tomados  de  las  mínialuras  del  Códice  de  los  Teslameatos  {<üt,lo  x).—  2. 3  y  4.  Son. 

cespecliva mente,  un  arzobispo,  el  rey  Femando  V,  tí  Noble,  y  la  reina,  su  aiujer.  —5.  Hombre  de  arntai.— 
7  y  \2.PtdlCtta  y  Cubkularia.  Doncellas  camareras  del  servicio  inmediato  de  la  reina,  cargo  que  debía  de 
tener  analoeia  con  el  de  las  damas  de  honor  actuales.  —  8.  La  rdna.  esposa  de  Ordollo  [[.  —  9  y  10.  Ano- 
bispoy  sum/n/i/er(secretaiÍo).— Jl.  Otrominlsler,  qne.iomo  se  ve,  lenta  cari der  sacerdotal.  Esta  lisura, 
como  todas  las  anteriores,  está  tomada  del  Códice  de  lot  Teslamentoi.  que  se  guarda  en  la  Catedral  de 
Oviedo.-  ny  14.  Un  lecho  y  un  candelabro.  Dtí  Vódice  de  San  Sento.  que  se  conserva  en  la  Catedral  de 
úerona.  — 15  y  16.  Porta><nsefla  y  guerrero  de  caballería,  del  mismo  Códice.  — 17.  Mueble  1  nuneta  de 
velador,  que  hacia  las  veces  de  esaitorio.  Da  Códice  Viglllano  {íiglo  x},  biblioleca  de  El  Escorial. 

(I)  El  trs]«  M  Ik  Edad  Media.  -  La  aracterlsllcí  de  U  Edad  Media  en  España  es.  6  al  menos  su 
aspecto  míssaliente,  el  estado  militare),  y  esta  eircunslanda  debía  ínlluirde  un  modo  poderoso  en  el  traje 
y  en  las  costumbres.  Las  leyes  y  ordenanias  de  aqnellaípoca  nos  dan  dalos  precisos  que  complementan  los 
que  las  esculturas  y  pinturas  nos  suministran. 

Encontramos  en  aquíUos  los  cargos  de  manadero,  decenario,  al/írii  6  portaptndin,  amblalor. 
Habla  mesnadas  de  peones  descuderos  y  ¡ineiesó  caballeros.  Además,  el  alalayero  ó  vigía,  que  hacia  la  seiVal 

proveyese  1  la  caballeña  de  calías,  capas  y  espadas.  Si  los  que  desempcfiaban  estos  carjos  y  otros  que  dta- 
temos  vestían  algún  traje  especia!  6  Uevabün  alguna  insignia  como  distintivo  de  su  cilegoria,  nolo  sabe- 
mos. Los  documentos  de  la  ípoca  guardan  e" 

Se  habla  de  tiendas  de  campaña  de  v( 

ballesta  con  dos  cuerdas  y  una  abancuerda  __  . „ . ., 

le  los  vílltes  romanos,  renian  que 
.      ,  «r  llrar  bien  de  ballesta,  y  llevar 
,-.  r -'1  d  feclta  ée  ballithria. 

_..- imaban  almocadacei.  Los  soldados  se  manlenlan  con  pan  y  hierbas  que  llevaban  en 

un  zurrún.  Usaban  antiparas  en  las  piernas,  calzaban  abarcas  y  se  cubrían  la  cabeza  con  una  rededlla  para 
sujetar  el  cabello.  A  mis  de  las  armas  dichas  usaban  A  dardo  en  el  siglo  xiv. 

En  los  promedios  del  siglo  KV  el  ejército  feudal  tenia  esplngardtrot,  ballaleros  i  lanceros  con  es- 
cudos, que  se  dividían  en  colJoc'anei  al  mando  iKlmadot,  y  estas  en  decenal  con  sus  decenarios.  Estiban 
provistos  (los  del  condestable  D.  MIrucI  Lucas.  Hla)deeaiiactsdepaio  azul  y  amarillo  á  melladts.eon 
focadurai.  Los  sobresalientes  tenían  ademis  íomlíoa  mofiteo»,  e  tocat  tureaí,«  etnlttet  almaizares,  t 
capítoles  morlicoi,  e  borceguíes  e  marloqales. 

Al  principio  de  la  Edad  Media  }is  armas  que  usaban  nuestros  soldados  eran,  como  claramente  se 
colige,  las  mismas  que  se  usaban  antes.  La  loriga,  pcrjiunte  y  escudo;  y  la  lanza,  espada,  arco,  saeta,  honda, 
hacha,  maza  y  guadaña.  No  se  abandonaran  con  el  tiempo  estas  armas,  sino  que  se  perfeccionaron.  La  in- 
vención del  arnís  como  arma  defensiva  ex¡EÍá  espadas  mis  largas,  más  pesadas  y  mejor  templadas,  y  lo 
mismo  en  las  demás  armas,  especialmente  la  ballesta.  En  el  siglo  xiv  se  habla  dcfoíai  e  fojas  r  piezas  con 
faldón,  e  qatjotei  e  eanilleras  e  avambraios,  etfuyas  el  bacinetes  con  camal,  e  capellina  con  sa  gor- 

Saera  ó  yelmo,  e  elavte  estoque  el  facha  el  data.  Los  que  no  pudieran  llevar  esto,  que  llevasen  lanza  t 
ardo  ef  un  escudo,  e  fojas,  ecota,  el  bacinete  de  fierro  im  camal  ó  capellina,  ti  espada  el  esloijiu  o 
cuchillo  cumplido. 

Se  citan  otros  con  menos  armas  de  las  dichas,  y  otros  con  ballesta  dt  nuez  el  de  estrlrtra  Con  earrda 
l  avancaerda,  el  clnlo,  et  un  tarcage,  con  tres  docenas  de  viratones:  y  los  más  humildes  con  lanza  y  un 
dardo,  y  finalmente,  los  que  non  avienen  al  st  non  sus  cuerpos  sean  tenadas  dt  Itntr  lanza  It  dardo  ti 
foja. 

El  amís  completo  puede  decirse  que  no  se  usó  hasta  el  siglo  W.  Empezaron  á  usarse  chapas  de  aceto 


n  el  siglo  XII.  En  d  siglo  xiv  se  ven  ya  cubkrtoi 

brizos  y  las  piernas  con  láminas  de  acero /ovamfcraxoiíí/Sya,^    "   " "' '   '  '      " 

añade  el  peto  y  espaldar  y  se  perfecci"   "    "' ' — " 


!ro /Dvonibnuoi  et/njxii,  qaijota  y  cañilltras),  y  en  el  siglo 

nan  todas  estas  piezas. 
introducida  en  EspaHa  en  el  siglo  \iv  en  tiempo  de  Alfonso  X 

r- , Jo  los  sitiados  hadan  alguna  salida,  al  retirarse  á  la  plaza  sol, 

injeros  que  hablan  venido  a  pelear  como  cruiados  podían  legulrles  al  alcance  hasta  debajo  de  las 


EspaHa  en  el  siglo  \iv  en  tiempo  de  Alfonso  XI.  En 

_  _  ,. uiados  podían  ■egulrles  al  alcai.   .     ..  ., 

iballos  defendidas.  A  los  nuestros  les  era  Imposible,  porque  desde  la  plaza  c 


ta  época  lo  que  dice  el  teito  de  este  libra. 

D,glt7cdb/COOgIC 


Historia  Gráfica  dk  la  Civiuzación  Española  Hyiom  XLVI 


HISTORIA  DEL  TRAJE.-SIglo*  X  al  XI. 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


2IÓ  HISTORIA   DE  ESPaSa 

no,  por  inteligente  y  activo  que  sea,  y  que  en  ocasiones,  en  esos  momentos 
felices  en  que  todo  tiende  á  la  grandeza  y  á  la  gloría,  impulsan  y  empujan  i 
los  gobernantes,  á  veces  contra  la  voluntad  de  ellos  mismos. 

El  Califato  de  Córdoba  tuvo  su  feliz  momento  de  poderío  y  esplendor 
en  los  sesenta  y  cuatro  años  de  reinado  del  tercero  de  los  Abderrahmanes  y 
segundo  de  los  Alhaquencs.  En  seguida  empezó  á  decaer,  i  pesar  de  bríllar 
inmediatamente  después  de  Alhaquen  II  una  ñgura  que  por  sus  condiciones 

En  esta  «poca,  y  prccisamcnlc  dunnl;  ístc  siDa,  fué  cuando  Míanso  XI  fundA  U  Orden  de  la  Banda, 
cuya  Insienia  persiste  hoy  aplicada  i  todas  las  Ordenes. 

Las  compa/ílat  ó  cuerpos  militirn  LLevabín  %uí  banderas,  que  Us  leyes  de  los  siglos  Mlt,  \l\'  y  \V 

En  el  siglo  XIII  se  creó  el  cargo  de  adtlaatada  mayar,  que  correspondí»  al  pririet  provinclt  át  tos 
romanos.  D.  Juan  I  creó  los  cargos  de  condalabit  y  mariscal  en  1382,  como  cílegorla  militar  suptemí 
después  del  rey.  Este  conleria  el  car^o  al  agraciado  poniéndole  en  el  dedo  un  anillo  de  oro  j  eipreundo 

Todo  el  que  mandaba  fuerza  armada  usaba  un  dlstíatlvo  que  le  daba  á  conocer  entre  su  gente.  L'nos 
•lo  llevaban  en  la  armadura  y  otros  en  los  yelmos,  pero  el  mis  corriente  era  el  pendftn.  LasstAatcmracidas 
con  esle  nombr^  eran  varias:  La  baadtra  rtal,  baadtra,  gallón,  eilandarlt,  ptndón,  palóa,  grímpola  y 
eoafaUa.  EX  guitón  era  el  distintivo  peculiar  del  rey,  qne  llevaba  además  el  ettandarlt  y  la  bandera  real: 
pero  ésta  no  se  desplegaba  sino  en  el  momento  de  comoalir. 

También  usaban  los  duques  y  demás  títulos  la  bandera;  pero  ésta  se  diferenciaba  de  la  del  rey  por 

La  bandera  de  los  primogénitos  se  dislineula  de  los  segundones  por  una  cola.  El  pendón  era  la  ense- 
na de  tas  Ordenes  militares,  y  se  llamaba  poiiiíera. 

Las  Ordenes  militares  tenían  templos  especiales  para  sus  ceremonias,  de  lorma  particular,  de  los 
cualei  todavía  existen  dos:  la  Vera  Cruz,  en  Segovla,  y  el  olro  en  Nai-arra. 

Una  ordenanza  hace  referencia  á  los  caballeros  que  llevaban  del  diestro  taballos  de  batalla,  con 
lorigas,  coberteras  ú  pammenlos,  íona/as  ó  eaícabats. 

La  mesnada  llevaba  su  estandarte,  llamado  pendtn  pasadero,  que  era  ancho  contra  el  asía  e  agado 
facía  los  cabos. 

El  capdillo,  ¡ele  de  diei  hombres  de  caballería,  llevaba  Otra  enseña  cuadrada,  más  laenga  que  ancha. 
bien  el  tercio  ilel  asta  ayi'so  e  non  es  ferpada. 

Allonso  XI  ordenó  en  1 158  que  los  síflores  presentasen  sus  soldados  gultadas  de  gambojes  el  lori- 
gas, ti  captllians.  et  fojas,  el  gorgera.  , 

Las  lorigas  fueron  en  todo  tiempo  prendan  de  cosí-,  como  lo  drnueslran  las  repetidas  mandas  que  de 
ellas  se  encuentran  en  los  testamentos. 

En  otro  lugar  hemos  dicho  ya  que  el  Fuero  Juzgo  habla  de  lorigas  e  perpanlet. 

En  documentos  del  siglD  xiii  se  habla  del  gamftoi  di  ceniífli,  —  dMUtO /o /or/jo  y  de  lorigas  de  nce- 
ro  calado  con  el  almófar  doblado. 

El  almófar  era  una  pieía  que  cubría  la  cabeza  bajo  el  capacete,  y  el  gambax  un  ¡ubdn  acolchado  que 
se  usaba  debajo  de  la  armidura,  fuere  loriga  i  peto,  segiln  la  época. 

Los  nombres  de  brunfii,  cerlania  y  aUebergo  6  arbtrch  coi  responden  i  las  lorigas  ya  .descritas. 

El  vtlmei  y  el  perpunte  parece  que  tuvieron  la  misma  aplicación  que  el  gambax. 
Desde  el  siglo  viH  se  usú  el  almófar,  que  era  una  pieza  de  malta  parecida  i  la  capilla  de  los  francis- 
canos, y  que  sólo  dejaba  libre  el  rostro  desde  las  cejas  hasta  la  parte  Inferior  de  U  boca.  Se  llevaba  caída 

ú  imantós.  prenda  conocida  de  muy 

s.  (Poema  del  Cid). 

„ ,._._  reíoriarlos,  que  selli 

bligo  del  mismo. 

También  se  llamaba  adarga  al  escudo,  y  este  nombre,  mis  que  expresar  i 

LaJ  amas  ofensivas,  ya  lo  hemos  dicho,  eran  más  fuertes  qi 
de  guardámmo,  y  componían  el  pufto  la  manzana  ú  pomo  y  el  at 

La  lanza  tenia  cuento  6  contó  y  moharra  ó  cuchilla  de  forma  de  hoj*  de  laurel. 
El  puflal  es  mucho  mis  moderno  y  poco  variado  en  su  forma,  lardgnlo,  puñal  de  misericordia, 
estoque  de  bordo  y  de  broncha,  segarones.  cuchiilloi  y  trenchas. 

Las  sillas  de  las  caballos  eran  de  cuero,  defendidas  con  liminas  de  hierro,  y  se  labrioaban  en  Oalicía 
de  un  mudo  admirable.  (Poema  del  Cid). 


,,CoogIc 


HISTOKIA   DE   ESPAÑA  21? 

personales  fué  quizás  la  más  grande  de  toda  la  España  árabe,  Mokammtd 
btK  Abdaid  ben  Abi  AAejur,  apodado  por  sus  victorias  Al-mansur  billak  (ayu- 
dado por  Dios),  ó  sea  Almanzor,  de  una  familia  distinguida,  aunque  no  de  las 
principales  (i),  que  desde  la  conquista  se  habla  establecido  junto  á  Algeci- 
ras.  Estudiante  pobre  en  Córdoba  y  después  memorialista  ó  procurador  (2), 
entró  en  la  corte,  y  fué  protegido  por  la  sultana  Sobk  (Aurora),  madre  de 
Hixea,  heredero  de  Alhaquen  II.  Sobh,  vascongada  de  origen,  era  mujer 
ambiciosa  y  madre  desnaturaliza- 
da, que  al  morir  su  marido  Alha- 
quen (976)  se  propuso  gobernar 
l)0r  sí  el  Califato,  y  al  efecto  re- 
cluyó á  su  hijo  en  el  harén  entre 
juguetes,   concubinas  y  eunucos, 
l>oniendo  especíalfsímo  cuidado  en 
que  no  se  desarrollara  su  inteli- 
gencia y  no  tuviese  ninguna  co- 
municación de  fuera  de  Palacio. 
Para  este  plan  necesitaba  un  hom- 
bre inteligente  y  activo  y  á  la  vez 
sumiso  á  su  voluntad,  y  tal  fué  el 
papel  que  asignó  al  futuro  Alman- 
zor, á  quien  habla  sacado  de  la 
nada,  y  que  nombró  hagib.  Pero 
no  contó  la  pérfida  sultana  con 
que  no  era  el  kagib  para  servir  á 
nadie,  sino  para  que  le  sirviesen  á 
él.  Gobernante,  administrador  y 
guerrero  de  primera  línea,  reorga- 
nizó el  ejército  reforzándolo  con 
berberiscos  mercenarios;  se  des- 
hizo de  su  suegro  Galib,  general 

de  las  fronteras  cristianas,  y  des-  Kruela  U. 

de'j^r  hasta  looz  hizo  cincuenta 

aígaatas  contra  los  cristianos,  á  los  que  redujo  i  la  mayor  extremidad. 
Tomó  á  Zamora  y  Simancas  (981),  á  Barcelona  el  6  de  Julio  de  9S5  (3), 
á  León  (987),  que  destruyó  enteramente,  no  dejando  en  pie  más  que  un 
trozo  de  muro  como  testimonio  de  la  ruina;  á  Astorga  /gos),  y  en  997  á 
Santiago  de  Galicia,  la  Meca  de  los  cristianos,  según  Idrisi:  las  puertas  de 
la  ciudad  y  las  campanas  de  la  basílica  fueron  llevadas  á  Córdoba  á  hombros 
de  cautivos  cristianos.  Su  postrer  algaata  (1002)  es  dudosa.  Según  D.  Lucas 
de  Túy,  que  escribió  doscientos  años  después,  navarros,  leoneses  y  castella- 
nos coligados  le  derrotaron  en  Calatattazor,  y  Almanzor  murió  á  consecuen- 
cia de  las  heridas  recibidas  en  la  batalla.  (En  Calataüazor  Almantor  perdió  el 
tambor)  (4).  Las  crónicas  árabes  dicen  que  al  regreso  de  su  expedición  á  la 
Rioja  enfermó,  y  murió  en  el  castillo  de  Medinaceli   la  noche  del  lo  de 


<i>  Su  lípiimo  abuelo,  A b del mel ik,  m andaba  una  columna  del  cjércilo  de  Tárík,c< 
caal  lomó  P«iesi6n  de  Caneya  ]r  de  Ale'C'i'". 

<2)  Tdvo  ana  oficina  en  qae  leaactaba  los  memoríates  que  habían  de  pieientar! 
Califa. 


,,CoogIc 


2l8  HISTORIA   DK  ESPAÑA 

Agosto.  Mortuus  est  Almanatr  tt  sepulhts  esi  \i»  in/ernú,  escribió  el  Cronicón 
burgalés.  Los  Auaies  Composielanos^  aún  son  más  lacónicos :  <Eh  d  año  tooz 
murió  Almatieor.* 

Este  famoso  caudillo,  aunque  ilustrado,  por  fanatismo  mahometano,  ó  por 
estimar  que  asf  virilÍ7aba  á  su  raza  y  contenía  la  decadencia  del  Califato,  fué 
perseguidor  de  ciencias  y  letras,  y  mandó  quemar  todos  los  libros  de  Astrono- 
mía y  Filosofía  reunidos  por  Alha- 
quen  II:  únicamente  protegió  á  los 
teólogos  y  á  los  poetas,  y  tuvo  el 
gusto  de  las  constiuccioncs  fas- 
tuosas. Para  guardar  al  degenera- 
do Hixen  y  á  la  misma  sultana, 
instrumento  y  víctima  de  su  do- 
minación, hizo  construir  un  nuevo 
sitio  real  al  Este  de  Córdoba  {As- 
zatíra).  Durante  muchos  años  se 
contentó  con  el  titulo  de  Hagib; 
en  9QI  invistió  de  él  á  su  hijo  Ab- 
delmélik,  y  en  996  mandó  que  fue- 
ra suprimido  el  nombre  de  Hixen 
de  los  documentos  públicos,  sus- 
tituyéndole con  el  suyo.  Almanzor 
se  llamó  y  fué  llamado  Moway- 
dad,  said  (señor)  y  melk  carint 
(noble  rey). 

76. —  Sucediéronle  sucesiva- 
mente sus  hijos  Abdelmélik  y 
Abderrahman  Sanckejo  (i).  Impe- 
rando éste,  el  omeya  Makammed- 
Almadkl  ^guiado  por  Dios)  su- 
Aifonsoiv,í/J/«yr.  blcvó  á  Córdoba  con  el  prctex- 

(í:am.xáa  áti  CédUt  di  los  Tíiiammuí)  to  de  dar  el  gobierno  al  infeliz: 

Hixen  II;  pero  una  vez  que  se 
hubo  entronizado,  y  muerto  el  hijo  de  Almanzor,  ñngió  la  muerte  de 
Hixen,  haciendo  enterrar  pomposamente  á  un  cristiano  muy  parecido  al 
desgraciado  Califa.  Tales  sucesos  provocaron  una  terrible  anarquía,  en  que 
tomaron  activísima  parte  los  veteranos  de  Almanzor,  distinguiéndose  los 
denominados  eslavos  (gallegos,  francos,  lombardos,  calabreses,  etc.,  roba- 
dos siendo  niños  por  los  piratas  sarracenos,  y  que  formaban  una  guardia 
especial),  y  los  berberiscos,  con  los  partidarios  y  con  los  adversarios  de 
los  Omeyas,  los  habitantes  de  Córdoba  y  príncipíües  ciudades  y  las  tribus 
establecidas  en  la  campiña;  en  suma,  todos  los  elementos  constitutivos  del 
Califato  se  pusieron  en  ebullición,  y  no  una,  sino  cien  guerras  civiles  es- 
tallaron á  la  vez,  complicándose  unos  disturbios  con  otros,  simultaneando 
los  motines  callejeros  con  las  batallas  camr^alcs.  Ciita'anes,  leoneses  y  caste- 
llanos intervinieron  en  estas  revueltas  en  calidad  de  auxiliares  de  unos  y 
otros  jeques,  saqueando  más  de  una  Vez  á  Córdoba  y  aprovechándose,  como 
es  natural,  de  las  estúpidas  luchas  de  sus  enemigos.  En  esta  espantosa  con- 
fusión desapareció  Hixen  II,  al  que  en  una  de  las  peripecias  de  la  inacabable 
contienda  hablan  sacado  del  Palacio  y  presentado  al  pueblo,  que  le  aclamó 


•t  ni«to  mitcrno  de  un  Sancho,  crisiiano. 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


HISTORIA   DE  ESPAÑA  219 

con  entusiasmo;  vuelto  á  cDCerrar  por  el  omeya  Suleyman,  no  se  sabe  sí  éste 
le  bÍ20  matar,  ó  si  murió  en  la  clausura,  ó  si  huyó  de  Córdoba  y  fué  á  consu- 
mar su  extraño  y  triste  destino  en  la  oscuridad:  durante  mucho  tiempo  flotó 
la  leyenda  de  que  Hixen  vivfa  y  que  habfa  de  reaparecer  en  el  momento 
menos  pensado. tremolando  la  bandera  blanca  de  Ommiah  para  restaurar  la 
•grandeza  de  su  casa  y  del  Califato.  De  esta  creencia  popular,  tantas  veces 
repetida  en  la  Historia,  se  aprove- 
charon audaces  impostores  para 
nuevas  turbulencias. 

Resultado  ñnal  de  todas  ellas 
fué  que  la  España  árabe  se  frac- 
cionó en  más  de  veinte  reinos  ó 
principados  [reytsdt  taifas),  de  los 
cuales  los  principales  fueron  Sevi- 
lla, Málaga,  Granada,  Almería,  De- 
nla, Murcia,  Valencia,  Zaragoza, 
Toledo  y  Badajoz.  Córdoba  tam- 
bién formó  Estado  independiente, 
y  con  la  particularidad,  rarísima 
en  la  historia  musulmana,  de  que 
durante  un  periodo  no  breve  se 
gobernó  por  el  mexuar  ó  gran  Con- 
sejo, es  decir,  republicana,  y  no 
monárquicamente.  Los  árabes  es- 
pañoles, la  gente  más  noble  y  más 
culta  de  cuantos  mahometanos  ha- 
bla en  la  Península,  predominaron 
en  Sevilla  con  la  familia  de  los  Al~ 
naditas,  en  Zaragoza  con  la  de  los 
Btni-Zínd,  y  en  Almería  con  la  de 
los  Betti-Somaditk.  Los  africanos 

fundaron  en  Málaga  el  reino  de  R»miro  II. 

los  Hammudiías,  en  Granada  el  de 

los  ZHrüas,  en  Toledo  el  de  los  BeHÍ-DsinnuH,  y  en  Badajoz  el  de  los  Al/d- 
sidas.  Los  eslavos  dominaron  en  Levante  y  en  las  Baleares. 

Esta  di^regación,  fatal  para  el  poderlo  político  de  los  árabes  españoles, 
no  lo  fué  para  su  civilización:  por  el  contrario,  parece  que  la  cultura  en  todos 
sus  ramos  superiores  cobró  nuevos  bríos  y  se  hizo  más  intensa  y  variada  en 
las  cortes  de  los  reyes  de  taifas  que  lo  habla  sido  en  la  de  los  califas.  Bajo  los 
Abderrah manes  y  Alhaquenes  no  habfa  más  que  un  foco  de  ciencia  y  letras: 
Córdoba.  Después  hubo  tantos  como  capitales  de  Estados  independientes,  y 
los  jeques  soberanos  compitieron  entre  si  en  proteger  á  poetas,  gramáticos, 
historiadores  y  filósofos,  en  coleccionar  libros,  atraerse  á  sabios  y  literatos  de 
otros  países,  en  abrir  escuelas,  y  hasta  en  cultivar  por  si  mismos  las  bellas  le- 
tras. Aben  Hazfn,  ü  más  cristiano  di  los  vates  musttlmaius  {i),  la  princesa  Wa- 
íiada,  hija  de  uno  de  los  últimos  Omeyas,  y  Aién  ZaiduM,  su  enamorado  cantor, 
forman  con  otros  muchísimos  poetas  y  con  los  cultivadores  de  la  Filosofía, 
de  las  Ciendas  naturales  y  de  la  Medicina,  un  cielo  lleno  de  estrellas  de  pr¡- 
rnera,  segunda  y  tercera  magnitud,  tan  rico  y  brillante,  que  pocos  pueblos  anti- 
guos ni  modernos  habrán  visto  igual.  El  médico  Aben  Firnd  inventó  la  fabrica- 


(1)    D017.  El  biubudo  de  Abin  Hu(d  era  upaftol  crúti 

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220  HISTORIA   DE  ESPAÑA 

ción  del  cristal  é  hizo  un  ensayo,  por  desgracia  sin  efecto,  de  navegación  areos- 
látíca.  Aben  Arzarquel  fabricó  un  reloj  de  agua  que  maravilló  á  sus  contem- 
poiáneos.  Los  botánicos  y  mineralogistas  enriquecieron  el  catálogo  de  los 
cuerpos  naCurales;y  mucho  antea  que  en  la  Europa  cristiana  se  pensara  en  ello, 
decididos  y  entusiastas  entregáronse  á  la  experimentación.  Tuvo,  pues,  fun- 
damento el  gran  Humboldt  para  concederá  los  árabes  el  glorioso  titulo  de 
fundadores  de  la  Física  moderna;  y  si  bien  CS  cierto  que,  por  odio  á  la  civili- 
zación cristiana  udos{i),  y  otros 
por  mal  entendido  patriotismo  (2), 
han  ensalzado  más  de  lo  justo  la 
grandeza  de  la  cultura  arábiga  y  su 
influjo  en  la  moderna,  no  lo  es  me- 
nos que  esa  cultura  fué  sólida  y 
esplendorosa  y  que  realmente  ha 
influido   en   la    nuestra.  Idiáquez 
Masdeu,  Amador  de  los  Ríos,  don 
Pedro     de    Madrazo,    Fernández 
Guerra,  Milá  y  Fontanals,  Vale- 
ra,  Simonet,  etc.  (3),  han  reduci- 
do á  su  justo  valor  ese  mérito  y 
esa  Influencia;  y  si  Dozy  escribió 
en  las  primeras  ediciones  de  sus 
Reckerches:  c  ,  .los  drahts,  queeram 
superiores  d  los  vencidos,  les  impH- 
sieroM  su  lengua,  ji  hasta  cierto  pun- 
to su  religiÓMt,  en  la  tercera  recti- 
ficó noblemente,  diciendo:  ». .  .los 
árabes,   aprovechándose  kábUm^ntt 
del  saber  de  los  vencidos,   llega- 
ron. . .,  eto 

Los  reinos  de  taifas  no  jun- 
taron á  esta  gloria  científica  y  li- 
OrdoAo  III.  teraria  el  tino  y  cordura  para  go- 

bernarse: aspirando  á  destruirse 
recíprocamente,  vivieron  en  guerra  perpetua  y  buscaron  hasta  en  los  cris- 
tianos, enemigos  de  todos  ellos,  alianzas  y  auxilios  para  saciar  sus  pasiones 
y  codicias  del  momento.  £1  resultado  fué  que  los  españoles  del  Norte,  con- 
tenidos en  su  lento  avance  hacia  el  Mediodía  por  los  grandes  califas  v  du- 
ramente castigados  por  Almanzor,  tomaron  resueltamente  la  ofensiva,  alcan- 
zaron la  supremacía  en  la  Península,  y  si  no  expulsaron  á  los  árabes,  es 
porque  éstos,  viéndose  ya  perdidos,  provocaron  una  nueva  invasión:  la  de 
los  almorávides. 

77. — Viviendo  aún  Alfonso  III  el  Magno,  una  sublevación  interior  impuso 
al  insigne  monarca  el  repartimiento  entre  sus  hijos  del  pequeño  reino  que 
había,  si  no  fundado,  consolidado  con  su  espada.  García  fué  establecido  en 
León,  Ramiro  en  Asturias  y  Ordoño  en  Galicia.  A  Fruela  se  le  dio  también  en 


(i)    Puvde  citarse  entre  éstos  al  portugués  HercuUno,  que  llegó  i  decir  que  toi  muziri- 

(II     Por  íjímplo,  el  Abate  Andrés,  en  su  Origen,  progreso  j  tttado  actual dt  ¡tda  Ulerahint. 

(}>  Este  punto  está  tralndo  admirablemente  por  U.  Félix  Sinchez  Calado  enius  Elemem- 
de  Hiítoria  ¡le  Espolia,  ¡S</2.  que  por  desgracia  dejó  sin  concluir,  por  haberle  sorprendido 
nilerte.  Kl  trabajo  del  virtuoso  catedrático  estaba  hecho,  según  declara  él  mismo  en  ana 
a,  sobre  apuntéis  facilitados  por  el  Sr.  Simonel. 


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S.xncho  (-/  Lrase. 


HISTORIA   DE  ESPAÑA 

León  una  especie  de  seSorio  su- 
bordinado al  de  García,  tenido  por 
sucesor  de  la  Corona,  ó  sea  por 
superior  jerárquico  de  todos  sus 
taernianos.  De  910  a  925  reinaron 
sucesivamente  García,  Ordoño  y 
Fruela;  vinieron  después  los  nie- 
tos del  gran  Alfonso,  Sancho  Or- 
dóAei,  Alfonso  IV  el  Monje  y  Ra- 
miro II  (925-951);  después,  y  tam- 
bién sucesivamente,  dos  biznie- 
tos, Ordoño  III  y  Sancho  el  Cra- 
so (951-966).  La  historia  de  todos 
estos  priDcipes  es  muy  semejante: 
guerras  continuas  con  la  morisma, 
alternativas  de  triunfos  y  reveses, 
en  ocasiones  cierta  confusa  de- 
pendencia del  Califato,  enérgica- 
mente negada  siglos  después  por 
los  cronistas  cristianos,  y  guerras 
interiores  con  magnates  díscolos  ó 
inquietos.  Eran  de  veras  aquéllos 
tiempos  heroicos,  en  que  dar  y 
recibir  golpes  en  las  batallas  pa- 
recía ser  la  única  ocupación  dig- 
na del  hombre.  Sólo  alternaban  con  tan  rudo  quehacer  el  fundar  y  dotar  igle- 
sias y  monasterios  ó  ir  en  peregrinación  á  Santiago.  Con  Ramiro  lll,  que  fué 
reconocido  rey  á  los  cinco  años  (966)  bajo  la  tutela  de  su  tía  Elvira,  monja 
en  León,  inaugúranse  las  turbu- 
lentas minorías  características  de 
la  Edad  Media.  Bermudo  H  pI  Gif- 
toso  (982-999)  hubo  aesufrir  lor 
^Ipts,  y,  lu  t{Ue  es  peor,  la  hu- 
millante protección  de  Almanzor. 
Alfonso  V  (999-1027)  es  notable 
por  las  Cortes  y  fuero  de  León. 

Al  oriente  de  este  reino  as- 
túrico-leonés-galaico,  núcleo  de 
nuestra  independencia,  se  liabia 
ido  formando  poco  á  poco  una  pe- 
queña región  fronteriza  erizada  de 
castillos,  y  que  por  eso  se  llamó 
Castiella  ó  Castilla.  Los  reyes  de 
León  gobernaban  esta  tierra  por 
I  medio  de  condes,  ni  hereditarios, 

ni  permanentes,  ni  únicos,  sino 
que  había  varios  á  la  vez,  y  eran 
nombrados  y  depuestos,  como  fun- 
cionarios amovibles  que  eran.  Or- 
doño II  hizo  terrible  justicia  en 
cuatro  de  ellos  —  Ñuño  Fernán- 
dez, Almondar  el  Blanco,  su  hijo 
Ramifolll.  Diego   y  ¡Fernando   Ansúrez, — 


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222  HISTORIA    DE  ESFAClA 

acto  que  Sampiro,  obispo  de  Astorga,  caliñca  en  su  Cronicón  de  justo, 
llamando  rebeldes  á  los  condes  (i).  D.  Lucas  de  Túy  en  el  siglo  xm  refi- 
rió que  los  castellanos,  irritados  por  la  muerte  de  sus  condes,  se  decla- 
raron independientes,  eligieodo 
para  que  los  gobernase  á  un  sim- 
ple caballero  [stMfiíicem  militan) 
llamado  Ñuño  Rasura;  y  el  arzo- 
bispo D.  Rodrigo,  conviniendo 
con  el  Tudense  en  lo  del  levan- 
tamiento, difiere  en  cuanto  dice 
que  los  nombrados  para  gober- 
nar Castilla  fueron  dos  jueces; 
Ñuño  Rasura  y  Lain  Calvo.  La 
critica  moderna  no  puede  admi- 
tir esta  historia,  ni  la  existen- 
cia de  estos  jueces  como  jefes 
de  Estado,  sino  como  arbitros, 
establecidos,  no  inmediatamente 
después  del  suplicio  de  los  con- 
des, sino  en  un  tiempo  que  se 
desconoce  y  para  evitarse  la  mo- 
lestia de  llevar  los  pleitos  á  León. 
Así  lo  declara  el  proemio  dclJ'He- 
ro  dé  alétdrio  ó  de  líts  fazañas:  <et 
los  castellanos,  dice,  gué  vivían  en 
las  montañas  de  Castilla,  faciaUs 
muy  grave  de  ir  d  León,  porque  era 
Bermudo  H,  fl  Coloso.  ^,y,  luengo.  .  .  c  por  esta  rasim  or- 

denaron dos  ornes  buenos.  . .  ¿  estos 
que  aviniesen  los  pleitos  porqué  no  oviesen  de  ir  á  León. ,  .  >  A  estos  ornes  bue- 
nos dieron  los  cronistas  eclesiásticos  del  siglo  xiii  el  nombre  de  jueces — qui- 
zás recordando  á  los  de  Israel,  —  y  la  poesía  popular  castellana,  el  más  castizo 
de  alcaldes,  ó  de  alcaldes  cibdadanos  (2). 

(1)    La  rebeldía  ñ  desobediencia  parece  que  cons 

cuando  é«le  peleA  y  fu£  vencido  por  Abderrahmín  III  ei 

(l)     El  Mntir  dr  ClrrtUa  de  Fernán  Goniileí,  dice: 

n Todos  los  CBStellanoi  en  una  se  acordaron, 

Dos  omnes  de  gran  guisa  por  alcaldes  los  algaron, 

Los  pueblos  caslellanos  por  ellos  se  guiaron. . .»,  et 

Víanse  los  demás  ejemplos  en  el  mognfñco  estudio  del  mae! 

nifico  COTnO  todos  los  suyos)  sobre  Fernán  González  {Aalologia,  K 

{ExplUaüén  di  ¡a  Idaiiiia  XL  VH.) 

HISTORIA  DEL  TRAJB.-Tralca  del  «Iflo  XI.- I.  Estitua  en  piedra  de  dan  Pernando  1.  fl 
Mopio,  existente  en  «I  Monasterio  de  San  Isidoro  de  Leún.  — 2,  Don  Alfonso  VI,  (amado  de  una  cstitBi 
del  Monísterio  de  Carracedo.  —3.  Aunque  ros  tiernos  propuesto  ilustrar  esla  obn  eiclnsivimenle  con  do- 
cumentos aulínti  eos,  pot  creer  que  ís  el  sis  ema  más  serio  í  inslrurlivo,  tiacemos  una  exctpdún  con  estado» 
fiEuris,  hechas  scei^n  la  inlerpretaciún  de  diversos  documentos  del  siglo  Xi.  i  fin  de  que  nneslroi  leetom 
puedan,  sin  esfuerzo,  darse  cuenta  exacti  de  cdmo  vestían  los  hambres  de  irmis  de  iquelli  centuria.  La  in- 
perleccián  de  los  dncumentos  de  aquella  ípoca,  tanto  en  pintura  come  en  escultura,  nos  mueve  á  ella.— 
4.  Instrumentos  músicos.  Fi[utas  tomadas  del  Códia  dt  San  Beato,  ano  108!,  existente  en  U  Biblioteca 
Nacional  de  Madrid— 5  y  6.  Outrrctos  de  inlanlerfa  y  cabailrria.  El  primero  es  un»  escnltnra  de  San  Vi- 
cente de  Muguia  (Vizcaya),  y  los  últimos  son  de  un  relieve  del  sepulcro  de  DoBa  Urraca. 


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Historia  Gráfica  db  la  Civilización  Española 


HISTORIA  DEL  TRAJE.- Tnjc* dd ilslo  XI. 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


234  HISTORIA   DE  ESPAÑA 

Sin  embargo,  esta  magistratura  popular  ejerció  indudablemente  consi- 
derabilisima  influencia  en  la  separación  de  la  región  fronterisa  de  los  casti- 
llos del  reino  de  León,  á  que  pertenecía  de  derecho.  Fieles  á  la  tradición  visi- 
goda, de  que  se  tenían  por  continuadores  y  restauradores,  los  monarcas  leone- 
ses cuidaban  de  la  observancia  del  Fuero  Juzgo;  pero  en  Castilla  los  jueces  ar- 
bitros, como  \qs  pretores  de  los  peregrinos  en  Koma,  fallaban  los  pleitos  (y  en 
aquella  época  los  procesos  criminales  también  eran  pleitos)  sin  más  norma  que 
su  razón  natural,  ó,  mejor  dicho,  que  los  usos  y  costumbres  de  la  tierra,  ó  sea 
de  una  sociedad  pobre  y  guerrera,  tan  distinta  de  la  romana  en  los  tiempos 
en  que  se  hicieron  los  códigos,  de  que  el  Fuero  Juzgo  no  era  más  que  una  de 
tantas  adaptaciones.  De  los  fallos  de  aquel  tribunal  popular  brotó  natural- 
mente un  Derecho,  popular  también,  que  es  el  que  nuestros  juristas  han  de- 
nominado germánico  ó  propio  de  Castilla,  en  contraposición  al  romano.  Qui- 
zás aun  en  la  época  de  los  visigodos  este  Derecho  coexistió  como  popular 
con  el  oficial  ó  romano  de  los  códigos.  El  proemio  át'\a&  faeañas  citado  re- 
fiere arriba  que  los  castellanos  quemaron  en  la  iglesia  de  Burgos  los  libros 
del  fuero  de  León,  et  ordenaron  que  alcaldes  en  las  comarcas  Iterasen  por  albe- 
drio.  No  será  cierto  lo  de  la  quema;  mas  la  noticia  denota  una  rebelión,  más 
ó  menos  solemne,  pero  efectiva,  contra  la  ley  escrita  y  á  favor  del  Derecho 
popular  ó  consuetudinario. 

Esta  oposición,  y  otras  causas  que  se  desconocen,  determinaron  que 
Castilla,  siendo  tan  pequeña  que 

«F.nlonces  er>  Castilla  un  pequeño  rincón, 

Kr>  Montesdoca  de  Caalilla  mojón, 
Moios  tenlsD  á  Caraso  ea  aquesta  saion, 
Y  de  la  otra  parte  Tibero  mojón, 
lintonces  era  Castilla  toda  una  alcaldía, 
maguer  que  era  pobre 


se  constituyera  en  región  independiente.  Contribuyó  á  ello  el  Conde  Fernán 
González,  personaje  legendario  y  de  poesía  popular,  que  «eclipsó  á  todos  los 

•  héroes  castellanos,  excepto  al  Cid,  y  no  faltó  quien  le  pusiera  en  parangón 

•  con  él,  y  aun  le  diese  la  preferencia,  , ,  Tuvo  el  privilegio,  no  alcanzado  por 

•  Bernardo  del  Carpió  ni  por  el  Cid,  de  ser  cantado  juntamente  por  la  musa 

•  popular  y  por  la  erudita,  por  los  juglares  y  por  los  clérigos»  (i).  Hay  que 
distinguir  en  él  dos  personalidades:  la  histórica  y  la  épica.  De  la  primera 
sólo  tenemos  imperfectas  noticias  por  algunos  privilegios  y  escrituras  {2)  y 
referencias  del  cronicón  de  Sampiro.  <£n  los  documentos  auténticos  resulta 

•  más  afortunado  y  sagaz  que  heroico,  más  hábil  para  aprovecharse  de  las 

•  discordias  de  León  y  Navarra  que  para  ampliar  su  territorio  á  costa  de  los 

•  morosa  (í).  Pero  por  fiier:(ay  por  maña  sacó  álos  castellanos  de /ríwf/atói/í 
servidumbre  del  rey  de  León,  logrando  su  propósito  de  no  besar  ntano  á  Hom- 
bre del  muHdo,  ni  moro  ni  cristiano.  Personajes  también  de  leyenda  fueron  su 
hijo  Garci-Fernándc/  y  su  nieto  Sancho  Garcfa,  que  falleció  en  102 1,  ó  1017, 


(1)     Menéndei  Pelayo,  An/t/oxia. 

¡z)  La  firma  más  antigua  que  tenemos  del  Conde  es  en  la  eiciltura  de  Iundaci6n  del  roo~ 
naslerio  de  Arlania  englí.  Véase  JUsloria  díl  (•rígm y  ¡oktnaiia  dtl  cendade  y  rtint  dt  Caili- 
¡la.  y  luicrián  Jí  sus  ctmdts,  hasta  su  ertcción  á  ¡a  real  dignidad  di  reino,  por  (juliérreí  Coronel 
(üiegoV  Madrid,  17S5. 

íjl    Meníndez  Felajo,  ídem. 


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HISTORIA   DE   ESPAÑA  225 

dejando  un  hijo  de  menor  edad,  García  Sánchez,  bajo  la  tutela  de  Sancho  el 
Mayor  de  Navarra,  casado  con  su  otra  hija,  Munia  ó  Mayora. 

Este  Sancho  el  Mayor,  hijo  y  sucesor  de  García  Sánchez,  apodado  el 
También,  inicia  en  España  un  movimiento  que  no  ha  sido  hasta  ahora  bien    ■ 
comprendido  por  nuestros  historiadores,  los  cuales  le  han  considerado  frag- 
mentaríaaiente  y  con  criterio  inspirado  por  ideas  y  preocupaciones  anacró- 
nicas ó  propias  de  otros  tiempos 
de  aquellos  en  que  se  realizó. 

Tal  movimiento  fué  —  digá- 
moslo con  frase  que  en  nuestros 
dfas  ha  hecho  fortuna  —  hmh  turo- 
ftiioñÓH  de  España,  ó  sea  una  ten- 
dencia eficaz  y  coronada  por  el 
éxito  más  cumplido  para  reincor- 
poramos á  la  corriente  general  de 
la  cultura  europea  á  que  pertene- 
cemos los  españoles  por  el  medio 
geogiáñco,  la  raza,  la  religión  y  los 
antecedentes  históricos,  aunque 
por  nuestro  apartamiento  en  el 
confín  occidental  de  Europa  y  por 
las  circunstancias  de  la  invasión 
mahometana  nos  alejáramos  bas- 
tante de  su  curso  en  los  primeros 
siglos  de  la  Reconquista. 

Nunca  dejaron  nuestros  ante- 
pasados de  ser  europeos  y  cristia- 
nos: por  serlo  se  levantaron  contra 
tos  árabes  y  lucharon  contra  ellos 
tan  heroicamente;  pero  el  mismo 
constante  batallar,  la  pequenez  y 
pobreza  de  tos  reinos  formados  en 
las  montañas  y  en  las  más  esté- 
riles comarcas  de  la  Península,  y 
el  inevitable  roce  con  los  muslimes,  á  pesar  de  ser  nuestros  enemigos,  hicie- 
ron, no  que  se  adoptase  la  cultura  árabe,  que  era  refractaría  á  nuestro  modo 
de  ser  nacional,  y  por  tanto  inasimilable,  sino  que  se  debilitase  extraordina- 
riamente la  nuestra,  la  europea  y  cristiana.  Decayeron  las  ciencias,  las  letras 
y  las  artes;  vivíamos  de  la  substancia  cada  vez  más  debilitada  de  la  monar- 
quía visigoda,  sin  relaciones  apenas  con  el  continente  de  que  formábamos 
parte. 

Es  indudable,  aunque  después  se  quisiera  negar,  que  en  la  época  de 
Alfonso  II  se  pidió  ayuda  y  protección  á  Carlomagno;  y  quizás  si  el  Imperio 
carolingio  hubiera  subsistido,  el  proceso  de  la  Reconquista  hubiese  sido  muy 
otro,  saliendo  de  él  España  como  una  derivación  ó  prolongación  de  aquel 
Imperio.  No  sucedió  así,  y  á  la  lai^a  por  fortuna  desde  el  punto  de  vista  na- 
cional español;  pero  por  lo  pronto  quedamos  abandonados  por  Europa,  redu- 
cidos á  nuestras  fuerzas,  y  en  el  orden  intelectual  sin  comunicación  con  los 
centros  de  la  cultura  europea,  de  donde  tentamos  entonces,  como  tendremos 
siempre,  que  tomar  la  savia  indispensable  para  no  morir.  Único  contrarresto 
de  tan  grave  inconveniente  fueron  las  peregrinaciones  á  Santiago,  que  traían 
constantemente  de  ultra- puertos  multitudes  de  piadosos  extranjeros  deseo- 
sos de  adorar  las  reliquias  del  Apóstol;  asi  se  fué  formando  en  Compostela  un 
Siindo,  Historia  de  espaRa 


D,g,t7cdb/GOOgfc 


226  HISTORIA   DE  ESPAÑA 

centro  europeo  predominan- 
temenie  francés,  y  centros 
parecidos  á  todo  lo  largo  del 
camino  seguidopor  los  pere- 
grinos {camino  de  los  francos). 
Sancho  el  Mayor,  su 
hijo  Fernando  I,  su  nieto 
Alfonso  VI  y  su  tataranieto 
Alfonso  VII,  con  algunos 
j>ersonajes,  entre  los  cuales 
debe  concederse  el  primer 
puesto  al  arzobispo  Gelmf- 
rez,  representan  el  movi- 
miento gubernativo  de  favo- 
recer esta  invasión  de  ideas, 
costumbres  y  personas  eu- 
ropeas: de  ese  plan  fueron 
parte  la  venida  de  los  moa- 
jes  cluniacenses,  de  los  gue- 
rreros francos  y  de  arquitec- 
tos traspirenaicos,  el  cam- 
Aiesinato  de  D.'.Gírcla  11.  bio  de  rito  mozárabe  por  el 

romano,  los  matrimonios  de 
las  hijas  de  Alfonso  VI  con  principes  franceses,  la  exaltación  de  extranjeros 
á  las  sillas  episcopales  y  á  las  abadías;  en  suma,  todo  lo  que  se  hizo  entonces, 
y  de  que  fueron  efecto  el  adelantamiento  de  la  Reconquista,  la  mayor  cul- 
tura, el  principio  de  la  poesía  nacional  con  los  cantares  de  gesta,  el  estilo 
románico,  etc.,  etc. 

Limitémonos  ahora  á  indicar  tos  principales  sucesos  de  la  Historia  ex- 
terna. Sancho  el  Mayor  de  Navarra  heredó  el  cetro  en  970,  y,  según  los  Ana- 
les de  ComposUla  y  el  Ordo 
Regum  Pampilonensinm,  rei- 
nó sesenta  y  cinco  años. 
Antes  de  1001  debió  de  ca- 
sarse con  la  hija  del  Conde 
de  Castilla,  y  en  101 5  era  ya 
conde  ó  señor  de  Ribagor- 
za  y  Sobrarbe,  y  se  titulaba 
rey  de  toda  Gascuña;  por  la 
muerte  de  su  cuñado  Garci 
Fernández  regentó  el  con- 
dado de  Castilla  como  tutor 
de  García  Sánchez,  el  cual 
en  la  primavera  de  1029  fué 
á  León  para  casarse  con  la 
infanta  Sancha,  hermana  de 
Bermundo  III,  sucesor  en 
aquel  trono  de  Alfonso  V. 
Lo  que  acaeció  entonces 
en  León  constituye  uno  de 

los  temas  predilectos  de  las  

leyendas  castellanas,  y  su 

trascendencia   histórica  fué  Muerte  de'Bennudo  III  de  León. 


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HISTORIA   DE  ESPAÑA  22J 

incalculable.  Hallábanse  en  la  ciudad  los  Condes  Velas,  casa  tradicional- 
mente  enemiga  de  la  de  Castilla,  expulsada  de  ésta  con  pérdida  de  sus  bie- 
nes por  Fernán  González,  aunque  luego  Sancho  García  se  los  devolvió  y 
levantó  el  destierro.  En  esta  ocasión  los  Velas  acudieron  á  rendir  el  debido 
homenaje  al  joven  conde  García  Sánchez;  pero  fué  traid órame n te,  pues  el 
martes  13  de  Marzo,  al  despuntar  la  aurora,  entrando  el  Conde  en  la  iglesia 
de  San  Juan  Bautista  cayeron  sobre  él  los  Velas,  y  con  la  mayor  alevosía  le 
mataron:  el  Vela  que  descargó  el 
primer  golpe  era  padrino  de  bautis- 
mo de  la  victima.  Asf  cuentan  el 
hecho  D.  Lucas  de  Tú  y  y  el  arzobis- 
po D.  Rodrigo,  aunque  discrepando 
en  los  nombres  de  los  condes  ase- 
sinos (1).  Un  documento  perdido, 
pero  citado  en  la  Crónica  gentral 
con  el  titulo  de  Estoria  del  romancé 
del  infamtt  Garda,  refiere  que  fue- 
ron  muertos  todos  los   caballeros 
del  cortejo  del  Conde  en  medio  de 
los  regocijos  de  las  bodas;  y  el  Con- 
de, que  estaba  en  el  palacio /ii^¿ii«- 
do  con  íH  esposa  ¿  non  íadiendo  nada 
de  sn  MMtrte,  salió  á  la  rúa,  y  le 
cogieron  los  Velas,  matándole  luego 
con  extraiga  ferocidad  delante  de  la 
Infanta  su  esposa,  que  habla  ¡do  á 
suplicar  por  su  vida  (2). 

Lo  cierto  es  que  en  este  cri- 
men no  tuvo  ninguna  parte  et  rey 
de  León  Bermudo  111,  quien  se  ha- 
llaba á  la  sazón  en  Oviedo  reden 

casado  con  la  reina  Jimena;  pero  BefmudoIII. 

hubo  de  sufrir  sus  consecuencias. 

Sancho  el  Mayor  heredó  el  condado  de  Castilla,  y,  con  pretexto  de  perse- 
gnir  á  los  asesinos  de  su  sobrino,  invadió  la  tierra  leonesa,  apoderándose  de 
toda  la  parte  llana,  y  titulándose  rejí  de  León,  de  Astorga  y  de  las  Asturias  (3). 
En  el  castillo  de  Monzón  cogió  á  los  Velas  y  los  hizo  quemar  vivos. 

La  vida  del  poderoso  rey  navarro,  también  cubierta  en  gran  parte  por 
los  velos  de  la  leyenda,  concluyó  en  Febrero  de  1035,  repartiendo  sus  Esta- 
dos entre  sus  hijos  del  modo  siguiente:  á  su  primogénito  García  le  dejó  Nava- 
rra y  Vizcaya;  á  Fernando,  casado  con  Sancha,  la  infeliz  prometida  del  conde 
victima  de  los  Velas,  Castilla;  á  Gonzalo,  Sobrarbe  y  Ribagorza,  y  á  Ramiro, 
habido  en  una  concubina,  según  el  Silense  (ancilla  nobilisima  et  puUkerrima), 
Aragón,  con  titulo  de  rey. 

78.  —  Fernando  1(1037-1065),  heredero  de  Castilla,  tomó  título  de  rey, 
y  aliado  con  su  hermano  García  de  Navarra,  acometió  á  Bermundo  III  de 
León,  que  á  la  muerte  de  Sancho  el  Mayor  salió  de  las  montañas  de  Asturias 


(it    D.  Lacu.por  ejemplo,  tlim a  Diego  al  padrino,  y  D.  Rodrigo  le  liamB  Rodrigo. 

{t)  Víase  Menéndez  Pelayo,  tugar  citado  y  prólogo  al  lomo  vin  de  lai  Comediai  de 
Lope  de  Vega. 

(3)  Coasta  qae  Bermudo  aaedd  dueño  de  Altarías  y  Galicia.  Esie  úllimo  titulo,  pues, 
&  iadicAba  Dua  ptetensiÓD,  ó  debía  de  referirse  á  las  Asturias  de  Lvedo. 


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228  HISTORIA    DE  ESPAÍQA 

y  recobró  la  tierra  llana  coa  la  misma  facilidad  con  que  la  habla  perdido.  Ahora 
lo  perdió  todo  definitivamente,  con  la  vida,  en  la  batalla  de  Tamarón  (Julio 
de  103;),  y  Fernando  fué  consagrado  (22  de  dicho  mes)  por  el  obispo  Ser- 
vando rey  de  Castillla  y  de  León.  Envidioso  de  tal  grandeza,  García  de  Na- 
varra, después  de  haber  intentado  en  vano  apoderarse  tratdoramente  de  Fer- 
nando, le  atacó  cara  á  cara;  pero  en  la  batalla  de  Atapuerca  perdió  también 
reino  y  vida,  quedando  así  Fernando  por  seiüor  de  casi  toda  la  España  cris- 
tiana. Agregó  á  Castilla  la  Rioja,  dejando  Navarra  á  su  sobrino  Sancho,  hijo 
del  desgraciado  García;  pero  tanto  sobre  este  pequeño  reino  como  sobre  el 
de  Aragón  ejerció  cierta  supremacía  feudal,  justiñcindose  de  este  modo  su 
titulo  de  alterador,  expresivo  no  sólo  de  su  poder  en  la  Península,  sino  de  su 

{ExplUaeiéndt  ¡alamina  XLyílJ) 

IconocrmllB  de  la  Cnu  en  EtpRfla.  ■  S  y  S.  Siguiendo  el  arden  cronolúelco,  los  signe»  6  cnscñus 
mis  antiguas  dtl  crislimiimo  en  Espina  ion  las  que  corresponden  á  los  nilnuros  5  y  8.  «L»  cnii  como  el 
ciismón  ómonogrami  de  Crislo.  el  cordera  y  el  león,  simboloiú  representaciones  dotmllicu  del  Redentor, 
asi  como  el  pescado,  el  pelicano,  el  bnen  pastar,  el  pesador,  el  águila,  la  gtlllna,  la  vid,  la  higuera,  el  olivo, 
el  cedro,  las  piedras  preciosas,  emblemas  6  fleuns  alegóricas  del  mismo,  era  designada  por  slgaam  Chrislt 
La  cruz  en  aspa  X  (crax  decuiíta).  inicial  del  nombre  de  Ciisto  en  gríego,  fai  tal  vez  la  piimera  loimi  que 
revistid  coma  dislintivo  de  secta  el  sagrado  madero,  por  ofrecer  la  ventaja  de  que  su  doble  signlücacidn  no 
podia  ser  comprendida  sino  de  los  prosélitos  de  la  nueva  [e.  La  adición  de  la  P  constituyó  el  monograma 
constaotinlano.» 

Asi,  pues,  el  crismdn  de  bronce  (núm.  B)  que  pertenece  al  siglo  II  y  Int  hallado  en  Córdoba,  rs  U 
ensefla  mis  antigua  del  cristianiamo  que  hasta  hoy  se  conoce  en  España.  Le  signe  la  llmpara  de  barní  (nu- 
mero S),  como  el  anterior  de  absoluto  caricter  romano,  pero  ya  con  la  P;  y  siguiendo  el  orden  cronológico. 
los  números  4  y  9,  dos  (ragmenlos  decorativos  en  piedra  de  la  fpoca  visigótica. 

2.  Cristo  llamido  del  Cid,  perteneciente  at  siglo  x¡,  y  que  se  halla  en  Salamanca. 

3.  Conocido  con  el  sobrenombre  de  Crislo  de  las  Batallas,  del^glo  XI  también,  y  que  se  encuentra  en 

b.  Es  una  placa  de  cobre  esmaltada  del  siglo  MI,  representando  un  Calvario.  Su  estilo  conesponde  al 
de  su  tiempo,  denominado  remáaico  en  la  historia  del  Arte,  y  el  procedimiento  del  esmalte  es  el  que  «i  el 
argot  profesional  se  llama  champlrvt  ó  ¡tmoga.  (Véase  nuestra  nota  acerca  de  los  esmaltes.) 

7.  Crnz  proiesionai  de  bronce,  con  los  bustos  de  los  cualro  Evangelistas  en  los  extremos  délas  raalr» 
aspas.  Pertenece  1  los  siglos  Xll  al  Mil. 

I.  Vahora  vamos  á  hablar  de  este  Cristo  de  marfil,  una  de  las  maravillas  que  nos  ha  legadoelartecs- 

Es  una  cruz  procesional  de  lormí  latina,  con  ambas  caras  cuajadas  de  figuras,  adomus  y  relieves, 

cuyo  fondo  se  cree  que  estuvo  chapeado  de  oro.  Mide  52  centímetros  de  alio:  3t  ■/!  de  largo  de  li  travesera. 

Una  lujosa  orla  recorre  las  orillas.  La  imagen,  muy  ínlerior  en  mérito  arlíslico  1  la  craz,  y  qulils  de  distin- 

li  mano,  conslituye  pieza  aparte,  y  está  sujeta  por  las  manos  y  el  supedáneo  con  clavos  de  hierro.  En  lo  mis 

alto  de  la  cabecera  se  ve  en  relieve  el  Salvador  resucitado,  y  debajo  la  inscripción 

IHE  NAZA 

RENVS  REX 

IVDEoRVM 

Debajo  del  supedáneo,  la  figuci 

Después,  los  nombres  de  los  re 
rabie  obra. 

En  1063  los  reyes  Don  hemando  I  y  DoRa  Sancha,  su  esposa,  otorgaron  á  lavor  de  la  iglesia  parro- 
quial de  San  Juan  Bautista,  de  León  (hoy  San  Isidoro),  una  carta-donación  d  testamento  haciéndole  cuantio- 
sos regalos  é  importantes  mercedes.  Los  movió  á  esto  so  piedad  y  < 
Ellos  fueron  quienes  hicieron  trasladar  el  cuerpo  de  San  Isidoro  d 
para  depositarla  en  la  misma  ieiesia. 

En  la  ciladi  carta  de  donación  aparecen  como  regalas  'un  frontal  de  aliar  de  oro  con  piedras  precio- 
sas: olios  dos  de  plata;  tres  coronas  de  oro,  la  una  con  tres  alfas  alrededor  y  con  tcatei  pendientes  de  ella. 
la  oira  con  amelhtaa  con  olovitrio,  dorada;  y  la  tercera  es  la  corana  de  oro  de  mi  caben.  Una  arquilla  de 
cristal  cubierta  de  chapas  de  oto;  una  cruz  de  aro  sembrada  de  'piedraa  preciosas:  sn  craciflto  út  marfil; 


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Historia  GsÁFict  de  la  Civilización  Escarola  LitiirtÁ.  XLVIU 


ICMografta  de  U  Crní  en  Etpafli. 

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230  HISTORIA  DE  ESPAÑA 


intento  de  no  reconocer  la  preten- 
dida superioridad  jerárquica  de  los 
emperadores  de  Alemania,  los  cua- 
les, como  herederos  de  Carlomagno, 
se  atribuían  la  jefatura,  siquiera  ho- 
noríñca,  de  toda  la  cristiandad. 

Aprovechó  Fernando  la  fuerza 
que  había  reunido  y  la  debilidad  de 
los  reinos  de  taifas  para  proseguir 
activamente  la  reconquista,  y  tomó 
á  Lamego,  Viseo  y  Coimbra,  ponien- 
do por  aquella  parte  la  frontera  cd 
el  Mondegoi  por  la  de  Castilla  no 
sólo  dominó  sólidamente  todo  el  te- 
rritorio hasta  el  Guadarrama,  sino 
que  pasó  la  cordillera  y  empezó  á 
formar  lo  que  se  llamó  Castilla  Ia 
Nueva  para  distinguirla  de  la  primi- 
tiva 6  vieja;  los  reyes  árabes  de  To- 
ledo, Zaragoza  y  Sevilla  rindiéronle 
vasallaje.  Piadoso  y  caritativo,  re- 
partía á  los  pobres  el  botín  ganado 
en  la  guerra;  fundó,  dotó  y  restauró 
F«>i.ndo  I,  W  Grande.  'g'«sias  y  monasterios;  se  retiraba 

de  cuando  en  cuando  al  de  i>ahagun 
á  ejercicios  espirituales,  haciendo 
allí  la  vida  del  último  monje,  y  murió  {27  Uiciembre  1065)  edifícando  á  todos 
con  su  fervor;  se  hizo  llevar  al  templo,  y  allí  se  despojó  de  las  insignias  reales, 
exclamando:  Señor,  íujto  es  el  reino;  me  lo  diste,  >  te  lo  dtvuelvo;  ten  misericor- 
dia de  mi  aima.  Los  obispos  le  pusieron  un  saco  de  penitente  y  ceniza  en  la 
cabeza,  y  asi  volvió  á  Palacio,  donde  al  otro  día  expiró. 

Su  error  fué  repartir  el  reino  entre  sus  hijosi  á  Sancho  II  le  dio  Castilla; 
á  Alfonso,  León;  á  García,  Galicia,  y  á  Urraca  y  Elvira,  respectivamente, 
las  fuertes  ciudades  de  Zamora  y  Toro.  Sancho  respetó  el   repartimien- 


dos  incenurfos  de  oro  con  la  navelü  de  oro;  otro  grande  de  piala;  un  ciliz  y  palma  de  plata  esmaltada;  un^ 
estola  de  brocado;  unas  ateas  áe  matril  labradas  de  plata,  y  en  una  de  ellas  van  otrai  tres  encajadas:  otra; 
arquiías  primorosamenlc  labradas;  lies  fronlales  labrados  pata  los  altares;  doi  mantos  df  btocado;  casulla 

Cita  otros  dunatlvos  de  menos  Impottancia.  De  toda  esta  ríqueía,  que  hoy  tendría  un  valor  hi^tóríCI 
imposible  de  calcular,  sólo  se  conserva  la  cruz  de  marfil  de  que  tiatamoi.  sin  guarnición  alguna,  pero  coi 
señales  de  haberla  tenido.  Esla  guarnición  que  rodeaba  la  cruz  era  de  oro.  La  tradición  arirma  que  el  reí 
Kernanda  llevaba  esta  cruz  en  las  baiallas. 

l'or  el  reverso  eila  crui.  artística  mente  considerada,  es  igualmente  admirable.  Parejas  de  cuadriipc 
dos,  aves  entre  la  bojarasca,  luchas  de  hombres  y  animales,  entre  los  que  se  ve  un  centauro.  La  orla  es  súk 

Evangelistas:  el  águila,  el  ángel,  el  león  y  el  buey. 

Pero  lo  mis  admirable  de  esta  cruz,  lo  que  causa  una  Impresión  Igualmente  profunda  y  eitralla.  c 
que  su  estilo  es  Eenuiua  y  francamente  árabe.  Todos  los  caracteres  y  toda  la  riqueza  de  los  trabajos  musul 
manes  que  pueden  verse  en  otras  planas  en  la  ornamentación  de  los  cofres  de  marfil  y  plata  repujados  si 
sia  CTu;.,;Esque  fué  hecha  por  un  artista  educado  por  los  árabes?  ¿fui  quizás  esta  cruzhectL 


n  España  colaborando  en  obras  esenc  jal  nenie 

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HISTORIA   DE  ESPAÍ^A  251 

to  mientras  vivió  su  madre 
Doña  Sancha:  al  morir  esta 
señora  (7  Noviembre  1067) 
acometió  á  su  hermano  Al- 
fonso, derrotándole  en  Llan- 
tada(i9julioio68)yenGol- 
pejar  f25  Julio  1071)  (i),  y 
obligándole  á  buscar  refugio 
en  la  corte  de  Almanum  de 
Toledo.  García  fué  despo- 
seído de  Galicia  inmediata- 
mente. Sancho  sitió  á  Zamo- 
ra, cuyo  concejo  defendió 
con  lealtad  castellana  á  Dona 
Urraca;  pero  la  nobleza  y  el 
valor  heroico  de  Arias  Gon- 
zalo, el  hidalgo  paladín,  fue- 
ron eclipsados  en  este  cé- 
lebre asedio  por  ta  felonía 
legendaria  de  Bellido  Dol- 

íos  (2).  Víctima  de  la  trai-  ,,         

ción  pereció  Sancho,  y  los  Muene  de  Alion.o  V,  e-,  Vi,«. 

castellanos  no  reconocieron 

por  sucesor  suyo  al  desterrado  Alfonso  sino  después  de  haber  jurado  qtie  no 
tuvo  parte  ninguna  en  la  muerte  de  su  hermano. 

Enlázase  aqui  tan  poética  é  intimamente  la  historia  de  España  con  la 
leyenda,  inspiradora  de  nuestra  más  rica  epopeya  nacional,  que  es  imposible 
separarlas.  En  efecto,  en  este  punto  de  nuestra  historia  surge  la  ñgura  colo- 
sal del  Cid  Campeador,  representación  sintética  de  las  empresas  heroicas  de 
Castilla  en  su  lucha  secular  con  los  sarracenos,  pe rsoniñc ación  épica  sin  duda 
de  muchos  guerreros,  de  todo  un  estado  social,  de  las  virtudes,  y  también  de 
la  rudeza  y  crueldad  de  toda  su  época  y  de  toda  su  raza.  En  el  Cid  cifró  el 
pueblo  castellano  el  ideal  que  se  habla  formado  del  héroe,  y  para  componer 
esa  cifra  hubo  de  acumular  en  el  individuo  rasgos  y  proezas  y  alguna  que 
otra  maravilla  que  históricamente  no  le  corresponden.  Pero  la  personalidad 
individual  del  Cid  es  positiva  (3).  Acredltanla  documentos  auténticos  (4): 
la  historia  árabe  de  la  conquista  de  Valencia  por  Aben  Bassan,  escrita  diez 
años  después  de  la  muerte  del  héroe;  otra  historia  árabe  incorporada  á  la 
Crénica  general  de  Alfonso  X;  muchos  libros  cristianos,  como  el  CkronicoH 

(1)  Sobre  uta  batall*,  TÍase  coronel  D.  Juan  de  Quiroga:  Et  CU  en  la  batalla  de  Col- 
fijar  (Memorial  de  Ingenieres,  1872}. 

(2)  l-cmández  Duro,  Memorias  hiitóricas  de  la  liudad  de  Zamora. 

(3)  La  negó  Masdeu  {Jíiit.  Crií.  XX),  diciendo:  De  Jfadrígn  Diat  nada  absolutanuníe 
¡ahemoí  con  probabilidad,  ni  aun  su  mismo  ser  0  existencia,  nfrase,  dice  Menéndez  Pelayo,  me- 
moiabte  en  los  anales  de  la  iniroiatez  ciflica».  En  180S  el  general  Thiebiull,  gobernador  Iran- 
cís  de  Bureos,  hizo  construir  un  monumento  para  encerrar  laa  cenizas  del  Cid  en  San  Pe- 
dro de  Cárdena,  y...  euál  no  sería  mi  asombro,  eiciibe  en  sus  Memorias,  cuando  vino  a  diiiniie 
í/r^aüs/ (afrancesado]  Llórenle  que  el  Cid  no  había  existido  nunta.  Habiéndose  dado  cuenta 
del  incidente  á  Napoleón,  conteslA  íste  que  no  debía  permitirse  poner  en  duda  ta  E\i3tencia 
de  hotubres  como  el  Cid,  qae  resumen  la  eloría  de  lodo  un  pueblo.  D.  Antonio  Alcalá  Galiano, 
en  iBi  notas  á  la  tiadncciún  de  ta  Histona  di  España  de  Dunham,  siguiú  la  opinión  de  Mas- 
den,  ■j  D.  Casimito  de  Orense  le  demandó  por  injuria,  llevando  al  tribunal  en  calidad  de  hom- 
bre bueno  el  libro  del  padre  Risco  La  Castilla  y  el  más  famoso  castellano. 

Ul  Prirílegio  de  Femando  1  al  Monasteiio  de  Sorban  (Coimbra).  arras  de  Rodrigo  y 
limeña  (1074),  fneroi  de  SepiÜTeda,  un  privilegio  del  Monasterio  de  Aguilar.  etc.,  ele. 


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232  III<iTORIA  DE  ESPAÑA 

MalUacense,  escrito  en  Francia;  los  Anales  ToledaMOí,  los  CompoiítlanoSy  el 
Cronicón  burgnenst,  el  de  Cárdena,  el  Liber  Regum,  y  sobre  todo  la  Gesta  Ru- 
derici  Campidocti,  descubierta  y  publicada  en  1 792  por  el  padre  Risco,  escrita 
en  el  siglo  xii  (según  Doíy,  en  1 1 70). 

De  todo  ello  resulta  que  Rodrigo  Díaz,  nacido  hacia  1026  (i),  en  Burgos, 
según  l.i  tradición,  6  en  Vivar,  como  algunos  sospechan,  era  de  muy  caliñcado 
linaje,  descendiente  de  los  jueces  de  Castilla  y  de  un  conde  de  Asturias;  al- 
férez ó  jere  de  la  milicia  castellana 
en  tiempo  de  Sancho  II,  intervino 
de  modo  decisivo  en  las  batallas  de 
Llantada  y  Gojpejar;  fué  uno  de  los 
doce  compurgatgres  que  exigieron  á 
Don  Alfonso  VI  el  juramento  de  no 
haber  tenido  parte  en  la  muerte  ale- 
vosa de  Don  Sancho;  enemistado  6 
en  desgracia  con  el  rey  de  Castilla, 
guerreó  por  su  CMcnXa^  ganando  su 
pan  alomadas:  de  aquí  que  Dozy  le 
tenga  por  un  condottieri  á  sueldo  de 
los  Beni  Sud  de  Zaragoza;  fué  arbi- 
tro de  Aragón,  derrotando  al  conde 
de  Barcelona  y  al  rey  Sancho  Ramí- 
rez, y  en  1094  se  apoderó  de  Va- 
lencia, ya  dominada  por  los  almora- 
vides,  y  allf  se  sostuvo  hasta  Julio 
de  logg,  en  que  murió.  Su  viuda  Ji- 
mena  evacuó  la  ciudad  en  1 102,  lle- 
vándose el  cadáver  del  hóroe,  que 
hizo  enterrar  en  San  Pedro  de  Cár- 
dena, para  cuyos  monjes  fué  el  Cid 
un  santo  {2).  •£!  poderío  de  este 
Sancho  II,  íí^uiía.  tirano  (escribió  Aben  Bassan)  fué 

creciendo  hasta  sobrepujar  á  las  más 

•  altas  cimas.  He  oído  contar  que  dijo:  si  un  Rodrigo  perdió  esta  España,  otro 

•  Rodrigo  la  reconguistará.  Azote  y  plaga  de  su  tiempo,  fué  un  milagro  del  Se- 

•  ñor  por  su  amor  á  la  gloria,  prudente  firmeza  y  valor  heroico.  La  victoria 

•  siguió  siempre  á  su  bandera  (¡maldígale  Alai).  Combatió  á  los  príncipes,  y 

•  con  pocos  soldados  desbarató  numerosos  ejércitos.  Hacia  leer  en  su  presén- 
tela las  gestas  de  los  árabes,  y  cuando  itegó  á  las  hazañas  de  Al-MokaUab 

•  cayó  en  éxtasis,  lleno  de  admiración  por  este  héroe».  Hombre  extraordina- 
rio tenia  que  ser  quien  Podía  arrancar  laies  elogios  de  stts  enemigos  (3). 

Dueño  Alfonso  VI  He  la  corima,  encerró  á  su  hermano  García,  preten- 
diente al  reino  de  Galicia,  en  el  castillo  de  Luna,  y  se  aplicó  á  co  itinuar  la 

(i)    Fecha  conjetuMda  por  el  padre  Risco. 

[i\    Según  parece,  Felipe  11  inslA  en  Roma  su  cananiziciún. 

13)    Meníndez  Petayo. 

{Exfiüíaciin  di  la  lámina  XI  í.\). 

IcodOKratfa  de  U  Crai  ca  la  Edad  Media.  - 1.  Cníto  biuniino  de  marfil  (Museo  provincial  de 

Lertn).  -  2.  Crui  de  madera  y  Cristo  rcpu'adn,  estilo  biíantino.  -  3.  Crui  de  Sanüaio  de  PeflaWa  (León). 
SIkIoin. -4.  Cruz  alfonilna.  Estila  eúIíco  ¡Catedril  de  Sevilla).  ^  S.  Ciui  de  bronce  esmaltada,  de  pro- 
piedid  particular.  Siglos  M  al  \il  (OiliciaJ.  —  b.  Crji  llamadi  trabe  (S:vllla). 


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IIisTOKiA  Gráfica  ds  la  Civilizaciún  Es^aSIola 


LVMINA  XLIX 


IcoMocntia  d«  la  Crax  tu  la  Edad  Media  ta  Eapala. 


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234  HISTORIA   DE  ESPACIA 

obra  de  su  padre  Fernan- 
do 1.  Fué  uno  de  los  gran- 
des reconquistadores.  De 
1080  ai  25  de  Mayo  de  1085 
duró  la  guerra  de  Toledo, 
gloriosamente  terminada 
con  la  entrega  de  la  ciudad, 
antigua  metrópoli  de  Espa- 
ña, que  así  volvió  á  serlo 
después  de  tresdentos  se- 
tenta y  cuatro  años  de  do- 
minación musulmán  a.  Al  fon- 
so  tomó  el  titulo  de  empe- 
rador, no  disimulando  su 
propósito  de  reconquistar 
toda  la  Península. 

79.— Y  de  seguro  hu- 
biese cumplido  su  propósito 
á  no  acudir  los  reinos  de  tai- 
fas á  un  recurso  extremo, 
.  „     .    „       ,  ..    ,   ,  cual  fué  llamar  á  A)j  a/«íora- 

Mu*rte  de  Sancho  II  «.  el  s.tio  de  Z«nor..  ^^^^  ^^  ^^^¡,i^  ^1^  ,^  ^^y. 

gión  mahometana,  amenaza- 
da de  perder  su  imperio  en  España  por  el  tirano  Alfonso,  como  llaman  sus 
cronistas  al  reconquistador  de  Toledo.  i|~,^^    ^         ^''*-. 

A  la  sazón  los  almorávides  eran  los'.dueños  del  Mogreb:  su  Imperio  se 
dilataba  desde  la  Guinea  hasta  el  Mediterráneo  y  desde  Túnez  hasta  el 
Atlántico;  su  jefe,  titulado  emir  al  mft>nenÍM'{tey  de  los  musulmanes)  y  nasre- 
éfín  (defensor  de  la  fe),  se  llamaba 
Yussuf  ben  Taxfín.  Habla  naci- 
do en  1009,  tenia  un  ejército  de 
100.000  hombres,  siempre  aperci- 
bido para  combatir,  y  brillalñn  en 
él  las  cualidades  y  los  defectos  que 
son  propios  de  los  bárbaros  es- 
clarecidos: poca  ó  ninguna  ins- 
trucción, pero  mucha  capacidad 
aatural,  frugalidad  excesiva  (éste 
parece  que  se  alimentaba  exclu- 
sivamente de  leche  y  carne  de 
camello),  sencillez  en  el  traje  — 
vestía  de  lana  grosera,  —  com- 
plexión robustísima,  audacia  sin 
limites,  valor  extraordinario,  y  no 
menos  extraordinaria  marrullería 
para  tratar  los  asuntos  más  com- 
plicados y  llevar  adelante  sus  in- 
tentos. Tal  rey  representaba  dig- 
namente á  su  pueblo:  la  palabra 
alntoravide  ó  almorabetín  significa 
ermitaño,  y,  más  en  general,  coit- 
sagrado  d  Dios,  denunciando  asi 
Alfonso  VI.  el  carácter  religioso  de  las  gentes 


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HISTORIA   DE   ESPAÑA  2J5 

á  quienes  se  aplicaba.  En  efecto;  no  eran  los  aliMoravides  sino  unas  tribus  del 
Sahara,  ya  próximas  al  Senegaí,  que  á  mediados  del  siglo  xi  hablan  sido 
fanatizadas  por  un  morabito  y  lanzadas  por  él  á  la  conquista  del  África  ma- 
hometana. No  constituían  realmente  una  secta  dentro  del  Islam,  pues  sus 
doctrinas  en  nada  discrepaban  de  las  de  Mahoms;  eran  un  recrudecimiento 
del  fervor  primitivo.  Abdalá  ben  Zasin  (asi  se  llamó  el  morabito  fanatizador) 
no  se  propuso  reformar  en  nada  la  enseñanza  koránica,  sino  volver  al  mundo 
musulmán  al  ser  y  estado  que  tenia  cuando  Mahoma  marchó  contra  la  Meca 
en  son  de  guerra  al  frente  de  sus  (ieles  de  Medina;  todo  lo  que  se  había  he- 
cho después  era  para  el  mo- 
rabito y  sus  discípulos  co- 
rrupción, comprendiendo  en 
esta  palabra  no  sólo  el  lujo 
y  la  molicie,  sino  las  ciencias 
y  las  artes,  tan  florecientes 
en  todos  los  Estados  musul- 
manes. Con  todo  esto  había 
que  acabar  para  cumplir  la 
voluntad  de  Alá  y  la  ley  de 
su  Profeta. 

Entre  semejantes  gen- 
tes y  los  árabes  y  berberis- 
cos —  ya  iguales  en  cultura 
y  costumbres —  del  Ánda- 
las había  un  abismo:  mien- 
tras que  el  Imperio  atmo- 
ravide  representaba  lo  más 
rudo,  incivil,  grosero,  bár- 
baro y  fanático  del  islamis- 
mo, los  españoles  reinos  de 
taifas  hablan  llegado  á  la 

más  refinada  y  brillante  ci-  ^'^  '?''<""''  *'«  ''  """"^  *'«  "'^'*'- 

vilización.  No  es  de  mara- 
villar que  vacilaran  éstos  entre  los  dos  inmensos  peligros  que  los  amagaban: 
los  cristianos  por  el  Norte,  y  los  almorávides  por  el  Sur. 

Almotamid,  rey  de  Sevilla  y  el  principal  de  los  de  taifas,  estuvo  perple- 
jo mucho  tiempo,  y  al  fin,  en  un  momento  de  inminente  temor  á  los  cristia- 
nos, dice  Almakari  que  exclamó:  mds  valí  gnardar  camellos  en  África  qft€ 
cerdos  en  Castilla.  Llamó  á  Vussuf,  aunque  parece  que  tomando  algunas  pre- 
cauciones, como  la  de  no  entregarle  Algeciras;  pero  todas  resultaron  inútiles, 
porque  el  bárbaro  se  apresuró  i  cruzar  el  Estrecho  con  sus  kabilas  y  se  apo- 
deró de  aquella  ciudad  (30  Junio  1086),  Tenía  entonces  Yussuf  setenta  y  siete 
aQos;  pero  estaba  fuerte  y  ágil  como  un  mozo.  Los  sevillanos  vieron  con  es- 
panto á  este  rey  del  desierto  y  á  la  feroz  multitud  que  le  seguía.  Almotamid 
organizó  muy  de  prisa  un  ejército  de  andaluces,  y  todo  se  dispuso  apresura- 
damente para  invadir  las  tierras  castellanas. 

Alfonso  VI  estaba  sitiando  á  Zaragoza  cuando  empezó  á  descargar  este 
nublado  en  los  campos  de  Extremadura,  y  dejando  el  sitio,  acudió  con  sus 
huestes,  las  de  Sancho  Ramírez  de  Aragón,  Berenguer  Ramón  11  de  Barcelo- 
na y  cruzados  del  mediodía  de  Francia:  según  los  cronistas  árabes,  el  campo 
cristiano  llegó  á  contar  100.000  infantes  y  80.000  caballos.  Ni  en  este  punto 
ni  en  casi  ninguno  de  aquella  campaña  son  creíbles  sus  relatos;  y  como  los 
del  CkronicMm  lusitaitnm  y  de  los  Anales  c<miplutenses,  únicas  fuentes  directas 


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2j6  IllSTOKIA   DE  ESPAÑA 

de  nuestra  parte  {i),  son  concisos  y  algo  contradictorios,  cabe  decir  que  de 
la  batalla  de  balaca  ó  de  Badajoz  (2)  sólo  se  puede  asegurar  que  fué  á  23  de 
Octubre  de  1086,  vicroes,  día  de  San  Servando  y  San  Germán  (3),  y  una  de 
las  mayores  derrotas  que  ha  sufrido  jamás  nuestra  nación. 

Los  historiadores  atribuyen  la  salvación  de  Espatía  después  del  desastre 
á  la  circunstancia  de  haber  recibido  Yussuf  en  el  campo  de  batalla,  la  noche 
del  mismo  día  de  su  victoria,  la  noticia  de  la  muerte  de  su  hijo  predilecto. 
Sin  duda  pudo  influir  esta  noticia  determinando  la  Inmediata  partida  del  rey 
africano;  pero  en  la  Edad  Media  lo  usual  era  no  sacar  partido  proporcionado 
de  las  grandes  batallas.  Los  vencedores  quedaban  dueños  del  campo,  corrían 
la  tierra  contigua  en  todas  direcciones  durante  una  temporada  más  ó  menos 
breve,  se  apoderaban  á  lo  sumo  de  algún  castillo  ó  plaza  inmediatos  al  lugar 
del  combate,  y  por  lo  común  no  sucedía  más,  excepto  cuando  al  día  siguien- 
te de  la  victoria  el  ejército  vencedor  se  dispersaba  por  el  mismo  entusiasmo 
del  triunfo.  Las  batallas  campales  no  eran,  como  en  la  época  moderna,  inci- 
dentes de  un  proceso  estratégico,  sino  más  bien  duelos  entre  dos  ejércitos  6 
entre  dos  naciones.  Por  la  batalla  de  Zalaca  no  ganaron  los  muslimes  ni  una 
pulgada  de  terreno.  Cuatro  años  más  tarde  (1090)  Yussuf  y  Almotamid  sitia- 
ban la  fortaleza  de  Aledo,  situada  en  medio  de  las  tierras  musulmanas  de 
Levante:  acudió  Alfonso  VI  con  ejército  de  socorro,  y  les  hizo  levantar  el 
sitio.  Los  almorávides  volvieron  entonces  sus  armas  contra  los  reinos  de  tai- 
fas, á  quienes  la  rudeza  y  barbarie  de  sus  correligionarios  habla  llegado  á  ser- 
les más  odiosa  que  In  impiedad  de  los  infieles,  y  en  su  virtud  entraron  en  alian- 
zas secretascon  Alfonso  VI  para  expulsar  á  los  molestos  huéspedes.  Des- 
de 1091  á  1115  se  ocuparon  los  generales  de  Yussuf  en  conquistar  la  España 
árabe.  Antes  murieron  Yussuf  (Septiembre  1 106),  dejando  el  Imperio  á  su  hijo 
All,  y  Alfonso  V!  {30  Junio  1 109)  (4),  un  año  después  de  la  derrota  de  Uclés 
(30  Mayo  1 108),  en  que  perecieron  á  manos  de  los  almorávides  el  infante  don 
Sancho  y  la  flor  de  la  nobleza  de  Castilla  {5). 

Doña  Urraca  (iiog-1126),  viuda  de  Ramón  Borgoña,  de  cuyo  matrimonio 
habla  tenido  al  principe  Alfonso  (después  Vil),  casó  con  Alfonso  I  el  Bata- 
llador, rey  de  Aragón. 

No  hemos  hablado  de  este  pequeño  reino — reducido  á  poco  más  de  lo 
que  hoy  es  partido  judicial  de  Jaca— desde  que  Sancho  el  Mayor  lo  dejó  á 
su  bastardo  Ramiro.  Éste  (1035-1063)  lo  aumentó  por  muerte  de  su  hermano 
Gonzalo  con  los  condados  de  Sobrarbe  y  Ribagorza,  y  con  Benabarre,  to- 
mada á  los  moros.  Su  hijo  Sancho  Ramírez  (1063-1094)  fué  rey  de  Navarra, 


ron  un>  vid>  de  Alfonso  VI  escñía  por 
el  Monje  de  Silos,  lioy  perdidi. 

Í2)  Así  1>  llaman  los  AnaUs  complulttists.  Debió  de  librane  ■!  Norte  de  Badajoi,  pwtido 
de  Alburqaerque,  por  donde  existe  una  dehes.i  denominada  de  AiOf¡alla.  (Víanse  los  discanoi 
de  Lafuente  Alcántara  y  Cánovas  del  Caslillo,  en  la  recepción  del  primero  en  la  Academia  de 
li  Hi.rarl..) 

U)    Según  el  relato  de  D.  Rodrigo,  hubo  una  batalla  preliminar  en  Roda,  también  desas- 

wT    o  2%  según  el  Cronicón  Compostelaoo. 

(5)  Pumo  dilícil  de  esclarecer  es  el  de  la  familia  de  Alfonso  VI.  Estuvo  casada  con 
Águeda,  hija  de  (Guillermo  el  Conquistador,  que  murió  antes  de  rcQoirse  con  el  esposo;  con 
Inés  de  Guyena,  cuyo  matrimooío  declaró  nulo  el  Papa;  con  Constanza  de  Borgoña.  de  [■  qne 
turo  i  llnica;  con  Berta,  según  unos,  de  la  Casa  de  Éste,  y  según  otros,  de  la  de  Bordona:  con 
Isabel  de  Francia,  de  quien  luvo  á  las  intantai  Sanch»  y  Elvira;  y  con  Beatríi  de  Este.  Jimena 
Miiiioi  ó  ÑúPiez,  según  iinos  esposa,  y  según  otros  dama,  le  dio  sus  hijas  Teresa  y  Elvirm;  la 
primera  casó  con  Enrique  de  Besanzón,  y  fué  condesa  de  Portugal.  Por  último.  1>.  Rodripo 
también  considera  esposa  á  i^eida,  hija  de  Almotamid  de  Sevilla,  baatiíada  con  el  nombre  de 
Matia  Isabel,  y  madre  del  infante  D,  Sancho,  muerto  en  Uclís. 


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HISTOiUA   DE  ESPaSa  237 

elegido  por  los  naturales  cuando  Sancho,  llamado  el  Noble,  y  también  el  de 
Peñalén,  fué  arteramente  despefiado  por  sus  propios  hermanos  en  una  parti- 
da de  caía.  Murió  este  príncipe  de  la  manera  más  digna  de  un  rey  de  la  Re- 
conquista: de  un  saetazo  de  los  moros  defensores  de  Huesca,  y  haciendo 
jurar  á  sus  hijos  Pedro  y  Alfonso,  antes  de  expirar,  que  no  habían  de  levan- 
tar el  sitio  hasta  rendir  la  plaza.  Cumplió  la  solemne  promesa  Pedro  I  (l) 
(10^-1104),  aunque  le  costó  ganar  i  Huesca  dos  años  de  asedio  y  la  san- 
grienta batalla  de  Alcaraz  contra 
los  moros  de  Zaragoza.  Dejó  el  ce- 
tro—mejor dicho,  la  espada,  único 
cetro  de  aquellos  guerreros  mon- 
tañeses, —  á  su  hermano  Alfonso, 
uno  de  los  grandes  soldados  que 
ha  producido  España,  justamente 
apellidado  el  Batallador. 

Su  matrimonio  con  Urraca  no 
fué  de  inclinación,  sino  político. 
Alfonao  VI  buscó  sin  duda  en  el 
fuerte  brazo  del  aragonés  un  apo- 
yo para  su  hija,  y  el  soldado  pi- 
renaico la  manera  de  acrecentar 
sus  medios  de  guerra,  de  ser, 
como  hubo  de  titularse,  empera- 
dor de  Ltón  y  rey  de  tuda  España. 
Las  discordias  entre  los  regios 
cónyuges  empezaron  desde  que 
■  venidos  los  nobles  y  condes  al 
■castillo  que  dicen  Muñaez,  allf 
«casaron  é  ayuntaron  á  la  reina 
>DoñaUrracay  alreyde  Aragón>, 
según  se  lee  en  la  historia  de  Sa- 
hagün.  Autores  no  coetáneos,  sino 
por  lo  menos  siglo  y  medio  pos- 
teriores á  este  desgraciado  matri- 
monio, han  tomado  resueltamente 

la  causa  del  marido  ó  de  la  mujer,  según  el  humor  de  cada  uno;  y  mientras 
los  patrocinadores  del  aragonés  han  pintado  á  Doña  Urraca  como  la  más  libi- 
dinosa de  las  mujeres,  entregándose  al  conde  D.  Gómez,  á  D.  Pedro  de  Lara 
y  á  otros  galanes  desconocidos,  tos  abogados  de  la  castellana  trazan  el  retra- 
to de  Don  Alfonso  como  el  de  un  monstruo  sin  religión  y  sin  vergüenza,  gol- 
peador de  su  mujer,  profanador  de  iglesias,  ladrón  de  vasos  sagrados  y  am- 
tñdoso  sin  freno. 

Los  documentos  de  la  época  no  reflejan  colores  tan  vivos.  Aparece,  sí, 
de  e!los  que  Doña  Urraca  era  mujer  de  coitdiciÓM  brava,  como  escribió  el  pa- 
dre Mariana  con  frase  sintética,  muy  sobre  si,  y  recelosa  siempre  de  su  ma- 
rido, al  que  no  estimaba.  Las  dudas  sobre  la  validez  del  matrimonio  colo- 
rearon de  escrúpulos  religiosos  las  malquerencias  conyugales;  el  arzobispo 
D.  Bernardo  y  otros  obispos  habfan  protestado  desde  un  principio  contra  un 


DoB&  Urraca  de  Caitílla. 


(1)  Sancho  Kamlnz  dejó  í  Pedro  I  la  corona  con  los  lilulos  de  rty  ae  Seirarht,  Rüa- 
gitay  Mentin.  Pedro  lomó  A^tTty  dt  Aragón,  ¡¡obrarbiy  FampÍBtia,  y  desde  entonces  pre- 
'      '-  ■      ■  '        '      ey  y  reino  de  Aragón,  tan  gloriosos  en  nuestra  Historia. 


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23^  HISTORIA   UE   ESFA^fA 

consorcio  entre  primos  (i),  grado  de  parentesco,  según  la  opinión  comente, 
prohibido  é  ÍDvalidable  para  las  justas  nupcias  (2).  Envenenaron  las  discor- 
dias, como  es  de  rigor  tratándose  de  reyes,  las  facciones  y  banderías  polí- 
ticas. Don  Alfonso  tuvo  un    poderoso  partido  en  Castilla,  en  que  formaron 
las  más  insignes  ciudades,  los  nobles  más  calificados  y  héroes  como  Alvar 
Fáñez,  el  insigne  gobernador  de  To- 
ledo; á  Doña  Urraca  la  siguieron  otros, 
por  respeto  escrupuloso  á  la  legitimi- 
dad monárquica  y  á  la  venerada  me- 
moria de  Alfonso  VI,  ó  por  no  acomo- 
darse al  mando  enérgico  y  militar  del 
Batallador.  Pero  quien  aprovechó  más 
diestramente   aquellas    turbulencias 
fué  un  personaje  de  primera  mag- 
nitud que  por  entonces  florecía,  y  al 
que  no  hay  que  ver  á  la  luz  de  los 
principios  admitidos  hoy  generalmen- 
te, sino  dentro  del  cuadro  confuso  y 
tumultuoso  de  la  Edad  Media  en  que 
le  tocó  brillar;  nos  referimos  al  famo- 
sísimo  Diego  Gelmírez,  obispo   de 
Compostela  desde  11 10,  y  que  tuvo 
por  norte  de  su  vida  el  engrandeci- 
miento de  su  Sede  episcopal,  que  con- 
siguió al  cabo,  después  de  las  mayo- 
res y  más  extrañas  peripecias,  por 
bula  de  Calixto  II  (20  Febrero  1120) 
que  la  elevó  á  dignidad  de  metropo- 
litana. Gelmirez  es  el  tipo  perfecto 
del  gran  magnate  eclesiástico  del  si- 
glo XII.  Protector  de  los  pueblos  con-        (Según  1 
tra  las  demasías  de  los  nobles;  celo- 
sísimo, no  ya  de  la  inmunidad  é  in- 
dependencia, sino  del  predominio  de  la  Iglesia  en  la  vida  social  y  política; 
exaltado  amante  de  Galicia,  su  patria;  sabio  en  el  consejo,  audaz  y  per- 
severante en  la  acción,  aquel  hombre  extraordinario  llegó  á  ser  el  verda- 
dero soberano  de  Galicia,  no  sólo  por  los  muchos  lugares  y  castillos  que  po- 
seía guarnecidos  con  sus  hombres  de  armas,  sino  por  el  amor  de  la  multitud 
allí  donde  no  alcanzaba  su  jurisdicción  temporal.  Si  en  una  ocasión  Doña  Urraca 
le  hizo  poner  preso,  el  pueblo  de  Santiago  sublevado  la  obligó  á  devolverle 


Alfonso  VII. 


(1)  Ramiro  1,  abuelo  de  Alfonio  y  Fernando  el  Magno,  de  Urraca,  eran  hermanos 

(2)  Como  es  sabido,  en  ios  concilios  de  Falencia  (35  Octubre  1114);  Oviedo  {Pentecos- 
lis  de  1115)  sedecretd  li  separación  del  malrimonio;  pero  aunque  la  mayor  parle  de  los  hls' 
tonadores  apuntan  que  lo  decretado  fué  /o  nuUdnd fter  impidimenlo  áirimentí,  Brii  Martiaez  y 
Vicenle  Lafuente  sostienen,  con  copia  de  razones,  que  súto  iué  un  divorcie  sin  anulación  del 


{E.xfliead.m  di  la  lámima  i.) 

HISTORIA  DEL  TRAJE.  -  Slflo  XII.  - 1.  DoAa  Urri 
la  Basílica  df  San  Victnfe,  tu  Avila, -2.  D.  Ramún  de  Borgofl 


»  de  Castilla.  De  una  «cultura  del  pAtlicodc 
,  de  ¡cual  procedencia.— 3.  Alfonso  VI  con  (o 
le  homenaje.  Tomado  dd  relieve  dd  sepulcro 
4.  D.  AltonsoVl,  De  las  mismas  «cultoras.— 


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Historia  OrXfica  db  l\  Civilización  Española 


HISTORÍA  DEL  TRAJE.  •  Slgl»  XII. 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


240  HISTORIA  DE  ESPAílA 


la  libertad  más  que  deprisa.  ¥  fué  además  arbitro  de  España;  si  Alfonso  \'1I 
fué  Tf.y,  Á  Diego  GelmJrez  se  lo  debió. 

Cuando  murió  Alfonso  VI,  su  nieto  quedó  en  Galicia  bajo  la  guarda 
del  conde  Frolai  de  Trava,  y  destinado  por  su  abuelo  á  ser  rey  nada  más  que 
de  aquella  región.  Gelmfrez  le  ungió  soberano  de  León  y  (Otilia  el  25  de 
Septiembre  de  1 1 10  ante  el  altar  del  Apóstol;  y  este  tercer  partido  acabó  por 
sobreponerse  al  del  aragonés  y  al  de  doña  Urraca,  aunque  no  sin  sangrientas 
luchas  y  variados  episodios,  cuya  simple  enumeración  no  cabe  dentro  de  un 
resumen  histórico  como  el  nuestro. 

Doña  Urraca  murió  en  Saldaña  el  8  de  Mano  de  1126  (i).  Al  ocurrir  su 
fallecimiento  estaba  su  heroico  esposo  en  la  más  singular  y  atrevida  de  sus 
empresas  bélicas.  El  Batallador,  que  por  los  sucesos  de  Castilla  no  habia  des- 
cuidado ni  un  momento  la  obra  de  la  reconquista,  que  en  iiio  se  apoderó 
de  Tudela,  en  Iii8  (2)  (miércoles  18  de  Diciembre)  de  Zaragoza,  después 
de  siete  meses  de  cerco,  en  1119  de  Borja  y  Tarazona,  y  en  iiaodeDaroca 
y  Calatayud,  á  primeros  de  Septiembre  de  11 25  salió  de  Zaragoza  con  4.000 
caballeros  juramentados  sobre  los  Santos  Evangelios  para  no  abandonarse 
unos  á  otros,  y  rompiendo  por  las  tierras  de  los  intieles,  en  expedición  muy 
semejante  á  las  que  en  el  siglo  xix  hicieron  varios  caudillos  carlistas  de  la 
guerra  de  los  siete  años,  recorrió  Valencia  y  Murcia  y  se  internó  en  Andalu- 
cía, llegando  hasta  la  costa  de  Málaga:  su  objeto  era  servir  de  núcleo  á  una 
insurrección  general  de  muzárabes,  todavía  muy  numerosos.  Y,  en  efecto, 
frente  á  Granada  el  campo  cristiano  contó  50.000  hombres;  pero,  ó  no  eran 
estos  hombres  á  propósito  para  el  intento,  ó  surgieron  dificultades  insupera- 
bles; el  hecho  es  que  D.  Alfonso,  nunca  vencido,  se  volvió  á  su  reino  trayen- 
do unos  10.000  cristianos  andaluces,  y  el  resto  de  esta  población  fué  destrui- 
do por  los  sarracenos,  que,  como  los  cristianos  siglos  después  con  los  moris- 
cos, la  desterraron  en  masa  al  África.  Cuando  San  Fernando  conquistó  el 
mediodía  de  España,  apenas  si  halló  allí  algún  que  otro  cristiano  suelto. 

Todavía  el  heroico  soldado  aragonés  ganó  nuevos  laureles.  En  11 3 1  pasó 
los  Pirineos  y  tomó  á  Bayona.  En  Junio  de  1133  arrebató  á  los  moros  Mequi- 
nenza,  y  en  seguida  emprendió  el  sitio  de  Fraga:  derrotado,  murió  de  pesar 
el  7  de  Septiembre  de  1 1 34,  después  de  haber  dado  en  su  gloriosa  carrera  29 
batallas  campales,  conquistado  inñnidad  de  ciudades,  y  más  que  duplicado  el 
reino  que  heredó  de  sus  mayores. 

Ocho  años  hacia  ya  que  reinaba  en  Castilla  su  entenado  Alfonso  VIL 
Este  príncipe  (1126-1157),  esclarecido  por  sus  victorias  sobre  los  infieles, 
entre  las  cuales  son  dignas  de  mención  especial  la  toma  de  Almería  y  la  entra- 
da en  Córdoba,  es  ante  todo  célebre  por  haber  intentado  la  unidad  de  la 
España  cristiana  sobre  la  base  de  la  dignidad  imperial  en  el  sentido  y  con  el 
objeto  que  ya  la  vimos  en  Fernando  I  y  Alfonso  VL  Pero  ninguno  la  tomó 
con  la  solemnidad  que  Alfonso  VII  (lunes  de  Pentecostés,  26  Mayo  1135)  en 
la  catedral  de  León,  donde  fué  consagrado  y  aclamado  como  «feliz,  ínclito, 
>  triunfador  y  siempre  invicto,  famosísimo  emperador,  por  la  divina  Provi- 
>dencia,  de  toda  España».  Quizás  si  el  Imperio  se  hubiera  establecido  real- 
mente, España  hubiese  podido  no  sólo  alcanzar  desde  luego  su  unidad  na- 
cional sino  resolver  á  la  vez  el  problema,  todavía  sobre  el  tapete,  de  las 
variedades  regionales,  representadas  en  ese  caso  por  Estados  autónomos  su- 
bordinados mas  no  confundidos  en  el  Estado  superior  ó  imperial.  Por  des- 

(1)    Quien  meioi  defiende  i  esta  reina  es  Cabanilles  en  sa  bien  ucrita  Ifíilma  áe  Esfaüa. 
(z)    Ea  la  fecha  inAs  segara,  aunque  Blancas  cita  dos  documentos  de  Ilt6  eo  que  se 

üíCK  qui  ya  íta  ganada  Zaragoza. 


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HISTORIA  DE  ESPAÑA 


AJfonso  Enríqaei  proclamado  re;  de  Portugal. 


gracia,  las  circunstancias  no 
lavorecieron  el  cumplimien- 
to de  este  pensamiento  po- 
lítico, qne,  de  lealizarse,  ha- 
bría cambiado,  según  todas 
las  probabilidades,  la  faz  de 
nuestra  Historia.  Y  cuenta 
que  la  oposición  más  bien 
nació  de  los  pueblos  que  de 
los  reyes.  Veamos  cuál  era 
la  situación  de  España  en 
aquel  momento,  y  cuál  fué 
la  actitud  de  los  diversos 
Estados  ante  la  proclama- 
ción del  Imperio. 

£1  condado  de  Barcelo- 
na habla  alcanzado  notable 
incremento  y  esplendor  re- 
gido por  los  sucesores  de 
Wifiredo  el  Velloso.  Sunia- 
rio  (914-947),  Borrell  II  y 
Mirón  (947-992),  Ramón  Bo- 
rrell ni  (992-1018),  Beren- 
guer  Ramón,  el  Curvo  (1018-1035),  Ramón  Berenguer,  el  Viejo  (1035-1076), 
Ramón  Berenguer  II,  Cabeza  de  Estopa,  y  su  hermano  Berenguer  Ramón  II,  el 
Fratricida  (1076-1092);  pero  sobre  todos  Ramón  Berenguer  III,  apellidado  el 
Grande  (1096-1 131),  consolidaron  y  aumentaron  el  poderlo  del  condado,  que 
coneste  títuloeraun  verdadero  principado  de  Cataluña.  Berenguer  el  Grande, 
si  no  pudo  tomar  á  Tortosa,  fortiñcó  el  castillo  de  Amposta,  libró  á  Balaguer 
de  sarracenos,  dirigió  una  cruzada  marítima  contra  las  Baleares,  restauró  la 
sede  arzobispal  de  Tarragona,  y  por  su  matrimonio  con  doña  Dulce  incor- 
poró á  sus  Estados  la  Frovcnza,  titulándose:  <  por  la  gracia  de  Dios,  mar- 
•qués  de  Barcelona  y  de  las  Españas,  conde  de  Besalú  y  de  Provenza  >.  Le- 
jos de  ser  hostil  al  pensamiento  imperial  de  Alfonso  Vil,  dio  á  éste  por  mu- 
jer á  su  hija  Berenguela,  la  cual  fué  la  emperatriz,  asistiendo  con  su  marido  á 
la  fastuosa  ceremonia  de  la  coronación  (i).  Cuando  se  celebró  tan  solemne 
acto  ya  era  conde  de  Barcelona  Ramón  Berenguer  IV,  el  Sarrio,  quien,  titu- 
lándose Principe  de  Aragón,  prestó  vasallaje  á  su  cuñado  el  Emperador,  tanto 
por  su  condado  hereditario  como  por  tas  ciudades  de  Zaragoza  y  Calatayud. 
Reconoció,  pues,  la  soberanía  imperial. 

Mientras  vivió  su  padrastro  Alfonso  el  Batallador,  no  pudo  ni  soñar  el 
de  Castilla  que  los  aragoneses  acataran  su  imperial  supremacía:  bastante  hizo 
con  defenderse  de  las  rudas  acometidas  del  marido  de  su  madre,  implacable 
enemigo  de  los  Boi^oñas.  Murió  el  heroico  re  conquistador  de  Zaragoza  sin 
sucesión  directa,  y  dejó  un  testamento  extravagante,  manifestación  postrera 
del  odio  á  su  entenado,  por  el  cual  dejaba  el  reino  al  Santo  Sepulcro  de  Jeru- 
salén,  ó,  mejor  dicho,  á  la  Orden  Templarla;  pero  ni  aragoneses  ni  navarros 
acataron  tal  cosa:  los  primeros,  reunidos  en  Jaca,  proclamaron  rey  á  Rami- 
ro II,  hermano  menor  del  difunto,  aunque  era  del  estado  eclesiástico  y  habla 
sido  abad  de  Sahagún  y  obispo  electo  de  Burgos,  Pamplona  y  Barbastro;  él 


(I)    No  coiuu  qne  la  Reina  fnese  lainbiéD  coronada. 
Salndo,  KrsTORiA  de  ESpaRa 


,,CoogIc 


242 


HISTORIA   DE  BSPAflA 


aceptó,  según  sus  palabras,  «no  por  ambición  ni  vanidad,  sino  por  bien  del 
»reino  y  para  tranquilidad  de  la  Iglesia»,  y,  por  lo  mismo  {uxorem  fw^tu  mom 
camis,  libídine,  std  tanguitrís  acprogeme  restauratitme  duxi)  casó  con  una  prin- 
cesa de  Aquitania,  de  la  que  tuvo  á  Petronila.  Lejos  de  ser  Ramiro  II  hostil 
á  la  constitución  del  Imperio  español,  no  sólo  le  vemos  ceder  en  todas  las 
cuestiones  de  limites  y  preeminencias  con  Alfonso  VII,  sino  negociar  el  ma- 
trimonio de  Petronila  con  D.  San- 
cho, primi^énito  del  castellano. 
Los  aragoneses  eran  los  que  no 
velan  bien  esta  política,  y  prefi- 
rieron los  esponsales  de  su  prin- 
cesita.  niüa  de  dos  años,  con  Ra- 
món Berenguer  de  Barcelona.  El 
Rey  Monje,  al  que  se  ha  colgado 
caprichosamente  la  sombria  le- 
yenda de  la  Campana  de  Huesca, 
dejó  á  su  yerno  gobernar  con  el 
titulo  de  Principt  de  Aragón  has- 
ta que  se  efectuó  el  matrimonio 
y  fué  rey,  y  él  volvió  á  su  estado 
religioso.  En  cuanto  á  los  navarros, 
eligieron  rey  á  D.  García,  y  éste 
tan  reconoció  la  dignidad  imperial 
en  Alfonso  VII,  que  figuró  como 
rey  feudatario  suyo  en  el  acto  de 
la  coronación. 

Los  únicos  príncipes  cristia- 
nos que  se  resistieron  á  estas  pre- 
tensiones, no  de  ambición  perso- 
nal, aunque  también  pudieran  ser- 
lo, sino  de  muy  profunda  y  eleva- 
da política  española,  fueron  los  del 
condado  hereditario  establecido 
por  Alfonso  VI  al  Sur  del  Miito 
para  su  hija  bastarda  Teresa,  mu- 
jer de  Enrique  de  fiorgoña.  Simple  feudatario  de  Castilla,  Enrique,  quizás 
^uijoneado  por  su  mujer,  á  la  muerte  de  Alfonso  VI  hizo  pinitos  de  sobe- 
rano independiente;  pero  cuando  murió,  Teresa,  que  era  hermosa,  viva,  astu- 
ta y  de  ánimo  varonil,  se  atrevió  á  tomar  el  titulo  de  reina,  intervino  en  las 
guerras  civiles  entre  doña  Urraca  y  el  Batallador,  y  si,  por  su  conducta  más 
que  dudosa,  fué  destronada  por  su  propio  hijo  Alfonso  Enríquez,  trasmitió 
á  éste  sus  ambiciones  y  su  valor  para  realizarlas,  prendas  que  el  hijo  mejoró 
con  su  pureza  de  vida  y  varonil  fortaleza.  En  efecto;  este  Alfonso  Enríquez, 
verdadero  fundador  del  reino  de  Portugal,  fué  uno  de  los  grandes  héroes 
de  la  Edad  Media,  y  aunque  sus  hazañas  en  Ouríque  hayan  sido  tan  abulta- 
das por  la  leyenda,  es  indudable  que  reconquistó  de  los  moros  toda  la  tierra 


Sancho  III,  el  Deiiade. 

(iTDmkdo  de  un  bajortelieve  del  sepalcr 

'  de  9D  esposa  doBa  Blaoca  de  Navarra,  ei 

San»  M>da  de  Nájera.] 


(ElplUaciÓH  A  ¡a  lamina  Z/.l 

HISTORIA  DEL  TRAJE.-Tr«Jc»  de  flnea  del  algktXIKcMIcc  de  iMtCado*).- Damos  en  « 

plana  la  reproducción  de  dot  itiinialuias  que  ilustran  la  inlemanHsíma  colecddn  de  docuniFntos  inelt 
hecha  en  tiempo  de  D,  Alfonso  II  de  Aragón,  hijo  del  conde  don  Ramón  Berenguer  IV  (úllimí»  dil  ! 
(¡lo  \ii).  Repte^rnta  la  primera  i  dicho  rey  D.  Alfonso  II  despachando  con  su  ministro.  La  segunda. 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


KiSTOSM    GrAfICA   DB  hk  ClVILUAaÓH  ESPAÜOL* 


,,  Google 


244 


HISTORIA  DE  ESPAÑA 


que  aún  hoy  forma  el  reino  mal  llamado  lusitano,  y  que  consiguió  de  su  pri- 
mo el  Emperador  Alfonso  VII  el  reconocimiento  de  su  dignidad  real. 

Sucedió,  pues,  en  conjunto  que  un  movimiento  consciente  hada  la  uni- 
dad nacional,  cual  el  de  la  constitución  del  Imperio  español  en  la  persona  de 
Alfonso  VII,  en  que  entraron  todos  los  jefes  de  Estados  autónomos  que  había 
en  la  Península,  excepto  los  condes  dePortugal,  coincidió  con  los  principios  de 
una  más  profunda  disgregación  na- 
cional. En  efecto;  á  Levante  se  cons- 
tituyó, por  la  unión  de  Aragón  y 
Cataluña,  un  Estado  poderoso,  y, 
por  ende,  más  irreducible  á  Casti- 
lla que  sus  componentes  cuando 
andaban  separados;  y  al  Occiden- 
te se  levantó,  puede  decirse  que 
de  la  nada,  ó  por  lo  menos  sin 
fundamento  étnico  ni  geográfico  y 
sin  antecedentes  históricos  apre- 
ciables,  un  reino  que  todavía  re- 
presenta—  [y  quién  sabe  hasta  cuán- 
do lo  representará) —  la  nega- 
ción política  de  nuestra  unidad 
peninsular. 

Et  mismo  Alfonso  VII,  por  ra- 
zones que  no  se  alcanian  hoy,  pa- 
rece que  conspiró  contra  la  obra  de 
la  unidad  en  que  había  cifrado  la 
grandeza  y  gloria  de  su  reinado,  re- 
partiendo la  Monarquía  entre  sus  hi- 
jos Sancho  y  Fernando.  Entre  Alfon- 
so Vil  y  San  Fernando  hay,  pues, 
AlfoDio  VIH.  una  doble  serie  de  reyes:  reinaron 

(DeuabMorrelUvedcsQ «pulcro, eústente en  «  León  Fernando  II  (1157-I188), 
el  Real  MoDuterío  de  Ibs  Huelgas  de  Bu^os.)  fundador  de  Ciudad  Rodrigo,  y  Al- 
fonso IX  (1188-1230),  padre  del 
Rey  Santo.  En  Castilla,  Sancho  III  (1157-1158),  que  sólo  se  recuerda  por 
haber  trasmitido  la  corona  á  su  hijo  Alfonso  VIH  (1158-12I4J. 

Este  insigne  monarca,  cuyo  nombre  va  indisolublemente  unido  al  de  las 
Navas  de  Tolosa,  nació  el  11  de  Noviembre  de  11 55.  No  habla  cumplido  tres 
años  cuando  heredó  la  corona,  entrando  á  reinar  el  31  de  Agosto  de  II 58, 
quecayó  en  dom¡ngo(i).  Su  minoría  fué  como  ninguna  turbulenta  y  agitada 
por  la  rivalidad  de  las  dos  casas  más  poderosas  de  Castilla:  la  de  Lara  y  la 
de  Castro,  y  la  ambición  de  Sancho  de  Navarra  y  de  Fernando  de  León,  lle- 
gando el  último  á  usurpar  el  trono,  guarneciendo  con  leoneses  á  Toledo  y 
titulándose  Rejí  de  España  por  la  gracia  de  Dios.  Corrió  el  augusto  niño  aven- 
turas peligrosas  y  novelescas,  como  la  escapada  de  Soria  <á  uña  de  caballo, 
•asiéndose  de  la  cintura  y  envuelto  bajo  los  pliegues  de  la  capa  del  fiel 
•D,  Pedro  Núñez  de  Fuente  Almegir  (2)».  Once  años  contaba  cuando  se 
puso  á  la  empresa  de  recobrar  su  reino,  y  en  Maqueda  recibió  el  hotnenaje 


(1)    Víanse  sobre  este  reinado  ios  trabajos  del  P.  Fita  {Bol.  dt  la  Acad.  de  la  Hisl.,  t»- 
>s  XXVI  y  xxvn,  y  Elogio  de  Doña  Leonor  de  Inglaltrra,  en  junta  de  la  Academia,  de 

Noviembre  igoSl. 
(í)    Fila  (EUgio). 


,,CoogIc 


HISTORIA  DE  ESPAÑA  245 

de  grandes  y  prelados.  Esteban  Illán,  famoso  en  las  Memorias  toledanas,  le 
introdujo  furtivamente  de  noche  en  la  imperial  ciudad,  y  al  alborear  el  dfa 
vieron  los  toledanos  el  real  pendón  tremolado  sobre  la  torre  de  la  iglesia  de 
San  Román:  acuden  los  vecinos,  entéranse  de  que  alli  está  el  monarca  legi- 
timo, y  al  grito  de  [viva  el  Rey!  estaJIa  formidable  levantamiento,  que  pone 
en  fuga  á  los  leoneses  después  de  cuatro  años  de  dominación. 

Quien  tan  gallardamente  reconquistaba  el  perdido  trono  era  un  mozo 

•  de  aspecto  vivo,  feliz  memoria  y 
capaz  entendimiento»  (i).  En  las 
Cortes  de  Burgos  (1169)  fué  acor- 
dado su  matrimonio  con  doña  Leo- 
nor de  Inglaterra,  hija  de  Enri- 
que II  (Plantagenet),  .muy  fermo- 
.»sa,et  mucho  limosnera, muy  ama- 
>bre  á  su  marido  el  rey  et  mucbo 
■  honraderaá  todas  las  gentes,  cada 
>uno  en  sus  estados»,  según  se  lee 
en  la  Crónica  General.  Fué  grande 
la  influencia  de  doña  Leonor,  úni- 
ca mujer  de  D.  Alfonso,  y,  por  lo 
que  se  sabe,  siempre  para  bien.  Es 
indudablemente  una  fábula,  inge- 
rida por  aviesa  mano  de  falsifica- 
dor en  la  Estoria  de  Espanna  del 
Rey  Sabio  y  en  el  Li^o  de  los  Com- 
ujos  de  Sancho  e)  Bravo,  aquella 
que  reza:  «estando  (el  Rey  en  To- 

-  >ledo)  pagóse  mucho  de  una  judia 
>que  avíe  nombre  Fermosa  (2),  é 
rolvidó  la  mujer,  é  encerróse  con 
•ella  gran   tiempo.....   é  estovo 

•encerrado  con  ella  poco  menos  Pendan  qae  llenba  el  ejército  de  Alfonio  VIH 
»de  siete  años,  que  non  se  mem-  «■  1»  baulln  de  lu  Navas  (Catedral  de  Bo^os). 
•braba  de  s(,  nin  de  su  reyno.  Y 

•por  esta  mala  vida  diol  Dios  gran  llaga  é  gran  ajamiento  en  la  batalla  de 
•Alarcos,  en  que  fué  vencido,  é  fuyó é  demás  matol  (Dios)  los  hijos  va- 

•  rones,  é  por  que  el  Rey  se  conoció  después  á  Dios  é  se  repintió  de  tan  mal 

•  pecado,  por  el  qual  fizo  después  el  Monesterio  de  las  Huelgas  é  el  Hospi- 
•tal;  Dios  diol  después  buena  andanza  contra  tos  moros  en  la  batalla  de 
•Übeda  (3)^. 

Nunca  permaneció  D.  Alfonso  en  la  inacción  pecaminosa  que  le  atribuye 
tan  infamante  conseja:  lejos  de  eso,  invirtió  todos  los  días  de  su  largo  reinado, 
ya  en  defenderse  de  su  tío  Femando  de  León,  que  llegó  á  ser  aliado  de  los 
moros  en  su  daño,  ya  de  su  primo  Alfonso  IX,  que,  aunque  al  ascender  al 
trono  leonés  se  reconoció  su  feudatario  en  las  Cortes  de  Carrión,  urdió 


e  así:  gui  havit  (6  tenía)  nemire 

,..  .._ r ^ ^ — tajndfa. 

(3)  Esta  leyenda  ba  lerrído  de  baie  i  muchas  poesías  y  tragedias,  como  U  Kaqutl,  de 
Cartii  de  la  Huerta.  Mariana  y  Colmenares  pusieron  en  dada  sa  Tonda  histórico!  sostuviéron- 
lo Amador  de  los  Ríos  (Historia  ái  loi  Judiiis],  Aschbach  y  Gractz.  D.  Francisco  Fernández  y 
Gonzileí  la  reduio  á  una  hablilla  del  vulgo,  y  Fidel  Fita  {Elog.  cit.)  ha  demostrado  cumplida- 
jntQte  lu  falsedad. 


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246  HISTORIA  DE  ESPAÑA 

luego  con  Sancho  de  Portugal  (i), 
hijo  y  sucesor  de  Alfonso  Enríquez» 
y  con  los  reyes  de  Aragón  y  Nava- 
rra  una  liga  ofensiva  y  defensiva 
contra  Castilla,  ya  en  guerras  con  los 
inñeles.  El  Imperio  almoravide,  que 
tanto  diera  que  hacer  á  Alfonso  VI, 
se  habia  desplomado  tan  súbitamen- 
te como  se  habia  engrandecido.  Mo- 
ha>Kuud  ien  Tumart,  que  pretendia 
descender  de  Fátima,  hija  de  Maho- 
ma,  fanatizó  á  los  masamudas  del 
Atlas  con  sus  austeridades  y  prédi- 
cas, y  utilizando  la  misma  cantinela 
que  había  servido  de  base  á  los  almo- 
rávides, ó  sea  la  necesidad  de  volver 
á  las  puras  tradiciones  coránicas,  co- 
rrompidas por  generaciones  poco  pia- 
dosas, se  presentó  en  Marruecos  al 
frente  de  kabilas  bárbaras  entre  las 
bárbaras,  y  destruyó  el  Imperio  almo- 
ravide. Éstos  nuevos  fanáticos,  que 
contaban  la  aversión  á  la  música  entre 
los  preceptos  fundamentales  de  la  re- 
ligión, se  llamaron  almumakidin  (al- 
mohades), que  significa  unitarios. 
Crai  de  pl.i.  qn«  11«T>b.  AlfouM  Vni  . ,    De  esta  gente  era  califa  Yacub 

en  U  batalla  de  Las  NB*B)(»egu>rd>«n  Almanzor,  el  que  derrotó  á  nuestro 

JisHaclgai  de  Burgos).  Alfonso  en  Alarcos  el  19  de  Julio 

de  1 195,  tan  completamente  como  los 
almorávides  en  Zalaca  al  conquistador  de  Toledo.  Pero,  como  entonces,  y 
por  las  mismas  causas,  la  derrota  sólo  tuvo  un  efecto  moral,  y  realmente 
ahora  este  efecto  moral  fué  beneficioso  toda  vez  que  ante  el  peligro  común 
de  la  Espafia  cristiana  se  desbarató  la  liga  urdida  contra  Castilla  por  el 
leonés  Alfonso  IX.  Alfonso  11,  hijo  de  Ramón  Berenguer  y  de  Petronila,  que 
habia  concurrido  con  el  castellano  al  sitio  y  toma  de  Cuenca  (2),  alcanzando 
por  ello  librar  á  su  reino  del  pleito- homenaje  á  Castilla,  y  que  luego,  envi- 
dioso del  poderio  de  ésta,  entró  en  los  torpes  manejos  del  de  León,  apresu- 
róse luego  á  deshacer  aquella  infausta  obra;  y  en  Coimbra  {Febrero  de  1 196) 
convenció  á  Sancho  de  Portugal  de  la  necesidad  de  ayudar  en  beneficio  co- 
mún al  vencido  de  Alarcos.  Alfonso  de  Aragón  murió  el  25  de  Abril  del  mis- 
mo año;  pero  su  sucesor,  Pedro  II  (i  196-12 13),  envió  desde  luego  sus  huestes, 
que  pelearon  ya  juntas  con  las  castellanas  en  los  llanos  manchegos  contra 
los  almohades.  Con  Navarra  parecía  más  difícil  la  concordia  por  haber  incor- 
porado Alfonso  VIII  á  su  corona  las  provincias  de  Álava  y  Guipúzcoa  (i  199), 
poseídas  por  los  navarros  setenta  y  siete  años,  aprovechando  el  novelesco 
viaje  de  SoMcko  ti  Fuertí  al  África  por  amores  de  una  princesa  almohade;  pero 
ante  et  peligro  común  acabó  también  aquel  monarca  por  cumplir  sus  deberes 
de  rey  cristiano  y  español.  En  cuanto  á  León,  se  hizo  también  la  paz  con  AI- 


(t)    Reina  de  1 1S5  i 

(2)    Empeidesteasec 
Schirrmacher  (IRit.  di  Castilla  en  los  sigh 

nigiUrrlb/GOOglC 


Empeideste  asedioenOctnbtedc  1176,  )r  se  nndió  la  ptaia  aniel  del  18  Julio  ii77,s»án 


HISTORIA   DE  ESPAÜJí  247 

fonso  IX  (1197),  siendo  prenda  de  ella  el  matrimonio  de  este  príncipe  con 
Doña  Berenguela,  hija  del  castellano,  consorcio  (Diciembre  1197)  cual  ningu- 
no fecundo  en  bienes,  pues  de  él  nadó  San  Fernando  y  dio  años  de  paz  á  los 
dos  pueblos  hermanos,  por  más  que  la  severidad  canónica  de  Inocencio  III, 
en  general  muy  saludable,  lo  anulase  nueve  años  después  de  celebrado. 

81. — Toda  la  España  cristiana  volvió,  pues,  i  unirse,  si  no  con  el  vinculo 
imperial,  magnifico  sueño  de  Fernando  1,  Alfonso  VI  y  Alfonso  VII,  con  el 
más  modesto  de  alianza,  y  fruto  de  esta  unión  fué  la  memorable  victoria  de  las 
Navas  de  Tolosa  (16  Julio  1212),  ó  ácAl-Icab  (i)  (el  desastre),  como  escriben 
los  musulmanes,  expresando  que  aquella  rota  fué  para  ellos  el  desastre  por 
antonomasia.  En  las  Navas  peleó  todo  el  pueblo  de  España,  como  en  las 
batallas  de  Josué  y  David  peleaba  todo  el  pueblo  de  Israel:  alli  estuvieron 
todos  los  reinos  eo  que  se  dividía  la  Península,  todas  las  mesnadas  señoria- 
les, todas  las  milicias  concejiles,  el  arzobispo  de  Toledo  D.  Rodrigo  con  infi- 
nidad de  eclesiásticos  al  lado  de  los  seglares.  Si  un  sacerdote  vestido  d£ 
casulla  y  con  una  cruz  en  la  mano  tuvo  miedo  y  echó  á  correr,  según  refieren 
las  crónicas,  ante  unos  moros  que  le  persiguieron  burlándose  de  su  pusila- 
nimidad y  del  sagrado  signo  que  llevaba,  otro  sacerdote  —  el  canónigo  tole- 
dano D.  Domingo  Pascual, —  tremolando  el  pendón  del  Arzobispado,  en  que 
iba  pintada  la  imagen  de  Nuestra  Señora,  se  metió  en  lo  más  apretado  de  la 
morisma,  y  swuido  de  muchos  á  quienes  entusiasmó  su  arrojo,  llegó  hasta 
la  tienda  del  Califa.  En  una  de  las  peripecias  del  combate  los  moros  se  pre- 
cipitaron hacia  el  paraje  donde  estaban  el  rey  de  Castilla  y  el  Arzobispo.  El 
Rey,  sin  inmutarse  «nin  en  la  color,  nin  en  la  fabla,  nin  en  el  continente,  dijo 
>en  alta  voz:  Arzobispo,  yo  é  vos  aquí  muramos.  Repuso  D.  Rodrigo:  Non 
•quiera  Dios  que  aquí  murades;  antes  aqu(  babedes  de  triunfar  de  los  ene- 
•  migos.  Replicó  el  Rey:  Pues  vayamos  aprisa  á  acorrer  á  los  de  la  primera 
•haz,  que  están  en  grande  afin- 
>camiento>.   Fué   aquél,    cierta- 
mente, uno  de  los  dfas  hermo- 
sos de  nuestra  vida  nacional,  y  su 
recuerdo,   ya   tan    lejano,  entu- 
siasma todavía.  En  nuestras  cate- 
drales se  canta  todos  los  años,  el 
16  de  Julio,  Te  Dtum  solemne  por 
aquella  victoria,  y  un  predicador 
bien  escogido  cuenta  en  heroico 
estilo  al  devoto  concurso  las  peri- 
pecias de  la  memorable  jornada, 
recordando  siempre  la  intcrven- 
dÓD  del  misterioso  pastorcillo,  en 
que  la  fe  popular  vio  á  San  Isidro 
labrador,  que  condujo  á  la  hueste 
cristiana  por  los  vericuetos  de  Sie- 
rra Morena,  burlando  asi  á  los  al- 
mohades que  guardaban  el  paso 
principal.  Pero  en  ninguna  parte 
es  tan  conmovedora  la  fiesta  como 
en  las  Huelgas  de  Burgos,  donde 
duermen  el  sueño  de  la  muerte 


Alfonso  IX  de  León. 


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248  HISTORIA  DE  ESPAfiA 

Alfonso  VIH  y  doña  Leonor  Plantagenet,  fundadores  del  famoso  Moaasterío, 
cuando  el  capitán  general  vestido  de  gala  sale  tremolando  el  roto  y  deste- 
jido Pendón  de  las  Navas  para  que  la  vieja  insignia,  símbolo  de  gloria  inmar- 
cesible, reciba  el  homenaje  del  pueblo  y  del  ejército.  ¡Infeliz  España  cuando 
estas  reliquias  del  pasado  gionoso  no  conmuevan  los  corazones!  'Los  pue- 
>blos  —  ya  lo  dijo  Macaulay  —  que  no  saben  honrar  las  hazañas  de  sus  re- 
>motos  antepasados,  no  harán  nunca  nada  que  sea  digno  de  honra  por  sus 
■  remotos  descendientes.» 


"^ 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


XII 


LO  MAS  GLORIOSO  DE  LA  EDAD  MEDIA 


■1.  San  Femando  j  Don  Jmiine  «1  Conqoitlidor.  ^M.  Historia  ÍDMrn*.  —  Cuicter  geoeral 
de  los  EsUdos  cnslianoieD  la  Edad  Media.  —  >4. 
ti.  InstlIDcionea  locialeí  y  políticas.  I*  ^lesia.  Las  Coit«s.~ 
t3.  La  lengaa  castellana:  oaeitra  épica  nacioaal,  —  U.  El  primer  r< .... 
glo  xm.  —  Alfonso  el  Sabio  j  Sancho  el  Bra*o.  —  Pedro  KI  de  Aragón, 


<s  Quniacensei. " 


82.  —  Poco  más  de  dos  años  sobrevivió  Alfoaso  VIII  á  la  victoria  que 
ha  inmortalizado  su  nombre.  Muñó  el  6  de  Octubre  de  IZ14,  dejando  el  trono 
á  su  hijo  Enrique  bajo  la  tutela  de  la  reina  viuda;  pero  esta  ejemplar  señora, 
«resignada  á  la  Providencia  soberana  de  Dios,  no  perdió  la  constanda 
>de  ánimo  cuando  en  Madrid  recebó  en  sus  labios  angustiados  el  último  sus- 
>piro  de  su  hijo  Fernando,  esperanza  de  la  nación;  mas  cuando  perdió  á  su 
•esposo  y  le  vio  morir,  murió  también  ella  de  quebranto  pocos  días  des- 
>paés>  (i)  (25  de  Octubre).  Quedó  por  tutora  del  rey  niño  su  hermana  ma- 
yor Doña  Berenguela,  separada  de  su  marido  Alfonso  de  León  por  sentencia 
pontificia  de  nulidad  de  matrimonio.  Nada  perdió  Enrique  con  el  cambio, 
pues  era  DotU  Berenguela  espejo  de  juiciosas  y  prudentes  princesas.  Sin  em- 
bargo, como  ja  constituía  uso  para  los  de  su  regia  condición,  el  niño  cayó  en 
manos  de  los  prepotentes  Laras.  Fué  inútil.  Teniendo  el  augusto  doncel  trece 
años  y  jugando  con  otros  de  su  edad  en  el  patio  del  palacio  episcopal  de  Fa- 
lencia, una  teja  cayó  sobre  su  cabeza,  y  concluyeron  asf  los  días  del  hijo  de 
Alfonso  Vin. 

Conforme  á  la  costumbre,  que  ya  tenía  fuerza  de  ley,  aunque  no  escrita, 
la  corona  debfa  pasar  á  las  sienes  de  Doña  Berenguela.  Y  pasó,  en  efecto, 
pero  para  ser  trasmitida  inmediatamente  á  su  hijo  Fernando.  Empezó  de 
este  modo  un  reinado  en  que  la  historia  se  confunde  con  la  leyenda  áurea  de 
los  santos,  y  la  crónica  se  hace  poema  religioso -heroico.  Con  toda  la  bondad 
angélica  de  su  primo  Saa  Luis,  aventajóle  en  la  fortuna  guerrera  y  política, 
dejando  á  España  casi  libre  de  musulmanes,  pues  los  únicos  que  se  libraron 
de  su  vencedora  espada  —  los  granadinos  —  quedaron  tributarios  y  vasallos 
de  su  corona.  Si  algunos  de  sus  actos,  propios  de  la  época  en  que  floreció, 
disuenan  al  espíritu  moderno — v.  gr.,  el  llevar  él  mismo  sobre  sus  hombros  la 
teña  para  quemar  herejes,  — en  el  espíritu  de  todos  tos  tiempos  han  de  resonar 
como  voz  del  Cielo  aquellas  palabras  suyas,  programa  de  su  heroica  y  santa 
vida:  Más  temo  ¡tu  maldiciones  de  una  vejezuela  de  Castilla  que  todas  las  lanzas 
de  los  inores. 


(|i    Fidel  Fita,  ^/«.fV. 


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250  HISTORIA    DF,  ESPAFlA 

No  podemos  sÍQO  apuntar  á  la  ligera  los  principales  episodios  del  niara- 
villoso  poema. 

Alzado  rey  en  Valladolid  (Julio  de  1217),  resistió  pasivamente  á  su  pa- 
dre, que  invadió  á  Castilla,  y  enérgicamente  á  los  Laras  y  á  otros  magnates 
turbulentos.  Terminaron  estas  desagradables  contiendas  en  Julio  de  12 19.  El 
30  de  Noviembre  del  mismo  año  se  celebró  en  la  Catedral  de  Burgos  su  matri- 
monio con  Beatriz  de  Suavia.  En  el  verano  de  1224  hizo  su  primera  campaña 
contra  los  moros,  apoderándose  de 
Quesada  y  otros  lugares.  Falleci- 
do su  padre  Alfonso  desheredán- 
dole del  reino  de  León,  se  apoderó 
pacificamente  de  este  reino,  que 
ya  no  volvió  á  separarse  nunca  de 
Castilla,  no  sin  dotar  con  soberana 
esplendidez  á  las  herederas  testa- 
mentarias, sus  hermanas  doña  San- 
cha y  doña  Dulce.  En  1231  fué  la 
victoria  del  Guadalete,  ganada  por 

Sepulcrodelrey  Alfonso  VIII  (en  lísHoelgía  el  infante  leonés  Don  AlfonSO  (l). 

de  Burgos).  En  1235  murió  la  reina  Doña  Bea- 

triz. Al  año  siguiente  fué  la  toma 
de  Córdoba;  en  la  primavera  de  1243,  la  ocupación  de  Murcia;  en  1246,  la 
entrada  en  Jaén;  en  1247,  la  de  Carmona,  y  empezó  (20  de  Agosto)  el  cer- 
co de  Sevilla.  La  rotura  del  puente  de  barcas  por  las  naves  chapadas  de 
hierro  del  almirante  Bonifaz  ocurrió  el  3  de  Mayo  de  124S;  la  ciudad  se 
rindió  el  23  de  Noviembre,  y  el  ejército  cristiano  entró  triunfalmente  el 
22  de  Diciembre.  Jerez  fué  tomada,  según  todas  las  probabilidades,  aunque 
no  es  seguro,  en  1251,  y  en  el  mismo  año  cayeron  sucesivamente  todas  las 
poblaciones  de  la  actual  provincia  de  Cádiz.  Esta  última  campaña  la  dirigió 
el  hijo  de  San  Fernando,  Don  Alfonso  el  Sabio. 

Meditaba  y  preparaba  el  santo  conquistador  una  expedición  al  África 
cuando  murió  en  Sevilla  (noche  del  jueves  30  de  Mayo  de  1232I,  edificando 
al  mundo  con  su  piedad  y  contrición.  Cuenta  su  nieto  D.  Juan  Manuel,  por 
habérselo  referido  á  él  Sancho  el  Bravo,  que  «cuando  el  rey  Don  Femando 
«fincó  en  Sevilla»,  á  todos  sus  hijos,  presentes  en  su  agonía,  dejó  muy  bien 
heredados,  menos  al  padre  de  dicho  D.  Juan  Manuel,  que  era  muy  mozo: 
<et  D.  Pedro  López  de  Ayala,  que  lo  criaba,  dijo  Sancho  el  Bravo,  trajo  el 
tmozo  al  rey,  et  pidió  por  merced  que  se  acordase  del...  Estaba  ya  el  rey 
acerca  de  la  muerte,  y  non  pudiendo  fablar  si  non  á  muy  grand  fuerza,  dijo: 
>Fijo,  vos  sodes  el  postrero  fijo  que  yo  hobe  de  la  reina  Doña  Beatriz,  que 
•  fué  muy  santa  et  muy  buena  mujer,  et  sé  que  vos  amaba  mucho.  Otros!,  fiero 
>nos  vos  puedo  dar  heredad  ninguna,  mas  dovos  la  mi  espada  lobera,  que  es 

(i)  Era  hijo  de  Alfonso  IX  7  de  Doña  Berenguelí  ei  decir:  herm&no  de  padre  y  medie 
de  San  Fernando.  Refiere  Don  Alfonso  el  Sabio  que  leoneses  ;  galiegoi,  por  oposición  i  U 
anión  de  las  dos  coronas,  iralsron  de  dar  la  de  León  á  este  infante;  pero  él  le  opuso,  tigniendo 
los  consejos  de  su  madre  Doña  Berenguela. 

(Exflicación  de  ¡,i  Mmina  Lll.) 

EMultnra  en  marfil  de  hn  árabes  en  Eapalla.  - 1 ,  Atquelí  f>  cofre  de  msrf  II  estilo  iribe-blin- 
lino,  finnddíiglo  \i.  Se  guirdien  el  monaslerio  de  Sanio  Domlneodc  Silos  (Burgos). -~  2  y  I.  joyero  y  n 
tipa,  siglo  \IV',  colección  del  conde  de  Valencia  de  Donjuán.  —  4.  Cofre  de  estilo  pena.inbe  del  siglo  XIV, 
exilíenle  en  1i  catedral  de  Pimplona.  Lleva  el  nombre  Al-Minzor  y  data  del  iffo  lOQS. 


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HiSTOKiji  Grífica  a»  LA  Civilización  Española 


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EiCBltnra  cu  mnrta  de  loi  árabe*  en  Eipala. 


252  HISTORIA   DB  ESPAÑA 

>cosa  de  muy  grand  virtud,  et  con  que  me  ñzo  Dios  á  mi  mucho  bieD>  (i). 
San  Fernando  tuvo  digno  compañero  en  la  gobernación  de  la  Península 
y  en  las  empresas  contra  infieles  en  su  contemporáneo  el  rey  de  Aragón  Don 
Jaime,  á  quien  para  santo  sólo  le  faltó  la  continencia,  y  fué  quizás  el  rey  más  ref 
de  nuestros  anales.  Nacido  en  Montpeller  el  sábado  2  de  Febrero  de  i2otJ, 
hijo  de  Pedro  II,  el  de  las  Navas,  y  de  María  de  Montpeller,  de  la  que 
dijo  el  mismo  Don  Jaime:  <si  en  el  mundo  habla  una  mujer  buena,  era  ella; 
>temfa  y  honraba  á  Dios;  fué  ama- 
>da  por  cuantos  la  conocían,  y  to- 
ldos la  llamaron  santa>  (2),  hubo 
de  correr  desde  la  más  tierna  in- 
fancia extrañas  vicisitudes.  Su  pa- 
dre, que  se  apellidaba  ti  Católico 
y  había  llegado  á  declararse  feu- 
datario de  la  Santa  Sede,  por  fa- 
vorecer á  su  cuñado  el  conde  de 
Tolosa  se  puso  de  parte  de  los  al- 
bigenses  y  contra  los  cruzados  de 
Simón  deMonfort.Vencidoymuer- 
to  en  la  batalla  de  Muret  (13  Sep- 
tiembre I2i3),quedó  el  niño  Jaime 
caulivo  de  Monfort,  y  sólo  pudo 
volver  á  su  reino  por  una  orden  de 
libertad  dada  porinocendoIII,  del 
que  dijo  él  luego  en  su  Crónica:  d 
mejor  pontífice  que  en  un  siglo  kabia 
ocupado  la  Silla  del  Apóstol.  Los  tíos 
del  Rey  tuviéronle  en  el  castillo  de 
Monzón  no  menos  cautivo  que  hu- 
biera podido  tenerle  Simón ;  pero 
á  los  diez  años  se  evadió  y  gober- 
^  ,  „  ,    ,  ,  nó  por  si.  El  6  de  Febrero  de  1222 

Don.  B«Mgud..  ,3)  se  casó  teniendo  nada  más  que  tre- 

ce años,  en  Agreda,  con  doña  Leo- 
nor de  Castilla,  hermana  de  Doña  Berenguela,  enlazándose  así  con  San  Fer- 
nando y  con  la  Casa  de  Suavia.  Luchó  decidido  y  perseverante  con  los  ricos 
hombres  de  Aragón;  en  las  Cortes  de  Barcelona  (Diciembre  1228)  resolvió  la 
conquista  de  Baleares,  que  duró  hasta  1232  (4).  Esta  presa  no  era,  sin  em- 
bargo, más  que  el  principio  de  la  guerra,  que,  según  él  mismo  dice,  había  de- 

(r)  «Traclado  que  fiío  D.  Juan  Manuel  sobre  lai  simu  qne  (atron  didas  i  sa  padre  el  íd- 
Kfante  U.  Manuel...  et  de  cómo  pasó  la  Tabla  que  con  el  re;  Don  Sancho  ovo  antes  qae  finaso. 

IJ)  Bernardo  d'EscloC  j  Muntaner  retiereD,  aunque  diürtendo  en  pormcDOres,  qae  los 
cónsules  y  prohombres  de  Montpeller,  disgustados  il  vei  que  Pedro  II,  may  aficionado  i  las 
laidas  —  hoiae  ilt  femkras  dice  la  crónica,  —  no  hacía  caso  de  su  esposa  jr  así  no  habla  real  sm- 
cesión,  discurrieron  con  Guillen  de  Álcali,  rico  hombre  tragonas,  la  estratagema  de  tntrodo- 
cir  á  la  reina  en  el  cuarto  donde  aguardaba  el  rey  i  su  amiga.  A  la  maíiana  el  Re;  exclamó' 
Ftits  que  asi  ei,  guitra  H  ciclo  cumpUr  nueilros  volas.  D.  Jaime  en  su  Crónica  no  sólo  no  habla 
de  esto  sino  que  parece  contradecirlo  al  consignar  que  fué  concebido  en  Mírebal. 

(í)  LaestatuadeD.'' Berenguela  lo  mismo  que  la  de  Enrique!  fueroncolocadasenlaCate- 
dral-Me¡quitade  Toledo  muya  principios  del  siglo  xiii,  por  el  arzobispo  D.  Rodiigo.AI  demolei- 
se  aquel  templo  árabe,  se  retiraron  de  allí  ambas  y  la  de  D.»  Berenguela  fui  i  parar  al  Taller  Jí¡ 
moro,  en  donde  permanecía  en  los  promedios  del  siglo  pasado.  La  de  D.  Enrique  esti  colocadi 
éntrelas  de  los  otros  reyes  en  la  capilla  mayor  de  dicha  catedral,  en  el  machón  mis  próximo 
al  aliar. 

(,])    Hasta  1235  no  fué  sometida  Ibiza. 


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HISTORIA    DE  ESPAtÍA  253 

clarado  <á  todos  los  sarracenos  del  mundo  por  tíerra  y  por  mar,  soportando 
>el  viento,  la  lluvia,  laa  tempestadess  el  hambre,  la  sed,  el  frfo  y  el  calor  para 

•  conquistar  á  los  infieles  ciudades,  castillos  y  aldeas  en  los  montes  y  en  los 
•llanosi.  En  seguida  acometió  la  empresa  de  Valencia.  La  guerra  fué  porfía- 
disima,  llena  de  incidentes  heroicos,  y  tan  prolongada,  que  do  terminó  hasta 
el  sábado  9  de  Octubre  de  1238,  dia  de  la  solemne  entrada  de  los  cristianos 
en  la  hermosa  ciudad  del  Turía.  Pero  contra  los  iufíeles  siguió  luchando  hasta 
que,  conquistada  Murcia,  no  tuvo 

Aragón  fronteras  musulmanas. 
Murió  de  sesenta  y  nueve  ahos 
(miércoles   27  de  Julio  de  1276). 

•  frente  á  frente  de  San  Luis,  de 
•San  Femando  y  de  Alfonso  el 
•Sabio,  Don  Jaime  tiene  un  lugar 
•aparte.  Por  desgracia  suya,  no  es 

•  santo,  y,  afortunadamente  para 

•  sus  vasallos,  no  es  sabio:  es  rey, 
•no  es  más  que  rey;  y  lo  es  en  la 

•  más  hermosa  acepción  de  la  pa- 
•labra  rtx,  dirigiendo  á  su  pueblo 

•  por  los  caminos  de  la  justicia  y 
>de  la  civilización.  Jaime  es  por 
•excelencia  el  hombre  de  acción, 
•de  la  acción  inteligente,  noble, 
•desinteresada  y  sublime,  cuya 
•popnlaridad  consiste  en  la  gran- 
•deza  misma  de  sus  pensamien- 
.los.  (i). 

S3.  —  Con  estos  dos  grandes 
monarcas  Castilla  y  Aragón  no 
sólo  alcanzaron  un  gran  desarrollo 
territorial,  sino  que  asentaron  de- 
finitivamente su  organización  poli-  Eariquel.  (a) 
tica,  y  tomaron  resueltamente  el 

camino  de  la  cultura  que  podemos  llamar  moderna.  Seflalan,  pues,  tan  glo- 
riosos reinados  un  punto  natural  de  separación  entre  dos  épocas  —  cuanto 
semejantes  puntos  y  épocas  no  sean  del  todo  arbitrarios,  —  de  tal  suerte  que 
la  faz  general  de  las  cosas  antes  y  después  de  ellos  preséntase  de  muy  dis- 
tinto modo.  Momento  es  el  presente,  por  tanto,  el  más  oportuno  para  dete- 
nemos en  la  narración  y  presentar  el  cuadro  sintético  de  la  historia  interna 
de  los  reinos  cristianos  de  la  Península  durante  tan  largo  periodo. 

Y  lo  primero  que  hay  que  apuntar  en  este  orden  es  que  las  monarquías 
cristiano -españolas  de  la  Edad  Media  fueron  del  mismo  sistema  social,  polí- 
tico y  administrativo  que  sus  contemporáneas  del  continente  europeo.  Las 
nadones  son  independientes  naciendo  á  la  vida  pública  y  desarrollándose 
autonómicamente;  pero  forman  entre  sí  grupos  por  comunidad  de  origen  y 
de  civilización,  dentro  de  cada  uno  de  los  cuales  se  va  cumpliendo  la  misma 
ley  evolutiva,  hasta  el  punto  de  que  las  instituciones  y  el  modo  de  ser  de 

(I)  Sinchcz  Cando.  V*»»e  Toartoolon  (Jíame  I  Ii  Conqueranl).  El  «ño  &t  I908  se  ce- 
lebrí  CD  Mantpeller  y  en  todos  los  reinos  de  la  aaligua  corona  de  Aragón  el  séptimo  cenlena- 
rio  del  nacimiento  de  Don  Jaime.  Entre  loa  trabajos  lilerarios  propios  de  las  solemnes  fiestas 
debe  citarse  la  edición  monumental  de  la  Créniía  real,  escrita  por  el  mismo  Conquistador. 

'3)    Viiie  la  nota  3  de  la  plgina  351. 


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254  HISTORIA   DE  BSPAÑA  | 

todas  son,  si  no  absolutamente  iguales,  muy  semejantes:  sólo  difieren  unas  de 
otras  en  pormenores  que,  ó  son  verdaderas  excepciones,  ó  singularidades  res- 
pecto del  tipo  general.  Y  á  medida  que  se  profundiza  en  su  estudio  comparado 
va  notándose  que  tales  singularidades  6  excepciones  son,  ó  meramente  de 
nombres  ó  apariencias,  ó  harto  más  insignificantes,  que  lo  que  se  creyó  en  un 
principio.  La  España  cristiana  pertenece  al  grupo  de  naciones  propiamente 
dicho  europeo,  y  siempre  ha  seguido  en-su  desarrollo  histórico  el  camino 
que  todas  las  de  su  grupo, 
no  marcando  su  individuali- 
dad nacional  sino  en  algunos 
puntos    determinados     por 
las  circunstancias  especiales 
su  carácter  colectivo  6  por 
que  ha  ido  atravesando. 

De  nuestro  antiguo  régi- 
men medioévico  puede  afir- 
marse, pues,  cuanto  del  bri- 
tánico ha  escrito  el  profundo 
Macaulay:  ique  pertenece  á 
>la  clase  de  aquellas  monar- 
>qufas  limitadas  que  nacie- 
>ron  en  la  Europa  occiden- 
»tal  durante  la  Edad  Media, 
»y  que  á  pesar  de  sus  dife- 
>rencias  se  daban  todas cier- 
>to  aire  de  familia;  parecido 
>que  no  causará  extrañeza 
>si  se  advierte  que  las  co- 
„  ,    „  ,  ,_■    ^     „         .  "marcas   en    las   cuales    se 

Doña  BerengaeUrenunc.  «  su  h,,o  Do»  Fenundo.  .forn,aron  fueron  provincias 
>del  mismo  grande  Imperio 
icivilizado,  y  sin  excepción  invadidas  y  conquistadas  casi  al  mismo  tiem- 
>po  por  las  tribus  del  mismo  bárbaro  y  belicoso  pueblo;  que  formaron  par- 
>te  de  la  misma  coalición  contra  los  sectarios  de  Mahoma;  que  se  haila- 
>ron  todas  en  comunión  con  la  misma  Iglesia;  que  sus  constituciones  polltí- 
>cas  adoptaron  naturalmente  la  misma  forma  en  todas  partes;  que  sus  insti- 
>tuciones  procedían  de  la  Roma  imperial,  de  la  pontificia  y  de  la  antigua 
•  Germania;  que  todas  tuvieron  reyes  y  en  todas  se  hizo  hereditario  el  ejer- 
>cÍcio  de  la  realeza;  que  todas  tuvieron  nobles,  cuyos  Htulos  indicaban  origen 
■  militar  y  dignidades  de  caballería  y  reglamentos  heráldicos  idénticos;  y  to- 
>das,  finalmente,  fundaciones  eclesiásticas  dotadas  de  pingües  rentas,  y  mu- 
>nicipios  también  con  grandes  franquicias,  y  asambleas  cuyo  consentimiento 
>era  indispensable  á  la  validez  de  ciertos  actos  públtcos>  (i). 

El  mismo  Macaulay  nos  enseña  que  estas  constituciones,  sólo  una  en 
esencia,  de  los  diversos  Estados  cristianos,  no  fueron  formadas,  como  laa  mo- 
dernas del  continente  europeo,  de  una  sola  vez  ó  por  acto  legislativo  de 
asambleas  constituyentes  imbuidas  en  ciertos  principios  ó  ideas  de  filosofía 
política,  sino  que  se  elaboraron  espontánea  y  lentamente  por  el  choque  de 
unos  elementos  sociales  con  otros,  por  recuerdos  de  tiempo  viejo  latino  y 
germánico,  y  al  impulso  de  necesidades  que  iban  surgiendo;  por  el  influjo  de 
doctrinas  buenas,  cuales  eran  las  de  la  religión  cristiana  y  del  Derecho  ro- 

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HISTORIA   DB  ESPAÍJA  255 

mano,  nunca  olvidado,  al  meaos  por  los  más  doctos,  mezcladas  y  confundidas 
con  errores  y  preocupaciones  hijos  de  la  ignorancia  y  de  la  barbarie.  Asi  re- 
sultaron esas  uniformes  constituciones  con  una  excelsa  cualidad  y  un  grave 
defecto:  la  cualidad  fué  la  solidez,  dimanada  de  su  compenetración  perfecta 
con  el  estado  social,  ya  que  no  eran  sino  este  mismo  estado  social  tal  y  como 
babfa  ido  cristalizando  en  formas  políticas,  ó  constituyéndose  sin  ñlósofos  6 
políticos  empeñados  en  amoldar  la  sodedad  á  las  normas  ideales  conce- 
bidas en  su  gabinete.  El  defecto  era  la  confusión,  porque  ni  se  bablan  sen- 
tado principios  fundamentales  de  que  fueran  las  leyes  ó  costumbres  un  des- 
arrollo metódico,  ni  se  hablan  inducido  estos  principios,  como  modernamente 
se  ha  hecho  en  Inglaterra,  del  estudio  de  las  leyes  mismas;  en  la  Edad  Me- 
día  no  estaban  legalmente  determinadas  ni  limitadas  las  atribuciones  de  na- 
die; todos  los  elementos  sociales  —  Iglesia,  Estado,  papa,  reyes,  nobles,  et- 
cétera—  parece  que  aspiraban  por  igual  al  predominio  absoluto,  no  tolerando 
á  los  otros  factores  ó  elementos  de  la  sociedad  sino  á  la  fuerza;  y  de  aquf  un 
equilibrio  inestable  ó  un  aumento  á  disminución  constantes  de  poderio  en 
cada  uno  según  las  circunstancias  del  momento  ó  las  condiciones  de  talento, 
valor  y  ambición  de  las  personas  á  quien  tocaba  representar  cada  orden. 
Esta  confusión  engendraba  un  inacabable  y  agitadlsimo  periodo  constitu- 
yente, que  duró  toda  la  Edad  Media. 

Dos  fenómenos  sociales  contribuyeron  poderosamente  al  acrecenta- 
miento de  esta  confusión:  el  feudalismo  y  la  organización  militar. 

84.  —  Feudalismo.  —  Esta  palabra  se  nos  ofrece  hoy  con  una  signiñca- 
ción  algo  confusa,  y  es  porque  la  institución  ó  sistema  caracteristicos  de  la 
Edad  Media  á  que  se  aplica  variaron  mucho  según  los  tiempos  y  países  en 
que  rigió,  y  así,  el  feudalisfiw  no  fué  lo  mismo  antes  y  después  de  Carlomagno 
ni  en  Francia  ó  Alemania  como  en  nuestra  Península  (i).  Pero  en  todas  partes 
y  en  todos  tiempos  tuvo  caracteres  lípicos  comunes,  dimanados  de  la  idea,  ó, 
mejor  dicho,  del  error  que  fué  su  origen. 

La  etimología  del  vocablo  feudo  nos  da  razón  de  este  origen  común. 
FíMdo  no  viene  alfides:  fe,  ni  á^faedus:  alianza,  como  apuntó  Monlau,  sino 
de  voces  germánicas  expresivas  todas  de  la  idea  de  propiedad  territorial  (3);  y, 
efectivamente,  los  conceptos  át  feudo  y  feudalisttio  estuvieron  siempre  y  en 
todas  partes  asociados  al  concepto  de  posesión  del  suelo.  El  feudatario  era 
un  terrateniente,  ó  que  posda  derechos  (tus  in  re)  sobre  la  tierra.  Aho- 
ra bien;  la  idea  de  propiedad,  tan  claramente  deñnida  por  el  Derecho  ro- 
mano, se  embrolló  en  la  Edad  Media  por  lo  que  se  refiere  á  la  inmue- 
ble, en  parte  por  efecto  del  hecho  de  la  invasión  de  los  bárbaros,  y  en  parte 
por  desarrollo  anormal  y  excesivo  ó  por  mala  inteligenda  de  algunos  prind- 
pios  del  mismo  Derecho  romano,  y  el  resultado  fué  que  se  llegó  á  la  conclu- 
sión absurda  de  que  el  dueSo  de  un  terreno  es  señor  de  todos  los  que  viven 
en  él,  confundiéndose  así  dos  cosas  que  deben  ser  tan  distintas  como  la  pro- 
piedad y  la  soberanía.  £1  Derecho  romano  habla  ofrecido  ya  en  la  senñdum- 
l>re  de  ¡a  gleba  d  tipo  de  heredades  con  hombres  adscritos  á  ella  indisolu- 
blemente, y  sobre  los  cuales  tenía  dominio  absoluto  el  dueño  del  terreno; 
pero  esos  hombres  eran  esclavos,  y  para  esclavos  tal  género  de  servidumbre 

¡1)  De  donde  dimana,  i  nueatrojaicio.  que  Martínez  Marina,  Lista  y  otras  hayan  podido 
negar  la  existencia  del  feadalismo  en  España,  especialmente  en  Castilla  y  León.  Tenían  razón 
en  cnanto  comparabaD  nuestro  itgimen  ieadal  con  el  de  Francia,  Alemania  é  Italia,  es  decir, 
de  loa  países  que  constitayeron  el  Imperio  carolingio,  muy  distinto  del  nuestro,  exceptuando 


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3^6  HISTORIA   DE  ESPAÍ^A 

representaba,  sin  duda,  un  alivio  en  su  misera  condición;  en  la  Edad  Media, 
no  ya  el  siervo,  sino  todo  hombre  que  moraba  eo  el  terruño,  estaba  subor- 
dinado al  dueño.  Mas  si  por  efecto  de  tan  grosero  error  el  que  vivía  en  tierra 
ajena  era  vasallo  del  terrateniente,  éste,  á  consecuencia  del  mismo  absurdo 
principio,  no  podía  ser  verdadero  propietario  de  su  heredad,  sino  mero  po- 
seedor, ya  que  el  soberano  ó  rey  había  de  asumir  la  propiedad  de  todo  el  t%- 
rritorio,  ser  dominios  rerum  (señor  de  las  cosas),  como  lo  era  de  las  personas,  ó 
rey  propietario,  según  la  locución  castellana.  En  resumen:  el  feudatario  era  un 
terrateniente  que  dentro  de  su  heredad  ó  feudo  tenía  la  soberanía  sobre  las 
personas  que  allí  habitaban,  y  que  á  la  vez  se  reconocía  mero  poseedor  de 
la  tierra,  porque  no  había  en  todo  el  Estado  más  que  un  verdadero  propieta- 
rio: el  rey.  Más  breve:  el  feudatario  era  el  propietario  territorial,  seg;ún  se 
concibió  este  tipo  en  la  Edad  Media. 

Sobre  esta  base  la  institución  nació  y  se  desarrolló  según  la  índole  de 
los  pueblos.  Después  de  la  desmembración  del  Imperio  carolingio,  en  los 
reinos  fundados  sobre  su  ruina  fué  organizada  sistemáticamente  para  la  de- 
fensa militar,  dándose  las  tierras  por  el  soberano  como  estipendio  y  recom- 
pensa del  servicio  de  las  armas  y  en  proporción  á  la  entidad  del  mismo  ser- 
vicio, ó  sea  al  número  de  hombres  con  que  cada  feudatario  debía  acudir  á  la 
guerra.  En  España  sólo  en  Cataluña  tomó  este  carácter,  si  bien  tendió  á  él  en 
todas  las  regiones. 

Organización  uilh-ar  —  El  Imperio  romano  impuso  al  mundo  domira- 
do  por  él  el  inestimable  beneficio  de  la  paz  interior  merced  al  instrumento 
de  un  ejército  permanente,  bien  organizado  y  sumiso  por  el  vínculo  de  la 
obediencia  pasiva  al  emperador  ó  soberano.  En  nuestra  época  las  naciones 
viven  también  en  paz  interior  por  haberse  restaurado  en  todas  ellas  aquella 
institución  romana  del  ejército  permanente  como  cuerpo  separado  de  la  po- 
blación civil.  Asi,  en  nuestros  días,  lo  mismo  que  en  los  buenos  tiempos  de 
Roma,  mientras  los  militares  profesan  el  arte  de  la  guerra  procurando  lle- 
varlo á  su  mayor  perfección  y  están  siempre  apercibidos,  no  sólo  á  rechazar 
acometidas  de  enemigos  exteriores  sino  á  reducir  á  los  díscolos  y  descon- 
tentos, que  nunca  faltan  en  ninguna  nación,  por  bueno  que  sea  el  gobierno, 
la  masa  de  ciudadanos  puede  dedicarse  tranquilamente  á  las  artes  de  la  paz, 
cada  uno  en  su  oficio;  y  de  aquí  que  haya  orden  ó  libertad,  que  es  lo  mismo, 
y  que  constantemente  progresen  la  industria,  las  ciencias  y  todo  lo  que  enno- 
blece y  hace  grata  la  vida  humana.  Pero  en  la  Edad  Media  estaba  muy  lejos 
de  ser  asf:  no  había  ejército  propiamente  dicho,  sino  que  todos  los  hombres 
libres  eran  soldados,  y  organizábanse  como  querían,  y  para  ser  más  fuertes 
armaban  á  sus  siervos,  y  los  feudatarios  hacían  de  sus  casas  plazas  fuertes  y 
dirimían  á  viva  fuerza  las  querellas  con  los  vecinos.  La  obligación  legal  era 
estar  prontos  al  llamamiento  del  rey,  ya  para  ir  at  fonsado  (hacer  entradas 
en  tierra  enemiga),  ya  para  defender  el  territorio  invadido  por  enemigos; 
quien  podía,  iba  con  caballo,  y  disfrutaba  por  eso  de  grandes  prerrogativas 
sociales  y  políticas;  quien  no,  sólo  con  su  persona  y  armas.  Los  tiempos  más 
pacíficos  entonces  eran  los  de  las  guerras,  que  ahora  nos  parecen  mayores, 
pues  á  ellas  acudía  toda  la  multitud  de  hombres  de  armas,  que  cuando  no 
había  tales  motivos  se  dedicaban  á  guerrear  unos  contra  otros.  <En  aquellos 

•  tiempos  —  dice  Macaulay, —  si  un  jefe  popular  levantaba  pendones  por 
>una  causa  simpática,  en  veinticuatro  horas  reunía  un  ejercito  irregular,  que 
>regular  no  lo  habla,  pues  si  todos  entendían  algo  del  oficio  de  soldado,  casi 
>ninguno  lo  sabía  por  completo.  Y  como  los  rebaños,  las  cosechas  y  las  roez- 

•  quinas  viviendas  constituían  toda  la  riqueza  nacional,  y  todo  el  menage  de 
»los  hogares,  y  las  provisionei  de  las  tiendas,  y  los  instrumentos  y  útiles  que 


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HISTORIA   DE   ESPAÑA  257 

•  habla  en  el  reino  apenas  vallan  lo  que  la  propiedad  actual  de  algunas  pa- 

•  TToquias,  y  las  manuracturas  eran  groseras,  y  el  crédito  público  cosa  deseo- 
•nocida,  la  sociedad  se  reponía  fácilmente  no  bien  pasaba  la  tormenta,  que- 

•  daodo  reducidas  las  calamidades  de  la  guerra  civil  á  una  matanza  mayor  ó 

•  menor  en  el  campo  de  batalla  y  á  las  ejecuciones  y  confiscaciones  subsi- 
•guientes,  y  ocho  días  después  del  combate  los  gañanes  uncían  los  bueyes  al 

•  arado  para  labrar  la  tierra  que  ^rvió  de  palenque  á  la  contienda,  y  el  señor 

•  lanzaba  sus  halcones  como  si  nin- 
•gún  suceso  extraordinario  hubie- 

•  ra  interrumpido  poco  hacía  el 

•  curso  regular  de  la  vida  huma- 
na» (i).  Pero  estas  peripecias,  tan 
admirablemente  pintadas  por  el 
gran  historiador  inglés,  repetíanse 
con  suma  frecuencia,  y  hoy,  le- 
yendo las  crónicas,  á  pesar  de  ser 
tan  concisas ,  nos  preguntamos 
asombrados  cómo  podía  vivir  la 
gente  en  aquella  permanente  anar- 
quía, co  aquella  guerra  trasmitida 
de  generación  en  generación  du- 
rante vanos  siglos. 

Teniendo  muy  en  cuenta  es- 
tos fenómenos  es  como  pueden 
comprenderse  las  instituciones  y 
los  hechos  de  la  historia  interna 
de  la  Edad  Media. 

85.  —  Monarquía.  —  En  to- 
dos los  reinos  fué  electiva,  menos 
en  el  condado  de  Barcelona,  don- 
de, según  ya  hemos  visto,  la  dig- 
nidad condal  nació  de  nombra- 
miento de  los  reyes  francos,  en  un 
principio  temporal,  y  después  he-  (^^ ' 
rcditaría.  En  las  otras  regiones  el 
rey  era,  según  la  frase  tradicional, 
oltMÍo  ó  levantado,  lo  que  indica  bien  claramente  el  carácter  electivo  de  la  pro^ 
clamación.  Antiquísima  ó  inmemorial  era  la  costumbre  de  jurar  el  rey  la  obser- 
vancia de  las  leyes,  fueros,  privilegios,  buenos  usos  y  costumbres  del  reino 
antes  de  recibir  el  pleito  homenaje  de  los  prelados,  ricos- hombres,  caballe- 
ros, ciudades  y  villas;  finalmente,  el  rey  era  ungido  con  el  óleo  santo.  Siem- 
pre hubo  la  tendencia  á  la  tras  formación  de  la  monarquía  de  electiva  en 
hereditaria,  y  pocas  veces,  aun  en  los  primeros  siglos,  salió  la  corona  de 
la  misma  familia;  desde  Pelayo  hasta  Fernando  el  Magno,  menudean  los  casos 
de  sucesión  hereditaria;  á  dicho  Fernando  le  vemos  tomar  el  reino  de  León 
por  derecho  de  su  mujer,  y  á  su  muerte  dejar  sus  Estados  repartidos  entre 
sus  hijos,  lo  que  nos  indica  que  el  error  del  feudalismo  se  había  incorporado 
va  al  concepto  de  la  monarquía,  teniéndose  el  rey  por  propietario  del  reino. 
Habiéndose  dicho  á  Don  Fernando  que  hacia  mal  repartiendo  el  reino,  con- 
testó qne,  como  lo  había  conquistado  ó  ganado,  podía  disponer  de  él  como 
quisiera:  las  palabras  conquistas^  ganancias  y  compras  se  habían  hecho  sinóni- 


Fcnnndo  III  el  Saate. 


(1)    Obrmcit. 
ilccdo.  Historia  d 


D,g,t7cdb/COOglC 


258  HISTORIA  DE  ESPAÑA 

mas,  como  vemos  en  los  fueros  de  Navarra.  La  trasformación  de  la  monar- 
quía en  hereditaria  fné  un  bien  que  hay  que  agradecer  al  error  del  feadalts- 
mo,  aunque  por  lo  pronto  trajera  el  mal  de  las  reparticiones  del  reino  y  de  las 
minorías  turbulentas.  Consecuencia  de  tan  notable  cambio  fueron  la  jura  del 
inmediato  sucesor  en  vida  del  rey  su  padre,  y  la  intervención  del  reino  en 
los  matrimonios  regios.  Alfonso  VI  consultó  con  los  prelados  y  sefiores  el 
casamiento  de  su  bija  con  el  rey  de  Aragón.  Alfonso  VI[  «casó  teniendo  por 
>bien  los  ornes  buenos  de  su  Imperio,  ya  era  en  edat  de  casar,  é  de  facer 
«heredero  que  mantuviese  el  reino  é  los  pueblos  enpaz>.  Las  Cortes  de  Bur- 
gos intervinieron  en  el  matrimonio  de  Alfonso  VIII  y  Doña  Leonor,  y  las  de 
Carrión  (i  iSS),  en  el  proyectado  enlace  de  Doña  Berenguela  con  Conrado  de 
Suavia.  Se  ve  que  ta  costumbre  había  establecido  el  orden  de  suceder  tal  y 
como  las  Partidas  luego  lo  sancionaron. 

En  cuanto  á  la  autoridad  real,  los  antiguos  fueros  la  resumen  en  las  cua- 
tro prerrogativas  esenciales  de  Justicia  (administrarla  en  todo  el  reino,  pues 
hasta  los  señores  lo  hacían  por  delegación  real),  mongda  (derecho  de  acuñarla), 
Jtmsadera  (facultad  de  exigir  á  todos  los  hombres  del  reino  que  le  sigan  á  la 
guerra  ó  le  paguen  una  redención  por  el  servicio  militar),  ¿  shos  yaniarts 
(derecho  de  ser  alimentado  por  el  reino,  y  especialmente  por  la  ciudad  en 
que  residía):  en  estas  prerrogativas  iban  incluidas  la  potestad  l^slativa  más 
amplia  y  todo  el  poder  ejecutivo.  £1  rey  era  legislador,  gobernador  y  juez 
supremo  del  reino. 

En  los  Estados  cristianos  las  personas  eran  síervas  ó  libres.  Se  caia  en 
servidumbre:  por  nacimiento,  por  obnoxacián  (voluntariamente,  es  decir,  por 
renuncia  de  la  libertad),  por  deudas  y  por  cautiverio.  El  siervo  de  nacimiento 
se  llamaba  de  criasÓH,  y  el  que  voluntariamente  se  hada  siervo  de  la  Iglesia, 
oblato.  El  siervo  era  una  cosa,  y  no  una  persona.  La  servidumbre  de  la  gleba 
consistía  en  la  unión  jurídica  y  material  del  cultivador  con  el  predio  que  cul- 
tivaba. Los  siervos  labraban  á  sus  expensas  y  retenían  los  frutos,  entregando 
al  señor  una  parte  mayor  ó  menor,  según  la  costumbre  del  lugar;  como  en- 
tonces corría  poco  el  dinero,  el  canon  se  pagaba  en  especie:  ganado,  aves, 
manteca,  lienzo,  etc.,  amén  de  los  servicios  personales  exigidos  por  el  ama. 
Aun  cuando  andando  el  tiempo  el  siervo  se  convirtió  en  colono  y  disfrutó  de 
cierta  libertad,  su  condición  fué  siempre  muy  triste.  En  Cataluña,  por  ejem- 
plo, estaba  sometido,  además  de  á  las  prestaciones  ordinarias,  á  las  s§a  malas 
»soí,  entre  los  cuales  era  singularmente  odiosa  la  otgMcia,  en  virtud  del  cual,  si 
la  mujer  del  payés  cometía  adulterio  sin  consentimiento  del  marido,  sus  bie- 
nes se  repartían  por  mitad  entre  dicho  marido  y  el  señor;  y  si  se  probaba  que 
el  marido  consintió,  todo  era  para  el  amo:  de  aquí  vino  el  adagio  sobre  cormas 
sin^uo  sóidos.  También  era  un  mal  uso  la  firma  de  spoli,  sobre  el  cual  se  ha 
fantaseado  que  consistía  en  un  vergonzoso  tributo  de  la  payesa  al  señor  antes 
de  consumar  el  matrimonio;  nada  menos  cierto,  sin  embargo.  Solsona,  maes- 
tro de  los  doctores  catalanes,  ha  probado  que  \i  firma  de  spoli  6  Jerma  dt 
spoli  forsaí  no  era  otra  cosa  sino  un  canon  que  había  de  pagar  el  payés  al 
señor  por  la  autorización  para  hipotecar  la  tierra  en  seguridad  de  la  dote 
recibida.  En  la  Compilación  de  Pedro  Albert  hay  una  constitución  que  pres- 
cribe á  la  mujer  heredera  del  feudo  prestar  homenaje  al  señor,  y  como  una 
de  las  ceremonias  del  pleito -homenaje  era  el  ósculo  del  señor  al  vasallo,  se 

a  LIO). 

■  I.  Jirrón  árabe  del  si^to  MH,  niftenle  en  d  MuiM  ArqucolAgico  NadoiuJ. 
de  nn  tener  teflejos  metílicos,  —  2.  Jim  hiipano-inbe,  siglo  xv.  —  J.  Bolc  dr 
xorido  con  oro  y  xvA.  —  \.  Plilo-bruero  hiipano-moirlico,  siglo  f\. 


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Historia  Gkípica  de  la  Civilizaciún  Española 


Cartmiea  árabe. 


D,g,t7cdb/COOgIC 


Historia  GkIfick  de  la  Civilizacióm  Espaüoi 


Hierro*  arllstlCM. 


,,CoogIc 


HISTORIA   DE   ESPAÑA  26l 

previno  que  eo  ese  caso  nombrase  la  payesa  un  representante  para  cumplir 
esta  parte  del  ceremonial. 

Los  hombres  libres  eran  de  dos  clases:  i.'  Los  nobles,  que  en  los  prime- 
ros tiempos  eran  designados  con  los  nombres  de  príncipes,  potestate  terrae, 
proceres,  magnates  y  rici-komnes,  auxiliares  y  casi  compañeros  del  rey  en  la 
guerra,  á  que  acudían  con  sus  vasallos,  y  en  la  paz,  ya  desempeñando  los 
gobiernos  (condados),  ya  en  oficios  palatinos  {magnates  togae  piUatii).  Después 
la  nobleza  fué  organizada  en  grupos  jerárquicos:  infantes  (hijos  legítimos  del 
rey),  condes  y  viscúndes,  ricos-honus,  infanzones,  caballeros,  escuderos  é  hidal- 
gos, que  en  Cataluña  se  llamaban  komes  deparatge.  En  Aragón  ios  infanzones 
fueron  llamados  al  principio  mesnaderos,  y  existia  la  clase  de  los  harona  des- 
pués de  la  de  los  ricos-hombres.  2.'  L^s  hombres  libres  sin  nobleza:  patrocina- 
dos ó  sometidos  á  benefactoría  de  otro,  y  los  colonos  ingenuos  (colonos,  coUa- 
tos,  solariegos,  foreros,  trihttarios,  villanos,  etc.) 

Propiedad  territorial.  —  Partiendo  de  los  principios  feudales  ya  ex- 
puestos ligeramente,  el  rey  daba  las  tierras  á  quien  le  parecía,  ó  se  las  reser- 
vaba. De  aquí  la  división  de  los  terrenos  en  de  realengo  y  señoriaUs,  subdivi- 
didos  ios  últimos  en  eclesiásticos  (de  abadengo)  y  seculares.  Era  dominio 
abadial  ó  de  juro  de  heredad  el  perpetuo,  irrevocable  y  trasmisible  á  los  here- 
deros. Prestimonio,  el  título  porque  un  vasallo  adquiría  terreno  dentro  de  la 
jurisdicción  señorial,  con  deber  de  prestar  al  señor  algún  servido  ó  pensión. 
Encomienda,  la  cesión  temporal  de  una  tierra  ó  lugar,  generalmente  por  la 
vida  del  bencfídado. 

Poco  á  poco  el  siervo  fué  convirtiéndose  en  colono,  el  colono  en  vasallo, 
y  nadendo  la  clase  de  hombres  libres  no  nobles,  á  la  vez  que  la  propiedad, 
sin  perder  su  carácter  juridico  de  mera  posesión,  iba  consolidándose,  y  con 
lodo  esto  nació  el  verdadero  pueblo,  el  conjunto  de  los  homes  buenos  de  GiJ- 
(t//a.  La  tnfluenda  de  la  Iglesia  en  este  provechoso  cambio  es  indiscutible. 
<£lla  tomó  bajo  su  protecdón  á  la  sociedad,  y  la  salvó  de  los  horrores  de  la 
•anarquía.  Valiéndose  de  su  poder  moral,  obliga  á  los  opresores  á  asociarse, 
"bajo  juramento,  con  los  oprimidos  á  fin  de  hacer  que  se  respete  la  paz  pú- 

•  blica,  la  ley  y  los  derechos  de  todos.  La  paz  de  Dios  penetró  por  los  reinos 
>i)e  León  y  de  Castilla,  como  la  paz  y  tregua  habfa  penetrado  en  el  siglo  xi 
•en  Cataluña.  En  el  Concilio  de  Oviedo  de  11 15,  á  que  asistieron  los  obispos 

•  y  magnates  y  el  pueblo  de  la  diócesis,  juraron  todos  conservar  la  paz,  tmpe- 
>dir  que  se  quitasen  al  colono  sus  animales  domésticos,  se  saquease,  robase, 
•ni  hidese  daño  alguno,  y  castigar  al  ladrón  ó  malhechor,  al  que  le  auxiliase 
>y  al  que  de  cualquiera  otra  manera  quebrantase  la  paz,  imponiendo,  además 

•  del  anatema  de  la  Iglesia,  otras  severas  penas.  Esta  constitución  se  exten- 

•  dió  por  todos  los  territorios  de  Asturias,  Castilla  y  León,  jurando  todos  los 
•hatütantes  su' observan  da.  Don  Alfonso  el  Batallador  la  hizo  extensiva  á  Ara- 
•gón,  donde  se  conservó  por  mucho  tiempo,  como  lo  prueban  las  constitucio- 
•nes  de  Don  Ramón  Berengner  de  1 164  y  las  que  posteriormente  se  hicieron 
•en  la  época  de  Don  Jamie  el  Conquistador.  Don  Alfonso  Vil  confirmó  también 
'la  paz  hecha  en  el  Concilio  de  Oviedo,  conservándose  esta  Institución,  como 
•lo  atestiguan  las  constitudones  hechas  por  su  nieto  Alfonso  IX  de  León>  {\). 

(1)    Muñoz  y  Romero  (Díicnno  de  recepción). 

Espli-mion  at  la  lamina  LIV). 

Hierro*  artiltlcoi.  -  1.  Cuiddibro.  siglo  MV,  Iglnla  de  San  Pedto  de  Tarrisa.  —  Z.  Reja  del  si- 
llo W.Baillicadí  San  Viirdte,  Ávila.— 3.  Braieto  de  bronce,  siglo  XIV.  —  í.  Aldabón  del  sigloxv.  —  5,  De- 
ulte  de  la  iter|a  del  altar  de  San  Anlonio.ilglo  XI.  Basílica  de  San  Vicmle,  Ávili. 


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262  HISTORIA  DE  ESPASa 

La  influencia  eclesiástica  se  manifestó  por  los  obispos  y  por  el  clero, 
pero  muy  especialmente  también  por  el  monacato.  Las  Órdenes  religiosas  son 
tan  antiguas  en  España,  que  en  el  Concilio  I  de  Zaragoza  (3S0)  y  en  el  I  de 
Toledo  ^00)  se  legisló  sobre  ellas.  En  la  época  visigoda  llegaron  los  monas- 
terios á  un  gran  esplendor,  y  empezada  la  Reconquista,  no  sólo  renacieron  á 
nueva  vida  y  se  fundaron  muchos,  sino  que  constituyeron  el  elemento  más 
activo  de  colonización  y  repoblación  de  los  terrenos  reconquistados.  En 
aquella  época  de  hierro  en  que  se  conceptuaba  el  ejercicio  de  las  armas  única 
profesión  digna  de  un  hombre  libre,  los  monjes  que,  apartados  por  sus  votos 
de  ta  vida  militar  y  considerando  el  trabajo  corporal  y  el  cultivo  de  las  faculta- 
des del  alma  más  como  un  acto  de  penitencia  propio  de  su  instituto  que  como 
un  modo  de  ganarse  el  sustento,  no  temían  rebajarse  coa  las  faenas  más  du- 
ras; eran  los  únicos  que  comprendían  que  el  destino  humano  sobre  la  Tierra 
se  cumple  tan  perfectamente  ó  mejor  que  dando  y  recibiendo  cuchilladas  en 
los  campos  de  batalla,  leyendo,  estudiando,  meditando  y  escribiendo,  labrando 
la  tierra,  construyendo  edificios;  ejerciendo,  en  suma,  todas  las  artes  de  la  paz. 

Por  tanto,  el  monacato  no  constituía  en  aquel  tiempo  un  elemento  de 
civilización,  según  ha  podido  serlo  después,  sino  que  era  la  dvÜizadóu,  toda 
¡a  civiliíorión,  en  su  triple  aspecto  moral,  intelectual  y  material;  era  el  dere- 
cho, la  ciencia  y  el  trabajo,  y  fuera  del  monasterio  difícil  es  hallar  más  que 
fuerza  bruta,  ignorancia  y  belicoso  ardimiento.  Es  verdad  que  habla  héroes; 
pero  héroes  que  no  sabían  escribir  su  nombre  ni  leer  una  línea,  que  despre- 
ciaban el  trabajo  como  cosa  propia  de  siervos,  y  que  creían  con  absoluta 
buena  fe,  con  la  firmeza  con  que  se  creen  las  preocupaciones  hereditarias, 
que  el  buen  caballero  se  rebaja  ganándose  el  sustento  de  otro  modo  que 
despojando  á  los  enemigos  en  el  campo  de  batalla;  hombres,  en  suma,  en  quie- 
nes el  guerrear  perpetuo  habla  desarrollado,  aunque  de  cierta  manera  noble, 
todos  los  instintos  crueles  de  la  matanza  y  de  la  rapiña. 

Innumerables  fueron  los  monasterios  fundados  y  las  donaciones  de  reyes 
y  particulares  que  los  enriquecieron  desde  el  siglo  vm  al  xi.  El  más  famoso, 
el  de  Sahagún,  llamado  primitivamente  Domnos  Santos  por  hallarse  en  el 
sitio  que  se  creía  sepultura  de  los  mártires  Facundo  y  Primitivo,  y  después 
de  San  Facundo,  y  que  fué  sin  duda  en  la  mente  de  Alfonso  III  su  fundador, 
y  en  la  realidad  de  los  hechos,  el  elemento  más  activo  de  repoblación  en  los 
devastados  campos  góticos;  toda  aquella  comarca  se  llenó  de  colonias  mona- 
cales en  torno  de  iglesias  reedificadas  servidas  por  los  monjes  de  Sahagún,  y 
que  fueron  otras  tantas  villas  ó  granjas  agrfcolas,  base  de  futuros  lugares. 

Estos  núcleos  de  población  plebeya  se  desarrollaron  poco  á  poco,  dando 
lugar  á  las  behetrías  (lugares  ó  grupos  de  lugares  con  facultad  de  elegirse 
señor,  ya  libremente,  behetría  de  mar  d  mar — ya  entre  los  individuos  de  una 
familia — behetrías  de  linaje  d  linaje),  y  á  las  villas  ó  concejos  (pueblos  inde- 
pendientes de  toda  jurisdicción  que  no  fuera  la  del  rey,  tipo  del  municipio 
español),  de  los  cuales  los  más  importantes — los  que  eran  sedes  episcopales — 
tomaron  el  título  de  ciudades. 

Así  nació  el  pueblo,  cuya  importancia  política  creció  siempre,  contraba- 
anceó  la  de  la  nobleza,  y  apoyó  á  los  reyes  en  su  grande  obra  de  crear  el  Es- 
tado moderno. 

Los  reyes  contaron  con  el  pueblo,  llamándolo  á  los  grandes  Consejos  de 


( ExplUadón  di  la  lamina  1. 1 .) 

Emalteadtí  ilflo  Xtl.-I.  Piito 


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Historia  Obífica  dk  la  Civilizaciúm  Española 


Etnudtc*  ilel  «Ifla  XII. 


D,g,t7cdb/COOgIC 


Historia  (íhÍfica  de  la  Civiliiaciók  Rsvañola 


HISTORIA  DEL  TRAJE.-SIglal  Xllt  yXIV. 

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HISTORIA  DE  ESPAÑA  365 

b  Corona  en  cuanto  tuvo  importancia  social  proporcionada  á  la  fundón  polí- 
tica. Al  Parlamento  inglés  no  concurrieron  lús  comunes  hasta  1226^  á  las  Dietas 
germánicas  no  fueron  los  burgueses  hasta  1237,  y  en  Francia  el  estado  llano  no 
asistió  á  los  Generales  del  Reino  hasta  1303.  En  Castilla  y  León  tenemos  las 
Cortes  celebradas  por  Alfonso  IX  en  su  capital,  aflo  de  1 1 88,  de  las  que  dice 
el  mismo  monarca:  ^nos  ayuntamos  en  León,  cibdat  real,  en  la  honrada  com- 
>pañía  de  obispos,  é  la  gloriosa  de  los  ricos  príncipes  y  barones,  é  muche- 
•dumbre  de  las  cibdades  ó  embiados  de  cada  cibdat  por  escote.>  Y  antes, 
en  1 169  consta  que  hubo  representación  de  los  concejos  en  las  Cortes  de 
Burgos,  convocadas  por  Alfonso  VIII.  En  Navarra,  según  Moret,  asistieron 
legMlos  dt  todos  los  pueblos  á  las  Cortes  de  1194;  y  en  Aragón,  según  Zurita, 
por  la  misma  fecha. 

Realmente  hasta  que  el  pueblo  entró  en  las  Cortes  no  tuvieron  estas 
asambleas  dicho  nombre,  ni  fueron  verdaderas  representaciones  del  reino; 
pero  esto  no  significa  que  antes  no  se  celebraran.  Consta,  por  el  contrario, 
que  desde  el  siglo  ix  reuníanse  concilios,  continuadores  de  los  de  Toledo,  y 
confusos,  como  ellos,  en  sus  funciones  á  la  vez  eclesiásticas  y  seculares.  Con- 
currían á  estos  concilios,  como  se  ve  por  el  de  León,  en  el  reinado  de  Alfon- 
so V,  omnes  pontífices,  et  aibates,  et  optimates  regni  Hispaniae;  ó  por  el  de  Co- 
yania  (1050),  á  que  asistieron  episcopi,  et  abbates,  et  omnes  regni  optimates.  Se 
trataba  de  lo  religioso  y  de  lo  temporal — cada  vez  menos  de  lo  primero  y 
más  de  lo  segundo, — y  cuando  llegaron  los  procuradores  de  las  ciudades,  ya 
no  se  habló  más  que  de  la  gobernación  del  reino,  dejando  á  los  sínodos  ecle- 
siásticos el  arreglo  de  la  Iglesia. 

66. — Contribuyó  á  esta  debida  y  necesaria  separación  entre  lo  temporal 
y  lo  eterno  un  suceso  de  la  mayor  importancia,  ó,  mejor  dicho,  una  revolu- 
ción trascendental  realizada  en  todo  el  mundo  cristiano,  y  que  en  España  se 
consumó  á  la  segunda  mitad  del  siglo  xi.  Desde  que  fué  establecido  en  nues- 
tra Península  el  cristianismo,  los  obispos  y  el  pueblo  cristianos  reconocieron 
y  acataron  como  instituida  por  Jesucristo  la  supremacía,  no  sólo  de  honor 
sino  de  jurisdicción,  del  obispo  de  Roma,  sucesor  de  San  Pedro  y  vicario  de 
nuestro  Señor,  sobre  toda  la  Iglesia:  multitud  de  documentos  atestiguan  en 
todos  los  siglos  esta  verdad.  Es,  sin  embargo,  cierto  que,  ya  por  la  diñcultad 
de  las  comunicaciones,  ya  por  las  vicisitudes  de  los  tiempos,  la  autoridad 
apostólica,  lazo  de  unión  del  mundo  cristiano,  no  era  ejercida  en  las  provin- 
cias un  tanto  alejadas  de  Roma  con  la  regularidad  que  resulta  tan  eficaz  y 
salvadora.  Oe  aquí  una  especie  de  indedepencia  de  hecho  ó  de  aparta- 
miento material  del  centro  de  la  unidad  católica,  de  que  no  podían  derivarse 
sino  males.  Gracias  á  la  buena  doctrina  y  virtudes  de  nuestros  antepasados 
estos  males  no  llegaron  á  la  corrupción  ó  adulteración  de  la  verdad  religiosa, 
ni  al  intento  de  cistna,  ni  á  la  debilitación  de  la  fe;  pero  la  confusión  de  atri- 
buciones eclesiásticas  y  seculares  y  la  intervención  predominante  del  Poder 
civil  en  los  asuntos  relif^sos,  ¿no  eran  consecuencias  de  aquel  estado? 

(Sx/)¡¡í-a.i¡a  dt  ia  lámina  L  VJ.) 

HISTORIA DELTRige. Siglo  XIII  yXIV.- 1.  E^Ulua  en  b  Mista  del  «unro  de  U  catedral  vieii 
deSilaminca.  —  1.  Eitaluí  sepulcral  d:  la  Infanta  Dorta  Leonor  Rodríguez  de  Castro,  Villalciiar  de  Sirga 
(Pilencia).  —  !,  Esculluri  sepulcral  del  infanle  Don  Felipe,  vnialcázar  de  Sirga  (Falencia). —  4  y  5.  DoAi 
ConiluKiadc  Arisdn  y  id  apoto  D.  Quillernia  Ramún  de  Moneada,  Seztcscal  deCalaliifla.  (EsUn  lomadas 
estas  ñgoras  de  las  eMaluas  yacentes  de  sns  sepulcros  qne  se  hallan  en  la  Catedral  de  Lítlda).  -  f>.  Dona 
Eliielda  de  Moneada,  esposa  de  Don  Jaime  II  de  Aragón  (estatua  sobre  su  sepulcro  en  el  Real  Monasterio 
de  ladrales,  junto  1  Barcelona).  —  ?.  La  reina  Doña  Blanca,  «posa  dt  Don  Jaime  11  de  Aragón  <I>e  la  esta. 
loa  de  su  sepulcro  existente  en  el  monaslerlo  de  Santas  Cruces,  provincia  de  Tarragona).  —  S,  D.  Bernarda 
de  Anglesola  (De  U  estatua  sepulcral  en  el  monasletio  de  Poblet),  Este  traje  es  del  siglo  Mv 


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266  HTSTORIA   DE  ESPAÍlA 

El  insigne  pontífice  San  Gregorio  VII,  de  quien  ha  escrito  el  protestante 
Gregorovius:  «sus  victorias,  debidas,  no  al  hierro  ni  al  plomo,  sino  á  las  armas 
>niás  delicadas  y  espirituales,  hacen  á  la  Edad  Media  muy  superior  á  los 
•tiempos  modernos,  y  este  papa,  más  grande  y  admirable  que  Alejandro, 
>César  y  Napoleón»,  se  propuso  que  la  antoridad  pontificia  fuera  efectiva  en 
toda  la  cristiandad,  y  que  en  toda  ella  se  tributase  á  Dios  culto  por  el  mismo 
rito,  para  que  en  lo  grande  y  en  lo  pequefio  resplandeciera  el  »i*««m  ovüe  eí 
unus  pastor,  prescrito  por  Jesucristo. 

Auxiliares  inteligentes  y  activos  de  la  obra  de  Gregorio  Vil  fueron  los 
monjes  de  ta  abadía  de  Cluny.  La  Orden  benedictina  no  se  parece  á  las 
otras  religiosas  más  modernas  en  constituir  un  conjunto  ot^ánico  ó  una  sola 
familia  espiritual  establecida  en  diferentes  casas,  pero  dependiente  de  un 
superior  único.  El  vínculo  que  la  une,  ó,  mejor  dicho,  que  la  unía  en  la  Edad 
Medía,  pues  luego  ya  se  ha  establecido  por  los  papas  Superior  general,  era  la 
observancia  de  la  regla  de  San  Benito,  que  contíene  reglas  generales  de  vida 
monástica.  Dentro  de  esta  regla  cada  monasterio  se  constituía  con  su  parti- 
cular observancia,  á  menos  que  adoptase  la  de  otro  ya  fundado.  De  aquellos 
monasterios,  tipos  ó  matrices  de  otros,  fueron  especialmente  famosos  los  de 
Monte  Casino  y  Cluny.  El  último  llegó  á  contar  en  el  siglo  xii  2.000  monas- 
terios á  su  imagen  y  semejanza,  y  constituyó  el  foco  de  civilización  más  po- 
tente en  la  Europa  occidental.  Según  las  crónicas  benedictinas,  ciertas  en  el 
fondo,  aunque  no  en  todos  sus  pormenores  y  fundamentos,  los  cluniacenses 
vinieron  á  España  á  principios  del  siglo  xi,  reinando  en  Navarra  Sancho  el 
Mayor,  y  reformaron  algunos  monasterios  det  Norte;  á  últimos  de  la  misma 
centuria  {1062)  el  legado  pontificio  Hugo  Cándido  intentó  ya  que  se  adopta- 
se la  liturgia  romana;  pero  encontró  contradicción  en  nuestros  prelados,  y 
Alejando  II  reconoció  y  aprobó  el  ritual  (1063)  que  venia  observándose  en 
España  (i);  en  1068  volvió  Hugo  Cándido  á  la  Península,  y  consiguió  que  en 
Navarra  y  Aragón  fuese  adoptado  el  misal  romano,  diciéndose  la  misa  romana 
en  San  Juan  de  la  Peña  el  22  de  Mayo  de  1071. 

Aunque  aparentemente  tan  distinta,  estaba  relacionada  Intimamente  coa 
esta  cuestión  del  rito  la  de  la  exención  de  los  Monasterios  ú  órdenes  reli- 
giosas. En  efecto;  una  y  otra  tendían  á  lo  mismo:  al  ejercido  constante  y 
efectivo  de  la  autoridad  pontificia  en  toda  la  cristiandad.  Por  medio  de  la 
unidad  del  culto  pretendíase  hacer  patente  á  los  fieles  la  unidad  de  la  Igle- 
sia, de  que  el  papa  es  padre  común;  y  eximiendo  á  los  religiosos  de  la  auto- 
ridad de  cada  obispo  particular  y  sometiéndolos  á  la  directa  del  romano 
pontífice  se  daba  á  éste  como  una  milicia  espiritual  enteramente  suya,  esta- 
blecida en  todas  las  diócesis.  La  experiencia  posterior  nos  acredita  que 
cuantos  enemigos  de  la  unidad  de  la  Iglesia  han  atacado  después  á  la  auto- 
ridad pontificia,  han  empezado  siempre  su  tarea  arremetiendo  contra  las 
Órdenes  religiosas  y  procurando  echarlas  del  pafs  que  han  querido  apartar 

[O  Procedía  de  los  primeros  Uempos,  y  fnt  períeccionindose  poco  á  poco  en  los  conci- 
lios de  Toledo  (III  y  IV)  ypoi  los  más  esclarecidos  varones  de  la  Iglesia,  tenieodo  San  Isidoro 
la  m.-iyor  parle  en  la  obra.  For  eso  <e  la  llama  liturgia  isideriatut.  Los  nombres  de  rilo  iriuxa' 
rabe  y  gótice  bod  impropios, 

(EipUiación  de  la  ¡amina  L  Vil.) 

kooocrafU  de  NuMirm  Stbora  la  Vlrsca  Marta.- 1.  Nuesiri  ScHori  de  Ujní,  «¡eio  \ili  (Niv*. 

Trt).  —  2,  Nutslra  Señara  de  U  Arrivací,  antigua  pitrona  de  Murcia  (principios  del  ligio  XID).  -  3.  Imagen 
déla  Virgen  en  el  púrtico  de  la  Catedral  de  Tarragona.  —  4.  Virgen  del  Pllar-Zaragou(fines  del  siglo  w.— 
í.  La  Virgin  con  el  Niflo.  cobre  «mallido.  Iglesia  de  Husillos  (Palencia).  ~t.  Virgen  gfttici  del  siglo  XV 
tToledo). 


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Historia  Gráfica  db  la  Civilización  Esi-aüola  LAmiha  LVII 


Icoaoirana  d«  Nneitra  Scftora  la  Vitfta  Harta. 

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268  HISTORIA   DE  ESPAÑA 

del  centro  de  la  unidad  católica;  prueba  decisiva,  si  no  hubiera  otras,  de  que 
los  papas  de  aquellos  siglos,  especialmente  Gregorio  VII,  y  los  cluniacenses 
que  los  ayudaron  en  su  empresa  sabían  muy  bien  adonde  iban  y  lo  que  ha- 
bla que  hacer  para  evitar  que  el  catolicismo  se  fraccionara  en  cantones  na- 
cionales, los  cuales,  al  constituirse  luego  vigorosamente  las  nacionalidades 
modernas,  hubieran  caldo  todos  bajo  la  dependencia  del  Poder  temporal. 
Cierto  que  así  ha  sucedido  en  los  Estados  cismáticos  y  protestantes;  pero 
para  ello  ha  sido  menester  proclamar  abiertamente  la  herejía,  y  en  ninguno 
han  faltado  nunca  núcleos  fíeles  á  la  unidad  católica,  ó  sea  d  ¡a  Piedra  sagra- 
da puesta  por  Jesucristo  por  cimiento  del  edificio  religioso. 

En  Castilla  la  reforma  pontificia  tropezó  con  obstáculos  dimanados,  no 
de  oposición  doctrinal  sino  de  mero  apego  á  los  antiguos  usos  litúrgicos. 
Pero  la  favorecieron  los  reyes,  especialmente  Alfonso  VI.  A  Sahagún  vino  de 
abad  el  cluniacense  Roberto^  y  después  de  él,  Bernardo,  «hombre  de  muy 

•  buenas  costumbres  y  suaves,  de  muy  buen  ingenio,  de  doctrina  aventajada, 
>entereza  y  rectitud  probada  en  muchas  cosas  y  en  quien  resplandecía  un 

•  ejemplo  y  dechado  de  la  virtud  antigua»  (i),  circunstancias  que  determina- 
ron su  elección  para  la  sede  de  Toledo  al  ser  reconquistada,  aunque  era 
francés.  Y  no  fué  solo:  Pedro  de  Bourges,  Raimundo  de  Salvitate,  Gerardo 
de  Moisac,  Bernardo  de  Agen,  Pedro  de  Agen,  Jerónimo  de  Perigneux  y 
otros  muchos  cluniacenses  figuraron  al  frente  de  nuestra  Iglesia  ocupando 
las  sedes  más  importantes  durante  los  reinados  de  Alfonso  VI,  Doña  Urraca 
y  Alfonso  VII,  mientras  que  muchedumbre  de  monjes  franceses  se  avecin- 
daba en  todos  [los  monasterios  peninsulares.  Esto  es  lo  que  después  se  llamó 
¡a  invasión  galieana,  contra  la  cual  tronaron  tanto  Masdeu  y  casi  todos  nues- 
tros historiadores  elesiásticos,  aun  los  ultramontanos,  en  los  siglos  xvm  y  xix. 

De  los  regalistas  no  hay  que  decir,  pues  para  ellos  es  inconcuso  que  los 
galicanos  arrasaron  las  buenas  tradiciones  elesiásticas  de  nuestra  patria.  Lo 
positivo  es  que,  efecto  de  su  influencia,  la  autoridad  pontificia,  aquí  nunca 
puesta  en  duda,  ejercióse  de  una  manera  regular  y  constante;  que  el  mona- 
cato tomó  una  nueva  faz  emancipándose  de  la  jurisdiccióu  ordinaria  de  los 
obispos,  y  desarrollándose  en  lo  sucesivo  bajo  la  dirección  inmediata  de  la 
Santa  Sede,  y,  finalmente,  que  el  rito  antiguo  español  fué  reemplazado  por 
el  romano  (2). 

Na,  por  cierto,  sin  resistencia.  He  aquí  cómo  el  arzobispo  D.  Rodrigo 
refiejaba  un  siglo  después  esta  oposición:  (Turbáronse,  dice,  el  clero  y  pue- 

•  blo  de  toda  España  al  verse  obligados  por  el  principe  y  por  el  cardenal  á 

•  recibir  el  oficio  galicano:  señalóse  día,  y  congregados  el  Rey,  el  Arzobispo, 

•  el  legado  y  multitud  grande  del  clero  y  del  pueblo,  se  disputó  largamente, 

•  resistiendo  con  firmeza  el  clero,  la  milicia  y  el  pueblo  la  mudanza  del  oficio. 

•  El  Rey,  empeñado  en  lo  contrario  y  persuadido  por  su  mujer,  amenazólos 

•  con  venganzas  y  terrores.  Llegaron  las  cosas  á  punto  de  concertarse  un 

•  duelo  para  que  la  cuestión  se  decidiera.  Y  elegidos  dos  campeones,  el  uno 

•  por  el  Rey  en  defensa  del  rito  galicano,  y  el  otro  por  la  milicia  y  el  pueblo 
>en  pro  del  oficio  de  Toledo,  el  campeón  del  Rey  fué  vencido,  con  grande 

•  aplauso  y  alegría  del  pueblo.  Pero  el  Rey,  estimulado  por  Doña  Constanza 
■  no  cejó  de  su  propósito,  y  declaró  que  el  duelo  no  era  bastante.  El  defensor 

•  del  oficio  toledano  fué  de  la  casa  de  los  Matanzas,  cerca  de  Pisuei^a. 

(i)    Mariana  (IX-XVII). 

|2)  Conviene  advertir  que  est 
desde  et  pontiRcado  de  San  Gelas 
adoptase  en  [oda  la  Iglesia. 


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HISTORIA  DE  ESPA5ÍA 


269 


•Levantóse  grao  sediciún  en  la  milicia  y  el  pueblo;  acordaron  poner  en 
■el  fuego  el  misal  toledano  y  el  muzárabe.  Y  observado  por  todos  escrupu- 
>loso  ayuno  y  hecha  devota  oración,  alabaron  y  bendijeron  al  Señor  ai  ver 
^abrasado  el  oficio  galicano,  mientras  saltaba  sobre  todas  las  llamas  del  in- 
>cendio  el  toledano,  enteramente  ileso.  Mas  el  Rey,  como  era  pertinacísimo 
>ea  sus  voluntades,  ni  se  aterró  por  el  milagro  ni  se  rindió  á  tas  súplicas, 

■  sino  que,  amenazando  con  muertes  y  conñscacíones  á  los  que  resistían,  man- 
ido observar  en  todos  sus  reinos 

■  el  ofido  romano.  Y  asf,  llorando 
■y  doliéndose  todos,  nació  aquel 

■  proverbio;  AUd  van  U/es  do  quie- 
*reM  reyes.  • 

Este  relato  debe  de  ser  legen- 
dario é  inspirado  en  un  tiempo  en 
que  le  espíritu  nacional,  ya  forta- 
lecido por  el  progreso  que  nos  tra- 
jeron los  extranjeros,  habla  reac- 
cionado contra  esta  influencia  fo- 
rastera. Hay  constantemente  vi- 
vos en  toda  nación  dos  espíritus 
que  son  necesarios  por  igual  para 
el  progreso  de  la  especie  humana: 
uno  es  el  nacional  propiamente  di- 
cho ó  indígena  y  exclusivista  que 
rechaza  por  instinto  todo  lo  que 
viene  de  afuera;  y  otro  es  el  espí- 
ritu verdaderamente  humano  ó 
universal,  por  el  cual  nos  recono- 
cemos miembros  de  la  gran  fami- 
lia humana.  Si  este  segundo  llega- 
se á  dominar  algún  día,  desapare- 
cerían las  naciones  ó  patrias;  pero 
si  dominara  exclusivamente  el  pri- 
mero, los  pueblos  aislados  acaba- 
rían por  consumirse  en  su  propia 

decadencia.  Es  conveniente  que  los  pueblos  sean  autónomos;  pero  es  me- 
nester que  de  cuando  en  cuando  vengan  aires  exteriores  á  desentumecerlos 
y  refrescarlos  ó,  aunque  no  sea  más,  á  ponerlos  en  comunicación  efectiva  con 
tas  corrientes  de  la  civilización  universal.  La  Historia  nos  acredita  que  han 
ido  predominando  sucesivamente  uno  y  otro  espíritu,  y  que  al  predominio  de 
cada  uno  ha  seguido  una  reacción  del  otro.  La  ÍKoasión  galicana,  ó  sea  la 
fítropeisación  que  se  inicia  en  el  reinado  de  Sancho  el  Mayor,  fué  uno  de  esos 
momentos  en  que  se  abrieron  nuestras  fronteras  á  las  aguas  exteriores ,  y  le 
siguió  inmediatamente  otro  en  que  volvieron  á  cerrarse,  hasta  con  vergüenza 
retrospectiva  de  haberlasdejado  abiertas:  en  este  segundo  momento  es  cuando 
escribía  el  arzobispo  D.  Rodrigo;  pero  ya. /a  influencia  galicana,  ó  mejor  dicho, 
europea,  había  producido  sus  beneficiosos  efectos. 

Aquel  siglo  xn  precisamente,  las  Órdenes  religiosas  llegaron  á  su  apogeo 
en  España,  naciendo  otras  nuevas,  como  las  de  los  Dominicos,  fundada  en 
Tolosa  (1201)  por  el  noble  español  Santo  Domingo  de  Guzmán,  y  que  se  in- 
trodujo en  nuestra  Península  á  principios  del  siglo  xiii;  la  de  los  Franciscanos, 
que  el  mismo  Patriarca  deAsís  trajo  á  España  (11 13);  la  de  los  Trinitarios,  que 
también  su  fundador  San  Juan  de  Mata  estableció  aquí  á  fines  del  siglo  xn;  la 


Allomo  X,  ti  Satie. 

(Tomado  de  una  escultura  de  la  Catedral 

de  Toledo.) 


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270 


de  los  Mercedaríos,  en  cuya  fundación  tanta  parte  tuvo  Ooa  Jaime  et  Conquis- 
tador. Pero  las  más  singulares  fueron  las  Ordenes  Militares:  las  de  Oriente  te- 
nían Casas  en  España  desde  muy  antiguo,  y  alcanearon  grau  influencia  política, 
sobre  todo  en  Aragón;  á  su  semejanza  organizáronse  aqui  muchas  naciona- 
les, de  las  cuales  fueron  las  más  célebres,  consiguiendo  arraigo  y  gran  pode- 
rlo, las  de  Calatrava,  Alcántara,  Santiago  y  Montesa. 

S7.  —  La  influencia  de  los  cluniacensea  y  cistercienses,  hijos  del  espíritu 
de  San  Bernardo  y  d^nos  émulos  de  los  primeros,  no  fué  sólo  religiosa,  sino 
social,  política  y  literaria.  Los  adversarios  retrospectivos  de  la  invasión  gali- 
cana señalan  como  un  mal  de  aquella  ioflencia  la  introducción  de  bárbaros 
usos  feudales  en  los  fueros,  procedentes  de  Francia  y  desconocidos  antes  en 
España  (i).  Sea  de  esto  lo  que  quiera,  en  lo  que  no  cabe  negar  el  influjo  be- 
neñcioso  de  aquella  eur^eitación  es  en  el  desarrollode  la  cultura  nacional  y  en 
)a  formación  de  nuestra  lengua  y  literatura.  En  efecto;  los  cluniacenses  lleva- 
ron á  París  la  filosofía  y  la  ciencia  de  los  árabes  españoles,  y  trajeron  á  Es- 
paña las  obras  didácticas  y  literarias  en  que  se  inspiraron  nuestros  autores 
latinos  del  siglo  xm.  Pero  lo  más  señalado  y  trascendental  fué  que  divu^a- 
ron  aquí  la  épica  popular  francesa,  ó  sean  los  cantos  de  Cartomi^no,  y  á  su 
imitación  brotó  la  épica  popular  española,  que  habla  de  fijar  nuestro  idioma 
y  ser  robusto  tallo  del  árbol  gigantesco  de  nuestra  poesía. 

Hada  siglos  que  el  romance  castellano  iba  elaborándose  en  labios  del 
vulgo,  despreciado  por  los  doctos,  que  no  veían  en  él  sino  una  jerga  bár- 
bara,producto  de  la  corrupción  del  latín.  Algunos  documentos  han  quedado 
en  que  puede  observarse  la  trasformación  sucesiva  y  constante  del  idioma: 
en  un  privilegio,  por  ejemplo,  nada  menos  que  del  siglo  vni,  entre  las  pala- 
bras latinas  vense  ya  las  de  rocino,  muía,  capa,  cJlices,  cruce  de  argento,  fron- 
tales y  campanas  de  ferro.  Por  mucho  tiempo  se  ha  creído  que  lo  más  antiguo 


(ExfUcacióii  di  la  láiaina  L  VIH.) 

OrlCt>rcrUcri*tllM.-SlBlMX)alXV.-l.  Cilii  dr  San  Secundo,  siglo  Xii  (Avila).  ~  2.  Cálit 
<\üc  usabí  Sinlo  Domingo,  siglo  xi.  —  3.  Cilii,  siglo  xiv.  —  A.  Cillz  y  palcni,  siglo  XV,  C»ledt»l  de  Sego- 
via.  —  S.  Cllii  de  DoRi  Utrací,  siglo  XII.  Se  goirdi  en  el  monaslerio  de  Su  Isidro  (Lean)  -  Cáliz  ádSe- 
ñor.  Enlre  todas  las  rellqnlai  de  la  Catedral  de  Valencia,  bdnnse  y  venérase  como  principal Islmi,  el  Cáliz 
del  Señor,  el  qne  faé  instrumento  ugrido  pan  la  InsUtución  de  U  Eucirlstfi.  AlU  por  los  siglos  XIII  y  xtv 
habla  en  el  monasterio  de  San  Juan  dr  la  PefU  un  dlii  que  era,  wgñn  la  liwticiún,  d  de  la  Cena  del  Seflor. 
El  rey  Don  Martin  quiso  poseerlo  y  logró  que  los  monjes  se  lo  cediesen,  y  lo  llevó  i  su  palado  de  la  Alja- 
ferla.  en  Zaragoza,  hasta  que  Ailonsa  V  dispuso  depoiltirlo  con  otras  reliquias  en  el  Real  de  Valencia;  y 
leniendo  qne  dejar  esta  ciudad,  mandó  depositarlas  en  la  sacristía  de  la  Catedral  el  11  de  Abril  de  1414,  y 
como  depúiito  lo  guardó  el  Cabildo  hasta  que  el  mismo  monarca,  desde  Italia,  k  hizo  donación  completa 
de  ellas  por  escritura  de  IS  de  Mirto  de  1418.  Hasta  aquí  la  historia. 

La  tradición  refiere,  según  los  monjes  de  San  Juan  de  ta  Pena,  que  el  Santo  Cáliz  fué  llevada  de  ]eni- 
salen  í  Roma  portas  discípulos  del  Sellar,  y  que  cuando  San  Lorento  se  vio  amenaiado  de  entregar  los  bie- 
nes de  la  Iglesia  al  César,  envió  aquel  cálit  1  Huesca,  por  ser  sn  palrla.  Allí  estuvo  hasta  la  Invasión  de  los 
trabes:  lo  escondieron  en  la  cueva  que  lué  cuna  del  monasterio  famoso,  y  también  de  la  monarquía  arago- 
nesa. De  todo  cslo  no  hay  más  pormenores  que  la  tradición. 

El  cáliz  es  de  una  especie  de  ágata,  que  los  tipidaríos  llaman  cornerina  oriental,  de  color  rojo  obten ro, 
con  aguas  y  visos  de  varios  matices.  El  píe,  de  la  misma  piedra,  está  adornado  con  treinta  y  ocho  perlas,  dos 
baianas  y  dos  esmeraldas.  El  cuello  y  lat  asas  son  de  oro  cincelada.  Hasta  1T44  usábase  este  cáliz  para  la 
fiesla  de  Jueves  Santo,  colocándose  en  él  It  Hostia  que  se  reservaba  en  el  monumento.  Aquel  alio  cay*  al 
ponerla  en  el  altar  y  se  rompió,  y  para  evitar  percances  se  determinó  no  usarlo  mis.  Solamente  se  le  extrae 
del  relicario  el  primer  domingo  d<  Julio,  en  que  se  le  dedica  tiesta  solemne. 


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Historia  Gráfica  de  la  Civilización  Española  LAmiha  LVIII 


ORPEBKEKiA  CRISTIANA.  -  S1bId«  XI  tí  XV. 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


272  HISTORIA   DE  ESPAÑA 

conocido  escrito  en  lengua  castellana  es  la  carta-puebla  de  Aviles,  otorgada 
por  Alfonso  VII  en  1155  (i);  pero  la  severa  critica  del  primer  Marqués  de 
Pidal  y  de  D.  Aureliano  Fernández  Guerra  (2)  ha  demostrado  que  tal  docu- 
mento es  apócrifo.  La  primada  corresponde  al  Poema  de  Mió  Cid,  y  este 
poema  (3)  no  es  otra  cosa  sino  uno  de  tantos  cantares  de  gesta  como  los  ju- 
glares castellanos  del  siglo  xii  cantaban  en  las  plazas  públicas,  en  los  cami- 
nos, en  las  cámaras  de  los  castillos,  enalteciendo  á  los  héroes  nacionales  del 
mismo  modo  que  los  primitivos  poetas  helénicos  cantaron  á  los  héroes  de  la 
guerra  de  Troya,  formando  la  epopeya  que  después,  arreglada  y  retocada 
por  retóricos,  fué  la  litada. 

Este  gusto  por  los  juglares  y  sus  cantos  heroicos  nos  vino  de  Francia, 
y  es  notoria  la  ínñuencia  cluniacense  en  su  introducción.  Primero  cantaron 
nuestros  Juglares  las  hazañas  de  Carlomagno,  y  después,  al  iniciarse  la  reac- 
ción del  espíritu  nacional  contra  la  invasión  galicana,  transformaron  esa 
leyeada  en  sentido  español,  creando  el  personaje  novelesco  de  Bernar- 
do del  Carpió,  vencedor  de  Roldan  y  los  Doce  Pares,  y  apareciendo  los  ci- 
clos épicos  de  nuestra  propia  historia:  el  del  Cid,  el  de  los  Jalantes  de 
Lara,  etc.  (4). 

La  lengua  española  tenía  ya  forma  precisa,  estaba  salvada;  en  ella  escrf- 
bense  desde  luego  poemas  religiosos  ( Vida  de  Santa  María  Egipciaca,  Libre 
de  los  tres  Reys  d'Orient),  misterios  para  ser  representados  en  las  catedrales 
{Poema  de  los  Reyes  Magos,  descubierto  por  Amador  de  los  Rfos  en  el  archivo 
catedralicio  de  Toledo),  poemas  eruditos,  como  los  de  Gonzalo  de  Bcrceo, 
que,  dejando  el  latín,  escribe: 


El  de  AUxandre,  atribuido  á  Juan  Lorenzo  de  Segura,  y  que  ahora  parece 
ser  del  mismo  Berceo;  el  liira  de  Apolonio,  el  poema  de  Fernán  González  y  el 
aljamiado  de  ^osé,  y,  finalmente,  San  Fernando,  poniendo  al  edificio  la  corona 
que  le  faltaba,  emplea  el  idioma  castellano  parala  prosa  didáctica  en  el  Ubro 
de  los  doce  sahios,  ó  Tractado  de  la  nobleza  et  lealtad  (;)  y  las  lloras  de  la  Filo- 
sofía que  hizo  componer  en  romance,  y  para  la  legislación  en  et  Setenario, 
primer  bosquejo  de  las  Partidas,  y  en  la  traducción  del  Futro  ^mgo  (6). 

88.  —  Esta  época,  iniciada  por  San  Fernando  en  Castilla  y  Don  Jaime 
en  Aragón,  es  de  tal  esplendor  de  cultura  y  de  adelanto  en  todos  los  órde- 
nes de  la  vida  social,  que  justamente  se  la  ha  llamado  prímer  renacimiento  6 
renacimiento  del  siglo  xiii.  Se  la  puede  considerar  personificada  en  Don  Al- 
fonso el  Sabio,  que  reinó  desde  r252  (7)  hasta  1284. 

El  hijo  de  san  Fernando  era  un  buen  guerrero,  como  lo  acreditó  en  vida  de 
su  padre  y  en  su  propio  reinado  sometiendo  á  los  moros  del  reino  de  Sevilla 

(O  Así  lo  creyeron  Risco,  Campomanes,  Martínez  María*,  Tiknor.  Amador  de  los  Ríos 
j  Goniílez  Llanos. 

(3{  El  primero,  en  su  discurso  de  recepci&n  en  la  Academia  EspaHola;  el  segundo,  en  d 
opúsculo  El  fuere  át  Avile!. 

(3)  Véase  Cantar  de  Mió  Cid;  texto,  gramática  y  vocaturio,  por  R.  Menindez  Pidal,  obra 
premiada  por  la  Reat  Academia  Española.  Madrid,  igoS. 

[.))  Muchas  obras  podrían  citarse  para  el  estudio  de  esta  inleresantisima  materia;  pero 
todo  está  admitablemente  resumido,  y  ademis  engrandecido  y  hermoseado,  en  el  Irataáo  de 
Ibs  romances  viejos  de  Meníndez  Peláyo  (Ant-,  XI  y  XIl). 

(5)  Gayangos  lo  cree  posterior  al  santo  rey. 

(6)  Vfaae  <caeaum«i  UitArloo-crltlco  de  la  Llteíalnra  Bipaflola»,  por  D.  Ángel 
Saloodo  Rala.  <Pabllcaolúii  de  U  Caía  Calleja.) 

17)    Habla  nacido  en  I3II. 


,,CoogIc 


HISTORIA  DE  ESPAÑA  273 

que  se  sublevaron;  pero  le  faltó  aquel  tino  en  la  práctica  de  la  vida  y  aquel 
conocimiento  de  los  hombres  y  de  las  cosas  sin  los  cuales  no  es  posible  la 
política,  ó,  como  escribió  Feijóo,  el  ars  artium  ei  scüníia  scieHtiamm  Aomittut» 
rtgnt.  Persiguió  quimeras,  como  el  Imperio  de  Alemania;  incurrió  en  yerros 
tan  grandes  como  pretender  aumentar  la  riqueza  pública  alterando  el  valor 
de  la  moneda;  no  acertó  á  reprimir  á  los  grandes,  tan  firmemente  sujetos  por 
su  santo  antecesor;  tampoco  supo  gobernar  su  propia  familia,  y  su  hijo  San- 
cho le  quitó  el  reino  en  vida,  no  dejándole  más  que  su  kal  cibdat  dé  Sevilla, 
en  perjuicio  de  los  nietos,  á  quienes  él  quería,  los  infantesde  la  Cerda;  come- 
tió, por  ultimo,  la  indelicadeza  de  llamar  en  su  auxilio  y  contra  su  bijo  y 
subditos  á  los  moros  de  África.  Pues  con  todas  estas  cosas,  cada  una  de  las 
cuales  bastarla  para  deshonrar  la  memoria  de  cualquier  rey,  la  de  Don  Al- 
fonso es  gloriosísima,  y,  en  su  orden,  la  primera  y  más  excelsa  de  los  monar- 
cas españoles.  Porque  fué,  como  su  sobrenombre  justamente  pregona,  un 
sabio,  y,  cual  suelen  los  verdaderos  sabios,  buentsimo,  y  tan  candido,  que, 
aventajando  en  sabiduría  á  todos  sus  contemporáneos,  constantemente  le 
engañaron  y  burlaron  cuantos  quisieron.  Su  corazón  era  el  de  un  niño,  y  de 
niño  sus  arrebatos  y  las  maldiciones  que  lanzaba  en  fermosa  fabla  contra  su 
hijo  díscolo  y  sus  subditos  rebeldes,  para  desdecirse  en  seguida  enternecido, 
atribuyéndolo  todo  á  mancebía  ó  mocedad  de  sus  implacables  enemigos.  Figu- 
ra extraordinariamente  simpática  por  la  bondad  del  carácter,  es  digna  de 
admiración  perdurable  por  lo  que  llevó  á  cabo  en  las  esferas  del  Derecho,  de 
las  Ciencias  y  de  las  Letras.  Su  reinado  temporal,  por  decirlo  asi,  fué  cala- 
mitoso para  él  y  para  España;  pero  después  de  su  muerte,  v  cuando  ya  había 
desaparecido  la  generación  que  sufrió  las  consecuencias  de  su  incapacidad  de 
gobernante,  empezó  para  el  Rey  Sabio  un  reinado  espiritual  que  en  tas  cáte- 
dras de  Astronomía  duró  siglos,  en  et  Foro  y  en  las  Facultades  de  Jurispru- 
dencia se  ha  perpetuado  hasta  nuestros  días,  y  en  las  letras  castellanas  no 
concluirá  nunca.  £1  monarca  que  no  supo  mantener  en  paz  y  justicia  á  los 
hombres  á  quienes  tocó  ser  subditos  suyos,  con  la  palabra  inmortal  de  su 
Código  ha  regulado  la  justicia  en  muchísimas  generaciones  posteriores. 

Conviene  ñjarse,  siquiera  sea  con  brevedad  suma,  en  los  distintos  aspec- 
tos de  esta  ñgura  gigantesca: 

I."  En  el  Derecho.  —  Los  reyes  de  Asturias  y  León  intentaron  man- 
tener el  Fuero  Juzgo  como  ley  general  de  ta  España  cristiana,  aunque  ni  en 
tos  tiempos  visigodos  debió  de  ser  aplicado  íntegramente,  ni  contener  toda 
la  vigente  legislación  (i).  Las  costumbres  germánicas,  en  parte  no  escritas  y 
en  parte  formuladas  en  los  fueros  municipales  ó  de  clase — verbigracia,  los  no- 
Iñliaríos  —  se  sobrepusieron  á  este  pensamiento  de  unidad  legislativa,  y  el 
Derecho  en  la  Edad  Media  fué  un  conjunto  caótico  de  usos  y  fueros,  algunos 
buenos;  por  ejemplo,  los  gananciales  en  el  matrimonio,  la  libertad  de  contra- 
tación, etc.  Contra  este  Derecho,  elaborado  espontáneamente  por  la  sociedad 
y  á  que  llamamos  hoy  germdntío,  se  levantó  la  ciencia  jurídica,  representada 
por  los  que  ansiaban  ta  restauración  íntegra  del  Derecho  romano,  y  que  tenía 
SD  principal  foco  en  ta  Universidad  de  Bolonia,  de  donde  irradiaba  á  las  nues- 
tras, especialmente  ta  de  Salamanca,  fundada  por  Alfonso  IX  de  León.  San 
Femando,  según  queda  dicho,  empezó  ó  diseñó  la  obra  que  Don  Alfonso 
llevó  á  cabo  con  El  EspictUo  (espejo  de  las  leyes),  el  Fuero  Real,  y  sobre 
todo  las  Partidas.  Éstas,  llamadas  por  su  autor  El  Libro  de  las  leyes,  y  que  en 
el  siglo  XIV  recibieron  de  los  juríconsultos  la  denominación  de  Partidas,  co- 
menzáronse describir  viesper a  de  San  yohan  Bautista  {i^  Junio)  de  1256,  y  se 


(1)    Hiaojo».  (DlMUito  de  recepción  citada). 

liado,  HISTORIA  DE  ESPAflA 


,,Googíc 


274  HISTORIA  DE   ESPASa 

terminaron  «•  la  vUipera  dése  mismo  Sant  J^kan  Baptista  cuando  fui  marüri- 
tado  (28  Agosto)  de  1265;  pero  en  otros  códices,  quizá  los  más,  se  lee  que 
fui  acabado  el  Itbro  de  las  Leyes  desqut  fui  camettsado  d  los  siete  años  cumpli- 
dos, 6  sea  en  1263.  El  P.  Burriel  sostuvo  (i)  que  Don  Alfonso  redactó  por  si 
mismo  el  código  Inmortal.  Marina  (2)  señala  como  autores  materiales  al  doc- 
tor Jácome  Ruiz,  ayo  que  fué  del  Rey  Sabio,  para  cuya  instrucción  escribió 
las  Flores  de  las  lejies,  al  maestre  Fernando  Martínez,  arcediano  de  Zamora, 
y  al  maestre  Roldan,  á  los  que  añade  Reguera  Valdelomar,  García  Hispalense 
y  Bernardo,  presbítero  de 
Compostela.  Todos    éstos 
fueron  notables  jurisconsul- 
tos det  reinado  de  Alfon- 
so X,  y  es  probable  que  le 
ayudasen  en  sus  tareas  le- 
gislativas; pero  ni  hay  prue- 
ba directa  de  su  interven- 
ción en  las  Partidas,  ni  la 
unidad  de  estilo  de  la  obra 
permite  sospechar  más  de 
lina  mano  en  su  composi- 
ción literaria. 

2."  En  LA  Historia. — 
La  reina  Doña  Berengucla 
encargó  á  D.  Lucas,  obispo 
de  Tuy,  compilarlas  breves 
crónicas  que  por  entonces 
corrían,  y  el  Tudense  com- 
puso su  Crónica,  ya  en  for- 
ma de  historia,  terminán- 
dola en  1236.  Pero  la  gloría 
AlfoQj»  el  SabioT?  lus  colaboradores  redactando  de  haber  fundado  en  Espa- 

las Partidai.  ¡ja  [^  historia  erudita  co- 

rresponde á  D.  Rodrigo 
Ximénez  de  Rada,  nacido  en  Puente  la  Reina  por  los  años  de  1 170,  estu- 
diante en  París,  arzobispo  de  Toledo  en  izio,  y  autor  del  Breviario  de  la 
Historia,  Historia  Oálica,  Historia  de  los  Árabes,  etc.,  todo  en  latín,  aunque  la 
Gótica  fué  traducida  al  romance  de  orden  de  San  Fernando.  Estos  materiales 
sirvieron  á  Don  Alfonso  el  Sabio  para  componer  la  Crónica  general:  <manda- 
■  mos  ayuntar,  escribió,  cuantos  libros  pudimos  aver  de  historias  que  alguna 
•cosa  contasen  de  fechos  de  España,  y  tomamos  la  Crónica  del  Arzobispo  don 
•  Rodrigo...  y  de  maese  Lucas,  Obispo  de  Túy...  y  compusimos  este  libro»,  Y 
no  sólo  estas  fuentes,  sino  que  Don  Alfonso  utilizó  las  historias  de  árabes  y 
judíos,  y,  lo  que  más  vale,  las  tradiciones  populares  y  los  cantares  de  gesta. 
Habla  pasado  el  tiempo  de /os  ya^aríj  épicos,  délos  que  cantaban  reciamente 
al  aire  libre  ó  en  los  palacios  y  castillos  las  hazañas  de  los  guerreros:  el  oticio 
de  juglar  se  habla  ya  envilecido,  y  á  las  gentes,  sobre  todo  de  las  clases  ele- 
vadas, les  gustaba  más  leer  la  historia  que  oiría  cantar.  Don  Alfonso  intercaló 
en  su  Crónica  muchos  de  aquellos  fragmentos  épicos,  variando  ligeramente 
la  forma  para  convertir  el  verso  en  prosa;  asi  ha  podido  encontrar  Ramón 
Menéndez  Pldal  en  tos  párrafos  de  la  Crónica  general  e\  trágico  episodio  de  los 


(il 


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HISTORIA  DE  ESPAÑA  27$ 

infantes  de  Lara  (i).  La  obra  bistórica  del  Rey  Sabio  do  se  publicó  hasta  1 541, 
por  FloriáD  de  Ocampo  que  la  adulteró  lastimosamente:  hoy  podemos  gozar 
de  su  texto  depurado  {2).  También  escribió  Don  Alfonso  la  Grande  et  gnu- 
ral  Eitoria,  ensayo  de  Historia  uoiversal,  de  que  sólo  conservamos  cinco 
partes. 

3.°  Ek  la  Ciencia.  —  La  obra  dentífíca  de  Don  Alfonso  el  Sabio  está 
muy  relacionada  con  la  condición  de  los  judios.  No  fué  ésta  en  nuestros  rei- 
nos'cristianos  de  la  Edad  Media  tan  dura,  ni  mucho  menos,  como  lo  habla  sido 
en  la  época  visigoda.  Aunque  siempre  odiados  por  el  pueblo  en  su  doble 
calidad  de  enemigos  de  la  religión  cristiana  y  de  más  hábiles,  en  conjunto, 
que  los  cristianos  para  ganar  dinero  y  conservario  —  cualidad  que  nunca  se 
perdona,  —  y  formando  un  pueblo  dentro  de  otro  sin  más  relación  que  las 
prevenciones  reciprocas,  los  judíos  llegaron  á  poseer  grandes  riquezas,  y  aun 
influencia  política  muy  notable  bajo  los  reyes  musulmanes:  en  algunas  cortes 
de  taifas  fueron  primeros  ministros.  También  los  monarcas  cristianos  los  pro- 
tegieron, si  protección  se  llama  dejarlos  vivir  é  impedir  algunas  veces  que  la 
plebe,  movida  por  fanáticos  ó  por  deudores  tramposos,  los  degollase.  Corrían 
contra  los  judíos  las  especies  más  terribles:  ya  que  robaban  hostias  consagradas 
para  clavarlas  y  profanarlas  de  mil  modos,  ya  que  secuestraban  niños  cristia- 
nos y  en  sus  sinagogas  los  crucificaban  como  á  Nuestro  Seflor,  prefiriendo  para 
estas  abominaciones  el  Viernes  Santo.  Se  los  acusaba  igualmente  de  implaca- 
bles usureros  que  chupaban  impasibles  la  sangre,  ó  sea  la  hacienda,  de  los  que 
tenían  que  pedirles  dinero  prestado.  Ellos,  encerrados  en  sus  gkeíos  ó  barrios 
aparte,  que  se  llamaban  juderías,  iban  acumulando  caudales  y  preparando 
á  la  chita  callando  la  industria  principal  de  la  Edad  Moderna,  ó  sea  el  comer- 
cio de  banca.  Pero  no  descuidaban  por  eso  las  elevadas  especulaciones  filo- 
sóñcas  y  científicas  ni  el  cultivo  de  las  letras,  para  las  cuales  tiene  su  raza  tan 
maravillosa  aptitud,  demostrándose  con  ello,  como  con  todo,  que  son  verda- 
deramente descendientes  del  pueblo  escogido  por  Dios,  aunque  su  ingratitud 
y  dura  cervii  venga  acarreándoles  desde  tiempos  remotísimos  los  más  ñeros 
males. 

Alfonso  el  Sabio  protegió  á  los  judíos  en  cuanto  se  lo  consentían  las 
preocupaciones  dominantes,  y  estuvo  en  continua  relación  con  los  sabios 
hebreos,  especialmente  los  astrónomos.  Quizás  brotaran  de  aqui  las  leyendas 
Ó  consejas  populares,  desprovistas  en  absoluto  de  fundamento,  sobre  su  Im- 
piedad,  llegando  un  imbécil  cuento  á  suponerle  ateo  ó  peor  aún,  pues  afirma 
que,  mirando  una  noche  al  firmamento  desde  el  Alcázar  de  Segovia  soltó  la 
blasfemia  de  que  si  él  hubiera  hecho  el  mundo,  lo  hubiese  hecho  mejor  que 
Dios.  Lo  cierto  es  que  hizo  trasladar  de  Córdoba  á  Toledo  las  academias 
hebreas,  florecientes  en  la  corte  de  los  califas  desde  el  siglo  x,  y  que  en  To- 
ledo sostuvo  largas  conferencias  con  los  sabios  ornamento  de  tales  escue- 
las (3),  especialmente  con  los  rabinos  Zehudah-har,  Moseh-ben-Mosca  y 
Zag-ben-Zaqnit.  Fruto  de  tales  estudios  fueron  las  Tablas  Astronómicas  6 
A^OHSÍes,  que  hasta  el  siglo  xvii  sirvieron  de  texto  en  las  Universidades.  Es- 

(t)  o  ...  el  libro  mogiltral  de  I).  R«inóo  Menéndei  Pidal,  La  Uyenda  di  los  infantis  de 
Lora  (1895),  que  es  sin  dispnta  el  mis  poderoso  esfuerzo  que  ha  cesJ  izado  tu  crítica  espaSoU 
sobre  naesna  epopeya  de  la  Edad  Media  desde  1S74.  techa  del  memorable  trabajo  de  Mili  T 
FooUnals  «cerca  Dttapoísia  htroUe-pgpniaT  castellaHa...  El  muy  detallado  relato  de  la  Crit- 
nUe  g/ntral  ts  mera  traicripcióo  de  un  texio  épico,  quedando  todavía  huellas  de  versificación 
'T  muchos  asonantes...»  (Menéndei  Pelayo,  AHlologia,  I^C,  265.) 

(3)    Por  el  mismo  MeDindez  Pidal  en  la  Nueva  Col.  di  Aul.  Eifiañ.,  de  BaUÉy-Bailliére. 

a)    Et  eruditísimo  canónigo  de  Toledo  D.  Ramiro  Fernindez  Valbuena  ha  ñjado  el 
onde  se  reanian  las  academias  rabfnícas  y  conferenciaba  Don  Alfonso  con  los  astróno- 
mói  hebreo*. 


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376 


BISTORIA   DE  BSPAflA 


cribió  además  Don  Alfonso  basta  veintiún  tratados  científicos  (Lapidarios, 
Libro  de  la  esfera,  Relogto  de  agua,  etc.). 

4.°  En  la  PoEsfA. — Las  únicas  poesías  castellanas  que  se  conservan  de 
Doo  Alfonso  son  dos  estrofas  del  Libro  de  las  querellas  (l),  si  es  que  no  fuer 
ron  inventadas  posteriormente,  como  parece  probable  ó  casi  segaro; 


js  pedían  limosna  en  mancUli: 

El  qae  de  hueste  maoCaTO  en  SeTÍlU 
Diez  mit  de  b  ciballoC  trai  dobles  peones, 
El  qae  acatado  en  lejanas  naciones, 
Tai  por  sus  Tablas,  i  por  su  cochillo. 

En  cambio,  tenemos  del  Rey  Sabio  las  Cantigas  á  la  Virgen  Marta,  escri- 
tas en  romance  galaico- por  tugues,  uno  de  los  tres  formados  en  la  Península 
por  la  corrupción  del  latín,  y  quizás  más  antiguo  que  el  castellano  y  el  catalán. 
Por  lo  menos  era  el  romance  que  no  sólo  Don  Alfonso,  sino  todos  los  poetas 
líricos  de  Castilla  emplearon  hasta  el  siglo  xiv. 

El  movimiento  científico  y  literario  iniciado  por  Don  Alfonso  el  Sabio 
continuóse  por  su  hijo  Sancho  el  Bravo  (1284-1295),  á  quien,  no  se  atina  por 
qué,  caliñca  de  iliterato  D.  Modesto  Lafuente.  Muy  lejos  de  eso,  fué,  como  su 
padre,  escritor,  quedándonos  de  él  dos  obras  preciosas:  El  Lucidario,  tratado 
de  apologética  en  que  se  muestra  la  armonía  entre  la  fe  y  la  ciencia,  y  El 
Libro  de  los  castigos,  pedagogía  de  príncipes,  muchos  de  cuyos  preceptos  no 
envejecerán  nunca.  Hizo  traducir  delfrancés  la  Granl  conquista  de  Ultramar 
(historia  de  las  Cruzadas)  y  el  Li- 
bro del  Tesoro;  fundó  los  Estudios 
generales    de   Alcalá  de  Henares 
(i  293),  y  protegió  á  la  gente  de  le- 
tras. En  los  escritos  autobiográfi- 
cos de  su  primo  hermano  D.  Juan 
Manuel,  aparece  Don  Sancbp,  no 
con  la  rudeza  y  corazón  duro  que 
gratuitamente  se  le  atribuye,  sino 
como  un  principe  discreto  y  muy 
humano,  al  que  acosaron  hasta  en 
el  lecho  de  muerte  crueles  remor- 
dimientos por  su  conducta  para 
con  su  padre.  Lo  cierto  es  que  ni 
se  le  puede  acusar  de  usurpador 
de  la  corona,  perteneciente  á  sus 
sobrinos  los  infantes  de  la  Cerda, 
ya  que  aún  no  estaba  establecida, 
aunque  si  escrita  en  las  Partidas, 
la  ley  de  sucesión,  y  el  mismo  Don 
Alfonso  le  reconoció  heredero,  por 
más  que  se  desdijese  luego;  ni  fal- 
tan atenuantes,  quizás  eximentes. 


Sancho  IV,  il  Bratie. 
(De  ana  miniatara  del   cádice  Caitígoi  t 
dtítimtntos  que  se  guarda  en  la  Biblioteca 

Nacional  de  Madrid.) 


Moratln  nlua,  con  fundaineato, 
qae  Don  Alfonso  escribiera  el  Libra  di  lai 
"oj.  La  obia  poética  que  no  es  del 

:e  le  ha  atribuido,  es  el  Titorv,  obra. 

11  slquimistM  del  siglo  xr. 


K  urdía 


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HISTORIA   DE  ESPAÑA  2^7 

¿  SU  toma  de  posesiÓD  del  reino 
viviendo  su  padre,  fundados  en 
el  desgobierno  del  Hey  Sabio  y 
sos  frutos  de  anarquía  desen- 
frenada, y  los  pueblos,  aunque 
deben  sumisión  á  los  Poderes 
legltimoa,  tienen  siempre  el  de- 
recho de  mirar  por  si  y  no  ser 
jt^uete  de  soberanos  que  por 
vicios,  ó  por  bondades  excesi- 
vas, como  Don  Alfonso,  son  in- 
capaces para  el  mando;  ni,  fínal- 
mente,  se  puede  desconocer 
que  en  circunstancias  tan  difí- 
ciles Don  Sancho  se  portó  coa 
suma  delicadeza  absteniéndose 
de  todo  acto  agresivo  contra  su 
padre,  al  que  tan  fácilmente 
hubiese  podido  recluir  en  un 
alcázar  ó  castillo  con  sus  esfe- 
ras, relojes  y  pergaminos. 

La  célebre  contestación  á 
los  embajadores  marroquíes:  ík 

mm,  ma^  tengo  él  pan,  j>  m  la  ^^^  „^  ^^  ^^^^ 

Otra  el  palo;  escena  lo  qtu  qMte-  (Oe  U  Mt.lM  yacente  de  m  lepolcro 

ra  (i),   manifiesta  el  carácter  exiateote  ea  ValladoUd.) 

enérgico  que  tuvo  ó  quiso  te- 
ner Sancho  el  Bravo,  pues  con  la  realidad  de  tal  entereza  no  se  compadece 
mucho  su  propensión  á  entregarse  á  favoritos  como  D.  Lope  de  Haro,  señor 
de  Vizcaya,  el  cual,  desvanecido  con  la  privanza,  llegó  á  pretender  que  el 
Rey  se  casara  con  una  sobrina  suya,  separándose  de  la  reina  Doña  Marfa  de 
Molina,  cuyo  matrimonio  habla  tachado  el  Papa  de  incestuoso  con  el  rigor 
propio  de  aquella  época.  Pero  aquí  de  una  de  las  buenas  cualidades  de  Don 
Sancho:  el  amor  que  tuvo  á  su  esposa,  realpiente  merecidlsimo,  ya  que  Doña 
Maria,  espejo  de  castellanas  hermosas  y  buenas,  no  prudente,  sino  la  misma 
Pmdmcia  en  la  mujer,  según  la  calificó  Tirso  de  Molina  en  una  de  sus  me- 
jores comedias,  valia  más  que  el  Rey,  y  fué  la  gran  figura  del  reinado  y  de 
los  siguientes. 

^lo  compite  con  ella,  si  bien  en  otro  orden,  la  de  Guzmán  el  Bueno, 
gobernador  de  Tarifa,  sitiada  por  el  infante  D.  Juan  y  los  manoquies,  en  su 
tremendo  rasgo,  digno  de  Bruto,  de  arrojar  por  el  adarve  la  cuchilla  para  que 
matasen  á  su  hijo,  amenaza  con  que  el  pérfido  infante  quería  apoderarse  de 
la  plaza  (i2>^).  Las  Partidas,  en  sus  severas  Ordenanzas  militares  (Partida 
segunda),  prescriben  que  el  alcaide  de  una  fortaleza  antes  de  rendirla  debe 
cortar  en  trozos  á  su  hijo  y  comerlo  con  los  demás  defensores;  bárbara  exa- 
geración con  que  se  quiso  expresar  sin  duda  el  extremo  á  que  habia  que 
llegar  antes  de  capitular  honradamente,  pero  que  en  el  hecho  atroz  de  Alonso 
Pérez  de  Guzmán  tiene  como  un  comentario  vivo,  un  ejemplo  memorable  de 
que  tales  brutalidades  heroicas  no  eran  vanas  palabras. 

Más  grande  monarca  que  Sancho  el  Bravo  fué  su  contemporáneo  Pe- 


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27^  HISTORIA   DE  ESPAÑA 


dro  III  de  Aragóa  (1276-1285),  iniciador  de  la  política  aragonesa  y  después 
española  en  Italia,  con  su  anexión  de  Sicilia,  después  de  las  vísperas  sicilia' 
Mos  (1282)  ó  degüello  general  de  franceses  en  aquella  isla.  Excomulgado  y 
privado  de  su  reino  por  el  Papa,  invadido  su  reino  por  un  ejército  de  más  de 
cien  mil  franceses,  atacado  también  por  Jaime  II  de  Mallorca,  abandonado, 
puede  decifse,  de  sus  subditos  aragoneses,  que  en  aquellas  circunstancias 
críticas  le  impusieron  el  anárquico  privilegio  de  la  unión,  y  de  los  catalanes, 
que  le  regatearon  subsidios,  el  indomable  principe,  con  un  puñado  de  almo- 
gávares en  las  crestas  del  Pirineo  y  su  escuadra  en  el  Mediterráneo,  resistió 
á  todos  y  de  todos  triunfó.  Quizás  nadie  haya  conseguido  nunca  tan  inmen- 
sos resultados  con  medios  tan  exiguos.  Al  legado  pontificio,  que  le  pedia  la 
renunda  del  reino,  le  contestó:  <£s  fácil  dar  y  quitar  reinos  que  no  han  costado 
>Qada;  pero  sabed  que  éstos  los  ganaron  mis  abuelos  con  sangre,  y  no  se  han 
>de  comprar  sino  al  mismo  precio*.  Cuando  agonizaba  en  Villafranca  del  Pa- 
nadés  dijo  á  su  hijo  Alfonso:  «Vete  á  conquistar  Menorca;  tú  no  eres  un 
>roédicoque  pueda  serme  útil  aquf.  Dios  hará  de  mi  loque  sea  su  voluntad». 


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XIII 

FIN  DE  LA  EDAD  MEDIA 


n,  —  Reacción  de  barbarie  en  «I  li^o  xiv.  —  Complejidad  det  carácter  históiico  de  aquel 
ligio. —  El  infante  D.  Juan  Mantiel.— Poesía.— Kistoria. — Novela.— TO.ReTcs  del  siglo  xtv. — 
91.  El  siglo  XV.— Aragón.  — Castilla.— 9t.  Enrique  IV.— 9S.  Bellas  Aries  en  la  Edad  Media. 


89.  —  Con  razón  señalan  los  historiadores  en  el  siglo  xiv  un  r 
la  barbarie  de  los  primeros  periodos  de  la  Edad  Media.  Ya  no  vemos  sobre 
los  tronos  de  la  Península  figuras  tan  bellas  como  las  de  San  Fernando, 
Don  Jaime  el  Conquistador  y  Don  Alfonso  el  Sabio,  sino  príncipes  extrema- 
damente crueles,  de  una  dureza  terrible;  y  las  rebeliones  y  luchas  entre  los 
prepotentes  magnates  ó  de  éstos  contra  el  rey  ofrecen  un  cuadro  sangrien- 
to y  á  la  vez  monótono  en  su  inacabable  serie  de  horrores,  por  decirlo  así, 
sistemáticos  y  organizados. 

Engañarfase,  sin  embargo,  quien  creyera  que  tal  retroceso  fué  una  ver- 
dadera decadencia  social.  Lejos  de  eso,  en  el  siglo  xiv  progresó  la  sociedad 
en  todos  los  órdenes  de  la  vida,  lo  mismo  en  la  libertad  del  mayor  número 
de  sus  individuos,  ó  sea  en  la  condición  de  las  clases,  siervas  ó  sometidas  en 
los  anteriores  períodos,  que  en  la  organización  política  del  Estado  y  de  los 
Municipios;  igual  en  el  arte  la  guerra  y  en  el  de  la  administración  que  en  las 
ciencias,  letras  y  poesía.  Todo  fué  adelante  y  para  arriba  en  el  siglo  xiv, 
aunque  no  con  la  rapidez  y  fuerza  correapon dientes  á  la  intensidad  del  movi- 
miento iniciado  en  la  anterior  centuria.  Pero  mientras  sucedía  esto,  los  mag- 
nates andaban  en  revuelta  continua  contra  el  rey  y  unos  contra  otros  y  con- 
tra los  municipios,  y  el  rey  contra  todos,  y  esta  lucha  sin  tregua  y  sin  tér- 
mino tomó  un  carácter  de  ferocidad  extraordinaria  por  parte  de  unos  y  de 
otros.  Así,  el  retroceso  puede  decirse  que  fué  político,  y  no  social,  ó  tan  sólo 
de  la  clase  gobernante;  los  gobernados  no  hicieron  más  qne  sufrir  las  depre- 
daciones y  crueldades  de  los  superiores.  Pero  no  con  la  resignación  servil  de 
otras  ¿pocas,  sino  luchando  consciente  y  tenazmente  por  emanciparse  y  cons- 
tituir un  estado  social  mejor.  Los  campesinos  no  soportaban  ya  los  malos  usos 
y  titania  á  que  habían  vivido  sujetos  tantas  generaciones  de  antepasados 
suyos;  los  municipios,  ya  ricos  y  fuertes,  pugnaban  por  substituir  el  imperio 
de  la  ley  al  de  la  violencia  guerrera,  aspirando  á  un  estado  de  paz  interior 
que  permitiera  el  desarrollo  de  la  industria  y  del  comercio;  las  Universida- 
des formulaban  científicamente  esto^  deseos  generales,  cifrando  su  cumpli- 


,,CoogIc 


Historia  GRiüncA  db  la  Civiluación  EsfaSolá 


HISTORIA  DEL  TRAIE.  •  Trajes  del  ilgki  Xllli 


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HISTORIA   DE  ESPAÑA  28l 

miento  en  la  restauraciÓD  del  Derecho  romano,  considerado  como  la  rasótt 
tscrita,  y  única  garantía  eñcaz  del  orden  en  las  sociedades  políticas.  La  conS- 
titudón  de  una  monarquía  robusta,  á  la  que  nadie  contradijese,  al  menos  por 
medio  de  la  fuerza  ó  rebelión,  capaz  por  ende  de  imponer  á  todos,  grandes  y 
chicos,  el  imperio  de  la  ley,  asesorada  por  graves  letrados  y  con  el  doble 
instrumento  de  un  ejército  y  una  oi^anizacíón  admÍDÍstrativa  para  llevar  su 
amistad  i  todas  partes;  es  decir,  la  resurrección  del  imperio  cesáreo  coa  to- 
das sus  instituciones  fundamentales,  fué  el  ideal  de  la  época,  y  lo  que  en 
medio  de  los  mayores  trastornos  fué  elaborándose. 

Todos  tos  hombres  cultos  participaban  más  ó  menos  de  este  ideal,  á  que 
rendían,  por  decirlo  así,  fervoroso  culto,  ó  del  que  eran  apóstoles  los  legistas, 
clase  que  rápidamente  tomaba  incremento  é  iba  ganando  influjo  á  costa  del 
clero  y  de  la  aristocracia  guerrera.  Reclutados  en  la  Nobleza  de  segunda  clase, 
habían  renunciado  á  la  profesión  de  las  armas  sin  adscribirse  por  eso  á  la 
^Icsia  —  cosa  inconcebible  en  los  anteriores  siglos,  —  y  se  los  vela  en  las 
Universidades  explicando  el  Corpus  Juris  canonici  y  el  Corpus  juris  civilt, 
diciendo  que  el  rey  debía  ser  en  lo  temporal  como  el  papa  en  lo  espiritual, 
recalcando  mucho  á  este  propósito  el  texto  evangélico:  dad  d  Dios  lo  ^m  es 
dt  Dios,  y  al  César  lo  que  es  del  César,  y  describiendo  cómo  debía  ser  este 
César  para  que  hubiera  paz  en  el  mundo  y  cada  cual  pudiera  dedicarse  libre 
y  tranquilamente  al  cuidado  de  su  hacienda  y  al  arreglo  de  su  casa;  se  los 
veía  en  la  corte,  asesorando  al  monarca  en  el  Consejo  real  y  jujeando  en  SU 
nombre,  y  por  su  delegación^  en  las  reales  audiencias  del  regio  tribunal;  se 
los  veía  en  los  concejos,  también  administrando  justicia  é  interpretando  el 
fuero  municipal  siempre  en  sentido  favorable  á  la  libertad  del  común;  se 
los  vela  de  procuradores  en  las  Cortes,  de  alcaldes  mayores  en  los  pueblos; 
y  los  que  no  ejercían  estas  funciones  públicas  abogaian  por  otro  ante  loa  tri- 
bunales, alcanzando  en  poco  tiempo  esta  profesión  de  vocero  ú  abc^ado  un 
desarrollo  extraordinario.  En  todas  partes  manifestaban  la  misma  enemiga 
contra  los  usos  germánicos,  que  ellos  llamaban  bárbaros,  y  tendían  al  rena- 
cimiento del  Derecho  romano;  y  en  su  torno  iban  apareciendo  otras  figuras 
que  complementaban  la  suya:  los  escríbanos,  los  personeros  ó  procuradores; 
CQ  suma,  el  mundo  de  la  curia  ó  forense,  que  trafa  en  sus  haldas  ó  Jaldas  lar- 
gas, co  sus  códices  de  las  Partidas,  en  sus  glosas  y  comentarlos,  en  sus  es- 
carcelas llenas  de  pergaminos  y,  sobre  todo,  en  su  cerebro  henchido  de  Ideas 
romanas,  la  edad  moderna. 

Y  coadyuvando  á  su  acción,  harto  meaos  estrepitosa  que  la  de  los  oli- 
garcas feudales,  pero  que  abría  más  hondo  surco  social,  poetas  y  literatos 
volvían  también  los  ojos  cada  vez  con  más  amor  á  la  antigüedad  clásica,  de- 
jándose influir  más  intensamente  por  aquel  espíritu  artístico  que  habla  inspi- 
rado á  la  civilización  greco-latina.  Toda  esta  labor  de  jurisconsultos  y  litera- 
tos se  realizaba  constantemente  durante  el  siglo  xiv  preparando  una  socie- 
dad nueva,  y  no  dejaba  de  ir  modificando  en  sentido  progresivo  las  institu- 
ciones y  el  modo  de  ser  á  la  sazón  vigentes;  pero,  con  todo,  representaba  lo 

{EipUtoíiin  <U  ¡a  íámina  LIX.) 

HISTORIA  DEL  TRA|E.- Trates  del  tifio  XIII.-].  E^tiu  At  Fernanda  III,  tt  Santo,  Ct- 
tnlril  Ot  BniEM.  —  2.  Don  rHegO  López  át  H»ro,  el  Bueno,  seBor  de  Viicay»  t  '11*,  EsUtu»  yacente  en 
Santa  Mirla  U  Real  de  Nijera.  —  3.  Don  Diego  Martínez  de  Villamiyoi.  Bnlto  «pnlcril  «i  el  derraldo 
monuterio  de  Benvlvre.  Eitf  policroniido.  —  4.  Eititna  de  Allomo  el  Sabio,  Catedral  de  Toledo,  —  5.  El 
Infante  Don  Alonao.  EscnlMra  en  la  Catedral  de  Burüoi.  —  (>  y  T.  Estatuas  yacentes  de  la  Catedral  vieja  de 
Stlaminca.  Dofia  Elena,  muerta  en  11T3,  y  el  d»nlre  Aparicio,  12T1.— S,  DoAa  Beatriz  de  Sutvía,  esposa  de 
San  Finundo-  Catedral  de  Bargm. 


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282  HISTORIA   DE  ESPAÑA 


por  venir:  lo  prtsenie  entonces  era  un  atroz  remolino  de  pasiones  bárbaras, 
una  guerra  horrible  que  do  concluía  nunca  entre  Iqs  magnates  y  los  concejos, 
entre  el  rey  y  los  subditos,  compitiendo  todos  en  crueldad,  y  aun  eu  malas 
artes  para  destruirse  reciprocamente,  y  atento  cada  factor  de  aquel  drama 
larguísimo,  monótono  y  repugnante  nada  más  que  á  su  provecho. 

Ningún  hombre  personifica  más  cumplidamente  la  complejidad  hetero- 
génea de  la  sociedad  en  aquella  época  que  el  célebre  infante  ó  hijo  de  in- 
fante D.  Juan  Muiuel.  Nació  este  nieto  de  San  Fernando  en  Escaloua  el  5  de 
Mayo  de  1282.  Antes  de  cumplir  los  doce  años  le  mandó  su  primo  Sancho  el 
Bravo  al  reino  de  Murcia  con  el  cargo  de  adelantado  mayor.  Desde  enton- 
ces, ó  poco  después,  hasta  su  muerte,  ocurrida,  según  cálculos  del  Sr.  Ca- 
yangos,  en  1349,  su  vida  es  en  el  orden  político  y  militar  la  de  un  oligarca 
desenfrenado,  no  perdonando  jamás  ningún  medio  para  engrandecerse,  inca- 
paz de  perdonar  una  injuria,  siempre  turbulento,  casi  siempre  rebelde,  azote 
de  los  pueblos,  factor  constante  de  anarquía;  pero  á  la  vez  en  el  orden  lite- 
rario es  un  sabio,  y  de  tan  consumada  experiencia  del  mundo,  y  de  tan  per- 
fecto conocimiento  del  corazón  humano,  y  hablista  y  estilista  tan  seguro,  re- 
posado y  gracioso,  que  leyendo  su  Ubro  del  CabaÚero  eí  del  Escudero,  ó  su 
ZJéro  de  los-  Castigos,  ó  el  De  las  maneras  de  amor,  ó  el  de  los  Estados,  y  sobre 
todo  El  conde  Lncanor,  no  se  comprende,  como  dice  Tiknor,  que  aquel  autor 
haya  vivido  más  de  treinta  años  en  la  intriga,  la  violencia  y  la  rebelión,  te- 
niendo á  su  patria  y  á  sus  reyes  en  permanente  inquietud.  Y  sin  embaído 
asf  es,  y  tal  el  carácter  histórico  del  siglo  xiv. 

La  legislación  progresó,  llegando  á  ser  declaradas  las  Partidas  leyes  del 
reino  en  el  Ordenamiento  de  Alcaid,  obra  de  los  juristas  en  el  reinado  de  Al- 
fonso XI.  Y  la  poesía  rió  regocijada,  pero  con  hondo  y  trascendental  rego- 
cijo, en  los  cantares  del  arcipreste  de  Hiu,  filósofo  que  componía  sus  cantigas 

p>r>  judias  t  marss  é  para  entendederas, 
■niegos 

y  también  cantó  las  hazañas  guerreras  de  Alfonso  XI  en  la  Crónica  rimada 
de  RuízYáñez(i),mientras  que  daba  profunday  amena  enseñanza  en  los  Coh- 

g'os  et  documentos  al  rey  Don  Pedro  del  rabino  don  Sem  Tob  ó  don  Santo  de 
.rrión  (2).  La  Historia  no  dio  de  sf  menos  gallardas  muestras  que  la  poesía 
en  las  Tres  Crónicas  (de  Alfonso  el  Sabio,  Sancho  el  Bravo  y  Femando  IV)  (3); 
en  la  más  animada  y  viva  de  estilo,  de  Alfonso  XI;  en  las  de  Pedro  I  y  En- 
rique II,  obras  del  canciller  Pedro  López  de  Ayala,  autor  también  de  El  Ri- 
mado de  Palacio.  Y  entre  la  poesía  y  la  historia  surge  la  novela  con  El  conde 
iMcanor  y  las  ñcciones  caballerescas  que  á  últimos  de  esta  centuria  empie- 
zan á  deleitar  á  nuestro  público. 

90.  —  Los  reyes  que  durante  el  siglo  xiv  desñlaron  por  el  trono  de  Cas- 
tilla fueron: 

Fernando  IV  (1295-1312J.  Nueve  años  tenía  al  suceder  á  su  padre  San- 
cho, y  Dios  le  deparó  por  guia  y  regente  un  ángel  de  la  guarda  en  la  perso- 
na de  su  madre  Doña  Maria  de  Molina.  Ya  hombre,  sólo  ha  dejado  memo- 


(rt    Publicada  Inleeinmenle  por  D.  Florencio  Janet  (1863)  de  orden  de  Isabel  II. 

(3)    Compuso  su  obra  por  los  años  de  1360,  dedicada  al  rey  Don  Pedro. 

( j)  Pellicer  y  D.  Nicolás  Antonio  atiibuyeton  la  paternidad  de  las  Trts  Cróiacas  á  Fer- 
11  Sánchez  de  Tovar,  notario  y  canciller  mayor  de  Castilla,  opinión  contradicha  por  Qf 
ncln  y  Hknor.  La  Academia  Española  presenta  como  autor  á  Jnan  Nijñez  de  VUlaiiin. 


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283 


ría  por  U  acción  indelicada  de  pedir,  si  no  directamente  á  su  madre,  al  can- 
ciller abad  de  Santander,  cuentas  de  la  tutela,  resultando  que  la  insigne 
dama  habla  vendido  sus  alhajas  para  sostener  la  causa  de  su  hijo  en  tas  re- 
vueltas de  la  minoría,  no  reservándose  más  que  un  vaso  de  plata;  y  por  su 
misterioso  ñn  al  cumplirse  el  plazo  de  treinta  dfas  en  que  le  citaron  ante  el 
tribunal  de  Dios  D.  Pedro  y  D.  Juan  de  Carvajal,  mandados  despeñar  en 
Martos  por  suponerlos  autores  de  la  muerte  de  D.  Juan  de  Benavldes. 

Alfonso  XI  (1312-1350).  «Fué  (dice  su  Crónica)  no  mny  grande  de  cuer- 
•po,  mas  de  buen  talante,  et  de  buena  fuerza,  et  rubio,  et  blanco,  et  ventu- 

•  roso  en  guerras*.  Heredó  antes 
de  haber  cumplido  los  trece  me- 
ses, y  su  minoridad  fué  tal  de  tur- 
bulenta, qui;  <el  Rey  falló  al  salir 
•de  la  tutoria  el  regno  muy  des- 

•  poblado,  et  muchos  logares  yer- 

•  mos;  ca  muchas  de  las  gentes  del 

•  regno  desamparaban  heredades, 
•et  los  logares  en  que  vtvian,  et 
tfueroa  á  poblar  á  regaos  de  Ara- 
•gón  et  de  Portugal*.  Al  cumplir 
Don  Alfonso  los  catorce  años  en- 
vió á  llamar  al  Concejo  de  Valla- 
dolid,  y  le  dijo  que,  pues  ya  tenfa 
aquella  edad  y  el  común  estaba 
tan  necesitado  de  regidor,  queda 
desde  luego  andar  por  sus  regnos 
y  gobernar  por  sí.  Los  buenos  cas- 
tellanos se  prendaron  de  aquel 
Rey  niño  que  hablaba  y  se  movía 
con  tanta  desenvoltura  y  firmeza. 
Su  palabra,  dice  la  Crónica,  era 
üen  castellana  et  no  dudaba  en  lo  ■ 
pu  koAia  dt  decir.  Gran  jinete,  añ- 
donadlsimo  á  las  armas,  templado 
en  comer  y  beber,  apuesto  en  el 
vestir,  gustaba  de  vivir  con  hom- 
bres forzudos,  valerosos  y  enten- 
didos en  el  arte  militar,  y  cum- 
plía escrupulosamente  su  oficio  de 
rey,  sentándose  tres  dias  á  la  se- 
mana en  su  tribunal  d  oir  las  que- 
rellas y  los  pleitos  qne  ante  ¿I  venían.  Hacia  justicia  sin  acepción  de  perso- 
nas, y  si  alguna  vez  se  inclinaba  un  poco  su  balanza,  era  en  favor  de  los  pe- 
queños. 

Deslustraron  tan  excelsas  cualidades  la  crueldad  y  la  inñdelidad  con- 
yugal. Resuelto  á  tener  en  un  puño  á  la  turbulenta  oligarquía,  azote  del  reino, 
no  reparó  en  medios  para  apoderarse  de  los  magnates  más  peligrosos,  ni 
tuvo  nunca  compasión  á  la  hora  en  que  juzgaba  necesario  hacer  justicia. 
Hizo  matar  al  infante  D.  Juan  el  Tuerto,  á  Alvar  Núñez,  que  habla  sido  favo- 
rito suyo,  á  D.  Juan  de  Haro,  á  D.  Lope  Gil,  etc.,  etc.  Por  dondequiera  que 
iba  con  su  hueste,  á  la  manera  que  lo  hacían  en  nuestra  época  los  sultanes  de 
Marruecos,  iba  dejando  lúgubre  rastro  de  cabezas  cortadas.  Con  el  único  que 
no  pudo  fué  con  D.  Juan  Manuel,  el  insigne  literato,  perturbación  y  gloria  de 


Fernando  IV,  el  Emf laudo. 
(Retrato  moral  de  esle  rey,  hecho  sobre 
oiro  dibujado  por  D.  José  Cúado  del  Ali- 
sal, y  ajustándose  á  las  noticias  que  de  su 
aspecto  Rsíco  da  la  Crirúca.) 


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384  HrSTORIA   DE  ESPAÜA 

SU  reinado.  En  vano  quiso  atraer- 
le con  astucia:  D.  Juan  Manuel  do 
se  dejó  cazar.  Mandóle  á  decir  el 
Rey  <que  se  venga  á  ver  con  él, 
>que  le  hará  merced  y  le  dará  tal 
>lugar  en  sus  reinos  cual  pertene- 
>ce  A  su  sangre  y  estado*.  El  in- 
fante, tan  hábil  para  idear  inge- 
niosos ejemplos  y  componer  ju- 
gosa y  pintoresca  fabla  como  para 
saber  loquelecon  venia, responde 
«que  no  se  verá  con  él  si  non  en 
>l(^rdo  baya  un  rio  que  esté 
>entre  ambos  á  dos  y  el  rio  sea 
■  bastante  grande  para  que  no 
•  puedan  pasar  los  unos  á  los 
>otros>.  Replicó  el  Rey  que  le 
piada;  pero  entonces  le  contestó 
D.  Juan  que  lo  mis  s^uro  era  no 
verse  con  él  en  ninguna  parte. 

Casado  con  Doita  María  de 
Portugal,  vio  en  Sevilla  á  doña 
Leonor  de  Guzmán,  m»y  fija  dal- 
go et  enfermoatra  la  más  apuesta 
Alfonso  XI,  fi  yusiiciirí).  muger  qué  avia  en  el  regm>t  y  dejó 

(S^ún  un  dibujo  de  D.  José  Casado  abandonada  á  la  Reina  con  su 

del  Alisal.)  [lijo  Pedro,  y  vivió  con  la  querida 

y  sus  bastardos  escandalizando  á 
toda  la  cristiandad.  El  Papa  le  escribía  cartas  reprendiéndole  en  severos 
términos  paternales;  pero  Alfonso  contestaba  como  hijo  calavera  respetuoso, 
con  buenas  palabras  y  sin  enmendarse  nunca.  Puso  á  los  bastardos  en  rango 
de  príncipes,  mientras  que  su  heredero  legitimo  pasaba  la  mocedad  en  el 
abandono  y  casi  en  la  pobreza,  y  á  causa  del  adulterio  hubo  que  sostener 
guerra  con  Portugal. 

A  pesar  de  todo  tuvo  su  día,  Un  grande  como  el  de  Alfonso  VIII  en  las 
Navas.  Ahora  fueron  los  ieninurines,  que  vinieron  de  África  al  socorro  de  los 
moros  granadinos,  última  invasión  de  los  africanos  en  España.  Los  sucesos 
parecieron  repetición  de  los  de  las  Navas  deTolosa,  si  bien  desarrollados,  no 
en  ta  cordillera  mariánica,  sino  sobre  la  costa  del  Estrecho.  Hubo  cruzada, 
alianza  de  todos  los  reinos  cristianos,  concurriendo  á  la  batalla  portugueses 
mandados  por  su  rey  Alfonso  IV,  aragoneses  y  catalanes  y  castellanos,  y  al 
lado  de  Alfonso  XI  estuvo  otro  arzobispo  de  Toledo,  D.  Gil  de  Albornoz,  como 
al  lado  de  Alfonso  VIH  habla  estado  Ximénez  de  Rada.  La  batalla  del  Salado 
fué  el  30  de  Octubre  de  1340.  España  no  ha  de  olvidar  al  rey  que,  entrando 
lanza  en  ristre  por  las  masas  enemigas,  gríuba  á  los  suyos  señalándoles  á  los 
moros:  «iFeridlos,  feridlos,  que  yo  soy  el  rey  Don  Alfonso  de  Casticlla  ct  de 
»Leon,  ct  hoy  veré  quiénes  son  mis  vasallos,  et  verán  ellos  quién  soy  yoU. 
Concedióle  la  Providencia  la  victoria,  no  solo  allí,  sino  en  el  empeñado  y 
largo  sitio  de  Algeciras,  y  la  honra  de  morir  en  el  campo  del  honor  sitiando  á 
Gibraltar. 

Pedro  I  (i  350-1369).  Es  verdad  que  la  principal  y  casi  única  fuente  con- 
temporánea por  donde  conocemos  la  vida  y  reinado  de  este  Monarca  es  «la 
«admirable  crónica  de  Pedro  López  de  Ayala,  «monumento  sin  par  en  la  his- 


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HISTORIA  DB  K-SPAÍlA  285 

toríograña  castellaoa  de  los  tiempos  mediosi  {i);  pero  al  fin  y  al  cabo  obra  de 
un  enriquista  decidido,  interesado  en  justificar  la  usurpación  y  el  regicidio.  Es 
verdad  que  muchos,  ó  por  lo  menos  algunos  de  los  que  hizo  matar  Don  Pedro 
eran  rebeldes  ó  conspiradores,  y  aun  verdaderos  traidores,  perdonados  vanas 
veces  por  el  Rey  antes  de  ser  castigados;  cierto  que  Don  Pedro  se  ensañó 
principalmente  con  los  grandes  ó  magnates,  pareciendo  seguir  en  esto  la  polí- 
tica, en  cierto  sentido  democrática,  de  todos  los  monarcas  de  aquella  época; 
positivo  que  muchas  de  sus  crueldades  6  justicias  no  desentonan  por  excesi- 
vas al  lado  de  las  de  su  glorioso  y  terrible  padre;  indudable,  por  ultimo,  que 
agriaron  su  carácter  el  abandono  sufrido  por  su  madre  y  él  mismo  en  la  pri- 
mera juventud,  pospuestos  ignominiosamente  á  una  manceba  y  unos  bastardos, 
y  que  tal  situación  insufrible  é  injusta  debió  de  hacerle  criar  muy  mala  san- 
gre y  encender  su  ira  contra  la  querida  de  Alfonso  XI  y  contra  sus  hermanos 
adulterinos,  elevados  caprichosamente  á  las  primeras  dignidades  del  reino,  y 
contra  los  nobles  y  cortesanos  que  hablan  adulado  á  doña  Leonor  y  á  sus 
hijos  en  cl  tiempo  de  su  prosperidad  y  grandeza  usurpadas;  pero,  con  todo 
esto,  que  puede  constituir  una  explicación  de  defensa  ó,  si  se  quiere,  circuns- 
tancias atenuantesdelaconductade  Don  Pedro,  bien  compulsados  los  hechos 
resulta  que  el  rey,  tan  encomiado  por  la  poesía  popular  y  erudita  de  tiempos 
posteriores  á  su  vida,  el  que  la  leyenda  nos  presenta  como  una  especie  *de 
■sultán  de  las  Miij'  una  tiockes,  juzgador  caprichoso  y  fantástico,  tirano  á 
•ratos  benéfico  que  restablece  con  formas  de  ingenioso  simbolismo  y  rápidos 
•  y  extravagantes  procedimientos  la  justicia  ultrajada  amparando  á  los  débi- 
»les  contra  las  tropelías  de  los  poderosos»  (2);  el  que  tantas  veces  nos  han 
hecho  aplaudir  en  el  teatro  Lope  de  Vega,  Pérez  de  Montalbán,  el  duque  de 
Rivas,  Zorrilla  y  otros  muchos 
autores  dramáticos;  si  que  toda- 
vía parece  vivir  en  las  moriscas 
callejuelas  de  Sevilla,  donde  gran- 
des y  chicos  saben  de  memoria 
los  cuentos  de  la  vieja  del  candi- 
lejo, del  zapatero  y  el  prebenda- 
do, etc.,  en  la  realidad  histórica 
no  fué  sino  un  degenerado,  un 
hombre  al  que  sólo  cabe  'discul- 
par suponiéndole  loco.  La  lista 
de  sus  crímenes  es  interminable, 
y  aunque  de  algunos  quizás  sea 
cuerdo  absolverle — verbigracia, 
del  parricidio  en  la  persona  de  su 
esposa,  la  inocente  y  desgraciada 
reina  E>oña  Blanca,— quedan  bas- 
tantes para  llenar  la  hoja  de  ser- 
vicios del  tirano  más  acreditado. 
Las  correrías  de  Don  Pedro  por 
Castilla  eran  como  de  lobo  que 
por  todas  partes  va  dejando  ras- 
tro de  sangre  y  lágrimas.  Sólo  á 
titulo  de  ejercido  de  sofista  pue- 
den apreciarse  las  alegaciones  de 
D.  Pedro  I,  el  Cruel. 


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285  HISTORIA   DE  ESPAÑA 


algunos  escritores  mudemos  en  defensa  del  rey  Uoa  Pedro  tratando  de  que 
la  Historia  te  sustituya  el  merecidlsimo  mote  de  el  Cruel  por  el  de  yitsticüro. 

Era  este  tirano,  según  le  retrata  López  de  Ayala,  ^asaz  grande  de  cuer- 
>po,  é  blanco  é  rubio,  £  ceceaba  un  poco  en  la  fabla;  muy  cazador  de  aves, 
>muy  sofrídor  de  trabajos,  muy  ttabajador  en  guerra,  muy  temprado  é  bien 
«acostumbrado  en  el  comer  í  beber,  cobdicioso  de  allegar  tesoros  é  joyas. 
>Dorraía  poco,  é  amó  mucho  mujeres.  Mató  muchos  en  su  regno,  por  lo  cual 
>le  vino  todo  el  daño.  Por  ende  diremos  aquf  lo  que  dijo  el  profeta  David: 
>agora  los  reyes  aprended,  é  sed  castigados  todos  los  que  juzgades  el  mundo: 
>ca  gran  juicio  é  maravilloso  fué  éste,  é  muy  espantables 

La  tiranta  de  Don  Pedro  aprovechó  á  su  hermano  bastardo  Don  Enrique 
para  destronarlo,  darle  muerte  en  Montiel  y  desposeer  de  la  corona  á  su  des- 
cendencia, sustituyendo  con  su  persona  y  descendientes  á  las  de  aquel  loco 
coronado.  Estas  reyertas  entre  los  dos  hermanos,  hijos  de  Alfonso  Xt,  inicia- 
ron en  España  la  intervención  y  rivalidad  por  el  influjo  en  nuestra  Península 
entre  Francia  é  Inglaterra.  Don  Pedro  fué  ayudado  por  ^\  príníipe  Negro,  y 
su  hija  casó  con  el  duque  de  Lancáster,  quien  de  este  modo  fué  pretendiente 
á  la  corona  de  Castilla.  En  cambio,  á  Don  Enrique  le  ayudó  decisivamente  Bel- 
trán  Duguesclln,  el  que  en  la  trágica  noche  de  Montiel  dijo  las  cfnicas  pala- 
bras: ni  quito  ni  pongo  rey,  pero  ayudo  d  mi  seOor;  y  tanto  Don  Enrique  como 
sus  sucesores  hasta  los  Reyes  Católicos  fueron  ñdeíisimos  á  la  alianza  francesa. 

Enrique  II  reinó  de  1369  á  1379.  Era  hombre  de  muy  despejado  entendi- 
miento, y  hubiera  ?ido  un  gran  rey  á  no  ensombrecer  su  figura  la  mancha 
del  regicidio,  y  á  no  tener  que  prodigar  las  mercedes  entre  los  que  le  habían 
ayudado  á  escalar  el  trono.  Murió  recomendando  á  su  hijo  que  fuera  siempre 
amigo  de  la  casa  de  Francia,  de  quien  yo  recibí  muchas  ayudas,  y  que  observara 
una  prudente  conducta  en  los  asuntos  eclesiásticos:  afligía  entonces  á  la  Igle- 

(ExftUaiiBH  di  ¡a  lámina  IX.) 

Scpslcro*  de  la  Edad  Media.  - 1 .  Ato  scpulcnl  de  San  Isidro.  Á  primen  riiu  k  advierte  que 
ote  Inteieunttsinio  ejemplai  del  Arte  suntuario  de  li  Edad  Media  fat  ronitmldo  con  gran  piMleriortdad  al 
año  UTO,  fecha  en  que  murlú  San  isidro.  Joan  Diácono,  biógrafo  del  santo  Patrón  de  Madrid,  refiere  que 
íste  fué  sepultado  en  la  ¡eieala  parroquial  de  San  Andtís.  en  un  urcAlafto  de  piedra  que  existía  en  los  pos- 
treros días  del  siglo  Xlll.  Alguna  obra  que  por  entonces  se  hiio  en  dicha  iglesia  motlvd  la  exhamidún  del 
cadlver  y  la  coutrucciún  del  arca  sepulcral  que  nos  ocupa.  Segdn  el  doctísimo  arqueólogo  D.  Rodriga 
Amador  de  ios  Rio»,  pertcncre  esta  olira  al  siglo  XIV,  lo  que  no  hay  Inconveniente  en  adnilir  siendo  muy 
al  principia  de  esta  centuria,  puesto  que  su  aspecto  general  y  ciertoa  detalles  de  la  indumentaria  de  las 
figuras  son  de  un  marcado  satnr  del  siglo  xiii.  Es  de  madera  y  está  forrada  de  tela,  la  que  ha  sido  Impre' 
mada  ú  estucada  con  yeso  y  cola  se^n  el  procedimiento  de  la  ípoca  para  ledblr  la  pintura;  esto  es,  á  la 
tncáiallca.  La  decoración  es  de  un  efecto  de  ornamentación  y  policromía  admirables.  En  el  frontal,  tiajo 
ocho  graeiosisimas  arcadas  de  nlilo  ojival,  se  representan  alusiones  í  los  milagros  del  santo.  En  la  primera. 
San  Isidro  y  su  mujer  Santa  María  de  la  Cabeza  «i  actitud  de  orar;  en  la  segunda,  los  bueyes  abandonados; 
en  ia  tercera,  el  amo  ó  seflor  del  sinlo,  Ibin  de  Bargas,  á  caballo;  sigue  el  milagro  de  los  ingeles  arando; 
después,  el  santo  camina  del  malino  cuando  da  de  comer  á  las  palomas;  inmediatamente,  el  molino  en  que 
se  multiplicó  la  harina;  dKpuís,  otra  vez  el  santo  y  su  esposa  como  en  actitud  de  dar  gradas  al  Seflor,  y  en 
la  última,  el  mendiga  i  quien  socorría.  La  decoración  de  la  tipa,  del  mismo  eslUo  é  Igual  resultado  artístico, 
se  hallatan  deteriorada,  que  naes  pasible  identificar  los  asuntos  que  sirven  de  tema  i  las  pinturas,  t.0  mismo 
pasa  con  las  troniales  laterales.  Los  herrajes  que  complementan  demodoadmlnble  la  decoración  estuvieron 
dotado».— 1  y  3.  Dos  urnas  sepulcrales  del  siglo  Xiv,  donadas  por  la  Comisión  de  Monumentos  Artistieo»  de 
Valencia  al  Museo  Arqueológico  Nacional,  procedentes  del  convento  de  Irailes  de  Santo  Domingo  de  aque- 
lla dudad.  Pertenecen  al  tipo  de  las  que  se  colocaban  en  los  muros  i  cierta  altura  á  manera  de  voladizos  y 
se  apoyaban  en  ménsulas.  Han  estado  policromadas,  y  estas  pequeñas  sepulturas  son  por  su  estilo  carade- 
risticas  de  la  Corona  de  Aragón,  dondelashayabundantisimas.— 4.  Otra  variante  de  las  formas  de  luninas 
sepulcrales  y  de  íruíI  procedencia,  —  S,  Cenotaflo  de  Don  AHanso  el  Sabio  en  el  Real  Monasterio  de  las 
Huelgas  de  Burgos. 


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KiSTOR»  GhJfica  dk  la  Civilización  Española 


Sepalcrot  de  la  Edad  Media. 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


Historia  GrXfica  db  la  Civilizaciúk  EspaíÍola 


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HISTORIA  HE  ESPAÑA  289 

sia  eigran  cisma  de  Occidente.  Juan  I  (i 379-1390)  pudo  haber  dado  un  paso 
decisivo  en  la  obra  de  la  uaidad  oacional  juntando  á  su  corona  )a  de  Portugal: 
asi  fué  de  derecho,  pues  á  la  muerte  de  Don  Fernando  de  Portugal  la  heredera 
legitima  era  su  hija  Doña  Beatriz,  mujer  de  Don  Juan;  pero  el  maestre  de 
Avis,  bastardo  del  difunto  Monarca,  soliviantó  á  los  portugueses  con  la  idea 
de  que  iban  á  ser  esclavos  de  los  castellanos.  Las  armas  tuvieron  que  decidir 
la  cuestión,  y  en  la  batalla  de  Aljubarrota  {14  Agosto  1385)  quedó  decidido 
que  Portugal  no  se  unirla  más  á  sus  hermanos  de  la  Península.  La  propaganda 
a  n  ti  castellana  que  se  hizo  entonces  en  Portugal  penetró  muy  en  lo  hondo  del 
alma  de  aquellos  españoles,  tan  españoles  como  los  castellanos  y  los  arago- 
neses, y  trasmitido  el  estúpido  odio  i  Castilla  de  generación  en  generación, 
todos  los  esfuerzos  posteriO' 
res  para  conseguir  la  unión 
peninsular  hablan  de  resul- 
tar inútiles.  En  este  sentido 
quizá  sea  la  batalla  de  Alju- 
barrota, que   todavía  cele- 
bran los  portugueses  como 
su  mayor  gloria  (la  gloria  de 
ser  un  pueblo  chico,  juguete 
y  casi  colonia  de  prepoten- 
tes extranjeros),  la  más  de- 
sastrosa para  España  que  se 
haya    dado    desde   que  el 
mundo    es    mundo.    Euri- 
que  III,  apellidado  el  Do- 
liente (1390-I406),  cierra  la 
serie  de  los  monarcas  caste- 
llanos del  siglo  XIV. 

Los  reyes  de  Aragón  en 
igual  periodo  fueron:  Jai- 
me II  (1291-1327),  en  cuyo 
tiempo  fué  la  legendaria  y 

casi    fantástica    expedición  Muerte  de  Don  Pedro  I. 

de  loa  aventureros  aragone- 
ses y  catalanes  al  Oriente;  Alfonso  IV  (1327-1336),  que  pasó  su  vida  gue- 
rreando en  Italia.  La  política  aragonesa  habla  tomado  un  rumbo  enteramente 
italiano:  casado  con  Doña  Leonor,  hermana  de  Alfonso  XI  de  Castilla,  y 
como  una  diputación  de  valencianos  presidida  por  Guillen  de  Binatea  recla- 
mase enérgicamente  á  los  regios  esposos  contra  ciertas  donaciones  territo- 
riales que  hablan  disgustado  al  pueblo,  cuéntase  que  la  Reina  contestó:  «Esto 

•  no  lo  sufrirla  mi  hermano  el  rey  de  Castilla,  quien  mandaría  degollar  á 
•estos  sediciosos>;  y  que  el  Rey  contestó:  <Reina,  nuestro  pueblo  es  más 

•  libre  que  el  de  Castilla;  nuestros  subditos  nos  reverencian  como  á  su  señor 
natural,  y  nos  los  tenemos  á  ellos  por  buenos  vasallos  y  compañeros.* 

Pedro  IV  (1335-1387),  á  quien  llamaron  el  Ceremonioso  por  su  esmero  y 
minuciosidad  en  la  etiqueta  palatina,  fué  contemporáneo  de  Pedro  de  Cas- 

( Explicación  dt  U  lamiaa  LÁJ.) 

HISTORIA  DEL  TRAJE. -Traje*  del  Siglo  Xlir.-Esu  lámina  típrncnu  li  memonla  de  la  co- 
roudón  dtl  rcjr  San  Fernando,  Reproduce  una  minialiiri  del  OMict 
6  Libreril  del  rey  [km  Pedro  I  de  Ciitilli,  que  se  guarda  en  la  Bibli< 


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2go 


HISTORIA   DE  ESPaRA 


títla  y  de  Pedro  I  de  Portugal  (i  356-1366),  los  tres  Pedros  á  cual  mis  duros  y 
crueles.  De  los  tres,  el  castellano  fué  sin  duda  el  peor,  ya  que  sus  crueldades 
más  paredan  de  loco  ó  de  salvaje  que  de  hombre;  el  portugués  es  un  desdi- 
chado sediento  de  venganza,  explicable,  si  no  disculpable,  contra  los  que 
hablan  inhumanamente  sacrificado  A  Doüa  Inés  de  Castro,  la  mujer  que  amó 
COD  un  amor  sin  limites:  el  aragonés,  en  cambio,  era  un  político  convencido 
de  la  necesidad  de  aplicar  cuchilla  y  cauterio  á  la  sociedad  por  él  re^da 
para  curarla  del  mal  de  anarquía:  un  tipo  semejante  al  de  Alfonso  XI  de  Cas- 
tilla. El  privilegio  de  la  Unión  arrancado  á  Pedro  III  en  momentos  de  angus- 
tia suprema  para  el  heroico  rey, 
no  era  sino  la  rebelión  perma- 
nentemente organizada  y  cons- 
tantemente funcionando;  algo  se- 
mejante,   aunque    peor    por    la 
condición  de  los    tiempos,  á  la 
Milicia  nacional  que  conocieron 
nuestros  abuelos  y  padres  en  los 
más  agitados  periodos  revolucio- 
narios del  reinado  de  Isabel  II. 
Del  mismo  modo  que  con  la  Mi- 
licia nacional  no  había  semanas, 
y  á  veces  días  sin  motín,  y  por 
el  más  ftitil  pretexto  salían  los 
tambores  tocando  generala  y  se 
armaba  la  gresca;  con  el  privile- 
gio de  la  Unión  no  se  tocaban 
tambores,  pero  sí  las  campanas, 
apellidando   á    las   gentes    para 
defender  las  libertades  aragone- 
sas, que  nadie  pensaba  en  ata- 
car. Ni  en  Aragón  ni  en  el  reino 
de  Valencia  (los  catalanes  no  tu- 
vieron Unión)  se  podía  vivir,  y 
Pedro  IV  libertó  i  los  dos  reinos 
de  una  tiranía  insoportable.  Con 
su  propio  puñal  rasgó  el  perga- 
mino en  que  estaba  escrito  el 
anárquico  Privilegio,  y  como  se 
hiriese  en  una  mano,  exclamó: 
•  Cosa  que  ha  costado  tanta  sangre,  no  se  ha  de  romper  sino  derramándola*. 
Demostró  el  Rey  su  sentido  político  enalteciendo  el  oñcio  de  Justicia  Mayor 
y  sometiéndose  á  su  decisión  cuando  por  instigaciones  de  su  cuarta  mujer, 
Sibília  de  Porcia,  quiso  privar  de  la  gobernación  á  su  primogénito  Don  Juan; 
y  su  dureza  ó  crueldad  en  los  horribles  castigos  impuestos  í  los  vencidos 
unionistas:  verbigracia,  el  de  hacer  beber  á  algunos  de  aquellos  desgraciados 
el  metal  derretido  de  una  de  las  campanas  que  la  Unión  utilizaba  para  tocar 
á  rebato  y  mover  tumulto. 


Enrique  II,  ''/  di  ¡at  Mtrctáa. 

rronuda  d«  la  estala»  jrueote  del  sepulcro 

d«  este  rey,  ^ue  se  halla  en  la  capilla  de  los 

Reyes  viejos  de  la  Catedral  de  Toledo.) 


(B:^PÍHC 


k  la  lámina  LXII.) 


HISTORIA  OFL  TRAJE.  •  Trajea  t  CMt««brcB  del  títXo  XIV.  -  1 ,  MiniíluTi  de  U  Crónin 
de  Don  Ji<nie  ti  Congalitador.  Códice  de  Poblrt.  —  1.  Crónica  de  Don  Jiime  ti  Coitqulilador.  Miniílu- 
ra  dd  CAdic?  inídilo  de  Poblel.  exislenti  en  la  Biblioleci  de  San  Juan  (Barcelona).  -  3.  Hislaríi  de  Trc- 
yi.  Códice  blstoriado  perteneciente  1  Don  Pedro  i  de  Castilla.  Se  conserva  en  U  Biblioteca  de  El  Eicorial. 


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Historia  GkApica  dk  la  Civiluacióh  Española 


HISTORIA  DEL  TRAJE.  -  Trale*  j  coslnabres  del  liclo  XIV. 

D„;l7,-.l-,.C00gIC 


Historia  Grárca  de  la  Civilización  Espaüola 


MucUm  de  I*  Edad  Media. 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


HISTORIA   DE  ESPAÑA 


293 


Juan  I  (1387-1395)  persiguió  á  su  madrastra  Sibilia  y  condenó  i  muerte  á 
veintinueve  personas  no  bien  ocupó  el  trono,  por  creer  que  le  hablan  dado 
hechizos  siendo  principe;  Las  bellas  artes  y  los  deportes  físicos  preocuparon 
á  este  Don  Juan  más  que  los  negocios  políticos;  y  eso  que  afligieron  su  rei- 
nado insurrecciones  en  Sicilia  y  CerdeSa,  y  en  el  mismo  Aragón  horribles 
matanzas  de  judíos  por  el  populacho.  El  Rey  no  se  fijaba  en  estas  cosas;  pa- 
saba la  vida  rodeado  de  trovadores  y  de  músicos,  cuando  no  cazando.  Tres 
conciertos  diarios  se  daban  en  su  palacio.  Doña  Carroza  de  Vilaragut,  muy 
entendida  en  ia  gaya  ciencia,  te- 
nia sorbido  el  seso  á  Don  Juan  y 
á  la  Reina,  su  mujer.  Envió  Don 
Juan    una    solemne   embajada   á 
Carlos  VI  de  Francia  con  el  ex- 
clusivo objeto  de  que  vinieran  á 
Barcelona  algunos  trovadores  de 
Tolosa  que  sirvieran  de  núcleo  A 
una   institución   semejante   á  la 
Sobre -gaya    coinpankia    deh    set 
Trovadorls  6  iepts  setiorhs  man- 
tentdors  del  Gay  Saber,  estable- 
cida en  1323  para  restaurar  la 
lengua  y  literatura  provenzales, 
destruidas    ó    muy    decaídas  á 
consecuencia  de  la  guerra  de  los 
albigenses.  Y  en  efecto,  en  1390 
se  abrió  en  la  ciudad  condal  el 
Consistorio   de   la   gaya    rítncia, 
desarrollándose  á  su  calor  un  in- 
tenso movimiento  literario  ó  de 
poesía  trovadoresca,  de  que  fue- 
ron Ausias  March,  mosén  Jordí 
y  otros  los  más  insignes  repre- 
sentantes. Juan  I  murió  desastra- 
damente en  una  cacería,  y  le  su-  Ju«n  I  de  Cisiilla, 
cedió  Martín  I  (1395-1410),  que, 
habiendo    muerto   sin   heredero 
directo,  dio  lugar  á  que  los  Par- 
lamentos —  así   se   llamaban    las 

Cortes  cuando  se  reunían  en  un  interregno  —  de  Aragón,  Cataluña  y  Va- 
lencia, para  evitar  la  guerra  civil  entre  los  pretendientes  á  la  corona,  y  dando 
pruebas  de  un  elevado  sentido  político,  acordasen  elegir  tres  varones  de 
ciencia,  prudencia  y  conciencia  por  cada  reino,  y  que  juntos  los  nueve  en  la 
iglesia  mayor  de  Caspe  designasen  la  persona  con  mejor  derecho  según  las 
leyes  del  reino  á  sentarse  en  el  trono.  San  Vicente  Ferrer,  el  apóstol  de  Va- 
lencia, fué  el  alma  de  tan  importante  comisión,  resultando  agraciado  —  no 
elegido  en  el  sentido  estricto  de  la  palabra— el  infante  de  Castilla  D.  Fer- 


(De  la  eslatuí  aianie  de  xu  sepulcn 
capilla  de  los  Reyes  viejos  de  \ 
Catedral  de  Toledo.) 


(E^plh 


iin  tlt  ¡a  lámina  LXIII.) 


MaeMea  de  I*  Edad  Media.  - 1.  Anón  góiico  del  si^to  xii 
herrajo  dorados.  Procede  de  Víllbon»  de  Us  Monjas  y  se  conserva  e 
qnrta  tallada,  de  nogal,  del  ilglo  xiv  Ú  principios  del  xv.  —  3.  Arcón 
estilo  ojival,  siglo  xv.  Museo  Arqueológico  NacJonil. 


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294  HISTORIA   DE  ESPAÑA 

dando,  apellidado  de  Antefiera  por  haber  tomado  esta  plaza  á  los  moros  en 
Granada. 

91.  —  £1  siglo  XV  nos  ofrece  dos  aspectos  históricos  diversos:  hasta  1474, 
en  que  comienza  el  reinado  de  los  Reyes  Católicos,  no  es  sino  continuación 
del  siglo  XIV  con  todas  sus  luchas  oligárquicas,  su  confusión  y  su  barbarie 
política,  y  también  con  su  constante  progreso  social  en  todos  los  órdenes  de 
)a  vida.  Desde  la  citada  fecha  las  cosas  variaron  completamente  de  faz,  y 
España,  que  parecía  estar  al  borde  de  su  ruina,  se  alzó  de  repente  á  la  mayor 
altura  que  ha  conseguido  jamás 
en  su  larga  historia.  Ese  aSo  de 
1474  es,  por  tanto,  el  más  ade- 
cuado para  señalar  el  fín  entre 
nosotros  de  la  Edad  Media  y  el 
comienzo  de  la  Moderna. 

El  primer  periodo  del  siglo  xv 
caracterízase  por  una  tendencia 
cada  vez  más  enérgica  y  cons- 
ciente hacia  la  unidad  nacional. 
Ni  en  los  períodos  más  anárqui- 
cos de  la  Edad  Media  había  de- 
jado de  manifestarse  dicha  ten- 
dencia, ni  de  reconocerse  como 
españoles  aragoneses,  navarros, 
castellanos  y  portugueses.  Había 
en  la  Península  diversos  Estados, 
pero  todos  dentro  de  una  supe- 
rior unidad  geográñca,  histórica, 
religiosa  y  social.  Ahora,  princi- 
palmente por  obra  de  los  juris- 
consultos y  de  los  literatos,  cada 
vez  más  influyentes,  el  deseo  de 
la  unidad  política  era  más  vivo 
y  apremiante,  y  lo  sentían  los 
""'''"  reyes  lo  mismo  que  los  pueblos. 

(StgÚD  D.  Joií  CM«do  del  Alisal.)  Hasta  la  casa  de  Avís,  en  Portu- 

gal, fundada  en  el  odio  popular 
á  Castilla,  buscaba  alianzas  matrimoniales  con  el  Estado  central;  desde  1438 
reinó  allí  Alfonso  V,  //  Africano,  que  por  su  proyectado  casamiento  con  la 
Beltratuja  aspiró  á  la  unión  de  Castilla  con  Portugal  en  los  mismos  términos 
con  que  realizó  Fernando  por  su  matrimonio  con  Isabel  la  unión  de  Castilla 
con  Aragón. 

En  este  reino  últimamente  citado  puede  decirse  que  durante  todo  el 
siglo  XV  los  reyes  y  príncipes  no  hicieron  más  que  preparar  la  unidad  nacio- 
nal. Entronizada  con  Fernando  I  la  dinastía  castellana,  los  infantes  de  Aragón 
no  se  consideraron  ya  nunca  extraños  en  Castilla,  sino  que  tomaron  parte 
activísima  en  la  política  del  Estado  central,  donde  tampoco  eran  ya  ellos 


HISTORIA  DEL  TRAJE.  -  Trajea  del  ilglo  XIV.  ■  1  y  3.  Orupas  díl  cortejo  fúnebre,  escDlpi- 
aos  m  el  urcófago  de  Don  Felipe  Boíl,  seflor  de  Miniscs.  (Mutco  Piovlnciil  de  Vilendi).  —  2.  Estatuí  yt- 
cenle  de  Don  Felipe  Boil.  —  4,  Don  Bernarda  Ouillín  de  Entenu  y  de  Monlpeller.  Figan  de  li  nrní  jepul- 
cnl  de  dicho  señor  cxitlenle  en  el  Museo  Arqueoidgico  Nacional  de  Madrid. 


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Historia  GkÁFicA  db  la  Civilización  Española  Lájim*  LXIV 


HISTORIA  DEL  TRAJE.-TraJet  del  ilglo  XIV. 

D„j,i7<-,ib,.CoogIc 


Historia  Gbífica  de  la  Civilización  Fspañola  Lámina  LXV 


Macotes  de  Ift  Edid  Media  j  d«  la  Edad  Modcri 


ti 
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HISTORIA    DE  ESPAÑA  2gj 

mirados  como  forasteros.  La  guerra  entre  los  dos  Pedros  (el  Cruel  y  el  Cere- 
iHomioso)  fué  la  última  entre  castellanos  y  aragoneses:  de  alli  en  adelante  la 
frontera  cas  te  I  laño -aragonesa  empezó,  por  decirlo  así,  á  borrarse,  y  se  pasaba 
de  un  reino  á  otro  como  quien  no  sale  de  su  casa. 

Femando  I  murió  en  1416.  Su  hijo  mayor  y  heredero  Alfonso  V  (1416 
á  I458J  no  bien  empuíió  el  cetro  embarcóse  en  su  escuadra  para  Italia  y  so- 
metió á  Cerdeña;  peleaba  en  Córcega,  cuando  la  inmoral  y  versátil  Juana  II  de 
Ñapóles  pidió  su  ayuda,  ofreciéndole  la  sucesión  de  su  reino,  y  allí  fué  esie 
Rey,  cual  ninguno  audaz  y  aventurero;  conquistó  á  Ñapóles,  regresó  á  Es- 
paña, y  por  el  camino  se  apoderó,  á  lo  corsario,  de  Marsella,  dudad  que  per- 
tenecía entonces  á  su  rival 
Luis  de  Anjuu.  Vuelve  á 
Italia,  donde  su  hermano 
Fcdro,  dejado  por  guardián 
de  su  conquista,  había  sido 
expulsado  de  la  ciudad  y 
del   reino    por   Renato  de 
Anjou,  hijo  de  Luis.  Alfon- 
so V  no  se  amilana:  pone  I 
sitio  á  Gaeta;  pero  es  derro- 
tado por  completo  en  una 
batalla  naval  y  cae  prisio- 
nero. Tratado  caballeresca- 
mente por  el  Duque  de  Mi- 
lán, que  le  tuvo,  no  cauti- 
vo, sino  alojado  en  su  pa- 
lacio, recobró  pronto  la  li- 
bertad y  volvió  á  conquis- 
tar á  Ñapóles.  Allí   vivió 
con  toda   la  magnificencia 
de  un  gran  príncipe  italia- 
no, siendo  de  los  monarcas                          I,^¡„  B,_„^^  ^^  „,^„, 
mas  influyentes  en  Europa.                                       .        ■■     .    ™. 
En  su   tiímpo  cayó  Cons-                     P"''°"~  "  '^  ='*""''  ^'  °'"'- 
tantinopla  en  poder  de  los 

turcos  (1453J  y  llegaron  á  Italia  fugitivos  aquellos  sabios  y  retóricos  griegos 
que  determinaron  la  explosión  definitiva  del  Renacimiento. 

Mientras  que  asi  guerreaba  y  triunfaba  en  Italia  Alfonso  V  sus  berma- 
nos  agitaban  á  Castilla  y  gobernaban  en  Aragón.  Uno  de  ellos,  Juan,  primero 
gobernador  y  á  la  muerte  de  Alfonso  V  rey  de  Aragón,  casó  con  Doña 
Blanca,  reina  de  Navarra,  y  tuvo  tres  hijos  de  este  matrimonio:  D.  Carlos, 
príncipe  de  Viana,  Doña  Blanca  y  Doña  Leonor,  siendo  los  dos  primeros  los 
príncipes  quizás  más  desgraciados  que  figuran  en  nuestra  Historia  y  de  los 
menos  dignos  de  serlo.  D.  Carlos  tenía  todas  laa  partes  de  un  gran  monarca; 
además  era  un  sabio,  y  tan  bueno,  que  en  el  pueblo  catatán  quedó  la  tra- 
dición de  su  santidad,  aunque  para  esto  le  sobró  galantería.  Pero  nada  le 

{ExpUtaíiin  di  la  ¡amina  LXV.) 

MacblMdeta  Edad  HwU>7<le  la  Edad  Modcraa.-I.  SilU  llamad*  de  I09  AntíRuos  Juects. 
Museo  Provincial  dt  Burgos.  Siglo  xtll.  — 2.  Sitial  tallado  df  nlilo  ;;ótlco  del  si^lo  xill  al  X]v.  Colección 
del  Conde  de  Valencia  de  Don  Juan.  -  3.  Silla  del  siglo  Wti,  procfdcnti  de  la  Universidad  de  Alcili.  - 
4,  Silla  llamada  de  Dofla  Urraca,  ilglo  X.  Mmeo  Provincial  de  Burgos.  —  5.  Trono  episcopal  de  mármol 
gríSi  de  una  pieza,  slsloxil.  Catedral  de  Qerona.  -  í.  Silla  de  San  Raimundo  de  Roda  (Aragón).  Siglo  Xll. 


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298  HISTORIA  DE  ESPARa 

valió  contra  la  suerte  adversa.  Muerta  su  madre,  D.  Juan  casó  con  la  rica 
hembra  castellana  doKa  Juana  Enrlquez,  mujer  de  talento  y  energía  varoail, 
mas  el  tipo  acabado  de  la  mala  madrastra,  que  puso  en  juego  todas  sus  facul- 
tades para  que  su  marido  aborreciese  á  los  hijos  del  primer  matrimonio,  como 
lo  consiguió.  Navarra  estaba  dividida  desde  1438  en  dos  bandos:  agramonie- 
ses,  cuyo  núcleo  era  la  casa  de  Agramont,  y  biamonteses,  que  segufan  á  la  fa- 
milia de  Beaumont.  En  esta  ocasión  los  primeros  se  declararon  por  los  re- 
yes Don  Juan  y  Dofia  Juana,  apoyándolos  en  el  intento  de  desposeer  á  Don 
Carlos  de  sus  indiscutibles  derechos  á  la  sucesión  y  de  la  lugartenencia  ge- 
neral del  reino,  que  le  había  encomendado  por  testamento  su  madre  Doña 
Blanca,  reina  propietaria.  Los  biamonieses  se  pusieron  de  parte  del  hijo.  Es- 
talló la  guerra  civil,  y  el  principe  de  Viana  fué  preso.  Novelescas  fueron  ésta 
y  las  siguientes  prisiones  de  D.  Carlos,  siempre  querido  y  aclamado  por  los 
pueblos,  y  siempre  perseguido  por 
su  ambiciosa  madrastra  y  su  des- 
naturalizado padre,  hasta  que  al 
cabo  murió  (23  Septiembre  r46l), 
de  enfermedad  natural  según  Zu- 
rita; envenenado  según  el  vulgo. 
Así  pudo  heredar  los  reinos  ara- 
k  goneses  sin  contradicción  el  hijn 
I  de  D.  Juan  y  la  Enrlquez,  ó  sea 
I  Fernando  el  Católico,  nacido  en 
I  Sos  el  10  de  Marzo  de  1432.  La 
'  saña  de  los  regios  esposos  no  se 
satisñzo  con  el  sacriñcio  de  tan 
interesante  victima  como  el  prín- 
cipe de  Viana;  Doña  Blanca,  here- 
dera  legitima  de   Navarra   y  de 
todos  los  Estados  de  su  padre, 
culpable  de  haber  querido  á  su 

_     .    .  _•-,_,,.„       ,,,..-       infeliz  hermano,  fué  también  presa 

Rneds  d*  na  prívü«eio  de  Alfonio  V  (Archivo  ^  j     ^         u  _ 

g.nerd  de  1.  Villl  de  M«Jrid).  ABo  .17a.  I  entregada  á  su  hermana  menor 
dona  Leonor,  casada  con  Gastón 
de  Foix.  En  el  castillo  de  Olite,  y  después  de  muchos  sufrimientos,  pereció 
la  infeliz  Princesa  envenenada  por  su  hermana.  Algunos  de  nuestros  escrito- 
res suelen  hacer  no  pocos  aspavientos  ante  los  crímenes  que  por  esta  época 
eran  usuales  en  las  cortes  de  Italia,  donde  el  puñal  y  el  veneno  hablan  llegado 
á  ser  los  instrumentos,  por  decirlo  asf,  ordinarios  de  la  ambición  ó  de  la  codi- 
cia de  los  grandes;  y  es  lo  cierto  que,  recordando  los  bárbaros  episodios  que 
acaban  de  indicarse,  en  este  respecto  nada  podemos  echar  en  cara  los  españo- 
les á  los  italianos,  siendo  quizás  lo  que  más  desconcierta  el  sentido  moral 
considerar  que  los  abominables  crímenes  de  D.  Juan  y  de  su  consorte  la  Enrl- 
quez, según  todas  las  probabilidades,  fueron  beneficiosos  á  España,  ya  que 
facilitaron  el  camino  del  trono  á  rey  tan  grande  como  Femando  el  Católico. 
Verdad  que  también  D.  Carlos  de  Viana  aspiró  á  la  mano  de  Doña  Isabel; 
pero  semejante  principe  romancesco  y  sabio  era  más  á  propósito  para  hacerse 
amar  de  los  pueblos  que  para  gobernarlos:  probablemente,  con  él  hubiéramos 
tenido  una  segunda  edición  de  Alfonso  X. 

Durante  este  periodo  reinaron  en  Castilla  Juan  II  y  Enrique  IV. 

El  reinado  del  primero  (14C6-1454)  ofrece  dos  aspectos  distintos:  el  lite- 
rario y  el  político. 

Literariamente,  pocos  reinados  aventajarán  al  de  Juan  II.  El  mismo  Rey 


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Historia  Gráfica  db  la  Civiuzacióh  Española 


•Miltmdu.  CalButa jnTaJaccc«.-SI|il(it  XIII,  XIV  J  XV. 
(Dr  la  CoItccOn  lUI  Conát  at  Valtncla  dt  Donjuán). 

D,g,t7cdb/COOgIC 


30O  HISTORIA  DE  ESPASa 

daba  el  imi'.ulso.  <Era  hombre  (escribió  uno  de  sus  más  ilustres  contempo- 

•  ráneos)  que  hablaba  cuerda  ¿  razonadamente,  é  habia  conoscimiento  de  los 

•  hombres  para  entender  cuál  hablaba  mejor,  e  más  atentado  e  más  gracioso. 

•  Placíale  oir  los  hombres  avisados...;  sabía  hablar  y  entender  latín;  leía  muy 

•  bien;  placíanle  mucho  hbros  é  historias;  oía  muy  de  grado  los  decires  ríma- 
>dos,  é  conocía  los  vicios  dellos;  había  gran  placer  en  oir  palabras  alegres  é 

•  bien  apuntadas,  é  aun  él  mismo  las  sabía  bien  decir.  Usaba  mucho  la  caza... 
>Sabía  del  arte  de  la  música,  cantaba  é  tañía  bien*  (i).  Y  componía  versos 
amorosos,  ó  querellándose  dulcemente  de  los  magnates  que  no  podía  do- 
me ííar. 

Viniendo  de  tan  alto  la  iniciativa,  no  es  de  maravillar  que  la  Castilla  de 
Juan  11  fuese  como  una  academia  en  que  grandes  y  chicos  competían  cons- 
tantemente por  el  laurel  de  Apolo.  Verdad  es 
que  había  llegado  la  hora  al  Renacimiento  greco- 
romano:  la  Humanidad  parecía  haberse  hartado 
ya  de  tosquedad  y  rudeza,  y  por  todas  partes  flo- 
recia  el  ingenio,  como  si  aquel  tiempo  fuese  una 
primavera  del  espíritu.  D.  Alvaro  de  Luna,  el 
gran  personaje  político  y  militar  del  reinado,  pro- 
fesaba de  moralista  en  sus  Virtuosas  mujeres,  y 
de  poeta  en  versos  que  hoy  pasarían  por  blas- 
femos. El  marqués  de  Villena  D.  Enrique  de  Ara- 
gón, el  marqués  de  Santillana  D.  Iñigo  López 
de  Mendoza,  Fernán  Pérez  de  Guzmán,  Juan  de 
Mena,  D.  Alonso  de  Cartagena,  El  Tostado,  el 
disputado  autor  de  la  Crónica  de  Juan  II  (2),  el 
ignorado  de  la  D.  Alvaro  de  Luna,  Gutiérrez  Díaz 
„     „    ,     „,    .      ,  „.  de  Gómez  que  escribió  £■/ Fíf/oríó/ i/íGiia'/írOí, 

°  h"i?¿7Í;';f'líS"r  1  P"»  Rodrigue,  de  Lena,  que  compuso  El  />«„ 
(Tomado  de  uns  minUtura  de  honroso;  el  buen  conde  de  Haro  D.  Pero  Fernán- 
dez de  Velasco,  el  Arcipreste  de Talavera  Alfonso 
Martínez  de  Toledo,  sólo  comparable  por  su  gra- 
cioso .y  profundo  desenfado  al  otro  Arcipreste 
poeta  de  la  centuria  precedente,  y  cien  nombres  más  que  podrían  citarse, 
acreditan  el  intenso  y  extenso  cultivo  de  todo  el  jardín  de  las  letras  en  este 
periodo,  Tradujéronse  también  muchísimas  obras  clásicas,  no  sólo  de  filoso- 
fía, poesía  y  elocuencia,  sino  de  arte  militar;  v.  gr.,  el  Vegecio  {3),  que  fué  el 
vademécum  de  los  grandes  y  de  todos  los  hombres  de  guerra,  el  texto  en  que 
se  iba  estudiando  poco  á  poco  para  resucitar  la  legión  romana.  Empezaron 
también  á  formarse  colecciones  de  poesías  ó  Canciomros:  el  más  antiguo  es 
el  ordenado  por  el  judío  converso  Alonso  de  Baena  para  solaz  del  Rey. 

Pero  sí  mirado  literariamente  es  grato  el  reinado  de  Juan  II,  por  el  as- 
pecto político  no  pudo  ser  más  desgraciado.  Sólo  tuvo  una  época  feliz:  la  de 

(l|  FernAn  Pérez  de  Cuimin,  en  Gmerafioni!  y  stmhlanxas,  b  parle  tercera  de  so  obia 
Mar  di  historias.  Gitiiraciottis  y  stmbUmttts,  además  de  su  gran  mérilo  intrínseco,  histórico  y 
liteinrio  llene  el  especial  de  ser  ta  primera  colección  de  blogralTag  escrita  en  cutellano.  Con- 
tiene 34;  de  Juan  II,  D.  Alvaro  de  Luna,  Ü.  Enrique  de  Villena,  etc. 

(2)  Galíndez  de  CarTajal  la  atribuye  á  Fernán  Pérez  de  Cinmán.  Amador  de  los  Ríos,  á 
Alvar  García  de  Santamaría.  Otros,  á  Juan  Rodríguez  de  la  Cámara.  Otros,  al  mismo  Juan  II. 

tjl  «Libro  de  la  Caballería,  compuesto  por  Vegecio,  el  cual  fué  trasladado  por  man- 
»dado  del  muy  alto  príncipe  é  señor  D.  Enrique,  del  latín  en  nuestro  volear  romance  por 
»Fr.  Alfonso  de  San  Cristóbal,  del  Orden  de  predicadores».  En  la  Biblioteca  dé  El  Escorial  hly 

dos  códices  del  siglo  XV  de  esta  traducción. 


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DE  ESPAJÍA 


301 


la  niñez  del  Rey,  en  que  fué  regente  Don  Femando  de  Antequera.  Nom- 
brado éste  rey  de  Aragón,  dejó  á  Don  Juan,  de  seis  años,  y  á  Castilla  en  las 
turbulencias  propias  de  las  minorías  en  aquellos  tiempos.  V  no  salió  de  ellas 
el  reino  con  la  mayor  edad  del  Monarca,  sino  que  puede  decirse  que  fueron 
mayores  con  un  monarca  que  se  dejó  dominar  por  su  privado  D.  Alvaro  de 
Luna,  al  que  luego  hizo  ahorcar  en  Valladolid,  y  que  fué  siempre  juguete  de 
las  facciones  y  no  acertó  jamás  á  tener  su  reino  en  paz  y  justicia.  " 

92.  —  Enrique  IV  (1454-1474).  Tenia  ya  treinta  aftos  cuando  subió  al 
trono,  y  habla  dado  de  si  muy  ma- 
las muestras  en  vida  de  su  padre, 
ya  rebelándose  varias  veces,  ya  con 
ei  escándalo  del  proceso  de  nuli- 
dad de  su  matrimonio  con  la  infor- 
tunada princesa  Doña  Blanca  de  Na- 
varra, desde  cuyo  punto  la  gente  se 
habla  dado  á  pensar  muy  mal  y  ha- 
blar peor  del  entonces  principe, 
atribuyendo  á  sus  vicios  inmundos 
la  enfermedad  que  le  imposibilitaba 
ser  cabeza  defamilla.EI  afán  de  ori- 
ginalidad y  el  de  contradecir  todo 
lo  tradición  a  Imen  te  aceptado  como 
cierto  han  movido  á  unos  pocos  es- 
critores modernos  á  intentar  algo 
que  suena  á  defensa  de  Enrique  IV, 
y  que  no  viene  á  ser  en  el  fondo  sino 
censura  de  la  conducta  y  memoria 
de  los  Reyes  Católicos.  Pero  mien- 
tras más  se  estudia  el  reinado  del 
ignominioso  Impotente,  se  ve  mejor 
la  justicia  seca  con  que  el  elegante 
historiador  Cabanilles  ha  escrito: 
t  El  rubor  enciende  nuestro  rostro 
>y  la  pluma  se  nos  cae  de  la  mano 
>al  llegar  al  reinado  del  cuarto  de 
>Ios  Enriques.   Debemos,  empero, 

■  dedicarle  un  lugar  en  nuestra  Historia  para  enseñanza  de  pueblos  y  reyes, 
>á  la  manera  que  en  las  cartas  náuticas  se  señalan  los  escollos  para  que  huyan 
*de  ellos  los  navegantes.  No  hay  en  toda  la  Historia  de  España  nada  compa- 

■  rable  á  este  afrentoso  reinado:  sería  necesaria  la  pluma  de  Tácito  para  tra- 
>2ar  con  rasgos  de  fuego  tal  degradación  y  tanto  oprobio»  (l). 

Se  ha  dicho  que  la  Crónica  de  Enrique  IV,  por  Alonso  de  Falencia  no 
merece  crédito,  ya  que  Falencia  era  cronista  de  su  hermano  el  infante  don 
Alfonso  y,  por  tanto,  acérrimo  adversario  político  del  Rey:  por  la  misma  razón 
son  recusados  todos  los  escritores  contemporáneos  como  parciales  de  los 
Reyes  Católicos  y  deseosos  de  agradarles;  pero,  aparte  de  que  esta  unanimi- 
dad de  pareceres  en  los  contemporáneos  tiene  una  inmensa  fuerza  acusato- 
ria, pues  todos  ellos  se  declararon  contra  Enrique  cuando  éste  vivía  y  era 
poderoso,  asqueados  de  su  conducta  y  no  pudiendo  sufrir  el  desgobierno  en 
que  tenia  el  reino,  ahí  está  la  Crónica  escrita  por  Diego  Enrfquez  del  Castillo, 


JuiD  II  de  Caitilla. 
(Tomado  d«  ud  retablo  de  la  «poca 

de  la  Cartuja  de  Miraflores,  Burgos.) 


(1)    Historia  dt  Es[ah 


,,CoogIc 


302  HISTORIA  DE  ESPAÑA 

capellán  y  cronista  asalariado  del  Impotente.  Y  jqué  semblanza  traza  del  de- 
generado Monarca  este  escritor,  atento  á  mitigar  ó  atenuar  sus  defectos?  Hay 
que  oírle: 

«Era,  dice,  persona  de  larga  estatura  y  espeso  en  el  cuerpo  y  de  fuer- 
>tes  miembros;  los  dedos,  largos  y  recios;  el  aspecto,  feroz,  casi  á  semejanza 

•  de  león,  cuyo  acatamiento  ponía  temor  á  los  que  miraba;  las  narices,  romas 

•  é  muy  llanas;  no  que  asf  nasciese,  mas  porque  en  su  niñez  rescibió  lesión 
>en  ellas;  los  ojos,  garzos  é  algo  esparcidos;  encarnizados  los  párpados;  don- 
>de  ponia  la  vista  mucho,  te  duraba  el  mirar;  la  cabeza,  grande  y  redonda;  la 
>frente,  ancha;  las  cejas,  altas;  las  sienes,  sumidas;  las  quixadas,  luengas  y 

•  tendidas  á  la  parte  de  ayuso;  los  dientes,  espesos  y  traspellados;  los  ca- 
>belIos,  rubios;  la  barba,  luenga  é  pocas  veces  afeytada;  el  faz  de  la  cara, 

•  entre  roxo  y  moreno;  las  carnes,  muy  blancas;  tas  piernas,  muy  luengas  y 

•  bien  entalladas;  los  pies,  delicados. . .  Holgábase  mucho  con  sus  servidores 

•  y  criados;  avia  placer  por  darles  estado  y  ponerles  en  honra. . . ;  compañía 

•  de  muy  pocos  le  placía;  toda  conversación  de  gentes  le  daba  pena;  á  sus 

•  pueblos  pocas  veces  se  mostraba;  hufa  de  los  negocios;  despachábalos  louy 

•  tarde...  Acelerado  é  amansado  muy  presto. ..  Ll  tono  de  su  voz,  dulce   é 

•  muy  proporcionado;  todo  canto  triste  le  daba  deleite;  preciábase  de  tener 

•  cantores,  y  con  ellos  cantaba  muchas  veces...  Estaba  siempre  retraydo  .  .  . 

•  Tañía  muy  dulcemente  el  laúd;  sentía  bien  la  perfección  de  ta  música;  los 

•  instrumentes  de  ella  te  placían.  Era  gran  cazador  de  todo  linaje  de  animales 

•  y  bestias  fieras;  su  mayor  deporte  era  andar  por  los  montes,  y  en  aquéllos 

•  hacer  edíñcios  é  sitios  cercados  de  diversas  maneras  de  animales,  k  tenía 

•  con  ellos  grandes  gastos  . . .  Las  insignias  é  cerimonias  reales  muy  ajenas 

•  fueron  de  su  condición.  > 

El  segundo  matrimonio  del  Rey  con  Doña  Juana,  hermana  de  Alfonso  V 
de  Portugal,  noy  señalada  mujerde  gracilts  ji  hermosura,  se^ña  la  misma  cróni- 
ca; los  cínicos  amoríos  de  Don  Enrique  con  doña  Catalina  de  Sandoval,  á  la 
que  hizo  abadesa  de  un  convento  con  el  ridículo  pretexto  de  que  las  monjas 
necesitaban  reforma  —  •  buen  titulo,  dice  Mariana,  pero  mala  traza,  pues  no 

•  era  para  esto  á  propósito  la  amiga  del  Rey>, —  y  con  la  portuguesa  dama  de 
la  Reina,  doña  Guiomar  de  Castro,  á  que  aludían  las  desenfadadas  coplas  sa- 
tíricas de  la  época,  diciendo: 

Y  san  el  torpe,  majidcro 
Qae  se  precia  de  certero, 
Fasta  aqaella  lagaleja , 
La  de  Nava  Luateja, 
Le  ha  traído  al  letortero  (l); 

la  escandatosluma  privanza  con  la  Reina  del  valeroso  y  gallardo  hidalgo  an- 
daluz D.  Beltrán  de  la  Cueva,  súbitamente  ascendido  de  paje  de  lanza  á 
mayordomo  mayor;  el  nacimiento  de  la  princesa  Doña  Juana  (Marzo  1462),  en 
cuyas  fiestas  palatinas  se  agració  á  D.  Beltrán  con  el  condado  de  Ledesma, 
desatándose  la  maledicencia  en  tales  términos,  que  la  inocente  niña  fué  desde 
luego  rebautizada  por  grandes  y  chicos  con  el  denigrante  mote  de  la  Bá- 
tratuja,  que  no  habla  de  perder  nunca,  y  contra  el  cual  no  pudieron  pre- 
valecer nunca  las  ficciones  jurídicas  de  la  legitimidad,  resistiéndose  muchos 
á  jurarla  por  heredera  del  reino,  y  no  consintiéndolo  algunos,  como  el  conde 
de  Medinaceti,  á  pesar  de  habérsele  prometido  si  juraba  mil  vasallos;  la 
cobardía  del  Rey,  bien  manifiesta  en  las  viles  palabras  que  dijo  á  su  anti- 


(l)    Coplas  de  Mingo  Revulgo. 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


HtsTORiA  G&ÁFiCA  DB  t«  Civilización  EspaÍÍola 


LAmiha  LXVII 


^ 


,,CoogIc 


HisTOKiJt  Grífica  db  la  Civilización  Española 


I.{MIMA  L>:viii 


J\ 


T-—~r----r 


Diversa»  tipo*  de  eUvos  6  hierro*  •rtltllcoi  e«pafl«let  de  lot  sillo*  XIII,  XIV  j  XV. 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


HISTORIA  DE  ESPAÑA  .305 

guo  ayo  el  obispo  de  Cuenca  D.  Lope  Barríeotos,  lealfsimo  servidor  de  su 
padre  Don  Juan  y  de  él,  cuando  le  excitaba  á  someter  por  armas  á  Iqs  re- 
beldes: tíos  que  no  habéis  de  pelear,  padre  obispo,  sois  muy  pródigos  de  las 

•  vidas  ajenas*,  á  lo  que  respondió  indignado  D.  Lope:  <Se&or,  pues  que  V.  A. 
•no  quiere  defender  su  honra,  vos  certifico  que  desde  agora  quedaréis  por  el 
>más  abatido  rey  que  hobo  en  España,  é  arrepentiios  heis  cuando  no  apro- 

•  vecliare>;  y  la  incalificable  conducta  observada  en  la  batalla  de  Olmedo, 
donde  mientras  los  suyos,  fieles  no  á  él,  sino  á  la  institución  monárquica  en 
abstracto,  peleaban  y  vencían,  escondióse  Don 

Enrique,  y,  ya  consegida  la  victoria,  tuvo  que  ir  á 
buscarle  su  capellán  y  decirle:  «jCómo  los  reyes 

•  que  son  vencedores  ansi  se  han  de  arredrar  de 
>su  hueste?  . . .  Andad  acá,  señor,  que  sois  ven- 

•  cedor>¡  y  sobre  todo  la  inverosímil  bajeza  con 
que  por  dos  veces  reconoció  y  firmó  su  propia 
deshonra:  la  primera  en  Medina  del  Campo  (30 
Noviembre  1464)  admitiendo  á  su  hermano  Don 
Alfonso  por  UgitÓMo  sucesor  y  heredero  del  remo, 
y  la  segunda  en  los  loros  de  Guisando  {iQ  Ac  Sep- 
tiembre de  1468),  donde  hizo  lo  propio  con  su 
hermana  doña  Isabel,  y  suscribió  esta  cláusula, 
colmo  de  ignominia:  «ítem,  por  quanto  al  dicho 
•sefior  rey  et  communmente  en  estos  reinos  et 

•  señoríos  es  público  et  manifiesto  que  la  reina 

•  Doña  Juana  de  un  año  á  esta  parte  non  ha  usa-  ¡-j  ^y^^^  ¿^  Luna 
•do  limpiamente  de  su  persona» . . .  etc. . .  To-      Tomado  de  U  estatua  va- 
dos estos  son   hechos   probados,  y  ellos  justifican        cente  de  su  sepulcro,  exis- 

plenamente  el   alzamiento  de  su  hermano  Don       lente  en  la  Catedral  de  To- 
Alfonso,  que  reinó  tres  años  en  más  extenso  te-  '*^°- 

rritorio  que  el  mismo  Don  Enrique  {desde  5  Ju- 
nio 1465  á  5  Julio  68,  que  falleció)  (i),  y  al  que,  según  algunos  historiadores, 
debería  llamársele  Alfonso  XII,  la  exclusión  de  la  Beltraneja,  que,  aun  en  el 
supuesto  de  ser  falsas  las  especies  que  contra  ella  corrían,  no  hubiese  podido 
reinar  nunca  desde  que  su  propio  padre  la  deshonró,  y,  por  ende,  la  legitimi- 
dad indiscutible  de  Isabel  ia  Católica,  que  subió  al  trono,  no  ya  en  virtud  de 
un  derecho  fundado  en  la  incapacidad  de  Doña  Juana,  sino  del  deber  de  sal- 
var el  decoro  y  dignidad  de  la  institución  monárquica,  ensuciada  por  tantas 
porquerías  y  casi  destruida  por  tantas  bajezas. 

El  estado  á  que  llegó  Castilla  con  un  monarca  cual  Enrique  IV  no  es 
para  descrito.  Un  año  antes  de  concluir  tan  calamitoso  período  escribía  Her- 
nando del  Pulgar  al  obispo  de  Coria  una  carta  refiriéndole  cómo  andaban 
las  cosas:  en  Andalucía  baja  el  duque  de  Medina  Sidonia  y  el  marqués  de 
Cádiz  se  hacían  crudísima  guerra,  hasta  con  tropas  de  moros,  y  ni  en  Sevilla 
se  podía  vivir,  porque  las  gentes  del  Marqués  y  las  del  Duque  andaban  á 
cuchilladas  de  noche  y  dfa  por  las  calles;  en  Córdoba  hacían  lo  mismo  don 
Alonso  de  Aguilar  y  el  conde  de  Cabra;  el  reino  de  Murcia  se  habla  de- 
clarado en  cantón  independiente,  y  hacia  cinco  años  que  no  se  comunicaba 
con  lo  demás  de  Castilla;  León  gemía  bajo  el  yugo  cruel  de  D.  Alonso  de 

(1)  En  cite  tiempo  vino  á  Eipaila  el  barón  de  RORiltbal,  noble  húngaro,  y  en  la  relación 
de  til  Tiaje  (Viajis psr  Españo,  Ubres  di  anlaiio)  cuenta  las  dificultades  que  había  para  pasar 
de  las  ciudades  que  acataban  i  Don  Alfonio,  al  qae  llama  el  Jtty  moto,  í  las  de  Don  Eniiqae, 


Salcedo,  Historia  de  espaRA 


D,g,t7cdb/GOOgfü 


306 


HISTORIA   DE   ESFAÍlA 


Monroy,  maestre  de  Alcántara;  Toledo  estaba  entregado  á  una  constante  anar- 
quía, y  las  bandas  armadas  que  corrían  su  tierra  robaban  á  placer  y  quemaban 
los  pueblos,  como  hicieron  con  Fucnsalida,  Guadaume  y  otros  lugares,  sien- 
do el  hambre  la  consecuencia  de  tales  horrores;  Pedro  Mendaña,  alcaide  de 
Castronuño  y  uno  de  los  mayores  facinerosos  de  la  época,  había  llegado  á 
juntar  de  quinientas  á  seiscientas  lanzas,  y  no  sólo  desbalijaba  en  los  cami- 
nos y  asaltaba  lugares,  sino  que  cobraba  una  contribución  regular  á  Medina, 
ValladoUd,  Toro,  Zamora  y  Salamanca,  desafiando  al  duque  de  Alba,  que  con 
su  mesnada  señorial  lo  perseguía;  Tie- 
rra de  Campos  era  un  hervidero  de  fac- 
ciones, y  en  Cantabria  y  Vasconia  no 
se  hacia  tampoco  más  que  pelear  los  de 
un  pueblo  con  el  vecino,  los  de  un  case- 
río, con  el  próximo;  tas  guerras  de  Ga- 
licia de  qtte  nos  solíamos  espeluznar,  ya 
las  reputamos  ceviles  é  tolerables,  attmo 
licitas.  Y  después  de  tan  horrible  enu- 
meración añadía  Pulgar;  Nú  hay  más 
Castilla;  sinno,  rnds  guerras  kavria.  Y 
dice  además  que  ya,  por  la  costumbre 
de  sufrir  tantas  luchas,  apenas  si  se  les 
hacía  caso,  ó  como  siacaesciesen  en  Bolo- 
ña  ó  en  reinos  do  nuestra  jurisdicción  no 
alcanzase;  que  á  nadie  se  ahorcaba  por 
justicia,  aunque  algunos  se  ahorcan  por 
injusticia,  y, finalmente, que lagenteno 
sabía  qué  hacer  por  salir  de  tan  inso- 
portable situación;  pero  que  el  deseo 
de  salir  de  ella  era  general  y  se  mani- 
festaba de  mil  modos:  verbigracia,  en 
los  procuradores  del  reino,  juntándose 
para  tratar  del  remedio  á  los  males  pú- 
Enrique  IV  bÜcos;  mas  <mirad  (escribe)  cuan  cru- 

Scgún  UD  dibuja  del  insiene  pintor  »do  está  este  humor  é  cuan  rebelde, 

D.  José  Císído  del  Alisd.  »que  nunca  bailaron  medicina  parale 

•  curar,  de  manera  que,  desesperados 
>ya,  se  han  dejado  dello>;  6  en  los  obispos,  que  se  reunieron  en  Aranda  para 
ver  de  poner  á  cubierto  á  la  Iglesia  de  aquel  espantoso  desorden.  Menos  st 
presume  gue  aprovecha  esto,  concluye  diciendo  Pulgar. 

Se  ve  que  el  instinto  social,  ya  muy  desarrollado  por  la  cultura  jurídica 
y  literaria,  rechazaba  enérgicamente  el  desgobierno  y  las  vergüenzas  de  Enri- 
que IV.  Quizás  algunos  siglos  antes  los  vicios  de  este  rey  sólo  hubiesen  pro- 
vocado alguna  sombría  tragedia  palatina,  y  el  pueblo,  compuesto  de  siervos 
y  considerando  la  guerra  permanente  como  el  estado  natural  de  la  sociedad 
humana,  apenas  si  habría  hecho  caso;    pero  en  el  siglo  xv  Castilla,  con  un 


(Explúadin  de  ¡a  lámina  LXIX,) 

Ciavoi  ó  HIerrm  arlltttco*  ctpaAole*.  -  La  miyc 

son  divos  como  los  de  las  láminas  LXVIl  y  LXVIll. 

El  llimador  b  aldabón  que  aparece  en  el  centro  de  la  li 
pertenece  S  la  pucna  principal  de  la  Oiiedral  de  Tairagona.  Son  llamadores 

Valencia  de  Don  Juan. 


que  figurai 
del  sigla  xv,  de 


filo  gúlico.  y 


,,  Google 


HlSTOKIA  GhÍFICA   de  LA   CIVILIZACIÓN  ESPAÑOLA  LÍMINA   LXTX 


Hierros  artlitleí»  evaftolei. 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


HiSTOBU  GrAfica  db  la  Civii.izAadM  Española 


iMlradMatos  niAilcos  del  «lelo  XIV. 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


mSTOKlA  DE  ESPaSa  309 

pueblo  libre,  con  ciudades  grandes,  agrícola,  industrial,  mercantil,  ilustrada 
por  los  teólogos,  atcccionada  por  los  juristas,  conocedora  de  las  obras  maes- 
tras de  la  antigüedad  clásica,  rica  y  ansiando  serlo  más,  abierto  su  espíritu  á 
todos  los  aires  de  la  ciencia,  del  arte  y  de  la  poesía,  contando  en  todas  sus 
clases  sociales  coa  hombres  ilustradísimos,  quería  un  gobierno  ñrme,  fuerte, 
previsor,  que  asegurase  á  todos  la  libertad  individual  y  el  disfrute  pacifico  de 
aquellos  derechos  del  hc^r  y  de  la  vida,  sin  los  cuales  es  ésta  peor  que  et 
Infierno.  Por  eso  no  podía  conformarse  con  Enrique  IV  y  se  rebullía  impa- 
ciente buscando  un  porvenir  venturoso;  pero  á  la  vez,  como  quiera  que  había 
aprendido  que  la  apetecida  dictadura  paternal,  único  remedio  posible  de  sus 
males,  sólo  podía  ser  implantada  por  la  tHonarquia  legitima,  respetaba  en  el 
degenerado  Enrique,  no  la  persona,  sino  la  institución,  y  de  aquí  que  nunca 
se  resolviese  á  destronarle,  confiando  en  que  sus  mismos  vicios  no  tardarían 
en  llevarle  al  sepulcro,  y  la  sucesión  regular  pondría  en  el  trono  á  la  infanta 
Isabel,  cifra  de  todas  sus  esperanzas. 

Esta  doble  y  contradictoria  corriente  de  fuerzas  morales  —  el  odio  des- 
preciativo á  Enrique  IV  y  la  lealtad  monárquica  —  explica  las  singulares 
peripecias  del  reinado,  y  sobre  todo  un  hecho  muy  digno  de  notarse.  En  este 
período  es  cuando  por  vez  primera  se  advierte  en  España  la  existencia  de 
una  verdadera  opostdán  política,  es  decir,  de  una  acción  común  consciente  y 
deliberada  contra  el  gobierno  establecido,  no  para  sacar  de  ¿I  concesiones  ó 
provechos  personales,  sino  para  mejorarlo,  para  obligarle  á  que  cumpla  bien 
sus  elevadas  funciones  sociales  6  reemplazarle  por  otro  que  así  lo  haga.  Claro 
que  con  esta  aspiración,  de  suyo  elevada,  mezclan  siempre  ambición  y  codi- 
cias sus  escorias;  pero  no  es  justo  confundir  las  turbulencias  del  siglo  xiv, 
por  ejemplo,  en  que  todo  un  D.  Juan  Manuel  vivía  en  constante  rebelión 
Inchando  con  reyes  y  pueblos  únicamente /or  el  acrescentamiefíio  de  su  perso- 
na y  casa,  y  estaba  esto  tan  admitido  por  todo  el  mundo  que  no  necesitaba 
el  magnate  dar  otras  explicaciones  de  su  conducta,  con  estas  otras  del  reina- 
do de  Enrique  IV  en  que  lo  que  ofendía  del  Rey  es  que  fuera  tan  mal  rey, 
y  se  buscaba,  por  unos  sinceramente,  por  otros  siquiera  en  apariencia,  el  me- 
joramiento del  reino.  Con  esta  oposición  nació  la  literatura  política,  insolen- 
temente procaz  en  las  Coplas  del  Provincial,  mordazmente  satírica  en  las  de 
Mingo  Retmlgo,  y  noblemente  severa  en  la  prosa  de  los  cronistas  y  en  los  ver- 
sos de  los  buenos  poetas  de  la  ¿poca. 

Murió  Enrique  IV  en  Madrid  el  1 1  de  Diciembre  de  1474. 

93.  —  Las  Bellas  Artes  en  la  Edad  Media. — Siguieron  en  nuestra  Pe- 
nínsula el  mismo  proceso  que  en  el  resto  del  mundo,  con  la  singularidad  pro- 
veniente de  la  coexistencia  de  los  dos  elementos  mahometano  y  cristiano,  y 
la  menos  notable,  pero  también  sensible,  producida  por  nuestra  situación 
geográfica  al  extremo  de  Europa,  efecto  de  lo  cual  fué  llegar  aquí  más  tarde 
qne  á  otras  regiones  las  corrientes  sucesivas  del  movimiento  artístico. 

Período  bitantino.  —  Iniciado  en  Constantinopla  por  la  combinación  del 
arte  clásico  greco-romano  con  los  estilos  orientales,  especialmente  el  sasa- 
mda  (i),  combinación  á  su  vez  de  factores  helénicos,  asi  rio -cal  déos  y  medo- 


,,CoogIc 


310  HISTORIA  DE  ESPAÑA 

persas,  extendióse  al  Occidente  de  Europa  á  ñnes  del  siglo  v,  y  el  ostrogodo 
Teodoríco,  soberano  de  Italia  y  de  España,  por  los  modelos  de  Bizancio  hizo 
construir  los  magniñcos  monumentos  que  aún  dan  testimonio  de  su  grandeza 
y  amor  á  las  Bellas  Artes  (Sania  María  la  Rotonda,  San  Apolinar  y  El  Etpl- 
riíu  Santo,  en  Kávcna,  etc.).  En  la  época  de  los  exarcas  griegos  en  Italia  y 
después  de  los  lombardos  se  fué  modiñcando,  y  de  aquf  la  variedad  denomi- 
nada loméardo  ó  longobardo,  predominante  en  el  reinado  de  Carlomaguo  (^Ca- 
tedral de  Aquisgrán,  copia  de  San  Vidal  de  Rávena,  etc.). 

A  España  debió  de  llegar  el  bizantinismo  á  la  vez  que  á  Italia,  según  todas 
laa  probabilidades,  reinando  Teodorico,  y  duró  más  que  en  ninguna  otra 
parte  ácausa  del  ya  dicho  apartamiento  gec^ráfico,  por  virtud  del  cual  tardaron 
mucho  en  llegar  las  nuevas  corrientes  artísticas,  acrecentándose  entonces  el 
influjo  de  esa  causa  permanente  con  las  calamidades  de  la  invasión  sarracena. 
No  poseemos  monumentos  bizantinos  comparables  á  los  de  Constan  ti  nopl  a, 
Rávena,  Pavia  y  Aquisgrán;  en  cambio,  nuestro  bieantinismo  ofrece  una  gran 
variedad  de  formas,  que  pueden  reducirse  á  cinco  tipos:  visigodo,  asturiano 
propiamente  dicho,  asturiano  impropio,  mozárabe  y  árabe. 

Del  tipo  visigodo  sólo  queda  en  pie,  con  caracteres  de  autenticidad  rigu- 
rosa, la  Basílica  de  San  ^nan  de  BaHos,  actualmente  restaurada  fior  el  arqui- 
tecto D.  Manuel  Anfbal  Alvarez;  pero  probablemente  también  son  del  perio- 
do las  minas  de  Segóbriga  (Cuenca),  las  iglesitas  de  Santa  Comba  de  Bande 
(Orense),  de  San  Pedro  de  Nave  (Zamora),  de  San  Miguel  de  Tarrasa  (Orense), 
la  cripta  de  la  Catedral  de  Falencia,  etc.,  y  tienen  extraordinaria  importancia 
varías  monedas  godas  y  suevas,  las  coronas  de  Gnarrazar,  descubiertas  en  1ÍJ58 
y  1860,  y  el  aljibe  del  Conventual,  de  Mérida,  para  demostrar  el  carácter  bizan- 
tino del  arte  en  la  época  visigoda,  y  su  variedad  española  caracterizada  prin- 
cipalmente por  el  uso  del  arco  de  herradura.  Creíase  que  esta  forma  del  arco 
habla  sido  creación  de  los  árabes;  pero  la  arqueología  moderna  ha  establecido 
sólidamente  que  los  árabes  —  no  todos,  sino  los  de  España  y  África  —  tomá- 
ronla de  los  cristianos  españoles.  En  España  hay  arcos  de  herradura  esculpi- 
dos en  lápidas  sepulcrales  del  tiempo  de  los  romanos,  y  en  el  de  los  visigo- 
dos eran  los  más  frecuentes:  también  se  usó  el  ajimez,  atribuido  igualmente  á 
invención  árabe. 

Los  monumentos  genuinamente  asturianos  son  bizantinos,  acusando,  sin 
embaigo,  influencias  lombardas  —  se  sabe  que  los  maestros  lombardos  vinie- 
ron á  España  en  el  siglo  vin, — normandas  y  árabes.  Las  segundas  se  explican 
por  las  incursiones  de  los  piratas,  que  dieron  tanto  que  hacer  á  los  reyes  de 
Asturias,  y  las  últimas  por  la  presencia  de  los  muslimes  en  la  Península.  Los 
monumentos  asturianos  son  además  muy  pobres,  como  corresponde  á  la  con- 
dición del  reino  cantábrico.  Pertenecen  á  este  grupo  la  Cdmara santa,6 CAp\- 
lla  de  San  Miguel,  de  la  Catedral  de  Oviedo;  Santnllano  ó  San  Julián  de  los 
Prados,  extramuros  de  Oviedo;  San  Miguel  de  Linio,  Santa  María  de  Jaran- 
eo y  Santa  Cristina  de  Lena  (construcciones  de  Ramiro  I)  y  San  Salvador  de 
Priesca. 

Impropiamente  asturianos  son  todos  los  monumentos  que  cabe  tam- 

(ExflicaHín  de  la  ¡amina  LXXI.) 

HISTORIA  DEL  TRAJE.  -  Trsjei  tlvHM  J  nlIftarM  del  tlglo  XV.- i.  Don  Qbmti.  Minrl- 
qiw,  1411.  Monutcrlo  de  Fmddvil.  —  Z.  Retrato  orante  de  DonJiunll|de  CutlIU,  de  un  retablo  de  li 

Cvdiji  de  MlnRorcs  (Burgas).  -  3.  Querrero  del  siglo  XV,  con  coracina  [Annerlii  Real).  —  4.  El  'principe 
Don  Carlos  de  Viina,  miniatura  de  la  Biblioteca  Nacional  de  Madrid.  —  5.  Don  Alvaro  de  Luna  con  el 
tn|e  de  Oran  Maeitre  de  la  Orden  de  Santiago,  de  li  estatua  yacente  de  su  aepulcro  existente  en  la  Catedral 
de  Toledo.  —  A.  Paje  del   siglo  xv,  ípoca  de  Don  Juan  11;  interpretadín  de  una  plntundela  época. 


,,CoogIc 


Historia  GrjCfica  de  la  Civilización  EspaíÍola  LAuin*  LXXt 


HISTORIA  DEL  TRAJC-Tr^M  drllc*  y  BDltarcí  <l«l  aillo  XV. 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


312  HISTORIA   DE   ESPAÑA 

bien  caliñcar  de  pn-romdrticos,  porque  las  formas  bizantinas  aparecen  ya  muy 
alteradas,  como  presintiendo  el  cambio  arquitectónico  que  iba  á  efectuarse,  y 
que  ya  se  habla  realizado  en  la  Europa  central.  Tenemos  muchos  monumentos 
de  éstos,  mejor  ó  peor  conservados:  en  Asturias,  San  Adrián  dt  TuitÓH,&6oz 
leguas  de  Tnibia;  San  Jnlidn  de  Viñón,  San  Miguel  de  Bdrcenas,  San  Pedro 
de  Teverga,  etc.;  la  más  característica  es  San  Salvador  de  Fuentes  (comarca 
de  Villaviciosa),  caque  ven  algunos  arqueólogos  el  punto  de  transición  del 
modo  asturiano  al  estilo  románico;  en  Galicia,  Santa  Eulalia  de  Bolaüas  y  San 
Tirso  de  Cospindo;  en  León,  el  panteón  de  los  Reyes  (San  Isidoro);  en  Santan- 
der, Santa  María  de  Lebeña;  en  Logroño,  San  Milldn  de  la  Cogolla  de  &iso;  en 
Soria,  la  ermita  de  San  Baudilio  (término  de  Casillas  de  Berlanga);  en  Cata- 
luña, San  Pedro  de  Tarrasa,  San  Cugat  del  ValUs,  etc. 

El  primer  período  del  arte  maho  me  tan  o- español  es  bizantino  puro,  y  pu- 
ramente bizantina  es  la  Mezquita  de  Córdoba,  y  bizantinas  son  las  constructo- 
nesde  los  mozárabes  ó  cristianos  sometidos  á  los  árabes:  dividen  se  las  últimas 
en  tres  grupos:  el  andaluz,  de  que  no  se  conservan  monumentos  arquitectóni- 
cos, al  menos  en  su  forma  primitiva,  y  si  sólo  una  campana  pequeña  en  el  Mu- 
seo Provincial  de  Córdoba;  el  toledano,  al  que  corresponden,  no  enteramente  y 
de  todos  modoB  om'j  ácsf\gaYaái.s,\a.s\g\cs\a.s  d^  San  SebastidH,Santa  Eulalia  y 
San  Litcas,  en  Toledo,  y  la  ermita  de  Santa  María  de  Melgue  (término  de  San 
Martin  de  Montalbán);  ñnalmente,  f\grupo  asturiano  ó  de  monumentos  cons- 
truidos por  los  mozárabes  fugitivos  de  la  persecución  de  los  emires  que  se 
refugiaron  en  los  reinos  cristianos  independientes,  está  representado  por  San 
Miguel  de  Escalada  (20  kilómetros  al  SE.  de  León),  San  Cebrián  de  Masóte 
(provincia  de  Valladolid),  Santiago  de  PeUalba  (en  el  fiierzo,  León),  Santo  To- 
más de  las  Ollas  (Ídem),  San  Miguel  de  Celanova  (Orense),  iglesia  de  Bamba 
(Valladolid),  etc. 

Período  románico.  —  Llegó  para  nuestra  patria  como  uno  de  tantos  efec- 
tos de  la  europeieaciÓH  promovida  por  Fernando  I  y  su  hijo  Alfonso  VI,  y  que 
se  caracteriza  por  la  venida  de  los  monjes  de  Cluny,  y  con  ellos  otros  mochos 
franceses:  guerreros  y  artistas.  Al  reinado  de  Femando  I  pertenece  San  Isi- 
doro (hacia  1145),  y  el  estilo  románico  se  va  desarrollando,  siempre  bajo  la 
influencia  y  siguiendo  los  tipos  traspirenaicos.  Sus  monumentos  más  nota- 
bles son:  la  Catedral  de  Santiago  (de  1074  á  11 28),  muy  semejante,  por  no 
decir  igual,  á  San  Semin,  de  Tolosa;  en  la  misma  región  gallega,  las  Catedra- 
les de  Lugo,  Túy  y  Orense;  lai  iglesias  de  Santa  María  del  Sar  (Santiago), 
Santiago  (Coruña),  San  Lorenzo  de  CarobeirO,  ruinas  (Pontevedra),  etc.;  en 
Asturias,  la  torre  vieja  de  la  Catedral  de  Oviedo;  en  Santander,  la  Colegiata 
de  Santillana;  en  Zamora,  la  Catedral  y  la  Colegiata  de  Toro;  en  Salamanca,  la 

(ExplicacUn  dt  la  táaima  LXXll.) 

El  caMO.  -  I.  Cisco  dd  ligio  LX  il  X.  -  2.  3  y  í.  (jscos  del  síeIo  x.  -  5:  Cisco  dtl  siglo  XI.  - 
6.  Casto  <If1  siglo  X  al  XI.  ~  T  y  S.  Yílnios  del  siglo  XU.  —  1.  Cimera  de  yelmo  del  re]í  Don  Martin,  rotnX- 
deradt  hasU  hact  poca  de  Don  Jaime  ef  Coaqatstaáor.  siglo  XV.—  ID.  Yelmo  del  siglo  xlll.  —  II.  Yelmo 
del  siglo  XV. -12.  13.  \k.  15,  16,  IT.  IB,  11.  22  y  23.  Bacinetes  del  siglo  xiv.  — 24.  Baúl  de  torneo 
de  Fernando  ti  Católica,  siglo  XV.  —  19.  Celada  aragonesa  del  siglo  XV.  — 10,  Celada  descubiert*.  — 
25.  Capacete  que  perteneció  i  Felipe  ti  Hermoso,  siglo  XV.  —  26.  Capacete,  siglo  xvr.  —  28.  Almete  espaflol 
con  haberón  del  siglo  XV.  -  23.  Almete  de  pico  dt  gorrión.  Siglo  xv.  —  27.  Almete  de  Carlos  V.  Siglo  XVI. 
24  bis.  Morrión  de  calva  cónica  pertenedenle  á  Cirios  V.  Siglo  xvi.  —  30.  Almete  de  pico  dt  gorrión  de 
Hnei  del  siglo  XV.  —  31.  Ceiadi  de  ¡usU  de  Carlos  V,  siglo  XVI.  -  32.  Celada  descublerU  de  Felipe  tí  Her- 
moto,  siglo  XV.  ^33.  Borgoflota  de  las  liimidasde  infante,  ligio  XVI.  —  34.  Birrete  de  parada,  ligio  XVI,— 
3i.  Celada  para  justar  1  pie.  siglo  X\'.  —  36.  Yelmo  de  JusU  real  de  Carlos  V,  siglo  yxl.  —37.  Borgonon  de 
Carlos  V,  siglo  XVI.  —  38.  Almete  de  justa  de  Carlos  V.  siglo  XVI. 


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Historia  Grífica  db  la  Civilización  Espaüola 


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314  HISTORIA    DE  ESPAÑA 

Catedral  vieja  y  la  Catedral  de  dudad  Rodrigo;  en  Burgos,  la  iglesiay  monas- 
íerio  de  Silos;  en  Ávila,  San  Vicente  y  Satt  Pedro;  en  Segovia,  la  torre  de  San 
Esteban  y  la  Vera  Cruz;  en  Navarra,  San  Salvador  de  lÁyre  y  ct  monasterio  de 
Iracke;  en  Aragón,  San  Juan  de  la  Peña,  la  Catedral  de  Jaca  y  el  castillo-mo- 
nasterio de  Loarres;  en  Cataluña,  la  Catedral  de  Seo  de  Úrgel  y  el  monasterio 
de  Ripoll  (reconstruido);  deben  citarse  por  último  las  murallas  de  Avila  y 
algunas  casas  de  Segovia, 

Pocos,  ó  quizás  ninguno  de  estos  monumentos  son  puramente  románicos. 
Casi  todos  empezáronse  en  este  orden  y  fueron  concluidos  en  gótico,  porque  el 
cambio  de  gusto  más  allá  de  los  Pirineos  fué  reñejándose  poco  á  poco  en  nues- 
tra Península,  viniendo  otros  maestros  á  iniciarnos  en  la  nueva  manera  de 
construir;  mas  el  estilo  románico,  como  en  otra  época  el  bizantino,  opuso  al 
gótico  una  resistencia  prolongada,  y  cuando  ya  en  Europa  nadie  construía  en 
románico,  nuestra  Segovia  erigfa  sus  principales  monumentos  en  dicho  estilo. 

Periodo  gótico.  -^  Puede  dividirse,  con  Lampérez,  en  tres  subperfodos.  De 
transición:  en  Zamora,  la  iglesia  de  Santa  Marta  de  Moreruela;  en  Soria,  Santa 
María  de  Huerta;  en  Buidos,  Las  Huelgas.  De  apogeo:  A  que  corresponden  las 
tres  grandiosas  Catedrales  del  siglo  xni:  Burgos,  León  y  Toledo,  y  además 


{ExplUiuién  .U  ¡o  ¡amina  I.XXW.) 

Bronce*  Árabe*.  - 1  y  Z.  Lámpara  dt  Abu-Lan  Mahamad  III  de  Oram 
mente  lámpara  de  Ordn, 

Se  li  llimaba  Idmpara  de  Ordn  potqwt  se  U  suponía  traída  de  «sla  ciudad  por  d  Cirdenil  Cls- 
neros,  formando  parte  del  bolín  de  guerra  en  su  famosa  eypcdición;  pera  es  mis  lógico  suponer  qoe 
hiya  lido  tomada  de  la  Mezquita  de  Qranadi,  atendiendo  1  lo  que  dice  U  inscripción  en  caracteres  africanas 
que  llene  en  la  parle  inferior  del  aro  que  recoge  la  pantalla,  y  que,  traducida  por  et  ilustre  arabista  D.  Ro' 
drigo  Amador  de  los  Ríos,  dice  asi ; 

•En  el  nombre  de  Dios  clement-  y  misericordioso.  La  bendición  de  Dios  sobre  nuestro  dueño  Moha- 
madlMahonM)  y  su  familia:  talud  y  paz.  Mandó  nuestroieflorel  Sultán  excelso,  el  favorecido,  el  vtdotioso, 
el  justo,  el  feliz,  el  conquistador  de  las  ciudades  y  último  llmlle  de  la  conducta  justa  entre  los  siervos  (de 
DIol),  el  Amir  de  los  muslimes  Abu-Abdll-Iah,  hijo  de  nuestro  señor  el  Amirde  los  muslimes  Abu-Abdil- 
lih,  hijo  de  nuestro  señor  Al-OaliboiMah.  el  victorioso  por  la  prolección  de  Dios,  Amir  de  los  muslimes 
Abl-M>dil-Iah.  ayúdele  Dios  (ensalzado  sea (aquí  lalta  un  pedazo  y  la  inscripción  queda  in- 
terrumpida); debajo  de  ella,  1  quien  alumbra  mi  luz  por  Su  magnificencia  y  cuidado  de  su  xeque,  con  sana 
Intención  y  verdadera  certidumbre.  Y  hit  esto  en  el  mes  de  Rabié  primera  bendecida,  en  el  alto  705, 

¡Ensalzado  seal> 

Esta  lecha  corresponde  del  20  de  Septiembre  al  1  g  de  Octubre  de  1305, 

Según  documentos  de  la  ípoca,  parece  que  ya  anlcs  de  la  conquista  de  Orin  esliba  esta  lámpara  colo- 
cada en  la  capIlU  de  San  Ildefonso  de  la  Universidad  de  AlcaU,  de  donde  fui  traída  al  Museo. 

Es  de  bronce,  ejemplar  único  en  su  clase,  y  de  un  guslo  y  una  labor  eiqulsitos. 

En  las  esferas  ó  manzanas  de  la  parte  núm.  I  se  lee  en  hermosos  caracteres  cúflcos,  transparentes 
como  el  testo  de  los  adornos,  el  conocido  mole  de  los  Al-Ahmares:  iV  no  vencedor  sino  Dios.»  •¡Ensalzado 
seal>.  mote  repetido  con  profusión  en  la  Alhambra. 

La  misma  leyenda  se  halla  dos  veces  repelida  en  cada  lado  de  la  pantalla  núm.  2,  entre  elegantes  vás- 
tigos  que  serpean  de  arriba  1  abajo,  con  caiípinulas  y  lirios. 

Se  ignora  la  verdadera  disposición  de  su  conjunto  á  causa  de  hallarse  incompleta. 

Suprimimos  el  apéndice  que  tenía,  porque  á  más  de  no  pertenecer  á  esta  llmpan,  por  su  estilo  en  el 
que  no  hay  nada  de  árabe,  como  obra  de  arle  carece  por  completo  de  valor. 

3.  Vasija  árabe. 

A,  León  de  bronce  enconlrado  en  tierra  de  Falencia.  Fui  hallado  por  unos  campesinos  y  vendido  por 
éstos  á  un  larmacéutico  de  Valladolid,  de  quien  lo  adquirió  el  egregio  pintor  Mariano  Forluny.  Es  de  estilo 
persa-árabe  y  pertenece  á  la  época  del  Califato  de  Abdenamán  111. 

Lainscripclónencaracterescúñcosquetieneenel  vientre,  dice  </^et/c^a<f:  La  bendición >. 

Era  el  surtidor  de  una  luenle  interior  de  un  palacio, 

5.  Acetre  árabe  de  bronce  dorado  i  fuego,  siglo  KV.  Museo  Arqueológico  Nacional. 

b.  Bronce  suntuario. 


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\  Civilización  EsfaSola  Umina  LXXIII 


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Historia  Ghífic*  db  la  CiviuzAaÓN  EsfAÜOLA  Umina  LXXIV 


EMBlInra  d*  l«  E<tad  Medta.  f~* 


Cooglc 


HISTORIA  DE  ESPAÑA  3I7 

las  de  Sigüenza,  Avila,  Cuenca,  Burgo  de  Osma,  Falencia,  Tarragona,  Barce- 
lona, Santa  María  del  Mar  (en  esta  última  ciudad),  Valencia  (aunque  desfi- 
gurada), la  fachada  oriental  del  Alcázar  de  Toledo,  la  torre  de  D.  Fadrigtu, 
en  Sevilla;  las  torres  de  Serranos,  en  Valencia;  la  Casa-lonja,  en  Barcelona; 
algunas  fortalezas  en  Segovia,  etc.  Del  periodo  de  decadencia  hay  obras  tan 
notables  como  la  Catedral  de  Sevilla  (de  1402  á  1498),  la  nave  de  la  Catedral 
de  Geronei,  la  Catedral  de  Oviedo,  único  ejemplar  espafiol  del  gótico  fiamigero, 
y  la  Cartuja  de  Miradores. 

El  arte  árabe.  —  Con  el  románico  y  el  gótico  coincide  en  España  el  des- 
arrollo del  arte  mahometano.  AI  bizantinismo  árabe,  representado  por  la 
Mezquita  de  Córdoba,  fu¿  sucediendo  poco  á  poco  un  estilo  cada  vez  más 
apartado  de  su  tipo  originario,  por  crecientes  influencias  africana  y  asiática, 
cuya  evolución  progresiva  no  está  bíen  estudiada,  y  á  que  se  llama  en  conjun- 
to periodo  mauritano.  A  él  pertenecen  los  monumentos  árabes  de  Toledo: 
Pñerta  de  Bisagra  (siglo  xi),  el  Taller  del  Moro,  que  algunos  suponen  mude- 
jar; la  Casa  de  Mesa,  que  está  en  el  mismo  caso,  y  sobre  todo  el  Cristo  de  la 
Lne;  la  Giralda  de  Sevilla  (siglo  xii),  <que  á  las  proporciones  de  una  pirá- 
mide de  Egipto  une  la  gracia  y  alegria  de  un  kiosco*  (Amicis),  y  la  Aljafería 
de  Zaragoza.  El  último  período  del  arte  árabe  español  es  el  granadino,  repre- 
sentado por  la  maravillosa  Alhambra. 

Ei  imtdejarismo.  —  La  influencia  árabe  tenía  que  dejarse  sentir  en  los 
cristianos,  y  de  aquí  esta  singularidad  de  nuestro  arte  medioeval,  que  sólo 
compartimos  con  Sicilia,  donde  también  coexistieron  cristianos  y  mahome- 
tanos. Del  siglo  XI  conservamos  las  arcas  de  reliquias  en  la  Cámara  Santa  de 
Oviedo,  el  cáliz  y  la  caja  de  marfil  de  Silos,  que  son  piezas  de  estilo  musul- 
mán. En  el  periodo  románico  aparecen  las  formas  mahometanas  en  edificios 
crístiaDos:  arcos  lobulados  en  la  Catedral  de  Santiago  y  en  San  Isidoro  de 
León;  arquillos  angrelados  en  la  cornisa  de  San  Pablo,  de  Tarragona;  almenas 
cordobesas  en  campanarios  catalanes;  estalactitas  en  sepulcros  de  la  Cate- 
dral vieja  de  Salamanca,  etc.  Del  siglo  xit  son  la  Puerta  del  Sol  y  las  iglesias 
de  San  Román  y  Santiago  del  Arrabal,  en  Toledo.  En  el  xiv  combfnanse  las 
formas  góticas  con  las  granadinas:  Santa  María  la  Blanca  y  el  Tránsito,  las 
dos  famosas  sinagogas  toledanas  y  el  Alcdear  de  Sevilla,  construido  por  ar- 
quitectos granadinos.  En  el  siglo  xv  llegó  á  su  apogeo  el  mudejarismo  con  el 
castillo  de  Coca  (Segovia)  y  el  claustro  del  monasterio  de  Guadalupe. 

Escultura  y  pintura.  —  Del  período  propiamente  dicho  bizantino  no  que- 
dan obras  de  esta  clase,  aparte  de  las  miniaturas  de  algunos  códices,  como 
no  lo  sean  ciertas  antiquísimas  imágenes  de  la  Virgen,  probablemente  cons- 
truidas en  Constantinopla.  Del  románico  tenemos  las  pinturas  —  no  se  sabe 
si  al  temple  ó  al  fresco  —  del  regio  panteón  de  San  Isidoro,  y  muchas  obras 
escultóricas  unidas  á  la  arquitectónica,  de  que  son  complemento  decorativo 
flora,  fauna,  historias,  figuras  de  Nuestro  Señor,  la  Virgen  sentada  con  el 
Tfiño  sobre  las  rodillas,  los  Apóstoles,  Ancianos  del  Apocalipsis,  etc.;  imáge- 
nes independientes,  pocas  y  toscas:  el  Cristo  de  las  Batallas  ó  del  Cid  en  la 

{EtfUfoaén  <U  la  íániina  LXXl  V ). 

Escnttars  de  b  Edad  Media.  - 1.  Pila  de  igua  bendita,  sieto  Xl.  iglesia  de  Coherubi  ¡Vizcaya).— 
1.  HU  biutliraal  de  San  Pedro  de  ViUanueva  (Aslnrias).  Time  «criu  la  lecha  dt  M  C2  u  (1  lOT),  -  3,  Pila 
buniniuldelaparToquiadeBcnda(R09e1lún).  — 4.  Pila  bunlismal  de  la  Basílica  de  San  Vicenle  de  Avila 
{sigla  XII).  — 5.  Viso  litúrgico.  Este  curiasísima  ejemplar  es  de  barro,  de  estilo  Irancamente  árabe  en  su 
TOBjnnto  y  eminenlemcnte  crisliano  en  sus  delalles,  pues  constituyen  su  ornamentación  los  atribuios  de  U 
muerte  y  pasldn  de  Jesucrislc  Data  del  siglo  \[ll  al  Mv  y  es  de  industria  levantina.  ~  6.  Pila  bautismal  de 
San  Jnau  la;  Fonti  (Oerona)  siglo  \[. 


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3l8  HISTORIA   DE   ESPAÑA 

Catedral  de  Salamanca,  Vírgenes  de  Atocha,  de  las  Batallas  (Sevilla),  de  Val- 
banera  (Rioja),  etc.  Al  gótico  pertenecen,  ó  quizás  mejor  lo  inician,  las  mara- 
villosas figuras  det  Pórtico  de  la  Gloria  (Santiago),  á  que  va  unido  el  nombre 
del  maestro  Mateo,  su  autor  insigne,  que  unos  suponen  francés  y  otros  espa- 
ñol, sin  que  haya  pruebas  ni  de  lo  uno  ni  de  lo  otro;  los  hastiales  y  claustros 
de  la  Catedral  de  Burgos  son  un  museo  espléndido  de  esculturas  góticas  de 
variado  estilo,  y  algunas  encantadoras. 

Artistas  flamtncos  y  alemanes.  —  En  1428  vino  á  España  como  agregado 
á  una  Misión  diplomática  Juan  Van-Eyck.  Hay  dudas  sobre  la  autenticidad 
de  las  tres  tablas  que  se  le  atribuyen,  conservadas  en  el  Museo  del  Prado; 
pero  es  indiscutible  que  él  difundió  el  gusto  por  las  tablas  flamencas,  y  en 
pocos  años  apenas  si  hubo  iglesia  española  que  no  tuviese  alguna  6  varias  de 
los  principales  maestros  det  Norte.  Y  difundida  la  añciÓn,  pudéronse  los  es- 
pañoles á  imitarlas,  ó  mejor  dicho,  i.  trabajar  por  aquel  estilo:  nuestra  obra 
maestra  en  el  género  es  el  retablo  pintado  por  Luis  Dalmau  para  la  capilla  del 
Consistorio  de  Barcelona  (1445). 

No  pudieron,  sin  embargo,  los  nuestros  competir  en  mucho  tiempo  con 
tos  flamencos,  alemanes  y  franceses  que  vinieron  á  empuñar  aquí  el  cetro 
de  las  Bellas  Artes:  ellos  trajeron  elgóticojtorido,yaunq}ic  cuando  su  acctón 
llegó  al  apogeo  fué  en  el  reinado  de  los  Reyes  Católicos,  antes  hablan  ya 
dado  las  más  gallardas  pruebas  de  su  presencia  en  España.  En  1418,  muerto 
el  arquitecto  ó  maestro  de  la  Catedral  de  Burgos,  Martin  Fernández,  suce- 
dióle jfuaii  de  Colonia,  quien  labró  las  caladas  flechas,  corona  de  las  torres  de 
aquel  templo  (de  1442  á  1458),  y  de  las  que  fueron  imperfecta  copia  las  de 
León  (1450).  De  Juan  es  también,  probablemente,  la  capilla  de  la  Visita- 
c/(J«  (1442),  y  de  su  hijo,  la  del  Condestable.  Estos  artistas  septentrionales  de- 
jaron también  en  nuestras  iglesias  bellísimos  monumentos  funerarios. 

Influencia  italiana.  — Juan  II  hizo  construir  en  Genova  el  marmóreo  re- 
tablo de  la  iglesia  de  El  Paular  (valle  de  Lozoya).  Desde  entonces  generalizóse 
la  costumbre  de  hacer  semejantes  encargos  á  Italia  ó  traer  artistas  italianos 
á  la  Península,  de  donde  resultó  la  coexistencia  de  dos  corrientes  artisticas: 
ta  borgoñona,  como  llamamos  sintéticamente  á  la  septentrional,  y  la  italiana. 


(ExplUañin  di  la  lámina  LXXVj. 

Pa«rtll  artUlicai.-l.  Puerta  inbe.  —  1.  Puerta  hispano -maríscí,  sle 
de  los  relieves  de  bronce  de  la  Puerta  del  PerdAn  de  la  Catedral  de  Toledo.  - 
San  aemenle,  Toledo  (siglo  \vi). 


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Historia  UkXpica  de  la  Civilización  Española  LXmina  LXXV 


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Historia  Gráfica  db  la  CiviuzaciAh  EspaSola  Líxina  LXXVI 


Retrato  de  liabel  la  CatóUca. 


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XIV 


LOS  REYES  CATÓLICO 


M.  Los  ReTU  Catúlicos  haitk  su  >dTeni- 
micnto  u  trono.  —  99.  Cómo  en  Iikbd 
laCatúlica. — M.CÓmo  eobernabui  los 
Reyes  Católicos. —  97.  Gobiemo  inte- 
rior de  loi  Reyes  Católlcoi.  —  91.  Folf- 
tíca  exteiioi  y  jcnensí  de  los  Reyes  Ca- 
lóliCDS.  —  99.  í5e»enbrlinienlo  de  Amé- 
rica. —  100.  Muerte  de  Isabel  U  Católi- 
ca. — 101.  Desde  eite  saceao  hasta  Car- 
los V. 


94.  — Isabel  l&  Católica  babía 
nacidO'CD  Madrid,  hay  quien  dice 
que  en  Madrigal,  el  22  de  Abril 
de  1451  (t).  Hija  de  Juan  II  y  de 
su  segunda  mujer  Doña  Isabel  de 
Portugal,  quedó  huérfana  de  padre 
cuando  aún  do  habla  cumplido  los 
cuatro  años.  Don  Juan  dejó  á  su 
hija  la  villa  de  Cuéllar  para  su  sos- 
tenimiento, y  á  su  viuda  las  de  So- 
ría,  Arévalo  y  Madrigal.  Se  sabe 
poco  de  los  primeros  años  de  la 
Reina,  pasados  con  su  madre  en 
el  castillo  de  Arévalo,  y  cuanto  en  algunos  libros  suele  ponerse  de  su  educa- 
ción son  conjeturas  deducidas  de  sus  ulteriores  hechos.  En  1462  se  la  hizo  ír 


(i)    Clemenclii,  Mtmoriat  de  la  Ataáemía  dt  ¡a  HUleria,  ti 


(Rxplicatiin  át  la  ¡ánima  LXXVL) 

Dt  ana  tBiwetanlUlma  monografía  lilnlada 'los  rtiratos  de  habtl  la  Católica' .  rstrlta  por  el 
toNo  prubllero  y  notablt  arlltta  D.  Ángel  Barcia,  a  ¡t]t  úe  la  Sección  ít  Estampas  dt  la  Biblioteca 
Nacional  y  aularldad  dt  mayor  excepción  en  la  mattrla,  eitractamoi  lat  tlgalentea  notlclaa.  tegaros 
ie  que  nnatro*  leelorte  nos  lo  agradecerán: 

•Es  ana  tabla  caris  dinensianes  primlHvis  eran  24  X  33  centlmclros  y  que.  con  uní  añadidura  pos- 
terior, lime  hoy  26  X  34.  Eate  retrato  t»  obra  flamenca,  original  y  h«ho  del  nalura!.  El  pintor  no  era  de  pri- 


Salcedo,  Historia  de  EspaRa 


21, 


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322  HISTORIA  DE  BSPASa 

á  la  corte  con  su  hermano  Alfonso  para  jurar  por  heredera  del  trono  á  la  Bel- 
traneja;  pero  debió  de  volver  pronto  con  su  madre,  señora  de  buenisimas  cos- 
tumbres y,  según  parece,  de  más  que  regular  entendimiento,  nublado  en  sus 
últimos  años  por  aquella  triste  dolencia  que  habla  de  afligir  también  á  su  nieta 
Doña  Juana.  La  soberana  cordura  de  Isabel  la  Católica  resplandeció,  pues, 
entre  la  locura  de  su  madre  y  la  locura  de  su  hija.  Quiso  siempre  la  Reina  Ca- 
tólica á  su  infeliz  madre  con  un  cariño  sólo  comparable  al  que  tuvo  á  su  mari- 
do y  á  sus  hijos:  en  las  capitulaciones  matrimoniales  con  Don  Fernando  uno  de 
los  primeros  artículos  es  el  referente  á  la  dotación  de  la  viuda  de  Juan  II,  y 
en  ¿7  C&rrú  de  tas  Donnas  se  lee:  >Ésto  me  dijo  quien  lo  vido  por  sus  propios 
>OJOS:  qite  la  reina  Doüa  Isabel  nuestra  señora  cuando  estaba  en  Arévaio  tñsi- 
'  tando  d  su  madre,  ella  misma  por  su  persona  servia  d  su  misma  madre.  £  aquí 
*tomen  ejemplo  los  hijos  cómo  kan  de  servir  d  sus  padres.  .  .,  etc.» 

Desde  los  nueve  anos  de  edad  fué  solicitada  su  mano,  siendo  los  princi- 
pales pretendientes  el  príncipe  de  Viana  Don  Carlos,  á  pesar  de  llevarla 
treinta  años,  Alfonso  V  de  Portugal,  un  hermano  de  Eduardo  IV  de  Inglate- 
rra fi),  el  duque  de  Guiena,  hermano  de  Luis  XI  de  Francia  y  heredero  de 
aquella  Corona,  y  Don  Fernando  que  fué  su  esposo.  En  esta  lista  hay  que 


mcrordc 

.  p,^  „t,ía  bien  su  oflc 

con 

xaclitud,  se 

ndtleí  y  cierto  aretísmo 

trasladd.  no  só 

ola  forma. 

vista 

peroqu 

mientras 

...  El  joyel  pendiente 

twa 

de  la  Reina 

esti  formado  por  una  cni 

parece  de  Calatrava, 

y:port«i 

U  venera  de  Sanüago  u 

nac 

nch 

con  la  mi 

de  li  Orden.  Ésta  fui  in 

orpo 

rada  1  la 

□roña  por 

Alljíndro 

VI  en  1*93,  cuuido  D 

ña 

«be 

contaba  ci 

irenta  y  doí  iflos.  pues 

naciii 

en  Abril 

e  1151.  Su 

Citan  c¡  a  t 

a  Burgoí  y  lus  últimas  v 

ala 

Cartuja  de 

íiraSores  lueron  por  los  iflos  UflS  y  9 

Hu 

bo,  pot  unto,  de  hicers 

elt 

ttralt 

después  del  M«,  y  probablemente 

antes 

del  1496 

i9T,álos 

cuirenta  y  cinco  aflos,  poco  mis  ú  menos. 

Este  relnilo  estaba  en  la  capilla  Mayor,  colgado  Junto  á  la  puerta  de  la  sacristía,  k  rajz  de  la  eiclaus- 
tradón  el  jefe  político  de  Burgos,  viendo  la  Cartuja  abandonada  y  muy  eitpuesto  i  desiparecer  el  cuadrilo. 
lo  recogió  y  lo  depositó  en  la  Sociedad  Artística  y  Literaria  que  habla  en  Burgos  con  el  título  de  lEl  Liceo-. 

Al  pisar  por  esta  ciudad  Dona  Mirla  Cristina  con  su  hija  Dofla  Isabel  llelaflo  1845,  sirvió  el  retrato 
para  adornar  las  habitaciones  destinadas  al  regio  hospedaje,  y  habiendo  moilrado  aquella  seRora  mncbo  in- 
terés por  él,  se  lo  regalaron.  La  reina  Dofla  María  Cristina  tuvo  siempre  el  retrato  en  sumo  aprecio,  y  lo  He** 
con^go  y  lo  conservi  en  su  palacio  de  París. 

Á  la  muerte  de  la  reina  Cristina  uno  de  sus  testamentarios,  el  Marqués  de  Pida!,  lo  recogió  y  trajo 
i  Madrid,  presentlndolo  para  su  aprecio  i  li  Academia  de  San  Femando,  que  no  atendiendo  mis  que  i  su 
valor  puramente  artístico,  lo  tasó  en  2.500  pesetas.  Los  testamentarios,  no  conformes  con  el  precio,  retira- 
ron el  cuadro  y  lo  adjudicaron  i  la  reina  Isabel,  que  lo  conservó  en  París  en  el  palacio  de  CaMItla.  Por 
muerte  de  la  reina  Isabel  fué  adjudicado  1  S.  M.  el  Rey,  que  lo  tiene  colocado  en  la  vitrina  de  uno  de  los 
principales  saloncfi 

Existe  una  copia  muy  mala,  que  ha  pasado  por  retrato  auténtico,  y  que  se  atribuye  i  un  pintor  [an- 
Ustlco,  pues  no  hay  medio  de  hallar  noticia  de  él,  llamado  Antonio  del  Rincón,  y  il  que  %e  supone  pintor 
de  los  Reyes  Católicos.> 

(E^IüaciSn  dt  la  lámina  LXXVIt). 

HISTORIA  DEL  TRAJE.-TraJe*  del  «tflo  XV.  - 1.  Don  Femando  tí  Cal6lla>.  —  2.  DoDa  Isa- 
bel de  Portugal,  esposa  de  Don  Juan  11  de  Castilla  y  madre  de  Dofla  Isabel  la  Católica.  Estatua  yacente  de 
su  sepulcro  en  la  Cartuja  de  Mlratlom.  —  3.  Don  Juan  11  de  Aragón,  padre  de  Femando  V  ti  Católico.  De 
tm  retrato  que  poseen  tos  duques  de  Villatiermosa.  —  4.  Dofla  Isabel  la  Católica.  Este  retrato  y  el  de  si 
esposo  están  tomados  de  un  cuadro  eilstente  en  el  Museo  Nacional  de  Rntura,  y  procedente  del  Monas- 
terio de  Sanio  Tomis  de  Avila,  al  que  estos  reyes  le  hablan  dedicado. 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


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324  HISTORIA  DB  ESPAÜA 

poner  también  al  maestre  de  Calatrava  Don  Pedro  Girón,  hermano  del  mar- 
qués de  Villena,  y  uno  de  los  más  tenaces  revolvedores  del  reino,  quien  en  su 
ambición  desenfrenada  llegó  á  poner  los  ojos  en  Do&a  Isabel,  y  Enrique  IV 
consintió,  preparándose  las  bodas,  á  cuyo  efecto  vino  de  Roma  la  bula  de  dis- 
pensa de  votos;  pero  la  entonces  Princesa  se  resistió  enérgicamente,  ayudán- 
dola su  dama  DoSa  Beatriz  de  Bobadilla,  la  cual  llegó  á  decir  delante  de  Isabel: 
noptrmitírd  Dios  esta  afrenta,  ni  yo  tandeo;  y  sacando  un  pufial,  juró  solemne- 
mente que  habia  de  hundirlo  en  el  corazón  del  maestre  en  cuanto  se  pre- 
sentase. Esta  Doña  Beatriz,  después  marquesa  de  Moya,  Don  Gutierre  de 
Cárdenas  y  algunas  otras  pocas  personas  que  sirvieron  á  la  Reina  durante  el 
tiempo  malo  y  agitado  que  fué  Princesa,  fueron  los  amigos  de  Isabel  la  Cató- 
lica. Refiere  Oviedo  que  á  Doña  Beatriz  la  llamaba  siempre  hija  marquesa  (l ). 
Prefirió  Isabel  desd^  un  principio  á  Don  Fernando  de  Aragón,  de  su 
misma  edad  {un  año  menos),  y  que  era  un  principe  ■  de  mediana  y  bien  com- 
•puesta  estatura,  rostro  grave,  blanco  y  hermoso,  el  cabello  castaño,  la  frente 

•  ancha  con  algo  de  calva,  ojos  claros  con  gravedad  alegre,  nariz  y  boca  pe- 

•  queñas,  mejillas  y  labios  colorados,  bien  sacado  el  cuello  y  formado  de  es- 

•  palda,  voz  clara  y  sosegada,  y  muy  brioso  á  pie  y  á  caballo»  (2).  Tenia  gran- 
dísimo entendimiento  aplicado  á  las  cosas  de  la  vida,  especialmente  al  arte 
del  gobierno,  su  vocación  decidida  desde  mozo.  Habla  frecuentado  muy  poco 
ó  nada  las  letras,  hasta  el  punto  de  que  se  ha  dudado  por  algunos  si  sabia  es- 
cribir (3);  pero  su  despejo  natural  y  su  temperamento  político  hacíanle  apre- 
ciar mucho  el  talento  de  los  demás  en  todas  sus  manifestaciones;  gustaba  de 
las  Bellas  Artes  y  de  la  magniñcencia  del  culto;  parco  y  nada  exquisito  en  el 
comer  y  beber,  descuidado  en  el  vestir,  para  el  trabajo  y  la  fatiga  incansable, 
algo  rudo,  ó  mejor  dicho  algo  soldadote  en  su  aspecto  exterior,  pero  de  finí- 
sima comprensión  y  obrando  siempre  con  su  cuenta  y  razón,  parco  en  el  gastar, 
no  porque  fuese  avaro,  pues  jamás  atesoró  un  maravedí,  sino  porque  apre- 
ciaba muy  bien  la  importancia  del  dinero  como  instntmattum  fegtii,  porque 
sabía  (\\ic/erro  et  auro  —  el  hierro  y  el  oro  —  son  los  dos  pilares  que  sostie- 
nen los  Imperios.  Este  principe  insigne,  <el  más  señalado  en  valor  y  justicia 
>y  prudencia  que  en  muchos  siglos  España  tuvo>,  no  mostró  al  mundo  otra 
debilidad  censurable  que  la  del  sexo,  acreditando  en  casa,  como  fuera  de 
ella,  que  no  se  parcela  en  nada  á  su  antecesor  Enrique;  y  sobre  todas  sus 
prendas  resplandeció  la  sabiduría  política,  lo  mismo  para  regir  diestramente 
su  reino  que  para  engrandecerlo  á  costa  de  los  vecinos.  En  la  época  en  que 
Don  Femando  y  el  Duque  de  Guiena  pretendían  á  la  vez  á  la  Princesa,  en- 
vió ésta  á  su  capellán  de  cámara  Alonso  de  Coca  á  visitar  sucesivamente  las 

(i)  El  tnacitre  de  Calatrava  muilú  en  Villairubia  cuando  iba  de  camino  para  casarse  cMt 
Isabel.  Y  —  cosa  rara  en  aquel  tiempo,  y  aun  en  todos  —  murió,  según  Patencia,  proGríenda 
imprecaciones  por  no  haber  darado  sn  vida  Taríai  semanas  mis.  Algunos  atribuyeron  so 
muerte  á  veneno  dado  por  aristúciatas  envidiosos  de  su  fortuna;  peio  nadie  sospechó  de 
Isabel.  Ha  sido  on  francís  volteriano,  Gaillar,  quien  ha  soltado  esta  frase  estúpida:  u  ciseroa 
qut  cuatilBS podían  ¡íruu  obstáculo  á  la  fortuna  di  Isabíl  morían  liímfre  opartunaMente  para 
ella;  necedad  calumniosa  lin  ningún  fundamento  histórico. 

(1)    Colmenares,  Historia  de  Segovia. 

{3)  BofaroU  ha  publicado  el  facsímil  de  su  firma,  lo  que  desmiente  tal  tnpoaictón;  pero 
ei  cierto  (escribe  D.  Vicente  La  Fuente)  que  lu  letra  e¡  casi  imüsei/rdlt. 

(ExflUaHón  de  la  lámina  LXXVII)¡. 

SellM  de  I»  Edad  Medla.-I.  Sf 
Alfonso  X  el  Sabio.  —  3.  Sello  eclesüstico. 
plooiodcera  de  Sandio  IV c/firaro.  —  S.  B 


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HtsTOiuA  GKJtPiCA  DB  LA  QviuiAadit  EsPAüoLA  Umma  LXXVIII 


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326  HISTORIA   DE  ESFAÜA 

cortes  de  Francia  y  AragÓD  para  que  la  informase  con  toda  lealtad  de  las 
cualidades  de  ambos  pretendientes.  El  relato  del  capellán  fué  favorabilísimo 
á  Fernando:  pintó  al  Duque  de  Guiena  como  un  príncipe  débil,  afeminado, 
flacucho,  y  de  ojos  tan  tiernos  que  le  incapacitaban  para  el  ejercicio  ordinario 
de  la  caballería,  al  paso  que  Don  Fernando,  según  el  buen  capellán,  era  un 
mozo,  amén  de  gallardo,  <muy  dispuesto  para  cualquier  cosa  que  hacer  qui- 

Jurada  Princesa  de  los  reinos  de  CastiÜay  León  (i)  en  los  Toros  de  Guisan- 
do, según  Galíndez  de  Carvajal  en  Agosto,  y  según  Zurita  el  lunes  19  de  Sep- 
tiembre de  1468,  el  Marqués  de  Villena,  poseedor  de  los  grandes  Estados  que 
habían  sido  de  los  Infantes  de  Aragón,  y  temeroso  de  perderlos  si  reinaba 
en  Castilla  un  ars^onés,  urdió  un  plan  que  agradó  á  Enrique  IV,  y  según  el 
cual  Isabel  debía  casarse  con  Alfonso  V  de  Portugal,  y  la  Beltraneja  con  el 

príncipe  heredero  de 
este  reino:  tal  fué  el 
motivo  de  las  últimas 
persecuciones  que  su- 
frió la  Frlocesa,  y  en 
las  cuales,  como  siem- 
pre, tuvo  de  su  parte 
á  la  opinión  pública. 
Cantábanse  coplas  en 
saizando  la  juventud  y 
gallardía  de  Fernando 
y  poniendo  en  ridícu- 
lo la  edad  provecta 
del  portugués,  y  hasta 
Peine  dei  siglo  xv.  Ics  niflos  llevaban  por 

las  calles  banderítas 
con  las  armas  de  Aragón.  Quisieron  el  Rey  y  el  de  Villena  detener  á  la  Prin- 
cesa; pero  el  pueblo  en  Ucaña,  el  Azobispo  de  Toledo  y  el  Almirante  de 
Castilla  en  Valladolid  pusiéronla  á  culncrto  de  las  asechanzas  de  sus  enemi- 
gos; Gutierre  de  Cárdenas  y  Alonso  de  Falencia  fueron  enviados  secretamente 
á  Zaragoza,  y  de  allí  trajeron  del  mismo  modo  á  Don  Fernando,  ya  nombrado 
por  su  padre  rey  de  Sicilia,  corriendo,  tanto  en  el  viaje  de  ida  como  en  el  de 
vuelta,  mil  novelescas  aventuras  que  los  cronistas  de  la  época  refieren  minu- 
ciosamente, y  fueron  entretenimiento  y  embeleso  de  varias  generaciones  en  las 
chacharas  del  hogar  y  en  los  corrillos  callejeros.  Don  Fernando  venia  disfra- 
zado de  mozo,  y  servía  como  tal  á  sus  servidores:  aquí  tenían  que  burlar  á  las 
gentes  del  Rey  y  del  Marqués  apostadas  para  detenerlos;  allí  llegaban  aspea- 
dos de  la  larga  caminata,  transidos  de  frfo  y  muertos  de  hambre,  aun  castilla,  y 


(i)  N!  Dona  CataUna  ni  Doña  Leonor,  primogéoitBstleJtiBn  II,  ni  1>  Belmneja,ni  liabcl 
la  Católica,  ni  Doñn  Juana  la  Loca,  todas  [as  cuales  fueion  declaradas  Frinctsai  (1  herederas 
de  Castilla  y  León,  llevaron  el  titulo  de  Asturias,  reservndo  «iempre  á  tos  principes.  La  primera 
mujer  que  tuvo  el  Klnlo  de  Pñnccsa  áe  Ailurias  fué  Isabel  U. 

{ExplUaeién  áe  la  lámina  LXXIX.) 

ReUqnIu  btetArlcaí-  •  1.  Mitra  del  Cirdenal  Cimeras  (leioro  át  la  Citedrii  de  Tolnlo).  -  2.  Co- 
rona de  los  Reyes  Católicos  (Catedral  de  Orinada). —3.  Cetro  de  las  Reyes  (jtúlicos  (igual  procedendi).- 
4,  Corona  de  San  Femando  (Catedral  de  Sevilla).  —  S  y  7.  Calzado  episcopal  y  báculo  del  siglo  XII,  que 
pertenecieron  al  Obispo  de  Mondonedo,  —  t>.  Naveta  de  plata  dorada,  nácar  y  piedras  preciosas.  Tesoro  de 
la  Catedral  de  La  Seo  (Zaragoia). 


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HiSTOHiA  GrXfic*  de  la  ClVILIEAaÓN  BstAÜOLA  LttálUk  LXXtX 


i 


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HISTORIA   DE   ESPAflA 


los  centinelas  les  tiraban  piedras,  tomándolos  por  sospechosos;  pero  cuando 
se  sabia  quiénes  eran  bajaba  el  puente  levadizo,  abríase  la  puerta,  salla  el  cas- 
tellano con  sus  hombres  de  armas,  y  arrodillándose  besaba  la  mano  del  Prin- 
cipe, que  traía,  según  el  común  sentir,  paz,  ventura 
y  gloría  á  Castilla.  Infinitas  veces  han  experimen- 
tado los  pueblos  estas  emociones  tan  dulces  de  ta 
esperanza;  pero,  ¡ay,qué  pocas  con  fundamento!  Por 
eso  complace  al  historiador  el  recuerdo  de  una  de 
las  contadlsimas  en  que  la  realidad  correspondió  con 
creces  á  la  ilusión. 

El  14  de  Octubre  de  1469,  i  la  media  noche, 
llegó  Don  Fernando  á  Valladolid,  y  fué  introducido 
por  el  Arzobispo  de  Toledo  y  Gutierre  de  Cárdenas 
en  la  cámara  de  la  Princesa.  Cárdenas  al  entrar  dijo 
á  Isabel:  ¡¿se  es,  ése  es!,  y  de  aqbl,  porque  en  este  en- 
lace hasta  lo  más  mínimo  fjé  señalado,  que  se  pusie- 
ran dos  .S5  en  el  escudo  de  los  esposos.  La  boda  se 
celebró  «por  la  voluntad  y  gracia  de  Dios  el  día  de 
>San  Lucas,  en  las  casas  que  agora  son  la  Chancille- 
>ria  y  entonces  eran  de  Juan  Bibero>  (i);  fué  padrino 
el  Almirante,  y  madrina  Doña  María,  mujer  del  due- 
ño de  la  casa  (z).  Hubo  ñestas;  pero  <el  aparato  no 

■  fué  grande;  la  falta  de  dineros  tal,  que  les  fué  ne- 
>cesario  buscarlo  para  el  gasto  prestado*  (3). 

El  amor  de  la  Reina  i  Don  Fernando  fué  pro- 
fundo, ardiente  é  inalterable.  «Amaba  en  tanta  ma- 
>nera  á  su  marido  (escribió  Marineo  SEculo)  que  an- 
idaba sobre  aviso  con  celos  á  ver  si  él  amaba  á  otras, 

■  y  si  sentía  que  miraba  á  alguna  dama  ó  doncella  de 
>su  casa  con  señal  de  amores,  con  mucha  prudencia 
>  buscaba  medios  y  maneras  con  que  despedir  áaque- 
>Ila  tal  persona  de  su  casa  con  mucha  honra  é  pro- 
>vecho>.  Andando  el  tiempo,  su  desgraciada  hija 
Doña  Juana,  disculpándose  de  sus  extravagancias, 
preliminares  de  la  locura,  escribía  «. .  .si  en  algo  yo 
>usé  de  pasión  y  dejé  de  tener  el  estado  que  con- 

Hombredeumudela  «venía  á  mi  dignidad,  notorio  es  que  no  fué  otra  la 

'"foT"  tAn.'vi  da*  Á'-  'Causa  sino  celos;  y  no  sólo  se  halla  en  mi  esta  pa- 

famaact.  En  1>  capilla  >sión,  mas  ta  Reina  mi  señora,  á  quien  Dios  dé  glo- 

de  San  Bartolomé,  lia-  >ría,  que  fué  tan  excelente  y  escogida  persona  en  el 

■nada  de  bi  Aoaja»)  >mundo,  fué  asimismo  celosa;  mas  el  tiempo  saneó 

>áS.  A.,  como  placerá  á  Dios  que  hará  á  ml>.  No 
menos  celosa  que  en  este  orden  del  amor  era  de  que  nadie  faltase  á  su  ma- 
rido al  respeto:  una  tarde  jugaba  el  Rey  con  el  Almirante,  primo  suyo,  y  en 


(I)    GallDdei. 

(3)  Hfzose  el  matnmoDio  en  virtnd  de  una  bula  de  dlspeDia  de  pareDlesco  expedida  por 
P(a  II  en  Mayo  de  1464,  qne  présenlo  el  Aizobiipo  de  Toledo;  luego  el  Nuncio,  caando  tíqo  i 
negoclat  el  enlace  de  la  Beltraneja  con  el  Dnqne  de  Galena,  declaró  que  la  bula  había  sido  in- 
ventada, y  ail  lo  publicó  Enrique  IV  ea  un  minifíeito  tachando  -de  nulo  el  matrimonio  de 
I01  Príncipes.  Acndieroa  íitos  i  Roma,  y  en  I  "  de  Diciembre  de  1471,  legilimó  Sixto  IV  el 
enlace,  declarando  en  esta  oaeTa  bola  que  Don  Fernando  y  DoSa  Isabel  estaban  caaados  Me 
oilenida  ditptnsa  i^eilólica.  Luego  el  Araobispo  inventó  la  bula,  y  loa  primeíos  engañados  coa 
eita  sapercherla  bien  intencionada  fueron  los  mismos  contrayentes. 

(3)    Mañana. 


,,  Google 


HISTOklA   DE  ESPaRa  329 

los  lances  del  juego  dijo  á  Dod  Fernando  palabras  de  mucha  familiaridad  y 
llaneza;  las  oyó  la  Reina  desde  una  habitación  inmediata,  y  se  alteró  grande- 
mente. Señora,  le  dijeron,  «  el  primo  de  S.  A.  La.  Reina  contestó:  £i  Rey  no 
tUtu  primos,  sino  vasallos.  Cuenta  Oviedo  que  la  Reina  y  el  Rey  se  daban 
constantemente  muestras  de  afecto:  no  sólo  en  los  documentos  é  inscripciones, 
sino  en  sus  libros  y  objetos  de  uso  más  Intimo,  se  veían  estampadas  juntas  las 
iaiciales  F.  I.,  ó  sus  blasones:  elyngo  de  Fernando,  el  kat  de  flechas  de  Isabel; 
«Era  común  qne  cada  uno  de  los  esposos  tomase  una  empresa  cuya  inicial 
■correspondiera  con  la  del  nombre  del  otro,  como  sucedía  en  este  caso  con 
>jntgoj>  fUckas*.'^  correspondiente  á  este  acendrado  amor  conyugal, á  que  sólo 
faltaba  el  marido  algunas  veces  en  sus  correrlas  militares  ó  políticas  por  el 
reino  con  aventuras  de  colegial  ó  soldado,  de  que  procuraba  no  se  percatase 
su  mujer,  á  la  que  tuvo  siempre  profundísimo  res- 
peto, era  el  cariño  de  la  Reina  para  sus  hijos:  los  \\a- 
ToabAsus ángeles,  y  chanceramente  á  Doiía  Juanas» 
snegra,  por  parecerse  á  la  madre  de  D.  Femando. 
Don  Fernando  y  Doña  Isabel  vivieron  como 
principes  cuatro  años  en  ana  situación  que  sólo 
se  concibe  en  la  EspaQa  medioeval  y  en  reinado 
corao  el  de  Enrique  IV.  Acataban  la  autoridad  del 
Rey;  pero  tenían  su  corte,  su  comitiva  y  su  hueste, 
con  la  que  iban  de  acá  para  allá  como  monarcas 
independientes  y  recibiendo  el  homenaje  y  adhe- 
sión de   los   pueblos,  tan  entusiastas   para  ellos 
como  Uranos  y  desabridos  para  Don  Enrique:  abs- 
teníanse, sin  embargo,  de  ejercer  ningún  acto  de 
verdadera  soberanía,  y  aun  aconsejaban  en  todas 
partes  sumisión,  siquiera  nominal  ú  honorífica,  al 

Rey  legitimo.  Sólo  un  hecho  parece  contradecir  Pedro  GoqiíIci  de  Mendoia, 
esta  conducta:    en  Septiembre  de   1473  los  viz-  Csrdenal  de  Esp«B«. 

cafnos,  juntos  en  Bilbao,  acordaron  *quitar  la  obe- 
idiencia  á  su  rey  y  señor  natural  Don  Enrique  y  reconocer  por  señores  de 

■  Vizcaya  á  los  Príncipes».  Nada  dijeron  éstos  por  lo  pronto;  mas,  afligidos 
los  del  Señorío  por  guerras  y  procesos  que  les  movían  de  orden  del  Rey,  acu- 
dieron á  Doña  Isabel  en  Aranda,  y  la  interpelaron,  dice  Zurita,  para  que  jurase 
sus  fueros:  asi  lo  hizo  la  todavía  Princesa  el  14  de  Octubre  del  citado  año, 
pudieudo  señalarse,  por  tanto,  este  acto  como  el  primero  de  soberanía  de 
nuestra  gran  Reina.  En  1474.  estando  Doña  Isabel  en  Segovia  y  Don  Fernan- 
do en  Aragón,  fallecido  Enrique  IV  en  Madrid,  según  queda  dicho,  fueron 
alzados  los  primeros  en  la  citada  ciudad  de  Segovia  por  Reyes  de  Castilla  y 
de  León.  L^  corona  aragonesa  no  ciñó  sus  sienes  hasta  Enero  de  1479,  en 
qae  murió  Juan  II  (19  Enero). 

95, — Todos  los  contemporáneos  convienen  en  la  hermosura  de  la  reina 
Isabel.  <Mujer  muy  fermosa,  de  muy  gentil  cuerpo  é  gesto  ó  composición», 
escribió  el  Cura  de  los  Palacios,  «Cuanto  había  en  el  Rey  de  dignidad»,  dice 
Marineo  Sículo,  <se  hallaba  en  la  Reina  de  graciosa  hermosura,  y  en  ambos 

■  resplandecía  una  venerable  majestad,  aunque,  ajuicio  de  muchos,  la  Reina 

■  era  de  mayor  hermosura*.  Pulgar  la  retrata  asi:  cEra  de  mediana  estatura, 
■bien  compuesta  en  su  persona  y  en  la  proporción  de  sus  miembros,  muy 

■  blanca  6  rubia,  los  ojos  entre  verdes  y  azules,  el  mirar  gracioso  é  honesto, 

■  las  facciones  del  rostro  bien  puestas,  la  cara  muy  fermosa  y  alegre».  Fer- 
nández de  Oviedo  dijo  sin  ambajes:  <En  hermosura,  puestas  delante  de  S.  A 
■todas  las  mujeres  que  yo  he  visto,  nii^una  vi  tan  graciosa,  ni  tanto  de  ver 


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330  HISTORIA   DE  ESPAÑA 

>como  SU  persona*.  Si  asi  hablaban  en  prosa  y  llanamente  los  cronistas,  no  es 
de  maravillar  que  los  poetas  derramaran  á  manos  llenas  el  encomio  por  los 
cancioneros;  que  Diego  Guillen  de  Avila,  por  ejemplo,  cantara  alegórica- 
mente la  venida  al  mundo  de  la  adorada  Reina  en  estos  términos: 

BMaba  conmigo  l>  Naturaleza; 
Su  geno  CQD  mano  soiil  mdomaba 
De  tan  radiante  j  clara  belleza, 
Que  (oda*  loi  gestos  humanoi  sobraba. 
Siii  miembros  ebúrneos  aasl  conformaba 
En  tal  proporción,  grandezay  mensura. 
Que  quien  las  contempla  verá  sn  tn  figura 
Beldades  que  ver  jamái  no  pensaba. 

Conviene  prevenirse,  un  poco  contra  estos  encarecimientos.  Despertó 
Isabel  la  Católica  tal  entusismo  en  sus  contemporáneos,  que  algunas  veces 
hasta  degeneró  en  sacrilega  su  expresión;  v.  gr.,  en  las  copias  de  Antón  el 
Ropero  (t),  que  comienzan: 

Alta  Reina  loberana, 
Si  fui rades  antes  vos 

gue  la  lija  de  Santa  Ana, 
evos  el  ñjo  deOiot 
Rescibiera  carne  humana. 

Si  tales  tonterías  de  pésinio  gusto  engendraba,  no  la  vil  adulación  al  po- 
deroso, sino  el  entusiasmo  popular  desbordado,  ¿cómo  maravillarse  de  que 
las  gentes  encontraran  guapísima  á  la  señora,  que  indudablemente  tuvo  buen 
color,  facciones  regulares,  ojos  expresivos  y  sugestiva  simpatía  en  el  sem- 
blante, amén  de  su  apostura  gallarda  á  caballo  y  del  aire  de  majestad  que 
siempre  la  envolvió  como  una  aureolad  Por  desgracia,  el  único  retrato  autén- 
tico de  la  Reina  que  se  conserva  es  el  que  ella  misma  regaló  á  la  Cartuja  de 
Miraflores,  pintado  después  de  i493,cuando  tenia  cuarenta  y  cinco  años  poco 
más  ó  menos;  esto  es,  cuando  los  encantos  de  la  mujer,  máxime  si  ha  sido 
madre  tantas  veces  y  tenido  una  vida  agitada,  como  sucedió  á  Doüa  Isabel, 
están  ya  en  su  ocaso  (2).  También  ofrece  condiciones  de  autenticidad  el  de 
una  tabla  en  que  figura  la  Reina  con  el  Rey  y  los  principes  Don  Juan  y  Doña 
Juana  adorando  al  Niño  Jesús,  mandada  pintar  por  Torquemada  para  el  con- 
vento de  Santo  Tomás  de  Avila,  y  que  hoy  está  en  nuestro  Museo  del  Pra- 
do (3):  atribuyese  á  Antonio  del  Rincón,  pintor,  dice  Barcia,  «tan  nato,  obli- 
igado  y  seguro  de  los  retratos  de  Isabel  la  Católica,  como  San  Juan  Evan- 


(1)  Nacido  probablemente  en  Montoro,  en  1404,  ere  de  linaje  de  judíos  y  de  oficio  sattre 
rt  ropero.  «Rntre  los  poeta»  festivos  y  burlescos  que  en  tnnlo  número  florecieron  en  tiempo  de 

BRnrique  IV  y  los  Reyes  Católicos,  merece  sin  duda  la  palma  Antón  de  Monloro,  así  por  su  fe- 
»cunda  vena  como  por  el  donaire  y  sal  epigramática  de  sus  coplas»  (Menéndei  Felnyo.  Anlí>- 
lagla,  IV].  Sus  desdichadas  coplas  A  la  Reina  CaliSlica  fueron  acremente  censnradas  por  mu- 
chos poetas  que  se  desataron  en  Invectivas  contra  Anión.  Uamindole  judío  y  otras  lindezas. 

(2)  Sobre  este  retrato,  guardado  hoy  en  el  Palacio  Real,  asi  como  otro  malamente  co- 
piado del  anterior  qiie  regataron  los  Cartujos  de  Mirsflores  á  Felipe  V,  y  qne  tambiín  se  con- 
serva en  el  Palacio  Real,  víase  Barcia,  ailfcuto  de  la  Ñrv'isla  de  Archivos,  \vA\o-KamXO  de  407 . 

Véanse  también  tas  láminas  LXXVI  y  LXXVIl. 

(3)  Número  I.260  del  Calilogo. 

(EiplUadin  ,U  ¡a  lámina  LXXX.) 

etpadaa.  -  1 .  Espada  de  San  Femindo.  —  1.  Espida  de  Isabtl  ¡a  Católica.  -  3.  Espada  de  Ftrnm- 
doV  el  Católico.  4.  Espada  de  Carlos  V.  —  S.  Espada  de  Felipe  11.  — 6.  Espada  de  Armas  del  Oran  C>- 
pitan.  —  T.  Espada  de  Francisco  Piíarro.  —  3.  Espada  del  siglo  Xlll  con  gnamidón  del  siglo  xvi.  —  d.  Es- 
pada de  lansqucnfte.  —  10.  Espada  del  siglo  XIV.  —  II.  Espada  de  principios  del  siglo xvrl.  —  12.  Espada  de 
tazoltta  del  siglo  wii.  —  I3.  Espadín  del  siglo  xvm. 


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HisTOKu  GkXfica  db  ut  CtvnjZACiÓH  Española  LXmina  LXXX 


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332  HISTORIA   DE  ESPAÑA 

>geli3ta  de  tas  imágenes  antíguas  de  la  Vú^cd*,  y  del  que  ha  probado  Tor- 
mo que  DO  sólo  no  se  conoce  ninguna  obra  autintica,  sido  que  hasta  su  exis- 
tencia puede  ponerse  en  tela  de  juicio  (i). 

£n  cuanto  al  retrato  moral  de  la  Reina,  no  hay  duda  de  que  Pulgar  lo 
trazó  de  mano  maestra  al  escribir:  «Era  mujer  muy  aguda  é  discreta,  lo  cual 
•vemos  pocas  é  raras  veces  concurrir  en  una  persona;  fablaba  muy  bien,  y 
>era  de  tan  excelente  ingenio,  que  en  común  de  tantos  é  tan  arduos  negocios 
>como  tenia  en  la  gobernación  de  sus  reinos  se  diÓ  al  trabajo  de  aprender 
>las  letras  latinas,  é  alcanzó  en  tiempo  de  un  año  saber  en  ellas  tanto  que 
tentendla  cualquiera  fabla  ó  escríftura  latina.  Era  católica  é  devota,  facía  li-  ' 
>mosnas  secretas. . .  Aborrecía  extrañamente  sortilegios  é  adevinos,  é  todas 
'personas  de  semejantes  artes  é  invenciones.  Placíale  la  conversación  de 
>personas  religiosas  ¿  de  vida  honesta,  con  las  cuales  muchas  veces  había 
>sus  consejos  particulares, . . ,  pero  por  la  mayor  parte  seguía  las  cosas  por 
>su  arbitrio. . .  Era  muy  inclinada  á  facer  justicia. . .  De  gran  corazón,  encu- 
>br[a  la  ira  é  disimulaba. . .  De  su  natural  inclinación  era  verdadera  é  quería 
tmantener  su  palabra. . .  Era  muy  trabajadora  y  ñrme  en  sus  propósitos,  de 
>los  cuales  se  retraía  con  gran  dificultad. . .  Mujer  cerímoniosa  en  sus  vesti- 
>dos  é  arreos  y  en  el  servicio  de  su  persona,  quería  servirse  de  homes  gran- 
»des  é  nobles».  De  su  decencia  y  compostura  cuenta  el  mismo  cronista:  «Era 
>muy  buena  mujer,  é  placíale  tener  cerca  de  sí  mujeres  ancianas  que  fuesen 
>buenas  é  de  linaje. . .  Aborrecía  mucho  las  malas;  era  muy  cortés  en  sus  fa- 
>blas.  Guardaba  tanto  la  continencia  del  rostro,  que  aun  en  los  tiempo:^  de 
>sus  partos  encubría  su  sentimiento,  é  forzábase  á  no  mostrar  ni  decir  la  pena 
>que  en  aquella  hora  sienten  é  muestran  las  mujeres*.  V  como  ha  cantado 
un  poeta  moderno: 

El  tan  casta,  que  nadie  lus  piei  bellos 
ni  al  pontríti  la  untivti  verá  siquiera  (i). 

El  venerable  Palafox,  comentarista  de  las  cartas  de  Santa  Teresa  de  Je- 
sús, reparó  en  la  semejanza  de  Santa  Teresa  con  Isabel  la  Católica.  «Eran 
■tan  parecidos,  dice,  estos  dos  naturales  entendimientos  y  espíritus,  que  me 

•  pareció  que  si  la  Santa  hubiera  sido  Reina,  fuera  otra  católica  doña  Isabel, 

•  y  si  esta  esclarecida  princesa  fuera  religiosa  (que  bien  lo  fué  en  sus  virtu- 
»des},  fuera  otra  Santa  Teresa». 

Para  completar  este  retrato  debe  tenerse  en  cuenta  el  humor  apacible- 
mente festivo  de  la  Reina,  que  era  fecunda  en  dichos  agudos,  y  aun  de  burla, 
como  cuando  dijo  á  un  escribano  de  Medina  del  Campo,  aludiendo  á  lo  mu- 
chísimo que  ganaban  y  á  la  importancia  que  se  daban  aquellos  oficiales:  <Hol- 
>gárame  mucho  que  Dios  me  diera  tres  hijos;  que  el  uno  fuera  heredero  de  mis 
•reinos,  y  otro  arzobispo  de  Toledo,  y  el  otro  escribano  de  Medina  del 
>  Campo». 

96.  —  Mucho  se  ha  escrito  acerca  de  la  parte  que  tuvieron  respectiva- 
mente en  el  gobierno  Isabel  y  Fernando.  Es  sabido  que  esta  participación 
respectiva  fué  regulada  por  las  capitulaciones  matrimoniales  que  ñrmó  Don 
Fernando  en  Cartaya,  á  7  de  Enero  de  1469,  y  después  por  la  concordia  de 
Segovia  en  i4/'S.  Pero  el  texto  de  ambos  documentos  no  da  idea,  ni  remota, 
de  cómo  se  llegó  á  trabar  aquel  estrecho  consorcio  por  el  cual  dos  individua- 
lidades tan  potentes  y  originales  y  dos  voluntades  tan  suyas  se  fundieron  en 
una  sola;  esto  fué,  sin  duda,  efecto  del  talento  y  del  carácter  de  ambos  espo- 


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HISTORIA  DE  ESPAÑA  333 

SOS,  que,  siendo  los  dos  tan  listos,  supo  cada  uno  apreciar  las  dotes  de  su  com- 
pañero y  plegarse  al  puesto  que  á  cada  cual  correspondía  según  ley  de  Dios  y 
pedia  la  conveniencia  de  ellos  mismos  y  de  sus  reinos.  Nunca  más  se  ha  visto 
en  la  Historia,  y  probablemente  no  ha  de  verse  ya,  otro  caso  de  máa  Intima 
compenetración  de  voluntades  y  de  auxilio  recíproco  de  entendimientos 
aplicados  á  una  obra  común.  <De  aquella  admirable  ponderación  de  fuerzas, 
■regalo  espléndido  de  la  divina  Providencia,  salió  lo  que  necesitaba  España 
>para  acometer  ta  obra  providencial  á  que  era  llamada.  £□  resolución,  que 
•TANTO  MONTA,  El  mote  era  de  una  profundísima  verdad>  (i). 

Y  conviene  añadir  que  á  pesar  de  tan  altas  cualidades  en  Don  Fernando 
y  Doña  Isabel  esa  obra  providencial  babria  sido  imposible,  y  sólo  el  intento 
de  acometerla  una  locura,  á  no  contar,  como  contaron  aquellos  insignes  mo- 
narcas, con  una  base  solidísima  en  la  nación,  ó  sea  con  clases  poderosas 
y  elementos  sociales  interesados  en  que  la  obra  realizada  por  ellos  se  realizase. 
No  había  entonces  en  España  persona  ilustrada,  clérigo  ó  lego,  jurisconsulto 
ó  poeta,  grande,  hidalgo  ó  popular  que  no  ansiase  un  gobierno  como  el  que 
dieron  los  Reyes  Católicos;  esto  es,  un  Poder  fuerte  que  garantizase  á  todos 
de  un  modo  eñcaz  la  seguridad  de  su  persona,  de  su  trabajo  y  de  su  pro- 
piedad; que  permitiera  ir  libremente  por  calles  y  caminos  sin  miedo  á  tira- 
nuelos feudales  ó  bandoleros  de  profesión;  que  suprimiera  de  raíz  las  gue- 
rras privadas  é  hiciese  que  los  pleitos  entre  particulares  se  ventilasen  ante 
tribunales  por  trámites  forenses  y  alegatos  de  abogados,  y  no  á  lanzadas. 
Desde  últimos  del  siglo  xiv  estas  aspiraciones  iban  generalizándose  á  me- 
dida que  cundía  la  cultura,  y  cuando  Enrique  IV  subió  al  trono  eran  ya  uná- 
nimes ¿  irresistibles:  por  eso  la  sociedad  castellana,  llegada  á  su  mayor  edad 
y  en  las  ilusiones  sanas  de  la  juventud,  se  revolvió  furiosa  contra  un  principe 
que  no  le  daba  lo  que  ella  pedia,  y  lo  abrumó  y  deshonró  con  sana  oposición, 
violenta,  movida  por  el  odio,  el  desprecio  y  el  asco;  y  por  eso  en  cuanto  se 
percató  de  que  los  nuevos  reyes  querían  y  podían  realizar  lo  que  venia  so- 
ñando, se  entregó  á  ellos  de  corazón  y  les  cantó  con  Juan  de  ta  Encina,  su 
mis  popular  poeta: 

iOh  TCf  Don  Fernando  é  Doña  babell 

En  vot  comenzaron  los  siglos  dorados; 

serln  todo  tiempo  los  (lempos  nombrados 

que  fueron  raeiaos  por  vuestro  nivel. 

Tenjis  ti  t  vos,  é  asi  vos  como  él 

con  Dios  tanta  fé,  que  sus  deservidos 

habéis  destraido,  é  Codos  los  vicios, 

£  alguno  si  qneda,  daréis  cabo  del  (3). 

Compenetráronse,  pues,  en  esta  época,  no  sólo  el  Rey  y  la  Reina  hasta 
el  punto  de  no  parecer  dos  personas,  sino  una  sola,  mas  también  los  Reyes 
con  el  pueblo,  tomada  esta  palabra  en  su  amplio  sentido  de  conjunto  de  to- 
das tas  clases  sociales.  La  nación  se  sentía  bien  regida  por  sus  reyes,  y  los 
reyes  sólidamente  apoyados  por  sus  pueblos.  La  voluntad  real  no  era  sino 
la  expresión  vigorosa  y  concreta  del  sentir  común.  Don  Fernando  daba  tanta 
importancia  á  lo  que  hoy  llamamos  opinién  pública,  que,  según  cuentan  los 
cronistas,  cuando  quería  tomar  una  determinación  en  materia  sobre  que  la 
opinión  DO  se  habla  fijado,  esparcía  agentes  secretos  que  hablaran  de  aquello 


(ll    BrievB  3  Salvaderra.  (Dlscono  de  inaDgnraci6n  de  cuiso  en  la  Universidad  Central). 

(a)  El  estadio  de  (oda  la  litErarura  de  esta  época  convence  de  que  no  es  tan  exacto 
como  se  supone  aquello  de  qae  cualquier  liemfo  faiado  fué  mejor.  No  hay  poe(a  ni  esciitoc  de 
la  época  de  los  Revés  Católico!  que  eche  de  menos  ios  tíempot  paiados:  por  el  contrario,  en 
la  época  de  Carlos  V,  i  pesar  del  mayor  Imperio,  renacen  I  si  lamentaciones  por  la  pérdida  del 
pasado,  ó  sea  de  lo*  Reyes  Católicos. 


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334  HISTORIA  DI  SSPaSA 

por  los  corrillos,  y  cuando  ya  se  habfa  formulado  el  deseo  popular,  accedía 
como  obligado  por  las  peticiones  que  hablan  salido  de  él  mismo. 

97.  —  Los  Reyee  Católicos  desarrollaron  su  acción  política  con  arreglo 
á  un  plan  fijo,  trazado  de  antemano,  que  siguieron  hasta  el  ñn  con  inque- 
brantable resolución,  y  que  por  lo  que  se  refiere  al  gobierno  interior  no  fué 
.   sino  el  programa  que  ha- 
blan venido  elaborando  los 
jurisconsultos  desde  el  si- 
glo xiu,  y  que  en  el  xv  era 
el  de   todas  las   personas 
sensatas  en  nuestra  patria. 
Ante  todo,  concluir  con 
los    bandidos    que    infes- 
taban campos  y  ciudades. 
Fueron  implacables  en  es- 
ta obra.  Los  jueces  reales 
hicieron  una  verdadera  ca- 
cería de  criminales,  y  á  ra- 
cimos eran  colgados  de  las 
horcas,  ó,  como   decía   en 
el  siguiente  siglo  un  gran 
escritor  (i):  «En  tiempo  de 
>los   Reyes  Católicos,  de 
>oaa  Juana         >gloriosa   memoria,    había 
•  tanta  severidad  en  los  jue- 
•ees,  que  ya  parecía  cruel- 
>dad,  y  era  entonces  necesaria;  y  por  eso  se  hacían  muchas  camecerías  de 
>hombres,  y  se  cortaban  pies  y  manos  y  espaldas  y  cabezas,  sin  perdonar  ni 

•  disimular  el  rigor  de  la  justicia».  Este  rigor  saludable  hubiera  sido  inútil,  y 
por  tanto  injusto  y  verdaderamente  cruel,  sin  una  institución  permanente 
de  policía  que  persiguiese  á  los  malhechores  con  eficacia:  crearon  la  Sania 
Hertnanáad  ó  mancomunidad  de  ciudades  para  sostener  tropas  en  despoblado 
que  diesen  cuenta  de  los  forajidos.  El  procedimiento  no  podía  ser  más  eje- 
cutivo: *Que  el  maliecAor  {TtzahAn  las  Ordenansas  de  148^)  reciba  los  sacra- 
>mentos  que  pudiese  recibir  como  católico  cristiano,  é  que  muera  lo  más 

•  prestamente  que  pueda,  para  que  pase  más  seguramente  su  ánima». 

Este  bandidaje  de  baja  estofa  era,  sin  embargo,  un  mal  menor  compa- 
rado con  el  que  se  ejercía  por  señores  díscolos  ó  mal  educados,  á  la  sombra 
de  los  privilegios  feudales.  Prohibióse  á  los  señores  usar  las  armas  reales  en 
sus  cartas  y  escudos,  levantar  nuevos  castillos,  obligándolos  á  demoler 
muchos  de  los  existentes,  á  reconocer  la  superioridad  de  la  jurisdicción  real 
y  á  obedecer  las  regias  provisiones.  Se  les  quitaron  las  rentas  que  disfruta- 
ban del  patrimonio  real,  ó  mejor  dicho,  de  la  Hacienda  pública,  por  merce- 

(■)    Doctor  VlUtioboi  (Proilemat  mtrala). 

(EaplUatiin  <U  ¡a  lámina  LXXXt.) 

TclaaárabeaMpaAola*.—  1,  Tela  de  seda  Irabc-nranadinadtl  siglo  xv.  Recacrda  por  sa  estilo, 
lo  miimo  quí  los  ndnieros  4,  5  y  6,  la  ornanien lición  de  la;  telas  persas  con  los  aalmaleí  ilronlados  1  el 
Hora,  Stbol  sagrado  de  la  religión  de  Zoroasi™.  — J.  Franja  del  vellido  de  seda  y  oro,  de  fabricidón  tra- 
be, que  vestía  el  eidtver  del  Infante  Don  Felipe  de  Lacerda,  de  cu^a  sepultura  le  extrajo  y  le  conserva  hoy 
en  el  Museo  Arqueológico  Nacional.—  3.  Otro  detalle  de  franja  de  dicho  Itaje  y  i  la  derectia  el  dibulo  del 


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Historia  GrXfic*  de  la  Civilización  EspaSola  Líuima  LXXXI 


Telu  ánbw  cspallolu. 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


336  HISTORIA  DE  ESPAÑA 

des  de  los  anteriores  monarcas,  ascendiendo  á  treinta  millones  de  maravedi- 
ses lo  enajenado  por  este  coacepto,  y  siendo  muy  de  notar  la  sumisión  mag- 
nánima con  que  la  Grandeza  acogió  esta  medida  tan  perjudicial  á  sus  intere- 
ses—  cosa  que  acredita  cómo  las  ideas  de  buen  gobierno  hablan  arraigado 
en  los  mismos  que  más  interés  tenían  en  contrario;  —  dieron  el  ejemplo  los 
parciales  más  entusiastas  de  los  reyes,  y  fué  muy  de  notar  que  D.  fieltrán 
de  la  Cueva,  siempre  adicto  á  Isabel  á  pesar  de  tas  hablillas  que  corrían  de 
su  íntima  relación  natural  con  Doña  Juana,  perdiera  más  de  un  millón  de  ren- 
tas sin  rechistar.  Devolvieron  los  reyes  á  la  justicia  todo  su  imperio,  y  para 
dar  et  ejemplo,  ellos  mismos  daban  audiencia  y  fallaban  pleitos,  restaurando 
antigua  costumbre  hacia  muchos  siglos  en  desuso.  «Acuerdóme,  escribió  Ovie- 
>do,  verla  en  el  alcázar  de  Madrid  con  su  marido,  sentados  públicamente  por 
itribunal  todos  los  viernes,  dando  audiencia  á  chicos  é  grandes,  cuantos  que- 
>rían  pedirla;  et  á  los  lados,  en  el  mismo  estrado  alto,  estaba  un  banco  de 
•cada  parte  en  que  estaban  sentados  doce  oidores. . .  En  ñn,  aquel  tiempo 

•  fué  áureo  é  de  justicia,  é  el  que  la  tenía  valíale.  He  visto  que  después  que 
>Dios  se  llevó  esta  santa  reina  es  más  trabajoso  negociar  con  el  mozo  de  un 
«secretario  que  entonces  era  con  ella  é  su  Consejo,  é  más  cuesta».  La  Audien- 
cia 6  Chancillería,  que  andaba  antes  ambulante,  fué 
establecidaen  Valladolid,  y  se  hizo  en  todo  el  reino 
una  organización  general  de  la  justicia  que  subsistió 
hasta  la  época  constitucional.  Para  evitar  la  confu- 
sión legislativa  codificáronse  todas  las  leyes  vigen- 
tes; el  jurisconsulto  Alonso  Díaz  de  Montalvo  fué  el 
autor  de  las  Ordmaneas  Realts  de  Castilla,  vulgar- 
mente conocidas  por  el  Ordmatitienio  de  Montalvo. 

Imprimióse  igual  vigor  á  la  Administración,  crean- 
do los  cinco  Consejos  de  Estado,  Gracias,  Aragón, 
Santa  Hermandad  y  Hacienda,  las  dos  Contadurías 
mayores  de  Hacienda,  reguladas  por  las  Ordenanzas 
de  Madrigal,  y  todo  un  cuerpo  de  funcionarios  para  la 
percepción  legal  de  los  tributos.  En  nada  mostraron 
quizás  los  Reyes  Católicos  tanto  esmero  como  en  la 
Cardenal  CisDc ros.  provisión  de  cargos  y  destinos.  En  1537  decían  los 
procuradores  á  Carlos  V  en  las  Cortes  de  Valladolid: 

•  Los  Reyes  Católicos,  de  gloriosa  memoria,  vuestros  abuelos,  para  informarse 
>de  las  personas  de  quien  podrían  servirse  conforme  á  sus  habilidades  para 
>todos  los  cataos  que  tenían  que  proveer  en  estos  reinos,  mandaban  hacer 
>información  secreta  de  todas  las  calidades  y  habilidades  de  las  personas  de 
»sus  reinos,  é  tenían  libro  de  esto  dentro  de  su  Cámara  Real;  é  porque  esto 
>conviene  é  es  más  necesario  á  Vuestra  Majestad. , . ,  etc.». 

Gallndez  de  Carvajal,  que  tanto  trabajó  con  aquellos  reyes,  refiere  asf 
este  punto:  <£n  su  hacienda  pusieron  gran  cuidado,  como  en  la  elección  de 

•  personas  para  cargos  principales  de  Gobierno,  Justicia,  Guerra  y  Hacienda; 
>y  si  alguna  elección  se  erraba  (que  sucedía  pocas  veces),  al  punto  lo  enmen- 
idaban,  no  dejando  crecer  el  daño,  sino  remediándolo  con  presteza;  y  para 
■  estar  más  prevenidos  en  las  elecciones  tenían  un  libro,  y  en  él  memoria  de 
(los  hombres  de  más  habilidad  y  mérito  para  los  cargos  que  vacasen,  y  lo 
>mismo  para  la  provisión  de  obispados  y  dignidades  eclesiásticas!.  Y  el  fran- 
ciscano fray  Juan  de  Santa  Maria,  en  su  República  y  policía  cristiana,  dice: 
«De  la  reina  católica  doila  Isabel  se  dice  que  cuando  gobernaba  con  el  rey 
>Don  Fernando,  su  marido,  se  le  cayó  acaso  un  papel  de  la  manga  en  que 
>tenla  escrito  de  su  propia  mano>:  «La  pr^onerfa  de  la  ciudad  se  ha  de  dar 


,,  Google 


HISTORIA  DB  SSPAAa  337 

•i  Fulaoo,  porque  tiene  mayor  voz>;  y  «si  en  ofido  tan  vil  tenEaa  aquellos 
»taD  católicos  y  prudentes  Reyes  tanto  cuidado,  ¿qué  se  debe  hacer  en  loi 
»de  Justicia  y  üobieniof>.  Sabiendo  estas  cosas,  se  comprende  que  los  Reyes 
Católicos,  ó  mejor  dicho,  España  en  su  tiempo  estuviera  tan  maravillosa- 
mente servida  por  hombres  eminentes  en  todos  los  tamos.  Cuando  se  da 
el  oficio  de  pregonero  al  que  tiene  mayor  voz,  y  no  al  lacaya  del  favorito 
ó  al  ayuda  de  cámara  del  pariente  aunque  esté  afónico,  se  pone  á  Cis- 
neros  de  primado  de  las  Españas  y  á  Gonzalo  de  Córdoba  de  general  del 
ejercita,  y  cada  piedra  se  coloca  en  su  lugar  adecuado,  resulta  cómodo, 
grande  y  hennoso  el  ediñcio  social,  para  el  cual  ser- 
vimos todos¡  pero  todos  estorbamos  cuando  se  nos 
quiere  asentar  allí  donde  no  quiso  Dios  que  estu- 
viéramos. £1  oficio  del  supremo  gobernante  tiene 
su  raíz  en  esto:  en  procurar  conocer  la  divina  vo- 
luntad respecto  de  las  personas,  y  una  vez  conocida, 
acatarla  humildemeate,  dando  á  cada  una,  pospuesta 
toda  personal  afición,  el  empleo  que  de  derecho  di- 
vinóle corresponde.  Y  esta  política,  que  es  la  única 
justa,  es  también  la  única  que  engrandece  á  las  na- 
ciones. 

Innumerables  disposiciones  administrativas  be- 
neficiosas para  la  prosperidad  pública  se  dieron  en 
este  reinado:  se  fijó  el  valor  de  la  moneda,  redu- 
ciendo su  fabricación  á  las  cinco  fábricas  reales;  se 
entreabrieron,  si  no  abrieron  del  todo,  las  aduanas 

interiores;  la  política  económica  fué  prudentemente  I*"'»  ÍBig"  López  de  Men- 
ptotcccionista,  y  merced  á  ella  se  desarrolló  la  in-  ^°"^  ^^úU°°^'  ""' 
dustria;  la  marina  llegó  en  pocos  años  á  maravilloso      ,„  j    j  , 

esplendor,  y,  como  sucede  siempre,  las  bellas  artes  ie*c^';^X"''otí  pd.'So 
siguieron  el  impulso  que  habla  movido  á  las  útiles:  del  Infantado,  de  Guada- 
construyéronse  infinidad  de  monumentos  arquitec-  lajara,  pintado  por  Juin 
tómeos  e„  que  el  e.tilo  gótLco  dio  I.5  últimas  y  más  S".SíS.ES; 
nondas  muestras  de  su  hermosura,  y  á  la  vez  tomaba  copiado  de  un  medallón 
carta  de  naturaleza  en  nuestro  suelo  el  greco-romano  en  marmol  hecho  en  vida 
propio  del  Renacimiento;  hubo  un  momento  en  que  **'  ^'^^°  P*"'"'"^*)- 

los  dos  estilos,  el  ojival  y  el  clásico,  parecieron  ha- 
berse abrazado,  y  de  ahí  salió  t\  género  plateresco,  variedad  exclusiva  de  nues- 
tra patria  (i);  la  escultura  prometió  entonces  entre  nosotros  un  florecimiento 
semejante  al  de  Italia,  por  desgracia  no  logrado  luego;  la  música  ofreció  la 
variedad  de  instrumentos  de  que  habla  el  Libro  de  la  Cámara  del  principe 
Don  yuoK,  y  no  sólo  llenaba  con  sus  armonías  el  templo,  sino  que  se  hizo  cor- 
tesana y  popular;  igual  rumbo  tomó  la  dramática,  que  hasta  entonces  sólo  ha- 
bla servido  para  representar  dentro  de  las  catedrales  ó  en  sus  atrios  los  mis- 
terios de  Nochebuena  y  Semana  Santa,  y  que  en  esta  época  Juan  del  Encina 
sacó  á  más  profanos  lugares,  amenizando  con  sus  autos  las  veladas  de  Navi- 
dad y  Carnestolendas  en  el  castillo  de  los  duques  de  Alba;  la  novela  produjo 
la  maravilla  de  Zm  Celestina,  que  sólo  cede  al  Qmjote  en  importancia  lite- 
raria, mientras  que  los  estudios  clásicos  llegaban  á  su  apogeo  y  se  vulgariza- 
ban en  la  corte  y  entre  los  grandes  por  el  impulso  de  Lucio  Marineo  SIculo  y 
de  Pedro  Mártir  de  Anglería,  traídos  del  extranjero  con  tal  intento,  por  los 
mismos  Reyes  y  por  los  españoles  Antonio  de  Lebrija,  Arias  Barbosa  y  otros. 

(i)     Annqae  en  otras  nadone*  habieie  estilos  semejantes. 
Sákráo,  Historm  de  ESpaRa  ¿—  22 

Digitzcdb/tjOOglC 


338  HISTORIA  DE  ESPaSa 

Las  medidas  más  sonadis  de  aquella  admínbtracióa  fueron  el  estable- 
cimiento del  Santo  Oficio  y  la  expulsión  de  los  judíos.  La  primera,  para  ser 
bien  examinada,  requeriría  un  estudio  especial  religioso,  filosófico,  social  y 
político.  Desde  el  punto  de  vista  histórico,  y  dadas  las  proporciones  de  este 
trabajo,  baste  decir  que  lo  que  hace  hoy  singularmente  odiosa  la  Inquisición 
á  tantas  gentes,  ó  sea  su  principio  fundamental  de  la  represión  de  la  herejía 
por  el  EsUdo,  imponiéndose  á  los  herejes  la  pena  de  muerte  y  la  más  horrible 
de  todas,  ó  sea  la  de  ser  el  reo  quemado  vivo,  era  entonces  cosa  cuya  legiti- 
midad y  conveniencia  nadie  ponia  en  duda:  quien  se  hubiese  atrevido  en 
aquel  tiempo  á  sostener  que  un  hereje  impenitente  no  debía  ser  quemado 
vivo,  hubiese  chocado  harto  más  que  el  que  hoy  sostuviera  que  los  crimina- 
les comunes  no  deben  ser  reprimidos  con  ninguna  pena,  aunque  no  sea  más 
que  la  reclusión  medicinal  de  algunos  positivistas.  Hasta  muy  adelantado  el 
siglo  XVI  no  se  oyeron  en  el  mundo  algunas  voces  tímidas  y  aisladas  en  de- 
fensa de  la  tolerancia  religiosa,  y  esas  voces  fueron  ahogadas  por  el  clamoreo 
unánime  de  católicos  y  protestantes;  y  es  de  notar  que  á  algunos  protestan- 
tes adversarios  de  la  Inquisición  contra  ellos  les  parecía  muy  bien  contra 
los  judíos  y  judaizantes.  Las  leyes  penales  sobre  delitos  religiosos  venían 
desde  Teodosio  el  Grande,  y  en  España  son  atroces  las  disposiciones  en  este 
sentido  del  Fuero  Juzgo,  Fuero  Real  y  Partidas:  como  que  todos  los  quema- 
dos por  la  Inquisición  fuéronlo  en  virtud  de  estas  leyes  antiguas.  Los  Reyes 
Católicos,  al  establecer  la  Inquisición,  no  introdujeron  ningún  uso  nuevo,  ni 
agravaron  en  lo  más  mínimo  las  penas  temporales  establecidas  contra  los 
herejes  y  judaizantes;  se  conformaron  con  el  estado  de  cosas  existentes,  y 
lo  único  nuevo  fué  el  tribunal  y  el  procedimiento  para  ejecutar  de  una  ma- 
nera regular  y  permanente  lo  que  venía  haciéndose  quizás  peor  por  los  mis- 
mos enemigos  de  la  Iglesia,  y  sin  el  beneficio  social  de  la  unidad  religiosa, 
que  es  lo  que  se  buscaba  por  tan  espantosos  medios,  que  ningún  cristiano 
ni  hombre  de  corazón  puede  aprobar  en  el  día.  La  Inquisición  no  perseguía 
i  los  judíos  como  tales,  sino  á  los  falsos  conversos  cristianos  ó  bautizados 
que  judaizaban. 

En  cuanto  á  la  expulsión  de  los  judíos,  fué  una  medida  radical,  radicalí- 
sima,  consecuencia  de  la  animadversión  que  inspiraban  al  pueblo,  en  parte 
por  odio  religioso,  y  en  parte  también  por  la  envidia  que  inspiraban  sus  ri- 
quezas, y  hasta  sus  talentos.  El  elemento  judaico,  no  sólo  se  amalgama  dincil- 
mente  con  la  población  cristiana  en  que  vive,  sino  que  por  su  especial  apti- 
tud para  el  comercio  y  sus  condiciones  de  ahorro,  así  como  por  su  natural  des- 
pejo para  las  ciencias,  artes  y  práctica  de  la  vida,  es  siempre  un  factor  pre- 
dominante, y  por  escaso  que  sea  su  número,  marca  su  influencia  social  de  nn 
modo  que  irrita  á  los  que  se  sienten  subyugados  por  ¿I:  hoy  los  vemos  en 
Austria  dueños,  no  sólo  de  la  Banca,  sino  de  la  Prensa  de  gran  circulación; 
en  Francia,  dirigiendo  la  política,  y  poco  más  ó  menos  lo  mismo  en  todas  las 
naciones.  Sin  duda  que  esto  nos  hace  admirar  al  judio,  que,  errante  entre  los 
pueblos,  casi  siempre  perseguido,  encuentra,  sin  embargo,  en  si  mismo  el  me- 
dio de  dominar  á  sus  mismos  opresores;  pero  natural  y  lógico  es  también  que 

{Exp!Uac¡5«  di  U  lámina  I.XXXU.) 

HISTORIA  DEL  TRAJE,  — Traje»  árabet.  -  Son  muy  «casas  las  noliclas  que  Icncmoi  dd  tnic 
qne  usaban  los  árabes  españoles.  Los  que  en  esta  plana  ofrecemos  i  nuestros  lectores  ntin  tomadin  de 
una  pintura  sobre  cuero  guadamacilado  que  decora  una  de  la;  habitaciones  de  la  Alfaambra  de  Ormid*. 
Pertenecen  estas  pinturas  al  siglo  xvi,  y  es  lógico'suponer  que  eslin  hechas  por  un  arlisla  cristiai»,  asi 
como  que  el  artista  luvo  medios  para  informarse  de  la  manera^de  vestir  de  los  Inlelices  expulsados.  Por 


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HisTOKU  GrApica  de  la  Civilización  Espaüola  LiEmina  LXXXn 


HISTORIA  DEL  TRA|E. -TrajMánbM. 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


340  HISTORIA  DB  ESPAÑA 

semejante  superioridad  de  raza  encuentre  resistencia,  y  esto  explica  á  nues- 
tro juicio  el  odio  que  universalmente  inspiran,  y  que  era  vivlatmo  en  la  Espa- 
ña del  siglo  xvi.  Que  algunos  hadan  con  buen  éxito  propaganda  judaica  y  con 
fruto,  atestlguanlo  muchos  documentos.  Para  juzgar  de  la  justicia  con  que 
fueron  expulsados  de  España  no  hay  que  atender  á  consideraciones  genera- 
les de  Derecho,  en  que  no  reparaba  nadie  en  aquel  tiempo,  sino  al  modo  como 
eran  tratados  y  siguieron  siéndolo  en  otras  naciones:  quizás  desde  este  punto 
de  vista  la  expulsión  en  masa,  con  ser  tan  eme),  fué  lo  más  beneñcioso  para 
los  judíos  que  pudo  hacerse  entonces.  Conviene  advertir,  por  último,  que  la 
expulsión  fué  religiosa,  y  no  de  raza:  los  bautizados,  ó  que  consintieron  en  bau- 
tizarse por  no  partir,  aquf  quedaron,  y  la  sangre  judaica  es  sin  género  de 
duda  uno  de  los  elementos  étnicos  de  la  nación  española,  no  sólo  por  el  es- 
tado llano,  sino  por  las  clases  más  elevadas.  Basta  leer  los  escritos  del  doctor 
Villalobos,  judio  por  toda  su  ascendencia,  para  persuadirse  de  que  no  hay 
familia  aristocrática  que  no  tropiece  en  su  árbol  genealógico  con  algún  tallo 
judaico.  Los  expulsos  derramáronse  por  diferentes  parajes  de  Europa  y  Áfri- 
ca, y  todavía  conservan  nuestra  lengua,  y  antiguos  romances  castellanos  re- 
veladores de  su  origen,  en  que  las  palabras  arcaicas  de  nuestro  idioma  se 
mezclan  con  vocablos  de  los  países  en  que  han  vivido  estos  últimos  cuatro 
siglos.  Hace  pocos  dfas  contaba  el  corresponsal  de  un  periódico  de  Madrid  eo 
Belgrado  que  una  muchacha  judía,  al  enterarse  de  que  el  periodista  era  es- 
pañol, le  dijo:  jEs  usted  español  de  Constantinopla,  ó  de  Salónica?  Y  al  oír 
que  era  de  España,  la  pobre  muchacha  quedó  asombrada.  ¡No  concebía  que 
hubiera  españoles  en  Es  pañal 

98.— Ño  menos  consciente  y  reflexiva  fué  la  política  exterior  de  nues- 
tros grandes  monarcas,  la  cual,  como  es  lógico  en  príncipes  tan  prudentes,  se 
desarrolló  en  períodos  sucesivos,  á  medida  de  las  circunstancias,  sin  intentar 
nunca  forzarlas,  sino  enderezarlas  diestramente  á  sus  intentos. 

Desde  1476  á  1479  no  pudieron  hacer  otra  cosa  que  defenderse  del  rey 
de  Portugal  Alfonso  V,  quien,  desairado  á  la  mano  de  Isabel,  se  hizo  paladín 
de  la  Beltraneja  y  cabeza  de  los  pocos  magnates  castellanos  que  siguieron 
esta  parcialidad.  Entraron  los  portugueses  en  Castilla  con  un  lucido  ejército, 
al  que  no  podían  oponer  nuestros  reyes  otra  cosa  que  el  amor  de  los  pue- 
blos. En  Plasencia  celebró  Alfonso  V  sus  esponsales  con  la  infortunada  Juana, 
titulándose  los  esposos  rejiti  de  Castilla  y  Portugal,  ni  más  ni  menos  que  Fer- 
nando é  Isabel  reyes  de  CastiUají  Aragón;  es  decir,  que  aquella  guerra  era  de 
tendencias  unitarias  por  ambas  partes.  Castilla  no  era  entonces  para  nadie^ 
como  luego  ha  sido  para  ciertos  imbéciles,  la  tirana  de  la  Península,  sino  la 
piedra  angular  sobre  la  cual  todos  querían  erigir  el  magnifico  edificio  de  la 
unidad  política  de  esta  región  geográñca,  que  la  Naturaleza,  es  decir.  Dios,  ha 
hecho  una,  y  los  hombres  perversos  ó  de  cortos  alcances  se  han  empeñado- 
en  dividir  contra  la  voluntad  divina.  La  batalla  de  Toro  (i.°  Marzo  1476),  en 
memoria  de  la  cual  se  levantó  el  precioso  templo  y  convento  de  San  Juan  de 
los  Reyes,  y  en  que  pelearon  como  soldados  dos  cardenales  —  el  arzobispo- 
Carrillo  (i)  por  doña  Juana,  y  Mendoza  por  doña  Isabel,  —  destruyó  las  es- 
peranzas del  portugués;  pero  la  lucha  continuó  hasta  la  paz  de  Alcántara,  ne- 

(l)  Este  veleidoso  prelado,  que  tanto  habla  favorecido  la  caDia  de  Isabel,  hasta  el  punto- 
de  ser  £1,  següri  todas  las  probabilidades,  quien  circula  ía  bula  de  dispensa  para  que  se  caiara 
con  Fern<indo  y  quien  los  casa,  al  ver  luego  que  los  Reyes  no  eran  juEuele  lajo,  se  Taé  al 

campo  del  porlugufs,  diciendo  arroganlemente:  Yo  ht  sacada  á  Itabtl  de  hilar  y  ye  la  enviaré  á 
coger  Bira  7IÍI  la  ru/ca.  Y  eslaba  ya  taniiejo  en  esta  época,  qoe  poco  antes  de  pronunciar  estas 
sobctbias  palabras  bibfa  dicho,  con  harto  más  Tundamento:  Eslay  más  fiara  recogemu  en  uir 
yerma  c  f  repararme  d  dar  cuenta  é  Diei,  que  para  melerme  en  ruidt  y  trafaga  de  guerra. 


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HISTORIA  DE  ESPARa  34I 

gociada  di  rectamente  entre  doña  Isabel  y  su  tía  materna  do9a  Beatriz  de 
Portugal  (1).  Por  cierto  que  allí  admitió  la  Reina  que  su  hijo  el  príncipe  don 
Juan,  á  la  sazón  niño,  al  llegar  á  la  edad  conveniente  casaría  con  la  Beltra- 
nea, cuyo  matrimonio  con  el  anciano  rey  no  habla  llegado  á  efectuarse:  es 
de  creer  que  nunca  pensara  doña  Isabel  en  cumplir  semejante  cláusula,  de- 
biendo recordarse  aquí  lo  dicho  por  Pulgar  de  que,  aunque  de  su  natural  in- 
clinación era  verdadera  e  quería  mantener  su  palabra,  los  movimientos  de  las 
guerras  e  otros  grandes  fechos  fue  en  sus  reinos  acaecieron,  ¡a  ficieron  algunas 
veces  variar;  esto  es,  que  asi  como  la  pobreza  Mace  hacer,  según  Cervantes, 
cosas  que  no  esidn  en  el  mapa,  en  ocasio- 
nes la  política  suele  también  desviar  de 
la  línea  recta  á  los  caracteres  más  puros. 
En  aquella  ocasión,  doña  Isabel  quiso  dar 
á  su  reino  el  bien  inestimable  de  la  paz, 
y  para  conseguirlo  accedió  á  suscribir  un 
compromiso  que  indudablemente  repu(^- 
naba,  y  del  que  debió  de  creer  que  nun- 
ca llegarla  á  sa^ón  de  cumplirse,  aun  sin 
faltar  ella  ostensiblemente  á  su  real  pa- 
labra. 

Desde  1481  á  1492  el  objeto  exclu- 
sivo de  la  política  exterior  de  los  Reyes 
Católicos  fué  la  conquista  de  Granada. 
Componíase  este  reino  de  las  actuales 
provincias  de  Almería,  Granada  y  Mála- 
ga, y  desde  la  época  de  San  Fernando  era 
el  único  resto  independiente  y  organiza- 
do de  la  España  árabe,  aunque  legal- 
mente  tributario  ó  vasallo  de  los  reyes 
de  Castilla,  á  ruyas  Cortes  tenían  obli- 
gación de  concurrir  los  emires  granadi- 
nos como  grandes  vasallos  de  la  Corona. 
Esta  dependencia  feudal  fué  más  ó  me- 
nos efectiva  según  las  circunstancias  de 
cada  tiempo  y  el  carácter  de  reyes  y 

emires:  hubo  períodos  de  lucha  entre  Arqu«<hi5paiio-ir.be(«glox). 

Castilla  y  Granada,  y  períodos  de  larga 
paz,  en  que  parecía  que  iban  á  fundirse 

ambos  pueblos.  La  batalla  del  Salado,  la  reconquista  de  Algeciras  y  Gibraltar 
y  el  desarrollo  de  la  marina  castellana  y  aragonesa,  cerrando  deñnitivamente 
á  los  afrícanos  la  entrada  en  España,  dejaron  al  reino  de  Granada  aislado  del 
mundo  musulmán,  á  que  por  raza  y  religión  pertenecía,  y  tarde  ó  temprano 
tenia  que  sucumbir  al  golpe  de  sus  prepotentes  vecinos.  Aspiración  nacional 
trasmitida  de  unas  á  otras  generaciones  era  en  Castilla  la  de  arrojar  á  los 
moros  de  aquel  último  baluarte,  cnmpletando  asi  la  obra  reconquistadora 
del  siglo  xiii;  pero  la  empresa  ofreció  muy  serias  dificultades.  Fundado 
sobre  uno  de  los  terrenos  más  abruptos  de  la  Península,  el  pequeño  reino 
encerraba  una  población  numerosísima,  agricultnra  y  guerrera,  que  verda- 
deramente tenia  siempre  en  una  mano  el  instrumento  de  labranza  y  en  la 
otra  el  arma  de  combate,  con  que,  ya  se  mataban  unos  á  otros  en  confusa  é 
interminable  lucha  intestina  entre  las  diterentes  tribus  ó  kabilas,  ya  se  re- 

(!)    Hetmina  de  doüa  Isabel,  U  TÍada  de  Juan  II. 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


342  HISTORIA   DE  ESPAÑA 


volvían  todos  contra  los  perros  cristianos,  dispuestos  á  conquistar  el  paral- 
so  de  Maboma  muriendo  en  la  guerra  santa.  No  habla  lugar  que  no  estu- 
viese fortificado,  ni  cerro  ó  quebrada  sin  su  castillo  roquero,  inexpugna- 
bles aquéllos  y  éstos  para  los  elementos  poJiorcéticos  de  la  Edad  Media,  y  de 

muy  difícil  ataque  para 
la  naciente  artillería,  so 
bre  todo  por  la  imposi- 
bilidad casi  absoluta  de 
transportar  las  piezas  por 
aqueUas  veredas  de  ca- 
bras y  ponerlas  en  posÍ- 
dán  de  ofender,  dado  su 
corto  alcance  á  la  sazón, 
cerca  de  los  muros,  que 
por  lo  común  arrancaban 
de  inaccesibles  precipi- 
cios. Habla  tantas  forta- 
lezas que  bien  podía  ser 
considerado  todo  el  rei- 


no como  una 
plaza  fuerte,  imposible 
de  cercar  por  su  mucha 
extensión  y  su  dilatada 
marina,  y  al  que  sólo  ca- 
bla dañar  un  poco  entran- 
do por  los  valles  y  ve- 
gas y  arrasando  los  cam- 
pos—ó sean  las  famosas 
talas; — y  conquistar,  to- 
mando una  por  una  las 
fortalezas,  ó,  como  decia 
gráficamente  Don  Fer- 
nando el  Católico,  co- 
miénáost  UMO  por  wmo  los 
gramos  de  la  granada,  co- 
sas ambas  que  exigían 
muchísimo  tiempo  y  ele- 
mentos de  guerra  su- 
Cuco,  túDica  y  eipuiu  de  BoabdiL  periores  á  los  que  hubo 

en  Castilla  antes  de  este 
reinado,  especialmente  un  ejército  permanente  ó  que  no  tuviera  que  dis- 
persarse después  de  dos  ó  tres  meses  de  campaña,  como  sucedía  con  los 
castellanos  de  los  siglos  xiv  y  xv. 

Los  Reyes  Católicos  acometieron  la  empresa,  y  salieron  con  ella  en  diez 
años  de  perseverantes  esfuerzos,  tan  meritorios  desde  el  punto  de  vista  po- 
lítico y  administrativo  como  del  militar.  Tuvieron  que  crearlo  todo.  La  guerra, 
que,  vista  por  el  prisma  de  los  romances  y  leyendas,  parece  una  cruzada 
de  paladines  en  que  se  resolvía  el  problema  á  golpes  de  lanza  y  espada, 
resulta  de  los  documentos  que  fué  una  serie  metódica  de  campañas  y 

(Expliraciin  dt  ¡a  lámina  LXXXllI}. 

AroiaidcAbO-Abdl-l-lah  (Boabdll).  -  1.  PuAal  y  cuchillo.  —  2.  Vaina  del  nti>quc.~X  Em- 
punaduTi  del  mismo.  —  4.  Empufladun  dt  la  espada.  —  5.  Vaina  del  pnilal. 


,,CoogIc 


Historia  Gráfica  db  la  Civilización  Española  LAmina  LX}CXIII 


■  de  AtM»-Abdt-l-Iab  (Boabdll).  i .  GoOqIc 


344 


DE  ESPAÑA 


sitíos  en  que  la  artilleria  y  los  ingenieros  tuvieron  la  parte  piincipal.  «Maa- 
idaroD  traer  los  reyes,  cuenta  Pulgar,  gran  número  de  bueyes  é  carros 
ipara  llevar  las  bombardas,  é  otros  tiros  de  pólvora,  é  tas  escalas,  é  man- 
ilas, é  gnjas  y  engenios  é  otros  pertrechos  para  combatir,  con  lo  cual 

■  venían  carpinteros  con  sus  fcrramientas,  é  ferreros  con  sus  fraguas,  que 

■  andaban  de  continuo  en  los  reales  y  en  todas  las  otras  partes  por  do  se 

■  llevaba  el  artillería,  é  maestros  bombarderos,  y  cngenieros,  é  pedreros  que 
■facían  piedras  de  canto  é  pelotas  de  ñerro,  é  todos  los  maestros  quet  eran 
>necesarios,  é  sabían  lo  que  se  requería  para  facer  la  pólvora,  é  para  todos 

■  aquellos  oficios  é  pata  todas  las  cosas  que  eran  me- 

■  nester.r  El  tren  de  guerra  que  se  llegó  á  reunir 
fué  inmenso:  sólo  en  Córdoba,  en  la  primavera 
de  1483,  se  juntaron,  según  Bernáldez,  mil  quinien- 
tas carretas  para  el  transporte  de  artillería  y  pro- 
visiones; el  capitán  Francisco  Ramírez,  de  Madrid, 
era  el  director  técnico  y  general  de  la  artillería  cris- 
tiana (1).  Con  tan  bien, preparados  elementos,  la 
constancia  en  el  obrar  y  el  valor  castellano,  repre- 
sentado por  multitud  de  campeones  romancescos, 
entre  los  cuales  descolló  como  el  Aquiles  de  esta 
homérica  lucha  el  Marqués  de  Cádiz,  Don  Rodrigo 
Ponce  de  León,  se  llegó  al  memorable  día  2  de  Ene- 
ro de  1492,  que  la  Historia,  la  leyenda,  la  poesía  y 
la  pintura  han  hecho  inmortal.  La  Albambra,  el 
maravilloso  alcázar,  empezado  á  construir  por  AJhá- 

Gonztlo  Fernáncltz  mar,  el  fundador  del  reino  de  Granada,  y  que  no  se 

de  Cóidobk.  terminó  hasta  mediados  del  siglo  xiv  por  Yuxef  I, 

~  quedó  engarzada  como  una  de  sus  piedras  más  pre- 

ciosas en  la  corona  de  Castilla. 

Si  la  guerra  de  Granadü  es  la  inauguración  del 
arte  militar  moderno  por  lo  que  se  refiere  á  la  acción 
perseverante  del  ejército  permanente,  al  empleo 
metódico  de  la  artillería,  y  aun  al  uso  de  los  servi- 
cios auxiliares  de  administración  y  sanidad  militar, 
las  guerras  de  Ñapóles  (1498-1502)  determinan  el 
principio  del  mismo  arte  por  lo  que  se  refiere  á  la 
superioridad  de  la  infantería  sobre  la  caballería  en 
el  campo  de  batalla,  del  orden  abierto  en  la  tác- 
tica y  de  la  subordinación  de  ésta  á  la  estrategia.  Gonzalo  de  Córdoba  es  la 
figura  histórica  que  une  y  enlaza  en  el  orden  militar  la  Edad  Media  con  la 
Edad  Moderna.  Miembro  de  la  oligarquía  guerrera  medioeval,  crióse  para 
paladín,  y  paladín  fué  en  la  conquista  de  Granada;  pero  al  zarpar  de  Málaga 
para  Ñapóles  el  paladín  se  habla  transformado  en  general.  ¿Cómo  se  verificó 
esta  transformado  ni  No  se  sabe.  Lo  mejor  de  la  Historia  es  desconocido, 
aunque  no  tanto  que  adonde  no  llega  el  dato  no  puedan  alcanzar  el  raciocinio 
ó  la  deducción  lógica.  Es  indudable  que  después  de  la  guerra  de  Granada  Gon- 
zalo no  se  contentó  con  sus  recuerdos,  ni  contando  sus  hazañas,  ni  vanaglo- 
riándose de  ellas,  sino  que  estudió  y  reflexionó.  El  Vegtcio  era  obra  familiar  en 
los  palacios  de  los  grandes.  Gonzalo  tuvo  el  concepto  cabal  de  la  legión  roma- 
na, que  habían  aplicado  ya,  si  bien  imperfectamente,  las  milicias  suizas.  Este 


f: 


■erran  del  Gnn  Capitán,  d 
único  que  presenta  caracte- 
res de  autenticidad  es  cite 
rabado  de  Ambru,  que  se 
:  reproducción  del  re- 
gué, tomado  del  nalu- 
rai|  ejecutó  el  insigne  pintor 
Giorgione  de  GasCeirranco , 
obra  que  desgraciadamente 
«e  ha  perdido.  Varazi  j  Ro- 
dollt  dan  noticias  de  ella. 


a  i^erra,  TCise  Aráute- 


,,CoogIc 


H[STOSU  Grífica  de  Lft  CiviLiZACiúH  ESPAÑOLA  LAmina  LXXX[V 


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346 


HISTORIA    DE  ESPA5IA 


concepto  fué  la  base  y  el  material  sobre  que  actuó  su  talento.  Y  cuando  fué 
á  Ñapóles  ya  sabta  él  que  el  infante  podía  vencer  al  caballero,  que  habla  que 
hacer  la  guerra  de  modo  muy  di- 
verso de  como  se  habla  hecho 
hasta  entonces,  que  habla  sona- 
do la  hora  de  cambiar  de  método 
y  de  procedimiento,  que  se  im- 
ponía una  manera  distinta  de 
aplicar  el  valor  del  hombre,  ese 
factor  eterno  de  las  empresas 
guerreras;  en  suma,  que  habla 
concluido  una  época  y  empezado 
otra.  Asf,  el  gran  Teoolncionario 
desde  arriba,  en  cuanto  estuvo 
en  el  mediodía  de  Italia  movió, 
dirigió,  operó  de  la  tmeva  manera 
con  el  desembarazo,  la  precisión 
y  la  seguridad  que  parecen  no 
poder  ser  fruto  sino  de  la  larga 
experiencia,  y  con  reducidísi- 
mos medios  obtuvo  magnos  re- 
sultados. En  Cerignola  y  en  el 
Garctlano  concluyen  deñmtiva- 
mente  las  batallas  medioevales, 
que  eran  duelos  colectivos,  y  em- 
piezan las  modernas,  que  no  son 
sino  momentos  de  una  evolución 
de  hechos  preparada  y  provoca- 
da conscientemente  y  desarro- 
llada en  un  plan  estratégico. 
Toda  nuestra  superioridad  mili- 
tar del  siglo  XVI  es  el  efecto  1^- 
co  del  impulso  dado  por  el  Gran 
Capitán,  y  nuestra  decadencia 
del  XVII  es  el  efecto  de  no  haber  cambiado  á  tiempo  cuando  de  nuevo  im- 
ponían cambios  las  circunstancias;  ó,  en  Otros  términos,  de  no  haber  tenido 
España  otro  Gonzalo  de  Córdoba. 

La  unión  de  los  reinos  peninsulares,  la  guerra  de  Granada  y  la  doble 

(ExpHacihn  <U  la  lámina  LXXXV)  {\\ 

Antlenu  canbetil.-  l.  Nio  de  ColÚn.  —  2.  Unidc  lia  cirabcUi  dr  Colún.  ^  3  y  4.  Carabelas 

de  li  nprdicidn  de  Hojidi  in  U<iQ,  en  la  que  íuí  como  piloto  el  lamoso  Joan  de  la  Cosa.  —  S,  6.  T  y  8.  Ca- 
rihclaiportugueeas.  — 9.  drabela  de  1 S29.'— 11<)-  Otro  lipoldc  carabela  «palióla  del  siglo  XVI.  —  1 1 .  Tipo  de 
carabela,  del  Diccíonaiio  del  Marque  de  la  Victoria.  —  11.  Famosa  nao  de  Joan  SelMSIiin  Elono.  Eite  di- 
bnjoade  1673.  —  13  y  M.'Caribeba  •Nuestra  Sellora  de  Mocha»  y  •Nuestra  Seflora  del  BuenSucesoí,  de 
los  bennaaos  Nodales  (1621). 


Cristóbal.  ColAn. 
cousiderado  como  aalintlco 
la  Biblioteca  Nacional.) 


(I)    La  naves  en  la  Edad  Media. -El 

""Sif. 


la  piranua 


f»*ta,  gaita,  brlgaatlr 


por  etapas  el  aalrtmt,  blrtmt.  Irlrenu  y 

■da,  larlda,  tafai —  -' ' — ' — ' 

irabela,  galeaza,  gallón  y 


de  un  lolo  orden,  ligera  y  de  m 


dromon.  ptnttcontor,  tahttla,  barcia,  larlda,  tafarga.  pinaza,  tardante,  panfll,  le/lo, 
— u — ■..!.  — I -¡altóa  y  navio. 


le  modelo  pan  lo  tui 
iparece  el  iromon,  di 


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HisTOKU  GkApica  db  la  Civilizacióh  Española  LJuiha  LXXXV 


Lu  aavcs  en  la  Edmd  Media. 


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34^  HISTORIA    DE   ESPAÑA 

conquista  de  Ñapóles  elevaron  á  Espafia  en  el  concepto  europeo  al  rango  de 
nación  predominante,  que  nunca  habla  tenido  hasta  entonces,  y  que  sólo  pudo 
conservar  hasta  mediados  del  siglo  xvn.  Los  Reyes  Católicos  quisieron  man- 
tenerla en  ese  papel  brillante  —  quizás  un  poco  desproporcionado  con  los  ele- 


La  llburna.  longa 
gtjtdud. 


SI  que  rt  ptnItcBntor. 
:r  la  Edad  Media  Untos 


El  papel  de  la  ontrarta  vina  i  representarla  en  la  Ed*d  Media  la  nao.  llamada  Ij 

lai  naves  del  siglo  x 
LIID-Eleiisendaí 


Navct  del  litio  XIII. 

de  su  praa  de  limpia  roda,  sus  amuras  enormn.  la  relativa  Incliniciún  de  lo;  palas  en  maciías  y  elevaí 
fogonaduras,  lo  rudimentario  de  las  vergas,  velas,  motonería  y  cordaje;  todo  ciracleriía  i  las  constriicc 
nes  de  aquella  época.  El  tonelaje  de  estas  naves  era  de  8  i  ll.OOU  quíntale!. 

Las  naot  eran  de  tres  clases:  gratm,  bastarda  y  sutil. 

Su  tamaño  medio  era:  eslora,  Ití  pies;  manga  d  ancho,  IS  pies;  puntal  ú  altura  desde  la  sobreqaill 
U  cubierta,  8 '/i;  elevación  de  la  proa,  II  i/t;  de  la  popa,  12  'ii.y  8  '/i  el  ancho  déla  cala  ó  Bodega,  coi 
hoy  lia  manamos. 

Su  forma  era  una  derivación  de  la  nave  longa  romana,  participando  tarabiín  de  la  Ilbarna  primiti' 

La  M/ea  de  primera  clase  debía  llevar,  comoUi  iixrrrs  (buque  mis  grueso,  catalín).  dos  timón 


s  pilos  maestro,  irlnqattt  y 
ic  llARiaban  arllaió,  lop  de  pi 


3nM  de  Igual  peso  les 
de  la  propia  del  alnti- 


''i"'iP"ú" 


NiTC  del  llBlo  Xm.  II'"""'  '•'■I'*»  "«""  »4™^  ™  bandera  propia. 

servicio  (los  almirantes  prestaban  servicio  de  gue- 
ballesleria  de  las  galeras),  y  si  líense 
K  trompetas  y  cubierta  de  gínero  de  lana 
.  Lievaoan,  por  uiiimo,  dos  cartas  de  martar. 
las  galeras  ¡HUlardaí  y  lutila  dismlnnlase  desde  el  Irea  de  las  velas  hasta  el  número  de  armas. 


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HISTORIA  DK  ESPAÑA  34(> 

meatos  de  población  y  riqueza  natural  de  nuestra  Península,  —  y  á  tal  efecto 
buscaron  sus  alianzas  en  las  Potencias  del  centro  y  del  norte  del  Continente^ 
es  decir,  contra  Francia.  Francia,  no  sólo  es  nuestra  vecina,  sino  nuestro  úni- 
co punto  de  comunicación  con  Europa,  por  lo  cual,  y  por  la  comunidad  de 
raza  y  costumbres  parece  ser  nuestra  natural  aliada;  pero  aventajándonos  en 
número  de  habitantes,  fertilidad  del  suelo  y  otras  circunstancias,  semejante 
alianza  no  puede  ser  nunca  sobre  un  pie  átt  perfecta  igualdad,  ó,  en  otros 
t¿nDÍDOS,  que  unidos  ó  aliados  con  nuestra  poderosa  vecina,  tenemos  que  ir, 
aunque  nos  pese,  á  remolque  de  ella.  Cabe  tolerar  esto  conformándose  Espa- 
ña con  una  posición  modesta  de  nación  secundaría;  pero  si  en  nuestra  Penfn- 


búcocho  Ri  nllcUi  di  i  doce  oniu. 
He  aquí  un  — -"-  -■ 


Lu  praviiíones  dctKíci  (poco  apetítosu)  coniisUan  en  «roz,  loc[noafle)o,  judlis,  *|os,  vinagre,  sal  y 
,1 "—u  di  i  doce  ornas. 

EQUrPAJE,  CON  sus  CORRESPONDIENTES  SUELDOS  POR  DOS  MESES 


1  patrón.  . 
I  (oUcónltre  . 


S  naocheros,  á  b  libiu  nno.  (Entííndisc  por  niodicro  el  encargado 
dd  tlmún  y  de  la  SDardarropla  6  paflol,  llamado  entoncea  nochar, 
donde  ae  conserviban  las  binderu,  vestidos,  faroleí,  velas  de  sebo 

B  proeles,! 

1  ai^te. 


yoliosdtileí - 

B  proeles,  i  S  libras.  (Proel,  delenior  de  la  proa). 


tres,  í  4  libras M              . 

M  remeros  simples  con  ventaja  dtlí  patmtrt 462             ■ 

1  trómpela 7,103 

1  cirujano 7,10 

El  precio  de  una  galera  gruesa  en  1351  se  estimaba  en  4.e00  rioilnes  de  oro  (unos  27.000  le 
I.WO  el  Arte  cuando  iban» — ■-— 


.miadas  y  dlspueslas  al  combale. 

por  d  sbima  de  lis  quintas  actuales.  Pedro  IV  de  Aragón  < 

ilengo  diesen  2  de  cada  10  hombres  para  d  servicio  de  las  gs 


para  qne  los  piebk»  de  realengo  diesen  1  de  cada  10  hombres  para  d  servicio  de  las  galeas. 

La  carabela  como  tipo  de  nave  snjelo  1  gilibus  ó  formas  determinadas  por  una  fórmula  permanente, 
no  ha  existido  jamás. 

Pl  nombre  de  carabela  empeló  á  usarse  en  el  siglo  XV,  en  tiempo  de  Don  Juan  II,  y  dejó  de  usarse  i 

Las  caiatKlai  perienedentes  al  Estado  se  llamaban  carabelai  de  armada. 

Se  nombró  carabela  en  los  ligios  XV  y  Xvl  al  buque  ligera,  cualquiera  que  fuese  su  disposición,  aptc 

.  «i^..4.4.^_  rápido  y  de  cortó  calado,  rué  buque  ne  forma  y  aparejo  vario,  correspondiendo  la  deno- 

vicio  1  que  se  la  destinaba,  y  no  al  tipo  de  la  nave. 
En  las  Instmcdones  de  Calón  i,  Antonio  Torres  se  lee:  'Las  naos  Oallrga  y  Capitana  para  dar  auto. 

ridad  A  la  gente allende  que  las  carabtlai  son  necesarias  para  el  descubrir  de  la  tierra  Rrme  y  oliat 

islas  que  entre  aqui  í  alU  están.  ■ 

Las  carabelas  no  fueron  «elusivas  de  Espafla.  Misfama  adquirieron  las  portuguesas.  La  forma  de  los 

taso*  el  redonda,  con  la  popa  cuadrada.  El  apareío  se  compone  de  ires  palos  con  velas  redondas  ó  de  cruz  en 

d  Bajot  j  trinquete,  y  latina  en  el  mesana, 

lJ.t  caratÍElas  de  Colón  eran  mayores  de  lo  que  vulgarmente  se  cree:  de  marcha  rápida,  de  construc- 

don  sólida,  con  dos  castillos  •alterosos>  á  popa  y  proa,  tres  palos  verticales  y  bauprís,  aparejo  redondo  en 

d  mayor  y  trinquete  y  mesi—  '-"— 


bdaí:  lo  Indicad  Inscripción  de  la  primera,  Ocetantea  classla,  correspondiendo 
.. j_  . 1..,^  Ocreone  c/om/ prerínJ  del  descubridor. 


que  copia  la  lámina  LUÍ  con  los  números  I  y  2  parecen  serla  nao  de  Colón  y  una  de  sus  cara- 
Las  figuras  3,  4.  5,  ó,  7  ys^án  lomadas  déla  cana  de  Juan  de  la  Cosa,  docnmenlo  pintado  en  1500. 
El  autor,  excelente  dibujante,  fué  piloto  y  compafiero  de  Colón  en  los  dos  primeras  viajes. 

Las  números  3  y  4,  qne  ostentan  pabellones  de  Castilla  en  los  topea,  ya  que  no  las  de  Colón,  deben 
dr  SCI  las  que  el  mismo  Juan  de  la  (jisa  llevó  como  piloto  en  la  «pedición  de  Hojcda  el  aflo  H99. 

La  forma  de  los  vasos  es  muy  semejante  á  las  1  y  2.  levantadas  las  eíttemidades  como  «pilcad  histo- 
riador de  la*  Indias,  Herrera:  'Las  naos  tenían  una  obra  muerta  alterosa  en  cada  «tremo  de  popa  y  proa  del 
buque,  j  se  llamaban  aatillos.»  •£!  aparejo,  dos  vdas  redondas  en  los  palos  mayor  y  trinquete  y  una  latina 

Las  5  y  6  son  portuguesas,  y  lo  mismo  las  7  y  B,  sin  qne  en  ellas  >e  note  difomcía  esencial  con  las 


^a  figura  9  está  copiad*  de  otra  carta  de  marear  de  Diego  de  Rivera  (1529).  Se  advierte  en  el  v¡ 
progreso  de  la  constricción  naval,  pero  conserva  el  tipo. 

La  núm.  10  es  otro  tipo  de  carabela  española  lomado  de  la  carta  de  Juan  Marlinez. 
Lt  núm.  1 1  es  del  diccionario  del  marqués  de  la  Vidoría. 

La  núm.  12  es  la  famosa  nno  de  Juan  Sebastián  Elcano.  Este  dibuja  es  de  1673. 
I»  13  y  14  son  las  carabelas -Nuestra  Sei\ora  de  Atochal  y  •Nuestra  SeHora  dd  Buen  Suceso-, 
Nodales  (1621). 


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35*3  HISTORIA   DB  BSPaSa 

sula  se  quiere  fundar  un  Imperio  predominante,  ó  por  lo  meaos  de  veras  in- 
dependiente de  la  influencia  francesa,  hay  que  buscar  las  alianzas  en  Alema- 
nia y  en  Inglaterra.  Á  eso  tendieron  los  Reyes  Católicos,  no  descuidando 
tampoco  la  realización  de  la  completa  unidad  peninsular,  única  manera  de 
que  la  Iberia  pueda  hombrearse  con  la  Galia.  A  tan  elevados  ñnes  políticos, 
reducidos  á  que  España  fuera  nación  verdaderamente  autónoma,  ó  sea  libre 
de  la  humillante  y  molesta  conyunda  de  Francia,  fueron  enderezados  los  en- 
laces matrimoniales  de  los  hijos  de  los  Reyes  Ca- 
tólicos, otras  tantas  obras  maestras  de  política  in- 
teroadonal. 

Para  conseguir  la  unidad  de  la  Península,  la 
princesa  Doña  Isabel  casó  con  el  príncipe  Don  Alfon- 
so de  Portugal,  y,  muerto  éste,  con  el  rey  Don  Ma- 
nuel; por  el  fallecimiento  de  Don  Juan,  principe  de 
Castilla,  Don  Manuel  y  Doña  Isabel  fueron  reco- 
nocidos como  herederos  de  los  Reyes  Católicos,  y 
nacido  un  hijo,  aunque  con  la  desgracia  de  costar 
la  vida  á  su  madre,  este  principe,  Don  Miguel,  fué 
jurado  como  heredero  de  Aragón  el  22  de  Septiem- 
bre de  1498,  de  Castilla  el  12  de  Enero,  y  de  Portu- 
gal el  16  de  Marzo  de  1499:  tuvimos,  pues,  un  prin- 
cipe que,  si  hubiera  vivido,  habría  reunido  sobre 
sus  sienes  todas  las  coronas  peninsulares.  Por  des- 
(ReiratomoraU  dicha,  murió  antes  de  cumplir  dos  años.  Para  bus- 

car la  alianza  inglesa  se  enlazó  la  infanta  Doña  Ca- 
talina con  Arturo,  principe  de  Gales,  y,  á  la  muerte  de  ¿ste,  con  su  hermano 
iLurique  VIII.  Finalmente,  la  alianza  germánica  se  consiguió  con  los  matrimo- 
nios del  príorípe  Don  Juan  con  la  princesa  Margarita  y  de  la  infanta  Doña  Jua- 
na con  el  archiduque  Felipe,  hijos  ambos  del  Emperador  Maximiliano.  Este  úl- 
timo enlace  fii¿  el  único  que  se  logró,  y  sólo  él  bastó  para  ligar  sólidamente 
á  España  con  el  centro  de  Europa,  haciendo  que  se  reunieran  en  una  per- 
sona la  Monarquía  española  y  el  Imperio  de  Alemania.  Es  posible  que  sin  este 
matrimonio  no  hubiéramos  sufrido  andando  el  tiempo  muchos  desastres;  pero 
es  segurísimo  que  sin  él  nuestra  esplendorosa  historia  del  siglo  xvi,  que 
desde  el  punto  de  vista  de  la  grandeza  política  es  lo  mejor  de  nuestros  ana- 
les, no  se  habria  realizado. 

99.  —  <£l  mayor  acontecimiento  que  ha  tenido  lugar  en  el  mundo  des- 
>pués  del  nacimiento  de  Nuestro  Señor  Jesucristo  es,  sin  disputa,  e!  descu- 
>brimiento  de  América. >  Tiene  harta  razón  el  Sr.  Brieva  al  decir  que  <si  todas 
>las  naciones  del  mundo  juntasen  todas  sus  empresas  y  hazañas  y  cuanto  en 
ipro  de  hombres  hicieran,  todas  ellas  juntas  no  pudieran  igualar  á  lo  que 
>Colón  hiio  con  el  ayuda  de  España  por  la  civilización  universal;  con  lo 
>que  la  gloria  de  España,  sin  la  cual  nada  fuera  Colón,  excede  á  toda  glo- 
>ria  que  pueblo  ninguno  puede  alcanzar.  Y  así,  á  los  extraños  y  enemigos 
>y  humillados  de  ayer  que  pregunten  qué  lugar  tiene  la  gente  española  en 
>la  Historia,  se  les  puede  contestar:  el  descubrimiento  de  América».  Y  sin 
embargo,  este  suceso  magno  y  sin  par,  bastante,  6,  mejor  dicho,  sobrado  para 
la  gloria  de  los  Reyes  Católicos  en  el  cuadro  político  y  militar  de  su  reina- 
do, no  fué  más  que  un  brillante  episodio,  y  el  único  que  no  puede  llamarse 
empresa  nacional,  sino  particular  de  los  Reyes  y  de  un  grupo  de  inielectuaUs 
que  fueron  los  únicos  que  favorecieron  á  Colón  dándole  oídos  y  proporcionán- 
dole los  medios  para  llevar  á  cabo  su  incomparable  hazaña.  El  estudio  de  los 
documentos  ha  destruido  la  leyenda  de  la  venta  de  las  joyas  por  la  Reina  para 


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HISTORIA   DB  BSPAflA  351 

el  equipo  de  la  escuadra:  sabemos  positivamente  que  para  estos  apresto,s  ade- 
lantó Luis  de  Santángel,  escribano  de  raciones  de  Aragón,  diez  y  siete  mil 
florines;  pero  esto  nada  quita  á  la  gloria  de  Uoúa  Isabel,  como  proclamó  el 
sabio  poDtfñce  León  XIII  en  la  encíclica  con  motivo  del  Centenario  de  Co- 
lón: (aquella  piadosísima,  varonil  y  excelsa  mujer>,  decía  el  Papa,  íes  la  que 
>leyó  mejor  que  nadie  en  la  mente  del  preclaro  varón».  £1  descubrimiento 
tuvo  un  íxito  de  curiosidad  inmenso,  no  sólo  en  España,  sino  en  toda  Europa; 
y  si  en  aquel  tiempo  no  habla  periódicos  que  satisficieran  y  explotaran  el 
interés  del  público,  vivamente  impresionable  en  todas  partes,  suplió  en  lo  po- 
sible esta  falta  Pedro  Mártir  de  Angleria  con  sus  cartas  latinas,  que  forman 
el  Opus  Episíolarum  — periódico  de  HOticias,  dice  Menéndez  Pelayo,  dividido  en 
812  números,  —  y  en  sus  Decadts  de  Orbemyao,  Pedro  Mártir  era  un  verdadero 
periodista  nacido  muclio  antes  de  que  hubiera  periódicos,  y  como  buen  pe- 
riodista, sabia  escoger  para  sus  cartas  to  más  ameno,  pintoresco,  divertido 
y  raro  que  contaban  los  primeros  que  volvían  del  Nuevo  Mundo.  Lran  devora- 
das aquellas  epístolas  con  tal  ansia,  que  el  papa  León  X  las  lela  de  sobremesa 
á  su  sobrina  y  á  los  cardenales.  En  más  elevada  esfera  que  la  de  la  mera  cu- 
riosidad, el  descubrimiento  suscitó  desde  luego  ardientes  polémicas  entre 
los  teólc^s  y  moralistas  acerca  del  derecho  de  conquista,  de  si  los  indios 
por  ser  idólatras  y  bárbaros,  debían  ser  reducidos  á  esclavitud  ó  eran  na- 
turalmente libres,  etc.;  y  de  estas  polémicas  nació  la  ciencia  del  Derecho  na- 
tural, en  cuyo  estudio  nos  corresponde  á  los  españoles  la  primacía. 

loo.  —  La  desgraciada  muerte  de  sus  hijos,  ó,  como  dice  Bernáldez,  dos 
•enojos  é  cuchillos  de  dolor  de  las  muertes  del  príncipe  Don  Juan  y  de  la 
•Reina  de  PortugaN,  y  más  que  nada  la  locura  de  Doña  Juana,  ensombrede- 
ron  los  últimos  años  de  la  Reina  Católica,  y,  según  todas  las  relaciones  con- 
temporáneas, fueron  causa  determinante  de  la  decadencia  de  su  salud.  El  7  de 
Octubre  de  1504  escribía  Pedro  Mártir  que  la  Reina  se  hallaba  dominada  por 
la  fiebre.  El  12  dictó  su  testamento,  y  el  admirable  cuadro  de  Rosales  tiene 
todos  los  caracteres  de  autenticidad  histórica  por  lo  que  resulta  de  los  docu- 
mentos contemporáneos.  El  23  de  Noviembre  dictó  su  codicilo,  del  cual  se 
conserva  como  reliquia  en  la  Biblioteca  Nacional  la  ñrma,  revelando  la  letra 
irregular  y  apenas  legible  cuan  acabadas  estaban  ya  sus  fuerzas.  Murió,  en 
efecto,  el  26  entre  once  y  doce  del  dta.  Momentos  después  escribía  Mártir 
una  de  sus  cartas,  en  que  decía:  'La  pluma  se  me  cae  de  las  manos,  y  mis 
•  fuerzas  desfallecen:  no  sé  que  haya  habido  en  el  mundo,  ni  en  los  tiempos 
«antiguos  ni  en  los  modernos,  una  heroína  comparable  á  esta  incomparable 
>mu¡er>.  Se  disputa  sobre  si  el  fallecimiento  ocurrió  en  el  castillo  de  la  Mota 
de  Medina  del  Campo  ó  en  el  palacio  que  tenían  los  Reyes  en  la  Plaza  Mayor 
de  la  misma  villa.  Amortajado  con  hábito  franciscano  fué  llevado  el  cadáver 
de  Medina  del  Campo  á  Granada,  en  medio  de  terribles  aguaceros  y  tempesta- 
des y  con  numeroso  acompañamiento.  Por  las  noches  se  depositaba  el  cuerpo 
en  las  iglesias  de  los  pueblos,  enlutadas  é  iluminadas  con  cirios  pintados  de 
negro,  y  entre  multitud  de  hombres  y  mujeres,  todos  enlutados  y  con  cirios 
negros  en  las  manos,  que,  conforme  á  la  costumbre  de  la  época,  lanzaban 
lastimeros  gritos  y  lloraban  ruidosamente.  Eran  entonces  de  moda  estas 
manifestaciones  del  dolor,  y  aun  otras  más  extravagantes,  como  tirarse  por  el 
suelo,  arrancarse  los  pelos  de  la  barba  y  de  la  cabeza  ó  darse  de  cabezadas 
contra  las  paredes:  ningún  buen  vasallo  se  creía  dispensado  de  estos  extre- 
mos, y  el  que  no  los  hacía  corría  riesgo  de  ser  tildado  de  insensible  ó  desafecto. 

Y  en  esta  muerte  de  la  Reina  Católica  hubo  cierta  mitigación  en  tan 
vanas  exterioridades,  porque  la  misma  Reina  prohibió  en  su  testamento  que 
vistiese  nadie  la  jei^  de  luto,  á  que  antes  la  costumbre,  y  sí  no  los  corregi- 


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35^       HISTORIA   DE  ESPAÑA 

dores,  obligaban  á  vestir  á  todos.  Esta  mitigación  pareció  tan  importante,  que 
Zurita  la  consigna  en  sus  Anales.  Pero  sí  faltaba  la  jerga,  abundaban  los  capu- 
ces, capirotes  y  lobas  negras,  que  darían  al  cortejo  y  á  los  acompañantes  del 
cadáver'  en  cada  pueblo,  si  hoy  los  viéramos,  el  extraño  aspecto  de  inmensas 
procesiones  de  fúnebres  encapuchados. 

El  cadáver  de  la  reina  Isabel  entró  en  Granada  por  la  misma  puerta, 
por  donde  doce  años  antes  habla  entrado  á  caballo  al  frente  de  las  ven- ' 
cedoras  huestes  cristianas,  y  al 
son  de  los  clarines  que  tocaban 
la  marcha  todavía  recordada  por 
nuestros  modernos  regimientos  de 
caballería. 

Sepultada  en  el  convento  de 
San  Francisco,  fué  trasladada  lue- 
go á  la  capilla  real  de  la  Catedral, 
donde,  con  su  esposo  Don  Feman- 
do y  sus  hijos  doña  Juana  y  don 
Felipe,  espera  la  hora  de  la  resu- 
rrección de  la  carne.  Su  epitafio 
'  es  sencillo,  pero  aún  lo  seria  más 
y  más  sublime  el  propuesto  por 
el  padre  FIórez:  Isabel  la  Católica. 
í  (Qué  más  necesita  este  nombre 
para  su  encomio^  Ya  lo  dijo  el  sa- 
bio, /fisa  laudahitur. 

101.  —  Heredaba  la  corona 
Doña  Juana,  casada  con  el  archi- 
duque de  Austria  Don  Fehpe,  y 
residente  con  su  marido  en  Flan- 
des  (i).  En  vano  escritores  tan 
eruditos  como  el  Sr.  Rodríguez 
Villa  han  tratado  de  probar  que 
Doña  Ja.n.  la  Loc^.  Doña  Juana  no  fué  realmente  loca, 

sino  amante  y  celosa  en  grado 
sumo:  esta  tesis  sólo  puede  pasar  en  el  hermoso  drama  de  Tamayo  Locura  de 
áfMor,  ya  que  al  arte  le  están  permitidas  ésta  y  mayores  licencias;  en  la  esfera 
de  los  hechos  los  mismos  documentos  publicados  por  el  docto  bibliotecario 
de  la  Academia  de  la  Historia  en  sus  dos  libros  sobre  Doña  Juana,  y  los  más 
recientes  que  han  visto  la  luz  en  la  correspondencia  del  embajador  Fucnsa- 
lida  (2),  publicada  por  el  señor  duque  de  Alba,  persuaden  de  que  la  infortu- 
nada princesa  era  un  caso  clínico  de  insania  perfectamente  caracterizado,  á 
lo  que  no  se  opone  que  tuviera  sus  intervalos  lúcidos,  ni  que  entre  sus  ma- 
ntas, al  lado  de  algunas  repugnantes,  no  hubiese  otras  simpáticas,  como  la 
del  amor,  ni  tampoco  que  la  conducta  casquivana  de  Don  Felipe  tuviera  su 
parte  en  aquel  lastimoso  desarreglo  mental. 

Á  la  muerte  de  la  Reina  Católica  formáronse  en  la  Nobleza  tres  parda- 

(1)  En  Flandei,  y  sobre  todo  tn  Brujas,  donde  nació,  Don  Felipe  «ra  j  es  conocido  con 
d  apodo  de  Ftiipe  ilot;  slok  sÍEnifica  en  flamenco  caRa  ó  iaitin,  y  parece  que  Don  Felipe 
asaba  esta  pienda  frecuenlcinenle.  Todavía  hay  en  Bra|as  la  calle  de  Felipt  htek  7  una  cofra- 
día de  ios  Dolores  fundada  por  el  marido  de  Doña  Juana. 

(i)  «l'orreKpondencia  de  Gulierre  GÓmei  de  Fuensalída,  embajador  en  Alemania, 
uFlandes  k  Inglalerra  (1496-1509),  publicada  por  el  da(]ae  de  Berwick  y  de  Alba,  conde  de 
«Sirue!».—  Madrid.  1907». 


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HISTORIA  DE  ESPAÍlA  353 

lidades:  una,  representada  principalmente  por  el  duque  de  Alba,  donJFadn- 
que,  que  á  toda  costa  y  por  cualquier  titulo  legal  quería  que  Don  Fernaudo 
siguiera  tigiendo  el  reino  á  nombre  de  su  hija;  otra,  cuya  cabeza  era  don 
Juan  Manuel,  privado  de  Felipe  El  Hermoso,  y  al  que  se  allegaron  muchos 
aristócratas  hartos  de  la  rigurosa  disciplina  de  Don  Fernando  y  deseosos  de 
recobrar  su  antigua  licencia;  y,  por  último,  la  del  Cardenal  Cisneros,  el  Almi- 
rante y  el  Condestable,  más  aficionados  personalmente  al  suegro  que  al  yer- 
no, pero  escrupulosos  guardadores  de  la  ley  y  que,  por  tanto,  no  se  propasaban 
á  negar  á  Don  Felipe  la  participación  que,  según  la  de  Castilla,  correspondía 
en  el  gobierno  al  marido  de  la  Reí-  " 
na.  En  cuanto  al  pueblo,  fué  en 
aquella  cñ&\ifemandisia  decidido. 
Como  dice  Macaulay,  el  pueblo  es 
harto  menos  veleidoso  en  sus  amo- 
res que  soberanos  y  magnates:  mu- 
chas veces  pone  su  predilección 
en  quien  no  la  merece;  pero  gene- 
ralmente es  constantísimo  en  ella. 
En  esta  ocasión  temía  la  masa  po- 
pular la  prepotencia  de  la  Noble- 
za, que  veía  claramente  venir  con 
Don  Felipe,  y  desconfiaba  de  los 
flamencos,  á  los  cuales  suponía  ra- 
paces y  soberbios,  y  que  sólo  ape- 
tecían mangonear  en  Castilla  para 
enriquecerse  y  volverse  ricos  á  su 
tierra.  La  popularidad  de  Don  Fer- 
nando resistió  al  acto  suyo  que 
menos  grato  podía  ser  á  los  caste- 
llanos (i):  su  casamiento  con  doña 
Germana  de  Foix,  sobrina  suya  y 
de  diez  y  nueve  años.  Los  historia* 
dores  franceses  ponderan  su  her- 
mosura; pero  los  nuestros  la  retra-  l'elipe  1  El  Hirmeso 
tan  asi;  «Era  poco  hermosa,  algo        (Tomddo  de  ana  pimuia  en  labia  de  la  época.) 
■coja,  muy  amiga  de  holgarse  y  an- 
idar en  banquetes,  huertas,  jardines  y  fiestas.  Esta  señora  introdujo  en  Casii- 
>lta  soberbias  comidas,  siendo  los  castellanos — y  aun  sus  reyes — muy  mode- 

•  rados  en  esto.  Pocos  días  se  pasaban  sin  convidar  ó  sin  ser  convidada.  La  que 
>máE  gastaba  con  ella  en  fiestas  y  banquetes  era  su  mejor  amiga.  En  el  año 

•  de  1511  le  dieron  en  Burgos  i;n  banquete,  en  el  cual  sólo  de  rábanos  se  gas - 
■  taron  mil  maravedises*  (2). 

Gobernó  Don  Fernando  desde  la  muerte  de  Doña  Isabel  hasta  Junio 
de  1505.  El  reinado  de  Don  Felipe,  oficialmente  de  un  año  y  diez  meses, 
duró  menos  de  cinco  meses  en  la  realidad  del  gobierno.  Acostumbrado  á 
Flandes,  donde  los  principes  trataban  á  los  señores  como  á  compañeros,  no 
hartándose  de  colmarlos  de  mercedes,  hizo  lo  mismo  en  Castilla;  pero  aquí 


(i)  LaTiiente  (Modesto)  afirma  qu«  efectivamente  habo  gr. 
legando  tnatrímonjo  de  IJon  Femando:  jo  no  eocnentro  docami 
en  qac  apoyar  eita  afirm^ciún. 

(3)    Sandoval,  Histeria  de  Caríot  V.  Esta  historia  no  e*  s 
nizada  de  Memorias  f  relaciones  antiguas,  li«  más  c 
obispo  de  Pamplona. 

Salceda,  HISTORIA  DE  ESPaSa 


nlrfel 


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354 


la  Nobleza  do  era  popular  como  allí.  La  muerte  del  joven  Monarca  (25  de 
Septiembre  de  1505)  trajo  la  desdicha  de  un  momento  de  anarquía  feudal, 
pareciendo  que  había  vuelto  España  al  tiempo  de  Juan  II  y  Enrique  IV,  y 
la  dicha  del  segundo  gobierno  de  Don  Fernando,  que  duró  desde  27  de 
Agosto  1506  hasta  el  23  de  Enero  de  1516,  que  murió  en  Madrigalejo;  re- 
gencia que  fué  digno  remate  de  su  reinado.  Reprimió  nuevamente  á  los  gran- 
des, restableciendo  la  paz  interior;  influyó  de  un  modo  decisivo  en  la  política 
europea;  anexionó  á  Castilla  la  Navarra  española  {15 12),  y  mantuvo  un  ejér- 
cito y  escuadra  formidables  en  la  costa  de  África:  si  se  sufrió  allí  el  desastre 
de  los  Gelves,  famoso  por  haber  muerto  en  él  D.  García  de  Toledo,  primogé- 
nito de  la  Casa  de  Alba  y  padre  del  gran  duque  D.  Fernando,  conquisiáron- 
se  por  el  conde  Pedro  Navarro  las  ciudades  de  Bugia  y  Trípoli,  sometiéronse 
Argel,  fónez  y  Tremecén,  y  el  cardenal  Cisneros  llevó  á  cabo  con  las  rentas 
de  su  Arzobispado  y  su  dirección  la  hermosa  empresa  de  la  conquista  de  Oran. 

Por  este  tiempo  vino  á  España  de  embajador  de  Florencia  el  célebre 
historiador  y  político  Francisco  Guicciardini.  Hablando  un  día  familiarmente 
con  el  Rey  Católico,  dijo  á  éste  que  en  Europa  nadie  acertaba  á  explicarse 
cómo  los  españoles,  que  hasta  entonces  hablan  hecho  tan  poco  papel  en  el 
mundo,  se  habían  convertido  de  súbito  en  la  nación  dominante,  Y  contestó 
Don  Fernando:  «Es  que  los  españoles  tienen  muchas  buenas  cualidades  para 
>la  guerra  y  para  la  paz;  pero  necesitan  estar  bien  gobernados»  (i).  ¡Admira- 
bilísimas palabras,  expresivas  de  una  ley  histórica  invariablel  Otros  pueblos 
podrán  prosperar  y  engrandecerse  á  pesar  de  sus  gobiernos,  y  aun  contra 
ellos:  en  España  el  buen  gobierno  es  condición  indispensable  de  vida  y  pro- 
greso. Y  como  un  buen  gobierno  es  don  raro  y  que  pocas  veces  se  alcanza, 
pocas  veces  hemos  logrado  también  en  nuestra  larga  historia  épocas  de  vida 
nacional  próspera  y  floreciente. 

Por  el  testamento  de  Don  Fernando  ejerció  la  regencia  el  cardenal  Fran- 
cisco Jiménez  de  Cisneros,  y  hubo  de  ejercerla  desde  la  muerte  del  Rey  hasta 
el  íi  de  Noviembre  de  1517,  que  murió  en  Roa,  en  los  momentos  que  llegaba 
Carlos  V  á  tomar  posesión  de  su  trono.  De  familia  noble,  nacido  en  Torrela- 
gona  (1437),  con  vocación  sacerdotal  desde  la  juventud,  gran  predicador  en  Si- 
güenza,  sosteniendo  con  energía  sus  derechos  á  un  beneñcio  contra  el  arzo- 
bispo Carrillo,  que  le  tuvo  encerrado  dos  años  en  el  castillo  de  Uceda,  dio  de 
mano  á  las  luchas  y  ambiciones  de  la  vida  haciéndose  fraile  franciscano  en  el 
convento  de  Salceda,  y  asombrando  allí  á  los  religiosos  más  austeros  con  sus 
penitencias;  por  consejo  del  cardenal  Mendoza  le  hizo  Isabel  la  Católica  su 
confesor  y,  venciendo  su  resistencia,  arzobispo  de  Toledo  en  1495.  Con  cargo 
tan  principa!  reformó  las  Ordenes  religiosas  por  delegación  pontificia,  fundó 
la  Universidad  de  Alcalá,  hizo  imprimir  la  Biblia  políglota,  costeó  y  dirigió 
la  conquista  de  Oran,  y  en  la  política  hizo  sentir  la  influencia  de  su  carácter 
elevado,  purísimo,  rígido,  siempre  amigo  de  la  línea  recta  y  de  las  determina- 
clones  enérgicas  y  radicales.  Como  regente,  continuó  vigorosamente  la  políti- 
ca de  Fernando  el  Católico  teniendo  en  un  puño  á  la  Grandeza,  tratando  de 
crear  una  milicia  ciudadana  con  carácter  permanente,  resistiendo  con  gloria 
á  los  franceses,  anexionando  oficial  y  definitivamente  á  Navarra  y  mantenien- 
do incólumes  las  prerrogativas  de  la  Corona,  aun  contra  los  favoritos  del  jo- 
ven Carlos  V.  Indudablemente  es  leyenda  que  la  carta  de  Carlos  V  invitán- 
dole á  retirarse  determinara  su  muerte:  Cisneros  tenia  ya  ochenta  años,  esta- 
ba muy  trabajado  y  achacoso,  y  su  carácter  no  era  para  morirse  por  carta  más 
ó  menos.  Esto  en  el  supuesto  de  que  hubiera  tal  carta,  lo  que  es  dudoso. 

(i)    Relación  de  Guicciardini  (lomo  VIII  de  los  Libros  ,le  Antañé). 

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Chiinene»  del  l-tatKa  (Brujas}  (l). 


XV 

CARLOS  V  Y  FELIPE  II 

101.  Carlos  Vantei  de  vcDÍrl  EipiSa.  — 103.  Caadro  cronológico  de  sn  reinado.  — 101.  C¿mo 
era  Carloi  V.  —  IOS.  Cómo  gobernaba.  — 106.  Su  política.  —  UT.  Direnidad  de  jaicioa 
sobre  Felipe  II.  —  IOS.  Sucetoi  prlnclpaleí  de  su  reinado.  — 109.  Carácter  y  gobierno  de 
Felipe  11.  —  ItO.  U«  Bellas  Letras  ;  las  Bellas  Artes  desde  el  dltimo  tercio  del  siglo  xv  á 
ñaei  del  xvi. 

M>2.  — Carlos  V  nació  en  Gante,  día  de  San  Matías  {25  de  Febrero 
de  1500),  y  fué  bautizado  el  7  de  Marzo  en  la  iglesia  de  San  Juan,  hoy  cate- 
dral titulada  de  San  Bavón  (2),  donde  se  conserva  como  reliquia  histórica  la 
pita  bautismal.  Investido  con  la  dignidad  y  titulo  de  duque  de  Luxemburgo, 
crióse  en  Flandes  bajo  la  guarda  de  su  tía  Mai^arita,  viuda  del  principe 
D.  Juan,  y  por  preceptores  y  caballeros  flamencos;  de  los  primeros  fueron 
los  principales  Adriano  Florencio,  decano  de  la  Universidad  de  Lovaina, 


(I)  Entre  los  machos  recnerdoi  que  en  los  Países  Bajos  se  encuentran  de  U  domina- 
cidn  de  Espaila  merece  especial  mención  esta  famosa  chimenfa.  En  Biujas,  en  el  sclual  Palu- 
do de  Justicia,  que  antiguamente  peitenecía  al  magistrado  del  Franco,  se  encuentra  esta  msg- 
Dlfica  chimenea,  obra  soDerbiadel  arte  del  Renacimiento,  única  en  su  clase.  Ocupa  casi  todo 
nn  lienzo  de  pared  de  la  sala  en  que  está  emplazada.  Es  de  mármol  negro  en  la  pacte  baja  y  de 
madera  esculpida  en  la  superior,  y  fué  ejecutada  en  1518  á  1529  por  Gayot  de  Beaugrant  en 
memoria  de  la  batalla  de  Pavfa  y  del  tratado  de  paz  de  las  Damas,  ücmado  en  Cambra  i,  por  el 
cnal  Francia  habo  de  reconocer  la  Independencia  de  Flandes.  La  parte  de  madera  pertenece  al 
escoltor  Gracets.  según  dibajoa  del  pintor  Bloudeel,  y  la  decoración  consiste  en  eslaluas  de 
tamaño  natural:  la  del  medio  es  Carlos  V,  teniendo  á  su  derecha  i  sus  abuelos  palernos  María 
de  Borgoiia  y  Maximiliano  de  Austria,  y  á  su  izquierda  i  los  abuelos  mileinos  Fernando  de 
Aragón  é  Isabel  de  Castilla.  Genios  y  escudos  heráldicos  completan  la  composición.  YX  friso 
de  la  chimenea  lo  constituyen  cuatro  admirables  bajorrelieves  representando  escenas  de  la 
historia  de  la  Casta  Susana. 

(1)  Kl  obispado  de  Gante  no  fué  erigido  hasta  1559,  y  por  Felipe  II.  Bautizó  á  Callos  V 
el  obispo  de  Toucnsi,  á  cuya  jurisdicción  pertenecía  entonces  Gante,  asistido  por  trece  píela' 
dos,  entre  ellos  el  de  Málaga,  único  español. 


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356  HISTORIA   DE  ESPAÑA 

koMÓre  no  muy  elocuemtt,  mas  m  ¡a  Facultad  escolástica  único  ch  i»  tien^  (i), 
que  le  enseñó  algo  de  latfo  y  procuró  iniciarle  en  letras  sagradas  y  prufanas, 
al  paso  que  Guillernio  de  Croy,  el  otro  preceptor,  caballero  de  la  más  rancia 
y  alta  Nobleza  de  los  Países  Bajos,  le  inclinaba  á  los  ejercicios  caballerescos. 
Salió  sabiendo  hablar  muy  bien  francés,  italiano  y  alemán,  anién  de  su  nativa 
lengua  flamenca,  y  el  castellano  muy  mal,  aunque  ya  de  hombre  remedió  él 
perfectamente  tal  deficiencia. 

En  1515,  por  cesión  de  su  abuela  Maximiliano,  entró  Carlos  en  el  go- 
bierno perpetuo  de  los  Estados  de  Flandes.  Tenía  un  hermano  y  cuatro  her- 
manas: D.  Fernando,  nacido  en 
Alcalá  de  Henares  (1503)  y  criado 
en  España,  por  lo  que  muchos  es- 
pañoles lo  preferían  para  regir  es- 
tos reinos,  causa,  sin  duda,  de  que 
Carlos  lo  hiciese  Rey  de  romanos 
y  su  sucesor  en  el  imperio,  sien- 
do tronco  de  la  actual  Casa  de 
Austria;  doña  María,  que  fué  rei- 
na de  Hungrfa;  doña  Leonor,  de 
Portugal;  doña  Isabel,  de  Noruega 
y  Dinamarca,  y  doña  Isabel,  que 
casó  con  el  principe  de  Portugal. 
Y  he  aquí  ahora  el  cuadro  crono- 
It^ico  de  los  principales  sucesos 
de  este  reinado. 

103.— -4Aj  75/7.— Vino  Car- 
los á  España,  desembarcando  en 
Villaviciosa  el  19  de  Septiembre. 
Entrada  en  Valladolid,  el  18  de  No- 
viembre. Lo  mal  que  hablaba  yea- 
tendfa  el  castellano,  el  estar  rodea- 
do de  flamencosy  el  haber  provisto 
el  Arzobispado  deToledo  en  el  obis- 
po de  Cambray ,  G  uillermo  de  Croy, 
C»rloi  I  de  España  y  V  de  Alemania  sobrino  de  Mr.  de  Jeures,  SU  gran 

canciller,  excitaron  la  animadver- 
sión pública  contra  el  Rey,  y  especialmente  contra  los  flamencos  de  su  comitiva. 
i¡iS.  —  Cortes  de  Valladolid,  Se  distinguió  el  doctor  Zumel,  procurador 
de  Burgos,  por  la  energía  tribunicia  con  que  sostuvo  que  los  flamencos  no 
debían  entrar  en  las  Cortes  y  que  no  había  que  jurar  al  Rey  hasta  que  jurara 
él  las  leyes  del  reino  y  las  peticiones  de  los  procuradores.  Fueron  éstas  74, 
siendo  de  notar  las  de  »que  no  se  diesen  á  extranjeros  (es  decir,  á  los  no 
^castellanos)  oficios,  ni  beneficios,  ni  dignidades,  ni  gobiernos,  ni  cartas  de 
>naturaleza,  y  que  si  se  habían  dado,  se  revocasen  (2];  que  los  oficios  de  la  casa 


[O    Sandoval. 

(1)  Amenázalo»  i  este  valeroio  doctor  hasta  con  la  pena  de  muerte;  pero  t\,  teme  eo  so 
derecho,  dijo  i  los  oficiales  de  U  casa  del  Kej  nat  íl  rthíe  no  Aabia  dt  permitir  jtie  Mr.  áe  yem- 
nty  oíros  cxlranjims  tí  líevasen  ¡a  manida  qui  había  en  el  reino.  Conviene  aelverlir  que  esta 
oposicián  española  contra  los  flamencos  fu£  luego,  en  sas  niismoa  términos,  reproducida  en 
Flandes  contra  loa  espaSoles;  y  los  flamencos  aducían  como  precedente  y  fundamenlo  de  m 

teiistencia  á  que  los  españoles  luviesrn  allí  c ''"" —    '"  — '  ""  """ 

elloi.  Espánlome,  escribía  Requesens  i  Pelip    ~ 
sucedió  iuani/o  las  Cemiini<iaiUi. 


,,  Google 


HISTORIA   DE  ESFARa  357 

>real  fuesea  para  castellaoos  ó  españoles,  excepto  en 
•el  género  de  porteros  y  aposentadores,  donde  con- 
>venfa  hubiese  de  todos  (i)¡  y  que  fuese  servido  Su 
>  Alteza  hablar  castettan o,  porque  haciéndolo  asf  lo  sa- 
>brfa  más  presto  y  podrían  entenderle  mejor  sus  va- 
•sallos  y  él  á  ellos».  Á  esto  último  contestó  el  Rey 
•que  le  piada  y  se  esforzaría  á  hacerlo,  particular- 
>meDte  porque  se  lo  suplicaba  el  reino;  que  ya  lo  ba- 
>bfa  comenzado  á  hacer  con  ellos  y  con  otros  del  rei- 
>no>.  En  otro  orden  de  cosas  son  notables  las  peti- 
ciones de  que  no  se  permitiera  la  mendicidad,  á  no 
ser  á  cada  pobre  en  el  pueblo  de  su  naturaleza;  que 
los  enfermo!  contagiosos  estén  en  una  casa  especial, 
y  que  <  mandase  plantar  árboles  en  todo  el  reino  don- 
>de  se  hallase  aparejo,  y  los  que  había  se  guardasen 
>conforme  á  las  Ordenanzas»  Y  no  menos  digno  de 
mencionarse  es  el  recelo  que  ya  inspiraba  la  amortiza- 
ción de  la  propiedad  inmueble:  gne  ninguno,  pedían 
los  procuradores,  «pueda  mandar  bienes  rafees  á 

(ninguna  iglesia,  monasterio,  hospital  ni  cofradías,  '^'"  ^^  ^^°*  ^ 

■ni  ellos  lo  puedan  heredar  ni  comprar,  porque  si  se  cd     m        . 

•permitiese,  en  breve  tiempo  sería  todo  suyo»  (2). 

75/9.  —  El  28  de  Junio  fué  elegido  Emperador  en  Francfort,  siendo  su 
competidor  Francisco  1  de  Francia.  Estaba  Carlos  á  la  sazón  en  Barcelona, 
donde  celebró  (5  Uai^o)  un  capítulo  de  la  Orden  del  Toisón  —  el  primero 
que  hubo  en  ^pafla,  —  y  en  que  invistió  de  esta  condecoración  á  varios 
grandes,  no  pudiendo  hacerlo  al  conde  de  Benavente  porque  «no  la  quiso, 
•  diciendo  que  él  era  muy  castellano  y  que  no  se  honraba  con  blasones  ex- 
»tranjeros,  pues  los  había  tan  buenos  en  él  reino,  y,  á  su  estimación,  mejo- 
»res*  (3).  Los  catalanes  resistieron  porfiadamente  jurar  á  Don  Carlos,  aun- 
que al  fin  lo  hicieron,  y  <á  Jeures  pusieron  en  tanto  aprieto,  que  ya  deseaba 
» verse  fuera  de  España»  (4).  £n  la  misma  ciudad  condal  fué  determinado  que 
los  reales  despachos  se  encabezasen  con  esta  fórmula:  <Don  Carlos,  por  la 
GRACIA  DB  Dios,  Key  db  romanos,  futuro  Emperador,  semper  Augusto,  y 
DOñA  Juana,  sü  ma- 
dre, Y  EL  mismo  Don 
Carlos,  por  la  mis- 
ha   GRACIA,  Reyes 
DE  Castilla,  de 
León»,  etc. 

En  este  año  hizo 
Hernán  Cortés  su 
maravillosa  expedi- 
dón,  desembarcan- 
do en  Tierra  Firme, 
ganando  la  batalla 
de  Tabasco,  ven- 
ciendo y  convirtieii- 


(1)    Petidón  s-' 


de  boj  (siglo  xvi). 

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HiSTOSU  CrAfica  db  la  Dviuzación  Española  Lámina  L>0CXVI 


9 
KISTORU  DEL  TRA|E.-  Traleí  cItIIm  r  mllllwc*  del  slxlg  XVI. 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


HISTORIA   PE  ESPAÑA  359 

do  en  aliados  á  los  valientes  tlascaltecas,  y  entrando  en  Méjico  el  8  de  No- 
viembre (i). 

1520.  —  Don  Carlos  atravesó  Castilla  y  fué  á  Galicia,  donde  se  embarcó 
en  Coruña  para  recibir  la  Corona  imperial.  Las  Cortes  que  se  tuvieron  en  San- 
tiago y  en  Coiutta  fueron  agitadlsimas,  y  sobre  los  mismos  temas  que  las  de 
Valladoltd.  Se  pidió  al  Rey  entre  otras  cosas  <que  cuando  volviese  á  estos 

•  reinos  fuese  servido 
>no  traer  consto  ex- 
«tranjeros,  flamencos, 
>franceses,  ni  de  otra 

•  nación  para  que  tu- 

•  viesen  oficio  alguno 

•  que  sea  decalidad >... 

•  Que  no  traiga  gente 
»de  guerra  extranje- 
>ros,   porque    en    el 

•  reino  hay  gente  be- 
•licosa  y    para    con- 

•  quistar  otros  reinos, 

•  y  porque  no  se  pien- 
»se  de  él  que  por  des- 

•  conñanza  de  los  na- 

•  turales  tiene  guar- 
ida de  extranjeros... 

•  Que  no  se  diesen  á 
•extranjeros  dignida- 

•  des  eclesiásticas .... 
«etcétera,  etc.».  Dejó 
Don  Carlos  por  gober- 
nador á  su  maestro 
Ad  ria  n  o,  y  cuan  d  o  pa  r- 
tió  de  Coruña  (20  de 

Marzo)  ya  estaba  re-  t.  j  1  >  .    j   <-    1     v 

vuelto  todo  el  reino.  ^"^'^^  "P"'"''  **'  ^"''"  ^■ 

No  cabe  dentro 
de  los  limites  de  este  libro  la  relación  de  las  turbulencias  movidas  por  las 
Comunidades.  Baste  apuntar  que  hoy  poseemos  la  historia  completa  y  do- 
cumentada de  aquel  agitadísimo  período,  escrita  por  el  académico  D.  Ma- 
nuel Danvila  y  publicada  en  seis  tomos  del  Memorial  Histórico  Español 
(XXXV  y  siguientes),  y  que  cartas  de  la  época,  v.  gr.,  las  del  salado  doc- 
tor ViUalobos,  reflejan  con  suma  viveza  el  desconcierto  que  reinaba  en 
Castilla,  los  continuos  tumultos  en  las  ciudades,  los  combates  en  los  cam- 
pos y  la  más  espantosa  confusión  de  ideas,  cosas  y  personas.  Las  relacio- 

(i)  Lo  Tnfi  reciente  j  lo  mil  acabado  desde  el  punto  de  vista  militar  sobre  lax  expedi- 
ciones j  cminpaaas  de  Hernin  Coit£s  es  et  estudio  del  capitán  eeneial  D.  Camilo  de  Fola- 
Tieja.  con  mapas  y  planos,  obra  del  mismo  ilustre  general.  Sobre  Alvarado,  uno  de  los  mejor 


capitanes  de  Cottís,  tenemos  el  discuiso  de  recepcidn  en  la  Academia  de  la  Historia  de  don 
Ángel  de  Altolaguirre. 

(EifÜcoíión  di  lo  ¡amina  LÁXXfi.) 

HISTORIA  DEL  TRAJE.  — Tralca  clvirea  j  mMItaret-del  alglo  XVI.-  1.  Lansquenete,  si- 
llo XW.  -  2.  Mujer  de  la  clase  media.  -  3.  Vizcaíno  6  cánlibro.  -  i.  Vizcaína  ó  cintabra.  -  5.  Arnés  ecuestre 


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36o 


HÍSTORIA   PE  ERPASA 


nes  contemporáneas  convienen  en  que  D.  Juan  de  Padilla  era  un  mozo  de 
gallarda  presencia,  fácil  palabra,  natural  generoso,  buenas  intenciones  y  corto 
entendimiento.  Parece  que  su  mujer  doña  María  de  Pacheco,  más  lista  que 
él  y  deseosa  de  figurar,  le  movía  en  aquellas  andan- 
zas. En  cambio,  del  obispo  Acuña  hace  un  retrato 
espeluznante  el  mismo  Villalobos:  su  traje  era  una 
mezcla  disonante  y  chocarrera  de  eclesiástico  y  gue* 
rrero,  iba  al  frente  de  un  escuadrón  de  clérigos  tan 
desalmados  como  él,  y  distinguíase  esta  partida  no 
sólo  por  la  ferocidad,  sino  por  las  palabrotas  que 
proferían.  Muchos  clérigos  y  religiosos,  si  no  toma- 
ron las  armas  y  se  lanzaron  al  camiKi,  predicaban 
en  pro  de  la  Comunidad. 
Se  ve  que  el  motivo  inicial 
y  único  del  levantamiento — 
que  no  diesen  oñcios  á  ex- 
tranjeros, especialmente  fla- 
mencos—  era  popularfsimo: 
todo  el  mundo  querfa  eso; 
pero  luego  notaron  muchos, 
según  acontece  en  todas  las 
revoluciones,  que  el  reme- 
dio era  peor  que  la  enferme- 
dad, y  hubo  en  los  espíritus 
una  verdadera  reacción  con- 
tra los  comuneros.  ,,     ,    ^     . 

En  la  primavera  de  este  "•"'*°  ^"'^ 

año  fué  acometido  Cortés  en 

Méjico  por  Panfilo  de  Narváez.  Salió  el  conquistador 
de  la  ciudad,  dejando  á  Pedro  de  Alvarado  por  cus- 
todio del  palacio  y  persona  de  Motezuma.  Derrotó  á 
Narváez  en  Zempoala,  y  volvió  con  ambas  huestes 
á  Méjico,  donde  entró  el  24  de  Junio.  Subleváronse 
los  mejicanos,  y  Cortés  tuvo  que  retirarse.  La  Mocke 
triste  fué  el  10  de  Julio.  Pocos  dias  después,  la  bata- 
lla de  Otumba. 

El  23  de  Octubre  fué  Don  Carlos  coronado  em- 
BtandÚD  de  la  Catedrtl  perador  en  Aquisgrán.  Empezaron   las  guerras  con 

de  Lein  (siglo  XVI).  Francisco  I.  Generalmente  «e  atribuyen  estas  gue- 
Moseo  Arqueológico.  rras  á  la  rivalidad  personal  de  Carlos  y  Francisco,  ó 
á  la  envidia  del  último  respecto  del  Emperador:  es 
una  manera  muy  pobre  de  concebir  la  Historia.  Francia,  nación  predominan- 
te en  Europa,  no  podía  consentir  sin  lucha  verse  bloqueada,  ceñida  y  achica- 
da por  el  Imperio  de  Carlos  V.  Así,  aunque  Francisco  fué  quien  atacó,  real- 
mente lo  que  hizo  fué  defender  la  importancia  de  su  Corona:  hubiera  sido 
muy  mal  rey  de  Francia  si  se  hubiese  conformado  con  la  situación  creada  por 
la  unión  de  Alemania,  España,  Flandes  é  Italia;  es  decir,  por  la  posesión  de 


(Exflicaiiéii  di  la  lámina  LXXXVH.) 

HISTORIA  DEL  TRAJE. -Tralca  del  Elgl»  XVI.  -  1.  Don  Pedro :Hen 
CondretaUf  de  CisIilU.  Catedral  de  Bargos.  ■  2.  Doña  Menda  de  Mendoza,  esposa 
tUndez  de  Velasco.  CalcdraL  de  Burgos.  -  3.  Dan  Qarc^  Fernández  Manrique,  Conde  d 
de  Burgos.  -  \.  Dona  luana  Enrique;.,  Condesa  de  Osorna  (igual  procedencia). 


z  de  VelascD, 
3n  Pedro  Het- 
irno.  Catedral 


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Historia  Grífic*  db  l*  Civiliíacióh  EspaBola 


LÍMiKA  LXXXVII 


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Historia  Gráfica  db  la  Civilización  Española  LÍhina  LXXXVIlt 


Armat  jr  trofeos  mllltareí  de  loi  •Isloi  XV  j  XVI. 

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HISTORIA  DE  ESPASa  363 

todas  sus  fronteras  por  uo  solo  soberano  extranjero:  debía  luchar,  y  luchó. 
En  cuanto  á  Carlos  V,  no  iba  á  ceder  graciosamente  su  grandeza  hereditaria 
y  electiva,  preparada  por  gu  abuelo  Fernando  el  Católico:  debía,  pues,  defen- 
derse, y  se  defendió.  Los  dos  monarcas  tenían,  por  tanto,  razón  desde  su 
respectivo  punto  de  vista,  y  fué  aquél 
un  conflicto,  no  entre  dos  soberanos 
rivales,  sino  entre  naciones,  sin  otra 
salida  posible  que  la  lucha. 

1^21.  —  En  Alemania  presidió 
Carlos  V  la  dieta  de  Worms;  después 
se  lamentó  de  haber  respetado  el 
salvoconducto  concedido  á  Lutero. 
En  España  se  dio  la  batalla  de  Villa- 
lar  (23  de  Abril).  En  América  remató 
Cortés  su  portentosa  conquista  rin- 
diendo á  Méjico  después  de  un  sitio 
denoventay  tresdias,el  13  de  Agos- 
to, fiesta  de  San  Hipólito. 

1522.  —  Regresó  Carlos  á  Espa- 
ña el  16  de  Julio. 

1525.  —  Batalla  de  Pavía  y  pri- 
sión de  Francisco  I,  el  25  de  Febrero, 
cumpleaños  del  Emperador.  A  me- 
diados de  Junio  llegó  á  Barcelona  el 
rey  de  Francia. 

Descubrimiento  y  conquista  del 
Perú  por  Francisco  Pizarro  y  Diego 
Almagro. 

1^20. — Concordia  de  Madrid  con 
Francisco  I  (14  de  Enero).  —  El  19  de 
Marzo  pasó  el  rey  de  Francia  la  fron- 
tera en  libertad.  La  emperatriz  Isabel 
de  Portugal,  con  quien  se  habla  ca- 
sado el  Emperador  por  poderes  en 
Lisboa  (Noviembre  del  año  anterior), 
llegó  á  Sevilla  el  11  de  Marzo.  Los 
Emperadores  pasaron  el  verano  en 
Granada,  atojados  en  la  Alhambra:  allí  creó  Carlos  V  el  Consejo  de  Estado, 
dispuso  la  construcción  del  palacio  nuevo  de  la  Alhambra,  y  sucedió  un  he- 
cho, sin  duda  insigniñcante  desde  el  punto  de  vista  político,  pero  importan- 
tísimo desde  el  literario:  Andrea  Navagero,  embajador  de  Venecia,  aconsejó 
á  Juan  Boscán,  caballero  catalán  que  había  sido  preceptor  del  heredero  de  la 

(Esflkadín  de  la  lámina  LXXXVÜl) 

Araaa  j  trofcoimlllUrcidllMalgtoBXVr  XVI.  - 1.  Espada  con  Euarnfdón  hispano-tnoris- 
ci  dd  siglo  XV.  —  I.  Braomarle  &t  aizdn  del  siglo  xvi,  —  3,  Espada  d(  Hernin  Conés.  —  4.  Monlanle  de 
día  nuaoi  de  Femando  ef  Católico.  —  5.  Vatagtin  de  MustiH,  rey  de  Otln  (de  sobtenombre  BíeoIíUds).  - 
6¡r8.  Trofeo  de  Lepinto.  Alfanje  y  ceUd»  de  Ali  Bají,  muerto  en  Lepanto.  —  T,  Ctichülo  de  lasque  se  usa- 
bas en  el  jiglo  xvr  para  trinchar  lu  viindis  en  li»  banquetes.  —5.  Daga  de  armas  del  siglo  xvr.  —  10,  11, 
II.  13  y  14.  Trofeo  militar.  Manopla,  hoja  de  estoque,  daga  de  armas,  escudo  y  borgoAota  lomadas  al  rey 
rmtdsco  i  drFrinda  mía  batalla  dr  Pavía. -15  y  Ubis.  Maza»  de  armas,  siglo  .W.  -Ib.  Pedreñal  de 
riKdaí  ccn  hacha  de  armas  de  Felipe  11.  —  17.  MaitillD  de  armas,  mitad  del  siglo  Wl.  -  IB.  Hacha  de  ar- 


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364  HISTORIA   DR  ESPaAa 

Casa  de  Alba,  después  W^rn»  DUfue,  i  hacer  «en  lengua  castellana  sonetos 
>y  otras  artes  de  trobar  usadas  por  los  buenos  autores  de  Italia».  Asf  se  in- 
trodujo en  nuestra  poesía  la  mamra  italiana,  en  que  Boscán  hizo  los  pnmeros 
ensayos,  y  su  amigo  Garcilaso  de  la 
Vega  llevó  al  mayor  esplendor  (i). 

iSzy-  —  El  21  de  Mayo  nació  Fe^ 
lipe  II  en  Valladolid.  El  bautismo  fué 
á  5  de  Junio,  y  estaban  celebrándose 
las  fiestas  cuando  llegó  la  noticia  del 
asalto  de  Roma  por  el  Duque  de  Bor- 
bón,  saqueo  de  la  Ciudad  Eterna,  pri- 
sión del  Papa  y  muerte  del  Duque  (2). 
El  Emperador,  que  no  habla  dado  ta 
orden  de  hacer  estas  cosas  ni  sabía  de 
ellas,  suspendió  las  fiestas  y  dispuso 
rogativas  por  la  libertad  del  Papa. 

1520- — Paz  de  Cantbray  con  Fran- 
cisco I  (5  de  Agosto).  El  Emperador 
pasa  á  Italia,  dejando  á  la  Emperatriz 
por  gobernadora  de  España. 

1530.  —  Coronación  de  Carlos  en 
Bolonia  (25  de  Febrero,  aniversario  de 
su  nacimiento  y  de  la  batalla  de  Pavía). 
Florencia,  después  de  una  larga  guerra 
con  el  ejército  imperial,  pierde  sus  ins- 
tituciones republicanas  y  es  converti- 
da en  Ducado.  El  Emperador  visita  los 
Países  Bajos  y  Alemania.  Pide  al  Papa 
la  celebración  de  un  Concilio  para  re- 
solver la  cuestión  religiosa. 

/JJ2.  —  Solimán  el  Grande,  sul- 
tán de  Turquía,  invade  el  reino  de 
Hungría  y  el  archiducado  de  Austria. 
Carlos  V  reúne  un  ejército  de  más  de 
iDO.OOO  hombres  para  resistirle;  de  Es- 
paña van  casi  todos  los  Grandes  con 
Orfebrería  o.p.fioU.-Crui  procesio-  numeroso  séquito.  Muchas  Casas  de  la 
Dsl  de  plata,  de  esuio  ReDscimieDlo.        1-^         •  <  .      _,       .    ^      r 

(ligio  XVI),  Córdoba.  Grandeza  estaban  arruinadas  todavía 

el  siglo  XVII  por  efecto  de  los  gastos 
hechos  en  esta  jornada.  Solimán  se  retiró  ante  el  ejército  imperial. 

75  J^.— Enrique  VIH  se  declara  jefe  de  la  Iglesia  anglicana,  negando  al  Papa 
la  obediencia.  En  Alemania  el  protestantismo  toma  cada  vez  mayor  incremen- 
to; este  año  sucedieron  los  horrores  anárquicos  movidos  por  los  anabaptistas. 
-'íí-í-  —  Vuelve  á  España  el  Emperador. 

1535.  —  Gloriosa  expedición  y  conquista  de  Túnez,  dirigida  por  Carlos  V. 
i5j6.  —  Nueva  guerra  con  Francisco  I.  El  Emperador  entra  con  un  gran 
ejército  por  la  Provenza,  sitiando  á  Marsella;  pero  sin  resultado.  En  esta  jor- 
nada murieron  Alfonso  de  Leiva  y  el  gran  poeta  Garciiaso:  irritado  Caílos  V 

(i)  Sobre  es(a  re Tolación  Ilterana,véase  el  prólogo  At  D.  Antonio  M.Fabií  i  1  a  tradnccIAii 
de  Bl  CarlisaHo  (¿Uros  de  Aniañe.  III],  Juan  Boscán.  por  Menfndei  PelByo  [AttI.  XIII),  jel  Rc- 
aaaen  falalOtioo-critlco  de  la  Literatura  Bipaflola.  del  aulor,  publicado  por  la  casa  Calleja. 

(a)  Víanse  los  libros  de  Rodrignei  Villa:  Jlalia  dtsdi  la  batalla  dt  Pavía  katla  el  lots 
di  Rema.  iSSj,  y  Memeriai  para  la  Histeria  ¡Ulatalley  saqueo  di  Rema  tn  is>7- 


,,CoogIc 


HISTORIA   DE   ESPAÑA  365 

por  la  muerte  del  último,  causada  por  unos  paisanos  que  defendían  una  torre 
que  atacó  Garcilaso,  hizo  ahorcar  á  todos  los  defensores.  ¡Qué  atrocidadl 

¡SjS.  —  Treguas  con  el  rey  de  Francia.  Cortes  de  Toledo  {i.*  de  No- 
viembre) presididas  por  el  Emperador,  y  que  son  famosas  por  la  resistencia 
que  opusieron  los  grandes  á  conceder  el  servicio  ó  contribución  que  se  les 
pedia.  'Quedó  el  Emperador  con  poco  gusto  (escribió  Sandoval)  y  con  pro- 
•  pósito,  que  hasta  hoy  dta  se  ha  guardado,  de  no  hacer  semejantes  juntas  de 
>gente  tan  poderosa  en  estos  reinos.>  En  efecto^  de  aqui  en  adelante  las  Cor- 
tes se  redujeron  á  los  procuradores  de  ciudades, 
causa  principalísima  de  la  decadencia  del  siitema 
representativo,  pues  en  esta  época  de  tan  arraiga- 
das preocupaciones  nobiliarias,  cosa  donde  no  esta- 
ba la  Grandeza  tenía  muy  poca  importancia  social. 

i£jg.  —  El  I."  de  Mayo  murió  la  Emperatriz,  en 
Toledo,  á  los  treinta  y  ocho  años  de  edad.  Dejó  tres 
hijos:  Felipe  II,  Doña  María,  que  casó  con  el  empe- 
rador Maximiliano,  y  Doña  Juana,  reina*  de  Portu- 
gal, madre  del  rey  Don  Sebastián.  Al  ser  enterrada 
en  Granada  se  abrió,  según  costumbre,  el  ataúd,  y 
la  vista  del  cadáver  descompuesto  impresionó  de  tal 
modo  al  Marqués  de  Lombay  Don  Francisco  de 
Borja,  que  allí  mismo  resolvió  dejar  el  mundo  y 
consagrarse  enteramente  á  Dios,  pronunciando  la 
célebre  frase:  no  quiero  mds  se^or  que  pueda  morir. 

En  este  año  se  amotinó  la  ciudad  de  Gante  por 
creerse  perjudicada  en  un  reparto  de  contribución 

hecho  por  los  Estados  Generales  de  Flandes.  Aun-  Doña  Isabel  du  Portugal. 
que  la  ciudad  fué  sometida  por  tropas  enviadas  de  Copia  del  cetcato  de  u 
Alemania,  el  Emperador  pidió  salvoconducto  á  Eran-  modelo  a!  Tidano  pata 
dsco  I  para  cruzar  por  Francia  á  los  Países  Bajos,  pintar  el  qne  se  coDserva 
y  Francisco  lo  recibió  y  agasajó  magníficamente,  «"  "'  Museo  del  Prado, 
acreditándose  de  Re/  caiailero  en  esta  ocasión;  Pa- 
rís demostró  en  el  aparatoso  recibimiento  que  hizo  á  Carlos  V  la  pujanza  y 
riqueza  que  ya  tenía.  Elstuvo  Carlos  siete  días  en  la  gran  capital,  «sin  querer 
el  Rey  Cristianísima  hacer  el  o&cio  de  rey,  porque  todo  lo  dejó  al  Empera- 
dor para  que  hiciese  como  si  fuera  rey  de  Francia»  (i).  En  Gante  los  levan- 
tiscos burgueses  fueron  castigados  con  la  dureza  propia  de  aquel  tiempo,  en 
que  se  llamaba  misericordia  á  contentarse  con  ahorcar  á  veintitantas  ó  más 
personas;  y  para  tener  sujeta  á  la  opulenta  ciudad  hizo  Carlos  edificar  una 
cindadela,  que  unas  veces  demolida  y  otras  restaurada  ha  persistido  hasta 
tiempos  relativanoente  muy  próximos  á  los  nuestros  con  el  nombre  de  ciaíeatt 
des  espagnols.  Es  antigua  tradición  gantesa,  probablemente  falsa,  que  el  gran 
Duque  de  Alba,  acompañante  de  Carlos  V  en  la  jornada  de  Gante,  aconsejó 
al  Emperador  destruir  la  ciudad,  y  que  Carlos  respondió:  combitH  Jaudrtút  il 
dt  piattx  d" Espagnt  pour  faite  un  Gant  de  cette  grandeurf  (2). 


(l)    Sandoval. 

(3)  fCuánlai  pUUt  át  BifaSa  unan  ntcísariat  para  fabricar  un  Guante  dt  etta  granatioí 
Tambiéa  se  enema  que  Carlos  V  estaba  tan  oigoUoso  de  la  grandeía  de  su  Gante,  que  decía: 
Mm  Gant,  París  daHtíraii  áídanj.  Mi  Ganlí. . ,  Parít  iailario  dentre.  Finalmente,  hasta  1794 
ediUá  en  Gante  el  singulu  prívllegio  ó  monopolio  de  una  numerosa  lamilía  6  tribu  que  lor- 
■naba  el  gremio  de  matarifes  6  carniceros,  i  los  que  se  llamaba  loshijoi  ái¡  Principe,  j  que,  se- 
eln  la  tradición,  se  Tandaba  en  la  gracia  concedida  por  Carlos  V  i  una  hermosa  carnicera,  de 
la  que  tuvo  un  hijo,  para  qae  los  <&cei]dlentei  de  £sle  tuvieran  el  monopolio  de  dicho  oñcío. 


,,GoogIc 


Historia  GrXfica  db  la  Civilización  Española  L.{>itka  LXXXIX 


HISTORIA  DEL  TRAI E.  -  Traje*  del  rigió  XVI. 

D,g,t7cdb/COOgIC 


HISTORIA    DB  ESPASA  367 

Durante  su  estancia  en  Gante  ef  Emperador  dictó  un  placarte  contra 
los  libros  protestantes,  que  infestaban  ya  los  Pafses  Bajos. 

1^40.  —  El  27  de  Septiembre  aprobó  el  Papa  el  Instituto  Je  la  Compa- 
ñía de  Jesús  (i). 

1541.  —  Desgraciada  expi  dición  de  Argel.  Los  temporales  de  Noviem- 
bre destruyeron  la  escuadra,  y  la  lluvia,  copiosa  y  fría,  inundó  el  campamento. 
*En  tan  terrible  apuro  Carlos  V,  cubierto  con  una  gran  capa  blanca,  se  pa- 
tseaba  entre  los  caballeros  españoles,  y  dirigiéndose  á  Dios  repetía  sin  cesar: 
'¡fíat  voluntas  íual  ¡fiat  voluntas  tua!  A  eso  de  las  once  y  media  de  la  noche 

•  llamó  á  los  pilotos,  y  les  preguntó  cuánto  tiempo  podían  resistir  aún  las  na- 
>ves  et  embate  de  la  tempestad.  Dos  horas,  respondieron.  Volviéndose  el 

•  Emperador  í  los  soldados,  les  dijo:  TraHquüitaos,  dentro  de  media  hora  se  le- 
'vantardn  todos  los/railes  y  monjas  de  España  d  orar  por  nosotros.  Y  después 
•de  mostrarse  tan  cristianamente  confiado,  se  portó  como  resuelto  capitán 
•disponiendo  hábilmente  la  retirada*  (2). 

i¡4Z.  —  Nueva  guerra  con  Francisco  I,  el  cual  se  alfa  con  el  Gran  Turco 
contra  Carlos  V.  Barbarroja  inverna  con  su  escuadra  en  Marsella.  £1  14  de 
Noviembre  se  casó  en  Salamanca  el  principe  Don  F'elipe  con  Doña  María  de 
Portugal. 

i§4J.  —  Paz  de  Crespy  con  Francia. 

^544~  —  Primera  campaña  del  Emperador  en  Alemania  contra  los  prin- 
cipes protestantes  confederados  en  Smakalda.  El  elector  de  Sajonia,  el  land- 
grave  de  Hesse  y  el  duque  de  Wurtemberg  levantaron  un  ejército  de  más 
de  80.000  hombres  y  poderosísima  artillería  en  defensa  de  la  Liga.  Carlos  V 
les  opuso  otro  barto  menos  numeroso,  compuesto  de  alemanes,  italianos  y 
flamencos;  pero  del  cud  eran  nervio  los  infantes  españoles,  á  la  sazón  en  el 
apogeo  de  su  disciplina  y  organización:  un  español,  el  gran  duque  de  Alba, 
era  el  capitán  general,  ó,  como  ahora  diríamos,  el  jefe  de  Estado  Mayor,  á  las 
inmediatas  órdenes  del  Emperador.  El  ejército  de  la  Liga,  batido  en  Ingol- 
stadt  y  otros  puntos,  tuvo  al  fin  que  dispersarse  (3).  El  30  de  Marzo  de  este 
año  murió  en  París  Francisco  I 

1547-  —  Segunda  campaña  de  Alemania,  en  que  el  Emperador  persiguió 
al  de  Sajonia  en  su  tierra,  pasó  el  Elba  á  caballo,  yendo  al  frente  de  su  van- 


(^      Mignet,  Carlos  Fifi  Yuile. 

(3)  De  esta  campana  y  la  del  año  siguiente,  quizl*  las  mái  intetesanrcs,  aunque  no  las 
má*  vQlgarÍ2>das  de  nuestro  siglo  de  oro  militar,  tenemos  machas  relaciones  de  testigos  de 
Tüta:  las  espafiolis  del  capitin  Pedro  Salazar;  D.  Luís  de  ..vila  ( Ceminlarios);  el  soldado 
Dieeo  Ndñez  de  Alba  (Dialogm  di  la  vida  dtl  soldado),  pnblicada  en  Liireí  de  Antaño,  XII  con 
erudito  prólogo  de  Fabié),  etc.;  las  alemanas  de  Sastrow  (publicadas  en  Irancís,  titttcha,  iSSó); 
SIdden.  Beoter,  etc.  En  nueslia  época  el  hoy  general  Marlin  Arroí  hs  esciilo  en  sus  Cam- 
pañai  del  Duqui  de  Alba  una  relación  sencill»  y  meti^dica,  muy  propia  para  el  estudio  de  los 
miUtarei.  Tambiín  hay  ditos  é  ilustraciones  muy  apreciables  en  el  Museo  Militar,  de  Barado. 

(Eiplkacióu  de  la  lámina  LXXXiX)  (I). 

HISTORIA  DELTRA|e.-TriJ««delaltloXVI.-l.Muj 

"L  Mujer  plebeya.  —  3.  Mujer  española.  —  4.  Mora  bílica  b  granadina. 

6.  Charra. 

is  eaos  trajes  era  un  alemln  ({ue  en  el  siglo  XVI  vino  á 
]  no  poder  decir  á  qué  ret!;¡án  se  refieren  la  mayoHa,  pues 
iriim  ííí.  Nuremterg.- Hans  Wfsgcl-l5TT.  Del  misnii) 


,,CoogIc 


¡6^  HISTORIA   DE  ESPAÑA 

guardia  el  duque  de  Alba  tremolando  el  imperial  esundarte  de  San  Jorge,  y 
ganó  la  batalla  de  MuUbcrg  (24  Abril),  que  terminó  con  la  prisión  del  Elector, 
quedando  todo  el  Imperio  sujeto  á  su  voluntad. 

1^48.  —  Dueño  de  Alemania,  Carlos  V  quiso  acabar  las  cuestiones  reli- 
giosas, y  dio  el  ínterin,  redactado  por  los  obispos  católicos  y  un  pastor  pro- 
testante: era  una  transacción  provisional,  hasta  que  se  celebrara  concilio 
entre  las  dos  creencias,  que,  como  es  natural,  no  satis6zo  á  católicos  ni  á 
protestantes,  y  fué  principio  de  la  decadencia  política  del  Emperador.  En  este 
año,  sin  embaído,  no  se  advirtió:  el  Inttrin  pareció  surtir  sus  efectos,  y  el 
principe  Don  Felipe,  ya  viudo  de  María  de  Portugal  y  padre  del  príncipe  Don 
Cario»,  hizo  por  Europa  el  viaje  que  escribió  Calvete  de  la  Estrella  (i). 

1551  j/  ¡552.  —  Fué  el  año  de  las  desgracias  del  Emperador.  Enrique  II, 
sucesor  de  Francisco  I,  se  alió  con  todos  los  enemigos  de  Carlos:  el  Sultán, 
los  protestantes  de  Alemania  y  los  principados  de  Italia  desafectos  al  Impe- 
rio y  á  España.  Mientras  sus  generales  atacaban  la  Lombardfa  y  los  turcos 
la  Hungría,  él  con  un  poderoso  ejército  entraba  por  Lorena  y  tomaba  mu- 
chas ciudades,  entre  ellas  Melz,  que  no  habían  de  perder  los  franceses  has- 
ta 1870:  todavía  el  turista  que  recorre  las  Ardenaa  encuentra  en  multitud 
de  castillos  y  edificios  derruidos  huellas  lejanas  de  aquella  invasión  francesa. 
Mauricio  de  Sajonia  y  el  margrave  Alberto  de  Brandenburgo,  que  hasta  en- 
tonces habían  sido  los  más  fieles  panídarios  de  Carlos  V  á  pesar  de  profesar 
el  protestantismo,  revolviéronse  de  súbito  contra  el  Emperador  reclamando 
la  libertad  de  conciencia.  Cogió  esta  tempestad  á  Carlos  sin  dinero  y  sin  sol- 
dados, y  tuvo  que  huir.  *Si  esperase  aquí —  escribía  á  su  hermano  Fernando 
desde  Inspnick  {4  Abril  1552),  —  cualquier  mañitna  me  cogerían  en  la  cama*. 
Y  si  no  cayó  prisionero,  es  porque  Mauricio  áiio:  ¡No  tengo  todavía  jaula  para 
guardar  un  pájara  tan  grande]  Tuvo  que  resignarse  y  firmar  el  tratado  de 
Fassau,  por  el  cual  los  principes  protestantes  se  separaron  de  Enrique  II, 
consiguiendo  en  el  orden  poli  tico- religioso  lo  que  pretendían.  Mauricio  fué  á 
contener  á  los  turcos  en  Hungría,  y  el  Emperador,  al  frente  de  un  poderoso 
ejército,  á  recobrar  á  Metz.  También  fracasó  en  esta  empresa,  y  entonces  ex- 
clamó, quizás  recordabdo  un  pasaje  de  El  Príncipe,  de  Maquiavelo:  ¡La  fortu- 
na sólo  es  amiga  dt  los  jóvenesl 

1553.  —  Todo  el  año  guerreando  con  Enrique  II,  y  con  sucesos  muy  va- 
ríos,  ninguno  decisivo.  Kl  30  de  Junio  escribió  á  su  hijo  una  carta  muy  reser- 
vada, toda  de  su  puño,  mandando  que  <al  lado  del  Monasterio  de  Yuste  se 
>le  fabricara  una  casa  suficiente  para  poder  vivir  con  la  servidumbre  y  cria- 
>dos  más  indispensables  en  clase  de  persona  particular». 

iSSi-  —  Concierta  el  Emperador  el  matrimonio  de  su  hijo  Don  Felipe 
con  María  de  Tudor,  reina  de  Inglaterra,  con  el  fin  religioso  de  ayudar  al 
restablecimiento  de  la  Iglesia  católica  en  las  Islas  Británicas  y  et  político  de 
la  alianza  inglesa  contra  Francia.  Don  Felipe  acepta  con  rara  docilidad  el 
mandato  de  su  padre,  á  pesar  de  que  la  novia  era  vieja  y  fea.  £1  matrimonio 
se  celebró  en  Westminster  el  25  de  Julio. 

yf_5'.— El  26  de  Octubre  renunció  en  su  hijo  los  Estados  de  Flandes. 

1556.  —  El  16  de  Enero  renunció  igualmente  las  coronas  de  Castilla  y 
Aragón,  y  el  17  el  Imperio  en  su  hermano  Fernando.  A  principios  de  Sep- 
tiembre salió  de  Flandes  para  España;  el  28  llegó  á  Laredo.  Encerróse  en 
Yuste,  donde  vivió,  no  como  un  monje,  sino  como  un  gran  señor  retirado  de 
los  negocios  y  deseoso  de  ponerse  bien  con  Dios,  sin  negar  á  sus  hijos  y  á 


,,GoogIc 


HISTORIA   DE  ESPAÑA  369 

los  reinos  que  habla  regido  el  auxilio  de  sus  consejos  cuaodo  se  tos  pedían. 
<A  las  doce  de  la  madrugada  del  miércoles  21  de  Septiembre  de  1558 
>sintió  el  Emperador  que  sus  fuerzas  estaban  agotadas  y  que  iba  á  morir.  To- 
tmándose  él  mismo  el  pulso,  movió  la  cabeza  como  diciendo:  Todo  acabó.  Pidió 
•entonces  á  los  frailes  que  rezasen  la  letanía  y  oraciones  de  los  agonizantes, 
>y  á  su  mayordomo  Quijada,  que  encendiese  los  cirios  benditos.  Hizo  que  el 
'arzobispo  Carranza  le  diera  el  Crucifijo  que  había  servido  á  la  Emperatriz 
»en  el  supremo  paso  de  la  vida  á  la  muerte,  lo  llevó  á  sus  labios  y  lo  estre- 
>chó  dos  veces  contra  su  pecho.  En  seguida,  teniendo  en  la  diestra,  soste- 
•nida  por  Quijada,  el  cirio  bendito,  y  alargando  la  mano  izquierda  hacia^el 


MoDuterío  de  Yuile  cd  Plasencia  (Ciceiei). 

iCrucifijo  que  le  presentaba  el  Arzobispo,  dijo:  \EsU  es  el  momento!  Poco  des- 
>pués  pronunció  todavía  el  nombre  de  Jesús,  y  expiró,  exhalando  dos  ó  tres 

•  suspiros.  Asi  acabó,  escribió  Quijada,  en  su  dolor  y  admiración,  elmásprin- 
tcipal  hombre  que  ha  habido  ni  habrd  fl). 

104.  —  Fué  Carlos  V  de  mediana  estatura,  bien  formado,  ágil  y  fuerte; 

•  excedió  á  todos  los  hombres  de  á  caballo  de  su  tiempo,  á  la  brida;  y  arma- 
ido  parecía  tan  bien  y  era  tan  sufrido,  que  dijeron  los  ejércitos  que  por  ha- 
>ber  nacido  rey  perdieron  en  él  el  mejor  caballo  ligero  de  aquel  siglo  (2). 
De  joven  triunfó  en  todos  los  deportes  caballerescos:  romper  lanzas,  correr 
sortijas,  jugar  á  la  barra  y  rejonear  toros.  Su  frente  era  espaciosa;  sus  ojos, 
vivos;  todas  sus  facciones,  regulares  y  gratas,  menos  la  boca,  pues  de  su  bis- 
abuelo Carlos  El  Temerario  habla  heredado  la  mandíbula  inferior  saliente, 
que  fué  la  característica  de  su  descendencia:  teniendo  cerrada  la  boca  no 
podía  juntar  los  dientes,  que  eran  además  pocos  y  malos;  y  este  defecto  le 
dificultaba  pronunciar  bien  las  palabras  y  digerir  regularmente  los  alimentos. 
Hombre  de  voluntad  muy  suya  y  de  temperamento  ardiente,  !o  mismo  estaba 
á  caballo  días  y  noches  que,  cuando  no  tenia  que  hacer,  se  abandonaba  al 
reposo  más  completo,  sin  levantarse  del  sillón  más  que  para  ir  á  la  cama. 
Con  la  misma  facilidad  pasaba  del  más  riguroso  ayuno  á  la  intemperancia  en 


Salcedo,  HISTORIA  DE  ESPAflA 


,,Coogíf: 


370  HISTORIA   DE  ESPAÑA 

la  mesa.  De  ordinario,  y  como  buen  flamenco  del  siglo  xvi,  era  gtotoncfsimo, 
y  á  proporción  bebedor;  usaba  aperitivos  muy  enérgicos,  y  pedía  á  sus  cod- 
neros  platos  raros.  Uno  de  sus  mayordomos,  el  barón  de  Montfalconnet,  le 
dijo  un  día;  No  sé  ya  cómo  complacer  d  V.  M.\  como  mo  sea  haci¿ndoU preparar 
un  plato  de  relojes.  Aludía  á  la  afición  del  Emperador  por  estos  instrumentos 
que  le  construía  Juanelo.  Carlos  V  se  rió  mucho,  porque  era  hombre  que  do 
temía  estropear  su  majestad  con  las  carcajadas;  pero  siguió  pidiendo  manja- 
res exquisitos.  De  otros  placeres  no  hay  que  hablar.  Los  embajadores  vene- 
cianos advierten  de  continuo  á  la  Señoría  (i)  que  í'.  M.  no  tiene  la  voluntad 
suficientemente  Moderada  y  que  frecuenta  en  todas  partes  el  trato  de  damas 
principales  y  también  humildes. 

Engañaríase  quien  por  estos  trazos  viera  en  (darlos  V  la  figura  de  un 
Sardanápalo  ó  de  un  Heliogábalo.  Eran  rasgos  de  una  voluntad  virgen  y  de 
un  temperamento  exuberante:  episodios  siempre  fugitivos,  aunque  repeti- 
dos, de  una  vida  consagrada  al  tra- 
bajo, solían  ir  seguidos  de  fer\'0- 
rosos  arrepentimientos,  y  el  Em- 
perador se  retiraba  á  un  monaste- 
rio, donde  asombraba  á  los  frailes 
no  probando  en  toda  la  Semana 
Santa  sino  pan  y  agua,  y  por  su 
compunción  religiosa.  Lo  frecueo- 
te  era  que  el  cuidado  de  los  ne- 
gocios ó  las  fatigas  de  la  guerra 
le  apartasen  durante  laidísimas 
temporadas,  no  sólo  de  toda  disi- 
pación, sino  de  las  más  ordinarias 
comodidades  de  la  vida. 

105. —  Fué  Carlos  un  gran 
soldado  y  amante  cual  ninguno 
de  esta  profesión.  Sabido  es  que 
una  vez  pasó  lista  como  Carlos 
de  Gante,  soldado  de  la  Compañia 
del  señor  Antonio  de  Leioa.  Exce- 
lente ofícial,  no  podía  tolerar  la 
más  mínima  falta  á  la  disciplina.  En  la  muestra  general  ó  alarde  que  se  hizo 
en  Barcelona  ([4  Mayo  1535)  antes  de  partir  para  Túnez  ^el  Emperador 
>puso  en  orden  los  caballeros;  y  como  uno  desconcertara  el  orden,  enojado 
>puso  las  piernas  al  caballo  rompiendo  por  medio  del  escuadrón,  y  llegando 
>al  torpe,  le  hirió  con  la  maza  en  la  cabeza,  y  volviéndose  al  Duque  de  Alba, 
y  á\]0':  ¡No  hay  cosa  más  dificultosa  que  regir  iien  jr  goiernar  un  escuadren!  (2). 
En  cuanto  á  sus  cualidades  de  general,  el  gran  Duque  de  Alba  se  ufanaba  de 
haber  aprendido  en  su  escuela,  y  basta  la  historia  de  sus  hechos  para  admi- 
rar la  serie  de  campañas  que  dirigió  personalmente,  tanto  en  sus  preparati- 
vos como  en  su  ejecución.  Prestaba  siempre  á  las  instituciones  militares  una 
atención  preferentísima.  En  su  época  construyéronse  muchas  fortaleías  por 
el  sistema,  entonces  nuevo,  de  solidez  sufíciente  para  resistir  á  la  naciente 
artillería,  que  había  hecho  inútiles  los  castillos  medievales;  introdujéronse 
muchísimos  cañones  en  España,  y  tuvo  gran  desarrollo  el  cuerpo  encargado 

(i)    Asi  s«  lltmabs  U  República  6  Eitido  en  lodu  lu  ciudades  Italianu  qae  no  tenUn 
foberano  Jndivldnal.  Antonomásicamcnia,  la  de  Veneda. 
(a)    SandoTaL 


,,  Google 


HISTORIA   DE  ESPAÑA  371 

de  construirlos  y  proveerlos  de  pólvora  y  pelotas,  como  se  llamaban  á  la  sa- 
zón las  balas;  la  infanterfa  fué  organizada  en  tercios  —  conjunto  de  varias 
banderas  ó  compañías,  —  mandadas  por  maestres  de  campo;  y,  en  suma,  nues- 
tra potencia  militar,  creada  por  los  Reyes  Católicos,  fué  perfeccionada  por 
Carlos  V,  y  de  ahí  no  pasó:  en  el  reinado  de  Felipe  II  se  tiró  con  lo  que  el 
Emperador  babfa  dejado,  y  cuando  la  muerte  arrebató  los  caudillos,  maes- 
tres y  capitanes  formados  en  el  anterior  período,  no  hubo  con  quién  susti- 
tuirlos y  empezó  la  decadencia. 

No  menos  grande  que  como  militar  fué  Carlos  V  como  político.  Si  en 
su  primer  viaje  á  España  no  se  hizo  grato  al  pueblo  por  venir  rodeado  de  fla- 
mencos y  no  hablar  bien  el  castellano,  se 
conoce  que  supo  aprovechar  aquella  lec- 
ción, y  de  allí  en  adelante  en  todas  partes 
fué  querido.  Cavalll  —  uno  de  los  embaja- 
dores venecianos  —  observó  que  en  Flan- 
des  y  Borgoña  le  estimaban  por  su  llaneza 
de  trato;  en  Italia,  por  la  sagacidad  y  talen- 
to de  que  daba  constantemente  muestras, 
V  en  España,  por  su  gravedad  y  el  esplen- 
dor de  su  gloria.  Era,  pues,  el  suyo  un 
temperamento  verdaderamente  imperial,  ó 
sea  apto  para  regir  los  más  diversos  pue- 
blos. Imperial  era  también  su  método  de 
gobierno:  ponía  en  cada  uno  de  sus  Estados 
un  principe  que  lo  gobernase:  su  hermano 
Fernando  en  Alemania;  su  hermana  María 
en  los  Países  Bajos;  la  Emperatriz  y  des- 
pués su  hijo  Felipe  en  España;  y  él  se  re- 
servaba sólo  la  dirección  suprema  de  aque- 
lla vastísima  máquina.  Tenía  para  eso  un 
gobierno  que  iba  con  él  siempre,  compues- 
to de  tres  cancillerías  (alemana,  española  é 
italiana)  y  un  Consejo  de  legistas  de  todos 
loí  países  que  regía.  Grevres  ó  Chiebres, 

tan  impopular  en  España,  fué  su  gran  can-  Felipe  II. 

ciller  hasta  el  año  1 529;  lo  reemplazó  Gatti- 

nard,  y  después  no  quiso  ya  primer  ministro,  aunque  el  secretario  Cobos 
y  el  guardasellos  Granvela  alcanzaron  con  él  grande  influencia.  El  hijo  de 
Granvela,  después  célebre  cardenal  y  uno  de  los  hombres  más  hábiles  del 
siglo  XVI,  presidía  su  Consejo  de  Estado.  Estudiaba  prolijamente  los  asun- 
tos, discutiendo  largas  horas  con  Granvela  y  escribiendo  en  un  papel,  como 
recomienda  San  Ignacio  de  Loyola  en  sus  Ejercicios,  las  razones  en  pro  y 
en  contra  de  cada  solución  pira  pesarlas  y  confrontarlas;  pero  una  vez  que 
tomaba  su  partido,  era  irrevocable,  y  tan  firme  en  ejecutar  como  había  sido 
lento  en  resolver. 

106.  —  Es  falso  que  Carlos  V  aspirase  á  la  soberanía  universal,  por  más 
que  como  emperador  pudiese  tener,  según  las  ideas  de  la  época  y-)a  detini- 
ción  de  tal  dignidad,  cierto  fundamento  para  pretender  una  especie  de  su- 
premacía sobre  todos  los  Estados  cristianos.  Examinando  los  documentos  y 
no  abandonándose  á  la  fantasía,  se  ve  muy  claro  que  aquel  príncipe  tan  ba- 
tallador tuvo  por  norte  invariable  de  su  política  la  paz  de  la  Cristiandad  y  su 
unión  para  combatir  á  los  turcos,  á  la  sazón  en  el  zenit  de  su  poderío.  Por  su 
gusto,  sólo  hubiera  sido  rival  y  enemigo  de  Solimán  el  Grande.  Cruzó  por  su 


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372  HISTORIA   DE  BSPAÜA 

mente  la  idea  de  ir  al  frente  de  todas  las  fuerzas  vivas  de  la  Cristiandad  á 
buscarlo  en  Constan  ti nopl a  y  echarlo  de   Europa.  Pero  para  realizar  este 
sueño  magnfñco  y  romántico,  de  que  habló  varias  veces,  y  muy  en  serio, 
con  el  duque  de  Alba,  tropezó  con  dos  dificultades  insi^erables:  una,  el 
protestantismo,  cuyo  alcance  no  comprendió  él  bien  hasta  sus  últimas  días 
y  cuando  ya  la  revolución  religiosa  no  tenia  remedio  en  lo  humano;  otra,  la 
oposición  política  de  Francia,  que  no  se  avenía  á  re- 
presentar en  el  mundo  el  papel  secundario,  á  que  no 
estaba  acostumbrada,  y  en  que  forzosamente  hubiera 
caldo,  á  pesar  de  la  generosidad  de  Carlos  V,  si  deja 
á  éste  campar  por  sus  respetos:  el  espíritu  francés,  y 
no  envidias  ó  rivalidades  personales,  fué,  por  tanto, 
lo  que  movió  á  Francisco  1  y  á  Enrique  11  á  oponerse 
con  tan  indomable  brío  á  la  pujanza  del  Emperador. 
La  grandeza  de  la  Casa  de  Austria  tuvo,  pues,  cual 
todas  las  de  este  mundo,  aun  en  el  momento  de  su 
apogeo,  los  enemigos  que  hablan  de  acabarla:  el  pro- 
testanlisftio  y  Francia. 

107.  —  De  pocos  soberanos  y  reinados  se  ha  es- 
crito tanto  —  quizás  de  ninguno  —  como  de  Felipe  II. 
Los  libros,  los  opúsculos,  los  discursos,  las  volumino- 
sas colecciones  de  documentos  con  prólogos,  intro- 
D.  In>n  de  Aastria.         ducciones  y  notas,  son  bastantes  para  llenar  una  bue- 
Tomado  de  un  retrato  pin-    na  biblioteca.  Y  el  interés  por  escudriñar  y  esclarecer 
tadoporMoio(i545-:57S].    gi  carácter  del  monarca  y  los  sucesos  de  su  reinado 
parece  aumentar  siempre,  lejos  de  decrecer  con  los 
años,  y  de  continuo  aparecen  eruditos  y  escritores  empeñados  en  la  ímproba 
é  inacabable  tarea,  mientras  que  la  novela,  la  poesía  y  la  dramática  tampoco 
se  hartan  de  presentar  al  público,  más  ó  menos  desfigurados,  los  retratos  del 
Rey  y  de  los  principales  personajes  que  se  movieron  en  su  tiempo.  ¿Qué  másf 
No  es  raro  que  la  Prensa  diaria  trate  en  ligeros  y  apasionados  artículos  de 
los  actos  de  Felipe  II  y  de  su  gobierno,  y  aun  que  se  susciten  alguna  vez 
polémicas  sobre  ellos,  como  si  no  hubiera  pasado  ya  tanto  tiempo  desde  que 
se  realizaron. 

Esta  copiosísima  literatura  sobre  Felipe  II  obedece  á  tres  tendencias 
críticas  diversas:  i."  La  enemiga  del  Rey  Prudente,  para  la  cual  este  mo- 
narca fué  un  sombrío  tirano  á  lo  Tiberio;  en  religión,  fanático  y  á  la  vez  hipó- 
crita; en  política,  duro  y  á  la  vez  débil;  en  su  vida  privada,  un  libertino,  co- 
barde, desconfiado  y  astuto,  ávido  de  poder  v  riquezas,  así  como  de  satisfa- 
cer sus  lúbricos  caprichos  sin  reparar  en  medios,  y  teniendo  la  delación,  el 
espionaje  y  el  asesinato  como  instrumentos  usuales  de  gobierno;  mal  amigo, 
mal  esposo,  mal  padre:  en  suma,  un  hombre  que  á  fuerza  de  maldades  ya  no 


(Exp!icari¿ 

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de  Austria.  Consti 

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Undc)  i  Cris' 

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irlín. 

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HisTORU  Gkífica  db  la  Civilización  Espaüoia 


TrofeM  de  Lepanto. 


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374  HISTORIA   DE  ESPARA 


es  hombre,  sino  monstruo,  ó  el  Demonio  del  Mediodía,  mote  que  le  pusieron 
los  protestantes  del  siglo  xvt,  y  que  conservan  en  su  armario  de  invectivas 
los  progresistas  modernos.  Los  que  siguen  esta  tendencia  se  surten  de  cuanto 
escribieron  en  vida  de  Felipe  11  sus  enemigos  religiosos  ó  políticos  de  Flan- 
des,  Inglaterra,  Alemania,  Francia,  Italia,  y  aun  de  la  misma  España;  muy  es- 
pecialmente del  maniñesto  ó  Apología  de  su  conducta,  que  publicó  el  principe 
de  Orange  contra  el  edicto  del  Rey  poniendo  fuera  de  la  ley  y  á  precio  su 
cabeza  (i),  y  de  los  libros  y  opúsculos  escritos  por  Antonio  Pérez  en  su  des- 
tierro (2).  Tiene  hoy  esta  tendencia  sus  más  conocidos  representantes  en 
Forncron  (3)  y  en  el  señor  Ortega  y  Rubio  (4).  2.'  Diametralmente  opuesta 
á  la  anterior  es  la  que  presenta  á  Felipe  11  como  un  santo  cuya  pureza  de 
vida  igualó  á  la  rectitud  de  sus  propósitos  políticos,  que  no  fueron  otros  sino 
la  defensa  de  la  fe  católica  y  el  bien  y  engrandecimiento  de  sus  pueblos. 
De  castiza  cepa  española,  esta  manera  de  ver  á  Felipe  II  arranca  de  las  múl- 
tiples apologías  escritas  por  nuestros  antepasados  de  los  siglos  xvi  y  xvii, 
para  todos  los  cuales  era  verdad  inconcusa  que  Felipe  II  fué  el  mejor  hombre, 
el  mds  prudente  principe,  el  mds  atinado  seso,  grande  en  todos  los  dotes  dignos  de 
su  corona;  finalmente,  bimaventnrado  monarca...  Todas  estas  son  expresiones 
de  Quevedo.  Algo  se  amortiguó  este  coro  de  unánimes  alabanzas  espaílolas 
con  el  advenimiento  de  la  Casa  de  Borbón,  á  la  cual  no  podían  agradar  los 
incondicionales  panegíricos  de  los  príncipes  de  la  Casa  de  Austria;  pero  In 
tendencia  furiosamente  contraria  á  Felipe  11  no  entró  en  nuestra  patria  hasta 
que  volterianismo  y  enciclopedia  sentaron  en  ella  sus  reales:  entonces  fué 
cuando  Quintana  soltó  sus  trompetazos  contra  El  Escorial,  llamándole 


y  repitiendo  en  sonoros  versos  todas  las  diatribas  contra  el  Rey  Prudente 
que  corrían  por  la  Eutopa  protestante  y  filosófica  como  axiomas  de  critica. 
Pero  la  tendencia  apologética  del  famoso  Rey  no  se  ha  extinguido  en  nuestra 
tierra:  ahí  están  el  señor  Montaña  (5),  el  señor  Ciria  (6)  y  otros  escritores  no 
menos  panegiristas  de  Felipe  II  que  los  de  nuestro  siglo  de  oro.  3."  Hay, 
finalmente,  una  tercera  manera  de  estudiar  y  comprender  á  Felipe  II,  que 
es  la  inaugurada  por  el  insigne  Gachard  (7)  y  seguida  por  eruditos  meritfsimos, 
belgas,  alemanes  y  espafloles,  y  que  consiste  en  considerar  al  Rey  Prudente  á 
la  luz  de  los  documentos  y  en  el  cuadro  general  de  su  época,  sin  el  prejuicio 
de  que  fuera  santo  ó  fuera  demonio.  Y  así  mirado  aquel  Rey,  resulta,  si  no 
el  bienaventurado  de  sus  devotos  antiguos  y  modernos,  un  hombre  que  tuvo 

(1)  EslB  cílebre  Apología,  escrita,  según  Grocio,  por  Villitrs,  ^  según  L>  Marre  por 
Languet,  viá  U  luz  (Leyden,  15S1)  en  trances,  flamenco  y  latín.  No  sabemos  que  se  haja  ira- 
dncido  nanea  al  caslellano. 

(i)  Las  principales  son:  Pedasus  ó  rtlarUnfi,  assy  llamadas  por  mt  auíloTf¡  leí  relegrinas, 
Rtlaaeati  de  Antonio  Péret,  A/eriimot  díl  Libro  de  las  RílacioKts,  Carlas,  Ble. 

(})    ¡ñstoria  dt  Felipe  J¡,  en  francís;  está  traducida  al  castellano  por  D.  Cecilio  Na*acTO. 

(4>     Cem/rendie  de  Historia  de  España. 

(5)  Nueva  lut  y  juieio  verdadero  sobre  Felipe  I!.  Máslutde  verdad  hisiirica  soirri  Felipe  II 
y  su  reinailn.  Felipe  líen  rtladin  can  arles  y  a'lislai.  Ftlipi  II  y  la  polilita  exlerter. 

(6)  .SflB/fl  Tetísa  y  Felipe  U.  El  Rey  de  Sania  lereía  y  ti  Rey  de  mis  abuths. 

(7I  Director  general  de  los  Archivos  de  {télgics,  vino  A  España  en  184^  comisionado 
por  el  (inbiemo  belga  para  estudiar  en  Simancas  los  I J3  te[>ajos  de  documental  alli  editen- 
tes  del  reinado  de  Felipe  II.  v  preparar  sn  monumental  obra  Correspendame  de  Philippi  11 
iiir  les  affairrs  des  P/iyi-Pas.  El  primer  Tolomen  en  1843,  Ahora  el  Gobierno  belga  ha  enviado 
í  Simancas  á  Mr.  Lonchnf,  profesor  de  la  Universidad  libre  deBmselas.paraconlinuaT  I*  obra 
de  Gachard.  Este  dio  i  loz  otras  muchas  igualmente  documentadas,  j  en  general  de  tanisimí 
critica,  sobre  el  reinado  de  Felipe  II. 


,,GoogIc 


HISTORIA   DE  ESPAÑA  575 

defectos  y  debilidades,  pero  que  fué  bueno  y  realmente  grande  por  muchos 
conceptos  y  disculpable  por  otros. 

108.  —  El  reinado  de  Felipe  II  es  de  los  más  largos  de  nuestra  Historia. 
No  contando  más  que  desde  la  Techa  de  la  abdicación  de  su  padre,  es  decir, 
prescindiendo  de  los  años  que  gobernó  como  principe,  reinó  cuarenta  y  dos 
años  hasta  su  muerte,  ocurrida  el  13  de  Septiembre  de  1598.  Y  este  periodo 
fué  fecundo  cual  ninguno  en  magnos  acontecimientos. 

Los  principales  podemos  clasificarlos  así: 

i.°  Guerras  exteriores  de  carácter  exclusivamente  político.  Sólo  sos- 
tuvo dos:  la  que  heredó  de  su  padre  con  Enrique  11  y  Paulo  IV.  En  las  fron- 


teras de  Francia  y  los  Países  Bajos  se  libraron,  entre  otras,  la  batalla  de  San 
Quintín  (10  Agosto  155/),  ganada  por  un  ejército  de  españoles,  italianos, 
flamencos,  alemanes  é  ingleses  mandado  por  el  duque  Filiberto  de  Saboya; 
y  la  de  Gravelínas  (13  Julio  1558),  ganada  por  un  ejército  mandado  por  el 
flamenco  Conde  de  Egmont.  En  Italia,  el  gran  duque  de  Alba  defendió  ga- 
llardamente el  reino  de  Ñapóles  contra  el  duque  de  Guisa,  y  obligó  á  Pau- 
lo IV  á  separarse  de  la  alianza  francesa.  La  guerra  con  Francia  se  terminó 
por  la  paz  de  Chateau-Cambresis  (2  Abril  1559),  en  virtud  de  !a  cual  devol- 
viéronse recíprocamente  las  conquistas  hechas  por  ambas  naciones,  y  Feli- 
pe II,  ya  viudo  de  María  Tudor,  casó  con  Isabel  de  Valois,  hija  de  Enrique  II, 
La  otra  guerra  política  fué  la  de  anexión  de  Portugal:  muerto  el  rey  Don 
Sebastián  en  el  desastre  de  Alcazarquibir,  y  su  sucesor  el  cardenal  Enrique, 
según  las  leyca  portuguesas  Felipe  II  heredaba  la  corona.  La  Nobleza,  el 
alto  clero,  y  hasta  los  que  podían  creerse  con  algún  derecho  eventual  al  trono, 
apoyaron  á  nuestro  rey.  El  pueblo  sentía  prevenciones  anticastelJanistas,  y 
fundado  en  ellas,  el  prior  de  Ocrato,  hijo  natural  del  cardenal  Enrique,  se 


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376  HISTORIA   DE  ESPAÑA 

hizo  proclamar  rey.  Mandó  Felipe  un  ejército  á  las  órdenes  del  gran  duque 
de  Alba,  el  cual  derrotó  á  los  parciales  del  de  Ocrato  junto  á  Lisboa  (25  de 
Agosto  de  1580).  El  11  de  Septiembre  del  mismo  año  fué  jurado  Felipe  II 
rey  de  Portugal,  completándose  asi,  aunque  por  breve  tiempo  y  á  regaña- 
dientes de  muchos  portugueses,  la  obra  de  la  unidad  peninsular,  en  que  ha- 
bían trabajado  reyes  insignes  de  Portugal,  como  Alfonso  V  y  Don  Manuel. 
2."     Guerras  con  turcos  y  moros.  Lejos  de  haber  decaldo  en  este  rei- 
nado la  potencia  de  los  turcos,  parecía  haberse  acrecentado.  Su  poderosisima 
escuadra  se  dejaba  ver  todos  los  veranos  en  las  costas  de  Italia,  y  un  enjam- 
bre de  corsarios  ó  piratas  infestaba  de  continuo  el  Mediterráneo,  Felipe  II 
cumplió  perfectamente  su  misión  de  rey  católico  manteniendo  constante 
guerra  con  aquellos  enemigos  implacables  de  la  sociedad  cristiana.  Los  suce- 
sos más  sonados  de  esta  guerra  continua  fueron:  el 
socorro  de  Malta  (i  565),  dirigido  por  D,  Garda  de 
Toledo,  marqués  de  Villafranca;  la  batalla  de  Le- 
panto  (7  Octubre  I5;i),  la  mds  alta  ocasión  qH4 
vUroH  las  siglos,  según  dijo  Cervantes,  ganada  por 
la  armada  de  la  Santa  Liga  (España,  Venecia  y  Es- 
tados Pontificios),  que  dirigió  D.Juan  de  Austria; 
por  último,  la  conquista  de  Túnez  por  el  mismo  don 
Juan  (Octubre  de  1573).  Secuela  de  estas  guerras 
contra  los  turcos  puede  ser  considerada  la  rebelión 
de  los  moriscos  de  las  Alpujarras,  que  empezó  en 
el  verano  de  1568  y  duró  hasta  Marzo  de  1571. 

3.°    Guerras  politico-religiosas.  Fueron  indu- 
dablemente las  más  importantes  del  reinado  y  las 
tjue  le  dan  su  carácter  histórico. 
El  gran  duque  de  Alba,  Empezaron  por  las  turbulencias  de  Flandes.  En 

Don  Fernando  Alrareí  estOs  Estados,  que  Comprendían,  no  sólo  los  actúa 
de  Toledo  (1508-1582).  les  reinos  de  Bélgica  y  Holanda,  sino  toda  la  parte 
de  Francia  que  se  llama  hoy  genéricamente  Plandes 
francesa,  y  además  el  Gran  Ducado  de  Luxemburgo,  suscitóse  una  triple  cues- 
tión; cuestión  política,  cuestión  religiosa  y  cuestión  político-religiosa.  La  pri- 
mera era  enteramente  igual  á  la  que  se  había  suscitado  en  Castilla  al  adveni- 
miento de  Carlos  V;  así  como  los  castellanos,  desconfiando  de  Carlos  por  ser 
flamenco,  reclamaban  enérgicamente  que  los  oficios  y  dignidades  no  se  diesea 
á  extranjeros,  es  decir,  á  flamencos,  y  que  no  vinieran  á  Castilla  tropas  de 
aquel  pais,  ahora  los  flamencos,  desconfiando  de  Felipe  II  por  ser  español,  ha- 
cían las  mismas  reclamaciones  contra  los  españoles.  La  segunda  cuestión,  ó 
religiosa,  consistía  en  que  muchos  flamencos  se  hicieron  protestantes  y  re- 
clamaban libertad  para  el  ejercicio  de  su  culto.  La  tercera,  por  último,  que 
hemos  calificado  de  político-religiosa,  estribaba  en  el  modo  cómo  habían  de 
ser  perseguidos  por  el  Poder  civil  estos  protestantes.  Es  de  todo  punto  falso 
que  Felipe  II  tratara  de  introducir  en  los  Países  Bajos  la  Inquisición  española: 
lo  que  pretendía  es  que  se  aplicaran  allí  rigurosamente  \osplacartes  ó  decretos 
dados  por  Carlos  V,  y  según  los  cuales  los  herejes  debían  ser  castigados  con 
pena  de  muerte:  á  esto  se  oponían  los  flamencos,  ya  porque  el  ardor  de  su 
odio  á  la  herejía  no  fuera  como  el  de  los  españoles  de  aquel  tiempo,  ya  por 
razones  de  conveniencia  económica,  pues  basada  la  prosperidad  de  su  tierra 
en  la  industria  y  el  comercio,  temían  espantar  á  los  alemanes  é  ingleses  pro- 
testantes con  tales  castigos,  ya  porque,  recelosos  del  rey  español,  no  que- 
rían darle  mayor  poderío  político  con  el  pretexto  de  la  persecución  religiosa. 
£1  hecho  es  que  se  produjo  allí  esa  espantosa  confusión  de  ideas,  opiniones, 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


HISTORIA    DE  ESPAÑA  m 

descoañanzas  y  recelos  que  suele  preceder  á  todas  las  verdaderas  revolucio- 
nes, y  que  se  acrecentó  con  algunas  medidas  del  Gobierno,  en  si  buenas,  ver- 
bigracia, el  arreglo  de  los  obispados,  dispuesto  por  Carlos  V  y  que  puso  en 
ejecución  Felipe  11,  cuando  ya  los  espíritus  estaban  agitadlsimos:  los  ecle- 
siásticos, asi  seculares  como  regulares,  que  con  dicho  arreglo  salían  perjudi- 
cados en  suí  intereses,  aumentaron  el  descontenta  general.  Por  último,  si  en 
España  al   moverse  las  Comunidades  los  elementos  y  factores  de  revuelta 
no  encontraron  mejor  cabeza  que  un  gallardo  héroe  de  parada  como  Juan  de 
Padilla,  en  Flandes  hallaron  por  jefe  á  uno  de  los  más  profundos  y  astutos 
políticos  de  aquel  siglo:  tal  fué  Guillermo  de  Nassau,  principe  de  Orange, 
hombre  que  en  una  época  en  que  las  cuestiones  religiosas  preocupaban  á 
todos  los  espíritus  era  escéptico,  pues  lo  mismo  le 
importaba  ser  católico  que  protestante.  Mal  capitán, 
y  hasta  mediano  soldado,  pero  con  todas  las  dotes  y 
cualidades  políticas  para  dirigir  una  revolución  en 
su  provecho  moviendo  á  los  hombres  y  á  los  partidos 
como  le  convenía  para  el  logro  de  propósitos  lar- 
gamente meditados,  y  de  los  que  sólo  iba  descu- 
briendo lo  que  era  útil  en  cada  momento,  este  sin- 
gular personaje  concibió  el  pensamiento  de  alzar- 
se con  los  Países  Bajos,  que  por  su  población  y  ri- 
queza constituían  una  excelente  base  de  poderosa 
monarquía.  No  lo  consiguió  por  no  poder  avenir  á 
católicos  y  protestantes;  pero  sí  fundar  la  repúbli- 
ca protestante  de  las  Provincias  Unidas,  que  fué 
tan  gran  potencia  marítima,  y  demostrar  al  mundo 
que  el  Imperio  español,  tan  vasto  y  extendido  por 
el  orbe,  no  tenía  en  cada  uno  de  sus  puntos  una        Alejandro  Fírnesio, 
fuerza  intensa  proporcionada  á  su  enorme  extensión.  ilustre  caudillo 

Era  gobernadora  de  los  Paises  Bajos  madama  (iS45-'59>)- 

Margarita,  duquesa  de  Parma,  hija  natural  de  Car- 
io» V,  y  su  primer  ministro  el  cardenal  Granvela.  Dirigida  por  el  príncipe  de 
Orange,  la  Nobleza  empezó  por  una  oposición  legal  contra  el  Cardenal.  Fe- 
lipe 11  accedió  á  que  se  retirase  (15G4);  pero,  como  es  natural,  semejante  con- 
cesión no  resolvió  nada.  Después  de  mil  peripecias,  en  1566  los  protestantes 
se  levantaron  en  muchas  ciudades,  y  entrando  tumultuosamente  en  los  tem- 
plos, rompieron  las  imágenes  y  cometieron  todo  linaje  de  excesos.  Los  nobles 
ayudaron  á  la  Gobernadora  á  restablecer  el  orden;  pero  en  España  resonaron 
lúgubremente  aquellos  sucesos;  hiciéronse  funciones  de  desagravios  en  las 
iglesias  por  los  sacrilegios  perpetrados  en  Flandes,  se  predicaron  sermones 
terribles  contra  los  herejes,  y,  poco  enterada  la  gente  de  la  complejidad  de 
los  asuntos  que  se  ventilaban  en  los  Países  Bajos,  no  vio  en  lo  sucedido  sino 
una  conjuración  contra  la  Iglesia  y  contra  España,  en  que  entraban  todos  los 
flamencos  y  de  la  cual  era  cómplice  el  mismo  Gobierno  de  Margarita.  Resol- 
vió el  Rey  enviar  allá  al  gran  duque  de  Alba  con  un  ejército,  aunque  no 
habla  enemigos  en  armas,  para  investigar  las  causas  de  los  disturbios,  te- 
ner efectivamente  sometido  el  país,  aplicar  con  rigor  los  placarUs  y,  en  suma, 
ser  soberano  de  los  Países  Bajos  como  lo  era  de  España:  sin  oposición.  El 
Duque  llegó  (IZ  Agosto  1567I  á  Bruselas  con  su  ejército,  y,  conforme  á  las 
instrucciones  recibidas,  gobernó  autoritariamente;  detuvo  á  los  Condes  de 
Egmont  y  de  Horn,  jefes  de  la  Nobleza,  y  los  hizo  degollar  (5  Junio  1568),  así 
como  á  muchísimos  otros  comprometidos  en  los  disturbios  ó  simplemente  en 
la  oposición.  £1  barón  de  Montigny,  hermano  del  de  Horn,  detenido  en  Es- 


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378  BISTOdlA   DE  E&PAÑA 

paña,  fué  ejecutado  en  el  Alcázar  de  Segovia.  £1 
terror  reinó  en  los  Países  Bajos.  Naáit  se  atreve  d 
rechistar,  escribía  Albornoz,  secretario  del  duque 
de  Alba,  por  temor  de  que  se  le  tome  por  crwten  Usa 
majestatis.  Un  tribunal  especial,  llamado  Consejo  de 
¡as  turbulencias,  y  que  la  Historia  conoce  por  el  tri- 
iunal  de  ¡a  sangre,  fallaba  los  procesos,  y  los  ca- 
dalsos estaban  siempre  levantados  y  funcionando. 
£i  nombre  del  duque  de  Alea,  ha  escrito  en  nues- 
tros dfas  el  general  belga  Guillaume,  «sólo  evoca 
»hoy  el  implacable  rigor  de  su  gobierno:  parece 
•que  la  sangre  vertida  por  sus  órdenes  ha  borrado 
líos  títulos  que  su  gloriosa  carrera  militar  debía 
•  darle  al  respeto  y  admiración  de  la  posteridad. 
•Todo  el  mundo  sabe  que  por  su  mandato  roda- 
Doña  Isabel a.r.En«-  ^      j    cabezas  sobre  los  cadalsos;  pero  muy 

DIB,  eobemadora  de  los  ,  ,   ,  ,  ^  '  '^ { 

Países  Bajos  (de  Un  re-      •pocos  recuerdan  que  fué  aquel  Duque  el  mas  hábil, 
trato  pintado  por  Ru-      lilustre  y  afortunado  capitán  de  su  siglos  (i). 

bens,  en  1615).  pero  jg  nada  sirvió  tan  extraordinario  vigor. 

ürange  escapó  á  Alemania,  y  allí  oi^anizó  ejércitos 
para  invadir  los  Países  Bajos.  Los  protestantes  flamencos  emigraron  á  In- 
glaterra, y  los  más  audaces  se  dedicaron  á  la  piratería.  La  guerra  fué  in- 
acabable y  terrible.  Si  por  tierra  triunfaban  nuestros  tercios,  en  el  mar  y 
en  los  ríos  y  canales  la  victoria  era  de  loi  gueux  (mendigos).  Y  á  la  postre 
sucedió  que  el  dueño  del  mar  lo  fué  también  de  la  tierra.  El  duque  de 
Alba  tuvo  que  dejar  á  Flandes  (18  Diciembre  1573)  con  el  condado  de 
Holanda  ya  constituido  en  República  independiente.  Requesens,  que  le  su- 
cedió y  gobernó  de  1574  á  1576,  perdió  la  Zelanda.  Don  Juan  de  Austria 
(1576  á   1578)  quedó  reducido  á  la  provincia  de  Luxemburgo.  Alejandro 
Farnesio  consiguió  con  hábil  política  atraerse  á  los  católicos,  y  por  la  fuer- 
za de  las  armas  reconquistar  todo  lo  que  hoy  es  Bélgica  y  algo  del  actual 
reino  de  Holanda;  pero  el  condado  de  este  nombre  y  la  Zelanda  no  fueron 
nunca  sometidos,  aunque  Guillermo  de  Orange  fuese  asesinado  en  Delf  por 
un  fanático.  Desde  entonces  los  Países  Bajos  quedaron  divididos  en  los  dos 
Estados  que  aún  subsisten:  el  católico  del  Mediodía  y  el  protestante  del  Norte. 
Fué  causa  de  que  Farnesio  no  redujese  también  el  Norte  la  complicación 
de  aquella  guerra  con  las  civiles  de  Francia  y  con  la  intervención  en  Inglate- 
rra; es  decir,  con  la  lucha  general  contra  el  protes- 
tantismo europeo.  Dividida  Francia  entre  católicos 
y  protestantes,  Felipe  II  fué  el  protector  de  los  pri- 
meros, y  el  ejército  de  Farnesio  dejó  muchas  veces 
la  empresa  de  Flandes  para  pelear  á  orillas  del  Sena. 
Isabel  de  Inglaterra,  la  sucesora  de  María  Tudor, 
no  sólo  restauró  en  las  Islas  Británicas  el  protes- 
tantismo y  persiguió  cruelmente  á  los  católicos,  sino 
que  se  hizo  cabeza  de  las  naciones  protestantes,  y, 
por  tanto,  la  enemiga  por  antonomasia  de  Felipe  II. 
Soñó  éste  con  sentar  en  e!  trono  de  Francia  á  una  de 
sus  hijas  y  con  invadir  á  Inglaterra  y  establecer  alU 
la  religión  católica;  fracasó  en  uno  y  otro  intento: 
Enrique  IV,  rey  legitimo  de  Francia,  y  al  cual  se 

aecrelario  de  Felipe  11. 

(I)    Prólogo  á  la'dlüina  traducción  francesa  de  Mendoza.  {15J4-1611). 


D,g,t7cdb/COOgIC 


HISTORIA  DE  ESPAÑA 


379 


Santa  Teresa  de  Jesi 
(■5i5-'58a. 
«También  acaeció  le» 


(aba  dentro   del   c 
frarjuan  de  la  Misen 
nn  día  le  manda  qae  la 

biese  qaieta  j  se  deiasc 


cho  porque 
milde,  y  no  sinuo 
deseomodidad  y 
con  que  Tray  Juan 
taba  (qae  la  hacia 


Oponían  los  católicos  por  ser  protestante,  se  convir- 
tió, y  con  eso  fué  destruida  la  Liga  Católica  y  Fe- 
lipe II  quedó  fuera  de  juego  en  la  política  francesa. 
En  cuanto  á  Inglaterra,  la  armada  invencible  pereció 
por  los  temporales  y  por  la  superioridad  naval  de 
ingleses  y  holandeses;  tuvimos  á  estos  enemigos  en 
Cádiz  y  en  Lisboa,  y  cortándonos  el  camino  de  Amé- 
rica. La  paz  de  Vervins  (8  Febrero  1 598)  entre  Fran- 
cia y  España  fué  harto  menos  favorable  que  la  de 
Chateau  Cambresis,  y,  según  muchos  historiadores, 
marca  el  principio  de  nuestra  decadencia.  Desespe- 
rado de  poder  arreglar  la  cuestión  de  Flandes,  ab- 
dicó la  soberanía  de  los  Países  Bajos  en  su  hija  Isa- 
bel Clara  Eugenia,  casándola  con  el  archiduque  Al- 
berto,,y  constituyendo  á  estos  Principes  en  una  es- 
pecie de  gobernadores  perpetuos  y  hereditarios  bajo 
la  dependencia  ó  protección  de  la  Corona  de  Es- 
paña. 

Los  sucesos  interiores  de  un  reinado  tan  largo, 
aunque  no  correspondieron   en   importancia  á  los 
exteriores,  no    dejaron  de    ser   sonados.  Los  que 
más,  fueron:  la  implacable  persecución  inquisitorial 
contra  los  protestantes,  de  los  cuales  fueron  descu- 
biertos dos  focos  de  propaganda,  uno  en  Valladolid 
y  otro  en  Sevilla,  Por  sospechas  de  protestantismo 
se  formó  proceso  al  arzobispo  de  Toledo  fray  Barto- 
lomé de  Carranza.  La  reforma,  fundación  ó  introduc- 
ción en  España  de  varios  institutos  religiosos,  tales 
como  los  jesuítas,  que  en  este  tiempo  se  difundieron 
por  toda  la  Península  y  por  las  inmensas  posesiones 
ultramarinas  de  Portugal  y  de  España;  los  hospitala- 
rios de  San  Juan  de  Dios;  los  franciscanos  Descalzos 
6  de  San  Pedro  de  Alcántara,  y  sobre  todo  la  refor- 
ma del  Carmelo,  iniciada  y  dirigida  por  Santa  Teresa 
de  Jesús;  la  reclusión  y  causa  que  empezó  á  formar- 
se al  principe  Don  Carlos,  primogénito  del  Rey,  que 
era  un  joven  degenerado  con  propensiones  á  la  tira- 
nta más  brutal,  de  quien  los  enemigos  de  Felipe  II 
han  querido  hacer  un  héroe 
novelesco  enteramente  con- 
trario á  la  realidad;  y,  final- 
mente, el  proceso  de  Anto- 
nio Pérez  y  sus  consecuencias  políticas.  Pérez,  se- 
cretario del  Rey,  hizo  matar  por  unos  bravos  asala- 
riados á  Juan  de  Escobedo,  secretario  de  Don  Juan 
de  Austria:  se  defendió  alegando  que  el  Rey  le  habla 
dado  el  encargo  de  hacer  aquella  muerte  para  librar- 
se de  Escobedo,  que  aconsejaba  mal  á  Don  Juan  de 
Austria.  El  hecho,  á  pesar  de  haberse  escrito  tanto 
de  él,  y  por  eruditos  de  la  talla  de  Mignet  y  de  Hume, 
no  está  todavía  suficientemente  esclarecido;  lo  que 
Joan  de  Ejcobedo  ""  admite  duda  es  que  Pérez  era  hombre  de  tanto  ta- 

(t«n  157S).  lento  como  maldad;  huyó  de  Madrid  y  se  acogió  al 


mnjr  hu- 


mando; y  al  cabo  la  retrató 
mal,  porque  aunque  «ra 
pintor,  no  era  muy  primo, 

yasí  decía  la  madreteresa 
con  mucha  gracia:  «Dios 
Ete  lo  perdone,  fa'ay  Juan, 
oque  ya  que  me  pintaste, 
nme  has  pintado  ffayla- 
nganosa.B  Y  éste  es  el  re- 
trato que  agora  tenemos 
de  Ja  Madre,  que  bubüra- 
me  holgado  hubiera  sido 
más  al  vivo,  porque  tenía 


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380  HISTORIA  DE  ESPAÑA 


Justicia  de  Aragón,  comprometiendo  á  los  aragoneses  en  su  defensa.  Un 
ejército  mandado  por  D.  Alonso  de  Vainas  entró  en  Zaragoza,  y  el  joven 
justicia  D.  Juan  de  Lanuza  pereció  en  el  cadalso,  mientras  que  Pérez,  apro- 
vechando los  disturbios,  ganaba  la  frontera  de  Francia,  y  se  convertía  en 
agente  de  Enrique  IV  y  de  la  Corte  de  Inglaterra  contra  España,  revelando 
á  los  extranjeros  todas  las  flaquezas  de  nuestra  Monarquía  y  difamando  á 
Felipe  U  ante  ia  posteridad  con  sus  escritos,  á  los  cuales  no  cabe  negar  in- 
genio ni  mala  intención. 

109.  —  Difícil  es  trazar  una  semblanza  moral  de  Felipe  II.  Desde  niño 
fué  celosísimo  de  su  dignidad.  Como  entrara  un  día  en  su  cámara  el  carde- 
nal Tavera  en  ocasión  que  estaban  vistiéndole,  y  le  dijera  su  ayo  que  man- 
dara cubrirse  al  Cardenal,  tomó  su  gorra,  se  la  puso,  y 
dijo:  Ahora  podéis  poneros  el  éonete.  Cardenal.  Hablante 
educado  el  doctor  Silíceo,  que  fué  luego  arzobispo  de 
Toledo,  y  D.  Juan  de  Zúñiga.  Era  listo  para  el  estu- 
dio: sabía  el  latin  y  el  francés,  la  GeograHa,  la  Histo- 
ria y  las  Matemáticas,  siendo  muy  añcionado  al  arte 
de  construir,  y  en  general  á  todas  las  Bellas  Artes, 
hasta  el  punto  de  que  no  sólo  intervenía  con  sus 
arquitectos  en  la  construcción  de  El  Escorial,  sino 
que  se  dice  que  hizo  el  plano  de  algún  edificio.  Se 
refieren  algunas  anécdotas  de  su  niñez  que  revelan 
más  timidez  que  valor.  Dócilísimo  á  los  mandatos  de 
su  padre,  si  en  el  primer  viaje  por  Europa  se  hizo 
poco  grato  á  los  pueblos  del  Norte  por  su  gravedad 
castellana,  en  el  segundo,  siguiendo  los  consejos  de 
Carlos  V,  se  ganó  las  voluntades  de  los  alemanes  por 
su  franqueza  en  los  banquetes,  aunque  hablándoles  en 
latin  por  no  poseer  la  lengua  germánica.  Sin  embargo,  de  ordinario  era  grave, 
aunque  benévolo  con  los  que  le  hablaban,  oyendo  con  suma  atención  y  res- 
pondiendo con  palabras  muy  estudiadas  y  pocas,  acompañadas  de  una  ligera 
sonrisa.  Solía  hablar  tan  bajo,  que  Fourquevaulx,  embajador  de  Francia,  no  le 
entendió  nada  en  la  primera  audiencia.  Era  de  mediana  estatura,  ó,  según  al- 
gunos embajadores  venecianos,  más  bien  bajo,  manteniéndose  siempre  muy 
derecho;  ancha  su  frente,  los  ojos  vivos  y  azules,  las  facciones  regulares,  con  la 
mandíbula  saliente  característica  de  los  Austrias,  el  pelo  rubio;  tenía  un  aire 
majestuoso,  sobre  todo  en   los  actos  públicos,  que  realzaba  con  la  elegante 
sencillez  de  su  (raje  de  seda  negro  sin  nada  de  i:lata  ni  de  oro.  Aunque  se  con- 
servan de  él  magnificas  armaduras,  nunca  fué  soldado,  ni  siquiera  gustó  de 
los  torneos:  su  único  hecho  de  armas  fué  llegar  á  la  batalla  de  San  Quintín 
cuando  ya  estaba  concluida.  En  cambio,  no  ha  habido  rey  que  se  haya  apli- 
cado como  éste  al  despacho  de  los  negocios;  leía  por  sí  mismo  los  papeles 
que  le  presentaban  sus  secretarios,  los  dictámenes  y  consultas  de  sus  con- 
sejeros, y  todo  In  anotaba  marginalmente.  Había  tomado  de  su  padre  la  cos- 
tumbre de  deliberar  maduramente  las  cosas  antes  de  tomar  una  resolución; 
pero,  exagerándola,  difería  á  veces  meses  y  años  los  acuerdos.  No  tuvo  nunca 
primer  ministro,  y  le  agradaba  que  sus  consejeros  sostuvieran  opiniones  en- 
contradas para  conocer  de  este  modo  el  pro  y  el  contra  de  cada  negocio. 
Durante  muchos  años  el  duque  Alba  y  el  principe  de  Eboli  sostuvieron  sis- 
temáticamente en  su  Consejo  sistemas  contrarios  de  gobernar;  el  Duque  el 
de  la  energía,  y  el  Príncipe  el  de  las  negociaciones,  y  el  Rey  oía  á  uno  y  á 
otro,  tomando  en  ca^a  caso  el  partido  que  le  parecía  mejor.  Durante  el  man- 
do del  duque  de  Alba  en  Flandes  el  Rey  recibía  constantemente  cartas  de 


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HISTORIA.  DE   ESPAÑA  381 

Gran  vela,  á  la  sazón  virrey  de  Nápotes,  y  de  Zúüiga,  embajador  en  Roma,  crí- 
ticaado,  á  veces  acerbamente,  todo  lo  que  hacía  el  Duque  en  Flandes.  Jamás 
descubrió  á  ningún  consejero  lo  que  despachaba  con  otro,  ni  les  manifestó 
el  menor  disgusto  por  la  libertad  de  sus  informes:  lo  que  le  incomodaba 
era  que  faltasen  en  lo  más  mlaimo  á  la  sinceridad  en  la  exposición  de  los 
hechos. 

No  se  puede  desconocer  la  sinceridad  y  el  fervor  de  Felipe  II  en  sus 
creencias  religiosas,  ai  lo  profundamente  convencido  que  estaba  de  que  tenia 
CD  este  mundo  la  misión  providencial  de  sostener  la 
causa  católica  contra  el  protestantismo:  el  mismo 
San  Pin  V  se  lo  aseguraba,  diciendo  al  cardenal 
Granvela  que  era  él  la  sola  coliMnna  y  fundamento  de 
la  ráigión.  Esta  convicción  suya,  y  no  deseo  de  do- 
minación universal,  ni  aun  de  en&ancharsu  patrimo- 
nio heredirario,  fué  el  móvil  de  toda  su  política,  de 
su  implacable  rigor  con  los  protestantes  españoles  y 
flamencos,  de  su  severidad  en  los  Países  Bajos,  de 
su  intervención  en  Francia,  de  sus  tentativas  contra 
Inglaterra.  Concebíase  él  como  el  brazo  armado  de 
la  Iglesia  católica  ó  como  rey  David  del  pueblo  es- 
cogido de  la  Nueva  Alianza  para  reprimir  á  los  ca- 
naneos  y  demás  enemigos  de  Dios.  Esta  base  funda- 
mental de  su  conducta  no  quiere  decir  que  se  dejase 
gobernar  por  los  eclesiásticas:  lejos  de  eso,  sostuvo 
con  las  armas  sus  derechos  temporales  en  Italia  con-  r,      n-        ..       j 

_,,,,,       ri       II-         ir  ji  I'on  Diego  Hurtado 

tra  Paulo  IV,  y  fué  celosísimo  defensor  de  las  rega-  ¿^  Mendosa, 

lías  de  la  corona  en  lo  referente  á  presentación  de  Tomado  de  nn  gr«b«do  en 
obispos  y  regatm  exequátur,  si  bien  admitiendo  siem-  cobre  del  siglo  xvín,  hecho 
pre  que  las  disfrutaba  por  concesión  de  los  romanos  P'",^Vj^  según  un  letra- 
t,      ^-  1         L     ■   i_  .    j  u  1  to  al  óleo  de  familia. 

PontIfices,y  no  por  derecho  mheren te  a  SU  soberanía.  (1503-1575)- 

Tampoco  contradicen  la  sinceridad  de  sus  creen- 
cias las  flaquezas  de  la  carne  en  que  incurrió,  ni  actos  como  la  muerte  del 
príncipe  de  Orange,  en  que  obró  creyendo  equivocadamente  que  alcanzaban 
á  eso  sus  prerrogativas  de  soberano. 

En  conclusión,  Felipe  II  fué  un  político  que  enderezó  sus  acciones  á  un 
ideal  de  orden  moral,  cual  es  el  triunfo  de  la  causa  católica  en  el  muMdo, 
creyéndose  con  especial  misión  divina  para  tal  empresa,  que  tuvo  gran  en- 
tendimiento é  ilustración  y  procuró  acertar  en  todo,  aunque  no  siempre  lo 
lograse.  Dócil  en  su  juventud  á  la  palabra  y  después  á  la  memoria  de  su 
padre  el  Emperador,  trabajó  por  conservar  y  perfeccionar  la  obra  heredada; 
pero  su  inferioridad  respecto  de  su  padre  se  acredita  en  dos  cosas:  una, 
la  falta  de  espontaneidad,  originalidad  y  resolución  de  Carlos  V,  y  otra,  el 
no  ser  soldado,  sino  oficinista.  En  su  tiempo  decayeron  las  instituciones  mi- 
litares por  el  mero  hecho  de  no  progresar,  y  los  hombres  de  guerra  estaban 
descontentos,  doliéndose  de  que  el  Rey  prefería  á  los  letrados.  Aseguró  á 
España  la  paz  interior  y  procuró  la  prosperidad  nacional  con  medidas  útiles, 
como  la  codificación  de  todo  el  Derecho  vigente  (Nueva  Recopilación),  la  for- 
mación de  una  estadística  geográfica  completa,  la  canalización  del  Tajo,  etcé- 
tera, llegando  á  las  más  minuciosas  prescripciones  administrativas,  v.  gr.,  la 
de  que  hubiera  en  todos  los  Ayuntamientos  un  traje  de  boda  para  que  laf 
muchachas  pobres  se  casaran  decentemente  vestidas;  pero  en  conjunto  este 
reinado  tiene  para  el  historiador  de  España  un  gravísimo  defecto:  fué  el  úl- 
timo de  nuestra  grandeza. 


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38Z  HISTORIA  DE  ESPAÑA 

110.  —  La  literatura.  —  Con  el  reinado  de  los  Reyes  Católicos  empieza 
el  siglo  de  oro  de  nuestras  letras.  Doña  Isabel  era  humanista  y  letrada,  y  á 
,  su  imitación,  la  corte  y  los  grandes.  El  almirante  Enríquez  trajo  á  España  al 
siciliano  Lucio  Marineo  Sículo,  profesor  doce  años  en  Salamanca;  el  conde  de 
Tendilla,  á  Pedro  Mártir  de  Angleria,  maestro  de  toda  una  generación  de  la 
Grandeza;  la  Reina,  á  Antonio  y  Alejandro  Geraldino,  para  enseñar  á  los 
Principes.  De  1474  y  75  son  los  primeros  libros  impresos  de  que  consta  au- 
ténticamente que  lo  fueron  en  España.  Carlos  V  y  Felipe  II  no  fueron  me- 
nos aficionados  á  las  letras. 

Reinando  los  Reyes  Católicos,  los  historiadores,  v.  gr.,  Beraáidez  y  Her- 
nando del  Pulgar,  aún  son  cronistas,  pero  adoptando  progresivamente  las 
formas  clásicas,  proceso  que  llega  á  su  término  en  tiempo  de  Carlos  V,  en 
que  (tenemos  ya  historiadores  clásicos,  como  D.  Luis  de  Avila,  y  en  el  de 
Fehpe  II  con  el  Padre  Mariana  {1536-1624),  don 
Bernardino  de  Mendoza,  D.  Carlos  Coloma,  don 
Diego  Hurtado  de  Mendoza,  etc.  Como  prosistas 
de  diversos  géneros  deben  ser  recordados:  en  el 
epistolar,  la  misma  Reina  Católica,  Cristóbal  Co- 
lón, Cisneros,  el  Gran  Capitán,  Santa  Teresa  de 
Jesús,  etc.;  como  teólogos,  y  también  juristas, 
Francisco  Vitoria,  Melchor  Cano,  etc.;  como  filó- 
sofo, Luis  Vives;  como  jurisconsulto,  Palacio  Ru- 
bios; como  médico  y  escritor  amenísimo,  Francis- 
co López  de  Villalobos;  como  moralista  y  político, 
el  Padre  Pedro  de  Rivadeneira;  como  polígrafo. 
Arias  Montano. 

Escribiéronse  muchas  novelas,  algunas  de  las 
Padre  Juan  de  Mariana,  cuales  SOn  obras  maestras,  no  dentro  de  los  lími- 

tes de  nuestra  literatura,  sino  en  el  campo  de  la 
universal.  En  1 508  el  corregidor  de  Medina  del  Campo  Garci  Ordóñez  de  Mon- 
talván  publicó  el  Amadls  de  Gaitla,  refundición  y  ampliación  castellana  de 
una  fábula  más  antigua,  probablemente  de  origen  portugués,  y  de  la  que  se 
hicieron  muchísimas  imitaciones.  La  comedia  de  Calisto  y  Meliiea,  cono- 
cida por  La  CeUstina,  obra  maravillosa  de  observación,  estudio  de  caracteres 
y  estilo,  vio  la  luz  en  1499,  y  con  sucesivos  aumentos  en  1502  y  1526;  su 
autor  fué  el  bachiller  Fernando  de  Rojas,  judio  converso,  alcalde  de  Sala- 
manca. Jorge  de  Montemayor  inició,  imitando  La  Arcadia,  de  Sannázaro,  el 
género  pastoril  con  su  novela  La  Diana  (1558),  y  siguieron  esta  dirección: 
Gil  Polo  {OiuMa  enamorada,  1564);  Miguel  de  Cervantes  Saavedra,  principe 
de  los  ingenios  españoles,  bautizado  en  Alcalá  de  Henares  el  domingo  g  de 
Octubre  de  1547,  con  su  primera  novela  La  Gaiatea,  publicada  en  1584,  y 
Lope  de  Vega,  con  otra  Arcadia  que  apareció  en  1585.  El  género  picaresco 
también  es  iniciado  en  este  periodo  con  su  obra  maestra  y  fundamental,  £f 
Lazarillo  de  lormes,  de  que  no  se  conocen  ni  el  autor  ni  el  año  de  la  publi- 
cación, y  con  la  primera  parte  de  Guarnan  de  Alfarache  6  El  Picaro  (1599). 
Los  poetas  del  tiempo  de  los  Reyes  Católicos  fueron  fieles  continuado- 
res de  la  tradición  lírica  de  la  Edad  Media:  así,  el  coplero  Antón  de  Montoro, 
Gómez  Manrique,  Juan  Alvarez  Gato,  Jorge  Manrique,  autor  de  las  Coplas  d 
la  tmterte  del  maestre  de  Santiago  D.  Rodrigo  Manrique,  $u  padre,  elegía  in- 
comparable por  la  profundidad  y  alteza  de  los  pensamientos  y  por  la  majes- 
tad de  su  forma;  los  frailes  Fr.  Iñigo  de  Mendoza,  Fr.  Ambrosio  de  Monte- 
sinos, Juan  de  Padilla,  El  Cartujano,  Garci  Sánchez  de  Badajoz,  etc.  Reinando 
Carlos  V,  el  barcelonés  Juan  Boscá  Almugáver  (Boscán),  poeta  mediano,  fué 


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HISTORIA  DE  BSPAtlA  383 

ioviCado  por  el  embajador  italiano  Andrés  Navajero  á  escribir  versos  en  nuestra 
leDguaálamaneraitaliana;seguídoeIconsejo,  realizó  una  verdadera  revolución 
literaria,  cuyo  principal  representante  fué  Garcilaso  de  la  Vega  (1503-1536). 
Hubo  larga  contienda  entre  los  partidarios  de  la  innovación  y  los  apegados  á 
lo  antiguo:  entre  los  primeros  distinguióse  Gutierre  de  Cetina  (1520-1560),  y 
entre  los  segundos,  Cristóbal  de  Castillejo.  Triunfaron  los  toscuMistas  ó  inno- 
vadores. Fr.  Luis  de  León  (1528  (?)  1601)  llegó  á  la  perfección  clásica  en  sus 
traducciones  y  poesías  originales.  Fernando  de  Herrera  (1534-159;)  es  el  más 
famoso  representante  de  (a  escuela  sevillana.  Alonso  de  Erciila  (1533-1564), 
soldado  y  poeta,  que  peleaba  de  día  y  de  noche  escribía  en  su  tienda  de 
campaña,  escribió  nuestro  mejor  poema  épico- heroico:  La  AraMcana. 

La  literatura  religiosa  llegó  en  este  siglo  á  su  alto  punto  de  perfección. 
Baste  citar  los  nombres  de  Juan  de  Avila,  el  apóstol  de  Andalucía;  del  Padre 
Rívadeneira  {Jratado  de  la  tründación  y  vidas  de 
Sanios);  de  Fr.  Luis  de  Granada  {Libro  de  la  oraciÓM 
y  meditación.  Guia  de  Pecadores,  Memorial  de  la  vida 
cristiana,  Iratado  del  amor  de  Dios,  Símbolo  de  la  fe); 
San  Juan  de  la  Cruz  {Subida  al  Monie  Carmelo,  Noche 
obscura  del  alma.  Cántico  espiritual  entre  el  alma  y 
Cristo  y  La  llama  del  amor  divino);  Fr.  Luis  de  Leín 
{La  perfecta  casada  y  Los  nombres  de  Cristo),  y  Santa 
Teresa  de  Jesús  {Fundaciones,  /¿elaciones  espiritmales. 
Camino  de  perfección.  Moradas,  su  Vida,  Cartas). 

El  teatro  reducíase  al  comienzo  de  los  Reyes 
Católicos  á  los  Misterios  de  Navidad  y  Reyes,  que  se 
celebraban,  no  ya  dentro  de  los  templos  y  por  sacer- 
dotes, como  había  sido  hasta  el  siglo  xiv,  sino  en 
los  porches  ó  claustros  de  las  catedrales.  Juan  del 
Encina  (nacido  en  1469)  hizo  representar  autos,  unos 
de  asunto  religioso  {Si  Nacimiento  de  Jesñs,  etc.)  y  otros  profanos  (Auto  del 
Repelón,  etc.),  en  el  castillo  de  los  duques  de  Alba  y  otras  moradas  señoria- 
les: fué,  pues,  el  secularizador  ó,  mejor  dicho,  el  fundador  del  teatro  nacio- 
nal. Muchos  siguieron  el  camino  por  él  abierto:  Francisco  de  Madrid,  Lucas 
Fernández,  etc.,  sobre  todo  el  portugués  Gil  Vicente,  de  quien  conserva- 
mos 10  piezas  en  castellano,  17  en  portugués  y  15  bilingües.  Bartolomé  de  To- 
rres Naharro  publicó  en  Roma  la  Propaladia  (i  5 1 7),  colección  de  sus  obras, 
en  que  hay  ocho  comedias  y  un  prólogo  didáctico  sobre  la  manera  de  escri- 
birlas. Así  como  Encina  sacó  el  teatro  de  los  claustros  catedralicios,  Lope 
de  Rueda  lo  sacó  de  los  palacios  de  los  magnates,  convirtiéndolo  en  es- 
pectáculo popular  y  retribuido:  con  su  compañía,  de  que  era  primer  actor 
y  autor  {como  se  llamaba  entones  el  empresario),  iba  de  pueblo  en  pueblo  y 
representaba  en  los  corrales  ú  otros  sitios  cerrados.  Su  amigo  el  librero  va- 
lenciano Juan  deTimoneda  publicó  (1567)  sus  obras:  cuatro  comedias,  cuatro 
diált^os  y  siete  pasos  ó  piececitas  burlescas.  Rey  de  Artieda,  Cristóbal  de 
Virués,  Juan  de  la  Cueva  y  Cervantes,  fueron  perfeccionando  las  comedias; 
pero  quien  se  lUzá  con  el  cetro  de  la  monarquía  cómica  (frase  de  Cervantes)  fué 
Lope  Félix  de  Vega  Carpió,  nacido  en  Madrid  (25  Noviembre  1562)  de  pa- 
dres montañeses,  monstruo  de  la  Naturaleza,  tipo  representativo  del  españo- 
lismo de  su  época,  que  hizo  comedias  de  todas  clases,  y  en  todos  los  géneros 
triunfó.  En  1605  tenía  escritas  219  (i). 


«Reanmea  hlMArloo-crnloo  de  ■■  Literatura  eapaAola»,  por  D.  Ansel 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


384  HISTORIA   DE   ESPAÍ^A 

Las  Bellas  Artes.  —  Arptitectura.  —  El  estilo  gótico,  ha  dicho  Menéndez 
Pelayo  con  gráfica  y  belHsinia  frase,  murió  ahogado  bajo  una  lluvia  de  flores. 
Los  artistas  septentrionales,  de  que  ya  se  ha  tratado  (XIII-93),  fueron  los 
magos  que  lo  mataron  tan  poética  y  encantadoramente.  De  los  Colonias  ya 
se  habló.  Juan   Guas,  que  el  patriotismo  ha  querido  hacer  español,  aunque 
los  datos  conocidos  acusan  su  procedencia  ñamenca,  trabajó  con  Annequin 
de  Egas  en  la  Portada  de  los  Leones  de  la  Catedral  de  Toledo,  y  fué  el  arqui- 
tecto de  San  Juan  de  los  Reyes,  en  que  el  gótico  florido  se  combina  con  el 
mudejarismo,  y  donde,  como  bellamente  dice  Jksti,   <los  arabescos  de  la 
Alhambra  fueron  traducidos  á  las  formas  plásti- 
cas del  Cristianismo'.  Más  severo  y  grandioso  es 
Santo  Totnds,  de  Ávila  (1483-1493),  cuyo  arqui- 
tecto no  es  conocido.  Rientes  y  sobre  toda  pon- 
deración hermosas  son  las  catedrales  nueva  de 
Stdamanca  (de    1509  en  adelante)  y  de  Segovia 
(después  de  las  Comunidades),  ambas  de  estilo 
gótico  muy  atenuado,  influido  por  las  formas  clá- 
sicas que  iban  dominando.  Hfzose  el  plano  de  la 
primera  por  una  junta  de  maestros,  á  que  concu- 
rrieron los  más  insignes  de  la  época:  Antón  £^as, 
Alonso  de  Covarrubias,  Juan  de  Badajoz,  Juan  Gil 
de  Hontañón,  Juan  de  Álava,  Juan  de  Orozco, 
Juan  Tornero,  Rodrigo  de  Saravia  y  Juan  Campe- 
ro, quedando  de  maestro  Gil  de  Hontailón,  quien 
Juan  Gutts.  tra^ó  el  plano  y  dirigió  las  obras  de  la  segunda. 

■^"^  dl"o°  Re  M  "  ■'""''         í"^"  ^^  '^'^''^  '°  ^''"^  ^  ^"  "^^  ^^  '^  iglesiay  con- 
vento de  San  Esíeéan  (Salamanca), 
qof  «fsl  "en  Fi'c""iiu'dd  Mientras  el  estilo  gótico  concluía  con  estas 

Cristo  de  U  Columna  en  la       obras  maestras  su  gloriosa  carrera,  el  mudejaris- 
parroquia  de  San  justo,  mo  no  alcanzaba  menos  esplendor,  y  muestras 

(Toledo).  suyas  en  el  siglo  xvi  son  la  techumbre  de  madera 

de  la  Catedral  de  Teruel,  la  portada  de  la  Capilla 
de  la  Anunciación,  en  la  de  Sigüenza,  y  la  Casa  de  Piloto,  en  Sevilla. 

El  movimiento  general  del  arte  arquitectónico  era  hacia  la  restauración 
completa  de  las  formas  clásicas,  y  en  eso  consistía  el  Renacimiento;  pero 
hubo  un  largo,  fecundo  y  bellísimo  periodo  de  transición,  á  que  se  llama  estilo 
plateresco.  Este  nombre  se  ha  tomado  de  la  orfebrería,  porque  en  aquella 
época  insignes  orífices  y  plateros  construyeron  custodias  y  otras  piezas  desti- 
nadas al  culto,  en  que  remedaban  las  formas  arquitectónicas  con  profusión  de 
labrados.  Sin  embargo,  el  término  es  impropio:  i."  Porque  no  todas  las  obras 
arquitectóricas  del  período  de  transición  remedan  en  piedra  la  labor  afiligra- 
nada de  los  plateros.  3.°  Porque  las  del  gótico  florido,  que  no  son  platerescas 
en  el  sentido  de  representar  ¡a  transición  del  gótico  al  greco-romano,  lo  son, 
y  maravillosas,  en  ese  otro  de  remedar  las  obras  de  orífices  y  plateros.  Y  3." 
Porque  lejos  de  haber  inspirado  la  orfebrería  las  obras  arquitectónicas, 
recibió  la  inspiración  de  éstas.  El  alemán  Enrique  de  Arfe  (1470-1480),  es- 
tablecido desde  muy  joven  en  España,  cincelador  de  la  Custodia  de  la  Ca- 
tedral de  Toledo,  no  conoció  otro  estilo  que  el  gótico -florido;  su  hijo  An- 
tonio, autor  de  las  custodias  de  Santiago  y  Medina  de  Rioseco,  siguiendo  la 
corriente  del  tiempo,  abandonó  el  estilo  de  su  padre:  fué  plateresco  pro- 
piamente dicho;  y  el  nieto,  Juan  de  Arfe  y  Vülafañe,  constructor  de  las  cus- 
todias de  Ávila,  Falencia,  Burgo  de  Osma  y  Sevilla,  tan  severamente  clasi- 
cista  como  Herrera. 


,,  Google 


HISTORIA   DE  ESPAÑA  385 

Acomodándonos,  empero,  al  uSo  establecido,  llamamos  plateresco  al  estilo 
transitivo  del  gótico  al  greco-romano.  Empezaron  los  artistas  esta  transición 
construyendo  en  gótico,  pero  combinando  con  tal  estilo  formas  clásicas.  En- 
rique de  Egas,  hijo  de  Annequin,  y  probablemente  nacido  en  España,  cons- 
truyó de  este  modo  (de  1480  á  1492)  el  Colegio  de  Santa  Cruz,  en  Valladolid; 
en  1494  fué  nombrado  maestro  de-la  Catedral  de  Toledo,  donde  dejó  ei  reta- 
blo del  altar  mayor,  la  Capilla  mozárabe,  la  verja  de  la  de  San  Eugenio  y  la  Sala 
Capitular;  de  1494  á  1504  dirigió  el  Hospital  de  Santa  Cruz,  fundación  del 
Cardenal  Mendoza;  de  1501  á  1510,  el  Hospital  Real,  en  Santiago;  posterior- 
mente, el  Hospital  Real  de  Dementes,  en   Granada, 
donde  también  trazó  el  plano  primitivo  de  la  Cate- 
dral y  construyó  la  Capilla  Real.  Fernán  Ruiz  el  Viejo 
y  su  hijo  Fernán  Ruiz  el  Mozo  (de  1523  á  1600J  diri- 
gieron, en  el  mismo  estilo,  el  crucero  de  la  Catedral 
de  Córdoba. 

Los  artistas  dieron  un  paso  más,  y  prescindien- 
do de  los  cánones  góticos  y  sin  sujetarse  aún  á  los 
clásicos  mezclan  los  elementos  de  unos  y  de  otros 
con  los  mudejares,  alcanzando  á  fuerza  de  inventiva 
y  de  buen  gusto  las  más  bellas  y  encantadoras  com- 
binaciones. Éste  es  quizás  el  momento  más  feliz  de 
la  arquitectura  española.  A  él  pertenecen:  en  Sevilla, 
la  Sacristía  mayor  y  la  Capilla  Real,  de  la  Catedral, 
y  el  Ayuntamiento,  obras  de  Diego  Riaño,  Martin 
Gainza,  Hernán  Ruiz  y  Juan  de  Maeda;  en  Granada, 
el  MoHosierio  de  Jerónimos  y  el  portal  de  la  iglesia  de        ^  "juan"!  f^ 
Santa  Ana,  testimonios  del  genio  de  Diego  de  Siloe,       (Copla  de  nn  jabado  en 
el  cual  habla  dejado  en  Burgos  la  escalera  dorada,       maderi,  ejecnudo  por  él 
de  la  Catedral,  el  retablo  de  la  Capilla  de  Sania  Ana,  «iamo)  (1535-1602). 

y  los  sepulcros  del  Obispo  Acuña  y  de  Don  Diego  de 

Santander;  en  Osuna,  la  Universidad;  en  Jerez  y  Baeza,  las  Casas_  Consis- 
toriales; en  Übcda,  la  iglesia  de  Santa  María;  en  Plasencia,  la  fachada  Sur 
de  la  Catedral  y  la  Casa  de  las  Bóvedas;  en  Salamanca,  la  deliciosa  fachada 
de  la  Universidad,  las  Escuelas  menorts,  el  Colegio  del  Arzobispo,  el  Palacio  de 
Monterrey,  las  Casas  de  las  Conchas  y  de  las  Muertes;  en  León,  San  Marcos, 
obra  de  Juan  de  Badajoz;  y  en  Alcalá  de  Henares,  la  fachada  de  la  Universi- 
dad, construida  por  Rodrigo  Gil  de  Hontañón,  y  el  Palacio  Arzobispal,  espe- 
cialmente su  segundo  patio. 

Esta  espléndida  vegetación  de  adornos,  esta  confusión  encantadora  de 
estilos,  este  divagar  ensoñador  de  la  fantasía,  no  podía  durar  mucho  tiempo; 
y,  en  efecto,  muy  pronto  pasa  ese  segundo  momento  feliz  del  estilo  plate- 
resco, y  empieza  el  tercero  y  último  con  sus  grandiosos  monumentos,  ya 
greco-romanos  y  bastante  severos  en  su  ornamentación.  Es  el  período  del 
Alcázar  de  Carlos  V,  ert  la  Alhambra,  desgraciadamenie  sin  concluir,  hermosa 
concepción  de  Pedro  Machuca;  de  la  Catedral  de  Granada,  construida  con  la 
planta  de  la  de  Toledo,  pero  en  estilo  clásico  porimposición  de  los  Capiculares, 
que  hicieron  trazar  el  nuevo  plano  á  Diego  de  Siloe,  á  quien  se  atribuye  tam- 
bién, aunque  sin  fundamento,  el  de  la  de  Málaga,  el  de  las  de  Guadix  y  Jaén; 
finalmente,  el  de  Alonso  de  Covar rubias,' el  insigne  artista  toledano,  que  cierra 
el  ciclo  plateresco  con  sus  obras,  que  apenas  si  son  ya  platerescas,  como  la 
Capilla  de  los  Reyes  Nuevos  en  la  Catedral,  y  el  portal  y  el  patio  del  Alcázar, 
de  las  cuales  la  última  especialmente  es  un  prodigio  de  armonía,  de  gracia  y 
de  majestad. 
Salcedo,  Historia  de  EspaAA 


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386 


DE   BSFAÍJA 


Jnín  di  lleireta. 
Segando  arquitecto  del 
Monuterío  d«  El  Esco- 
rial {i530-«S97l- 


EsíUo  kerrerioHO. — Hablase  caminado  tiacia  la 
sevendad  clásica,  y  se  llegó  por  ñn  á  esa  meta.  Eso 
representa  el  estilo  kerreriano,  asf  denuminado  por 
Juan  de  Herrera  (1530-1597),  autor  del  Palacio  dt 
AranjutE  fqueniado  en  1660);  de  la  Lonja  de  Sevilla; 
de  la  fachada  meridional  del  Alcdtar  de  Toledo;  deí 
Pítente  de  Segovia,  en  Madrid,  y  continuador  de  ta 
obra  de  El  Escorial.  Quien  verdaderamente  inició  el 
estilo  kerreriano  fué  Francisco  de  Villalpando,  cods- 
tructor  de  la  magniñca  escalera  del  Alcázar  de  Tole- 
do. Le  siguió  Juan  Bautista  de  Toledo,  primer  arqui- 
tecto de  El  Escorial.  Este  grandioso  monumento  ñjó 
para  mucho  tiempo  el  gusto  arquitectónico  en  España. 
Escultura.  —  Análogo  movimiento  que  la  arqui- 
tectura siguió  la  escultura  en  este  periodo.  Al  comen- 
zar el  siglo  XVI  las  estatuas,  bajorrelieves  y  monu- 
mentos funerarios,  ó  se  encargaban  á  Italia,  ó  se  hacían  aquí  por  escultores 
italianos:  en  el  último  periodo  de  la  centuria  precedente  hablan  alternado  los 
italianos  con  artistas  septentrionales,  ó  españoles  educados  en  su  escuela.  Gil 
de  Siloe  hizo  los  sepulcros  del  infante  D.  Alfonso  y  de  Jttan  II  y  Doüa  Isaiel 
de  Portugal,  en  la  Cartuja  de  Miraflores;  el  florentino  Domingo  Alejandro 
Fancelll,  el  de  los  Reyes  Católicos,  en  Granada,  y  el  delprincife  Don  Jhoh,  en 
Santo  Tomás  de  Avila,  y  si  no  fué  él,  un  artista  de  su  escuela;  el  del  Tostado, 
en  la  Catedral  de  Avila.  Para  continuar  las  obras  de  Fancelli  {sepulcro  de  Cis- 
neros),  interrumpidas  por  la  muerte  del  escultor  florentino,  fué  llamado  et 
burgalés  Bartolomé  ürdóñez,  establecido  en  Barcelona  y  primer  nombre  in- 
signe español  que  suena  en  la  histnria  de  nuestra  escultura:  contemporáneos 
suyos  y  del  mismo  mérito  fueron  Damián  Forment  y  Diego  Morlanes.  Alonso 
Berruguete  (1480  {?)■  1561)  era  un  miguelangeiista  que  parecía  haberse  asimi- 
lado al  genio  de  su  maestro;  se  le  llamó  con  justicia  el  Mignel  Ángel  español. 
Rival  suyo  es  Gaspar  Becerra  (nació  1520  {}),  murió  de  1568  á  70J,  autor  del 
incomparable  retablo  de  la  Catedral  de  Astorga;  Juan  Juní,  al  que  se  tenia 
por  italiano  y  ahora  resulta  flamenco,  educado  en  Francia,  marca,  á  pesar  de 
ser  extranjero,  el  tránsito  del  clasicismo  italiano  al 
realismo  nacional  (murió  en  1 577):  por  su  camino  fue- 
ron Esteban  Jordán  y  otros;  las  imágenes  de  Juni  y 
Jordán  eran  ya  sacadas  en  las  procesiones  de  Sema- 
na Santa.  En  el  mismo  siglo  empezó  su  carrera  Mar- 
tínez Montañés,  el  gigante  de  la  escultura  realista- 
religiosa  española,  rama  de  la  estatuaria  universal 
que  nosotros  teníamos  en  poco,  ó  como  buena  no 
más  que  para  satisfacer  la  devoción  indocta  del  pue- 
blo, y  cuya  importancia  artística  nos  han  revelado 
los  críticos  extranjeros,  diciendo  uno  de  los  más 
,  autorizados  que  no  conocerá  la  historia  de  la  escul- 
tura quien  después  de  haber  estudiado  la  clásica  y 
|l  la  del  Renacimiento  italiano  no  estudie  la  religiosa 
espafkola  popular,  profundamente  realista  y  á  la  veí 
mística  y  dramática,  conmovedora,  sencilla  y  gran- 
diosa. 

Pintura.  —  Todos  nuestros  reyes  de  este  pe- 
ríodo fueron  entusiastas  por  las  Bellas  Artes,  y  es- 
pecialmente por  la  pintura.  Isabel  la  Católica  dejó  á 


El  gran  escuUor  Jus 

tfnez  Mantañ«s(i53o-i649). 

(Del   retrato  pintado  por 

Velázquei.) 


,,GoogIc 


HISTORIA   DE  ESPAÍ3A  387 

SU  muerte  una  coleccióa  de  4^0  cuadros.  Dun  Fernando,  tan  parsímoaioso  en 
sus  gastos,  tenia  p'nlor  de  cámara:  el  zaragozano  Pedro  de  Alponte;  Felipe  el 
Hermoso,  como  educado  en  Brujas,  tenia  las  mismas  afíciones.  y  en  España  su 
pintor  áulico  fué  Pedro  Berruguete,  el  padre  del  escultor.  Carlos  V  era  entu- 
siasta por  igual  de  los  artistas  flamencos  y  de  los  italianos:  de  Flandes  hi/,o 
venir  á  Juan  Cornelío  Bcrmeyen  para  pintar  los  cartones  de  la  Conquista  de 
Tines,  colección  de  tapices  que  aún  conserva  el  Patacin  Real,  y  al  gran  retra- 
tista Antonio  Muro;  de  Italia,  á  Giulio  Pippi  y  á  Julio  Romano.  Su  pintor  fa- 
vorito fué  el  Tiziano,  á  quien  dotó  espléndidamente,  y,  según  la  tradición, 
un  dia  recogió  el  pincel  que  retratándole  se  le  liabla  caldo  de  la  mano,  y  le 
dijo:  Bien  Merece  el  Tisiano  que  le  sirva  un  emperador.  Heredó  Felipe  H 
su  entusiasmo  por  el  Tiziano,  por  Muro,  y  en  general  por  la  pintura:  sus  pin- 
tores de  cámara  fueron  Alonso  Sánchez  Coello  (murió  en  1 5Q0),  Juan  Pantoja 
de  la  Cruz(i55i-t6o9)y  Felipede  Liaño,  que  vivió  hasta  1625.  Para  el  adorno 
de  El  Escorial  reclutó  muchos  pintores  en  Italia,  por  desdicha  medianos,  pues 
no  quiso  venir  Pablo  Veronés  y  no  los  habfa  mejo- 
res á  la  sazón,  alguno  de  los  cuales  —  Bartolomé 
Carduce!  —  se  quedó  en  España,  y  aquí  vivió  y  pintó 
su  sobrino  Vicente;  utilizó  también  con  el  mismo 
objeto  al  riojano  Juan  Fernández  Navarrete,  el  Mndo 
(1526-1579),  afortunada  imitador  del  Tiziano, 

Esta  protección  regia  contribuyó  eficazmente  al 
desenvolv  imiento  del  genio  pictóri  coespañol.  Ala 
imitación  flamenca,  característica  del  reinado  de  los 
Reyes  Católicos,  va  poco  á  poco  sucediendo  la  imi- 
tación italiana,  marcando  el  tránsito  de  una  á  otra 
Hernando  Yáñez  de  la  Almedina,  Alejo  Fernández, 
Juan  de  Borgoña  y  Francisco  de  Amberes,  á  pesar 
de  ser  uno  borgoñón  y  otro  flamenco,  Pedro  Berru- 
guete, Diego  Correa,  etc.,  y  la  influencia  exclusiva 
de  la  manera  italiaita  (manieristas),  Luis  de  Mora-     ¿"'''"^""í/'J  R'"'?,^ 

1         I      ■      j     ir  \j-  .1         m      ■       ,1  j  Dominico  Thtolocíipiili, 

les,  Luía  de  Vargas,  Vicente  Juan  Macip  (Juan  de        ,;  c„„  (1548-1614). 
Juanes)  y  Francisco  Rivalta,  los  cuatro  grandes  ar- 
tistas que  preparan  ó  inician  el  apogeo  de  la  pintura  española,  que  fué  en 
el  siglo  XVII.  Juanes  y  Rivalta  fueron  valencianos,  y  Vainas  de  Sevilla.  De 
Vainas  proceden  Arñán.Luis  Fernández,  Juan  de  las  Roelas.  Herrera  «/  Viejo, 
los  dos  Castillos  y  Francisco  Paciieco,  suegro  y  maestro  de  Velazqucz. 

Entre  los  pintores  que  vinieron  de  Italia,  probablemente  atraídos  por  la 
construcción  de  El  Escorial,  cuéntase  á  Domenico  Theotncópuli,  e  Oreco, 
natural  de  Candía  (Creta),  y  que  se  habla  formado  con  el  Tiziano  en  Venecia. 
A  Felipe  II  no  le  agradó  el  San  Mauricio  que  pintó  para  El  Escoridl,  y  él  esta- 
blecióse en  Toledo  alcanzando  gran  reputación.  Murió  el  7  de  Abril  de  1614. 
Su  mérito  ha  sido  muy  discutido,  llegando  algunos  á  suponer  que  estuvo  loco 
y  que  pintó  unos  cuadros  estando  cuerdo,  y  fueron  de  lo  mejor  que  se  ha 
hecho,  y  otros  estando  loco,  y  son  verdaderos  mamarrachos,  ó  que  padecía  un 
astigmatismo,  causa  de  su  especialisima  manera.  La  critica  moderna  ha  recti- 
ficado estas  especies,  considerando  como  profundas  genialidades  del  artista 
las  que  antea  se  tomaban  por  demencias,  y  encomia  al  Greco,  quizás  con  exce- 
so, viendo  en  él  el  prototipo  de  los  pintores  espiritualistas  y  místicos  y  el  que 
más  atinadamente  supo  retratar  en  sus  figuras  el  alma  española  del  siglo  xvi  (i) 

(i)  VéaBM  «Lm  Beilu  AtI«i  en  Bipafla»,  por  D.  Aof  el  Salcedo  BuU  (Caía  edi- 
torial Calleja). 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


XVI 

DECADENCIA  DE  ESPARA 

Ul.  Ide>  geneol  de  nuestra  decadencia.  —  111.  Causu  de  ésta^  causas  de  orden  religioso.  — 
111.  Desproporción  de  nuestras  fuerzas  con  nueslios  intentos.  — 114.  Pobreza.  —  US.  De- 
fectos del  caiicter  nacional.  —  iU.  Bellas  Letias  j  Bellas  ArtfS. 

111.  —  Con  el  nombre  comúo  de  decadetuia  de  España  compréndese 
todo  el  siglo  XVII,  ó  sea  los  tres  reinados  de  Felipe  111,  ['"ellpe  IV  y  Car- 
los II.  Imperó  el  primero  desde  13  de  Septiembre  de  1598  hasta  el  31  de 
Marzo  de  1621;  el  segundo,  desde  esta  fecha  al  17  de  Septiembre  de  1665, 
y  el  tercero,  hasta  i."  de  Noviembre  de  1700.  Reinrt  Felipe  111  de  los  vein- 
tiuno á  los  cuarenta  y  cuatro  añosi  Felipe  IV,  de  los  dieciséis  á  los  sesenta, 
/- --^  _  y  Carlos  H,  desde  los  cuatro  hasta 

ios  treinta  y  nueve,  dividiéndose  su 
reinado  en  dos  periodos:  el  de  mino- 
ría, en  que  gobernó  su  madre  Doña 
Mariana  de  Austria,  y  el  de  mayor 
edad,  en  que  gobernó  ¿I  ó  hizo  como 
que  gobernaba. 

Ninguno  de  estos  tres  monarcas 
tuvo  las  cualidades  dp  sus  insignes  an- 
tecesores Fernando  el  Católico,  Car- 
los V  y  Felipe  II.  En  los  tres  hay  que 
reconocer  buena  intención  ó  deseo 
de  acierto,  sincera  piedad  y  buenas 
costumbres,  sin  otro  reparo  en  este 
último  punto  que  Los  calaverescos 
amoríos  de  Felipe  IV,  el  de  más  viva 
imaginación  de  los  tres,  aunque  gus- 
tara más  de  usar  esta  facultad  en  de- 
portes literarios  y  entretenimientos 
y  ñosias  que  en  las  graves  tareas  del 
I  gobierno.  Incapaces  para  éstas  fue- 
ron realmente  el  abuelo,  el  hijo  y  el 
nieto,  por  falta  de  intelecto  propor- 
cionado asemejan  te  labor,  y, más  aún, 
Felipe  III.  por  faltarles  aquella  voluntad  ñrroe 


,,CoogIc 


HISTORIA  DB  ESPAÑA  389 

para  el  trabajo  que  mantenía  constantemente  á  Fer- 
nando el  Católico  en  la  ruda  tarea,  que  arrancaba  de 
sus  placeres  de  flamenco  á  Carlos  V  y  le  hacía  rcco- 
frer  tantas  veces  el  continente  europeo  y  parte  del 
africano,  á  caballo  6  en  litera,  despachando  siempre 
con  sus  consejeros  y  secretarios,  y  que  tenia  clavado 
en  su  oficina  á  Felipe  II  horas  y  horas  del  día  y  de  la 
noche.  Estos  descendientes  degenerados  de  hombres 
tan  activos,  criados  con  demasiado  mimo  y  exceso  de 
adulación,  se  cansaban  de  ver  papeles  de  Estado,  ma- 
reándose cuando  les  hablaban  mucho  tiempo  de  asun- 
tos complicados  y  heterogéneos;  y,  para  librarse  del 
entrar  y  salir  de  los  secretarios,  cada  uno  con  su  car- 
tapacio de  despachos  y  su  interminable  retahila  de 
negocios,  descargaron  el  peso  de  la  gobernación  en 
^nd^"a'Í'rRo?a*Twrcer      ""^  pcrsona  de  SU  confianza,  con  la  que  se  entendían, 
conde  j  primee  duque  de      y  «"*  *»"  los  secretarios  y  consejos:  á  estas  personas, 
LenA)  (t56aí-i6i5).         que  no  eran  precisamente  primeros  ministros,  sino  mi- 
nistros únicos,  los  intermediarios  entre  S.  M.  y  todo 
lo  demás  det  Estado,  es  á  las  que  se  llamó  validos  ó  privados,  y  hubo  en  esta 
época  una  serie  de  validos  paralela  á  la  de  monarcas,  todos  con  rasgos  co- 
munes en  su  ñsonomfa  política  y  en  el  desarrollo  de  su  acciñn;  todos  disfru- 
tando á  la  vez  de  la  real  privanza  con  los  honores,  adulaciones  y  gajes  con- 
siguientes, y  de  la  envidia  é  intrigas  de  sus  émulos  y  del  odio  del  pueblo,  el 
cual,  profundamente  monárquico  á  la  sazón  y  viendo  en  sus  reyes  algo  divi- 
no, atribufa  sistemáticamente  al  valido  todo  lo  malo  que  hacía  ó  consentía  el 
Gobierno  y  todas  las  desgracias  públicas  que  se  padecían.  El  régimen  auto- 
ritario entonces  vigente  no  consentía  que  esta  oposición  á  los  validos  fuera 
oficialmente  pública;  pero  se  ha- 
cia por  medio  de  pasquines  y  pa- 
peles anónimos,  impresos  ó  ma- 
nuscritos, y  por  un  terrible  pugi- 
lato de  intrigas  en  el  real  palacio, 
hasta  llegar  á  convencer  al  Monar- 
ca de  que  el  valido  era  mala  per- 
sona ó  de  que  abusaba  de  su  regia 
confianza:  entonces  el  Rey  solía 
enviarte  una  cédula  ó  carta,  suge- 
rida por  el  sucesor  en  el  valimien- 
to, concediéndote   permiso    para 
retirarse  á  su  casa,  como  él  había 
solicitado  lautas  veces,  retiro  que 
no  era  sino  la  forma  de  un  destie- 
rro, acompañado  del  desprecio  é 
insultos  de  los  que  antes  le  adu- 
laron. 

Tal  es  la  política  en  estos  rei- 
nados. Felipe  III,  de  quien  había 
dicho  su  padre:  me  temo  que  U  kan 
de  gobernar,  y  tan  sincero  y  pro- 
fundamente religioso  que  decía: 
no  sé  cómo  puede  acostarse  tran- 
quilo quien  ka  cometido  un  pecado  Felipe  IV. 


,,GoogIc 


3gO  HISTORIA   DE  ESPAÜA 

M(>r/ii/,  asegurando  Virgilio  Malvezzi,  con  relación  á  sus  confesores,  que  do 
habla  él  incurrido  en  ninguno  durante  su  vida,  tuvo  dos  validos:  el  Duque 
de  Lerma  durante  veinte  años,  y  el 
Uuque  de  Uceda,  hijo  del  anterior, 
el  resto  del  reinado.  Lenna  era  un 
gran  señor,  amigo  de  la  magnificen- 
cia, fundador  de  iglesias,  monasierios 
y  cátedras  en  las  Universidades,  y 
para  satisfacer  estos  gustos,  codicio- 
so ó  gran  allegador  de  dinero;  per- 
sona sin  mala  intención,  pero  fatuo, 
que  pasó  por  la  privanza  sin  perca- 
tarse de  la  grandeza  de  su  cometido  y 
■    ■        ■  '  ■     i.Uce- 


Ída  era  un  insignificante.  Felipe  IV, 
amigo  de  divertirle,  mantuvo  en  la 
privanza  durante  veintitrés  años  al 
Conde- Duque  de  Olivares,  sin  duda 
,  el  de  más  talento  de  esta  serie  de 
favoritos,  al  cual,  si  algo  le  falló  para 
■ser  el  hombre  de  Lsiado  que  ha  f>in- 
tado  Cánovas  del  Castillo,  le  sobró 
bastante  para  el  vulgar  oficinista  pin- 
tado por  D.  Francisco  Silvela.  Cafdo 
Olivares,  le  reemplazó  en  la  privanza 
D.  Luis  de  Haro,  que  valía  menos 
que  él.  Por  último,  los  favoritos,  tan- 
to de  la  regente  Dnña  Mariana  como 
del  degenerado  Carlos  II  ^  el  padre 
Nithard,  Valenzuela,  etc.,  —  ni  men- 
e  deben  en  una  historia  elemental;  la  única  figura  de  algún  lucimiento 
en  este  reinado  de  las  desdichas  fué  la  del  segundo  Don  Juan  de  Austria, 
al  que  quizás  sólo  le  faltó  teatro  para  hombrearse  con  el  primero. 


(t)     De  Cuantos  reimos  hizo  Velízquei  de  su  proteclo 

r  el  Conde-Duque  de  OlivaTei, 

todos  admiiablcs  como  suyos,  quizás  ninguno  es  de  tanta  (atn 

■j¡  como  íste,  á  pesar  de  perte- 

lal  y  porque  no  es  conocido  en 

EspaAn  — puei  se  halla  en  el  Museo  del  Ermilage,  en  San  Pet 

ersburgo  —  le  concedemos  ma- 

yor  Umaflo  que  á  los  demás  que  en  eslas  páginas  constituyen  1 

a  galería  de  personajes  ilustres. 

(ExpíicacUn  ái  la  lá«iina  XCl). 

HISTORIA  DEL  TRA]E.-Tr«)eiClvll«aTinllll>rfS  deltlglo  XVil.- 1.  Ainburero.  — Z.  Sol- 
dado de  los  tercios  de  Flandes.  —  3.  Enrique  Felipe  de  Onunin  d  JutlanlUo,  hijo  de  Dolia  Isabel  de  An- 
bets*,  amancebada  con  D.  F.  de  Valciicel.  Fuí  paje  del  arzobispo  de  Sevilla  y  despuh  pisá  i  Méjico.  Faé 
mendigo,  mozo  de  labranza,  y  estuvo  i  punto  de  ser  ahorcado;  volirld  i  Enropa,  y  tai  saldado  en  las  oimpa- 
nas  de  Flandes  i  Italia.  Vnelto  á  su  patria,  se  casd  con  Leonor  de  Uniueta,  dama  pibUta  di  la  eortt.  El 
Coade-Duque  le  adoptó  en  IbtO,  ledíA  el  nombre  de  Enrique  Felipe  deOuimán,  y  le  casd  con  Dofla  Juana 
Fernández  de  Velasco,  hija  del  condestable  de  Castilla.  La  gente  cantaba; 
.Soy  la  Casa  de  Velasco, 
que  de  nada  me  da  asca>. 
t*oco  después  cayd  el  Conde-Duque.  Julianlllo  luí  expulsado  de  la  corte,  y  su  mu|er  le  rehigid  en  un  con- 
vento. Tiene  en  la  mano  derecha  la  banda  de  Alcántara.  Retrato  atribuido  á  Veláiquez,  pero  que  se^ra- 
■nente  es  de  Carreflo.  —  4,  Armadura  ecuestre  de  guerra  de  Felipe  III.  —  S.  De  un  retrata  de  Felipe  IV  he- 
cho por  Velázquez,  existente  en  Londres. 


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HlSTORML   GRiÍFICA    DB  Lk   CIVILIZACIÓN  ESPAÜOLIL 


HUTORIA  DEL  TRAJC-Trajcs  clvOe*  ;  ■Ultarc*  del  ilclo  XVII. 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


392  HISTORIA  DE  ESPAÑA 

La  calda  de  España  en  estos  reinados  í\ié  tan  líipida  como  completa,  y 
en  cierto  modo  inesperada  é  inexplicable.  Con  razón  aplica  Macaulay  á  nues- 
tra patria  el  apostrofe  de  Millón  á  Lucifer:  'fCómo  has  caido  dtl  Cielo,  oh  Lu- 
cifer, hijo  de  la  ntañana?  jCómo  tú  en  el  abismo,  que  resplandecías  sobre  todos? 
Las  pérdidas  territoriales  fueron  enormes,  tanto  en  el  reinado  de  Feli- 
pe IV  como  en  el  de  Carlos  II;  pero,  con  ser  tan  grandes,  fueron  las  más  in- 
significantes. Aun  perdidos  el  Rosellón,  el  Franco  Condado,  todo  lo  que  hoy 
se  llama  la  Flandes  francesa,  la  isla  de  Jamaica,  y  lo  más  sensible  de  todo, 
que  fué  Portugal,  al  morir  Carlos  II  la  Monarquía  española  era  la  más  ex- 
tensa de  Europa.  Lo  sensible  es  la  falta  de  fuerza  que  esta  Monarquía  tan 
dilatada  llegó  á  tener.  La  Repú- 
blica  de   Holanda,  jirón    exiguo 
arrancado  de  tan  vasta  masa,  po- 
día más  que  nosotros;  y  no  hay 
que  hablar  de   Francia,  que  no 
sólo  nos  tomó  el  más  cumplido 
desquite  de  Pavía  y  San  Quintín, 
sino  que  ocupó  el  primer  puesto 
en  Europa,  reduciéndonos  al  pa- 
pel de  potencia  de  tercer  orden. 
Si  conservamos  la  mayor  parte  de 
Bélgica  y  las  posesiones  de  Italia, 
'  se  debió  á  la  adhesión  de  los  pue- 
blos á  la  Casa  de  Austria  y  á  los 
celos  que  á  las  demás  naciones 
infundía  el  engrandecimiento  de 
Francia:  se  llegó  á  que  los  mismos 
holandeses,  con  quienes  habíamos 
luchado  más  de  un  siglo  para  so- 
meterlos, tuvieron  que  irá  Bruse- 
las á  defender  los  Países  Bajos  ca- 
tólicos contra  Francia.  Durante  el 
reinado  de  Carlos  II  se  trataba  en 
los  Congresos  europeos  del  repar- 
Csrlos  n.  lo  de  la  Monarquía  española  con 

desvergüenza  harto  mayor  que 
después  se  ha  hecho  con  Turquía.  Y  no  es  de  maravillar,  si  se  tiene  en  cuenta 
que  un  soberano  como  Carlos  11,  en  cuyos  dominios  no  se  ponía  el  Sol,  no 
contaba  más  que  con  unos  seis  mil  soldados  mal  vestidos  por  todo  ejército, 
y  veinte  galeras  por  toda  marina. 

112.  —  Las  causas  de  esta  súbita  y  sorprendente  calda  constituyen  to- 
davía uno  de  los  temas  preferidos  por  los  filósofos  de  !a  Historia  y  por  los 
defensores  de  las  distintas  tendencias  religiosas,  sociales  y  políticas  para  el 
estudio  y  la  discusión.  Y  aunque  el  asunto  sea  tan  desagradable  para  nos- 
otros los  españoles,  no  puede  prescindirse  de  él  al  estudiar  nuestro  pasado. 
Expongamos  sucintamente  las  causas  que  generalmente  se  indican  como 
productoras  del  fenómeno,  sometiéndolas  á  un  breve  análisis. 

Causas  de  orden  religioso.  —  La  sociedad  española  de  los  siglos  xvi  y  xvii 
no  sólo  era  católica,  sino  que  el  catolicismo  constituía  el  fondo  moral  de  su 
unidad,  de  sus  leyes,  de  su  carácter  y  costumbres;  en  suma,  de  su  ser  colec- 
tivo. Hasta  en  el  lenguaje  vulgar  ha  quedado  impreso  el  odio  que  profesaban 
nuestros  mayores  á  la  herejía:  cara  de  hereje  significa  rostro  repulsivo;  hacer 
herejías,  crueldad;  estampa  de  la  herejía,  t\  colmo  de  lo  feo;  en  cambio,  caló- 


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HISTORIA   DB  ESPAÍlA  393 

lico  y  bueno  son  palabras  siaónimas.  Sancho  Panza, 
para  ponderar  la  excelencia  del  vino  que  le  dio  Tomé 
Cecial, exclama:  yCowí»  «■  Cíitó/íco/ Toda  nuestra  lite- 
ratura de  aquellos  siglos  respira  el  mismo  sentimien- 
to. El  aire  me  parece  que  corrompo  —  eücribla  Núñez 
de  Alba  —  en  tratar  de  tan  perversa  criatura  (Martin 
Lutero),  y  qiu  la  boca  me  ensucio  en  nombrarla.  La 
idea  de  que  las  guerras  que  sostenían  eran  esencial- 
mente relig  osas,  verdaderas  cruzadas,  estaba  arrai- 
gadísima  en  sus  corazones.  Uno,  antes  del  asalto  de 
Mastrique,  en  que  murió,  escribía  á  su  padre:  «Ce- 
>rrando  ésta,  tocan  apriesa  el  arma  para  que  se  dé 
>el  asalto.  A  mi  me  cabe  el  lugar  de  que  es  casi  ini- 
>posible  escapar  con  vida,  y  asi,  hago  cuenta  que 
■ésta  es  mi  testamen  to,  en  que  á  vuestra  merced  dejo 

•  poralbacea.  Consuélese  vuestra  merced,  que  aunque 

•  muero  con  sola  la  cruz  de  mi  espada  en  la  mano,  muero  por  la  cruz  de  nuestro 

•  Señor  Jesucristo,  y  espero  tener  más  honrado  entierro  en  et  foso  de  Mastrique 
•que  en  el  sepulcro  de  mis  padres  y  abuelos.  Muero  castigando  á  herejes  y  á 
>vasallos  de  mi  Rey  rebelados.  Y  asi,  confio  de  que  me  dará  Dios  su  glo- 

•  ria»  (i),  y  un  tratadista  militar,  resumiendo  el  sentir  de  la  gente  de  armas, 
decfa  en  ei  prólogo  de  su  libro:  'Hagamos  diligencia  para  que  en  nuestro 

•  oñcio,  matando  ^hiriendo,  enderecemos  nuestras  acciones  á  hacer  esto  en 

•  defensa  de  la  fe  de  nuestro  Señor  Jesucristo,  para  que  con  su  favor  y  en  su 

•  servicio  á  lanzadas  y  cuchilladas  ganemos  el  Cielo.  Amén»  (2).  El  teatro  na- 
cional expresaba  el  mismo  sentimiento: 

Sue  en  hallando 

■1  Pan  á  quien  los' ángeles  se  humillan, 
qae  le  pongo  Isi  piernas  como  á  (ero 
para  qae  siempre  de  rodillas  quedel 

Este  sentimiento  religiosa  tan  vehemente  y  batallador  inflamó  el  espí- 
ritu de  nuestros  guerreros,  de  nuestros  artistas,  de  nuestros  poetas  y  de 
nuestros  sabios;  fué  íl  ideal  de  la  raza,  y,  teniéndolo  en  cuenta,  se  ve  que 
al  decir  Felipe  II:  Más  quiero  perder  los  reinos  que  reinar  sobre  herejes,  no  ha- 
cia sino  expresar  el  sentir  de  la  nación:  cualquier 
español  en  su  puesto  hubiera  dicho  lo  mismo. 

Protestantes  y  racionalistas  atribuyen  á  este 
fervor  católico  de  los  reyes  y  del  pueblo  de  España 
la  parte  principal  en  la  decadencia;  pero  discurrien- 
do, no  á  lo  divino,  sino  á  lo  humano,  debemos  pen- 
sar: Primero,  que  en  los  siglos  xvi  y  xvii  las  cues- 
tiones religiosas  preocupaban  á  todos  los  espíritus 
lo  mismo  en  España  que  fuera  de  España:  tipos  re- 
lativamente escépticos,  como  Guillermo  de  Orange, 
fueron  rarísimos  en  aquel  tiempo.  Sí  exaltados  en  su 
fervor  católico  eran  los  españoles  de  aquella  época, 
no  menos  exaltadas  en  su  fervor  protestante  eran 
los  calvinistas  de  Holanda,  los  puritanos  de  Inglate- 

Ambrosio  de  Morales. 

Notable  historiador,  conti- 

naadoT   parcial  de   Zurita 

(i5"3-»S9i)- 


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394  HISTORIA   DE  ESPAÜA. 

rra  y  todas  aquellas  legiones  de  protestantes  de  to- 
das las  sectas  y  países  que  acudían  á  Flandes,  como 
á  una  cruzada  contra  lospa^ías,  á  combatirlos.  Se- 
gundo, que  si  bien  es  cierto  que  la  significación  ca- 
tólica nos  enemistó  con  los  protestantes,  no  lo  es 
menos  que  la  defensa  del  catolicismo  fué  la  unidad 
de  nuestro  Impeiiu,  y  que  si  por  católicos  nos  recha- 
zaban unos,  por  católicos  nos  amaban  ó  nos  soporta- 
ban otros,  á  pesar  de  la  diversidad  de  raza  y  de  las 
diferencias  políticas.  Siempre  se  dice  que  Hulandu 
se  rebeló  contra  nosotros  por  odio  á  la  religión  ca- 
tólica; pero  se  omite  que  Bélgica,  por  amura  esta 
religión  y  por  odio  al  protestantismo,  nos  permanc- 
Maleo  Alemán.  ció  fiel  hasta  lo  último.  Todo  induce  á  creer  que,  tal 

raoso''°uto"'*de''l?/í'-       como  estaban  los  ánimos  en  los  Países  Bajos,  ames 
care  Guvnánili  Aifara-       de  las  turbulencias  y  en  el  momento  de  la  pacifica- 
íhe.  Sevillano  ción  de  Flandes,  si  no  hubiese  habido  cuestión  reli- 

((1550-1609?)  giosa,  todo  aquel  país  habría  constituido  un  Estado 

con  Guillermo  de  Orange:  si  sobrevino  la  gran  aci- 
siÓH  entre  belgas  y  holandeses,  volviendo  los  primeros  á  reconocer  la  sobera- 
nía de  España,  efecto  fué  religioso;  ta  unidad  católica  mantuvo  la  unidad  de 
españoles  y  belgas,  y  por  lo  mismo  tuvimos  partidarios  en  Alemania  y  estuvi- 
mos á  punto  de  dominar  en  Francia,  donde  para  reinar  Enilque  IV  tuvo  antes 
que  oir  misa.  Y  tercero,  que  la  nación  que  heredó  nuestra  hegemonía  en 
Europa  no  fué  protestante,  sino  la  Francia  católica,  y  después  de  actos  de 
intolerancia  religiosa  como  la  Saint-Barthélémy,  las  Dtagonadas  y  la  Revo- 
cación del  edicto  de  Nantes. 

113.  —  El  señor  Cánovas  del  Castillo  (i)  ha  sostenido  con  copia  de  da- 
tos y  razones,  que  la  verdadera  causa  de  nuestra  decadencia  estuvo  en  la 
falta  de  pmporción  entre  la  riqueza  y  población  de  la  Península  y  el  impe- 
rio que  llegó  á  tener  en  Europa.  Éramos,  ha  repetido  el  señor  Cánovas,  de- 
masiado pocos  y  demasiado  pobres  para  poblar  /América  y  las  islas  de  Ocea- 
nla  y  para  dominar  en  Sicilia,  Ñápeles,  Milán  y  los  Países  Bajos,  Parece  in- 
discutible este  juicio,  fundado  en  largas  meditaciones  y  en  un  conocimiento 
exacto  de  nuestros  recursos  económicos:  sin  embargo,  nosotros  creemos  que 
eso  explica  perfectamente  la  pérdida  de  nuestro  Imperio  en  Europa,  y  hasta 
si  hubiéramos  perdido  América,  que  no  la  perdimos,  lo  explicarla  también; 
pero  no  explica  la  decadencia  profunda  de  nuestra  misma  Península,  la  pos- 
tración y  agotamiento  de  Castilla  y  de  las  demás  comarcas  españolas.  Para 
explicarla  serla  menester  que  hubiéramos  mandado  á  las  guerras  de  Flandes 
y  Alemania  la  masa  de  nuestra  población  masculina  y  de  nuestros  tesoros, 
y  esto  no  es  cierto;  el  mismo  señor  Cánovas  consigna  el  hecho  de  que  aun 
en  los  días  de  mayor  potencia  militar  no  llegaron  á  20.000  los  españoles  que 
guerreaban  fuera  de  España;  y  estos  20000  eran  en  su  mayor  parte  aventu- 
reros,  mozos  de  espuela  y  de  caballos,  oficiales  y  pastores,  labradores  y  la- 


(1)    Histeria  dt  ¡a  Cata  ae  Austria.  Estudios  sobre  el  reinado  de  Felipe  IV. 

^xfÜciiíién  lie  la  ¡amina  XCU). 

MneblM  de  los  ligios  XVI  t  XVII.  -  Bargueño,  siglo  XVI.  -  2.  Bargueño  del  siglo  } 
iviún  del  Marques  de  Cubas.  —  3.  Aiquíla  6  contador  español  de  madera  tallada,  siglo  XV 
n  guarnicidn  de  cuero,  siglo  xvtl. 


D,g,t7cdb/COOgIC 


HiSTOKM  Grífic*  db  la  CiviLiZACióH  EspaSou 


■  dehMtlfliwXVIyXVIl. 

D,g,t7cdb/COOgIC 


HISTORIA   DE  ESFAÍÍA 


cayos,  gente  pobre  que,  como  se  lee  en  el  Quijote, 
quería  mds  ienir  por  amo  y  por  seüor  al  Rty,  ji  ser- 
virle en  la  gnerra,  que  no  á  un  pelón  de  ¡a  corte,  y 
que  se  iba  cantando: 


dad  de  eslilo  que  ct 


■«(1561-1627). 


Es  indudable  que  más  ganaba  que  perdía  la  so- 

'  ciedad  española  con  que  esta  gente  se  marchara  de 

su  seno,  volviendo  algunos  en  mejor  posición  que  a! 

marcharse.  Y  en  cuanto  á  caudales,  es  pura  leyenda 

que  de  liispaña  salieran  para  mantener  las  guerras 

,   ,    ,   „,  .  lejanas.  Si  algo  salió,  es  de  lo  mucho  que  vino  de 

nial,  que  en  la   seeanda     Sido  un  gran  bien  que  todo 

época  cayó  en  los  deTecios  el  dinero  de  Indias  hubiese 
lomado  ese  camino,  porque 
harto  más  daño  nos  hizo  el 
que  aqui  se  quedó. 

114.  —  Todos  los  docu- 
mentos oñciales  de  la  épo- 
ca de  la  Casa  de  Austria,  lo  mismo  del  siglo  xvi  que 

del  XVII,  revelan  un  constante  apuro  en  el  erario 

público  para  satisfacer  las  necesidades  del  Estado. 

El  reinado  de  Felipe  II  es  un   continuo  lamento  en 

este  sentido:  en  el  de  Felipe  III  las  cosas  llegaron 

al  extremo,   y  se  recurrió  á  tan    ridiculo  recurso 

como  el  de  pedir  limosna  por  las  casas  para  el  Hey; 

es  decir,  á  una  suscripción  pública  como  las  que  han 

solido  abrirse  aun   en  nuestro  tiempo  con  ocasión 

de  guerras  6  de  alguna  otra  necesidad  muy  extraor- 
dinaria. Los  generales  y  gobernadores  de  las  provin 

cías  españolas  esparcidos  por  Europa  se  quejaban 

en  caBÍ  todos  sus  despachos  de  la  falta  de  dinero. 

<Á  qué  obedecía  tan  persistente  penuria?  Exami- 
nando les  documentos  oñ- 
ciales y  oficiosos  de  aquel  tiempo  con  cuidado  y 
desinterés  por  la  verdad,  como  lo  ha  hecho  D.  Fran- 
cisco de  Laiglesia  respecto  de  los  de  Carlos  V,  se 
llega  pronto  al  convencimiento  de  que  los  recursos 
ordinarios  y  extraordinarios  de  la  Corona,  como  en- 
tonces se  decia,  reducidos  á  las  alcabalas,  tercias  rea- 
les, rentas  de  los  maestrazgos,  servicios  votados  por 
las  Cortes  y  remesas  de  Indias,  fueron  insuficientes 
para  cubrir  los  gastos  públicos,  aun  administrados 
^  con  severidad  rayana  en  miseria;  pero,  asi  y  todo, 
la  causa  del  permanente  desastre  financiero  en  que 
se  vivió  hay  que  buscarla  en  dos  errores  fundamen- 
tales, de  que  participaban  en  aquella  época  tudas  los 
españoles,  altos  y  bajos,  sabios  é  ignorantes,  por  lo 
\  que  se  refiere  á  la  Hacienda  del  Estado:  uno,  el  pre- 
Arigón  (1566-1631).         .tender  ajustar  los  gastos  á  ingresos  fijados  de  ante- 


Lope Fílii  de  Vega  Carpía. 
El  más  grande  de  naeitros 
dramaturgo!  del  Siglo  de 
Oro,  coloso  de  la  escena 

«Monstmo  de  la  Nalurale- 

9»  le  llaman  sui  contem- 

porioeoí  (1562-1615). 


Bartolonit  Leonardo 
de  Aléensela. 
Inspirado  poeta  y  atildado   ^ 


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DB  ESPAÜA 


397 


mano  por  el  ciiterio  de  lo  que  se  podU  ó  se  creía 
poder  pagar,  y  no  buscar  para  las  necesidades  re- 
cursos proporcionados  para  satisfacerlas,  y  si  no  los 
había,  dejar  aquella  necesidad  sin  cubrir.  Hoy  todos 
los  Estados  antes  de  acometer,  v.  gr.,  una  guerra 
examinan  to  que  ha  de  costar  aproximadamente, 
fijan  un  presupuesto,  que  cubren  por  medio  de  em- 
préstitos 6  de  otra  manera,  y  asf,  aunque  á  la  larga 
se  arruinen  si  los  gastos  son  en  realidad  excesivos 
para  las  fuerzas  económicas  nacionales,  nunca  llega 
la  ruina,  ni  menos  el  apuro  momentáneo,  al  extremo 
de  los  siglos  XVI  y  xvii,  en  que  se  emprendían  gue- 
rras sin  tener  idea  de  lo  que  ibin  á  costar  ni  de 
dónde  había  de  sacarse  para  pagarlo.  El  otro  error 
era  la  antipatía  invencible  á  la  deuda  perpetua  ó  á 
lar^o  plazo.  Había  ya  enton- 
ces las  dos  clases  de  Deuda 
pública  que  al  presente:  la 
perpetua  estaba  constituida 
por  los  juros  ptrpituos,  i  ai 
quitar  i  de  por  vida,  é  de 
mercedes,  y  la  flotante  ó  del  Tesoro  se  llamaba  deu- 
da de  contaduría.  Pues  bien;  las  Cortes  oponíanse 
sistemática  y  tenazmente  al  crecimiento  de  los  juros, 
considerando  como  un  mal  gravísimo  el  aumento  de 
la  cantidad  ñja  para  pagarlos  anualmente:  todo  lo  fa- 
cilitado a]  Tesoro  tenía  que  ser  deuda  de  contaduría 
pagadera  en  seguida;  y  cualquiera  que  sepa  lo  que 
es  la  Hacienda  comprenderá  cómo  debían  de  andar 
aquellos  contadores  con  una  carga  abrumadora, cre- 
ciente siempre  y  siempre  apremiando,  constante- 


Fr«7  Gabriel  Télleí 
(Tirso  de  Molin»). 
Teólogo    insieoe    y    gran 
poelR  dramáUco,  de  inge^ 
nioregocijsdo,  fresco  y  hu- 
mano. MadrileBo.  So  Bur- 
lador de  Sevilla  creó  el  tipo 
uoiTcnal  de)  D.  Juan 
(1571-1648). 


Pedro  Pablo  Rabeni. 

Admirable  piolor;  prlnci¡ 

de  la  Escuela  flameno-U 

¡ó  machos  7  moy  Tamos 

cuadros  (1577-1640). 


te  perseguidos  por  1 
vales  y  recibos  que  no  les 
dejaban  respirar.  Si  paga- 
ban —  al  menos  en  pane, 
pues  en  total  era  imposible,  —  se  quedaban  sin  un 
ducado  para  satisfacer  las  obligaciones  corrientes;  si 
no  pagaban,  las  quejas  de  los  acreedores  atronaban 
el  reino  y  se  perdia  totalmente  el  crédito.  Así,  ha- 
biendo rentas,  aunque  no  holgadas,  no  lucían,  y  lo 
frecuente  era  no  tener  un  maravedí  para  nada.  Bien 
es  verdad  que  á  la  sazón  en  todas  las  naciones  se  se- 
guía más  ó  menos  un  sistema  ó  una  falta  de  sistema 
semejante  al  nuestro;  pero  los  holandeses,  al  consti- 
tuirse en  república  independiente,  acertaron  á  crear 
sobre  la  base  del  gobierno  municipal  de  sus  ciudades, 
regidas  por  burgueses  que  eran  comerciantes  en 
grande  escala,  una  verdadera  hacienda  nacional  per- 
fectamente acomodada  á  la  necesidad  que  se  habían 
impuesto  de  resistirnos,  y  Holanda,  administrada 
como  una  buena  casa  de  comercio,  pudo  más  que  Es- 
paña, á  pesar  del  inmenso  territorio  de  ésta.  Des- 
pués Suliy  y  Colbert  administraron  bien  á  Francia, 


ube  de  poseedores  de 


Celebéti 


ico  Gómeide 
lo  y  Villegas. 

,  historiador,  fi- 
lósofo, poKiico,  Dovelista. 
Es  una  de  íai  más  grandei 
figuras  de  lu  tiempo 
(1580-1654). 


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39» 


HISTOXIA   DE  ESPAÑA 


idominó,  mientras  que  nos- 
donamos  el  desbarajuste  has- 
ienio  de  ta  Casa  de  Borbón, 
de  fuera  lo  que  aqui  no  habla- 
ear. 

qae  faltasen  recursos  en  la 
nos  que  A  principios  del  si- 
cinco  casas  con  reata  anual  de 
iravedis,  una  con  20.625.000, 
50.000,  dos  con   15.000.000, 
j5o.of>o,  tres  con  9.375.000, 
X).ooo  y  cincuenta  y  cinco  tí- 
itidad  inferior,  pero  también 
rabie;  que  el  Arzobispo  de 
30.000.000  al  año;  el  de  Se- 
000;  el   Príor  de   San  Juan, 
>.  Las  familias  bien  acomoda- 
n  en  todas  las  ciases  y  regió- 
lo general,  aun  en  los  pobres, 
^líco  que  ahora  se  quiere  ver 
fuente  de  información  la  lite- 
,ca.  Sancho  Panza  era  propie- 
en  pequeño  (2),  y  él  mismo 
le  gastaba  en  su  alimentación 
ivedis  diarios  (3),  que  no  era 
ra  un  pobre  lugareño,  costan- 
nces  en  Madriij  14  maravedís 
de  carnero  y  12  la  de  vaca  (4). 
I  inmortal  de  Cervantes,  que 
fectamente  refleja  el  estado 
social  de  aquel  tiempo  (5), 
nos  presenta  un  cuadro  de 
bienestar  quizás  superior  al 
de  la  época  presente,  y  har- 
to  distinto   del    que  ahora 
suele  pintarse  como  retrato 
de  la  Espafia  de  los  Austrias, 
y,  álasazón, el  español,  aven- 
turero de  suyo,  no  se  rCHg- 
naba  con  tanta  facilidad  co- 
tí)   Lacio  Mirineo   Sfcnio. 
(Libre  di  íai  cesas  uiturnTObUt  it 
Eifañn}. 

(1)  ...  iJ  á  goiemar  VMtitra 
Ciiia  y  á  ¡airar  vtuslres  ptgaiarts, 
y  dejaos  de  frittndir  inxuUs  ni  im- 
sulíi  ( Don  Qaijott,  segunda  parte 
Cap.  h). 

(3)  Idera.primera  parle.  Ca- 
pitulo XXIK. 

(4)  Lope  de  Vega  ( Deríttdl 

(5)  ExtaJ,  ,KÚl  fmt  rr>E» 
el  Quijete,  por  An^  Salcedo. 
Obra  premiada  pnr  ta  Academia 
de  Ciencia*  Morales  j  Politicai. 


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HISTORIA  DB  ESPaAA 


399 


mo  muchos  ahora  á  la  miseria,  sino  que  se  iba  re- 
sueltamente á  correr  mundo,  ora  á  América,  ora  á  las 
guerras  de  Europa.  De  América  volvían  bastantes 
con  capital,  que  situaban  en  juros  (papel  de  Estado), 
ó  más  usualmente  en  censos  sobre  la  propiedad  in- 
mueble, naciendo  asi  la  clase  de  los  rentistas,  que  con 
la  nube  de  beneficiados  eclesiásticos  y  de  los  mayo- 
razgos constituyó  pronto  una  masa  imponente  de 
gentes  que  vivían  sin  trabajar,  comentando  en  los 
corrillos  callejeros,  en  las  tertulias  de  los  conventos, 
colas  casas  de  cimversación{i),%'eTmcn  délos  futuros 
casinos,  ü  rta  las  botillerías  las  nuevas  de  Flandes  ó 
cualquier  linaje  de  bagatelas,  no  descuidando,  por 
supuesto,  el  murmurar  del  valido  en  auge  y  de  todas 

las  personas  de  viso.  Recur-       Aator.'enUeotru' obras,  de 
sos  habla;  mas  el  privilegio      J'Ua  de  un  principt  poUtics 
mayor  de  la  Nobleza  era  no         cnsUano  ((584-1648). 
contribuir  al    Estado  sino 

con  sus  personas,  que  en  los  siglos  xv  y  xvi  hablan 
sido  efectivamente  de  mucha  utilidad  social,  pero 
que  en  el  xvji  no  tenían  ninguna,  y  los  fueros  regio- 
nales consistían  también  en  no  pagar:  de  suerte  que 
los  pecheros  de  Castilla  eran,  en  resumidas  cuentas, 
:  los  que  llevaban  sobre  sus  hombros  toda  la  máquina 
de  la  Monarquía.  Con  razón  regateaban  loa  procura- 
dores en  las  Cortes  basta  el  última  maravedí,  porque 
aquello  era  injustísimo,  y  además  insuficiente. 

115.—  Pero  esta  organización  tan  defectuosa  del 
Estado  no  era  sino  una  consecuencia  df|  modo  de  ser 
social,  así  como  este  modo  de  ser  lo  era  de  una  mul- 
titud de  malas  cualidades  y  defectos  en  el  carácter 
individual  de  los  españoles  de  entonces.  Pasaron  ya 
los  tiempos  en  que  se  atribuían  sistemáticamente  á 
los  Gobiernos  y  á  las  constituciones  políticas  todos 
los  males  sociales:  por  regla  general  un  buen  Go- 
bierno es  factor  indispensable  de  la  prosperidad  y 
grandeza  públicas;  mas  no  es  posible  un  Gobierno 
bueno  si  la  sociedad  no  está  preparada  y  dispuesta 
para  dejarse  gobernar  bien.   Los  Reyes  Católicos 
hicieron  muchísimo  gobernando  acertada  y  enérgi- 
camente; pero  hacía  más  de  un  siglo  que  se  venia 
suspirando  en  Espaila  por  un  Gobierno  de  esa  índo- 
le, y  la  masa  social  apoyó  con  entusiasmo  y  cooperó 
activa  y  eficazmente  á  la  obra  de  los  Reyes.  Desde 
la  segunda  mitad  del  siglo  xvi  en  adelante  los  espa-  \ 
itoles  fueron  muy  otros  que  anteriormente:  tenían, 
es  cierto,  las  mismas  virtudes  y  los  mismos  vicios 
que  antes;  sin  embargo,  las  virtudes  hablan  mengua- 
do y  los  vicios  crecido.  josé  Ribera  ti  EsfaÜolítü. 

Nada  más  hermoso  que  su  fe  religiosa.  Esta  fe      Célebre  pintor,  de  Jáiíba, 
producía  maravillas  de  santidad  en  las  almas  privi-      discípulo  de  C«r«v>ggio, 

notable  especialmente  pot 

la  ¡nlensidnd  dramálica  de 

(t)    Zabaleta  (Diadefittta  en  Madrid).  todkssas  obras(l5S&-l^). 


FiaDcisCO  de  Moneada 

Notable  cioaUta,  autor 

Ejrfedición  di  catalanes 

aragentsts  contra  turcos 

gritges  (1586-16351- 


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400 


HISTORIA   DE  ESPARA 


legiadas,  heroísmos  incomparables  en  los  campos  de 
batalla,  obras  maestras  en  la  poesía  y  Bellas  Artes  y 
un  estado  general  de  costumbres  puras,  en  que  el 
respeto  á  la  patria  potestad,  et  sentimiento  de  la 
honra  basada  en  la  castidad  de  las  mujeres  de  la 
familia  —  esposas,  hijas  y  hermanas, —  el  respeto  ca- 
balleresco A  las  damas  y  otras  muchas  virtudes  pú- 
blicas y  privadas  brillaban  como  astros  de  primera 
magnitud;  pero  equivocariase  quien  sólo  viera  la  me- 
dalla por  este  lado.  Por  desgracia,  el  oro  purísimo 
del  fervor  religioso  iba  mezclado  con  muchísima  es- 
coria. Escoria  era,  y  del  peor  género,  la  cerní  into- 
lerancia, no  con  la  inñdelidad  y  la  herejía,  sino  con  el 
inñel  y  el  hereje;  más  aún,  con  el  qué  había  tenido  la 
desgracia  de  un  antepasa- 
do judío,  moro  ó  protes- 
tante.   ¡Y    qué    tremendo 
era  ese  odio,  y  cómo  se 
unía  á    la  natural  dureza 
de  nuestra  razal  [Y  á  qué 
alardes  llegaba,  que  hubie- 
ran sido  ridiculos  á  no  ser 
tan  crueles)  Contra  ct  espíritu  del  Evangelio,  admi- 
tieron nuestros  católicos  antepasados  dos  clases  de 
cristianos:  viejos  y  nuevos.  Para  ser  cristiano  viejo 
bastaba  legalmente  con  que  hubieran  sido  cristia- 
nos los  cuatro  primeros  ascendientes;  pero  en  la 
práctica  se  hilaba  tan  delgado,  que  si  se  descubría 
de  alguno  bisabuelo  ó  tatarabuelo,  y  hasta  pariente 
colateral,  que  hubiera  sido  moro  ó  judio,  ya  se  íé 
miraba  con  prevención  ó  con  nota  infamante.  ¡Qué 
tristeza  infunden  las  amarguras  y  humillaciones  que 


Alonio  Sánchez  Coello. 

Admirable  pintor  de  cá- 

inuB  de  Felipe  II  i  in- 

siene  relratista 

fiSI5-i59o). 


se  hicieron  sufrir  á  los  i 


Diego  Rodrignei  de  SUti 

y  VeiUquez. 
•X  más  (¡raDiic  pintor  tealii- 
a  quG  ha  habido  en  el  man- 
ió. Entre  sus  obras,  todas 
naravil  losas,  se  deslaca  ese 
te  que  se  llama 
>™m/(i589-i66o). 


Francisco  Zurbar 
Famoso  pintor,  de  ti 
talento  ¡r  gran  coi 
que  lopo  expresar 


'H/esos  y  cristianos  nuevosl 
Los  hubo  ilustres  por  la 
santidad  y  por  el  talento; 
pero  de  nada  les  valió: 
siempre  tuvieron  la  fea  no- 
ta, y  eran  excluidos  de  los  cabildos,  concejos,  her- 
mandades y  gremios,  y  hasta  —  ¡qué  horror  y  qué 
ridiculez!  —  de  tas  Ordenes  mendicantes.  Escoria 
unida  también  al  oro  de  las  creencias  religiosas  eran 
el  sobrenaturalismo  exagerado,  la  beatería  y  mila- 
grería aparatosas  y  muchas  veces  ficticias,  la  seudo- 
mfstica,  las  penitencias  crueles,  y  algunas  repugnan- 
tes, como  la  de  azotarse  por  las  calles  y  en  las  igle- 
sias, de  que  todavía  se  burlaba  el  padre  Isla  en  su 
/Víy  Gerundio  de  Camfazas,  etc. 

Esta  exaj^eración  y  corrupciones  del  fervor  reli- 
gioso hermanábanse  con  la  manfa  nobiliaria  llevada 
al  extremo  más  deplorable.  Quien  no  tenía  antepa- 
sados ilustres  (hidalgos)  no  hacía  en  el  mundo  sino, 
según  la  terrible  expresión  del  Quijote,  acrtctiUar  ti 
número  de  los  nacidos.  Al  plebeyo  ó  de  obscuro  linaje 


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HISTORIA  DE  ESPAÑA 


401 


obrai  mautras  ion  Et  Cri- 
tícin.  El  Herm  y  El  Dis- 
crílo,  tradacidas  i  todoi 
los  idiomai  (160I-165S}. 


se  le  consideraba  incapaz  de  toda  acción  generosa, 
de  ser  buen  soldado,  basta  de  valor  personal.  Zaba- 
leta  nos  pinta  al  linajudo  que  se  pasa  toda  ta  noche 
'Soñando  con  que  un  gran  señor  prueba  que  des- 
•ciende  de  su  casa  para  pretender  un  hábito;  que 
•antes  de  ponerse  la  golilla  abre  un  nobiliario  y  va 
•mirando  su  genealogía*;  que  dice  á  su  amigo  «que 
•no  sabe  cómo  la  gente  común  no  se  muere  de  pe- 
•sadumbre  de  serlo,  viendo  el  poco  caso  que  hace 
>de  ella  la  Nobleza  y  la  reverencia  que  ella  á  la  No- 

•  bleza  debo;  que  al  ver  pasar  por  la  calle  á  un 
joven  bien  vestido,  murmura  con  fruición:  «bien  veis 
>qu¿  entonado  va  y  qué  aliñado,  pues  no  tiene  más 
>de  un  cuarto  de  judio:  su  abuelo  materno  andaba 

•en   Salonique   con   tocas;  Baliuar  üiadin. 

•  queen  la  iglesia  entra  muy  luigae  leúlogo,  fidtolo  j 
•entonado  y  corresponded  liieraio  ncagonÉí,  de  i« 
.las  cortesías  que  le  hacen  í".-"?""'..^'.  ^"^i:  ^'" 
•los  menores  con  menores 

•  cortesías;  desdéñase  del 
•lado  del  humilde,  y  si  no 
>se  puede  apaitar,  le  desvía 

■  de  su  lado.;  que  durante  la  misa  en  lo  que  principal- 
mente se  fija  «es  en  et  escudo  de  armas  del  patrón 
•de  la  capilla:  pásase  en  esto  muy  grao  rato;  levan- 

•  tanse  todos  al  evangelio,  y  dícele  á  su  compañero: 

•  Este  escudo  tiene  algunas  cosas  honradas  y  otras 

•  trabajosas».  Prosigue  di- 
ciendo:   «Aquellos   dos 

•  cuarteles  le  vienen  legl- 

•  timamente;  pero  aquel 
>de  tal  linaje,  que  es  el 

•  mejor,  le  tiene  por  bas- 

•  tardiai;  y  que  acabada  la 
misa  alza  los  ojos  y  ve  col- 
gados en  una  pared  unos 

lienzos  con  unos  letreros  que  vulgarmente  llaman 

los  sambenitos,  donde  están  escritos  los  nombres  1 

y  las  culpas  de  algunos  que  ha  castigado  la  Inqui- 
sición, y  púnese  á  leerlos  muy  despacio. . ,  con  la 
intención  de  tejer  sobre  la  certidumbre  de  una 
falta  conocida  la  máquina  de  otras  afrentas  que 
mancillan  honras  que  están  sin  culpa.  Don  Juan  de 
Zabaleta  encuentra  mal  esta  invención  del  linajuda: 
en  la  lectura  de  los  sambenitos  otra  cosa  fuera  si  ^ 

tas  leyese  para  lo  que  están  puestos:  «para  huir  de  Gregono  Heniiadtz. 

.la  culpa  con  el  horror  de  ta  pena,  y  para  conocer     ^Z^'f/'^í^uia  Á"ZoÍ 
>la  sangre  délos  vecinos  de  la  República  y  no  mez-      ValladoUd,  en  dondi  floriHi 

•  ciarse  con  ella  en  los  casamientos  suyos  ni  de  su 
•familia. . 

Las  corrupciones  del  sentimiento  religioso  y 
la  manía  nobiliaria  eran  indudablemente  efectos  de 
una  soberbia  tan  grande  como  vana  que  hablase 
Skleedo,  Historia  de  EspaíIa 


Alonso  Cano. 

CUiico  T  admirable  ucaltor    . 

T   nolablc    pintot    andaluz, 

uno  de  los  más  esclarecidos 

eatie  los  eipafioles 

(1601-1667). 


Gregorio  Femándei, 


,.  ranáts  créditos  di  st, 
lidad,  y  murió  el  año  ib, 
lo¡  JO  dt  su  hidad,  en  , 


D,g,t7cdb/GOO^C 


HISTORIA   DE   ESPAÑA 


Sor  Morís  de  Je*úi 

Venerable  leiigio»  ínm- 
clicana.  Sus  caitaa  á  Fe- 
lipe   IV   son   verdadera- 
mente admirables 
(1602-1665). 


apoderado  del  alma  española  en  aquella  época,  y 
cuyas  manifestaciones  eran  la  fanfarronería  de  que 
tan  donosamente  se  burló  Brantfime  y  el  irritante 
espíritu  de  superioridad  de  que  se  hacia  alarde  en 
todas  partes.  No  ningún  extranjero,  sino  uno  de  los 
españoles  de  más  claro  entendimiento  del  siglo  xvi. 
Arias  Montano,  escribió:  <La  soberbia  de  nuestra 
mación  es  intolerable  y  su  poco  término  que  tiene 
>en  cariciar  las  naciones  extranjeras,  porque  en  Es- 
>paña  los  extranjeros  muy  bten  tratados  son  de  los 

>  españoles,  empero  en  sus  mismas  tierras  noguar- 

•  dan  á  mi  parecer  la  equi- 

•  dad  que  se  requería  en  tra- 

•  tarlos,  y  no  digo  esto  de 

>  los  principales  ministros  de 
■  nuestra  nación,  sino  de  los 
>medianos  y  de  los  meno- 


Ünase  á  todo  esto  la  poca  ó  ninguna  cohesión 
entre  los  distintos  reinos  que  formaban  el  Imperio 
español,  de  que  hablaron  ya  como  causa  determi- 
nante de  nuestra  decadencia  el  napolitano  Campa- 
oella  y  el  español  D.  Baltasar  de  Álamos  Barríentos, 
falta  de  cohesión  que  se  echaba  de  ver,  y  muy  no- 
tablemente, en  la  misma  Península,  donde  al  movi- 
miento unitario  del  siglo  Jcv  había  sucedido  una  teac-  Francisco  de  Rojas 
ción  regionalista,  de  que  fue-  Zorrilla. 

ron  tristes  episodios  la  sepa-      Notable  poeta  dramítico, 
1      ,     tf  ,      ,     f^  cuyas  obras  maesuvs  son: 

ración  de  Portugal  y  la  re-      GaríM  di¡  Catiaüar  j  En- 
belióu   de   Cataluña,  y   se        tn  botes  anda  ti jutgn 
comprenderá    que    no   an-  (1607-1661). 

duvo  descaminado  Cánovas 

del  Castillo  al  añrmar  que  no  es  tan  de  admirar 
nuestra  decadencia  como  los  esfuerzos  que  se  hicie- 
ron para  irla  difiriendo  durante  todo  el  siglo  xvti. 
Es  lo  cierto  que  al  terminar  esta  centuria  nada  sig- 
nificábamos en  el  mundo,  y  que  para  seguir  vivien- 
do se  hacía  preciso  un  cambio  radical.  Debe  hacer- 
se notar,  por  último,  que  esta  decadencia  política, 
económica  y  social  no  coincidió  con  la  literaria  y  ar- 
tística: si  el  siglo  XVI  fué  el  de  Santa  Teresa,  San  Juan 
de  la  Cruz,  los  dos  Luises,  el  Greco  y  el  de  la  cons- 
trucción de  El  Escorial,  en  el  xvii  publicó  Cervan- 
tes el  Quijote,  llegó  el  teatro  español  á  su  mayor  flo- 
recimiento, y  la  pintura,  principalmente  representada 
por  Velázquez  y  Murillo,  alcanzó  también  su  apt^eo. 
116.  —  Bellas  Letras.  —  Para  nuestra  literatura, 
en  efecto,  el  siglo  xvii  marca  et  zenit  de  su  carrera. 


Barlolomí  Esteban 

Murillo. 
Admirable  pir'or  sevilla- 
no, cuyos  misucos  asun- 
tos trató  con  gran  delics- 
deiH,  elevación  y  poesía. 
Sus  Inmaculada!  son  cé- 
lebres en  todo  el  mundo 
(i6o»-i682). 


{ExflUacibn  de  la  lámina  XCIJI.) 

Vidrio*  eapaAoietdei  iiglo  Xviii.- 

de  roca.  —  3.  Vidrio  de  Lí  Oranji.  Fniiero  y  fl. 


tillado  dccrislil 


D,g,t7cdb/COOgIC 


HtsTOiUA  Gkífica  de  la  CiviLucAaóN  Esfañola 


Vldrioi  capaBolct  del  ilslo  XVIII. 


,,  Google 


404 


HISTORIA  DF  F.SPaSa 


A  los  historiadores  ya  citados  como  del  siglo  anterior,  y  de  los  cuales 
casi  todos  alcanzaron  éste,  hay  que  añadir,  entre  otros  muchos,  á  D.  Fran- 
cisco de  Moneada  (i  586-1635),  clásico  narrador  de  la  Exptdición  de  catalanes 
yaragotusesd  Orieiüt\  al  portugués  Ü.  Francisco  Manuel  de  Meló  (161 1-1666), 
maestro  de  la  lengua  castellana,  y  á  D.  Antonio  de  Solls  (1610-1680),  que 
hizo  de  su  Historia  dt  la  Conquista  de  Méjico  un  verdadero  poema. 

Como  escritores  políticos  llegaron  á  la  cumbre  D.  Diego  Saavedra  Fa- 
jardo (1584-1648)  y  D.  Francisco  de  Quevedo;  más  bien  que  político  es  mo- 
ralista y  sociólogo  originallsimo  el  P.  Baltasar  Gracián  (1601-1658),  al  que 
se  da  una  importancia  filosó- 
fica y  literaria  semejante  i  la 
artística  que  se  reconoce  en 
'     el  Greco. 

Siguió  cultivándose  la  no- 
vela con  extraordinario  éxito. 
Ed  el  género  picaresco,  Ma- 
teo Alemán  publicó  la  segun- 
da parte  del  Guzínán  dt  Alfa- 
roche  (1604);  Quevedo,  \a  His- 
toria de  la  vida  del  Bttscón  lla- 
mado D.  Pablos,  ejemplo  de  va- 
gabuttdús  y  espejo  de  tacaHos  ó 
Historia  y  vida  del  gran  Ta- 
caño; Vicente  Martínez  Espi- 
nel (1550-1624),  á  quien  se 
atribuye  la  invención  de  la 
décima  (espinela)  y  de  la  quin- 
ta cuerda  de  la  guitarra,  las 
Relaciones  de  la  vida  y  aven- 
turas del  escudero  Marcos  de 
Obregón  (1618);  Luis  Vélez 
de  Guevara,  £1  Diablo  Gt- 
jttelo  (1641). 

Ya  queda  indicado  en 
otro  lugar  cuándo  nació  Cer- 
vantes y  la  publicación  de  ¿a 
Calatea,  su  primera  novela. 
En  1605  se  puso  á  la  venta 
la  primera  parte  del  Quijote. 
En  1614  salió  el  Quijote  apó- 
crifo, ó  segundo  tomo  com- 
puesto por  el  Licenciado  Alonso  FemáudéB  de  Avellaneda,  natural  dt  la  villa 
de  Tordesillas,  seudónimo  que  oculta  á  un  escritor  desconocido.  En  Sep- 
tiembre de  1613  vio  la  luz  la  Colección  de  novelas  ejemplares;  á  fines  de  1615, 
la  segunda  parte  del  Quijote.  Murió  el  príncipe  de  las  letras  castellanas  el  23 
de  Abril  de  1616,  y  un  año  después  fué  publicado  su  último  libro,  Trabajos 
de  Per  siles  y  Segismundo. 

La  poesía  continuó  el  majestuoso  vuelo  emprendido  el  siglo  anterior. 
Los  hermanos  Argensola  (Lupercio  y  Bartolomé)  son  dos  poetas  correctos 
que  merecieron  el  dicho  de  Lope  de  Vega:  «los  Argensolas  han  venido  de 
Aragón  á  enseílar  el  castellano>;  sus  poesías  fueron  publicadas  en  1634, 
D.  Esteban  Manuel  de  Villegas,  desigual  en  su  producción,  llegó  en  sus  ana- 
creónticas á  lo  insuperable.  Jáuregui,  Alcázar,  Rodrigo  Caro,  Andrade,  Rioja, 


El  principe  de  los  in^en 


. .  i,  Migael  de  Cervantes 
Saavedra. 

{Retrato  dtaubierto  in  igii  y  consiJírado  como  aulén- 
lorídadn  Ttspilabl/s.  No  es.  sin  imbarge, 
indisíutiblí  su  autiníicidad.) 


,,CoogI 


HISTORIA   DE   ESPAÑA  4O5 

etcétera,  son  otros  tantos  pregoneros  de  la  gloría 
literaria  de  Sevilla.  D.  Luis  de  Góngora  y  Argote 
(1561-1627)  tiene  dos  fases  en  su  carrera;  una,  la  de 
poeta  facilísimo,  amenísimo,  como  ninguno  gracioso 
y  sentido;  otra,  la  de  iniciador  ó  fundador  del  gon- 
gorismo  ó  culteranismo,  ó  sea  del  sistema  de  elevar 
el  lenguaje  poético  por  el  empleo  de  palabras  raras, 
exóticas  y  primorosas,  por  el  uso  del  hipérbaton  la- 
tino y  por  el  abuso  de  las  metáforas,  de  la  mitología 
y  de  la  erudición  clásica.  En  todas  las  lenguas  se  dio 
por  aquel  tiempo  un  fenómeno  igual:  en  Italia  se  lla- 
mó maritfistHo  (de  Juan  B.  Marini);  en  Francia,  fre- 
ciosismo;  en  Inglaterra,  entuismo. 

Coincidió  el  culteronismo  con  el  conceptistno,  ini- 
ciado por  Alonso  de  Ledcsma  (1522-1622)  con  sus 
U    mds  elogiada  Se  sos     Conceptos  espirituales  (1600)  y  su  Monstruo  imaginO' 
obr»»{i6io-i686i.         rfo(i6i5),y  al  que  dióautoridad  D.FranciscodeQne- 
vedo  Villegas  (1580-1645),  varias  veces  citado.  Con- 
siste el  conceptismo  en  alambicar  los  conceptos  ó  su- 
tilizar el  pensamiento.  Conceptismo  y  culteranismo 
inficionaron,  no  sólo  la  poesía,  sino  la  prosa,  deter- 
minando la  decadencia  general  de  nuestra  literatura. 
No  se  libró  de  ello  la  religiosa,  que  si  todavía  en  el 
siglo  XVII  produjo  obras  estimables,  como  la  Vida  de 
San  yosé,  en  verso,  del  maestro  José  de  Valdivie- 
so (160?),   la  Cristiada  de  Fray  Diego  de  Ojeda 
(Lima,  1611),  las  poesías  de  la  mejicana  Sor  Juana 
Inés  de  la  Cruz,  exentas  de  los  apuntados  vicios,  y 
algunas  otras  de  corte  popular,  decayó  lastimosa- 
mente en  todos  sus  géneros. 

Como  ya  hemos  dicho,  el  siglo  xvii  señala  el 
apogeo  de  nuestro  teatro.  Debióse  principalmente 
al  ya  citado  Lope  de  Vega,  que  llegó  á  escribir  1.800 
comedias,  más  800  autos  que  cuenta  Montalbán.  Esta 
labor  inmensa  no  es,  naturalmente,  selecta,  y  apenas 
hay  alguna  obra  de  Lope  que  merezca  caliñcarse 
de  acabada:  muchas  son  improvisaciones,  esbozos 
trazados  ligeramente  que  piden  quien  las  escriba;  pero  la  fecunda  y  bríllantf- 
sima  imaginación  del  autor,  su  asombrosa  facilidad 
para  componer  y  versificar,  su  profundo  conocimien- 
to de  los  recursos  teatrales,  su  maestría  en  el  arte  de 
impresionar  y  emocionar  á  la  multitud,  la  sinceridad 
é  intensidad  con  que  sentía  todos  los  tipos  mora- 
les, por  contrarios  que  fueran,  así  como  todas  las 
situaciones  de  la  vida,  y  su  espontáneo  é  intensísimo 
espaitólismo,  hacen  que  su  teatro  en  conjunto  ostente 
un  sello  de  originalidad  iuconfundible,  sea  la  repre- 
sentación exacta  y  á  la  vez  ideahzada  de  la  sociedad 
española  en  el  siglo  xvii,  con  sus  grandezas  y  sus 
miserias,  con  sus  altas  aspiraciones  y  sus  desmayos, 
con  su  heroísmo  y  sus  bellaquerías,  en  suma,  con  to- 
das las  contradicciones  y  altibajos  de  la  vida  real;  y, 
por  último,  que  en  ese  teatro  estén  casi  todos  los 

D„j,i7<-,ib,.CoogIc 


SCO  Manuel  de  Meto. 
□  y  admirable  escri- 
tor político  en  español  y 
Íortueuís.    Es   famosa  su 
istona  de  U  Gutrra  de  Ca- 


NicoUs  Antoaio. 
FunoBo  bibliógrafo  jr  lite- 
rato emdito  (1617-16S4). 


Historia  CrÍfica  db  la  Civiuzación  Española  LJmina  XCIV 


HISTORIA  DEL  TRAJE.- Trajci  del  (Icio  XVII. 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


HISTORIA    DE  ESPAÑA  407 

alimentos,  casi  todas  las  situaciones,  casi  todos  los 
tipos  y  caracteres  que  se  perfeccioDaroQ  después  por 
otros  autores  de  comedias. 

Fray  Gabriel  TéUez  (Tirso  de  Molina)  — 
1571-1648  —  perfeccionó  en  gran  parte  la  obra  de 
Lope,  y  sus  tres  obras  maestras,  El  coMdmado  por 
dtsconfiado.  El  Burlador  de  Sevilla  (D.  Juan  Tenorio) 
y  Marta  la  piadosa,  bastan  para  asegurarle  puesto 
preeminente  en  la  literatura  universal.  El  mejicano 
D.  Juan  Ruiz  de  Alarcón  escribió  comedias  de  buena 
intención  moralizadora.  D.  Agustín  Moreto  y  Cabana 
(1618-1S69)  es  el  autor  de  El  desdén  con  el  desdén. 
D.  Francisco  de  Rojas  Zorrilla  (nació  en  1607),  de  AgnsUnMorMO. 

Entre  bobos  anda  él  juego  6  D.  Lucas  del  Cigarral  y  Excelente  pocu  cómico 
de  Garda  del  Castañar.  D.  Guillen  de  Castro  flore-  y  "«eairo  en  el  arte  de 
ció  de  1569  á  1631:  escribió  Las  Mocedades  del  Gd,  ■'^"^^"íl^l^y^fnV 
que  inspiraron  a  Lorneille  sa  tragedia  £1  Ctd,  la  a^-„  ¡oh  d  Diidin  t  ^i 
obra  clásica  por  excelencia  del  teatro  francés.  El  Hnáe  Do»  Ditge 

doctor  Juan  Pérez  de  Montalbán  (1602- 1638)  llevó  al  (1618-1669). 

teatro  la  leyenda  de  Les  amantes  de  Teruel.  Luis  Qui- 
ñones de  Benavente  (murió  en  1679)  es  el  cultivador  del  género  chico  en  el 
Siglo  de  Oroi  un  antecesor  de  D.  Ramón  de  la  Cruz.  El  ciclo  áureo  del  teatro 
español  se  cierra  con  D.  Pedro  Calderón  de  la  Barca  (1601-1681).  Durante 
mucho  tiempo  se  le  antepuso  á  Lope  de  Vega:  es  que  no  conocían  bien  á 
Lope  los  que  tal  hicieron.  Pero,  sin  meterse  en  comparaciones,  Calderón  es 
y  será  siempre  . . .  Calderón  (i). 

Las  Bellas  Artes.— ArqHitectnra.  —  'El  ideal  clásico  realizado  en  El  Esco- 
rial desde  los  principios  del  siglo  xvii  empezó  á  ser  alterado  y  á  corromperse. 
A  la  gente  le  parecía  excesiva  la  severidad,  indudablemente  exagerada,  de 
los  herrerianos.-Aun  dentro  del  más  puro  clasicismo,  no  se  comprende  por 
qué  había  de  ser  preferido  el  dórico,  tan  rígido,  al  jónico,  que  es  tan  gracioso, 
ni  por  qué  había  de  profesarse  horror  á  la  linea  curva,  que  es  tan  bella.  Por 
otra  parte,  dogmatizado  ó  canonizado  el  arte  de  construir,  degeneraba  en 
mecánico,  proscribiendo  la  originalidad  en  los  artistas,  y  los  edificios  hablan 
de  resultar  todos  iguales,  como  hechos  por  el  mismo  invariable  patrón.  Impo- 


(Exfticatié»  de  ¡a  ¡amina  XC/y.) 

HISTORIA  DEL  TRAJE- •  Trajea  del  alela  XVII.  -Seguios  de  que  nunttos  lectora  nos  lo 
agiadecerln,  dimos  en  esta  plina  como  mueslra  de  los  (rajes  femeninos  del  ii|[lD  xvil  tres  ictratoi  desco- 
nocidoi  en  Espifla  de  nuestra  egregio  Velázquez,  y  que  constituyen  hoy  el  orgullo  de  sus  afortunidos  po- 
seedom  en  el  extrinjeta  Tienen  idemi»  un  interís  iconográfico  pan  nosotros  muy  grande,  porque  repre- 
sentan los  dos  déla  parte  superior  la  hija  y  el  otro  la  esposa  de  nueslro  pintor  incomparable. 

Los  de  la  hija,  mis  que  c|ecutados  por  su  padre,  nos  parecen  de  mano  de  su  discípulo  y  yerno  Bau- 
tisla  del  Maio,  flel  continuador  de  la  manera  de  su  maestra,  y  qne  en  ellos,  como  n  natural,  puso  todo  lu 
amor,  ya  pintando  qnizls  i  la  novia,  ya  i  la  espasa.  Esto  no  se  les  puede  decir  i  sus  poseedores  (el  del  aba- 
nico se  halla  en  Wallace-Oaleile,  de  Londres,  y  el  otro  pertenece  al  coleccionista  Herzagvon  [>evansh[re, 
de  Londres),  quienes  luían  y  perlunn  que  son  de  Vellzquez  con  una  le  y  un  entusiasmo  que  nosotros  loa 
espaftolR  tenemos  qne  respetar  y  agradecerles.  En  cuanto  al  de  laespasadeVellzquez.Dona  Juana  Pacheco, 
no  hay  lugar  á  la  má*  mfalma  vacilación.  Es  de  (al  fuerza  este  retrato,  y  el  sella  del  maestro  se  ve  tan  claro, 
qne  bien  seguros  pueden  estar,  y  lo  esUn,  los  alemanes,  quienes  lo  gnardan  en  el  muwo  Kaiser-Frledrích, 
de  Berllti,  de  que  nadie  lo  pondrá  «1  entredicha  y^de  que  todo  el  mundo  se  lo  envidiará. 


,,  Google 


408 


J: 


Isa  Rui2  de  Alarcóo. 
.0  de  los  grandes  poe- 
eicénicos  del  Siglo  de 
o.  Mejici 


pasó  i  U  Penín- 
sula en  1623,  y  murió  ec 
1639. 


sible  que  asi  pudieran  distinguirse  los  constructores. 
Huyendo  de  todo  esto,  los  arquitectos  abando- 
naron el  clasicismo,  ó,  mejor  dicho,  intentaron  modi- 
ficarlo dando  su  parte  á  la  imaginación.  Por  desgra- 
cia, no  tuvieron  el  reñnado  buen  gusto  de  sus  an- 
tecesores los  platerescos,  ni  las  circunstancias  eran 
tampoco  las  de  entonces.  En  el  siglo  xvi  había  dos 
ideales  definidos,  y  ambos  substanciosos  y  fecundos: 
el  gótico  que  se  dejaba  y  el  clásico  adonde  se  cami- 
naba. En  el  siglo  xvii  no  habla  realmente  más  que 
el  deseo  de  llamar  la  atención  por  la  inventiva;  no 
se  iba  á  ninguna  parte,  no  existía  tampoco  el  am- 
biente artístico  del  Renacimiento,  y,  por  tanto,  fal- 
taba el  exquisito  gusto  en  el  público.  De  aquí  que 
la  originalidad  fuera  extravagancia,  y  lo  que  se  tuvo 
por  progreso,  decadencia  y  corrupción. 

En  todas  partes  sucedió  lo  mismo.  En  Italia  Bo- 
rromini  es  el  representante  de  aquel  retroceso.  En 
España  lo  inician  Juan  Martínez,  en  Sevilla  (i6iz)¡ 
Crescencio,  en  el  regio  Paifteón  de  El  Escorial  {iQi"});  Francisco  Bautista,  en 
la  fachada  de  San  Isidro,  de  Madrid  (i6z6);  Alonso  Cano,  en  un  arco  de 
ttiunfo  erigido  en  Madrid  (1649);  y  después  una  legión  de  maestros.  De  los 
últimos  en  el  orden  cronológico  fué  Churríguera,  que  vivió  veinticinco  aflos 
del  siglo  XVIII,  y  que,  sin  embargo,  ha  dado  su  nombre  á  todo  el  estilo,  6, 
mejor  dicho,  á  toda  esta  lamentable  depravación  del  estilo  clásico. 

Escultura.  —  Con  Montañés,  de  quien  ya  se  ha  hablado,  compartió  el  ce- 
tro de  la  escultura  su  discípulo  (en  cuanto  escultor)  Alonso  Cano  (1601-1667), 
más  clásico  y  correcto  que  el  maestro,  si  bien  inferior  á  éste  en  dramatismo 
artístico  y  unción  religiosa.  Gregorio  Hernández  —  murió  en  1636,  —  gallego, 
vecino  de  Valladolid,  comfíite  con  Montañés,  y,  según  muchos,  le  supera. 
Roldan,  Delgado,  José  de  Mora  y  Pedro  de  Mena  son  las  figuras  que  siguen  á 
los  citados  en  el  cuadro  de  nuestra  escultura  del  siglo  xvii. 

Pintura.  —  Para  trazar  el  cuadro,  siquiera  muy  sintético,  de  nuestra  pin- 
tura en  este  periodo  es  menester  mucha  más  extensión  que  la  propia  de 
este  libro  (i).  Hemos,  pues,  de  limitarnos  á  someri- 
simas  indicaciones. 

José  Ribera,  el  Españólelo,  nacido  en  Játiba 
{12  Enero  1588J,  desde  muy  joven  vivió  en  Italia, 
primero  en  Roma,  donde,  según  la  tradición,  pasó 
gran  miseria,  y  después  en  Ñapóles,  casado  con  la 
hija  de  un  rico  comerciante  en  cuadros.  En  Ñapóles 
ejerció  una  verdadera  dictadura  artística:  vivía  en  la 
opulencia,  y,  si  ha  de  creerse  á  la  tradición,  para  sos- 
tener su  monopolio  pictórico  recurría  á  los  medios 
más  reprobables,  como  el  de  ahuyentar  á  sus  émulos 
con  amenazas  de  muerte  y  persecuciones  organiza- 
.  das  por  bravos  que  tenía  á  sueldo.  D.  Juan  José  de 
Austria,  hijo  natural  de  Fe'ipe  IV,  virrey  que  fué  de 
P.Benito  Jerónimo  Feijóo.     Nápoles,  sedujo  á  SU  preciosa  hija  María  Rosa,  que 
Docto  benedictino  qae  en      le  había  servido  de  modelo  para  sus  vírgenes,  y  tuvo 

■D  TtatTO  CrilicB  revelóse 

crítico  inteligente  y  uno  de 

loi  mejores  escrítoresdera  (1)     Téue  «L.u  Bellu  Arte*  en  Bapafla»,  por  D.  Aafel 

ípoca  (1675 -1764).  _  .      .     -~  ...     ....... 


D,g,t7cdb/COOgIC 


HlSTUltlA   DF.  ESPAÑA  4O9 

de  ella  una  hija  que,  andando  el  tiempo,  profesó  en  las  Descalzas  Reales  de 
Madnd.  Otro  virrey,  el  Duque  de  Osuna,  trajo  á  España  el  Cristo  en  la  Crue, 
que  se  conserva  en  la  Colegiata  de  Osuna.  Otro,  el  Conde  de  Monterrey,  trajo 
á  su  vez  al  convento  de  Agustinas,  de  Salamanca,  la  maravillosa  CoHcépción  y 
otros  cuadros  que  allí  todavía  se  guardan.  Murió  Ribera  en  1656.  Adviértense 
en  Ribera  influencias  de  Corregió  y  del  Caravaggio;  pero  sobre  todo  la  ten- 
dencia espafiolisima,  característica  de  todos  nuestros  grandes  maestros  del 
siglo  XVI,  al  realismo  humano  en  la  representación 
de  las  personas  divinas  y  celestiales:  no  pintó  nun- 
ca sin  tener  delante  un  modelo  bien  escogido.  For- 
mó escuela  en  Italia.  Giovant  Dó  le  imitó  de  tal 
modo,  que  es  difícil  distinguir  los  cuadros  de  am- 
bos, Lucas  Giordano,  Aniello  Falcone  y  Salvator 
Rosa  ae  envanecían  llamándose  sus  discípulos.  The- 
dule  Ribot,  pintor  francés  de  nuestro  siglo,  le  ha 
imitado  también  felizmente. 

Diego  Velázquez,  bautizado  en  la  parroquia  de 
San  Pedro,  de  Sevilla,  el  domingo  6  de  Junio  de  1589,  . 
empezó  su  arte  con  Herrera  el  VUjo,  y  luego  con  Pa-  ¡ 
checo,  que  fué  además  su  suegro;  vino  á  Madrid  en  ' 
Abril  de  1622,  y  el  31  de  Octubre  de  1623  nombrá- 
ronle pintor  de  cámara.  En  1629  viajó  por  Italia, 

adonde  volvió  en  1648  para  traer  cuadros  al  Rey.  Don  Pedro  Calderón 

Caballero  de  Santiago  (iz  Junio  1658),  murió  el  7  de  deUB«rca. 

AgOSlo  d.  1660.  Imposible  sl.t«l,.r  e„  ™  par  de  .'^  Sll  dZ.I™! 
lineas  el  juicio  que  merece  este  coloso  de  la  pmtu-  del  Siglo  de  Oro,  autor  ■□- 
ra,  el  primero  en  su  linea  de  pintor  realista  de  cuan-  comparable  y  fecuDdisimo 
tos  ha  producido  la  especie  humana.  **•  ■""**  sacrímeoides,  y 

.,  r'         r-   r  .       I.-1  .-.ji     par*  cava  elona  bastanaa 

Alonso  Cano  fué  también  un  insigne  artista  del  ^j  altáláe  de  Zalamea  y 
pincel,  distinguiéndose  algo  de  los  maestros  espafio-  La  vida  ei  ¡tuno 

les  sus  contemporáneos  por  la  propensión  á  las  acti-  (1601-1681). 

tudes  y  plegados  artísticos;  es  decir,  no  naturales. 

Francisco  de  Zurbarán,  bautizado  en  Fuente  de  Cantos  el  7  de  Noviembre 
de  1598,  extremó,  en  cambio,  el  realismo,  siendo  por  lo  demás  casi  siempre 
admirable. 

Bartolomé  Esteban  Murillo,  el  otro  gigante  de  nuestra  pintura,  compa- 
rable sólo  á  Velázquez,  por  más  que  algunos  empéñanse  hoy  en  rebajarle,  y 
hasta  en  atribuir  al  Greco  el  papel  que  corresponde  á  Murillo  del  más  alto 
representante  pictórico  del  ideal  religioso  español,  parece  que  fué  bautizado 
en  la  parroquia  de  la  M^dalena,  de  Sevilla,  el  lunes  i."  de  Enero  de  1608. 
Vítíó  basta  el  3  de  Abril  de  1682,  y  su  vida  fué  tranquila,  de  constante  tra- 
bajo, disfrutando  de  la  consideración  de  todos. 

Contemporáneo  de  Murillo  es  Valdés  Leal,  quien  sobrevivió  ocho  años 
al  pintor  de  las  Concepciones.  Hasta  1685  no  pasó  de  este  mundo  D.  Juan 
Carreño  de  Miranda,  pintor  de  Carlos  II  y  retratista  digno  de  la  tradición 
velazqueña.  Claudio  Coello  (murió  en  1693)  cierra  el  ciclo  de  los  grandes 
maestros  de  la  escuela  española  con  el  Cuadro  de  la  Santa  Forma,  en  la  sa- 
cristía de  El  Elscorial.  Dicese  que  murió  de  pena  por  haber  llamado  el  Rey 
á  Lucas  Jordán,  cuya  figura  llena  los  últimos  años  del  siglo  xvii  {1). 

(I)    V«aa«  aLai  Sellaa  Arle*  en  Bipafta»,  por  D.  Aoiel  Salcedo.  (Caaa  editorial 


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Historia  GrXfica  de  la  Civilizació:<  EspaíÍola 


HISTORIA  DEL  TRAJE.  -  Trajet  Dllltareí  del  ilflo  XVIII. 

D,g,t7cdb/COOgIC 


XVII 

EL  SIGLO  XVIII 


UT.  Cua  de  BorbÓn.  —  Felipe  V.— 118,  Femando  VI.  —  119.  Carlos  IIL  — UO.  Carlos  IV.— 
131.  Las  Ideas,  Letras  j  Bellas  Artes,  desde  el  advenimiento  de  la  Casa  de  Borbón  hasta 
la  abdicadóD  de  Carlos  IV. 


117.  —  Francia  se  habla  sobre- 
puesto á  nosotros  en  Europa.  Ya  no 
era  España  la  primera  nación  det 
mundo,  sino  que  lo  era  Francia.  £1 
poderío  militar  de  Luis  XIV  resul- 
taba incontrarrestable.  La  influen- 
cia social,  literaria  y  artística  de 
Francia  sentíase  en  todas  partes, 
hasta  en  la  manera  de  vestir:  en  el 
Cuadro  de  la  Santa  Forma  que  aca- 
bamos de  citar,  Carlos  II  y  los  mag- 
nates de  su  corte  aparecen  vistien- 
do el  traje  francés  de  casaca;  el  ge- 
nuino traje  español  de  golilla  íbase 
relegando,  t  se  había  relegado  ya  á 
los  consejeros  y  jueces. 

Un  efecto  de  la  preponderan- 
cia francesa  fué  sín  duda  el  cambio 
de  dinastía.  Carlos  II  debió  de  com- 
prender que  Luis  XIV  podfa  ser 
más  litil  á  España  de  aliado  y  pro- 
tector de  su  nieto  sentado  en  el  tro- 
no de  Carlos  V,  que  de  enemigo. 

Todo,  ó  mucho  al  menos,  y  en 


Felipe  V. 


(Explkaíién  di  la  lámina  XCV.) 

HISTORIA  DEL  TSAJE.  -Tr^a  alllUrea  del  algia  XVIIl  (Época  de  1700 1  I7!a).  -  I.  AIH- 
reí  del  retlmlento'dc  loi  mondoa'vlclo).  ~  2.  Fusilero  del  regimiento  de  los  veidcs  viejos.  —  3.  Sargento 
dd  fljo  de  Sicilia.  —  4.  Oruiadcro  dd  de  los  colorados.  —  5.  Oiurdia  ilabatdero.  —  6.  Odcial  de  Alabar- 
lrTOs.  —  T.  Tambor  del  rci^mlento  de  ¡0$  azules  viejos.  — B.  Pífano  del  de  los  amarillos  viejos. 


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412  HISTORIA   DE  ESPAÑA 

SU  forma  extema,  fué  cambiaDdo  en  España.  Subsistió,  sin  embargo,  el  ca- 
rácter nacional,  y  aunque  á  la  zaga  de  Francia,  y  á  veces  soportando  su  mal 
disfrazada  hegemonía,  fuimos  independientes  de  hecho  y  de  derecho. 

Y  es  preciso  convenir  en  que  el  advenimiento  de  la  Casa  de  Borbón 
fué  beneficioso,  porque  representó  para  nuestra  patria  una  regeneración.  La 
España  á  que  vino  á  reinar  Felipe  V  no  era  la  de  los  Reyes  Católicos,  ni  la 
de  Carlos  I,  ni  la  de  Felipe  II.  Conservábamos,  es  verdad,  casi  todo  el 
inmenso  Imperio  que  fué  de  los  primeros  Austrías;  pero  nominalmente  y 
porque  los  celos  de  las  otras  Potencias  habian  impedido  su  desmembración; 
mas  en  Flandes  gobernaban  los 
austríacos,    Italia    estaba    des- 
guarnecida, nuestro  ejército  no 
llegaba  á  6.000  hombres  de  to- 
das las  armas,  nuestra  escuadra 
se  componía  de  zo  galeras  me- 
dio podridas  y  sin  tripulantes. 
En   todo  parecía  haberse  po- 
tado el  genio  nacional.  El  úni- 
co español  de  nota  que  la  dinas- 
tía austríaca  legó  á  la  de  Borbón 
fué  Cburriguera.   Cuando  pasó 
de  este  mundo  Carlos  II  hacía 
tiempo  que  habían  pasado  la  glo- 
ria, el  poderío  y  el  ingenio  de  la 
nación  española.  No  quedaban 
más  que  el  territorio  y  la  raza: 
esta  última,  muy  disminuida  y 
muy  desalentada. 

Felipe  V  y  sns  tres  prime- 
ros sucesores,  sin  ser  hombres 
de  superior  entendimiento  ni 
mucho  menos,  eran  honrados,  te- 
nían buenas  intenciones,  y  pro- 
Ftinando  VI.  Curaron  el  fomento  nacional  en 

todos  los  órdenes. 
El  reinado  del  fundador  de  la  dinastía  borbónica  española  se  divide  en 
varios  períodos:  i."  Guerra  de  sucesión.  (De  1702  á  13  de  Abril  de  I?i3,quese 
firmó  la  paz  de  Utrech.)  Perdimos  los  Países  Bajos,  el  Milanesado,  Ñapóles. 
Cerdeña  y,  lo  que  fué  más  de  sentir,  la  isla  de  Menorca  y  la  plaza  de  Gibraltar, 
de  que  se  apoderaron  los  ingleses  á  título  de  aliados  de  Carlos  de  Austria, 
pretendiente  de  la  corona  de  España.  La  guerra  tuvo  sangriento  y  lamenta- 
bilísimo epílogo  en  la  resistencia  de  Cataluña  á  someterse  á  Felipe  V.  Barce- 
lona fué  tomada  por  el  ejército  franco -español,  mandado  por  el  Duque  de 
Berwick,  el  11  de  Septiembre  de  1714.  En  castigo  del  apoyo  prestado  al 
Archiduque,  Felipe  V  quitó  sus  fueros  políticos  y  administrativos  á  Valencia, 
Aragón,  Cataluña  y  Baleares,  no  dejándoles  más  que  los  civiles.  z.°  Período 
de  Alberoni.  Era  este  Alberoni  un  abate  italiano  de  gran  talento  político  y 

(ExplLadón  de  la  liimina  XC  VL) 

HISTORIA  DEL  TRAJE.  -Catalkcii  ctpoBola  del  •IeIo  XVIII.  - 1.  Dragdn  (1703 1 ITU).  - 
2.  Ouardla  de  Cnrps  (ITOl  á  17D4).  -  3.  Húsar  de  la  muerte  (17031 1704).  — 4.  Concero  del  reginlento 
Real  Alemán  (1715). -Tíinbiliro  dt  cabaUcrU  de  línea  (1735).  — 5.  Portapiiúii  de  Nnmindi  (drago- 
nes, 1737). 


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Historia  Gnilpicá,  ta,  la  Civiuzaciúm  EsfaSola 


HISTORIA  DEL  TRAJE.  -CabaUería  «paBoU  del  alelo  XVIII. 

D,g,t7cdb>'COOgIC 


414  HISTORIA   DE  ESPaRa 

no  menor  ambición,  que  vino  á  España  con  la  segunda  mujer  de  Felipe  V, 
Isabel  de  Farnesío,  y  por  cuyo  influjo  fué  desterrada  la  Princesa  de  los  Ur- 
sinos, francesa  que  habla  tenido  gran  ascendiente  sobre  la  primera  mujer, 
reina  María  Luisa  de  Saboya,  y  por  ésta  con  el  Rey.  Alberoni,  primer  mi- 
nistro de  Felipe  V,  se  propuso  nada  menos  que  devolver  á  España  su  pasada 
grandeza;  dio  gran  impulso  al  ejército  y  á  la  marina,  y  organizando  una  ex- 
pedición, atacó  Á  Cerdeña  y  Sicilia,  apoderándose  de  ambas  islas.  Formóse 
contra  España  la  «cuádruple  alianza»,  en  que  entraron  Inglaterra,  Austria  y 
Francia,  gobernada  entonces  por  el  Duque  de  Orleans,  regente  de  Luis  XV. 
La  paz  de  Cambray  (1722]  des- 
vaneció los  sueños  de  Alberoni, 
quien  al  marcharse  á  Italia  des- 
terrado porque  las  Potencias  juz- 
garon incompatible  su  ministerio 
con  la  paz  europea,  exclamó:  «Es- 
ípaña  era  un  cadáver:  yo  lo  he 
>Ievantado  de  su  sepulcro,  y  al 
>retinrme  yo  vuelve  á  tenderse 
>en  él>.  El  Marqués  de  San  Feli- 
pe reconoce  que  á  pesar  de  su 
fracaso  la  nación  ganó  mucho  en 
su  tiempo,  y  el  ejército  de  mar  y 
tierra,  no  poca  gloria  (i);  y  Maca- 
naz,  aunque  enemigo  de  Alberoni, 
consigna  que  éste  no  sólo  evitó  la 
ruina  de  España,  sino  que  la  puso 
en  situación  de  dar  la  ley  á  Euro- 
pa (2).  3.°  El  tercer  período  del 
reinado  de  Felipe  V  es  una  serie 
de  guerras  europeas  en  que,  apar- 
te de  la  tentativa  de  reconquistar 
á  Gibraltar  C1727),  de  la  gloriosa 
reconquista  de  Oran  (1732)  yde 
Carloi  III.  la  victoria  obtenida  sobre  los  ma- 

rroquíes junto  á  Ceuta,  el  objeto 
fué  crear  en  Italia  principados  para  los  hijos  de  Felipe  V  é  Isabel  Farneao, 
Carlos,  después  III  de  España,  fué  rey  de  Ñapóles  y  Sicilia,  y  Don  Felipe, 
el  hijo  segundo,  se  puso  en  camino  de  ser  duque  de  Parma.  En  las  guerras 
de  este  último  período  figuraron  ya  generales  españoles  de  mérito,  como  el 
Duque  de  Montemar,  el  Marqués  de  la  Mina,  el  Conde  de  Gages,  etc. 

118.  —  Fernando  VI  reinó  desde  el  G  de  Julio  de  1746  hasta  el  lO  de 
Agosto  de  1759.  Persona  muy  buena  y  apacible,  de  cortísimo  entendimiento, 
dado  á  la  soledad  y  á  la  melancolía,  fueron  sus  afecciones  íntimas  la  reina 
Doña  María  Teresa  Bárbara  de  Braganza,  su  confesor  el  jesuíta  P.  Rávago  y 
el  cantante  napolitano  Farinelli,  y  sus  ministros  Don  José  Carvajal  y  Don  Ri- 
cardo Wall,  representantes  de  lo  que  se  llamó  en  este  reinada  «el  partido 


(II  D.  Vicente  Hacallaz  y  Sauna,  Marqués  de  Sin  Felipe:  Csimníariot  di  ¡a  guerra  ái 
España  i  historia  di  FtUpr   V  dtsdf  ifoo  á  ¡yxs.  ~  Genova  —  sin  año.  —  2  tomo», 

12)  D.  Melchor  Maciniz:  Mimoriai  (manuscrilas),  muy  citadas  poi  D.  hlodeito  L.^acn- 
te.  Hay  (también  manuscritosl  \os  Auxilies  para  iicn  goiernar  una  moHarfuia  laíólica,  obca 
presentada  á  Felipe  V  por  Grimaldi.  En  el  Semanaria  Hmdilo  de  Valladares  publicáronse  ma- 
chos manuscritos  de  Macan»!  que,  Como  los  citados,  son,  según  Almirante  (BiiliB/^rafia  Mi- 
litar espaíiala),  necesarios  para  conocer  nuestro  eitado  militar  á  principios  dd  siglo  xviti. 


,,CoogIc 


HISTORIA   DE  ESPAÍ^A  4I5 

íng1és>,  Ó  sea  de  la  alianza  cod  Inglaterra,  y  el  Marqués  de  la  Easenada, 
Don  Zenón  de  Somodevilla  y  Bengoechea,  que  se  inclinaba  á  la  política  fran- 
cesa, y  se  le  tenia  por  jefe  del  «partido  francés*.  Fernando  VI  no  se  inclinó 
á  una  ni  otra  Potencia,  y  cuando  le  hablaban  de  pronunciarse 
contra  los  ingleses,  enemigos  tradicionales  de  su  dinastía,  con-         ^^^ 
testaba:  <Con  todo  el  mundo  guerra,  y  paz  con  Inglaterra 
realidad  quería  paz  con  todos,  y  la  única  guerra  que  so 
fué  la  heredada  de  su  padre  contra  los  austríacos  en  Ital 
apresuró  á  terminarla  con  la  paz  de  Aquisgrán  (i8  de  Oc 
de  1740),  por  la  que  obtuvo  su  hermano  D.  Felipe  los  du 
de  Parma,  Plasencia  y  Guastalla.  Merced  á  esta  paz  y  á  la 
ligente  administración  del  Marqués  de  la  Ensenada.  E 
prosperó  tanto  en  el  orden  político  como  en  el  social  ; 
nómico.  Algunos  tienen  el  reinado  de  Fernando  VI  por  ( 
jor  que  ha  disfrutado  nuestra  patria  (i). 

119.  —  Carlos  III  dejó  el  reino  de  Ñapóles  á  su  hij< 
nando,  y  vino  á  España  con  su  otro  hijo  Carlos,  proel: 
Príncipe  de  Asturias,  á  ocupar  el  trono  vacante  por  mué: 
su  hermano  Fernando  VI,  que  no  habla  tenido  hijos.  D 
barco  en  Barcelona  el  i;  de  Octubre  de  1759,  y  reinó  h: 
14  de  Diciembre  de  178B.  Era  Carlos  111,  como  su  padre 
pe  V  y  su  hermano  Fernando  VI,  hombre  de  conducta 
excelente,  gran  cazador,  devotísimo,  de  rectas  intencione 
el  gobierno,  muy  celoso  de  su  autori- 
dad soberana,  y  de  entendimiento     ^ 
menos  qne  mediano.  La  obra  de  su     |^ 
reinado  puede  considerarse  dividida 
en  tres  grupos  de  hechos: 

Política  exterior.  Enemigo  de  los  ingl 
le  hablan  humillado  en  Ñapóles,  Carlos 
rezó  su  acción  contra  Inglaterra,  y  para  e 
con  Francia,  estableciéndose  entre  ambas 
el  indisoluble  «Pacto  de  familia».  Mucho  í 
surado  esta  política;  pero  en  disculpa,  p 
nos,  de  Carlos  III  debe  aducirse  que  por 
de  familia»  no  buscó  engrandecimientos  t 
te  dinásticos,  como  habla  hecho  Felipe 

guerras  de  Italia,  sino  verdaderos  objetos  ^  ^ 

les,  como  la  reconquista  de  Menorca,  q  ^^ 

guió,  y  la  de  Gibraltar,  que  no  pudo  alcaí 

sar  de  los  más  inauditos  esfuerzos.  Sufriéronse  con-  RomaQ*  de  acero  de  U 
tratiempos  y  reveses  en  las  prolongadas  luchas  con  Fábri»  de  U  Moneda 
Inglaterra;  pero  en  general  se  sostuvo  el  honor  de  "í*  Sevilla  (siglo  xvni). 
las  armas  y  la  gloria  de  la  nación.  Fué  impolítico 

en  grado  sumo  el  apoyo  prestado  á  los  Estados  Unidos  de  América  para 
emanciparse  de  su  metrópoli,  porque  aquella  emancipación  era  el  preludio 
de  la  de  nuestras  colonias. 

Política  religiosa.  Según  ya  se  ha  dicho,  Carlos  III  era  piadosísimo;  pero 


(1)     Sobre  este  reinada  la  meior  manogtatla  es  la  Biografía  del  Marqués  de  la  Entenada, 
".  Antonio  Rodrlgnei  Villa.  Y  sin  ...  ...  

jr»  posterior,  Ib  obra  £r;>aílii  ¿fl^ 

lellan»  por  D.  Rafael  Sevillaao.  —  Madrid,  1S36.  —  Hay  ediciones  posteñoTe*. 


por  D.  Antonio  Rodrleaez  Villa.  Y  sicre  mucho,  tanto  pata  éste  como  para  los  dos  inmedi 
■    ■      ■      •        -.-■■■'•        '    " ;,^il-       "         -     ■ 


anterior/  posterior,  la  obra  Etpaña  bajo  la  Casadt  Borkbn.át^  ingl£s  William  Coie,  Iraducidí 

Cooglc 


4l6  HISTORIA  DE  ESPAÑA 

SU  reinado  se  caracteriza  por  dos  hechos  en  cierto 
modo  contrarios  i  esta  cuah dad  suya:  «el  regalisa)o> 
y  la  expulsión  de  los  jesuítas.  La  palabra  <r^alfa> 
tiene  dos  acepciones  en  nuestro  antiguo  Derecho. 
Es  la  primera  la  de  «regia  perrogativaí,  osean  las 
facultades  que  el  rey  *non  debe  dar  á  ningún  home, 
nin  las  partir  de  si,  ca  pertenecen  á  él  por  razón  del 
señorío  natural,  y  eran  en  la  Edad  Media:  justicia, 
moneda,  fonsadera  é  suos  yantares*  (i).  Después  se 
aplicó  la  misma  palabra  para  designar  los  derechos 
que  corresponden  al  rey  en  el  gobierno  de  la  Igle- 
sia. Las  regaifas  de  la  Corona  de  España  en  este 
segundo  sentido  han  sido:  <la  presentación  ó  nom- 
>bram¡ento  (dar  el  nombre)  para  las  dignidades 
•  eclesiásticas*  que  nuestros  antiguos  reyes  recia- 
Luii  XIV.  marón  siempre  á  titulo  de  patronos  de  las  iglesias 

Un.delMmásbrillanKsfi-  ¿^  España  que  habían  fundado  ó  rescatado  de  los 
do  í/  Grandt,  reinó  de  1641  musulmanes,  «la  percepción  de  una  parle  de  las  ren- 
iñado ea  16^)  á  1715.  LU-  »tas  eclesiásticas  (tercias  reales),  el  placet  ó  regium 
iDóseie  también  el  íí>-A./.  .exequátur»  ó  derecho  que  concedió  Alejandro  VI 
á  los  Reyes  Católicos  de  que  las  bulas  pontificias  no 
corrieran  en  España  sin  ser  reconocidas,  para  asegurar  su  autenticidad,  por 
una  Junta  nombrada  por  el  rey;  y,  ñnalmente,  <el  disfrute  de  expolio  y  va- 
cantes* conseguido  por  Fernando  VI  en  el  Concordato  de  1753.  Los  reyes 
y  políticos  de  la  Casa  de  Austria,  incluso  Felipe  II,  defendieron  enérgica- 
mente estas  regalías  de  la  Corona,  pero  sin  negar  nunca  su  carácter  canó- 
nico de  concesiones  pontificias  á  los  reyes  de  España;  con  Felipe  V,  educado 
en  Francia,  donde  las  regaifas  de  la  Corona  se  buscaban  como  instrumento 
para  favorecer  el  ■galicanismo*  ó  independencia  de  la  Iglesia  galicana,  el 
regalismo  español  no  sólo  se  amplió  y  extendió,  sino  que  tomó  un  aspecto 
muy  semejante  al  de  Francia,  y  en  este  reinado  de  Carlos  III  llegó  á  su  apo- 
geo la  indicada  tendencia  antlrromana. 

Para  comprender  este  cambio  hay  que  tener  en  cuenta  que  mientras 
aquí  reinaba  Carlos  III,  en  París  «florecía  la  enciclopedia  ó  filosofismo»,  6 
sea  que  la  literatura  y  las  ciencias  sociales  tomaron  un  rumbo  racionalista  6 
anticatólico.  Siendo  tan  grande  la  influencia  de  Fran- 
cia en  España,  no  tardó  en  reflejarse  aquí  aquel  mo- 
vimiento, y  en  las  clases  ilustradas  se  formaron  el 
grupo  de  los  filosofas,  en  íntima  comunicación  espi- 
ritual con  los  enciclopedistas  franceses  (2),  y  el  gru- 
po de  los  «economistas»,  que  atribuía  la  decadencia 
agrícola  de  España  á  la  amortización  civil  y  eclesiás- 
tica, especialmente  á  la  última.  De  estos  grupos  fue- 
ron muchos  de  los  ministros  de  Carlos  III,  especial- 
mente el  Conde  de  Aranda,  y  tales  ministros,  hala- 
gando la  natural  propensión  del  Rey  al  celo  por  su 
autoridad  soberana,  y  disimulando  por  no  alarmar  su 
religiosidad  y  lo  que  llamaban  ellos  «superstición* 
del  pueblo  español,  fueron  los  verdaderos  autores 

(i)    Facro  Vitjt)  di  Canilla.  Yt¡dxt¡  Pablo  Abarca  de 

(1)    Vé«*e  P.  ColOTüB,  La  Duqutsa  di  Villahirmosa  y  El         Bolea,  Conde  de  Aranda 
Margues  de  Mora.  (1718-1796). 


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B15T0RIA  DE  ESPAÑA  417 

de  aquel  cambio  profundo  en  et 
carácter  y  extensión  del  regalis- 
mo,  aunque  poco  ruidoso  en  apa- 
riencia. 

Obra  suya  fué  también  la  ex- 
pulsión de  los  jesuítas,  contra  los 
cuales  «los  filosófosi  de  París  ha- 
blan urdido  una  <  conjuración  >, 
aprovechando  con  habilidad  suma 
la  malquerencia  contra  la  Compa- 
ñía de  las  otras  Órdenes  religiosas 
y  de  gran  parte  del  clero  secular. 
Fueron  los  jesuítas  expulsados  de 
Portugal,  Francia,  Ñapóles  y  Par- 
ma,  y  para  conseguirlo  en  Espa- 
ña se  utilizó  el  motín  de  Madrid 
(del  23  al  26  de  Marzo  de  1766) 
contra  el  ministro  Squilache,  que, 
con  buen  acuerdo,  prohibió  el  uso 
del  denominado  traje  nacional  (ca- 
pa larga  y  chambei^o),  muy  á  pro- 
pósito para  la  gente  maleante.  Per- 
suadieron al  Rey  de  que  los  jesuí- 
tas hablan  sido  principales  autores  Cario»  IV. 
del  movimiento  popular,  y  á  las 

doce  de  la  noche  del  31  de  Marzo  de  1777  fueron  invadidas  todas  las  casas 
de  jesuítas  y  sacados  de  ellas  los  religiosos,  á  los  cuales  se  obligó  á  salir  del 
reino.  Aun  en  el  extranjero  se  continuó  persiguiéndolos,  llegando  á  conse- 
guirse de  Clemente  XIV  la  supresión  de  la  Compañía  en  toda  la  Iglesia. 

Reformas  interiores.  En  este  punto  trabajaron  Carlos  111  y  sus  ministros 
con  gran  celo,  dictando  muchas  medidas  beneficiosas,  fomentando  las  obras 
públicas  y  haciendo  construir  multitud  de  edificios:  Madrid  debe  á  Carlos  III 
por  este  concepto  una  gratitud  inmensa  (i). 

120.  —  Carlos  IV.  —  Heredó  la  Corona  á  los  cuarenta  años,  y  era  bien 
inclinado,  naturalmente  recto;  pero  de  entendimiento  todavía  inferior  al  de 
su  tío  Fernando  VI.  Y  tuvo  la  desgracia  de  estar  casado  (desde  Septiembre 
de  1765)  con  su  prima  Marfa  Luisa  de  Parma,  mujer  de  alguna  viveza  feme- 
nina y  marimandona,  mas  sin  elevación  de  miras  ni  sentido  moral.  Dominaba 
enteramente  al  Rey,  imponiéndole  sus  caprichos  y  (rayéndole  y  llevándole 
á  su  antojo  como  rueda  de  barquillero.  Sufríalo  todo  Carlos  IV,  no  ya  con  re- 
signación, sino  con  alegría,  pues  estaba  convencido  del  talento  de  su  mujer, 
y  además  le  tenia  miedo.  Ya  destronado  y  desterrado  en  Roma,  sostenía  con 
su  hijo  Femando  VII  una  doble  correspondencia:  escribía,  en  efecto,  unas 
cartas  dictadas  ó  visadas  por  María  Luisa  y  Manuel  en  que  todo  eran  quejas 
y  reclamaciones,  y  á  la  vez  otras  de  que  no  tenían  noticia  su  mujer  ni  Manutl, 
en  que  se  quejaba  de  éstos  y  decía  á  su  hijo  que  no  hiciera  caso  de  las  pri- 
meras. Y  de  su  género  de  vida  y  manera  de  reinar  he  aquí  como  ¿I  mismo 
los  refirió  á  Napoleón  en  Bayona:  «Todos  los  días,  invierno  y  verano,  iba  de 
>caza  hasta  las  doce;  comfa,  y  al  instante  volvía  al  cazadero  hasta  la  caida 


(i)    Conde  de  FeíníD-Ndileí:  CmnfcmSo  de  la  vida  di  Carlos  U!,  pabtíodo  re 

Ferrer  del  Rio  (D.  AdIodío):  Hiileria  de  Carlos  ¡21,  4  lomos.  D>nvila  (D.  Maouel):  ffiíteria 
del  rtinadc  de  Caries  ¡II,  4  tomos.  (En  1>  Historia  át  España,  por  ■cadínico*  d«  U  Hittoria). 


SiiKdo,  Historia  ne  EspaSa 


,,GooqIc 


Historia  GrAfica  de  la  Civilización  Española  Lj(mina  XCVIl 


HISTORIA  DEL  TRAJE. -TralM  popallTM  del  tlll»  XVIII. 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


DE  ESPAÑA  4r9 

>de  la  tarde.  Manuel  me  informaba  cómo  iban  las 
>cosa5,  y  me  acostaba  para  comenzar  la-misma  vida 
>al  día  siguiente,  á  menos  de  impedírmelo  alguna 
>ceremonia  importante». 

Este  Matmel  tan  Intimamente  ligado  con  los  re- 
gios esposos  era  un  hidalgo  de  Badajoz,  nacido  el  12 
de  Mayo  de  1767;  regularmente  instruido  y  con  su- 
ficiente despejo  para  cualquier  cosa,  ingresó  á  los 
diecisiete  años  en  Guardias  de  Corps,  donde  ya 
servia  su  hermano  mayor  D.  Luis;  á  poco  notó  la 
Corte  y  fué  enterándose  la  nación  de  que  el  guardia 
D.  Manuel  Godoy  gozaba  de  la  confianza  de  los  Prin- 
cipes de  Asturias  —  después  reyes  Carlos  IV  y  Ma- 
ría Luisa,  —  y  que  una  vez  éstos  en  el  trono  iban 
cayendo  sobre  el  gallardo  mozo  los  honores  y  las 
dignidades  con  mayor  rapidez  que  si  en  cada  mes 
ó  en  cada  semana  realizase  la  más  estupenda  hazaña: 
comendador  de  Santiago,  ayudante  de  su  compañía, 
exento  de  guardias,  ayudante  general,  brigadier  de  los  reales  ejércitos,  ma- 
riscal de  campo,  gentilhombre,  sargento  mayor  de  Guardias  de  Corps,  gran 

cruz  de  Carlos  III,  duque  de  la  Alcudia,  consejero  de  Estado....,  etc.,  etc 

Parecía  que  la  real  estampilla  no  tenía  otro  objeto  que  ir  acumulando  dicta- 
dos, empleos  y  gajes  al  pobre  hidalgo  extremeño.  Explica  Godoy  en  sms  Me- 
morias tan  peregrino  encumbramiento  diciendo  que  los  Reyes,  asustados  de 
la  revolución  francesa  y  recelosos  de  los  personajes  políticos  de  la  época,  es- 
pecialmente de  Floridablanca  y  Aranda,  que  eran  los  principales,  quisieron 
tener  un  ministro  hechura  suya,  que  todo  se  lo  debiese  á  ellos  y  que  con  ellos 
estuviese  completamente  identificado.  La  explicación  es  por  lo  menos  inge- 
niosa, y  mucho  ganaría  la  fama  postuma  de  María  Luisa  con  que  fuese  creída. 

Después  de  los  gobiernos  de  Floridablanca  (poco  más  de  tres  años) 
y  de  Aranda  (menos  de  nueve  meses)  fué  nombrado  Godoy  primer  ministro 
(15  de  Noviembre  de  1792),  teniendo  á  la  sazón  el 
favorito  veintiocho  años.  Debatíase  la  cuestión  de  ~'"~- 

si  España  debía  ó  no  entrar  en  la  coalición  europea 
contra  la  revolución  francesa,  y  Aranda,  que  profe- 
saba los  principios  filosóficos  de  la  revolución,  opo- 
níase, calificando  aquella  guerra  de  injusta  é  incon- 
veniente. Pero  ¡cómo  España,  ya  por  el  vínculo  di- 
nástico de  BUS  reyes  con  los  de  Francia,  ya  por  las 
ideas  religiosas  y  monárquicas  de  las  poblaciones, 
ya  por  la  solidaridad  europea,  podía  permanecer  en 
aquellas  circunstancias  indiferente  ó  arma  al  brazo, 
como  pretendía  Aranda?  Si  hubo  alguna  guerra  in- 
evitable, fué  aquélla,  y  además  popularísima:  todo  el 
mtindo  compitió  en  entusiasmo  haciendo  donativos 
ámanos  llenas,  y  afiliándose  por  muchos  millares  los      r,  ^     ,     j    o       j    -n 

,      .     -         .    í         ,.  1-  .  j         D.  Zenon  de  Somodevilla, 

volúntanos.  Así  pudieron  formarse  tres  cuerpos  de  mtiqués  de  la  Ensenada 
ejército  (Ricardos  en  Cataluña,  Castelfranco  en  Ara-  (1702-17811. 

{ExplUaaiH  <ü  ¡a  lá«iiua  XC  Vil) 

HISTORIA  DEL  TRi\|E.  -  Trajes  popolarea  del  siglo  XVIIi.  (Época  de  Mn).  -  1.  Salaman- 
quino.—2.   Roncales.  — 3.  Charra  salainanqnína.  —  4.   Modisla  de  Madrid  (Abulensc'.  —  5.  Cheso. — 


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420  HISTORIA   DE  ESPAÜA 

gón  y  Caro  en  Navarra)  cod  un  pequeño  contiagente 
portugués  de  refuerzo.  Desde  ;  Marzo  1793  en  que 
nos  la  declaró  la  Convencían  hasta  la  paz  de  Ba^lea 
(22  Julio  1795)  la  guerra  fué  en  conjunto  gloriosa 
para  nuestro  ejército,  sobre  todo  la  campaña  de  Ri- 
cardos en  el  Kosellón  (1793),  y  salimos  de  ella  ante 
Europa  con  más  reputación  militar  que  después  de 
la  guerra  de  la  Independencia.  Los  franceses  no  nos 
combatieron  sólo  con  las  armas,  sino  con  el  proseli- 
tisroo  de  las  ideas.  Habla  aquí  ya  un  núcleo  que  sim- 
patizaba con  los  principios  de  la  revolución.  San  Se- 
bastián fué  entregado  al  enemigo  por  revoluciona- 
P.Io*é  FtancUcoIila.        '''^^  españoles;  en  Burgos  se  descubrió  una  sode- 
Itustre  crítico  j  liieraco  je-     dad  sccreta  dispuesta  á  provocar  un  movimiento  en 
saitB,  cílebre  por  el  inge-     cuanto  los  franceses  pasaran  el  Ebro,  y  en  diversas 
?ti«¿6  r  ridicaSbfl"*  lo*     ciudades  sorprendiéronse  juntas  en  plena  discusión 
maloi  predicadores  d«  sn     Sobre  si  debia  ser  proclamada  una  sola  ó  varias  re- 
época  en  in  J^ray  Cerundin    públicas  iierianas.  j  Qué  más }  En  Madrid  se  presen- 
di  Lanifatas  (1703-1781).       taron  en  el  teatro  una  noche  varios  jóvenes  aris- 
tócratas con  gorro  frigio,  y  algunas  señoras  de  la 
misma  clase  con  vestido  tricolor  (i).  La  Inquisición  se  quejó  al  Gobierno  de 
que  las  ideas  filosóficas  cundían  por  todo  el  reino. 

La  paz  de  Basilea,  pedida  por  los  franceses,  fué  conveniente  y  honrosa 
para  España,  aunque  no  hasta  el  extremo  de  justificar  el  estrambótico  y  alti- 
sonante titulo  de  Principt  de  la  Pos  que  los  profetas  dieron  al  Mesías  pro- 
metido á  Israel,  y  que  fué  concedido  entonces  oficialmente  á  Godoy.  El  en- 
diosado ministro  no  acertó  i  mantener  la  neutralidad  de  España  entre  Fran- 
cia é  Inglaterra,  que  continuaban  luchando  —  cosa  á  la  verdad  difícilísima  ó 
moralmente  imposible  en  aquellas  circunstancias,  —  y  por  el  tratado  de  San 
Ildefonso  (18  Agosto  i^QÓJ  fuimos  aliados,  ó,  mejor  dicho,  clientes  ó  vasallos 
feudales  de  Francia,  de  cuyo  Gobierno  recibimos  la  consigna  durante  todo  el 
tiempo  que  aún  quedó  de  reinado  de  Carlos  IV.  Un  general  portugués  sin- 
tetizó admirablemente  aquella  vergonzosa  situación 
política  diciendo:  <España  y  Portugal  son  dos  burros 

•  que  tienen  cada  uno  su  arriero:  España,  á  Francia,  y 

•  Portugal,  á  Inglaterra;  nos  pegan  para  que  no  de- 

•  mos  coces». 

La  guerra  contra  Inglaterra  no  pudo  ser  más  fu- 
nesta para  nuestra  marina.  El  14  de  Febrero  de  1 797 
sufrimos  la  derrota  poco  gloriosa  (2)  del  cabo  de  San 
Vicente,  y  en  América  perdimos  la  isla  de  la  Trini- 
dad. En  cambio,  Nelson,  que  intentó  apoderarse  de 
Santa  Cruz  de  Tenerife  y  desembarcó  allí,  fué  recha- 
zado y  herido  por  las  milicias  y  paisanos  de  la  isla: 
un  brazo  perdió  en  aquella  refriega  et  gran  marino. 


•,dt  la  lamina  XCyiU-) 

—  1.  Mirisali.  —  ?.  Libn- 


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HlSTOlIA  GRÁFICA  DE   LA  CIVILIZACIÓN   ESPAÑOLA  LAMINA  XCVtlI 


HISTORIA  DEL  TRAJE.  -  Traje*  del  «Igl*  XVlll. 

nigiUrrlb/COOglC 


422  HISTORIA  DE  ESPAÑA 

y  la  memoria  de  su  derrota  se  celebra  todos  los  años 
en  Santa  Cruz.  La  paz  de  Amiens  dió  una  tregua  á 
los  desastres  marítimos,  pero  no  á  la  servidumbre  y 
abyección  del  Gobierno  español.  £1  embajador  de 
Francia  en  Madrid  era  el  amo  de  nuestra  poUlica  y 
de  nuestros  recursos:  de  Paris  venfan  las  órdenes 
para  nuestra  marina  y  nuestro  ejército;  á  la  menor 
indicación  de  los  Gobiernos  republicanos  caian  y  su- 
bían los  ministros,  se  retiraba  ó  volvía  Godoy  á  en- 
cargarse de  los  negocios;  por  mandato  de  Francia 
hicimos  en  Portugal  ¡a  ridicula  guerra  de  las  naroH- 
jas,  dirigida  por  el  Príncipe  de  la  Paz  con  el  rim- 
lorgejaan  Santacilií.          bombante  título  de  generalísimo  (i).  Nap9león,  ya 
Sabio  mattmitico  de  No-         ,        jinj  .i,t-        =j 
Tclda.  Sos  obras  son  fa-      elevado  al  Poder  supremo,  trató  á  España  con  más 
mosBS  entre  caiedráiicos  j      insolente  despotismo  que  Sus  predecesores;  volvi- 
marinos  (1712-1773).           ^los  á  guerrear  con  Inglaterra  porque  nos  lo  mandó, 
y  volvimos  á  sufrir  los  mayores  desastres  marítimos: 
el  22  de  Julio  de  1805,  el  de  Finisterre,  y  el  21  de  Octubre  del  mismo  año, 
el  de  Trafalgar:  en  ambos  quedó  á  salvo  el  honor,  pues  los  marinos  españoles 
se  batieron  con  denuedo,  y  algunos  llegaron  al  heroísmo;  pero  nada  más  que 
el  honor.  Nuestra  marina  nunca  se  ha  repuesto  de  tan  estupendos  desastres. 
Es  curioso  que  Godoy  se  apunte  en  sus  Memorias  como  un  triunfo  de 
su  astucia  política  el  no  haber  sufrido  España  en  este  tiempo  pérdidas  terri- 
toriales cual  tas  Potencias  que  resistían  más  ó  menos  á  Napoleón.  ¡Cómo 
había  de  sufrirlas,  si  la  nación  de  Fernando  el  Católico  y  Carlos  V  se  habla 
convertido  en  algo  menos  que  satélite,  en  vasalla  de  Francia!  De  cómo  nos 
trataba  Bonaparte  da  idea  lo  que  dijo  al  embajador  en  París,  Azara,  irritado 
por  el  convenio  suscrito  en  Badajoz  con  Portugal  (¡801):  »Pero  vuestros  re- 
oyes  gestan  ya  cansados  de  reinar!'*  A  estas  y  otras  mayores  insolencias  se 
contestaba  con  las  súplicas  más  humildes.  Lo  que  debe  reconocerse  en  de- 
fensa de  Godoy  es:  i."  Que  una  vez  entrados  en  el  camino  de  la  alianza  con 
Francia,  era  difícil  hacer  otra  cosa,  ó  sea  recabar  de  súbito  una  dignidad  que 
sólo  hubiera  podido  sostenerse  con  las  armas,  para 
lo  que  no  teníamos  fuerzas  realmente.  Y  2.°,  que 
Godoy  comprendía  lo  humillante  de  la  situación  y 
andaba  buscando  la  oportunidad  de  salir  de  ella,  y, 
lo  que  es  más  meritorio,  preparando  las  cosas  con 
el  refuerzo  y  reorganización  del  ejército,  para  cuan- 
do la  ocasión  se  presentase.  Sin  embargo,  espolea- 
dos por  la  ambición  y  actividad  portentosa  de  Bo- 
naparte, los  acontecimientos  entonces  marchaban 
con  una  rapidez  que  hacía  inútiles  estas  prevencio- 
nes. Entró  en  Napoleón  la  idea  de  que  España  no  le 
auxiliaba  en  la  proporción  de  sus  recursos  y  de  que 
esta  deficiencia  dependía,  no  de  mala  voluntad  de 
los  Reyes,  sino  de  nuestro  mal  sistema  administra- 
tivo: dedujo  de  aquí  que  para  sacar  de  la  nació» 
P  Enraue  Flúrti.             aliada  ó  feudataria  el  partido  á  que  se  creía  con  de- 
Sabio  teólogo,  ilustre  bis- 

toriador  y  docto  arqueó- 
logo, de  Ifi  Orden  de  San  (l)    Se  llamó  lalíri carne nte  de  las  naranjas  porque  «n  el 
Agustín.  Su  obra  mii  cé-        primer  parte  de  Godoy  se  decía:  cLas  tropas  (jae  alacanm,  al 
lebie   es   la  Espaho   Sa-        oii  mi  toz,  me  han  regalado  dos  ranos  de  naranjal,  que  yo  jne- 
graJa  (1701-177J).               sentó  á  la  Reina». 


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HISTORIA    DE  ESPAÑA  423 

recho  tenia  que  empezar  por  regenerarla;  es  decir, 
por  imprimir  á  su  gobierno  un  movimiento  inteli- 
gente y  vigoroso,  en  armonía,  según  él,  con  los  prin- 
cipios del  siglo,  ó  sea  coa  los  de  su  régimen  impe- 
rial. De  esta  idea  pas¿  el  ya  emperador,  con  la  ce- 
leridad propia  de  su  cerebro,  á  la  de  que  la  preten- 
dida regentración  era  imposible  con  un  rey  como 
Carlos  IV,  y  en  general  con  la  dinastía  de  Borbón. 
Resolvió,  pues,  desde  antes  de  1806  sustituir  esta 
dinastía  por  la  suya,  creyendo,  como  suelen  todos 
los  hombres,  sean  genios  ó  no,  con  sus  proyectos, 
que  hacia  con  eso  un  inmenso  beneficio  á  España 
sacándola  de  la  postración  en  que  se  hallaba;  creyó 
igualmente  que  semejante  cambio  dinástico  sería 
empresa  facilísima  para  su  poderlo;  que  el  ejército 

es[»itol  habla  de  mirar  como  una  gloria  servir  bajo      Antonio  Ramón  Rlcmidos. 
sus  águilas  victoriosas  y  á  sus  órdenes,  y  no  á  las       famoso  genera]  que 


del  fantástico  generalísimo  en  empresas  bufas  como 


díó  á  Fiancii 


:a  la  decapílicídii  d( 


la  guerra  de  las  naranjas;  que  las  clases  ilustradas      lq¡s  xVI, 

hablan  de  seguirlecon  en  tusiasmo,  y  que  al  pueblo     chas  pUzas  a  ios  ten 

no  le  importaría  un  comino  la  transformación.  Con-  tas  (1737-1794). 

viene  advertir  que  por  esta  época  Napoleón  tenia 

muchísimos  admiradores,  y  aun  partidarios,  en  España:  unos  velan  en  él  al 

prodigioso  genio  de  la  guerra;  otros,  al  restaurador  de  la  religión  católica 

en  Francia;  otros,  al  sabio  legislador  que  habla  sabido  unir  los  principios  filo- 

sóñco-juridicos  de  igualdad  y  libertad  civil  coa  el  orden  público.  Napoleón 

se  equivocó  en  sus  cálculos,  según  acreditaron  los  sucesos  posteriores;  pero 

retrayendo  el  juicio  á  los  años  en  que  él  los  hizo,  es  preciso  convenir 

en  que  quizás  cualquiera  se  hubiera  equivocado  como  él. 

Y  tanto  más,  cuanto  que  en  España  se  habla  levantado  furiosa  y  terrible 
oposición  contra  el  Príncipe  de  la  Paz.  Godoy  atribuye  toda  esta  oposición  á 
una  intriga  urdida  por  el  canónigo  Escóiquíz,  pre- 
ceptor que  había  sido  del  Príncipe  de  Asturias,  y 
entonces  su  consejero  áulico,  de  que  resultó  una 
conjuración  palatina  sin  otro  ñn  que  derribarle  á  él 
del  Poder,  y  quizás  destronar  á  Carlos  IV  para  en- 
tronizar á  Fernando  VII.  Nada  más  opuesto  á  la 
verdad.  Las  intrigas  de  Escóiquiz  y  la  conspiración 
en  el  cuarto  del  Príncipe  de  Asturias,  que  induda- 
blemente existieron,  fueron,  sin  emt^rgo,  un  sim- 
ple episodio  de  la  explosión  de  odio  mezclado  con 
asco  que  suscitó  en  todo  el  reino,  en  grandes  y 
chicos,  la  privanza  de  Godoy:  de  antiguo  viene  á 
nuestro  pueblo  la  malquerencia  contra  los  minis- 
tros que  ocupan  largo  tiempo  el  Poder;  todavía 
mayor  á  los  que  merecen  nombre,  no  ya  de  minis- 
tros. Bino  de  validos  ó  privados  sin  otro  titulo  que 
el  capricho  del  soberano,  y  para  odiar  y  despre- 
ciar á  Godoy  juntábanse  circunstancias  que  ni  de         Antonio  Rafael  Mengi. 
lejos  hablan  concurrido  en  Lerma,  Uceda,  ni  Oli-       Notable  pintor  edícuco, 
vares.  Todo  el  mundo  creía  en  lo  ignominioso  para       1°^  tuvo  gran  celebridad 
los  Reyes  de  su  privanza;  todo  el  mundo  veía  lo       ^  *""conUn*Qadores'  °* ' 
monstruosamente  exagerado  de  los  honores  y  pre-  (1728-1779). 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


434  HISTORIA  DE  ESPAÑA 

erainendas  que  se  le  hablan  concedido;  á  todo  el  mundo  le  pareda  un  desaca- 
to insufrible  á  la  Corona  su  matrimonio  con  una  hija  del  infante  D.  Luis,  y 
además,  se  le  suponía  bigamo,  por  creérsele  casado  con  Pepita  T%dé.  Que  con 
otros  tltolos  Godoy  hubiera  podido  ser  un  ministro  mediano,  pase  (i);  pero  con 
los  que  tenia  era  imposible  que  rigiera  en  paz  á  una  nación  como  la  nuestra. 
Godoy  fué  de  los  muchos  enemigos  ocultos  de  Napoleón  que  en  1806 
esperaron  del  ejército  prusiano  la  derrota  del  amo  aborrecido:  á  eso  respon- 
dió la  imprudentísima  proclama  del  6  de  Octubre  llamando  á  los  españoles 
á  las  armas  con  motivo  de' una  guerra  inminente 
que  no  declaraba  cuál  era.  La  batalla  de  Jena  des- 
truyó esas  ilusiones,  y  para  desagraviar  al  vencedor 
se  recurrió  á  la  ridicula  explicación  de  que  la  guerra 
inminente  era  con  Marruecos,  y  á  toda  suerte  de  ba- 
jezas y  humillaciones.  Napoleón  no  hizo  más  que  for- 
tificarse en  su  propósito  de  acabar  con  los  Borboncs 
de  España.  A  poco  se  declararon  las  reyertas  entre 
los  miembros  de  esta  familia,  y  el  principe  Don  Fer- 
nando acudió  á  Napoleón  pidiéndole  la  mano  de  al- 
guna de  sus  parientes;  María  Luisa  y  Godoy  urdie- 
ron el  proceso  de  Ll  Escorial,  en  que  se  hizo  repre- 
sentar al  pobre  Carlos  IV  un  papel  á  lo  Felipe  II 
yendo  á  detener  á  su  hijo  con  imponente  aparato  y 
secuestrándole  sus  papeles.  A  todo  esto,  y  con  el 
RcTcrend»  P.  Manín  pretexto  de  invadir  á  Portugal,  había  hecho  entrar 

Emdl..  SK'Crlo...-     Bor.p.rle  a  la  Península  el  cuerpo  de  ejército  de 
toT  de  luiai  obrai  de  his-     Junot  el  Cual  al  llegar  á  Lisboa  proclamo  que  la 
tona  de  nuestra  ikerítura      Casa  de  Bragatua  habla  ceiado  de  reinar;  y  al  sa- 
(1695-1772}.  ber  el  proceso  de  El  Escorial  hizo  entrar  al  cuer- 

po de  Dupont  (de  23  á  24.000  hombres),  seguido 
de  cerca  por  el  de  Moncey  (30.000  hombres),  y  á  la  vez  la  división  Duhesme 
por  Cataluña  (12.000  hombres).  Entonces  comprendió  el  Príncipe  de  la  Paz 
que  habla  llegado  el  desenlace  del  largo  drama  que  él  había  querido  diferir 
con  bajezas  y  expedientes  políticos,  y  aconsejó  á  los  Reyes  que  huyeran  al 
Mediodía  para  organizar  allí  la  resistencia,  ó,  si  esto  no  era  posible,  embar- 
carse para  América  como  los  Braganzas.  A  Napoleón  le  pareció  de  perlas  el 
proyecto,  pues  así  se  desembarazaba  de  la  corte  sin  acudir  á  violencias  siem- 
pre odiosas;  pero  el  19  de  Marzo  de  1808  estalló  el  motín  de  Aranfues,  que 
obligó  á  Carlos  IV  á  abdicar  en  su  hijo  Fernando  VII  y  puso  en  prisiones  á 
Godoy.  Se  ha  dicho,  y  es  verdad,  que  el  mot/n  de  Aranjuee  no  fué  popular, 
sino  obra  de  unos  pocos  conjurados;  pero  no  es  menos  cierto  que  éstos  res- 
pondieron á  una  causa  popuiarima,  y  lo  prueba  el  hecho  del  odio  á  Godoy  y  del 
desprecio  á  María  Luisa  y  á  Carlos  IV  (al  último  mezclado  con  algo  de  lástima), 
que  sintieron  unánimes  aquella  generación  y  las  siguientes.  Las  primeras  vo- 

(1)  Escritor  tan  erudilo  como  el  Sr.  Péru  de  Guzmdn,  qae  hs  es  (adiado  macha  eita 
época,  llega  á  suponer  que  Godoy  era  un  profundo  poliüco,  y  que  fué  desgracia  para  Eapaña 
DO  dejarse  gobernar  por  él.  Fsto  no  ex  mis  que  naa  lunentable  ofuscación.  Véase  la  preciosa 
NStlBria  de  Carlos  JV,  por  el  general  Ortmez  de  Arleche,  y  lobre  lodo  la  (¡talada  AnttreJtntei 
felilicoiy  diplomálieos  dt  loi  sucems  de  iSoS,  por  el  Marqués  de  Lema. — Tomo  I. — Medríd,  1909. 


,,CoogIc 


HlSTOBIA  GrXfICA   de  la    ClVILIZAaÓK   ESPAÜOLA 


HWTORIA  DEL  TIUJE.  -  Trajei  popolafM  dtl  «lelo  XVUI. 

n,g,t7cdb/G00gIc 


HISTORIA   DE  ESPAÑA 


Gaspar  Melchor  de  Jove- 

Llanos. 
Abogado,  diimainrgo,  poe- 
ta lírico  y  miniítro  de  Gia- 
cia  j  Jutucia.  Fué  ettadista 
eminente.  Sus  obra*  pria- 
cipales  ion:  Líy  agraria. 
Tratado  de  educación,  etc. 
(1744-1811). 


Horacio  Nelson. 
Gran  almirante  inglís, 
vencedor  en  Trafal^ar, 

vida  (1748-1805). 


ees  en  favor  del  ministro  caído  no  se  oyeron  basta 
muchísimo  tiempo  después,  ya  para  mediar  el  si' 
glo  XIX,  inspirada,  por  una  parte,  en  el  espectáculo 
de  su  larga  y  triste  ancianidad  en  París,  y  por  otra, 
en  haber  reparado  algunos  liberales  que  entre  las 
medidas  de  su  Gobierno  las  había  que  podiao  ser 
consideradas  como  preludios  de  la  desamortización 
eclesiástica.  Para  encontrar  algún  panegirista  del 
poco  airoso  triunvirato  formado  por  los  Reyes  y  el 
favorito  hay  que  venir  á  principios  del  siglo  xx;  esto 
es,  cuando,  ya  desvanecida  toda  la  actualidad,  aun  la 
del  recuerdo  vivo  de  los  personajes  y  de  los  sucesos, 
el  tema  ha  quedado  para  mero  solaz  de  eruditos,  más 
ávidos  á  veces  de  lo  que  puede  parecer  algo  nuevo 
que  de  lo  que  siempre  es  verdadero, 

121.  —  Las  ideas,  ciencias  y  letras.  —  La  influen- 
cia francesa  es  la  predominante,  casi  la  exclusiva, 
como  en  política.  Felipe  V  creó  la  Biblioteca  Real 
(1711),  la  Academia  Española  (1713)  y  la  de  la  His- 
toria (1738).  Fernando  VI,  la  de  San  Fernando.  Es- 
tas Corporaciones  de  tipo  francés  tenían  por  objeto 
la  protección  de  las  Letras  y  de  las  Artes,  y  como 
dé  sus  modelos  franceses  escribió  sarcásticamente 
Vo  I  taire,  se  componían  de  prelados,  grandes  de  Es- 
paña, generales,  etc.,  y  para  que  hubiese  de  todo, 
también  de  algunos  literatos  y  artistas.  Reformáron- 
se las  Universidades,  tendiendo  á  que  la  enseñanza 
fuese  menos  metafísica  ó  escolástica  y  más  positiva: 
á  la  del  Derecho  se  le  dio  una  base  histórico- nacio- 
nal; á  la  de  la  Medicina,  un  fundamento  experimen- 
tal de  ciencias  naturales  y  de  anatomía  práctica, 
creándose  á  este  efecto  los  Colegios  de  Medicina  de 
Cádiz,  Barcelona  y  Madrid.  Carlos  III  estableció  el 
Museo  de  Historia  Natural  y  el  Jardín  Botánico;  la 
Botánica  se  desarrolló  extraordinariamente,  lle^ndo 
á  contar  en  España  insignes  cultivadores;  protegié- 
ronse ó  se  hicieron  por  cuenta  del  Estado  explora- 
ciones cientiñcas,  ya  en  el  interior  de  la  Península 
para  el  conocimiento  de  la  flora,  ya  en  el  continente 
americano,  como  la  de  Mutis,  ya  de  largos  viajes  ma< 
rítimos,  como  el  dirigido  por  Malespina,  ya  el  singu- 


(ExplicaciÓH  de  ¡a  íámi 


<c; 


Vidrio*  e^taflolM.  - 1.  Cálii  de  cr 
policromado.  Siglo  xvi.  —  2.  Copa  catalat 
ülo  xvji.  —  3,  Vaso  Kiabado  üc  La  Oranja. 
floreados  dorados,  de  Cadarso  de  los  Vidí 
esmalte.  Fábrica  de  El  Recuenco.  Siglo  Wlir.  —  b.  Crisí 
etmalte  blanco  y  azul.  —7,  Vaso  de  cristal,  cuajado  co 
B.  Candileja.  Recuenco.  Slgio^VIIt  al  XIN.  —  9.  Planclia.  Vidiio  catalán.  Principios  del  siglo  7. 
devldiio  de  la  Mancloa,  con  oniamentacidn  de  esmalte  blanco  y  cosa.  Fines  del  siglo  xvm  al 
dcio  citalin.  Color  caramelo,  piglo  XVí.  Colección  del  Conde  de  Valencia  de  Don  )uan  - 
catalana.  Siglo  \vi.  Tiene  ocnainentaclán  de  floreado  y  verde,  amarillo  y  un  bulto  blancoa 


>r  aiul.  Si- 
vidrio  con 


,,  Google 


Historia  GrXfica  db  la  Civilización  EsfaSola 


Vidrio*  eipKDole*. 


,,CoogIc 


Historia  GRj(ncA  db  la  Civiliz ación  E^paSola 


,,  Google 


HISTORIA  DE  ESPAÑA 


42g 


ei^' 


lar  por  Marruecos  \  Oriente,  por  el  catalán  D.  Domingo  Badla,  en  tiempo  de 
Carlos  IV,  que  recorrió  tos  países  musulmanes  haciéndose  pasar  por  un  prin- 
cipe abbasida.  Para  fomentar  ta  riqueza  nacional  y  la  instiuccián  popular  fun- 
dáronse  las  Sociedades  Económicas  de  Amigos  del  País  y  se  multiplicaron  las 
escuelas  de  primeras  letras.  En  el  reinado  de  Garios  IV  unos  oñcíaies  suizos 
intentaron  implantar  el  sistema  pe- 

d^ógíco  de  Pestalozri;  introdújose       O \, O      ¡^ 

además  la  enseñanza  de  Veterinaria 

y  la  de  los  sordo-mudos.  Q"^'^^  ' 

La  tendencia  de  este  movimien- 
to era  apartar  los  entendimientos  de 
las  especulaciones  teológicas  y  meta- 
físicas que  sus  directores,  más  ó  me- 
nos influidos  por  la  filosofía  sensua- 
lista y  por  la  enciclopedia,  tenían  por 
inútiles,  y  enderezarlos  á  los  estudios 
prácticos  ó  que  contribuyen  al  bien- 
estar de  la  vida  terrena.  Asi,  concep- 
tuábase preferible  el  estudio  del  fran- 
cés y  demás  idiomas  modernos  al  del 
latín  y  otras  lenguas  clásicas;  la  ob- 
servación y  la  experiencia  reputá- 
banse como  el  único  método  acepta- 
ble para  un  estudio  provechoso;  en  su 
virtud,  proscribiéronse  las  disputa: 
escolásticas,  y  se  prohibieron  como  i 
nefandos  y  funestos  los  nombres  de  ' 
tomistas,  escotiitas,  suaristas,  etc.,  que 
se  daban  antes  los  estudiantes  de 
las  distintas  escuelas,  y  cultiváronse 
ciencias  nuevas,  como  la  Economía 

política,  encaminada  á  conocer  las  causas  y  los  obstáculos  que  se  oponen  al 
fomento  de  la  riqueza  material.  Con  el  cultivo  de  la  Economía  concurrían  el 
del  Derecho  canónico  y  el  de  la  Historia.  £1  primero  era  el  palenque  de 
disputas  entre  hispanistas  y  ttlír amóntanos.  Sostenían  los  kisfanistas  que  en  la 
época  romana,  visigoda  y  comienzos  de  la  Edad  Media,  la  Iglesia  en  España, 
aunque  reconocía  la  preeminencia  del  papa  como  sucesor  de  San  Pedro,  gober- 
nábase independientemente  por  sus  obispos  bajo  la  protección  y  dirección  efec- 
tiva del  rey, y  que  esta  constitución  eclesiástica,  la  verdaderamente  apostólica, 
se  habla  alterado  en  virtud  de  las  falsas  Decretales  que  dieronal  papa  un  domi- 
nio absoluto,  con  detrimento  de  la  autoridad  evangélica  de  los  obispos  y  de 
las  regalías  de  la  Corona.  No  sólo  los  ministros  y  consejeros,  sino  muchos  obis- 
pos y  miembros  del  clero  secular  y  regular,  participaban  de  estas  opiniones. 
Susadversarios¿>fW(y«ifw?M^iiMDf  ó  defensores  del  primado  de  jurisdicción  que 
corresponde  al  Romano  Pontífice  en  toda  la  Iglesia,  calificábanlos  de  jansetiis- 
las,  mote  impropio,  porque  el  hispanismo  y  c\  jansenismo  son  cosas  diferentes. 


(ExfUeaíUn  di  U  lámina  Cl.) 

Ma«Headcltl(loXVUI.-'l.  Sniidi  manoi,  dccoridi  con  pintura 
piar  qne  m  guarda  en  el  Muko  ArqueolÚgico  Nacional.  —  1.  Cornucopia  d' 
fábrica  de  Alcora.  ~  3.  Meu  de  maderas  finia  con  aplicaciones  en  bronce  y  ; 
ucee  1  la  riqdfsina  colección  que, los  Condes  de  Valencia  de  Don  Juan  licncr 
qneológlco  Nadonal,  lo  Rilimo  que  la  fuente  de  Alcora  que  esti  detrajo  y  la  ce 


I.  Admirable  ejem- 
ia  «milladi,  de  la 
esmaltadas.  Perte- 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


430 


HISTORIA  DE  ESPAÑA 


n  Meléndez  Valdís. 
1'rincipal   poeu  de  la 

escaela  salmantina;  ba- 

cólico  y  etiStico 

(1754-1817)- 


Uníanse  las  ideas  iisfoMÚías,  al  menos  ea  mu- 
chos de  sus  adeptos,  al  ecoMomistmo,  contrarío  á  la 
amortización  civil  y  eclesiástica  y,  por  tanto,  á  la 
posesión  por  la  Iglesia  t  institutos  religiosos  de 
bienes  inmuebles,  que  conceptuaba  inconveniente 
para  el  desarrollo  de  la  agricultura;  al  criticismo  Üi- 
íóricot  que  rechazaba  por  apócrifas  antiguas  tradicio- 
nes piadosas,  como  la  venida  de  Santiago  á  España, 
la  aparición  de  la  VirgeD  del  Pilar  en  Zaragoza,  la 
de  Santiago  en  )a  batalla  de  Clavijo,  etc.;  al  amii- 
moMo^uisma,  que  consideraba  excesivo  y  funesto  el 
estado  religioso  en  general  para  la  Iglesia  y  para  el 
país,  y  en  ziganos  ai /iJoso/ismo  enciclopedista  más  ó 
menos  atenuado.  Así  fueron  dividiéndose  los  espa- 
'  ñoles,  especialmente  los  de  alguna  ilustración,  en 

Juan  MeléndM  Valdís.      ^j^g  grandes  grupos:  uno  aferrado  á  las  ideas  y  sen- 
rncipa    po         e    a      t  i  mié  nt  OS  tradicionales,  y  Otro  partidario  de  las  deno- 
minadas ideas  nuevas,  que  eran  las  enciclopedistas. 
La  Historia  dejó  de  ser  un  arte,  para  convertir- 
se en  una  ciencia  erudita  y  critica.  Sus  más  ¡lustres 
cultivadores  fueron:  D-  Juan  de  Perreras  (1652-1715),  autor  de  la  Sinopsis 
histórica  cronológica  de  España  (1700};  el  P.  Martín  Sarmiento  (1695-1772), 
varón  eruditísimo,  que  lo  fué  de  las  ^íMtorr'fUc/f  la  historia  de  la  poesía  y  délos 
poetas  espaioles  y  de  otros  muchos  trabajos;  el  P.  Enrique  Flórez  (1702-1773), 
de  la  España  Sagrada  (37  tomos),  que  continuaron  los  PP,  Risco  y  Canal,  de 
la  Clave  historial.  Medallas  romanas  y  Memorias  dt  las  Reinas   Católicas; 
el  P.Andrés  Marcos  Burrie!  {1719- 17O2),  que  aventajaba  al  P.  Flórez  en  saber 
jurídico,  y  el  P.  Juan  Francisco  Masdeu  (1744-1817),  que  escribió  la  Historia 
critica  de  España  (20  tomos  publicados,  más  otros  que  han  quedado  inéditos). 
Con  el  mismo  sentido  que  estos  historiadores  fustigó  el  P.  Benito  Jeró- 
nimo Feijóo  (1676-17G4)  ios  errores  del  vulgo  en  su 
Teatro  critico  (de  1726  ¿1741)  y  en  sus  Cartas  erudi- 
tas (ái  1742  á  1760).  Con  más  espíritu  de  partido 
(regalista  y  desamortizador)  escribieron  el  Conde  de 
Campomanes  (i753-l8oz),  Jovellanos  {1744-1811), 
Martínez  Marina  y  otros. 

La  literatura  ñlosóñca  francesa  era  manjar  pre- 
dilecto de  los  ilustrados.  En  172 1  aparecieron  en 
Francia  las  Cartas  pérsicas,  de  Montesquieu;  en  1723, 
la  Henriada,  de  Voltaire,  considerada  por  los  clasi- 
cistas  de  allende  y  aquende  el  Pirineo  como  un  pro- 
digio de  arte;  en  1730,  el  Bruto;  en  1731,  la  Historia 
de  Carlos  XI!  y  el  Templo  del  gusto;  en  1732,  Zaira, 
y  en  1734,  las  Cartas  filosóficas;  este  mismo  año 
vieron  la  luz  las  Consideraciones  sobre  la  grandeta  j>  . 
decadencia  de  Roma,  y  en  los  dos  siguientes.  La  muer- 
te efe  Cí'sar  jr  Alcira,  de  Voltaire;  en  1742,  el  Ma- 
koinet;  en  1748,  el  Espíritu  de  las  leyes,  de  Montes- 
quieu; en  1749,  las  Cartas  de  Diderot;  en  1750,  el 
Discurso  sóbrelas  Ciencias,  de  Rousseau;  en  1751,  £/ 
Siglo  de  Luis  XIV,  de  Voltaire,  y  empezó  á  publicar- 
se la  Enciclopedia;  en  1754,  el  Tratado  de  las  sensa- 
ciones, de  Condillac;  en  1755,  el  Discurso  de  Rous-' 


Federico  de  Gravina. 
Contrmlmirante,  jefe  de 
la  escuadra,  que,  en  ooión 
de  1k  francesa,  librú  con- 
tra la  annada  britinica  la 
memorablebataUadeTta- 
Talgar,  eo  la  cual  fot  mor- 
talmente  berído 
(i756-i8oj>. 


,,  Google 


Leandro  Fetnindei 

de  MoiatiD. 

Cél«bre  literato  y  poeta 

o  madrileño,  autor 
de  S/  ¡I  de  lai  niñas  y 
-e/fa/í  (1760-1828). 


HISTORIA    DE  ESPAÑA  431 

seau  soére  la  desigttaldad  de  condicioMes,  y  al  año  si- 
guiente, el  Ensajfo,  de  Voltaire,  soire  las  costítmires 
ji  el  espíritu  de  las  nacioHes;  en  175;  y  ^&,  El  Espíritu, 
de  Helvecio,  y  El  padre  de  familias  y  El  hijo  natural, 
de  Diderot;  en  1760,  el  Tancredo,  de  Voltaire,  y  La 
nueva  Eloísa,  i^S.oai%Ga.\i,zn  iy()2.  El  contrato  social, 
y  el  Emilio;  en  1763,  la  Historia  de  Pedro  el  Grande, 
de  Voltaire,  y  Los  Salones,  de  Diderot;  en  1774,  el 
Diccionario  filosófico,  etc.,  etc. 

Toda  esta  literatura  fué  penetrando  en  España 
cautelosamente  en  alas  de  la  afición  literaria  al  cla- 
sicismo y  del  buen  tono  que  imponía  la  última  moda 
de  París,  lo  mismo  en  los  casacones  y  en  las  pelucas 
que  en  los  libros  y  en  las  comedias.  Según  la  frase 
de  la  época,  no  era  persona  de  pro  la  que  no  hubiera 
escupido  en  París;  es  decir,  pasado  una  temporada 
en  la  capital  de  Francia,  y  ios  que  venían  de  allá 
con  ese  espaldarazo  del  buen  tono  echábanselas  á 
la  vez  de  ilustrados  y  de  calaveras,  contaban  sotio 
voce  en  las  tertulias  las  picardías  que  se  hacian  allí, 
y  explicaban  las  últimas  ideas  puestas  en  circulación 
por  losfilóso/os.  Asi  se  formó  en  toda  España,  y  espe- 
cialmente en  Madrid,  un  partido  favorable  á  la  Enciclopedia,  muy  corto  en 
número  relativamente  á  la  masa  total  de  la  población,  pero  formidable  por  la 
calidad  de  las  personas  que  lo  componían.  Habla  en  él  varios  grados  de  ini- 
ciación: unos  que  sabían  muy  bien  adonde  iba  á  parar  todo  aquello  y  lo  que 
debía  entenderse  bajo  las  palabras  superstición  y  fanatismo,  siendo  racionalis- 
tas b  librepensadores  resueltos,  aunque  lo  disimulasen  un  poco  por  miedo  á 
las  supersticiones,  tan  arraigadas  en  España,  y  otros  que  no  iban  tan  lejos, 
pero  se  movían  más  ó  menos  conscientemente  en  ta  misma  dirección.  Para 
disimular  mejor  la  irreligiosidad  era  uso  afectar  una  piedad  ilustrada  y  tan 
respetuosa  con  las  cosas  divinas,  que  no  permitía  al  piadoso  acercarse  mucho 
á  ellas.  Para  explicar  la  admiración  por  Voltaire  y 
otros  autores  de  su  laya  se  decía  que  se  los  admiraba 
per  elegantiam  sermonem,  por  ser  ellos  la  flor  y  nata 
de  lo  clásico;  y,  finalmente,  para  poder  ir  abriendo 
camino  al  triunfo  de  las  nuevas  ideas  se  alardeaba  de 
un  celo  á  la  vez  patriótico  y  realista  por  las  regalías 
de  la  Corona,  y  de  este  modo  poco  después  de  mediar 
el  siglo  las  palabras  incredulidad,  filosofismo,  regalis- 
mo,  jansenismo  y  clasicismo  casi  hablan  llegado  á  ser 
sinónimos  en  el  uso  corriente.  Todo  ello  difundíase 
por  los  círculos  aristocráticos  y  literarios,  y  hasta  por 
algunos  centros  eclesiásticos  seculares  y  regulares, 
como  una  sutil  atmósfera,  cada  vez  más  extendida  y 
más  densa,  que  en  ningún  punto  tomaba  consistencia 
ó  cuerpo,  pero  que  en  todas  partes  iba  haciendo  sen- 
tir su  influencia.  Es  preciso  tener  muy  en  cuenta  tal 
estado  social  para  comprender  bien  la  literatura  de  la 
segunda  mitad  del  siglo  xviii. 

Contra  los  filésojos  ó  novadores,  que  eran  los  nom- 
bres más  comunes  que  se  daban  á  los  partidarios  de 
las  nuevas  ideas,  se  predicó  ya  bastante,  y  aun  se 


Cosme  Damiia  de  Giu- 

Pamoso  general  de  la  ar- 
mada, qne  pereció  heroi- 
camente en  el  combate 
naval  de  Trafalgar 
(1761-1805). 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


Historia  GrAfica  db  la  Civit.UAadN  EspaSola 


HlSTOfllA  DEL  TRAJE.  -  Tnilcs  mlHUrc*  del  •l|1o  XIX. 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


HISTORIA   DE  ESPAÑA  433 

estrribió  en  esta  seguada  mitad  del  siglo.  Pero  sucedía  un  fenómeno  singular: 
como  el  partido  de  los  filósofos  tenia  mucha  maoo  coa  el  Gobierno,  y  hasta  con 
la  Inquisición,  y  se  escudaban  en  la  defensa  de  las  regalías  de  la  Corona,  los 
aHíifilóso/os  solían  verse  negros  para  rebatirlos;  asf  aconteció,  por  ejemplo,  á 
Fray  Fernando  de  Ceballos  Mier  (1732-1802),  que  no  pudo  concluir  de  pu- 
blicar su  obra  La  falsa  filosofía,  crimen  de  Estado,  y  tuvo  que  irse  á  Portu- 
gal para  que  le  imprimieran  el  tomo  séptimo. 

La  oratoria  sagrada  tuvo  á  líltimos  de  la  centuria  décimaoctava  un  re- 
presentante apostólico  en  el  misionero  capuchino  Fray  Diego  de  Cádiz,  na- 
cido en  esta  ciudad  el  30  de  Marzo  de  1743,  fallecido  en  Ronda  el  24  de 
Marzo  de  1800,  y  que,  como  Juan  de  Avila,  mereció  el  dictado  de  «apóstol 
de  Andalucía».  Predicaba  en  las  plazas  públicas  ante  concursos  inmensos. 
Los  sermones  suyos  que  se  conservan  impresos  no  parecen  justiñcar  el 
extraordinario  efecto  producido  en  sus  auditorios;  peio  que  el  efecto  se  pro- 
ducía es  indudable :  atestíguaulo  contemporáneos  de  todos  los  temperamen- 
tos y  caracteres,  y  aun  algunos  poco  propensos  al  fervor  religioso,  v.  gr.,  don 
José  Joaquín  de  Mora,  testigo  ocular  y  volteriano,  á  pesar  de  lo  cual  dice: 

Yo  vi  aquel  fervoroso  capuchino, 
Timbre  de  Cádiz,  que  con  voz  sonora, 
Al  blufemo,  al  ladi6n  y  al  asesino 
Kulmínitba  sentencia  aterradora. 
Vi  en  sus  miradas  res pU ador  divino 
Con  que  angustiaba  el  alma  pecadora, 

Y  diez  mil  compungidos  penitentes 
Estallaron  en  ligrimas  araieoles. 

'  L.«  vi  clamar  perdAn  al  trono  augusto, 

Gritando  humilde:  «;No  lo  merecemos»!. 

V  temblaban  caol  leve  flor  de  aibuslo 
Ladrones,  asesinos  y  blasfemos. 

Y  no  reinaba  mas  que  horror  y  susto 
De  la  anchurosa  plaza  en  los  extremos, 

V  en  la  escena  que  fué  de  impuro  goio; 
Sólo  se  oía  un  trémulo  sollozo. 

A  esto  vienen  á  reducirse  las  manifestaciones  de  la  literatura  religiosa 
en  este  perioijo,  ó  muy  poco  hay  que  añadirle:  las  poesías  de  la  sevillana  Sor 
Gregoria  de  Santa  Teresa  (murió  en  1735)  y  las  de  Sor  Francisca  Josefa  de 
la  Concepción,  de  Nueva  Granada,  fallecida  en  1 742. 

Contribuían  á  la  difusión  de  las  nuevas  ideas  las  tertulias  y  los  salones. 
De  las  primeras  hubo  algunas  famosas:  la  de  la  condesa  de  Lemos  (de  1 749 
á  1751),  caliticada  por  sus  poco  modestos  concurrentes  de  academia  del  buen 
Xftsto;  la  íü  la  Fonda  de  San  Seiastidn,  que  era  un  verdadero  circulo  literario 
fundado  por  Moratln,  padre,  y  que  tenía  por  reglamento  este  rótulo:  aguí 
w)  se  ha  de  Hablar  mas  gite  de  teatro,  de  toros,  de  amor  y  de  versos;  la  de  la 
condesa  del  Montijo,  en  la  liltima  época  de  Carlos  III  y  primera  de  Carlos  IV, 
foco  del  partido  tildado  de  jansenista;  y  la  de  Quintana,  á  la  conclusión  del 
período,  en  que  bajo  apariencias  literarias,  ó  alternando,  mejor  dicho,  con  la 
literatura,  se  hacia  propaganda  revolucionaria.  -De  los  segundos  hubo  ya 
muchos  en  el  siglo  xvm.  No  se  les  permitía  tratar  de  política  palpitante; 

(Explicadén  de  la  Idmina  CU.) 

HISTORIA  DEL  TR^E.  -  TnOcs  nllltftrcs  del  alulo  XIX.  - 1.  Granaderos  de  Ñipóles  (178"). 
2.  Intantería  1ii[eia,  Bai-battro  (1B0I).  —  3.  Infantería  lierra,  Oerona  (I80t).  —  4.  Infantería  ligera.  Ealre- 
madura  (1901).  —  5w  Infantería  de  linea,  Jaén  (ISOI).  -  b.  Inianlerli  de  linea.  Fernando  Vil  0801).  —  T.  In- 
fintcrfa  de  linea.  Patria  (ISOI). -g  Infantería  de  línea,  Santa  Fe  (1301).  — 9.  Infantería  de  linea,  Muer- 
ie(IBOI). —  10.  InfanterU  de  linea.  Viciaría  (1801). 

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434  HISTORIA    DE  ESPAÑA 

pero  con  sus  ideas  filosóficas,  históricas  y  literarias  marcaban  suRcientemen- 
te  su  orientación  ideal  y  práctica. 

Hubo  en  el  siglo  xvui  algunos  tratadistas  de  mérito:  el  general  Marqués 
de  Marcenado  lo  fué  insigne  por  sus  Reflexiones  militares;  el  P.  Esteban  Ar- 
teaga,  notable  por  sus  InvtsHgaciones  filoséficaa  io- 
bre  la  belleea  ideal;  D.  Ignacio  Lujan  (170Z-1754), 
por  su  Poética  fi737j,  en  que  expuso  algo  reformada 
la  doctrina  de  Botleau,  y  fué  el  código  del  neocla- 
sicismo español.  Algo  de  reacción  clásica  era  nece- 
saria en  nuestras  letras,  porque  al  subir  al  trono 
Felipe  V  el  culteranismo  y  el  conceptismo  juntos 
en  uno  dominaban  nuestro  Parnaso,  y  también  la 
prosai  y  el  teatro  espafíol,  6  de  Lope  de  Vega  y 
,  Calderón,  aunque  todavía  produjo  dos  autores  de 
mérito  —  D.  Antonio  Zamora  (vivió  hasta  después 
de  1730)  y  D.  José  Cañizares  (1676-1750),  —  de- 
cayó con  Ayerlíe,  Zavala  y  Comella,  inventores  de 
los  más  ridiculos  esperpentos.  Sin  embargo,  al  pú- 
blico no  literario  le  gustaban  más  sus  obras  que 
las  clásicas  de  Mootiano  y  Lujan  (1697-1775),  de 
D.  Nicolás  Fernández  de  Moratfn  (1737-1780),  de 
Cadalso  (1741-1782),  de  Cienfuegos  (1764-1809)  y 
de  D.  Leandro  Fernández  de  Moratin,  que  nació 
en  1760.  Quizás  si  se  hubiese  seguido  una  direc- 
ción ecléctica  se  hubiera  conseguido  atraer  á  los 
Manuel  de  Godoy.  Duque  espectadores,  como  lo  alcanzó  García  de  la  Huer- 
de  Alcudia,  Príncipe  déla  ta  (1734-1787)  con  su  tragedia  Raqnel  (1778).  Lo 
Pai  (1767-1850).  qyg  gustaban  mucho  eran  las  piezas  cómicas,  las 

comedias  de  ñgurón  de  Cailizares —  S  dómine  Lu- 
cas, La  mds  ilustre  Jregona,  etc.,  —  loa  entremeses  de  D.  Francisco  de  Castro, 
representados  de  1700  á  1742,  y  sobre  todo  los  saínetes  de  D.  Ramón  de  la 

(Exflicaewn  <ü  la  ¡amina  CJfJ.j 

CerimlcadCloaalglMXVIIIrXIX.-I.  Jiirún  suntuario,  de  Ion,  estilo  itiliano,  de  la  flbríca 

de  AlFora.  La  decoración  es  amirlIU  y  umA  claro  sobre  fondo  blanco.  Mide  unos  50  centlaietroi  de  alto. 
Siglo  w'iii.  Museo  Arqueológico  Nacional.  -  2.  Fuente  de  la  ilbrlca  de  Triina.  Loia.  tondo  blanco  con 
nares  y  nmeado  azul.  Siglo  XVIII.  Muieo  Arqueológico  Nacional. —  3.  Jarrdn  blasonado  de  Taltven. 
La  decoración  es  azul,  y  en  el  escudo  llene  ademis  verde  y  amarillo.  Alto,  «O  centímetros.  Siglo  x\'iil.  Museu 
Arqueológico  Nacional.  -  4.  i'ila  de  agua  bendita  en  forma  de  cornucopia.  En  el  medallón  central  se  ve 
nna  composición  míslica  representando  i  la  Divina  Pastora  rodeada  de  ángeles  y  debajo  dos  santas,  coya 
significación  nos  es  desconocida.  Es  uno  de  los  ejemplares  de  loa.  mis  bellos  y  delicados  que  han  salidp 
de  la  fábrica  de  Alcora  en  el  siglo  XVIII,  y  perlenetc  ala  colección  del  Conde  de  Valencia  de  Don  Joan.- 
5.  Cafetera  de  porcelana,  imitando  mírmol  jaspeado.  Es  de  la  fibrica  de  laMoncloay  pertenece  al  siglo  M\. 
Museo  Arqueológico  Nacional.  — b.  Copa  ó  maceta  de  loza  de  Triana,  con  policromía  azul  y  tniaiilla.  Si- 
glo XVIII.  40  cenlintetros  de  alio.  —  T.  Plato  de  Talavera.  genialmente  decorado  con  poUcromli  aml  y  ama- 
rillo. Siglo  XVIII.  Colección  del  Conde  de  Valencia  de  Don  Juan.  —  S.  Porcelanadel  Retira,  imitación  de  Se- 
vres.  Policromía  verde,  amarillo,  rojo  y  oro  sobre  fondo  blanco.  Siglo  XVIil.  Colección  del  Conde  de  Valencia 
de  Don  Juan.  —  9.  Fuente  de  loza  de  la  flbrica  de  Sargadelos  (l3aUela).  La  ornamentación  de  esta  laza,  de 
color  azul  snbre  fondo  blanco,  esti  obtenida  por  medio  de  reportes  de  estampación  litogrllica,  sistema  que 
determinó  un  nuevo  aspecto  y  campo  ilimíladn  en  la  decoración  de  la  cerámica.  En  la  aureola  6  disco  qoe 
rodea  el  escudo  de  España,  que  se  ve  en  el  centro,  hay  un  letreroqueaqui  no  puede  leerse  por  su  reducido 
tamaño,  que  dice:. Ls  Empresa  de  Osrgadclos  á  su  augusta  reina  DoHa  Isabel  Ih.  Motivó  esta  dedicatoria 
una  visita  hecbi  i  la  fábrica  por  dicha  Reina  con  motivo  de  su  viaje  á  Oalicia.  -  10.  Florero  de  porcelana, 
de  estilo  italiano.  Fábrica  del  Retiro.  Decoración  policroma  y  oro  sobre  fondo  blanca.  Colección  del 
Omde  de  Valencia  de  Don  Juan. 


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Historia  Gk;(fica  db  la  Civilización  Española 


Ccrinka  de  Im  •Isla*  XVIII  y  XIX. 


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43^  HISTOKIA   DE   ESPAÑA 

Cruz  (1731-1795),  que  pusieron  de  moda  los  trajes,  dicho>  </  costumbres  de 
la  gente  del  pueblo  bajo  madrileño  {majos y  manólos),  y  d-  gaditano  Gonzá- 
lez del  Castillo  (1763-1800). 

Una  sola  novela  notable  produjo  el  siglo  xviii:  el  Frají  Gerundio  de  Com- 
pasas, sátira  contra  los  malos  predicadores  que  venían  aplicando  á  la  orato- 
ria sagrada  el  culteranismo  y  el  conceptismo  más  exagerados  desde  los  tiem- 
pos de  Felipe  IV,  en  que  se  hizo  famoso  por  esa  senda  extraviada  Fray  Hor- 
tensio  de  Paravicino.  Autor  de  Fray  Gerundio  fué  el  P.  Isla  (1703-1781). 
En  géneros  próximos  á  la  novela  descollaron:  D.  Diego  Torres  de  Villarroel, 
profesor  de  Salamanca  y  feliz  imitador  de 
Quevedo,  los  fabulistas  Iriarte  y  Sarna- 
niego,  Cadalso  {Cartas  marruecas),  etc- 
La  poesía  tiene  como  representan- 
tes en  este  período:  Alvarez  de  Tole- 
do (1662-1744);  el  general  Lobo  (murió 
en  1730);  el  grupo  denominado  Segunda 
escuela  salmantina,  en  que  ñguran  Fray 
Diego  González  ( 1 7  30-1 794);  Cadalso;  Jo- 
vellanos;  Meléndez  Valdés  (1754-1817), 
poeta  dulce  y  melódico,  aunque  pala- 
brero;   Iglesias   (1750-179?);    Alvarez 
Cíenfuegos,  y  por  derivación  Quintana, 
aunque   en  él    toma   la  inspiración    un 
tono  más  robusto  y  solemne;  el  grupo 
llamado    Segunda   escttela  sevillana,    en 
que  se  colocaáKeinoso,Blauco(\Vithe), 
Lista,  etc.;    finalmente,  Moratln,    hijo, 
que  si  no  era  inspirado,  si     orrecio  y 
elegante;  Vargas  Ponce,  am      de  la  sa- 
lada Proclama  de  un  salterdu;  Gerardo 
de  Hervás  {Jorge  Pitillas),  cuya  sátira 
Contra  los  malos  escritores  (1741)  puede 
Napoleón  I  (1769-18!!).  considerarse  como  un  apéndice  á  la  roí- 

tica  de  Lujan. 
Bellas  Artes.  —  Arquitectura.  —  En  los  principios  del  período  domina  el 
churriguerismo:  Churriguera  hi^o  la  fachada  de  San  Cayetano,  de  Madrid;  su 
colaborador  Ribera,  la  torre  de  la  iglesia  de  Monserrat,  y  las  portadas  del 
Hospicio  y  del  cuartel  del  Conde-Duque,  todo  en  Madrid;  Tomé,  el  Transpa- 
rente de  la  Catedral  de  Toledo;  Casas  Novoa,  la  fachada  de  la  Catedral  de 
Santiago. 

Contra  el  churriguerismo  indígena  actúan  el  rococó  (verdadero  churrigue- 
rismo francés),  de  que  tenemos  una  curiosa  muestra  en  la  iglesia  del  Semi- 
nario de  Teruel,  y  el  seudo-clasicismo  italiano,  representado  por  Juvera  y 
Saqueti,  traídos  por  Felipe  V  para  la  construcción  de  los  palacios  reales,  y 
que  acreditaron  su  estilo  con  los  de  Madrid,  La  Granja,  Kiofrío  y  Aranjuez; 
asi  le  vemos  empleado  en  la  Catedral  de  Cádiz;  en  la  iglesia  de  San  Justo,  de 
Madrid,  dirigida  por  el  italiano  Benovia,  y,  ya  mucho  más  clásico,  en  el  Mo- 
nasterio de  las  Salesas  Reales,  obra  del  francés  Carlier.  D.  Ventura  Rodrí- 
guez (1717-1785)  consuma  la  restauración  del  estilo  clásico  con  la  iglesia  de 
San  Marcos  (Madrid,  1753)  y  otras  muchas  construcciones,  como  la  fachada 
de  la  Encarnación,  palacio  del  Duque  de  Liria  y  Fuentes  del  Prado,  en  Ma- 
drid; Capilla  de  la  Virgen  del  Pilar,  en  Zaragoza;  fachada  de  la  Catedral  de 
Pamplona,  etc.  Su  rival  fué  el  italiano  Francisco  Sabatini,  autor  del  Ministe- 


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HISTORIA    DE   ESPAÑA 


PrancUca  de  Gojni 
y  Lacienle». 
Pintor  genial  qae  hs  hecho  ma- 
tavillai  en  todos  los  gínerot  y 
llena  sa  tiempo  con  la  grandeza 
'    su  figura  (1746-1838). 


rio  de  Hacienda  )|  de  la  Puerta  de  Alcalá,  y  su 
sucesor  en  el  fay-c  del  público,  D.  Juan  de  Villa- 
nueva,  que  llena  t:1  reinado  de  Carlos  IV,  y  es  el 
más  genial  de  todos  los  arquitectos  clasicistas, 
como  acreditan  ej  Museo  del  Prado  y  el  Obser- 
vatorio Astronómico. 

EscHÜura.  — Felipe  V,  que  compró  la  colec- 
ción de  estatuas  reunida  por  Cristina  de  Sue- 
cía  —  uno  de  los  más  ricos  elementos  del  Museo 
del  Prado,  —  trajo  muchos  escultores  franceses  é 
italianos  para  que  poblaran  de  fuentes  y  figuras 
de  mármol  los  jardines  de  La  Granja  y    Aran- 
juez.  Pero  fuera  del  círculo  de  la  corte  continuó 
su  carrera  la  escultura  nacional  con  Luisa  Rol- 
dan {La  Roldana),  que  vivió  hasta  1 704,  su  primo 
Marcelino,  Luis  Salvador  Carmona,  José  de  Mesa, 
Francisco  Salcillo,  el  gran 
escultor  murciano,  hijo 
de  italiano,  que  floreció 
de  I  ^0^  á  1 748;  ai  reinado 
de  Fernando  VI  pertene- 
cen su  escultor  de  cámara  D.  Felipe  de  Castro  y  don 
Francisco  Vergara;  al  de  Carlos  III,  D.  Pascual  de 
Mena  y  D.  Francisco  Gutiérrez;  y  en  el  de  Carlos  IV 
empezó  á  brillar  D.José  Alvarez,  el  primero  de  nues- 
tros escultores  neo-clásicos. 

Pintura.  —  La  gloriosa  escuela  del  siglo  xvii 
dejó  al  siglo  xviii  un  representante  estimable:  don 
Acisclo  Antonio  Palomino  y  Velasco,  que  vivió  has- 
ta 1725.  y  que  no  sólo  pintó,  sino  que  publicó  su 
Museo  Pictórico  (1714-1724)  y  escribió  sus  Vidas  de 
pintores.  Palomino  dejó  dísdpulos  y  continuadores 
11  manera  española:  D.  Jerónimo  Antonio  de  £z- 
qucrra  y  don  Manuel  de  la  Cruz  (i750-i;92).  Otros 
maestros,  como  ü.  Benito 
Rodríguez   Blanes,   imita- 
ron á  Cano,  y  varios  á  Mu- 
rillo.   Durante  su  perma- 
nencia en  Sevilla  {1730-31)  Felipe  V  conoció  las 
obras  del  incomparable  artista  andaluz  y  compró 
veinte  cuadros  suyos  para  el  Palacio  de  lia  Granja. 
La  palma,  empero,  se  la  llevaron  en  el  reinado 
del  fundador  de  la  dinastfa  borbónica  los  pintores 
franceses  Renato  Antonio  de  Ilouasse,  su  hijo  Mi- 
guel Ángel  y  Juan  Ranc  (1674-1735),  todos  pintores 
de  cámara,  Fernando  VI  trajo  de  Italia  al  veneciano 
Giacomo  Amiconi  y  al  napolitano  Corrado  Giacuin- 
to.  Carlos  III  á  su  vez,  á  los  dos  más  grandes  artistas 
de  su  época;  Bautista  Ticpolo,  el  último  insigne 
maestro  de  la  escuela  veneciana,  que  vino  á  Madrid 
cuando  ya  tenía  setenta  años,  y  aquí  murió  (27 
Marzo  1770),  y  Antonio  Rafael  Mengs  (1728-1779), 
el  pintor  filósofo  y  ecléctico  que  imitaba  perfccta- 


Ventun  Rodi^aei. 
Restaurador  de  la  Arqui- 
(tctara  clásica  española, 
caracterizada  por  la  senci- 
llezyeleganciade  su  eicilo 
(1717-1785)- 


Juan  de  Villanuera. 
Notable  y  genial  arquitecto 


( 1739- «Siol. 


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43^  HISTORIA   DE  BSPAÜA 

mente  todos  los  estilos,  y  ejerció  una  verdadera  dictadura  en  las  Bellas  Ar- 
tes; discípulos  suyos  españoles,  aunque  inferiorísimos  á  él,  fueron  D.  Fran- 
cisco Bayeu  y  Subias  (i  734-1  ^95)  y  D.  Mariano  Salvador  Maella  (1739-1819). 

Contemporáneo  de  estos  pintores  adocenados,  D.  Francisco  Ooya  y  Lu- 
cientes es  uno  de  los  colosos  del  arte  pictórico,  sólo  comparable  ea  su  línea  á 
los  mayores  maestros  del  siglo  xvii.  Nació  en  Fuente  de  Todos  el  30  de  Marzo 
de  1 746.  Vino  á  Madrid  hacia  1 765 ,  y  en  el  mismo  año  fué  á  Roma,  donde  per- 
maneeió  hasta  1769.  Entró  en  Palacio  para  pintar  los  cartones  de  los  tapices 
de  El  Escorial,  y  fué  primer  pintor  de  cámara  de  Carlos  IV,  José  Bonaparte  y 
Fernando  Vil.  Murió  en  Burdeos  el  16  de  Abril  de  1828.  De  su  vida  se  han 
hecho  innumerables  leyendas,  suponiéndole  ateo,  revolucionario,  radicalfsi- 
mo,  que  retrató  á  Carlos  IV  y  María  Luisa  con  el  preconcebido  intento  de 
ponerlos  en  ridículo,  etc.  Nada  es  cierto.  Lo  certísimo  es  que  Goya  es  el  padre 
de  la  pintura  moderna,  el  iniciador  de  sus  más  artísticos  procedimientos,  con 
influencia  decisiva,  no  sólo  en  España,  sino  en  Francia  y  en  todas  partes. 

Por  lo  pronto,  y  mientras  vivió,  si  bien  disfrutó  de  la  más  extendida  é 
intensa  popularidad  y  desde  los  grandes  hasta  la  plebe  todos  le  querían,  mi- 
maban y  admiraban,  artísticamente  estuvo  solo.  Sus  inmediatos  predecesores 
y  sus  contemporáneos  eran  discípulos  deMengs;  los  jóvenes  de  su  época, 
como  D.  José  Madrazo,  Ribera,  etc.,  no  le  seguían,  sino  tenían  por  modelo  al 
pintor  francés  David.  Pero  á  medida  que  fué  pasando  el  tiempo  los  secuaces 
de  Mengs  perdieron  todo  crédito,  y  lo  mismo  sucedió  á  los  secuaces  de  Da- 
vid, no  acertando  hoy  á  explicarse  nadie  cómo  pudieron  tener  tanto  á  últimos 
del  siglo  xviii  y  principios  del  xix;  en  cambio,  Goya  crece  sin  cesar. 


La  familia  de  Carlos  IV,  por  Goya. 

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XVIII 

EL  aRO  )808  en  ESPARa  Y  EN  AMÉRICA  i» 


132.  Un  secucitco  indigno  y 
IM.  Ls  gaerra  en  este  aña, 
Santa  Ke  ó  Nueva  Granada  j  de  Míjico. 


levantamiento  nacional. - 


122.  —  Proclamado  rey  Fernando  VII  en  virtud  de  la  abdicación  de  su 
padre  en  Araojuez  (19  Marzo),  con  entusiasta  júbilo  de  la  nación  entera,  que 
odiaba  á  Godoy  y  Maria  Luisa  y  compadecía  despectivamente  á  Carlos  IV, 
nombró  su  Ministerio,  compuesto  del  general  O'Farril  (Guerra),  Azanza  (Ha- 
cienda), Piñuela  (Grada  y  Justicia),  Gil  y  Lemos  (Marina)  y  Ceballos  (Esta- 
do), los  dos  últimos  ministros  á  la  sazón,  y  Ceballos  pariente  de  Godoy,  pero 
uno  de  sus  más  encarnizados  enemigos;  levantó  el  destierro  á  los  persegui- 
dos por  el  Gobierno  anterior  (Floridablanca,  Jovellanos  y  Cabarrús),  dispuso  el 
procesamiento  de  Godoy,  y  entró  en  Madrid  triunfalmente  (24  Abril),  siendo 
aquel  triunfo  el  más  brillante  quizás  que  presenció  Madrid  en  el  siglo  xix  (2). 

Un  día  antes  (23)  había  entrado  Murat  con  el  ejército  francés.  Si  los  pla- 
nes de  Napoleón  se  hubiesen  reducido  á  unir  intimamente  á  España  con  su 
sistema  imperial,  habría  podido  realizarlos  fácilmente  dejando  á  Fernando  Vil 
en  el  trono,  y  casándole  si  acaso,  para  mayor  garantía,  con  alguna  princesa 
de  su  familia;  pero  él  quería  que  fuese  rey  de  España  uno  de  sus  hermanos, 
y  en  esto  se  equivocó.  Para  dejar  vacante  el  codiciado  trono  tuvo  que  ape- 
lar á  una  estratagema  que  Maquiavelo  hubiera  rechazado  por  escandalosa: 
la  de  llamar  á  Francia  con  engaños  á  nuestra  familia  real,  y  allí  secuestrarla 


(i)    Lb  bibliozrafía  de  la  gaerra  de  la  Independe 


:s  copioilsima.  Ibdnez  Marín  hizo 


.VnfiíilíÓH,  pablicada  por  orden  de  5.  M.  Madrid,;  iSlS.  (Se  atribuye  á  Gabanes,  y  no  salió  más 
■|iie  el  tomo  I.)  Hisloria  del  ¡tviinlamicHlo,  guírra  y  rivaludón  de  España,  por  efconde  de  To- 
reoo  (l^-  segunda  edición  es  de  184SI.  Guerra  de  la  IndepenJtiicia,  por  el  geoerai  Gñmez  de  Ar- 
lecbe,  14  volúmenes  (publicada  de  186S  á  IQOJ).  La  primera  relación  francesa  es  la  de  Rocca,  el 
segundo  marido  de  Mad.de  Stael:  Mímoirtí  sur  la  guem  des  /ran(aii  en  Espabile,  Paris,  1814. 
?>iguen  multitud  de  Memorias  y  reíalos  monográñcos;  citaremos  como  historias  genérale* 
/.'  Espagni  íl  .Vnfií/leoH.  de  Grandmaison  (1908),  y  ¿ei  guerreí  d'Etpagne  soiis  Kapolion,  de 
K.  Guian  (190Z).  De  inelesaE,  la  más  antigua  es  la  de  Napier  {trece  volúmenes).  1817,  ylamás 
moderna,  la  de  Charles  Ornan  {Oxford,  igoz).  aún  no  concluida. 

(a)    Sobre  esta  entrada  de  Fernando  Vil  véase  Híreí  de  <iu2tnán,  El  Det  di  Maye,  Ma- 
drid, tgoS. 


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440  HISTORIA    »E  ESPAÑA 

obligándola  á  abdicar.  Napoleón  careda  de  sentido  moral:  era,  como  ha  di- 
cho Taine,  un  condottieri  italiano  de  portentosa  fottuna;  pero  su  inmenso  ta- 
lento, asi  en  lo  político  como  en  lo  militar,  es  indiscutible.  En  este  caso-  no 
sólo  cometió  una  falta  gravísima,  sino  una  torpeza  insigne,  hiriendo  el  sen- 
tido moral  de  todos  los  pueblos,  lo  que  prueba  que  su  inteligencia  estaba 
perturbada  por  el  abuso  del  poder. 

De  la  tenebrosa  intriga  fueron  instrumentos  principales  Talteyrand  (l), 
Savary,  jefe  de  policía,  y  su  cuñado  Murat,  que  mandaba  el  ejército  franca 
de  España  (2).  Savary  y  Murat  echaran  á  volar  la  voz  de  que  Napoleón  venfa 
á  España,  y  para  que  fuese  creída  la  especie  se  apeló  á  recursos  tan  cómicos 
como  hacer  preparar  alojamiento  al  Emperador  en  Madrid  y  enseñar  á  los  per- 
sonajes de  la  corte  un  sombrero  y  unas  botas  del  César;  después  dijeron  que 
debía  salir  el  Rey  á  recibirle;  nuestro  Gobierno,  harto  escamado,  pero  teme- 
roso de  la  potencia  francesa,  tomó  la  resolución  intermedia  de  hacer  salir  al 
infante  D.  Carlos  (5  Abril)  {3);  por  último,  se  acordó  que  partiera  el  Rey, 
aunque  sólo  hasta  Burgos,  ó  á  lo  sumo  á  Vitoria,  donde,  según  Savary,  se 
celebraría  la  entrevista  con  ti  grande  y  poderoso  aliado;  salió  Fernando  Vil 
(10  Abril)  con  el  ministro  de  Estado  (4),  los  duques  del  Infantado  y  de  San 
Carlos,  los  marqueses  de  Múzquiz,  Ayerbe,  Guadalcázar  y  Feria,  el  conde 
Villariazo,  Escoiquiz  y  D.  Pedro  G.  Labrador  (5),  personas  todas  de  su  ínti- 
ma parcialidad,  dejando  nombrada  una  yunta  suprema  de  gobierno  constituida 
por  los  ministros  que  aquí  quedaron,  bajo  la  presidencia  del  infante  D.  An- 
tonio, hermano  menor  de  Carlos  IV,  y  que  tuvo  siempre  reputación  de  ton- 
to, ó,  quizás  mejor,  de  algo  simplón  ó  sandio.  Cuéntase  que,  presidieado  un 
día  la  Junta,  y  mientras  deliberaban  sus  vocales  sobre  la  manera  de  resolver 
aquellas  gravísimas  dificultades,  no  hacia  más  que  decir,  llevándose  ambas 

manos  á  la  cabeza:  «¡La  que  se  va  á  armar! ¡Laque  se  va  á  armar!*  Y  la 

verdad  es  que  se  armó,  y  gorda. 

El  12  llegó  el  Rey  á  Burgos,  y,  por  supuesto,  que  no  estaba  Napoleón; 
pero  le  dijeron  que  fuese  hasta  Vitoria,  donde  llegó  el  14.  Allí  todos  los  de 
la  comitiva  y  el  pueblo  entero  vieron  claro  el  engaño;  pero  jqué  hacer  ya? 
(Cómo  huir  estando  circundados  por  40  000  franceses?  Hubo  un  consejo  en 
que  los  más  opinaron  por  la  fuga;  pero  Escoiquiz  exclamó:  'Es  negocio  con- 
cluido: se  nos  han  dado  toda  clase  de  seguridades».  Aquí  viene  á  pelo  una 
bonita  catilinaria  contra  Escoiquiz  por  su  falta  de  perspicacia:  hubiéramos 
querido  ver  en  aquel  trance  á  los  muchos  que  han  escrito  esa  catilinaria.  El 
Rey  cruzó  la  frontera  el  20.  y  el  mismo  dfa  le  dijo  cínicamente  Savary  que 
Napoleón  tenia  decidido  quitar  el  trono  de  España  á  los  Borbones. 

(1)  Véase  Grandmaiion,  TuUeyramí  el  les  affaires  Je  r  Esfiagne  ea  iSoS  (RrVHt  des  Ques- 
lioni  Hitíeriquís.  190O.  Pág.  511.) 

(I)     Mural  lietitenanl  rf?  V  Empereur  en  Eipn^ne,  par  It  Coitile  Murat.  P«rfs,  1877. 

1^1  Sobre  la  misión  del  [nfante,  i.  quien  acompañaron  el  duque  de  Hijtr  j  los  diplomá- 
ticos 1>.  Pedro  de  Macannz  y  D.  Pascual  Vallej'),  véase  D.  femando  Antón  del  Olmer:  £1 
Cuir/^a  Pif-lcmáliea  Ei/'añolea  la  guerra  de  la  ímlependencia.  Libro  n,  I, 

(4)  U.  Pedro  de  Ceballos.noble  de  la  Montaña,  nació  el  I. °  de  Agosto  de  1759;  abogado, 
muy  entusiasla  de  Grocio,  según  Villaurrulia,  entró  en  la  carrera  diplomática  como  secretario 
de  la  Embajada  en  Lisboa  (l7C)t);  su  casamiento  con  una  prima  de  Godoy  le  encumbró,  y  fué 
ministro  en  iHoo.  Era  hombre  de  aspecto  solemne,  que  hablaba  poco,  torpe  de  piernas;  segñn 
tas  referencias  mis  modernas,  una  nulidad;  pero  no  para  su  avio. 

(5)  n.  PednD  Gúmei  de  Labrador  nació  en  Valencia  de  Alcántara  (1764),  estudió  en  Sa- 
lamanca, entró  en  la  carrera  diplomática  (1792)  por  la  protección  de  Godoy;  pero  perdió  la 
gracia  del  favorito,  y  se  te  mandó  de  oidor  á  Sevilla;  volvió  á  su  carrera,  y  lué  ministro  ple- 
nipotenciario en  Florencia,  después  en  Roma,  en  el  Congreso  de  Amiens,  y  estaba  en  Aranjuez 
cuando  el  motín,  acompañando  á  la  reina  de  Etruria.  Parece  haber  sido  hombre  lisio  y  de  ca- 


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HISTORIA   DE  ESPAÑA 


441 


£1  50  estaba  también  en  Bayona  el  triste  é 
ignomÍDioso  triunvirato  formado  por  Carlos  IV, 
Marfa  Luisa  y  Godoy  (i),  y  el  gran  conudiante  ita- 
liano hizo  representar  á  todos  estos  augustos  per- 
sonajes la  más  ridicula  y  vergonzosa  comedia: 
Fernando  Vil,  el  mejor  de  tos  cuatro,  pero  que 
carecía  de  valor  personal,  6  que  no  tuvo  nunca 
vocación  de  mártir,  se  amilanó,  y  no  sin  motivo, 
porque  se  vela  en  manos  del  que  babia  hecho  Tusi- 
iar  at  duque  de  Engbien,  faltando  al  Derecho  de 
gentes;  Marfa  Luisa  no  quería  más  que  á  su  Ma- 
nuel y  vengarse  de  su  hijo iQué  mamál 

El  Manuel  se  portó  como  siempre,  con  perdón 
del  Sr.  Pérez  de  Guzmán,  empeñado  en  su  impo- 
sible rehabilitación,  y  el  pobre  Carlos  IV  apenas 
si  se  daba  cuenta  de  lo  que  ocurría:  era  un  ídolo 
por  el  que  hablaban  María  Luisa  y  Manuel.  Re- 
sultado: que  todos  fueron  plegándose  á  los  de- 
seos del  poderoso  secuestrador,  y  el  10  de  Mayo 
se  ñrmó  un  convenio  por  el  cual  renunciaron  á 
la  corona  en  Napoleón.  Carlos  IV  y  su  mujer 
con  Manuel  y  la  reina  de  Etruria  fueron  manda- 
dos por  lo  pronto  á  Compiegne;  y  Fernando  VII 
con  el  infante  D.  Carlos  á  Valengay  (2). 

Antes  de  llegar  á  este  desenlace,  Murat,  en  Madrid,  hizo  marchar  á  Ba- 
yona á  la  reina  de  Etruria  y  al  infante  D.  Antonio  (2  de  Mayo),  lo  que  deter- 
minó la  sublevación  del  pueblo  madrileño  al  grito  de  ¡nos  lo  llevan!  proferido 
por  una  mujer  en  la  plaza  de  Palacio.  Los  escritores  franceses  han  tratado 
siempre  de  quitar  importancia  al  movimiento  popular,  que  tiene  tanta  para 
nosotros.  Thiers  ni  siquiera  nombra  á  Daolz  y  Ve- 
larde  (});  entre  los  nuestros  hay  también  divergen- 
cias de  opinión  sobre  muchas  de  las  circunstancias 
del  suceso,  sobre  si  fué  ó  no  preparado  y  sobre  la 
participación  mayor  ó  menor  de  sus  principales  ac- 
tores. La  posteridad  silo  parece  recordar  á  Daoíz, 
Velarde  y  el  teniente  Ruiz;  pero  fueron  muchos  más 
los  oñciales  de  todas  las  armas  que,  6  concurrieron 
á  la  heroica  defensa  del  parque,  ó  se  batieron  suel- 
tos por  las  calles  al  frente  de  grupos  de  paisanos.  Y, 
como  es  natural,  del  paisanaje  no  intervino  toda  la 
población  de  Madrid,  ni  aun  su  mayoría,  sino  algu- 
nos valientes  que  no  fueron  todos  manólos  ó  chispe- 


Canónigo,  preceptor  y  favorito 
de  Femando  VIL  Le  siguió  i 
Francia,  fui  luego  Consejero 
de  Ca*lill>  y  marifi  en  el  des- 
Óerro  {1761-1810). 


(l)  Sobre  la  esiancta  de  la  fnmilta  real  en  el  evlranjero 
Tíanae:  Mimorias  dílmarques  lü  Ayírhi,  ordenadas  y  publica- 
das por  D.  Juan  .lordin  de  Utnes.  marqués  del  mismo  titulo,  /.a- 
raeoza,  1S93;  la  iierie  de  arli'culos  de  Pérez  de  Gazmán  sobre 
a  eautiverie  4i  Fimando  Vil  y  il  «iititie  dt  Valtafay,  publi- 
cados en  ¿a  f/ffi-fl  (iSgi),  y  Le  rey  Charlts  IVh  Maneilli.  par 
Paul  GafTarel  et  le  marqnii  de  Daranty.  (Tomo  I  de  las  PublUa- 
ciútus  áct  CengrcSB  MiílórUo  JiiUmacioaal  dt  Zaragoza.  Zira- 
goia,  fi}09). 

(I>  Víase  DucÉre:  Nat/oUm  h  Bayonm  d'afris  li¡  conltm- 
ftraiHt  ti  dit  dóímnents  inidiltí.  Bayona,  1S97. 

(3I     Hiiteria  dtt  Consulado  y  oel  Imperio. 


Joaquín  Murat. 
Mariscal  de  Francia,  espo- 
so de  Carolina  Bonapar- 
te,  hermana  de  NapoleAn. 
Fu«  rey  de  Ndpotes  de  iSoS 
i  1814.  j  fusilironle  cuan- 
do ¡mentaba  recon quijar 
su  reino  (1771-1815!. 


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44^  HISTORIA   DE   ESPAÑA 

ros,  sino  de  todas  las  clases.  En  su  obra  monumental  trae  Pérez  de  Guzmán 
la  lelación  íntegra  de  las  victimas.  La  represión  de  Murat  fué  bárbara;  Goya 
la  ba  inmortalizado  lúgubremente  en  su  terrible  cuadro  Los  fusilamUntos,  y 
parece  que  en  aquellos  días  los  franceses,  lejos  de  querer  atenuar  el  horror 
de  las  ejecuciones,  creyeron  de  buena  política  exagerarlo  un  poco,  figurán- 
dose que  asi  intimidarían  á  la  nación.  Se  equivocaron  de  medio  á  medio  (i). 

El  sentimiento  moral,  herido  en  lo  más  vivo  por  la  falacia  del  secuestro 
de  la  familia  real,  y  el  orgullo  nacional,  excitado  por  la  bárbara  represión, 
sublevaron  á  toda  España  contra  los  franceses. 

La  noticia  de  lo  sucedido  en  Madrid  fué  como  reguero  de  pólvora  que 
iba  produciendo  el  incendio:  Oviedo,  donde  ya  el  29  de  Abril  hablase  albo- 
rotado la  población  contra  el  cónsul  francés,  se  pronunció  el  9  de  Mayo,  y 
el  24  organizó  su  Junta  Suprema  de  Gobierno,  que  declaró  la  guerra  á  los  fran- 
ceses, levantó  tropas  y  envió  á  Londres  al  conde  de  Matarrosa  (después  cé- 
lebre conde  de  Toreno}  y  á  D.  Ángel  de  la  Vega  Infanzón  para  pedir  el  apo- 
yo de  Inglaterra.  Corulla  se  levantó  el  30,  costando  el  levantamiento  la  vida 
al  capitán  general  Filangieri.  Santander  se  pronunció  el  26  de  Mayo,  ponién- 
dose al  frente  de  la  Junta  el  obispo  de  la  diócesis,  Menéndez  de  Luarca. 
León,  Logroño,  Valiadolid  y  Segovia,  casi  al  mismo  tiempo.  Lo  mismo  Carta- 
gena y  Murcia.  En  Valencia  se  cometieron  vituperabilísimos  crímenes;  tales 
fueron  la  muerte  del  barón  de  Albalat  y  la  degollina  de  los  franceses  pacífi- 
cos avecindados  en  la  ciudad,  obra  del  dictador  popular  D.  Baltasar  Calvo, 
hombre  de  mala  sangre  (2).  Zaragoza  aclamó  por  capitán  general  al  joven  don 
José  Rebolledo  de  Palafox  y  Melci  (3).  Cataluña  se  levantó  en  masa,  siendo 
Lérida  el  centro  de  la  insurrección.  Sevilla  se  pronunció  el  2/,  y  el  28  se  le- 
vantó el  pueblo  en  Cádiz,  pidiendo  al  capitán  general  de  Andalucía,  D.  Fran- 
cisco Solano,  marqués  del  Socorro,  allí  residente  á  la  sazón,  que  fuese  inme- 
diatamente atacada  la  escuadra  francesa  del  almirante  Rossilly,  surta  en  el 
puerto:  como  Solano  se  resistiese,  no  por  mal  español,  sino  por  considerar 
dificilísima  la  empresa  á  que  se  arrojaba  la  nación,  fué  arrastrado,  y  llevá- 
banle á  la  horca  para  colgarle  cuando  uno  de  los  que  iban  cerca  de  él  lo 
mató  (4). 

Napoleón  reconoció  en  Santa  Elena  que  en  esta  ocasión  los  españoles 
■  desdeñaron  el  interés  para  no  ver  más  que  la  injuria,  sublevándose  sin  te- 
»ner  fuerza,  y  portándose  en  masa  como  un  hombre  de  honor>.  En  1808  creía 
fácil  dominar  esta  indignaciónnacional:  llamó  á  Bayona  á  su  cuñado  Murat  y 
á  su  hermano  José,  rey  de  Ñapóles,  é  hizo  que  José  cediese  á  Murat  la  coro- 
na napolitana,  dándole  en  cambio  la  de  España.  «Ambos  —  escribió  con  gra- 


(1)  Va.  bibliogmiTa  del  Dos  ile  Nfayo  es  copiosisima.  Con  motivo  del  áltimo  c< 
se  ha  «crecentado  considerablemetite.  Citemos  por  su  carácter  polémico:  Aclaración  kiitórUe. 
E¡  Arma  ,ic  Infanltria  tn  el  leíanlamienlo  i/cl  Des  .le  Mayo,  por  D.  Fertiando  de  Antón  del 
Olmel,  Madrid,  1908;  y  por  sus  curiosos  datos,  e)  breve  opúsculo  de  D.  Higinio  Ciria,  archÍTe- 
ro  del  Ayunlnmiento  de  Madrid;  El  Dos  Je  Maye. 

i2)     Fué  ajusticiado  «1  '^átWía  por  iraii/or  á  la  fialria  y  maiidanle  de  aasinoi. 

ij)  Nació  en  /^nragoza  el  2H  de  Óc tabre  de  1775.  Ingresó  en  la  Guardia  Real  ^^.^t)^\\azo 
la  guerra  con  la  república  l'rancesa;  ascendió  á  mariscal  de  caiiipo  el  6  de  Junio  de  iSoS,  á  COD- 

14^  íteg^n  D.  Adolfo  de  Castro  (ÍRHoria  ái  CáJii).  el  matador  de  Solano  fué  su  ami^o 
I).  Carlos  Pignatelli.  para  librarle  de  la  ignominia  del  cadalso;  Santiago  Casanova,  croaista  de 
la  provincia  de  Cádiz  (Diario  <lt  CtiMe.  H)  Mayo  190S),  dice  que  Tué  el  marinero  Florentino 
Ibarr>,  <t'ie  a'  ser  ahorcado  en  In  Habana  el  19  Abril  1815  como  autor  de  17  asesinatoi,  le 
ncusó  del  de  Solano.  Circunstancia  digna  de  refeiirse:  al  allanar  el  pueblo  la  casa  de  Colano 
mandaba  la  guardia  el  luego  íamosisimo  general  argentino  San  Martín,  y  iiiuella  Iragedin  le 
impresionó  tantn,  que  toda  su  vida  repelía:  «Todo  debe  hacerse  por  el  pueblo;  pero  i  condi- 
lición  de  que  la  jnleligencin,  apoyada  por  la  Tuerca,  lo  refrene  y  discipline». 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


HISTORIA   DE  ESFAÜA 


445 


cia  Chateaubriand  —  se  fueron  cada  uno  por  su  lado  tan  satisfechos,  como 
>dos  quintos  á  quien  el  cabo  ha  hecho  cambiar  de  gorra  de  cuartel»  (i). 

123.  —  Muchos  escritores  liberales,  v.  g.,  Ferrer  del  Río  (2),  ó  por  odio 
á  Fernando  Vil,  ó  por  simpatía  con  las  ideas  francesas,  6  por  afectación  de 
imparcialidad,  han  pintado  ájosé  Bonapartecon  los  más  bellos  colores:  basta 
se  ha  escrito  que  «emuló 
en  el  trono  las  virtudes 
de  Marco  Aurelio*   (3). 
1^  realidad  histórica  es 
muy  distinta. 

yosepk  premier  et  áer- 
ttier,  como  le  llamaba  en 
burla  el  general  Thié- 
bault  (4),  el  Pepe  Botelltu 
de  nuestra  sátira  popu- 
lar, era  un  hombre  de 
buena  presencia  y  rostro 
correcto,  semejante  al  de 
su  hermano,  aunque,  co- 
mo observa  Gtlbert  Sten- 
ger  (5),  hay  tanta  varie- 
dad en  sus  retratos,  que 
no  es  fácil  formarse  una 
idea  exacta  de  su  fisono- 
mía: tenia  hermosos  ojot, 
pero  sin  la  expresión  vi- 
vaz de  los  de  Napoleón; 
y  en  los  retratos  que  pa- 
recen más  auténticos  «su 
aspecto  es  triste,  dejan- 
do suponer  todas  las  vul- 
garidades de  un  alma 
muy  mezquina»  (6).  Há- 
dame de  Rémusat  (7)  le 
pinta  como  un  consuma- 
do hipócrita.  Afectó  siem- 
pre una  gran  dulzura  de 
carácter  y  mucha  mode- 
ración en  el  pensar  y  en 
el  sentir,  lo  que  debió  de 
ser  en  parte  efecto  de  su 
temperamento  muelle  y  amigo  de  comodidades  —  su  madre  Leticia  le  ala- 
baba por  no  haber  sido  travieso  de  niiio  ni  calavera  de  joven,  —  y  en  parte 
la  pose  que  adoptó  él  para  distinguirse  del  Emperador.  Nació  José  el  7  de 
Enero  de  1768:  llevaba,  pues,  á  Napoleón  diez  y  ocho  meses  y  unos  dias,  y 
cuando  vino  á  España  estaba  para  cumplir  los  cuarenta  años,  .'\nte3  de  la 


Retrato  de  Napoleón. 
Como  curiosidad  histórica  publicamos  el  re 
Napoleón  [  revestida  del  manto 
y  con  todos  los  insignias  imperiales 


bJí  Vin 


"A- 


(I)  ConmtB..   ,,. 

(I)  Kn  El  Laberinta,  revista  ilaitrada  [xP  Septiembre  1844^. 

(3)  Adolfo  de  Castro,  Historia  dt  Cái/st. 

(4)  Manñret  (7.=  edición.  Parla,  1896*,  tomo  [V. 

(si  La  Sotiílí  Franíaite  peiutaní  It  Camulat.  —  París,  tgos. 

|6)  Stenger. 

(^  MtmeiTts,  tomo  I,  pág.  130. 


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444  HISTOKIA   DE    ESPAÑA 

elevación  de  su  hermano,  José  no  supo  hacer  más  que  dos  cosas  en  la  vida: 
desempeñar  un  modesto  empleo  que  le  dieron  por  favor,  y  casarse  —  á  fuerza 
de  muchas  intrigas,  según  Barras  —  con  la  hija  de  un  rico  jabonero  de  Mar- 
sella, que  fué  luego  la  reina  yulia.  Por  cierto  que  el  futuro  Emperador  quiso 
á  la  otra  hermana,  es  decir,  la  dote  de  la  otra  hermana;  pero  el  tutor  de  las 
niñas  dijo:  ¡No  más  corsos;  óasta  con  uno!;  y  la  chica  tuvo  que  casarse  con 
Bernadotte,  sin  sospechar,  como  escribió  Chateaubriand  (i),  que  había  de- 
jado el  trono  de  Francia  y  adquirido  el  de  Suecia.  En  el  haber  de  José  debe 
apuntarse  que  amparó  á  su  madre  y  hermanas  cuando  no  eran  en  Marsella 
sino  una  señora  y  señoritas  arruinadas,  un  poco  ó  un  bastante  cursis  y.  lo 
que  es  peor,  de  no  muy  sólida  reputación  moral:  casa  de  enirantes  j>  salientes, 
como  decían  gráficamente  nuestros  antepasados  (2).  En  cuanto  llegó  Napo- 
león á  la  cumbre  y  se  llevó  á  José  á  Italia  como  comisario  de  guerra,  hacién- 
dole después,  y  sucesivamente,  diplomático,  dipu- 
tado en  el  Consejo  de  los  Quinientos,  consejero  de 
Estado,  coronel  y  general,  principe  imperial  y  por 
último  rey  de  Ñapóles,  José  se  creyó  que  lo  debía 
todo  á  su  mérito,  á  su  inteligencia  privilegiada,  y 
aun  que  Napoleón,  por  envidia  ó  temor  de  que  le 
obscureciera  su  Uermano  mayor,  lo  tenia  postergado 
ó  en  segundo  término.  Toda  la  correspondencia  de 
José  trasparente  este  ridiculo  sentimiento  de  su  pro- 
pio valer. 

De  aquí  la  oposición,  do  menos  ridicula  que  el 

sentir  que  la  inspiraba,  hecha  siempre  á  su  hermano. 

Se  rodeó  de  todos  los  que,  como  Mad.  Stael,  eran 

enemigos  de  Napoleón,  y  en  su  hotel  de  la  calle  Ro- 

cher,  en  su  posesión  de  Montefontaine,  y  después  en 

el  Palacio  del  faubourg  Saint-Honoré,  se  murmuró 

|osí  Booaparte  de  lo  lindo  del  primer  Cónsul  y  del  Emperador;  y  el 

(Pefe  Botella!)  mismo  José  publicó  una  novelita,  Moina  (1799),  que 

(1768-1844).  aplaudieron   sus  aduladores  como  obra  maestra,  y 

que  no  era,  según  Mad.  de  Genhs  (3),  sino  un  folleto 

contra  el  espíritu  militar.  José  se  tenía  por  hombre  de  talla  suñciente  para 

dar  consejos  á  su  hermano  en  lo  político  y  para  dirigir  por  s[  mismo  grandes 

operaciones  militares;  su  ambición  era  insaciable,  y  para  satisfacerla  intrigaba 

constantemente.  Llegó  á  figurarse  que,  como  primogénito  de  la  familia,  tenía 

derechos  que  su  hermano  menor  desconocía.  Todo  esto  le  valió  de  vez  en 

cuando  violentos  apostrofes  de  Napoleón,  ya  por  cartas,  ya  de  silla  á  silla. 

Un  día,  en  el  paroxismo  de  la  cólera,  exclamó  el  Emperador  refiriéndose  á 

José:  ¡Demasiado  tiempo  he  tenido  mis  negocios  en  manos  de  imbicilesl. 

Y  si  este  calificativo  puede  parecer  extremoso,  es  incuestionable  que  no 
tuvo  más  alcances  que  los  indispensables  para  no  hacer  desairado  papel 
en  sociedad.  En  toda  su  correspondencia  no  se  halla  una  idea  relativamente 
original  ó  propia;  cuanto  escribió  ó  se  sabe  que  habló  es  eco  pálido  de  los 
lugares  comunes  de  su  tiempo,  y  su  idea  madre  era  siempre  su  personal  en- 
grandecimiento. Se  figuraba  que  con  estas  vulgaridades  encantaba  y  cautiva- 
ba á  todos.  En  Ñapóles  estaba  convencido  de  que  le  adoraba  el  pueblo;  en 
España,  refiere  Rocca  que  cuando  llegaban  á  Madrid  los  prisioneros  españo- 


,,GoogIc 


I  ESPAÑA 


les  hechos  por  el  ejército  francés  iba  á  verlos  al  Retiro,  les  echaba  una  aren- 
ga,que  los  infelices  seguramente  no  entenderían,  porque  apenas  si  chapurrea- 
ba el  castellano,  y  quedaba  tan  satisfecho  de  que  los  habla  ganado  para  su 
causaj  mandaba  que  les  dieran  uniformes  nuevos  y  loa  armaran  para  ir  for- 
mando su  real  ejército  español,  que  era  su  sueño  dorado;  los  prisioneros,  en 
cuanto  se  velan  libres,  bien  vestidos  y  armados,  se  vblvian,  como  es  natural, 
á  su  campo.  «Nuestros  soldados,  dice  Rocca,  los  reconocían  en  las  filas  ene- 
migas por  sus  uniformes  flamantes>.  Marbot  cuenta  esta  singular  política  de 
atracción  del  rey  José  como  una  de  las  principales  causas  de  los  desastres 
franceses  en  la  Península  (i). 

De  la  moralidad  de  José  da  cumplido  testimonio  su  hermano  Luciano 
cuando  en  aquella  vergonzosa  comedia  que  se  llamó  guerra  de  tas  naranjas 
animaba  á  Godoy  á  enriquecerse  los  dos  sacando  un  buen  corretaje  de  la 
paz,  como  lo  había  sacado  José  de  la  de  Campo-Formio  (2). 

No  acertó  la  maledicencia  patriótica  al  poner  á  José  el  famoso  mote,  con 
signiñcación  tan  repetida  en  las  coplas  de  la  época: 

—  Pepe  Botellas, 
bajn  bI  ilespacho. 
—  No  puedo  ahora, 
que  esloy  borracho. 

Pero  sí  era  un  gourmeí  que  no  podía  pasarse  sin  su  cocinero.  Meo,  'jefe  de 
cocina*  en  Ñapóles,  intendente  de  la  ioca  en  Espatla,  á  quien  había  que  ver  pa- 
sando revista  á  la  comida,  vestido  con  su  casaca  á  la  francesa  y  su  chorrera 
de  encaje  y  su  espadín  al  cinto,  que  alguna  vez  desenvainaba,  no  para  aten- 
tar á  su  vida,  imitando  á  Vatel,  sino  para  catar  algún  manjar  que  no  le  pa- 
recía á  punto  (3).  La  musa  popular  española,  que  tanto  acusó  á  José  de  bo- 
rracho, le  hizo  gracia,  en  cambio,  de  uno  de  sus  mayores  defectos:  el  de  muje- 
riego. No  hacía  caso  de  su  Julia,  á  la  qie  tenía  relegada  en  París  ó  en  Monte- 
fontaine  —  ó  quizás  ella,  que  era  una  buena  y  piadosa  mujer,  no  quería  estar 
con  un  marido  tan  liviano  y  sultanesco  como  él,  —  aunque  la  escribía  fre- 


(I)  Míiuoirtí  du  geniral  barón  di  Marbot.  XXXVI  edición,  lomo  II,  píg.  48a.  Segura- 
mente es  exageraila  la  citra  que  da  de  eiioi  puados:  150.000;  pero  esto  no  arguye  nada  conlra 
ta  exactitud  del  hecho  ni  contra  la  vanidosa  tontería  de  José  crenndo  eficaz  esa  política  en  UD 
pais  levantado  en  armas  contra  ti,  y  estando  tan  embravecidas  las  pasiones. 

(3)  Véanse:  Pttez  de  Gazmin,  f»  ¡as  frontiras  de  Portugal.^  El  prinafie  di  ¡a  Fas  y 
Luciano  Benabarlt  (serie  de  artículos  en  La  Epoía).  Marqués  de  Lema:  Anltíidtntes  políticos  y 
lüplomá&ces  di  les  ¡ucesot  de  tSoS.  Madrid,  igi  I.  Tomo  [  (único  publicado). 

(3)  Villaumilia,  Relatioius  inlre  España  é  litglaUrra  duranlc  la  guerra  de  la  Indspenden- 
cia.  Madrid,  19IJ.  Tomo  II,  pág.  176. 


(Expüetuiba  Je  ¡a  lámina  ¡iguienli.) 


'Día  2  de  Maro  de  ISOS.  Provocas  !«•  tráncete*  la  Ira  del  pueblo.—  SeAatada  este  dia 
pan  la  c)(CDiHón  del  horriblf  atentado  que  la  atroz  polllica  de  Bonaporte  habla  encargada  ai  sanguinario 
Mural,  dispone  ésie  que  i  las  diei  de  la  maflina  salga  para  Francia  la  reina  de  Etruria,  divulgando  que  los 
franceses  se  llevaban  al  infante  Don  Francisco.  Alarmado  el  pueblo,  corre  lamnltuaríamente  al  Palacio 
Real,  donde  cortando  los  tirantes  del  coche,  se  nlueru  por  oponerse  á  su  salida.  Los  soldados,  prevenidos 
■1  intento,  hacen  fuego  sobre  la  inmensa  muchedumbre,  que,  irritada  á  vista  de  tanU  iniquidad,  acomete 
furiosa  1  los  viles  satíKtcs  del  tirano,  y  dllundiéndase  en  un  momento  el  ardiente  deseo  de  una  jusla  vén- 
ganla, se  convierte  todo  Madrid  <n  un  sangrienta  campo  de  batalla.- 

lEíla  lámina  y  su  epígrafe,  ail  como  tat  sttbslgultnla  y  los  suyos  relativos  á  la  guerra  dt  la 
ladtpenáencla,  e*tdn  tomadoa  de  una  coltcclón  de  estampas  áe  la  época,  cayos  más  lateresantetejem- 
piares  reproáatlmos  como  docamtnlos  curiólos,  tonto  en  la  parle  gráfica  como  ea  el  texto  explicativa). 


yCOOglC 


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HISTORIA  DE  ESPAÑA  447 

cueotemente  cartas  ceremoniosas  llamándola  mi  querida  amiga,  y  en  que  le 
hablaba  casi  siempre  de  negocios  políticos,  y  tanto  en  Náfrales  como  en  Ma- 
drid estuvo  siempre  embarraganado,  no  con  una,  sino  con  muchas  mujeres  á 
la  vez.  V  para  contentar  á  sus  mancebas  no  tuvo  nunca  reparo  en  dilapidar 
el  Tesoro,  y  aun  la  sangre  de  sus  defensores;  no  teniendo  á  veces  en  España, 
como  dice  al  Emperador  en  sus  cartas  con  suma  frecuencia,  ni  para  pagar  á 
sus  empleados,  hizo  dar  á  la  condesa  de  Jaruco  dos  millones  de  reales  del  fon- 
do de  indemnizaciones,  y  otros  dos  para  celebrar  las  bodas  de  sus  hijas,  amén 
de  ricas  joyas  á  cada  una  de  éstas.  Girardin  cuenta  la  escandalosísima  historia 
desús  relaciones  con  la  marquesa  de  Montehermoso;  al  marido— <un  hombre 
alto  y  fornido  que  presumía  de  original  y  hablaba  pestes  de  la  Inquisición  y 
de  los  frailes»  —  le  hizo  gentilhombre,  grande  de  España,  caballero,  comen- 
dador y  gran  banda  de  la  Orden,  etc.;  y  á  ella  la  colmó  de  dinero:  <  habiendo 
adquirido  en  jOO.OOo  francos  la  casa  en  que  vivía,  preguntó  á  Girardin  si  le 
parecía  el  precio  exagerado,  á  lo  que  contestó  el  caballerizo  que  no  los  valla 
la  casa,,  ni  auB  coa  la  marquesa  dentro;  respuesta  que  le  costó  ser  enviado  á 
Francia»  (i).  Tbiebault  refiere  á  su  vez  que  en  ocasiones  habla  de  subordinar 
la  marcha  de  las  columnas  francesas  á  la  necesidad  de  dar  escolta  á  las  maft- 
trtsses  du  roi. 

Quiso  Napoleón  que  su  hermano  reinase  en  España  con  una  Constitución 
escríia,  porque  <los  franceses  de  entonces  atribuían  una  suerte  de  valor  má- 
gico á  las  Constituciones  escritas»  (z).  El  25  de  Mayo  invitó  el  Emperador  á 
los  españoles  á  que  nombrasen  delegados  para  la  Asamblea  de  Bayona:  re- 
presentantes de  las  ciudades  con  voto  en  Cortes,  dos  arzobispos,  seis  obispos, 
seis  generales  de  Ordenes,  ifi  canónigos,  20  curas  párrocos,  10  grandes,  10 
ululados  y  10  caballeros  sin  titulo,  cuatro  consejeros,  dos  marinos,  dos  mili- 
tares, tres  catedráticos  de  Universidad,  14  comerciantes  y  seis  americanos; 
<n  total,  150  diputados.  D.  Antonio  Valdés,  el  marqués  de  Astorga,  los  dipu 
tados  catalanes,  el  obispo  de  Gerona  y  otros  muchas  se  negaron  á  concurrir; 
el  obispo  de  Orense,  D.  Pedro  de  Quevedo  y  Quinteno,  dirigió  al  Emperador 
una  enérgica  exposición  censurando  sus  actos.  El  1 5  de  Junio  no  se  habían 
reunido  en  Bayona  más  que  65  diputados,  y  la  mayoría  cazados  á  lazo  por 
Murat,  que  de  una  vez  mandó  54  casi  como  prisioneros  de  guerra.  Se  reunió 
la  Asamblea  en  el  palacio  del  obispo,  bajo  la  presidencia  de  D.  José  Miguel 
de  Azanza  (3).  Fué  presentado  el  proyecto  de  Constitución,  obra  de  un  mon- 
sieur  Esménard,  francés  domiciliado  lat^o  tiempo  en  España,  que  lo  remitió 
á  Napoleón  en  Septiembre  de  1807;  el  Emperador  lo  tuvo  en  cartera  hasta 
este  tiempo,  que  lo  revisaron  Azanza  y  Urquijo,  y  en  diez  sesiones  fué 
aprobado. 

La  Constitución  de  Bayona  (O  Julio  1S08)  tiene  146  artículos  distribui- 
dos en  13  títulos.  Sus  principales  disposiciones  son:  «La  religión  católica, 
apostólica,  romana,  en  España  y  en  todas  las  posesiones  españolas,  será  la 
religión  del  rey  y  de  la  nación,  y  no  se  permitirá  ninguna  otra  (art.  1.°);  la  mo- 
narquía es  hereditaria,  con  exclusión  perpetua  de  las  hembras  (2.°);  el  rey  es 
mayor  de  edad  á  los  diez  y  ocho  años  (8.");  nueve  ministerios:  Justicia,  Nego- 

(l)    VUlailrmlia,  lug.  cil. 

(l)  La  Cenilimtiffti  dt  Bayenne,  par  G,  Desdeviies  du  Dezent,  Doyen  de  la.  KacuU£  des 
Lellrea  de  l'Univenlté  de  Clermont  Perrand.  (Public ncionei  del  Cong.  Hisl.  ínter,  de  Zarago- 
za. Tomo  II.)  Es  ana  brere,  pero  excelente  monografía. 

(3)  NacíA  en  1756.  Militar  en  siis  mocedades,  pasó  lauo  á  la  carrera  civil,  t'uf  virrey  de 
Milico  (de  1796  á  1799]  y  ministro  de  Hacienda  de  Fernando  Vil  «n  iSoS.  Se  pasó  á  Napoleón, 
coDTencido  de  qne  no  habla  posibilidad  de  resistirle.  Era  hombre  de  talento,  liberal  á  la  ingle- 
sa, y  «irTtó  siempre  djoií.el  cual  le  lilaló  duijue  de  Santa  Fe. 


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44^  HISTORIA  DE  ESPAt^A 

cios  eclesiásticos,  Negocios  extranjeros,  Interior,  Hacienda,  Guerra,  Marina, 
Indias  y  Policía  general  {27);  un  Senado  compuesto  de  los  iofantes  mayores 
de  diez  y  ocho  años  y  24  senadores  vitalicios  nombrados  por  el  rey  entre  los 
de  primera  categoría;  un  Consejo  de  Estado  dividido  en  seis  secciones;  Cor- 
tes de  estamentos:  clero,  nobleza  y  pueblo;  igualdad  de  derechos  con  las  co- 
lonias de  América  y  Asia;  un  solo  Código  civil  y  criminal;  el  orden  judicial, 
independiente  en  sus  funciones  y  distribuido  tn  Jueces  coMÜiadores,  que  for- 
man el  irihunal  de  pacificación,  juzgados  de  primera  instancia,  audiencias  ó 
tribunales  de  apelación,  un  tribunal  de  reposición  para  todo  el  reino  y  una 


El  epigralc  de  esta  lámina  eslá  redactado  en  italiino  en  el  grabada  original,  perteneciente  á  una  co- 
lecciiin  de  tieínU  y  (res  láminas  compuestas  por  el  dibujante  F.  Pomares  y  grabadas  por  B.  Pineli,  en  que 
está  comprendida  toda  La  historia  de  la  guerra  de  Napoleón  en  España  y  Portugal,  desde  el  secuestro  de 
Bayona  ha^ta  la  vuelta  i  Espafla  de  Femando  Vil  en  1314,  mas  la  ocupacldn  de  Roma  por  loi  franceses  y  la 
eicomuniún  de  Napoleón  poicl  Papa  PioVIl,  terminando  con  una  alegoría  titulada  •La  Fedee  laReligionc 
soilenute  dal  Santo  Padre  edagUSpagnuolí-,  Dicho  epígrafe,  traducido  literalmente,  dice  asi:  'EntrufAde 
loa  enemigo*  ea  M«drld.  -  Madrid  asaltado  ell  de  Diciembre  de  1B08  por  61.000  soldados  escogidos 
mandadas  por  el  Emperador  en  persona,  no  contaba  sino  con  1000  hombres;  pero  tslos,  secundadas  por  el 
valor  de  sus  conciudadanos  armadas,  hombres  y  muleres,  resistieron  durante  dos  dfas  seguidos  con  tal  de- 
nuedo, que  rechazaran  varias  veces  al  enemigo  con  gravisii 


alta  Corte  real;  inviolabilidad  del  domicilio;  abolición  del  tormento;  abolición 
de  los  mayorazgos;  libertad  de  imprenta  dos  años  después  de  regir  la  Cons- 
titución), etc.  KI  art.  124  dice:  'Habrá  una  alianza  ofensiva  y  defensiva  per- 

•  petuamentc,  tanto  por  tierra  como  por  mar,  entre  Francia  y  España.  Un 

•  tratado  especial  determinará  el  contingente  con  que  haya  de  contribuir  cada 

•  una  de  las  dos  Potencias  en  caso  de  guerra  por  tierra  ó  por  mar»  (1). 

124.  —  Á  fines  de  180?  Napoleón  disponía  de  la  enorme  cifra  de  muy 
cerca  de  un  millón  de  soldados.  Tenía  en  nuestra  Península  á  mediados 


nacho  —  rfííí  lacartú.— 


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HISTORIA   DE   ESPAÑA  449 

de  iSoS:  en  Portugal,  el  ejército  mandado  por  el  general  Junot,  compuesto 
de  tres  divbiones  de  Infanterfa  (Laborde,  Loisoo  y  Travot)  y  una  de  Caba- 
lierfa  (KelIermanD),  en  junto:  26.500  hombres  con  3.200  caballos  (i).  £1  ejér- 
cito de  Dupont,  acantonado  en  la  ribera  derecha  del  Tajo;  tres  divisiones  de 
Infanterfa  (Barbou,  Vedel,  Frére),  una  de  Caballería  (Frésia),  fuerza  de 
19.597  hombres  con  4.069  caballos,  según  estado  del  20  de  Mayo  que  pu- 
blica Clerc  (2);  pero  en  Junio  ascendía  á  24.500  hombres  (3).  El  ejército  de 
Moncey  (al  Este  de  Madrid),  con  tas  cuatro  divisiones  (Musnier,  Gobert, 
Morlot  y  Grouchy),  la  4."  de  Caballería,  y  un  total  de  29.300  hombres  y 
3.800  caballos.  El  ejército  de  Bessiers,  en  Castilla  la  Vieja,  que  constaba  de 
dos  divisiones  de  Infantería  {Merle  y  Verdier),  la  de  Caballería  de  Lasalle  y 
las  guarniciones  de  Pamplona  y  San  Sebastián,  haciendo  todo  19.000  hom- 
bres y  1.300  caballos.  El  ejército  de  Duhesme,  encargado  de  guarnecer,  á  Ca- 
taluña, compuesto  de  las  divisiones  de  Infantería  (Chabran  y  Lechi)  y  las  bri- 
gadas de  Caballería  (Bessiers  y  Schwartz  (4),  en  junto  12,700  hombres  y  2,000 
caballos.  De  Guardia  imperial  había,  á  las  órdenes  de  Dorsenne,  6.400  hom- 
bres y  3-300  caballos.  En  i.°  de  Junio  el  estado  general  de  fuerza  del  ejército 
francés  daba  116.979  hombres  y  16,895  caballos;  de  1."  de  Junio  á  15  de 
Agosto  entraron  44.374  de  los  primeros  y  4.685  de  los  segundos.  Puede  fijar- 
se, pues,  el  efectivo  en  160.000  hombres  y  21,000  caballos. 

AI  lado  de  estas  cifras,  las  del  ejército  español  son  ridiculas.  En  i,"  de 
Enero  de  1808  era  nuestro  efectivo  uominal  de  87.201  infantes  y  16.623  jilo- 
tes, de  los  cuales  sólo  10.960  tenían  caballo.  Las  Milicias  provinciales  ó  reser- 
vas daban  32.418  hombres;  pero  de  estas  fuerzas  hay  que  descontar  14.905 
hombres  y  3.088  caballos  (5),  de  lo  más  florido,  que  estaban  con  el  Marqués 
de  la  Romana  en  Dinamarca,  y  la  guarnición  de  Ceuta,  y  tener  en  cuenta 
que,  dueños  los  franceses  de  los  principales  puntos  estratégicos  y  dominando 
con  su  presencia  á  las  guarniciones  más  numerosas,  v.  gr,  Madrid  y  Barce- 
lona, sólo  por  medio  de  la  deserción  individual  ó  en  pequeños  grupos  po- 
dían concentrarse  los  Cuerpos  en  las  comarcas  libres  para  emprender  serías 
operaciones;  y  que  aunque  así  sucedió,  porque  el  patriotismo  arrastró  á  la 
casi  totalidad  de  oñciales  y  soldados  á  buscar  la  manera  de  servir  á  la  na- 
ción—  algunos  faltaron  á  su  deber,  —  llegaban  los  Cuerpos  muy  desorgani- 
zados y  disminuidos  á  los  parajes  donde  podían  ser  útiles.  Menos  mal  que 
teníamos  dos  núcleos  de  tropas  relativamente  numerosos  y  adiestrados  á 
maniobrar  en  masa:  la  división  del  Campo  de  Gibraltar  (8  ó  10.000  hombres), 
mandada  por  el  general  Castaños  (6),  y  ta  división  que  se  había  enviado  á 
Portugal  para  operar  con  Junot. 

Es  error  arraigada  el  de  suponer  que  el  ejército  español  de  1808  era 
muy  malo  en  su  instrucción,  organización  y  armamento,  y,  por  tanto,  inferio- 
rísimo al  francés  (y).  Insuficiente  es  lo  que  era.  Y  hubo  sin  duda  elementos 
proporcionados  por  el  ardiente  patriotismo  de  la  nación  para  remediar  esa 

(i)  Seeún  el  estado  (isJutio  iSoS)  que  trae  Thlebaull,  jele  de  EsUdo  Mayor  de  este 
ejfrcilo.  en  la  KelaUen  de  la  rauífiagne  de  Fartu^l. 

(2)  Capilulaiiim  áe  Baylta.  Causts  el  eonsiquencet,  por  el  Lieulenant  Colonei  Clerc. 
París,  1903,  plp.  S9. 

(,t)    Arteche,  ffítioria,  lomo  I,  Apéndice  ó." 

Í4)    La  dÍTiti6n  Lechi  y  la  brigada  Schwartz  eran  italianas. 

(O    Segtin  el  estado  del  Conde  de  Cleonaid,  modificado  por  Arteche. 

(6)  Don  Franciscn  Javier  Castaños  nació  en  Madrid,  zz  Abril  1758.  Capitán  á  los  diez 
aBos.  Coronel  en  179».  Teniente  general  en  l8»l.  En  la  guerra  de  I793'9S  fui  dos  veces  herido. 

(7)  No  ha7  esDBCto  dentro  de  las  proporciones  de  este  libro  para  fandamentar  esta  afir- 
maciAn.  El  insigne  IbiBez  Marín,  poco  antes  de  su  gloriosa  muerte,  preparaba  un  trabajo  so- 
bre la  materia. 

Salcedo,  Historia  de  EspaRa 


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450  HISTORIA   DE  E5PAÜA 

insufíctencia,  por  lo  menos  en  cuanto  al  número;  pero  no  se  aprovecharon 
quizás  por  no  surgir  un  genio  militar  con  bastante  autoridad  para  organizar 
aquella  masa  que  se  lanzó  resueltamente  á  matar  franceses  —  algo  semejante 
á  lo  que  en  la  Francia  revolucionaria  fué  Carnot,  —  6  quizás,  y  es  lo  más  se- 
guro, porque  el  carácter  de  revolución  popular  y  fragmentaria  ó  regional  que 
tomó  el  alzamiento,  impidió  que  surgi:?ra  ese  genio  ó,  en  su  defecto,  un  hom- 
bre de  juicio  capaz  de  organizar  aquel  caos.  Las  Juntas,  dirigidas  por  patrio- 
tas entusiastas,  pero  generalmente  ayunos  del  arte  militar,  sólo  atendieron  á 
levantar  mucha  gente,  lanzándola  contra  los  enemigos  sin  ninguna  prepara- 
ción técnica;  improvisaron  oficiales,  dando  los  empleos  superiores  á  los  más 
audaces  y  bullangueros.  Lajuntade  Asturias,  por  ejemplo,  nombró  nada  me- 
nos que  dos  capitanes  generales:  de  aquí  la  defectuosísima  composición  de 
nuestros  ejércitos  en  la  guerra  de  la  Independencia,  donde  al  lado  de  algu- 
nos Cuerpos  antiguos  —  muy  pocos  —  que  se  batían  admirablemente  había 
otros  medianos  y  otros  malísimos,  y  además,  una  masa  informe  que  no  mere- 
cía nombre  de  Cuerpos,  sino  de  patulea  que  gritaba  desaforadamente,  insul- 
tando á  los  fianceses  cuando  los  veía  de  lejos,  y  que  á  las  primeras  descar- 
gas ó  al  simple  amago  de  un  ataque  de  Caballería  huía,  atropellando  en  su 
fuga  á  los  Cuerpos  regularmente  organizados  de  nuestro  ejército.  La  suerte 
que  cuando  se  velan  fuera  del  peligro  inminente,  se  paraban,  y,  recobrándose 
del  susto,  bailábanse  dispuestos  á  nuevas  corridas. 

Asi  los  franceses  dispersaban  fácilmente  nuestras  huestes  en  campo 
abierto;  porque  un  ejército  español  de  20. ó  30.000  hombres  se  reducía  efec- 
tivamente para  el  combate  á  2  Ó  3.000,  que  eran  los  únicos  que  oponían  re- 
sistencia verdadera;  pero  no  podían  nunca  acabar  con  nuestros  núcleos. 
■Nuestros  soldados  —  escribió  Marbot  —  comparaban  á  los  españoles  con  las 
>bandás  de  gorriones  que  caen  sobre  un  campo  y  huyen  al  menor  ruido,  para 
•  caer  otra  vez  sobre  el  mismo  sitio  en  cuanto  el  ruido  ha  cesado. . .  Tuvieron 
»un  mérito  inmenso:  el  de  que  á  pesar  de  haber  sido  batidos  tantas  veces, 
»no  se  acobardaron  nunca.  Huían,  pero  para  reunirse  otra  vez  y  volver  i  los 
■  pocos  días  con  renovada  confianza  en  sí  mismos;  confianza  siempre  chas- 
>qneada  y  que  nunca  pudo  ser  destruida»  (i). 


(I)    Mimoirís,  tomo  11,  pág.  485. 


Alpinos  datos  hiografieos  di  tos  fínoiiajts  !ayi-j  relratís  figuran  entapá^na  si¡^uiettie. 

Ittroe*  de  la  Iddcpeadeneia.  -  1.  Andrés  Torrcjdn,  ilcalde  de  Musióles,  célebre  poc  su  ilo- 
cucl¿n  ll  vecindario,  Iratindo  de  traidor  1  Napoleún  y  deelacindole  la  guerra.  N.  en  IT36,  ignorindose 
la  lecha  de  su  muerte.  ~  2.  Mariano  Álvarez  de  Castro,  ilustre  y  enérgico  general  que  ae  inmortalizó  en  li 
defensa  de  Gerona  contra  los  Iranceses  (1T19- 1810).  —  3.  francisco  Javier  Castiflos,  lunoso  general, 
vencedor  de  los  ejírcitos  napoleónicas  en  Bailín,  hecho  por  el  cnai  » le  otorgó  el  ducado  correspondien- 
te (1758-1852).  -  - 1.  Luis  Daoii,  capitán  de  ArtHlcri»,  jevlllano,  que,  en  unión  de  Velarde,  ae  inmortiliiíi 
en  Madrid  el  2  de  Mayo  de  I39S,  muriendo  heroicamente  (ITóT-1808|.  -  5.  Juan  Martin  Díaz,  tt  Empttl- 
nado,  celebérrimo  guerrillero  de  Castrillo  de  Duero  que  obtuvo  después  el  grado  de  marital  de  campo, 
(general  de  dl>isiAn)<1TTi-18!51.  —  6.  José  de  Palaloi,  general  aragonés  que  estuvo  al  frente  de  las  faenas 
nacionales  en  los  famosos  sitios  de  Zaragoza  (L3D8-Q)  (1776-1847).  -  7.  Pedro  Velarde,  capitln  de  Artilletii. 
llusire  patrióla  que  se  inmortalizó  con  Daoii  el  2  de  Mayo  de  1808  haciendo  armas  contra  los  franceses. 
Era  secretario  de  la  JunU  Superior  Económica  del  arma  de  Artilleiía'(1779-'ieeS).-  S.  Jacinto '.4t>ii. 
heroico  compañero  de  Daofz  y  Velarde;  defendió  el  Parque,  del  cual  se  habia  apoderado  por  sorpresa,  hasta 
caer  gravemente  herido.  Dicese  que  el  médico  pudo  haberle  curado  y  no  la  hizo  para  evitar  qae  le  Iniila- 
ran  los  irinceset.  Cuando  pudo  refugiarse  en  Extremadura  ya  fué  para  morir  (177?-18a9).  ~  9.  Francisco 
I^spoz  y  Mina,  general  español  que  fué  llamado  el  'Napoleón  de  las  guerrillas-  durante  la  guerra  de  la 
Independencia  <  1781-1936). 


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I.  Andrés  Torrcján,  2.  Mariano  Aivuu  de  Cutro.  3.  Francisco  Javier  C»Uno« 


5.  José  de  PaUfai 


7.  Pedro  Velarde.  8.  Jadnlo  RuLz. 

HéroM  da  la  ladeTendencla. 


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452  HISTORIA    DE  ESPAÑA 

El  gran  error  de  Napoleón  fué  creer  que  porque  tenía  superioridad  de 
medios  militares  podía  conquistar  á  España;  y  el  gran  error  ó,  mejor  dicho, 
la  ignorancia  de  nuestros  abuelos  fu¿  creer  que  porque  tenían  patriotismo  y 
estaban  resueltos  á  no  dejarse  avasallar,  podían  prescindir  de  las  lecciones 
del  arte  militar.  La  guerra  de  la  Independencia  en  conjunto  es  el  choque  de 
estas  dos  tremendas  equivocaciones.  Triunfamos,  pero  necesitando  del  apoyo 
del  ejército  inglés;  y  salimos  de  la  lucha  destrozados  moral  y  materialmente. 


•  FaBMMMpcdlcida  •rctaia»  di  lai  Oibacbm.  -  EldiaSdcJuLio  il  aminccnel  centin 
estaba  k  1i  putrtx  dd  Teatro  dd  Burn  Rcliro  dio  purte  de  que  se  advenía  dentro  de  aquella  casa  u 
espantoso.  Este  avilo  produio  un  alarma  en  Iodos  los  (rancesfs.  El  valeroso  general  que  mandil  la 
ciún  inmediatamenle  ordenó  que  se  locase  la  generala  y  que  atacasen  aquella  (ortileu  dos  mil  lu 
de  inlanterfa  j  caballería,  con  dos  cañones,  .abrieron  las  puertas,  con  electo,  y  salieron  una  nuil 
ratas,  que  se  babian  apoderado  de  los  toneles  de  i-allet: 
época  ptrlineclente  ú  una  copiosísima  str 
citrón  contra  Napoleón) . 

con  reputación  de  pueblo  amante  de  su  independencia  é  inconquistable,  pero 
sin  crédito  militar,  á  pesar  de  que  en  detalle  escribimos  hermosas  páginas 
militares  dignas  de  los  tiempos  áureos  de  las  guerras  de  Flandes. 

Las  proporciones  de  este  libro  no  consienten  sino  un  resumen  sumarf- 
simo  de  los  principales  acontecimientos  de  la  guerra. 

Operaciones  en  Junio.  —  El  general  Verdier  se  apoderó  de  L(^roño 
(día  2)  (i),  Lasalle  de  Torqucmada  (el  Ti),  y  junto  con  Merle  (8.000  infantes, 
1.000  jinetes  y  12  cañones),  arrolló  en  Cabezón  á  D.  Gregorio  de  la  Cuesta, 
que  con  un  exiguo  grupo  de  tropas  y  4  ó  5.000  paisanos  intentó  defender  el 
puente  (el  10),  entrando  en  seguida  en  Valladolid.  Frére  dominó  á  Segovia, 
defendida  por  los  cadetes  de  Artillería  (el  7),  y  Merle,  á  Santander  (el  27). 
Lefebvre,  saliendo  de  Pamplona,  después  de  vencer  en  Tudela,  Mallén,  Ga- 
Uur  y  Alagón,  se  presentó  delante  de  Zaragoza  (el  14),  defendida  por  unos 

(ll  Con  motivo  de  cite  libero  combate.  Napoleón  inaugurí  su  invariable  sistema  ile 
mentir  en  los  bolelines.  Se^ún  el  tjue  üió,  Verdier  sólo  habla  tenida  tres  6  caalnt  soMadoi  he- 
ridos, inientras  que  murieron  de  300  á  400  espaüoles  delendíeitdo  á  Logroilo.  Ln  verdad  es 
<)ae  murieron  17  espafloles,  más  tres  prisioneros  que  fosilaron  los  franceses  después  del  cho- 
que. Asi  en  lodos  los  encuentros.  Véase  ArWche,  tomo  II.  Cap.  I. 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


HISTORIA   DE  ESPAÑA  453 

i.ooo  soldados  y  menos  de  6.000  voluntarios.  El  1 5  libróse  la  acción  de  las 
Eras,  ó  sea  el  tumultuoso  combate  empeñado  por  Lefcbvre  para  tomar 
la  ciudad  de  rebato;  tuvieron  los  franceses  700  muertos  y  perdieron  seis  ca- 
ñones y  una  bandera:  nuestras  bajas,  unas  300,  la  mayor  parte  heridos.  Se  for- 
malizó el  sitio,  acudiendo  más  defensores.  Palafox  hizo  una  salida  que  dio 
lugar  á  la  acción  de  Epüa  (el  23).  Ataque  i  Monte  Torrero  (el  28). 

En  Cataluña,  Duhesme  mandó  desde  Barcelona  (el  4)  á  Schwartz  con 
3.800  hombres  para  que  fuese  hasta  Zaragoza  en  apoyo  de  Lefebvre;  pero 
fué  detenido  y  batido  por  los  somatenes  en  el  Bruch  (el  6),  y  á  Chabran  con 
4.200  camino  de  Valencia  para  unirse  con  Moncey;  pero  la  resistencia  del 
paisanaje  del  Panadas  y  la  derrota  de  Schwartz  obligaron  á  los  dos  generales 
á  reunirse  para  dominar  el  Brucb;  segundo  combate  del  Bruch  (el  14),  igual- 
mente funesto  á  los  franceses.  Duhesme  envió  á  Lechi  (el  16)  contra  Mataró, 
y  el  20  fué  él  mismo  á  tomar  á  Gerona.  La  vigorosa  resistencia  le  obligó  á  re- 
tirarse á  Barcelona, 
donde  quedó  blo- 
queado ó  como  si- 
tiado. 

£1  dia  4  salió  de 
Madrid  el  mariscal 
Moncey  (8.000  in- 
fantes, 1.300  jine- 
tes y  16  cañones) 
para  apoderarse  de 
Valencia.  El  1 1  en- 
tró en  Cuenca,  el 
24  forzó  el  paso  de 
Las  Cabrillas,  y  el 
28  atacó  la  ciudad, 
siendo  rechazado  y 
perdiendo  más  de 

2«^  ^/"*>™=-  p^  La  /-«../.  dHS.Ut  Madrid,  en  .1  «flo  .So8. 

retiró  á  1  o  rente. 

La  más  impor-  i  s  /-    ^ 

tante  expedición  iniciada  por  los  franceses  fué  la  de  Andalucía;  su  objetivo, 
apoderarse  de  Cádiz,  donde  estaba  la  escuadra  de  Rosily.  El  23  de  Mayo  salió 
Dupont  de  Toledo  con  14.000  hombres  próximamente.  El  2  de  Junio  llegó  á 
Andújar.  El  y  forzó  el  puente  de  A I  colea,  defendido  por  unos  1.000  soldados  y 
una  masa  informe  de  paisanos.  Entró  en  Córdoba,  que  fué  bárbaramente  sa- 
queada. AlH  se  detuvo  ante  el  levantamiento  general  del  pais — la  escuadra  de 
Rossily  se  rindió  á  la  guarnición  y  pueblo  de  Cádiz  el  día  12,  —  y  la  organi- 
zación por  Castaños  de  un  ejército,  aunque  reforzado  con  paisanos,  de  serio 
núcleo  militar.  Este  ejército  constaba  de:  i."  división  iReding)  (1),  8.400  sol- 
dados; 2.'  (Coupigni)  (2),  7.850  hombres  y  453  caballos;  3.°  (Jones)  (3),  5.415 
hombres  y  582  caballos;  reserva  (Lapefta)  (4),  6.6;G  hombres  y  408  caballos. 
En  jnnto,  29.337  hombres  y  2.260  caballos.  Estas  fuerzas,  organizadas  en 
dos  grupos,  avanzaban  contra  Dupont,  unas  (Reding)  desde  Granada  y  las 

(i)    Don  Teodoro,  suíio  nscido  en  1754  (Schwilzl,  ■!  serricio  de  Kspaíta  deade  1772, 
teniente  general  deide  Enero  de  iSoi. 

(1)    Marqués  de  Coapigni.  mariscal  de  campo. 
(3)    Don  Fílti,  mariscal  de  campo. 
(4I    Don  Manuel  de,  lenienie  geiierai. 


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454  HISTORIA  DE  ESPAÑA 

Otras  (Castaños)  desde  Sevilla.  Dupont  levantó  su  campo  de  Córdoba  (ttocbe 
del  i6  al  i;)  y  se  situó  en  Andújar  (el  i8),  juzgándolo  el  punto  más  á  propó- 
sito para  resistir  á  la  fuerza  que  se  le  venía  encima.  Para  reforzarle  y  asegu- 
rar sus  comunicaciones  con  Madrid  llegaron  Vedcl  (cerca  de  7.000  hombres) 
V  Gobert  (cerca  de  8.000).  Con  estos  refuerzos  tuvo  Dupont  unos  22.000 
hombres. 

Sucesos  de  Julio.  —  Cuesta,  vencido  en  Cabezón,  atrajo  á  si  el  numeroso 
ejército  levantado  en  Galicia,  contra  el  parecer  de  su  jefe  Blake  (i),que  cuer- 
damente quería  perfeccionar  su  organización  al  abrigo  de  las  montañas,  y 


AfisU  díl  tillo  y  boRibarilco  de  la  ciudad  de  Ziragozi  poi  los  franceses  deide  que  se  prnenlacon  dr- 
luiledelaciudaden  IS  de  Junio  de  1808  hisU  U  de  Agoslo  del  miiinoaí^o,  que  huyeron  vereoniosamentr 
despu^  de  61  días  de  continuos  t  inútiles  ataques,  sin  habenc  podido  apoderar  de  la  ciudad,  que  fui  defen- 
dida gloriosanienle  por  los  valerosos  t  inirépidos  zaragozanas,  comandados  por  su  ¡lustte  jele  Palaloi. 
a  Puerta  del  Porllllo.  b  lülesla  de  Nuestra  Seflora  del  Portillo.  —  c  Cuartel  de  Caballería.  —  d  Casa  de 
Misericordia,  —  í  Torre  de  la  Victoria.  -  /  Torre  de  San  Pablo,  —  I  Torre  Nneva  y  Atalaya.  —  h  Puerta  del 
Carmen.  —  I  Torre  de  San  rranclsco.  —/  Hospital  general.  —  k  Iglesia  de  Nueilra  ScHora  del  Pilar.  —  /  To- 
rre del  Aseo.  —  m  Puerta  de  Sania  Enerada,  ~  n  Su  Monasterio.  —  o  Almacín  de  pólvora  que  se  voló.  — 
p  Torre  de  San  Miguel.  —  q  Puerta  quemada.  —  r  Infantería  y  caballería  Iranceía.  —  i  Batrria  de  Mofle- 
ros.  —  f  El  sanguinario  l.e(nre.>  (Dt  an  grabado  dt  la  ípoea}. 

presentó  batalla  al  mariscal  Bessiers  en  Medina  de  Rioseco  (día  14).  Los  fran- 
ceses eran  12.000  infantes,  1.200  jinetes  y  32  cañones;  los  nuestros,  21.000 
infantes,  710  jinetes  y  20  cañones.  Fuimos  derrotados. 

Napoleón  dijoi  la  batalla  de  Rioseco  es  para  mi  hermano  como  la  de 
Villaviciosa  para  Felipe  V.  José  había  entrado  en  España  el  dia  9  con  sus  mi- 
nistros Urquijo,  Ceballos,  Azanza,  O'  Farril,  Mazarredo,  Cabarrús,  Piñuela  (2), 
algunos  grandes  y  una  brillante  división  por  escolta;  en  Buidos  supo  la  vic- 
toria de  Bessiers,  y  el  20  entraba  en  Madrid,  donde  se  le  hizo  el  más  hosco 
recibimiento. 
• 

(i)  Don  Joaquín  Blake  yjoyes,  nacido  en  Milat>ft  el  iS  de  Agosto  de  1759.  Era  briga- 
dier at  estallar  la  Ruerra.  Su  lujo  D.  Joaquín  escribió  Apunlts  hisliricm  sobrt  las  eferaiientt  dtt 
ejtrdlo  dt  Galicia,  fuente  principal  para  esta  parle  de  la  Historia. 

(2I    Jovellaaos,  nombrado  ministro  del  Interior,  abrazó  la  causa  aacional  desde  luego. 


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HISTOBIA  DE   ESPAÑA  455 

El  nudo  de  la  cuestión  militar  estaba  en  aquel  momento  en  Andalucfa. 
Mucho  sentimos  no  poder  referir  con  algún  detenimiento  la  batalla  de  Bai- 
len (i).  Baste  decir  que  mientras  Castaños  daba  frente  á  Dupont,  establecido 
en  Andújar,  Rediog  pasó  el  Guadalquivir  y  tomó  posición  en  Bailen,  á  espal- 
das del  francés,  cortándole  las  comunicaciones  con  Despeñaperros  y  con  la 
división  Vedel,  allí  situada.  Dupont  levantó  su  campo  y  atacó  á  Reding  para 
abrirse  paso:  tal  fué  la  batalla  propiamente  dicha  (el  18),  en  que  los  france- 
ses hicieron  esfuerzos  heroicos  por  arrollar  á  los  nuestros,  pero  sin  lograrlo, 
y  vencidos,  fueron  atacados  por  Castaños  á  re- 
taguardia, teniendo  que  capitular  el  22.  No  sólo 
se  entregaron  los  8.242  hombres  que  mandaba 
personalmente  Dupont,  sino  los  de  Vedel,  Go- 
bert  y  destacamentos  de  la  Mancha  que  no  es- 
taban realmente  comprometidos,  llegando  así  la 
cifra  de  prisioneros  á  22.475. 

Las  consecuencias  inmediatas  de  la  batalla 
no  pudieron  ser  más  decisivas.  José  y  Savary 
resolvieron  retirarse  al  Ebro,  atrayendo  &  este 
efecto  á  la  hueste  de  Moncey  y  haciendo  levan- 
tar el  sitio  de  Zaragoza.  Quedó,  pues,  libre  de 
franceses  la  mayor  parte  de  la  Península;  Du- 
hesmc  se  encerró  en  Barcelona,  y  sublevados 
también  los  portugueses  contra  Junot,  desem- 
barcó allí  una  división  inglesa  mandada  por  Sir 
Arturo  Wellesley  y  hubo  de  ñrmarse  la  conven- 
ción de  Cinlra  (jo  Agosto),  en  virtud  de  la  cual 

evacuaron  los  franceses  á  Portugal,  siendo  tras-  Sir  Arturo  Welluleif, 

portados  á  Francia  en  buques  británicos.  La  opi-  y  dTciudJd  RodfSo 

nión  pública  en  Inglaterra,  Portugal  y  España  insigne  nnenl  inglés,  vence- 
fué  muy  desfavorable  á  este  convenio,  y  Wetles-  dor  de  Napoleón  fen  Espaüa 
ley  quedó  desconceptuado  por  haber  dejado  y  ea  w^tericio  (1769-185»). 
escapar  á  Junot  y  los  suyos,  y  no  aprisionarlos 

como  Castaños  á  los  de  Dupont.  Ese  Wellesley,  después  lord  Wellington, 
era,  sin  embargo,  el  hombre  destinado  por  la  Providencia  para  acabar  con 
Napoleón,  su  enemigo  más  formidable,  de  quien  años  adelante  cantó  nuestra 
satírica  musa  popular: 

Quien  quiera  ud  destino 
de  Napoleón, 

Jue  le  dé  memorias 
e  lord  Velinlón. 

Todavía  joven,  pero  ya  reputadísimo  como  militar,  Wellesley,  que  había 
de  merecer  de  sus  compatriotas  el  sobrenombre  de  Duque  de  Hierro^  como  el 
duque  de  Alba  de  nuestros  antepasados  del  siglo  xvi  los  apodos  antonomás- 
ticos  degran  Duque  y  Ducazo,e,xi  un  hombre  de  talento  extraordinario  para 
dirigir  ejércitos,  de  juicio  tan  claro  como  sólido,  no  perturbado  por  la  ima- 

(ij  La  bibliografÍB  de  la  batalla  de  Bailín  es  muy  copiosa.  Entre  las  Taentes  francesas 
ha  gozado  de  gran  eiédito  la  lüsloirt  dt  ¡aguerrí  de  la  Fenhuult,  del  general  Foj;  pero  Lámar- 
que  [Scuiietiirs)  reveló  que  no  es  del  General  más  que  el  principio;  el  resto  es  de  su  viuda,  que 
se  sirvió  de  papeles  de  aquíl.  Lo  mejor  entre  lo  moderno  es  la  citada  obra  de  Clerc.  También 
es  documentadliima  Le  general  Dupenl  (Une  erriur  kístorique),  del  teniente  coronel  7i- 
teux,  190Í  (tres  voliimenes  en  folio),  una  apología  de  Dupont.  Muy  digno  de  atención  es  el  nú- 
mero de  IJ  de  Julio  de  lOoS  de  la  AVivV/n  Tkniai  de  ¡n/anUria  y  Caballrría,  obra  del  malo- 
grado y  heroico  Ibiíiei  Marin. 


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Historia  GkAfica  db  la  Civilización  EspaSola 


HISTORIA  DEL  TRAIC.  -  Soldados  ciprnAolea  de  toda*  la*  arnaa  ea  IWS. 


,,CoogIc 


HISTORIA   DE  ESPAÑA  457 

gÍDactón,  de  que  carecfa  casi  en  absoluto,  ni  por  sentimentalismos  de  que 
jamás  padeció;  seco  como  una  fórmula  algebraica,  duro  y  egoísta,  antipático 
como  todo  el  que  no  tiene  en  su  carácter  algo  de  romántico  y  soñador,  con 
una  voluntad  verdaderamente  férrea  para  ejecutar  lo  que  se  habia  propuesto, 
el  Duque  nunca  persiguió  quimeras,  sino  siempre  realizó  planes  perfecta- 
mente concebidos  y  profundamente  meditados.  Moviéndose  siempre  en  la 
esfera  de  lo  seguro,  sin  que  lo  dudoso  le  alucinara  por  brillante  que  fuera,  no 
había  de  padecer  una  sola  derrota  en  su  camino.  Para  dar  idea  de  su  tempe- 
ramento, cuenta  Kocca  que  en  Torres -Ved  ras,  mientras  que  los  generales 
franceses  dirigían  á  sus  tropas  proclamas  y  más  proclamas  hablándoles  de  sus 
gloriosas  victorias,  de  las  águilas,  etc.,  Wellington  no  dió  á  los  suyos  más 
que  una,  concebida  en  estos  términos: 

Soldados:  Ettiis  bien  matiifíiidos.  Asi,  el  gne  falle  d  s»  deber  serd  akor- 
codo. —  C«Aiíro¿-«(¿ríi/,  Wellington. 

Era  tan  inñexible  en  la  disciplina  que,  al  día  siguiente  de  la  victoria  de 
Waterlóo,  hizo  fusilar  á  un  coronel  de  Caballería  que  no  justificó  debidamente 
su  tardanza  en  presentarse  en  el  campo  de  batalla  (i). 

Libertado  Madrid,  hubo  que  pensar  en  establecer  un  gobierno,  y  éste 
fué  la  Jimia  Central,  instalada  en  Aranjuez  (35  Septiembre),  compuesta  de 
35  vocales,  todos  con  120.000  reales  de  sueldo  y  tratamiento  de  excelencia, 
el  presidente  de  alteza,  y  la  Junta  el  de  majestad.  Los  miembros  más  impor- 
tantes eran  el  presidente,  conde  de  Floridablanca,  y  el  representante  de  As- 
turias, D.  Gaspar  Melchor  de  Jovellanos.  Aquél  opinaba  por  conservar  á  la 
Monarquía  en  su  ser  y  estado  hasta  que  fueran  expulsados  los  franceses,  y 
éste,  aborrecedor  del  poder  absoluto  Je  los  reyes,  que  hace  posibles  vergon- 
zosas y  funestas  privanzas  como  la  de  Godoy,  tendía  á  reformar  nuestro  De- 
rechp  político  con  leyes  sabias  y  previsoras  que  imposibilitaran  en  lo  futuro 
aquellos  excesos.  Mas  no  ha  de  creerse  que  Joveflanos  fuera  un  revolucio- 
nario ó  un  filósofo  por  el  estilo  de  los  franceses  dei  siglo  xviii:  buen  católico, 
monárquico  convencido,  fundamentalmente  tradicionalista,  espíritu  equili- 
brado y  sereno  cual  pocos  españoles,  asi  de  los  antiguos  como  de  los  mo- 
dernos tiempos,  es  seguro  que,  de  vivir  más,  Jovellanos  hubiese  hallado 
muy  exagerada  la  obra  de  las  Cortes  de  Cádiz,  y,  de  llamarse  liberal,  que  es 
lo  probable,  habrfalo  hecho  con  muchos  distingos.  En  aquellos  momentos,  sin 
embargo,  en  que  aún  no  estaban  definidas  las  tendencias  constituyentes  de 
los  futuros  partidos,  el  gran  asturiano  simbolizaba  el  vago  anhelo  de  refor- 
mas sentido  entonces  por  casi  toda  la  nación,  asqueada  del  triunvirato  Car- 
las IV,  Maria  Lnisa  y  Godoy  á  cuyo  funesto  influjo  atribula  todos  los  males 
que  padecía  (2).  Contra  esta  significación,  era  la  de  Floridablanca  el  sos- 
tenimiento del  statH  quo  político  y  social  mientras  no  se  consiguiera  la  liber- 
tad del  Rey. 

La  Junta  Central,  depositaria  del  Poder  real,  nombró  su  ministerio, 
siendo  su  ministro  de  Estado  Ceballos,  que  se  quedó  en  Madrid  con  otros 
varios  de  los  que  componían  el  gobierno  y  la  corte  de  José  cuando  éste 
salió  de  Madrid:  así  el  astuto  político  fué  en  cuatro  .meses  ministro  con 
Godoy,  con  Fernando  VII  contra  Godoy,  con  José  contra  Fernando  VII,  y 


vit  Wóoáhirry.  Traduit  de  1' ungíais,  par  Geor^es  llélie.  Parii. 

-   .  „ :cho  innumerableí  estudios,  y  constantemente  se  publican  olios 

uucYus.  Sos  deipBchos  se  publicaron  (8  volúmenes).  Londres,  1S44. 

(ll  Et  citado  teniente  Woodberrf  cuenta  que  en  todos  los  pueblos  de  CaslílJa  y  Vis- 
coDgadas  por  donde  íl  pasó,  decíanle  unánimemente  los  paisanos  que  Mnrfa  Luisa  y  Godoy, 
«bniando  de  Ja  bondad  de  Carlos  [V,  habfan  sido  cansa  de  la  perdición  de  Espaíia. 


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458  HISTORIA   DE  ESPAÑA 

con  la  JuDta  Central  contra  José.  Todo  variaba,  menos  [a  cartera  de  Estado  en 
manos  de  Ce  bal  los. 

Lanzó  la  Junta  un  elocuente  manifiesto  disponiendo  el  levantamiento 
de  un  ejército  de  500.000  hombres  y  más  de  50.000  caballos  para  echar  á  los 
franceses  de  las  Vascongadas  y  Navarra,  que  seguían  ocupando.  Pero  no  con- 
siguió  reunir  más  que  esto:  ejircito  de  la  ie^nierda,  mandado  por  Blake 

(25.513  infantes  y 
150  jinetes);  ejér- 
cito del  Centro,  á  las 
órdenes  de  Casta- 
ños (23,000  infan- 
tes y  3.000  jinetes); 
ejército  de  Aragón 
ó  de  reserva,  acau- 
dillado por  Palafox 
(29.515  de  infan- 
tería y  281  de  ca- 
ballería). ToUl: 
78.028  infantes  y 
3.431  de  catralle- 
rla.  Habla  en  estos 
ejércitos  algunos 
VisU  exterior  d«l  Cementerio  de  la  Florida  regimientos    bue- 

donde  lueron  enterrados  los  héroes  deí  barrio  de  Maravillas.  nos,  aunque  pocos, 
(Apunte  del  natural.)  algunos  medianos, 
y  la  mayoría  rema- 
tadamente malos.  Del  ejército  de  Aragón  dice  Arteche  que  era  «»m  moía 
abigarrada  y  heterogénea  (1).  Fueron  después  á  reforzar  á  estas  tropas  la 
división  asturiana  de  Acebedo  (^.400  hombres),  simple  aglomeración  de  pai- 
sanos; una  división  del  titulado  ejército  de  Extremadnra,  que  tenia  un  par  de 
regimientos  buenos,  y  el  resto  hasta  12.846  infantes  y  II.114  jinetes  que 
figuraban  en  el  papel,  ú  eran  absolutamente  fantásticos,  ó  de  la  misma  calidad 
que  la  división  asturiana,  y  i.ooo  soldados  del  Marqués  de  la  Romana  (2). 
1.a  evasión  del  cuerpo  de  tropas  que  mandaba  este  caudillo,  desde  Dinamar- 
ca, donde  estaba  con  el  ejército  de  Bernardotte,  es  uno  de  los  episodios  más 


(t)    íRstoria,  tomo  lU,  pig.  217. 

(3)    Don  Pedro  Caro  y  Sureda.  Marqués  de  la  Romana,  fui  marino  1  dcspuís  inilitir: 
1807  fué  i  Alemania  mandando  el  Cuerpo  auxiliar  de  los  franceses.  Era  hombre  ilaiUadi- 

a  ea  lenguas,  ciencias,  artes  y  lelias. 


Ffipafe  giit  te  lee  alfiie  del  grabaJo  Ttprodaeído  en  la  fajina  i¡gt/ieiitt. 

■  Día 2 de  Majo  1808.  Pelean  lo*  patriotaa  con  lo*  tráncete* en  la  Pnerla  del  Sol.-  Aco- 
mHidos  los  fiincesíi  en  este  silio  por  los  pitriotís,  se  trab>  entre  éstos  y  iquíllos  iin>  sangrienta  iifríe]>i 
en  que  el  valor  y  U  indifinación  de  los  unos  suple  á  la  láctica  y  disciplina  de  loi  otros.  No  obstante,  teloi- 
zados  los  primeros  con  numerosos  Cuerpos  de  infantería  y  caballería  que  acuden  de  todos  puntos  y  con 


Enganza,  asesinan  un  número  co 

nsiderable 

tumulto  se  hablan  refugiado  en 

1  el  templo 

lócente  sangre  de  aquellos  mái 

iir«  de  la 

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460  HISTORIA   DE  ESPAÍÍA 

novelescos  de  la  guerra  de  la  Independencia  y  de  los  que  más  mido  hicieron 
en  Europa  (l). 

Débiles,  y  hasta  por  lo  desproporcionadas  ridiculas,  eran  estas  fuerzas 
para  oponerse  á  las  que  Napoleón  dispuso  para  vengar  la  derrota  de  Bailen 
y  reconquistar  el  centro  de  la  Península.  En  Mayo  todo  le  parecía  mucho 
para  sujetar  á  Españar  hasta  creyó  excesivo  que  Dupont  fuese  sobre  Cádiz 
con  más  de  una  división.  En  Agosto  todo  le  parecía  poco  para  descargar 
un  golpe  contundente  y  decisivo.  Clerc  demuestra  en  su  citada  obra,  no 
con  discursos,  sino  con  datos  estadísticos,  que  la  necesidad  de  reparar  la 
derrota  obligó  al  Em[>erador  á  destruir  el  sabio  equilibrio  que  había  estable- 
cido en  su  administración,  forzándole  á  pedir  adelantadas  las  conscripciones, 
lo  que  originó  un  desbarajuste  que  ya  no  pudo  remediar  en  todo  su  reinado; 
así  que  la  batalla  de  Bailen  fué  positivamente,  sin  hipérboles  ni  ñores  retó- 
ricas, la  verdadera  causa  de  la  ruina  de  Napoleón.  Hasta  Bailan  él  dominó 
los  acontecimientos,  hizo  lo  que  quiso;  de  Bailen  en  adelante  los  aconteci- 
mientos fueron  arrastrándole  hasta  que  dieron  con  él  en  tierra. 

Mas  por  lo  pronto  hablamos  de  sufrir  nosotros  los  monstruosos  picota- 
zos del  águila  herida  y  furiosa.  Con  los  refuerzos  que  trajo  de  Alemania  y  de 
Italia,  el  ejército  francés  de  España  constaba  (lO  Octubre  1808)  de  319.690 
hombres  con  61.600  caballos,  distribuido  tan  enorme  contingente  en  ocho 
Cuerpos,  mandados  por  Víctor,  Soult,  Monccy,  Lefebvre,MorIier,  Saint-Cyr  y 
Junot.  Saint-Cyr  {7.°  Cuerpo)  debía  operar  en  Cataluña,  y  los  restantes  en  fa 
linea  del  Ebro,  á  las  órdenes  inmediatas  del  Emperador. 

Pondérase  la  maestría  de  Napoleón  en  el  concebir  y  ejecutar  su  plan  de 
campaña  en  ésta  que  dirigió  en  nuestra  patria  (2).  Realmente  fué  bueno  el 
plan:  ir  en  masa  sobre  Burgos,  romper  allí  nuestra  extensa  línea  y  maniobrar 
luego  á  derecha  é  izquierda  contra  los  dos  trozos  cortados  de  nuestro  ejérci- 
to; pero  con  la  inmensa  superioridad  cuantitativa  y  cualitativa  de  sus  fuerzas 
cualquier  general  mediano  hubiese  dado  cuenta  de  los  españoles  con  la  mis- 
ma facilidad  que  él.  Si  hubo  algo  maravilloso  en  aquella  ocasión,  fué,  sin  duda, 
el  desconocimiento  de  las  cosas  ó  la  presunción  ó  quijotismo  de  nuestros  ge- 
nerales que  dieron  á  Napoleón  el  gusto  de  ganarnos  batallas.  Todo  aconsejaba 
retirarse  á  las  regiones  montañosas  más  extremas  de  la  Península,  cediendo 
terreno  á  los  incontrarrestables  invasores  y  procurando  cansarlos  y  destruir- 
los en  detalle:  algo  de  lo  que  luego  hizo  Wellington  en  Portugal  é  imitaron 
los  rusos  en  1812.  Lejos  de  eso,  nos  pusimos  arrogantemente  delante  del 
coloso,  ni  más  ni  menos  que  D.  Quijote  delante  de  los  leones.  jQué  habla  de 
suceder?  N'o  estaban  estos  nuevos  leones  del  humor  que  los  de  antaño. 

Aún  tuvimos  la  inconcebible  presunción  de  querer  envolver  al  ejército 
de  Napoleón  entre  el  Ebro  y  el  Pirineo,  como  se  habla  hecho  con  el  de  Du- 
pont entre  el  Guadalquivir  y  Sierra  Morena.  Las  derrotas  fueron  tremendas, 

(l¡  Víase  Lis  íspa¡;noh  a  la  Crande-Armit.  Lt  Corfs  ib  ¡a  Jtemana  (1807-1808).  Lí  R¿- 
gi'iiíni  yosífh-NapoUott  (l8o9-l8l:('|,  parle  comm andan t  P.  Boppe.  París,  1X99.  K$  también  no- 
table el  informe  del  general  Arlecfie  á  ia  Academia  de  la  Histoiía  sobre  este  libro,  insetto  en 
el  Beltli'i  de  aqucll»  cerpornci4n. 

{2)  Víase  Campagni  di  V Bmpertur  NapoUen  íii  Eipapu  (1808-1809),  par  le  comandanl 
Bslngny.  Parfs,  1902-1906.  (Cinco  volúmenes.) 


HISTORIA  DEL  TRAJE.  Trijei  de  1801.  -  1.  Petimetre  en  traje  de  joc/itfud.  ~  I.  Currutaca - 

ama  con  basquina  y  mantlili  blanca  bordada.  ~  4.  Petimetre  con  capa.  —  5.  Petimetri  en  traje  de  «o- 
'aú.—  6.  Petimetra  en  traje  de  baile,  —  7.  Seflora  en  traje  de  corte. 


,,CoogIc 


Historia  GkJfica  db  la  Civiuzaciúh  Española 


HISTORIA  DEL  TRAJE.  Trajea  de  1801. 

D,g,t7cdb/COOgIC 


462  HISTORIA  DE  ESPaSa 

y  sólo  esclarecidas  por  la  heroica  resistencia  de  los  pocos  Cuerpos  capa- 
ces de  oponerla,  y  los  cuales  se  sacriñcaron  en  aquellas  batallas  absurdas, 
en  que  las  turbas  de  paisanos  huían  á  las  primeras  descargas  de  los  fran- 
ceses. 

El  31  de  Octubre  derrotó  el  mariscal  Lefebvre  (1)  á  Blake  en  Zorzoza,  y 
tras  algunos  choques  indecisos  ó  algo  favorables  al  segundo,  fué  Blake  des- 
hecho por  Víctor  en  la  batalla  de  Espinosa  de  los  Monteros  (i  i  Noviembre). 
Napoleón,  que  habla  entrado  en  España  el  día  3,  deshizo  en  Burgos  á  la  divi- 
sión de  Extremadura,  mandada  por  el  conde  de  Belveder  (día  10),  Castaños 
y  Palafox  á  su  vez  perdieron  la  batalla  de  Tudcla  (día  23). 

Libre  de  obstáculos,  avanzó  Napoleón  sobre  Madrid,  llegando  el  dia  30 
al  pie  de  Somosierra.  Unos  8.000  españoles  de  malísimas  y  heterogéneas  tro- 
pas, mandadas  por  el  general  San  Juan,  ocupaban  los  pasos  de  la  cordillera. 
£1  Emperador  traia  bajo  su  mano  más  de  40.000  soldados  excelentes.  Los 
historiadores  y  poetas  franceses  ponderan  como  cosa  extraordinaria  la  carga 
de  los  caballos  ligeros  y  lanceros  polacos  contra  nuestros  soldados  que  de- 
fendían el  puerto  citado  con  algunas  piezas  de  artillería.  «La  historia  de  las 
guerras,  ha  escrito  Guillon,  ofrece  pocos  episodios  tan  extraordinarios  como 
esta  carga  locamente  hero¡ca>.  Hay  en  esto  algo  de  verdad  y  mucho  de  poe- 
sía. Fué  una  buena  carga;  pero  su  éxito  se  debió,  no  sólo  á  la  mala  calidad  de 
las  escasísimas  fuerzas  que  allí  teníamos,  unos  cuantos  bisónos,  y  á  la  impre- 
visión de  no  proteger  la  batería  con  un  foso,  sino  principalmente  á  que  los 
infantes  franceses — tres  magníficos  regimientos — flanquearon  la  posición 
y  aparecieron  sobre  las  cumbres  que  dominan  la  carretera  de!  puerto,  hacien- 
do un  fuego  terrible  de  arriba  abajo  y  por  retaguardia:  al  verse  atacados  de 
frente  por  una  formidable  masa  de  Caballería,  y  por  ambos  flancos  y  á  reta- 
guardia por  una  numerosa  Infantería,  nuestros  bisónos  huyeron  despavo- 
ridos abandonando  los  cañones  (2). 

El  i.°  de  Diciembre  estaban  las  avanzadas  francesas  delante  de  Ma- 
drid. Después  de  una  defensa  tumultuaria  y  anárquica  se  firmó  (día  4)  una 
capitulación  por  Berlhier  y  el  general  Moría,  en  cuya  virtud  la  capital  del 
reino  volvió  á  caer  en  manos  de  los  invasores.  Nada  más  fantástico  ni  ridiculo 
que  el  cuadro  pintado  por  Vernet,  discípulo  de  David,  titulado  La  capitula- 
ción de  Madrid,  en  que  aparece  Napoleón  á  In  puerta  de  su  tienda  de  campa- 
ña dictando  condiciones  á  un  grupo  de  españoles  arrodillados  ante  él:  forman 
el  grupo  un  general,  un  fraile  y  varios  paisanos  con  el  traje  goyesco  de  la 
época;  la  composición  es  copia  de  la  célebre  clasicista  de  Alejandro  Magno 
recibiendo  á  ta  familia  de  Darío.  Hubiese  hecho  mejor  el  Emperador  en  cum- 
plir la  capitulación  que  en  hacerse  pintar  en  esta  post  de  opereta. 

Se  alojó  en  la  Quinta  del  Recuerdo  (Chamartín),  propiedad  de  la  casa  de 
Pastrana,  unida  á  la  sazón  con  la  del  Infantado,  cuyo  titular  era  entonces 


(i)    Eite  mariscal  no  es  el  general  del  n 
rsgoza,  9ÍDO  el  duque  de  Dsntzig.  marido  de  la  lavandera  que,  c 
Gine,  está  tan  popularizada  en  el  teatro  moderno. 

(a)  Víase  Victoiris,  toaquilis.  reven,  dcsaslrtí  ti  gutrre¡  livUes  áts  franíeii  áe  IJQI 
á  /Si}  par  una  Seciel;  de  iniliimTts  rl  de  ^ns  áe  Lttlrís.~Ví.úi  (aj  volúmenes  pablicados  de 
l8l7-l$;i).  Consigna  que  á  favor  de  la  niebla  se  hizo  el  ÜHnqueo.  Los  deniái  hlsloríadores 
Tránceles  se  comen  la  Inianterli  para  que  resalle  la  proeza  de  los  jinetes.  V.  Arteche  ilomo  t(I, 
capfnilo  VI).  El  heroico  Ibiñez  Mniin  estudió  detenidamente  este  episodio  en  sus  conslanies 
excursiones  por  la  Sierra:  él  descubrió  —  descubrir  es  la  palabra  —  el  Paso  del  Reventón,  que 
iat.  sin  duda,  uno  de  los  utilizados  por  los  Tranceses  para  el  lianqneo  que  leí  di4  la  ñclorís- 

Unade  las  eos '-  '-—--  -■-  --■—-—--' i -■— i' i-j-i .j.j, 

o  del  t( 


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HISTORIA   DE  ESPAÑA 


4G3 


uno  de  los  generales  de  nuestro  ejército  (1).  En  dicha  quinta,  hoy  colegio  de 
Religiosas  del  Sagrado  Corazón,  y  que  en  1808  era  de  las  posesiones  más 
amenas  y  la  más  elegante  ^e  los  alrededores  de  Madrid,  sin  venir  á  Madrid 
más  que  una  mañana  á  ver  el  Palacio  Real  y  contemplar  un  instante  el  re- 
trato de  Felipe  II,  «parecía  esperar  por  momentos  la  sumisión  de  España  del 
terror  causado  por  sus  victorias,  y  que  sus  proclamas  fulminantes  anunciaban 
á  la  Europa  atónita,  amenazando  con  la  suerte  más  terrible  á  las  provincias 
españolas  que  resistían  aún  á 
sus  ejércitos;  pero  las  provin- 
cias no  se  apresuraban  á  dar 
ningún  paso  para  amansar  al 
implacable  vencedor, . .  Nadie 
se  presentaba  en  Chamartfn  á 
llevar  á  los  pies  de  Napoleón, 
con  los  tributos  exigidos,  aque- 
llas adulaciones  á  que  le  habían 
acostumbrado  en  todas  par- 
tes» (2).  «El  Emperador,  tan 
vanidoso  de  su  renombre  y  de 
la  expectación  que  provocaba 
en  las  muchedumbres,  encon- 
tróse chasqueado  en  España. 
Nadie  acudía  á  verle.  Atravesó 
Madrid  sin  que  nadie  demos- 
trase curiosidad  por  conocer  á 
un  hombre  tan  extraordina- 
rio. (3). 

En  cuanto  á  las  proclamas 
de  Napoleón,  es  curiosísimo  lo 
querevela  La  Forest,  embaja- 
dor de  Francia  en  Madrid,  en 
su  correspondencia  (4):  por  or- 
den fechada  en  notre  camp  im- 
perial de  Ckamartin,  10  Dectm- 
Are  1808,  fué  La  Forest  encar- 
gado de  traducir  al  castellano, 
para  su  publicación  en  la  Ga- 
ceta, los  boletines  del  Empera- 
dor; pero  no  literalmente,  sino 

íH  Stant  les  fassages  gue  ptmrrment  choquer. . .  eny  faisant  les  modificatitms 
propres  att pofs.  Así,  cuando  una  proclama,  verbigracia,  decía:  los  españoles 
fueron  vetuidos.  La  Forest  traducía:  lús  españoles  se  portaron  como  unos  bravos; 


Cimenterio  de  la  Florida. 

VUts  del  inteiior  f  sido  donde  eslin  enterradu  4J 

vfctimns  del  barrio  de  MaTaTtlUi.  Entre  ellas  eatln 

una  muchacha  3  un  sacerdote. 

(Apunlí  áil  natural.) 


(i)  D.  P«dro  AlclQUn  de  Toledo,  duque  del  Infantado,  naciú  en  Madrid  [}-^V  Coro- 
nel en  1793,  brigadier  en  1794,  mariscal  de  campo  en  1795.  teniente  general  en  1803,  ardiente 
temandula  y,  como  tal,  muy  enemigo  de  Godoy,  Fué  i  Bayona  con  el  Rey,  y  (0licit<l  encenar- 
•e  con  il  en  VaJencey.  Volvió  i  Espifla  uniíndoie  i  Cuesta  en  Salamanca.  En  este  tiempo 
mandaba  el  ejército  derrotado  en  Tadela,  en  reemplazo  de  Castefios. 

(1]  Rocca,  iUif/»0Ír».  Primera  traducción  eipañola,  1S16.  La  segunda,  por  el  aulot  de 
estelibro,  titulada:  La  gmrra  de  la  ¡itdipindttuia  contada  por  un  oficial  franca,  1908.  También 
del  autor  de  eite  libro:  ¡ji  frimera  relación  franctsa  di  la  guerra  dt  ¡a  l»de'>e¡idencia  {fleí:  de 
Arck.,  NoT.-Díc.,  1907). 

(3t    Miot  de  Mtílto,  iutendente  de  Palacio  con  José.  Mcmtires  (i78«-i8is1.  Paris,  iSSo. 

U)  CBrrespanáanet  du  Ctmlt  di  La  Feftsl,  puiliée  pour  Li  Socielc  de  IñUore  Conlsaips- 
raiiupar  Geúffray  dt  Grattániainm.  París,  1905. 


,,CoogIc 


464  HISTORIA    DE  KSFASA 

pero,  vendidos  por  sus  jefes. . .,  etc.  La  epopeya  napoleár^  ,1,  sin  dejar  de  ser 
epopeya,  tuvo  mucho  de  comedia. 

Comedia  fué  afectar  que  para  castigar  á  los  españoIf;s  por  su  rebeldía 
quería  quitar  el  trono  á  José  y  gobernar  á  España  como  ,>ais  conquistado,  la 
dimisión  de  José  (carta  del  8  de  Diciembre,  desde  El  ftardo),  el  ablandarse 
luego,  el  hacer  ir  á  Chamartin  una  numerosa  comisión  de  esp,?ñoIes  á  pedir- 
le la  restauración  de  su  hermano,  y  celebrar  funciones  en  to'das  las  iglesias 
para  jurar  á  éste  rey  ante  el  Santísimo  Sacramento.  Y  manifestaciones  de  su 
maquiavélica  polflica,  los  decretos  aboliendo  la  Inquisición  ic    10  atentatoria 
á  la  soberanía  y  autoridad  civii>,  <reduciendo  los  conventos  i  la  tercera  par- 
te), «aboliendo  los  derechos  feudales  y 
suprimiendo  las  aduanas  interiores»  (i). 
[labia  ya  en  España  un  partido,  si  no 
muy  numeroso,  considen^.  'e  por  la  cali' 
dad  de  las  personas,  qu^'^  enía  éstas  y 
aun  más  avanzadas  asp ,  1  clones.  Con 
sus  decretos,  Napoleón  quiso  atraerse  é 
estos  hombres  y  dar  una^base  doctrinal 
á  su  usurpación,  pues  estaba  convencí' 
disimo  de  que  ron  los  españoles  chapa* 
dos  á  la  antigua  no  podría  contar  nunca; 
pero  se  equivocó  en  su  <;V|'culo,  porque 
los  amantes  de  las  nueVjs  ideas  que 
habfan  de  afrancesarse,  ya  lo  estaban,  y 
la  mayoría  de  los  futuros  liberales  ha- 
bían abrazado  con  entusiasmo  la  causa 
nacional,  creyendo  fácil  realizar  su  ideal 
sin  necesidad  de  Napoleón.  Con  todo 
esto,  franceses  y  afrance^!^"os  tuvieroi. 
siempre  la  pretensión  desdar  carácteT 
de  guerra  civil  ó  de  idea^.á  una  lucH^ 

f  _     ín       „i       II    j         que  era  nacional  Ó  de  ind¿.' indencia. 

Casi  «n  que  Piutió  Daou  «1  la  cule  de        ^        _  .     __  .        ^   . 

l«Temera,deMadrid.Elbílc<inenqiie  <-0"  semejantes  tramy  intojos  pre 

se  ven  las  coronas  «s  de  ia  hahiíación  Curaba  el  Capitán  del  siglo  a  udar  al  éxi- 
^rJ^^'"^ d ¡     /      /)  to  de  sus  operaciones  m^  tares;    pero 

'    *""  '  '  •""'">.)  atendiendo  siempre  áéstJu  preferente- 

mente como  principal  elemento  de  sus  empresas.  Mientras  éi^  ocupaba  el 
centro  de  España,  su  general  Saint-Cyr,  al  frente  del  7.°  Cuei'¡,  >,  entró  en 
Cataluña,  puso  sitio  á  Rosas,  que  capituló  el  5  de  Diciembre,  y  emprendió 
en  seguida  la  marcha  sobre  Barcelona  para  juntarse  con  Duhesme,  bloquea- 
da. Esta  marcha  de  Saint-Cyr,  á  través  de  un  ejército  español  numeroso  y 
dueño  de  formidables  posiciones,  está  considerada  como  una  obra  maestra 
de  arte  militar;  no  sólo  pasó  el  sabio  caudillo  francés,  sino  que  derrotó  á  los 
nuestros  por  completo  en  la  batalla  de  Llínás  ó  Cardedeu  ( 16  Diciembre)  (2). 

il)    Publicados  en  la  G.i<tLi,\\  Diciembre. 

(2)  oNada  —  dice  Artecbe  —  puede  compararse  en  la  historia  de  la  guerra  de  la  Inde- 
pendencia con  la  acción  de  Saint-Cyr  en  aquella  campaña».  (í/iitoñú.  (orno  IV,  pi^.  195^. 
Seg^'in  Thieía,  era  Saint-Cyr  «el  primero  de  los  militares  de  su  tiempo  para  la  {¡aeira  melódica, 
eicepcii^n  hecha  del  Kmperador».  NaciÚ  en  Toul  (1764).  Sus  Mimotris,  publicadaiun  afto  dci- 
puéi  de  sil  muerte  (l*íií.  comprenden  como  primera  parte  «t  yeumal  des  epérotims  dt  l'ar- 
iiüí  i/.'  Calaloj^tu  en  líiiS  el  iSit^,  oa  «iiiliriaax  fieur  Sírvir  á  l'hislsire  de  la  guerre  d'fíífiagne, 
escrita  por  ét  en  Itizi.  P.-iro  esta  cnmpaíla  puede  verse  tambíín^  IRslorUi  -ft  ¡as  eferaeionet  iil 
tAercilo  de  Calaliiüa  en  la  guerra  dt  umr/^aeíin.  por  el  teniente  coronel  D.  Francisco  Xaiiet 
Cabanes  (primera  edición.  Tarragona,  1809;  segunda,  Barcelona,  1S15). 


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HISTORIA  On  ESPAÍIa  465 

En  Aragón,  despu  á  de  la  batalla  de  Tudela,  el  ejército  de  Castaños,  titulado 
del  Centro,  se  retiró  á  Cuenca  (i);  el  de  Aragón,  ó  sea  aquella  masa  colecticia 
dé  paríanos,  que  <i!ce  Arteche,  se  metió  en  Zaragoza,  dispuesto  á  defender  la 
ciudad  hasta  el  último  trance.  Coa  todo  el  respeto  debido  al  incomparable 
herolsnfo  desplegado  en  esta  memorable  defensa,  se  debe  decir  que  fué  gran 
error  militar  ^,Jilece^se  tanta  gente  en  una  población  abierta,  y  aun  cuando 
hubiese  sido'  plaza  fuerte,  donde  no  podía  servir  sino  de  estorbo  y  obstáculo, 
teniendo  al  fin  que  sucumbir.  £1  número  de  soldados  ó  de  paisanos  con  título 
de  tales  fué  i    de  32.421  (2J.  Los  franceses  del  Cuerpo  de  Moncey  se  pre- 
sentaron delante  de  la  ciudad  el  30  de  Noviembre,  retirándose  el  1."  de  Di- 
ciembre; el  20  estableciéronse  los  dos  Cuerpos  de  Moncey  y  Mortier  (sj.cxjo 
hombres  y  hjsta  47.600  contando  los  destacamen- 
tos). El  dia  71  apoderáronse  de  Monte -Torrero,  y 
fueron  rech    idos  en  su  ataque  al  Arrabal.  El  29 
tomójunot   -'  mando  de  los  sitiadores.  Y  el  último 
dfa  del  año      jieron  los  sitiados  una  vigorosa  salida. 

El  acontecimiento  militar  más  importante  de  las 
postrimerías  de  180ÍÍ  fué  la  campaüa  de  Napoleón 
contra  los  ingleses.  Habfa  resuelto  el  Gobierno  in- 
glés auxiliarnos  con  un  ejército  de  30.000  hombres, 
y,  efectivamente,  salió  de  Portugal  el  general  John 
Mooreáúlti  osdeOctubre,  aunque  sólo  con  18.531, 
llegando  á  Salamanca  el  13  di  Noviembre;  alli  supo 
nuestras  derrotas  en  la  linea  del  Ebro,  y  compren- 
diendo que  nada  podía  hacer  con  aquel  puñado  de 

soldados,  excelentes,  sí,  pero  muy  pocos  para  batirse  J^ít^lw^aiews  queu'/^ 
con  las  masas  napoleónicas,  resolvió  retirarse,  dando  i,b  DaoU,  según  costum- 
órdenes  á  Kaird,  que  con  otra  división  habfa  desem-  bted«Américi,dedonde 
barcado  en  C  ^ruña,  para  tomar  de  nuevo  sus  naves.  '<"  *'■''''  '"'do. 

Las  instaní  'is  de  la  Junta  Central  y  el  temor  á  la 

opinión  en  iglaterra  inmovilizáronle,  sin  embargo,  y  cuando  vio  á  Napoleón 
en  Castilla  'i  Nueva  concibió  un  pensamiento  atrevido:  el  de  avanzar  por 
Castilla  la  '^ieja  y  cortarle  las  comunicaciones  con  Francia.  Ésta  fué  la 
maniobra  r  e  años  adelante  realizó  venturosamente  Wellington,  y  no  una 
vez,  sino  d  ;  pero  eran  otras  las  circunstancias,  y  le  costó  carísimo  á  Moore 
el  intentarl-i  á  destiempo. 

En  cuanto  Napoleón  supo  que  se  apartaba  de  su  base  de  operaciones, 
con  la  rapi'dez  propia  de  su  genio  concibió  á  su  vez  un  bellísimo  plan  estra- 
tégico: tal  fué  el  de  entretener  á  Moore,  y  aun  procurar  atraerle  más  y 
más  hacia  Levante,  mientras  que  marchaba  él  á  la  cabeza  de  lo  mejor  de  su 
iejército  y  por  el  camino  más  corto,  á  la  frontera  portuguesa  y  á  las  monta- 
ñas de  Galicia;  los  Cuerpos  que  tenia  en  el  Norte  debían  también  concurrir 
á  la  maniobra,  engañando  á  Moore  con  operaciones  simuladas  y  corriendo  al 
mismo  paraje  que  el  Emperador.  Astorga,  que  es  el  punto  postrero  de  la  lla- 
nada castellano-leonesa,  y  donde  empiezan  las  montañas  que  primero  se  lla- 
man del  Bierzo  y  más  adentro  de  Galicia,  fué  el  lugar  designado  por  el  gran 
estratega  para  reunir  cerca  de  100.000  hombres  á  retaguardia  de  los  ingleses. 

El  22  de  Diciembre  estaba  Moore  en  Sahagún.  Ese  mismo  día  el  Empe- 

(1)  Seüúnlos  datos  bien  comprobado!  de  la  Ilhlaria  .le  les  doi  Sitios,  por  D.  Agustín 
Alcaide  Ibieno  (dos  to'nos  y  an  apéTidicel.  Madrid,  TSjo-31. 

(a)  «Relacifin  de  la  terirad»  del  etercilo  del  Centro  desde  la  orilla  del  Ebro  hasla  la 
ciudad  de  Cnenca»  (Aniiniíno).  Madrid,  1815. 


Sjlcedo,  HíSTORlA  D 


D,g,t7cdb/COC^k 


466  HISTORIA   DE   ESPAÑA 

rador  pasaba  el  puerto  de  Guadarrama,  á  pesar  de 
un  horroroso  temporal  de  nieve,  y  á  la  cabeza  de 
50.000  hombres  marchaba  con  rapidez  vertiginosa 
en  dirección  á  Astorga.  El  26  pasó  el  Duero  por  Tor- 
desillas(i);  pero  los  ingleses  le  tomaron  la  delantera, 
y  en  Benavente  (el  29)  dieron  frente  á  su  vanguardia, 
haciendo  prisionero  al  general  Lefebvre,  el  que  diri- 
gió el  primer  sitio  de  Zaragoza.  En  la  noche  del  31 
al  I."  de  Enero  entró  Napoleón  en  Astorga,  concen- 
trándose alH  70.000  infantes,  10.000  jinetes  y  200 
cañones.  Los  ingleses  habían  pasado  el  puerto  de 
Manzanal  y  marchaban  penosamente  por  la  carretera 
general  de  Madrid  á  La  Coruña. 

125. — Zj>s  sucesos  de  ¡808  en  Hispano- América. — 

No  fueron  menos  importantes  ni  trascendentes  que 

,    .  -        _    ,       ...    ,        en  la  Península.  Expongámoslos  con  la  posible  clari- 

La  infanta  Carlota,  hija  de         ,     ,  ...  i'       &  f 

Carlos  IV.  casada  con  el       <!»«  f  concisión. 

que  despuís  f^xi  Juan  VI  Virretnaio  del  Río  de  la  Plata.  —  Comprendía 

de  Portugal.  g,,  igoS  todo  lo  qüc  ahora  es  República  Argentina, 

y  además,  como  dependencias  autónomas,  las  del 
Uruguay  (banda  oriental  del  Rio  de  la  Plata),  Paraguay  y  Solivia,  llamada 
entonces  esta  última  el  Alto  Perú  ó  presidencia  de  Charcas.  En  medio  millón 
de  habitantes  calcúlase  la  población  del  territorio  que  actualmente  pertenece 
á  la  Argentina,  y  en  55.000,  según  unos,  ó  45.000,  según  otros,  la  de  Buenos 
Aires.  «Buenos  Aires  conservaba  toda  la  fisonomía  de  una  gran  aldea  colo- 
>nial.  Sus  calles  eran  hondas  y  angostas;  estaba  edificada  sin  plano  y  sin  la 

(i)  En  TotdesillHs  ocurrió  un  si 
la  anciana  abadesa  del  Moaaslerio  de 
dOT  la  hizo  antrar  en  su  alojamiento  y 

los  del  séquito  imperial  permanecían  <.., ..    _.  ^     ...    .,  .  __ _.     „_ 

el  origen  d¿I  Monasterio,  7  al  saber  i|ue  era  fundación  de  Pedro  el  Cruil  dijo  que  era  este 
uno  de  los  reyes  de  Ktpaila  más  simpáticos  para  íl;  la  abadesa  i  su  vez,  admirando  las  pre- 
ciosas insignias  que  llevaba  el  Cíiar,  le  preguntó  si  tiiiian  indulgencias.  Encantado  Napoleón 
de  tanto  candor,  dio  á  doña  María  i.ooo  francos  en  oro  para  que  refrescase  la  Comunidad,  y 
le  dijo  que  pidieie  la  gracia  qiie  quisiera:  la  abadesa  le  pidió  el  indulto  de  tres  espníioleí  pa- 
triólas <jue  estaban  á  punto  de  lei  fusilados,  y  le  fué  concedido  inmediatamente.  Al  partir  de 
Tordesiilas  dejó  Napoleón  en  el  conremo  un  jefe  de  Estado  Mayor  para  que  cuidase  dc  ¿1 
mientras  pasaban  Indas  lal  tropas,  ñjindose  i  la  puerta  un  salvo-conducto  que  conminaba  con 
pena  de  muerte  al  que  no  respetase  aquel  ediñcio.  Consta  esta  iuleresante  bistoria  por  dos 
documentos  autínticos  de  In  tpoca,  y  ha  sido  rer<:rida  por  D.  Estanislao  Sánchez  {El  Real  A/p- 
naslerU  dt  íxinta  Clara.  T887),  D.  Eleulerio  Ferníndei  Torres  íNislaria  de  Tordesiilas.  iqosV 
D.JuannrtegaRubio(/'i/íA/nj  Aii;»rp(.infifli/.'  Valtadnlid);  IbáAez  Marín  difi  sóbrelo  miimo 
ana  bellísima  conferencia  (Octobre  iijoSt  en  el  Cenlro  de  Defensa  Social,  de  Madrid. 

(Epígrafe  que  se  lee  al  pie  del  grabaáo  refirodueido  en  ¡a  página  siguieale.) 

•  Ola  1  de  Mayo  de  lUR.  Mnertn  Daolt  7  Velarde  defendiendo  el  Parque  de  ArHIlerla. 

Mientras  uní  parle  del  pueblo  ptka  en  lis  calles,  oira  corre  por  armas  il  l'arque  de  ArHIlerii;  los  france- 
ses envían  tropas  para  apoderarse  de  íl,  y  Ii  guardia  espillóla,  compuesta  de  nni  compañía  de  Volunlaríos. 
de  Estada,  las  hace  prisioneras  de  guerra.  Daolz  y  Velirde,  ambos  capilancs  de  Artlllerll,  sitúan  cinco 
cañones  para  resistir  las  nuevas  hienas  que  lleguen:  suple  el  pueblo  l>  escasez  de  artilleros,  y  las  ttinicres 
distribuyen  cariuchos  y  municiones.  Atacan  por  todas  parles  numerosas  columnas  enemigas;  á  los  primeros 
tiros  cíe  herida  Rulz.  tenlenle  de  la  guardia,  y  lo  es  mortilmenle  Velarde.  Dioiz  ciusí  nn  lemble  destrozo 
en  los  frinceses  con  un  cañón,  en  que  se  emplea  como  comindinte  y  artillero.  Uno  de  los  jeies  enemigos 
hace  sefla  de  paz  can  un  pañuelo  blanco;  engaHido  el  valiente  Daolz,  suspende  el  luego,  y  arrotechando 
liis  franceses  esle  intervalo,  se  irTO)an  alevosamente  sobre  él.  ttaspasindole  el  pecho.» 


íuler  episodio;  tal  fué  la  entrevista  de 
.anta  Clara,  doña  María  Manuela  R.st 

Napoleón  con 

:ón;  el  Empera- 

pie.  Preguntó  Napoleón  á  la  seiager 

laria  monja  por 

,,CoogIc 


,.GoogIc 


468  HISTORIA  DB  ESPAÑA 

«menor  pretensión  de  arquitectura  en  los  edi&cios 
«públicos  y  en  los  privados.  Todas  las  casas  tenían 
>la  forma  típica  del  rancho,  porque  no  sólo  estaban 
«construidas  al  nivel  de  la  calle,  ó  de  las  aceras, 
>Con  un  solo  piso,  sino  que  éste  mismo  era  tan  bajo, 
>quc  parecían  acurrucadas  debajo  de  los  tejados  que 
«formaban  su  techo,  y  en  cuya  cima  se  alzaba  fron- 
>doso  un  verdadero  bosque  de  yuyales  y  de  arbus- 
.tos.  (i). 

Era  virrey  el  marino  francés  al  servicio  de  Es- 
paña D.  Santiago  Liniers  (2),  iniciador,  organizador 
y  caudillo  de  la  victoriosa  resistencia  contra  los  in- 
gleses en  1807.  Liniers,  hombre  buenfsimo,  cuya  pa- 
sión dominante  era  favorecer  al  prójimo,  tan  des- 
prendido que  nunca  tuvo  un  real  suyo,  valiente  hasta 
el  heroísmo  y  que  jamás  conoció  el  miedo,  de  rica  y 
Saniiaeo  liniers,  virrey        fecunda  imaginación,  extraordinariamente  simpático, 
del  Rio  de U  Plata  en  1808      tenia,  sin  embargo,  graves  defectos:  su  carácter  no 
('753-'  'O)-  gra  firme;  su  inteligencia,  más  viva  y  brillante  que 

reflexiva  y  profunda;  su  mismo  afán  de  hacer  bien  y 
contentar  á  todo  el  mundo  se  traducía  en  debilidad;  su  propia  honradez,  no 
iluminada  por  la  perspicacia,  le  hacía  confiado,  creyendo  á  todos  tan  leales 
como  él;  entregábase  absolutamente  á  los  que  le  rodeaban,  hombres  y  muje- 
res; era  muy  sensible  á  la  adulación,  y  no  figuraba  entre  sus  virtudes  la  con- 
tinencia fí).  Cometió  con  la  mejor  buena  fe  los  errores  más  funestos.  Orga- 
nizó muy  bien  desde  el  punto  de  vista  militar  las  milicias  del  virreinato,  pero 
detestablemente  desde  el  punto  de  vista  político,  porque  las  distribuyó  en 
Cuerpos  indígenas  (7  batallones,  6  escuadrones  de  Caballería  y  un  Cuerpo  de 
Artillería)  y  Cuerpos  de  los  peninsulares  establecidos  en  la  región  (3  tercios: 
andaluces,  cántabros,  catalanes,  gallegos  y  montañeses,  y  la  Artillería  de  la 
Unión),  con  lo  que  ahondó  y  dio  estado  oficial  á  la  separación  y  rivalidad 
entre  españoles  de  la  metrópoli  y  españoles  de  la  colonia;  los  primeros,  em- 
pleados y  comerciantes,  por  haber  nacido  en  la  Península  se  creían  los  amos 
del  virreinato  y  miraban  por  encima  del  hombro  á  los 
criollos,  aunque  los  habla  de  abolengo  español  más 
ilustre  que  ellos  y  estaba  en  sus  manos  la  propiedad 
territorial.  Siendo  además  comerciantes,  los  españoles 
defendían  á  capa  y  espada  el  monopolio  mercantil  me- 
tropolitatlo,  pues  abrirse  los  puertos  al  comercio  uni- 
versal y  arruinarse  ellos  venia  á  ser  la  misma  cosa;  en 
cambio,  los  criollos  sabían  muy  bien  que  con  la  liber- 
tad de  comercio  valdrían  mucho  más  sus  productos 
agrícolas  y  pecuarios,  y  cuanto  necesitaban  de  Europa 
les  costaría  mucho  más  barato. 

Al  comenzar  el  afto  de  1808  están  perfectamente 
constituidos  los  dos  partidos:  el  español,  cuyo  jefe  es 


(i)    Don  Viceme  Fiíiel  Wpeí,  ciíado  por  Amia/ Latine  en 

ot  factofts  dít  /nogresK  i/e  la  ktfúbtiía  Atgínlina.  segunda  edi- 

i^n.  Buenos  Atres.'iqio. 

(]1     NaciiS  en  175^.  Sen(6  ptaia  de  i;uard'a  marina  en  I77S- 

(,t)    Véase  el  precioso  librilo  —  una  joya  liisti^ríca  y  litera-  Insignia 

a  —  del  comandante  de  Arlillerfa  D.  Juan  Ánaiun  y  Zibala,  Al-  de  los  defensores 

•res  ,h  la  indepindinái!  argentina.  Madrid,  1910.  de  Zaragoza. 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


HISTORIA  DE  ESPAÑA  469 

D.  Martín  de  Alzaga,  y  el  criollo,  acaudillado  por 
D.  Cornelio  Saavcdra,  que  aspira  unánimemente  ála 
libertad  de  comercio  é  igualdad  de  dereclios  con  los 
peninsulares,  ó,  hablando  en  plata,  á  ser  él  quien 
gobierne  la  colonia,  pero  con  ideas  heterogéneas  en 
lo  demás.  Hay  un  grupo  que  podemos  llamar  liberal, 
formado  por  los  imbuidos  en  los  principios  de  la  re- 
volución francesa,  y  otro  trad  icio  na  lista  6  conserva- 
dor, católico  y  monárquico,  en  que  fígurac  el  clero  y 
los  seglares  fervorosos:  en  cuanto  á  separatismo,  no  ; 
es  todavía  sino  el  ideal  de  algunos  pocos  iniciados. 
El  venezolano  Miranda,  de  acuerdo  con  el  Gobierno 
inglés,  fué  quien  sembró  en  el  Río  de  la  Plata  la  idea 
de  independencia,  siendo  los  precursores  de  ésta, 
como  dice  Mitre,  D.  Mariano  Castilla,  D.  Nicolás 
Rodríguez  Peña  y  D.  Manuel  Aniceto  Padilla,  asala- 
riados por  aquel  Gobierno.  Organizáronse  estos  ele-  Cornelio  Satvedra. 
mentos  en  logias  masónicas  (l)  y  laboraron  con  fruto,        \c(t  del  partido  criollo 
porque  el  terreno  estaba  bien  preparado,  pero  á  la  en  Buenoi  Aires 
masa  tardó  en  trascender  el  movimiento.  l'77o-i729)- 

Al  ocurrir  la  invasión  francesa  llegaron  casi 
simultáneamente  á  Buenos  Aires  tres  misiones  distintas:  una  del  Gobierno 
inglés,  representada  por  los  argentinos  D,  José  y  D,  Juan  Antonio  de  Moldes 
y  ü,  Antonio  Pintos,  provistos  de  abundantes  fondos,  para  excitar  y  avivar 
el  separatismo  como  medio  de  impedir  que  los  franceses  se  apoderasen  del 
país;  otra,  de  los  príncipes  de  Portugal  D.  Juan  y  nuestra  infanta  Carlota  (2), 
refugiados  en  el  Brasil,  y  los  cuales,  ó  mejor  dicho,  su  primer  ministro  conde 
de  Ltnhares,  había  concebido  el  pensamiento  de  quedarse  con  nuestras  colo- 
nias, proclamando  á  D.  Juan  emperador  de  América  (3);  y  la  tercera  de  Napo- 
león, que  mandó  á  Dueños  Aires  al  marqués  de  Sassenay  con  cartas  para 
Liniers,  y  el  natural  objeto  de  reducirle  á  la  obediencia  de  José  y  del  nuevo 
orden  de  cosas  instalado  en  la  Península. 

La  misión  inglesa  no  tuvo  consecuencias,  porque  comprometida  la  Gran 


(t)     Panto  diÜcillsimo,  qniíás  todnvíi  imposible  para  el  hiatoriadot,  es  precisar  el  ori- 

B:n  de  lii  logias  masónicas  en  España  y  Amurica,  que  lanto  influjo  tuvieron  en  ana  y  otn. 
.  Luis  Duc¿s  [fñsloria  citrta  dt  la  stcta  de  lot  fraimaienti.  Madrid,  1813I,  Clavel  {Hisloria  di 
lo  fraemaiBiitría.  Madrid,  1847),  D,  Vicenle  Lafiienle  {HuUria  dt  las  Socitdadft  Sícrilas),  Roa 
Barcena  {Biagrafia  di  Pitada.  Méjico,  1878),  D  Mariano  Tirado  (¿<J  frac«tasonerÍa  eu  Esfaüa. 
Madrid,  1S93I  y  el  mismo  Menéndez  HtUyo  {!risleria  di  ht  Httirodexot,  tomo  111),  tra«n  dalos 
mujf  incompleíoB  y,  lo  que  ea  peor,  conriisos.  La  confusidn  (donde  hay  meaos  es  en  Menéndez 
Pelayo,  cuyos  dos  capfluloi,  leídos  con  atencién,  ayudan  mucho  para  desenlrafiar  an  poco  el 
embrollo)  dimana  en  gran  parte  de  concebir  la  masonería  como  an  solo  cuerpo,  caando  la 
realidad  histórica  ei  qae  hubo  muchos  y  de  diversas  Icndencias.  Hubo  logias  de  Trancesex,  de 
afrancesidoi,  de  liberáleí  y  de  americanos,  y  como  lodos  procuraban  atraerse  á  los  demAs  con 
el  seüuelo  de  la  beneñcencia  recíproca  y  de  la  idea  eenérica  de  libertad  —  aunque  entendida 
ésta  de  modo*  diversos  —  y  aoKan  ocultar  su  fín  político  concreto,  se  hace  muy  dillcil  distin- 
guirlas i  distancia:  ya  procuraremos  ir  distinguiéndolas  en  lo  que  cabe.  Baste  apantar  ahora 
que  las  logias  de  separatistas  argentinos  procedían  del  Oriente  fundado  en  Londres  por  Mi- 
randa, á  fines  del  siglo  xvni  (Barros  Arana,  íTuleria  d:  Chilí).  y  constituían  una  vasta  asocia- 
dAn  titulada  Lefia  Laularina  6  Secieiiad  Lautaro  6  de  cab.illeros  racionales,  que  tenía  sus 
centros  en  Londres  y  en  España.  En  esta  Sociedad  se  iniciaron  San  Murtín,  y  Carreras,  siendo 
tenientes  ó  capitanes  del  ejército  español, 

(3)    La  hija  mayor  de  Carlos  IV,  casada  con  el  que  fué  después  Juan  VI  de  Portugal. 
(3)     Véanse  Oliveira  Lima:  Dam  Joao  Vino  Arn:i7.  Rio-Janeiro,  IQOS,  y  el  magnífico  li- 
bro de  Carlos  A.  Villaoneva,  La  Monarquía  en  Aniértca.  Rolh'ar  y  el  gentraf  San  Martín.  Pa- 


,,CoogIc 


470  HISTORIA   DB  ESPAÍ^A 

Bretaña  en  su  alianza  con  España,  el  Gobierno  inglés  se  abstuvo  de  ayudar 
al  separatismo  americano,  lo  que  no  fué  obstáculo  para  que  muchos  ingleses 
particularmente,  y  aun  funcionarios  públicos,  obrando  por  su  cuenta,  siguie- 
ran favoreciéndole.  La  tentativa  brasileña  fué  rechazada  por  Liniers  y  por 
los  dos  partidos  argentinos  con  suma  energia;  pero 
en  el  grupo  separatista  nació  entonces  la  idea,  no 
del  fantástico  Imperio  de  América  que  habla  soñado 
Linhares,  pero  sí  de  un  reino  constituido  por  el  vi- 
rreinato de  Buenos  Aires  y  la  actual  República  de 
Chile,  del  cual  sería  nombrada  regente  la  hija  de 
Carlos  IV.  Casi  todos  los  hombres  importantes  que 
hicieron  en  i8io  la  revolución  republicana  entraron 
en  1808  en  este  proyecto  monárquico.  En  cuanto  á 
la  misión  del  marqués  de  Sassenay  (1),  fué  funesta 
para  Liniers.  Mal  querido  estaba  ya  el  virrey  del 
partido  español  por  su  negativa  á  desarmar  los  Cuer- 
pos criollos,  y  de  casi  todo  el  mundo  por  el  desbara- 
juste que  su  carácter  había  introducido  en  la  admi- 
nistración: al  saberse  los  sucesos  de  Bayona  é  indig- 
nar por  igual  á  españoles  y  criollos,  los  enemigos 
Nicolás  Rodríguez  Peña,      d^  Liniers  recuerdan  que  es  francés,  y  sobre  todo 
Principal  insiigídor  de     aquella  frase  de  aunque  soy  esfañol,  ke  conservado  los 

!f,1í',™,  íi,^'.'™.«     sentimientos  de  un  verdadero  francés,  con  que  con- 

de  UUCDOS  Aires  contra  i  i  ^1        ,r  ^      1     ^  ,     r  ,-   -   ,  1 

el  pBitido  peninsular  es-     testó  a  Napoleón  cuando  éste  le  felicitó  por  su  glo- 

pañol  rioso  triunfo  de  1807. 

('775-'8sj).  Si  Liniers  hubiese  sido  tan  astuto  político  como 

valiente  militar,  hubiera  dominado  fácilmente  aquella 

crisis  manifestando  más  indignación  que  nadie  contra  el  pérfido  Napoleón; 

pero  vaciló,  tuvo  una  entrevista  á  solas  con  Sassenay,  y  dio  una  proclama 

recordando  que  en  la  guerra  de  sucesión  los  bonaerenses  esperaron  á  que  se 

decidiese  la  suerte  de  la  metrópoli  para  obedecer  al  que  resultase  vencedor: 

á  principios  del  siglo  xviii  en  Buenos  Aires  no  había  espíritu  público,  ni 

apenas  población  de  origen  europeo,  y  á  principios  del  xix  el  triunfo  de  1807 

tenia  esaltadas  las  imaginaciones,  creyéndose  la  colonia  fuerte  y  poderosa 

para  no  adoptar  aquel  servil  temperamento.  En  Buenos  Aires  no  se  hace  caso 

de  la  proclama  virreinal;  el  cabildo,  instrumento  del  partido  español,  pero  en 

aqiiel  instante  órgano  de  la  ciudad  entera,  adelanta  la  proclamación  de  Fer- 


( Epígrafe  qui  ¡t  Itc  at pie  del  grabado  reproducido  en  la  página  siguiente.) 

■cDia  >  <l«  Mayo  de  1808,  en  Madrid.  Aietlnan  loa  trinccaei  á  loa  patrlotaa  «a  «I  Prxio. 

MiniaUdiM  y  conduddQS  i  biyonítazos  al  Piftlo  los  inlelicrs  que  durante  Ii  lefríega  tienen  b  dngncii 
de  caer  en  poder  de  las  tropas  frances.is,  son  atrozmente  asesinados,  stn  que  ni  sn  inocencia,  ni  sus  clamo- 
i  las  súplicas,  ligrimas  y  gemidos  de  las  madres,  hermanas  y  esposas  basten  i  libertarlas.  Sacerdotes 
diosos  se  cuentan  también  en  el  número  de  estos  desventurados,  que  perecen  sin  ninsana  especie  de 
o.  Y  no  satisfecha  la  feroz  soldadesca  con  haberlos  deshecho  á  fusilaioi  y  desnudado  de  pies  i  cibeu 
saciar  su  sanguinaria  rapacidad,  se  recrea  en  insultar  y  escarnecer  i  los  cadáveres  mismos.  Hechi  un 
Je  sangre  española,  la  dilatada  «Icnsión  del  Prado  ofrece  un  especUculo  horroroso;  triste  preludio  de 
igrienU  «cena  que,  aún  con  mayor  Inhnmanidad  y  perfidia,  se  repitió  por  la  noche,  en  que  cmtenarvs 
:tinias  inocentes  fueron  del  mismo  modo  alevosamente  sacrificadas.» 


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472 


HISTORIA  DE  ESPAÜA 


nando  VII,  y  el  21  de  Agosto  se  celebra  esta  ceremonia  con  entusiasmo 
delirante.  En  todas  las  provincias  sucede  lo  mismo:  los  criollos  rivalizan  con 
los  peninsulares  en  adhesión  al  monarca  traicionado  y  cautivo;  el  doctor 
Funes,  deán  de  Córdoba,  uno  de  los  más  ardientes  partidarios  de  la  separa- 
ción y  uno  de  los  primeros  historiadores  de  la  Argentina,  dirige  al  clero  una 
proclama  inspirada  en  el  más  acendrado  españolismo;  en  Montevideo  los  es- 
pañoles dirigidos  por  el  gobernador  Ello  truenan  contra  lo  que  llaman  trai- 
ción de  lAniers  y  se  declaran  en  rebelión,  constituyendo  una  Junta  como  las 
de  la  Península. 

Liniers  salió  de  sus  vacilaciones,  decidiéndose  noblemente  por  la  causa 
de  su  patria  adoptiva;  pero  para  su  autoridad  era  ya  tarde.  El  cabildo  de 

Buenos  Aires,  aun- 
que ju^a  mal  del 
paso  dado  por  el 
de  Montevideo,  se 
opone  á  que  sea 
castigado  M<Mt»m- 
iitari,  como  propo- 
ne el  virrey.  Éste, 
p^ra  sostenerse  en 
su  puesto,  obtiene 
el  decidido  apoyo 
de  los  criollos:  nue- 
vo motivo  de  opo- 
sición para  los  pe- 
ninsulares; pero 
siente,  como  siem- 
pre, vacilaciones; 
no  atina  con  el  ca- 
mino que  debe  se- 
guir resueltamen- 
te. Eiio  manda  en 
Montevideo;  Alza- 
ga ,  alcalde  de  pri- 
mer voto,  en  Bue- 
nos Aires;  Liniers, 
en  DÍnguna  parte; 
criollos  y  peninsu- 
lares están  á  punto 
de  venir  á  las  ma- 
nos; los  separatis- 
tas conspiran  en 
sus  logias;  Puyrre- 
dón  escribe  desde 
EspaRa  á  los  cabil- 
dos y  á  todas  las 
personas  impor- 
tantes que  la  causa 
española  está  per- 
dida, y  asi  termina 
el  aiío  de  1H08  en 
el  virreinato  del 
Rfo  de  la  Plata. 


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HISTORIA    DE  ESPAÑA  4/3 

Viminato  del  Perú.  —  En  este  virreinato,  el  más  antiguo  de  la  América 
Meridional,  que  á  pesar  de  las  desmembraciones  sufridas  con  la  creación  de 
los  de  Santa  Fe  y  Buenos  Aires  contaba  33.500  leguas  cuadradas-de  territo- 
rio, actuaban  las  mismas  causas  de  disolución  que  en  el  Río  de  la  Plata,  pero 
con  harto  menos  actividad  y  empuje.  Allí  no  habla  habido  invasión  de  los 


ingleses  para  despertar  el  espíritu  público  y  et  orgullo  de  los  criollos;  en 
cambio,  la  terrible  insurrección  de  los  indios  en  i;8o,  de  que  aún  se  conser- 
vaba terrorífico  recuerdo,  y  cuyo  rescoldo  echaba  chispas  de  cuando  en 
cuando,  contribuía  á  mantener  á  toda  la  población  ao  india  adherida  al  Go- 
bierno virreina!.  Era  virrey  desde  1806  el  asturiano  U.  José  Fernando  de 
Abascal,  del  que  se  hablará  como  merece  más  adelante.  Fernando  Vil  fué 
proclamado  con  entusiasmo  y  sin  ninguna  diñcultad.  Algunos  pocos  jóvenes 
inspirados  en  las  máximas  de  la  revolución  francesa  intentaron,  sin  embargo, 
urdir  conspiraciones,  que  no  hallaron  eco  en  el  país  y  que  costaron  la  vida  á 
varios  de  sus  autores,  considerados  hoy  por  los  patriotas  peruanos  contó  pri- 
meros mártires  de  la  independencia  nacional. 

Dependfa  del  virreinato  la  Capitaitia  geiural  ó  Presidencia  de  Chite, 
donde  habla  más  gérmenes  de  separatismo  que  en  el  Perú;  pero  tampoco  se 
manifestaron  hasta  más  adelante. 

Virreinato  de  Santa  Fe  ó  de  Nueva  Granada.  —  Creado  por  real  Cédula 
de  20  de  Agosto  de  1739,  comprendía  las  actuales  repúblicas  de  Venezuela, 
Colombia  y  Ecuador.  Pero  la  primera,  como  Chile  respecto  del  Perú,  for- 
maba una  Capitanía  general  autónoma,  aunque  con  cierta  subordinación  je- 
rárquica; titulábase  Capitanía  general  de  Caracas,  y  según  Humboldt,  tenfa 
unos  800.000  habitantes:  212.000  de  raza  blanca  entre  peninsulares  y  crio- 
llos, 60.000  negros,  120.001  indios  {más  de  10.000  de  ellos  en  estado  salvaje], 
y  más  de  400.000  mestizos  y  mulatos.  En  Venezuela  es  donde  habla  brotado 
la  más  antigua  planta  de  separatismo  americano.  Allí  había  nacido  (1739) 
Francisco  Miranda,  gran  aventurero  que  después  de  haber  servido  en  el 
ejército  ruso  y,  según  se  dice,  gozado  de  los  favores  de  la  Zarina,  fué  general 
de  la  República  francesa,  y  en  1790  presentó  á  Fitt  su  plan  de  emancipación, 
sobre  la  base  del  establecimiento  de  monarquías  americanas:  desde  entonces 
no  se  dedicó  sino  á  promover  sublevaciones  contra  España,  fundando  en  Lon- 


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474  UISTOKU   DE  BSPAÜA 

dres,  como  queda  dicho,  las  logias  que  más  inñuyerou  en  el  movimiento 
emancipador.  Las  dos  tentativas  de  Miranda  en  1806,  apoyadas  por  Inglate- 
rra (1)  y  los  Estados  Unidos,  demostraron  la  existencia  de  un  partido  sepa- 
ralista  en  Venezuela,  constituido  principalmente 
por  el  grupo  de  inteUctuAles,  6  sea  de  los  lectores 
de  libros  revolucionarios  franceses,  que  no  eran 
pocos  en  el  pais,  dada  la  exigüidad  de  su  pobla- 
ción y  la  prohibición  de  ioiportarlos,  y  con  raices 
en  la  aristocracia  criolla,  es  decir,  en  las  familias 
establecidas  de  antiguo  en  la  colonia  y  que  poseían 
inmersas  propiedades  territoriales;  pero  que  el 
pueblo  era  extraño  por  completo  á  esa  corriente 
de  ideas. 

De  una  de  esas  antiguas  y  riquísimas  familias 
criollas  nació  Simón  Bolívar  {25  Julio  1  /S  j),  en  Ca- 
racas. Se  cuenta  ^  aunque  de  Bolívar,  convertido 
por  los  patriotas  americanos  en  algo  como  semidiós 
ó  héroe  fabuloso,  se  refieren  multitud  de  cosas  in- 
verosímiles y  sin  fundamento  histórico  —  que  el 
SimiSn  Bolfvar.  sacerdote  que  le  bautizó  le  puso  el    nombre  de 

Híroí  de  U  emacipacíAn       Simón,  contra  la  voluntad  de  su  padrino,  diciendo: 
de  I>  Amíncí  del  Sor,  (1-        _         '        ,  i       j    i--     ;      ■  .  i  . 

taUdo  £i  Jjbirlader.  En  Te  pongo  el  nombre  de  ímtiÓH  porque  tengo  el  prt$en- 
honor  suyo  el  Alto  Perú  íimiento  de  qtt£  serás  el  Simó»  Macabeo  de  América. 
ri™níh  "?'"''™  ^^  ^''*  Huérfano  á  los  tres  años,  tuvo  por  preceptor  á  don 
clon  ColVmVia'EÍSaXi  Simón  Rodríguez,  profesor  de  la  Universidad  de 
Venízueta y  Perú  '  Caracas  y  furibundo  separatista;  comprometido 
(1783-1830.)  Rodríguez  en  las  intentonas  de  1806,  emigró  á  Eu- 

ropa, y  fué  preceptor  de  Bolívar  D.  Andrés  Bello, 
uno  de  los  hombres  más  grandes  en  el  orden  literario  que  han  enaltecido  á 
la  raza  española,  no  sólo  en  la  época  moderna,  sino  en  todas  (2).  A  los  diez  y 
seis  años  emprendió  Bolívar  un  largo  viaje  por  Europa;  á  su  paso  por  Méjico 
sorprendió  ya  al  virrey  Azanza  por  su  ardiente  separatismo.  Vivió  en  Madrid 
en  los  círculos  más  aristocráticos  y  frecuentando  el  trato  de  la  corte.  Aquí, 


(1)  Los  ingles»  se  acoderaron  en  1797  de  la  isla  de  la  Trinidad,  U  cual  lué  desde  en- 
lonces  el  cuartel  gen  eral  h  biie  de  ojieraciones  de  los  separalisUs  veneíolanos. 

(3)  NaciA  I).  Andrés  Bello  en  Caracas  el  29  de  Noviembre  de  1781.  Sin  salir  de  Catatas 
hii^o  sus  portentosos  estudios,  lo  cual  es  prueba  de  los  elementos  que  habfa  bajo  el  rígirneo 
colonial  para  hacerse  sabio  de  primera  clase  quien  tenía  condiciones  para  ello.  Sobre  Bello 
pueden  retse;  Kíi/n  ,ie  D.  An,/rti  Bdlf,  por  D.  Miguel  Luis  Amunilegni,  Santiago  de  Chi- 
le, iSSj.  Rfíutr.ío!  Hiéranos,  de  D.  J.  V.  Lastarria,  Santiago  de  Chile,  1878.  PrAlof;o  de  don 
Miguel  A.  Caro  i.  las  Potiias  ili  Bello,  publicadat  en  U  LoUcciÓH  di  tstrilorfi  catlflIaHoi.  etc. 
«Acerca  de  Bello  y  sus  obras,  dice  Menéndez  Felaro,  empieza  li  Tormarsa  lo  qtl«  los  alena- 
oes  llaman  una  literatura».  Los  trabajos  nnleriores  á  1881  estiln  resumidos  en  el  Ihmenají  dtl 
Jltptrlerie  íoUmMutti)  á  la  memoria  de  Belle  en  su  centenario.  Bolivia,  l88(.  Kn  este  mismo  cen- 
tenario \vfh  D.  Manuel  Cañete  en  la  AcaH.  Esp.  un  excelente  discurso  sobre  Bello.  Andrés  Bt- 
líoy  su  cpota.  por  D.  Antonio  Balbín  de  Unquera.  Homenaje  de  la  Unión  ¡biro-arntriíana  i  Iti 
ref-úliUfis  lali»-it  de  Amcriia  tu  ti frimer  ctnlenario  de  tu  independenria.  Madrid,  IQItt 

(Epííraft  que  le  tei  al  fie  del  ¡¡rúhado  reproducido  en  la  fagina  íiguitnlt.) 

•  CtiCbrebatailadcUaKcraa,  de  ZaraBOii.  -  Oa nada  por  los  pilriolu  de  Atagún  n  IS  de  Ju- 
nio de  1808,  mandados  por  e!  Excmo.  Sr.  D.  Josc  de  Palafon  y  Mtlii,  al  numeroso  ejírcito  franc*?.  Eslírt- 
ptrscntada  esta  heroica  acción  srgün  los  mis  exacloi  inFormes.  ai  de  su  situiciAn,  como  de  los  snct»» 


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476  HISTORIA    DE   ESPAÑA 


Otras  dos  anécdotas,  que  lo  mismo  pueden  ser  verdad  que  mentira:  una  que, 
siendo  muy  amigo  de  su  conterráneo  Manuel  Mayo,  amante  durante  una 
temporada  de  María  Luisa,  según  la  crónica  escandalosa  de  la  época,  y 
habiéndola  encontrado  cierto  di»  en  casa  de  Mayo,  guardó  el  más  caballe- 
resco secreto,  con  lo  que  se  ganó  la  gratitud  y  aprecio  de  la  Reina;  otra,  que 
jugando  á  la  pelota  en  Aranjuez  con  el  príncipe 
de  Asturias,  soltó  á  éste  un  tremendo  pelotazo. 
El  general  venezolano  Mosquera,  que  cuenta  esto 
último  en  su  MetKoria  sóbrela  vida  del  IMertador , 
asegurando  que  el  mismo  Bolívar  se  lo  refirió, 
añade  que  decía  éste:  •;Quién  iba  á  pensar  que 

•  aquel  incidente  era  presagio  de  que  babia  yode 
•arrancarle,  andando  el  tiempo,  el  más  preciado 

•  florón  de  su  coronal» 

I,  En  Madrid  se  casó  con  D.°  María  Teresa  Ro- 

dríguez del  Toro  (i),  de  la  que  estaba  perdida- 
mente enamorado,  y  volvió  á  su  país,  viviendo  en 
sus  posesiones,  donde  murió  su  mujer  (12  Ene- 
ro 1803)  antes  de  cumplir  el  año  de  su  matrímo- 
nio,  «Amé  tanto  á  mi  esposa  —  escribió  Bolívar 
emineotliimo  liwr.io  muchos  años  después,  —  que  prometí  no  volver- 

veneioiano  me  á  casar.  He  cumplido  mi  palalabra*.  Pero  se- 

(1731-1S65,)  guramente  no  prometió  guardar  continencia,  por- 

que hombre  más  mujeriego  que  él  no  lo  ha  habi- 
do. «Si  no  hubiese  enviudado  —  dijo  también,  —  mi  vida  habría  sido  distinta: 
tal  vez  no  seria  el  general  Bolívar  ni  el  Libertador,  aunque  reconozco  que  no 
se  avenía  mi  temperamento  á  ser  alcalde  en  San  Mateo.  Sin  la  muerte  de  mi 
adorada  Teresa,  no  hubiera  hecho  mi  segundo  viaje  á  Europa.  . .  La  muerte 
de  mi  esposa  me  hizo  seguir  el  carro  de  Marte  en  vez  del  arado  de  Ceres-^ 
Volvió  á  Madrid  y  fué  á  París,  donde,  como  aquí,  vivió  en  los  más  eleva- 
dlos circuios  y  trató  Intimamente  con  los  principales  personajes.  Humbolt  y 
Bompland  le  animaron -en  sus  propósitos  separatistas.  Con  su  antiguo  maes- 
tro Rodríguez  hizo  por  Italia  un  viaje  á  pie,  y  en  Roma  tuvo  lugar  aquel  acto 
teatral  referido  por  O'Leary  en  sus  Memorias,  y  de  que  se  habló  mucho  en 
Roma,  acto  que  parece  inspirado  en  un  cuadro  de  David,  y  fué  arrodillarse 
Bolívar  al  pie  del  Monte  Aventino  y  jurar  que  había  de  emancipar  á  su  patria, 
á  pesar  de  lo  cual  el  joven  caraqueño  no  renegaba  entonces  de  su  naciona- 
lidad española,  y  con  nuestro  embajador  fué  recibido  en  audiencia  por  el 
Papa,  negándose  á  la  ceremonia  de  besarle  la  sandalia,  pero  no  el  anillo,  lo 
que  hizo  gracia  á  Pío  Vil  (2);  y  habiendo  vuelto  á  Caracas  eo  1806,  no  tomó 
parte,  al  menos  pública,  en  la  intentona  de  Miranda,  y  fué  ascendido  por  el 
Gobierno  español  á  teniente  coronel  de  Milicias. 

En  1808  era  capitán  general  de  Venezuela  D.  Juan  de  Casas,  y  secreta- 
rio de  la  Junta  Central  de  Vacuna,  á  cuya  introducción  habla  compuesto  una 
hermosa  oda  en  1804  D.  Andrés  Bello.  Véase  como  eran  las  comunicaciones 
en  aquel  tiempo,  tan  próximo  á  nosotros:  la  primera  noticia  que  se  tuvo  en 
Caracas  de  los  sucesos  de  Bayona  é  invasión  de  España  fué  por  haberlo  leído 


(ll  Se  consen-a  la  real  licencia  para  üu  matrimonlQ,  expedida  (7  Mayo  iSoj)  como  i  sub- 
tenienle  que  era  Bolívar  del  batallan  ile  Milicias  de  los  valles  de  Ar^ua. 

I2]  Cuenta  O'Leaty  que,  notando  el  Papa  la  disputa  entie  el  embajador  y  Bolívar  sobre 
s)  había  de  arrodillarse  f<  no,  dijo  al  piimero:  D.'^ad  at  joreii  hidiaii,'  hactr  lo  qtit  ¡lasli;  y  le 
alargíi  la  mano. 


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HISTORIA  DE  ESFAÍlA  477 

Bello  en  el  Tmes,  de  Londres:  corrió  á  comunicárselo  al  gobernador^  convo- 
có éste  á  los  principales  de  la  ciudad,  y  casi  ninguno  ciefa  lo  dicho  por  el 
diario  inglés;  mas  al  fin  se  acordó  constituir  una  Junta,  por  hacer  alguna  cosa, 
y  no  pasó  más.  Propúsose  nombrar  á  Bello  secretario  de  esta  Junta;  pero- 
se  opuso  el  regente  de  la  Audiencia  por  ser  criollo  el  candidato.  jCómo  no 
hablan  de  sui^ir  en  los  criollos  sentimientos  antiespailo listas?  ¡Bello,  uno  de 
los  españoles  más  grandes  de  la  raza,  desdeñado  por  un  vulgarísimo  regente 


Aspeclo  dd  estanque  del  Retiro  desde  la  época  de  Felipe  IV  huU  la  invasión  francesa. 
(Dt  ua  grabada  del  liglo  XVJll.) 

de  Audiencia  sólo  por  haber  nacido  en  Venezuela!  Con  semejante  criterio  do 
podía  pasar  sino  lo  que  pasó:  que  los  criollos  acabaran  por  hartarse  de  penin- 
sulares y  los  echaran  de  su  pats. 

En  aquel  momento,  sin  embargo,  nadie  manifestó  la  menor  oposición,  y 
Fernando  VII  fué  proclamado  con  sin  igual  entusiasmo  de  peninsulares  y 
criollos.  Al  saberse  después  la  victoria  de  Bailen,  el  entusiasmo  fué  aún  ma- 
yor, y  el  mismo  Bello  compuso  este  hermoso  soneto: 

Rompe  el  leún,  soberbio,  la  cadena 
con  que  atarle  pensó  la  felonía, 
y  sacude  con  noble  bizarría 
sobre  el  robusto  cuello  la  melena. 

La  espun»  del  furor  sus  labios  llena, 
y  á  ios  rugidos  que  indignado  envía, 
el  tigre  tiembla  en  la  caverna  umbría 
y  todo  el  basque  atónito  resuena. 

EIl  león  despertó.  /Temblad,  traidores! 


Lo  que  vejez  eréis teis,  fué  de< 
ila'timidalíebí 


lasjuveniles  fuerzas  guarda  ■ 

Perseguid.    ' ^' 

i  la  timida  1  .       , 

iNo  insultéis  al  monarca  de  las  ñeras 


En  las  otras  regiones  que  constituían  el  virreinato  de  Santa  Fe  nada 
resonante  ocurrió  en  1808,  aunque  en  Bogotá  habla  desde  1790  un  núcleo 
separatista  de  carácter  ideológico  revolucionario,  y  lo  mii^mo  en  Quito. 

Virreinato  de  Méjico.  ^~le.ti  virrey  desde  1803  D.José  de  Iturrigaray, 
hombre  de  algún  conocimiento  y  expedición  de  negocios,  de  poco  talento, 
vanidosísimo  y  muy  ostentoso.  Las  milicias  de!  virreinato  estaban  bien  orga- 
nizadas y  armadas,  constituyendo  un  ejército  respetable  para  lo  que  hasta 
entonces  habla  habido  en  América.  Las  ideas,  como  en  Buenos  Aires  y  en 


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4/8  HISTORIA   DE  ESPaRa 

todo  el  continente:  por  un  lado,  los  peninsulares  (empleados  y  comerciantes); 
por  el  otro,  los  nacidos  en  Méjico,  entre  los  que  se  contaban  los  grandes  te- 
rratenientes y  un  grupo  de  idealistas  revolucionarios  que  soñaban  con  la 
independencia. 

Al  conocerse  los  sucesos  de  Bayona  el  entusiasmo  españolista  fué,  al 
menos  en  apariencia,  universal;  pero  bajo  esta  una- 
nimidad latían  los  discordes  elementos  de  aquella 
sociedad  en  actitud  propincua  para  entrar  en  ver- 
tiginosa ebullición.  Los  separatistas  indujeron  al 
virrey  á  publicar  proclamas  en  que  pintaba  como 
desesperada  la  situación  de  España  luchando  heroica- 
mente con  sus  pérñdos  invasores,  pero  sin  ninguna 
esperanza  de  venturoso  éxito;  á  la  vez  declaraba  que 
en  tan  lastimoso  evento  Méjico  no  habla  de  obede- 
cer á  Napoleón  ni  á  ningún  Gobierno  establecido  en 
la  Península  bajo  sus  auspicios,  sino  que  obraría  por 
su  cuenta,  ya  que  la  Providencia  le  habla  dotado  de 
cuantos  elementos  son  precisos  para  ser  el  rico  solar 
de  un  poderoso  Imperio,  jCabia  explicar  más  sutil- 
mente ni  con  mayor  claridad  la  independenciaí  Quien 
]aU  de  Kurrígany,  sugerfa  estas  ideas  al  virrey  era,  según  parece,  su 

virrey  de  Méjico  en  iSoE      amigo  el  mejicano  D.  Juan  Francisco  Azcátate  y  Le- 
(1760-1811].  zama,  abogado  y  literato,  hombre  de  mucho  entendi- 

miento y  singularmente  apto  para  ganarse  las  volun- 
tades de  todos  los  que  le  trataban:  el  virrey  le  nombró  en  este  mismo  año 
de  1808  regidor  honorario  del  Ayuntamiento,  y  Azcárate  fué  desde  luego  el 
alma  de  la  Corporación.  AI  ocurrir  estos  magnos  sucesos  sacó  á  relucir  la 
doctrina  escolástica  de  que  si  la  sociedad  queda  huérfana  de  su  legflima  auto- 
ridad, debe  proveer  por  ella  misma  á  crearse  otra,  y,  por  tanto,  que  si  llegaba 
para  Méjico  el  trance  de  verse  privado  de  su  rey  Fernando  VII,  el  pueblo 
mejicano  debía  inmediatamente  alzar  otro  rey  que  lo  gobernase:  asi  conten- 
taba aquel  abogado  astuto  á  los  pocos  separatistas  liberales  que  eran  rous- 
sonianos,  y  á  los  muchos  criollos,  católicos  fervientes,  entre  los  que  se  con- 
taba el  numeroso  clero  indígena,  que  se  veía  postergado  por  el  de  la  metró- 
poli, usufructuador  de  los  mejores  beneficios.  Y  halagaba  además  al  virrey, 
porque  se  le  decía  que  en  el  caso,  tan  probable,  de  que  hubiera  que  prescin- 
dir de  Fernando  Vil,  quien  debía  ser  el  primer  rey  de  Nueva  España  era  él. 
Teníamos,  pues,  á  la  vez  que  en  Madrid  un  José  I  traído  por  las  bayonetas 
de  Napoleón,  otro  José  I  en  ciernes  inventado  por  los  laborantes  mejicanos. 
Es  punto  obscurísimo  el  de  hasta  dónde  entró  el  mediocre  y  vanidoso 
Iturrigaray  en  estos  proyectos.  Para  los  españoles  peninsulares  de  Méjico  en 
aquella  época  fué  artículo  de  fe  que  el  virrey  quiso  alzarse  con  la  Monarquía 
mejicana,  y  que  á  eso  se  enderezaban  sus  ambiguas  proclamas,  su  protección 
al  elemento  criollo,  su  amistad  con  Azcárate,  su  resolución  de  convocar  un 
congreso  mejicano;  en  suma,  cuanto  hizo.  Decíase  que  ya  en  el  palacio  vi- 
rreinal se  hacían  llamar  majestad  D.  José  y  su  mujer  dofla  María  Inés  Jáu- 
regui  y  Aristegui,  no  menos  vana  que  el  marido;  asi  que  en  la  noche  del  15 
de  Septiembre  la  guardia  del  Palacio,  que  era  el  éaiallón  de  Voluntarios  del 
Comercia,  mandado  por  el  acaudalado  comerciante  D.  Gabriel  Yermo,  y  com- 
puesto de  peninsulares,  tomó  las  armas,  entró  en  las  habitaciones  interiores, 
sorprendió  al  virrey  en  la  cama,  y  apoderándose  de  él  le  llevó  en  calidad  de 
preso  á  la  casa  del  Inquisidor;  la  virreina  fué  conducida  al  convento  de  San 
Bernardo.  Azcárate,  su  amigo  el  licenciado  Verdad,  sindico  del  Ayuntamiento, 


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HISTORIA   DE  ESPAÑA  479 

y  cuantos  habían  bullido  eo  las  sospechosas  maniobras  de  Iturrigaray  fueron 
igualmente  reducidos  á  prisión.  Se  convocó  Junta  de  autoridades,  que  declaró 
«acante  el  virreinato,  confiriéndolo  al  anciano  mariscal  de  campo  D.  Pedro' 
Garíbay,  como  jefe  más  antiguo.  Iturrigaray  y  su  familia  fueron  enviados  á 
España,  y  el  primero  estuvo  preso  en  los  castillos  de  Cádiz  hasta  1810,  en  que 
por  un  indulto  quedó  sobreseída  la  causa,  excepto  en  lo  relativo  á  juicio  de 
residencia:  se  le  condenó  por  este  concepto  á  pagar  1 19.000  pesos.  Hoy  creen 
algunos  que  Iturrigaray  fué  victima  inocente  de  la  intemperancia  del  partido 
espaiJol.  Lo  positivo  es  que  el  proyecto  de  reinado  existió  y  que  muchos  lo 
propusieron  al  virrey,  quien,  por  lo  menos,  oyó  estas  proposiciones  sin  eno- 
jarse. 

Los  peninsulares  hablan  triunfado,  y  parecieron  consolidar  su  victoria  la 
de  Bailen  con  la  retirada  de  los  franceses  al  Ebro,  y  las  buenas  condiciones 
del  virrey  Garibay,  hombre  muy  probo  y  desinteresado,  el  cual  no  se  ocu- 
pó en  lo  que  restó  del  año  sino  en  arbitrar  recursos  para  remitirlos  á  la  Pe- 
nínsula y  ayudar  á  los  españoles  en  su  desesperada  lucha  con  los  france- 
ses (I). 


(i)  Víase  Hcmindez  j  Divnlos:  Documenlos para  la  historia  di  la  gutrra  de  ¡a  ¡ndtptn-' 
iisncia  jí  Míxice.  Mtxico,  1S77  (ó  volúmeDes),  Lucís  Alaman:  Disíftacimts  ¡abrí  la  ki¡toriad¿ 
-    Jftfúilica  mejicana.  Méjico,  1844-1S51.  Misiona  di  Méjico  drtdí  lat  primeros  movintienlot  quf 


prepararoH  su  ináepeadtHiia  init  año  dt  1S06  hasta  la  pri%enle  ¿poca.  Méjico,  1 84S  l^S».  Arró- 
niz:  Biografía  mi/icana.  París.  P.  Manad  F.  Miguélez:  La  indipiadituia  di  Mijict.  "- 
drid,  191 1.  Baronesa  de  Wilson;  México  y  sus  gohtmadorcs  áe  ijiif  a  igio.  Barcelona,  1911 


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XIX 

GUERRA  DE  LA  INDEPENDENOA  EN  ESPAÑA 
Y  DE  SEPARAaÓN  EN  AMÉRICA 

IW.  Lb  gaerri  en  1809. — 117.  Loi  gnerrilletok. —  US.  Coadio  esqaemilico  de  la  guerra  ha*(a 
lu  (erminaciÓD.  •- 139.  Ed  América:  Ai^enüaa,  Chile,  Veneiaeta,  Mtjico. 


126. — Dejamos  á  Napoleón  en  Astorga  (i).  El  correo  de  París  llevóle  allí 
noticias  de  que  Au£tria,aniii]ada  por  la  resistencia  española,  decidíase  á  volver 
á  la  guerra,  y  dejando  encomendada  á  Soult  la  persecución  de  los  ingleses  y 
áNey  en  Astorga,  retrocedió  á  Valladolid.  £1  Ti  estaba  en  esta  dudad,  don- 
de, como  bárbaro  conquistador,  hizo  matar  á  varios  patriotas.  He  hecho  preH- 
tur,  escribió  á  José,  doce  de  los  más  bribones,^  los  he  mandado  ahorcar.  Partió 
de  Valladolid  el  día  17,  y  rapidísimamente  recorrió  et  camino  hasta  los  Piri- 
neos. Salió  de  España,  escribió  Chateaubriand,  como  un  oiscuro  correo  (2). 

Soult  persiguió  á  los  ingleses  (j),  los  cuales  embarcaron  en  Coruña  (1 7 
y  18),  no  sin  contener  antes  á  sus  perseguidores  en  la  gloriosa  batalla  que 
costó  1.1  vida  al  general  Moore.  Ordenó  Napoleón  á  Soult  invadir  á  Portugal, 
estando  el  i.°  de  Febrero  en  Oporto  y  el  10  en  Lisboa;  así  lo  intentó,  quedan- 
do en  Galicia  el  Cuerpo  de  Ney;  pero  habiéndose  sublevado  en  masa  el  pai- 
sanaje gallego  acaudillado  por  los  curas  y  los  hidalgos  (4)  y  con  el  apoyo  de 
los  restos  de  nuestro  ejército  de  la  izquierda  reorganizados  por  el  marqués  de 
la  Romana,  no  pudo  pasar  el  Miño  hasta  el  4  de  Marzo.  £1  29  tomó  á  Oporto, 
y  no  pudo  pasar  de  allf,  porque  los  portugueses  estaban  sublevados  como  los 
gallegos,  y  acudiendo  el  ejército  ang  lo- por  tugues,  otra  vez  al  mando  de  We- 


\,l]  Segdn  Thiera,  Napoleán  entrA  en  esla  ciudad  el  i  de  Enero.  El  obispo  t>.  Manoel 
Vicem*  Martlnei  ( Represen uidin  d  las  Corte!,  i3i2)  puntualiza  <^ue  fué  el  1."  Víaie  Matiai 
Rodrigue!,  Carta  al  autor  de  este  libro,  lliraUe  Asisrgano,  ^ojuoio  1901. 


|í) 


■e  l'erc 


(3)  Sonlt  00  deja  Memorias;  pero  leñemos  Mimoiris  ,1a  general  Cíe.  lie  SaiHl-Ckamanr, 
aiicifn  iiiilt  lie  eamt  du  marichcil  hcait,  lSo2-iiji.  Paríi,  iBqd. 

(4)  Véase  M.  García  del  Burío,  Seises  mililans  de  (Jalicia  e»  iSog.  Reimpresión  anmen- 
tada  con  prcilogo,  nalai  y  documentos  por  Andrés  Martínez  Salazai.  La  Coruíia,  1S91  (Biblio- 
teca eallega).  También  Rodrí):uez  Villa,  D.  Pablo  Maritln.  primer  cotide  de  Carlagttia.  EdiciAn 
grande  en  cuatro  tomos  y  Kesumen  (Madrid,  I909).  Esta  obra  contiene  la  tiquisima  docuroen- 
tacíún  poseída  por  el  actual  conde,  nieto  del  personaje  de  la  imerra  de  la  Independencia  y  de 
ta  de  Am£rica.  En  1912  se  ha  publicado:  Iliroii  y  máilireí  gauegot.  Las  Frattciscanos  de  Geltcia 
rii  la  guerra  di  la  InJrpeiuleníia,  por  Fray  Juan  R.  Legisima.  Es  obra  notitbte  y  digna  de  estudio. 


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HISTORIA  DE  ESPaSa  48 1 

tiesley,  fu¿  arrojado  de  la  ciudad  y  obligado  á  retirarse  á  Galicia  (i).  Halló  al 
mariscal  Ney  (2)  sosteniéndose  A  duras  penas  contra  el  marqués  de  la  Roma- 
na y  los  campesinos  gallegos  que  habían  tomado  á  Villafranca  del  fiieizo(i7 
Marzo),  y  á  Vigo(27  Marzo),  hecho  evacuar  áTúy  (12  Abril)  y  cortado  las  co- 
municaciones de  Ney  con  León.  Ambos  maríscales  acordaron  someter  juntos 
á  Galicia  (29  Mayo);  pero  viendo  Soult  que  esto  no  era  posible,  se  retiró  á 
Casulla,  siguiéndole  Ney  después  de  haber  fracasado  en  el  ataque  al  Puente 
de  Sampayo  (j  Junic),  y  así,  antes  de  finalizar  este  mes  quedó  Galicia  libre 
de  invasores. 

La  epopéyica  defensa  de  Zaragoza  duró  hasta  el  30  de  Febrero,  fecha 
de  la  capitulación.  El  valor  militar  de  los  soldados  de  Napoleón  y  el  ardor 
patriótico  de  los  españoles  en  la  guerra  de  la  Independencia  llegaron  en  este 
famosísimo  asedio  al  máximun  de  su  eficacia:  con  razón  sobrada  se  ha  esco- 
gido esta  ciudad  para  celebrar  el  centenario  de  itoS,  y  allí  han  fraternizado 
los  descendientes  de  los  héroes  de  uno  y  otro  campo  en  la  común  conmemo- 
ración de  sus  pasadas  glorias.  Sólo  un  ejército  del  fuste  de  los  de  Napoleón 
pudo  ser  capaz  de  acometerá  la  multitud  furiosa  encerrada  en  Zaragoza  y 
decidida  á  defenderse  calle  por  calle,  casa  por  casa,  habitación  por  habita- 
ción, y  luchar  sin  desalentarse  hasta  vencerla  y  hacerla  rendir  las  armas; 
sólo  aquella  multitud  abigarrada  de  militares  y  paisanos  que  se  encerró  en 
Zaragoza  pudo  ser  capaz  de  resistir,  como  resistió,  á  un  ejército  tan  formida- 
ble como  el  que  tomó  á  la  ciudad.  (Loor  eterno  á  unos  y  á  otrosí  Y  quiera 
Dios  que  en  to  porvenir  no  vuelvan  á  repetirse  nunca  choques  tan  tremen- 
dos, de  soberana  hermosura  trágica  por  un  lado,  en  cuanto  representan  es- 
fuerzo del  ánimo  y  generoso  desprecio  de  la  vida  en  aras  del  deber;  horribi- 
lísimos por  otro,  en  cuanto  son  luchas  entre  hombres;  es  decir,  entre  herma- 
nos. iQuiera  Dios  que  en  lo  futuro  aquella  energía  sobrehumana  derrochada 
en  Zaragoza  por  franceses  y  españoles,  aquel  arte  y  aquel  valor  allí  en  loca 
competencia  por  destruirse  y  hacerse  daüo,  se  empleen  siempre,  pero  en  las 
incruentas  y  fecundas  luchas  de  la  paz!  (3). 

Quedó  mandando  el  ejército  francés  de  Aragón  el  general  Sucbet  (4),  el 


(i)  Ibáñez  Marín,  £1  meriscal  Saull  tii  Portugal,  campaña  át  ¡So^  (iacieiiaa  Militar  de 
EituTsionts)  Madrid,  1909,  Aodrí  Ribel,  Mtmoirts  tur  Ut  apiratiem  «lilitaires  dfifrancaittn 
Cálice,  en  Porfagal  el  daní  la  vaih-t  du  Tagt,  ch  iSoq,  teui  te  comandeíatnl  du  maríckal  SviU, 
Paría,  l8íl.  (De  este  mismo  tutor  es  ¿c  niarécAal  Seiieri  Duc  <t¡itria,  qae  cuenta  las  doi  cam- 
pa3u  qnc  hizo  en  EipaBa.)  Nayleí,  Mintoins  sur  la  /¡uerrc  iC Eifagneicndanl  Ici  annéts  iSoS. 
iSog,  1610  et  i3i¡.  Parla,  1S17]  (Neytea  estuvo  con  Soait  en  Oporto).  Toveira,  teniente  coronel 
do  Corpo  do  E<t«do  Mbíot,  Estudio  kiilorico  sobre  a  campanha  do  uiarechal  Soult  en  foriagal, 
eontiderada  tías  suairílafoes  con  a  defensa  do  Oporlo.  Lisboa,  1898.  Limao  José  da  Lus  Soriano, 
en  »a  Histeria  Ja  guerra  civil  ¿  do  eslailecimienlo  do  governopar  laintnlar  de  Portugal  (Liiboa, 
1870-1876),  prueba  que  la  maniobra  de  WellinKton  sobre  Oporlo  ea  exaclamente  fa  misma  de 
nueaiTO  Sancho  DÍTÍla  «n  ijte  cAQtra  loa  partidarios  del  prior  de  Ocrato. 

(z)  Tampoco  de  N'ey  hay  Memorias  ni  estudio  moderno  que  conozcamos  digno  de  apre- 
cio: sÁlo  la  Vie  du  matéchal  Ney,  de  autor  mónimo  (Parla,  1S16],  de  mu;  poco  mtrílo. 

(3)  La  bibliogralía  de  loa  sitios  de  Zaragoza  e*  nqoíaima.  Ademú  de  la  va  citada  His- 
toria de  Alcaide,  tenemos  en  España  el  Diario  de  Casamayor,  publicado  por  la  Biblioteca  Ar- 
gensola,  con  prólogo  y  notas  de  D.José  Valenzuela  (Zaragoza,  1908).  Las  relaciones  rrancetas 
■oa  muchas:  la  del  barón  Leienne,  sacada  de  aus  Mimoires  (Tolousse,  iSo,  reeditada  por 
BapBt.  1S95-96).  ha  sido  traducida  al  cailellano,  Con  prólogo  y  notas,  por  Carlos  Riba  y  Carcia 
(Zaiagoia,  1908).  De  la  misma  ciudad  y  año  es  el  Oieliico  histórico  en  honor  de  ¡os  heroicos  de- 
fmtertt  de  ¿araj;ota  en  ¡usdoi  litios,  por  el  general  D.  Mario  de  la  Sala  Valdés  y  García  Sala. 
ATteche(tomo  ivj  Iraean  curioso  artlcalo  déla  AVi/K<f(/^¿)/ifjrJ/iinii>j  {Abril,  1851),  de  Mr.  Vil- 
lemaln,  titulado  Une  conversation  sout  l'Empíre,  que  contiene  el  juicio  del  mariscal  Lannes 
sobre  el  sitio  que  habla  dirigido. 

(4)  Mémoires  de  Súchel  sur  sei  caaipagiits  en  Espagne  de  tSoS  jtisqu' en  ¡S14,  dos  votüme- 
ne»,  1838.  La  corriere  du  morichal  Súchel,  duc  d'Alitifera,  a'apres  des  documenls  inéJils,  par 
Kran^ois  Rousseau.  París,  1S97. 

Sálenlo,  Historia  de  EspaHa 


D,g,t7cdb/GOOgPc 


482  HISTORIA  DE  ESPAÍÍA 

más  afortunado  de  los  caudillos  napoleómcos  en  España,  y  del  que  los  fran- 
ceses han  hecho  una  leyenda  de  humanidad  en  la  guerra  desmentida  por  la 
realidad  histárica:  ésta  nos  muestra  que  Suchet  cometió  cuantas  atrocida- 
des juzgó  útiles  para  su  causa;  verbigracia,  los  fusilamientos  en  masa  de  frailes 
y  estudiantes  de  Teología  que  perpetró  en  Murviedro,  Castellón  y  Valencia; 
pero  á  pesar  de  eso  Thiebault  se  lamenta  de  no  haber  representado  él  en 
España  el  papel  tan  simpático  y  atractivo  que  hizo  Suchet,  y  el  farmacéutico 
militar  Mr,  Fée  (i)  dice  que  él,  hombre  pacifico  y  humano,  sólo  puede  transi- 
gir con  la  guerra  cuando  la  dirige  un  general  humanitario  como  Suchet.  Éste, 
indudablemente,  tuvo  más  arte  que  nadie  para  utilizar  los  recursos  de  las  co- 
marcas conquistadas;  era  un  excelente  administrador  que  prefería  el  sistema 
de  las  contribuciones  regulares  al  de  los  saqueos  y  bárbaras  depredaciones, 
y  también  astuto  para  ganarse  las  voluntades  de  la  multitud:  en  Zaragoza,  por 
ejemplo,  alardeó  de  su  devoción  á  la  Virgen  del  Pilar,  y  en  ninguna  parte 
solía  prescindir  de  ir  á  Misa  los  domingos  con  su  Estado  mayor.  En  suma,  que 
si  la  España  de  1 808  hubiera  sido  conquistable,  la  hubiese  conquistado  Suchet, 
porque  fué  de  los  mortales  á  quienes  todo  suele  salir  bien  y  que  cuanto  hacen 
cae  en  gracia  á  todo  el  mundo.  Ya  retirado  en  Francia,  escribió  de  él  su  an- 
tiguo subordinado  el  general  Lamarque:  «Suchet  es  el  hombre  más  feliz  que  yo 
conozco;  tiene  un  hogar  doméstico  delicioso,  una  mujer  buena,  linda  y  virtuo- 
sa que  le  adora,  hijos  encantadores,  una  gran  fortuna,  muchos  amigos  y  bri- 
llante reputación».  Y  ha  quedado  por  estribillo  á  los  historiadores  franceses, 
Thiers  inclusive,  que  el  no  haber  seguido  todos  los  generales  los  métodos 
de  Suchet  fué  una  de  las  causas  principales  de  los  desastres  de  España. 

En  este  año  de  1809  Suchet  combatió  á  filake  en  Alcañiz,  el  23  de  Mayo, 
sin  poder  derrotarlo;  pero  se  desquitó  venciéndole  en  Marfa  (15  Junio)  y  en 
Belchite  tres  días  después.  Estas  dos  batallas  y  la  buena  administración  de 
Suchet  redujeron  á  todo  Aragón,  en  su  parte  llana  especialmente,  á  un  esta- 
do de  sumisión  casi  completa.  No  asi  Cataluña:  los  triunfos  de  Saint-Cyr 
enardecieron  allf  más  y  más  los  ánimos,  siendo  tales  la  unanimidad,  el  coraje 
y  la  constancia  en  luchar  con  los  franceses,  que,  á  ser  la  situación  geográñca 
.semejante  á  la  de  Galicia,  no  es  dudoso  que  tampoco  hubiese  tardado  el 
Principado  en  arrojarlos  de  sus  términos.  Barcelona  cautiva  mantenía  dos 
batallones  de  miqueletes  en  el  ejército  nacional,  y  era  constante  la  conspira- 
ción contra  el  Poder  militar  que  la  oprimía.  Los  ministros  del  Real  Acuerdo 
con  los  escribanos,  relatores  y  procuradores,  los  regidores  del  Ayuntamiento, 
menos  uno,  y  todos  los  empleados  se  negaron  á  prestar  el  juramento  á  José, 
prefiriendo  perder  sus  cargos,  ser  reducidos  á  prisión  y  conducidos  á  Fran- 
cia (9  Abril)  (2).  Antes  de  mediar  el  año  fué  reemplazado  Saint-Cyr  por  Au- 

^(l¡  Escribió  dos  libros:  uno  Soavtnlr  di  la  giitrrt  ¡I  F.ipn^Ht  ditt  gnem  de  T ¡nátptndance. 
Pnris,  1856,  que  sólo  conocemos  por  la  escueta  ciU  de  IbíSez  Marín,  y  la  mis  extensa  y  polé- 
mica de  Arteclie  (llal.,  lomo  Vil,  capitulo  1);  otro  lílulado  Ciiujiianli  ani  aprís,  qae  es  la 
relncii^n  de  un  viaje  por  Kspafia  hecho  por  Pee  en  1S5S,  y  que  hallamos  en  un  baratillo  de  Ma- 
drid; es  curioso.  Kée,  por  ejemplo,  se  admira,  de  que  al  preguntar  i  un  campesino  en  los  alre- 
dedores de  Vitoria  por  la  gran  batalla  de  1813,  el  campesino  nada  sabia  de  lal  batalla,  j  pre- 
guntó á  Fée  si  TuÉ  con  los  moros  d  con  los  carlistas.  De  este  libro  es  la  cita  que  va  en  el  texto. 
f.o  regalamos  á  IbAñez  Marín,  que  no  lo  señala  en  su  Biblio|jral(H,  poco  antes  de  emprender  el 
viaje  al  nfíica.  en  que  halló  prematura  y  gloriosísima  muerte. 

(2)  fíanelotta  cautiva,  i  sia  Diario  de  ¡o  ocurrido  en  la  liudad  detdt  13  Febrera  de  iSoS 
hatta  jf  Mayo  1S14,  por  el  P.  Raimundo  Ferrer,  filjpense,  vicario  de  la  parroquial  de  San  Justo 
y  Pastor.  Barcelona,  1815-1S19.  ídra  de  la  fidilidaé  dr  Bareehna  duratiU  tu  cautiverie  á  j«  adt>- 
rado  Key.  lamkihi  taulivo.  Barcelona,  1814,  Historia  de  la  ¡ruerra  di  la  Indíptmiexda  en  el  an- 
riguo  Friudfad-',  por  D.  Adolfo  filanch.  Barcelona.  1S61  (dos  lomos).  El  Anipmrdáa  durante  la 
Xuerra  de  la  íudep^ndeHii'i.  monografía  premiada  en  certamen  de  /SS4,  por  D.  }o»t  M.  de  Ferrer 
y  de  Llorei.  Uarcclona,  tS;í5. 


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HISTOBIA   DE   ESPAÑA  483 

gereau.  El  3  de  Junio  sufrieron  la  pena  de  muerte  dos  sacerdotes,  agarrota- 
dos, y  tres  paisanos,  de  horca,  en  la  explanada  de  la  cindadela  de  Barcelo- 
na —  verdadero  y  glorioso  martirio  por  la  patria,  —  el  P.  Gallifa,  Massana, 
Aulet,  Pon  y  Navarro.  Como  no  había  verdugo,  el  afrancesado  Medinabeita, 
rúente  de  la  Audiencia,  fué  al  presidio  y  enseñó  por  si  mismo  á  tres  presi- 
diarios el  manejo  del  garrote.  El  ^^  fueron  ahorcados  Mas,  Porlet  y  Las- 
tortras. 

El  sitio  de  Gerona,  tan  justamente  famoso  como  el  de  Zaragoza,  del  que 
difiere  un  tanto  por  su  carácter  más  militar,  pues  aunque  concurrieron  ú  la 
defensa  muchos  paisanos  hiciéronlo  ordenadamente  y  bajo  la  severa  disci- 
plina de  U.Mariano  Alvarezde  Castro  (i),  empezó  el  5  de  Mayo,  fué  activado 
et  24,  y  comenzado  el  bombardeo  el  1 3  de  Junio;  el  3  de  Julio  quedó  abierta  la 
primera  brecha,  el  4  se  dio  el  primer  asalto,  el  7  y  el  8  el  segundo  y  formi- 
dable, el  11  de  Agosto  se  perdió  el  castillo  de  Montjuich;  el  19  de  Septiem- 
bre, otro  gran  asalto,  rechazado,  y,  por  último,  el  10  de  Diciembre  las  enfer- 
medades y  el  hambre,  estando  Alvarez  moribundo,  obligaron  á  lirmar  la  ca- 
pitulación. Suscribió  ésta  el  general  Fournás,  quien  censuró  posteriormente 
á  U.  Mariano  Alvarez  «por  no  haber  abandonado  la  ciudad  dos  meses  antes, 
■  cuando  perdió  toda  esperanza  de  socorro;  pero  sobre  este  punto  la  tenaci- 

•  dad  invencible  de  Alvarez  no  cedió  jamás;  era  un  hombre  sin  talentos  mili- 
>  tares,  pero  con  una  confianza  extraordinaria  en  la  Providencia,  casi  dirfa  en 
>los  milagros;  su  alma  se  habla  hecho  grande,  capaz  de  todos  los  sacrificios, 

•  llena  de  una  constancia  admirable;  pero,  hay  que  confesarEo,  aquel  valor  era 
>en  él  la  resignación  de  un  mártir  más  que  el  heroísmo  de  un  hombre  de 
>guerra>.  Quizás  este  juicio,  que  indigna  al  general  Arteche,  y  expresado  con 
harta  impropiedad  de  términos,  contenga,  sin  embargo,  la  verdad  crítica  so- 
bre Alvarez  y  su  memorable  defensa  de  Gerona.  No  estaba  el  insigne  gober- 
nador desprovisto  de  talentos  militares:  pruébalo  la  defensa  misma,  modelo 
insuperable  en  su  género,  y  asi,  no  faltó  á  la  verdad  ni  anduvo  desacertado 
el  valerosísimo  inglés  Marshal,  teniente  coronel  del  regimiento  de  Ultonia, 
cuando  herido  mortalmente  defendiendo  la  brecha  de  Sania  Lucia,  dijo  an- 
tes de  expirar:  Decid  al  general  que  es  el  mejor  de  Europa,  y  quizás  lo  era  en 
cuanto  defensor  de  plazas.  Es  casi  seguro  que  Napoleón,  encerrado  en  Ge- 
rona y  en  las  circunstancias  de  Alvarez,  hubiera  hecho  muchísimo  menos  que 
él;  pero  los  talentos  de  D.  Mariano  no  rebasaron,  al  menos  ostensiblemente, 
el  limite  á  que  tiene  que  llegar  un  gobernador  modelo,  y  tuvo  razón  Fournás 
en  censurarle  por  no  haber  abandonado  la  plaza  cuando  pudo  hacerlo  y  per- 
dió la  esperanza  de  ser  socorrido.  No  es  razón  en  contra  la  que  aduce  Arteche: 
iQitÍ¿H  cantaría  las  glorias  de  Gerona  de  haber  sido  abandonada  dos  meses  an- 
tes? Las  guerras  no  se  hacen  por  la  gloria,  sino  por  el  triunfo:  y  ¿quién  puede 
dud<ir  que  hubiera  sido  más  ventajoso  para  la  causa  de  España  salvar  con 
oportuna  retirada  una  valerosa  guarnición,  ya  que  no  era  dable  conservarla 
con  la  plaza  que  defendía? 

Todos  los  documentos  acreditan  que  esa  preocupación  de  la  gloria  do- 
minaba en  el  alma  sencilla  y  reciamente  varonil  de  Alvarez.  Hacer  mds  que 
u  higo  en  Zaragota:  tal  fué  su  obsesión  desde  antes  de  comenzar  el  sitio.  Sin 
duda  por  eso  no  consintió  en  el  abandono.  Fué  un  héroe  digno  de  los  de  Plu- 
tarco, como  con  su  admirable  justeza  ha  escrito  Menéndez  Pelayo  (2).  Mas 
aquella  pasión  y  este  carácter  moral  hiciéronle  circunscribir  su  punto  de 


(1)    Nacl^  «n  Granada  (S  Septiembr*  1749).  Era  militar  inslnifdo.  de  los  que  pueden  ca- 
líGcarae  de  lablo*:  Aí^ranoileJlunaii  literato,  pero  no  le  sabe  que  escribiera  ninguna  obra. 
(3)    En  sa  bellísimo  discurso  en  la  humguración  del  mODUmeoto  de  Mlliy  Fonianali. 


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484  HISTORIA  DB  ESPAflA 

vista  al  recinto  de  Gerona  y  ceñir  la  órbita  de  su  deber  al  cumplimiento  es- 
tricto y  literal  del  espartano  precepto  de  las  Ordenanzas:  El  oficial  qu*  tu- 
vitreordeH  absoluta  de  conservar  supuesto  á  toda  costa,  lo  hará.  Alvarez  lo  hizo; 
pero  no  vio  que  en  la  guerra  moderna  las  plazas,  por  fuertes  é  importantes 
que  sean,  no  tienen  un  valor  absoluto,  siendo  simples  puntos  de  apoyo  para  * 
el  ejército  que  hace  la  campaña.  L^ico  es,  dada  la  complexión  del  héroe, 
que  tuviera  una  ilimitada  confianza  en  el  auxilio  de  la  Providencia,  y  que 
hubiera  en  au  heroísmo  mucho  de  la  resignación  del  mártir.  Tal  como  fué 
Alvarez,.si  DO  salvó  á  la  guarnición  de  Gerona,  le  ha  asegurado  la  fama 
inmortal,  y  él  ha  legado  á  la  posteridad  uno  de  los  más  hermosos  ejem- 
plos de  carácter  y  de  sacrificio  en  aras  del  deber  que  registran  tos  anales 
humanos  (i). 

Mientras  que  se  realizaban  todos  estos  sucesos,  otros  no  menos  impor- 
tantes se  desarrollaban  en  la  meseta  central.  El  13  de  Enero  perdimos  ta 
batalla  de  Uclés  (2).  Con  el  ejército  derrotado  y  las  tropas  que  había  en  la 
Mancha  se  formó  el  titulado  ejército  de  la  Mancha,  que,  puesto  á  las  órde- 
nes del  Cartaojal  (24  Enero),  fué  derrotado  en  la  acción  de  Ciudad  Real: 
más  bien  una  torpresa  (día  27),  cuya  importancia  como  combate  han  exage- 
rado los  franceses,  aunque  como  desastre  la  tuvo,  y  no  pequeña,  para  nos- 
otros. El  general  Cuesta,  ordenancista  severo,  reorganizó  laa  fuerzas  batidas 
en  Somosierra,  y  reforzadas  constituyeron  el  ejército  de  Extremadura  (3) 
(18.000  infantes,  2. zoo  jinetes,  30  piezas  de  campaña]  de  buena  apariencia, 
aunque  de  substancia  muy  inferior  al  de  Víctor  (14.500  infantes  y  4.200  jine- 
tes). £1  encuentro  fué  en  los  campos  de  Medellln,  y  el  mismo  día  que  huían 
por  Despeñaperros  los  soldados  del  ejército  de  la  Mancha,  sorprendidos  en 
Ciudad  Real;  nuestro  desastre,  tremendo.  «En  otras  naciones  —  escribió  el 

•  mariscal  Jourdan  —  dos  batallas  como  las  de  Medellln  y  Ciudad  Real  hubie- 

•  ran  producido  la  sumisión  del  país.  En  España  era  al  revés:  cuanto  mayores 
•eran  los  reveses,  más  decididas  á  tomar  las  armas  parecían  las  ma.«as,  y 
íCuanto  mds  terreno  ganaban  los  franceses,  resultaba  más  comprometida  sn 
»posición>  (4).  «El  Gobierno  español,  añade  Rocca,  no  se  dejó  abatir.  Como  el' 
>Senado  romano,  que  después  de  la  batalla  de  Cannas  dio  gracias  á  Varron 

•  por  no  haber  desesperado  de  la  salvación  de  la  República,  decretó  que 

•  Cuesta  y  su  ejército  habían  merecido  bien  de  la  Patria,  y  les  otorgó  las  mis- 

•  mas  recompensas  que  si  hubieran  sido  vencedores. . .  Quince  dias  después 
>de  la  derrota  de  Medellln  el   ejército  español,  repuesto  de  sus  pérdidas, 

•  vino  á  ocupar  delante  de  nosotros  los  pasos  de  las  montañas^. 

(l)  Historia  militar  dt  Gerona,  que  comprende  particalanneilte  loi  dos  litios  de  180S 
y  1809,  por  el  brigadier  D.  Cuillermo  Minali.  Gerona,  1S40.  KtlacioH  kittórita  dt  las  dtftmas 
di  Girenn,  por  eí  mariscal  de  campo  D.  Miguel  de  HRto.  Madrid,  tSio.  Historia  felilico-cri- 
lico-militar  de  ¡a  plata  dt  Gerona,  por  el  R.  P.  Manuel  Cándano  fcontempotinea  de  los  suce- 
sos y  publicada  en  iSSj).  Historia  de  íoi  sitias  di  Gerona,  poi  D.  km il io  Giahit.  Gerona,  1896. 
■Klogio  de  D.  Mariano  Alvareí»  (Discurso  de  Arteche  leído  ante  la  Academia  de  la  Historia 
el  6  de  Mayo  de  18S0). 

(1)  "Manlñeslode  las  operaciones  del  ejército  del  Centro  desde  3  de  Diciembre  de  1808 
hasta  el  17  de  Febrero  de  1805,  firmado  por  el  duque  del  Infantado  en  Sevilla  [í  Jnlio  1809)». 
Reimpteiíón  de  Valencia,  MDCCCXV.  «Contestación  al  Manifiesto  (anterior)  dada  por  don 
Francisco  Xavier  Venegas  en  [a  pane  igue  tiene  lelaciún  con  lu  conducta»,  iSlo.  (Sin  pie  de 
imprenta.) 

l'3l  «ManiHeslo  que  presenta  á  Europa  el  capitin  general  D.  Gregorio  de  la  Cuesta  so- 
bre sus  operaciones  militares  y  políticas  desde  Jimio  de  iSoS  hasta  12  de  Agosto  de  1809,  en 
que  deji\  el  mindo  del  ejijccito  de  Eictremidura.  Valencia,  1811. 

(4)  KM¿ino¡re*  du  maréchil  Jourdan  (guerre  d'Espagne).  ecrits  pac  tul  mtme,  onMiis 
d '  nprés  le  manuscril  original»,  par  Mr.  le  Vicomte  de  Grouchy.  JourdaD  desempeñaba  el  cai^ 
de  Mnyor  general,  q'je  venía  i  ser  como  consejero  militar  del  rey  Jott. 


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HISTORIA  DE  ESPAÜA  485 

Tan  no  entró  la  desanimación,  que  en  aquel  momento  las  esperan- 
Eas  de  nuestros  patriotas  eran  mayores  que  nunca.  Napoleón  habla  con- 
cebido un  bello  plan  militar:  tal  era  el  de  atacar  i  Portugal,  ó  mejor  dicho, 
á  su  capital  Lisboa  por  dos  ejércitos  combinados:  el  de  Soult,  saliendo  de 
Galicia  y  marchando  por  la  cosía  abajo,  y  el  de  Víctor,  que  debía  partir 
de  nuestra  Extremadura  y  dirigirse  al  mar  por  la  orilla  izquierda  ó  me- 
ridional del  Tajo.  Ya  hemos  visto  que  el  plan  Iracasó  por  lo  que  se  re- 
ñere  á  Soult,  el  cual  no  pudo  llegar  más  que  á  Üporto,  y  de  allí  tuvo  que 
volverse  rechazado  y  más  que  á  paso,  no  alcanzando  siquiera  á  sostenerse 
en  Galicia;  en  cuanto  á  Vfctor,  tampoco  logró  entrar  en  Portugal,  pues  si 
bien  derrotó  á  Cuesta,  no  lo  destruyó.  A  más  de  esto,  por  la  insurrección  ge- 
neral del  país,  ni  Soult  sabia  to  que  pasaba  á  Vfctor,  ni  Vfctor  lo  que  pasaba 
á  Soult.  Muchos  técnicos  censuran  á  Wellingtoo  porque  al  retirarse  Suult 
á  Galicia  no  corrió  él  por  Orense  al  Bierzo  para  cortarle  la  retirada  y  obli- 
garle á  rendir  las  armas:  era  plan  demasiado  atrevido  para  un  caudillo  tan 
prudente  como  el  inglés.  Mas  en  esta  ocasión  se  dejó  alucinar  por  otro 
plan  que  tampoco  pecaba  de  comedido:  suponiendo  á  Soult  más  destrozado 
de  to  que  estaba  realmente,  y  no  sospechando  que  Ney  fuese  á  evacuar  tam- 
bién á  Galicia,  se  creyó  con  tiempo  suficiente  para  un  avance  decisivo  so- 
bre Madrid,  juntando  su  ejército  á  los  nuestros  de  lixtremaduia  y  la  Man- 
cha, ya  muy  reforzados,  y  que  podrfan  llegar  entre  los  tres  á  cerca  de  loo.ooo 
hombres.  Aunque  lastime  á  nuestro  patriotismo,  forzoso  es  reconocer  que 
Wellington  suponía  á  nuestros  ejércitos  en  mejor  estado  de  oi^anización  y 
solidez  que  el  positivo:  por  desgracia,  y  como  era  naturallsimo  en  aquellas 
circunstancias,  las  huestes  de  la  Mancha  y  Extremadura,  numerosas  y  po- 
seídas del  más  ardoroso  espíritu  patriótico,  llenas  de  reclutas  que  no  sabían 
formar  ní  manejar  el  fusil,  consideradas  militarmente  dejaban  muchísimo  que 
desear. 

Toda  la  correspondencia  del  Lord  en  esta  breve  campaña  refleja  su  pro- 
fundo desencanto:  él  esperaba  encontrar  soldados  como  los  suyos,  y  no  veía 
sino  masas  de  paisanos,  la  inmensa  mayoría  sin  uniformar  siquiera.  <  Estos 
españoles — escribía  en  una  de  sus  cartas— hacen  sus  ejércitos  con  una  cosa 
que  llaman  entusiasmo.  Yo  no  sé  lo  que  eso  es;  pero  sf  que  ese  entusiasmo 
no  produce  armamento,  ni  vestuario,  ni  disciplina,  ni  nada>.  Wellington  era 
injusto;  merced  á  ese  entusiasmo  de  que  se  burlaba  con  su  frió  humoris- 
mo inglés  habia  ejércitos  españoles,  buenos  ó  malos,  pero  que  le  permi- 
tían sostenerse  en  la'  Península  con  30.000  ingleses  enfrente  de  300.000 
franceses.  Si  no  hubiera  sido  por  el  entusiasmo  de  los  españoles,  ^adón- 
de  habría  ido  á  parar?  Mas  Welüngton  no  era  un  ñlósofo  capaz  de  ver  el 
fondo  de:las  cosas.  Como  sucede  á  casi  todos  los  hombres  eminentes,  fuera 
de  su-  profesión  no  era  eminente;  juzgaba  por  las  apariencias,  ó,  si  se  quie- 
re, por  la  realidad  positiva  en  el  momento  de  contemplarla,  y  no  veía  más 
adentro. 

Avanzaron  los  ingleses  de  Wellington  con  los  portugueses,  sus  auxiliares, 
y  los  españoles  de  Cuesta  hasta  Talavera  de  la  Reina,  donde  tomaron  posi- 
ciones, y  adonde  fué  á  atacarlos  José  con  todas  las  fuerzas  francesas  del  cen- 
tro de  España  fccrca  de  50.000  hombres).  La  batalla  del  27  de  Julio  fué  un 
triunfo  para  los  aliados,  especialmente  para  los  ingleses,  que  rechazaron  los 
ataques  del  grueso  del  ejército  francés,  y  demostraron  que  en  posición  defen- 
siva eran  superiores  á  los  soldados  napoleónicos.  Aquella  victoria  pudo,  sin 
embargo,  costar  á  Wellington  muy  cara,  porque  Soult,  oportunamente  avisa- 
do y  seguido  de  Ney,  se  puso  en  marcha  hacia  el  Mediodía,  sin  que  pudiese 
detenerle  Beresford  en  la  cordillera  que  separa  Extremadura  de  ta  provia- 


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486  BISTOtUA   DE  BSPASA 

cia  de  Salamanca  (i):  si  los  ingleses  no  andan  listos  para  volverse  á  Portugal, 
hubiesen  tenido  á  Soult  por  retaguardia.  Napoleón  se  incomodó  con  su  her- 
mano y  con  Jourdan  por  haber  atacado  á  los  ingleses  antes  de  la  llegada  de 
los  ejércitos  expulsados  de  Galicia. 

Nuestro  ejército  de  la  Mancha,  mandado  por  Venegas,  fué  derrotado  en 
Almonacid  (5  Agosto).  Con  tan  continuados  reveses  podíamos  habernos  con- 
vencido de  que,  dada  la  inevitable  mala  calidad  de  nuestras  tropas  de  linea, 
no  eran  las  operaciones  ofensivas  ni  las  batallas  campales  el  método  que  nos 
convenía  para  echar  á  los  franceses  del  centro  de  la  Península;  pero  en  la 
Junta  Central,  é  indudablemente  en  la  opinión  pública,  predominaba  esa  idea, 
é  idea  que  se  apodera  de  la  cabe;ía  de  un  español  rarísima  vez  sale  de  ella. 
A  pesar  de  la  retirada  de  los  ingleses  á  Portugal  y  de  la  paz  con  Austria, 
vencida  en  Wagran  (25  Octubre),  persistimos  en  reunir  masas  considera- 
bles y  tomar  la  ofensiva.  En  Octubre  ocurrieron  dos  importantes  hechos 
de  armas:  el  ataque  de  Carrier  contra  la  plaza  de  Astorga,  victoriosa- 
mente rechazado  (día  9)  por  Santocildcs  y  una  pequeña  guarnición  (2),  y  la 
batalla  de  Tamames  (día  18),  en  que  el  ejército  de  Galicia,  mandado  por  el 
Duque  del  Parque,  operando  á  la  sazón  en  la  provincia  de  Salamanca,  recha- 
zó al  Cuerpo  francés  de  Ney,  que,  ausente  éste,  acaudillaba  el  general  Mar- 
chand.  «Por  vez  primera,  dice  Thiers,  los  veteranos  de  Ney,  los  mejores  sol- 
dados del  Imperio,  retrocedieron  ante  los  españoles». 

Éxitos  tan  lisonjeros  fueron  seguidos  en  Noviembre  de  los  más  terribles 
desastres.  £1  Duque  del  Parque,  vencido  en  Medina  del  Campo(dfa  23),  fué 
deshecho  en  Alba  de  Tormes  (día  28);  pero  tan  lamentables  derrotas  nada 
significan  al  lado  de  la  de  Ocaña  (día  19).  La  desgracia  de  Almonacid  privó 
del  mando  del  ejército  de  la  Mancha  al  general  Venegas,  y  Cuesta,  que 
asumía  el  de  todas  las  fuerzas  que  operaban  entre  el  Tajo  y  Guadiana,  hubo 
de  dejarlo  por  sus  achaques  y  ancianidad,  reemplazándole  Egufa  (5).  Tuvo 
Egufa  el  excelente  acuerdo  de  retirar  las  tropas  á  Sierra  Morena;  pero  la 
Central  queria  batallas  campales,  y  puso  al  frente  del  ejército  á  D.  Juan  Car- 
los Areizaga,  que  había  sido  un  oficial  valerosísimo  y  nn  jefe  de  batallón  muy 
reputado  en  la  guerra  del  Rosellón:  como  general  no  debía  de  estar  tampoco 
mal  -conceptuado,  cuando  en  1808  consultáronle  Blake  é  Infantado  sobre  el 
plan  de  campana;  pero  su  crédito  popular  nació  de  súbito  al  correr  la  especie 

(i)  En  eití  mirclia  íiit  cuando  los  soldados  de  Soalt,  á  su  poso  por  Los  Hojas  (39  de 
Agosto),  nde  nás  de  comtler,  como  en  (oda  la  comircí,  (oda  suerte  de  excesos,  lacanin  de  la 
cams  iil  venerable  obispo  de  Coria  D.  Juan  Alvarez  de  Cauro,  anciano  de  óchenla  j  cinco 
años,  sicle  meses  y  dos  días  de  edad.  disUnguidfsimo  pot  su  noble  ardor  patriúlico,  y  tirado 
en  el  suelo  le  fusilaron.  Víase  £í  UuirrísirnB  obispo  de  Curia  J}.  yuan  /ilvam  áe  Castra,  mér- 
lirdi  la  in  l/piiiJiHcia  eifaHola.  Hemtnaji  que  ¡a  Jiíceiit  te  dedica  en  el  primer  eetitenaris  di  la 
guerra,  ordenado  por  D.  José  F.  F^uíi,  presbítero.  Cáceres.  1908. 

(2]  Sobre  Asiorga  véase:  Santocildes,  Resumen  histórico  de  loi  alaqaei,  silioy  rendi'iÓK 
de  Ailorga,  di  lu  remiiquislii  y  del  segando  sitio  fiuesln  a  la  ciudnd.  Madrid,  1815-  —  Mallai  Ro- 
dríguez Uiaz,  HisiBTia  di  Aslorga  (primera  edición,  Aslorea,  1S73;  seganda,  Astorga,  1909).  — 
Astorga  en  la  guerra  di  la  Indeptndencia.  por  el  autor  de  este  libro.  Astorga,  190I.  — Paulino 
A.  Pcmindez  de  Arellano  y  Ratilio  M.  Manrique,  Astorga  heroica:  Historia  documentada  dt  sus 
sitios  durante  la  guerra  de  la  litdeptndencia.  Leiin,  1912.  Hay  tambitn  dalos  en  el  Episcopoh'gio 
Asluricense  del  maestrescuela  D.  Pedro  Rodríguez  López;  en  las  Mcmpires  hislorifucs  sur  Na- 
poleón, la  ¡tcvolutioa,  le  nirecloire.  le  Cotisulat,  l'Ernfirt  el  la  Resiauralion,  de  la  duquesa  de 
Ábranles,  mujer  de  Junot,  y  que  le  acompafLÓ  en  Espaíia  (primera  edición,  1831-34;  segan- 
da,  1S35-V:  tercera,  de  la  casa  Garnier,  1S95-96),  y  en  varios  arlfculos  del  ilusUado  capitán  de 
Kstado  Msyor  D,  Toribio  Fernández  Cabrera,  publicados  en  el  Heraliio  AHorrano  y  o 
.=í.:._. :.„  ^., ^—.e  celebración  del  cr '- 


Londonderry  (The  Hislory  0/  thc  Penintular  War.  Paris,  l3aS)  iitiga  así  á  Caesta; 
ía  talento:  pero  era  valiente,  justo  y  hambre  de  honor;  muy  lleno  de  preocupaciones, 
>.  y  odiaba  rencorosamente  i  los  franceses.  Los  cspafiolcs  tenían  en 


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HISTORIA   DE  ESPAÑA  48; 

de  que  en  la  batalla  de  Alcañiz  fué  quien  mejor  se  portó,  y  este  crédito 
repentino,  y  tan  exagerado  como  suelen  ser  en  España  los  de  su  género,  im- 
pulsó al  Gobierno  á  darle  un  mando  tan  importante,  con  la  comisión  de  echar 
á  los  franceses  de  Madrid  ó  hacerles  rendir  las  armas,  como  en  llatlén.  Colo- 
sal esfuerzo  representaba  la  formación  del  ejército  con  que  nos  prometíamos 
semejantes  maravillas:  51.869  hombres,  5.766  caballos,  55  cañones;  pero  tan 
aparatosa  máquina  distaba  muchísimo  de  significar  una  fuerza  efectiva  pro- 
porcionada á  su  volumen.  Si  los  ejércitos  de  Medellln  y  Ciudad  Real  eran 
inferiorísimos  al  de  Bailen,  éste  de  Ocaña  éralo  en  muchos  grados  i  los  de 
Ciudad  Real  y  Medellln. 

Areizaga  se  vino  á  su  frente  por  las  llanuras  de  la  Mancha,  y  puso  su 
cuartel  general  en  Ocaña.  Allf  le  atacaron  los  franceses,  y  la  derrota  fué  tre- 
menda. Los  muertos,  heridos  y  prisioneros  se  contaron  por  millares.  Cuéa- 
tase  que  Areizaga  se  subió  al  campanario  más  alto  de  Ocaña,  y  desde  tal 
altura  contempló  cómo  le  destrozaban  su  ejército,  sin  acertar  con  ninguna 
medida  en  aquellos  críticos  momentos.  D.  Ángel  Saavedra,  el  futuro  duque 
de  Rivas  y  gran  poeta  de  Lafuerta  del  sino  y  Ei  moro  expósito,  fué  de  los 
heridos,  y  cuarenta  años  después  lo  recordaba  en  un  bellísimo  romance 
compuesto  con  ocasión  de  la  guerra  de  África: 

rAI  herido!...  Yo  t«mb[éo 
de  Oc>3a  por  loi  colladoi 
con  el  licor  de  mi  sin^e 
rcgaé  los  lailTeles  patrios; 
y  boy,  CD  cárcel  de  dolores 
por  la  vejei  amarrado, 
con  mi  lira  solamente 
d  marcial  grito  acompaño. 
mientras  qne  mi  nietezuelo 
hace  mi  baslón  caballo, 
y  dice  que  va  á  la  gnerrr 


127.  —  Los  gHerriileros.  —  En  este  año  de  1809  la  guerra  no  se  hizo  sólo 
con  ejércitos,  sino  también  con  guerrillas,  que  hablan  comenzado  el  año  an- 
terior, pero  que  en  el  presente  y  los  sucesivos  alcanzaron  su  mayor  desarrollo 
y  dieron  una  fisonomía  especial  á  esta  lucha.  Conviene  puntualizar  lo  que  se 
entiende  por  guerrilla  y  guerrillero,  nombres  genéricos  comprensivos  de  dis- 
tintos signiücados. 

Según  la  táctica  militar  anterior  á  los  últimos  adelantos  de  las  armas  de 
fuego,  las  tropas  se  desplegaban  para  combatir  en  tres  trozos:  uno  central  ó 
de  núcleo,  destinado  á  la  resistencia  ó  ataques  decisivos,  que  peleaba  en  or- 

él  ilimitada  confianza,  y  él  no  de¡á  nunca  de  castigar  con  rigor  á  cuantos  traidores  cafan  en  sns 
manos.  No  ganó  niogana  batalla;  pero  estaba  siempre  dispuesto  i  batirse,  y  en  cuanto  se  rom- 
pía el  fuego  se  le  vela  en  el  litto  de  mayor  peliero».  En  la  guerra  del  Roselldn  obtuvo  varias 
victorias;  era  ordenancista  muy  severo,  y  no  se  le  pueden  negar  algunas  condiciones  de  oi^a- 
nizador  y  para  el  alto  mando;  sus  desgracias  provinieron  en  gran  parle  de  la  mala  condición 
délas  tropas,  que  no  podía  él  cambiar  con  la  rapidez  que  rxiglin  las  circunstancias.  De  la 
conñanz*  qne  merecía  al  pueblo,  apuntada  par  Londonderry,  da  fe  un  cantar  de  la  época: 

«Blake,(|ue  ataque,  que  ataque. 
La  Romana,  tii  pierde  ni  gana. 
A  lo  mejor  de  la  ñesta. 
quitan  el  mando  á  Cuesta.» 


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488  HISTORIA  DE  ESPAÑA 

den  cerrado,  ó  sea  codo  con  codo,  formando  una  masa  compacta;  detrás  de 
este  cuerpo  de  batalla  se  situaba  otro  —  la  reserva,  —  destinado,  como  indi- 
ca su  nombre,  A  sostener  ó  apoyar  al  cuerpo  de  batalla,  y  delante  se  ponían 
soldados  sueltos,  en  dispersión  ó  en  orden  abierto,  destinados  á  escaramu- 
cear con  el  enemigo,  tirotearlo  y  procurar  contenerlo,  los  cuales,  cuando  el 
enemigo  atacaba  de  firme  y  con  fuerza  suficiente,  se  replegaban  sobre  el  cuer- 
po de  batalla,  n.  estas  partidas  delanteras,  iniciadoras  del  combate  y  destina- 
das especialmente  á  conocer  la  fuerza  efectiva  del  enemigo  y  á  ocultar  la 
propia,  se  llamaba  gnerrillas,  y  á  su  modo  especial  de  batirse,  luchar  en  gue- 
rrillas. Sin  duda  porque  los  paisanos  cuando  combaten  en  forma  de  batalla, 
ya  unos  con  otros,  ya  con  tropas  de  linea,  lo  hacen  en  dispersión,  individual- 
mente, cada  uno  por  sf,  se  ha  aplicado  la  palabra  guerrilla  á  todo  grupo  de 
paisanos  combatientes;  y  como  en  la  época  moderna  los  paisanos  no  guerrean 
sino  levantándose  contra  el  gobierno  establecido  ó  prescindiendo  de  él,  la 
idea  de  aquel  modo  de  luchar  se  ha  asociado  á  la  de  alzamiento  popular.  Mas 
no  todo  popular  alzamiento  constituye  guerrillas.  Excluyese  en  primer  tér- 
mino del  concepto  significado  por  esta  palabra  el  levantamiento  de  una  po- 
blación que  origina  lucha  callejera.  La  guerrilla  es  siempre  del  campo;  pero 
tampoco  lo  es  toda  forma  de  levantamiento  y  guerra  en  el  campo:  acontece 
en  ocasiones  que  toda  una  comarca  se  levanta  en  masa  y  salen  los  pueblos 
enteros,  acaudillados  por  sus  autoridades  naturales  (curas  y  alcaldes),  á  pe- 
lear con  un  ejército  invasor,  y  esto  es  lo  que  sucedió  en  Galicia  después  de 
la  batalla  de  Coruña  y  hasta  que  fueron  expulsados  de  la  región  los  ejércitos 
de  Soult  y  Ney,  y  á  veces  este  levantamiento  general  se  hace  con  sujeción  á 
ciertas  reglas  orgánicas  legales,  como  en  el  caso  de  los  somatenes  de  Cata- 
luña que  vencieron  en  el  Bruch. 

Ni  los  pueblos  enteros  levantados  ni  los  somatenes  son  guerrillas 
propiamente  dichas.  La  significación  estricta  de  la  palabra  se  ciñe  á  la 
partida  ó  cuadrilla  formada  espontáneamente  por  pocos  ó  muchos  indivi- 
duos, y  que  bajo  la  conducta  de  un  jefe  elegido  ó  aceptado  libremente  por 
ellos  hace  la  guerra  de  un  modo  permanente.  Los  guerrilleros  han  de  ha- 
cer esta  guerra  de  una  manera  especial:  incapaces  de  medirse  cuerpo  á 
cuerpo  con  el  ejército  que  combaten,  han  de  recurrir  á  mil  estratagemas 
para  burlar  su  persecución  y  descargar  golpes  sobre  sus  destacamentos  aisla- 
dos ó  sobre  los  paisanos  que  los  favorecen;  sus  bases  de  operaciones  son  el 
campo  libre,  que  han  de  conocer  palmo  á  palmo;  la  movilidad,  la  facilidad 
para  reunirse  y  dispersarse  según  demandan  las  circunstancias,  y  el  apoyo 
moral  y  material  de  la  población  del  territorio  en  que  operan,  son  sus  condi- 
ciones estratégicas. 

En  la  guerra  de  la  Independencia  tuvimos  guerrillas  de  toda  especie: 
hasta  las  hubo  individuales,  ó  sean  sujetos  que  se  dedicaban  enteramente 
solos  á  matar  cuantos  franceses  podían,  disparándoles  desde  ciertos  puntos 
de  la  campiña,  enterrando  ó  escondiendo  su  arma  después  de  haberla  usado 
y  haciéndose  pasar  por  paisanos  pacíficos.  Hubo  grupos  que  operaban  una 
temporada,  ó  para  determinada  empresa,  dispersándose  y  volviendo  á  sus 
pueblos  los  que  los  formaban  á  confundirse  con  el  paisanaje;  las  hubo  peque- 
ñas y  grandes,  algunas  que  llegaron  á  constituir  por  su  número  y  organiza- 
ción verdaderos  Cuerpos  como  brigadas  ó  divisiones;  unas  que,  aunque  de 
contingente  reducido,  tendieron  siempre  á  organizarse  y  disciplinarse  á  lo 
militar,  y  otras  que  siempre  conservaron  su  típica  forma  de  agrupación  de 
paisanos:  en  suma,  manifestáronse  todas  las  variedades  de  que  es  susceptible 
esta  manera  de  hacer  la  guerra. 

Las  guerrillas  empezaron  antes  del  2  de  Mayo.  Ya  entonces  Juan  Martin 


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HISTORIA   DE  ESPAÍ}*  489 

Díaz,  el  Emptctnadú  (i),  habta  detenido  y  matado  correos  del  ejercito  fran- 
cés, corriendo  la  tierra  de  Castilla  con  algunos  pocos  amigos  suyos.  En  la 
campaña  de  1808  se  hizo  famosísimo,  y  sus  proezas  y  aventuras  parecen  más 
propias  de  la  novela  que  de  la  Historia.  E!  párroco  de  Villoviada,  cerca  de 
Lerma,  D.  Jerónimo  Merino  (2),  clérigo  de  misa  y  olla  que  no  lela  más 
libro  que  el  Misal,  gran  cazador,  justamente  irritado  por  haberle  obligado  un 
jefe  de  columna  francesa  á  llevar  al  hombro  desde  su  pueblo  i.  Lerma  un 
instrumento  de  música  estando  él  revestido  para  decir  misa,  se  lanzó  al 
campo  y  formó  partida  en  Enero  de  1909.  Renovales,  el  heroico  defensor  del 
convento  de  San  José,  en  Zaragoza,  concluido  el  sitio  y  evadido,  organizó 
una  numerosa  partida  en  el  Roncal,  con  la  que  operó,  no  sólo  en  Espafta, 
sino  eo  las  comarcas  francesas  fronterizas;  et  caballero  aragonés  D.  Migue) 
Sarasa,  avergonzado  de  que  un  tío  suyo  hubiese  aceptado  del  Gobierno  in- 
truso el  cargo  de  corregidor  de  Jaca,  hizo  lo  propio  en  la  ribera  derecha  del 
Ebro;  el  coronel  Gayan  se  fortiñcó  en  el  santuario  de  Nuestra  Señora  del 
Águila;  el  brigadier  VilUcampa  dio  cierta  unidad  á  los  muchos  guerrille- 
ros de  Aragón,  i.  tos  que  Suchet  hizo  sufrir  una  sensible  derrota  (20  Octubre), 
apoderándose  del  Tremedal,  y  después  del  monasterio  de  San  Juan  de  la 
Peña,  que  hizo  incendiar,  aunque  respetando  la  capilla  y  fundando  en  ella 
una  misa,  porjmío  rtspeto  —  dice  en  sus  Memorias  —  d  unos  restos  ji  objetos 
que  los  aragoneses  tienen  en  tanta  peneracidn.  Empezaron  á  figurar  en  Navarra 
los  dos  Minas:  el  primero  que  se  lanzó  á  la  lucha  fué  el  menor  (Francisco 
Javier),  sobrino  de  Espoz  y  Mina.  Ea  la  Rioja  pululaban  D.  Ignacio  Cuevillas, 
el  cura  Tapia,  e)  hijo  del  marqués  de  Barrio  Lucio,  el  capitán  de  navio  don 
Ignacio  Narrón,  etc.  En  el  camino  de  Burgos  á  Pancorbo,  Salazar,  Ángulo, 
Alonso,  etc.  En  León,  Fr.  Juan  Délica  (el  Capuchino),  que  aprehendió  al  ge- 
neral Francescbi;  D.  Tomás  García  Vicente,  que  dio  á  su  partida  el  título  de 
UgiÓM  de  honor  de  Castilla,  y  el  famosísimo  D.  Julián  Sánchez,  con  sus  famosos 
lanceros,  terror  de  los  franceses  en  la  provincia  de  Salamanca. 

No  es  posible  citarlos  todos:  baste  decir  que  no  hubo  provincia,  región 
ni  comarca  en  que  no  abundasen.  Las  montañas  eran  teatro  más  adecuado 
para  sus  hazañas;  pero  nos  cuenta  Marbot  que  en  tos  llanos  de  Castilla  y 
León  aprovechaban  hábilmente  las  ondulaciones  del  terreno,  y  «á  lo  me- 
>jor,  dice,  marchaba  una  columna  tranquilamente  por  un  campo  despejado, 
>sin  la  menor  elevación  en  cuanto  abarcaba  la  vista,  y  parecía  surgir  del  suc- 
>lo  una  nube  de  tiradores  que  hacían  de  repente  una  docena  de  bajas  y  que 
(desaparecía  con  la  misma  rapidez». 

Tres  cuestiones  críticas  ofrece  este  sistema  de  guerra;  i."  Su  legitimi- 
dad. Algunos  autores  de  Derecho  internacional,  fundándose  en  que  hacer  la 
guerra  es  función  del  Estado,  y  no  de  los  particulares,  niegan  á  los  guerrille- 
ros la  condición  de  legítimos  beligerantes,  sosteniendo  que  el  ejército  á  quien 
combaten  puede  lícitamente  tratarlos  como  bandidos  ó  salteadores  de  cami- 
nos, fusilarlos  cuando  caen  prisioneros,  etc.  Así  quería.  Napoleón  que-  fuesen 
tratados  los  guerrilleros  españoles,  y  asi  los  trataban  los  generales  franceses 
en  España;  pero  esta  opinión,  explicable  en  un  conquistador  á  quien  estor- 

(i)  Empuinades  »t\\\ma.a  todos  los  naturales  d«  Cailrillo  de  Da«ro,  donde  nació  el  Ta- 
Boio  gaerrillero,  el  3  de  Septiembre  de  1775.  Era  luán  Mutfn  labrador,  k  hiio  de  soldado  de 
Caballería  la  gaetra  del  RoiellAa.  En  Madrid  (1814)  se  publicó  Apuntes  á/  la  vida  y  hithoi 
milttam  dil  brigadUr  D.  "Juan  Mjrtiii,  el  Empecinado,  por  un  admirador  de  íIIbs. 

(a)  ZíífUííTjy/írmej/iifli'id,  poiunejpailol.  Madrid,  1870.  El  anónimo  espaflol  era  don 
Eugenio  Aviraneta.  Con  Merina  iba  nn  mozo  qne  fué  luego  ministro  de  Hacienda,  eoljernador 
d^  Sinco  de  EipaKa  -j  autor  de  Tariai  obras  notables  financieras  y  bancarias:  D.  Ramón 
SanülUn. 


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490  HISTORIA  DE  ESPAÑA 

ban  é  irritan  las  guerrillas,  no  es  defendible  fríamente.  Todo  ciudadano  tiene 
derecho  á  defender  su  patria  invadida,  y  toda  nación,  á  desplegar  en  su  de- 
fensa cuantos  medios  pueda  emplear  para  ello.  Negar  esto  equivaldría  á  ne- 
gar el  derecho  supremo  de  toda  colectividad  humana  constituida  en  Estado 
á  vivir  independiente,  y  de  todos  sus  miembros  á  sostener  esa  independencia. 
Los  guerrilleros  españoles  obraban,  es  cierto,  personalmente;  pero  sólo  en 
cuanto  á  los  medios  de  acción,  estando  subordinados  en  cuanto  al  tin  de  sus 
empresas  al  Gobierno  nacional,  que  los  reconocía,  los  alentaba,  socorría  y' 
premiaba,  considerándolos  siempre  como  verdaderos  soldados  de  la  patria, 
2.'  Su  eficacia.  —  El  ya  citado  Guillón  la  pone  en  duda,  creyendo  que 
España  no  debió  su  salvación  á  las  guerrillas,  sino  á  los  ejércitos,  y  especial- 
mente al  inglés.  Esta  opinión  está  contradicha  por  la  de  todos  los  militares 
franceses  que  hicieron  la  guerra  en  España.  «Estas  bandas  —  escribió  Roc- 
>ca —  nos  hacían  un  mal  incalculable,  y  parecía  imposible  destruirlas.  Siem- 
>pre  perseguidas,  -frecuentemente  dispersadas,  reaparecían  en  seguida,  co-' 
>menzando  de  nuevo  sus  excursiones. . .  En  los  grandes  Estados  del  Centro 
>de  Europa  una  batalla  ganada,  ó  sencillamente  la  ocupación  de  una  co- 

•  marca,  daban  á  los  franceses  en  abundancia  víveres,  municiones,  caballos,  y 

•  basta  soldados,  pudiéndose  decir  lo  que  Virgilio  de  la  fama:  sus  fuerzas  au- 

•  mentan  caminando.  En  España  las  fuerzas  de  los  franceses  disminuían  á  me- 

•  dida  que  avanzaban,  por  la  necesidad  de  destacar  numerosos  Cuerpos  para 

•  pelear  con  las  partidas. . .  Su  ejército  encontrábase  siempre  reducido,  por 
•consecuencia  de  sus  mismas  victorias,  á  la  situación  de  aquel  león  de  la  fa- 
rbula que  se  desgarraba  con  sus  unas  en  los  vanos  esfuerzos  que  bada  para 

•  destruir  las  moscas  que  le  atormentaban  sin  cesara.  Con  textos  semejantes 
podrían  llenarse  muchas  páginas.  Las  partidas  sostenían  el  espíritu  de  pro- 
testa del  país,  que  con  las  derrotas  de  los  ejércitos  y  la  acción  del  tiempo 
hubiera  ido  enfriándose  poco  á  poco;  eran  el  terror  de  ios  afrancesados  y  díí- 
los  que,  sin  serlo,  propendían  á  la  tranquilidad  de  la  vida  ordinaria,  elementen' 
siempre  el  más  numeroso  de  toda  sociedad;  aislaban  á  los  ejércitos  franceses'^ 
reduciendo  su  dominación  al  terreno  que  pisaban;  los  entretenían,  impidién- 
doles  ir  en  masa  contra  los  ingleses  y  contra  los  ejércitos  espaiíoles,  y  sólo 
así  pudo  Wellington  sostenerse  y  al  fin  triunfar,  nunca  por  si  solo,  sino  con 
el  apoyo  de  nuestros  ejércitos. 

3."  Su  carácter  moral.  —  El  P.  Saimón  pinta  á  los  guerrilleros  como  hé- 
roes casi  impecables,  especie  de  paladines  de  la  religión  y  de  la  patria,  en 
que  toda'virtud  tenía  su  natural  asiento  (i).  No  está  lejos  de  semejante  ma- 
nera de  concebir  al  guerrillero  Rodríguez  Solls  (2).  En  cambio,  el  farmacéu- 
tico Fée  apura  los  tonos  sombríos  y  los  epítetos  duros  para  describir  á  los 
partidarios:  «Bandas  armadas,  dice,  en  que  se  juntó  la  hez  de  la  sociedad  es- 

•  pañoia  para  hacer  vida  de  asesinatos  y  pillaje. . .  Más  crueles  que  valien- 
>tes  (3). . .  No  eran  antropófagos  como  los  naturales  de  Nueva  Zelanda;  pero 
•se  excedían  á  éstos  en  el  ensañamiento  con  sus  víctimas.  Lo  que  sufrieroo 

•  los  cristianos  hicieron  sufrir  á  los  franceses:  crucifixiones,  descuartizamicn- 


(i)  Risumín  hislérico  dt  la  rrvolucÜm  di  España,  año  de  iSoS,  poi  d  P.  Maulro  ISalmón. 
Madrid,  1820.  Dr  muy  iscasa  valor  kistiricc  y  áe  ningún  interii  mililar  jiix^a  esta  obra  Ibáfiei 
Marfn,  y  Mcnfndcz  Peliyo  la  califica  de  ridicula.  Tiene,  sin  embargo,  i  nueslro  juicio,  el  mé- 
rito de  reflejar  las  ideas  y  los  iuicios  de  la  mayor  paite  de  la  generaclAa  que  hizo  y  saTrió  la 
guerra  de  I»  Independencia. 

|i)    LosEuiirUUfoidtiSi-S. 

(3)  fíelos  inculpa  de  «alacnr  i  enlpeiegarouiabiendo  el  número  de  los  que  ibaoá  com- 
batir. . . .  etc,  Pero  ¿no  era  máxima  de  Niipoleón  asegurarte  siempre  la  superíondad  numérica 
y  oi^ánica  sobre  sus  enemigos? 


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HISTORIA  DB  ESPAÑA  49I 

'tos. . .,  etc.».  Finalmente,  et  coronel  inglés  )oDes  (t)  cuenta  que  en  1812 
muchos  pueblos  pidieron  á  lord  Wellington  que  les  mandase  Caballería  para 
que  los  pusiese  á  cubierto  de  los  desmanes  de  los  guerrilleros. 

Es  cierto  que  en  la  guerra  de  la  Independencia,  como  en  todas,  se  co- 
metieron inauditos  excesos;  pero  no  fué  sólo  por  los  guerrilleros,  ni  aun  por 
los  paisanos  españoles  que,  sin  serlo  en  sentido  estricto,  se  levantaron  en 
muchas  ocasiones  exasperados  é  hicieron  horrores  con  los  franceses  que 
jalan  en  sus  manos,  sino  por  los  franceses  y  los  ingleses.  Thiers  dice  de  sus 
compatriotas  que  «eran  los  más  humanos  de  todos  los  hombres  de  guerra 
»que  luchaban  en  la  Península».  Pero  ¿qué  va  á  decir  Thiersf  Si  se  hiciese  un 
examen  comparativo  de  unos  y  otros,  creemos  nosotros  sinceramente  que 
correspondeiia  esa  palma  á  los  ejércitos  regulares  españoles.  Los  franceses 
hicieron  horrores,  aunque  no  les  sean  imputables  todos  los  que  les  fueron 
atribuidos  (2);  pero  con  los  comprobados  hay  de  sobra  para  cargarles  las  notas 
más  severas.  Especialmente  con  los  guerrilleros,  y  en  general  coa  cuanto» 
paisanos  combatientes  calan  en  su  poder,  creíanse  autorizados  para  todo. 
Con  los  Religiosos  eran  implacables.  <Los  franceses  —  escribió  Chateau- 
tbriand  —  derramaban  la  sangre  de  los  frailes  con  el  impío  furor  que  hablan 
•  aprendido  en  las  bufonadas  de  Voltaire  y  en  las  escenas  del  tcrror>  (3).  Na- 
poleón daba  el  ejemplo.  En  Tolosa  (Guipúzcoa)  fué  á  cumplimentarle  una  co- 
misión de  frailes,  y  he  aquí  el  discurstto  que  les  dirigió:  Mfssienrs  Us  moines, 
si  VOHS  vous  avisez  de  vous  méler  de  nos  a^faires  milüaires^  je  vousferai  couper 
Us  oreilUs  (4}.  «Loa  franceses,  cuenta  Rocca,  no  podían  sostenerse  sino  por 
>el  terror,  y  se  velan  obligados  á  castigar  al  inocente  por  el  culpable,  á  ven- 
>garse  del  poderoso  en  el  débil.  El  pillaje  habla  llegado  á  ser  indispensable 
>para  sub^stir*. 

Uentro  de  este  cuadro  general  hay  que  ver  á  los  guerrilleros,  teniendo 
.demás  en  cuenta  que  el  género  de  guerra  que  hadan  se  presta  como  nia- 
~;uno  i  que  las  cualidades  individuales  de  los  combatientes  se  muestren  más 
ú  descubierto,  y  que  algunos  ó  muchos  partidarios  se  lanzaron  al  campo  por 
impulsos  de  personal  venganza.  Ya  hemos  dicho  lo  que  determinó  al  cura 
Merino  á  tomar  las  armas;  el  franciscano  Fr.  Lucas  Rafael  hizo  lo  propio, 
abandonando  su  convento  al  ver  á  su  padre,  rico  hacendado  de  Villalba, 
muerto  por  los  franceses  por  haberse  negado  á  reconocer  al  rey  José.  De 
hombres  asi  no  podían  esperarse  blanduras;  tanto  más,  cuanto  que  la  opinión 
pública  aplaudía,  excitaba  á  todo  lo  que  fuera  contra  los  franceses,  sin  repa- 
rar en  pciiHos  de  derecho  de  gentes.  Los  españoles  somos  una  raza  impre- 
sionable y  más  vehemente  que  reflexiva,  capaz  en  un  mismo  individuo  y  casi 
en  un  mismo  momento  de  los  más  sublimes  arrebatos  de  caridad  y  de  la  cruel- 
dad más  dura  y  antipática.  Con  nuestros  enemigos  no  hemos  solido  pecar 
nunca  por  exceso  de  compasión.  ;No  fué  censurado  Martínez  Campos  por  ha- 
ber hecho  justicia  en  un  presidiario  que  corló  las  orejas  en  Melilla  á  uno  de 
los  poquísimos  moros  que  nos  eran  adictos  en  la  campaña  que  dirigió? 

12S.  —  Fijado  ya  el  carácter  y  principales  aspectos  de  la  guerra  de  la 

(i)  D«  su  HtslBñaáe  ta^trradt  EsfaHay  Partugal  \tay  una  traducdón  rrancesi  con 
notas  poi  A.  de  Betachamps.  París,  iSiS. 

(3)  Reñerc  Fée,  por  ejemplo,  que  en  su  s^undo  viaje  í  Espaila  se  sorprendió  al  oir  en 
Toledo  y  leerenlallistorín  déla  ciudad,  por  Camero,  que  los  franceses  hablan  incendiado  el 
Alcliar  antes  de  relirarse;  qae  buscó  i.  üamero  j  le  pregunlñ  qu«  de  dónde  se  habla  sacado 
eso,  pues  f  I  sabia  peifectamenle  que  el  Alcáiar  quedó  incólume  al  evacuar  Toledo  los  invaio- 
i«s,  y  que  resoltó  que  no  había  funiiimenlo  ninguno  para  atribuirles  tal  exceso.  En  todas  las  gne- 
rras  sucede  que  unos  beligerantes  atribuyen  i  otros  los  desmanes  que  ellos  mismos  cometen. 

(3)  Congreso  de  Vcrona. 

(4)  Bigant,  Miiiiiñrcí,  página  131. 


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492  HISTORIA   DE   ESPAÑA 

Independencia,  sólo  cabe  ya,  dentro  de  las  proporciones  de  este  libro,  pre- 
sentar el  esquema  de  sus  principales  acontecimientos. 

Año  1810.  —  Libre  Napoleón  de  la  guerra  de  Austria,  reforzó  sus  ejér- 
citos de  España  hasta  la  masa  de  4OO.0OD  hombres  (l).  Su  plan,  como  en  1S09, 
era  dirigirse  contra  Lisboa  con  dos  poderosos  ejércitos:  uno  por  la  ribera 
derecha  del  lajo,  á  las  órdenes  de  Massena;  otro  por  la  izquierda,  acaudi- 
llado por  Soult.  Mientras  se  formaba  aquél,  consintió  á  José  que  utilizara 
el  de  Soult  para  invadir  Andalucía.  Con  80.000  soldados  (Cuerpos  1.°,  4." 
y  5.°,  mandados  por  Víctor,  Sebastiani  y  Morticr,  y  la  reserva  por  Dessoles} 
franqueó  Sierra  Morena  (20  Enero)  y  ocupó  sin  porfiada  resistencia  todas  las 
provincias  meridionales,  excepto  Cádiz,  porque  el  duque  de  Alburquerque 
(S.ooo  infantes,  600  jinetes),  haciendo  una  marcha  forzada,  llegó  á  tiempo  de 
guarnecerla  (2).  Víctor  quedó  encargado  de  sitiar  á  Cádiz,  ocupando  la  linea 
de  Rota,  Puerto  de  Santa  Maria,  Puerto  Real  y  Chiclaqa;  Sebastiani  se  esta- 
bleció en  Granada;  Soult,  con  Mortier,  en  Sevilla.  Estallaron  insurrecciones 
populares  en  las  Sierras  (Alpujarras,  Ronda,  etc.). 

El  ejército  de  Massena  se  reunió  ea  Castilla,  y  ascendfa  á  cerca  de  100.000 
hombres  (Cuerpos  2.",  6."  y  8."  de  Reynier,  Ney  y  Junot).  Se  apoderó  de  As- 
toi^,  durando  el  sitio  del  16  de  Febrero  al  22  de  Abril,  y  de  Ciudad  Rodrigo 
(sitio  desde  el  25  de  Abril  al  10  de  Julio),  tan  heroicamente  defendida  como 
Astorga  (3).  Entró  en  Portugal,  tomando  la  ciudad  de  Almeida  (26  Agosto), 
atacó  á  los  ingleses  y  portugueses  en  Busaco  (27  Septiembre),  y  no  pudiendo 
forzar  la  posición,  la  flanqueó  por  la  sierra  de  Casamucla,  entrando  en  Coim- 
bra  (el  29)  (4).  Wellington  se  retiró  detrás  de  las  lineas  de  Torres- Ved  ras, 
cadena  de  montes  que  cierran  la  península  en  que  se  asienta  Lisboa,  formada 
por  el  Océano  y  el  Tajo,  y  que  había  hecho  fortificar  y  artillar  de  un  modo 
formidable:  imposible  de  forzar  era  tat  posición.  Massena  permaneció  á  su 
pie,  peleando  con  los  portugueses  levantados  y  procurándose  difícilmente  los 
víveres,  hasta  que  levantó  el  campo  (13  Noviembre),  retrocediendo  á  Torres 
Novas  y  Santarén.  Allí  fué  á  refozarle  el  general  Drouet,  y  acabó  el  año  fren- 
te á  los  ingleses  y  envuelto  por  las  milicias  portuguesas. 

En  las  comarcas  levantinas  Suchet  invadió  el  reino  de  Valencia  (25  de 
Febrero),  llegó  frente  á  la  ciudad,  pero  tuvo  que  volverse  á  Zaragoza  (17  de 
Marzo)  sin  haber  alcanzado  ningún  éxito;  el  I  3  de  Abril  acometió  á  Lérida, 
rindiéndola  el  13  de  Mayo;  el  8  de  Junio  se  apoderó  de  Mequinenza,  cuyo 
asedio  empezó  el  15  de  Mayo;  el  29  de  Diciembre  capituló  Tortosa  después 
de  un  sitio  de  seis  meses.  Mientras  tanto,  en  el  resto  de  Cataluña,  Augereau 
y  su  sucesor  Macdonald  peleaban  constantemente  con  el  ejército  español, 
con  los  somatenes  y  con  las  escuadrillas  inglesas  que  recorrían  el  litoral.  Las 
Baleares  eran  un  centro  de  operaciones  para  los  patriotas  y  para  los  ingleses 
que  los  auxiliaban,  así  como  un  seguro  lugar  de  refugio  para  multitud  de  fa- 


(I)    Thien,  Censulado  e  Imptrio.  libro  xxxlx. 

(I)  En  U  isniíela  Cádit.  de  Javier  de  Burgo  1  y  Cliueca,  es  una  de  los  «cenas  colrainan- 
tei  la  entrada  del  Duque  en  la  ciudad.  V  entonces  se  toca  la  Marcha  que  con  el  Ululo  de  Mar- 
cha dt  CáJit  se  ha  popularizado  tanto  en  los  últimos  años. 

(3)  RtiiKÜH  histórica  del  sitio  di  la  plata  dt  Ciudad  Rodrigo,  por  su  general -gobernador 
D.  Andrí)  Píreí  de  Herrasti.  Madrid.  1314.  —  £/ litio  de  Ciudad  Itadriga,  por  D.  Policarpo 
Aozano,  comiiario  de  guerra.  Cidiz,  iHia 

(4>  Marbot,  ayudante  de  Masienaen  esta  campafla,  cuenta  que  el  famoso  miríscal  acce- 
dió á  disponer  el  ataqne  de  Busaco  por  los  consejos  de  su  Estado  Mayor;  habiendo  fracasado, 
Massena  dijo  que  «era  la  primera  vez  que  se  habla  fiado  de  los  sabios,  y  que  por  eso  le  había 
salido  mal;  no  hay  que  atacar,  sino  que  líanqu^ar  por  allí»,  j  se&aJÓ  d  punto  de  la  sierra  por 
donde  al  otro  dfa  se  pasó  sin  dificullad,  entrando  en  Coinibia  y  poniendo  en  grave  aprieto  al 
ejército  inglés.  Massena  habi^i  sido  conttabandijia  en  su  juventud,  y  no  tenía  estudios. 


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HISTORIA  DE  ESPAÜA  493 

milias  catalanas  (i).  La  lucha  de  guerrillas  siguió  tan  empeñada  ó  más  que  ea 
el  año  anterior;  el  i."  de  Abril  ciyó  prisionero  Mina  el  mozo,  siendo  ence- 
rrado en  el  castillo  de  Vincennes,  donde  permaneció  hasta  1814,  sucedién- 
dole  su  ya  citado  tfo  Eapoz  y  Mina  (2). 

Año  1811.  —  Inmovilizado  Massena  en  Portugal,  no  lenta  otra  espe- 
ranza de  salir  con  su  empresa  sino  que,  conforme  al  plan  de  Napoleón,  acu- 
diese Soult  con  su  ejercito  por  la  orilla  izquierda  del  Tajo.  Pero  jcómo  podfa 
hacerlo  Soult,  cuando  los  80.000  hombres  que  mandaba,  ya  muy  disminuidos, 
apenas  le  bastaban  para  sitiar  á  Cádiz,  pelear  con  los  serranos  de  Ronda,  Nie- 
bla, Alpujarra,  etc,  y  mantener  sus  comunicaciones,  pues  corrían  aún  la  tierra 
llana  de  Andalucfa  multitud  de  partidarios^  Tomar  á  Cádiz  era  cosa  imposible, 
ó  poco  menos,  para  los  franceses,  dada  la  situación  geográñca  de  la  isla  gadi-  ^ 
tana,  separada  del  Continente  por  la  bahia  y  el  canal  de  Santipetri,  y  de- 
fendiéndola no  sólo  un  numeroso  ejército  anglo-español,  sino  una  escua- 
dra de  ambas  naciones:  lo  único  que  podían  hacer  los  sitiadores  era  dis- 
parar bombas  desde  la  costa  continental,  las  cuales  dejaron  más  huella 
que  en  los  edificios  y  fort ideaciones  de  laa  dos  ciudades  sitiadas,  San  Fer- 
nando y  Cádiz,  en  los  cantares  populares: 


lirabuzanes  |3). 

Con  las  bombas  que  tira 
el  marisMl  Sul, 
hacen  las  gaditanas 
mantillas  de  tul. 

La  numerosa  guarnición  de  Cádiz  no  sólo  daba  para  cubrir  todos  los 
puestos,  sino  para  trasportarse  á  bordo  de  nuestros  barcos  y  de  los  ingleses 
á  diversos  puntos  de  la  costa  y  hacer  incursiones,  ora  por  la  Alpujarra,  ora 
por  la  serranía  de  Ronda  ó  por  el  Condado  de  Niebla.  La  más  sonada  fué  la 
que  se  hizo  con  el  propósito  de  hacer  levantar  el  sitio  de  Cádií;  tomaron 
tierra  en  Algeciras  y  Tarifa  8.000  españoles  mandados  por  Lapeña  y  4.000 
ingleses  por  Graham;  se  dio  la  batalla  de  Chiclana  ó  del  Cerro  del  Puerco 
(5  Mar^o),  en  que  vencimos,  aunque  quedando  los  ingleses  más  lucidos  que 
nosotros,  y  sin  obtener  el  resultado  propuesto. 

Cumpliendo  SouU,  sin  embargo.las  órdenes  de  NapoleiSh  relativas  á  soco- 
rrer á  Massena,  invadió  Extremadura  en  Enero;  pero  atli  se  halló  con  el  ejér- 
cito español  que  acaudillaba  el  marqués  de  la  Romana  (4),  y  después  Casta- 
ños, y  el  a  ngl  o- por  tugues,  mandado  primero  por  Hill  y  luego  por  Beresford. 
Tomó  Soult  á  Olivenza  (22  Enero);  atacó  á  Badajoz,  defendida  por  una  va- 
liente guarnición  dirigida  por  D.  Rafael  Menacho  (día  28);  el  19  de  Febrero 
batió  á  Mendizábal  junto  á  la  plaza;  el  4  de  Marzo  fué  herido  mortalmen- 


(i)  Véase  Mallena  duranli  ¡a  frimtra  revetución  (iSo8-lSt4|,  por  Miguel  S.  Oliver. 
Palma,  I901. 

(3)  Memorial  del /¡ttural  D.  Francisco  Eipex  y  Mina,  escritss  por  ét  mismo  (sobre  esto 
htbrla  mucho  qae  hablar).  Publicólas  su  viuda  Doña  Juana  María  Vega,  Madrid,  1S51. 

(3)  Eran  los  riuM  que  usaban  tu  mujeres,  y  que  se  hadan  sujetando  el  pelo  con  QQOs 
pedacitos  de  plomo.  Según  C^oloma  (Recutrdm  de  Fernán  Caiallero),  un  vendedor  ambulante 
tuTo  la  idea  de  vender  el  plomo  de  una  bomba,  pregonando:  iFa  liíaitiimin!  La  se(^nda 
«o^a  Toé  una  Tañante  de  la  primera,  sin  sentido,  improrisada  en  el  teatro  por  el  actor  Nava- 
rro (Adolfo  di  Cintre  —  Cádit  en  ¡a  guerra  áe  la  ¡ndepeniencia  —  A.  Galiano  —  Recaeráos  dt 
un  anciano.  pAg.  iSl). 

(4)  Mario  repentinamente  en  Cartaxo  el  23  de  Enero. 


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494  HISTORIA    DE  ESPAÑA 

te  de  bala  de  cañón  el  insigne  Menacho,  y  el  lo  se  rindió  Badajoz.  Con 
esto  ya  podia  Soult  correr  por  la  ribera  izquierda  del  Tajo  hasta  ponerse 
frente  á  Lisboa,  como  quería  el  Emperador;  pero  ya  era  tarde;  MassCD?, 
con  su  ejército  desmoronado  por  la  falta  de  subsistencias  y  desmoralizado 
por  la  inacción  ante  las  posiciones  británicas,  convencido  de  que  no  podía 
triunfar  del  lord  Wellington  y  de  que  pronto  acabaría  por  sucumbir  á  los 
ataques  continuos  de  las  milicias  y  campesinos  portugueses,  tomó  la  vuel- 
ta de  Castilla;  el  inglés  sitió  á  Almeida,  y  acudiendo  á  socorrerla  Massc- 
na,  se  trabó  la  batalla  de  Fuentes  de  Oñoro  (5  Mayo);  Almeida  fué  eva- 
cuada por  los  franceses,  y  Napoleón,  exasperado  por  los  reveses  del  que 
tenía  por  sii  mejor  lugarteniente  (i),  le  quitó  el  mando,  dándoselo  á  Mar- 
mont  (2). 

Marmont  puso  su  cuartel  general  en  Salamanca.  £1  Gobierno  español 
envió  i  Extremadura  ai  general  Blake  para  que  se  reuniese  con  Castaños, 
jefe  de  aquel  ejército;  unidos  ambos  con  Beresford,  hicieron  frente  en  la  Al- 
buera  al  mariscal  Soult  (16  Mayo)  y  lo  rechazaron,  Hasta  fin  de  año  hubo 
muchos  combates  en  Extremadura,  pero  ninguno  decisivo.  En  Cataluña  per- 
dimos la  plaza  de  Tarragona  después  de  un  largo  sitio  y  furiosísimo  asalto 
(28  Junio)  (3).  Á  mediados  de  Septiembre  emprendió  Suchet  la  conquisla  de 
Valencia;  el  23  atacó  á  Sagunto;  el  25  de  Octubre  derrotó  á  Blake,  que  acu- 
dió a!  socorro;  el  26  capituló  la  plaza,  y  al  concluir  el  año  tenia  circunva- 
lada á  Valencia,  y  dentro  al  ejército  de  Blake.  Los  guerrilleros  siguieron  ope- 
rando en  todas  las  regiones  de  !a  Península  ocupadas  por  los  franceses;  dis- 
tinguióse mucho  Espoz  y  Mina:  varias  partidas  se  habían  transformado  ya  en 
verdaderas  divisiones  de  excelentes  tropas  ligeras  que  se  batían  admira- 
blemente. 

Aüo  1812.  —  Napoleón  estaba  ya  convencido  de  la  imposibilidad  de 
someter  á  España,  ó,  como  él  decía,  de  resolver  el  problema  europeo  en 
nuestra  tierra.  Este  problema  era  para  Napoleón,  sencillamente,  llegar  á  ser 
él  señor  ó  rey  de  (oda  Europa;  y  con  entera  franqueza  lo  declaró  en  Santa 
Helena,  aunque,  como  cualquier  político  que  aspira  á  un  cargo  público,  por 
modesto  que  sea,  atribuyese  su  ambición  al  móvil  generoso  de  hacer  bien  á 
la  Humanidad.  Según  dijo,  Europa  entera  es  una  sola  nación,  una  sola  familia, 
y  el  papel  de  Francia,  gobernada,  naturalmente,  por  él,  organizar  ese  pueblo. 


(1)  Mémoirn  ie  Maiuim,  d'afrii  hs  áocummls  qu'il  alaitti.yai  le  gíníral  Koch,  18491 
{Saa  stcle  tomos;  el  sépticno  (nu  de«sta  campaSa  de  Portugal,  j  niDgnno  escrito  por  el  r>mo- 

(3)  Mimolrís  de  Marmenl  (t793-lS4l),  tSS7  (nueve  Toldmencs),  escritas  por  el  mlimo 
mariscal,  que  Tué  uno  de  los  primeros  escritores  militares  del  siglo  xix,  como  acredita  so  síd- 
títico  jr  substancioso  libro  Esprit  dt¡  imtitulioHS  mililairet,  publicado  en  I&4S-  Conviene 
advertir  que  Marmont,  uno  de  los  generales  de  rai»  prestigio  entre  los  de  Napoleón,  perdió 
su  crédito,  primero  con  los  bonaparlislas  y  después  con  todos  los  Tranceses,  por  haber  sido  su 
Cuerpo  de  cjírcito  el  primero  que  abandonó  á  Napoleón  en  l3l4.  El  Emperador  le  caliücó  de 
traidor,  j  procuró  explicar  sui  desastres  por  la  defección  de  Marmont.  Desde  entonces  es  lugar 
común  entre  los  escritores  franceses  juigar  despectivamente  á  Marmont,  y  aun  decir  que  cajé- 
ela de  mérito,  y  que  debió  sus  ascensos  í  la  personal  amistad  de  Napoleón.  Eu  fin,  lo  mismo 
que  han  dicho  y  escrito  de  Bemardotte. 

'"'      ■■  '    '  ''     'iflji^v/aia  i/r  T&rro^'nKfl.  Los  publlcael  coronel delregimiento 


de  Infantería  i.°  de  Badajoz  D.  Andrés  Egnaguirre,  que  se  halló  en  la  misma  plaza  y  se  ha  fu- 
gado de]  depósito  de  Soissons.  donde  se  hallaba  prisionero.  Valencia,  1813,  Hay  sobre  lo  mís- 
—  . , — , . f !.,!..  j.  i_  r.   ^_  j.i j^^j  j^  Campo  Vt-^ 

otro,  ConliíiaciiH 
tidal  en  el  papel  i, 
general  D.  Pedro 
arii  tobre  la  txpos 

,,.  Google 


o  tres  opúsculos  curiososi  ano,  ExpoiUió»  de  la  roHduila  del  iiarquéí  de  Campo  Verde  y  ■ 
ncias  exactas  de  le  ocurrido  en  ti  lilio  de  Tarragona  (Alicante,  iSl  I);  Otro,  Conletlaciin  dtl  mar- 
qués di  Lampo  Verde  á  varios  puntos  injuriosos  á  la  persona  contenidos  en  el  papel  que  con  ti 
titulo  deaLa  Vindicta  de  lu  Honam  presentó  á  la  nación  española  el  general  D.  Pedro  Sarsfield 
(Valencia,  1814),  y  el  último,  Representación  del  coronel  D.  Juan  Clarii  sobre  la  exposición  ijue 
contra  él  Mito  el  marqués  de  Campo   Verde  {TKh,  lili). 


HISTORIA   DE  ESPAÑA  495 

abora  dividido  en  diversos  Estados  (i).  Toda  Europa  debfa  gobernarse  por 
los  mismos  principios,  adoptar  el  mismo  sistema,  haber  un  código  europeo, 
un  tribunal  de  casación  europeo,  una  misma  moneda  con  cuños  diferentes, 
los  mismos  pesos  y  medidas,  las  mismas  leyes:  así  no  seria  sino  un  solo  pue- 
blo, y  los  europeos  al  viajar  por  esta  parte  del  mundo  no  saldrían  nunca  de 
su  patria.  De  tan  vasta  patria  había  de  ser  París  la  capital,  y  él  haría  de  ella 
aun  en  su  parte  material,  «algo  colosal  y  desconocido  hasta  nuestros  dla$>; 
y  él,  que  no  se  tenia  por  francés,  sino  que  consideraba  á  Francia  como  el 
instrumento  de  su  dominación,  el  emperador  universal.  Todos  los  principes 
de  Europa  ¡rían  A  educarse  juntos  en  París,  llevando  cada  uno  su  cortejo 
de  niños  principales  de  sus  respectivos  reinos,  y  los  soberanos  no  habían  de 
mantener  más  tropa  que  una  guardia  real  decorativa.  Quizás  algún  día  la  fa- 
cilidad creciente  de  las  comunicaciones,  el  cruzamiento  de  las  razas,  la  uni- 
versalización de  las  ideas,  la  uniformidad  de  las  costumbres  y  mil  circuns- 
tancias que  vemos  actuar  hoy,  aunque  sin  poder  predecir  hasta  dónde  llega- 
rán en  su  desenvolvimiento,  determinen  la  constitución  de  los  Estados  Uni- 
dos europeos  ó  de  i:na  patria  europea  por  el  estilo  de  la  que  Napoleón  ex- 
plicaba en  Santa  Helena;  pero  aun  en  ese  caso,  todavía  tan  hipotético,  no 
dejaría  de  ser  locura  la  idea  del  conquistador  corso,  y  locura  repulsiva  por 
ser  la  cobertera  de  un  egoísmo  ambicioso  más  grande,  mucho  más'  grande 
que  su  genio  {2). 

Poseído  de  tan  extraña  y  colosal  demencia,  quiso  humillar  á  los  ingle- 
ses, únicos  ya  en  Europa  que  le  resistían,  y  juzgó  cosa  llana  y  de  lo  más  fá- 
cil hacer  de  Elspaña  y  Portugal  meras  provincias  de  su  Imperio  con  vano 
título  de  reinos  feudatarios;  pero  al  alborear  el  año  de  1812  estaba  ya  cod- 
vencidlsimo  de  su  irreparable  equivocación.  Entonces,  como  cualquier  hom- 
bre que  ha  perdido  el  tino  en  sus  negocios,  concibió  el  estrafalario  pensa- 
miento de  invadir  el  imperio  de  Rusia  con  un  ejército  de  600.000  hombres, 
figurándose  que  el  prestigio  alcanzado  en  esta  empresa  bastaría  para  que  se 
le  allanase  todo.  En  Santa  Helena  lo  dijo  también:  «La  paz  en  Moscou  hubiera 
>puesto  término  á  mis  expediciones  y  el  siiíetna  europeo  se  hubiese  fundado; 
>ya  no  habla  más  que  organizarlo,  y  yo  hubiera  sido  el  arca  de  la  antigua  y 

•  de  la  nueva  alianza,  el  mediador  entre  el  antiguo  y  el  nuevo  orden  de  co- 

•  sas>  (5).  Pero  ^porque  hubiese  obligado  al  Zar  á  suscribir  un  nuevo  tratado 
de  paz  iba  Inglaterra  á  humillársele!'  ¿Iban  los  españoles  y  portugueses  á  so- 
metérsele? Ó  ^es  que  creía  en  una  conquista  de  Rusia  tan  completa  que  hasta 
los  rusos  vendrían  á  nuestra  Península  á  ayudarle  en  su  conquista?  El  extra- 
vío mental  de  NafKtleón  en  esta  época  prueba  cómo  las  pasiones,  al  alboro- 
tarse, no  respetan  ni  á  las  inteligencias  más  privilegiadas. 

Los  primeros  meses  del  año  los  empleó  Napoleón  en  organizar  aquella 
enorme  masa  de  gente  con  que  había  de  invadir  á  Rusia,  y  en  la  que  se  con- 
taban los  españoles,  restos  de  la  división  de  la  Romana  y  algunos  de  los  pri- 
sioneros hechos  en  la  Península,  á  los  que  se  hizo  marchar  á  la  disparatada 
expedición.  El  24  de  Junio  pasó  el  Niemen  sin  previa  declaración  de  guerra. 


(i)  Siendo  primer  Cónsul  expuso  ya  esta  idea  en  un  discurso  al  Cuerpo  leeisUlivo  (Pla- 
fioso,  aAo  Xiii):  hAI  pueblo  mis  dulce,  más  ilustrado  T  más  humano  corresponde  recordar  i 
iw  naciones  cÍTÍtiíadas  de  Euiopa  que  ellas  no  son  mis  que  una  familia,  y  que  los  esfaercos 
que  hacen  anas  coDlra  olrní  en  sus  luchas  civiles  sor.  otros  tamos  atentados  á  su  prosperidad 
común».  En  otra  ocasión  dijo:  "Cuando  los  europeos  nos  batimos,  no  importa  en  qu£  país,  es 
¡üeiTtt  civil  la  qne  nos  hacemos...  (Liancourt,  farelti  di  Nnpohon.) 

(2)  Aparte  del  Memorial  de  Santa  Helena,  víase  el  libro  de  Gustavo  Cantón,  Napalten 
aniimililairiite  (Paris,  1901),  especialmente  el  capitulo  XI,  titulado:  i\apú!eiin  inttmationaUttí. 

(3)  Memorial,  24  Agosto  1816. 


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496  HISTORIA   DE  ESPAÑA 

En  Wilna  recibió  á  IBalachotT,  diplomático  del  Zar,  y  en  el  coloquio  que  tuvo 
con  él,  queriendo  mortiñcarle,  hubo  de  decirle  que  Rusia  estaba  llena  de 
conventos,  lo  que  era  signo  de  atraso.  BaiachofT contestó:  j'di  no  van  quedando 
conventos  mds  que  en  Snsia  j>  en  España.  (Esta  alusión  á  la  resistencia  que 

•  había  encontrado  en  España  y  á  la  que  se  le  preparaba  en  Rusia  descon- 

•  certó  á  Napoleón,  que,  á  pe^ar  de  su  prodigioso  talento,  no  supo  qué  con- 
>testar>  (i).  KI  15  de  Septiembre  entró  en  Moscou,  y  aquella  misma  noche 
comenzó  el  incendio  de  la  ciudad.  El  19  de  Octubre  dio  principio  i  la  desas- 
trosa retirada.  El  5  de  Diciembre  abandonó  el  Emperador  á  su  ejército,  ó, 
mejor  dicho,  á  los  restos  que  se  conservaban  de  él  un  poco  unidos,  y  el  18 
del  mismo  raes,  á  las  once  y  medía  de  la  noche,  se  presentó  en  tas  Tullerías, 
donde  nadie  le  esperaba,  y  contó  á  todo  el  mundo  que  sus  triunfos  hablan 
sido  decisivos,  como  siempre,  pero  que  el  frío,  sólo  el  Trio,  había  desconcer- 
tado sus  planes:  cuanto  habia  sucedido  era  un  accidente,  muy  deplorable 
sin  duda,  pero  que  sería  inmediatamente  reparado.  Este  año  de  1812  fué, 
por  tanto,  el  del  desastre  napoleónico.  Ya  puesto  Napoleón  en  el  plano  de  la 
caída,  no  tenia  más  recurso  que  rodar  hasta  el  fondo. 

De  Espaifa  no  sacó  el  Emperador  sino  cortos  elementos  para  la  guerra  de 
Rusia,  pues,  aunque  desilusionado,  tenía  que  sostener,  por  Iq  menos,  las  apa- 
riencias de  su  poder  é  impedir  que  mientras  él  se  internaba  en  el  Norte  de  Eu- 
ropa apareciesen  ingleses  y  españoles  por  los  Pirineos.  Ya  no  soñaba  con  nue- 
vasconquistas;  pero  á  toda  costaquería  mantener  la  posición  adquirida, figurán- 
dose que  si  triunfaba  en  Rusia,  todo  había  de  arreglarseámedida  de  su  deseo. 

El  9  de  Enero  capituló  Valencia,  entregándose  lilake  con  sus  14.000 
hombres  al  vencedor  Suchet.  En  cambio,  por  el  Occidente  los  sucesos  empe- 
zaron á  sernos  favorables;  Wellington  tomó  á  Ciudad  Rodrigo  (20  Enero)  y 
á  Badajoz  (6  Abril).  Ambas  conquistas  significaban  la  sólida  posesión  de  Ex- 
tremadura y  la  separación  de  los  dos  ejércitos  franceses  de  Marmont  y  de 
Soult.  Contra  el  primero,  establecido  en  León  y  con  su  cuartel  general  en 
Salamanca,  tomó  el  Lord  resueltamente  la  ofensiva  (13  Junio)  al  frente  de 
los  ingleses,  portugueses  y  españoles,  y  el  22  de  Julio,  entre  Salamanca  y 
Alba  de  Tormes,  se  dio  la  batalla  que  ingleses  y  españoles  llamamos  de  los 
Arapiles  y  los  franceses  de  Salamanca,  y  en  que  fué  derrotado  el  mariscal 
Marmont.  Dada  la  distribución  délas  huestes  francesas  en  la  Península,  la 
pérdida  de  aquella  batalla  dejaba  sumamente  comprometido  al  ejército  que 
José  y  el  mariscal  Jourdan  mandaban  en  Castilla  la  Nueva:  no  tuvieron,  pues, 
más  recurso  que  retirarse  á  Valencia  y  ordenar  á  Soult  que  evacuase  Anda- 
lucía y  fuese  también  á  las  costas  levantinas,  donde,  juntos  todos,  pudiesen 
hacer  frente  á  los  vencedores.  El  10  de  Agosto  salió,  pues,  de  Madrid  el  rey 
José  con  sus  franceses  y  afrancesados;  el  25  levantó  Soult  el  sitio  de  Cádiz, 
que  había  durado  dos  años  y  medio;  el  27  fué  arrojada  de  Sevilla  la  reta- 
guardia francesa,  distinguiéndose  en  el  combate  el  valiente  Downie{2},  y  el 
1."  de  Octubre  estaba  libre  de  franceses  toda  Andalucía. 


(l)     Thiers,  Ceniulaáo  i  Imperio,  libro  XLm. 

(z)  F.l  escocés  n.  Juan  Downte  naciñ  el  2S  de  Diciembre  de  1777,  Siendo  comisario  ge- 
neral del  ejÉrcíTo  ingléi,  psió  al  español  (iSlo^,  organizando  una  UgiÓH  eiínmilta  6  de  ¡eaíts 
exlrtmeÜBi,  i  cuya  cabeza  tout  en  Sevilla,  pero  con  la  mala  fortuna  de  ser  herido  t  caer  pri- 
lionero,  por  haberse  idelanlado  con  su  caballo  en  rnedio  de  las  filas  enemi^:  llevaba  I>owoie 
'-  ti/viii¡  lü  Pitarra,  que  como  homenaje  i  su  valor  le  regalaron  en  Tiujillo  los  marqacses 


de  la  Coaqaitla,  ;  al  rodearle  los  franceses  tuvoenerf>Ía  para  tirarla  i  los  n 
está  representado  en  un  grabado  de  la  fpoca.  LlegÚ  Downie  al  empleo  de  mariscal  de  campo, 
y  siendo  segando  cabo  de  la  Capitanía  general  de  SeTilla,  maríú  el  5  de  Janlo  de  1826.  Era 
católico  y  muT  realista.  Víase  fíioerafia  dil  mariscal  de  campo  ile  loiejíniloi  ttfaUoleí  D.  Juan 

¿í«,..HV(aninÍma).  Madrid,  1887. 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


HISTORIA  DE  ESPASA  49/ 

Parecía  que  iba  á  estarlo  también  España  entera;  pero  aún  quedaba  por 
correr  otra  peripecia  antes  de  llegar  á  ese  desenlace.  Reunidos  en  Valencia 
los  ejércitos  de  Soult,  Suchet  y  del  rey  José,  y  en  combinación  con  el  de 
Portugal  que  mandaba  Clousel,  en  reemplazo  de  Marmont,  y  con  el  del  Norte 
á  las  órdenes  de  Souham,  hacían  una  masa  de  cerca  de  loo.ooo  hombres, 
lo.ooo  caballos  y  120  cañones;  el  Lord,  nombrado  por  las  Cortes  generalí- 
simo de  todos  los  ejércitos  españoles  (22  Septiembre),  no  tenía  á  su  inme- 
diata disposición  más  que  unos  75.000,  y  no  creyó  prudente  aventurar  el  re- 
sultado de  la  guerra  en  una  batalla  decisiva  con  inferioridad  de  fuerzas;  se 
puso,  pues,  en  retirada  hacia  Portugal  ante  los  franceses  que  avanzaban  con- 
tra él,  resueltos  á  vengar  la  derrota  de  Arapiles.  Asi  los  invasores  volvieron 
á  ocupar  á  Madrid  y  el  centro  de  España. 

Aüo  iSij.  —  Empleó  Weltington  el  invierno  de  1812-13  en  reorgani- 
zar su  ejército,  el  cual  bajo  sus  órdenes  inmediatas  llegó  á  constituir  un  con- 
junto formidable  de  48.000  ingleses,  28.000  portugueses  y  26.000  españoles, 
á  las  órdenes  los  últimos  de  D.  Pablo  Morillo  y  D.  Carlos  España,  divisiona- 
rios del  ejército  de  la  izquierda  ó  de  Galicia,  mandado  por  Castaños.  Exten- 
diéronse los  cuidados  del  general  inglés  á  la  reorganización  de  todos  los 
ejércitos  españoles,  á  que  se  dio  estado  oñcial  por  Keal  orden  de  la  Regen- 
cia. En  su  virtud  dividiéronse  nuestras  fuerzas  en  cuatro  ejércitos  y  dos  re- 
servas: primer  ejército  ó  de  Cataluña,  general  en  jefe  D.  Francisco  Copons  y 
Na  vía,  ilustrado  en  esta  guerra  por  la  brillantísima  y  victoriosa  defensa  de 
Tarifa  en  181 1;  segundo  ó  de  Murcia,  Valencia  y  Aragón,  general  en  jefe 
D.  Francisco  Javier  Elfo;  tercero  ó  de  Andalucía,  Extremadura  y  Casiilla 
hasta  el  Duero,  general  en  jefe  el  duque  del  Parque;  cuarto  ó  de  la  izquierda 
mandado  por  Castalios,  &  que  pertenecían  las  dos  divisiones  puestas  á  las 
órdenes  inmediatas  del  Lord  y  otras  que  operaban  independientemente.  Las 
dos  reservas  (Andalucía  y  Galicia)  á  las  órdenes  del  conde  de  La  Bisbal  (1) 
y  de  Lacy  (2).  De  estos  ejércitos  se  hizo  depender  todas  las  partidas  de  sus 
respectivas  comarcas,  algunas  de  las  cuales  eran  ya  verdaderas  divisiones, 
y  todas  aguerridas. 

Con  semejante  distribución  y  las  mejoras  que  se  introdujeron  en  el  ar- 
mamento y  en  cuanto  constituye  la  fuerza  de  un  ejército,  tentamos  en  Cata- 
luña iñ.ooo  combatientes,  en  Aragón,  8  ó  9.000,  contando  los  de  Navarra  y 
Rioja,  que  se  presentaban  allí  siempre  que  había  ocasión  propicia,  y  en  Mur- 
cia y  Valencia,  los  20.000  del  ejército  de  Ello,  y  además  una  división  anglo- 
sicitiana  (O  000  hombres)  y  otra  mallorquína  mandada  por  el  general  Whit- 
tingham,  ambas  establecidas  en  Alicante,  y  que  hacfan  incursiones,  ya  por  el 
interior,  ya  por  la  costa,  transportadas  por  la  escuadra.  Con  todo  esto  tenía 
el  general  Suchet  sobradas  ocupaciones  en  su  región,  y  no  podía  pensar  en 
acudir  al  socorro  de  José  en  el  centro  de  la  Península.  Disponía  el  intruso 
de  unos  86.000  hombres,  que  en  i."  de  Mayo  habían  quedado  reducidos  á 
76.000,  distribuidos  en  la  forma  siguiente:  ejército  del  Mediodía  (general  Ga- 


(t)  U.  Enrique  O'Donnel),  de  nobUlsiina  ramili»  irltodesa  esttbiecida  en  Eipaíla,  na- 
ció en  San  Sebaitián  (1775).  Cadete  en  el  tegimiento  de  Irlanda  (1787),  asceadií  i  lenfente 
general  en  iSlo. 

(i)  D.  Luis  de  Lacy  y  Gautier  nació  en  San  Roque  (1772).  Cadete  (1785)  y  snblenienle 
(1786),  lut  separado  del  »er»icio  en  1801  i  consecaencia  de  una  reyerta  que  tuvo  con  un  sn- 
perior,  dindoicle  poi  loco  y  declarándole  en  el  fallo  que  xsi  pasado  algún  tiempo  se  adrerlía 
haberse  restablecido  de  la  demencia,  setfa  atendida  sd  solicifud  de  conlinusr  en  el  ejércilo». 
Kn  1803  obtQTO  el  ingreso  como  capitán  en  el  ejército  francés,  y  como  comandante  volviA  á 
Kipaila  con  el  ejército  inTaior;  pero  al  ettallar  el  moTimieolo  nacional,  su  patriolismo  le  hizo 
abandonar  las  banderas  que  habla  abrasado  j  presenlatse  i  la  Junta  de  Sevilla.  Dislingaióee 
extraordinariaroenle  en  !■  gaerra,  sobre  lodo  en  Cataluña. 


DE  ESPAÑA 


D,g,t7cdb/GOOglc 


4^8  HISTORIA   DE  ESPAÑA 

jcan)  en  Madrid,  Avila,  Toro,  Zamora  y  Salamanca;  ejército  del  Centro  (gene- 
ral Orouet)  en  Segovia  y  Ríoseco;  y  ejército  de  Portugal  (general  Reille)  en 
burdos  y  l'alencia. 

La  superioridad  material  estaba,  pues,  de  parte  de  los  aliados,  y  do  me- 
nos la  moral,  porque  nadie  dudaba  ya  de  que  la  estrella  de  Napoleón  decli- 
naba rápidamente  hacía  su  ocaso,  sin  que  alcanzasen  á  evitarlo  los  desespe- 
rados esfuerzos  del  vencida  conquistador  por  rehacer  su  fortuna  en  Alema- 
nia, ni  victorias  como  la  de  Suchet,  en  Ilda  y  Víllena  (lo  Abril),  seguidas  de 
la  acción  de  Castalia  (el  13),  venturosa  para  nuestras  armas. 

Napoleón,  que  por  este  tiempo  no  disimulaba  ya  su  propósito  de  renun- 
ciar al  dominio  de  España,  aunque  con  la  pretensión  absurda  de  quedarse 
con  las  provincias  de  allende  el  Ebro,  recomendó  á  su  hermano  poner  la 
corte  en  Valladolid.  Salió  José  de  Madrid  el  i/  de  Marzo,  dejando  guarni- 
ción pero  el  22  de  Mayo  tomó  Wellington  la  ofensiva,  siguiendo  el  mismo 
plan  que  Moore  en  1 808  y  que  él  habla  seguido  el 
año  anterior,  6  sea  avanzar  de  Poniente  á  Orien- 
te para  cortar  en  ángulo  recto  á  los  franceses  el 
camino  de  Madrid  á  Irún.  España  no  debe  olvi- 
dar nunca  estas  lecciones:  si  otra  vez  ha  de  verse 
invadida  por  los  Pirineos,  careciendo  de  fuerzas 
suficientes  para  defender  esa  línea  fronteriza,  su 
salvación  estará  siempre  en  la  región  del  Nor- 
oeste, ciudadela  natural  colocada  sobre  el  flan- 
co derecho  de  sus  posibles  invasores.  Al  obser- 
var José  ó  el  mariscal  Jourdan,  que  había  vuelto 
á  desempeñar  cerca  del  Intruso  las  funciones  de 
mayor  general,  que  Wellington  caminaba  hacia 
el  Ebro,  replegó  cuantas  fuer/as  tenía  en  Castilla 
la  Nueva,  evacuando  asi  definitivamente  los  in- 
Doctor  Bernardino  Rivadavi»       vasores  á  Madrid  el  27  de  Mayo.  Para  reunir  el 
(lySo-  184S).  mayor  número  de  tropas  posibles  con  que  hacer 

frente  á  los  aliados  fueron  retrocediendo  los 
franceses  hasta  Miranda  de  Ebro,  donde  esperaban  juntarse  con  su  ejército 
del  Norte,  que  mandaba  Clausel.  El  21  de  Junio  tué  la  gran  batalla  en  Vitoria, 
que  obligó  al  hermano  de  Napoleón  á  trasladarse  á  la  frontera  francesa. 

La  guerra  de  la  Independencia  estaba  vírtualmente  concluida,  aunque 
aún  tenga  que  registrar  la  Historia  hechos  de  armas  dignos  de  perdurable 
recuerdo.  Los  principales  fueron:  el  sitio  de  San  Sebastián  por  los  anglo- 
portugueses,  admirablemente  sostenido  por  la  guarnición  francesa  mandada 
por  el  general  Rey,  y  que  duró  hasta  el  31  de  Agosto;  nuestros  aliados  tra- 
taron á  [a  ciudad  como  si  hubiera  sido  ferozmente  enemiga,  cometiendo  con 
su  pacfñca  población  los  mayores  y  más  abominables  excesos,  acabando  por 
prenderle  fuego;  gracias  al  patriotismo  local  y  á  la  entereza  de  algunos  veci- 
nos reconstruyóse  San  Sebastián,  que  es  hoy  la  más  nueva  y  la  más  bonita 
de  las  poblaciones  españolas.  Las  tentativas  de  los  franceses  por  volver  á 
España  dieron  lugar  á  varias  y  gloriosas  batallas  defensivas,  entre  las  que 
sobresale  la  de  San  Marcial  (31  Agosto),  en  que  nuestro  cuarto  ejército,  man- 
dado por  Freiré,  rechazó  una  furiosa  embestida  de  20.000  enemigos.  El  1 7  de 
Octubre  pasó  Wellington  el  Bidasoa.  El  31  se  rindió  á  los  nuestros  la  plaza 
de  Pamplona.  Hasta  el  4  de  Junio  de  1814  quedaron  en  poder  de  los  france- 
ses algunas  plazas  de  Cataluña,  y  la  de  Santoña  en  la  Montaña  de  Santander. 
129. —  Virreinato  del  Río  de  la  Plata.  —  Los  peninsulares  de  Buenos 
Aires  intentaron  (1."  de  Enero  de  1809)  deponer  al  virrey  Líniers,  como  ha- 


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HISTORIA  DE  ESPAÜA  499 

bfan  hecho  los  de  Méjico  con  el  suyo,  y  meter  en  cintura  á  los  criollos;  los 
últímos  pretextos  alegados  contra  ci  virrey  por  el  alcalde  Alzaga,  jefe,  según 
se  ha  dicho,  del  partido  español,  fueron  haber  casado  Liniers  á  una  hija  suya 
sin  el  trámite  previo  de  la  real  licencia  y  haber  nombrado  alférez  real  á  don 
Bcrnardino  Rivadavia,  uno  de  los  más  exaltados  criollos  (i).  Fracasó  el  mo- 
vimiento, porque  el  brigadier  de  la  Armada  D.  Joaquín  Molina,  que  se  ha- 
llaba en  Buenos  Aires  con  el  carácter  de  delegado  de  la  Junta  Central,  se 
puso  resueltamente  de  parte  del  virrey,  y  algunos  Cuerpos  peninsulares  hi- 
cieron lo  propio  reprimiendo  á  los  de  Alzaga  (2).  ¿Ste  no  demostró  tampoco 
las  condiciones  propias  de  director  y  caudillo  de  revoluciones,  y  todo  fué  so- 
focado casi  sin  derramamiento  de  sangre;  al  día  siguiente  Alzaga  y  cuatro  re- 
gidores salieron  deportados  á  Patagonia.  Sucedió  lo  que  debía  suceder,  por- 
que ni  Liniers  era  traidor,  ni  tolerable  que  los  comerciantes  de  Buenos  Aires 
se  alzasen  con  la  ciudad  sólo  porque  hablan  nacido  en  la  Península;  el  suceso, 
sin   embargo,,  tuvo   incalculable    trascendencia, 
porque  politicamente  signiñcó  que  la  capital  del 
virreinato  quedaba  desde  entonces  á  disposición 
de  los  criollos.  D.  Cornelio  Saavedra,  coronel  de 
los  cuatro  batallones  de  patricios,  ó  sean  los  dos 
mil  y  pico  de  criollos  bonaerenses  armados  en 
180G,  es  desde  aquel  momento  el  amo  de  Buenos 
Aires.  Y  de  Montevideo  continúa  siéndolo  el  ge- 
neral Ello  con  sus  peninsulares,  el  cual  manda 
una  expedición  á  libertar  á  Alzaga,  como  lo  consi- 
gue entrando  triunfalmente  en  la  ciudad  de    la 
Banda  oriental  el  expulsado  de  la  occidental. 

Los  criollos  en  esta  época  estaban,  sin  em- 
bargo, muy  lejos  de  hablar  de  la  independencia; 
habla,  sí,  un  núcleo  relativamente  exiguo,  aunque 
poderoso  por  la  calidad  de  las  personas  que  lo 
constituían,  que  iba  derechamente  á  eso  y  lo  pre-  (1778-1811). 

paraba  en  las  logias;  la  masa  común  á  lo  que  as- 
piraba es  á  ser  ellos,  y  no  los  peninsulares,  quienes  gobernasen  y  administra- 
sen el  pafs,  y  á  la  libertad  de  comercio,  pues  siendo  ellos  propietarios,  agricul- 
tores y  ganaderos,  tenían  interés  sumo  en  disponer  del  mercado  universal  para 
el  despacho  de  sus  productos;  por  lo  mismo,  los  peninsulares,  siendo  comer- 
ciantes,sostenían  el  monopolio, en  cuya  desaparición  veian  su  inmediata  ruina, 
y  siendo  empleados,  no  querían,  naturalmente,  desprenderse  de  sus  empleos. 
Esta  oposición  engendraba  otras:  los  criollos  querían  que  los  asuntos  déla  co- 
lonia se  resolviesen  en  la  colonia  misma  {auionomismo),  y  los  peninsulares,  que 
todo  dependiese  de  la  metrópoli  (centralismo);  además,  como  las  tendencias 
criollas  eran  opuestas  á  la  tradición  colonial  y  se  justificaban  con  las  doctri- 
nas de  la  revolución  francesa,  estas  doctrinas  encontraban  en  ellos  grande 
acogida,  y  se  daba  el  caso  de  que  criollos  de  temperamento  muy  conserva- 
dor y  autoritario  que  en  la  Península  se  hubieran  opuesto  á  toda  innovación 
política,  como  tales  criollos,  y  enfrente  de  los  peninsulares  alli  establecidos, 

(I)  N«ci6  Rivadavii,  aue  er«  molito,  en  Buenos  Aires  (1780).  Eiiudift  en  el  colegio  de 
San  Carloi.  j  sos  ideas  eran  liberales,  aiinqae  no  republicHnas;  en  EspaHa  hubiera  sida  utt  doct- 
añijta.  Siendo  lodavfa  eslndianle  tomó  parle  en  la  lucha  contra  loa  ingleses,  obteniendo  el 
ein[>leo  de  (cnlenie  de  la  milicia.  En  tSoq  no  era  todavía  personaje;  pero  la  oposición  de  los 
peninsulares  i  su  nombramiento  de  al/érn  nal,  aunque  dirigida  mis  bien  (]ue  contra  £1  con- 
tra Liniers,  que  lo  nombró,  indica  qne  no  se  le  consideraba  insien incaute. 

(3)    Itíi  lo  dice  Mitre.  Véase  Azzazun.  (Lib.  cit-,  pig.  103.) 


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500  HISTOBIA   DE  ESPaRa 

alardeaban  del  liberalismo  más  extremado  para  ta  ¿poca,  al  paso  que  penin- 
sulares liberaUsimos  en  nuestra  tierra  en  América  eran  todo  lo  contrario, 
sosteniendo  la  ilógica  doctrina  de  que  las  libertades  políticas  son  buenas  paia 
la  metrópoli,  pero  no  para  las  colonias. 

La  Junta  Central,  á  que  llegaban  de  continuo  quejas  y  reclamaciones  de 
unos  y  otrcs,  del  elemento  peninsular,  que  pintaba  á  Liniers  como  un  traidor 
ansioso  de  alzarse  con  el  virreinato,  y  del  ele- 
mento criollo,  que  pintaba  á  EUo  y  á  los  penin- 
sulares que  con  é!  estaban  en  Montevideo  como 
unos  rebeldes  y  malos  españoles  que  exaspera- 
ban al  país  y  hacían  aborrecer  á  España,  nombró 
virrey  (i6  Febrero  i8og)  a!  teniente  general  de 
Marina  D,  Baltasar  Hidalgo  de  Cisneros  (i),  dán- 
dole, como  es  uso  en  gobiernos  españoles,  ins- 
trucciones vagas  y  contradictorias:  «Se  le  previe- 
>ne  que  desarraigue  las  ideas  de  independencia, 

•  castigando  con  severidad  y  prontitud  los  delitos 

•  de  esta  clase»,  y  á  la  vez  »que  baga  olvidar  el 

•  principio  abominable  de  que  la  opresión  es  la 

•  que  tiene  sujetos  á  los  pueblos,  y  proclame  las 

•  máximas  de  un  gobierno  liberaU;  que  «fomente 
>el  comercio  de  aquellos  países  con  recíproca  uli- 
»lidad  suya  y  de  la  metrópoli»,  frase  anfibológica, 

Maouel  Bclgiano  quizás  de  propósito,  porque  elude  toda  declaración 

Í1770  •  iSao].  acerca  de  si  ese  fomento  mercantil  ha  de  ser  abrien- 

do los  puertos  al  comercio  universal  ó  mantenien- 
do el  monopolio  metropolitano,  que  era,  precisamente,  lo  único  que  habla  que 
resolver;  puea  ^quién  no  había  de  estar  conforme  con  que  se  fomentara  el  co- 
mercio? be  le  previene  que  desconfíe  de  Liniers,  y  también  de  Elfo,  á  la  vez 
que  se  dan  las  gracias  á  la  Junta  de  Montevideo,  obra  y  apoyo  de!  segundo,  por 
los  cuantiosos  donativos  que  envía  á  la  Península,  estimulándola  á  redoblarlos. 
Hidalgo  se  posesionó  del  virreinato  que  le  entregó  espontáneamente 
Liniers,  á  pesar  de  que  Belgrano  excitó  á  éste  para  alzarse  con  el  Poder. 
•  Liniers,  ha  escrito  el  general  Mitre,  que  carecía  de  las  grandes  cualidades 
•del  mando,  retrocedió  con  timidez  ante  el  ancho  camino  que  se  le  ofre- 
>cía,  y,  siendo  el  arbitro  de  la  situación,  se  resignó  á  obedecer  humildemen- 
>te>  (2).  No  fii¿  asi;  Liniers  era  un  cumplido  caballero  y  un  soldado  leal;  se 
fió  de  los  criollos  por  creerlos  tan  sinceros  como  era  él,  ó,  mejor  dicho,  por 
no  comprender  que  la  lógica  de  los  hechos  trata  en  Buenos  Aires  la  separa- 
ción. Los  peninsulares  criticaron  acerbamente  al  virrey  por  haber  permitido 
á  Uniers  establecerse  en  Córdoba  fTucumán)  y  por  «no  haber  llevado  dos 
regimientos  de  tropas  veteranas»;  pero  como  no  los  ha  llevado,  no  puede  et 
nuevo  virrey  proceder  al  desarme  de  las  milicias,  como  le  aconseja  el  briga- 
dier Molina,  y  á  pesar  de  que  tal  desarme  es  indispensable,  no  sólo  desde  el 
punto  de  vista  político,  sino  del  económico,  porque  los  gastos  mensuales  son 
250.000  pesos,  y  no  hay  más  que  100.000  de  ingresos.  ¿Cómo  cubrir  un  défi- 
cit mensual  de  150.000  pesos?  Hidalgo  no  era  liberal,  sino  absolutista,  como 
acreditó  siendo  ministro  de  Marina  con  Fernanda  VII  en  1818,  y  por  las  per- 
dí Natural  d«  Cartagena.  GuntdU  marina  en  1770.  Mandú  «I  navio  lünidadeu  la  ba- 
talla de  Traiaigat,  quedando  herido  y  prisionero.  Ai  ser  nombrado  virrey,  era  capiíin  gencnl 
de  CartBeena.  v  hubo  machísimo  di^asto  en  la  ciudad  y  en  la  marina  porque  dejara  el  cartH). 
ill    ífín«rh  de  BilgruHe,  lomo  1. 


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HISTORIA    DR   E-SPASa  5OI 

secucioaes  de  que  fué  victima  del  20  al  23;  pero  en  Dueños  Aires  tiene  que 
contentar  á  los  criollos,  que  disponen  de  la  fuerza  pública  y  son,  por  tanto, 
los  amos  de  la  situación.  Concede  libertad  para  publicar  periódicos,  y  auo 
excita  á  Belgrano  á  que  funde  uno  (1).  ¡A  Belgrano,  que  por  medio  de  Rodrí- 
guez de  la  Peña  y  det  P.  Chambo,  secretario  de  nuestra  intrigante  infanta 
Carlota,  estaba  á  la  sazón  en  relaciones  con  ésta  para  proclamaria  regente, 
rompiendo  los  lazos  que  unían  al  virreinato  con  el  Gobierno  de  la  Peninsulal 
Mariano  Moreno,  separatista  exaltado  que  disentía  de  sus  colegas  por  ser 
decididamente  republicano,  no  queriendo,  en  su  virtud,  nada  de  príncipes, 
regentes  6  no  regentes,  director  de  La  Gaceta  de  Buenos  Airei,  fué  quien  re- 
dactó el  memorial  al  virrey  á  nombre  de  los  hacendados  pidiendo  la  libertad 
de  comercio,  es  decir,  el  término  del  tradicional  monopolio  metropolitano, 
como  único  medio  de  resolver  la  cuestión  económica.  Hidalgo  accede,  ó  apre- 
miado por  la  necesidad  del  momento,  ó  creyendo  interpretar  asi  las  ambi- 
guas instrucciones  de  la  Junta  Central  y,  probablemente,  sin  comprender  toda 
la  trascendencia  de  la  medida. 

Lisonjeábase  de  haber  ganado  los  corazones  criollos,  cuando  en  Chuqui- 
saca  (2)  estalló  una  rebelión  al  grito  de  ¡Viva  Fentandu  VI!!  ¡Mueran  los  cha- 
peloius'.;  esto  es,  los  peninsulares.  Cree  Hidalgo  que  ha  llegado  el  momento 
de  cumplir  aquella  otra  parte  de  las  instrucciones  referente  al  rigor  para  cas- 
tigar el  separatismo,  y  lo  despliega,  en  efecto,  con  lo  que  no  recobra  la  adhe- 
sión de  los  peninsulares,  pero  pierde  la  de  los  criollos,  que  no  era,  como  es- 
criben muchos,  enteramente  fingida:  un  núcleo  poderoso  seguía  amando  á 
España  y  decidido  á  no  desconocer  nunca  su  autoridad;  pero  contra  este 
grupo  actuaban  los  separatistas,  esgrimiendo  un  argumento  que  había  empe- 
zado á  utilizar  ya  desde  España,  y  en  el  año  de  1808,  el  célebre  Puyrredón(3): 
tal  era  decir  que  como  España  iba  á  caer  irremisiblemente  bajo  el  yugo 
napoleónico,  habla  que  declarar  la  independencia,  no  por  odio  á  España,  ni 
por  desafecto  á  Fernando  Vil,  tan  legitimo  rey  del  Río  de  la  Plata  como 
de  la  Península,  sino  para  no  ser  franceses  ni  subditos  de  Pepe  Botellas. 
Esta  idea  hizo  rápidamente  su  camino,  no  habiendo  criollo  que  no  la  encon- 
trara razonable;  pero  surgió  la  división  de  pareceres  sobre  la  circunstancia  ó 
momento  en  que  debía  considerarse  á  la  Península  sometida  á  Napoleón,  y 
mientras  unos  declan  que  ya  lo  estaba,  pues  los  invasores  ocupaban  la  capi- 
tal y  José  reinaba  en  el  palacio  de  Fernando  Vil,  reconocido  por  toda  Euro- 
pa menos  por  Inglaterra,  otros,  como  el  señor  Obispo  y  la  mayor  parte  del 
clero,  sostenían  que  mientras  hubiese  un  pueblo  en  armas  contra  los  france- 
ses, España  no  habla  muerto.  D.  Cornelio  Saavedra,  como  jefe  de  la  fuerza 
pública,  y  tan  querido  de  sus  oficiales  y  soldados  que  al  año  siguiente  qui- 
sieron hacerle  rey  (4),  era  el  único  que  podía  resolver  la  cuestión,  y,  en  efecto, 

(1)  Manuel  Belgrano  nació  en  Buenos  Aires  (1770).  A  los  áie?.  y  siete  aSos  sabía  perrecti- 
■ncDte  el  Utin,  y  obtuvo  del  Tapa— dicen  sus  biñgraros— licencia  para  leer  i  los  enciclíipedjs- 
tai:  debía  de  ser  una  licencia  ordinaria  paia  leer  libros  ptohibidoi.  Esludiú  lejea,  siendo  bachi- 
ller en  esta  Facnkad  d  los  diez  y  nueve  anos. 

(i)  Hoy,  oñcialmente,  se  llama  Suíre,  y  es  capital  de  Bolivia.  Hn  loa  tiempos  i  que  nos 
rererimos  tenía  también  los  nombres  de  La  Plata  y  Charcas.  El  movimiento  estalló  el  16  de 
Julio  lSo9k  creándose  ana  Rutila  tuitiva  di  geiitmo  presidida  por  Pedro  Domingo  Murillo,  el 
cual  fui  ahorcado  (iq  Enero  1810),  diciendo  en  el  patíbulo;  I.a  lía  qui  deja  mítitida  ttadiepo- 
dri  afagarla. 

(3)  Hijo  de  frsncés,  nacií  en  Buenos  Aires  (18  Diciembre  1777).  Se  educó  en  Francia,  y 
era  liberal,  aunque  templado,  j  monárquico;  tuvo  siempre  aires  de  ^an  señor. 

(4)  «Los  oficiales  de  los  patricios  obsequiaron  i  Saavedra  con  un  banquete,  y  uno  de 
•ellos.  Dnarle,  tomó  una  corona  en  ans  manos,  y  poniéndola  sobre  la  cabeía  de  Saavedra,  dijo 
■ser  deseo  de  todos  que  la  ciflera  como  rey  de  las  Provincias  Unidas.»  Saldias,  La  n-olucián 
TipvHitana  duratitt  la  rmeliiciin  argentina.  Buenos  Aires,  1906. 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


502  HISTORIA   DE  ESPAÑA 

él  declara  y  se  compromete  á  coadyuvar  á  la  inevitable  y  dolorosa  separa-r 
ción->-asi  la  consideraba  todavía  —  en  cuanto  los  franceses  ocupen  las  pro- 
vincias andaluzas. 

Este  momento  que  alguno  quizás  creía  lejano  ó  problemático,  estaba 
encima.  El  14  de  Mayo  se  supo  en  Buenos  Aires  que  se  habla  perdido  la  ba- 
talla de  Ocaña,  que  estaba  invadida  Andalucía,  el  rey  José  en  Sevilla,  y  fugi- 
tiva ó  disuelta  la  Junta  Central.  Los  criollos  se  lanzan  á  la  calle  vociferando 
que  no  quieren  afrancesarse;  que  los  peninsula- 
res no  han  sabido  defender  al  Rey  legitimo;  que 
si  en  Sevilla  hubieran  estado  los  valientes  bo- 
naerenses que  rechazaron  á  los  ingleses,  de  otro 
modo  hubiesen  sucedido  las  cosas.  Todo  en 
aquel  tumulto  parcela  contra  Francia  y  contia 
Napoleón,  siendo  en  realidad  contra  España  y 
contra  Fernando  VII,  de  un  modo  formal  é  insi- 
dioso en  muchos,  por  la  fuerza  de  las  cosas  aun 
en  los  que  más  entusiastas  españoles  se  sentiaii. 
El  alcalde  Lecica  pide  al  virrey  que  convoque 
á  cabildo  abierto:  el  virrey  vacila  y  llama  á  Saa- 
vedra;  pero  para  oir  á  D.  Cornelto  que  «desapu- 
recida  la  Junta  Central,  ya  no  es  virrey,  y  que 
el  pueblo,  huérfano  de  sus  poderes  legítimos, 
tiene  que  asegurar  su  suerte  y  la  de  •América». 
/iT*6^"^  No  cabia  ninguna  resistencia.  El  2¡   de  Mayo 

'  "^  '  '      ''  quedaba  consumada  la  revolución  é  instalada  la 

yitnía  Provisional  Gniernativa  de  la  capital  del 
Rio  de  la  Plata,  presidida  por  Saavedra,  y  de  la  que  eran  vocales  Castelli, 
Alberti,  Belgrano,  Azcuénaga,  Mateu  y  Larrea,  y  secretarios  Moreno  y  de 
Paso.  Había  nacido  en  el  mundo  una  nación  nueva. 

Sin  sangre  habla  sido  el  alumbramiento;  pero  había  que  derramar  mucha 
antes  de  llegar  á  la  consolidación  del  nuevo  Estado.  El  Cabildo,  autor  de  la 
obra  del  25  de  Mayo,  sólo  tenía  autoridad  legal  en  la  ciudad  de  Buenos 
Aires  —  era  una  institución  puramente  municipal; — pero  desde  luego  se  pro- 
puso alzar  á  todo  el  virreinato  en  los  mismos  términos  que  lo  había  hecho 
él,  es  decir,  acatando  la  soberanía  de  Fernando  Vil  y  haciendo  pasar  el  po- 
der efectivo  de  las  autoridades  metropolitanas  á  otras  nombradas  por  el  pue- 
blo, esto  es,  criollas,  ya  que  en  los  primeros  años  de  la  emancipación  enten- 
dían los  emancipadores  por  pueblo  americano  únicamente  á  los  criollos  ó  es- 
pañoles nacidas  en  América,  y  á  los  pocos  mprstizos  ó  mulatos  que  por  su 
fortuna,  posición  ó  cultura  venían  considerándose  hacía  tiempo  como  crio- 
llos, aunque  no  lo  fueran  en  sentido  estricto.  Quería  también  !a  Junta  de 
Buenos  Aires  que,  á  semejanza  de  lo  que  había  ocurrido  en  la  Península  con 
la  Junta  Central,  en  las  provincias  del  virreinato  se  la  tuviese  por  Gobierno 
supremo;  el  virrey  había  gobernado  desde  Buenos  Aires  al  virreinato  entero; 
la  Junta  que  le  habla  sucedido  debía  heredar  esta  posición  eminente;  preten- 
siones de  los  bonaerenses  que  habían  de  traer  dos  calamidades  sobre  aquel 
pafs:  una,  la  disolución  del  virreinato,  que  no  había  de  constituir  nunca  una 
sola  República,  sino  cuatro;  otra,  la  división  interior  de  lo  que  fué  al  cabo 
República  Argentina  en  los  dos  grandes  partidos  de  unitarios  y  federales:  el 
primero,  defensor  de  la  soberanía  de  la  capital  sobre  las  provincias,  y  el  se- 
gundo, de  la  autonomía  provincial  y  del  vínculo  federativo  como  base  insus- 
tituí'ile  de  la  unidad  nacional. 

Las  autoridades  virreinales  de  las  provincias  fueron  las  primeras  en  opo- 


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HISTORIA   DE  ESPAÑA  5O3 

nerse  al  movimiento  de  Mayo.  La  Junta  desplegó  gran  actividad;  envió  tro- 
pas á  las  provincias,  apoyáronla  los  criollos,  y  triunfó  de  la  resistencia.  Li- 
niers  levantó  hasta  2.000  hombres  en  los  alrededores  de  Córdoba;  pero,  aban- 
donado por  ellos,  cayó  en  poder  del  coronel  Ucampo,  y  con  el  brigadier  Con- 
cha (i)  y  los  coroneles  Allende,  Moreno  y  Rodríguez,  fué  pasado  por  las 
armas  en  el  Cerro  de  los  Papagayos  {26  Agosto  i8 10).  Así  pereció  aquel  buen 
caballero  Líniers,  tan  simpático  á  pesar  de  sus  errores,  hijos  de  la  falta  de 
perspicacia  política,  gran  soldado,  leallsimo,  de  más  corazón  que  inteligencia, 
que  no  engañó  ni  persiguió  á  nadie,  y  fué  engañado  y  perseguido  por  todos 
los  partidos  de  su  liempo.  Su  nombre  es  ilustre  en  Francia,  en  España  y  en 
la  Argentina;  si  ios  argentinos,  á  quienes  amó  mucho,  y  cuya  independencia 
contribuyó  inconscientemente  á  preparar,  acabaron  por  fusilarle,  los  españo- 
les, por  cuya  causa  se  sacrificó,  le  calumniaron  en  vida,  necesitando  de  la 
catástrofe  del  Cerro  de  los  Papagayos  para  creer  en  la  pureza  de  sus  inten- 
ciones. Ocampo  y  sus  bonaerenses  entraron  en  el  Alto  Perú  (hoy  Bolivia),  y 
con  no  menor  fortuna,  pues  aunque  les  opusieron  viva  resistencia  el  presi- 
dente de  Charcas,  D.  Vicente  Nieto,  y  su  segundo  jefe,  el  capitán  de  fragata 
D,  José  Fernández  de  Córdoba,  y  hasta  los  vencieron  en  un  encuentro,  el 
abandono  por  sus  soldados  los  hizo  caer  también  en  manos  de  los  insurgentes, 
y  Nieto,  Córdoba  y  Sanz  fueron  fusilados  en  Potos!  (15  Diciembre  1810)  (2). 
Intentaron  igualmente  los  bonaerenses  extender  su  antoridad  al  Paraguay; 
pero  sin  resultado,  porque  los  paraguayanos  saliéronles  al  encuentro  y  los 
derrotaron,  constituyéndose  en  provincia  independiente  (14  Mayo  1811), 
que  tomó  el  nombre  de   república  (1.°  Octubre   1813),  nombrándose  en- 
tonces  para   gobernarla    dos    cónsules;    Fulgencio   Yegros    y   Gaspar   Ro- 
dríguez de  Francia.  Este  último  es  el  famoso  doc- 
tor Francia,  que,  prescindiendo  de  su  colega  en 
el  consulado,  gobernó  la  república  dictatorial- 
mente  desde  Octubre  de  1814  hasta  su  muerte 
(20  Septiembre  1840),  siendo  el  tipo  del  tirano 
que  fusila  á  quien  quiere  y  nada  más  que  porque 
quiere,  y  á  la  vez  querido  por  el  pueblo,  que  aún 
venera  su  memoria,  sin  duda  por  su  administra- 
ción integérrima  y  por  haber  dado  paz  á  la  na- 
ción. El  Paraguay  se  sustrajo  completamente  al 
movimiento    general   americano;    fué    dentro  de 
América  como  una  pequeña  China,  sin  sostener 
apenas  relaciones  con  los  pueblos  vecinos. 

Los  de  Buenos  Aires  tuvieron  soldados  de 
la  metrópoli  que  combaiir  en  el  Uruguay  ó  Ban- 
da oriental  y  en  las  fronteras  del  Perú:  tales  fue- 
ron los  campos  de  batalla  de  la  independencia  Fo«qain  de  la  Peiuela, 
argentina.  En  Montevideo  estaba  Elfo,  que  al  (?76V.i83Í"" 
desaparecer  en  Buenos  Aires  la  autoridad  virrei- 
nal tomó  el  título  de  capitán  general,  y  sostuvo 

la  lucha  con  los  independientes.,  hasta  que  fué  reemplazado  por  D.  Gaspar  Vi- 
godet  Ni  Elfo  ni  Vigodet  pudieron,  sin  embargo,  pasar  á  combatir  á  los  ar- 


(l)  BríE>dier  de  la  Armada  D.  Juan  Gati£rT«i  de  Ib  Concha.  Habla  dado  la  vuelta  al 
mando  con  Malespini.  Kué  padre  de  los  culebrea  capitanes  generales  Marqué*  del  Duero  j 
Marqué!  de  la  Habana. 

Iz^  Víanse  Afís  iiieuioria!  intimai,  de  D.  Fernando  Ferniadez  de  Córdoba.  (Ma- 
drid, lS8<>í,  tomo  I,  cap.  I. 


,,CoogIc 


504  HISTORIA   DE  ESPa: 


gentinos  en  la  orilla  occidental  del  río  de  la  Plata,  porque  los  del  Uruguay 
se  levantaron  también  por  la  separación,  y,  auxiliados  por  el  gobierno  de 
Buenos  Aires,  les  hicieron  permanecer  á  la  defensiva  y  frecuentemente 
sitiados  en  la  ciudad.  Elfo  tuvo  que  pedir  socorro  á  la  princesa  del  Brasil,  la 
que  le  mandó  un  ejército  de  4.000  hombres.  Vigodet,  que  llevó  á  cabo  su 
propósito  de  pasar  al  -territorio  argentino,  fué  derrotado  por  San  Martín 
(13  Kebrero  18  13).  El  principal  jefe  de  los  orientales,  D.  José  Artigas,  coad- 
yuvó poderosamente  á  la  acción  de  los  argentinos  hasta  la  conclusión  de  la 
resistencia  de  los  españoles  en  el  Uruguay,  que  fué  en  Junio  de  1814,  fecha 
de  la  rendición  de  Vigodet;  pero  al  punto  quiso  ser  independiente,  ó  que  lo 
fuese  el  Uruguay  de  Buenos  Aires,  si  bien  esto  no  ocurrió  hasta  1815. 

La  guerra  en  las  fronteras  del  Perú  fué  más  larga  y  de  diversas  alter- 
nativas. Goyeneche  y  Pezuela,  sucesivamente  generales  del  ejército  español, 
conquistaron  y  perdierim  varias  veces  el  territorio  de  la  actual  república  de 
Bolivia,  ó  parte  de  él,  ganaron  y  perdieron  batallas. 
En  1813  la  fortuna  sonrío  á  los  realistas,  que  derro- 
taron completamente  A  Belgrano.  Para  remediar 
este  desastre  fué  nombrado  (18  Enero  1814)  gene- 
ral en  jefe  San  Martín. 

Tenía,  pues,  la  República  Argentina  al  con- 
cluir nuestra  guerra  de  la  Independencia  casi  los 
mismos  límites  que  hoy,  aunque  conser\'ase  todavía 
pretensiones  de  comprender  dentro  de  ellos  el 
Uruguay  y  el  Alto  Perú;  disponía  de  un  ejército 
numeroso,  para  lo  que  podían  ser  entonces  los 
ejércitos  en  América,  aguerrido  por  cuatro  años 
de  largas  y  sangrientas  campañas  y  mandado  por 
generales  de  prestigio;  disponía,  por  último,  de  una 
escuadrilla  que  dominaba  el  rio  de  la  Plata;  pero 
estaba  dominada  por  la  más  feroz  anarquía.  No  ha- 
lóse Kernindo  de  Abascal  bian  tenido  los  criollos  Otra  idea  precisa  comútl 
1'743  -  '8!i'.  sino  la  de  mandar  ellos  en  vez  de  los  peninsulares, 

y  en  cuanto  consiguieron  realizarla  quedaron  al 
descubierto  sus  divisiones;  unos  eran  monárquicos,  y  otros  republicanos;  unos 
conservadores,  y  otros  demócratas;  unos  católicos  fervientes,  y  otros  enciclo- 
pedistas; agregúese  á  esto  que  en  Buenos  Aires  querían  un  gobierno  unitario, 
ó  sea  el  predominio  de  la  gran  ciudad,  que  ya  lo  era  con  relación  á  las  otras, 
y  en  estas  otras  no  pasaban  sino  por  un  régimen  federativo  sobre  pie  de  igual- 
dad perfecta  en  todos  los  estados  ó  provincias,  y  que  los  mestizos  y  mulatos 
empezaban  d  rebullirse  diciendo  que  también  ellos  eran  pueblo  y  que  no  había 
razón  para  excluirlos  del  gobierno  ni  de  los  altos  puestos;  linalmente,  que 
cada  jefe,  caudillo  ó  auxiliar  de  la  revolución  de  Mayo  tenia  su  particular 
ambición,  y  para  colmarla  veían  todos  abierto  el  camino  de  las  conspira- 
ciones, algaradas  y  pronunciamientos.  Llenaríamos  muchas  páginas  si  qui- 
siéramos dar  idea,  siquiera  fuese  muy  somera,  de  los  cambios  de  gobierno 
que  hubo  por  este  tiempo, en  Buenos  Aires.  Baste  apuntar  que  en  31  de 
Diciembre  de  1813  la  Asamblea  constituyente  nombró  director  á  Posadas, 
y  que  los  hombres  principales  de  la  revolución,  convencidos  de  la  inep- 
titud de  aquellas  provincias  «para  gobernarse  por  sf  mismas,  y  de  la  nece- 
•  sidad  de  una  mano  exterior  que  las  dirigiese  y  las  contuviese  en  la  es- 
fera del  orden»,  buscaban  esa  mano  con  afán;  pero  aun  en  esto  dife- 
rían: unos,  como  Posada,  Belgrano  y  Rivadavia,  opinaban  por  entenderse 
con  España  y  establecer  una  monarquía  constitucional  bajo  el  cetro  de  un 


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HISTORIA    DB  BSPAÑA  30^ 

prlDcipe  de  nuestra  Casa  real;  otros,  como  Alvear,  preferían  el  protectorado 
ÍDglés  (i). 

Virreinato  del  Perú  (2). — Dos  causas  concurrentes  determíoaron  que  el 
Perú,  lejos  de  coadyuvar  á  la  acción  de  las  otras  regiones  americanas,  fuese 
su  más  firme  y  perseverante  contrarresto,  el  baluarte  de  España  en  el  Nuevo 
Mundo  durante  muchísimo  tiempo. 

Una,  que  las  ideas  separatistas  hablan  hecho  allí  mucho  menos  camino 
que  en  otras  partes.  <£1  movimiento  revolucionario  (en  el  Perú)  fué  al  prin- 
>cipio  casi  exclusivamente  indígena  y  provinciano;  de  los  criollos  ilustrados, 
>de  las  altas  clases  sociales  de  la  capital,  sólo  una  escasa,  aunque  ardiente 
>minorIa  se  plegó  á  la  idea  separatista,  y  por  su  corto  número  se  vio  reduci- 
>da,  á  pesar  de  su  entusiasmo,  á  la  impotencia  de  conjuraciones  siempre 
•abortadas»  (3).  Paz  Soldán,  á  pesar  de  su  antiespañolismo,  no  puede  por 
meaos  de  reconocer  que  «muchos  americanos  pensaban  de  buena  fe  que  el 
•bienestar  de  su  país  estribaba  en  la  dependencia 
>de  España...  Es  necesario  confesar  que  España 
>no  hacfa  sufrir  mucho  su  yugo  en  esta  parte 
>de  sus  colonias,  y  con  especialidad  en  Lima»  (4). 
Conviene  advertir  aquí  de  una  vez  para  siempre, 
y  al  solo  fin  de  fijar  la  verdad  histórica,  que  la  ad- 
hesión á  la  madre  patria  de  numerosos  é  impor- 
tantes núcleos  americanos  no  fué,  ni  con  mucho, 
exclusiva  del  Perú;  en  toda  América  sucedió  lo 
mismo,  siendo  quizás  en  el  Río.  de  la  Plata  donde 
menos  se  manifestó  el  fenómeno,  pues,  como  ya 
hemos  visto,  allí  por  lo  menos  todos  los  criollos 
estuvieron  desde  un  principio  enfrente  de  los  pe- 
ninsulares, aunque,  según  también  queda  expues- 
to, no  se  decidieron  todos  los  criollos  por  la  eman- 
cipación hasta  que  el  desastre  de  Ocafla  los  per- 
suadió de  que  había  desaparecido  el  gobierno         ^am  Amonio  Rojas 
español  en  la  Península,  y  aun  entonces  se  hizo  (i7J2  -  '8<St- 

el  movimiento,  no  al  grito  de  Muera  España, 

sino  al  de  Muera»  Napoleón ji  los  afrancesados.  En  el  resto  de  América 
los  sucesos  se  desarrollaron  de  otra  manera.  He  aquí  cómo  lo  sintetiza  el  ve- 
nezolano Blanco  Fombona:  iFué  guerra  civil  {la  de  emaHcipadÓH),  porque  las 
>opinÍoneH  se  dividieron  en  las  colonias,  y  grupos  conservadores  permane- 
>c¡eron  adictos  al  Rey,  sobre  que  gran  porción  de  masas  populares  se  alistó 
•  bajo  las  banderas  de  Fernando  Vil  contra  las  banderas  de  la  Revolución... 
>EI  pueblo,  las  masas,  el  grueso  de  las  colonias,  se  modelaba  según  la  mano 
»que  le  caía  encima,  y  servía  en  los  ejércitos  patriotas  contra  el  Rey  cuando 

(I)     Véase  el  citado  libro  de  VillaDueva;  pig.  27  y  siguientes. 

{2)  Para  el  conocimiento  de  l»s  iuentes  lilerarias  de  Ib  historit  del  Perú  leñemos  ana 
obra  maestra:  La  fñilaria  en  el  Perú,  Tctii  para  el  doetarado  en  Letras,  por  José  de  la  Riva 
AgUero.  Limo,  1910,  Sería  mu;  de  desear  que  en. codas  leí  naciones  hispano-aniericBniís  y  en 
nuestra  EspiÜa,  madiede  todas,  hiciesen  sendos  trabajos  semejantes  personas  tan  compelen- 
tes  como  Riva  Agüero,  segundo  nieto  del  célebre  personaje  de  sa  mismo  nombie  y  apellido 
que  (ué  primer  Presidente  del  Perú.  La  Historia  ru  ti  Perú  nada  deja  que  desear,  y  debería 
servir  de  modelo  á  cuantos  acometiesen  la  misma  empresa  en  les  otras  naciones  españolas. 

(jl     Riva  Agüero.  Lib.  cit.,  pUg.  4^4- 

[4)  Mariano  Felipe  Pai  SoldAn,  Historia  del  Perú  independienlt.  El  primer  lomo  de 
esta  obra  saliú  á  luz  en  lS63;  esto  es,  que  laé  escrita  en  el  calor  de  la  guerra  contra  Kspaña 
qae  nosotros  llamamos  del  Pacífico,  to  cual  explica,  al  menos  en  paite,  el  antiespnñolismo  exal- 
tado del  autor. 


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506  HISTORIA   DE  ESPAÑA 

>]o  reclutaban  jefes  republicanos,  y  contra  los  de  la  Patria  cuando  lo  rectu- 
ttaban  jefes  peniusulares...  (i).  De  1810  á  11)14  ^^^  ideas  de  emaoci pación 
>no  mueven  sino  á  una  minoría...  Los  pueblos  no  quieren  ser  libertados-' ,  escri- 
bía Bolívar  en  1816(2). 

Mas  en  el  Perú  esta  adhesión  de  los  americanos  á  España  fué  más  gene- 
ral, más  intensa,  y  sobre  todo  más  eficaz  para  la  metrópoli.  <Por  qué!  Para 
explicarlo  hay  que  acudir  á  la  segunda  causa  que  hemos  indicado,  y  es  la 
persona  del  virrey  D.  José  Fernando  de  Abascal,  que  desempeñó  el  cargo 
desde  el  26  de  Julio  de  1806  hasta  el  7  de  Julio  de  ib  16.  No  tememos  afirmar 
que  ningún  español  de  aquel  período,  incluyendo  á  los  que  guerrearon  en  la 
Península  contra  los  franceses,  prestó  á  la  patria  servicios  más  importantes 
que  este  señor,  á  pesar  de  lo  cual  su  nombre  y  hechos  son  absolutamente 
desconocidos  por  la  generación  actual:  debe  ser  remediado  este  olvido  injus* 
tlsimo,  y  si  nosotros  tuviéramos  voz  en  la  Real  Academia  de  la  Historia,  ó  en 
el  Centro  de  Estudios  Históricos,  ó  en  las  esferas  gubernamentales,  propon- 
dríamos desde  luego  sacar  á  concurso  de  ingenios,  con  el  estimulo  de  un 
buen  premio,  h  relación  documentada  y  crítica  de  su  gobierno  en  el  Perú. 
Abascal  merece  una  estatua  en  cualquier  ciudad  de  la  Península. 

Sus  reformas  útiles  fueron  muchísimas:  introducción  de  la  vacuna;  cons- 
trucción del  cementerio  de  Lima,  establecimiento  del  Colegio  de  Medicina, 
del  Colegio  de  Abogados  y  de  la  Academia  de  Bellas  Artes;  reediñcacióo  y 
ensanche  del  Seminario  de  Santo  Toribio;  organización  de  la  policía  (él  fué 
quien  introdujo  los  serenos);  protección  al  teatro,  habiendo  sido  quien  in- 
auguró en  el  Perú  la  Ópera  italiana.,,  etc.,  etc.  Reformó  las  instituciones  mi- 
litares, poniendo  sobre  un  pie  formidable  la  artillería,  á  cuyo  efecto  fué  al 
Perú  Pezuela  y  reorganizó  las  milicias,  haciendo  de  ellas  verdaderos  cuer- 
pos, pero  sin  caer  en  el  trascendental  error  de  Liniers  en  el  Río  de  Plata,  de 
separar  á  peninsulares  y  criollos,  los  unió  en  el  regimiento  de  la  Concordia. 
.\sf  el  virreinato,  lejos  de  secundar  el  movimiento  separatista,  fué  su  formi- 
dable contrarresto;  Abascal  no  sólo  sofocó  con  dura  mano  cuantas  insurrec- 
ciones estallaron  dentro  de  su  territorio,  sino  que  levantó  el  ejército  que  á 
las  órdenes  de  Goyeneche  y  Pezuela  sostuvo  la  guerra  con  los  argentinos, 
enviando  otras  expediciones  á  Chile  y  á  cuantos  puntos  eran  atacados  por 
tos  revolucionarios. 

Con  critica  infantil  censura  por  esto  al  virrey  el  general  Mendiburu  (3), 
atribuyendo  su  conducta  á  «deseo  de  fama  y  ambición»;  pero  el  juiciosísimo 
Riva  de  Agüero  le  justifica  cumplidamente  añadiendo:  <Las  guerras  y  las  vtc- 
>torias  de  los  ejércitos  que  levantó,  compuestos  en  máxima  parte  por  pe- 

•  ruanos,  señalan  una  de  las  épocas  en  que  el  Perú  obtuvo  el  predominio  mi- 

•  litar  en  casi  toda  la  América  del  Sur>  (4).  V  no  es  éste  sólo  el  peruano  que 
rinde  tributo  de  admiración  al  insigne  Abascal.  En  las  amenísimas  Tradicio- 
nes persianas,  de  Ricardo  Palma,  ocupa  este  virrey  preferente  lugar  anecdó- 
tico, y  en  ninguna  de  las  historietas  queda  mal:  prueba  de  que  su  memoria 

(t)    U  no  peninsulares.  Hubo  con 

fie,  Jos£  de  la  Mar,  Gutiérrez  de  la  Fu( 
lúrbide.  etc.,  ele. 

(2)  Blanco  Fombona,  La  rvolucióa  potilica  y  i/itiai  ift  //¡'P/int-Amírita.  Madrid,  igil. 
I3)  Don  Manuel  de  Mendiburu,  aulor  del  Díaienaiio  histórito-bio^áfice  dit  ftrú,  par- 
te primeTa,  que  corresponde  A  la  época  de  la  dominación  española.  Lima,  S  tomos,  1874  A  ttloa. 
DcjÚ  tníditos  alanos  Irabajús  para  la  segunda  parle,  y  además:  Comf/ndio  kittiñce  dt  la  Jn- 
dipendtncia  in  la  patte  uiiütar,  Las  Jifemorias  hisliricaí  de  lu  ¿arma  fiíMiía  y  iirvicioi.  Millo- 
ña  dt  la  arHllcría  eH  ti  Ftrú.,  etc.  Mendiburu  n.ició  en  Lima  (M  Octubre  1S05),  y  marí¿ 
(31  Enero  1HS5). 

(4)    0b.cil.,  páK.444. 


,,CoogIc 


HISTORIA   DE  ESPAÑA  50? 

ha  dejado  allf  hondo  surco  y  es  grata  (i),  confirmándose  de  este  modo  lo  es- 
crito  por  S  te  ven  son:  «Cuando  partió  para  £spaña  (13  Noviembre  18 16)  acom- 

•  pañáronle  al  Callao  los  vecinos  más  respetables,  y  el  día  de  su  partida  fué 
>de  duelo  en  la  ciudad»  (2).  «La  emancipación  del  Perú,  ha  escrito  Vicuña 
■  Mackenna,  se  hubiese  realizado  mucho  antes  si  un  hombre  tan  idóneo  y 
>  extraordinario  como  D.  José  Fernando  de  Abascal  no  hubiera  llegado  á 
(América  para  ser  como  el  albacea  de  los  reyes  de 

•  España  en  unpaiiimonio  al  que  todos  ponían  plei- 
>to  alegando  usurpación.  Aquel  espíritu  sagacísimo 
>y  oportuno,  conciliador  y  enérgico,  prestigioso  por 
>su  talento,  su  elevación  de  alma,  y  aun  por  la  grá- 
tela de  su  figura,  era  quizás  la  única  valla  que  con- 
>tenfa  en  el  Perú  el  raudal  que  lo  inundaba  por  to- 
ldas sus  fronteras,  y  brotaba  á  sus  pies  en  el  re- 

•  cinto  de  la  plaza  pública*  {3). 

CkiU. — Es  muy  semejante  la  evolución  á  la  ya 
reseñada  de  la  Argentina.  Desde  últimos  del  si- 
glo XVIII  algunos  criollos  ricos  eran  socialmente  re- 
volucionarios y  politicamente  separatistas.  Tipo  ge- 
nuino de  esta  clase  fué  D.  Juan  Antonio  Rojas  (4), 
que  después  de  haber  sido  jefe  del  ejército  espa- 
ñol y  ayudante  del  virrey  del  Perú,  Amat,  via- 
jando por  Europa  y  hallándose  en  París  cuando 

la  revolución,  volvió   á    Chile  con  un  cargamen-  (5?"  iSaít"" 

to  de  libros  enciclopedistas,  y  con  dos  france- 
ses urdió  una  conspiración  para  sublevar  el  pafs. 

Este  núcleo  era  poco  numeroso  en  1808,  aunque  de  importancia  por  la 
calidad  de  las  personas  que  lo  formaban  y  por  su  secreta  organización  franc- 
masónica. En  el  citado  año,  y  como  en  Buenos  Aires,  la  oposición  á  los  fran- 
ceses determinó  un  movimiento  general  en  el  elemento  criollo  con  tendencia 
á  la  organización  autonómica  del  país,  acatando  la  soberanía  de  Fernando  Vil, 
pero  prescindiendo  ile  los  peninsulares  y  de  la  dependencia  al  Poder  metro- 
politano. El  núcleo  separatista  aprovechó  con  habilidad  suma  esta  tendencia 
.k  principios  de  1809  aparece  en  Chile  la  doctrina  de  que,  «así  como  el  pueblo 
>chileno  se  había  sometido  al  Gobierno  español,  tenia  pleno  derecho  para 
>separarse  cuando  le  conviniera*  (5).  En  1810,  y  al  ser  conocidos  nuestros 
desastres  en  la  guerra  de  la  Independencia,  es  depuesto  tumultuariamente 
el  capitán  general  García  Carrasco  é  instalada  — igual  que  en  Buenos  Aires — ; 
una  Junta  gíihemaUva  presidida  por  el  anciano  U.  Mateo  de  Toro  y  Zam- 


(t)  Palma  dice  además:  «Dicen  qae  en  Lima  le  insl6  i  Abascal  para  qne  colocaie 
»íobre  1119  lieneg  U  coiona  de  los  Incnt.  Asegúrase  que  Carlos  IV  le  ordenA  que  no  obedecie- 
>ra  i  su  him.  Que  José  Bonapiite  le  bnndó  honras,  y  qac  Carióla,  la  Princesa  del  Brasil,  le 
«ái&  sa>  plenos  podeces.  El  noble  anciana  no  <e  dejd  deslnmbrai  por  el  brillo  de  una  corona. 
»Con  tágrímas  en  los  ojos,  cerró  los  oídos  i  la  voi  del  que  ya  no  era  su  rey;  despreció  indig- 
Rnado  los  oliecimleDlos  del  invasor  de  su  palria.  y  llamó  respetuosamente  i  su  deber  í  [a 
vliermana  de  Femando  Vil». 

(3)     Tmitnty  ytars  retidttiíi  in  Soulh  Auuriía. 

(3)  La  revolución  del  Ptrú  dtsát  iSoq  á  l8l<).  Lima,  1890. 

(4)  Nació  en  1731,  maríó  en  iSij. 

(5)  La  lasloTieron  y  fueron  por  ello  procesados  Fr.  Rosauro  Acuita,  prior  del  Hospital 
de  San  Joan  de  Dios,  de  ChilUn,  y  el  regidor  D.  Pedro  Ramón  Arriagada.  Los  escritores 
-u!i 1 u-  ,..;j-j-  jj  seüalarlo,  como  prueba  de  qne  en  su  país  faé  donde 

...n».  ^\.t^  .,]  e]  capitulo  anterior  que  en  Méjico  »e  Mío 


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5o8  HISTORIA  DK  espaSa 

brano,  vizconde  de  la  Descubierta  y  conde  de  la  Conquista  (i),  sucesor  re- 
glamentario de  García  Carrasco  por  ser  el  jefe  militar  <le  más  graduación 
(18  Septiembre  1810).  La  Junta  proclamó  la  libertad  de  comercio,  disolvió  la 
Audiencia  y  reunió  un  Congreso  nacional  (4  Julio  1811),  Dibujáronse  dos 
partidos:  uno  conservador  y  otro  liberal  muy  avanzado,  que  se  apoderó  del 
Poder  (4  Octubre  1811)  con  José  Miguel  Carrera  (2),  quien  asumió  la  presi- 
dencia el  15  de  Noviembre  del  mismo  año.  Carrera  fué  el  primer  ejemplar 
de  la  casta,  después  tan  numerosa,  de  los  dicta- 
dores radicales  americanos:  disolvió  el  Congreso  y 
la  Junta;  desterró  Á  su  antecesor  Juan  Martínez  de 
Rozas  (i)  (10  Octubre  1812);  decretó  la  igualdad 
de  derechos;  dejó  hacer  á  Lgaña  y  á  Salas  un  plan 
de  instrucción  pública  y  crear  el  Instituto  Nacional 
y  la  Biblioteca;  sancionó  el  Reglamento  ConstitKcio- 
nal,  que,  aun  reconociendo,  al  menos  de  nombre,  la 
soberanía  de  Fernando  Vil,  organizaba  el  país  inde- 
pendientemente, y  á  vueltas  de  todo  esto  hacia 
lo  que  le  daba  la  gana.  Camilo  Enriquez,  fraile 
profeso  de  la  Buena  Muerte,  perseguido  por  la  In- 
quisición como  lector  de  libros  prohibidos,  escritor 
galano  y  ampuloso,  orador  fácil,  revolucionario  de 
club,  fundó  La  Aurora  de  Chile,  periódico  de  ideas 
avanzadísimas, 
■"''í^  ^j"¿|l¡"'  La  dictadura  de  Carreras  fué  agitada  por  las 

conspiraciones,  motines  y  guerra  civil.  El  virrey 
Abascal  mandóá  Chile  al  brigadier  D.  Antonio  Pareja 
con  dinero  y  un  cuadro  de  oficiales,  sin  un  soldado;  pero  levantó  por  el 
rey  millares  de  chilenos,  y  la  guerra  entre  realistas  é  independientes  duró 
hasta  1814.  Los  días  i  y  z  de  Octubre  se  dio  la  batalla  de  Rancagua,  en  que 
los  patriotas  mandados  por  Carreras  y  por  O'Higgins  (4)  fueron  completa- 
mente derrotados  por  el  coronel  D.  Mariano  Osorío.  Como  consecuencia  se 
disolvió  el  Gobierno  autónomo  de  Chile,  fué  restablecido  el  español,  y  los 

Santiago  de  Chile  (20  Septiembre  1727).  y  murió  ejerciendo  sn  ele- 
0  iSiit. 


(3)     Nació  el  15  de  Octubre  de  1785.  Se  educó  en  España,  fué  militar,  y  tomó  pan 
nuestra  EUena  de  U  Independencia.En  Cádiz  se  relacionó  con  San  Marlfn,  y,  comt 
evadió  de  la  Península,  presentándose  en  Valparaíso  I35  Julio  iSll),  y  sos  progreso 


tan  rápidos  en  aquella  revolución,  que  antes  de  cumplin 
presidente  como  jefe  del  partido  radical. 

'  (3)  Notable  abogado  criollo,  hombre  muy  culto,  que,  sugón  Pr.  Melchor  Marlintz,  me- 
rece ser  llamado  fundador  y  moíilro  de  la  nación  chUtiia.  Nació  en  175^  Fué  secretario  de 
Garda  Carrasco  y  de  los  primeros  que  se  adhirieron  i  la  independencin.  Sus  adversarios  le 
acusaron  de  aspirar  i  la  corona  de  Chile,  y  le  llamaban  yuaii  i:  pero  era  republicano,  como  lo 
demostró  en  el  Congreso.  Murió  en  el  destierro  (10  Octubre  1812).  Quien  tenia  tendencias  ino- 
nírquicas'í  la  inglesa,  según  acreditó  con  su  proyecto  de  Constitución  presentado  al  Con- 
greso, era  D.  luán  E^aiía,  tanto  ó  mis  culto  que  Slartlnez  de  Rozai  y,  como  éste,  abogado  y 
profesor,  nacido  en  Lima  (t76q1:  fué  también  el  primero  que  emitió  la  idea  de  Dn  Con^ttB  ilt 
Estados  Amtricaniis.  Kgaña  vivió  hasta  1860,  y  escribió  mis  de  cien  libros  — basta  de  Geolo- 
gía;—  bay  una  edición  de  gran  parte  de  sus  obras.  —  Londres,  iSjS. 

(4I  Don  Bernardo  0'Hif;sins  nació  en  Chillan  (20  Agosto  1778I.  Fué  hijo  natoral  de 
D.  AmbrosioO'Iligtíins.  irlandés  que,  habiendo  emp Liado  por  vendedor  ambulante  en  laa  ca- 
lles de  Lima,  llegó  á  ser  capitán  guneral  de  Chile  y  virrey  del  Perú,  y  el  cual  educó  i  su  hijo 
como  correspondía  á  su  elevada  posición,  rompiendo  con  él  cuando  se  percató  de  que  habla 
adquirido  en  Europa  ideas  revolucionarías  y  separatistas.  Establecido  en  Chile  (tSo2),  fné  de 
los  principales  conspiradores  y  actores  del  movimiento  de  1810.  Sin  tener  grao  talento,  estaba 
dotado  de  buen  sentido:  era  probo  y  valientu.  Su  ñgura  es  la  de  mis  relieve  en  la  emancipa- 
ción de  Chile. 


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HISTORIA   DE  ESPAÑA  509 

patriotas  más  compiometidos,  ó  emigraron  á  la  Argentina,  ó  hubieron  de  sufrir 
deportaciones  ú  otros  castigos.  A  este  periodo  de  independencia,  concluido 
por  la  batalla  de  Rancagua,  llaman  tos  escritores  chilenos  de  la  Patria  vieja. 

Veiueuelaj/  Nueva  Granada. — La  patria  de  Bolívar  tenía  que  ser,  como  la 
Argentina  en  el  Sur  del  Continente,  baluarte  inexpugnable  de  la  independen- 
cia americana;  pero  en  el  orden  del  tiempo  se  le  adelanta  el  reino  ó  presiden- 
cia de  Quito  —  hoy  República  del  Lcuador,  —  en  cuya  capital  fué  depuesto  el 
presidente  Ruiz  de  Castilla  — en  la  noche  del  9  al  10  de  Agosto  de  1809, — 
instalándose  una  yunta  conservadora  de  los  derechos  de  Fernando  VI J,  6  sea  un 
gobierno  de  criollos  y  mestizos;  pero  en  el  resto  del  virreinato  de  Santa  Fe, 
esto  es,  en  lo  que  es  hoy  República  de  Colombia,  no  tuvo  eco  el  movimiento, 
y  el  virrey  del  Feíú,  el  infatigable  Abascal,  envió  tropas  que  acabaron  por 
sofocarlo;  algunos  de  los  insurgentes,  según  el  tecnicismo  español  de  aquella 
época,  6  de  los  patriotas,  según  el  que  ha  hecho  prevalecer  en  América  el 
triunfo  de  la  separación,  pagaron  con  la  vida  el  siempre  peligroso  honor  de 
haberse  adelantado  á  su  tiempo. 

La  Academia  Nacionalde  la  Historia  de  Veneeuela  ha  fijado  el  nacimiento 
de  esta  nación  en  el  19  de  Abril  de  1810.  Es  la  fecha  en  que  fué  tumultua- 
riamente depuesto  el  capitán  general  Emparán  y  establecida  la  Junta  que, 
como  en  todas  partes,  tenia  por  ostensible  objeto  defender  el  país  contra  Na- 
poleón, y  en  que,  si  no  todos,  varios  de  sus  miembros  veían  el  medio  seguro 
de  emanciparse  de  España.  La  Junta  envió  fuerza  armada  para  someter  á 
Cobo  y  Maraicabo;  nombró  á  Bolívar,  que  no  había  tomado  parte  activa  en 
el  pronunciamiento  (i),  teniente  coronel  de  los  valles  de  Aragna,  y  lo  mandó 
con  Luis  López  Méndez  y  Andrés  Bello  (2)  á  Londres  para  solicitar  el  auxi- 
lio del  Gobierno  inglés.  Inglaterra  acordó  proteger 
á  Venezuela  contra  Francia,  y  para  que  la  provin- 
cia pudiera  defender  á  su  legítimo  soberano  y  ofre- 
cer á  la  Junta  de  Caracas  sus  buenos  oficios  para 
reconciliarse  con  el  Gobierno  español.  £1  de  Lon- 
dres se  mantenía  fiel  á  la  alianza  con  nosotros;  pero 
no  perdía  de  vista  su  anhelo  por  la  independencia 
americana,  al  menos  en  el  orden  mercantil,  que  es 
lo  que  realmente  le  interesaba. 

Bolívar  excitó  en  Londres  á  Miranda  para  que 
volviese  á  Venezuela,  y  ambos  desembarcaron  en 
La  Guaira  el  5  de  Diciembre  de  1810.  El  2  de 
Marzo  de  181 1  se  reunió  en  Caracas  la  Asamblea 
nacional,  siempre  á  nombre  de  Fernando  Vil  y 
convocada  por  hombres  de  ideas  medías  ó  rela- 
tivamente conservadoras;  pero  Miranda  y  Bolívar 
organizaron  la  Sociedad  Patriótica,  especie  de  club  I^acio  Allende 

por  el  estilo  de  los  de  la  revolución  francesa,  ma-  ('775  ■  i8n). 

nifestación  pública  de  la  sociedad  secreta  á  que 

ambos  pertenecían,  y  por  su  medio  escalaron  el  poder  los  exaltados,  ios  Cua- 
les hicieron  declarar  al  Congreso  la  independencia  (5  Julio  iSii).  La  masa 
del  país  estaba  muy  lejos  de  pensar  asi,  y  estalló  un  movimiento  realista. 


(1)  RamAn  Aipniún  ( Dixuaimiot  para  ¡a  vida  púbÜiit  dtl  Libertador  di  LolaiHÜa,  Perú 
y  BtUvia)  dice  qae  el  carlcler  de  Bello  en  Ib  misiÓB  era  de  lecietuio.  Prileba  que  era  diplo- 
inillco  Balbln  y  Unquera.  Aadríi  Bella,  pig.  66. 


,,CoogIc 


510 HISTORIA   DE  ESPAÑA 

Miranda,  nombrado  general  en  jefe  de  los  inde- 
pendientes, logró  dominar  á  Córdoba  (12  Agos- 
to), sublevada  por  el  Rey;  pero  no  pudo  someter 
nunca  la  provincia  de  Coco,  cnyo  gobernador, 
Ü.  José  Ceballos,  desplegó  allí  energía  y  habilidad 
iguales  á  las  de  Abascal  en  el  Perú.  A  principios 
de  i8i2  llegó  á  Coco  desde  Puerto  Rico  el  capi- 
tán de  fragata  D.  Domingo  Monteverde  con  una 
compañía  de  Infantería  de  Marina  (i),  y  bastó  tan 
corta  fuerza  para  servir  de  núcleo  á  lo!4  venezola- 
nos espaifolistas,  ó  realistas  que  se  decía  enton- 
ces, y  formándose  una  respetable  división,  tomó 
Monteverde  la  ofensiva:  el  7  de  Abril  entró  en 
Cabudase;  el  25,  en  San  Carlos,  pasándose  á  su 
hueste  el  escuadrón  de  Pao,  uno  de  los  mejores 
iTínciswi  JaTíer  Venegas  ¿^  ¡gg  patriotas;  el  3  de  Mayo,  en  Valencia;  el  30 

de  Junio,  en  Portocabello,  de  que  era  goberna- 
dor Bolívar,  quien  tuvo  que  huir  embarcado  con 
sólo  siete  oñciales,  y  el  25  de  Julio  capituló  con  él  Miranda,  estipulando  la 
entrega  de  las  comarcas  independientes,  con  amnistía  por  los  hechos  pasados. 
Miranda  huyó  á  La  Guaira  para  embarcarse  en  un  buque  inglés;  pero  antes 
de  efectuarlo,  Bolívar  y  los  otros  jefes,  que  conceptuaban  una  traición  lo  que 
habla  hecho,  lo  prendieron  estando  dormido,  con  el  propósito  de  pasarlo  por 
las  armas;  contentáronse  con  obligarle  á  permanecer  en  el  país,  como  garantía 
del  cumplimiento  de  la  capitulación  con  Monteverde.  El  resultado  fué  que  el 
gobernador  de  La  Guaira  lo  entregó  al  jefe  español,  el  cual  lomando  á  Puerto 
Rico,  de  donde  pasó  al  castillo  de  Santa  Cetalina,  en  Cádiz,  en  el  cual  vivió 
hasta  1816. 

A  los  rápidos  y  decisivos  triunfos  de  Monteverde  contribuyó  el  terre- 
moto del  2G  de  Marzo  (Jueves  Santo),  que  fué  horrible  —  perecieron  más  de 
izo.ooopersonaSvy  cayeron  muchísimas  casas  en  Caracas  y  otras  ciudades, — 
y  en  que  vio  gran  parte  del  pueblo  un  castigo  divino  por  la  insurrección. 

Restablecido  el  Gobierno  español  en  Caracas  (29  Julio),  Monteverde, 
aunque  alardeando  de  cumplir  la  capitulación,  prendió  á  varios  patriotas, 
envió  á  otros  á  España  (2),  confiscó  bienes,  etc.;  en  suma,  hizo  las  barbarida- 
des que  han  sido  y  son  de  rigor  en  tales  casos,  y  que,  como  también  es  de 
rigor,  exageraron  los  del  partido  contrario.  Dio,  sin  embargo,  pasaporte  á 
Bolívar,  quien  lo  aprovechó  para  trasladarse  á  Cartagena  de  Indias,  ¡a  plaza 
fuerte  de  Nueva  Granada  — hoy  Colombia.  —  Desde  el  25  de  Noviembre 
de  i8io  estaba  emancipada  esta  región,  constituyendo  la  República  de  Cun- 
dinamarca  (3),  El  motivo  ó  punto  inicial  del  alzamiento  de  Nueva  Granada  es 
digno  de  ser  conocido,  por  representar  muy  á  lo  vivo  el  carácter  general  de 
todos  estos  fenómenos  históricos:  se  pteparaba  en  Santa  Fe  de  Bogotá  un 


|l)  (.'oo viene  fijarse  en  este  hecho  de  no  llevar  Monteverde  sino  una  compaftíi,  pnes  de- 
nuieslTs  que  cuanto  hizo  allí  fui  con  vcaeíolanos  realistas  6  partidarios  de  la  nnidn  con  España. 

(2)  Como  muestra  del  estilo  y  carácter  de  la  Época,  véase  la  siguiente  carta  de  Monte- 
verde  i  la  Regencia  de  España  enviíndole  ocho  patriotas  presos;  «Presento  i  V.  E.  esos  ocho 
unionitruos,  origen  y  primera  raíz  de  todos  los  inales  j  novedades  de  la  Amírica  qae  han  ho- 
nnorizado  al  mundo  entero,  para  que  se  avergdencen  y  confundan  delante  de  la  majestad  y 
»que  sufran  la  pena  de  sus  delitos.  —  Damittgo  Monttvird/,  14  de  Agosto  de  l3l3». 

(3)  Cundinafnarca  es  el  territorio,  hoy  Estado  de  lot  Unidos  Colombiinus,  en  qae  se 
asienta  la  cnpilal  de  la  República:  ítanla  fi  di  Bogotá  en  tiempos  de  la  dominación  española, 
y  hoy  sencillamente  Bogelá. 


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DE  ESPASA  5I] 


banquete  para  obsequiar  al  comisario  real  D.  Antonio  Vil  lav  icen  cío,  y  sobre 
cosa  tan  menuda  como  el  ramillete  que  había  de  colocarse  en  el  centro  de  la 
mesa  trabáronse  de  palabras  y  vinieron  á  las  manos  un  peninsular  y  un 
criollo;  los  que  estaban  presentes  tomaron  partido  por  uno  ú  otro  según  su 
respectiva  procedencia,  y  se  armó  un  motín  de  criollos  y  mestizos  contra  los 
peninsulares  ó  chapetones,  como  allí  eran  despectivamente  llamados  por  los 
naturales  del  país  (20  Julio),  concluyendo  por  embarcar  al  Virrey,  instalarse 
la  indispensable  Junta,  y  á  nombre  de  Fernando  VII  establecer  la  República. 
Afligid  y  perturbó  á  ésta  desde  que  nació  la  división  de  sus  partidarios  en 
centralistas  y  federales,  capitaneados  aquéllos  por  Antonio  Nariño,  y  éstos 
por  Camilo  Torres.  Cuando  llegó  Bolívar  estaba  el  país  organizado  en  unión 
federal,  y  muy  viva  la  guerra  civil  entre  patriotas  y  realistas.  Obtuvo  el  vene- 
zolano varios  triunfos  de  relativa  importancia,  y  el  Gobierno  insurgente  de 
Nueva  Granada  le  dio  medios  militares  para  volver  á  Venezuela;  derrotó  á 
los  realistas  en  Taguancs,  obligando  á  Monteverde  á  retirarse  á  Puerto  Ca- 
bello,  y  entrando  él  victorioso  en  Caracas  (6  Agosto  1813). 

Se  le  hizo  en  la  capital  de  Venezuela  un  triunfo  á  la  romana  de  lo  más 
estrafalariamente  aparatoso  que  se  ha  hecho  nunca.  Entró  Bolívar  puesto  de 
pie  aobre  una  carroza,  de  que  tiraban  á  modo  de  jacas  doce  señoritas  ves- 
tidas de  blanco  y  con  cintas  de  los  colores  nacionales,  escogidas  las  infelices 
muchachas  entre  tas  mejores  familias  de  la  ciudad;  otras  muchas  mujeres  re- 
partidas por  la  carrera  tiraban  flores  y  ramas  de  laurel  y  olivo  al  paso  de  la 
carroza.  De  hombres,  baste  decir  que  hasta  se  abrieron  las  cárceles  para  que 
todos  los  presos  libertados  fuesen  á  vitorear  á  ü.  Simón.  Como  Monteverde 
no  quisiera  suscribir  la  capitulación  firmada  por  el  gobernador  de  Caracas, 
salió  liolivar  á  combatirle,  obligándole  á  encerrarse  dentro  de  los  muros  de 
Puerto  Cabello,  y  esto  le  dio  ocasión  para  una  segunda  entrada  triunfal  en 
Caracas  (13  Octubre),  en  que  se  le  dio  el  grado  de  capitán  general  y  el  alti- 
sonante título  de  Libertador^  conque  fué  conocido  hasta  su  muerte  (i)  y  des- 
pués lo  ha  sido  por  la  posteridad;  y  él,  que  á  pesar  de  su  democratismo  ideo- 
l<^ico  era  un  gran  señor  de  añciones  é  ideas  aristocráticas,  creó  en  seguida 
la  Ordett  lül  Liéeriatidr  par^ estimular  el  valor  militar.  Ejerció  en  este  tiempo 
una  dictadura  de  que  hay  muchísimo  escrito  por  contemporáneos  compa- 
triotas y  extranjeros,  y  poco  favorable  al  dictador.  Públicamente  amancebado 
con  doñajosefina  Núñez  —  ¡a  señorita  Pepa,  como 
era  llamada  en  Caracas,  —  se  entregó  al  más  des- 
enfrenado libertinaje,  y  las  mujeres  de  toda  laya 
á  quien  cortejaba  eran  la  mejor  recomendación 
para  los  cargos  públicos  y  todo  favor  oficial,  sien- 
do ellas  y  los  camaradas  de  francachela  del  Li- 
bertador los  consumidores  del  Tesoro;  se  daba 
tono  de  rey,  teniendo  su  guardia  de  corps  v  gran 
aparato  mayestático;  los  ministros  eran  sus  hu- 
mildes secretarios  del  despacho;  procuraba  imi- 
tar á  Napoleón  en  lo  de  entender  de  todo  y  man- 
dar en  todo;  su  autoritarismo  no  podía  ser  ma- 
yor ni  más  minucioso:  habiendo  muerto  en  una 
de  las  batallas  contra  Monteverde  su  amigo  el  co- 
ronel Girardot,  no  sólo  mandó  que  su  corazón 

(i)    «Bl  titula  de  Libensdor.  dijo,  es  para  mi  mis  glo-         Fíliv  Marta  CalUjí  del  Rey, 
»riaio  j  saliilacLario  que  el  cetro  de  todoi  los  Impelios  de  conde  de  Calderán 

>la  Tierras.  (1750-1820). 


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512  HISTORIA   DE  ESPAÍSA 

fuese  puesto  en  la  Catedral  de  Caracas  como  una  reliquia,  sino  que  todos  los 
caraqueños  vistiesen  luto  durante  un  mes;  convocó  una  Asamblea  (i."  Ene- 
ro 1814)  para  que  le  confírmara  en  la  dictadura,  declarando  que  mientras 
hubiese  que  combatir  no  era  posible  otro  Gobierno;  tuvo,  sin  embargo,  que 
compartir  con  Marino  la  autoridad  suprema,  quedando  él  de  dictador  de 
las  provincias  occidentales,  y  Marino  de  las  de 
Oriente. 

La  lucha  con  los  realistas  seguia  cada  vez 
más  empeñada  y  sangrienta.  Con  el  mismo  entu- 
siasmo y  espíritu  con  que  en  la  Península  tantos 
guerrilleros  se  lanzaron  al  campo  á  pelear  por  Fer- 
nando Vil  y  contra  los  franceses,  en  Venezuela 
se  levantaron  igualmente    por  Fernando  VJI   y 
contra  los  insurgentes.  Esto  acredita  que  no  debió 
de  ser  tan  inloterable  el  régimen  español  en  Amé- 
rica como  luego  se  le  ha  pintado,  cuando  encon- 
tró tantos  y  tan  ardorosos  partidarios  en  su  hora 
de  crisis  y  que  la  separación  fué  por  lo    meaos 
prematura,  obra  de  una  minoría  que  la  impuso 
por  las  armas  y  por  todo  género  de  violencias  al 
resto  de  sus  conciudadanos.  La  guerra  se  hizo  te- 
Miguel  Hidalgo  Trible:  realistas  y  patriotas  se  fusilaban  recípro- 
{1747- 181 1|.  camente  con  inconcebible  safia.  BoHvar,  •hombre 
•  de  carácter  de  hierro,  decretó  la  guerra  á  muer- 
»te,  y  la  practicó  con  la  frialdad  del  convencido;  pero  sin  que  esto  autorice 
»á  llamarle  sanguinario  y  cruel;  ejerció  el  derecho  de  represalia,  y  lo  cum- 
•  plió  para  dar  el  triunfo  á  su  causa,  aterrando  al  enemigo»  (i).  Hasta  qué 
punto,  recuérdese  su  orden  de  8  de  Febrero  de  1814,  por  la  que  fueron  pasa- 
dos por  las  armas  sin  formación  de  causa  1.253  españoles  é  isleños,  unos  pri- 
sioneros de  guerra,  otros  paisanos,  sin  otro  delito  que  el  de  su  nacimiento;  en- 
tre las  víctimas  de  tan  espantosa  hecatombe  habla  ancianos  de  más  de  ochenta 
anos  que  tuvieron  que  ser  trasladados  en  sillones  al  lugar  de  la  matanza. 

Nueve  días  después  de  este  crimen  Bolívar  fué  derrotado  por  Boves, 
uno  de  los  jefes  realistas  de  más  empuje,  en  San  Mateo.  El  14  de  Junio  el 
mismo  Boves  derrotó  completamente  á  Bolívar  y  á  Marino  en  La  Puerta,  y  el 
17  de  Julio  recuperaron  los  españoles  á  Caracas.  D.  Simón,  fugitivo,  volvió  á 
Nueva  Granada  dispuesto  á  repetir  la  operación  que  tan  bien  le  había  salido 
en  1S13;  pero  las  circunstancias  eran  otras:  los  granadinos  estaban  más  en- 
frascados que  nunca  en  la  guerra  civil,  y  los  venezolanos  independientes  que 
seguían  peleando  con  sus  coterráneos  fíeles  á  España,  tomando  á  traición  su 
fuga  y  la  de  Marino,  como  en  la  ocasión  anterior  se  había  tomado  la  de  Mi- 
randa, destituyeron  á  los  dos  dictadores. 

Méjico. — L).  Pedro  Garibay  fué  virrey  hasta  el  ly  de  Julio  de  1809  (2), 
sucediéndole  el  arzobispo  D.  Francisco  J.  de  Li/ana  de  Beaumont,  el  cual 
por  espíritu  de  justicia,  bondad  natural  y  poca  ó  ninguna  perspicacia  polfti- 


lO  Lsurenno  Villaoueva.  Vida  de  Don  A.  y.  de  Sucre,  gran  marifCtil  de  Ayaeucio.  Parú. 
Ollendorff,  i8qs- 

(3)  Muriñen  iSlJ,  á  ios  ochenta  y  seis  aüos  de  edad:  salió  tan  pobre  del  viTretnato,  <]ae 
un  cotneTcinnle  espaiíol,  D.  (iabriel  de  Yermo,  le  fijó  la  niesaJa  de  500  pesos  para  qae  viviera 
con  el  decoro  propio  de  su  rango.  Y  eso  que  pacos  Tirreyes  manrjaron  tantos  Caaaales  como 
ksit,  una  de  cuyas  principales  ocnpaciones  Fué  reunir  millón»  y  enviarlos  i  Espaila  pera  los 
[¡Bstos  de  la  guerra  de  la  Independencia. 


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HISTORIA  DE   ESPAÜA  SI  3 

ca,  favoreció  á  los  independientes,  creyendo  con  suma  candidez  en  sus  protes- 
tas de  amor  ferviente  á  Fernando  Vil  y  de  no  querer  caer  bajo  la  férula  de 
un  Gobierno  español  siervo  de  Napoleón;  en  cambio,  desconfiaba  de  los  pe- 
ninsulares, en  Méjico  apellidados  gachupines,  temiendo  siempre  que  hicieran 
con  él  lo  que  con  Iturrigaray.  En  tiempo  del  Arzobispo  llegó  á  Méjico  la  no- 
ticia de  la  derrota  de  Ocaña  y  disolución  de  la 
Junta  Central,  y  al  mismo  Lizana  le  impresionaron, 
hasta  el  punto  de  dar  oídos  á  las  intrigas  de  la 
infanta  Carlota,  mujer  que  para  esto  de  intrigar 
pareció  tener  el  don  de  ta  ubicuidad  pues  lo  hada 
en  todas  partes  á  la  vez,  y  pensó  en  nombrar  Re- 
gente al  hijo  de  la  Infanta;  pero  en  cuanto  supo  la 
instalación  en  España  de  una  Regencia  se  apresuró 
á  reconocerla  y  acatarla,  lo  que  prueba  su  buena  fe. 
Tras  un  breve  interregno  en  que  tuvo  el  man- 
do la  Audiencia  desembarcó  en  Veracruz  (25  Agos- 
to 1810)  el  nuevo  virrey  D.  Francisco  J,  Venegas, 
teniente  general  que  se  había  distinguido  en  la 
guerra  de  la  Independencia,  habiendo  tenido  la 
honra  de  ser  el  segundo  Jefe  de  la  división  Reding 
en  la  batalla  de  Ilailén.  Él  14  de  Septiembre  hizo 
Venegas  su  entrada  solemne  en  Méjico,  y  en  la  no- 
che del  1 5  al  16  D,  Ignacio  Allende  y  U,  Juan  Alda-  Jo**  M'rí»  Morelos 
ma,  capitanes  de  Caballería,  el  teniente  Abasólo,  y  '"'''' "  '"'Sí- 
como  cabexa  de  ellos  et  anciano  párroco  D.  Miguel 

Hidalgo  y  Costilla  (i),  ponían  en  libertad  á  los  detenidos  en  la  cárcel  por  sos- 
pechosos de  conspiradores,  y  al  amanecer  del  i€,  después  de  oir  misa,  daban 
iJ  grito  de /Fioo /a  Virgen  de  Guadalupel  ¡Viva  Femando  Vil!  ¡Mueran  los 

(i)  Hidalgo  nació  en  la  hacienda  de  Coralejo,  jurisdiccifin  dePínjuno  (Guanaiato),  el 
8  Mayo  1753-  No  era  clérigo  de  misa  y  olla,  como  alguien  ha  dicho,  sino  bachiller  en  Teologfa, 
colegial  de  San  Nicolás,  en  Valtadolid  (hoy  Mordía),  deipní^  rector  de  este  colegio,  donde 
tUTO  por  discípulo  i  Morelos,  y  los  colegisles  le  pusieron  por  apodo  el  Zorro,  expresando  su 
carácter  reservado.  Sabía  francés,  cosa  rara  en  el  clero  de  so  tiempo,  y  por  eso  lio  dada  se  de- 
dicó i  la  lectora  de  los  enciclopedistas,  entonces  á  la  moda,  lo  que  debía  de  ser  caosa  de  que 
en  iSoo,  siendo  cura  de  San  Kelípe,  en  Méjico,  la  Inquisición  le  procesase;  pero  el  proceso  no 
signió  adelante,  y,  electivamente,  aquellas  lecturas  no  dejaron  en  él  ninguna  huella  por  lo  que 
s«  refiere  á  la  ortodoxia,  de  cuya  pureza  fué  siempre  celosísimo;  i  lo  samo  tomó  de  los  pre- 
cursores de  la  ceToludón  francesa  la  doctrina  del  derecho  de  los  pueblos  á  conslitnirse  por  si 
mismos  y  darse  el  gobierno  que  les  parezca,  para  justiñcar  stl  anhelo  instintivo  y  sentimental 
de  criollo  contra  los  gachupines,  que,  según  él.  como  según  Iodos  los  de  su  casta,  no  iban  á  Méji- 
co sino  á  e^^plotar  efpals.  disfrutando  los  mejores  bcneücios  y  empleos  ó  ejerciendo  el  comer- 
cio, mirando  por  encima  del  hombro  á  los  naturales,  aunque  fuesen  de  tan  buena  ó  mejor  san- 
Íre  eapaBola  y  más  instruidos  y  mejor  educados  que  ellos,  y  basta  contribuyendo  á  la  desmora- 
zación  con  sos  amancebamientos  y  el  dejar  allí  hijos  naturales  abandonados  cuando  regresa- 
ban á  la  Península.  Hidalgo  era  creyente,  piadoso,  probo,  muy  caritativo  y  espléndido;  sus  feli- 
greses le  adoraban;  empleaba  las  cuantiosas  rentas  de  su  curato,  no  sóto  en  socorrer  i  los  me- 
nesterosos, sino  en  obras  de  tan  gran  utilidad  piiblica  como  propagar  el  cultivo  de  la  viíia,  de 
la  morera,  de  las  abejas,  establecer  una  tábrica  de  loza,  hornos  para  ladrillos,  pitas  para  curtir 
pieles,  etc.  Pero  lo  que  más  realza  el  carácter  moral  de  este  párroco,  que  odiando  tan  desafo- 
radamente á  los  españoles  establecidos  en  Méjico  no  hacía  sino  abandonarse  al  instinto  de 
nuestra  raza  española,  ten  tegionalisla  y  pueblerina  que  aborrece  al  forastero,  y  hasta  al  de  otra 
parroquia  que  la  suya,  es  que  al  lanzitse  á  la  empresa  separatista  que  su  espíritu  estrecho  consi- 
.1 1 1_-J 1 :.    ,_ 1.; ,  __i! —    , ...    y  jji  qijj 

dudaba  i 
e  decidió  fué  el  más 

resuelto,  y  en  la  noche  del  15  de  Septiembre  Allende,  Aldama  y  Abasoro,  sabedores  de  qae  la 
conjara  estaba  descubierta, sólo  pensaban  en  esconderse  y  huir;  mas  Hidalgo,  conlraquien  no  ha- 
bía pruebas,  y  (|ue,  por  tinto,  no  corrí  a  ningún  peligro,  echó  el  cuerpo  adelante  como  un  hombre. 

Salcedo,  Historia  de  EspaSa  i"  r\r\  t^ 


5 '4  HISTORIA    DE   ESPAÑA 

gackupifKJÍ  Sucedía  esto  en  el  pueblo  de  Dolores,  de  donde  Hidalgo  era 
cura.  La  insurrección  tomó  tan  repentino  incremento,  que  el  dta  28  entra- 
ba Hidalgo  en  Guajanato  al  frente  de  50.000  hombres,  entre  los  cuales 
habla  bastantes    miticianos,  y  basta  cuerpos   enteros  como    el   regimiento 
de  la  Reina,  pero  que  en  su  inmensa  mayoría  eran  indios  armados  con  pa- 
los, hondas  é  instrumentos  de  labranza.  Con  tales  elementos  bélicos,  ni  son 
de  maravillar,  aunque  horroricen,  los  excesos  cometidos  contra  los  aborreci- 
dos gachupines,  ni  que,  reunidas  las  milicias  del  virreinato,  dieran  pronto 
cuenta  de  semejantes  masas.  El  choque  más  importante  fué  el  de  Puente-Cal- 
derón (17  Enero  181 1).  Hidalgo  y  Allende  tenían  á  sus  órdenes  sobre  100.000 
hombres,  con  numerosa  artillería,  atrincherados  en  una  loma;  el  brigadier  Ca- 
lleja (i),  con  <3.ooo  soldados  y  10  cañones,  atacó  resueltamente  y  lo  arrolló  y 
dispersó  todo.  Iban  en  retirada  hacia  los  Estados  Uoi- 
doslosjefesinsurrectos,  cuando  en  Monclova  {21  Mar- 
zo) el  teniente  coronel  Elizondo  y  el  padre  Zambrano, 
de  los  más  entusiastas  insurgentes,  pero  disgustados 
por  el  giro  que  habla  tomado  el  movimiento,  se  re- 
volvieron contra  ellos,  los  aprisionaron  y  mandaron  á 
Méjico.  El  26  de  Junio  fueron  fusilados  Allende,  Jimé- 
nez,Santamaría  y  Aldama,  y  el  i.°  de  Agosto  Hidalgo. 
Ni  la  insurrección  ni  la  guerra  concluyeron  por 
eso.  Los  excesos  cometidas  por  las  hordas  de  Hidal- 
go, las  matanzas,   no  sólo  de  gachupines,   sino  de 
criollos  de  raza  blanca  —  porque  aunque  Hidalgo 
también  lo  era  los  indios  y  mestizos  que  acaudillaba 
no  distinguían  de  procedencias,  ^  produjeron  uoa 
reacción  honda  en  los  ánimas,  y  la  mayoría  de  loa 
mejicanos  blancos,  y  aun  muchos  mestizos  é  indiosL 
ApisHo  dcitúrbide  se  pusieron   resueltamente  de  parte  de  España.  El 

(1783- 1814).  Consejo  de  guerra  que  juzgó  á  los  jefes  insurgentes 

estaba  formado  casi  en  su  totalidad  por  mejicanos, 
y  los  caudillos  realistas  de  esta  nación  hicieron  mil  atro.cidades  con  sus  co- 
terráneos, que  luego  se  nos  han  colgado  á  los  peninsulares,  sin  que  por  esto 
queramos  defender  á  los  nuestros,  pues  todos  compitieron  en  ferocidad  ex- 
traviados por  la  pasión  política  y  por  el  furor  del  combate. 

Los  insurgentes  apelaron  al  sistema  de  partidas, y  en  un  país  tan  grande 
y  despoblado  como  Méjico  tenía  que  resultar  de  más  seguro  efecto  que 
en  la  Península  contra  ios  franceses.  Quien  más  se  distinguió  en  la  guerrilla  fué 
c!  cura  D.  José  María  Morelos  y  Pavón  (2),  discípulo  de  Hidalgo  en  el  coie- 

(t)    DonFéiixM. Calleja  del  Rey  nacíii  en  Medina  del  Ctiinpo(l75a). Cadete  es  I772,puó 

i  Méjico(l779)con  el  grado  de  capitán, y  Bill  hizo 30 carrera.  En  1783  ascendiól  capitán  y  en  iSlo 
á  brigadier.  Por  esta  batalla  de  Calderón  fué  ascendido  á  miriscal  de  campo,  y  mis  tarde  litiila- 
do  conde  de  Calderón.  Ricardo  Palma  (IradUiones pit uanas)  dice  que  la  Irase  .S'-pase  quUnti 
Calina  viene  de  haberla  dicho  este  general  al  tener  noticia  de  que  los  insurt-entes  hablan  fusila- 
do á  varios  prisioneros  y  disponer  la  bárbara  represalia  de  enterrar  vivos  á  los  que  tenia  íl,  de- 
jándoles la  cabeza  al  descubierto  para  qae  La  caballería  los  destrozase.  Pero  esto  es  inexacio, 
puesto  que  esa  Irase  era  ya  usada  en  tiempo  de  Cervantes.  En  RincontU  y  Corlaáil'.e  se  lee  lo  si- 
giiienle:  — ■Con  su  panselocoma—dijoRincóná  este  punto  — no  le  arriendo  la  (¡anancia;  di»  de 
juicio  hay  donde  todo  saldrá,  como  dicen,  en  la  colada,  y  cnlonícs  ii  verá  quién  fué  Ca¡lfin...7>  etc. 
H)  Nació  en  Valladolid— hoy  Morelia,  en  su  honor,—  el  30  de  Septiembre  1765.  De 
raza  española,  buen  sacerdote,  con  el  solo  dilecto  de  la  incontinencia,  dejó  varios  hijos  natn- 
rales,  y  de  carácter  tan  entera,  qae,  cuando  cayó  prisionero  (5  Noviembre  1815I,  como  el  jefe 
realista  tuviese  el  mal  gusto  de  ir  á  la  prisii^n  y  pregunlarle  qué  hubiese  hecho  con  él  y  con  sn 
segundo  si  la  suerte  hubiera  sido  contra  ría,  contestó:  Yo  tes  kubitte  dado  Jas  horas  para  tonftsar- 
it,  y  las  fusilo.  Moretes  se  confesaba  siempre  antes  de  entrar  en  fuego. 


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HISTORIA    DE  ESPAÑA  <!} 

gio  de  San  Nicolás,  y  de  harto  más  talento  militar  que  su  maestro.  Según 
Alaman,  fué  el  hombre  más  extraordinario  que  produjo  la  revolución.  Un  mo- 
derno historiador  espaftol  dice  de  él:  <Los  más  famosos  guerrilleros  españo- 
>les  parecían  haber  rerundido  su  espirilu  en  Morelos  para  que  luchase  con- 
>tra  España.  Hay  que  hacerle  justicia.  Sin  él,  la  causa  de  la  independencia 
>hubiera  sucumbido  con  Hidalgo  y  Allende»  (i).  Empezó  con  un  puñado  de 
hombres,  y  llegó  á  mandar  en  sus  mejores  tiempos  20.000, con  47  caiioDes. Bra- 
vo, Matamoros,  Galiano,  Terán  y  otros  principales  caudillos  de  la  independen- 
cia eran  sus  tenientes,  y  con  él  aprendieron  á  guerrear.  Sus  más  sonados  hechos 
de  armas  fueron:  la  sorpresa  de  Veladero  (8  Diciembre  1810),  en  que  con 
700  hombres  hizo  800  prisioneros  á  la  columna  de  París;  la  acción  de  Tixtla 
(16  Agosto  181  i);  la  defensa  de  Cuatla  contra  Calleja,  que  duró  más  de  dos 
meses,  evadiéndose  al  cabo  con  la  guarnición  cuando  se  le  agotaron  los  víve- 
res (Mayo  1812);  la  toma  de  Oajaca  (25  No- 
viembre  1812);  la  del  casiillo  de  Acapulco 
(12  Abril  1S13).  En  el  otoño  de  este  año  atacó 
á  Valladolid;  pero  acudiendo  Itúrbide  (2),  uno 
de  los  jefes  criollos  más  distinguidos  por  su  ar- 
doroso realismo,  valor,  inteligencia  militar  y 
dureza  para  fusilar  insurgentes,  le  hizo  sufrir 
espantoso  desastre:  en  la  noche  del  24  de  Sep- 
tiembre introdújose  Itúrbide  en  el  campamen- 
to de  Morelos  con  igo  jinetes,  dio  una  furiosa 
carga,  y  armó  tal  confusión,  que  los  cuerpos 
atacados  empezaron  á  disparar  unos  contra 
otros  en  la  oscuridad,  siendo  tal  la  batalla,  que 
á  la  mañana  siguiente  estaban  todos  destroza- 
dos. Intentó  Morelos  rehacer  su  hueste;  pero 
fué  derrotado  el  4  de  Eriero  de  1814  en  Purua- 
rán,  y  hubo  de  volver  á  la  vida  de  guerrillero, 
con  lo  que  prolongó  la  lucha  á  fuerza  de  as- 
tucia, agilidad  y  osadía  hasta  el  4  de  Noviem-  Nicoids  Bravo 
bre    de    1814,  que  cayó  prisionero.   Fué   fu-  (i78i-i854)- 
silado  el  22  de  Diciembre  de  1815. 

De  las  campañas  de  Morelos  no  se  debe  olvidar  un  hecho:  tal  fué  el 
realizado  por  uno  de  sus  tenientes,  Bravo  (i).  Habiendo  caldo  prisionero  de 
los  realistas  su  padre,  Bravo  ofreció  al  virrey  Venegas  300  prisioneros  que 
él  tenia  en  rescate  de  aquella  vida,  para  él  tan  preciosa.  Las  autoridades, 
obcecadas,  no  hicieron  caso,  y  el  12  de  Septiembre  de  1812  fué  pasado  por 
las  armas  el  padre  de  Bravo.  Éste  reunió  entonces  á  los  300  prisioneros,  y  les 
dirigió  una  arenga  dici^ndoles  que  tomaba  venganza  dándoles  la  libertad, 
con  la  condición  de  que  no  volviesen  al  país  á  guerrear  contra  los  indepen- 

(0    P.  Mignélez.  libro  y>  ciudo. 

(2)  Don  Agustín  de  Itúrbide.  hijo  de  un  navarro  y  de  una  mcjícma,  nació  en  Vallado- 
lid,  como  MoTcios  (37  Septietnbie  1783).  Alférez  en  1798,  hizo  luS  primeras  armas  contra  Hi- 
dalgo, j  siguió  gnerreando  contra  los  insurgente<i,  ganando  todos  sus  empleos  en  el  campo  de 
bfttalla.  En  este  tiempo  era  coronel. 

(3)  Don  Nicolás  Bravo  nació  en  Chílpancingo  [10  Septiembre  17S1).  CrioUo  de  pura 
sangre  española,  tomó  partido  poi  los  independientes  con  su  padre  y  hermano  desde  el  princi- 
pio de  la  guerra.  Después  de  conseguida  U  independencia  Bravo  fué  Presidente  interino  de 
Méjico  en  1839,  y  con  el  mismo  carácter,  de  a6  de  Octubre  de  1842  i  5  de  Mayo  de  184V 
F.n  1844  volvió  i  serlo;  pero  siSlo  por  cuatro  dias,  pues  el  general  Salas  se  sublevó,  obligándole 
i  dejar  el  paesto.  Defendió  á  Chapullepec  contra  los  yanquis,  cayendo  prisionero.  Murió  i  ñnei 
de  Abril  de  1S54,  pocas  horas  despuís  de  fallecer  su  mujer. 


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5l6  HISTORIA   DE   ESPAÑA 

dientes.  £1  ánimo,  afligido  por  tantos  actos  de  feroces  represalias,  descansa 
complacido  en  éste.  jQué  contraste  con  el  mismo  Morelos,  que  por  no  haber 
conseguido  salvar  la  vida  de  Matamoros  { i )  hizo  fusilar  en  Hacotepec 
200  prisionerosl 

Morelos  no  sólo  luchó  denodadamente  por  la  causa  separatista,  sino  que 
procuró  organizaría  políticamente.  A  este  fia  reunió  el  Congreso  de  Chilpan- 
cingo,  en  que  fué  proclamada  la  independencia,  y  la  república  como  forma  de 
gobierno  (13  Septiembre  1ÍÍ13),  se  dio  la  constitución  titulada  Decreto  coms- 
titucional para  la  libertad  dt  la  América  mtxicana  (22  Octubre  1814),  tan  tra- 
dicionahnente  católica,  que  hacia  perder  la  ciudadanía  mejicana  por  crimen 
de  herejía  y  aposlasla,  y  se  confírió  al  mismo  Morelos  la  suprema  jefatura  de 
la  nación  con  el  titulo  de  «Primer  jefe  del  ejército  y  depositario  del  Poder 
ejecutivo».  Al  tomar  posesión  de  su  cargo  el  valiente  guerrilleru  juró  (de* 
>fender  la  religión,  la  pureza  inmaculada  de  María  Santísima,  los  derechos  de 
»la  nación  mejicana,  y  desempeñar  su  empleo  lo  mejor  que  pudiese*  \^2). 

Venegas  fué  virrey  de  Méjico  hasta  el  4  de  Marzo  de  1813,  en  que  en- 
tregó el  mando  á  Calleja.  Al  recuperar  su  trono  Fernando  VII  la  insurrec- 
ción mejicana  decaía,  aunque  sosteniéndola  tenazmente  muchos  jefes  con 
pequeños  núcleos  de  guerrilleros.  El  ejército  realista  pasaba  de  40.000  hom- 
bres, casi  todos  mejicanos,  pues  de  la  Península  apenas  si  habían  ido  otros 
refuerzos  que  tres  batallones  á  principios  de  1812.  Había  doble  número  de 
milicianos  adictos.  £1  entusiasmo  por  Fernando  VII  y  la  satisfacción  por  ha- 
berlo defendido  heroicamente  eran  iguales  á  los  que  sentían  los  españoles 
que  acababan  de  hacer  en  la  Península  la  guerra  de  la  Independencia. 

{1}  Don  Mariano  Matamoros  era  en  iSlo  cura  de  Janlelelco,  y  algunas  Tciadoaes  que 
1«  hicicri>n  safrír  los  realistas  al  pasar  por  su  pueblo  le  hicieron  piesenlBTse  i  Morelos  (ib  Di 
ciembre  l8ti),  que  le  nombró  coronel.  Correspondió  i  este  honor  cumplidamente  distin- 
guiéndose en  muclias  ncciones  de  guena.  Prisionero  en  la  batalla  de  Fumarán,  fní  fusilado  en 
ValladoUdíS  Febrero  1814). 

|3)  Víase  la  citada  CoUc  dt  Doc.  En  el  tomo  v,  plg.  314,  esli  el  Aila  ái  la  inae- 
ftndtntia. 


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XX 

LA  PRIMERA  CONSTITUCIÓN 


130.  Las  ideas  en  Espaüa  al  eslallar  in  | 
hispanismo  ó  episcopilisnio,  filoaofisn 
cesados.  — 132.  Cortes  de  Cádiz. 


130.  —  Al  ocurrir  la  invasión  francesa  la  masa  del  pueblo  español  seguia 
fiel  en  sus  creencias  y  en  sus  costumbres  á  los  principios  y  máximas  del  an- 
tiguo régimen,  esto  es,  á  la  religión  católica  como  base  y  fundamento  de  la 
vida  individual,  familiar  y  pública,  y  á  la  autoridad  del  rey  como  piedra  angu- 
■  lar  del  orden  político.  Hacía  tiempo,  sin  embargo,  que  venían  esparciéndose 
ideas  contrarías  en  mayor  ó  menor  grado  á  este  sentir  unánime  de  la  nación, 
y  las  cuales  habían  determinado  ta  formación  de  núcleos  diversos  que  ansia- 
ban un  cambio  en  el  sistema  religioso,  social  y  político  imperante  en  España 
desde  el  tiempo  de  los  Reyes  Católicos.  Conviene  distinguir  estos  grupos  di- 
^denles,  indicando  las  raíces  de  donde  brotaban. 

Regalismo.  —  Ya  se  ha  indicado  en  qué  consiste,  y  el  incremento  que  al- 
canzó en  el  reinado  de  Carlos  lU.  Aquí  sólo  cumple  añadir  que  contnbuyó 
de  dos  maneras  al  desmoronamiento  del  antiguo  régimen:  una,  que  los 
enemigos  de  la  Iglesia  lo  utilizaron  para  introducir  é  imponer  medidas  con- 
trarias al  pensar  y  al  sentir  tradicionales  de  los  españoles;  y  otra,  que  los  ca- 
tólicos fervientes,  viendo  á  la  autorídad  real  en  contra  suya,  desconfiaron  de 
ella  y  ansiaron  ponerle  limitaciones. 

yansenismo.  —  Jansenistas,  en  estricto  sentido  canónico,  son  ios  sostene- 
dores de  las  cinco  proposiciones  de  Jansenío  (i)  condenadas  por  Inocencio  X,  ó 


(i)  Camelia  Jsnienio,  nacido  en  Achoc  (TIolanda\  15S5;  obispo  de  Ipres,  1636,  miliió 
«I  6  de  Mayo  de  16^.  Dejó  inédita  ana  obra  teológica  y  moral  titulada  Auguslinus,  poi  piesen- 
larla  la  antor  como  fundida  en  la  doctrina  de  San  Agustín.  Publicada  por  sus  discípulos  y 
amigos,  la  condenú  Urbano  VIII  (bula  ¡»  emininli,  6  Marzo  1641}.  Muchos  eclesiüstius,  en- 
tre ellos  et  arzobispo  de  Malinas  y  obispo  de  (¡ante,  opusiéronse  1  la  condenación,  actiBcin- 
dota  á  manejos  de  los  jesuítas:  esto  pTomoTÍ6  una  terrible  disputa  en  toda  la  Iglesia.  La  Uni- 
«ersidad  de  París  entresacó  cinco  proposiciones  del  Auguslinus  como  substancia  de  la  con- 
troTcrsia,  y  tas  remitió  i  Inocencio  X,  quien  las  condenó  ¡buia  Cwn  oaaiiont,  31  Mayo  1653). 
Dijeron  entonces  los  jansenistas  que  las  proposiciones  estaban  condenadas  justamente;  pero 
qne  no  había  tales  proposiciones  en  el  Auguslinus.  Esta  polémica  siguió  durante  todo  el  si- 
¿lo  xvm.  Sas  prínC] pales  sucesos  fueron:  Juan  DuTergier  de  Hauíanne,  nacido  en  Bayona  (15S1), 
conocida  por  el  Abad  de  Saínt-Ciían,  ó  Suinl-Cimn  á  secas,  cap elUn  del  Monasterio  de  Port- 


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de  \3S  ciento  una  dt  Qaesnel,  que  condenó  Clemente  XI.  En  España  fué  apli- 
cada indistinta  y  confusamente  la  palAbt&jansentsia  á  todos  los  enemigos  de  la 
Compaí^fa  de  Jesús,  incluyendo  asi  en  una  denominación  común  á  enciclope- 
distas ó  tHcrédulos,  á  los  realistas  y  i  los  adversarios  de  la  Teologíay  Moral  en- 
senadas por  los  jesuítas,  aunque  sostuvieran  doctrinas  teológicas  ó  morales  no 
condenadas  por  la  Iglesia.  D.  Félix  Amat(l)  exponía  esta  confusión  en  su  dic- 
tamen sobre  la  obra  de  Hervás  y  Panduro  Causas  de  la  Revolución  de  Fran- 
cia: «Mil  veces  se  ha  dicho,  escribía,  que  los  molinistas  y  jesuítas  muy  de 
«propósito  han  procurado  que  la  idea  de  jansenismo  sea  horrorosa,  pero  oscura 

•  y  confusa,  para  que  pueda  aplicarse  á  todos  los  que  sean  contrarios  d  las 
•opiniones  molinianas  sobre  predestinación  y  gracia  y  á  todos  los  que  antes 

•  promovieron  la  reforma  ó  extinción  de  la  Compañía  y  ahora  embarazan  su 
>  restablecimiento  • . 

Conviene  advertir  que  el  mote  de  jansenista  estaba,  indiscutiblemente, 
mal  aplicado  á  los  racionalistas,  y  aun  á  los  regalistas;  pero  respecto  de  los 
teólogos  ascéticos  y  místicos  que  combatían  las  doctrinas  opuestas  á  las  en- 
señanzas de  los  jesuítas  había,  por  lo  menos,  un  pretexto  para  tildarlos  de 
jansenismo,  y  es  que  desde  Jansenio  acá  todos  los  de  su  tendencia  habían 
combatido  acerbamente  lo  que  combatían  ellos  y  defendido  lo  que  ellos  de- 
fendían, y  con  argumentos,  por  regla  general,  iguales  ó  muy  semejantes, 
siendo  además  Janseniu  y  sus  secuaces  los  que  habían  provocado  estas  cues- 
tiones. Había,  sin  embargo,  en  el  mote  un  equfvocoque  le  daba  trascendencia 
y  acritud.  Doctrinas  de  Jansenio  y  de  sus  discípulos  habían  sido  condenadas 
como  heréticas:  esto  era  cierto;  mas  no  todas  las  doctrinas  de  Jansenio  y  sus 
secuaces  estaban  comprendidas  en  la  condenación.  En  el  largo  curso  de  la 
polémica  se  habían  fijado  precisamente  las  proposiciones  sobre  que  recala 
la  nota:  las  demás  podían  ser  sostenidas  por  un  católico  sin  mengua  de  su  or- 
todoxia; pero  al  decir  de  un  católico  que  era  jansenista  por  defender  propo- 
siciones no  condenadas  que  habían  defendido  también  Jansenio  6  los  docto- 
res de  su  secta,  se  provocaba,  sobre  todo  en  la  mente  de  los  no  muy  duchos 
en  distinciones  escolásticas,  este  sofisma:  el  jansenismo  está  condenado  por 
herético;  tú  eres  jansenista:  luego  eres  hereje. 

Caracterizábanse  los  tildados  en  España  de  jansenistas  por  su  oposición 
á  la  Compañía  de  Jesús:  censuraban  sus  ideas  sobre  la  gracia,  sosteniendo 
que  en  este  punto  se  habla  apartado  la  Teología  jesuítica  de  la  doctrina  de 
San  Agustín;  llevaban  muy  á  mal  su  facilidad  en  absolver  á  los  penitentes  y 
en  admitir  á  la  comunión  á  personas  poco  santas;  según  ellos,  los  sacramen- 
tos de  penitencia  y  eucaristía  eran  terribles  misterios  en  que  habla  de  en- 
trarse con  terror  (2)  y  llevando  una  perfecta  contrición;  la  mera  atrición, 
aun  con  la  absolución  sacramental,  no  servía  para  nada;  las  tradiciones  pia- 


Royal,  cerca  de  París,  hizo  de  sus  moDjas  lat  mis  rerrienles  jansenistat,  y  lundó  los  SolUarí^! 
di  Porl-Royat-dí¡-Ckaaips,  lociedad  para  combatir  i  tos  jesuítas,  de  los  cailes  Tut  Pascal  (1613 

ái66í)|  el  cual  publicó  //í/*nrei«í-rfl/«|l6s&-S7).L»  comunidad  de  Por(-Royal  fui  disuelupor 
Noail les,  arzobispo  de  París  (1709).  Este  misino  prelado  aprobó,  eo  cambio,  las  Reñtxients  mo- 
ralti  del  abale  Quesnel,  condenadas  por  Clemente  XI  (13  Julio  170S)  y  por  la  bula  Uiigmilm 
Dei  Filias  (8  Septiembre  1 7 13),  en  qtia  se  condenaron  ex preiam eme  lOI  proposiciones  de  Ques- 
nel. Siete  obispos  Tranceses  recUmaron  conlra  esta  bula,  mereciendo  U  reprobación  de  Ino- 
cencio XIII  (Mano  1722)  y  la  del  Regente  Orleans,  tomando  parle  después  i  su  favor  el  Par- 
lamento de  París. 

(i)  Abad  de  San  Ildefonso  y  arzobispo  de  Pslmira,  confesor  de  Carlos  IV.  Escribid  su 
Vida  su  sobrino  D.  Félix  Torres  Amal.  obispo  de  Astorga  (Madrid,  1S3S  y  un  apéndice  en  1838). 

\2)  D.-ipuísdtlafriv<iíion,iííiliMiiU'io~Kszútía\a^Aa.Ati9.át  Porc-Royal  ti  Saint- 
Giran  —  le  me  ka  kakolan  terribU,  qui  no  puedo  íompreiidít  qui  iiti  y»  l/úniaaa  otro  va  á  tila 


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HISTORIA   DE  ESPAÑA  519 

dosas  y  las  devociones  populares  sin  fundamento  dt^mático  declarado  debían 
ser  proscriptas  severamente  de  los  templos,  y  aun  predicarse  contra  ellas;  se 
burlaban  del  culto  del  Sagrado  Corazón  de  Jesús  (i),  llamando  despectiva- 
mente cordicolas  á  los  que  lo  profesaban,  y  un  obispo  de  Oviedo  mandó  qui- 
tar de  todas  las  iglesias  de  su  diócesis  las  imágenes  del  Sagrado  Corazón; 
adoptaban,  en  suma,  dentro  del  catolicismo  una  actitud  de  rigidez  y  excesiva 
severidad,  semejante  á  lu  de  los  calvinistas  entre  los  protestantes;  y  como,  al 
menos  en  España,  no  formaban  una  secta,  sino  una  tendencia,  diferían  mucho 
entre  sí,  siendo  unos  oiás  extremosos  que  otros,  habiendo  una  rica  gama  de 
jansenismo,  desde  el  que  se  reduela  á  cierto  rigorismo  moral,  hijo  en  la  ma- 
yoría de  los  casos  más  bien  del  temperamento  personal  que  de  la  doctrina, 
hasta  el  exagerado  que  hacía  imposible  á  todos  los  hombres  la  práctica  de  la 
religión  católica.  Se  debe  también  decir  que  esta  rigidez  jansenista  en  ningu- 
no de  sus  grados  se  parecía  á  la  tradicional  intolerancia  católica  española, 
furibunda  en  cuanto  al  dogma  y  meticulosa  y  desconfiada  en  todo  lo  qne  á  la 
unidad  de  la  fe  se  refiere,  pero  indulgente  con  las  flaquezas  humanas  y  com- 
patible en  la  mayoría  de  los  espíritus  con  la  alegría  del  vivir  terreno.  Los 
jansenistas,  por  el  contrario,  tendían  á  la  tolerancia  doctrina);  pero  se  asus- 
taban, ó  afectaban  asustarse  de  la  más  ligera  infracción  moral.  Propendían 
á  la  ridicula  meticulosidad  de  esas  seBoras  calvinistas  de  Holanda  que 
cubren  con  tapices  las  mesas. .  .  ¡para  qMi  no  seles  vean-  las  piernas!  Porque, 
según  dicen,  aunque  las  piernas  de  una  mesa  no  tengan  en  sí  nada  de  peca- 
minoso, pueden  sugerir  la  idea  de  otras  piernas  excitadoras  de  pensamientos 
lascivos. 

Claro  que,  siendo  asi  los  jansenistas,  habían  de  abundar  entre  ellos  los 
hipócritas.  Los  hubo  de  dos  clases:  unos  que  de  buena  fe,  por  decirlo  así,  afec- 
taban aquella  santidad;  y  otros  que  del  jansenismo  hacían  máscara  para  com- 
batir á  mansalva  la  religión,  pues  eran  en  el  fondo  librepensadores  ó  ñló- 
sofos,  que  se  decía  entonces.  Todos  solían  tomar  el  aire  devoto  que  había 
caracterizado  á  los  puritanos  de  Inglaterra;  el  libelista  Puigblanch  (2)  retra- 
taba picarescamente  á  Villanueva  (3);  «...  sacerdote  calificado  ...  Su  sem- 
ibtante  es  compungido  y  como  de  tnemento  mori.  Su  habla  es  á  media  voz,  y 
>como  de  quien  se  recela  de  alguien. . .  Es  implacable  enemigo  de  los  jesuítas, 
len  quienes  no  halla  nada  bueno  ó  que  no  debe  imitarse  por  nadie,  y  mucho 
■menos  por  él,  excepto  el  semblante  compungido,  el  habla  á  media  voz  y  la 


(1)  Elle  culto  tenia  precedenles  en  la  Iglesia;  v.  gr.,  en  1455  se  celebró  ei 
Carmen,  de  Valeacia,  una  ñeita  poflica  en  honor  del  Car  de  Dea;  un  siglo  deipaés  Jaan  Agne- 
KJo,  clérigo  f  poeta  valenciana,  publirA  an  breve  deTOcionuio  del  Coruón  de  |esds,  ele.  Sa 
propajjacifin  fué  obra  de  la  B.  Margarita  Alacoque  (nació  en  Julio  1647,  profesó  en  la  Visita- 
ción y  niiiríó  17  Octubre  1690)  y  del  jesuíta  P.  Colombiere.  Benedicto  XIV  lo  nu(oríz6  por 
breve  de  2S  Mayo  1757. 

(i)  •tOpúiculcí granáüco-iafíñcei  díl  Dr.  D.  Antonio  Pmgblanck  contra  ti  Dr.  D..  Joa- 
güín  Viüanutva.  Londres,  lS38.> 

(3)  Donjoaqaln  Lorenzo  V1llanue»a  nació  en  Jiliva  (10  AgOKto  1757).  Escribió  hasta 
\.%\Oi  Año  STiiltano  di  España  (Madrid,  de  1791  á  1799;  13  tamm).— De  ¡a  eíligodín  di  celíirar 
el  lanlo  Sacrificio  di  la  Misa  cnn  eircuntptcciÓH  y  pnusa  -^  de  la  Ttvirtncia  cim  qat  se  debe  asistir 
á  la  Misn  (Madrid,  Vl<i\).  ~  De  ¡a  lección  di  la  Sagrada  Escritura  en  lenf^as  vulgares  (VútacAa, 
1791).  —  Catecismo  de  Estado  según  los  principias  de  la  religión  (Madrid,  1793).  —  Carlas  de  un 
siispe  español  soire  la  tarta  del  ciudadano  Gtegeire  per  D.  Lerenta  Astengo  Ipiendónimo),  (se- 
gunda edición.  Madrid,  1797).  No  hay  que  confundirle  con  su  hermano  el  dominico  P.  Jaime 
Villanueva,  «más  Inveitigadoi  y  erudito  que  él,  aunque  peor  escritor  y  hombre  de  menos  va- 
»tiada  lectura  y  de  Juicio  no  tan  penetrante  y  segutn;  el  dominico  es  el  autor  del  Viaje  ¡iterarie 
xif  las  iglesias  de  EÍpaña,  por  más  que  los  cinco  primeros  tomos  saliesen  con  el  nombre  de  don 
"Joaquín  Lorenio,  más  conocido  y  autorizado  en  los  circuios  de  la  corte».  (M.  Pelayo,  Heterodo- 
.x«r,nl,páf!.  1S8). 


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520  HISTORIA  DE  ESPAÑA 

>moníta. . .  Su  aspecto  venerable  parecía  de  un  San  Juan  Crísóstomo  ó  un  San 
•  AtanasiO'.  Y  Arjcma  le  decía: 

Tod>  EwBÜa  de  li  siente 
Ser  ta  piedad  (■□  sublime, 
Qae  ei  cimiito  por  (i  le  iraprime 
Cateciimo  lolamente. 

De  tas  obru  sfinné 
Que  eran  catecisnto  puro; 
Lo  conñimo,  aauque  as^ato 
Qae  hay  mucho  que  no  ei  de  fe. 

Contra  el  ya  citado  D,  Félix  Amat  también  tuvo  que  hacer  la  maledicen- 
cia, poniendo  en  contraste  su  afectada  severidad  con  su  codicia  de  bienes  te- 
rrenales, y  no  sólo  para  él,  sino  para  sus  muchos  sobrinos.  Satirizábale 
Pérez  de  Camino  (i)  diciendo: 

¿Has  conocido  á  Amat?  Sabio  eslimable. 
De  gobierno  y  de  leyes  escribía 
Con  imparcialidad  inapreciable. 

Doctor  puro,  i  Molina  combatía, 
Y  di  la  seda  bufa  y  el  retoñe. 
Aunque  «I  roquete  altivo  revestía. 

De  Batilio  la  faz,  de  Ambrosio  el  porte, 
Crece  su  fama,  y  mérito  eminente 


V  concilios  cenando  y  decretales 
Acopia  beneficios,  y  en  sus  manos 
Dos  bdculoa  empufla  pasloiales. 

Es  poco:  el  alto  Ser,  de  treinta  heni 
Cuatrocientos  sobrinos  le  di6  pío 
Que  reclaman  los  dones  soberanos. 

Amat  oye  su  voz,  sensible  Ifo, 
La  togainv.tde,  Invade  la  milicÍB, 
Agota  de  la  Iglesia,  el  pingU;  ilo. 

Tal  dignidad,  Cal  puesto  no  codicia, 
Pues  cuando  Te  si  In  mortal  saeta 
Arranca  el  posesor  á  su  delicia. 

Entonces  £1  con  precaucián  discrel: 
Corte  al  cebo,  y  so  raza  inagotable 
Llena  la  promoción  déla  Gacela. 


El  auténtico  jansenismo  francés  —  y  nada  más  natural  dado  su  carácter 
místico  y  ascético  —  tuvo  influencia  decisiva  sobre  el  espíritu  de  algunas  mu 
jeres  de  las  arrimadas  d  ¡a  Iglesia,  como  dice  nuestro  pueblo,  y  con  cultura 
suficiente  para  entrar  en  estas  honduras  teológicas  y  morales.  En  París  no 
fueron  solólas  monjas  de  Port-Royal  quienes  figuraron  en  félite  jansenista, 
sino  varias  señoras  de  la  aristocracia  que  se  reunían  en  casa  de  la  duquesa 
Du-Plessis  á  discretear  sobre  la  divina  gracia  y  la  reverencia  debida  á  los  sa- 
cramentos, y  murmurar  de  los  picaros  jesuítas  que  estaban  corrompiendo  á 
la  Iglesia  por  su  punible  transigencia  con  los  pecadores  y  gente  de  mundo.  Se 
puso  á  estas  damas  el  apodo  de  señoras  de  la  gracia,  y  en  Madrid  vino  al  cabo 


iiine  (Burdeos,  1829).  Píreí  de 

,t7cdb/GoogIc 


HISTORIA   DE  ESPAS^A  521 

de  los  años  mil  á  representar  tal  papel  la  condesa  de)  Montijo  (i),  que  tra> 
dujo  tas  InstntcciotKS  cristianas  sobrt  ti  sacramento  del  matrimonio,  A  que  pu- 
so prólogo  el  obispo  de  Barcelona  D.  José  Clíment  (2),  y  á  cuya  tertulia  con- 
currían los  obispos  de  Cuenca  (3]  y  de  Salamanca  (4J  con  otros  sacerdotes. 
La  Inquisición  desterró  á  Logroño  á  la  Condesa,  donde  murió.  Su  hijo  y  su- 
cesor fué  el  revoltoso  t/o  Pedro  del  motín  de  Aranjuez,  y  que  tanto  figuró  en 
tiempos  posteriores. 

Aun  siendo  teológica  y  ascética  la  tendencia  jansenista,  no  tardó  en  de- 
rivar hacia  el  terreno  jurídico,  canónico  y  civil.  Combatida  por  las  autorida- 
des eclesiásticas,  y  también  por  las  civiles,  se  hizo  cismática  en  el  orden  re- 
ligioso y  archi democrática  en  el  político,  proclamando  que  el  Poder  en  am- 
bas esferas  se  trasmite  de  abajo  á  arriba,  y  que  no  hay  otra  legitimidad 
que  la  dimanada  de  la  voluntad  del  pueblo;  entre  los  jansenistas  franceses 
era  familiar  esta  doctrina  mucho  antes  de  enseñarla  Rousseau.  Kespecto  de 
los  jansenistas  españoles  es  difícil  precisar:  i,"  Si  todos  llegaron  á  esta  con- 
clusión; y  2."  Sí  ios  que  llegaron  á  ella  fué  por  evolución  de  sus  propias  ¡deas 
ó  por  haberse  desviada  de  ella  á  impulsos  de  la  corriente  filosófico -poli  tica 
desatada  por  ta  Enciclopedia.  Lo  cierto  es  que  á  los  jansenistas  les  sucedió, 
como  á  los  krausistas  de  la  segunda  mitad  del  siglo  xtx,  que  siguieron  siendo 
llamados  jansenistas,  y  aun  conservando  ellos  cierto  aire  de  jansenismo,  cuan- 
do en  realidad  ya  no  lo  eran. 

Hispanismo  ó  episcofalismo. — Asi  como  la  tendencia  jansenista  era  teo- 
lógica y  moral,  ésta  lo  era  canónica.  Recuérdese  lo  dicho  en  este  libro 
(XII  -  86)  sobre  el  acrecentamiento  de  hecho  de  la  autoridad  pontificia  en  la 
segunda  mitad  del  siglo  xi.  Atribuciones  de  gobierno  eclesiástico  que  hasta 
entonces  habían  sido  ejercidas  por  los  obispos,  ya  no  lo  fueron  sino  por  el 
Papa  {reseroas  pontificias).  Este  cambio  suscita  tres  cuestiones:  1.'  Legitimi- 
dad de  tas  reservas,  ó  sea  de  la  facultad  del  Papa  para  reservarse  conocer  y 
resolver  los  asuntos  que  crea  conveniente,  cuestión  que  está  decidida  para 
los  católicos  de  modo  inapelable  en  sentido  favorable  á  esa  prerrc^ati- 
va.  2.^  Conveniencia  de  mayor  ó  menor  amplitud  en  el  ejercicio  de  las  re- 
servas, que  es  cuestión  de  lugar  y  tiempo,  ó  sea  de  oportunidad  política. 
Y  1."  Buen  ó  mal  uso  que  de  las  reservas  se  haya  hecho,  que  es  cuestión  de 
critica  histórica.  Las  tres  han  sido  materia  de  inagotables  controversias  por 
teólogos,  canonistas  y  políticos.  £1  episcopalismo  consiste  en  sostener  que  los 
obispos,  como  sucesores  de  los  Apóstoles,  no  pueden  lícitamente  ser  despo- 
jados de  sus  atribuciones,  ni  aun  limitados  en  el  ejercicio  de  ellas  por  el 


(i)  Doña  M>r(B  Francisca  de  Sales  Porlocarreio  y  >:únlga,  sexta  condesa  del  Montijo. 
Nad6  en  10  Junio  1754.  Cbíó  con  D.  Felipe  de  Paíafox  (8  Noviembre  i7t>S).  Murió  en  Logro- 
Ao  (15  Abril  1&08).  El  actual  Conde  del  Montijo  posee  el  retrato  de  esta  seAors  con  sus  cuatro 
htJBS,  que,  según  la  tradición  de  la  Casa,  corroborada  por  la  emperatriz  Eugenia,  es  de  Goya. 
Triártelo  niega.  Víase  el  magnífico  Caláhgo  dt  la  Col/aióH  lit  Finíuns  dtl  Excms.  Sr.  Duque 
at  Biraiii  y  de  Alba,  por  D.  Ángel  Barcia;  sobre  ta  Condesa,  á  Coloma  (Retraías  dt  anlaüo)  y 
M.  Felayo  (Helered^ioj,  \i\). 

Jt\     Prelado  etocueatfsimo,  uno  de  los  restauradoris  dt  la  elocuencia  sagrada,  le  llama 
ayo,  ID slero.  literato  —  hizo  ana  edición  de  las  obras  de  San  Paciano  —  muy  enemigo 
de  los  jesuítas  y  tildado  de  jansenismo. 

13)     Don  Antonio  Palafoi,  cuHado  de  la  Condesa. 


{4)  Don  Antonio  Tavira  y  Almazán,  al  que  se  tenfa  por  corifeo  del  partido  jansenista' 
Hombre  de  ingenio  y  letras,  muy  amigo  de  Meléndei  Valdís,  Menéndeí  Pelayo  (Htlerodexos) 
dice  qoe  el  general  Ttebaull,  gobernador  francés  de  Salamanca,  le  llamaba  l■//^rRí/ÚIl       '    ~   ' 


En  lai  Memorias  (tomo  [v.  cap.  xlit,  al  referir  su  gobierno  en  Salamanca,  apunta  que  ya 
no  era  obispo  aquél:  dice:  ndes  goiivrrnetlrs  eccUsiaatiques  sappléant  l'évéque,  indigne  suc- 
Kcesseiir  du  TÍnÉrable  don  Tsvira.  .  ,  »  El  obispo  estaba  en  (>alicia,^/r<VJ<ií/  la  eraisade  con- 
tri ncut.  For  eio  Tiebault  lo  encontraba  indigno  sncesor  de  Tavira,  qae  faé  afrancesado. 


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522  HISTORIA  DE  ESPAÑA 

Papa,  sucesor  de  Sao  Pedro;  así  como  los  Apóstoles  reconocieron  en  San  Pe- 
dro una  primacía  más  bien  de  bonoi  que  de  jurisdicción  y  reducida  A  una 
especie  de  presidencia  del  colegio  apostólico,  pero  sin  U^ar,  ni  con  mucho, 
á  cercenarles  San  Pedro  facultades  que  no  les  habla  concedido  él,  sino  Jesu- 
cristo; los  obispos  y  el  Papa  debían  estar  siempre  en  la  misma  relación,  y  ea 
ella  estuvieron  durante  los  primeros  siglos  de  la  Iglesia,  hasta  el  xt,  en  que  se 
inwcataton  las  reservas  pontificias,  lo  caal  se  hizo  por  malas  artes,  aprove- 
chando la  barbarie  de  aquellos  tiempos  para  poner  en  circulación  y  hacer 
aceptar  cánones  apócrifos,  especialmente  la  famosa  colección  llamada  de  las 
Falsas  decretales.  De  este  modo  fué  cambiado  el  gobierno  eclesiástico,  y  los 
obispos  dejaron  de  ser  verdaderos  gobernadores  para  convertirse  en  sim- 
ples delegados  del  Papa,  y  dejaron  de  celebrarse  aquellos  concilios  nacionar 
les,  como  los  nuestros  de  la  época  visigoda,  en  que  todos  los  obispos  del 
reino,  convocados,  presididos  y  protegidos  por  el  Rey,  deliberaban  y  re- 
solvían libremente  sobre  todos  los  asuntos  religiosos. 

El  episcopalismo  estaba,  pues.  Intimamente  relacionado  con  el  regedismo, 
ó  mejor  dicho,  era  un  fundamento  canónico  del  regalisnio.  Según  la  escuela 
ultramontana,  el  regalismo  puede  existir  de  derecho;  pero  reconociendo  que 
las  facultades  del  Rey  en  materia  eclesiástica  son  concesiones  del  Papa,  y 
en  cuanto  sean  efectivamente  tales  concestones  pontiñcias.  Los  liberales 
modernos  sostienen,  por  lo  contrario,  que  esas  prerrogativas  son  inherentes 
al  Poder  civil,  cuestiÓM  de  soberanía,  como  dijo  más  de  una  vez  D.  Antonio 
Cánovas  del  Castillo.  Los  episcopalistas  del  siglo  xviii  y  principios  del  xix 
declan  á  su  vez  que  se  fundan  en  la  potestad  de  derecho  divino  que  según 
ellos  tienen  los  obispos  de  cada  nación  para  gobernar  la  Iglesia  dentro 
de  sus  términos.  La  Iglesia  es  católica  ó  universal;  pero  esto  no  se  opone  á 
que  se  nacionalice  en  cada  país  {igUsia  galicana,  iglesia  hispánica,  etc.J,  siendo, 
por  tanto,  la  Iglesia  universal,  no  una  gran  monarquía  centralizada  dirigida 
por  un  soberano  espiritual,  sino  una  confederación  de  iglesias  nacionales 
presidida  por  el  Papa,  pero  con  autonomía  en  sus  distintos  Estados,  que  el 
Papa  tiene  que  respetar  y  que  el  Rey  debe  proteger.  Conforme  at  concepto 
de  los  liberales  modernos,  las  regalías  son  un  instrumento  para  cercenar 
atribuciones  á  la  Iglesiit,  para  secularisar,  como  ahora  se  dice,  ó  sea  convertir 
en  civiles  instituciones  que  con  arreglo  á  la  doctrina  católica  deben  ser 
eclesiásticas;  conforme  al  concepto  episcopalista,  todo  queda  dentro  de  la 
Iglesia,  pero  no  en  manos  del  Papa,  sino  de  los  obispos. 

El  episcopalismo  tiene  en  España  precedentes  antiguos.  Melchor  Cano, 
en  el  Parecer  que  dio  á  Felipe  II  sobre  el  modo  de  gobernarse  la  Iglesia  du- 
rante las  desavenencias  con  Paulo  IV,  le  decía: -En  casos  extremos  y  en 
*que  el  acceso  á  Roma  no  es  seguro,  se  puede  disponer  todo  lo  necesario 
•  para  la  buena  gobernación  eclesiástica,  aun  en  aquellos  casos  que  por  de- 
•recho  se  entiende  estar  reservados  al  Sumo  Pontífice».  Como  se  ve,  sólo  en 
casos  extremos  admitía  Cano  esta  eventualidad,  y  hacialo  además  en  mo- 
mentos de  lucha  violenta  de  España  con  Paulo  IV  por  motivos  puramente 
políticos.  Los  regalistas  del  siglo  xvii  no  se  internaron  en  estas  teologías, 
limitándose  á  defender  el  regalismo  de  hecho,  é  inclinándose  todos  á  consi- 
derar su  fundamento  en  fas  concesiones  pontificias  á  reyes  tan  católicos 
como  los  de  España.  Quien  recabó  por  aquel  tiempo  las  libertades  episcopales 
fué  el  clero  fnncés  (liSertades  gaiicamas)  (i),  lo  cual  aprovechó  Luis  XI V^ 

(i)  En  1678  eilsbleció  el  obispo  de  Vieone  una  liiarei'  eapeciit  en  ni  díAceiis  contra 
la  volanind  del  Papa.  HíMse  lo  mismo  en  París  (16S0I,  CIudj  (1690),  Sens  <IT03),  Narbona 
(1709I.  .  ,etc. 


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HISTORIA  D8  BSPAJlA  $2$ 

para  imponer  el  extremado  regalismo  de  la  DeclaraciÓK  de  19  de  Marzo  de 
1682,  que  coQvirtió  aquellas  libertades  en  una  sumisión  absoluta  de  la  Igle- 
sia al  Poder  civil,  dando  un  argumento  de  hecho  decisivo  á  ta  doctrina  ultra- 
montana: el  de  la  imposibilidad  moral  de  semejantes  libertades,  tas  cuales 
sólo  conduelan  en  la  práctica  al  cesarismo  (1).  Completaron  y  formuláronla 
doctrina  episcopatista  Justino  Febronio  (2)  con  su  obra  De  SiatM  EccUsice, 
publicada  en  1763  y  condenada  por  Clemente  XIII,  y  el  filipense  portugués 
Antonio  Pereira  de  Figueiredo,  autor  de  la  <Tentativa  theológica,  e  que  se 
«pretende  mostrar  que  impedido  o  recurso  á  Sé  Apostólica,  se  devolve  aos 
>senbores  Bispos  a  facultade  de  dispensarnos  impedimentos  públicos  do 
■  Matrimonio,  e  de  proveer  spiritualmente  em  todos  os  m ais  casos  reserva- 
•  dos  ao  Papa,  todas  as  veces  que  assin  ó  pedir  a  publica  e  urgente  necesida- 
>dedos-Bubditos>,  que  viola  luz  en  1766,  y  que  fué  pronto  traducida  á  varios 
idioma».  El  Febronio  y  el  Pereira  fueron  los  textos  del  episcopalismo  en  Es- 
paña, donde  tuvo  secuaces,  por  sus  virtudes  y  ciencia  dignos  de  mejor  causa, 
en  el  episcopado  y  en  el  clero  secular  y  regular,  y  donde,  como  e)  janse- 
nismo, sirvió  á  otros  muchos  de  máscara  para  encubrir.su  escepticismo  ó  su 
odioá  la  Iglesia  católica. 

Filosofismo. — La  filosofía  tradicional  en  España  era  la  escolástica,  consi- 
derándose principalmente  esta  rama,  ó  mejor  dicho,  tronco  del  saber  hu- 
mano, como  auxiliar  ó  servidora  {ancillatu)  de  la  Teología,  Cada  orden  reli- 
giosa tenia  adoptado  su  sistema  lilosóñco,  que  hablan  de  profesar  por  obe- 
diencia todos  sus  miembros,  y  en  las  Universidades  confluían  las  diversas 
escuelas,  y  de  ahf  los  bandos  escolares  de  tomistas,  eseotistas  y  svaristas,  se- 
gún reconocían  por  caudillos  ó  maestros  á  Santo  Tomás,  Duns  Scot  ó  Suárez. 
Las  batallas  entre  estas  escuelas  eran  las  disputas  que  se  celebraban  una  vez 
por  lo  menos  á  la  semana,  y  en  que  con  rigurosa  forma  silogística,  y  siempre 
usando  la  lengua  latina,  argumentaban  unos  contra  otros  los  campeones  de 
cada  bando,  ya  los  doctores,  ya  los  estudiantes. 

En  el  último  tercio  del  siglo  xvii  empezaron  ya  los  escarceos  fuera  de 
este  coto  cerrado.  Gassendi  (3)  y  Descartes  (4)  tuvieron  parlidarios  en  Es- 
pafia,  Feijóo,  ciudadano  libre  de  la  república  de  las  letras,  como  él  se  llamaba, 
dio  el  primer  ejemplo  señalado  de  filosofar  discursiva,  libre, ligera  y  amena- 
mente sobre  todos  los  puntos  que  Dios  ha  dtjado  libres  á  las  disputas  de  ¡os 
iioM^ríj,  ó  sea  respetando  escrupulosamente  los  dogmas,  pero  sin  someter 
su  pensamiento  á  ninguna  escuela  ñlosófica,  diciendo  sobre  cada  cosa  ó  sis- 
tema lo  que  le  parecía,  y  tomando  por  fuentes  de  su  ciencia,  no  los  venera- 
bles infolios  de  otras  edades,  sino  los  libros  franceses,  como  las  Memorias  de 
Trévoux  {s)  f>  k\  Diccionario  de  ^orírt  íó),  siempre  atento  á  cuanto  seiba 


(1)  Dad  d  Diei  ¡0  fue  es  di  Dios,  y  al  Cisar  lo  ¡lut  ti  dtl  César,  dijo  Jeíía,  »  «n  etlC 
texto  K  lands  la  distinción  Etilre  lu  dos  potestides:  cclesíiatica  ]r  civil.  De  >qa(  el  llamar  et' 
tariimo  al  sUlema  que  somete  la  poleitad  eclesiástica  á  la  cítU  ó  del  Císbt. 

(1)    PseadAaimo  de  Juan  Nicolta  de  Hoaiheim,  obispo  safragtneo  deTcíverii. 

(3)  Pedro  Gaiiendi.  ñlósofo  Trances  de  tendencias  maleríalístas,  muy  enemigo  de  Aríi- 
tóleles.  Floreció  de  1592  á  i6j5. 

¡4)    Renalí  "  '^" 

1596  i  1650,  mor 

de  filósofo,  gran  matemálico  y  físico.  Su  sislema  lilosóñco  se  funda  en  ¡a  duda  melódica,  ó  si 
'  en  no  admilir  ninguna  verdad  liasmilida  por  la  (Tadición;  dudar  de  todo  hasta  encontrar  ka 

C-imers  verdad  cierta,  que  es  nuestra  propix  existencia:  yo  pienic,  tutgo  toy.  A  Descarto  le 
considera,  y  con  lazón,  como  iniciador  ó  padre  de  la  filosofía  moderna.  Conviene  advertir 
que  no  eitenilfa  él  su  duda  i  las  verdades  reveladas,  pues  fui  siempre  baen  cristiano. 

(5)  ^  youmal  ó  Mémoiret  di  Trévoui  fui  creada  por  los  jesuítas  de  esta  ciudad,  y  se 
publicó  de  1701  i  1775. 

(6)  LaU  Moreri  Horacio  de  1643  i  1680. 


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524  HISTORIA   DE  ESPAKA 

publicando  en  Francia,  ya  para  elogiarlo,  como  hizo,  aunque  de  pasada,  con 
la  Vida  de  Carlos  XII,  de  Voltaire,  ya  para  censurarlo  acremente,  como  con 
el  Discurso  sobre  las  cieiuias,  de  Rousseau.  La  influencia  de  Feijóo  en  el  mundo 
intelectual  español  fué  inmensa,  no  por  las  ideas  que  expuso,  sino  por  su 
modo  de  adquirirlas  y  exponerlas  y  por  haber  señalado  á  los  estudiosos  la 
orientación  francesa.  Como  escritor,  revela  en  el  estilo  su  formación  france- 
sa: no  sólo  está  plagada  su  prosa  de  galicismos,  v.  gr.,  tabla  por  mesa,  anciattas 
opiniones  por  antiguas,  ponerse  en  la  plasa  de  otro  ^Ot  ponerse  en  su  lugar,  sino 
que  prescindió  absolutamente  del  gracioso  y  elegante  bipérbatou  que  nues- 
tros literatos  del  »¿¿?  de  oro  hablan  tomado  de  la  lengua  latina  acomodán- 
dolo perfectamente  á  la  índole  de  nuestro  pueblo.  Feijóo  escribía  como 
escriben  los  franceses:  construyendo  directamente  las  oraciones  y  cláusu- 
las, sacrificándolo  todo  á  la  claridad  y  procurando  atraer  al  lector  por 
la  amenidad  resultante  de  la  concisión,  de  la  ligereza  en  et  exponer,  del 
constante  cambio  de  pensamientos,  de  la  originalidad  en  el  discurrir;  esto 
es,  como  lo  hacen  hoy  casi  todos  los  escritores  españoles,  excepto  los  de- 
nominados clasicistas,  que  remedan  las  formas  solemnes  del  siglo  de  oro;  como 
se  redactan  los  periódicos:  es,  pues,  la  suya  el  habla  vulgar  de  nuestro  tiem- 
po. Feijóo  recomendó  además  que  se  aprendiera  francés  con  preferencia  al 
griego. 

Al  estallar  la  guerra  de  la  Independencia,  aun  habiendo  trascurrido 
cerca  de  medio  siglo  de  su  muerte  (i),  su  influjo  no  se  había  extinguido. 
Claro  que  los  que,  como  el  abate  Marchena  (z),  hablan  llegado  por  las  vías 
del  pensar  libre  al  racionalismo  tenían  que  censurarle  por  <haber  tributado 
'acatamiento  á  cuanto  la  Inquisición  y  el  despotismo  abroquelaban  con  su 

■  impenetrable  escudo»;  es  decir,  á  la  ortodoxia  católica.  Pero  aun  los  de 
esta  laya  reconocen  que  Feijóo  influyó  por  modo  decisivo  en  la  dirección  de 
su  pensamiento.  As(  Blanco  Withe,  educado  cristianfsimamente  por  sus  pa- 
dres, devoto,  y  hasta  místico  en  su  niñez  y  mocedad,  cuenta  la  impresión 
r  rofunda  que  hicieron  en  él  El  Teatro  Critico  y  las  Cartas  eruditas:  «Como  si 
•  con  la  misteriosa  lámpara  de  Aladino,  dice,  hubiera  yo  repentinamente  pe- 

■  nctrado  en  los  ricos  palacios  subterráneos  descritos  en  Las  mil  y  una  no- 
ic/us,  experimenté  un  arrobamiento  singular  contemplando  los  tesoros  inte- 
>lectuales  de  que  ya  me  creía  poseedor.  Por  vez  primera  me  hallé  en  plena 
^posesión  de  mi  facultad  de  pensar.  .  .  Es  verdad  que  mi  conocimiento  es- 
>taba  reducido  á  unos  pocos  hechos  físicos  é  históricos;  pero  habla  aprendi- 
»do  á  razonar,  á  argüir,  á  dudar.  Con  sorpresa  y  alarma  de  mis  allegados,  era 

(i)    Murió  tn  1764- 

(i)  Jost  Marchena  Ruiz  de  Cueto  nació  en  ITcrera  (18  Navienibre  176S).  Eslndió  pan 
la  Iglesia  en  Sevilla;  no  pasó  de  las  Ordenes  Menores,  y  deide  lu  primera  javenlad  le  hiio 
-librepensador  y  demagogo.  De  estudiante  escribió  ana  Carta  cottra  ti  iilibatú  leUsiásHet, 
tradujo  el  poema  de  Lucrecio,  enlró  en  ana  conspiración  republicaní,  emizró  i  Gibrallar,  f 
de  stíf  í  Francia.  Fui  redactor  AfiL'Ami  iu  Peuple,  de  Maral.  Se  pasó  á  loa  girondinos,  fui  en- 
cerrado en  la  Conserjería  ÍTliiers  le  llama  jovtH  upañol  que  había  ido  á  buicar  ¡a  liberlaáá 
Pranda),  y  desde  allí  insultó  i  Robespierre  (¡ublints  insa/tnciat,  dice  Letoui,  L/  Camifiím- 
lianl  35  Febrero  1S67),  y  no  aceptó  la  libertad,  ni  aun  la  protección  que  le  ofrecía:  libertado  por 
el  ThtTmidor,  ocupó  un  puesto  en  el  Comilé  át  talvación  püilUa,  y  teátiab  El  Amigo  dt  ¡ai  Lt- 
yei;Ytaa  ta  oposición  i  Tallien  y  al  Direclotio;  fué  mis  adelante  oficial  de  Estado  Mayor  del. 
ejército  de  Moreau,  y  en  este  deslino  no  sólo  se  distinguió  como  funcionario  experto  de  Ad- 
ministración militar,  sino  que  compuso  un  supuesto  trozo  de  Petronío  tan  magistral  mente,  qne 
ei^aM  i  los  mí^  eruditos.  Furibundo  bonaparlista  después,  fué  enviado  á  ^paña  como  te- 
crelario  de  Murat.  Marchena  era  un  insigne  literato  r  un  ateo.  «Sabio  inmundo  y  aierln  lleno 
dt  tálenlo»  le  llamó  ChaleBabríand.  Y  Capmany,  «xmpio  y  apótiaia  Marthena,  rentgada  dt  tu 
DÍo¡,  di  su  patria  y  di  su  líy,  fautor  y  cómfiiei  di  los  franceses  que  tntrartn  en  Madrid  ton 


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HISTORIA  DS  BSPAflA  535 

•  yo  (fuera  de  las  cuestiones  religiosas)  un  esciptico  que  no  dejaba  pasar 

•  ninguna opinión  corriente  sin  reducirla  ásu  justo  valor»  (l). 

Después  de  Feijóo  avanzaron  mucho  las  ideas.  Loke  y  Condillac  tuvie- 
ron aquí  su  reflejo:  el  sensualismo  se  trocó  en  materialismo,  y,  como  expone 
admirablemente  Menéndez  Pelayo,  <á  principios  del  siglo  xix  impciaron 
>5olos  Condorcet,  Uesttut-Tracy  y  Cabanis.  Con  unos  diez  ó  doce  años  de 
•rezi^o  Íbamos  siguiendo  todos  los  pasos  y  evoluciones  de  Francia»,  Con- 
viene, sin  embargo,  entender  bien  estas  cláusulas  de  imptrar  solos  y  de  íba- 
mos siguiemfo,  para  no  caer  en  una  falsa  concepción  histórica.  Cierto  que  la 
Ldgica  de  Condillac  fué  traducida  por  el  capitán  de  Caballería  D.  Bernardo 
María  de  Calzada,  aquel  eterno  traductor  de  mis  pecados,  que  dijo  Moratln, 
que  D.  Valentín  Foronda  puso  el'raismo  libro  de  Condillac  en  diálogos  fáci- 
les de  aprender  por  los  niños,  que  D.  Jíamón  Campos  expuso  la  doctrina 
de  Desttut-Tracy  en  su  libro  £/ </iW(/if /a/i7¿ai^a(Madrid,  1804),  y  que  la 
Universidad  de  Salamanca  era  en  lo  ñlosóñco  un  núcleo  de  las  modernas 
doctrinas,  asi  como  en  lo  teológico  de  jansenismo,  y  en  lo  canónico  de  hispa- 
nismo ó  cpiscopalismo;  pero  realmente  la  tendencia  general  no  era  á  la  pro- 
fesión de  una  doctrina  ó  escuela  determinada,  sino  á  prescindir  de  la  esco- 
lástica, á  renegai  de  los  silogismos,  á  leer  los  libros  franceses  que  iban  tra- 
tando estas  materias,  á  preconizar  (as  ventajas  del  estudio  de  las  Matemáti- 
cas y  de  las  ciencias  naturales,  asi  como  de  la  Historia  critica,  y  de  los  incon- 
venientes de  las  lucubraciones  metafísicas,  las  ventajas  del  conocimiento  del 
francés — para  estar  allanto  de  lo  que  se  pensaba  y  escribía  en  París — y  de  la 
inutilidad  de  las  lenguas  clásicas.  Era,  pues,  un  espíritu  de  renovación,  ó  de 
ettropeixaciÓH,  como  se  ha  dicho  después,  con  vistas  á  un  positivismo  más 
práctico  que  trascendental.  En  suma,  era  el  espíritu  de  Feijóo  el  que  seguía 
predominando. 

Y,  también  como  Feijóo,  procuraban  armonizar  sus  ideas  los  que  se  de- 
cían y  eran  llamados  novadores,  con  la  más  pura  ortodoxia;  algunos — quÍ7ás 
los  más — de  buena  fe;  otros,  porque  la  condición  de  los  tiempos  así  lo  impo- 
nía. La  Inquisición  estaba  miiy~efl^ecadencia  y  en  manos  de  inquisidores 
que  tenían  de  todo  menos  de  intolerantes  á  la  vieja  usanza;  pero  era  siempre 
la  Inquisición.  A  Calzada  le  costaron  sus  traducciones  un  proceso.  Lo  mismo  á 
D.  Ramón  de  Salas,  conocido  más  adelante  como  benthaniano,  y  que  antes 
de  1808  era  profesor  de  Derecho  en  Salamanca  y  tenía  una  tertulia  de  pro- 

(O  Lillirs  froin  Sfain.— José  Blanco  Withe  nici¿  en  Sevilla  (11  lulio  1775).  So  p«- 
dre  —  Goillerino  Withe—  era  an  comerciante  irían d£s,  muy  caiAlico,  esiableciilo  eo  Sevilla,  y 
quiso  dedicar  i  la  hijo  i  la  miama  profesiún.  Josí  qaiso  ser  clirieo,  y  se  ordenó  en  iSoo.  A  los 
veintiséis  años  sand  por  oposición  la  Magislralla  de  U  Capilla  de  Reyes.  Poeta  de  la  escnela 
sevillana,  con  el  nombre  de  Albino  hizo  buenos  versos,  aunqae  sin  descollar  enue  los  poeta* 
del  grupo.  Perdió  muy  pronto  la  le,  Ti  como  ti  dice,  iasía  t¡  nombrí  di  religión  ¡i  U  hiio  odióse, 
nv:rgon%ánd0tt  d¿  str  diriga.  Se  trasladó  á  Madrid,  donde  Godoy  le  hizo  cattquUla  (maestro  de 
doctrina  cris(lana)  eo  la  Escutla  Peilaletiiajia,  y  donde  (él  \a  catata)  par  na  rntrar  en  itinpma 
igltiia,  no  vi  ¡as  txceUntít  pinturas  ifuí  hay  en  lai  di  aquella  corle.  ¡Qué  excelente  mieslro  de  doc- 
trina! También  dice  de  si  mismo:  Viví  en  la  inmoralidad  mientras  fui  clérigo,  come  tanles  olres 
que  ton  polilla  de  la  i/irlud femenina.  Tnvo  varios  hijos  por  cnjo  cariño,  seeún  Gallardo,  apo*- 
(aló  formalmente  años  adelante,  emigró  i  Inglaterra  y  se  hizo  protestante,  siendo  en  realidad 
racionalista.  Los  apellidos  Blanco  Withe  sieniñcan  lo  mismo:  Blanco,  El  comerciante  in^ilés 
D.  Guillermo  usaba  Withe,  pero  para  españolizar  el  de  la  hijo  le  llamó  Blanco.  José,  oí  anglo- 
nizarse,  se  apellidó  en  las  dos  lotmas:  española  t  inelesa.  Sobre  Blanco  Withe  hay,  ademái 
de  su  autobiografía  inserta  en  tas  citadas  cartas,  una  biografía  en  inglés,  de  Hamilton  Ilion 
(treí  tomos,  Londre*,  1845!;  un  articulo  de  W.  E.  Gladstone  {Qualerlv  Rovina,  Junio,  1845); 
Afiunfes  iiogrúfces  de  Blanío,  por  Gallardo  fPeelas  líricos  del  siglo  XVlll,  de  Cuelo,  tomo  IIl); 
el  excelente  capitulo  iv,  tomo  m  de  los  líeterodojos,  y  ana  biogiafla  y  estudio  de  D.  Ma- 
rio Méndez  Bejarano,  premiada  por  la  Real  Academia  Española,  que  aún  no  se  ha  publi- 


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526  HISTORIA    DE   ESPaSA 

fesores  y  estudiantes  en  que  se  jugaba  á  los  prohibidos  (i)  y  á  la  Filosona 
modernbima.  Andaban,  pues,  los  que  realmente  eraa  impíos  con  mucha 
cautela,  haciendo  su  labor  subrepticiamente,  ó  no  haciéndola  más  que  con 
su  ejemplo.  El  P.  Coloma  ha  fotograñado  por  admirable  modo  el  tipo  del 
incrédulo  formado  en  el  aHttgtw  régimen:  <. . .  Yo  mismo,  dice,  he  alcanzado 
ralgunas  de  estas  vetuitas  figuras  que,  con  un  pie  ya  en  el  sepulcro,  se  dis- 

■  tíngufan  todavía  por  una  exquisita  urbanidad  natural  y  tina  como  no  he 
>vuelto  á  encontrar  semejante  en  las  generaciones  posteriores  de  su  misma 

■  elevada  clase,  por  una  entretenida  conversación,  siempre  jovial,  amena  é 

•  instructiva,  y  por  una  desoladora  y  absoluta  falta  de  creencias  y  principios 

■  morales  que  contristaba  el  ánimo  y  aHigia  el  corazón;  porque  no  era  su  im- 

■  piedad  cínica  nt  propagandista,  ni  hería  las  creencias  ni  sentimientos  de 

■  nadie,  sino  que  era,  por  lo  contrario,  callada,  respetuosa,  tolerante,  y,  por 

■  decirlo  así,  casi  humilde;  y  por  eso,  sin  duda,  acongojaba  ver  aquellos  ama- 
■bles  ancianos  acercarse  sonriendo  al  borde  del  abismo  de  lo  eterno  que 
■amenazaba  tragarlos  envueltos  en  i>u  ceguedad. . .  Y,  sin  embargo — ¡cosa 
•rara,  que  sólo  á  la  misericordia  de  Dios  puede  atríbuirsel — ni  uno  sólo  de 

■  los  que  yo  conocí  personalmente,  asi  hombres  como  mujeres,  murió  impe- 

•  nitente;  todos  ellos  reconocieron  sus  errores  en  su  última  hora,  y  murieron 

■  en  la  paz  del  Seílor^  (?). 

Y  no  faltaban  tampoco  ülósofos  ó  aücionados  á  su  estudio  que,  ora  per- 
maneciendo ñeles  á  los  métodos  escolásticos,  ora  apartándose  más  ó  menos 
de  ellos,  defendieran  sinceramente  la  religión  con  argumentos  ñlosólicos  y 
científicos.  El  P.  Rodríguez,  monje  de  Veruela,  compuso  el  Filotto  (3),  apolo- 
gía cientiñca  de  la  revelación,  cuyo  fundamental  sentido  está  condensado  en 
estas  palabras:  'Lo  que  inmediatamente  se  deduce  de  los  textos  es  el  dogma 
■de  la  creación.  Lo  demás  quedó  para  la  investigación  humana,  pero  con  al- 
•ttsimo  designio  (de  Uios).  Quiso,  como  nos  lo  maniñesta  la  experiencia,  que 
■de  siglo  en  siglo  y  de  aQo  en  año  fueran  presentándose  motivos  nuevos 

■  que  prueben  y  conñrmen  la  Sabiduría  y  Omnipotencia  en  los  descubrí- 

■  mientos  físicos,  astronómicos  y  anatómicos^.  CI  P.  Cebailos  (4)  fué  un  pole- 
mista infatigable,  macizo  y  eruditísimo,  que  deslució  sus  buenas  cualidades 
con  sus  violencias  de  estilo,  extraordinarias  y  feroces,  y  á  veces  grotescas  y  de 
pésimo  gusto  (5).  Su  influjo  en  la  apologética  católica  del  siglo  xix  ha  sido 
enorme,  y.  por  desgracia,  más  por  sus  grandes  defectos  que  por  sus  muchas 
excelencias:  son  esos  defectos  la  virulencia  de  estilo,  tan  atinadamente  cen- 
surada por  Menéndez  Pelayo,  y  et  atacar  á  bulto  y  en  conjunto  á  todos  los 
enemigos  de  la  Iglesia,  como  si  todos  fueran  iguales  ó  todos  formaran  un 
solo  cuerpo  de  doctrina  y  de  acción,  una  antiiglesia  tan  perfectamente  uni- 
da y  organizada  como  la  Iglesia.  Para  el  P.  Cebailos,  todos  los  que  se  apar- 
taban de  la  ortodoxia  eran  ateístas  y  demagogos:  los  unos,  francos  ó  cínicos; 
los  otros,  hipócritas  A  solapados;  pero  unos  y  otros  hermanos  y  entendiéndo- 
se, como  divisiones  de  un  ejército  único  que  se  reparte  concertadamente  las 


(I)  Conviene  advertir  que  en  exle  ponto  no  diierfa  la  terlniia  de  Salas  de  las  mis  enco- 
peladaí  de  la  corte.  Akali  Caliano,  describiendo  ki  cosiambres  de  aquella  ípoca,  dice,  «...  Rl 
njnego  de  puro  azar,  que  en  dfas  novísimos  ha  sido  desterrado  de  tai  catas  mits  d«ccnle.<i:  en- 
Monees  era  la  ocupacióti  de  las  poqufsimas  tertulias  de  la  gentu  de  superior  esfera»  (Rtiutrdeí 

(4)  Recuerdos  de  Fernán  CaiatUre.  pAg.  \21. 
(3)    El  Philoieo...  Madrid,  mdcclxxvi. 

{4I  Fr,  Femando  de  Cebillos  y  Mier.  naciú  en  Espeja  (Cidiz),  9  Septiembre  1731:  nnriA 
1."  Marzo  iSoa.  y  esti  enterrado  desde  1S63  en  la  iglesia  de  la  Universidad  de  Sevilla.  Paé 
monje  y  prior  de  San  Isidro  del  Campo. 

(5)  Menétidei  Pelayo,  H(t.,  iir,  píg.  jaó. 


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HISTORIA   DE  ESPAÑA  527 

posiciones  y  el  terreno  para  dar  la  batalla  al  común  enemigo.  El  P.  Ceballos, 
finalmente,  incluye  en  su  Apología  del  catolicismo  cosas  que  tan  poco  tienen 
que  ver  con  él  como  el  tormento  en  causas  criminales  y  el  reclutamiento 
mercenario  de  los  suizos  para  el  ejército;  lo  que  constituye  su  tercero  y 
grandísimo  defecto,  también,  por  desgracia,  trasmitido  á  muchos  de  sus 
sucesores  en  la  polémica  religiosa.  ;Qué  relación  pueden  tener  con  el  es- 
píritu cristiano  una  barbaridad  tan  horrible  como  atormentar  á  los  reos  para 
hacerlos  confesar,  y  una  cosa  tan  de  derecho  humano  como  el  reclutamiento 
de  lastropasí(i) 

EcoHOmismo. — Las  cuestiones  económicas  habían  despertado  en  el  si- 
glo xviii  un  interés  extraordinario.  Toda  la  política  de  la  época  giró  sobre 
dos  ejes:  el  canónico  y  e!  económico,  ó  sea  cercenar  atribuciones  al  Papa  en 
provecho  de!  Rey,  y  fomentar  la  riqueza  pública,  también  en  provecho  del 
Rey,  ó  sea  del  Estado.  No  es  esta  ocasión  de  exponer  el  desarrollo  de  las 
ideas  y  de  la  política  económicas  en  In  centuria  décimaoctava,  cuyos  princi- 
pales representantes,  tanto  en  el  orden  intelectual  como  en  el  legal  ó  práctico, 
fueronCampomanes(2)yJovellanos  (3).  Baste  indicar  que  en  1808  teníase  por 
cierto  que  la  despoblación  y  pobreza  de  nuestra  patria  eran  efecto  inmediato 
del  atraso  de  la  agricultura,  y  que  este  atraso  no  dimanaba  de  la  esterili- 
dad del  suelo  ni  de  falta  de  condiciones  de  sus  cultivadores,  sino  principal- 
mente de  los  obstáculos  que  las  leyes  oponían  á  su  desenvolvimiento  ó  pro- 
greso, ó  de  los  provenientes  de  las  opiniones  erróneas  ó  de  la  misma  Natura- 
leza,  que  las  leyes  no  removían  y  quitaban  como  era  debido. 

Señalábanse  como  tales  obstáculos:  i."  l^  protección  excesiva  6  poco  inteli- 
gente á  la  ganaderia,  por  cuya  virtud  se  dejaban  baldías  muchas  tierras  que 
el  Gobierno  debiera  repartir  entre  colonos,  se  prohibía  cerrar  las  fincas  rústi- 
cas con  el  fin  de  que  los  ganados  pudiesen  pastar  el  rastrojo,  y  se  reconocían 
exorbitantes  y  dañosos  privilegios  al  honrado  Concejo  de  la  Mesta.  2."  La 
amoríieaciÓH  de  la  propiedad  territorial,  ya  eclesiástica  (de  las  Órdenes  religio- 
sas y  del  clero  secular),  ya  civil  (mayora^os  y  tierras  concejiles).  Los  pro- 
pietarios de  terrenos  amortizados  ó  vinculados  no  eran  realmente  propieta- 
rios, toda  vez  que  no  podían  enajenar  ni  ser  desposeídos  de  sus  fundos,  ha- 
biendo de  contentarse  con  el  percibo  de  las  rentas,  y  así,  carecían  de  interés 
para  mejorar  el  cultivo,  é  impedían  que  las  tierras  fuesen  á  manos  de  los  más 
activos  é  industriosos  que  las  hicieran  producir  más:  por  eso  se  consideraba 

(I)  La  /alia  Fitosofia,  erimtn  de  Estado,  Madnd,  seis  tomos  (1774-75-76).  El  vil  no  se 
pabiicó  por  no  habérsele  dado  licencia  por  el  Consejo;  ciusa  de  esta  prohibición,  el  censurar 
va  el  VI  las  rei-alfas  de  la  Corona,  y,  según  Menéndez  Pelayo  |//í/-,  píg.  315),  eí  haber  criti- 
cado El  eipirilu  di  las  Uyn,  de  Monlesquieu,  y  la  obra  de  Beccaria.  Dt  les  detilm  y  ái  las  ptuas. 
El  P.  Ceballos  se  Tai  á  Lisboa  k  hizo  impTÍmir  allí  (iBoo)  el  tomo  vii,  intentando  hacerle  pasar 
la  frontera  de  contrabando.  Se  hizo  información  sobre  el  caso  por  el  regente  de  la  Aadiencia 
de  Sevilla,  y  estos  disgustos  dlceae  que  contribuyeron  i  la  maerte  del  Padre.  Conviene  adver- 
tir qne  al  conde  de  Campomanes  le  parecieron  muy  bien  los  primeros  lomos,  en  qne  se  refutaba 
d  Spinosa,  Hobbei,  Beyle,  etc.;  pero  cuando  entrñ  en  materias  de  regalías,  varió  la  cosa.  Tan 
partidaria  de  la  primera  parte  de  la  Apologética,  fué  Campomanes,  que  por  su  consejo  la  am- 
plió Ceballos  con  las  pruebas  de  la  Religión  revelada,  que  no  enlraban  en  su  plan  primitivo. 

(3)  Don  Pedro  RodrÍRuez  de  Campomanes  nació  en  Santa  Eulalia  de  Sorribas,  Concejo 
de  Cangas  de  Tineo  (í."  Julio  1723).  1  iuérfano  y  pobre,  fué  criado  y  educado  por  un  tfo  suyo, 
canónigo  de  Santillana,  t  hizo  sus  primeros  estudios  en  los  Dominicos  de  Ripna  Cali.  Abo- 
gado en  1744,  tuvo  el  primer  bufete  de  Madrid.  Fné  asesor  general  de  Correos  y  Postas,  fiscal 
del  Consejo  de  Castilla  (1762  á  1782)  y  presidente  del  mismo  Consejo  hasta  1791,  en  que  se  ju- 
biló. Murió  en  Madrid  }  Febrero  tSo2. 

(3)  Don  Gaspar  Nfclchor  de  Jovellanos  nació  en  Gijún  (S  Enero  1744).  Magistrado  de  la 
Audienciade  Sevilla (1767I, alcalde  de  Casa  y  Corte  del  Consejo  délas  Ordenes (1780I,  ministro 
de  Gracia  y  Justicia,  fué  exonerado  en  15  Agosto  17S9;  llevado  como  un  criminal  á  Palma  de 
MillorcB,  Femando  VII  al  subir  al  trono  le  aUi^  tan  injusta  proscripción. 


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528  HISTOKIA   DK  ISPAÜA 

y  llamaba  á  estos  propietarios  iManús  muertas.  Y  3."  hs  monopolios,  la  tasa  de 
ios-precios,  las  aduanas  interiores  y  las  trabas  al  comercio  exterior;  ea  suma, 
cuanto  significaba  limitación  al  derecho  de  los  cultivadores  para  sacar  de  su 
trabajo  todo  el  partido  que  les  fuese  posible,  y  obstáculo  á  la  libre  circula- 
ción de  la  riqueza  (i). 

De  todo  esto  algo,  y  aun  mucho,  se  habla  hecho  durante  los  reinados 
de  Carlos  III  y  Carlos  IV;  pero  quedaba  mucho  más  por  hacer.  Oponíanse  á 
este  movimiento  reformista,  por  una  parte,  el  interés  de  los  ganaderos,  que 
era  poderoso,  toda  vez  que  la  riqueza  pecuaria  estaba  casi  enteramente  en 
manOE  de  la  Grandeza,  poseedora  de  las  principales  cabanas^  6  sea  de  los  nu- 
merosos rebaños  de  ganado  merino  que  pastaban  durante  los  veranos  en  las 
comarcas  septentrionales  y  en  el  invierno  se  trasladaban  al  mediodía,  y  para 
cuyus  viajes  periódicos  conce|ituábansc  indispensables  los  privilegias  de  la 
Mesta.  (Cómo  iban  á  vÍTTr-eso&  carneros  si  los  propietarios  rurales  cerraban 
sus  fincas  impidiéndoles  pastar  el  rastrojo?  Conviene  añadir  que  la  ganade- 
ría, aun  estando,  como  ya  estaba,  muy  decadente,  constituía  uno  de  los 
pocos  ramos  de  la  riqueza  pública  que  tenía  nombre  y  colocación  fuera  del 
reino;  las  lanas  españolas  seguian  considerándose  en  toda  Luropa  como  un 
producto  precioso. 

Por  otra  parte  —  y  esto  era  lo  más  grave  —  se  temía  la  desamortización 
eclesiástica  como  anuncio  ó  amenaza  de  un  despojo  de  la  propiedad  de  la 
Iglesia  y  de  las  Órdenes  reli{;iosas.  Justificaban  estos  temores,  además  del 
ejemplo  de  otras  naciones — las  protestantes  en  el  siglo  xvi  y  Francia  en 
el  xviii, — los  mismos  economistas,  los  cuales,  no  limitándose  á  señalar  el  he- 
cho de  la  amortisación  como  un  mal  para  la  agricultura,  entrándose  por  el  te- 
rreno del  Derecho  y  de  la  Historia,  y  aun  por  el  de  la  constitución  de  la 
Iglesia,  ponían  en  litigio  ó  negaban  audazmente  la  legitimidad  de  los  títulos 
con  que  eran  poseídos  por  la  Iglesia  y  corporaciones  eclesiásticas  los  bienes 
amortizados.  Alargábanse  unos  á  juzgar  su  adquisición  como  una  serie  de 
inicuas  usurpaciones  explotando  sórdidamente  la  credulidad  de  los  pueblos 
en  edades  bárbaras;  iban  otros  hasta  afirmar  que  toda  la  adquisición  de  bie- 
nes por  la  Iglesia  era  contraria  al  espíritu  y  letra  del  Evangelio,  pues,  según 
decían,  quiso  Jesucristo  que  sus  apóstoles,  discípulos  y  seguidores  fueran 
pobres,  como  lo  había  sido  K1,  que  no  tuvo  suya  ni  una  piedra  donde  reclinar 
la  cabeza;  ceñíanse  otros  á  proclamar  que  la  amortización  se  había  hecho  por 
especial  permiso  de  ios  soberanos  temporales,  siendo  estas  concesiones  su 
fundamento  jurídico  único,  y,  por  tanto,  que  dependía  de  los  mismos  sobera- 
nos ponerles  término  cuando  les  pareciese  bien;  ponderaban  todos  los  gra- 
ves daños  que  recibía  la  Iglesia  de  poseer  y  disfrutar  tantos  bienes,  ya  por 
la  desmoralización  que  lleva  consigo  el  apego  de  las  riquezas  materiales,  y 
más  en  espíritus  que  sólo  deben  aspirar  á  la  virtud  pura,  ya  porque  muchí- 
simos sujetos  sin  vocación  y  sin  condiciones  adecuadas  se  hacían  ordenar  ó 
profesaban  en  una  Orden  sin  otro  fin  que  el  disfrute  del  beneficio  pingüe 
ó  de  la  buena  vida  en  un  convento  rico:  fomento  de  la  holgazanería  nacional 
eran,  pues,  los  beneficios  y  los  conventos,  y  hasta  se  censuraba  que  de  la 
riqueza  eclesiástica  se  hiciesen  limosnas,  sobre  todo  el  cotidiano  reparto  de 
la  comida  sobrante  en  los  conventos.  La  sopa  de  los  conventos,  decíase,  es  el 
mantenimiento  de  los  vagos,  que  no  lo  serían  si  no  tuviesen  este  medio  de 
subsistir. 

Complicábase,  por  tanto,  la  cuestión  económica  con  la  religiosa,  y  los 
apologistas  y  defensores  de  la  Iglesia  cerraban  ardorosamente  contra  todos 

(i)    Viíie]ovii\\xnoi,  ¡H/oriae  sol'rt  la  Ity  ai;rar¡a,2(¡  Abril  1793. 

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DE  B5PAKA  529 


los  partidarios  de  la  desamortización,  sucediendo  en  esto,  como  en  la  esfera 
filosófica,  que  tampoco  se  distinguía  entre  unos  y  otros,  ni  se  ceñía  la  defen- 
sa á  sus  limites  precisos.  Había,  sin  emb.irgo,  diferencias  hondas  entre  unos 
y  otros  partidarios  de  la  desamortización.  £1  más  insigne  de  todos,  Jovella- 
nos  —  y  también  había  sido  la  idea  de  Campomanes, — quena  el  respeto,  no 
sólo  á  la  propiedad  existente  de  la  Iglesia,  sino  á  su  derecho  de  adquirir.  <Si 
>en  esto  hay  algún  abuso  ó  algún  mal,  la  aplicación  del  remedio  tocará  á  la 
■  Iglesia,  y  á  S.  M.  promoverle>  (i);  es  decir,  que  no  habia  de  hacerse  contra 
ia  Iglesia,  sino  con  la  Iglesia,  ó  concordativamente;  lo  único  que  se  proponía 
era  que,  «salva  la  libertad  de  hacer  fundaciones,  se  prohiba  que  en  adelante 
»se  doten  coa  bienes  raices,  y  mandar  que  los  que  fueren  consagrados  á 

•  estos  objetos  se  vendan  en  un  plazo  cierto  y  necesario  por  los  mismos  eje- 

•  cutores  testamentarios,  y  la  dotación  sólo  pueda  verificarse  con  juros,  cen- 
>sos,  acciones  en  fondos  públicos  y  otros  efectos  semejantes»  (z).  A  esta 
transformación  de  la  propiedad  territorial  de  la  Iglesia  en  valores  mobiliarios 
tendían  los  desamortizadores  del  antiguo  régimen  procurándola  por  medios 
canónicos  y  legítimos.  Con  los  religiosos  no  guardaban,  á  la  verdad,  tantos 
miramientos.  Es  curioio  el  párrafo  que  les  dedica  Jovellanos.  Después  de  dar 
por  cierto  que  <la  muchedumbre  de  Institutos  y  Ordenes  y  la  multiplicación 

•  de  conventos,  unos  poseyendo  y  otros  viviendo  de  limosnas,  menguan  igual- 
emente  la  sustancia  y  los  recursos  del  pueblo  laborioso»,  dice: 

•  No  quiera  Dios  que  la  Sociedad  (3)  consagre  su  pluma  al  desprecio  de 

•  unos  institutos  cuya  santidad  respeta  y  cuyos  servicios  hechos  á  la  Iglesia 

•  en  sus  mayores  aflicciones  sabe  y  reconoce.  Pero,  forzada  á  descubrir  los 
>malcs  que  afligen  á  nuestra  agricultura,  ¿cómo  puede  callar  unas  verdades 

•  que  tantos  varones  santos  y  piadosos  han  prouunciadoí  jCómo  puede  des- 

•  conocer  que  nuestro  clero  secular  no  es  ya  ignorante  ni  corrompido  como  en 

•  la  Edad  Media;  que  su  ilustración,  su  celo,  su  caridad  son  muy  recomendables 
>y  que  nada  le  puede  ser  más  injurioso  que  la  idea  de  que  necesite  tantos 
>ni  tan  diferentes  auxiliares  para  desempeifar  sus  funciones?  Sea,  pues,  de  la 

•  autoridad  eclesiástica  regular  cuanto  convenga  á  la  existencia,  número, 

•  forma  y  funciones  de  estos  Cuerpos  religiosos,  mientras  nosotros,  respetan- 

•  dolos  en  calidad  de  tales,  nos  reducimos  á  proponer  á  V.  A.  el  influjo  que 

•  como  propietarios  tienen  en  la  suerte  de  la  agricultura^. 

Jovellanos  no  se  atreve  á  insinuar  la  incautación  de  los  bienes  monacales, 
como  ya  se  había  hecho  con  los  de  la  Compafiía  de  Jesús;  pero  es  transparente 
su  poca  afición  á  las  Órdenes  religiosas.  Los  que  no  eran  católicos  fervientes 
como  Jovellanos  iban,  naturalmente,  mucho  más  allá;  su  amigo  C abarnos  (4),' 

(i)    Informe  citado. 

(3)  ídem. 

(3I  La  Saciedad  PairiSlica,  de  Madrid,  en  cuy«  repcesenUciÓQ  y  nombre  escribid  Jove- 
llanos el  Informe  sobrí  la  Ity  Agraria. 

(4)  Pranciico  Cabainu,  conde  de  Cabanús,  nació  eo  Bayona  (1753).  Menjndei  PeUvo 
le  llama  «aventareio  francés,  ingenioso,  brillante  y  fecundo  en  recursos;  tipo  del  antiguo  arbi- 
»lriata  modificado  por  la  civilizacidn  moderna  hasta  conTerlirle  en  hacendista  y  hombre  de 
>>E£stadQ«.  JoTellaooi,  que  le  quiso  mucho,  decia  de  él:  «Hombre  extraordinario  en  quien  com- 
:>pelfan  los  talentos  con  los  desvarios,  y  las  más  nobles  cualidades  con  los  mis  notables  de-. 
oléelas».  Estando  ya  desacreditado,  como  escribía  et  Conde  de  Causa  i  Florídablanca  (Agos- 
to 1783).  ftié  comisionado  para  creai  el  Banco  de  San  Carlos  (Véase  Ramón  SanlilUn:  Mimt- 
ria  Mttérica  soirt  los  Bancoi  Nacional  de  San  Carlos,  Español  de  San  Femando,  haiel  lí,  Nufve 
lü  San  Femando  y  dt  España.  Madrid,  1S65).  El  desastre  del  Banco  ftií  terrible,  y  alcanió  i  los 
Pósitos,  de  cnyos  fondos  se  dispaso  imprtulenlemente  para  fundarlo.  Pero  el  crédito  personal 
de  CabaiTÚs  sobreñvió  á  la  caldslrofe,  y  aun  sapo  disimular  isla,  sin  duda  porque  él  era  en 
aqnel  tiempo  de  los  pocos,  ó  qniíis  el  único,  que  entendía  en  Madrid  de  estas  cosas  de  la  alta 
banca  que  empezaban  i  adquirir  tanta  importancia. 


Salcedo,  HIST0i»1aJ)E  EspaSa 


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530  HISTORIA   DE   ESPAtiA 

que  era  iocrédulo,  rousseauníano,  afirmaba  con  todo  aplomo  «ser  muy  fácil 
■  probar  que  todos  los  Institutos  religiosos  carecen  ya  de  los  objetos  para 
>que  se  fundaron*.  Puede  afirmarse  que  la  enemiga  contra  los  frailes  era  una 
nota  común  característica  de  cuantos,  por  uno  ú  otro  concepto  y  en  mayor  ó 
menor  grado,  iban  apartándose  del  sentir  tradicional  de  los  españoles.  La 
idea  de  que  en  los  conventos  no  se  hada  más  que  comer  opíparamente  y 
darse  buena  vida  habla  cundido  prodigiosamente  y  corría  entre  la  gente  sen- 
cilla, divulgada  por  mil  historietas  y  cuentos  á  que  no  se  daba  trascendencia 
doctrina]  por  los  más,  aunque  si  la  tenia,  y  grande,  en  los  que  los  poniao 
en  circulación.  No  era,  no,  un  solitario  Samaniego  cuando  describía  el  refec- 
torio de  un  convento: 

Veri  entrar  con  1>  mente  (ern>r<}«i| 

EOT  su  paerta  ancharoia 
11  gigantescos  legos  rernaagailos, 
cabüa  erguida,  braias  levaoladas, 
presentando  triunfantes 
tableros  harneantes 
coronados  de  platos  j  tazones, 
con  angailas,  íengnRdos  j  salmonei. 

Veri,  digo,  qae  el  mismo  presidente 
■erante  al  cielo  sos  modestas  manos. . . 
j  ni  son  de  la  lectura  gangueante, 
que  es  el  ronco  clarín  de  eala  batalla, 
todo  el  mando  contempla,  comejy  CBlla(l). 

Este  descrédito  de  los  frailes  tiene  suma  importancia  en  nuestra  historia 
contemporánea. 

LiÓeraüsjMo.  —  La  palabra  tiieral  no  fué  inventada  hasta  el  período  de 
las  Cortes  de  Cádiz,  para  designar  al  partidario  de  las  ideas  predominantes 
en  aquellas  Cortes,  que  fueron  las  inspiradoras  de  la  Constitución  de  1812. 
Pero  en  1808,  si  no  estaba  en  uso  la  palabra,  existía  la  c:osa;  esto  es,  habla 
überales,  aunque  no  se  llamasen  asi. 

¿Qué  era  ««  liberal,  y  qué  se  entendía  por  liberalismo  en  la  España  de  la 
guerra  de  la  Independencia?  Fernán  Caballero,  que  vivió  aquellos  tiempos 
y  los  inmediatos  posteriores,  y  cuyo  espíritu  de  observación  y  facultad  de 
hacerse  cargo  de  las  cosas  no  pueden  ser  puestos  en  duda,  trazó  el  siguiente 
cuadro  de  costumbres,  que  confirman  todos  los  documentos  de  la  ¿poca,  y  da 
mejor  idea  de  las  cosas  que  cualquiera  exposición  critica.  Es  una  escena  en 
una  familia  aristocrática  y  muy  realista  de  Sevilla,  á  la  conclusión  de  la 
guerra: 

«Entretanto,  volvió  Carlos  la  cabeza  por  todos  lados: 

—  Tía  —  dijo  al  fin,  —  nada  hay  aqui  mudado.  Parece  esta  casa  un  reloj 
que  no  anda.  Nada  veo  de  nuevo  sino  el  retrato  del  rey  narigudo. 

—  {Narigudo?  —  exclamó  la  Asistenta.  —  (Cómo  te  atreves  á  dar  ese 
dictado  á  tu  Rey?  iJesúsl  ¡Qué  desacato! 

—  ¡Y  qué!  —  dijo  Carlos.  —  ¿No  puede  acaso  un  rey  tener  la  nariz  larga, 
como  cada  hijo  de  vecinof  (Notarlo  es  un  desacato,  tlaf 

—  No  la  tiene  tal  —  exclamó  con  calor  la  Asistenta;  —  pero  aunque  tu- 
viese una  trompa  como  un  elefante,  es  irreverente  que  esto  lo  noten  sus  va- 
sallos, é  indecoroso  que  se  diga.  Hijo  mfo,  la  corona  es  un  sagrado  que  con- 
sagra al  que  la  lleva  de  derecho. 

—  ¿Quién  le  toca  á  la  corona,  señora?  —  respondió  Carlos.  —  ¿Qué  tie- 
nen que  ver  con  la  corona  las  narices? 

(1)    Obras  inídílas  ó  poco  conocidas  de  Samaniego.  Vitoria,  1S66. 

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HISrORIA   DE  ESPAÑA  S3I 

—  Te  digo,  Carlos,  que  ¿sa  es  una  palabra  hostil,  irreverente,  un  apodo 
que  sólo  pudo  inventar  un  revolucionario  y  repetir  un  liberal. 

—  iVaya,  tía,  que  dice  usted  liberal  como  si  dijese  francés  ó  insúltente! 
Un  liberal  no  es  un  bú;  es  uo  buen  español,  como,  v,  gr.,  un  servidor  de 
usted. 

—  [Ave  María!  jQué  dtcesf  ¿Qué  estás  diciendo^  ¿Un  Orrea  liberal  y 
mancomunado  coa  los  descamisadosí  ;Se  te  ha  ido  la  chaveta,  criatura? 

—  jCon  quién  tías  tratado?  —  dijo  con  voz  serena  la  Marquesa.  —  jHas 
estado  acaso  en  Cádiz,  cuna  de  esos  enemigos,  harto  más  temibles  que  los 
franceses,  que  emponzoñaban  á  España  mientras  sus  hijos  leales  derramaban 
su  noble  sangre  por  defenderlaí 

—  ¡Está  loco!  —  exclamó  la  Asistenta. 

—  ¡Está  pervertido,  que  es  peorl  —  dijo  la  Marquesa. 

—  ¡Válgame  Dios  —  repuso  Carlos,  ^ — y  qué  explosión,  qué  erupción, 
qué  máquina  infernall  ;Qué  piensan  ustedes,  amadas  servilonas,  que  es  un 
liberal?  ¡Creen  acaso  que  se  come  los  niños  crudos,  qne  es  un  Heredes. , .  un 
Robespierref 

—  Si  no  son  Robespíerres,  poco  les  falta  y  navegan  en  sus  aguas  —  dijo 
la  Marquesa. 

—  Un  liberal  —  añadió  )a  Asistenta  —  es  el  que  quiere  destruir  el  trono 
con  los  derechos  de  la  Corona,  la  religión  con  los  conventos,  la  Nobleza  con 
los  mayorazgos;  á  España,  con  la  imitación  de  todo  lo  inglés  y  francés;  las  le- 
yes de  la  Naturaleza,  queriendo  que  seamos  todos  iguales. . .  jCaramba  con 
cllosl 

—  No,  tia,  no:  está  usted  preocupada,  equivocada,  mal  prevenida.  Un 
liberal  es  el  que  quiere  los  adelantos  del  siglo  y  no  dormirse  sobre  las  glo- 
rias pasadas.  Está  usted  mal  informada  si  cree  otra  cosa.  Los  verdaderos  libe- 
rales jamás  reconoceremos  otro  Gobierno  que  aquel  á  cuyo  frente  esté  el 
Rey  y  que  sólo  profese  y  consienta  la  religión  católica. 

—  Eso  es  —  dijo  la  Marquesa  con  vehemencia  —  el  oro  con  que  se  dora 
la  pildora,  la  que,  una  vez  tragada,  hará  los  estragos  de  su  contenido  ve- 
nenoso. 

—  Hermana  —  intervino  la  Asistenta,  —  lo  que  ha  dicho  Carlos  muda 
de  especie.  Los  que  reconocen  y  respetan  los  derechos  del  altar  y  del  tronc 
y  quieren  at  Rey  y  á  la  religión  católica,  sean  lasque  fuesen  sus  opiniones 
en  lo  demás,  en  lo  esencial  están  de  acuerdo  con  nosotros.  Asi,  hijo  mto, 
buen  mozo  mío,  con  tal  que  en  tu  vida  vuelvas  á  decir  rey  narigudo,  somos 
amigos  y  estamos  de  acuerdo.  Entre  un  liberal  como  tú  y  una  servil  como 
yo,  no  hay  un  pelo. 

—  Ninguno,  Üa  mfa  —  respondió  Carlos:  —  no  hay  más  diferencia  sino 
que  usted  me  dirá  lá,  y  yo  responderé  arre»  (i). 

En  este  coloquio  están  perfectamente  indicados  los  conceptos  vulgares 
y  corrientes  —  y  cuesta  materia  no  podía  haber  otros  —  sobre  liberales  y 
liberalismo  en  el  momento  de  comenzar  á  usarse  tales  términos.  Para  los  ad- 
versarios del  liberalismo,  éste  significaba  el  conjunto  de  principios  triunfan- 
tes en  la  revolución  francesa,  y  en  su  período  más  extremoso:  el  de  Robes- 
pierre.  Los  liberales  como  Carlos  distinguían,  sin  embargo.  Ellos  eran  cató- 
licos y  monárquicos:  querían  la  unidad  católica,  pero  á  la  vez  las  adiantos 
del  siglo.  íQué  entendían  con  esta  frase  tan  vaga?  Que  hubiera  mayor  to- 
lerancia que  la  en  uso,  no  con  la  herejía  declarada,  pero  si  con  el  espíritu 


(1)    Ella,  ó  la  Btpaña  de  minia  añas  ha. 

D,g,t7cdb/COOgIC 


^iZ  HISTORIA   DE   KSPASa 

investigador  de  las  ciencias  y  con  la  expresión  literaria  de  los  escritores;  que, 
salvo  el  respeto  debido  al  dogma  y  á  la  moral,  fuera  permitida  la  critica  ha- 
blada y  escrita  de  los  actos  uel  Gobierno;  que  se  reconocieran  derechos  al 
individuo  para  resistir  al  Foder  público;  que  las  leyes  se  hicieran  en  Cortes 
por  representantes  de  la  nación;  que  se  regulasen  las  regias  prerrogativas  de 
tal  modo  que  no  fueran  posibles  vergonzosas  y  funestas  privan;eas  como  la 
de  Godoy  (en  este  punto  convenfan  en  1808  aun  muchos  de  los  que  después 
fueron  llamados  serviles);  que  no  hubiera  causas  de  Estado,  ó  sean  aquellas 
atribuciones  de  que  se  creía  investido,  y  lo  estaba  en  realidad,  el  Gobierno  en 
el  antiguo  régimen  para  tener  encerrado  á  un  hombre  años  y  aiios,  como  se 
hizo  con  Jovellanos,  sin  decirle  siquiera  por  qué  se  le  encarcelaba,  ó  deste- 
rrar á  las  personas  que  le  parecían  sospechosas;  finalmente,  que  se  asegurase 
la  igualdad  civil,  dejando  reducidas  las  distinciones  nobiliarias  á  meros  hono- 
res, y  aboliendo  todos  los  privilegios  jurisdiccionales,  fiscales  y  políticos. 

Eo  el  orden  económico  todos  los  liberales  eran  enemigos  de  la  amorti- 
zación, de  la  reglamentación  del  tráfico,  de  la  tasa  y  de  la  protección  exage- 
rada á  la  ganadería;  es  decir,  que  seguían  aá  ptátnt  litera  la  doctrina  del  In- 
forme sobre  la  ley  Agraria,  de  Jovellanos.  Diferian  entre  sí  respecto  de  la  ma- 
nera de  llevar  á  cabo  tan  trascendental  reforma,  sobre  todo  en  lo  referente 
á  los  bienes  de  la  Iglesia.  Kran  en  general  desafectos  á  las  Órdenes  reli- 
giosas, en  que  no  veían  sino  abusos,  acaparamiento  de  riquezas  y  baluarte 
de  tas  supersticiones  populares,  y  aun  más  á  la  Inquisición,  que  conside- 
raban opuesta  per  diamttruttt  á  los  adelantos  del  siglo.  Conviene  advertir 
que  no  atacaban  al  Tribunal  del  Santo  Oficio  por  lo  que  constituía  su  esen- 
cia, ó  sea  el  castigo  de  la  herejía  por  el  Ivslado,  pues  los  liberales  de  este  pe- 
riodo admitían  el  delito  religioso  y  la  necesidad  de  castigarlo  severamente 
para  mantener  la  unidad  católica  de  la  nación:  lo  combatían  por  ser,  á  su 
juicio,  tenebroso  instrumento  de  la  tiranía  real  6  ministerial;  por  exceso  de 
atribuciones,  de  rigor  y  de  suspicacia;  por  lo  misterioso  y  humillante  de  sus 
procedimientos,  y  hasta  por  mermar  las  facultades  de  los  obispos.  No  se  ha 
de  perder  de  vista,  sin  embargo,  que  estas  tendencias  económicas  y  canóni- 
cas de  los  liberales  de  la  primera  época  eran  indudablemente  de  ellos,  de  los 
liberales,  pero  no  del  liberalismo  considerado  en  abstracto;  era  la  influencia 
que  en  los  liberales  ejercían  el  jansenismo,  el  episcopalismo,  el  hlosofismo  y  el 
economismo;  el  liberalismo  entendíase  á  la  sazón  únicamente  de  la  esfera 
|)olltica:  sistema  de  libertad  política  opuesto  al  absolutismo  imperante. 

La  verdad  histórica  de  esta  distinción  acreditase,  entre  otros  muchos 
documentos  que  no  cabe  citar  en  libro  tan  elemental  como  este,  por  los  lite- 
rarios de  los  diferentes  grupos,  bandos  ó  escuelas  existentes  en  1808.  A 
ñlosoñsmo,  ó  mejor  dicho,  á  legitimo  y  auténtico  volterianismo,  y,  por  tanto, 
á  oposición  á  los  frailes,  á  la  Inquisición  y  á  las  que  denominaban  ellos  su- 
persticiones populares,  ninguno  aventajó  al  grupo  de  Moratln,  en  que  figu- 
raban Estala,  Melón,  Tineo,  Gómez  Hermosilla,  etc.  Pues  los  moratinianos 
no  eran  liberales.  Alcalá  Galiano  caliñca  á  D.  Leandro  de  «nada  amante  de 

•  la  libertad  política  y  muy  bien  avenido  con  la  autoridad,  i  cuya  sombra 

•  medraba  y  también  dominaba»  (i);  y  Menéndez  Pelayo  dice  de  todos  ellos 
que,  *con  ser  irreligiosos  en  el  fondo,  eran  conservadores  y  amigos  del  Poder, 
>y  se  inclinaban  á  un  volterianismo  epicúreo  pacifico  y  elegante»  (2).  Los 
poetas  de  la  escuela  sevillana  igualmente  filosofaban  á  costa  de  la  religión.  Y 
(quienes  más  realistas  que  ellos.*  jSe  ha  escrito  nada  tan  servil  como  el  Exa- 


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HISTORIA    DE   ESPAÑA  $}¡ 

rtuH  dt  los  delitos  de  infidelidad d  la  Patria,  de  Reinoso?  (i).  Para  eacontrar 
los  gérmenes  literarios  del  liberalismo  espaí^ol  hay  qae  bascarlos  en  la  es- 
cuela salmantina^  en  Meléndez,  «/  único  tspaAol-que  yo  ^  cotacido  —  decía 
Blaaco  Wiche — gue,^kahitKdo  d^ado  dt  creer  en  el  catolicismo,  ko  cayó  en  el 
aiHsmg\  devoto  deísta  por  ser  naturalmente  religioso;  pero  del  que  no  cree 
Menéndez  Pelayo  que  dejara  nunca  de  ser  cristinno,  y  cuyos  versos,  ó  algunos 
de  ellos,  están  henchidos  de  vagas  declamaciones  rousseaunianas;  en  Cien- 
fuegos,  que  no  habla  de  religión,  pero  que  preconiza  la  igualdad  y  truena 
contra  los  reyes  y  poderosos  de  la  Tierra;  y  más  concreumente  <n  Quintana, 
ardoroso  apostrofador  del  Tirano,  el  ente  de  razón  creado  por  Alfieii,  en 
que  se  comprendía  á  todos  los  reyes,  y  del  Rebelde,  en  que  se  comprendía  á 
todos  los  que  se  habían  levantado  contra  los  reyes.  Quintana  preconizó  como 
rebeldes  á  Pelayo  y  á  Padilla,  despotricó  contra  Felipe  II  y  contra  los  con- 
quistadores de  América,  justificó  el  separatismo  americano,  puso  de  oro  y 
azul  nuestra  historia;  en  suma,  dio  la  fórmula  para  la  fraseología  liberal,  ó, 
más  en  concreto,  para  el  futuro  progresismo. 

Había  en  los  liberales  dos  tendencias  que  se  distinguieron  luego  con  las 
frases  de  liberales  ala  inglesa  y  liberales  d  ¡afrancesa.  De  los  primeros  fué  el 
más  insigne  ejemplo  Jovellanos,  y  su  idea,  la  de  reformar  las  leyes  políticas 
vigentes  nada  más  que  hasta  el  punto  necesario  para  que  fueran  reconocidas 
y  asentadas  la  libertad  individual  y  la  intervención  de  la  nación  en  el  gobier- 
no; todo  con  prudencia  suma,  respetando  cuidadosamente  el  estado  social  y 
sin  herir  de  frente  los  intereses  establecidos.  Los  liberales  á  la  francesa,  por 
lo  contrarío,  querfan  la  proclamación  de  los  principios  abstractos  que  habían 
preconizado  los  filósofos  del  siglo  xviii,  especialmente  la  soberanía  nacional, 
según  la  mente  de  Rousseau;  es  decir,  como  fuente  de  las  leyes  y  de  los 
Poderes  del  Estado,  incluso  el  del  rey  hereditario,  y  la  separación  de  Po- 
deres, tal  y  como  la  habla  explicado  Montesquieu;  en  esta  división  de  Po- 
deres entraba  el  rey  como  mero  jefe  del  ejecutivo,  pues  la  idea  de  Poder 
moderador  ó  armónico  que  ahora  es  usual  no  apareció  hasta  mucho  tiempc 
después.  Todo  esto  consignado  en  una  Constitución  escrita. 

Tanto  los  liberales  d  la  inglesa  como  los  liberales  d  la  francesa  se  nu- 
trían en  libros  extranjeros,  sin  hacer  caso  de  las  tradiciones  españolas,  á  no 
ser  los  primeros  en  cuanto  recomendaban  la  necesidad  de  respetarlas  en  lo 
posible  al  implantar  las  indispensables  reformas;  pero  hubo  un  erudito  y  es- 
critor muy  distinguido,  D.  Francisco  Martínez  Marina,  asturiano  y  canónigo 
de  la  Colegiata  de  San  Isidro,  en  Madrid,  el  cual,  estudt!<ndo  la  historia  jurí- 
dica de  España,  vino  á  parar  en  la  conclusión  de  que  el  absolutismo  era  en 
nuestra  patria  cosa  moderna  importada  é  impuesta,  y  lo  verdaderamente  in- 
dígena, espontáneo  y  nacional,  el  gobierno  representativo:  tal  es  el  sentido 
fundamental  de  su  Ensayo  critico  sobre  la  antigua  legislación  castellana,  escri- 
to para  que  sirviese  de  introducción  á  la  edición  de  las  Partidas  por  la  Aca- 
demia de  la  Historia,  que  ésta  no  quiso  publicar  con  ella,  y  que  el  autor  im- 
primió suelto  en  1808.  Ya  durante  la  guerra  dio  á  \m.  la  Teoría  de  tas  Cortes 
ó  grandes  juntas  nacionales,  desarrollando  los  principios  políticos  contenidos 
en  el  Ensayo.  La  influencia  de  Martínez  Marina  en  el  desarrollo  de  las  ideas 
liberales  españolas  fué  muy  grande,  y,  aunque  parezca  paradójico,  más  favora- 
ble al  liberalismo  á  la  francesa  que  al  liberalismo  á  la  inglesa,  porque  persua- 
dió á  los  secuaces  del  primero  de  que  siguiendo  á  Rousseau  y  á  Montesquieu 
no  hacían  sino  seguir  !a  verdadera  tradición  española,  con  lo  que  les  quitó 
todo  escrúpulo,  si  es  que  tenían  alguno,  de  hacer  tabla  rasa  de  lo  existente. 

(1)    Sin  nombre  de  aator.  Auch-,  h.dccc.xvi. 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


534  HISTORIA  DE  ESPAÑA 

131, — Empéñanse  algunos  escritores  moderaos  en  presentar  á/of  a^ruM- 
cAttfilbj  como  unos  liberales  que  buscaron  en  el  apoyo  de  Napoleón,  y  por 
medio  del  reinado  de  José,  la  implantación  del  liberalismo  en  España.  Me- 
sonero Romanos  presentó  ya  este  punto  de  vista:  «...  Los  liberales  del  üo- 
•bierno  de  Madrid — dice, — que  iniciaban  la  revolución,  fueron  vencidos 
>por  sus  cor  religión  ai  ios  de  Cádiz,  que  la  proclamaban  también,  y  éstos  á  su 
>vei  enviados  d presidio  por  Fernando  VII;  con  lo  que  todos  quedaron  igua- 
»tes,  y  punto  concluido»  (i).  Recientemente  se  ha  escrito  un  libro  soste- 
niendo esta  misma  tesis  (2). 

No  es  ésta  la  realidad  histórica.  Los  afrancesados  no  iniciaron  nada,  ni 
trataron  de  hacer  otra  cosa  sino  acomodarse  á  un  Gobierno  que  jugaron 
sólidamente  establecido,  por  conceptuar  que  no  habla  fuerzas  en  España 
para  resistir  á  Napoleón.  No  ya  en  el  citado  libro  Examen  de  los  delitos  de  in- 
fidelidad d  la  patria,  sino  escribiendo  familiarmente  á  Blanco  Withe,  lo  de- 
clara sin  ambages  Keinoso.  Como  disculpa  de  su  a  trance  Sarniento  sólo  alega 
en  el  seno  de  la  confianza  el  buen  arte  de  José  para  atraerse  d  los  hombres 
de  provecho  que  habla  en  la  naáótt  —  conviene  recordar  que  él  era  uno  de 
los  que  se  hablan  dejado  atraer,  —  y  <Ia  convicción  intima  que  poseyó  á  to- 
ados de  que  era  imposible  libertarse  de  su  dominación.  Los  franceses  des- 

■  plegaron  en  Andalucía  una  fuerza  prodigiosa  cuando  se  hallaban  disueltoa 
itodos  los  ejércitos  de  la  Península.  En  aquel  momento  hasta  el  ínñmo  vul- 
>go  desmayó  completamente  en  las  esperanzas  con  que  le  hablan  fascinado 

■  las  Juntas  mientras  labraban  su  ruina.  Empezaron  á  poco  tiempo  á  rebullir- 
>se  y  acrecentarse  las  partidas  de  dispersos,  y  á  renacer  con  ellas  las  es- 
«peranzas  vulgares;  pero  los  hombres  de  algún  cálculo  jamás  han  visto  en 
«estas  correrlas  más  que  la  devastación  del  país».  Tan  aferrado  estaba  Rei- 
nóse á  esta  idea  deprimente  y  absurda  de  la  impotencia  de  su  patria,  que  ni 
aun  viendo  la  victoria  conseguida  creía  en  ella;  atribuíala,  no  al  esfuerzo  de 
los  españoles,  sino  al  socorro  de  los  ingleses.  «Hasta  que  lord  Wellingtoo, 
> — decía — ha  desplegado  tantas  fuerzas  tan  sabiamente  no  ha  habido  tér- 
•  minos  de  cuestión»  (3).  Es  decir,  que  para  Keinoso  menos  de  40.000  ingle- 
ses triunfaron  en  España  de  medio  millón  de  franceses.  íQué  hubiera  podi- 
do hacer  Wellington  sin  la  resistencia  invencible  de  la  nación  española? 

Que  esa  flaqueza  moral,  y  no  intento  ninguno  de  regeneración  política, 
fué  el  móvil  de  losafrancesados,compruébanlo  todos  los  ejemplos;  v.gr.,  el  de 
Meléndez  Valdés.  Mientras  que  Cienfuegos,  tan  liberal  ó  más  que  Meléndez, 
es  uno  de  los  héroes  del  2  de  Mayo,  y  por  lo  pronto  si  salvó  la  vida,  fué  para 
que  se  lo  llevaran  prisionero  á  Francia,  donde  murió  antes  de  cumplirse  un 
año;  y  mientras  que  Quintana,  á  pesar  de  sus  declamaciones  poéticas  contra 
cuanto  á  su  juicio  significaba  opresión  y  tiranía  en  nuestra  historia,  al  ver 
insultada  y  herida  á  la  madre  patria  se  revolvió  airado  contra  el  agresor  y 
se  hizo  el  Tirteo  de  la  heroica  resistencia,  sin  abdicar  por  eso  de  su  libera- 
lismo, Meléndez,  creyendo,  como  Reinoso,  que  no  había  aquí  fuerzas  ni  áni- 
mo para  resistir  á  los  invasores,  acepta  de  Murat  la  comisión  de  hacer  desis- 
tir á  los  asturianos  de  su  patriótico  levantamiento,  lo  que  estuvo  á  punto  de 
costarle  la  vida,  pues  ya  le  tenían  atado  á  un  árbol  en  el  campo  de  San 

1 1 1     M/morias  ,ie  u,i  ,eltnl¿«.  Cap.  iv. 

(¡1  Hiiloritt  palitica  de  hi  afrancistulos  (ion  algunas  (artas  y  doctimtniat  inéJilet),  por 
María  Méndez  Bejsrano,  1913. 

(i)  Carta  de  Reinoso  i  Blanco  (Sevilla,  7  Noviembre  iSli).  F.n  el  libro  tl«  Méndei  Be- 
jarano  (p^^.  381)-  V  á  pesar  de  esta  caria  lan  explícita,  Méndez  sosdene  en  el  texto  de  su  libro 
que  ReiDOSO  al  escñhir  vi' S.taniea  di  los  i/elilas  ¡if  in/dilidad tío  eipttmbm  sinceramente  in 
Inlimo  pensamienlo. 


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HISTORIA   DE  ESPAÑA  535 

Francisco  de  Oviedo  para  fusilarle;  escapa  del  tremendo  peligro,  y  se  viene 
á  Madrid.  La  batalla  de  Bailen  le  convence  luego  de  que  se  habla  equivoca- 
do, y  de  que  España  podía  resistir  á  Napoleón:  deja,  en  su  virtud,  de  ser 
afrancesado.  Pero  Napoleón  acude  con  300.000  bombrcs,  y  derrota  á  nues- 
tros ejércitos:  Meléndez  cambia  otra  vez  de  opiniÓD,  y  se  bace  de  nuevo 
afrancesado.  fPara  redimir  d  lapatrioy  como  dice  Méndez?  Qui/ás  fuera  ésa 
su  generosa  iníenátfn  intima  (i),  de  que  no  puede  juígar  la  Historia,  reducida, 
como  ya  dijo  Aristóteles,  al  campo  de  los  hechos  exteriores:  aquf  el  becho 
exterior  fué  que  en  Meléndez  coincidió  el  segundo  y  deñnitívo  afrancesa- 
miento  con  una  plaza  de  consejero  de  Estado  concedida  por  el  rey  José.  El 
mismo  argumento  convenció  á  Sotelo,  el  cual,  sin  embargo,  no  se  dejó  per- 
suadir hasta  que  !a  rota  de  Ocaña  le  hizo  creer  en  el  triunfo  definitivo  délos 
invasores  (2).  El  propio  Reínoso,  que  se  jactaba  de  no  haber  conocido  d  José  ni 
á  sus  mariscales,  ni  de  kaier  escrito  ni  tratado  de  su  pleito,  obtuvo — según 
dice,  sin  pretenderlo — un  beneñcio  en  la  Catedral  de  Córdoba,  tan  pingüe, 
que  le  permitió  sostener  dos  hospitales  durante  el  hambre  de  1812  (3),  coa 
lo  que  salió,  sin  duda,  harto  mejor  librado  que  Arjona,  quien  á  pesar  de  la 
poca  vergüenza  de  componer  una  oda  á  José  para  celebrar  su  entrada  en 
Córdoba  y  de  bullir  y  pretender  mucho,  sólo  sacó  la  Orden  de  la  Espada  (4). 
D.  Manuel  Silvela  era  un  joven  vallisoletano  que  vino  á  Madrid  con  la  modes- 
ta pretensión  de  ser  admitido  en  el  Colegio  de  Abogados  de  su  ciudad  natal 
fuera  del  número  fijo  de  colegiales  que  prescribían  entonces  los  reglamen- 
tos: encontróse  con  la  invasión  francesa,  y  que  le  ofrecieron  nada  menos  que 
una  plaza  de  alcalde  de  Casa  y  Corte.  Silvela  aceptó,  afrancesándose  (5) . . . 
Asf  todos.  Es  explicable,  dado  lo  que  es  la  naturaleza  humana;  pero  no  se 
baga  de  aquellas  gentes  héroes,  no  ya  de  la  patria,  sino  ni  siquiera  de  partí- 
do.  EspaHa  en  la  guerra  de  la  Independencia —  lo  dijo  Napoleón  en  Santa 
Elena  —  se  portó  como  nn  hambre  de  honor.  Los  afrancesados  fueron  los  que 
no  sólo  no  se  portaron  asf,  sino  que  procuraron  que  su  patria  no  llegase  á 
merecer  ese  supremo  elogio  de  su  grande  y  glorioso  caeroigo  (6). 


(I)  nLi  Historia,  dice,  asi  preienla  (en  ¡oí 
nciudadanos  que,  tal  vez  con  error,  liempre  con  g( 
«tria  ...»  (Píg.  185). 

(1)    «Sotelo  se  decidió  después  de  la  rota  de  Ocaña  i  adm 

»Estado  qac  muy  ■meriormenle  le  habia  ofrecido  Joaef;  vino  con 

ncomisaríoiegio  j  prefecto  en  lercí,  y  despaís  prefecto  ea  Sevilla.  Hb  servido 
>'j  beneficencia.»  (Reinoso  á  Blanco.  Caita  citada.) 

(3)  «He  ildo,  no  obstante,  racionero  ...  de  cuya  nombramiento  tuvieron  noticia  antes 
»qne  yo  los  que  antes  que  yo  leyeron  la  Caceta.  Avínome  bien,  porque  sin  eite  auxilio  hu- 
»biera  peiecido  de  hambre  en  la  calamidad  que  tuvimos  este  invierno.  Sólo  en  esta  ocasión 
;>obtC  en  pitblico  para  recoger  de  las  calles  hasta  70}  miserables  desmayados  y  moríbandos 
»«Q  dos  hospitales  que  formí  jr  sostuve  con  indecibles  alanes.n  (Id.  Id.) 

(4)  «Aijona  esli  más  loco  cada  día;  ha  sido  decididfsimo:  ha  tenido  incesantemente 
»pret<yisiones.  Sin  embargo,  nadaba  obtenido  mas  que  la  Orden  de  Ib  Espada,  creada  porjo- 
»sef.  A  la  entrada  de  éste  pubiicA  una  oda,  y  no  sé  que  haya  hecho  más  que  bullir.n  (Id.  Id.) 

(5)  Cúntemporáneot  iluilreí:  I.  Frantiicp  .Silveia.  Madrid,  iSSS,  por  el  autor  de  este  libro. 
De  esta  anunciada  colección  sólo  se  publicó  un  segundo  estudio:  D.  Gumertináo  de  AicáraU, 
por  D.  Adolfo  Vallespinosa. 

(6)  Hace  veinticinco  años  escribió  el  autor  de  cate  libro  en  la  citada  biografía  de  Sil- 
vela^  "Kueroii  los  alranccsados  gentes  que  aceptaron  el  hecho  de  la  invasión,  lamentándolo 
»como  el  que  más,  porque  de  ese  hecho  se  denvaron  para  ellos  ventajas  peisonaleí,  empleos 
i.por  lo  regular:  no  se  sabe  de  ningún  afrancesado  doctrinal  ó  platónico:  para  todos  empezó  el 
xafrancesamiento  por  la  credencial.  Luego  es  claro  que  para  defender  la  credeDcial,  y  mal 
'larde  el  haberla  lomudo,  se  inventaron,  según  uso  antiquísimo,  ideas  elevadas;  se  dijo  que 
"bien  podía  creerse  que  la  regeneración  de  España  venia  ensartada  en  las  bayonetas  napoleó- 
■nicas;  pero  lodo  esto  fué  a  posteriori  . .  .  ;  la  defensa  de  los  afrancesados  hay  que  circunscri- 
»birln.  pnes,  á  la  apreciación  de  las  circunt  tan  cías  individuales  que  los  indujeron  á  tomar  un 
.  partido  tan  contrario  al  inleiés  de  la  paiiia  » 


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536  HISTORIA   DE  ESPAÑA 

Lo  que  hubo  de  común  entre  algunos  de  los  afrancesados  que  más  bu- 
lleron y  tos  liberales  que  predominaron  en  las  Cortes  de  Cádiz  fui  la  irreli- 
giosidad. Pero  jde  cuándo  acá,  ni  en  el  anticlericalismo  más  extremado,  pue- 
de bastar  la  irreligiosidad  para  dar  patente  de  liberalismo?  Méndez  llega  á 
aducir  como  prueba  de  la  irreligiosidad  de  los  afrancesados  y  del  Poder  á 
quien  servían  que  <los  batallones  franceses  se  alojaban  en  los  templos,  de- 
iteriorando  altares  y  retablos  y  profanando  lugares  y  utensilios»,  y  que  el 
mariscal  Soult  se  instaló  <sin  miramientos  en  el  Palacio  arzobispal  de  Se- 
ivilla*.  [Bonito  llberalismol  Lo  que  hubo  es  que  Napoleón  - —  no  los  afrance- 
sados, meros  comparsas  del  conquistador  —  quiso  hacerse  un  partido  en 
ÜspaSa;  y  como  vio  que  los  frailes  y  todos  los  elementos  tradicional) stas  se 
le  pusieron  enfrente,  á  pesar  de  la  unidad  católica  proclamada  en  la  Consti- 
tución de  Bayona  y  de  haber  conservado  la  Inquisición,  buscó  ese  partido 
eutre  los  que  venían  laborando  contra  la  Inquisición  y  contra  los  frailes  des- 
de mucho  tiempo  atrás:  de  aquí  los  decretos  de  Chamartfn,  desarrollados 
luego  por  José;  pero  se  equivocó  en  esto,  como  en  todo  lo  referente  á  Es- 
paila,  pues  de  los  hombres  que  navegaban  en  esas  aguas  sólo  consiguió  la 
adhesión  de  los  que  de  todas  maneras  se  le  hubiesen  adherido:  los  epicú- 
reos, amantes  del  Poder,  como  Moratfn.  jCómo  habían  de  unírsele  tos  ver- 
daderos liberales,  sí  su  dogma  fundamental  era  en  aquel  tiempo  la  soberanía 
de  la  nacióní  ;Qué  soberanía  nacional  cabe  en  un  poder  como  el  de  José, 
cuyo  título  legal  ó  aparente  se  reducía  á  la  renuncia  de  Fernando  VII  ea 
Carlos  IV,  de  Carlos  IV  en  Napoleón  y  de  Napoleón  en  su  hermano,  siendo 
su  título  efectivo  la  imposición  militar  de  un  soberano  extranjero?  Todavía 
los  realistas  puros,  ó  algunos  de  ellos,  para  rebelarse  contra  las  renuncias  de 
Bayona  hablan  de  sostener  que  las  renuncias  fueron  forzadas  y,  por  tanto, 
nulas;  pero  para  los  liberales  la  cuestión  se  presentaba  mucho  más  sencilla: 
libres  ó  forzadas,  se  habían  hecha  las  renuncias  sin  consentimiento  de  la  na- 
ción, disponiendo  de  ésta  como  hubiera  podido  hacerse  de  una  fínca  ó  de  un 
rebaño.  <;Qu^  tenía  que  hacer  un  liberal  de  1808  sino  rebelarse  contra  seme- 
jante atropello? 

Reinatio  de  yos¿{i).  —  Reinstalado  José  en  la  posesión  del  Palacio  de 
Madrid,  tuvo  por  ministros  durante  su  reinado  á  D.  Miguel  José  de  Azanza, 
duque  de  Santa  Fe  (2},  D.  Mariano  Luis  de  Urquijo  (3),  el  conde  de  Caba- 
rrús  (4),  el  general  O'Farril  (5),  el  de  Marina,  Mazarredo  (6),  y  el  general 


(i)  Además  de  las  ya  citadas  Memorias  de  Jourda»,  púa  el  reinada  de  Josí  son  impres- 
cindihlea;  Mémoit/s  el  Cerreipendance  leliíiaue  du  roí  Joteph,  puhUits.  tainttts  el  mil  en  trdrt 
par  A  Du  Caiie.  Aidí  de  camp  de  S.  A.  i.  U  Frimt  yiróme  Napoleón  (diei  «oidmenet).  Hay 
ttaducci6n  castellana  de  la  parte  rererenle  i  nuestra  patria.  También  las  det  Conde  Miot  de 
Mélito,  intendente  de  Palacio  con  José.  (Ya  se  han  citado). 

(:)  Xjü  lué  de  Rttado,  acompaÜA  djosé  á  Francia,  publicó  una  Memoria  jastiücativa  de 
su  conducta  (iSlj),  hizo  memoriales  A  Fernando  Vil  pidiendo  el  indulto,  y  TÍvi6  miseramente 
en  Paris  hasta  1S30. 

(3I  «Ministro  Secretarlo  de  Estado»,  cargo  nuevo;  emigró  con  José.  Mario  en  Paris 
(3  Mayo  1S17).  Tiene  un  mausoleo  en  el  Ftre  Lmhahe, 

(4)  De  Hncienda.  MuriA  en  SevtlU  cuando  la  Jornada  de  Andalucía  (27  Abril  tSlo).  y 
enterráronle  en  la  capilla  de  la  Concepción,  de  la  Catedral,  junto  á  t'loridablanca.  En  No- 
viembre de  1S14  acordó  el  Cabildo  exhumar  lus  restos  y  arrojarlos  á  una  losa  del  Paüo  de  I04 
Naranjos,  destiniiila  á  los  ajusticiados:  acto  reísimo  de  ven|iann  que  mereció  justamente  los 
reproches  del  sabio  y  buen  deán  D.  Fabián  Miranda  (véaie  la  Vida  de  éste,  por  D.  Cayetana 
FernindeíV 

(SI  De  la  liuerra.  Murió  en  París  (19  Julio  iSjl)  cuando  Fernando  Vil  acababa  de  rein- 
tegrarle en  sus  grados  y  honores. 

(6)    Murió  en  Madrid  (zq  Julio  iStl).  Su  ministerio  no  podía  ser  más  inútil,  porque  Joit 


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HISTORIA    DE  ESPAÑA  537 

Negrete,  conde  de  Campo  Alange  (i);  pero  el  verdadero  ministro  era  el  em- 
bajador de  Francia  M.  de  Laforest,  quien  comunicaba  al  rey  francés  lo  que 
el  amo  de  París  tenia  á  bien  ordenarle.  Aquella  sombra  de  Gobierno  español 
afrancesado  había  de  contentarse  coa  las  vanas  extenorídades  del  Poder. 
José  era  muy  aficionado  á  ellas:  modificó  el  escudo  real  (líi  Julio  i8o8)i  creó 
la  Orden  Real  y  Militar  de  Kspaña  (20  Octubre  1808);  supiimiá  todas  las  an- 
tiguas (iS  Septiembre  iSocí);  nombró  una  Comisión  del  Consejo  de  Estado 
para  rehabilitar  grandezas  y  títulos  (25  Octubre  1809];  creó  cuatro  nuevos 
ducados  y  varios  títulos  de  Castilla  {2).  Al  ultimo  inquisidor  general,  D.  Ra- 
món José  de  Arce,  lo  nombró  su  Limosnero  Mayor  (3);  al  duque  de  Frías,  su 
Maj/ordouto  Mayor  (4);  al  conde  de  Métito,  su  Superintendente  de  Casa,  y  al 
marquésdeMonte-HermosoleconñrióIe  titulo  de  su /'nwfrí^Mti/iioM^rf,  sin 
otro  mérito  que  el  ya  indicado  más  arriba  de  ser  marido  de  la  Marquesa,  á 
que  permanentemente  cortejaba  el  improvisado  rey,  aunque  su  cortejo  no  le 
apartase  de  otras  distracciones  no  menos  escandalosas.  En  esto  era  José 
digno  hermano  del  Emperador, 

Pocos  de  los  grandes  y  títulos  siguieron  el  bando  joseñno.  Excepción  de 
la  regla  general  fué  el  hermano  menor  del  revoltoso  conde  del  Montijo,  don 
Cipriano,  que  tuvo  el  pésimo  gusto  de  militar  valerosamente  con  los  france- 
ses y  contra  sus  compatriotas,  siendo  herido  dos  veces,  una  en  Salamanca  y 
otra  en  la  defensa  de  Paris  (1814).  Este  D.  Cipriano  fué  el  que  luego  heredó 
los  títulos  de  su  hermano,  muerto  sin  sucesión,  casó  con  doña  María  Manuela 
Kirkpatríck,  y  fué  padre  de  la  emperatriz  Eugenia.  Del  clero,  aparte  de  algu- 
nos obispos,  como  el  ya  citado  Tavira,  hubo  dos  afrancesados  famosos,  aunque 
de  muy  distinto  carácter  moral:  uno  fué  U.Juan  Antonio  Llórente,  clérigo 
riojano  que  se  dio  á  conocer  en  el  reinado  de  Carlos  IV  por  sus  Memorias 
históricas  de  las  cuatro  Provincias  Vascongadas,  escritas  de  orden  del  Gobier- 
no para  preparar  la  abolición  de  los  fueros,  y  por  su  exagerado  jansenismo — 
máscara  en  él  de  un  efectivo  racionalismo;  —  secretario  del  Consejo  Supremo 
de  la  Inquisición,  maestrescuela  de  Toledo,  hombre  de  la  conñanza  de  Go- 
doy,  pasó  á  ser  el  canonista  áulico  de  José,  director  general  de  bienes  nacio- 
nales, comisario  de  Cruzada,  autor  de  varios  opúsculos  rcgaüstiis,  conforme 
á  las  ideas  de  Urquijo,  en  que  llegalia.á  proponer  la  abolición  de  las  reservas 
pontificias  y  la  facultad  del  Rey  para  crear  y  suprimir  diócesis,  y  de  otros  de 
propaganda  afrancesada  en  que  no  temió  llamar  á  los  españoles  que  resistían 
á  la  invasión  plebe  y  canalla  vil  pagada  por  el  oro  inglés;  finalmente,  deposita- 
rio de  los  papeles  y  documentos  de  la  suprimida  Inquisición  —  no  de  to- 
dos,—  que  aprovechó  para  escribir  9a  Historia  Critica  ác  la  misma  (5).  Cuenta 


¡bajada  de  Parli.  MnricS  emigrado  en  aquellB  capital  (lSl8\  á  los  óchenla  y  dos  aBoi. 

Ál  general  Hneo  lo  hizo  conde  de  Cogolludo  y  de  Cifuentes  por  haber  baüdo  al 

lado  en  eitoi  pueblos,  y  por  eso  Víctor  Hugoseñrmaba  en  su  mocedad  Vivítnát  Iluge. 


Il)  Reempluó  i  Ceballos.  Cuando  la  proclamaciún  de  Josí,  no  queriendo  llevar  el  pen- 
dían como  Alférez  mayor  del  Reino  el  marqués  de  AsCorga,  lo  reemptazA  Negrele.  Habiendo 
maertoel  duque  de  Frías,  Negrele,  ya  hecho  por  José  «duque  de  Campo -Alan  ge»,  lo  reemplazó 
en  la  embajada  dr  "--'-  " — -^  — í  — j n :._>  ,.o.o,   ,  ,__  _  _,. j__ 

(al    Alg. 
Empecinado  ei  ,  , ,  . 

(J)  Este  prelado,  qne,  s^ún  Laforeal,  debiasu  elevaciiio  A  galanteos,  kichitra  y  favorilo 
di  Gedoy,  al  decir  de  Menéndes  fáí^a,  alta  grado  en  la  masontria  de  que  era  José  Gran  Maes- 
tro, como  dice  Villa  Urtutía.  vivIA  emigrado  en  París  hasta  1S44. 

(4t  Xm  duque  de  Krias;  nació  en  Madrid  (g  Noviembre  1754)  y  rnurió  en  París,  sir- 
viendo la  inútil  embajada  de  Josí  (il  Febrero  181 1).  Ni  su  sucesor  ni  nadie  de  su  familia  le 
signi6  en  sa  desdoroso  ariancesamíenlo. 

(5)  Las  obras  anlí-inq'iisitorisles  de  Llórenle  son:  Memoria  loirt  cuál  ha  tido  M  «/■inUa 
en  España  mire  ¡,i  injiihicion,  leída  anie  U  Academia  de  la  Historia  (iSlI),  y  la  J/it/.-ria,  de 
que  publicó  dos  voliimenes  en  España,  y  luego  toda  la  obra  (4  tomos)  en  París,  y  en  Iran- 
cfi  (tSl7-lSi.  La  primera  edición  castellana  es  de  1S12.  La  tesis  de  Llórente  es  que  la  Inqui- 
sición no  fui  establecida  para  conservar  la  pureza  de  la  fe  ni  por  fanatismo  religioso,  sino 
Bpara  enriquecerse  el  Gobierno  con  las  confiscaciones». 


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538  HISTORIA  OE  ESPAÑA 


Thiebault  en  sus  Memorias  que,  siendo  goberDador  de  Burgos,  hizo  trasladar 
á  esta  ciudad  desde  el  Monasterio  de  San  Pedro  de  Cardefia  los  restos  del 
Cid  y  de  Jimena,  construyendo  para  guardarlos  un  monumento  público  que 
inauguró  solemnemente.  Tan  contento  y  entusiasmado  estaba  el  general  fran- 
cés con  lo  que  había  hecho,  cuando  un  español  —  iomtKe  erudit  et  de  sprit — 
le  dijo  que  el  Cid  no  habia  existido  jamás;  queriendo  dilucidar  este  punto, 
acudió  á  M.  Llórente,  consejero  de  Lstado  y  del  que  le  informaron  ser  uno 
des  hoinmes  les  plus  savants  de  VEspagne  en  matiire  d'htstoire.  Llórente,  en 
efecto,  no  sólo  confirmó  á  Thiebault  que  no  habia  existido  nunca  el  Cid,  sino 
que  su  pretendida  celebridad  venía  de)  interés  de  los  monjes  de  Cárdena, 
que  habían  extendido  esta  fábula  para  lucrarse  con  ella. 

£1  otro  sacerdote  afrancesado  digno  de  recuerdo  es  de  muy  diversa 
contextura  moral  que  Llórente.  Tal  es  el  capuchino  Fr.  Miguel  Suárez,  llama- 
do, conforme  á  la  costumbre  de  su  Orden,  tel  P.  Santander»  por  ser  natural 
de  esta  ciudad.  El  P.  Santander  era  un  religioso  austerfsimo,  de  virtudes  ex- 
traordinarias; «compartió,  dice  Menéndez  Pelayo,  con  Fr.  Diego  de  Cádiz 
>la  gloria  de  misionero  y  le  excedió  mucho  como  escritor,  porque  era  hom- 
>bre  más  culto  y  literato*.  Ha  dejado  once  tomos  de  sermones  «que  por 
mucho  tiempo  han  sido  arsenal  de  predicadores  esptiñoles>.  Este  hombre, 
sin  embargo,  se  afrancesó,  acreditando  con  su  conducta  que  no  todos  los 
que  tal  hicieron  eran  irreligiosos,  ni  la  irreligiosidad  que  Méndez  llama 
tiberalismo  el  móvil  que  los  impulsó.  £1  P.  Santander,  sin  duda,  se  limitó  á 
creer  que  la  Providencia  habia  dispuesto  et  cambio  de  dinastía  en  España: 
lo  peor  para  su  fama  fué  que  el  Gobierno  intruso,  buscando  probablemente 
acreditarse  con  su  nombre,  le  hiciera  obispo  de  Huesca  y  arzobispo  de  Se- 
villa (I). 

José  hizo  cuanto  le  fué  posible  por  ganarse  las  voluntades  del  pueblo. 
•  Iba  á  pie  en  las  procesiones,  seguido  por  los  oficiales  de  su  Estado  Mayor 
>y  por  los  soldados  de  la  gendarmería  francesa,  que  llevaban  cirios  encen- 
•didos>  (2).  Recibía  con  afabilidad  suma  á  los  que  querían  verle,  y  aun  él 
solicitaba  las  entrevistas  6  audiencias.  Hablaba  mucho,  siendo  una  de  las  de- 
bilidades de  su  vanidad  creer  que  convencía  á  las  gentes  con  sus  discursos. 
Las  corridas  de  toros  estaban  prohibidas  por  una  real  cédula  de  10  de  Fe- 
brero de  1805,  conñrmatoria  de  otra  de  Carlos  III  (1785);  en  Marzo  de  180S 
se  dispuso,  á  pesar  de  la  prohibición  y  como  cosa  muy  extraordinaria  para 
festejar  á  Napoleón,  cuando  se  creia  en  su  venida  á  nuestra  corte,  que  se 
celebrase  una  corrida;  pero  como  00  se  realizó  aquel  suceso,  el  ganado  en- 
tonces adquirido  sirvió  para  la  ñesta  de  la  proclamación  de  Fernando  VII. 
José,  siempre  con  la  mira  de  atraerse  al  público,  restauró  el  espectáculo  que 
algunos  llaman  ei  mds  naa'otiai  (¡),  haciendo  dar  corridas  en  1810  y  en  iSi  1, 
hasta  gratuitas,  á  cuyo  efecto  toda  la  administración  afrancesada  y  et  ejér- 
cito francés  se  pusieron  en  movimiento  para  traer  á  Madrid  toreros  y  toros  (4). 
Así  como  los  toros,  contra  lo  que  ban  creído  algunos  escritores  (5),  lejos  de 
haber  sido  prohibidos  por  los  franceses,  fueron  restaurados  por  ellos,  la  ópe- 
ra italiana  debió  á  los  mismos  invasores  su  reflorecimiento  en  España.  Desde 
principios  del  siglo  los  cantantes  y  el  idioma  italianos  estaban  proscriptos 

(ll  Hay  uoa  breve  biografía  del  P.  Santander  en  el  (orno  Ll  de  la  España  Sagrada.  Ma- 
rio en  Ranla  CrDz  de  Iguña  i2  Marzo  1831). 

(zl    Roce  a. 

{},)     F.¡  líptetáíulo  más  narionat,  por  el  conde  de  las  Naval.  Madfid,  1900. 

14)     Véanse  ¿01  loroj  de  Bónaparlt,  por  D.  Higinio  Ciria.  Madrid,  I903. 

'SI  V-  gr.,  D.  Adolro  de  Castro,  que  los  sapuso  nada  menos  qoe  prohibidos  por  [nsC 
Lo  refino  Carmena  y  Millán  en  sabroso  arlículo,  Teros  y  gaiiifos  (El  Libiial,  30  Agosto  y^íff. 


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HISTORIA  DE   ESPAÑA  539 


de  nuestros  teatros  (i),  no  permitiéndose  más  que  libretos  y  ejecutantes  es- 
[lañoles,  lo  que,  habiéndose  ordenado  con  la  patriótica  mira  de  crear  la  ópera 
española,  sólo  produjo  la  decadencia  del  espectáculo,  pues  no  había  reper- 
torio ni  cantantes  buenos,  y  á  la  postre  una  mixtiñcación,  toda  vez  que  se 
cantaban  óperas  italianas  mal  traducidas  y  por  gentes  que,  salvo  algunas  no- 
tables excepciones,  no  sabían  cantar;  con  la  invasión  Tranoesa  concuriió  la  de 
los  cantantes  italianos,  y  ya  en  la  primavera  de  iíio8  apareció  en  el  teatro  de 
Barcelona  una  compañía  de  éstos,  la  cual,  en  24  de  Mayo,  se  presentó  en 
Los  Caños  del  Peral  á  cantar  Talisba  en  su  idioma  nativo  (2),  con  gran  con- 
tentamiento de  los  currutacos  (los  elegantes  de  la  época),  monos  italianos,  se- 
gún Don  Preciso  (3);  cantóse  ópera  italiana  durante  los  años  8,  9  y  10  hasta 
Julio,  en  que  por  ruinoso  fué  cerrado  el  teatro  de  los  Caños.  En  el  año  10 
hubo  dos  estrenos  de  ópera  española:  El  barón  fin- 
gido (un  acto),  de  Narciso  Paz,  y  Quien  la  hace  la 
paga  (dos  actos)  de  Esteban  Crisliani  (4). 

También  procuró  José  que  no  se  suspendieran 
las  representaciones  dramáticas.  A  consecuencia  de 
los  sucesos  del  2  de  Mayo  cerráronse  los  dos  tea- 
tros de  verso  que  había  en  Madrid  {ti  Príncipe  y 
la  Crus).  Con  la  entrada  de  los  vencedores  de  Bai- 
len reabriéronse  para  representar  una  porción  de 
piezas  patrióticas  ó  de  circunstancias,  cuyos  títulos 
dan  idea  de  su  carácter,  y  hasta  de  su  mérito:  Ijis 
patriotas  de  Aragón,  La  atianea  de  España  con  Ingla- 
terra, El  bombeo  de  Zaragoea,  El  sermón  sin  fruto,  ó 
José  Botellas,  etc.  Volvieron  los  franceses,  y  en  se- 
guida obligaron  á  los  cómicos  á  reanudar  su  labor, 
aunque,  naturalmente,  con  otra  clase  de  funciones.  Isidoro  Máiquei 

Como  la  gente  no  iba  al  teatro  (5),  hizo  José  que  se  (i7w-i8w>)- 

diesen  funciones  gratuitas,  á  que  asistía  él  con  todo 

aparato;  quitó  la  dirección  de  los  teatros  al  Ayuntamiento  y  se  la  dio  al  Go- 
bierno, es  decir,  á  Moratfn,  y  los  subvencionó;  así  consiguió  que  tuvieran  vida 
hasta  1812,  en  que  el  hambre  les  puso  definitivo  término  bajo  la  dominación 
francesa,  para  resucitar  con  la  reconquistada  independencia,  representando 
otra  vez  piezas  patrióticas,  como  en  1808.  Era  el  príncipe  de  nuestros  actores 
en  aquella  época  Isidoro  Máiquez  (6)  Escribió  Mesonero  Romanos  que  Mái- 
quez  se  batió  contra  los  franceses  el  2  de  Mayo:  no  hay  documento  en  qué 
fundarlo,  y  á  poco  de  aquella  fecha  aparece  en  Málaga,  donde  quiso  el  pueblo 
matarlo /f>r  afrancesado.  Justificó  so  conducta,  admitiéndose  que  por  patriota 
había  huido  de  Madrid;  y  el  26  de  Mayo  de  1809  inauguró  la  temporada  en  el 
Príncipe  con  el  Orestes. 


fll     Por  Real  orden  de  38  de  Diciembre  de  1793. 

(z)  Koriniban  la  compañía  las  seQoras  Marchesini,  Crucciati  j  Tineschi  7  señores  Boaoldi, 
Ricci  r  Gamberajr.  La  última  función  de  compañía  española  hablase  celebrado  el  15  de  &iero. 

(3)  SeadÚDÍmo  de  Jnan  Antonio  Zamaeola,  escrilor  satírico  de  costumbres,  autor  del 
irtícnlo  Cata  de  mona  (Diaria  dt  Madrid,  ly  y  24  de  Octubre  de  1801I. 

(4)  Véanse:  Crónica  dt  la  áfitra  italiana  en  Madrid,  por  Luis  Carmena  y  Milíin.  Ma- 
drid, 1878.  ¿a  iHÚñía  y  los  musical  de  ¿a  lndtf<indín;ia,  por  el  P.  Luis  Villalba.  (La  ciudad  di 
Dial.  Mayo,  tgo8]. 

(5)  El  l3  de  Diciembre,  por  ejemplo,  ta  entrada  en  el  Principe  fui  de  162  reates,  y  la  de 
■■  Ctdi,  176. 

(6)  Habla  nacido  eo  Cartagena(l7  Mar«.  1768).  Primer  actor  en  los  Sitios  Reales  (1798), 
«Q  cayo  aüo  (16  Mayo)  saliá  i  esceaa  también  por  pimera  vez,  á  cantar  tonadillas,  el  célebre 
eran  tenor  del  siglo  xlx  Manuel  Garda.  En  l^pfí  y  1800  fui  Miiquei  i  Parfs  i  ver  y  estudiar  i 
Tilma.  Deide  iSoí  fué  el  favorilo  del  público.  Murió  loco. 


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540  HISTORIA  DE  ESPAÑA 

Pero  ni  estos  esfuerzos,  ni  los  más  nobles  que  hizo  José  en  1812  para 
remediar  en  lo  posible  la  miseria,  podfan  ganarle  el  corazón  de  los  madrile- 
ños. £1  Intruso  sólo  reinaba  en  Madrid,  y  de  la  villa  tenia  que  sacar  cuanto 
necesitaba  para  sostener  su  gobierno:  de  aquí  los  impuestos  exorbitantes,  los 
estancos,  los  empréstitos  forzosos  ideados  por  ta  fecunda  inventiva  de  Ca- 
barrús,  que  arruinaron  á  todo  el  mundo  y  tuvieron  parte  principal  en  el  ham- 
bre de  t8l3.  Combatido  aquel  Gobierno,  además,  por  el  general  é  instintiva 
desafecto  del  pueblo,  tenía  que  recurrir  á  medidas  odiosísimas  para  defen- 
derse: obligar  á  las  gentes  á  prestarle  juramentos  sacrilegos,  perseguir,  con- 
fiscar bienes.  «Entre  los  afrancesados  —  ha  escrito  quien  los  disculpa  mu- 

•  cho — no  todos  eran  movidos  por  la  disculpable  desconfianza  del   triunfo 

•  □acional,  ni  tampoco  por  la  perspectiva  de  un  sistema  político  más  de 
•acuerdo  con  las  ideas  del  siglo,  sino  por  interés  egofsta,  ambición  de  mandc> 
»ó  reñnada  maldad.  Entre  éstos  descollaban  los  jefes,  comisarios  y  agenten 
>de  aquella  abominable  policía;  los  vocales  de  las  Juntas  criminales  y  comí- 
•siones  militares,  los  alcaldes  de  Corte  (éstos  con  alguna  honrosísima  excep- 
>clón)  y  los  múKi^rcs  jitramentados,  que  por  cobardía  ó  por  despecho  se  alis- 
itaron  bajo  las  banderas  de  José.  Los  inicuos  procedimientos  de  estos  malos 

•  hijos  de  España  contra  sus  infelices  convecinos,  caldos  en  sus  redes  por 

•  denuncias  ó  sospechas  de  connivencia   con  los  emigrados  á  Cádiz,  6  por 

•  simple  parentesco  con  los  patriotas,  eran  obra  exclusiva  de  los  pérfidos  es- 

•  birros,  de  los  monstruos  sanguinarios  que,  por  equivocación  sin  duda,  se 

•  llamaban  españoles.  Los  nombres  de  Arribas,  ministro  de  Policía,  del  ¡n- 

•  tendente  general  5i»/(W,  del  comisario  Angitio  y  otros  que  resonaban  cons- 

•  tantemente  en  mis  oídos  infantiles  reaparecen  en  mi  memoria  con  los  más 
•odiosos  colores,  y  merecen  ser  objeto  hoy,  como  entonces,  de  la  execración 
>general»  (i).  Y  esto  no  era  sólo  en  Madrid.  Ya  hemos  hablado  del  juez 
afrancesado  de  Barcelona  que  iba  á  la  cárcel  á  dar  lecciones  de  garrote  á  los 
presidiarios  para  que  ejecutasen  á  los  patriotas.  Rocca  nos  presenta  el  tipo 
del  coronel  cortesano  ayudante  de  campo  del  Intruso,  que  se  entretenía  en 
obligar  á  los  prisioneros  de  Medellfn  á  gritar;  ¡Viva  José!  Thiebault  cuenta 
sus  disputas  en  Burgos  con  D.  Francisco  Amorós,  comisario  extraordinario  de 
José,  inspector  de  todos  los  funcionarios  españoíts  dt  Castilla  la  Vieja,  que  «habin 

•  cometido  con  los  españoles — dice  el  general  francés  —  mil  iniquidades  é 

•  infamias  en  Vizcaya,  é  iba  á  Burgos  á  cometer  otras  tantas».  Era,  según 
Thiebault,  un  miserable  (2). 

Un  Gobierno  así  constituido  hubiera  sido  odioso  aun  sin  su  pecado  irre- 
dimible de  origen.  Con  éste,  mucho  más.  Todo  lo  de  José  era  puesto  en  solfa 
por  los  españoles  no  afrancesados.  Se  le  llamaba  charlaldH  de  feria  por  su 
afición  á  los  discursos;  Rey  Plazuelas,  por  los  muchos  derribos  que  mandó 
hacer  en  Madrid  (3);  la  Orden  de  España  fué  apodada  Orden  de  ta  Berenjema. 
etcétera.  El  corregidor  afrancesado  D.  Dámaso  de  la  Torre  le  llevó  á  su  hijo 
Garlitos,  de  siete  á  [ocho  años,  vestido  con  el  uniforme  de  la  guardia  civica. 
José,  acariciando  al  niño,  le  dijo:  t¡Oh;  bravo,  bravo enfanV.  ^EpaqiU  tienes  tú 

lll     Mesonero  ^ammat.  Mtmorias  d/  un  sit/nton.vt. 

{i\  Este  Amorós,  hechura  y  ravorilo  de  Godoy  y  consejero  de  Indias  con  Josí.  \<xi  lae- 
fp  en  París  profesor  y  escrílor  de  gimnasia.  Su  mítodo  predominú  en  esta  enseñanza  en  rod* 
Europa  hasla  bien  emradn  la  sega n da  mitad  del  siglo  xix. 

(í)  Hiio  derribar  Us  manganas  que  ocupaban  lo  t\\\K  hoy  es  plaza  de  Oriente,  y  leo(*  el 
proyecto  de  hacer  un  bouievard  desde  Palacio  á  la  calle  de  Alcalá;  destruyó  asitnísiDO  las 
parroquias  de  San  Martin,  Saniiago,  Sao  Juan  y  San  Miguel  y  los  conventos  de  Santa  Ana. 
Santa  Catalina,  Santa  Clarn  y  los  Moslenses  íesle  úllimo  era  la  mejor  obra  de  Ventura  Rodrí- 
(¡aez  que  había  en  Madrid);  como  no  se  edificó  nada  sobre  las  ruinas,  es  natural  que  el  pdbtico, 
herido  también  en  su  sentimiento  religioso,  censurase  acerbamente  tanta  destraccióa. 


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HISTORIA   DE  ESPAÑA  54I 

questa  spadaH  *¡Para  malar  Jranceses!',  contestó  el  muchacho  resueltamen- 
te. Y  su  padre,  todo  turbado,  añadió:  'Perdone  V.  M. ¡Cosas  de  chicos!  Lo  q»e 
oye  á  ios  criadosy  por  akU  (i).  £1  padre  de  Mesonero  Romanos,  cuando  lefa 
en  su  tertulia  la  Gaceta,  transt'oimaba  asi  el  encabezamiento  de  los  decretos: 

•  Don  José  Napoleón,  por  la  gracia  del  Diablo,  rty  de  las  Españas  como  de  ios 
ludias,'  y  á  las  pocas  lineas  arrojaba  el  diario,  diciendo:  ¡Cosas  de  esa  cana- 
ila!  <Los  devotos,  refiere  Rocca,  acostumbrados  á  mezclar  en  todos  sus  dis- 

•  cursos  la  exclamación  Jesús,  María  y  José,  deteníanse  después  de  haber 

•  pronunciado  los  dos  primeros  nombres,  y  tras  una  pausa  añadían  esta  pe- 
>rlfrasis:  j"  el  padre  de  Nuestro  Señor,  temiendo  atraer  una  bendición  sobre  el 

•  rey  José  invocando  al  santo  que  debia  ser  su  patrono  en  el  CteIo>. 

José  se  dio  perfecta  cuenta  del  horror  que  inspiraba,  y  no  tardó  en  ais- 
larse. No  salía  de  Palacio,  á  do  ser  en  ocasiones  muy  señaladas,  sino  para 
pasear  por  la  Casa  de  Campo.  Para  facilitarse  esta  expansión  hizo  construir 
el  túnel,  aún  existente,  debajo  del  paseo  de  la  Virgen  del  Puerto  (2),  única 
obra  pública  que  se  conserva  de  su  efimero  reinado. 

132.  —  Fugitiva  de  Aranjuez,  y  después  de  una  trabajosa  peregrinación 
en  que  hubo  momentos  de  no  saberse  dónde  se  hallaba,  entró  la  Junta  cen- 
tral en  Sevilla  (17  Diciembre  1808).  La  dirección  de  la  guerra  llevábase, 
como  es  natural,  la  principal  atención  de  la  Junta;  pero  poco  á  poco  fué 
tomando  cuerpo  la  cuestión  política,  tan  íntimamente  relacionada  con  la 
(guerra  misma.  Habla  en  la  Junta  cuatro  tendencias:  una,  representada  por  el 
conde  de  Florida  blanca,  y  que  contaba  con  la  mayoría  de  los  vocales,  era  la 
del  statn  qno,  ó  sea  no  alterar  de  ningún  modo  la  forma  de  gobierno  estable- 
cida. Nuestra  misión,  decía  el  anciano  Conde,  es  devolver  al  Rey  las  prerro- 
gativas de  que  le  ha  despojado  Napoleón  con  la  libertad:  una  vez  Fernan- 
do VII  en  el  trono,  será  ocasión  de  pensar  en  reformas.  Esta  tendencia,  que, 
como  decimos,  tenia  la  mayoría  en  la  Junta,  no  la  tenia  en  la  nación,  la  cual 
unánimemente  apetecía  un  cambio  radical  en  el  Gobierno;  pero  en  la  manera 
y  fin  de  este  cambio  diferían  las  opiniones:  unas,  que  apenas  si  tenían  repre- 
sentación en  la  Junta,  pero  sí  hondo  arraigo  en  el  país,  mirando  el  problema 
desde  el  punto  de  vista  religioso,  apetecía  suprimir  el  sistema  regalista  que 
venta  imperando  desde  Carlos  111,  acabar  con  el  jansenismo  y  el  hispanismo, 
siendo  favorables  á  los  frailes  y  á  los  expulsados  jesuítas  y  contraria  á  la 
desamortización  iniciada  por  Godoy;  otras  eran  las  del  liberalismo  á  la  inglesa, 
cuya  voz  llevaba  el  insigne  Jovellanos,  y  otras,  las  del  liberalismo  á  la  france- 
sa, que  tenía  por  corifeos  á  Calvo  de  Rozas,  intendente  del  ejército  de  Aragón 
y  que  se  había  distinguido  mucho  en  el  primer  sitio  de  Zaragoza,  y  á  Quintana, 
secretario  y,  como  tal,  redactor  de  las  proclamas  y  decretos  de  la  Junta  (3). 

|l)    Meionero  Romanos.  ídem. 

(3)  Pero  no  el  puente,  que  es  obra  del  remado  de  Fernando  VU.  El  coche  de  José,  des- 
puís  de  recorrer  el  lúnel,  iba  á  buscar  el  puente  de  Segovia. 

(3)  Don  Manuel  Joié  Quintana  y  Lozano  nació  en  Madrid  (11  Abril  1771).  Eitadi6 
lai  primerai  letras  7  latinidad  en  la  coite,  Retórica  y  Filosolla  en  el  Seminario  de  Sala- 
manca, y  Derecho  en  esta  UniTanidad.  En  179;  fué  nombrado  agente  ñscal  de  la  Junta  de  Co- 
mercio y  Moneda.  En  l3o6.  censor  de  Teatros.  So  tertulia  en  los  años  anteríores  á  ta  invasión 
francesa  era  tenida  como  cenáculo  de  tas  naevas  ideas,  aunque  allf  concurrían  gentes  de  opi- 
niones diversas:  D.  Juan  Nicasio  Gallego,  el  abale  Alea  íittego  afrancesado),  Ariona,  Blanco 
Withe,  D.  Eugenio  de  Tapia,  el  aviles  D.José  Somoza(vaíteriiao  empedernido),  Arriaza,  Cap- 
many  v  el  abate  Marchena  cuando  estaba  en  Madrid.  «Aquella  sociedad,  dice  AkalA  (¡aliano, 
era  culta  y  decorosa,  cuadrando  bien  al  dueRo  de  la  casa,  hombre  grave  y  sereno».  Capmany 
habla  de  poemas  escandalasos  y  nefandos  que  allí  se  leyeron,  si  bien  deja  también  á  salvo  la 
gravedad  y  buenas  costumbres  del  amo  de  la  casa.  Quintana  era  el  jefe  del  bando  opuesto  al 
de  Moratfn.  oposición  que  no  era  sólo  literaria,  sino  política.  Moratin  era  escéptico  y  muy  irre- 
ligioso, pero  abiolatisti.  Quintana,  enciclopedista  y  revolucionario  á  laliancesa. 


D,g,t7cdb/COOgIC 


542  BISTOKIA  DE  BSFAJlA 

Esta  diversidad  de  puntos  de  vista  no  podfa  menos  de  reflejarse  en  la 
conducta  de  aquel  Gobierno.  Sus  primeros  decretos  fueron  favorables  á  la 
tendencia  anti-regalista,  porque,  aunque,  como  decimos,  no  tenfa  represen- 
tación auténtica  en  la  Junta,  el  conde  de  Floridablanca ,  desengañado  ó 
muy  templado  en  las  ideas  que  sostuvo  durante  el  reinado  de  Carlos  IIl, 
por  efecto  de  sus  años  y  de  ta  injusta  y  larga  persecución  que  había  sufrido 
en  el  de  Carlos  IV,  inclinábase  á  satisfacerla  en  parte:  á  este  cambio  de  opi- 
nión respondieron  los  decretos  nombrando  Inquisidor  general,  suspendien- 
do la  venta  de  bienes  de  manos  muertas  iniciada  por  Godoy,  y  permitiendo 
Á  los  jesuítas  volver  á  España  en  calidad  de  clérigos  seculares.  Habiendo  fa- 
llecido Floridablanca  (i),  le  sucedió  en  la  presidencia  el  marqués  de  Astor- 
ga,  á  la  sazón  con  un  inmenso  prestigio  por  su  negativa  á  concurrir  á  la 
Junta  de  Bayona  y  á  llevar  el  pendón  en  la  proclamación  de  José,  asi  como 
por  haber  sido  condenado  á  muerte  por  Napoleón;  señor  de  pocas  lucea  y 
que  se  arrimó  al  bando  de  Calvo  de  Rozas,  votando  con  él,  á  pesar  de  su 
grandeza,  por  que  do  hubiera  Cámara  de  lores  ó  pares  en  España.  A  este  par- 
tido unióse  también,  y  con  más  ardor  que  nadie,  el  bailio  D.  Antonio  Val' 
des  (2).  Los  liberales  á  la  francesa  ganaban  terreno  constantemente,  debido, 
no  sólo  á  su  mayor  actividad  y  habilidad  para  la  lucha,  sino  á  que  su  prt^ra- 
ma  era  el  más  determinado  y  concreto,  y  el  más  fácil,  por  tanto,  de  soste- 
ner y  propagar;  los  otros  envolvíanse  en  vaguedades  y  distingos  difícilmente 
comprensibles  fuera  de  una  academia. 

Calvo  propuso  la  concesión  de  la  libertad  de  imprenta,  y  aunque  do 
consiguió  que  se  diera  el  decreto,  de  hecho  existia  y  era  favorable á  los  libe- 
rales de  su  escuela,  ya  que  eran  los  únicos  que  publicaban  periódicos.  Ehi- 
rante  la  época  que  estuvo  la  corte  libre  de  franceses  Quintana  habla  tenido 
en  Madrid  JEl  Semanario  Patriótico,  y  D.  Isidoro  Antillon  y  Blanco  White  lo 
resucitaron  en  Sevilla.  Habiéndole  puesto  algún  reparo  la  censura,  enojóse 
Blanco  y  lo  suprimió;  pero  pronto  aparecieron  y  continuaron  su  propaganda 
El  Espectador  Sevillano  y  El  Voto  de  la  Nación.  La  propaganda  era  muy  efi- 
caz, porque  estos  periódicos  rehuían  hábilmente  tratar  de  nada  que  se  rela- 
cionase con  la  religión,  limitándose  á  defender  la  urgente  necesidad  de  ga- 
rantías políticas  contra  los  abusos  del  Poder,  de  que  acababan  de  dar  tan  de- 
sastrosas pruebas  María  Luisa  y  Godoy.  Como  todo  el  mundo  tenía  esta  per- 
suasión, admitíase  la  idea  con  universal  aplauso,  por  aquello  que  ha  dicho 
Manzoni  de  «no  haber  autoridad  comparable  á  la  de  un  sabio  cuando  trata 
>de  convencer  á  los  demás  de  lo  que  ya  están  convencidos*. 

El  mismo  Calvo  propuso  la  reunión  de  Cortes,  y  Valdés,  que  se  convo- 
casen por  un  decreto  en  que  se  proclamase  la  reforma  de  todo  lo  existente, 
salvo  la  unidad  católica  y  )a  soberanía  de  Fernando  VII.  No  se  atrevió  á 
tanto  la  Junta,  y  publicó  otro  (22  Mayo  1809)  en  que  anunciaba  «ei  restable- 
•cimiento  de  la  representación  legal  y  conocida  de  la  Monarquía  en  sus  an- 
>t¡guas  Cortes,  convocándose  las  primeras  en  el  año  próximo,  ó  antes  si  lo 
•  permitían  las  circunstancias). 

Las  desgracias  de  la  guerra  con  los  franceses  debilitaron  el  prestigio  de 
la  Central,  achacándose,  como  es  uso,  al  Gobierno,  principal  interesado  en 
evitarlas.  Cundió  rápidamente  la  idea  de  que  por  ser  la  Junta  un  cuerpo  tan 
numeroso  no  podía  dirigir  acertadamente  la  guerra.  D.  Francisco  Palafox  dio 

(1)    a8  Diciembre  1808. 

|z)  Nació  en  Burgos  (1744).  Guardia  marina  en  1757.  Distinguíúse  mucho  en  U  nmTCga- 
cirtn,  en  la  guerra  y  en  la  dirección  de  fábricas.  Minisiro  de  Marina  con  Carlos  IV.  Llego  i 
capilán  general  de  la  Armada.  Mario  en  1816,  siendo  Consejero  de  EsUdo  y  caballero  del 

Toisón. 


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HISTORIA  DR  ESPAÜA  543 

forma  á  la  idea  proponiendo  (ji  Agosto)  que  se  nombrase  un  regente:  el 
Cardenal  Borbón.  El  Consejo  Supremo  de  España  é  Indias,  que  habla  sido 
restablecido  por  la  Central  (25  Junio),  al  emitir  dictamen  sobre  la  propuesta 
de  Palafox  (22  Agosto),  no  sólo  abundó  en  sus  censuras  al  crecido  número 
de  vocales,  sino  que  se  atrevió  á  poner  en  duda  la  legitimidad  de  la  Central. 
Acaloráronse  tanto  tos  ánimos,  que  se  fraguó  una  conspiración  militar  para 
disolver  ta  junta  y  establecer  una  regencia  ó  dar  el  poder  al  Consejo  (i): 
fracasó  el  movimiento  porque  el  duque  del  Infantado  lo  comunicó  al  emba- 
jador inglés  marqués  de  Wellesley,  hermano  del  «Duque  de  Hierro»,  y  el 
Marqués  corrió  á  decirlo  á  la  Junta,  aunque  advirtiendo  á  ésta  que  tenían 
razón  los  conjurados  en  cuanto  á  ta  necesidad  apremiante  de  poner  el  Go- 
bierno en  pocas  manos.  Después  de  las  protijas  f  engorrosas  discusiones  en 
que  nos  distinguimos  tanto  los  españoles  se  acordó  nombrar  una  Comisión 
ejecutiva  de  cinco  miembros  para  que  hiciese  de  Gobierno,  quedando  la 
Junta  plena  como  asamblea  legislativa;  nuevos  y  más  prolijos  y  engorrosos 
debates  sobre  el  reglamento  de  la  Comisión  y  sobre  las  personas  que  babian 
de  constituirla.  Hubo  en  brevísimo  tiempo  dos  Comisiones  y  dos  reglamen- 
tos, figurando  ea  la  primera  de  aquéllas  Jovellanos,  y  en  la  segunda  el  mar- 
qués de  la  Romana;  y  á  todo  esto  Palafox  y  el  revoltoso  conde  del  Montijo 
seguian  conspirando  por  acabar  con  la  Comisión  y  la  Junta  plena  y  entroni- 
zar la  regencia.  YtM  estas  disf-uías  llegaron  los  perros,  ó  sea  que  se  perdió  la 
batalla  de  Ocaña,  y  como  inmediata  consecuencia  fué  invadida  Andalucía. 
Por  decreto  de  4  de  Noviembre  de  1809  habla  dispuesto  la  Central  convocar 
las  tan  ansiadas  Cortes  el  i."  de  Enero  de  1809  para  que  comenzasen  sus 
sesiones  el  i."  de  Marzo,  y  ahora  decretó  (13  Enero)  trasladarse  á  ta  Isla  de 
León,  donde  debía  estar  reunida  el  i ."  de  Marzo.  El  24  de  Enero  salió  de  Se- 
villa, y  al  punto  estalló  un  motín  en  la  ciudad,  nombrándose  otra  Junta  de 
Sevilla  que  tomó  el  altisonante  título  de  Suprema  Nacional;  sólo  duró  hasta 
el  I."  de  Febrero,  en  que  entró  Víctor  y  lo  puso  todo  en  dispersión.  Los  de 
la  Junta  Central  padecieron  sumos  trabajos  y  corrieron  serios  peligros  en 
su  viaje  á  Cádiz:  las  poblaciones  estaban  sublevadas  contra  ellos;  atribúlase- 
les cuantos  males  se  padecían,  y  hasta  se  los  acusaba  de  dilapidadores  de 
los  fondos  públicos.  Al  llegar  á  la  Isla  de  León,  y  en  vista  de  otro  tumulto 
que  allí  se  levantó,  acordaron  poner  fin  á  su  asendereado  Gobierno  abdi- 
cando en  un  Consejo  de  Regencia  compuesto  de  cinco  individuos:  el  obispo 
de  Orense,  D.  Francisco  de  Saavedra,  Castaños,  Escaño  y  el  mejicano  Lar- 
dizábal  (31  Enero  181 1)  (2). 

El  Consejo  de  Regencia,  que  se  trasladó  á  Cádiz  el  29  de  Mayo,  refrac- 
tario á  la  idea  de  Cortes,  según  el  conde  de  Toreno,  ó  quizás  simplemente 
temeroso  del  predominio  que  iba  tomando  por  momentos  el  partido  liberal 
á  la  francesa,  entretuvo  la  reunión  con  diversos  pretextos;  v.  gr.,  con  proli- 

(1)  Hasta  lenf un  prevUlo  tos  conjurados  li  inmediata  departación  A  Kilipinas  de  varíoi 
individaas  de  la  Junta,  los  mii  opuestos  al  cambio  poKiico  proyectado. 

(z)  El  Consejo  de  Regencia,  i  excitación  de  la  Junta  de  Cádiz,  que  lomó  un  papel  se- 
nicjaiile  al  de  la  Commune  de  París  cerca  de  la  Convención  y  del  Consejo  Real,  inaiigaró  sn 
Gobierno  persiguiendo  i  los  miembros  de  la  disuella  Central.  Caito  de  Rozas  fué  encerrado 
en  un  castillo  de  Cádiz  por  sospechas  de  concusión.  Lo  mismo  Tilly,  por  suponérsele  en  rela- 
ción con  los  separatistas  americanos.  Jovellanos  sufrió  mil  vejámenes:  el  36  de  Febrero  salió 
de  Cddií  para  Asturias  en  el  bergandn  Cevadonj^a:  llegft  á  Gijón  el  6  de  Marzo;  el  IJ  un  juez 
militar  le  embargó  sus  papeles,  y  escribió  él  ta  Memoria  iutl¡fi(aliva  de  la  Central,  preciosa 
fuente  histórica  de  este  periodo.  Vagando  entre  Asturias  y  Galicia  vivió  hasta  29  Noviem- 
bre l8lt,  en  que  murió  de  pulmonía  en  Vega.  No  habla  cumplido  los  sesenta  y  siete  aiíQS. 
El  libro  de  Vargas  Fonce,  Serviciot  de  Cádií,  es  también  fuente  histórica,  pero  parcial  por  la 
Junta  de  Cádiz.  Véase  Arteche,  tomo  IX,  cap.  1  de  su  Histeria. 


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544  HISTORIA   DE  ESPAÑA 

jas  discusiones  sobre  si  habían  de  ser  dos  Cámaras  ó  estamentos  ó  uno  solo: 
al  Rn  hubo  de  ce<]er  á  la  corriente,  y  las  Cortes  fueron  abiertas  con  toda  so- 
lemnidad el  24  de  Septiembre  de  1810. 

Las  proporciones  de  nuestro  libro  nos  impone  la  necesidad  de  dar  cuen- 
ta de  esta  célebre  asamblea  de  un  modo  sintético,  y  para  la  debida  claridad 
dentro  de  esta  condición  dividiremos  la  materia  en  párrafos; 

A)  Cronología.  —  Las  Cortes  generales  y  extraordinarias  duraron  desde 
el  citado  24  de  Septiembre  de  1810  basta  el  20  de  Septiembre  de  181 3. 
Inauguráronse  en  la  ciudad  de  San  Fernando,  y  celebraron  allí  sus  sesiones 
en  el  teatro  que  aún  subsiste.  El  20  de  Febrero  de  1811  fué  la  última  sesión 
en  San  Fernando,  trasladándose  las  Cortes  á  Cádiz,  donde  fueron  instaladas 
en  la  iglesia  y  convento  ó  colegio  de  los  Filipenses, 

B)  Elecciones  y  legitimidad  de  las  Cortes.  —  Eligiéronse  los  diputados 
para  las  Cortes  de  Cádiz  por  el  procedimiento  establecido  en  la  Instrucción 
de  i."  de  Enero  de  1810.  Según  ella,  había  tres  entidades  electorales:  Ciuda- 
des con  voto  en  Corles  (i),  juntas  de  observación  y  defensa,  ó  sean  las  organiza- 
das en  1808  que  aún  subsistían,  y  las  provincias,  que  debían  elegir  los  dipu- 
tados necesarios  para  completar  el  cupo  correspondiente  al  número  total  de 
diputados,  que  había  de  ser  uno  por  cada  50.000  habitantes.  Eran  electores 
•  todos  los  vecinos  mayores  de  veinticinco  años  con  casa  abierta*;  el  sufragio, 
indirecto  y  de  tres  grados:  cada  parroquia  elegfa  á  los  compromisarios  de  la 
cabeza  de  distrito,  y  éstos  á  su  vez  á  los  compromisarios  de  la  provincia, 
los  cuales  designaban  á  tres  candidatos,  de  los  que  se  sacaba  por  fin  el  di- 
putado por  medio  de  sorteo,  habiendo  tantas  ternas  y  tantos  soneos  como 
fueran  menester  para  ajustarse  al  cupo  provincial  (2}. 

Para  América,  un  procedimiento  especial:  allí  no  tenían  derecho  electo- 
ral ni  las  ciudades  con  voto  en  las  antiguas  Cortes  (3),  ni  las  Juntas  creadas 
á  semejanza  de  la  Península  en  1808;  tampoco  habian  de  votar  los  vecinos, 
sino  los  Ayuntamientos  de  cada  capital  de  provincia,  ehgiendo  á  tres  indivi- 
duos, de  los  que  por  sorteo  salía  el  diputado,  reservándose  al  Real  aener- 
fio  (4)  la  resolución  de  las  dudas  que  se  ofreciesen. 

El  objeto  de  tal  especialidad  era  mermar  la  representación  de  América. 
De  aplicarse  la  misma  regla  que  para  la  Península,  como  la  población  de  ésta 
era  de  10.524.985  habitantes  (5),  y  la  de  América  pasaba  de  13.000.000,  hu- 
biera resultado  que  las  provincias  de  Ultramar  dejaban  de  ser  colonias  para 
convertirse  de  súbito  en  Metrópoli,  ó  sea  que  sus  diputados  hubieran  sido 
los  predominantes  en  las  Cortes.  Ciertamente  que  ^ningún  español  peninsular 
podía  admitir  esto;  pero  adviértase  aqui  cómo  el  idealismo  seudo-61osóñco, 
el  discurrir  y,  lo  que  es  peor,  el  legislar  por  principios  abtractos  y  sin  un  es- 
tudio atento  de  la  realidad,  así  como  las  pomposas  promesas  impremedita- 
das é  irrealizables,  estos  grandes  vicios  del  liberalismo  español,  asomaron  ya 
antes  de  constituirse  las  Cortes  de  Cádiz.  La  Junta  Central  había  decretado 


(i)  Como  «s(o  hibfa  Taríado  tanto  en  nuestra  historia,  se  lomó  por  lipo  la  coDTOcatoris 
para  las  Cortes  de  178^  En  las  acias  aparecen  como  representadas  por  dipalados  —  cada  no» 
por  uno  —  Barcelona,  Tarratíona,  Cervera,  Badijoi,  Cádiz.  M£rida,  Tiy,  Gerona  y  Corana- 

(l)  Por  ejemplo,  i  Galicia  le  correspondían  23;  i  Valencia  j  Cataluña.  17:  i  Senil  a.  15;  i 
Zamora,  i,  etc.  No  se  pierda  de  vista  que  se  trata  de  las  antiguas  provincias  creadas  por 

(3)  La  Recopilación  de  Indias  establecía  estas  ciudades  para  las  Corlea  de  aqaellos 
reinos,  v.  gr.,  Méjico,  Perú,  etc. 

(4I    Kl  virrey  ó  capitán  general  con  la  Audiencia. 

(j)    Scgda  el  censo  de  1797,  último  verificado,  y  (¡ue  se  aplicó  para  fijar  el  número  de 

diputados. 


D,g,t7cdb/COOgIC 


HISTORIA  D£  ESPAÑA  545 

(22  Enero  1809)  la  absoluta  igualdad  de  derechos  entre  españoles  y  ameri- 
canos; ya  no  habla  más  que  españoles,  habitantes  de  uno  ó  de  otro  hemisfe- 
rio, y  tao  españoles  los  de  nuestra  raza  como  los  indios,  mestizos,  negros  y 
mulatos.  Lejos  de  poner  ninguna  cortapisa  á  esia  bella  igualdad,  se  habla 
acompañado  su  declaración  con  proclamas  ardientes,  redactadas  por  Quin- 
tana, en  que  se  inculcaba  y  recalcaba  la  idea  de  todo  lo  que  signiñcaba  este 
cambio.  Las  proclamas  eran  por  este  tenor:  'Desde  este  momento,  españoles 
^americanos,  os  veis  elevados  á  la  dignidad  de  hombres  libres.  No  sois  ya 
>los  mismos  que  antes,  encorvados  bajo  un  yugo  mucho  más  duro  mientras 
*más  distantes  estabais  del  centro  del  Poder,  mirados  con  indiferencia,  veja- 
■  dos  por  la  codicia  y  destruidos  por  la  ignorancia',  etc.  (i).  ¡Era  extraño  que 
los  americanos  creyesen  en  esta  igualdad  efectiva,  y  que  se  llamaran  á  engaño 
y  se  dieran  por  agraviados  al  ver  que  se  faltaba  tan  escandalosamente  á  lo  pro- 
metido? (No  era  naturalisimo  que  los  separatistas  conscientes,  entonces  to- 
davía pocos,  pero  hábiles,  aprovechasen  esta  circunstancia  y  dijeran  á  sus 
compatriotas  que  eu  la  Península  se  burlaban  de  ellos  y  que  sólo  se  trataba 
de  sacarles  los  cuartos,  ó  los  pesos,  en  forma  de  donativos  ó  subsidios  para 
la  guerra  contra  los  franceses,  á  cuyo  ñn  se  quería  deslumhrarlos  con  una 
representación  insuficiente  y  desproporcionada  á  su  número?  Por  toda  Amé- 
rica corrió  este  argumento  incontestable:  ó  somos  españoles,  ó  no  lo  somos; 
si  lo  primtíro,  trátesenos  como  á  los  de  la  Península;  si  lo  segundo,  formemos 
Estados  independientes. 

Pero  se  tropezó  con  una  insuperable  dificultad  para  verihcar  tas  elec- 
ciones con  arreglo  á  la  Instrucción  de  1.°  de  Enero  de  1810.  América  hallábase 
en  aquel  tiempo  demasiado  lejos  para  que  sus  diputados  pudieran  estar  en 
Cádiz  el  24  de  Septiembre,  y  casi  todas  las  provincias  peninsulares  estaban 
ocupadas  total  ó  parcialmente  por  los  franceses.  Para  orillarla  se  inventaron 
!os  diputados  suplentes,  que  hablan  de  ser  elegidos  en  Cádiz  por  los  naturales 
de  las  provincias  representadas,  alli  residentes.  De  Madrid  habla  4.000;  pero 
de  otras  provincias  y  de  los  virreinatos  de  Ultramar  era  muy  exiguo  el 
número.  Conviene  advertir  además  que  entre  los  americanos  los  había  se- 
paratistas de  tomo  y  lomo,  como,  por  ejemplo,  San  Martin,  el  después  tan 
famoso  general  argentino,  y  Carreras,  el  dictador  chileno,  y  muchos  ahilados 
en  la  logia  Lauritana,  que  laboraba  por  la  independencia.  El  dia  de  apertura 
únicamente  concurrieron  107  diputados:  59  propietarios  y  48  suplentes;  de 
los  primeros  era  americano  tan  sólo  el  marino  Power.  Los  electores  de  los 
suplentes  habían  formalizado  una  protesta  (18  Septiembre  1810)  <de  que  no 
»se  ha  de  estimar  como  ley  ó  señalamiento  fijo  para  la  América  el  número  de 
•  30  diputados,  siendo  justo  que  correspondan,  como  en  España,  los  repre- 
ksentantes  propietarios  de  aquellos  reinos  al  estado  de  población». 

Por  estas  circunstancias  de  las  elecciones  y  por  haberse  arrogado  fa- 
cultades que  no  les  confirió  ni  podían  conferirles  los  electores  con  arreglo  á 
las  leyes  vigente,  fué  puesta  en  duda  por  los  serviles  la  legitimidad  de  las 
Cortes. 

C)  Primeras  rejormas  políticas.  —  Apenas  instaladas  las  Cortes,  D.  Die- 
go Muñoz  Torrero,  «clérigo  extremeño,  antiguo  rector  de  la  Universidad  de 


(i)  «También  fué  de  Quintana  la  desdichada  ocurrencia  de  poner,  primero  en  rerso  7 
rlne|[0  en  prosa  (véanse  tu  proclama*  de  la  Junta  central),  todas  lu  declamaciones  del  abate 
'^Rayaal  J  de  Marmontel  y  otros  franceses  contra  nuestra  dominación  en  América.  (\  aat 
neicandalizarnos  de  lodo  lo  que  dijeron  Olmedo  y  Heredia,  cuando  ya  Qnintana  desde  1S06 
use  habla  hartado  de  llamar  Mr^ai-di  y  mtik-ados  á  los  descubridores  y  conquisladotes?...»,  etc. 
(Mentndez  Peí  ayo.  Heterodoxos,  III,  277). 


Salcedo,  Historia  de  EspaS 


D,g,t7cdb/GOOglc 


54^  HISTORIA  DE  ESPAÑA 

'Salamanca  y  distinguido  entre  los  del  bando  jansenista  por  su  saber  y  por 
>la  austeridad  de  sus  costuinbres>  (i),  hizo  aprobar  el  decreto  de  24  de  Sep- 
tiembre de  1810,  por  el  que  fué  declarado:  i."  Que  en  las  Cortes  reside  la 
soberanía  nacional.  2.°  Que  conforme  á  la  voluntad  general,  las  Cortes  reco- 
nocen, proclaman  y  juran  de  nuevo  á  Fernando  VII  por  rey  único  y  legitimo 
de  Espafia.  3."  Que  la  renuncia  de  Bayona  fué  nula,  no  sólo  por  la  violencia 
que  intervino,  «sino  principalmente  por  faltarle  el  consentimiento  de  la  na- 
ción*. 4.°  Que  las  Cortes  se  reservan  el  Poder  legislativo.  5."  Que  las  perso- 
nas en  quienes  se  delegue  el  Poder  ejecutivo  en  ausencia  de  Fernando  VII 
serán  responsables  ante  la  nación.  6.°  Que  las  personas  de  los  diputados  son 
inviolables. 

En  10  de  Diciembre  (1810)  se  diú  el  'decreto  de  libertad  de  ímprenta>, 
propuesto  por  Arguelles  (2),  y  que  venia  discutiéndose  desde  el  14  de  Octu- 
bre. Se  concedió  libertad  omnímoda  para  escribir  sobre  materias  políticas; 
los  escritos  sobre  asuntos  eclesiásticos  quedaban  sometidos  á  la  censura  de 
los  obispos;  estableciéronse  Juntas  de  censura  de  nueve  vocales,  tres  ecle- 
siásticos. En  este  debate  marcóse  la  división  entre  liberales  y  serviles,  ha- 
blando por  éstos  D.  Joaquín  Tenreyro,  Morros,  Morales  Gallego,  Creux,  el 
inquisidor  Kiesco,  etc.,  y  por  los  liberales,  además  de  Arguelles,  D.  Evaristo 
Pérez  de  Castro,  D.Juan  Ñicasío  Gallego,  Oliveros,  Muñoz  Torrero  y  el  ame- 
ricano Mejia  Lequerica,  que  se  hizo  como  orador  el  mismo  lugar  que  Argue- 
lles, y  aun,  según  algunos,  superior  (3). 

D)  La  libertad  de  imprenta  en  la  práctica.  —  Desde  luego  se  usó  y  se 
abusó  de  la  libertad  de  imprenta,  reconocida  por  el  decreto  de  16  de  Diciem- 
bre. Cádiz  inundóse  de  periódicos,  ya  diarios,  ya  semanales,  y  de  hojas  suel- 
tas y  folletos.  Hubo  para  todos  los  gustos:  los  liberales  más  avanzados  tuvie- 
ron El  Conciso,  con  3u  cotidiano  suplemento  E¡  Concisin,  que  tenia  por  pro- 
grama el  exterminio  de  las  preocupaciones,  del  Janatistiw  j'  del  error  y  aconse- 
jaba á  las  Cortes  que  depurasen  la  religión;  La  Abeja,  de  Mejia;  El  Robespierre 


(I)  McnÍTidez  Pekyo  (ireliredoxos,  11:,  443I  Muflo?  Tortero  nació  en  Cabezm  del  Buey 
(Badajoz),  1761.  Era  diputado  por  Exlremadurn. 

<Z)  Don  Agustín  Arguelles  nacíA  en  Ribadesella  (2S  Agosto  1776).  Tuvo  por  primer 
maestiD  i  un  sacerdote  francés  emigrado  por  la  revolución,  y  co"  í1  aprendió,  no  sólo  griego 
V  lalin,  sino  francés,  inglés  y  alumár..  Estudió  leyes  en  Oviedo.  A  pesar  de  la  protección  que 
le  dispensó  Jovellinos,  tuvo  i)ue  aceptar  el  modesto  empleo  de  paje  del  obispo  de  Barcelona. 
Fué  luego  empleado  en  InCaja  de  Amortización,  y  su  jefe  lo  propuso  á  (iodoy  ptia  desempe- 
ñar ana  comisión  diplomática  muy  secreta  en  Londres,  donde  frecuentó  el  trato  de  lord  lio- 
lland,  Enrique  Brougham  y  otras  personas  ilustres.  Jo vellanos  le  hizo  agriado  á  la  Secretaría 
de  la  Junta  Central.  Fué  elegido  en  Cádií  diputado  ¡uptrnU  por  Asturias.  Su  elocuencia  llamó 
tanto  la  atención,  que  sus  correligionarios  los  liberales  le  llamaron  fl  dirinc;  saa  ditcanos 
leídos  no  jastiñcan,  ni  aun  disculpan  este  epíteto,  por  lo  cual  es  preciso  deducir  que  la  elo- 
cuencia de  Arguelles  no  estaba  en  lo  que  decía,  sino  en  el  modo  de  decirlo. 

(ji  Don  José  Mejfa  y  Lcquetica  nació  en  Quito  (17771-  Vino  i  EspaBa  casi  un  niño, 
i  pesar  de  lo  cual  conservó  aiempre  el  acento  americano,  Fsludió  leyes  en  Álcali,  y  fui  oficial 
de  la  Secretarla  de  Gracia  y  justicia;  desempeñando  su  deslino  estaba  en  Cádií,  cuando  le  eli- 
gieron diputado  suplente  por  Santa  Fu  de  Bogotá.  Kra  muy  avanzado  en  ideas  religiosas  ó, 
mejor  dicho,  antirreligiosas  y  en  política,  rousse.iuniano  romántico. Fundó  y  escribía  un  perío- 
dlquito  titulado  Ca  Áhria,  especialmente  dedicado  á  combatir  la  Inquisición,  y  con  este  pretexto 
la  religión:  en  este  periódico  publicaba  supuestas  cartas  de  católicos  intransigentes,  especial- 
mente eclesilsticos,  que,  como  es  lógico,  acababan  siempre  por  dar  la  razón  i  los  que  pensa- 
ban como  él.  Tenia  Mejfa  una  tertulia  i.  que  concurrían  fos  elementos  más  enlutados.  En  1815, 
teniendo  treinta  y  seis  aüos  de  edad,  murió  Mejfa  victima  de  la  fiebre  amarilla  en  su  casa  de 
la  calle  de  Ahumada,  ndm.  tS  (hoy  2I  Los  liberales  de  Cádiz  desconfiaban  de  Mejfa  por  su- 
ponerlo demasiado  americano,  ó  sea  separatista,  y  tos  separatistas  de  América,  por  demasiado 
español.  De  vivir  más,  hubiera  tenido  que  decidirse  por  su  patria  de  origen  ó  por  Kspaña,  i 
que  realmente  pertenecía  dado  lo  muy  joven  que  vino  d  la  Penfnsula  y  el  haber  hecho  aquf  su 


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HISTORIA    DE  ESPAÑA  547 

Español,  de  un  empleado  del  Hospital  de  Marina,  de  San  Fernando,  y  que  re- 
dactaba la  mujer  del  propietario  con  el  pseudónimo  de  CarmeH  Silva,  hoy 
usado  por  la  reina  de  Rumania;  £1  SeManarto  Patriótico,  de  Quintana,  donde 
se  comenzó  la  campa&a  deñnitiva  contra  la  laquisición  con  un  articulo  del 
canónigo  de  la  Colegiata  de  San  Isidro  D.  HatUn  de  Navas;  El  Trióutto  Espa- 
ñol, que  sostenía  una  tesis  como  ésta:  «ninguna  víctima  hay  tan  grata  á  Dios 
•  como  la  del  tirano»;  El  Revisión  Político,  El  Diario  Mercantil,  El  Diario  de 
la  Tarde,  El  Duende  de  los  Cafis,  El  Amigo  de  las  Leyes,  El  Redactor  General, 
etcétera.  El  Telégrafo  Americano,  también  liberal,  trataba  especialmente  de 
asuntos  ultramarinos.  Como  serviles  ó  absolutistas  figuraban  El  Procurador 
General  de  la  Nación  j>  del  Rey,  El  Centinela  de  la  Patria,  El  Censor  General, 
El  Observador,  La  Gaceta  del  Comercio,  etc.  Los  hubo,  además,  apartados  de 
la  lucha  candente  de  los  partidos,  como  el  Periódico  Militar  del  Estado  Mayor 
General,  y  el  Diario  en  las  Cortes,  redactado  por  Fr.  Jaime  de  Vilianueva. 

Las  hojas  sueltas  y  opúsculos  no  contribuyeron  menos  á  la  polémica  en- 
tablada. D,  Joaquín  Lorenzo  Villanueva  publicó  El  Jansenismo  y  las  Angé- 
licas Fuentes  ó  el  Tomista  en  las  Cortes,  tratando  de  probar  que  las  doctrinas 
constitucionales  fueron  defendidas  por  Santo  Tomás  (i).  El  Solitario  (anóni- 
mo), un  Juicio  histórico,  canónico-politico  de  la  autoridad  de  las  naciones  sobre 
los  bienes  eclesiásticos  (2),  en  que  llama  sagrados  vampiros  á  los  institutos  reli- 
giosos; Un  prebendado  de  estos  Reinos  (otro  anónimo),  Exposición  á  las  Cortes 
de  los  abnsos  introducidos  en  la  disciplina  de  la  Iglesia  (3);  D.  Antonio  Puig- 
blanch  (4),  bajo  el  seudónimo  de  Naíanael  Fomtob,  La  Inquisición  sin  más- 
cara, que  proveyó  de  argumentos  á  todos  los  diputados  que  combatieron  en 
las  Cortes  el  Santo  Oficio  (5);  l/n  escritor  antiliberal  (6),  el  Diccionario  razo- 
nado, manual  para  inteligencia  de  ciertos  escritores  que  por  equivocación  han  na- 
cido en  España,  en  que  se  procuraba  zaherir  á  los  partidarios  de  las  nuevas 
ideas,  y  que  provocó  la  publicación  del  Diccionario  critico-burlesco,  de  D.  Bar- 
tolomé José  Gallardo  (7),  ya  conocido  como  desvergonzado  satírico  por  su 
Apología  de  los  palos,  por  el  bachiller  Palomtque  (8);  el  Diccionario  critico-bur- 
lesco, en  que  abundan  las  bufonadas  y  los  escarnios,  no  sólo  contra  los  serviles 
y  contra  los  frailes,  jesuítas,  clero,  obispos  y  el  Papa,  sino  contra  el  dogma 
católico,  provocó  ardientes  protestas,  réplicas  y  otros  escritos,  y  hasta 
sermones,  pastorales  y  circulares  de  los  prelados,  discursos  parlamentarios, 
carteles  de  desafío  puestos  en  las  esquinas,  peticiones  alas  Cortes,  etc.;  pero 
Gallardo  fué  amparado  por  el  partido  liberal,  y  salió  triunfante,  mientras  que 
á  sus  acusadores  se  los  encausó  y  encarceló,  siendo  ésta,  como  dice  Menéndez 

(1)  Cádií,  iSl}.  Reeditado  por  D.  Rafael  M.  Barilt  y  N.  Pernlndez  Cuesta.  Hay  una 
rcfutactán  del  P.  Puigserreí:  F.t  Teólogo  demoírálicú  akogadí  en  tas  Angelical  Fueiiles  (Ma- 
llorca, iSiS). 

12)     AlíODte.  iSlJ. 

(3)  Madrid,  1813. 

(4)  Nbcíú  en  Mauró  (3  Febrero  1775).  Su  apellidn  paterno  eta  Puig.jr  el  malerDO  Blanch. 
formando  él  de  ambos  el  que  usó.  Novicio  en  1n  Cnidiía  de  Montealegre,  después  caledritico 
de  bebieo  en  Alcalá,  publicñ  una  gramilica  de  esta  leneua  (1S08).  Era  hombre  de  muchas  le- 
tras, escritor  castizo,  dc^enladado  y  gracioso,  pero  mordaz  hasta  el  delirio:  terrible  enemigo  de 
don  Joaqaln  Lorenzo  Villiinueva,  al  que  despedazó  en  sus  OpÜ!culo¡  gramálico-satirifos,  co- 
leccionados en  Londres  I  i32S). 

(O  Cádiz,  iSlI.  Traducido  al  inglés  por  Walton.  y  publicada  la  craducciún  en  Lon- 
dres (tel61.  La  Inquis'uiÍH  sin  tnáscara  es  ana  colección  de  veinte  opiísculos, 

(6)  En  Cádiz  se  creyó  que  fueron  dos:  los  diputados  Freile  Caslrillón  y  Pastor  Pastor. 

(7)  Nació  Gallardo  en  Campanario  (Eviremadura)  el  \i,  de  Agosto  de  1776.  Estudió  en 
Salamanca,  y  desde  muy  mozo  se  distinguió  por  su  afición  á  los  libros  viejos  y  el  sabor  casti- 
zo de  *n  prosa.  Las  Cortes  le  hablan  nombrado  su  bibliotecario. 

(8)  Escrito  con  mollTO  de  haber  dado  un  teniente  coronel  en  las  calles  de  Cádiz  desco- 
manal  paliza  á  Calvo  de  Rozas. 


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54^  HISTORIA   DB   ESPAÑA 

Pelayo,  la  printtra  victoria  dtl  espíritu  irreligioso  en  EspaHa;  los  tradiaonalistas 
tuvieron  también  su  formidable  campeón  en  el  P.  Francisco  Alvarado,  nata- 
ral  de  Marchcna  (i ),  dominico  en  el  convento  de  Sevilla  (a),  autor  en  1 788  de 
upas  Cartas  de  Aristóteles  defendiendo  la  filosofía  escolástica,  que  do  se  pu- 
blicaron impresas  hasta  1825,  y  que  en  el  periodo  á  que  nos  referimos  diri- 
gía desde  Tavira,  Bollullos  y  Sevilla  unas  Carlas  críticas  á  un  grupo  de  dipu- 
tados antilil>erales  amigos  suyos,  firmadas  con  el  seudónimo  de  El  Filósoja 
Ranciot  y  esos  amigos  las  publicaban  en  Cádiz  en  pliego  suelto,  aunque 
con  enmiendas,  supresiones  y  añadiduras  (3);  el  P.  Alvarado  fué  quizás  el 
primero  que  consideró  el  liberalismo  como  un  sistema  esencialmente  antirre- 
ligioso —  el  racionalismo  aplicado  á  la  gobernación  de  los  pueblos, —  distin- 
guiéndolo de  la  libertad  pública,  de  que  era  él  partidario  en  cierta  medida, 
pues  defendía  la  intervención  del  pueblo  en  el  gobierno,  el  jurado  y  otras 
ideas  sostenidas  por  los  liberales  de  entonces  (4). 

E)  ÍMcha  de  partidos.  —  La  lucha  por  medio  de  la  Prensa  no  sólo  era 
reflejo,  sino  que  agrandaba  y  enconaba  la  que  ya  se  sostenía  en  el  terreno 
social.  Liberales  y  serviles,  cada  vez  más  separados  unos  de  otros,  buscaban 
para  juntarse  con  los  suyos  exclusivos  lugares  y  tertulias.  Habla  en  Cádiz, 
como  es  lógico  dada  la  mucha  gente  principal  allí  refugiada,  varias  reuniones, 
algunas,  como  los  bailes  del  marqués  de  Wellesley,  embajador  de  Inglaterra, 
la  tertulia  de  la  marquesa  de  Fontejos,  á  que  concurría  la  mejor  sociedad, 
más  que  á  otra  cosa  —  dice  Alcalá  üaliano  —  á  jugar  al  monte,  que  podían 
considerarse  neutrales;  pero  dos  tomaron  desde  luego  una  significación  polí- 
tica: una,  la  de  D.'  Murgarita  López  de  Moría,  hermana  del  conde  de  Villa- 
creces,  señora  muy  fea,  pero  de  talento,  ilustración  y  sugestivo  trato,  educada 
en  Inglaterra,  que  habla  vivido  en  Paris,  amiga  de  Mad.  de  Stael  y,  como 
ella,  filósofa:  á  su  casa  concurrían  Arguelles,  Toreno,  Quintana,  D.  Juan  Ni- 
casio  Gallego,  Gallardo,  Martínez  de  la  Rosa,  Alcalá  üaliano  y  el  duque  de  Ri- 
vas,  que  á  la  sazón  no  lo  era  todavía;  en  suma,  la  flor  y  nata  del  liberalismo. 
La  otra  tertulia  era  la  del  matrimonio  Bolh  de  Faber,  los  padres  de  Fernán 
Caballero;  él,  un  alemán  cultísimo  y  sentimental  que,  ya  iniciado  el  movi- 
miento literario  y  político  de  su  patria  que  habla  de  traer  el  romanticismo  á 
la  poesía  y  la  escuela  histórica  al  Derecho,  fué  el  primero  en  levantar  ban- 
dera en  nuestra  patiia  contra  el  clasicismo  del  siglo  xviii{5);ella  — D.'  Fras- 
quita  Larrea,  —  una  señora  profunda,  y  aun  exaltadamente  católica  y  realista. 
Su  reunión  tenía  este  carácter,  y  era  de  notar  que  la  tertulia  de  la  de  Moría 
era,  además  de  liberal,  clasicisla,  y  la  de  Bolh,  romántica. 

Como  es  consiguiente,  la  contienda  trabada  habla  trascendido  á  la  masa 
popular,  y  el  pueblo  de  Cádiz  fué  desde  luego  liberal  ardentísimo,  é  intervi- 
no en  aquella  lucha  con  sus  gritos  y  asonadas.  Los  más  exaltados,  ó  más 
constantes  en  su  exaltación,  asistían  diariamente  á  las  tribunas  públicas  ógale- 

tlí     Nació  el  25  de  Abril  de  1736. 

U)    Tomó  el  hibilu  á  los  di»  y  seis  años, 

(3I  A  algunos  de  aquel  os  diputados  les  parecían  demasiado  rancias  las  ideaide  Alvarado 
üobre  ciertos  punios;  otras  veces  temían  provocar  represalias  de  lo>  liberales  6  hacene  odio- 
sos, y  otras  creían  deber  adicionar  ó  suprimir  pArrafos:  de  lodo  eslo  se  deduce  qae  las  Cariat 
i/í  El  litésafo  Raudo,  Inl  y  como  eslín  pablicndas,  no  son  la  obra  auténtica  de  sn  auloi.  VCaae: 
El  Filise/e  Reacio  stpin  nuevos  Jecuminleí,  por  José  M.  March.  {Ratóny  Fi,  lomo  xxxiv.) 

(4)  Las  Cartas  ¡ü  El  Hlómfo  Rancio,  publicadas  en  Madrid  [Impreitla  lít  Aguaif,  coalro 
lomos,  1SZ4-JS)  son  47;  TÍeron  Ib  luz  sueltas  41  en  Cidjz,  de  ta  42  i  la  45  en  Sevilla.  7  las  46  ]r 
47  no  literon  impresas  hasta  de;puús  de  la  muerte  de  su  autor,  ocurrida  en  Sevilla  el  31  de  A^s- 
(ode  1814. 

15)  Véase  «Kesumen  hlitAiico-orlilco  de  U  Lltcratnrm  eapaBoIa»,  por  D.  Ancel 
Salcedo  Bnl*  (pabllnclúo  de  Ib  Casa  Calíala),  pá(.  3M. 


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HISTORIA   DB  ESPaSa  549 

tias  ( I )  de  las  Cortes,  y  tomaban  parte  activísima  y  tumultuaría  en  las  sesiones. 
Cuando  hablaban  tos  liberales,  eran  atronadores  los  aplausos  y  los  vivas;  cuan- 
do lo  hacia  un  servil,  se  le  interrumpía  constantemente,  se  le  siseaba,  se  corea- 
ban sus  palabras  con  insultos,  procurando  de  todos  modos  coartarle  en  el  uso 
de  su  derecho  (2).  Ocurrió  un  incidente  de  éstos,  entre  cómico  y  escandaloso, 
que  pinta  á  lo  vivo  la  ñsonomfa  de  la  época:  el  diputado  realisia  don  José  Pa 
bloValiente,  consejero  de  Indias,  hablaba  en  la  sesión  del  26  de  Octubre  1810, 
y  se  le  ocurrió  robustecer  sus  opiniones  con  una  cita  de  Filangieri  (3),  autor 
de  gran  crédito  entre  los  liberales;  pero  do  debían  de  estar  encerados  de  ello 
el  tojo  de  Málaga  y  sus  gaierios,  ya  que  no  bien  salió  de  los  labios  del  orador 
la  cita,  cuando  armaron  descomunal  tumulto,  y,  no  contentos  con  la  gritería  de 
costumbre,  pasaron  á  vías  de  liecho  pretendiendo  Unckar  al  diputado.  Fué 
éste  acogido  en  un  cuarto,  acudieron  el  gobernador  y  las  tropas,  y  sacado  al 
lin  Valiente;  pero  para  embarcarlo  y  que  no  volviese  más  á  la  asamblea  (4). 
F)  Severidad  de  la  mayoría  de  las  Cortes  con  sus  adversarios. — Esta  in- 
tolerancia demagógica  respondía  perfectamente  á  la  del  partido  liberal  en  las 
Cortes  de  Cádiz,  aun  en  su  más  elevada  representación.  Los  liberales  profe- 
saban la  máxima,  luego  formulada  por  Víctor  Hugo  y  tan  frecuentemente 
aplicada  en  el  siglo  xx,  de  que  «la  intolerancia  es  justa  con  los  intolerantes 
>y  no  debe  concederse  la  libertad  á  los  enemigos  de  elia>.  O  se  verificaba  en 
filos  el  fenómeno,  observado  por  los  positivistas  modernos,  de  que  al  cam- 
biarse las  formas  políticas  no  cambia  el  ser  social,  siguiendo  bajo  las  nuevas 
Id  substancia  de  las  antiguas.  Las  Cortes,  que  tomaron  el  título  de  Majestad, 
fueron  tan  celosas  de  sus  prerrogativas  y  del  respeto  que  como  á  soberano 
se  les  debía,  como  lo  era  la  monarquía  en  el  antiguo  régimen:  no  bastaba  la 
obediencia,  era  menester  la  aquiescencia  doctrinal  á  los  principios  en  que  se 
fundaba  la  soberanía  de  las  mismas  Cortes,  y  á  los  que  hacía  predominar  en 
éstas  su  mayoría.  Ni  más  ni  menos  que  la  Inquisición  en  lo  referente  á  los  de- 
litos religiosos.  De  aquí  la  serie  de  procesos  contra  los  desafectos  al  nuevo 
régimen,  en  que  las  Cortes  actuaron  muchas  veces  al  modo  convencional. 
Recordemos  algunos:  el  obispo  de  Orense  renunció  su  cargo  de  regente  y 
su  acta  de  diputado  (3  Octubre  1810),  y  no  quiso  jurar  obediencia  al  de- 
creto de  24  de  Septiembre,  á  menos  de  admitírsele  estas  dos  salvedades: 
iQue  las  Cortes  son  soberanas  con  el  Rey>,  y  «sin  perjuicio  de  reclamar,  re- 
>  presentar  y  hacer  la  oposición  que  convenga  á  las  resoluciones  que  creyese 
•  contrarias  al  bien  del  Estado  y  á  la  disciplina  é  inmunidades  de  la  Iglesia». 
Se  le  procesó  por  tan  atroz  delito,  nombrándose  una  Junta  para  calificar  teo- 
lógica y  juridicamefUe  sus  proposiciones,  contrarias  á  la  soberanía  nacional,  y 
no  se  sobreseyó  la  causa  hasta  que  cedió  y  juró  lisa  y  llanamente  (5).  Otro 

(i)  D«  aquí  qae  lot  lealuOf  los  llamasen  galtriai.  Di»üiigui¿««  como  cabem  d«  las 
galerioa  qd  individuo  apodado  el  Cojo  de  Málaga. 

(1)  «...  el  meiciarse  el  Biiditoría  en  las  deliberaciones  del  Conereso  dando  maestra! 
■midoiat  de  aprobación  y  deiaprobaciñn  que  algana  vez  pasaron  i  ser  hechoa,  era  cosa  con- 
Htinna».  (Álcali  Galiano,  Riíuerdsi,  VIH.) 

(;)    Carelaao  Filangieri,  ñtósoio-ecoTio mista  ilaliano  qae  floreció  de  175a  á  1788. 

(4)  Asi  caenta  el  hecho  Álcali  Galiano.  Toieno  y  Lafnente,  sin  desmenürlo,  añaden  que 
Valiente  era  ímpopnlar  en  Cádiz  por  creerse  que  viniendo  de  U  ílabana,  donde  fui  Intenden- 
te, habla  traído  la  ñebre  amarilla,  y  que  al  ser  interrumpido  6  jnaaltado  por  los  galer' — 

mitió  decir  qoe  eran  gtnli  pagada.  Eslo  último        '       "  .       .        - 

aHadí  que  trmuitcii  lat  patabrat  ligmlí  pagaday. 


eran  etnli  pagada.  Ksla  último  no  lo  afírman  en  redondo,  sino  que  dicen:  le 
iHíié  ¡as  palabrat  i-gtnti  pagada». 

1  se  le  instruyó  otro  por  no  haber  querido  jorar  la  Constitución  lisa  y  llana- 
y  «ele  declaró  por  decreto  de  las  Cortes  (17  Mayo  1813)  aindigno  de  la  consideración 


»de  espaHol,  condenándole  á  perder  todos  sos  honores,  empleos,  emolumentos  y  prerroga- 
ntivas  procedentea  da  la  potestad  civil  y  á  ser  expelido  del  territorio  espaüol  en  el  tfrmino  de 
KvelDtlcliatro  horas». 


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550  HISTORIA   DE   ESPAÑA 

proceso  á  los  redactores  de  La  Gaceta  del  Comercio  y  de  El  Imparcial,  y 
multa  impuesta  por  las  mismas  Cortes  á  estos  periódicos,  por  haber  dicho 
que  los  redactores  de  El  Conciso  eran  enemigos  de  la  religión.  Proceso  con 
motivo  de  haber  publicado  La  Triple ^Alianea- — ^  periódico  de  Mejia —  ataquen 
al  dogma  católico,  en  que  se  acordó  suspender  la  publicación  y  mandar  los 
autos  á  los  inquisidores,  lo  que  no  se  verificó.  Intento  de  proceso  contra  Ga- 
llardo por  el  Diccionario  critico-burlesco,  que  costó  ai  autor  una  prisión  pre- 
ventiva; pero  que  se  volvió  contra  sus  promovedores  por  haber  amparado  á 
Gallardo  la  mayoría  liberal.  Proceso  por  la  Carta  misiva  ó  protesta  de  treinta 
diputados  realistas  contra  el  giro  dado  al  asunto  Gallardo:  el  diputado  don 
Manuel  Ros,  preso  preventivamente  cerca  de  un  año,  fué  arrojado  del  Con- 
greso como  indigno  de  pertenecer  á  él.  Proceso  contra  un  extravagante  lla- 
mado U.  Guillermo  Atanasio  Jaramillo,  por  haber  desafiado  é  insultado  á  Ga- 
llardo: se  le  tuvo  preso,  amenazándole  con  el  presidio,  hasta  que  se  retractó; 
y  como  al  salir  de  la  cárcel  publicara  un  folleto  defendiéndose,  se  le  desterró. 
Proceso  contra  el  Vicario  capitular  de  Cádiz  por  haber  condenado  el  libro 
de  Gallardo:  le  le  tuvo  preso  seis  meses.  Üiro  contra  el  mismo  Vicario,  y 
muchos  contra  el  Cabildo  de  Cádiz,  contra  tres  canónigos  del  mismo,  contra 
el  arzobispo  de  Santiago  y  obispos  de  Santander,  Oviedo,  Lérida,  Tortosa, 
Barcelona,  Urgel,  Teruel,  Pamplona,  ele,  por  haberse  negado  á  dar  lectura 
en  las  iglesias  al  decreto  suprimiendo  la  Inquisición,  ó  haber  representado 
contra  él. 

En  ocasiones  la  justicia  parlamentaria  buscaba  el  apoyo  directo  de  la  popu- 
lar ó  de  las  turbas.  Asf  sucedió,  por  ejemplo,  en  el  caso  del  Cabildo  de  Cádiz. 
El  lo  de  Marzo  de  1813,  á  la  vez  que  se  formaba  causa  á  los  capitulares,  la  mul- 
titud liberal  invadió  la  Catedral  é  interrumpió  tumultariamente  la  celebración 
del  oñcto.  No  es  de  maravillar  que  los  eclesiásticos  y  los  realistas  temieran  á 
cada  momento  por  su  vida  y  por  su  libertad,  ni  que  se  dieran  por  cohibidos 
y  perseguidos  ya  que  tan  efectivamente  lo  eran.  Los  escritores  tradicionahs- 
tas  cuentan  al  pormenor  estas  tropelías  de  los  liberales  de  la  primera  época, 
encontrando  naturales  y  legitimas  las  represalias  que  tomaron  los  realistas 
en  IÍÍI4;  en  cambio,  para  los  escritores  hberales  cuanto  hicieron  sus  co- 
rreligionarios de  entonces  no  pudo  estar  más  justifícado,  y  fueron  barbarida- 
des las  de  los  serviles.  El  historiador  imparcial  tiene  que  colocarse  fuera  de 
estos  puntos  de  vista,  y  coacluir  por  lo  que  se  refiere  á  esta  ingrata  materia 
que  ni  en  América  (realistas  é  independientes)  ni  en  la  Península  (realistas  y 
liberales)  pueden  echarse  nada  en  cara.  En  el  período  1S10-1813  las  perse- 
cuciones de  los  liberales  contra  los  que  no  opinaban  como  ellos  atrajeron 
sobre  su  cabeza  la  persecución  de  los  perseguidos  en  el  período  de  1814 
á  1820,  y  éstas  las  de  los  liberales  del  1820  al  1823,  que  ya  no  se  limitaron  á 
prisiones  y  destierros,  sino  á  muertes,  tan. injustas  y  crueles  como  las  de  Elfo, 
en  Valencia,  y  del  cura  de  Tamajón,  en  Madrid,  y  éstas  á  su  vez  engendraron 
las  de  1824.  Después,  carlistas  y  liberales  se  degollaron  y  fusilaron  á  placer 
como  si  hubiesen  abierto  un  concurso  de  barbarie.  Ninguno  se  ganó  el  pre- 
mio, ó,  mejor  dicho,  ganáronselo  unos  y  otros  con  exceso. 

(?)  La  olrra  de  las  Cortes.  —  Los  principales  decretos  de  las  Cortes  fue- 
ron: Incompatibilidad  del  cargo  de  diputado  con  todo  empleo  público  (4  Di- 
ciembre 1810).  Prohibición  al  Rey  de  contraer  matrimonio  y  celebrar  tratados 
internacionales  sin  autorización  de  las  Cortes  (1."  Enero  181 1).  De  protección 
á  los  indios  de  América,  estableciendo  su  libertad  personal  y  prohibiendo 
cuantas  vejaciones  sufrían  {5  Enero  1811).  Libertad  del  comercio  del  azogue 
en  América  (26  Enero  181 1).  Igualdad  de  derechos  entre  americanos  y  espa- 
ñoles para  optar  á  cargos  públicos,  é  igualdad  de  representación  en  Cortes 


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HISTORIA   DE  ESPAKA  55I 

proporcional  á  la  población  (9  Febrero  1811).  Reglamento  del  Poder  ejecutivo 
encomendándolo  á  un  Consejo  de  Regencia  de  tres  individuos  (16  Febrero 
de  181 1).  Arreglo  de  la  Hacienda  y  arbitrio  de  recursos  conforme  al  primer 
presupuesto  presentado  por  D.  José  Canga  Arguelles  (i)  (22  Marzo  1811). 
Contribución  extraordinaria  de  guerra  (1."  Abril  18 1 2).  Declarando  ñesta  ofi- 
cial el  2  de  Mayo  (2  Mayo  1811).  Incorporación  á  la  Corona  de  todos  los  se- 
ñoríos jurisdiccionales,  y  abolición  de  los  dictados  de  vasallo,  vasallaje,  señor 
de  vasallos,  etc.,  así  como  de  las  prestaciones  de  esta  índole  (6  de  Agosto 
de  1811)  {2).  Abolición  de  las  pruebas  de  Nobleza  para  entrar  en  los  Colegios 
militares  {17  Agosto  181 1).  Creación  del  Cuerpo  de  Estado  Mayor  del  Ejér- 
cito (20  Agosto  i8ii)(3).  Creación  déla  Cruz  de  San  Fernando  (3 1  Agosto 
de  1811).  Reconocimiento  de  toda  la  Ueuda  pública  y  creación  de  la  «Junta 
nacional  del  crédito  público^  {26  Septiembre  1811).  Concediendo  alas  viudas 
y  huérfanos  de  muertos  en  campaña  la  pensión  correspondiente  al  empleo 
superior  del  causante,  si  se  hubiesen  casado  con  arreglo  al  reglamento  del 
Montepío,  y  el  del  empleo  si  no  hubiesen  llenado  aquellos  requisitos  (28  Oc- 
tubre iSii).  Organizando  la  Secretaría  y  Archivo  de  las  Cortes  {18  Uiciem- 
bre  1811).  Creación  del  Consejo  de  Estado  (21  Enero  1812).  Declarando  be- 
nemérito de  la  patria  á  Jovellanos,  y  recomendando  para  la  enseñanza  pública 
el  «Informe  sobre  la  ley  Agraria-  (24  Enero  1812).  Aboliendo  la  pena  de  horca 
■  como  repugnante  i  la  humanidad  y  al  carácter  generoso  de  la  nación  espa- 
>fioIa>,  y  sustituyéndola  por  la  de  garrote  (25  Enero  1812).  Excluyendo  de 
la  sucesión  á  la  Corona  al  Infante  D.  Francisco,  á  doña  María  Luisa,  ex  reina 
de  Etruria,  y  á  la  Archiduquesa  María  Luisa,  casada  con  Napoleón  (18  Mar- 
zo 1812).  Organización  de  las  siete  Secretarias  del  Despacho  ó  Ministerios 
(6  Abril  1812)  y  del  'Tribunal  Supremo  de  Justicia.  {17  ídem).  Mandando 
instalar  en  todos  los  pueblos  «Ayuntamientos  constitucionales)  (25  de  Mayo 
de  1812).  Otro  de  la  misma  fecha  respecto  de  las  «Diputaciones  provincia- 
les*. Estableciendo  el  «Tribunal  de  Guerra  y  Marina*  (3  Junio  1812).  Decla- 
rando Patrona  de  España,  después  de  Santiago,  á  Santa  Teresa  de  Jesús 
(28  Junio  1812).  Abolición  del  Voto  de  Santiago  (14  Octubre  1812).  Regla- 
mento orgánico  de  Audiencias  y  Juzgados  de  primera  instancia  (g  Octubre 
de  1812).  Primeros  decretos  contra  los  afrancesados  (i  1  Agosto,  21  Septiem- 
bre, 23  Noviembre  1812).  Mandando  que  los  tribunales  diesen  preferencia 
sobre  todo  asunto  á  los  relativos  á  infracción  de  la  Constitución,  y  que  se 
estableciera  una  cátedra  para  explicarla  (28  Noviembre  1812).  Aboliendo  la 
Inquisición  (22  Febrero  1813},  al  que  acompañaban  otros  dos;  uno  ordenan- 
do que  se  leyera  el  primero  en  la  Misa  Mayor,  antes  del  Ofertorio,  en  todas 
las  parroquias,  y  el  otro  mandando  quitar  los  sambenitos  y  demás  letreros 
que  recordaban  castigos  inquisitoriales  (4).  Establecióse  que  los  obispos  co- 
nocieran de  las  causas  de  fe,  que  todo  español  tuviese  acción  para  acusar 

(1)  Cíngft  At^ilelles  —  Uigno  de  /¡¡¿urar,  dice  Piernas  Huitado,  á  ¡a  caííta  Je  las  hacín- 
.iiílat  ispaüoUs — es  auiocde  Eltminlas  di  la  cUníia  di  la  llaciinda.  libro  escrílo  esUndo  preso 
su  autor  en  el  castillo  de  Peñiscola,  y  que  se  publicó  en  Londres  (1825).  a."  edición  y  in¿  co- 
nocida, Madrid,  1833,  y  del  Diidenarle  di  Hacienda  (i."  edición,  183J  -  34). 

(3]  Es  de  notar  que  contra  la  mayoría  (1^8  votos)  que  acordó  este  decreto  sólo  hubo 
una  minorfa  de  \f>.  Muchos  de  tos  tenidas  por  serviles  volaron  con  la  mayoría. 

(3)  Fui  idea  del  general  BUke. 

(4)  El  dictamen  proponiendo  ia  abolición  fué  presentada  (8  Diciembre  1812),  y  era  de 
la  mayoría  de  la  Comisión  (Muños  Torreio,  Alhelíes,  Hspi;;»,  Mendiola,  Jáure^i  y  Oliveros). 
Hubo  dos  votos  particulares^  uno  de  Huerta  y  Cañedo  y  otro  de  D.  Antonio  Joaquín  Pérez. 
Empezó  la  disensión  (4  Enero  1813).  Hablaron  en  contra  de  la  abolición  Oslolaza,  Riesco, 
Ilcrmida  £  Inguanio:  en  pro,  Arguelles,  Toieno,  Villanueva,  Kspiga,  Oliveros,  Ruiz  Padrón, 
MuÜoz  Torrero,  Mejfa,  etc. 


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552  HISTORIA  DE  ESPAÑA 

del  delito  de  herejía,  y  los  jueces  seculares  para  imponer  tas  penas  pres- 
critas por  las  leyes  del  reino.  Reducción  de  Comunidades  religiosas,  prohi- 
biendo á  la  Regencia  dar  permiso  para  restablecer  conventos,  y  otras  muchas 
cortapisas  (8  de  Febrero  de  i8i  j).  Aún  pueden  citarse  otros,  v.  gr.,  la  prohi- 
bición de  dar  azotes  en  las  escuelas,  .como  opuestos  á  ta  decencia  y  á  la  dig- 
>nidad  de  los  que  son  ó  nacen  y  se  educan  para  ser  hombres  libres  y  ciuda- 
idanos  de  ta  noble  y  heroica  nación  española*,  y  el  permiso  á  los  propieta- 
rios de  ñocas  rústicas  para  cercar  sus  heredades,  poniendo  con  ello  fin  á  un 
largo  litigio  entre  los  dueños  de  tales  fincas  y  los  ganaderos,  representados 
por  el  Honrado  Concejo  de  la  Mesta,  litigio  que  venia  desarrollándose  desde 
la  época  de  Carlos  III. 

H)  Constitución  de  i8¡2.  —  La  Comisión  presentó  la  primera  parte  del 
proyecto  el  i8  de  Agosto  de  1811  con  un  discurso  preliminar  ó  preámbulo, 
obra  de  Arguelles.  El  6  de  Noviembre  y  26  de  Diciembre  leyéronse  otras 
dos  partes  del  proyecto.  Concluyó  la  discusión  en  Marzo  de  1812.  Fué  pro- 
mulgada el  19,  por  ser  aniversario  del  motín  de  Aranjuez. 

La  Constitución,  encabezada  con  la  fórmula  <Ea  el  nombre  de  Dios  To- 
>dopoderoso.  Padre,  Hijo  y  Espíritu  Santo,  Autor  y  Supremo  Legislador  de 
»Ia  sociedad',  consta  de  384  artículos  distribuidos  en  10  títulos,  y  éstos  en 
capítulos. 

Titulo  I.  La  nación  española  es  la  reunión  de  todos  los  españoles  de 
ambos  hemisferios;  es  libre  é  independiente,  y  no  es  ni  puede  ser  patrimonin 
de  ninguna  familia  ni  persona;  en  ella  reside  la  soberanía  y  el  derecho  de  es- 
tablecer sus  leyes  fundamentales;  está  obligada  á  conservar  y  proteger  por 
leyes  sabias  y  justas  la  libertad  civil,  ta  propiedad  y  los  demás  derechos  le- 
gítimos de  todos  los  individuos  que  la  componen  (i).  Son  españoles  los  hom- 
bres libres  (los  libertos  desde  que  se  emancipen)  nacidos  y  avecindados  en 
España,  sus  hijos  y  los  extranjeros  naturalizados  (2);  «el  amor  de  ta  patria  es 
>una  de  las  principales  obligaciones  de  todos  los  españoles,  y  asimismo  el  ser 
•justos  y  benéficos*  (3);  están  obligados  también  á  ser  fieles  á  la  Constitu- 
ción, obedecer  las  leyes  y  respetar  á  las  autoridades,  á  pagar  las  contribu- 
ciones y  servir  á  ia  patria  con  las  armas  (4). 

Titulo  11.  Expresa  las  regiones  que  componen  la  nación,  manda  hacer 
una  nueva  división  territorial,  y  establece:  .La  religión  de  la  nación  española 
>es  y  será  perpetuamente  la  católica,  apostólica,  romana,  única  verdadera. 

•  La  nación  la  protege  por  leyes  salrias  y  justas,  y  prohibe  el  ejercicio  de  cual- 

•  quiera  otra  (5).  El  objeto  del  Gobierno  es  la  felicidad  de  ia  nación,  presto 
>que  el  fin  de  toda  sociedad  política  no  es  otro  que  el  bienestar  de  los  indi- 
>viduos  que  la  componen»  (6).  El  Gobierno  es  monárquico  constitucional 
hereditario,  con  división  de  Poderes:  el  Legislativo  corresponde  á  las  Cortes 
con  el  Rey;  el  Ejecutivo,  ai  Rey;  el  Judicial,  á  los  tribunales  (7).ÍNo  todos  los 
españoles  son  ciudadanos,  sino  los  que  reúnan  ciertos  requisitos  (8). 

Titulo  IIL     No  hay  más  que  una  Cámara,  titulada  Cortes,  con  un  dipu- 


(I)    Artículo»  i.°í  6," 
la)    Artfcalo  7." 

(3)  Este  art,  6."  ha  sido  objeto  de  tdd chai  censaras,  y  aun  cuchufletas,  por  los  qnecc 
:n  la  distinciún  entre  la  Moral  y  el  Derecho,  y  no  ser  posible  al  úllirno  mandar  cosas  com 
TKW  á  Ib  patria  ni  ser  justos  y  beoílicas. 

(4)  Artfcalos  7.",  8."  y  9." 

(5)  ArtfCDlo  II. 
|6)  Articulo  13. 
(7J  Del  14  al  17. 
(S)    Del  iSal  16. 


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HISTORIA  DE  ESPAÑA  553 

tado  por  cada  70.000  habitantes.  Sufragio  indirecto  de  tres  grados:  parroquia, 
partido  y  provincia  (i).  No  son  elegibles  los  Secretarios  del  Despacho,  Con- 
sejeros de  Estado  y  empleados  de  la  Casa  Keal,  ni  los  empleados  públicos 
por  las  provincias  en  que  ejercen  su  cargo  (2}.  A  los  diputados  se  les  extien- 
de un  poder,  y  tratándose  de  Cortes  ordinarias,  imperativo,  en  cuanto  se  los 
obliga  á  ino  derogar,  alterar  ni  variar  en  manera  alguna  ningún  articulo  de 
>la  Constitución!  (j).  Los  diputados  tienen  dietas  lijadas  por  las  Cortes  y 
pagadas  por  las  provincias  (4).  Las  Cortes  han  de  reunirse  todos  los  años, 
por  lo  menos  tres  meses,  empezando  el  i."  de  Marzo;  el  Rey  las  abrirá  con 
un  discurso;  las  sesiones  serán  públicas.  Los  diputados  son  inviolables:  sólo 
podrán  ser  juzgados  por  el  tribunal  de  las  Cortes.  No  pueden  admitir,  ni  aun 
solicitar  para  otro  ningún  empleo  (5).  Las  atribuciones  de  las  Cortes  son  po- 
testad legislativa,  <coDceder  ó  negar  admisión  de  tropas  extranjeras  en  el 
reino>  (6),  fijar  la  luerza  militar,  votar  las  contribuciones,  proteger  la  hbertad 
de  imprenta,  etc.  (7).  El  Rey  sanciona  las  leyes  con  !a  fórmula,  firmada  de  su 
mano:  Publigxtse  como  ley,  ó  niega  la  sanción  con  la  fórmula:  Vuelva  á  las  Car- 
ies. Si  no  hace  una  cosa  ú  otra  en  el  término  de  treinta  días,  entiéndese  que 
ha  sancionado;  sí  niega  la  sanción,  no  puede  tratarse  del  asunto  en  aquel  año; 
al  siguiente,  sí  las  Cortes  insisten,  puede  también  el  Rey  insistir  en  su  veto; 
pero  al  tercer  año  basta  con  una  tercera  aprobación  de  las  Cortes  (8).  La 
fórmula  de  promulgación  de  las  leyes  es:  «Don  N.  N.,  por  la  gracia  de  üios 
•  y  por  la  Constitución  de  la  Monarquía  española  Rey  de  las  Españas;  á  to- 
ldos los  que  las  presentes  vieren  y  entendieren,  sabed:  Que  las  Cortes  han 
>decretado,  y  Nos  sancionado  lo  siguiente». . . ,  etc.  (9).  Los  artículos  del  15; 
al  160  establecen  una  de  las  instituciones  singulares  de  este  Código,  ó  sea  t:i 
Diputación  permanente,  que  se  nombra  por  las  Cortes  antes  de  disolverse 
para  velar  por  la  observancia  de  la  Constitución  durante  los  interregnos  par- 
iamentaños  y  convocar  extraordinarias  en  ciertos  casos  (10).  Finalmente, 
cuando  vaque  la  Corona,  se  imposibilite  el  Rey,  quiera  abdicar  ú  ocurran  ca- 
sos arduos  serán  convocadas  Cortes  extraordinarias,  que  son  las  que  después 
se  han  llamado  Constituyentes. 

Título  IV.  El  Rey  es  sagrado,  inviolable,  no  sujeto  á  responsabilidad; 
tiene  el  tratamiento  de  Majestad  Católica;  es  mayor  de  edad  á  los  diez  y  ocho 
años.  El  Rey  de  las  Españas  es  Fernando  VII.  <Le  sucederán  sus  descendien- 
ites  legítimos,  así  varones  como  hembras;  á  falta  de  éstos,  sus  hermanos  y 
(tíos,  hermanos  de  su  padre,  así  varones  como  hembras»  (i  i).  Los  secretarios 
del  Despacho  son;  de  Estado,  Gobernación,  Gobernación  de  Ultramar,  Gra- 
cia y  Justicia,  Hacienda,  Guerra  y  Marina.  Los  secretarios  han  de  ñrmar  las 
órdenes  del  Rey,  y  son  responsables  ante  las  Cortes  (i  2).  El  Consejo  de  Estado 
se  compone  de  cuarenta  individuos,  nombrados  por  el  Rey  á  propuesta  de 


(i)  Arlfculo*  del  15  :il  04-  t-a  Constitación  comprende  todo  lo  que  hor  es  materia  de  ia 
ley  Electoral. 

(3)  Ailfculot  95  y  97. 

(3)  ArKcnlo  loo. 

(4)  Attfcalo  101. 
(O  Del  114  á  130. 

(6)  Sobre  esto  le  hizo  mucho  bincapíí.  por  atribuirle  á  la  autorización  concedida  por 
Carlos  IV  para  qae  entraraD  tropas  francesas  los  males  qae  »e  padecían  entonces. 

(7)  Articulo  131. 

(5)  Anlcnlot  del  141  al  153. 
(9)  Artfcnloi  154  r  >55- 

(10)  Habla  precedenlet  de  esta  inttitación  en  los  Fueros  de  Aragón  y  de  Navarra. 

(11)  Artículos  del  16S alan. 
(13)  Del  333  al  3]0. 


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554  HISTORIA  DE  ESPAÑA 

las  Cortes:  cuatro  eclesiásticos,  dos  de  ellos  obispos,  cuatro  grandes  de  Es- 
paila  y  el  resto  de  libre  elección  (i). 

Titulo  V.  Trata  de  los  tribunales.  £n  los  negocios  comunes,  civiles  y 
criminales  no  habrá  más  que  un  solo  fuero  para  toda  clase  de  personas;  res- 
pétanse  los  fueros  eclesiástico  y  militar.  Se  establecen;  un  Tribunal  Supremo; 
Audiencias  territoriales;  en  cada  cabeza  de  partido,  un  juez  de  letras  con  su 
Juzgado  correspondiente;  y  en  cada  pueblo,  un  alcalde  que  «ejercerá el  ofício 
>de  conciliador,  y  el  que  tenga  que  demandar  por  negocios  civiles  ó  por  in- 
>jurias  deberá  presentarse  á  él,  y  el  alcalde,  con  dos  hombres  buenos,  nom- 

•  brados  uno  por  cada  parte,  procurará  avenirlos:  sin  hacer  constar  que  se  ba 
•intentado  el  medio  de  ia  conciliación,  no  se  entablará  pleito  a]guno>  [2). 
Nadie  podrá  ser  preso  sin  previa  información  sumaria  de  que  resulten  méri- 
tos para  castigo  corporal  y  sin  mandamiento  judicial  por  escrito.  Se  dispon- 
drán las  cárceles  de  manera  que  sirvan  para  asegurar,  y  no  para  molestar  á 
los  presos.  Quedan  suprimidos  el  tormento,  el  apremio,  la  pena  de  cooñsca- 
ción  de  bienes  y  la  trascendencia  de  toda  pena  á  la  familia  del  reo.  El  do- 
micilio es  inviolable,  á  no  ser  en  casos  determinados  por  la  ley  para  el  buen 
orden  y  seguridad  del  Estado.  «Si  con  el  tiempo  creyesen  las  Cortes  que 

•  conviene  hacer  distinción  entre  los  jueces  del  hecho  y  los  del  derecho,  la 

•  establecerán  en  la  forma  que  juzguen  conducente*  (art.  307).  Las  formalida- 
des para  el  arresto  de  los  delincuentes  pueden  ser  suspendidas  en  todo  ó 
parte  del  reino  por  decreto  de  las  Cortes.  El  Código  civil  y  criminal  y  el  de 
Comercio  serán  unos  mismos  para  toda  la  Monarquía  (3). 

Título  VI.  En  todos  los  pueblos  que,  ya  en  su  casco,  ya  en  su  término, 
tengan  l.ooo  habitantes.seconstituirán  Ayuntamientos, compuestos  de  alcal- 
de ó  alcaldes,  regidores  y  procurador-sindico,  elegidos  por  compromisarios, 
y  cesando  los  regidores  y  oficios  perpetuos  del  antiguo  régimen.  En  cada 
provincia  habrá  un  Jefe  superior  y  una  Diputación  provincial,  compuesta  de 
un  presidente,  un  intendente  y  siete  diputados  (4). 

Título  VII.    Trata  de  las  contribuciones  (5). 

Título  VIH.     De  la  fuerza  militar  nacional.  Distingue  entre  la  'fuerza 

•  militar  nacional  permanente  de  tierra  y  de  mar  para  la  defensa  exterior  del 

•  Estado  y  la  conservación  del  orden  interior»;  es  decir,  el  Ejército  y  la  Ma- 
rina y  los  Cuerpos  de  Milicias  nacionales,  cuyo  servicio  no  será  continuo  sino 
sólo  cuando  lo  requieran  las  circunstancias,  de  los  que  puede  disponer  el 
Rey  en  caso  necesario  dentro  de  cada  provincia,  necesitando  autorización  de 
las  Cortes  para  emplearla  fuera.  Ksia  es  la  famosa  Milicia  nacional,  de  cuya 
(onservación  hicieron  un  dogma  los  progresistas,  y  que  tanto  contribuyó  á  las 
revueltas  del  siglo  xix  (6). 

Título  IX.  De  la  instrucción  pública.  «En  todos  los  pueblos  se  estable- 
■  cerán  escuelas  de  primeras  letras,  en  las  que  se  enseñará  á  los  niños  á  leer, 
•escribir  y  contar,  y  el  Catecismo  de  la  religión  católica,  que  comprenderá 

•  también  una  breve  exposición  de  las  obligaciones  civiles»  (art.  366).  Se 
hará  un  plan  general  de  enseñanza,  uniforme  en  todo  el  reino.  La  Constitu- 
ción será  explicada  en  todas  las  Universidades  y  establecimientos  literarios 
donde  se  enseñen  las  ciencias  eclesiásticas  y  civiles.  Habrá  una  Dirección 

(i\  Del  231  ai  245. 

(2)  Tal  es  el  acto  de  conciliacii^n  encomendado  posieríormente  i  lo»  jueces  mnaicipi- 
les.  (Aniculos  del  242  al  285). 

I3t  Artículos  del  242  al  joS. 

I4)  Uel  joq  al  317. 

LS)  Del  33li  al  355. 

{{,}  Del  356  al  365. 


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HISTORIA   DE  ESPAÑA  555 

General  de  Estudios  para  la  inspección  de  la  enseñanza  pública.  En  este  titulo 
es  establecida  también  la  libertad  de  imprenta:  «Todos  los  españoles  tienen 

•  libertad  de  escribir,  imprimir  y  publicar  sus  ideas  sin  necesidad  de  licencia, 

•  revisión  ó  aprobación  alguna  anterior  á  la  publicación,  bajo  las  restricciones 

•  y  responsabilidad  que  lijen  las  leyes»  (i). 

Titulo  X.  De  la  observancia  de  la  Constitución  y  modo  de  proceder 
para  hacer  variaciones  en  ella.  Declara  irreformable  la  Constitución  durante 
ocho  años,  y  pone  grandes  cortapisas  á  la  reforma  pasado  ese  plazo. 

/>  El  Gobierno  durante  ios  Cortes.  —  La  Regencia  que  convocó  las  Cor- 
tes hizo  renuncia  en  cuanto  éstas  asumieron  la  soberanía.  El  2;  de  Octubre 
de  1810  eligióse  otra,  compuesta  del  general  Blake  y  los  marinos  D.  Gabriel 
Ciscar  y  D.  Pedro  Agar;  ausentes  los  dos  primeros,  nombróse  suplentes  al 
marqués  de  Palacio  y  á  D.  José  María  Puig.  Al  jurar,  el  Marqués  salió  por  el 
mismo  registro  que  el  obispo  de  Orense,  ó  sea  añadiendo  á  la  fórmula  la 
cláusula  de  sin  perjuicio  de  los  juramentos  de  fidelidad  que  tengo  prestados  al 
Seüor  Don  Femando  VII.  La  irritación  de  la  mayoría  liberal  fué  terrible:  se 
mandó  al  de  Palacio  que  explicara  en  la  barra  sus  palabras;  lo  hizo  muy  mal, 
porque  no  era  orador,  y  aunque  lo  hubiera  sido  aquel  auditorio  no  le  hubie- 
se dejado  hablar;  se  le  mandó  arrestado  al  cuerpo  de  guardia,  y,  conforme  á 
la  costumbre  del  tiempo,  se  le  formó  causa.  Lo  reemplazó  en  la  Regencia, 
como  suplente,  el  marqués  de  Castelar. 

Á  los  individuos  de  la  primeraRegencia  seles  mandó(28  Noviembre  18 lo) 
dar  cuenta  de  su  gestión  en  el  término  de  dos  meses  (2);  y  aunque  se  reco- 
noció de  ofício  la  pureza  y  patriotismo  con  que  habían  desempeñado  el  cargo, 
se  les  ordenó  por  las  Cortes  (17  Diciembre)  salir  de  Cádiz  y  fijarse  en  los 
puntos  que  le  pareció  bien  á  la  Asamblea.  Irritado  el  ex-regente  Lardizábal, 
publicó  en  Alicante  un  Manifiesto  contra  las  Cortes,  y  encolerizáronse  de  tal 
modo  los  liberales,  que  el  Sr,  García  Herreros  dijo  en  la  sesión  del  14  de  Oc- 
tubre de  181  i:  »Mi  voto  es  que  reconozca  ese  autor  el  papel;  y  si  se  ratifica  en 

•  que  es  suyo,  póngasele  luego  en  capilla,  y  al  cadalso*.  Se  llevó  á  Lardizábal 
preso  á  Cádiz,  se  le  instruyó  proceso,  el  Fiscal  pidió  contra  él  la  pena  de 
muerte,  y  al  fin  hubo  misericordia:  no  se  le  condenó  mas  que  á  expulsión 
perpetua  de  los  dominios  españoles  y  á  que  los  ejemplares  del  maniñesto 
fuesen  quemados  públicamente  por  el  verdugo. 

El  22  de  Enerode  18 1 2  nombraron  las  Cortes  una  nueva  y  tercera  Regencia 
de  cinco  miembros:  el  duque  del  Infantado,  Mosquera,  Villavicencio,  Rodrí- 
guez de  Rivas  y  el  conde  de  La  Bisbal.  Á  este  último  le  sucedió  luego  D,  Juan 
Pérez Villamil.  La  mayoría  liberal  se  puso  enfrente  de  esta  Regencia,  acusán- 
dola de  secundar  con  escaso  celo  su  política  reformista,  sobre  todo  en  los  pun- 
tos relacionados  con  la  religión.  La  mayoría  llevó  muy  á  mal  que  la  Regencia 
autorizase  á  los  capuchinos  de  Sevilla,  que  andaban  vagando  por  las  calles  sin 
tener  donde  refugiarse  y  viviendo  de  la  caridad  pública,  para  volver  á  insta- 
larse en  su  convento,  del  cual  los  habían  arrojado  los  franceses  (Febrero,  1813); 
más  aún,  que  no  procediese  con  toda  energía  en  hacer  cumplir  á  los  obispos  y 
curas  el  decreto  mandando  leer  en  la  Misa  Mayor  la  abolición  de  la  Inquisición 
V  que  diese  curso  á  las  protestas  del  Nuncio  y  prelados  contra  aquella  medida. 
Bastó  esto  para  que  se  supusiese  á  la  Regencia  vendida  en  secreto  á  los  ser- 
viles y  que  tramaba  un  golpe  de  Estado.  El  7  de  Mazo  (1813)  cambió  la  Re- 

(1)    Del  366  «1 371. 

(1)  Púa  darla  escribió  Saivedra  el  Diario  de  ¡ai  eficraciones  de  la  Rigentia  dtnU  ig  de 
Entra  Aaita  aS  de  Octubre  de  1810,  precioso  documento  histórico  publi<^do  entre  los  apéndi- 
ces del  Etapa  hislíríea  dt  D.  Antenio  de  Estaño,  por  D.  Francisco  de  P.  Cuadrado. 


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556  HISTORIA   DE  ESPAÑA 

gcDcia  al  gobernador  de  Cádiz,  sustituyendo  á  D.  Cayetano  Valdés  (i)  por 
don  José  M.  Alós,  y  tal  fué  la  gota  que  hizo  derramarse  al  vaso:  el  Sr.  Terfo 
habló  en  términos  tan  vehementes  (8  Marzo),  y  aun  compungidos,  que  no 
pudo  acabar  su  discurso,  porque  las  lágrimas  ahogaron  su  voz,  y  Arguelles 
hizo  aprobar  un  decreto  destituyendo  á  los  regentes  (2)  y  nombrando  pan 
sustituirlos  al  cardenal  Borbón,  Agar  y  Ciscar. 

La  nueva  Regencia  fué  dócil  instrumento  de  la  mayoría,  que,  agradecida, 
la  declaró  inviolable  como  al  monarca,  y  responsable  de  ,sus  actos  á  los  mi- 
nistros (3):  formáronse  procesos  contra  los  ^eclesiásticoí  que  hablan  protes- 
tado, se  reconvino  al  Nuncio  (4)  (23  Abril  1813),  y  como  replicase  {28  AbriH, 
se  le  extrañó  del  reino  y  le  ocuparon  las  temporalidades. 

Olvidaban  ó  afectaban  ignorar  los  liberales  que  carecían  de  suficiente 
base  de  opinión  pública  para  que  estas  medidas  —  enérgicas  según  ellos, 
tiránicas  según  sus  adversarios —  no  les  costasen  caras.  Las  ideas  liberalei 
iban  cundiendo,  como  declara,  lamentándolo,  el  Filósofo  Rancio  en  una  de  sus 
cartas  particulares  á  loa  que  le  editaban  en  Cádiz  las  Carias  criticas  {5);  pero 
aún  distaban  muchísimo  de  predominar  en  ninguna  clase  social.  Mesonero 
Romanos,  tan  liberal,  lo  declara  sin  ambages:  • . .  .  Estas  ideas  revotucioDarias. 

•  dice,  que  se  proclamaban  en  Madrid  ó  discutían  en  Cádiz  eran  —  (POr  quí 

•  negarlo? — repulsivas  ata  inmensa  mayoría  del  pueblo  español>(G).  Lo  mismo 
reconoce  D.  Modesto  Lafuente,  entusiasta  panegirista  de  las  Cortes  de  Cádir 

■  no  eran,  por  otra  parte  —  escribe, — estas  reformas  administrativas,  ni  otras. 

•  aunque  fuesen  más  radicales,  las  que  más  agriaban  los  ánimos  de  los  ape- 
•gados  al  antiguo  régimen,  que  comstituíaíi  aOh  la  inmensa  mayoría  db  los 

■  espaSoles,  sino  las  que  se  rozaban  con  cosas,  costumbres  y  personas  ecle- 
•siásticas'  (7).  Quizás  el  hecho  de  haber  en  Cádiz  una  fuerte  y  vocin- 
glera masa  de  opinión  entusiasta  del  liberalismo  hizo  creer  á  los  corifeos 
del  partido  que  en  toda  España  sucedía  igual:  no  era  asi,  empero,  y  acredita- 
ron el  engaño  las  elecciones  para  las  Cortes  ordinarias,  en  que  resultaron 
elegidos  por  las  provincias  muchos  más  diputados  antiliberales  que  liberales. 
Quizás  fué  aquél  un  momento  propicio  para  implantar  de  veras  el  régimen 
constitucional  en  España;  si  se  hubiera  dejado  constituir  aquella  mayoría  rea- 
lista, es  seguro  que  habria  suprimido  muchas  cosas  de  las  establecidas  por 
las  Cortes  extraordinarias;  que  no  hubiese  respetado  la  irreformabilidad  por 
ocho  años  de  la  Constitución;  que  hubiese  restablecido  la  Inquisición,  aun- 
que reformándola  mucho  y,  quizás  reduciéndola  á  mero  nombre;  que  habria 
restringido  extraordinariamente  la  libertad  de  imprenta;  pero  casi  seguro, 
probabilísimo  al  menos,  que  el  sistema  parlamentario  habría  perseverado,  y 
que  Fernando  VII  hubiera  gobernado  con  Gobiernos  responsables  sacados 
de  una  mayoría  realista,  como  su  tío  Luis  XVIH  lo  hizo  en  Francia.  Nuestra 
Carta  habría  sido  la  Constitución  de  1812  reformada. 

Sin  embargo,  los  liberales  de  aquel  tiempo  eran  tan  intransigentes  como 

(ij  NacJA  en  Seijlli.  Guardia  mirioa  en  1781.  Eitavo  «a  Su  Vicenlc  j  en  TraTalgu. 
donde  fui  herido.  Ed  la  gnerra  de  la  Independencia  peleó  en  tierra,  siendo  herido  «n  la  bata- 
lla d«  Espinosa.  Liberal  exaltado  y,  como  tal,  hombre  de  toda  la  conGania  del  partido  que 
predominaba  en  lai  Corte). 

(3)  En  esta  lucha  de  los  liberales  con  la  Regencia  de  cinco  paliaron  á  tata  el  mole  de 
ücgemia  dil  QuintüU,  con  el  cual  se  signihcaba  la  poca  capacidad  t  importancia  de  los  Re- 

0)    Reglamento  de  S  de  Abril  de  191}. 

(4)  Don  Pedro  Gravina,  hermano  del  célebre  marino  de  Trafa^r. 
1^)    Viase  el  número  de  Katin  y  fe  arriba  citado. 

|6)    Memeriat  ilt  un  sflinlátt.  Páfi.  76. 

I7)    Historia  dt  EifaíSa.  Parte  3.*  Libro  x.  Capitulo  xxv. 


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HISTORIA   DE  ESFAÍ9A  557 

los  serviles  que  lo  fuesen  más.  EDcerrábanse  en  it  iodo  ó  tiada^  ó,  según  la  fór- 
mula de  la  época,  Constitución,  ó  muerte,  entendiendo  por  Constitución  la  obra 
integra  de  las  Cortes  de  Cádiz.  Asi  mixtiñcaron  las  elecciones,  haciendo  que 
la  Diputación  permanente,  instrumento  suyo,  declarase  diputados  suplentes  de 
los  que  no  hablan  llegado  á  Cádiz  en  el  momento  de  ahrirse  las  Cortes  or- 
dinarias, á  los  que  lo  hablan  sido  de  las  extraordinarias,  y  dificultando  la 
toma  de  posesión  de  los  propietarios.  Tal  fué  el  primer  escamoteo  deliberado 
de  la  voluntad  nacional  por  el  partido  imperante  (l). 


(l)  Latnente  (Lu^r  cila4o,  capitulo  XXVi),  después  de  examiaBr  las  causas,  á  su  juicio, 
de  perder  los  liberales  las  elecciones  generales,  dice:  i<Kué,  pues,  en  el  senlido  de  mantenei  lo 
"hecho  de  suma  ulilidad,  «I  reliaimiento  de  los  naevos  diputados  y  el  reemplazo  por  los  anti- 
»guos  CD  el  lugar  d«  los  que  no  babian  llegado,  ;  sólo  asi  padieron  de  a^ún  modo  eqnilibrair- 
>se  los  partidos  y  evilane,  siquiera  al  pronto,  ver  al  uno  dcsuuir  el  edi£:Ío  leciín  levantado 

L>  bibliografía  de  las  Cortea  de  CidÍ2  es  copiosísima:  Puede  diiidirst  en  oñcial,  Mini- 
oñcial  7  particular  ó  privada.  A  la  primera  pertenecen  la  Cotecdón  de  las  atcríloi  y  órdenti  de 
las  Curies  y  el  Diario  di  Corles;  de  las  primeras  sesiones  no  hay  otra  referencia  que  la  de  To- 
icno  en  su  Historia.  El  5  de  Octubre  de  tSlo  propuso  Oliveros  la  publicacirin  de  an  Pcriédico 
lie  Corles;  el  13  de  Noviembre  se  nombró  redaclor  del  diario  á  Kr.  Jaime  Villanuera,  hermano 
de  D.  Lorenio,  y  oücíbI  mayor  i  (íaliardo,  que  se  habla  ofrecido  á  editarlo  por  su  caenta;  em- 
peló i  publicarse  el  16  de  Diciembre  con  Caijulgrafos:  los  discursos,  sin  embaivo,  están  en  ex- 
tracto. Como  obras  semi-oüciales  pueden  contarse:  Mi  viaje  d  ¡as  Lories,  de  U,  Joaquín  Lo- 
renzo Villanneva,  diario  manuscrito  de  las  sesiones  sscrelas  publicado  por  las  Cortes  (iS5o): 
y  Comen»,  Aiilelogia  di  ¡at  Corles  de  Cádii.  Igoq.  Las  obras  particulares  son  muchísimas, 
Lnque  f  Vicens,  Lai  Corles  erfiaüaJas,  Madrid,  1850;  Kico  y  Amal,  I  Hilaria  polilita  y  parlamen- 
taria de  España,  etc.  De  iSiO  i  13  se  hin  publicado  multitud  de  monografías:  Vergara,  Los  di- 
putados ecUsiásIicús  ítt  tas  Cortes  di  Cádii;  Garcil.  Apuntes  bíagrájicos  sobre  les  diputados  Kuj.- 
iOHO!  de  iSitr,  Rey  Joly,  Leí  dipuladoi  militares  de  lai  Corles  de  Cádíi;  Valle  y  Bircea,  Las  di' 
fiutados  dt  Buenos  Aires  en  iStr,  Péreí  (Dionisio).  Las  Cortes  de  Cddir,  Gómez  Díaz,  Los  ferió- 
ditas  durante  la  p$trra  de  la  independencia;  Riano  de  la  IsiMta,  La  prensa  españoles,  tu  influen- 
cia en  el  génesis,  desartallo  y  finalidad  de  la  Lonsliluciin  de  iSit,  etc.  Quien  más  ba  escrito  so- 
bre la  materia  es  D.  Rafael  M.  de  Labra:  véanse  sus  libios  España  y  Amiriea,  1911:  La  Consti- 
tuáán  de  l8j3.  1890;  Lonsliluciin  de  Cadit  [Conferendaí  en  el  Fomento  de  las  Arles)  1891;  Dis- 
eursús  parlamentarios  lobre  ¡a  conmemoración  di  las  Cortes  de  iSir,  Discurso  conmemoratorio 
díi  24  d;  Stptiembre  de  iSlo  en  elltatrodt  San  Femando;  Estudios  biop  á fieos  ( MuRot  Terre- 
ro, Mfjia).  Para  conocer  el  punto  de  vista  de  los  antiliberales,  nada  mejor,  ademis  de  las  ci- 
tadas Carlas  de  El  Filósofo  Rancio,  que  Apolo/^ia  del  Aliar  y  del  T.oiio.  ó  historia  di  las  reformas 
hechas  en  EspaSa  en  tiempo  de  ¡ai  llamadaí  Corleí,  por  el  P.  Vélez,  Madrid.  1815.  Tiene  agudísi- 
mas observaciones;  v.  gr.,  esta;  «lil  mismo  día  que  se  presentó  et  proyecto  de  libertad  de  im- 
iiprenta  acordaron  las  Cortes  lomar  medidas  eficaces  para  que  no  se  hablase  mal  de  ellas.» 
Mny  útil  también  la  reimpresil^n  y  refutación  del  Manifieslo  de  los  penes,  hecha  por  un  liberal 
(anónimo)  en  l8zo;  en  este  curioso  libro  se  ve  punto  por  punto  lo  que  los  realistas  decían  con- 
tra las  Cortes,  y  lo  <|ue  replicaban  lo*  liberales. 


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XXI 

BLANCOS  Y  NEGROS. -SEPARAaÓN  DE  AMÉRICA 


133.  La  líaccián  de  l3l4.  — 13».  Retrato  y  juicio  crltici 
(úrico  de  su  reÍDado:  fAJ  De  1S14  i  :320.  Polillca  ei 
giones. — Política  y  adminislración:  La  Kracmasonería,  conspiración**. — ("SJEI  trienio  libe- 
ral. Independencia  de  Méjico.  —  (CJ  El  leiror  de  1S24  y  el  despotismo  ilustrado.  Ayacacho, 


133.  —  Constituya rODse  las  Cortes  ordinarias  en  Cádiz  el  25  de  Sep- 
tiembre de  1815.  La  fiebre  amarilla  las  obligó  á  trasladarse  á  la  Isla  de  León 
el  4  de  Octubre  (i);  el  29  de  Noviembre  acordaron  hacerlo  á  Madrid,  donde 
se  instalaron  ei  15  de  Enero  de  1814.  Napoleón  había  abierto  negociaciones 
con  Fernando  VII  (12  Noviembre),  lisonjeándole  la  idea  de  que  devolvién- 
dole el  usurpado  trono,  conseguiría  separar  á  los  españoles  de  los  ingleses, 
y  el  II  de  Diciembre  firmaron  el  duque  de  San  Carlos  y  el  conde  de  La- 
forest  el  Tratado  de  l'ale/tfajr.  El  mismo  duque  de  San  Carlos,  y  después  e! 
heroico  Palafox,  vinieron  á  Madrid  (4  y  10  de  Enero),  comisionados  por  el 
Rey,  para  que  la  Regencia  ratificara  el  tratado.  No  debían  consentirlo  las 
Cortes,  ya  porque  el  Monarca  seguía  cautivo,  ya  porque  el  artículo  i;3  de  la 
Constitución  prescribía  que  basta  que  no  jurara  ésta  no  podía  ejercer  su 
autoridad;  y  no  querían  hacerlo  los  liberales,  aún  mayoría  en  las  Cortes  mer- 
ced al  artificio  de  tas  suplencias,  porque  eí  consentirlo  equivaldría  á  recono- 
cer á  Fernando  como  rey  absoluto.  Tal  era  lo  que  pretendían  los  realis- 
tas, y  así  lo  proclamó  el  diputado  López  Reiva  en  la  sesión  del  3  de  Febrero. 

•  Cuando  nació  —  dijo  —  el  señor  Don  Fernando  VII,  nació  con  un  derecho  á 
>Ia  absoluta  soberanía  de  la  nación  española;  cuando  por  abdicación  de 

•  Carlos  IV  obtuvo  la  Corona,  quedó  en  propiedad  del  ejercicio  absoluto  de 
trey  y  señor.  Luego  que  restituido  á  la  nación  vuelva  á  ocupar  el  trono, 

•  indispensable  es  que  siga  ejerciendo  la  soberanía  absoluta  desde  el  mo- 
>mento  que  pise  la  raya>. 

No  podía  ser  más  inconstitucional  esta  doctrina,  ni  más  opuesta  i  los 
principios  que  el  partido  liberal  babfa  elevado  á  dogmas;  pero  era  en  aquel 
momento  la  popular.  Los  liberales  estaban  por  casi  toda  la  nación  aborreci- 
dos como  impios  y  temidos  como  demagogos.  En  vano  fué  que  trataran  de 
desplegar  la  misma  severidad  que  en  Cádiz:  había  pasado  para  ellos  la  hora  de 
perseguir,  y  sonado  la  de  ser  perseguidos.  Hacíanseles  cargos  itfjustos,  como  á 


D,g,t7cdb/COOgIC 


559 


todo  Gobierno  que  dura  mucho;  v.  gr.,  que  rio  habían  atendido  debidamente 
al  ejército,  que  lo  habían  hecho  maliciosamente  para  prolongar  la  guerra,  y  con 
ella  su  poder,  y  dado  lugar  á  que  no  se  pudiera  expulsar  á  los  invasores  has- 
ta que  lo  hizn  Wellingtoa.  Castaños  se  expresaba  en  este  sentido.  La  Bisbal, 
tenido  por  liberal  desde  que  fué  regente,  conspiraba  con  Mozo  de  Rosales  y 
Gómez  Calderón.  Las  Cortes  y  el  partido  que  las  manejaba  iban  quedando  por 
momentos  absolutamente  aislados  de  la  opinión  pública.  Nadie  les  hacia  caso. 
Todo  el  mundo  tenia  fija  !a  mirada  en  la  frontera,  por  donde  habla  de  apare- 
cer Femando  el  Deseado. 

Salió  éste  de  Valen(,'ay  con  su  tfo  don  Antonio,  su  hermano  don  Carlos, 
el  duque  de  San  Carlos  y  otros  personajes,  todos  del  antiguo  bando  fernan- 
diao,  el  3  de  Febrero.  El  25  pasó  la  frontera,  frente  á  Figueras,  entregándole 
el  general  Souctiet  al  nuestro  Copona  {1),  que  con  el  ejército  de  Cataluña  es- 
perábanle en  nuestro  territorio.  Por  Gerona  y  Mataró  llegó  el  Rey  á  Reus, 
desde  donde  debía  seguir  á  Valencia,  según  el  itinerario  trazado  por  las  Cor- 
tes (decreto  de  z  de  Febrero);  pero  habiendo  recibido  una  exposición  de  Za- 
ragoza para  que  la  visitase,  accedió  á  ello  por  su  propia  autoridad.  Estuvo  en 
Zaragoza  la  Semana  Santa,  y  allf,  como  en  todas  partes,  el  entusiasmo  rayó 
en  delirio.  En  todas  las  poblaciones,  aun  en  las  más  apartadas  de  su  tránsito, 
paseábase  el  retrato  de  Fernando  VI  I ,  cantábanse  Te-Denm  solemnísimos, 
habla  iluminaciones  y  colgaduras,  y,  como  cuenta  Fernán  Caballero  de  Se- 
villa, <las  gentes,  engalanadas,  con  rostros  radiantes  de  alegria,  se  hablaban, 
>se  abrazaban  por  las  calles  sin  conocerle.  .  .  ¡Oh!  Era  una  alegrfa  inmensa, 
>  profunda,  unánime,  eléctrica,  que  hacía  latir  todos  los  corazones,  humedecía 
«todos  los  ojos  y  ponía  en  cada  labio  una  acción  de  gracias  al  Señor  de  los 
«ejércitos.  íFernando  Vil  acababa  de  volver  á  ocupar  el  trono  de  sus  ante- 
>pasados!>  (2). 

Fernando  Vil  era  en  aquel  momento  solemne  verdadero  dueño  y  se- 
ñor de  todos  los  españoles.  jQuién  habla  de  acordarse  entonces  de  que  era  un 
crimen,  según  la  Constitución  jurada,  reconocerle  como  rey  hasta  que  no  la 
jurase  él,  ni  quién  de  poner  al  grito  de  viva  el  Rey  el  adjetivo  constitu- 
cional? Arrastrados  por  e!  entusiasmo  universal,  ó  mejor  dicho,  sintiéndolo 
también  los  liberales,  competían  con  Jos  realistas  en  las  más  ardientes  de- 
mostraciones. La  misma  mayoría  de  las  Cortes  comprendía  instintivamente 
que  estaba  en  manos  del  Rey,  y  trataba  de  ponerse  á  tono  con  la  opinión 
avasalladora,  decretando  que  no  se  nombrase  á  Fernando  en  ningún  docu- 
mento oficial  sino  en  esta  forma:  Femando  el  Aclamado,  ó  que  se  hiciesen 
solemnes  fiestas  en  todos  los  pueblos,  lo  cual  venía  á  ser  como  aquella  receta 
que  daba  Quevedo  para  que  le  siguiesen  á  uno  las  mujeres:  caminar  delante 
de  ellas;  porque  sin  necesidad  ninguna  de  que  lo  mandaran,  y  aun  sin  ente- 
rarse deque  lo  mandaban  las  Cortes,  se  hacía  con  creces.  Tantas,  que  las 
aclamaciones  y  las  fiestas  llevaban  dentro  de  sí,  no  sólo  una  significación 
monárquica,  aino  absolutista. 

(I)  Don  Francisco  Copons  y  Navia,  primer  conde  de  Tarifa.  Nació  en  Mllaga  (17701;  ca- 
dete á  los  catorce  aSoí,  era  coronel  en  Diciembre  de  1S07;  asistid  i  la  bainlla  de  Bailen,  y  en 
iSll  defendió  gloriosa  y  victoriosa  mente  i  Tarifa,  lo  que  le  valJA  la  ¡¡rae  Cruz  de  .San  Feman- 
do, y  en  1836  su  titulo  nobiliario.  Ahora,  como  capitán  general  de  Cataluña,  tenia  el  encar- 
go de  la»  Cortes  de  recibir  al  Rey  y  hacerle  jurar  la  Constitucirtn.  El  intentar  lo  inundo  fué 
cansa  de  que,  aunque  se  le  concediera  la  gran  Crui  de  Carlos  III,  quedara  de  cuartel  hasta 
1S30.  Muría  eD  Madrid  el  iS  de  Septiembre  de  134Z,  y  en  1858  se  publicaron  Afemori.is  de  hs 
oUbs  ác  1S14  y  tS.O  al  14.  escritas  por  íl  Iniienlt  geníral  Exemo.  Sr.  D.  Francisco  de  Cofiom  y 
íJtti'iíi.  Las  publica  y  tas  entrega  a  la  Historia  su  hijo  I).  Francisco  de  Lopons  l^aviay  Asprer, 
íoronel  rlc  Cahalltría. 

¡,a)     Elia,  ó  la  España  treinta  años  ha. 


,,CoogIc 


56o  HISTORIA  DE  ESFAÜA 

De  Zaragoza  encamiaóse  el  Key  á  Valencia.  En  Daroca  celebraron  con 
él  una  especie  de  Consejo  los  personajes  que  le  acompañaban  (i  i  Abñl):  el 
duque  de  San  Carlos  (i)  y  el  conde  del  Montijo  opinaron  por  prescindir  en 
absoluto  de  la  Constitución;  Palafox,  por  que  la  jurara  el  Rey;  el  duque  de 
Osuna  se  manifestó  indeciso,  y  el  de  Frías,  que  debia  de  ser  jurada  la  L^onsti- 
tución,  pero  con  la  reserva  explícita  de  introducir  las  reformas  que  parecieran 
necesarias.  En  Segorbe  (15  Abñl)  hubo  nueva  junta,  y  en  ella  el  duque  del 
Infantado  dijo:  «Hay  tres  caminos:  jurar,  no  jurar,  y  jurar  con  restricciones». 
Examinó  los  inconvenientes  de  cada  solución,  dejando  traslucir  que  se  incli- 
naba á  la  tercera;  pero  Gómez  Labrador  dijo:  «Nada  de  jurar;  lo  que  hay  que 
>hacer  es  meter  en  un  puño  á  los  liberales-.  El  lú  llegó  el  Rey  á  Valencia, 
donde  tuvo  un  recibimiento  delirante  y  francamente  anticonstitucional.  Pu- 
blicábase allí  un  periódico  titulado  Lucimfo  ó  Ftrnatniino,  realista  rabioso  (2), 
y  acudieron  á  felicitar  al  Rey  y  unirse  á  su  comitiva  los  ex-regentes  Pérez 
Villamil  y  Lardizábal,  que  no  habían  de  hablarle  en  sentido  liberal,  y  el  dipu- 
tado Mozo  Rosales,  portador  de  la  representación  de  los  persas  (3),  ó  sea  el  «Ma- 
>niñesto  que  al  señor  Don  Fernando  Vil  hacen  en  12  de  Abril  de  1814  los 
»que  suscriben,  como  diputados  en  las  actuales  Cortes  ordinarias,  de  su  opí- 

•  nión  acerca  de  la  soberana  autoridad,  ilegitimidad  con  que  se  ha  eludido  la 

•  antigua  Constitución  española,  mérito  de  ésta,  nulidad  de  la  nueva  y  de 
>cuantas  disposiciones  dieron  las  llamadas  Cortes  generales  y  extraordina- 
>nas  de  Cádiz,  violenta  opresión  con  que  ios  legiiimos  representantes  de  la 

•  nación  están  en  Madrid  impedidos  de  manifestar  y  sostener  su  voto,  defcn- 

•  der  los  derechos  del  monarca  y  el  bien  de  su  patria,  indicando  el  lemedio 
»que  creen  opoituno^  (4), 

Tan  largo  título  expresa  todo  el  contenido  del  documento,  suscrito  por 
{'19  diputados,  y  que  era  un  examen  histórico- crítico  de  cuanto  habían  hecho 
los  liberales  desde  1810,  en  que  todo  se  censura  á  bulto,  lo  mismo  el  ha- 
berse arrogado  las  Cortes  la  plenitud  de  la  soberanía,  que  el  haber  creado  la 
cruz  de  San  Fernando;  igual  las  injustas  persecuciones  contra  el  obispo  de 
Orense,  que  el  haber  querido  redimir  á  los  indios  de  América  de  las  inicuas 
cargas  que  la  codicia  de  los  conquistadores  y  explotadores  de  las  colonias  les 
habían  echado  encima,  y  se  contaban  como  desacatos  á  la  majestad  cosas 
tan  pueriles  como  poner  desnudo  el  busto  del  Rey  en  las  monedas,  y  no 


.      .         „  ,ue  de  Lari,  duque  de  Sao  Carioi, 

,    .  a  peruano;  nadó  en  Urna  (1771),  donde  recibió  «smeíada 

edacación  — lenia  el  lllulo  de  Maestro  en  Aries  por  la  Universidad  de  San  Marcos.—  t  iogre- 
s6  en  el  ejército.  Se  dice  oue  por  cuestiones  con  el  Tiirey  Ama!,  lan  famoso  en  la  hislofia 
anecdótica  del  Perú.  Iiasladó  su  residencia  á  la  Peninsula.  Tomó  brillante  participación  en  la 
guerra  de  1791-94.  Va  mariscal  decampo,  í\¡t  ajo  del  Principe  de  Asturias  [1798^  y  pronto  se 
le  reconoció  por  c.ibeía  de  la  que  Unmaba  tiodoy  /ikcHh  /írnam/itia,  por  lo  cual,  j  pata  ate- 
jatle  de  Palacio,  se  le  mandó  de  virrey  i  Navarra  en  1S07.  CuandQ  la  causa  de  El  ^corial  Cné 
preso  y  condenado  il  dellierro.  En  Mario  de  iSjS,  nombrado  mayordomo  mayor  j  consejero, 
acompañó  al  Rey  en  su  cautiverio,  y  fui  quieii  entregó  el  pasaporte  á  Femando  Vil  para  toI- 
ver  á  España;  en  este  acto  recibió  el  Toisón  de  Oro,  con  la  circunstancia  de  darle  el  Rey  el 
que  usaba  £1.  El  3  de  Mayo  de  1814  fui  nombrado  Secretario  ó  Ministro  de  la  Guerra  J  encar- 
gado de  todas  las  Secretarías  interinamente;  es  decir,  Ministro  universal.  En  1S15  lué  de  em- 
bajador i  Londres,  en  1S16  á  Viena.  y  en  1821  i  París.  Vivió  hasta  iSaS. 

|ll     1,0  escribía  un  empleado  de  Hacienda  llamado  D.  Juslo  Pastor  Pérei. 

ii)  Asi  la  apodaran  los  liberales  por  empezar:  ■Señor;  Era  coitombre  en  los  anti- 
»gil09  persas  pasar  cinco  días  en  nnarqula  después  del  lallecimiento  de  su  rey,  á  fin  de  qac  la 
»experíeDcia  de  los  asesinatos,  robos  y  otras  desgracias  les  obligase  á  ser  mit  fieles  f  »a  sncc- 
»sor.  Para  serlo  Espafla  í  V.  M.  no  necesitaba  igual  ensayo  en  los  seis  años  de  su  caatÍTi- 
dad...>:,flc. 


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HISTORIA   DE  ESPAÑA  56! 

con  las  armaduras  arcaicas  y  ud  poco  ridiculas  que  se  usabas  antes.  Los  li- 
berales hablan  querido  hacer  de  la  Coustitución  un  Código  sagrado;  los  per- 
sas intentaban  ahora  convencer  á  las  gentes  de  que  «la  monarquía  absoluta 
>es  una  obra  de  la  razón  y  de  la  inteligencia,  subordinada  á  la  ley  divina,  á 
>Ia  justicia  y  á  las  reglas  fundamentales  del  Estado;  que  <)os  más  sabios 

•  políticos  han  preferido  la  monarquía  absoluta  á  todo  otro  gobiemo»;  que 
«en  un  gobierno  absoluto  las  personas  son  libres,  y  la  propiedad  de  los  bie- 
>nes  tan  legitima  é  inviolable,  que  subsiste  aun  contra  el  soberano,  que 
'aprueba  el  ser  compelido  ante  los  Tribunales  y  que  su  mismo  Consejo  ded- 
ada en  las  pretensiones  que  tienen  contra  ¿I  sus  vasallos».  Los  persas  re- 
conocían, sin  embargo,  la  conveniencia  de  las  Cortes;  pero  como  en  la  Edad 
Media,  «hasta  el  tiempo  de  la  monarquía  austríaca,  en  que  empezó  el  abuso 

•  y  arbitrariedad  de  los  ministros  y  á  decaer  la  autoridad  de  las  Cortes,  co- 

■  menzando  también  con  esto  á  decaer  la  monarquía*.  Con  este  idealismo  de 
las  Cortes  de  Castilla  y  Aragón,  harto  más  difícil  de  realizar  que  aclimatar 
las  modernas,  unían  los  diputados  firmantes  del  manifestó  una  malquerencia 
absurda  contra  lo  más  fundamentalmente  bueno  que  habían  hecho  las  Cortes 
de  Cádiz,  ó  sea  la  igualdad  civil.  Para  ellos  era  un  mal  <la  igualdad  de  dere- 
tchos  de  los  españoles  con  los  vasallos  ultramarinos>;  «ta  habilitación  á  los 
•españoles  oriundos  de  África  para  ser  admitidos  á  tas  matriculas  y  grados 
>de  las  Universidades,  ser  alumnos  de  seminarios,  etc.>;  «la  admisión  de  ca- 

•  detes  sin  pruebas  de  Nobleza>,  y  hasta  que  se  diesen  cruces  k  tos  soldados  y 
toMtbores  (i).  Se  puede  afirmar  que,  asi  como  los  liberales,  hiriendo  el  senti- 
miento religioso,  hicieron  contra  su  propia  causa  más  que  todos  los  rea- 
listas juntos,  los  realistas  de  1814,  hiriendo  el  sentimiento  de  la  dignidad  per- 
sonal y  de  la  igualdad  civil,  innato  en  el  hombre,  pero  desarrolladísimo  en 
el  siglo  XIX,  hicieron  más  por  el  liberalismo  que  todos  los  liberales  de  la 
época. 

Por  lo  pronto,  los  realistas  podían  cometer  todos  los  desaciertos  sin 
comprometer  su  triunfo.  Era  éste  seguro  é  inevitable.  El  capitán  general 
de  Valencia,  D.  Francisco  Javier  Ello,  que  ya  en  su  primera  presentación 
al  Rey  había  pronunciado  entusiastas  palabras  de  adhesión  al  antiguo  ré- 
gimen y  exhalado  amainas  quejas  contra  las  Cortes,  en  la  tarde  del  17  de 
Abril  llevó  á  Palacio  á  todos  los  oñciales  de  la  guarnición,  y  delante  de  Su 
Majestad  les  dijo:  iJuran  ustedes  sostener  al  Rey  en  la  plenitud  de  sus  derechos} 
Sí,  Juramos,  contestaron  todos.  El  4  de  Mayo  firmó  Fernando  VII  el  mani- 
fiesío  de  V<üenda,  escrito,  según  se  cree,  por  Pérez  Villamil  y  Gómez  La- 
brador, en  que  con  protestas  como  éstas;   «aborrezco  y  detesto  el  despo- 

■  tisrno;  ni  las  luces  y  cultura  de  las  naciones  de  Europa  lo  sufren  ya,  ni 

•  en  España  fueron  déspotas  jamás  sus  reyes,  ni  sus  buenas  leyes  y  Cons- 
titución lo  han  autorizado*,  se  derivaba  toda  la  obra  de  las  Cortes,  de- 
clarando nulos  sus  actos,  como  si  «o  hubiesen  pasado  jamás  j>  se  quitasen 
de  en  medio  del  tiempo.  Las  Cortes  no  encontraron  defensores  en  aquel  mo- 
mento ni  en  el  pueblo  ni  en  el  ejército.  Hasta  lo  último  mantuvo  la  mayoría 
liberal  su   intransigencia.  En  la  sesión  del  6  de  Mayo,  Martínez  de  la 


(i)  y  aún  aüade  el  manifiesto  ana  cliasola  ofeniiva  al  pundonor  del  estado  llano;  cen- 
(UTB  el  <i^eaeTa]luU'  uta  clase  de  premios  aan  al  qae  mii%  lo  desea  de  otra  natuiBleiau,  es  decir, 
pecatttano.  Ea  la  idea  que  Lope  de  Vega  pone  en  labios  de  Carlos  V  en  £/  -ualUnli  Césptdií 
al  ordenar  que  fueran  recompensados  los  soldados  que  pasaron  el  Elba:  Dad  á  ¡os  ttchíts  oficia, 
j  á  ¡ot  gut  no,  cubrid  dt  ira.  En  la  ípoca  de  Carloa  V  y  de  Lope  de  Vega  era  explicable,  por- 
que la  prtocufaciSn  neii/iaria  lo  llenaba  todo,  aun  la  mente  de  los  plebeyos.  En  1814  era  una 
torpeza  inieniala  j  un  agravio  injusifsimo. 

Salcedo,  tllSTOnrA  DE  ESPAÑA  36 


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562  HISTORIA   DE  ESPASa 

Rosa  (i)  proponía  coa  aplauso  de  todos  sus  corre  ligio  nanos  que  <et  diputa- 
do que,  contra  lo  prevenido  en  el  articulo  375  de  la  Constitución,  proponga 
alguna  alteración  en  ella  ó  en  alguno  de  sus  artículos  basta  pasados  ocho 
años  de  haberse  puesto  en  práctica,  sea  declarado  traidor  y  condenado 
á  muerto.  £1  capitán  general  de  Castilla  la  Nueva,  D.  Francisco  Ramón 
de  Eguia  y  Latorre  (2),  disolvió  las  Cortes  y  puso  presos  á  los  principales 
liberales  (1 1  de  Mayo),  secundándole  el  mismo  Presidente,  que  era  realista  (3). 
A  la  mañana  siguiente  el  pueblo  bajo  de  Madrid  (4),  excitado,  según  se 
cree,  por  el  conde  del  Montijo,  rompió  tumultuariamente  la  lápida  de  la 
Constitución  puesta  en  la  Plaza  Mayor,  arrastró  por  las  calles  la  estatua  de  la 
Libertad  que  estaba  en  el  salón  de  las  Cortes,  y  hasta  intentó  allanar  las 
cárceles  y  apoderarse  de  los  liberales  presos.  El  1 3  de  Mayo  hizo  Fernan- 
do VII  su  entrada  solemne  con  un  entusiasmo  en  el  recibimiento  que  parecía 
locura.  ¡Cuántos  pensarían:  la  Constitución  y  el  liberalismo  se  han  hundido 
en  Espaiía  para  siempre!,.,  [Para  siemprel...  ¡Con  qué  Tacilidad  se  pronuncia 
esta  palabra,  y  cómo  viene  hartas  veces  á  desmentirla  el  tiempo! 

134.— Cuando  Fernando  VII  volvió  al  trono  de  sus  mayores  aún  no  ha- 
bfa  cumphdo  los  treinta  años  (5),  pero  representaba  más  edad,  efecto,  sin 
duda,  de  su  color  cetrino  ó  de  las  muchas  enfermedades  que  padeció  desde 
la  niñez;  la  gota  afligía  su  juventud,  y  en  Valencia,  de  camino  para  Madrid, 
habla  tenido  un  agudo  ataque.  Era  de  mediana  estatura,  pero  de  apariencia 
robusta,  y  de  uniforme,  sobre  todo  á  caballo,  parecía  muy  bien.  Tenía  la  cara 
larga,  y  pronunciadísimas  las  facciones,  especialmente  las  narices,  que  le  va- 
lieron el  apodo  de  Narizotas  con  que  trataron  de  ridiculizarle  sus  enemi- 
gos; mas  'á  pesar  de  que  su  figura  no  habla  sido  muy  favorecida  por  la  Natu- 
>raleza,  su  presencia  era  siempre  agradable,  porque  reunía  á  su  amable  tra- 
>to  una  gracia  nada  común  que  hacíalo  querido  de  las  damas>  (ó).  Contri- 
bula  seguramente  á  su  atractivo  la  viveza  y  movilidad  de  su  fisonomía  y 
gestos,  desesperación,  según  Quin  (7),  de  sus  retratistas,  la  llaneza  de  su  ca- 
rácter, su  aversión  á  la  etiqueta  y  la  gracia  zumbona  y  satírica  de  su  conver- 
sación. A  su  vuelta  de  Francia  suprimió  casi  todo  el  ceremonia!  palatino:  ya 
no  tuvo  cada  persona  real  su  mesa  aparte,  sino  que  en  Palacio  se  córala  en 
familia,  como  en  una  casa  particular,  y  siempre  con  convidados;  daba  reunió^ 


())  Don  Francisco  Martínez  de  U  Rosa  nació  en  Granada  el  10  de  Marzo  de  17S7.  A  los 
veinte  años  terminó  la  carrera  de  Leyes  con  extraordinario  lucimienlo,  y  uniendo  i  ella  ana 
vasta  cultura  general^  sabía  muy  bien  el  latfn.  y  de  idiomas  modernos,  el  iagifs,  el  italjano  jr  el 
fraccés,  el  dllimo  con  lan  tara  perfección,  que  en  París  mismo  no  se  le  notaba  acento  extran- 
jero. Uanó  por  oposición  la  cátedra  de  Fiíosoria  moral  en  la  Universidad  de  Granadii,  y  al  es- 
tallar la  guerra  de  la  Independencia  hizo  de  tu  cátedra  tribuna  pitiíólica,  dedicándose  también 
i  escribir  en  periódicos  y  á  publicar  poesías;  de  tS09  es  el  canto  A  la  dtfensa  di  Zaragoia.  Por 
Taita  de  edad  no  fat  ele^do  diputado  para  las  Coiiet  fxirdordinañas;  pero  si  para  las  ordina- 
rias, donde  pronto  se  hizo  el  primer  lugar  por  su  elocuencia.  En  este  periodo  era  de  ideas 
exaltadísimas. 


Nació  en  Bilbao  (5  Mano  1750).  Hiio  la  expedición  de  Argel  (l775)  y  guerras  de  la 

'■■^■'  -■-'"---'",„  (lygj  -gs),  Portugal  (1801)  y  la  déla  Independencia.  No  consintió 

modo  que  como  era  moda  eo  tiempo  de  Carlos  III,  y  de  aquf  le  vina 


el  apodo  de  CoUlilla,  con  que  era  conocido  universalmente. 

(3'1    Don  Antonio  Joaquín  Pf  rez,  americano,  diputado  por  la  Puebla  de  los  Angeles. 

(4)  Los  historiadores  liberales,  como  Toreno  y  Laraenle,  Cuando  se  trata  de  nn  movi- 
miento popular  conforme  con  sus  ideas,  llaman  al  pueblo  bajo  pueblo  á  secas,  j  cuando  el 
movimiento  es  antiliberal,  le  Wtxata  pUbf.  Los  realistas,  al  contrario. 

IS)     Habla  nacido  en  El  Escorial  el  14  de  Octubre  de  1784, 

(b)  Fernández  de  Córdoba:  Mis  M/morias  intima!,  tomo  I,  pág,  69.  Mesonero  Romanos 
dice  lo  mismo. 

(7)  Memorias  hisióricns  ¡obre  Femando  VIJ,  por  Michael  J.  Quin.  (Traducidas  al  caste- 
llano por  D.  Joaquín  García  J i mtnei). 


,,CoogIc 


HISTORIA  DE  ESPAtlA 


Femando  VII 

(Cuadre  di  Coya). 

nes  en  su  cámara,  con  conciertos  y  toda  clase  de  diversiones  de  sociedad,  á 
\í  sazón  en  uso;  salía  á  paseo  en  berlina,  con  un  solo  individuo  de  acompafia- 
mientu  y  sin  escolta;  en  las  audiencias  particulares,  aun  de  los  que  iban  á 
Palacio  por  primera  vez,  recibía  sentado  en  un  sofá,  y  fumando  siempre;  en 
la  audiencia  pública,  que  daba  diariamente,  todo  el  mundo  tenia  acceso  á  la 
real  cámara,  viéndose  allí  hasta  pordioseros,  y  oía,  no  sólo  pacientemente, 
sino  muy  interesado,  cuanto  le  contaban,  tomando  notas  con  sus  secretarios 
de  los  memoriales  que  le  entregaban  (i).  Mucho  más  difícil  ha  sido  des- 


(■).   Viaiue  lis  obrai  dtidaí,  j  mdemis  Blaqnierc:  Ltltres  tur  CEspapie,  iSlt. 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


564  HISTORIA  DE  ESPAÑA 

puéSi  escribía  el  general  Córdoba,  hacerse  oir,  no  ya  de  un  ministro,  sino  de 
cualquier  fuDcionario,  que  en  el  reinado  de  Fernanclo  Vil  del  monarca,  y  los 
que  acudían  á  él  estaban  seguros  de  ser  atendidos  si  su  pretensión  ó  queja 
parecían  justas  á  S.  M.  Un  vendedor  de  agua  acudió  á  querellarse  contra  el 
corregidor  de  Madrid,  que  le  habfa  hecho  quitar  su  puesto  en  la  plaza  de 
Oriente;  el  Rey  le  oyó  en  la  escalera  de  Palacio,  y  mandó  que  volviese  á  po- 
nerlo con  un  letrero  sobre  los  cántaros  que  decía:  Aguí  se  vemü  agua  (U  real 
orden  (i).  En  un  baile  de  máscaras  de  sociedad  (1832)  á  que  concurría  la 
mejor  de  Madrid,  empezando  por  los  infantes  D.  Francisco  de  Paula  y  doña 
Luisa  Carlota,  se  presentó  el  actor  Valero  vestido  de  frac  y  con  la  cara  des- 
cubierta, y  fué  tan  mal  recibido  por  aquella  aristocrática  concurrencia,  que 
tuvo  que  salirse  abrumado  por  las  descortesías  de  que  le  hicieron  víctima; 
pero,  no  conformándose,  corrió  al  teatro  del  Principe  donde  estaban  los  re- 
yes, entró  en  el  palco,  y  expuso  al  monarca  lo  sucedido.  Fernando  Vil  llamó 
al  corregidor,  ordenándole  que  arreglase  aquello  inmediatamente  á  satisfac- 
ción completa  del  actor,  y  el  corregidor  anduvo  aquella  noche  de  casa  en 
casa  de  los  de  la  Junta  directiva  de  la  Sociedad  preparándolo  todo  para  que 
Valero  fuese  convidado  á  otro  baile,  como  se  hizo,  y  en  el  cual  se  presentó  el 
agraviado  con  el  mismo  traje  que  antes,  á  recibir  el  forzado  homenaje  de  los 
que  habían  querido  humillarle  (2]. 

Del  humor  chancero  y  satírico  de  Fernando  VII  quedan  múltiples  ejem- 
plos. La  Universidad  de  Alcalá  conñrió  el  grado  de  Doctor  al  infante  D.  An- 
tonio Pascual,  tan  conocido  por  sus  simplicidades,  y  Fernando  VII  ya  no  le 
llamaba,  aun  delante  de  gente  extraña,  sino  mi  tío  el  doctor  (i).  Mesonero 
Romanos  encontró  diñcuitades  para  publicar  su  Manual  de  Madrid,  dimana- 
das, no  del  rigor  de  la  censura,  sino  de  ia  malquerencia  personal  de  un  es- 
cribano del  Consejo  de  Castilla.  Deshecha  la  intriga  y  publicada  la  obra,  fué 
recibido  en  audienda  particular  por  el  Key,  que  <hallibase  á  la  sazón  ves- 
»tido  con  harta  sencilleii  pantalón  y  chaqueta  redonda,  de  Mahón,  sentado 
>at  lado  de  una  mesa».  Fernando  Vil  hojeó  el  libro,  y  dijo  á  su  joven  autor: 
<Me  parece  muy  bien  y  muy  útil.  Ya  sé  que  has  tenido  algunas  triquitíuelas 
>Con  los  golillas;  son  mala  gente»  (4). 

Del  carácter  moral  de  Fernando  VII  no  es  fácil  formar  un  juicio  exacto 
é  imparcial:  los  escritores  liberales,  directores  de  la  opinión  en  el  período 
posterior  á  su  paso  por  el  mundo,  lo  han  pintado  como  un  monstruo,  no  sólo 
abominable  tirano,  sino  malísima  persona  en  todas  las  relaciones  de  la  vida; 
y  los  escritores  realistas  han  admitido  ese  retrato,  y  aun  algunos  recargan  las 
tintas  de  ciertas  partes  de  su  figura.  Es  raro  hallar  una  pluma  medianamente 
benévola,  como  la  de  Aparisi  Guijarro,  que  escribió:  'Feniando  VI!  no  fué 
>nn  gran  rey;  pero  los  tiempos  eran  arduos,  y  tas  circunstancias  temero- 
>$as>  (5).  Más  raro,  una  defensa  de  Fernando  VII  por  el  aspecto  de  rey  demó- 
crata ó  amante  del  pueblo,  como  la  reciente  de  Antón  del  Olmet  (6).  Bien  es 
cierto  que  el  libro  del  marqués  de  Dos  Fuentes  ha  venido  en  son  de  protes- 

(1)    Meianero  Romanos.  MciHoñai,  pig.  3S9. 

(2}    ídem,  pág.  387. 

(31  £s  célebre  »u  detpedida  del  Consejo  de  Castilla  al  marchar  i  Franna  en  Maro 
de  lSc£:  Adiii,  siñertí,  iaila  íI  valle  áe  yosafal.  ¡Dios  ne¡  la  lUpart  Auenal  Y  no  meaos  lo  qae 
'*'  >  á  un  embajador  en  1S14,  cuando  recibió  el  titulo  de  almirante,  i  la  vez  que  D.  Carlos 
Isidro  el  de  aeoeraldimo:  A  mi  por  a/^a  y  á  mi  soiriHO  fiar  licrra,  guí  no¡  CHlrm.  Mart6 
lo  Abril  1817)  de  una  pulmonía,  á  los  lesenia  y  un  aíios  de  edad. 

{4)    Memorial,  pie.  369. 

(si     La  Retlauractón,  1874- 

(6)  Don  Fernando  Antón  del  Olmet,  msrqufs  de  Doi  Fuentes:  Bl  tiurfo  diplemátiíf 
ifiaüol  en  la  guerra  de  la  tnátpenditiíia. 


dijo  á 
UA-M 


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HISTORIA.   DE  ESPAÍlA  565 

ta  contra  los  muchos  y  eruditos  trabajos  de  Pérez  de  Guzmán,  en  que  se 
nos  presenta  ud  Femando  VII,  hijo  perverso,  afligiendo  la  ancianidad  glorio- 
sa del  buentsimo  Carlos  IV,  de  la  santa  María  Luisa,  y  sobre  todo  de  apul 
pobreciio  Godoy,  ministro  de  genio,  que  por  culpa  de  Fernando  'j  ác  la  facción 
fernandina  no  pudo  hacer  de  España  una  potencia  de  primer  orden. 

La  pasión  de  los  liberales  contra  el  rey  que  no  se  dejó  manejar  por  ellos 
y  que  los  persiguió  implacablemente,  es  humana,  naturalfsima.  Lo  mismo  la 
de  tos  realistas;  porque,  aparte  de  que  también  acreditó  que  tampoco  le  sa- 
tisfacía el  papel  de  mero  instrumento  de  su  partido,  él  fué  quien  á  la  postre, 
quitando  la  herencia  del  trono  á  su  hermano  D.  Carlos,  les  quitó  el  Poder 
para  siempre.  Y  hay  que  convenir  en  que  las  ciTcunstandas  de  su  vida  fueron 
las  más  á  propósito  para  dar  asidero  al  encono  de  unos  y  otros  y  colorear 
de  severidad  moral  las  invenciones  del  odio.  El  historiador  que  aspire  á  me- 
recer este  titulo,  y  no  el  de  escritor  de  partido,  tiene  que  prescindir  de  las 
declamaciones  tendenciosas  y  de  las  interpretaciones  apasionadas,  fijarse 
sólo  en  los  hechos  probados,  y  deducir  de  ellos  lo  que  la  lógica  y  el  buen 
sentido  prescriben,  juzgando  á  Fernando  VII  con  la  frialdad  y  serenidad 
propias  de  ta  Historia,  como  si  fuese  un  rey  de  la  Edad  Media. 

Resalta  desde  luego  en  su  figura  moral  un  defecto  grave,  impropio  é  in- 
digno de  su  elevada  posición:  era  cobarde.  Ya  de  niño  lo  demostró  llorando 
como  un  berraco  en  el  puerto  de  Cádiz  y  temblando  de  miedo  ante  la  pers- 
pectiva de  embarcarse  en  la  escuadra,  por  lo  cual  su  padre,  aunque  tan  bon- 
dadoso, hubo  de  reprenderle  con  severidad.  De  hombre,  siempre  que  se  le 
presentaroa  circunstancias  en  que  veía  claro  un  peligro  personal,  se  descon- 
certaba. No  tenía  ni  asomos  de  vocación  de  mártir.  Se  te  ha  hecho  un  cargo 
de  su  oposición  y  aun  conjuraciones  contra  Godoy.  jQué  hijo,  al  no  carecer 
en  absoluto  de  sentido  moral  y  decoro,  no  se  hubiese  revuelto  contra  Godoy 
una  vez  enterado  del  ignominioso  papel  que  representaba  en  su  casa?  jQué 
príncipe  no  hubiese  procurado  volver  por  la  d^nidad  de  la  Corona  y  por  la 
honra  de  la  dinastía,  mancillada  por  aquel  advenedizo  apoyado  en  la  incon- 
cebible locura  de  la  Reina?  La  Historia  hubiese  absuelto  á  Fernando  VII  si, 
como  Sancho  el  Bravo,  se  hubiese  alzado  con  el  reino,  dando  á  sus  padres 
un  cómodo  retiro  en  que  hubieran  dejado  de  poner  en  ridiculo  á  la  nación,  y 
al  favorito,  el  merecido  castigo.  El  cargo  que  se  debe  hacer  al  príncipe  de 
Asturias  es  por  su  falta  de  resolución  y  energía,  y  por  el  miedo  que  se  apo- 
deraba de  él  cuando  su  mamá  y  el  favorito  enterábanse  de  sus  pasos  y  con- 
versaciones. Entonces  se  prestaba  á  todo,  besaba  la  mano  de  Godoy  y,  ate- 
rrado, llegaba  á  la  feísima  acción  de  delatar  á  sus  cómplices;  es  decir,  á  sus 
amigos  y  ñeles  servidores.  Temía  realmente  que  pudieran  llegar  á  matarle 
su  madre  y  el  valido. 

Del  miedo  á  Godoy  pasó  súbitamente  Fernando  VII  al  miedo  á  Napo- 
león. En  Valen^ay  el  espectro  del  duque  de  Enghien  no  se  apartó  ni  un  mo- 
mento de  su  aterrada  imaginación.  Temía— y  no  era  este  un  temor  pueril  — 
que  Napoleón  lo  haría  fusilar  en  cuanto  lo  creyese  conveniente  á  su  política. 
¿No  iba  él  á  firmar  todas  las  cartas  del  imperial  secuestrador  que  te  presenta ' 
ba  Talleyrand  ya  escritas,  ó  á  escribir  las  que  éste  le  indicaba,  y  que  no  te- 
nían otro  objeto  sino  desacreditarle  publicándolas  en  El  iionitor  y  en  la  Ga- 
ceta, de  Madrid?  (i).  Se  libertó  al  ñn  de  Napoleón;  pero  fué  para  caer  en  el 

lO  qae  le  h>  hecho  Ik  crlticm  d*  Feí- 


D,g,t7cdb/COOgIC 


566  HISTORIA  DI  ESPAÑA 

miedo  que  se  le  inspiró  diestnunente  i  los  liberales.  Se  le  hizo  creer  duran- 
te la  época  constitucional  que  en  Cádiz,  y  en  una  reunión  tenida  en  el  céle- 
bre café  de  Apolo,  donde  se  reunían  los  liberales  más  exaltados,  haUa  sido 
condenado  á  muerte.  Quizás  fuera  esto  un  infundio;  pero  no  lo  fué  que  del 
20  al  23  los  que  asesinaron  al  cura  de  Tamajón  en  Madrid  y  al  general  Elfo 
en  Valencia  eran  capaces  de  reproducir  la  tragedia  de  Luis  XVI;  y  Keman- 
do,  que  en  Valen^ay  sólo  pensaba  en  el  duque  de  Enghien,  durante  el  trie- 
nio tenía  siempre  en  la  mente  á  su  tio  el  rey  de  Francia.  Tuvo  en  aquellos 
tres  años  ocasiones  sobradas  para  reconquistar  el  Poder  por  si  mismo,  sin 
necesidad  de  que  viniesen  los  100.000  hijos  de  San  Luis,  especialmente 
cuando  la  revista  que  pasó  á  la  Guardia  Real  en  Mayo  de  1821,  al  día  si- 
guiente del  asesinato  de  D.  Matías  Vinuesa.  <Todo  el  mundo  creyó  en  Ma- 

•  drid  después  de  la  revista  que  el  Rey  habla  dado  el  primer  paso  para  re- 

•  coger  las  riendas  del  gobierno  y  refrenar  la  anarquía,  castigando  severa- 
>mente  el  crimen;  pero  se  engañaron»  (i).  Á  S.  M,  le  faltó,  como  siempre,  el 
valor  personal  en  el  momento  critico. 

Y  fué  lastimosa  esta  falta  de  ánimo,  porque  deslustró  muchas  bue- 
nas cualidades  que  tenía  Fernando  VII,  y  engendróle  otra  aún  más  fea  que 
la  misma  cobardía:  tal  fué  la  doblez  con  que  trataba  á  las  gentes,  según  que 
se  veía  en  poder  de  ellas  ó  dominándolas,  su  maestría  para  engañar  con  las 
apariencias  de  la  más  franca  cordialidad.  Felipe  II  mostrábase  afable,  pero 
severo,  serio,  hablaba  poco  y  muy  bajo,  y  así  ninguno  podía  luego  llamarse  á 
engaño  si  cafa  sobre  él  la  real  indignación;  Fernando  VH  acariciaba  á  los  que 
aborrecía,  daba  un  buen  cigarro  habano  y  decía  unas  cuantas  chirigotas  al 
ministro  que  ya  tenía  depuesto,  y  hasta  condenado  á  destierro  ó  prisión. 
(Cómo  no  había  de  hacerse  antipático  á  sus  víctimasi*  (Cómo  no  habían  da 
hallar  sus  enemigos  pretextos  ó  motivos  para  desacreditarle  ante  la  poste- 
ridad? 

Y  era  lástima,  repelimos,  porque  cualidades  excelentes  habla  en  el.  Era, 
en  primer  lugar,  un  hombre  listo,  de  viva  comprensión  que  contrasta,  no  ya 
con  la  imbecilidad  de  su  padre,  sino  con  la  cortedad  de  entendimiento  de  su 
abuelo  Carlos  III  y  la  todavía  mayor  de  su  tío  Fernando  VI,  Con  Fernan- 
do Vil  recobra  la  augusta  estirpe  de  ios  fiorbones  algo  de  la  agudeza  de  su 
fundador  Enrique  IV.  Carlos  IV  tomaba  rapé,  cazaba  y  dejaba  que  goberna- 
se Manuel;  su  hijo  fumaba,  leía,  admiraba  los  bellos  cuadros  y  las  estatuas 
hermosas,  conversaba  con  chispa  y  se  ocupaba  en  los  negocios  de  Estado, 
descendiendo  hasta  los  detalles  más  nimios  de  la  Administración.  Entusias- 
mábanle las  Bellas  Artes,  siendo  esto  quizás  lo  único  bueno  que  heredó  de  su 
madre  (2).  «Lo  demostró  en  su  perseverancia  en  fundar  y  sostener  con  enor- 
>mes  sacriñcios  y  á  expensas  de  sus  propios  palacios  el  magnífíco  Museo 
>del  Prado;  favorecía  grandemente  á  los  distinguidos  pintores  de  Cámara 

•  don  Vicente  López,  D,  José  Madrazo  y  D.  Juan  Rivera  y  á  sus  hijos  res- 

•  pectivos;  encargaba  obras  de  arte  á  otros,  y  en  los  últimos  días  de  su  exis- 

•  tencia  acudía  trémulo  y  fatigoso  á  la  solemne  repartición  de  premios  de  la 

•  Real  Academia  de  San  Fernando  . .  .  No  contento  con  dispensar  su  protec- 

•  ción  á  los  artistas  vivos,  y  apartándose  de  la  costumbre  recibida,  y  hasta 

•  recientemente  establecida  como  íey  en  la  capital  francesa  cuando  se  n^ó 
•el  permiso  para  erigir  una  estatua  á  Moliere  con  el  absurdo  concepto  de 

•  que  este  honor  estaba  reservado  á  los  soberanos,  mandó  al  escultor  Sola 


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HISTORIA   DE  ESPASa  5^7 

■esculpir  la  estatua  de  Cervantes,  y  colocar  en  la  casa  donde  murió  éste  una 
■inscripción  que  asi  lo  recordase»  (i). 

En  punto  á  costumbres  privadas,  el  general  Fernández  de  Córdoba  dice, 
refiriéndose  á  las  jornadas  de  Aranjuez,  que  <en  intrigas  amorosas,  como  en 
>todo,  se  hallaba  el  Rey  á  la  cabeza  de  su  corte,  y  sin  faltar  á  las  convenien- 
>cias  y  respetos  de  la  moral,  era  uno  de  los  caballeros  más  obsequiosos  de 
>su  época  con  las  damas»  ¡alu- 
de en  seguida  á  dos  anécdotas 
galantes  de  S.  M.  (2).  Quin,  á  su 
vez,  escribe:  <EI  vulgo  creía 
■que  el  duque  de  Alagón  era 
>d  agente  de  los  amores  se- 
>cretOs  de  Fernando:  es  bien 
>cierto,  sin  embargo,  que  este 
•Rey  nunca  tuvo  amoríos  pú- 
•blicamente  conocidos.  Sin 

■  duda  brotaron  aquellas  mur- 
>  muraciones  de  los  paseos  noc- 
■turnos  que  daba  el  monarca 
■con  el  Duque,  ambos  de  rigu- 
>roso  incógnito»  {3).  Es  un  he- 
cho probado  que  en  Valen(;ay, 
ya  fuese  por  castidad,  ya  por 
cautela,  resistió  con  cumplido 
éxito  la  seducción  de  las  her- 
mosas y  elegantes  mujeres  que 
Talleyrand  enviaba  para  entre- 
tenerle, expiarle  y  envilecer- 
le; allí  dejó  en  el  cura  del  pue- 
blo la  impresión  de  que  era  un 
santo,  ya  por  su  pureza  de  vida, 

ya  por  su  piedad,  ya  por  las  M.rU  CcUiioí  de  Borbún. 

abundantes  limosnas  que  re- 
partía. Consta  igualmente  que 

amó  con  ternura  á  sus  cuatro  mujeres:  Doña  María  Antonia  de  Borbón  (de  Ju- 
lio de  1S02  á  Mayo  de  1805),  Doña  María  Isabel  de  Braganza  (4)  (de  Septiem- 
bre de  1S16  á26  de  Diciembre  de  181S),  Doña  María  Josefa  Amalia  de  Sajonia 
(de  Octubre  de  1819a  ly  de  Mayo  de  1829)  y  Doña  María  Cristina  de  Borbón, 
que  le  sobrevivió.  Era  su  corte  morigerada,  y  hasta  puede  calificarse  de  auste- 
ra. Blaquiere  describe  asi  las  costumbres  del  Rey,  en  1821:  <Se  levanta  á  las 
>seis  y  oye  misa;  se  desayuna  con  la  Reina,  á  cuyo  acto  asisten  el  médico  ó  el 
«capitán  de  guardia,  hablando  con  ellos  familiarmente;  después  un  par  de 

■  horas  en  el  despacho,  y  sale  á  paseo  en  berlina  y  sin  escolta,  con  un  solo 
»servÍdor¡  algunos  días  visita  en  este  paseo  algún  establecimiento  público,  y 
■de  tiempo  en  tiempo,  en  vez  de  pasear  recibe  á  los  grandes  ó  embajadores; 
■come  á  las  cuatro  con  toda  la  familia  real;  luego,  á  fumar  y  á  dar  un  paseo  con 

(i)    MeioDCTo,  MtiHoriai,  pág.  390. 

(j)     Mimónos,  tomo  i,  pAg.  71. 

(3)  Jefe  de  U  Giurdií  Reel  y  el  acompañante  asiduo  de  Fernando  Vil.  Coa  su  ¡Hdisptn- 
¡oble  Alagón. . .  ic  lee  en  T«ríai  relaciones  de  la  época. 

(i)  A  la  vez  casú  la  hermana  de  esta  señora,  daÜB  Maifa  KTancisca,  con  el  inlanie  don 
Cailoi.  Airegló  estos  enlaces  el  franciscano  Fr.  Cirilo  Alameda  y  Brea,  adquiriendo  con  ello 
DOCable  influencia  política,  j  que  íai  luego  muchos  años  cardenal  y  arzobispo  de  Toledo. 


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568  HISTORIA   DE  BSPaSa 

>la  Reina.  De  vuelta  á  Palacio  da  su  audiencia  pública,  á  que  es  admitido 
>todo  el  que  lo  solicita,  incluso  los  mendigos,  y  se  retira  después  á  un  gabi- 
>nete  con  sus  secretarios  á  examinar  los  memoriales  que  ha  recibido.  Todos 
>los  días  recibe  á  los  ministros  y  lee  ú  oye  música*. 

Se  puede  añrmar  en  redondo  que  Fernando  VII  tuvo  siempre  un  sincero 
y  vivo  deseo  de  cumplir  bien  sus  deberes  de  rey,  y  que  se  aplicó  constante- 
mente á  cumplirlos.  Ahora,  que  el  concepto  que  tenia  él  de  estos  deberes 
era  muy  distinto  del  que  tenían  los  liberales,  y  aun  diferia  del  que  profesa- 
ban muchos  realistas.  Conforme  á  la  enseñanza  que  habla  recibida,  al  medio 
en  que  se  habla  formado,  y  aun  á  la  opinión  de  la  mayoría  de  sus  subditos, 
para  Fernando  VII  el  tipo  ideal  de  rey  era  un  gran  señor  patriarcal,  con  la 
plenitud  de  la  soberanía,  que  tenia  que  dar  á  Dios  estrecha  cuenta  del  ejer- 
cicio de  su  poder;  pero  á  Dios  tan  sólo;  legislador,  gobernador  y  juez  de  su 
reino,  que  habla  de  valerse  de  ministros,  funcionarios  y  jueces  para  el  ejer- 
cicio de  su  cargo,  pero  sin  ñarse  de  ellos  demasiado,  porque  propenden  al 
abuso  en  perjuicio  del  pueblo;  premiador  de  los  buenos,  azote  de  los  malos, 
amparo  de  los  humildes  y  desvalidos.  De  este  concepto,  que  no  era  otro  sino 
el  que  se  habla  profesado  en  la  Edad  Media  y  en  la  Moderna,  el  trazado  por 
teólogos,  ñlósofos  y  moralistas  escolásticos,  deduda  él  sus  regias  obligacio- 
nes: no  tener  validos  ni  favoritos,  inspeccionar  constantemente  la  obra  de 
sus  ministros  y  magistrados,  intervenir  en  ella  cuando  lo  creyera  necesario, 
oir  las  quejas  de  todo  el  mundo,  descargar  su  cuchilla  cuando  fuese  menes- 
ter.  Y  á  estas  normas  ajustó  su  conducta  siempre  que  pudo,  que  fué  en  cor- 
tos períodos  de  su  reinado,  pues  cuando  no  le  oprimían  los  liberales,  arras- 
trábanle en  su  torbellino  los  realistas.  Y  la  porción  más  ardorosa  de  este 
partido  comprendió  al  cabo  que  las  ideas  del  Rey  no  coincidían  exacta- 
mente con  las  suyas.  Lejos  de  ser  opuesto  Fernando  á  la  tradición  regalista 
del  siglo  xviii,  uno  de  sus  primeros  cuidados  fué  poner  en  vigor  la  Novísi- 
ma Recopilación  (i);  pidió  al  Papa  la  aplicación  al  Estado  de  las  rentas  de 
los  beneficios  eclesiásticos  sin  cura  de  almas  (2)  y  de  las  encomiendas  y 
maestrazgos  de  las  Ordenes  militares,  la  venta  de  la  quinta  parte  de  los  bie- 
nes de  la  Iglesia,  y  la  reducción  de  los  Institutos  religiosos;  en  1824  se  opu- 
so al  restablecimiento  de  la  Inquisición,  y  la  única  ejecución  capital  por  de- 
lito religioso  efectuada  en  su  reinado  no  fué  por  su  orden  ni  consentimiento. 
Todo  esto  se  concretó  en  el  despotismo  iinstrado  de  sus  años  postreros,  ver- 
dadero puente  del  antiguo  al  nuevo  régimen. 

135 .  —  (A)  De  1S14.  á  i8i¿. — Se  caracteriza  este  periodo  por  el  frecuen- 
tísimo cambio  de  ministros.  La  obsesión  del  Rey  era  que  no  le  atribuyesen 
favoritos  como  á  su  padre.  Los  primeros  ministros  fueron:  el  duque  de  San 
Carlos  (Estado),  D.  Pedro  Macanaz  (Gracia  y  Justicia),  el  general  Eguia 
(Guerra),  D.  Luis  Salazar  (Marina),  D.  Cristóbal  de  Góngora  (Hacienda).  Á 
Macanaz  se  le  acusó  de  vender  los  destinos,  y  una  mañana  muy  temprano 
(8  Noviembre  1814)  se  presentó  el  Rey  en  su  casa,  yendo  á  pie  y  sin  otra 
compañía  que  la  del  duque  de  Alagón:  le  cogió  tos  papeles,  lo  arrestó,  y  el 
25  del  mismo  mes  lo  exoneró  y  mandó  encerrar  en  el  castillo  de  San  Antón 
de  La  Coruíía;  le  sucedió  D.  Tomás  Moyano.  San  Carlos  fué  separado,  según 
los  términos  del  decreto,  fior  su  cortedad  de  vista,  reemplazándole  Ceballos. 
Á  Góngora  le  sucedió  Pérez  Villamil.  En  15  de  Marzo  de  1815  se  creó  un  Mi- 
nisterio de  Policía  á  cargo  del  general  Echevarrí.  Al  general  Coletilla  (Egula) 
le  sucedió  Ballesteros,  y  el  reemplazo  de  éste  es  anécdota  que  pinta  muy  bien 


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HISTORIA  DE  ESPAÜA  569 


la  época.  Estando  algo  delicado  de  salud,  el  MÍDÍstro  de  la  Guerra  vivía  en 
una  casa  de  campo  de  las  cercanías  de  Madrid;  el  Rey  iba  A  verle  diaña- 
mente,  y  despachaba  con  él.  Un  día  le  dijo  que  era  menester  se  trasladase  á 
la  corte  sin  tardanza,  porque  había  asuntos  que  sólo  podían  verse  bien  en  la 
Secretaria;  hízolo  así  el  general,  y  jcuál  serla  su  sorpresa  al  encontrarse 
cuando  llegó  con  un  decreto  exonerándole  y  desterrándole!  Desterrado  fué 
igualmente  Echevarri  al  suprimirse  el  Ministerio  de  Policía  á  los  seis  meses 
de  haber  sido  creado.  Al  Ministro  de  Hacienda  González  Vallejo,  le  condenó 
(23  Enero  1826)  á  diez  años  de  presidio  en  Ceuta  con  retención,  por  haber 
abusado  de  mi  confianxa^jf  bittmts  deseos  dándome  informes  falsos  ¡levado  sola^ 
mente  de  odios  personales  ú  otros  motivos,  etc. 

Seria  el  cuento  de  nunca  acabar  el  de  la  danza  y  contradanza  de  minis- 
tros en  estos  seis  años.  Por  lo  pintoresca  y  típica  se  destaca  de  aquella  ca- 
terva de  ministros  la  figura  de  D.  Juan  Lozano  de  Torres,  que,  según  las 
Memorias  de  la  ¿poca,  no  fué  sino  un  truchimán  que  por  las  más  grotescas 
adulaciones  se  ganó  la  voluntad  del  Rey;  llevaba  siempre  al  cuello  el  retrato 
del  monarca,  y  convenció  á  éste— asi  al  menos  se  creía — de  que  una  ex- 
traña identidad  de  temperamentos  existía  entre  los  dos:  «mandaba  un  criado 
>á  Palacio  al  amanecer  para  enterarse  de  cómo  había  pasado  la  noche  Su 
•  Majestad.  Asi  supo  un  día  que  el  Rey  había  tenido  un  cólico,  y  en  seguida 
>se  presentó  él  en  el  regio  alcázar  solicitando  ver  desde  luego  á  S.  M.  Reci- 
>bido,  contó  á  su  señor  que  acababa  de  sufrir  un  cólico.  Pues  yo  también, 
>dijo  el  Rey.  Y  resultó  que  los  síntomas  hablan  sido  iguales.  V.  M.  se  admi- 
•rará  de  esto,  replicó  Lozano;  pero  yo  no,  porque  estoy  seguro  de  que  cuan- 
»tO  suceda  i  V.  M.,  me  tiene  que  suceder  á  mU  (i).  Es  probable  que  esto  no 
sea  más  que  un  chascarrillo  inventado  para  poner  en  ridiculo  á  Fernan- 
do VII  y  á  su  adulador;  pero  no  es  chascarrillo  que  Lozano,  sin  ser  letrado 
ni  saber  latín — cosa  que  en  1817  se  tenia  por  deshonrosa  en  una  perso- 
na bien  educada, —  fué  ministro  de  Gracia  y  Justicia.  Su  elevación  fué,  sin 
embargo,  rápida  y  pasajera,  y  el  Rey  hablaba  luego  de  él  con  sumo  des- 
precio. 

De  D.  Tomás  Moyano  se  murmuró  mucho  por  haber  colocado  en  un  solo 
día  á  veinte  parientes  suyos.  [Cuántos  han  dejado  después  muy  chico  á  Mo- 
yano! Hubo  un  ministro  notable,  D.  Martín  Garay  (de  23  Diciembre  l8l6á 
14  Septiembre  iS  18),  liberal  á  la  inglesa,  como  Jo  vel  I  anos.  Partidario  del  sis- 
tema bi-cameral  y  hacendista  á  la  moderna,  intentó  un  arreglo  general  de  la 
Deuda  y  la  uniñcación  de  contribuciones,  y  tropezó  en  la  oposición  del  clero 
y  en  la  más  fuerte  de  los  intereses  creados  y  del  natural  deseo  de  pagar  lo 
menos  posible.  Como  ha  sucedido  á  todos  los  reformadores  de  la  Hacienda, 
contra  Garay  se  hizo  guerra  popular,  hasta  por  medio  de  coplas  y  toda  suerte 
de  composiciones  festivas.  He  aquí  una  muestra: 

SeSor  don  Martín  G»ray: 
usted  Doa  está  CDgañando, 
usltd  noi  está  sacando 
el  poco  diaCTO  que  hay: 
Di  SmJth  ni  Bautiita  Say 
ensefiaron  tal  doctrina; 
V  desde  que  nsled  domina 
la  naciún  con  su  maniobra, 
el  qae  ha  de  cobrar  no  cobii, 
y  el  que  paga  se  arruina. 


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570  HISTORIA   DE  ESPAÑA 

Lxis  liberales  parodiaron  esta  décima,  diciendo  que 

No  es  el  honrado  (Jaraj 
el  que  no*  etU  engiüando, 
ni  qaicn  dos  eiU  sacando 
el  poco  dimeio  que  haj. 

El  Rey  i¿lo  ei  el  qae  cobra, 
;  el  &lado  se  anuina. 

Lo  cierto  es  que  la  situación  fiaancicra  ao  podia  ser  más  desastrosa, 
como  era  natural,  después  de  la  guerra  de  la  Independencia,  no  viniendo  ya 
de  América  los  caudales  que  en  tiempo  de  Carlos  III  y  Carlos  IV  hablan 
disimulado  la  efectiva  ruina,  no  habiendo  crédito,  ni  un  sistema,  bueno  ó  malo, 
de  impuestos  y  pagos.  La  guerra  de  la  Independencia  habla  dejado  todos  los 
rastros  que  son  lógicos  de  lucha  tan  prolongada  y  de  su  peculiar  carácter: 
verbigracia,  la  Península  estaba  llena  de  bandidos  que,  no  pudiendo  ya  dedi- 
carse á  matar  franceses  y  á  robar  á  los  afrancesados,  robaban  y  mataban  á  los 
viandantes  pacfñcos  (i). 

Como  casi  todos  los  ministros  de  la  época,  Garay  no  sólo  fué  depuesto, 
sino  desterrado.  Y  no  se  libraba  el  Rey  coa  tan  extraña  conducta  de  lo  que 
más  temía,  ó  sea  de  que  le  achacaran  favoritos,  pues  este  papel  se  asignaba 
á  las  personas  que  íntimamente  le  trataban  y  concurrían  á  Palacio  todos  los 
días:  el  nuncio  Gravina,  D.  Blas  Ostolaza,  bscoiquiz,  los  duques  del  Infantado 
y  de  Alagón,  Ramírez  de  Arellano,  D.  Antonio  Ugarte  y  Pedro  Collado  (a) 
Chamorro  (2),  formaban  lo  que  se  llamó  la  camarÜla,  cuya  influencia,  espe- 
cialmente en  la  provisión  de  destinos,  fué  muy  exagerada.  Á  la  eamaril/a  se 
decía  pertener  también  el  embajador  de  Rusia,  Tattischeff,  pero  su  influjo 
pertenece  más  á  la 

PoUtica  exterior.  —  Se  ha  criticado  á  Fernando  VII  el  no  haber  per- 
severado en  la  ahanza  inglesa  iniciada  en  la  guerra  de  la  Independencia. 
Conviene  no  olvidar  que  en  1814  el  objetivo  principal  ó  Iónico  de  nuestra 
política  era  sostener  en  América  la  dominación  española,  ó  restaurarla  en  las 
regiones  donde  habla  sido  destruida.  Ahora  bien;  el  interés  de  Inglaterra  era 
en  este  punto  fundamental  contrarío  al  nuestro.  Aun  aliados  con  nosotros, 
los  ingleses  hablan  favorecido  á  ¡os  insurgentes,  y  durante  las  Cortes  de  Cádiz 
nos  ofrecieron  su  mediación  para  pacificar  aquel  continente;  pero  una  media- 
ción equivalente  á  proponernos  el  reconocimiento  de  la  independencia.  No 
podíamos,  pues,  contar  con  Inglaterra  para  lo  que  pretendíamos  entonces,  y 
era  obligado  buscar  el  necesario  apoyo  en  otra  parte.  Los  vínculos  dinásticos, 
la  tradición  de  más  de  un  siglo,  la  situación  geográfica  y  las  promesas  de 
Luis  XVIII  de  ayudarnos  en  lo  de  Améríca  nos  impulsaban  hacia  Francia; 
pero  como  ésta  pintaba  poco  en  aquel  momento,  Fernando  VII  buscó  el  apoyo 
de  Rusia,  cuyo  zar  Alejandro  era  el  potentado  de  moda  en  Europa,  al  que  se 
consideraba  arbitro  de  todo.  Es  cierto  que  la  alianza  rusa  no  oos  sirvió  para 

(1)    Por  Real  cédala  de  10  de  Jaliode  1S17  se  organizó  una  campaBí  eeneral  contra  loa 

12)  L'earle  ere  un  ngente  de  negociog  que  por  la  proleccidn  del  embajador  de  Rasia  J 
del  general  Kguia  UegcS  i  \tle  del  negjociado  6  sección  del  Miniíierio  de  la  Guena  qne  prepa- 
raba lis  expediciones  á  Amfcica.  Se  le  achacaba  como  an  eran  derecta  haber  lido  de  ruBo 
espoitUIeio  en  Madrid,  lo  que  se  le  debía  haber  apuntado  como  nna  cualidad  ó  mérito.  (Jba- 
morro  era  un  servidor  de  eicslera  abajo  que  acompañó  en  su  cautiverio  í  Femando,  j  i  quien 
£ste  quería  mucho,  teniendo  en  su  lealiad  absoluta  confianza.  Parece  que,  como  del  pueblo 
bajo  madrileño  —  había  sido  vendedor  de  agua,  —  tenia  cieña  gracia  chulesca,  que  dirlanios 
boy,  y  que  agradaba  mucho  al  Rey. 


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HISTORIA   DE  ESPAÜA  571 

nada  y  que  no  dos  dejó  más  rastro  que  la  consumación  de  un  negocio  de  qne 
aún  se  hacen  cargos  á  Femando  VIL  necesitándose  barcos  con  ui^encia  para 
la  guerra  de  América,  contrató  el  Rey  directamente  con  el  Zar  la  compra  de 
cinco  navios  de  74  cañones  y  tres  fragatas  de  40,  por  la  suma  de  13.600.OOO 
rublos;  los  barcos  rusos  llegaron  i  Cádiz  el  21  de  Febrero  de  1818,  y  resul- 
taron absolutamente  inútiles  por  la  mala  calidad  de  las  maderas  y  de  la 
construcción,  y  el  mejor  prestó  servicio  nueve  años.  Los  periódicos  ingleses 
publicaron  el  texto  — real  ó  supuesto  —  del  convenio  entre  ambos  soberanos, 
y,  como  es  natural  entre  nosotros,  en  España  se  hizo  cuestión  política.  Los 
liberales  decían  que  la  compra  de  los  barcos  habla  sido  hm  enorme  cíomcAuHo 
del  Rey;  los  realistas  llamaban  masones  y  jacobinos  á  los  que  hablaban  mal 
de  los  barcos  rusos.  Es  lo  cierto  que  no  se  sabe  si  llegaron  á  pagarse  los  bar- 
cos, y  que  lo  probable  es  que  no  (i);  en  tal  caso,  por  malos  que  fueran,  re- 
sultaron baratos.  El  hecho  demuestra  la  imposibilidad  moral  de  sostener  en 
nuestro  tiempo  la  monarquía  absoluta  tal  y  como  la  concebía  Femando  VII. 
Si  el  expediente  de  compra  hubiese  sido  público,  si  hubieran  informado  Jun- 
tas y  Comisiones,  se  hubiera  podido  ver  más  claro  en  el  asunto.  Verdad  es, 
sin  embargo,  que  boy  do  nos  podemos  quejar  en  negocios  de  esta  índole  de 
falta  de  publicifiad,  y  jno  son  acusados  los  ministras  cuando  contratan  una 
escuadra  ó  un  empréstito,  en  los  mismos  ó  parecidos  términos  que  lo  fué  Fer- 
nando Vil  por  la  compra  de  los  barcos  rusos? 

También  s?  censura  á  Femando  Vil  por  el  papel  poco  airoso  que  hizo 
España  en  el  Congreso  de  Viena,  abierto  el  1."  de  Noviembre  de  1814.  In- 
glaterra, Austria  y  Frusia  babfan  acordado  previamente  (22  Septiembre) 
que  sólo  ellas  resolverían  sobre  la  distribución  territorial  de  Europa,  y  que 
Francia  y  España  habían  de  limitarse  á  proponer  y  objetar.  Realmente, 
¿qué  interés  teníamos  nosotros  en  aquella  distribución^  Asegurada  nuestra 
independencia,  nada  teníamos  que  hacer  más  allá  de  los  Pirineos.  Censura- 
bilísimo tué  que  hiciéramos  hincapié  en  la  devolución  del  Ducado  de  Parma 
al  infante  Don  Carlos  Luis,  cosa  que  obtuvimos  al  cabo  (1817),  y  con  el  de 
Luca,  de  propina,  para  la  ex-reina  de  Etruria,  sin  haber  ni  pizca  de  interés 
nacional  en  la  reclamación  ni  en  el  logro.  Portugal  reclamó  ante  el  Congreso 
que  le  devolviésemos  la  plaza  de  Olivenza,  que  poseíamos  desde  1801  por  el 
Tratado  de  Badajoz,  y  asi  se  otorgó;  pero  el  Gobierno  español  se  negó  á  cum- 
plir el  acuerdo  europeo,  y  la  plaza  y  su  territorio  no  salieron  de  nuestro  po- 
der. Uno  de  los  acuerdos  más  gloriosos  del  Congreso  de  Viena  fué  la  aboli- 
ción de  la  trata  de  negros  (8  Febrero  de  1815),  promovida  por  Inglaterra; 
nuestro  interés  estaba,  sin  embargo,  en  diferir  el  cumplimiento  de  tan  justo 
y  humanitario  acuerdo,  por  los  efectos  que  había  de  traer  al  trabajo  agrícola 
en  América,  trastorno  siempre  sensible,  y  más  en  las  circunstancias  que  allí 
se  atravesaban.  Gómez  Labrador  pidió  un  plazo  de  ocho  años  para  prohibir 
la  trata  (2). 

América  {Méjico).  —  La  derrota  y  muerte  de  Morelos  fué  un  golpe  deci- 
sivo sobre  la  insurrección.  Quedaban  todavía  en  armas  unos  25.000  hombres, 
con  jefes  de  prestigio  y  -valer,  como  Terán  y  Bravo;  pero  el  virrey  disponía  de 
un  ejército  de  40.000  hombres,  casi  todos  mejicanos,  perfectamente  oi^ani- 
zados  y  armados.  El  sentimiento  realista  de  estos  mejicanos  era  tan  vivo  y 
ardiente,  ó  todavía  más,  que  el  de  los  de  la  Península.  Un  ejemplo:  el  jefe 
insurgente  Osomo  entró  en  el  pueblo  de  Tenango  y  destmyó  la  iglesia  con 

(I)    ViMeOnio. 

(3)  Víase  Etfaga  itt  el  CoHgrtio  dt  Vttna,  según  ¡a  (errespstidtntia  ofieial  de  D.  Pedro 
Gimit  Labrador,  marqu  '.¡  dt  Labrador,  poi  W.  R.  de  Viltanrratia.  Madrid,  1907. 


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572  HISTORIA  DE   ESPAÑA 

SUS  imágenes;  levantáronse  contra  ¿I,  no  sólo  los  indios,  sino  las  indias  del 
contorno,  con  tal  ímpetu,  que  una  de  ellas,  María  Cordero,  poniéndose  al 
frente  de  tres  hermanos  suyos,  arremetió  con  quince  insurrectos,  mató^i  cinco, 
y  puso  en  fuga  á  tos  restantes.  El  20  de  Septiembre  de  1816  entregó  Calleja 
cl  mando  al  teniente  general  de  la  Armada  D.  Juan  Ruiz  de  Apodaca;  el 
nuevo  virrey  abandonó  el  sistema  de  implacable  rigor  seguido  por  so  ante- 
cesor, y,  sea  por  efecto  de  su  benignidad,  ó,  como  creían  los  partidarios  de  los 
fusilamientos,  por  estar  ya  domada  la  insurrección,  el  hecho  es  que  decayó 
ésta  considerablemente.  A  reanimarla  fueron  varios  aventureros  ingleses  y 
yanquis,  y  — iquién  lo  creyera!  —  aquel  Mina,  D.  Francisco  Javier,  tío  de 
Espoz  y  Mina  y  su  jefe  hasta  que  cayó  prísionero  de  los  franceses,  que  lo 
tuvieron  encerrado  en  el  castillo  de  Vincennes  durante  toda  la  guerra  de  la 
Independencia. 

Al  frente  de  un  reducido  grupo  de  ingleses,  franceses,  italianos,  españo- 
les y  algunos  pocos  mejicanos  se  presentó  en  Méjico,  diciendo  que  <el  grito 
de  todos  los  españoles  capaces  de  raciocinio  es  que  en  América  ha  de  con- 
quistarse la  libertad  de  España.  La  esclavitud  de  ésta  coincidió  con  la  con- 
quista de  aquélla,  porque  los  reyes  tuvieron  con  qué  asalariar  bayonetas.  Se- 
párese la  América,  y  ya  está  abismado  el  coloso  del  despotismo,  porque  inde- 
pendiente ella,  el  Rey  no  será  independiente  de  la  nación.  Méjico  es  el  cora- 
zón del  coloso,  y  es  de  quien  con  más  ahinco  debemos  esperar  la  indepen- 
dencia. .  .>,  etc.  (i)-  o  en  otros  términos:  para  que  triunfe  en  la  Península  el 
partido  liberal,  lo  mejor  es  que  Méjico  y  la  América  entera  se  separen  de  Es- 
paña, y  á  eso  vengo  yo  (2).  Mina  demostró  harto  mejores  condiciones  de  cau- 
dillo militar  que  de  patriota,  y  dirigió  la  campaña  con  habilidad  suma,  lo- 
grando varias  victorias  hasta  el  27  de  Octubre  de  1817,  que  fué  sorpren- 
dido y  hecho  prísionero  en  la  Hacienda  del  Venaáitú  (3).  Murió  Mina  fusilado 
por  la  espalda,  como  traidor,  en  el  Cerro  del  Bellaco,  y  escribió  en  capilla 
una  carta  al  general  Liñán  protestando  de  <quc  moría  con  la  conciencia 
■  tranquila,  y  que  si  alguna  vez  dejó  de  ser  buen  español,  había  sido  por 
.error.  (4). 

Con  el  fracaso  de  Mina  decayó  la  insurrección  de  tal  modo,  que  en  1820 
sólo  quedaban  partidas  insignificantes  guarecidas  en  los  terrenos  más  es- 
cabrosos. 

Las  otras  regioHes  del  ConthuHU.  —  En  todas  los  sucesos  enlazáronse 
íntimamente.  La  Argentina,  ó  como  se  decía  entonces,  las  Provincias  Unidas 
de  ¡a  América  del  Sur,  estaban  entregadas  á  la  anarquía,  sucediéndose  allí 
los  pronunciamientos  militares,  tos  Gobiernos  y  tas  Constituciones  con  ver- 
tiginosa rapidez.  Unos  caudillos  querían  volver  á  la  obediencia  espsBola 
como  único  medio  de  poner  fin  á  semejante  estado  de  cosas;  otros,  entregarse 


(I)  PiocUma  de  o  de  Septiembre  de  1S16.  (Dx.para  ¡a  Historia  tU  Mijito,  tomo  vi,  pi- 
BiM  SS8). 

(i)    La  misma  idea  expresaba  et  periodút*  cubano  D.  Joaqaln  Inbnte,  que  ¡ba  con  Mina 
en  calidad  de  audíroc,  y  malisimo  poeta,  en  unas  infames  coplai  QUe  disparo  1  los  mciicano! 
al  desembarcar  la  expedición:  Si  tspañelti  similts  -^  aumenta 
liétraleí  —  ^ut  os  dm  lauros  a  miUi.  —  Forzad  con  noble  taSa  — 
fone  la  Msfiaña  —  tatt  indtiidamtnit. 

(3)  For  esta  acción  se  dio  al  Tiire^  Apodaca  el  titulo  de  conde  del  Venadito,  aonqae  no 
habla  tomado  en  ella  olra  parle  sino  la  propia  de  un  gobernador  general  de  qae  dependen  to- 
das las  columnas  en  operaciones. 

(4)  Véanse  Memorias  de  la  revolución  di  Méjico  y  de  ¡a  expediciin  del  general  D.  Frtn- 
íitío  jWiVrM'na,  escritas  en  inglís  porWilliam  Davis  RobinsoD,  traducidas  por  JosíJ.  Mora. 
La  primera  edición  española  es  de  Londres,  1814.  La  mis  moderna  que  conocemos,  de  Pa- 
rís, 1SS8. 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


HISTORIA  DE  ESPAÑA  573 

á  los  ingleses  y  hacer  del  país  una  colonia  británica;  otros,  al  Brasil,  y  llega- 
ron á  entregar  á  éste  toda  la  Banda  oriental.  San  Martín  iba  creciendo  eo 
autoridad,  merced  á  sus  talentos  militares  y  políticos  y  á  lo  bien  que  mane- 
jaba la  logia  ¡a»tarÍMa,  poder  oculto  y  misterioso  que  fraguaba  en  las  sombras 
cuanto  se  hacia  en  público.  De  San  Martín  fué  la  idea  de  que  la  causa  del 
separatismo  americano  do  habla  de  triunfar  peleando  en  el  Alto  Perú  con  los 
ejércitos  del  virrey  Abascal,  sino  llevando  audazmente  la  guerra  á  Chile  y  al 
virreinato  peruano,  para  herir  en  el  corazón  á  España.  Confirmáronle  en  su 
pensamiento  y  ayudáronle  eñcazmente  á  realizarlo  los  emigrados  chiUitos, 
que  después  del  desastre  de  la  Patria  vieja  habían  acudido  en  gran  número 
á  Buenos  Aires;  con  ellos  organizó  un  ejército  argentino- chileno,  coa  el  cual 
se  dispuso  á  cruzar  la  cordillera  de  los  Andes  é  insurreccionar  de  nuevo  á 
Chile.  A  mediados  de  1816  quedó  acordado  este  plan  entre  Puyrredón,  di- 
rector supremo  de  Buenos  Aires,  y  San  Martín.  El  9  de  Julio  del  mismo  año 
proclamó  el  Congreso,  reunido  en  San  Miguel  de  Tucumán,  la  independencia 
de  las  Provincias  Unidas,  y  á  principios  de  Enero  de  1817  salió  de  Mendoza 
la  expedición  libertadora  de  Chile,  en  que  iban  como  generales  divisionarios 
D.  Bernardo  O'Higgins  y  D.  Ramón  Freiré. 

Antes  de  llegar  á  este  resultado,  Belgrano,  Rivadavia  y  Sarratea  (i)  an- 
daban por  Europa  buscando  un  rey  para  Buenos  Aires.  Preferían  un  rey  es- 
pañol y  de  la  dinastía  borbónica.  Para  conseguirlo  abrieron  negociaciones 
con  Carlos  IV,  ó,  mejor  dicho,  con  Marta  Luisa  y  Godoy,  que  estaban  en 
Roma,  según  Pérez  de  Guzmán,  sufriendo  con  santa  resignación  las  ofensivas 
pesquisas  sobre  los  desaparecidos  diamantes  de  la  Corona  decretadas  por 
su  hijo  Femando  Vil  y  realizadas  por  el  embajador  Labrador;  según  la  rea- 
lidad de  los  hechos,  escandalizando  al  mundo,  como  siempre,  con  la  repug- 
nante intimidad  en  que  vivían  con  Pepita  Tudó  y  los  hijos  adulterinos  de 
Godoy,  y  tratando  de  casar  al  infante  D.  Francisco  de  Paula  con  la  hija  que 
había  tenido  el  mismo  Godoy  de  la  infanta  María  Josefa.  Pero  no  se  limitaban 
aquellos  desventurados  á  tales  excesos,  sino  que  dieron  oidos  á  los  comisio- 
nados de  Buenos  Aires,  que  les  proponían  la  creación  de  un  reino  de  la  Amé- 
rica meridional  (Chile,  Perú  y  Rio  de  la  Plata),  de  que  había  de  ser  soberano 
el  citado  infante  D.  Francisco  de  Paula.  Carlos  IV,  que  en  este  último  pe- 
ríodo de  su  infeliz  vida  había  empezado  á  ver  claro,  y  amargamente  se  queja- 
ba en  una  correspondencia  reservadísima  que  siguió  con  Fernando  VII  de  la 
tiranía  que  sobre  él  ejercían  María  Luisa  y  Manuel,  «rechazó  la  propuesta, 
«declarando  que  su  conciencia  U  mandaba  no  hacer  nada  que  no  fuese  javorable 
*ai  rey  de  España.  María  Luisa,  toda  llorosa,  declaró  que  si  su  edad  y  sus 
(enfermedades  se  lo  permitieran,  iría  á  América  y  mostraría  al  mundo  de  lo 
tque  era  capaz. . .  En  todo  este  negocio  hubo  cuestione!  11  as  de  dinero,  donde 
>DO  quedaron  muy  limpios  Godoy  y  Sarratea*  (2). 

Fracasadas  las  negociaciones  en  Roma,  Belgrano  y  Rivadavia  las  intenta- 
ron en  Madrid.  El  primero  marchó  á  Buenos  Aires  á  preparar  los  ánimos  para 
que  admitiesen  el  resultado  que  se  proponían  obtener,  y  «encontró  bien  dis- 
ipuestos  los  espíritus,  pues  la  mayoría  de  las  gentes  tendía  á  recibir  un  prín- 
tcipe  Borbón  de  España  ó  de  Francia  ó  i.  resucitar  la  antigua  monarquía  de 


{t)  DoD  Manuel  Sarratea,  que  rcsidfa  en  Londreí  como  encanEBdo  de  negocios  de  Bac- 
ía) Villanoeva,  Bolívar  y  el  mural  ."-un  Martín,  píg.  33  y  sieaienl».  El  insigne  histo- 
riador veneíolano  incune  al  tratar  de  este  punió  en  una  equivocación,  haciendo  intervenir  en 
esUi  negociaciones  de  1S15  al  conde  de  Cabanúi,  «desterrado  por  Fernando  por  haber  sido 
partidano  del  rey  Jost»,  y  el  cual  había  muerto  en  Sevilla  el  37  de  Abril  de  iSlo.  «Se  tratara 
da)  sucesor  eit  el  titulo  de  Cabarrúsí 


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574  HISTORIA  DE  ESPASa 

>los  Incas. . .  El  ministro  Ceballos  llamó  á  Madrid  á  Rivadavia,  y  después  de 

•  corta  conversación  lo  despachó  sin  darle  tiempo  á  presentar  proposiciones. 
■  pues,  según  dijo,  lo  encontró  desprovisto  de  credenciales.  El  argeatino  ba- 
»bía  hechd  á  Fernando  Vil  solemne  acto  de  vasallaje  por  si  y  por  sus  paisa- 
>no5>  (l).  La  estancia  de  Rivadavia  en  España  no  fué,  sin  embargo,  iafruc- 
tuosa  para  la  causa  separatista:  con  ella,  si  no  se  iniciaron,  tomaron  extraor- 
dinario incremento  las  relaciones  de  los  libera- 
les con  los  aún  denominados  insurgentes,   causa 
de  la  revolución  de  1S20. 

Volviendo  á  la  expedición  de  San  Martin, 
diremos  que  entró  en  Ciiile  por  muchos  puntos 
á  la  vez.  En  Chacabuco  (12  Febrero  1817), 
O'Higgins  con  3.000  tiombres  arrolló  al  jefe  es- 
pañol D.  Rafael  Maroto,que  sólo  disponía  de  1.500. 
Quedó  proclamada  otra  vez  la  República  chile- 
na (la  Patria  nueva  que  dicen  los  del  país), 
aunque  continuó  la  guerra,  porque  los  realistas. 
apoyados  en  el  Perú,  no  se  conformaron.  Los  pa- 
triotas fueron  derrotados  en  Cancha  Rayada; 
pero  el  5  de  Abril  de  181S  la  batalla  de  Maipo 
ó  Maipú,  ganada  por  San  Martín,  consolidó  la  in- 
dependencia. El  general  vencedor  regresó  á  Buc- 
Bemaido  O'Higgins  nos  Aires  á  los  pocos  días  de  la  victoria,  dejando 

(I746-IS42'.  á  Ciiile  bajo  la  dictadura  suprema  de  O'Higgins. 

ó,  mejor  dicho,  de  la  logia  Lautariana,  gobierno 
secreto  en  que  allí,  como  en  Buenos  Aires,  se  resolvía  todo,  dándole  fuerza  de 
legalidad  el  Gobierno  visible  ú  oficial.  O'Higgins  en  Chile  y  San  Martín  en 
Buenos  Aires  ocupáronse  en  organizar  una  expedición  contra  el  Peni  ó  en  > 
favor  del  Perú,  según  el  punto  de  vista  por  que  se  mire,  pues  de  lo  que  tra- 
taban era,  naturalmente,  de  separar  de  £spai)a  el  virreinato  que  le  permane- 
cía ñel.  El  resultado  de  aquellos  trabajos  no  fué  visible  hasta  ¡üio. 

En  Nueva  Granada  y  Venezuela  continuó  durante  estos  seis  años  la  es- 
pantosa guerra  entre  realistas  y  patriotas.  Por  Real  orden  de  i.''de  Julio 
de  1814  creó  en  Madrid  Fernando  Vil  una  Junta  de  generales  presidida  (Kir 
su  hermano  D.  Carlos,  y  de  que  formaban  parte  Castaños,  Palafox,  Castelar. 
Villalba,  O'Donneü,  O'Donojú  y  Wimpfen,  encargada  de  reorganizar  el  ejér- 
cilo,  y  esta  Junta  acordó  enviar  una  expedición  á  América,  mandada  por  don 
Pablo  Morillo,  dándose  la  voz  de  ser  su  objetivo  el  Rio  de  la  Plata,  cuando 
lo  era  en  realidad  Costa  Firme,  ó  sea  Nueva  Granada  y  Venezuela.  Se  ha  cri- 
ticado esto  diciendo  que  en  el  Plata  hubiera  sido  de  más  provecho  y  que  en 
Costa  Firme  era  menos  necesaria,  toda  vez  que  la  insurrección  estaba  casi  do- 
minada. «No  hacian  falta  sino  buques  de  guerra  para  someter  á  Cartagena  y 

•  á  la  Isla  Margarita»  (2).  No  estamos  conformes;  por  lo  mismo  que  en  Nueva 
Granada  y  Venezuela  se  sostenía  terrible  y  ferozmente  la  guerra  entre  ambos 
partidos,  un  refuerzo  considerable  de  la  Península  podía  ser  útilísimo  para 
decidir  la  cuestión  en  nuestro  favor,  y  no  es  cierto  que  la  insurrección  estu- 
viese vencida;  lo  prueba  que  aun  con  el  ejército  expedicionario  no  se  consi- 
guió extinguirla.  ¿Qué  hubiera  sucedido  sin  élf  En  el  Río  de  la  Plata  care- 

(i)     ídem.  Id.  Y  adcEnis  Saldfas,  La  evolución  rtpiíbliíana  duranit  U  revolmciiu  i"^ 

(a)  Apunifs  lobre  los  principales  luceiBs  que  han  influido /k  ei  Orlual  iiladí  lie  la  Amerita 
aet  Sur,  Aaónímo,  3.*  edíciún,  corregida  y  ■umeniado.  raríl,  tSjo. 


,,CoogIc 


HISTORIA   DE  ESPaHa 575 

ciamos  hasta  de  base  de  operaciones,  porque  los  insurgentes^  como  se  decía 
entonces,  dominaban  el  rio  y  las  costas.  Para  encontrar  fuerzas  españolas 
había  que  ir  hasta  el  alto  Perú.  Esto  aparte,  la  idea  de  la  Junta  fué  mandar 
dos  expediciones  sucesivas,  una  á  Costa  Firme  y  otra  al  Río  de  la  Plata,  y  en 
cuanto  salió  la  de  Morillo  empezó  á  organizarse  la  siguiente. 

Componíase  la  primera  expedición  de  diez  y  ocho  buques  de  guerra 
(un  navio  de  64,  dos  fragatas,  dos  goletas  y  trece 
faluchos  cañoneros),  cuarenta  y  dos  transportes, 
siete  batallones  de  Infantería,  un  regimiento  de 
Caballerfa  y  secciones  de  Artillería  é  Ingenieros; 
en  suma,  unos  10.000  soldados.  Malos  síntomas 
pudieron  observarse  al  embarque  de  estas  fuerzas. 
Había  cundido  entre  los  soldados,  casi  todos  ve- 
teranos de  la  guerra  de  la  Independencia,  un  ex- 
traño pánico  ante  esta  nueva  y  lejana  campana; 
las  deserciones  abundaron;  se  dibujó  en  algunos 
Cuerpos  la  sedición;  los  coroneles  tuvieron  que 
conducir  al  puerto  y  embarcar  á  sus  regimientos 
engañándolos.  Esto  era  en  gran  parte  obra  del 
laborantismo  americano,  actuando  por  medio  de 
las  logias  liberales  de  la  Península,  que  divulgaba 
entre  la  tropa  las  especies  más  deprimentes,  pon- 
derando los  peligros  de  la  navegación  y  de  las 
enfermedades  en  América,  muy  superiores  á  los 
de  las  batallas,  con  no  ser  éstos  flojos.  «No  vol- 
veréis más  á  vuestras  casas;  no  veréis  nunca  á  Jonf  de  San  M>iiín 
vuestras  madres,  se  decía  á  los  soldados.  Esta  es  (1778-1855). 
la  recompensa  que  os  dan  por  haberos  batido 

seis  años  contra  los  franceses.  En  América  moriréis  del  vómito  6  de  las  fiebres 
perniciosas,  si  escapáis  de  esos  malísimos  barcos  en  que  os  llevan  como  bo- 
rregos, ó,  si  no  os  cazan  en  aquellos  bosques,  de  cuya  inmensidad  no  tenéis 
idea,  seréis  fusilados  sin  ver  siquiera  á  los  insurgentes  que  os  maten*.  A  los 
ofidales  se  los  excitó  á  iniciarse  en  las  logias  como  único  medio  de  evitar 
ser  degollados  ó  martirizados  si  calan  prisioneros,  porque  los  americanos,  se 
les  decía,  que  son  todos  masones,  sólo  respetan  d  sus  Attmanos.  Se  dijo  en 
Cádiz  que  Morillo  se  había  iniciado  también  en  la  frac  masonería;  es  dudoso, 
aunque  parece  seguro  que  le  fué  propuesto,  y  hasta  que  varios  comerciantes 
gaditanos  le  ofrecieron  cuanto  dinero  quisiera  para  sublevar  al  ejército  contra 
el  Gobierno;  lo  positivo  es  que  para  disipar  aquellos  rumores  el  general  se 
creyó  en  el  ca^o  de  asistir  muy  devotamente  á  una  procesión  con  un  cirio  en 
la  mano.  En  suma,  que  fué  un  triunfo  hacer  que  embarcara  el  ejército  y  sa- 
liese de  Cádiz  (r?  Febrero  1815),  triunfo  que  no  habla  de  conseguirse  más. 

Ya  en  alia  mar  (día  25)  se  anunció  á  los  expedicionarios  que  no  iban  á 
Buenos  Aires,  sino  á  Costa  Firme,  cosa  que  les  disgustó  y  abatió  mucho, 
porque  en  Cádiz  para  animarlos  se  les  había  ponderado  la  facilidad  de  la 
guerra  en  el  Plata,  «donde  tos  rebeldes  estaban  divididos  y  uno  de  sus  ban- 
»dos  esperaba  las  tropas  del  Rey  para  pasarse  á  ellas,  al  paso  que  en  Costa 
>Firme  se  hacía  la  guerra  sin  cuartel  y  con  salvaje  ferocidad»  (i). 

(1)  Memorias  di  un  militar,  meadaí  de  un  libro  inédita,  publicadas  por  D.  losé  P£rei 
Morét.  Midríd,  1877.  El  militar  es  D.  Rafael  Sevilla,  qu«  fui  con  esta  expedición,  llegó  i  co- 
tODcl,  y  marió  retirado  en  Paerto  Rico  (1856);  «1  libro  inidite  son  las  Memorias  nr*""""'--  — 
dejó  SeiilU.  Víase  para  toda  esto  á  RodrÍEaez  Villa,  Vida  de  Morilla. 


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576  HISTORIA  DE   ESPAÍ^A 

El  7  de  Abril  llegó  la  escuadra  á  la  Isla  Margarita  y  la  sometió  en  breve, 
admitiendo  á  indulto  á  los  insurgentes,  sin  exceptuar  á  Arízmendi,  á  quien 
se  acusaba  de  haber  hecho  quemar  vivos  á  500  comerciantes  españoles,  leni- 
dad que  disgustó  i  ios  realistas.  Pasando  al  Continente,  entró  Morillo  en 
Caracas(i5  Mayo  1815)  y  después  puso  sitio  á  Cartagena  de  Indias  (1),  que 
no  fué  ocupada  hasta  el  6  de  Diciembre,  durando  el  sitio  ciento  cuatro  dias. 
El  29  de  Abril  de  iSiO,  y  habiendo  recorrido  los  expedicionarios  distancias 
inmensas  por  mortíferos  desiertos,  ocupó  Morillo  á  Santa  Fe,  de  donde  habla 
huido  el  Gobierno  granadino.  Pero  ni  estas  ventajas  ni  otras  muchas  que  se 
alcanzaron  abatieron  el  ánimo  de  venezolanos  y  granadinos  separatistas,  y 
sobre  todo  de  sus  jefes,  resueltos  A  conseguir  la  independencia.  No  bien  pasó 
Morillo  de  la  Isla  Margarita,  volvió  ésta  A  levantarse;  cuando  se  acudía  á  so- 
focar la  insurrección  en  Venezuela  se  recrudecía  en  Nueva  Granada,  y  asi 
alternativamente.  Era  una  guerra  terrible  y  sin  cuartel  en  que  los  beligeran- 
tes (x>mpetfan  en  espantosas  represalias;  guerra,  más  que  entre  americanos  y 
españoles,  civil  entre  los  primeros,  pues  de  la  Península  fueron  escasísimos 
refuerzos  al  ejército  expedicionario.  Todavía  en  Colombia  y  en  Venezuela, 
á  pesar  de  haber  sufrido  después  tantas  guerras  civiles  y  tantas  revolucio- 
nes, no  se  ha  borrado  en  el  pueblo  la  memoria  de  la  lucha  suprema  perso- 
niñcada  en  Bolívar  y  Morillo.  Y  desde  el  punto  de  vista  militar,  aquella  guerra 
larguísima  é  implacable,  sostenida  con  cortos  ejércitos,  pero  en  un  vastísimo 
teatro  de  operaciones,  en  comarcas  despobladas,  donde  las  marchas  se  con- 
taban á  veces  por  centenares  de  leguas,  ofrece  singular  interés,  y  sólo  espera 
un  historiador  técnico  que  relate  ímparcial  y  claramente,  aprovechando  los 
muchos  documentos  publicados,  su  grandioso  conjunto  y  sus  múltiples  epi- 
sodios (2).  En  Agosto  de  1S19  Bolívar  entró  vencedor  en  Bogotá,  y  á  últimos 
de  año  la  nueva  República  tomó  el  nombre  de  Colombia.  En  Enero  de  1820 
emprendió  la  campaña  sobre  Venezuela,  donde  permanecía  Morillo. 

Poíitica  y  adníimstraciÓM.  —  Mientras  en  América  se  desarrollaban  estos 
sucesos,  en  la  Península  mudaba  Fernando  Vil  de  ministros  con  vertiginosa 
rapidez,  y  conspiraban  los  liberales  para  restablecer  la  Constitución  de  Cádiz. 

He  aquí  las  principales  medidas  políticas  y  administrativas  del  Gobierno 
realista:  restablecimiento  de  la  Inquisición  (21  Julio  1814).  Sentencia  dada 
por  c)  Rey  en  vía  gubernativa  contra  los  principales  liberales  (Diciembre 
de  181 5):  Arguelles,  ocho  años  de  presidio  en  el  Fijo  de  Ceuta,  conmutada 
luego  por  confinamiento  en  Alcudia  (Mallorca);  Calatrava,  ocho  años  de  pre- 
sidio en  Melilla;  Muñoz  Torrero,  seis  años  de  reclusión  en  el  Monasterio  de 
Erbón;  D.  Joaquín  Lorenzo  Villanueva,  seis  años  en  el  convento  de  Salceda; 
D.  Juan  Nicasio  Gallego,  cuatro  años  en  la  Cartuja  de  Jerez;  Martínez  de  la 
Rosa,  ocho  años  en  el  presidio  del  Peñón;  Canga  Arguelles,  bcho  años  en  el 


(i)  Según  la  Oa<tla  dt  J/ii^/iV(eitnu}ri]in*rio  de  17  de  Mayo  d«  tSt6),  el  sitio  de  Cana- 
gena  nos  coito  3.S3SVÍ1IU,  1.825  de  pcainsularcs  ]r  1.300  de  americanos.  «La  mayor  paite  delaa 
wleronciones  ñienin  causadas  poi  las  picaduras  de  los  mosquitos  zaucndoi  de  las  ciénagas, 
vque  producían  unas  llagas  gangrenosas  en  las  piernas,  las  cuales  cansaban  la  muerte  si  no  ac 
«hacia  muy  pronto  U  imputación  d*  los  miembros  llagados».  La  toma  de  Cartagena  ñié  cele- 
brada ea  Nueva  Granada  con  cantares  muy  malos.  Véase  la  muestra:  «iVira  Femandol  — ¡Vira 
Morillol  — Y  tiemble  e]  orbe  — A  este  caudillo»,  oNueslro  general  Morillo  —  A  Cartagena  rio- 
dió,  —  Pues  i.  sus  faertes  sitió  —  Con  las  armas  el  caudillo  —  Que  Femando  nos  mandó».  Aán 
hay  otros  cantares  peores,  aunque  parezca  imposible. 

(3)  Nuestro  heroico  é  inlelieenlísimo  Ibdñez  Marín  tenía  la  generosa  ilusidn  de  ser  aste 
historiador.  Es  de  esperar  que  el  historiador  suija  en  América,  donde  por  lo  que  alsBe  i  his- 
toria contempoiinea  va  foimindose  una  verdadera  escuela  muy  lapenot  i  cuanto  hay  en  la 
Península.  Referenle  á  esla  lacha  conocemos  un  trabajo  parcial  excelente:  «A.  9.  Vergany  Vt- 
¡asco,  aHli^io  ayudanli  general  ác  Estado  Mayor.  181S  (Guerra  de  la  ¡nátfendenda).  Prologo 
de  JO[|>e  RoB,  Bogotá».  Sin  fecha.  El  prólogo  lleva  la  de  17  de  Agosto  de  1S97. 


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HISTORIA  DE  ESPAÑA  577 

Castillo  de  PeBfscoIa,  etc.  Desterrados  fueron  Quintana  y  otros.  Torcno  y 
FIórez  Estrada  emigrarou,  siendo  condenados  en  rebeldía  á  muerte.  Por  cir- 
cular de  4  Mayo  1814  se  reiteró  la  promesa  de  dar  (unas  leyes  fundamenta- 
>les  de  acuerdo  con  los  procuradores  de  las  provincias  de  Europa  y  Amé- 
>ríca>,  y  se  anunció  que  una  Comisión  se  ocupaba  en  preparar  la  próxittta 
convocatoria  de  ¡as  Cortes.  En  10  Agosto  del  mismo  año  se  pidió  informe  al 
Consejo  de  Castilla  sobre  el  modo  de  reunir  las  Cortes  del  reino.  Real  orden 
de  4  de  Mayo  de  181 5  probibiendo  la  publicación  de  todo  periódico,  excepto 
la  Gaceta  y  el  Diario  de  Madrid:  conviene  advertir  que  los  pocos  periódicos 
que  se  publicaban  á  la  sazón  eran,  como  La  Atalaya  de  la  Mancha,  furibunda- 
mente realistas  ó,  mejor  dicho,  excitadores  á  la  persecución  contra  los  libe- 
rales, y  que  la  Real  orden  no  se  cumplió  en  absoluto,  pues  se  permitió  salir 
en  Madrid,  con  carácter  de  literarios.  La  Minerva  y  la  Crónica  Científica j>  Li- 
teraria (i).  Real  decreto  (26  Enero  1S16}  suprimiendo  las  Comisiones  espe- 
ciales y  ordenando  que  las  causas  por  delitos  políticos  pasasen  á  los  tribuna- 
les ordinarios,  con  responsabilidad  para  los  delatores  calumniosos,  prohi- 
biendo que  se  usasen  las  palabras  liéeral  y  servil,  como  medio  de  hacer  olvi- 
dar las  pasadas  querellas,  y  prescribiendo  que  en  el  término  de  seis  meses 
se  concluyeran  todos  los  procesos  dimanados  de  aquellas  discordias.  Fué  con- 
siderado este  decreto  como  anuncio  de  una  amnistía,  y,  por  desgracia,  se  des- 
cubrió á  los  pocos  días  la  conspiración  regicida  de  Richard.  En  26  de  Enero, 
28  de  Junio  y  8  y  22  de  Agosto  de  1816  se  dieron  decretos  contra  los  afraur 
cesados:  extrañamiento,  secuestro  de  bienes,  formaciónde  causa  á  cada  uno 
de  ellos  para  depurar  el  grado  de  responsabilidad  contraída,  etc.;  por  el  de 
8  de  Agosto  las  viudas  de  los  afrancesados  muertos  en  la  emigración  que- 
daban sujetas  á  la  vigilancia  de  la  autoridad.  En  este  mismo  año  de  1816  se 
concedieron  títulos  y  otras  muchas  recompensas  á  los  que  se  habían  distin- 
guido en  la  guerra  de  la  Independencia,  creándose  para  distribuirlas  Juntas 
especiales;  en  21  de  Julio  tomó  el  Rey  á  sucargo  la  reedificación  de  la  ciudad 
de  San  Sebastián;  ya  en  1814  habla  conservado  el  Rey  la  Orden  de  San  Fer- 
nando, «creada  en  31  de  Agosto  de  1811  por  las  llamadas  Cortes  generales 
>y  extraordinarias,  denominándola  Real  y  Militar  Orden  de  San  Fernando», 
y  creando  la  de  San  Hermenegildo  (28  Noviembre)  para  el  premio  de  la  cons- 
tancia militar  (2).  Todo  esto  pone  de  manifiesto  la  injusticia  con  que  se  ha 
censurado  á  Fernando  VII  culpándole  de  ingrato  con  los  que  sirvieron  en  la 
guerra  de  la  Independencia;  y  recuérdese  también  que  los  persas  habían 
criticado  acerbamente  la  institución  de  la  Cruz  de  San  Femando  por  ser  ex- 
tensiva á  las  clases  de  tropa:  el  Rey,  desentendiéndose  de  sus  partidarios 
absolutistas  é  inspirándose  en  un  sano  criterio  democrático  ó,  mejor  dicho. 


(i)  No  por  no  haber  Frensa  dejaban  de  tei  censuradas,  y  aon  lacirizadas,  las  antorida- 
dei:  de  lo  último  encabábanse  los  ciegos,  vendedores  callejeros  de  romances  y  tonadillas.  Al 
corregidor  de  Madrid,  conde  de  Motemma,  v.  gr.,  acusibale  le  voz  popular  de  tener  amoríos 
con  la  bailaiioa  Antonia  Molina,  y  los  ciegos  difronse  i  cantar  v  vender  por  lodaí  las  esqui- 
nas el  antiguo  lomance,  de  que  sacó  mucho  después  P.  A.  de  Alarcón  su  preciosa  novela  El 
lembrtTo  di  Irtspkos,  anunciamlo  la  mercancía  de  este  modo;  A  dos  cuarlot  el  famoso  roman- 
ce dtl  Compdor y  di  la  Moti»  . . .  tra.  Macho  menos  efecto  hacen  hoy  seguramente  los  perió- 
dicoi  satíricos. 

(z)  Cuando  María  Luisa  y  Godoy  perseeulan  al  entonces  Principe  de  Asturias  y  en  el 
coarto  de  tite  se  conspiraba,  Escoiquiz  sugirió  al  futuro  Femando  VII  la  idea  de  qne  estaba 
en  análoga  posición  á  San  Hennenegíldo,  perseguido  por  el  Rey  su  padre,  pero  por  excitación 
de  la  iDUjer  del  Rey,  Goavinda.  Este  ejemplo  de  mal  gusto  —  María  Luisa  no  era,  como  Gos- 
vinda,  madrastra  del  Principe,  aino  madre,  aunque  parecfa  lo  otro  —  debió  de  quedar  muy 
üTabado  en  la  mente  de  Fernando,  cuando  al  volver  al  trono  se  le  ve  titular  de  San  Hermene- 
gildo á  la  Orden  militar  por  él  creada. 

Salcedo,  Historia  ue  EspaSA 


D,g,t7cdb/GOOgfc 


578  HISTORIA  DE  ESPAÑA 

de  justicia,  mantuvo  lo  establecido  por  las  Cortes,  declarando  graciables  coo 
esa  recompensa  á  los  sargenios,  cabos,  soldados  y  iambores  (i). 

En  otras  esteras  hay  en  este  período  medidas  dignas  de  recuerdo  espe- 
cial. Tales  son,  entre  otras:  la  creación  del  Museo  del  Prado  (1819)  (2);  la  in- 
troducción en  España  del  arte  de  la  litografía  para  reproducir  y  vulgarizar  los 
cuadros  del  Museo,  á  cuyo  efecto  su  pintor  de  cámara  y  primer  director  de 
aquél,  D.  José  de  Madrazo,  reclutó  en  el  extranjero  y  trajo  á  Madñd  una  por- 
ción de  artistas  franceses  y  belgas;  el  establecimiento  de  las  escuelas  gratui- 
tas de  iaTto,  que  con  una  ú  otra  denominación  ya  no  han  desaparecido  nunca; 
de  las  yuntas  de  caridad,  que  son  las  actuales  de  beneficencia,  y  muchas  dis- 
posiciones para  asegurar  la  subsistencia  de  los  expósitos  y  evitar  el  encare- 
cimiento de  los  comestibles:  todo  esto  en  1816;  la  separación  del  Real  Patri- 
monio de  la  Administración  general  del  Estado  (3),  en  cuyo  punto  confirmó 
y  desarrolló  la  obra  de  las  Cortes  de  Cádiz;  del  18 16  son  también  la  creación 
de  seis  cátedras  de  Agricultura,  encargando  su  organización  á  la  Sociedad  de 
Amigos  del  País,  de  la  corte;  de  una  Escuela  de  Agricultura,  en  Llerena;  de 
las  tres  cátedras  de  Botánica  general.  Botánica  aplicada  á  la  Agricultura  y 
Botánica  aplicada  á  la  Medicina,  en  el  Jardín  Botánico  de  Madrid;  un  Real 
decreto  mandando  que  los  Hospicios  y  Casas  de  Misericordia  adquiriesen 
huertas  en  que  los  acogidos  recibiesen  instrucción  agrícola,  y  varias  circulares 
recomendando  la  máquina  de  trillar  y  limpiar  el  grano,  inventada  por  D.  Juan 
Alvarez  Guerra  (4);  finalmente,  y  haciendo  caso  omiso  de  otras  disposiciones 
de  análoga  Índole  (5),  á  este  período  y  á  la  especial  protección  del  Rey  co- 
rrespondió el  primer  establecimiento  en  España  de  servicios  regulares  de 
comunicación  interior.  En  Francia  había  desde  1765  diligencias  oi^niza- 
das  por  dos  Compañías  de  Mensajerías;  en  1816  en  España  no  habla  nada 
semejante:  como  cuando  corría  Don  Quijote  los  campos  de  la  Mancha  y  de 
Aragón,  cada  viajero  ó  cada  familia  que  se  trasladaba  de  un  punto  á  otro 
tenía  que  proveerse  del  medio  de  comunicación  alquilando  ó  comprando  un 
coche,  ó  ajustándose  con  algún  arriero,  que  eran  los  que  trasportaban  las  mer- 
cancías, para  que  los  trasladasen  á  lomo  á  ellos  también.  Como  comprar  ó 
alquilar  un  coche  resultaba  muy  caro,  los  de  mediano  caudal  solían  buscar 
otras  personas  que  los  acompañasen  y  contribuyeran  al  gasto,  y  de  aquí  los 
anuncios  que  aún  pueden  verse  en  la  Gaceta  y  en  el  Diario  de  Avisos  solici- 
tando tales  compañías,  y  que  por  su  repetición  en  muchos  números  demues- 
tran cuánto  tiempo  exigían  entonces  los  preparativos  de  un  viaje. 

En  el  citado  año  de  1816  unos  catalanes  emprendedores  —  Cabanes, 
Valls,  Enrich,  Xipell,  Moxó,  Puiguriger,  Casaus,  Barata  y  Bayon  —  funda- 

(1)    Articulo  5-'*  del  reglamento  de  1814. 

(3)  Se  (ituld  primitivamente  Galería  del  Atuteo  del  Rey,  abriéndose  con  lr«s  satis  j  tre- 
cientos  once  cuadros.  Posleriormente  se  añadió  una  sala  de  Escullnra.  Cn  1S2S  había  cuatto 
salas  mis  de  Pintura,  y  se  publicó  el  primer  catdlogo  (755  cuadros).  En  iSjo  inauguráronse  tas 
salas  de  Escuela  holandesa  y  alemana.  Y  ailadiremos  para  reunir  aquí  los  datos  de  este  célebit 


Museo,  gloria  de  España:  en  iít39  se  aeregarou  otros  salones;  en  1851  se  hiio  la  Sala  ovaieUa:, 
en  1373  se  untó  al  Museo,  declarado  Nacional,  el  oue  así  se  titulaba  desde  1840,  establecido  cn 
la  Trinidad  (Ministerio  de  Fomento  hoy  dettibado)  y  Tormado  con  los  cuadros  de  loi  conTcn- 


(3)  Real  decreto  de  33  de  Mayo  de  1814.  Véase  íñstoria  jurídica  del  Real  Patrimná; 
por  D.  Fernando  Cos-GayAn;  Madrid,  1S81. 

(4)  Véase  Memaña  relativa  á  les  ¡ermciiit  de  Apicultura,  Minat  y  Menta,  pabUcmda 
por  el  Ministerio  de  Fomento,  t8i3.  (Tomo  1,  pig.  45.) 

(;)  Véanse,  entre  otras  obras,  las  dos  Memoríai  pablicadaí  por  la  Academia  de  Cien- 
cias Morales  j  Políticas  (iSia);  una  de  D.  Ángel  Maria  Caroacho,  galardonada  con  el  PrrmU 
del  cande  de  Torcno,  y  Otra  de  D.  Antonio  Moreno  Calderón,  galardonada  con  accésit,  j  am- 
bas tituladas  Hiitoria  juridica  del  cultivo  y  de  la  industria  ganadera  en  EsfaSa. 


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579 


ron  la  Sociedad  de  Diligencias  de  Cataluña^  que  hubo  de  tropezar  con  ínmea- 
sas  dificultades  para  establecer  su  primera  línea:  de  Barcelona  á  Valencia, — 
lo  que  no  pudo  lograr  hasta  1818  —  á  primeros  de  Junio  salió  la  primera  di- 
ligencia de  Barcelona,  y  gracias  al  entusiasta  apoyo  de  Fernando  VII. 
En  1819,  y  venciendo  también  gravísimos  obstáculos,  igualmente  allanados 
por  el  key,  se  abrió  la  linea  de  Valencia  d  Madrid  (i."  de  OctubreJ,  y  se  in- 
tentó la  de  Madrid  d  Sevilla,  aunque  sin  resultado  por  la  resistencia  inven- 
cible de  los  interesados  en  que  no  se  cambiaran  los  medios  de  comunica- 
ción (I). 

De  todas  estas  medidas  progresivas  de  1814  á  1820  no  hablan,  ó  lo 
hacen  confusamente,  los  escritores  liberales;  en  cambio,  culpan  al  Rey  como 
de  acto  ferozmente  absolutista  por  el  decreto  de  29  de  Mayo  de  1815  dero- 
gando la  pragmática-sanción  de  2  de  Abril  de  1767,  ó  sea  la  expulsión  de  los 
jesuítas  en  el  reinado  de  Carlos  III.  ¡Como  si  los  principios  liberales  exigie- 
ran la  proscripción  y  persecución  de  las  Órdenes  religiosas,  ya  se  las  consi- 
dere Institutos  de  la  Iglesia  católica,  ya  Corporaciones  libremente  fundadas 
por  sus  individuosl  Y  lo  más  extraordinario  es  que  sostengan  la  eficacia  legal 
de  la  pragmática  de  1767  aun  contra  el  decreto  de  1815;  pero  ¡acaso  la  prag- 
mática fué  ley  hecha  en  Cortes?  Si  Carlos  III,  como  rey  absoluto,  pudo  ex- 
trañar y  suprimir  la  Compañía  de  Jesús,  Fernando  Vil,  que  tenia  el  mismo 
carácter  y  autoridad,  pudo  igualmente  derogar  aquella  disposición  perse- 
cutoria. 

La  Fracmasoneria.  —  Cansfitraciones.  —  La  Masonería  es  sociedad  muy 
antigua,  y  cuyo  origen  y  desarrollo  es  imposible  señalar  á  través  de  los  siglos. 
Si  de  las  sociedades  públicas  y  que  nos  han  dejado  documentos  copiosos 
oficiales  y  particulares  es  difícil  hacer  la  historia,  ¡qué  será  de  una  6  de  mu- 
chas sociedades  secretas  —  secretísimas  durante  muchas  centurias,  —  perse- 
guidas por  los  Gobiernos,  y  cuyo  interés  primordial  ha  estado  en  ocultarse  y 
desfigurar  sus  verdaderos  fines  á  los  profanos?  Lo  único  positivo  en  eate 
punto  es  lo  que  dice  Alcalá  Galiano  al  calificar  á  la  Masonería  de  <sociedad 

>  secreta,  de  antigua  mala  fama,  condenada  por  la  Iglesia,  mirada  con  horror 
>por  la  gente  piadosa,  y  aun  por  la  que  no  lo  era  mucho  con  sospecha,  á  la 

>  que  era  común  atribuir  en  las  grandes  mudanzas  del  mundo  moderno  una 

>  parte  que  nunca  tuvo,  aunque  alguna  haya  tenido  (2). 

Las  primeras  noticias  fidedignas  de  la  Masonería  en  Europa  son  de  que 
hacia  1725  la  introdujeron  en  París  algunos  emigrados  jacobitas,  de  donde 
irradió,  si  bien  en  proporciones  exiguas,  á  Italia  y  á  España.  Clemente  XII 
la  condenó  por  su  Bula  In  Eminenii:  el  P.  Rábago,  confesor  de  Fernando  VI, 
representó  al  Rey  que  «este  negocio  de  los  fracmasones  00  es  cosa  de  burla 
>ó  bagatela,  sino  de  grandísima  importancia»:  los  acusaba  de  «ser  deístas  casi 
>todos,  hombres  sin  más  religión  que  su  interés  y  libertinaje>;  calculaba  su 
número  en  medio  millón  esparcidos  por  Europa,  <la  mayor  parte  gente  noble, 
■  muchos  de  ellos  militares»,  y  sospechaba  que  su  intento  fuese  conquistar 
todas  las  naciones  acaudillados  por  el  rey  de  Prusia;  «debajo  de  sus  aparíen- 

•  cias  ridiculas,  concluía  el  P.Pábago,  se  oculta  tanto  fuego,  que  puede,  cuando 

•  reviente,  abrasar  á  Europa,  la  Religión  y  el  Estado>,  Este  memorial  deter- 
minó el  decreto  de  2  de  Julio  de  1751  prohibiendo  severamente  la  Masone- 
ría en  España  (3).  Un  año  después  publicó  el  franciscano  Fr.  José  de  Tomibia 

(1)    Víase  Midoi.  Tomo  especial  d«l  Dic.  Gieg.  Madrid,  pág.  439  ;  sigaientcs. 
(1)     Recwrdes  di  un  anñatto,  xl. 

(3)  Llórenle  habla  de  otro  ulterior  de  Felipe  V  (174a,  de  existir);  pero  ni  hay  rastro  de 
¿I,  ni  el  de  1751  le  reñere  á  él  como  precedente,  7  sepirameiite  lo  hubiera  hecho. 


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S8o  HISTORIA.   DE  ESPAÑA 

SU  Cemiiula  contra  Jracmasones  (i).  El  P.  Feijóo  dio  por  extinguida  la  Socie- 
dad (a),  y  ya  hasta  los  primeros  años  del  siglo  xix  no  hay  sino  datos  suel- 
tos, V.  g.,  el  de  Hervás  y  Pandiiro  (3),  de  haberse  descubierto  en  Viena  una 
relación  de  logias,  donde  constaba  existir  en  Cádiz  en  1 748  una  con  800  afi- 
liados, y  el  proceso  instruido  por  la  Inquisición  en  1757  á  un  francés  llama- 
do M.  Tournon,  fabricante  de  hebillas,  que  pretendió  catequizar  á  tres  de  sus 
operarios,  que  lo  delataron  (4).  Las  especies  de  que  Aranda,  Campomanes  y 
los  principales  adversarios  de  los  jesuítas  en  el  reinado  de  Carlos  III  eran 
masones,  y  aun  que  la  expulsión  fué  acordada  en  una  tenida  de  logia  celebrada 
en  casa  del  primero,  no  tienen  fundamento  histórico,  y  hasta  parece  demos- 
trada positivamente  bu  falsedad  (;). 

En  la  guerra  de  la  Independencia  vemos  figurar  en  la  Península  dos 
especies  de  logias  cuya  relación  entre  si  es  difícil  de  establecer  histórica- 
mente: las  americanas  y  las  francesas.  De  las  primeras,  dependientes  del  gran 
Oriente  fundado  por  Miranda  en  Londres,  ya  queda  hecha  mención,  y  debie- 
ron de  ser  exclusivamente  americanas,  ó  mejor  dicho,  separatistas;  á  lo  que 
no  se  opone  que  hubiera  en  sus  grados  inferiores,  no  iniciados  en  la  verda- 
dera y  concreta  obra  del  grupo,  algunos  individuos  extraños  á  tal  ñn,  y  que 
hasta  se  incomodasen  sinceramente  con  el  que  pudiese  atribuirles  empresa 
semejante.  Porque  esto  es  lo  característico  de  la  organización  masónica:  tiene 
la  Orden  un  objetivo  genuino  de  librepensamiento,  y,  por  tanto,  de  sistemá- 
tica oposición  á  la  Iglesia  católica,  y  tienen  las  logias  distintos  objetivos 
concretos  según  los  tiempos  y  las  circunstancias,  y  estos  últimos  suelen  estar 
ocultos  á  los  que  no  las  dirigen.  Las  lefias  francesas  pueden  dividirse  en  dos 
grupos:  las  francesas  propiamente  dichas  y  las  afrancesadas.  Los  militares 
franceses  fundaron   muchísimas  en  la  Península.  «Cuando  teníamos  que 

•  pasar  largo  tiempo  en  una  guarnición  —  escribió  Blaze,  —  disponíamos  de 

•  dos  grandes  medios  para  pasar  alegremente  la  vida.  Si  había  logia  de  frac- 

•  masones,  nos  hacíamos  presentar  en  masa,  ó  si  no,  formábamos  nosotros 

•  una;  porque  de  lo  que  se  trataba  era  de  trabajar  en  la  grande  obra,  y  todo 
>el  mundo  sabe  que  en  este  trabajo  gustan  los  hermanos  de  reir  y  de  ban- 

•  quetear.  En   muchos  regimientos  los  oficiales  tenían  su  logia,   de  que  el 

•  coronel  era  eí  veneraSU.  Después  de  la  fracmasonería  venía  la  comedia,  que 
es  taméién  una  linda  manera  de  pasar  el  tiempo  cuando  uno  es  joven  [G).  Es  pro- 
bable que  á  estas  logias  militares  de  que  tan  jocosamente  habla  Blaze  per- 
teneciese la  de  Jaén,  cuyo  local  con  los  atributos  masónicos  fué  descubierto, 
no  sin  gran  escándalo  del  pueblo,  al  evacuar  la  ciudad  los  franceses.  Pero 
hubo  además  logias  afrancesadas,  con  las  cuales  los  partidarios  del  rey  José 
trataron  de  consolidar  la  dominación  de  éste;  consérvase  memoria  de  las 
de  Santa  Jitlia,  Napoleón  el  Grande,  Beneficencia,  La  Estrella,  etc.,  todas  en 
Madrid,  y  además  la  del  Colegio  viejo  de  San  Bartolomé,  en  Salamanca;  dos 
en  Sevilla,  etc.  (7}.  En  1812  se  estableció  el  Gran  Oriente  de  Espaüaj/  de  las 
Indias  para  unificar  los  trabajos  de  todos  estos  centros  dispersos  é  influir 
polínicamente,  por  un  lado,  en  los  liberales  españoles  y  ver  de  atraerlos  al  rey 


(O  -Además  de  la  edición  de  17^3  hiciéronie  oirás  cuatro;  la  úllima,  de  1815. 

(a)     Carta  eruditas.  Tomo  111.  Carta  xvi. 

¡31     Cauías  di  ¡a  Rtvfluciin  franctsa. 

(4}    Llórente, 

(5)  En  el  libro  La  ipnca  de  Goya  —  de  la  Casa  Calleja,  —  actaalment*  en  preparacióti, 
quedan  esclarecidas  «utas  afirmaciones. 

(6i    Souvinin  itun  officicl  de  la  Grande  Amiét. 

<7)  Cuanto  históricamente  conita  de  estas  logias  esli  en  M.  Pelado,  Historia  de  Its  he- 
lerodojoí.  Tomo  ni,  capflalo  1,  iv. 


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HISTORIA  DE  ESPAÑA  581 

José,  y  por  otro  en  los  americanos  ni  en  uno  ni  en  otro  objetivo  obtu* 
vieron  buen  éxito(i). 

jHubo  también  logias  de  liberales  españoles  durante  la  guerra  de  la  In- 
depCDCiaí  Éste  es  el  punto  dudoso.  Menéndez  Felayo  habla  de  «dos  en  Cádiz, 
>  de  las  cuales  era  una  más  afecta  á  José  que  al  gobierno  de  las  Cortes>  (2); 
pero  reconoce  que  tuvieron  <paco  influjo,  si  bien  alguno,  sobre  todo  para 
«fomentar  los  motines  de  las  galerías  y  los  escándalos  de  la  Prensa*  (3),  y 
que  «para  los  liberales  la  importancia  verdadera  de  las  logias  comienza 
>sólo  en  1814,  traída  por  la  necesidad  de  conspirar  á  sombra  de  tejado>  (4). 
Alcalá  Galiano  asegura  que  <si  bien  es  cierto  que  tuvo  algunos  prosélitos  en 
>aquet  periodo,  fueron  pocos,  y  no  de  los  de  superior  influencia;  que  el  he- 
>cbo  de  haberla  establecido  los  franceses  daba  mal  color  á  la  sqciedad,  aun 
>á  los  ojos  de  los  más  entendidos  y  más  adictos  á  las  reformas;  y,  en  suma, 
>que  hasta  que  vuelto  al  trono  Fernando,  restablecida  la  Inquisición,  perse- 
■  guidos  insignes  patriotas  y  amenazados  otros,  el  fanatismo  y  la  sed  de  ven- 
>ganza  unieron  en  estrecho  lazo  á  los  adictos  á  la  Constitución,  y  fué  por 
■ellos  utilizada  la  masonería  como  el  más  seguro  y  eficaz  medio  de  cons- 
»pirar.  (5). 

Varías  concausas  coadyuvaron  á  esta  evolución.  Algunos  de  los  oficiales 
que  estuvieron  prisioneros  en  Francia  volvieron  de  allá  miciados  en  la  maso- 
nería; entre  otros,  D.  Rafael  del  Riego  f6)  y  D.  Evaristo  San  Miguel  (7).  El 
célebre  aventurero  D.  Juan  Van  Halen  (S),  convertido  de  oficial  del  Estado 
Mayor  de  Suchet  en  jefe  de  Caballería  de  nuestro  ejército  por  los  servicios 
prestados  á  la  causa  nacional  desde  el  campo  francés,  y  destinado  á  la  guar- 
nición de  Murcia,  organizó  allí  una  gran  logia,  quizás  derivación  de  alguna  de 
las  afrancesadas,  en  que  se  iniciaron  López  Pinto,  Romero  Alpuente,  Torri- 
jos  y  otros  que  se  hicieran  famosos  en  las  revueltas  posteriores.  Sorprendido, 
estuvo  sujeto  á  un  proceso  inquisitorial,  de  que  se  sirvió  él  para  fantasear  de 
lo  lindo  en  unas  Memorias  folletinescas  que  publicó  en  1842,  donde  cuenta 
que  le  dieron  tormento  descoyuntándole  un  brazo,  y  que  fué  presentado  á 
Femando  VII,  al  que  propuso  iniciarle  en  la  masonería,  y  «/  ítey  lo  oyó  no  del 


(1)  En  París  se  insUló  un  Suprime  Canstjt  ái  América,  gucarsil  del  de  Midrld.  De  uno 
j  otro  aalieroD  los  agentes  jo>eñnos  qae  acotaron  sa  pteiencia  en  varloi  punios  de  América, 
pera  sin  obtener  resultado  padtivo  ea  ninguno. 

(1)     Historia  di  les  HfUrodoxes.  Tomo  ni,  pig.  43S. 

(3)  ídem,  pág.  495. 

(4)  Página  433- 


g 


i_,  Nació  en  la  pairoctaia  de  TuSa  (Aatnrias)  el  9  de  Abril  de  17S4.  Se  dedicó  i  estudiar 
Lejei  en  Oviedo;  pero  en  1907  in);Tesó  en  la  Guardia  de  Corps.  En  iSoS  la  Junta  de  Oviedo 
le  hizo  de  golpe  capitán;  cayó  prisionero  en  la  batalla  de  Espinosa;  al  cabo  de  tiempo  li^ró 
fugarse,  7  en  Londres  organizó  an  pequeBo  cuerpo  de  espigóles  que  estaban  en  sus  mismas 
circunstancias,  desembarcando  á  su  cabeza  en  La  Corufía  cuando  terminaba  la  guerra.  Aseen* 
dido  á  segando  comandante,  iak  destinado  al  leeimienlo  de  Asturias. 

(7)  Nació  en  Gijón  (36  Octubre  1785).  En  1805,  cadete  en  el  regimiento  de  volunlarios  de 
Aragón;  en  1S07,  subteniente.  Como  Riego,  cayó  prisionero  de  los  franceses  á  lo*  principias 
de  la  guerra,  no  pudíendo  tomar  en  ella  parte  activa. 

^)  No  hay  que  contundirlo  con  D,  Antonio,  su  hermano,  primer  conde  de  Peracamps. 
Don  Juan  nació  en  San  Femando  (Cidiz),  y  fué  guardia  marina  en  iSoz.  Se  pasó  á  los  france- 
ses, y  (□£  oficial  de  órdenes  de  José;  acompaílá  á  Napoleón  en  la  campafia  de  Austria,  y  re- 
gresó A  EspaRa  en  el  Esudo  Mayor  de  Súchel.  Viendo  perdida  aquella  causa,  se  pasó  de  nue- 
vo al  ejírcito  de  su  patria;  pero  no  solo,  sino  entregándonos  las  plazas  de  Lérida,  Mequinen- 
za  y  Monzón.  Posteriormente  tomó  parte  activa  y  gloriosa  en  la  revolución  de  Bélgica  (l8jo), 
por  lo  cual  (uí  hecho  tinimit  gentral  de¡  ijirdto  btlga  y  galardonado  con  una  pensión  vitali- 
cia. En  Rusia  hizo  la  guerra  del  Cincaso,  alcaniando  In  cruz  de  San  Wladimiro.  Murió  en 
Cádiz  (1864). 


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5Ü2  HISTORIA  DB  ESFaRA 

todo  <üsgustado  (i).  Todo  es  faramalla,  segiün  pudo  comprobar  persona  tan 
poco  afecta  á  la  Inquisición  como  el  protestante  Usoz  (2},  y  lo  único  cierto, 
que  <no  fué  tratado  con  rigor  excesivo»,  y  <que  en  breve  se  escapó  de  su 
•encierro,  y  de  alli  á  poco  de  España,' ejecutando  su  intento  con  facilidad  tal, 
•  que  bien  aclaraba  cuan  distante  estaba  la  Inquisición  de  1817  de  ser  la  de  los 
adías  de  los  reyes  austríacos*  (3).  Finalmente,  el  conde  del  Montijo,  aquel 
Tío  Pedro  del  motín  de  Aranjuez,  que  se  había  pasado  la  guerra  de  la  Inde- 
pendencia en  conspiraciones  y  moviendo  asonadas,  y  que  apareció  en  1814 
furibundo  realista  é  implacable  perseguidor  de  tos  liberales,  nombrado  capi- 
tán general  de  Granada,  se  hizo  cabeza  de  los  masones  de  aquella  ciudad,  y 
auo  de  los  de  toda  EspaSa,  dando  asi  nueva  prueba  de  la  inconsistencia  de 
su  carácter,  ó  quizás  de  su  consecuencia  en  el  oficio  de  conspirador:  el  re- 
voltoso Conde  no  podía,  por  lo  visto,  vivir  sin  conspirar  y  fraguar  conjuras. 

A  mediados  de  1817  casi  toda  la  oñcialidad  del  Ejército  se  había  hecho 
masona  y  trabajaba  por  derribar  al  Gobierno,  coadyuvando  á  su  labor  mu- 
chos paisanos,  generalmente  jóvenes,  y  todos  poseídos  de  un  ardiente  libe- 
ralismo. Pero  quedaría  incompleto  este  cuadro  si  no  se  tuviera  en  cuenta  ta 
intervención  en  él  de  los  americanos  separatisus.  Eran  éstos,  en  efecto,  loa 
que  facilitaban  los  fondos  necesarios  para  la  tenebrosa  labor,  explotando  á 
la  vez  la  repugnancia  de  oficiales  y  soldados  i  ir  á  América,  ora  ponderando 
los  riesgos  y  peligros  de  tal  empresa,  ora  persuadiendo  á  los  de  ideas  libera- 
les de  ser  más  propio  de  quien  las  profesaba  luchar  por  ellas  en  la  Península 
que  contra  ellas  en  las  colonias. 

Conocidos  tales  antecedentes,  no  son  de  maravillar  la  serie  de  intento- 
nas revolucionarias.  La  primera  fué  la  de  Mina  (Septiembre  de  1814),  de  la 
que  dice  Alcalá  Galiano:  <Su  índole  no  llegó  á  ser  conocida,  aunque  él  haya 
■impreso  mucho  años  después  que  tenía  por  objeto  restablecer  la  Constitu- 
>ción>  (4).  El  19  de  Septiembre  de  1815  se  sublevó  Portier  en  Coruña;pero  la 
misma  tropa  que  arrastró  entrególe  á  la  autoridad  con  34  oficiales,  y  fué 
ahorcado.  Tanto  en  la  tentativa  de  Mina  como  en  la  de  Forlier  no  tuvo  parte 
la  masonería,  según  Alcalá  Galiano.  En  Enero  de  1816  fué  descubierta  la 
conspiración  del  triángulo  (5),  que  tenía  por  objeto  matar  al  Rey,  y  que  costó 
la  vida  al  comisario  de  guerra  D.  Vicente  Richard  (6),  al  sargento  mayor  de 
húsares  D.  Vicente  Plaza,  al  ex-guerril!ero  y  ex-fraile  denominado  Fr.  José, 
y  al  empleado  D.Juan  Antonio  Yandiola.  El  5  de  Abril  de  1817  levantáronse 
en  Cataluña  Lacy  y  Milans;  pero,  como  á  Portier,  las  mismas  tropas  subleva- 


(l¡  D«  Bqul  nació,  sin  duda,  el  absurdo  rumor  de  ser  masón  Femando  VII.  «Dictironse 
uáidenes  concia  la  rracmasonerfa;  pero  acaso  perlenecfan  i  elU  los  encsreados  de  catnplirlas, 
sy  aun  se  sospecha  que  el  mismo  Femando  era  masAna.  (Aguilai,  fTisleria  Eclísiáilica, 
fomo  n,  píg.  388). 

(2)  Don  Juan  Usoz  y  R(o  nació  en  Madrid  (iSd61.  Buen  hebraísta  (discípulo  de  Orchell) 
T  buen  helenisla,  fui  colegial  en  Bolonia,  profesoí  de  hebreo  en  Valladnlid,  aficionadístino  i 
fot  libros  viejos,  conocedor  profundo'de  Ib  lengua  casleJlana,  que  manejsbs  con  clásica  deaen- 
Tolmra,  muy  rico,  tanto  por  íl  como  por  su  mujer,  y  se  hiio  protestante  cuákero,  dedicando  lo 
mejor  de  su  vida  á  esta  propaganda  en  España,  y  á  publicar  y  editar  las  obras  de  los  protea- 
tanles  españoles  del  siglo  xvt.  Murió  el  17  de  Septiembre  de  1365-  Su  viuda  regalé  el  resto 
de  sus  ediciones  d  la  Sociedad  Bíblica  de  Londres,  y  su  biblioteca,  A  la  Nacional  de  Madrid. 

(3)  Lo  enlrecomailo.  d:  Alcalá  Italiano.  Rtiucrdos. 

(4}  Es  sibilina  y  enlraordinaria  esta  cláusula.  íQué  podía  proponerse  Mina  sino  eso? 
¡Cuánto  convendría  un  estudio  imparcinl  del  general  Mina,  personaje,  li  glorioso  por  su  intei- 
lencíón  en  la  guerra  de  la  Independencia,  lleno  de  sombras  como  hombre  de  pirtidol 

(5)  Los  conjurados  agrupábanse  por  tres,  ó  sea  que  estaban  en  conniveDcia  con  otros 
dos;  cada  uno  de  éstos  formaba  IriinguIci  con  otros  dos,  y  así  indefinidamente. 

(6¡  No  era  el  jefe  snpreino,  sino  cabeía  de  uno  de  los  Iriángolos,  y  le  delataron  J  entre- 
garon los  dos  sargentos  de  infanleria  de  Marina  que  formaban  criángnlo  con  ít. 


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HISTORIA  DS  ESPAÑA  583 

das  los  abandonaron  en  cuanto  se  dieron  cuenta  de  lo  que  se  pretendía  de 
ellas.  Milans  pudo  escapar,  pero  Lacy  cayó  en  poder  de  las  autoridades,  y 
trasladado  al  castillo  de  Bellver,  en  Mallorca,  fué  fusilado  el  5  de  Julio.  En 
Enero  de  i8ig  el  coronel  D.  Joaquín  Vidal  urdió  otra  conjura  en  Valencia, 
y  el  mismo  capitán  general  Ello  fué  con  algunos  agentes  á  sorprender  á  los 
conjurados  en  la  Casa  del  Porche,  donde  se  reunían.  Vidal  arremetió,  sable 
en  mano,  al  general;  pero  éste  paró  el  golpe  con  su  espada,  dejando  malhe- 
rido al  coronel:  el  día  22  ahorcaron  á  los  trece  sorprendidos  en  la  Casa  del 
Pordie,  ó  mejor  dicho,  á  doce,  pues  Vidal  murió  al  pie  del  patíbulo  cuando 
el  verdugo  le  ponía  la  hopa.  Excitó  extraordinariamente  la  compasión  el  jo- 
ven D.  Félix  Beltráo  de  Lis,  de  las  mejores  familias  valencianas,  y  que  dio 
grandes  muestras  de  serenidad.  Como  le  llamaran  en  el  cadalso  Beltrdn,  aña- 
dió en  tono  muy  natural:  de  Lis.  Muero  contento,  cuentan  que  dijo,  porgue  mo 
faltará  quien  vengue  tni  muerte. 

La  coDSpiración  más  formidable  se  organizaba  en  Cádiz,  plaza  y  alrede- 
dores, donde  estaba  acantonado  ct  ejército  que  debía  constituir  la  segunda 
expedición  á  América,  destinada  á  desembarcar  en  Buenos  Aires.  Decía 
San  Martfn  que  si  llegaban  al  Río  de  la  Plata  10.000  hombres,  la  causa 
de  la  independencia  estaba  perdida:  compréndese  el  interés  con  que  los 
agentes  argentinos  trabajarían  para  impedir  la  salida  de  aquel  ejército.  En 
las  logias  de  Cádiz  ñguraban  jóvenes  de  talento  y  audacia,  como  D.  Fran- 
cisco Javier  Istúríz,  D.  Juan  Alvarez  Mendizábal  (1)  y  D.  Antonio  Alcalá  Ga- 
tiano,  orador  elocuentísimo  á  quien  debemos  la  historia  de  aquella  famosa 
conjura.  Después  de  varias  peripecias  que  no  hay  para  qué  referir  aquí,  el  1 ," 
de  Enero  de  1820  D.  Rafael  del  Riego,  puesto  al  frente  del  segundo  batallón 
del  regimiento  de  Asturias,  proclamó  la  Constitución  de  1812  en  el  pueblo 
de  Las  Cabezas  de  San  Juan.  Para  mover  á  los  soldados  tuvieron  que  decir- 
les sus  oficiales  que  el  Rey  les  mandaba  sublevarse  porque  estaba  en  Madrid 
cautivo  de  una  facción  que  reinaba  en  su  nombre;  especie  absurda,  mas  creí- 
ble por  aquellos  hombres  rudos,  acostumbrados  á  oirías  semejantes  durante 
el  cautiverio  de  Valen^ ay  (2).  Sorprendió  Riego  en  Arcos  al  general  en  jefe  del 
ejército,  que  lo  era  el  célebre  Calleja,  que  habla  sido  virrey  de  Méjico  y  tanto 
se  había  distinguido  en  la  guerra  de  América,  pero  á  la  sazón  debilitado  por 
los  años  y  campañas  (3);  y  uniéndosele  el  coronel  Quiroga  (4),  que  asumió  el 
mando  en  jefe,  y  otros  jefes  y  Cuerpos,  entraron  todos  en  San  Fernando, 


(i)  Se  Ilamiba  leilmcDte  Méndez  <r  Alvkreí,  yhabfinacidúen  Cidíi  (1790)  de  una  fami 
lia  de  OTÍgeD  jadió:  por  eso  Damont  le  considera  como  nno  de  loi  judíos  que  en  el  siglo  Xlx 
influyeron  decisivamente  en  la  política  de  los  pueblos  críslianos.  La  familia  Mtndei,  de  Cidíz, 
era,  sin  embargo,  piadodstma,  y  se  cuenta  que  gastó  mucbo  en  hiucíoDes  de  desagravios  por 
la«  cosas  que  hacía  su  pariente.  Mendizibal  empezó  á  ñgutar  en  la  guerra  de  la  Independen- 
cia suministrando  víveres  y  utensilios  á  los  eiírcilos.  Su  pTofeiión  era  el  comercio,  para  el  que 
"""'-  "" — "' condiciones  de  fecundidad  de  recursos  y  audacia,  aunque  no  de  prudencia,  y 


a«f  te  enriqueció  y  se  arruinó  varias  veces.  Poco  escrupuloso  en  los  medios  de  agem 

To,  nunca  (aó  avaro,  y  con  la  misma  Tacilidad  con  que  lo  ganaba  lo  gastaba  6  daba,  ejh  muy 

alto,  y  i  proporción  lomido,  sobrio,  sencillo,  maestro  en  el  arte  de  ganarse  amigos,  cimpilico 


T  afable,  de  amena  y  sogestiva  convenación,  hombre  de  poca  cultura,  y,  por  ti 
ideas:  no  tuvo  otras  que  las  de  su  liberalismo  etaltado.  i  que  tiivíó  con  su  actividad  porten- 
tosa, su  imaginación  siempre  lecunda  en  planes  maravillosos  y  su  audacia.  En  iSig  era  en  Ct- 
dii  agente  comercial  de  la  Cosa  Beltrín  de  Lis,  de  Valencia. 

(=}  En  Rnsia,  cuando  el  famoso  pronunciamiento  setembrísta  al  grito  de  /  Emperador  il 
t:ran  Duque  Conslantino  y  Constíliiciótil,  uno  de  los  soldados  dijo  ante  el  Consejo  de  guerra 
qoe,  á  tn  jaicio,  la  Constitución  era  la  mujer  del  gran  Duque. 

(}  «...  dtituidatU  i  inepto  conde  di  CaidirÓHy,  le  llama,  con  notoria  injusticia,  D.  Mo- 
desto Lafuente. 

(4)  Don  Antonio  Quinfa,  gallego,  de  noble  familia,  de  la  misma  edad  que  Riego,  em- 
pezó su  carrera  rn  la  Marina,  y  en  iSoS  pasó  al  Ejército. 


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584  mSTOBU  DE  ESPAÜA 

donde  nombraron  una  Junta,  cuyo  primer  acuerdo  fué  ascender  á  maris- 
cal de  campo  á  los  dos  caudillos  del  alzamiento.  ]Asi  se  hacen  las  cosas! 
No  pudieron  entrar  en  Cádiz  —  el  pueblo,  muy  liberal,  los  esperaba  entu- 
siasmado, ~~  porque  el  joven  oñcial  de  Guardias  Españolas  D.  Luis  Fernán- 
dez de  Córdoba  (i),  observando  que  avanzaba  la  vanguardia  de  Quiroga  por 
el  arrecife,  reunió  48  individuos  de  la  Milicia  urbana  y  se  apostó  con  ellos  en 
la  Cortadura:  al  llegar  los  sublevados  hizo  disparar  los  dos  cañones  que  alli 
habla  (2),  lo  que  sorprendió  y  desalentó  á  la  columna  liberal,  que  retrocedió 
á  Sao  Fernando.  Permanecieron  los  pronunciados  en  San  Fernando,  y  alt! 
bubieseo  sucumbido,  á  pesar  de  la  expedición  que  hizo  Riego  por  Andalucía, 
en  que  acabó  por  dispersársele  la  gente  que  llevaba,  si  el  coronel  Acebedo  no 
hubiese  sublevado  La  Coruña  (21  Febrero),  siguiendo  su  ejemplo  El  Ferrol, 
Vigo  y  toda  Galicia;  el  5  de  Marzo  se  pronunció  la  guarnición  de  Zaragoza; 
el  10,  la  de  Barcelona;  el  11,  la  de  Pamplona;  y  el  conde  de  la  Bisbal,  uno  de 
los  más  entusiastas  realistas  de  1814,  nombrado  general  en  jefe  del  ejército 
que  debfa  marchar  sobre  Andalucía,  al  llegar  á  Ocaña  proclamó  también  la 
Constitución.  En  Madrid  estalló  un  motín;  el  Rey  fué  insultado,  y  decretó  ju- 
rar la  Constitución  (7  Marzo),  y  el  dia  10  ñrmó  el  manifiesto  de  que  se  han 
hecho  famosas  las  palabras  marcktmos  francamente,  y  yo  el  primero,  por  la 
senda  constitucional  (3). 

B)  El  trienio  liberal. — Los  Gobiernos  que  se  sucedieron  en  este  período 
fueron:  i."  La  !/unta  Consultiva  Provisional,  que  ejerció  una  verdadera  tutela 
sobre  el  Rey  y  nombró  el  primer  ministerio  constitucional.  2.°  Este  primer 
ministerio:  Pérez  de  Castro  (Estado),  García  Herreros  (Gracia  y  Justicia), 
Canga  Arguelles  (Hacienda),  D.  Agustín  Arguelles  (Gobernación),  el  mar- 
qués de  las  Amarillas  (4)  (Guerra),  Jabat  (Marina)  y  Porcet  (Ultramar),  con- 
vocó las  Cortes  ordinarias  (22  Marzo),  que  se  abrieron  el  9  de  Julio.  Al  mar- 
qués de  las  Amarillas,  poco  grato  á  los  exaltados,  le  reemplazó  D.  Cayetano 
Valdés;  y  á  Porcet,  Gil  de  la  Cuadra.  El  i."  de  Marzo  de  1821  se  abrió  la  se- 
gunda legislatura  de  las  Cortes,  y  el  Rey,  después  de  leer  el  discurso  de  la 
Corona  que  habían  compuesto  los  ministros,  añadió  un  párrafo  quejándose 
de  éstos,  á  lo  que  se  llamó  burlescamente  la  coletilla,  y  determinó  la  calda 
del  Gabinete.  3.°  Fernando  VII  pidió  á  las  Cortes  que  designaran  los  nue- 
vos ministros,  y  habiéndolo  rehusado  por  anticonstitucional,  nombró  á 
Barbajl  (Estado),  Valdcmoro  (Gobernación),  Cano  Manuel  {Gracia  y  Justi- 
cia), Barata  (Hacienda),  Moreno  (Guerra),  Escudero  (Marina)  y  Feliú  (Ul- 
tramar). El  24  de  Septiembre  reuniéronse  Cortes  extraordinarias.  El  13  de 
Diciembre  aprobaron  éstas  un  voto  de  censura  contra  el  Gobierno;  pero 
hasta  el  8  de  Enero  no  le  fué  admitida  la  dimisión,  y  hubo  varios  ministros 
interinos.  4.°  El  28  de  Febrero  de  1822  nombróse  el  nuevo  Gabinete:  Mar- 
tínez de  la  Rosa  (Estado),  Hoscoso  de  Altamira  (Gobernación),  Gare- 


(l)  Nac¡<S  en  la  isla  de  León  (I  Agoslo  I7C|3|.  [n^resÓ  como  ctdete'(i  Agosto  1810), 
y  en  1S19  pidió  ser  destinada  al  ejército  expedicioTiBrio  de  Ultramar,  «pm  vengar  (como 
dice  su  hermano  D.  Fernando  en  ARi  M.-mariai  ¡nlimas,  tomo  I,  pág.  asJ  la  muerte  d«  m 

{2)  «Estos  dos  tiros  me  «eüstaron  un  puesto  y  un  pD.rtida  que  no  elegí,  que  estnvo  siem- 
íipre  en  contradicción  con  mis  ideas  é  inclinaciones . . . »  ( Memoria  juslificoHva  del  general 
Córdob».) 

(3)  Publicado  en  la  Gaceta  extraordinaria  del  día  iz. 

(4)  Don  Pedro  Aguslfn  Girón,  marqués  de  las  Amarillas  y  prim«  duque  de  Ahumada. 
Nació  en  San  Sebastiia(3  Enero  177S).  Fué  de  voluntario  i.  ta  guerra  del  Roseltón,  Coronel 
en  1S07.  teniente  general  en  1814.  Era  liberal  templado  7  ordenancista  severo.  Al  dejar  el  mi- 
nisterio fué  nombrado  Ín¡^eniero  general;  pero  en  1822  le  dieron  de  baja  en  el  Ejtrcilo,  y  tuvo 
que  refugiarse  en  (Übraltar.  Murió  el  17  de  Mayo  de  1841. 


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HISTORIA  DE  ESPAÍJA  585 

lly(i]  (Gracia  y  Justicia),  Sierra  (Hacienda),  Bodega,  y  á  los  pocos  dias  Clemen- 
cín  (Ultramar),  Baiauzat  (Guerra)  y  Romarate  {Marina).  5."  Ministerio  de  don 
Evaristo  San  Miguel,  que  tuvo  la  cartera  de  Estado,  con  Gaseo  (Gobernación), 
Vadillo  (Ultramar^,  Navarro  (Gracia  y  Justicia),  Egea  (Hacienda)  y  Capar  (Ma- 
rina). El  Rey  destituyó  á  este  Gabinete  (19  Febrero  1823);  pero  la  mayoría  de 
las  Cortes,  apoyada  por  un  motín  popular,  le  obligó  á  continuar  sufriéndolo. 
G.°  Ya  ea  Sevilla,  las  Cortes  (15  Mayo  1823)  impusieron  al  Rey  un  ministerio, 
A  que  dio  carácter  D.  José  María  Calatrava  {2).  La  Junta  Consultiva  y  el  minis- 
terio Pérez  de  Cas  tro- Arguelles  representaron  al  doceañismo  puro,  la  reac- 
ción libera]  contra  la  reacción  absolutista,  «hombres  de  buena  fe  y  de  estricta 

■  legalidad  —  escribe  historiador  tan  poco  sospechoso  de  antiliberal  comodón 

■  Modesto  Lafuente, — apegados  con  el  cariño  de  padres  al  Código  del  año  12, 

■  rígida  y  severamente  constitucionales,  amantes  de  las  reformas  entonces 
B  proclamadas,  estaban  empeñados  en  volver  las  cosas  al  ser  que  tenían  en 
» 1814,  al  modo  que  Fernando  Vil  se  empeñó  en  que  todo  volviera  al  año 
» 1808,  como  si  unos  y  otros  pudieran  borrar  los  sucesos  y  los  años  de  las  ta- 
blas del  tiempo>  (3).  El  ministerio  Barbajl  signiñcó  algo  de  reacción  contra 
el  doceañismo,  el  de  Martínez  de  la  Rosa  fué  moderado,  y  los  de  San  Miguel 
y  Calatrava,  exaltados. 

Pero  estos  Gobiernos  no  fueron  sino  manifestación  externa  ó  represen- 
tación pública  de  otros  ocultos  é  irresponsables:  el  periodo  del  20  al  23  se 
caracteriza  por  haber  estado  el  Poder  bajo  la  efectiva  dirección  de  las  socie- 
dades secretas.  La  fracma sonería,  autora  de  la  revolución,  tomó  sus  posicio- 
nes en  cuanto  hubo  triunfado  para  gobernar,  como  dijo  gráficamente  Quin- 
tana, por  el  mismo  procedimiento  que  había  utilizado  para  conspirar.  Estable- 
cióse en  Madrid  un  Gran  Oriente,  centro  impulsivo  supremo  formado  de  re- 
presentantes de  los  Capítulos  de  provincia,  que  á  su  vez  lo  estaban  por  dele- 
gados de  las  logias  locales  y  de  las  constituidas  en  cada  regimiento  por  los 
jefes,  oticiales  y  algún  que  otro  sargento.  Incontrarrestable  y  duradero  hu- 
biera sido  el  poderío  de  una  sociedad  tan  perfectamente  organizada  y  que 
disponía  del  ejército,  á  permanecer  unida;  tanto  más,  cuanto  que  viéndola 
triunfante  y  que  era  ella  el  canal  único  por  donde  venían  los  destinos,  los 
ascensos  y  los  favores  oñciales,  y  que  los  que  se  oponían  á  su  predominio 
sólo  hallaban  persecuciones  y  menosprecio,  acudieron  á  iniciarse  todos  los 
que  aspiraban  i  medrar  y  no  tenían  ó  podían  prescindir  para  eso  de  escrú- 
pulos religiosos;  pero  no  tardó  en  estallar  la  discordia  en  el  Gran  Oriente. 
Los  doceañistas  no  salían  de  su  idea  de  ser  la  Constitución  de  Cádiz  insus- 
tituible fórmula  del  progreso  político;  pero  á  la  nueva  generación  iba  pare- 

(l)  DoD  Nicolás  Mar(>  Garelly  j  Bittifora  n>ció  an  Vilencia(9  Septiembre  1777).  Su  pa- 
dre 7  su  abacio  materno  faeron  genovesesavecindadoa  en  Valencia.  Antes  de  cumplir  los  vein- 
ticinco años  tal  catedrática  da  Derecho  en  la  Universidad  Talenciana,.^  en  1S04  aeregado  á 
Reguera  Vaidclomar  para  redactarla  Novísima  Recopilación.  En  la  gaerra  de  Is  Indepen- 
dencÍB  padeciú  dos  prisionesi  ana  decretada  por  el  capitán  general  español  á  consecaencia 
de  haber  lastenido  la  titatada  yunta- CoHgrise  de  Valencia  contra  la  autoridad  de  las  Cortes; 
f  otra  por  Suchet,  á  cansa  de  su  patriotismo.  En  1814  deiempeflá  la  cátedra  de  Constitación, 
jr  esto  y  sus  ideas  le  valieron  ana  deportación  á  Ibiza.  Diputado  en  las  Cortes  de  iSli,  se  dis- 
tinguió por  su  moderantismo.  Fui,  segaramenle,  de  los  fundadores  ó  iniciadores  del  partido 
moderado. 

(3)  Nació  en  Mérida  (15  Febrero  173)1.  Estudió  en  el  Seminario  de  Badajoz  y  en  la  Uni- 
Tersidad  de  Sevilla.  De  la  Junta  Suprema  de  Extremadura  (1B0SI,  diputado  por  su  provincia 
en  las  Cortea  de  Cádií  (1810),  figuró  en  primera  Knea  del  partido  liberal.  En  1S14  abrid  bufete 
en  Madrid;  pero  la  reacción  le  conñnñ  ocbo  bKo(  al  presidio  de  Melilla,  En  iSlo  fu£  nombrado 
ministro  del  Tribunal  Supremo,  diputado  i  Cortes,  y  se  le  encomendó  la  redacción  del  Código 
penal.  Era  grande  su  autoridad  de  hombre  de  ley  entre  los  exaltados,  dapués  fr/r^esiilai, 

(3)     Histaria  di  España.  Parte  III,  libro  XI,  Cap.  IV. 


,,GoogIc 


Etpiftolcs  llnaire*  conlemponlacM. 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


HISTORIA  DE  ESPAÑA  $^7 

ciéodole  poco  el  liberalismo  del  venerando  Código,  como  le  llamaban  los  otros, 
cuando  no  le  decían  sacrosanto.  De  aquí  cd  el  seno  del  cuerpo  masónico  una 
formidable  oposición  al  ministerio  Ai^üelles,  que  llegó  á  expulsar  del  gremio 
al  conde  de  Toreno,  representante  de  su  tendencia;  mas  luego  volvieron  á 
predominar  los  temperamentos  doceañistas  (i),  siendo  esto  causa  ó  efecto  de 
que  los  más  exaltados  (Romero  Alpuente,  que  se  hacía  llamar  el  Robespierre 
español;  Díaz  Morales,  que  alardeaba  de  republicano;  Torrijos,  etc.),  forma- 
sen otra  Sociedad,  la  de  los  Comuneros  ó  hijos  jt  vengadores  de  Padilla,  en  que 
las  logias  se  denominaban  torres;  el  cuerpo  social  Confederación^  dividida  en 
comunidades,  merindades,  castillos  y  Jortalexas;  el  venerable,  Gran  Castellano; 
el  color  verde  de  la  masonería  fué  sustituido  por  el  morado;  los  socios  no 
vestían  el  mandil,  sino  de  caballeros  andantes,  y  sobre  la  mesa  de  la  sala  de 


( Explieetión  dt  la  láiiirta  antcriar). 

EfpaBalcí llMtmeonttwiwriMOf.— 1.  VtcmtB  Lópci  jPortmflm,  eilimable  plnlor  viloi- 
ciano,  Botabllljlmo  retralltU  y  tutor  de  un  micnfHco  ictr>k>  de  D.  Francitco  át  Oayí  (im-lSSO).— 
X,  FraBGlMOjoaéQalntaai,  Insigne  poeta  lírico,  coronado  iol«nn«ncnte  por  lubd  II.  Ntdó  en  Mi- 
drídilT7Í-ia57).  —  3.  FraaclMOTadeoCalomarde.atadlMiilBitreycftebreniinlitrQde  Fernando  Vil. 
Angonéil  1^3-1842).— 4.  AensUn  Arsflelln,  ntadiitinotibleydlstinsuldo  orador  asturiano  (]T7^1SU}' 

—  S.  Alberto  LUta,  canónigo  de  la  catedral  de  Sevilla,  naddo  en  dicha  dudad,  notable  porta.  Fai 
maeitrode  Espranceda(lT7^1B48).  — t.  Jasa  Nluilo  Oallep),  sacerdote  y  poeta  ilnaro  é  inspirado. 
Es  lamoaa  su  oda  El  Dot  áe  Mayo.  Naddo  en  Zamora  (1777-1853).  —  T,  Jo*é  dc  Madrato,  Iniiene  pin- 
tor de  histoiía  y  académico  de  la  de  Bellas  Artes,  findadar  de  una  dinastía  de  notables  arllslaa  (ITSl-lSW) 

—  S.jMé  María  Qnclpo  de  LUtao,  conde  de  Tormo,  político  é  historiador,  miembro  de  las  Corles  de 
Ctdb,  aulor  de  la  Hlttorla  M  lewntamllnlo  áe  ttpoRa,  Naddo  en  Oviedo  (1T86-1M3).— S.  SaniAa  Car- 
niccr  1  Battte,  compositor  de  música,  leridano,  autor  de  varias  misas  notable!  y  de  mictuii  sinfonías  y 
óperas,  entre  oirás  de  Mtla  dt  Laiignano,  Don  Juan  Ttnorlo  y  Crtítóbal  Colón  (1789-1855). 

ADVERTENCIA.  ~  El  retrato  de  tos  hombres  eminentes  es  siempre  nn  doaimento  Interesante. 
Por  eso  et  editor  de  e*le  libro  ha  reproducido  en  las  paginas  que  preceden  los  de  todos  los  españoles 
buIgneM  dt  qaltiut  se  conserva  ano  auténtico,  y  aun  algunos  retratos  morales,  con  la  salvedad  i/ue  en 
sa  oportuno  lugar  se  consigna. 

Al  llegar  d  nuestros  dios  ^y  considerando  el  siglo  XIX  comprendido  en  ellos— kemos  querido 
reunir  en  la  lalerla  de  retratos  que  comienza  en  la  página  anterior  los  de  todas  las  primeras  fígaros 
españolas  contempordneas  que  eultlnando  las  letras,  las  ciencias,  tas  arle*  6  la  pollHea  dan  Je  de 
la  Inagotable  fuerza  creadora  de  la  madre  Espalia,  que  siempre,  d  troves  de  los  azares  de  sa  htstorlai 
ha  iluminado  el  manilo  con  la  gloria  de  sus  hijos,  y  gal  en  estos  tiempos  de  postración  y  decaimiento 
confirma  y  continúa  sa  tradición  presentando  ese  brillante  conjanto  de  Inteligencias  esclarecidas. 

HacUndolo  asi,  creemos  ofrecer  al  patriotismo  de  los  lectores  eficaz  acicate,  á  ¡a  par  que 
honramos  estas  páginas  y  rendimos  homenaje  inexcajable  d  los  qae  nos  dan  ni  motivo  mds  pora 
enorgatltctrnos  de  ser,  como  tilos,  tspaliolts. 

El  lector  comprobará  que  no  ha  presidido  día  selección  prejuicio  alguno.  Hemos  procurado  que 
no  falte  ningún  nombre  eminente  ni  figure  quien  no  pueda  hacerlo  por  derecho  propio.  Alguno  ha  habi- 
do que  excluir  por  no  hallarse  $a  retrato.  Quizás  algún  otro  sea  ricllmadt  Involuntaria  omisión.  Entre 
los  multantes  que,  por  dicha,  están  en  plena  prodatclón  activa,  hemos  extremado  el  rigor  dejando  de  In- 
cluir d  algunos  qut  con  gusto  y  con  Justicia  hubiéramos  publicado  si  no  lo  Impidiera  la  necesidad  dt 
nitor  que  la  galería  fiuse  excesivamente  extema,  amén  de  otras  conslderadoaes  qae  quienquiera 
supondrá. 

No  presumimos,  sea  como  quiera,  deque  hemos  de  contentar  á  todos  Io5  lectores.  Posible  es  que 
algún  punto  de  vista  personal  repita  en  este  caso  qut  ni  «tin  lodos  los  que  son,  ni  son  todos  los  que 
esUn.  Por  lo  cual  el  editor  recaba  para  si  la  responsabilidad  dt  esta  labor,  en  qut  no  ha  Intervenido 
el  llastrt  aalor  de  la  obra  Sr.  Salcedo,  y  en  la  cual  el  Instgnt  dibujante  Sr.  Ánsel,  que  con  compe- 
tencia y  pericia  que  todos  rtconoctrdn  la  ha  Ilustrado  con  su  magistral  Hlst«rla  granea  de  lacivl- 
Uiaclén  (t|iaBola,  no  ha  hecho  otra  cosa  qae  reproducir  con  su  sabido  acierto  los  retratos  qae  el 
editor  le  ha  encomendado.  Suun  cuique. 


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588  HISTORIA  DE  BSPaRa 

juntas  se  ponía  una  uraa  con  huesos  dentro,  que  se  decía  ser  los  de  PadtHa. 
La  nueva  sociedad  llegó  en  breve  á  contar  unos  lo.ooo  iniciados,  todos  ca- 
bezas calientes  y  hábiles  para  el  alboroto.  Con  ¡os  comtuieros  entendíanse  lús 
rarionarios,  de  que  fundaron  los  emigrados  piamonteses  venías  en  Barcelona, 
Valencia,  Málaga  y  Madrid,  habiendo  algunos  exaltados,  como  Díaz  Morales, 
que  parece  fueron  á  la  vez  comuneros  y  carbonarios.  El  general  napolitano 
Pepe  estableció  en  Barcelona  la  Sociedad  europea^  compuesta  de  liberales  de 
todas  las  naciones,  no  faltando  algún  español  en  ella:  finalmente,  en  Madrid 
funcionaba  una  logia  francesa  que  tenfa  por  objeto  inmediato  el  destrona- 
miento de  Luis  XVIII  y  la  proclamación  de  Napoleón  II  (i).  De  otras  dos 
sociedades  secretas  hablan  las  Memorias  de  este  tiempo:  la  de  los  AnüUros, 
formada  por  los  moderados  (Martínez  de  la  Rosa,  Toreno,  Cano  Manuel,  et- 
cétera), y  la  del  Ángel  Exter minador,  constituida  por  los  absolutistas;  pero 
como  ni  una  ni  otra  han  dejado  rastro  histórico  positivo  y  únicamente  son 
mencionadas  por  los  advérsanos  de  moderados  y  realistas,  puede  suponerse, 
ó  que  fueron  simples  conatos,  ó  que  sólo  existieron  —  y  es  lo  más  proba- 
ble —  en  la  imaginación  de  dichos  adversarios. 

Las  sociedades  secretas  influían  decisivamente  en  la  vida  pública  por 
ios  siguientes  medios: 

A)  Por  sus  afiliados,  que  eran  ministros,  diputados,  consejeros,  jueces, 
Jefes  políticos  y  militares,  y  hasta  empleados  subalternos.  Pero  conviene  ad- 
vertir que  nunca  coincidían  la  organización  jerárquica  de  la  Sociedad  domi- 
nante con  la  del  Gobierno:  en  tal  caso  se  hubieran  confundido  ó  amalga- 
mado los  dos  Poderes;  el  público  y  el  secreto.  Arguelles,  por  ejemplo,  nunca 
pasó  en  la  masonería  de  los  grados  relativamente  inferiores,  y  al  frente  de 
masones  y  comuneros  figuraron  por  lo  común  personajes  de  segunda  y  ter- 
cera fila,  y  hasta  sujetos  oscuros  en  la  política  visible.  Asi  se  mantenía  la  se- 
paración, y  aun  rivalidad,  entre  el  Poder  oculto  y  el  oficial,  y  la  supeditación 
del  segundo  al  primero. 

B)  Por  las  sociedades  patrióticas,  imitación  de  los  clubs  de  la  revolu- 
ción francesa,  instaladas  en  cafés  ó  fondas,  y  que  eran  como  unos  casinos 
políticos,  con  sesiones  diarias  en  que  peroraban  los  oradores  populares  más 
famosos  ex  litando  con  sus  arengas  ala  multitud  allí  congregada:  frecuen- 
temente echábase  á  la  calle  el  auditorio  asf  enardecido  á  dar  gritos,  ó  á  pasar 
á  vias  de  hecho  contra  los  caliñcados  de  tiranos  ó  traidores  en  los  discursos. 
Hubo  muchísimas  de  estas  sociedades.  En  Madrid  La  Cruz  de  Malta  era  el 
centro  de  los  moderados,  á  que  se  unieron  los  afrancesados,  pretendiendo 
unos  y  otros  el  sostenimiento  á  todo  trance  de!  orden  material,  y  como  medio 
de  conseguirlo,  la  reforma  constitucional  estableciendo  el  sistema  bicameral, 
y  dando  mayores  prerrogativas  al  Rey  y  Poder  ejecutivo.  Decían  los  exal- 
tados que  La  Crue  de  Malta  era  manifestación  extema  de  los  AnilUros;  pero 
ya  queda  indicado  que  es  dudosísima,  por  lo  menos,  la  existencia  de  esta  so- 
ciedad secreta.  La  Fontana  de  Oro  sí  que  lo  era  de  los  masones,  y  la  Lanáa- 
¿nriana,  de  los  comuneros  más  exaltados  (2).  £n  provincias  las  hubo  tam- 


(1)  El  doque  de  Yítittisl&át  —  I' Aigtoa  del  drama  de  RosUnd,  — que  yivfa  en  Vfena, 
como  archiduque  de  Austria,  y  tenfa  á  la  sazón  ODce  ó  doce  años,  nació  el  30  Muro  tSlI,  j 
murió  el  22  Julio  1832.  Napoleón  murió  en  Sania  Elena  el  4  Mayo  i8al.  Nuestra  reroladón 
del  20  fui  e]  último  acontecimiento  polilico  de  que  niTO  noticia,  y  exclamó  al  saberlas  /.Vd  ai- 
ran quí  ¡a  ha  movido  este  hombrí,  eucerrads  t»  tsta  iitacieiihle  prisiÓHl 

(2)  Don  Mamerto  Landaburu  era  un  lenienle  de  la  Guardia  Real  que  el  30  de  Junio 
de  1S22,  al  notar  en  sus  soldados  síntomas  de  indisciplina  favorables  al  régimen  absolutista, 
sacó  el  sable  para  refrenarlos,  y  en  aquel  momento  tres  de  los  indisciplinados  le  hicieron  una 
descarga  porta  espalda,  dejándole  muerto.  Para  los  liberales  —  los  mis  exaltados  creyeron  el  su- 
ceso obra  de  Fernando  Vil  — lamemorinde  Landaburu  luí  objeto  de  verdadero  culf o. 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


HISTORIA   DE   ESFAÍ^A  589 

bien,  y  algunas  de  tan  expresivo  titulo  como  Los  Virtuosos  Descamisados, 
de  Cartagena. 

C)  Por  los  periódicos,  que  hubo,  y  de  todos  matioes  menos  realistas; 
porque  en  este  periodo  la  intolerancia  liberal  estaba  en  su  punto,  y  mal  lo 
hubiera  pasado  el  que  se  hubiera  atrevido  á  escribir  en  contra  de  la  Consti- 
tución. La  libertad  de  imprenta  era  muy  amplía. . .  pero  sólo  para  los  libera- 
les. El  Espectador,  que  según  Mesonero  Romanos  fué  el  que  alcanzó  más 
clientela,  era,  puede  decirse,  órgano  oñcioso  del  Gran  Oriente:  lo  inspiraba, 
y  á  veces  escribía  en  él  D.  Evaristo  San  Miguel.  Et  Universal,  á  que  pusieron 
el  mote  de  El  SaiaMÓn  por  sus  proporciones  desmesuradas  (i),  defendía  las 
ideas  moderadas,  y  lo  mismo  £1  Imparcial,  dirigidos  ambos  por  Burgos  (2),  y 
en  que  colaboraban  Hermosilla  (3),  Miñano  (4)  y  Lista  (5),  publicando  además 
este  grupo  la  revista  El  Censor,  primera  de  su  género  en  España,  y  por  la 
que  hicieron  su  entrada  en  nuestra  patria  las  ideas  doctrinarias  francesas  (6). 
Los  comuneros  tenían  en  la  Prensa  El  Triinno,  El  Eco  de  Padilla,  El  Conser- 
vador, título  satírico,  El  Zurriago,  que  Mesonero  caliñca  de  inmundo,  y  que 
se  dedicaba  al  insulto  personal,  siendo  ei  que  puso  á  Martínez  de  la  Rosa  el 
mote  de  Rosita  la  Pastelera,  etc.,  etc.  (7). 

Completaban  la  acción  de  los  periódicos  los  folletos  y  las  representacio- 
nes teatrales.  De  los  primeros  se  hizo  famosa  la  serie  de  las  Cartas  del  po- 
brecito  kolgatdn,  alguna  de  las  cuales  alcanzó  la  tirada  de  60.000  ejemplares, 
exorbitante  para  el  año  i8zo;  obra  del  clérigo  moderado  MiSaoo,  y  que  son 
una  sátira  contra  la  Inquisición,  jesuítas,  frailes,  cofradías,  bulas  delPapa,  etcé- 
tera (8).  El  teatro  también  fué  utilizado  para  la  propaganda  liberal,  represen- 
tándose constantemente  obras  como  Roma  libre,  Lamuea,  La  viuda  de  Padilla, 
El  1°  de  Enero  en  las  Cabezas  de  San  Juan,  El  Hiprócrita  pancista.  Tribula- 
ciones de  un  servilón.  Coletilla  en  Navarra,  etc.  Quien  más  se  distinguió  en 
aquella  dramática  política  de  circunstancias  fué  el  mejicano  Manuel  Eduardo 
Gorostiza  (9),  escritor  satírico,  ó,  mejor  dicho,  caricaturesco,  que  habla  empe- 
zado á  componer  en  el  género  de  costumbres  en  1818,  y  que  durante  el 
trienio  hizo  reir  al  público  liberal  á  costa  de  los  empecatados  servilones. 


(I)  Para  aqacl  tiempo,  ¿/^aíaxán  (enfa  el  Untt^o  de  La  CorretpfndtHciatrt\xtpoc\ 
de  escribÍT  MesoDero  Rornaaoi  sus  Rtcutrdos;  es  decir,  meooi  de  la  mitad  de  lo  qu:  La  Lo- 
rrítpündetuia  ea  ahora. 

(a)  Don  Javier  de  Burgos  (l77S-l!l4S).  poeta  mediano,  baen  traductor  de  Horado  (Obrat 
de  Horacio,  1."  edición,  1820-Z3I,  endeble  autor  dramático  (£1  Baili  de  Máicarai,  Los  trtt  igua- 
Ui,  La  dama  dtl  verde  gaiánj,  eta  hombre  de  gran  taletllo,  amplio  criterio  y  de  idea»  muj  mo- 
d«radaa  en  política.  Fui  afrancesado. 

(3)  Don  José  Gómez  Hermosilla  (1771-1S37),  mis  célebre  que  en  la  política  por  lu  rigo- 
rismo clasicista  eo  el  orden  literario,  autor  del  Arte  di  hablar  tn  frota  y  vino  (I.*  edic,  tSzo). 

(4)  Don  Sebastián  Miñano  (l779'lS45)i  clérigo  j  prebendado  de  Sevilla,  autor  del  Dit- 
cienario  Gtof^ráfieo  y  Etiadíslico  di  Esparta  y  Forlugal. 

(5)  Don  Alberto  Lista  nacid  en  Sevilla  [15  Octubre  1775).  Matemático,  poeta  y  con  ex- 
celentes dotes  para  enseñar.  Fué  indultado  de  su  afrancesamiento  en  1S17.  De  1S30  á  33  diri- 
gió en  Madrid  el  Colegia  de  San  Mateo,  en  que  estadiaion  muchos  jóvenei  luego  famosos: 
verbigracia,  Eiproneedá. 

(6)  La  colección  de  El  Cinsor  consta  de  17  tomos.  Quien  escriba  la  historia  de  las 
ideas  sociales  y  políticas  en  la  España  moderna,  tendrá  que  leerlo*  deipacio. 

(7)  Cuenta  Mesonero  que  su  principal  redactor,  D.  Luis  Mejía,  muríú  ronchoi  afios  des- 
pués en  el  Hospital  de  Incurables  de  Madrid,  y  que  antes  de  morir  solicitó  y  obtuvo  de  Mar- 
tínez de  la  Rosa  que  fuese  á  visitarie  para  pedirle  cristiaDS mente  perdÓD  de  los  itunnnerables 
insnltos  qae  le  habfa  dirigido.  (Recuitdos,  pág.  1}2}. 

(8)  Están  publicadas  en  el  tomo  ll-LXll  de  la  BUHeteca  ir  Rivadcntita.  Escribió  ade- 
mit  las  Cartas  de  D.  Justo  Balanta  y  las  drl  Madrileño:  éstas  en  El  Ctntor,  del  miimo  género, 
per»  qa«  no  loeraron  la  misma  popularidad. 

(9)  Nació  en  t7E9  y  tItíó,  casi  siempre  en  Madrid,  hasta  iSji.  \Wf  do>  coleecionet  de 
tn  Teatro:  París,  l8n,  y  Bruselas,  1815. 


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590  HISTORIA   DE  ESPACIA 

D)  Por  la  Milicia  Nacional.  La  primitiva  idea  de  constituir  estos  Cuer- 
pos no  podía  ser  mejor:  era  dotar  al  ejército  de  una  numerosa  y  bien  orga- 
nizada reserva  que  permitiera  reducirlo  considerablemente  en  tiempo  de  paz, 
y  dedicarlo  siempre  á  los  ñnes  propios  de  su  instituto  —  prepararse  para  la 
guerra, —  descargándolo  de  los  enojosos  y  poco  instructivos  servicios  de 
guarnición,  como  también  á  interesar  á  los  ciudadanos  en  la  defensa  de  la 
patria,  haciendo  del  servicio  de  las  armas  el  cumplimiento  de  un  deber  cí- 
vico. La  base  de  la  Milicia  Nacional  debían  ser  los  antiguos  batallones  de  Pro- 
vinciales, y  el  alistamienio,  obligatorio  para  todos  los  mayores  de  diez  y  ochu 
años  y  menores  de  cincuenta;  pero  esta  institución,  que  bien  encaminada  hu- 
biera podido  ser  algo  semejante  á  la  landwer  y  iMístkurd  prusianas,  en  la 
práctica  fué  factor  activo  del  desorden  permanente.  Como  no  había  fusiles 
para  todos,  se  decretó  que  fuesen  preferidos  los  voluntarios;  y  como  la  admi- 
sión de  éstos,  así  como  la  dirección  y  manejo  de  aquella  fuerza  ciudadana, 
dependían  de  las  Corporaciones  populares  —  Diputaciones  y  Ayuntamien- 
tos, —  resultó  la  Milicia  el  partido  liberal  armado,  ó  un  ejército  distinto  y 
rival  del  verdadero,  á  la  disposición,  no  de  las  autoridades  oñciales  consti- 
tuidas, sino  de  los  poderes  ocultos  y  demagógicos,  de  que  dependían  aquellas 
mismas  autoridades.  No  en  todas  las  poblaciones  pudo  ser  de  este  modo; 
porque  no  en  todas  había  á  la  sazón  elementos  suficientes  para  organizar 
cuerpos  de  liberales  decididos  y  entusiastas,  y,  por  ejemplo,  en  Pamplona  los 
milicianos  no  resultaron  liberales,  por  lo  que  al  punto  fué  allí  desarmada  la 
Milicia;  pero  donde,  como  en  Madrid,  Cádiz,  Valencia,  Zaragoza,  etc.,  los  afec- 
tos á  la  Constitución  eran  en  bastante  número  para  formar  batallones,  esta- 
ban siempre  en  acción,  con  suma  frecuencia  resonaba  por  las  calles  el  toque 
de  generala  convocando  á  los  milicianos  para  defender  la  libertad,  ó  sea  para 
cumplir  algún  acuerdo  de  las  sociedades  secretas.  AI  oir  el  fatídico  son  de  los 
tambores  los  vecinos  paciñcos  internábanse  en  sus  casas  cerrando  apresu- 
damente  las  puertas  (i),  y  los  tildados  de  realistas  temblaban;  unos  y  otros 
sabían  perfectamente  que  el  toque  de  generala  de  la  Milicia  era  el  preludio  de 
un  tumulto  callejero  6  de  alguna  venganza  del  partido. 

He  aquí  ahora  en  brevísimo  resumen  los  principales  acontecimientos 
del  trienioi 

Año  iSzo. — £1  mismo  día  que  juró  el  Rey  la  Constitución  en  el  Ayun- 
tamiento invadieron  las  turbas  el  edificio  de  la  Inquisición,  Isabel  la  Cató- 
lica, 4  (2),  no  encontrando  más  preso  que  á  un  sacerdote  tegitimista  francés 
y  chiflado.  9  de  Marzo:  abolición  de  la  Inquisición.  Inaugúranse  las  socieda- 
des patrióticas,  y  empezó  á  cantarse  el  Himno  de  Riego,  letra  de  D.  Evaristo 
San  Miguel: 


Su  música  primitiva  (compás  de  7i)  fué  compuesta,  según  creía  Saldooi, 
por  un  oficial  de  la  columna  de  Riego,  apellidado  Miranda;  pero  preva- 
leció la  de  Reart  y  Copons,  coronel  de  Walonas,  que  es  una  contradanza  en 
compás  de  %.  Otros  himnos  compitieron  al  principio  con  eldeRiego;  v.  gr.,el 


<l)    Machos  años  despaés  - 


,,GoogIc 


HISTORIA  DE  ESPAÑA 


titulado  a¡  Ejircito  libertador,  música  de  Moreno,  director  de  orquesta  del 
teatro  del  Principe,  que  tenia  por  estribillo: 

jGueneros,  la  patria 
Os  da  el  parabiéD, 
PoT<ja«  lus  cadenas 
Supisteis  romperl 


Y  el  de  la  Milicia  Nacional,  i 


a  de  Carnicer,  que  decía: 


jUb«Ttad,  Ubeiud,  liberudl 

Pero  los  peores  fueron  los  compuestos  para  molestar  á  los  realistas,  y  de 
ellos  el  más  famoso  el  trágala:  «funesta  canción»,  dice  Mesonero  Romanos, 
<que  vino  á  ser  el  [a-ird  de  la  revolución  española,  y  la  hizo  más  daño  que 
itodas  las  bandas  de  facciosos>.  Tenía  muchas  coplas  por  este  tenor: 


Porloiflervilea; 

iTiágala  6  muere, 

Anlicuamenle 
A  los  chiquitos 

No  hubiera  anión, 

Tü.  servilón. 

Ni,  íi  pudieran, 

Tú.qaenoquieiei 

Se  los  vestía 

Consutucióa. 

CoDstitnción! 

De  fTailecilos; 

Ya  nota  arrancas, 

Pero  en  el  áU 

Roan  el  hneso, 

Ni  con  palancas, 

Los  liberales 

Y  et  libenJ 

Ni  con  palancas 

VUlen  ios  sojos 

Lea  dirá  eso. 

De  la  nación.; 

De|nac¡onal¿;, 

- 

Trágala,  trágala,  trágala. 

Trágala,  trágala. 

Trágala,  trágala,  trágala,  trágala. 

Trágala,  trágala. 

Trágala,  trágala,  trágala. 

Trágala,  trágala. 

Trágala,  trágala,  urvilin. 

Traga  la  Constituain. 

El  trágala  no  era  sólo  una  canción  de  mal  gusto,  y  la  más  adecuada  para 
embravecer  el  encono  de  los  vencidos  por  la  revolución  refregándoles  inju- 
riosamente su  vencimiento,  sino  la  fórmula  popular  de  la  política  iniciada  por- 
los  Gobiernos  liberales.  La  Gaceta  con  sus  disposiciones  oficiales  cantaba 
también  el  trábala.  Por  decreto  de  26  de  Marzo  se  obligó  á  todos  los  españo- 
les á  jurar  la  Constitución,  con  extrañamiento  y  pérdida  de  honores,  emolu- 
mentos y  empleos  á  todo  el  que  usase  cualquier  reserva  al  prestarlo.  Por 
otro  de  22  de  Abril  se  mandó  poner  cátedra  de  Constitución,  no  ya  en  las 
Universidades  y  colegios  del  Estado,  sino  en  los  seminarios  y  conventos,  y 
que  todos  los  párrocos  en  la  misa  mayor,  no  sólo  explicaran  el  venerando  Có- 
digo, sino  que  manifestaran  sus  ventajas  y  rebatiesen  'las  acusaciones  calum- 
>niosas  con  que  la  ignorancia  y  malignidad  intentasen  desacreditarla>.Porel 
reglamento  de  la  Milicia  se  impuso  á  los  mismos  párrocos  la  obligación  de 
exhortar  á  los  milicianos  á  defender  la  libertad  y  la  Constitución.  La  Compa- 
ñía de  Jesús  fué  suprimida  (14  Agosto)  á  propuesta  del  conde  de  Toreno, 
quien  declaró  en  las  Cortes  que  la  pragmátit^a  (le  Carlos  III  era  intangible,  y 
que  no  pudo  derogarla  Fernando  VII.  Suprimiéronse  los  (x>nventos  que  no  tu- 
vieran veinticuatro  religiosos  ordenados  in  sacris  y  los  de  las  Órdenes  Militares 
y  Hospitalarias,  se  prohibió  admitir  nuevas  profesiones,  etc.  (i ."  Octubre).  Fué 
abolido  el  fuero  eclesiástico  {23  Septiembre).  Los  obispos  que  protestaron 
contra  estas  medidas  fueron  extrañados  del  reino;  lo  mismo  el  General  de 
los  Capuchinos  y  otros  eclesiásticos. 


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592  HISTORIA  DE   ISFAÜA 

No  se  limitaron  estas  represalias  al  clero  secular  y  regular.  £1  general 
Elfo  fué  preso  en  Valencia;  ios  persas,  sometidos  á  proceso,  encerrados  en 
los  conventos  y  desterrados,  aunque  luego  las  Cortes  decretaran  su  libertad, 
contentándose  —  m,iié  benignidadi  —  con  declararlos  traidores,  privarlos  de 
los  honores,  dignidades  y  gracias  obtenidas  desde  que  hicieron  el  maniOesto 
famoso,  y  perpetuamente  de  sufragio  activo  y  pasivo. 

Medida  digna  de  aplauso  fué  la  amnistía  concedida  á  ios  afrancesados. 
Igualmente,  el  nombramiento  de  Comisiones  para  redactar  los  códigos  civil, 
criminal,  de  procedimientos  y  mercantil  (22  Agosto),  y  propia  de  la  situa- 
ción política,  la  supresión  de  mayorazgos  y  vinculaciones  (11  Octubre). 

Los  motines,  algaradas,  atentados  é  incidentes  ruidosos  fueron  conti- 
nuos. Ed  los  primeros  días  del  régimen  se  dijo  haberse  descubierto  una 
conspiración  realista  urdida  para  llevarse  al  Rey  á  Burgos  y  proclamarle  alli 
absoluto,  por  el  secretario  de  Fernando  VII,  Bazo,  y  el  capellán  de  Palacio, 
Erro.  En  la  noche  del  S  al  g  de  Julio,  vísperas  de  la  apertura  de  Cortes,  hubo, 
ó  se  supuso,  otra  de  los  Guardias  de  Corps.  Un  cadete  de  Guardias  de 
Corps  insultó  á  sus  jefes  en  un  periódico;  el  general  marqués  de  Castelar  lo 
hizo  arrestar,  y  las  Cortes  decretaron  que  se  procesase...  lal  Marqués  I  Se 
declaró  beneméritos  de  la  patria  á  todos  los  militares  que  se  habían  suble- 
vado, y  se  ordenó  que  se  anotase  en  las  hojas  de  servicio  la  adhesión  de  los 
oñciales  al  régimen  constitucional,  haciéndolo  extensivo  después  á  los  em- 
pleados civiles.  Decretada  la  disolución  del  Ejercito  de  la  /r/ii,  promovióse 
una  agitación  inmensa.  Riego  se  presentó  en  Madrid  (31  Agosto),  y  su  reci- 
bimiento dio  lugar  á  muchos  tumultos  mal  disfrazados  de  ovaciones.  El  3  de 
Septiembre,  en  el  teatro,  hizo  que  sus  ayudantes  cantaran  el  trágala  (l),  y  el 
escándalo  degeneró  en  motín;  el  Gobierno,  mostrándose  enérgico,  ordenó  á 
Riego  salir  para  Oviedo  de  cuartel,  lo  que  originó  más  graves  tumultos,  y  en 
la  discusión  parlamentaria  relativa  á  ellos  (7  Septiembre)  se  manifestó  por 
primera  vez  ostensiblemente  la  división  entre  moderados  y  exaltados.  El  Rey 
se  negó  á  suscribir  el  decreto  sobre  monacales,  y  los  ministros  le  obligaron 
á  hacerlo,  amenazándole  con  un  motín  (20  Octubre).  Fernando  VII,  de  jor- 
nada en  El  Escorial,  mandó  (16  Noviembre)  al  general  Carvajal  á  encalarse 
de  la  Capitanía  general  de  Castilla  la  Nueva,  desempeñada  por  Vigodet,  con  un 
decreto  sin  refrenda  del  ministro  de  la  Guerra.  Estose  consideró  como  la  ten- 
tativa de  un  golpe  de  Estado,  y  la  entrada  del  Rey  en  Madrid  (2 1  Noviembre) 
fué  semejante  á  la  de  Luis  XVI  en  París  después  de  la  fuga  y  detención  de 
Varennes:  no  hubo  insulto  ni  trágala  que  no  se  le  dirigiese.  Era  tan  desastroso 
el  estado  de  la  Hacienda,  que  el  déficit,  comparado  con  el  plan  de  gastos  y  con- 
tribuciones —  como  se  llamaba  entonces  el  presupuesto  —  para  el  año  eco- 
nómico de  1820  á  1821,  fué  de  172  millones  de  reales;  fueron  gravados  todos 
los  sueldos  de  funcionarios  públicos  con  un  descuento  gradual,  que  empezaba 
en  el  l  por  100  sobre  los  sueldos  de  6.000  á  8.000  reales,  y  llegaba  al  30  so- 
bre los  de  100.000  para  arriba. 

Año  1821.  —  En  Enero,  motines  en  Murcia  {promovidos  por  ios  traga- 
listas;  esto  es,  los  que  cantaban  el  trágala  constantemente);  en  Zaragoza,  {cod 
pretexto  de  la  llegada  de  Riego,  nombrado  Capitán  general);  en  Málaga,  en 
sentido  republicano;  y  en  Madrid  muchísimos,  con  insultos  continuos  al  Rey- 


(i)  Saa  Migoel  (  Vida  at  Argiiellci.  cap.  xxm)  lo  niegí;  pero  lo  añrman  todoi  los  escri- 
lom  de  1>  época.  Mesonero  dice:  «La  Fontana  le  obsequió  con  un  banquete  en  sm  saiones, 
Bjr  en  anuida  le  condujo  al  teatro  del  Príncipe,  donde,  i  vueltas  de  laa  mia  calurosas  acli- 
'  —  s,Hegó  i  su  colmo  el  desTaneci miento  del  hfroe.hatta  el  extremo  de  entonar  él  f  m' 


^ayudantes  su  propio  himno. .. ;  hizo  mis.  y  lué  disponer  que  sus  ayudantes  ptlsiertn  cnxonO' 
ucimiento  del  publicóla  insultante  y  grosera  canción  del  Trágala...  {'^ccw/n/M,  pig.  273)- 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


HISrOKlA  DE   ESPAÑA  593 

Fué  lo  más  horrible  el  atentado  contra  el  cura  de  Tamajón.  A  mediados  de 
Enero  díjose  que  se  habia  descubierto  una  conspiración  realista  fraguada  por 
un  capellán  de  Palacio,  llamado  D.  Matías  Vinuesa,  al  que  se  le  ocuparon 
vanos  papeles  con  un  plan  de  contrarrevolución.  «Tengo  para  mf  —  escribió 

•  el  general  Fernández  de  Córdoba  en  sus  Memorias  ÍMiimas — y  no  me  faltan 

■  motivos  para  añrmarlo,  que  ni  escribió  los  papeles  que  se  dice  le  fueron 
(encontrados,  ni  tuvo  conocimiento  de  ellos  hasta  que  sirvieron  de  base  á  la 
>acusaciÓD>  (i).  Formósele  causa;  el  tiscal  pidió  contra  él  la  pena  de  muerte, 
y  el  juez  D.Juan  García  le  condenó  á  diez  años  de  presidio.  «Alarmáronse  los 
>clubs  tan  pronto  como  tuvieron  noticia  de  la  sentencia,  y  desde  luego  se 

•  vieron  síntomas  de  estar  resuelto  el  sacriñcio  de  la  víctima.  Desde  las  once 
>de  la  maüana  del  dia  4  de  Mayo  se  propagó  y  cundió  la  voz  de  que  entre 
idos  y  tres  de  la  tarde  se  consumaria  el  horrible  atentado.  No  se  notó  pre- 

•  vención  ni  medida  alguna  de  parte  del  Gobierno  y  de  las  autoridades  para 

■  evitarlo,  y  á  la  hora  que  se  había  dicho,  una  cuadrilla  como  de  unos  1 30  mí- 
■serables,  después  de  haber  dado  algunos  gritos  en  la  Puerta  del  Sol,  se 
•dirigió  á  la  Cárcel  de  Corona,  y  forzando  la  entrada,  que  la  guardia  de  Na- 

■  cionales  defendió  ó  aparentó  defender  débilmente,  asesinó  ferozmente  á  Vinue- 
>sa,  llenando  su  cuerpo  de  heridas  y  destrozando  su  cráneo  de  un  martilla- 
>zo>  (2).  •  Algunos  años  después  —  se  lee  en  las  Memorias  de  hh  setentón  —  oí 
>de  boca  del  mismo  juez  de  la  causa  que  al  sentenciar  á  Vinuesa  á  presidio 

■  fué  contra  su  convicción,  y  sólo  por  apaciguar  de  algún  modo  la  excitación 
■popular;  pero  no  le  aprovechó. . .  sólo  le  sirvió  para  quedar  mal  con  su  con- 

■  ciencia  y  con  el  populacho,  el  cual,  después  de  inferido  el  sacrilego  asesi- 
■nato,  corrió  á  casa  del  juez,  que  vivía  en  Puerta  de  Moros,  con  objeto  de 
■sacrificarle  también,  lo  que  pudo  evitar  salvándose  por  el  tejado  (3). 

Los  motines  menudearon,  siendo  innumerables  los  promovidos  en  toda 
España  por  el  empeño  de  los  exaltados  en  pasear  procesionalmente  el  retrato 
de  Riego,  género  de  manifestación  que  tenía  prohibido  el  Gobierno,  Fué 
famoso  entre  los  de  su  clase  el  denominado  la  batalla  de  Platerías,  en  Ma- 
drid (18  de  Septiembre),  en  que  el  capitán  general  (Morillo)  y  el  jefe  político 
(San  Martín)  consiguieron  arrebatar  el  retrato  á  los  revoltosos  y  dispersarlos. 

Las  principales  medidas  legislativas  fueron:  la  ley  de  urden  público  (17 
de  Abril),  encaminada  principalmente  contra  los  adversarios  déla  Constitu- 
ción. La  ley  constitutiva  del  Ejército  (9  Junio),  que  prescribía  la  desobediencia 
á  los  soldados  cuando  sus  jefes  se  sublevasen  contra  el  régimen  constitucional. 
Reducción  del  diezmo  á  la  mitad  (29  Junio).  Reglamento  general  de  Instruc- 
ción pública  (lo  Julio),  estableciendo  la  uniformidad  de  la  enseñanza  en  todo 
el  reino;  la  observancia  del  mismo  método  y  del  mismo  libro  de  texto;  ense- 
ñanza libre  sin  validez  académica;  la  oñcial  dividida  en:  1.'  (Facultades  y 
Escuelas  especiales);  2.',  que  habia  de  darse  en  las  Universidades  de  provincia 
(hoy  Institutos)  y  3.",  que  es  la  que  ahora  se  llama  primaria,  todo  dirigido 
por  la  Dirección  general  de  Estudios. 

Si  tantas  habían  sido  las  conspiraciones  é  intentonas  liberales  de  1814 
á  1820,  no  fueron  menos  las  realistas  en  el  trienio.  Durante  el  año  de  1821 
aumentaron  mucho  las  partidas  realistas  que  ya  habían  hecho  actos  de  pre- 
sencia en  el  anterior;  el  cura  Merino  en  Castilla,  Montaner  y  Juan  Costa,  de 
apodo  Misas,  en  Cataluña,  y  otros  guerrilleros  de  la  Independencia  siguie- 
ron el  mismo  sistema  que  entonces,  tomando  la  lucha  desde  su  comienzo 

ít)    Tomo  1,  páe.  37. 

(3)    Lafuenre.  ídem,  iS„  cap.  vn. 

(3)    Página  14J. 


Salceda,  Historia  d 


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594  HISTORIA  DE   ESPAÑA 


un  carácter  de  extraordinaria  ferocidad.  Complicábase  la  guerra  civil  con  U 
actitud  de  las  principales  Potencias  europeas,  unidas  á  la  sazón  en  la  liga  an- 
tirrevo  lucio  na  ría  denominada  la  Santa  Aíiamea,  y  bajóla  hegemonía  diplomá- 
tica de  Metternicti,  prímer  ministro  de  Austría.  Sólo  Inglaterra  formaba  ran- 
cho aparte,  fuera  del  sistema  político  europeo,  en  el  espléndido  aisloMÚnío  de- 
terminado por  su  intenso  patriótico  egoísmo,  y  que  le  permite  mantener  su 
incontrarrestable  fuerza  naval:  sosteniendo  sus  tradicionales  instituciones 
parlamentarias,  venta  á  ser  entonces  la  iónica  representante  de  la  libertad 
política  en  Europa,  y,  como  es  uso  en  ella,  sacaba  gran  provecho  nacional  de 
este  papel,  haciéndose  la  porta -están  darte  y  celosa  defensora  de  la  abolición 
de  la  trata  de  negros  y  de  la  libertad  de  los  mares,  con  lo  que,  al  par  que 
desplegaba  una  bandera  de  justicia  y  de  humanidad  extraordinariamente 
simpática  á  todos  los  hombres  de  sentimientos  liberales,  laboraba  pro  domo 
sua.  Francia,  aunque  regida  por  los  Borbones,  á  los  que  apoyaba  un  partido 
realista  de  tendencias  iguales  á  las  de  la  Santa  Alianza,  corao  había  aceptado 
la  Carta  otorgada  por  Luis  XVIII,  que  aseguraba  un  régimen  constitucional 
ordenado  y  de  amplias  libertades,  inclinábase  en  el  orden  político  al  sistema 
inglés.  Luis  XVIII  y  los  prohombres  que  con  él  dirigían  la  política  francesa 
habían  juzgado  mal  de  la  reacción  absolutista  de  1814,  creyendo  que  ?'er- 
nando  VII  al  recuperar  su  trono  debió  sustituir  la  Constitución  del  12,  anár- 
quica y  revolucionaria,  por  una  carta  semejante  á  la  de  Francia;  asi  que  la 
revolución  de  1820  fué  para  ellos  la  confirmación  de  su  teoría  y  la  justifica- 
ción de  su  conducta,  ó  sea  la  consecuencia  inevitable  de  no  haber  dado  la 
Carta  ó  algo  parecido  á  la  Carta  en  1814.  Pero  como  la  Constitución  triun- 
fante les  parecía  rematadamente  mala,  creyeron  llegado  el  momento  de  in- 
fluir en  España  para  establecer  el  justo  medio  de  que  se  juzgaban  poseedo- 
res. La  Constitución  del  12  era  para  Luis  XVIII  y  su  partido  la  revolución 
y  la  anarquía,  cosas  intolerables;  el  absolutismo  del  14  era  el  despotismo, 
incompatible  con  la  ilustración  del  siglo:  intentaron,  pues,  influir  para  que  la 
Constitución  fuese  reformada,  y  á  tal  efecto,  ponerse  de  acuerdo  con  Ingla- 
terra. No  es  dudoso  que  si  las  dos  grandes  Potencias  occidentales  hubiesen 
llegado  á  un  acuerdo  sobre  este  punto,  habrían  salido  con  su  intento,  y  qui- 
zás hecho  un  inmenso  beneñcio  á  España;  pero  Inglaterra  se  opuso,  ó  por 
temor  á  la  influencia  francesa  en  la  Península,  ó  por  no  querer  que  hubiera 
en  nuestra  patria  un  Gobierno  regular,  interesada  como  estaba  en  el  pronto 
triunfo  de  los  separatistas  americanos (l). 

En  julio  de  1820  habla  estallado  en  Ñapóles  un  movimiento  liberal  que 
tomó  por  bandera  la  Conatitución  de  Cádiz  y  que  la  impuso  al  Rey:  lo  mismo 
sucedió  en  Portugal  y  en  el  Piamonte,  donde  el  Monarca,  portándose  con  más 
dignidad  que  los  de  España  y  Ñapóles,  abdicó  en  su  hermano  el  principe  de 
Carignan.  Rusia,  Prusia  y  Austria  acordaron  en  Laibach  poner  término  j 
la  revolución  de  Italia,  lo  que  se  consumó  en  este  aflo  de  1821.  Un  ejército 
austríaco  entró  en  Ñapóles  (21  Marzo)  y  en  Turln  (8  Abril).  Los  revoluciona- 
rios italianos  de  más  viso  se  vinieron  á  España,  donde  establecieron  la  So- 
ciedad de  ios  Carbonarios  y  fomentaron  el  republicanismo.  Lns  liberales  es- 
pañoles, entusiasmados  con  el  triunfo  de  su  Constitución  más  allá  de  las  fron- 
teras, al  saber  su  derrota  intentaron  atropellar  la  embajada  de  Austria:  su 
suerte  estaba,  sin  embargo,  como  la  de  sus  correligionarios  de  Italia,  en  ma- 
nos de  los  extranjeros,  aunque  no  de  las  Potencias  del  Norte,  sino  de  Frao- 

¡I^  No  se  hizo  Inglalerra  la  ferriente  defensora  de  la  •bolición  de  U  muhisliqM- 
perdidns  Iss  coloniís  de  América  del  Norte,  no  tuvo  ya  intecíl  en  mantenerla;  ni  de  la  liber- 
tad de  los  mires,  \wi\a.  que  tuvo  asegurada  la  supremacía  inarftinia. 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


DE  ESPAÑA  595 


cia  é  Inglaterra.  Nuestra  Constitución  do  faabfa  de  durar  sino  lo  que  tardasen 
Francia  ea  decidirse  á  intervenir,  é  Inglaterra  en  consentirlo. 

Años  1822  y  23.  —  Siguió  su  curso  la  revolución,  y  los  tumultos,  los  ex- 
cesos y  los  horrores  fueron  innumerables.  Inauguróse  eo  Valencia  una  serie 
de  motines  (17  Marzo)  por  el  empeño  de  los  exaltados  en  obligar  al  segundo 
regimiento  de  Artillería  á  vitorear  á  Riego;  el  30  de  Mayo  un  piquete  de  este 
Cuerpo  que  guarnecía  la  cindadela  dio  vivas  al  Rey  absoluto  y  al  general 
Ello,  allí  preso,  y  aunque  el  general  se  negó  á  admitir  la  libertad  que  le  da- 
ban los  sublevados,  ocupada  la  cindadela  por  los  milicianos,  estuvo  á  punto 
de  ser  sacrificado,  y  sólo  se  salvó  por  entonces  mediante  la  promesa  de  so- 
meterle á  proceso,  como  se  hizo,  en  el  cual  sirvió  de  pieza  de  convicción 
una  carta  escrita  por  el  general  á  una  hermana  suya  —  |Con  la  coincidencia 
de  no  tener  Ello  ninguna  hermana!,  —  y  un  Consejo  de  guerra  compuesto  de 
oficiales  de  la  Milicia  le  condenó  á  muerte  en  garrote  vil,  previa  degrada- 
ción, sufriendo  el  general  esta  pena  con  admirable  y  cristiana  entereza  (l). 
En  Madrid  subleváronse  por  el  rey  absoluto  cuatro  batallones  de  la  Guardia 
Real,  siendo  principal  caudillo  de  los  levantados  el  joven  oficial  D.  Luis  Fer- 
nández de  Córdoba,  que  tanto  se  había  distinguido  en  Cádiz  (1820}.  Los  mi- 
licianos, apoyados  por  los  Cuerpos  de  la  guarnición  que  se  mantuvieron  fie- 
les, rechazaron  á  los  Guardias,  siendo  el  choque  principal  en  el  Arco  de  la 
Plaza  Mayor,  que  en  memoria  de  la  jornada  se  llama  del  Siete  de  Julio.  Es 
uno  de  los  puntos  más  repetidos  de  la  leyenda  de  Fernando  VII  su  salida  al 
balcón  de  Palacio  cuando  huían  los  sublevados  y  los  perseguía  la  tropa  acau- 
dillada por  Morillo,  y  haber  gritado  á  ésta:  ¡Aellas,  á  ellos!  Lo  positivo  es  lo  que 
cuenta  D.  Fernando,  hermano  de  D.  Luis,  en  sus  Memorias  íntimas:  que  el 
Rey  envió  á  éste  una  crecida  cantidad  y  le  facilitó  la  fuga.  Muí  le  hubiese 
ocurrido  á  no  escapar:  los  guardias  fugitivos  fueron  ametrallados  y  acuchilla- 
dos en  la  carretera  de  Extremadura,  y  muertos  en  garrote  el  guardia  Ruiz 
Pérez  (6  Agosto)  y  el  teniente  Goiftien  (17  Agosto).  Ño  con  más  benignidad 
fueron  tratados  los  carabineros  y  provinciales  de  Córdoba  que  se  alzaron  en 
Castro  del  Rey.  Los  historiadores  liberales  no  se  cansan  de  clamar  contra  el 
terror  de  1824,  y  tienen  razón;  pero  se  olvidan  de  que  los  de  su  partido  go> 
bemaban  —  si  esto  es  gobernar  —  de  la  misma  manera  terrorífica  durante 
el  trienio. 

La  guerra  civil  alcanzó  grandes  proporciones.  En  Navarra  dirigían  á  los 
realistas  Quesada  (z),  D.  Santos  Ladrón,  etc.  En  Cataluña  aparecieron  los  cau- 
dillos más  notables:  tales  fueron  el  general  barón  de  Eróles  (3),  que  represen- 
taba en  esta  lucha  el  elemento  realista  más  templado  y  conciliador,  partida- 


(i)  En  el  ArchÍTO  d«  la.  Capíunía  general  de  Valencia  hay  laríos  docamenlos  de  samo 
inter£t  sobre  la  ípoca  del  mando  de  EUo;  entre  otros,  un  carioso  proyecto  para  canalizar  el 
Tnria  hasta  el  Puente  del  Real  y  hacer  de  Valencia  pnerto  de  mar.  victima  de  nn  abominable 
«sesloato  con  apariencias  de  justicia,  de  iidb  venganza  de  partido,  Ello  no  ha  encontrado  aún 
el  biógrafo  imparcial  que  trace  su  ñgura,  no  eomo  liberal  ni  como  realista,  sino  como  histo- 

\i\  Don  Vicente  Jenaro  de  Quesada,  primer  maronía  del  Moocayo,  Nació  en  la  Haba- 
na (19  Septiembre  1783).  Cadete  en  Cuba,  pasú  á  Guardias  walonas  en  Madrid  (1796).  Distin- 
guióse mucho  en  la  guerra  de  la  Independencia;  en  la  batalla  de  Burgos  recibió  once  herida*  y 
quedó  prisionero.  Se  escapó  (iSll),  y  el  concluir  la  guerra  era  brigadier.  Emigró  en  1820,  y 
^ufa  ÍColítilla)  lo  nombiii  comandante  general  de  los  realistas  de  Navarra. 

(j^  Don  Joaquín  Ibáñez  Cuevas  y  Valones  nació  en  Talam  (6  Enero  1794).  En  la  guerra 
de  la  Independencia  levantó  un  Itrcia  de  compatriotas  suyos,  de  que  fué  nombrado  coman- 
dante. En  Marzo  de  1S14  era  teniente  general.  En  i6zo  fot  peis^uido.  Al  concluir  el  trienio  faé 
ascendido  i¡  capitán  general,  y  se  le  dio  el  mando  de  Cataluña.  Murió  en  Deimiel  (33  de  Agosto 
de  1835). 


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59^  HISTORIA  DB  ESPAÍlA 

rio  de  unas  Cortes  y  de  una  Constitución  moderadas  (i),  y  el  Trapeitu  Fr.  An- 
tonio MaraAón  representante  á  su  vez  del  sentimiento  religioso  herido  por 
el  liberalismo.  Era  un  tipo  singularísimo:  de  auterísimas  costumbres,  pasaba 
por  santo;  ^olpábase  la  multitud  á  besar  su  hábito,  que  los  crédulos  supo- 
nfaa  escudo  impenetrable  á  las  balas;  atribuíanse  al  que  lo  vestía  revela- 
ciones y  otras  gracias  sobrenaturales.  Iba  siempre  vestido  de  fraile,  con  un 
crucifijo  al  pecho  y  pendientes  de  la  cintura  un  sable  y  dos  pistolas;  para 
cabalgarse  remangaba  el  hábito,  que  asi  parecía  un  largo  levitón,  dejando 
ver  por  debajo  las  botas  de  montar;  entraba  en  los  pueblos  echando  bendi- 
ciones, y  en  el  fuego  se  ponía  delante  de  todos,  en  el  lugar  más  peligroso,  de 
donde  vino,  sin  duda,  la  creencia  en  su  invulnerabilidad,  de  la  que  partici- 
paba él  seguramente,  pues  todo  indica  que  era  un  fanático,  y  no  un  farsante. 
Habiendo  indicado  á  Fr.  Antonio  los  agentes  absolutistas  en  el  extran- 
jero la  conveniencia  de  ocupar  una  plaza  fuerte,  fuese  con  su  banda  sobre 
Seo  de  Urgel,  y  desplegando  una  audacia  que  parece  inverosímil,  arrimó  es- 
calas al  muro  y  por  una  de  ellas  subió  el  primero,  esgrimiendo  su  crucifijo  á 
modo  de  espada  ó  bandera,  y  se  apoderó  de  rebato  de  la  ciudad  y  sus  fuer- 
tes, artillados  con  6o  piezas  (21  Junio). 

El  ij  de  Agosto  se  instaló  en  la  Seo  de  Urgel  la  Regencia  presidida  por 
cl  marqués  de  Mataflorída,  y  de  que  formaban  parte  el  barón  de  Eróles  y  el 
arzobispo  de  Tarragona  D.  Jaime  Creux,  la  cual  se  apresuró  á  declarar  nulo 
y  de  ningún  valor  cuanto  se  había  hecho  á  nombre  del  Rey  desde  g  de 
Marzo  de  1820.  Pero  á  pesar  de  que  este  suceso  envalentonó  á  los  realistas 
en  toda  Esparta  y  no  hubo  provincia  sin  partidas  —  hasta  en  la  Serranía  de 
Ronda  se  levantó  una  muy  numerosa  acaudillada  por  Zaldívar,  —  y  de  que 
en  Catalufla  se  contaban  por  muchos  millares  los  levantados,  la  guerra  civil 
tomó  un  aspecto  favorable  á  los  liberales.  Mina,  nombrado  capitán  general  del 
Principado,  entró  en  Cervera  (30  Septiembre},  en  CastellCullit  {24  Octubre), 
en  Balaguer  {3  Noviembre),  en  Tremp  (i  i  Noviembre),  en  Puigcerdá  (29  No- 
viembre), hizo  pasar  la  frontera  á  la  regencia  de  Urgel,  y  se  apoderó  de  esta 
plaza  el  8  de  Diciembre:  los  fuertes  no  fueron  evacuados  hasta  la  noche  del 
z  al  3  de  Febrero  de  1823.  Con  estas  victorias  de  Mina  en  Cataluña  coinci- 
dieron otras  en  casi  todas  las  provincias,  viéndose  obligado  Quesada  á  inter- 
narse en  Francia.  El  único  revés  de  consideración  sufrido  por  los  liberales 
fué  el  de  Brihuega  {24  Enero  1823),  en  que  Bessieres  {2)  derrotó  á  O'Daly  y 
al  Empecinado,  llevando  la  consternación  á  Madrid. 

Desde  el  punto  de  vista  militar  sólo  la  campaña  de  Mina,  bien  concebi- 
da y  ejecutada  vigorosamente,  merece  mención  especial;  pero  desde  otro,  no 
tan  técnico,  pero  sí  más  humano,  hay  que  condenar  severamente  á  liberales  y 
realistas,  que  compitieron  en  barbarie,  y  no  se  sabe  á  quién  adjudicar  el  premio 
en  este  repugnante  concurso.  Entraba  en  cierta  ocasión  una  columna  liberal 

(1]     En  su  procluna  de  IS  de  Agosto  decía:  «También  noaolros  qaen 

oqueremos  aax  ley  estable. . .  Recurriremos  i  los  Taeros  de  nuestrc 

opañol  congregado  se  dará  leyes  jastas  y  Rcomodndas  t  nuestros  ti  ,  ,  . 
»la  sombra  de  otro  írbol  de  Guemicaa.  Propuso  á  Mataflorída  ofrecer  desde  luego  «una  Coos- 
titucidn  fundada  en  los  amigaos  lucros  adaptados  i  nuestras  costumbres».  Mataflorida  le 
opuso,  aterrando  que  eso  exceilia  de  las  Tacultades  de  ía  Regencia  y  hnblera  sido  incurrir  en  el 
mismo  abuso  que  lai  Cortes  de  Ctdiz. 

(l)  Jorge  Bessieres  fué  un  aventurero  francés  que  empezó  i  figurar  en  Espafla  como  di- 
rector de  una  conspiracii^n  republicana  descubierta  en  Barcelona  á  principios  de  1S21.  Con- 
denado i  muerte,  los  exaltados  sacaron  la  cara  por  él,  consiguiendo  que  le  fuese  conmutada 
la  pena  por  diez  años  de  castillo  en  Figueras.  Y  i  principios  d«  iSzj  aparece  capitaneando 
una  partida  de  4.000  realistas  en  las  inmediaciones  de  Zara^oia,  coa  !■  qa«  dio  ote  folpe  de 
Brihuega.  Li  singularidad  del  personaje  bien  merecía  que  algún  estudioso  le  dedicase  on  tra- 
bajo monográfico. 


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HISTORIA  DE  ESPAÍÍA  597 

en  Cervera,  y  del  coaveoto  de  Capuchinos  salió  una  descarga  contra  ella: 
sin  más  averiguaciones,  los  soldados  invadieron  el  convento,  y  degollaron  á 
los  frailes,  sin  perdonar  á  uno  sólo;  pero  en  esto  llega  el  Trapense,  y  los  sol- 
dados son  ca2ados  á  tiros:  las  calles  están  al  atardecer  sembradas  de  cadá- 
veres, arden  muchas  casas.  Escenas  semejantes  son  frecuentes  en  aquella 
lucha  implacable.  Gritando  unos  ¡viva  la  Keligiónl  y  otros  ¡viva  ¡a  Libertad!, 
son  igualmente  salvajes.  Tomada  Seo  de  Urgel  por  el  Trapense,  toda  la 
guarnición  fué  inhumanamente  sacrificada.  Liberal  ó  negro,  como  ellos  dedan, 
que  cafa  en  manos  de  los  realistas  ó  ólancos,  no  escapaba  con  vida;  y  califi- 
caban de  negros  á  cuantos  servían  al  Gobierno,  que,  siéndolo  constituido, 
contaba  entre  aus  militares  y  empleados  á  muchos  que,  seguramente,  rene- 
garían <«  pello  de  los  principios  políticos  predominantes.  Los  liberales,  lejos 
de  quedarse  atrás,  llegaron  entonces  al  colmo  de  la  barbarie.  Mina,  hombre 
durísimo  de  corazón  y  de  muy  corto  entendimiento  fuera  del  arte  de  la  gue- 
rra, exaltado  hasta  el  fanatismo,  tenfa  el  tcrrorísmo  por  sistema  eficaz  de 
guerra:  en  su  bando  de  24  de  Octubre  de  iSzz  imponía  la  pena  de  ser  sa- 
queado i  incendiado  á  todo  pueblo  á  que  una  fuerza  facciosa  inferior  á  la  ter- 
cera parte  del  vecindario  obligase  á  tocar  somatén,  á  todo  caserío  cuyos  ha- 
bitantes lo  abandonaran  á  la  llegada  de  las  tropas . . . ,  etc.  Y  uo  eran  vanas 
amenazas.  CastelIfuUit  fué  destruido  por  completo,  no  dejando  en  pie  sino  un 
paredón  con  esta  leyenda  estúpidamente  cruel: 

'       AQUÍ  EXISTIÓ  CASTELLFULLIT. 

¡PUEBLOS, 

TOMAD  EIEMPLOl 

NO  ALBERGUÉIS 

k  LOS  ENEMIGOS  DK  LA  PATRIA. 

Lo  mismo  hizo  su  divisionario  Rotten  con  la  villa  de  San  Llorens  de  Mo- 
runys,  fulminando  una  orden  general  y  un  bando  fechados  en  las  ruinas  de 
San  Llorens  (20  Enero  1823),  y  que  son  un  baldón  de  nuestra  Historia.  En  la 
primera  se  lee:  «La  4.*  división  borrará  del  mapa  la  villa  esencialmente  fac- 

■  ciosa  y  rebelde  llamada  San  Llorens,  con  cuyo  fin  será  saqueada  y  entre- 

■  gada  á  las  llamas.  Los  Cuerpos  tendrán  derecho  al  saqueo  en  las  casas  de 
>las  calles  que  se  les  señalen;  á  saber:  el  batallón  de  Murcia,  en  las  calles 
de  . . .  etc.*  Y  en  el  bando  hay  abominaciones  como  éstas:  <Art.  i.°  La  villa 
r  que  se  llamaba  San  Llorens  ha  sido  saqueada  é  incendiada  por  mi  orden . . . 
>  Art.°  5."  En  virtud  de  la  obligacii^n  de  los  vecinos  de  la  villa  que  se  llamó 
•  San  Llorens  de  fijar  su  domicilio  fuera  de  los  distritos  de  Bei^a  y  de  Sol- 
>sona,  loB  que  allf  se  encontrasen  serán  fusilados . . . ,  eto 

Pero  este  bárbaro  Rotten  aún  se  distinguió  por  más  repulsivas  atroci- 
dades. Para  desembarazarse  de  los  presos  reahstas  los  hacia  salir  de  Barce- 
lona en  una  tartana  (la  lartana  de  Rolle»,  como  decían  las  gentes  aterradas), 
y  en  el  camino  perecían  asesinados;  asi  murieron  el  obispo  de  Vich,  fray 
Raimundo  Strauch,  con  el  lego  que  le  acompañaba  (i),  y  veinticuatro  manre- 
-  sanos,  sacerdotes  y  seglares  (2).  En  La  Coruña,  á  la  vista  ya  los  franceses,  el 


(i)  Memorial  de  Mina  (tomo  lu,  pág.  339  y  siguiente  nota)  explican  el  hecho  por  el  ci 
sabido  recnrso  de  la  partida  d«  racdosos  que  salió  á  libertar  al  Obispo.  Sobre  este  asesiu 
9e  instruyó  cansa  en  1S24. 

(l)  «Relación  indÍ7ÍiIaBÍ  de  los  nombres  de  las  14  victimas  (jue  se  hallan  depositadas  en 
»ia  iglesia  nneva  de  la  Cuctb  de  San  Ignacio,  las  que  fueron  sacnficadas  el  17  de  Noviembre 
nde  iSia  en  la  emboscada  llamada  «de  tos  tres  roures».  por  disposición  del  cruel  v  sanguinario 
■Rotten.  Manresa.  1814».  En  1S25  erigióse  una  capilla  expiatoria  en  memoria  de  estas  vlcti- 
mat,  la  qne  Tai  demolida  en  1835. 


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59^  HISTORIA   DE  ESPAÑA 

brigadier  D.  Pedro  Méndez  Vigo  hizo  sacar  del  castillo  á  5 1  presos  políticos, 
muchos  de  ellos  clérigos  y  frailes,  embarcarlos  en  un  quechemarfn,  y  <cod- 
•  ducidos  á  algunas  millas  dentro  del  mar,  y  después  de  maltratados  por  la 
>S0ldadesca,  aquellos  desgraciados  ...  no  queremos  referir  pormenores  que 
>cstremecen;  después  de  acuchillados  fueron  sumergidos  en  el  fondo  del  mar. 
>AI  amanecer  del  24  de  Julio  regresó  el  barco  descargado  de  las  vfcti- 
>mas>  (i).  En  Alicante  no  sufrieron  la  misma  suerte  veinticuatro  frailes  por- 
que el  patrón  del  barco  se  negó  á  cumplir  la  orden,  y  desembarcó  á  las  pre- 
suntas victimas  en  Oropesa.  En  Cáceres  entró  el  Empecinado  acuchillando 
á  todo  el  mundo,  incluso  á  los  niños.  El  coronel  González  fusiló  de  una  vez 
300  realistas  que  se  le  hablan  rendido.  En  Granada  una  turba  allanó  la  cár- 
cel y  degolló  á  seis  realistas  presos.  Lo  mismo  aconteció  en  Orense. . . ,  et- 
cétera, etc. 

Apartando  la  vista  de  tales  horrores,  apuntaremos  las  principales  medi- 
das legislativas  de  este  periodo:  el  Código  penal,  discutido  en  las  Cortes  (2) 
desde  Noviembre  de  1S21  hasta  Febrero  de  1822,  fué  sancionado  en  27  de 
Junio  de  este  año;  es  un  trabajo  notable  para  el  tiempo  en  que  se  hizo,  y  to- 
davía se  cita  su  definición  del  delito  como  superior  á  la  del  Código  vigen- 
te (3).  El  Código  de  procedimiento  criminal,  en  que  se  establecía  para  los  deli- 
tos graves  t\  jurado  y  el  juicio  oral,  no  llegó  á  sancionarse:  quedó  en  el  trá- 
mite de  pasar  á  las  Audiencias  para  su  informe  (4  Enero  1822).  Más  atrasado 
quedó  el  Código  civil,  de  que  sólo  redactó  la  Comisión  (4)  el  Discurso  prelimi- 
nar y  fragmentos  de  la  parte  primera  {De  las  obligaeionesy  derechos  individua- 
les) y  de  la  segunda  [De  los  derechos  y  obligaciones  según  la  diferente  condición 
doméstica  de  las  personas).  La  ley  de  abolición  de  señoríos  fué  sancionada  en 
23  de  Mayo  de  1823.  En  el  orden  que,  conforme  al  lenguaje  de  hoy,  llamare- 
mos anticlerical,  los  liberales  del  trienio  llegaron  al  colmo:  prohibición  á  los 
obispos  de  conferir  Ordenes  sagradas,  y  de  haber  más  de  un  cura  en  cada  pa- 
rroquia (30  Junio  1822);  reclamación  al  Papa  para  que  declarase  vacantes  las 
diócesis  de  los  obispos  desterrados  (i.°  Abril  1822).  Declaración  de  estas  va- 
cantes por  el  Poder  civil  [i."  Noviembre  1822).  Nombramiento  de  Llórente 
para  embajador  en  Roma,  y,  habiéndose  negado  el  Papa  á  aceptarlo,  extra- 
ñamiento del  Nuncio  (22  Enero  1823). 

Mientras  tanto,  en  Europa  iba  condensándose  la  tempestad  que  había 
de  acabar  con  la  Constitución  española.  Las  Potencias  del  Norte  (Rusia, 
Austria  y  Prusia)  no  disimulaban  su  hostilidad  contra  la  situación  dominante 
en  nuestra  patria,  considerándola  como  un  peligro  para  el  sistema  político 
de  la  Santa  Alianza;  pero  proclamaron  el  principio  de  que  así  como  al  Aus- 
tria habla  correspondido  la  intervención  en  Italia,  á  Francia  incumbía  la  de 
España.  El  Gobierno  francés,  presidido  por  M.  de  VUlele,  repugnaba,  sin  em- 
barco, el  ejercicio  de  una  acción  militar  directa,  fundándose:  i ."  En  la  necesi- 
dad que  tenia  Francia  de  reposo  después  del  ciclo  napoleónico.  2°  En  el  te- 
mor engendrado  por  el  recuerdo  de  la  guerra  de  la  Independencia:  según 
M.  de  Villele,  era  de  temer  que  al  ver  á  los  franceses  en  España  absolutis- 

(i)  Don  Modeslo  Lafucnlc,  Hiiloria  (paite  ni.  libro  xi,  cap  xv).  No  hay  que  conTandir 
i  este  D.  Pedro  Méndez  Vigo  con  13.  Santiago  det  mismo  apellido,  conde  de  Sanca  Cruz  de  loi 
Manneleí,  teniente  general,  que  nació  en  Oviedo  (1791)  y  murió  en  Madrid  [9  Eneio  1860). 

[2)     Formaron  la  Comisión  Calatrava,  Manlnei  Marina,  Vadillo.  Rey,  Paul  y  Vlctorica. 

(í)  Se  diride  el  Código  en  oTfluto  preliminar»,  equivalente  al  libro  I  del  actnil.  «Pane 
primera:  De  los  delitos  contra  U  sociedad»,  y  «ParLe  segunda:  De  k»  delitos  coDtra  los  parti- 
cularein.  Le  precede  un  ■(Preámbulo»  muy  declamatorio, 

(4)  Cano  Manuel,  Cuesta,  P'emández  San  Miguel,  Hinojoia,  Garellj  y  Nararro.  GafeUf 
hiio  por  si  un  proyecto. 


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HISTORIA  DE  ESPAÑA  599 

tas  y  liberales  se  uaieraa  para  resistirlos,  y  entoDces  se  hiciera  la  empresa 
diflcil  y  larguísima.  3."  En  el  temor  á  Inglaterra,  que,  echándoselas  á  la  sazón 
de  portaestandarte  del  liberalismo  europeo,  pudiera  intervenir  á  favor  de 
los  liberales  españoles.  4.°  £n  el  temor  al  partido  liberal  francés,  adversario 
de  una  intervencióo  absolutista,  de  la  que  hubiese  tomado  argumentos  para 
presentar  al  Gobierno  y  mayoría  legitimistas  como  absolutistas  también,  cosa 
que  Villele  tenia  sumo  interés  en  desmentir,  pues  se  basaba  su  política  en 
que  el  régimen  fundado  en  la  Carta  era  liberal,  aunque  templado.  V  5.°  En  el 
temor  al  mismo  ejército  francés,  en  que  la  tradición  bonapartista  persistía 
siempre,  siendo  de  sospechar  que  al  hacerlo  entrar  en  campaña  se  subleva- 
se por  Napoleón  II.  Por  todo  esto  M.  de  Villele  opinaba  por  influir  en  Es- 
paña diplomáticamente  ó  por  medios  indirectos  para  conseguir  ana  reforma 
de  la  Constitución  en  sentido  realista,  y  que  trajese  consigo  la  libertad  del 
Rey  y  la  reconciliación  de  los  dos  partidos  que  se  hacían  la  guerra,  ó  la  for- 
mación de  un  tercero  compuesto  de  realistas  como  el  barón  de  Eróles,  y  de 
liberales  como  Martínez  de  la  Rosa,  esto  es,  moderado,  con  el  cual  pudiese 
gobernar  Fernando  VII  á  la  manera  que  lo  hacia  Luis  XVIIl  en  Francia. 

Pero  contra  esta  política  se  declararon  el  conde  de  Montmorency  y  el 
vizconde  de  Chateaubriand,  sucesivamente  ministros  de  Negocios  Extran- 
jeros.  Según  estos  políticos,  tenía  razón  Villele  en  desear  el  establecimiento 
en  España  de  un  Gobierno  templado,  equidistante  de  la  anarquía  de  1812  y 
del  despotismo  de  1814;  pero  esto  no  podía  conseguirse,  ni  Francia  procu- 
rarlo sin  una  expedición  militar  que  libertase  al  Rey  y  lo  pusiera  en  condi- 
ciones de  implantar  y  desarrollar  por  sf  mismo  una  política  semejante  á  la 
de  Luis  XVllI.  También  tenía  razón  en  temer  la  influencia  de  la  revolución 
española  en  el  partido  liberal  y  en  el  ejército  francés;  pero  habla  que  contra- 
rrestar ese  influjo,  DO  con  una  pasividad  funesta,  sino  audazmente,  acometien- 
do. Era  necesaria  una  campaña  para  que  se  viera  que  el  ejército  se  batía  con 
la  bandera  blanca,  símbolo  de  la  legitimidad  borbónica,  lo  mismo  que  con  la 
bandera  tricolor,  símbolo  de  la  revolución  y  del  Imperio,  y  no  menos  indis- 
pensable demostrar  á  la  oposición  liberal  y  á  todos  los  franceses  que  Francia 
bajo  los  Borbones  no  temía  á  Inglaterra,  vencedora  de  Napoleón,  y  que  pro- 
cedía en  la  política  internacional  por  su  propio  impulso,  sin  tomar  la  venía 
del  Gobierno  de  Londres,  Estos  puntos  de  vista  agradaron  á  Luis  XVIII,  y 
quedó  resuelta  la  intervención  de  España. 

El  Congreso  de  Verona  se  reunió  en  Octubre  de  1822  para  discutir:  A) 
La  cuestión  española.  B)  La  trata  de  negros.  C)  La  situación  de  las  colonias 
españolas  de  América.  D)  Las  cuestiones  entre  Rusia  y  Turquía.  Y  E)  La 
situación  de  Italia.  El  22  de  Noviembre  se  Armó  un  tratado  secreto  entre 
Rusia,  Prusia,  Austria  y  Francia,  por  el  cual  se  encomendó  i  la  última  el  res- 
tablecimiento del  orden  ea  nuestra  Península,  subvencionándola  cada  una  de 
las  otras  Potencias  signatarias  con  20  millones  de  francos  anuales  mientras 
durase  la  guerra.  Inglaterra  intentó  oponerse  al  acuerdo  de  las  cuatro  gran- 
des Potencias;  pero  en  vano.  Hubiese  tenido  que  arrostrar  una  lucha  con 
toda  la  Europa  continental.  En  los  días  5  y  6  de  Enero  de  1823  entregaron  los 
embajadores  de  las  cuatro  Potencias  convenidas  al  ministro  de  Estado  don 
Evaristo  San  Miguel  sendas  notas  condenando  severamente  la  situación  de 
cosas  en  España,  á  que  contestó  el  Gobierno  liberal  con  arrogancia  (día  g)  (1). 

(1)    Miradores  dice  gae  S>n  Migael  llevó  las  ni 
.TÍió  Ja  respuesta.  San  Miguel  (Vida  di  ArgutUei, 

_.  n  comunicadas  al  Consejo  de  Ministros  y  después  ;.  ..^ 

ble  que  ambos  tengan  razón,  ó  sea  que  los  ministros  y  los  ctn 
San  Miguel  fueran  eJ  Grande  Oriente  de  qne  habla  Mtraflorei. 


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600  HISTORIA   DE  ESPAÑA 


£□  las  Cortes  hubo  sesiones  patrióticas,  derrochándose  la  elocuencia  ca- 
racterística de  nuestra  tribuna  parlamentaria,  y  las  sociedades  secretas  en- 
traron en  vertiginosa  ebullición.  Nunca  corrió  más  seno  peligro  Fernan- 
do VII.  El  19  de  Febrero,  día  en  que  terminó  la  legislatura,  los  masones 
movieron  un  motin  en  que  se  gritó  ¡mtura  el  Rey,  abajo  el  tirano!;  el  20,  otro 
los  comuneros  pidiendo  á  la  Dipuiadóii  permanente  el  nombramiento  de  una 
Regencia.  El  1.°  de  Marzo  abrióse  otra  legislatura,  y  su  primer  acoerdo  fué 
trasladar  la  capital  á  Sevilla,  aunque  todavía  no  habla  pasado  la  frontera  un 
solo  soldado  francés.  jBonita  manera  de  inspirar  confianza  á  los  partidarios 
de  la  Constitución  y  de  acreditar  con  hechos  que  no  eran  garrulería  retórica 
las  arrogantes  expresiones  de  las  notas  y  de  los  discursos! 

La  realidad  era  la  completa  y  absoluta  falta  de  elementos  para  sostener 
el  edificio  político  revolucionariamente  levantado  en  1820  y  anárquicamente 
sostenido  hasta  entonces.  Si  á  Fernando  Vil  no  le  hubiese  amilanado  de  con- 
tinuo el  temor  de  morir  como  Lus  XVI;  si  hubiera  tenido  arranque  para  po- 
nerse al  frente  de  sus  partidarios,  siquiera  para  huir  de  Madrid  y  emigrar, 
como  hizo  el  Rey  de  Ñapóles,  no  hubiesen  tenido  que  venir  lot  cien  mil  hijos 
de  San  Luis.  La  revolución  del  20-23  vivió  del  miedo  de  Femando  Vil,  hom- 
bre, como  ya  se  ha  dicho,  no  de  mal  corazón  ni  del  fanatismo  que  se  ha  pin- 
tado, bastante  listo,  bien  intencionado,  que  comprendía  las  necesidades  del 
siglo,  amigo  del  pueblo,  que  hubiese  gobernado  á  gusto  como  Luis  XVllI  en 
Francia,  á  ser  esto  posible  en  Espatla,  pero  al  que  la  falta  de  valor  personal 
envilecía  y  degradaba.  ¡Bien  lo  pagó  en  los  últimos  meses  del  trienio!  Prisio- 
nero de  la  facción  exaltada,  fué  llevado  á  Sevilla  á  viva  fuerza,  y  en  Sevilla, 
como  se  resistiese  á  seguir  á  Cádiz,  declaráronle  loco,  forzándole  á  ese  último 
viaje.  Los  franceses  pasaron  el  Bidasoa  el  7  de  Abril.  Su  ejército,  dividido 
en  cinco  Cuerpos  (1.°,  duque  de  Reggio;  2.",  conde  MoUtor;  3.",  príncipe 
Hoheniohe;  4.",  Moncey,  destinado  á  Cataluña;  5.°,  conde  BordessouUe)  y 
mandado  en  jefe  por  el  duque  de  Angulema,  Luis,  Antonio  de  Borbón,  no  lle- 
gaba, ni  con  mucho,  al  número  de  100.000  hombres  pregonado  por  Luis  XVIII 
en  su  discurso  á  las  Cámaras  francesas:  quizás  no  pasase  de  60.000  soldados, 
todos  conscriptos;  pero  traían  de  vanguardia  nada  menos  que  35.000  volun- 
tarios realistas  en  tres  divisiones  (Navarra,  el  conde  de  España;  Vasconga- 
das, Quesada,  y  Cataluña,  Eróles).  Acompañaba  también  al  ejército  francés 
la  Regencia  {Eguía,  Eróles,  Calderón  y  Erro),  organizada  en  Bayona,  que  se 
instaló  en  Oyarzun  el  9  de  Abril,  y  cuyo  programa  era  volver  las  cosas  al 
estado  que  tenían  el  7  de  Marzo  de  1820.  Había  que  suprimir  el  trienio  hasta 
del  tiempo:  de  aquí  la  frase  famosamente  ridicula  los  tres  mal  llamados  años. 

Con  estos  elementos  y  el  -deseo  de  la  mayoría,  casi  de  la  totalidad  del 
país,  de  salir  cuanto  antes  del  yugo  de  las  sociedades  secretas,  compréndese 
que  la  expedición  de  Angulema  fué  un  paseo  sin  importancia  militar  de  nin- 
guna clase.  En  los  pueblos  y  en  las  ciudades  eran  recibidos  los  franceses 
como  libertadores:  mucho  más  temían  las  gentes  á  las  partidas  realistas  que 
venían  de  vanguardia  y  á  las  turbas  de  campesinos  ó  de  populacho  de  las 
ciudades  que  celebraban  la  calda  de  la  Constitución  gritando  desaforada- 
mente ;wwii«  las  cáenos  y  mueran  los  negros',  que  á  los  regimientos  extranjeros; 
veían  en  éstos,  por  lo  contrario,  un  poder  protector,  y  aun  muchos  confiaban 
en  que  de  su  intervención  saldría  un  Gobierno  moderado.  Ilusión  engañosa, 
porque  no  había  entonces  elementos  en  España  —  y  diflctlmente  los  ha  ha- 
bido después  —  para  constituirlo,  y  porque  los  franceses  temían  mucho  más 
á  sus  auxiliares  realistas  que  á  sus  adversarios  liberales:  éstos  no  les  ponían 
enfrente  sino  Cuerpos  de  tropas  que  á  su  sola  presencia,  ó  antes  de  llegar  á 
estarlo,  se  disolvían  por  efecto  de  su  propia  descomposición  interior;  de  los 


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HISTORIA   DE  ESPASa  60I 

Otros  recelaban,  con  razón,  que  si  se  disgustaban,  les  harían  ta  guerra  de  gue- 
rrillas que  tan  funesta  había  sido  á  Napoleón.  Por  eso  se  malogró  ct  plan  de 
Montmorency  y  de  Chateaubriand  en  cuanto  á  la  implantación  en  España 
de  un  sistema  político  semejante  al  de  la  Carta  francesa,  y  ni  siquiera  pudie- 
ron  evitar  los  interventores  los  excesos  de  la  reacción  absolutista,  aunque 
Angulema  tratase  de  atenuarlos  por  su  orden  general  de  Andiijar  (8  Octu- 
bre). Ante  la  fosca  actitud  del  partido  realista,  que  quería  cobrarse  con  las 
setenas  los  trágalas  del  trienio  y  los  crímenes  de  que  había  sido  víctima,  re- 
trocedió el  generalísimo  francés.  El  i."  de  Octubre  habla  recobrado  su  liber- 
tad Fernando  VH,  y  rubricó  el  decreto  del  Puerto  de  Santa  María,  por  el  cual 
fueron  declarados  nulos  y  de  ningún  valor  todos  los  actos  del  Gobierno  cons- 
titucional, y  válidos  los  de  la  Regencia  de  Oyariun,  establecida  en  Madrid 
desde  el  25  de  Mayo  (1), 

£m  América. — Los  tres  anos  cuya  historia  acaba  de  ser  narrada  fueron 
decisivos  para  la  separación  de  América. 

Al  llegar  á  Méjico  la  noticia  del  pronunciamiento  de  Riego  la  insurrec- 
ción estaba  extinguida  casi  por  completo,  no  quedando  en  armas  más  jefe 
insurrecto  de  alguna  importancia  que  el  mestizo  Guerrero,  caudillo  valerosí- 
simo, pero  desnudo  de  toda  instrucción.  Mas  al  partido  realista,  de  que  eran 
cabeza  el  alto  clero  y  la  aristocracia  criolla,  alarmó  profundamente  el  esta- 
llido del  liberalismo  en  ta  Península;  tanto  más,  cuanto  que  los  oficiales  pe- 
ninsulares que  servían  en  aquel  ejército  estaban  mal  vistos,  á  causa  de  sus 
ideas  liberales,  por  los  criollos  realistas;  aquellos  ohciales,  en  efecto,  eran  los 
que  habían  llevado  á  Méjico  la  fracmasoneria,  estableciendo  en  la  capital  la 
It^ia  titulada  Arquitectura  «wro^  (1817-18),  cnla  cual,  como  escribe  Roa  Bar- 
cena, hasta  1820  apenas  si  hubo  mejicanos  (2).  Idearon,  pues,  los  tradiciona- 
listas  mejicanos  para  evitar  el  triunfo  de  la  fracmasonería  en  Méjico  hacer 
una  revolución  antiliberal  que  sustrajese  al  virreinato  de  ta  obediencia  del 
Gobierno  masónico  entronizado  en  Madrid.  Contribuyó  á  este  proyecto 
una  idea  ó  especie  cuyo  origen  y  desenvolvimiento  se  desconoce,  pero 
cuya  existencia  es  indiscutible,  así  como  su  decisivo  influjo  en  ios  sucesos 
posteriores.  Carlos  A.  Villanueva,  en  su  libro  Bolívar  ji  el  general  San  Mar- 
til  (3),  se  hace  eco  de  tos  que,  sin  pruebas,  han  afirmado  que  Fernando  VII 
escribió  al  virrey  Apodaca  que,  'hallándose  como  prisionero  de  los  liberales 
•  y  temeroso  de  correr  la  suerte  de  Luis  XVI,  habla  resuelto  pasar  á  Méjico, 
■  como  los  Braganzas  al  Brasil  en  180;,  encargándole  que  mantuviese  al  vi- 
«rreinato  libre  de  los  liberales».  En  su  otro  libro  Femando  Vil  y  los  tmevos 
Estados  (4)  rectifica  el  autor,  diciendo  que  no  fué  el  Rey  al  Virrey,  sino  éste 
at  primero  quien  propuso  el  viaje,  aduciendo  como  prueba  un  despacho  di- 
plomático francés  en  que  se  lee:  ce  projet  avait  iti  riellement  frésente  A  la 
CoMr  de  Madrid.  Sea  como  quiera,  el  hecho  es  que  los  realistas  mejicanos, 


(i)  L«  bibliografía  del  tríenlo,  mucho  menos  copiosa  que  la  de  la  guerra  de  la  Inde- 
pendencia, no  deja  de  olrecer  interés.  Vn  quedan  citados  algunos  libros.  He  aquf  un  breTÍsimo 
resumen  de  los  más  interesantes:  M.  Luis  Carnet:  Examen  críiim  di  la  rcvoluriia  di  España 
de  iSm  á  rSlj  (traducción  española  de  García  liménez.  Valencia,  1S40).  Chateaubriand:  Cvh- 
grtiff  de  Verana.  Abel  Hugo  (oficial  de  Estado  Mayor);  La  guem  d'Espnxne.  Vizconde  de  Mar- 
tignac:  Eniaye  híiláricí  ¡ubre  la  revolución  de  Rspnña  y  sobre  /a  inlervencion  de  ¡SiJ.  Hechos  de 
arma!  del  e'iircito  francit  tn  España  (ediciún  oñcíal  francesa,  de  gran  lujo  para  la  época),  Mar- 

2ués  de  Miraflores:  Apuntes  hislórieO'íTÍIÍcot,y  domínenlos.  Arguelles:  Afeiiiorics  so/ire  la  reve- 
¡eiín  dt  iBio.  San  Miguel:  Vida  de  Arguelles.  Y  las  tan  citadas  Memorias  de  Alcalá  Galíano, 
Mesonero  v  general  CArdoba. 

(3)    Biografía  de  Pesado.  Méjico,  1878. 

(3)  Pigina  2 1  o. 

(4)  Página  56. 


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602  HISTORIA  DE  ESPAÑA 

aquellos  hombres  que  durante  diez  años  babfan  luchado  contra  los  separa- 
tistas, creyeron  en  la  posibilidad  de  que  el  Rey  tuese  á  Méjico  y  allf  estable- 
ciese la  sede  de  su  Imperio,  y  que  de  esta  idea  pasaron  rápidamente  á  otra: 
la  de  que  si  no  iba  el  Key,  podía  ir  cualquiera  de  sus  hermanos,  D.  Carlos  6 
D.  Francisco  de  Paula,  y  fundar  un  reino  que  garantizase  estos  tres  puntos: 
i."  La  religión  católica.  2."  La  independencia  bajo  un  Gobierno  monárquico 
moderado.  Y  3.°  La  unión  de  peninsulares  y  americanos. 

Escogióse  como  instrumento  para  realizar  esta  revolución  á  Itúrbide, 
encalcado  entonces  de  perseguir  á  Guerrero.  Con  la  arteria  propia  de  todo 
conspirador,  Itúrbide  pidió  refuerzos  al  Virrey,  pretextando  necesitarlos  pan 
batir  á  Guerrero;  pero  en  realidad  para  desproveer  de  tropas  al  Gobierno 
virreinal,  y  teniendo  bajo  su  custodia  el  caudal  que  de  Nueva  España  se  en- 
viaba á  Filipinas  para  los  gastos  de  esta  colonia,  se  lo  apropió,  ¡nvirtiéndolo 
en  preparar  la  insurrección:  abrió  negociaciones  con  Guerrero,  y  juDtos  los 
dos  con  sus  respectivas  huestes  dieron  en  Iguala  (22  Febrero  1821)  el  célebre 
Flan  (programa)  lie  ios  Trts  Garantíai  indicadas:  Religión,  Independencia  y 
Unión  (i),  y  organizaron  para  defenderlo  el  ejército  del  mismo  titulo,  vulgar- 
mente llamado  Trigarante.  En  vano  el  virrey  Apodaca  condenó  el  Plan  de 
Iguala  (2  Marzo);  porque  realistas  é  insurgentes  fraternizaron  en  adherirse  á 
un  movimiento,  que  representaba  para  los  primeros  la  consolidación  de  los 
principios  tradicionales,  y  para  los  segundos,  el  triunfo  de  la  independencia 
por  que  habían  luchado  en  vano  durante  diez  años.  Todas  las  guarniciones 
fueron  pronunciándose  por  el  Flan  de  Iguala,  y  el  Virrey  quedó  reducido  i 
la  posesión  de  Veracruz  y  Acapulco.  El  Gobierno  constitucional,  imbuido, 
según  parece,  por  los  diputados  mejicanos  que  bajo  el  escudo  de  su  inviola- 
bilidad parlamentaria  y  la  máscara  de  su  juramento  de  sostener  la  integridad 
de  la  patria  laboraban  maquiavélicamente  en  Madrid  por  la  independen- 
cia (2),  nombró  virrey  de  Méjico  al  general  D.  Juan  O'Donojú,  viejo,  acha- 
coso y  de  ideas  liberales.  No  se  sabe  si  se  le  dieron  ó  no  instrucciones  con- 
cretas sobre  lo  que  debía  hacer,  y  aun  es  lo  probable  que  no  se  le  dieran; 
pero  lo  positivo  es  que  al  salir  de  España  sabía  perfectamente  O'Donojú  que 
se  le  mandaba  para  someter  á  Méjico  por  la  persuasión  ó  por  intrigas,  estan- 
do firmemente  resuelto  el  Gobierno  á  no  enviar  un  solo  soldado  á  pelear  con 
los  insurrectos  americanos.  ^Cómo  no  habla  de  estarlo,  si  debía  su  existencia 
política  á  la  repugnancia  de!  ejército  á  pasar  á  Ultramar? 

Con  el  nombramiento  de  O'Donojú  coincidió  un  repentino  y  extraordi- 
nario auge  de  la  fracmasoneria  en  Méjico.  Todos  los  elementos  insurgentes 
que  habían  aceptado  el  Plan  de  Iguala  se  apresuraron  á  iniciarse  en  las  lo- 
gias ó  á  constituir  otras  nuevas.  Y  véase  aquí  un  fenómeno  político  digno  de 
servir  de  enseñanza:  por  odio  á  la  fracmasoneria  habían  ido  los  realistas  me- 
jicanos al  referido  Flan,  y  el  desarrollo  del  Plan  trajo  como  inmediata  con- 
secuencia el  mayor  incremento  de  la  temida  Sociedad  secreta.  Los  masones 
peninsulares  á  su  vez  creerían  probablemente  que,  asi  como  en  España  ha- 
bía servido  la  Sociedad  para  restablecer  la  Constitución,  en  Méjico  aprove- 
charía para  afianzar  pacíficamente  la  unión  con  la  metrópoli;  pero  se  engaña- 

(I)  Y  pu&  sirabolixar  estas  tres  gaiaotías  adoptuon  la  bandera  de  tres  colores,  qoe  con 
el  águila  sobre  el  nopal  es  la  de  Méjico  independíente. 

(i)  Aal  lo  reconoce  D.  Modesto  Lafueite;  «Siendo  de  tut  intereses,  dice,  debilitar  al  Go- 
ubiemo  j  cooperar  t  la  desoi^aniíaciún  política  de  la  Metrópoli  para  qae  allipndiera  leali- 
»iarse  más  á  mansalva  la  eraanci pacían,  le  unian  á  los  más  exallados,  así  en  el  C^nereio  como 
lien  las  logias. . .  Tenia  de  este  modo  la  nación  española  en  los  que  debían  ser  ans  Eijoi  ó  hei- 
»manos.  allá  enemigos  armados,  acá  panicidaj  que  la  mataban  escodados  con  la  lej».  (Fii^ 
te  MI.  libro  XI,  cap.  vi}. 


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HISTORIA  DE  ESFaRa  6O3 

ron:  sus  Jiertuamos  criollos  estaban  resueltos  á  conseguir  la  independencia, 
apoyando  por  lo  pronto  á  Itúrbidc,  el  hombre  de  confianza  del  alto  clero  y 
de  ú  aristocracia  mejicana,  sin  perjuicio  de  revolverse  después  coutra  él  y  los 
elemeutos  que  le  apoyaban,  como  lo  bícíeron  con  buen  éxito.  Al  desembarcar 
O'Donojú  se  halló  con  que  no  podía  salir  de  Vcracruz,  pues  todo  el  virrei- 
nato estaba  por  Itúrbide,  y  rodeado  de  masones,  entre  los  que  descollaban 
D.  José  Mariano  de  Michelena  y  D.  Miguel  Ramos  Arispe,  venerables  de  la 
logia  Ei  Sol,  y  los  cuales  le  persuadieron  de  que  todo  estaba  perdido  y  de  que 
no  habla  más  remedio  que  negociar.  Tal  fué  la  causa  del  Convenio  de  Córtioba, 
firmado  por  Itúrbide  y  O'Donojú  el  24  de  Agosto,  reconociendo  el  segundo 
la  independencia  de  Méjico  con  titulo  de  Imperio,  y  siendo  su  emperador 
Fernando  Vil:  si  éste  no  aceptaba  ó  no  iba  á  desempeñar  sus  funciones,  el 
infante  D.  Carlos;  en  su  defecto,  U.  Francisco  de  Faula,y  después,  el  duque  de 
Luca,  y  á  falta  de  todos,  el  elegido  por  las  Cortes  imperiales  reunidas  en  Mé- 
jico. «O'Donojú  —  escribe  Pi  y  Margal!  —  fué  guiado  de  buenos  propósitos, 
*pües,  viéndolo  todo  perdido,  quiso  por  lo  menos  ganar  para  España  el  trono 
«mejicano,  asegurarse  la  amistad  de  un  pueblo  fuerte  y  vigoroso,  y  que  por 
«añadidura  habia  adoptado  como  forma  de  su  gobierno  la  monarquía,  en 
■  contraposición  de  lo  hecho  por  las  demás  colonias  americanas*  (i).  £1  con- 
venio de  Córdoba  no  hizo  en  el  público  de  España  la  impresión  correspon- 
diente á  su  importancia:  estaban  las  gentes  demasiado  preocupadas  con  las 
cuestiones  políticas;  pero  en  las  Cortes  fué  objeto  de  larga  discusióiyea  que 
salió  á  relucir  toda  la  retórica  propia  del  caso.  £1  conde  de  Toreno^^r  ejem- 
plo, dijo  elocuentísi  mamen  te  que  se  había  visto  con  dolor  á  un  O'Donojú  des- 
truir el  fruto  de  las  proesas  de  un  Cortés.  Realmente,  no  había  sido  el  pobre 
O'Donojú  el  único  que  destruyera  tal  fruto:  lo  habían  destruido  entre  todos, 
y  no  sólo  los  hombres,  sino  dos  factores  impersonales,  pero  poderosísimos: 
el  tiempo  y  la  distancia. 

Las  Cortes  desaprobaron  el  convenio  de  Córdoba,  y  el  zi  de  Mayo  de 
1822  era  proclamado  Itúrbide  emperador  de  Méjico  con  el  título  de  Agustín  I. 

No  menos  desgraciado  fué  el  curso  de  los  sucesos  en  el  virreinato  de 
Santa  Fe.  También  los  liberales  se  forjaron  la  ilusión  de  que  con  cabildeos, 
intrigas,  concesiones  democráticas  y  las  palabras  sonoras  al  uso  conseguirían 
desarmar  aquí  al  separatismo.  £n  cuanto  estuvo  instalado  el  Gobierno  consti- 
tucional se  ordenó  á  Morillo  negociar  con  Bolívar  una  suspensión  de  hostili- 
dades, y  enviáronse  dos  comisionados  á  Venezuela,  —  D.  José  Sartorio  y  don 
Francisco  Espelíus,  —  y  otros  dos  á  Nueva  Granada  —  D.  Tomás  Urrecha  y 
don  Juan  Barry  —  para  preparar  la  pacificación  definitiva.  Estaba  la  segunda 
constituida  desde  fines  de  1819  en  República  de  Colombia,  y  su  presidente, 
que  lo  era  Bolívar,  aprovechó  la  ocasión  para  que  fuese  reconocida.  En  electo; 
firmáronse  en  Tnijillo  dos  tratados  (25  y  26  de  Noviembre  1821),  uno  de  ar- 
misticio y  otro  de  regularízación  de  la  guerra,  y  ambos  empiezan  con  la  fór- 
mula: «Deseando  los  Gobiernos  de  España  y  de  Colombia  transigir...*  etc.,  y 
se  reconoce  igualmente  á  Bolívar  el  carácter  de  «S,  E,  el  Presidente  de  Co- 
lombia>.  £1  27  avistáronse  Bolívar  y  Morillo  en  el  pueblo  de  Santa  Ana.  «Los 
>dos  grandes  generales  se  dijeron  conceptos  tiernos  y  hermosos,  y  después  de 
•  prometerse  eterna  amistad,  que  como  hidalgos  supieron  cumplir,  se  sepa- 
>raroa  para  no  volverse  áver>  (2).  Morillo  se  vino  inmediatamente  á  España, 


(I)    tíiihriadt  Etpaña  en  (¡ligio  XIX,  K 

(3)    VUlanaeTA,  Fínuaido  Víl  y  ¡es  nuni. 
indcp«DdeiicÍB  de  Vcntzaela  eiik  entieiisti  de  Santa  Aoa  ha  tido  lo  n 
tfintiolo  de  anión  entre  eipaiioleí  7  veneíolanos. 


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604  HISTORIA   DE  ESPAÑA 

donde  ya  le  hemos  visto  figurar  como  capitán  general  de  Castilla  la  Nueva 
en  las  revueltas  del  tríCDÍo,  y  dejó  el  mando  en  jefe  del  ejército  español  al 
general  La  Torre  (i).  Bolívar  envió  á  Madrid  dos  agentes  diplomáticos  (2 
para  tratar  del  formal  reconocí  miento  de  Colombia,  y  en  tal  sentido  habla 
escrito  también  á  Fernando  Vil  una  carta  autógrafa.  Los  convenios  de  Tru- 
jillo  sólo  sirvieron  para  humanizar  la  guerra  —  lo  cual  no  fué  poca  ventaja 
para  todos  —  y  para  desanimar  y  desorganizar  á  tos  realistas,  lo  que  tam- 
poco dejó  de  serlo  para  los  insurgentes.  A  pesar  del  armisticio,  Maraicabo 
se  declaró  por  la  independencia  (z8  Enero  1821),  siendo  incorporada  á  Co- 
lombia; desde  Octubre  del  año  anterior  estaba  levantada  Guayaquil  por  la 
misma  causa,  y  en  el  21  de  Abril  envió  Bolívar  en  su  socorro  una  expedición 
mandada  por  su  mejor  oñcíal  general,  Antonio  José  de  Sucre,  mozo  á  la  sazón 
de  veinticuatro  años,  á  pesar  de  lo  cual  ya  se  había  distinguido  extraordina- 
riamente en  los  campos  de  batalla  y  como  negociador  en  las  conferencias  de 
Trujillo.  Sostenía  en  el  reino  de  Quito  la  causa  española  el  gobernador  y  pre- 
sidente D.  Melchor  Aymerich,  y  el  primer  encuentro  (Huacbi)  fué  favorable 
á  los  nuestros;  pero  no  desanimándose  Sucre,  y  reforzado  por  una  columna 
que  mandara  San  Martín  desde  el  Perú,  compuesta  de  argentinos,  bolivianos 
ó  altos-peruanos  que  se  decia  entonces,  chilenos  y  peruanos,  dio  la  batalla 
decisiva  de  Pichincha  (24  Mayo  1822).  Aymerich  capituló,  entraron  los  inde- 
pendientes en  Quito,  y  toda  la  región  fué  incorporada  á  Colombia,  para  cons- 
tituir ocho  años  después  la  República  del  Ecuador.  Al  terminar  el  trienio  en 
la  Península  todavía  ondeaba  en  Puerto  Cabello  la  bandera  de  la  metrópoli, 
que  no  fué  arriada  hasta  el  7  de  Noviembre  de  1823. 

De  otro  carácter  fué  la  campaña  en  el  Perú,  La  expedición  organizada 
por  San  Martín  zarpó  de  Valparaíso  el  20  de  Agosto  de  1820,  y  desembarcó 
en  Pisco,  á  unas  sesenta  leguas  al  Sur  de  Lima,  el  8  dc  Septiembre.  No  eran 
los  expedicionarios  más  que  4.000  hombres,  y  el  ejército  español,  la  obra  ad- 
mirable de  Abascal,  constaba  de  23.000;  pero  San  Martín  no  fiaba  su  triunfo 
en  una  campaña  regular,  sino  en  la  propaganda  revolucionaria  que  se  habia 
hecho  por  medio  de  las  logias  en  la  población  criolla,  tanto  militar  como  civil. 
En  este  tiempo,  aun  siendo  tan  cercano  al  de  Abascal,  las  opiniones  en 
el  Perú  hablan  vanado  radicalmente,  siendo  muchos  los  oficiales  del  ejército 
que  después  de  haberse  batido  en  largas  campañas  por  el  Rey  estaban  deci- 
didos á  sublevarse  por  la  separación.  La  presencia  de  San  Martin  en  Pisco 
con  su  columna  de  argentinos  y  chilenos  no  era  sino  la  señal  para  que  estallase 
un  movimiento  perfectamente  preparado. 

Asi  sucedió:  en  seguida  comenzaron  á  levantarse  partidas  y  á  desertar 
oñciales  y  batallones  enteros.  No  se  sabía  adonde  acudir,  y,  conforme  á  un 
plan  sabiamente  trazado  por  San  Martin,  los  víveres  empezaron  á  escasear  en 
Lima.  El  5  de  Noviembre  lord  Cochrane,  jefe  de  la  escuadrilla  indepen- 
diente, con  extraordinaria  audacia  apresó  bajo  el  fuego  de  las  baterías  del 
Callao  la  fragata  Esmeralda,  el  mejor  buque,  ó  el  único  algo  regular  que  te- 
níamos en  el  Pacífico:  con  esto  quedaron  dueños  del  mar  los  separatistas.  El 
virrey  Pezuela  no  era  ya  el  intrépido  caudillo  de  Viluma:  viejo  y  achacoso,  se 

(i)  Dot)  MísugI  Laciano  de  la  Torre  Pando,  primer  marqués  de  Torre  Pando.  MaciiS  en 
Tierrales.  Vizcaya  (IJ  Diciembre  1786),  Soldado  dtslinguido  en  iSoo,  guardia  de  coips  en  l8o4< 
lenienle  en  iSoS,  brigadier  en  1S16.  herido  y  prisionero  en  Medellfn.  herido  en  OcaSa  70 
Amírics  (1816V  En  eV  ejército  de  Morillo  fué  jefe  del  Estado  Mavor,  TuTO  el  mando  «n  iefc 
hasta  iSz;.  en  qae  pasó  A  Puerto  Rico  de  capitán  general,  siéndolo  hasta  )S]7.  Murió  en  Ma- 
drid Í27  Mayo  1843). 

(2I  Don  losé  Rafael  Revenga,  ministro  de  Relaciones  exteriores,  y  D.  Josí  Tiboirio 
Echevarm'a,  gobernador  de  Bogotá. 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


HISTORIA  DE  ESPASa  6o5 

aturdió  y  abatió  ante  aquel  desastre  creciente  que  iba  con  suma  rapidez  en- 
volviéndole  y  acorralándote  dentro  del  recinto  de  la  capital.  La  situación,  sin 
embargo,  no  habla  llegado  á  ser  desesperada:  quedaban  poderosos  elementos 
de  resistencia.  Si  muchos  peruanos  se  hablan  convertido  á  la  causa  separa- 
tista, muchos  quedaban  todavta  fieles  á  la  española;  si  se  hablan  pasado  al  ene- 
migo jefes  de  prestigio,  como  Gamaira,  y  batallones,  como  el  de  Numancia, 
otros  muchos  pedían  ser  conducidos  á  pelear:  el 
clero  en  su  mayoría  predicaba  contra  los  inde- 
pendientes (i).  Los  principales  jefes  españoles  ex- 
pusieron al  Virrey  la  necesidad  de  aprovechar 
todo  esto  y  emprender  una  vigorosa  acción  mili- 
tar evacuando  á  Lima,  retirándose  á  la  Sierra 
para  concentrar  allí  las  fuerzas  dispersas,  y  revol- 
ver, ya  junto  y  refrescado  el  ejército,  contra  los 
enemigos.  Como  Pezucla  no  hiciera  caso,  aquellos 
militares,  que  también  formaban  una  logia  y  alar- 
deaban de  muy  liberales,  «aunque  su  liberalismo 
•  fuese  bastante  ocasional  y  acomodaticio*   (2), 
resolvieron  deponer  al  virrey  y   hacer   por  su 
cuenta  lo  que,  según  ellos,  aconsejaban  las  cir- 
cunstancias. Tal  fué  el  pronunciamiento  de  Aenafiu- 
qnio,  obra  de  La  Serna  (3),  Cauterac  (4),  Rodil  (j), 
Valdés  {6)  y  casi  todos  los  oficiales  inferiores  de 
aquel  ejército,  entre  los  cuales  se  debe  citar,  por 
la  importancia  que  tuvo  después,  al  entonces  co- 
mandante D.  Baldomero  Espartero  (;).  Este  grupo 

de  militares,  último  que  sostuvo  la  causa  española  en  el  Perú,  es  el  que 
luego  en  la  Península  fué  llamado  de  /oj  it>'iscm:A('j,  aludiendo  á  la  desgraciada 
batalla  con  que  remataron  sus  empresas. 

MendibuTU  censura  duramente  á  los  pronunciados  de  Aznapuquío  (8), 
culpándolos  de  haber  dado  ejemplo  al  pretorianismo,  que  ha  sido  el  azote  de 

(i¡  Ea  chistóla  la  anécdota  que  cuenta  Palma  (TraJicioaít  peruanas):  El  franciscana 
Fr.  Matías  Zapata,  cura  de  Giauciy,  predicó  un  sermón  en  que  dijo,  entre  otras  ccnai:  «jPor 
°qné  llamar  San  Martín  á  un  ainvergUeiua  que  nada  tiene  de  santo?  Llámesele  Martín  á  secas 
»por  su  semcjania  con  el  pérfido  Martin  Lulero».  Cayó  el  pobre  cura  en  poder  de  San  Martín 
y  Cste  le  dijo:  «En  castigo  de  su  insolencia,  yo  le  quito  lambitn  una  silaba  i  SQ  apellido;  bajo 
■pena  de  ser  fusilado,  ya  no  se  firmará  usted  Zapata,  sino  Pata». 

(2)    Riía  Agüero.  La  Historia  tu  e!  ffni.  pág.  446. 

(ti  Don  losé  de  la  Sema  é  Hiaojoia,  conde  de  los  Andes.  Nació  en  lerez  de  la  Fron- 
tera (zS  Junio  1770).  Cadete  de  Artillería  (17841,  coronel  (180S).  brigadier  (iSoq),  mariscal  de 
campo  (1S13),  teniente  general  (1830),  fué  tan  amante  de  su  Arma,  que  al  ascender  á  general 
pidió  y  obtuvo  que  se  le  diera  el  título  de  «coronel  sapernnmerario  de  Artillería».  En  este  tiem- 
po era  eenernl  en  Jete  del  ejército  del  Perú. 

(4)  Don  José  Cauterac  y  Üonesan  nació  en  Francia  (1779),  En  1801,  cadete  de  Walonas. 
Por  oposición  ingresó  en  Artillería  (1S03I.  Bngadier  desde  1815,  estaba  en  el  Perú  desde  tSt6. 

(5)  Don  José  Ramón  Rodil,  marqués  de  Rodil.  Nació  en  Santa  María  de  Trobo  (Lugo), 

Í  sentó  plaza  (i  5  Junio  1S08)  en  el  batallón  literario  de  Santiago.  Al  concluir  la  guerra  de  la 
adependencia  era  teniente  coronel;  en  iSlCi  pasó  al  Perú. 

(6)  Don  Jerónimo  Valdés  y  Sierra,  conde  de  Torata  y  riiconde  de  Villarln.  Nació  en 
Vitlarfn,  Asturias  (4  Mayo  1774).  Siendo  ^a  bachiller  en  Derecho,  tomó  las  armas  contra  los 
ftanceses,  siendo  nombrado  capitán  (Junio  180S).  Concluida  la  guerra  de  la  Independencia, 
pasó  a]  ?erú  I1816I,  donde  ascendió  i  coronel  (iSiS). 

l7)  Se  llamaba  D.  Joaquín  Baldomero  Fernández  Espartero  y  Alvarez.  Nació  en  Graná- 
tula.  Ciudad  Real  ¡z?  Febrero  1793).  Sentó  plaia  de  soldado  en  el  regimiento  de  Ciudad-Ro- 
driga (tSog).  En  1810  ingresó  en  la  Academia  Militar  de  la  Isla  de  León,  de  la  que  salió  sub- 
tenienle  en  I."  de  Enero  de  1813.  Estuvo  aleunos  meses  en  la  Academia  de  Ingenieros.  Con- 
cluida la  guerra  contra  los  franceses,  pasó  al  Perú  (iSlO. 

(81     Diíciimario  Iñstiriro-biografiro  del  Perú. 


,,CoogIc 


6o6  HISTORIA    DE   ESPAÑA 

la  República  peruana,  de  haber  prolongado  ÍDÚtilmcDte  la  guerra,  pues,  se- 
gún dice,  ya  estaba  resuelta  la  cuestión  á  favor  de  la  independencia,  y  de  no 
haber  procedido  como  lo  hicieron  sino  por  el  deseo  de  ascensos  y  distincio- 
nes. José  de  la  Riva  Agüero  ha  escrito  una  de  las  más  bellas  páginas  de  su 
magistral  discurso  La  Historia  em  el  Perú  defendiendo  á  los  ajyacuchos  de  las 
inculpaciones  de  Mendiburu;  prueba  que  obraron  como  convenía  á  España  y 
á  su  honor  militar;  «ni  era  la  suerte  de  los  realistas 
>  —  añade  —  tan  desesperada  como  se  pretende 

•  pintar. . .  El  sesgo  de  la  contienda  pudo  cambiar 

•  de  golpe  si  el  Gobierno  español  se  decidla  á  eo- 

•  viar  al  Faciñco  una  expedición,  ó  siquiera  una 

•  escuadra  respetable.  Si  privado  de  estos  auxilios 
•el  ejército  real  luchó  con  tan  grandes  bríos  y  lan 
>largo  tiempo  y  estuvo  varías  veces  á  punto  de 

•  recuperar  el  Perú,  ¿cuál  no  habría  sido  su  supe- 
prioridad  si  hubieran  llegado  refuerzos  considera- 

•  bles  de  EspaAaP  Y  La  Serna  y  sus  amigos  no  po- 
•dfan  por  menos  que  esperarlos  por  instantes». 
Tan  liberales  eran  La  Sema,  Rodil,  Caulerac  y  Val- 
dés  como  Riego,  Quiroga  y  demás  jefes  del  ejército 
de  la  Isla:  unos  y  otros  se  pronunciaron  contra  el 

Gobierno  constituido;  pero  ¡qué  diferencial El 

pronunciamiento  de  las  Cabe;!as  de  San  Juan  fué 

Jort  de  k  RiTa  Agüero.  p^^^  „g  ,y  ¿  p^i^^,  ^  América;  el  de  Aznapuijuio, 
para  seguir  peleando  ett  América  años  y  años  por  la 
integridad  de  la  patria.  Y,  sin  embargo.  Riego  y  sus  compañeros  han  sido 
tenidos  por  héroes,  y  sus  nombres  están  escritos  en  el  salón  de  las  Cortes  con 
letras  de  oro,  y  para  La  Serna  y  los  suyos  fué  siempre  una  nota  fea  el  haber 
estado  en  el  Perú. 

Proclamado  La  Serna  virrey,  evacuó  á  Lima  con  las  tropas  que  perma- 
necían ñeles  y  se  retiró  á  la  serranía,  donde  organizó  formidablemente  la  re- 
sistencia. San  Martín  ocupó  la  capital,  y  el  28  de  Julio  de  1821  fué  proclamada 
la  independencia  del  Perú  bajo  el  protectorado  ó  dictadura  del  mismo  gene- 
ral argentino.  Todavía  quedaban  la  mitad  de  esta  república  y  el  alto  Perú  á 
la  sombra  de  la  bandera  española. 


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XXII 

EL  FIN  DEL  ANTIGUO  RÉGIMEN 

136.  Reacción  de  igl}.  — 137.  El  despotiimo  Uiutrado.  E>irisidn  y  luchas 


136.  —  A).  Persecuciones  de  carácter  político.  — Sediento  de  venganza, 
y  tomando  esta  mala  pasión  por  espíritu  de  justicia,  el  partido  realista  se 
lanzó  al  exterminio  de  los  liberales.  Riego,  aprisionado  en  un  cortijo  del  tér- 
mino deVilches{i5  Septiembre  1823)  y  conducido  á  Madrid,  fué  condenado 
por  la  Sala  de  Alcaldes  de  Casa  y  Corte  f5  Noviembre),  no  como  autor  de 
rebelión  militar,  sino  por  haber  votado  en  Sevilla  la  deposición  del  Rey,  «á  la 
>pena  ordinaria  de  horca,  á  la  que  será  conducido  arrastrado  por  todas  las 
icalles  del  tránsito*.  Ejecutóse  la  sentencia  (7  Noviembre)  en  la  plaza  de 
la  Cebada.  Cayó  Riego  en  la  capilla  en  grande  abatimiento  y  postración  de 
espíritu,  escribiendo  ó  suscribiendo  una  declaración  en  que  reconocía  por  crí- 
menes sus  actos,  y  pedia  perdón  á  Dios  y  á  los  hombres  por  haberlos  ejecu- 
tado. El  Empecinado  murió  también  en  el  cadalso,  con  circunstancias  horri- 
bles (19  Agosto  1825).  Comisiones  militares  establecidas  en  todas  las  provin- 
cias, la  plebe  realista  excitada  por  los  recuerdos  del  trienio,  algunos  sacerdo- 
tes y  frailes  en  la  misma  cátedra  sagrada,  periódicos  furibundos,  como  El 
Restaurador:  todo  se  movió  para  exterminar  d  los  negros  hasta  la  cuarta 
generación.  Tener  en  casa  un  retrato  de  Riego  fué  delito  castigado  con  diez  ó 
más  años  de  presidio;  lo  mismo,  peinarse  ó  llevar  en  el  traje  algún  signo  que 
fuese  ó  se  antojase  masónico  6  liberal.  ¡Qué  bárbaros  somos  los  españoles 
cuando  nos  ponemos  á  serlol  Algunas  de  las  ejecuciones  consumadas  en  aque- 
lla época  fueron,  sin  embarco,  justas;  v.  gr.,  la  de  cuatro  de  los  asesinos  del 
cura  de  Tamajón  (16  Junio  1824)  y  la  de  varios  de  los  ejecutores  del  sacrih- 
cio  de  loB  presos  políticos  en  I^  Coruña.  Otras,  á  consecuencia  de  las  suble- 
vaciones ó  conspiraciones  liberales,  como  la  de  Algecíras  (2C  Agosto  1824) 
por  la  sublevación  de  Tarifa  que  dirigió  el  coronel  D.  Francisco  Valdés,  ó  las 
originadas  dc  las  tentativas  de  la  misma  índole  que  acometieron  los  emigra- 
dos, enardecidos  y  esperanzados  con  el  triunfo  de  la  revolución  en  Francia 


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6o8  HISTOIUA   DE  BSPAÑA 

(Julio  1830)  (1).  El  coronel  De  Pablo,  apodado  Chapalangarra,  entró  en  España 
por  Varearlos,  y  fué  muerto  por  los  voluntarios  realistas,  á  que  quiso  atraer 
con  su  arenga;  Valdés  hizo  lo  propio  por  el  puerto  de  Urdax;  Mina,  por  Vera; 
Plasencia  y  Guerra,  por  Aragón;  San  Miguel,  Milans  y  Grases,  por  Cataluña; 
«   un  tal  Antonio  Rodrfgue2,  por  Orense;  y  ya  en  1831,  Torrijoa  por  AIgcciras, 
Manzanares,  por  Sonda;  otra  vez  Torrijos  en  Málaga,  atraído,  según  se  dice, 
por  el  mismo  gobernador  militar  González  Moreno.  Todas  estas  intentonas 
fueron  seguidas  de  cruentas  hecatombes  judiciale;,;  la  de  Torrijos  y  sus  com- 
pañeros (11  Diciembre  1831),  ha  dado  asunto  á  uno  de  los  mejores  cuadros  de 
la  escuela  española  moderna  (2).  Por  conspiraciones  descubiertas  perecieron 
también  varios  en  el  cadalso,  como  el  librero  Miyar  en  Madrid  (11  Abril 
1831),  y  la  joven  Mariana  Pineda  en  Granada  (26  Mayo  1831).  Atrocidades 
cometieron  los  liberales  en  el  trienio,  pero  no  que- 
daron sin  desquite  en  la  década. 

B)  Persecuciones  de  carácter  religiosa. — To- 
das estas  víctimas  lo  fueron  por  causas  políticas; 
pero  las  hubo  también  en  este  período  por  moti- 
vos puramente  religiosos,  aunque  no  ha  de  per- 
derse de  vista  que  ambas  cosas  iban  intimamente 
unidas  en  las  luchas  de  la  época.  Para  la  inmensa 
mayoría  de  los  realistas  de  1824  era  inconcuso 
que  el  liberalismo  político  no  era  sino  una  ma~ 
nifestacíón  del  descreimiento  religioso,  y,  por  tan- 
to, que  castigar  aquélla,  y  no  ésta,  la  rama  ó  el 
fruto,  y  no  la  raíz,  una  crueldad  inútil.  Lo  más  ur- 
Lais  Felipe  I  gente,  lo  verdaderamente  necesario,  según  losque 

Rey  de   Francia  (lUmado     SC  hablan  lanzado  á  defender  con  las  armas  á  Fer- 
va\«,%tTaeMtL  Felipe  igual-     nando  Vil,  era  restablecer  la  Inquisición,  y  repe- 
^Í}a''\^  '*^  *  '^'      ''•"  '^on"'*  los  profesadores  de  ideas  anticatólicas 
cwncia  dr"na  reTOlÚ-     '°  ^"«  ^^"P*^  "  hiciera  contra  los  protestantes  en 
ción  popalnr,  y  otra  lo      el  siglo  xvi:  así,  en  cuanto  triunfó  la  causa  realis- 
deiironó  y  le  huo  huir  á     ta  los  Cabildos  catedrales,  las  Universidades,  los 
IngUierra  (1773-1850).         Monasterios,  los  Ayuntamientos,  y  hasta  muchos 
particulares  (3),  elevaron  al  Rey  exposiciones  pi- 
diendo el  restablecimiento  de  la  Inquisición.  No  entusiasmaba  esto  á  Feman- 
do Vil,  á  cuyo  entendimiento  no  fueron  extrañas  las  ¡deas  características  de 
moderados  y  conservadores,  de  las  diferencias  de  los  tiempos,  luces  del  siglo, 
etc.,  y  que  sabía  cuan  desacreditado  estaba  en  Europa,  aun  entre  los  católi- 
cos fervientes,  el  nombre  de  aquel  tribunal;  es  seguro  además  que  Luis  XVIll 

(I)  l-'ormáionse  dos  Junta*  revol  acto  a  arlas:  ana  en  Londres,  de  que  eran  caben  Torri- 
joa, Palarea  y  Flores  Calderún,  y  la  cual  se  traaladú  luego  á  Gibralur:  otra  en  Parts,  can  el  tí- 
tulo de  Direílorio  fir¡rvisisnal  para  el  levantamifnlo  de  Eifiaña  ciiníra  la  liranra,  de  qat  faé  tlmm 
Mendiiábal,  y  que  se  trasladó  i  Bayona,  Tan  divididos  en  la  emi|!tación  como  en  el  Poder,  los 
liberales  hacíanse  guerrn  unos  á  otros,  hasta  el  extremo  de  que  Luis  Felipe,  queriendo  aati- 
liarlos  para  intimidar  á  Femando  Vil  y  obligarle  al  leconocimiemo  de  su  soberanin.  no  sabia 
con  quién  entenderse.  Lafuyette  din  una  eran  cantidad  i  los  varios  emigrados  que,  según  las 
Mtmorias  de  Mina,  procedían  del  rey  de  Francia, 

(?)  El  /ulilamienle  ¡li  Torrijas,  de  D.  Amonio  Gisbert,  en  el  Museo  di  Arle  modtme. 
Sobre  la  expedición  y  muerte  de  Torrijos  la  fuente  hislúrica  es  la  Vida  del  general  D.  jFtit 
María  de  Torrijos,  por  su  viuda  la  condesa  de  Torrijos,  dolía  Luisa  Sáeni  de  VinifEra,  fuente 
que  por  su  natural  parcialidad  deberá  someterse  i  revisión  antes  de  admitirla  en  todas  sai 
partes.  Que  luí  atraído  por  una  combinación  policiaca  —  dígase  engaño  —  de  Goniilez  Mo- 
reno, parece  indudable.  Los  liberales  conocieron  desde  este  suceso  al  genera]  realista  por  el 
mote  de  el  Verdugo  de  Málaga. 

(3)    Entre  ellos,  el  general  Caslnílos. 


yCOOglC 


HISTORIA   DE  ESPAÑA  609 

le  había  hecho  indicaciones  precisas  sobre  este  punto,  no  queriendo  el  Rey  y 
Gobierno  francés  cargar  ante  la  oposición  liberal  de  su  nación  con  la  respon- 
sabilidad de  haber  contribuido  al  restablecimiento  de  la  Inquisición  en  Espa- 
ña, cosa  que  tampoco  agradaba  á  los  mismos  legitimistas.  Era,  pues,  imposi- 
ble, politicamente  hablando,  la  restauración  solicitada;  pero  la  Inquisición 
tenia  tan  hondas  raices  en  el  alma  tradtcionalista  española,  que  las  Juntas  rea- 
listas la  restablecieron  anárquicamente,  como  dice  Menéndez  Pelayo,  en  algu- 
nas diócesis  con  el  titulo  dt^ttías  deFe.l.^  de  Valencia  procesó  al  maestro  de 
escuela  de  Ruzafa  D.  Cayetano  Ripoll,  que  no  llevatia  á  los  niños  á  misa  ni 
la  oía  él,  y  que  resultó  ser  un  deísta  que  había  reducido  la  moral  al  precepto 
lo  gití  no  quieras  para  tí,  no  lo  quieras  para  otro,  sin  creer  en  ninguna  otra 
cosa:  fué  ahorcado  el  31  de  Julio  de  1826(1).  El  Gobierno  desaprobó  lo  hecho, 
é  hizo  suspender  en  sus  funciones  á  la  Junta  de  Fe.  Por  masones  sufrieron  la 
misma  pena  Antonio  Cano,  en  Murcia  (7  Mayo  1826),  y  varios  de  Granada 
en  1825:  sorprendidos  cuando  recibían  á  un  adepto,  sin  darles  tiempo  ñipara 
guitarse  los  mandiles,  fueron  conducidos  á  la  cárcel  en  medio  de  la  rechina  po- 
pular, ji  ahorcados  d  los  pocos  dios  (2).  Ed  Junio  de  1827  fué  descubierta 
otra  logia,  y  en  ella  el  marqués  de  Cabriñana;  mas  esta  vez  el  Rey  los  indul- 
tó, y  ya  nadie  subió  al  patíbulo  por  delito  de  masonería,  aunque  seguían 
en  vigor  los  decretos  de  17  y  21  de  Agosto  de  1825,  en  que  se  imponía  la 
última  pena  á  los  afiliados  á  las  sociedades  secretas;  mas  sucedió  hartas  ve- 
ces que  los  mismos  alcaldes  de  Casa  y  Corte  cuando  recibían  una  denuncia 
avisaban  con  oportunidad  á  los  hermanos  para  que  no  se  dejaran  coger  in 
/raganti. 

137. — Todo  esto  indica  que  contra  lo  escrito  en  la  mayor  parte  de  nues- 
tras historias  contemporáneas,  especialmente  tas  compuestas  por  liberales, 
no  fué  Fernando  VII,  el  motor,  sino  el  moderador  de  la  reacción  de  1823. 
Inclinábase  él  á  lo  que  se  llamó  el  despotismo  ilustrado,  ó  sea  á  un  Gobierno 
fuerte,  dueño  de  su  acción  y  movimientos,  no  supeditado  á  ningún  partido, 
y  menos  á  partidos  demagógicos  como  eran  el  liberal  y  el  realista  de  su  rei- 
nado, que  procurase  enlazar  suavcmeute  ta  tradición  católica  y  española  con 
el  estado  general  de  la  Europa  moderna.  No  había  en  la  sociedad  española 
elementos  para  fundamentar  este  Gobierno,  ni  él  tenía  genio  para  crearlos:  así, 
su  política  tuvo  que  ser  vacilante,  incierta,  muchas  veces  nebulosa  y  siem- 
pre combatida.  Los  realistas  exaltados  no  tardaron  en  percatarse  de  que  no 
era  Fernando  VII  el  rey  que  habían  soñado.  En  el  mismo  año  23  volvieron 
ya  sus  ojos  al  infante  D.  Carlos,  que  por  su  acendrada  piedad  y  firmeza  de 
carácter  —  era  mucho  menos  listo,  pero  más  virtuoso  y  digno  que  su  herma- 
no, —  les  pareció  el  príncipe  hecho  á  la  medida  de  sus  deseos.  Al  intentar  la 
reorganización  de  la  milicia  de  voluntarios  realistas  (z8  Febrero  1824),  con 
gran  disgusto  de  los  exaltados  del  realismo,  á  quienes  ya  se  empezaba  á  11a- 
nnar  apostólicos,  las  simpatías  por  D.  Carlos  se  acrecentaron;  el  decreto  de 
amnistía  de  i.°  de  Mayo  de  1824,  aunque  restringidísimo,  exasperó  mAs  á  los 
apostólicos,  que  no  se  recataron  de  llamar  masones  á  los  ministros,  y  los  más 
audaces  al  mismo  Rey.  En  este  mismo  mes  de  Mayo  se  descubrió  en  Aragón 


(i)  Sobre  el  caso  de  Ripoll  hay  dos  versiones  que  difieien  en  mnchos  dcHlles  de  iit 
«ida,  onicter,  doctriaBS  7  círcunlanciss  del  proceso  y  ejecncián,  y  ambas  non  de  lesri* 
gp9  presenciales:  una,  en  el  i.rtfctilo  de  D.  Salusltano  de  Ülóiaga:  Un  ahorcado  en  tieirt' 
po  át  Femando  Vüpor  sus  epinieníi  reUgieíat,  incluido  en  los  Etiudios  de  EIocuíHcia,  Fe~ 
ática,  furistrudcmia.  Historia  y  Moral.  Madrid,  1864.  La  otra,  eo  Miscilánia  Religiosa,  Poti- 
'  ar  Literaria,  de  D.  Gaspar  Bono.  Madrid,  187a  Véase  Meníndez  Peiiyo.  (Helerodoxoi,  ni, 


Salcedo,  Historia  de  EspaRa 


D,g,t7cdb/COOg1c 


6lO  HISTORIA  DE  ESPAÍ^A 

UDa  conspiración  militar  de  tendencias  apostólicas,  apareciendo  complica- 
dos, aunque  luego  parece  que  no  se  confirmó,  el  capitán  general  Gríma- 
re3t(i)y  el  brigadier  Capapé,  presentando  este  último  dos  cartas  de  Don 
Carlos  (2).  En  1825  circularon  profusamente  unos  folletos  titulados  ¡EspaAih- 
les,  UKiÓHjr  alerta!,  en  que  se  sostenía  que  los  masones  gobernaban,  siendo 
iadultados  el  dfa  de  San  Fernando  sus  autores  y  propagadores,  y  el  15  de 
Agosto  se  sublevó  Bessieres  en  Getafe,  siendo  fasilado  el  26  en  Molina  de 
Aragón,  con  un  coronel,  dos  comandantes,  un  ayudante  y  tres  tenientes; 
descubriéronse  simultáneamente  conjuras  combinadas  con  la  de  Bessie- 
res en  varías  ciudades;  v.  gr.,  en  Tortosa,  donde  los  conspiradores  tenían 
resuelta  una  degollina  general  de  negros;  analmente,  el  i."  de  Abril  de  1827 
estalló  en  Cataluña  la  formidable  rebelión  de  los  agraviadat  ó  maUotUetu, 
que,  aunque  momentáneamente  reprimida,  é  indultados  sus  autores  el  día 
30,  se  reprodujo  el  25  de  Agosto,  y  el  mismo  Rey  salió  de  £1  Escorial 
con  el  conde  de  España  (22  Septiembre)  á  sofocarla.  Si  alguna  vez  mereció 
Femando  VII  la  Tama  de  cruel  que  le  han  dado  los  historiadores  libera- 
les, fué  reprimiendo  )a  rebelión  apostólica.  ¡Cuántos  cadalsosl  {Cuántos  fusila- 
mientos! 

El  estudio  de  esta  insurrección  es,  por  otra  parte,  intercsantfsirao,  do 
sólo  para  conocer  las  ideas  del  realismo  exaltado  en  las  postrimerías  del 
reinado  de  Femando  Vil,  sino  para  calcular  lo  que  hubiera  sido  España 
si  hubiesen  llegado  á  dominarla  de  un  modo  permanente,  ó  los  elemen- 
tos anárquicos  del  liberalismo  del  trienio,  ó  los  elementos  tradicional  i  s  tas 
apostólicos.  De  la  mentalidad  del  estado  social  en  que  se  produjo  la  insu- 
rrección de  1827  da  cumplido  testimonio  el  mensaje  que  el  Claustro  de  !a 
Universidad  de  Cervera  dirigió  al  Rey  en  i  t  de  Abril  de  aquel  año,  donde  se 
lela:  «Lejos  de  nosotros  la  peligrosa  novedad  de  discurrir  que  ha  minado 
>por  largo  tiempo...  con  total  trastorno  de  imperios  y  religión  en  todas 
>las  partes  del  mundo.*  Y  de  las  tendencias  de  los  insurrectos  hablan  elo- 
cuentemente sus  proclamas.  Una  concluye  asi:  «jViva  el  Rey!  ¡Viva  la  Re- 
tligión!  [Viva  la  Inquisición!  jY  viva  la  constancia  para  el  exterminio  de 
»las  sectas  masónicas!*  Otra:  «|Concurrid,  manresanos,  y  veréis  disipar, 
•abatir  los  negros...  acabar  con  todos  los  liberales  del  suelo  español!» 
Otra:  ■ . . .  para  sostener  y  defender  con  la  vida  los  dulces  y  sagrados 
■  nombres  de  Religión,  Rey  é  Inquisición,  arrollar  y  exterminar  á  cuantos 
•  masones,  carbonarios,  comuneros  y  demás  nombres  inventados  por  los 
maquiave listas . . .  >,  etc.  Figuraron  en  aquellos  sucesos  los  tipos  más  sin- 
gulares: guerrilleros  tan  brutazos  como  fanáticos,  clérigos  y  frailes  no  ayu- 
nos de  Teología  y  de  gran  pureza  de  vida,  pero  persoadidos  de  la  posibi- 
lidad de  acabar  con  los  liberales  como  se  acabó  con  los  judíos  en  el  si- 
glo XV,  ó  con  los  moriscos  en  el  xvn,  y  hasta  una  histérica— Josefina  Co- 


(t)  Don  Pedro  M.  de  GríniRrest  7  Oller  uacíA  en  Peñlscola  (1764),  hiio  Isi  gnerní  de 
Oria,  catan  la  República  francesa,  contra  los  ingleses  en  el  reinado  de  Carlos  IV.de  la  Inde- 
pendencia, etc.  WLay  valiente  é  itustisdo,  siendo  cspilAn  escribió  un  libro:  Artí  mililar:  Mitiue- 
ño¡,  qae  existe  manoscrilo  en  la  Academia  de  la  llisloria.  procedenle  de  la  Biblioteca  San  Ro- 
mán. Tan  realista  que  se  le  iormú  causa  en  1813,  se  le  condenó  á  muerte  en  iSsi.  annque  lu^o 
■e  permutó,  ;  en  1S33  ie  le  encausó  de  nuevo,  confinándole  i  Filipinas,  donde  muriñ  en  \%^\. 
Obra  en  su  expediente  ana  e?cposicián  suya  quejándose  de  que  en  la  guerra  de  la  Independeo- 
ciase  le  habla  quitado  el  mando  por  obligar  á  los  soldados  á  oír  misalos  dfas  festivos  7  exhor- 
tarlos á  que  le  conresaian:  esto  da  idea  de  sus  acendrados  sentimientos  religiosos  y  explica  *a 
actitud  en  1S24. 

(2)  Esta»  CB 
sino  aprobando  si 
no  permite  creer  1 


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HISTORIA  DE  ESPAÑA  6ll 

menford  (i),  —  mujer  de  educación  esmerada,  viva  fantasía  y  varonil  esfuerzo, 
que  no  encontró  mejor  confesor  que  el  celebérrimo  Trapense,  de  la  guerra  de 
1823,  y  ala  que  tan  singular  padre  de  almas  enloqueció,  sin  duda,  haciéndola 
creer  que  511  destino  era  el  de  heroína  de  una  nueva  cruzada  (2). 

13S.  —  Las  divisiones  del  partido  realista,  tan  estrepitosamente  mani- 
festadas en  las  revueltas  de  los  apostólicos,  no  dejaron  de  actuar  en  todo  este 
periodo  del  reinado  de  Fernando  VIL  He  aquí  una  breve  síntesis  política  de 
él.  La  Regencia  constituida  en  Uyarzun,  á  la  entrada  de  los  franceses,  fué 
reorganizada  en  Madrid,  constituyéndose  (26  Mayo  1825)  por  los  duques  del 
Infantado  y  Montemar,  barón  de  Eróles,  obispo  de  Osuna  y  D.  Alfonso  Gon- 
zález Calderón;  su  secretario,  D.  Francisco  Tadeo  Calomarde  (3).  La  Regencia 
nombró  su  ministerio:  Estado,  el  canónigo  D.  Víctor  Damián  Sáez;  Hacien- 
da, Erro;  Gracia  y  Justicia,  García  de  la  Torre;  Marina,  Salazar;  Guerra,  San 
Juan;  y  D.  José  Aznares,  Interior,  cartera  que  se  inventó  entonces.  Este  Go- 
bierno dio  los  decretos  suprimiendo  de  raiz  cuanto  se  habla  legislado  desde  el 
7  de  Marzo  de  1820,  y  creando  los  voluntarios  realistas,  que,  como  dice  Me- 
néndez  Pelayo,  fué  «una  Milicia  democrática,  y  aun  dem^ógica,  del  absolu- 
*tismo,  que  llegó  á  infundir  pavor  á  Fernando  VII,  á  quitarle  el  sueño  no 
»menos  que  la  Milicia  nacional  de  los  liberales».  También  fué  quien  dispuso 
las  purificaciones,  ó  sean  expedientes  administrativos  que  debían  instruirse 
respecto  de  todas  las  personas,  militares  ó  civiles,  que  hubiesen  desempeña- 
do cargo  público  durante  el  gobierno  constitucional,  para  declararlas  puras, 
puríñcadas  ó  impuras.  No  puede  llevarse  más  lejos  el  espíritu  de  reacción.  Al 
salir  el  Rey  de  Cádiz  encontró  en  el  Puerto  de  Santa  María  al  ministro  de 
Estado  D.  Víctor  Sáez,  y  lo  nombró  ministro  universal  hasta  la  llegada  á  Ma- 
drid. Ya  en  la  corte,  constituyó  ministerio  definitivo  (2  Diciembre  1823); 
marqués  de  Casa  Trujo,  Estado;  conde  de  Ofalia,  Gracia  y  Justicia;  general 
Cruz,  Guerra;  D.  Luis  López  Ballesteros,  que  era  director  de  Rentas,  de  Ha- 
cienda; y  Salazar  quedó  en  Marina.  Eran  estos  ministros  de  opiniones  harto 
más  templadas  que  los  anteriores,  verdaderos  moderados  del  absolntismo, 
como  andando  el  tiempo  lo  fué  alguno  de  ellos  del  liberalismo;  pero  el  Rey, 
no  queriendo  descontentar  á  los  intransigentes  ó  exaltados,  además  de  re- 


(i)  Naciú  en  Taríli  I17931.  Crióse  7  edacóse  con  su  lio  el  conde  de  Brüs;  viaj6  por 
Irlanda,  Alemania  é  Italia.  Sabía  variar  lenguas  vivas,  y  era  milj  despieitn.  Ya  en  1811-13  ^ya- 
lió  eficazmente  i  los  realistas,  por  lo  que  la  Regencia  de  Ui^el  le  di6  el  Iltulo  de  condesa  de 
Salas,  Vor  sa  inteivencián  en  la  revuelta  de  los  apostólicos  fui  ceclnída  en  un  convento  de 
Sevilla.  Aún  vivía  en  1S53.  Una  fíbula  calumniosa  supone  relaciones  amorosas  entre  la  Co- 
menlord  j  el  Trapense:  estos  dos  grandes  fanálicos,  muy  capaces  de  prender  fuego  i  una  po- 
blación y  degoLar  i  sus  habitantes,  eran  de  costumbres  purns,  austeras. 

(1)  Don  Antonio  Firala  es  quien  trata  con  mis  detalles  la  histotia  de  este  levantamienlo 
en  la  suya  d«  La  guerra  civil  y  di  los  partidos  lüiral y  carlisla.  Madrid,  1S53. 

(3)  Era  aragonés,  de  un  pueblo  de  la  ptovinciit  de  Teruel  j  de  muy  modesta  familia. 
Estadio  en  Zaraf;oia  la  carrera  de  lejes  con  mil  trabajos,  desempeííando  tan  bumildes  deslinoa 
como  el  de  mozo  de  farol,  ó  sea  acompañante  con  un  farol  de  los  caballeros  y  seBoras  que  sa- 
lían por  ta  noche,  empleo  que  la  falta  de  alumbrado  público  hacía  necesario  en  aquella  época. 
Cuéntase  qae  al  salir  de  una  tertulia  uno  de  los  señores  á  quien  acompañaba,  y  al  verle  en  el 
portal  de  la  casa  estadiando  á  la  luz  del  farol,  hubo  de  preguntarle:  "¿Para  qué  estudias,  mn- 
cbacho^  «Para  ministro  de  Gracia  y  Justicia»,  contestó  sin  vacilar  el  mancebo.  Concluida  va 
carrera  vino  á  Madrid,  y  casó  con  la  hija  del  médico  de  Godoy,  lo  que  le  valió  el  nombra- 
miento de  oficial  en  la  Secretaría  de  Indias.  Siguió  á  la  Junta  Central  á  Sevilla,  y  allí  (iSlo)  fué 
Sriraer  oficial  de  Gracia  y  Justicia  y  muy  amigo  del  ramistro  D.  Nicolás  María  Sierra:  ambos 
leroQ  acusados  de  intrigas  ilícitas  para  obtener  la  investidura  de  diputado  por  Aragón, 
En  1814  corrió  á  Valencia  como  uno  de  tantos  absolntistas,  y  obtuvo  la  plaza  de  primer  oÁcial 
de  la  Secretarla  de  Indias.  El  duque  del  Infantado  lo  nombró  secretario  de  la  Regencia. 
No  conocemos  bíograila  documentada  ni,  menos,  imparcial  de  Calomarde,  pues  no  puede  11a- 
muae  así  la  de  D.  Francisco  de  Cárdenas.  Los  escritores  liberales,  incluso  Cárdenas,  lo  tratan 
con  gran  pasión,  pintándolo  como  un  peraonaje  línieatro.  ¡No  hay  que  fiarse! 


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E*paflolea  llnttTM  contcmporáacos. 


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HISTOBU  DS  BSPASa  613 

partirles  mercedes  á  porrillo  —  D,  Víctor  Sá«  obtuvo  entonces  la  mitra  de 
Tortosa,  —  les  dio  mayoría  en  el  Consejo  de  Estado,  de  que  nombró  decano 
al  general  J^ufa. 

De  los  ministros  se  hizo  justamente  famoso  el  de  Hacienda:  hombre  téc- 
nico, entendido  en  su  ramo,  laborioso,  de  carácter  templado,  extraño  á  las 
pasiones,  y  quizás  á  las  ideas  de  los  partidos,  tenia  Ballesteros  cuantas  cuali- 
dades son  necesarias  para  dirigir  con  acierto  la  Hacienda;  y  Femando  VH, 
curado  ya  de  aquella  extremada  suspicacia  que  en  el  periodo  de  1814-20  le 
hacía  mudar  de  ministros  como  de  camisa,  lo  sostuvo  en  su  cai^o.  Ballesteros 
es  realmente  el  fundador  de  la  Hacienda  moderna  en  España.  Sus  principa- 
les medidas  fueron:  en  1824,  la  separación  de  las  dos  funciones  de  recaudar  y 
administrar,  organización  de  los  centros  administrativos,  creación  de  las  dos 
intendencias  generales  de  Guerra  y  Marina,  de  la  Junta  de  fomento  de  la  ri- 
queza pública,  de  la  Caja  de  amortización  de  la  Deuda,  de  la  Junta  de  Aran- 
celes, del  gran  Libro  de  la  Deuda,  etc.  En  1825,  formación  obligatoria  del 
presupuesto  anual,  el  de  gastos  por  cada  ministerio,  que  habían  de  pasarlo  ai 
de  Hadenda  antes  de  i."  de  Noviembre  para  redactar  el  general,  que,  exami- 
nado por  el  Consejo  de  Ministros,  tenía  que  ser  aprobado  por  el  Rey,  prohi- 
biéndose todo  pago  y  todo  cobro  do  presupuestos;  el  pago  del  personal,  asi 
activo  como  de  clases  pasivas,  por  nóminas;  y  notable  perfeccionamiento  de 
las  disposiciones  vigentes  sobre  montes  y  plantíos;  y  así  en  los  años  sucesi- 
vos, hasta  I."  de  Octubre  de  1832  que  duró  su  Ministerio.  Conviene  advertir 
que  éste  comprendía  á  la  sazón  los  asuntos  que  después  han  sido  de  Fo- 
mento: así,  á  Ballesteros  se  deben  el  establecimiento  en  Madrid  del  Consu- 
lado y  Bolsa  de  Comercio,  del  Conservatorio  de  Artes,  la  regularización  de 
los  Pósitos  y  de  los  servicios  de  Minas  y  Obras  públicas,  la  celebración  de  la 
primera  Exposición  Industrial  (i),  y  por  su  inñujo  se  hicieron  el  Código  de 
Comercio  y  la  ley  de  Enjuiciamiento  en  los  negocios  y  causas  de  comercio: 
el  primero  es  una  de  las  obras  legislativas  que  más  honran  á  la  España  mo- 


(l)  Cucóla  Meaoaeio  RoTnanos  poi  refereacia  á  D.  Juan  López  PeSatver,  director  de  U 
EiposiciúD,  que  al  Rey  le  mieresó  ÍKta  muy  poco;  aólo  estuvo  t  verla  uo  día,  y  en  la  sala  donde 
estaban  expuestos  los  tejidos  catalanes,  cuando  Ballesteros  y  Lápez  Pefialver  más  se  esTona- 
ban  en  ponderarle  sus  excelencias,  dijo  desdeñosamente: /^aJ// ?di/iu  tsias  sgn  cosas  de  laujms! 
y  se  fué  i  puear  por  el  Retiro-  Meionero  reconoce  qne  la  Exposiciún  er«  mny  deficiente  (Mt- 
morittt  di  un  ttlenlin,  píg.  335). 

(ExpUíoeiÓH  di  la  lámiiut  anltrior). 

Eapaflola*  llnitree  coatenporáiieiM.  — 10.  Franciica  Martínez  de  Im  Rota,  poeta,  drama- 
turgo y  pollUco  grinadino.  Fui  jete  de  partido,  y  ¡efe  del  Gobierno  con  Femando  Vil  y  con  lu- 
b«t  II  <IT8»-ta61).  —  n.  Antonio  Alcalá  Oallnno,  publicisU  y  erudito  cronista,  autor  de  los  Rrcaer- 
dot  de  an  anciano.  Fui  político  liberal  y  orador  notable  (ITS9-136S),  ~  12.  Joaquín  VlicmJno,  marqués 
de  Pomelos,  insiene  filtnlropo,  fundidor  del  Monte  de  piedad  y  Cala  de  Ahorros  de  Madrid  (1S3D.  Habla 
nacido  en  La  CoruHa  (17W-1SU).  —13.  Jdm  Alrareí  MendlzábU,  hombre  político  á  quien  hizo  cele- 
bre la  dcumortizacián  délos  bienes  eclcsilsticos.  Nació  en  Cádiz  (1790-1S53J.  — 14.  Prnneltco  Javier 
de  IsMriz,  político  gaditano,  presidente  del  Congreso,  mtntstio,  embajador  en  Roma.  Berlín  y  París.  Era 
gran  orador  (1T<I0-]S6S).  —  IS.  Joit  María  Torrljoa,  general,  partidaria  de  los  liberales,  que  se  sublevd 
en  1830  y  Iné  fusilado.  Se  habla  distinguido  en  la  guerra  de  la  Independencia.  Madrilelio  (1T9I-IS31).— 
IS.  Anxet  de  Suvedra,  duque  de  Rivis,  fecundo  poeta  y  dramaturgo  romintlco,  cordotiés,  autor  de 
Don  Altara  ó  la  fuerza  de/ (íno  (1791-1865). —  17.  Baldomcro  Espartero,  cipitin  general,  regente  del 
reino,  principe  de  Vcrgara,  duque  de  la  Victoria.  Tomó  principaliiima  parte  en  los  sucesos  políticos  de  su 
tiempo  (I793-IS7Q),  — :8.  Cecilia  Bobl  de  Faber  j  de  Larrea,  •Fernán  Caballero-,  ilustre  novelista 
de  costumbres.  Sus  obras  La  Gaviota,  Clemtncla.  Un  servilón  y  un  liberoUto,  etc.,  son  cuadros  vividos 
y  admirables.  Habla  nacido  en  Suiza  (1TW-IB77]. 


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6l4  HISTORIA  DB  ESPAÑA 

derna.  La  ComisiÓD,  creada  el  ii  de  Enero  de  1828  (i),  evacuó  su  cometido 
en  un  año,  presentando  un  proyecto  de  469  artículos;  pero  el  Secretario,  que 
lo  era  D.  Pedro  Sáinz  de  Andino,  tiabfa  redactado  otro  que  constaba  de  1.219, 
y  el  Rey  fué  quien,  cotejando  ambos,  preñrió  el  segundo.  Tal  es  el  Código 
promulgado  el  día  de  San  Fernando  de  1S29,  que  ha  regido  en  España  hasta 
la  publicación  del  actual,  obra  de  D,  Francisco  Silvela,  y  que  ha  merecido  los 
mayores  elogios  de  los  más  insignes  mercantiUstas  extranjeros,  incluso  el 
célebre  Pasdessus  {2). 

La  Secretaria  de  Estado,  á  que  iba  entonces  aneja  la  presidencia  del  Go- 
bierno, aunque  mera  primacía  honorífica,  por  no  constituir  los  ministros  en 
el  régimen  absolutista  un  Qabinele,  sino  meramente  una  junta  de  Secretarios 
del  Rey,  estuvo  desempeñada  por  el  marqués  de  Casa  Irujo  sólo  un  mes, 
pues  en  Enero  de  1824  murió  aquel  personaje,  sucediéndole  el  conde  de 
Ofalia:  un  moderado  que  sustituía  á  otro  moderado.  La  calda  de  Chateau- 
briand en  Francia,  con  quien  estaba  identifícado  el  Conde,  trajo  la  de  éste, 
urdiendo  los  realistas  exaltados  una  intriga  para  que  pasase  el  ministerio, 
comoaconteció(ii  Julio  1824),  á  D.Francisco  de  Cea  Bermúdez,  embajador  en 
Londres,  y  en  quien  tenían  ellos  más  confianza;  pero,  como  ha  sucedido  tan- 
tas veces  en  el  juego  de  la  política,  les  salió  mal  la  combinación,  porque  Cea 
daba  quince  y  raya  á  Ofalia  en  aborrecer  á  los  apostólicos  é  inguisitoria/es,  y  ti 
despotismo  ilustrado  tuvo  en  él  su  más  autorizado  representante,  D.  Antonia 
ligarte  había  contribuido  eficazmente  at  nombramiento  de  Cea  (3),  y  Cea  no 
paró  hasta  cons^uir  que  ligarte  fuese  alejado  de  la  corte,  mandándole  de  ple- 
nipotenciario áCerdefta(i7  Marzo  de  1825);  por  ínñujo  de  Cea,  secundado  por 
D.  Luis  Fernández  de  Córdoba,  de  gran  favor  con  el  Rey,  hubo  en  Junio  de 
1825  un  verdadero  cambio  de  política,  saliendo  del  Gobierno  el  ministro  de 
la  Guerra,  general  Aymerích,  y  de  los  más  importantes  mandos  militares  los 
(generales  tenidos  por  más  furibundos  realistas,  y  dándose  disposiciones  como 
la  supresión  de  las  Comisiones  militares  y  admisión  de  viudas  y  huérfanos  de 
oficiales  muertos  sirviendo  al  Gobierno  constitucional  á  los  beneficios  del 
Montepío.  El  cambio  de  orientación  irritó  á  los  apostólicos,  y  según  se  ha  indi- 
cado ya,  fué  causa  determinante  del  pronunciamiento  de  Bessieres  y  poste- 
riores revueltas;  y  también  en  la  corte  de  intrigas  y  trabajos  de  zapa  contra 
Cea,  que  dieron  por  resultado  su  calda  (24  Octubre  1825),  reemplazándole  el 
duque  del  Infantado.  A  pesar  de  la  significación  ultra-realista  de  éste,  las 
tendencias  moderadas  no  cesaron  de  actuar.  D.  Javier  de  Burgos,  el  afrance- 
sado de  1808  y  el  moderado  de  1820,  era  una  de  las  personas  de  más  con- 
fianza para  Fernando  VII.  Estando  en  Paris  desde  1824  como  comisario  del 
ministerio  de  Hacienda,  y  habiendo  afirmado  en  una  de  sus  comunicaciones 
que  era  errada  la  marcha  política  del  Gobierno,  se  le  mandó  de  Real  orden 
explanar  este  pensamiento,  y  él  escribió  entonces  una  Exposición  al Rej>{24 
Enero  1826]  en  que  proponía,  entre  otras  cosas,  la  concesión  de  una  amnis- 
tía ilimitada  y  la  venta  de  bienes  del  clero  por  valor  de  300  millones.  Lejos 
de  mostrar  enojo  el  Monarca,  concedió  á  Burgos  la  cruz  de  Carlos  III  (4).  Por 


(i)  Componíanla  D.  Bruno  Vallaiino,  D.  Ramón  López  Peregrlo,  D.  Ceslreo  Marfi 
Saní,  D.  Manuel  Marta  Cambronero  y  D.  Antonio  PorceL 

{1)  Véas«  Anlequera:  La  CiMiñíadón  moáínia  en  España.  Madrid,  t8S6.  A!varn  iil 
Mantano:  Derecha  MtreanUl,  [orno  1  (único  publicado). 

(3)  Aunque  sólo  por  el  empleo  dUIrutido  an  7  de  Mario  de  18». 

(4)  La  exposición  de  Buidos  1d£  conocida  deade  lucfEO  por  muchas  copiai  manoscrítu 
que  circularon  de  ella,  aplaudiendo  su  sentido  los  liberstes  f  alanos  realistas  moderadoi; 
otros  la  censuraron.  Los  a/cf^í/iVoi  vieron  en  ella  Ib  prneba  terminante  del  muoniíma  qnt. 
á  su  juicio,  predominaba  en  la  corte.  En  1834  se  publicó  impresa  en  Cádii.  Después  lo  luí 
como  primer  Apíndice  de  los  Anales  del  niñada  de  ItaM  ti,  obra  postuma  de  Burgos. 


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HISTORIA    DE  ESPAÑA  615 

aquel  tiempo,  habiendo  otorgado  D.  Pedro  del  Brasil  una  Carta  constitución 
nal  á  Portugal  (i),  el  Gobierno  español  hizo  arrimar  un  ejército  de  observa- 
ción á  la  frontera  portuguesa,  y  no  pasó  adelante  por  haberse  declarado 
Inglaterra  á  favor  de  Doña  María  de  la  Gloria;  pero  el  Rey  publicó  un  mani- 
ñesto(i5  Agosto  1826)  asegurando  que,  conforme  á  la  voluntud  del  país, 
no  se  haría  jamás  alteración  en  el  régimen  absolutista,  fundado  en  nuestras 
antiguas  leyes,  <ni  permitiría  el  establecimiento  de  Cámaras  ni  otras  institu- 
ciones, cualquiera  que  fuese  su  denominación». 

A  loa  cuatro  días  de  aparecer  en  la  Gaceta  este  manifiesto  fué  reempla- 
zado el  duque  del  Infantado  por  D.  Manuel  González  Salmón  (19  Agosto 
1S26),  antiguo  diplomático  y  Kombrt  de  buen  seso,  según  Mesonero  Romanos; 
pero  al  que  se  tuvo  por  hechura  de  Calomarde,  con  cuya  política,  en  efecto, 
estuvo  identificado.  González  Salmón  fué  ministro  de  Estado  hasta  su  falle- 
cimiento {Enero  1832),  sucediéndole  el  conde  de  la  Alcudia,  de  su  misma 
tendencia,  el  cual  continuó  hasta  la  crisis  trascendental  de  ¡."de  Octubre 
de  aquel  mismo  año,  de  que  hablaremos  luego. 

Al  pasar  el  conde  de  Ofalia  á  la  secretarla  de  Estado  sucedióle  en  Gra- 
cia y  Justicia  D.  Francisco  Tadeo  Calomarde,  quien,  como  Ballesteros,  con- 
servó sin  interrupción  su  cartera  hasta  i.°  de  Octubre  de  1832,  y  fué  en 
cierto  modo  el  ministro  principal  de  Fernando  VII,  ó  por  lo  menos  el  que 
más  Intimamente  se  identificó  con  él,  pues  su  política,  más  de  cortesano  que 
de  ministro,  se  redujo  á  interpretar,  secundar  y  realizar  los  pensamientos  del 
Rey;  y  también  el  que  concitó  más  sañuda  oposición  de  los  liberales,  hasta  el 
punto  de  apellidar  ellos  á  esta  época  calomardina.  Alcanzó,  efectivamente, 
una  influencia  considerable,  aunque  no  omnímoda,  que  así  á  nadie  se  la  otor- 
gaba Fernando  VII,  siempre  celoso  de  su  autoridad  y  siempre  receloso  de 
los  favoritos.  Hubo  momentos  en  que  casi  todos  los  altos  funcionarios,  empe- 
zando por  los  ministros  de  Estado  (González  Salmón  y  Alcudia)  y  el  presi- 
dente del  Consejo  de  Castilla  (Martínez  de  Villela)  eran  hechuras  suyas;  pero 
el  Rey  no  se  olvidaba  de  recordarle  de  cuando  en  cuando  que  él  era  el  rey, 
y  aun  de  corregir  lo  que  le  parecía  exceso  en  su  ministro:  as(,  v.  gr.,  habién- 
dole presentado  Calomarde  la  propuesta  de  una  mitra  para  un  recomendado 
de  cierta  D."  Inés,  ama  de  gobierno  de  Martínez  de  Villela,  Fernando  Vil 
escribió  al  margen;  La  mitra  para  D...,  y  perdone  por  esta  ves  D.' Inés;  ha- 
ciendo  entender  al  ministro  que  conocía,  y  no  le  agradaba,  el  origen  de  la 
propuesta.  Era  Calomarde  desinteresado  en  punto  á  dinero,  pero  aficionadí- 
simo á  colocar  á  sus  amigos  y  á  sus  paisanos  los  aragoneses  aunque  no  lo 
fueran,  cosa  que,  como  es  lógico,  su  biógrafo  Cárdenas,  y  en  general  todos 
los  liberales,  atribuyen  exclusivamente  á  deseo  de  acrecentar  su  influjo  y 
demostrar  su  poderlo;  porque,  ya  puestos  á  pintar  con  colores  negros  al  abo- 
rrecido ministro,  ¿cómo  habían  de  concederle  en  esta  parte  ni  una  plnceladita 
blancaí  Cuenta  Cárdenas  que  en  una  ocasión,  habiendo  vacado  la  diócesis  de 
Segovía,  dijo  el  Rey  á  Calomarde:  ¿No  tienes  por  ahi  algún  aragonés  que  ha- 


(i)  En  Mano  de  1S36  manó  Juan  VI,  dejando  dos  hijos;  D.  Pedro  y  D.  Miguel.  El  pri- 
mera, i  quien  su  pudre  habla  dejado  en  el  Braail  cuando  él  recesó  d  PortugaJ,  le  proclamó 
emperador  de  aqnel  país,  separándolo  de  PoiCugal  al  ^'''o  de  ¡Independencia  6  muertel  (7  Sep- 


e  1833):  dejó,  pues,  de  ser  portugués,  y  conforme  i  la  ley  de  Portugal,  f 
aró  el  reino  de  España  7  para  prevenir  otra  incorporación  á  Castilla,  ningún  estranier 
I  soberano  de  otro  país,  podía  ser  rey:  de  aqaf  nació  ti  partido  miguilisla  ó  parlidur 


de  la  legitimidad  de  D.  Miguel,  I  pesar  de  lo  cual  D.  Pedro  tué  reconocido  por  rey,  aunque  él, 
prefiriendo  la  corona  brasileilB,  cedió  sus  derechos  á  su  hija,  de  si; le  aítns.  Doña  Marin  de  la 
Cloria.  La  cneslión  dinástica  se  hizo  pol'tica:  los  absolulitlas  fueron  miguelíslas  y  pedristas 
los  liberales. 


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6l6  HISTORIA   DE    ESPASa 

cer  obispoí  Sonrió  el  ministro,  y  á  los  pocos  días  le  propuso  al  general  de  tos 
dominicos,  Briz  Martínez,  aragonés  de  pura  cepa,  que  fué  aceptado  sin  nin- 
guna dificultad  por  el  Monarca. 

Uno  de  los  principales  actos  administrativos  de  Calomarde  fué  el  ya  ci- 
tado decreto  de  amnistía  de  i.°  de  Mayo  de  1824,  al  que  acompañó  la  01^- 
nización  de  unas  misiones  por  los  pueblos,  con  objeto  de  «excitar  en  los 
extraviados  el  arrepentimiento,  y  el  perdón  de  las  ofensas  en  los  agraviados 
para  hacer  de  esta  gran  nación  una  sola  familia. ..>,  etc.  Los  escritores  libera- 
les, V.  gr.,  D.  Modesto  Lafuente,  censuran  estas  misiones,  que.  Lejos  de  cal- 
mar los  ánimos,  lo  que  hacían  era  sulfurarlos  más  contra  los  partidarios  de 
la  Constitución:  en  cambio,  los  católicos  antiliberales,  por  ejemplo,  el  obispo 
Aguílar,  las  elc^ian  sin  rebozo  como  una  de  las  pocas  cosas  buenas  qae  hizo 
aquel  Gobierno.  Es  natural  esta  divergencia,  ya  que  D.  Modesto  Lafuente 
parte  de  la  base  de  ser  el  liberalismo,  aun  en  sus  formas  masónicas  del  zo  al 
23,  perfectamente  compatible  con  el  catolicismo;  y  D.  Francisco  Aguilar,  por 
lo  contrarir),  cree,  como  creía  el  partido  á  que  pertenecía  Calomarde,  que 
tos  liberales  eran  enemigos  de  la  religión,  y  había  que  convertirlos.  Que  las 
misiones  fueron  eficaces  á  los  efectos  que  buscaba  el  ministro  que  las  de- 
cretó, es  hecho  comprobado,  llegando  el  fervor  religioso,  unido,  es  cierto,  al 
entusiasmo  político,  esto  es,  á  la  religiosidad  á  la  usanza  tradicional  española, 
á  tomar  un  vuelo  extraordinario.  Cuantos  han  escrito  de  la  celebración  del 
Jubileo  de  1826  convienen  en  que  España  pareció  entonces  un  inmenso  con- 
vento. Claro  que  para  los  liberales,  y  más  para  los  tocados  de  volterianismo, 
todo  ello  era  hipocresía,  y  en  efecto,  no  dejaría,  de  haber  alguna,  Ó,  mejor 
dicho,  de  haberla  en  algunos;  pero  el  alma  española  es  creyente  y  tradicio- 
nalmente  católica,  y  siempre  vibra  en  ella  esta  cuerda  cuando  se  la  hiere.  Los 
descreídos,  juzgando  por  su  corazón  el  ajeno,  se  figuran  que  son  descreídos 
todos.  Y  json  tan  pocos  los  verdaderamente  descreídos! 

Al  mismo  fin  que  las  misiones  respondieron  el  platt  de  estudios  de  18x4 
y  el  bando  del  superintendente  general  de  Policía  sobre  libros.  El  primero, 
suscrito  por  Calomarde  y  obra  del  mercedario  padre  Martínez  obispo  de  Má- 
l^a  ha  sido  diversamente  juzgado.  Mesonero  Romanos,  que,  á  la  verdad,  de 
estudios  serios  entendía  muy  poco,  lo  tacha  de  retrógrado  y  mezquino,  con 
tendencia  al  apagamiento  del  espíritu  público  y  vuelo  de  las  inteligencias 
privilegiadas.  El  obispo  Aguilar  dice,  por  lo  contrario,  que  «se  deberla  alabar 
sin  reserva  si  hubiese  dado  á  la  Iglesia  la  parte  que  le  correspondía  en  su  re- 
dacción y  la  intervención  debida  en  la  vigilancia  de  las  escuelas.*  D.  Mo- 
desto Lafuente,  aunque  tan  liberal,  reconoce  que  <es  un  plan  basado  sobre 
>las  ideas  religiosas  y  políticas  dominantes,  siendo  su  objeto  arrancar  la  poa- 
>zoña  de  las  doctrinas  anárquicas  é  irreligiosas  que  hablan  corrompido  las 

>  escuelas  y  contener  tas  máximas  revolucionarias;  mas  que  no  puede  negarse 

>  su  unidad  de  pensamiento  y  organización,  y  que  en  medio  de  su  espíritu 
•reaccionario  fué  un  adelanto  y  un  progreso.»  Menéndez  Pelayo  lo  considera 
como  «obra  que  no  deshonra  á  su  autor,  aunque  peque  de  raquítico,  como 
»todo  lo  que  entonces  hacían  los  españoles  de  una  y  otra  cuerda.»  Pero  sea 
cualquiera  el  juicio  que  se  forma  del  plan,  ni  él,  ni  el  severo  bando  sobre 
libros  prohibidos  tuvieron  la  eficacia  de  las  misiones.  Hé  aquí  cómo  des- 
cribe las  Universidades  en  1830  un  testigo  presencial  y  tan  poco  sospe- 
choso como  D.  Vicente  Lafuente.  «Eran,  dice,  focos  de  infección  moral, 
>á  pesar  de  los  esfuerzos  de  lus  rectores.»  'La  masonería  hacia  estragos  entre 
»los  estudiantes;  la  mayor  parte  de  los  legistas  eran  liberales,  y  fueron  los 
»adalides  de  la  revolución  desde  1833.  Apenas  leían  libro  bueno,  y  circulaban 
•  entre  ellos  y  clandestinamente  los  libros  malos.  Las  comuniones  generales 


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BISTORU   DS  ESPAÑA  617 

»en  los  días  de  la  Concepción  y  de  San  Fernando  eran  un  semillero  de  sacri- 
■legios  escandalosos.  La  severidad  de  los  catedráticos  y  la  asistencia  de  todos 
>los  cursantes  de  5.°  año  á  la  cátedra  de  Religión  hacfan  hipócritas,  pero  no 
(Católicos.  De  libros  obscenos  y  de  inmoralidad  no  se  hable. >  (i) 

La  situación  de  las  Universidades  alarmó  de  tal  modo  al  Gobierno,  que 
en  1830,  cuando  la  revolución  de  Francia  y  las  tentativas  liberales  en  España, 
el  mismo  Calomarde  hubo  de  cerrarlas  por  dos  cursos  seguidos,  «muestra — 
•dice  Menéndez  Pelayo — de  flaqueza  más  que  de  intolerancia  de  la  cual  se 
•  aprovecharon  grandemente  los  emigrados  para  cargarle  con  los  dicterios  de 
•obscurantista  y  enemigo  de  las  luces.> 

La  Secretaria  de  Guerra  fué  encomendada,  en  Diciembre  de  1823  —  es 
decir,  cuando  no  habla  otro  ejército  que  las  partidas  realistas  ó  bandas  de 
lafe,  pues  el  constitucional  estaba  disuelto  y  sus  oficiales  sujetos  á  purifica- 
ción—  al  general  D.  José  Santa  Cruz,  quien  hubo  de  limitarse  al  odioso  papel 
de  crear /(U  Comisiotus  Militares;  quiso  disolver  las  banáias  de  la  fe  (29  Ene- 
ro 1824)  y  reoi^nizar  los  voluntarios  realistas  {28  Febrero  del  mismo  año), 
tropezando  con  la  rabiosa  oposición  de  los  exaltados,  que  en  algunas  localida- 
des llegaron  á  quemar  el  retrato  del  Ministro.  Le  sucedió  (26  Agosto)  D.José 
Aymerich  (2),  valiente  soldado,  pero  furibundo  realista  y  entusiasta  de  los  vo- 
luntarios que  su  antecesor  había  pretendido  reorganizar;  Aymerich  se  dedicó 
á  concederles  privilegios  y  fomentarlos  en  toda  España.  Por  una  circular  (18 
Marzo  1825)  hi;(o  constituir  una  Jmtta  purificadora  en  cada  regimiento,  some- 
tiendo á  purificación  á  los  mismos  soldados,  no  bastando  ya,  por  lo  visto,  que 
se  purificasen  jefes  y  oficiales,  y  bajo  su  mando  las  Comisiones  militares  fun- 
cionaron con  más  actividad  y  rigor  que  nunca,  adquiriendo  nombradla  tristí- 
sima el  presidente  de  la  de  Madrid,  Chaperón,  de  quien  se  cuentan  horrores, 
algunos  evidentemente  exagerados  hasta  la  inverosimilitud;  v.  gr.,  elde  que 
pareciéndole  que  tiirdaban  mucho  en  ahorcar  á  D.  Juan  Federico  Menage,  él 
mismo,  vestido  de  uniforme  y  con  todas  sus  cruces  y  condecoraciones,  tiró  de 

las  piernas  al  reo  para  apresurar  la  ejecución;  mas  cuando  el  rio  suena Don 

Luis  Fernández  de  Córdoba  representó  al  Rey  contra  et  sistema  de  Ayme- 
rich y  Chaperón,  y  el  primero  fué  nombrado  gobernador  de  Cádiz  (13  Ju- 
nio 1S25),  reemplazándole  en  el  ministerio  el  marqués  de  Zambrano  (3),  un 
veterano  de  las  guerras  del  Rosellón  y  de  la  Independencia,  tan  valiente  y 
tan  realista  como  Aymerich,  pero  sensato,  y  en  el  que  las  ideas  políticas  no  se 
hablan  convertido  en  pasiones.  Dedicóse  á  organizar,  ó,  mejor  dicho,  á  crear 
e)  ejército,  que  no  existia,  pues  en  los  jefes  y  oficiales  que  habían  servido  en 
el  periodo  constitucional  no  se  tenía  confianza,  y  en  los  guerrilleros  del  22 
y  23  tampoco  se  podía  tener,  siendo  casi  todos  gente  indocta,  y  hasta  inedu- 
cada: el  Rey  quería  un  ejército  suyo,  no  fiándose  ni  de  los  que  ya  se  hablan 
sublevado  para  imponerle  la  Constitución,  ni  de  los  que  más  que  á  él  obede- 
cían á  los  cabecillas  realistas.  Ésta  fué  la  obra  de  Zambrano,  á  la  cual  le  ayudó 
el  conde  de  España.  Escogiendo  con  sumo  cuidado  la  oficialidad  y  tomando 
por  modelo  los  mejores  cuerpos  del  ejército  de  Angulema,  organizó  los  mag- 
níficos regimientos  de  la  Guardia  Real,  destinados  á  servir  de  garantía  al  Rey 
contra  nuevos  posibles  pronunciamientos  y  de  núcleo  y  modelo  á  todo  el  ejér- 
cito. Los  muchachos  de  las  familias  más  distinguidas  fueron  solicitados  para 
entrar  de  subtenientes  en  los  nuevos  regimientos,  00  sin  disgusto  de  los  oficia- 

(I)    Vicente  L»íoeilte.— Oí  la  Enstñanta  I 

(3)    Nació  en  Cidií  {2  Díc.  1774).  Murió  ei 
faé  nombrado  director  general  de  lafantería. 

{3)     D,   Miguel  Ibanola  y  Goniilez  nació  en  1776,  fné  paje  del  Rey,  j  de  aqal  pasú  i 
pitan  de  Caballería  {1793)-  Coronel  en  iSol.  brigadier  en  1809,  teniente  general  en  1&14. 


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6l8  HISTORIA   DE  ESPAflA 

les  veteranos  postergados  á  estos  barbilampiños.  Una  mañana  apareció  en  la 
puerta  de  la  casa  del  marqués  de  Zambrano  el  siguiente  pasquín:  <Se  bitscam  al- 
gunas docenas  de  nodrisas para  acabar  de  criar  dios  oficiales  de  la  Guardia  Jíeal.» 

Mas  dieron  excelente  resultado,  no  sólo  por  su  inquebrantable  fidelidad 
al  Monarca,  sino  porque  elevaron  el  nivel  moral  y  social  del  cuerpo  de  oficia- 
les, y  de  ellos  salieron  los  generales  más  insignes  del  reinado  de  Isabel  II, 
si  bien  con  la  desventura  para  la  patria  y  el  ejército,  y  aun  para  ellos  mismos, 
de  no  haber  podido  emplear  sus  cualidades  más  que  en  guerras  civiles  y  pro- 
nunciamientos. El  tomo  I  de  Mis  Memorias  intimas  por  el  general  D.  Fernando 
Fernández  de  Córdoba  contiene  cuanto  hay  que  saber  sobre  la  oi^nlzación 
de  la  Guardia  Real  y  carácter  de  su  oñcialidad  (i). 

En  las  reformas  y  administración  de  Zambrano  tuvo  parte  principal 
el  conde  de  España.  D.  Carlos  Espignac  ó  Kspagne,  de  origen  francés, 
pero  nacionalizado  en  España  desde  la  niñez,  y  entusiasta  español  hasta 
el  punto  de  aborrecer  de  muerte  á  los  franceses  y  de  haberlos  combatido 
conao  nadie  en  la  guerra  de  la  independencia.  Era  un  valeroso  soldado  y 
un  buen  militar,  ordenancista  y  entendido;  mas  de  una  rigidez  extrema- 
da, y  no  severo,  sino  duro  y  cruel  en  el  cumplimiento  de  los  que  esti- 
maba sus  deberes  militares  y  políticos.  Es  indudable  que  los  liberales, 
para  los  que  Mina  fué  siempre  un  héroe  insigne  á  pesar  de  su  manera  draco- 
niana de  hacer  la  guerra,  que  no  hicieron  nunca  cargos  á  Rotten  por  sus  ase- 
sinatos, y  que  no  se  apartaron  del  trato  de  Méndez  Vigo  por  su  infamia  con 
los  presos  políticos  de  la  Coruña,  han  exagerado  las  crueldades  del  conde 
de  España  en  Catatui^ai  pero  siempre  queda  lo  suñciente  para  que  sea  odiosa 
y  repulsiva  la  memoria  de  este  personaje  siniestro.  El  Conde  fusiló  y  ahorcó 
á  su  placer,  lo  mismo  á  los  apostólicos  que  á  los  liberales.  No  es  verosímil,  sin 
embargo,  que  tuviera  que  simular  conspiraciones  f  ara  perseguir  á  los  segun- 
dos, ya  que  en  aquella  época  vivían  en  conspiración  permanente.  En  las 
Memorias  de  Córdoba  la  ñgura  del  Conde  aparece  menos  repulsiva  que  en 
otras  historias  de  liberales.  El  conde  de  España  salió  de  Madrid  en  Agosto 
de  1825  al  frente  de  la  columna  que  persiguió  á  Bessieres.  En  Septiembre 
de  1827  fué  á  Cataluña  como  general  en  jefe  de  las  fuerzas  encargadas  de 
someter  á  los  apostólicos,  y  alli  quedó  de  capitán  general  hasta  el  1 1  de 
Diciembre  de  1832,  que  fué  relevado  por  Llauder.  (2) 

Para  completar  el  cuadro  del  Ministerio  largo  de  la  ominosa  década  no 
hay  ya  que  citar  sino  á  D.  Luis  Marfa  de  Salazar,  que  fué  sin  interrupc'ón 
ministro  de  Marina  desde  1823  á  1832.  No  ha  habido  quizás  época  más  cala- 
mitosa para  la  Armada  española.  Cuéntase  que  cuando  hablaban  á  Fer- 
nando Vil  de  reorganizar  la  escuadra,  decía:  Marina. ..  pacay  mala.  El  hecho 
es  que  después  del  fracaso  de  los  barcos  comprados  en  Rusia  ya  no  se  vol- 
vió á  pensar  seriamente  en  reconstituir  nuestro  poder  naval,  sin  duda  por 
las  enormes  dificultades  que  se  oponían  á  este  intenta  y  la  falta  casi  abso- 
luta de  recursos  para  ello.  En  los  sublevados  virreinatos  de  América  las  flo- 
tillas independientes,  mandadas  por  aventureros  ingleses,  no  tardaron  en 
alcanzar  la  superioridad  marítima  y  destruir  nuestras  estaciones  navales. 


(O  La  redacci6D,  que  es  primoiosB,  parece  ser  de  D.  Jo;é  de  Castro  j  Seiraoo.  El  Ge- 
neral, que  er&  también  literato,  aunque  no  en  el  erado  eminenle  que  Castro,  estaba  ;r*  f-^l 
*iejo  cuando  dictó,  ó  quizás  escribió  en  parle  las  Memorias;  pero  Castro  dio  i  éstas  la  fonna 
amenísima  que  tienen,  enriqueciíndolas  con  muchas  anécdotas  oldaí  i  D.  Femando  en  lU  ter- 
tulia. Asf  resultó  un  libro  de  los  más  bellos  que  tenemos  de  historia  rontemporinet. 

<z)  D.  Manuel  Llauder  y  Comin,  primer  marqués  del  Valle  de  Ribas,  nació  en  Argento- 
na(S  julio  17S9I'  Cadete  en  1805.  ascendió  á  lenienle  general  en  lS£9.  Era  realista,  pero  de 
opiniones  muy  moderadas  en  aquella  época. 


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HISTORIA  DE  ESPAÑA  619 

£d  el  litoral  de  la  Península  los  pocos  y  malos  barcos  que  habla  se  iban 
pudriendo  anclados  en  los  puertos,  y  la  mayoría  desarbolados.  Pasaban  me> 
ses,  y  aun  años  enteros,  sin  que  á  la  desembarcada  oficialidad  se  te  abonase 
una  paga:  todavía  se  refiere  por  tradición  en  las  ciudades  cabeza  de  departa- 
mento que  era  tal  la  penuria  de  los  jefes  y  oñciales  de  la  Armada,  que  sallan 
por  la  noche  á  quitar  las  rejas  de  las  casas  para  venderlas  como  hierro  viejo 
y  comprar  pan  con  el  producto  de  tal  rapiña;  cosa  seguramente  imaginaria, 
pero  expresiva  de  la  impresión  causada  en  el  pueblo  por  la  extrema  po- 
breza á  que  llegaron  á  verse  reducidos. 

139.  —  Con  la  gestión  del  Ministerio  largo  de  la  década,  y  muy  á  sus 
principios,  coincidió  la  pérdida  total  del  continente  americano.  No  nos  que- 
daba ya,  según  se  ha  dicho  en  el  capítulo  anterior,  sino  la  parte  del  Perú  y  el 
Alto  Perú  (Boli  vía),  ó  sea  los  territorios  en  que  operaba  y  á  que  extendía  su  ac- 
ción el  virrey  Laserna  con  su  ejército,  que  mandaba  en  jefe  Canterac;  la  Repú- 
blica peruana  estaba  instalada  en  Lima  bajo  el  protectorado  del  general  San 
Martin,  y  defendida  por  una  hueste  de  argentinos,  chilenos  y  patriotas  perua- 
nos, lo  que  no  quiere  decir  que  este  partido  de  los  patriotas  tuviese  mayoría 
en  el  Perú:  hubo  hasta  el  ñn  muchísimos  peruanos  fieles  á  la  bandera  española. 

San  Martin  no  tuvo  fortuna  en  su  protectorado,  ni  como  caudillo  ni  como 
gobernante.  Dejó  i  Laserna  reorganizar  su  ejército  en  las  montañas,  tomar 
la  ofensiva  de  nuevo  y  alcanzar  victorias  que  rehabilitaron  el  decaído  pres- 
tigio de  nuestras  armas,  y,  no  teniendo  medios  para  resistir  á  Laserna,  man- 
daba soldados  á  pelear  con  Sucre,  es  decir,  á  las  órdenes  de  Bolívar,  en  la 
batalla  de  Pichincha.  Enajenóse  por  su  carácter  la  simpatía  de  sus  principales 
auxiliares,  v.  gr.,  de  Cochrane,  el  que  le  habla  dado  la  superioridad  marítima 
para  dominar  en  Lima  y  en  el  Callao,  é  igualmente  la  de  casi  todos  los  jefes 
separatistas  del  Perú,  cuya  cooperación  le  era  indispensable;  se  hizo  aborre- 
cido del  pueblo  de  la  nueva  República,  por  su  genio  áspero,  tendencias 
autoritarias  y  la  crueldad  de  su  ministro  Monteagudo.  Agregúese  que  era 
monárquico,  y  su  idea  política,  fundar  reinos  en  las  naciones  emancipadas, 
poniendo  á  su  frente  príncipes  europeos,  prefiriendo  á  los  de  Espatia,  aunque, 
á  nuestro  juicio,  sea  punto  dudosísimo  de  crítica  histórica  discernir  si  el  mo- 
narquismo de  San  Martín  contribuyó  á  su  rápido  descrédito  é  impopularidad 
ó  si,  por  el  contrario,  el  descrédito  personal  del  Protector  fué  parte  principal 
en  la  decadencia  de  las  ideas  monárquicas  y  definitivo  predominio  de  las  re- 
publicanas en  América.  San  Martín  preveía  que  las  Repúblicas  hispano-ame- 
ricanas  iban  á  ser. . .  lo  que  han  sido;  esto  es,  un  campo  de  guerra  intestina 
permanente,  teatro  alternado  de  dictaduras  tiránicas  y  de  anarquía  desen- 
frenada. No  se  necesitaba  ser  profeta:  bastaba  con  un  regular  entendimiento 
no  ofuscado  por  las  pasiones  para  verlo  asi;  pero  jeran  posibles  allí  las  mo- 
narquías? Y  aunque  se  hubiese  logrado  establecerlas,  ¿no  hubieran  sido  tan 
efímeras  como  la  de  Iturbide  en  Méjico,  y  concluido  desastrosamente  quizás 
con  el  suplicio  de  los  soberanos,  europeos  ó  indígenas,  que  hubieran  tenido 
la  candidez  de  ocupar  el  trono? 

Mientras  que  San  Martín  se  desacreditaba  en  Lima,  Bolívar  fundaba,  se- 
gún ya  hemos  visto,  la  República  de  Colombia,  la  gran  Colombia,  que  deci- 
mos hoy,  ó  sea  un  Estado  compuesto  de  Venezuela,  Nueva  Granada  y  el 
reino  de  Quito.  Error  político  del  Libertador  era  éste,  ya  que,  una  vez  rota  la 
unidad  española,  aquellos  pueblos,  si  pueblos  podían  ser  llamados  entonces, 
propendían  naturalmente  á  constituir  cada  uno  por  sí  una  entidad  autóno- 
ma, como  al  fin  lo  realizaron  en  1S30;  pero  por  lo  pronto  tenían  la  unidad 
del  astuto  político  que  los  gobernaba  y  del  aguerrido  ejército  que  los  habla 
emancipado  en  trece  años  de  horrible  lucha.  Bolívar  y  San  Martin  eran  en 


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620  HISTORIA   DE  ESPAÑA 

aquel  instante  los  dos  hombres  importaates  de  América  española:  el  uno, 
argentino,  fundador  de  las  Repúblicas  de  Chile  y  Perú;  el  otro,  venezolano, 
de  la  República  de  Colombia,  compuesta  de  tres  antiguas  regiones  coloniales. 
Todavía  no  suele  escribirse  ninguna  historia  de  América  sin  su  correspon- 
diente paralelo  critico  entre  los  dos  libertadores,  el  del  Sur  y  el  del  Norte, 
que  llevaba  oficialmente  el  titulo  de  Libtrtador.  Estos  dos  hombres  teoian 
que  ser  rivales.  Los  documentos  más  modernamente  publicados  parecen  dar 
la  supremacía  moral  á  San  Martín,  más  desinteresado  que  Bolívar,  pues  que- 
ría erigir  tronos,  pero  no  para  él,  sino  para  principes  que  no  conocía,  lo  que 
indica  claramente  que  lo  guiaba  el  interés  público,  al  paso  que  Bolívar  pare- 
cíase á  Napoleón  en  el  cultivo  intensivo  de  su  egoísmo,  que,  como  el  César 
francés,  llamaba  él  su  gloria.  Pero  Bolívar  sobrepujaba,  y  mucho,  á  San  Martín 
en  astucia  política,  en  el  arte  de  ganarse  voluntades  y  cautivar  á  la  muche- 
dumbre, deslumhrándola  y  embobándola  con  palabras  sonoras  y  actos  de  apa- 
rato teatral,  en  el  de  procurarse  auxiliares  idóneos  como  Sucre,  y  en  su  misma 
falta  de  escrúpulos,  y  aun  de  sensibilidad  para  seguir  la  línea  recta  en  el  ca- 
mino de  su  personal  engrandecimiento.  Si  él  hubiera  creído  posible  una  monar- 
quía en  América,  hubiérala  fundado,  pero  no  para  un  príncipe  europeo,  sino 
para  él,  para  Simón  1:  creyó  más  fácil,  y  hasta  más  airoso,  gobernar  á  ttjdo  el 
continente  con  el  romántico  titulo  de  Libertador,  y  fué  deci  dido  republicano. 
£n  el  reino  de  Quito,  ó  sea  el  Ecuador,  un  partido  quería  la  constitución 
inmediata  en  Estado  independiente;  otro,  la  incorporación  á  la  Repúbica  pe- 
ruana, cosa  que  agradaba  también  á  los  patriotas  del  Perú.  Bolívar  resolvió 
la  cuestión  mam*  militari,  aunque  con  apariencias  de  sufragio  popular,  ane- 
xionando el  país  á  Colombia.  San  Martín,  protector  del  Perú,  devoró  este  ul- 
traje; porque  jqué  podía  hacer,  si  para  concluirla  emancipación  del  país  que 
protegía  necesitaba  del  auxilio  de  los  colombianos^  Para  tratar  de  ajustar 
este  auxilio,  y  á  la  vez  las  grandes  cuestiones  de  la  forma  de  gobierno  en  los 
nuevos  Estados  y  extensión  de  éstos,  provocó  las  conferencias  de  Guayaquil 
con  el  Libertador  (26  y  27  de  Julio  de  1822).  En  estas  conferencias  famosas 
Bolívar  extremó  las  consideraciones  externas  á  San  Martín;  en  el  gran  ban- 
quete dado  al  Protector  del  Perú  pronunció  aquel  extravagante  brindis:  Por 
los  dos  hombres  mds  grandes  de  la  América  del  Sur:  el  geHeral  San  MartíMjryo. 
Pero  en  el  fondo  le  hizo  comprender  que  no  estaba  dispuesto  á  ayudarle,  sino 
á  ser  él  solo  quien  emancipase  al  Perú  y  quien  fuese  hasta  Buenos  Aires  á  regu- 
larizar la  naciente  República  del  Plata.  San  Martín,  que  de  todo  tenía  menos  de 
tonto,  vio  claro  que  su  papel  en  América  había  concluido:  volvióse  descorazo- 
nado á  Lima,  donde  también  le  hicieron  entender  que  estorbaba,  y  el  20  de 
Septiembre  renunció  al  protectorado  en  el  seno  del  Congreso  nacional  (i). 

(i)    Al  día  siguiente  se  embaicó  para  Chile,  donde  esluTodoi  meaes  enfermo,  y  el  paebla 
le  niailire$(ó  animadversión  profunda.  Fué  i  Buenos  Aires,  y  ni  el  pueblo  ni  los  polilicos  k 

hicieron  mejor  reoibimienlo^  unes  de  1813  vino  i  Europa  con«a  hija  única  Merceditai;  viviA 
en  Bruselas.  Eq  182S  quiso  volver  á.  Buenos  Aires;  pero  encontrando  la  ciudad  en  reTolucJAo, 
desembarcó  en  Montevideo,  f  legresú  deñnítiva mente  i  Europa.  Llegd  á  padecer  en  París  enn- 
dlsima  pobreza,  verdadera  miseria,  y  hubiese  sucumbido  sin  el  generoso  apoyo  de  un  eipiSol, 
antiguo  camarada  suyo  en  el  ejército,  el  marqués  de  las  Marismas,  el  cual,  no  satisfecho  con 
salvar  de  la  miseria  al  gran  enemigo  de  España,  protegió  á  su  yerno  Mariano  Balcarce.  Gracias 
al  Marqués,  San  Martin  vivió  lardos  aüos  en  Faris  en  Grand  Boui^  y  en  Boul^ne  con  sn  hija, 
su  yerno  y  dos  nieloa.  Murió  en  1850,  i  los  setenta  y  dos  años  de  edad.  Sus  hermanos  fueron 
siempre  buenos  españoles:  Manuel  Tadeo  llegó  i  coronel,  y  murió  en  Valencia  (iSiilíJüBn 
Fermín,  d  comandante  de  Caballería,  y  falleció  en  Manila  (1853);  Jnsto  Rufino  fué  también  co- 
ronel del  regimiento  de  Almansa,  y  acabó  en  Madrid  el  mismo  año  de  1S52;  su  hermana,  ca- 
sada con  un  empleado  de  Hacienda,  vivió  modestamente  hasta  1853.  Es  de  creer  qae  si  José 
hubiera  sido  tratado  y  recompensado  como  correspondía  á  su  genio  militar,  j amia  se  le  hu- 
biese ocurrido  acordarse  de  haber  nacido  en  la  Argentina  y  de  irse  alld  i  emancipar  colonial. 


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HISTORIA   DE  ESPAÑA  621 

Desde  este  momeato  la  emancipación  del  Perú  fué  obra  de  los  colom- 
bianos; es  decir,  de  Bolívar,  que  llevó  allí  sus  aguerridas  huestes  acaudilla- 
das por  Sucre  y  por  él  mismo.  No  consienten  los  limites  de  este  libro  historiar 
las  campañas  que  todavía  se  sostuvieron  con  no  poca  gloria  de  los  penin- 
sulares y  peruanos  adictos  que  hasta  el  ñn  defendieron  la  causa  de  la  inte- 
gridad nacional.  Baste  apuntar  que  el  6  de  Agosto  de  1824  ganó  el  Liberta- 
dor la  batalla  de  Junin,  y  el  g  de  Diciembre  del  mismo  año  Sucre  la  de 
Ayacucho,  á  que  siguió  la  capitulación  de  nuestro  ejército.  Encerróse  Rodil 
en  el  Callao,  donde  se  defendió  todavía  un  año. 

En  el  plan  de  Chateaubriand,  de  que  fué  parte  la  intervención  en  la  Pe- 
nínsula de  1823,  entraba  la  constitución  en  América  de  monarquías  consti- 
tucionales bajo  principes  borbónicos  y  que  asegurasen  la  extensión  de  la 
influencia  francesa  en  aquellas  regiones.  Fernando  VII  se  opuso  pasiva,  pero 
tenazmente  al  logro  de  estos  proyectos,  y,  á  nuestra  juicio,  con  razón,  por- 
que eran  quiméricos.  No  habfa  elementos  en  1824  para  fundar  Monarquías 
en  nuestras  perdidas  colonias,  y  menos  aún  para  que  estas  monarquías  fuesen 
apoyo  de  la  influencia  europea:  los  Estados  Unidos  é  Inglaterra  oponíanse  á 
ello.  Inglaterra  se  apresuró  en  1825  á  reconocer  los  nuevos  Estados,  y 
los  Estados  Unidos,  á  proclamar  el  principio  de  Monroe:  América  para  los 
americanos. 

Era  éste  un  negocio  concluido.  Cuenta  Mesonero  Romanos  que  en  una 
de  las  últimas  distribuciones  de  premios  en  la  Academia  de  San  Fernando  á 
que  asistió  Fernando  VII  fué  leída  la  famosa  oda  del  Duque  de  Frías,  y  al 
llegar  á  la  estrofa  dedicada  á  los  americanos  «brotaron  lágrimas  de  los  cada- 
véricos ojos  del  Monarca.  >  Ünicamente  quedaron  bajo  nuestro  pabellón  Cuba 
y  Puerto  Rico,  que  con  las  Filipinas  y  sus  anejos  en  el  extremo  Oriente,  for- 
maban todavía  un  magnfñco  Imperio  colonial. 

140.  El  18  de  Mayo  de  1829  murió  la  angelical  y  piadosísima  reinadora 
Maria  Amalia  de  Sajonia  (i).  A  pesar  de  que  sus  achaques  le  hacían  parecer 
UQ  viejo  decrépito.  Femando  Vil  pensó  desde  luego  en  nuevas  nupcias,  y 
el  24  de  Septiembre  anunciábase  ya  oficialmente  al  Consejo  Real  su  cuarto 
matrimonio  con  D.'  Maiía  Cristina  de  Borbón,  su  sobrina  camal,  hija  de  los 
reyes  de  las  dos  Sicilias.  A  pesar  de  la  fama  de  reaccionaria  que  siempre 
tuvo  esta  Casa,  difundióse  por  toda  Europa  la  especie  de  ser  muy  liberal  la 
princesa  escogida  para  reina  de  España,  y  en  nuestra  nación  miráronla  con 
muestras  de  simpatía  los  liberales,  y  con  prevención  los  realistas.  Trajeron  á 
Cristina  los  reyes  sus  padres  llegando  á  Aranjuez  el  18  de  Diciembre,  y 
el  2 1  se  celebró  la  boda  en  Madrid.  Era  Cristina  de  rostro  regular  y  agraciado 
y  muy  gallarda  y  arrogante  presencia;  tenia  talento,  gracia  y  afabilidad  para 
la  conversación,  y  venia  bien  impuesta — sin  duda  por  su  hermana  D.*  Luisa 
Carlota,  mujer  del  infante  D.  Francisco — del  papel  que  habla  de  represen- 
tar en  la  Corte.  El  lo  de  Octubre  de  1830  dio  á  luz  su  primera  hija,  la  que 
habfa  de  ser  Isabel  II. 

En  el  29  de  Marzo  anterior  habíase  promulgado  la  Pragtiuitica  sanción, 
que  planteó  la  cuestión  dinástica.  He  aquí  en  breve  síntesis  la  resultancia 
de  este  famosísimo  y  para  España  terrible  pleito: 

La  ley  de  sucesión  más  antigua  de  Castilla  es  la  2.',  Tit.  i  j.  Partida  2.°, 
según  la  cual  deben  heredar  el  trono  los  hijos  del  rey  difunto  por  orden  de 
primogenitura;  pero  prefiriéndose  siempre  el  varón  á  las  hembras,  ó  sea  que 
sólo  á  falta  de  hijo  heredan  las  hijas;  éstas  son  preferidas  á  los  hermanos  y 


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622  HISTORIA    DE  ESPaSa 

demás  parientes  colaterales  del  monarca.  Este  sistema  castellano  difiere  esen- 
cialmente  del  francés,  llamado  de  la  ley  Sálica,  con  arreglo  al  cual  las  hembras 
quedan  excluidas  de  la  CQrona,  aunque  sean  hijas  del  rey  y  sólo  tenga  ésa 
parientes  colaterales  de  remoto  grado,  y  es  igual  al  sistema  inglés,  si  bien  cod 
una  diferencia:  en  Inglaterra,  las  hembras,  cuando  heredan,  tienen  la  plenitud 
de  la  soberanía  como  si  fuesen  varones;  en  Castilla  la  mujer  compartía  el 
reinado  con  su  marido,  quien  era  verdadero  rey,  hasta  con  número  de  orden 
en  la  serie  dinástica,  y  asf  el  marido  de  Isabel  í,  fué  Fernando  V  de  Castilla, 
y  el  de  Juana  la  Loca,  Felipe  I. 

Después  de  la  paz  de  Uttrech  convocó  cortes  Felipe  V  en  Madrid,  y  en 
ellas,  cumpliéndose  todos  los  trámites  tradicionales,  se  varió  la  ley  de  suce- 
sión (Auto  acordado  de  lo  Mayo  1713},  dándose  preferencia  á  los  hermanos 
varones  del  rey  difunto  sobre  las  hijas.  El  objeto  de  esta  reforma  es  claro: 
impedir  que  la  Corona  salga  de  la  dinastía  de  Borbón.  Mas  al  advenimiento 
de  Carlos  IV,  y  por  causas  que  no  se  perciben  con  claridad,  estando  á  la 
sazón  asegurada  la  sucesión  masculina,  convocáronse  otras  Cortes,  (1789),  7 
por  indicación  del  primer  ministro,  conde  de  Floridablanca  y  del  presideote 
de  la  Asamblea,  conde  de  Campomanes,  pidieron  los  procuradores  el  resta- 
blecimiento de  la  ley  de  Partidas.  Elevada  lupetición  al  Rey,  contestó  éste  que 
tkabia  tomado  el  acuerdo  correspondiente  á  la  citada  súplica,  y  mandaba  á  los  de 
su  Consejo  «r^iiVr  la  Pragntática  sanción  que  en  tales  casos  se  acostumbra''. 
pero  á  la  vez  ordenaba  que  se  guardase  por  los  procuradores  el  mayor 
secreto  sobre  lo  tratado  en  las  Qoria,  por  convenir  asi  á  su  servicio,  y  ai- 
solvió  aquéllas.  ;Llegó  á  expedirse  la  Pragmática  sanción  anunciada^  Se  ha 
buscado  en  vano  por  los  archivos  sin  encontrarla;  oí  siquiera  minuta  ó  bo- 
rrador de  ella. 

Lo  probable,  casi  lo  seguro,  es  que  los  ministros  de  Carlos  IV  de- 
sistieron de  la  reforma,  quizás  en  virtud  de  reclamaciones  de  los  Borbo- 
nes  de  Francia  é  Italia  ó  por  temor  de  disgustarlos,  y  asi  lo  acreditan  el 
no  haberse  vuelto  nunca  en  aquel  reinado  á  tratar  ni  hablar  del  asunto  y 
el  hecho  positivo  de  haberse  insertado  en  la  Novísima  Recopilación  (1805) 
el  Auto  acordado  de  Felipe  V  como  ley  indiscutible  de  sucesión  eo  estos 
reinos. 

Fernando  VII  no  tuvo  hijos  de  su  primer  matrimonio;  del  segundo  con 
D.'  María  Isabel  de  Braganza  hubo  dos  hijas,  que  murieron  en  la  primera  in- 
fancia, y  entonces,  sin  duda,  concibió  el  pensamiento  de  variar  la  ley  sucesoria. 
Induce  á  creerlo  \a  Minuta  de  testamento,  escrita  de  puño  y  letra  de  Calo- 
marde,  y  publicada  por  el  marqués  de  Lema  en  la  primera  serie  de  sus  inte- 
resantes Estudios  kistóricos  j  críticos  (r);  en  ella  declara  el  rey  'estar  casado 
en  la  actualidad  con  D°  María  Josefa  Amalia  de  Sajoniat,  y  «deroga  expre- 
samente, usando  de  mi  soberano  poder  en  que  no  rtconoseo  superioridad  en  la 
Tierra,  jr  accediendo  d  lo  solicitado  por  los  Procuradores  del  Reino  juntos  para 
jurarme  en  las  Cortes  de  lyS^,  el  Auto  acordado  y  restablece  la  ley  de  Par- 
tidas. Después,  en  cuanto  fué  conocido  el  embarazo  de  D.'  María  Cristina, 
se  publicó  la  Pragmática  sanción  de  29  de  Marzo  de  1830,  á  que  ya  queda 
hecha  referencia. 

Mas  ¿tenia  autoridad  el  Rey  para  legislar  de  este  modo  en  materia  tan 
grave  como  la  sucesión  de  la  Corona?  En  la  constitución  tradicional  de  Cas- 
tilla el  único  legislador  fué  el  rey:  no  puede  discutirse;  las  antiguas  Cortes 
no  tenían  otra  prerrogativa  que  la  de  pedir  á  suplicar.  El  Auto  acordado 


(i)    Madrid,  1913.  Publicóse  como  arlfculo  suelto  cd  Nuistro  Titmps,  1906. 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


HISTORIA   DE  BSPAÍ^A  623 

de  1 7 1 3  no  fué  ley  del  Reino  porque  io  pidiesen  las  Cortes,  sino  porque  lo  dio 
el  Rey.  Luego  Fernando  VII,  que  poseía  la  misma  regia  potestad  que  su  bisa- 
buela Felipe  V,  pudo  legatmente  deshacer  por  la  Pragmática  de  1830  lo  que 
hizo  aquel  por  el  Auto  de  1713.  Admítese,  sin  embargo,  y  se  prueba  por  múl- 
tiples ejemplos  históricos,  que  en  los  negocios  arduos,  v.  gr.,  el  matrimonio  de 
los  reyes — y  más  importante  todavía  es  la  sucesión  del  trono  —  los  reyes  de 
Castilla  no  legislaban  sin  el  concurso  de  las  Cortes,  y  á  este  uso  sometiéronse 
Felipe  V  al  convocarlas  para  derogar  la  ley  de  Partidas,  y  Carlos  IV  para  res- 
tablecerla. El  mismo  Fernando  VII  le  rindió  acatamiento,  puesto  que  la  Prag- 
mática sanción  de  1830  no  es  un  espontáneo  acto  de  su  prerrogativa  sobe- 
rana, sino  la  respuesta  que  se  debió  y  prometió  dar,  y  no  se  dio,  á  la  Paíi- 
ció»  de  1789:  hay  en  su  texto  una  confusión  estudiada  ó  intencionada  para 
que  pueda  creerse  por  el  lector  poco  avisado  que  efectivamente  se  Llegó 
á  expedir  la  Pragmática  por  Carlos  IV,  y  que  no  se  hizo  pública  por  tías 
turbaciones  que  agitaron  la  Europa  en  aquellos  años  y  las  que  experimentó 
después  la  Península.*  jEra  esto  serio?  Un  rey  investido  de  la  plena  potes- 
tad soberana  puede  deshacer  lo  que  hizo  otro;  pero  jpuede  contestar  á  la 
petición  de  los  Procuradores  hecha  al  rey  antecesor  cincuenta  y  un  años 
antes? 

De  aquí  se  deduce  que  la  cuestión  dinástica,  considerada  en  si  misma,  es 
un  verdadero  pleito  de  aquellos  en  que  ninguno  de  los  litigantes  debe  ser 
condenado  en  costas  por  temerario  (i).  £1  argumento  más  ñojo  favorable  á 
D.  Carlos  es  el  que  él  mismo  y  sus  parciales  aducían  en  1S30,  á  saber;  que 
habiendo  nacido  el  infante  bajo  el  régimen  del  Auto  acordado,  habla  adqui- 
rido un  derecho  de  que  no  podría  ya  ser  despojado  por  una  ley  posterior.  No 
cabe  extremar  tanto  la  doctrina  de  la  no  reCroactividad  de  las  leyes,  pues 
casi  ninguna  podría  ser  reformada  si  se  diese  semejante  solidez  á  los  derechos 
adquiridos,  aun  á  los  de  carácter  eventual,  como  son  los  sucesorios.  D.  Cailos, 
empero,  así  lo  creía;  y  estaba  fírmisimamente  convencido  de  que  Dios,  pri- 
vando de  sucesor  varón  á  su  hermano,  le  imponía  el  deber  de  reinar  para 
que  salvase  la  Religión,  la  Monarquía  y  el  Orden  social  de  las  arremetidas  é 
insidias  de  masones  y  liberales,  y  no  menos  resuelto  á  cumplir  este  deber  á 
costa  de  los  mayores  sacrificios  y  riesgos  personales,  pues  si  de  sencillo  y 
corto  entendimiento,  tenia  una  voluntad  firmísima  y  un  deseo  inquebrantable 
de  observar  las  que  conceptuaba  sus  obligaciones,  de  donde  arrancaba  el 
valor  seteno  de  aquel  principe,  admirablemente  heroico  en  ocasiones,  como 
lo  acreditó  muchas  veces  en  la  guerra  civil,  y  que  vivamente  contrasta  con  la 
despreciable  pusilanimidad  de  Fernando  VII. 

Lo  peor  para  la  paz  en  España  es  que  D.  Carlos  contaba  con  muchísi- 
mos partidarios;  no  todo  el  partido  realista,  como  piensan  algunos,  pero 
si  parte  considerable  de  él.  Queríanle  los  Apostólicos,  y  de  los  que  no  figura- 
ban en  este  bando,  los  absolutistas  incondicionales,  los  que  no  consentían 
que  se  hablase  de  Cortes  antiguas  ni  modernas,  los  que  veían  en  toda  refor- 
ma política  una  insidia  masónica:  en  cambio,  los  moderados  y  los  que  Fer- 
nando VII  había  hecho  sus  partidarios  personales  estaban  en  contra  suya. 
Por  el  último  concepto  la  Grandeza  y  casi  todos  los  títulos  del  Reino  eran 
anticarlistas,  y  lo  mismo  otro  elemento  importantísimo,  ó,  mejor  dicho,  el 


(1}  Vt»íe  como  el  mejor  alegato  en  favor  de  D.  Carlos  el  opúsculo  ¿a  í-uíj/íáii  liinásiica, 
de  D.  Antonio  Aparici  Gnijarro,  incluido  en  el  tomo  III  de  sus  Oirás,  y  en  favor  de  D.'  Isa- 
bel loa  conteiddos  en  Hiiloria  dil poder  civil  íh  EtfaUa,  de  D.  Mannel  Danvila,  f  ConsHIucie- 
nes  dr  CatHllay  Lthi,  de  D.  Manuel  Colmeiro.  Inferior  i  éstos,  pero  con  todos  los  argumentos 
favorables,  «s  el  opúscalo  de  D.  Miguel  Bínchez;  Navidad  i  iltgiliinidad  dtl  carlismo. 


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624  HISTORIA  DE  ESPAÑA 


decisivo  en  toda  contienda  civil,  esto  es,  el  ejército  reorganizado  por  el  mar- 
qués de  Zambrano.  No  fallaban  á  D.  Carlos  militares,  y  algunos,  como  se  vió 
después,  de  gran  mérito;  pero  la  mayoría  y  los  cuerpos,  considerados  en  con- 
junto, eran  de  Fernando  VII  y,  por  tanto,  de  su  hija;  el  clero  estaba  dividido, 
aunque  la  mayor  parte  de  lo  que  se  llama  el  bajo  clero  inclinábase  resuelta- 
mente al  Infante.  De  los  liberales  no  hay  que  hablar:  todos  ellos  veían  en 
D.  Carlos  su  enemigo  más  decidido,  y  en  la  niña  Isabel,  la  esperanza  de  vol- 
ver á  predominar  en  el  Estado.  En  el  común  de  los  ciudadanos,  que  solemos 
llamar  masa  ntutra,  eran  grandes  las  simpatías  por  la  niña  Isabel,  lo  que  se 
explica:  I."  Por  la  costumbre  de  obedecer  al  Gobierno,  y  era  éste  quien  la 
proponía  como  legítima  heredera  del  Reino.  2°  Porque  la  ley  de  Partidas  en 
que  fundaba  su  título,  por  ser  en  Castilla  la  común  y  tradicional  para  suceder 
en  los  patrimonios,  es  la  verdaderamente  popular,  la  que  siente  y  comprende 
todo  el  mundo,  siendo  exótica  y  refractaria  al  alma  castellana  la  re^la  del 
Auto  acordado,  (i)  Y  3.°  Por  el  aspecto  senti- 
mental que  ofrecía  á  los  corazones  populares 
el  espectáculo  de  una  niña  inocente  á  la  que 
un  tio  quería  privar  de  su  legitima  herencia: 
considerábase  como  asunto  de  hidalguía  defen- 
der á  la  primera  contra  el  segundo. 

Todo  esto  demuestra  la  extraordinaria 
importancia  política  que  en  nuestra  historia 
contemporánea  ha  tenido  la  cuestión  dinástica, 
que  ciertos  escritores  consideran  como  mera 
fórmula  de  la  esencialmente  política  entre  li- 
berales y  realistas.  Ni  todos  los  realistas  de  la 
época  de  Fernando  VII  se  declararon  por  Don 
Carlos,  ni  los  liberales  solos  eran  capaces  en  1833 
de  sostener  un  trono:  lo  que  realmente  sucedió 
es  que  la  denominación  de  liberal  se  hizo  común 
para  designar  á  todos  los  partidarios  de  Isabel, 
y  antogónica  de  la  de  caríista. 

La  Pragmática  sanción  de  29  de  Mar^o 
de  1830  fué  muy  mal  acogida  en  Francia  por 
el  partido  legitimista,  y  aun  es  probable  que  el  Gobierno  hubiese  hecho 
reclamaciones  contra  un  acto  que  alteraba  la  tradición  de  los  Borbones; 
pero  Carlos  X  tenia  harto  que  hacer  en  su  casa  para  meterse  en  los  negocios 
de  la  ajena,  y  antes  que  naciese  Isabel  II  estalló  la  revolución  de  Julio,  que 
puso  á  Luis  Felipe  de  Orieaos  en  el  trono:  cambió,  pues,  completamente  la 
decoración  en  París  por  lo  referente  á  la  sucesión  española.  Luis  Felipe  y 
sus  ministros  creían  que,  conforme  á  los  rigurosos  principios  de  la  legi- 
timidad, correspondía  á  D.  Carlos  la  corona  de  España;  pero  con  arre- 
glo á  esos  mismos  principios  era  la  de  Francia  del  niño  conde  de  Cham- 
bord.  Luis  Felipe  apoyábase  en  la  doctrina  de  la  cuasi-legitimidad,  ó  sea 
una  transacción  entre  el  principio  monárquico  puro  y  el  de  la  voluntad  na- 
cional, y  aplicando  á  nuestra  patria  esta  teoría  inclinábase  el  nuevo  monarca 
francés  á  Isabel  11,  no  por  creerla  legitima  sucesora,  sino  por  considerar 
que  no  lo  era. 


(O    Todavía  recuerda  el  autor  á  ana  señora,  muy  chapada  i  la  antigna,  católica  femenle 
lOnárqiiicB  entusiasta,  que  exponia  asi  la  cnestíñn  dinástica,  debatidisima  en  sa  javeDlndt 

rí  qui.  diíia,  li  ye  Íín^_o  una  hija  y  una  !B.<a,tvaá  heredar  ésta  mi  htrmane  y  qutiarie  mi  Üja 


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HISTORIA  DB  ESPAÜA  625 

141.— La  enfermedad  de  Fernando  VII  se  agravó  á  principios  de  Julio 
de  1832,  estando  Ia>  Corte  en  La  Granja.  Duró  todo  el  verano,  y  á  me- 
diados de  Septiembre  temióse  por  su  vida.  Las  simpatías  por  la  reina 
Cristina  aumentáronse  con  los  relatos  de  su  solicitud  cuidando  á  su  ma- 
rido. Vestida,  se  decia,  con  un  sencillo  hábito  carmelitano,  pasa  días  y  no^ 
ches  á  la  cabecera  del  enfermo,  administrándole  con  sus  delicadas  manos 
los  medicamentos  más  enojosos  para  el  practicante,  como  lavativas,  san- 
guijuelas etc.,  pormenores  que,  prolijamente  referidos  y,  como  es  lógico, 
decorados  por  la  inventiva  fecunda  de  los  narradores,  hacían  llorar  á  las 
buenas  gentes.  ¡Po^ecita  Crüiitta!  ¡Po^eritas  ninas  (i),  pte  van  d  guedarst 
kaérjanas  y  sin  amparo  de  nadie,  y  con  ese  tío  qne  quiere  quitarles  lo  que  ¡es 
corresponde!  TiXcs  eran  las  exclamaciones  corrientes  en  todos  los  medios  no 
decididamente  carlistas,  y  los  partidarios  del  Infante  aparecían  como  unos 
seres  insensibles  y  despiadados,  frios  y  antipáticos,  incapaces  de  conmo- 
verse ante  el  cuadro  de  la  joven  y  bella  princesa  convertida  en  enfermera  de 
un  marido  viejo  y  moribundo,  y  de  las  presuntas  huerfanitas,  amenazadas 
de  quedarse  sin  su  herencia.  Es  indudable  que  las  doctrinas  de  los  filósofos 
y  los  programas  de  los  políticos  tienen  su  parte  principal  en  el  desenvol- 
vimiento histórico  de  los  pueblos;  pero  no  la  tienen  menos,  y  quizás  la  ten- 

.  gao  más,  estas  explosiones  sentimentales  que  se  producen  de  súbito  en  las 
multitudes. 

En  el  Palacio  Real  la  lucha  se  reflejaba  en  forma  de  intrigas.  El  cuarto 
de  D.  Carlos  y  de  su  mujer  D.*  María  Francisca  de  Braganza  {2)  era,  natu- 
ralmente, el  foco  de  las  pretensiones  carlistas,  y  no  sólo  se  arrimaba  á  su 
parcialidad,  sino  que  era  de  lo  más  exaltado  y  levantisco  de  ella,  la  princesa 
de  Beira,  D.*  María  Teresa  de  Braganza,  hermana  de  D.  Miguel  de  Portugal 
y  madre  del  infante  D.  Sebastián.  Entre  los  políticos  y  cortesanos  descollaba 
por  su  decisión  á  favor  de  D.  Carlos  el  obispo  de  León,  D.  Joaquín  Abarca, 
que  residía  en  la  corte  hacia  muchos  años  y  disfrutaba  de  la  confianza  del 
Rey:  varón  probo,  austero  y  enérgico,  de  no  poco  talento  y  de  algunas  letras, 
tradicioualista  convencido  é  intransigente,  opuesto  á  la  Pragmática -sanción, 
más  que  por  escrúpulos  legitimistas,  por  creer  firmemente  que  con  Cristina  é 
Isabel  preponderarían  más  ó  menos  pronto  los  liberales,  que  para  él  no  eran 
sólo  revolucionarios,  sino  herejes  ó  peores  que  herejes.  Suerte  para  la  causa 
carlista  era  que  no  se  hallaran  en  la  Granja,  sino  viajando  por  Andalucía,  los 

.  infantes  D.  Francisco  de  Paula  (3)  y  D.'  Francisca  Carlota  {4).  Aborrecía  ésta, 
con  ese  odio  intenso  propio  de  algunos  corazones  femeninos,  á  su  concuñada 
la  mujer  de  D.  Carlos,  y  más  que  por  amor  á  su  hermana  Cristina  y  á  su 
sobrina  carnal  Isabel  Maria  porque  Francisca   no  fuese  reina  era  capaz 


(i)  El  30  de  Enero  de  esle  miimo  año  32  habla  nacido  la  infanta  D.*  Mar(a  Lniía 
Fernanda,  deipnéi  dnqaesa  de  Monlpensier. 

(2)  ErañennanadelareiaaD.-'Marla] 
to,  liiJB  de  Juan  VI  de  Portugal  y  de  naeilra  i 
conatanles  intrigas  en  Espaia  y  en  Amírica. 

(3)  El  hijo  menor  de  Marfa  Luisa,  al  que  la  opinión  desencadenada  atribayó  ser  hijo  de 
Godoy,  de  lo  qne  se  hicieron  eco  lai  Cortes  de  Cidií  excluyéndole  de  la  sncesión  á  Ib  Corona. 
Dorante  la  guerra  de  la  Independencia  y  despnés  estuvo  en  Roma  con  Carlos  IV  y  Maila 
Ljiisa,  y  tsta  tuvo  empeño  decidido  en  casarlo  con  la  hija  qne  Godoy  habla  tenido  de  la  infanta 
María  Josefa:  deaquf  Péreí  de  Guimín  ( Ksiaáte!  sebrc  Carlos  i  V)snca  un  argumento  contra  el 
ÍDfaiiiante  mmor  popular.  María  Luisa,  dice,  no  hubiese  pretendido  nanea  casar  al  Infante  con 
lahija  de  Godoy  li  hubieran  sido  hermanos,  Fernando  VII  se  opnso  como  es  lAgico  al  pro- 
yecto de  su  madre,  y  no  paró  hasta  que  D.  Francisco  vino  d  Madrid. 

U)  Hermana  de  ta  reina  Cristina,  con  la  qne  casó  D.  Francisco  de  Paula  el  II  de  Junio 
de  1814. 


Salcedo,  Historia  de  ESpaDa 


D,g,t7cdb/GOOglC 


626  HISTORIA   DE  ESPAÜA 

de  totlo.  Tenia  además  un  genio  violento  y  arrebatado;  mujer  temible  cuando 
se  exaltaba,  lo  que  no  era  infrecuente.  Para  D."  Francisca  Carlota  lo 
más  bonito  de  ta  pragmática-sanción  era  lo  que  molestaba  á  D.'  María 
Francisca. 

£1   17  de  Septiembre  creíase  en  la  Granja  que  el  Rey  iba   á  morir 
inmediatamente.  Cristina  llamó  á  Calomarde,  y  le  preguntó  qué  debía  pre- 
venirse para  el  caso  en  que  asi  sucediese.  Contestó  el  Ministro,  según  todas 
las  probabilidades  porque  así  lo  crefa  en  aquel  momento,  quizás  influido 
por  su  paisano  y  amigo  el  obispo  de  León,   que  los  voluntarios   realis- 
tas y  el  mismo  ejército  proclamarían  á  D.   Carlos, 
y   que    lo  mejor  era  ganar  al    Infante  para   la  causa 
de  su  sobrína.  El  conde  de  la  Alcudia  recibió  en  su 
virtud  el  encardo  de  proponer  á  D.  Carlos,  primero 
el  nombramiento  de  consejero  de  la  regente  Cristi- 
na, y  después  el  de  co-regente;  á  todo  lo  cual  se  negó, 
encastillándose  en  que  no   podía  renunciar  á   dere- 
chos que  Dios  le  había  concedido  al  nacer.  Cristina, 
á  la  cabecera  del  lecho  y  oyéndola  el  augusto  en- 
fermo,  exclamó:  ¡Puts  bien;  que  Espaita   sea  feUzl,  y 
aconsejó  á-  su   esposo  que   revocase    la   pragmátii 
sanción.  Al  otro  día,    18,  firmó,  en   efecto,  Fernán' 
Tomás  Zumaiüci-        jg  VII   nn   codicilo  revocándola.  Y  sobre viniéndotí 
tw^^'r  ^  poco  un   colapso,  los  ministros,  con   la  sola   eX' 

(1788 -I  35).  cepción  de  Zambrano,  acordaron  publicar  ta  revoca- 

ción. Dícese  que  algunos  cortesanos  corrieron  á  sa- 
ludar á  D.  Carlos  con  el  título  de  majestad.  Pero  el  Rey  salió  del  co- 
lapso, y  todo  quedó  en  tal  estado.  Y  el  día  22  llegan  á  la  Granja  don 
Francisco  de  Paula  y  D.°  Carlota:  ésta  increpa  á  su  hermana  por  haberse 
dejado  abatir,  y  aún  más  enérgicamente  á  Calomarde,  contando  la  fama 
que  le  dio  una  bofetada,  á  lo  que  dijo  el  ministro:  Manas  blancas  no  ofenden, 
y  rasgó  el  codicilo  del  día  18. 

El  i.°  de  Octubre  exoneró  el  Rey  á  todo  el  ministerio:  Cea  Bermúdei 
volvió  á  ser  ministra  de  Estado;  D.  José  Cafranga  lo  fué  de  Gracia  y  Justicia; 
el  general  Monet,  de  Guerra;  Laborde,  de  Marina,  y  el  director  de  la  Caja  de 
amortización,  don  Victoriano  de  Encima,  de  Hacienda.  El  6  habilitó  á  la  Reina 
para  el  despacho  de  los  negocios  durante  su  enfermedad.  Fueron  relevados 
los  capitanes  generales  de  los  distritos  y  las  principales  autoridades  militares, 
reemplazándose  tos  sospechosos  de  carlismo  por  otros  conocidamente  adic- 
tos á  Cristina;  á  Zambrano,  ex-ministro  de  la  Guerra,  se  le  dio  el  mando  de 
Castilla  la  Nueva;  á  Morillo,  el  de  Galicia;  al  marqués  délas  Amarillas,  el  de 
Granada  en  reemplazo  de  González  Moreno,  etc.  D.  José  María  Puig,  consejero 
de  Castilla,  que  se  opuso  con  Zambrano  á  la  put^licación  del  cod¡cil<>,  fué 
ascendido  á  gobernador  del  Consejo.  En  cambio,  se  persiguió  al  obispo  de 
León,  haciéndole  salir  para  su  diócesis  con  una  orden  insultante  (1),  y 
Calomarde  fué  confinado  á  la  ciudadela  de  Menorca;  pero  avisado  por  sus 
amigos  de  Madrid,  estando  él  en  OIba,  pueblo  de  Arí^ón,  se  fugóá  Fran- 


(1)  Se  le  decia  en  ella,  por  ejempb,  que  hicU  falta  en  su  d¡6cnU,  la  caal  $e  bailaba  re- 
eida  en  lu  ausencia  pot  pastores  mercenarios,  y  el  obispo,  \\  residía  en  Madrid,  era  por  orden 
del  Rey  y  antorÍTado  canónicamente  por  el  Concilio  de  Trento,  estando  la  dióceiis  Tejida  poc 
su  vicario  como  inandan  los  cánones,  Pero  bien  se  lafó  el  obispo  en  su  comanicación  de  iS 
de  Octubre  á  Cafranga,  donde  le  decU.  «La  orden  ea  de  S.  M.  la  Reina,  yo  la  reipelo'.  mitlas 
palabras  con  que  V,  R.  me  la  ha  comunicado  son  de  V.  E.,  y  de  mi  obligación,  manifeslar  loi 
errores  k  Inexactitudes  que  er-' 


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627 


cia,  donde  vivió  hasta  1842  (i).  Otros  mucbos  fueron  perseguidos,  y  al- 
guDOS,  según  se  cree,  sin  motivo;  por  ejemplo:  el  coronel  Zumalacárregui, 
que  mandaba  el  regimiento  de  Extremadura  y  tenia  el  gobierno  militar  del 
Ferrol,  y  al  cual  se  Te  hizo  pedir  el  retiro,  y  después  decidirse  por  D.  Carlos 
con  aquella  persecución  injustificada  (2). 

El  15  de  Octubre  firmó  Cristina  la  amnistía  de  los  liberales,  tan  cele- 
brada por  los  poetas  de  la  época,  y  de  cuyo  beneficio  sólo  fueron  exceptua- 
dos— bien  d  pesar  mió,  dice  el  decreto— los  que  votaron  la  deposición  del 
Rey  en  Sevilla  y  acaudillaron  fuerzas  contra  su  soberanía.  Descubriéronse,  ó 
creyéronse  descubrir,  algunas  tentativas  de  sublevación  carlista.  El  Infante  se 
negó  terminantemente  á  tomar  parte  en  nada  que  pareciese  rebeldía  mien- 
tras viviera  su  hermano;  pero,  según  se  dice,  su  mujer,  D.*  María  Francisca, 
no  tenía  tantos  escrúpulos:  basta  se  cuenta  que  autorizó  una  regencia  com- 
puesta del  obispo  de  León,  D.  José  O'Donnell  y  el  general  de  los  jesuí- 
tas (3).  En  la  provincia  de  Toledo  hubo  el  conato  de  levantar  una  partida.  En 
León  resistiéronse  los  realistas  á  dejarse  disolver  (14  y  15  Enero  1833);  pero 
aunque  se  ponderó  la  gravedad  del  suceso,  no  debió  de  serlo  tanto  cuando,  no 
habiendo  en  la  ciudad  de  guarnición  más  que  cuatro  soldados  y  un  cabo,  se 
cumplimentó  la  orden  sin  derramamiento  de  sangre,  ai  bien  con  varios  alter- 
cados y  trifulcas,  saliéndose  de  la  población  disfrazado  de  paisano  con  capa 
parda  y  sombrero  calañés  el  obispo  Abarca,  que  emigró  á  Portugal,  y  es  ve- 
rosfmilmente  lo  que  se  buscaba  con  aquel  enredo.  En  Madrid  fueron  presos 
los  generales  Grimarest,  Maroto,  conde  de  Negrí,  Pardo  y  el  intendente 
Marco  de  Pont,  que,  según  delató  el  coronel  Campos  —  el  que  intentó  levan- 
tar la  partida  en  Toledo,  —  constituían  una  Junta  carlista.  D.  Miguel  de  Por- 
tugal habla  escrito  á  Fernando  Vil  suplicándole  que  regresase  á  Lisboa  su 
hermana  la  princesa  de  Beira,  ya  que  su  hijo  D.  Sebastián  se  habla  casa- 
do (4),  y  aprovechándose  esta  circunstancia  se  dtó  el  decreto  de  1 3  de  Mar- 
zo 1833  accediendo  á  lo  pedido  por  D.  Miguel  y  disponiendo  que  acompa- 


(i)    Para  \a%  escrílores  liberaleí  [v.  gr-.  Cárdena  j  Lafaeatc)  es  axiomático  que  Calo- 


blicada  por  el  marqués  de  Lema,  y  el  odio  que  lavieron  á  Calomarde  loa  callistas,  pennadcn 
áe  qaeel  célebre  TnÍDislrono  era  carlista.  Además,  el  fj  Sefitiembre,  eo  la  Granja,  lo  qae  acon- 
sejó él  DO  fué  ta  derogacián  de  la  Pragmiüca,  sino  uo  avenimienlo  con  D.  Carlos  para  soste- 
nerla; la  derogación  fué  acto  espon  lineo  déla  Reina.  Lo  verosímil  es  que,  inducido  por  el  obispa 
4e  León,  Calomarde  creía  qne  en  aquellos  moroentoi  no  era  posible  la  sucesión  de  D.'  Isabel, 
í  lo  menos  sin  una  terrible  guerra  civil,  en  lo  cual  ciertamente  no  se  equivocaba.  Y  si  asi  lo 
creta,  {no  era  lu  deber  de  ministro  decitloí  Según  Cárdenas.  Calomarde  en  sas  últimos  aítos  se 
dio  á  ejercer  la  caridad  con  tos  emigrados  españoles  sin  distinguir  entre  liberalea  y  carlitas  vi- 
viendo modestliimamente  y  sin  mostrar  ningún  interés  por  la  política. 

(z)  D.  Tomás  de  Zumalacárregui  nació  en  Urmáiztegui  (39  SeptÍEmbre  17SS).  Estudiaba 
la  carrera  eclesiástica  en  Pamplona  cuando  estalló  la  guerra  de  la  Independencia,  y  sentó  plaza 
en  Zaragoza.  Cayó  prisionero  en  ana  salida  (Diciembre  iSoS),  se  escapó  é  incorporú  á  la 
partida  del  Pastor.  En  1S13  se  le  reconoció  el  empleo  de  capitán  de  infantería.  En  iSio  fué  se- 

E arado  del  servicio  por  desafecto  á  la  Constitución,  y  tomó  parle  en  la  guerra  contra  los  liberá- 
is á  las  órdenes  de  Quesada.  Teniente  coronel  en  1S34  y  coronel  en  ^25.  Como  gobernador 
militar  del  Ferrol  distinguióse  sorprendiendo  y  exterminando  i  una  cuadrilla  de  feroces  crimi- 
nales que,  protegida  por  personas  de  elevada  posición,  tenía  aterrada  á  la  comarca.  En  el 
tiempo  á  que  se  refiere  el  texto,  aunque  él  solicitó  el  retiro,  sólo  se  le  concedió  lictticia  iadcfi- 
ttiáa  con  residencia  en  Pamplona,  de  donde  salió  para  incorporarse  á  los  carlistas.  Escribió  ta 
Vidadt  Zwaalacárrígui  e\niie  fu6  su  ayudante  en  el  ejército  carlista,  D.Juan  Antonio  Zariate- 
gui  y  Celiquet.  después  general  del  mismo  y  del  nacional. 

(3)  Nada  de  esto  se  puede  asegurar,  ni  podrá  hacerse  hasta  que  se  realice  un  estudio  im- 

Earciat  y  todo  fundado  en  documentos.  El  Gobiemotenla  á  la  sazón  un  interés  especiallsimo  en 
acer  creer  á  las  gentes  en  conjaras  carlistas  pare  justificar  sus  persecuciones  preventivas  con- 
ba  los  que  realmente  pudieran  urdirlas. 

(4)  El  35  de  Mayo  de  iSjl  con  D."  María  Amalia,  hermana  menor  de  D.'  María  Cris- 
tina. 


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E«|HdkoleB  Iluatrea  contemporáaco*. 


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HISTORIA  DB  ESPAÑA  629 

ñasea  á  la  Princesa  los  ínrantes  D.  Carlos  y  D.  Sebastián.  Era  esto  desterrar 
á  D.  Carlos,  el  cual  se  despidió  de  Fernando  VII  y  partió  el  día  i6,  no  sin 
lloraramboshermanosque  tiernamente  se  querían.  £129  llegaron  los  Infantes 
á  Lisboa,  (i) 

La  política  del  Gobierno,  dirigida  por  Cea  Bermúdez  lo  mismo  mientras 
ejerció  el  Poder  soberano  la  reina  Cristina  que  al  encargarse  de  nuevo 
Fernando  VII  (4  Enero  1833),  seguía  por  los  mismos  derroteros  trazados 
el  I,"  de  Octubre  del  año  anterior:  atracción  de  los  liberales, ora  ampliando  la 
amnistía  (29  Marzo  1833},  ora  conñricndo  cargos  á  los  que  parecían  más  tem- 
plados; persecución  de  los  sospechosos  de  carlismo,  en  cuyo  punto  de  pro- 
grama entraba  el  disolver  á  los  voluntarios  reaiistas  en  los  pueblos  que  se 
antojaban  mis  peligrosos;  fortificar  los  resortes  supremos  del  Poder,  v.  gr-,  au- 
mentando con  25.000  hombres  la  fuerza  del  ejército;  amenazar  indirectamente 
al  clero  secular  y  regular  con  las  demasías  de  los  liberales,  los  cuales  apro- 
vechaban el  afecto  de  gran  parte  de  él  por  D.  Carlos  para  soltar  de  nuevo 
la  espita  de  sus  declamaciones  anticlericales,  protestando  de  que  soto  lo  hadan 
asi  por  amor  á  la  inocente  Isabel,  y  á  la  vez  aquietar  los  ánimos  de  la  opinión 
católica  y  realista  con  solemnes  declaraciones  de  que  seguían  imperando  los 
mismos  principios  políticos,  que  la  conservación  de  ta  Religión  y  de  la  Mo- 
narquía, en  su  integridad  ambas,  eran  los  objetos  á  que  preferentemente  se 


(i)  Coaviene  exponer  sumariamente  ios  sucesos  de  Portugali  reinaba  D.  Miguel,  recono- 
cido por  Espafla  j  con  los  mismos  piincipiol  de  los  realistas  espabolei.  En  el  Biasil  una  insu- 
rrección obligó  i  10  bennano  D.  Pedio  á  abdicar  la  corona  (7  Abril  1831);  vínose  i  Paríi  con  sn 
majer  >  la  niña  D.'  María  de  ta  Gloría,  decidido  i  conquistar  la  corona  de  Fortogal  para  tsta. 
Los  emigrados  españoles  se  le  ofiecieron,  especialmente  Mina.;  peio  el  que  te  sirvió  de  veras 
fni  Mendizlbat,  orfianizador  de  la  eipedicióa  con  que  D.  Pedro  vino  de  las  islas  Terceras  i  O  por- 
to, donde  entrfi  (8  Julio  I83Í),  j  donde  tuto  que  permanecer  sitiado  por  las  tropas  de  D.  Mi- 
guel cerca  de  ua  a.ía,  porque  nadie  se  movió  á  favor  suyo  en  Portugal.  Mendiilbal  le  tacó  de 
esta  situación  ya  insostenible,  y  eu  que  hubiese  sucambido,  organizando  en  Inglaterra  otra  ei- 
pediciAn  con  una  flotilla,  curo  mando  se  dio  al  capitdn  inglés  Napier,  y  aconsejando  un  desem- 
barco eo  los  Algarbes.  El  5  de  Julio  de  1S33  Napier  venció  y  apresó  í  la  escuadra  portneueía, 
golpe  que  por  lo  audaz  asombró  dtodoslos  peritos  en  ta  guerra  marítima,  y  que  permitió  í 
los  desembarcados  en  los  Algarbes  avanzar  sobre  Lisboa,  donde  fni  proclamada  O.*  María 

"eptíembre  i8jj).  T  "' — ' "'  '  "-=-■—  —=--■-  -•-  ^- '^-^ 

sa%  órdenes.  U. 
luego  i  Coimbra. 

(Explicación  de  ¡a  lámina  aitttrier.) 

EapnBolea  llMtre*  contamporáneoi.  —  n.  Manael  Bretón  d*  loa  Herrero*,  luKcnio  reeod- 
Jido,  gran  poeta  cómico  y  tator  de  mudilslmis  comedias,  entrelelUs  La  Esaitla  áti  matrimonio  y  Mar- 
ctla,  ó  d  cadl  dt  toí  ira  0T96  - 1873).  —ao.  Lula  Feratadei  de  Córdoba,  general  y  político  insiene.  De 
Ideas  avanzadas  en  su  primera  juventud,  hliose  luego  moderido.  Tuvo  el  mindo  en  Jefe  del  ejército  leal 
en  la  primera  gnerra  civil  desde  1835Í  1377  (ITÍI8- IMI).  — II.  Joaqnia  María  Lópeí,  jurisconsollo  y 
orador  político,  alicantino;  luí  presidente  de  las  ¡Cortes  Constituyentes  de  1S3T,  y  luego  jefe  del  Ooblemo 
en  1B43.  Liberal  avanzado,  al  trínnlar  los  moderadas  se  retiró  á  la  vida  privada  (IT98-18S5),  —  22.  Cario* 
Latorre,  notable  actor  dramítíco.  creador  de  casi  todo  el  teatro  de  Zorrilla,  Osrcla  Outlínez,  Harlzen- 
buch.  etc.,  conlemporlneo  de  Concepción  RodrCguez,  y  maestro  de  Joliln  Romea  (1799 -ISJl),  ~2S.  Sera- 
fia  Eltébancz  Calderón  (El  Solitario),  renombrado  escritor  de  costumbres,  de  agudo  ingenio  y  ática 
observación.  Sus  Eictnas  andaluza!  han  sida  muy  celebradas.  Malagueño  (1T99  - 1867).  —  24.  Concepción 
Rodrígaei,  funoslsimí  y  aplaudida  actriz  cómica  ydramllica,  esposa  del  célebre  director  escénico  Orl- 
maldi,  y  macalri  de  Matilde  Diei  (1830  -  ¿1B62?|.  -  25.  Ramón  Manoel  María  Narváei,  estadista  integro 
y  enérgico,  jefe  del  partido  moderado  y  del  Qobicrno,  capitán  general,  duque  de  Valencia,  ele.  Nació  en 
Loja,  OranidaflSOD-lSÓS).  — 26.  Andrta  Borrego,  cconomisla.  historiador  y  periodista.  Malagueño.  Puf 
dorante  muchos  aflos  el  Dfcano  respetado  y  qnetido  por  dos  generaciones  de  periodistas.  Ministro  de  Ha- 
denda  en  1840  (1801  -  IMI).  —  27.  Joan  Bravo  Morillo,  insigne  esladisu  y  político  añliado  al  partido 
moderado,  que  inició  las  obras  del  Canal  de  Isabel  11.  Nadó  en  Ftegenal.  Badajoz  (1803  - 1873). 


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630  HISTORIA  DE  BSPAÍlA 

atendía  (manifiesto  de  Cristina  ij  Noviembre  1832.— Circular  de  Cea  á  los 
diplomáticos  3  Diciembre  1832.  —  Circular  del  Ministro  de  la  Guerra  9 
Abril  1833),  etc.  Estas  encontradas  aspiraciones  produjeron  diversos  cambios 
de  ministros,  algunos  como  el  de  Cafranga  i^or  parecer  á  éste  poco  liberal  la 
marcha  del  Gobierno,  y  otros  en  sentido  contrarío.  Finalmente,  procuró  Cea 
herir  la  imaginación  popular  con  aparatosas  ceremonias  favorables  á  Isabel: 
de  ellas  fué  la  principal  su  jura  como  princesa  de  Astnrias,  celebrada  en  la 
iglesia  de  San  Jerónimo  el  Real  (20  Junio  1833),  de  que  se  becen  lenguas  los 
cronistas  de  la  época  por  su  lujo  y  magniñcencia.  Hasta  la  Gaceta,  como 
suele  hacerlo  en  estas  ocasiones  memorables,  se  sintió  inspirada  y  largó, 
entre  otros  párrafos  más  ó  menos  cursis,  el  siguiente:  <La  noble  y  JideUsima 
capital  áe  España  se  ha  convertido  en  un  país  de  encantamiento,  donde  se  ka  visto 
realitado  cuanto  nos  refieren  las/dhtlas  de  la  Edad  Media.*  D.  Carlos  prc 
testó  previa  y  oñcialmente  {Palacio  de  Ramlhao  2g  Abril}  contra  el  acto  de 
la  jura. 

El  28  de  Septiembre  publicó  la  Gaceta  un  extraordinario  anunciando 
que  tas  fuerzas  del  Rey  iban  debilitándose  por  la  inapetencia  y  las  vigilias, 
cosa  que  á  nadie  chocó  porque  hacia  tiempo  que  lo  sabia  todo  el  mundo;  pero 
filé  grande  la  sorpresa  al  publicarse  al  otro  día  nuevo  extraordinario  con  la 
noticia  de  que  á  las  tres  menos  cuarto  habla  sobrevenido  un  ataque  de  apo- 
plejía que  en  cinco  minutos  poco  más  ó  menos  acabó  con  la  vida  de  Su 
Majestad. 

142.— ¿of  ciencias.  Con  ser  tan  numeroso  y  bien  dolado  el  clero,  abun- 
dar en  él  varones  de  no  común  ilustración,  y  lo  que  debían  avivar  su  celo  las 
controversias  tan  violentamente  planteadas,  no  fueron  áureos,  ni  mucho 
menos,  los  días  del  reinado  de  Fernando  VII  para  las  ciencias  eclesiás- 
ticas. Ni  el  P.  Ceballos  ni  el  P.  Alvarado  hallaron  sucesores  dignos  de  ellos. 
En  conventos,  seminarios  y  algunas  Universidades  seguía  profesándose  la 
escolástica,  generalmente  según  la  doctrina  de  Santo  Tomás;  pero  sin  que 
los  doctores  hiciesen  otra  cosa  sino  repetir  los  antiguos  textos  de  los  comen- 
taristas ó  aplicar  los  principios  á  la  polémica  contemporánea  con  mayor  ó 
menor  fortuna,  como  el  dominico  P.  José  Vidal  en  su  Origen  de  los  errores 
revolucionarios  de  Europají  su  reMedio.  (i)  Contra  \&  filosofía  tomista  actuaban: 
por  una  parte, el  sensualismo  ó  maíeriaiismo  que,  ya  en  auge  reinando  CaHosIV, 
tuvo  en  este  periodo  representantes  como  Reinoso  (2),  Hcrmosilla  {3),  D.  Juan 
Justo  y  García  (4),  D.  Prudencio  M,  Pascual  (5)  y  el  P.  Miguel  Martel;  (6)  por 
otra,  el  tradicionalismo  que  ingirieron  en  nuestra  vieja  cepa  teoli^ica  y  filosó- 
fica las  traducciones  de  los  libros  Iranceses  católicos  de  la  Restauración,  que 
han  dejado  en  España  harto  más  honda  huella  que  los  loo.ooo  hijos  de  Sao 
Luis  acaudillados  por  Angulema.  Nada  queda,  en  efecto,  de  la  eñmera  obra 
de  éstos;  pero  muchísimo  de  lo  que  actualmente  se  escribe  y  habla  en  defensa 


jt)    Dos  lomoa,  Valencia.  1827  y  1839. 

(1)    Lecciones  en  la  Sociedad  econóirica  scTillani.  Sevilia,  1S16. 

(3)  Principios  di  Gramálica  grmral.  (La  3.'  ediciÚn  es  de  1S37.  En  el  prólc^o  le  dice  que 
fní  escrita  en  1823).  '<\Eslt  ¡Uro — dice  M  entndei  y  Pelayo — tixé  señidado  como  texto  único  de  la 
filosofía  del  lenguaje,  no  ya  por  los  levolucionarioa  del  10,  sino  por  la  Inspección  de  estndios  «d 
tiempo  del  rey  absolato  Femando  VIH» 

(4)  Elínttntoi  di  virdadíTa  lógica.  Madiid,  lS3t.  Garcfa  eia  pieibileio  7  catedrftico  de 
Materaáiicas  en  Salamanca,  y  filé  diputado  en  iSMy  31. 

(5!     Artí  de  pcniar  y  obrar  bitn  ó  Filesofia  racional  y  moral.  Madrid,  18». 

(6)  EUmtntos  de  ¡-ilosofia  moral.  {La  3."  edición  es  de  Madrid.  1843.  La  I.*  del  reinado 
de  Femando  VII).  Martel  fui  religioso  y  despufs  prebendado  en  Salamanca,  de  cuya  Univer- 
lidad  fué  también  caiedritico,  y  diputado  en  el  20  y  31  con  Garda. 


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HISTORIA  DE   BSPAJ^A  63 1 

de  ta  religión  Católica  lleva  la  marca  del  influjo  de  Bonald  (i),  de  Lamen- 
nai3  y  de  José  de  Maistre  (2). 

El  agustino  Fr.  José  de  Jesús  MuBoz  Capilla  (nació  y  murió  en  Córdo- 
ba 1771-1840),  honibic  de  universal  cultura  que  lo  mismo  herborizaba  en  las 
sierras  cordobesa  y  de  Segura  que  refutaba  el  Origtn  de  los  cultos  de 
Dupuis  (3),  escritor  castizo  para  lo  que  se  estilaba  en  su  época,  intentó  coa- 
ciliar  filosóficamente  el  sensualismo  con  la  espiritualidad  ¿  inmortalidad  del 
alma  (4).  El  arzobispo  D.  Félix  Araat  aparece  por  un  triple  aspecto:  como 
sostenedor  del  regalismo  (5),  como  opuestlsimo  al  conde  de  Maistre,  que 
calificó  de  iluso  y  fanático,  y  como  apologista  de  la  Religión  refutando  la  doc- 
trina del  Contrato  social,  aunque  era  él  liberal  (6),  y  las  Ruinas  de  Palmira, 
de  Volney.  £1  benedictino  Fr.  Atilano  Dehaxo  (7)  también  refutó  el  Con- 
I  trato  social  en  un  libro  que  él  mismo  calificó  justamente  diciendo:  La  tela  es 
buena;  el  bordado  es  maio  (8),  El  capuchino  Fr,  Rafael  de  Vélez,  arzobispo  de 
Santiago,  nos  ha  dejado  en  su  Apología  del  altar  j)  el  trono  una  historia  de 
las  Cortes  de  Cádiz  buena  como  fuente  para  conocer  las  ideas  de  los  realis- 
tas en  aquel  período,  y  eo  su  Preservativo  contra  la  irreligión,  un  libro  muy 
endeble  y  mal  escrito  de  apologética. 

De  1820  al  23  tradujéronse  ó  se  pusieron  en  circulación  traducciones 
anteriores  de  casi  todas  las  obras  de  los  filósofos  franceses  del  siglo  XVIII. 
De  esta  fuente  brotaron  innumerables  libros  de  Derecho  y  de  Política.  Los 
profesores  de  Salamanca  Salas  y  Nuflez  tradujeron  y  comentaron  las  obras 
de  Benthan  (9),  llegando  Salas  en  el  comentano  á  conclusiones  mucho  más  ' 
descarnadamente  sensualistas  que  el  jurisconsulto  inglés;  el  mismo  Salas  es 
autor  de  las  Lecciones  de  Derecho  público  constitucional,  en  cuatro  volúmenes, 
inspiradas  también  en  los  principios  benthanianos.  En  1820  publicó  D.  Mar- 
cial Antonio  López  una  traducción  del  Curso  de  política  constitucional,  de 
Benjamín  Constans,  con  lo  que  se  inicia  en  España  el  doctrinarismo  político. 
Martínez  Marina  continuó  en  este  periodo  la  labor  que  le  asegura  el  título  de 
patriarca  de  nuestra  Historia  del  Derecho,  á  pesar  de  haber  extraviado  mu- 
chas veces  su  entendimiento  el  espíritu  de  partido.  En  1808  publicó  ct  Ensa- 
yo critico  sobre  ¡a  antigua  legislación  castellana,  y  después  ta  Teoría  de  las 
Cortes  ó  grandes  yuntas  nacionales. 

En  los  estudios  históricos  generales  merecen  especial  mención  D.  Mar- 
tín Fernández  Navarrete,  autor  de  la  Disertadón  sobre  la  parte  que  tuvieron 


(1)  En  rSz3  se  (radnio  el  Bnioye  atmliüiB  de  tas  Uyit  naturales  del  erátn  laetal, 
(3)  De  L>nimen>¡i  se  impríaiió  en  Vdtadolid  (iSm]  La  religión  cimsidtrada tnini rtla- 
íienei  cim  e¡  ordtn  poUtieo y  ttvil.  \ABibHettca  d/  /íeíigién,  proteffaiipoT  el  cardenal  Inguaiuo, 
publicó  todu  lu  obras  anleríoies  á  sa  apostasla,  tempUndo  con  abuau  notas  las  cradeía» 
del  Ensaye  sobre  la  indiferencia  riligieía.  También  todas  Ui  de  Jost  Maistie,  asi  como  ¡ai  Con- 
ftreneiai  de  Frajssinoas,  ele. 

(3)  Traimio  del  vetdadtre  erigen  de  la  religiSn,  en  que  te  imfugna  la  abra  de  Dupíiis. .. 
eteéiera.  Madrid,  1818.  (Dos  tomos.) 

(4)  La  Flerida;  estraete  de  varias  eonversaeienet  habidas  en  una  easila  de  campa  ittmediaía 
á  la  villa  de  Segura  de  la  Sierra  ptr  hi  años  de  iSit  y  iSlí...  (No  se  imprimid  este  libro 
hasU  1836,  en  Madrid). 

(5)  Observaciones  pasijieas  sobre  la  potestad  eeleiiáslica  dadas  á  ¡utporD.  Macario  Padua 
Melate.  Barcelona,  tSsj.  La  Congtegaclón  del  índice  condenó  este  libro  (36  Mano  iSaj.)  No 
sólo  no  se  retractó  Amat,  sino  que  dejó  encateado  i  sus  sobrinos  que  desmintieran  todo  rumor 
de  retractación.  Sus  albaceas  publicaron  en  iSjo  su  libio  postumo  Diseño  de  la  Iglesia  mili- 
lante,  resumen  de  las  Obten/aciones,  j  también  filt  prohibido. 

(6)  Seis  cartas  i  ¡rinieo. 


verdadero  apellido  ei 
El  hombre  en  su  atado  natural.  CartaiJíloiéfico'folitica4...VtXlAáo\xÍ,  1819. 

- id;  18 


a  Ajo. 

as  fileiéfico.) 
{9)    Principios  de  legisladán  civil  y  criminal.  Madrid,  1831. 


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EipaBoles  Ilustre*  cootenporliieot. 

D,g,t7cdb/COOgIC 


HISTORIA  DE  ESPAÑA  633 

lós  españoles  en  las  Cruzadas  (\)\  D.  Diego  Clemencln,  que  lo  fué  del  Elogio  de 
la  Reina  Católica  (z),  del  Examen  de  la  Descripción  geográfica  de  España  aJri- 
buida  al  moro  Rasis  (j),  y  del  Comentario  al  Quijote;  D.  Tomás  González 
Carhajal,  con  su  Elogio  de  Arias  Montano. ..¡etc.  Como  historiadores  particu- 
lares QO  puede  ser  olvidado  Cean  Bermúdez  por  su  Diccionario  de  profesores 
de  Bellas  Artes  en  España,  obra  que  ha  requerido  y  requerirá  siempre  adicio- 
nes y  rectiñcaciones,  pero  que  en  lo  substancial  perderá  difícilmente  su 
actualidad,  y  nunca  su  importancia. 

Las  Matemáticas  y  la  Náutica  ostentan  en  este  período  el  nombre  glo- 
rioso de  Ciscar;  y  las  ciencias  naturales,  especialmente  la  Botánica,  muchos 
insignes.  D.  Mariano  La  Gasea  (i776'i839)  natural  de  Encinacorva  (Ar^ón), 
médico,  cultivó  desde  muy  joven  el  estudio  de  las  plantas,  substituyó  á 
Cabanilles  en  la  cátedra  del  Jardín  Botánico,  y  adquirió  justa  reputación 
europea.  En  la  guerra  de  la  Independencia  acreditó  su  patriotismo  rechazando 
las  tentadoras  ofertas  del  Gobierno  intruso,  y  fugándose  de  Madrid  para 
prestar  sus  servicios  facultativos  en  los  ejéicitos  nacionales.  En  1813  fué  di- 
rector del  Jardín  Botánico.  En  1821  eligiéronle  diputado  á  Cortes,  y  ñguró  en 
política  como  muy  liberal.  Al  salir  con  las  Cortes  de  Sevilla  (1823)  el  popula- 
cho realista  saqueó  los  equipajes  de  los  fugitivos  diputados,  y  allí  se  perdie- 
ron los  tesoros  de  ejemplares  y  manuscritos  acumulados  por  el  sabio  natu- 
ralista. Estuvo  emigrado  hasta  1834;  pero  con  gloria  suya  y  de  España,  pues 
en  Inglaterra  acrecentó  extraordinariamente  la  fama  de  su  nombre.  También 
fué  diputado  y  emigrado  el  sabio  valenciano  D.  Simón  de  Rojas  Clemen- 
te (1777-1827);  pero  su  emigración  sólo  duró  dos  años,  pues  el  1825  le  llamó 
á  Madrid  el  Gobierno.  D.  Antonio  Cabrera,  magistral  de  Cádiz,  nació 
en  Chiclana  (1727),  murió  en  1827;  el  sevillano  D.  José  Demetrio  Rodrí- 
guez (1780-1846),  compañero  de  La  Gasea;  el  barcelonés  D.  Carlos  Gimber- 
nat  (i765-i834);el  también  catalán  D.  Juan  Francisco  Bahí  (1775-1841);  el 
boticario  y  catedrático  de  Barcelona  D.  Agustf  n  Yaflez  (i  789-1857). . .  (4)  Estos 


(t)     Memoriat  ic  la  Academia  de  la  Hittaría.  Toma  V. 
(l)    Id.  Tomo  VI. 

(3)  Id.  Tomo  VII, 

(4)  Es  autor  de  las  Ltcdetus  de  Msisria  Nalural{\*  ed.  1810;  3.*,  qna  constituyen  mis 
bicD  obra  nneva,  1845)  y  qae  lirrieron  de  texto  en  todas  l&s  Facnltades  de  Medicina  f  Fimia- 
cia  dtlTante  mochliimos  aBos,  y  de  un  Blegie  hiitirict  de  La  Gasea  (1841). 

(ExpHcaeiati  dt  la  lámina  anltrior,) 

E*p>KoleallMtrci  contcnporiatot.  —  28.  Ramón  de  MCMmcro  Ronaaoi,  escritor  de  cos- 
tumbres, de  finí  observación.  Eictnat  matrUeíaa  y  Memorial  de  un  itttalón  consllhiyen  su  obra. 
Nació  en  Madrid  ([803-1881).  —  IB.  HIlKrUn  EalBva,  músico  Insigne,  compositor  celebradfslmo  y  autor 
de  obras  docentes  muy  populares.  Nacid  en  Burlada.  Navarra  (1S05-I8T3).  —  30.  HUanel  OBllémi  de  la 
Concha,  marqués  del  Dntro,  Insigne  capitán  general,  muerto  heroicamente  en  Monle  Muro  (1805-1873).  — 
31.  SalnatlBBO  de  OMiaga,  esladisti  distinguido  y  famoso  orador  de  elocuencia  tribunicia,  Logroño 
(18(H-13T3).  — 32.  VcBtnr»  de  1»  Vega,  poeta  nacido  en  Buenos  Aires  y  disdpulo  de  Lista.  Escribió  va- 
rf*s  comedias  notables.  Se  destaca  entre  ellas  Et  bombrt  de  mando  (ISOA-lHfó).  —  33.  Joan  Engcnlo 
ItartEenbntCb,  literato  notable,  critico,  poeta  y  dramaturgo.  Su  mis  céltbre  obra  es  Lot  amanit*  de  Te- 
rael  Madrid  (1806-1880).  —  34.  Leopolito  O'OODiien,  duque  de  Tetuán,  conde  de  Lucena,  etc.,  estadisU 
Inilgne,  jefe  del  partido  nnlonlsta  y  capitin  general.  Canario.  Puí  el  que  mandó  en  jeíe  la  expedición  á 
África  y  lomó  á  Tetuin  eti  [8Ó0  (1BD8-1BÓT).  -  39.  Antaiil«  Roa  de  Olano,  general,  político  y  literata,  na- 
cido en  Caracas  (Venezuela).  Sublevóse  con  O'Donnelt  en  1854,  tomó  parte  activa  en  la  |[uerra  de  Alrla. 
El  ros  que  hasta  hace  poco  usaron  nuestros  soldadas  fué  modelo  suyo  y  de  él  lomó  sn  nombre  (I308-I8SÓ), 
—  SS.Joat  Vnlero.actoreminentequí  entusiasmó  í  los  püblicos,  lo  mismo  interpretando  personales  de 
saínete  que  de  dramas  como  Luis  XI  ó  de  nuestro  teatro  clásico.  Fué  maestro  de  Antonio  Vico,  y  coronado 
por  éste  solenuiemenle  en  Barcelona  (1808  1891). 


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634  HISTORIA    DE  ESPAÑA 

y  Otros  pueden  citarse  como  prueba  del  florecimiento  que  alcanzó  esta  rama 
del  saber  en  el  reinado  de  Femando  VII. 

Bellas  Letras.  De  todos  los  poetas  de  nombradla  que  florecieron  en  este 
período  únicamente  D.  Juan  Bautista  de  Arriaza  (1777-1S37)  no  fué  liberal. 
A  la  guerra  de  la  Independencia  pertenecen  sus  Poesías  patrióticas  (i),  y 
después,  alternando  con  anacreónticas  y  canciones  amatorias,  fué  celebrando 
la  entrada  en  Madrid  de  Fernando  VII  (1S14),  al  que  comparó  nada  menos 
que  con  Tito,  las  bodas  del  Rey  con  D."  Isabel  de  Braganza: 

Gloríft  «I  d(a  en  que,  premiando 
El  Tftior  de  nn  pueblo  fiel, 
Bajo  el  hiapano  doael 
Une  el  cielo  <n  lazo  blando 
Lu  virtudes  de  Fernando 
•j  lai  giaclai  de  I»bd. 

y  la  segunda  entrada  del  Rey,  ó  sea  la  que  hizo  en  1823,  después  del  trienio, 
incurriendo  entonces  en  un  ridículo  lapsus  que  dio  no  poco  que  reir  á  los 
vencidos  liberales: 


Nad6  á  ser  loberano  de  CasdUsí 


iDescender  dé  rodilla  en  rodilla  es  verdaderamente  un  colmol 
Mas  como  Arríaza  00  bastaba  para  la  parte  poética  de  las  ñestas  realis- 
tas, ó  quizás  resultaba  demasiado  ñno  al  paladar  de  aquella  demagogia  tradi- 
cional, hicieron  le  competencia,  ó  acaso  le  aventajaron  en  el  favor  del  público, 
una  porción  de  poetastros  de  que  nos  ha  conservado  Mesonero  Romanos 
regocijada  memoria.  Sobresalía  entre  ellos  un  D.  Diego  Rabadán,  buena  per- 
sona, que  decía  de  Fernando  VIL 

Eite  sí  que  es  nuestro  rey, 

Y  no  el  iDtruso  Pepino, 

Sin  mis  Dios  que  el  dios  del  vino, 

Baco,  Cupido  y  su  grej, 

Sin  deiecno,  amor,  ni  ley; 

Pero  este  punto  dejando 

Vamos  todos  enlonando 
Con  voces  muy  expresivas. 
I  Veinte  millón ei  de  vivas 
A  nuestro  uñado  Femando! 

1  soneto  clásico  (?)  á  la  muerte  del 

Quiso  el  cierzo  terrible  j  dominante 
De  su  cmel  aridez  dar  testimonio 
Aminando  i  la  Espaila  so  Almirante. 
iNeptuno,  Thitls,  Cinto  y  Favonio 
Eterno  mostrarin  llanto  abundante, 
Pues...  falleció...  el  infante  don  Amoniol 

Habla  también  un  presbítero,  llamado  D.  Ignacio  García  Malo,  que 
1823   puso  esta  maravilla  po¿tica  {})  en   un  nicho  donde   había  estado 


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HISTORIA   DE  ÍSPASa.  63J 

uDa  magnifica  estatua  de  San  Bruno,  quitada  de  allí  por  el  Ayuntamiento 
liberal: 

El  prodigio  de  tu  artes, 

El  San  Bruno  de  loi  Btudoi, 

El  persqni'(l°  (1<  taDos, 

El  que  uombiá  en  todu  partM; 

El  que ¡Oh  mi  Diosl. . .  |No  me  apartes 

De  teaeite  devoción! 
El  que  do«  veces  balcón 
Vio  este  nicho  convertido. 
iGraclos  í  Dios  qae  ha  celda 
(  La  iofame  y  negra  facción! 

Decididamente,  Apolo  y  las  Musas  oo  eran  absolutistas. 

De  los  verdaderos  poetas,  unos  fueron  afrancesados  y  otros  liberales. 
Moratin  vivió  hasta  i8¡8;  pero  en  Burdeos,  alojado  en  el  colegio  alli  estable- 
cido por  D.  Manuel  Sílvela,  que  fué  la  base  de  la  fortuna  de  esta  familia  tan 
ilustre  en  nuestra  historia  contemporánea.  Nicasio  Gallego,  confinado  de  1814 
á  1820,  arcediano  de  Valencia  en  el  trienio,  proscripto  en  Francia  en  1823, 
□o  regresó  hasta  1828,  mereciendo  en  1830  que  la  Academia  Española  le 
nombrase  su  Secretario  perpetuo.  Análogas  vicisitudes  corrió  Quintana,  que 
en  )8i8  tuvo  que  dar  cuenta  á  la  Inquisición  de  Logroño  de  la  estrofa  anti- 
papal de  su  oda  J  la  imprenta,  y  estuvo — también  hasta  1828— proscripto 
en  Extremadura.  Lista  publicó  en  1822  la  primera  edición  de  sus  Poesías,  y 
quedó  luego  obscurecido  hasta  los  tlltimos  años  del  reinado.  £1  Duque  de 
Rivas  (  i),  que  comenzó  imitando  á  Quintana  (2)  y  á  los  neo-clasicistas,  aunque 
ya  su  poderoso  numen  legendario  bullía  en  las  octavas  de  £1  Paso  Aonroío, 
produjo  en  1814  la  tragedia  Ataúlfo,  prohibida  por  la  censura  realista,  y  en 
el  Trienio  el  drama  Latttaa,  que  se  hizo  popularísimo  y  fué  la  obligada  pieza 
de  circunstancias  en  las  ñestas  y  conmemoraciones  liberales.  Proscripto 
en  1823,  no  hubo  destierro  más  fecundo  que  el  suyo  para  las  letras  patrias, 
pues  en  la  larga  emigración,  hasta  1834,  se  realizó  el  cambio  del  poeta  neo- 
clásico en  romántico.  A  Martínez  de  la  Rosa  las  preocupaciones  políticas  no 
le  impidieron  nunca  el  cultivo  de  la  literatura:  en  1814  daba  al  teatro  La  viu- 
da de  Padilla,  de  tendencias  análogas  al  Ataúlfo  y  al  Lamtea  del  Duque  de 
Rivas;  en  la  noche  del  3  de  Febrero  de  1832,  pasada  ya  su  proscripción  en 
Paris  (ocho  años),  estrenábase  en  Madrid  el  Eáipo. 

La  evolución  romántica  se  consumó  entre  nosotros  por  un  doble  movi- 
miento, realizado  el  uno  dentro  de  la  Península  y  el  otro  fuera,  ó  sea  en  los 
poetas  emigrados  del  fuste  del  Duque  de  Rivas  ó  Espronceda.  El  movimiento 
alemán,  representado  principalmente  por  los  hermanos  Schlegel  y  por  Griinm, 
tuvo  aquí  su  entrada  con  Bolh  de  Fáber;  el  inglés,  con  la  vulgarización  del 
falso  Ossian,  traducido  ya  por  Montegón,  y  de  las  novelas  de  Walter  Scott  (3); 
el  francés,  con  ta  traducción  y  éxito  de  Chateaubriand  (4),  de  Mad.  Cottin  (5), 
de  Bemardinode  Saint- Fierre  (6),  deMad.deGenlis(7).  Desde  181 8  el  editor 


(1)  Necio  en  Córdoba  (30  Mano,  1791}, 

(2)  Poesías  coleccionadas  en  iSt}. 

(3)  En  Abril  de  1S31  el  editor  loidán,  de  Madrid,  empeió  i  publicar  la  Nueva  coUcüin 
dt  nevttas  lü  divtrsas  aulorts,  traducidla  al  castítlano  par  tata  Seciidaddí  liltralm;  dtsdt  el  to- 
mo V  varió  el  título  por  el  de  Nueva  coltíción  de  navilas  dt  IVaUír  Scoü,  j  hasta  1S33  publicó 
casi  todas  las  del  maestro. 

(4)  La  versldn  castellana  mis  antigua  es  la  de  Átala  (i3ot)i  despnís  bnbo  mochas  de  1813 
i  1S30. 

(O    Hay  Iradncciones  de  iSat  y  1S33. 

(6)  Varias:  na>  de  Valencia,  1815. 

(7)  Hay  traducciones  de  183a  y  33. 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


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EipaAolcí  lInstrM  ci 


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HISrORIA  DE  ESPAÑA  637 

Cabrerizo  eo  Valencia,  y  desde  1831  el  literato  Bergnes  en  Barcelona(i), comen- 
zaron á  publicar  con  novelas  extranjeras  otras  de  autores  españoles.  En  1833 
hacía  ya  de  estas  últimas  el  editor  RepuUés  una  biblioteca  especial  (z)  en 
que  colaboraron  Larra,  Espronceda  y  Escosura.  Víctor  Hugo  influyó  también 
decisivamente  en  el  tnunfo  deflnitivo  del  romanticismo  en  España:  el  estreno 
de  Hemani  en  París  sugirió  al  Duque  de  Rivas  la  idea  de  componer  un 
drama  genuinamente  romántico,  y  ese  drama  filé  el  Do»  Alvaro. 

Los  clasícistas  ó,  ai  se  quiere,  los  neoclasicistas,  fieles  á  la  tradición  del 
siglo  xviu,  comees  natural,  se  defendían,  Y  pide  la  justicia  recordar  que  en 
el  reinado  de  Fernando  VII  tuvo  esta  escuela  representantes  de  mérito:  en 
primer  lugar,  una  serie  de  traductores  estimables  de  las  obras  clásicas,  tales 
como  Hermosilla,  de  La  Hiada;  D.  Javier  de  Burgos,  de  las  Odas  tU  Horacio  (3); 
Pérez  del  Camino,  de  Tibnloy  Virgilio;  D.  Juan  Gualberto  González,  det  Arte 
poética  y  de  las  Églogas  de  Virgilio,  etc.  Conviene  advertir  que  en  este  pe- 
ríodo el  latín  se  sabia  en  España  mucho  mejor  que  ahora,  no  sólo  por  los 
sacerdotes,  sino  por  todos  los  hombres  de  carrera  literaria,  entendiéndose 
por  saber  latín  traducir  de  corrido  los  textos  latinos,  y  no,  como  ahora,  en- 
golfarse en  disquisiciones  filológicas  que  serán  muy  buenas  para  los  especia- 
listas, pero  que  para  nada  sirve  al  vulgo  de  los  doctos.  Floreció  también  en 
aquel  tiempo  un  altísimo  poeta  clásico:  D.  Manuel  de  Cabanyes  (4),  que  con 
doce  poesías  líricas  alcanzó  primero  una  sólida,  aunque  reducida  celebridad 
en  Cataluña,  su  patria  regional  (5),  y  después  la  verdadera  gloria. 


(i)  La  de  Cabrerizo  se  ticnla  i  secas  (AiUtciéndeHirvtlat;iíáeBKtpm,BMifltcaseUcla, 
portátil j  icertimica,  y  en  1833  cambió  el  título  por  el  de  Bihiietica  dt  damas. 

(l)     CelieiiÓH  áí  mrvilas  histiricas  originaUi  íspañtlas. 

(3}  Madrid,  1S33-33,  (Segunda  edicióo,  1844).  D.  Andrés  Bello  crítica  duramente  esta 
veriiÓD. 

¡4)  Nacid  en  Villanueva  7  Geltrú  (l£oS).  Eitadió  cu  Cetrera  ;  Zaragoza.  En  1833  pu- 
blicó IBarcelona)  Priludiet,  y  pocos  meses  después  (16  Agosto  1S33)  muñó. 

(5)  El  Diario  de  Barcelona  (13  Mayo  1833)  le  dedicñ  un  articulo.  Torres  Amat,  oiro  en 
el  Diceienario  dt  escritorií  catalanes.  El  Fanorama,  períúdico  de  Madrid,  insertó  en  184a  doi 
poesias  suyas,  pero  sin  poner  su  finna.  En  1S5S  se  publicaron  en  Barcelona  sus  Prodticciatiei 
eico/^daí,  con  nn  estudio  preliminar  de  Mili  y  Fontanals  titulado  Una  pigina  di  kitloria  lU 
teraria.  Meaéndei  Pelayo  elúgiale  machísimo  en  el  Horacio  tn  España.  D.  Víctor  Balaguer 
leyó  ante  la  Academia  EspaBola  un  discursa  en  el  mismo  sentido  eacomiistlco.  Le  han  t^di- 
cado  después  monografías  el  P.  Eduardo  Llanas  y  el  poeta  argentÍDO  Calixto  Oyuela.  En  1890 
se  le  erigió  una  eitalua  en  so  pueblo  natal. 

(Esplicación  de  la  lámina  anterior.) 

EapaftolcsUn*trctcoDteBip«rtaeoa.  — 37.MarUias Jote tfe Larra fFIfuroA escritor  de  cos- 
tumbre*, midriieno,  de  igudlsiino  ineenio,  altísimo  aiteiio  y  sombrio  hunotismo,  cuya  prosa  admirable 
mETCce  cilBise  como  modelD  (ISOt- IB3T).  — 38.  Joan  Donoco  CortM,  marqués  de  Valdeíamas,  lite- 
ralo,  polllico,  orador  elocuentísimo,  ipologisla  católico  y  fllAsofo.  Nació  en  Don  Benllo,  Badajoz 
(1S09-  1SJ3).  —  39.  Clandla  Mojaao,  célebre  economisU,  doctor  en  unbos  [>erectios.  Ministra  varias 
veces,  moderado  en  política.  Católico  lervienle.  Nació  en  San  Pernando.  Su  ley  de  Instrucción  Pública 
esU  envigar  lodavia  en  su  parte  esentíil  (1809-lBW).  —  W.Joaé  de  Esproaceda,  Insigne  poeu  muy 
inspirada  y  bríllanle,  y  literato  extremefio,  aulor  del  Canto  d  Ttraa  (1310  -  IS4]).  —  4L  Jaime  BalaiM, 
eminenle  filósofo,  periodista  y  ipologitla;  una  de  los  mis  sólidos  cerebros  coDtemporineas.  Autor  de  £1 
CrlUrio,  Fllotofla  jnndamtntal,  de.  Era  sacerdote,  y  nació  en  Vlch  {ISIO- 1S4S|. -42.  Antonio  d« 
IM  (Nos  y  RMaS,  polllico  y  Iribuno  de  elocuencia  arrebaUdotí  y  honradez  Intachable.  Perteneció  al  par- 
tido progresista  (1310  -  IST3).  —  43.  Fraocltco  Serrano  y  Domlagaai,  duque  de  la  Torre,  famoso  ge- 
•eral  y  político,  uno  de  los  jeles  de  la  revolución  de  1868,  y  luego  Regente  del  reino  (1810- 1885).  — 
44,  Dr.  Pedro  Mata,  médico  emlntnle,  poeta,  periodista  batallador  y  filósofo.  Formó  paite  de  la  Comisión 
redactor!  de  la  Constitución  de  IBW,  lué  senador  y  gobernador  de  Madrid.  Decano  de  la  Facultad  de 
Medicina,  descuellan  enire  sus  obras  científicas  su  Mtdlclna  Lrgal  y  To^lcologia  y  su  Diagnóstico  dlfc- 
rtnclal  tntrt  la  patlén  y  la  loeura  (1BI1-]3T7).  — 49.  Joaé  de  Salamanca  y  Mayo!,  célebre  y  opulen- 
tMmO  banquero  y  político,  qoe  fundó  en  Madrid  el  barrio  de  su  nombre  (1311 -1883). 


,,CoogIc 


638  HISTORIA   DE  ESPAÑA 

Otra  corriente  Itteraría,  ni  clásica,  ni  romántica,  desviaba  por  su  misma 
neutralidad  el  gusto  del  público  del  reciente  romanticismo:  tal  era  la  de  la 
poesía  festiva  y  descriptiva  de  costumbres.  La  representó  principalmente  don 
Manuel  Bretón  de  los  Herreros  (i),  quien,  habiendo  quedado  cesante  en  1824 
de  un  modesto  destinillo  en  provincias,  se  dedicó  á  escribir  para  el  teatro. 
£1  14  de  Octubre  del  citado  año  estrenó  en  el  Príncipe  Áia  vejez,  viruelas; 
poco  después.  Los  dos soérinos,  ó  lo  qut  son  los parietUes;  e\  19  de  Abril  de  1S28, 
Á  Madrid  me  zmelvo,  y  el  31  de  Diciembre  de  1831,  Maréela  ó  ^d  ctuü  de  los 
tres};  este  mismo  año  publicó  una  colección  de  Poesías  de  diverso  carácter, 
todas  notables  por  la  portentosa  facilidad  en  la  vcrsiñcación.  D.  Antonio  Gil 
y  Zárate(2),  que  desde  1835  había  de  seguir  tan  diversos  derroteros,  duran- 
te el  reinado  de  Fernando  VII  disputó  á  Bretón  de  los  Herreros  el  cetro  de  lo 
cómico  con  sus  comedias  Ei  Entremetido,  ¡Cuidúdo  con  las  novias!  y  Un  aüú 
despnés  de  la  boda.  Otro  género  de  sátira  social  que  tenía  gloriosos  preceden- 
te en  nuestra  literatura  (3),  el  artículo  descriptivo  de  tipos  y  costumbres, 
tomó  carta  de  naturaleza  entre  nosotros  por  la  imitación  de  Jouy,  escritor 
francés  de  la  época  napoleónica  y  principios  de  la  Restauración,  siendo  el 
primer  cultivador  en  España  D.  Serafín  Estébanez  Calderón  (4)  con  sus  ¿Jcv- 
«af  <i»i/<a/>uiu, publicadas  con  el  seudónimo  de  ¿'/.S'o/fViirÚT,  en  que  los  chisto- 
sos cuadros  de  costumbres  están  trazados  ó  bordados  en  una  prosa  arcaica,  ri- 
quísima y  pintoresca,  pero  muy  oscura  y  demasiado  cincelada  para  los  que 
gustan  de  lo  sencillo  y  espontáneo,  que  son,  á  nuestro  juicio,  los  de  buen  gus- 
to Poco  después  que  Estébanez  ó,  mejor  dicho,  casi  simultáneamente,  co- 
menzó Mesonero  Romanos  {El  Curioso  Parlante)  (3)  Las  escenas  matritenses,  de 
que  se  coleccionó  la  primera  serie  á  fines  del  mismo  año  (6),  harto  más  seo- 
cillas  y  no  menos  graciosas  que  las  andaluzas;  D.  Mariano  José  de  Larra  (7) 
publicó  ya  en  1828  algunos  folletos  can  el  titulo  de  El  duende  satírico;  en 
Agosto  de  1832  empezó  El  ftibrecito  hablador,  revista  satírica  de  eostum^es 
por  el  bachiller  D.  Snan  Pérez  de  Mungula,  de  la  que  el  articulo  introducción 
no  es  sino  un  arreglo  de  otro  de  Jouy,  y  á  mediados  de  1833,  habiendo  em- 
prendido Mesonero  Romanos  su  viaje  á  París  y  Bruselas,  le  sustituyó  Larra, 
por  recomendación  del  mismo  Mesonero,  en  ¿a  Revista  Española,  sucesora 
de  Cartas  españolas,  adoptando  entonces  por  consejo  de  varios  concurrentes 
al  Parnasillo  ei  seudónimo  de  Fígaro  (8)  que  habfa  de  hacer  tan  célebre. 


(i)  Nadó  en  Quel,  pueblo  de  1>  Rioja.  aclual  provincia  de  Logroño  (19  Diciembre  1796). 
Estudianle  en  Madiid,  sentó  plus  de  saldado  para  pelear  en  ia  guerra  de  Independencia.  En 
UQ  lance  personal  perdiú  el  ojo  iiquierdo.  Víase:  Marqués  de  Molfns,  Brrlin  dt  los  Htrrerot, 
Secuerdos  dt  su  vida  y  de  jaj  aAnu  (Ed.  de  la  Aead.  Eip.  Madrid,  1883). 

(3}  El  Marquís  de  Vatmar  lo  supone  nacido  en  la  Granja:  pero  consta  su  partida  de 
bautismo  en  el  Escorial  (r.°  Diciembre  1796).  Se  educó  en  Francia,  r  de  aquí  su  domiolo  déla 
lengua  frinceía,  de  que  luí  profesor  desde  iSzS  en  el  Consulado  de  Madrid. 

(3)  V.  gr.  en  £1  dia  dt  fiíUa por  ¡a  mañata  f  por  la  larde,  por  D.  Juan  de  ZabaleO  (áld- 
mci*  del  siglo  xvii]. 

(4)  Nació  en  Milagsi,i79g]. estudió  enGraaad>,cas6c( 
milias  malagueñas  —¡a  oligarquía  dt  la  Alameda,  como  decía  él —  fui  hombre 
tinguiéndosecoinojurisconsulto.arabisla,  historiador,  eraditOTrebuscadorde  libros  TJejos,  escri- 
tor caslízo  f  de  costumbres.  Su  sobrino,  D.  Antonio  Cánovas  del  Castillo,  vino  i  Madrid  Aado  en 
la  prolección  de  sn  (lo  Serafín, ya  personaje,  y  la  ta>o:il  escribió  £/i0/i/irfi')'mA>«t^(t(l  lomos). 

(5)  Nació  en  Madrid  (19  julio  1S03I,  hijo  de  un  agente  de  negocios  que  renuió  refalar 
fortuna.  En  1831  publicó  su  Manual  di  Madrid,  acogido  con  extraordinario  favor  por  el  públi' 
co  y  el  Rey.  El  12  de  Enero  de  1332  insertaron  lis  Carlas  ispañolai  su  primer  articulo  de  cos- 
tumbres; Et  Rtirato. 

(6)  Con  el  título  de  Panorama  Malrittnse. 

(7)  Nació  en  Madrid  (1S09).  Su  padre,  médico  milílar  en  el  ejírcíto  francos,  le  hiio  edu- 
car en  Krancia.  Cursó  le  3."  enseñanza  en  Madrid. 

(8)  Contra  el  dictamen  de  Mesonero,  á  quien  le  pareció  tan  itnpropio  como  el  de  Sancho 
Panza  para  un  periodista  francís. 


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HISTORIA   DE   ESPAÑA  639 

£1  amasilio  era  uoa  reunión  de  literatos  á  que  se  agriaban  arquitec- 
tos, pintores,  editoresy  aficionados  á  las  artes,  que  allá  por  los  affos  del  30  al  31 
empezó  á  formarse  en  el  Ca^¿  del  Principe  {i), y  át\&  que  parece  fueron  núcleo 
Arriaza  y  unos  cuantos  amigos  suyos  que  alU  tomaban  café  ó  chocolate  mu- 
cho tiempo  antes  de  que  floreciera  el  Parnasillo.  Figuras  principales  de  tan 
famosa  tertulia  fueron  dos  típicos  personajes:  uno,  el  director  del  contiguo 
Teatro  áel  Prlncife,  que  vivía  en  el  piso  alto  de  la  casa  del  café,  D.  Antonio 
Grímaldi,  ó  M.  Grimaldi,  pues  era  francés,  que  vino  á  España  como  comi- 
sario de  guerra  en  el  ejército  de  Angulema,  y  que  se  españolizó  completa- 
mente: hombre  de  mucho  talento,  y  como  empresario  teatral  una  maravi- 
lla, sostuvo  y  en  cierto  modo  formó  á  los  mejores  actores  de  su  tiempo 
(Latorre,  Romea,  Guzmán,  etc.);  casóse  con  la  Concepción  Rodríguez,  me- 
joró las  condiciones  materiales  del  teatro,  y  supo  como  nadie  atraer  al 
público,  especialmente  por  medio  de  traducciones  del  francés,  que  hacía  él 
mismo  de  un  modo  admirable.  Suyas  son  la  de  La  huérfana  de  Bruselas  y  la 
de  Pitdde  montón,  insípida  comedia  de  magia  de  Marteuville,  que  supo  con- 
vertir en  La  pata  de  cabra:  un  acierto  literario  y  el  primer  gran  éxito  de 
taquilla  que  registran  los  anales  del  teatro  español;  se  estrenó  en  1828,  y 
duraron  las  representaciones  años  enteros  casi  sin  interrupción.  El  otro  per- 
sonaje era  D.  José  M.  de  Carnerero,  de  no  menor  entendimiento  que  Grimaldi 
y  no  menos  hábil  para  traducir  bien  piezas  francesas.  Carnerero  habla  sido  de 
los  cortesanos  de  Godoy,  quien  lo  hizo  agregado  de  la  Embajada  en  Constan- 
tinopla;  después  afrancesado,  figuró  como  uno  de  los  Íntimos  de  José  I,  y 
con  el  destino  de  redactor  literario  de  la  Gaceta;  en  Francia  (1814-1820)  se 
ingirió  con  el  duque  de  Orleans  (el  rey  Luis  Felipe  de  1S30),  que  lo  colocó 
en  su  biblioteca  con  Casimiro  Delavigne;  de  1820  á  23  era  redactor  de  El 
Patriota  Español,  y  servia  con  su  pluma  lo  mismo  á  los  moderados  que  á  los 
comuneros;  en  1823,  lejos  de  seguir  á  Cádiz  á  sus  queridos  correligioMarios 
¡os  lióeralcs  {}),  se  quedó  en  Madrid;  fué  comensal  de  Angulema,  hizo  repre- 
sentar La  noticia  feliz,  comedia  de  circunstancias  de  un  ultrarealismo  ex- 
traordinario, y  obtuvo  de  Fernando  VH  el  privilegio  exclusivo  de  publicar 
Cartas  españolas,  revista  en  que  se  dieron  á  conocer  tantos  literatos  insignes, 
y  que  sustituyó  luego,  según  ya  se  ha  dicho,  por  La  Revista  española. 

Grimaldi  y  Carnerero  eran  los  protectores  de  losliteratos,  que  bien  lo  nece- 
sitaban,cuando  la  mejor  comedia  de  Bretón  óGil  de  Záratese  pagaba  con  1.500 
ó  ZXKtO  reales  por  una  sola  vez,  y  con  500  la  impresión:  bastante  más  solían  ser 
retribuidos  los  artículos  y  los  libros  (2);  pero  eran  los  tiempos  en  que  á  un  lite- 
rato le  sentaba  bien  no  tener  una  peseta,  en  que  estaban  de  modelos ¿enioi  des- 
conocidos y  la  pobreza  á  nadie  desdoraba,  considerándose  honrosísima  cuando 
íbajuntaconel  talento.  Empezaba  entonces  á  brillar  la  clase  de  los  banqueros; 
pero  aún  estaba  muy  á  sus  comienzos  este  brillo;  la  de  los  capitalistas  y  propie- 
tarios no  tomó  vuelo  hasta  la  desamortización  y  la  promulgación  de  las  leyes 
modernas,  estableciendo  sólidamente  el  juicio  ejecutivo  y  el  de  desahucio  (3). 


(1)    Siloncilo  qae  ocitpi  hoy  la  Contaduría  del  Ttaira  E¡pañe¡. 

(3)  El  librero  Caeita  di6  i  MesoDero  Romanos  por  la  3.'  edición  del  Manual  dt  Madrid 
una  tBle|!i,  ei  decir,  1000  daros;  ^  aanque  esto  faf  extraordiDarío,  debido  al  gran  íxiio  de 
la  I.'  edicídn,  consta  qae  Laira  cobraba  tas  artículos  de  modo  (an  superior  al  de  hoT,  qtie 
le  bastaba  sa  producción  literaria  para  vivir  decorosamente  Bien  es  verdad  que  Fígaro  llegó  i 
lener  gran  popularidad.  Parece  ser  que  en  materia  de  artículos  y  libros,  ó  no  se  pagaba  nada, 
f  exo  era  lo  más  frecuente,  ó  se  pagaba  may  bien. 

(j)  Mesonero  Romanos,  que  era  propietaiio  y  rico,  se  lamenta  en  las  Memorias  di 
uH  ¡eliHlón,  ó  mejor  dicho,  hace  un  severo  cargo  al  anlieiio  rígimen  por  Ib  facilidad  can  qae 
obtenían  moralBrias  loi  deudores  y  se  resistían  tos  InquiTinos  á  pagar  el  alquiler  y  desalojar  las 
ñncBS.  Predominaba  entonces,  dice,  el  piiocipio:  al  qut  no  tieru,  el  Kiy  h  nace  libre, 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


64O  HISTORIA   DE  ESPAÑA 

Los  Únicos  ricos  que  iofluian  en  la  vida  social  eran  los  mayorazgos,  carga- 
dos de  deudas  casi  todos,  y  generalmente  ignorantísimos,  ya  que  en  tas 
familias  se  procuraba  dar  carrera  á  los  segundones  para  que  pudieran 
ganarse  la  vida,  y  al  mayorazgo  se  le  dejaba  inculto  creyendo  que  tenia 
bastante  con  representar  la  casa  y  disfrutar  las  rentas  del  heredado  patri- 
monio: de  aquí  que  la  riqueza  por  si  sola  no  tuviera  el  esplendor  que 
alcanzó  después,  y  que  los  literatos,  aristócratas  intelectuales,  lograran  en 
aquel  momento  extraordinario  prestigio,  preparándose  de  este  modo  el  pe- 
ríodo relativamente  largo  de  nuestra  historia  contemporánea  en  que  una 
buena  oda  se  consideró  como  ejecutoria  suficiente  para  escalar  las  más  ele- 
vadas posiciones,  y  un  drama  aplaudido,  la  mejor  preparación  para  desempe- 
ñar un  ministerio. 

En  e)  último  período  del  reinado  de  Fernando  Vil  brotó  una  generación 
de  jóvenes  literatos  de  grandes  esperanzas,  de  que  fueron  los  más  insignes 
representantes  Espronceda  (j)  y  Ventura  de  la  Vega  (2).  La  entrada  de  Fer- 
nando Vil  en  Madrid  después  de  sofocar  la  insurrección  de  los  apostólicos 
en  Cataluña,  las  bodas  con  D."  Marfa  Cristina,  el  nacimiento  de  Isabel  II  y 
la  amnistía  fueron  otras  tantas  ocasiones  para  que  tos  poetas  viejos  y  jóvenes 
lucieran  tas  dotes  de  su  ingenio.  Cuenta  Mesonero  Romanos  que  cuando  la 
boda  preguntó  el  Rey  á  Batlesteros:  «^y  Quintana?  iCámg  no  'dice  nada  en 
esta  ocasión}  <Seiior,  contestó  el  Ministro  de  Hacienda,  Quintana  está  oscnre- 
cido  y  en  desgracia, y  no  es  de  creer  gne  rompa  el  silencio  que  se  ha  impuesto.*  Alo 
que  replicó  et  Monarca:  ^  Cómo,  qué}  Arregla  tu  eso  de  cualquier  modo.y  diU  que 
yo  deseo  que  haga  escuchar  su  vob  en  obsequio  de  la  Reina.  Quintana  obedeció. 

Ya  queda  referido  cómo  enterneció  á  Fernando  Vil  el  pasaje  de  la  oda 
A  las  nobles  Artes^  del  Duque  de  Frías,  referente  á  la  perdida  América,  que 
oyó  leer  en  una  distribución  de  premios  de  ta  Academia  de  San  Fernando. 
Dicho  pasaje  debe  constar  en  nuestro  tibro,  no  soto  por  su  mérito  literario, 
sino  por  expresar  el  sentir  español  de  aquel  tiempo,  y  aun  de  los  posteriores 
y  actuales,  sobre  el  magno  acontecimiento  de  la  independencia  americana: 

I  Gentes  que  alzáis  incógnita  bandera 
Cortra  la  madre  patria!  En  vano  et  mundo 
De  Colón,  de  Cortís  y  de  Pizarro 
A  Eipaña  intenta  arrebatar  la  gloría 
De  haber  sido  espaíiot;  jamii  las  leyes, 
Los  ritos  y  cosluinbreí  que  guardaron 
Entre  oro  y  plata,  y  entre  aroma  y  pluma, 
Los  pueblos  de  Atahualpa  y  Molezuma, 

Y  vuestros  mismos  padres  derribaron, 
Restablecer  podréis:  odio,  venganza, 
Nos  jurartis  cnal  pérfidos  bermanos, 

Y  ya  del  indio  esclavos  ú  señores, 
Españoles  seríii,  no  americanos. 

Mas  ahora  y  siempre  el  a^onauta  osado 

Que  del  mar  airoslrare  los  fniores, 

Al  arrojar  el  áncora  pesada 

En  las  playas  antípodas  distantes, 

Verá  la  Craz  del  Gólgota  plantada, 

Y  escuchará  la  lengua  de  Cervantes, 

{!)  NacJ6  en  Almendralejo  (25  Mario  iSoS).  Educóse  en  Madrid,  siendo  discípulo  de 
Colegio  de  San  Mateo,  y  habiendo  formado  con  otros  chicos  la  sociedad  secreta  Lot  Nmrntn- 
lino!,  fui  encerrado  en  un  convento  de  Guadalajara,  donde  compuso  £7  Pilayo.  Emtgrú  á  Lis- 
boa, donde  empezaron  sus  relaciones  con  Teresa  (ambos  solteros  7  orno  novios);  pasis  dopnts 
á  Londres:  encontrando  á  Teresa  casada  con  otro  la  robó,  y  rutroose  ambos  á  Faifs.  Tomó 
paite  en  la  revolución  de  Julio,  y  no  vino  á  Espaíia  hasta  1S33. 

(3)  Nació  en  Buenos  Aires  (14  Julio  1S07).  Vino  á  Madrid  cuando  aún  no  contaba  doce 
aiíos:  Tué  alumno  de  Sao  Maleo,  y  de  la  sociedad  de  Zm  Numantinej. 


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HISTORIA   DE  ESPAÑA  64I 

Bellas  Artes.  Arguiteetiira.^Sigixió  fielmente  la  senda  trazada  por  don 
Ventura  Roddguez,  pero  en  decadencia,  ó  sin  producir  ningún  artista  com- 
parable á  Rodríguez  ni  á  Villanueva.  D.  Silvestre  Péiez  fué  un  arquitecto 
sabio  que  estudió,  no  sólo  los  monumentos  de  España,  sino  los  de  Italia  y 
Francia:  de  talento  y  gusto  al  decir  de  su  amigo  y  bi^rafo  Cean  Bermúdez; 
pero  su  producción  monumeoial  es  escasa,  y  lo  mejor  de  ella  proyectos. 
Trazó  el  plano  para  la  reconstrucción  de  la  ciudad  de  San  Sebastián,  destruid» 
por  los  ingleses.  D.  Isidro  Velázquez  hizo  el  de  la  plaza  de  Oriente  en  el 
gran  solar  que  habla  dejado  allí  José  Bonaparte,  y,  según  cuenta  Caveda  (i), 
para  realizar  el  proyecto  en  1817  comenzóse  por  achicarlo,  de  donde,  sin 
duda,  resultó  «de  tan  mezquinas  proporciones— como  refiere  Mesonero  Roma- 
nos,— que  hubo  de  ser  abandonado,  aunque  no  se  procedió  al  derribo  de  la 
parte  construida  hasta  la  muerte  del  arquitecto,  por  no  darle  ese  disgus- 
to» (2).  Velázquez  es  autor  del  cuartel  del  Pardo,  de  la  Casa  del  labrador  en 
Aranjuez,  del  puente  entre  la  Casa  de  Campo  y  el  Campo  del  Moro,  del  «- 
pulcro  del  conde  dt  San  Simón,  que  estaba  en  el  Cementerio  general  del  Norte 
y  no  sabemos  dónde  se  halla  hoy,  si  es  que  existe,  y  del  Monumento  dtl  Dos  dt 
AtayOy  obras  todas  que  no  denuncian  ciertamente  á  un  gran  artista.  D.  Anto- 
nio López  Aguado  dirigió,  reinando  todavía  Carlos  IV,  dos  casas  amplias  y 
de  sencillo  buen  gusto:  la  de  Vitlaktrmosa  en  la  Carrera  de  San  Jerónimo, 
esquina  al  Prado  {3),  y  la  del  Marqués  de  la  Somera,  en  la  calle  de  San  Ber- 
nardo (hoy  Ministerio  de  Gracia  y  Justicia);  en  este  periodo  construyó  la 
Puerta  de  Toledo,  y  fué  el  arquitecto  del  Teatro  Real,  aunque  no  debe  car- 
gársele la  desdichada  ocurrencia  de  la  planta  exagonal,  idea  de  D.  Isidro 
Velázquez  como  parte  de  la  suya  general  de  la  plaza  de  Oriente:  á  este  pie 
forzado  hubo  de  sujetarse  López  cuando,  derribado  por  ruinoso  el  antiguo 
Teatro  de  los  Caños  del  Peral {iZiy),  se  le  encomendó  el  plano  y  la  dirección 
del  nuevo.  Empezáronlas  obrasen  1818,  suspendiéronse  por  falta  de  recursos 
de  Julio  á  Noviembre  de  1820,  y  después  desde  1823  hasta  1831.  Acababan 
de  reanudarse,  cuando  falleció  Aguado  sucediindole  D.  Custodio  Moreno, 
excelente  profesor  según  sus  contemporáneos,  pero  de  cuyas  dotes  artísticas 
sólo  podemos  juzgar  hoy  por  obras  como  la  fachada  del  Caballero  de  Gracia 
y  la  Facultad  de  Farmacia,  asi  como  de  las  de  D.  Juan  Antonio  Cuervo  por  la 
iglesia  de  Santiago  y  la  Fuente  de  la  calle  de  Toledo.  D.  Tíbarcio  Pérez  Cuer- 
vo hizo  el  Colegio  de  San  Carlos  (Facultad  de  Medicina). 

A  la  muerte  de  Fernando  VII  los  dos  arquitectos  de  moda  en  Madrid, 
y  en  toda  España,  eran  el  citado  Moreno  y  D.  Francisco  Javier  Maríateguí, 
asiduo  concurrente  cl  último  al  Pamasillo,  donde,  según  Mesonero Romanot:, 
se  distinguía  *for  su  obesidad,  fue  kubiérale  hecho  pasar  por  un  bombo  si  su 
prosopopeya  y  coram  vobis  no  le  dispensaran  el  carácter  de  tambor  mayor.'  De 
Mariategui  es  ia  Universidad  Central. 

El  criterio  de  todos  estos  maestros  se  regía  por  estos  dos  principios  fun- 
damentales: no  hay  arquitectura  bella  y  aceptable  sino  la  greco-romana;  no 
hay  arquitectura  greco-romana  sino  la  interpretada  por  D.  Ventura  Rodrí- 
guez. Cuanto  no  fuera  esto,  parecía  despropósito  y  aberración.  Nada  de  Edad 
Media,nadagótico,  aunque  fuera  deEspañase  hubiese  ya  realizado  la  evolución 
romántica  en  Arquitectura.  Aquí  la  Academia  de  San  Femando,  dictadora  de 
las  obras  públicas  y  particulares,  eclesiásticas  y  civiles,  sin  cuyo  V."  B."  nada 

(I)    Mtnterias fara  ¡a  Hisl.  dt  la  Aiad.  de  Han  Jemanáe  (tomo  II,  pág.  iz). 
(3)    JUrmeriai  lU  un  lelentén  (pac.  iSS). 

(3)  Serán  tu  indicBCiones  documentadas  qae  trae  el  P.  Coloma  en  Retraía  de  antaño, 
el  pUno  debió  de  let  de  VUlanueva. 

Silodo,  Historia  de  EspaRa  _,  41 

D,g,t7cdb/COOglC 


642  HISTORIA   DB  ESPAÜA 

podía  ser  construido,  cuidaba  con  afán  solicito  de  que  do  aos  apartáramos  de 
la  rutina.  Con  tal  rigidez  de  criterio,  con  semejante  tiranía  en  materia  doode 
debe  reinar  absoluta  libertad,  y  el  poco  dinero  que  habla  entonces,  cnanto  se 
construía,  era  de  una  insignificancia  insípida.  Pero  ¡ahí ...  Se  salvaba  el  buen 
gusto,  ó  lo  creía  así  la  Academia  de  San  Femando. 

Etcuiíura. — Al  estallar  la  guerra  de  la  Independencia  D.  José  Alvarez 
de  Pereira  y  Cubero  (i)  estaba  en  Roma  pensionado  por  nuestro  Gobierno, 
y  ya  con  tanta  reputación,  que  se  le  consideraba  digno  rival  de  Canova,  Las 
autoridades  francesas  se  empeñaron  en  que  los  pensionados  españoles  hablan 
de  jurar  obediencia  al  rey  José,  y  negándose  Alvarez  con  la  mayoría  de  sus 
compañeros,  fué  encerrado  con  ellos  en  el  Castillo  de  Sant  Angelo.  Su  fama 
compitió  durante  mucho  tiempo  con  la  del  citado  Canova  y  la  de  Thorwald- 
sen,  y  si  ha  decaldo  luego,  es  porque  los  españoles  carecemos  de  arte  para 
hacer  valer  nuestras  cosas.  Fernando  VII  apreció  mucho  al  introductor  en 
España  del  estilo  neo-gnego,  6  seudo-griego  como  dicen  algunos.  En  i8i6le 
nombró  su  escultor  de  cámara,  y  después  su  primer  escultor,  encargándole 
el  arreglo  y  dirección  de  la  escultura  en  el  Museo  del  Prado.  Murió  el  26  de 
Noviembre  de  1827,  dejando  un  hijo  digno  de  él— José  Álvarez  Bongel, — 
pero  que  se  malogró,  muriendo  á  la  edad  de  24  años  {22  Agosto  1830)  cuando 
ya  no  eran  esperanzas,  sino  realidades  hermosas  las  que  había  producido  su 
cincel. 

De  la  misma  tendencia  que  Álvarez,  é  inferiores  á  él,  fueron  D.  Damián 
Campeny  (2),  que,  habiendo  comenzado  su  carrera  reinando  Carlos  IV,  no  la 
terminóhastai855,y  D.Antonio  Sola  (3),  autor  del  grupo  ¿7iH>ú^  Velarde,  ac- 
tualmente colocado  en  la  entrada  de  la  Moncloa,  de  la  estatua  de  CercatUes,  en 
la  plaza  de  las  Cortes,  de  la  Caridad  romana,  etc.  D.  José  Ginés  (1768-1823) 
no  salió  de  España,  como  los  anteriores,  desenvolviéndose  en  Valencia,  su 
tierra  natal,  y  en  Madrid.  Rindió  su  correspondiente  tributo  al  clasicismo  do- 
minante; pero  como  no  estuvo  en  Roma  ni  en  París,  y  su  genio,  además,  pro- 
pendía al  realismo  tradicional  en  nuestro  arte,  no  sobresalió  en  el  grupo  de 
los  secuaces  de  Canova  y  de  Álvarez,  siendo,  en  cambio,  un  notable  conti- 
nuador de  nuestra  buena  y  castiza  imagineria  sagrada,  como  acreditan  sus 
efigies  de  San  Pedro  Alcántara  (en  San  Justo  de  Madrid),  de  San  Antonio  (em 
la  ermita  de  la  Florida)  y  la  Adoración  de  los  Pastores,  que  hizo  para  el  Naci- 
miento de  Palacio.  También  se  distinguió  como  imaginero  sagrado  D.  Valeriano 
Salvatierra  y  Barriales  (1780-1836),  y  sus  efigies — v.  gr.,  la  Virgen  de  las  Am- 
gustias  en  la  iglesia  de  las  Escuelas  Pías  de  ^an  Fernando  —  son  de  soberana 
hermosura;  pero  en  lo  clásico,  considerado  á  la  sazón  como  el  único  arte 
grande,  rayó  á  más  altura  que  Ginés.  Estuvo  en  Roma,  concurriendo  á  los 
estudios  de  Canova  y  de  Thorwaldsen,  é  hizo  muchas  estatuas  que  parederon 
bien  en  su  ¿poca,  y  que  no  parecen  ahora  ni  bien  ni  mal. 


(ll  Habla  nacido  en  Priego  (33  Abril  1768).  Hijo  de  an  pobre  maimoliila,  todo  lo  debíA 
A  sa  mérito  ;  personal  esfuerzo.  En  Madrid  asistía  de  noche  í  las  clases  de  la  Academia  de 
San  Fernando,  y  trabajaba  de  dfa  en  el  oficio  de  cantero.  En  1799  obtuvo  el  primer  premio  con 
la  pensión  de  11.000  reales  para  perfeccionarse  en  la  arte  en  París  j  Roma.  En  1802  gan6  seenn- 
do  premio  en  el  concurso  del  Instituto  de  Francia.  En  1S04  expuso  el  (ianiaiede¡,  va  París, 
valiéndote  ser  coronado  por  el  Emperador,  j  casú  con  D.'  Isabel  de  Bougel.  En  iSos  se  Ums- 
lado  i  Roma. 

(I)     Caveda  escribe  C.impegni. 

(ji  Barcelonés,  como  Campeny,  estaba  ya  en  Rama  como  pensionado  por  ia  Junta  de 
Comercio  de  la  ciudad  Condal  al  principiar  el  siglo  XIX,  y  viiió  hasla  7  Jtinio  lS6t.  En  1856 
se  jubilA  del  Cargo,  i]ue  desempeña  muchisirnos  años,  de  director  de  los  pensionados  en  Roma. 
•i  Hl  iiodetlB  y  laborioso  Sola  (dice  Caveda),  il  protector  y ^  mas  qui  el  }ífi,  el  compaSm  y  e 
amigo  Je  uutstroí  pensienatici  en  Rema.» 


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HISTORIA   DE   ESPAÑA  643 

Pintura. — Es  curiosa  la  situación  de  Goya  en  este  período.  Estalla  la  gue- 
rra de  la  Independencia,  y  Goya,(tueera  primer  pintor  de  cámara  de  Carlos  IV 
desde  1779,  queda  en  el  mismo  puesto  con  el  Rey  intruso.  Entran  los  aliados 
en  Madrid,  después  de  la  batalla  de  los  Arapiles,  los  afrancesados  huyen 
ó  son  cruelmente  perseguidos  por  el  conde  de  España;  pero  Goya  permanece 
viviendo  con  toda  tranquilidad  en  su  casa  del  camino  de  San  Isidro,  y  no  sólo 
no  es  perseguido,  sino  que  Wellington  le  encarga  su  retrato.  Vuelven  los 
franceses,  y  Goya  sin  novedad:  nadie  se  mete  con  él.  Triunfa  la  causa  nacio- 
nal, y  Fernando  VII,  lejos  de  desterrarle  ó  de  exigirle  puriñcación  por  su 
afrancesa  miento,  se  hace  desde  luego  retratar  por  él,  le  conserva  en  su  puesto, 
le  dispensa  su  confianza,  le  da  licencia  para  que  se  vaya  cuantas  temporadas 
quiere  al  colegio  de  D.  Manuel  Silvela,  en  Burdeos,  nido  de  nuestros  afran- 
cesados y  de  algunos  americanos  hijos  de  separatistas,  es  decir,  de  furibun- 
dos enemigos  del  Rey.  Goya  va  y  viene  de  burdeos  á  su  antojo,  y  nada  se 
altera,  ni  por  la  revolución  de  1820,  ni  por  la  reacción  de  1823.  En  una  de 
sus  estancias  en  Burdeos  le  sorprendió  la  muerte  (16  Abril  1828).  Sin  duda 
que  á  este  reconocimiento  unánime  de  la  neutralidad  de  Goya,  rara  en  una 
época  de  tan  apasionadas  discordias,  contribuyó  principalmente  su  extraordi- 
nario mérito  como  pintor;  pero  también  el  no  ser  él  más  que  pintor.  Goya  no 
pertenecía  á  ningún  partido:  su  revolucionarismo  es  una  leyenda;  fuera  de  su 
arte,  era  un  hombre  vulgar,  vulgarísimo,  algo  fluctuaote  en  su  manera  de  ver 
las  cosas  de  la  vida,  como  la  generalidad  de  sus  contemporáneos;  que  si  hada 
dibujos  caricaturescos  de  frailes,  y  aun  alguno  que  parece  negación  de  la  in- 
mortalidad del  alma,  no  seolvidaba  de  poner  la  señal  de  la  cruz  en  todas  sns 
cartas.  Atribula  constantemente  á  Dios  su  felicidad,  en  las  tribulaciones  y 
adversidades  manifestábase  cristianamente  resignado,  y,  con  la  inconsciencia 
propia  de  su  genio,  creíase  pintor  religioso — lo  fué,  y  grande,  en  la  Comunión 
de  San  Joti  de  Calasanz, —  y  tenía  en  sus  últimos  años  la  ilusión  de  pintar 
una  Virgen  como  no  había  sabido  pintarla  nadie  hasta  entonces  (i). 

La  correspondencia  del  gran  pintor  con  su  íntimo  amigo  D.  Martfn 
Zapater  pone  al  descubierto  su  carácter,  retrata  su  alma  con  tanta  fidelidad 
como  lo  hizo  él  de  los  rostros  de  sus  modelos.  Buen  cristiano,  buen  jefe 
de  familia,  buen  amigo,  carítativo,  sus  defectos  son  todos  de  hombre  vulga- 
rísimo: una  vanidad  pueril,  por  ejemplo,  que  le  hace  deleitarse  pensando  en  lo 
que  dirán  en  su  pueblo  al  verle  en  tan  buena  posición  en  la  corte,  y  al  conside- 
rar él  miamo  que  'del  Rey  abajo  todo  el  mundo  le  conocía»;  que  Carlos  IV 
le  abrazó  una  vez,  que  Godoy  le  llevaba  en  coche,  y  no  sólo  le  convidada  i 
comer,  sino  que  le  hacía  ponerse  la  capa  para  sentarse  á  su  mesa,  y  aprendió 
el  lenguaje  mímico  para  entenderse  con  él.  Los  personajes  y  los  acontcci- 
iDÍentos  de  la  época  no  se  reflejan  de  otro  modo  en  las  cartas  de  Goya,  y 
asE  era,  sin  duda,  cómo  se  reflejaban  en  su  espíritu.  Si  su  pincel  los  retrató 
tal  y  como  eran  ellos,  sin  idealizarlos,  obedeció  á  su  temperamento  artístico: 
el  de  la  verdad  en  la  reproducción;  y  aunque  hubiera  querido  hacerlo  de 
otra  manera,  no  hubiese  podido.  El  Carlos  IV  de  Goya  es  un  hombre  des- 
provisto de  inteligencia;  pero  ;no  era  así  el  Carlos  IV  de  la  realidad?  El  pin- 
tor lo  trasladó  al  lienzo  tal  como  era;  pero  seguramente  ignoraba  que 
aquellos  rasgos  físonómicos  delataban  la  falta  de  entendimiento.  Goya  era  un 
pintor,  y  no  un  antropólogo.  Pintaba  lo  que  veía,  y  lo  que  veía  era  la  verdad 
del  aspecto  externo  y  material  de  las  personas  y  de  las  cosas. 

(I)  As(  lo  dijo  muchas  vece*  en  casa  de  D.  Josí  Madraio,  seedn  nos  ha  referido  sa  nielo 
D.  RaiiDuodo,  que  conserva  caidado  simen  le  la  Iradicióa  de  las  relaciones  de  sa  abuelo  con 
Go^a. 


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644  HISTORIA  DE  ESPAÑA 

A  pesar  de  su  inmensa  popularidad,  del  aprecio  de  su  ménto  por  la  corte, 
la  aristocracia  y  el  pueblo,  y  hasta  por  los  mismos  artistas,  que  velan  en  ¿I 
algo  profundamente  original  é  inimitable,  un  genio  en  el  sentido  más  preciso 
de  la  palabra,  artísticamente  fué  un  solitario,  y  sólo  tuvo  un  discípulo —  por 
haberse  formado  en  el  estudio  de  sus  obras,  y  no  por  haber  recibido  sus  lec- 
ciones, pues  las  recibió  de  D.  Juan  Rivera—  que  fué  D.  Leonardo  Alenza  y 
Nieto,  ci  cual,  nacido  en  Madrid  (6  Noviembre  1807),  empezó  á  trabajar  ya 
en  las  postrímerias  del  reinado  de  Femando  VII  é  hizo  su  corta  y  gloriosa 
carrera  en  los  primeros  años  de  Isabel  11  (i).  Los  pintores  admiraban  á  Goya, 
pero  seguían  otros  rumbos.  La  escuela  de  David  tuvo  en  España  por  prind- 
pales  representantes  á  D.  José  Madrazo  y  Agudo  (2),  autor  de  La  muerte  dt 
Viriato,  La  mmerte  de  Lucrecia^  Ctnanaio  llamad»  alpod¿r  supremo,  etc.,  pintor 
de  cámara  de  Fernando  VII,  fundador  artístico  del  Museo  del  Prado,  intro- 
ductor de  la  litc^rafla  en  nuestra  patria  preparando  y  dirigiendo  la  Coleceió» 
litogrdfica  de  los  cuadros  (¿f/^y  (1826-1837),  eminente  profesor  y  reformador 
de  Estudios  de  la  Academia  de  San  Fernando,  y  que  vivió  hasta  el  8  de  Mayo 
de  1859;  D.Juan  Antonio  Ribera  y  Fernández  (3),  pintor  consumado,  prrosin 
muy  definida  personalidad  artística,  que  trabajó  en  varios  estilos,  y  D.  José 
Aparicio  (4),  autor  del  Cuadro  del  hambre. 

D.  Mariano  Salvador  de  Maella  que  tuvo  con  José  Bonaparte  relaciones 
harto  más  Intimas  que  Goya,  vivió  hasta  el  10  de  Mayo  de  l8ig,  conserván- 
dose fiel —  siempre  dentro  de  la  vulgarisima  medianía  de  su  talento —  á 
la  tradición  de  Mengs,  á  que  pertenece  también  D.  Vicente  López  y  Porta- 
ña  (5);  pero  éste  era  ardsta  de  condición  muy  superior.  Actualmente  su  crédito 
aumenta  sin  cesar,  sobre  todo  por  sus  retratos,  que  los  tiene  dignos  de  Goya. 
El  que  hizo  de  éste,  que  se  conserva  en  el  Museo  del  Prado,  es,  sencillamente, 
una  maravilla.  Goya,  que  le  servia  de  modelo,  contemplando  la  obra  ya  ejecu- 
tada, y  sobre  la  cual  se  aprestaba  López  á  insistir,  le  arrebató  los  pinceles, 
dicíéndole  en  tono  tragi-cómico:  ¡  Vicente,  déjalo;  no  des  ni  una  pincelada  mds! 
¡Si  tne prometes  hacerlo  así, yo  te  enseñaré  á  torear!...  Anécdota  rigurosamente 
histórica,  y  que  envuelve  una  profunda  lección  de  técnica  pictórica  ó,  mejor 
dicho,  de  todas  las  artes.  El  secreto  de  Goya  estaba  en  gran  parte  ahí,  en 
saber  detenerse  á  tiempo,  en  no  pintar  sino  lo  necesario  para  dar  la  impresión 
justa  del  modelo.  López  estropeó  indudablemente  muchos  cuadros  suyos  por 
no  tener  á  su  lado  á  un  Goya  que  lo  hiciera  parar  en  el  momento  preciso. 

El  rigido  clasicismo  de  David  evolucionó  en  Francia,  y  sus  imitadores  en 
España  siguieron  un  movimiento  paralelo  al  que  se  iba  marcando  en  la  na- 
ción vecina.  Así  sucedieron  á  Madrazo,  Riberay  Aparicio  D.RafaelTejeo(6). 
que,  aunque  ctasícista  davidiano,  se  aparta  muchas  veces  de  los  cánones  de 
la  escuela,  buscando  sus  modelos,  no  en  la  estatuaria  antigua,  sino  en  la  Na- 
turaleza; D.  José  Ribelles  y  Helip  (7},  que,  si  bien  cronológicamente  fué  con- 
temporáneo de  la  primera  generación  clasicista,  después  de  1830  evolucionó 


(i)  Murió  el  30  Junio  1S45.  Recientemente  ha  spirecidoli  tabla  qne  piotÓ  para  nmeitta 
del  Calé  de  Lévame,  en  U  calle  de  Alcalá,  cansiderada  por  Cruzada  Vlílamil  como  ana  mara- 
villa. La  posee,  según  hemos  leído  en  La  Época,  el  Sr.  Líiaro. 

(2)  Nació  en  Santander  (ll  Abril  ITQI).  Con  Alvarez  estuvo  preso  en  Sant-Aogelo  p« 
no  jurar  í  fosé  Bonaparte. 

tí]    Nació  en  Madrid  (27  Mayo  1779).  Mntió  15  Jaaio  1S60. 

U)    Nació  en  Alicante  (1773).  Murió  en  1S33. 

IS)    Nació  en  Valencia  (19  Septiembre  1773).  Diiclpulo  de  Macll»  en  1«  Academia  de  S»a 
Femando.  Vivió  hasta  el  22  Junio  1S50. 
"     "--'■  --  " '-"«¡.Mu 


(61    Nació  en  Caravaca  (iSoo).  Murió  en  Madrid  (3  Octubre  1S56). 
(7|    Nació  en  Valencia  (lo  Mayo  1778), 


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HTSTORI*   DE  RSPABa  (¡45 

con  la  moda  de  su  tiempo;  D.  Juan  GaWez  (i),  el  mismo  caso  que  el  anterior; 
el  hijo  de  Madrszo —  D.  Fedenco  (2)  —  que  desde  1829  empezó  á  dar  mues- 
tras de  su  precocidad  artística;  y  el  hijo  de  Rivera  — D.  Carlos  Luis —  de  la 
misma  edad  que  el  anterior,  también  nacido  en  Roma,  y  que  igualmente  se 
manirestó  como  insigne  artista  en  los  últimos  años  de  Fernando  VII. 

Música. — No  hay  que  buscar  en  esta  esfera  invenciones  del  ingenio  espa- 
ñol análogas  á  las  que  hemos  visto  en  las  otras  bellas  Artes*  pero  si  hay  que 
apuntar  el  entusiasmo  general  que  inspiraba  la  música.  De  la  popular  ó  calle- 
jera, especialmente  en  su  manifestación  polftica,  ya  se  ha  tratado.  Tanto  la 
guerra  de  la  Independencia  como  la  revolución  del  trienio  fueron,  por  de- 
cirlo asi,  y  por  este  aspecto  á  modo  de  grandes  zarzuelas  entre  cómicas  y 
trágicas,  en  que  todo  el  argumento  fué  cantado  y  tocado  por  calles  y  plazue- 
las. La  música  religiosa  se  conservaba  en  las  catedrales  é  iglesias,  espléndi- 
damente dotadas  á  la  sazón,  y  que,  por  lo  mismo,  atraían  á  sus  plazas  de 
organistas  y  cantores  á  los  más  diestros  ejecutantes.  La  música  clásica,  final- 
mente, tenia  muchos  y  fervorosísimos  admiradores,  y  la  ópera  era  en  las 
grandes  poblaciones  el  espectáculo  preferido,  de  lo  que  bien  se  dolían  los 
autores  de  comedias  y  cuantos  vivían  del  teatro  de  verso;  pero  en  vano  Bre- 
tón de  los  Herreros  fulminaba  sátiras  contra  el  furor  filarmónico.  Para  el 
público  no  había  nombres  tan  sugestivos  como  los  de  Rossini,  Donizetti, 
Bellini,  Meyerbeer  (en  su  primera  época  rossiniana),  Paccini,  Vacay,  Ricci, 
Mercadante,  etc.  La  venida  de  Rossini  á  Madrid  en  el  carnaval  de  1831  fué 
un  magno  acontecimiento,  y  todo  pareció  poco  para  festejarle  y  agradarle.  Aquí 
escribió  una  caiuatu  i  la  reina  Cristina,  y,  para  complacer  al  famoso  comi- 
sario de  cruzada  Sr.  Fernández  Várela, — inteligente  y  magnífico  protector  de 
las  Bellas  Artes, —  su  Stabat  Mater^  estrenado  en  la  iglesia  de  San  Felipe  el 
Real  el  Viernes  Santo  de  1832.  La  reina  Cristina  había  creado  el  Conser- 
vatorio de  Música  ji  Declamacién,  inaugurado  en  1830,  y  en  él  se  celebraron 
varías  ñestas  agasajando  al  autor  de  El  Barbero  de  Sevilla. 

Conviene  recordar  aquí  que  una  conspiración  urdida  á  fines  del  si- 
glo XVIII  por  varios  músicos  madrileños  —  entre  ellos  el  maestro  de  capilla 
de  las  monjas  de  la  Encarnación —  consiguió  desterrar  de  los  teatros  espa- 
ñoles la  música  y  los  cantantes  italianos;  por  Real  orden  de  28  de  Diciembre 
de  1799  se  dispuso  que  no  se  representasen  ni  cantasen  piezas  en  ningún 
idioma  extranjero,  ni  por  artistas  que  no  fuesen  nacionales.  No  fué  difícil 
formar  compañías  españolas,  porque  en  todas  las  de  verso  habla  entonces  A^j 
artistas  de  cantado,  pues  con  las  comedias  alternaban  los  dramas  armónicos  y 
las  zarzuelas,  y  no  había  función  teatral  sin  tonadillas.  Ue  estos  artistas  de  can- 
tado sacáronse  los  cantantes  de  la  ópera  española,  entre  los  cuales  hubo  muchos 
aceptables  y  uno  notabilísimo.  Manuel  Garda,  el  mejor  tenor  de  su  época,  que 
se  marchó  al  extranjero  en  1807.  Cuando  en  1832  Rossini  trataba  de  corres- 
ponder á  los  honores  y  obsequios  que  se  le  tributaban,  nunca  olvidaba  decir 
que  le  encantaba  EspaÓa,  entre  otras  razones,  por  ser  la  patria  de  su  amigo  y  co- 
laborador García.  Decayó,  sin  embargo,  !a  afición  del  público  por  la  ópera  en 
esta  larga  temporada  de  españolismo  impuesto  é  intransigente,  y,  aprovechan- 
do la  invasión  francesa,  apareció  en  1808  una  compañía  italiana,  que  actuó 

(i)    NkclA  en  Moia  (i??*).  Murió  en  Madrid  (Boeto  1874)- 

(a)  Nacid  en  Roma  [9  F'ebrero  1815).  Otro  hennaDo  lujo,  E>on  Luis,  nacido  en  Ma- 
drid (l^j),  fné  también  pintor  de  gran  mírito.  Y  de  D.  Federico  son  hijos  Raimando  Madruo 
qae  trabaja  en  Paríi  con  gloria  saya  y  de  la  patria;  Ricardo,  qae  lo  liace  en  Madrid  y  acaba  de 
tennioar  nit  hermoso  cuadro,  El  Conrneí  Critletal  di  Menáragé»,  para  la  Academia  de  [ofan- 
teila  en  Toledo, ;  la  lioy  respetable  seSora  D.*  Cecilia  Madtazo,  Tiada  de  Fortany,  con  qoien 
caló  en  1S67. 


,,CoogIc 


646  MISTORTA    DE  ESPAÑA 

primero  en  Barcelona  y  después  en  los  Caños  del  Peral,  de  Madrid.  No  podo 
averiguar  Carmena  (1)  si  las  óperas  cantadas  en  los  Caños  en  1809  y  1810 
hasta  el  16  de  Junio  (2)  lo  fueron  por  esta  compañía  ó  por  cantantes  españo- 
les: lo  cierto  es  que  al  reanudarse  la  ópera  en  el  Teatro  de  la  Cruz  (3  Ha- 
yo 1812)  y  en  el  del  Príncipe  (i. °  Junio  1815}  volvieron  á  actuarlos  cantantes 
españoles,  y  en  castellano  se  cantó  basta  1820. 

El  30  de  M^o  de  este  año  fué  cantada  La  Gasta  ¡adra,  de  Rossini,  en 
su  idioma  nativo,  aunque  todavía  por  artistas  españoles  con  alguno  que  otro 
italiano.  En  1822  vino  la  primera  compañía  italiana,  con  cantantes  tan  nota- 
bles como  la  Adelaida  Dalmani-N^ddí  y  la  Adelaida  Sala,  que  fué  luego  con- 
desa de  Fuentes,  y  en  vano  los  españoles  trataron  ya  de  bostener  la  compe- 
tencia: el  público  sólo  quería  oír  á  los  príncipales  artistas  de  Italia,  y 
en  1826  se  satisfizo  este  anhelo  con  la  excelente  compañía  en  que  figuraban 
la  Cortessi,  la  Corn,  la  Fabbríca,  Montresor,  Maggiorotti  y  Vaccano,  bajo  la 
dirección  del  eminente  maestro  y  compositor  Mcrcadante.  <E1  mérito  de  los 
•cantantes,  la  nueva  pompa  con  que  se  exornó  el  espectáculo,  lo  escogido  de 
•  las  funciones  que  se  presentaron,  fueron  cosas  de  trastornar  todas  las  cabe- 
llas; y  llegó  á  tal  punto  el  espectáculo,  que  no  sólo  se  les  imitaba  en  el  canto, 
•sino  en  gestos  y  modales:  se  vestía  d  la  Montresúr,  se  peinaba  á  la  Cortessi^ 
>y  las  mujeres  varoniles  d  la  Fabrica  causaron  furor  todo  aquel  año>  (3).  Va 
no  decayó  la  afición  en  todo  el  reinado  de  Fernando  VII.  Y  no  era  sólo  la 
ópera  en  el  teatro:  dábanse  también  conciertos  en  éste,  y  en  el  Conservatorio, 
y  en  las  casas  particulares;  los  profesores  de  canto,  y  hubo  muchos  y  buenos 
sólo  en  Madrid,  no  se  daban  abasto  porque  infinidad  de  aficionados  y  aficio- 
nadas lanzáronse  resueltamente  á  emular  la  gloria  de  los  cantantes  de  oficio. 
Derrochábase  la  música  en  las  tertulias  caseras;  en  ninguna  faltaba  el  piano 
de  cinco  octavas,  reforzado  en  días  solemnes  por  un  vioHn  ó  por  la  vihuela, 
de  que  había  tañedores  habilísimos  —  el  más  famoso  era  Tapia, — y  las  seño- 
ritas cantaban  ó  ejecutaban,  en  el  sentido  procesal  del  verbo,  las  canciones  de 
moda: ; Caramia!  ¡A/adre,  mmos  ofuelos  vi. ..I  la  Vallüre,  ó  la  Ataiaí 

Ideas  ji  costumbres. — Todos  los  periodos  históricos  son  de  transición,  pues 
la  sociedad  humana,  conservando  siempre  sus  caracteres  típicos  esenciales 
varia  constantemente  en  sus  accidentes,  y  estas  variaciones  continuas  son 
causa  de  aspectos  diversos  del  ser  colectivo,  que  se  reflejan  en  la  mentalidad 
de  los  individuos  y  en  las  costumbres  sociales;  pero  no  cabe  desconocer  tam- 
poco que  semejantes  cambios  son  mucho  más  sensibles  y  profundos  en  cier- 
tos momentos  que  en  otros,  y  de  aquf  que  pueda  dividirse  la  historia  en  eda- 
des, épocas  y  períodos.  El  conjunto  de  ideas  y  costumbres  á  que  llamamos 
antiguo  régimen  es  distinto  del  que  caracteriza  á  la  sociedad  contemporánea, 
y  el  reinado  de  Fernando  VII  fué  entre  nosotros  el  tránsito  de  uno  á  otro,  ó 
sea  UD  período  verdaderamente  de  transición. 

Vivía  durante  todo  este  periodo  elaníiguo  régimen  como  en  los  tiempos 
anteriores;  pero  combatido  por  las  nuevas  corrientes  que  iban  minándole  y 
destruyéndole  poco  á  poco.  Continuaba  siendo  la  religión  católica  el  alma 
nacional,  por  cuanto  que  la  inmensa  mayoría  de  los  españoles,  no  sólo  la  [Hx>re- 


(l)  Crinica  de  ¡a  ipera  ilaUana  ítt  Madrio  disdt  ti  aña  iJjS  halla  HUítlreí  días,  fiarátn 
Ímís  Carmena  y  Milláu,  cen  un  prólogo  histórico  de  D.  Franeiteo  Aitnjo  BarbierL  MaJriJ,  iSjS 
(Página  43)- 

(3)  Ultima  represen t>ci A n  de  ópera  Italiaoa  en  el  citado  teatro:  et  16  de  Julio  hubo  sn> 
ópera  española,  Quien  la  hace  la  paga,  en  dos  actos,  de  Bsleban  Criitiani;  cd  los  aSos  aDcati- 
Toi  se  dieron  en  el  teatco  algunos  bailes  de  máscaras  haala  el  derribo  de  1S17. 

(3)     Artfcalo  de    Mesonero   Romanos   titulado    La   Fitarmoaia,    citado   por  ' 
ob.  cil.  (Papua  51). 


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HL<iTORlA   DE  ESPAÑA  647 

•aba  sincerameDte,  sino  que  no  se  avenía  á  consentir  otra  en  España:  nacio- 
nalistas habfa  muy  pocos;  libre- cultistas,  casi  ninguno,  y  los  mismos  que  sos- 
tenían doctrinas  ó  seguían  tendencias  políticas  contrarias  á  las  creencias 
religiosas,  ó  procuraban  disimularlas  con  hábiles  so ñsm as  aparentando  ser  tan 
católicos  como  los  que  más,  ó  estaban  ellos  mismos  engañados  sobre  sus  pro- 
pias ideas.  Frecuentísimos  eran  los  casos  de  masones,  y  aun  comuneros,  muy 
devotos  fi).  Salvo  algunas  individualidades  contadas,  la  masa  de  los  exalta- 
dos era  partidaria  de  la  unidad  católica.  En  cambio,  la  Inquisición  y  todo 
castigo  corporal  que  no  fuera  cárcel,  mulu  ó  extrañamiento  por  delito  religio- 
so, se  había  hecho  aborrecible  á  los  mismos  absolutistas  al  íinal  del  período: 
únicamente  los  apostólicos  se  atrevían  á  sostener  esa  doctrina,  tan  encarnada 
en  el  espíritu  délos  españoles  antiguos.  También  los  frailes,  tan  populares 
en  otro  tiempo,  habían  dejado  de  serlo  en  muchas  comarcas,  no  conservando 
su  prestigio  sino  en  las  familias  piadosas;  pero  las  costumbres  mantenían  su 
carácter  religioso:  se  rezaba  el  rosario  en  casi  todas  las  casas,  y  al  toque  de 
oraciones,  hasta  en  el  Prado,  de  Madrid,  se  paraban  los  paseantes,  se  quita- 
ban el  sombrero  los  hombres,  y  rezaban  los  grupos  las  tres  Ave  Marías  en 
alta  voz.  Las  solemnes  funciones  de  iglesia  y  los  sermones  de  los  predicado- 
res de  fama  eran  acontecimientos  de  primera  magnitud  en  la  vida  social,  y  en 
la  mayor  parte  de  las  poblaciones,  los  únicos  espectáculos  públicos.  Todavía 
quedan  poblaciones  que  llamamos  Icvílicas,  ridiculizadas  por  Pérez  Galdós 
en  la  Orbajosa  de  DoAa  Perjtcta  (Plasencia,  Astorga,  Sigüenza,  Solsona,  Bur- 
go de  Osma,  etc.);  pero  en  el  reinado  de  Fernando  VII,  fuera  de  Madrid, 
Barcelona,  Valencia,  Cartagena,  Málaga,  Cádiz,  Coruña,  etc.,  lo  eran  todas,  y 
con  harto  mayor  intensidad  que  la  que  ahora  lo  sea  más:  hasta  Sevilla  tenia 
ese  carácter.  En  las  calles  abundaban  los  retablos,  las  efigies  y  las  cruces;  no 
había  pueblo  sin  su  Calvario,  en  que  todos  los  viernes  del  año  rezaban  los 
devotos  el  Via  Crucis;  salía  por  la  mañann  el  Rosario  de  la  Aurora;  en  Madrid, 
al  anochecer,  la  Jíotufo  de  pan  y  hutvo  (2),  más  tarde  la  del  Pecado  mortal;  en 
iglesias  preparadas  ad  koc,  como  la  bóveda  de  San  Ginés,  en  Madrid,  ó  la 
Santa  Cueva,  en  Cádiz,  se  disciplinaban  los  cofrades;  la  cédula  de  comunión 
pascua]  era  documento  exigido,  no  sólo  á  los  hijos  por  sus  padres  y  á  los 
criados  por  sus  amos,  sino  á  los  empleados  por  sus  jefes. 

Todo  esto  no  se  verificaba  ya,  sin  embargo,  en  el  reinado  de  Feman- 
do VII  sin  contradicción.  Durante  el  trienio  fué  violentamente  atacado  en 
muchas  é^  sus  partes;  de  1S24  en  adelante,  aunque  hubo  verdadera  reacción 
en  el  espíritu  público,  la  oposición,  en  una  ó  en  otra  forma,  no  cesó.  Los 
jóvenes  de  las  clases  elevada  y  media  en  las  grandes  poblaciones  se  las 
echaban  de  calaveras  y  despreocupados.  Mesonero  Romanos  cuenta  las  bur- 
las de  que  solían  hacer  objeto  en  Madrid  á  los  disciplinantes  de  la  bóveda 
de  San  Ginés,  ya  introduciéndose  furtivamente  en  los  ejercicios  para  descar- 
gar sobre  los  penitentes  disciplinazos  más  violentos  que  los  usuales,  ya  ensu- 
ciándoles la  pila  del  agua  bendita,  con  otras  varías  diabluras  semejantes.  Es- 
cándalos de  moralidad  no  faltaban;  y  como  el  clero  secular  y  regular  era  tan 


(i)  No  sólo  en  España,  sino  en  Amírica,  San  Martín,  por  ejemplo,  que  nuncs  sí  ap«rcft 
de  la  lojña  Lautaro,  qo  se  olvidaba  de  ofrecer  í  la  Virgen  de  AnCilopo  sus  bastones  de  mando 
y  bOi  espadas,  7  en  la  coronsción  de  la  cilada  Imagen  recien  temen  le  celebrada  eo  la  Argenti- 
na le  ha  enialiado  al  veucedor  de  Moipú  como  á  ano  de  sus  insignes  devotos,  Bolívar  se 
confesó  edifican  temen  le  antes  de  morir,  j  li  es(u*o  alejado  de  esle  sacramento  gran  parle  de 
m  nda,  no  lué  seguramente  por  impiedad,  sino  por  sus  extravíos  amorosos, 

(a)  Qae  buscaba  i  los  pobres  para  llevarlos  al  Refugio  y  darles  de  cenar  y  dormir.  Hoy 
salen  los  hirmtmas  como  entonces;  pero  van  los  pobres  al  Refugio  (Corredera  Baja)  á  reci- 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


648  HISTORIA   DE  BSPAÑA 

numeroso,  atrayeado  las  ventajas  materiales  de  su  estado  á  muchos  que 
carecían  de  verdadera  vocación  religiosa,  tampoco  en  su  seno.  Pero  no  ba  de 
creerse  que  la  desmoralización  fuese  universal:  por  lo  contrario,  todo  deauD- 
cia  que  tanto  en  los  conventos  como  en  los  hogares  habla,  con  las  inevitables 
excepciones,  una  sólida  base  de  buenas  costumbres,  aunque  en  la  casi  tota- 
lidad de  los  casos  distasen  mucho  de  la  ideal  perfección  cristiana. 

En  el  modo  de  vivir  desarrollábase  también  esta  lucha  entre  lo  antiguo 
y  lo  moderno.  Las  casas  y  el  mobiliario  continuaban  en  Jdadrid  tan  pobres 
como  los  vio  Alcalá  Galiano  en  tiempos  de  Oírlos  IV,  y  lo  mismo  las  fondas 
y  los  cafés:  el  número  de  carruajes  particulares  habfa  más  bien  disminuido 
que  aumentado;  pero,  con  todo  y  cou  eso,  notábanse  aquf  y  allá  signos  ciertos 
de  la  gran  transformación  que  se  avecinaba.  Las  gentes  que  venían  de  Paris  y 
Londres  traían,  ó  utensilios  y  artefactos  antes  desconocidos,  ó  ideas  de  co- 
modidades y  elegancias  aq'jl  no  sospechadas.  Á  pesar  de  la  guerra  de  la  Inde- 
pendencia y  de  los  odios  que  dejó  como  sedimento,  hasta  el  punto  de  ser 
peligroso  para  los  franceses  andar  por  la  calle  el  2  de  Mayo  en  Madrid,  Paris 
seguía  siendo  ct  centro  adonde  se  volvían  los  ojos  en  busca  de  ideas,  de  trajes, 
de  muebles,  de  modas  de  todo  linaje.  Ya  no  comían  tas  personas  de  pro  á 
las  doce  ni  á  la  una,  sino  á  las  tres  de  la  tarde,  y  en  la  corte  se  paseaba  por 
el  Prado,  más  á  pie  que  en  coche,  de  una  á  tres  en  invierno  y  de  seis  en  ade- 
lante en  verano. 

Viajábase  todavía  muy  poco,  si  lo  comparamos  con  lo  que  ahora  suce- 
de, pero  mucho  más  que  en  el  período  precedente.  A  tas  lineas  generales 
de  diligencias,  de  que  ya  se  ba  hecho  mención  siguieron  otras,  abrién- 
dose en  1828  las  de  Badajoz,  Coruña  y  Granada;  y  prueba  de  que  el  ne- 
gocio de  tos  viajes  se  iba  aclimatando  entre  nosotros  las  competendas 
que  comenzaron  á  surgir:  en  Mayo  de  1827  la  primitiva  Compañía  bar- 
celonesa se  disolvió,  formándose  dos  con  sus  elementos:  la  Sociedad  de  DÜi- 
gencias  de  Cataluña,  que  tuvo  su  centro  en  Barcelona  y  usufructuaba  las  líneas 
de  esta  capital  á  Zaragoza  y  Valencia,  y  ta  Compañía  de  Reales  diligencias^  de 
que  era  protector  el  Rey,  pudiendo  usar  en  sus  coches  las  armas  reales,  y 
que  manejaba  las  lineas  de  Madrid  á  Iiún  y  á  Zaragoza,  Galicia,  Extremadura 
y  Andalucía;  á  últimos  det  período  se  estableció  la  Empresa  de  caleseros  de 
Burgos,  que  hacía  el  recorrido  de  esta  ciudad  á  la  frontera  más  económica  y 
cómodamente  que  la  Compañía.  Claro  que  estos  medios  locomotivos  del 
tiempo  del  despotismo  ilustrado  nos  parecerían  hoy,  con  razón,  detestables;  pero 
entonces  significaban  un  inmenso  adelanto,  del  que  tas  gentes  se  hadan 
lenguas  como  de  una  de  las  portentosas  maravillas  del  siglo,  y  por  su  influjo 
se  iban  rápidamente  formando  las  costumbres  modernas.  Las  familias  aristo- 
cráticas adquirieron  en  seguida  la  de  salir  á  veranear  todos  los  años  en  las 
playas  del  Norte,  yendo  tos  señores  en  los  antiguos  coches  de  camino  pro- 
pios de  cada  casa,  y  utilizando  la  diligencia  para  el  transporte  de  la  servi- 
dumbre; los  viajes  al  extranjero  fueron  mucho  más  frecuentes.  Extranjeros 
en  Espafia  se  veí  in  pocos,  y  esos  pocos  en  Sevilla  y  en  los  puertos  de  Medio- 
día y  Levante,  ingleses  todos,  únicos  que  á  la  sazón  viajaban  por  viajar,  pues 
tenían  malísima  fama  nuestros  alojamientos,  lo  mismo  las  fondas  de  las  ciu- 
dades que  los  mesones  de  los  pueblos  y  las  ventas  de  los  caminos,  y  aúo  peor 
la  inseguridad  de  éstos,  infestados  de  bandoleros,  de  los  que  había  algunas 
cuadrillas  celebérrimas,  como  la  de  los  siete  niños  de  Ecija  en  Andalucía,  ^- 
me  el  barhudo  en  Murcia,  etc.  No  ha  de  creerse,  sin  embargo,  que  no  fuera 
posible  viajar  por  la  Península  sin  tropezar  con  alguna  de  esas  gavillas:  en- 
tonces, como  ahora  y  siempre,  los  extranjeros  y  los  españoles  desconteata- 
dízos  y  criticones  han  abultado  nuestros  males.  Había,  sf,  partidas  de  ladrones. 


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HISTORIA  DB  BSPaSa  64^ 

y  el  bandolerismo  habitual  tuvo  tres  ¿pocas  de  terrible  recrudecimiento:  una 
á  la  conclusión  de  la  guerra  de  la  Independencia,  otra  inmediatamente  des- 
pués de  la  revolución  del  20,  y  otra  al  triunfar  la  reacción  del  23,  siendo  es  los 
tres  casos  consecuencia  inmediata  de  las  mismas  guerras;  pero  los  Gobiernos 
hadan  compromiso  de  honor  acabar  con  los  salteadores  de  caminos;  dedicaban 
á  este  servicio  laa  tropas  de  linea,  las  cuales  escoltaban  las  diligencias  en  los 
parajes  peligrosos,  v.  gr.,  Sierra  Morena,  y  pers^ufan  sin  cesar  á  tos  bando- 
leros, que  eran  ahorcados  en  cuanto  caían  en  manos  de  sus  perseguidores. 
Ha  habido  ¿pocas  en  tiempos  posteriores  en  que  han  sido  más  frecuentes 
los  casos  de  bandolerismo,  v.  gr.,  en  1868  y  69  los  secuestros  en  Andalu- 
cía, y  en  varias  los  atracos  en  los  trenes. 

Cd  1829  empezó  á  hablarse  de  la  maravillosa  invención  de  los  ferroca- 
rriles, que  tras  varios  ensayos  más  ó  meaos  felices  habían  cons^uido  per- 
feccionar y  poner  en  práctica  aquel  mismo  año  Jorge  y  Roberto  Stephenson 
en  Inglaterra.  La  primera  nación  que  tuvo  la  dichosa  ocurrencia  de  aplicar 
en  grande  et  descubrimiento  construyendo  una  red  general  de  camíaoi  de 
hierro,  fué  Bélgica.  En  cuanto  triunfó  en  Bruselas  el  movimiento  separatista 
contra  Holanda,  el  Gobierno  provisional  llamó  á  Roberto  Stephenson  y  te  en- 
calcó los  trabajos  de  construcción,  que  se  llevaron  con  tanta  rapidez,  que  en  el 
primer  aniversario  de  la  Independencia  (1831)  inaugurábase  ya  la  línea  de 
Bruselas  á  Malinas.  No  anduvo  perezosa  España  en  adoptar  tan  gran  adelanto, 
pues  en  28  de  Marzo  de  1830  se  publicaba  una  Real  orden  «concediendo  i 
>D.  Marcelino  Calero  y  la  G}mpañfa  que  ¿I  forme  privilegio  exclusivo  por 
■  término  de  veinticinco  años  para  la  construcción  de  un  ferrocarril  de  Jerez 
de  la  Frontera  á  Sanlucar,  pasando  por  el  Puerto  de  Santa  María  y  Rota.  >  El 
Rey  se  declaraba  protector  de  la  Empresa,  nombrando  jMtB  conservador  de 
la  misma  al  capitán  general  de  Andalucía.  No  tuvo  buen  éxito  esta  tentativa; 
pero  el  deseo  de  tener  ferrocarriles  no  desapareció.  Mesonero  Romanos,  en  la 
descripción  de  su  viaje  á  Bélgica,  publicada  en  &l  SonaHoriú  Pintoresco  Espa- 
iH>l{i),  después  de  ponderar  las  comodidades  de  un  viaje  en  tren,  declara  que, 
á  su  juicio,  y  contra  el  de  muchos  en  España  que  no  sabían  dónde  les  apretaba 
elzapato,  jamás  llegaríamos  á  disfrutarlas  aquí,  porque  las  desigualdades  de  ni- 
velen nuestro  territorio  y  las  ásperas  sierras  que  to  cruzan  en  todas  direccio- 
nes hablan  de  hacer  imposible  siempre  la  adaptación  de  tal  progreso  en  nues- 
tro país. 

Volviendo  á  la  vida  urbana,  apuntaremos  que  también  tenia  grandes 
deñciencias  comparada  con  nuestra  época:  sus  sobresaltos  y  quebrantos  no 
flojos,  dimanados,  ya  de  los  espantosos  incendios,  no  de  casas,  sino  de  man- 
zanas enteras,  que  no  podían  ser  combatidos  como  ahora  por  falta  de  ade- 
cuado servicio  (2),  ya  de  las  inundaciones  que  producían  los  fuertes  agua- 
ceros ó,  mejor  dicho,  la  imperfección  del  alcantarillado  (3),  donde  lo  habla;  ya 
del  nauseabundo  hedor  de  los  retretes,  efecto  de  esa  misma  imperfección  ó 


(i)  El  vüjc  fuC  ea  1833-34;  pero  el  Stmaaarii  no  empeid  á  pnblicane  haica  1836.  Des- 
pués publicA  Mesonero  U  relación  ea  tomo  ap&rte,  pero  saprimiendo  y  modl&ondo  fe  primi- 
li»».  De  lo  suprimido  es  lo  que  se  refiere  en  d  texto. 

(3)  En  U  Doctie  del  17  Abril  1S15  incendióse  toda  ana  meniana  (17  casas)  en  1k  Puerta 
del  Sol.  En  1831  cred  en  Madrid  D.  Manuel  M.  de  Goyri  la  primera  CompKaia  de  s»uroi  con- 
tra Incendios.  Ea  Cádiz  la  generación  nacida  en  el  reinado  de  Fernando  VK  recordana  con  es- 
panto un  incendio  en  que  todoi  los  Tecinas,  agaiTadoi  í  las  rejas  como.í  nnai  parrillas,  perecie- 
toQ  abrasados  i  la  vista  del  público,  sin  que  hubiera  manera  de  librarlos  de  tan  horrible  muerte. 

(3)  Focos  días  deipats  del  reterido  incendio  habo  en  Madrid  una  inundación  casi  eene- 
ral  de  tiendas,  esubtecidas  la  majrorfa  en  covachuelas  sobtetraDeas,  con  pérdida  grandísima 
para  el  coineiclo. 


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650  HISTORIA    DE  ESPAÑA 

ausencia  (t);  ya  de  la  falta  del  alumbrado,  que  hacia  casi  imposible  el  tránsito 
nocturno  (3);  ya  de  la  manera  como  se  efectuaba  entonces  la  limpieza  (3)  y 
se  distribuían  las  carnes  (4];  ya  de  la  licencia  que  tenían  los  vecinos  para 
convertir  la  vía  pública  en  corral,  tropezando  á  cada  paso  el  transeúnte  con 
cabras,  corderos,  cerdos,  pavos  y  gallinas  que  escarbaban  en  la  basura;  ya 
de  la  insuficiencia  del  agua  potable,  que  en  los  veranos  de  sequia  llegaba  á 
ser  angustiosa  y  carísima  escasez;  ya  de  las  bromas  pesadas  ó  burlas  de  los 
jóvenes,  especialmente  los  estudiantes,  entonces  mucho  más  guerreros, albo- 
rotadores y  calaveras  que  al  presente  (3);  ya  de  las  insolencias  de  la  gente  de 
bronce  (manólos,  chisperos,  etc.)>  engreídos  á  la  sazón  por  la  gracia  que 
habían  hecho  á  todos  en  el  reinado  de  Carlos  IV,  y  de  que  adn  quedaban 
grandes  vestigios,  y  por  las  adulaciones  de  que  eran  objeto  por  su  adhesión 
á  la  causa  nacional  en  la  guerra  de  la  Independencia,  y  después  al  Rey  abso- 
luto en  las  luchas  políticas;  Snalrocute,  de  la  inseguridad  personal  dentro  de 
las  poblaciones,  donde  eran  frecuentes  los  atracos  y  las  riñas,  aunque  de 
estos  últimos  males  sería  muy  aventurado  creer  que  hayan  disminuido,  al 
menos  en  la  proporción  que  suponen  los  optimistas  de  la  edad  presente. 

La  moda  de  la  tnanoUria  madrileña,  de  que  los  saínetes  de  D.  Ramón  de 
la  Cruz,  más  que  reflejo  fueron  causa,  y  que  inñciooó  más  ó  menos  á  la  ju- 
ventud aristocrática  de  los  primeros  años  del  siglo,  sin  excluir  al  mismo  rey 
Fernando  VII,  decayó  mucho  en  el  reinado  de  éste.  Hubo  todavía  heroínas 
manolescas,  como  Pepa  la  naranjera,  que  tenía  su  puesto  en  la  esquina  de  la 
calle  del  Prado  con  la  del  Príncipe,  y  cuyos  dichos  eran  reídos  y  celebra- 
dos eo  todo  Madrid  (6);  pero  el  culto  á  la  gente  ordinaria  fué  declinando 
sin  cesar,  en  parte  porque  los  liberales,  no  hallando  calor  en  ella,  despreciá- 
ronla y  denostáronla  con  los  apodos  de  plebe,  populacho  y  vil  canalla,  que 
reservan  los  partidos  para  el  pueblo  cuando  no  les  es  adicto,  y  en  parte  por 
el  creciente  influjo  del  extranjerismo  parisiense  y  por  la  afición  á  ta  música 
clásica  y  á  la  literatura  romáatica.  A  las  giras  de  campo,  alas  meriendas,  alas 
francachelas  al  aire  libre  sucedieron  las  tertulias  caseras,  en  que  se  hacían  jue- 
gos de  prendas,  se  jugaba  á  la  lotería,  se  tocaba  el  piano  y  se  cantaban  ro- 
manzas sentimentales.  La  aristocracia  no  daba  entonces  reuniones — las  frases: 
abrir  sus  salones,  quedarse  en  casa  la  señora,  etc.,  no  tenían  aún  el  sentido 
que  adquirieron  mucho  después —  y  sólo  por  Carnaval  habla  bailes  aristo- 
cráticos, no  en  ninguna  casa  particular,  sino  en  la  denominada  de  Traslamara 
(calle  de  Isabel  la  Católica),  donde  había  grandes  salones  revestidos  de  gro- 


|l)  Ed  Madrid  los  relretes  estaban  en  los  poit*] 
aeuntes  los  utilizaban.  Habfa  poios  negros,  qoe  liinpi 
de  Sabatini. 

{2)  Donde  lo  habla,  como  en  Madrid,  era  lan  escaso,  que  no  excusaba  el  empleo  de  ta 
linterna  para  salir  á  la  calle, 

(3)  En  Madrid,  por  ejemplo,  los  vecinos  vaciaban  la  basura  en  medio  de  la  calle,  rslli 
eran  recogidas  —  ¡dos  veces  á  la  semana!  —  poi  los  barrenderos  de  la  villa. 

(4)  A  lomo  de  caballerías,  que  las  llevaban  al  descubierto. 

(5)  Refiere  Mesonero  que  en  cierta  ocasián  lleearon  en  una  verbena  i  robar  una  mn- 
jer  que  iba  con  su  marido.  La  salida  nocturna  de  los  alumnos  de  la  Acadeinia  de  Sao  Feman- 

16)  D.  Diego  deBiezma  y  Fonseca,  caballero  muy  aludido  y  extranjerizado  por  complíio 
en  su  traje,  maneras,  y  hasta  en  el  acento,  pasó  por  el  puesto  on  día  de  lluvias,  y  para  do  dhd- 
cbarse  en  el  arroyo,  pidió  permiso  para  hacerlo  por  dentro,  diciendo  finamiiile  á  Peps:  •í Itf 
ptrmile  usté  icharvn  pieit,  "Per  mi— coj¡ttsl6  Pepa  — «*íííjíí  úiíwjj/ímiw  ÍBj™o/rii.»  Invita- 
da Pepa,  que  era  muy  giiapa  y  nada  austera,  por  el  (jiiTegidot  para  hacer  de  aííio  A/ O/in^' tu 
UDO  de  los  carros  alegóricos  que  salieron  cuando  la  jura  de  Isabel  Íl,coDttst6:lj1vtMariifii- 
rinma,!iíñBria!¡Esai  eirimanias  ne  ¡on  propias  d€  gitttts  de  honor!  Vao  replicándole  el  Comgi- 


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HISTORIA   DB  BSPARA  65 1 


téseos  y  follajes,  y  con  fuentes  en  el  centro,  elemeatos  preciosos  para 
combinar  con  el  profuso  alumbrado  y  ricas  cortinas  una  decoración  digna  de 
Las  mii_yimaHOCÍts.l-os^ñstócratas,Í0TTanndo  sociedad  recreativa,  celebraban 
allí  á  escote  los  referidos  bailes,  á  que  asistían  los  Reyes  é  Tufantes.  A  semejan- 
za de  esta  encopetada  organizáronse  otras  sociedades  con  el  mismo  fin,  alguna, 
como  la  que  daba  sus  bailes  en  las  casas  de  Abrantes,  que  era  honrada  con 
la  présemela,  si  no  de  tos  Reyes,  de  algún  Infante  y  muchos  Grandes.  El  coro- 
nel D.  Pablo  Cabrero  era  dueño  de  la  Platería  de  Martines,  y  en  su  magnifico 
salón,  capaz  para  800  personas,  daba  de  vez  en  cuando  suntuosas  fiestas.  Lo 
mismo  otros  particulares  en  casas  más  modestas.  La  :  fición  á  bailar  se  gene- 
ralizó entre  los  jóvenes  elegantes,  denominados  lechuguinos,  y  hubo  varias 
academias  de  baile  muy  acreditadas,  como  la  de  Belluci  y  la  de  Besuguillo. 
Tampoco  faltaron  sociedades  ~  e&pecie  de  clubs  á  la  inglesa —  de  gente 
joven  toda  masculina,  sin  otro  objeto  que  divertirse,  y  se  hizo  célebre 
la  de  Los  Caballeros  de  la  Cuchara,  instituida  por  D.  Satusiiano  Olózaga, 
de  menos  de  veinticinco  años  á  la  sazón,  guapo  mozo  que  en  los  combates 
propios  de  su  edad  sabía  hacer  ondular  con  gracia  los  rizos  de  su  cabellera 
y  sacar  partido  de  sus  expresivos  ojos,  asf  como  de  su  extraordinaria  elocuen- 
cia no  exenta  de  malignidad  traviesa  en  la  conversación.  Los  Caballeros  de  la 
Cuchara  se  daban  opíparos  banquetes  en  las  fondas  de  Genieys  ó  de  la  Fon- 
tana de  oro,  alquilaban  caballos  para  cabalgar  juntos  en  lucido  y  bullicioso 
escuadrón  por  la  Moncloa  y  la  Casa  de  Campo,  y  solían  asistir,  siempre  jun- 
tos, i.  los  teatros  del  Principe  y  de  la  Cruz.  Documentos  que  no  ha  visto,  pero 
si  vislumbrado,  el  autor  de  este  libro  permiten  sospechar  un  caso  raro  en  la 
alegre  juventud  de  D.  Salustiano:  que  se  enamoró  de  verdad  de  una  señorita 
de  familia  decente  y  modesta,  á  la  que  ofreció  con  todo  el  ardimiento  propio 
de  su  carácter  y  años  corazón  y  mano;  pero  fué  desdeñado  porque  aquella 
joven  quiso  meterse  monja,  y  lo  hizo  contra  viento  y  marea  de  su  familia,  á 
la  que  no  parecía  mal  el  enlace  con  Olózaga,  mozo  de  indiscutible  talento 
y  grandes  esperanzas.  No  por  eso  desistió  el  desdeñado  amante,  y  durante 
muchísimo  tiempo  persiguió  á  su  ingrata  Dulcinea,  sin  duda  con  laesperanza 
de  hacerla  salir  del  convento,  y  aprovechando  para  perseguirla  su  posición 
y  tas  circunstancias  políticas  que  siguieron  á  la  muerte  de  Fernando  VII.  La  ra- 
reza de  este  caso  es  que  la  señorita  tan  amada  como  perseguida  por  D.  Salus- 
tiano Olózaga  fué  Sor  Patrocinio,  tan  célebre  después  en  el  reinado  de  IsabelII. 
Espectáculos  públicos.  El  teatro.— \ a  &^  ha  indicado  de  él  lo  suficiente; 
pero  queda  por  decir  de  los  actores.  Refiere  Alcalá  Galiano  que  Maiquez,  por 
haberse  dejado  ablandar  por  los  halagos  de  José  Bonaparte  y  de  las  autori- 
dades afrancesadas  representando  en  su  virtud  en  Madrid  durante  la  domi- 
nación del  Intruso,  se  atrajo  dura  persecución  en  1 8 14,  y  hasta  el  odio  perso- 
nal del  rey  Femando  (i).  Nada  dice  Mesonero  Romanos  en  las  Memorias  de 
un  setentón  de  semejantes  persecuciones  ni  odio,  y  eso  que,  como  buen  mili- 
ciano del  año  20,  recoge  con  cuidadosa  delectación  cuanto  puede  oscurecer 
los  períodos  absolutistas  y  alumbrar  el  liberal  {2).  £n  cambio,  cuenta  que  los 
primeros  años  de  la  reacción  fueron  para  Maiquez  el  cénit  de  su  carrera,  in- 
terviniendo también  como  director  de  escena  en  la  reforma  que  tuvo  enton- 
ces la  parte  material  del  teatro,  tanto  en  decoraciones  como  en  vestuario.  £1 
público  estaba  entusiasmado,  electrizado  con  su  artista  favorito;  en  1818  sufrió 


(I)    Ktcutrdoi.-Vm. 

(3)  y.  gr.,  atríbu^rendo  ti  período  conititucional  (pdt;.  349)  el  estableciniicnto  de  lai  Lí- 
ntai  gmtralís  di  Diligeneiai,  cuando,  legliD  coDita  eo  el  texto,  Isd  iinponaiKe  mejota  es  de  lot 
periodo»  abiolatútas  de  1814  á  30  7  del  33  al  )j. 


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632  HISTORIA   DE  VSPlífiA 

Maiquez  una  enrermedad  de  muerte,  y  el  pueblo  madrileño  se  interesó  ex- 
traordiDanamante  por  el  y  le  tributó  la  mayor  ovación  que  se  habia  hecho 
hasta  entonces  á  ningún  actor  —  la  primera  en  que  se  arrojaron  al  escenario 
coranas,  palomas  y  versos  —  cuando  salió  á  la  escena  restablecido  y,  repre- 
sentando la  tragedia  Nina  II,  dijo  estos  versos,  tan  apropiados  á  su  situación: 

¡S(,  guerreroi;  al  Ciclo  me  ha  MÜvadoI 
iNaevo  doo  ei  el  alie  qae  respiro 
De  tu  iiiniea$a  bondad, . . . 

La  persecución  vino  este  mismo  año  de  1818,  y  fué  por  la desobedieocia 
y  altanería  con  que  se  opuso  á  poner  en  esceaa  Ij>s  treí  iguaUs,  de  D.  Javier 
de  Burgos,  á  pesar  de  ta  orden  expresa  del  juta  cmuervador  de  teatros  y 
corregidor  D.  José  Manuel  Arjona.  Maiquez  fué  desterrado  á  Ciudad  Real; 
pena  incoucebtble  por  semejante  falta  en  nuestro  tiempo,  pero  leve  para  lo 
que  se  usaba  en  aquella  época.  Maiquez  alcanzó  su  postrer  triunfo  con  iDOtivo 
de  su  destierro:  el  público  reunido  delante  de  su  casa  en  la  calle  de  Santa 
Catalina  prorrumpió  al  verle  partir  en  un  gnto  de  indignación,  teniendo  que 
intervenir  la  fuerza  pública  para  imponer  el  orden.  El  gran  actor  fué  á  Ciudad 
Real,  y  después  á  Granada,  donde  perdió  primero  la  razón,  y  después  la  vida. 

En  Cádiz,  poco  después  de  haberse  levantado  el  sitio  por  los  franceses, 
pero  estando  allf  todavía  el  Gobierno  y  las  Cortes,  empezó  á  brillar  Guzmán, 
actor  gracioso  ó  cómico  que  diríamos  hoy,  que  fué  el  de  punta  en  el  reinado 
de  Fernando  VII;  <la  taila  de  salvamento  de  las  compañías^  el  etuattto  del pií- 
blicO'¡  como  ha  escrito  Mesonero.  En  plano  inferior  ñguraba  la  Antera  Baus, 
la  primera  actriz  de  la  época,  que  hacía  muy  bien  las  obras  de  Tirso  de  Mo- 
lina, á  que  el  pueblo  y  el  Rey  eran  muy  aficionados  (i),  y  no  menos  la  tra- 
gedia clásica  y  cuanto  se  representaba  entonces.  Los  demás  actores  de  la 
época,  si  hemos  de  creer  á  los  contemporáneos  que  más  bien  suelen  exagerar 
que  deprimir  el  mérito  de  los  que  los  distraen  y  divierten,  no  pasaban  de 
medianías,  aunque  algunos  gozaron  de  gran  favor  con  el  público,  y  otros  ha- 
blan de  alcanzarlo  más  tarde;  v.  gr.,  Valero,  á  la  sazón  en  los  comienzos  de  su 
larga  carrera.  Al  Conservatorio,  inaugurado  en  1830,  acudieron  muchos  discí- 
pulos úc  declamación;  entre  otros,  los  hermanos  Romea  fjuhán  y  Florencio)  y 
Mariano  Fernández.  El  primero  dio  gallardísimas  muestras  de  lo  que  habb 
de  ser,  representando  como  alumno  en  las  festividades  de  la  escuela.  Feman- 
do VII  le  vio  hacer  una  piececita  titulada  £/  Testamento,  y  dijo  á  los  que  le 
rodeaban:  E^te  muchacho  empieza  por  donde  otros  acaban. 

Los  toros.  —  Fernando  VII  pasa  para  muchos  por  un  rey  esencialmente 
taurómaco,  y,  en  efecto,  gustaba  de  presidir  las  corridas  en  Madrid,  y  se  reía 
mucho  cuando  el  público  le  gritaba  desaforadamente:  ¡No  lo  entiende  usted 
También  en  su  reinado  fué  creada  una  Escuela  ¡A  tanromaqnia,  que  ba  servido 
de  argumento  repetidfsimo  á  la  oposición  liberal  postuma  que  se  le  ha  hecho. 
La  verdad  histórica  es,  sin  embargo,  que  al  ser  restaurado  en  1814  una  de  las 
primeras  medidas  de  su  absoluto  poder  fué  prohibir  las  corridas  de  toros,  res- 
tablecidas por  los  franceses,  ó  sea  restaurar  en  este  punto  la  legislación 
vigente  en  1808.  Las  corridas  no  se  permitieron  hasta  1815,  por  virtud  de 
repetidisimas  instancias  de  la  ajición  y  de  los  que  viven  de  ella;  v,  gr.,  los 
ganaderos  de  reses  bravas. 

(I)  D.  Dionisio  Solía  h¡io  1 
Morclo,  RoJHi,  MontalbáD,  etc..  q 
escoyla  siempre  una  obra  de  Tirs< 


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HISTORIA  DB   ESPaRa  653 

En  aquel  momento  no  andaba  muy  bien  de  diestros  la  ñesta  tau- 
rina. Pedro  Romero  (i)  estaba  retirado,  y  Jerónimo  José  Cándido  (z),  viejo 
y  en  plena  decadencia,  aunque  reconociéndole  todos  su  indiscutible 
maestría;  pero  no  tardó  en  alzarse  una  estrella  de  primera  magnitud,  Ctirro 
GȆU*  (3),  el  cual,  ya  conocido  en  el  periodo  anterior,  habla  vivido  en 
Portugal  desde  la  prohibición  de  los  toros  en  tiempo  de  Carlos  IV,  y  se  pre- 
sentó en  181 5  con  la  aureola  patriótica  de  no  haber  toreado  para  complacer 
á  Pepe  Botellas  y  sus  gabachos.  Tuvo  suerte,  porque  nadie  podía  hacerle 
sombra  en  aquella  época.  £1  único  que  hubiese  podido  hacérsela,  el  gitano 
Tragahukés  (4),  fué  apartado  del  redondel  por  terrible  y  romancesca  tragedia: 
tal  fué  que  al  volver  á  su  casa  después  de  una  de  sus  campañas  taurinas  sor- 
prendió á  su  mujer,  que  era  una  gitana  guapísima  y  famosa  cantaora,  en  bra- 
zos de  un  acólito  de  la  parroquia,  á  quien  llamaban  Pepe  ellistiÜo.  Despavo- 
rido Pepe,  salió  corriendo  de  la  estancia,  y  no  halló  mejor  escondite  que  una 
tinaja,  donde  se  zambulló,  y  fué  alcanzado  por  el  furioso  gitano,  que  le  dego- 
lló allí  mismo.  En  cuanto  á  la  hermosa  y  culpable  cantaora,  fué  cogida  por  el 
marido  y  arrojada  á  la  calle,  estrellándose  en  el  pavimento.  El  pobre  Traga- 
buches,  una  vez  cometidas  estas  atrocidades,  que  en  un  jurado  de  nuestros 
dias  probablemente  hubieran  sido  absueltas,  á  que  nuestros  tribunales  de 
Derecho  habrían  impuesto  la  pena  mínima  señalada  al  marido  que  sorprende 
á  su  mujer  y  al  cómplice  en  flagrante  adulterio,  y  que  aun  en  aquellos  tiempos 
habría  encontrado  mucha  misericordia  en  la  justicia,  ya  que  el  concepto 
calderoniano  del  honor  conyugal  reinaba  entonces  en  todos  los  corazones  es- 
pañoles, y  podían  cometerse  adulterios,  pero  la  opinión  general  rechazaba 
con  indignación  este  delito,  se  ofuscó,  y  no  discurrió  otra  cosa  que  irse  con 
la  cuadrilla  de  Los  Niños  de  Écija  y  hacerse  bandolero.  Se  dijo  que  el  mismo 
Tragahttckes  compuso  —  ó  quizás  fuera  un  ignorado  poeta  popular  en  su 
nombre  —  aquella  copla  que  reza: 

Una  mujer  loé  la  causa 
De  mi  peidiciún  primera: 
No  hay  perdición  en  d  mundo 
Qae  por  mnjcreí  no  T«ngB  (5). 


siendo  el  primero  qae  mató  con  muleta,  en  Ronda  (ij  AgoiCo  1753).  Sn  hijo  Jnan,  nacido 
igualmente  en  Ronda  (1733J,  y,  como  sa  padre,  upalero,  toma  ta  ailemalivi  en  1754,  y  lleeú  i 
la  prodigiosa  edad  deciento  dos  años;  hijos  deJuanfueroD:Pedro,  citado  en  el  texto,  qae  eclipsó 
i  su  padre;  JoU,  que  murió  de  enrermedad  en  1S05,  7  Antonio,  que  molió  de  cogida  en  la 
plan  de^íranada  (5  Mayo  1803).  Los  Romero  ion  considerados  como  los  patriarcas  del  toreo 
á  pie  en  EapaSa.  ó  sea  que  Francisco  fa£  el  primero  que  mató  con  espada;  pero  algunos  escri- 
tores taurínoi  atribuyen  eslBgloria,  si  lo  es,  al  sevillano  FíIík  Palomo.  Elle  turo  un  hermano — 
Manuel— valiente  diestro  como  éh  ambos  parece  que  se  retiraron  de  lalldiahacia  elaBo  1770. 

(3)  Nacido  en  Chidana  (S  Enero  1760),  hijo  de  un  gran  matador  del  si^lo  xvin:Josó  Cán- 
dido heredó  ana  buena  fortuna  que  se  gastó  alegremente  y  tUTO  que  dedicarse  al  toreo  para 
TÍrir,  dándole  la  alteraaliva  Pedro  Romero  en  Sevilla  (35  Octubre  1S03).  En  l8ia  contrajo  noa 
enfermedad  que  le  obligó  á  retiráis*  de  la  lidia;  y  como  no  tenia  nn  coarto  --  era  el  lipo  del 
torero  juirguista  y  manirroto  —  hnbo  de  soUcilai  un  destinillo  en  el  Resguardo  de  Sanldcar 
de  Barrameda.  Apenas  repuesto,  toItíó  i  las  plazas,  teniendo  ya  cincuenta  y  cinco  años,  y 
toreó  mal  que  bien  otros  quinee. 

(}|  Se  llamaba  Francisco  Herrera  y  Kodtlguei,  nació  en  Utrera  {13  Octubre  1775].  Le  dio 
Ib  altEtnalin  en  Madrid  Jerónimo  José  Cándido  J1796). 

(4)  José  UlIoB,  según  unos  escritores,  de  Ronda,  yseg&n  otros,  de  Arcos  de  la  Frontera,  ya 
en  iSoí  Rutaba  matando  en  la  plaza  de  Madrid  con  Pedro  Romero. 

{%)  £1  trágico  caso  del  Traga&ucht!  es  referido  por  lodos  los  historiadores  del  toreo,  de  la 
misma  forma  en  cuanto  al  fondo  del  adulterio  y  muerte  de  los  adúlteros,  con  variames  múlti- 
ples en  los  accidentes  y  pormenores.  Algano  pone  en  duda  el  haberse  ido  Tragabuchit  con 
Let  NiltBt  dt  Ecija.  Suceso  que  impresionó  mucho  en  Andalocfa,  ha  debido  de  ser  modificado 
y  ampliado  por  la  imaginación  popular. 


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654  HISTORIA   DE    ESPAÑA 

Campeando  solo  Curro  GuiUiíty  y  teniendo  condiciones  excepcionales 
para  su  arte,  no  es  de  maravillar  que  fuera  el  ídolo  de  la  afición  en  todas  las  ' 
comarcas  de  España.  Hasta  entonces  los  diestros  estaban  agrupados  en  dos 
escuelas:  la  randeüa,  que  segufa  la  tradición  de  los  Romero,  y  la  semllama, 
que  tenía  por  modelos  á  Costillares  (i)  y  PepeHilh  (2).  Curro  Guillen  fué  un 
sabio  ecléctico  que,  prescindiendo  de  estas  distinciones,  daia,  como  diré  on 
historiador  taurino,  d  cada  toro  lo  que  pedia.  Por  desgracia  suya  y  de  los  aficio- 
nados, murió  en  la  plaza  de  Ronda  en  la  tarde  del  30  de  Mayo  de  1820;  y  se 
cuenta  que  tuvo  la  culpa  un  espectador, apellidado  Mampedi,  enemigo  suyo,  el 
cual  le  gritó:  Señor  Curro,  id  que  tto  se  atreve  usted  d  recióir  ese  toro}  Picado  el 
maestro  en  su  amor  propio,  recibió  al  toro,  y  fué  enganchado  por  el  muslo  y 
lanzadocontra  los  tabterosjQué  cosas  tan  bonitas  y  delicadasse  ven  en  los  toros! 

A  la  desaparición  del  gran  maestro  siguió  un  período  en  que  ninguno  de 
los  matadores  de  cartel  alcanzó  universal  renombre:  Manuel  Alonso,  el  Cas- 
tdlano,  Juan  Niinei,  Seutintientos,  VrancKcn  Hernándcií,  í/  Bolero,  José  An- 
tonio Badén,  Juan  Jiménez,  el  Morenillg,  Luis  Ruiz,  Juan  León,  Leoncillo. 
Francisco  González,  Pachán,  Roque  Miranda,  Rigores,  Manuel  Parra,  Manuel 
Lucas  Blanco,  etc.,  tuvieron  cada  uno  sus  amigos  y  sus  adversarios,  sus  bue- 
nas y  sus  malas  partes,  sus  días  felicesy  desgraciados.  Ninguno  llegó  á  ceñir 
la  corona  de  la  monarquía  taurina;  todos  reconocían  como  á  un  patriarca  reti- 
rado al  viejo  Jerónimo  José  Cándido,  el  cual  dirímla  sus  diferencias,  los  arre- 
glaba y  distribuíael  trabajo, etc.  Loque  no  pudo  evitar  el  bueno  de  Jerónimo 
fué  que  las  cuestiones  políticas  agriasen  las  competencias  taurómacas:  el  Som- 
brerero era  un  absolutista  furibundo,  y  Leoncillo,  liberal  muy  avanzado.  Según 
predominaban  en  el  público  los  de  uno  lí  otro  bando,  eran  los  diestros  alter- 
nativamente aplaudidos  ó  silbados,  sin  consideración  á  la  faena  realizada  por 
ellos  en  la  plaza  (3).  Liberal  de  acción  fué  también  Rigores;  tanto,  que  en  1823 
se  le  desterró  de  Madrid.  Acudió  al  Rey,  y  éste  le  indultó  completamente,  con 
lo  que  pudo  volver  á  su  ruedo  favorito.  Realista,  en  cambio,  Lucas  Blanco, 
al  que  aus  ideas  llevaron  al  crimen,  y  le  costaron  la  vida  pocos  años  después 
de  la  muerte  del  rey  Fernando  (4). 

Varías  desgracias  ocurridas  en  estos  años  de  decadencia,  y  la  decadencia 
misma  det  espectáculo,  hicieron  concebir  la  idea  de  establecer  una  escuela  de 
Tauromaquia,  como  se  hizo  en  Sevilla,  por  Real  orden  de  20de  Mayo  de  1830. 
Fueron  nombrados  director  Pedro  Romero,  y  segundo,  Jerónimo  José  Cándi- 
do (5);  concediéronse  diez  becas  para  otros  tantos  alumnos  numerarios, 


(i;    Nació  en  SíTÍIlaii743).  Mario  de  enfermedad  en  Madrid  (17  Enero  1803).    ' 

(3)  José  Delgedo./Vf-^/Zo,  nació  en  Seritla  (Mano  I754l,segdn  ha  arerignmdo  el  doctor 
Thebaisen.  Discípulo  de  Costillares.  Fui  cogido  en  Madrid  (II  Mayo  1801).  Ed  el  libio  Antt- 
íe¡üii¡í¡  folilicoi  ¿e  rSoS,  del  míiqaéi  áe  heina,  hay  mencionada  una  carta  de  María  Laisai 
Godoy  i  la  sazón  en  la  Guerra  dt  ¡as  naranjas,  expresando  la  profunda  impresión  qae  le  causó 
aquella  desgracia. 

(J)  En  1832,  ¥  [oreando  ya  Montes,  el  público,  compuesto  de  liberales  en  su  mayoiia. 
tiató  cruelmenle  al  Scinbrercri}.  No  bien  acabó  la  corrida,  tomó  el  diestro  el  camino  de  li 
Granja,  y  se  quejó  á  Fernando  Vil  de  la  injusticia  de  que  era  víctima  por  considerarle  realista. 
El  Rey  Je  oyó  sonriendo  y  prometió  hacerle  justicia.  iCual  no  seria  la  sorpresa  del  infelii  cuan- 
do á  los  pocos  días  recibió  una  orden  prohibiéndole  (orear  en  Madrid!  Este  desengaÜo  le 
apartó  de  la  profesión  retirándose  á  Sevilla,  donde  habla  nacido  en  17S3,  y  vivió  hasta  iS6a. 
Marii^  en  el  Hospital. 

(4)  En  la  noche  del  iS  Abril  1337,  en  un  colmado  de  la  calle  de  Fuencarral,  trabóse  de 
palabras  por  la  cuestión  política  con  un  miliciano  nacional  apellidado  Ctcspo  de  los  Reyes; 
acaloráronse  los  ánimos,  y  salieron  ambos  desafiados  A  la  calle,  teniendo  Crespo  en  el  (u- 
cuenlro  la  desvenlnri  de  perecer;  su  matador  la  tuvo  de  morir  en  el  patíbulo  (9  Nonembre  del 
mismo  año).  Hoy  hubiera  pagado  con  algunos  años  de  presidio. 

15)  Al  hacerse  los  nombramientos  se  prescindió  de  Romero,  i  la  sazón  retirado  en  Roa- 
da  pero  Él  elevó  al  Rey  un  memorial  exponiendo  sus  servicios,  y  luí  atendido. 


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HISTORIA   DE  ESPAÑA  655 

3da  una  de  2.000  reales.  {Cuánto  se  ha  censurado  eata  disposiciónl  Y,  efecti- 
vameotc,  es  un  tópico  muy  aparente  eso  de  decir;  ¡Á  la  vez  que  se  cerraban 
las  Universidades  se  creaba  una  Escuela  de  Tauromaquial  Como  tema  para  un 
artículo  6  gacetilla  de  periódico,  ó  como  pase  de  efecto  en  un  discurso  de  opo- 
sición, no  está  mal;  pero  elevar  este  fuego  de  artificio  i  la  categoría  de  axio- 
ma de  critica,  histórica,  como  tantos  han  pretendido,  es  una  injusticia  y  una 
toBteHa.  Se  cerraron  tas  Universidades  durante  dos  cursos  por  cuestión  de 
orden  público,  que  autoriza  ó,  mejor  dicho,  obliga  á  cerrar  todo  lo  que  sea 
menester;  pero  un  rey  como  Fernando  Vil,  en  cuyos  períodos  de  poder 
absoluto  se  crearon  las  primeras  escuelas  de  Agricultura  y  las  primeras  es- 
cuelas de  barrio  eu  Madrid,  el  Conservatorio  de  Artes,  cl  de  Música  y  Decla- 
mación y  el  Museo  del  Prado,  se  reformaron  los  estudios  de  la  Academia  de 
San  Fernando,  á  cuyas  distribuciones  de  premios  asistía  todos  los  ailos,  y  se 
dio  el  Plan  general  de  Enseñanza  de  1824,  bien  pudo  establecer  una  escuela 
de  Tauromaquia,  sin  merecer  el  samienito  que  esa  despreciable  sandez  lleva 
dentro.  Pero  es,  además,  que  esa  escuela  estuvo  muy  bien  establecida.  Que 
las  corridas  de  toros  no  son  una  fiesta  civilizadora  ni  ediñcante  y  que  con- 
tribuyen á  nuestro  retroceso,  tiénelo  por  indudable  el  autor  de  esta  Historia. 
Fernando  Vf!  no  debía  de  andar  muy  lejos  de  la  misma  opinión,  cuando  las 
suprimió  de  rafz  en  1814;  pero  si  ha  de  haber  corridas,  como  en  aquella  época 
y  en  ésta  quieren  tantos,  que  haya  una  escuela  donde  se  aprenda  á  lidiar  y 
matar  toros  con  arte,  y  que  no  se  dé  más  el  espectáculo  de  esos  desventura- 
dos que,  huyendo  de  las  cúntds  del  hambre,  se  lanzan  á  las  del  toro  sin  condi- 
ciones y  sin  preparación  adecuada. 

La  escuela  de  1830  duró  muy  poco  tiempo,  y  sacó,  sin  embargo,  grandes 
discípulos.  De  allí  salió  Francisco  Montes  (Pagniro)  (i),  que  tomó  la  alterna- 
tiva en  Madrid,  dada  por  el  Sombrerero  (7  Mayo  1831),  y  cuya  fama  creció  tan 
rápida  é  intensamente,  que  los  mismos  matadores  antiguos  le  cedían  espon- 
táneamente el  primer  puesto  convencidos  de  su  inferioridad  (2). 

Y  aquí  ponemos  punto  á  la  historia  del  reinado  de  Fernando  VII,  el  pe- 
•-iodo  más  importante  para  la  generación  actual,  pues  señala  cl  cambio  entre 
;1  antiguo  y  el  nuevo  régimen,  y  contiene  cuanto,  plagiando  á  Taine,  pode- 
.-nos  llamar  los  orígenes  de  la  España  contemporáiua.  Aquí  concluyen  también 
los  tiempos  históricos  propiamente  dichos;  los  que  corren  después  son  ya  Nues- 
tros días  {3),  de  los  que  damos  á  continuación  unos  breves  Anales. 


(1)  Núió  en  CbicJana  (15  Boero  iSoj).  Sa  padre,  administrador  de  dd  titulo,  Agaraba 
en  la  burgaeiia  bien  acomodada  del  logar,  y  dio  i  todos  bdi  hijoi  carreras  deceoles.  Paso  á 
Paqaíio  en  la  esencia  de  an  respetable  sacerdote,  que  era  la  mejor  de  Chiclaaa;  pero  el  chico 
le  escapaba  del  aala  J  de  sn  casa  para  Irse  al  Matadero  ó  al  campo,  eo  basca  siempre  de  toros 
que  capear.  Jerónimo  Josí  Cándido,  qoe  poda  apreciar  sus  condiciooes,  le  concedió  beca  en 
la  eicaela  de  Sevilla. 

(l|  La  biblioerafía  lamina  es  copiosísima.  Basle  ciUr  aqal  el  Diceionarie,  de  D.  José 
Sinchez  Neira;  la  Taurgmagaia,  de  D.  Leopoldo  Vázquez  7  D.  Leopoldo  Ldpeí  de  Sai;  Lat 
(orriJai  de  tont,  por  D.  K.  S.  de  A.;  /iroüVí  laurine  (anónimo),  etc. 

(3)  Título  de  otro  libro  de  la  Cata  Calleja,  que  se  publicará  en  breve,  precedido  de 
¿a  épffca  át  Gíja,  amboi  del  autor  del  presente,  y  que  contienen  la  historia  contemporánea, 
no  sólo  de  España,  sino  de  todas  las  naciones  hispan o-aroericanas. 


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ANALES  CONTEMPORÁNEOS 


Salcedo,  HiSTORU  DE  EspaRa 


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ANALES  CONTEMPORÁNEOS 


Aiío  iSj^.  —  Al  morir  el  Rey  el  ministerio  estaba  constituido  del  modo 
siguiente:  Estado,  y  puede  añadirse  que  Presidencia,  Cea  Bermúdez;  Gracia 
y  Justicia,  D.  Juan  Gualberto  González;  Hacienda,  D.  Antonio  Martínez; 
Guerra,  é  interinamente  Marina,  general  D.  José  de  la  Cruz;  y  Fomento,  Secre- 
taría creada  en  1832,  el  conde  de  Ofalia  que  en  los  primeros  días  de  la  Re- 
gencia íaé  reemplazado  por  D.  Javier  de  Burgos. 

El  3  de  Octubre  estalló  la  gturra  de  los  siete  aHos,  alzándose  por  D.  Car- 
los el  administrador  de  Correos  de  Talavera  de  la  Reina,  D.  Manuel  González. 
Casi  simultáneamente  las  Provincias  Vascongadas,  parte  de  Navarra  y  Rioja; 
y  Castilla  la  Vieja,  Aragón,  Cataluña,  Valencia,  y  hasta  Castilla  la  Nueva  y  la 
Mancha  llenáronse  de  partidas.  £1  Gobierno  procuraba  dominar  el  conflicto 
desarmando  á  los  voluntarios  realistas  en  Madrid  (27  Octubre)  y  otras  pobla- 
ciones, movilizando  las  tropas  para  perseguir  á  los  levantados— Sarsñeld  con 
una  gruesa  columna  ocupó  á  Bilbao,  y  pareció  someter  á  Vizcaya  —  y  fusi- 
lando sin  piedad  á  cuantos  carlistas  calan  prisioneros  {\),  pero  todo  en  vano. 
Zumalacárregui  fué  reconocido  por  los  jefes  carlistas  de  Navarra  (14  Noviem- 
bre)  como  general,  aunque  los  habla  de  superior  graduación  militar.  Desde 
Portugal  D.  Carlos,  dirigió  manifiestos  á  la  nación  y  al  ejército  (i.°  y  4  de 
Octubre  y  4  Noviembre). 

Inglaterra  y  Francia  apresuráronse  á  reconocer  á  la  Reina.  Negáronse  á 
ello  las  Potencias  del  Norte,  y  el  Papa  (Gregorio  XVI)  (2),  que,  como  soberano 
temporal  estaba  bajo  la  influencia  de  Austria,  tampoco  lo  hizo,  aunque  no 
retiró  el  Nuncio,  y  quiso  adoptar  una  situación  neutral  entre  los  contendien- 
tes. Para  vencer  esta  resistencia  y  desvanecer  los  recelos  de  muchísimos  rea- 
listas que  andaban  todavía  vacilantes  entre  D.  Carlos  y  D.'  Isabel,  Cea  hizo 
dar  á  la  Reina  Gobernadora  el  Maniñesto  de  4  de  Octubre,  en  que  se  prome- 

(l)  El  14  de  Octubre  lo  fat  en  Pamplona  el  general  D.  Sanios  Ladrón.  ReiisliAie  á  lerlo 
par  la  espalda,  como  (raidot;  pero  al  rer  lo  inútil  de  la  resistencia  dijo;  Moriré  tomo  usUdts 
^Kttran;  mas  no  por  tso  empañará  mí  nombn  el  baldón  de  traidor*  Sanios  Ladrón  siempre  ha 
sido  catttiiere. 

(al  Aun  antes  de  la  muerte  del  Rey,  haila  yo  oído  al  Sanio  Padre  exf  resane  en  termiiiói 
de  mueka  duda  acerca  de  la  legUima  sucesión  del  trono.  (Oeipacbo  de  Labrador,  19  Octabre). 


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66o  mSttttlA  DB  BSPAÍÍA 

tfa  mantener  e»  todo  su  oigory  fuerxa  la  Religión ji  ¡a  Monarquía;  y  para  con- 
tentar á  los  liberales  hizose  absoluta  la  amnistía  y  se  declararon  válidos  los 
contratos  entre  los  poseedores  de  mayorazgos  y  los  compradores  de  sus  fin- 
cas, que  en  1824  bablan  sido  declarados  nulos.  En  Madrid  y  en  todas  las  pobU- 
Clones  importantes  los  antiguoB  exaltados,  aiectando  gran  entusiasmo  por 
Isabel  y  Cristina,  gritaban  contra  el  Papa  y  el  clero.  Empezaron  á  publicarse 
periódicos  políticos.  D.  Antonio  Pérez  de  Tudela  reorganizó  el  Gran  Oriente, 
desapareciendo  entonces  las  reliquias  que  aún  quedaban  de  la  Sociedad  de 
los  Comuneros.  Contra  Burgos  se  hizo  una  sañuda  oposición  de  mala  ley  coa 
pretexto  de  las  relaciones  que  había  tenido  en  el  periodo  precedente  con  el 
banquero  Aguado.  Varios  generales  de  procedencia  realista,  pero  que  habían 
modificado  sus  opiniones,  se  pusieron  en  frente  del  Gobierno.  Quesada,  con 
una  dura  exposición  al  ministro  de  la  Guerra,  le  obligó  á  dimitir,  reempla- 
zándole Zarco  de  Valle  (l).  Llauder  mandó  desde  Cataluña,  y  la  hizo  publicar 
en  los  diarios  de  Uarcelona,  otra  exposición  pidiendo  la  inmediata  convoca- 
toria de  las  cortes  del  Reino;  á  los  pocos  días  hizo  lo  mismo  Quesada  desde 
su  capitanía  general  de  Castilla  la  Vieja.  Los  embajadores  de  Francia  ¿  In- 
glaterra laboraron  también  contra  Cea,  por  tener  contraídos  compromisos  con 
D.  Miguel,  el  rey  de  Portugal,  adversario  de  D.^  Matfa  de  la  Gloría. 

Año  18^4.  —  Las  causas  apuntadas  producen  la  crisis,  y  el  1 5  de  Enero 
se  forma  el  nuevo  ministerio:  Estado,  Martínez  de  la  Kosa;  Gracia  y  Justicia, 
Garelly;  Hacienda,  Aranalde;  Marina,  Figueroa,  y  quedando  Zarco  y  Burgos 
con  sus  anteriores  carteras.  En  Hacienda  entró  poco  después  Imaz,  y  en 
Junio  el  conde  de  Toreno  (2). 

El  17  de  Abril  hrmó  la  Reina  el  Estatuto  Real  convocando  las  Corles 
generales  del  Reino,  que  habían  de  componerse  dedos  estamentos:  el  de /ríí«- 
res  (arzobispos  y  obispos,  grandes,  títulos,  propietarios,  etc.)  y  el  de  pro- 
curadores (elegidos  por  tres  años).  Las  Cortes  sólo  habían  de  deliberar  sobre 
los  asuntos  propuestos  por  el  rey  ó  para  formular  peticiones  á  éste.  Abrié- 
ronse los  estamentos  el  24  de  Julio.  Los  proceres  se  manifestaron  ministeria- 
les; pero  en  los  procuradores  predominó  el  elemento  exaltado  que  hizo  votar 
una  peticián  adicionando  el  Estatuto  con  una  declaración  de  derechos  (libertad 
individual,  de  imprenta,  inviolabilidad  del  domicilio,  igualdad  ante  la  ley 
propiedad  para  los  empleos  públicos  y  creación  de  la  milicia  nacional).  Ambos 
estamentos  excluyeron  de  la  Corona  á  D.  Carlos  y  sus  descendientes.  Martí- 
nez de  la  Rosa  había  intentado  desarmar  á  la  oposición  exaltada  con  medidas 
anticlericales:  prohibición  de  proveer  vacantes  eclesiásticas  {26  Marzo);  de 
admitir  novicios  en  los  conventos  (26  Abril);  el  16  de  Junio  dio  el  chusco 
decreto  suprimiendo  la  Inquisición  ¡que  estaba  suprimida  desde  1820I 

El  desbordamiento  de  la  prensa  iba  creciendo.  Se  fundó  El  Eco  del  Co- 
mercio, órgano  de  los  exaltados  (3),  en  oposición  á  la  Revista  Española,  pri- 
mera publicación  moderada  que  salió  al  palenque  (4).  Bretón  de  los  Herreros 
hacía  política  festiva  en  los  periódicos,  fustigando  en  verso  á  los  curas,  á  los 
frailes,  á  Don  Carlos  y  á  la  Santa  Alianza;  también  se  metía  con  los  exal- 

(0  D.  Amonio  Ramán  Zarco  del  Valle  nació  en  la  Habana  (Jo  Majo  1785).  Dislingiiida 
oñcial  de  Ingeniero!,  hizo  tas  principales  guenai  de  lu  liempo.  Del  10  al  3}  laí  sobsecntarn 
de  (¡uerra.jefe  político  de  Barcelona,  comandante  general  de  Aragón,  gobernador  militar  de 
Madrid,  embajador  en  Londres  y  jefe  de  Estado  Mayor  del  ejtrcito  contra  los  franceses.  Ei(>- 
ba  de  cuartel  al  ser  llamado  al  Ministerio. 

I2t  Bn^o*  planteó  en  el  primer  consejo  la  coeslión  de  qae  debía  de  ser  presidente  nato 
délos  ministros  el  de  Estado,  y  por  eso  se  conñiiú  i  Martínez  de  la  Rósala  presidendilitolu'. 

<3)  Duró  hasta  l!t4C|.  Fueron  sus  prici pales  redactores  Fermín  Caballero,  [znaidi.Joaqain 
M.  López  y  Mateo  Ayllón. 

(4I    Kedacuda  por  Carnereio,  liiimaldi,  Alcalá  CaUano,  etc. 


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HISTORIA   DE  ESPAÜA  66l 

tados,  pues  disparaba  desde  los  diarios  de  la  otra  banda.  Lo  mismo,  pero  con 
más  cáustica  intención,  bacfa  Larra,  sin  abandonar  por  eso  la  critica  literaria 
y  de  costumbres.  La  recién  organizada  masonería  movíase  con  gran  activi- 
dad. Unos  exaltados  recién  venidos  de  la  emigración  establecieron  La  Isa- 
Mina  (i),  de  que  fueron  alma  D.  Juan  Olaverría  y  D.  Eugenio  Avinareta  (2), 
en  que  entraron  personajes  como  el  viejo  Calvo  de  Rosas,  que  habla  sido  de 
la  Junta  Central  en  1808,  Romero  Alpuente,  etc.,  y  que  urdió  una  cons- 
piración que  debía  estallar  el  23  de  Julio  para  derogar  el  Estatuto,  reempla- 
zándote por  una  Constitución  que  había  redactado  Olaverría,  inspirada  en  la 
de  Bélgica,  formar  un  Ministerio  presidido  por  Pérez  de  Castro,  y  desterrar  á 
Burgos,  Reinoso,  MÍOano,  Lista,  Hermosilla,  etc.;  es  decir,  á  todos  los  afran- 
cesados de  viso.  Fué  descubierta,  y  se  formó  proceso.  O  La  habelina,  ú  otro 
grupo  análogo,  tuvo  la  parte  impulsiva  en  el  crimen  de  la  matanza  de  los 
fraiUs  \\y  Julio).  En  la  primera  decena  de  este  mes  empezaron  en  Madrid 
los  casos  de  cólera,  y  el  día  1 5  supo  consternada  la  población  que  habla  más 
de  1.500  atacados;  simultáneamente  circuló  la  noticia  de  que  los  fraiUs  ha- 
blan tnvemtnado  las /nenies.  Que  fué  creída  tan  absurda  especie  por  la  mayo- 
ría del  vecindario,  es  indudable,  y  el  autor  de  este  libro  ha  conocido  perso- 
nas, y  no  del  pueblo  bajo  ni  de  opiniones  antirreligiosas,  i  las  que  era  impo- 
sible sacarles  esa  idea  de  la  cabeza;  pero  no  ha  de  deducirse  de  aquí  que  la 
multitud  en  un  desbordamiento  de  ira  espontáneo  allanase  los  conventos  y 
degollase  frailes:  el  crimen  fué  perpetrado  por  una  gavilla,  no  muy  nume- 
rosa para  lo  que  es  Madrid,  organizada  y  dirigida  por  jefes,  la  cual  realizó  los 
atentados  sucesiva  y  metódicamente.  A  las  tres  de  la  tarde  mataron  á 
quince  jesuítas  (3)  é  hirieron  á  cuatro  en  Sao  Isidro:  el  resto  de  la  comunidad 
(hasta  sesenta)  esperaban  en  la  capilla  el  sacrificio;  pero  fueron  perdonados  por 
«1  que  hacia  de  jefe  de  los  sicarios,  empeñado  en  salvar  á  uno  de  ellos,  que 
no  quiso  aceptarlo  si  no  se  hacía  extensiva  la  gracia  á  sus  compañeros  (4). 
A  laB  cinco  fué  el  degüello  en  Santo  Tomás;  después,  en  la  Merced  (hoy  plaza 
del  Progreso),  y,  anochecido  ya,  en  San  Francisco  el  Grande,  donde  perecie- 
ron sobre  cincuenta  religiosos.  Fueron  protegidos  de  la  acometida  por  la 
fuerza  pública  los  conventos  de  San  Gil,  San  Basilio,  el  Carmen  y  San  Caye- 
tano (5). 


a  er>:  niígalo 
^  ufíití  («ÜciAn 
de  1S90I  dice  que  era  «ana  asociaciÚD  secreta  que  se  propuso  ejercer  Dn  intlajo  análogo  al  de 

(l)  De  eite  singularísimo  personaje,  verdadero  lipo  del  conspirador  profesionaJ,  ha  em- 
prendido un  esmdio  hUtórico  con  fomiss  novelescas,  de  que  vid  ya  pnbJicados  dos  tomos, 
el  nolable  novelista  D.  Pío  Buoja, 

(3)    Entre  ellos,  el  cílebre  arabista  P.  Artigas. 

(j)  Este  jesuíta  era  el  P.  MuBoz,  hermano  del  guardia  real  Mufioi,  que,  seeún  la  pública 
lama,  goiaba  de  la  (ntlma  prÍTanza  de  la  Reina  gobeinadora.  Lo  que  no  sabia  la  gente  es  que 
Cristina  y  Mailoz  estaban  ra  legitima,  aunque  secretamente,  casados.  Si  se  hubiera  hecho  pú- 
blico el  matrimonio,  habría  perdido  la  Reina  la  Regencia  y  la  tutela  de  sus  hijos;  conservando 
secreto  su  cBsamienlo,  perdía  en  sa  reputación  de  seRora.  Se  ve  que  los  exaltados,  que  más 
(arde  habían  de  usar  tanto  de  este  negocio  de  Muñoz  para  desacreditar  i  la  Reina,  en  1834 
temían  oíendrcla  personalmente  en  la  persona  del  hermano  de  su  cortejo,  papel  que  se  daba 
entonces  por  la  opinión  el  guardia  Muñoz,  futuro  Duqae  de  Riansares. 

(S)  Los  datos  mis  precisos  sobre  la  malanta  dt  lo¡  frailes  son  las  de  V.  Laluente  {Hitlo- 
ria  di  las  Soíiedadii  Stcrelai.  tomo  II,  páginas  34  á  35).  Martínez  de  I.1  Rosa  dio  á  D.  Pedro  Pi- 
dal  un  aponte  autógrafo  sobre  el  horrible  suceso.  Dincil  es  formar  juicio  exacto  sobre  las  com- 
plicidades, pasividades  é  inepcias  de  las  autoridades  7  jefes  militares  de  aquel  día  infausto. 
Hay  <]aieD  acusa  de  complicidad  al  mismo  Martínez  de  Ib  Rosa,  lo  qae  parece  un  colmo  de 
Injusticia.  También  este  punto  merece  un  estudio  documental,  i  la  moderna,  sin  otro  fin  que  el 
de  fijarimparcialmente  los  hechos. 


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662  HISTORIA  DE  ESPAÑA 

Martínez  de  la  Rosa  ajustó  por  medio  del  Marqués  de  MiraBores,  nues- 
tro embajador  en  Londres,  el  tratado  de  la  QtádrupU  aliataa  (22  Abril),  entre 
Inglaterra,  Francia,  España  y  Portugal,  obligándose  nuestro  Gobierno  á  enviar 
un  ejército  á  Portugal  para  expulsar  de  allí  á  Don  Miguel  y  á  Don  Carlos.  El 
general  Rodil  entró  con  sus  tropas  en  et  vecino  reiao,  dispersando  fácilmente 
á  las  que  aún  seguían  á  Don  Miguel,  y  éste  y  Don  Carlos  tuvieron  que  refu- 
giarse en  Inglaterra.  Miraflores  y  Falmerston  (i)  ofrecieron  en  Londres  al 
Infante  su  reconocimiento  como  tal  y  una  pensión  anual  de  150.000  pesos; 
pero  Don  Carlos,  acreditando  su  carácter  entero  y  audacia  que  jamás  tuvo 
Fernando  Vil,  evadióse,  y,  atravesando  Francia  furtivamente,  se  presentó  en 
Navarra  (12  Julio).  Es  un  faccioso  más,  dijo  Martincí  de  la  Rosa  para  quitar 
importancia  al  suceso.  Uno  de  los  mejores  artículos  políticos  de  Larra  es  el 
que  escribió  burlándose  de  esta  tontería  del  Presidente.  Zumalacárregui  des- 
plegó extraordinarias  cualidades  de  jefe  de  partidas,  y  combatiendo  cod  las 
numerosas  columnas  Cristinas  organizó  un  ejército  formidable.  Fracasaron  lu- 
chando con  él,  como  generales  en  jefe  del  ejército  isabelino  del  Norte,  don 
Genaro  Quesada,  Rodil  (desde  5  de  Julio),  que  fué  al  teatro  de  la  guerra  con- 
cluida su  corta  y  feliz  campaña  de  Portugal  y  bajo  cuyo  mando  militaron  ya 
50.0O0  hombres,  y  Mina  (desde  30  Octubre).  La  mayor  parte  de  los  encuen- 
tros fueron  favorables  á  Zumalacárregui,  quien  al  terminar  el  año  contaba  coo 
treinta  magníficos  batallones  de  infantería,  alguna  artillería  y  varios  escua- 
drones de  caballería,  tan  buenos  los  últimos,  que  batieron  en  campo  raso 
á  los  de  la  Guardia  Real.  Se  derrochó  el  heroísmo  por  ambas  partes,  y,  des- 
graciadamente, también  la  ferocidad. 

A  pesar  de  las  múltiples  y  hondas  preocupaciones  que  pesaron  sobre 
Martínez  de  la  Rosa  en  este  año,  el  23  de  Abril  hizo  estrenar  ZÁ  Conspirado» 
de  Veneda:  cúspide  de  su  carrera  como  autor  dramático,  y  con  la  que  señaló 
la  transición  del  clasicismo  al  romanticismo  ó  se  mi- romanticismo.  Fué  un  gran 
éxito  de  teatro  y  de  critica.  No  lo  tuvo  el  liadas,  de  Larra,  de  análoga  ten- 
dencia ecléctica,  estrenado  ef  24  de  Septiembre.  Las  temporadas  de  ópera  en 
la  Cruz  y  en  el  Principe,  brillantísimas;  Judit  Grissi  era  la  tiple  de  moda, 
estrenáronse  Norma  y  La  Simdmiula.  En  este  año  se  construyó  el  Circo  en 
la  plaza  del  Rey  para  funciones  de  títeres.  Montes  seguía  imperando  sin  rival 
en  las  plazas  de  toros,  y  apareció  en  la  de  Madrid  un  torero  aristocrático: 
Rafael  Pérez  de  Guzmán,  hijo  de  los  marqueses  de  Villamanrique  de  Tajo  (2). 
el  cual,  después  de  haber  estudiado  la  carrera  de  las  armas,  y  úendo  ya  ofi- 
cial de  Caballería  en  el  regimiento  del  Príncipe,  no  pudo  resistir  á  su  nativa 
afición,  y  se  lanzó  á  ser  torero  de  oficio;  se  le  aplaudió  mucho,  y  en  Aran- 
juez  la  reina  Cristina  le  regaló  un  precioso  traje  bordado  de  oro  (3). 

Año  de  18^5.  —  El  1 8  de  Enero  D.  Bernardo  Cordero,  ayudante  del  regi- 
miento de  Aragón,  to  sublevó  en  sentido  liberal  avanzado;  no  secundado  por 
los  otros  cuerpos  comprometidos,  se  hizo  fuerte  en  la  Casa  de  Correos  (hoy 
Ministerio  de  la  Gobernación),  y  acudiendo  el  Capitán  General  (Cantcrac)  á 
reducirlos,  fué  muerto  por  los  rebeldes  de  una  descarga;  et  Gobierno  pactó 
con  Cordero  la  salida  de  su  fuerza  del  edificio  ocupado  y  su  marcha  al  Norte 
con  amnistía  por  lo  hecho:  tan  escandaloso  concierto  costó  la  cartera  de 


ií)    Jer«  d«l  Gobierno  inglia. 

(1)  NkciA  en  Córdoba  (t."  Abril  tSoz).  Antes  de  torear  proieaianalmente  lo  hiio  de  aii- 
cióQ  en  cotiidas  de  beneücencta.  Su  primera  presentación  como  lotero  fué  en  Sevilla  (aj  de 
Agosto  1S30),  matando  £1  solo  ocho  loros, 

[3)  Toreó  con  eran  aplauso  hasla  1838,  en  que,  viniendo  á  Madrid,  le  mató  ana  partida 
latro-facciosa  en  la  Mancha. 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


HISTORIA  DE  ESPAÑA  663 

Guerra  al  general  Llauder  (i).  La  guerra  del  Norte  iba  de  mal  en  peor.  Mina, 
á  pesar  de  tener  aamerosas  fuerzas  y  de  usar  el  cruel  sistema  de  1S23  en 
Cataluña  quemando  pueblos  y  diezmando  á  sus  habitantes  —  como  hizo  en 
Escaróz,  —  fracasó  por  completo.  D.  Jerónimo  Valdés,  que  reemplazó  á  Llau- 
der en  el  Ministerio,  fué  al  Norte  con  refuerzos  considerables  (16  Abril)  y  se 
metió  en  las  Amezcoas,  que  fué  como  meterse  en  la  boca  del  lobo,  pues  no 
pudiendo  desplegar  ni  aprovisionarse  en  aquel  abrupto  terreno,  sufrió  un  de- 
sastre 6,  mejor  dicho,  varios,  de  cuyas  resultas  los  carlistas  quedaron  due- 
ños del  Baztin,  de  Estella,  de  todas  las  montañas  vasco- navarras  y  desmo- 
raUzado  el  ejército  crislino.  Valdés  mandó  á  Madrid  al  general  Córdoba 
Á  declarar  al  Gobierno  que  para  concluir  la  guerra  era  menester  solicitar  la 
intervención  armada  de  Francia  é  Inglaterra,  con  lo  cual  se  alborotaron  los 
exaltados  que  ya  comenzaban  á  UiíaiTsz progresistas  (2),  y  fué  terrible  la  opo- 
sición de  los  estamentos.  El  Consejo  de  Estado  opinó  lo  mismo  que  Valdés,  y 
Martínez  de  la  Rosa,  venciendo  su  repugnancia,  solicitó  la  intervención;  pero 
ante  la  negativa  de  Inglaterra  y  el  temor  de  Francia,  dimitió  (J  Junio), 
formándose  otro  Ministerio:  Toreno  (Presidencia  y  Estado),  Mendizábal  {Ha- 
cienda, de  cuya  cartera  quedó  encargado  el  Presidente  hasta  la  venida  del 
propietario), Marqués  de  las  Amarillas  (Guerra), García  Hcrreros(Gracia  y  Jus- 
ticia), y  Álava  (Marina,  que  no  llegó  á  ocupar).  Por  mediación  inglesa  se  brmó 
en  Eulate  (z8  Abril)  el  convenio  llamado  de  lord  Elllot  entre  Valdés  y  Zumala- 
cárregui,poniendotérmiuo  ala  odiosa,repugnanteyestúpida  guerra  sin  cuartel. 
Tres  meses  y  siete  dias  (hasta  14  Septiembre)  duró  el  gabinete  Toreno, 
y  fué  de  los  periodos  más  anárquicos  de  nuestra  historia  contemporánea. 
Consiguió  el  Conde  que  Inglaterra  permitiese  rectutar  allí  una  legión  que, 
mandada  por  un  general  y  oficiales  ingleses,  viniese  á  combatir  á  los  carlistas 
y  las  tuerzas  navales  británicas  cooperasen  al  bloqueo  de  la  costa  cantábrica; 
y,  á  su  ejemplo,  que  Francia  enviase  parte  de  la  legión  extranjera  de  su  ejér- 
cito de  Ai^elia,  y  Portugal  un  cuerpo  de  6.000  hombres.  La  casualidad  le  de- 
paró un  gran  triunfo  en  el  Norte,  y  fué  que  la  corte  de  D.  Carlos  obligó  á 
Zumatacárreguí  á  poner  sitio  á  Bilbao,  empresa  para  la  que  00  tenfan  los  car- 
listas elementos  adecuados,  contra  el  parecer  del  caudillo,  que  era  marchar 
sobre  Vitoria.  El  i  S  de  Julio  fué  herido  el  general  carlista,  y  conducido  á  Cega- 
ma, donde  incurrió  en  ta  debilidad  de  encomendar  su  curación  al  curandero 
Petriquillo;  falleció  e!  d(a  24.  Declaró  en  su  ttñtamento:  i/ejo  mÍ mujerj/ tres  Ái- 
ias,  únicos  hieius  fue  posio;  nadamds  tengo  gite  poder  dejar  .Su  campaña  de  diez 
y  nueve  meses,  en  que  creó  un  ejército  combatiendo  á  su  enemigo,  superiori- 
simo  en  fuerzas  y  en  recursos,  no  tiene  semejante  militarmente  considerada 
con  ninguna  otra,  ni  de  las  mismas  guerrras  carlistas,  ni  de  la  de  nuestra  In- 
dependencia, ni  de  las  de  América.  Todo  militar  estudioso  debía  dedicar  por 
lo  menos  un  curso  al  estudio  de  cómo  Zumalacárregui  realizó  tal  maravilla. 
iQué  hubiera  hecho  aquel  hombre  contando  con  elementos  suficientes^  Pero 
ni  este  éxito,  ni  el  levantamiento  del  sitio  de  Bilbao,  ni  la  victoria  de  Mendi- 
gorrla  ( 16  Julio)  alcanzada  por  Córdoba,  (3)  sucesor  de  Valdés,  sobre  González 

(O  Que  en  Diciembre  (iSu)  habla  reemplazado  á  Zarco.  Lo  curéMo  ea  qae  había  otra 
conspiración  para  un  golpe  dentado  que  det><a  dat  Llauder  con  objeto  deTÍgoiizar  al  Poder  y 
aor  coito  á  los  re  Tol  ación  arios.  Cordero  díA  al  traste  con  estos  proyecto»  j  con  las  ilusiones 
de  machos  sobre  la  energía  y  dotes  de  mando  de  Llauder. 

(3)  Inventó  esta  pijabra  Olúzaga,  i  quien  se  deben  otras  machas  del  tecnicismo  político 
coDteniporáneo,  t.  gr.,  retílladaí,  i  los  progresistas  que  se  pasaron  á  la  Unión  Liberal;  obstácttlnt 
traditienolís,  i  la  resistencia  de  la  Corona  í  las  reformas  liberales;  rílraimitnls,  etc. 

(3)  Víanst  la  Mtmoria  juitificatíva,  de  Córdoba  (Parla,  1S37),  ^  mis  Mtmeriat  intimíu,  de 
sa  hermano  D.  Fernando. 


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(364  HISTORIA  DE   BSPaRA 

Moreno,  que  lo  era  de  ZumalacárreguJ,  pudieron  salvar  el  MÍBÍsterio  Toreno. 
Los  planes  de  los  exaltados  ó  progresistas,  fraguados  en  las  logias  ó  en  socie- 
dades como  ¿n  habdiita  tuvieron  al  fin  su  completo  desarrollo,  y  en  vano 
Toreno,  aunque  moderado,  anticlerical  furibundo,  expulsó  á  los  jesuítas  y 
confiscó  sus  bienes  (4  Julio)  y  cerró  todos  los  conventos,  menos  los  escola- 
pios y  misioneroa  de  Filipinas,  que  no  tuvieran  doce  profesos  (25  Julio):  al 
grito  de  constitución  ó  muerte,  y  por  bandera  el  restablecimiento  inmediato 
de  la  de  1812,  fueron  sublevándose  en  Málaga,  Zaragoza,  Murcia,  Barcelona, 
Tarragona,  Rcus,  Valencia,  y  en  general  en  todas  partes,  constituyéndose 
juntas  revolucionarías,  y  cometiéndose  los  más  vituperables  excesos:  matan- 
za de  frailes  é  incendio  de  conventos  en  Zaragoza,  Murcia,  Reus  y  Barcelona. 
En  aquel  desbordamiento  bizo  su  aparición  prime- 
^^v,R- ,  ra  en  España  el  socialismo,  con  D,  Joaquín  Abren, 

ex  diputado  del  trienio,  y  que,  vuelto  del  destie- 
rro en  1834,  empezó  este  año  á  exponer  las  doctri- 
nas de  Fourier  en  los  diarios  progresistas  de  Cá- 
diz y  en  £1  Eco  del  Comercio,  de  Madrid. 

Reducido  el  Gobierno  á  la  posesión  de  Madrid, 
después  de  haber  sofocado  el  pronunciamiento  de 
la  Milicia  de  la  corte  (15  Agosto),  y  desairado  por 
Luis  Felipe  en  la  súplica  de  una  intervención  fran- 
cesa, estaba  muerto.  El  embajador  inglés  sir  Jorge 
Villiers  (i)  aconsejó  á  la  Reina  conferir  el  Poder 
á  Mendizábal,  quien  (14  Septiembre)  formó  su  ga- 
binete con  D.  Martin  de  los  Heros,  D,  Alvaro  Gó- 
mez Becerra  y  conde  de  Almodóvar.  Las  promesas  de  Mendizábal  no  pu- 
dieron ser  más  pomposas  ni  halagüeñas  :habrfa  libertad,  orden,  paz,  dinero, 
cuanto  en  este  mundo  es  apetecible.  Empezó  por  pactar  con  las  Juntas,  con- 
vocar los  estamentos  para  reformar  el  Estatuto  Real  en  sentido  muy  liberal, 
suprimió  todos  los  conventos (ii  Octubre),  el  fuero  eclesiástico {17  Octubre), 
y  prohibió  dar  beneficios  á  los  eclesiásticos  que  no  acreditasen  su  adhesión 
á  Isabel  II  con  actos  positivos  y  terminantes.  La  anarquía  continuaba,  siu 
embargo,  en  todas  partes.  La  guerra  civil  tomaba  cada  vez  más  vuelo.  El 
nombre  de  Cabrera  sonaba  ya  como  el  de  un  cabecilla  temible  en  tas  comar- 
cas del  Centro. 

Este  año  de  1835  será  famoso  en  nuestra  historia  literaria  por  haberse 
estrenado— 22  de  Mano —  el  Dok  Alvaro,  S  la/nerza  del  sino,  del  duque  de 
Rivas,  determinando  este  triunfo  el  ya  decisivo  y  completo  del  romanticismo. 
D.  .\ndrés  Borrego  fundó  El  Español,  periódico  liberal  de  tendencias  templa- 
das ó  eclécticas,  que  hoy  nos  parece,  al  mirar  su  colección,  inferior  á  los  que 
ahora  se  publican  en  las  capitales  de  provincia  de  tercer  orden,  pero  que 
cuando  salió  á  luz  representaba  un  progreso  extraordinario  en  la  Prensa  es- 
pañola, no  sólo  por  la  autoridad  de  sus  doctrinales  artfculos  de  fondo  y  por 
la  amenidad  de  su  parte  literaria,  sino  por  la  extensión  ó  variedad  de  sus  ga- 
cetillas 6  noticias  y  por  sus  condiciones  materiales  (tamaño,  papel,  impresión. 
etcétera).  En  el  teatro  de  la  Cruz,  estrenáronse /Ca;¿*/íííí(/í^/(wr/íJcí«,  de  Be- 
llini  {19  Abril),  y  el  Otello.  de  Rossini  (5  Julio).  En  el  Principe  se  cantó  La  Mttía 
di  Partid,  de  Auber  (19  Septiembre),  música  á  que  por  aquellos  aftos  daba 
actualidad  política  la  circunstancia  de  haber  estallado  en  Bruselas,  durante 
su  representación  el  motín  que,  agrandándose  luego,  originó  la  revolución 
belga  en  1830.  Había  en  Madrid  muchos  liberales  ex-emÍgrados  en  Bélgica 

(1)     Fatnro  lord  Clarendor. 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


HISTORIA   DE  BSPAÍlA  €65 

y  que  soñaban  con  una  constitudón  igual  á  la  que  allí  se  habla  implantado, 
y  para  ellos  era  como  cosa  sagrada  La  Muta  di  Portici.  El  marqués  de  Pon- 
tejos  (i)  era  en  1835  Corregidor  de  Madñd,  y,  asesorado  por  mesonero  Ro- 
manos, que,  á  principios  de  este  año  publicó  su  Rápida  ojeada  de  ¡a  capital 
j  mtdios  de  mejorarla  (2)  y  en  Mayo  se  hizo  cargo  del  Diario  de  Madrid, 
mejorándolo  y  abriendo  en  ét  un  ¿^¿tfi*  diario  sobre  asuntos  municipales,  em- 
prendió muchas  reformas  de  esta  Índole:  división  por  distritos  y  barrios,  nume- 
ración de  casas,  rotulación  de  calles,  empedrado  y  aceras,  alumbrado,  mejora 
del  Asilo  de  San  Bemardino,  etc.  Por  iniciativa  de  Mesonero  se  creó  también  el 
Ateneo,  ó,  mejor  dicho,  se  restauró  el  que  habla  existido  ya  en  el  trienio:  se 
inauguró  el  6  de  Diciembre,  siendo  el  duque  de  Rtvas  su  primer  Presidente. 

Año  i8j6. — La  más  horrible  anarquía  reinaba  en  todas  las  provincias  al 
empezar  el  año,  cometiéndose  multitud  de  horrendos  crímenes,  como  en  Bar- 
celona la  matanza  de  133  prisioneros  carlistas  (4  Enero).  Cosas  más  odiosas 
y  repugnantes  quizás  sucedieron  en  Zaragoza.  Y  el  brigadier  Nogueras,  fu- 
rioso por  haber  fusilado  Cabrera  á  los  alcaldes  de  Torrecilla  y  Valdealgorfa, 
hizo  fusilar  en  Tortosa  á  la  madre  del  cabecilla  carlista,  mujer  de  más  de 
sesenta  años  y  qne  no  tenfa  otro  delito  que  haber  parido  á  su  hijo.  Mina 
autorizó  la  bárbara  orden,  que  complació  á  los  exaltados;  pero  que  fué  censu- 
radfsima  por  El  Español  y  los  adversarlos  del  gabinete  Mendizábal.  Cabrera 
tomó  salvajes  represalias,  y  la  guerra  civil  en  Valencia,  Aragón  y  Cataluña 
el  carácter  de  una  lucha  de  fieras  sedientas  de  sangre. 

Istúriz  y  Alcalá  Gaüano,  exaltados  en  el  trienio,  vinieren  del  extranjero 
moderados,  y  el  primero  se  hizo  cabeza  de  la  oposición  contra  Mendizábal;  la 
violencia  de  la  lucha  oríginó  hasta  un  desafio  entre  ambos  (16  Abril).  La  ma- 
yoría del  estamento  convocado  por  Mendizábal  era  progresista,  y  no  se  har- 
taba de  calificar  á  Istúriz  y  á  sus  amigos  de  apóstatas;  pero  quiso  no  apoyar 
al  gabinete,  sino  dirigirlo,  y  aunque  Mendizábal,  como  hada  con  las  provin- 
cias semi-sub levadas,  se  dejaba  guiar,  llegaron  las  cosas  al  punto  de  exigir  la 
remoción  de  todas  las  autoridades  militares  de  antecedentes  conservadores. 
y  en  que  vela  la  Regente  la  garantía  del  trono.  Por  aquí  vinieron  )a  disolu- 
ción de  la  mayoría  y  la  crisis,  y  el  formarse  (15  Mayo)  el  Ministerio  Istúriz- 
Alcalá  Galiano,  en  que  entró  el  duque  de  Rtvas,  y  el  cual,  recibido  con  fu- 
riosa hostilidad  por  las  Cortes,  y  pronunciadas  contra  él  la  mayor  parte  de 
las  provincias,  sólo  pudo  redactar  un  proyecto  de  Constitución  y  pedir  con 
abtnco  la  intervención  de  Francia.  El  12  de  Agosto,  por  la  noche,  fué  d  mo- 
tín de  la  Granja:  la  soldadesca  de  esta  guarnición,  acaudillada  por  los  sargen- 
tos Higinio  Garda,  Alejandro  (rómez,  Juan  Lucas  y  otros  se  sublevó,  invadió 
las  reales  habitaciones,  y  obligó  á  la  Reina  á  suscribir  un  decreto  (i  3  Agosto) 
restableciendo  la  Constitución  de  1812  (3).  Desbordáronse  los  progresistas 
en  Madrid,  loa  ministros  tuvieron  que  huir  disparados,  y  el  capitán  general 
Quesada  fué  asesinado.  En  Málaga  lo  fueron  los  gobernadores. 


(O  Ü.  Joaquín  Vizcaíno,  Marqués  viudo  de  PoDlejos.  Era  muy  avanzado  en  ideas.  D.  Hi- 
gialo  Ciria,  archivero  de)  Ayuntamiento  de  Madrid,  en  sus  docnmenlidfaimos,  aunque  muy 
acres  folletos,  trae  sobre  este  cílebre  corregidor  ditos  que  ponen  aleo  en  entredicha  su  cano- 
nizaciAn  por  Mesonero  Romanos  y  otros  muchos  escritores  que  han  ido  copiando  á  Mesonero. 

Í3I     Vio  primeramente  la  luí  como  .^^íjkA'íí  de  ana  nueva  edición  del  Afanunl  di  Madrid. 

(})  iCuinlo  podría  escribirse  sobre  este  atentado  escandalosísimo,  el  míi  depresivo  para 
la  Corona  que  se  ha  realizado  en  Espaíta,  sin  excluir  la  declaracidn  de  k  locura  de  Fernan- 
do VII  eu  Sevilla,  y  et  más  repulsivo  de  indisciplina  milllar'  Corrió  por  Madrid  la  especie,  que 
recogieroo  los  diarios  ineleses,  de  que  los  amotinados  pretoriniios  se  apoderaran  de  Muñoi,  y 
en  el  patio  de  Palacio  coloclronle  dentro  de  an  cuadro,  como  si  fuese  A  ser  fusilado,  amena- 
zando á  la  Reina  con  hscerlo  si  no  Rrmaba  el  decreto.  Es  verosímil  esta  versión,  asi  como 
(jiie  por  decencia  se  procurase  ocultarla. 


,,CoogIc 


666  HISTOKIA   DE  BSPAÑA 

Se  formó  (15  Agosto)  el  Ministeño  Calatrava,  contínuacióo  del  de  Men- 
dizábat,  que  no  tardó  en  tener  en  ¿1  la  cartera  de  Hacieada  —  D.  JoaqufD 
M.  López,  el  más  elocuente  de  los  diputados  progresistas,  era;ninistro  de  la 
Gobernación  —  y  el  cual  convocó  Cortes  extraordinariiu  por  el  procedimiento 
electoral  de  1812,  para  el  24  de  Octubre.  Ni  los  mismos  progresistas  qucrfan 
la  Constitución  á  cuyo  nombre  se  babfan  sublevado,  y  asf,  lo  prímcro  que 
hicieron  las  Cortes  fué  nombrar  una  comisión  para  preparar  ud  nuevo  cód^ 
político.  Sin  embargo,  con  carácter  de  decretos  estos  ministerios  hicieron 
cuanto  hubiesen  podido  hacer  por  leyes:  sacar  á  pública  subasta  todos  los 
bienes  del  clero  secular  (19  Febrero);  supresión  de  los  conventos  de  monjas 
que  no  tuvieran  veinte  religiosas  (8  Marzo);  imposición  del  Código  civil  á 
los  tribunales  eclesiásticos  (10  Abril);  declaración  de  bienes  nacionales  de 
todos  los  comprendidos  en  el  decreto  de  19  Febrero  (25  Julio,  Ministe- 
rio); Istúriz  confiscación  de  las  temporalidades  de  los  obispos  desafectos 
(9  Septiembre);  prohibición  á  todos  los  obispos  de  conferir  órdenes  bajo 
pena  de  extrañamicato  (8  Octubre).  Restableciéronse  del  trienio  la  ley  de 
Ayuntamientos,  la  Provincial,  el  Flan  de  estudios,  la  de  libertad  de  Impren- 
ta, la  de  la  milicia  nacional,  la  de  supresión  de  mayorazgos,  la  de  Orden 
público,  etc. 

Los  principales  sucesos  de  la  guerra  civil  fueron;  en  el  Norte,  el  sistema 
de  bloqueo  por  lineas  militares  establecido  por  Córdoba,  y  que,  á  pesar  del 
talento  de  este  general,  de  su  brillante  imaginación  y  de  sus  proclanaas  en 
estilo  napoleónico,  lejos  de  surtir  efecto,  inmovilizó,  guardando  líneas  y  pues- 
tos fortiñcados,  á  la  mayor  parte  del  numeroso  ejército  cristino,  y  dejó  en  li- 
bertad de  movimiento  á  los  carhstas  para  consolidar  su  posición  en  las  cuatro 
provincias  y  dirigir  expediciones  al  interior  del  reino.  De  las  expediciones 
cariistas,  la  más  notable  fué  la  de  Gómez  que,  saliendo  de  Amurrio  el  26  de 
Julio,  recorrió  Asturias,  Galicia,  León,  ambas  Castillas  y  Andalucía.  Comba- 
tiéndola empezó  á  sonar  el  nombre  del  entonces  brigadier  Narváez  (i). 
£1  segundo  sitio  de  Bilbao  concluyó  por  la  batalla  de  LncMana,  ganada 
(24  Diciembre)  por  Espartero,  que  habla  sucedido  á  Córdoba  en  el  mando 
en  jefe. 

También  el  año  de  1836  es  famoso  en  nuestros  anales  literarios:  el  i.^de 
Marzo  fué  el  estreno  de  El  Trovador  (2).  Un  joven,  chiclanero  como  el  to- 
rero de  moda,  aburrido  de  la  carrera  de  Medicina  que  por  mandato  de  su 
padre  cursaba  en  Cádiz,  sintiéndose  genio,  se  vino  á  Madrid  antes  de  ha- 
ber cumplido  los  veinte  años,  sin  otro  capital  ni  recomendación  que  dos  co- 
medias (3),  una  tragedia  (4}  y  otra  producción  escénica  inclasificable  (5)  en 
el  bolsillo.  Creia  él,  como  tantos  otros  infelices  victimas  de  sus  propios  sue- 
ños, que  aquello  bastaba  para  abrirse  camino  y  llegar,  cual  otro  Tasso,  á  ser 
coronado  en  el  Capitolio.  Salióle  al  encuentro  en  la  corte  la  fría  é  implacable 
realidad.  En  vano  luchó:  su  bagaje  literario  no  servia  para  nada.  A  fuerza  de  ir 
y  venir,  de  hacer  muchas  antesalas,  soportar  muchos  soñones  y  sufrir  innu- 
merables impertinencias,  consiguió  que  representaran  variaa  traducciones  su- 
yas de  Scribe;  pero  aquello  no  daba  nombre,  y,  lo  que  es  peor,  ni  unas  cuao- 

(I)  D.  Ramón  M.  Narváei  y  Campos  nació  ta  Loja  (5  Agoito  1799).  Cadete  de  Guardias 
Walonas  (1813),  fui  profesor  de  la  Academia  de  Cadetes  de  la  Guardia  Real,  7  en  tSi}  herido 
y  hecho  prisionera  por  los  franceses,  qae  lo  lIcTaroii  á  Francia. 

{!)    DoD  AnloDlo  Uarcfa  Gutiérrez  nació  en  Chiclana  (J /nljo  1813). 

(3)      Una  noíhi  dt  baik,  j  Peor  a  urgalU. 

(4}     Sílim,  hije  di  Bayacilo. 

(5)  T!"/!"!!  fantasía  dramática  en  eitice  attet  y  rtmance  tn  aetaiíht».  Publicada  en  las 
Feentí,  1840. 


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HISTORIA  DE  ESFASa  G6J 

tas  pesetas  para  ir  eagañando  al  hambre.  Eoardecido  con  el  ¿xito  de)  Z)<»t 
Alvaro,  el  pobre  muchacho  compuso  un  drama  de  la  misma  tendencia,  infe- 
rior al  Dom  Alvaro,  sin  duda,  en  la  esfera  del  arte  puro,  ya  que  el  duque  de 
Rivas,  inspirado  en  los  románticos  franceses,  supo  hacer  un  drama  genuina- 
mente  español,  y,  por  tanto,  original  dentro  de  la  escuela,  al  paso  que  García 
Gutiérrez,  muy  joven  é  inexperto  i  la  sazón  para  tales  injertos  y  combina- 
ciones, obsesionado  por  Alejandro  Dumas,  hizo  con  £1  Trovador  una  obra  de 
factura  romántica  transpirenaica;  pero,  por  lo  mismo,  en  1836  de  más  seguro 
é  intenso  ¿xito  que  la  del  Duque.  Porque  cuando  predomina  una  moda,  en 
literatura  como  en  todo,  los  que  con  más  fidelidad  se  someten  á  ella  son  los 
que  alcanzan  el  lauro.  Presentó  el  joven  poeta  su  drama  á  la  Compañía  del 
Principe,  de  que  eran  primeras  partes  Carlos  Latorre  y  Concepción  Rodrí- 
guez, y  en  que  figuraba  como  gracioso  el  veterano  Guzmán:  sólo  á  éste  que 
no  tenía  papel  en  la  obra,  le  pareció  de  excepcionales  condiciones  teatrales; 
pero  la  mayoría  la  dejó  arrumbada  en  los  estantes  del  teatro.  El  infeliz  Garda 
Gutiérrez,  no  teniendo  ya  ni  para  pagar  el  exiguo  pupilaje,  y  repugnándole  la 
vida  del  sablista,  tomó  una  resolución  heroica:  sentó  plaza.  Lleváronle  al  cuar- 
tel de  Leganés,  donde  su  imaginación  romántica  hubo  de  sufrir  otro  amargo 
desencanto.  Había  él  contemplado  la  profesión  militar  por  el  aspecto  terrible, 
pero  atractivo,  de  las  sangrientas  batallas,  y  se  halló  con  que  en  el  cuartel 
tenia  que  mondar  patatas,  limpiar  loa  dormitorios  y  soportar  el  grosero  man- 
do de  cabos  y  sargentos.  Así  estaba  el  atribulado  chiclanero,  cuando  recibió 
un  recado  de  Guzmán  noticiándole  que,  en  uso  del  derecho  de  los  actores  de 
escoger  obra  para  la  noche  de  su  beneñcio,  había  él  escogido  £1  Trovador.  No 
pudo  el  soldado  asistir  á  los  ensayos,  y  quizás  fué  para  él  venturoso  acciden- 
te, pues  asf  dejó  de  oir  los  comentarios,  casi  todos  desagradables,  de  la  gente 
de  teatro;  pero  la  tarde  del  estreno  venció  la  impaciencia  del  autor  novel 
al  temor  del  soldado,  y  sin  permiso  de  nadie  se  vino  á  Madrid  y  se  fué  al 
teatro.  Noche  inolvidable  de  portentoso  éxito:  el  público,  entusiasmado,  pi- 
dió que  saliese  á  las  tablas  el  autor,  hlzolo  Garda  Gutiérrez  —  con  una  levita 
de  miliciano  nadonal  que  le  prestó  Ventura  de  la  Vega  —  quedando  desde 
entonces  establecida  esta  costumbre,  y  entre  los  lauros  de  aquel  gran  triunfo 
no  fué  el  menor  la  licencia  absoluta  con  que  en  el  mismo  teatro  le  premió 
la  Reina  Gobernadora. 

¡Cuántos  jóvenes  han  seguido  las  huellas  de  García  Gutiérrez,  pero,  ¡ayl, 
llegando  muy  pocos  a)  estreno  de  El  Trovador! 

A^  i8jj. — El  18  de  Junio  fué  promulgada  la  Constitudón  (i).  Como 
sucede  siempre  en  España,  los  debates  constituyentes  fueron  animadísimos, 
y  los  que  más,  los  dedicados  á  la  cuestión  religiosa.  Había  unos  cuantos  clé- 
rigos progresistas  y  jansenistas  que,  en  unión  de  otros  seglares  de  la  misma 
cuerda  (v.  gr.,  Alonso),  dijeron  lindezas  de  la  Curia  romana  y  querian  conver- 
tir las  Cortes  en  un  conciliábulo.  D.  Antonio  García  Blanco,  por  ejemplo,  fa- 
moso como  maestro  de  hebreo  y  por  sus  extra vagandas  de  carácter.no  sólopre- 

(1)  En  «1  diltribnción  es  may  scmeíante  á  la  actual  trece  títulos  inbdivididos  en  seteii' 
tit  y  siete  utfcalos,  mis  dos  adicionales.  Define  la  cindadinla  española  (ait.  t.")  y  reconoce  i 
los  espaSolea  libertad  de  imprenta,  admisibiUdad  i  caigos  públicos,  no  ser  detenidos,  presos,  ni 
a  paitados  de  su  domicilio,  sino  en  los  casos  y  formas  legales,  do  ser  pro  cesado  a  sino  por  trtba- 
iiaI  competente  y  en  virtud  de  ley  anterior  al  delito;  propiedad  (pTObibidí  la  confiscación).  Se 
pueden  suspender  las  garantías.  Articulo  ri.  La  Nación  st  obliga  á  manlcmr  el  cuUty  ¡os  mi- 
puiítret  dt  la  rehpin  católica  ijut  profesan  los  españoles.  Dos  Cimatas  componen  lag  Cortes:  el 
3enada  y  el  Condeso  de  los  Diputados.  Diputados  elegidos  por  tres  años.  Las  Corles  se  reúnen 
todos  los  años,  y  si  el  Re;  no  las  redne  antes  del  I."  Diciembre,  pueden  juntarse  por  s(  mis- 
ma*- ^s  ministros  pueden  ser  senadores  ó  diputados.  El  articulo  adicional  3.°,  dice:  Las  for- 
ifineitu  lU  CJüraiHar  serán  geitmajai  pfr  lejiti  eifeeiaUí. 


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!.  Federico  Madrazo 


EspaflolcB  lloitrcB  ci 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


HISTORIA   DE  ESPAÑA  669 

sentó  UQ  proyecto  de  arreglo  civil  del  clero,  sino  una  proposición  de  ley  para 
que  los  niños  no  fueran  bautizados  con  agua  fría,  sino  templada.  Sancho  sos- 
tuvo que  no  puede  haber  religión  del  Estado,  sino  de  los  individuos.  Quien 
defendió  con  más  ardor  y  elocuencia  la  unidad  católica  fué  D.  Satustiano  de 
Olózaga.  Sancionaron  las  Cortes  la  extiocióo  de  los  regulares,  supresión  del 
diezmo  y  conversión  de  los  bienes  eclesiásticos  en  nacionales  {29  julio);  pero 
en  esta  fecha  no  eran  ya  ministros  Calatrava  y  Meodízábal.  Hablase  hecho, 
contra  el  último  especialmente,  una  sañuda  oposición  fundada  en  motivos  de 
naoralídad,  atribuyéndosele  inauditas  irregularidades  y  concusiones,  no  sólo 
en  el  despojo  de  los  bienes  eclesiásticos,  sino  en  las  contratas  y  suminis- 
tros (i).  El  ejército  del  Notre,  acaudillado  por  Espartero,  había  venido  á  los 
alrededores  de  Madrid,  y  en  Pozuelo  y  Ara  vaca  los  oñciales  de  los  Cuerpos  de 
la  Guardia,  allí  acantonados,  declararon  que  no  servirían  más  si  no  se  cam- 
biaba el  ministerio.  Espartero,  ya  conde  de  Luchana,  fué  nombrado  presi- 
dente del  Consejo  y  ministro  de  la  Guerra;  mas  por  pocos  días,  pues  quedó 
encargado  de  la  Presidencia  y  del  Ministerio  de  Estado  D.  Eusebio  Bardajl  y 
Azara,  durando  su  gabinete  basta  el  16  de  Diciembre. 

La  oposición  contra  los  progresistas  no  amainó  con  este  cambio.  La  anar- 
quía y  los  desmanes  continuaban  siempre  á  la  orden  del  día.  Es  curiosísimo 
el  caso  de  Málaga,  donde  no  pasaba  mes  sin  un  pronunciamiento  ó  motfn,  ya 
en  un  sentido  ya  en  otro,  habiéndose  sabido  después  que  todos  obedecían  á 
la  misma  causa:  á  meter  contrabando  en  grande  escala  (2).  Los  católicos  fer- 
vientes estaban  cada  vez  más  irritados  contra  el  anticlericalismo  de  la  situa- 
ción: se  llegó  á  destinar  á  los  gastos  de  la  guerra  todo  el  oro  y  plata  labrada 
de  catedrales,  colegiatas,  parroquias,  santuarios,  ermitas,  hermandades  y  co- 
fradías (ley  9  Octubre).  Como  en  el  trienio,  la  Corona  sufría  servidumbre  y 
humillaciones  continuas  bajo  tos  ministros  exaltados.  Muchos  grandes,  ricos. 


(i)  El  mÍDiitro  de  Hacienda  D.  Aotonio  M.  de  Scijas  te  hóo  tunoso  por  ana  salida 
paríame nlaiia  qae  diiS  mochtsimo  qne  reír.  Interpelado  por  la  falta  de  todo  que  padecía  el 
•OticilO,  inclnio  de  cebada  para  loa  csbailot,  reapondidí  La  ctóada  ne  ei  akora  indiiptmaUt 
purgue  la  /ilación  Mmíaíim  abundante  forraje  en  ¡os  pradet. 

(3}  En  Gibraltar  >e  hacia  el  acopio  y  se  preparaban  loa  barcos,  ^  en  caanto  eataban  lis- 
ios estallaba  eo  Málaga  el  pronunciaTnlenlo:  llegaban  los  bagaes,  desembarcaban  el  carga- 
mentó,  y  en  s^uida  se  arreglaba  todo . . .  ihasta  el  mes  signiente! 


(E^flieacién  dt  la  láiiüna  anlerier.) 

Eapnfolet  llulrct  CMilemp«rAatoa.  ~M.  Antoato  Oarcla  Oollérret,  iluairr  poeta  y  ártaa- 
tii[Eaip]aii(liiüsiiiio.5uotiTaml3fiuiiaMr3E/T>ovaifar(lBI3-lSS4t.— 4T.JnaaPrlni]rPrata,ri(uraemÍ- 
rwntedcl  reiiutlo  de  ¡ubi  1 11.  Ocncnl  en  la  guerra  de  Áltici.donde  se  cubriú  de  elorii.  Naci6en  Reut  (ISM) 
T  fn«  neslnido  en  Madrid  tiendo  Presidente  del  Ccnselo  y  Minisiro  de  la  Querrá  (IS7D).  —  W.  Mariano 
Pmáodet,  ador  cúirLro  qne  goió  del  pleno  livor  del  piM)IÍco,  sin  rivalci  durante  su  larga  vida  n<4nica. 
Inimitable  en  los  papeles  de  criados  de  nuestro  tealro  cliiicc  (1314  -  I8Q0).  —  4%.  Jnllán  RoMCa,  actor 
insigne,  poeta  y  literato,  iniciador  del  retlismo  en  la  declamación  (1315- tBTO). —  5D.  AnIOBlO  Apartsl  y 
GalJarrOi  célebre  apologista  católico  f  orador  de  elocuencia  fogosa  y  conmovedora,  que  alcanzó  justisi- 
ma  y  grande  lama  pir  sus  ttiunlos  en  el  Parlamenlo  y  en  el  loro  (1815-  1B7J|,  —  Sl.JoaC  PoMda  Herre- 
ra, niadiita  y  político  famoso,  uno  de  los  jefes  de  la  Izquierda  Dinlatka,  y  como  lal,  Presidente  del 
Consejo  de  Ministros.  Presidió  tambiín  el  Congreso  varias  legislaturas.  Natural  de  Lime*  (Oviedo» 
(IB15-IS35).  — 51.  Fcdarlcodc  Madraza,  notible  pintor  y  acidímico  de  la  de  Bellas  Artes  de  San  Fer- 
nando. Hijo  de  D.  José  (1815- IWt). -53.  AnreHano  Feraáp4e(  Onerra  y  Orbe,  ilusirr  escri- 
tor, poeta  y  crítico  de  gran  erudición  y  reconocida  autoridad  (1816- 1391). —  M.  LnliQoatálct  Bravo, 
célebrecstadista  y  político  moderado,  jefe  del  partido  1  la  mucrle  de  Narvleí,  y  primer  ministra  de  Isabel  II, 
Extremó  lai  medidas  de  rigor.  Fnéel  autor  déla  famosa  frase  dirigida  iCastelar  al  oírle  tiablaren  público 
por  primen  ven  liVo  te  saludo,  joven  denocracial- UBH- tSTI). 


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670  HtSTOHIA  1>B  BSPaRa 

obispos,  etc.,  emigraron,  y  las  Cortes,  procediendo  jacobinamente,  castigaron 
á  los  emigrados  hasta  con  la  pérdida  de  la  ciudadanía.  Casi  todos  los  obispos 
estaban,  ó  emigrados,  ó  extrañados  del  reino,  ó  desterrados,  ó  procesados,  y 
las  diócesis  regidas  por  gobernadores  ecleaiásticos  progresistas  nombrados  por 
el  Gobierno  y  á  los  que  miraban  los  fieles  como  herejes  y  cismáticos.  En  Cata- 
luña surgió  inopinadamente  un  formidable  movimiento  republicano  y  socialis- 
ta, de  que  eran  foco  muchas  sociedades  secretas,  {Mermamos  de  la  óella  ÜMÍón, 
Defensores  de  los  derechos  del  iúinére.  Vengadores  de  AHreau  (i),  Cariaiiarios, 
La  joven  España,  etc.).  Todo  esto  trajo  una  reacción  moderada.  Casi  toda  la 
juventud  intelectual  entró  por  este  camino,  y  el  moderaotismo,  que  hasu 
entonces  habla  sido,  no  un  verdadero  partido,  sino  un  temperamento  ó  ten- 
dencia, se  organizó  con  el  titulo  áe.  partido  monárqnico-constitMcúmal.  Cemdas 
las  Cortes  constituyentes  (4  Noviembre),  hicléroote  las  elecciones  para  las 
ordinarias  y  —  [Caso  rarísimo  en  España! — tas  ganaron  los  moderados.  En  su 
virtud  se  formó  el  Ministerio  presidido  por  el  conde  de  Ofalia  (t6  Diciembre). 
A  estas  cortes  moderadas  vinieron  por  primera  vez  muchos  de  los  que  hablan 
de  ser  prohombres  del  partido:  Pidal,  Bravo  Murillo,  Arrazota,  Pacheco,  Do- 
noso Cortés,  etc.  Con  la  situación  progresista  coincidió  el  apogeo  de  la  gue- 
rra civil:  este  año  fueron  la  gran  expedición  de  D.  Carlos  y  la  de  Zariategui 
que  llegaron  ambas  á  las  puertas  de  Madrid  (2). 

El  13  de  Febrero  de  este  año  se  suicidó  Larra,  en  su  casa — calle  de  San- 
ta Clara,  núm.  10 —  y  los  literatos  madrileños  hiciéronle  un  entierro  apara- 
toso. Más  de  cien  coronas  fueron  en  el  carro  fúnebre;  tributo  ciertamente 
debido  al  mordaz  escritor,  si  es  que  al  talento  se  debe  todo  en  el  mundo  y 
el  carácter  moral  de  las  personas  y  la  manera  de  morir  son  circunstancias 
que  no  hay  que  tener  en  cuenta  para  nada.  En  el  cementerio  dijo  un  breve 
discurso  el  marqués  de  Mollns  á  modo  de  oración  fúnebre,  y  habiendo  con- 
cluido, cuando  ya  el  cadáver  iba  á  ser  depositado  en  el  nicho,  adelantóse  un  I 
joven  delgado,  de  rostro  demacrado  y  tez  muy  pálida,  descuidado  en  el 
vestir  y  con  la  melena  característica  de  los  románticos:  llevaba  en  la  mano 


(1)    Regicida  Iraucéi  que  quiso  matar  á  Luis  Felipe. 

(1)  Todos  los  historiadores  reUcioaaD  astas  expediciones  con  tentativas  de  aneglo  cntie 
Cristina  y  D.  Carlos;  alipino  liega  á  decir  que  D.  Carlos  vino  á  la  vista  de  Madrid  Uamido  poi 
Cristina.  Á  naestro  juicio,  la  verdad,  es  la  siguiente:  hnbo  en  este  tiempo  dos  conientes  distÍD- 
«as  de  sproximacidn:  una.  iniciida  por  antiguos  realistas,  ahora  iiabelinos  y  moderados,  de  la 
extrema  derecha,  que.  en  liata  del  desbordamiento  de  la  revolucidn,  quiaieron  atiaene  á  \os 
carlistas  más  templados,  y  formar  un  partido  constitucional,  pero  muy  conserrador,  sobre  Is 
base  del  mstrimonto  de  Uabel  II  con  el  hijo  de  D.  Carlos,  soluciñn  que  patrocinaba  enloncet 
Lais  Felipe.  Gn  cuanto  i  toa  aiieglos  dínisticos,  creemos  verdadera  la  relación  de  D.  Andrés 
fiorteeo:  á  rail  del  motín  de  la  Oranja,  Cristina  y  su  hetmana  Carlota  escribieron  al  rey  de 
Ñapóles  que  para  sufrir  humillaciones  tan  horrendas  como  aqnílla  era  preferible  ickara  n 
brsaa  di  D.  Carlos,  6  Iransieir  con  ti,  siempre  que  se  estipulmrB  el  matrimoDÍo  de  D.*  lubd 

■      ■         ■    -      '     '^.  Carlof    -■-■■'>       -      • 

o  éste  poco  hábil,  pues       „ _    ...  _  .    _ _..  

rey  legitimo,  cosa  dura  en  verdad  para  la  madre  de  Isabel  11.  Pero  los  consejeros  de  D.  Culo: 
discurrieron  asi:  Cristina  ha  iniciado  estos  tratos  obligada  por  la  revoluclóD;  ¿sta  será  cada  tci 
más  viva,  y  la  obligará  más  fuertemente  á  echarse  en  nuestros  brazos^  ayudemos  este  morí- 
miento  aproximánaonos.  Y  se  decidió  la  expedición.  Míi  Cristina  habla  escrito  i  su  hermaiko 
de  Ñipóles,  en  Septiembre  de  1836;  la  expedición  no  solió  hasta  Mayo  de  1837,  y  11^  en 
Septiembre  á  los  alrededores  de  Madrid:  en  este  tiempo  la  situación  moral  da  la  Reina  balili 
cambiado  por  completo;  hacia  más  de  un  año  del  motín  pretoiianesco  que  la  humillan,  se 
habla  promulgado  la  Constitución  det  37,  más  conservadora  ó  monárquica  que  la  tan  temidí 
del  13,  y  estaba  organizado  it partido  motuirquia  cfiislilitcianal  (moderado),  en  que  tenia  pues- 
tas sus  esperanzas  L>.*  Cristina.  Habla  pasado,  pues,  toda  oportunidad,  y  D.  Carlos  turo  qae 
-ToUerse  al  Norte.  Su  cauta  Miaba  deánfti*«manM  perdida. 


«on  el  primogínito  de  D.  Carlos.  £1  rey  de  Ñapóles  envió  á  Madrid  al  barón  de  Milaoecs  < 
i  Mayespara  ttat.tr  de  este  asunto  y,  de  acuerdo  con  Luis  Felipe,  hizo  hablar  del  caao  i^Doi 
Carlos,  Estuvo  ísle  poco  hábil,  pues  exigió  que  antes  de  nada  D,'  Cristina  le  reconociese  poi 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


HISTORIA   DE  BSPAtíA  67I 

un  papel,  y  aprovechando  el  silencio  solemne  de  aquellos  momentos  rompió 
á  leer  junto  al  ataúd  de  Larra  con  voz  robosta,  vibrante  y  armoniosa,  velada 
por  la  emoción. 

Eae  vago  dunoi  qne  n^a  al  Tiento, 

El  la  Toz  faDetal  de  ana  campana: 

iVago  rtroedo  del  postrer  lamento 

De  un  cadiver  sombrío  y  macilento 

Qae  en  incio  poWo  dormiii  maSana! 


Así  se  dio  á  conocer  al  público  D.  José  ¿orrílla  (i),  quien  años  después 
habla  de  renegar  de  su  modo  de  nacer  á  la  fama,  escribiendo: 


También  en  este  aüo  (Enero)  estrenáronse  Los  Amautes  de  Teruel,  de 
Hartzenbuscb  (2)  y  las  Conferencias  del  Ateneo,  organizadas  en  el  anterior, 
con  el  desfile  por  su  cátedra  de  Donoso  Cortés,  Lista,  Pacheco,  Pérez  Her- 
nández, Santaetla,  etc.  En  el  Ateneo  predominaba  el  matiz  moderado,  hasta 
el  punto  de  que  por  eso  quiso  disolverlo  Olózaga  durante  la  dominación  pro- 
gresista (3).  Él  Liceo  se  fundó  este  año,  aunque  su  solemne  inauguración  fué 
en  1858. 

En  el  Teatro  de  la  Cruz  estrenáronse  /  Pnritani  (19  Julio),  LMcia  di  La- 
fturmoor  (2  Agosto)  y  La  Cenertniola  (26  Agosto).  D.  Federico  Madrazo,  que 
el  a&o  anterior  en  la  Exposición  de  la  Academia  de  San  Fernando  habla  ob- 
tenido un  triunfo  con  su  cuadro  El  Grltn  Capitán  en  CtriAola,  alcanzó  en  éste 
el  siempre  tan  halagüeño  á  espafioles  de  ser  escogido  por  el  Gobierno  francés 
para  pintar  Gsdofrido  d*  BoMiUán^coa  destino  á  la  GtUtriahisiárica  de  VersaUes. 

Año  i8j8. — El  Ministerio  del  conde  de  Ofalia  duró  hasU  el  7  de  Sep- 
tiembre; le  sucedió  el  del  duque  de  Frías;  el  6  de  Diciembre  se  formó  el 
presidido  por  D.  Evaristo  Pérez  de  Castro.  La  tendencia  de  la  mayoría  par- 
lamentaria era  muy  conservadora  —  el  duque  de  Rivas  calificó  de  robo  la 
incautación  de  los  bienes  de  las  monjas;  D.  Pedro  José  Pidal  defendió  los 
diezmos —  y  el  Gobierno  reconoció  la  necesidad  de  restablecer  las  relaciones 
con  la  Santa  Sede;  restableció  el  diezmo  por  un  año,  promulgó  una  ley  de 
dotación  del  Clero,  etc.  Pero  la  vida  de  aquellos  gabinetes  estaba  supeditada: 
I."  Á  la  completa  falta  de  recursos  que  los  obligaba  á  ir  vendiendo  ó  malba- 
ratando los  bienes  nacionales  con  objeto  de  procurarse  algunos  elementos  con 


(i)  Naci6  en  Valladolid  (31  Febrero  1S17).  Hijo  de  an  magiilrado  de  elevada  jetarqaia, 
hizo  sns  prímeroi  eatiidios  en  el  Seminario  de  Nobles,  y  por  irnposición  de  m  padre  empezó 
l«  carrera  de  Leyes  en  Toledo  y  en  Valladolid,  Peio  Zorrilla  no  quería  ser  más  que  poeta,  y,  es- 
capado de  su  casa,  se  vino  i  Madrid  á  segair  tal  profesión,  que  ni  es  profesión  ni  debe  serlo, 

(3)  D.  Juan  Eageaio  Hartienbach,  bija  de  un  ebanista  alemán  establecido  en  Madrid. 
donde  nació  (6  Septiembre  iSo6).  Siguió  el  oficio  de  su  padre;  pero  Tobándola  cuanto  tiempo 
podía  para  instruirse  y  esciibii.  Las  traducciones  y  arreglos  qne  djó  al  teatro  antes  de  Lci 
Amantes  tuvieron  mala  acogida. 

I3)  Siendo  su  presidente  desde  que  el  duque  de  Rivas.  después  de  ser  ministro,  tavo  qne 
emigrar.  Sólo  consintió  eu  que  se  abriera  el  carso  da  Confereacias  con  la  condición  de  que  se 
encomendasen  algunas  á  oradores  progresistas;  pero  toda  la  buena  voluntad  de  Mesonero  bailó 
«a  junto  cuatro  progresistas  capaces  de  darla:  D.  Fermín  Cabsllero,  D.  Femando  Coiradl  y  los 
presbíteros  Rico  7  Sintaella.  E^te  último  pasaba  por  ser  tan  j  ansenista  que  se  le  crefa  parli- 
ilarío  del  cisms.  D,  Salustiano  lo  admitió  alborozado,  y  asistió  á  su  primera  lección  Soirí  la 
iafiucneia  di  la  nUgiíti  ih  la  fii>¡ilica;peto  quedó  asombrado  al  oír  á  Santaella  expresarse  en 
términos  tan  ortodoxos  que  Donoso  Cortés,  dijo  por  lo  bajo:  ¡Puii  señor,  si  istt  hemire  es  tis- 
iiiáiUo,  también  te  ¡oy  yol  Estos  pormenores  conñrmon  lo  dicbo'en  el  teito:  que  en  iS}7  el  ele- 
mento intelectual  era  moderado. 


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6^2  HISTORIA  DE   ES?aSA 

que  cubrir  las  atenciones  más  apremiantes.  2.°  A  la  Milicia  nacional,  instru- 
mento de  los  progresistas,  ¿  incompatible  con  el  orden  público:  en  cuanto 
los  comités  progresistas  se  sentían  agraviados  ó  molestos  por  cualquier  me- 
dida gubernativa  se  tocaba  generala  por  las  calles,  juntábanse  los  milicianos, 
y  motín  al  canto.  Y  3."  Por  la  preponderancia  del  elemento  militar:  Espartero, 
general  en  jefe  del  ejército  del  Norte,  era  el  amo,  y  nada  se  hacía  sin  su  ve- 
nia. Para  ver  de  librarse  de  tal  tutela  se  proyectó  organizar  en  Castilla  la 
Nueva  un  ejército  de  reserva  (40.000  hombres)  i  las  órdenes  de  Narváei; 
mas  Espartero  se  opuso,  y  desde  entonces  fué  enemigo  de  Narváez  y  se  in- 
clinó á  los  progresistas.  El  gabinete  Pérez  de  Castro  fué  una  imposición  de 
Espartero,  á  que  coadyuvó  una  camarilla  que  se  había  formado  en  Palacio, 
compuesta  por  D.  Fernando  Muñoz  y  dos  funcionarios  palatinos,  y  la  cital  se 
entendía  con  Linage,  el  secretario  del  general  en  jefe  (i).  Para  comprender 
como  se  formó  este  gabinete,  baste  apuntar  que  á  un  señor,  apellidado  Hom- 
panera  de  Cos,  sin  otro  antecedente  que  el  de  haber  estado  empleado 
con  4.000  reales  en  una  Diputación  provincial,  se  le  hizo  de  golpe  y  porrazo 
ministro  de  la  Gobernación. 

Los  sucesos  más  importantes  de  la  guerra  civil  fueron:  la  sorpresa  de 
Zaragoza  por  Cabañero  (5  Marzo)  con  la  buena  defensa  que  hicieron  ios  na- 
cionales, todavía  conmemorada  en  la  capital  de  Aragón  como  un  recuerdo 
histórico  de  magnitud,  y,  desgraciadamente,  manchada  por  el  asesinato  á  ba- 
yonetazos del  general  gobernador  Esteller,  á  quien  culparon  los  milicianos 
de  poca  vigilancia  en  la  guarda  de  la  ciudad,  y  el  ataque  y  defensa  de  Mo- 
rdía. Esta  plaza,  en  lo  más  fragoso  del  enriscado  Maestrazgo  de  Montesa, 
había  sido  convertida  por  Cabrera  en  principal  baluarte  de  la  especie  de 
dominio  feudal  creado  por  él  en  el  centro  de  España,  cuartel  general  de 
sus  io.ooo  soldados  aguerridos,  y  desde  el  cual  extendía  su  acción  á  Cata- 
luña y  Zaragoza  por  el  Norte,  Teruel  y  Cuenca  por  el  Oeste,  Castellón  por 
el  Este,  y  Valencia  por  el  Mediodía.  Dueño  de  aquella  posición  central  que 
tenía  cubierta  de  muchos  fuertes,  Cabrera,  cuando  el  grueso  del  ejército 
cristino  estaba  en  Aragón,  caía  sobre  la  huerta  de  Valencia  y  viceversa;  él 
marchaba  de  un  extremo  á  otro  del  territorio  en  líneas  rectas,  y  sus  contrarios 
tenían  que  dar  la  vuelta  á  las  montañas,  con  lo  que  les  ganaba  muchas  jor- 
nadas. Para  echarlo  de  alh  fué  I>.  Marcelino  Oráa  con  un  grueso  ejército  á 
sitiar  á  Morella,  Cabrera  se  puso  á  retaguardia  de  la  hueste  sitiadora,  y  entre 
la  guarnición  que  se  defendió  muy  bien  y  los  de  fuera,  que  no  cesaban  de 
atacar  á  los  sitiadores,  vencieron  á  éstos;  duró  la  campaña  del  16  de  Julio 
al  1  /  de  Agosto.  Oráa  perdió  el  mando  y  fué  sometido  á  proceso;  á  Cabrera  le 
tituló  D.  Carlos  conde  de  Morelía,  y  el  29  de  Septiembre  destrozó  en  Maella 
la  brigada  Pardiñas,  Deslució  tan  brillantes  victorias  con  fusilamientos  á  po- 
rrillo, en  lo  que  no  se  quedaban  atrás  sus  contrarios,  no  pudiendo  ninguno 

(i]  D.  Fraociico  Linage  nació  en  Toro  (14  Febrero  1795).  Sentfi  pinza  de  soliiaJo  en  la 
«xpedición  de  Morillo,  volvió  yn  de  oñcial  en  I^zj.  En  1837  ascendió  i  coronel,  y  á  brigadier 
en  est«  aflo.  Era  el  hombre  de  conñaDia  de  Espartero,  y,  según  la  opinión  de  muchoa,  el  que  lo 
dirigía,  sobre  todo  en  asuntos  políticos,  P^spailero  no  era  realmente  sino  un  Talerosfsimo  aol- 
d>.&,  hombre  de  buena  fe  y  abnegación,  como  iodemosiró  pagando  más  de  una  vez  de  su  pecu- 
lio ó  con  su  crÉdtto  las  atenciones  del  ejercito:  jefe  de  mAs  fortuna  que  pericia,  en  cuyo  haber 
de  caudillo  no  hay  mis  que  dos  notas  sobresalientes:  la  enerpia  con  que  sabía  sostener  la  dis- 
ciplina, y  el  arte  con  que  entusiasmaba  j  electrizaba  á  las  tiopRS  arengándolas  con  menos 
pomposa  literatura  que  Córdoba,  pero  con  miis  oportunidad  y  eñcicia.  Por  lo  demás,  de  muy 
mediano  entendimiento  y  de  ninguna  cultura.  En  poKlica  parece  que  no  hacia  sino  lo  que  l<? 
iba  indicando  Linage,  que  era  listísimo,  hasta  ei  ponto  de  hacer  creer  al  zenersi  oue  i 


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HISTORIA    DE  ESPAÑA  673 

echarse  nada  en  cara  por  este  vergonzoso  concepto.  En  Valencia  los  nacio- 
nales llegaron  al  asesinato  del  capitán  general  D.  Froilán  Méndez  Vigo  sólo 
por  exhortarlos  á  respetar  la  vida  de  los  prisioneros  carlistas.  Nuestra  histo- 
ria contemporánea  tiene,  por  desgracia,  muchas  páginas  que  más  parecen  de 
una  tribu  salvaje  que  de  una  nación  cristiana  (c). 

Este  año  fué  jefe  político  de  Madrid  por  breve  tiempo,  D.  Joaquín  Viz- 
caíno; pero  lo  aprovechó  para  la  creación  de  la  Caja  de  Ahorros,  idea,  no 
suya,  sino  de  Mesonero.  El  Real  decreto  de  fundación  es  de  31  de  Octubre,  y 
la  Caja  se  abrió  al  público  e!  1 7  de  Febrero  del  año  siguiente.  Un  periódico  in- 
glés publicó  lo  siguiente:  <£n  España  no  hay  más  que  tres  personas  que  cum- 
plan con  su  obligación:  Cabrera,  el  torero  Montes  y  el  marqués  de  Pontejos>. 

jíña  iSjg.  —  Duró  todo  el  año  el  Ministerio  Pérez  de  Castro.  El  campo 
carlista  del  Norte,  dividido  en  las  dos  tendencias  de  apostólicos  y  realistas 
netos,  trabajado  por  tas  rivalidades  del  elemento  civil,  que  allí  era  predomi- 
nantemente eclesiástico,  con  el  militar  y  por  las  intrigas  del  Gobierno  cris- 
tino  á  que  cooperaba  Inglaterra,  desencantado  en  parte  por  el  mal  éxito  de 
la  expedición  de  Don  Carlos,  y  cansado  de  la  indefinida  duración  de  la  gue- 
rra, presentaba  ya  síntomas  de  próxima  descomposición.  £1  general  en  jefe, 
D.  Rafael  Maroto,  hizo  un  pronunciamiento  en  regla  contra  los  consejeros 
que  tenían  la  confianza  de  su  Reyi  fusiló  sin  formación  de  causa  á  los  genera- 
les García,  Sanz,  Guergué,  Carmona  y  Uriz,  proscribió  á  otros,  impuso  á  Don 
Carlos  ministros  amigos  suyos,  y,  por  último,  ñrtaó  el  Convenio  de  Vergara 
(3 1  Agosto),  por  el  cual  fueron  reconocidos  sus  empleos  á  los  militares  carlis- 
tas que  lo  suscribieron  ó  se  adhirieron,  teniendo  Don  Carlos  que  emigrar  á 
Francia  {14  Septiembre)  con  las  pocas  fuerzas  que  le  permanecieron  fieles. 
Sólo  quedaron  en  armas  Cabrera  y  las  partidas  de  Cataluña.  En  Octubre  mar- 
chó Espartero  contra  Cabrera  al  frente  de  lo  más  lucido  del  ejército  del  Norte, 
que,  unido  al  que  mandaba  en  el  Centro  D.  Leopoldo  O'Donnell,  formaba  una 
masa  irresistible  para  los  carlistas.  La  mayoría  de  las  Cortes  era  moderada; 
pero  el  general  en  jefe,  ya  titulado  duque  de  la  Victoria,  inclinábase  resuel- 
tamente á  los  progresistas,  como  acreditó  el  maniñesto  suscrito  por  Linage  y 
publicado  en  El  Eco  del  Comercio  (Diciembre). 

El  16  de  Febrero  de  este  año  empezó  el  Diario  de  Barcelona  á  publicar 
versos  catalanes,  firmados  por  Lo  Gayter  del  Uobregat  (Joaquín  Rubio  y 
Ors  (2).  No  eran,  ciertamente,  aquéllas  las  primeras  poesías  en  lengua  cata- 
lana que  velan  la  luz  en  la  época  moderna;  desde  24  de  Agosto  de  1833  es- 
taba publicada  (3)  la  magnfñca  oda  de  Aribau  (4)  que  unos  titulan  A  lapatria 


(i)  siempre  con  algunas  honrosas  excepciones.  En  esta  ocasii^n  el  genetal  Bono  di  Car- 
minati  dimitió  horroiíiado  ante  las  represalias  decretadas  por  Van-Halen  y  Narciso  Upez. 
Mx  Altimo  dio  una  proclama  en  Valencia,  diciendo:  «Ha  llegado  el  dfa  de  prescindir  de  sensi- 
bilidades». En  el  campo  carlista,  el  capitán  Espinosa  dio  un  alio  ejemplo:  acabada  la  acción 
de  Maella,  an  ayadanie  de  Cabrera  le  llevó  U  orden  de  matar  á  cincuenta  prisioneros  qne 
lenia  en  sn  poder,  v  Espinosa  contestó:  «Diga  usted  al  general  que  yo  no  tengo  lanza  despnís 
de  Ib  acción».  En  aquellos  días  un  capílalisla  de  Madnd  encabezó  con  zaooo  duros  ana  sus- 
cripción para  pagar  á  peso  de  oro  el  asesinato  de  Cabrem. 

(a)  Nació  en  Barcelona  (ji  Julio  1818).  En  la  librería  de  sa  padre  se  despertó  an  ifíción 
por  Ir  lecinia. 

(J)    En  el  periódico  Bl  Vapor. 

(4)    D.  BaenaTeniura  C.  Aribau  nació  en  Barcelona  (4  Noviembre  179S).  Fué  taquígrafo' 


periodista,  fundador  de  El  Éurífito,  diario  barcelonés  (1873),  y  el  obispo  Torrea  Amai  te  colocó 
en  casa  del  banquero  Remisa,  donde  Aribau  se  bailó  tan  perfectamente  que  compuso  su  cele- 
bírrima  oda, . .  ptr  expresar  Tafetti  mh  safrraL  —  Qu/pufa  itomí  en  cor  gravar  la  ma  dtl  cct, 

ara  di  cantar  de  man  pairé 
,  Casa  de  la  Moneda  (1S53), 
n  la  Biilielíca  dt  AtUoris 

D,g,t7cdb/GOOgrC 


bírrima  oda, .  .ptr  expresar  Taféete  mh  sagmt.  —  Quepuga  itome  en  cor  gravar  la  ma  dtl  cel, 
ó  sea  la  gratitud:  ¡x,  i  crida  peí  man  qui  r/iay  mon  cor  in^ral.  —  Cenará  de  cantar  de  man  pairé 
la  gloria...  Aribay  fui  posteriormente  director  del  Tesoro  (i847t,de  la  Casa  déla  Moneda  (185a), 
secretario  de  la  Real  Intendencia  (18^),  y  colaboró  acliramente  en  la  Biblioteca  dt  Autores 
Eipailelti.  Murió  el  I?  de  Septiembre  de  tSól. 
Salcedo,  HISTORIA  DE  ESPAÑA 


Historia  Ghífica  dh  la  Civii-ízaciún  Español* 


HISTORIA  DEL  TRA1E.  -TralM  del  tilia  XIX. 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


HISTORIA  D8  ESPAÑA  6/5 

y  Otros  A  Remisa,  y  que  pocos  catalanes  dejan  de  saber  de  memoria;  pero 
ni  aquel  primer  anticipado  brote  de  literatura  regional,  aunque  tan  hermoso 
y  acabado,  ni  los  ensayos  de  Cortada  (i)  y  Martí  (2)  llamaron  la  atención  del 
pueblo  catalán  sobre  las  olvidadas  excelencias  poéticas  de  su  lengua:  este 
triunfo  estaba  reservado  al  joven  Rubio.  «Cuando  llegaba  una  nueva  compo- 
tsición  de  Lo  Gayíer,  todas  extrañas  á  la  pasión  del  momento,  pero  todas 
'impregnadas  de  espíritu  catalán,  nos  la  arrebatábamos  de  las  manos,  se  sa- 
>caban  cien  copias  de  ella,  se  lela  en  alta  voz  en  los  cuerpos  de  guardia,  y  se 

•  daban  al  olvido  los  graves  acontecimientos  del  día;  es  decir,  que  por  un  mo- 
tmento  la  suerte  del  caballero  cruzado  de  Lo  Gayter  nos  interesaba  más  que 
»el  paradero  de  Cabrera  recién  entrado  en  Cataluña,  y  con  quien  tal  vez  ten- 

•  dríamos  que  batirnos  al  día  siguiente»  (3). 

£1  regionalismo  literario  habla  nacido  en  Es  paila. 

Año  1840.  —  Fecundo  como  pocos  en  sucesos  políticos.  La  guerra 
civil  duró  hasta  el  7  de  Julio.  El  ejército  de  Espartero  fué  tomando  uno  por  uno 
los  puertos  fortiñcados  de  Cabrera  en  el  Maestrazgo  y  sus  contornos;  Cabre- 
ra pasó  á  Cataluña  con  un  resto  considerable  de  sus  fuerzas,  y  batido  en  Ber- 
ga,  aunque  todavía  conservaba  elementos  para  prolongar  la  lucha,  compren- 
diendo la  inutilidad  de  ella,  buscó  refugio  en  Francia:  Se  me  supone  rico,  dijo 
al  cónsul  de  España  en  Perpignan,  jr  que  he  enviado  mucho  dinero  d  Francia. 
Aseguro  d  usted  que  no  tengo  para  vivir;  se  lo  diré  asi  á  D.  Carlos,  y  le  pediré 
que  me  di  délo  que  á  il  le  dan. 

De  mayor  interés  que  estas  postrimerías  de  la  guerra  civil  fueron  las  In- 
trigas políticas  que  no  cabe  aquí  reseñar  menudamente,  pero  que  en  síntesis 
se  redujeron  á  lo  siguiente:  la  reina  Cristina,  odiada  por  los  carlistas,  que  le 
atribuían  la  parte  principal  en  el  cambio  dinástico  y  de  régimen,  y  por  los  ca- 
tólicos fervientes,  que  vetan  en  ella  la  san  donadora  de  las  leyes  contrarias  á 
la  Iglesia,  acabó  de  enajenarse  el  afecto  de  la  masa  neutra  con  su  matrimonio, 
que,  siendo  tal  como  lo  era,  en  efecto,  incapacitábala  para  ejercer  legalmente 
la  regencia  y  si  hubiera  sido  concubinato,  como  creía  entonces  la  generali- 
dad de  las  gentes,  envilecía  su  persona  y  cargo;  á  lo  que  conviene  añadir  que, 
con  fundamento  ó  sin  él  atribúlasele  también  acaparamiento  culpable  de  bie- 
nes tomados  del  real  Patrimonio  ó  del  Estado  con  la  mira  de  formar  un  cau- 
dal para  los  hijos  que  tenía  de  Muñoz.  En  suma,  que  la  Regente,  antes  tan 
aclamada  y  querida,  habla  perdido  todo  su  crédito  popular  por  este  tiempo. 
Poco  podía  contar  la  señora  con  los  dos  partidos  constitucionales,  pues  los  pro- 
gresistas sólo  la  admitían  á  condición  de  que  se  redujese  al  papel  de  mera  es- 
tampilla regia  de  sus  propósitos  revolucionarios,  incompatibles  en  gran  par- 
te con  sus  creencias  católicas  y  con  su  interés  de  soberana,  y,  de  abandonar- 
se á  esta  corriente,  alejábase  cada  vez  más  de  los  elementos  conservadores, 
necesarios  á  todo  Gobierno,  y  aun  más  á  un  Gobierno  monárquico;  la  prefe- 
rencia de  Cristina  tenia  que  ser,  pues,  para  los  moderados,  pero  no  podía 
tampoco  inclinarse  á  ellos  de  un  modo  resuelto  por  carecer  de  fuerzas  para 

(ll  Tradactor  en  verso  catalán  de  una  novclíla  italiana  eo  verso  Umbién.  Titúlase  la  Ira- 
dacción  La  niyya  fu^Hva. 

(al    AalOT  de  ¿lagrimal  di  ¡a  lAudeta. 

[3)    Mañ£  y  Flaquer  {Diario  de  Barcelona,  S  Septiembre  1S78). 

(Exflieaciin  de  ía  lámina  C  VI). 

HISTORIA  DEL  TRAJE.  -  Tr«|«l  etplBoMl  del  lIslo  XIX.  -  1.Tn)e  de  sellora  (paseo).  13». 
—  i  Traje  ile  «iqueti  (ciballtro),  183T.  -  3.  Traje  de  baEle  (seRorlta),  18».  —  1.  Amiianí  de  IBS3. — 
S.  Eleeantedr  ISlí. 


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6j6  HISTORIA   DE  ESPAÑA 

dominar  á  los  progresistas,  que  con  la  Milicia  nacional,  ducha  en  el  arte  de  los 
pronundam lentos  y  asonadas,  disponían  de  un  poder  formidable.  Como  la 
Reina  no  era  tonta,  ni  mucho  menos,  comprendió  que  su  salvación  estaba  en 
el  ejército,  incontrastable  siempre,  y  á  la  sazón,  muy  numeroso  y  con  el  pres- 
tigio conquistado  en  la  guerra  civil:  en  el  ejército,  efectivamente,  tenia  Cris- 
tina el  arraigo  consiguiente  al  haberse  batido  por  ella  durante  siete  años,  y 
en  él  militaban  hombres  que,  como  D.  Diego  León  (i),  á  una  indicación 
suya  se  hubiesen  sacrificado  defendiéndola;  pero,  como  es  lógico,  se  fijó  en 
el  caudillo  que,  á  la  sazón,  hacfa  cabeza  de  los  militares,  ó  sea  D.  Baldomcro 
Espartero,  creyendo  que  apoyada  por  él  podría  fácilmente  resistir  á  su  cre- 
ciente impopularidad  y  desenvolver  una  política  moderada  que  diera  firme 
sustento  al  trono  de  su  hija. 

Se  equivocó,  porque  D.  Baldomcro,  ó  arrastrado  por  su  propia  ambición, 
ó,  lo  que  es  más  probable,  impulsado  por  el  astuto  Linage,  llegó  á  romper  con 
ella  y  á  sustituirla  en  la  regencia.  Seria  curioso  é  interesante  un  estudio 
histórico  documentado,  por  el  estilo  de  los  del  marqués  de  Lema  y  Péreí  de 
Guzmán  sobre  el  reinado  de  Carlos  IV,  en  que  fuera  expuesto  el  proceso  de 
las  relaciones  políticas  entre  Cristina  y  Espartero,  y  cómo  este  general,  que 
por  su  laudable  severidad  para  mantener  la  disciplina  pareció  revelarse  de 

(i)  D.  Di^o  Anlonio  Leiin  y  Navarrele,  conde  de  Belascoaln,  aaci6  en  Córdoba  (30 
Marzo  iSoy),  Ingresa  en  el  Ejírcito  comprando,  como  estaba  entonces  admitido  y  lo  ha 
estado  en  Inglaterra,  una  plaia  de  capitán  de  Cabalterfa  (n  Agosto  1824).  Distinguióse  por 
modo  extraordinario  en  la  guerra  civil  por  sus  magníficas  caigas,  meiectendo  el  lobrenom- 
bre  de  ¡a  príniíra  tama  díl  ejircilo.  Ascendió  á  coronel  en  lS}5,  á  brigadier  en  t8j6.  Un 
afio  después  i  mariscal  de  campo,  y  en  Abril  de  este  año  á  teniente  general.  Era  de  arrogan- 
tísima ngura,  completamente  sordo  —  á  ésto  atribuían  algnnos  su  aDsoluta  falla  de  mtedo 
en  Ihi  cargas,  pues  no  ola  las  balas,  7  ademii  solfa  cargar  con  la  vista  baja,  no  ilendo  asi  á  los 
enemigos  — ,  j  como  salió  ileso  de  los  mayores  peligros,  él  mismo  Ueeó  á  creer  cu  su  invulne- 
rabilidsd.  Su  carácter  militar,  en  suma,  era  el  de  un  gran  soldado  de  Caballería,  descendiente 
de  los  paladines  medioevales.  Entendía  poco  ó  nada  de  política:  para  ti  la  guerra  parece  que 
se  reduela,  á  una  mera  cuestión  dinástica,  Se  balfa  por  su  Reina,  que  era  Isabel  II,  y  mientras 
fuese  nina,  lu  madre  Cristina. 


(í".í//iV(7<-iJn  di  la  lámina  i¡^  fnfrrnlt.) 

Eapaiolc*  lluitras  conté mporáiMol.  —  S9. Joaquín  Arjona,  actor  dnniilico  sevillano  notable  y 
esiuitlo^o,  que  sobresalió  en  la  Interpretación  de  las  comedias  de  Moralln  y  en  las  del  teatro  dislco,  y  que 
durinlf  niucho«  aAos  lué  el  aplaudídisimn  ealán  dr  las  eminentes  actrices  Blrbaia  y  Teodora  Lamadrid 
|l817-ia7S).  —  M.  Jote  Zorrilla,  el  poeta  mis  etimia  del  siglo  XIX  en  Espada.  Su  obra  más  popular.  Don 
Jaan  Tenorio,  dista  mucho  ir  ser  lo  mejor  que  escribió.  Sus  Iryentlas  admirables  bastarían  pan  su  glo- 
ria. Nació  en  Valladolid,  y  fué  coronada  snlem  nenien  le  en  la  ALhambra  (1817-13431.  —97.  Raaéa  de 
Campoamor  y  CampoOMrío.  pacía  ovetense  oriKinalisimo,  inspirado  y  elegante.  Sus  Pmaeiloi 
poemas  y  sus  Dolaros  son  un  monumenlo  inmortal  (1817-1901). —  58.  Lala  José  SartorlBI.  primer 
cnnde  de  San  Luis,  periodista  y  pnlilico  que  empezó  su  carrera  protegido  por  Bravo  Murillo;  fué 
ministro  con  NarvArz,  y  en  IS51  formó  gabinete  bajo  su  propia  presidencia.  Embajador  en  Roma  despu^ 
del  Sb,  le  sorprendió  la  revolución  de  1S6S  siendo  presidente  del  Congreso  de  los  Diputados  (ISIS-ISTl), 
—  SS.Joaé  AmatlordtloaRlo*,  ilustre  preceptista  y  literato,  anlor  de  una  eicelentlíima ///aforiocr/N- 
ea  de  la  llleralara  espolióla,  que,  desRtacladamente,  dejó  sin  concluir.  Sólo  alcania  hasta  el  siglo  xvii 
(1Sld-lS78|.  eO.  Mallldt  Diez,  notable  y  aplaud idísima  actriz  dramática,  esposa  tie  D.  Julián  Romea, 
de  quien  se  separó  á  los  pucos  añns  para  trabajar  can  D.  Manuel  Catalina  hasta  su  muene  (1BIS-1SS31.  - 
SI.  Mannal  MIIA  y  Fontanal!,  doctísimo  crítico  literario.  Sos  obras  principales  son:  Dt  la  poesía  Iteroi- 
co-popular  y  Los  ¡rotadores  en  Espalla.  Fué  maestro  de  D.  Marcelino  Mcníndez  Pelayo.  Nació  en 
Barcelona  (ISIS-iaSt),  82.  Hoctor  Mariano  Bcnaveate,  ilustre  mídico  y  notable  y  ameno  periodisU' 
redactor  de  varias  leiistas  profesionales.  Llamábasele  por  antonomasia  el  'mídico  de  los  nilloS'  por  sn 
rira  compelencia  en  las  enfermedades  de  la  infancia.  Hijo  suyo  es  nuestro  gran  dramaturgo  Jacinto  Dena- 
vcntt(iBi3-IS8i).  —  8).  FraBClMO  Navarro  Vllloiladi,  novelista  del  género  histórico;  amor  it  Amaim 
ó  los  vascos  en  e!  sij,lo  VIH.  una  de  las  más  bellas  obras  del  siglt)  M.\  <I8I8-I89i|. 


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60.  MalUdC  Dleí 


Espkflolu  llnstrcí  conltmporáncoi. 


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6;8  HISTORIA  DE  ESPAÑA 

temperamento  muy  conservador,  siendo  por  ello  aborrecido  de  los  progresis- 
tas, fué  poco  á  poco  aproximándose  á  éstos  hasta  ser  su  ídolo.  Es  probable  que 
tal  evolución  obedeciese  á  dos  causas:  una,  el  recelo  que  inspiraron  al  vence- 
dor de  Luchana  los  generales  Córdoba  (i)  y  Narváez,  conocidos  por  su  filia- 
ciÓD  moderada,  y  otra,  el  mismo  hecho  de  inclinarse  Cristina  á  los  modera- 
dos. Espartero  tenía  que  buscar  una  bandera  distinta.  Lo  cierto  es  que  el  mo- 
tivo ó  causa  ocasional  de  la  disidencia  fué  la  ley  de  Ayuntamientos,  encami- 
nada á  reducir  á  estas  corporaciones  á  la  esfera  admínistativa,  quitándoles  la 
intervención  directa  en  la  política,  que  era  una  de  las  causas  más  poderosas 
de  las  constantes  algaradas  en  las  poblaciones.  El  partido  progresista,  que 
consideraba  estos  continuos  motines  como  legitimas  y  saludables  expansio- 
nes del  pueblo,  se  opuso  á  dicha  ley;  pero  aprobada  por  las  Cortes,  la  Reina 
la  sancionó,  á  pesar  de  que  Espartero  le  habla  manifestado  su  parecer  con- 
trario á  este  acto,  y  ella  prometido  cambiar  de  ministros  y  de  polftica  disol- 
viendo las  Cortes.  Ocurría  ésto  en  Barcelona  (14  Julio),  donde  se  hallaban 
Cristina  y  Espartero.  Espartero  dimitió  (15  Julio),  estalló  un  motín  (noche 
del  18)  de  progresistas  mezclados  con  muchos  jefes  y  oficiales  del  ejército,  é 
intimidada  la  Reina  (2),  se  sometió  á  Espartero,  formando  el  Gabinete  que 
el  General  le  impuso,  presidido  por  D.  Antonio  González  {20  Julio);  pero 
sólo  duró  veinte  días,  porque  los  ministros  querían  inmediatamente  la  diso- 
lución de  Cortes  y  derogación  de  la  ley  de  Ayuntamientos:  y  la  Reina, 
procediendo  con  un  respeto  exquisito  á  las  fórmulas  constitucionales,  soste- 
nía que  debía  el  Gabinete  presentarse  á  las  Cámaras  y  proponerles  la  anhe- 
lada derogación,  suprimiendo  el  nombramiento  de  alcaldes  hasta  i."  de 
Enero,  y  una  vez  que  votaran,  ya  en  un  sentido  6  ya  en  otro,  vendría  el  mo- 
mento de  intervenir  la  Corona.  Por  esta  discrepancia  se  constituyó  el  Ga- 
túnete  presidido  por  D.  Valentín  Ferraz  (12  Agosto),  y  la  Reina  emprendió 
el  viaje  á  Valencia  el  día  24.  Á  las  cuarenta  y  ocho  horas  de  desembarcar 
presentó  el  Gabinete  la  dimisión,  y  fué  reemplazado  por  otro  que  presidió 
don  Modesto  Alcázar,  y  en  que  figuraba  como  ministro  de  la  Guerra  el  general 
Aspiroz  (3).  Progresistas  y  esparteristas,  que  ya  eran  una  misma  cosa,  toma- 
ron á  provocación  este  Gobierno,  y  estalló  en  Madrid  el pronuMciaMÍenío  de 
S^tUmóre  el  día  4.  La  Reina  ordenó  á  Espartero  que  fuese  á  reprimirlo,  y 
y  ante  la  negativa  del  caudillo,  se  sometió  á  su  adversa  suerte  renunciando  á 
la  Regencia,  y  embarcándose  en  Valencia  para  Marsella  (ly  Septiembre). 
Constituyóse  un  Ministerio-regencia  presidido  por  el  duque  de  la  Victoria, 
que  convocó  las  Cortes  para  el  19  de  Marzo  de  184!. 

A  pesar  de  todas  estas  peripecias  políticas,  el  año  fué  de  alegría  por  la 
terminación  de  la  guerra  civil,  y  hasta  por  la  caída  de  Cristina,  que  no  sintió 
nadie,  fuera  de  los  moderados  y  de  algunos  caballeras  á  la  antigua,  como 
León.  La  generalidad  de  las  gentes  conñaba  en  Espartero,  y,  hasta  los  que 
temían  á  los  progresistas,  se  figuraban  que  teniendo  al  frente  un  general  que 
sabía  reprimir  la  indisciplina  militar  con  mano  dura,  no  habrían  de  repetirse 
los  excesos  del  trienio  y  de  1836.  Espartero  no  era  Riego. 


(1)  D.  Luis  Pernindez  de  Córdoba,  desde  París  donde  escribid  3U  Memaria  jaslijiíaliva, 
Mgán  queda  dicho,  vino  á  Madrid  en  el  año  de  ltJ37  á  tomar  asiento  en  tas  Cortes  para  la  que 
fue  elegido  diputado.  Comprometido  en  et  abortado  pronuncian) ienl o  de  Sciilla,  emigró  á  Por- 
togal  (1S39I,  7  murió  en  Liiboa  (í3  Abril  1S4O). 

(2]  Cuéntase  que  dijo  al  Jefe  político  de  Baicelona:  oNo  tenias  escenas  deplorables;  ait« 
Bes  un  nuevo  motía  de  1*  Granja:  pero  no  de  saceentos  aiuo  de  genérate*». 

(3)  D.  Francisco  J.  de  Aspiroz  nació  en  Valencia  (S  Noviembre  1797)-  Hiso  su  carrwa 
en  Us  guerras  del  tiempo  de  Fernando  VII  y  en  la  civil.  Era  mariscal  de  campo  desde  Febrero 
de  tS3S,  f  pasaba  ya  por  amigo  de  Narváez.  £1  general  Aspiroz,  ascendido  á  teniente  general  i 
la  calda  de  Espartero,  vivió  hasta  el  14  de  Ociabre  de  1858. 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


HISTORIA   DS   ESPAÑA  679 

RestableciéroQse  las  diligencias  que  la  guerra  civil  habla  suspendido, 
arruinando  á  las  empresas.  Se  creó  una  nueva,  la  de  Carsi  y  Ferrer.  Mucha 
gente  de  Madrid  se  dirigió  aquel  verano  á  las  provincias  vascongadas,  y  fueron 
muy  visitados  los  lugares  que  babfa  hecho  famosos  la  guerra. 

En  Madrid  publicáronse  los  Rotnaiues  históricos  del  duque  de  Rivas,  y 
llegó  el  Liceo  á  su  época  de  mayor  esplendor,  instalado  en  el  magnifico  pa* 
lacio  de  Villahermosa:  no  ha  vuelto  á  existir  una  sociedad  como  aquélla.  Es- 
taba dividida  en  cuatro  secciones:  la  de  Literatura,  presidida  por  D.  Pa- 
tricio de  la  Escosura(l),  y  á  la  que  concurrían  Espronceda, que  este  año  publicó 
la  primera  edición  de  sus  Poesías,  Ventura  de  la  Vega,  Bretón  de  los  Herre- 
ros, Gil  Zarate,  Rubí  (2),  Hartzenbusch,  Tassara  (5),  Roca  de  Togores,  más 
conocido  por  el  titulo  que  tuvo  luego  de  marqués  de  Molins,  Enrique  Gil,  (4), 
los  hermanos  Bermúdez  de  Castro  (5),  Modesto  Lafuente.  (6),  Segovia  (7), 
López  Peregrin  (8),  Mesonero  Romanos  (9),  Pastor  Díaz  (10),  Romero  Larra- 


(i)  Nacido  en  1S07,  es  una  de  lu  represcQUcioiiel  típicas  de  la  juvenlud  literaiia,  lomÍD- 
tica  y  política  de  m  tpoca.  CanipaJleio  de  Esprunceda  en  el  Colegio  de  San  Mateo,  fhí  sa 
amigo  intimo  y  compañeio  de  aventuras,  y  hasta  su  yeino  pues  se  casó  can  sa  hija  Blanca. 
Acometió  todoi  los  gíneroi  literarios,  y  en  todos  hizo  regular  papel,  aunque  sin  alcaDiai  en 
Qineatio  de  ellos  el  primer  lauro.  En  18^  publicó  la  Dovela  £1  Vende  de  Cíoideifina  liniitaciúa 
dcWalter  Scotl);  en  1S35.  Ni  rey  ni  Koque  del  mismo  género,  y  la  leyenda  El  bullo  vestido  de 
negtf  cafút;  en  1837  esuenó  La  ctrle  del  Bum  Retiro  (comedia),  etc. 

{])  D.  Juan  Kodríguea  Rubí  nació  en  Málaga  (21  Diciembre  1817).  Se  dld  i  conocer  y  al< 
canzó  fama  en  nna  de  las  veladas  del  Liceo  leyendo  sus  composiciones  andalnias  La  venta  det 
iaeo,  Volot  y  juramentos,  ele.  En  este  mismo  año  (1840)  estrenó  con  buen  éxito  sos  comedias  Del 
mai  el  menos  y  Toroi  y  cañas. 

(3)  D.  Gabriel  García  Tasaua  nació  en  Sevilla  (1817).  Fué  moderado,  periodista  y  diplo- 
mitico.  Como  poeta,  au  fama  creció  mucho  cu  los  últimos  años  del  siglo  xix.  Según  D.  Fran- 
cÍs':o  de  P.  Canalejas,  «en  sus  cantos  se  ve  pasar  hermosamente  reflejado  cuanto  lia  sentido  la 

■sociedad  eapaHola  en  este  siglo  (el  xix)»;  M.  Pelayo  dici .     . 

nacido  en  el  mis  alto  grado  efoj  magna  sonalaTum>t\  Valí 
»aapirai  el  primer  puesto  de  la  poesía  lírica  en  Europa».  - 
mada  poi  el  autor,  Madrid,  1S72). 

(4)  Nació  enVilUfrBncBdelBier2o(iSjalio  tSm);  autor  d«  la  novela  romántica  £/ n^r 
de  BemHirej  de  la  leyenda  £1  lago  de  Carrueedo,  y  da  poesías  líricas  no  coleccionadas  ha»- 
la  1873  por  Laverde.  Murió  en  Beilin,  siendo  secretario  de  nuestra  Embajada,  M  Febrero  1846. 

(5)  D.  Josí,  romántico,  desaforado,  y  D.  Salvador,  después  duque  de  Ripalda  y  diplomá- 
tico, qae  este  mismo  año  1840,  tan  fecundo  en  obras  literarias,  publicó  sus  Ensayos  peelicos. 

(6)  Nació  en  León  (1S06].  En  1837  fundó  el  Fray  derundio,  periódico  sallnco,  ó  mejor 
41cIio,  chabacano:  sus  números  se  llamaban  íapilladas,  y  eran  diálogos  entre  Fray  Gerundio  y 
■a  lego  Tirabeque.  Fué  un  negocio  editorial  que  produjo  á  Lafuente  nna  pingüe  foitoria  y  la  mis 
extraordinaria  popalaridad.  Duró  basta  1844.  y  es  fama  que  la  terminó  el  general  Prim  con  ar- 
gumtntm  c«ituHi¿f</^i,  incomodado  poruña  capUlsds  en  que  se  burlaban  de  él.  En  1S46  publicó 
D.  Modesto  el  Teatro  social  del  siglo  XIX;  en  I847,  el  Viaje  areostátUo  dt  Fray  Gerundio  y  Ti- 
rabeque; ta  1S4S-49,  la  Revolución  Europea.  Después  se  dedicó  á  escribir  in  Historia  dt  Bsfaña. 
Mniíó  en  1866. 

(7)  D.  Antonio  M.  Segovia  nació  en  iSoS,  y  vivió  hasta  1874.  Eacriblann  periódico  satírica 
titulado  £/  Estudiante  qae  era,  i  su  vez,  el  seadónimo  con  que  firmaba;  sa  sitint,  social  y  políti- 
ca, era,  sin  embargo,  predominantemente  lileiaria,  eu  defensa  de  la  pureza  de  la  lengua,  como 
Valbnena  muchos  años  después.  Hay  una  colección  de  sus  composiciones  en  prosa  y  verso  (1 839). 

p)  Fismahit /Henúmar y  El  jibenámar  era  el  titulo  de  su  periódico  satírico  en  que  fastigaba 
á  políticos  y  literatos  con  símiles  y  en  estilo  propios  de  la  tauromaqnia.  Como  Sf^ovia,  Abe- 
námar  era  revistero  de  loros,  y  ambos  publicaban  aus  revistas  en  El  Correo  Nacional,  hoy  bss- 
cadlaimas  y  laqueadísimas  por  revisteros  y  graciosos  de  periódico.  El  Estudiante,  que  también 
aolla  oaar  el  aeadónimo  de  El  Cócora,  y  Abenámar  iñndieron  sus  dos  periódicoa  en  uno  titulado 
Nmelni, 

(9)  Habla  ñindado  en  1S37  y  dirigió  basta  1843  El  Semanario  Finteresco  Español  cay* 
idea  tomó,  aegún  declara  él  mismo,  del  Penny  Magatíne^ix:  Londres),  y  det  Magasin  Pittores- 

£v;  (de  Pajls),  y  ijne  filé  la  primera  revista  espaüola  ilustrada.  Tuvo  tan  buena  acogida,  qae 
Dbo  que  reimprimir  los  primeros  siete  tomos  pablicados,  y  aún  s«  lee  con  sumo  gusto. 

(10)  D.  Nicomedes,  tan  famoso  como  político  y  literato,  nadó  en  181 1.  En  este  segando 
concepto,  sus  Poesías,  que  se  publicaron  coleccionadas  en  este  mismo  año  1840  son  de  un 
extremado  romanticismo.  Dedicábase,  además,  i  la  crítica  literaria. 


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6So  HISTORIA   DE  ESPAÑA 

naga  (i),  y  otros  ciento  que  sería  prolijo  enumerar,  porque  literatos  y  poe- 
tas brotaban  entonces  como  las  flores  del  campo  en  primavera;  pero  no  se 
debe  omitir  en  la  lista  á  Campoamor,  que  ya  frecuentaba  el  Liceo  y  se  hacia 
aplaudir  sus  Cantares,  sus  Fábulas  y  sus  primeras  Dohras,  de  que  no  apa- 
reció colección  hasta  1846.  Campoamor  era  entonces  un  joven  que  pro- 
metía, que  no  andaba  con  desembarazo  dentro  del  ambiente  romántico 
dominante,  y  cuyo  magnifico  porvenir  literario  nadie  sospechaba.  Tam- 
poco son  para  olvidadas  las  dos  grandes  poetisas  del  Liceo:  Gertrudis 
Gómez  de  Avellaneda  (a)  y  Carolina  Coronado  {3).  Celebraba  la  sección 
de  Literatura  animados  debates,  concursos  ó  juegos  florales,  lectura  de 
poesías  por  sus  autores,  que  no  eran  sólo  los  citados,  que  podían  llamarse 
de  casa^  sino  además  otros  como  D.  Juan  Nicasio  Gallego;  sostenía  clases 
de  declamación,  y  con  la  sección  de  Música,  presidida  por  Ledesma,  diri- 
gía y  usaba  el  teatro,  donde,  ya  se  representaban  obras  dramáticas  por  gran- 
des actores  de  profesión,  v.  gr.,  la  Matilde  Diez  y  la  Isabel  Luna,  alternando 
con  insignes  aficionados,  entre  los  que  descollaban  Ventura  de  la  Vega  y 
Sartorios,  el  futuro  presidente  del  Consejo  de  Ministros;  ya  se  daban  concier- 
tos musicales. 

Presidía  la  sección  de  Pintura  D.  Vicente  López,  y  formaban  su  núcleo 
los  dos  Madrazo  y  los  dos  Ribera,  Tejero,  el  fecundísimo  D.  Genaro  Pérez 
Villamil,  verdadero  Lope  de  Vega  del  pincel,  ya  que  en  veintidós  años  de 
producción  artística  dejó  pintados  más  de  ocho  mil  cuadros  al  óleo  y  adeaiás 
portentosa  cantidad  de  dibujos  y  litograrias,  quedándole  itempo  para  pintar 
el  teatro  del  Liceo  con  sus  decoraciones  y  para  ilustrar  la  España  artística  _y 
monumental,  todo  lo  cual  hace  creer  que  D.  Genaro,  ó  fué  un  brujo  ó  un  fabri- 
cante de  obras  artísticas  (4);  el  hermano  y  colaborador  del  anterior,  don 
Juan  {5);  el  sevillano  D,  Antonio  Marfa  Esquivel  (C),  felicísimo  imitador  de 
Murillo,  á  la  sazón  nuestro  gran  pintor  de  moda  en  Europa,  y  cuya  manera 
ll^ó  Esquivel  á  dominar  tan  perfectamente,  que  como  de  Murillo  se  ven- 
dieron muchos  cuadros  suyos  en  Inglaterra  y  en  otras  partes,  siendo  también 
apreciadísimo  por  sus  cuadritos  de  género  —  escenas  andaluzas  especial- 
mente —  y  por  sus  retratos;  D.  José  Elbo,  tipo  romancesco  que  no  pintaba 
sino  manólas  y  toreros  porque,  según  decía,  eran  «sus  únicos  compatriotas 
€dignos  del  arte»  y  porque  «los  extranjeros  no  tienen  corridas  de  toros  por 
»no  haber  entre  ellos  un  hombre  capaz  de  ser  ni  cachetero»  (7),  artista  que 
siguió  á  su  modo  á  Goya  y  Alenza,  y  que  fué  prematuramente  arrebatado 


(il  Saa  Ponías  se  publicaron  en  iSt'-  De  ellas  pocos  desconocen  su  preciosa  orieatnl  El 
di  ¡a  cruz  eotorada. 

|3)  Nació  (1816)  en  Faerlo  Frfncipe  (Cuba).  Vino  á  España  á  los  veinte  aflos,  y  en  1840  se 
diú  i  conocer  en  el  Liceo. 

(3I    Nació  en  Almendralejo  (1833I. 

(4)  Nació  Pérez  Villamil  en  El  Ferrol  (3  Febrero  1807I.  Fué  militar,  y,  siendo  ayu- 
dante del  Estado  Mayor,  herido  y  prisionero,  hubo  de  permanecer  en  Cidiz  mucho 
(icmfHi;  alli  se  le  desarrolló  la  afición  de  pintar.  La  Eipaiia  artística  y  tHoniimfHtal  ■•• 
lió  á  la  luz  en  ParJs  (18^3-1846!  con  el  te^tto  por  D.  Paindo  de  la  Éicosura.  Los  di- 
bnjos  de  Villamil  son  fantásticos,  ode  tal  modo  <gue  li  obra  no  sólo  es  inútil  sino  periu- 
ndicial,  pues  ha  desorientado  *  algunos  arqueólogos  extranjeros,  haciéndoles  aceptar  como 
HÜeles  y  exactas  unas  reproducciones  dignas  de  ilustrar  una  Espaila  á  lo  Teófilo  <iaatien'. 
(Lampérez,  HistoHa  dt  la  Arquitectura  Españota  dt  la  Edad  Media).  Morló  P.  Villamil  el  5  de 
Junio  1854- 

[5)  Trabajó  mucho  para  el  Seiiuiario  F¡iil,'resco,  el  Álbum  filarmónica,  1839,  etc.  Murió 
el  4  de  Enero  1863. 

(61    Nació  H  Marzo  1S06. 

l7)     V  anadia:  «¿comparen  ustedes  la  cabeza  de  Montes  con  la  de  Murat!» 


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HISTORIA    DE  ESFAÍÍA  68l 

por  la  muerte  {l};  D.  José  Gutiérrez  de  la  Vega  (2),  autor  de  la  Dolorosa  que 
inspiró  á  Zorrilla  su  bcllfsinia  poesía  Uar-ia  al  pie  de  la  cruz,  y  otros  que  sería 
prolijo  enumerar,  á  los  que  se  juntaban  aficionados,  como  el  duque  de  ki- 
vas,  el  duque  de  Gor  y  las  señoritas  Weis  y  Menchaca.  El  escultor  D.  Augusto 
Kerrán,  del  que  ha  quedado  poca  memoria  en  España  por  haber  vivido  en 
Farls  lo  mejor  de  su  juventud  artística,  y  después  en  la  Habana  como  profe- 
sor de  la  Escuela  de  Bellas  Artes  (3),  presidia  la  sección  de  Escultura,  menos 
importante  que  las  otras,  porque  en  el  Liceo,  representación  exacta  de  nues- 
tra actividad  artística,  la  Literatura  y  la  Pintura  iban  á  la  cabeza;  la  Escultura 
vivía  modestamente,  y  en  cuanto  á  ta  Música,  poníamos  con  entusiasmo  en 
sus  aras  la  ejecución  y  la  admiración,  no  acertando  á  crear  en  competencia 
con  los  maestros  extranjeros. 

En  cambio  la  Tauromaquia  brillaba  en  todo  su  esplendor.  Las  tempora- 
da de  1840  fueron  inolvidables  para  la  afición.  Montes  estaba  en  la  plenitud 
de  sus  facultades  y  era  tan  popular  como  el  duque  de  la  Victoria;  pero  con 
popularidad  harto  mejor  asentada  y  duradera,  pues  la  del  Duque  hab(a  de 
comenzar  á  decaer  en  el  año  siguiente  y  la  de  Montes  nunca.  Para  colmo  de 
felicidad,  un  nuevo  diestro  de  grandes  esperanzas  tomó  la  alternativa  en  la 
plaza  de  Madrid  {27  Abril):  Cuchares  (4).  Y  este  mismo  año  su  competencia  con 
Juan  Pastor  interesó  muchísimo  al  público.  Mientras  tanto,  un  catalán— don 
Mariano  Cubí  y  Soler— tomó  sobre  si  la  empresa  de  vulgarizar  en  España  la 
Frenología  ó  doctrina  de  la  localizacíón  cerebral  de  las  facultades  intelec- 
les,  (5).  á  que  no  cabe  negar  su  carácter  de  precursora  de  la /*jií:o//«ci»  moder- 
na; Cubí  tenía  espíritu  de  propagandista,  y  no  contento' con  publicar  su  Afa- 
nual  de  Frenologia  (6),  emprendió  años  adelante— del  43  al  48 — una  peregri- 
nación por  los  pueblos,  explicando  el  nuevo  sistema,  y  dio  á  luz  varios 
libros  f?),  con  lo  que  provocó  ardientes  polémicas  y  hasta  un  proceso  ecle- 
siástico. En  1840,  finalmente,  empezó  á  figurar  como  escritor  D.  Jaime  Bal- 
mes  (8). 

Aüo  184J.  —  Las  elecciones  para  las  Cortes  reunidas  el  19  de  Marzo 
fueron  de  tal  naturaleza,  que  un  solo  moderado — D.  Joaquín  Francisco  Pa- 
ch eco— consiguió  venir  al  Congreso  y  con  veinticinco  senadores  constituyó 


(I)  Blbo  nacid  en  Utrera  (a6  Maiio  1S04)  y  muH6  en  Madrid  (4  Noviembre  1844),  Era 
hombre  de  frases  agudas.  En  unn  EsposiciAn  censuraba  un  rUilante  uno  de  sos  cuadros  á 
licmpo  que  pasaba  él  con  sus  amigos,  y  uno  de  éstos  le  dijo:  <iOye  cómo  te  roen  los  latones». 
■Es  lo  único  que  me  pueden  roer>i,  conteslí  él,  "porque  es  adonde  me  llegan».  De  un  cn'Iico 
que  s6\a  se  fi;ó  en  un  defecto  de  detalle  de  un  cuadro  suyo,  dijo:  «Es  como  las  moscas;  sdlo 
>>se  para  en  la  basura».  Muñoi  7  (¡árnica  escribió  una  novela  con  Elbo  por  protagonista. 

(3)  Nació  eu  Sevilla,  empeiiS  á  figuiat  como  pintor  en  1833,  vivi6  hasta  l£>5.  y  dejó  dos 
hijos  buenos  pinlores:  D. Jonquín.  y  D.José  que  murió  en  1867, 

r3)    AIl(raurió(38Julioi87g). 

(4)  Francisco  Arjona  llf^riTa.  Iiijo  ilcl  banderillero  Pesluras  v  solmno  lii-l  jjran  Curro 
tiuillín.  nació  en  Madrid  | rt)  Mayo  iCiK|. 

(j)  Mucho  antes  de  Culii  habídsc  ya  inlcnladii  eslu  vul|;arizaciún.  i-onio  acreditan  la 
ExpañHÓH  dt  ¡a  declrina  de  Cu// (anónima).  Mailriil  l8ol>,  los  artinilos  de  Hmesto  CVxik.  en 
Et  FurofCB  {\»2l).  el  Rísumen  analilite  del  ¡hlema  del  Dr.  Cali  (Madrid  TNlO  y  la  Naiva  da- 
lififtidén  tU  lai  facultades  cerebrales,  eompcnílio  de  Spurszhein  (Valencia  lí*i7].  l'ero  Jiadu  de 
esto  trascendió  del  cirrulo  ile  los  más  doctos. 

(6)  Va  lialnies  trata  en  La  Sodtdad Ai:  este  liUrn.  (|ur  liciy  no  se  enciii'nira  [lor  nintinna 
parte. 

(7I    El  más  conocido  es  c-1  Sisliata  íempUta  de  Frenelosin  (Barerlona  iKíjt. 

(MI  N'ació  en  Vich  {!»  .AuosUi  iNto).  V.MuW>  con  Ijeca  en  la  l'niver.sidail  de  Cer\-era. 
Este  año  pultliró  sus  Oiseniaeiaites  itvia/es,  folíliciis  y  eetnimicas  sobre  les  Iñenet  iM  clero,  .sus 
CíHiideraciútiei  peUfícas  sobre  la  stluaciin  de  España  y  Leí  reü^i»  ilemaslratla  a¡  alcattíe  de 


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682  HISTORIA   DE  ESPAÑA 

toda  la  representación  del  partido,  vencido  en  Septiembre  del  afio  ante- 
rior; pero  se  bastaron  los  progresistas  para  que  fuese  animado,  y  para: 
ellos  peligrosísimo,  el  juego  parlameotano.  Dividiéronse  en  dos  fracciones 
trinitarios,  6  partidarios  de  una  regencia  de  tres  personas,  en  que  entraron 
casi  todos  los  prohombres  det  partido,  temerosos  de  la  omnipotencia  de  Es- 
partero, y  unitarioSi  ó  sean  los  incondicionales  de  Espartero,  que  no  querían 
más  regente  que  él,  y  de  que  bacian  cabe2a  ios  ayacuchos,  aplicándose  muy 
luego  este  apodo,  no  sólo  á  los  militares  del  ejército  del  Perú,  sino  á  todos 
los  parciales  del  duque  de  la  Victoria.  Triunfaron  en  la  votación  los  unitarios; 
pero  por  pocos  votos  (151  contra  138},  y  aun  para  esu  mayoría  fué  menester 
que  votaran  con  los  primeros  los  veinticinco  senadores  moderados.  También 
fué  exiguala  elección  de  regente— 179  votos  por  Espartero,  103  por  Argue- 
lles, cinco  por  la  reina  Cristina,  uno  el  conde  de  Almodóvar,  y  uno  el  briga- 
dier García  Vicente, — de  donde  resultó  D.  Baldomcro  elevado  al  primer 
puesto  de  la  nación,  no  ya  por  los  dos  partidos  constitucionales,  ni  si- 
quiera por  el  progresista,  sino  por  una  fracción  de  éste.  Igualmente  resul- 
tó laboriosa  y  desgraciada  la  formación  de  Gabineie:  Olózaga,  Calatrava, 
Sancho,  Heros,  Landero  y  Vadillo  se  negaron  á  ser  ministros,  y  se  prescindió 
deD.  ManuetCortina,  alma  del  Ministerio-regencia,  abogado  de  sumo  crédito 
y  persona  de  gran  autoridad;  se  compuso  (21  Mayo)  con  D.  Antonio  González 
(Presidencia  y  Estado),  Alonso  (Gracia  y  Justicia),  Infante  (Gobernación), 
Surrá  (Hacienda),  San  Miguel  (Guerra)  y  Carbó  (Marina).  £1  ministro  de  Gra- 
cia y  Justicia,  D.José  Alonso  (i),  jurisconsulto  educado  en  las  obras  de  Cam- 
pomanes  y  de  los  regalistas  más  extremosos  del  siglo  xviii,  enderezó  en  este 
sentido  la  tendencia  an  ti  eclesiástica  del  partido  progresista,  haciendo  gober- 
nar las  diócesis  vacantes  por  gobernadores  eclesiásticos  impuestos  por  el  Po- 
der civil  y  considerados  por  los  fieles  como  autoridades  intrusas  y  cismáti- 
cas, creando  y  suprimiendo  parroquias,  desterrando  á  Ramírez  de  Arellano, 
vicecanciller  y  encargado  de  la  Nunciatura,  cerrando  ésta  y  el  Tribunal  de  la 
Rota,  facultando  al  Supremo  para  conceder  gracias  eclesiásticas,  derogando 
la  ley  de  dotación  de  culto  y  clero  votada  por  las  anteriores  Cortes,  in- 
cautándose de  los  fondos  de  la  Obra  Pía,  sacando  á  pública  subasta  to- 
dos los  bienes  de  la  Iglesia,  etc.  El  Papa  condenó  estas  medidas  (alocución 
de  I."  Marzo).  Alonso  contestó  con  un  manifiesto  (30  Julio)  contra  la  Santa 
Sede. 

La  reina  Cristina,  que  habla  ya  protestado  el  año  anterior  (Marsella  8 
Noviembre  1840)  por  una  carta  á  Espartero  y  un  manifiesto  á  los  españoles 
contra  la  violencia  de  que  habla  sido  víctima,  fué  exonerada  de  la  tutela  de 
sus  hijos,  para  cuyo  cargo  eligieron  las  Cortes  (10  Julio)  á  D.  Agustín  Argüe- 
lies;  la  viuda  de  Espoz  y  Mina  fué  nombrada  aya  de  las  niñas.  El  partido  mo- 
derado se  dispuso  á  dar  la  batalla  al  Regente.  D.  Leopoldo  O'Donneli  se 
sublevó  en  la  cindadela  de  Pamplona  (27  Septiembre),  y  Borso  di  Carmi- 
natí  en  Zaragoza;  Piquero,  en  Vitoria  (4  Octubre)  poniéndose  al  frente 
del  movimiento  D.  Manuel  Montes  de  Oca,  que  de  empleado  cesante  del 
Ministerio  de  Marina  había  pasado  á  ministro  del  ramo  (16  Noviembre 
de  1839)  y  que  era  un  tipo  romántico  característico  de  la  época.  Urbiztondo 
en  Vergara,  y  Jauregui,  el  Pastor,  en  Bilbao  secundaron  el  movimiento.  En 
Madrid  (noche  del  7  Octubre)  el  general  León,  con  D.  Manuel  de  la  Con- 


(1)  Piiblitó  una  (olección  de  SI 
úe  las  obras  de  Campomanrs.  no  es  ili 
el  fin  lie  exlrpmar  las  lesis  regalistas. 


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HISTORIA   DE   ESPAÑA  683 

cha  (l)  y  Pezuela  (2),  sublevaron  la  guardia  exterior  de  Palacio  (3),  siendo  su 
propósito  apoderarse  de  la  Reina  y  de  su  hermana  y  conducirlas  á  punto  seguro 
bajo  la  tutela  y  regencia  de  su  madre:  fracasó  el  intento  porque  los  alabarde- 
ros, mandados  por  D.  Domingo  Dulce  (4),  se  resistieron  á  franquear  la  entrada 
del  piso  principal,  y  los  sublevados  no  quisieron  forzarla  á  viva  fuerza  temero- 
sos de  herir  á  las  augustas  niñas.  Duramente  reprimió  el  Gobierno  el  alzamien- 
to no  hubo  piedad  para  nadie.  En  Vitoria  fué  fusilado  Montes  de  Oca;  ea  Zara- 
goza. Borso  di  Carminati;  eo  Bilbao  Zurbano  cometió  verdaderas  atrocidades; 
en  Madrid  (15  Octubre),  el  general  León,  brigadier  Quiroga,  coronel  Falgo- 
sio,  capitán  Berice  y  teniente  Gobernado.  A  los  progresistas,  que  tanto  chi- 
llaban contra  los  fusilamientos  cuando  les  tocaba  el  turno  de  ser  fusilados, 
les  supo  á  poco  todo  esto.  En  Barcelona  se  formó  una  ^Mía  de  vigilancia  que 
lai^ó  un  maniñesto  en  que  se  lela:  Levante  el  Gobiertu»  el  codeso  para  los 
traidores  de  toda  categoría,  adopte  Mita  marcka  eHérgica  y  justiciera,  entre froM- 
camenie  en  la  senda  de  las  reformas  radicales...,  etc.  La  condesa  de  Mina  y  Ar- 
guelles opusiéronse  á  que  la  Reina  escribiese  á  Espartero  interesándose  por  la 
vida  de  León.  Olózaga,  embajador  en  París,  exigió  que  doña  María  Cristina 
desautorizase  públicamente  á  los  que  se  habían  sublevado  por  ella;  y,  como 
se  negase  la  seiíora,  le  fué  suprimida  la  dotación  que  disfrutaba  en  su  cali- 
dad de  reina  viuda,  y  se  pidió  á  Luis  Felipe  que  la  expulsase  del  territorio 
francés,  no  logrando  más  que  una  enérgica  repulsa. 

Señalado  fué  este  año  en  los  fastos  de  la  Opera.  En  los  teatros  de  la  Cruz 
y  del  Príncipe  hubo  como  de  costumbre  sendas  campañas,  y  en  el  primero 
estrenóse  {20  Junio)  una  ópera  española.  El  Contraiandista,  letra  de  Ro- 
dríguez Rubí  y  música  de  D.  Basilio  Basiti;  pero  el  acontecimiento  de  la  tem- 
porada fué  que  el  Liceo  hizo  venir  á  Madrid  á  Rudini,  famosísimo  tenor  de 
aquella  época,  el  cual  cantó  en  el  salón  de  la  Sociedad  (Nov.  y  Dic),  arreba- 
tando á  cuantos  tuvieron  la  fortuna  de  oirle.  Otro  suceso  en  que  tuvo  parte 
principa]  el  Liceo:  el  pintor  Esqutvel,  en  el  momento  en  que  todo  le  sonreta, 
perdió  la  vista  por  efecto  de  una  afección  herpética.  Abatidísimo  el  infeliz 
por  una  desgracia  que  representaba  la  miseria  para  su  familia,  se  fué  á  Sevi- 
lla, donde  llegó  á  faltarle  la  paciencia,  siendo  por  dos  veces  sorprendido  en 
la' tentativa  de  arrojarse  al  rio.  D.  Genaro  Pérez  Villaamil  propuso  abrir  una 
suscrición  para  remedio,  en  lo  posible,  del  tremendo  infortunio  del  compañe- 
ro, y,  acogida  la  idea  por  el  Liceo,  se  produjo  uno  de  esos  hermosos  movi- 
mientos de  caridad  que  pueden  ser  calificados  de  nacionales  y  que  la  Pro- 
videncia pareció  premiar  devolviendo  la  vista  al  pintor.  Esquivel,  al  recobrar 
el  ejercicio  de  su  arte  quiso  dar  gracias  á  Dios  con  un  cuadro  de  asunto  re- 


(1)  Empiezan  á  figxirar  los  Gutiérrez  de  la  Concha,  hijos  del  marino  fusilado  con  IJnicrs 
por  los  independientes  de  Buenos  Aires:  el  mayor,  D.  Manuel,  que  fué  lupgo  marqués  del 
Duero,   nació   en   Córdoba   de   Tueumán  {3  Abril  l8o«);  cadetp  de  Infantería  de  Guardia 


Real  (1820),  coronel  en  1838,  mariscal  de  campo  en  1R40.B  menor,  D.  José,  que  fué  marques  de 
la  Habana,  nació  en  la  misma  ciudad  que  su  hennano  (4  Julio  iSori);  alumno  de  Artillería  (1822)  y 
después  oficial  y  profesor  de  la  Academia  de  su  arma.  Confonne  S  la  malísima  costumbre  de 
ht  empleai  fenanaiei,  á  D.  José  de  la  Concha  fueron  dándoselos  en  Caballería,  resultando  así 
que  en  Julio  de  1&40  ascendía  i  coronel  de  Caballería,  mientras  que  sus  compañeros  de  pro- 
moción eran  aún  capitani-s  muy  modernos  (le  Attilleria. 

{2)    Hijo  del  virrey  del  Perú.  Despuís  conde  de  Cheste  y  capitán  general.  F.n  este  año 
era  bríeadier. 

(3)  Que  mandaba  el  coronel  de  Caballería  D.  José  M.  Marehesi  y  Oleaga  (nacido  en 
Madrid  27  Noviembre  de  1801).  y  que  llegó  luego  á  teniente  general. 

(4)  Nació  en  Sotes,  de  la  provincia  de  Ijoffoto  (7  Mayo  180H).  Cadete  de  Caballe- 
ría (1823).  HiíO  toda  la  ^erra  civil,  distinguiéndose  en  el  encuentro  de  Castelflorile  (1840).  que 


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69.  CoDcepcIúB  ArcRBt 


tT.  Nocedal  6S. rtrakaáti t QotaUts 


70.  Pl  r  MircaU  TI.  flailaablde 

(I9J1-IO0I).  (IS22-1B70}. 

Eipafiole*  llnstres  coatcDporáocoi. 


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HISTORIA  DE  ESPAÑA  685 

ligioso  La  caída  <U  Ltabel,  y,  á  la  sociedad  que  !e  habla  favorecido,  regalándo- 
le aquella  obra  (i).  Balmes  publicó  este  año  su  obra  El  ProtestatUismo  com- 
parado con  el  Catolicismo  en  sus  relacioMa  con  la  cimlitació»  europea,  que  para 
Menéndez  Pelayo  ts  el  primer  libro  español  del  siglo  XIX  (2). 

En  1841  se  fundó  en  Madrid,  en  el  local  que  habla  sido  Convento  délas 
Monjas  Bernardas,  llamadas  vulgarmente  las  Vallecas  (donde  hoy  están  las 
casas  denominadas  de  Fotdos),  y  bajo  el  titulo  de  Colegio  preparatorio  para 
todas  las  carreras,  el  que,  de  su  fundador,  amo  y  director  fué  conocido  por 
Colegio  de  Masama%.  Era  éste  D.  Vicente  de  Masarnau,  profesor  de  Física 
de  la  Universidad  Central,  y  luego  académico  de  las  Reales  de  Medicina 
y  de  Ciencias  Exactas;  tenia  un  hermano,  D.  Santiago,  músico  eminen- 
tísimo que,  profesando  su  arte,  vivia  babitualmente  en  París  y  largas  tempo- 
radas en  Inglaterra  y  Alemania.  Diferían  los  dos  hermanOB  en  ideas  y  cos- 
tumbres: el  físico  era  de  ideas  algo  avanzadas,  católico  tibio  y  mundano,  afi- 
cionado á  divertirse;  y  el  músico,  por  lo  contrario,  aunque  nunca  fué  absolu- 
tista é  inclinábase  á  una  libertad  á  la  inglesa  firmemente  garantida  por  el 
orden,  era  hombre  piadosísimo  que,  fuera  de  la  música,  no  hallaba  gusto  sino 
en  las  obras  de  devoción  y  caridad,  á  pesar  de  lo  cual  ambos  se  respetaban 
y  querían  entrañablemente.  Cuando  D.  Vicente  fué  á  París  por  primera  vez, 
dijo  á  D.  Santiago,  que  había  de  servirle  en  la  gran  capital  de  introductor 
y  cicerone:  Llévame  adonde  tú  no  vayas,_y  no  me  lleves  adonde  tú  concurras  (3). 

El  D.  Vicente  contó  con  el  D.  Santiago  para  la  fundación  del  Colegio,  y 
el  músico  estableció,  aneja  al  Colegio,  la  Escuela  especial  de  Música  «que  fué 
>muy  criticada,  y  aun  calificada  de  soporífera,  porque  no  se  enseñaban  á  los 
•  discípulos  más  obras  que  las  de  Bach,  Haydn,  Mozarl,  Beethoven,  Weber, 


(1)  \'ivió  Esi)uiv<'l  liustD  ij  Aljríl  [K^;,  hüliiondo  runiludii  rn  mis  iiltímos  aílus  la  ^ocUdaa 
ProitUera  ác  las  Billas  Artes  en  i\w  se  ¡i'^nijiaron  casi  loilos  los  aitistas  jAvriios  (!<■  fa  rj><«n- 
Por  La  Caída  dt  Luihtl,  —  ruailro  lyue  nn  hrmns  lisio  ni  aim  i'n  p^hailo  —  lüA.  i  la  ilisolu- 
<'ión  ürl  Uceo,  el  auditor  de  la  Kota  I>.  Pedro  Kealcí  dos  mil  lluros,  cantidad  que  se  considcri^ 
entontes  como  una  Cosa  exorbiUnlc, 

{1)     Hrlerwloxos.  Tomo  III,  ¡>d(j.  7411, 

\\)  \'íasp  la  Vida  de  D.  Sanli'igo  de  Masarnau  |ior  Quailradn.  N"ar¡6  <>n  Mailri'1  (10  Di- 
riemt^y  iMoi). 

I  ExpUcatién  di  la  lamina  anlerinr./ 

Elp>a*l«tllB*trM  contvnporiaco*.  -  U,  Eataaialaa  Flgneras,  primer  Preíldenle  At\  Poder 
ctecotivo  al  prociunine  en  EspiAa  la  Rtpúbllca  el  ann  isndSTQ- IS82).~M.Caiicepcl6a  Arenal,  ad- 
mirable  ncriton  de  iran  Ulenlo,  cuyos  estudios  de  SocioloRÍa,  Pedagogii  y  Criminologia  gozín  de  estima 
euiopea  (ISKJ- 1S43).  -  S6.  MaonAl  Mirla  de  Santa  Aoa,  primer  marquís  de  SinU  Ana.  político 
y  periodisia,  fundador  de  La  Carrapondtada  dt  España.  Tomú  parte  en  la  revolución  de  IMS  j  era 
panidaiiodd  duque  de  Monlpensiei.  Nació  en  Sevilla  (]e!0- IS9I).-«T.  CiadldO  Nocedal,  político 
militante,  pubtídsu  y  clocuenle  orador.  Acad'.míco  de  la  Española  (1B2I  -  ie8S|. -68.  MaOMel  Fer- 
aápdei  y  Ooaztleí,  inspirado  poeta,  ivlor  dramático  y  fecundísimo  novelista  popular  de  iniuntable 
imiginaddn.  Oranadino.  Su  drama  Cid  Rodrigo  dt  V/vnry  sns  xtoielK  El  Cacinera  dt  Sa  Majtílad,  Loa 
Monftti  dt  Uu  Alpu/arrai  y  Men  Podrli/utz  dt  Saaabrla.  son  en  *u  RÍnero  produccionea  admirables 
(IBii- 1  B8e).—W.  Teodora  Herbella,  llamada  Teodora  Laiaadrld,  notable  actrii  contemporánea  y  tlval 
de  Matilde  Diez  en  el  aplauso  papular.  En  ciertos  papelea,  como  d  de  Doña  habtiúe  Let  Amanlta 
dt  Terutl  y  la  protagonista  de  La  Poiilivo.  íué  la  primera  ea  )u  época.  Ha  sido  maetlra  de  .Mana  Ouerrero 
(1821  - 18%).-  70.  PrancUco  Pl  J  Mareall.  ilustre  hombre  público,  caUlán.  segundo  Presidenle  del  Poder 
ejecntivo  durante  la  etapa  republicana.  Pensador  y  escritor  profundo  y  abogado  notible  (1821  ■  IMn.- 
TI.JoaqafaOaitamUde,  popular  maestro  compositor,  fundador  del  teatro  de  la  Zarzuela.  Sus  obras  mii 
aplandidaj  y  todavía  hoy  repetidas,  son;  Catalina  y  El  Juramento  (1BJ2- 1870).  -  72.  Jaan  EmIUo 
Arriata,  eminente  maestro  compositor,  nacido  en  Puente  la  Reina.  Su  obra  más  popular  y  elogiada  e» 
Marina  lltn-ías*). 


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686  HISTORIA   DE  ESPAÍÍA 

(Mendelshon,  Dusseck  y  otros  maestros  aleinane5>  (i).  El  Colegio  contó 
pronto  sus  alumnos  por  centenares,  —  sobrepujando  en  importancia  social  á 
los  famosos  de  D.  Alberto  Lista  (San  Mateo,  en  Madrid,  y  San  Felipe  Neri, 
en  Cádiz),  y  entre  ellos  á  D.  Práxedes  M.  Sagasta  y  otros  muchos  persona- 
jes, y  como  inspectores  hicieron  allí  su  carrera  Fernández  Cadórniga,  don 
Ambrosio  Moya,  etc.  Las  generaciones  que  allf  se  educaron  guardaron  siem- 
pre memoria  del  excoronel  carlista  D.  Juan  Mendoza,  encargado  de  man- 
tener el  orden  en  aquella  numerosa  estudiantina.  El  Colegio  no  decayó  basta 
que  el  derribo  de  la  finca  obligó  á  trasladarlo  á  un  caserón  de  la  calle  de  Ce- 
daceros. D.  Vicente  Masarnau  vivió  hasta  21  Diciembre  iS^g.  D.  Santiago 
Masarnau,  que  habia  sido  en  Faris  de  los  fundadores,  con  Ozanan,  de  las  Con- 
ftrencias  de  San  Vicente  de  Paúl,  las  estableció  en  España,  y  las  dirigió  hasta 
que  murió  (14  Diciembre  1882)  en  olor  de  santidad  para  cuantos  le  conocie- 
ron. Era  un  hombre  positivamenre  bueno,  con  mucho  del  espíritu  de  San 
Francisco  de  Asís:  no  se  acostaba  ninguna  noche  sin  dejar  en  el  balcón 
trigo  ó  alpiste  para  que  comieran  los  pobrecitos  pajaritos  volanderos  al  ama- 
necer. (Qué  másl*  Había  enseñado  á  su  canario  á  dar  limosna  de  alpiste  á  los 
pajarillos  vagabundos. 

Año  18^,  —  Las  Cortes  se  hablan  reunido  el  26  de  Diciembre  del  año 
anterior,  y  el  3 1  leyó  Alonso  su  Proyecto  de  Ley  restableciendo  las  primitivas 
libertades  de  la  Iglesia  española,  6  sea  tratando  de  arreglar  los  asuntos  ecle- 
siásticos, según  las  doctrinas  episcopalistas  y  regalistas  más  exageradas  con- 
tra el  Papa.  El  zo  de  Enero  leyó  otra  suprimiendo  de  raíz  las  reservas  pon- 
tificias. El  Papa  condenó  estos  proyectos  cismáticos  por  una  Encíclica  (22  Fe- 
brero) en  que  concedía  indulgencia  plenaría  en  forma  de  jubileo  á  los  ñeles 
que  orasen  por  España;  el  arzobispo  de  París  decretó  plegarias  especiales 
por  los  españoles  victimas  del  cisma;  corrió  por  Inglaterra  la  especie  de  que 
Espartero  quería  hacer  protestantes  á  los  españoles;  nuestros  obispos  empe- 
zaron á  protestar,  y  el  Gobierno  á  perseguirlos  con  destierros  y  procesos:  al 
de  Menorca  se  le  desterró  á  Marsella  por  Aaier  a$ttorizado  el  culto  de  Santa 
Filomena  sin  permiso  del  Ministerio  de  Gracia ji  y'nsíicia;  al  de  Cñnarias, por  üa- 
ier  sostenido  que  los  obispos  electos  no  pueden  ser  nombrados  vicarios  capitulares, 
etcétera.  La  Encíclica  del  Papa  fué  recogida  por  la  policía  (R.  O.  19  Marzo); 
circuló  profusamente  en  copias  manuscritas,  y  muchos  católicos  ajenos  á  la 
política  se  lanzaron  á  combatir  al  Regente  por  enemigo  de  la  Iglesia,  unién- 
doseles carlistas,  ya  de  tos  convenidos  en  Vergara,  ya  de  los  fieles  á  D.  Carlos, 
á  pesar  de  que  éste  y  Cabrera,  desde  Bourges,  prescribían  á  sus  partidarios 
el  retraimiento  absoluto.  Esta  oposición  de  carácter  religioso-político  tenía 
sus  órganos  periodísticos  en  El  Católico,  de  Madrid,  fundado  el  año  anterior, 
en  La  Religión,  de  Barcelona  dirigido  por  Roca  y  Cornet  y  que  existía  des- 
de 1837,  en  la  Revista  Católica,  de  la  misma  ciudad  condal,  que  fundó  este 
año  D.  Antonio  Paiau,  y  en  La  Civilización,  fundado  y  dirigido  por  Balmes. 
Ya  en  1848  se  distinguían  en  este  grupo  de  católicos  políticos  los  siguientes 
matices:  uno,  que  se  confundía  con  el  partido  moderado,  otro,  que  á  su  vez 
era  de  corazón  carlista,  aunque  no  se  moviera  por  el  impulso  directivo  de  los 
jefes  del  carlismo,  y  otro  que  no  sentía  las  cuestiones  políticas  viendo  en 
ellas  únicamente  un  medio  de  defender  á  la  Iglesia.  Había  también  por  otro 
concepto,  dos  tendencias:  la  de  los  que  creían  posible  una  restauración  com- 
pleta del  antiguo  régimen,  por  lo  menos  en  la  esfera  religiosa,  y  la  de  los 
que  comprendían  la  necesidad  de  acomodarse  de  algún  modo  al  nuevo  orden 
de  cosas. 

(il    £1  Coligió  di  Masarnau  por  F.  7.  D.  (.Xniíiilo  on  E!  País,  J  .\g(isto  itii  ;!. 

D,g,t7cdb/COOgIC 


HISTORIA  DB  BSPASa  687 

Ea  las  Cortes  sólo  contaba  el  gabinete  González  con  la  mitad  aproxi- 
madamente del  Congreso;  la  otra  mitad  estaba  repartida  entre  las  fracciones 
acaudilladas  por  Olózaga  y  López,  de  franca  oposición,  y  la  de  Cortina,  que 
formaba  una  especie  de  centro  parlamentario.  La  embestida  contra  el  Go- 
bierno fué  rudísima,  afectando  López  y  Olózaga  un  rígido  puritanismo  pro- 
gresista, al  que,  según  decían,  era  muy  extraño  el  Gabinete,  tanto  en  lo  po- 
lítico como  en  lo  financiero,  y  luego  concentraron  sus  tiros  contra  el  ministro 
de  Hacienda  (Surrá  y  RuU),  acusándole  de  haber  contratado  empréstitos  sin 
subasta,  de  no  haber  aplicado  la  ley  contra  los  deudores  morosos  á  un  capi- 
talista amigo  suyo,  y  de  haber  desprestigiado  al  Kegente  haciéndole  fírmar 
el  contrato  celebrado  con  D.  José  Salamanca  para  el  pago  de  nuestra  deuda 
en  Londres.  El  28  de  Mayo  presentóse  un  voto  de  censura  al  Gobierno  que 
obtuvo  85  votos  contra  78  ministeriales.  La  crisis  fué  laboriosísima,  porque 
el  duque  de  la  Victoria  no  quería  conferir  el  Poder  á  López,  jefe  de  la  frac- 
ción más  numerosa,  y  Olózaga,  que  fué  llamado,  se  negó  á  formar  ministerio. 
Cerca  de  un  mes  duró  la  gestión  del  nuevo  Gobierno,  que  se  constituyó  al 
ña  (19  Junio)  con  Rodil  (Presidencia  y  Guerra),  Almodóvar  (Estado),  D.  Juan 
Antonio  Zumalacarray  (Gracia  y  Justicia),  D.  Ramón  Calatrava  (Hacienda), 
Torre  Solanot  (Gobernación)  y  Copar  (Marina).  Cerróse  la  legislatura  el  1 7  de 
Julio,  anunciándose  la  siguiente  para  el  30  de  Septiembre. 

Gravísimas  cuestiones  ofredanse  al  Gobierno.  La  oposición  ultra-liberal 
acentuábase  por  momentos:  habla  surgido  el  republicanismo,  haciendo  pro- 
festón de  él  tres  diputados  (Uzal,  Méndez  Vigo  y  Olaverria),  concejales  de 
Sevilla  y  Valencia,  y  el  alcalde  de  Figueras  (Abdón  Terradas),  y  teniendo  un 
diario  en  Barcelona;  varios  periódicos  progresistas  no  disimulaban  sus  ideas 
de  unión  ibérica  bajo  la  forma  federativa  y  suprimiendo  en  España  la  mo- 
narquía; el  núcleo  socialista  de  Cádiz,  dirigido  por  Abreu,  crecía  sin  cesar,  y 
de  su  importancia  da  testimonio  el  proyecto  de  D.  Manuel  Sagrario  de  Ve- 
lay  de  establecer  un  falansterio  en  Tempul  (Jerez),  para  lo  cual  se  dice  que 
llegaron  á  suscribirse  ó  prometerse  un  millón  de  duros;  en  Barcelona,  el 
obrero  Munts  estableció  la  Sociedad  de  tejedores  d  mano,  que  bajo  las  aparien- 
cias de  Montepío  éralo  de  resistencia  contra  la  introdución  en  las  fábricas 
de  las  máquinas  de  vapor,  y  contó  en  breve  más  de  dos  mil  socios.  El  intento 
de  un  tratado  de  comercio  con  Inglaterra  sobre  la  base  de  introducción  en  las 
islas  británicas  de  los  vinos  españoles,  á  cambio  de  la  de  loa  productos  ma- 
nufacturados ingleses  en  España,  irritó  contra  el  Gobierno  á  la  burguesía 
catalana  agriando  la  cuestión  algodonera,  como  se  llamó  á  ésta  entonces,  á  las 
oposiciones  moderada  y  prc^resista  y  al  Gobierno  francés  que  veía  con  ma 
los  ojos  la  preponderancia  británica  en  la  Península,  y  creía  ruinoso  para  su 
comercio  el  proyectado  convenio.  Estaba  de  cónsul  de  Francia  en  Barcelona 
Fernando  Lesseps,  tan  célebre  luego  por  la  apertura  de  Suez,  y  sus  intrigas 
contribuyeron  á  la  sublevación  popular  que  estalló  en  la  ciudad  Condal 
(13  Noviembre),  la  cual,  apoyada  por  la  milicia  nacional  y  dirigida  por  un 
redactor  de  El  Republicano,  oficial  expulsado  del  Ejército,  que  se  llamaba 
José  María  Carsy,  dio  lugar  al  sangriento  combate  callejero  (15  Noviembre) 
que  obligó  al  capitán  general  Van-Halen  á  retirarse  con  la  guarnición  á  los 
fuertes.  Formóse  una  Junta  compuesta  casi  exclusivamente  de  elemento 
obrero  (i),  con  el  programa  de  a&ajo  Espartero,  Cortes  constituyentes,  regencia- 
trina  y  casamiento  (en  su  día)  de  Isabel  II  con  un  español.  Espartero  y  Rodil 
fueron  á  Sarria  con  un  grueso  contingente  de  tropas,  y  el  3  de  Diciembre  fué 


,,CoogIc 


688  HISTORIA   DE  BSPASa 

bombardeada  la  ciudad  desde  Monjuich,  causándose  desperfectos  más  ó  me- 
nos considerables  en  404  edificios.  Nunca  perdonaron  á  Espartero  los  barce- 
loneses, aun  los  más  desafectos  al  movimiento  revolucionarío,  este  acto  de 
rigor,  ni  tampoco  el  castigo  á  la  ciudad  entera,  acordado  por  el  Gobierno,  de 
suprimir  la  Fábrica  de  Tabacos  y  la  Casa  de  Moneda  y  de  hacer  pagar  al  ve- 
cindario, DO  sólo  las  pérdidas  sufridas  por  el  Tesoro,  sino  también  las  expe- 
rimentadas en  sus  intereses  particulares  por  oñciales  y  soldados.  El  Regente 
regresó  á  Madrid  (22  Diciembre)  dejando  á  Cataluña  enfurecida  contra  él. 

No  había  de  hallar  mejor  atmósfera  en  la  Corte.  Las  Cámaras,  reunidas 
el  14  de  Noviembre,  éranle  hostiles,  pues  aunque  habían  votado  unánime- 
mente un  voto  de  confianza  al  Gobierno  para  reprimir  la  sublevación  de  Bar- 
celona, en  el  Congreso  las  tres  fracciones  contrarias  (López,  Olózaga  y  Corti- 
na) eligieron  presidente  á  D.  ^alusiiano,  y  el  dfa  de  Santa  Isabel  (19  No- 
viembre), al  felicitar  á  la  Reina,  Cortina,  que  llevó  la  voz  de  la  Comisión,  se 
hizo  eco,  para  protestar  enérgicamente  contra  él,  del  rumor  esparcido  por 
los  enemigos  de  Espartero  de  tener  resuelto  los  ayacuckos  prolongar  la  mi- 
noría de  Isabel  II  (1). 

Merece  consignarse  como  suceso  literario  de  este  año  la  publicación  en 
Valencia  de  las  Poesias  de  Arólas  (2).  Balmes  pasó  los  primeros  meses 
de  1842  en  Paris,  vertiendo  al  francés  y  publicando  en  este  idioma  su  obra 
El  Proiestattíismo,  publicada  en  España  el  año  anterior.  Al  regresar  á  Barce- 
lona compuso  El  Criterio,  y,  según  cuentan,  pasó  embebido  en  este  bello  tra- 
bajo las  horas  que  duró  el  bombardeo.  En  Madrid,  García  Gutiérrez  dio  á  luz 
un  tomo  de  poesías  titulado  Ltiey  tinieblas.  Espronceda  era  diputado  á  Cor- 
tes de  la  mayoría  progresista  vivia  en  casa  propia  heredada  de  sus  padres. 
é  iba  preparando,  como  cualquier  aspirante  á  ministro,  su  carrerita  polí- 
tica. Tenía  concertado  su  matrimonio  con  una  señorita  distinguida  y  acauda- 
lada: un  dia  supo  que  se  habia  muerto  Teresa,  y  fué  á  ver  el  cadáver  desde 
la  calle,  á  través  de  la  reja  del  saloncito  en  que  tenian  á  la  pobre  mujer  de 
cuerpo  presente;  de  aquel  mal  rato  salió  el  célebre  canto  II  de  El  Diablo 
Mttndo.  El  poeta,  muy  convencido,  sin  duda,  de  que  realmente  nada  importa 
que  haya  un  cadáver  más,  siguió  impertérrito  su  vida  concurriendo  al  Con- 
greso, alternando  con  los  prohombres  de  su  tiempo,  cortejando  por  lo  fino  á 
su  novia,  y  publicando  por  entregas  ó  cantos  su  estrambótico  poema.  Los 
Cantos  del  Trovador,  de  Zorrilla,  que  fueron  saliendo  de  1840  á  últimos 
del  41,  eran  el  libro  de  moda.  D.  Federico  Madrazo  había  pintado  en  Roma 
Las  Santas  Mujeres  en  el  sepulcro  de  Cristo,  y  este  cuadro  se  puso  de  moda 
también,  por  haber  dicho  Overbeck,  el  pintor  alemán  empeñado  en  dar  á  la 
pintura  moderna  el  sabor  místico  de  la  medioeval,  que  hacia  muchos  años  no 
habia  visto  él  nna  obra  tan  bella.  AI  Liceo  vino  esta  temporada  Paulina  Gar- 
cía, hija  de  Manuel,  hermana  de  Marfa  Malibrán  y  mujer  de  Mr.  Viardot  (3). 


1 1 1  Sfyíin  la  Consiiiurión  de  iK,i/.  la  Keina  rra  lio  mayor  i'dad  á  los  14  años.  (|ur  <um- 
|)lia  i'n  Octubrí-  ilc  lí-44. 1^  Constinirü'm  ili;  1K1.2  |in>lon|¡alia  la  minorklad  hasta  V.11S  lt<  años. 
Como  lialria  ]  irojircsisla*  ijuc  di-fi-ndian  el  n-ítaliliTímiciilo  ili-  •■sta.  deriasi'  que  pran  inlríi;as 
lie  let  ayncaches  jara  rrmsrjjitir  piir  este  ■ni><lio  tndin'rto  la  iirokmpicMn  ilo  la  ucencia. 

(j)  Juan  Arólas  nariA  en  Itarrclona  (iJtoíl,  iHtifesrt  íti  las  f^tniclas  Pías  (1821),  y  mu- 
rirt  i.2~  Noviitnbrp  1H411),  Dp  iHj?  p»  mi  li-ycnda  La  ül/idt  dt¡  aeuiáuele,  supuesta  tradiriiin 
di'  la  Cartuja  dp  Porta  C;rli.  En  i-stc  año  iS+ipublk-ósiis  /W«oí<|iii-s¡|ni¡ó.on  iSj.i.otrotonio 
de  Potsiat  amatoriai.  Dcsiiuí-s  di-  su  muerte,  una  ediciiVn  de-  todas  (iKíi)  v  otra  ClK;i).  \'íase 
LsmhB  V  Ptáfaja,  El  /'.  Jfglat,  Su  vidii  r  lui  vírtíi,  Ettuáio  ertíite.  Átai/riá  iS^. 

(.11  \'iarilot  e*  un  exTiidir  hisiian'tliln  muy  aprpcjahle:  psnÍbi<V.  entre  otras  obras,  la  ffí<' 
tfria  Je  Ut  árabes  eu  Eifaña,  fricada  ile  la  niiesira  de  Conde,  pero  niiiv  siijicrior  á  ésta  por  sus 

ravillas  d¿  la  Pintura,  rpie  ronlriliiivii  poilerosa mente  ñ  vulpariíar  en  Kuro|Hi  el  tesoro  artistiro 


,,  Google 


HISTORIA   DE  BSPAflA  689 

Hizo  furor  cantando  El  Barbero  {28  Mayo)  y  en  la  lección  de  música  dos  can- 
ciones españolas,  y  el  OuUo,  de  Rossini  (7  y  25  Junio).  Al  Circo  (de  la  plaza 
del  Rey)  vino  una  excelente  compañía  de  ópera  italiana  que  hizo  cesar  es- 
tas representaciones  en  el  teatro  de  la  Cruz. 

Año  1843. — Malísimo  para  Espartero.  La  oposición,  cada  vez  más  en- 
conada, de  las  tres  fracciones  progresistas  á  que  se  unfa  la  conspiración  mo- 
derada que  tenia  su  centro  en  el  Palacio  de  Courselles,  residencia  de  la  reina 
Cristina  en  París  (i);  la  hostilidad  declarada  de  toda  la  Prensa  (2);  la  mala 
voluntad  del  Gobierno  francés,  que  tenia  casi  suspendidas  sus  relaciones  di- 
plomáticas con  el  español,  á  pesar  de  lo  cual  imponíale  vergonzosas  humilla- 
ciones, como  la  de  declarar  que  se  habla  equivocado  al  dudar  de  la  correc- 
ción de  Lessep  en  los  sucesos  de  Barcelona;  el  ningún  apoyo  efectivo  pres- 
tado por  Inglaterra,  que,  si  bien  no  disimulaba  sus  simpatías  por  el  Regente, 
ponía  especial  cuidado  en  no  malquistarse  con  Luis  Felipe;  las  protestas  cada 
vez  más  vivas  del  clero  y  de  los  católicos  fervorosos  en  que  tomaban  activa 
parte  los  carlistas  todo  contribuyó  á  formar  un  ambiente  de  opinión  adverso 
al  duque  de  la  Victoria.  Decíase  que  su  elevación  había  sido  por  un  acto  de 
insólita  deslealtad  con  la  reina  Cristina  y  era  una  usurpación  pretorianesca  que 
trataba  de  prolongar  difiriendo  la  mayoría  de  edad  déla  Reina;  que  noiepre- 
sentaba  á  ningún  partido,  sino  á  un  grupo  de  militares  fracasados  que  des- 
pués de  haber  vendido  al  Perú  querían  vender  á  España;  que  estaba  á  suel- 
do de  Inglaterra,  y  que  era  un  tirano  cruelísimo,  al  que  ahogaba  la  sangre  de 
las  ilustres  víctimas  de  Octubre  de  1841  y  la  reciente  destrucción  de  Barce- 
lona. Todos  los  documentos  de  la  ¿poca  persuaden  dé  que  pocas  veces  se  ha 
manifestado  en  España  el  espíritu  público  más  general  y  vivo  que  á  princi- 
pios de  este  año  contra  Espartero:  desde  los  pocos  republicanos  que  había  á 
la  sazón,  hasta  los  carlistas  no  convenidos  en  Vergara  y  las  gentes  de  ordi- 
nario apartadas  de  la  política,  todos  clamaban  contra  el  Regente  y  los  aya- 
cmchos. 

Disueltas  las  Cortes,  y  convocadas  otras  para  el  3  de  Abril,  á  pesar  de 
que  el  Gobierno  usó  de  cuantos  recursos  de  amaño  y  violencia  tenía  enton- 
ces á  su  disposición,  que  eran  menos  que  ahora,  sólo  pudo  sacar  en  las  elec- 
ciones Go  diputados  adictos  contra  1 10  de  oposición.  Trataron  los  ayaafckos 
de  quebrantar  á  ésta  atrayéndose  á  Olózaga  y  Cortina,  prescindiendo  de  Ló- 
pez, á  quien  aborrecían,  singularmente  Espartero  y  sus  parciales;  pero  no  lo 
pudieron  conseguir.  González  Bravo,  que  habla  sido  furibundo  progresista, 
director  de  El  Gniragají,  el  más  exaltado  y  procaz  de  los  periódicos  de  la 
época,  pero  que  desde  el  fusilamiento  de  León  (j)  había  cambiado  de  ideas, 
inclinándose  á  los  moderados,  dió  el  golpe  decisivo  á  la  parcialidad  dominan- 
te leyendo  en  el  Congreso  una  carta  particular  del  jefe  político  de  Badajoz  al 
ministro  de  la  Gobernación,  en  que  sé  contaban  sin  ambages  los  chanchu- 
llos —  inmoralidades  y  verdaderos  delitos  —  que  habfa  sido  preciso  cometer 
para  ganar  las  elecciones.  El  Regente  tuvo  que  humillarse  y  encomendar  á 


(1)  Para  los  Irabajos  de  esla  conspiración,  se  crcii  en  el  vjírcito  una  sdrirdad  st-cri'ta 
lilulada  Ordm  mililar  tipañala,  ilr  i[ue  era  jefe  principal  Muñoz,  el  marido  ile  Cristina,  y  segun- 
do (J'Donnell,  pero  Narvíez  era  el  que  verdaderamente  la  dirigía. 

(i)  EJ  )o  de  Octubre  anterior  £/ fffí  díl Canunio  coa\ixÍi  en  su  riilarci<in  una  Junla 
á  que  concurrieron  directores  ó  representantes  de  El  HtTcldo  (moderado),  FJ  Cailtllanii,  La 
foíldate.  El  IVima,  El  Feniunilar,  Et  CmiliíB,  El  Correipmiai,  La  Guindilla,  E¡  Jüpañal  in- 
dípindimlí.  La  Revista  de  Madrid  y  la  Revista  de  Eifaña  jr  del  Jixtranjem,  resultando  una  liga 

>mo  asesor  dei  de- 
nilo  las  gestiones  para  el  indulto. 
Salcedo,  HjSTOttIA  DE  ESPAflA 


D,g,t7cdb/COOgIC 


690  HISTORIA   DB  ESPAÑA 

López  la  formación  del  nuevo  Ministerio  (9  Marzo)  (i);  [>ero  sólo  duró  este 
Gabiocte  hasta  el  1 7  de  Mayo  por  pretender  que  fuesen  amnistiados  los  au- 
tores de  la  insurrección  de  1841,  que  se  mudase  la  guarnición  de  Madrid. 
adicta  al  Regeote.  y  separar  de  sus  cataos  á  los  amigos  de  Espartero  (Zurba- 
no,  Tena,  Seone,  y  especialmente  Unage).  Se*dió  el  Poder  á  D.  Alvaro  Gó- 
mez Becerra,  entrando  con  él  Mendizáhal  (Marína),  D.  Pedro  Gómez  de  la 
Serna  (Gobernación)  y  el  general  Hoyos  (Guerra):  era  el  triunfo  de  tos  aya- 
atchoi  sobre  la  mayoría  parlamentaria.  Asf  lo  entendió  ésta,  y  las  sebones  del 
Congreso  del  19  y  20  de  Mayo  fueron  tempestuosísimas;  en  la  segunda  pro- 
nunció D.  Salustiano  de  Olóúiga  su  famoso  discurso,  en  que,  después  de  de- 
cir: escoja  el  Regente  entre  ese  hombre  (Linage)  /  la  nación  entera,  concluyó  con 
la  célebre  frase:  ¡Dios  seilve  ai  país.  Dios  salve  á  la  Reimil  Hubo  motín  calleje- 
ro en  Madrid;  el  Gobierpo  suspendió  las  sesiones  hasta  el  ¿i,  y  en  el  inte- 
rregno las  disolvió;  los  periodistas  repetían  sin  cesar:  unión  de  todos  ios  esfa- 
Ooles  para  hacer  la  guerra  d  ¡os  angla-ayacnchos;  esparcíanse  m mores  como  el 
de  que  iban  á  declararse  tres  puertos  francos  á  beneficio  del  comercio  ingles 
y  arrendarse  á  ingleses  las  fábricas  de  tabacos.  En  vano  el  Gobierno  prometíó 
una  amnistía,  ordenó  devolver  á  los  vecinos  de  Barcelona  lo  que  hablan  pa- 
gado por  contribución  de  guerra  y  procuró  atraerse  á  los  jefes  de  la  oposi- 
ción. Ya  era  tarde  para  todo. 

£1  23  de  Mayo  se  dio  en  Málaga  el  grito  de  ¡abajo  al  Jtegentet  Como  re- 
guero de  pólvora  se  propagó  el  pronunciamiento  por  toda  Andaluda  —  me- 
nos Cádiz,  en  donde  la  milicia  nacional  era  esparterista  decidida — por  Valen- 
cia, donde  los  amotinados  mataron  al  jefe  político,  Camacho;  por  CataluAa, 
alzándose  Prím  (2)  y  Milans  en  Reus,  y  nombrando  la  Junta  de  Barcelona 
ministro  universal  i  Serrano,  como  único  miembro  del  gabinete  López  que  allí 
se  hallaba  (27  Junio),  y  el  cual  á  su  vez  nombró  á  Narváez,  desembarcado 
en  Valencia,  general  en  jefe  del  ejército  pronunciado.  Espartero  no  contó  otras 
milicias  nacionales  adictas,  además  de  la  de  Cádiz,  que  las  de  Madrid  y  Zara- 
goza; encomendó  la  misión  de  batir  á  los  insurrectos  al  general  Seone,  que  á 
juicio  de  los  mismos  ajiacnchos,  era  un  extravagante;  salió  el  mismo  Regente  á 
campaña  (21  Junio),  dirigiéndose  á  Albacete,  donde,  sin  duda,  no  supo  cómo 
empezar  á  combatir  á  tantos  enemigos  como  le  sallan  por  todas  partes  (3);  As- 
piroz,  con  una  división  sublevada  en  Castilla  la  Vieja  atacó  á  Madrid  (i  i  Ju- 
lio); el  14  llegó  á  reforzarla  Narváez,  y  acudiendo  Seone  y  Zurbano,  encon- 
tráronse amlx>s  ejércitos  en  Torrejón  de  Ardoz  (z2  Junio);  la  mayoría  de  los 
esparteristas  se  pasó  á  los  pronunciados  al  grito  de  ¡todos  somos  unos!,  y  sin 
efusión  de  sangre,  quedó  Seone  prisionero,  entrando  ambos  ejércitos,  ya  uno 
solo,  en  la  Corte.  Volvió  á  constituirse  el  ministerio  López;  Narváez  fué  capi- 
tán general  de  Castilla  la  Nueva,  y  la  milicia  nacional  desarmada,  faltándose 
con  lo  último  á  la  capitulación  que  se  habla  firmado  (dfa  23),  pero  devolvién- 
dose con  ello  la  tranquilidad  al  vecindario  madrileño.  Espartero  se  retiró  de 
Albacete  á  Sevilla,  dendc  pugnaba  por  penetrar  su  adicto  Van-Halen  come- 

y  Ilomineuci.  nacido  i-n  la  l.ilu  de  l,''rtn  (17  Sc]il¡enilirc  iKio).  Cudetp  de  Caballería  (iH-A 
coronel  (i KjN),  l>ri|;a<lipr  (iKjiil,  marisi-al  de  camjHi  (Diclemlirc  1840I.  Ti-nía  en  eslc  año  41, 
treinta  y  trcH  <1i'  cdail.  y  |ior  sn  liella  ñ^ura  le  llamalian  ti  gineral  taitile:  era  hombre  do  finí- 
simo y  ameno  Iralo.  con  mucha  ri'|>utacii'in  ilc  valiente  alcaniaila  en  la  ^erra  civil,  y  dr  no  vii)- 
1^  entendimiento. 

(ll  J>.  Juan  Prím  y  Prats  nació  en  Krus  (l¿  niciembre  1K14).  En  i'^n  sentó  plata  de  di>- 
tingiiido  en  los  Cuerpos  francos  que  se  levantaron  i-n  Cataluña.  h¡70  toda  la  guerra  ci\'il  en 
a<]iii'lla  refíir'in.  y  era  coronel  en  este  año.  • 

15)  Se^íiñ  Borrero.  la  cau.sa  de  su  inacdiín  fué  haberle  aconiclido  allí  el  sptitn,  f¡  s.-a  una 
cs|)ecie  de  di'^alienlo  moral  ile  que  solía  ¡«decer  algunas  veces. 


,,CoogIc 


HISTORIA  DE  ESPAÑA  69I 

tiendo  para  conseguirlo  la  inútil  atrocidad  de  bombardear  )a  ciudad.  Levan- 
tó el  campo,  retirándose  hacia  Cádiz;  pero  por  el  camino  se  le  desbandaron 
los  to.ooo  hombres  que  aun  acaudilla!».  Embarcó  en  el  Puerto  de  Santa  María 
(30  Julio),  y  á  bordo  del  Betis,  en  la  bahía  de  Cádiz,  formuló  la  consiguiente 
protesta.  El  Gabinete  López,  no  contento  con  haberle  exonerado  del  cai^ 
de  regente,  declaró  d  D.  Baldoma-o  Espartero  y  d  cHomios  katt  suscrito  la  pro- 
testa de  30  de  yulio  privados  de  todos  sus  títulos,  grados,  empleos  ji  condicora- 
cioues.  £n  este  decreto  (16  Agosto)  no  sólo  se  acusaba  al  caldo  regente  de 
ceguedad  y  ambición  y  de  haber  bombardeado  ricas  ciudades,  sino  de  sus- 
tramón  de  las  arcas  públicas.  Espartero  se  fué  á  Inglaterra,  donde  le  agasa- 
jaron y  honraron  mucho.  Vf  ^A  'j> 

£1  alzamiento  de  184S  fué  verdaderamente  nacional,  ó  sea  que  lo  reali- 
zaron cuantos  partidos  y  tendencias  habla  entonces  en  España;  pero,  por 
lo  mismo,  no  fué  homogéneo  ni  de  programa  positivo  común:  todo  habla  sido 
¡futra  Espartero'.  Una  vez  derrocado  el  regente,  jcómo  y  por  quién  se  iba  á 
gobernar?  Los  tradicionalistas  veían  llegado  el  momento  de  la  reconciliación 
entre  las  dos  ramas  dinásticas  y  entre  los  realistas  de  uno  y  otro  bando,  for- 
mación de  un  poder  vigoroso,  concordato  con  la  Santa  Sede;  los  progresistas, 
poi  lo  contrario,  un  avance  más  de  la  revolución;  los  moderados,  su  triunfo. 
Dirigidos  éstos  por  el  general  Narváez,  que' era  una  voluntad  enérgica,  un 
claro  instinto  político,  y  habia  adquirido  además  en  el  ejército  inmenso 
prestigio,  contando  con  la  mayoría  de  los  políticos  de  talento,  jugaron  me- 
jor que  los  otros,  y  ganaron.  El  Gobierno  provisional  duró  hasta  después  de 
la  declaración  de  mayoría  de  edad  de  la  Reina  (8  Noviembre;  el  juramento  de 
la  Reina  fué  el  dia  10);  pero  supeditado  á  Narváez,  apoyado  por  una  mayoría 
parlamentaría  en  que  la  tenían  los  moderados,  y  habiendo  de  luchar  con  gran 
parte  del  partído  progresista  y  sus  afínes  ó  prolongación  de  republicanos,  los 
cuales  promovieron  una  guerra  civil  que  duró  desde  primeros  de  Octubre 
hasta  entrado  Diciembre:  motivo  ó  pretexto,  que  no  debía  de  haberse  recons- 
tituido el  ministerio  López,  sino  formado  ym&Junta  Ceutraicoa  representan- 
tes de  todas  las  provinciales  que  habfan  dirigido  el  alzamiento  de  iUayo,  por 
el  estilo  de  lo  hecho  en  1808.  De  aquí  que  se  llamaran  ceutralistas  los  suble- 
vados, y  ta  lucha  fué  muy  empeñada  y  sangrienta,  dándose  el  caso  de  ser 
Barcelona  nuevamente  bombardeada  (7  Octubre)  por  orden  de  los  mismos 
hombres  y  del  Gobierno  que  tanto  hablan  censurado  á  Espartero  por  ha- 
berla bombardeado  en  Diciembre  de  1842. 

El  20  de  Noviembre  entró  en  el  Poder  D.  Salustiano  de  Olózaga.  La 
rñna  Isabel  era  una  niña  de  buenas  inclinaciones,  naturalmente  generosa  y 
amiga  de  complacer,  de  imaginación  algo  viva,  entendimiento  corto  y  poca 
ó  ninguna  instrucción,  sobre  todo  para  el  elevadísimo  y  difícil  puesto  en  que 
la  había  colocado  su  nacimiento:  siempre  hubo  en  aquella  infortunada  señora, 
digna  de  todo  respeto  por  algunas  de  sus  cualidades,  por  su  indiscutible  de- 
seo de  acierto,  por  su  amor  á  España  y  por  el  bien  que  hizo,  así  como  por 
las  ingratitudes  de  que  fué  victima  y  por  la  injusticia  con  que  á  veces  fii¿ 
tratada,  enorme  desproporción  entre  su  capacidad  mental  y  sus  funciones  de 
soberana.  ¿Qué  había  de  ser  cuando  no  tenia  catorce  años  y  todos  andaban 
en  su  tomo  para  ganarse  su  ánimo  y  disponer,  por  ese  medio,  de  la  oaciÓDÍ 
Las  gentes  que  rodeaban  á  la  Reina  en  Palacio  eran  todas  afectas  al  partido 
moderado.  Olózaga  quiso  emanciparse  de  la  tutela  en  que  habia  tenido  este 
partido  á  su  antecesor  López  y  gobernar  como  progresista.  Para  ello  érale 
preciso  disolver  las  Cortes,  y  en  la  noche  del  28  de  Noviembre  llevó  á  U 
Reina  el  decreto  de  disolución.  Según  dijo  después  Doña  Isabel,  y  se  hizo 
constar  en  documento  público,  ella  no  quiso  ñrmarlo,  y  él  entonces  cerró  las 


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692  HISTORIA  DE  ESPAÑA 

puertas  de  la  regia  cámara,  la  cogió  por  el  vestido  y  la  obligó  á  sentarse  y  á 
firmar.  Olóz^a  y  sus  amigos  negaron  siempre  que  pasaran  asi  las  cosas,  sino 
que  todo  fué  una  intriga  urdida  después  por  los  moderados  para  derribar  bI 
primero;  los  progresistas,  que  presumían  de  más  imparciales,  llegaban  á  con- 
ceder que  la  culpa  de  Olózaga  consistió,  no  en  violentar,  sino  en  engaBar  á 
la  Reina,  ó,  todavia  menos,  en  no  llamarle  lealmente  la  atención  sobre  la  im~ 
portancia  del  decreto  que  ñrmaba.  D.  Salustiano  quería  dar  una  especie  de 
golpe  de  Estado  que  lo  librase  de  la  tutela  moderada,  y  para  darlo  necesitaba 
tres  cosas:  destituir  á  Narváez  de  la  Capitanía  general  de  Madrid,  alejar  de 
Palacio  á  los  moderados  que  tenían  la  coofianza  de  la  Reina,  y  obtener  el  de- 
creto de  disolución.  Creyó  que  debía  empezar  por  lo  último;  pero,  como 
observan  acertadamente  los  mismos  historiadores  progresistas,  las  tres  em- 
presas, para  producir  el  resultado  apetecido,  debieron  ser  casi  simultáneas. 
En  cuanto  al  medio  de  que  se  valió,  es  un  hecho  histórico  indestnfrable,  y 
tanto  más,  cuanto  que  todas  las  versiones  son  verosímiles:  á  intrigantes  nadie 
ganó  á  los  moderados  en  aquellos  sus  tiempos  áureos,  y  Olózaga  no  era 
hombre  melindroso  ni  que  se  parara  en  pelillos. 

£1  hecho  es  que  se  armó  un  tremendo  escándalo,  y  Olózaga  fué  exone- 
rado, reemplazándole  D.Luis  González  Bravo  (i."  Diciembre).  Éste  no  era 
todavía  moderado,  sino  jefe  de  lina  fracción  parlamentaria  titulada  La  Joven 
España.  Debió  su  elevación  á  la  presidencia  del  Consejo  á  ser  el  único  perso- 
naje de  alguna  talla  que  se  atrevió  á  refrendar  el  Acta  rtal  acusando  á  Oló- 
zaga, y  á  leerla  en  el  Congreso  (3  Diciembre).  Hubo  acaloradísimo  debate,  que 
duró  quince  días.  Olózaga  se  defendió  elocuentemente  y  emigró  á  Portugal. 

En  este  año  1843,  tan  fecundo  en  acontecimientos  políticos,  murió  Es- 
pronceda  (23  Mayo);  su  enfermedad  fué  una  inflamación  de  la  laringe,  y  reci- 
bió los  Sacramentos.  Los  periódicos  de  aquel  tiempo  no  dedicaron  á  este  su- 
ceso, sino  breves  y  sencillas  noticias  necrológicas.  ]Qué  diferencia  con  lo  que 
vemos  en  nuestros  días  at  desaparecer  de  la  escena  del  mundo  poetas  y  es- 
critores de  harta  menos  importancia  que  Espronceda!  García  Gutiérrez  es- 
trenó en  el  Teatro  de  la  Cruz  (17  Enero)  su  drama  Simón  Boeanegra  con 
buen  éxito,  inferiorísimo  sin  embargo  al  de  El  Trovador  A  pesar  de  aventa- 
jar á  Ei  Trovador  literariamente  considerado. 

Gómez  de  la  Serna,  el  último  ministro  de  la  Gobernación  que  tuvo  Es- 
parlero,  tratando  de  reformar  la  instrucción  pública,  pensionó  para  estudiar 
en  Francia,  Bélgica,  y  sobre  todo  en  Alemania,  la  ñlosofia  y  literatura  de  estas 
naciones  á  D.  Julián  Sanz  del  Río,  sólo  conocido  entonces  por  haber  sido 
estudiante  del  Sacro  Monte  de  Granada,  donde  dejó  fama  por  su  aplicación, 
piedad  cristiana  y  rarezas  de  carácter.  Fué  Sanz  del  Rio  á  Parfs,  y  visitó  á 
Víctor  Cousin,  el  filósofo  á  la  sazón  de  moda;  pero  no  le  satisñzo:  parecióle 
su  ciencia  de  embrollo  y  pura  apariencia.  Pasó  á  Bruselas,  y  alU  trató  á  Tíber- 
ghien  y  Arhcns.  aconsejándole  éste  que  se  dedicase  al  estudio  de  la  filosofía 
de  Krausse.  Seguramente  que  á  muchos  españoles,  más  que  estos  viajes  y  con- 
ferencias de  Sanz  del  Río,  tan  importantes  por  )a  transcendencia  que  tuvie- 
ron en  nuestro  movimiento  intelectual  y  aun  en  el  político,  les  interesa  re- 
cordar que  este  mismo  año  1843  tomó  la  alternativa  en  Bilbao  (15  Abril),  de 
manos  de  su  maestro  Montes,  José  Redondo  el  Ckiclanero  (i),  quedando  ast 
constituido  el  formidable  triunvirato  taurino:  Montes,  Cuchares  y  el  Cki- 
clattero. 

AOo  i8f^.  —  £1  ministerio  González  Bravo  duró  hasta  el  3  de  Mayo,  y 
en  esta  fecha  pasó  el  Poder  al  general  Narváez,  jefe  reconocido  del  partido 

(1)    Nació  en  Cliidana  \f,  Muyo  iNki).  'Eorcalia  ron  Montes  desde  1838. 

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UISTORTA   DE  ESPAÍlA  693 

moderado.  Aunque  González  Bravo  no  se  llamaba  todavía  moderado,  como 
tal  gobernó.  El  28  de  Enero  y  i.°  de  Febrero  pronunciáronse  las  guarnicio- 
net  de  Alicante  y  Cartagena  acaudilladas  por  el  coronel  D.  Pantaleón  Bo- 
net,  el  cual,  de  oñcial  carlista  que  habla  sido  en  sus  principios,  se  convirtió 
en  furibundo  progresista.  La  guerra  civil  duró  hasta  fin  de  Marzo;  antes,  el  8, 
hablan  sido  fusilados  en  Alicante,  Bonet  y  veintitrés  más.  El  bonito  paseo 
que  separa  el  puerto  del  caserío  alicantino  se  llama  de  ¡os  Mártirts  por  iia- 
berle  dado  este  nombre  un  Ayuntamiento  prc^reaista  en  honor  de  Bonet  y 
sus  compañeros  de  rebelión  6  infortunio.  Desarmó  el  Gobierno  la  milicia 
nacional  en  casi  toda  España  (no  sin  alguna  resistencia  en  Zaragoza),  resta- 
bleció la  ley  de  Aynntamientosde  1840,  declaró  el  estado  de  sitio,  prendió 
á  Cortina  y  Madoz  á  pesar  de  ser  diputados,  suponiéndolos — en  lo  que  pro- 
bablemente no  le  faltaría  razón —  instigadores  ó  cómplices  del  pronuncia- 
miento de  Bonet,  y  por  medio  del  general  Viltalonga  l<^ó  pacificar  el 
Maestrazgo,  perturbado  por  partidas  carlistas.  La  libertad  de  imprenta  quedó 
muy  restringida  por  el  decreto  de  10  de  Abril.  Restablecióse  el  tribunal  de 
la  Rota  y  fueron  derogados  los  decretos  jansenistas  de  Alonso;  pero  se  man- 
dó activarla  venta  de  ios  bienes  eclesiásticos  (8  Febrero)  (1),  y  se  refundieron 
en  el  Patronato  de  la  Corona  los  de  las  Comunidades  religiosas  (30  Marzo). 
Gloría  de  este  Ministerio  es  la  creación  de  la  Ouardia  civil  (decretos  de  28  de 
Mu-zo  y  12  de  Abril),  obra  de  Narváez,  del  duque  de  Vislahermosa  (2),  y 
especialmente  del  duque  de  Ahumada  (3). 

Narváez  formó  su  Ministerio  con  D.  Pedro  Pidal  (Gobernación  1,  el  mar- 
qués de  Viluma  (Estado),  D.  Alejandro  Mon  (Hacienda),  Mayans  (Gracia  y 
Justicia)  y  el  general  Armero  (Marina).  (4)  Era  un  Gabinete  de  altura  y  resuel- 
tamente conservador.  El  4  de  Julio  convocáronse  las  Cortes  para  el  10  de  Oc- 
tubre con  objeto  de  reformar  la  Constitución  del  37  en  sentido  católico  y 
monárquico.  Se  dijo,  y  lo  repiten  algunos  historiadores,  que  Viluma  quería 
el  restablecimiento  del  Estatuto  Real  y  de  los  diezmos,  con  devolución  de 
sus  bienes  al  clero,  y  que  Narváez,  alardeando  de  liberal,  oponíase  á  estas 
pretensiones.  El  16  de  Septiembre,  Viluma  fu¿  reemplazado  por  Martínez  de 
la  Rosa,  y  entonces  Narváez  actuó  de  conservador  conteniendo  al  nuevo  mi- 
nistro, más  liberal  que  él,  empeñado  en  que  no  se  tocase  á  la  Constitución 
del  37.  Lo  positivo  es  que  hubo  unidad  de  miras  en  el  Gabinete,  pues  todos 
los  ministros  aceptaron  la  reforma  constitucional  tal  y  como  fué  formulada 
al  abrirse  las  Cortes,  y  discutida  en  los  últimos  meses  del  año.  Los  progre- 
sistas se  abstuvieron  de  concurrir  á  éstas,  alegando  que  se  los  perseguía,  ya 
por  el  Gobierno,  ya  por  oñciales  y  saínenlos  que  apaleaban  en  la  calle  i  los 
que  hablan  sido  milicianos  en  el  anterior  período  y  cobraron  entonces  el 
barato.  Hizo  el  Gobierno  suspender  la  venta  de  los  bienes  del  clero(8  Agos- 
to), y  mandó  á  Roma  á  D.  José  Castillo  y  Ayensa  en  calidad  de  agente  ofi- 
cioso para  negociar  un  concordato. 

Los  progresistas  organizaron  la  conspiración.  En  Madrid  la  dirigía  una 
Junta  presidida  por  Gómez  Becerra,  la  cual  se  comunicaba  con  las  estable- 

lll  Srftíin  un  rülailo  leído  por  K};sfta  en  el  Con groso,  desde  l8.U  S  l.°de  ArosIo  de  iltii 
i.1;  habían  vcndkio  17^.005  fincas  ilel  cIito,  y  desde  la  caída  de  espartero,   tñSif». 

(2)  Don  Ángel  (larda  y  I-oigom  narirt  en  Sevilla  ¡J  Odiibn'  1R05).  Kn  este  liempn  era 
bridad icT.  y  no  du<]ue,  sínn  eonde. 

(l)  Don  Francisco  J.  Girón  y  Ivíjifleta  nació  en  Pamplona  {11  Mac7n  i8ojl-  ^>a  marisral 
de  ramuo  desde  1R40,  y  fiií  inspeclor  de  la  Guardia  Civil  de  ií'44i  1S54  vde  ÍK;fiá  i86í. 

(4)  Don  Franrisco  Armero  y  Fernández  Peñaranda,  marqui^s  del  !íer\'ión.  Guardia  ma- 
rina en  1820.  Ilepó  á  fa¡)itán  general  de  la  Armada  y  sirvió  mueho.  lo  mismo  por  tierra  (jur 


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6g4  HISTORIA  DB  SSPAÍtA 

cidas  en  provincias  y  con  las  del  extranjero:  en  Londres,  con  Espartero,  Gu- 
rrea,  Cóinet  de  la  Serna  y  Olózaga;  en  Parfs,  Mendtzábat;  Capaz  en  Burdeos, 
é  Infante  en  Lisboa.  Los  pronunciamientos  eran  continuos  y  el  conato  de 
hacerlos,  permanente.  Los  vencidos  que  no  tenían  la  suerte  de  escapar  su- 
frían la  pena  de  muerte.  Zurbano  y  sus  hijos  lanzáronse  al  campo  en  la  Rioja 
(i  i  Noviembre)  con  una  partida  de  70  ú  80  hombres,  y  el  1 3  entraron  en 
Nájera,  donde  por  primera  providencia  fusilaron  á  un  celador  de  policía, 
dando  en  seguida  una  proclama  con  estos  lemas:  «Constitución  de  1837,  reina 
Isabel  II,  Junta  Central  y  viva  Espartcro> .  Pinta  muy  á  lo  vivo  el  carácter  de 
Narváez  la  carta  que  escribió  á  Zurbano  pocos  dias  antes  de  sublevarse,  di- 
ciéndole  que  sabia  lo  que  proyectaba  y  que  00  lo  hiciera,  porque  si  no  tenia 
la  fortuna  de  vencer  ó  escapar,  cosas  difíciles  dadas  las  precauciones  toma- 
das por  el  Gobierno,  seria  fusilado  sin  remedio.  Cuéntase  que  Zurbano  no 
llegó  á  recibir  esta  caballeresca  carta. 

£n  Cuba  los  esclavos,  excitados  según  se  dijo,  por  algunos  maquinistas 
ingleses  que  servían  en  los  ingenios,  se  sublevaron,  cometieron  crímenes,  y 
fueron  ferozmente  reprimidos.  Era  capitán  general  D,  Leopoldo  O'Donnell, 
Entre  los  fusilados  en  Matanzas  (28  Junio)  por  aquellos  sucesos  lo  fué  Pldci- 
do,  el  poeta  mulato  llamado  Gabriel  de  la  Concepción  Valdés,  de  oficio  pei- 
netero, sin  instrucción  literari»,  y  que  eia  un  verdadero  poeta,  espontáneo, 
fácil  y  sentido.  Protestó  siempre  de  su  inocencia,  escribiendo  en  el  calabozo, 
ya  condenado  á  muerte,  el  Adiós  á  mi  tira,  donde  dice: 


Y  camino  del  suplicio,  y  en  el  mismo  cuadro  recitaba  la  PUgaria  á 
Dios,  también  compuesta  por  él  en  sus  días  postreros,  y  en  la  que,  después 
de  insistir  en  su  inocencia,  exclama: 

Mas  si  cuadra  i  tu  Suma  Omnipotcnda 
que  70  perezca  cual  malvado  impla, 
y  que  \o%  Itombreí  mi  cadáveí  frió 
ultrajen  con  maligoa  complacencia. 

tCiimplaie  en  m(  lu  voluntad  Dios  mfot 

Aüo  184.5.  —  Siguió  todo  el  año  el  Ministerio  Narváez.  Zurbano,  sus 
dos  hijos,  Feliciano  y  Benito,  y  seis  de  sus  partidarios,  fueron  fusilados  en 
Logroño  {21  Enero).  Según  Pirala,  desde  Diciembre  de  1843  á  Diciembre 
de  ií<44  habían  sido  fusilados  por  delitos  políticos  214  personas.  En  este  año 
siguió  la  serie.  Y  aún  habla  lugar  para  la  clemencia,  como  la  usó  Narváez  con 
Prím,  el  cual  se  puso  al  frente  de  una  conspiración  eo  que  entraba  como  nú- 
meto  del  programa,  según  los  testigos,  el  asesinato  de  Narváez.  Éste  indultó 
á  Prim  de  los  seis  años  de  castillo  que  le  fueron  impuestos  por  el  Consejo  de 
Guerra  y  le  ofreció  su  amistad,  nombrándole  además  para  un  alto  cargo. 

£1  23  de  Mayo  fué  promulgada  la  Constitución,  ó  sea  la  reforma  de  la 
de  1837.  Fueron  las  principales  modiñcaciones:  el  articulo  ii  quedó  redac- 
tado así:  'La  religión  de  la  nación  española  es  la  católica,  apostólica,  toma- 
ina. El  Estado  se  obliga  á  mantener  el  culto  y  sus  ministros*.  Los  diputados 
son  elegidos  por  cinco  años  y  por  distritos,  y  no  por  tres  y  por  provincias, 
como  en  la  Constitución  del  37.  El  rey  nombra  los  senadores  libremente,  sin 
la  previa  propuesta  en  lista  de  los  electores,  y  no  necesita  autorización  de  las 
Cortes  para  ausentarse  del  reino  ni  para  contraer  matrimonio,  bastando  res- 
pecto de  lo  segundo  que  lo  ponga  en  conocimiento  de  las  Cámaras.  La  re- 
gencia no  es  de  nombramiento  de  las  Cortes,  sino  legítima  (padre,  madre  ó 


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HISTORIA   DE   ESFAÜA  695 

pariente  más  próximo  del  rey  menor).  Desaparecieron  la  convocación  auto- 
mática de  las  Cortes  si  do  son  convocados  antes  de  i.**  de  Diciembre,  la  atri- 
bución al  jurado  de  tos  delitos  de  imprenta,  la  declaración  de  no  haber  más 
que  un  fuero  para  todos  los  españoles,  y  la  milicia  nacional.  Al  artículo  de  la 
del  37,  que  decía:  »La  ley  determinará  la  organización  y  funciones  de  las 
«Diputaciones  provinciales  y  Ayuntamientos >,  se  añadió:  «y  la  intervención 
>que  hayan  de  tener  en  estas  corporaciones  los  delegados  del  Gobierno>. 

Este  MÍDÍsterio  tiene  la  gloria  de  haber  organizado  nuestra  Administra- 
ción á  la  moderna.  Creó  el  Consejo  Real  y  los  Consejos  Provinciales,  estable- 
ciendo sobre  sólidas,  sencillas  y  científicas  bases  la  jurisdicción  y  el  procedi- 
miento contencioso-administrativos.  Dio  el  Plan  de  Estudios  (17  Septiembre) 
que  vino  á  sustituir  al  de  Calomarde,  modiñcado  por  el  Reglamento  Provi- 
sional de  1^(38.  La  reforma  financiera  fué  completa.  D.  Alejandro  Mon  encon- 
tró la  Hacienda  en  esta  forma:  sobre  la  Deuda  consolidada  que  era  próxi- 
mamente de  12.000  millones  de  reales,  una  flotante  de  más  de  2.500,  un 
descubierto  con  las  cajas  de  Ultramar  de  145,  déñcit  confesado  de  200  anua- 
les, un  atraso  de  un  año  en  los  sueldos  de  las  clases  activas,  de  año  y  medio 
en  las  pasivas,  el  diezmo  suprimido  (i),  y  la  obligación  de  pagar  culto  y  clero. 
Mon  empezó  por  consolidar  la  Deuda  Sotante  en  títulos  de  3  por  100  {4  Fe- 
brero), y  en  seguida  estableció  el  sistema  tributario:  desaparecieron  las  anti- 
guas contribuciones,  que  erau  innumerables,  sustituidas  por  cuatro  direc- 
tas (territorial,  subsidio,  inquilinato  y  de  hipotecas),  y  una  indirecta  (consu- 
mos); recaudando  con  empuje  (debíanse  al  Tesoro  710  millones  por  pago  de 
impuestos),  celebrando  contratos  con  el  Banco  de  San  Fernando  para  los  giros 
de  Tesorería,  y  reformando  todas  las  rentas,  consiguió  el  Ministro  presentar 
un  presupuesto  con  1.226  millones  de  reales  de  ingreso  por  1.184  ^^  gastos; 
es  decir,  con  superávit  de  42  millones.  Nunca  se  vio  nuestra  Hacienda  en 
mejor  estado,  si  bien,  y  contra  lo  que  sostienen  algunos,  los  contribuyentes 
tuvieron  que  pagar  más  que  antes,  y  desde  entonces  el  sacrificio  ha  sido  en 
aumento  siempre;  pero  así  lo  exigen  las  condiciones  generales  de  la  vida  mo- 
derna. Fué  también  este  Gobierno  el  que  puso  sólida  base  á  nuestra  legisla- 
ción de  ferrocarriles.  D.  Juan  Subercase,  Inspector  general  de  Ingenieros  de 
Caminos  y  D.  Calixto  Santa  Cruz  y  D.  José  Subercase,  ingenieros  primeros, 
emitieron  (2  Noviembre  1844)  un  luminoso  informe  sobre  las  condiciones 
para  la  concesión  de  vías  férreas,  teniendo  en  cuenta  lo  ya  hecho  en  otras 
naciones  (2),  y,  aprobado  (Real  orden  31  Diciembre  44),  se  mandó  publicar  por 
Real  orden  de  20  de  Enero  de  este  año. 

Respecto  de  la  cuestión  religiosa,  fué  aprobada  la  ley  de  dotación  de 
culto  y  clero  (14  Febrero)  después  de  una  empeñada  discusión,  en  que  Do- 
noso Cortés  propuso  entregar  á  la  Iglesia  una  cantidad  en  títulos  de  la  Deu- 


¡1)  El  tlieznio  SI'  pagaba  á  la  lj¡lcsia;  pero  por  rorrpsionrs  iionliñrias  colimlia  el  t-j-lado 
las  tres  cuartas  liarles  con  los  nombres  de  Itrciat  reala,  noveno,  cxrusailo.  suliíklío  eclesií»- 
tiro,  rsiwlios,  vacanlcs,  ctr.  E.stas  Ircs  cuartas  partes  valían.  ]wr  (émiino  ■ne<1io.  unos  54  millo- 
nes de  realF.s.  de  donik-  resultaba  ijuc  el  producto  total  i^a  de  7.2  millones.  Mendixábal  supuso 
i|ue  el  diezmo  constituía  el  40  jHir  ciento  del  producto  aerícola  de  la  nnción  y  en  ese  cas<i  — 
aceptando  el  cálculo  de  Canea  ArRiicllcs  -solM-e  la  rigucxa  agrícola  de  KspaíiB  á  la  mut^e  dr 
Femando  \*1I  —  hubiese  valido  el  iliezmo  total  cerca  <!<■  J.íoo  míllone».  A  iH-sar  de  lo  cual  Ib 
Socieda<l  Eíconómica  di-  Madrid  Ío  valualia  (18J5)  en  cerca  de  l.yx  millones.  Xo  siendo  en 
reali<la<l  sino  "¡l.  el  E.'ilailo  jierdi^l  sujnHniii'ndoló  54.  Teniendo  ademfis  cpie  ]>a^ar  el  ciillo  y 
clero  (ifio  milíonesl,  resultaban,  pui-s.  unos  Zt4ile  iienüdn  anual. 

(2)  Había  ya  ferrorarriles  en  InKlaterra,  Bi'leíca.  Francia.  Estallos  t'nidos  y  Alemania. 
Bélgica  adoirtó  el  sistema  de  constrocriiin  y  explolación  jior  el  Mslado:  los  Estallos  l'nidos  la 
libre  por  los  particulares:  las  ilemás  naciones,  el  de  concesión  |)or  i|ii  años  de  explolarión  á  i'm- 
prrsas  constntctoras:  esle  i'illimo  fué  el  sepiido  en  Ksiiafta. 


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HISTORIA  DE  BSPAÑA  OCJ/ 

da  perpetua  equivalente  á  los  bienes  secuestrados,  se  propusíeroa  otros  va- 
rios sistemas  de  indemnización,  y  se  debatió  canónica,  filosóñca,  jurídica  é 
histórica  mente,  como  es  uso  en  nuestras  Cámaras  que  con  tanta  facilidad  se 
convierten  en  coocilioa  y  academias,  la  cuestión  de  la  independencia  econó- 
mica de  la  Iglesia  y  de  la  intervención  que  puede  tolerarse  al  Estado  en  este 
punto.  Restableciéronse  las  Escuelas  Fias  (5  Marzo).  Se  mandó  devolver  al 
clero  los  bienes  no  vendidos  (13  Abril),  si  bien  en  esto  anduvo  muy  reacio 
Mon,  y,  como  dijo  Egafla  en  el  Congreso,  antes  apresuró  cuanto  pudo  la  ven- 
ta, y  prohibió  (i  3  Febrero)  predicar  contra  los  compradores  de  bienes  nacio- 
nales. El  27  de  Abril  firmaron  en  Roma  las  bases  de  un  concordato  el  Carde- 
nal Lambruschini  y  Castillo  y  Ayensa,  viniendo  el  segundo  á  Madrid  á  pre- 
sentarlo al  Gobierno.  Parecieron  excesivas  las  cláusulas  á  Martínez  de  la  Rosa, 
pero  Castillo  recurrió  á  Narváez,  y  éste  las  hizo  aceptar  á  todos.  El  Papa 
nombró  Nuncio  en  Madrid  á  monseñor  Brunelli,  arzobispo  de  Trajanópolis,  y 
cOD  arreglo  á  las  bases  se  formalizó  el  concordato;  cuando  aún  no  estaba 
terminada  su  redacción,  el  Times,  de  Londres,  publicó  un  texto  de  las  bases 
aprobadas,  no  enteramente  exacto,  pero  aproximado  al  original;  y  reproduci- 
do por  Él  Católico,  de  Madrid,  provocó  en  España  entera  un  movimiento  de 
protesta:  los  progresistas  y  tos  moderados  de  la  izquierda  protestaban  contra 
la  base  referente  al  restablecimiento  de  las  Órdenes  religiosas,  mientras  que 
los  carlistas  y  los  católicos  fervientes  lo  hacían  contra  el  saneamientp  de  po- 
sesión de  bienes  nacionales.  Hablase  predicado  tanto  contra  estas  ventas  y 
llamado  tantas  veces  ladrones  á  los  compradores,  que  no  es  de  maravillar  tal 
actitud.  La  oposición  se  hizo  tan  general  que  hasta  en  los  mercados  las  gen- 
tes del  pueblo  hablaban  despectivamente  del  pastel  italiano,  mote  que  se 
puso  al  concordato  en  proyecto.  Narváez  cortó  de  rali  la  polémica  negando 
la  aprobación  á  un  concordato  redactado  fielmente  con  arreglo  á  bases  que 
él  mismo  habla  impuesto  á  sus  compañeros  de  Gabinete  (1). 

D.  Carlos,  á  qnien  sus  partidarios  llamaban  quinto,  habla  vivido  en 
Bourges,  más  bien  detenido  ó  prisionero  del  Gobierno  francés  que  emigrado, 


(i)     Víase  Mdrimo.  El  Anlicierícalitmo y  ¡ai  Órdentt  rtUgitiai.  Madrid  iqi o. 


(Explicación  ¡U  la  IdmiHa  anltrier.) 

Españolea  Ihntreí  contemporáneos.  --  73.  Jaan  MaAé  y  PbqBCr,  periodista  y  ncTilor  imKlico 
dti;raadesviidos.NBd6enTarred«n1nm,T>rrigoni  (1823- 1901).  —  74.  Casto  Mtndei  NMei,  insigne 
marino,  ieCc  de  U  encuidn  qnt  bonibiide<i  el  Callao  (ISU-ISM).  —  75.  Jaan  Valera,  crilí<o  lluilre, 
pflela  cordoMi,  delicado  y  admirable  pioaisla.  S«  tenelú  camo  novtliita  original  y  de  pura  cepa  etpaflola 
ene  Pepita }iméntx{\«lÁ.-  \va).  -  -It.  Antonln  Aballar  y  Correa.mirquísdela  Vegade  Anni)o,  Presi' 
denle  del  Consejo  de  Ministros  liberal.  Presidente  del  Congreso.  Diplomáiico  y  literato  (182Í  -  1W8).-- 
77.  Arsenio  Marlincz  de  Campos,  ilustre  generil  que  proclamó  en  Sigunto  á  Don  Alfonso  XI I  y  con- 
cluyó con  la  Paz  dtl  Zanjón  la  llamada  guerra  grande  de  Cuba  (1326  - 1«»),  —  78.  Manoct  Alonso  ílar- 
tfawz,  eminentisimo  ¡urlseonsullo  y  una  de  las  ngoras  más  salientes  del  partido  liberal  iraudlllido  por 
Sagaita.  Nadó  en  Burgos,  Fué  el  alma  de  todis  lis  reformas  de  la  restauración  en  las  leyes  jndiciaies  y 
autor  del  Código  CMI  vigente  |ia27-IS9l).  — 7).  Doctor  Federico  RnUo.  lamoso  clnijano  y  poKIieo 
Pií  Eabajador  de  EspaHa  en  Londres  durante  el  periodo  de  la  República  y  se  hiio  popular  en  Inglaterra 
como  médico.  Retirado  de  la  polillca,  tundo  en  el  Hospital  de  la  Princesa  el  Instituto  de  Terap6itlca 
operatoria,  hasta  que  tuvo  edificio  propio.  Ai  Instituto  Rubio  agregó  una  escuela  de  enfermeras  (1827-  IQ03I- 
—  W.  Prixedcs  Mateo  Sagaata,  una  de  los  hombres  principales  de  la  revaincidn  del  68.  Presidente 
del  Consejo  de  Ministros  y)efe  del  parlido  liberal  en  la  restauración.  Compartió  durante  muchos  anos  el 
Oobierno  de  Espafla  con  Cánovas  del  Castillo.  Naeió  en  Logroño  (1627  -  WSÍ\.  —  8!.  Adclardo  Lópeí 
deAyala.pOlílico,  orador,  ministro,  Presidente  del  Congreso  y  dramaturgo.  £í  tantú  por  tiento  y  Con- 
tatlo  son  tus  obras  más  aplaudidas  |1S2S  - 187^, 


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6gB  HISTORIA  DB  espaRa 

desde  que  la  defección  de  Maroto  le  obligó  á  pasar  la  frontera.  En  i8  de 
Mayo  de  este  año  abdicó  su  representación  política  en  su  hijo  mayor,  que 
para  los  carlistas  fué  Carlos  VI  y  tomó  el  titulo  de  conde  de  Montemolfn  (i), 
con  el  que  es  más  conocido. 

Año  1S4Ó.  —  El  de  las  bodas  reales.  Los  matrimonios  españoles,  como  se 
llamaron  diplomáticamente  los  de  la  Reina  y  su  hermana,  tuvieron  importan- 
cia europea.  Desde  mucbo  tiempo  antes  que  bubiera  oportunidad  de  cele- 
brarlos Luis  Felipe  y  el  Gobierno  inglés  preocupáronse  hondamente  de  ta- 
les casamientos.  Durante  la  guerra  civil  el  rey  de  Francia  apadrinó  la  idea 
de  casar  á  Isabel  II  con  su  primo  Montemoliu,  como  medio  de  coaseguir  la 
paz;  pero  después  del  convenio  de  Vcrgara  la  desechó,  aspirando  á  colocar 
en  el  trono  de  España  á  uno  de  sus  hijos.  -Se  opuso  resueltamente  Inglaterra, 
y  tras  muchos  dimes  y  diretes  acordaron  lord  Aberddeen  y  M.  Gutzot  que 
doña  Isabel  no  había  de  casarse  con  hijo  de  Luis  Felipe  ní  con  principe 
de  la  casa  de  Coburgo,  á  que  pertenecía  el  marido  de  la  reina  Victoria:  tenia 
que  ser  con  un  descendiente  de  Felipe  V.  Estaban  en  este  caso: 

A)  Montemolfn,  ó  sea  la  rama  de  D.  Carlos.  Apadrinaban  este  proyecto 
en  el  extranjero  el  Papa  y  Metternich,  é  hiciéronse  sus  paladines  en  España 
dos  escritores  muy  notables:  uno  D.  Antonio  Aparisi  Guijarro,  abogado  va- 
lenciano de  mucho  crédito,  ferviente  católico  y  de  tendencias  tradicionalis- 
tas,  aunque  no  carbsta  en  aquel  tiempo,  que  sostuvo  aquella  candidatura  en 
una  revista  titulada  La  RestoHración;  y  Balmes,  que  para  defenderla  fundó 
El  Pensamiento  de  la  Nación,  en  que  colaboraron  con  él  Quadrado,  D.  Vicen- 
te Lafuente,  Garda  de  los  Santos,  etc.  No  es  dudoso,  á  nuestro  juicio,  que 
si  la  cuestión  entre  carlistas  é  isabelinos  hubiera  sido  meramente  dinástica, 
este  matrimonio  se  babria  realizado;  tanto  más  cuanto  que  Montemolin  al 
llegar  á  Inglaterra  en  1845,  tuvo  atli  buena  prensa  y  buen  público,  se  hizo 
en  Londres  el  personaje  de  moda,  visitáronle  lord  Palmerston  y  muchos 
aristócratas,  se  le  trató  como  rey,  se  ponderaron  su  gallarda  presencia,  su 
talento,  su  ilustración,  su  bondad,  etc.  Pero  la  candidatura  de  MoutemoUn 
llevaba  dentro  de  si  un  gravísimo  problema  político:  representaba  una  transac- 
ción en  algo  más  substancial  que  la  querella  dinástica:  El  único  modo  de  res- 
tailecer  la  monarca  de  nn  modo  sólido  y  seguro,  ó  al  menos  de  procurarlo  con 
eficacia,  seria,  á  juicio  de  las  Potencias  del  Norte,  el  matrimonio  con  el  hijo  de 
D.  Carlos  (2).  Luego  las  potencias  del  Norte  creían  que  había  que  restable- 
cer la  monarquía  en  España,  ó,  lo  que  es  igual,  que  no  era  verdadera  monar- 
quía la  constitucional  de  Isabel  II.  Balmes  vela  en  el  matrimonio  con  Monte- 
molin el  medio  de  establecer  nn  Gobierno  que  ni  desprecie  lo  pasado,  ni  desatien- 
da lo  presente,ni  pierda  de  vista  lo  porvenir  (3),é  instado  ^or  El  Heraldo  &  coa- 
cretar  este  programa,  respondió;  «Mi  proyecto  de  Constitución  se  reduce  á 

•  dos  artículos:    1.°  El  Rey  es  soberano.   2°  La  Nación  en  Cortes  otorga  los 

•  tributos  é  interviene  en  los  negocios  arduos*,  añadiendo  que  esta  Constitu- 
ción debía  ser  grabada  en  las  monedas.  Esto  podía  ser  muy  sencillo,  muy 
filosófico,  quizás  muy  conveniente  para  España,  pero  era  contrario  de  todo 
punto  al  sistema  constitucional  tal  y  como  lo  entendían,  no  sólo  los  progre- 
sistas, sino  también  los  moderados,  aun  los  de  la  extrema  derecha.  Era, 
pues,  naturalfstmo  que  Balmes  quisiera  implantar  ese  sistema  político  por 
medio  del  matrimonio  de  la  Reina  con  Montemolfn;  pero  no  menos  natural 

n)    Halñn  nnriilo  i'n  Madrid  (31  Enero  iSitt), 

(jÍ  Asilo  manifestó  fl  Conde  dr  Spau,  emiiajador  de  Austria  en  Roma,  i  Casiitlo  v 
Ayensa  {Despacho  de  éste.  4  Agosto  1844). 

(.0    I'rfHiperto  de  FJ  Ftnsamimte  ttí  le  JViiíÍíh  (Diciembre  1S44). 


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HISTORIA  DE  BSPAÍÍA  699 

que  moderados  y  progresistas  se  opusieran  al  matrímonío  para  impedir  que 
con  él  se  implantase  un  sistema  político  que  no  era  el  suyo. 

La  única  manera  de  haber  hecho  viable  el  casamiento  con  Montemollo 
fué  la  que  aconsejó  á  éste  el  futuro  rey  consorte  D-  Francisco  de  Asís:  re- 
nunciar á  su  representación  histórica,  reconocer  lisa  y  llanamente  á  Isabel  II, 
venir  á  Madrid  en  calidad  de  infante  y  casarse,  no  para  derogar  la  Constitu- 
ción de  1845  y  reemplazarla  por  los  dos  artículos  de  la  de  Balmes  grabados 
en  las  monedas,  sino  para  ser  mero  principe  consorte,  á  lo  sumo,  con  el  titulo 
vano  y  decorativo  de  rey.  Pero  en  este  caso  ya  no  hubiera  tenido  interés  el 
matrimonio  para  tos  que  pensaban  como  Balmes,  y  hubiera  padecido  la  dig- 
nidad de  D.  Carlos,  y  aun  la  de  todos  los  que  por  su  causa  se  hablan  batido. 

B)  Descartada  la  candidatura  de  Montemolfn,  quedaban  los  principes 
de  la  casa  de  Ñápeles;  el  conde  de  Águila  y  el  conde  de  Trápanl.  La  casa 
de  Ñapóles  no  ha  sido  nunca  sino  una  parte  de  la  de  España;  fundada  por 
nuestro  Carlos  III  con  las  armas  españolas,  había  dado  á  España  un  rey  (el 
mismo  Carlos  III),  una  princesa  de  Astunas  (la  primera  mujer  de  Fernan- 
do Vil),  una  infanta  (Carlota)  y  una  reina  (María  Cristina);  no  había,  pues, 
nada  desdoroso  en  que  uno  de  sus  principes  fuese  marido  de  la  reina  Isabel. 
Pero  en  esta  ocasión  los  montemolinistas,  especialmente  Balmes,  hicieron 
una  campaña  violenta  contra  esta  casa,  presentándola  como  muy  poca 
cosa  para  compartir  el  regio  tálamo  español.  Leyendo  los  artículos  de  Raimes 
sobre  este  punto,  parece  que  los  Borbones  napolitanos  eran  gente  de  poco 
más  ó  menos:  principíllos  mediatizados  de  Ínfima  categoría.  Excitóse  con 
ello  el  orgullo  nacional,  y  los  Borbones  de  Ñapóles  se  hicieron  impopularí- 
simos. 

C)  Por  este  procedimiento  de  exclusión  se  llegó  á  no  haber  más  can- 
didatos disponibles  que  dos  infantes  españoles:  los  hermanos  D.  Enrique  y 
D.  Francisco  de  Ads,  hijos  de  D.  Francisco  de  Paula  y  de  la  difunta  doña 
Carlota.  Entre  los  dos  parecía  preferible  el  primero  por  tener  aspecto  más 
varonil  y  ser  más  vivo  que  su  hermano.  Pero  este  exceso  de  viveza  le  per- 
dió: creyendo  granjearse  así  el  aura  popular,  largó  un  manifiesto  (31  Diciem- 
bre 1845),  que  no  era  sino  un  articulo  de  fondo  de  periódico  progresista,  con 
su  himno  en  loor  del  progreso  y  de  la  libertad  y  su  diatriba  contra  el  despo- 
tismo, el  oscurantismo  y  el  fanatismo.  Si  hubieran  estado  en  el  Poder  los  pro- 
gresistas,quizás  habrfale  aprovechado  la  cantata;nias  á  los  moderados  les  supo 
á  rejalgar,  y  00  sólo  descartaron  al  Infante,  sino  que  le  hicieron  salir  de  la 
corte  para  el  Ferrol,  y  después  le  desterraron  á  Gante.  De  suerte  que 
después  de  haberse  revuelto  tanto  para  buscar  marido  á  la  reina  Isabel, 
vino  á  reducirse  todo  en  D.  Francisco  de  Asís. 

En  cuanto  á  la  infanta  doña  Luisa  Fernanda,  también  se  opuso  Inglate- 
rra á  que  casara  con  el  duque  de  Montpensier,  y  Bulwer,  embajador  británi- 
co, pasó  á  nuestro  Gobierno  una  nota  impertinente  sobre  el  pútícnlar,  pero 
Guizot  consiguió  hacer  prevalecer  el  deseo  de  Luis  Felipe,  y  fué  aceptado, 
aunque  con  protesta  de  D.  Enrique,  desde  Gante,  en  que  hacia  notar  la  po- 
sibilidad de  que  con  ese  enlace  se  llegara  á  faltar  al  tratado  de  Utrech,  en 
cuanto  excluyó  á  la  familia  de  Orleans  del  trono  de  España.  La  protesta  ori- 
ginó un  solemne  debate  en  las  Cortes. 

Giró  la  política  este  año  en  torno  de  las  bodas  reales.  La  candidatura 
napolitana  produjo,  por  escisión  entre  los  ministros,  la  dimisión  del  Gabinete 
Narváez  (12  Febrero)  (i),  y  que  se  formara  otro,  presidido  por  el  marqués  de 
Miraflores,  el  cual,  aunque  con  sólida  mayoría  en  las  Cortes,  sólo  duró  un  mes 

(ll     Duró  este  Gobitmo  un  año,  mievc  mesps  y  niievp  (lias. 

D,g,t7cdb/COOgIC 


700  HISTORIA   DE    BSPAÍÍA 

y  cuatro  días,  reemplazándole  Narváez  (i6  Mayo)  (i}¡  pero  sólo  por  diez  y  nue- 
ve dfas,  pues  el  4  de  Abril  encontróse  D.  Ramón  con  que  la  Reina  le  habla  sus- 
tituido por  D.  Francisco  Javier  Istúriz,  quien  se  sostuvo  todo  lo  que  restaba 
de  año.  Las  gentes  que  rodeaban  á  doüa  Isabel  trataban  de  influir  en  la  polí- 
tica por  medio  de  ella,  ó,  quizás  sólo  querían,  algunas  al  menos,  aconsejarla 
bien  creyéndose  todas  con  capacidad  suñciente  para  dirigir  con  acierto  una 
monarquía,  cuando  ni  la  más  vulgar  discreción  adornaba  á  la  mayoría  de 
aquellos  señores  y  señoras.  Pera  aunque  todos  (os  consejos  hubieran  sido  dis- 
cretos, resultaban  inconstitucionales — ya  que,  según  la  Constitución,  los  mo- 
narcas sólo  deben  recibirlos  de  sus  ministros  responsables  —  y  además 
eran  muchos  y  frecuentemente  contradictorios,  y  recibidos  por  una  niña  ac 
dieciséis  años,  si  de  buen  corazón,  de  muy  corto  entendimiento.  De  aquí  un 
cúmulo  de  intrigas,  de  disgustos  y  peripecias  que  dieron  á  la  política  de  este 
tiempo  feísimo  carácter.  Miraflores  fué  la  primera  víctima  de  estos  manejos 
palatinos.  Istúriz  fué  llamado  al  Poder  por  su  adhesión  á  la  Reina  madre  (2), 
enojada  con  Narváez  porque,  habiéndose  pensado  entonces  en  el  disparate 
de  reconquistar  á  Méjico  para  poner  allt  una  monarquía  con  un  príncipe  es- 
pañol por  rey  (3),  no  se  le  ocurrió  ofrecer  esta  fantástica  corona  á  uno  de  los 
hijos  que  tenía  de  Muñoz.  % 

£1  2  de  Abrí!,  esto  es,  dos  dias  antes  de  entrar  Istúriz  en  el  Gobierno, 
estalló  un  formidable  pronunciamiento  militar  en  Galicia,  dirigido  por  el  jefe 
de  Estado  Mayor  de  la  Capitanía  general  D.  Miguel  Solís,  y  en  que  comenzó 
á  ñgurar,  como  secretario  de  la  Junta  revolucionaria,  D.  Antonio  Romero 
Ortiz,  sólo  conocido  hasta  entonces  por  redactor  del  periódico  ultra-progre- 
sista El  Huracán;  su  bandera:  Junta  Central,  Guríes  ConstÜMy entes,  milicia 
nacional  y  fuera  exlranjtros,  aludiéndose  con  lo  último  á  los  candidatos  na- 
politanos á  la  mano  de  la  Reina.  £1  infante  D.  Enrique  no  era  extraño  á  la 
algarada;  y  si  no  tomó  en  ella  parte  más  ostensible,  fué  por  haber  sido  des* 
terrado  previamente.  En  Madrid,  en  Málaga  y  en  la  provincia  de  León 
repercutió  el  movimiento  de  Galicia;  pero  sin  efecto,  y  allá  fué  sofocado 
después  de  algunos  combates  por  los  generales  Villalonga  y  D.  Manuel  de 
la  Concha.  Solís,  el  comandante  Velasco  y  doce  capitanes  fueron  fusilados  en 
la  aldea  de  Carral  (26  Abril);  los  soldados,  echados  á  presidio.  A  todo  esto 
habíase  presentado  en  Madrid  el  general  ecuatoriano  Flórez,  expulsado 
de  su  país  por  el  partido  que  le  bada  la  guerra,  y  convenció  á  la  reina  Cris- 
tina de  que  si  le  daban  armas,  dinero  y  2.000  soldados,  él  restauraba  en  un 
periquete  su  antiguo  reino  de  Quito,  haciendo  rey  á  uno  de  los  hijos  del  du- 
que de  Riansáres;  el  Gobierno  hizo  juntar  en  Santander  y  Bilbao  las  fuerzas 
pedidas,  y,  mientras  esperaban  el  embarque,  acudieran  allt  los  agentes  pro- 
gresistas á  ver  si  podian  repetir  la  suerte  de  Las  Cabezas  de  San  Jnan.  Por 
fortuna,  ni  llegó  á  estallar  el  pronunciamiento,  ni  tampoco  á  efectuarse  la 
descabellada  expedición. 


14)  nuranti-  i'Sti'  iiirtn  i)la7<)  fut-  |)romulua(la  I»  T.cy  clia'loral,  según  la  cual,  (lam  ^n 
«■IcTior  sf  rr(|iu-ría  lORai  400  rcalrs  de  rnntrílniri^n,  y  ¡larii  sfr  clreíbif ,  nxxi  de  fontril>uri<'in 
(lirci'la  <^  Irnrr  renta  dr  1  j.ooo  reales.  r.a  i-it^rión,  |ior  üistrilos;  undípulaito  por  cnda  ;i>n.nn() 
almas.  Número  tic  <IÍ|>utailos.  34rk 

Ul    Islúriz,  lan  exallaili)  i'ñ  sus  i>riiicipios,  di.ilinguíasi'  en  la  si'RUiida  época  de  .iu  vliLi 

Eiir  «II  adhesión  á  la  reina  Críslina.  parerída  d  un  riillo  eaballercsco.  y  por  su  anmia<lvrr%i<^n  \\ 
I  milíría  naeional;  era  la  segunda  (an  viva,  qiii'  niandn  halmi  milicia,  no  salía  á  In  ealle  )>ni'  n<> 
mcontraise  con  iin  mitiriano  nacional. 

l.O  Inirirl  el  dispáralo  I>.  Salvador  Bermúdez  <le  Ca.stro,  encargado  de  negocios  en  Mé- 
jiro.  iiuien  ascgurii  fomialmenU'  á  la  Corte  y  al  Ciobiemo  que  para  realizar  el  proyecto  contalKi 
con  iixfío  soldados  mejicanos,  el  general  Paredes  y  mucho  pueblo.  1  ji  más  lastimoso  fui*  qiii' 
parece  haberse-  tiniiln  lia.>Ltantc  <IÍnero  en  perseguir  esta  <]uimeTa. 


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HISTORIA  DE  ESPAÑA  70I 

£1  28  de  Agosto  anunció  el  Gobierno  oñcialmente  las  bodas  de  la  Reina 
con  su  primo  D.  Francisco  de  Asís,  y  de  la  Infanta  con  Montpensier.  El  14  de 
Septiembre  abriéronse  las  Cortes.  Una  novedad  aparedó  en  ellas:  que  la  ma- 
yoría ó,  mejor  dicho,  la  unammidad  moderada  se  habla  roto  por  una  disiden- 
cia qué  capiuneaba  el  célebre  jurisconsulto  D.  Joaquín  M.  Pacheco.  Alardea- 
ban e&tos  disidentes  de  una  escrupulosidad  meticulosa  en  el  cumplimiento 
de  las  leyes  y  en  sostener  el 
carácter  liberal  del  partido  mo- 
derado: por  eso  se  los  llamó 
puritanos, 

"'  El  25  de  Septiembre  el 
conde  de  Bresson,  embajador 
de  Francia,  pidió  á  la  Reina  la 
mano  de  la  Infanta.  El  6  de 
Octubre  entraron  en  Madrid  á 
caballo  y  con  gran  aparato  los 
príncipes  franceses  duques  de 
Montpensier  y  Aumale.  £1  10 
de  Octubre  ñieron  las  bodas, 
á  las  nueve  y  media  de  la  ma- 
ñana, en  el  salón  de  Embaja- 
dores de  Palacio;  por  decreto 
ñrmado  el  mismo  día  se  dio  á 
D.  Francisco  el  empleo  de  ca- 
pitán general,  el  toisón  de  oro 
y  el  titulo  honorífico  de  rey. 
El  ij,  las  velaciones  en  Ato- 
cha; por  la  noche  fuegos  artifi- 
ciales delante  de  la  fuente  de 

Cibeles  é  iluminación  en  todo  IJoña  Isahol  11  de  Rorltón. 

Madrid,  que  se  repitió  las  dos 

noches  sucesivas.  El  12,  besamanos  general  en  Palacio,  y  á  la  noche,  fun- 
ción de  gala  en  el  Teatro  de  la  Cruz,  representando  la  compañía  de 
que  Lembía  era  primer  actor.  Los  Amantes  de  Teruel  y  el  fin  de  fiesta 
La  Alcaldesa  de  Zamarramala,  obra  también  de  Hartzenbusch,  habiendo 
además  un  himno  compuesto  por  el  maestro  Espln,  baile  nacional  y  buffet 
preparado  por  el  Ayuntamiento;  el  13,  función  de  gala  en  el  teatro  del  Prínci- 
pe; otro  himno  del  Sr.  Espln;  El  Desdén  con  el  Desdén,  representado  por  Julián 
Romea,  Antonio  Guzmán,  Matilde  Diez  y  Josefa  Palma;  la  pieza  en  un  acto 
El  Compositor  y  la  extranjera  y  potpourrii  de  bailes  nacionales.  El  14,  Te 
Denm  con  misa  solemne  en  Santa  María.  El  15,  descanso.  E¡  16,  la  primera 
función  real  de  toros  de  corte,  en  la  Plaza  Mayor.  Se  lució  el  caballero 
en  plaza  D.  Antonio  Miguel  Romero,  el  cual,  acometido  de  súbito  por 
el  toro,  y  derribado  su  caballo,  sin  perder  ni  un  estribo,  ni  aun  el  ca- 
ballo, atravesó  á  la  fiera  de  parte  á  parte,  dejándola  muerta  á  sus  pies; 
la  ovación  fué  extraordinaria;  la  Reina  nombró  á  Romero  caballerizo  ho- 
norario con  6.000  reales  de  pensión,  y  Montpensier  le  regaló  una  espa- 
da. Lidiáronse  siete  toros  de  otras  tantas  ganaderías,  las  más  acredita- 
das de  España  á  la  sazón  (Lizaso,  de  Tudela;  Marqués  de  Gasa-Gaviria, 
D.  Manuel  de  la  Torre  y  condesa  de  Salvatierra,  de  Madrid;  Duran,  de 
Sevilla,  y  duques  de  Osuna  y  de  Veragua),  tomando  parte  en  la  fiesta 
doce  espadas,  veintisiete  banderilleros  y  diez  y  ocho  picadores;  los  pri- 
meros eran  el  estado  mayor  en  pleno  de  la  torería  en  aquella  época:  Juan 

n,g,t7cdb/G00gIc 


702  HISTORIA   DE  ESPAÑA 


León  (i),  el  Moreniüo  (2),  Montes,  Cuchares,  Juan  Martin  (3),  el  Ckiclanero, 
Pedro  Sánchei  (4),  el  Labi  (5),  Juan  Lucas  Blanco,  Gaspar  Dfaz  (6),  An- 
tonio del  Rio  (7)  y  Julián  Casas  (8).  La  corrida  terminó  á  las  seis  y  inedia, 
retirándose  los  Reyes  y  el  público  estando  ya  iluminada  la  plaza  Mayor 
con  700  hachas  de  cera.  Por  la  noche,  baile  eo  Palacio.  El  17,  segunda  corrida 
de  gala.  £1  18,  la  tercera,  que  fué  deslucida  por  una  copiosísima  lluvia  que 
comenzó  á  caer  mientras  se  lidiaba  el  cuarto  toro. 

Los  festejos  populares  no  pararon  en  esto.  £1  20  hubo  en  la  Plaza  de 
Toros  una  función  variadísima  (toros  de  muerte,  novillos,  danzas,  cucañas  y 
fuegos  artificiales),  gratuita  y  con  asistencia  de  los  augustos  novios.  Corri- 
das de  toros  ordinarias  todas  las  mañanas  á  las  nueve  y  medía.  Vinieron  de 
provincias  cuarenta  y  ocho  parejas  vestidas  al  uso  de  cada  una,  y  que  des- 
pués de  ir  en  la  comitiva  oñcíal  á  la  basílica  de  Atocha  cantaban  y  bailaban 
en  tablados  puestos  en  las  plazuelas.  Organizóse  un  cortejo  de  ciento  diez 
tipos  (orientales,  chinos,  egipcios,  etc.).  La  concurencia  de  forasteros,  y  aun 
de  extranjeros,  fué  extraordinaria.  De  Francia  acudieron  varios  escritores: 
Cuvillier-Fleury,  crítico  literario  de  Le  Journal  des  DebaU  (^),  Alejandro  Du- 
mas,  á quien  brindó  un  toro  el  CiicloMero (¡ó),  y  Teófilo Gautier  (ii).  El  17  de 
Octubre  se  dio  un  decreto  de  amnistía  á  favor  de  los  emigrados  revolucio- 

Suavizó  este  acto  la  intransigencia  del  retraimiento  en  que  estaba  colo- 
cado el  partido  progresista,  y  surgió  la  tendencia  de  conquistar  el  Poder  por 
medios  legales,  á  lo  que  contribuyeron  el  programa  de  Pacheco  y  sus  purita- 
nos, que  tenia  por  uno  de  sus  puntos  principales  el  establecimiento  del  tur- 
no pacífico  de  conservadores  y  liberales  en  el  Gobierno,  y  las  promesas  del 
embajador  inglés  Bulwer,  sobre  que  pronto  habían  de  ser  espontáneamen- 
te llamados  los  progresistas  á  gobernar.  Hubo  sin  embargo  un  momento  de 
violenta  excisión  entre  legalistas  y  revolucionarios,  en  que  éstos  llegaron  á 

(l¡    Tpnia  más  de  ;8  años. 

(j)  Tenía  fi.t  anos.y  nunca  <iuiso  icdc 
matadores  dp  la  época,  aun  los  más  antif^os 
Madrid  y  murió  jg  Octubre  1859. 

(3)  Juan  Martin,  Saulera,  no  hacia  más  que  dos  años  que  haljia  tomado  la  alternativa  en 
Madrid;  era  un  inatadrjr  muy  mediano,  auniiuc  buen  torero. 

(i)     Por  mole.  jVó  t¿  vías,  matador  ilc  poca  nombradia. 

(5)  Manuel  Díaz  Labi,  ó  ¿nví  naci<^  en  Cádiz  (4  Mayo  1S12).  Era  gitano,  sin  arte,  pero  muy 
valiente,  lo  que  le  hizo  llevar  tretnendos  revolcones  en  las  platas.  Su  nombradia.  más  que  de  la 
tauromaquia,  viene  de  los  chistes,  <)  mejor  dicbo,  dlaiiarales  que  soltaba,  siendo  jior  ello  muy 
solicitada  su  amistad  y  conversación;  en  estas  corridas  subió  al  palco  regio  á  ofrecer  á  la  Reina 
una  moña  que  había  [|uttado,  y  arrodillado  dijo  á  S  M.:  áj  laprimcm  vei  fue  vuiitra  majtstad 
lime  la  henra  de  recibir  de  mieilt  regala.  F.n  Bayona  brindó  así  al  Prerecto:  Brinde  fier  hú,  par  la 
mujer  áe  búyperelbú  de  ioáe¡  ¡atieñereí  francetei.  Decía;  Leí  lerot  te  aUftraii  {mmige  ct, 


«  une  di  su  nieima  familia.  Contando  lo  (|ue  le  habían  aplaudido  en  el  Perú,  decia:  Si 
vuíiTiB  atiá,  estreno  al  rey  de  aquella  tierra.  I,o  que  le  sucedió,  fui  morir  en  Lima  de  fiebre 
maligna  (1H38).  Kl  I^bi.  como  Manolito  (iázqueii  y  el  Sr,  Carreño  en  nuestros  dias  ha  venido 


n  personaje  A  quien  lodo  el  mundo  se  cree  autorizado  para  atribuir  iliehos,  igue  nunca 
dijo,  probablemente. 

¡r.)    Hermano  mayor  del  Labi. 

(7)  Sólo  fué  matador  dos  artos. 

(8)  Nació  en  Béjar  (17  Febrero  1810I.  Hijo  de  im  coronel,  estudiante  de^lMetlicina,  se 
dedicó  al  toreo  (1K34).  Habla  tomado  la  alternativa  el  J  de  Abiü  de  este  aito. 

tó    Refiere  su  estancia  en  Es|>añaensu  libro  Veya/ies  el  veyageurt. 

(10)  Recorrió  casi  toda  la  Península,  escribiendo  su^famosa  relación  de  viaje  que  ha  sido 
tan  controvertida.  Kn  1847  Ayguals  de  Izco  publicó  la  tiaducción  extractada  del  libro  de  Dumas 
con  un  apíndicp  en  que  censura  duramente  al  literato  francés  por  las  injurias  á  Espaüa  con  que, 
á  su  juicio,  había  paliado  la  hospitalidad  <'Kpañola. 

(11)  Su  Viaje  ])or  Kspafia.  nomenn.sdüiciitldo  que  el  de  Dumas.  sólo  está  traducido  tam- 
bién en  extracto. 


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HISTORIA   DE   BSPaRa  ;03 

proponer  que  fueran  expulsados  árí  partido  López,  Caballero  y  el  general  Se- 
rrano, los  tres  más  decididos  por  el  procedimiento  l^al;  al  fin  todos  se  con- 
formaron con  acudir  á  las  elecciones  generales,  viniendo  al  Congreso  una 
decente  minoría,  capitaneada  por  Olozaga,  Cortina,  Sancho,  San  Miguel, 
Meadizábal,  Lujan  y  Gúmez  de  la  Serna.  El  Gobierno  apenas  si  les  hizo  con- 
tra en  las  elecciones;  su  preocupación  fué  impedir  el 
triunfo  de  los  puritamis,  sin  lograr  que  dejasen  de  traer 
bastantes  diputados,  ni  que  Pacheco,  bu  jefe,  alcan- 
zase dos  actas.  Las  Cortes  se  abrieron  el  31  de  Di- 
ciembre. 

El  i.°  de  Junio  de  este  año  murió  Gregorio  XVI, 
y  el  16  de  Junio  fu¿  elegido  Fio  IX  (1).  El  16  de  Julio 
concedió  indulto  á  los  emigrados  políticos  que  lo  soli- 
citaran individualmente  y  prometieran  observar  buena 
conducta.  Cumpliendo  las  instrucciones  de  Mazzini  (2), 
los  revolucionarios  de  Roma  propal^x>n  que  el  Papa 
había  dado  una  amnistía,  que  su  política  era  la  rectiñ- 
cación  de  la  de  Gregorio  XVI  y  que  era  liberal:  en  su 
virtud,  empezaron  á  agitarse,  rodeando  y  siguiendo  á 
Pío  IX  por  las  callea  de  Roma  y  vitoreándole  sin  ce- 
sar. En   toda  Europa  tuvo   intenso  y  transcendental        Antonio  Felippiletit- 
reflejo  este  movimiento.  En  Eapaña  los  progresistas         Duqui'  úe.  Montpen- 
uoieron  el  entusiasmo  por  Fio  IX  á  su  esperanza  de        sin,  quinto  hijo  del 
conseguir  el  Poder  legalmente.  Carlistas  y  tradicio-        ír>  Lms  íHipe  i  de 
nalistas,  en  cambio,  miraban  de  reojo  al  nuevo  Papa        Ksfiaña  por"íu''mairi'- 
y  murmuraban  de  él  sin  respeto  ni  piedad.  La  aus-        monio  ron  María  Luisa 

tiÓH    italioMa  apasionó   los    espíritus  en   nuestra  patria  Fernanda,  hermanadr 

tanto  6  más  que  los  problemas  interiores.  ^t^X  aUmno^^^na- 

Aüo  ¡8^y. — Nuestra  política  giró  este  año  sobre        ¡tol  dispuís  dr  la  ro- 
dos polos  opuestos:  uno,  el  movimiento  general  de  Eu-  vulución  de  \m». 
ropa,  que  era  de  fermentación  revolucionaria,  y  el  otro,  Hí*24-iM(io.) 
la  influencia  malsana  de  Palacio.  Pío  IX  concedió  liber- 
tad, aunque  do  completa,  á  la  Prensa  (15  Marzo).  El  16  de  Junio,  aniversario  de 
su  elección, las  turbas  movidas  por  Mazzini, ó  por  ver  que  el  Papa  no  era  lo  que 
se  les  habla  dicho,  ó  para  precipitarlo  por  el  camino  de  la  revolución,  cantaron 
frente  al  Qnirinal  el  tímno  de  Sttrlñni  (Marsellesa  italiana).  El  3  de  Julio  or- 
ganizó el  Papa  la  guardia  cívica.  El  2  de  Octubre  dio  una  ley  municipal.  El  i ; 


(ll  JuanMaslaiFfTTMiinariórn  Siniflaglla  ([3  Mareo  179ÍI.  Presbítero  en  lUlci.  anobispn 
de  Spolelo  (1825),  de  Imola  (iHiJ),  cardenal  (14  Diciembre  lt(40).  Es  una  fibula  que  fuera  mi- 
litar en  .'iu  juventud,  cotno  que  ligAirura  en  las  ñlaü  de  |1o:í  partidos  avanzados.  Ilabienilo  siilo 
nunrio  en  ChUe,  halilalia  muy  bien  el  easteSlano. 

(iS  lefr  de  los  conspLmdnres  italianos  qup  <|uerían  la  unidad  de  la  |ieniniu1a  ba)0  un  go- 
bierno republicano.  ( )r^anizador  de  Le  ytven  llatia,  sociedad  uue  era  una  semipúbliea  mani- 
festación de  los  cartHmaríos.  Ut  ywtn  Italia  se  titulaba  tambií'ii  el  periódico  que  Mauini 
dirigía  en  Marsella  de.sde  iS(2.  Contrario  á  Mazzini  en  su  pían  italiano  era  el  alíate  Gioberti, 
tamoién  muy  liberal  v  enemigo  de  los  jesuítas,  pero  <)ue  pror1amal>a  la  idea  de  hacer  <le 
Italia  una  confederación  bajo  la  |iresidenria  del  Papia.  Rsta  división  de  los  ítaliamirimn,  como 
se  llamaba  á  todos  los  partidarios  de  la  unidad,  en  güílfoj  y  gióelinat  ó  (¡ioberlistas  y  mauinia- 
ntis  fuf  convenientisima  á  la  causa  común  i|ue  defendían  unos  y  otros,  pues  mic-ntras  los  de 
ideas  anticatólicas  ó  de  ealolirismo  libio  se  agrupaban  en  tomo  de  Maiíini.  los  católicos  ferAien- 
les  se  dejaban  convencer  por  (noberti.  y  creían  que  la  unidad,  lejos  de  disminuir,  acrecentaría 
el  poder  del  Papa,  lo  (|iie,  uniéndose  al  odio  Justiñcadísimo  á  la  dominación  austríaca  y  al  natu- 
ral y  antiguo  deseo  de  consliliiír  con  Italia  un  solo  Estado  ifue  no  fuera  juEucte  de  las  grandes 
polencias.  como  lo  lialrian  sido  y  lo  eran  los  existentes,  hizo  (|ue  la  inmensa  mavoria.  |>or  no 
decir  la  totalidad,  de  los  italianos  <|uisiiTa  en  este  tiemiKi  sincera  y  ardientemente  la  unidad, 
aunque  diñriendo  en  el  aprecio  de  los  medios  ile  realizarla. 


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704  HISTORIA   DE  ESPAÑA 

de  Noviembre  abrió  una  especie  de  cámara  consultiva  cod  el  titulo  de  Qm- 
sulía  de  Estado.  Toda  Italia  estaba  conmovida:  el  rey  de  Cerdeña  y  el  gran 
duque  de  Toscana  entraron  por  el  camino  de  las  coscesiones  políticas  (Sep- 
tiembre -  Octubre).  La  común  aspiración  de  mazzinianos  y  giobertistas  era 
que  se  declarase  al  Austria  la  guerra  para  libertar  de  su  yugo  el  Milanesado  y 
el  Véneto  (Italia  irredeitta).  El  rey  de  Cerdeña, Carlos  Alberto,  contestó  á  los 
diplomáticos  que  le  aconsejaban  reprimir  este  movimiento:  L' Italia  fard  da 
sé,  y  nadie  á  ñnes  de  año  dudaba  de  que  pronto  vendrían  á  las  manos  aus- 
tríacos é  italianos.  En  España  el  interés  por  este  magno  problema  fué  cre- 
ciendo siempre.  El  entusiasmo  de  los  moderados  intelectuales  por  la  filosofía 
ecléctica  de  Cousin  y  por  el  justo  medio  de  los  políticos  de  Luis  Felipe,  de- 
clinó con  la  fortuna  de  la  monarquía  orleanista,  que  decrecía  rápidamente: 
Donoso  Cortés  publicó  en  E¿  Faro  una  serie  de  artículos  sosteniendo  que  la 
conducta  de  Pío  IX  significaba  que  la  libertad  iba  á  triunfar  definitivamente 
en  el  mundo,  pero  no  con  el  ateísmo  revolucionario,  sino  dentro  de  las  vfas 
católicas.  Según  Donoso,  los  católicos  hablan  cometido  la  falta  de  buscar 
apoyo  en  las  monarquias  corrompidas  ji  decrépitas;  las  cataratas  dt  la  democra- 
cia hablan  venido  &  destruirlas,  y  ya  no  quedaban  en  e]  mundo  sino  los  pue- 
blos que  querían  ser  libres  y  la  Iglesia  que  quería  hacerlos  santos.  El  articu- 
lista censuraba  duramente  al  Austria  y  su  despotismo,  elogiaba  á  Francia, 
tierra  fecHtidisima  en  donde  kan  germinado  todas  las  ideas  emancipadoras  de 
los  pueblos:  lo  único  que  le  parecía  mal  de  los  franceses  era  «haberse  entre- 
>gado  á  las  clases  medianamente  acomodadas,  las  cuales  tienen  en  poco  las 
•  gloriosas  aventuras  de  los  patriciados  heroicos,  y  llaman  insensatez  y  locura 
>á  las  aspiraciones  inmensas  que  sueleo  tener  las  democracias  en  sus  arre- 
ábalos sublimes*. 

Los  tradicionalistas  españoles  no  entendían  este  lenguaje,  el  cual,  á  la 
verdad,  es  más  brillante  que  claro,  y  se  aferraban  en  murmurar  de  Pío  IX, 
diciendo  que  era  liberal;  es  decir,  anticatólico.  Porque  ya  se  hada  de  la  pa- 
labra liberalismo  el  mismo  sofístico  abuso  que  en  el  siglo  xviii  se  habla  hecho 
de  ta  palabra  jansenismo.  Balmes  quiso  poner  las  cosas  en  claro,  y  á  fines  de 
año,  publicó  su  opúsculo  Fio  IX.  Sucedió,  como  es  natural,  que,  sin  ganar 
nada  la  causa  de  Pío  IX  en  la  opinión  de  los  más  papistas  que  el  Papa,  perdió 
Balmes  su  crédito  entre  los  que  hablan  sido  hasta  entonces  sus  más  fervo- 
rosos admiradores.  Corrió  por  los  círculos  clericales  y  carlistas  que  Balmes 
era  un  Lamennais  español;  esto  es,  un  sacerdote  apóstata  y  hereje,  y  se  dice 
que  en  no  pocos  conventos  y  bogares  cristianos  se  rezó  por  su  conversión. 

El  otro  polo  sobre  que  giró  la  política  española  en  1847  era  harto  más 
ruin,  y  es  más  ingrato  de  recordar  que  el  indicado.  Quizás  lo  tuviera  en  cuen- 
ta Donoso  al  hablar  de  las  monarquías  corrompidas  y  decrépitas.  El  matrimo- 
nio de  la  Reina  no  fué  dichoso.  Apenas  apagadas  las  luminarias  de  las  bri- 
llantes fiestas  de  txidas,  trascendió  al  público  que  había  serias  desavenencias 
en  la  real  familia.  Y,  para  colmo  de  mal,  se  murmuró  de  la  predilección  que 
se  tenia  en  Palacio  por  el  general  Serrano.  Llamábasele  el  favorito. 

Abiertas  las  Cortes,  como  se  ha  dicho,  el  31  de  Diciembre  del  año  ante- 
rior, presentó  el  Gabinete  Istúriz  para  presidente  del  Congreso  á  Bravo  Mu- 
rillo;  uniéronse  puritanos  y  progresistas,  y  con  la  defección  secreta  de  algu- 
nos ministeriales  eligieron  á  Castro  y  Urozco.  La  crisis  fué  laboriosa  y  larga: 
el  28  de  Enero  juró  el  nuevo  Gabinete,  presidido  por  el  duque  de  Sotomayor, 
en  que  entraron  Bravo  Murillo  (Gracia  y  Justicia),  Seijas  Lozano  (Goberna- 
ción), Santiltán  (Hacienda),  Pavía  (l)  (Guerra),  Baldasano  (Marina)  y  el  mar- 

(i)    n.  Manuel  Pavia  y  I.a(y,  mar<]iiés  ili-  Xovaliches.  Xad<^  [?  Jjilio  1811. 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


HISTORIA   DE  ESPAÑA 


705 


qués  de  Molina  (i)  en  el  departamento  de  nueva  creación,  titulado  de  Co- 
mercio, Instrucción  y  Obras  Públicas.  Intentó  Sotomayor  reconciliar  y  unir  á 
los  regios  esposos  —  D.  Francisco  de  Asís  se  habfa  retirado  á  El  Pardo  y  no 
quería  salir  de  alli  —  y  alejar  de  Palacio  á  Serrano,  destinándole  á  Navarra.  Kl 
f«ff£ra/¿tw;V0Jnvocó  su  calidad  de  senador  para  no  irá  su  destino,  y  hubo  que 
llevar  al  Senado  la  cuestión  de  si  debía  ó  no  ser  cumplida  aquella  orden.  La 
mayorfa  (88  votos  contra  1.)  resolvió  que  sí;  pero  véase  lo  que  es  la  política  en 
EspaBa:  los  puritanos,  que  se  hablan  conquistado  este  mote  á  fuerza  de  re- 
milgos en  COS3S  de  poca  ó  ninguna  trascendencia  moral,  no  vacilaron  enton- 
ces en  intrigar  en  Palacio  para  persuadir  á  la  Reina  de  que  no  debía  sufrir 
aquella  humillación  que  trataban  de  imponerle  el 
Gobierno  y  la  mayoría  de  ambas  Cámaras;  y  como 
Sotomayor  había  tomado  sus  precauciones  para . 
tener,  por  decirlo  así,  aislada  mientras  se  resol- 
viese el  asunto  á  la  joven  y  poco  perspicaz  sobe- 
rana, incapaz  de  comprender  cuánto  interesaba 
el  negocio  á  su  buen  nombre  y  al  prestigio  de  la 
monarquía,  se  valieron  de  este  medio:  Ventura 
de  la  Vega  no  fíguraba  en  política  y  sólo  era  co- 
nocido como  insí{;ne  literato,  estando  aún  frescos 
los  laureles  de  Et  Hombre  dt  mundo,  estrenado 
en  Septiembre  de  1^45;  D.  Ventura  fué,  pues,  á 
Palacio  á  invitar  á  la  Reina  á  una  velada  que  iba 
á  celebrarse  en  el  Liceo;  pero,  en  realidad,  á  de- 
cirle que  debía  echar  á  sus  incómodos  ministros, 
y  que  Pacheco  estaba  deseando  servirla  en  todo: 
así,  por  un  modo  tan  poco  ;)uritano,  llegaron  los  Ho  IX. 

puritanos  al  Poder  (2ÍÍ  Marzo).  Pacheco  fué  presi-  J-  Mastai  Kerretti  (Paim  lii- 

dente  del  Consejo  y  ministro  de  Gracia  y  Justicia;  ('"■'''  ^  '"í"'' 

Rodríguez  Bahamonde,  reemplazado    luego   por 

D-  Florencio  García  Goyena,  de  Estado;  Benavides,  y  después  Escosura,  de 
Gob::rnación;  el  famoso  banquero  y  contratista  D.  José  Salamanca,  de  Ha- 
cienda; D.  Fernando  Fernández  de  Córdoba,  de  Guerra;  Sotelo,  de  Marina, 
y  Pastor  Díaz,  de  Comercio. 

Cinco  meses  y  quince  días  duró  el  Ministerio  puritano.  Victima  Portu- 
gal de  una  ya  larga  insurrección,  que  tenía  su  centro  en  Oporto,  acordaron 
Inglaterra  y  Esparta  {protocolo  de  Londres  21  Mayo)  intervenir  para  resta- 
blecer la  paz;  entró  en  el  vecino  Reino  D.  Manuel  de  la  Concha  con  12.000 
soldados  (16  Junio),  y  se  dio  tan  buena  maña,  que  desarmó  á  la  revolución  sin 
derramamiento  de  sangre;  hicieron  á  Concha  por  este  servicio  marqués  del 
Duero  con  Grandeza.  Pacheco  ponía  su  empeño  en  parecer  muy  liberal:  am- 
nistió á  Olózaga  (3  Abril)  del  destierro  que  seguía  padeciendo  por  su  ofensa, 
real  ó  supuesta,  á  la  Reina  en  1843,  y  á  Godoy,  el  cua!  tenia  á  su  favor  para 
todos  los  hombres  compasivos  la  circunstancia  de  su  prolongadísimo  infor- 
tunio, y  para  los  liberales,  la  de  haber  sido  perseguido  por  Fernando  Vil  y 
haber  iniciado  la  desamortización  eclesiástica;  los  progresistas,  ó  porque  se 
les  ocurrió  á  ellos,  ó  imitando  la  conducta  de  los  revolucionarios  romanos  con 
Pío  IX,  recurrieron  al  sistema  de  elogiar  en  sus  periódicos  y  vitorear  cons- 


Sllccdo,  HlSTORÍA  D 


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706  HISTORIA   DE  BSPaSa 

tantemente  á  la  Reina,  ya  en  la  calle,  ya  en  los  toros,  tributando  á  Isabel  II 
una  serie  de  ovaciones  estruendosas  que,  por  lo  repetidas  y  sin  motivo  es- 
pecial que  las  justificase,  asf  como  por  ir  acompañadas  de  denuestos  á  la 
Reina  Madre,  discursos  furiosos  contra  los  moderados,  sin  excluir  de  ellos  á 
\os  puritanos,  que  estaban  en  el  Poder,  á  pesar  de  sus  protestas  y  alardee  de 
liberalismo,  y  hasta  de  crímenes,  como  la  paliza  dada  á  un  escarolero  en  la 
plaza  del  Matute  por  los  mismos  que  acababan  de  aclamar  á  la  Reina  en  la 
Puerca  del  Sol,  de  cuyas  resultas  muñó  á  las  dos  boras  el  infeliz,  culpable  de 
haber  sido  realista  entusiasta  en  tiempo  de  Fernando  Vil,  denunciaban  su  fal- 
ta de  espontaneidad  y  su  sujeción  á  un  plan  concertado:  es  que  confiaban  en 
ser  llamados  al  Poder  merced  á  las  intrigas  de  Bulwer,  quien  consiguió  hacer 
entrar  en  la  conjura  al  ministro  de  Hacienda,  Salamanca,  y  se  valió  eficaz- 
mente del  general  Serrano.  Fallaron  estos  intentos:  i .",  porque  Serrano,  aun- 
que progresista,  no  podía  ver  á  Espartero,  y  la  combinación  se  fundaba  en 
que  se  uniesen  todas  las  fracciones  del  progresismo,  y  2.°,  porque  Cortina  se 
negó  á  coadyuvar,  diciendo  á  Bulwer,  que  fué  á  su  casa  &  ofrecerle  una  car- 
tera: ¡Jamás  entraré  enuH  Ministerio  presidido  por  un  favoritoW^o  que  más  aci- 
baró, sin  embargo,  á  los  puritanos  su  vida  ministerial  fué  la  situación  de  Pa- 
lacio. Asqueado,  Pastor  Díaz  presentó  la  dimisión,  y  por  las  razones  que  le 
dio  para  justiñcarla  se  convenció  Pacheco  de  lo  mal  que  habla  resultado  en 
la  práctica  el  puritanismo,  con  lo  que  se  decidió  á  plantear  crisis  total,  for- 
mándose el  ministerio  Salamanca  (12  Septiembre),  que  no  quiso  ¿I  presidir, 
cediendo  este  honor  á  D.  Florencio  Garda  Goyena. 

D.  José  Salamanca  es  uno  de  los  hombres  más  notables  de  la  España  con- 
temporánea. Malagueño(i),abogadoy  de  la  carrera  judicial  en  sus  prÍncipios(2), 


(1)  PondE-raba  un  día  Cánovas  ilfl  Caatüto  la  lislrza  natural  de  sus  paisanos,  y  uno  úe.  los 
qiip  le  oían,  por  adularle,  dijo;  Si,muif  lisios  ¡i<»  ¡ii\  ninla!¡tif¡Ses:y  sina.eqtii  laumot  dos  priitbas: 
balamama  y  usted;»  a/Sabe  uslg,/,  repuso  Cánuvas.  porque  nos  vinimos  di  Málaga  Salamanca  y 
yeí  Piiet  parque  toda  e¡ munde  nei  engallaba.') 

(2)  Cuando  estaba  Salamanra  en  el  aup'  "''■  su*  pranrles  negocios  se  le  presentó  un 
compañero  de  carrera,  y  le  dijo;  «  fmgn  á  conitillai  le,  ya  que  lanía  enlienáis  dt  estas  casat,  tt 
meda  de  colocar  un  capiia'illo  quí  he  ktredado.'  •jAcuants  asciendi  tu  heremia^»  pregunto  Sa- 
lamanca. 'Paca  casOt  hambre,  rcplicíV  el  magistrado,  uno!  S.r'iw  duret.'  Pan  mira,  repuso  el  lian- 
quero,  eéiHpraltnn  traje. 

{Explicación  de  la  lámina  de  enfrt-le>\ 

Espaliolet  llMtr«(  conlemporáMos.  -  82.  Antonio  CAaovas  del  CMttIlo,  «nlncntlsiiiio  esli' 
dlsti.  natiblhsiiiia  orador  político,  pcricxllsti.  portí,  rovílista,  crítico,  hiitorlador,  ilini  de  la  rntanra- 
ddn  borbónica.  Prnidrrle  del  Consejo  de  Ministros  y  jefe  del  parlidD  lilKnl  conservador  que  altemii  en 
el  poder  dnrante  muclioi  aflos  con  el  liberal  dinislico  acaudillado  pOr  Sagaiti.  El  ilustre  Cánovas  del  Cat- 
lillo  murió  asesinado  por  un  anarquista  en  Santa  Águeda.  Nacid  en  MiUga  (tSlS-tSOT),  — 83.  Germán 
Qamaio.  ^lusUc  ibogido  y  notable  hacendista,  una  de  las  más  salientes  flguras  del  partido  liberal  que 
acaudillaba  Saga^ta,  y  del  cual  separdsc  disidente  despuís  de  tos  sucesos  de  I84B,  pues  era  partidario 
de  la  paz  i  toda  costa  con  los  Eslados  Unidos.  Naciú  en  Vallidalid  (1S2S  - 1901).  ~    84.  Manuel  TamajO  j 

sus  obras  principales  (I82(|  ■  IBM).  ~  SI.  Francltco  Asenjo  BarbIerI,  naesttn  compositor  notable  y  eru- 
dito doctisimo  i  quien  se  debe  el  Caaclonero  MatUal  de  los  tiglos  XV  y  XVH\».Vi-it)KI).  -St.Joaé 
Lóp«i  Domlncuei,  capitln  general  y  estadista  malagueño,  uno  de  los  prohombres  del  partido  liberal.  Pre- 
sidente del  Senado  y  del  Consejo  de  Mlniltroscn  dislinlas  épocas  (18»  - 1911).  -  8T.  EdMVdo  SaavaOfa, 
inspector  general  del  cuerpo  de  Ingenieros  de  caminos  y  arquilecto.  Sabio  orienUlista  y  aodtaico  de 
número  de  las  de  la  Historia,  de  Ciencias  Físicas  y  la  Española  {\%TS  -  igi2).  —  88.  Narciso  Sena,  célebre 
poeta  y  escritor  dramático  nacido  en  Madrid,  autor  entre  otras  muchas  obras  de  Don  Tomáí,  que  todavía  se 
representa  con  gran  aplauso  (1S30-  IsrT).  —  9>.  Crlstlno  Martos,  eminente  orador  y  estadista  liberal, 
hombredegran  talento  (1830- 1833). —  90.  Joat  Casado  del  Alisal,  notable  pintor  al  que  dieron  preí  y 
lama  sus  cuadros  La  rendición  dr  BalUn  y  La  Campana  dtl  Rey  Moti/t.  Fué  Director  de  U 
KspaDolade  Roma  (1831- l8Sb), 


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/08  HISTORIA   DE   ESPAÍJa 

se  dedicó  á  los  grandes  negocios  bursátiles  y  de  banca,  contratos  cod  los 
Gobiernos  y  obras  públicas.  Manejaba  millones,  que  invertía  con  la  misma 
facilidad  con  que  los  agenciaba;  vivia  con  inaudito  lujo,  derrochaba,  pues 
era  una  de  sus  máximas  que  para  ganar  dinero  hay  dos  sistemas:  ahorrar 
ochavos  y  tirar  onzas,  y  que  él  prefería  lo  segundo.  Tenía  verdadero  y  extraor- 
dinario talento,  fecundísimo  en  recursos  y  combinaciones;  gusto  por  las  Artes 
y  las  Letras,  como  por  todo  lo  que  es  magnificencia;  horror  á  lo  mezquino; 
poca  escrupulosidad  moral,  ya  en  sus  costumbres,  ya  en  la  elección  de  me- 
dios para  sus  empresas;  su  conversación  era  seductora.  En  la  época  del  mi- 
nisterio purítano  lo  retrató  Narváez  de  mano  maestra.  Decía  un  día  que  no 
había  de  volver  al  Poder  si  no  le  daban  la  facultad  de  fusilar  á  Serrano  y  dar 
los  pasaportes  á  Bulwer,  y  uno  de  los  presentes  dijo:  «¿Qué  haría  usted  con 
>SaÍamancaf>,  respondiendo  entonces:  -Ése  no  es  pájaro  de  cuenta.  Es  muy 
>salao;  y  aunque  me  ha  hecho  rabiar  mucho,  soy  flaco,  le  quiero;  pero  no  se 
>lo  diga  usted,  porque  en  seguida  me  viene  á  proponer  un  negocio  con  el  que 
•  vamos  á  dar  á  España  muchos  millones».  Parece  que  se  equivocó  al  decir 
que  que  ho  era  pájaro  de  cuenta,  ya  que  Salamanca  le  impidió  subir  al  Poder  á 
la  caída  de  los  puritanos,  como  querían  Pacheco  y  Pastor  Díaz;  pero  no  fuó 
así,  pues  aunque  sus  intrigas  dieron  por  resultado  la  formación  del  Gabinete 
García  Goyena,  en  realidad  suyo,  este  Ministerio  sólo  pudo  vivir  veintidós 
días,  sin  hacer  otra  cosa  que  dar  una  amnistía  sin  excepciones  á  los  emi- 
grados, nombrar  senador  á  Espartero,  é  indicar  vagamente  la  idea  de  una 
Unión  liberal  ó  partido  mixto  de  progresistas  y  moderados.  Salamanca  ern, 
realmente  pájaro  de  mucha  cuenta;  pero  no  en  política. 

El  4  de  Octubre  formó  ministerio  Narváez,  quien,  lejos  de  fusilar  á  Se- 
rrano, entendióse  con  él,  y  por  indicación  del  apodado  Favorito  fueron  mi- 
nistros: de  la  Guerra,  Córdoba,  y  de  Comercio  el  general  Ros  de  Olano  (i); 
en  Gobernación  entró  Sartorius  (D.  Luis  José),  sólo  conocido  hasta  entonces 
como  periodista  y  por  su  ingenio  y  travesura,  ducho  en  el  arte  de  hacerse 
amigos  y  de  favorecerlos  desde  el  Poder  para  tenerlos  más  obligados;  la  car- 
tera de  Estado  la  tuvo  primero  el  mismo  Narváez,  después  Sotomayor  y,  por 
último,  D.  Pedro  José  Pidal;  en  la  de  Hacienda  se  sucedieron  Orlando,  Bel- 
trán  de  Lis  y  Món;  en  la  de  Marina,  el  propio  Bellrán  y  el  marqués  de  Mo- 
lins;  y,  por  último,  Bravo  Murillo  sustituyó  á  Ros  de  Olano.  Influyeron  en  la 
formación  de  este  Gabinete  la  reina  Cristina,  el  Gobierno  francés,  y,  según 
los  murmuradores,  el  mismo  Salamanca,  quien,  convencido  pronto  de  que 
siendo  ministro  no  iba  él  á  ninguna  parte,  se  entendió  bajo  cuerda  con  Nar- 
váez para  que  las  cosas  pasaran  como  pasaron;  el  Sr.  Garda  Goyena,  muy 
buen  civilista,  pero  extraño  á  eUas  gitanerías  de  la  política  y  de  los  negocios, 
enfadóse  mucho  porque  le  quitaron  sin  motivo  la  presidencia  del  Consejo, 
que  no  había  solicitado,  y  lo  mismo  Escosura,  ministro  de  la  Gobernación, 
indudablemente  travieso,  aunque  no  tanto  como  Salamanca  y  Narváez.  Al  ña 
se  aquietaron.  ;Qué  hablan  de  hacer?  Lo  indiscutible  es  que  Serrano,  el  mis- 
mo que  iba  á  dar  el  Poder  á  los  progresistas,  contribuyó  eñcazmente  á  dárse- 


nl  I).  Amonio  Ros  ílodlannnanópn  Curaran  (■illirirmliTfiKoKV  Wivreí  ilf  la  („ii„. 
•  \\a  Ki-al  i-n  iSjd.  Ilf(;.'i  A  icnirnlc  C<'ii''ial  <t>  "rlulirc-  (Ip  1K4;.  h>a  en  este  tiem[K>  sc^nimlt 
ji'ri'  ili:  alaluinli'r'is  r  ¡nlinio  amico  cli-  Si-rrnno.  Kos  <)>■  <  llíino  licnr  lamhii'n  una  biotirüfi»  lile. 
raria,  como  aniit.'o  <Ji"  Ksi>roni-ctla.  |irc>lri(¡u¡sw  de  fíl  Dinhla  Munáa,  ¡xtela  (sus  Fettias  s. 
|ml)Íiraron  roiiTi'ionadas  en  iKHñ  ronjnVjlof;o  tic-  1'.  .\.  iie  .Alatcún)  y  cxlravaganle  |irosií.ta 
aiilor  (Ir  Efhodioi  mililartt i\IV>ji\.  Él  dtKlor  Lanuda,  rmc  iia.ta  ya  clr  lo  pxtrava gante  gian 
caer  i-n  lo  pslramlrtilirn,  v  estrafalario  v  olms  CutnlBi  y  fáfialat  (si-jj.  Pilir..  iHfij).  Como  en 
grniral  y  fHTsonaj)-  |i'>li(írn  nunra  fallaron  |ianrt!irii>las  1ÍP  suü  cxri'ntriros  ilc-salinos  literarios 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


HISTOBIA  DE  BSPAtÍA  70g 

lo  á  los  moderados. Enfureciéronse  contra  él  los  que  seDamaban  sus  correligio- 
narios y  se  sentían  chasqueados,  hasta  el  punto  de  apodarle  en  periódicos  y 
circuios  Judoi  dt  Arjonillo;  pero  todo  induce  á  creer  que  Serrano  se  portó 
muy  bien  en  aquella  ocasión:  habíase  convencido  de  que  su  presencia  en  Pa- 
lacio era  in  con  ven  ienti  sima  para  la  Monarquía,  y  espontáneamente  se  convino 
con  Narváez  en  ser  destinado  á  la  capitanía  general  de  Granada,  para  donde 
partió  al  punto.  Es  importante,  á  nuestro  juicio,  este  hecho  por  demostrar 
que,  á  pesar  de  sus  defectos  y  de  lo  detestablemente  que  se  practica  en 
kspaBa,  el  régimen  parlamentario  tiene  ventajas  sobre  el  absoluto.  Si  en  el 
rnaado  de  Carlos  IV  hubiese  habido  un  partido  como  el  moderado,  que 
hubiera  hecho  oposición  á  la  privanza  de  Godoy,  ésta  oo  se  habiüt  prolon- 
gado tanto.  Y  consiguió  también  Narváez,  por  medio  del  Nuncio  monseñor 
Bninelii,  que  se  reconciliaran  los  regios  esposos. 

Durante  todo  este  año  de  1 847  hubo  partidas  carlistas  en  la  montaña  de 
Cataluña  é  intentonas  del  mismo  género  en  Buidos,  Avila,  Toledo,  León  y 
Galicia.  Las  partidas  catalanas  no  pasaron  nunca  de  2  á  3.000  hombres  ar- 
mados; pero  lo  escabroso  del  terreno  y  la  falta  de  comunicaciones  que  habla 
entonces  en  aquella  región  favorecieron  á  los  guerilleros  para  marear  á  más 
de  40.000  soldados,  mandados  sucesivamente  por  D.  Manuel  Pavía,  el  mar- 
qués del  Duero,  y  otra  vez  por  Pavía.  Tristany  y  vanos  de  los  suyos  fueron 
fusilados  (17  Mayo).  A  fines  de  año  estaba  muy  decaída  la  insurrección,  pero 
no  extinguida. 

Año  1848.  —  La  revolución  europea  preparada  el  año  anterior  estalló 
y  se  desenvolvió  en  éste.  El  12  de  Enero  alzóse  Palermo,  y  el  29,  Ñapóles. 
En  Febrero,  el  día  8,  Turín;  el  I3,  Monaco;  el  15,  Florencia;  el  24,  París,  te- 
niendo que  huir  Luis  Felipe  y  siendo  proclamada  la  República.  Durante 
Marzo  el  Gobierno  provisional  de  Francia  decretó  el  sufragio  universal 
(día  5);  el  13  se  sublevó  Viena,  cayendo  Metternich,  que  huto  de  buscar 
refugio  en  Inglaterra;  el  18,  Berlín;  el  zo,  Parma.  Todos  los  soberanos  de  Ita- 
lia tuvieron  que  dar  Constituciones;  y  el  23  Carlos  Alberto  lanzó  el  grito  de 
guerra  contra  Austria:  ¡Arrojemos  d  los  bárbaros  de  Italia!  Milán  y  Venecia  ha- 
bíanse levantado  ya  (18  y  23),  y  los  piamonteses  penetraron  en  Lombar- 
dfa  (z6):  la  campaña  duró  cuatro  meses,  decidiéndose  (24  y  25  Julio)  con  la 
batalla  de  Custozza,  en  que  Carlos  Alberto  fué  completamente  derrotado, 
teniendo  que  firmar  un  armisticio  (9  Agosto),  por  el  cual  hablan  de  volver  las 
cosas  al  statu  gito  ante  bellum.  Venecia  no  quiso  admitirlo  y  resistió  á  los  aus- 
tríacos, dirigida  por  Manin  hasta  el  mes  de  Agosto  de  1849.  Pío  IX,  que  des- 
aprobó la  guerra  con  Austria,  perdió  de  súbito  su  popularidad:  se  gritó  en 
Roma  ¡abajo  el  Papa!  El  1 5  de  Noviembre  fué  asesinado  Rossi,  presidente  del 
Consejo  de  ministros,  paseando  las  turbas  en  triunfo  por  las  calles  el  puñal 
que  le  habia  matado;  el  16  fué  atacado  el  Quirínal,  penetrando  las  balas  en 
las  habitaciones  pontiñcias,  y  resultando  muerto  un  prelado.  El  Papa  pro- 
testó ante  el  Cuerpo  diplomático,  de  que  no  era  ya  soberano,  sino  cauti- 
vo. Nuestro  embajador  Martínez  de  la  Rosa  fué  quien  tomó  parte  más  acti- 
va en  la  fuga  dt  Fio  IX  d  Gaeta  (noche  del  24  Noviembre).  El  1 7  de  Diciem- 
tu-e  un  nuevo  motia  en  Roma,  al  grito  de:  ¡  Ya  mo somos  j>OHtijiciosl ¡ (¿turemos 
Hn  Gobiemo  libre!,  instauró  un  directorio  que  convocó  la  Asamblea  constitn- 
yente. 

Habla,  pues,  tres  grandes  revoluciones  simultáneas:  la  de  Alemania,  la 
de  Italia  y  la  de  Francia.  La  primera  interesaba  poco  en  España;  la  segunda, 
mucho,  mas  sólo  en  cuanto  afectaba  al  Papa;  y  la  tercera,  como  cuanto  pasa 
en  la  nación  vecina.  La  revolución  de  Francia  se  inauguró  con  una  súbita  é 
inesperada  explosión  de  socialismo,  proclamación  del  derecho  al  trabajo  y 


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7IO  HISTORIA  DB  ESPAÑA 

establecimiento  de  los  talleres  nacionales,  iniciativa  de  Luis  Blanc  (i);  pero 
que,  según  los  partidarios  de  éste,  fué  modificada  por  sus  enemigos.  Ordena- 
da la  clausura  de  los  talleres  (21  Junio),  fueron  las  sangrientas  jomadas  de 
París  (2$,  24,25  y  26  Junio),  triunfando  al  fin  el  ejército  acaudillado  por  el  ge- 
neral Cavaignac.  Asustada  la  burguesía  francesa,  se  formó  el  partido  dei  or- 
den, constituido  por  Thiers  y  Montalembert,  y  en  que  entraron  algunos  repu- 
blicanos moderados,  legitimistas,  orleanistas,  bonapaitistas  y  el  partido  católi- 
co,que  contaba  con  ciento  treinta  diputados  en  la  Asamblea  Constituyente  (2). 
Con  el  apoyo  de  este  partido  del  orden,  del  de  los  obreros,  despechados  por 
la  represión  del  movimiento  de  Junio  y  esperanzados  en  su  protección,  del  de 
!os  campesinos,  recelosos  de  los  socialistas,  y  por  el  recuerdo  de  las  glorías  na- 
poleónicas, ya  despojado  en  la  mente  de  las  nuevas  generaciones  de  las  som- 
bras de  tiranía  y  guerra  perpetua  que  entenebrecieron  el  reinado  del  gran 
Emperador,  fué  elegido  presidente  de  la  República  (lo  Diciembre)  el  prin- 
cipe Luis  Napoleón  (3). 

En  esta  Europa  tan  profundamente  agitada  y  revuelta  sólo  España  per- 
maneció en  paz;  ó,  mejor  dicho,  no  pudo  triunfar  en  ella  la  revolución.  Gue- 
rra hubo  en  Cataluña  sostenida  por  los  montemolinistas:  nu  dejaron  nunca 
de  vagar  por  alli  partidas;  mási  el  23  de  Junio  entró  Cabrera  y  reanimó  la 
lucha,  la  cual  seguía  con  varios  sucesos,  como  es  de  rigor  en  guerra  de  par- 
tidas, al  finalizar  el  año.  También  intentaron  los  carlistas  diversos  alzamientos 
en  otras  provincias,  pero  sin  resultado:  en  Guipúzcoa  le  costó  al  jefe  Alzáa 
morir  fusilado  (3  Julio).  Los  revolucionarios  propiamente  dichos,  ó  sean  los 
progresistas  y  !os  republicanos,  que  ya  los  habla  en  bastante  número,  no 
consiguieron  el  éxito  que  en  tas  otras  naciones.  En  cuanto  se  supo  la  caída 
de  Luis  Felipe,  concurriendo  con  tantas  revueltas  en  Italia  y  Alemania, 
el  Gobierno  pidió  y  obtuvo  de  las  Cortes,  por  184  votos  contra  45,  una  ver- 
dadera dictadura  para  combatir  á  la  revolución:  suspensión  de  garantías, 
autorización  para  recaudar  las  contribuciones  aun  sin  aer  votadas  por  las 
Cortes,  y  para  proporcionarse  por  cualquier  medio  hasta  doscientos  millones 
más  de  los  presupuestos.  Aterró  á  los  moderados  todos  el  movimiento  revo- 
lucionario europeo  y  no  menos  á  la  mayorfa  de  los  progresistas,  por  lo  que 
tenía  de  republicano  y  de  socialista:  Cortina,  Madoz,  Infante,  Sancho  y  Men- 
dizábat  resolvieron,  en  efecto,  abstenerse  de  toda  conspiración  y  ayudar  al 
Gobierno  en  la  defensa  de  los  principios  é  instituciones  fundamentales  que 
amenazaba  la  revolución  cosmopolita;  en  cambio,  á  otros  progresistas,  como 
D.  Nicolás  M.  Rivero,  el  marqués  de  Albaida  y  £>.  José  Orense,  les  parecía 

(1)  Había  nacido  en  Madrid  (iRii),  donde  su  jiadn-  era  inspccior  [^nerai  de  Fladeada 
dtrl  rry  José.  Kn  1X40  ¡lublirci  ku  liliro  La  m-ganitaetin  dit  ttebajt,  iniriac»ún  del  fiíirtida  sería- 
Usla/ratttét.  Paralelo  i  cslr  movímirnln.  y  sólo  en  cierto  moilo  auxiliar  suyo,  fui  el  que  J'a 
vrnía  desarrollándose  por  la  Liga  di  les  cemmtitlat,  asociatiin  inlemeeietial  de  úérerít.  socír- 
dad  secreta  que  ra  Dieiemljrc  de  1K47  celebra  un  Confp'eso  en  I-ondres,  y  por  la  inñuencia 
de  Garios  Marx  y  ile  Engel  se  convirtió  en  pública.  a|iarccii>ndo  á  i>rincitiios  de  184S  el  Afani- 
fiíste  det  partido  rimruitislo,  en  <|ue  se  sentó  la  teoría  de  la  lucha  de  clases  y  se  dio  la  formula 
/fntUIntiBi  Jf  /¡¡difi  Us  países,  unios/  f.n]arr\oliKÍ^n  '\fl  jl*  los  socialistas  de  Marx  y  Hnerl 
intervinipron  prinriiialmenle  en  Alemania. 

(z)  I>e  estos  I  ]o  [|i|iiitados.  f  eran  oliispos  y  20  sacerdotes.  Kste  fidrtüU  (aíilice  tenia  su 
origen  en  £t  fen-tnir,  fundado  |Mir  l.amcnnais  en  ( icliilire  de  1X30  con  el  programa  de  11;^- 
ratiánde  la  Iglesia  y  dtl  Estado  y  /rí/r/flifiJ'ííMMflflffíi.  íil  Papa  conilcnii  c]  primer  pumo  (iSjj) 
Lamenoais  se  rebeló,  siiiarándose  de  la  Iplesia.  I^cordaire  y  Monlalembert,  redactores  de  El 
Porvenir,  sipiicron  en  otros  periódico.'!  la  campaña  por  la  libertad  de  cnseñania.  ó  sea  rontra 
f/*>«f>i^0/i0»>'t[«r;/<>ina  establecido  |>or.NaiHileón.  1.a  eñ caria  de  su  acción  quedó  demostra- 
da con  el  trñinío  cleclotal  de  1X4!*. 

{3)  ObtuTO  en  la  elección  plebiscitaria  ;.5<».ooo  votos;  el  )>eneral  Cavaignac,  1.500.000; 
Ledro-Rollin,  41MMX»;  1  jmartine  no  llegó  á  ixxo. 


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HISTORIA   DE  BSPAÑA  711 

bien  que  las  cosas  fuesen  adelante,  y  no  se  asustaban  de  nada:  á  estos  ultra- 
progresistas  se  comenzó  á  llamarlos  demócratas  y  también  algunas  veces  ra- 
dkaUs  (i). 

Armado  Narváez  con  la  dictadura,  y  cerradas  las  Cortes  (22  Marzo),  so- 
focó las  tentativae  revolucionarias:  1."  La  del  z6  de  Marzo  en  Madrid.  Los 
Consejos  de  guerra  condenaron  á  varios  de  sus  autores  á  la  pena  capital;^ 
pero  todos  fueron  indultados  {3 1  Marzo).  2.°  Motines  en  Barcelona  y  en  Va- 
lencia (28  y  30  Marzo).  3.'  7  de  Mayo,  en  Madrid.  Hubo  combate  calle- 
jero, muriendo  el  capitán  general  Fulgosio.  Fueron  fusilados  un  sargento^ 
dos  cabos,  cinco  soldados  y  cinco  paisanos;  indultados  trece  sargentos  ya  en 
capilla.  4.'  13  de  Mayo,  en  Sevilla.  5.^  14  de  Mayo,  en  Ceuta,  intentando  los 
insurrectos  que  la  guarnición  y  los  presidiarios  abandonasen  la  plaza  y  vi- 
nieran á  Algeciras.  Fué  sofocado  tan  antipatriótico  movimiento  por  Ros  de 
Olano,  comandante  general,  al  que  ayudó  Zabala,  que  allf  estaba  desterra- 
do. 6.^  Alzamiento  de  partidas  en  Cataluña  (5  Abril),  que  con  las  de  ios 
monte  moli  ais  tas  contribuyeron  al  desasosiego  y  perturbación  de  la  montaña: 
derrotada  la  partida  de  Atmeller  que  era  la  principal,  fueron  fusilados  sus 
dos  jefes.  7.'  Conspiración  en  Barcelona  (30  Septiembre),  que  costó  la  vida  á 
los  comandantes  López  Vázquez  y  Clavijo  y  teniente  Valtarra  (3).  No  es 
fácil  fijar  con  precisión  el  carácter  de  cada  uno  de  estos  movimientos:  los 
hubo  progresistas,  los  hubo  republicanos,  los  hubo  de  ambiguo  sentido,  y  al' 
ganos  tan  extraños  como  el  7.°,  que,  siendo  republicano,  tenía  por  objeto 
entregar  á  Cabrera  el  castillo  de  Montjuich  y  otras  fortalezas.  Las  partidas  de 
Cataluña  eran  republicanas  y  enriquistas,  ó  sea  que  pugnaban  por  una  repú- 
blica que  habla  de  presidir  el  infante  D.  Enrique — el  ciudadano  Enrique 
Marfa  como  decían  ellos — el  cual,  cada  vez  más  despechado  por  el  desaire 
de  las  bodas,  no  se  satisfacía  ya  con  el  progresismo  de  su  primer  maniñesto. 
Pero  de  todos  triunfó  Narváez,  adquiriendo  con  esto  un  crédito  extraordi- 
nario de  hombre  enérgico  y  domador  de  revoluciones  entre  todos  los  con- 
servadores europeos.  (Mientras  que  Alemania — escribta  el  conde  Raczynski, 
(embajador  de  Frusta  en  Madrid  —  ha  sido  arrastrada  sin  resistencia  por  el 
imovimiento  demagógico  de  Faris,  España  se  ha  aislado  del  funesto  coota- 
>gto:  yo  no  sé  si  el  ejemplo  de  Narváez  ha  influido  en  la  conducta  de  los  ge- 
merales  y  soldados  vencedores  de  la  revolución  en  Praga,  Francfort  y  Vie- 
>oai  pero  es  lo  cierto  que  Narváez  ha  sido  el  primero  en  probar  que  los 
■  ejércitos  son  la  garantía  del  orden,  y  que  antes  que  en  ninguna  otra  parte 
>ha  sido  en  España  donde  la  revolución  se  ha  roto  la  cabeza  contra  la  de 
>este  general,  que  es  más  dura  que  la  suya.>  Aumentó  este  crédito  un  acto 
del  General,  que  fué  simpático  á  todos  los  españoles,  aun  á  carlistas  y  revo- 
lucionarios: en  todos  los  movimientos  de  carácter  progresista  veíase  siempre 
la  mano  de  Bulwer,  y  este  embajador  procedía  en  Madrid  como  si  fwcse  uno 
de  nuestros  personajes  políticos,  aunque  abroquelado  en  su  inmunidad  di- 
plomática y  en  el  temor  que  inspira  el  poderío  de  Inglaterra.  Narváez  pidió 
al  Gobierno  inglés  el  relevo  de  tan  molesto  é  impertinente  diplomático.  No 
se  le  hizo  caso,  y  entonces  llamó  á  Bulwer  y  le  puso  el  pasaporte  en  la 
mano,  conminándole  á  salir  de  España  por  la  posta  (18  Mayo).  Fué  un  rasgo 


(i)  Cuenta  García  Riiii  (Hislorias)  (\af-  Clavijo  dijo  i  Váí(]ur7  en  la  rapilla:  Serénate,  cjue 
nurstro  partido  será  con  el  ticnijio  Puiler,  y  honrará  nuestra  memoria  vengándonos  de  este 
general  tan  cruel  con  nosotros.  HsIí  gineral  era  Córdoba,  el  cual,  cuando  Hegó  al  Poder  el 
partido  republicano  fué  nimislro  <le  la  Guerra. 


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712  HISTOKIA   DK  ESPAÑA 

de  españolismo  que  gustó  mucho  eo  nuestra  tierra.  Inglaterra,  ó  mejor  dicho, 
lord  Falmerston,  se  iacomodó  cortésmente;  pero  hubo  de  desahijar  su  enojo 
con  meras  palabras. 

La  fuerza  del  ministerio  Narváez  y  del  partido  que  lo  apoyaba  amen- 
guóse mucho,  sin  embargo,  durante  este  año,  por  varios  motivos:  i."  La 
campaña  de  moralidad  emprendida  por  Sdjas  Lozano,  Pidal  y  otros  prohom- 
bres contra  Salamanca,  á  quien  acusaban  de  hacer  negocios  escandalosos  á 
costa  de  la  nación  (i),  la  cual  extendióse  contra  todos  los  amigos  del  banque- 
ro. Y  como  quiera  que  los  acusados  procuraron  defenderse  embarullando  las 
cosas,  y  que  el  público  en  España  nada  entiende  de  grandes  negocios  y  es 
muy  desconfiado  y  propenso  á  pensar  mal,  defecto  eu  que  incurren  sin  es- 
crúpulo hasta  los  más  piadosos,  resultó  que  paia  la  generalidad  de  las  gentes 
DO  hubo  personaje  limpio,  ni  medida  gubernativa  á  que  no  se  aplicara  el  mote 
de  negocio  en  el  mal  sentido  de  la  palabra.  2."  El  sistema  de  Sartorius  de 
procurarse  ó  afianzarse  amigos  dándoles  buenos  destinos,  para  lo  cual  no 
tenia  escrúpulos  en  dejar  cesantes  á  los  empleados  antiguos  y  en  prescindir 
de  leyes  y  costumbres.  Conviene  advertir  que  no  solfa  hacerlo  Sartorius  sin 
ton  ni  son,  sino  atrayéndose  á  lis  personas  que  conceptuaba  de  mérito,  espe- 
cialmente á  los  escritores  jóvenes  y  de  esperanzas,  v.  gr.,  como  hizo  con  Sel- 
gas,  á  quien  llamó  de  Murcia,  y  sólo  porque  componía  bonitos  versos,  le  dio 
desde  luego  una  plaza  de  auxiliar  en  ei  Ministerio  de  la  Gobernación  (2).  A 
las  arbitrariedades  de  Sartorius  selespusoet  motede^a^eríiu  6 polacadas, 
y  de  polacos  á  sus  amigos  políticos.  3."  £1  genio  violento  de  Narváez,  ó  mejor 
dicho,  su  prurito  de  aparecer  como  un  soldadote  ^^o  rudo  propenso  á  llevar- 
lo todo  por  la  tremenda,  y  en  lo  que  había  más  ócpase  que  de  substancia;  pero 
que  le  valió  los  motes  de  Ei  Espadón,  el  Ban  (3)  de  Laja,  etc.,  que  lo  ponían 
en  ridículo,  y  to  hacían  antipático  y  repulsivo  á  fidal,  Bravo  Murillo,  Sartorius 
y  demás  prohombres  civiles  del  Gabinete  y  del  partido,  los  cuales  empezaron 
á  pensar  en  la  conveniencia  de  prescindir  de  generales  y  encomendar  á  pai- 
sanos la  dirección  política  del  país.  4.°  El  cambio  de  ideas  que  la  revolución 
europea  trajo  consigo.  Como  decía  Donoso  Cortés,  había  llegado  el  momento 
de  dar  nuevas  orientaciones  á  las  ciencias  morales  y  políticas,  y  eran  éstas  con- 
trarias a\  parlamentarismo  al  cual  se  atribuía  el  desastre  de  la  monarquía  de 
Luis  Felipe  y  la  inmoralidad  y  decadencia  crecientes  de  la  española,  y  con- 
trarias también  al  individualismo  económico,  causa,  según  los  que  así  pensa- 
ban, del  súbito  y  amenazador  aparecer  del  socialismo.  Era  menester  restaurar 
el  sentimiento  religioso  en  el  espíritu  de  las  muchedumbres,  dar  más  fuerza 
al  Poder,  atajar  la  perenne  y  envilecedora  discusión  sobre  todo  lo  divino  y 
humano,  poner  coto  á  la  excesiva  individualización  de  la  propiedad  y  del 
capital.  Narváez  no  entraba  por  estas  filosofías,  ó  por  no  entenderlas,  ó  por 
conceptuarlas  vagas  y  peligrosas:  él  no  salla  de  la  necesidad  de  ser  ñrme  con 
los  revolucionarios  y  de  no  descontentar  demasiado  á  los  progresistas  para 
no  irritarlos  y  provocar  un  alzamiento  irresistible.  Narváez  era  en  el  fondo 
un  político  de  término  medio,  siempre  temeroso  de  la  revolución.  Esta  com- 
plexión suya  aumentaba  la  distancia  que  se  iba  rápidamente  señalando  entre 

(il  Dccian.  iKir  eicmplo,  riiic  se  halWa  quedado  con  j;  millnnrs  r'n  una  conversiiSn  de  ion 
en  libranias  iii-rtf  nccii-nlps  4  la  Casa  Real. 

lil  n.  ]Oié  Srlt^s  y  Can'asrn  nació  en  Murcia  (1824I.  IIÍ70  alanos  estudios  en  el  fx-im- 
iiario  ili-  íian  Vul(;encio;  |iero  la  ni-crsidad  lic  atPnÜFr  é  su  siilisisti'ncia  1p  oblipi  á  abandonar- 

I4l     Alii.siiin  á  uno  <tc  los  ;:cn<Talcs 


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HrSTORIA   DE   ESPaSa  713 

él  y  los  prohombres  civiles  de  su  partido.  Y  5,"  La  situación  de  Palacio.  Los 
Keyes  estaban  avenidos;  pero  D.  Francisco  tenia  siempre  preteosíones  de 
influir  en  la  gobernación  del  Estado,  en  lo  que  iba  envuelto  seguramente  el 
natural  y  legitimo  deseo  de  gobernar  su  casa  y  de  que  le  hiciese  algún  caso 
su  mujer;  y  como  no  se  lo  permitían  ni  la  Reina  por  ser  mujer  de  tan  escaso 
entendimiento  y,  como  todas  las  de  su  condición,  amiga  de  mangonear  en  el 
matrimonio,  ni  Narváez  por  consideraciones  políticas,  dióse  á  murmurar,  y 
sus  habitaciones  fueron  un  fouo  de  oposición  palatina.  AUf  tenía  vara  alta  el 
escolapio  P.  Fulgencio,  confesor  del  Rey  consorte,  y  predominaba  el  espíri- 
tu de  los  que  vefan  en  Narváez  un  espadón  del  doctrinarismo  parlamentario 
hundido  en  Francia  y  que  amenazaba  acabar  con. España,  si  no  se  le  atajaba  á 
tiempo.  Cuando  se  abrieron  las  Cortes  (15  Diciembre)  todas  estas  causas 
obraban  ya  muy  activamente;  pero  todavía  era  grande  el  prestigio  de  Nar- 
váez, y  nadie  se  le  atrevía  cara  á  cara. 

Por  ley  de  19  de  Marzo  de  este  año  fué  aprobado  el  Código  penal  que, 
aunque  muy  modificado  posteriormente,  rige  todavía.  De  este  año  es  tam- 
bién el  primer  ferrocarril  de  España:  el  de  Barcelona  á  Mataró,  inaugurado 
el  28  de  Octubre  (i).  D.  Jaime  Balmes  murió  en  Vich  (9  Julio)  y  se  dice  que 
le  causaron  la  muerte  los  disgustas  que  le  dieron  por  haber  publicado  el 
Pío  IX;  pero  no  parece  verosimil  que  un  hombre  de  tanto  talento  y  tan  sóli- 
do juicio  fuera  sensible  hasta  el  extremo  de  no  poder  soportar  una  oposición 
injusta  y  apasionada.  En  este  año,  por  último,  dio  Pastor  Díaz  en  el  Ateneo 
sus  conferencias  sobre  el  Socialismo,  y  apareció  como  folletín  en  El  Htraldo, 
La  Gaviota,  de  Fernán  Caballero  (2). 

Aho  18^. —  Continuó  el  ministerio  Narváez,  sin  otra  interrupción  que 
la  del  ministerio- relámpago,  así  llamado  porque  sólo  duró  un  día  (del  19  al  20 
de  Octubre).  Las  causas  que,  según  queda  dicho,  actuaban  contra  Narváez, 
especialmente  las  que  radicaban  en  el  cuarto  del  Rey  consorte,  obraron  en 
la  indicada  fecha  para  que  la  Reina  despidiese  al  Presidente  del  Consejo  y 
se  formara  otro  Ministerio  moderado  presidido  por  el  conde  de  Cleonard  (3); 
pero  ante  la  vivísima  oposición  que  suscitó,  se  deshizo  i  las  veinticuatro 
horas.  Narváez  hizo  prender  y  desterrar  al  P.  Fulgencio,  confinó  en  Melilla 
á  un  ayudante  del  Rey,  desterró  á  Archidona  al  gentilhombre  Quiroga,  y  Sor 

(l)  Cnrn'»|)Oncl('  ¡(¡uíilnicnlc  á  Rarcdonu  la  )>1or¡u  ilr  \»  ¡iríniaría  i-n  la  mtrfldiicciiVn  en 
E&pafla  lie  otros  addamos  moilcmos;  ya  en  l-l  tf^lo  so  ha  (indo  monta  del  nacimiento  de  las 
dilip-ncia!^  Y  adcmüs,  en  la  imnicra  rjiiiiad  dondr  si-  aplr'r^  el  ]lfls  liara  pl  alumbratlo  (iK^i) 
fn  la  psciiHb  de  Dibujo  y  ]t<4j  en  hs  otips).  ilondc  hubo  la  prímcramndirión  de  hierro  (iHjjl. 
la  primera  fábrica  ron  máquinas  dp  vapor  (eSjj).  el  |irínii>r  musro  dp  AntiKiicdadps  liB.15l.  ci 
inimcr  servicio  dp  coches  fúnebrps  (iKjOl.  pl  (irímer  ]Hii|ur  de  vapor  (iXjfi).  la  (irímera  fabríra- 
tión  de  mS(|uinas  de  vapor  (iSíKI . .  „  ele.  Véase  Cortada,  Cataluña  y  /ai  calolaiiei. 

Cecilia  fiolh  ele  Fal)pr  naciiS  en  Mor^jues  (Siñía),  r  '  ..... 


liolli  ele  Faber  v  D."  Francisca  l.arrpa  realizaban  un  viají-  por  lüin>|)a  {!•,  Dieii'mbrp  \^tfi^,  Ca- 
só (iKif))  con  r>.  .Antonio  l'lanells.  militar  que  la  llevó  a  I'iiprto  Kicu.~  dondp  murió  un  oAo 
despué»  del  matrimonio,  que  no  fué  Teliz.  Cas4  Cecilia  en  Keprntlas  nii|icias  (jC  Marzo  1^2; 


con  el  maniués  de  Arco-hermoso,  y  vivió  con  íl  en  i>  o|)uÍpnria  en  la  ma^niñpa .  , 

rilla  qup,  como  de  ía  A.<i¡stenia,  describe  pn  EÜa.  En  esta  é|ioca  de  su  vida  cominiso,  en  alemán 
y  francés,  casi  todas  sus  novelas,  para  distraerse  y  no  olvidar  ai|uellos  idiomas.  Murió  eí  Mar- 
«ués  (Mayo  iRjs),  y  dos  aíos  dc^mfs  (Atiiisto  de  i»ij7)  casó  Cecilia  con  [),  Antonio  Airomilc 
Ayala.  Para  procurarse  recursos,  porque  en  esle  tercpr  matrimonio  fuér<inle  muy  mal  los  asun- 
tos económicos,  cin|iexó  á  publicar  en  castellano  las  novelas  ya  esiiitas.  bajo  pl  seudónimo  <le 
Ftmán  CabolUro.  El  ^xito  fue  inmediato  y  grandísimo. 

ij¡  n.  Serafín  María  de  Sotto  y  Ab-Ach.  conde  Cleonard  (Cíanard  PscrilH'  el  (;en<Tal 
Carrasco.  Icrnt-iiagrafia  dtl gtneralado  ispañol).  nadó  en  Ilarrdona  (Ij  Oaiilirc  I7C)0.  mu- 
rió (2.(  Fpbrero  iRTul.  Brigadier  |i«i.il.  Teniente  (.'eneral  (184(1!.  Hizo  las  nuernis  de  la  Indepen- 
dencia y  de  los  siete  años.  Escritor  [íístinguido.  Sus  obras  príndi>alps  son:  lliilaria  crgánUa  di 
lat  amiat  dt  in/anlería  y  Catailtrüi  f  Mtmeria  itire  lat  Aeadtmiar  mitítarn. 


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98.  Pedro  A.  AlvcAn 


Eapaiolet  iinatret  contemportncos. 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


HISTORIA  D£  ESPaRa  71$ 

PatrocÍDÍo,  hermana  de  Quiroga,  fué  sacada  por  fuerza  de  su  convento  y 
trasladada  á  Talayera.  Adecuado  asunto  para  una  monografía  imparcial,  es- 
crita por  hombre  estudioso,  serla  este  raro  suceso.  Cuéntase  que  Narváez  dijo 
á  la  Reina:  «Esto  ha  sido  un  drama  en  que  se  repartieron  los  primeros  papeles 
>un  rey,  un  clérigo  y  una  monja;  pero  que  ha  resultado  saineto. 

Tuvo  el  Gobierno  la  buena  fortuna  de  acabar  con  la  guerra  de  Catahiña. 
D.  Manuel  de  la  Concha  emprendió  activísima  campaña  (i  i  Enero):  Cabrera 
fué  herido  en  Amer  (27  Enero).  £1  conde  de  Montemolin  venia  á  unirse  con 
SUS  partidarios  cuando  los  aduaneros  franceses  le  prendieron  en  la  frontera. 
Cabrera  repasó  ésta  (23  Abril).  El  14  de  Mayo  no  quedaba  en  la  región  un 
sólo  insurrecto,  pues  también  habfan  sido  deshechos  los  republicanos  de 
Ametller.  Concha  fué  justamente  recompensado  con  el  empleo  de  capitán 
general.  La  misma  suerte  hubo  en  Cuba,  descubriéndose  una  nueva  conjnra 
separatista  tramada  por  Narciso  López,  y  en  Filipinas,  donde  el  capitán  gene- 
ral Claverfa  (i)  dirigió  una  expedición  á  Joló  obligando  al  Sultán  á  reconocer 
la  soberanía  española.  En  las  Cortes,  cuya  primera  legislatura  duró  hasta 
ei  14  de  Julio,  abriéndose  la  segunda  en  23  de  Octubre,  aparecieron  los  mo- 
derados, aunque  todos  aparentemente  sometidos  á  Narváez,  divididos  en 
muchas  fracciones  — tantas  como  personajes, —  y  Rivero,  como  jefe  del/ar- 
tido  democrático,  distinto  y  separado  ya  del  progresista.  £1  8  de  Junio  se  dio 
amplía  amnistía,  por  la  cual  volvieron  á  España  muchos  generales  carlistas. 

La  cuestión  europea  más  importante  continuaba  siendo  la  de  Italia, 
en  que  hubieron  de  tomar  parte  activa  casi  todas  las  naciones,  incluso  la 
nuestra.  La  Asamblea  Constituyente  de  los  Estados  Pontifícios  decretó 
(8  Febrero)   la  abolición  del  Poder  temporal  del  Papa  y   el  estableci- 


(l)  D"  Narciso  Clavcría  y  Zaldua  naciii  en  (iprona  (2  Mayo  \^r>l,).  Alumno  de  Artille- 
ria  (1807),  pasó  á  Estado  Mayor  (iMj8):  coronel  (i8jí)l,leiiiente  BencraKiBw)-  Húo  las  guerras 
de  la  Independencia,  del  :20  al  zj  y  de  los  siete  años.  Su  mando  en  f  i]i[iinas  fiií  notable  por 
todos  conceptos,  por  lo  que  k  hicieron  conilp  de  Manila;  pero  allí  contrajo  la  enfemiciiad  de 
que  murió  en  Madrid  (20  Junio  185T). 

(Explieatiin  át  ¡a  lántina  anterior.) 

EapafloleilhutreBcontemparíneoi.  — 91.  FrayCcter^no  Oonzil«z,  cardenil,  moblspo,  i«á- 
logo  eminente  y  apologista  irrefutable.  Sus  obris  Filosofía  ilemenlal,  Bsladio  sobre  Sanio  Tomát,  Hit- 
torla  út  la  fílosofla.  ele,  han  sido  tradacidas  i  varios  Idloniis  (1S31-1SM).  —  92.  EdoardO  Ouset  y 
ArttaM,  pmligioso  é  Incansable  pcriodiita,  nacido  en  Pontevedra,  tiuidadar  de  muchos  periódicos  que 
alcanzaran  diversa  fortuna.  Su  éxito  mayar  y  más  deünitivo  tai  El  Imparclal,  que  conenzA  i  pubil- 
cane  en  ¡867,  y  es  hoy  túa  uno  de  los  primeros  rotativos  españoles  {1832-1884).— B3.  EmlUo  Cule- 
Iét,  eilipio  orador  elacnenllsimo  y  florida,  política,  periodista  y  oavelista.  Cuarto  Presidente  del  Po- 
der Ejecutivo  durante  el  periodo  de  la  República  (¡832- 18W).  —  M.  Maonel  del  Palacio,  poeta  lirico 

de  la  Lengua  y  de  oirás  mudias  corporaciones  cicntiflcas  y  literarias.  Nació  en  Ltiiái  (1S32  -  IMS).  99.  Jost 
Bebegany,  ano  de  los  mis  privilegiados  cerebros  contení parlneoi.  Poeta  y  matemilico,  político  y  drama- 
lurgo,  orador  é  ingeniero.  Ha  ejercido  la  hegemonia  del  Teatro  eipaflol  durante  muchos  aflos.  Nacía  en  Ma- 
drid, 1832.  ~  94.  Antonio  Ulabert,  distinguido  pintor  que  con  sus  cuadros  Don  Qul/ole  tn  cata  dt  lo* 
Daqaa  y  El  rey  Amadeo  visitando  ti  cadáttr  del  general  Prím  deuiostió  sus  notables  aptitudes  para  el 
colorido  y  el  dibujo  (1832-1901).  —  97.  Eugenio  Montero  Rfoa,  abogado,  reputada  canonista,  poli- 
tico,  niinlilro  y  aipresidente  dd  Senado,  Preíldente  de  la  Comisión  española  que  concertá  el  Tratado  de 
Farlsyunodeiosjefes  del  partido  liberal  Nació  en  Lourizán  el  aña  183?.  -  H.  Pedro  Antonio  de  Alar- 
cón,  ingenio  peregrino,  peiiodista,  novelista  y  poeta.  Autor  de  ¿a  AJ^i(/arra  y  El  sombrero  de  Ira  plcot, 
ipiite  de  Otras  obras  primorosas.  Naciú  en  Quadií  (1S33- 1391).  — H.  Marcelo  de  AicArraca,  capitán 
general,  caballero  del  Toisón,  ex^iesidente  del  Consejo  de  Ministros  y  presidente  del  Senado,  una  de  las 
primeras  Hgnras  del  actual  partido  conservador.  Nació  en  Manila  en  1E133. 


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7l6  HISTORIA  DE  ESPAÑA 

miento  de  la  RtpábUca  romana.  Animados  con  este  ejemplo,  los  florentinos 
proclamaron  \^  República  de  ToscaHa{\-]  Febrero),  y  los  liberales  piamonteses 
creyeron  la  ocasión  propicia  para  reanudar  la  guerra  con  Austria  y  tomar  el 
desquite  de  la  derrota  de  Custozza.  Carlos  Alberto  se  puso  de  nuevo  al  fren- 
te de  su  ejército,  atacó  á  los  bárbaros — como  llamaban  los  italianlsimos  á  los 
austríacos  —  (20  Marzo),  y  el  21  fué  completamente  derrotado  en  Novara. 
La  misma  tarde  de  la  batalla  abdicó  en  su  hijo  Víctor  Manuel,  el  cual  tuvo 
que  aceptar  duras  condiciones  del  vencedor  (200  millones  de  indemnización 
y  ocupación  de  una  parte  del  Piamoate)  para  obtener  un  armisticio.  Avanza- 
ron los  austríacas,  ocupando  fácilmente  los  ducados  de  Parma  y  Módena,  la 
Toscana,  la  Romana  y  los  Estados  Pontiñcios,  hasta  Ancona,  y  hubieran  en- 
trado en  Roma,  á  no  interponerse  Francia.  £1  principe  Napoleón,  presidente 
de  la  República,  que  para  granjearse  los  votos  de  los  católicos  había  becho 
antes  de  su  elección,  declaraciones  favorables  al  Poder  temporal  del  Papa(i), 
al  ver  á  los  austríacos  á  las  puertas  de  Roma  envió  una  expedición  mandada 
por  el  general  Oudinot  que  desembarcó  en  Civitavechia  {25  Abril).  Se  dijo  á 
los  católicos  que  era  para  socorrer  al  Papa,  y  á  los  anticlericales,  que  para 
impedir  que  cayera  Roma  en  poder  de  los  austríacos,  siendo  el  verdadero 
propósito  del  Principe-Presidente  imponer  una  conciliación  mediante  la  cual 
quedaran  satisfechos  el  Papa  y  los  católicos  franceses  por  una  parte,  y  por 
otra  los  republicanos  de  Francia  y  los  carbonarios  italianos,  con  los  cuales  te- 
nia él  antiguos  y  solemnes  compromisos  personales.  Mazziní,  que  gobernaba 
la  República  romana,  no  comprendió  bien,  sin  duda,  esta  situación  de  las 
cosas,  é  hizo  atacar  al  ejército  francés  (30  Abril),  con  lo  que  puso  en  contra 
de  su  causa  y  de  los  proyectos  de  Napoleón  el  quisquilloso  honor  militar  de 
los  franceses.  En  esto,  celebráronse  en  Francia  ( 1 3  Mayo)  las  elecciones  para 
la  Asamblea  legislativa,  obteniendo  tan  decisivo  triunfo  el  partido  del  orden, 
que  de  750  diputados,  500  fueron  suyos;  los  republicanos  solo  alcanzaron  25a. 
No  podía  Napoleón,  obligado  á  gobernar  con  esta  cámara,  contrariar  á  los 
católicos,  y  tuvo  que  dejar  hacer  al  general  Oudinot. 

Nuestro  Gobierno  obró  en  aquella  ocasión  sin  otra  mira  política  que  la 
det  restablecimiento  del  Poder  temporal.  Ya  en  el  año  pasado  habla  prescri- 
to (4  Diciembre)  rogativas  públicas  por  el  Papa  (a)  y  dirigido  una  circular  á 
todas  las  Potencias  católicas  (21  Diciembre)  invitándolas  á  entenderse  para 
reponer  al  jefe  de  la  Iglesia  en  su  estado  de  independencia...  ^No  se  trata, 
>decía,  de  proteger  la  liberiad  del  Papa,  sino  de  restablecer  su  autoridad.» 
El  2g  de  Abril  de  este  año  la  escuadra  española,  mandada  por  el  general 
Bustillo  {3),  tomó  posesión  del  puerto  de  Terracina,  donde  hizo  arbolar  la 
bandera  pontificia  —  los  franceses  en  Civitavechia  hablan  tremolado  la  de  la 
República  romana  —  y  el  22  de  Mayo  salió  de  Barcelona  una  expedición  mi- 
litar (8.000  hombres)  á  las  órdenes  del  general  Córdoba.  No  admitieron  los 
franceses,  que  ya  tenían  en  Civitavechia  un  ejército  de  30.000  soldados,  nues- 
tra cooperación  para  sitiar  á  Roma  y  nos  mandaron  á  Terracina,  dándonos 
por  único  teatro  de  operaciones  los  distritos  confinantes  con  el  reino  de  Ná- 


(1)  En  una  carta  ul  Nuncio  i'scribió:  ^La  ceniervaítiniu  isla  lobtraniaUatpnralttta  liga- 
da iHÜniamantnU  al etpttnder  dtl  CateRtismey  i  ¡a  libtrtad i inácpcnátnda  áe  llaüa.'  Kespon- 
rtió  tsla  rarta  í  otro  de  Cavaignac  á  Pió  IX  ofrccii'ndole  un  asilo  en  Franria  y  auxilios  jiarj 
conservar  su  libcrlatt  personal.  Como  se  ve,  N'apolrrtn  fué  mis  attá  míe  su  rontrincanle. 

(i)  flnnaron  este  Real  decreto  todos  los  ministros:  Narváeí.  Pidal,  Arralóla,  peneral  Fi- 
gu<Ta.s.  Mon.  Molins.  Sartorii»  y  Bravo  Murillo, 

(.1)  lí.  José  M.  Bustillo.  ronde  de  Hnsiillo.  teniente  (^nersi  de  la.  Armada.  Nació  m 
CJ<lii.  (iuardia  marina  en  iNic. 


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HISTORIA    DE  ESPAÑA  JIJ 

poles:  ellos  solos,  pues,  tomaron  á  Roma  (3  Julio).  Aparecieron  entonces  otra 
vez  las  nebulosidades  propias  de  la  política  vacilante  seguida  por  Napoleón. 
Mientras  que  Pío  IX  nombraba  una  Cttmisión  de  ires cardenales  ^íTí^oh^iaax 
á  Roma  (17  Julio)  y  la  Comisión  daba  un  maniñesto  (1.°  Agosto),  en  que  de- 
cía: «La  divina  Providencia,  valiéndose  del  invencible  y  glorioso  brazo  de  ios 
■  ejércitos  católicos»...,  etc.,  el  Príncipe-Presidente  relevó  á  Oudinot  (16 
Agosto)  por  consentir  estas  cosas,  y  escribió  {18  Agosto)  su  célebre  carta  á 
Edgardo  Ney,  publicada  en  El  Monitor,  en  que  no  sólo  se  quejaba  de  que 
en  el  manifiesto  de  los  Cardenales  no  se  hubiera  nombrado  especialmente  á 
Francia,  sino  que  protestaba  contra  la  idea  de  que  la  ocupación  de  Roma 
por  los  Tranceses  significara  ta  destrucción  de  la  libertad  en  Italia.  Él  quería 
el  Poder  temporal;  pero  con  amnistía  general  y  gobierno  liberal  y  seculari- 
zado. El  futuro  Napoleón  III  tenía  resuelto  ya  contribuir  á  ta  unidad  de  Ita- 
lia, aunque  sosteniendo  el  Poder  temporal  en  cuanto  fuese  compatible  con 
aquélla.  Por  lo  pronto  tuvo  que  disimular,  ya  por  evitar  un  prematuro  rom- 
pimiento con  Austria,  para  lo  que  no  estaba  preparado,  ya,  principalmente, 
porque  la  Asamblea  legistaiiva  le  imponía  una  dirección  política  contraria: 
republicanos,  radicales  y  socialistas  habían  intentado  disolver  revolucionaria- 
mente la  Asamblea  (13  Junio),  habiendo  sido  reprimidos  con  enei^a,  y  el 
Principe -Presidente  se  vio  forzado  á  desaprobar  su  carta  á  Ney.  Al  terminar 
este  año,  la  situación  en  Italia  era  la  siguiente:  los  austríacos  ocupaban  el 
Lombardo- Véneto,  el  gran  ducado  de  Toscana  y  la  mayor  parte  de  los  Esta- 
dos Pontificios,  con  el  derecho  de  ocupar  á  Parma  y  Módena  en  caso  de  gue- 
rra con  Cerdeña  ó  de  turbulencias  internas;  el  rey  de  Ñapóles,  Femando  II, 
á  quien  el  Papa  había  concedido  el  titulo  de  Püsimo  y  los  revolucionarios 
apodaban  el  Rey  Bomba,  gobernaba  absolutamente;  Víctor  Manuel,  rey  de  Cer- 
deBa,  accedió  á  cuanto  le  impusieron  los  austríacos,  menos  á  suprimir  el  Rs- 
íatuto  de  Carlos  Alberto,  y  así  fue  su  reino  el  asilo  y  la  esperanza  de  todos 
los  liberales  italianos;  los  franceses  guarnecían  á  Roma,  gobernando  la  ciu- 
dad, en  cuanto  lo  permitía  el  gobernador  francés,  la  Comisión  de  los  tres 
Cardenales;  el  Papa  seguía  en  Gaeta,  y  nuestra  división  de  Córdoba  en  el 
mediodía  de  los  Estados  de  ta  Iglesia.  Todo  aparecía  confusísimo,  é  intere- 
saba en  España  más  que  las  cuestiones  interiores.  • 

En  este  aflo  se  puede  colocar,  siguiendo  á  Peña  y  GoBi,  el  nacimiento 
de  la  zarzuela,  que  tan  repentino  y  extraordinario  favor  del  público  alcanzó 
en  los  siguientes.  El  maestro  Hernando  y  los  poeías  Pina  y  Lumbreras  son 
los  autores  de  Colegiales  ji  soldados,  estrenada  en  1849,  á  la  que  siguió  El 
Duende,  del  mismo  Hernando,  con  letra  de  D.  Luis  Olona.  Toros:  Montes, 
sintiéndose  disminuido  en  sus  facultades,  no  toreaba  desde  1846;  vivia  reti' 
rado  en  su  casa  de  Chiclana,  que  había  hecho  construir  y  alhajar  con  mucho 
lujo.  Cuéntase  que  cuando  el  famoso  diestro  habla  bebido  más  de  lo  conve- 
niente, que  era  con  suma  frecuencia,  escupía  ó  hacia  algo  peor  sobre  los  ta- 
pices y  sedas  que  cubrían  sillones  y  paredes,  diciendo:  ¡Todo  etío  en  mío, yo  lo 
keganao,ji  lo  ensusio porque  me  i/a /a ^««a/ También,  que  era  muy  celoso  y  00 
dejaba  salir  á  su  mujer  ni  á  la  puerta  de  la  calle,  á  pesar  de  lo  cual  le  tenía 
comprados  riquísimos  trajes  dignos  de  una  duquesa,  y  cuando  áél  lepareda 
conveniente  la  invitaba  á  que  vistiese  aquellas  galas,  dando  los  dos  un  pa- 
selto  por  el  jardín  y  la  azotea  de  la  casa.  En  los  ruedos  brillaban  compitien- 
do el  Chiclaneroy  Cuchares.  Del  último  se  refiere  que,  siendo  muy  progresis- 
ta y  entusiasta  por  Mendizábal,  enteróse  un  día  de  que  su  prohombre  favo- 
rito andaba  mal  de  salud  y  de  dineros;  fuese  á  verle  á  su  casa  (calle  de  Alcalá, 
esquina  á  la  del  Barquillo),  y  á  decirle  que  no  careciese  de  nada  y  que  le  pi- 
diera cuanto  necesitase.  Agradecióselo  D.  Juan,  y  cuál  no  sería  su  sorpresa 


,i.Cooglc 


Jl8  HISTORIA  DE  BSPAÍtA 

al  encontrar  debajo  de  la  almohada  de  ta  cama  en  que  pasaba  su  enfermedad 
un  sobrecito  con  tres  mil  pesetas.  Cayetano  Sanz  (i),  que  habla  tomado  la 
alternativa  el  año  anterior  (12  Septiembre),  seguía  en  el  favor  del  público,  y 
muy  de  cerca,  á  los  dos  monstruos  de  la  época. 

j4)iú  1850.  —  Continuó  todo  el  año  el  Ministerio  Narváez,  siempre  com- 
batido por  las  causas  de  que  se  ha  hecho  repetida  mención.  En  Italia  vol- 
vió Pió  IX  á  Roma  (12  Abril)  y  Víctor  Manuel  nombró  ministro  al  cande 
Cavour  (2).  En  Francia  el  partido  del  orden,  dueño  de  la  Asamblea  legislativa, 
dio  la  ley  Talltmx  (15  de  Marzo)  ó  de  libertad  de  enseñanza,  por  la  que  se 
puso  término  al  monopolio  universitario  y  pudieron  los  Institutos  religiosos, 
incluso  la  Compatifa  de  Jesús,  establecer  escuelas  y  colegios;  la  l^  Electora/ 
(31  Mayo),  restringiendo  el  sufragio  universal,  por  la  que  unos  tres  millones 
de  obreros  quedaron  sin  voto;  y  la  /^i¿e  /Mprenía  (16  Julio),  elevando  la 
fianza  necesaria  para  sostener  un  periódico  á  50.000  francos  que  hizo  des- 
aparecer la  mayor  parte  de  los  diarios  republicanos  y  socialistas.  Se  peasÓ 
seriamente  en  [a  restauración  de  la  monarquía;  pero  este  proyecto  tropezó 
siempre  con  ta  dificultad  de  reconciliar  á  los  Orleans  (hijos  de  Luis  Felipe) 
con  el  conde  de  Chambord,  sucesor  de  los  Borbones,  y  por  eso  decía  Thiers 
que  lo  conveniente  para  Francia  era  organiear  la  República  sin  los  republi- 

El  Gobierno  español,  aunque  trabajado  por  las  sordas  divisiones  intes- 
tinas del  partido  que  lo  apoyaba,  libre  de  sublevaciones  armadas,  pudo  dedi- 
carse de  lleno  á  las  reformas  administrativas.  El  marqués  de  Molins  consiguió 
mejorar  la  marina.  Sartorius,  ya  conde  de  San  Luis,  aseguró  por  primera  vez 
el  disfrute  á  los  autores  de  la  propiedad  literaria,  sobre  todo  en  las  represen- 
taciones teatrales,  acabando  el  escándalo  de  que  una  obra  muy  aplaudida  y 
representada  varias  veces  diese  al  que  la  compuso  treinta  ó  cuarenta  duros 
por  toda  remuneración.  Agradecidos  los  poetas,  ofrecieron  al  Conde,  su  pro- 
tector, una  corona  poética  ó  colección  de  composiciones  en  su  loor.  Fundó 
también  Sartorius  la  Escuela  de  Ingenieros  de  MonUs;  mejoró  la  legislación  para 
conservar  y  aumentar  el  arbolado,  organizó  la  Policía,  abarató  el  porte  de  las 
cartas  introduciendo  el  franqueo  previo  (3),  etc.  Obra  suya  fué  también  la 
conclusión  del  teatro  Real  (Real  orden  7  Mayo),  inaugurándose  el  19  de  No- 
viembre, dfa  de  la  Reina,  con  una  excelente  compañía  en  que  figuraban  los 
más  reputados  cantantes  de  la  época,  como  la  Alboni  y  Ronconi;  la  prime- 
ra ópera  que  se  cantó  en  el  Real  fué  La  Favorita.  El  proyecto  de  ensan- 
che de  la  Puerta  del  Sol  y  el  de  construcción  del  Canal  de  Isabel  II  pertene- 
cen también  á  este  fecundo  periodo.  Y  al  abrirse  las  nuevas  Cortes  (31  Oc- 


ie} Nadi^  í-n  Matlrál,  caík  clH  HasU-ro.  niim.  ;,  H  7  Agnslo  tK3I.  I.qs  hislofi.idorps  dp 
la  Tauromaquia  ili.sípntpn  gravpmtTilf  sobre  sí  te  díií  la  altpmaliva  Cuchares  f<  pl  Sn/aman^niiio. 
Promrtemos  á  nupstros  Ipctorps  que  si  püIp  libro  llpRa  A  la  2.'  pdición  y  para  entonces  se  ha 
resuello  tan  im|ior1ante  niestión  ilc  critica  histórica  no  ciejaremos  de  apuntarlo. 

(i)  Cavour  era  un  aristi^crala  píamnntés  nacido  en  iKlo.  SÍen<lo  oñcial  del  cjírcilo  fui 
confinado  á  un  fortín  en  los  Alpe»  iK>r  haher  aijlaudido  la  raída  de  Caries  X.  Se  reliró  del  ser- 
vicio. (ledicándoKP  al  cultivo  de  sus  propiedades  aerícolas  y  al  estudio  de  las  cuestiones  econó- 
micas, especialmente  de  los  caminos  de  hierro,  enderezándolo  todo  i  la  idea  de  engrandecer  el 
reino  de  C'erdefia  y  hacerlo  servir  de  in.sirumenio  para  emancii>ar  y  imirí  Italia.  En  i847ftmdrt 
el  periiMieo  Kirarkimfnte.  En  l84f  fui  elegido  diputado  |>or  cuatro  distritos.  Se  opuso  á  la 
guerra  con  Austria,  sosteniendo  como  prini'i|>io  ftinilamental  de  iioli'tira  <iue  para  loprar  la  uni- 
dad italiana  haiña  que  en|;randecer  el  reino  <le  Cenleía;  pero  i^ue  no  bastaba  ésto,  sino  que 
era  preciso,  adi^más.  la  alianza  con  una  poderosa  nadi^n  pxltanjera,  A  realizar  este  doble  ñn 
dirí(,'i<^  su  acción  desile  que  fm' nombrado  ministro.  En  su  despailio  lema  siemiire  en  una  vitri- 
na el  uniforme  de  un  solirino  suyo  muerto  en  la  fierra  con  los  aiistrinros. 

tJ)    Hasta  este  tiemi>o  se  jiagaluin  al  reciltirias. 


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HISTORIA   DE  ESPAÑA  719 

tubre)  fué  la  solemne  sesión  en  el  nuevo  Palacio  del  Congreso  de  los  D^u- 
tados  (i). 

Tenía  en  estas  Cortes  el  partido  moderado,  y  por  tanto  Narváez,  una 
crecidísima  mayoria:  apenas  si  vinieron  progresistas,  y  estos  pocos  sin  pres- 
tigio, porque  se  los  llamó  los  consentidos;  es  decir,  los  que  el  Gobierno  había 
dejado  salir.  Madoz,  por  no  sufrir  este  mote  denigrante,  renunció  su  investí- 
dura.  Las  elecciones  las  había  hecho  Sartorius;  pero,  como  suele  acontecer, 
cuando  se  juzgaba  más  segura  la  situación,  sobrevino  su  ruina.  Bravo  Muríllo 
exigió  grandes  economfas  en  el  Presupuesto,  y  los  ministros  de  Guerra,  Ma- 
rina y  Gobernación  pedian  á  su  vez  aumentos  considerables  en  la  dotación 
de  sus  departamentos;  se  planteó  la  crisis  total;  pero  la  Reina  conñrmó  en  el 
poder  á  Narváez,  el  cual  sustituyó  á  Bravo  Muríllo  con  Seijas  Lozano.  Bravo 
Muríllo  al  retirarse  dijo  lúgubremente:  He  perdido  la  fe  y  el  míusiasmo;  las 
cosas  van  de  mal  en  peor.  Seijas  presentó  el  I4  de  Diciembre  el  presupuesto, 
solicitando  autorización  para  que  rigiesen  desde  i.°  de  Enero:  la  mayoría  la 
concedió  sin  dificultad;  pero  en  la  discusión  pronunció  Donoso  Cortés  uno 
de  los  discursos  más  elocuentes  que  dijo  en  su  vida  profetizando  á  la  na- 
ción y  á  la  Corona  los  más  tristes  destinos.  Le  contestó  Martínez  de  la  Rosa, 
el  cual  al  concluir  el  debate  dijo  á  Narváez:  Mi  general,  la  victoria  ka  que- 
dado por  nosotros.  Pues  usted  será  el  que  la  disfrute —  respondió  Narváez  — 
porque  JO  esta  misma  noche  dimito.  Y  así  lo  hizo.  La  Reina  se  opuso;  Pidat  y 
Sartorius  realizaron  inauditos  esfuerzos  para  que  desistiese  de  su  propósito; 
pero  lo  único  que  se  piido  conseguir  de  él  fué  que  aplazase  la  dimisión  hasta 
quedar  autorizado  el  presupuesto. 

Ocurrió  este  año  un  acontecimiento  taurino  de  primera  importancia:  el 
empresario  de  la  Plaza  de  Madrid,  D.  Justo  Hernández,  consiguió  que  Mon- 
tes volviese  á  torear.  El  entusiasmo  de  la  afición  no  tuvo  límites:  se  tributa- 
ron al  glorioso  diestro  inverosímiles  ovaciones;  pero  el  25  de  Julio,  el  toro 
Rumbón,  de  la  ganadería  de  D.  Manuel  de  la  Torre,  cogió  á  Paquiro,  dándole 
una  cornada  en  un  tobillo.  Los  extremos  que  en  Madrid,  en  Cádiz,  en  Sevi- 
lla, ea  casi  toda  Espafia  se  hicieron  por  esta  desgracia,  no  son  para  contados, 
y  trascendió  á  Europa.  El  traje  que  llevaba  Montes  al  ser  cogido  fué  com- 
prado carísimo  para  vestir  su  figura  de  cera  con  toda  propiedad  en  la  famosa 
galería  de  Londres,  al  lado  de  la  del  príncipe  Napoleón  y  de  los  personajes 
más  célebres  de  la  época;  con  la  media  de  seda  rota  y  manchada  de  sangre, 
parece  que  se  quedó  un  lord  inglés.  Montes  curó,  pero  ya  no  volvió  á  torear 
más,  y  los  historiadores  del  toreo  han  fantaseado  mucho  acerca  de  la  fecha 
V  causas  de  su  muerte.  Gómez  Quintana  estableció  documentalmente  que 
vivió  hasta  el  9  de  Mayo  de  18O1,  en  que  falleció  por  efecto  de  unas  calen- 
turas perniciosas,  y  después  de  haber  recibido  los  Santos  Sacramentos. 

AOo  i8¡i.  —  El  10  de  Enero  presentó  Narváez  la  dimisión,  y  el  14  que- 
daba constituido  el  Gabinete  Bravo  Murillo,  que  se  reservó  la  cartera  de  Ha- 
cienda; Beltrán  de  Lis  fué  ministro  de  Estado;  González  Romero,  de  Gracia  y 


(1)    Las  Cortps  <1p  Cádiz  al  trasladar.w  i  Madrid,  instaláronse  r-n  ci  ti"»!")  ilc  los  Caños  del 
Peral  provisionalmenir.  niieinra.í  sp  iw^araba  «I  convento  de  D.'  María  <li'  .-VraKAn.  cuyo  lem- 

Slo.  trazado  por  el  Grcci),  f\\i-  convcrtidii  on  salón  de  si'.siones  donde  ci'li-Uraron  sesirtnell  de 
layo  1)<I4.  Del  20  al  2j  estuvieron  en  D."  María  de  .AraE<Sn.  Kn  iN(4  lospriíreres  en  el  easAn 
del  Retiro,  y  los  procuradores  en  el  convento  del  I-jt[Hritu  Santo,  á  la  sazrtn  meilio  demifdo  por 
un  incendio  que  estalló  en  1K23.  estando  oyendo  misa  en  su  iRlesin  el  dui|ue  de  Angulema. 
Allí  estuvo  el  Congreso  hasta  1K41  c-n  <\\ie.  declarado  ruinoso  el  edificio,  se  trasladó  al  teatro 
délos  Caños.  Por  ley  (7  Marzo  41)  se  ordenó  construir  el  F>alaeia  Iji  Academia  de  San  Feman- 
do, en  concurso  de  proyectos,  preñríó  el  de  D.  \arciso  P.  Colomer.  Se  puso  la  primera  piedra 
(10  Octubre  1M4Í),  durando  la  constmcrión  hasta  este  ano. 


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j20  HISTORIA   DE  ESPAÍ^A 

Justicia;  Artela,  de  Gobernación;  Fernández  Negrete,  de  Comercio  (i);  el  con- 
de de  Mirasol,  de  Guerra,  y  Bastillo,  de  Marina. 

Tres  propósitos  transcendentales  trata  Bravo  Murillo:  i."  £1  arreglo  de 
la  Deuda  pública,  intentado  en  vano  por  Mon  (i>Í45),  Peña  Aguayo  (1846), 
Salamanca  (1847),  Beltráo  de  Lis  (1848),  y  en  el  cual  el  mismo  Bravo  Murillo 
habfa  trabajado  mucho  durante  el  ministerio  Narváez.  No  era  empresa  fácil, 
porque  habfa  que  saber  lo  que  se  debía  (liquidación],  determinar  lo  que  se 
podia  pagar  con  los  recursos  del  Tesoro,  distribuir  esta  suma  entre  los  acree- 
dores de  una  manera  justa,  y  hacerla  aceptar  por  ellos.  2.°  Concluir  con  el 
caudillaje  político  de  los  generales;  y  j.°  Acabar  con  los  abusos  del  parla- 
mentarismo. Con  lo  primero  tenia  que  estar  conforme  todo  el  mundo.  En  lo 
segundo  hablan  de  convenir  también,  no  sólo  los  hombres  civiles,  sino  los 
mismos  militares  ilustrados  y  verdaderamente  amantes  de  su  profesión,  pues 
nada  más  contrario  al  brillo  y  al  honor  del  Ejército  que  el  pretor iaHisnto,  ó 
sea  su  intervención  sistemática  en  el  Gobierno  por  medio  de  rebeliones  ó 
pronunciamientos,  y  en  esto  es  precisamente  en  lo  que  se  funda  el  caudi- 
llaje militar.  Los  generales,  por  serlo,  son  personajes  políticos  de  primera  im- 
portancia, no  por  sus  cualidades  de  ciudadano,  sino  por  el  temor  que  inspi- 
ran cuando  están  en  el  Gobierno  á  los  que  tratan  de  sublevarse,  y  cuando 
no  lo  están,  al  Gobierno  mismo  y  á  cuantos  apetecen  la  pública  tranquilidad. 
A  la  cotización  de  ese  temor  es  á  lo  que  se  llama  prestigio  de  los  gemeraUs  en 
los  pueblos  sometidos  á  ese  régimen  funesto  y  envilecedor;  del  general  á 
quien  se  teme  mucho  se  dice  que  tiene  tHucho prestigio,  y  del  que  sólo  es  algo 
temible,  que  tiene  algún  prestigio.  El  tercero  de  los  propósitos  de  Bravo  Mu- 
rillo ya  era  más  discutible;  porque  la  locución  abusos  del  parlamentarismo 
tiene  distinto  significado  según  las  opiniones  de  cada  cuaU  para  los  absolu- 
tistas, todo  en  el  parlamentarismo  es  abuso,  y  para  otros,  en  cambio,  muy 
afectos  al  sistema  parlamentario  apenas  si  hay  abusos  en  él,  ó  los  que  hay 
son  inevitables,  y  siempre  menores  que  los  ofrecidos  por  otro  cualquier  ré- 
gimen de  gobierno. 

Bravo  Murillo  era  de  la  extrema  derecha  del  partido  moderado;  muy 
gubernamental,  ó  sea  convencido  de  <iue  la  felicidad  de  los  pueblos  depende 
más  de  la  autoridad  y  estabilidad  de  los  Gobiernos  que  de  las  garantías  poli- 
ticas  ó  libertades,  y,  por  tanto,  vela  abusos  del  parlamentarismo  donde  los 
partidarios  del  sistema  parlamentario  sólo  ven  su  recto  ejercicio.  Por  ejem- 
plo, para  él  era  un  abuso  que  las  sesiones  de  Cortes  fueran  públicas  y  que  el 
Congreso  eligiese  su  presidente,  puntos  ambos  considerados  por  los  parla- 
mentaristas  como  esenciales  del  régimen.  Conviene  advertir  que  esta  ten- 
dencia antiparlamentaria  de  que  á  la  sazón  participaban  muchos  modera- 
dos —  el  principal  y  más  extremoso,  Donoso  Cortés — estaba  fuertemente 
apoyada  por  el  terror  inspirado  á  las  clases  conservadoras  por  la  revolución 
del  48  y  por  el  ejemplo  de  Francia.  Este  año  fué  pnra  la  nación  vecina  el  de 
la  lucha  entre  la  Asamblea  legislativa,  siempre  dominada  por  el  partido  del 
orden,  y  el  Príncipe-Presidente  que  iba  preparando  la  restauración  del  Impe- 
rio, bipartido  del  orden,  aunque  formado  por  parlamentarios  y  siendo  su  ins- 
trumento político  una  asamblea  de  esta  clase,  no  dejaba  de  clamar  contra  los 
abusos  del  parlamentarismo  que  hablan  perdido  á  Luis  Felipe,  y  el  Príncipe 
señalaba  en  la  asamblea  la  continuación  de  aquel  régimen  corruptor  que  tan 
fatal  habfa  sido  á  la  monarquía  de  1830,  anunciándose  como  el  restaurador 
de  un  poder  personal  fundado  en  el  amor  del  pueblo,  y  con  acción  eficaz  en 


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HISTORIA   DE  ESPAÑA  721 

bvor  del  pueblo  mismo.  Asi  se  hizo  paladín  del  sufragio  universal  para  ga- 
narse la  voluntad  de  los  millones  de  obreros  privados  de  votos  por  la  ley 
de  31  de  ?|Iayo  del  año  anterior,  y  del  plebiscito  ó  elección  directa  por  la  mul- 
titud para  evitar  el  intermediario  del  Parlamento.  Desenlace  <te  esta  lucha  fué 
el  golpe  de  Estado  de  2  de  Diciembre,  por  et  cual  fué  disuetta  la  Asamblea  y 
puesta  la  nación  bajo  el  poder  personal  del  Presidente. 

El  3  de  Abril  empezó  en  el  Congreso  la  discusión  sobre  el  proyecto  de 
arreglo  de  la  Deuda.  El  5  hablóencontraD.  Alejandro  Mon,  y  le  contestó  Bra- 
vo Murillo.  Las  oposiciones  querían  que  se  suspendiese  la  sesión  por  haber 
transcurrido  las  horas  reglamentarias,  y  el  Gobierno,  que  se  prorrogase:  hubo 
votación  nominal,  y  con  asombro  de  toda  la  cámara,  Fernández  Negrete,  el 
ministro  de  Comercio,  dijo  No;  es  decir,  votó  con  la  oposición  desde  el  banco 
azul  (i).  Armóse  indescriptible  confusión,  y  el  Gobierno  disolvió  las  Cortes 
(10  Abril).  Reunidas  las  nuevas  (i.°  Junio),  en  i."  de  Agosto  fué  promulgada 
la  ley.  Hizose  también  la  de  Contabilidad,  y  este  Gobierno  fué  el  primero 
en  publicar  las  Cuentas  generales  del  Estado.  Emprendiéronse  la  obra  gigan- 
tesca del  Canal  de  Isabel  II  y  la  de  las  fortificaciones  de  Mahón.  Dióse  gran 
impulso  á  la  construcción  de  ferrocarriles.  Era  ya  una  vergüenza  nuestro 
atraso  en  la  materia:  solo  teníamos  la  linea  de  ^rcelona  á  Mataró.  En  este 
año  se  inauguró  la  de  Madrid  á  Aranjuez  (9  Febrero),  empezaron  las  de  Bar- 
celona á  Molins  del  Rey,  de  Madrid  á  Irún,  de  Aranjuez  á  Almansa  y  de 
Alar  á  Santander,  y  se  dictaron  múltiples  disposiciones  desarrollando  la  ley 
de  20  de  Febrero  de!  año  anterior,  obra  también  de  Bravo  Murillo.  (Reales 
Decretos  6  Agosto  y  19  Diciembre.  Reales  Ordenes  21  y  33  Junio  y  15  Di- 
ciembre). £1  16  de  Mayo  se  firmó  en  Madrid  el  concordato  con  la  Santa 
Sede:  se  publicó  en  La  Gaceta  el  12  de  Mayo,  y  fué  discutido  en  el  Senado 
(Junio),  ho  firmó  Beltrán  de  Lis,  pero  había  sido  redactado,  con  monseñor 
Brunelli,  por  el  Sr.  Pidal  en  virtud  de  la  autorización  cODcedida  por  ley  de 
9  de  Mayo  de  1849  (2). 

Con  los  generales  chocó  muy  pronto  Bravo  Murillo.  No  bien  se  propuso 
en  Consejo  de  Ministros  una  combinación  de  altos  cargos  de  la  milicia,  el 
conde  de  Mirasol  dimitió,  y  habiendo  sido  reemplazado  por  e!  general  Ler- 
sundi  (3),  que  se  prestó  á  firmarla,  O'Donnell,  director  general  de  Infantería, 
escribió  al  Ministro  de  la  Guerra  una  carta  irrespetuosísima.  Bravo  Morillo 
no  tuvo  en  aquel  momento  la  energía  que  era  indispensable  á  sus  propósitos 
de  dominar  el  militarismo:  en  vez  de  imponer  un  correctivo  al  genera]  insu- 
bordinado, convocó  á  todos  los  generales  directores  de  las  Armas  y  al  presi- 
dente del  Tribunal  de  Guerra  y  Marina,  sometiendo  á  su  deliberación  lo  que 
procedía,  que  era  bien  claro,  y  en  dimes  y  diretes  se  pasó  el  tiempo  hasta 
que  D.  Leopoldo  hizo  dimisión.  Quiso  también  castigar  al  duque  de  Sotoma- 
yor,  embajador  en  Paris,  por  el  recibimiento  dispensado  en  esta  capital  á 
Narváez,  que  fué  como  de  príncipe  reinante,  y,  en  efecto,  fué  rfelevado  el  em- 
bajador; pero  sólo  sirvió  eso  para  que  Napoleón  extremase  sus  obsequios  á 
Narváez  y  á  los  duques  de  Sotomayor,  que  por  él  hablan  padecido.  £n  el  ex- 
tranjero era  muy  grande  el  prestigio  del  duque  de  Valencia. 

Este  año  de  1851  nació  la  infanta  D.*  María  Isabel,  primogénita  de  la 

(1)  Según  explicó  luego  Negrete,  su  famoso  No  fué  debido  i  que  varios  (Uputados  de 
opoñción  gritaron  que  el  Gobierno  Cjueria  llevar  la  discusión  á  paso  de  carga  para  favorecer  el 
éícilo  de  una  jugada  de  Bolsa,  y  él  dijo  No  para  desvanecer  esta  calumnia. 

(¿)    Véase  El   inlUíerica/iiBio  y  ¡as  ürátnu  riiifiosas,  por  MSximo.  Madrid,  1908. 

(j)    D.FrandscoLereundiy  Ormaechea  nació  en  Valencia  (i8  Enero  1817).  Hiio  la  guerra 
de  los  siete  años,  y  fué  de  segundo  jefe  en  la  expedición  de  Roma.  Era  teniente  general  des- 
de 1852. 
Sdodo,  HISTORIA  DE  España 


D,g,t7cdb/Googrc 


104.  Caballero 


lOa.Roialca 

107.  RauHa  de  Cutro 

108.  Forlnay 

(1836 -ISTJ). 

(IBJ7-18351. 

(I8ÍS-I87*). 

Etpaflolcs  llnatre*  contemportoeos. 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


BISTOKIA   DE  ESPaRa  723 

Reina  (20  Oiciembre).  En  5  de  Mayo  presentó  la  Comisión  de  Códigos  al  Go> 
bierno  el  Proyecto  de  Código  civil  que  no  se  atrevió  el  segundo  á  poner  en 
vigor,  sometiéndola  á  informe  de  tos  tribunales  y  examen  de  la  opinión  pu- 
blica ilustrada  (1).  En  la  esfera  ñlosóñca,  mientras  que  la  derecha  aplaudía 
en  parte  y  en  parte  rechazaba  por  extremado  en  sus  tendencias  tradiciona- 
listas  el  Ensayo  sobre  el  catolicismo,  el  liberalismo  y  el  socialismo,  de  Donoso 
Cortés,  uno  de  los  pocos  libros  españoles  del  siglo  xix  que  tuvieron  verda- 
dera resonancia  europea  y  provocó  polémicas  en  Francia  y  en  Italia,  la  mo- 
derna filosofía  alemana  itá  sentando  en  España  sus  reales.  Contero  Ramírez, 
catedrático  de  MetaHsica  en  la  Universidad  de  Sevilla,  explicó  el  sistema  de 
Hcgel  (2);  D.  Francisco  Pf  Margall  publicó  la  Historia  de  la  Pintitra  espanta, 
A  que  se  suscribieron  varios  obispos,  los  cuales,  escandalizados  al  ver  que 
en  el  libro  no  se  historiaba  la  pintura,  sino  que  se  criticaba  acerbamente  la 
religión  cristiana  desde  el  punto  de  vista  filosófico-histórico  hegeliano,  no 
sólo  dejaron  la  suscripción,  sino  que  condenaron  la  obra,  y  el  Gobierno  la 
mandó  recoger  y  quemar  por  la  policía  (3);  D.  Miguel  López  Martínez,  lirec- 
tor  de  un  periódico  moderado,  dio  á  luz  Armonía  del  natndo  social  tn  sus 
tres  fases:  la  humanidad,  la  sociedad  y  la  civiliaaciÓH  (4),  tratando  nada 
menos  que  de  poner  de  acuerdo  el  dogma  católico  con  el  panteísmo;  D.  Ru- 
perto Navarro  Zamorano  tradujo  al  castellano  el  Curso  de  Derecho  Natural  ó 
Filosofía  del  Derecho,  de  Arhens  (5),  de  que  se  han  hecho  después  mu- 

(1)  Ilpstlo  tSi2  se  venía  procutamlo  rpaltiar  la  unitlail  Ic't'i.slaliva  on  el  orden  civil  por  la 
publicación  <le  un  Código  que<  como  <^l  dr  Napoleón  en  Francia,  fuese  aplicable  á  lodas  la.s 
provincias:  era  la  úlea  di'  la  exutta  fitgssjica  dtl  jigle  XVlil  ijuc  Francia  había  infundído  en 
(odas  las  naciones.  Kl  ¡iroyeclo  de  l8ji  sif.'nifica  entre  nosotros  la  última  tentativa  en  esle  sen- 
tido; |>en)  at  publicarse  haliia  trascendido  ya  ta  doctrina  de  havigtü  (escuela  histirica),  set>ún  la 
cual,  el  legislador  debe  respetar  el  derecho  creado  espontáneamente  por  la  sociedad  en  el  pro- 
i-esK  de  los  siglos.  En  estos  principios  basibansc  catalanes,  aragoneses  y  nai'anos  para  defen- 
■ier  su  Dereclio  tradicional.  Por  eso  temió  el  Gobierno,  y  no  puso  en  rigor  el  proycrto.  Con 
i'sle  presentó  la  Comisión  una  obra  doctrinal  de  su  presidente.  I).  Florencio  García  Goyena. 
titulada  Cttlciirddnciai,mativ<iiyciiiitentariiitdelCódi)ii/cÍviieipitñe¡,n\iese  publicó  en  ittjz  (4 
tomos  en  4.°),  y  igue  es,  á  nuestro  juicio,  el  mejor  tratado  de  Derecho  Civil  que  ha  visto  la  Iu7 
en  Elspaña  en  la  época  moderna. 

(2)  No  escribió  nada.  Su  programa  M-  publicado  por  Cerro,  discípulo  suvo,  en  la  RevUta 
de  ¡Hstmedén  Füblica. 

(3)  Lo  más  sustancial  de  la  Hiiloria  dt  la  Pátitara  está  reproducido  con  el  titulo  de  £1- 
ludUi  lebu  lo  Edad  Media  en  ia  Sii/ifleca  l/nk/erial  {1»';  \¡. 

(4)  Tomo  en  4.°,  30^  pi^-ínas.  Madrid,  185 
jí)    I,a  edición  pn'nct[)e  es  de  Bruselas —  il  ,.. 

capitulo  dedicado  á  la  Religión,  fiorque,  romo  dice  el  ir 
leria  grande  i-Kpmdentia  difundirle.  • 

{E.yflicación  de  ¡a  lámina  anieriír.) 

EopaAolcí  Uuatres  contení  poráneos.  — tOO.  Muacl  Rnlt  Zorrilbi,  presidente  del  Consto  de 
Minislrm  de  Don  Amadeo  I;  hizo»  luego  republicano  revolucionario,  expatriindose  (18M-IB95).  ~ 
101.  Josí  María  de  Peted*.  novelista  regional  y  estilista  meritlsima,  maestro  en  la  pintora  del  paisaje. 
Pefítu  Arriba.  Solüeza  y  otras  muchas  son  primorosas  narraciones.  Nació  en  Polanco  {1834-1903).— 
lOt.  OMpor  NúAei  de  Arce,  gran  poeta  Ifrico.  atildado  y  grandilocuente,  cuya  obra  nub  celebrada  es  el 
W/fo.  Como  dramaturgo,  £(  J»>2  de  leAa  es  muy  elogiado  por  los  doctos.  Nadóen  Vi1ladolid(lBM-t>W4). 
—  103.  Federico  Soler  (Serail  Pitarra),  tamosoy  aplaudido  autor  cómico  catalán,  de  vena  regocijada  y 
fresca  y  aguda  observación  crllica  en  la  pintura  de  sus  personajes  tlB3;  <  I89S).  —104.  Manuel  Perdández 
Caballero,  inspirado  y  papularisímo  maestro  compositor,  natural  de  Murcia  (IBIS  ■  190S).  -  IOS.  QtBtavo 
Adolfo  BÍCWMr,  poela  lírico  y  brillante  prosista.  Sus  ffímiij  forman  su  corona  inniarcesible.  Erase- 
villano  (1836  ■  1870).  -  IOS.  Eduardo  Rosales,  malogrado  pintor  i  quien  dio  justa  celebridad  su  cuadro 
El  TnlamíBlo  de  Isabel  la  CaiiUca  (1836  -  1BT3).  - 107.  Rocalla  Castro  de  Murgnia,  ilustre  poetisa 
gallega  y  novelista,  muy  eslimada  y  popular  en  aquella  región  por  la  delicadeza  y  sentimiento  de  su  estilo 
41817  -  IS35).  -  lOe.  MarlMO  Joat  María  Foi  toa;,  insigne  y  malogrado  pintor  nacido  en  Reus,  autor  del 
ctlebre cuadro  ¿a  Virar/a  (1S3B- IS74). 


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724  HISTOBIA  DE  ESPAÑA 

chas  verúones  y  ediciones,  siendo  uno  de  los  libros  que  más  han  infiuldo  en 
el  pensamiento  de  la  juventud  dedicada  á  la  carrera  de  leyes;  es  decir,  de 
la  inmensa  mayoría  de  la  juventud  intelectual  española,  y  la  que  ha  dado  más 
hombres  á  la  política;  finalmente,  Sanz  del  Rio,  ya  «con  la  convicción  íntima 
y  completa  de  la  verdad  de  la  doctrina  de  Krausse»  (i),  era  propagandista 
activísimo  de  este  sistema,  y  se  creaba  para  él  en  el  Doctorado  de  Filosofía 
y  Letras  la  cátedra  de  Ampliación  <U  la  Filosofía  y  su  historia. 

Pasando  á  esferas  más  amenas,  se  debe  apuntar  que  en  1851  publicó 
Campoaroor  su  poema  Colón,  en  que  hay  bellísimos  trozos  descriptivos;  pero 
también  algunos,  inspirados  en  t\flosofismo  alemán,  que  se  iba  poniendo  á  la 
moda,  ridiculos  y  estrafalarios,  como  el  que  cita  Menéndez  Pelayo  (2)  calili- 
cándolo  donosamente  de  «inverosímiles  octavas  que  parecen  un  trozo  de 
programa  schellingiano>: 

Del  mondo,  d  honibie  j  Dios,  tal  es  la  ciencia; 
la  creación,  el  K>  brota  inñamada; 
el  K)  ea  on  Dios  de  limitada  esencia. 
Dios  es  un  Kir  de  ecencia  ilimitada. .. 


¡Cuánto  más  bonito  es  el  Liiro  de  los  Cantares  de  Antonio  de  Trueba  (3), 
que  también  salió  á  luz  este  añol  <No  pueden  darse  todas  esas  filosofías  del 
Yo  por  el  cantar  de  La  Perejilera} 

Al  salir  el  sol  dorado 

cogiendo,  niña,  en  ta  huerto 

mlitilas  de  perejil. 

Para  «ene  mis  de  cerca 

en  el  haerto  me  metí, 

;  sabrás  qae  eché  de  meno» 

mi  corazón  al  salir. 

Tú  debiste  de  encontrarle, 

que  en  el  huerto  lo  perdí. 

iDámtta,  fmjiUm, 

que  te  Ib  venga  á  ptJirl 

Uno  de  los  jóvenes  literatos  protegidos  por  el  conde  de  San  Luís  alcan- 
zó este  año  de  un  glorioso  salto  el  puesto  preeminente  en  ta  literatura  es- 
pañola, que  no  había  de  perder  nunca  á  pesar  de  las  posteriores  veleidades 
de  su  carácter  y  de  su  fortuna:  tal  fué  D.  Adelardo  López  de  Ayala  (4),  que 


{1)    Carta  suya  á  D.  José  de  la  RevilU,  publicada  en  sus  Carlas  inédUat,  Madrid  2Sjs 
(aunque  no  lleva  fecha).  Las  publicó  D.  Manuel,  el  críüco,  hijo  de  D.  José. 
ii)    HeUrodexos,  III,  pig.  713. 

(3)  Nadó  en  Monlellano,  feligresía  de  Galdames  —  Encartaciones  de  Viicaya  —  {24  Di- 
dembre  1S19,  según  su  partida  de  bautismo,  un  año  ó  dos  antes,  según  dedaró  él  en  Notas  au- 
/íjiía,frij;fíaíi  publicadas  en  La  Ilustración  Española  y  .ÍjHíriVijHo  (del  30  Enero  1889).  Sus  padres, 
pobres  aldeanos,  enviáronle,  cuando  tenia  quince  años,  á  Madrid,  á  servir  en  una  feíretería  de 
la  calle  de  Toledo.  Allí,  mientras  que  honradamente  se  ganaba  el  sustento  sin  pensar  en  rebel- 
días ni  en  bohemias,  se  fué  desarrollando  su  ingenio,  y  desde  1S45  empezó  á  mandar  versos  á 
los  periódicos  con  la  firma  de  Antón  el  dt  ¡ei  tfantarts.  El  éxito  de  El  Libra  de  let  Camlareí  fué 
extraordinario:  ocho  ediciones  en  muy  poco  tiempo,  traducdones  extranjeras  y  catalanas,  etc.. 
En  185J  entró  Tnieba  en  la  redacciónde  La  Correifianiüncia,  y  allí  estuvo  nueve  años. 

(4)  Nació  en  Guailalcanal,  de  la  provinda  de  Sevilla  (i."  Mayo  1828).  Estudió  I^eyes  en 
Sevilla.  Vino  4  Madrid,  ivido  de  gloria,  y  el  Conde  de  San  Luis  le  colocó  en  Gobernación, 
á  pesar  de  lo  cual  se  dijo  que  en  Zas  Cemuneros,  laizuela  representada  en  1855,  Satiriió  i  lai 
patacos:  tal  vei  quiso  satitiiar  á  los  políticos  en  general,  que  son  todos  más  ó  menos  paíatat,  y 
los  progresistas  tan  petatat  ó  más  que  el  Conde,  quisieron  ver  una  caricatura  de  éste.  Ea  su 
niñez  y  adolescencia  había  fscrito  Ayala  varías  piececitas:  iaiga  par  donde  laiUre,  Me  vají  i  Se- 
tálla.  La  carona  y  il  tunal.  Las  des  Guvnancí,  La  Frovideníia,  etc. 


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DS  ESPAÑA  725 


el  25  de  Enero  estrenó  Uk  hombredt  Estado,  trágica  y  hondamente  filosóñca 
historia  de  D.  Rodrigo  Calderón,  el  valido  del  duque  de  Lerma.  Poco  hizo 
Ayala  posteriormente  comparable  á  su  primera  portentosa  revelación.  En 
aquella  misma  temporada  hizo  representar  Castigo  y  Peráótt  y  Los  dos  Gne- 
manes,  frutos  insignificantes  é  insípidos  de  su  extraordinario  ingenio:  el  pú- 
blico no  hizo  caso  de  estas  dos  piezas.  Bien  es  verdad  que  en  el  verdadero 
público,  en  el  público  grande  que  }u^a  por  sf  mismo  y  no  se  deja  guiar  por 
ios  críticos,  Uh  hombre  de  Estado  tuvo  menos  resonancia  que  Flor  de  un  día, 
la  primera  obra  de  D.  Francisco  Camprodón,  el  gran  éxito  de  taquilla,  y  de 
lo  que  no  es  de  taquilla,  en  185 1.  jQué  español  no  oyó,  y  hasta  no  aprendió 
de  memoria  todo  aquello  de 


[Bello  paii  debe  lei 


Año  i8¡2.  —  El  2  de  Febrero  salió  la  Reina  á  dar  gracias  por  su  feliz 
alumbramiento,  primero  á  la  Capilla  Real,  y  después  debfa  ir  á  la  basílica  de 
Atocha;  pero  al  recorrer  las  galerías  de  Palacio,  concluida  la  función  religiosa 
en  la  capilla,  adelantóse  un  clérigo  que  hizo  ademán  de  arrodillarse  como  si 
fuese  á  entregarle  un  memorial,  mas  fué  para  clavarle  un  puñal  en  el  pe- 
cho. Era  el  regicida  D.  Martfn  Merino,  de  algo  más  de  sesenta  años,  más  bien 
alto  que  bajo,  demacrado,  enfermo  del  estómago  y  del  hfgado.  Había  sido  en 
su  juventud  profeso  franciscano  en  el  convento  de  Nalda  (provincia  de  Lo- 
groño), de  donde  se  escapó,  dejando  escrito  al  provincial  que  se  quedara  con 
su  rebaño  y  que  él  iba  á  ver  si  era  en  el  mundo  un  gran  político  ú  otro  Lu- 
tero.  Del  20  al  23  fué  de  los  más  furibundos  exaltados,  y  en  alguno  de  los 
motines  de  aquel  periodo  amenazó  de  muerte  á  Femando  VII.  ]^igrado  en 
Francia,  estuvo  de  teniente  cura  en  un  puebledllo  inmediato  á  Burdeos;  vi- 
vía sin  familia,  con  una  criada,  en  la  casa  núm.  2  del  callejón  del  Inñerno, 
hoy  Arco  de  Triunfo.  Era  hombre  de  cultura  clásica,  y  se  conserva  de  él  un 
ejemplar  de  Horacio  en  cuya  mateen  escribió  de  su  puño  y  letra  que  no  hay 
en  la  Biblia  pasaje  tan  hermoso  como  el  acotado.  Mostró  cínica  entereza,  ora 
lamentándose  de  no  habérsele  ocurrido  emponzoñar  el  puñal,  ora  advirttendo 
al  obispo  Cascallana  eu  la  tremenda  ceremonia  de  la  d^radación  canónica 
ligeras  faltas  del  ceremoDial.  Confesó  no  tener  cómplices,  ni  agravios  per- 
sonales de  Isabel  II,  sino  odio  á  los  reyes  y  á  todo  Gobierno.  Su  proceso  se 
llevó  tan  por  la  posta,  que  el  día  3  fué  condenado  por  el  juez  de  primera 
instancia,  el  5,  confirmada  la  sentencia  por  la  Audiencia  y  el  7  ahorcado. 
O  deseo  de  evitar  que  los  restos  de  Merino  fuesen  objeto  de  algún  supersti- 
cioso y  tenebroso  culto,  ó  la  excitación  causada  por  el  atentado,  es  el  hecho 
que  se  hizo  desaparecer,  no  sólo  los  instrumentos  del  delito,  sino  el  mismo 
cuerpo  del  regicida,  quemándolo  y  revolviendo  con  la  tierra  las  cenizas. 
En  acción  de  gracias  por  haber  salido  bien  la  Reina  del  crimen  fué  edificado 
el  Hospital  de  la  Princesa. 

El, Gobierno  tuvo  cerradas  las  Cortes  hasta  i."  de  Diciembre.  En  Fran- 
cia fué  promulgada  (14  Enero)  la  nueva  Constitución,  en  virtud  de  la  cual  el 
Presidente  de  la  República,  elegido  por  diez  años,  y  sólo  responsable  ante 
el  pueblo,  tenía  todas  las  facultades  de  un  soberano  absoluto,  ayudado  por 
tres  cuerpos  deliberantes:  el  Senado,  compuesto  de  senadores  por  dere- 
cho propio  y  otros  nombrados  por  cl  Presidente,  y  cuyas  sesiones  eran  se- 
cretas; el  Cuerpo  Legislativo,  cuya  Mesa  nombraba  el  Presidente,  y  de  cu- 
inque  públicas,  no  habfa  de  imprimirse  más  que  un  lige- 


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726  HISTORIA   DE  ESPAÑA 

ro  extracto,  y  el  Consejo  de  Estado.  Completaron  el  sistema  un  decreto 
(17  Febrero)  reprimiendo  la  Prensa,  y  un  Senado-consulto  (20  Diciembre) 
restringiendo  la  facultad  del  Cuerpo  Legislativo  respecto  del  presupuesto. 
Cuando  se  dio  esta  segunda  ley  ya  el  Presidente  habla  sido  coaveitido  en  el 
emperador  Napoleón  III  (2  Diciembre)  en  virtud  del  plebiscito  de  20  de  No- 
viembre. Es  indudable  que  esta  marcha  de  la  política  francesa  animó  á  Bravo 
Murillo  en  sus  propósitos  contra  los  que  consideraba  él  abusos  del  parla- 
tHfniarismo,  y  que  en  au  proyecto  de  reforma  constitucional  habla  mucho 
de  la  Constitución  napoleónica  de  14  de  Febrero;  pero  Napoleón  III  tenia 
sólida  base  de  opinión  para  atreverse  á  cuanto  quisiera:  i."  £u  la  disciplina 
del  ejército  francés,  ó  mejor  dicho,  en  su  entusiasmo,  porque  lo  sentía  al 
verse  acaudillado  por  un  sobrino  de  Napoleón  el  grande.  Repetíase,  á  lasazón 
y  al  cabo  de  los  siglos  el  caso  de  las  legiones  romanas  adictas  á  Octavio 
Augusto  sólo  por  ser  sobrino  de  César.  2°  En  la  adhesión  de  los  obreros, 
que,  desilusionados  del  ensayo  socialista  del  48  y  enojados  con  los  partidos 
medios  por  haberles  quitado  el  voto  electoral,  habían  puesto  todas  sus  espe- 
ranzas en  el  Emperador.  3.°  En  el  miedo  de  la  clase  media  rica  á  las  ex- 
plosiones socialistas,  figurándose  los  burgueses  que  Napoleón  era  el  único 
capaz  de  evitarlas  por  su  mismo  prestigio  con  los  obreros;  y  4.°  En  el  senti- 
miento monárquico,  que,  no  pudiendo  satisfacerse  con  los  representantes 
de  la  dinastía  antigua  por  la  división  de  legitimistas  y  orleanistas,  lo  buscaba 
en  el  descendiente  de  aquel  guerrero,  tan  odiado  por  muchos  en  su  tiempo; 
pero  cuya  gloría  habla  llegado  á  ser  vanidad  común  de  los  franceses.  Todo 
esto  desataba  corrientes  caudalosas  é  impetuosas  de  fuerza  política  que  con- 
fluían en  el  tronoimperial.  Nada  semejante  había  en  España.  Bravo  Murillo  era 
un  buen  señor,  un  hacendista  muy  estimable,  y,  como  tal,  más  bien  impopular 
que  popular,  pues  no  hay  memoria  de  que  ningún  político  de  su  clase  haya 
sido  lo  último  jamás.  Tenía  razón  en  abominar  del  militarismo  político;  pero 
su  punto  de  vista  no  era  compartido  en  España,  sino  por  contadistmas  per- 
sonas de  la  aristocracia  intelectual:  para  la  inmensa  mayoría  de  los  espa- 
ñoles, lo  mismo  militares  que  paisanos,  era  cosa  natural  que  los  generales 
mandaran,  y  la  oficialidad,  criada  y  galardonada  en  los  pronunciamientos  y 
guerras  civiles,  no  sentía  la  repugnancia  que  él  por  esas  cosas.  En  suma,  que 
no  habfa  opinión  para  lo  que  intentaba.  El  pueblo  indiferente  no  distinguía 
entre  los  prohombres;  los  carlistas,  vefan  en  Bravo  Murillo  un  ministro 
de  Isabel  II  como  cualquiera  otro;  los  católicos  tradición  a  lis  tas  considerá- 
banle como  un  ecléctico  que  no  iba  á  la  raíz  del  mal  y  se  contentaba  con  cor- 
tar las  ramas;  para  los  moderados  era  un  personaje  que  quería  alzarse  con  la 
jefatura  del  partido;  para  los  progresistas,  un  reaccionario  insoportable. 

Cuanto  más  se  reflexiona  sobre  las  circunstancias  de  1852,  más  se  con- 
vence el  ánimo  de  que  Bravo  Murillo  no  tuvo  nunca  probabilidad  ninguna  de 
salir  airoso  con  sus  intentos,  En  cuanto  leyó  el  proyecto  de  reforma  en  Con- 
sejo de  ministros  dimitió  Armero  (3  Mayo).  Le  siguió  Miraflores  (9  Agosto). 
La  reina  Cristina  se  le  puso  enfrente.  Los  generales  {Narváez,  0"Donnelt, 
Concha,  etc.)  se  coligaron  para  derribar  it/  abogado,  así  le  llamaban,  y  si  no 
cae  pronto,  antes  hubiéramos  tenido  la  vUalvarada.  Coligáronse  igualmente, 
progresistas  y  moderados.  Reunidas  las  Cortes  (1.°  Diciembre),  fué  derrotado 
el  Gobierno  en  la  elección  de  presidente;  la  Reina  concedió  á  Bravo  Murillo 

(Eif!Íc<ici¿«  dt  la  lámina  CVll.) 

HISTORIA  DEL  TRAlE-  -  Trajo  etpaflOIeR  del  rigió  XI.X  -  I.  Traje  de  pisco,  ISU.  - 
I.Trije  dr  casi.  —  3.  Traje  de  visita  (este  y  el  Interior  pertencctn  al  mes  de  Méjo  de  IBÍ1|,  —  *.  Traje  de 
curie  (Febrero  1BS4).  —  y.  Tri¡es  de  nifim  del  mes  de  Febrera  de  1B5S. 


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t  Civilización  Española 


HISTORIA  DEL  TRAJE.  -Trmjíi  dd  rielo  XIX.    i ,  GoOt^Ic 


728  HISTORIA  DE   ESPAÑA 

el  decreto  de  disolución,  y  con  éste  se  publicó  el  proyecto  de  reforma  cons- 
titucional. Contenía  el  proyecto  algunas  cosas  que  luego  han  sido  aceptadas 
»Q  diñcultad;  v.  gr.,  los  senadores  por  derecho  propio,  y  que  los  tribunales 
interviniesen  en  la  aprobación  de  actas;  otras  pueriles:  por  ejemplo,  el  cam- 
biar la  locución  <ta  potestad  de  hacer  las  leyes  reside  en  las  Cortes  con  el 
Rey>,  por  esta  otra:  «el  Rey  ejerce  con  las  Cortes  la  potestad  de  hacer  las 
leyes>;  otras  innecesarias  y  provocadoras  de  peligrosas  discusiones,  como 
el  añadir  á  la  declaración  de  que  la  religión  de  la  nación  es  la  católica  el  ad- 
verbio txclusK;ame»te,  y  otras  que  iban  directamente  contra  el  régimen  parla- 
mentario; como  que  la  Corona  nombrara^la  Mesa  del  Congreso,  que  las  sesio- 
nes fuesen  i  puerta  cerrada,  y  que  el  Rey  pudiese  legislar  por  si  mismo  en 
casos  urgentes. 

La  oposición  fué  formidable:  moderados  y  progresistas  publicaron  sen- 
dos maniñestos  de  protesta;  hasta  el  marqués  de  Pidal  dijo  de  la  reforma  que 
significaba  *la  anulación  completa  del  sistema  constitucional  y  socavaba  el 
cimiento  del  trono  de  nuestra  Reina».  Doña  María  Cristina  influyó  decisiva- 
mente en  el  ánimo  de  su  bija,  y  por  resultas  de  todo  el  13  de  Septiembre 
presentó  ta  dimisión  el  Ministerio,  y  el  15  era  nombrado  otro,  presidido  por 
el  general  Roncali  (i),  en  que  entraron  otros  dos  generales:  Mirasol  (2)  y 
Lara. 

A^o  1853. — Tanto  el  Gabinete  Roncali,  que  duró  hasta  el  14  de  Abril, 
como  el  presidido  por  Lersundi, que  lo  fué  hasta  el  iQdeSeptiembre,  tuvie- 
ron por  objetivo  político  romper  ta  coalición  de  generales  y  de  progresistas 
y  moderados  formada  contra  Bravo  MuriIIo;  pero  la  coalición  siguió  toman- 
do por  pretexto  que  Roncali  en  su  prc^rama  ministerial,  lejos  de  manifes- 
tarse opuesto  á  la  reforma  de  su  antecesor,  anunció  que  la  modiñcarfa,  y  que 
Lersundi  no  contradijo  esta  declaración.  Realmente  habla  en  ambos  Gabine- 
tes sendos  prohombres  que  profesaban  respecto  de  los  generales  la  misma 
doctrina  que  Bravo  Muriilo:  D.  Antonio  Benavides,  ministro  de  la  Goberna- 
ción con  Roncali,  y  D.  Pedro  Egaña,  que  lo  fué  con  Lersundi.  Pudieron  creer 
pues  Narváez,  O'OoDnell,  Coocha,  etc.,  que  la  idea  de  anularlos  politica- 
mente persistía  por  estar  arraigada  en  Palacio.  Doita  Isabel,  en  efecto,  habla 
sostenido  hasta  el  último  extremo  á  Bravo  Muríllo;  D.  Francisco  de  Asís  se 
juzgaba  incompatible  con  Narváez,  y  á  la  misma  doña  María  Cristina  lo  que 
la  habla  impulsado  á  influir  para  la  calda  de  Bravo  fué  el  peligro  inminente 
que  vio,  y  existia,  en  efecto,  de  un  pronunciamiento;  pero  en  cuanto  á  que  el 
Gobierno  no  estuviera  en  manos  de  caudillos  militares  sostenidos  en  el  Po- 
der por  las  bayonetas  de  los  soldados,  y  no  por  la  conñanza  de  la  Corona  y 
de  las  Cortes,  tenía  que  estar  conlorme  doña  Cristina.  Para  ver  si  se  rompía 
la  coalición  se  dio  entrada  en  el  Gabitiete  Lersundi  á  D.  Agustín  Esteban  Co- 
llantes,  de  la  fracción  de  Sartorius,  conde  de  San  Luis,  una  de  las  coaligadas; 
pero  ni  por  esas.  Entonces  se  conflríó  el  Poder  al  mismo  conde  de  San  Luis 
(19  Septiembre),  el  cual  se  reservó  la  cartera  de  Gobernación,  dio  la  de  Esta- 
do á  D,  Ángel  Calderón  de  la  Barca,  la  de  Gracia  y  Justida  al  marqués  de 
Gerona,  la  de  Guerra  el  General  Blascr  (3),  Marina  al  marqués  de  Mollns, 
confirmó  en  Fomento  á  Esteban  Collantes,  y  dio  la  de  Hacienda  al  pri^esis- 
ta  D.Jacinto  Félix  Domenech. 

(il  D.  Federico  Roncali  y  Ceniti,  condp  de  Alcoy,  nació  en  Cidiz  (30  Marzo  iSooj.  Te 
nientf  general  desde  Noviembre  de  1843. 

(2)  n.  Rafael  Arislcpii  y  Vílcí,  conde  de  Mirasol,  nació  en  lereí  déla  Fronter»  (15  Ene- 
ro l7<i4Í.  Soldado  voluntario  (1S08),  teniente  general  desde  Julio  de  1843. 

(it  D.  Anselmo  Blaser  y  San  Martin,  marquís  de  Ciga,  nació  en  Siniies  (Aragón)  2 1  de 
Abril  lie  180;.  Tenienlo  general  desde  1852.  De  ideas  muy  moderadas. 

n,g,t7cdb/C00gIc 


HISTORIA   DE   ESPAÑA  729 

Los  que  contribuyeron  á  la  formación  de  este  Ministerio  creyeron,  sin 
duda,  que  habían  realizado  una  obra  maestra  de  habilidad  política.  ¿Cómo 
podría  ya  subsistir  la  coalición,  sí  uno  de  los  principales  coaligados  estaba  al 
frente  del  Gobierno^  (Qaé  pretexto  podia  alegar,  si  San  Luis  se  apresuró  i 
renegar  solemnemente  de  la  reforma  de  Bravo  Murillo,  y  además  llamó  á 
todos  los  generales  apiñados  y  les  ofreció  los  caicos  más  importantes?  Pero 
no  se  trataba  de  eso,  y,  por  tanto,  nada  se  resolvió.  Todo  se  hubiese  arregla- 
do con  que  á  Narváez  se  le  hubiese  dado  el  Poder;  pero  de  esto  es  de  lo  que 
se  quería  huir.  Nunca  falcan  pretextos  para  una  oposición.  Entonces,  como  ya 
no  se  podía  declamar  sobre  el  peligo  que  corrían  tas  libertades  públicas  y  el 
régimen  constitucional,  se  salió  por  otro  registro:  el  de  la  moralidad.  San 
Luis,  Esteban  Collantes  y  Salamanca  estaban  confabulados,  se  dijo,  para  en- 
riquecerse á  costa  de  la  nación;  el  Ministerio  no  era  una  situación  política, 
sino  un  sindicato  de  negociantes  que  se  había  apoderado  del  Poder  para  ex- 
plotar el  negocio  de  ferrocarriles.  Nada  importaba  á  los  polacos  que  las  sesio- 
nes de  Cortes  fuesen  públicas  ó  secretas,  ni  que  la  Corona  tuviera  más  ó  me- 
nos prerrogativas;  lo  que  querían  ellos  era  dinero.  Se  hizo  activísima  propa- 
ganda en  este  sentido,  y  transcendió  á  todo  et  público  apasionando  harto 
más  que  la  meramente  política  que  se  había  hecho  contra  Bravo  Murillo. 
Hasta  la  Grandeza  que  se  reunía  en  casa  del  duque  de  Rivas  se  creyó  en  el 
caso  de  lanzar  una  especie  de  maaíñesto  declarando  que  <no  transigiría  nunca 
>con  ningún  acto  inmoral,  persuadida  de  que  la  falta  de  rectitud  y  pureza  en 
>la  administración  del  Estado  socava  y  destruye  los  cimientos  del  orden  so- 
•  dal  y  desencadena  las  malas  pasiones».  Habiendo  fallecido  en  estos  días 
Mendizábal,  y  publicádose  que  no  había  en  su  casa  ni  para  enterrarle  — 
cosa  que  no  abona  ciertamente  la  moralidad  de  nadie,  porque  cabe  ser  ma- 
nirroto y  poco  ó  nada  escrupuloso,  —  su  entierro  se  convirtió  en  imponente 
manifestación,  más  que  en  honor  del  muerto,  en  vilipendio  de  los  vivos  que 
gobernaban.  La  maledicencia  no  se  paraba  en  los  ministros,  sino  que  salpica- 
ba á  la  Casa  Real,  Decíase  que  D.  Francisco  de  Asts  y  la  reina  Cristina  no 
eran  extraños,  ni  mucho  menos,  á  los  negocios  de  ferrocarriles.  De  aquí  que 
se  hablara  de  la  conveniencia  de  acabar  con  la  dinastfa,  y  muchos  se  alarga- 
ban á  proponer  su  cambio  por  la  de  Braganza  como  medio  de  conseguir  la 
unión  ibérica,  idea  refleja  de  la  que  venía  de  Italia,  donde  cada  día  cobraba 
más  crédito  la  del  establecimiento  de  la  unidad  peninsular,  destronando  i  los 
Borbones  de  Ñapóles  y  Parma  para  que  fuese  rey  de  toda  la  península  Víc- 
tor Manuel. 

Reuniéronse  las  Cortes  el  19  de  Noviembre.  Entre  los  muchos  proyectos 
presentados  por  el  Gobierno  en  el  Congreso  ñguraba  el  de  una  ley  general 
de  ferrocarriles.  Había  quedado  pendiente  de  discusión  en  el  Senado,  de  la 
anterior  legislatura,  una  proposión  prescribiendo  que  toda  concesión  ferro- 
viaria debia  de  ser  objeto  de  una  ley  especial.  Supuso  la  maledicencia  rei- 
nante que  con  la  presentación  del  proyecto  de  ley  general  trataba  el  Go- 
bierno de  impedir  que  fuese  aprobada  la  proposición  del  Senado,  más  eñcaz 
é  inmediato  contrarresto  á  los  chanchullos  del  sindicato  Salamanca-  San 
Luis-Esteban  Collantes.  En  el  Senado  se  tomó  como  una  falta  de  respeto  al 
Cuerpo  colegislador.  Y  después  de  un  largo  y  apasionado  debate  fué  derro- 
tado el  Gobierno  (8  Diciembre)  por  105  votos  contra  69,  La  más  vulgar  pru- 
dencia aconsejaba  la  retirada  del  Gabinete.  San  Luis  optó  por  resistir,  suspen- 
diendo indefinidamente  las  sesiones  (9  Diciembre). 

El  30  de  Enero  de  este  mismo  año  casó  Napoleón  III  con  Eugenia  de  Guz- 
raán, condesa  deTeba,  hija  de  los  condes  del  Montijo.  En  la  aristocracia  y  bue- 
na sociedad  de  Madrid,  y  en  general  en  toda  España,  hal^ó  mucho  la  vanidad 


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730  HISTORIA   DE  ESPAÑA 

nacional  que  una  muchacha  española,  de  gran  belleza,  ornamento  que  habfa 
sido  de  nuestra  corte,  pasase  á  ser  emperatriz  de  los  franceses.  La  reina  Isa- 
bel, que  nunca  tuvo  entre  sus  defectos  la  envidia,  siendo,  por  lo  contrario, 
generosísima  y  amiga  del  bien  de  cuantos  conocía,  mir<S  el  encumbramiento 
de  Eugenia  Montijo  como  si  hubiera  sido  el  de  una  hija  suya.  £1  9  de  Enero 
murió  D.  Juan  Nicasio  Gallego,  conservando  hasta  la  última  hora  la  impertur- 
bable jovialidad  de  su  espíritu:  á  un  periodista  que  te  visitó  el  dfa  anterior  al 
fallecimiento,  le  dijo:  Mira,  no  vayas  d  decir  qtie  me 
he  malogrado.  Tenia  ochenta  y  seis  años.  Ll  3  de 
Mayo  pasó  también  de  esta  vida,  en  París,  donde 
era  embajador  de  España,  y  con  la  cristiana  ejem- 
ptaridad   de  un  santo,  D.  Juan   Donoso  Cortés, 
marqués  de  Valdegamas,  y  de  este  mismo  año  es 
la  impugnación  titulada  'Veintiséis  cartas  al  se- 
ñor marqués  de  Valdegamas,  en  contestación  á 
los   veintiséis  capítulos  de  su  Ensayo,  obra   de 
D.  Nicomedes  Martin  Mateos  (1).  Y,  por  último, 
los  aficionados  al  toreo  lamentaron  la  muerte  de 
José  Redondo,  el  Chiclatiero,    fallecido  el  28   de 
Marzo,  en  Madrid  y  en  la  casa  de  la  calle   del 
I^ón  núm.  24,  al  tiempo  que  se  celebraba  una 
corrida  en  que  debia  él  tomar  parte.  Su  entierro, 
en  la  Sacramental  de  San  Luis,  fué  una  imponente 
manifestación  de  duelo,  presidida  por  el  Salaman- 

,-  1      1    ,      r  -^ííff  /i?í-í.  —  Los  muchos  v  variados  sucesos 

ili-rroiado  y  iir|iurstn  á  con-  ■^^  este  año  obligan  á  una  indicaaón  muy  suma- 
MTupncia  de  la  Ruerra  francti-  ria.  La  violentísima  oposición  contra  San  Luis 
iili'inana  di-  [S;ci.  (iJíciS-iHji.)  continuó,  y  cada  vez  más  furiosa,  durante  todo 
el  primer  semestre.  Los  periodistas  de  Madrid 
pidieron  en  una  hoja  ñrmada  por  casi  todos  ellos  la  caída  del  Ministerio. 
El  Gobierno  mandó  recogerla,  á  pesar  de  lo  cual  circuló  con  profusión, 
y  varios  escritores  demócratas  y  moderados,  contándose  á  González  Bra- 
vo entre  los  últimos,  felicitaron  con  otra  hoja  impresa  á  los  autores  de  la 
primera.  Más  de  doscientos  senadores  y  diputados,  reunidos  en  casa  del 
marqués  del  Duero,  suscribieron  y  publicaron  otro  papel  semejante;  sallan 
diariamente  hojas  clandestinas  que  inundaban  círculos,  cafés  y  tabernas,  y 
hasta  la  regia  cámara,  poniendo  de  oro  y  azul  á  la  Reina,  á  su  marido,  á  su 
madre,  á  San  Luis  y  á  Salamanca.  Según  las  hojas,  todos  eran  ladrones,  y  para 
robar  reinaban,  gobernaban  ó  contrataban.  De  la  Reina  se  contaban  horrores, 
sólo  comparables  á  los  que  los  partidarios  de  Alfonso  el  Batallador  habían 

ñl  Valla,  liiliil.  iKti  («.",  2ÍÍ  iiáitinasl.  Marlin  Mat>-os.  naliiral  i  i  i- [lijar,  i-ra  un  aii-|.iiiblp 
liliwnr.)  i|uc-  iinifc-salia  .-í  furtc-sianismn.  Tambi.-n  impuiíiió  las  iilcas  -Ic'  Doiiiim.,  su  Mir.-si.t  -n 
la  .\i-iiclc-iiiiii  K-|.aflnlii,  .'I  |i...-la  v  i-riliro  viT<-íi.lanci  I).  Kafar-1  M.  Ilarah  i-n  su  di^.iu».  <lf 
i-ntrada,  l'j*  inllitinn  iIpI  in(¡fnici  ifp  \'aUTi,  Buni|ui'  no  ili-  su  malipiitlati,  fl  habfr  ralifirai  lo  d 
ICnsayu  itr  ¡Uro  ,ií  fntTftnümUnt».  I)c>  Us  ini]iupia'lorcs  francou-s  el  nii.i  ti^az  fiir  rl  abate 
(iailiif).  Din-  M.  I'flayo  (ll«^.  m,  \i».<f..  ~^l\  <iiic  •hoy  ruanto  «■  i'Ktribió  rontra  ti  F.tisays  rsti 
•olvtiJaito  y  mui'rtn.  y  i-l  /intaye  vive  ron  tan  hrmixsu  juvi-nlmt  comn  i"!  inimrrftia.  Asi|iotlía 
ser  en  iKKÍ,  nianiln  iiuliliralia  M.  Prtayo  sus  fIel^\\rTO  lo  «luc  rs  hov —  101 .1  —  ni  atin  m  la 
extrema  ilerecha  ili-l  i'amiK)  calAlini  rnruentran  arpptaríAn  las  dortnnas  <lp  Donoso.  rrleBada-' 
con  las  (le  Malsín-  v  llnnalil  a)  |ianteih  drl  olvido;  ni  su  forma  lürraría.  tan  amiHilosa  y  solem- 
ne, rs  ilel  i^isto  dej  tliu;  In  cjue  no  quila  (lara  i|ur  alf¡iin<is  |)árraf<)a  i^randílocui'nlrs  aj^idi'n  v 
iTUi-i.i-iiu-n  sir'iii|>rt>.  Lis  oliias  de  IJomiso  se  iniblii-aron  en  1K54,  iKir  Tejada  (:  romo.s  rn  j,° 
i;tiindc-)-  Ki-eienlemi-nle  w  lia  heclio  otra  eilicirtn  |ior  Quilei. 


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HISTORIA,   DE  ESPaSa 


73' 


dicho  de  doña  Urraca  en  el  siglo  xi.  De  ules  hojas  una  salta  períódicameiite, 
El  Murciélago,  de  cuyo  contexto  da  idea  este  pensamiento:  «Para  dar  una  lec- 
»ción  de  moralidad  basta  con  colgar  á  D.  José  Salamanca  del  balcón  prínci- 
>pai  de  la  Casa  de  Correos».  Jefe  de  la  conspiracián  militar  era  D.  Leopoldo 
O'Donnell,  y  ayudábanle  una  porción  de  jóvenes,  luego  famosos,  de  algunos 
de  los  cuales,  v.  gr.,  D.  Ángel  Fernández  de  los  Ríos,  se  puede  creer  que  iban 
impulsados  por  el  fanatismo  político;  de  otros,  como  D.  Antonio  Cánovas, 
el  marqués  de  la  Vega  de  Armijo  y  D.  Adelardo 
López  de  Ayala,  bay  que  pensar  peor,  ó  sea,  _ 

que  sólo  se  movían  por  el  deseo,  natural  en  los 
muchachos  de  talento,  pero  que  no  justifica  se- 
mejantes excesos,  de  darse,_á^ct>nocer  y  llegar  á 
personajes.  Cánovas  era  malagueño,  hijo  de  un 
profesor  de  Matemáticas  de  la  Escuela  de  Comer- 
cio sin  otro  haber  que  su  corto  sueldo,  y  que  al 
morir  dejó  á  su  viuda  y  tres  hijos  varones  en  el 
más  completo  desamparo.  Antonio,  que  era  el 
mayor,  arrimóse  valientemente  al  trabajo  para 
sacar  adelante  á  los  suyos,  y,  sintiendo  aliento 
para  escalar  ta  cima,  vínose  á  Madrid  á  estudiar 
leyes,  contando  con  la  protección  de  su  tío  U.Se- 
raíln  Estébanez  Calderón,  el  Solitario,  que,  ha- 
biendo sido  auditor  de  guerra  de  los  dos  herma- 
nos Córdoba,  figuraba  como  prohombre  de  se-  . 
gunda  clase  en  el  partido  moderado.  Indudable- 
mente le  protegió  mucho  D.  Serafín;  pero  no 
hasta  e)  punto  de  evitarle  pasar  muchísimos  tra- 
bajos durante  su  carrera,  é  inmediatamente  des- 
pués de  concluida  estudiaba  con  tanto  afán,  que 
el  Solitario,  muy  añcionado  á  poner  motes,  puso 
á  su  sobrino  el  de  Traga-leyes.  Por  abrirse  camino  , 

entró  Cánovas  en  la  conjura,  de  la  que  luego  se  manifestó  muchas  veces 
arrepentido,  diciendo:  -Un  hombre  de  bien  no  puede  haber  tomado  parte 
más  que  en  una  revolución,  y  esto  por  no  saber  lo  que  cra>  (i). 

La  primera  intentona  de  pronunciamiento  fué  en  Zaragoza  (20  Febrero), 
y  costó  la  vida  al  teniente  coronel  Latorre  (6  Marzo),  Ei  1 3  de  Junio  se  repi- 
tió en  Madrid.  Blaser  recibió  una  denuncia  de  que  conspiraba  el  general  Dul- 
ce   le  llamó,  y  Dulce  le  dijo:   «Juro  como  caballero  que  jamás  tuvieron  la 

•  Reina  y  el  Gobierno  subdito  más  leal>.  El  28  de  Junio,  usando  de  sus  facul- 
tades como  director  general  de  Caballería,  sacó  Dulce  los  regimientos  del 
Arma  á  la  pradera  de  Guardias,  y  los  sublevó  al  grito  de  «¡Abajo  el  Ministc- 

•  rio,  reunión  de  Cortes  y  suspensión  del  empréstito  forzosol*.  La  Reina  quiso 
ir  al  encuentro  de  los  sublevados  y  reducirlos  con  su  presencia;  no  le  pareció 
bienal  Gobierno,  el  cual  se  avino  á  parlamentar  con  O'Donnell,  RosdeOlano 
y  Mesina,  puestos  al  frente  de  los  sublevados,  si  le  entregaban  á  Dulce.  El  30 
de  Junio  hubo  delante  de  Vicálvaro  un  choque  entre  la  Caballería  pronun- 
ciada y  la  Infantería  de  la  guarnición  de  Madríd,  mandada  por  Blaser  y  el 
duque  de  Vistahermosa  (2).  Viendo  que  nadie  respondía  al  pronunciamiento. 


L'na  <lc'  1a.s  (^anil<'s  l)('llc-za.s 
furoi'cas  de  su  i^|>oca,  coikIc- 
sa  lie  Tcba.  psjmsa  iIp  NapO- 
Ici^n   [11.  Nació  en  (iranada. 


(1)  Marqués  lie  I.c-ma.  Un  Ustíge  dt  importatUn  sm 
'ntH^o.  Marzo,  i<N>)i  v  Estudies  kitiSriíút  y  crilieet  11.'  srt 

(j)  n.  .VnRi'l  (larría  y  I  Jiyj^rrí  nacM  it  Sevilla  (2  > 
lie  \'irál\-ani  cnlrci  \int  la  ralle  (l<-.\lralá  lli'vamloi'n  la  mam 

los  proniino'adfis.  v  ili-  a<]iii  )|tn'  en  ii(|iiel  |H'rirHlo  le  llama 


ems.  FJ  gmeral  aLtwler  (.Vuestro 

Ictubre  ifki:).  !>•'  vuelta  iti>  laaeeión 
'  una  lanza  i|iie  lialiía  (|uila<tni  unode 
ienlosinTÍi'MÍirns  satiríro.s  ¿«n^MAr. 


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732  HISTORIA   DE  tatKÜK 


O'Donnell  se  puso  en  retirada.  En  Aranjuez  Unió  (4  Julio^  una  proclama  con- 
tra el  Ministerio  de  los  agios;  pero  aquel  mismo  dia  salió  Cánovas  de  Madrid, 
y  alcanzándole  en  Villamibia,  desde  esta  población  á  Manzanares  le  conven- 
ció de  que  no  adelantaría  nada  si  no  llamaba  en  su  auxilio  á  los  progresistas; 
tal  fué  la  génesis  del  manifiesto  de  MamaHares  (;  Julio),  redactado  por  Cáno- 
vas, en  que  se  pedía  <el  trono  sin  camarillas  que  lo  deshonren*,  todo  género 
de  libertades,  rebaja  de  impuestos,  juntas  revolucionarías.  Cortes  constitu- 
yentes, y  hasta  la  milicia  nacional,  que  los  más  juiciosos  progresistas  recha- 
zaban ya  (i).  Progresistas  y  demócratas  respondieron.  En  toda  España  esta- 
llaron pronunciamientos.  San  Luis  dimitió,  y  fué  llamado  á  reemplazarle  el 
general  Córdoba  (17  Julio),  quien  dio  la  presidencia  del  Consejo  al  duque  de 
Kivas;  pero  aquella  misma  tarde,  á  la  salida  de  los  toros,  la  multitud,  amoti- 
nada, entró  á  saco  en  las  casas  de  Sartoríus,  Domenech,  Esteban  Collantes, 
Salamanca  y  reina  Cristina;  el  coronel  Gándara,  progresista  y  revolucionario, 
indignado  de  tales  excesos,  se  puso  al  frente  de  dos  compañías,  é  hizo  fuego 
sobre  saqueadores  é  incendiarios,  iniciándose  asi  un  combate  que  duró  todo 
et  dia  18;  el  banquero  D.  Juan  Sevillano  contribuyó  á  la  formación  de  una 
•Junta  de  salvación,  armamento  y  defensa*,  presidida  por  D.  Evaristo  San 
Miguel,  que  restableció  la  paz  en  las  calles,  haciendo  que  la  Reina  llamase  al 
general  Espartero  para  presidir  el  Gobierno  (2),  Otra  Junta  revolucionaria  sur- 
gió en  Madrid,  calle  de  Toledo,  dirigida  por  el  torero  Pucheta,  y  de  la  cual  fué 
obra  el  atentado  cometido  en  la  persona  del  agente  de  policía  D.  Francisco 
Chico:  estaba  enfermo,  y  le  sacaron  de  la  cama,  llevándole  en  un  colchón  á  la 
plaza  de  la  Cebada,  donde  le  fusilaron;  algún  otro  individuo  de  la  policia  pe- 
reció del  mismo  modo  á  manos  de  los  criminales  que  en  días  semejantes  se 
arrogan  la  voz  y  autoridad  del  pueblo  para  explayar  y  satisfacer  sus  instin- 
tos feroces. 

Espartero  entró  triunfalmente  en  Madrid  {28  Julio),  abrazó  á  O'Donnell 
delante  del  pueblo,  y  formó  su  Ministerio,  dando  á  O'Donnell  la  cartera  de 
Ciuerra,  á  Allende  Salazar  la  de  Marina,  á  Pacheco  la  de  Estado,  á  Alonso  la 
de  Gracia  y  Justicia,  á  Lujan  la  de  Fomento,  á  Santa  Cruz  la  de  Gobernación, 
y  á  Collado  la  de  Hacienda.  Convocáronse  Cortes  constituyentes  para  el  8  de 
Noviembre;  se  persiguió  á  la  reina  Cristina,  secuestrándole  sus  bienes  y 
abriendo  un  expediente  para  depurar  su  responsabilidad,  aunque  el  Gobier- 
no la  hizo  escapar  á  Portugal,  para  lo  que  tuvo  que  sofocar  un  motín  de  los 
que  pretendían  encausarla  y  ponerla  desde  luego  en  prisión.  Motines  había 
muchos  y  en  todas  partes;  y  para  que  fuese  completa  la  semejanza  con  otras 
épocas  de  anarquía,  el  cólera  morbo  hacia  estragos  y  sembraba  el  terror,  por 
lo  cual  las  elecciones  para  las  Constituyentes  fueron  menos  animadas  que  lo 
que  podia  presumirse.  Una  reunión  electoral  de  aquel  tiempo,  celebrada  en 
el  Teatro  Real,  es  famosa  por  haberse  dado  á  conocer  en  ella  y  arrebatado 
al  auditorio  con  su  elocuencia  deslumbrante  el  joven  D.  Emilio  Castelar,  dis- 
cípulo de  Sanz  del  Río,  pero  no  kraussista,  sino  más  bien  hegeliano,  con  un 
hegelianismo  vagoé  impreciso.  Su  fuerte  fueron  siempre  tas  síntesis  históri- 
cas, expuestas  con  profusión  de  flores  retóricas  en  párrafos  largos  remata- 
dos en  latiguillo  que  declamaba  de  un  modo  admirable.  Cuando  empezaba  á 
perorar,  desagradaba  un  poco  su  voz  atiplada;  pero  á  medida  que  avanzaba 


■  1 1  r>.  Manuel  Cortina,  en  su  maniñesln  eli-cloral  &  los  sevillanos  (1850).  Y  con  Cortina 
estíihaii  pntonres  Olóiuga,  Cantpra.  Madoi,  Roda  y  Escosiira. 

\i'\  El  manificstfi  ck  la  Reina  rapilulando  con  la  revolución  (riunfante  fué  obra  de  don 
Rafael  M,  Itaralt.  y  sr  ha  hecho  celebre  su  encabezamiento:  «EspaBoIcs:  una  serie  de  iamenta- 
' '  's  ha  podido  separarme  de  vosotros- . . .,  etc. 


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HISTORIA   DE   ESPAÑA  7J3 

en  el  discurso'  se  iba  robusteciendo  y  sonorizando  su  palabra,  llegando  á 
efectos  de  sonoridad  maravillosos  que  concluían  por  hechizar  y  electrizar  al 
auditorio  más  refractario.  Fué  todo  esto,  naturalmente,  mientras  conservó  la 
plenitud  de  sns  facultades  físicas,  anunciándose  la  declinación  de  ellas  por 
algunos  gallos  que  se  le  escapaban  de  vez  en  cuando,  estropeándole  los  pe- 
riodos de  más  empeño,  y  que  fueron  creciendo  en  número  con  el  tiempo, 
basta  convencerle  de  que  su  elocuencia  de  ruiseflor  habla  pasado;  en  1854 
era  la  risueña  alborada  de  aquel  día  tan  espléndido,  y  su  triunfo  en  el  Teatro 
Real  inenarrable.  Le  contestó  González  Bravo,  saludando  en  él  á  la  joven 
democracia;  porque  en  aquel  periodo  el  antiguo  redactor  de  El  Gnirigay,  y 
después  Presidente  del  consejo  moderado,  se  habla  vuelto  á  liberalizar,  y 
ñrmó  con  Gonzalo  Morón,  Fernández  de  los  Ríos  y  D.  José  Olózaga  el  ma- 
nifiesto del  7  de  Septiembre,  en  que  se  sostenían  ta  soberanía  nacional,  el 
trono  de  Isabel  II  y  la  milicia  ciudadana.  Muchos  moderados  inclinábanse  á 
esta  lióeraÜeación,  á  la  vez  que  muchos  progresistas  á  cierta  modtración,  re- 
sultando de  la  doble  corriente  la  tendencia  á  formar  un  nuevo  partido  menos 
conservador  que  el  moderado  y  menos  exaltado  que  el  progresista,  ó  sea  lo 
que  pronto  fué  conocido  con  el  nombre  de  Unión  liberal. 

Abiertas  las  Constituyentes  el  dia  anunciado,  resultó  con  mayoría  esta 
tendencia  unionista,  aún  vaga  é  indeterminada;  los  moderados  auténticos  no 
eran  más  que  un  grupo  exiguo,  en  que  se  distinguieron  D.  Alejandro  de  Cas- 
tro y  D.  Cándido  Nocedal;  los  progresistas  puros  ó  esparteristas  llegaban  á 
unos  cincuenta,  y  habla  otro  exiguo  grupo  de  demócratas  en  que  figuraban 
Orense  y  D.  Estanislao  Figueras.  Hubo  crisis  para'al,  entrando  Luzurtsga  en 
Estado,  y  en  Gracia  y  Justicia,  el  catedrático  de  Disciplina  eclesiástica,  don 
Juaquin  Aguirre,  nacido  en  1S07,  canonista  de  la  escuela  de  Urquijo  y  Alon- 
so; es  decir,  furibundo  regalista  que  fué  al  Poder  dispuesto  á  restaurar  las 
libertades  que,  á  su  juicio,  habla  tenido  la  Iglesia  hispánica  antes  que  los 
Cluniacenses  trajeran  aqnf  las  falsas  decretales.  Los  motines  estaban  á  la 
orden  del  día,  ora  en  Granada,  ora  en  Valencia,  ya  en  Albacete,  ya  en  Édja 
ó  en  Zaragoza;  en  Málaga  se  restauró  la  costumbre,  que  había  caído  en  desuso 
desde  1843,  de  armar  algaradas  con  el  único  fin  de  meter  contrabando.  Los 
progresistas  puros  y  los  demócratas  decían  que  la  revolución  había  sido  una 
filfa,  pues  gobernaba  O'Donnell,  tan  autoritario  como  Narváei,  y  que  Espar- 
tero coa  su  aparatoso  título  de  Presidente  del  consejo  no  tocaba  pito.  En 
cambio,  los  periódicos  moderados  propalaban  que  Espartero  quería  hacerse 
nada  menos  que  emperador,  como  Itúrbide  en  Méjico,  ó  dictador  perpetuo 
como  Rosas  en  Buenos  Aires.  Los  moderados  tuvieron  en  aquella  ocasión 
una  lucida  cohorte  de  buenos  periodistas  para  comt»tir  á  la  revolución:  su 
obra  más  eficaz  en  el  orden  político,  y  mejor  en  el  literario,  fué  el  periódico 
satírico  titulado  Et  Padre  Cobos,  que  redactaban,  bajo  la  dirección  de  D.  Pe- 
dro Egaña,  Ceferino  Suárez  Bravo,  Eduardo  González  Pedroso,  Francis- 
co Navarro  Villoslada  y  alguna  que  otra  vez  Selgas,  todos  abroquelados  en 
el  más  impenetrable  anónimo  y  escribiendo  donde  nadie  pudiese  saberlo; 
porque  los  hombres  de  la  situación,  irritadisidos  por  las  burlas  y  procacida- 
des del  periódico,  no  hubiesen  dejado  de  vengarse,  ó  por  lo  menos  de  dar 
un  susto  á  los  redactores.  Esta  persecución  y  el  misterio  que  envolvía  á  los 
autores  de  tantos  sarcásticos  donaires  acrecentaban  el  interés  del  público. 
Ha  tt.máo  El  Padre  Cobos  muchos  continuadores  é  imitadores,  como  tuvo 
predecesores  y  modelos;  pero  él  señala  el  punto  más  alto  á  que  ha  rayado 
entre  nosotros  la  sátira  política. 

Et  acontecimiento  europeo  de  este  aSo  fué  U  guerra  de  Oriente.  Francia 
é  Inglaterra  se  aliaran  con  Turquía  (iz  Marzo),  exigiendo  del  Zar  Nicolás  la 


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HISTORIA    DE   ESPAÑA  735 

evacuación  de  Moldavia  y  Valaquia  (hoy  reino  de  Rumaofa).  La  campaña 
empezó  en  Bulgaria;  pero  evacuada  por  los  rusos,  se  organizó  por  los  altados 
la  expedición  á  Crimea.  El  9  de  Octubre  pusieron  sitio  á  Sebastopol,  el  25  del 
mismo  mes  batieron  á  los  moscovitas  en  Balaklava,  y  el  5  de  Noviembre  en 
Inkermano.  Sebastopol,  plaza  muy  fuerte  mirando  al  mar,  apenas  si  tenia  de- 
fensa por  tierra;  pero  el  coronel  Totleben  improvisó  magnificas  fortificacio- 
nes, que  artilló  con  los  cañones  de  la  escuadra.  Habilidad  suprema  del  conde 
de  Cavour  fué  adherirse  á  la  alianza  franco- inglesa  (15  Enero),  y  enviar  al 
sitio  de  Sebastopol  un  ejército  de  1 5.000  sardos;  en  toda  Europa,  y  muy  es- 
pecialmente en  España,  los  periódicos  se  burlaron  de  la  quijotada  de  Víctor 
Manuel  interviniendo  en  una  guerra  que  para  Cerdeña  no  tenia  el  menor  in- 
terés, y  en  la  que,  al  lado  de  los  enormes  contingentes  de  rusos,  franceses,  in- 
gleses y  turcos,  la  división  piamontesa  hacia  un  papel  ridiculo.  Después  se 
vio  que  por  este  camino  buscaba  Cavour  lo  que  halló  efectivamente,  ó  sea 
intervenir  en  el  tratado  de  paz  y  plantear  la  cuestión  italiana.  Contaba  para 
ello  con  la  promesa  secreta  de  Napoleón  III  á  Víctor  Manuel  en  1832  de 
«hacer  algo  por  Italia  en  cuanto  consolidase  la  autoridad  y  el  crédito  de 
Francia  en  Europa>. 

En  el  orden  religioso,  el  8  de  Diciembre  definió  Pió  IX  el  dc^ma  de  la 
Inmaculada  Concepción.  En  España  todas  las  personas  piadosas  recibieron 
esta  declaración  con  entusiasmo,  pues,  en  efecto,  pudiera  decirse,  si  no  fuera 
irreverente,  que  se  trataba  de  un  dogma  español,  ya  que  muchísimo  antes  de 
imponerlo  la  Iglesia  lo  hablan  impuesto  en  nuestra  patria  la  devoción  popu- 
lar, la  tradición  artística,  las  Universidades  y  los  gremios  obligando  á  jurar 
su  acatamiento  y  defensa  á  los  doctores  y  agremiados,  y  hasta  el  mismo  Po- 
der civil  imponiendo  penas  y  restricciones  de  derechos  á  los  que  no  lo  admi- 
tiesen: no  era  en  la  Iglesia  sino  una  opitñdn  piadosa,  permitiéndose  contrade- 
cirla, y  nuestos  católicos  antepasados  hicieron — con  exceso  de  celo,  á  nues- 
tro juicio,  y  mereciendo  por  ello  el  calificativo  de  más  papistas  que  el  Papa — 
caso  de  honor  nacional  el  profesarla  y  no  consentir  que  nadie  opusiese  la  me- 
nor objeción.  Ahora  que  la  Iglesia,  por  el  oráculo  infalible  de  su  Pontífice 
máximo,  venía,  por  decirlo  asi;  á  declarar  que  los  españoles  tenían  la  raión 
desde  antiguo  en  el  largo  litigio  teológico,  había  motivo  sobrado  para  que 
se  desbordara  la  alegría  espiritual  de  todos  los  creyentes.  Así  sucedió  en 

(ExpÜcación  de  la  lámina  anterior.) 

EapaAole*  UiwtrM  conteaporimoi.  —  H»,  Emilia  Lópci  Cfeavet,  Emulo  Mario,  enlncnte  y 
iplaudidÍ3linosctoi:c6inÍca,g[tu»dlno(IS39-IBW)-  — Ue.  Frandlco  Homaro  RoMedO,  [amaso  abogido 
y  político  uiteqocrano.  Ingenioso,  de  gran  talento,  docuentí  y  batallador  (1838  -  IW&).  -  Ul.  Nicolás  Sal- 
BcrÚB  y  AlOIUO,  insigne  pensador  y  politico,  Presidente  que  Saé  lel  Poder  Ejcculivo  de  la  República  y  de 
1»  Cortes  Constituyenles  federales  (l33S-l9aS).  112.  Scslsmoaiio  Morety  Prcadercast,  orador  excelso, 
gaditano,  pan  poeta  de  la  palabra.  Presidente  del  Consejo  de  Ministros,  dlplomilico,  literata,  ateneísta 
II33S  - 1913).  — 113.  Rvdo.  P.  Fidel  Fita  S.  }.,  erudito  q>i(ratitla  y  sabio  etimólogo,  sucesor  de  Meníndei 
Pelayo  en  la  Dlrecciún  de  la  Academia  de  la  Historia.  Nació  en  lB3a.  — 114.  Ricardo  de  t«  Vega,  popular 
y  lamoso  sainetero  madrileño.  Su  obra  más  celebrada  ha  sido  La  Verbena  lie  la  Paloma.  Poeta  cárnico 
admirable  (18M-  1910).-  115.  Antonio  Vico,  cclcbradisimo  ador  malagueño:  sobresalió  en  lo  cómico,  en 
lo  dramltico  y  en  lo  trlgico;  compaRero  y  amigo  de  Calvo,  !uí  en  ocasiones  su  rival  siempre  afortunado 
|IStO-l902),  —  lie.  laldoro  Fcraández  Flores,  ingenioso  periodisla,  euentisla  primoroso  y  revistero 
notable  que  hizo  popular  su  seudónimo  de  Pernan/lor,  Académico  de  la  Cspaflola.  Fué  uno  de  los  redacto- 
res de  fi/ ímporeíoí  que  abandonaron  ese  diario  para  fundar  Eí /.ifteraf.  Nació  en  Madrid  (1840- 1902).— 
nT.  Batbloa  Valverde,  eminente  actriz  cómici  que  ha  trabajado  siempre  en  las  meiores  compañiat  artís- 
ticas, j  qne  desde  muy  jov-n  dedicóse  i  los  papeles  de  carácter  i  si  i  ca,  en  los  cuales  sobresalió.  Poco  antes  de 
morir  ceiebrft  sus  bodas  de  oro  con  la  escena,  pues  había  hecho  su  Mbal  en  1858,  con  D.  Jos*  Valero 
f  1640 -1010). 


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73^  HISTORIA   DE  ESPAÑA 

efecto,  COD  la  sola  excepción  de  un  exclaustrado  dominico,  profesor  que  ba- 
bta  sido  en  Alcalá  de  Henares,  Fr.  Braulio  Morgáez,  el  cual  taozó  algunos  fo- 
lletos contra  la  declaración  dogmática,  lo  que  le  valió  un  proceso  canónico. 
Más  ruidosa  y  molesta  fué  la  oposición  del  Ministro  de  Gracia  y  Justicia,  don 
Joaquín  Aguirre,  quien  se  empcíló  en  no  dar  á  la  fiula  Intffabtlis  Deo  el  pase 
regio,  como  si  esto  pudiese  tenei  alguna  eficacia  tratándose  de  una  declara- 
ción pontificia  puramente  dogmática;  es  decir,  de  una  cosa  que  se  cree  ó  no 
se  cree,  según  la  fe  de  cada  individuo,  consiéntalo  ó  no  el  Ministro  de  Gra- 
cia y  Justicia.  El  Católico,  diario  de  MaJrid,  publicó  la  Bula.  El  Gobierno  lo 
encaubó. 

Aití>  1855. — El  proyecto  de  Constitución  fué  discutido  en  la  primera 
legislatura  por  Bases.  La  primera  —  declaración  de  que  la  soberanfa  reside 
en  el  pueblo —  dio  lugar  á  largas  discusiones,  más  propias  de  ateneo  que  de 
Cortes.  La  segunda  decía:  «La  nación  se  obliga  á  mantener  y  proteger  el 
>culto  y  los  ministros  de  la  religión  católica  que  profesan  los  españoles;  pero 
«ningún  español  ni  extranjero  podrá  ser  perseguido  civilmente  por  sus  opi- 
>níones  mientras  no  las  manifiesten  por  actos  públicos  contraríos  á  la  reli- 
>gión.>  Los  obispos  y  muchos  Ayuntamientos  y  particulares  pidieron  á  las 
Cortes  una  declaración  terminante  de  unidad  católica.  Defendieron  la  liber- 
tad de  cultos  D.  Juan  B.  Alonso  (i),  el  catedrático  de  Zaragoza  Ruiz  Pons, 
D.  Cipriano  S.  Montesino,  D.  Francisco  Salmerón  y  Alonso  {2),  D.  Laureano 
Figuerola  (3),  etc.;  la  unidad  católica,  el  diputado  navarro  Jaén,  Rfos  Rosas  y 
D.  Cándido  Nocedal;  la  Base  propuesta,  D.  Modesto  Lafuente,  D.  Salusüano 
Olózaga  y  los  ministros  de  Estado  y  Gracia  y  Justicia.  En  el  debate  se  reveld 
como  gran  orador  D.  José  Moreno  Nieto  con  una  briosa  defensa  del  clero,  til- 
dado por  un  Sr.  Godinez  de  ignorante,  estúpido  y  de  malas  costumbres.  La 
forma  de  gobierno  y  la  dinastía  fueron  también  discutidas  en  concepto  de 
Bases-  Votaron  en  contra  de  la  monarquía  23  diputados,  y  defendieron  ardo- 
rosamente á  doña  Isabel  II  Cortina.  San  Miguel,  O'Donell  y  Prim,  que  hizo 
entonces  protestas  muy  contrarias  á  su  conducta  trece  aSos  después. 

La  Reina  estaba,  sin  embargo,  en  situación  semejante  á  la  que  corrió  su 
padre  del  20  al  23;  más  que  soberana,  era  caiítiva  de  sus  ministros.  Opúsose 
primero  á  firmar  el  proyecto,  y  después  á  sancionar  la  ley  desamortizadora 
de  i.°  de  Mayo,  la  más  radical  de  las  del  bienio;  y  no  sólo  fué  obligada  á  una 
cosa  y  otra,  sino  castigada  con  el  extrañamiento  de  las  personas  que  supusie- 
ron los  ministros  le  habían  aconsejado  la  resistencia:  se  desterró  de  nuevo 
á  sor  Patrocinio  Quiroga  y  i  varios  empleados  de  Palacio  servidores  del  rey 
D.  Francisco,  á  pesar  de  que  éste  se  interpuso  entre  las  víctimas  y  los  ejecu- 
tores de  las  órdenes  del  Gabinete.  Con  lamisma  violencia  se  impuso  ala  Reina 
un  nuevo  reglamento  de  Palacio,  llegando  hasta  amenazarla  con  un  motín, y  se 
despacharon  los  asuntos  eclesiásticos:  fueron  deportadas  los  jesuítas,  expul- 
sados de  El  Escorial  los  Jerónimos  (4),  prohibidas  las  procesiones,  desterrados 

(i)  Que  presentó  una  enmienda  para  que  la  Base  se|redac<ara  asi:  La  húcHh  itpaBola 
vive  y  tí  perftcciima  átntro  át  ¡a  HaaoHaHdad  humana. 

(i)    Hennano  mayor  de  D.  Nicolás. 

(5)    Profesor  de  la  Facultad  de  Derecho  de  la  Universidad  Central. 

(4)  En  el  periodo  de  ejecución  del  concórdalo  se  dieron:  Real  orden  24  Diciembre  1831 
declarando  que  en  virtud  de  aquél  la  exclaustración  de  religiosas  tenia  que  efectuarse  canó- 
nicamente. Decreto  2}  julio  lU^2,  reslableciendo  la  congrceación  de  San  Virente  de  Paúl  £  in- 
mediata instalación  de  la  Casa-fCoviciado  en  Madrid,  itotlndola  con  120.000  reales  anuales.  Rea- 
les cédulas  dr  19  Septiembre  y  29  Noviembre  del  mismo  año  en  que,  como  centros  para  las  Mi- 
siones de  Ultramar,  son  tomados  bajo  la  real  protección  varios  colegios  de  dominicos  y  agusti- 
nos, ordénase  establecer  otro  de  franciscanos  descalzos,  ^  se  restablece  á  los  jesuítas  devoWJén- 
doles  la  casa  de  Loyola.  En  iSj  j  se  restableció  la  comunidad  de  Jerónimos  en  El  Escotid. 


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HISTORIA    DE   ESPAÑA  737 

los  obispos  de  Urgel  y  de  Osma  (i),  expulsado  de  su  diócesis  el  de  Barcelooa, 
extrañado  el  Nuncio,  cerrados  el  Tribunal  de  la  Rota  y  la  NuDciatura.  Hubo 
partidas  carlistas  en  Castilla,  Alava.NavarrayCataluña,  siendo  fusilados  Mar- 
sal,  Más,  Fons  y  otros  cabecillas  á  mediados  de  Abril  (2).  Terminó  la  primera 
legislatura  de  las  Cortes  el  1 7  de  Julio,  después  de  haber  hecho  más  de  treinta 
leyes  concediendo  recompensas  á  cuantos  se  hablan  sublevado  ó  conspirado 
en  los  diez  últimos  años;  por  una  sola  hubo  de  ascender  á  teniente  á  212 
oficiales,  á  capitán  á  238,  á  comandante  á  142,  á  teniente  coronel  á  17,  i 
coronel  á  12  y  á  brigadier  á  58;  por  otra  se  contaron  como  años  de  servicio 
los  de  cesantía  de  los  empleados  prc^resistas.  A  pesar  de  esto  el  elemento 
afecto  á  O'Donnell  iba  ganando  terreno  á  costa  del  progrestsu  paro  ó  espar- 
terísta,  y  en  la  crisis  ocurrida  antes  de  la  suspensión  de  Cortes  resultaron 
todos  los  ministros,  aunque  progresistas,  amigos  de  O'Donnell.  Entró  enton- 
ces en  Fomento  el  joven  abc^ado  húrgales  D.  Manuel  Alonso  Martinez,  que 
tan  lucida  carrera  política  hizo  luego. 

Se  abrió  la  segunda  legislatura  el  i-°  de  Octubre,  y  fué  dedicada  á  la 
discusión  por  artículos  del  Código  constitucional.  Pero  el  interés  principal  fué 
el  poÜtico:  los  progresistas  puros  é  intransigentes,  capitaneados  por  Olózaga, 
que  vino  para  ello  de  Paris,  trataron  de  derribar  á  O'Donnell,  rompiendo  la 
anión  con  Espartero;  pero,  aunque  ayudados  e6cazmente  por  los  demócra- 
tas, no  pudieron  conseguirlo  porque  O'Etonnell  despicó  en  la  lucha  entabla- 
da sus  condiciones  de  habilidad,  y  no  fué  posible  arrancar  á  Espartero  de  la 
pasividad  ó  inacción  en  que  se  había  colocado,  repitiendo  constantemente 
¡Cíimplase  la  voltiHtad  nadonai!  y  dejando  hacer  i  su  rival.  Favorecieron  la 
tendencia  conservadora  Ó  uniotdsía,  que  representaba  O'Donnell,  los  movi- 
mientos revolucionarios  del  peor  carácter  que  seguían  desarrollándose  é  iban 
aumentando  en  intensidad  y  gravedad:  en  Barcelona,  de  los  obreros  contra 
los  fabricantes,  siendo  bárbaramente  asesinado  el  rico  industrial  Sol  y  Padres; 
en  Zaragoza,  donde  los  amotinados  prohibieron  la  salida  del  trigo  y  estable- 
cieron la  tasa;  en  Valencia,  contra  el  sorteo  de  las  quintas;  en  Burgos,  Valla- 
dolid,  Rioseco,  Ben&vente  y  Falencia,  donde  se  quemaron  almacenes  y  fábri- 
cas de  harinas,  se  saquearon  las  casas  de  hacendados  y  fabricantes,  se  hirió 
al  gobernador  de  Valladolid,  etc.  Los  periódicos  ministeriales  acusaban  á  los 
carlistas  de  autores  de  tales  desmanes;  Escosura  dijo  que  debían  ser  cosa  de 
los  jesuítas. 

Deseando  los  progresistas  rendir  un  homenaje  ruidoso  á  su  anciano  pa- 
triarca el  poeta  D.  Manuel  José  Quintana,  que  ya  contaba  cerca  de  ochenta  y 
tres  años  de  edad,  dispusieron  la  extraña  y  aparatosa  ceremonia  de  su  coro- 
nación por  la  Reina,  que  se  celebró  en  el  salón  de  sesiones  del  Senado.  El 
acontecimiento  literario  de  este  año  fué  el  estreno  de  Locura  de  amor,  que 
puso  en  su  punto  más  alto  la  reputación  de  Tamayo  (3).  Ayala  hizo  represen- 


(l)  Este  último,  por  haber  rilado  en  una  pastoral  la  Bula  /n  Cima  Demivi,  y  fué  muy 
comentada  la  manera  como  Escosura,  minislto  de  la  Gobernación,  empeió  su  discurso  dando 
coenta  á  las  Corles  del  incidente:  •  Un  laiVitenlt  dt  Osma. .  .>  £1  obispo  se  llamaba  P.  \'iccnte 
Horcos. 

(i)  D.  Carlos  M.  Isidro  murió  en  Trieste  (10  Marzo).  Tiene  en  su  sepulcro  esta  inscrip- 
ción: Cardal  f ,  Hiipaniamm  el  ¡ndiarum  Rtx,  ín  proipirís  meJíilHS,  in  aifvertit  címiatii. 

(3)  D.  Manuel  Tamayo  y  Baus,  hijo  de  un  actor  mediano  y  de  la  eminente  actriz  Joaquina 
Baus,  nadó  en  Madrid  (1829).  Se  crió  entre  bastidores.  A  los  diez  años  hilo  un  arreglo  del  fran- 
cés, y  su  madre  le  sacó  á  escena  en  brazos  á  recibir  ia  ovación  del  público.  En  lt(47  estrenó 
Jiiatta  di  Arce  (imitación  de  Schiller),  á  que  siguieron  El  j  de  Agmle,  Una  apuesta  (arreglol. 
Una  aventura  di  KicMtliai  (adaptación  de  un  drama  francés  de  Duval),  Angela  (l8í2),  aue  pa- 
rece imitación  de  Inlrigay  amar  de  Schiller,  firginia  (1853).  y  l-a  Iliea-iemira  {il'54y  Des- 
pués de  Lacura  de  amor  vinieron  Hija  y  madre,  que  no  tuvo  óxilo;  La  bola  dt  nieve,  que  lo  al- 


Salctdo,  Historia  de  EspaRa 


D.„«b,GooglP 


J^i  HISTORIA    DE  ESPAÑA 

tar  Los  CoMHHtros,  que  tuvieron  éxito  de  circunstancias  por  haberse  interpre* 
tado  como  una  sátira  contri  los  polacos.  Florentino  Sanz  (i),  que  desde  1848 
tenía  asentado  su  crédito  de  autor  dramático  con  el  Don  Francisco  de 
Qiuveáo,  y  que  había  tomado  parte  activa  en  la  conspiración  de  1854,  siendo 
á  lo  que  parece  autor  de  algunas  de  tas  cáusticas  composiciones  anónimas 
contra  San  Luis  y  Salamanca,  sacó  de  la  vicatvarada  triunfante  el  destino  de 
encalcado  de  negocios  ea  Berlín.  Su  estancia  en  la  capital  de  Prusia  fué  un 
suceso  beneficioso  para  auestras  letras,  pues  allí  conoció  las  poesías  de  Hei- 
ne  y  tradujo  algunas  (3),  iniciando  además  la  serie  de  sus  imitadores  caste- 
llanos, entre  los  que  había  de  sobresalir  Gustavo  Adolfo  Becquer  {3),  que 
precisamente  este  año  ó  el  anterior  vino  á  Madrid  sediento  tte  gloria  y  á 
pasar  trabajos  y  privaciones.  Y  no  fué  solo  Becquer  el  joven  pro\Hnciano  que 
por  este  tiempo  arribó  á  la  corte  con  iguales  propósitos:  hiciéronlo  también 
Pedro  Antonio  de  Alarcón  (4),  José  de  Castro  y  Serrano  (5),  Manuel  del  Pala- 
cio (6),  Gaspar  Núñez  de  Arce  {;),  sólo  conocido  entonces,  incluso  por  él  mis- 
mo, como  periodista,  aspirante  á  dramaturgo  y  autor  de  unos  diálogos  en 
verso  joco-fúnebres,  de  un  pesimismo  leopardesco . . . ,  etc.  (8).  Las  costumbres 
literarias  hablan  cambiado.  Ya  no  habia  Liceo.  Empezaban,  en  cambio,  las 
tertulias:  á  la  de  Escosura  concurrían,  entre  otros.  Bretón  de  los  Herreros, 
Ventura  de  la  Vega  y  Rodríguez  Rubí;  á  la  del  marqués  de  Molios,  Hartzen- 
busch,  D.  Modesto  Lafuente  y  Navarro  Vilioslada...  Los  literatos  jóvenes 
solían  reunirse  en  casa  de  D.  Gregorio  Cruzada  Villaroil  y  en  el  café  de  la 
Esmeralda  (calle  de  la  Montera). 

Los  sucesos  europeos  resonantes  en  España  se  redujeron  á  la  continua- 
ción de  la  guerra  de  Crimea.  Sebastopol  resistió  á  los  aliados  hasta  el  8  de 
Septiembre;  se  calculan  en  300.000  vidas  las  que  costó  á  la  especie  hu- 
mana esta  gran  operación  de  guerra.  El  Zar  Nicolás  habla  muerto  (2  Mar- 
zo); su  sucesor  Alejandro  II  se  apresuró  á  negociar  la  paz,  acordándose  la 


(iSCí).  que  lo  tuvo  extraordinario  (magnífico  y  mejorado 
Laya),  LaiKei  de  honor,  que  fué  muy  cnlicado  por  ser  una 
criuca  del  duelo;  'Un  drama  naeoe  (i  Mayo  iSGj),  la  xais  celebnuJa  df  sus  producciones  —  á 
Dosotios,  pareciéndonos  admirable,  nos  gusta  tnás  Locura  di  anor —  No  S»y  malhue  por  biim 
tiovíMga  (arreglo)  y  L01  hombres  de  iieit  que  fué  silbadí  por  su  Icnd  tn da  á  presentar  como  ma- 
las personas  á  muchos  de  los  quo  pasan  en  el  mundo  por  hombrea  dp  bien.  La  modestia  de  Ta- 
mayo  y  su  horror  i  las  ovaciones  teatrales  hizo  que  diera  muchas  de  sus  obras  con  seudánimos; 
El  otro.  Fulano  de  lal-^  Joaquín  Esteiattít.  Académico  de  la  Española  desde  i8;g.  secreta- 
rio de  ella  desde  l8?4,  director  de  la  Biblioteca  Nacional  desde  iSSj.  viviú  Tamayo  hasta  el  x> 

(1)  Nació  en  Arévalo  (11  Mano  1825).  Murió  (29  Abril  1881). 

(2)  Can^ionís  dt  Enrique  Heine  (Museo  Univertal,  Mayo  l8s7)- 
(31    Nació  en  Sevilla  (i;  Enero  1836). 

(4)  Nació  en  Guadix  ¡lO  Mano  183Í).  Con  D.  Torcuato  Tárraeo  escribía  un  periódico 
que  se  publicaba  en  C&díz,  y  á  esta  ciudad  se  fué  en  Enero  de  1853;  á  las  pocas  semanas  vino 
á  Madrid,  y  tuvo  que  regresar  á  Guadix  por  haber  caído  soldado.  Redimido  por  su  familia,  se 
trasladó  á  Granada,  donde  fundó  un  periódico  revolucionario,  y  formó  parte  de  la  Cuerda  gra- 
nadina. Volvió  otra  vez  en  este  año  k  Madrid,  dirigiendo  E/  Látigo,  diario  avanzadísimo  en 
ideas  y  sumamente  procaz  en  su  lenguaje.  Por  esto  tuvo  un  duelo  con  el  poeta  García  de  Que- 
vedo,  en  el  que  no  pereció  gracias  á  la  generosidad  de  éste. 

(()    No  5P  dio  á  conocer  hasta  tWu  con  las  Carlas  Irascendenlaleí,  publicadas  en  La  Amr- 

(fil  Nació  en  Lérida  (14  Diciembre  1832).  En  1846  e; 
nada,  donde  también  formó  parte  de  ¡a  Cuerda.  I'or  este 
figurar  como  literato. 

(7)  Nació  en  ValladoUd  (4  Aposto  1834).  Alos  quince  años  compuso  un  drama.  A  los  die- 
cinueve entró  sin  recomendación  de  nadie  en  El  Observador  de  Madrid. 

(8)  Muestra  de  aquellas  composiciones  de  su  juventud  es  La  desgracia  y  la  venlnra,  in- 
duítla  en  los  Gritas  del  comible. 


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HISTORIA    DE   ESPAÑA  7j9 

reunión  en  París  de  lui  Congreso  europeo  para  et  arreglo  de  la  cuestión  de 
Oriente. 

Año  i8$6. — De  Febrero  á  Abril  estuvo  reunido  en  París  el  Congreso 
internacional,  á  que  asistieron  representantes  de  Francia,  Inglaterra,  Rusia, 
Austria,  Prusia,  Turquía  y  Cerdeña.  Sus  actos  principales  fueron:  i.°  El  arre- 
glo de  la  cuestión  de  Oriente,  i."  La  abolición  del  corso  marítimo,  á  que  Es- 
paña no  quiso  adherirse  por  considerar  ese  medio  de  hacer  la  guerra  como 
un  medio  indispensable  para  la  defensa  de  las  naciones  débiles  atacadas  por 
otras  poderosas,  y  3.°  £1  planteamiento  de  la  cuestión  de  Italia:  lo  hizo  Ca- 
vour,  de  acuerdo  con  Napoleón  III,  denunciando  como  un  peligro  inminente 
para  la  paz  europea  la  ocupación  de  una  parte  de  los  Estados  Pontificios  por 
los  austríacos  y  de  otra  con  Roma  por  los  franceses,  así  como  el  régimen  ab- 
solutista imperante  en  las  Dos  Sicilias.  Los  representantes  de  Austria  pro- 
testaron contra  el  inopinado  planteamiento  de  una  cuestión  para  la  que  no 
se  había  reunido  el  Congreso,  y  éste  no  tomó  ningún  acuerdo;  pero  nadie 
dudó  ya  de  que  to  estaba  Napoleón  con  Víctor  Manuel,  y  de  que  Inglaterra 
secundaba  el  plan  común. 

En  España,  O'Donnell  con  los  prc^resistas  y  moderados  que  le  se- 
guían y  formaban  la  unión  liberal,  aunque  todavía  no  estuviese  oñcialmeo- 
te  constituido  el  partido,  trabajaba  por  contener  y  deshacer  la  revolución  con 
el  mismo  empeño  que  en  1854  por  hacerla.  A  principios  de  año  se  reorganizó 
el  Ministerio,  entrando  Escosura  en  Gobernación  y  D.  Francisco  Santa  Cruz 
en  Hacienda.  Propuso  éste  el  restablecimiento  del  impuesto  de  consumos,  á  lo 
que  se  opusieron  los  progresistas  puros  y  loa  demócratas;  el  i.°  de  Julio  sus- 
pendiéronse las  sesiones  de  Cortes,  y  D.  Estanislao  Figueras  amenazó  á 
O'Donnell  con  un  alzamiento  á  lo  Catilina  si  cometía  la  insensatez  de  aten- 
tar contra  la  libertad.  £1  13  de  Julio  expuso  O'Donnell,  en  Consejo  de  mi- 
nistros, la  necesidad  de  reprimir  enérgicamente  los  crecientes  desórdenes  que 
eran  el  pan  nuestro  de  cada  dia.  Escosura  declaró  al  oirle  que  era  incompa- 
tible con  él,  y  presentó  la  dimisión,  O'Donnell  hizo  lo  mismo;  pero  la  Reina 
admitió  la  primera  y  no  la  segunda.  Espartero,  que  hasta  entonces  había  creí- 
do contar  con  la  absoluta  confianza  de  S.  M.,  se  levantó,  y,  cogiendo  por  un 
brazo  á  Escosura,  dijo:  Espere  usted,  qit4  nos  vamos  Junios.  Et  dia  14  se  consti- 
tuyó el  gabinete,  presidido  por  O'Donnell,  en  que  entraron  Río  Rosas,  Pas- 
tor Díaz  y  Cantero;  los  progresistas  puros  apelaron  á  las  armas,  contando  con 
la  milicia  nacional;  pero  ta  guarnición  de  Madrid,  dirigida  por  Serrano,  per- 
maneció fiel  al  Gobierno.  Los  diputados  demócratas  y  progresistas  se  reunie- 
ronen  el  Congreso,  y  votaron  una  proposición  de  censura  al  nuevo  ministe- 
rio, presentada  por  Madoz,  Calvo  Asensio,  Salmerón  y  Sagasta.  Resultó  rarí- 
sima la  conducta  de  Espartero,  pues  ni  desaprobó  el  movimiento  revolucio- 
nario, ni  se  puso  á  su  frente,  explicándola  él  luego  por  su  temor  de  que  el 
triunfo  de  la  revolución  hubiera  traído  la  caída  del  trono,  cosa  que  repugna- 
ba á  so  sentimiento  monárquico.  Lo  cierto  es  que  no  hizo  nada,  y  termina- 
dos los  sucesos  se  volvió  á  Logroño,  de  donde  no  salió  ya  más.  El  combate 
en  las  caUes  de  Madrid  fué  rudo,  distinguiéndose  D.  Sixto  Cámara  y  D.  Ma- 
nuel Becerra  acaudillando  á  los  milicianos;  murió  Pucheta,  cayó  una  bomba 
en  el  salón  del  Congreso,  donde  seguían  juntos  los  diputados  de  la  izquier- 
da, etc. 

El  Gabinete  O'Donnell  duró  hasta  1  z  de  Octubre: disolvió  y  reorganizó  los 
Ayuntamientos  y  Diputaciones  provinciales;  disolvió  la  milicia  nacional;  re- 
primió la  Prensa;  disolvió  las  Cortes  constituyentes;  restableció  la  constitu- 
ción de  1845,  añadiéndole,  por  su  propia  autoridad,  un  Acta  adicional  (15 
Septiembre]  con  algunas  reformas  liberales:  atribución  al  Jurado  de  la  caliñca- 


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740 


ción  de  los  delitos  de  imprenta,  restricción  á  la  Corona  en  el  nombramiento 
de  senadores,  obligación  de  tener  reunidas  las  Cortes  cuatro  meses  cada  año, 
etcétera.  Suspendió  la  venta  de  bienes  eclesiásticos,  lo  que  originó  crisis  par- 
cial, pues  Cantero  dimitió  reemplazáadolc  D.  Pedro  Salaverria,  empleado  de 
Hacienda,  muy  reputado,  mas  sin  antecedentes  políticos;  y  levantó  el  secues- 
tro de  los  bienes  de  la  reina  Cristina.  Todo  esto  era  deshacer  la  obra  revolu- 
cionaria, á  que  debía  O'Donnell  su  encumbramiento:  lógico  era  que  para  com- 
pletar ó  representar  esta  restauración  viniesen  los  moderados,  y  asi  lo  declara- 
ba y  pedía  la  prensa  conservadora.  D.  Leopoldo  comprendió  que  la  Reina  asf 
lo  etfimaba  y  presentó  su  dimisión.  Narváez  constituyó  su  nuevo  Ministerio, 
dando  al  marqués  de  Pidal  la  cartera  de  Estado,  i  Seijas  Lozano  la  de  Gra- 
cia y  Justicia,  á  García  Barzanallana  la  de  Hacienda,  á  D.  Claudio  Moyana  la 
de  Fomento,  al  general  Urbistondo  la  de  Guerra,  á  Lcrsundi  la  de  Marina  y  i 
D.  Cándido  Nocedal  la  de  Gobernación. 

Metnorable  ea  este  año  en  la  historia  de  la  Pintura  española  por  haberse 
inaugurado  en  é)  la  serie  de  las  Exposiciotas  mtcümaies  de  Bellas  Artes:  antes 
las  habla,  pero  de  la  Academia  de  San  Fernando,  en  cuyo  patio  se  celebraban, 
y  circunscritas  á  las  obras  que  la  Academia  juzgaba  dignas  de  tal  Honor.  No 
venían  cuadros  de  provincias,  pues  para  ellos  estaban  las  Academias  de  cada 
una,  que  también,  y  á  imitación  de  la  de  San  Fernando,  convocaban  y  presi- 
dian sus  respectivos  concursos.  Daremos  aquí  una  ligerísima  idea  de  tos  prin- 
cipales artistas  que  se  dieron  á  conocer  en  esta  serie  de  Exposiciones  nacio- 
nales durante  el  reinado  de  Isabel  II:  D.  Antonio  Gisbert,  natural  de  Alcoy, 
pensionado  en  Roma  por  su  cuadro  La  Resurrección  de  Lázaro  {1853),  pre- 
sentó en  la  Exposición  de  1S38  La  muerte  del  principe  Don  Carlos;  en  la 
de  1866,  Los  Comuneros;  en  la  de  1864,  el  Desembarco  de  los  puritanos  en  la 
América  del  Norte;  y  en  la  de  1866,  la  Entrevista  de  Francisco  F  con  D.'  Leonor 
en  Illescas.  D,  José  Casado  del  Alisal  (nació  en  Villada),  también  pensionado 
del  55,  y  también  revelado  al  público  en  la  Exposición  del  58  con  su  Muerte 
del  conde  de  SaidaHa,  exhibió  en  la  de  1862  los  Últimos  momentos  de  Fernan- 
do el  Emplazado  y  el  enrámenlo  de  las  Cortes  de  Cddiz  en  1810;  en  la  de  1864, 
La  SendiciÓn  de  Bailen;  en  la  de  1866,  £'/  Gran  Capitán  auíe  el  cadáver  del  du- 
gue  de  Nttnours.  El  barcelonés  D.  Francisco  Sanz  y  Cabot,  inferior  á  los  ante- 
riores, se  hizo  notar,  sin  embargo,  con  el  Fin  dd  carnaval  en  Paris  (Exposi- 
ción del  58,  Libertad ¿  independencia  (1860)  y  Episodio  de  la  batalla  de  Tra/al- 
gar  (1862).  D.  Víctor  Manzano,  madrileño  que  murió  cuando  alcanzaba  la 
plenitud  de  sus  facultades,  brilló  en  la  Exposición  de  1858  con  los  Últi- 
mos momentos  de  Cervantes,  y  Sancho  Panza  ji  la  Duquesa;  en  la  de  1862,  con 
la  Familia  de  Antonio  Pires  en  la  prisión;  en  ia  de  1865,  con  Don  Quijote  lejien- 
do  libros  de  Caballerías  fi).  D.  Vicente  Palmaroli  (z)  presentó  en  1862  Pió  ¡X 
rezando  á  San  Ildefonso  por  el  principe  de  Asturias,  y  en  18S6,  La  Capilla 
Sixtina  en  una  función  solemne.  D.  Alejo  de  Vera,  natural  de  Viñue  las  (na- 
ció 14  Julio  1824),  ya  ventajosamente  conocido  en  los  concursos  de  1856 
y  58,  triunfó  por  completo  en  el  del  1862  con  su  bellísimo  Entierro  de  San 
Lorenzo,  y  en  el  de  1866,  con  Un  coro  de  monjas,  y  Santa  Cecilia  y  San  Vale- 

(1)  Muriií  (11  Octubre  l8f>5)  á  los  treinta  y  cuatrc 
de  abrirse  la  Ex|iosirirtn  Nacionai  ile  iWifi.  organizaron 
juntaron  más  ác  ríenlo;  está  impreso  el  catálo);o. 

(2)  Nació  en  Zarzalejo,  junto  al  Kscorial  I5  Septiembre  18  54).  Era  hijo  de  D.  Cayetano 
Palmaroli,  pintor  y  liló);!rafo  italiano  de  los  que  trajo  Madtazo  para  lito^nar  tos  cuadros  del 
Musco  df'l  rVado,  y  que  residió  en  Madrid  desde  t)í;r)  hasta  el  4  de  Diriembrc  1853,  que  falle- 
ció. Del  padre  de  Palmaroli  se  conservan  C0|Mas  y  retratos  muy  estimables,  como  uño  de  cuer- 
po entero  del  rey  D.  Francisco. 


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HISTORIA   DE  ESPAÑA  74 1 

rioHo.  D.  Joaquín  Domfn|¡uez  Becquer  (i)  concurrió  á  la  Exposición  Nacional 
de  1S56;  pero  hizo  luego  su  carrera  artística  en  Sevilla,  su  patria,  vendíenclo 
á  los  buenos  y  ricos  aficionados  ingleses  muchos  y  lindos  cuadros  andaluces. 
D.  Manuel  Domínguez  y  Sánchez  coucurríó  á  la  Exposición  de  l86o  con  su 
D."  María  Packtco;  con  retratos,  á  las  de  1862  y  64,  y  con  Margaríta  ante  el 
espejo,  á  la  de  1866.  D.  Dióscoro  de  la  Puebla  (2)  expuso  en  1860  y  62,  y  al- 
canzó en  1864  un  triunfo  muy  discutido  con  su  Desembarco  de  Colón  en  Amé- 
rica. D.  Alejandro  Ferrant,  sobrino  y  discípulo  de  su  tfo  D.  Luis  (3),  después 
de  triunfar  en  Cádiz,  en  1862,  con  un  cuadro  que  se  ha  hecho  popularisimo. 
Caída  de  MurÜlo  pintando  en  la  iglesia  de  Capuchinos,  concurrió  á  los  certá- 
menes nacionales  de  1864  y  66. 

Mas  sobre  todos  estos  artistas,  y  otros  que  el  deseo  de  la  brevedad  hace 
omitir,  descuella  D.  Eduardo  Rosales,  al  que  nadie  con  justicia  podría  negar  el 
principado  de  la  pintura  española  en  el  siglo  xix,  ya  que  Goya,  aunque  al- 
canzó esta  centuria,  pertenece  más  bien  á  la  precedente.  Nació  Rosales  en 
Madrid  el  4  de  Noviembre  de  1836;  en  1855  fué  á  Roma  sin  otro  apoyo  que 
el  de  su  entusiasmo;  pasó  allí  trabajos  sin  cuento  (4),  hasta  que  en  1859  le 
concedió  una  pensión  el  Ministerio  de  Fomento.  Como  en  España  todo  suele 
ser  algo  anómalo,  esta  pensión,  la  de  más  justicia  que  se  haya  otoi^do  en 
nuestra  época  era,  oficialmente,  una  pensión  de  gracia.  Á  la  Exposición  de 
1862  mandó  Rosales  su  precioso  cuadro  de  género  Nena,  y  á  la  de  18Ó4,  el 
TestanuMío  de  Isabel  la  Católica.  El  único  nombre  que  puede  colocarse  próxi- 
mo al  de  Rosales  es  el  de  Mariano  Fortuny,  el  insigne  hijo  de  Reus,  nacido 
el  1 1  de  Junio  de  1838,  que  en  1857  ganó  la  plaza  de  pensionado  en  Roma 
por  la  Diputación  Provincial  de  Barcelona;  vino  á  Madrid  por  primera  vez  en 
1866,  para  enamorarse  de  la  encantadora  Cecilia  Madrazo,  hija  de  D.  Fede- 
rico, con  quien  se  casó  un  año  después. 

Año  i8¡y. — Duró  el  ministerio  Narváez  hasta  el  15  de  Octubre.  El  25  de 
Marzo  fueron  las  elecciones  generales,  y  se  reuniéronlas  Cortes  el  I."  de 
Mayo,  durando  la  legislatura  hasta  el  16  de  Julio.  En  el  orden  político  este 
Gabinete  signiftcó  la  reacción  contra  la  revolución  del  54;  el  Concordato  fué 
restablecido  en  su  pristino  vigor,  derogándose  cuanto  se  habla  hecho  contra 
sus  prescripciones;  igualmente  fué  derogada  el  acta  adicional;  lo  mismo  et 
reglamento  de  Palacio,  las  reformas  en  la  administración  provincial  y  muni- 
cipal y  la  organización  del  Consejo  real;  restableciéronse  los  Consumos  y  la 
legislación  de  imprenta  de  1845,  interpretada  en  sentido  restrictivo  por  una 
circular  de  Nocedal,  hasta  que  fué  aprobado  por  las  Cortes  el  proyecto  de 
ley,  obra  del  último,  distinguiéndose  en  su  impugnación  parlamentaria  Cam- 
poamor  y  López  de  Ayala;  reformóse  la  constitución  del  Senado  (ley  17  Ju- 


il!  FLstL-  n.  Joaquín  qup  pn  la  Expnsicióii  Universal  <!<■  Paris  (Ir-  iKjj  prcsenti'i  1.a  ¿■fría 
áíSfAUa  t  ¡aterior  de  ¡a  Catedrai  dt  Sa'iila.  fué  uno  (te  los  íundailoiVs  iÍpI  IJreo  Artisllro 
sevillanoy  profesor  <!<■  la  Escuela  de  Bellai*  Aries,  hasta  su  fallerimíenio  '-O  Julio  lR7<i).  Creemos, 
aunque  sin  |)oder  comprobarlo  en  este  momento,  que  era  hermano  del  padre  <1e  Gustavo  y 
■"  '    '    lO  Becquer.  D.  Josí  Dom!i^:upz  Becquer.  tambiín  pintor,  fallecido  en  í6  Enero  \*^\. 

'     "    jirfrAiHííi'iifíff,  cuadro  muy  elogiado. ''-'--*-    -     "  "- i-i  _  .  . 

:posíción  de  Sevilla  (185MI  por  su  ruad 
is  Exposiciones  Nacionales.  En  1SÍ2  ai 
drid  (j_i  beptiemlire  ií<;o). 

(2l    Natural  de  Jplel(!ar  de  Femamertal  (Burgosl 

I  i)  Que  fui  un  buen  pintor  v  profesor  excelente  do  San  Femando,  nacido  en  Ilarcelo- 
na  ¡iSÓG)  y  fallcrido  en  Madrid  (iK'Ju''"  "*'*l'  Su  hermano  I).  Luis,  pjisajista,  fué  prcifeMit  de 
pintura  del  rey  D.  Francisco. 

(4)  Dejrt  Rosales  un  libro  de  apuntes  6  memorias  con  varios  ¡lensamientos:  uro  ilc  ellus 
es  que  -con  entusiasmo  todo  se  pasa  bien  en  la  vida,  por  gandes  i|ue  sean  l.i  miseria  y  penali- 
dades, y  sin  entusiasmo  de  nada  aprovechan  las  riquezas  m  el  bienestar. 


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EtpallolM  llostm  coateaportBcot. 

D,g,t7cdb/COOgIC 


HISTOKIA    DE   ESPA&\  743' 

lio),  creando  senadores  por  derecho  propio  {hijos  del  Rey,  arzobispos,  pre- 
sidentes de  los  Tribunales  Supremos,  capitanes  generales  y  Grandes  de 
España  con  renta  de  200.000  reales  en  inmuebles).  Quebrantó  politicamente 
al  Gobierno  la  discusión  en  ambas  Cámaras  sobre  los  sucesos  de  1854,  de 
que  resultó,  por  propia  confesión  de  Narváez,  su  concurrencia  á  los  trabajos 
de  conspiración  militar  contra  el  Gabinete  del  conde  de  San  Luis.  (Qaé  auto- 
ridad podía  conservar  un  Ministerio  que  alardeaba  de  tan  conservador  con  un 
presidente  convicto  y  confeso  de  haber  preparado  no  hacía  aún  cuatro  años 
una  rebelión  contra  la  regia  prerrogativa?  Golpe  más  rudo  no  lo  sufrió  nunca 
el  partido  moderado:  debilitáronse  el  entusiasmo  monárquico  y  la  unión  de 
la  mayoría,  inclinándose  á  la  izquierda  tos  amigos  de  Narváez  por  defenderlo, 
y  siendo  los  otros  tildados,  no  ya  de  reaccionarios,  sino  de  clericales,  ó,  como 
se  inventó  entonces,  de  neo-eaíiilicos,  palabra  con  que  se  quiso  signiñcar  que 
no  eran  católicos  á  la  usanza  tradicional  y  corriente,  sino  políticos  6  defen- 
sores de  los  intereses  terrenos  de  la  Iglesia. 

En  el  orden  administrativo  se  distinguió  el  Gobierno  por  su  celo  y 
acierto,  que  reconocen  escritores  tan  desafectos  á  los  moderados  como  Pirala, 
Garrido  y  Valera.  D.  Claudio  Moyano  presentó  á  las  Cortes  un  proyecto  de 
bases  para  la  ley  de  Instrucción  pública,  y  una  vez  aprobado  (i;  Julio),  lo 
fué  la  ley  (9  Septiembre).  Por  esta  ley,  aún  vigente  aunque  mod i fí cadísima, 
se  organizó  el  profesorado  de  primera  enseñanza,  y  ha  merecido  Moyano 
que  en  1900  se  le  erija  una  estatua,  obra  de  Querol,  delante  del  Ministerio 
de  Fomento.  Fundó  también  Moyano  la  Real  Academia  de  Ciencias  Morales 
y  Políticas  (Real  Decreto  de  30  Septiembre);  hizo  celebrar  una  brillantísima 
Exposición  agrícola,  y  en  unión  con  Nocedal  dio  gran  impulso  á  los  trabajos 
oficiales  de  Estadística.  En  lo  que  no  tuvo  fortuna  el  Gobierno  fué  en  la 
contratación  de  un  empréstito  con  la  Casa  Mires,  que  resultó  ruinoso;  bien  es 
cierto  que  el  estado  del  crédito  nacional  después  de  las  turbulencias  del 
bienio  no  consentía  otra  cosa.  Cuestiones  de  orden  público  hubo  dos:  antes 
de  la  reunión  de  Cortes  intentaron  progresistas  y  demócratas  promover  al- 
garadas en  Madrid,  y  fueron  enérgicamente  reprimidos,  no  con  fusilamientos 
y  procesos,  sino  haciendo  leva  de  gente  levantisca  y  maleante  y  llevándola 
á  Leganés  para  depurar  allí  su  modo  de  vivir  é  intenciones  (i).  En  el  verano 
levantáronse  partidas  republicanas,  ó  más  bien  dicho  socialistas,  en  Andalu- 


(1)  A  rslas  condiicdtmos  sr  las  ñamó /ai  cntrdaí  a  ¿e^n  ir,  di- que  hablaron  y  escribie- 
ron mucho  lo<i  advrsaríos  dd  Ciotnrmo.  y  quf  <'rnsura  duramente  Garda  Kuiz  en  sus  Iñl- 

(Expliíadón  de  la  lámina  anterior.) 

Espaflolc*  llnstres  contemporáneos.  — 118.  Al^uidra  Pida!  y  Mon,  Dir«cior  de  la  Academia 
Española,  político ovítFnSF,  publicisu,  pensador  y  orador  Insigne  (IB40-  iqi3).~II9,  anmerlinda  dC  Azci- 
rale,  pensador  y  polllico,  catedrático  de  la  Universidad  Central,  Consejero  de  Estado,  uno  de  los  prohom- 
bindcl  partido  republicano.  Nació  en  1S4D  — 120.  Antonio  Mafloi  Degrain,  noUble  pintor  valenciano, 
i  quien  en  1Q12  se  concedió  la  Medalla  de  honor  en  la  Exposición  de  Bellas  Artes  de  Madrid.  Niciú  en  IMO, 
- 121.  Raimando  Fernández  Vlllmverde,  eminente  hacendista  y  político.  Pertenecía  al  partido  conser- 
vador, y  hi«  Académico  de  la  EspaBola  (IS4I  - 1905).  —  122.  Felipe  Pedrell,  insigne  maesiro  compositor, 
citalin,  autor  de  la  IrlIoRla  Los  Pirineos,  y  notable  invntigador  critico  de  nuestro  palrimonio  musical. 
Nació  en  1M1. -123.  Rafael  Calvo,  aplaudidfsima  actor  dramitico;  émulo,  rival  y  compaAcro  de  Vico 
(l$42  -  1BB8).  —  124.  Fr«ncfMO  Domingo  y  Marqués,  nolablc  pintor  cuyas  obras  mis  celebradas,  aparte 
dr  los  mnchos  y  arllslicos  retratos,  son  quizás  sus  cuadros  Santa  Clara  y  Loi  Titiriteros.  Nació  en  184J. 
-129.  FruMlMO  Sflvela  y  La  VleUenie,  célebre  político,  admirable  orador,  escritor  eleganllsimo  y 
hombre  de  gran  Ulento.  madrileño.  Fué  últinumente  jefe  del  partida  liberal  conservador  (1S43-l90n. 
-121.  Adelina  Pattl,  celebérrima  tiple  ligera,  la  mejor  de  su  época.  Nació  en  IS43  en  Madrid. 


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744  HISTORIA   DE   ESFAÑA 

cia,  siendo  su  principal  caudillo  Sixto  Cámara;  y  habiendo  entrado  algunas 
en  el  Arahal  y  otros  pueblos,  abandonáronse  al  saqueo  y  cometieron  los  más 
horribles  excesos.  Alannóse  la  opinión  pública,  y  pidió  castigos  severos;  pero 
es  incuestionable  que  se  excedió  el  Gobierno  en  la  represión,  pues  llegaron  á 
ciento  los  fusilados,  pareciendo  esto  demasiado  á  la  misma  opinión  que  había 
pedido  fusilamientos,  y  entonces  se  levantó  un  clamor  de  protesta  compasi- 
va que  salvó  la  vida  de  otros  treinta  ó  cuarenta  coodenados.  Con  motivo  de 
estos  sucesos  hubo  nuevas  cuerdas  d  Z^ganés. 

La  caída  del  Ministerio  vino  por  hechos  de  que  no  es  posible  formarse 
idea  clara,  pues  las  incompletas  y  confusas  relaciones  de  que  podríamos  ser- 
virnos están  envueltas  en  hablillas  y  murmuraciones  de  la  peor  especie  y  de 
cuya  autenticidad  nadie  responde.  Murmurábase  mucho  de  Palacio.  Se  decía 
que  allí  goiaba  de  gran  privanza  un  joven  apellidado  Puig  Moltó.  Se  dijo  que 
en  la  misma  antecámara  regia  se  habían  batido  en  duelo  el  ex-ministro  Ur- 
biztondo  y  el  hijo  del  marqués  de  Alcañices,  resultando  muerto  el  primero. 
Parece  seguro  que  el  carácter  de  Narváez,  violento  y  despótico,  se  hizo  en 
esta  ocasión  insoportable  á  la  Reina,  la  cual,  no  para  cambiar  de  política,  sino 
de  personas,  ofreció  la  Presidencia  del  Consejo  á  Bravo  Murillo,  y  no  habién- 
dola aceptado,  la  confirió  al  general  D.  Francisco  Armero,  quien  formó  su  ga- 
binete con  Martínez  de  la  Rosa,  Mon,  Bermúdez  de  Castro  y  Salaverría,  El  28 
de  Noviembre  dio  á  luz  la  Reina  al  principe,  que  fué.  andando  el  tiempo,  Al- 
fonso XII. 

Habiendo  fallecido  (11  Febrero)  el  arzobispo  de  Toledo,  que  tenia  el 
cargo  de  confesor  de  la  Reina,  se  llamó  para  sustituirle  en  esta  función  al 
arzobispo  de  Santiago  de  Cuba  D.  Antonio  María  Claret  (i).  £1  i."  de  Octu- 
bre de  este  año  le  tocó  leer  el  discurso  de  apertura  en  la  Universidad  Central 
á  D.  Julián  Sanz  del  Rio:  versó  sobre  la  inñuencia  moral  del  estudio  de  la  Filo- 
sofía (2),  é  hizo  mucho  ruido.  Como  prueba  del  valimento  oficial  que  ya  te- 
nían los  kraussistas,  baste  apuntar  que,  habiendo  publicado  al  aRo  siguiente 
en  La  Razón  Católica,  de  Granada,  un  artículo  contra  el  discurso  de  Sanz  del 
Río,  el  profesor  D.  Juan  Manuel  Ortí  y  Lara,  fué  severamente  reprendido  por 
el  Consejo  Universitario. 

Año  i8¡8.  —  El  Gabinete  Armero  no  duró  más  que  dos  meses  y  vein- 
nueve  días.  El  10  de  Enero  abriéronse  las  Cortes,  y  el  1 1  fué  derrotado  el 
Gobierno  en  la  elección  de  presidente,  no  alcanzando  su  candidato  (Mayans) 
más  que  1 18  votos  contra  126  que  tuvo  Bravo  Murillo,  presentado  por  las 
oposiciones.  Isturiz  fué  encargado  de  formar  nuevo  Gabinete,  y  lo  hizo,  bajo 
la  inspiración  de  Bravo  Murillo,  genuinamente  moderado;  pero  tan  profunda- 
mente dividido  estaba  el  partido  en  grupos  y  gnipitos,  tantos  como  perso- 
najes, echándoselas  unos  de  más  liberales  que  los  Otros,  para  colorear  de  a1- 


01  He  familia  ilr  obrerus,  narii'i  en  Srllcnt,  cerca  de  Vich  (jj  Diciembre  1807).  Tejedor 
de  oficio,  era  llamado  el  santo  por  sus  coni|>añems  de  fábrica.  A  los  veintidós  años  em|iczó  S 
estudiarla  carrera  eclesiistica.  ordenándose  en  iSjj.  En  lí<ji9  se  dedicó  á  dar  misiones  iior  los 
pueblos  de  Calaliiña.  Fundó  una  lijja  ccmtra  la  blasfemia,  la  IMrería  Rrligiesa  (1807)  para  edi- 
tar y  vender  á  infinio  (iri'cio  obras  de  propacranda  reliposa.  y  la  Conerefoción  del  Inmatulado 
Corasen  de  Maña  <lK4<)l.  Kn  Sanliacn  de  Cuba,  sieniln  arzobis[>o,  siguió  misionando:  fundri 
la  Cpnnrrfpiriím  dr  fítmianoi  Cafiaciinia,  y  al  salir  de  predicar  (l.°  Febrero  1856)  fuécrave- 
mente  hendo  por  un  asefiino.  Kra  un  varón  apostólico  austerisimo:  predicaba  con  sumo  fervor, 
atrayendo  v  arrebatando  i  la  muchedumbre.  En  Madrid  no  quiso  vivir  en  Palacio,  sino  en  el 
Co1e(rio  de^ltmserrat.  y  sus  sennones  atraían  (¡ranües  multitudes.  Hombre  de  propa^janda  po- 
pulnr.  no  era  lileraio  ni'lc-nia  exqui.siio  gu.sto  en  csie  Orden,  dando  asiiiero  con  algunas  de  su^ 
caídas  en  este  terreno  á  los  refrarlarios  de  la  austeridad  í  intransigencia  religiosa  que  eran, 
naturalmente,  sus  enemigos  personales,  para  ponerle  en  ridiculo, 

(jl  Antes  lie  i^sle  iliscurso  sólo  haliia  pnhlicado  Saní  del  Rio  la  tradncción  ó  arreglo  del 
Com¡:;,áh  df  Ifhioria  I  'mvfrsal.  de  Welier  <lR5í). 


,,,  Google 


HISTORIA   DB  BSPAÍtA  745 

gún  modo  la  indisciplina,  que  no  era  posible  fundar  una  situación  sólida.  Con 
du^ismos  dentro  del  Gabinete  y  vaivenes  continuos  tiró  Izturíz  hasta  el  I4  de 
Mayo,  en  que  confirió  la  cartera  de  Gobernación  á  Posada  Herrera,  amigo  de 
O'DonncU,  el  cual  planteó  la  cuestión  de  disolver  las  Cortes  para  traer  otr&s 
con  que  se  pudiera  gobernar.  E^lo  hizo  surgir  la  crisis  (30  JunioJ  (1),  y  enton- 
ces la  Reina  llamó  á  O'Donnell,  constituyéndose  la  situación  de  Unión  libe- 
que  fué  la  más  larga  del  reinado  de  Isabel  II,  en  esta  forma:  Presidencia  y 
Guerra,  O'Donnell;  Gobernación,  Posada  Herrera;  Estado,  Calderón  Collan- 
tes;  Gracia  y  Justicia,  Fernández  Negrete;  Hacienda,  Salaverrfa;  Fomento,  el 
marqués  de  Corvera;  Marina,  D.  José  M.  Quesada. 

Era  O'Donneli  á  la  sazón  de  cuarenta  y  nueve  años  cumplidos,  y  bada 
veintidós  que  ceñía  la  faja  de  general:  el  tercer  entorchado  se  lo  habiao  dado, 
ó,  mejor  dicho,  se  lo  había  tomado  él,  como  premio  de  haber  faltado  á  sus  de- 
beres militares  en  1854.  La  elevada  estatura,  el  color  blanco,  los  ojos  azules  y 
los  cabellos  rubios  denunciaban  su  ascendencia  irlandesa,  la  que  también  se 
acusaba  en  rasgos  salientes  de  su  carácter;  v.  gr.,  en  la  flemática  serenidad 
que  ostentó  siempre,  y  que  le  daba  incontrastable  superioridad  en  el  trato 
de  B*ntes  tan  impresionables  y  que  tan  poco  sabemos  disimular  las  impre- 
siones como  solemos  ser  ios  españoles.  D.  Leopoldo  hablaba  poco,  y  eso  poco 
lenta  y  perezosamente,  como  quien  no  dice  sino  cosas  muy  meditadas;  se 
refa  menos,  aunque  sonreía  con  frecuencia,  y  era  hombre  muy  cortés  y  gra- 
vemente afable;  nunca  se  le  vio  abandonarse  á  la  cólera,  ni  descomponerse, 
ni  hacer  frases,  ni  mortificar  inútilmente  á  nadie.  Para  muchos  de  sus  par- 
ciales y  para  el  crecido  número  de  aquellos  á  quienes  convence  plenamen- 
te la  fortuna  pasó  por  tener  un  entendimiento  superior  y  ser  un  caudillo  mili- 
tar de  mérito.  En  este  orden  no  fué  realmente  sino  un  soldado  valeroso  y  un 
jefe  de  los  del  montón,  sin  que  haya  dejado  ningtin  ejemplo  digno  de  servir 
de  enseñanza:  el  levantamiento  del  sitio  de  Lucena,  á  que  debió  su  condado, 
no  puede  compararse,  ni  de  lejos,  con  las  campañas  de  Oran,  aun  habiendo 
sido  éstas  desgraciadas,  y  la  preparación  de  la  guerra  de  África,  á  que  debió 
principalmente  su  fama,  no  fué  sino  una  serie  de  equivocaciones  y  desacier- 
tos. Como  político,  lo  digno  de  encomiarse  de  su  carrera  es  la  serenidad  con 
que  durante  el  bienio  aguantó  y  sorteó  los  ataques  de  tos  progresistas  en  las 
Cortes  y  fuera  de  ellas.  Por  lo  demás,  si  se  sublevó  en  1854  fué  por  mero  in- 
terés profesional  ó  de  clase  y  por  ambición  personal,  sin  ninguna  mira  polí- 
tica; y  si  triunfó,  después  de  Vicálvaro,  tuvo  para  ello  que  sacrificar  sus  con- 
vicciones, y  aun  ni  esto  nació  de  él,  sino  que  le  fué  sugerido  por  otros.  Cuén- 
tase que,  hablando  unos  de  O'Donnell  delante  de  Cánovas,  dijeron:  •  D.  Leo- 
poldo fué  verdaderamente  un  ldolo>,  á  lo  que  Cánovas  repuso:  <Sf,  un  fdolo, 
yo  lo  sé  bien,  porque  hablé  muchas  veces  dentro  de  él  • .  En  todos  los  actos  de 
O'Donnell  se  descubre  siempre  al. . .  que  hablaba  dentro;  lo  que  puso  conti- 
nuamente de  substantivo  y  propio  es  el  apego  al  Poder,  habiendo  dicho  mu- 
chas veces  el  mismo  Cánovas  que  no  había  conocido  á  ningóo  otro  prohombre 
que  sintiera  en  la  medida  que  D.  Leopoldo  el  apetito  del  mando  por  el  mando: 
mientras  que  era  presidente  del  Consejo,  para  él  iba  todo  bien,  y  en  cuanto 
le  quitaban  la  Presidencia,  es  que  le  habían  hecho  abominables  traiciones  y 
se  it>a  á  hundir  el  mundo.  Aparte  de  esta  debilidad,  que  á  la  vez  era  fuerza 
política  porque  sin  ella  no  se  hubiera  sostenido  tanto  tiempo  en  el  Poder, 
O'Donnell  fué  hombre  sencillo,  morigeradísimo  en  sus  costumbres,  del  que 
nunca  se  contaron  aventuras  ni  amorfos;  enamoradísimo  de  su  mujer,  doña 

(it  Durante  i-l  nimLstorin  Istiirii  mauBiirSrons,.  I,is  limM^  fTioviai i;is  ili-  Maitriil  S  Vat.'ti- 
cia  y  Alicanto  (24  Mayo)  y  ti  Canal  del  Ldoya  (junio;. 


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EtpaBolci  llnatrc*  coatcai|ior*acM, 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


HISTORIA  DB   ESPARa  747 

Manuela  ó  doña  Manolita,  qu«  dedan  los  íntimos,  &  ta  que,  por  las  noches, 
cansado  de  toda  una  jornada  polftica  y  parlamentaría,  leía  el  folletín  de  ¿n  Co- 
rrespondeneia,  y  hasta  dominado  y  algo  puesto  en  rídtculo  por  ella,  pues  le 
consentía  mayor  influjo  en  ios  asuntos  públicos  que  el  que  un  marido  discre- 
to  debe  conceder  á  su  esposa,  cuando  no  es  ésta  de  la  rarísima  madera  de 
Isabel  la  Católica. 

Fué  O'Donnell  la  gran  figura  representativa  y  atrayente  de  la  Unión  li- 
beral; pero  la  substancia  ó  el  alma  de  este  celebérrimo  grupo  hay  que  seña- 
larla en  el  que  fué  su  primer  ministro  de  la  Gobernación  D.  José  Posada  He- 
rrera. Sin  Posada  Herrera  no  hubiera  existido  la  Unión  liberal.  Era  Posada 
asturiano,  abogado,  de  mucho  entendimiento,  de  cultura  no  muy  extensa  ni 
variada,  pero  sólida  y  bien  ordenada  en  su  Facultad,  catedrático  de  Dere- 
cho que  había  sido,  de  donde  le  sacaron  á  título  de  eminencia  para  ser  se- 
cretario del  Consejo  Real.  Decía  él  de  sí  mismo;  Me  UamaM  escéptico  porqHt 
no  creo  en  ellos,  y  realmente  no  creía  mucho  en  los  hombres,  ni  en  las  teorías 
aparatosas  con  que  suelen  decorar  ó  disimular  su  ambición  personal.  Carecía 
de  imaginación,  predominando  en  él  ese  buen  sentido  popular  de  que  Cer- 
vantes revistió  á  Sancho  Panza,  y  que  es  más  frecuente,  por  cierto,  en  los 
asturianos  que  en  los  manchegos.  Más  no  ha  de  deducirse  de  aquí  que  no 
comprendiera  él  las  cosas  generales,  ni  que  careciese  de  sentido  político  en 
su  más  amplio  concepto,  ni  de  patriotismo.  Posada  Herrera,  como  Bravo  Mu- 
ríllo,  quiso  sacar  á  España  de  la  miserable  abyección  á  que  la  habían  reduci- 
do las  luchas  de  los  partidos;  pero  no  juzgó  conveniente  atacar  el  mal  de 
frente,  como  el  autor  de  la  Reforma  constitucional,  sino  valerse  de  la  misma 
podredumbre  reinante  para  construir  un  edificio  político  mejor  que  el  exis- 
tente: acabar  con  los  dos  partidos  progresista  y  moderado,  fundirlos  en  uno 
sólo  sencillamente  liberal,  atraerse  á  todos  los  hombres  que  valían  algo  para 
que  colaborasen  en  el  Gobierno;  no  mermar  atribuciones  á  las  Cortes,  pero 
crear  artificialmente  Cortes  que  sirviesen  á  los  Gobiernos  en  vez  de  destruir- 
los, ó,  como  él  decfa:  <Los  Ministerios  no  deben  se  parlamentarios,  sino  los 
parlamentos  ministeriales»;  distraer  al  pueblo  de  la  enerradora  y  funesta  po- 
lítica interior  ó  menuda  con  las  empresas  exteriores,  reintegrar  á  España 
como  Potencia  efectiva  en  el  orden  internacional:  tal  fué  su  plan,  que  tenía, 
como  todos  los  planes,  su  aspecto  malo,  y  que  sólo  pudo  realizar  en  parte.* 


{Expiración  ái  la  lámina  anlrriof.) 

CtpaAolcs  lluttreí  conté nportneo*.  - 127.  Alejandro  Fcrrant,  notiblc  pintor,  entre  tuyos 
cnidroi  mi*  conocidos  y  elogiadoi  dncnelUn:  Entierro  dt  San  Sebattidn  y  Ciínerot  fundando  H 
HotpUaidela  Caridad  dt  II¡e$eas.  Nadó  m  IS41.  en  Midrld.  —  US.  Julián  Onrarre.  celebttrimo  tenor 
lonalét,  nnetlo  en  U  plenitud  de  sus  fiCDltidn(lS44-iaM).— 129.  EuMblo  BIIKO,  noUble  petlodiita 
y  mtor  dtamilico  ingonn,  de  chispeante  ingenio.  Deilemdo  i  Patfs  por  su  siünilicicién  polKlca,  peima- 
necM  en  dichi  capital  dnpuís  de  la  imnisUa,  escribiendo  principalmente  delicióos  crónicas  [estivas  pn- 
bUcadas  en  1i  Prensa  española  (1S41  -  IW3).  — 130.  Joaquín  Costa,  insiine  pensador  iraíonh,  publi- 
riita  notable.  Son  justamente  elogiadas  por  los  grandes  crlUcos  europeos  sus  obras:  DerichO  Contat- 
Indinarlo  del  Alta  Aragón  y  Mitología  y  llteralaro  eelto-hltpdnka  (IW4-I911).  - 131,  Cvlcnio 
Sclléa,  dramaturfo  aplaudida  y  brillante  cuentista.  Académico.  Su  obra  más  famosa  es  El  nada  gar^ 
diano.  Nacid  en  IS44.  — 132.  Ricardo  VcUzquei  Boato,  Ilustre  arquitecto  y  oriental  Isla  de  renombre 
europeo.  Miembro  de  la  Academia  de  San  Femando  j  Presidente  de  la  seeddn  de  Arquitectura;  director  y 
profesor  de  la  Cscnela  de  Arqnlteclnra:  Presidente  bonocario  de  los  Congresos  internacionales  de  arqultec- 
loi|y  de  la  secdón  española  del  Internacional  de  Bellas  Arles  (184t).  —  133.  Moaen  Jacinto  Verdagncr, 
fnspiradfilmo  poeta  épico  catalán,  autor  de  La  atldntlda  y  Caaigó.  Era  sacerdote  |1345- 19041.-134.  Pa- 
bla Sanante,  eminente  violinista  navarro,  lamoso  en  el  mundo  enteco  como  ejecutante  prodigioso 
(1845-1908).  — 139.  Joté  Moreno  CartMnerO,  Ilustre  pintor  malagneflo,  que  obtuvo  primeras  medallas 
con  los  lientos  El  principe  de  Vlana  y  La  canverlltn  del  duque  de  Ooadia,  y  ha  ganada  lama  univer- 
sal con  sus  cuadros  inspirados  en  el  Quilate.  Naciá  en  IM5. 

DigiUrrlb/GOOglC 


J4^  HISTORIA  DE  ESPASA 

Las  Cortes  fueron  dísueltas  el  1 1  de  Septiembre,  y  convocadas  las  aue- 
vas  para  el  i .°  de  Diciembre.  El  21  de  Noviembre  dirigió  Posada  Herrera  una 
circular  á  los  gobernadores  prescribiéndoles  que,  sin  apartarse  de  la  estricta 
legalidad,  procuraran  el  triunfo  de  los  candidatos  ministeriales.  Asi  lo  hicie- 
ron, viniendo  unas  Cortes  con  numerosísima  mayoría  unionista:  los  modera- 
dos llegaron  á  treinta,  y  actuaba  de  jefe  González  Bravo;  los  progresistas 
eran  unos  veinte,  siendo  su  leader  Olózaga.  Á  titulo  de  católico  independíen- 
te vino,  elegido  por  Valencia,  donde  tenia  gran  fama  de  abogado,  D.  Anto- 
nio Aparisi  Guijarro.  Hablase  iniciado  la  desbandada  en  los  dos  partidos  his- 
tóricos, aceptando  la  Unión,  entre  otros  muchos  de  menor  cuantía,  tos  pro- 
hombres moderados  Martínez  de  la  Rosa,  Mon  é  Istúríz,  y  los  progresistas 
Infante,  D.  Modesto  Lafuente,  D.  Cirilo  Alvarez,  Cortina,  Zavala,  Prin,  Santa 
Cruz,  Lujan,  etc.  A  los  que  se  pasaban  á  la  Unión,  especialmente  de  los  pro- 
gresistas, se  les  puso  el  mote  de  reselladlos.  Bravo  Murillo  se  retiró  de  la  vida 
política.  Entre  los  ko  resellados  la  perturbación  no  pudo  ser  mayor:  los  pro- 
gresistas celebraron  una  reunión  en  el  teatro  de  Novedades  (26  Sepiembre), 
y  de  allí  salieron,  unos,  dispuestos  á  oponerse  resueltamente  á  O'Donnell, 
otros,  á  resellarse  desde  luego,  como  Luzuríaga,  y  otros,  decididos  al  resello, 
pero  á  más  largo  plazo,  como  Escosura.  Entre  los  moderados,  £J  Estado,  dia- 
rio dirigido  por  Campoamor,  preconizaba  la  oposición  templada  y  respetuosa 
con  la  monarquía;  £1  fíbrieoMíe,  inspirado  por  González  Bravo,  atacaba  furio- 
samente á  la  situación,  y  La  Espaüa,  de  D.  Pedro  Egaña,  representaba  la 
tendencia  más  conservadora  del  partido,  aunque  sin  querer  confundirse  con 
los  neo-católicos  que  representaban  La  Regeneración,  de  Canga  Alhelíes,  y 
La  Constancia,  de  Nocedal. 

En  este  año,  y  por  virtud  de  un  acuerdo  con  el  Gobierno  francés  del 
año  anterior,  1,500  soldados  de  nuestro  ejército  de  Filipinas,  concurrieron 
con  los  franceses  á  la  expedición  de  Cochinchina;  la  guerra  con  alternativas 
diversas  duró  hasta  1862,  y  el  nervio  de  ellas  fueron  nuestros  soldados  taga- 
los que.  acaudillados  por  jefes  y  oRciales  españoles,  hicieron  proezas,  distin- 
guiéndose notablemente  como  caudillo  inteligente  y  organizador  colonial  don 
Carlos  Palanca,  que  estuvo  allí  dos  veces,  quedando  memoria  de  sus  hechos 
en  el  ejército  francés,  lo  que  ha  valido  recientemente  á  tan  benemérito  mili- 
tar %na  actualidad  de  gloria  póstutna  que  no  debemos  dejar  pasar  con  la  faci- 
lidad con  que  pasan  todas  las  actualidades  en  nuestros  días  (i). 

Año  iSsg.  —  Cuatro  hechos  importantes  hay  que  registrar  en  este  aflo: 
I."  Para  justificar  de  algún  modo  el  alzamiento  de  1854,  base  de  la  fortuna 
de  O'Donnell,  por  el  aspecto  de  la  moralidad  administrativa,  se  habló  y  es- 
cribió mucho  contra  los  Gobiernos  de  aquel  tiempo  que  hablan  faltado  en 
este  punto,  según  los  conspiradores  de  entonces,  y  se  tonnuló  concretamen- 
mente  acusación  por  el  Congreso  (la  sostuvo  EIduayen),  acordándose  por  16S 
votos  contra  66,  y  se  planteó  el  juicio  en  el  Senado  contra  Esteban  Collantes, 

(1)  Pul>lir<S  /-y  LihrraUya  Julio  loiO  iina  rriinica  de  Porís,  áe  fiómez  Carrillo,  ronlandc 
4|ii<'  el  (¡cnoral  l.yaiilrv  halila  ilcrlaradn  que  su  mrtixln  de  cnlnnizacidn  lo  había  apronülün  de 
un  iiñHal  <)ue  úryyfi  á  las  órdmr»  del  coronel  [',.  uno  de  los  |>rímerox  ronquisladorrs  del  Ton- 
kin.  .A  los  llocos  días  ognircciñ  m  v\  mismo  jioríAdico  unn  carta  di'l  maniuéij  <lr  Dos  Fucnic- 
ri'Vi'laniln  que  i'l  coronel  P.  era  1).  Carlos  Palanra.  verdadero  cmiquiíladi'rpara  Francia  del  Tí<h- 
khi.  Con  este  motivo  casi  lod<i»  lo>i  pcrirtilicos  lian  exumado  i'l  rcruerdo  de  D.  Carlos  Palanca, 
n.ici'l')  en  \'aleni-ia  \t\  Mano  l^I^ll.  á  iliiiet)  sH  padre  nui-so  ili'dicar  al  romerric).  mandándole 
á  Franria,  donife  aprendió  la  lenpia  francesa  perfectamente,  y  que  en  iíl.;9  in)jresA  rn  el  ejér- 
cito romo  subli'niente  de  Infanteria.  Además  de  sus  servicios  en  el  Tonkin,  hiio  la  pierra  de 
Santo  T'lnmin^  y  la  primera  de  Ciilia;  en  iJlTiH,  siendo  mariscal  de  camiio.  íup  comandante  ge- 
neral lie  Cartaiicnn.  v  alli  escriliii^  i-l  lil>n<  Kxpediáóu  á  iWAhichina,  que  se  lia  hecho  raríüímo. 
Murió  en  Madrlil  (lO' Junio  Itt70l. 


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749 


que,  siendo  ministro  de  Fomento,  habla  autorizado  el  pago,  de  130.000  car- 
gas de  piedra  para  el  canal  del  Manzanares,  las  cuales,  conforme  al  expedien- 
te instniido,  no  llegaron  á  emplearse  en  las  obras.  Calderón  Collantes  y  Cá- 
novas del  Castillo  acusaron  en  el  Senado  al  ex-ministro,  como  comisarios  del 
Congreso,  y  lo  defendieron  Cortina  y  Acebedo:  la  alta  Cámara  declaró  cul- 
pable á  Esteban  Collantes,  por  mayoría  de  muy  pocos  votos  de  los  delitos  de 
estafa,  fraude  y  falsificado  o;  pero  como  la  ley  exigía  dos  terceras  partes  de 
votos  de  mayoría  para  condenar,  resultó  absuelto  el  procesado.  Siguióse  cau- 
sa contra  D.  José  M.  de  Mora,  que  era  director  de  obras  públicas  cuando 
ocurrió  el  hecho;  pero  Mora  se  habla  refugiado  en  Londres,  y  desde  alK  es- 
cribió y  publicó  en  su  defensa  papeles  que  aumentaron  el  escándalo.  Tam- 
bién se  persiguió  á  D.  Manuel  López  Santaella,  que  habla  Sido  comisario  ge- 
neral de  Cruzada,  dándose  la  coincidencia  de  que  formulara  el  Gobierno  la 
acusación  tres  dias  después  de  haber  votado  Santaella  en  contra  suya;  el  Se- 
nado se  inhibió  de  este  juicio,  fundándose  en  que  la  fundón  de  comisario  de 
Cruzada  depende  del  Papa.  Nada  se  sacó  en  limpio  de  esta  campaña  de  mo- 
ralidad administrativa,  á  no  3er  la  convicción  general  de  que  O'Donnell  sen- 
tía remordimientos  de  su  conducta  en  1854,  y  á  todo  trance  querfa  hacer 
creer  que,  no  como  revolucionario,  sino  como  Catón  la  habla  seguido,  y,  por 
contera,  aumentar  el  descrédito  de  los  políticos,  incluso  los  de  la  Unión,  de 
los  que  habla  de  murmurarse  más  todavía  que  de  los  polacos.  Las  salpicadu- 
ras de  la  maledicencia  fueron  máa  arriba. 

2°  La  insurrección  republicana  durante  el  verano.  El  infatigable  Sixto 
Cámara  intentó  sublevar  á  Olivenza;  pero,  descubierto,  tuvo  que  huir  y  mu- 
rió asfixiado  en  la  fuga  por  los  abrasados  campos  extremeños:  su  secretario 
Moreno  Ruiz  y  otro  individuo  fueron  presos,  y  fusilados  en  Badajoz. 

3.°  El  Convenio  adidonal  al  Concordato  (25  Agosto),  publicado  como 
ley  del  Reino  en  4  de  Abril  de  1860.  Fué  un  triunfo  para  la  Unión  liberal; 
porque  la  Santa  Sede,  no  sólo  dio  por  válidas  las  ventas  de  bienes  eclesiásti- 
cos verificadas  en  virtud  de  la  ley  de  1855,  sino  que  se  allanó  á  que  se  ena- 
jenasen todos  los  restantes,  mediante  la  entrega  de  su  importe  en  papel  del 
Estado  intransferible.  Se  reconoció,  en  cambio,  á  la  Iglesia  el  derecho  de  ad- 
quirir y  poseer  en  lo  futuro  toda  clase  de  bienes. 

Y  4.°  La  guerra  de  África.  La  especial  organización,  ó,  mejor  dicho, 
desorganizadón  del  Imperio  de  Marruecos  y  su  situación  geográfica  deter- 
minaban: aquélla,  consistente  en  la  efectiva  independencia  de  las  tribus  ó 
cabilas,  un  estado  permanente  de  guerra  entre  las  tribus  fronterizas  de  nues- 
tras plazas  del  litoral  (Ceuta,  Melilla,  Alhucemas,  Chafarinas  y  Vélez)  y  sus 
guamidones  respectivas;  ésta,  el  interés  nacional  de  que  ninguna  nación 
(Francia  é  Inglaterra)  se  establecieran  allí,  dominando  y  cerrando  nuestra 
frontera  meridional,  interés  español  contrarrestado  por  el  de  las  dos  Poten- 
cias citadas,  opuesto  á  que  Marruecos  fuese  nuestro,  para  que  no  constituye- 
se una  amenaza  á  Gibraltar,  al  paso  del  Estrecho  y  á  la  seguridad  de  Argelia. 
De  aquf  dos  consecuencias:  una,  que  tuviéramos  que  resignarnos,  y  auA  con- 
siderar un  bien,  ya  que  Marruecos  no  podía  ser  para  nosotros,  que  continua- 
ra independiente,  pues  si  dejaba  de  serlo  se  convertiría  en  francés  ó  en  in- 
glés, cosa  peor;  y  la  otra,  que  tuviéramos  que  resignarnos  también  á  conllevar 
una  situación  tan  ingrata  como  la  de  la  constante  hostilidad  de  los  cabile- 
ños  contra  nuestras  plazas,  y  aun  contra  la  navegación  de  cabotaje  por  el  Es- 
trecho, lo  que  á  cada  paso  produda  inddentes  enojosísimos.  La  multiplica- 
dón  de  éstos  hizo  ya  pensar  á  Narváez  en  la  convenienda  de  una  expedición 
militar;  pero,  por  mediación  de  Inglaterra,  se  ajustó  el  tratado  de  Larache 
(16  Mayo  1845),  que  no  sirvió  de  nada,  pues  en  30  Didembre  1851  lela  el 


,,  Google 


Historia  Grífica  db  lk  Civilizacíúm  KspaSolk  LAkima  CVIII 


HISTORIA  DEL  TRAJE.  -  Trojel  militare*  «•paBolM  del  alio  1859 

De  Ugulerda  d  dtrtcha:  caplUn  d«  coticcros,  hüur,  caribiacro,  cazador  y  lancer 


El  'lEtlBM-,  •nbaiarJao  cspaBoI  tovestado  «o  ISM  pof  D.  Narctao  Moatarlol. 

D,g,t7cdb/COOgIC 


HlSTOtltA    DE  ESPAflA  751 

marqués  de  Miraflores  uaa  Memoria  at  Consejo  de  Ministros  sosteniendo  la 
necesidad  de  recurrir  á  las  armas  para  imponer  el  respeto  á  nuestro  pabellón, 
pareciendo  entonces  también  que  los  buenos  oñcios  de  Inglaterra  bastaron 
para  el  arreglo  de  las  cuestiones  pendientes;  pero  con  el  mismo  resultado  que 
antes,  ya  que  en  1854  el  conde  de  San  Luis  tenía  ya  preparados  un  pequeño 
ejército  y  escuadrilla  para  operar  en  Marruecos.  Apenas  constituido  el  Go- 
biemo  de  Unión  liberal  hiciéronse  enérgicas  reclamaciones  al  Sultán,  que 
dieron  por  resultado  el  «Convenio  de  ampliación  de  los  términos  junsdiccio* 
nales  de  Melilla  y  de  adopción  de  medidas»  para  la  seguridad  de  las  posesio- 
nes españolas  en  África  (24  Agosto  1859),  por  el  cual  una  Comisión  mixta 
hispano- marroquí  debía  fijar  bien  los  límites  de  Melilla,  y  establecióse  de- 
lante de  esta  plaza  un  campo  neutral,  comprometiéndose  el  Sultán  á  poner 
tropas  suyas  en  los  limites  para  contener  á  los  rifeños. 

Ya  firmado  este  convenio,  los  cabileños  de  Anghera,  irritados  al  ver  que 
se  hablan  comenzado  á  construir  alguas  obras  de  fortificación  fuera  del  re- 
cinto de  Ceuta,  las  atacaron  y  destruyeron,  escarnedendo,  según  se  dijo,  el 
escudo  de  España  labrado  en  la  piedra  fronteriza.  A  esto  se  le  dio  en  España 
mucha  importancia;  porque  el  propósito  del  Gobierno  era  ir  á  la  guerra  y 
hacerla  con  aparato.  No  se  trataba,  como  en  tiempo  de  Narváez  y  ^n  Luis, 
de  enviar  una  expedición  con  el  objetivo  limitado  á  lo  indispensable  para  re- 
primir á  los  moros;  tampoco  de  acometer  una  empresa  trascendental  enca- 
minada á  cambiar  el  statM  quo  marroqKÍ¡  ya  en  las  relaciones  de  España  coa 
aquel  Imperio  imponiéndole  conquista  ó  protectorado,  ya  en  las  con  los  otros 
Estados  de  Occidente,  interesados  en  la  suerte  del  Mogreb:  lo  que  querían 
los  directores  de  la  Unión  liberal  era  una  guerra  exterior  que  impresionase 
la  im^inación  de  los  españoles,  apartándolos  de  las  intestinas  discordias 
que  los  consumían  estérilmente,  abriera  nuevos  y  más  dilatados  horizontes, 
y  demostrase  á  Europa  que  vallamos  para  mover  ejércitos  y  dar  batallas. 
No  cabe  negar  á  esto  ser  algo  de  buena  y  elevada  política,  ni  tampoco  que  se 
acertó  á  manejar  los  resortes  para  que  produjeran  todo  el  resultado  apeteci- 
do. En  efecto;  al  sólo  anuncio  de  que  íbamos  á  guerrear  con  los  marro- 
quíes, se  despertó  en  España  de  súbito  un  entusiasmo  sólo  comparable 
al  que  hubo  en  1793,  al  estallarla  lacha  con  la  República  francesa,  ó  en  i8ott 
para  defender  la  independencia  nacional.  La  generación  de  1859  que  sólo 
habla  presenciado  feroces  contiendas  civiles  y  monótonos  pronunciamien- 
tos, estremecióse  de  belicoso  patriotismo;  una  ráfaga  de  ardiente  amor  á 
la  patria  pasó  por  todas  las  cabezas.  Por  un  momento  no  hubo  isabelínos 
ni  carlistas,  moderados,  unionistas,  progresistas  ni  demócratas,  sino  sólo  es- 
pañoles. 

Por  desgracia,  no  correspondió,  á  este  acierto  la  manera  de  preparar  ni 
de  dirigir  la  guerra.  Aparte  de  no  haber  entrado  en  su  concepción  nada  so- 
bre  su  ñn  último,  y  de  no  poderse  determinar,  por  lo  mismo,  cuáles  debían 
ser  sus  límites,  nos  cogió  con  soldados  enteramente  bisónos,  sin  material,  sin 
la  indispensable  preparación  técnica  en  el  generalato  y  en  la  oficialidad,  sin 
conocimiento  del  terreno  marroquí,  sin  relaciones  previas  con  los  habitantes 
para  establecer  el  espionaje,  careciendo  del  cual  tos  más  poderosos  ejércitos 
son  como  gigantes  ciegos.  El  embajador  inglés  (Buchanan)  exigió  (27  Sep- 
tiembre) una  declaración  escrita  del  Gobierno  español  respecto  de  que  si  era 
ocupado  Tánger,  no  se  prolongarla  la  ocupación  sino  corto  tiempo;  porque 
Inglaterra  ¡¡considera  dicha  ocupación  contraría  á  la  seguridad  de  Gibraltarü 
Se  dieron  á  los  ingleses  todas  las  seguridades  pedidas  (7  Octubre),  y  enton- 
ces el  Gobierno  de  Londres,  aceptándolas,  añadió  (15  Octubre)  que  -desea- 
>ba  en  extremo  no  se  realizase  ningún  cambio  en  el  dominio  de  la  costa 


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752  HISTORIA   DE  ESPAÍÍA 

■del  Estrecho».  Napoleón  III,  por  lo  contrarío,  nos  ayudó  eficazmente  á  pro- 
veernos del  imprescindible  materíal  de  guerra. 

La  guerra  fué  declarada  el  22  de  Octubre,  comenzándose  por  el  bloqueo 
de  Tánger,  Tetuán  y  Laracbe;  la  escuadra  se  componía  de  catorce  unidades 
mayores;  el  ejército  se  concentró  en  Málaga,  Algedras  y  Cádiz,  ascendiendo 
á  unos  40.000  hombres  distribuidos  en  cuatro  divisiones  (i.*,  2.',  3.'  y  Reser- 
va), á  que  se  dio  titulo  de  Cuerpos  para  que  las  mandasen  tenientes  genera- 
les (Echf^Ue,  Zavala,  Ros  de  Olano  y  Prín);  además,  una  de  Caballeria,  de  que 
fué  general  D.  Félix  Alcalá  Galiano  (i).  D.  Leopoldo  O'DonnelI  se  reservó  el 
generalato  en  jefe.  Resuelto  marchar  sobre  Tetuán,  pareció  lo  mejor  á 
O'DonnelI  desembarcar  en  la  desembocadura  del  rio  Martiu.  La  marína  infor- 
mó que  carecía  de  elementos  para  dominar  las  fortificaciones  que  allí  tenían 
los  moros,  y,  efectivamente,  cuando  después  se  presentó  la  escuadra  delante 
de  aquella  costa,  se  vio  que  los  fortines  no  podian  oponer  ninguna  resisten- 
cia; pero,  por  lo  pronto,  el  informe  hizo  adoptar  el  plan  de  ir  á  Tetuán  desde 
Ceuta  por  ta  orilla  del  mar.  £1  18  de  Noviembre  pasó  el  primer  Cuerpo  de 
Algeciras  á  Ceuta,  y  todo  estaba  tan  bien  dispuesto  que,  no  habiéndose  po- 
dido llevar  provisiones  por  mar,  se  padeció  escasez  los  días  20  y  z  1 .  Este  mis- 
mo dia  sacó  Echagüe  su  tropa  de  Ceuta,  ocupando  el  Serrallo  y  otras  posi- 
ciones en  el  campo  moro,  y  comenzando  allí  á  construir  dos  fuertes.  Atacaron 
en  seguida  los  moros  con  feroz  empuje:  el  23,  á  pesar  de  la  metralla,  subie- 
ron hasta  la  contraescarpa  del  foso;  el  24  nos  causaron  400  bajas;  el  30,  es- 
tando ya  en  el  campamento  D.  Leopoldo  y  el  segundo  Cuerpo,  fué  tan  rudo 
el  combate,  que  sólo  el  batallón  de  Arapiles,  de  23  oficiales,  perdió  19. 
Aunque  todos  estos  choques  fueron  celebrados  en  toda  España  como  gran- 
des victorias,  y  en  casi  todas  las  poblaciones  repicaban  las  campanas  cele- 
brando el  triunfo,  los  moros,  lejos  de  amilanarse,  arremetían  cada  vez  con 
más  coraje,  y  los  dias  15,  20,  22,  25  y  29  de  Diciembre  hubo  combates  tan 
empeñados  como  sangrientos.  En  todos  ellos  seguíamos  la  misma  táctica: 
avanzar  llevándose  por  delante  á  los  marroquíes  hasta  que  se  hacía  alto  por 
juzgar  ya  bien  castigados  á  tos  enemigos,  se  daba  la  orden  de  retirada,  y 
entonces  tos  adversarios  se  venían  detrás  de  nosotros,  causándonos  más  bajas 
que  en  el  avance. 

Este  año  de  1859  fué  de  grandes  acontecimientos  europeos.  Del  10  de 
Mayo  al  8  de  Julio  se  desarrolló  la  guerra  entre  franceses  y  sardos  por  una 
parte  y  los  austríacos  por  la  otra:  batalla  de  Magenta  (8  Junio);  de  Solferino 
(24  Junio);  armisticio  de  Villafranca  (11  Julio).  En  Octubre  y  Noviembre  se 
celebró  el  Congreso  de  Zurich. 

Ano  ¡860. — El  1."  de  Enero  emprendió  el  ejército  de  África  su  movi- 
miento de  avance  por  el  camino  de  Tetuán,  y,  llevado  de  su  fc^osidad,  ade- 
lantóse Prin  más  de  lo  conveniente  por  el  valle  de  los  Castillejos,  compro- 
metiendo su  división  de  reserva.  Sufrieron  numerosas  bajas  los  dos  escua- 
drones de  caballería  que  iban  de  vanguardia,  atraídos  por  el  enemigo 
á  una  emboscada,  y  más  todavía  los  batallones  de  Artillería  de  á  pie,  á 
quienes  se  hizo  combatir  en  guerrilla:  su  coronel  Barroeta  se  suicidó,  des- 
concertado por  el  desastre;  gracias  á  Zavala  que  acudió  á  tiempo  se  salvó  la 
reserva.  Todo  esto,  sin  embargo,  se  vio  en  España  por  el  aspecto  bueno  que 
siempre  tienen  las  cosas,  aun  las  más  desgraciadas,  ó  sea  en  este  caso  por  el 
del  valor  que  acreditaron  Prin  y  sus  soldados  y  laa  hazañas  de  algunos,  vcr- 

(1)  Marqués  de  San  Juan  de  Piedras  .-\lbas.  Nació  <-n  Madrid  (u  Octubre-  1804).  Siendo 
capitán  (ii<_í4)  tomó  paitido  fa  el  ejírcito  carlista,  y  era  coronel  en  1839,  empleo  que  le  fuí 
reconocido.  Brigadier  en  1S44.  Muríú  de  teniente  general  (zo  Julio  1S63). 


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HISTORIA   DE  ESPARA  ?53 

bigracia,  del  mismo  Prin  que  dio  una  bTillantlsima  carga  á  ta  cabeza  de  los 
mismos  escuadrones  que  acababan  de  sufrir  la  emboscada,  y  del  cabo  Pedro 
Mur,  que  en  esta  carga  ct^ó  á  los  moros  una  bandera.  La  batalla  de  los  Cas- 
tillejos pasó  por  una  insigne  victoria,  siéndolo  en  el  sentido  de  que,  gracias 
al  valor  desplegado,  no  resultó  un  tremendo  desastre, 

Proseguido  á  los  dos  dfas  el  avance,  dominamos  el  paso  de  Monte  Ne- 
grón,  y  en  cuanto  perdimos  de  vista  á  Ceuta,  nos  cortó  el  enemigo  las  comu- 
nicaciones, teniendo  que  ser  aprovisionado  el  ejército  por  mar.  Como  hubo 
temporal,  se  pasaron  cuatro  días  sin  raciones  {campamento  del  hambre).  Siem- 
pre peleando  y  reforzados  por  la  división  Rios,  llegamos  al  valle  de  Tetuán. 
Delante  de  esta  ciudad  tenia  su  campamento  el  ejército  marroquí,  mandado 
por  el  principe  MuIey-cl-Abbas  que  por  su  carácter  moral,  valor  é  inteli- 
gencia militar  era  digno  de  los  mejores  tiempos  del  Islán.  Hermano  del  sul- 
tán Muley-Abd-Errajman,  y  habiendo  fallecido  éste  (29  Agosto  de  este  año), 
MuIey-el-Abbas  fué  proclamado  emperador;  pero  él,  dando  una  prueba  de 
lealtad  que  para  muchos  de  nuestros  generales  de  entonces  debía  haber  sido 
un  reproche,  se  puso  al  lado  de  su  sobrino  SiedMohammed  Ben-Abd-Erraj- 
roan,  y  fué  el  más  firme  sostén  de  su  trono;  acaudillando  el  ejército,  ó  mejor 
dicho  que  ejército,  la  turba  de  soldados  y  cabileños  armados  de  espindargas, 
valerosísimos,  sin  duda,  pero  sin  instrucción  ni  disciplina,  supo  defender  pal- 
mo á  palmo  el  terreno  de  su  patria,  y  no  nos  cedió  un  sólo  kilómetro  sin  tr& 
ó  cuatro  sangrientos  combates.  El  4  de  Febrero  embistió  nuestro  ejército  el 
campamento  de  Tetuán,  y  fué  gloriosa  batalla  en  que  se  venció  gallarda- 
mente la  obstinada  resistencia  de  los  moros,  apoyada  por  los  obstáculos  del 
terreno.  Prin  rayó  á  incomparable  altura  de  valor  temerario.  El  5  fué  ocupada 
la  ciudad,  retirándose  los  marroqufes  á  Vad-Ras,  delante  del  desñiadero  del 
Fondak,  por  donde  va  el  camino  de  Tetuán  á  Tánger.  Mu)ey-el-Abbas  pidió  la 
paz;  pero  no  se  avino  á  la  cesión  de  Tetuán  que  le  fué  pedida.  El  1 1  de  Marzo 
hubo  un  combate  en  Samsa,  sufriendo  muchas  pérdidas  el  regimiento  de  ca- 
ballería de  Albuera,  atraído  á  una  emboscada.  El  23,  puesto  ya  el  ejército  en 
marcha  sobre  Tánger,  se  riñó  la  batalla  de  Vad-  Ras,  que  fué  terrible  por  el 
crecido  oúinero  de  moros  que  se  presentaron  y  la  bárbara  constancia  con  que 
combatieron;  por  ñn  se  los  obligó  á  retirarse  á  las  alturas  del  Fondak.  Alli 
pensaba  O'Donnell  atacarlos;  mas  pidieron  la  paz.  El  25  quedaron  firmados 
¡os  preliminares,  y  el  26  de  Abril,  el  tratado  en  Tetuán.  Amplióse  por  éste  el 
campo  español  de  Ceuta,  se  ratificó  el  tratado  de  24  de  Agosto  de  1859  res- 
pecto de  Mehlla  y  los  presidios  mencres,  se  concedió  á  España  el  terreno 
necesario  en  la  costa  del  Occéano  junto  á  Santa  Cruz  la  Pequeña  para  esta- 
blecer una  pesquería,  el  derecho  de  tener  en  Fez  una  Casa  de  Misioneros,  y  la 
indemnización  de  guerra  de  veinte  millones  de  duros. 

No  decayó  ni  por  un  momento  el  entusiasmo  nacional  suscitado  por  la 
guerra  de  África,  y  que  sostenían  los  periódicos  con  sus  crónicas  de  la  cam- 
paña, los  poetas  con  sus  versos,  los  literatos  con  narraciones  en  prosa  y  pro- 
ducciones teatrales.  Ascenderla  á  muchos  gruesos  volúmenes  la  colección  de 
lo  que  se  escribió,  en  verso  y  prosa,  sobre  la  guerra  de  África,  todo  en  el 
tono  más  encomiástico  y  abultando  las  proporciones  de  los  sucesos.  D.  Leo- 
polde  se  grabó  en  la  imaginación  popular  como  un  caudillo  de  condiciones 
excepcionales,  ó,  según  la  frase  corriente,  «el  general  á  quien  cabían  más 
hombres  en  la  cabeza*;  Prin  como  el  prototipo  de  la  bravura,  un  paladín 
medioeval  sin  miedo  á  las  armas  de  fuego,  que  al  mismo  D.  Quijote  no  deja- 
ban de  intimidar  un  poco.  Se  contaban  de  Prin  las  proezas  más  estupendas  é 
inverosímiles,  y  no  sólo  se  contaban,  sino  que  se  ofrecían  al  público  en  toda 
suerte  de  dibujos  y  grabados,  donde  la  figura  del  héroe,  atropellando  á  la 

Salcedo,  tilSTORIA  DE  ESPARA  (■""  i-,í-i,-sffi 

Digitrccl  b>' Vjl.>(.)y  IL 


HlSTOBI*  GRÍFICA  DK  la  ClVIUZACtÚH  ESPAÜOLA 


HISTORIA  DELTRME,  ■  UnltomM  MlUtu-u  «paaolM  del  alio  ISM. 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


HISTORIA  DE  ESPAÍÍA  755 

morisma,  parecía  un  Santiago  ea  la  batalla  de  Clavíjo,  con  uniforme  de  te- 
niente general,  pero  sin  faltarle  el  legendario  caballo  blanco.  Aquella  explo- 
sión de  sentimiento  y  fantasía  produjo  algunas  obras  artísticas  que  aprecia- 
mos boy  harto  más  que  su  causa  histórica.  La  Diputación  provincial  de  Bar- 
celona tuvo  el  feliz  acuerdo  de  mandar  á  la  campaña  pensionado  á  Mariano 
Fortuny,  y  allí  se  revelaron  al  joven  pintor  las  maravillas  de  la  luz  y  de  los 
colores,  que,  independientemente  del  asunto  pintado,  son  la  fuerza  de  este 
arte:  entre  el  Fortuny  que  pintaba  en  185;  Á  Ramón  Berengiter  elevando  la  en- 
sena de  Barcelona  en  la  torre  del  castillo  de  Foix,  y  el  Fortuny  formado  en  los 
campamentos  de  África  media  un  abismo;  el  que  separa  la  imitación  de  la 
originalidad.  Fruto  de  esta  transformación  son,  no  sólo  el  cuadro  Los  voImm- 
tarios  catalanes  en  Vad-  Raí  y  el  boceto  de  la  Batalla  de  Tetudn,  que  no  llegó 
á  desarrollar,  sino  casi  todo  lo  que  pintó  después:  £f  herrador  árabe.  Los  ára- 
bes dando  de  comer  d  la  serpiente.  Los  moros  dt  Tánger  con  la  gacela.  En  el  bazar 
de  tapices,  etc.  Pedro  Antonio  de  Alarcón,  ya  conocido  al  estallar  la  guerra 
no  sólo  por  periodista  revolucionario  y  temerón,  sino  como  autor  de  El  Final 
de  Norma  (1)  y  de  algunos  de  los  cuentos,  crónicas  y  revistas  que  años  ade- 
lante formaron,  los  ramilletes  titulados  Cosas  gne  fueron.  Novelas  cortas.  Cuen- 
tos amatorios  é  Historias  inverosímiles,  no  fué  admitido  entre  los  escritores 
agregados  al  Estado  Mayor;  y  él  sentó  plaza  marchando  á  campaña  como  sol- 
dado raso.  Sus  crónicas  diarias  gustaron  extraordinariamente,  hasta  el  punto 
de  que,  coleccionadas  luego  y  publicadas  por  la  casa  editorial  de  Gaspar  y 
Roig  bajo  el  titulo  de  Diario  denn  testigo  déla  guerra  (¿í  ^/rtco,  constituyeron 
el  mayor  éxito  de  librería  que  se  recuerda  en  España:  de  la  primera  edición 
colocáronse  50.000  ejemplares,  y  valieron  á  loa  editores  una  ganancia  liquida 
de  30,000  duros  {2). 

El  mismo  entusiasmo  nacional  despertado  por  la  guerra  contribuyó  po- 
derosamente á  que  pareciese  prematura  y  poco  fructífera  la  paz.  Una  guerra 
grande  y  unapaa  chica:  tal  fué  ta  frase  que  se  puso  de  moda.  Las  gentes  se 
hablan  figurado,  sin  duda,  que  Íbamos  á  conquistar  todo  Marruecos. 

Entre  los  preliminares  de  ta  paz  (25  Marzo)  y  la  firma  del  tratado  de  Te- 
tuán  (26  Abril)  ocurrió  un  suceso  extraordinario.  Por  orden  del  capitán  ge- 
neral de  Baleares  D.  Jaime  Ortega,  embarcó  el  dia  i.°  de  Abril  en  Palma  y 
MahÓD  la  mayor  parte  de  la  guarnición  del  Archipiélago  baleárico;  cinco  va- 
pores, dos  buques  de  vela  preparados  en  los  citados  puertos  y  otro  buque 
venido  de  Cette  á  Palma,  formaron  como  una  escuadrilla  que  hizo  rumbo  á  la 
Península  y  fondeó  en  San  Carlos  de  la  Rápita:  allí  tomaron  tierra  las  fuerzas 
y  varios  personajes  que  hablan  hecho  el  viaje  en  el  buque  procedente  de 
Cette,  y  en  columna  de  campaña  emprendieron  la  marcha  hacia  Amposta. 
La  inmensa  mayoría  de  los  expedicionarios  ignoraba  el  objeto  de  la  expedi- 
ción; pero  el  aspecto  de  todo  aquello  los  hizo  barruntar  que  se  trataba  de  un 
pronunciamiento,  y  empezaron  las  murmuraciones  entre  oficiales  y  soldados. 
Como  en  aquellos  días  la  opinión  del  ejército  y  del  pueblo  era  contraria  á  los 
preliminares  de  paz,  pareciendo  á  todos  que  debía  pasarse  el  Fondak  inme- 


(1)    Publicada  tn  lUít;  pscrila,  sejiún  su  aulor.  ruando  tenía  diei  v  spis  años. 
(i)     El  ÍIb/V  de  Ma,ÍÍUi  a  Xápol»  lo  hÍ70  Marrón  merced  á  un  esplíndido  reí;ak.  en  me- 
tálico i|ue  le  hicieron  los  cditiireí, 

(Explicaeiín  di  la  lámina  CIX. 

mSTORIA  DEL  TRAJE.  -  Unirormci  mlltUrCí  cipRflOltB  det  mflo  IBW.  — I.  Ing:niera.^ 
2.  Tmlenlü  coronel  dt  Infantcrf a  ügcn  ín  Irije  de  mirchi.  —  3.  Artillero.  —  4.  Coronel  de  inlinterf»  en 
lialedenla. -5.  Canlineía.  -  6.  Comandintc  en  traje  de  diarto. —  7.  Soldado  de  los  tercios  viscangados. 

nigiUrrlb/GOOglC 


75^  HISTORIA   DE  ESPAÍlA 

diatamente  y  arremeter  con  Tánger,  inclinábanse  muchos  á  creer  que  algo 
para  impedir  lo  que  se  conceptuaba  malogro  de  ina  guerra  tan  gloriosa  era  lo 
que  pretendía  el  general  Ortega  y  no  desagradaba  la  especie;  más  traslucióse 
pronto  que  el  objeto  era  destronar  á  la  Reina  y  proclamar  á  Carlos  VI,  y  aáo, 
que  los  misteriosos  personajes  eran  nada  menos  que  el  propio  Montemolin  y 
sus  acompañantes.  Divulgarse  la  noticia  y  desbaratarse  espontáneamente  la 
columna,  fué  todo  uno.  Ortega  quiso  huir,  sin  conseguirlo:  escapáronse  Monte- 
molin, su  hermano  D.  Fernando  y  el  general  carlista  Ello;  pero  todos  cayeron 
á  los  pocos  días  en  manos  de  las  autoridades.  Ortega  fué  fusilado  (l8  Abril) 
en  Tortosa,  demostrando  en  el  terrible  trance  mucho  valor  y  resignación  cris- 
tiana. Se  indultó  á  D.  Carlos  y  á  D.  Fernando,  pero  haciendo  suscribir  al  pri- 
mero una  renuncia  solemne  de  sus  derechos  al  trono  y  expulsándolos  del  Rei- 
no. Casi  simultáneamente  hubo  intentonas  carlistas  en  Vizcaya  y  en  Falencia, 
reprimidas  con  algunos  fusilamientos. 

De  este  suceso  de  San  Carlos  de  la  Rápita  se  ha  escrito  mucho,  pero 
confusa  y  contradictoriamente.  Lo  que  parece  cierto  es  que  durante  el  bie- 
nio, D.  francisco  de  Asís,  asustado  por  el  desbordamiento  de  la  revolución, 
inició  unas  negociaciones  con  su  primo  D.  Carlos  para  llegar  á  la  reconcilia- 
ción dinástica  como  base  de  la  unión  de  todos  los  católicos  y  monárquicos 
verdaderos,  único  medio  eficaz  á  juicio  del  Rey  consorte  para  oponer  ua  dique 
al  torrente  revolucionario;  entraron  en  el  plan  algunos  moderados,  bastantes 
dinásticos  de  Isabel  11  de  los  que  sólo  querían  ser  llamados  católicos  isabeli- 
nos,  y  los  carlistas  de  acción;  mas  en  1856  aquellos  elementos,  ya  más  tranqui- 
los con  el  nuevo  giro  de  las  cosas,  echáronse  atrás,  y  quedaron  solos  tos  car- 
listas. Estaba  ya  organizada,  sin  embargo,  la  conspiración,  y  siguió  desenvol- 
viéndose; en  1858  se  adhirió  á  ella  Ortega,  que  era  un  general  joven,  muy 
partidario  de  Isabel  II  y  del  sistema  constitucional  en  sus  comienzos,  pero 
que,  según  decía,  habla  cambiado  de  ideas  por  ciertas  cosas  que  le  babia 
contado  la  infanta  Luisa  Carióla.  Excitadas  luego  las  imaginaciones  con  la 
guerra  de  África,  D.  Carlos  y  Ortega  creyeron  propicia  la  ocasión  de  dar  el 
golpe,  figurándose  que  toda  España  estaba  deseosa  de  un  rey  capaz  de  po- 
nerse al  frente  del  ejército  y  llevarlo  tríunfalmente  hasta  el  Atlas;  ilusiones  de 
emigrados  y  de  un  general  ambicioso  y  sin  seso,  á  quien  habia  sonreído  siem- 
pre la  fortuna,  y  que  todos  pagaron;  Ortega,  con  la  vida;  los  Príncipes,  con  el 
ridículo,  y  el  partido  carlista  con  la  nota  de  antipatriota  que  le  pusieron  sus 
adversarios,  y  que  no  dejó  de  hacer  su  efecto  en  muchos  de  sus  mismos  adep- 
tos, los  cuales  se  apresuraron  á  protestar  contra  el  intento  de  encender  la 
guerra  civil  estando  la  nación  comprometida  en  una  guerra  extranjera.  Se 
negó  á  protestar  en  este  sentido  La  Esperanza,  único  periódico  declarada- 
mente carlista  que  á  la  sazón  se  publicaba,  fundado  y  dirigido  desde  1845 
por  D.  Pedro  La  Hoz,  quien  á  las  invitaciones  de  toda  la  prensa,  incluso  la 
neo-católica,  para  que  se  adhiriese  á  las  protestas,  contestó  con  un  artículo 
titulado  asi:  ¡No  mos  da  la  gana! 

Las  Cortes  estuvieron  reunidas  este  año  desde  primeros  al  27  de  Ene- 
ro, de  i,°  de  Mayo  al  5  de  Julio,  y  desde  8  de  Noviembre  hasta  la  Navidad. 
En  esta  última  legislatura  fué  discutida  la  cuestión  de  Italia.  Los  sucesos  en 
esta  Península  se  hablan  precipitado  vertiginosamente.  A  pesar  de  lo  estipula- 
do en  Viüafranca  y  Zurich,  Cavour,  según  unos  de  acuerdo  con  Napoleón  111, 
según  otros  imponiéndose  al  Emperador  á  fuerza  de  audacia,  consiguió  realizar 
revolucionariamente  sus  propósitos.  El  2  de  Abril  los  diputados  de  Toscana 
y  Emilia  se  reunieron  con  los  sardos  en  Turin  para  formar  el  ParlametUo  na- 
cional. El  1 3  de  Mayo  desembarcó  Garibaldi  en  Marsala  (Sicilia)  con  una  par- 
tida de  rail  voluntarios  organizados  en  Genova  (los  mil  de  Marsala);  el  6  de 


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HISTORIA   DE  ESPAÑA  757 

Junio  tomó  á  Palermo;  el  26  de  Julio  á  Mcssina;  el  5  de  Acostó  proclamó 
el  Estatuto  de  Carlos  Alberto  y  ta  soberanía  de  Víctor  Manuel;  el  19 
pasó  at  reino  de  Náp<>les,  en  cuya  capital  entró  el  7  de  Septiembre.  Con  el 
pretexto  de  cubrir  á  Roma  contra  tos  ataques  de  los  garibaldinos,  un  ejército 
sardo  invadió  tos  Estados  Pontificios,  ocupó  las  Mascas  y  la  Umbría,  batió  al 
ejército  del  Papa  en  Castelfidardo  (18  Septiembre),  tomó  i  Ancona  (29  Sep- 
tiembre), y  pasando  á  Ñapóles,  donde  el  rey  Francisco  II  habla  concentrado 
su  ejército  Hel  en  tas  riberas  det  Volturno,  derrotó  á  éste  en  Capua  (i  y  2 
Noviembre),  obligándole  á  encerrarse  en  Gaeta,  que  sostuvo  el  sitio  hasta  el 
13  de  Febrero  de  1861.  El  Papa  excomulgó  (encíclica  de  26  Marzo)  á  los  cul- 
pables de  la  rebelión,  invasión,  usurpación  y  demás  atentados  cometidos  en  los 
Estados  de  la  Iglesia. 

En  España  resonaron  estos  acontecimientos,  aunque  sólo  por  su  aspecto 
de  amenaza  y  atentado  al  Poder  temporal  del  Papa.  Excitado  vivamente  el 
sentimiento  católico,  se  habló  y  escribió  muchísimo  á  favor  de  la  soberanía 
civil  del  Jefe  de  la  Iglesia  como  medio  de  asegurar  su  independencia  en  el 
gobierno  espiritual.  Son  innumerables  los  libros,  folletos,  artículos,  discursos 
y  sermones  publicados  sosteniendo  esta  tesis  en  este  año  y  los  siguientes. 
Aparisi  Guijarro  se  distinguió  extraordinariamente  sosteniéndola  en  el  Con- 
greso; su  oratoria  no  era  grandilocuente  como  la  de  Donoso,  pero  mucho  me- 
nos artificia]  y  aparatosa,  sencilla  y  sentimental, como  corresponde  ala  in- 
fluencia de  Chateaubriand,  que  es  la  predominante  en  el  insigne  abogado 
valenciano.  Demócratas  y  progresistas  llevaban  la  contraria  á  carlistas,  neo- 
católicos y  moderados  en  ta  cuestión  de  Italia,  é  hicieron  de  Garibaidí  un 
personaje  popular  español  por  el  estilo  de  Riego  y  Espartero,  cantándose  el 
himno  de  Garibaidí  con  letra  española.  El  Gobierno  inclinábase  más  al  punto 
de  vista  pontificio  que  al  italianismo;  inició  gestiones  diplomáticas  para  garan- 
tizar internacionalmente  la  soberanía  temporal  del  Papa,  tropezando  con  Na- 
poleón ni,  cuyas  intenciones  no  le  eran  conocidas. 

Deseando  algunos  personajes  moderados  poner  término  á  la  lucha  entre 
los  periódicos  E¡  Horizonte  y  El  Estado  y  liberalizar  algún  tanto  ásu  partido, 
con  virtiendo  lo  en  conservador  á  la  inglesa,  fundaron  El  ContetMpordtuo,  cuyo 
programa  escribió  D.  Alejandro  Llórente  (1)  del  cual  fué  director  D.  José  Luis 
Alvareda  y  redactores  de  los  fondos  doctrinales  D.  Antonio  María  Fabié  (2), 
déla  parte  amena  Rodríguez  Correa  (3),  Valera  (4)  y  Gustavo  Adolfo  Bec- 

(1)  Víansp  los  ilaliis  liii)fjriifi(-ns  de  osir  rílelirc  jiorsonají"  en  e\  disnirso  de  rcroprWn  en 
rn  la  Academia  do  la  HLiKiría,  <\e\  conde  di-  la  Vinaza. 

(2)  Xació  rn  Sevilla  0<l  Junio  iH.li),  Su  padre,  inleliiicnte  y  arredila. iiaimo  farma.íulirr. 
r.sUbtecidci  en  el  liarrío  lie  Triana,  le  hizo  i'.stuJiar  su  carrera,  y  Faliié,  después  do  nirsarla 
bríllamemenle,  dijo  á  su  padre  (|uo  sus  inrlinoriones  lo  atraían  á  la  Jurisprudencia,  y  $i{¡uió 
esta  Facultad.  Dejrt  el  seguro  y  Wllante  porvenir  económico  c|ue  reproientalraparaíllalioHca 
palema.  y  se  vino  i  Madriü  á  escribir  en  1^  Caiiíemforáne^.  Cultivó,  no  sólo  la  doncia  política, 
y  la  de  la  admínisuación  en  todos  sus  ramos,  ^no  la  Filosolia,  habiendo  traducido  al  castellano, 
con  intn)ducrión  y  notas  orinales.  La  LógUa.  de  Hegel,  cuyas  doctrinas  jn-ocuró  coordinar  con 
el  d<^ma  católico.  De  Fabié  como  filósoíb  tratan  Menínde'/  Pelayo  (Hdtmdoxúí)  y  el  P.  Cc- 
fcrino  Cronzilez  (I/htoría  dt  la  Fili>st>/ia). 

(j)  Ulerato  un  poro  ó  un  mucho  bohemio  y  pereic)so,  de  ijuien  se  dice  qiie  valia  harto 
máshablandoquccscnbiendo.  Ha  Uejadn  una  novela.  A'<'j<Mi'/Vm>f,  que  alanos  alaban  mucho, 
y  es  más  conocido  por  el  Prólogo  t|uo  escritnó  pan  tas  obras  de  Becquer. 

U)  Xaríó  en  Cabra,  el  hennoso  pueblo  de  Pff-ila  ■yiména  (i«íi)l.  Kstudió  leyes  en  Gra- 
nada. Dedicado  desde  muy  ¡oven  i.  la  carrera  diploindlica.  bius  Carias  fami/iareí,  ahora  inibli- 
cadas,  revelan  que  siempre  tuvo  y  dominó  el  estilo  casticiximo,  y  dentro  d<'  lo  castizo,  ortipna- 
lisimo  y  sencillíwmo,  que  no  fué  admirado  del  público  hasta  el  íiltimo  periodo  de  su  vida.  Tam- 
bién el  ñlosorismo  edertiro  A,  quizás  mejor  dicho,  escéptico  y  burlón  y  la  dtiTfrgiiriiza  dásita 
que,  siendo  muy  joveti.  le  haría  contar  á  sus  padres  en  alili|¡ranadas  cartas  sus  amoríos,  sin  ex- 
excluir  los  mis  pecamino.tcis.  Zeila.  el  Ínleli{;ente  critirii  do  Im  kf>t<ca,  ha  dicho  con  raión  qiir 
estas  cartas  de  S'aler^  son  de  lns/]ne.  sejiVm  Campoamor,  se  debieron  perder. 


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Historia  Gráfica  de  la  Civilizaciúm  Española 


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OlvarM*  tipoi  de  caBMiM. 


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HISTORIA   DE   ESPAÑA  759 

quer.  (t)  No  quedaron,  pues,  más  periódicos  moderados  que  El  Contemporá- 
neo, anunciando  una  evolución  del  partido  en  sentido  liberal,  y  La  Espaüa, 
fiel  á  la  tradición  de  1848. 

Año  1861.  —  Los  principales  sucesos  de  .este  año  sou:  1.°,  anexión  de 
Santo  Domingo.  La  República  dominicana  ha  seguido  un  proceso  de  inde- 
pendencia distinto  del  de  los  demás  Estados  hispano-americaoos.  Constituye 
esta  República  la  parte  española  de  la  Isla  de  Haití  6  Santo  Domingo,  que 
por  el  tratado  de  Basilea  fué  cedida  á  Francia,  dueña  desde  el  siglo  xvii  de 
la  otra  parte.  Muy  á  mal  llevaron  los  españoles  de  Santo  Domingo  el  verse 
traspasados  á  otra  nación  como  si  hubieran  sido  un  rebaño  de  ovejas;  pero 
llegó  al  colmo  su  desesperación  cuando,  por  la  rebelión  de  los  esclavos,  diri- 
gidos por  Toussaint  Louverture,  la  odiada  y  temida  dominación  francesa  se 
convirtió  en  dominación  de  los  negros  sobre  los  blancos,  de  los  antiguos  es- 
clavos sobre  los  antiguos  amos.  Los  españoles,  á  que  se  unieron  colonos  fran- 
ceses arrojados  de  su  región  por  los  esclavos,  emprendieron  una  lucha  heroica 
contra  los  negros  dominadores,  y  en  Julio  de  1809,  después  de  haber  vencido 
á  los  haitianos  en  el  combate  de  Palo  Hincado  y  de  recuperar  su  capital,  pro- 
clamaron espontáneamente  la  soberanía  española,  satisfaciendo  los  anhelos 
de  su  alma,  y  con  la  esperanza  de  que  España  habla  de  protegerlos  contra 
las  negradas  de  Haití.  ¡Esperanza  vana!  España,  ocupada  en  defender  su  pro- 
pio territorio  y  en  someter  á  sus  rebeladas  colonias  del  continente  americano, 
no  estaba  en  condiciones  de  amparar  á  sus  hijos,  abandonados  por  ella,  y  que 
en  su  desamparo  volvían  á  ella  sus  ojos.  A  pesar  de  todo,  los  dominicanos 
mantuvieron  la  unión  con  España  hasta  el  i.°  de  Diciembre  de  1821:  ese  dCa 
José  Núñez  de  Cáceres  hizo  arriar  nuestra  bandera  y  tremolar  la  colombiana. 
En  el  fondo,  do  fué  aquella  revolución  sino  la  esperanza  en  el  apoyo  de  la 
República  fundada  por  Bolívar,  y  que  parecía  entonces  formidable  Potencia, 
para  resistir  á  los  negros  haitianos;  pero  si  España  nada  pudo  hacer  por  sus 
hijos,  menos  aún  los  colombianos  por  sus  hermanos.  Hubo  que  someterse,  y 
Haití  fué  señora  de  Santo  Domingo  durante  veintidós  años. 

En  1844  recabaron  de  nuevo  los  dominicanos  su  independencia.  La  gue- 
rra se  prolongó  hasta  Diciembre  de  1855,  y  su  héroe  fué  Pedro  Santana,  ven- 
cedor de  los  negros  en  Mata  de  Farfán,  Santotomé,  Paso  de  las  Carreras  y  Sá- 
bana Lai^.  En  el  transcurso  de  tan  porfiada  contienda  Santana  volvió  varías 
veces  la  mirada  á  la  metrópoli  antigua,  á  la  España  vieja,  como  él  decfa,  y  de 
que  era  amante  fervoroso,  en  demanda  de  ayuda.  Siendo  capitán  general 
de  Cuba  D.Leopoldo  O 'Donnell,  ios  comisionados  de  Santana  le  propusieron 
forinalmente  la  anexión,  y  si  no  accedió  á  ella  nuestro  general,  si  proveyó  de 

(l)  En  Ei  Ct»iltmpvráiifi>  jniblicó  las  Carlas  desde  mi  cítda  y  otros  muchos  artículos  fn 
prosa.  Conviene  hacer  nolar  ([ue  la  éjioca  en  ijue  esrríbiú  en  este  (lerióclico.  fué  para  el  poeta 
la  de  sus  mayores  estreeheces:  hubo  días,  ó  mejor  dicho  noches,  gue  tas  pasaba  en  la  redarcii^n 
sentado  6  tirado  en  un  sofá  por  no  tener  casa  donde  recof^rse.  Este  espectáculo  quedó  cialudo 
en  la  imaginación  de  los  demás  redactores,  y  por  eso  Correa  pinta  con  tan  negros  colores  la 
miseria  de  Gustavo  en  el  pr6lot;o  de  sus  Obras;  pero  ruando  murió  el  autor  de  las  iSmas,  su 
situación  económica  hacia  tiempo  que  había  cambiado  mucho,  gncias  á  su  trabajo  (¡rande  y 
pcrspverante  empleado  en  publicaciones  c|up.  si  no  acrecientan  la  gloria  literaria,  dan  honrado 
sustento.  Becquer,  al  morir,  vivía  en  la  modesta  v  decorosa  medianía  común  en  Esjiaña  á  los 
i|ue  sólo  viven  de  su  pluma  y  no  son  autores  teatrales  aplaudidos.  \'éase  .tobre  este  punto  á 
julio  Xombela  (Aretaorias,  tomo  III),  donde  se  contiene  lo  ri)¡u rosamente  exacto  que  se  ha  es- 
crito de  la  vida  de  Becquer. 


{Ejcfticaíiín  de  la  lámina   CX.) 

DIvtnoB  UpoideeaBon»  —  LCiflúnde!  sigloxvr.^I.  Falconcles.- 
moroien  li  ilcizaba  de  Tcluán;  a.  Culebrina  portuguesa.  —  fe.  Moriero.   -  c.  Mot 


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76o  HISTORIA   DE  BSPARA 

armas  y  municiones  á  los  patriotas  dominicanos.  Ya  constituida  la  República, 
vio  con  honda  pena  el  Libertador  que  su  patria  no  era  sido  un  pennancnte 
campo  de  batalla  y  explotación  para  tos  ambiciosos  y  políticos  profesionales: 
los  pronunciamientos  se  sucedían  sin  paréntesis,  la  guerra  civil  era  el  estado 
normal.  De  nuevo  pensó  en  unir  á  Santo  Domingo  con  España,  como  único 
medio  de  dar  á  la  primera  paz  interior  y  seguridad  contra  los  siempre  temi- 
bles vecinos  negros.  La  Unión  liberal  no  desoyó  estos  ruegos,  y  el  l8  de 
Marzo  de  i8(ji  fué  tremolada  en  la  Torre  del  Homenaje  la  bandera  española, 
y  Santana,  al  que  se  hizo  teniente  general  de  nuestro  ejército  y  marqués  de 
Las  Carreras,  era  capitán  general  de  Santo  Domingo, 

Esta  reintegración  que  los  dominicanos  acogieron  con  entusiasmo,  y  que 
fué  considerada  en  España  como  un  suceso  fausto  de  orden  internacional, 
acabó  muy  mal  á  la  postre,  y  hoy  los  dominicanos  reniegan  de  la  memoria  de 
Santana,  llamándole  el  gran  traidor,  y  en  España  es  juzgada  como  un  acto 
quijotesco  de  la  Unión  liberal.  No  hay  razón  ni  aqui  ni  allá  para  estos  juicios. 
Si  la  anexión  terminó  tan  mal,  no  fué  por  el  acto  en  sí  mismo,  bueno  y  hon- 
roso para  dominicanos  y  españoles,  sino  por  la  manera  de  concebir  y  planear 
la  reincorporación  nuestros  gobernantes  y  el  grupo  dominicano  de  Santana; 
se  quiso  hacer  de  Santo  Domingo  una  capitanía  general  como  las  de  Cuba  y 
Puerto  Rico,  y  esto  no  era  posible  en  un  país  donde  la  larga  dominación  hai- 
tiana habla  degradado  las  costumbres  y  las  guerras  de  independencia  y  civiles 
desarrollado  en  muchos  individuos  todos  los  malos  instintos  de  la  rebelión 
y  del  pillaje.  España  se  debió  limitar  á  ejercer  un  protectorado  que  asegurase 
á  Santo  Domingo  la  paz  exterior  é  interior,  arreglar  la  Hacienda  para  dar  un 
sueldo  á  los  cabecillas  que  se  titulaban  generales, y  tenerlos  aquietados  y  pací- 
ficos, y  dejar  á  los  dominicanos  que  se  gobernasen  por  si  mismos  mientras  do 
se  levantasen  en  armas:  en  suma,  un  régimen  autonómico  muy  amplio;  pero 
nuestros  gobernantes  de  1861  no  eran  capaces  ni  de  concebir  ese  régimen. 

1.°  Insurrección  de  Laja.  —  Con  carácter  republicano  ó  socialista  levan- 
táronse más  de  8.000  campesinos,  acaudillados  por  un  albéitar  apellidado 
Pérez  Álamo.  Cometieron  los  excesos  que  son  de  rigor  en  estos  casos;  ven- 
cióseles  fácilmente  y  fueron  fusilados  seis  y  mandados  á  presidio  unos  cua- 
trocientos. Pérez  Álamo  logró  escapar,  viniéndose  á  Madrid,  y  estando  aco- 
sado por  la  policía,  tuvo  la  para  él  felicísima  ocurrencia  de  entrar  en  el  Mi- 
nisterio de  la  Gobernación  —  ya  no  era  ministro  Posada  Herrera,  sino  el  mar- 
qués de  la  Vega  de  Arraijo  —  y  solicitar  una  audiencia  del  Ministro  para 
poner  en  su  conocimiento  dónde  se  ocultaba  Pérez  Álamo,  Ya  en  presencia 
de  S.  E.  le  dijo:  «Me  han  asegurado  que  usted  es  un  caballero  incapaz  de  per- 
•  der  á  un  hombre  que  buscan  con  afán  para  fusilarlo:  por  eso  vengo  á  pre- 
•sentarme  á  usted,  pues  yo  soy  Pérez  Álamo».  No  recurrió  en  vano  á  la  ca- 
ballerosidad del  Marqués,  el  cual  le  facilitó  la  fuga  al  extranjero. 

3.°  Muerte  de  Monitmoliny  su  mujer.  —  Después  de  la  poco  airosa  aven- 
tura de  San  Carlns  de  la  Rápita,  el  conde  MontemoJln  se  dirigió  á  Trieste, 
y  allí  murió,  al  mismo  tiempo  que  su  esposa  D.'  María  Carolina  de  Ñápeles, 
e!  1}  de  Enero,  dando  la  coincidencia  de  haber  fallecido  también  (2  Diciem- 
bre del  año  anterior)  D.  Fernando,  el  que  con  él  estuvo  en  Tortosa.  Habla 
motivo  sobrado  para  que  las  gentes  hablasen  de  envenenamiento,  á  pesar  de 
las  categóricas  y  reiteradas  negativas  de  los  médicos.  Por  la  muerte  del  titu- 
lado Carlos  VI  recayó  su  representación  política  en  su  hermano  D.  Juan  (i); 

(1)  Xiirii^  pn  Aranjui'z(i5  Mayo  iR^j).  CiisiS  in  Frhrcro  1K4.U  con  María  Beatriz  .\ni 
Fraiiri>ra.  ari'likluqucsa  de  Aiislria.  <■  hija  (ir  Franris™  i\'  dr  Mrtclfnai  lie  i'slo  malrímonin 
fuiTi-n  liijos:  CarTos  \'[I.  que  nació  en  l.pybac-li  (30 Mano  1S4R)  y  D.  .\1fonso.  t\\\e  vino  al  mundo 
en  l.onilrcí  |i;  Septiembre  lí(4(i|. 


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HISTORIA  DE   BSPaSa  76 1 

pero  este  príncipe,  afidonado  á  las  deacias  exactas  é  industríales  y  á  los  lar- 
gos viajes,  alardeaba  de  liberal,  y  no  pareció  nunca  dispuesto  á  sostener  el 
papel  de  pretendiente.  La  crisis  que  venta  trabajando  al  partido  carlista  se 
agravó  extraordinariamente.  ¿2  PensanUetüo  Español^  en  que  escribían  Gabino 
Tejado  (i).  Navarro  Villoslada  (2)  y  González  Pedroso  {3),  sostenía  la  conve- 
niencia de  que  los  carlistas  reconociesen  á  Isabel  II  para  luchar  dentro  de  la 
legalidad  por  las  ideas  católicas  y  tradición  alistas. 

4."  Publicación  d¿  ¡a  Uy  Hipotecaria.  —  Vistos  los  inconvenientes  que 
se  oponían  á  la  aceptación  de  un  Código  civil  aplicable  á  todas  las  provincias 
del  reino,  fué  buscada  la  unidad  legislativa  por  medio  de  la  codificación  par- 
dal, ó  sea  por  leyes  generales  reguladoras  de  una  sola  institudón  ó  de  un 
conjunto  armónico  de  ellas.  La  primera  promulgada  en  este  sentido  fué  la 
Uf  Hipotecaria  (8  Febrero),  seguida  del  Reglamento  para  su  ejecución  (21  de 
Enero)  y  de  la  instrucción  sobre  la  manera  de  redactar  los  instrumentos  públicos 
sujetos  á  registro.  Esta  reforma  legislativa,  igualmente  nueva  para  las  provin- 
cias de  Derecho  común  y  para  las  Torales,  es  de  las  más  importantes  reali- 
zadas en  el  siglo  xix:  asentó  sólidamente  el  régimen  jurídico  de  la  propiedad 
inmueble,  asegurando  y  garantizando,  no  su  adherencia  perpetua  á  la  descen- 
dencia del  propietario  que  fué  ideal  de  otras  épocas  en  que  se  quería  fundar 
el  orden  dvíl,  y  aun  el  politico,  sobre  la  base  de  una  oligarquía  de  terrate- 
nientes, sino  precisamente  lo  contrario,  ó  sea  su  fácil  trasmisión  para  que 
pase  de  las  manos  incapaces  de  hacerla  produdr  en  benefido  de  la  comuni- 
dad á  tas  más  aptas  y  adecuadas  al  aumento  de  su  valor,  que,  si  es  benefído 
para  el  propietario,  también  para  el  Estado  y  la  sodedad  en  general,  cuya  ri- 
queza no  es  sino  la  suma  de  la  de  los  particulares.  En  este  sentido  la  legis- 
lación hipotecaria  es  complemento  de  la  desamortizadora,  contríbuyendo  am- 
bas á  la  completa  individualización  de  la  propiedad  inmueble. 

Murió  este  año  un  poeta  de  veinticuatro  años  que  prometía  mucho:  José 
Martínez  Monroy,  natural  de  Cartagena,  cantor  grandilocuente  de  El  genio. 
La  batidla  de  Tetudn,  El  telégrafo  eléctrico,  etc.,  de  sentido  muy  demócrata, 
que  no  excluía  en  él  la  inspiradón  religiosa:  A  la  Virgen,  Lo  que  dice  mi  ma- 
dre, etc.  Sus  Poesías  se  publicaron  en  1864  con  una  biografía  de  Emilio  Cas- 
telar  y  comentarios  é  ilustradones  de  Hartzenbusch.  Fué  un  gran  éxito  tea- 
tral La  cruz  del  matritnonio,  de  Luis  Eguilaz  (4),  estrenada  el  28  de  Noviem- 
bre, y  que  volvió  locos  al  público,  á  los  críticos  y  á  literatos  de  la  talla  de 
Hartzenbusch  y  Duran.  Cañete  fué  el  único  que  censuró  duramente  la  come- 
dia; y,  como  es  natural,  atribuyóse  á  envidia,  mal  genio,  deseo  de  poner  de- 
fectos, prurito  de  ir  contra  la  corriente  y  otras  pasioncejas  mines.  Eguilaz 
gustaba  á  la  generalidad  más  que  Tamayo  y  Ayala.  Ejerció  sobre  sus  con- 
temporáneos durante  larguísima  temporada  un  verdadero  principado  tea- 
tral, semejante  al  que  luego  habla  de  tener  Echegaray,  aunque  con  esta  dife- 
rencia: Echegaray  dominó  por  lo  terrible;  Eguilaz,  por  lo  apadble  y  senti- 
mental. Después  se  dijo  que  Eguilaz  no  valía  nada,  que  tenía  razón  Cañete, 
y  aún  más  el  Padre  Cobos  cuando  escribió:  <Lo  mejor  de  las  comedias  de 
>EguÍlaz  son  siempre  los  últimos  versos  de  laa  últimas  escenas  de  los  últimos 
•  actos,  porque  lo  mejor  de  las  cosas  malas  es  el  acabarse». 

(1)  Disrípulo  clr  nonoan  OirtOs.  prosista  v  poda  niiiv  raslim. 

(2)  Nacii^  en  \'iana  (9  Ortiibrc  iSlRl.  Sus  novrlai  mA-i  i-onocida^  s.m  IWui  Hhiiicx  ilt 
Savarra,  Doña  Urraca  de  Castilla  y  Auiayii. 

(j)  Pnncipalmentp  conocido  m  el  orden  IJlerario  |iOr  su  magníliio  Discurso  fvf/iminar  i 
iít  Autos  Smraaittilala,  de  Caldcríin,  en  la  Riblinlera  di"  KivaiU-iirira. 

(4!  Narifi  en  Sanlíicar  il--  llarrami-<la  (1850*.  Se  arrc.litó  cun  .mi  ■■..iiii^rlií,  V.'rd.„l/s  am.ir- 
goí.  Murió  e]  ji  Julio  11*74. 


,,CoogIc 


762  HISTORIA   DE  ESPAÍÍA 


Año  1862.  —  El  suceso  culminante  es  la  expcdidán  á  Méjico.  El  an- 
tiguo virreinato  de  Nueva  España  habla  conseguido  la  indepeodencia,  pero 
no  la  dicha  ni  la  paz.  Desde  que  Itúrbide  hizo  arriar  la  bandera  española 
después  de  haberla  defendido  tan  heroica  como  cruelmente,  las  insurreccio- 
nes y  guerras  civiles  se  hablan  sucedido  en  aquel  rico  y  hermoso  país  con 
vertiginosa  rapidez,  y  desesperante  al  par  que  monótona  continuidad.  Des- 
de 1854  la  perenne  agitación  tomó  un  carácter  más  grave  y  trascendente  coa 
la  aparición  del  partido  de  Reforma  ó  radical,  que  tenia  por  programa  la  se- 
cularización completa  de  la  vida  civil,  separación  de  la  Iglesia  y  el  Estado,  in- 
cautación por  el  segundo  de  todos  los  bienes  de  la  primera,  extirpación  de 
las  Órdenes  religiosas,  etc.  Obra  de  este  partido  fué  la  Constitución  de  25 
de  Febrero  de  1857,  condenada  por  Pío  IX.  No  podia  ser  implantada  esta 
Constitución  allí  donde  la  religión  católica  tiene  tan  antiguas  y  fuertes  raices 
sin  una  larga  y  sangrienta  guerra  civil,  y  así  sucedió:  frente  al  partido  de  rt~ 
forma  se  levantó  el  partido  conservador  y  estalló  la  lucha.  Los  conservadores, 
acaudillados  por  el  general  Marimón.  se  apoderaron  del  Poder;  pero  do  des- 
mayaron los  reformistas,  sino  que  siguieron  peleando  hasta  que  á  fuerza  de 
tiempo  y  de  sangre  lograron  tomar  el  desquite,  derrotando  y  deriocando  & 
Marimón.  Marimón  y  los  prohombres  de  su  parcialidad  vinieron  á  Europa  y 
convencieron  á  Napoleón  III  de  lo  fácil  que  era  convertir  á  Méjico  en  monar- 
quía por  poco  apoyo  que  se  prestase  á  los  conservadores,  deseosos  de  recon- 
quistar el  Gobierno.  Asombra  que  políticos  tan  conocedores  de  Méjico  como 
los  jefes  del  partido  conservador  y  un  hombre  tan  listo  como  Napoleón  III 
cayeran  en  semejante  aberración.  A  pesar  de  lo  mal  que  les  habla  ido  hasta 
entonces  con  la  independencia  y  con  la  república,  los  mejicanos  eran  en  su 
totalidad  fervientes  patriotas  y  republicanos:  lo  que  los  dividía  era  la  cues- 
tión religiosa,  ó,  si  se  quiere,  poli  tico -religiosa.  Los  reformistas  querían  secula- 
rizar el  Estado,  reducir  la  Iglesia  católica  á  la  condición  de  una  sociedad  par- 
ticular tolerada  ó,  mejor  dicho,  cohibida  por  el  Poder  civil;  sus  jefes  eran  ra- 
cionalistas y  masones;  su  masa,  ó  descreída  ó  muy  tibia  en  la  fe,  ó  imbuida  en 
la  idea  de  que  la  tendencia  se  cu  la  rizad  ora  no  tenía  nada  que  ver  con  la  reli- 
gión, siendo  meramente  política.  En  cambio,  los  conservadores,  admitiendo 
la  república,  como  sus  adversarios,  y  también  la  libertad  de  cultos,  que  crcEan 
inherente  al  Gobierno  republicano,  obligada  en  la  situación  de  Méjico,  no  se 
avenían  á  que  la  Iglesia  católica  fuese  cohibida  y  perseguida  ni  á  que  per- 
diese su  posición  social  predominante.  Si  Miramón  y  sus  prohombres  lo  hu- 
bieran comprendido  asf,  habrían  imitado  á  los  reformistas  cuando  fueron  ven- 
cidos, ó  sea  que  hubiesen  seguido  conspirando  y  luchando  contra  Juárez 
hasta  derrocarlo,  lo  que  no  es  dudoso  que  habrían  logrado  más  ó  meóos 
tarde.  Levantando  un  trono  y  llevando  en  su  apoyo  las  bayonetas  extran- 
jeras, el  resultado  tenia  que  ser  el  que  fué:  convertir  en  cuestión  nacional  la 
que  hasta  entonces  habla  sido  de  política  interior  y  malquistarse  con  las 
masas  que  venían  sosteniéndolos. 

Coincidiendo  con  este  mal  consejo  de  los  conservadores  mejicanos  y  este 
sueño  de  Napoleón  III,  ó  más  exactamente,  antes  á  que  sui^esen  uno  y 
otro,  había  otras  cuestiones,  la  de  las  indemnizaciones  debidas  por  el  Estado 
mejicano  á  subditos  españoles,  franceses  é  ingleses  por  los  innumerables  atro- 
pellos cometidos  en  las  continuas  guerras  civiles,  y  la  del  pago  de  la  Deuda 
mejicana  exterior,  cuya  emisión  había  sido  garantizada  en  gran  parte  por 
los  Gobiernos  de  Francia  é  Inglaterra.  La  indemnización  á  nuestros  subditos 
habfa  sido  reclamada  muchas  veces,  y  siempre  sin  resultado,  como  era  natu- 
ral, dados  el  desbarajuste  de  las  rentas  mejicanas  y  la  inestabilidad  de  aque- 
llos Gobiernos:  cuando  se  conseguía  que  un  presidente  accediese  al  pago,  el 


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HISTORIA  DE  SSPAÑA  763 

presidente  cala,  y  con  el  nuevo  babfa  que  empezar  otra  vez  la  negociación. 
Era  el  cuento  de  nunca  acabar.  >  El  Gobierno  de  la  Unión  liberal  se  decidió  á 
ponerle  punto  ñnal,  y  envió  de  embajador  extraordinario  á  persona  tan  prin- 
cipal como  D.  Joaquín  Francisco  Pacheco.  Pacheco  fué  perfectamente  recibi- 
do:  se  le  habló  de  España  en  todas  partes  con  cariño,  y  hasta  con  entusiasmo; 
pero  para  cumplir  su  misión  oficial  tropezó  con  un  gravísimo  inconveniente: 
ardía  la  guerra  civil,  y  estaban  constituidos  dos  Gobiernos;  el  de  los  conserva- 
dores y  el  de  los  reformistas.  ;Á  qué  Presidente  presentar  las  credenciales? 
Los  dos  lo  solicitaban,  viendo,  sin  duda,  en  ese  acto  un  reconocimiento  de  su 
legitimidad.  La  perplejidad  de  Pacheco  duró  meses,  y  al  fín  se  decidió  por 
presentarlas  á  Miramón;  pero  con  tan  mala  suerte,  que  á  los  pocos  días  Mira- 
móo  era  derrotado  por  González  Ortega  en  la  batalla  de  Calpulalpam,  y  Pa- 
checo recibía  el  pasaporte  del  Presidente  vencedor. 

No  era  el  Gobierno  de  O'Donnell  para  sufrir  pacientemente  semejante 
desaire:  acordó  en  seguida  que  se  aprestase  una  expedición  en  Cuba  para 
exigir  de  Méjico  por  la  fuerza  lo  que  se  nos  negaba  pacificamente.  Estaba  or- 
ganizándose, cuando  Juárez  decretó  la  suspensión  de  pagos  de  la  Deuda  ex- 
terior. El  Gobierno  inglés  se  puso  inmediatamente  de  acuerdo  con  el  de  Fran- 
cia para  obtener  la  satisfacción  que  les  era  debida.  De  Espaíla  se  prescindió 
al  principio;  pero  nuestro  Gobierno  reclamó  con  eneróla,  y  el  31  de  Octubre 
de  1901  se  firmó  en  Londres  un  convenio  para  conseguir  el  objeto  de  las  re- 
clamaciones económicas,  común  á  las  tres  partes  contratantes;  pero  <obligán- 
>dose  á  no  ejercer  en  los  negocios  interiores  de  Méjico  ninguna  influencia 
>que  menoscabe  el  derecho  de  aquella  nación  á  constituir  como  quiera  su 
tGübierno., 

Inglaterra  suscribió  el  tratado  con  absoluta  buena  fe,  pues  no  tenia  en 
Méjico  otro  interés  que  el  de  que  cobraran  sus  subditos  lo  que  les  debieran 
los  mejicanos.  Napoleón  III,  por  lo  contrario,  abrigaba  el  pensamiento  de 
ayudar  á  los  conservadores,  ó  de  servirse  de  elloa  para  levantar  el  trono  de 
Méjico  bajo  la  influencia  francesa,  idea  que  en  la  mente  del  sobrino  y  suce- 
sor del  moderno  César  respondía  á  un  vago  sueño  de  inmensa  grandeza:  ha- 
cer del  imperio  de  Méjico  un  baluarte  de  la  raza  latina  en  América.  En  cuan- 
to á  nosotros,  es  más  difícil  puntualizar  el  verdadero  propósito:  en  el  Palacio 
real  no  se  había  disipado  la  ilusión  de  que  un  principe  español  fuese  rey  ó 
emperador  de  Méjico;  y  asf,  se  miró  con  profundo  recelo  desde  que  pudo 
sospecharse  el  intento  de  Napoleón  III,  antes  que  un  principe  impuesto  por 
el  emperador  de  Francia  que  continuara  la  república.  De  haber  monarquía 
mejicana  un  Borbón  español  debía  ser  el  monarca:  tal  era  el  punto  de  vista 
de  la  Reina.  D.  Leopoldo  O'Donnell,  por  lo  contrario,  conceptuando  quimé- 
rico el  deseo  de  ta  Reina,  estaba  agradecido  al  Emperador  por  los  socorros 
prestados  á  España  en  la  guerra  de  África  y  por  las  consideraciones  perso- 
nales que  tenia  con  él,  y  esperaba  también  nuevos  beneficios  de  Napo- 
león, V.  gr.,  el  de  que  España  fuese  declarada  Potencia  de  primer  orden,  cosa 
que  se  ofrecía  á  su  mediocre  inteligencia  como  una  gran  ventaja.  Esta  dupli- 
cidad de  puntos  de  vista  se  reflejó  en  las  instrucciones  que  se  dieron  á  Prin. 
O'Donnell  le  inculcó  la  necesidad  de  atenerse  al  tratado  de  Londres  y  de 
obrar  de  acuerdo  con  nuestro  poderoso  aliado  el  Emperador  de  los  franceses, 
amigo  sincero  de  España,  y  no  como  los  ingleses,  envidiosos  y  recelosos  de 
nuestro  renacimiento;  la  Reina  no  le  disimuló  que  recelaba  del  Emperador  el 
intento  de  levantar  un  trono  en  Méjico,  no  para  un  Bonaparte,  pues  esto 
hubiera  sido  imitar  demasiado  á  su  tío  en  una  de  las  cosas  que  le  fueron  más 
censuradas;  pero  si  para  un  archiduque  de  Austria,  con  lo  que  dea^raviaría 
á  esta  Casa,  á  la  cual  habla  quitado  la  Lombardla,  y  tendría  las  mismas  venta- 


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764  HinOHtA   DE  ESPAÑA 

jas  que  si  el  soberano  fuera  sobrino  suyo;  añadiéndole  que  ni  como  BorbÓD  ni 
como  española  podía  ella  aprobar  este  propósito,  si  es  que  existía  realmente. 
Las  fuerzas  expedicionarias  reunidas  en  la  Hat^na  apoderáronse  de 
Veracruz  sin  resistencia,  y  allí  esperaron  la  llegada  de  tas  tres  columnas: 
francesa,  inglesa  y  española.  Los  tres  jefes  publicaron  una  proclama  á  los 
mejicanos,  ateniéndose  estñctamente  al  tratado  de  Londres;  pero  muy  luego 
notó  PríD  que  el  general  francés  llevaba  otras  intenciones,  confirmándole  en 
su  juicio  la  llegada  á  Veracruz  de  Miramón,  al  que  síguieroa  en  breve  el  ge- 
neral Almonte  Haro  (exministro),  el  F.  Miranda,  etc.,  en  suma;  la  plana  ma- 
yor del  partido  conservador  mejicano,  y  en  breve  se  comenzó  á  bablar  de  que 
el  archiduque  Maximiliano  sería  emperador  de  Méjico.  En  cuanto  lo  vio  cla- 
ro, empezó  Piin  á  obrar  como  el  mejor  político  y  el  más  astuto  diplomático 
lo  hubiera  hecho:  con  una  clarividencia  de  que  hay  pocos  ejemplos,  expuso 
al  Emperador  en  su  carta  desde  Drizaba  (17  Marzo)  cuanto  había  de  suce- 
der en  la  triste  aventura  del  proyectado  Imperio,  y,  convencido  de  que  no 
convenía  de  ningún  modo  á  España  mezclarse  en  ella,  separó  nuestra  causa 
de  la  de  Francia,  rompió  la  liga,  y  reembarcó  las  tropas  para  Cuba.  Como  es 
lógico,  todo  esto  disgustó  á  Napoleón,  y  de  rechazo  á  O'Donnell  y  á  todos 
los  políticos  de  la  Unión  liberal,  reflejándose  esta  contrariedad  en  la  prensa  de 
Madrid,  ü.  Leopoldo  preparó  un  decreto  desaprobando  la  conducta  de  Prin, 
y  se  fué  con  él  á  Palacio;  pero  Prin  le  habla  ganado  por  la  mano,  participan- 
do á  la  Reina  que  por  no  contribuir  i  un  proyecto  como  el  del  Emperador 
que  era  tan  desagradable  á  S.  M.  se  había  retirado  de  Méjico.  Salió  á  recibir 
á  O'Donnell  el  rey  Don  Francisco,  y  le  dijo:  »Seas  bien  venido.  La  Reina  íe 

•  aguarda  impaciente.  Suponemos  que  vendrás  á  felicitarnos  por  lo  de  Méjico, 

•  Prin  se  ha  portado  como  un  hombre.*  V  la  Reina  añadió:  «¿Has  visto  qué 
»cosa  tan  buena  ha  hecho  Prin?>  O'Donnell  no  supo  al  pronto  qué  respon- 
der; pero  no  sacó  el  decreto  que  llevaba  en  el  bolsillo,  y  acabó  por  declarar 
que,  efectivamente,  Prin  había  estado  muy  bien.  El  epilogo  de  esta  historia 
fueron  un  debate  en  arabas  Cámaras  y  el  enojo  de  Napoleón  HI,  que  retiró  de 
Madrid  á  su  embajador,  y  un  poco  más  adelante  dijo  o6cialmente  al  nuestro 
en  París,  marqués  de  la  Habana,  una  tremenda  inconveniencia:  <De  la  Reina 
>de  España  depende  sólo  conservar  un  sincero  y  leal  aliado  en  el  Emperador 
>de  los  franceses».  Alborotóse  un  poco  la  prensa  de  España;  escribiéronse 
algunos  artículos  sobre  el  2  de  Mayo,  la  batalla  de  Bailen  y  el  sitio  de  Zara- 
goza; no  pasó  más.  Hoy  todo  el  mundo  conviene  en  que  la  empresa  de  Mé- 
jico fué  una  tonta  equivocación  del  Emperador,  y  que  quien  vio  claro  y  obró 
con  acierto  fué  Prin. 

El  7  de  Febrero  de  este  año  murió  D.  Francisco  Martínez  de  la  Rosa;  te- 
nía setenta  y  cinco  años. 

Aüo  i86j. — Se  venía  sosteniendo  la  Unión  hberal  en  el  Poder  desde 
30  de  Junio  de  1858;  pero  no  sin  vicisitudes,  crisis  y  peripecias  políticas 
de  toda  clase.  Los  progresistas  resellados  intentaron  retirarse  de  la  Unión 
á  últimos  de  1860,  y  para  evitarlo  se  dio  al  general  Zavala  la  cartera  de  Ma- 
rina. Poco  después  surgió  otra  crisis  con  motivo  de  los  proyectos  de  ley  Pro- 
vincial y  Municipal.  Vino  luego  la  disidencia  de  Ríos  Rosas.  En  Noviembre 
de  1861  alcanzó  este  disidente  para  la  presidencia  del  Congreso  89  votos. 
Para  aplacarle  se  hizo  más  adelante  otra  crisis,  dando  á  Pastor  Díaz  la  carte- 
ra de  Gracia  y  Justicia.  Asi  marchaba  la  situación,  de  tumbo  en  tumbo,  ó 
como  casa  mal  construida  á  la  que  un  dia  se  echa  un  remiendo  y  al  otro  se 
derriba  una  pared  que  amenazaba  destruirlo  todo.  A  la  Reina  no  le  agra- 
daban Vega  Armijo,  ministro  de  la  Gobernación,  ni  D.  Augusto  Ulloa.  que 
lo  era  de  Marina,  y  se  dijo  que  para  obligar  al  segundo  á  dimitir  salió  de 


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DE   ESPAÑA  y6$ 


Palacio  el  impulso  de  una  intriga,  la  cual  se  desenvolvió  Tesistiéndose  mu- 
chos mannos  á  servir  á  la;  órdenes  del  Ministro.  D.  Leopoldo,  creyéndolo 
así,  pidió  á  la  Reina  el  decreto  de  disolución  de  Cortea  y  ofreciendo  su 
dimisión  si  no  le  daban  aquél.  Rogóle  Isabel  II  que  lo  meditase,  y  quedó  la 
crisis  aparentemente  aplazada;  pero  aquélla  noche  salió  La  Carrespmuünda, 
diario  exclusivamente  de  noticias,  <eco  impardal  de  la  opinión  y  de  la  pren- 
sa», según  su  lema,  fundado  y  dirigido  por  D.  Manuel  M.  Santa  Ana,  y  cu- 
yas Intimas  relaciones  con  los  prohombres  de  la  situación  eran  conocidas  con 
una  «Última  hora>  anunciando  que  había  crisis  total,  porque  había  disgustado 
profundamente  á  la  Reina  el  sentido  muy  liberal  de  un  preámbulo  de  un  pro- 
yecto de  reforma  constitucional  que  el  Gobierno  iba  á  presentar  á  las  Cortes. 

La  Reina  se  disgustó  mucho,  y  con  razón;  porque  si  el  hecho  de  la  cri- 
sis era  cierto,  no  podía  haber  sido  divulgado  sino  por  el  general  O'DonnelI, 
y  la  explicación  de  su  causa  completamente  inexacta,  y,  además,  de  mala 
fe;  ni  una  palabra  se  había  hablado  de  aquel  preámbulo,  ni  de  mayor  ó 
menor  grado  de  liberalismo,  sino  pura  y  sencillamente  de  dos  personas  que 
Su  Majestad  no  quería  en  el  Ministerio,  y  de  que  el  Presidente  del  Consejo 
no  se  avenía  á  prescindir.  Estaba  en  su  derecho  la  Reina,  y  lo  estaba  el  jefe 
del  Gobierno;  pero  no  para  extraviar  á  la  opinión.  Enojada  Doña  Isabel,  llamó 
á  Cortina,  Madoz  y  Moreno  López,  y  celebró  con  ellos  una  lai^  conferencia; 
les  dijo  que  no  sólo  no  estaba  en  su  ánimo  poner  un  veto  á  la  política  liberal 
de  O'DonnelI,  sino  que  su  intento  era  poder  ofrecer  et  Poder,  como  lo  ha- 
cia desde  luego,  al  partido  progresista,  porque  ya  era  hora  de  que  los  pro- 
gresistas fueran  alguna  vez  Gobierno  de  un  modo  constitucional,  y  no  revo- 
lucionariamente. Contestó  Cortina  que  la  política  de  la  Unión  liberal  habla 
sido  funestísima  por  encaminarse  á  la  destrucción  de  los  dos  partidos  —  mo- 
derado y  progresista —  que,  con  una  ú  otra  denominación,  son  indispensa- 
bles para  el  funcionamiento  regular  del  sistema  parlamentario;  que,  por  efec- 
to de  esa  política  suicida,  el  partido  progiesista  estaba  en  aquel  momento 
tan  desorganizado,  que  no  podia  aceptar  la  oferta  de  S.  M.,  ni  tampoco  el 
moderado,  por  lo  mismo  que  el  progresista,  y  además,  porque  su  llamamiento 
representarla  una  reacción  peligrosa,  provocadora  de  una  concentración  de 
elementos  revolucionarios;  que  en  vista  de  todo,  y  atendiendo  á  que  la  ma- 
yoría de  las  Cortes  era  de  i8o  votos  contra  8o,  debía  la  Reina  no  acceder  á 
la  disolución  propuesta  por  O'DonnelI  y  sacar  de  la  mayoría  un  nuevo  Ga- 
binete que  tuviese  por  misión  principal  ó  única  dirigir  unas  nuevas  eleccio- 
nes generales,  no  por  el  método  de  Posada  Herrera,  sino  dejando  á  los  pue- 
blos elegir  á  los  representantes  que  quisieran:  unas  elecciones  en  esta  forma 
eran  el  único  medio  para  que  se  manifestase  la  opinión  nacional  y  tuviera 
la  Corona  una  orientación  política  segura. 

De  este  consejo  de  Cortina  salió  el  Gabinete  del  marqués  de  Miraflores, 
constituido  el  3  de  Marzo,  y  en  que  entraron:  D.  José  de  la  Concha,  en  Guerra; 
Rodríguez  Bahamonde,  en  Gobernación;  Sierra,  en  Hacienda;  Moreno  López, 
en  Fomento;  Mata  y  AIós,  en  Marina,  y  Monaces,  en  Gracia  y  Justicia.  El  Pre- 
sidente, que  se  reservó  la  cartera  de  Estado,  dijo  en  las  Cortes  que  tenia  por 
única  aspiración  que  se  pudiera  escribir  sobre  su  tumba:  aquiyace  un  kotmbre 
honrado,  y  además  de  esta  tontería,  varias  vaguedades,  como  la  de  que  el  Go- 
bierno era  conservador,  pero  tan  liberal  como  exigía  el  siglo.  Única  promesa 
concreta,  la  rebaja  de  veintitrés  millones  en  el  Presupuesto.  Ruda  fué  la  opo- 
sición en  las  Cortes  de  los  progresistas  y  gran  parte  de  los  unionistas  al  Gabi- 
nete; suspendiéronse  las  sesiones  (6  Mayo);  se  creó  el  ministerio  de  Ultramar, 
siendo  su  primer  titular,  con  carácter  interino,  el  marqués  de  la  Habana,  y  en 
propiedad   D.    Francisco  Permayer;    convocáronse   elecciones  generales,  y 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


766  HISTORIA   DE  ESPAÑA 


una  circular  de  Gobernación  sobre  la  manera  de  hacerlas  di^ustó  á  las  opo- 
siciones y  provocó  una  crisis,  salieudo  Bahamonde  y  entrando  Alonso  Harti- 
nez.  Pero  aún  tuvo  más  desastroso  efecto  otra  circular  (20  Agosto)  prescri- 
biendo que  á  las  reuniones  electorales  no  p-jdiesen  asistir  más  que  los  elec- 
tores; es  lo  que  hablan  practicado  los  pn^esistas  varias  veces,  mas  cotonees 
lo  tomaron  tan  á  mal  que  resolvieron  retraerse,  y  asi,  un  Gabinete  que  habla 
venido  al  Poder  por  consejo  de  Cortina,  para  servir  en  cierto  modo  de  puente 
á  un  Gobierno  del  partido  pri^esista,  determinó  el  retraimiento  de  éste,  pre- 
ludio de  la  revolución. 

Claro  es  que  la  circular  de  20  de  Agosto  no  fué  causa,  sino  pretexto.  La 
causa  radicaba  en  el  profundo  cambio  del  modo  de  ser  del  partido  des- 
de 1854.  Los  hombres  como  Cortina,  sinceramente  dinásticos,  que  apetecían 
el  turno  pacífico  y  legal,  renegaban  de  la  Milicia  nacional  y  querían  mucha  li- 
bertad, pero  con  mucho  orden,  estaban  en  minoifa  y  sin  influencia  sobre  las 
masas.  Habfa  sido  para  ellos  un  gravísimo  contratiempo  ta  Unión  tiberal,  por 
haberse  resellado  casi  todos,  y,  por  tanto,  dentro  del  progresismo  puro  predo- 
minó la  tendencia  revolucionaria,  la  cual  no  se  contentaba  ya  con  un  pro- 
nunciamiento por  el  estilo  del  de  1854,  sino  que  aspiraba  á  una  revolución 
que  destronase  á  Isabel  li  como  único  medio  de  hacer  prevalecer  el  princi- 
pio de  la  soberanía  nacional.  En  Inglaterra,  decían,  no  fué  la  Monarquía  ser- 
vidora de  la  nación  hasta  que,  destronado  Jacobo  II,  Guillermo  y  María  rect- 
l»eron  la  Corona  de  manos  del  Parlamento;  relacionando  esta  idea  con  el  ejem- 
plo contemporáneo  de  Italia  y  con  la  doctrina  de  tas  nacionalidades,  que  jus- 
tiñcaba  la  unidad  italiana,  soñaban  con  el  iberismo,  forjándose  la  ilusión  de  que 
un  rey  Braganza  elegido  por  unas  Cortes  españolas  realizaría  fácilmente  la 
unidad  ibérica.  En  las  Cortes  de  la  Unión  liberal  Oloiaga,  siempre  oportuno 
para  inventar  frases,  habfa  soltado  la  de  los  ohtdculos  tradicioMaUí  que  á 
despecho  de  los  gobiernos  más  liberales  se  oponían  á  que  triunfara  el  libera- 
lismo deñnitivamente  y  por  completo.  Fué  una  frase  feliz  para  la  propaganda 
revolucionaria,  pues  con  ella  se  podfa  atacar  á  la  Reina  y  á  la  dinastía  en 
periódicos  y  discursos  sin  peligro.  Todo  el  mundo  sabía  que  el  oisídcu- 
¡o  tradicional  más  importante  era  Isabel  II;  pero  si  se  incurría  en  algu- 
na responsabilidad,  quedaba  el  recurso  de  decir  que  se  aludía  á  las  cauíari- 
lias,  á  sor  Patrocinio,  al  P.  Claret,  á  la  infltuncia  eclesiáttica,  á  los  neo-caiS- 
lieos,  etc. 

A  la  izquierda  de  la  izquierda  de  los  progresistas  estaban  los  dernáeratas. 
Coincidían  con  aquéllos  en  el  culto  á  la  soberanía  nacional  como  única  fuente 
legitimadora  de!  Poder,  en  el  deseo  de  una  revolución  que  hiciese  saltar  las 
obstáculos  tradicionales,  y  aun  participaban  del  ensueño  iberista,  si  bien  no 
enlazándolo  tan  estrechamente  con  la  dinastía  de  Braganza,  porque,  ó  eran 
republicanos,  prefiriendo  la  república  federal  á  la  unitaria,  ó  miraban  como 
detalle  accidental  la  forma  de  gobierno.  En  otros  puntos  esenciales  diferían 
de  los  progresistas:  para  éstos,  fieles  á  la  concepción  roussoniana,  la  sobera- 
nía nacional  era  absoluta,  no  sólo  fuente  del  Poder,  sino  de  Derecho;  y  para 
los  demócratas  estaba  limitada  por  los  derechos  individuales  inherentes  á  la 
personalidad  humana,  y,  como  tales,  inaUenables,  imprescriptibles  é  ilegis- 
lables.  En  el  orden  religioso  los  progresistas  mantenían  el  regalismo  para 
tener  atada  corto  á  la  Iglesia,  proscribían  las  Ordenes  religiosas,  se  com- 
placían en  oponerse  al  Papa;  expulsar  al  Nuncio  y  desterrar  obispos  cons- 
tituían una  de  sus  mayores  delicias,  pues,  como  había  escrito  el  P.  Cobos,  el 
Himno  de  Riego  y  la  Marcha  del  Nuncio,  venían  á  ser  la  misma  tocata.  Pero 
eran  siempre  católicos,  y  se  daban  por  agraviados  con  los  que  se  propasaban 
á  ponerlo  en  duda;  y  no  sólo  católicos  en  el  orden  individual  y  doméstico. 


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HISTORIA  DB  BSPAÜA  76/ 

sino  en  el  público.  Bueno  que  se  tolerase  á  herejes  é  infieles  y  se  llevase  la 
tolerancia  á  sus  últimos  limites;  pero  el  Estado  debfa  ser  católico,  y  la  Iglesia, 
disfrutar  en  la  nación  de  una  protección  especial.  Los  demócratas,  por  el 
contrario,  no  querian  ni  oir  hablar  de  Iglesia  oficial:  la  religión  es  negocio  de 
la  conciencia  de  cada  uno;  el  Estado  nada  tiene  que  ver  con  eso,  y  en  lacón- 
cieocia  individual  la  forma  perfecta  de  la  religiosidad  es  la  emancipada  de  los 
antígttos  moldes  históricos;  es  decir,  de  la  Iglesia:  ó  sea  un  libre  pensamiento 
deista  y  moral  por  el  patrón  kantiano.  En  otro  punto  andaban  los  demócratas 
contradictorios  consigo  mismos,  denunciando  la  dualidad  de  fuentes  de  sus 
ideas:  tal  era  la  esfera  ccoaómica.  Profesaban,  por  un  lado,  el  mis  rfgido  eco- 
nomísmo  clásico  de  Smith  y  Bastiat,  sosteniendo  el  ¡aitsee  /aire,¡aisser passer 
hasta  el  extremo  de  abogar  por  el  libre  cambio,  como  la  escuela  de  Manches- 
ter;  y  por  otro,  repellan  las  declamaciones  de  Proudhon  y  de  Luis  Blanc  con- 
tra la  explotación  de  los  obreros  y  la  tirania  de!  capital. 

Por  otros  aspectos  accidentales  diferían  también  progresistas  y  demócra- 
tas. Constituían  ios  primeros  un  partido  político,  y  nada  más;  sus  hombres 
más  ilustrados  eran  algunos  catedráticos  de  Derecho,  más  juristas  que  filó- 
sofos ó  algún  abogado  práctico  de  la  talla  de  Cortina.  Sus  periódicos:  El  Cla- 
mor público  (1844- 1864),  dirigido  porCorradi,¿ajA''ocí¿¿rf<j  (1850-1866),  por 
Fernández  de  los  Ríos,  y  La  Iberia^  fundada  en  1854,  por  D.  Pedro  Calvo 
Asensio,  tenían  fama  bien  ganada  de  mal  escritos.  En  cambio,  los  demócratas 
cobraban  su  fuerza  del  grupo  de  intelectuales  que  los  dirigía,  á  cuyo  frente 
figuraban  los  krausistas,  casi  dueños  ya  de  la  Facultad  de  Filosofía  y  Letras 
de  Madrid,  y  con  eminentes  posiciones  en  la  de  Derecho  y  aun  en  la  de  Me- 
dicina. Sauz  del  Río  que,  en  1860,  publicó  ia  AnaUtíca  (i),  habla  llegado  á 
ser  como  un  patriarca,  en  turno  del  cual  agrupábanse  D.  Nicolás  Salmerón, 
D.  Francisco  Ginér,  D.  Federico  de  Castro,  Ruiz  de  Quevedo,  Tapia,  etcé- 
tera, y  andaban  muy  cerca,  por  lo  menos  en  el  sentido  general  de  su  filo- 
sofismo y  en  su  tendencia  democrática,  D.  Fernando  de  Castra  (2),  D.  Emilio 
Castelar,  cuyas  lecciones  en  el  Ateneo  sobre  la  Civilizadón  en  los  daco  prí- 
meros  siglos  del  Cristianismo,  así  como  las  dadas  en  su  cátedra  de  Historia 
de  España,  de  la  Central,  y  su  libro  La  Fórmula  del  Progreso  (3)  llamaban  ex- 
traordinariamente la  atención,  D.  Francisco  de  P.  Canalejas,  apolc^ista  de 
Saoz  del  Río,  pero  de  más  amplio  espíritu  filosófico;  D.  Francisco  Pf  Margall 
y  D.  Roque  Barda  que  nunca  fueron  del  profesorado,  pero  que  se  esforzaron 
en  buscar  una  fase  filosófica  al  radicalismo  político.  Con  todo  esto,  los  demó- 
cratas se  tenían  y  eran  tenidos  por  gente  sabia,  y  miraban  por  encima  del 
hombro  á  los  progresistas:  sus  periódicos.  La  Discusión,  dirigida  porD.  Nicolás 

fli    Su  verdadero  tiHilo:  Sistema  de  la  filosofía.  Análisis. 

(2)  Saciii  rn  SahapJn  {1814).  Profrsií  di;  güilo  en  \'alladoiid.  Or<irnósf  de  SAr<Til<>(c 
después  de  la  cxclaustrarión,  y  fuf  pn)fcsor  del  Seminario  de  ije(m.  Kn  1845  emiteió  i  predi- 
car en  Madrid  con  mucho  éxito.  En  1845  jjanó  nor  oposirirtn  la  Cátedra  de  Historia  en  el  Insti- 
tulo  de  San  Isidro,  siendo  después  dimlor  de  la  Escuela  Xormal  y  Calcdrático  de  la  Facultad 
de  Letras  en  la  Centra!.  Sus  Xocimia  dt  iristoria  sÍR-ieron  de  texto  en  muclins  Institutos  y 
Seminarios.  L'n  sermlln  suvo  sobre  la  Concepriiin  (1H5S)  aumentft  su  fama,  diriíndnse  que 
pronto  seria  obispo.  El  l.°  de  Noviembre  de  1K61  predicó  otro  sermón  en  la  Capilla  Real:  era 
capellán  de  honor.  Llamó  más  la  atención,  aunque  mtr  otro  concepto,  pues  se  vio  que  había 
abandonado  la  ortodoxia.  Se  armó  un  escándalo,  y  D.  Fernando  renunció  á  su  plaza  de  Palacio. 
Del  nuevo  nimbo  de  sus  ideas  dan  testimonio  los  tomos  I  y  K  del  Cempemlio  racimado  de  Ilislp- 
ria  general  (186.)  y  1864)  y  el  Diicurtii  de  reeepeiÓH  en  la  Academia  de  la  Historia.  (7  Hnero  iWifi), 
\'ivió  Castro  hasta  el  ;  Mayo  1S74,  y  antes  escribió  una  Memeria  teslameHtaria,  en  i|ue  cuenta 
cómo  perdió  la  fé  católica,  y  lle¿ó  á  ijuerer  fundar  una  nueva  relijfión  en  que  iban  &  ser  sanlua 
ttidos  los  héroes  de  la  Humanidad. 

(3)  Impuf^aron  este  líliro  Campnamor.  O.  Carlos  Rubio  y  otr'>s,  K  todos  contestó  Cas- 
telar  con  sendas  defensas* 


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768  HISTORIA   DE  ESPAÑA 

Marfa  Rivero,  y  La  Demacrada,  que  lo  era  por  Castelar,  gozaban  mucho  más 
crédito  y  tirada  que  tos  progresistas. 

£1  retraimiento  de  unos  y  otros  signiñcaba  que  iban  á  ponerse  á  conspi- 
rar para  lograr  por  la  fuerza  lo  que  no  podían  conseguir  pacfñcamente.  A  las 
Cortes  no  vino  más  que  un  diputado  progresista:  D.  Joaquín  Garrido.  La  opo- 
sición se  compuso  de  unionistas  y  moderados.  Habiendo  muerto  Calvo  Asen- 
sio,  director  de  La  Iberia  {i8  Septiembre)  los  revolucionarios  aprovecharon  la 
ocasión  para  convertir  el  entierro  en  un  alarde  de  su  fuerza. 

Año  1864.. — Empiezan  ¿u  oAii  fn*»j  del  reinado  de  Isabel  II.  £1  movi- 
miento rápido  de  la  política  consumiendo  Gobiernos  y  dislocando  partidos 
indica  claramente  que  no  se  ba  conseguido  asentar  sobre  bases  regulares  el 
juego  parlamentario,  y  el  retraimiento  y  la  conspiración,  que  se  ba  entrado  en 
un  nuevo  periodo  de  revolución  aguda. 

El  Gabinete  Miraflores,  que  sólo  representaba  el  fracaso  del  consejo  de 
Cortina,  fué  derrotado  en  el  Senada,  y  substituido  (17  Enero)  por  otro  pre- 
sidido por  D.  Lorenzo  Arrazota,  de  carácter  moderado,  pero  conciliador,  y  que 
tuvo  por  programa  atraer  á  los  progresistas  á  la  lucha  legal  ofreciéndoles  el 
apoyo  oñcial  en  las  elecciones;  sólo  duró  un  mes  y  doce  dtas,  al  cabo  de  los 
cuales,  por  no  haber  obtenido  el  decreto  de  disolución,  y,  según  la  maledi- 
cencia, por  no  haber  accedido  á  ciertas  elevadas  influencias  relacionadas  con 
el  ferrocarril  de  los  Alduides,  tuvo  que  ceder  el  puesto  á  otro  Ministerio  de 
Unión  liberal,  apoyado  por  O'Donnell  y  presidido  por  D.  Alejandro  Mon  (1.° 
Marzo),  el  cual  duró  hasta  J6  de  Septiembre  (seis  meses  yquince  días).  En  este 
Ministerio  fué  ministro  por  primera  vez  ü.  Antonio  Cánovas  del  Castillo. 
Desde  el  ló  de  Agosto  del  año  anterior  ardía  en  Santo  Domingo  la  guerra 
'separatista,  necesitándose  enviar  soldados  de  España  para  sostenerla,  pues 
los  insurrectos  dominicanos  hacíanla  de  partidas,  favorecidos  por  los  bosques 
y  por  la  vecindad  de  Haití.  £1  rey  Don  Francisco,  que  fué  á  París  á  pagar  una 
visita  oficial  de  la  Emperatriz,  trajo  de  allá  dos  compromisos  con  el  Gobierno 
imperial:  uno,  que  volviese  á  Madrid  la  reina  Doña  Cristina,  y  otro,  harto  más 
importante,  que  fuera  reconocido  el  reino  de  Italia.  Estaba  éste  constituido 
desde  el  13  de  Marzo  de  iSCí,  en  que  el  parlamento  de  Turfn  dio  ese  titulo 
á  Víctor  Manuel,  y  en  1)16;  se  fijó  su  capital  en  Florencia;  todas  las  naciones, 
menos  Austria,  lo  habían  reconocido  ya.  Era  difícil,  y  en  cierto  modo  peligro- 
so, plantear  esta  cuestión  en  España,  porque,  aparte  de  repugnar  á  la  Reina, 
el  Episcopado  y  todo  el  clero,  los  católicos  fervientes  sin  distinción  de  parti- 
dos, los  carlistas,  los  neo-católicos  ó  los  moderados  eran  opuestlsimos  á  que 
España  sancionara  hechos  que  tanto  afligían  al  Papa  y  envolvían  el  despojo 
ya  consumado  del  patrimonio  de  la  Iglesia,  así  como  la  amenaza  de  arreba- 
tarle lo  poco  que  ya  quedaba  de  él:  verdad  que  progresistas  y  demócratas 
eran  partidarios  entusiastas  del  reconocimiento;  pero  esta  doble  y  encontra- 
da corriente  de  opinión  ;no  desencadenarla  una  agitación  que  pudiera  ser 
violenta  y  peligrosa^ 

La  Reina,  no  considerando  prudente  regarse  en  redondo  á  reconocer; 
pero  queriendo  diferirlo  todo  lo  posible,  pidió  consejo  á  O'Donnell.  Parece 
lo  probable  que  su  propósito  fuera  encargar  á  O'Donnell  del  Poder  para  que 
con  su  prestigio  y  significación  relativamente  liberal  contuviese  á  los  revo- 
lucionarios; pero  D.  Leopoldo  le  aconsejó  que  debía  llamar  á  Narváez,  y  que 
constituyera  éste  un  Gabinete  de  resistencia.  Así  lo  hizo  Doña  Isabel  (16  Sep- 
tiembre), formando  Ministerio  con  Narváez,  Llórente,  Arrazola,  González  Bra- 
vo, Alcalá  Galiano,  Barzanallana,  el  general  Córdoba  y  Armero.  Creyendo 
Narváez  de  mala  fe  el  consejo  dado  por  (J'  Donnell,  mostró  empeño  en  apara- 
cer  más  liberal  que  D.  Leopoldo,  y  en  su  virtud  dio  amnistía  completa  por 


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HISTORIA   DE  ESPAÑA  ^69 

delitos  de  imprenta,  hasta  con  devolución  de  las  multas  ya  pagadas,  y  procu- 
ró la  avenencia  con  los  progresistas  en  daño  de  la  Unión  liberal. 

Era  jefe  del  partido  progresista  desde  principios  de  este  año  el  general 
Prín.  Seguramente  es  este  hombre  uno  de  los  que  más  han  dado  que  ha- 
blar y  escribir  en  et  siglo  xix,  y,  sin  embargo,  su  auténtica  fisonomía  moral 
es  de  las  más  desconocidas.  Encargó  una  vez  su  retrato  á  Regnault,  y  el  gran 
goyista  francés  hizo  una  obra  maestra  que  es  hoy  joya  de  Líiuvre,  Prin,  no 
sólo  la  rechazó  cuando  se  ta  presentaron,  sino  que  se  incomodó  mucho  con 
el  artista.  (Por  qué?  Pues  porque  Regnault  había  pintado  un  general  Prín  á 
caballo,  acaudillando  una  turba  de  insurrectos;  algo  como  un  somatén  de  Ca- 
taluña compuesto  de  tíos  del  campo  armados  de  trabuco.  La  figura  vigorosa, 
pero  ruda,  del  caudillo  armonizaba  perfectamente  con  aquellos  soldados.  No 
era  ésta  la  visión  de  sí  mismo  que  tenia  el  general:  él  era  á  sus  ojos  el  exce- 
lentísimo Sr.  D.  Juan  Prin,  teniente  general  y  con  sobradas  condiciones  para 
ostentar  hada  mucho  tiempo  el  tercer  entorchado  en  las  bocamangas,  con- 
de de  Reus,  vizconde  del  Bruch,  marqués  de  los  Castillejos,  un  gran  señor, 
un  general  á  la  europea,  un  hombre  de  Estado  capaz,  no  sólo  de  mandar  ejér- 
citos y  dirigir  con  habilidad  suma  difíciles  negociaciones  diplomáticas,  sino 
de  gobernar  bien  la  nación.  Y  hay  que  añadir  que  no  le  cegaba  la  vanidad: 
tenia  facultades  sobradas  para  todo  eso.  Ue  las  cuatro  figuras  que  repre- 
sentan en  nuestra  historia  moderna  el  caudillaje  militar,  Espartero,  Narváez, 
O'Donnell  y  Prin  fué,  sin  género  de  duda,  el  más  inteligente,  quizás  el  úni- 
co inteligente,  y,  por  tanto,  el  único  digno  de  ocupar  el  puesto  á  que  por 
tan  malos  medios  subieron  los  cuatro.  Prín  no  necesitaba  de  Linages,  ni  de 
Cánovas  ó  Posadas  que  hablaran  por  él:  por  lo  contrario,  era  el  que  ha- 
blaba por  todos,  y  donde  estaba  él,  él  mandaba;  y  no  se  imponía  como  Nar- 
váez con  intemperancias  de  mal  gusto  ni  con  arrebatos  de  hombre  mal  edu- 
crado,  pues  siempre  fué  la  corrección  misma  en  su  trato.  En  cuanto  á  sus  ideas 
personales,  tampoco  era  Prin  más  avanzado  que  los  otros:  católico  que  no 
tenía  inconveniente  en  hacerse  masón  ni  en  ir  contra  el  Papa  cuando  lo  juz- 
gaba útil  para  sus  planes  políticos;  monárquico  por  convicción  y  por  senti- 
miento, con  vencidísimo  de  que  en  España  eran  imposibles,  no  sólo  la  repú- 
blica, sino  los  republicanos;  creyendo  sinceramente  que  los  que  asi  se  llama- 
ban eran  unos  ilusos  que  no  sabían  lo  que  pensaban,  pero  muy  capaz  también 
de  derrumbar  un  trono,  como  lo  hizo  cuando  vio  que  no  tenia  otro  camino  para 
llegar  ala  meta  de  su  ambición;  liberal,  muy  liberal,  porque  así  habfa  sido 
educado  y  en  ese  ambiente  había  vivido,  y  como  lo  fueron  los  otros  tres  cau- 
dillos citados;  pero  dispuesto  siempre  á  tirar  ó  aflojar  las  libertades  según 
las  conveniencias  de  cada  momento.  Prio  fué  revolucionario,  porque  no  en- 
contró más  puesto  vacante  para  llegar  á  ser  el  caitdÜh  de  Espaita  que  el  de 
jefe  del  partido  progresista,  y  con  su  ñna  penetración  política  conoció  que 
este  partido  no  podía  llegar  al  Poder  sino  por  medio  de  la  revolución. 

Sí  en  1863  hubiera  sido  consultado  por  la  Reina,  seguramente  que  no 
hubiese  deferido  la  oferta  del  Poder  con  el  pretexto  de  estar  mejor  ó  peor 
organizado  el  partido  para  ser  gobierno  En  los  primeros  meses  de  este  año 
tuvo  Prin  la  esperanza,  alentada  por  la  Reina  según  referencias  que  merecen 
crédito,  de  ser  llamado  á  constituir  Gabinete;  creyó  firmemente  que  iba  á 
substituir  á  D.  Lorenzo  Arrazola.  El  chasco  que  se  llevó  fué  tremendo  y  de- 
cisivo, á  ser  cierto  lo  que  cuentan  testigos  muy  autorizados,  si  bien  pa- 
rece inverosímil,  aun  contando  con  que  la  discreción  no  fué  cualidad  de  Isa- 
bel 11,  de  que  en  su  última  entrevista  con  esta  soberana  recibió  segurida- 
des las  más  explícitas,  y  al  retirarse  de  la  regia  cámara,  sorprendió  por  un 
espejo  cierto  gesto  despectivo  en  el  rostro  de  la  Reina,  revelador  de  que  no 


Salcedo,  Historia  d 


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770  HISTORIA   DE  SSFAÑA 

se  le  habla  hablado  síaceramente.  PrÍD  do  era  hombre  con  quien  se  jugara 
sin  peligro.  Sucediera  ó  no  este  incidente  pintoresco,  al  ver  en  el  Poder  á 
Mon,  apoyado  por  O'Donnell,  dedujo  que  nunca  seda  jefe  del  Gobierno  por 
vías  constilucionales:  O'Donnell  y  Narváez  lo  impedían,  y  se  lanzó  á  la  revo- 
lución con  el  mismo  ímpetu  que  en  Tetuán  á  las  trincheras  de  los  moros. 
Esto  sucedía  á  primeros  de  Marzo,  y  le  bastaron  dos  meses  para  preparar 
una  formidable  conspiración  militar:  la  señal  del  alzamiento  de bf a  ser  el  ban- 
quete político  celebrado  en  los  Campos  Elíseos  (3  MayoJ,  donde  Prin  pronun- 
ció un  discurso  anunciando  explícitamente  el  movimiento  revolucionario; 
pero  lo  echó  á  perder  D,  Salustiano  Olózaga  hablando  contra  Espartero,  lo 
que  disgustó  á  la  mayoría  de  los  jefes  militares  comprometidos,  que  eran  es- 
parteristas  entusiastas.  No  se  desalentó  Prin,  y  para  el  6  de  Junio  ya  tenía 
Otra  conspiración  á  punto  de  estallar.  Se  la  desbarató  la  policía  descubriendo 
parte  del  plao  y  deteniendo  á  varios  de  los  principales  conjurados.  En  segui- 
da armó  otra  para  sublevarse  el  6  de  Agosta,  y  también  con  desgracia  por  la 
misma  causa  que  la  anterior.  En  este  punto  las  cosas,  Narváez  abrió  sus  ne- 
gociaciones para  atraer  á  los  progresistas  á  la  legalidad,  apoyándolas  la  reina 
Cristina,  y  ofreciéndoseles  puestos  en  las  Cámaras  que  habían  de  ser  elegidas 
en  Noviembre:  algunos  se  blandearon  y  hasta  llegaron  en  ciertos  distritos, 
por  odio  á  la  Unión  liberal,  á  votar  los  candidatos  ministeriales;  pero  Prin  se 
mantuvo  firme,  y  en  el  manihesto  de  29  de  Octubre  calificó  de  farsdicas 
las  próximas  elecciones,  de  mogigatocracia  a\  Gobierno  imperante,  de  congre- 
sos de  Real  orden  á  los  que  se  venían  sucediendo,  al  Senado,  de  valladar  del 
progreso,  insistiendo  en  lo  de  los  oéstdculos  tradicionales  y  en  la  convenien- 
cia del  retraimiento. 

Una  grave  cuestión  pudo  dar  al  traste  con  el  Gabinete  Narváez  antes  de 
reunirse  las  Cortes.  D.  Ramón  insistía  en  que  debfa  ponerse  término  á  la 
guerra  de  Santo  Domingo  evacuando  la  isla;  la  Reina  no  se  resignaba  fácil- 
mente á  esta  medida  de  consecuencias  transcendentales,  pues  los  laborantes 
cubanos,  que  ya  se  agitaban  mucho,  habían  de  interpretarla  como  síntoma 
cierto  de  la  impotencia  de  España  para  dominar  una  insurrección  en  las  An- 
tillas, habiendo  resolución  en  los  insurrectos  de  prolongar  la  lucha  en  los 
bosques  y  depoblados  de  aquellas  regiones.  De  aquí  surgió  la  crisis,  que  duró 
cinco  días,  y  estuvo  ya  Isturiz  encargado  de  formar  ministerio.  Al  fin  tuvo 
que  someterse  doña  Isabel  y  que  ratificar  á  Narváez  su  confianza,  abriéndose 
las  Cortes  el  22  de  Diciembre. 

El  8  de  Diciembre  de  este  año  expidió  Pío  IX  la  Bula  Quania  cura, 
acompañada  del  Syllabns  ó  -resumen  de  los  principales  errores  de  nuestra 
>¿poca  que  se  señalan  en  las  alocuciones  consistoriales,  encíclicas  y  demás 
>letras  apostólicas  de  nuestro  Santísimo  Padre  el  Papa  Pío  IX».  Estas  pro- 
posiciones, calificadas  en  general  de  erróneas  por  la  Santa  Sede,  son  ochenta, 
distribuidas  en  diez  párrafos,  y  se  refieren  al  racionalismo,  indiferentismo  re- 
ligioso, latitudinarismo,  socialismo,  comunismo,  sociedades  secretas,  etc.,  y 
al  orden  moral  reí  igi  o  so- político.  La  80.'  dice  así:  »E1  Romano  Pontífice  puede 
•  y  debe  reconciliarse  y  transigir  con  el  progreso,  el  liberalismo  y  la  cíviliza- 
»ci6n  modernai. 

Tremendo  alboroto  promovió  en  todo  el  mundo  culto  este  documento 
pontificio,  especialmente  la  proposición  transcrita.  ¿Lo  ven  ustedes? — decían 
los  protestantes  y  racionalistas,  —  el  Papa  ha  declarado  de  la  manera  más  es- 
plfcita  y  solemne  que  la  Iglesia  es  enemiga  del  progreso,  de  la  libertad  y  de 
la  civilización.  Y  á  la  vez  gritaban  los  absolutistas  y  tradición  alistas  católicos: 
Ya  está  definido  por  el  Papa.  No  se  puede  ser  liberal  y  católico;  y  como  ser 
partidario  del  régimen  constitucional  es  ser  liberal,  hay  que  decidirse  ó  por 


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HISTORIA  DE  ESPAÑA  ^71 

la  Constitución,  ó  por  el  Catecismo.  Pero  la  proposición  8o  del  Syllahu  no  es 
sino  la  referencia  en  este  resumen  de  lo  expuesto  por  Pfo  IX  en  su  alocn- 
ciÓD  JoMdHdttm  (i8  Marzo  1861),  y  á  este  documento  hay  que  acudir  para 
conocer  el  sentido  de  la  referencia.  No  es  opuesto  el  Papa  ai  progreso,  á  la 
civilización  ni  al  liberalismo  como  sistema  político  ó  conjunto  de  públicas 
libertades,  sino  á  lo  que  llaman  [uti  vocant)  progreso,  liberalismo  y  civiliza- 
ción moderna  los  que  se  valen  de  estas  palabras  para  descristianizar  á  los 
Gobiernos  y  á  los  pueblos,  para  entronizar  y  sostener  el  naturalismo  ó  nega- 
ción del  orden  sobreualural  como  base  del  orden  social  y  fundamento  de  las 
leyes  y  de  las  costumbres. 

Otra  cuestión  suscitó  el  Sj/Uabus;  pero  no  se  planteó  hasta  el  año  si- 
guiente. 

AAo  i8ó¿.  —El  Papa  envió  el  Syllabus  directamente  á  los  obispos  de  toda 
la  Cristiandad,  y  los  de  España  lo  publicaron  durante  el  mes  de  Enero  en  sus 
respectivos  Boletines  ecUsidsíicos,  con  pastorales  explicativas  y  encomiásti- 
cas. Protestó  la  prensa  demócrata  y  progresista,  diciendo  que  esto  consti- 
tuía una  gravísima  infracción  de  la  Pragmática  de  1768  y  del  art.  145  del 
Código  penal  que  la  sancionaba.  La  Pragmática,  en  efecto,  prohibía  la  cir- 
culación de  todo  género  de  Letras  apostólicas,  exceptuadas  solamente  las 
decisiones  de  la  Penitenciaría  para  el  fuero  interno,  sin  haber  sido  revisadas 
por  el  Consejo;  pero,  aparte  de  que  el  Concordato  había  derogado  genérica- 
mente cuantas  disposiciones  anteriores  fuesen  contrarias  á  la  libertad  de  la 
Iglesia,  ^ómo  sostener  en  tiempos  de  tan  rápidas  y  frecuentes  comunicacio- 
nes y  de  libertad  de  imprenta  esa  prescripción  legal,  no  siendo  ni  material- 
mente posible  interceptar  la  voz  del  Papa  para  que  no  la  oyesen  los  católi- 
cos? Y  en  llegando  esa  voz  á  oídos  de  los  católicos,  ¿qué  efecto  práctico  pue- 
den tener  las  retenciones?  Para  el  Gobierno  fué  este  asunto  un  compromiso 
por  la  diversidad  de  tendencias  que  babfa  sobre  la  materia  en  el  partido  mo- 
derado, desde  la  neo-católica,  opuesta  en  absoluto  al  regalismo,  hasta  la  rega- 
lista  extremada,  pasando  por  un  centro  que  admitía  un  regalismo  mitigado. 
D.  Lorenzo  Arrazola,  fervorosísimo  católico,  aunque  no  figurara  en  la  fracción 
neo-católica,  hizo  lo  menos  que  podia  hacer  en  sus  circunstancias,  que  fué 
mandar  el  SyUabus  al  Consejo  de  Estado  (17  Enero)  para  que  dictaminase 
sobre  lo  que  procedía.  Hubo  dictamen  y  voto  particular,  ambos  regalistas, 
pero  aquél  más  severo  que  éste.  £1  Gobierno  resolvió  (6  Marzo)  en  términos 
aun  más  benignos  que  los  del  voto  particular:  concedió  el  pase,  é  hizo  inser- 
tar en  la  Gaceta  la  Bula  y  el  Syliadiu,  precedidos  de  un  preámbulo  en  que 
se  declaraba  en  vigor  la  Pragmática  de  1 768,  pero  procediendo  armonizarla, 
de  acuerdo  con  la  Santa  Sede,  con  los  derechos  de  ésta  y  con  la  libertad  de 
imprenta.  Los  obispos  protestaron  contra  la  resolución,  y  desde  entonces 
esta  clase  de  documentos  pontificios  de  carácter  doctrinal  no  han  vuelto  á 
ser  sometidos  al  Pase  regio. 

Otra  grave  cuestión,  también  en  su  origen  de  carácter  doctrinal,  pero 
promovida  por  la  izquierda,  se  planteó  ai  Gotúerno  á  poco  de  concluida  la 
del  Syllabui.  Preparábase  la  ley  sobre  el  Patrimonio  Real,  que  fué  promul- 
gada el  12  de  Mayo  de  este  año,  determinando  taxativamente  los  bienes  que 
hablan  de  constituirlo  como  un  mayorazgo  anejo  á  la  Corona;  los  demás  á  que 
se  venía  reconociendo  vagamente  este  carácter,  y  que  eran  cuantiosos,  de- 
bfan  quedar  como  bienes  particulares  de  la  Reina  y  precederse  á  su  venta. 
Doña  Isabel,  obrando  con  la  generosidad  que  fué  una  de  sus  más  atractivas 
cualidades,  cedió  á  la  nación  el  75  por  100  de  la  venta  de  dichos  bienes,  y 
además  el  Buen  Retiro  al  pueblo  de  Madrid  para  que  fuera  convertido  en 
Parque  público.  El  Gobierno  dio,  como  cumplía,  la  debida  importancia  al  ge- 


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?72  HISTOBIA   DE  ESPAÑA 

neroso  rasgo  de  S.  M.,  aprovechándose  tan  buena  ocasión  para  una  manifes- 
tación nacional  de  homenaje  al  trono,  que  comenzaron  los  periódicos  afectos 
á  la  Reina  y  siguieron  los  Ayuntamientos  y  demás  Corporaciones  coa  sendos 
mensajes  de  adhesión  y  gratitud.  No  se  ofa  hablar  más  que  del  rasgo  de  Isa- 
bel II,  cuando  he  aquí  que  salió  La  Democracia  con  un  articulo  titulado 
¿y  Rasgo,  escrito  por  su  elocuente  director,  Emilio  Castelar,  en  que  venfa  á 
decirse  ser  todo  lo  que  se  estaba  haciendo  y  escribiendo  torpe  adulación  y 
no  haber  tal  rasgo,  sino  todo  lo  contrario,  pues  todavía  se  quedaba  la  Casa 
Real  con  un  25  por  100  de  bienes  que  eran  de  la  nación.  Se  movió  el  escán- 
dalo consiguiente,  y  el  Gobierno,  en  vez  de  perseguir  con  los  medios  que  le 
daba  la  ley  de  Imprenta  al  periódico  y  al  periodista,  se  decidió  por  instruir 
un  expediente  académico  para  separar  de  sus  cátedras  á  Castelar  y  demás 
profesores  de  la  Universidad  Central  que  se  distinguían  por  sus  explicacio- 
nes heterodoxas  y  revolucionarias.  Quien  más  ruido  armaba  en  este  sentido 
era  el  mismo  Castelar,  á  cuya  cátedra  de  Historia  de  España  acudfa  nume- 
roso gentío,  ávido  de  oír  sus  deslumbrantes  discursos  tribunicios,  que  no  ex- 
plicaciones de  profesor,  en  que  de  continuo  entonaba  himnos  á  la  libertad  y 
á  la  democracia  y  fulminaba  contra  los  tiranos  los  más  severos  apostrofes, 
cuando  no  aludía  trasparentemente  á  la  política  palpitante,  v.  gr.,  al  explicar 
la  conquista  de  Méjico,  que  lo  hacía  con  alguna  frecuencia  para  poner  de  oro 
y  azul  al  Pánñlo  de  Narváez,  recalcando  mucho  su  apellido  entre  las  risas  y 
los  aplausos  de  la  concurrencia.  Pero  si  no  con  tanto  estrépito,  los  demás 
catedráticos  hacían  lo  mismo  que  él,  y  sus  doctrinas  heterodoxas  eran  de- 
nunciadas por  Orti  Lara(i),  Navarro  Villoslada  (2),  Moreno  Nieto  (j)  y  otros, 
siendo  común  sentir  entre  los  moderados  que  debia  ponerse  término  á  esa 
propaganda. 

Realmente  no  fué  acertado  confundir  la  represión  de  la  heterodoxia  y 
revolucionarismo  docentes  con  el  asunto  de  El  Rasgo,  en  que  habla  actuado 
Castelar,  no  como  catedrático,  sino  como  periodista.  En  esto  se  fundó  el  Rec- 
tor de  la  Universidad,  D.  Juan  Pérez  Montalbán,  para  negarse  á  proceder  con- 
tra sus  comprofesores.  Fué  separado  del  cargo,  y  nombrado  para  sustituirle 
el  marqués  de  Zafra.  Alborotáronse  los  estudiantes  pretendiendo  dar  una  se- 
renata á  Montalbán,  que  fué  prohibida  por  el  Gobierno,  y  silbando  en  la  Puer- 
ta del  Sol  ante  el  ministerio  de  la  Gobernación.  Como  es  lógiro,  no  eran  solos 
tos  estudiantes,  sino  con  ellos  la  gente  bullanguera  de  progresistas  y  demócra- 
tas. Hubo  varios  días  de  agitación  por  las  calles  céntricas,  y  se  cuenta  que  en 
uno  de  ellos  D.  Ramón  Narváez  paseaba  á  pie  por  la  acera  de  la  calle  de  Alcalá, 
junto  á  la  Puerta  del  Sol,  diciendo  á  gritos:  Las  personas  honradas,  á  su  casa,  ios 
pillos  ame  se  queden  aquí  d  entendérselas  conmigo.  Por  fin,  en  ía  nocke  de  San 
Danieí{io  Abril),  estando  la  Puerta  del  Sol  henchida  de  alborotadores  y  curio- 
sos, se  dio  una  carga  de  caballería,  resultando  las  carreras  y  atropellos  con- 
siguientes: díjose  que  los  muertos  habían  sido  diez,  y  los  heridos  ciento  no- 
venta y  tres,  cifras  que  negó  e!  Gobierno,  y  que,  por  lo  menos,  parecen  exa- 
geradísimas. Al  día  siguiente,  y  tratando  el  Consejo  de  Ministros  de  este 
asunto,  acometió  una  congestión  cerebral  al  ministro  de  Fomento,  el  célebre 
D.  Antonio  Alcalá  Galiano,  y  murió  repentinamente.  Los  partidos  revolucio- 
narios y  el  de  la  Unión  liberal  que  sólo  era  entonces  de  oposidón,  sacaron 
todo  el  partido  posible  de  la  noche  de  San  Daniel;  la  Diputación  provincial  y  el 

11)  Knm$t y  sus  dhapalos  .vm'Ulor  Jf /ui.iUitmfl.  \wt  l>n\  Ijra.  Ma<lri<l.  iKfi*.  L^rcioHrt 
sohrt  ti  Tittfina  df  filt>st\fiú  fimifisla  dtl  aieimai  h'rausf,  /•n-nnuciaiiai  ea  iü  Armtnia  isiKitdaJ  A- 
ter.irí,<-mlilk.i).  MaJríd.  iNfij. 

\£\    Kn  FJ  Peníaiiiieitie  ivAiA'/,  Scrir  il<'  artlniliis  líliiladiH   TtxU's  vhvi. 

I  .(>     F.n  f  1  Wnn^  (le  Maciricl.  San7  tkl  Rio  ciinfslVi  r,.n  sus  Olíl 


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HISTORIA   DE  ESPAÑA  7^3 

Ayuntamiento  de  Madrid  protestaron  contra  el  Gobernador,  y  en  el  Congre- 
so fueron  recias  las  aceraetidas  de  tos  unionistas,  pronunciando  Ríos  Rosas  el 
discurso  que  se  llamó  tU  los  miserahlts,  por  un  largo  y  vehementísimo  párrafo 
en  que  calificó  varias  veces  de  miserables  á  los  que  hablan  acuchillado  al 
pueblo;  pero  el  Gobierno  llevó  en  el  debate  la  mejor  parte,  gracias  á  la  elo- 
cuencia de  González  Bravo  que  rayó  en  aquella  ocasión  á  inconmensurable 
altura.  Surgió,  sin  embat^o,  el  pánico  entre  las  clases  pudientes,  cundiendo 
la  idea  de  que  Narváez  provocaba  la  revolución,  y  que  para  conjurarla  se  de- 
bía transigir  y  atraer  á  los  progresistas  á  la  legalidad;  corroboró  esta  especie 
el  nuevo  y  formidable  pronunciamiento  abortado  á  principios  de  Junio,  y  que 
debió  estallar  en  Valencia,  adonde  acudió  Prin  disfrazado,  en  Pamplona,  en 
Zaragoza  y  en  la  Mancha.  ¡Estamos  sobre  «w  volcáMl  decfa  todo  el  mundo. 
O'Donnell  se  ofreció  para  apagar  este  volcán  con  una  política  liberalfsima  y 
de  atracción  á  los  progresistas,  y  asustada  la  Reina,  lo  llamó  al  Poder  (21  Ju- 
nio), formando  su  Ministerio  con  Posada  Herrera  (Gobernación),  Bermúdez  de 
Castro  (Estado),  Calderón  Collantes  {Gracia  y  Justicia),  Alonso  Martínez 
(Hacienda),  Vega  de  Armijo  (FomentoJ,  general  Zavala  (Marina)  y  Cánovas 
del  Castillo  (Ultramar). 

Desarmar  á  la  revolución  extremando  el  liberalismo  fué  el  programa  de 
este  Gobierno:  amnistía  por  delitos  de  imprenta,  ampliación  del  sufragio,  acti- 
var la  desamortización  eclesiástica  y  reconocimiento  del  reino  de  Italia:  el  de- 
bate sobre  lo  ultimo,  en  que  ayudaron  al  Gobierno  muchos  moderados,  fué  no- 
tabilísimo. Nocedal  abominó  del  parlamentarismo;  dijo  que  los  partidos  políti- 
cos, sin  exceptuar  el  moderado,  no  representaban  la  verdadera  opinión  nacio- 
nal, y  que  todas  las  divisiones  políticas  iban  desapareciendo  rápidamente  para 
no  quedar  más  que  una:  la  de  católicos  y  racionalistas.  Aparisi  Guijarro  consi- 
deró el  reconocimiento  como  divorcio  del  Trono  y  todos  los  elementos  de  la 
derecha  española;  y  como  quiera  que  aquel  estaba  ya  divorciado  de  los  re- 
volucionarios quedaría  sin  ningún  apoyo,  pudiéndose,  por  tanto,  decir:  ¡Adiós 
mujer  de  York,  reina  de  los  tristes  destinosl,  palabras  á  que  los  acontecimientos 
dieron  en  breve  la  solemnidad  de  una  profecía.  Para  atraerse  á  los  progresis- 
tas, O'Donnell  ofreció  puestos  en  el  Gabinete  á  los  directores  de  los  tres  pe- 
riódicos del  partido  que  se  publicaban  en  Madrid,  El  Progrese  CoMsIititciotial, 
La  Soberanía  Nacional  y  La /ieria;  levantó  el  desuero  áPrín,  lo  llamóáMa- 
drid,  y  tuvo  con  él  una  conferencia  en  que  el  jefe  revolucionario  ofreció  ser 
leal  al  Gobierno,  con  tal  que  fuesen  repuestos  los  jefes  y  oficiales  de  la  guar- 
nición de  Valencia  separados  por  la  última  intentona;  y  aunque  O'Donnell 
no  se  avino  á  reponerlos  en  Valencia  sí  lo  hizo  en  otros  puntos,  y,  extre- 
mando la  generosidad,  dio  á  Prin  la  Dirección  general  de  Infantería  y  le  con- 
cedió tanta  influencia,  que  la  mayor  parte  de  los  destinos  militares  que  se  con- 
firieron por  entonces  lo  fueron  por  su  recomendación. 

Los  parciales  é  Íntimos  de  O'Donnell  acusaron  siempre  á  Prin  de  la  más 
negra  felonía  en  esta  ocasión.  V  realmente  no  se  portó  con  lealtad,  pues 
empleó  los  medios  puestos  en  su  mano  para  conspirar  y  rebelarse,  como  había 
hecho  Dulce  de  acuerdo  con  D,  Leopoldo  en  1B54;  pero  no  es  menos  cierto 
que  la  conducta  confiada  de  O'Donnell  determinó  un  notable  cambio  en  la 
de  Prin.  Por  lo  pronto,  abandonó  efectivamente  la  conspiración,  resol- 
viendo volver  á  la  lucha  legal.  Disueltas  las  Cortes  el  10  de  Octubre,  y  con- 
vocadas otras  para  el  27  de  Diciembre,  Prin  sostuvo  el  abandono  del  retrai- 
miento, mas  en  la  reunión  de  los  comités  progresistas  prevaleció  la  opinión 
contraria.  Hubo  más,  y  fué  que  en  estas  controversias  asustó  á  Prim  lo  mucho 
que  había  crecido  el  espíritu  revolucionario  y  las  ideas  socialistas  y  anárqui- 
cas que  con  él  andaban  ya  mezcladas:  pensó  entonces  que  no  convenía  tirar 


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el  trono  por  e¡  balcón  {i)  ni  hacer  una  revolución  con  paisanos,  sino  simple- 
mente un  pronunciamiento  militar  que  cambiase  la  situación  política,  ó  sea 
que  lo  pusiese  á  él  al  frente  del  Gobierno;  creía  —  los  ambiciosos  creen  todo 
lo  que  les  conviene —  que  así  salvaría  lafoMÜiaj/  la  propiedad. 

Hubo  este  año  cólera  en  varias  ciudades  de  Espaila,  y  muy  cruel  en  Ma- 
drid. Hasta  del  cólera  se  sacó  substancia  para  la  revolución  por  haber  per- 
manecido la  corte  en  La  Granja:  los  periódicos  progresistas  y  demócratas  en- 
sañáronse con  la  Reina,  á  pesar  de  haber  enviado  más  de  un  millón  de  reales 
para  el  socorro  de  los  coléricos.  Los  prt^rcsistas  organizaron  una  sociedad, 
sin  carácter  religioso,  titulada  Los  amigos  de  los  pobres,  siendo  por  la  prensa 
cacareadlsimas  las  caridades  que  practicaron.  Otras  interioridades  de  Palacio 
fueron  también  pasto  de  la  maledicencia,  y  el  Gobierno  les  dio  pábulo  en 
cierto  modo  expulsando  violentamente  de  Madrid  al  Secretario  particular  de 
la  Reina.  Esta  señora  habla  perdido  su  popularidad. 

Año  iS66. — El  2  de  Enero,  a!  entrar  O'Lawlor,  el  ayudante  de  don 
Leopoldo,  en  el  despacho  de  éste,  lo  encontró  furiosísimo  y  paseando  á  largos 
pasos  por  la  habitación;  acababa  de  saber  que  Frín  conspiraba.  — «{Vaya  us- 
ted inmediatamente  á  su  casa,  y  préndalo!*  Salió  O'Lawlor  á  cumplir  la  or- 
den, y  llegó  á  casa  de  Frín,  que  vivía  en  las  de  Santamarca,  casi  frente  á 
Buena  vista,  acompañado  por  el  general  Echagüe. — «El  General  está  de  caza», 
díjoles  el  criado  de  Frin.  <  Asi  era — cuenta  el  marqués  de  Lema — ,  pero  caza 
de  regimientos.»  Efectivamente,  aquel  mismo  día  2  sublevaba  Frin,  en  Aran- 
juez  los  regimientos  de  caballería  Calatrava  y  Bailen,  faltándole  los  mu- 
chos Cuerpos  comprometidos  en  toda  Espaila,  y  hasta  el  apoyo  de  los  pro- 
gresistas, pues  aquel  movimiento  era  el  que,  según  sus  últimas  ideas,  debía 
ser  puramente  militar  y  reducir  su  acción  á  un  cambio  de  Ministerio.  Perse- 
guido por  Zabala,  que  le  tenia  ganas  desde  la  acción  de  los  Caatillejos,  hubo 
Frin  de  ponerse  en  retirada,  ganando  la  frontera  de  Portugal  el  día  20.  De 
cuanto  habla  preparado  para  el  pronunciamiento  sólo  chispazos  estallaron 
aquí  y  allá;  el  de  Alcalá  de  Henares  costó  la  vida  al  capitán  Espinosa  y  dos 
sargentos  que  fueron  fusilados  en  Madrid.  Prín  se  fué  al  extranjero,  conven- 
cido de  que  para  hacer  revoluciones  no  valen  remilgos  de  dinastismo  ni  de 
orden  social,  y  resuelto  á  todo  para  triunfar,  se  puso  desde  luego  á  orga- 
nizar un  nuevo  alzamiento  con  los  progresistas  más  avanzados,  los  demó- 
cratas y  cuantos  quisieron  entrar  en  la  conjura.  El  Gobierno  tuvo  que  poner 
sordina  á  su  liberalismo,  pidiendo  autorización  á  las  Cortes  para  proceder 
dictatorialmente  en  cuanto  lo  indicasen  las  circunstancias.  El  volcán  que  se 
había  prometido  apagar  estaba  cada  vez  más  encendido.  Veíase  por  todas 
partes  el  espectro  de  la  revolución  que  avanzaba. 

Un  suceso  internacional  distrajo  la  atención  pública,  aunque  oo  mucho, 
en  esta  primavera.  Tal  fué  la  guerra  del  Pacífico,  ó,  mejor  dicho,  el  bombar- 
deo del  Callao.  Por  motivos  que  realmente  justifican  una  guerra  según  los 
tratados  de  Derecho  internacional,  pero  de  que  la  positiva  política  moderna 
prescinde  cuando  no  se  sirve  de  ellos  como  pretexto  para  defender  un  gran 
interés  nacional,  y  en  los  que  nunca  debimos  hacer  hincapié  para  romper  con 
las  naciones  hispano- americanas,  estábamos  en  lucha  con  el  Perú,  de  que  ha- 
bla sido  primer  paso  la  ocupación  de  las  Islas  Chinchas  por  nuestra  escua- 
dra que  mandaba  el  general  Pareja  (2).  El  Presidente  del  Perú,  general  Pe- 
zet,  se  apresuró  á  suscribir  la  paz;  pero,  considerándola  desdorosa  muchos 


(ll    FrasR  suya  en  una  carta  i  Muflii. 

(jl     D.  José  ManuPi  Pareja  y  S^ptiín,  <nie  ftí  peruano  de  nscimienlo,  nadó  en  t.ima, 
y  sentó  ¡ilai»  de  (¡iiardia  marina  en  iKi?. 

D,g,t7cdb/COOgIC 


HISTORIA   DE  ESPAÑA  775 

peruanos,  sirvió  de  pretexto  al  general  Mariano  Ignacio  Prado  para  derrocar 
á  Pezet,  y,  una  vez  en  la  Presidentía,  declarar  la  guerra  á  España,  de  acuer- 
do con  Cbile.  Los  chilenos  apresaron  nuestra  goleta  Covadonga,  lo  que  afec- 
tó tanto  á  Pareja,  que  se  suicidó,  sucediéndole  D .  Casto  Méndez  Núñez  (i). 
Durante  el  año  1865  tuvieron  lugar  el  combate  de  Abtao,  en  que  la  Villa  de 
Madrid  y  la  Blanca  se  cañonearon  con  las  fuerzas  navales  de  tas  dos  repú- 
blicas beligerantes,  y  el  bombardeo  de  Valparaíso  por  toda  nuestra  escua- 
dra. No  sólo  en  Chile  y  Perú,  sino  en  toda  América,  produjo  viva  irritación 
este  acto  de  guerra,  y  fueron  procazmente  insultados  nuestros  marinos  por 
haber  bombardeado  una  ciudad  indefensa,  tildándolos  de  cobardes  y  crue- 
les, con  todas  las  injurias  á  que  nos  abandonamos  tan  fácilmente  los  españo- 
les de  ambos  hemisferios  una  vez  irritados.  Estos  insultos  fueron  la  causa 
determinante  del  bombardeo  del  Callao:  el  pundonoroso  Méndez  Núñez  sin- 
tió la  necesidad  de  acreditar  que  los  marinos  españoles  no  sólo  bombardean 
poblaciones  indefensas  como  Valparaíso,  sino  que  gallardamente  se  ponen 
á  bordo  de  buques  de  madera  delante  de  baterías  blindadas,  como  las  que 
teni3  el  Callao.  Pocas  acciones  de  guerra  habrá  en  la  historia  moderna,  si  es 
que  se  registra  alguna  más,  emprendidas  á  impulso  de  este  paladinesco  sen- 
timiento. El  2  de  Mayo  de  este  año,  la  escuadra,  compuesta  de  las  fragatas 
A^MMUNna— única  blindada—  Vfíía  de  Madrid^  Almansa,  ResoUtcián,  Beren- 
guela  y  Blanca,  más  la  goleta  Vencedora,  se  puso  eu  linea  de  combate  frente 
al  Callao,  y  estuvo  cañoneándose  con  ios  fuertes  de  la  plaza.  Tuvimos  ave- 
rias, cerca  de  200  bajas,  fué  herido  Méndez  Núñez,  y  también  se  las  causa- 
mos á  los  americanos,  siendo  las  más  sensible  la  del  ministro,  personaje  prin- 
cipal del  Perú,  D.  José  Gálvez.  Antes  de  romperse  el  fuego  trató  de  impe- 
dirlo el  almirante  yanqui  que  estaba  en  el  puerto  con  una  buena  escuadra,  y 
como  alguien  dijese  á  Méndez  Núñez  que  aquellos  buques  podían  echar  á 
pique  á  los  nuestros,  contestó  el  valiente  marino:  'España  preñere  honra  sin 
barcos,  á  barcos  sin  honra.*  La  honra  quedó  en  su  punto;  pero  como  los 
barcos  necesitaban  composturas  y  la  tripulación  reposo  y  hospitales,  se  reti- 
ró la  escuadra  del  Pacífico,  con  lo  que  los  peruanos  quedaron  muy  convenci- 
dos de  que  nos  hablan  ganado.  También  lo  quedamos  nosotros  de  haber  sido 
los  vencedores,  y  realmente  fué  lo  que  cons^uimos  unos  y  otros:  la  íntima 
satisfacción  de  haber  podido  más.  ¡Ojalá  que  en  todas  las  guerras  sucediese 
lo  mismo,  pues  asi  no  resulta  nadie  humillado  ni  con  rencoroso  deseo  de  to- 
mar el  desquite!  Cuéntase  que  cuando  en  Consejo  de  ministros  se  planteó 
la  cuestión  de  lo  que  debía  hacerse  después  del  suceso  del  Callao,  dijo  Cá- 
novas: —  <|Pues  absolutamente  nada  más  que.mandar  cantar  un  Te  Deum, 
echar  la  voz  de  que  han  sido  ya  suñcien  temen  te  castigadas  las  Repúblicas 
enemigas,  y  hacer  volver  la  escuadral>  [Consejo  digno  de  un  verdadero 
politice  I 

Al  Gobierno  lo  que  más  le  preocupaba  en  aquellos  momentos  era  la  cons- 
piración pr(^resista.  Formidablemente  había  sido  organizada  por  Prin  du- 
rante la  primavera  aprovechando  todo  elemento  descontento,  hasta  el  pro- 
ducido en  los  sargentos  de  Artillería  por  haberse  revocado  una  disposición 
del  general  Córdoba  que  les  abría  la  carrera  dentro  del  Cuerpo  hasta  co- 
mandante, cosa  que  había  disgustado  mucho  á  la  oficialidad.  £1  22  de  Junio 
al  amanecer  entraron  los  saínenlos  de  Artillería  en  el  cuarto  de  banderas 
del  cuartel  de  San  Gil,  apuntando  á  los  oficiales  allí  presentes  con  las  cara- 

(1)  Naciú  en  \'igo,  y  sfnló  |)laza  iIp  guardia  marina  rn  184a  Xavegií  mucho,  dístinguién- 
dose  en  las  güeñas  úc.  Filipinas  y  Santo  Domineo.  Fui  fl  primero  que  condujo  uua  fragata 
blindada  (la  Is'miimtáa)  por  el  Estrecho  de  Magallanes. 


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776  HISTORIA   DE  ESPAÑA 

binas,  y  diciendo:  *¡£]  que  se  mueva,  es  muertoU  Ninguno  de  aqaellos  va- 
lientes oficiales  de  Artillería  se  dejó  intimidar,  y  todos  fueron  asesinados, 
siendo  la  primera  victima  el  teniente  Martorell,  que  estaba  de  guardia,  y  al 
que  sorprendieron  dormitando  sobre  un  diván:  despertó  sobresaltado,  y  al 
ver  las  carabinas  sobre  su  pecho,  tiró  de  espada  y  se  precipitó  sobre  los  cri- 
minales, que  le  mataron.  Empezada  la  revolución  con  este  repugnante  cri- 
men, uniéronse  á  los  artilleros  bastantes  paisanos  y  algunos  pocos  soldados, 
no  respondiendo  los  muchos  comprometidos,  porque  O'Donnell  y  Serrano, 
obrando  con  tanta  actividad  como  valor,  se  pusieron  al  frente  de  las  tropas 
fieles  y  redujeron  á  las  dudosas.  Nunca  ensangrentó  las  calles  de  Madrid  un 
combate  más  encarnizado.  El  general  Narváez  se  unió  al  Estado  mayor  de 
O'Donnell,  y  delante  del  ministerio  de  Marina  fué  herido  en  un  hombro,  lle- 
vándole á  Palacio  para  curarse  (i).  Por  fin  se  dominó  la  insurrección,  acredi- 
tando sus  jefes  militares,  que  fueron  Pierrad,  Contreras  é  Hidalgo  (2},  más 
audacia  y  arrojo  que  tino  y  acierto.  La  represión  fué  sangrienta,  siendo  fusi- 
lados sesenta  y  seis  individuos,  la  mayor  parte  sargentos  y  cabos,  y  O'Don- 
nell creyó  haberse  asegurado  en  el  Poder.  Pero,  ^no  eran  las  insurrecciones 
de  Enero  y  de  Junio,  aunque  dominadas,  el  fracaso  completo  de  su  gestión? 
jNo  habia  venido  él  á  desarmar  á  la  revolución  y  atraerse  á  los  progresistas? 
Únicamente  su  corta  inteligencia  y  su  apego  al  mando  podfan  deslumhrar  á 
O'Donnell  hasta  el  punto  de  calificar  de  ingratitud  el  acto  de  la  Reina  di- 
sintiendo de  él  en  el  nombramiento  de  senadores  vitalicios,  y  el  llamamiento 
de  Narváez  (10  Julio),  quien  formó  su  Gabinete  con  Calonge  (3)  (Estado  y 
Marina),  Arrazola  (Gracia  y  Justicia),  González  Bravo  (Gobernación),  ürovio 
(Fomento),  Barzanallana  (Hacienda)  y  Castro  (Ultramar). 

Ü'DonnelI  salió  despechadísimo  de  Palacio  diciendo  que  no  volverla 
más  mientras  reinase  Isabel  II.  Y  él  ó  sus  parciales  pusieron  en  circula- 
ción la  anécdota  de  que  la  Reina  queria  más  fusilamientos,  y  que  no  se  ha- 
blan hecho  por  oponerse  D.  Leopoldo.  Con  jefes  de  partido  así,  ^cómo  podia 
sostenerse  el  trono?  Fué  O '  Donnell  á  París,  donde  le  recibió  afectuosamente 
Napoleón,  y  los  progresistas  intentaron  ponerse  en  inteligencia  con  él  para 
la  revolucición.  Esta  seguía  preparándose  activamente.  En  Ostende{i5  Agos- 
to) acordaron  progresistas  y  demócratas  ei  programa  definitivo:  -Abajólo 
existente;  Gobierno  provisional;  Cortes  soberanas  que  decidiesen  la  suerte 
del  país.»  Se  instaló  un  Centro  revolucionario  en  Bruselas  dirigido  por  Prin; 
Orense  organizó  otro;  Castelar  y  Pí  Margall,  otro  en  París.  Narváez  quiso 
gobernar  liberalmente  y  atraerse  á  los  progresistas,  como  lo  había  querido 
O'Donnell;  pero  la  influencia  del  conde  de  Cheste,  Calonge  y  Orovio,  ó,  lo 
que  es  más  seguro,  !a  inutilidad  ya  de  mostradísima  de  aquella  política,  le 
hizo  cambiar  de  rumbo.  Los  diputados  unionistas  intentaron  reunir  las  Cor- 
tes inconstitucionalmente;  es  decir,  por  su  propia  autoridad,  sin  contar  con 
la  regia  prerrogativa,  y  elevar  á  la  Reina  una  exposición  ó  mensaje  contra 
el  Gobierno.  Este  obró  con  energía:  el  Capitán  general  (Cheste),  entró  en  el 
Congreso  y  se  apoderó  del  escrito;  Ríos  Rosas  y  los  individuos  de  la  Comi- 
sión nombrada  para  entregar  el  mensaje  fueron  desterrados,  así  como  Serra- 

(1)  Motnenlos  antts  de  Sfi  herido,  O'Ijwlor,  ayutlaale  úe  O'Donoell,  le  dijo  que  de- 
bía rL-sguardarse  algo  del  fupgo,  y  i'l  du(|iic  de  Valencia  le  rnntestd:  'iSeñor  comandantr. 
guarde  iislcrt  sus  consejos  para  cuando  se  los  jildanU 

[2)  Hidalga  era  artillero,  y  de  a<|iii  vino  la  animadversii^ii  i|ue  le  profesó  hasta  su  mu^e 
el  Cuerpo  de  Artillería,  y  la  cual  fué  causa  de  rranscen<lpntalcs  sucesos  políticos  que  indicare- 
mos mis  adelante. 

(5I  El  teníenle  general  D.  Euset)io  Calonge  y  Fenollel,  nacido  en  A'ítoria  {15  Pirieai- 
lire  i)<Í4).  ?"ra  general  desde  tl^fí,  y  leirientc  general  desde  iWij. 


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HISTORIA    DE  ESPAfiA  ?;7 

no,  que  lo  entregó.  El  30  de  Diciembre  fueron  disueltas  las  Cortes,  convo- 
cándose las  nuevas  para  el  30  de  Marzo.  En  el  preámbulo  de  la  convocato- 
ria se  indicaba  la  necesidad  de  reformar,  no  la  Constitución,  como  dicen 
algunos,  sino  la  interpretación  que  se  venia  dándole,  para  que  no  resultase 
contradictoria  con  «la  constitución  interna  y  real  de  esta  antigua  nación», 
y  los  españoles  t  pudieran  ser  gobernados  según  el  espíritu  de  su  historia  y 
los  sentimientos  que  constituyen  su  carácter». 

Año  iSój.  —  Abriéronse  las  Cortes  el  30  de  Marzo,  estando  reunidas 
hasta  el  1 3  de  Julio  y  reanudando  las  sesiones  el  27  de  Diciembre.  Los  dipu- 
tados ministeriales  pasaban  de  doscientos;  los  unionistas  sólo  eran  cuatro,  en- 
tre ellos  Cánovas  del  Castillo,  que  acompañaba  á  su  partido  á  todo,  menos  al 
retraimiento  y  á  la  revolución;  babia  tres  fracciones  moderadas  disidentes, 
dirigidas  por  el  Conde  de  San  Luis,  Moyano  y  Nocedal.  £1  debate  político 
fué  brillan  tisim o,  distinguiéndose  González  Bravo  por  su  soberana  elocuencia. 
Preguntado  que  cuál  era  la  constitución  interna  de  que  hablaba  la  circular  de 
30  de  Diciembre,  contestó  en  el  acto:  La  escrita  por  el  dedo  de  Dios  en  ti  polvo 
ele  los  xiglos.  El  interés  político  no  estaba,  sin  embargo,  en  las  discusiones  par- 
lamentarias, sino  en  la  lucha  del  Gobierno  con  la  revolución.  El  22  de  Enero 
fueron  separados  de  sus  cátedras  Sanz  del  Rio,  Castelar,  D.  Fernando  de 
Castro,  Salmerón,  Giner  y  otros  profesores  de  la  Central;  á  García  Blanco  se 
le  alejó  de  Madrid  con  la  comisión  de  escribir  un  Diccionario  kebraico-espaüol. 
£1  24  de  Abril  se  concedió  una  amnistía  á  los  militares  encausados.  El  30  de 
de  junio  se  acordó  en  una  junta  celebrada  en  Bruselas  por  los  revoluciona- 
rios, á  la  que  concurrieron  Prin  y  Olózaga  antes  enemistados,  dejar  á  la  vo- 
luntad nacional  la  decisión  sobre  la  forma  de  gobierno,  aunque  Prin  juzgaba 
peligroso  el  mismo  grito  de/uío/o  los  Borbonesl,  por  haber  militares  á  quienes 
no  placía;  admitió,  en  cambio,  la  abolición  de  las  quintas  y  matriculas  de  mar 
á  que  toda  la  oficialidad  era  refractaria.  Organizóse  nueva  y  formidable  con- 
juración, y  el  mismo  Prin  estuvo  en  el  Grao  de  Valencia,  esperando  en  vano 
que  su  guarnición  se  pronunciase;  Contreras,  en  el  valle  de  Aren;  Baldrich  y 
Ltagunero,  en  la  provincia  de  Tarragona;  Pierrad  y  Moriones  en  el  alto  Aragón, 
otros  en  Cuenca,  más  de  seis  mil  paisanos  en  Bejar,  actuaron  simultáneamente 
sin  resultado:  sólo  Moriones,  que  juntó  una  columna  de  560  carabineros  y 
80  paisanos,  hizo  frente  a!  general  Manso  de  Zúñiga  en  Linas  de  Marcuello, 
derr:)tándole  y  causándole  la  muerte  en  el  combate,  teniendo  á  los  pocos 
dias  que  trasponer  la  frontera.  Narváez,  que  demostró  gran  capacidad  mo- 
viendo las  fuerzas  para  contrarrestar  las  de  los  revolucionarios  en  los  distin- 
tos puntos  por  donde  surgieron,  mostróse  muy  humano,  y  hasta  muy  liberal 
en  la  represión.  No  bien  acabó  la  lucha,  levantó  el  estado  de  guerra,  puso  en 
libertad  á  los  detenidos,  é  indultó  á  todos  tos  condenados  á  pena  capital. 

El  5  de  Noviembre  falleció  en  Biarritz  D.  Leopoldo  O'Donnell.  Es  du- 
dosa la  participación  que  habla  tomado  ya  en  los  trabajos  revolucionarios: 
lo  que  parece  seguro  es  que  se  hablan  celebrado  conferencias  por  él  y  emi- 
sarios suyos  con  los  progresistas,  que  no  se  habla  llegado  á  un  acuerdo,  y  que 
tenia  él  su  proyecto  especial:  destronar  á  la  Reina  y  proclamar  á  D.  Alfon- 
so XII  bajo  su  regencia.  Por  su  muerte,  la  jefatura  de  la  Unión  liberal  re- 
cayó en  Serrano,  quien,  menos  escrupuloso,  entró  resueltamente  en  la  coali- 
ción con  progresistas  y  radicales.  Para  que  fuese  nacional  se  procuró  que 
formasepartcdeellaelmismoD.  Carlos  (1),  celebrando  á  tal  efecto  conferen- 

(1)     r>.  Ciirlos,  titulado  Vil,  diripaiicrsonalmcrtí'  H  parlHln,  aimtiucno  toniftcl  liliilo  ii<' 
rey  tiasla  rl  año  sipih-nte  rn  íjiie  alMÍi<-<^  su  [iiiOrc  I).  Juan;  [htii  n 
turada  n.  Juan.  qiiP  alartlcalia  He  iilcus lilicralcs  y  proriiralia  mi  i 


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778  HISTORIA   DE  BSPAÍlA 


cías  con  él  D.  Félix  Cascajares,  y  Sagasta  con  Cabreía.  Pero  si  con  D.  Carlos 
no  hubo  concierto,  los  duques  de  Montpensier,  en  cambio,  afiliáronse  resuel- 
tamente en  el  bando  revolucionario.  Creyó  el  Duque  cosa  fácil  repetir  contra 
su  cuñada  Isabel  II  lo  que  su  padre  Luis  Felipe  había  hecho  con  Carlos  X, 
coloreando  su  ambición  con  la  idea  de  que  Doña  Isabel  estaba  perdida  sin 
remedio  y  de  que  recogiendo  él  su  herencia  se  salvarían  por  lo  menos  la 
dinastía  y  el  trono;  la  infanta  Luisa  Fernanda,  mujer  muy  buena,  pero  de 
cortos  alcances,  y  á  quine  la  severa  disciplina  doméstica  de  su  marido  Orleans 
habla  acostumbrado  al  ejercicio  de  las  virtudes  caseras  —  honestidad,  reco- 
gimiento, laboriosidad  y  economía,  —  vio  este  negocio  como  una  desgracia 
de  familia,  originada  de  que  su  pobre  hermana,  á  la  que  hablan  casado  por 
fuerza,  contra  su  gusto,  con  un  hombre  sin  condiciones  para  hacerla  feliz,  no 
habla  acertado  á  portarse  en  su  difícil  posición  con  el  debido  atildamiento. 
El  hecho  es  que  fué  ella  quien  llamó  á  Topete,  comandante  de  Marina  del 
puerto  de  Cádiz,  y  le  convenció  de  la  necesidad  de  sublevarse.  £1  Duque  fa- 
cilitó unos  tres  millones  de  reales  para  la  revolución.  Los  unionistas  y  algu- 
nos progresistas  aceptaron  como  buena  la  candidatura  de  Montpensier  para 
sustituir  á  la  Reina.  Fué  desgracia  para  los  Duques — si  es  ventura  conquistar 
un  trono  por  tales  medios  —  que  Napoleón  III  hiciese  prometer  á  Prin  no- 
proclamarlos,  so  pena  de  perseguirle  severamente  en  territorio  francés. 

Aüo  1868.  —  Al  empezar  el  año  nadie  dudaba  que  era  inminente  un 
choque  violentísimo  con  la  revolución:  la  única  esperanza  de  los  isabelinoK 
estaba  en  Narváez,  Las  Cortes  discutieron  durante  la  primavera  el  presu- 
puesto y  muchos  proyectos  de  ley.  El  23  de  Abril  murió  Narváez.  La  Geina 
encargó  á  González  Bravo  la  presidencia  del  Consejo,  constituyéndose  éste 
con  Roncali  (Estado),  Coronado  (Gracia  y  Justicia),  D.  Severo  Catalina  (i) 
(Fomento),  Orovio  (Hacienda),  Mayalde  (Guerra),  D.  Martin  Belda  (2)  (Ma- 
rina), Marfori,  y  después  D.  Tomás  Rodríguez  Rubí  (Ultramar).  Dispúsose 
González  Bravo  á  resistir  á  la  revolución,  ascendiendo  al  empleo  de  capitán 
general  al  marqués  de  la  Habana  y  al  de  Novallches  (3),  y  desterrando  á  Se- 
rrano, Dulce,  Zavala,  Córdova,  Serrano  Bedoya,  Echagüe,  Caballero  de  Ro- 
das y  Letona,  así  como  á  los  duques  de  Montpensier.  Las  Cortes  se  cerraron 
el  19  de  Mayo,  la  Reina  pasó  el  verano  en  Lequeitio,  y  el  18  de  Septiembre 
se  sublevó  la  escuadra  en  la  bahía  de  Cádiz  al  grito  de  ¡abajo  los  Borbonts! 
Al  día  siguiente  secundó  la  plaza  el  movimiento,  y  como  reguero  de  pólvora 
se  fué  corriendo,  instalándose  juntas  revolucionarias  que  proclamaron  el  su- 
fragio universal,  libertades  de  cultos,  enseñanza,  reunión,  asociación  é  im- 
prenta, abolición  de  la  pena  de  muerte,  etc.  Con  las  guarniciones  de  Anda- 
lucia  fué  organizado  un  ejército  que  á  las  órdenes  de  Serrano  esperó  de- 
lante de  Córdoba  al  que  mandado  por  Novalíches  Iba  desde  Madrid  á  sofo- 
car la  insurrección.  La  batalla  de  Alcolea  (dia  24)  resultó  desfavorable  para 


(i)  Hebraísta,  diíciiiulo  dr  García  Illanco  é  insigne  escrílor,  como  lo  acrediis  sus  iirecio- 
sos  libros  ía  Mujtr,  colección  de  erutlilos,  ingeniosos  v  amenos  arliculos,  y  Renm,  que  i-s  de  lo 
mejor  que  ha  [iroilucido  nuestra  literatura  en  descripción  di'  ciudades  y  monumentos.  Kra  de 
la  Academia  Kspafiola  desde  1860,  Murió  tS  Ocluhre  1S74. 

(j|    Kmpeió  su  carreríi  de  escribiente  en  el  Ministerio  de  Marina,  y  llegó  todavía  joven  á 
ser  uno  de  los  principales  prohombres  del  partido  moderado.  Conviene  advertir  que  sus  planes 
o  de  Marina,  que  comprendían  cnire  otras  reformas  la  aplicación  á  los 
irmada  ■-'---■-     '  -  ■      '       ■■         ....... 

-«i.siendoca . ._, 

Despuís  de  la  Restauración  se  le  confirió  e 
del  Banco  de  España.  Fui  de  los  leales,  sii 
dola  en  el  deslierro  hasta  con  su  dinero. 

{.()  D.  Manuel  Pavía  y  I/acy  nació  en  Granada  (6  Julio  1814).  Cadete  en  l8j6,  teniente 
general  en  11)44. 


,,CoogIc 


aiSTOKIA  DE  BSFAÑA  779 

Novaliches,  que  no  pudo  forzar  el  puente  que  lleva  aquel  nombre,  quedando 
herido.  Madrid  se  pronunció  el  29.  Prin  corrió  la  costa  del  Mediterráneo, 
sublevando  á  Valencia  y  Cataluña.  La  Reina  encargó  al  marqués  de  la  Ha- 
bana la  formación  de  un  Ministerio  que  no  llegó  á  organizarse,  y  el  dia  30 
atravesó  la  frontera,  contándose  que  dijo  al  cruzarla:  Creia  tener  mds  raices  en 
este  país.  En  Madrid  se  constituyó  (8  Octubre)  el  Gobierno  provisional:  Pre- 
sidencia, Serrano;  Guerra,  Prin;  Marina,  Topete;  Gobernación,  Sagasta;  Es- 
tado, Lorenzana;  Gracia  y  Justicia,  Romero  Ortiz;  Hacienda,  Figuerola;  Fo- 
mento, Ruiz  Zorrilla;  Ultramar,  López  de  Ayala. 

Era  éste  un  Gabinete  progresista-unionista.  Los  unionistas  creyeron  que 
se  repetirla  la  historia  de  1854,  ó  sea  que  el  general  unionista  (Serrano)  pre- 
dominarla sobre  el  progresista  (Prin),  mas  aconteció  lo  contrario.  Serrano 
valia  tanto  ó  más  que  O'Donnell;  pero  Prin  no  era  Espartero:  hasta  se  habla 
tratado  de  no  darte  puesto  en  el  Gobierno  provisional.  Prin  se  impuso  y  fué 
ministro  de  la  Guerra,  y  ya  en  posesión  del  cargo,  comprendieron  todos  que 
él  era  el  jefe  y  que  al  duque  de  la  Torre  sólo  le  quedarían  funciones  decorati- 
vas. Los  demócratas  se  dividieron  en  monárquicos  (Rivero,  Martos,  Becerra, 
etcétera),  que  formaron  la  extrema  izquierda  del  partido  progresista,  y  repu- 
blicanos, subdivididos  en  unitarios  (García  Ruiz)  y  federales  (Orense,  Figue- 
ras,  Castelar,  Pf  Margall,  Salmerón,  etc.)  á  la  extrema  izquierda  de  los  fede- 
rales y  confundido  con  sus  elementos  más  avanzados,  pues  Pí  Margall  espe- 
óalmente  tendía  al  socialismo,  comenzó  á  surgir  éste,  organizado  á  la  sazón 
en  la  Sociedad  Internacional  de  7>-ií¿a/«íííT«(i).  En  Noviembre  envió  á  Espa- 
ña el  Comité  de  las  Secciones  gineérinas  al  diputado  italiano  José  Fanelli  Ri- 
bere  para  que  organizase  aquí  la  Asociación:  fué  fríamente  recibido  en  la 
redacción  de  La  Igualdad,  periódico  fundado  al  estallar  la  revolución  y  el 
oaás  avanzado  de  todos  los  existentes.  Al  fin  consiguió  reunir  un  grupo  de 
obreros  (Ángel  Moral,  Anselmo  Lorenzo,  Manuel  Cano,  Francisco  Oliva,  To- 
más González,  Enrique  Simancas  y  Francisco  Mora),  y  adoctrinándolos  en  el 
café  de  la  Luna,  formó  el  primer  núcleo  provisional  (2 1  Diciembre).  Habla 
combustible  sobrado  para  que  prendiera  este  incendio.  En  Andalucía,  Va- 
lenciay  Cataluña  había  cundido  entre  jornaleros  de  ciudades  y  campos  la 
idea  deque  el  complemento  de  la  revolución  tenia  que  ser  un  reparto  general 
de  tierras  y  capitales. 

A  la  vez  que  por  la  izquierda  sucedía  esto  los  elementos  de  la  derecha, 
alarmadlsimos  en  su  sentimiento  religioso  al  ver  que  la  revolución,  procla- 
mando el  derecho  de  asociación  y  todas  las  libertades  expulsaba  á  los  jesuí- 
tas y  á  todas  las  Ordenes  existentes,  disolvía  la  Sociedad  de  San  Vicente  de 
Paúl,  apresurábase  á  derribar  iglesias,  suspendía  el  pago  del  culto  y  clero, 
atacaba  á  la  Iglesia  en  la  prensa,  en  los  clubs  y  en  la  cátedra,  disponfa  por 
órgano  de  Ruiz  Zorrilla  un  inventarío  de  todas  las  joyas  artísticas  de  tem- 
plos y  conventos,  que  no  podía  tener  otro  fin  que  una  incautación  general, 
y  había  establecido  de  hecho  la  libertad  de  cultos  permitiendo  abrir  templos 
y  escuelas  protestantes,  aprestábanse  á  la  resistencia.  Los  marqueses  de  Vi- 
luma  y  Mirabel,  Vinader,  Galindo  de  Vera,  etc.,  fundaron  la  Asociación  de 
Católicos;  el  marqués  de  Monasterio,  Godró,  Casares,  Sánchez  de  Castro, 
Borsi,  etc.,  establecieron  la  juventud  Católica.  En  estos  centros  andaban 
juntos  isabetinos  y  carlistas;  pero  no  tardó  en  iniciarse  un  movimiento  cató- 


r  CorgTíüO  fué  en  Ginebra  (Septiembre  de  1S66),  siguiendo  los  de  1. 
selas  (lS(iH),  á  que  asistió  un  delegado  de  Barcelona.  Los  óranos  directivos 
gttumJ  y  el  Comité  de  ¡at  seaümes  gintirinas  de  <|uc  se  habla  en  el  texto. 


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Historia  GrAfica  de  la  Civilización  Española 


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HISTORIA  DB  BSPaSa  78 1 

lico  hacU  el  carlismo.  D.  Carlos,  que  habla  asumido  la  direcciiSa  política  de 
su  partido,  y  en  tal  concepto  presidido  la  Conferencia  de  Londres  (20  Julio), 
consiguió  que  su  padre  D.  Juan  abdicase  en  él  (3  Octubre),  tomando  desde 
entonces  el  título  de  Carlos  VII,  y  el  incógnito  de  duque  de  Madrid.  La  Es- 
peranxa,  en  una  biografía  encomiástica  del  que  reconocía  por  rey,  había 
usado  la  frase:  era  hh  niño  terso,  y  de  aquí  tomaron  los  liberales  el  apodo  de 
JViño  terso  con  que  trataban  de  ponerlo  en  ridículo.  Los  neo-católicos  casi 
eo  masa  se  declararon  carlistas,  y  á  su  cabeza  D.  Cándido  Nocedal;  igual 
camino  siguió  D.  Antonio  Aparisi  Guijarro,  que  hasta  entonces  había  sido 
católico  tradicionatista  independiente.  No  por  esto  desapareció  el  partido 
isabelino,  si  bien  pocos  de  sus  adeptos  conceptuaban  posible  ni  conveniente 
la  restauración  de  Doila  Isabel,  siendo  la  mayoría  partidaria  de  D.  Alfonso, 
y  por  eso  eran  llamados  alfonsinos.  Había  entre  los  alfonsinos  un  elemento 
unionista,  exiguo  entonces,  pero  de  gran  valia,  pues  lo  constituían  D.  Anto- 
nio Cánovas  del  Castillo  y  sus  íntimos  amigos,  el  partido  moderado  histórico 
y  los  neo-católicos  que  no  se  hicieron  carlistas;  la  fuerza  del  grupo  estaba  en 
el  gran  numero  de  jefes  y  oficiales  del  ejército  que  simpatizaban  con  la  causa 
derrocada  en  Alcolea.  Algunos  militares,  relativamente  pocos,  pidieron  la  li- 
cencia absoluta  por  no  servir  á  la  revolución;  pero  lo  peligroso  para  ésía  es- 
tuvo en  los  muchos  que  permanecieron  en  filas,  conformándose  á  regañadien- 
tes con  la  situación  creada,  mas  con  la  esperanza  de  derribarla  en  cuanto  fue- 
se posible.  Si  D.  Alfonso  no  hubiera  sido  tan  niño  en  1868,  es  probabilísimo 
que  los  acontecimientos  de  1874  se  hubiesen  adelantado. 

A  ñnes  de  186S  estaban,  pues,  constituidos  todos  los  elementos  que, 
chocando  unos  con  otros,  hablan  de  producir  el  desorden  permanente  de  los 
seis  años  de  revolución.  V  ya  ocurrieron  choques  sangrientos  entre  ellos, 
como  la  rebelión  federal  de  Cádiz,  acaudillada  por  el  joven  Salvoechea  (5  Di- 
ciembre), que  obligó  al  Gobierno  provisional  á  enviar  una  división  de  8,000 
hombres  á  las  órdenes  de  Caballero  de  Rodas  (1). 

Por  desdicha,  no  se  limitaron  á  la  Península  nuestras  desventuras.  £1  23 
de  Septiembre  se  levantó  en  Lares  (Puerto  Rico)  una  partida  de  300  hom- 
bres al  grito  de  ¡muerte  ó  liéertad!  ¡  Viva  Puerto  Rico  ¡i6r¿!  El  9  de  Octubre  el 
ríco  hacendado  cubano  U.  Carlos  Manuel  de  Céspedes  dio  el  mismo  grito 
respecto  de  Cuba  en  su  ingenio  de  la  Demajagua;  al  día  siguiente  hubo  un 
pequeño  combate  en  Yara;  lanzáronse  al  campo  los  criollos  de  las  jurisdic- 
ciones de  Jiguaní,  Holgufn,  las  Tunas  y  Bayamo,  entrando  Céspedes  en  este 
pueblo  á  ta  cabeza  de  5.000  insurrectos.  El  capitán  general  Lersundi,  no  con- 
tando para  sofocar  la  insurrección  sino  con  unos  7.000  hombres  en  toda  la 
isla,  recurrió  á  las  negociaciones,  lo  que  envalentó  á  los  insurrectos,  y  á  ar- 
mar á  los  peninsulares,  con  lo  que  la  guerra  separatista  tomó  un  carácter  se- 
mejante al  que  había  teaido  en  los  virreinatos  del  Continente:  de  un  lado  los 
nacidos  en  Cuba,  del  otro  los  nacidos  en  la  Península  y  establecidos  en  Cuba. 


(T)     n.  .Anlorio  Caballero  y   K.-rnánk-j 
Aliunnodc  lu[;<'nU'ros  (iSíiil.  oñcíal  di^  K--ta 
hrioadier  U^ig).  Asci-ndií  ^   tynipntc  (;i-ni-ra 
hubo  en  Andalucía  una  oiiiilcmia  Af  ^'ipr,  ■ 
\n  frecuente  oír  entonces:  ^Quitirne  1'?  í'h 

(  de  K«da.s  naci6  en  Ma<lrí(l  do  Felirero  iKiri). 
<lc)  ^tavn^  ilesnués.  coton.-i  de  Infanteria  (lHí4l. 
1  iii.r  [4  halalla  <lc  Alcolea.  A  prineipins  de  tÍiGc» 
1-  la  gente  le  piiso  el  aiiodo  Je  cahilUro  de  Rmlat. 
■  cahallero  dr  JCüJns  muy  gr-i.-e. 

(Explkaciin  dt  la  lám¡«a  CX¡). 

El  Ooblcrao  prOvIslOMl  -  Dt  iiquicida  i 
Ruii  ZoíTÜla  (M.),  de  Pommlo.  -~  SirssI»  {Prí.ed 
Torre,  Presidente.  -  -  Topíie.  di  M»rinii.  -  Ayula  | 
t«do.  -  Roaero  Onii,  de  Oracta  y  Jusiicij, 

derecha:  REuerola  (Uureino).  ministro  de  Hiciendi.  — 
es).  Qobtrnación.  -  Prin.  de  la  Guerra.  -  Duque  de  U 
:Adelardo  Lópeide),  de  Ultramar.      Lorenzana,  de  Es- 

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782  HISTORIA   PE    ESPaSA 

No  consienten  las  proporciones  de  este  libro  contar,  úquiera  sea  muy 
sucintamente,  las  peripecias  de  esta  larguísima  contienda,  ni  tampoco  tas  de 
las  alteraciones  de  la  Península:  además,  el  tratarse  de  tiempos  que  son  los 
que  ha  vivido  la  generación  presente  impone  una  cautela  especial  en  los 
juicios  de  personas  y  sucesos  imposible  de  guardar  narrando,  aunque  sea 
con  la  brevedad  que  venimos  haciéndolo  en  estos  Anales,  que  es  obligada, 
sin  embargo,  en  una  obra  esencialmente  informativa  como  la  presente. 
Para  conciliario  todo  en  lo  posible,  nuestros  Anales  se  limitan  de  aquí  en 
adelante  á  una  sumarislma  indicación  de  las  principales  efemérides,  prece- 
dida de  dos  palabras  sobre  varios  aspectos  de  la  vida  social  en  el  reinado  de 
Isabel  II,  á  que  no  se  ha  hecho  aun  referencia. 

Al  terminar  dicho  reinado  ya  no  existían  El  Clamor  Público^  ni  Las  JVb- 
vedades,  ni  La  España,  ni  El  Contemporáneo.  El  diario  más  leido  era  La  Co- 
rrespondencia, á  que  se  llamaba  sarcás ticamente  el  gorro  de  dormir,  por  ser 
muchos  los  que  no  se  iban  á  la  cama  ó  no  se  dormían  en  ella  sin  leerla,  y  qne 
no  pubhcaba  artículos,  sino  únicamente  noticias  y  folletín;  las  primeras  sin 
clasificación  ú  orden,  sino  conforme  iban  llegando  á  la  redacción,  siendo  fre- 
cuentísimo que  en  un  mismo  número  salieran  dos  ó  más  contradictorias;  pero 
esto,  lejos  de  enfadar,  hacia  gracia  al  público,  sin  duda  por  dar,  como  ahora 
se  dice,  una  nota  de  sinceridad  y  espontaneidad  que  contrastaba  con  el  artifi' 
cío  tendencioso  de  los  periódicos  de  partido.  Conviene  advertir  que  La  Co- 
rrespondencia era  también  tendenciosa,  y  aun  doblemente  tendenciosa,  pues 
había  en  ella  dos  tendencias:  la  ministerial  de  todos  los  Ministerios  que  se 
iban  sucediendo,  y  la  personal  de  su  director  Santana,  que  era  unionista,  y, 
por  tanto,  en  el  periodo  á  que  nos  referimos,  montpcnsierista;  pero  sabía  di- 
simular ambas  perfectamente,  ó  sea  engañar  al  público,  y  nada  es  tan  agra- 
dable al  público  como  que  lo  engaiten  en  el  periódico  y  en  el  teatro.  Hasta 
los  lapsus  de  £11  Correspondencia  hacían  gracia;  v.  gr.,  el  29  de  Noviembre 
de  1865  murió  el  insigne  Ventura  de  la  Vega,  después  de  muchos  días  de 
enfermedad  en  que  el  autor  de  El  hombre  de  mnndo  estuvo  entre  la  vida  y 
muerte,  fluctuaciones  que  reflejaba  diariamente  La  Correspondencia;  y  cuando 
llegó  el  triste  momento  de  la  irreparable  pérdida,  salió  el  popular  diario  noti- 
ciero diciendo:  Hoy,  por  fin,  ha  fallecido  D.  ¡'entura  de  la  Vega...  Este  por  fin 
dio  más  que  reir  que  una  chistosa  comedia,  y  se  hizo  frase  corriente. 

Con  La  Correspondencia  empezaba  á  compartir  el  favor  público  El  íne- 
parcial,  fundado  en  1866;  y  para  que  se  vea  cuánto  han  variado  las  cosas  en 
los  últimos  cuarenta  y  siete  años,  cuéntase  que  Gasset  lo  fundó  con  un  capi- 
tal de  10.000  reales.  Como  La  Correspondencia,  El  Imparcial  ae  vendía  calle- 
jeramente á  dos  cuartos,  y  cultivaba  esmeradamente  la  información;  se  dis- 
tinguía en  tener  artículo  de  fondo  y  sueltos  políticos  y  en  sustentar  un  crite- 
rio liberal,  muy  liberal,  pero  sin  sujeción,  por  lo  menos  aparente,  á  ningún 
partido  determinado  y  tendiendo  siempre  á  ganarse  el  gran  público  con  ar- 
tículos de  interés  general,  especialmente  de  administración  y  hacienda,  as- 
pectos de  ta  vida  descuidadísimos  en  los  antignos  periódicos,  sólo  atentos  á 
la  política  palpitante  ó  menuda.  La  Iberia,  La  Época,  La  Esperanza  (carlista). 
La  Regeneración  y  El  Pensamiento  Español,  que  también  lo  fueron  desde  1868, 
«1  Diario  de  Barcelona,  El  Comercio,  de  Cádiz  (moderado)  y  algunos  otros,  no 
muchos  más,  tenían  autoridad  en  sus  respectivos  gremios.  De  revistas  hablan 
acabado  en  1868  casi  todas  las  que  se  habían  publicado  en  el  período  de 
Isabel  II;  en  1857,  El  Semanario  Pintoresco  y  La  Ilustración;  en  1865,  la  Cró- 
nica de  Ambos  mundos;  en  i8í37,  la  Revista  Hispano- Americana,  etc.  Sobrevi- 
vían La  América  y  El  Museo  Universal,  fundados  en  1857, 

Xingún  periódico  podía  vivir  sin  folletín,  y  los  novelistas  franceses,  tam- 


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HISTORIA  DE  ESPAÑA  783 

bien  algunos  ingleses,  aunque  pocos,  hacían  c)  gasto.  La  producción  española 
era  muy  escasa  para  lo  que  pedía  el  público.  De  185 1  son  Las  nünas  de  mi 
Convento,  obra  del  mahonés  Fernando  Patxot  (i)  que,  aunque  no  bien  escrita 
debió  á  su  fondo  romántico-cristiano  y  á  ser  una  defensa  de  las  Órdenes 
religiosas  y  protesta  contra  la  persecución  de  1834  la  más  favorable  acogida. 
En  1832  se  publicó  La  Dama  del  Conde-Duque,  de  D.  Uiego  Luquej  en  1834, 
La  Campana  de  Huesca,  de  Cánovas  del  Castillo;  en  1857,  Rogin  Rojal,  y  en 
1867  Los  Hidalgos  de  Monforte,  ambas  de  Benito  Vicceto;  en  i%^C),  S  Caballe- 
ro de  ¡a  Almanaca,  de  D.Mariano  González  de  Val  Is,  todas  imitaciones  de 
Walter  Scott,  como  las  que  ya  se  citaron  de  Navarro  Villoslada,  y  las  de  Víc- 
tor Balaguer  sobre  puntos  de  historia  catalana  (El  Ángel  de  las  centellas.  El 
Capua  colorado,  etc.)  Las  novelas  y  los  cuentos  de  Fernán  Caballero  seguían 
publicándose  por  la  Casa  Mellado,  que  merced  á  un  contrato  con  la  insigne 
autora  disfrutaba  de  la  exclusiva,  á  cambio  de  haber  asegurado  á  Cecilia  una 
existencia  independiente  y  decorosa;  multiplicábanse  también  las  traduccio- 
nes á  todas  las  lenguas  europeas  y  los  estudios  sobre  nuestra  novelista  de 
críticos  de  universal  reputación.  Cecilia  disfrutaba,  no  de  la  protección,  sino 
del  cariño  de  la  Familia  Real,  habiéndole  cedido  la  Reina  para  vivir  una  de 
las  casas  del  Patio  de  Banderas,  en  el  Alcázar  sevillano,  y  siendo  una  verda- 
dera amiga  y  asidua  tertuliana  de  los  duques  de  Montpensier;  alli  contrajo 
su  amistad  con  D.  Antonio  Latour,  buen  literato  francés,  hispanófilo  y  secre- 
tario ó  bibliotecario  del  Duque,  con  quien  sostuvo  una  interesante  corres- 
pondencia (2).  De  1840  á  1860  y  tantos  publicó  sus  cuentos  D.  Miguel  de 
los  Santos  Alvarez.  Trueba  siguió  dando  á  luz  sus  colecciones,  y  desde  1862 
era  Archivero  y  Cronista  del  señorío  de  Viscaya,  nombrado  por  la  Diputación, 
y  vivía  en  Bilbao  rodeado  del  respeto  y  cariño  de  todos  sus  coterráneos  {3). 
En  1863  publicó  sus  cuentos  Hartzenbusch,  entre  \qs  c\a&  fi^t a  La  hermosura 
por  castigo,  superior,  según  Menéndez  Pelayo,  á  los  mejores  de  Andersen. 
Pero,  aun  sumada  á  esta  producción  la  de  las  novelas  por  entregas,  muy  co- 
piosa y  de  gran  circulación,  en  que  descollaban  Pérez  Escrích,  Fernández  y 
González,  Ortega  y  Frias,  Tarrago  y  Mateos,  etc.,  no  bastaba  á  las  exigencias 
del  mercado  peninsular  é  hispano  americano. 

Lo  mismo  acontecía  en  el  teatro.  La  mayor  parte  de  lo  que  se  represen- 
taba era  traducido,  adaptado  ó  imitado  del  francés:  hasta  la  mayoría  de  los 
libretos  de  zarzuela,  v.  gr.,  los  de  Camprodón,  llevaban  el  sello  transpirenai- 
co. Las  modas  literarias  francesas,  de  que  fueron  sucesivamente  iniciadores  y 
modelos  Pousard,  Latour  de  Saint-Ibars,  Augier,  Dumas  (hijo)  y  Victoriano 
Sardou  eran  nueatras  modas.  Eguilaz,  Narciso  Serra  (4),  Núñez  de  Arce,  sólo 
El  haz  deUiía,  y  en  colaboración  con  D.  AntonioHurtado/fcn'rex/tf  JoWrn, 
D.  Francisco  Luis  de  Retes  y  D.  Franeisco  Pérez  de  Echevarría,  y  los  ya  cita- 
dos Tamayo  y  Ayala  eran  nuestros  autores  de  nota.  La  buena  literatura  dra- 
mática tenia,  sin  embargo,  un  formidable  enemigo  en  la  creciente  afición  á  la 
música  y  á  los  espectáculos  á  que  contribuía  este  arte.  Desde  la  inauguración 
del  Teatro  Real  sus  temporadas  fueron  cada  vez  más  brillantes;  desde  la  de 


(O    Xarii^  J4  Sc|it¡cmhrr  1K12.  Murió  i-n  Tlarrcltina  (.1  .\p>slo  iK.icil. 

[2)  Sarámnla  á  la  venia  los  lioredfrfis  (ii-  Ijiloiir,  y  lahaadquiridcn-K'.ohifmo  <ir  Ciilii 
para  la  Riblíoteca  nacional  tic  la  1  laliana.  Mort-I  Fallo  rsrrihló  solirc  plía  un  laq;n  artíailu  cr 
la  Rrimf  HUpaniqíir. 

(fí  I3  Ruirra  i-ivil  Icoblipíi  A  ifsidir  pn  Madríil  (de  1S72  i  1S74I,  volviéndOM"  liif^o  á  si 
uurrída  Bilbao. 

(4)  Xaciócn  Madrid  (24  FHirrm  iSiol  S»-ndi>  rai.itín  (!-■  í'abailcria  yvX^U  la  llrmcii 
absoluta.  F.n  iSfij  fui-  nnmbrado  Consur  'If  teatros,  cm^n  ciuc-  ]ior<lirt  en  iSOS.  i|iiP(lando  en  \. 


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784  HISTORIA  DE  ESPAÑA 

1B65-66  empieza  á  ñgurar  en  los  carteles  Enrique  Tamberlick,  que  por  su  lar- 
ga permanencia  entre  nosotros,  el  amor  que  tuvo  á  España  y  la  simpatía  uni- 
versal que  inspiraba  llegó  á  considerarse  y  á  ser  considerado  como  español. 
En  1860  (Mayo  y  Junio)  hubo  temporada  de  ópera  en  el  Teatro  de  la  Zarzue- 
la, y  de  1864  á  1868  en  el  ya  citado  Teatro  de  Ro&siní  (Campos  Elíseos  de 
Madrid).  No  sólo  Barcelona,  sino  todas  las  principales  ciudades  competian 
con  la  Corle  en  la  afición  á  la  ópera.  Las  tentativas  de  ópera  española  que 
venían  de  antigua  fecha  (Manuel  Garda  antes  de  1803,  Carnicer  en  Barcelo- 
na de  1819  á  1827,  Genovés,  1832,  Baltasar  Saldoni,  1845,  etc.)  engendraron 
al  ñn,  y  como  ya  se  indicó,  la  zarzuela,  que  llega  á  su  apogeo  de  1850  en  ade- 
lante. El  6  de  Octubre  de  1856  se  inaugura  en  Madrid  el  teatro  especialmeate 
dedicado  á  este  espectáculo,  contra  el  que  algunos  escritores,  v,  gr.,  Pedro 
Antonio  de  Alarcón,  hicieron  implacable  campana,  pero  que  sancionó  el  pú- 
blico con  su  constante  aplauso,  á  que  contribuyeron  los  mejores  autores  dra- 
máticos con  sus  libretos,  y  que  ha  dado  personalidad  y  brillo  en  el  mundo  á 
la  miisica  española. 

Los  principales  músicos  españoles  del  reinado  de  Isabel  II  fueron:  don 
Emilio  Arrieta,  el  íntimo  amigo  de  Ayala,  que  representa  el  italíanismo  (Mari- 
na), tendencia  que  llevó,  ó,  mejor  dicho,  impuso  en  el  Conservatorio  de  Ma- 
drid; D.  Hilarión  Eslava,  que  compuso  óperas  italianas  y  piececitas,  pero  co- 
nocido como  compositor  por  su  música  religiosa  (varias  Misas,  Stabat  Maier, 
Te-Deum  y  el  Miserere  que  aún  se  canta  todos  los  miércoles  Santos  en  la  Ca- 
tedral de  Sevilla,  más  por  el  respeto  á  la  memoria  del  autor  y  por  costumbre 
que  por  el  mérito  de  la  obra).  Los  músicos  contemporáneos  discuten  mucho 
el  de  casi  todas  las  de  Elslava;  pero  sea  cualquiera  el  juicio  definitivo  que 
merezcan,  lo  que  no  puede  negarse  es  que  intentó  con  buen  éxito  restaurar 
la  castiza  escuela  española  de  órgano  y  que  despertó  los  estudios  histórico- 
musicales,  indicando  á  los  maestros  que  han  venido  después  el  camino  de 
buscar  en  nuestra  tradición  musical  la  personalidad  artístico- español  a;  por 
esa  senda  fué  BarHtn,  Jugar  con  fuego  {\^^),  El  Sargeuto  Federica  (\i^s)< 
Pan  y  Toros  (1865),  etc,  y  en  cierto  modo,  aunque  por  otro  aspecto,  Gaztam- 
bidé,  Catalina  (1854),  Los  Madgiares  (¡S^y),  etc.  En  186Ó— según  Barbieri — 
fué  creada  la  Sociedad  de  conciertos. 

La  zarzuela  fué  bruscamente  detenida  en  su  desenvolvimiento  por  la 
nueva  invasión  francesa  de  bufonadas  é  impudicia  características  de  las  pos- 
trimerías del  segundo  Imperio,  justamente  simbolizadas  por  Zola  en  la  rame- 
ra Nana;  el  22  de  Septiembre  de  1866  estrenóse  en  Madrid  El  Joven  Teléma- 
co  (letra  de  Eusebio  Blasco,  música  de  Rogel),  con  que  inauguraron  su  reina- 
do los  Bufos,  y  en  1867  y  68  pusiéronse  de  moda  las  revistas  políticas^  siendo 
el  primero  ó  de  los  primeros  en  distinguirse  cultivando  este  género  José  Gu- 
tiérrez del  Alba,  quien,  por  ejemplo,  para  presentar  la  Nocke  de  San  Daniel 
sacaba  un  coro  de  estudiantes  cantando: 

Con  el  airrcilln 


Al  recordar  estas  manifestaciones  literarias  —  llamémoslas  asf —  se  vuel- 
ven los  ojos  al  torco  buscando  compensación  y,  efectivamente,  la  encuen- 
tran, pues  este  arte  nunca  decayó  en  el  reinado  de  Isabel  II,  y  entró  en  el 
período  revolucionario  con  toda  su  lozanía  de  antaño.  Después  de  la  muerte 
del  Ckiclanero,  quedó  Cuchares  como  único  gran  doctor  en  tauromaquia,  vi- 


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HISTORIA  DE  ESPAÑA  785 

vieado  hasta  Diciembre  de  1868;  él  dio  la  alternativa  al  Taío{i)  {30  Octubre 
1857),  al  Gordito  (2}  (5  Abril  1863),  á  Currito  {3)  {9  Mayo  18G7)  y  á  Fraseó- 
lo {4)  {27  Octubre  1867).  Lagartijo  (5)  recibió  el  doctorado  taurómaco  de  Ca- 
yetano Sanz  (i  s  Octubre  1865).  Los  últimos  años  de  este  periodo  son  los  de 
ia  competencia  entre  el  Gordito  y  el  Tato,  comenzada  ea  la  Plaza  de  Cádiz 
{14  Junio  1864),  y  que  llegó  á  sin  igual  encarnizamiento.  En  el  mismo  Cádiz 
(1868)  tuvo  la  autoridad  que  tomar  medidas  extraordinarias  para  impedir  que 
la  enemiga  de  los  dos  bandos  degenerara  en  grave  cuestión  de  orden  públi- 
co, y  el  público  de  Madrid,  que  era  tatista,  hizo  tales  demostraciones  contra 
H  Gordito  (12  Junio  1868)  que  decidió  Carmona  no  volver  á  torearen  la  Cor- 
te, rescindiendo  inmediatamente  su  contrato  (6). 

Año  i86g. — Protesta  de  la  reina  Isabel  (Paris,  5  Febrero),  ~  Reunión 
de  las  Cortes  Constituyentes  (11  Febrero).  —  Desde  el  6  de  Abril  al  6  de  Ju- 
nio es  discutida  la  Constitución:  lo  más  interesante  del  debate,  el  sostenido 
sobre  la  unidad  y  libertad  religiosa,  distinguiéndose  Castelar  y  Manterola. 
Presentáronse  á  las  Cortes  9.000  exposiciones  con  cerca  de  3.000.000  de  fir- 
mas pidiendo  la  unidad  católica.  Nombrado  Serrano  regente  del  Reino 
(15  Junio),  ocupa  Prin  la  presidencia  del  Consejo,  saliendo  del  Ministerio  Lo- 
renzana  y  Romero  Ortiz,  substituidos  por  D.  Manuel  Silvela  y  D.  Cristóbal 
Martin  de  Herrera;  presentaron  contra  este  último  los  republicanos  un  voto 
de  censura,  y  fué  reemplazado  por  Ruiz  Zorrilla,  entrando  en  Fomento  Eche- 
garay,  Ardanaz  en  lugar  de  Figuerola,  y  D.  Manuel  Becerra  en  Ultramar. 
Él  15  de  Julio  suspendiéronse  las  sesiones  de  Cortes,  reanudándose  {1.°  Oc- 
tubre) hasta  fin  de  año.  Silvela  y  Ardanaz  dimitieron  por  no  estar  conformes 
con  que  se  exigiese  al  clero  el  juramento  á  la  Constitución;  Figuerola  volvió 
á  Hacienda,  y  D.  Cristino  Marios  fué  ministro  de  Estado. 

Desórdenes:  Caballero  de  Rodas,  después  de  haber  sometido  á  los  fede- 
rales de  Cádiz,  tuvo  que  hacer  lo  mismo  con  los  de  Málaga,  librándose  un 
saoOTiento  combate  callejero.  El  gobernador  de  Burgos,  D.  Isidoro  Gutiérrez 
de  Castro,  al  ir  á  la  Catedral  á  practicar  el  inventario  de  alhajas  y  objetos 
artísticos  prescrito  por  Ruiz  Zorrilla,  es  asesinado  por  las  turbas  (25  Enero). 
El  interino  de  Tarragona  D.  Raimundo  Reyes  lo  fué  á  su  vez  por  los  repu- 
blicanos con  ocasión  de  la  llegada  del  general  Pierrad.  Partidas  carlistas  en 
León,  Patencia,  la  Mancha  y  Navarra.  Formidable  alzamiento  de  los  federa- 
les (Octubre),  que  ponen  en  armas  más  de  40.000  paisanos,  y  produce  san- 
grientos choques  en  Cataluña,  Valencia,  Zaragoza  y  Andalucía. 

La  Internacional  fué  oi^anizada  en  Madrid  {24  Enero)  y  en  Barcelona 
{2  Mayo).  Establecióse  una  SecciÓK  central  española  (20  Septiembre).  El  24  de 
Diciembre  se  publicó  el  Manifiesto  de  los  tr aiaj adores  iníemadonalts  de  la  Stt- 
cián  de  Madrid á  los  trabajadores  de  España,  de  que  se  hizo  copiosísima  tira- 
da. Hubo  este  año  varias  huelgas.  Pocos,  ni  aun  de  los  afiliados  á  la  Inter- 
nacional, distinguían  bien  los  fines  de  esta  Asociación  de  los  del  partido 
federal. 

Don  Carlos  publicó  su  primer  manifiesto  á  los  españoles,  en  forma  de 

(1}    Amonio  Sanche»,  yerno  lio  Cuchares,  nacíií  rn  Sevilla  ¡O  Febrero  iKii). 
(2)    Antonio  Cánnona.  nació  rn  Sevilla  (IQ  Abril  t8.tí(). 
( j)    Hijo  de  Cuchara,  nació  en  Madrid  (19  Aijosto  iMjfil. 

(4)    Salvador  Sánchez,  nació  (j^  Diciembre  1X44)  en  Churriana,  iimvjncia  de  Granalla, 
aunque  por  haber  venido  sienilo  muv  nifio  á  Madrid  se  le  leni'a  por  madrileño. 
(5}    R»fael  Molina,  nació  en  Córdoba  ur  Noviembre  i«4i). 
(61    Kl  Girditú  no  se  n'tiró  de  la  profesión  hasta  el  iy  Seplicmbrc  iKK;;  el  Tab?  fué  co- 

Sido  (;  Junio  i)(6ei)  en  la  romria  organizada  ¡jara  festi-jar  la  Constilurión  democrálica,  habién- 
osele  teniílo  igue  cortar  la  pierna  ilerecha.  lo  igiie  le  iinimsibililó  [>ara  el  arte  taoromiquico. 

Salcedo,  Historia  de  espaSa 


D,g,t7cdb/GoogK: 


786  HISTORIA  DE  BSFASA 

Carta  d  su  /urmano  D.  Alfonso  (30  Juaio),  redactada  por  Aparísi;  hizo  una 
excursión  por  Cataluña  (i  1  Julio),  y  confirió  la  direcciÓD  de  su  partido  á  Ca- 
brera, el  personaje  más  popular  entre  los  carlistas;  pero  Cabrera  se  habfa  li- 
beralizado en  su  larga  estancia  en  Londres  y  por  el  influjo  de  su  mujer,  que 
era  protestante.  La- reina  Isabel  abdicó  en  su  hijo  Üod  Alfonso  ^23  Junio), 
veríñcándose  la  ceremonia  en  el  Palacio  de  Basilevoski  (París). 

En  Cuba,  Dulce,  enviado  de  capitán  general  eu  reemplazo  de  Lersundí, 
quiso  atraerse  á  los  separatistas  cou  negociaciones  y  concesión  de  autono- 
mía: sólo  consiguió  (4  Enero  á  1."  Judío)  exasperar  álos  peninsulares,  que  le 
obligaron  á  reembarcar.  De  Noviembre  del  año  anterior  á  Abril  envió  el  Go- 
bierno provisional  iS.OOO  soldados  á  Cuba,  y  con  este  refuerzo  y  los  volun- 
tarios consiguió  el  conde  de  Balmaseda  algunos  éxitos  militares.  Los  Esta- 
dos UoidoB  ofrecfan  su  mediación  á  España.  A  fin  de  afko  los  insurrectos  en 
armas  eran  más  de  30.000.  La  guerra  se  hacia  cruelmente. 

Año  iSjo.  — Fecundo  fué  este  año  en  reformas  jurídicas:  Código  pe- 
nal (30  Agosto).  Ley  estableciendo  los  recursos  de  casación  y  revisión  en  lo 
criminal  (18  Junio).  Ley  de  Matrimonio  civil  (iS  Junio).  Ley  Je  Organiza- 
ción y  atribuciones  del  Poder  judicial  (23  Junio).  Ley  del  Registro  civil 
(i;  Junio). 

La  preocupación  política  del  Gobierno,  ó,  mejor  dicho,  del  general  Prin, 
cuya  voluntad  era  omnipotente,  estuvo  en  buscar  rey.  Fueron  candidatos  á 
la  Corona: 

a)  Montpensier.  Le  sostenían  los  unionistas  —  do  todos — y  quizás 
en  los  primeros  momentos  de  la  revolución  hubiera  sido  fácil  su  triunfo;  pero 
la  oposición  de  Napoleón  III  y  el  compromiso  que  hizo  adquirir  á  Prin  de 
no  proclamarlo  obligaron  á  diferir  el  hacerlo,  y  su  candidatura  se  hizo  im- 
posible por  la  critica  de  su  persona,  á  que  coadyuvaron  republicanos,  pro- 
gresistas, alfonsinos  y  carlistas:  se  le  presentó  como  traidor  á  su  cuñada  y 
como  ua  avaro  que,  siendo  riquísimo,  no  facilitó  para  la  revolución  los  fon- 
dos necesarios,  sino  muy  contados,  censurándosele  además  porque  hiciera 
vender  las  naranjas  de  sus  haciendas  —  de  aquí  el  apodo  de  Naranjero,  — 
cosa  que  se  conceptuaba  indigna  de  un  principe.  Lo  insultó  en  público  el 
infante  D.  Enrique,  y  hubo  un  duelo  entre  ambos  (12  Marzo).  Montpensier, 
que  era  excelente  tirador,  disparó  al  aire;  pero  al  observar  que  D.  Enrique 
afinaba  la  puntería,  lo  hizo  él  también,  matando  á  su  adversario.  6alvó  la  vida; 
pero  acabó  de  enajenarse  las  pocas  simpatías  con  que  contaba. 

ó)  Espartero.  Algunos  progresistas  propusieron  esta  candidatura,  sin 
razón  de  ser  por  tratarse  de  un  anciano  que  en  su  juventud  había  desempe- 
ñado desdichadamente  el  Poder  supremo,  además  sin  sucesión,  y  que  Prin 
no  hubiera  tomado  nunca  en  serio.  Sin  el  buen  sentido  de  Espartero,  sin  em- 
bargo, hubiese  sido,  por  lo  menos,  causa  de  perturbación. 

c)  Don  Fernando  de  Coburgo,  viudo  de  la  reina  de  Portugal  Doña  Ma- 
ría de  la  Gloria  y  padre  del  rey  Don  Luis,  á  la  sazón  reinante.  Desde  11:64 
andaban  algunos  progresistas  tras  de  esta  candidatura,  relacionándola  con  el 
sueño  de  la  unión  ibérica.  La  patrocinaron  Ruiz  Zorrilla  y  Lorenzana,  y  no  le 
pareció  mal  á  Prin;  pero  Napoleón  III  le  puso  el  veto,  y  Don  Fernando 
no  aceptó. 

dj  El  rey  Don  Luis  de  Portugal.  Sublevó  el  sentimiento  nacionalista 
en  Portugal,  y  Don  Luis  se  apresuró  á  rechazarla  con  suma  energía 

e)  El  príncipe  Leopoldo  de  Hohenzollern.  La  propuso  al  general  Se- 
rrano un  banquero  de  Berlín  en  carta  (14  Julio  de  1865),  y  le  gustó  á  Prin. 
Puede  hoy  creerse  que  todo  fué  una  intriga  de  Bismarck  para  provocar  la 
guerra  con  Francia,  y  de  añadidura  contar  con  que  España  distrajese  fuerzas 


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HIRTORIA   DE   ESPARA  78/ 

francesas  por  tos  Pirineos.  Bismarck  jugó,  no  sólo  con  Napoleón  y  los  fran- 
ceses, sino  con  Prin  y  nuestro  Gobierno,  y  hasta  con  su  propio  rey  Guillermo, 
que  no  quería  la  guerra  á  no  ser  por  motivo  muy  justificado.  Le  salió  á 
maravilla  el  juego:  Leopoldo  no  fué  Rey  de  Espaíía;  pero  la  guerra  franco- 
prusiana  estalló  en  el  momento  más  oportuno  para  Prusia. 

/)  Don  Amadeo  de  Saboya,  Duque  de  Aosta,  hijo  segundo  de  Vfctor 
Manuel  (l).  Al  ofrecerle  por  primera  vez  la  Corona,  rehusóla  con  deci- 
sión; pero  en  Agosto  su  padre  le  hizo  aceptar,  y  el  Gobierno  se  apresuró  á 
proponerle  en  las  Constituyentes:  en  la  sesión  del 
16  de  Noviembre  fué  votado  por  191  votos  de  los 
311  diputados  que  tomaron  parte  en  la  elección  (2). 
Una  Comisión  presidida  por  Ruiz  Zorrilla  fué 
á  Italia  á  ofrecer  la  Corona  y  acompafiar  á  Espa- 
ña al  nuevo  Rey,  el  cual,  á  bordo  de  la  Numaitcta, 
llegó  á  Cartagena  el  30  de  Diciembre.  Terrible  no- 
ticia recibió  allí  Don  Amadeo.  No  era  popular  el  So- 
berano electo;  para  los  elementos  católicos  tenía  la 
tacha  de  ser  hijo  del  rey  excomulgado;  para  los 
republicanos,  ser  rey  y  representar  la  consolida- 
ción del  poder  de  Prin,  á  quien  aborrecían  porque 
los  había  contenido  y  reprimido,  y  de  los  progre- 
sistas y  demócratas  monárquicos,  que  se  distinguían 
con  el  odio  que  se  profesan  los  partidos  afínes;  en 
el  pueblo  hacia  mal  efecto  su  condición  de  italiano, 
que  para  la  inconcebible  ignorancia  plebeya  toma- 
ba un  aspecto  ridiculo,  pareciendo  en  su  virtud 
apropiados  y  graciosos   estúpidos  motes  sin  sentí-  ütlion  do  lüsmarrk. 

do  como  el  de  Macarronini  I,  ó  las  caricaturas  que  l'rinríiH-  aípmán,  caricillr-r 
lo  representaban  tocando  el  arpa;  la  Grandeza,  fiel  ¡lcü!Tna'*de^s  ¿randr^ 
á  Isabel  II,  conjurábase  para  formar  el  vacio  social  i^ras  <lc  su  ti(-mi>o. 

en  torno  de  su  trono,  y  los  mismos  que  lo  habían  (iK[4-iKoni. 

elsgido  no  sentían  entusiasmo  por  su  hechura.  El 

único  amadelsta  fervoroso  era  Prin,  dispuesto  á  ser  el  brazo  fuerte  de  la 
nueva  monarquía,  á  realizar  el  sueño  que  no  había  podido  llevar  á  la  práctica 
con  la  destronada  Reina.  Ya  no  tenía  O'Donnell  ni  Narváez  que  le  cerraran 
el  camino;  ya  no  había  más  que  el  Rey  y  él.  La  oposición  de  los  republica- 
nos era  terrible;  en  los  clubs  agotábanse  los  insultos  para  denigrarle;  Paúl  y 
Ángulo  fundó  El  Combate  sólo  para  injuriarle,  llegando  á  llamarle  cobarde. 
El  martes  27  de  Diciembre,  concluida  la  sesión  de  Cortes,  detúvose  Prin  en 
un  corro  y  preguntó  jovialmente  á  un  diputado  federal:  — «¿Por  qué  no  vie- 
ne usted  á  Cartagena  á  recibir  á  nuestro  rey?>  En  tono  de  broma  contestó 
el  interpelado.  Y  Prin,  poniéndose  un  poco  serio,  dijo;  —  *  Que  haya  juicio, 

(1 )  Nació  en  Tiirin  (1844).  Fueron  sus  maestros  lo.s  coroneles  Riccí  v  diovanetli  y  el  (¡e- 
neral  Kossi.  \'iajó  por  toda  Europa.  A  los  veinte  años  se  le  confirió  el  tnani1(<  de  una  ietnóncle  la 
Guardia  Nacional  de  Milán.  En  la  batalla  de  Ciisloza  fué  lierido.  Kn  iWO;  ca.só  con  D,"  María 
N'ictoría,  princesa  de  la  Cisterna.  PÍMarguil  caiitica  á  D.  Amadeo  de  'Ihpío.  ti  df  algiiu  ei>nB¿ii. 
di  ¡orto  entrndimiftilo.'  Efhecaray  cuenta  que  no  iie^'ó  nunca  á  iioder  ex|ire.sanie  en  castellano; 
en  cambio,  se  hace  íenguax  de  la'  viveza  de  comiirensión  v  farilidad  [ara  hablar  de  D.*  María 
\'ictor¡a.  l'no  y  otro  eran  poro  aficionados  al  fausto  mayestilico.  !>.'  Maria  Victoria  era  mudes- 
(ísima  V  muy  caritativa  y  piadosa.  Ames  de  tratarse  de  la  canditlalura  <le  D.  .\madeo.  se  habita 
de  la  del  duque  de  Gi-nova;  pero  era  éste  un  joven  de  diez  y  seis  años  (|ue  aim  se  jialíaha  en 
un  Colegio  tte  Inglaterra. 

¡2)  l/a  Kepi^blica  federal  tuvo  fio  votos:  Montpensier.  2;;  Espanerti.  )<;  Don  Alfonso.  2;  2 
la  Kcpública  española;  l  la  Re|>übhca:  l  ia  duque>a  de  Montpensier.  y  ici  pajieletas  en  tilanvo. 


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;88  HISTORIA   DE  espaSa 

porque  tendré  la  mano  muy  dura.»  —  "Mi  general— respondió  uno  de  losdei 
corro — á  cada  uno  le  llega  su  San  Martin.»  Salió  del  Congreso  á  las  siete 
de  la  noche.  Nevaba.  Subió  á  su  berlina,  y  por  la  calle  del  Turco,  acom- 
pañándole su  ayudante,  dirigíase  al  Ministerio  de  la  Guerra.  Próximo  ya  el 
carruaje  á  desembocar  en  la  calle  de  Alcalá,  otro  de  plaza  alli  parado  obstru- 
yó el  paso;  en  el  raomenso  de  detenerse  un  poco  el  del  general,  seis  hom- 
bres, tres  por  cada  lado,  introdujeron  por  las  ventanillas  las  bocas  de  sendos 
trabucos,  y  diciendo  uno:  * — ¡Prepárate,  que  vasa  morirl»,  dispararon  ala  vez. 
Llevado  á  Buenavista,  falleció  en  la  noche  del  30  (i).  Topete  fué  nombrado 
Presidente  para  recibir  á  Don  Amadeo. 

La  Internacional  siguió  desarrollándose  durante  este  año:  fundación  del 
periódico  La  Solidaridad  (15  Enero),  y  de  secciones  y  centros  en  muchas 
provincias.  Don  Carlos  prescindió  de  Cabrera,  y  en  la  Junta  de  Vevey  {18 
Abril)  asumió  la  dirección  del  partido.  En  Cuba  fueron  capitanes  generales 
Caballero  de  Rodas  y  Balmaseda  (2);  la  guerra  siguió  encarnizadísima,  y 
crueles  las  represalias  entre  cubanos  y  peninsulares. 

La  guerra  franco- prusiana  empezó  el  4  de  Agosto.  £1  2  de  Septiembre 
capituló  Napoleón  en  Sedán.  El  4  fué  proclamada  en  París  la  República.  Al 
terminar  el  año  los  prusianos  sitiaban  á  Paris.  Aprovechando  la  salida  de  las 
tropas  francesas  de  los  Estados  Pontificios,  y  con  el  pretexto  de  mantener 
el  orden  en  éstos,  el  ejército  italiano  ocupó  á  Roma  (20  de  Septiembre)  des- 
pués de  haber  abierto  brecha  en  el  muro  de  Porta  Pía,  defendido  por  los 
zuavos.  El  2  de  Octubre  un  plebiscito  dirigido  por  las  autoridades  italianas 
anexionó  al  reino  de  Italia  el  Patrimonio  de  San  Pedro.  Pío  IX  se  clausuró 
en  el  Vaticano. 

Año  18^1.  —  Don  Amadeo  encargó  á  Serrano  la  formación  de  un  Mi- 
nisterio de  coalición  liberal,  y  asi  lo  hizo,  reservándose  Presidencia  y  Guerra, 
con  Martos  (Estado),  Ulloa  (Gracia  y  Justicia),  Sagasta  (Gobernación),  Ruiz 
Zorrilla  (Fomento),  Moret  (Hacienda),  Beránger  (Marina),  y  López  de  Ayala 
(Ultramar);  pero  sólo  pudo  vivir  esta  situación  seis  meses  y  veinte  días,  por- 
que los  progresistas  y  demócratas,  dirigidos  por  Ruiz  Zorrilla,  trataron  desde 
luego  de  eliminar  á  los  unionistas,  considerándolos  demasiado  conservadores 
y  un  obstáculo  para  el  desarrollo  de  una  política  verdaderamente  liberal.  Le- 
jos de  entrar  Sagasta  en  esta  tendencia,  se  opuso  á  ella  con  resolución,  aun- 
que con  suma  cautela,  siendo  su  propósito  constituir  un  partido  progresista- 
unionista,  ó  quizá,  mejor  dicho,  progresista  á  la  usanza  de  los  tiempos  ante- 
riores á  la  unión  con  los  demócratas.  De  aquí  el  antagonismo  entre  Zorrilla 
y  Sagasta,  que  agravó  el  primero  precipitando  la  crisis,  imprudencia  tanto 
mayor,  cuanto  que  en  las  Cortes,  abiertas  el  3  de  Abril,  tenían  considera- 
ble minoría  los  republicanos,  otra  igual  los  carlistas  acaudillados  por  don 
Cándido  Nocedal,  y  ambas,  unidas  con  los  pocos  moderados  y  disidentes  que 
nunca  faltan,  no  para  combatir  el  Ministerio,  sino  para  imposibilitar  todo  Go- 
bierno de  Don  Amadeo. 

Planteada  la  crisis  (24  de  Julio),  fué  Presidente  Ruiz  Zorrilla,  acompa- 
ñándole el  general  Fernández  de  Córdoba,  que,  de  realista  en  su  juventud  y 
archimoderado  en  el  reinado  de  Isabel  II,  había  venido  á  parar  en  progre- 
sista-radical. Montero  Ríos,  Madrazo,  Ruiz  Gómez,  Beránger  y  Mosquera;  Sa- 
gasta se  negó  á  entrar  en  el  Gabinete,  y  éste  no  duró  sino  mientras  tuvo 

ia  Kuin  ¡ f/iíti-rias)  afiíma  cjup  Paul  y  Ángulo   ¥\- 

n  Soítan ( j  Fehrem  iMií. 
ía  (iXtSI.  mari»'al  ik  rampofiXcci). 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


HISTORIA   DE  ESPAt^A  789 

suspendidas  las  sesiones  de  Cortes:  reanudadas  (i."  de  Octubre),  las  opo- 
siciones unidas  votaron  presidente  á  Sagasta  contra  el  candidato  ministe- 
rial Rivero,  El  Rey  ofreció  el  Poder  á  Serrano  y  Sagasta,  y,  por  consejo  del 
último,  se  formó  el  Ministerio  Malcampo  con  los  elementos  que  más  adelante 
se  llamaron  sagastinos.  Si  Zorrilla  sólo  babfa  podido  sostenerse  dos  meses  y 
once  días,  Malcampo  sólo  pudo  hacerlo  dos  meses  y  diez  y  seis  días.  Nocedal 
presentó  una  proposición  declarando  que,  conforme  á  los  preceptos  constitu- 
cionales, estaban  derogadas  todas 
las  leyes  perseguidoras  de  las  Órde- 
nes religiosas:  votáronla  las  oposi- 
ciones con  los  zorrillistas,  y  quedó 
derrotado  el  Gobierno  (i  7  Noviem- 
bre).Pero  no  se  conformó  con  su  de- 
rrota, sino  que  acudió  á  Palacio  y  al- 
canzó el  decreto  de  suspensión  de 
sesiones,  si  bien  después  de  mu- 
chas horas  que  se  necesitaron  para 
convencer  al  Rey;  as!  que  hubo  que 
prorrogar  la  sesión  del  17  hasta  las 
siete  de  la  mañana  del  iS,  en  que 
se  presentó  en  el  Congreso  Mal- 
campo,  subió  á  la  tribuna,  y  quitán- 
dose el  gabán  (i),  que  llevaba  pues- 
to, apareció  de  uniforme  y  leyó  el 
decreto.  1 

£1  Gabinete  duró  hasta  el  ?ide 
Diciembre,  en  que  Don  Amadeo 
escribió  á  Malcampo  una  carta  ex- 
presando el  deseo  de  que  se  reanu- 
daran las  sesiones  de  Cortes:  como 
esto  no  le  era  posible  al  Gobierno, 

equivalía  á  decirle  que  se  marcha-  '  "'"  ''" 

ra,  Sagasta  fué  encargado  de  pre- 
sidir el  nuevo  Ministerio,  compuesto  de  Blas,  Alonso  Colmenares,  Groizard, 
Ángulo,  Gaminde,  Malcampo  y  Topete. 

Los  excesos  cometidos  durante  la  insurrección  de  la  Commune  en  Parfs 
(t8  Marzo  á  28  Mayo)  alarmaron  profundamente  en  todas  partes,  creyendo 
las  clases  acomodadas  y  personas  de  orden  que  la  Internacional  iba  derecha 
y  rápida  á  la  destrucción  de  la  sociedad.  En  España  su  crecimiento  era  asom- 
broso, notándose  por  meses,  y  hasta  por  semanas,  y  revelándose  en  dos  se- 
ries de  hechos  á  cual  más  alarmantes:  unos,  la  serie  de  huelgas  —  entonces 
la  huelga  era  ilegal —  y  otros,  la  tendencia  antinacional  ó  antipatriótica  de 
la  Asociación  que  la  llevaba  á  oponerse,  por  ejemplo,  á  la  fiesta  del  Dos  de 
Mayo  y  á  publicar  manifiestos  y  artículos  antipáticos  á  los  patriotas.  Seguía 
la  confusión  entre  socialismo  y  republicanismo  federal;  pero  con  esta  diTeren- 
cia:  antes  se  tomaba  á  los  intern ación ist as  por  federales,  y  ahora  se  creía  que 
lodos  los  federales  eran  internacionalistas.  Los  enemigos  de  la  revolución, 
tomada  esta  palabra  en  su  más  amplio  sentido,  señalaban  en  la  Internacional 


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790  HISTORIA  DE  ESFAÍQa 

la  catástrofe  ünal  en  que  había  de  rematar  el  proceso  del  liberalismo;  el  ca- 
nónigo Manterola  publicó  un  folleto,  de  que  se  hizo  profusa  tirada,  titulado: 
Ó  Do»  Carlos  ó  el  petróleo,  (\)  sosteniendo  que  si  no  venía  Don  Carlos,  es  de- 
cir, si  no  se  restauraba  el  'antiguo  Régimen*,  caeríamos  forzosamente  en  los 
horrores  de  la  Commune.  Uno  de  los  puntos  en  que  Sagasta  disintió  de  Zo- 
rrilla fué  en  que  debfa  declararse  ilegal  la  Internacional  y  perseguirla  como 
sociedad  ilícita,  manteniendo  Zorrilla  el  criterio  democrático  de  la  libertad 
de  asociación,  y  sobre  esta  materia  versaron  los  más  solemnes  debates  par- 
lamentarios del  presente  año. 

La  guerra  de  Cuba,  que  continuó  implacable  y  terrible,  ofreció  este  año 
dos  lamentabilísimos  episodios:  uno,  el  fusilamiento  del  poeta  D.Juan  Cle- 
mente Zenea,  nacido  en  1831,  y  cuyos  versos  están  impregnados  de  la  triste 
dulzura  de  Lamartine  y  Musset.  Intentó  restablecer  la  paz,  prestándose  á  ne- 
gociaciones que  le  llevaron  al  campo  insurrecto;  mas  como  era  cubano  y  par- 
tidario de  la  independencia,  su  gestión  no  pudo  ser  grata  al  españolismo  in- 
transigente que  predominaba  entonces  en  el  elemento  peninsular  de  Cuba  (2). 
El  otro  aún  fué  más  deplorable;  D.  Gonzalo  Castañón,  director  de  La  Vos 
de  Cuba,  era  uno  de  los  periodistas  peninsulares  que  con  más  vehemencia 
defendfa  en  la  Habana  la  causa  espat\ola:  replicábanle  tos  separatistas  desde 
Cayo  Hueso,  y  de  estas  polémicas  surgió  el  concierto  de  un  duelo,  para  cuya 
realización  fué  Castañón  á  la  citada  población  yanqui.  No  llegó  á  efectuarse 
el  desalío  por  haber  sido  antes  asesinado  el  periodista  peninsular.  El  hecho 
impresionó  extraordinariamente  á  los  peninsulares  de  Cuba,  y  s^  hizo  á  Cas- 
tañón el  entierro  más  solemne  en  el  cementerio  de  la  Habana.  Súpose  á  los 
pocos  días  que  unos  estudiantes  de  Medicina  hablan  ido  al  Campo  Santo  y 
profanado  la  tumba  del  escritor  que  los  españoles  tenian  por  mártir:  alboro- 
táronse los  voluntarios,  la  autoridad  fué  débil  —  el  capitán  general  Balma- 
seda  estaba  ausente,  —  se  reunió  un  Consejo  de  guerra,  y  ocho  estudiantes 
fueron  fusilados,  once  condenados  á  seis  años  de  presidio,  y  diez  y  nueve  á 
cuatro  años.  La  memoria  de  estos  estudiantes  es  hoy  de  las  más  populares 
en  Cuba  y  de  las  que  más  molestan  al  elemento  peninsular. 

Año  jSy2.  —  Sagasta  intentó  gobernar  con  las  Cortes,  pero  no  era  po- 
.  sible,  y  tras  varias  peripecias  en  que  intervino  personalmente  Don  Amadeo 
se  procedió  á  la  disolución.  Republicanos,  carlistas  y  alfonsinos  coligáronse 
para  derrotar  al  Gobierno  en  las  elecciones,  y,  lo  que  es  más  extraño,  hicié- 
ronlo  también  los  zorrillístas,  celebrando  mítines,  como  el  del  Circo  de  Príce, 
en  que  se  proclamó  ila  necesidad  de  orear  el  Palacio  de  Oriente»,  tratábase 
á  Don  Amadeo  como  á  Isabel  11.  Triunfó  el  Gobierno  de  la  coalición;  pero 
fué  la  victoria  de  Pirro:  hubo  necesidad  para  los  gastos  electorales  de  trans- 
ferir á  Gobernación  dos  millones  de  la  Caja  de  Ultramar,  y  la  oposición  supo 
hacer  creer  al  vulgo  que  Sagasta  los  habla  robado.  España  se  inundó  de  ca- 
ricaturas en  que  aparecía  D.  Práxedes  llevándose  «debajo»  de  los  brazos  los 
dos  millones,  ó  los  <dos  apóstoles»,  como  se  decia  de  chunga.  Los  carlistas, 
á  pesar  de  los  amaños  y  violencias  ministeriales,  sacaron  35  diputados;  pero 
conceptuando  una  farsa  las  elecciones,  se  lanzaron  á  ta^  armas  contra  la  opi- 
nión de  Nocedal,  que  creía  poier  traer  á  Don  Carlos  por  los  procedimientos 
parlamentarios  que  habían  derrocado  el  año  anterior  á  los  Gabinetes  Zorrilla 
y  Malcampo.  El  6  de  Abril  aparecieron  las  primeras  partidas  en  la  provincia 
de  Gerona;  el  21  ordenó  Don  Carlos  á  sus  partidarios  el  alzamiento  general. 


(1^    Qiii-  i-s  cama  <íi'rir  ahora  la  ilinamita.  ).oi  ['cimiinislas  il<^  París  habían  in 
Tiillcrias  V  iilrns  fdifirioí  rf>riAr<Iol(n  ron  ¡iFInMei». 

[i\   'fjs  /ívt/'ii  ívm/'lrlas  <\v  Zoncit  se  iHihlicaron  pn  Xucva  Vork,  IK7J. 


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HISTORIA    DB  BSPAÍÍA 


?9I 


y  el  2  de  Mayo  entró  en  España  por  Ascaín  (junto  A  Vera).  Los  campesinos 
levantados  contábanse  por  miles;  pero,  naturalmente,  sin  armas  ni  organiza- 
ción: asi,  fué  facilísimo  á  Moriones  arrollar  á  los  que  seguían  personalmente 
á  Don  Carlos  en  Oroquieta  (4  Mayo),  y  sin  más  pérdida  que  7  heridos  y 
20  contusos,  hacerles  más  de  700  prisioneros  y  obligar  al  Pretendiente  á 
huir  á  Francia  por  trochas  de  contrabandistas.  El  nuevo  ministro  de  la  Gue- 
rra, general  Zavala,  habla  organizado  rápidamente  <un  ejército  del  Norte»,  y 
á  su  frente  fué  el  general  Serrano.   Desalentados 
y  divididos  los  carlistas,  pudo  Serrano  convencer 
á  algunos  de  sus  jefes  á  suscribir  «el  Convenio 
de  Amorevieta»  (24  Mayo),  por  el  que  depusieron 
las  armas,  sin  más  condiciones  que  el  indulto  y 
conservación  de  fueros. 

Al  ocurrir  esto,  Sagasta,  abrumado  por  la  en- 
conada oposición  de  que  era  blanco,  había  tenido 
que  dimitir  (22  Mayo),  y  el  26  constituidose  otro 
Gabinete  de  matiz  más  unionista  que  el  de  Sagasta, 
en  que  tuvo  asiento  hasta  EIduayen,  amigo  de  Cá- 
novas del  Castillo,  y  de  que  fué  presidente  el  du- 
que de  la  Torre,  á  la  sazón  en  el  Norte.  Sólo  pudo 
sostenerse  diez  y  ocho  días,  durante  los  cuales  se 
puso  de  maniñesto  la  resolución  de  los  sorríllistas 
de  aliarse  con  los  republicanos  para  echar  á  Don 
Amadeo.  Zorrilla  había  dimitido  su  acta  de  dipu- 
tado y  retirádose  á  su  posesión  de  Tablada.  El  Go- 
bierno manifestó  al  Rey  que  las  cosas  se  habían 
puesto  de  suerte  tal,  que  únicamente  suspendiendo 
las  garantías  constitucionales  creía  poder  contar 
con  elementos  para  sostener  el  trono  y  el  orden 
público.  Repugnó  á  Don  Amadeo  esta  política  re- 
presiva, pues  habla  venido  con  la  caballeresca  re- 
solución de  reinar  liberalmente  ó  retirarse,  y  optó 
por  confiarse  á  los  radicales,  sacando  á  Zorrilla  del 
cincinatesco  retiro  de  Tablada.  El  13  de  Junio  juró 
el  Ministerio  radical;  Ruiz  Zorrilla  {Presidencia  y 
Gobernación),  Martos  (Estado),  Montero  Ríos  (Gra- 
cia y  Justicia),  Echegaray  (Fomento),  Ruiz  Gómez 
(Hacienda),  Córdova  (Guerra),  Beránger  (Marina) 
y  Gaiset  y  Artime  (Ultramar).  Convocáronse  nue- 
vas Cortes  para  el  15  de  Septiembre;  los  consti- 
tucionales, que  así  se  llamaban  ya  los  sagastinos  y 

unionistas,  casi  se  abstuvieron  en  masa  de  acudir  á  las  elecciones,  y  no  vinieron 
al  Parlamento  Serrano,  Sagasta,  Topete,  Ríos  Rosas,  Cánovas,  etc.  Todo  se 
quería  arreglar  con  un  programa  muy  democrático.  Regicidio  frustrado  en  la 
calle  del  Arenal  (18  Julio);  pronunciamiento  federal  en  El  Ferrol;  tentativa 
de  sublevación  federal  en  Madrid.  La  guerra  civil  continuó  durante  todo 
el  año;  pero  sólo  viva  en  Cataluña,  sostenida  por  Tristany,  Castelt,  Savalls 
y  otros  jefes  carlistas.  A  principios  de  Diciembre  comenzó  á  recrudecerse  en 
el  Norte. 

Año  iSyj.  —  Al  comenzar  este  año  no  era  dudoso  para  nadie  que  el 
reinado  de  Don  Amadeo  tocaba  á  su  fin.  El  día  de  Reyes  hubo  banquete  en 
Palacio,  y  desairaron  la  real  invitación  constitucionales  y  unionistas.  La  du- 
quesa de  la  Torre  renunció  el  cargo  de  camarera  mayor.  Tuvo  la  Reina  un 


1N17;  toniíí  pane  e 
primera  guerra  civil  y  al  1 
urar  en    1840  era   capitán. 


■n  (odas  las  pos- 


y  con<lcnado  á  muerte  en 
rel>eUlia.  empeió  de  gene- 
ral la  campaña  de  ll<j2 yftu^ 
jefe  del  ejercito  rebokfe  en 
CataliiAa  y  N'alencJa.  Andu- 
vo en  tratos  con  Martínez 
CamiKKt  para  la  paz  >*  fuó 
Vroci'sado  yj)reso  por  los 
su  vos.  F.n  1X76,  ya  libre,  emi- 
1,-rrt  á  Francia  y  cayó  en  la 


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79^  HISTORIA  DE  ESPAÑA 


hijo  {29  Enero),  y  el  duque  de  la  Torre  rehusó  ser  padrino.  El  Centro  Hispano- 
Uitramaríno  de  Madrid  protestó  contra  las  reformas  proyectadas  en  las  Anti- 
llas (10  Enero).  El  Gobierno  se  presentó  á  las  Cortes  (10  Enero),  tratando  de 
secularizar  los  cementerios  y  suprimir  las  quintas.  Surgió  la  cuestión  de  los 
artilleros;  el  general  Córdoba  se  empeñó  en  dar  mandos  á  Hidalgo,  á  quien  no 
podían  ver  los  oficiales  de  Artillería  desde  el  22  de  Junio  de  1866;  todos  los 
jefes  y  oficiales  pidieron  su  licencia  absoluta  ó  su  retiro.  Para  obligar  al  Rey 
á  firmar  la  reorganización  ó  disolución  del  Cuerpo,  hizo  el  Gobierno  que  las 
Cortes  le  otorgasen  previamente  un  voto  de  confianza  aprobando  su  con- 
ducta con  los  artilleros  (7  Febrero),  siendo  de  notar  que  alcanzó  en  el  Con- 
greso 191  votos,  los  mismos  que  habían  elegido  á  Don  Amadeo;  para  el  caso 
de  que  aun  así  intentase  alguna  resistencia,  ya  Rivero  y  Martos  andaban 
organizando  una  conspiración  militar.  Abandonado,  pues,  por  unionistas  y 
constitucionales  y  juguete  de  los  radicales,  deseosos  ya  de  prescindir  de  él, 
el  Rey  de  la  revolución  no  hizo  sino  lo  que  pudo  para  quedar  lo  raás  decorosa- 
mente posible:  firmó  el  Decreto  disolviendo  el  Cuerpo  de  Artillería  (gFebrero) 
y  abdicóen8eguida(iiFebrero).JuntáronseelSenadoyel  Congreso  en  Asam- 
blea nacional,  y  proclamaron  la  República  (258  votos  contra  32),  votando  tam- 
bién un  Poder  ejecutivo:  Presidencia, Figu eras;  Estado,  Castelar;  Gracia  y  Jus- 
ticia, Salmerón;  Gobernación,  Pí  Margall;  Fomento,  Becerra;  Hacienda,  Eche- 
garay;  Guerra,  Córdoba;  Marina,  Beránger;  Ultramar,  D.  Francisco  Salmerón. 
Imposible  narrar  brevemente  las  peripecias  de  este  año  en  que,  á  la 
inestabilidad  de  los  Gobiernos  y  á  las  luchas  entre  radicales  y  republicanos. 
republicanos  unitarios  y  federales  respondió  la  más  desenfrenada  anarquia 
y  tres  guerras  á  la  vez:  carlista,  cantonal  y  separatísU  de  Cuba.  Martos,  ele- 
gido presidente  de  la  Asamblea,  se  puso  desde  luego  á  conspirar  contra  el 
Gobierno.  Los  federales  se  adelantan  á  erigir  cantones  independientes. 
La  Diputación  de  Barcelona  se  hace  dueña  de  la  ciudad.  Sublevaciones  y 
crímenes  inauditos  en  Montilla  y  Málaga  y  otros  sitios.  Los  republicanos 
echan  á  los  radicales  del  Ministerio,  reemplazando  Chao  á  Becerra,  Tutau  á 
Echegaray,  Acosta  á  Córdoba,  Oreiro  á  Beránger,  Sorni  á  D.  Francisco  Sal- 
merón. El  Gobierno  disolvió  la  Asamblea  nacional  (23  y  24  Abril)  después 
de  vencer  la  sublevación  de  varios  batallones  de  la  Milicia  Nacional  de  Ma- 
drid. Cunde  la  indisciplina  militar,  y  en  varios  Cuerpos  gritan  los  soldados  á 
sus  oñcíalcs:  ¡Que  iaiUn!  El  10  de  Junio  se  reúnen  las  Cortes  Constituyentes. 
Figueras  presenta  la  dimisión,  y  autorizándole  las  Cortes  para  reorganizar  el 
Gabinete,  huye  de  Madrid,  sin  que  nadie  sepa  su  paradero  hasta  que  lo  co- 
municaron del  extranjero.  Pi  Margall  forma  otro  Ministerio,  que  sólo  dura  un 
mes  y  ocho  días,  tiempo  que  basta  para  la  gravísima  y  criminal  insurrección 
de  Alcoy  y  para  que  Cádiz,  Sevilla,  Málaga,  Granada,  Murcia,  Cartagena  y 
Valencia  se  constituyan  en  cantones  independientes;  lo  mejor  de  la  escua- 
dra —  las  fragatas  Numatuia,  I  'iloria.  Tetuda,  Uéndes  NúüeB,  Almansa  y  F¡t- 
rrolana,  y  los  vapores  Fernando  el  Cató/ico  y  Vigilante,  —  arbolan  la  bandera 
cantonal.  La  derecha  de  la  Cámara  impuso  la  dimisión  á  Pf,  y  fué  nombrado 
para  sucederle  D.  Nicolás  Salmerón,  que  gobernó  del  18  de  Julio  al  7  de 
Septiembre.  En  este  período  fueron  declarados  piratas  los  buques  subleva- 
dos; una  expedición  militar  mandada  por  D.  Manuel  Pavía  y  Rodríguez  de 
Alburquerque  destruyó  el  cantonalismo  en  Andalucía;  Martínez  Campos 
hizo  lo  mismo  en  Valencia;  Contreras,  general  de  los  cantonales  de  Carta- 
gena, fué  derrotado  en  Chinchilla  y  obligado  á  encerrarse  en  la  plaza;  la  fra- 
gata prusiana  Federico  Carlos  apresó  al  Vigilante,  y  después  á  la  Almansa  y 
á  la  Vitoria:  Salmerón  no  continnó  en  el  Poder  por  su  escrúpulo  de  resta- 
blecer la  pena  de  muerte  en  las  Ordenanzas  militares. 


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HISTORIA  DE  ESPaSA  793 

Le  sustituyó  Castelar,  quien  vino  al  Poder  decidido  á  salvar  á  la  patria  y 
restablecer  el  orden  público,  aun  á  costa  de  su  popularidad  entre  los  ele- 
mentos avanzados  y  de  su  consecuencia  con  las  ideas  que  basta  entonces 
habla  defendido;  renegó  del  federalismo  y  de  su  oposición  á  las  quintas  y  al 
ejército,  diciendo  que  ta  República  necesitaba  para  vivir  de  <niucha  Infan- 

•  terfa,  mucha  Caballería,  mucha  Artillería,  mucha  Guardia  Civil  y  muchos 

•  Carabineros»;  restableció  la  pena  de  muerte,  y  la  aplicó  inexorablemente 
para  mantener  la  disciplina  militar;  entabló  negociaciones  con  la  Santa  Sede 
para  proveer  los  obispados  vacantes;  llamó  á  los  jefes  y  oficiales  de  Artillería 
separados  del  servicio  por  Córdoba,  organizando  el  Cuerpo  tal  como  se  ha- 
llaba al  ser  disuelto,  y  su  programa  puede  sin- 
tetizarse en  esta  frase  suya:  <Asf  como  las  Mo- 

tnarquías  deben  ser  liberales,  las  Repúblicas  tie- 
>nen  que  ser  conservadoras» .  Una  grave  cuestión 
internacional  tuvo  que  resolver  también  Castelar: 
en  aguas  de  Cuba  fué  apresado  el  Firgimus,  vapor 
que  llevaba  refuerzos  y  municiones  á  los  insurrec- 
tos; reclamaron  los  Estados  Unidos,  por  ser  ciu- 
dadanos suyos  varios  de  sus  tripulantes,  y  aun  el 
buque  ir  abanderado  legítimamente  como  de 
aquella  nación;  53  de  los  tripulantes  fueron  fusi- 
lados de  orden  de  nuestras  autoridades.  Temióse 
que  los  Estados  Unidos  nos  declarasen  la  guerra, 
y  no  eran  esos,  sin  duda,  sus  propósitos,  porque 
se  prestaron  al  arreglo  propuesto  por  el  Gobierno 
español. 

La  guerra  civil  tomó  extraordinario  vuelo  en 
este  desdichado  año.  Don  Carlos  volvió  á  entrar 

en  España  (16  Julio)  y  las  acciones  de  Monreal,  '"^'^^i^Jíl"'' '''  's''^n'''''"'i''" 
Eraul,  Monte-Jurra  y  Velabieta,  así  como  las  per-  '    ""  "'"*  "  ■*  '"'"" ' 

didas  de  Oflate,  Vergara  y  otros  puntos,  dejaron 

á  los  carlistas  dueños  de  todo  el  territorio  vasco-navarro  que  hablan  posefdo 
en  la  guerra  de  los  siete  años,  mientras  que  en  Cataluña  el  combate  de  Al- 
pens  y  otros,  y  en  el  Centro  el  levantamiento  de  más  de  20.000  hombres, 
colocaban  la  cuestión  en  los  mismos  términos  que  habla  tenido  antes  del 
Convenio  de  Vergara. 

Año  i8j4.  —  El  2  de  Enero  reanudaron  sus  sesiones  las  Cortes  Cons- 
tituyentes. El  capitán  general  de  Castilla  la  Nueva,  D.  Manuel  Pavía,  había 
dicho  á  Caslelar  que  las  jiersonas  de  orden  sólo  tenían  confianza  en  él,  que 
si  lo  derrotaban  en  las  Cortes,  levantaríase  la  anarquía  más  desenfrenada  que 
en  la  última  primavera,  y,  por  tanto,  que  lo  procedente  era  diferir  la  reunión 
de  Cortes,  ya  que  no  sólo  la  izquierda  demagógica,  sino  el  mismo  Salmerón, 
por  rivalidad  personal  ó  por  tiquis  miquis  de  escuela,  estaba  decidido  á  de- 
rribarle Convino  Castelar  en  que  tal  era  la  situación  de  las  cosas,  pero  aña- 
diendo que  él  no  había  de  salirse  de  la  legalidad.  Voy  á  las  Cortes  —  dijo  — 
el  2  de  Enero,  y  si  me  derrotan,  me  retiraré  á  llorar  las  desgracias  de  la  pa- 
tria. No  pensaba  asi  el  general  Pavía,  y  se  puso  al  habla  con  los  jefes  de  todos 
los  partidos,  excepto  el  carlista,  comunicándoles  que  si  era  derrotado  Cas- 
telar  estuviesen  apercibidos,  porque  el  Poder  iría  probablemente  á  sus  ma- 
nos, para  que  formasen  entre  todos  un  Gobierno  nacional. 

Sucedieron  las  cosas  como  estaban  previstas.  Después  de  una  sesión 
borrascosa,  á  las  cinco  de  la  mañana  del  día  3  fué  derrotado  Castelar  y  ele- 
gido para  formar  otro  Poder  ejecutivo  D.  Eduardo  Palanca.  En  seguida  Pavía 


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794  HISTORU    DE   ESPASA 

sacó  tas  tropas  de  los  cuarteles,  rodeó  el  Congreso,  conminó  á  los  diputados 
para  que  lo  abandonaran;  y  como  no  lo  hicieran  inmediatamente,  mandó  á 
una  Compañía  penetrar  en  el  ediñcio  y  disparar  en  el  pasillo  central.  Fugiti- 
.  vos  los  diputados  republicanos,  el  capitán  general  convocó  A  los  represen- 
tantes de  los  partidos,  formándose  el  siguiente  Ministerio  de  conciliación: 
Presidencia,  Serrano;  Estado,  Sagasta;  Gracia  y  Justicia,  Martos;  Goberna- 
ción, García  Kuiz;  Fomento,  Mosquera;  Hacienda,  Echegaray;  Guerra,  Zabala; 
Marina,  Topete;  Ultramar,  Balaguer.  Suspendió  este  Gobierno  las  garantías 
constitucionales  en  toda  Hispana;  derogó  la  ley  de  g  de  Agosto  de  1873  sobre 
indultos  y  pena  de  muerte;  puso  en  vigor  la  de  orden  público  de  1821;  re- 
primió enérgicamente  á  los  federales  en  Valladolid,  Zaragoza  y  otros  puotos; 
disolvió  las  Cortes,  prometiendo  convocar  otras  cuando  estuviera  pacifi- 
cado el  país,  y  separó  el  cargo  de  jefe  del  Poder  Ejecutivo,  que  se  reser- 
vó á  Se/rano,  del  de  Presidente  del  Consejo  de  Ministros,  conferido  á 
Zabala. 

La  guerra  en  el  Norte  tomaba  el  peor  aspecto.  Dueños  los  carlistas  de 
Portugaleie,  sitiaron  á  Bilbao,  y  acudiendo  al  socorro  Moriones  fué  derro- 
tado en  San  Pedro  Abanto  (24  Febrero).  El  duque  de  la  Torre  tomó  perso- 
nalmente el  mando  del  ejército  del  Norte,  muy  reforzado,  y  se  libraron  las 
batallas  de  Somorrostro  (25,  26  y  27  Marzo),  las  más  empeñadas  y  sangrien- 
tas de  nuestras  guerras  civiles  (unas  8.000  bajas).  A  pesar  de  la  superioridad 
del  ejército  en  número,  municiones  y  artillería  —  los  carlistas  no  tenlao  ape- 
nas cañones,  —  no  pudieron  ser  dominadas  las  posiciones  defendidas  por  la 
infantería  carlista,  guarnecidas  de  unas  trincheras  de  nueva  invención,  zanjas 
abiertas  en  las  cumbres  y  laderas  de  las  montañas,  dentro  de  las  cuales 
tiraban  arrodillados.  Fueron  heridos  en  estos  combates  los  generales 
Loma  y  Primo  de  Ribera  y,  en  cambio,  los  carlistas  el  día  29  tuvieron  las 
sensfbles  bajas  de  Olio  y  Radica,  dos  de  sus  mejores  jefes,  muertos  por  una 
granada  disparada  desde  la  línea  liberal.  Hubo  que  organizar  otro  Cuerpo  de 
ejército,  arrebañando  para  formarlo  hasta  con  la  Guardia  Civil  y  Carabineros, 
y  ponerlo  á  las  órdenes  del  marqués  del  Duero,  el  cual  emprendió  sus  ope- 
raciones el  27  de  Abril,  maniobrando  á  retaguardia  de  las  líneas  carlistas; 
el  28  se  apoderó  de  las  Muñeras,  y  el  2  de  Mayo  estaba  libertado  Bilbao, 
aunque  sin  cons^uir  el  resultado  que  buscaba  Concha,  que  era  envolver  al 
ejército  de  Don  Carlos  y  obligarle  á  rendir  las  armas.  Retiráronse  los  car- 
listas con  tanta  precisión  y  agilidad  como  valor  y  pericia  habían  demostrado 
en  la  defensa  de  sus  lineas.  Serrano  volvió  á  Madrid,  donde  fué  recibido 
(12  Mayo)  con  arcos  triunfales,  pero  sin  entusiasmo  popular:  realmente, 
había  fracasado  en  Marzo,  y  el  éxito  de  Mayo  se  debió  á  la  inmensa  superio- 
ridad de  medios  y  á  la  estrategia  de  Concha. 

Quedó  éste  mandando  el  ejército  del  Norte,  y  lo  condujo  á  Navarra,  di- 
rigiéndose sobre  Estella,  donde  pensaba  realizar  la  maniobra  que  se  le  habla 
frustrado  en  Bilbao,  ó  sea  envolver  á  los  carlistas  y  cogerlos  prisioneros  por 
millares;  pero  sea  porque  un  temporal  retrasó  la  llegada  del  convoy  y  no 
se  pudo  emprender  el  ataque  hasta  muy  tarde,  ó  por  otras  causas,  el  hecho 
es  que  el  27  de  Junio  fracasó  la  columna  encargada  de  tomar  á  Monte-Muro, 
que  era  el  eje  y  clave  de  la  gran  maniobra  proyectada,  y  queriendo  Concha 
restablecer  el  combate,  se  adelantó  hasta  unos  cincuenta  pasos  de  las  trin- 
cheras enemigas,  y  en  aquel  paraje — siete  y  media  de  la  noche—'  una  bala 
le  cortó  la  vida;  tenía  sesenta  y  seis  aiíos,  y  era  una  verdadera  inteligencia 
militar,  y  hombre  tan  duro  que  hacia  muchísimos  años  que  no  se  acostaba, 
durmiendo  vestido  en  una  butaca.  Fué  gran  fortuna  que  los  carlistas  no  ad- 
virtiesen su  muerte  ni  el  estado  de  muchos  cuerpos  del  Ejército,  pues  asi 


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HISTORIA  DE   ESPAÑA  7Q5 


pudo  hacerse  rápidamente  la  retirada,  no  sin  algún  desorden  y  sufriendo 
unas  2000  bajas  por  300  que  tuvieron  los  vencedores. 

Zavala  (i)  fué  de  general  en  jefe  al  ejército  del  Norte,  sin  dejar  la  presi- 
dencia del  Consejo,  aunque  las  funciones  de  tal  fueron  desempeñadas  por  Sa- 
gasta.  Hasta  primeros  de  Septiembre  desempeñó  ambos  cargos,  que  hubo  de 
abandonar  en  esta  fecha  por  motivos  políticos.  La  causa  de  la  restauración  ó 
proclamación  de  Don  Alfonso  había  ganado  los  espíritus  en  el  del  partido 
constitucional  ó  sagastino,  nervio  de  la  situación,  de  tal  suerte  que  sólo  se 
difería  ya  en  la  manera  de  reahzarla;  Sagasta  y  los  prohombres  principales 
preferían  el  procedimiento  de  convocar  las  Cortes  extraordinarias,  prometi- 
das á  raíz  de  3  de  F.nero,  y  que  éstas  llamasen  al  Reyi  pero  como  proceder  á 
elecciones  generales  y  unas  nuevas  Cortes  parecían  cosas  de  peligro  mien- 
tras durase  la  guerra,  se  iba  difiriendo  todo  ello  para  cuando  se  consiguiera 
la  pacificación;  y  de  aquí  sui^ó  la  idea  de  imitar  el  régimen  á  la  sazón  esta- 
blecido en  Francia,  ó  sea  el  <septenado>,  que  desempeñaba  el  mariscal 
Mac-Mahon  desde  19  de  Noviembre  de  1S73,  y  que  los  monárquicos  france- 
ses consideraban  entonces  como  un  tránsito  para  la  Monarquía.  jPor  qué  no 
habíamos  de  tener  también  en  España  nuestro  septenado?  ;Por  qué  no  habla 
de  ser  aquí  Serrano  lo  que  allá  Mac-Mahonf  La  idea  surgió,  sin  duda,  entre 
los  íntimos  y  tertulianos  del  duque  de  la  Torre,  probablemente  de  la  Du- 
quesa señora  de  alta  <cachupinería>,  y  que  con  ia  presidencia  del  Gobierno 
provisional  y  la  regencia  había  tomado  añción  al  papel  de  reina.  Zavala  se 
opuso  terminantemente  al  iseptenado»,  y  de  aquí  su  caída.  Sagasta,  en  cam- 
bio, explotó  la  idea,  que  con  toda  seguridad  le  pareció  irrealizable,  para 
prescindir  de  los  radicales,  cuya  compañía  le  era  molesta,  y  formar  un  minis- 
terio homogéanamente  constitucional  (3  Septiembre),  que  deportó  á  Filipinas 
mil  cantonales  y  se  dedicó  á  preparar  operaciones  decisivas  contra  los  car- 
listas del  Norte,  que  ya  tenían  bloqueada  á  Pamplona.  El  general  Laserna  (2), 
que  substituyó  á  Zavala,  consiguió  hacer  levantar  á  los  carlistas  el  sitio  de 
Irún  (i  i-Noviembre),  en  cuya  acción  corrió  Don  Carlos  inminente  peligro  de 
caer  prisionero,  y  apercibido  ya  el  ejército  para  emprender  el  levantamiento 
del  bloqueo  de  Pamplona,  fué  á  mandarlo  el  duque  de  la  Torre.  Fruto  de  su 
victoria  debía  ser  «el  septenado.» 

Los  alfonsinos  no  cesaban  en  sus  trabajos  de  conspiración.  No  podían 
llamarse  así  los  personalmente  dirigidos  por  D,  Antonio  Cánovas  del  Castillo, 
jefe  del  partido  por  tener  poder  especial  de  Don  Alfonso  para  encargarse  del 
Gobierno  una  vez  que  fuera  proclamada  la  restauración;  pero  Cánovas  creía 
que  los  constitucionales  no  habían  de  diferir  mucho  el  llamamiento  del  Rey. 
El  conde  de  Balmaseda  y  Martínez  Campos  conspiraban,  en  cambio,  activa- 
mente. Contaba  el  segundo  con  la  brigada  Daban  en  el  ejército  del  Cen- 
tro, y  el  23  de  Diciembre  le  escribió  el  Brigadier  que  solo  podía  mante- 
ner su  compromiso  hasta  fin  de  año,  pues  se  anunciaban  varios  traslados  de 
oficiales  y,  además,  estaba  con  licencia  de  Pascuas  el  coronel  2."  jefe,  que 
era  republicano  de  convicción.  Martínez  Campos,  entonces,  sin  dar  cuenta  á 
Cánovas  ni  ponerse  de  acuerdo  con  nadie,  salió  de  Madrid  en  la  noche  del 


(1)  n.  Juan  Zavflla  v  (!'■  la  Pi.i'íilr.  i.rinifr  miiniii.-s  cli-  SiiTra  Tliillon.-s,  rra  [K-rimni.:  na- 
rró <-ii  Lima  (10  Kncfí,  iNciil.  Inflrcsó  ilc  i-ad.nn  en  la.  Milicias  .Irl  Vim'inaln  S  les  ralc.rcc  añ'.s. 
f  hizo  aííí  la  picrra  ronlra  los  seiHTitislas.  hasta  qin'  m  l1i4  viin)  i  la  Pcninsiila.  Fui  a>ni>lantc 
(Ir  KsparttTO.  Coronel  |l>*.47l,  lirífrailifr  al  afko  si}rui<>ntc.  inari.<tt'al  <\e  camixi  I1K40).  teniente 
(¡cnpral  (1851),  y  csU"  ailii  74  ascfnriirt  á  ra|>itán  iicnrral.  Miiiiii  H}  Scpticnibrc  1S711. 

(2)  Nac¡6  en  Mallorca  (lü  Diric-mhn-  lÜuA  Fiir  marisrardc  cani|>r>  rn  lluVí  y  K-nicntr 
genernl  en  1S71. 

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796 


HISTORIA   DE  ESPAÑA 


28,  y  al  dfa  siguiente,  29,  puesto  al  frente  de  la  brigada,  en  las  afueras  de 
Sagunto,  proclamó  á  Don  Alfonso  XII.  Era  general  en  jefe  del  ejército  del 
Centro  D.  Joaquín  Jovellar,  el  cual,  ante  el  hecho  consumado,  y  no  queriendo 
dividir  las  fuerzas  del  ejército,  se  adhirió  al  pronunciamiento.  El  Gobierno 
en  Madrid  y  el  duque  de  la  Torre  en  el  Norte  intentaron  resistir:  el  primero 
puso  presos  á  Cánovas,  Escobar  y  otros  caracterizados  alfonsinos  á  quienes 
habfa  sorprendido  lo  ejecutado  por  Martínez  Campos;  pero  el  capitán  general 
de  Castilla  la  Nueva,  Primo  de  Ribera  y  los  oficiales  del  ejército  en  el  Nor- 
te decidieron  la  cuestión,  y  el  30  era  rey  de  España  Don  Alfonso  XII,  sin 
haberse  disparado  un    tiro,  y  funcionaba   el  Mi- 
nisterio-Regencia; Cánovas,  (Presidencia),  Castro 
(Estado),  Cárdenas  (Gracia  y  Justicia),  Romero- 
Robledo  (Gobernación),  Orovio  (Fomento),  Sala- 
verrfa  (Hacienda),  Jovellar  (Guerra),  marqués  de 
Molins  (Marina)  y  López  de  Ayala  (Ultramar). 

Año  l8j¡.  —  La  política  de  la  Restauración 
fué  definida  por  el  Sr.  Cánovas  en  la  carta  ó  ma- 
nifiesto de  Sandhurst,  firmada  por  Don  Alfonso 
en  I."  de  Diciembre  del  año  anterior:  «No  dejaré 
— decía  Don  Alfonso  en  esa  carta —  de  ser  buen 
español,  ni,  como  todos  mis  antepasados,  buen  ca- 
tólico, ni,  como  hombre  del  siglo,  verdaderamen- 
te liberal.  •  El  Rey  desembarcó  en  Barcelona  (9  Ene- 
ro) y  entró  en  Madrid  (14).  El  primer  ministerio 
Cánovas  duró  hasta  12  de  Septiembre,  en  que  se 
formó  el  presidido  por  el  general  Jovellar,  á  con- 
secuencia de  la  crisis  surgida  por  la  cuestión  de 
por  qué  ley  hablan  de  hacerse  las  elecciones:  re- 
suelto (decreto  i."  Octubre)  que  por  la  vigente  ley 
del  Sufragio  universal,  volvió  Cánovas  á  encargar- 
se de  la  Presidencia  (2  Diciembre),  entrando  Mar- 
tín Herrera  en  Estado,  el  conde  de  Toreno  en  Fo- 
mento, general  Ceballos  en  Guerra,  Duran  y  Lira 
en  Marina,  y  los  ministros  de  la  primera  situación 
cano  vista. 

Diéronse  importantes  decretos  que  obtuvie- 
ron luego  fuerza  de  ley:  suspensión  del  jurado  y 
juicio  oral;  derogación  de  la  ley  de  Matrimonio  ci- 
vil en  cuanto  á  la  necesidad  de  contraer  dicho  ma- 
trimonio, y  estableciendo  como  obligatorias  dos 
¿iiinarios.Tiíijy-  innÍI.  formas:  la  canónica  para  los  católicos,  con  inscrip- 

ción de  la  partida  sacramental  en  el  Registro  civil, 
y  la  civil  para  los  no  católicos;  régimen  especial  para  el  castigo  de  los  delitos 
de  imprenta;  regulando  el  derecho  de  reunión,  etc. 

Decidido  el  Gobierno  á  poner  fin  á  la  guerra  carlista,  reanudó  desde 
luego  las  operaciones  para  levantar  el  bloqueo  de  Pamplona,  que  el  grito  de 
Sagunto  habfa  suspendido.  Ei  23  de  Enero  revistó  el  Rey  en  Peralta  40.000 
hombres.  Se  consiguió  con  felices  maniobras  despejar  el  Carrascal,  restable- 
ciendo las  comunicaciones  con  Pamplona;  pero  loa  carlistas  destrozaron  la 
brigada  Bargés  en  Lácar  (3  Febrero),  golpe  de  mucho  efecto  moral,  que  indu- 
jo á  seguir  un  sistema  más  metódico  para  concluir  la  guerra.  Tal  fué  dejaren 
el  Norte  a  Quesada  con  una  fuerza  de  78.000  y  pico  de  infantes  y  2.6on  caba- 
llos, más  que  suficiente  para  contrarrestar  á  los  carlistas,  que  eran  en  Junto 


Xolalik  ^■M■l\^■t^  y  i'sIi:.trL>.. 
nanilo  i-n  Ceuta.  A  los  <lo> . 
años  int^sií  en  In  f.ircii'ir 
(le  cailrto;  se  adliiríiV  al  Cnn- 

li'alni<-nti-  &  Isalid  tí.  asi-.-n- 
ilirnil'i  i>or  mí'rilos  lii"  fjiir- 


-scrviriiiK  á  Don  Carlns,  sin 
<lnt,i-nrnili>njefevaríi>s¡iñ[ 
t-n  lasi't!unilu  cuf  ira  civil.  S 


,,  Google 


HISTORIA  DK  ESPAÑA  ^97 

39.000  hombres  cod  unos  2.000  caballos  (1),  y  reunir  otro  considerable  ejér- 
cito que  pacificara  el  Centro  y  Cataluña  para  revolverse  luego  sobre  Nava- 
rra y  Vascongadas  constituyendo  una  masa  incontrastable.  La  nueva  quinta 
babia  elevado  el  contingente  total  de  que  disponía  el  Gobierno  á  230.000 
soldados  efectivos.  Coadyuvaban  eficazmente  á  estos  elementos  materiales 
tas  medidas  reparadoras  de  orden  religioso,  tales  como  la  citada  reforma  de 
la  ley  de  Matrimonio  civil,  la  reanudación  de  las  relaciones  diplomáticas 
con  la  Santa  Sede,  el  pago  al  clero  abonándole  los  atrasos  de  la  época  revo- 
lucionaría, etc.,  y  la  política  de  atracción  de  personas,  en  cuya  virtud  Cabre- 
ra reconoció  en  Londres  á  Don  Alfonso  XII,  figurando  el  antiguo  general  car- 
lista en  el  estado  oficial  como  capitán  general  y  conde  de  Morella.  Reunido 
un  ejército  numeroso  en  el  Centro  á  las  órdenes  de  Jovellar,  y  en  combina- 
ción con  el  de  Cataluña  mandado  por  Martínez  Campos,  los  carlistas,  que 
no  llegaban  allf  á  20.000,  no  todos  armados,  y  los  que  lo  estaban  con  arma- 
mento muy  vario,  comprendieron  la  imposibilidad  de  resistir,  y,  ó  se  disper- 
saron y  presentaron  á  indulto,  ó  pasaron,  ya  en  corto  número,  á  Cataluña. 
Cantavieja  capituló,  y  todo  el  Centro  quedó  pacificado  en  menos  de  un  mes. 
Concentradas  entonces  las  fuerzas  liberales  en  Cataluña  hasta  contar  53.000 
hombres,  contra  unos  8.000  carlistas,  atacó  Martínez  Campos  á  ^eo  de  Úrgel 
(1.°  Agosto),  y  la  tomó  después  de  un  sitio  de  veintiséis  días,  quedando  pri- 
sioneros con  la  guarnición  Lizárraga  y  el  obispo  Caixai,  vicario  apostólico  en 
el  ejército  de  Don  Carlos.  Perseguidos  incesantemente  después  los  guerri- 
lleros enemigos,  antes  de  comenzar  Diciembre  no  quedaba  uno  solo  en  armas 
en  toda  la  región.  Lleváronse  al  Norte  los  soldados  que  acababan  de  pacifi- 
car las  comarcas  levantinas,  pudiendo  reunirse  all!  la  enorme  masa  de  muy 
cerca  de  200.000  hombres  distribuidos  en  dos  ejércitos:  de  la  izquierda,  man- 
dado por  Quesada,  que  habfa  de  operaren  las  Vascongadas;  y  déla  derecha, 
á  las  órdenes  de  Martínez  Campos,  que  debía  hacerla  en  Navarra.  En  todo  el 
siglo  XIX  habla  levantado  España  tan  formidable  aparato  militar. 

j4So  /á'76.— Continúa  durante  todo  el  año  el  Ministerio  Cánovas.  Los 
grandes  elementos  acumulados  en  el  Norte  concluyeron  la  guerra  civil, 
Don  Carlos  repasó  la  frontera  al  frente  de  su  división  castellana,  que  no  quiso 
entregar  las  armas  el  27  de  Febrero.  Dispúsose  inmediatamente  el  Gobierno 
á  terminar  la  guerra  de  Cuba  por  sistema  semejante  al  que  tan  buenos  frutos 
habla  producido  en  la  Península.  Habíanse  mandado  ya  grandes  refuerzos,  y 
ahora  enviáronse  15.000  hombres  más  con  el  general  Jovellar;  encargóse  á 
Martínez  Campos  la  dirección  de  la  campaña,  mientras  Jovellar  desempeñaba 
el  Gobierno  general,  y  Martínez  Campos,  más  que  á  reducir  por  la  fuerza,  se 
dedicó  á  atraerse  á  los  insurrectos  con  diestra  política,  la  cual  ya  este  año 
dio  algunos  resultados.  Valioso  éxito  se  alcanzó  también  en  Filipinas,  donde 
el  capitán  general  Malcampo  dirigió  una  expedición  contra  Joló  (mes  de  Fe- 
brero), consiguiendo  vencer  y  dominar  al  Sultán  de  aquel  Archipiélago,  con 
lo  que  se  extinguió  casi  por  completo  la  piratería,  terrible  azote  de  los  mares 
é  islas  del  extremo  Oriente. 

El  15  de  Febrero,  trece  días  antes  de  la  conclusión  de  la  guerra  civil, 
abriéronse  las  primeras  Cortes  de  la  Restauración.  El  proyecto  de  Constitu- 
ción se  habla  elaborado  en  una  Junta  de  Notables,  á  que  concurrieron  los 
constitucionales.  Lo  que  más  dió  que  hacer  fué  la  Base  referente  á  la  religión: 
la  aceptada  desde  luego  por  el  Gobierno,  es  la  formulada  en  el  articulo  1 1.°, 
que  comprende  dos  partes:  la  primera  (apartados  primero  y  tercero),  que 
dice  asi:  (La  religión  apostólica  romana  es  la  del  Estado.  La  Nación  se  obli- 

(l)    Según  los  rslados  oficiales  de  Marzo. 

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79^  UISTOKIA  DB  BSPAÍ^A 

>ga  á  mantener  el  culto  y  sus  ministros.  No  se  permitirán  otras  ceremonias 

•  ni  manifestaciones  públicas  que  las  de  la  religión  del  Estado.  Y  la  segunda 
(apartado  segundo):  «Nadie  será  molestado  en  el  territorio  español  por  sus 
(Opiniones  religiosas  ni  por  el  ejercido  de  su  respectivo  cuito,  salvo  el  res- 

•  peto  debido  á  la  moral  cristiana».  Este  articulo  fué  objeto  de  laicas  delibe- 
raciones exteriores  é  interiores.  Los  Gobiernos  de  Alemania  é  Inglaterra  hi- 
cieron observaciones  contra  la  unidad  católica  de  la  Constitución  de  1845. 
La  Santa  Sede  quería  absolutamente  que  se  restableciese  aquella  fórmula 
constitucional,  consignada  además  en  el  Concordato,  si  bien  accedía  á  pro- 
meter no  reclamar  contra  las 
infracciones  prácticas  que  las 
circunstancias  de  los  tiempos 
obligasen  á  cometer,  ya  en 
disposiciones  reglamentarias, 
ya  en  la  conducta  guberna- 
tiva. Los  moderados  que  no 
habían  entrado  en  el  partido 
liberal- conservador  sostenían 
la  unidad  católica,  y  para  áat 
fenderla  fundaron  los  herma- 
nos Pidal  La  España  Católica^ 
Terrible  adversario  le  salió  á 
este  periódico  en  El  Siglo  F»- 
tttro,  fundado  por  D.  Ramón 
Nocedal,  hijo  de  D.  Cándi- 
do, y  el  cual,  titulándose  ín- 
tegramente católico,  susten- 
taba la  tesis  de  que  aun  la 
Constitución  de  1845  era  li- 
beral, y,  por  tanto,  conde- 
nada por  la  Iglesia.  Gran  par- 
te del  clero  siguió  esta  opi- 
nión, y  aplicando  unas   pa- 

Aifonso  XII.  labras  de  Pío  IX,  decian  los 

que  la  sustentaban  que  los 
católico  -  liberales,  es  decir,  D.  Alejandro  Pidai,  su  hermano  el  Marqués, 
y  cuantos  bacian  caso  de  La  España  Católica  «eran  peores  que  los 
monstruos  de  la  Commune*.  Concluida  la  guerra  civil,  Don  Carlos  con- 
firió la  jefatura  de  su  partido  á  D.  Cándido  Nocedal,  de  cuyos  consejos 
no  había  hecho  caso  al  lanzarse  á  una  guerra  que  tan  mal  le  había  resulta- 
do. D.  Cándido  echó  á  volar  la  especie  de  que  el  deber  fundamental  de  los 
católicos  es  combatir  el  liberalismo,  cifra  y  compendio  de  todos  los  erro- 
res y  herejías,  y  principalmente  el  liberalismo  católico  que  pOr  artero 
es  el  más  peligroso;  no  deben,  en  su  virtud,  afiliarse  sino  á  partidos  opues- 
tos ^er  diametrutH  al  liberalismo,  caso  en  el  cual  sólo  estaba  en  E'.spaña  el 
carlista,  dirigido  por  él.  Los  republicanos,  los  radicales  y  los  constitucionales 
sostenían  á  su  vez  que  únicamente  una  amplísima  libertad  de  cultos  podfa 
poner  á  España  en  la  esfera  de  los  pueblos  cultos.  I,a  Constitución  fué 
promulgada  el  30  Junio.  Obra  de  aquellas  Cortes  fueron  también  la  ley  abo- 
liendo los  fueros  navarros  y  vascongados  y  la  Electoral. 

Año  /*77.— Viaje  del  Rey  por  Murcia,  Cartagena,  Alicante,  Valencia, 
Tarragona,  Barcelona,  Mahón,  Palma  de  Mallorca,  Almería,  Málaga,  Ceu- 
ta, Cádií,  Jerez,  Sevilla,   Granada,   Antequera  y  Córdoba  (21    Febrero  á  5 


D,g,t7cdb/COOgIC 


HISTORIA   DE  ESPAÑA  799 

Abril);  apertura  de  las  Cortes  (25  Abril);  aaimado  debate  parlamentario  sobre 
la  cuestión  de  Joló;  entrada  de  Osorío  en  Hacienda,  reemplazando  á  Barzana- 
llaaa,  y  suspensión  de  sesiones  (11  Julio);  nuevo  viaje  del  Rey  por  Asturias  y 
Galicia  (12  Julio  á  13  Agosto);  inauguración  del  ferrocarril  de  Salamanca  á 
Zamora  (8  Septiembre);  dimisión  de  Autequera,  que  es  substituido  en  el  Mi- 
nisterio de  Marina  por  D.Francisco  P.  Pavía  {23  Septiembre);  discurso  de 
Sagasta,  muy  monárquico  y  gubernamental,  en  un  banquete  celebrado  en 
Valladolid  (3  Octubre);  venida  á  Madrid  de  una  embajada  marroquí  (22  No- 
viembre), y  maaifestaciÓD  del  Rey  á  los  ministros  de  su  proyectado  matrimo- 
nio con  la  infanta  D."  Mercedes  de  Orleans,  bija  de  los  duques  de  Montpen- 
sier  (6  Diciembre),  lo  que  originó  la  convocatoria  de  Cortes  (lO  Diciembre) 
para  el  10  de  Enero,  y  el  viaje  del  Rey  á  Sevilla  (22  Diciembre).  Tales  fueron 
los  principales  sucesos  del  año,  sin  contar  la  constante  conspiración  republi- 
cana, de  que  hubo  dos  6  tres  abortos  con  más  ó  menos  ruido,  y  el  descubri- 
miento por  la  policía  de  una  reunión  de  hombres  armados  en  una  guardilla 
de  la  calle  de  la  Fresa,  coincidiendo  con  el  de  unas  cuantas  botellas  de  ni- 
troglicerina en  varios  parajes  de  Madrid,  todo  lo  cual  fué,  según  unos,  terri- 
ble conjura,  y,  según  otros,  farsa  de  la  policía. 

La  situación  de  los  partidos  era  la  siguiente.  En  el  campo  dinástico 
cuatro: 

d)     El  liberal  conservador  ó  ministerial. 

b)  El  Moderado  histórico,  que,  según  declaración  de  10  de  Mayo,  acata- 
ba la  Constitución  de  1876,  pero  sin  renunciar  á  la  de  1845  como  ideal  de  su 
programa,  y  que  en  4  de  Noviembre  acordó  en  una  reunión  celebrada  en 
casa  del  conde  de  Cheste  aceptar  la  boda  del  Rey  con  D.'  Mercedes  como 
un  hecho  consumada,  pero  sin  mostrar  entusiasmo;  acuerdo  que  determinó 
la  disidencia  de  D.  Claudio  Moyano,  opuestísimo  á  dicho  enlace. 

c)  %\  constititcioHal,á\ñ^{áo  por  Sagasta,  y  en  el  cual,  bajóla  común  aspi- 
ración de  turnar  en  el  Poder  con  el  Sr.  Cánovas,  agitábanse  diversas  tenden- 
cias, y  así,  mientras  el  jefe  mostrábase  tan  gubernamental  como  hemos  indicado 
en  el  banquete  de  Valladolid,  y  Lús  Debates,  en  una  serie  de  arliculos  mani- 
festábase conforme  del  todo  con  la  Constitución  del  76,  salla  La  Iberia  declaran- 
do que  el  partido  aspiraba  á  la  libertad  de  cultos,  el  sufragio  universal,  liber- 
tad de  imprenta,  etc.,  y  hubo  un  serio  conato  de  abstención  parlamentaria. 

d)  El  centralista,  que  era  una  disgregación  de  la  mayoría  en  sentido  li- 
beral, acaudillada  por  D.  Manuel  Alonso  Martínez  y  D.  Germán  Gamazo.  A 
últimos  del  año  Posada  Herrera  levantó  la  bandera  de  Unión  liberal,  que 
acogieron  los  centralistas  con  agrado,  empezándose  á  hablar  de  un  Ministerio 
Posada-Sagasta. 

Antidinásticos: 

a)  El posibilista,  representado  en  las  Cortes  por  D.  Emilio  Castelar.  Su 
programa  era:  República  unitaria  y  conservadora  traída  por  procedimientos 
legales  y  huyendo  de  toda  unión  con  los  revolucionarios. 

b)  El  republicano  revolucionario,  dirigido  por  Zorrilla  y  Salmerón,  emi- 
grados en  París,  en  que  figuraban  todos  los  radicales  y  republicanos,  menos 
los  federales,  y  cuyo  programa  inmediato  era  la  proclamación  déla  República 
por  una  revolución,  ó,  mejor  dicho,  por  un  pronunciamiento  militar,  á  cuyo 
fin  Zorrilla,  imitando  en  lo  posible  el  sistema  de  Prin  del  66  al  68,  organi- 
zaba conspiraciones  cuarteleras  constantemente. 

c)  <£t  republicano  federal»,  que  reconocía  por  jefe  á  Pí  y  Margall,  y 
que  no  se  confundía  nunca  con  el  anterior,  si  bien  estaba  siempre  dispuesto 
á  coligarse  con  él  para  la  obra  revolucionaria. 

dj    «El  carlista»,  que  dirigía  admirablemente  D.  Cándido  Nocedal,  dán- 


,,  Google 


doIe  carácter  ó  aspecto  de  «oi^anización  catóHca>  para  luchar  contra  todoa 
los  errores  liberales.  La  fórmula  era:  te!  Syllaius,  sin  interpretaciones  malé- 
volas ni  tergiversaciones  capciosas*.  Asi  consiguió  que  parte  considerabilísima 
del  clero  y  fervorosos  seglares  le  siguiesen  con  entusiasmo.  £1  Siglo  Futuro, 
muy  bien  escrito  por  su  director  D.  Ramón,  Gabino  Tejado,  Selgas,  Suárez- 
Bravo,  Pérez  Villamil,  Antonio  Valbuena,  etc.,  era  el  instrumento  periodísti- 
co del  grupo;  los  hijos  de  D,  Pedro  La  Hoz  resucitaron  La  Esperanza  con  el 
título  de  La  Fe,  y  que  diferia  de  El  Siglo  Futuro  en 
no  ser  tan  teólogo,  sino  legitimista  á  la  vieja  usanza 
carlista;  pero  el  diario  de  Nocedal  llevaba  la  voz 
cantante. 

Aüo  ¡8j8. — Reunidas  las  Cortes  {lo  de  Enero), 
discutióse  la  boda  del  Rey.  El  general  Pavía  hizo 
un  breve  discurso  de  oposición;  pero  Moyano  se 
excedió  á  sí  mismo  poniendo  de  oro  y  azul  al  du- 
que de  Montpensier  por  su  conducta  con  Isabel  II 
en  1868.  La  opinión,  sin  embargo,  aun  la  más  mo- 
nárquica, no  hizo  gran  caso  de  D.  Claudio;  porque, 
reconociéndose  por  todos  que  el  Duque  no  se  portó 
entonces  como  un  pariente  correcto  y  cariñoso,  ni 
mucho  menos,  tampoco  el  modo  de  proceder  de 
Doña  Isabel,  con  ser  señora  generosa  y  de  natural 
bondad,  había  sido  para  pedir  extraordinarias  deli- 
I    1     H-M  *  cadezas,  y  además,  es  propio  de  los  buenos  corazo- 

IIbÍÍqiÍo  ol/Ví¿í>fíííW,íi  "*^  perdonar,  enseñando  la  Historia  con  múltiples 
eirmu.  y  unodi-losln.m-  ejemplos  que  las  discordias  entre  los  príncipes  aca- 
ijn'íi  mis  Fximios  <li-l  si-  barón  muchas  veces  por  matrimooios  entre  las  fa- 
ulii  sux.  Fuf  irbiiriK-nirc  milias  desavenidas.  Lo  principal  en  este  caso  para 
l'.siMina  V  AiPrnunia  cuan-  ,        ,.  jii_iri  i-....» 

lióla  mV.stión  de  las  Ca-       mover  los  ánimos  del  pueblo  fué  que  Doña  Merce- 
rolinasi:iÍNs).  |[aln'anan-       des   era  muy  guapa,  con   hermosura  y  gracia  es- 
fio  m  iNia  panolísimas,  y  muy  buena  muchacha,  educada  per- 

fectamente por  sus  padres,  que  en  la  vida  doméstica 
nada  dejaron  nunca  que  desear.  Gustó  que  la  Reina  fuera  española,  y  las 
bodas  reales  (23  Enero)  despertaron  verdadero  entusiasmo. 

Murió  Pío  IX  (7  Febrero),  sucediéndole  el  cardenal  Pecci  (León  Xlll). 
Los  constitucionales,  que  estaban  medio  retraídos,  volvieron  á  las  Cortes  (15 
Febrero).  Discutiéronse  ampliamente  las  cuestiones  financieras  y  económicas: 
el  presupuesto  con  déficit,  la  construcción  del  Hipódromo  de  Madrid  que 
costó  muchos  millones,  las  declaraciones  de  Orovio  sobre  la  angustiosa  si- 
tuación del  Tesoro  (6,000  millones  de  Deuda  flotante  y  atenciones  faltas  de 
pago),  crisis  industrial  en  Catalufia,  mala  situación  de  la  marina  mercante, 
tratado  de  comercio  franco-español,  etc.  El  19  de  Junio  anunció  la  Gaceta 
que  la  Reina  estaba  indispuesta;  el  2y  murió  Doña  Mercedes,  á  los  diez  y 
ocho  años  de  edad,  y  cinco  meses  de  casada,  causando  su  pérdida  genera) 
sentimiento  de  que  se  hizo  intérprete  López  de  Ayala,  pronunciando,  como 
presidente  del  Congreso,  una  de  las  más  bellas  oraciones  que  se  han  dicho 
nunca  en  nuestro  Parlamento.  El  23  de  Julio  falleció  en  el  Havre  de  Grace 
la  abuela  del  Rey,  Doña  Maria  Cristina,  de  que  tanto  se  ha  hablado  en  esta 
Historia.  Hizo  Don  Alfonso  XII  una  excursión  por  Avila,  Valladolid,  Lo- 
groño y  Zaragoza,  entrando,  de  regreso  en  Madrid  (25  Octubre),  á  caballo 
y  con  gran  aparato  militar.  Al  pasar  por  delante  de  la  casa  núm.  93  de  la 
calle  Mayor,  un  joven  tonelero,  catalán,  llamado  Juan  Oliva  Moncosi,  afiliado, 
según  declaró,  en  la  Internacional,  le  hizo  un  disparo  de  pistola,  sin  herirle. 


,,CoogIc 


HISTORIA   DE  ESPAÑA 


801 


Ea  los  últimos  meses  del  año  surgió  una  profunda  escisión  en  el  partído  mo- 
derado, inclinándose  á  ta  izquierda  el  conde  de  Xiqueaa,  y  manteniendo  la 
posición  tradicional  D.  Claudio  Moyano,  si  bien  declarando  que  ya  00  habla 
más  remedio  que  admitir  el  art.  11  de  la  Constitución,  aunque  los  modera- 
dos, de  ser  Poder,  lo  interpretarían  restrictivamente.  Castelar  condenó  otra 
vez  el  procedimiento  revolucionario,  y  los  constitucionales  y 
centraÜstas  se  entendieron,  aunque  sin  llegar  á  fusionarse. 
El  5  de  Diciembre  murió  D.  Nicolás  Marfa  Rivero. 

Lo  más  importante  del  año  fué  la  paz  del  Zanjón,  ajustada 
en  Cuba  (Febrero).  La  guerra  de  diez  años  habla  costado  á 
España,  según  cálculos  aproximados,  más  de  140.000  hombres 
y  unos  700  millones  de  pesos  fuertes. 

Aüo  iSyg.  —  Ejecución  del  regicida  Oliva  (4  Enero). 
Muerte  del  general  Espartero  (8  Enero).  Alvarcz  Bugallal, 
ministro  de  Gracia  y  Justicia  (6  Enero).  El  Rey  sale  de  Ma- 
drid ('21  Febrero),  inaugura  el  ferrocarril  de  Ciudad  Real,  y 
en  Elva  se  entrevista  con  el  Rey  de  Portugal,  El  2$  llegó  á 
Cádiz  el  general  Martínez  Campos,  despertando  su  venida  en 
Madrid  extraordinario  interés  político;  justiñcadisimo,  porque 
el  3  de  Marzo  presentó  Cánovas  la  dimisión  de  todo  el  Minis- 
terio, y  por  su  consejo  constituyóse  otro  (7  Marzo),  presidido 
por  el  General,  pacificador  de  Cuba,  en  que  entraron;  don 
Francisco  Silvela  (Gobernación),  Molins  (Estado),  Aurioles 
(Gracia  y  Justicia),  Orovio  (Hacienda),  Toreno  (Fomento),  don 
Francisco  de  P.  Pavía  (Marina)  y  Albacete  (Ultramar). 

Disueltas  las  Cortes,  procedióse  á  elecciones  generales 
(20  Abril).  D.  Francisco  Silvela,  por  primera  vez  ministro, 
que  había  sido  subsecretario  de  Gobernación  con  Romero 
Robledo,  manifestábase  muy  opuesto  á  la  política  de  com- 
padrazgo y  trampas  electorales  característica  de  su  antiguo 
jefe,  con  el  que  se  declaraba  incompatible  por  carácter  y  res- 
peto á  la  legalidad;  así  que  se  abstuvo  de  intervenir  en  las 
elecciones  para  formarse  una  mayoría  de  adictos  personales 
ó  de  partidarios  enragés  del  Gabinete  de  que  formaba  parte: 
resultado  práctico  de  tales  escrúpulos  fué  que  Romero  Roble- 
do dirigió  las  elecciones  desde  el  Circulo  conservador  como  .  . 
hubiese  podido  hacerlo  desde  el  Ministerio  de  la  Gobernación,  Sía'ba^Muí  e  >•' 
trayendo  una  mayoría  compuesta  de  «amigos  suyos  incondi- 
cionales>  — á  estos  «amigos»  de  Romero  Robledo  se  los  lla- 
maba (los  húsares*  — y  de  prohombres  afectos  á  Cánovas. 
D.  Antonio  Cánovas  no  gustaba  de  intervenir  en  los  asuntos 
menudos  de  elecciones  y  dirección  del  partido,  teniendo  todo 
eso  delegado  en  Romero.  Concurrieron  á  la  lucha  electoral 
los  constitucionales,  coligados  con  demócratas  y  radicales, 
los  que  estaban  separados  desde  i8;'4,  y  con  los  posibilistas.  Vinieron  á  las 
Cortes — abiertas  el  1."  de  Junio — 48  constitucionales,  14  centralistas,  13  po- 
sibilistas y  10  progresistas- democráticos,  que  es  como  entonces  se  denomi- 
naban los  zorrillistas.  La  discusión  del  mensaje  fué  muy  violenta.  Igual- 
mente, la  de  la  paz  de  Cuba  y  la  del  ferrocarril  del  Noroeste. 

Falleció  la  Infanta  Doña  Pilar,  hermana  del  Rey  (5  Agosto).  Los  zo- 
rrillistas conspiraban  activamente;  Gasset  se  separó  del  partido,  haciéndole 
perder  el  apoyo  de  El  Imparcial.  Terrible  inundación  de  Murcia  (14  Oc- 
tubre), y  hermosísima  manifestación  de  caridad  para  socorro  de  los  damniñ- 


Abba; 


iHDr  éste  á  Don 
Alfonso  XII 
cuando  sólo  era 
Principe  rtp  As- 


Silcedo,  Historia  d 


,,Googfí? 


802  HISTORIA   HE   ESPAÑA 

cados  en  España  y  en  toda  Europa.  Boda  del  Rey  con  la  archiduquesa  de 
Austria,  María  Cristina  Deseada  (29  Noviembre).  Las  bodas  reales  pusie- 
ron un  paréntesis  al  proceso  de  la  crisis  parlamentaria,  virtualmente  plan- 
teada desde  que  el  Gobierno  había  leído  en  el  Senado  (5  Noviembre)  el 
proyecto  de  ley  aboliendo  la  esclavitud  en  Cuba  del  siguiente  modo:   los 
esclavos  serian  declarados  libres  desde  el  momento  de  promulgarse  la  ley, 
pero  sometidos  al  patronato  de  sus  antiguos  amos  y  recibiendo  salario  du- 
rante cuatro  años,  transcurridos  los  cuates,  cada  año  debían  ser  manumitidos 
por  sorteo  la  cuarta  parte,  y  así  á  los  ocho 
años  no  habría  esclavos.  Romero  Robledo, 
haciéndose  intérprete  de  las  aspiraciones 
de   los   hacendados   cubanos,  encontraba 
ruinosa  para  Cuba  la  abolición  de  la  escla- 
vitud en  los  términos  propuestos,  y  surgió 
la  disidencia  en  la  mayoría,  á  que  se  adhi- 
rió Cánovas,  cayendo,   por  consecuencia, 
el  Ministerio,  y  formándose  otro  (10  Di- 
ciembre), compuesto  del  jefe  del  partido 
conservador  y  Toreno,   Alvares   Bngallal, 
Echevarría,  Duián  y  Lira,  Orovio,  Romero 
Robledo,  Lasala    y    EIduayen.  Quedó  ya 
siempre  un  grupo  de  conservadores  parti- 
cularmente   adictos    al    general    Martínez 
Campos.  Se  decía  que  Cánovas  había  de- 
jado el  Poder  al   pacificador  de  Cuba  con 
la'sola  mira  de  hacerle  perder  su  prestigio. 
La  más  deplorable  consecuencia  de  aquella 
crisis  fué  en  las  Antillas,  ya  que  el  predo- 
minio del  criterio  de  Romero  Robledo  sig- 
nificó <lamixtificación  de  la  paz  del  Zanjón  >, 
6  sea  que  se  concediesen  á  Cuba  todas  las 
Ubertades  constitucionales,  pero  ejercidas 
Mana  C  riMma.  pQ^  lQg  peninsulares  allí  establecidos,  los 

cuales,  oi^anizados  en  el  antiguo  «partido 
español>,  llamado  después  de  la  'Unióo  Constitucional»,  hablan  de  ser  el 
partido  ministerial  de  todos  los  Ministerios  que  se  sucedieran  en  la  Penín- 
sula; es  decir,  el  partido  siempre  en  el  Poder,  quedando  para  los  criollos  la 
oposición  permanente,  ya  la  ilegal  (separatista),  ya  la  legal  (autonomista). 

El  nuevo  Gabinete  se  presentó  á  las  Cámaras  el  mismo  día  de  su  nom- 
bramiento. Fué  primero  al  Senado,  y  dijo  Cánovas  que  aplazaba  la  explica- 
ción del  cambio  político  hasta  que  fueran  leídos  en  el  Congreso  los  decretos 
referentes  á  la  crisis.  En  seguida  pasó  al  Congreso  á  llenar  esa  formalidad,  y 
una  vez  leídos  los  decretos  dispusiéronse  los  ministros  á  volver  al  Senado. 
Levantáronse  muchos  diputados  pidiendo  inmediatas  explicaciones,  y  Cá- 
novas, sin  hacerles  caso,  cogió  el  sombrero  y  salió  del  salón,  seguido  de  los 
demás  ministros:  tomaron  esto  las  oposiciones  por  descortesía  y  menospre- 
cio, armaron  un  tremendo  tumulto,  y  se  retrajpron.  Dia  24  de  Diciembre:  e( 
aprobado  en  el  Senado  el  proyecto  de  abolición  de  la  esclavitud  en  Cuba. 
Día  29:  falleció  el  general  ¿avala.  Día  30:  muerte  de  D.  Adelardo  López  de 
Ayala,  y  atentad^  contra  el  Rey,  afortunadamente  sin  consecuencias,  de 
Francisco  Otero  González,  natural  de  la  provincia  de  Lugo,  pastelero  de 
oficio,  y  hombre  tan  perverso,  que  intentó  complicar  en  su  crimen,  ó  mejor 
dicho  en  su  responsabilidad,  á  dos  inocentes  que  tuvieron  la  desgracia  de 


,,  Google 


HISTORIA    DE  ESPaSa  803 

estar  á  su  lado,  A  la  puerta  de  Palacio,  en  el  momeato  de  disparar  él  los  dos 
(iros  de  su  pistola  sobre  el  Monarca. 

Año  /¿'¿'o. —  Reanudan  sus  sesiones  las  Cortes  (10  Enero).  El  conde 
de  Toreno  es  nombrado  Presidente  del  Congreso  en  substituciÓD  de  Ayala, 
y  aprobado  en  la  mií^ma  Cámara  el  proyecto  de  abolicióa  de  la  esclavitud 
(20  Enero).  Posada  Herrera  interpone  sus  buenos  oficios,  y  consigue  que  las 
miaorfas  abandonen  el  retraimiento  (26  y  28  Enero),  El  3  de  Febrero  inicia 
Portuondo  el  debate  sobre  las  reformas  de  Ultramar;  el  8  afirman  los  cons- 
titucionales que  Martínez  Campos  había  sido  víctima  de  una  vasta  intriga  y 
de  la  más  negra  ingratitud:  de  aqut  se  derivó  enconada  polémica  entre  Cá- 
novas y  Martínez  (Smpos,  que  contribuyó  poderosamente  á  la  formación  del 
«partido  fusionísta»  (23  Mayo),  dirigido  por  Sagasta  con  una  Junta  (Martínez 
Campos,  Alonso  Martínez,  Posada  Herrera,  Romero  Ortiz  y  Vega  de  Armijo), 
á  que  se  adhirieron  desde  luego  el  general  Jovellar  y  los  moderados  condes 
de  Xiquena  y  Valmaseda,  y  que  tuvo  por  programa  la  constitución  del  76 
muy  liberalmcnte  interpretada.  D.  Víctor  Balaguer,  sin  embargo,  en  un  viaje 
de  propaganda  por  Valencia  y  Barcelona,  dijo  {ly  Julio  y  30  Octubre)  que 
la  Constitución  del  69  era  siempre  la  bandera  de  los  liberales.  También  la 
tremolaron  los  zorriUístas,  que  habían  cambiado  su  titulo  de  'partido  progre- 
sista-democrático» por  el  de  "partido  democrático -progresista»  en  su  ma- 
nitiesto  (7  Abril),  añadiendo  á  su  programa  el  •servicio  militar  general  y  obli- 
gatorio y  una  descentralización  muy  amplia. >  Castelar  (discurso  eo  Alcira  2 
Octubre)  confirmó  una  vez  más  su  tendencia  democrática;  pero  antirevolu- 
cíonaria.  El  partido  moderado  apenas  si  daba  ya  otras  señales  de  vida  que  las 
de  su  creciente  descomposición.  El  Conde  de  Puflon rostro,  presidente  de  su 
Junta  directiva,  prometió  en  una  circular  (25  Agosto)  apoyar  á  los  candidatos 
ministerialese  n  las  elecciones  provinciales;  protestó  Moyano,  y  la  Junta 
desautorizó  al  Conde. 

Nacimiento  de  la  infanta  Doña  María  de  las  Mercedes  (i  i  Septiembre). 
Los  sucesos  más  importantes  del  año  fueron; 

a)  <La  guerra  chiquita»,  en  la  provincia  de  Santiago  de  Cuba,  comen- 
zada en  Junio  del  año  anterior,  y  que  en  breve  tomó  tanto  vuelo,  que  en 
Octubre  llegaban  los  insurrectos  á  cerca  de  6.000,  mandados  por  Maceo,  Gui- 
llermón,  Quintín  Banderas,  etc.;  pero  tuvimos  la  fortuna  de  que  fuera  co- 
mandante general  de  la  provincia  D.  Camilo  Polavieja  (i),  quien  redujo  de  tal 
modo  á  los  enemigos,  que  en  Abril  de  este  año  no  pasaban  de  300;  el  i."  de 
Junio  se  presentaron  Guillermón  y  Maceo,  y  huyó  Calixto  García,  y  el  23  del 
mismo  mes  se  rindió  Limbano  Sánchez.  Con  razón  se  ha  dicho  que  esta  gue- 
rra fué  «chiquita-,  porque  Polavieja  no  la  dejó  llegar  á  ser  grande,  y  que  es 
la  única  sostenida  por  europeos  en  América  concluida  por  fuerza  de  armas, 
sin  concesiones  ni  compra  de  enemigos,  así  como  también  la  única  en  que 
desde  su  principio  hasta  su  ñn  se  observaron  escrupulosamente  las  prescrip- 
ciones del  Derecho  de  gentes. 

i)  «Las  conferencias  de  Madrid  sobre  Marruecos»,  El  Sultán  deseaba 
que  las  Potencias  europeas  se  pusieran  de  acuerdo  sobre  «el  derecho  de 
protección»  concedido  á  subditos  marroquíes,  señalando  bien  su  carácter  y 
Itmites  para  evitar  los  abusos  á  que  daba  lugar.  Inglaterra  y  nuestro  Gobierno 

(1)  Inprsft  i>n  la  .íradrmia  clf  .\rtlllcria,  y  halm>  minia  aban  clon  aik>.  liallSliasc  en  su  |Jiii-- 
lilo  al  estallar  la  guerra  (le  África,  v  sentid  |>lam  rn  uno  (le  Ioü  rurr^ms  pxix'dirionarioü:  Icnía 
piilonces  veinte  añi>.<i.  Por  su  romportamicnto.  el  j^ítjipto  iWiofut-  ascrndíilo  á.sar(;rnto;  p'irl» 
batalla  de  Wad-Kas,  en  que  fué  herido,  &  sárjenlo  1.".  Iliío  ía  Riierra  di-  Santo  lloniinRo,  la  de 
Cuba,  la  carlista.  [¡anan<l<i  lodos  siis  asi'i'nsiis  \nx  niériliis  ilc  jpierra.  Hrinailier  liK^Cil,  mariNral 
de  campo  (l87fi). 


,,  Google 


I3S,  PtrciOaldA* 


l43.SaU)FFrÉBcé* 

(1850), 

EipaHoleí  llBSlrM  coatcmporáaeot. 


,,CoogIc 


HISTORIA   DE  ESPASA  HOj 

toman  la  iniciativa,  convocando  para  estas  conferencias  á  Francia,  Inglate- 
rra, Alemania,^ Italia,  Austria,  Países  Bajos,  Bélgica,  Portugal,  Suecia  y  Esta- 
dos Unidos.  A  propuesta  del  conde  de  Solmssonnewalde,  enviado  de  Ale- 
mania, fué  nombrado  Cánovas  presidente.  Como  representante  del  Sultán 
asistió  Sid  Mohammed  Torres,  (De  ig  Marzo  á  3  Julio). 

Aüo  1881.  —  Estaban  los  fusionistas  im pac ientis irnos  por  ser  llamados 
al  Poder.  Abiertas  las  Cortes  (30  Diciembre  del  año  anterior),  en  la  discusióo 
del  Mensaje  no  disimularon  sus  oradores  ser  muy  peligroso  para  el  orden 
público  tenerlot  alejados  por  más  tiempo  de  las  esferas  gubernamentales. 
León  y  Castillo  en  el  Congreso  y  Jovellar  en  el  Senado  convinieron  en  que 
prolongar  esta  situación  era  provocar  sucesos  semejantes  á  los  de  1854. 
Martínez  Campos  dijo;  «Estoy  conforme  en  todo  con  Jovellar;  yo  no  hablo  de 
peligros  en  son  de  amenaza:  estoy  en  el  deber  de  advertirlos  al  Gobierno  y  al 
país*.  La  Época,  inspirada  por  D.  Francisco  Silvela,  declaraba  sin  ambajes  la 
necesidad  política  de  una  situación  fusionista;  La  Política,  que  reflejaba  las 
ideasdel  grupo  de  Romero  Robledo,  sostenía,  en  cambio,  que  se  debia  resistir 
á  todo  trance.  Cánovas  no  era  de  esta  opinión,  y  en  el  preámbulo  de!  proyecto 
de  ley  arreglando  la  deuda  intercaló  un  párrafo  manifestando  que  se  re- 
querían varios  años  para  que  aquel  arreglo  surtiese  sus  buenos  resultados. 
Era  presentar  al  Rey  la  ocasión  de  disentir,  y  así  se  produjo  la  crisis,  en  cu- 
ya virtud  fueron  Gobierno  (jo  Febrero):  Sagasta  (Presidencia),  Vega  de  Ar- 
mijo  (Estado),  Alonso  Martínez  (Gracia  y  Justicia),  Martínez  Campos  (Guerra), 
D.  Francisco  de  P.  Pavía  (Marina),  Camacho  (Hacienda),  D.  Venancio  Gon- 
zález (Gobernación),  Albareda  (Fomento),  León  y  Castillo  (Ultramar). 

Permitióse — contra  lo  que  hablan  anunciado  los  conservadores  —  la 
conmemoración  del  1 1  de  Febrero  por  los  republicanos.  Fué  derogada  (3  Mar- 
zo) la  circular  conservadora  que  prescribia  á  los  catedráticos  oñciales  res- 
petar en  sus  explicaciones  la  Religión  y  la  Monarquía,  y  repuestos  en  sus 
cátedras  los  que  hablan  sido  separados  de  ellas  por  infringirla.  El  fiscal  del 
Tribunal  Supremo  prescribió  á  sus  subordinados  la  interpretación  más  libe- 
ral de  las  leyes  penales  relativas  á  delitos  contra  los  cultos  y  de  imprenta,  y 
les  recordó  que,  á  pesar  de  lo  prescripto  en  la  Constitución,  no  era  menester 
autorización  previa  para  procesar  á  los  funcionarios  públicos.  Hubo  protestas 


(Explicación  de  ¡a  lámina  anl/ríor.) 

EspBftOlea  Unstres  coatcmpordneoi.  —  136.  Bcalto  PérM  Oaldói,  novclisb  y  dramalargo 
eminente  y  ffcuniUsirao.  Su  obra  má?  celebrada  es  La  magnific»  colecciún  de  Episodios  Naeionalts.  N»ei6 
«1  1S4S,  en  las  Islas  Canarias.  -137.  Antonio  Pella  1  0«AI.  cílebre  crilico  donosliana  de  especial  com' 
prtencji  Dinskal.  Antor  de  la  notable  obra  Hlílorla  dt  ¡a  Ópera  en  España.  Fui  uno  de  los  primen» 
adeptos  de  Wigner,  y  traba)*  con  enluiiasmo  por  intrciduelc  en  el  guato  del  público  la  música  del  colosal 
nuestro  alemán  (IS46-  TS96).  —138.  Federico  Ctmecii  popular  maestro  compositor;  autor,  enire  Ottu 
mochas  obras,  de  la  lamosa  Mordía  de  la  zarzuela  Cddií  (1846-1405).  -13B.  María  Alvareí  Tnbaa,  ac- 
Irii  cómica  de  verdadero  (alentó  y  de  flexibles  aptitudes.  Actualmente  es  profesora  del  Conservatorio.  Nadó 
en  1S4(>.--140.  Antel  Oainerá,  notable  y  aplaudido  dramaturgo.  Sus  obras  mis  repetidas  son  Tierra 
baja  y  María  Roía,  escritas  en  calalin,  como  la  mayor  parle  de  sus  producciones.  Nació  en  Santa  Cruz  de 
Tenerife,  en  1847.— 141.  JnlUn  Hornea  y  Parra,  autor  y  actor  cómico  de  notables  aptitudes  t  inimitable 
en  ciertos  papeles.  Sobrino  del  célebre  artista  D.  Juliin,  habia  nacido  en  Zaragoza.  Murió  siendo  primer 
actor  y  director  de  la  compañía  del  teatro  Lara,  Era  poeta  y  músico  (1818  -  1W]).— UZ.  Francisco  Pradl- 
U«,  Insigne  pintor  aragonés,  cuyos  cuadros  hlslóitcos  DoHa  Juana  la  Laca.  La  rendición  de  Granada  y 
El  «apiro  del  moro  le  conqulsUron  lama  universal.  Nació  en  IS48.  - 143.  EmIUoStüa  ;  Francét,  pintor 
de  briltanllsima  paleta,  nacido  en  Alcoy,  autor  de  los  elogiados  lltnios  Prisión  del  principe  de  Viana  y 
Oalllermo  de  Vinatea  liaciendo  revocar  un  coatrajatro  d  Aljonso  ¡V  de  Aragón.  Nació  en  1850.— 
144.  TomAs  Bretón  y  Hemándei,  excelente  r  aplaudido  maestro  compositor,  autor  de  muctias  óperas  y 


■.n  Salara: 


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8o6  HISTORIA   DE   ESPAÑA 

de  los  prelados  y  reclamación  del  Nuncio.  Maniñesto  posibilista  (21  Abril) 
prometiendo  ayudar  al  Gobierno  en  la  restauración  de  U  democracia.  Elec- 
ciones generales  (20  Agosto  y  2  Septiembre).  Apertura  de  Cortes  {20  Sep- 
tiembre). Fosada  Herrera  es  elegido  Presidente  del  Congreso,  y  el  marqués 
de  la  Habana  nombrado  del  Senado.  Inauguración  del  ferrocarril  directo  en- 
tre España  y  Portugal,  y  vistas  en  Cáceres  de  los  Reyes  de  ambos  pueblos 
(8  Octubre),  La  Reina  Isabel  viene  á  Madrid  (ij  Octubre). 

En  Enero  de  este  año  los  elementos  políticos  especialmente  afectos  á  la 
Iglesia  que  militaban  en  el  campo  alíonsino  y  los  carlistas  do  avenidos  con  la 
dictadura  ejercida  por  D.  Cándido  Nocedal,  representados  por  el  periódico  La 
Fe,  idearon  librarse  de  ésta  dirigiendo  un  mensaje  de  felicitación  á  monseñor 
Freppel,  que  por  entonces  llamaba  la  atención  con  sus  discursos  y  campaña 
en  la  Cámara  francesa,  y  constituirse  luego  en  asociación,  titulada  <Uaión 
Católica»,  donde  cupieran  cuantos  hombres  quisieran  defender  la  influencia 
social  y  política  de  la  Iglesia  bajo  la  dirección  de  los  obispos,  y  sin  perjuicio 
de  permanecer  cada  uno  en  su  partido  ó  punto  de  vista  respecto  de  las 
cuestiones  puramente  humanas  ó  temporales.  El  arzobispo  de  Toledo  acep- 
tó la  presidencia  de  la  «Unión  Católica»,  casi  todos  los  obispos  la  bendijeron, 
se  fundó  un  circulo  y  un  periódico  para  defenderla;  pero,  naturalmente, 
D.  Cándido  Nocedal  sostuvo  la  jefatura  que  Don  Carlos  le  tenia  conferida 
en  el  orden  político,  y  que  él  con  singular  habilidad  había  extendido  al 
religioso,  y  de  aquí  ardentísimas  polémicas  entre  los  parciales  de  El  Siglo 
Futuro,  los  ác  La  Fe  y  los  de  La  Unión.  Según  los  primeros,  todo  era  una 
añagaza  de  Cánovas,  realizada  por  medio  de  D.  Alejandro  Pidal  para  llevarse 
á  los  carlistas  al  partido  conservador;  según  La  Fe,  Nocedal  era  el  neo-cato- 
licismo ingerido  en  el  viejo  partido  carlista  para  dominarlo  y  desnaturalizarlo. 
Los  de  El  Siglo  Futuro  llamaban  á  los  de  La  Unión  «mestizos  y  católico-libe- 
rales». Los  de  La  Unión  á  los  de  El  Siglo,  <  frebonianos,  cismáticos,  cesa- 
ristas»  y  otras  cosas  feas. 

También  fué  este  año  la  celebración  del  centenario  de  Calderón  de  la 
Barca—  murió  el  gran  dramaturgo  el  25  de  Mayo  de  i68i~-  y  salió  tan  per- 
fectamente la  fiesta,  que  ninguna  otra  semejante  ha  resultado  después  tan 
lucida.  El  4  de  Enero  falleció  el  general  D.  Domingo  Morlones. 

Aio  iSSs.  —  Los  demócratas  rompieron  con  el  Gobierno,  ratificándose 
en  su  republicanismo  por  medio  de  una  declaración  colectiva  (6  Enero)  sus- 
crita por  todos  los  periódicos  de  Madrid,  menos  El  Globo  (de  Castelar)  y  El 
Iniparcial.  D.  Víctor  Balaguer  combatía  al  Ministerio  cada  vez  con  más  acri- 
tud, atribuyendo  á  la  presencia  de  Alonso  Martínez  la  falta  de  iniciativa  hbe- 
ral  y  pidiendo  la  eliminación  de  los  centralist;  s  para  formar  un  Gabinete 
progresista  homogéneo:  así  lo  hacía  en  su  diario  La  Mañatta,  y  lo  hizo  en  las 
Cortes  unido  con  Linares  Rivas  y  López  Domínguez,  declarándose  (2  Junio) 
fuera  del  partido.  Tal  fué  el  origen  de  <La  Izquierda  dinástica»,  constituida 
el  24  de  Noviembre  bajo  la  jefatura  del  general  Serrano,  y  en  el  comité  direc- 
tivo del  cual  entraron  muchos  prohombres  hasta  entonces  zorrillistas,  como 
Montero  Ríos,  Moret,  Beránger  etc.  El  14  de  Diciembre  declaró  Linares  Ri- 
vas en  el  Congreso  que  la  <Izquierda>  estaba  dispuesta  á  gobernar  con  la 
constitución  del  7  5,  pero  sin  perjuicio  de  reformarla,  y  llegar,  si  era  menes- 
ter, á  la  del  69. 

Cuestiones  económicas. — Las  nuevas  tarifas  del  subsidio  industrial  su- 
blevaron á  los  gremios  de  Madrid,  constituyéndose  un  Sindicato  para  dirigir 
la  resistencia  (i."  Febrero),  al  que  se  adhirieron  industriales  y  comerciantes 
de  toda  España.  Fueron  denunciados  los  periódicos  que  publicaron  los  ar- 
dientes boletines  de)  Sindicato,  y  éste  constituido  en  prisión  (25  Febrero), 


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HISTORIA   DB   ESPAÑA  807 

originándose  de  aquf  una  manifestación  ruidosa  en  honor  de  los  presos.  £□ 
Barcelona  se  cooiplícó  el  movimiento  con  otro  más  importante:  el  de  protesta 
contra  el  tratado  de  comercio  con  Francia,  pendiente  de  la  ratificación  de 
las  Cortes.  Va  esto  no  pareció  bien  en  Madrid,  y  el  «Círculo  de  la  Unión 
Mercantil»  protestó  contra  el  'Fomento  de  la  Producción  Nacional»  y  otros 
centros  de  la  ciudad  condal.  Se  hizo  en  la  Corte  una  mala  campaña  contra 
los  proteccionistas  catalanes,  y  aun  contra  Cataluña  entera,  dando  por  incon- 
cuso que  el  egoísmo  de  los  catalanes,  su  deseo  de  enriquecerse  á  costa  del 
resto  de  la  nación,  era  el  ónico  móvil  que  los  impulsaba  á  oponerse  al  tra- 
tado; y  como  en  la  gran  manifestación,  celebrada  en  Barcelona,  fueron  mu- 
chos con  barretina,  se  dijo  que  ahí  estaba  expresado  el  separatismo  catalán. 
Se  aprobó  el  tratado  en  el  Congreso  (22  Abril)  y  en  el  Senado  (8  Mayo), 
declarando  Sagasta  en  esta  última  Cámara  que  los  perjuicios  quep  ndiera 
traer  á  la  industria  nacional  quedarían  suñcientemente  compensados  con  la 
suspensión  por  diez  años  de  la  base  5-'  de  la  reforma  arancelaria  de  1869. 
Cánovas  y  D.  José  Carvajal  estuvieron  conformes  en  la  discusión  al  declararse 
no  proteccionistas  ni  librecambistas,  sino  oportunistas,  idea  que  de  1882  acá 
ha  recorrido  tanto  camino  en  España,  que  hoy  puede  considerarse  común  á 
todos  los  partidos  políticos. 

Las  controversias  entre  católicos  y  entre  carlistas  ofrecieron  en  1882 
nuevos  incidentes  y  peripecias.  El  31  de  Enero  publicaron  el  obispo  de 
Oaulia  y  D.  Cándido  Nocedal  el  programa  de  una  peregrinación  nacional  á 
Roma;  á  últimos  de  Febrero  varios  prelados  desaprobaron  la  idea,  fundán- 
dose en  que  para  no  perder  la  peregrinación  su  carácter  religioso  debía  ser 
dirigida  por  los  obispos.  León  XIII  confirmó  esta  desaprobación,  y  en  su 
virtud  fué  constituida  una  nueva  Junta  bajo  la  presidencia  del  arzobispo  de 
Toledo;  pero  ni  el  obispo  de  Dauiia  ni  Nocedal  aceptaron  los  puestos  que 
se  les  habían  reservado.  Dijeron  los  adversarios  de  Nocedal  que  el  propósito 
de  éste  era  demostrar  que  solo  él  movia  las  masas  católicas  en  el  número 
conveniente  para  una  peregrinación  lucida.  Como  los  redactores  de  La  Fe, 
que  también  componían  un  semanario  satírico  titulado  El  Cabecilla,  felicita- 
sen á  Don  Carlos  en  sus  días  (4  Noviembre),  recibieron  la  siguiente  respues- 
ta telegráfica  por  conducto  de  El  Siglo  Futuro:  «El  duque  de  Madrid  ha 
recibido  con  el  desdén  que  se  merece  una  insolente  felicitación  de  los  hom- 
bres de  La  Fe  y  £1  Cabecilla.  Ordena  el  Señor  lo  denuncie  usted  al  desprecio 
de  los  leales>. 

Murieron  este  año:  En  Uviedo,  D.  Alejandro  Mon  {2  Noviembre),  y  en 
Madrid,  D.  Estanislao  Figueras  (ii-Noviembre). 

Año  iSSj. — Sobre  si  hablan  6  no  de  venderse  los  montes  públicos  hu- 
bo disidencia  entre  los  ministros  de  Hacienda  y  Fomento,  derivándose  una 
crisis  total,  que  se  resolvió  (y  Enero),  quedando  Sagasta,  Vega  de  Armijo  y 
Martínez  Campos  en  sus  puestos,  y  entrando  en  el  Gabinete  Romero  Girón 
(Gracia  y  Justicia),  Rodríguez  Arias  (Marina),  D.  Pío  Gullón  (Gobernación), 
D.  Justo  Pelayo  Cuesta  (Hacienda),  O.  Germán  Gamazo  (Fomento)  y  D.  Gas- 
par Núñez  de  Arce  (Ultramar).  A  mediados  de  F^ebrero  fué  descubierta  en 
Jerez  de  la  Frontera  «La  Mano  Negra>,  terrible  asociación  del  peor  carácter 
anarquista.  Reorganizóse  la  «Izquierda  dinástica»  con  un  comité  directivo 
compuesto  de  López  Domínguez,  Moret,  Balagucr,  Becerra  y  Montero  Ríos 
{15  Marzo).  Empeñadas  discusiones  entre  la  Izquierda  y  el  Gobierno  durante 
Junio  y  Julio.  Suspendidas  las  sesiones,  pasaba  Sagasta  unos  días  en  Pau,  y 
presidia  el  Consejo  Martínez  Campos,  cuando  estalló  la  insurrección  republi- 
cana que  venia  preparándose  hacia  tanto  tiempo. 

En  efecto;  desde  que  Ruiz  Zorrilla  fué  expulsado  de  España  (5  Febre- 


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8o8  mSTOIUA   DE  ESPAÜA 

roiS75)  QO  se  habia  ocupado,  sÍQo  en  ui^anizar  y  mover  un  alzamiento  en  sen- 
tído  republicano.  Su  primera  tentativa  seria  fué  en  Mayo  de  1877,  en  que 
tomaron  parte  los  generales  Merelo,  lagunero,  Díaz  Berrio,  La  Guardia,  Pa- 
dial  y  otros,  y  que  fracasa  sin  estallar,  costando  á  Zorríiia  ser  expulsado  de 
Francia  poi  el  Gobierno  (Mac-MahónJ.  Un  subalterno  del  ejército,  apellida- 
do  ó  apodado  Siffler,  hombre  con  todas  las  condiciones  requeridas  para  el 
oficio  de  conspirador,  organizó  la  A.  R.  M.  (Asociación  Republicana  Militar), 
en  que  ñguraron,  no  por  cientos,  sino  por  miles,  los  jefes  y  oñciales,  aunque 
la  mayor  parte  eran  de  los  que  al  rebajarse  los  crecidos  contingentes  exigi- 
dos por  las  guerras  carlista  y  de  Cuba  quedaron  sin  colocación  en  los  cua- 
dros activos;  estos  militares  estaban  en  malísima  situación  económica  (suel- 
do de  reserva  6  de  reemplazo)  y  sin  ningún  porvenir  por  la  absoluta  parali- 
zación de  las  escalas.  Agriados  por  sus  desdichas,  comparaban  éstas  con  la 
fortuna  de  los  generales  que  á  fuerza  de  pronunciamientos  en  uno  ú  en  otro 
sentido  hablan  hecho  sus  carreras,  y  hasta  con  la  de  los  cabecillas  cubanos 
que  hablan  recibido  dinero  por  someterse,  mientras  que  ellos  ni  cobraban 
sus  pagas  (i).  Casi  todos  los  prohombres  de  la  revolución  del  68  estuvieron  de 
acuerdo  con  Zorrilla  durante  más  ó  menos  tiempo  para  el  pronunciamiento. 
Serrano,  á  pesar  de  haber  reconocido  á  Don  Alfonso,  tuvo  una  entrevista  con 
él  en  Biarritz  (verano  de  1878),  quedando  de  acuerdo  en  que  el  duque  de  laTo- 
•  rre  por  sus  años  y  posición  política  no  intervendría  en  el  periodo  de  prcpara- 
>cióo,  ofreciéndose  á  montar  á  caballo  cuando  se  le  dijera  que  todo  estaba 
>dispuesto>.  La  gran  conspiración  de  Diciembre  de  1878  fué  dirigida  por  Zo- 
rrilla desde  el  extranjero,  y  por  Figueras  en  España.  Zorrilla  contaba  tam- 
bién con  el  apoyo  de  muchos  republicanos  franceses,  personajes  de  primera 
fila  en  la  política,  hasta  el  punto  de  ser  opinión  común  entre  los  zorrillistas 
que,  á  no  morir  Gambetta,  el  triunfo  de  Zorrilla  hubiera  sido  seguro  (2). 

Para  el  29  de  Junio  de  este  año  estaba  dispuesto  el  movimiento  simul- 
táneo en  varias  regiones.  Por  las  peripecias  propias  de  las  conjuras  hubo  que 
demorarlo,  y  en  la  madrugada  del  4  al  5  de  Agosto. el  teniente  coronel  de 
Caballería,  en  situación  de  reserva,  D.  Serafin  Vega,  ayudado  por  varios  je- 
fes y  oñciales  y  casi  todos  los  sargentos,  sublevó  los  regimientos  de  Santiago 
y  Covadonga,  de  guarnición  en  Badajoz,  proclamó  la  República  en  esta  plaza, 
y  al  saber  que  marchaba  contra  él  una  división  mandada  por  el  general  Blan- 
co, hizo  cortar  el  puente  de  Aljucén,  y  en  la  mañana  del  6  atravesó  la  fronte- 
ra portuguesa  con  95  jefes  y  oficiales,  54  sargentos,  725  entre  cabos  y  solda- 
€k)s  y  50  paisanos.  El  8  de  Agosto  un  teniente  de  reemplazo,  D.  Juan  Cebrián, 
sacó  de  Santo  Domingo  de  la  Calzada,  valiéndose  de  los  sargentos,  al  regi- 
miento de  Caballería  de  Numancia;  el  coronel  Rubalcaba  y  los  oficiales  pu- 
siéronse en  persecución  de  su  fuerza,  alcanzando  á  la  retaguardia,  que  se  tes 
sometió  en  seguida  —  prueba  de  que  los  pobres  soldados  eran  meros  instru- 
mentos materiales  de  los  sargentos —  y  recuperaron  al  fin  todo  el  Cuerpo, 
porque  uno  de  los  soldados  mató  de  un  tiro  á  Cebrián,  burlando  para  ello  la 
vigilancia  que  sus  seductores  ejercían  en  la  marcha  (3):  cuatro  sargentos  fue- 
ron fusilados  en  Santo  Domingo  (12  Agosto).  El  d(a  9,  finalmente,  sublevóse 

(1)  ■  La  mayor  jiarle  habían  e.-^roKailo  ronvoyc!,  cardados  de  oropara  Ins  ínsurrertos. 
■  mientras  pilos,  los  Ipaltrs,  vivieron  doce  y  ratorrc  mt-scs  úa  cobrar  sus  pa^as.  Como  salinfac- 
•rii^n  á  sus  penalidades  se  les  cntrofjó  un  abonaré  incobrable.  1.a  vi!  usura  liiio  presa  er  ellos.- 
>etcélera>  (Prieto  y  \'Íllan'ra1.  Jíah  Zorrilla.  Madrid.  too].> 

(2)  Prieto.  Id. 

(})     >En  dos  iiileras,  por  ambos  lados  de.  la  rarretera.  y  al  trole  corto,  habia  marctiido  Ja 

■tropa  sal>le\'ad3.-  Ijis  saríjen'os  vitplaban  atenli         

•sin  separarsf^  ile  sus  [luenlos.  Kru.  \inv  In  tamo,  r 


,,CoogIc 


HISTORIA   PE   ESPAÑA  8O9 

la  guarnición  de  Seo  de  Ui^el:  cuatro  compañías  del  regimiento  de  Vizcaya, 
á  cuyo  frente  se  puso  un  capitán,  y  los  carabineros  de  la  Linea,  asumiendo 
el  mando  el  teniente  coronel  del  Depósito  D.  Francisco  Foncuberta;  como 
en  Badajoz,  proclamaron  la  República,  y  el  día  siguiente  se  pusieron  en  mar- 
cha para  la  frontera,  y  la  traspusieron  (i). 

En  la  opinión  pública  española  y  extranjera  hicieron  muy  mal  efecto  es- 
tos pronunciamientos,  de  que  se  creta  pasada  la  época.  Posíbilistas  ¿  izquier- 
distas compitieron  en  condenar  enérgicamente  la  rebelión;  los  conservadores 
acusaron  al  Ministerio  de  imprevisor  y  negligente,  y,  sin  duda,  hubiera  sobre- 
venido desde  luego  la  crisis  total  á  no  estar  ya  resuelto  el  viaje  del  Rey  á 
Austria,  Alemania  y  Francia,  iniciativa  de  Don  Alfonso  XÍI,  que  era  admi- 
rador sincero  y  ferviente  del  ejército  alemán,  cuyas  grandes  maniobras  de 
otoño  querfa  presenciar,  que  el  marqués  de  la  Vega  de  Armijo  había  pa- 
trocinado como  ministro  de  Estado,  y  que  desde  luego  suscitó  recelos  en 
Francia,  por  creerse  revelación  de  inclinarse  España  á  la  alianza  germánica. 
Comentando  los  pronunciamientos  de  Agosto,  escribió  La  Presse,  de  París: 
•  Suponemos  que  el  rey  Alfonso  tendrá  ya  algo  en  que  ocuparse  que  no  sea 
>su  viaje  á  Alemania».  Conviene  advertirque  no  eran  estas  suspicacias  abso- 
lutamente infundadas.  EE  Rey,  joven  y  patriota,  con  temperamento  de  solda- 
do y  sueños  de  gloria,  veía  en  una  nueva  guerra  franco-alemana  la  ocasión 
propicia  de  intervenir  en  Kuropa  militarmente,  coadyuvando  con  un  ejército 
español  á  la  acción  germánica;  los  militares  y  cortesanos  que  le  rodeaban 
alimentaban  estas  ilusiones  peligrosas,  lejos  de  procurar  disiparlas:  no  asi 
D.  Antonio  Cánovas,  partidario  resuelto  de  la  política  de  abstención  ó  neu- 
tralidad. Si  Cánovas  hubiera  estado  en  el  Poder  es  seguro  que  no  se  habría 
hecho  el  viaje  á  Alemania,  Después  de  un  recorrido  por  provincias  (Va- 
lencia, Castellón,  Tortosa,  Tarragona,  Villafranca,  Barcelona,  Manresa,  Léri- 
da, Zaragoza,  Logroño  y  Burgos),  que  duró  del  17  al  27  de  Agosto,  y  de  otro 
(Falencia,  León,  Coruña  y  San  Sebastián)  empezado  el  31  de  Agosto,  el  5  de 
Septiembre  separáronse  el  Rey  y  la  Reina  en  Hendaya,  entrando  el  segundo 
de  incógnito  en  Francia.  El  6  estaba  en  París,  y  partió  para  Munich.  El  9  sa- 
lió para  Viena,  abandonando  el  incógnito  en  la  frontera  de  Austria,  donde 
vistió  e!  uniforme  de  coronel  austríaco.  Magníñcamente  recibido  en  Viena, 
salió  de  esta  capital  el  19,  y  en  Homburgo  esperábanle  el  emperador  Guiller- 
mo, el  príncipe  Imperial  (después  emperador  Federico),  el  principe  de  Ga- 
les (después  rey  de  Inglaterra),  el  príncipe  Federico  Carlos,  el  rey  de  Sajo- 
nia  y  numeroso  séquito.  Con  nuestro  Rey  llegó  el  de  Serbia.  La  parada  y 
maniobras  fueron  lucidísimas,  tomando  parte  en  ellas  25.000  infantes,  3.000 
jinetes  y  100  cañones.  Se  dijo  entonces  que  en  la  revista  iba  delante  el  Em- 
perador, y  detrás  nuestro  Rey  cabalgando  en  el  grupo  de  los  demás  monar- 
cas y  principes;  si  fué  asi,  hizo  muy  mal  Don  Alfonso,  el  cual  debió  adelan- 
tar SU  caballo,  aunque  hubiera  sido  con  violencia  y  ponerlo  junto  al  del  Em- 
perador, porque  la  Corona  de  España  no  tolera  semejantes  postergaciones 
que,  como  escribió  el  Padre  Mariana,  <en  lo  temporal  no  tiene  superior  en 
lel  mundo>. 


(i)  Anécdota  curiosa:  Foncubprla  era  espirilista,  y  mando  recibió  el  aviso  para  suble- 
varse, ya  sabía  d  fracaso  dt  Badajoi,  y  en  su  virtud  no  conccplualKi  pnidcnle  exponerle  &  lo 
mismo;  pero  se  le  ociirrirt  entonres  evocar  el  espíritu  del  general  Prim,  con  i|uien  había  servido, 
y  el  espíritu  fué  ei  que  le  dijo  que  se  sublevara  sin  demora.  Oiro  detalle  cómico  del  pronun- 
ciamiento de  Seo  de  Urgcl  fué  e\  teiTU>)e  combate  que  armaron  los  sublevados  en  la  noche 
del  5  al  10.  haciendo  innumerables  descarnas  desile  la  muralla  contra  un  encm^o  invisible  6 
mejor  dicho,  fantástico,  que  á  ellos  se  tes  antojñ  positivo  y  formidable.  Por  despracia,  costft  la 
vida  í  un  sargento  de  Artillería, 


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8lO  HISTORIA   DE   ESPAÑA 

HiciéroDse  á  Don  Alfonso  muchos  obsequios;  pero  uno,  que  si  no  fué, 
pareció  de  mala  fe:  hacerle  coronel  del  regimiento  de  huíanos  que  habla 
mandado  el  principe  Carlos,  hermano  del  Emperador.  Los  franceses  conser- 
vaban odioso  recuerdo  de  esta  tropa,  y,  para  colmo,  el  regimiento  de  que  se 
hizo  coronel  á  nuestro  Rey  estaba  de  guarnición  en  Estrasburgo,  la  capi- 
tal de  Alsacia,  Los  ánimos  se  iban  acalorando  en  París,  hasta  el  punto  de  que 
muchas  personas  importantes  de  la  colonia  española  se  creyeron  en  el  caso 
de  dirigir  un  comunicado  á  La  Jlefuóügué  Franfaise  protestando  de  nues- 
tras afinidades  con  Francia  y  de  la  ninguna  signiiicacíÓQ  del  viaje  regio  en  or- 
den á  la  política  internacional.  El  27  de  Septiembre  llegó  Don  Alfonso  á  Bru- 
selas, donde  recibió  una  comunicación  del  duque  de  Fernán  Nuñez,  nuestro 
embajador  en  París,  noticiándole  que  se  preparaba  una  manifestación  contra 
él.  Para  evitar  el  desacato,  se  pensó  en  el  regreso  por  mar;  pero  el  Gobier- 
no francés  insistió  en  que  debía  estarse  á  lo  acordado,  y  para  no  hacerle  un 
desaire  se  accedió.  El  29,  á  las  tres  y  cuarenta  minutos  de  la  tarde,  llegó  el 
Rey  á  París,  esperándole  en  la  estación  el  presidente,  Mr.  Grevy,  el  del  Con- 
sejo de  ministros,  Julio  Ferry,  y  todos  los  elementos  oñciales  que  son  de  ri- 
gor. No  bien  salió  la  comitiva  de  la  estación,  una  multitud  inmensa  estacionada 
detras  de  las  tropas  que  cubrían  la  carrera,  silbó  y  vociferó  á  su  gusto.  Grita- 
ban: /  l^iva  Francial  ¡Mueran  los  Attíanos!  ¡Abajo  Alfonso!  ¡Abajo  el  kulano!  Al- 
fonso XII  demostró  admirable  serenidad  y  mucha  firmeza  y  dignidad  al  oír 
las  explicaciones  y  excusas  que  M.  Grevy  fué  á  darle  en  su  alojamiento.  En 
España  indignaron  los  sucesos  de  París  á  todos  los  partidos,  incluso  al  car- 
lista y  al  republicano,  y  á  la  masa  que  no  milita  en  ninguno,  no  recordándose 
ovaciones  semejantes  á  las  tributadas  por  el  pueblo  madrileño  primero  i  la 
Reina,  y  después  al  Rey  en  sus  respectivas  entradas.  Ni  Fernando  Vil,  á  su 
vuelta  del  cautiverio  de  Valengay,  fué  recibido  con  el  entusiasmo  que  su 
nieto  en  esta  ocasión. 

En  cuanto  pasó  el  azoroso  viaje,  Martínez  Campos  planteó  la  crisis 
(9  Octubre);  y  aunque  Gamazo  y  Pelayo  Cuesta  opinaban  por  ir  á  las  Cortes 
á  dar  cuenta  de  tantas  peripecias,  Sagasta  se  inclinó  al  parecer  del  Ministro 
de  la  Guerra,  y  aconsejó  la  formación  de  un  Ministerio  de  conciliación  libe- 
ral, en  que  entraron  constitucionales  é  izquierdistas,  indicando  á  Posada  He- 
rrera para  presidirlo.  Asi  se  hizo  el  día  13:  Posada  Herrera  (Presidencia),  Mo- 
re: (Gobernación),  Linares  Rivas  (Gracia  y  Justicia),  Gallostra  (Hacienda), 
Ruiz  Gómez  (Estado),  marqués  de  Sardoal  (Fomento),  D.  Estanislao  Suárez 
Inclán  (Ultramar),  López  Domínguez  (Guerra),  D.  Carlos  Valcárcel  (Marina). 

El  22  de  Noviembre  llegó  á  Valencia  el  príncipe  Imperial  de  Alemania 
á  pagar  la  visita  de  Don  Alfonso.  Estuvo  en  Madrid  desde  el  23  de  aquel  roes 
al  7  de  Diciembre.  Le  gustó  mucho  el  Escorial,  donde  estuvo  el  día  4,  y  se 
cuenta  que  dijo  al  Rey:  €Kste  es  un  cuerpo  hermosísimo  al  que  falta  el  alma>, 
aludiendo  á  que  le  faltaba  una  Comunidad  religiosa  que  la  hiciera  servir  para 
el  objeto  que  fué  construido,  y  que,  convencido  Don  Alfonso  de  la  verdad  de 
su  observación,  pensó  desde  luego  en  establecer  allí  frailes,  que  fueron  los 
agustinos.  También  dijo  un  periódico  inglés  que  le  parecieron  muy  bien  las 
alpargatas  que  usaban  nuestros  soldados.  Estuvo  en  Sevilla,  Sanlúcar,  Tarra- 
gona y  Barcelona,  de  donde  partió  el  14  de  Diciembre. 

Abrióse  la  legislatura  el  dia  i  S,  convencido  ya  todo  el  mundo  de  que  no 
habia  conciliación  entre  izquierdistas  y  constitucionales;  el  Directorio  de 
aquéllos  acordó  mantener  como  programa  el  sufragio  universal  y  la  reforma 
de  la  Constitución,  declarándolo  asi  el  Gobierno  en  el  discurso  del  Trono,  y 
Sagasta,  elegido  presidente  del  Congreso,  aconsejó  ya  en  la  reunión  previa 
de  las  mayorías  consolidar  la  libertad  sin  comprometerla,  y  luego,  al  dar  las 


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HISTORIA   DE   ESPaSa  8iI 

gracias  por  su  elección,  se  manifestó  muy  conservador.  Los  constitucionales 
eligieron  candidatos  propios  para  las  Comisiones  de  actas  y  del  mensaje,  des- 
cartando á  los  iiquierdistas.  Al  votarse  la  última  ocurrió  un  incidente  singu- 
lar, y  fué  que  Fosada  Herrera,  en  presencia  de  Moret  y  Sardoal,  dijo  que  el 
sufragio  universal,  tal  como  había  existido  en  1 870,  era  odioso  y  que  la  Unión 
libcTal  había  prometido  solemnemente  reformar  la  Constitución,  sin  llegar  á 
cumplirlo,  palabras  que  produjeron  gran  confusión,  pues  si  asi  opínate  de 
ambos  puntos  el  Presidente  del  Consejo,  jcómo  habla  consentido  en  anun- 
ciar tales  reformas  en  ei  discurso  del  Trono?  Romero  Robledo  fué  elegido  en 
su  sección  para  la  Comisión  del  mensaje,  derrotando  al  candidato  izquierdis- 
ta por  35  votos  contra  17.  A  las  siete  y  media  de  la  noche  del  30  de  Diciem- 
bre quedó  rota  la  conciliación  por  no  haberse  ¡legado  á  un  acuerdo  sobre  los 
dos  puntos  indicados;  es  decir,  que  la  mayoría  constitucional  estaba  dispues- 
ta á  derrotar  al  Gobierno.  A  pesar  de  lo  cual  creían  muchos  que  el  Rey  da- 
rla el  decreto  de  disolución  á  Posada  Herrera.  Fueron  los  últimos  días  del 
año  de  suma  agitación  política. 

Aüo  1884.  —  Desde  el  2  al  17  de  Enero  se  derrochó  en  el  Congreso  la 
verborrea  que  nuestros  políticos  llaman  elocuencia  parlamentaria.  Marios 
hizo  en  el  debate  declaraciones  monárquicas.  Cánovas  explicó  sutilmente 
por  qué  los  conservadores  votarían  con  los  izquierdistas.  Por  fin,  fué  derro- 
tado el  Gobierno  por  221  votos  constitucionales  contra  G6  izquierdistas,  45 
conservadores  y  1 5  republicanos.  Posada  presentó  la  dimisión,  y  aun  aconse- 
jó que  fuese  llamado  Cánovas,  quien  formó  asi  el  Gabinete:  Cánovas  (Presi- 
dencia), EIduayen  (Estado),  Quesada  (Guerra),  Antequera  (Marina),  Romero 
Robledo  (Gobernación),  D.  Francisco  Silvela  (Gracia  y  Justicia),  D.  Alejandro 
Pidal  y  Mon  (Fomento),  Cos-Gayón  (Hacienda),  Aguirre  de  Tejada  (Ul- 
tramar). 

Los  partidos  de  la  izquierda  recibieron  con  suma  hostilidad  á  este  Gabi- 
nete y  lo  combatieron  acerbamente,  ya  por  una  constante  campaña  periodís- 
tica, ya  aprovechando  todas  las  ocasiones  para  mover  algaradas  ó  simples 
alarmas.  [Oh;  si  hubieran  dispuesto,  como  en  otro  tiempo,  de  la  Milicia  Na- 
cionall  Uno  de  los  pretextos  de  esta  rabiosa  oposición  era  la  presencia  de 
Pidal  y  Mon  en  el  Ministerio,  pues  mientras  El  Siglo  Futuro  y  los  carlistas 
no  cesaban  de  gritar:  '[Ahf  tienen  ustedes  en  lo  que  ha  venido  á  parar  la 
>Unión  Católical  ¡Pidal,  por  ser  ministro,  se  ha  entregado  al  liberalismo  ca- 
novislali,  sagastinos,  izquierdistas  y  republicanos  decían  que  el  partido  con- 
servador se  había  hecho  ultramontano,  y  que  con  Pidal  estaba  en  peligro 
hasta  la  tolerancia  religiosa.  Zorrilla  seguía  en  su  conspiración  permanente, 
á  pesar  del  fracaso  del  ano  anterior:  aquel  fracaso,  sin  embargo,  había  des- 
animado á  Sifñer,  determinando  la  decadencia  de  la  A.  R.  M.  Descubrióse 
entonces  que  muchas  de  las  listas  de  afiliados  eran  completamente  falsas, 
obra  de  comisionados  truchimanes  que  fingían  adhesiones  y  remitían  sus 
listas  al  director  del  movimiento  para  disfrutar  de  los  fondos  destinados  á  la 
conjura.  La  persona  que  se  ganó  la  confianza  de  Ruiz  Zorrilla  fué  D.  Higinio 
Mangado,  el  capitán  de  carabineros  sublevado  en  Seo  de  Urgel,  y  que  era 
valiente,  activo  y  simpático:  él  dirigió  la  conspiración  en  este  año.  El  1."  de 
Marzo  se  publicó  una  circular  del  ministro  de  la  Guerra  para  perseguir  á  los 
conspiradores;  el  I ;  fueron  reducidos  á  prisión  en  Madrid  dos  brigadieres, 
quince  sargentos  y  varios  paisanos;  pocos  días  después,  los  generales  Ferraz 
é  Hidalgo  y  otros  muchos  militares;  el  28  de  Abril  pasó  Mangado  la  frontera 
por  Varearlos  con  una  partida  de  quince  hombres,  desarmó  y  aprisionó  á  cua- 
tro carabineros,  y  el  29  tropezó  con  la  columna  mandada  por  el  comandante 
de  la  guardia  civil  Sor  y  Díaz:  trabóse  combate,  y  en  él  perecieron  Mangado 


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148.  UlTBblC» 


Cipatolct  nH(trct  conlemporáocos. 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


HISTORIA    DE  ESPAÑA  813 

y  siete  de  tos  suyos,  cayendo  prisioneros  otros  cuatro.  A  Zorrilla  le  impresio- 
nó extraordinariamente  la  muerte  de  Mangado,  y  hay  quien  cree  que  contrajo 
entonces  la  enfermedad  que  le  llevó  al  sepulcro.  £n  Cataluña  lanzáronse  at 
campo  varias  partidas,  y  entre  ellas  un  grupo  de  oficiales  del  batallón  de  re- 
serva de  Santa  Coloma  de  Farnés  {27  Abril),  los  cuales  fueron  hechos  prisio- 
neros el  29,  y,  como  epilogo,  el  28  de  Junio  fusilados  en  Gerona  el  coman- 
danta D.  Ramón  Ferrández  y  el  teniente  U.  Manuel  Belles.  £1  consejo  de 
guerra  no  los  consideró  como  reos  de  rebelión,  sino  de  abandono  de  destino, 
por  lo  que  no  les  impuso  la  pena  de  muerte;  mas  el  Consejo  Supremo  de  Gue- 
rra y  Marina  revocó  ia  sentencia  y  por  eso  se  les  fusiló.  Hiciéroose  muchas 
gestiones  para  obtener  el  indulto,  á  que  no  quiso  acceder  el  Gobierno. 

Disueltas  las  Cortes  (i.°  Abril),  verificáronse  las  elecciones  (27  Abril  y 
8  Mayo),  absteniéndose  carlistas,  zorrillistas  y  federales,  y  haciendo  Romero 
Robledo  cuanto  quiso,  no  sólo  para  formar  una  mayorfa  ministerial  de  295 
diputados  y  para  que  los  izquierdistas  sacaran  27  por  39  constitucionales — lo 
que  dividía  á  la  oposición  liberal  en  dos  bandos  casi  de  igual  fuerza,  —  sino 
para  labrarse  dentro  de  la  mayoría  otra  mayoría,  ó  sea  un  núcleo  adicto  á  él 
personalmente  y  bastante  poderoso  para  decidir  á  su  favor  cualquier  cues- 
tión que  se  suscitase.  Romero  creía  que  ya  era  tiempo  de  ascender  de  simple 
ministro  á  la  categoría  de  jefe  de  partido.  A  estos  <amigos  de  Romero»  como 
él  mismo  los  llamaba,  les  puso  la  gente  el  mote  de  <los  húsares*,  asf  como 
á  los  antiguos  parciales  de  Cánovas  el  de  •artilleros*,  y  á  los  que  butlian  en 
torno  de  More t,  que  también  tenía  su  grupo  dentro  del  izquierdismo,  «los 
fosforítos>.  £1  mismo  día  de  las  elecciones  de  diputados  (27  Abril)  ocurrió  la 
catástrofe  ferroviaria  del  Puente  de  Alcudia  (Ciudad  Real):  iban  en  el  tren 
iSo  personas,  de  las  cuales  168  eran  soldados  licenciados  que  regresaban  á 
sus  casas,  y  sólo  se  salvaron  unas  70.  Se  cree  que  el  siniestro  fué  intencionado. 

Abiertas  las  Cortes  (20  Mayo),  el  marqués  de  Novaliches  atacó  ruda  é 
inesperadamente  en  el  Senado  al  duque  de  la  Torre;  Fidal  habló  en  el  Con- 
greso de  los  partidos  legales  é  ilegales,  lo  que  dio  pretexto  á  León  y  Castillo 
para  decir  que  hablamos  caldo  en  la  más  completa  reacción;  Sagasta  acusó 
á  Cánovas  de  dedicarse  á  la  destrucción  de  los  partidos,  y  el  26  de  Julio  sus- 
pendiéronse tas  sesiones;  aquel  día  llegó  á  Betetú  el  Rey,  de  cuya  salud  co- 
rrían persistentes  y  alarmantísimos  rumores,  negados  por  el  Gobierno;  de 


(Ex^icaciin  di  ¡a  ¡úniina  antirier.) 

Efpaltole*  Umtrc*  coatcmporiaM*.  — 149.  Doctor  SaMI«(a  RamAn  r  Cajml,  una  &t  lis  glo- 
>,  Sabio  hÍ3l6logD  de  univenal  nnombre.  Es  «deoils  un  eslilljta  cxccUnIc, 
IS3a  -tu.  Joaitnin  Sorolla  y  BMtida,  idmlrable  pintor  valenciino 
qnc  ha  ganado  ptimecas  medallas  en  nposicloncs  españolas  y  extranjeras,  y  cuyos  cuadros  Saganlo, 
¡Otra  Margarita!  y  De  rutila  di  la  pesca  le  han  dado  g'an  fama.  Nacií  en  1650.-147.  Culo  PI«- 

tlvaí  en  Roma  y  en  Espina,  sus  lienis;  Lucrtcla,  San  Srbattidn  saliendo  de  las  Cataeambaí  y  sus 
Venus  {1S;l~]«04l.— 148.  Daniel  UmMela  VIergc,  ctlebre  dibulinte  rcsldenlc  mucho  tiempo  en  d 
extranjero,  donde  eran  apirciadisimas  sus  notables  ilDStncianes(]B5l -19M).-14a.  Rnperto  Chapl,  Ins- 
pirado compositor,  auior  de  1i  Fantasía  morisca,  varias  óperas  y  mis  de  cíen  xaciuelas.  Nadó  en  VJIlena 
(1851  - 1909).— 150.  Vital  Aia,  fecundo  é  insenioslsimo  poeta  y  autor  cómico  asturiano,  cuya  vena  una 
y  alegre  regocijó  durante  muchos  años  i  los  espectadores  de  sus  chispeante:»  producciones  lealrales 
(1851-1912). —191.  Emilia  Pardo  Baztn,  ilustre  escritora  gallega.  Novelas,  cuentos,  poesías,  trabajos  de 
critica,  han  salido  abundantes  y  eiquisiioi  de  su  pluma  impecable  y  castiza.  Nació  en  ISÍI.-192.  R.  Pa- 
dre Lnit  Coloma,  eminente  literato,  autor  de  la  novela  Peqaeüects.  y  que  en  sus  admirables  Retratos 
de  antatio,  Jeromln,  etc.,  ha  demostrado  sus  grandes  aptitudes  para  la  bío^iafla  hí^idrica.  Nació  en  1851.— 
193.  Leopoldo  Alaa  fClarln).  notabilísimo  critico  literario  y  novelista.  Tiene  narracionei  y  cuentas 
primOTOiot.  Su  obra  es  enorme.  Nació  en  Zamora  (1851- [901). 


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8l4  HISTORIA    DE   ESPASa 

Betelú  fué  á  inaugurar  el  ferrocarril  de  Asturias,  celebrándose  un  banquete 
ea  Pasajes  {15  Agosto);  por  mar  se  trasladó  de  Gijón  á  la  Coruña,  visitó  los 
príncipates  puertos  de  Galicia,  y  vino  á  La  Granja  (5  Septiembre).  El  i."  de 
Octubre  presidió  la  apertura  de  la  Universidad  Central  D.  Alejandro  Pidal, 
y  leyó  el  discurso  inaugural  D.  Miguel  Morayta:  tiató  del  antiguo  Egipto,  ó, 
mejor  dicho,  tal  fué  el  pretexto  para  alardear  del  mayor  desprecio  á  la  Biblia 
como  fuente  histórica  y  entonar  un  cántico  á  <la  libertad  de  la  cátedra*,  con- 
forme á  la  cual  podía  él,  siendo  racionalista,  exponer  aquellas  ideas  en  una 
Universidad  española.  Pidal  pronunció  breve  discurso  de  generalidades, 
ensalzando  también  la  libertad  de  la  cátedra,  pero  «dentro  de  las  leyes  y  de 
>la  órbita  que  señala  á  la  enseñanza  la  Constitución  de  la  Monarquía  católica 
>y  constitucional»  (1).  Eí  Siglo  Futuro  aprovechó  la  ocasión  para  llevar  á  sus 
últimos  limites  la  campaña  contra  Pidal,  presentándole  como  un  ministro  que, 
echándoselas  de  tan  católico,  autorizaba  y  aplaudía  un  discurso  anticristiano; 
varios  prelados  condenaron  el  discurso  de  Morayta,  y  alguno  la  presencia  de 
Pidal.  La  polémica  fué  acaloradísima;  en  esto  un  estudiante,  hijo  de  D.  Cán- 
dido Nocedal,  presentó  á  sus  compañeros  un  mensaje  de  adhesión  al  Gober- 
nador eclesiástico  de  Toledo,  que  habfa  condenado  el  discorso.  Firmáronlo 
algunos;  pero  la  mayoría  se  puso  de  parte  de  Morayta,  empezando  una  serie 
de  tumultos  (17  Noviembre)  que  se  prolongaron  los  días  18,  19  y  20,  dando 
varias  cargas  los  agentes  de  orden  público,  especialmente  una  dentro  de  la 
Universidad.  Era  gobernador  de  Madrid  D.  Raimundo  Fernández  Villaverde, 
y  jefe  de  orden  público  el  coronel  Otiver.  A  estos  sucesos  siguieron  una 
protesta  de  los  catedráticos  liberales  y  una  con trxprot esta  de  ios  afectos  al 
Ministro,  y  los  tumultos  se  reprodujeron  en  toda  España. 

Acabó  este  ario  con  los  terremotos  de  Andalucía,  iniciados  el  24  de  Di- 
ciembre, y  fué  calamidad  mayor  que  las  inundaciones  de  Murcia.  El  2;  de 
Agosto  murió  en  Madrid  el  insigne  autor  de  £7  Trovador  y  Simón  Bocanegra. 
D.  Antonio  García  Gutiérrez, 

Año  188^.  —  Del  9  al  23  de  Enero  estuvo  el  Rey  en  Andalucía  soco- 
rriendo y  animando  á  los  habitantes  victimas  de  los  terremotos.  Si  la  cala- 
midad fué  mayor  que  las  inundaciones,  mayor  también  el  esfuerzo  de  la  cari- 
dad para  socorrerla,  no  sólo  dentro  de  nuestra  patria,  sino  en  el  mundo  en- 
tero. España  no  debe  olvidar  nunca  el  beneñcio  que  recibió  de  todas  las  na- 
ciones. El  Rey  se  portó  admirablemente,  y  fué  merecidisima  la  ovación  con 
que  se  le  recibió  en  Madrid  á  su  regreso. 

Anunciábase  la  inmediata  publicación  del  Código  civil,  y  el  temor  de 
que  no  fuera  suñcien temen  te  respetado  el  derecho  foral  produjo  agitación  en 
Barcelona,  complicada  y  agravada  por  otro  temor:  el  del  modus  vivauii  coa 
Inglaterra  presentado  á  las  Cortes  para  su  aprobadón  {3  Febrero).  El  «Cen- 
tre Cátala»  acordó  (11  Enero)  acudir  al  Rey.  El  10  de  Febrero  fué  recibida 
la  Comisión  catalana  por  D.  Alfonso,  siendo  notabilísimo  el  discurso  de  éste: 
ensalzó  á  Cataluña,  diciendo  que  cumple  perfectamente  la  ley  del  trabnjo 
impuesta  por  Dios  á  todos,  y  que  merced  á  ella  no  es  España  una  nación  de 
pastores  y  labradores,  sino  que  tiene  industria;  que  España  sin  industria  no 
podria  mantener  á  sus  habitantes,  y  que  si  la  perdía,  decaería  considerable- 
mente la  población;  que  en  el  punto  concreto  de  los  tratados  habfa  de  ate- 
nerse, como  Rey  constitucional,  á  la  política  señalada  por  las  Cortes  y  Minis- 
terio, debiendo  advertir  que  una  vez  hecho  el  tratado  con  Francia  era  inevi- 

Ít)  .\sí  consta  en  el  (cxtii  piiblk-aiífi  pn  La  1'hí¿ii  Cii/á/iía.'SÍOTayta,  t-n  miWíitv  fjiUheT- 
tad  de  la  cátedra.  Suífios  iiiiÍrfTSÍIari<is  de  la  Sania  AflW  (Madrid,  TCíll)  dice:  •Algpsfaf'ail.'  '<!' 
Ie.rii>  fi/idiil  deln  qat  oimes  euanU's  nos  ainsiJeramos  vtligatii-s  á  af-laadiTlf  (pSp.  V"l<l. 


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HISTORIA   DE  ESPAiÍA  815 

table  otro  coa  Inglaterra,  pero  que  tuviese  Cataluña  la  seguridad  de  que  ¿1 
sería  siempre  su  abogado  y  que  era  proteccionista.  El  discurso  de  Don  Al- 
fonso no  fué  constitucional,  sobre  todo  para  los  que  entienden  que  rey  cons- 
titucional y  maniquí  coronado  son  una  misma  cosa;  pero  es  un  timbre  de 
gloría  para  aquel  Monarca.  A  mediados  de  Junio  se  presentó  el  cólera  morbo, 
de  que  ya  habla  habido  algunos  casos  en  el  año  anterior  en  Murcia,  Valencia 
y  Madrid.  £1  iClrculo  de  la  Unión  Mercantil*  pfotestó  contra  la  declaración 
oficial  de  la  epidemia  en  la  corte,  organizándose  á  este  propósito  diversas 
manifestaciones  grotescas;  v.  gr.,  enlutar  sus  tiendas  los  comerciantes  de  la 
calle  de  Toledo.  Los  Reyes  declararon  su  firme  resolución  de  no  salir  de 
Madrid,  y  el  Rey  quiso  ir  á  Murcia:  se  opuso  el  Gobierno,  y  entonces  Don 
Alfonso  intentó  formar  un  Gabinete  presidido  por  el  conde  de  Toreno,  y  aun 
llamar  á  Sagasta  al  solo  efecto  de  que  autorízasen  el  viaje.  Á  últimos  de  Junio 
hablase  extendido  la  epidemia  á  muchos  lugares,  é  hizo  súbita  explosión  en 
Aranjuez;  el  2  de  Julio  á  las  siete  de  la  mañana  salió  el  Rey  de  Palacio  con 
un  solo  ayudante  diciendo  que  iba  á  pasearse  por  el  Retiro,  y  adonde  se  di- 
rigió fué  á  la  estación  del  Mediodía,  donde,  tomando  dos  billetes  de  primera 
clase,  se  dirigió  á  Aranjuez,  y  allí  visitó  los  hospitales  y  casas  de  coléricos  con 
un  celo  que  le  ganó  todos  los  corazones.  También  este  acto,  como  el  discurso 
á  los  catalanes,  fué  anticonstitucional;  pero  excepto  el  Sr.  Moyano,  que,  sien- 
do bonísima  persona,  habla  tomado  con  excesiva  rigidez  su  papel  de  hombre 
inflexible,  á  todo  el  mundo  le  pareció  admirablemente.  A  propuesta  de  Sagas- 
ta se  levantó  la  sesión  del  Congreso  y  los  diputados  fueron  en  masa  á  recibir 
al  Monarca,  y  con  ellos  infinidad  de  gentes  que  tributaron  á  Don  Alfonso  una 
ovación  delirante,  á  la  vez  que  seguían  tumultuando  contra  la  declaración 
oficial  del  cólera,  originándose  carreras,  cierre  de  puertas,  y  hasta  desgracias 
personales,  ya  que  hubo  necesidad  de  recurrir  varias  veces  á  la  fuerza  pú- 
blica para  disolver  los  grupos. 

El  1 1  de  Julio  se  dio  por  terminada  la  legislatura,  y  al  dfa  siguiente  dimi- 
tieron Antequera,  alegando  que  habla  fracasado  su  plan  de  reforma  de  la 
Marina,  y  Romero  Robledo  por  la  impopularidad  de  su  campaña  sanitaria. 
En  realidad.  Romero  quería  ser  presidente  del  Congreso,  y  pretendía  prepa- 
rarse alejándose  un  poco  de  la  censura  diaria  para  el  suspirado  cargo.  Reem- 
plazáronles el  contralmirante  Fezuela  y  Fernández  Villaverde,  tan  combatido 
por  la  prensa  liberal  por  su  intervención  en  <la  Santa  Isabel*  del  año  ante- 
rior. Cánovas,  que  conceptuaba  injusta  aquella  campaña  periodística,  quiso 
demostrar  con  el  nombramiento  de  Villaverde  su  independencia  y  superio- 
dad  respecto  de  los  ataques  apasionados  de  los  manejadores  de  la  publici- 
dad: soberbia  según  unos,  noble  y  digna  entereza  según  otros.  Hubo  en  Julio 
morines  sangrientos  en  Lérida  y  en  Huesca  contra  el  impuesto  de  consumos, 
y  á  mediados  de  Agosto  se  suscitó  la  cuestión  de  las  Carolinas.  Invocando 
Alemania  el  principio  sentado  en  la  Conferencia  de  Berlín,  aunque  concreta- 
mente sólo  para  ciertas  regiones  de  África,  de  que  para  poseer  un  territorio 
no  basta  el  título  histórico  del  descubrimiento  ni  de  la  toma  de  posesión, 
sino  que  es  menester  una  ocupación  efectiva  y  permanente,  de  lo  que  ya  se 
había  hecho  indicación  precisa  á  nuestro  Gobierno  por  los  de  Alemaoía  é 
Inglaterra  cuando  la  campaña  de  Joló  que  dirigió  el  general  Malcampo,  y  con- 
siderando que  España  nunca  habla  ocupado  efectivamente  el  Archipiélago 
de  las  Carolinas,  envió  el  cañonero  //lis  para  tomar  posesión  de  dichas  islas, 
encontrando  allf  á  nuestro  buque  Sa*  Quititin,  con  un  gobernador  que  se 
había  mandado  á  tomar  la  misma  posesión  en  nuestro  nombre.  La  noticia  de 
estos  hechos  cayó  en  España  como  una  bomba,  produciéndose  una  explosión 
formidable  de  patriótico  entusiasmo  que  alcanzó  á  todo  el  país,  y  no  pensa- 


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Sl6  HISTORIA    DE   ESFAJiA 


ron  en  menos  las  gentes  que  en  declarar  la  guerra  á  Alemania,  cosa  que,  se- 
gún La  CorrespoñdeMcia  Militar  (20  Agosto),  si  algún  peligro  ofreda,  no  era 
para  nosotros,  sino  para  los  alemanes,  y  que  virtualmente  declararon  los  sa- 
gastinos,  manifestando  que  no  admitirían  el  Poder  sino  á  condición  de  que 
asi  se  hiciera.  La  manifestación  callejera  en  Madrid  fué  imponente,  derribin- 
dose  el  escudo  y  asta  de  la  bandera  de  la  Embajada  de  Alemania,  y  quemán- 
dolos en  la  Puerta  del  Sol.  El  Rey  y  Cánovas  fueron  los  únicos  que  conser- 
varoa  serena  la  cabeza  en  aquel  delirio  colectivo,  consiguiendo  á  duras  penas 
que  el  litigio  fuese  sometido  al  arbitraje  de  León  Xlll. 

Tal  es  el  último  servicio  que  pudo  prestar  á  la  patria  Don  Alfonso  XII. 
El  Gobierno  seguía  el  sistema  de  ocultar  la  gravedad  de  su  mal;  pero  no  por 
eso  la  gravedad  dejaba  de  existir.  En  Agosto  hablábase  en  todas  partes  de 
la  inminencia  de  un  desenlace  funesto;  en  Septiembre  apenas  si  abandonó  el 
lecho;  en  i.°  de  Octubre  se  dijo  que  había  mejorado  y  que  su  enfermedad 
había  sido  un  catarro  del  que  no  hizo  el  debido  caso;  durante  aquel  mes  s« 
dijo  que  había  recaldo;  se  habló  de  viajes  por  el  Mediterráneo  á  Niza,  á  6an- 
lúcar,  etc.  Adonde  se  trasladó  (día  31)  fué  al  Palacio  de  £1  Pardo.  El  11  de 
Noviembre  almorzó  en  el  monte  con  las  reinas  doña  Isabel  y  doña  María 
Cristina.  £1  16  se  dijo  oñcialmente  que  había  mejorado  de  nuevo,  y  el  19  sus- 
pendiéronse los  partes  en  La  Gaceta  relativos  á  su  enfermedad.  Finalmente, 
el  23,  á  las  ocho  y  cuarenta  y  cinco  minutos  déla  mañana,  expiró.  Tenía  vein- 
tisiete años,  once  meses  y  veintiséis  días,  habiendo  reinado  diez  aSos,  diez 
meses  y  veintiséis  días. 

Era  Alfonso  XII  de  corta  estatura,  bien  hecho  en  apariencia,  de  color 
moreno,  de  regular  y  graciado  semblante,  á  que  la  viveza  de  los  negros  ojos, 
el  escaso  bigote,  las  recortadas  patillas  y  el  pelo  peinado  con  raya  al  lado 
daban  su  fisonomía  característica.  Su  cuerpo  fué  débilísimo,  linfático,  para 
cuidado  con  sumo  esmero;  pero  él  se  creyó  siempre  un  hombre  robusto,  ca- 
paz de  todos  los  deportes  y  de  sobrellevar  los  trabajos  y  fatigas  y,  desgra- 
ciadamente, también  los  excesos  de  la  concupiscencia  á  que  le  arrastraban  su 
temperamento  ardiente,  su  imaginación  viva  y  las  seducciones  propias  de  su 
posición  altísima.  Tenía  mucho  entendimiento,  rica  fantasía,  memoria  felicí- 
sima; gustaba  de  la  lectura  de  los  buenos  poetas  —  tenía  casi  siempre  las 
obras  del  duque  de  Rivas  en  su  mesa  de  noche — y  no  era  insensible  i  los  en- 
cantos de  la  música.  Su  palabra,  no  sólo  era  fácil,  sino  elocuente  y  sugestiva. 
A  poco  de  ocupar  el  trono  presidió  una  sesión  en  la  Academia  de  Jurispru- 
dencia, é  improvisó  un  discurso  que  entusiasmó  á  ios  oyentes,  aun  á  los  no 
afectos  á  su  representación  política,  é  hizo  pensar  á  todos  que  si  Don  Alfonso 
no  hubiese  nacido  para  rey,  con  la  palabra  se  hubiese  abierto  camino  en  el 
mundo.  A  no  menos  altura  rayaba  en  la  conversación  familiar,  siendo  muy 
ameno,  á  veces  picante  y  de  frases  prontas  y  afortunadas:  cautivaba  con  su 
donaire  á  cuantos  se  acercaban  á  él.  El  general  Morlones  se  le  presentó  muy 
preocupado  por  sus  antecedentes  revolucionarios:  «Señor,  le  dijo,  yo  no  pue- 
•  do  ocultar  que  he  hecho  toda  mi  carrera  en  la  revolución».  «¡Qué  era  usted 
en  i868.'»,le  preguntó  el  Rey.  «Capitán,  señor>.  «Pues  poca  carrera  ha  hecho 
>usted,  replicó  Don  Alfonso,  comparándola  con  otras,  y  sobre  todo  con  la 
>mía:yo.  en  1868,  era  soldado  raso,  y  ahora  me  encuentro  de  capitán  general». 
Tenía  Don  Alfonso  sincero  deseo  de  cumplir  bien  sus  deberes  de  rey  y 
sonaba  con  la  gloria  de  los  monarcas  insignes.  Nunca  pasó  por  sus  mientes 
faltar  á  la  Constitución  que  había  jurado,  si  bien  lamentaba  las  pequeneces 
de  la  política  que  aquí  se  quiere  disfrazar  con  la  máscara  de  liberal  y  parla- 
mentaria, y  profesaba  ideas  propias  sobre  lo  que  convenía  á  España.  Fué  lás- 
tima su  muerte  prematura,  porque,  teniendo  en  cuenta  la  prudencia  que  ya 


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HISTORIA   DE   BSPAflA  8i; 

demostró  en  el  asunto  de  las  Carolinas  y  el  prestigio  que  iba  rápidamente 
adquiriendo,  todo  hace  presumir  que  en  el  gran  conflicto  de  1898  él  nos  hu- 
biera salvado  de  la  fínal  catástrofe. 

La  muerte  del  Rey  hizo  temer  á  los  monárquicos  más  optimistas  por  el 
porvenir  inmediato  del  régimen.  Según  la  Historia,  las  minorías  fueron  siem- 
pre turbulentas  y  desastrosas,  y  eso  que  en  las  épocas  pasadas  no  existía  un 
partido  republicano  en  competencia  con  otro  carlista  sobre  el  punto  con- 
creto de  acabar  cuanto  antes  con  las  las  ti  tu  don  es.  Esta  minoría  presentá- 
base además  con  circunstancias  especiales  de  incertidumbre.  Había  dejado 
Don  Alfonso  dos  niñas:  Doña  María  de  las  Mercedes,  que  habla  cumplido  los 
cinco  años  el  1 1  de  Septiembre  último,  y  Doña  María  Teresa,  nacida  el  12  de 
Noviembre  de  1882,  esto  es,  dos  años  menor  que  su  hermana,  quedando  en- 
cinta la  Reina  viuda,  con  lo  que  no  se  sabía  si  era  reina  Doña  Mercedes  ó  el 
niño  que  aún  no  había  nacido,  y  al  que,  de  servaron,  correspondería  la  coro- 
na. Cánovas  apreció  perfectamente  la  situación  de  las  cosas,  y  que,  dada  la 
idiosincrasia  y  tradición  del  partido  liberal,  lo  mejor  era  entregarle  inmediata- 
mente el  Poder,  quedando  los  conservadores  de  toposición  de  S.  M.».  Fué 
uno  de  los  grandes  aciertos  políticos  de  aquel  bombre  de  Estado,  á  que  favo- 
recieron las  circunstancias;  en  Junio  último,  en  efecto,  habíase  producido  una 
escisión  en  la  izquierda  dinástica,  por  la  cual  los  prohombres  más  importan- 
tes se  unieron  con  Sagasta,  quedando  el  izquierdismo  reducido  á  López  Do- 
mínguez y  sui  amigos;  el  duque  de  la  Torre  habla  quedado  fuera  de  juego, 
en  parte  por  la  campaña  difamatoria  que  desde  1885  se  venia  haciendo  con- 
tra él  con  motivo  del  matrimonio  de  una  de  sus  hijas,  y  principalmente 
por  sus  achaques  seniles,  tan  graves,  que  le  produjeron  la  muerte  al  día  si- 
guiente de  la  del  Rey  (26  Noviembre).  Estaba,  pues,  Sagasta  al  frente  de 
un  lucido  partido  liberal- monárquico,  compuesto  de  los  constitucionales,  de 
los  centralistas  y  de  la  mayoría  de  los  izquierdistas,  y  pocas  horas  antes  de 
fallecer  Alfonso  XII  reuniéronse  en  su  casa  los  ex-ministros  de  dicho  par- 
tido, acordando  agruparse  en  torno  del  trono  y  defenderlo  de  todos  sus  ene- 
migos; momentos  después  celebraron  Sagasta  y  Cánovas,  casi  mientras  moria 
el  Rey,  la  célebre  conferencia  en  que  convinieron  lo  que  había  de  hacerse, 
y  es  á  lo  que  vulgarmente  se  ha  llamado  el  'Pacto  de  El  Pardo».  El  27  de 
Noviembre,  día  en  que  fué  trasladado  á  Madrid  el  cadáver  del  Rey,  juró  el 
nuevo  Ministerio  liberal:  Presidencia,  Sagasta;  Estado,  Moret;  (iracia  y  Jus- 
ticia, Alonso  Martínez;  Hacienda,  Camacho;  Gobernación,  D.  Venancio  Gon- 
zález; Guerra,  Jovellar;  Marina,  Beránger;  Fomento,  Montero  Ríos,  y  Ultra- 
mar, Gamazo. 

Quien  llevó  muy  á  mal  este  cambio  fué  Romero  Robledo;  tenía  segura 
la  presidencia  del  Congreso  en  cuanto  se  reanudase  la  legislatura,  y  no  acAtó 
á  disimular  una  contrariedad  impuesta  por  extraordinarias  circunstancias. 
El  15  de  Diciembre  levantó  airado  en  el  Circulo  Conservador  la  bandera  de 
disidencia,  atreviéndose  á  disputar  la  jefatura  del  partido  á  D.  Antonio  Cá- 
novas. Como  habla  convenido  éste  con  Sagasta,  las  Cortes  se  reunieron  el  26, 
y  procedióse  á  elegir  presidente  del  Congreso  á  Cánovas.  Romero  presentó 
su  candidatura,  obteniendo  1 1 2  votos  que  eran  la  mayoría  de  la  mayoría  con- 
servadora: triunfó  Cánovas,  sin  embargo,  por  222  votos  de  los  conservadores 
que  le  permanecieron  fieles  unidos  á  los  liberales.  En  el  Congreso  juntáronse 
las  dos  Cámaras  para  recibir  el  juramento  constitucional  á  la  Reina  Regente 
(30  Diciembre). 

Además  del  Rey  y  el  duque  de  la  Torre  murió  este  año  D.  Cándido 
Nocedal  (18  Julio).  Los  carlistas  afectos  á  El  Siglo  Futuro  creían  seguro  que 
Don  Carlos  nombraría  para  sucederle  en  la  dirección  del  partido  á  su  hijo 


Salcedo  Historia  de  espaRa 


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tí  1 8  HISTORIA   DE   ESPAÑA 

D.  Ramón,  pero  se  llevaron  chasco,  pues  Don  Carlos,  después  de  consultar 
á  los  más  conspicuos  de  sus  parciales,  resolvió  dirigir  por  si  mismo  su  causa, 
como  hizo  público  por  una  carta  á  D.  Francisco  Navarro  Villoslada  (g  Octu- 
bre), acreditándose  asi  que  aun  «después  de  arrojados  al  desprecio  de  los 
leales>  los  hombres  de  La  Ft,  quedaban  en  el  carlismo  machos  y  valiosos 
elementos  refractarios  á  los  Nocedales.  El  26  de  Noviembre  falleció  en  Llanes 
D.  José  Posada  Herrera. 

Año  1886.  —  Un  grupo  de  paisanos  armadas,  acaudillados  por  un  sar- 
gento y  un  ex-sargento  y  secundando  un  plan  del  cabecilla  federal  Antoñete 
Gálvez,  sin  relación  ninguna  con  Ruiz  Zorrilla,  sorprendió  el  castillo  de  San 
Julián,  en  Cartagena  (10  Enero),  y  proclamó  la  República;  acudió  desde  ta 
ciudad  el  gobernador,  general  D.  Luis  Fajardo,  con  su  ayudante  y  unos  guar- 
dias civiles,  y  al  tratar  de  penetrar  en  el  castillo  imponiéndose  á  los  revol- 
tosos por  la  fuerza  y  la  audacia,  una  descarga  le  hirió  moitalmente,  falleciendo 
á  poco.  £1  1 1  abandonaron  el  castillo  los  sublevados:  uno  de  éstos  pagó  con 
ta  vida  su  delito,  y  otros  fueron  condenados  á  preatdio. 

Elecciones  generales  {4  y  25  Abril),  Romero  Robledo,  cuyas  hues- 
tes iban  aclarándose  rápidamente  porque  los  más  se  pasat»a  á  Cánovas 
arrepentidos  de  la  disidencia,  se  alió  con  López  Domínguez  y  los  izquierdis- 
tas (reunión  en  el  Teatro  Real,  26  Marzo).  El  10  de  Mayo  abriéronse  las  Cor- 
tes, presidiendo  el  Senado  el  marqués  de  la  Habana,  y  eligiéndose  para  pre- 
sidir el  Congreso  á  D.  Cristino  Martos.  NACIMlliNTO  DE  DON  ALFON- 
SO XIII  (1;  Mayo).  En  2  de  Junio  se  leyó  en  el  Senado  un  proyecto  de  Ley 
para  prorrogar  los  tratados  de  Comercio  hasta  1."  de  Enero  de  1892  y  con- 
ceder á  Inglaterra  el  trato  de  nación  más  favorecida,  á  la  vez  que  se  prepa- 
raba el  restablecimiento  de  la  base  5.^  (1).  Contra  esta  tendencia  librecam- 
bista se  promovió  terrible  agitación  en  Cataluña;  el  Proyecto  fué  aprobado 
(24  Julio).  Los  proyectos  del  ministro  de  Hacienda  (economías  de  12  millo- 
nes de  pesetas,  supresión  de  las  cajas  especiales  y  venta  de  los  bienes  de 
propios)  suscitaron  también  vivísima  oposición,  que  se  hizo  popular  en  Cas- 
tilla y  que  se  reflejó  en  los  mismos  ministros,  obligando  á  Camacho  á  dimitir 
(30  Junio),  siendo  reemplazado  por  López  Puigcerver.  Las  sesiones  se  sus- 
pendieron en  I."  de  Agosto. 

En  la  noche  del  ig  de  Septiembre  un  sargento  apellidado  Pérez  consi- 
guió arrastrar  á  dos  escuadrones  del  regimiento  Caballería  de  la  Albuera,  y 
el  capitán  Casero,  ayudado  por  otros  sargentos,  á  cuatro  compañías  del  re- 
gimiento de  Careliano;  estaban  ambas  fuerzas  en  el  cuartel  de  San  Gil,  y 
saliendo  con  ellas  á  la  calle,  al  grito  de  ¡viva  la  República!,  cruzaron  todo  Ma- 
drid hasta  el  cuartel  de  los  Docks,  donde  aguardaban  que  se  les  unieran 
otros  comprometidos.  Púsose  al  frente  de  los  sublevados  el  general  Villa- 
campa;  pequeños  grupos  de  paisanos  aparecieron  en  diversos  pasajes,  de- 
mostrando lo  vasto  de  la  conspiración;  uno  de  aquéllos  asesinó  al  brigadier 
D.  Clemente  Velarde  y  González,  que  en  cumplimiento  de  su  deber  iba  á 
reprimir  la  rebelión,  é  igualmente  fué  víctima  el  coronel  conde  de  Mirasol, 
ambos  del  Cuerpo  de  Artillería  y  militares  tan  dignos  de  respeto  por  su  in- 
teligencia é  ilustración  como  por  su  valor.  Los  rebeldes,  viendo  que  nadie 
se  les  juntaba  y  que  acudían  las  tropas  á  combatirlos,  huyeran  hacia  Morata 
de  Tajuña,  no  tardando  en  dispersarse,  cayendo  los  principales  jefes,  entre 
ellos  Villacampa,  en  poder  de  las  autoridades.  Condenados  á  muerte  Villa- 
campa,  el  teniente  González  y  los  sargentos  Bernal,  Gallego,  Cortés  y  Ve- 


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HISTORIA   DE   ESPAÑA  819 

lasco,  fueron  puestos  en  capilla,  aunque  la  Reina  mostró  grandes  deseos  de 
indultarlos.  Algunos  ministros  eran  del  mismo  parecer,  y  Salmerón  y  otros 
personajes  gestionaron  el  indulto  persistentemente;  pero  Jovellar  y  Gamazo 
mantuvieron  inflexibles  la  necesidad  de  hacer  justicia.  Asf  las  cosas,  y  cuando 
en  Consejo  de  Ministros  hablase  acordado  no  acceder  ai  indulto,  el  secreta- 
rio de  la  Presidencia,  Cañamaque,  hombre  de  la  íntima  confianza  de  Sagasta, 
dijo  á  Salmerón  y  Azcárate  que  habían  sido  indultados  los  reos.  Por  todo 
Madrid  corrió  la  noticia:  Gamazo  que  la  oyó,  fué  á  la  Presidencia  á  interro- 
gar á  Sagasta,  y  éste  se  mostró  enojadísimo  con  Cañamaque,  culpando  de  lo 
sucedido  á  la  ligereza  inconcebible  del  secretario.  Y  lo  peor  es,  añadió  el 
presidente,  que  ya  no  es  posible  fusilar  á  esos  hombres.  [Después  de  haberse 
dicho  en  todo  Madrid  que  han  sido  indultados!  Gamazo  creyó —  y  la  opinión 
asi  lo  cree  también  —  que  Sagasta  fué  el  verdadero  autor  de  «la  ÍDdiscreciÓn» 
de  Cañamaque.  VJUacampa  vivió  en  África,  sufriendo  la  pena  de  reclusión 
perpetua  hasta  el  1 1  de  Febrero  de  1889,  que  murió  en  Melilia,  y  éste  fué  el 
ultimo  pronunciamiento  militar  obra  de  Ruiz  Zorrilla. 

El  4  de  Octubre  dimitieron  Zugasti,  gobernador  de  Madrid,  y  Cañama- 
que, secretario  de  la  Presidencia  del  Consejo.  El  10  se  promovió  la  crisis  por 
la  dimisión  de  Gamazo,  á  la  que  siguieron  las  de  Jovellar,  Beráogcr,  Alonso 
Martloez,  aunque  éste  se  aplacó  al  cabo,  y  Montero  Kios,  formándose  nuevo 
Gabinete:  Sagasta,  Presidencia;  Moret,  Estado;  Alonso  Martínez,  Gracia  y  Jus- 
ticia; Castillo,  Guerra;  Rodríguez  Arias,  Marina;  Puígcerver,  Hacienda;  León  y 
Castillo,  Gobernación;  Navarro  Rodrigo,  Fomento,  y  Balaguer,  Ultramar.  El 
general  Castillo  (i)  tomó  la  acertada  medida  de  suprimir  los  sargentos  prime- 
ros, que,  como  acreditaba  larguísima  experiencia,  eran  siempre  el  instrumento 
de  las  rebeliones  militares,  y  todo  el  Gabinete  preparó  proyectos  democrá- 
ticos ó  de  reformas  (Sufragio  universal,  Contencioso- Administrativo,  Código 
civil.  Ferrocarriles  secundarios,  etc.),  con  los  que  se  presentó  á  las  Cortes 
(18  Noviembre);  pero  no  pudieron  ser  discutidos,  pues  hasta  24  de  Diciem- 
bre, término  de  la  legislatura,  faltó  tiempo  para  los  debates  políticos. 

En  este  año  casó  Doña  Eulalia,  hermana  de  Alfonso  XII,  con  su  primo 
D.  Alfonso  de  Orleans  (6  Marzo).  Un  sacerdote  de  irregulares  costumbres  y 
que  después  los  tribunales  declararon  loco,  llamado  D.  Cayetano  Galeote, 
esperó  el  domingo  de  Ramos  (18  Abril)  al  señor  obispo  de  Madrid -Alcalá, 
primero  de  esta  Diócesis,  que  lo  era  el  sabio  y  virtuoso  D.  Narciso  Martínez 
Izquierdo,  en  el  pórtico  de  la  Catedral,  y  al  entrar  el  Prelado  para  la  cele- 
bración de  los  oficios  propios  del  día,  lo  asesinó. 

AOo  iSSy.  —  La  legislatura  duró  de  i;  de  Enero  á  3  de  Noviembre, 
aunque  las  sesiones  terminaron,  por  decreto  de  suspensión,  en  4  de  Julio. 
El  14  de  Mayo  dio  cuenta  en  el  Senado  Alonso  Martínez  de  haberse  llegado 
á  un  acuerdo  con  la  Santa  Sede  sobre  la  base  del  matrimonio  para  el  Código 
civil.  Subsistiría  el  contenido  del  decreto-Cárdenas  (1875),  pero  accedía  el 
Papa  á  que  presenciara  la  celebración  del  matrimonio  canónico  un  funciona- 
rio del  Estado  previamente  avisado,  y  con  el  encargo  de  redactar  la  ins- 
cripción en  el  Registro  civil.  El  30  de  Junio  fué  sancionada  la  ley  de  Aso- 
ciaciones; el  iG  de  Julio,  la  que  concede  derechos  pasivos  á  los  maestros  y 
naaestras  de  primera  enseñanza;  el  z8  de  Junio,  la  de  creación  de  escuadra 
(9  cruceros  y  algunos  torpederos  y  buques  menores);  el  26  de  Junio,  la  de 
concierto  con  la  Trasatlántica;  el  22  de  Abril,  la  de  bases  para  el  arriendo  del 
tabaco,  etc.  Pero  el  proyecto  que  apasionó  los  ánimos  fué  el  de  Reformas 


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820  HISTORIA   DE  ESPAÑA 

militares.  El  8  de  Marzo  dimitió  el  general  Castillo,  reemplazándole  D,  Ma- 
nuel Cassola,  general  de  buena  hoja  de  servidos  y  fama  de  ilustrado,  pero 
del  que  no  se  sabia  que  tuviera  en  cartera  un  plan  de  transcendental  reorga- 
nización del  ejército.  Lo  tenia  y  lo  leyó  en  el  Congreso  (22  Abril),  suscitando 
desde  luego  controversias  que  trascendieron  de  los  círculos  militares  á  los 
civiles;  los  oficiales  de  las  Armas  generales  (Infantería  y  Caballería)  se  pu- 
sieron resueltamente  de  parte  del  Ministro,  y  en  contra  los  de  Estado  Mayor, 
Artillería  é  Ingenieros  con  la  mayor  parte  del  generalato  (Martínez  Campos, 
López  Domínguez  Weyler,  Primo  de  Rivera,  Daban,  etc.),  Romero  Robledo 
se  hizo  campeón  de  los  adversarios  de  la  reforma,  que  eran  muchos  en  el 
campo  conservador  —  clase,  no  partido,  —  por  contener  el  servicio  militar 
obligatorio,  y  hasta  en  el  seno  del  Gabinete  habla  discrepancias.  Sagasta, 
para  diferir  el  conflicto  que  le  habla  inesperadamente  surgido,  tuvo  cerradas 
las  Cortes  todo  el  otoño. 

Los  sucesos  políticos  más  importantes  fueron:  la  disidencia  de  Gamazo 
con  33  diputados,  iuiciada  desde  la  crisis  de  Octubre  del  año  anterior,  y 
cuyo  prc^rama  fueron  el  sentido  proteccionista  contra  el  librecambismo  de 
Moret,  las  economías  en  el  presupuesto  y  la  protección  á  la  agricultura;  U 
separación  de  Becerra  del  ya  exiguo  grupo  izquierdista,  y  la  unión  de  los  que 
permanecieron  fieles  á  López  Domínguez  —  el  más  importante,  Linares  Ri- 
vas  —  con  Romero  Robledo  para  formar  .el  partido  liberal  reformista  (21 
Enero);  la  ruptura  de  la  coalición  republicana,  ó  sea  entre  Ruiz  Zorrilla  y 
Salmerón  (Asamblea  25  Enero),  condenando  el  segundo  la  política  de  pro- 
nunci.imientos;  el  nombramiento  del  general  Salamanca  (l)  para  la  Capitanía 
generaldeCuba,  y  unas  declaraciones  que  le  atribuyó£"/.ííjíw»íK  (2)  (4  .Agos- 
to), según  las  cuales,  iba  él  á  Cuba  mandado,  no  por  el  Gobierno,  sino  por  la 
Regente,  á  poner  allí  un  poco  de  moralidad  administrativa,  porque  aquello 
era  un  presidio  suelto:  los  empleados  iban  á  enriquecerse  y  á  enriquecer  á  sus 
protectores  de  la  Península,  que  eran  los  principales  personajes  políticos; 
aludíase  claramente  á  Martos,  Castelar  y  otros.  El  Gobierno  destituyó  á  Sa- 
lamanca, reemplazándole  con  Marín;  pero  no  pudo  evitar  que  se  pusiese  á 
discusión  este  tema  de  «la  moralidad  administrativa»,  primero  relativamente 
á  Cuba,  originándose  allí  manifestaciones  en  honor  de  Salamanca  nada  favo- 
rables al  prestigio  de  la  madre  patria,  y  después  extendidas  á  la  Península  por 
una  serie  de  hechos  que  se  fueron  sacando  á  relucir  referentes  al  goberna- 
dor de  Cádiz  Zabalita,  al  alcalde  de  Málaga  García,  a!  Ayuntamiento  de  Al- 
mería, etc.  Con  espesa  sombra  de  inculpaciones  y  suspicacias  en  tan  deli- 
cada materia  cubriéronse  todos  los  horizontes  de  la  situación:  no  se  hablaba 
más  que  de  chanchullos  y  escándalos,  y  D.  Francisco  Silvela,  en  un  discurso 
pronunciado  en  Málaga,  proclamó  que  antes  de  las  reformas  políticas  era 
preciso  poner  un  límite  al  creciente  despilfarro  y  asegurar  <la  moralidad 
administrativa-. 

Por  último  se  deben  apuntar  en  este  año;  la  prohibición  del  drama  de 
Marcos  Zapata  La  piedad  de  una  reina,  por  e!  gobernador  de  Madrid,  duque 
de  Frías,  lo  que  originó,  no  sólo  ardientes  protestas  de  la  Asociación  de  Es- 
critores y  .Artistas,  de  los  autores  dramáticos  y  de  la  Prensa,  sino  un  largo  y 
empeñadísimo  debate  parlamentario;  la  bella  é  instructiva  «Exposición  Fili- 

(ll  n.  Maniid  Salaiiiama  y  X<'t.-rfli>  naiiii  un  Buij,'os  {iij  Majo  iK.ig).  Coronel  en  |)<<V> 
tcnirnlc  (;fncral  en  i  MS2. 

(i)  KslF  pcriiidiro  fuó  fundado  para  defender  el  partido  liberal  refonütta  y  lo  redartatun 
ron  rara  habilidad  en  su  primera  éjioca  los  hermanos  Suáreí  de  Fígueroa,  Gutiérreí  Abasta!,  Fe- 
rr&ndiz  (rl  Clirigo  de  ata  airie).  etc.  lira  muy  li-ido.  Las  declaraciones  aparecieron  en  una  carta  de 
Abascal,  dtr  la  Granja. 


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HISTORIA  DE  BSPAltA  821 

pÍDa>,  inaugurada  en  Madrid  el  30  de  Julio;  el  faltedmiento  de  los  generales 
Ros  de  Olano  {14  Julio)  y  Echagüe  (23  Noviembre),  del  pintor  C¿ado  dd 
Alisal  (8  Octubre)  y  del  fundador  y  director  de  La  Época  D.  José  Ignacio 
Escobar,  primer  marqués  de  Valdeiglesias. 

Año  188S.  —  Desde  i.°  de  Diciembre  del  aflo  anterior  estaban  reunidas 
tas  Cortes,  que  comenzaron  sus  sesiones  dando  más  vueltas  al  tema  de  <la 
moralidad  administrativa  >,  que  decididamente  se  bsbia  puesto  de  moda.  Dis- 
cutiendo  e!  mensaje  pronunció  Castelar  {J  Febrero)  su  famoso  discurso  de* 
clarando  que  si,  por  virtud  de  las  reformas  liberales,  la  monarquía  llegaba  á 
ser  democrática,  él,  «republicano  de  toda  la  vida,  se  retirarla  á  escnbir  la 
Historia  de  España*.  El  20  de  Abril  se  promulgó  la  ley  del  Jurado.  El  1 1  de 
Mayo,  la  de  Bases  para  el  Código  civil,  que  fué  puesta  en  vigor  por  Real  de- 
creto de  5  de  Octubre,  El  13  de  Septiembre,  la  Orgánica  de  lo  contencioso- 
administrativQ.  Los  principales  sucesos  y  debates  parlamentarios  fueron:  des- 
cubrimiento de  una  conspiración  en  Puerto  Rico,  terrible  según  el  capitán 
general  Palacios,  y  que,  según  el  Gobierno,  asesorado  por  el  gobernador  inte- 
rino Contrcras  é  importantes  elementos  de  la  isla,  no  fué  sino  una  serie  de 
abusos  de  autoridad  cometidos  por  Palacios,  que  fué  relevado  fs  Enero),  con 
protesta  y  censura  de  Cánovas;  la  huelga  de  Eos  mineros  de  RJotinto  á  con- 
secuencia de  haberles  quitado  la  Empresa  el  medio  jornal  que  les  daba  cuan- 
do no  podían  trabajar  por  el  humo  de  la  calcinación  del  cobre,  y  en  la  que, 
habiendo  hecho  fuego  la  Guardia  Civil  sobre  la  masa  de  huelguistas,  resulta- 
ron 20  muertos  y  1 50  heridos,  de  lo  que  hizo  Romero  Robledo  una  contun- 
dente acusación  en  el  Congreso  {6  Febrero);  la  indemnización  Mora:  era  éste 
un  cubano  que,  amparándose  de  la  ciudadanía  yanqui,  pidió  al  Gobierno  tres 
millones  de  pesos  por  los  daños  que  habla  sufrido  en  la  guerra  de  Cuba;  el 
tribunal  arbitral  de  Washington,  competente  según  el  Convenio  de  la  de 
Febrero  de  1871,  declaró  no  haber  lugar  á  satisfacer  esta  pretensión;  pero 
Mora  siguió  reclamando,  ó  mejor  dicho,  el  Gobierno  de  los  Estados  Unidos 
á  su  nombre,  y  Moret  se  avino  á  transigir,  reconociendo  á  Mora  un  crédito 
de  !.20e.ooo  pesos:  la  minoría  conservadora  atacó  duramente  al  ministro  de 
Estado  (Febrero);  la  agitación  por  el  proteccionismo  agrícola,  movida  por  la 
•  Liga  Agrsría>,  fundada  en  Diciembre  de  188^,  y  que  este  aíío  se  manifestó 
en  los  mitins  de  Valladolid  (21  Marzo),  Borjas  Blancas  (2  de  Julio)  y  Falencia 
(21  Octubre),  en  la  Exposición  á  las  Cortes  pidiendo  7G  millones  de  econo- 
mías en  los  gastos  públicos,  reducción  de  impuestos  existentes,  creación  de 
otro  sobre  la  renta,  elevación  de  aranceles;  reducción  del  contingente  militar, 
etcétera,  programa  que  poco  después  llamó  Castelar  del  «Presupuesto  de  la 
paz>.  Fguraban  en  la  Liga  políticos  de  diversos  partidos,  como  D.  Claudio 
Moyano,  Muro  (republicano),  etc.;  pero  su  principal  figura  era  D.  Germán 
Gamazo. 

El  25  de  Abril  se  disolvió  el  «partido  Hberal-reformistr».  Linares  Rivas 
ingresó  en  el  conservador,  y  López  Domínguez  y  Romero  Robledo  quedaron 
como  fuerzas  independientes  sueltas.  Tratando  Ruiz  Zorrilla  de  atraerse  á 
las  otras  fracciones  republicanas,  publicó  un  manifiesto  (4  Mayo)  admitiendo 
la  necesidad  de  pagar  cuito  y  clero  y  tener  ejército  y  escuadra  poderosos, 
con  lo  que  se  alborotaron  los  federales,  y  en  su  asamblea  (Octubre)  trataron 
á  los  zorriltistas  como  á  pérfidos  reaccionarios.  No  soportando  D.  Ramón  No- 
cedal el  papel  á  que  habla  quedado  reducido  en  el  partido  carlista,  no  cesa- 
ba de  atacar  á  La  Fe,  ya  en  gracia  de  Don  Carlos;  y  como  éste  quería  la  paz 
entre  sus  parciales,  sacó  á  relucir  Nocedal  que  en  la  comunión  tradición  alis- 
ta lo  primero  es  Dios,  después  la  Patria  y  el  Rey  lo  último,  expresando  así 
claramente  que,  á  su  juicio,  mandaba  Don  Carlos  cosas  contrarias  á  Dios  y  á 


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UO.  Palacio  Valdd 


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DE  ESPAÑA  823 


la  Patria:  iodignóse,  como  es  lógico,  el  duque  de  Madrid,  y  expulsó  del  par- 
tido á  Nocedal  (9  Julio);  pero  no  se  conformó  el  expulsado,  sino  que  sos- 
tuvo haberse  quedado  él  con  el  puro  y  neto  antiliberalismo  y  ser  Don  Carlos 
el  que  se  había  liberalizado.  El  31  de  Julio  publicaban  El  Siglo  Futnro  y  los 
muchos  periódicos  de  provincias  que  seguiao  sus  inspiraciones  el  programa 
del  partido  de  <la  íntegra  verdad  católica*,  vulgarmente  llamado  «íntegris- 
ta>.  Don  Carlos  nombró  delegado  suyo  al  marqués  de  Cerralbo,  y  desde  en- 
tonces viene  la  lucha  entre  integristas  y  carlistas,  no  menos  enconada  duran- 
te mucho  tiempo  que  la  de  carlistas  y  mestizos. 

Sagasta  diferia  cuaoto  le  era  posible  la  discusión  de  las  reformas  de  Cas- 
sola:  sabia  que  este  debate  comprometía  gravemente  la  unidad  del  Gobierno 
y  de  la  mayoría.  A  principios  de  Junio,  estando  ausente  la  Reina,  la  infanta 
Isabel  hizo  un  viaje  á  Salamanca,  y  antes  de  partir  encargó  al  capitán  gene- 
ral de  Castilla  la  Nueva,  que  era  Martínez  Campos,  «tomar  el  santo  y  seña> 
de  la  infanta  Doña  Eulalia.  ÁD.  Arsenio  no  le  pareció  esto  bien  por  la  circuns- 
tancia de  ser  comandante  de  Caballería  en  activo  el  marido  de  Doiia  Eulalia, 
y  resultar  asi  que  el  Capitán  general  tomaba  el  santo  y  seña  de  la  mujer  de 
un  subordinado  suyo.  Consultó  el  punto  con  el  Gobierno,  y  el  ministro  de  la 
Guerra  le  ordenó  atenerse  á  lo  dispuesto  por  Doña  Isabel.  Dimitió  entonces 
Martínez  Campos,  y  Alonso  Martínez,  al  darse  cuenta  del  hecho  en  el  Consejo 
de  ministros,  planteó  la  crisis  (12  Junio).  Hubo  que  reorganizar  el  Gabinete, 
substituyendo  á  Cassola  O'Ryan,  y  entrando  Vega  de  Armijo  en  Estado — 
Moret  pasó  á  Gobernación  —  Capdepón  en  Ultramar  y  Canalejas  (i)  en  Po- 
li) P.  Josp  Canali-jas  vMínJi'í  nari6('n  H  Ferrol  (u  Julio  l!<54l.  Su  padre  rra  Ínf;(>nÍi-ro, 
hermano  del  célebre  caieilrático  D.  Francisco  de  Paula.  Kuí  iirecorísimo:  i-uando  tenía  dira 
años  tradujo  una  nnvi-lila  del  francés.  En  1S72  era  licenciado  en  Filosofía  y  Letras,  y  al  año  si- 
piicnte  en  DiTecho.  Sti  lio  D.  Francisco  le  iiiin  auxiliar  de  la  rátcilr»  ele  Literatura  en  la  fni- 
vcT^idad  Central,  y  dcsemperlándola  |iravncó  un  niotin  estudiantil  que  le  hizo  abandonarla; 
en  iti77  hizo  o[)iiHcionps  i  la  citcdra  vacante  por  ralledmiento  <Ie  Amador  de  las  Rio%.  v  i|Ue 
(.■ano  Mcnéndei  Pclavo.  l'or  su  amistad  ron  Martos,  obtuvo  el  acta  de  diliutado  en  las  Cortes 
d>-  1MK1,  iirinieras  laniLii'-n  i'H  i|ue  fué  di|>iitado  Maura.  En  iHKj,  Canalejas  (af-  si'crelario  de  la 
Presidencia  con  Posada  Hí'rriTa.  Manos  fué  también  (piien  lo  indicií  6  iminiso  para  ministro. 

(Eififícadón  de  la  lámina  aulírhr^ 

EipaBolea  Ilustres  ConttnpDrtaeDS— 194.  SaatlagO  RmIHoI,  artisli  genial  de  «Iraordinariis 
y  vaiiídas  aptitudes.  Es  pintor  admirable,  gran  escritor,  poeta,  critico  y  dramaturgo.  Catalán.  Ñadí 
en  1SS2.— 1»,  Antonio  Uandl,  orieimlisimo  y  genial  arquileclo  nacido  en  Reus.  Sus  atreridis  concip. 
clones  son  muy  discutidas,  aunque  nadie  niega  su  positivo  lalinto.  Merecen  citarse  entre  sus  obras 
la  iglesia  de  la  Santa  Familia,  el  palacio  de  Qliell  y  las  mnsliucciones  del  parque  Ofiell  en  ESarcelona 
(1852). —  ISt.  Leonardo  Torrea  Quevedo,  académico  de  la  de  Ciencias  é  ingeniero  de  caminos,  pre- 
miado por  el  Instituto  de  franela  por  su  descubrimiento  de  una  máquina  de  calcular  altas  operaciones  nu- 
lemálicas.  Inventar  del  aparato  llamado  leltkino  para  dirigir  el  muvimienta  i  distancia  y  de  varios  aeras- 
latos  dirigibles.  Nació  en  Madrid  en  185>. -157.  CulBiro  Sálni,  pintor  celebrado  y  eslimadisimo, 
malogrado  á  causa  de  una  enfermedad  mental.  Sus  obras  mis  aplaudidas  san:  Estudio  de  un  pintor  y  La 
tilla  de  un  Jardín  (1853-1898). —158.  Edurdo  de  Hlaojoia,  historiador  del  Derecho,  que  ha  aplicada  1 
esta  rama  de  la  Historia  el  método  critico  moderno:  uno  de  los'hombres  más  cultos  de  la  época  contempo- 
ránea. Nadó  en  1853.— 159.  Aatoalo  Maura  ;  Muatancr,  insigne  estadista  mallorqnln.  orador  maravi- 
lloso, letedel  partido  liberal-conserrador;  presidente  del  Consejo  de  ministros;  sucesor  de  Pidal  en  la  Di- 
recdón  de  la  Real  Academia  EspaHola.  Una  de  las  figuras  más  discutidas,  mis  admirables  y  mis  admiradas 
de  nuestras  dias.  Nació  en  I8S3.-160.  AraandO  Palacio  Valdét,  novdisla  insigne,  acad^icn  de  la 
Española,  autor  de  RIverUa.  Mailmlna,  La  hermana  San  Salpiclo,  La  alegría  del  copilda  Ribot,  El 
caerlo  poder.  Lo  aldea  perdlday  otras  novelas  admirables.  Nació  en  Entralgo,  en  1853.-  161.  Jacinto 
Ociarlo  Picón,  literato  ilustre,  novelista  y  critico  de  arte  contemporáneo,  üs  académica  de  la  EspaNo'i 
ydela  de  Bellas  Arles.  Nació^n  Madrid  en  ISI3.-I61.  Joit  Caualcjas  j  Mtndez,  gran  orador  políti- 
co, escritor  notable  y  ¡efe  del  partido  liberal;  asesinado  por  un  anarquista  siendo  Presidenle  del  Consejo 
de  Ministros  (18U-iai2). 


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824  HISTORIA    DE  ESPAÑA 

mentó.  Moret  y  Canalejas  opinaban  que  las  reformas  de  Cassola  debían  ser 
implantadas  por  decreto;  Alonso  Martínez,  que  era  indispensable  la  discusióa 
parlamentaria:  resolvióse  lo  último  (21  Octubre),  quedando  algo  en  calma  la 
política,  si  bien  las  Armas  generales  seguían  profundamente  agitadas  por  su 
deseo  cada  vez  más  vivo  de  que  aquéllas  rigiesen  cuanto  antes.  Teme- 
rosos los  liberales  de  que  apresurasen  la  vuelta  de  los  conservadores,  esta 
cuestión  militar,  la  agrícola  ó  proteccionista,  y  el  descrédito  de  la  situa- 
ción por  lo  de  <la  moralidad  administrativa»,  organizaron  en  Zaragoza  (19 
Octubre),  en  Sevilla  (5  Noviembre)  y  en  Madrid  (i  1  Noviembre)  manifesta- 
ciones populares  contra  Cánovas,  aprovechando  su  entrada  en  estas  pobla- 
ciones; en  Madrid  se  repartieron  los  pitos  para  silbar  á  D.  Antonio  en  el  mi- 
nisterio de  la  Gobernación.  Abrióse  nueva  legislatura  el  30  de  Noviembre, 
Cassola  interpeló  á  Sagasta  sobre  sus  reformas  (5  Diciembre),  y  de  la  res- 
puesta evasiva  que  obtuvo  dedujo  y  declaró  que  ni  por  ley  ni  por  decreto 
serian  inplantadas.  £1  10  de  Diciembre  surgió  otra  crisis,  provocada  por  la 
oposición  cada  vez  más  viva  de  Gamazo;  salieron  del  Gabinete  Alonso 
Martínez,  Puigcerver  y  O'Ryan,  pasando  Canalejas  á  Gracia  y  Justicia,  Cap- 
depón  á  Gobernación,  D.  Venancio  González  á  Hacienda,  y  entrando  el  gene- 
Mi  Chinchilla  en  Guerra,  el  conde  de  Xiquena  en  Fomento,  y  Becerra  en  Ul- 
tramar . 

Hay  que  registrar,  por  último,  en  este  año:  la  Exposición  Universal  de 
Barcelona,  magnífico  esfuerzo  de  Cataluña  y  España  entera,  coronado  por  el 
éxito  más  brillante.  El  1 3  de  Mayo  salieron  de  Madrid  la  líeina  con  sus  hijos, 
el  16  entraron  en  Barcelona,  siendo  recibidos  con  entusiasmo  delirante;  el 
20  visitaron  la  Exposición,  y  permanecieron  en  la  ciudad  condal  hasta  el  6 
de  Junio;  la  mayor  parte  de  las  Naciones  enviaron  al  puerto  de  Barcelona 
buques  de  guerra,  resultando  así  una  grandiosa  manifestación  internacional 
en  honor  de  España  y  de  la  Keina  regente.  En  la  madrugada  del  2  de  Julio, 
finalmente,  fué  asesinada  en  Madrid,  y  en  su  casa,  Fuencarral  [09,  3."  doña 
Luciana  Borcino,  viuda  de  Vázquez  Várela.  Se  sospechó  desde  luego  de  la 
criada,  Higinia  líalaguer;  pero  tenía  la  señora  un  hijo,  José  Vázquez  Várela, 
tipo  del  calavera  de  la  peor  catadura,  que  hallábase  á  la  sazón  sufriendo  una 
condena  por  sus  escándalos  en  la  Cárcel  Modelo  y  del  que  se  llegó  á  decir 
que  solia  golpear  á  su  madre  cuando  no  le  daba  ésta  todo  el  dinero  que 
pretendía  él  para  sus  vicios.  Empezó  la  opinión  pública  por  sospechar  que 
semejante  hijo  era  muy  capaz  de  haber  matado  á  su  madre,  ya  en  alguna  re- 
yerta dimanada  de  sus  peticiones  de  dinero,  ya  por  robarla.  Pero  jcómo  po- 
día ser  así,  estando  preso!*  La  atmósfera  moral  creada  por  el  manoseado  tema 
de  la  falta  de  «moralidad  administrativa»  hacía  verosímil  todo  escándalo  en  la 
materia,  ;Por  qué  los  directores  y  empleados  de  la  Cárcel  Modelo  no  habían 
de  permitir  la  salida  de  los  presos  ricos,  como  Vázquez  Várela?  Se  afirmó  en 
redondo  que  Várela  salía  de  la  cárcel  siempre  que  le  daba  la  gana,  mediante 
el  soborno  de  los  funcionarios  de  prisiones.  Aparecieron  gentes  que  decían 
haberle  visto  en  diversos  lugares  y  ocasiones,  y  para  muchos  fué  inconcuso 
que  en  una  de  esas  escapatorias  había  consumado  el  parricidio,  y  que  los 
jueces  no  querían  seguir  esta  pista  por  no  descubrir  la  falta  de  los  empleados 
de  la  cárcel  y  no  descontentar  á  los  personajes  que  sostenían  á  estos  em- 
pleados: un  nuevo  caso  de  •inmoralidad  administrativa*.  Aprovechando  £7 
Liberal  y  otros  periódicos  tal  estado  de  opinión,  diéronse  á  explotarlo  con 
extensísimas  informaciones  encaminadas  á  probar  que  Vázquez  Várela  salía 
efectivamente  de  la  cárcel,  que  mató  á  su  madre,  \  que  la  justicia  esta- 
ba tan  podrida  como  la  administración;  se  llamaba  á  la  justicia  despectiva- 
mente 'la  justicia  histórica>,  indicando  con  ello  que  sus  vicios  procedían  de 


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HISTORIA    RE   ESPAÍJA  825 

la  tradición  y  que  era  menester  crear  otra  más  racional  y  más  pura.  En  todas 
partes  oo  se  hablaba  más  que  del  «crimen  de  la  calle  de  Fuencarral>.  Los 
asuntos  políticos  no  ofrecían  ningún  interés  al  lado  de  éste. 

Año  lS8g.  — Todos  los  elementos  dinásticos  opuestos  á  Sagasta  ó  que 
sentían  resquemores  contra  él  se  coaligaron  secretamente  para  derribarle:  á 
esto  se  llamó  «la  conjura»,  compuesta  de  los  conservadores,  gamacistas,  cas- 
solistas,  romeristas,  y  lopez-dominguístas.  A  principios  de  Mayo  se  sapo 
que  el  presidente  del  Congreso,  D.  Cristino  Martos,  había  entrado  en  la  con- 
jura. Desde  Diciembre  del  año  anterior  había  roto  Martos  con  su  protegido 
Canalejas,  siendo  causa  ostensible  de  la  ruptura  el  haber  nombrado  el  se- 
gundo Subsecretario  de  Gracia  y  Justicia  á  D.  Diego  Arias  de  Miranda,  con- 
tra la  recomendación  del  primero  á  favor  de  D.  Francisco  de  Rios  Pacheco. 
Se  fantaseó  mucho  sobre  el  motivo  último,  acusando  unos  de  ingratitud  á 
Canalejas,  y  otros  á  Martos  de  tener  pretensiones  incompatibles  con  la  digni- 
dad é  independencia  de  su  protegido.  También  se  habló  mucho  de  por 
qué  Martos  llegó  á  colocarse  enfrente  de  Sagasta:  lo  más  verosímil  es 
que  D.  Cristino  apeteciera  presidir  un  Gobierno,  puesto  que  miran  en 
general  los  prohombres  como  el  término  de  su  carrera,  considerándose 
fracasados  si  no  lo  alcanzan.  Lo  cierto  es  que  Villaverde  presentó  una 
proposición  de  tendencia  proteccionista,  que  Gamaso  pronunció,  defen- 
diéndola, un  discurso  de  censura  enérgica  al  Gobierno,  especialmente  al  mi- 
nistro de  Hacienda  (16  Mayo),  y  que  al  ir  á  ser  votada  (Z2  Mayo)  Martos  se 
retiró  aparatosamente  de  la  presidencia,  tomando  todos  este  acto  por  una 
declaración  de  guerra  á  la  situación.  Al  otro  dfa  23,  y  hablando  contra  el  su- 
fragio universal  el  conservador  D.  Lorenzo  Domínguez,  se  presentó  D.  Cris- 
tino  en  su  sillón  presidencial;  los  ministeriales  vieron  en  esto  un  insulto 
grave,  y  rompieron  contra  el  Presidente  en  espantoso  vocerío,  llenándole  de 
improperios,  y  amenazándole  algunos  con  los  puños  cerrados  y  con  los  bas- 
tones. Martos  tuvo  que  salir  más  que  á  paso  de  su  poltrona,  los  ministros 
abandonaron  el  banco  azul,  y  acabó  la  sesión  con  el  más  terrible  barullo.  La 
hubo  el  día  24;  pero  sólo  para  que  Sagasta  leyera  el  decreto  suspendiéndolas. 

£1  3  de  Junio  se  dio  por  terminada  la  legislatura,  y  se  abrió  la  nueva  el 
16,  siendo  nuevo  presidente  Alonso  Martínez.  Larguísimo  debate  (30  sesio- 
nes) sobre  lo  pasado;  y  con  tanta  pasión  algunos  dfas  que  el  5  de  Julio,  el 
entonces  D.  Alvaro  Figueroa,  después  conde  de  Romanones,  llegó  á  sacar 
un  estoque  contra  otro  diputado.  No  menos  apasionada  fué  la  discusión  so- 
bre «la  moralidad  administrativa*, — tema  que  no  se  dejaba  de  la  mano  —  del 
Ayuntamiento  de  Madrid.  Habíase  ordenado  una  visita  de  inspección,  enco- 
mendándola á  D.  Alberto  Aguilera  (31  Mayo);  en  i.°  de  Agosto  fueron  sus- 
pendidos 26  concejales,  en  7  del  mismo  mes  se  admitió  la  dimisión  al  alcalde 
Abascal,  en  27  de  Septiembre  se  pasó  el  tanto  de  culpa  á  los  tribunales. 

Durante  este  año  se  siguió  hablando  y  escribiendo  desaforadamente  del 
•  crimen  de  la  calle  de  Fuencarral».  Entusiasmó  al  público,  excitando  viva- 
mente el  patriotismo,  el  invento  que  se  supuso  realizado  por  el  distinguido  y 
estudioso  oficial  de  Marina  D.  Isaac  Peral  de  un  submarino  que  resolvía  sa- 
tisfactoriamente todaslas  dificultades  inherentesá  ese  género  de  navegación, 
verificándose  pruebas  del  invento  en  la  bahía  de  Cádiz  (Mayo,  Julio  y  Agos- 
to) que  enfriaron  el  entusiasmo  de  muchos,  aunque  la  multitud  siguió  aferra- 
da á  la  idea  de  que  Peral  habla  realizado  una  maravilla  y  que  sólo  la  envidia 
impedía  proclamarlo.  El  23  de  Abril  se  inauguró  en  Madrid,  en  la  iglesia  de 
San  Jerónimo  del  Prado,  el  primer  Congreso  Católico,  presidido  por  el  carde- 
nal Benavides,  arzobispo  de  Zaragoza,  y  catorce  obispos,  siendo  notabilísimo 
el  discurso  leído  por  Menéndez  Pelayo,  en  que  calificó  valientemente  de 

nigiUrrlb/GOOglC 


826  HISTORIA    DE  ESPAÍíA 

(Cuestiones  estúpidas)  las  que  venían  sosteniendo,  hacia  tantos  años,  los  pe- 
riódicos católicos  sobre  interpretación  del  Syllaáus  grados  de  liberalismo, 
tesis  é  hipótesis,  integrismo  y  mesticismo,  etc.  El  22  de  Junio,  y  por  iniciati- 
va del  Liceo  de  Granada,  se  verificó,  en  la  Alhambra — patio  del  Palacio  de 
Carlos  V —  la  coronación  de  D.  José  Zorrilla  por  el  duque  de  Rivas,  como 
representante  de  la  Reina  regente.  Se  dice  que  el  gran  poeta  tuvo  que  em- 
peñai  la  corona  de  oro  que  habían  ceñido  tan  solemnemente  á  sus  sienes,  y 
que  al  emprender  el  viaje  á  Granada  en  lujoso  coche  del  ferrocarril  pidió  á 
la  comisión  granadina  encargada  de  hacerle  la  corte  algún  dinero  porque  no 
llevaba  blanca  en  el  bolsillo.  Quizás  le  dieran  entonces  las  5.000  pesetas  que 
se  hablan  anunciado  como  premio  de  la  mejor  leyenda  morisco-granadina 
que  se  presentase  á  concurso:  induce  á  sospecharlo  que  no  se  concediera  ese 
premio;  y  que  se  prcsentaror.  leyendas  dignas  de  él  parece  indudable,  por 
que  no  hay  poeta  de  los  que  manejaban  la  lira  en  aquel  año  que  no  tenga  en 
sus  colecciones  la  correspondiente  historia  de  zegríes  y  de  abencerrajes,  6 
de  moros  y  cristianos,  ó  de  todo  á  la  vez.  Murieron,  finalmente,  este  año:  el 
sabio  catedrático  de  Literatura  latina  D.  Alfredo  Adolfo  Camús  (4  Enero)  y 
ü.  Antonio  de  Trueba  (5  Marzo). 

Año  iSgo.  —  Cánovas  había  declarado  en  las  Cortes,  el  año  anterior, 
que  si  el  partido  conservador  encontraba  establecido  el  sufragio  universal, 
lo  respetaría,  Castelar  apremiaba,  por  su  parte,  á  Sagasta  diciéndole  constan- 
temente que  de  la  proclamación  del  sufragio  universal  dependía  que  la  Mo- 
narquía fuese  democrática  y  que  se  acabaran  para  siempre  las  revoluciones. 
Llegó  á  ser  lugar  común  la  urgencia  del  sufragio  universal  y  lo  conveniente 
de  que  para  implantarlo  se  uniesen  todos  los  liberales:  á  esto  respondió  la 
crisis  de  2  de  Enero,  y  el  encargo  dado  á  Alonso  Martínez  de  formar  un  Mi- 
nisterio de  conciliación:  fracasó  en  su  intento,  y  tuvo  Sagasta  que  reorgani- 
zar el  Ministerio  (21  Enero),  con  Puigcerver  (Gracia  y  Justicia),  Capdepón 
(Gobernación J,  Bermúdez  Reina  (Guerra),  Romero  Moreno  (Marina),  Eguilior 
(Hacienda)  y  duque  de  Veragua  (Fomento).  El  24  de  Febrero  quedó  apro- 
bado el  artículo  1."  de  la  ley  del  Sufragio  Universal,  y  el  26  de  Junio  era 
toda  ella  sancionada  por  la  Corona.  Un  asunto  de  otra  fndole  tuvo  grave 
trascendencia  política.  El  general  D.  Luis  Daban,  senador,  escribió  una  carta 


(  ExpticoiiÓH  de  la  láaiina  át  tnfrínit.) 

Eapallolea  lloatrai  contamparáDeol.  —  163.  Praneiico  RodiÍKací  Mmrbí,  cervanMíilo,  porli 
inspirado,  trudlto  y  amenísimo  tscritor  sevillano.  Académico  d(  la  Espaüota  y  director  de  I1  Biblioleti 
Nacionai.  Naciúen  I8SI.— 1M.  Marlknode  Ctvia,  peiiodiMí  aragonfi  iiíco  y  casliía.  de  ingenio  iirsco. 

auloridail  del  lenguaje.  Naciú  en  ISS5.  —  IB9.  Marcelloo  Mentndei  y  Pelado,  Rguri  colosal  enlrr  las 
mis  grandes  de  la  Humanidad.  Polígrafo  portentoso  y  genial,  que  In  aharcit  todo  y  en  todo  dejó  la  huella 
luminosa  de  su  inteligencia  soberana.  Nació  en  Santander  (IB5'-I9I2'.  I6S.  Jost  Rmlrignei  Carracldo, 
eminente  químico,  piofesor  universitario  y  tratadista,  cuyas  obras  ^aiAv  de  gran  consideíaclón  en  España 
y  en  el  extranjero.  Nació  en  Santlieo  de  Composleia  el  IS56.— 167.  Jo«¿  Ortega  Manilla,  periodista  y 
noielista  espaflol  nacida  en  Clrdenas  (Cuba).  Sigulú  en  Madrid  la  rarrera  de  Derecho,  Es  ana  de  las  mis 
prestiüiosas  figuras  del  periodismo  político  (I8S6).  — 108.  Ednartto  Oal»  Iradler,  ilustre  luiIsconsuUii  y 
político  coiuflís.  Presidente  del  Consejo  de  Ministros  del  parlido  liberai-tonservador  en  1913.  Preiidente 
del  Congreso  en  la  anterior  etapa  conservadora;  autor  de  varias  leyes  sociales  y  obreras,  Naciú  en  I8:(>.— 
les.  UaacAllitetz,  célebre  pianista  é  inspiradísimo  totnpofitor,  nacfdoin  Campiodán  (Qerona).  Entre 
sus  obras,  escritas  la  mayor  parte  para  piano,  descuella  la  deliciosa  mire  /fteria  (1860-190.1).- ITO.  Lala 
Calpaaa,  elocuentísimo  nrador  sairado  alicantino,  doctor  en  ambos  Derechos,  excatedrítico  de  Ciencias 
Naturales,  magistral  de  la  Real  Capilla  y  eapellín  mayor  á-  San  Francisco  el  Grande,  N»d6  en  1860,  - 
ITI.  Rainftn  Mcntndei  Pldal,  ilustre  erllieo.  académico  de  la  Historia  y  de  la  EspaHola.  Docto  y  enidi- 
tisiiHo  discípulo  de  Meníndei  Pelayo.  Nació  en  I8'i0. 


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EipaAole*  I  lastre»  eouttmpménxo* 

D,g,t7cdb/COOgIC 


Ü28  HISTORIA    DE   ESPAÑA 

circular  á  sus  compañeros  del  ejército  invitándolos  A  una  reunión  para  tra- 
tar de  oponerse  á  la  división  de  mandos  (civil  y  militar)  en  Cuba  y  á  otros 
proyectos  en  que  veía  Daban  una  tendencia  antimilitarista  del  Gobierno; 
consideró  éste  que  constituía  la  tal  epístola  una  falta  de  disciplina,  y  solicitó 
autorización  del  Senado  para  imponer  un  mes  de  castillo  al  General.  Martínez 
Campos,  muy  amigo  de  Daban,  lo  defendió,  y  en  el  curso  del  debate,  como 
dijera  D.  Arsenio  que  no  comprendía  tales  rigores  estando  para  caer  el  Go- 
bierno, y  preguntándote  cómo  sabia  esto,  respondió:  «¡Me  lo  da  el  corazón!»; 
de  aquí  que  cuaado  surgió  la  crisis,  dijeran  las  gentes:  «Esta  es  la  crisis  de 
lacorazonada>. 

Lo  cierto  es  que  el  general  Martínez  Campos  estaba  deddido  bacía 
tiempo  por  la  vuelta  de  los  conservadores,  creyendo  que  la  cuestión  de  ia 
ttioralidad adminitíratíva  y  las  divisiones  irreducibles  entre  los  liberales  im- 
ponían el  cambio  (\).  El  30  de  Junio  pronunció  D.  Francisco  Silvela  un  ace- 
rado discurso  declarando  que  debía  rendirse  Sagasla  al  convencimiento  de 
haber  llegado  á  su  término  el  largo  periodo  de  mando  del  partido  liberal 
(cerca  de  cinco  años),  y  el  5  de  Julio  habla  dimitido  D.  Práxedes  y  juraba  el 
Gobierno  coniervador:  Cánovas,  Presidencia;  duque  de  Tetuán,  Estado;  V¡- 
llaverde,  Gracia  y  Justicia;  Silvela  (D.  Francisco),  Gobernación;  Isasa,  Fo- 
mento; Fabié,  Ultramar;  Azcárraga,  Guerra,  y  Beiánger,  Marina.  Una  circu- 
lar de  Silvela  (8  Julio)  proclamó  una  vez  más  la  aceptación  franca  y  en- 
cera de  todas  las  reformas  liberales.  La  ley  Electoral  había  creado  la  jhtmia 
Centra!  del  Censo  como  cuerpo  consultivo  del  Gobierno  en  todo  lo  referente 
á  elecciones;  teniendo  mayoría  los  liberales,  intentaron  asumir  la  dirección 
efectiva  de  aquéllas,  originándose  los  dimes  y  diretes  de  rigor  y  un  voto  de 
censura  al  Gabinete.  Disolución  de  las  Cortes  {zg  Diciembre). 

Sucesos  resonantes  del  año:  la  grave  enfermedad  que  sufrió  el  Rey  en 
Enero,  producida,  según  se  dijo,  por  la  indígestación  de  más  de  medio  kilo 
de  marrón  glacé,  de  que  furtivamente  se  apoderó  el  augusto  niño  en  las  ha- 
bitaciones de  su  tía  la  infanta  Isabel.  Nuevas  pruebas  del  submarino  Peral 
(Junio  y  Julio),  informe  de  una  competentísima  Comísíóh  téínica,  enteramente 
desfavorable  al  supuesto  invento  (21  Agosto),  y  acuerdo  del  Consejo  det  Al- 
mirantazgo declarando  que  en  «el  torpedero  submarino  construido  por  don 
«Isaac  Peral  no  había  secreto,  invento  ni  novedad*  (25  Septiembre);  el  pun- 
donoroso y  laboriosísimo  marino  pidió  la  licencia  absoluta,  que  se  le  otorgó 
con  fecha  2  de  Enero  del  año  siguiente.  El  19  de  Julio  pereció  en  el  ca- 
dalso Higinia  Balaguer;  su  cómplice  ó  coautora  Dolores  Avila  resuUÓ  conde- 
nada á  reclusión  perpetua.  Botadura  en  Bilbao  (30  Agosto)  del  crucero /«- 
/anta  María  Teresa,  primero  de  los  construidos  en  los  astilleros  del  Nervión 
por  la  casa  Martínez  Rivas-Palmers.  Segundo  Congreso  católico  español  en 
Zaragoza  (i.°  Octubre  y  siguientes),  desagradable  por  la  discordia  entre  ín- 
tegros y  mestizos.  Fallecieron:  Don  Amadeo  de  Saboya  (18  Enero),  el  duque 

lil  Vsí  el  iiiitcr  (l<-  csli-  lil.rn  r-n  a(|iic-l  aili.  >-<.rros(ioii.íal  en  Madriil  drl  Diaria  Hr  CiiJh. 
V  lialiii-mlo  sabiilii  |nir  !>.  Franrisro  Süvcla  la  aditini  ilf  Martíni"!  Camitos  y  lo  que  de  ella  v 
i'S|>rral>a.  aiwx'siirów  S  |iul)lirarl(>  en  i'l  Diario  |i<ir  ima  carta  (1  rrAnira.  y  concluía  su  n"lat" 
asi:  •Ti-oürá,  iiucs.  la  prAxima  siiuacii^n  ctmsiTVBddraun  jefo:  D.Antonio  Cánovas,  y  un  proirr- 
Inr.  fl  t^nrr^  Uurtini-i  Campas:  ■  Inromo^ló  (^Iraonfinaríamunli'  á  D.  Francisco  Silvela  li 
úllinta  frasi',  v  en  carta  i|up  c.scríliii'i  al  autor  dcllilim  en  el  mismo  dia  qut:  so  rfcíbíA  c  n  MaUríil 
el  />iarii'.\r  ilrcfu:  •lia  cslailii  ustiHl  inMíd^ino:  se  Ir  ha  ocurrido  lo  peor  i|ur  )>o<IÍa  ocurririi'- 
li',  Fj,a  pülalira  protiTtiir  es  di'  tal  naturaleza,  qui-  si  la  ]rp  el  ijiir  usted  suiíone  dL'4)ueí,'to  i  <\e- 
j;irM-  pniti-Kcr,  iiui'di-  dar  al  Inislr  ciin  trirla  la  comliinaciAn-.  Ks  fste  un  ilelallc  que,  á  niicstn> 
jiiiiiii.  pinta  miiv  liien  el  carícter  de  1).  .\nloniii  (  Snovas  v  lii  ailmiralilemenle  <jite  lo  coniirij 
Silvi'ln.  Por  eso' ruando  Silveb  <|ni-<'  inn.nio'lar  de  vera*  á  Cánovas  le  ImstA  un  vertió:  soffrtar. 


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HISTORIA   DE  ESPAÑA  829 

de  MoQtpcDsier  (4  Febrero),  D.  Claudio  Moyano  (7  Marzo),  el  conde  de  To- 
reno  (i)  (31  Enero),  D.  Santiago  Diego  Madrazo,  catedrático  de  Economía 
Poliiica  en  la  Central,  autor  de  una  obra  muy  estimable  y  ministro  de  Fomen- 
to en  la  época  de  Don  Amadeo  (i  i  Marzo),  el  general  Cassola  {10  Mayo) 
(sucediéndole  en  la  jefatura  de  su  grupo  parlamentario  su  sobrino  el 
auditor  de  guerra  D.  Antonio  Garda  Alix),  y  D.  Tomás  Rodríguez  Rubi 
(14  Agosto). 

Aitú  lagi.  —  Las  elecciones  generales  (i.°  y  15  de  Febrero)  dieron  al 
Gobierno  abrumadora  mayoría,  y  pábulo  á  las  murmuraciones  usuales:  el  su- 
fragio universal  nada  remedió  en  cuanto  á  independencia  del  cuerpo  electo- 
ral. Sagasta  trajo  80  diputados;  Gamazo,  14;  Martos,  10;  Romero  Robledo, 
otros  10;  los  carlistas,  8;  los  integri.stas,  z  y  uno  de  ellos  D.  Ramón  Nocedal; 
los  republicanos,  35.  Estaba  el  partido  republicano  tan  dividido  como  de  cos- 
tumbre: sólo  de  federales  habla  cuatro  grupos  (Pi  Margatl,  marqués  de  Santa 
Marta,  Rispa  Perpiñá  y  Chíea);  venían  después  los  progresistas  de  Ruiz  Zo- 
rrilla, los  centralistas  de  Salmerón,  los  republicanos  históricos  y  los  republi- 
canos históricos  disidentes  que  seguían  á  Carvajal;  los  posibilistas  se  hablan 
confundido  con  los  fusionistas,  conservando,  sin  embargo  Castelar  su  signi- 
ficación republicana,  aunque  diciendo:  Apenas  me  llamo  Pedro.  Para  esias 
elecciones  aliáronse  Salmerón  y  Pi.  Ruiz  Zorrilla  fué  elegido  diputado,  pero 
por  carta  que  publicó  El  Pais  (g  Febrero)  reiteró  su  propósito  de  no  tomar 
asiento  en  el  Congreso.  Entendiéronse,  á  pesar  de  todo,  los  republicanos 
para  las  elecciones  municipales  (10  Mayo),  sacando  en  Madrid  12  concejales 
de  los  27  elegidos,  y  análogo  triunfo  en  Valencia,  Barcelona,  Tarragona,  Co- 
ruña,  Castellón,  etc,,  sugiriendo  esta  victoria  la  idea  de  la  Coalición  republi- 
cana, proclamada  en  un  manifíesto  suscrito  por  Pi,  Pedregal,  Valles  y  Ribot, 
Labra,  Azcárate,  etc. 

Apertura  de  las  Cortes  (2  Marzo).  Presidente  del  Congreso,  D.  Alejandro 
Pidal.  Del  Senado,  Martínez  Campos.  La  política  económica  fué  en  lo  arance- 
lario de  sentido  resueltamente  proteccionista,  habiéndose  der<^ado  de  un 
modo  definitivo,  y  por  decreto,  la  tan  asendereada  Base  5.^  de  la  ley  Figue- 
rola  {24  Diciembre  i8go),  y  en  lo  financiero,  de  buscar  recursos  para  cubrir  las 
apremiantes  necesidades  de!  Tesoro;  á  lo  último  respondieron  las  leyes  de 
14  de  Julio,  una  ampliando  en  1.500  millones  de  pesetas  la  facultad  del  Banco 
para  emitir  billetes  á  cambio  de  un  préstamo  de  150  millones  sin  interés, 
otra  emitiendo  deuda  por  valor  de  250  millones  para  recoger  la  flotante; 
monopolizóse  también  la  fabricación  y  venta  de  cerillas.  Por  ley  de  22  de  Ju- 
lio se  concedió  amplísima  amnistía  por  delitos  políticos.  Desde  que  se  abrie- 
ron las  Cortes  se  advirtió  que  Romero  Robledo  trataba  con  suma  consi- 
deración á  Cánovas,  y  que  éste  correspondía,  viéndose  claro  que  el  jefe 
de  los  húsares,  convencido  de  su  impotencia  para  constituir  por  sí  solo  par- 
tido, quería  volver  á  sus  antiguas  tiendas,  y  que  Cánovas  lo  admitía  á  pesar 
de  la  irreductible  oposición  de  Silvela  y  otros  prohombres;  el  23  de  Noviem- 
bre expuso  Cánovas  en  Consejo  de  Ministros  su  propósito  de  reintegrar  á 
Romero  en  el  partido  conservador,  deseando  que  Silvela  continuara  en  el  Ga- 
binete: contestó  Silvela  que  permanecería  fiel  á  Cánovas,  fueran  las  que  fue- 
sen sus  resoluciones;  pero  que  no  podía  continuar  siendo  ministro  una  vez 


(1)  Dojó  csmtas  i'slr  rrüix'tablp  hombre  pi'iblico  unns  Memorias,  ó  mejor  dírtio,  un  Dia- 
ríu  en  que  iba  anotando  cuanto  llegaba  á  su  conocimiento  de  los  sucesos  políticos.  No  hay  que 
rncareciT  (a  ímimrtancia  histórica  dfi  tal  documcntn,  que  conserva  muy  (fardado  ol  actual 
Conde  dcstinintlolo  á  la  publicidad,  pero  para  cuando  haya  totahnente  (lesai>ar<-cido  de  escena 
la  generación  que  intervino  en  los  acontecimientos  S  que  se  refiere  el  Diurio. 


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830  HISTORIA   DE   ESPASA 

Romero  en  el  parlido.Talfué  el  origen  de  la  crisis,  resuelta  el  22  de  Diciembre 
con  ta  salida  de  Silvela,  Villaverde,  Fabié  é  Isasa;  á  Gracia  y  Justicia  pasó 
Cos-Gayón,  y  entraron  Elduayen  en  Gobernación,  Montojo  en  Marina  (á 
poco  volvió  Beránger),  Concha  Castañeda  en  Hacienda,  Linares  Rivas  eo  Fo- 
mento y  Romero  Robledo  en  Ultramar. 

No  fii¿  venturosa  para  Cánovas  esta  solución.  Silvela,  el  prohombre  á  la 
sazón  de  más  prestigio  entre  los  conservadores,  quedó  enfrente  de  él,  y  con- 
vertido en  copioso  y  fecundo  manantial  de  murmuraciones,  no  sólo  molestas, 
sino  muy  peligrosas  para  la  situación.  El  tema  de  la  moralidad  adiHÍHistrativa, 
tan  perjudicial  para  los  liberales  en  su  anterior  etapa,  se  tornó  entonces  con- 
tra los  conservadores,  pues,  conviniendo  todos  en  la  honradez  personal  de 
Romero  Robledo,  consideré  básele  como  fautor  eñcacísimo  de  corrupción,  por 
cuanto,  fundando  él  la  fuerza  políüca  en  el  apoyo  y  protección  de  sus  amigos, 
decíase  que  muchos  de  estos  amigos  tomaban  el  patrocinio  de  Romero  por 
patente  de  corso  para  abusar  de  los  cargos  y  puestos  que  les  eran  conferidos; 
la  protección  d  los  antigás  resultaba  incompatible,  además,  con  la  estabilidad 
en  los  cargos  públicos.  Como  Romero  se  creía  obligado  á  colocar  á  todos  stts 
amigos,  necesariamente  tenia  que  dejar  cesantes  á  los  que  no  lo  eran,  y  por 
eso,  se  decía,  ha  preferido  el  ministerio  de  Ultramar,  pues  allí  tiene  ancho  cam- 
po para  repartir  arbitrariamente  pingües  credenciales.  Pero  por  otro  aspecto 
era  peor  esta  preferencia.  Después  de  la  paz  del  Zanjón  Romero  se  babfa 
convertido  en  el  gran  prohombre  peninsular  de  la  Unión  Constitucional  de 
Cuba  y  del  Partido  incondicional  At.  Puerto  Rico;  esto  es,  de  las  agrupaciones 
de  peninsulares  que  á  título  de  únicos  ¿nenos  españoles  usufructuaban  el  Po- 
der en  las  Antillas,  siendo  ministeriales  de  todos  los  Ministerios  que  se  suce- 
dían en  España,  y  procurando  tener  alejados  de  la  influencia  gubernativa  á 
los  autoHottiistas,  que  presentaban  como  separatistas  disfrazados,  y  efectiva- 
mente lo  eran  muchos,  aunque  no  todos,  si  bien  por  ese  sistema  de  descon- 
fiar de  ellos  ninguno  podía  quedar  á  la  postre  sin  serlo.  Al  subir  los  conser- 
vadores al  Poder  los  autonomistas  estaban  en  retraimiento,  por  no  haberse 
aplicado  á  Cuba  la  ley  del  Sufragio,  y  al  calor  de  este  disgusto,  muy  solivian- 
tados los  separatistas,  divididos  los  de  la  Unión  constitucional  en  izquierdis- 
tas y  derechistas,  formado  un  partido  económico  que  tendía  á  la  libertad  del 
tráfico  con  los  Estados  Unidos,  ó  sea  á  la  ruina  del  comercio  peninsular.  Fa- 
bié desde  el  Ministerio  y  Potavieja  en  la  Capitanía  General  siguieron  una  po- 
lítica de  gran  firmeza  contra  el  separatismo,  de  unión  de  los  elementos  adic- 
tos y  atracción  de  los  autonomistas.  Romero  Robledo  inició  (Decreto  31  Di- 
ciembre) una  dirección  diversa,  de  todo  punto  contraría  á  las  aspiraciones  de 
los  cubanos. 

Murieron  este  aflo:  D.  Manuel  Alonso  Martínez  (13  Enero);  el  sabio  ge- 
neral D.  Carlos  Ibáñez.marquésdeMulhacén,  fundador  y  primer  director  del 
Instituto  Geográfico  y  Estadístico  {28  Enero);  el  pintor  D.  Carlos  Luis  de 
Ribera  (2  Abril);  D.  Pedro  Antonio  de  Alarcón  (19  Julio);  D.  Manuel  Cañete 
^4  Noviembre);  D.  Gabino  Tejado  (9  Octubre),  Por  primera  vez  se  celebró 
este  año  la  Fiesta  obrera  del  i."  de  Mayo,  y  ocurrió  (12  Septiembre)  la 
terrible  inundación  de  Consuegra  que  costó  la  vida  á  más  de  1.500  per- 
sonas. 

Año  de  i8t)3.  —  Romero  Robledo  siguió  desarrollando  su  plan  de  refor- 
mas —  llamémoslas  asi  —  en  Cuba:  reducción  de  personal  en  la  magistratura 
(8  Enero).  Creación  de  Consejos  ai  lado  de  las  autoridades  activas  {30  Ene-  , 
ro).  Variación  en  el  procedimiento  administrativo  {8  Febrero),  Encomendar 
á  las  Diputaciones  provinciales  los  Institutos  de  segunda  enseñanza  (ley  de 
presupuestos  30  Junio).  Supresión  del  Doctorado  en  la  Universidad  de  la  Ha- 


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HISTORIA    DE   ESPAÑA  83  I 

baña  (3  Septiembre).  Todo  esto  fué  muy  mal  recibido  por  el  elemento  cuba- 
no, disgustó  á  Polavieja,  que  dimitió  la  Capitania  general,  y  provocó  un  con- 
flicto parlamentario  con  la  minoría  liberal  (27  Marzo  y  1,"  y  4  Abril).  Contra 
el  alcalde  de  Madrid,  D.  Alberto  Bosch,  intimo  amigo  de  Romero  Robledo, 
hacíase  una  campaña  furibunda,  agitada  en  secreto  por  los  silvelistas.  Motin 
de  verduleras  (2  Julio).  Se  pidió  un  empréstito  de  250  millones  y  una  reforma 
de  la  tarifa  ferroviaria  en  beneficio  de  ia  industria  siderúrgica;  las  oposicio- 
nes obstruyeron  la  discusión  de  los  proyectos.  Sitvela  consiguió  que  fueran 
discutidos  en  sesiones  extraordinarias  matutinas,  mientras  quedaba  la  tarde 
para  I08  demás  asuntos;  se  suspendieron,  sin  embargo,  las  sesiones  {19  Junio) 
sin  conseguir  su  aprobación  (20  Junio).  Huelga  general  de  telegrafistas,  moti- 
vada por  el  proyecto  de  refundir  el  Cuerpo  en  el  de  Correos;  pusieron  los 
huelguistas  su  causa  en  manos  de  Romero  Robledo,  con  grave  detrimento  del 
principio  de  autoridad.  Dimitió  EIduayen,  siendo  reemplazado  por  Villa  verde. 
Siguiendo  la  campaña  contra  Boscti,  á  quien  declaradamente  se  acusaba  de 
inmoraiidaJ  administrativa,  Villaverde  —  uno  de  los  que,  como  todos  los  sil- 
velistas,  la  impulsaban  —  dispuso  una  visita  de  inspección  del  Ayuntamien- 
to, encomendándola  al  Subsecretario  de  Gobernación  D.  Eduardo  Dato  Ira- 
dier.  Bosch  dimitió,  substituyéndole  el  marqués  de  Cubas  (7  Noviembre). 
El  28  de  este  mismo  mes  expuso  Villaverde  en  Consejo  de  Ministros  que 
en  vista  de  los  cargos  contra  el  alcalde  y  algunos  concejales  resultantes  de 
\i  inspección,  procedía  pasar  el  tanto  de  culpa  á  los  tribunales;  opúsose  Ro- 
mero, y  Cánovas  se  puso  de  su  parte,  no  viendo  en  todo  aquello  sino  una 
maniobra  política  de  los  silvelistas  para  derribar  á  Romero.  Villaverde  pre- 
sentó la  dimisión,  siendo  substituido  por  D.  Manuel  Danvila;  dimitieron 
también  Dato  y  el  marqués  de  Cubas.  £1  grupo  silvelista  estaba  ya  consti- 
tuido, reuniéndose  los  diputados  más  adictos  á  D.  Francisco  á  comer  juntos 
un  día  por  semana,  primero  en  Lhardy  y  después  en  el  Hotel  de  Rusia — de 
donde  les  vino  el  apodo  de  rusos  con  que  se  les  designaba  en  circuios  y  pe- 
riódicos —  siempre  por  la  bulliciosa  iniciativa  del  insigne  Dr.  Cortezo,  gloria 
de  la  Medicina  espafiola,  que,  con  gran  disgusto  de  sus  muchos  clientes, 
gustaba  de  distraer  en  la  política  el  tiempo  que  hubiérale  venido  escaso  para 
el  ejercicio  de  su  profesión,  en  que  tan  alto  raya. 

Convocada  por  el  Círculo  de  la  Unión  Mercantil,  se  celebró  en  Madrid 
(1,°  Diciembre)  una  importante  manifestación  contra  el  Gobierno  amparador 
de  los  chanchullos  de  Bosch  y  concejales.  Hubo  un  momento  en  que  no  se 
hablaba  en  todas  partes  sino  de  géneros  que  entraban  de  matute,  de  licencias 
de  obras  conseguidas  á  fuerza  de  dinero,  de  empleos  sacados  por  el  mismo 
procedimiento,  etc.  Reanudadas  las  sesiones  de  cortes  (5  Diciembre)  Moret 
planteó  la  cuestión  municipal,  Silvela  sostuvo  el  dictamen  de  Villaverde  en 
el  Consejo  de  Ministros,  y  acabó  diciendo  que  á  pesar  de  todo  no  se  revol- 
vía contra  el  jefe  del  partido  «porque  el  deber  supremo  para  todos  nosotros 
•es  el  de  soportarlo.  Irritóse  Cánovas  extraordinariamente  al  oír  este  verbo; 
<|Yo  no  estoy  aquí,  dijo,  para  que  me  soporte  nadie!>.  Creyóse  que  iba  á 
plantear  la  crisis;  pero  antes  quiso  que  se  presentara  y  votara  una  proposi- 
ción de  confianza  al  Gobierno.  Así  se  hizo  (7  Diciembre).  Silvela  aconsejó  á 
sus  amigos  á  que  la  votasen;  pero  al  comenzar  la  votación  D.  Santiago  Li- 
niers.  Intimo  de  Silvela,  se  levantó  de  su  escaño  y  salió  del  salón  siguiéndole 
los  rusos;  lo  mismo  hicieron  liberales  y  republicanos,  no  alcanzando,  pues,  la 
proposición  sino  107  votos  ministeriales.  Cánovas  dimitió,  y  el  1 1  de  Diciem- 
bre juraba  el  Gabinete  presidido  por  Sagasta,  llamado  de  notables  por  consti- 
tuirlo los  principales  prohombres  del  partido;  Vega  de  Armijo  (Estado),  don 
Venancio  González  (Gobernación),  Montero  Ríos  (Gracia  y  Justicia),  Gamazo 


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832  HISTORIA   DE   ESPAÜA 

(Hacienda),  Moret  (Fomento),  López  Domínguez  (Guerra),  Cervera  (Marina) 
y  Maura  (Ultramar)  (i). 

Fueron  este  año  las  ñestas  centenarias  del  descubrimiento  de  América: 

a)  Paseo  de  la  Caraéela  Santa  María  entre  barcos  de  guerra  de  todas 
las  naciones  (Palos,  3  Agosto). 

i)  Congreso  de  americanistas  en  Huelva  (7  a  11  de  Octubre),  á  cuya 
sesión  de  clausura  asistió  la  Reina  con  sus  hijos.  Debia  ir  luego  á  Granada; 
pero  lo  impidió  una  enfermedad  repentina  del  Rey  en  Sevilla,  por  lo  que  la 
Corte  regresó  á  Madrid  (5  Noviembre)  con  tanto  disgusto  de  los  granadinos, 
que  hubo  allá  un  motín  al  grito  de  ¡AÍajo  el  Goéüma!  (2  y  3  Noviembre). 

e)    Procesiones  cívicas  en  Madrid  y  otras  ciudades  (12  Octubre). 

a)  Multitud  de  Congresos  en  Madrid  (literario,  geográñco,  pedagógi- 
co, mercantil,  jurídico,  histórico,  militar  y  naval),  luciéndose  mucho  D.  An- 
tonio Cánovas  en  todos  ellos  con  sus  discursos. 

e)     Visita  á  Madrid  de  los  Reyes  de  Portugal  (de  10  á  i;  Noviembre). 

/)  Cabalgata  histórica  organizada  por  el  Comercio  é  Industria  de  Ma- 
drid (13  Noviembre). 

g)     Exposición  His tonco-europea  é  Histórico  americana  (30  Noviembre). 

Publicáronse,  además,  varios  libros,  muchos  opúsculos,  números  extra- 
ordinarios de  periódicos;  hubo  multitud  de  veladas,  etc. 

En  Sevilla  se  celebró  otro  Congreso  católico  (18  Octubre).  En  el  mismo 
mes,  y  en  Madrid,  uno  de  librepensadores,  que  al  cabo  fué  disuelto  por  la 
autoridad.  Por  decreto  (14  Mayo)  se  incautó  el  Estado  de  los  astilleros  del 
Nervión,  á  consecuencia  de  quiebra  de  la  Empresa:  fué  un  suceso  triste  que 
desvaneció  muchas  ilusiones  patrióticas.  El  5  de  Enero  invadieron  Jerez  de 
la  Frontera  unos  joocampesinos, gritando;  Viva  la  anargmial  Batidos  fácilmen- 
te, cuatro  de  los  revoltosos  fueron  agarrotados(io  Febrero), y  otros  cuatro  con- 
denados á  cadena  perpetua.  Murieron  este  año  D.  Manuel  García  Barzanallana 
(2y  Enero),  O.  Manuel  Oh  ver  y  Hurtado  (9  Abril)  y  D.  Manuel  Silvela(25Mayo), 

Apenas  si  se  le  prestó  atención  fuera  de  Cataluña;  pero  la  tuvo  grande 
para  lo  porvenir  la  celebración  en  Manresa  de  la  «Asamblea  general  de  De- 
legados de  la  Unión  Catalanista»  (25  Marzo).  En  las  tres  sesiones  de  la 
Asamblea  quedaron  aprobadas  las  17  Bases,  no  descentralizadoras  sino  auto- 
nómicas, aun  en  lo  político,  constitutivas  del  llamado  (Programa  de  Manrtsa*. 

Aüo  i8gj.  —  Disolución  de  las  Cortes  (5  Enero),  tleccioncs  generales 
(3  y  ig  Marzo).  Silvela  se  habla  retirado  —  aparentemente,  según  algunos — 
de  la  política;  sus  parciales  fundaron  circulo  y  periódico:  Él  Tiempo  (10  Ene- 
ro). Los  republicanos  concertaron  la  «Unión  republicana»  (23  Enero),  al- 
canzando en  Madrid  cerca  de  25.000  votos,  y  que  resultasen  elegidos  Pi 
Marga  I,  Salmerón,  Pedregal,  Ruiz  Zorrilla,  Esquerdo  y  lienot;  es  decir,  los 
seis  lugares  de  la  mayoría.  Triunfo  análogo  lograron  en  Barcelona,  Valencia, 
Zaragoza  y  otras  capitales.  Composición  del  Congreso:  274  liberales,  53  con- 

ii)    1).  .Amonio  Maura  nad<W-n  Piüma  ili-  Mallorca  I J  Mayo  185}).  í>u  [ladrí-  irnía  un  u- 

c".talian  loilavi'a  rn  la  infancia;  por  fortuna  de  i"itns,  la  mailrc.  I).'  Mar^lrita  Slnnlanir.  pra  rl 
n\as  noltlr  li|io  de  maiírr  de  familias,  v,  auni|uc  con  ^nili-s  irabajos.  sacó  adclanlc  i  su  numr- 
rr><i«  iirnic,  A  los  ((iiincc  años  di'  <'ilfl<l.  va  Irachiller,  vmo  1).  Antonio  á  <'studiar  Ciencias,  qur 
canibii^  |ior  Dcircluí  al  i-stabltriTse  la  lilii-rtail  ilr  ensritanM  y  fué  pásame  (If  Cramaio,  con  cuya 
lu'miana  I).*  ('(mstanda  •»'  cas<V  (ti;))),  llajo  los  Busfíiríns  de  D.  GcrmAn  en  política  di]iutadn 
rn  iSMi  drsdc  \nf^  Hamri  la  atmriAn  ¡iot  su  flonicnria:  virepn'wdpntp  del  Congrfso  ii»<<jl: 
en  Julio  de  iWW  le  ofreció  Sifiasta  una  canrra:  le  nrepinió  Maura  qué  |H)litica  económira  pen- 
satia  si'jiuir.  y  lialriéndolc  contestado  <iue  lilm-camliista  <l<Tlinó  el  ofrecimiento.  Cuéntase  que 
al  oír  C  Snovas  i  Manta  iior  1  iritnfT»  veí  i-n  rl  (.■rinirr.'Ki,  precuntú;  t'Qt'í"  "  "fh  y  habiéndolo 
ilicho:  —  Maura,  ti  cuilade  dt  (iamoüi,  n'piiso:  Crfp  yo  ijat  (iouuiío  va  á  ttr  el  cuñiúío  Je  Maura. 
Kn  itUif-  escribió  T^ts  Moróte;  Maura  es  rt  mayer  vrailtir  que  ka  lurgido  dttdela  Rntaunuiim. 


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HISTORIA    D£   ESFAAa  833 

servadores  ortodoxos  ó  canovistas,  14  heterodoxos  ó  silvelistas,  14  posibi- 
listas,  19  republicanos,  7  carlistas,  1  iategristas  y  6  indefinidos.  Para  evitar 
otra  victoria  de  los  republicanos  en  Madnd,  suspendió  el  Gobierno  las 
elecciones  municipales;  apasionado  debate  en  la  Cámara  popular,  y  los  repu- 
blicanos ae  retraen  (13  Abril).  En  cambio,  los  posibilistas,  excepto  Abarzuza 
y  algún  otro,  se  declararon  monárquicos,  sumándose  á  la  mayoría.  No  se 
suspendieron  las  sesiones  hasta  el  3  de  Agosto;  en  23  de  Marzo  dejó  el  Minis- 
terio Cervera,  siendo  sustituido  por  el  general  Pasquín,  en  Abril,  Vega  de 
Armijo,  pasando  á  Moret  su  cartera,  y  en  7  de  Julio  había  dimitido  Montero 
Ríos  por  el  fracaso  de  su  'Plan  de  tribunales  de  partido  ambulantes»,  reem- 
plazándole Ruiz  Capdepón.  La  política  giraba  en  torno  del  programa  de 
Gamazo:  proteccionismo  y  economía,  de  que  fué  expresión  el  <  presupues- 
to* —  «presupuesto  de  la  paz>,  que  decía  Castelar —  la  reducción  de  gastos 
llegó  á  31  millones  300.000  pesetas,  correspondiéndole  siete  á  Guerra,  un 
millón  500.000  á  Marina  y  14  á  Fomento;  por  oposición  á  esta  política  di- 
mitió Cervera;  López  Domínguez  procuró  armonizarla  con  sus  proyectos  de 
reorganización  militar:  división  territorial  en  siete  regiones,  cada  una  con  su 
cuerpo  de  ejército  (22  Mayo)  y  creación  de  la  Junta  Consultiva  de  Guerra, 
el  primero  de  los  cuales  suscitó  la  vigorosa  oposición  de  las  localidades  á 
que  perjudicaba  en  sus  intereses  la  reforma;  en  Sevilla  y  Burgos  hubo  mani- 
festaciones de  protesta;  en  Coruña  se  creó  una  Junta  de  defensa,  etc.  Mien- 
tras tanto,  Maura  orientó  la  política  cubana  en  sentido  autonomista:  consi- 
guió que  los  partidarios  de  ésta  dejaran  el  retraimiento,  extendiendo  el  su- 
fragio á  cuantos  pagasen  diez  pesos  de  contribución  (Diciembre  1892),  y  el  5 
de  Junio  de  este  año  presentó  á  las  Cortes  su  proyecto  de  reformas  para  Cuba 
y  Puerto  Rico,  en  virtud  del  cual  cada  isla  debía  constituir  una  sola  provincia, 
y  el  gobernador  general  de  cada  una  hab'a  de  gobernar  con  un  Consejo  de  Ad- 
ministración. En  sentido  liberal  fueron  también  las  reformas  de  Filipinas  (de- 
cretos de  22  de  Mayo).  Contra  las  de  Cuba  cerraron  desaforadamente  los  dere- 
chistas de  la  Unión  constitucional  y  sus  valedores  en  la  Península:  no  sólo  Ro- 
mero Robledo,  Rodríguez  San  Pedro,  etc.,  sino  el  mismo  secretario  de  !a  Presi- 
dencia, O,  Miguel  V¡11anueva(i).  En  Cuba  los  autonomistas,  y  confundidos  con 
ellos  muchos  separatistas,  aplaudían  el  proyecto  de  Maura,  y  lo  mismo  la  iz- 
quierda de  los  constitucionales,  que  tomó  el  nombre  de  «partido  reformista». 
En  Mayo  se  celebró  en  Reus  nueva  asamblea  catalanista  para  ver  la 
manera  de  realizar  el  'Programa  de  Manresa>.  Relaciones  comerciales;  con 
Francia  no  teníamos  tratado  desde  i."  de  Febrero  de  1892,  rigiéndose  el 
tráfico  por  el  Modus  vwendi  de  28  de  Mayo  de  aquel  aiio  (2);  en  27  de  Mar- 
zo de  éste  se  ajustó  el  tratado  con  Portugal;  en  28  de  Mayo,  con  Suecia, 
Suiza  y  Países  Bajos,  no  consiguiendo  Moret  hacer  aceptar  los  proyectados 
con  Alemania,  Austria,  Italia  é  Inglaterra.  Motín  en  San  Sebastián  por  no 
haber  tocado  en  el  paseo  la  banda  municipal  el  Guernikako  aréola;  al  grito 
de  «ivivan  los  fuerosl  es  apedreado  el  hotel  de  Inglaterra,  donde  se  hospe- 
daba Sagasta  (27  y  2%  de  Agosto).  Empiezan  los  atentados  anarquistas  en 
Barcelona:  Paulino  Pallas  tira  una  bomba  á  los  pies  del  caballo  de  Martínez 
Campos,  que  volvía  de  una  revista  militar;  son  heridos  levemente  los  gene- 

(l)  Ei,  aníodola  i\\\f  pinta  muy  á  lo  .vivo  i-l  rarártcr  tW  Sa(;a.sta  la  si(;iii''nlr:  (]iiojAsrlp 
Maura  de  la  oposicirtn  i|iip  liaría  \illaniicva  k  su  provri'to.  v  Sa(;as(a  afcilrt  ¡ni-oinoilars<'  muellí- 
simo rontra  el  serri-lario  de  la  Presidencia,  le  hi/n  dimitir  el  carpo,  y.  sep'in  dijo  á  Maun  y  á  (lá- 
malo, lí  retiró  hasta  su  amistad  i>erson»l:  i  los  ikicos  flins,  niíresalran  (>ama/o  y  Maura  ile 
Chamartin.  y  se  em/aron  con  rl  coche  riel  Presíclcntr  <lrl  Consejo,  ileniro  del  cual  üian  Sa^asla 
V  VillaniK'vá  dcparlienilo  en  la  m&»  efusiva  intimidar!. 

(.;)  Predominaba  entnnii'!'  en  Francia  el  más  exai-crado  ¡iroleceionwmo,  siislenlailo  por 
M.  Meline. 

Salcedo  Historia  de  Fspañ*  DigitzccibAjOOgig 


834  HISTORIA    DE   SSPAÑ'A 

rales  Martínez  Campos,  MoHns  y  Castelví,  de  gravedad  otros  (23  Septiem- 
bre); Santiago  Salvador  dispara  otra  bomba  desde  el  paraíso  del  Liceo,  cau- 
sando la  muerte  de  18  personas  y  muchísimos  heridos.  Fueron  fusilados;  Pa- 
llas (6  Octubrej,  seis  más  fai  Mayo  1894)  y  Salvador  (21  Diciembre  ídem).  El  5 
de  Noviembre,  voladura  del  vapor  Caéo  Mackickaco:  fueron  los  muertos  222, 
los  heridos  muchísimos;  las  pérdidas  materiales,  1 1  millones  de  pesetas. 

El  14  de  Julio  empezó  la  construcción  del  fuerte  de  Sidi-Aguariach,  que 
debia  cerrar  el  campo  de  Metilla,  delineado  en  1862.  Irritáronse  los  rífenos, 
por  tener  inmediatos  un  cementerio  y  una  mezquita  de  grao  veneración 
para  ellos,  y  en  la  noche  del  29  al  30  de  Septiembre  destruyeron  lo  edifica- 
do y  tirotearon  el  campo  de  la  plaza:  se  puso  un  destacamento  de  40  hom- 
bres para  guardar  la  obra;  atacáronle  los  moros,  y  para  socorrerlo  tuvo  que 
salir  de  Melilla  el  gobernador  general  Margallo  (2  Octubre),  y  sostener  un 
combate  que  nos  costó  18  muertos  y  33  heridos;  los  moros  quedaron  dueños 
de  Sidi-Aguariach,  y  destruyeron  todo  cuanto  se  había  construido  allí.  En  Es- 
paña hizo  mucha  impresión  el  suceso,  y  se  pidió  la  guerra.  £1  Gobierno 
acordó  (3  Octubre)  simultanear  la  acción  diplomática  con  la  militar;  por  des- 
gracia para  la  segunda,  estábamos  en  pleno  período  de  reorganización,  ape- 
nas iniciada  la  de  las  reservas,  sAlo  un  regimiento  (Saboya)  y  un  batallón 
(Puerto  Rico)  con  armamento  moderno,  y  así,  el  envío  de  refuerzos  fué  con 
demasiada  lentitud  (el  dia  22  no  hablamos  podido  poner  en  Melilla  más  que 
1.200  hombres:  los  regimientos  de  Extremadura  y  Borbón,  mandados  por  Or- 
tega) que  desacreditó  injustamente  á  López  Domínguez,  y  á  España  ante 
Europa,  y,  lo  que  resultó  peor,  ante  los  separatistas  cubanos,  que  dedujeron 
de  eso  nuestra  impotencia  para  movilizar  fuerzas,  y  se  decidieron  á  ir  cuanto 
antes  á  la  guerra.  El  27  de  Octubre  resolvió  Margallo  hacer  desalojar  nues- 
tro campo  de  los  moros  que  lo  tenían  invadido,  á  pesar  del  <cañoneo  lent0> 
de  los  fuertes,  y  reanudar  las  obras  de  Sidi-Aguariach.  La  operación  fué  des- 
graciada, quedando  el  gobernador  de  Melilla,  al  anochecer,  cercado  por  los 
moros  en  el  fuerte  de  Cabrerizas  Altas;  intentó  salir  de!  encierro  al  amane- 
cer del  28,  y  lo  mataron  de  un  tiro  en  la  cabeza.  Tuvimos  muchas  bajas.  El  30 
llegó  á  Melilla  el  general  Maclas  para  reemplazar  á  Margallo,  con  cuatro  ba- 
tallones de  Cazadores,  y  hasta  el  25  fueron  llegando  refuerzos  en  total 
18.000  hombres.  Las  grandes  Potencias  europeas,  interesadas  en  que  no 
se  alterase  la  paz  por  la  cuestión  de  Marruecos,  advirtieron  á  nuestro  Go- 
bierno la  necesidad  de  circunscribir  su  acción  al  punto  concreto  de  Meli- 
lla, y  al  Sultán,  de  darnos  satisfacciones.  El  Sultán  envió  al  Rif  á  su  herma- 
no Muley  Araaf  (20  Noviembre).  El  Gobierno  español  nombró  general  en 
jefe  á  Martínez  Campos  (26  Noviembre},  contrariando  el  deseo  del  ministro 
de  la  Guerra,  el  cual  quedó  un  poco  en  ridiculo  por  haber  expresado  aquél 
deseo  diciendo;  «Ó  á  Melilla,  ó  á  mi  casa»;  y,  efectivamente,  ni  le  permitie- 
ron sus  compañeros  de  Gabinete  ir  á  Melilla,  ni  él  dimitió.  Martínez  Campos 
se  hizo  cargo  del  mando  (28  Noviembre);  hizo  fusilar  á  un  presidiario  que  ha- 
bía cortado  las  orejas  al  único  rifeño  amigo  que  teníamos  en  Melilla  (i),  y 

(i)    K.S  irislc  trniT  nm-  consiijnar  que  |M)r  aquel  arli 

,    censurado  Martini'2  CamiKis  i-n  España.  V  nada  i<xtraordin¡ ,^, 

partir  los  batallónos  liara  Melilla  drenan  muclius  paisanos  á  los  soldatlos:  /. -..^..- 

áf  mvTin  tliM  triüisi  Y  se  llt^  S,  ofrecer  un  premio  al  soldado  que  remitiese  la  primera  orejj. 
El  infelií  presidiario  m-yrt.  sin  duda.  ([Uf  desorejar  á  los  moros  era  arción  meritoria,  v  cometiii 
semejante  barbaridad  ron  el  primero  que  Iwllii,  sin  reparar  en  su  calidad  de  amigo  y  confidente 
de  la  plaza.  Hora  es  ya  de  gue  las  personas  de  senlir  cristiano  y  de  alguna  cultura  reaccione- 
mos enérgicamente  contra  estos  virus  de  barbarie  (lue  por  desKracia  lleva  nuestro  pueblo  en 
su  sangre,  y  que  en  ciertos  momentos  de  crisis  le  hace  juzgar  como  liiieno  cuanto  sea  contra 
los  eni'iniyfK,  tomando  por  patriótico  lo  que  no  es  sino  criminal,  brutal  v  estúpido. 


,  Google 


HISTORIA   DB   ESPaSa  835 

fuese  con  todo  el  ejército,  que  ya  era  de  25.000  hombres,  sobre  Sidi-Agua- 
ríach,  donde  hizo  celebrar  una  misa  de  campaña  (lo  Diciembre).  Los  moros 
no  resistieron,  intimidados  por  ei  espectáculo  de  nuestra  fuerza  y  reduci- 
dos por  Muley  Araaf  que  habla  ajustado  un  convenio  con  Martínez  Campos 
el  dfa  3.  Los  mismos  moros  demolieron  las  trincheras  que  habían  levantado 
en  nuestro  campo,  y  nos  entregaron  á  sus  jefes  Maymán-Mojatar  y  El-Had- 
du-el-Hach  (2/  Diciembre).  E!  29  empezó  el  reembarco  del  ejército  de  ope- 
raciones. 

En  Octubre  dimitió  D.  Venancio  González,  reemplazándole  López  Puig- 
cerver.  Murieron  este  año:  Doña  Concepcióu  Arenal,  ü.  Cristino  Martos  (17 
Enero),  el  gran  poeta  nacional  D.  José  Zorrilla  (23  Enero),  D.  Carlos  María 
Perier  {2;  Enero),  D.  Vicente  Vázquez  Queipo  {11  Marzo),  el  insigne  profe- 
sor y  escritor  de  Prehistoria  D.  Juan  Vüanova  (7  Junio),  y  el  historiador  de 
sucesos  contemporáneos  D.  Antonio  Firala  (22  Junio). 

Aüa  l8g4.  —  Cuestión  de  África:  nombrado  Martínez  Campos  embaja- 
dor extraordinario  cerca  del  Sultán,  llegó  á  Marraskesch  (29  Enero),  fué  reci- 
bido por  el  Sultán  (31),  y  el  5  de  Marzo  se  suscribió  el  tratado,  por  el  cual  se 
convino  el  castigo  de  los  rifeños  agresores  en  Octubre  y  Noviembre  pasados, 
establecimiento  de  una  zona  central  entre  el  campo  de  Melilla  y  el  marroquí, 
respeto  al  cementerio  y  mezquita  de  Sidi-Aguariach,  la  guarnición  del  cam- 
po moro  por  un  Kaid  con  400  soldados  del  Sultán,  y  pago  por  éste  de  20  mt< 
llones  de  pesetas  como  indemnización.  Salió  la  embajada  española  de  la  capi- 
tal de  Marruecos  el  1 1  de  Marzo.  Ll  Sultán  Muley-Hassan  murió  (6  Junio), 
sucediéndole  su  hijo  Abd-ElAzis. 

El  artículo  25  de  la  ley  de  iG  de  Agosto  de  1841  estableció  que  Nava- 
rra pagase  por  contribución  directa  la  cantidad  alzada  de  1.  800.000  reales 
anuales.  Gamazo  quiso  aumentar  la  cuota,  y  convocó  en  Madrid  á  los  delega- 
dos de  la  Diputación  para  proceder  á  un  nuevo  concierto;  estuvieron  los 
navarros  en  la  corte  del  14  al  17  de  Febrero,  escás  tillándose  en  que,  siendo 
la  del  41  una  ley  paccionada,  sus  cláusulas  eran  invariables.  AI  volver  á  su 
provincia  fueron  recibidos  con  manifestaciones  populares  imponentes  al  grito 
de  «¡Viva  Navarral  ¡Vivan  ios  fuerosl»  Los  vascongados  hicieron  causa  co- 
mún con  los  navarros,  temiendo  Sagasta  que  degenerase  todo  en  un  grave 
conflicto  de  orden  pdblico,  no  apoyó  á  Gamazo,  sino  que,  conforme  á  su  in- 
variable costumbre,  comenzó  á  dar  largas  al  asunto.  Simultáneamente  arre- 
ciaba en  Cuba  y  en  España  la  oposición  del  partido  peninsular  á  la  reforma 
autonomista  de  Maura:  el  marqués  de  Cienfuegos  dijo  en  ia  Habana  (ban- 
quete 28  Enero)  que  <la  actitud  del  ministro  de  Ultramar  era  indigna,  no  ya 
de  un  ministro  de  la  Corona  sino  de  una  persona  decentó;  el  marqués  de 
Apezteguia,  jefe  del  partido,  telegrafió  á  los  diputados  sus  correligionarios: 
«No  transigiremos  con  la  continuación  de  Calleja  aquí,  ni  con  la  preponde- 
rancia de  Gamazo  y  Maura  en  los  asuntos  de  Cuba».  Romero  Robledo,  Ro- 
dríguez San  Pedro  y  Villanueva  reflejaban  en  Madrid  esta  actitud  intransi- 
gente. En  cambio,  Amblard  y  Montoro,  jefes  de  los  autonomistas,  manifes- 
tábanse cada  vez  más  entusiasmados  con  el  proyecto  de  Maura.  Tampoco  en 
esta  cuestión  sabía  Sagasta  qué  partido  tomar,  pues  quería  contentar  á  todos, 
y  fiaba  al  tiempo  la  resolución  de  la  dificultad.  Por  fin  Maura  y  Gamazo  per- 
dieron la  paciencia  y  plantearon  Ja  crisis.  El  g  de  Marzo  teníamos  refor- 
mado el  Gabinete  con  la  entrada  de  D.  Amos  Salvador  en  Hacienda,  D.  Al- 
berto Aguilera  en  Gobernación,  D.  Alejandro  Groizard  en  Fomento  y  don 
Manuel  Becerra  en  Ultramar.  Declaró  el  Presidente  que  en  nada  había  va- 
riado la  orientación  política  del  Gabinete;  peto  dio  largas,  tanto  al  conflicto 
con  Navarra  como  á  las  reformas  de  Cuba. 


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836  HISTORIA   DE   ESPAKA 

Las  Cortes  estuvieron  reunidas  desde  el  4  de  Abril  basta  el  1 1  de  Julio* 
Los  republicanos  abandonaron  el  retraimiento;  también  lo  abandonó  doa 
Francisco  Silvela,  apareciendo  al  frente  de  sus  parciales,  y  dapdo  á  su  par- 
cialidad por  bandera  «la  moralidad  administrativa*  y  €la  necesidad  de  se- 
leccionar el  personal  político»;  discretamente  le  contestaba  Cánovas  que 
'Con  mala  reputación  nadie  podría  aspirar  á  nada  con  él;  pero  que  por  mur- 
•  muraciones  de  corrillo  no  era  posible  proceder  á  la  selección  de  personas 
>en  un  pais,  como  el  nuestro,  donde  no  parece  darse  importancia  á  la  injuria 
»y  á  la  calunmta*.  Aprobaron  las  Cortes,  y  fué  sancionada  (lo  Julio)  la  ley  de 
represión  del  anarquismo;  discutieron  los  sucesos  de  Melilla  y  el  atropello 
realizado  por  los  republicanos  de  Valencia,  organi;tados  para  la  lucha  electoral 
y  la  perturbación  callejera  por  Blasco  Ibáflez,  con  una  numerosa  peregrina- 
ción que  embarcó  para  Roma  en  el  Grao  (7  Abril);  fué  depuesto  el  gol^rna- 
dor  Ribot,  gamacista,  á  quien  Maura  defendió  elocuentemente.  Leyéronse 
los  presupuestos  (7  Junio),  y  lo  que  más  llamó  la  atención  fué  la  circunstan- 
cia de  haberse  liquidado  el  •Presupuesto  del  año  anterior»  (93-94),  el  de 
Gamazo  ó  'de  la  paz>  con  46  millones  de  déficit,  cuando  D.  Germán  habla 
calculado  3  de  superávit;  bien  es  cierto,  sin  embargo,  que  tan  enorme  déñcit 
representaba  un  progreso,  ya  que  el  presupuesto  de  1892  á  93  se  liquidó  con 
74  millones  de  déficit,  el  gi  92  con  92,  el  de  909!  con  75,  y  el  de  8990  con 
61.  ¡Tal  era  el  estado  de  la  Hacienda  en  el  último  decenio  del  siglo  xixl 

Durante  el  interregno  parlamentario  los  republicanos  volvieron  á  rom- 
per la  Unión,  y  quisieron  residenciar  á  sus  prohombres  por  haberla  roto:  el 
único  que  se  resignó  á  sufrir  esa  carrera  de  baquetas  fué  Salmerón,  que  acu- 
dió á  vindicarse  de  las  censuras  que  se  le  dirigían  al  mitin  del  Teatro  del  Prin- 
cipe Alfonso  (1 7  Noviembre).  Groizard  reformó  por  decreto  {16  Septiembre)  la 
segunda  enseñanza.  Antes  de  reanudar  las  sesiones  quiso  Sagasta  reorganizar 
el  Ministerio  para  dar  entrada  á  los  gamacistas  y  á  los  posibilistas:  así  lo  consi- 
guió, siendo  Maura  ministro  de  Gracia  y  Justicia,  y  Abarzuza  de  Ultramar. 
Abiertas  las  Cortes  (12  Noviembre!  discutiéronse  de  nuevo  las  reformas  de 
Cuba,  y  el  14  de  Diciembre,  habiéndose  tomado  en  consideración  por  e) 
Congreso  una  proposición  contrato  dicho  por  el  Ministro  de  Hacienda,  di- 
mitió D.  Amos  Salvador,  reemplazándole  Canalejas  (17  Diciembre). 

Murieron  este  año  dos  músicos  insignes,  Arrieta  (11  Febrero)  y  Barbieri 
(19  Febrero);  un  pintor  de  justa  fama,  D.  Federico  de  Madrazo  (10  Junio); 
una  de  las  glorias  del  episcopado  español,  el  cardenal  Fr.  Ceferino  González 
(29  Noviembre);  uno  de  nuestros  famosos  eruditos  y  más  atildados  escrito- 
res, D.  Aureliano  Fernández  Guerra  (7  Septiembre);  dos  reputadísimos  pro- 
fesores de  Derecho,  Pérez  Pujol  (13  Marzo)  y  D.  Manuel  Colmeiro  (11  Agosto), 
y  dos  sabios  naturalistas,  el  químico  D.  Magin  Bonet(28  Febrero)  y  el  zoólogo 
Pérez  Arcas  (19  Septiembre). 

Aüo  i8g¡.  —  Para  negociar  pormenores  de  ejecución  del  tratado  de  Ma- 
rraskesch  vino  á  Madrid  un  embajador  del  Sultán:  al  salir  Sidi-Brisha,  que 
así  se  llamaba  el  embajador,  de  su  alojamiento  (Hotel  de  Rusia)  para  la  so- 
lemne recepción  en  Palacio  (31  Enero),  un  caballero  que  estaba  en  el  portal 
del  Hotel  se  adelantó,  y  dio  á  Brisha,  según  unos,  un  golpe  con  la  mano  en 
el  hombro  izquierdo,  aegún  otros,  una  sonora  bofetada;  resultó  ser  el  agresor 
nada  menos  que  un  general  de  brigada,  apellidado  Fuentes,  hombre  pundo- 
noroso y  buen  soldado,  aunque  siempre  algo  excéntrico  de  carácter,  y  quizás 
excitado  en  aquel  momento  por  lo  que  hubiese  comido  en  el  almuerzo  que 
acababa  de  consumir  en  el  comedor  del  Hotel.  Fué  preso  y  procesado,  y  al 
embajador  moro  se  le  dieron,  no  sólo  las  satisfacciones  debidas  por  el  incalifi- 
cable ultraje  que  había  sufrido,  sino  las  excesivas  que  son  propias  de  nues- 

i,Cooglc 


HISTORIA   DE   ESPAÑA  837 

tro  carácter  nacional,  nunca  mesurado  en  semejantes  casos:  es  muy  preferi- 
ble, sin  embaído,  pecar  por  carta  de  más  que  por  carta  de  menos  en  estas 
ocasiones.  Volvióse  el  embajador,  saliendo  de  Cádiz  para  Tánger,  á  bordo 
del  crucero  Reina  Regente{i\  el  9  de  Febrero.  El  16,  cumplida  su  misión,  salió 
el  crucero  de  Tánger  á  las  ocho  y  media  de  la  noche,  y  de^de  entonces  no 
ha  vuelto  á  saberse  de  él,  ni  de  ninguno  de  sus  tripulantes,  que  eran  cerca 
de  cuatrocientos:  el  mar  se  los  tragó. 

El  13  de  Febrero  aprobó  el  Congreso  el  proyecto  de  reforma  para  Cuba, 
modificado  por  Abarzuza  en  virtud  de  una  fórmula  de  transacción  admitida 
por  los  partidos  peninsulares  y  antillanos;  pero  el  24  del  mismo  mes,  confor- 
me al  plané  instrucciones  de  Marti  (2),  se  dio  en  Baire  el  grito  separatista.  Apa- 
recieron partidas  en  distintos  puntos  de  la  Isla;  el  ejército  español  no  pasaba 
de  unos  14.000  hombres,  y  el  capitán  general  (Calleja)  no  gozaba  de  la  confian- 
za de  la  Unión  Constitucional,  atribuyendo  los  peninsulares  más  influyentes 
á  su  lenidad  con  los  enemigos  de  España  el  estallido  de  la  insurrección.  El 
Gobierno  acordó  (3  Marzo)  enviar  6.000  hombres  de  refuereo,  que  partieron 
el  10.  Para  la  organización  de  esta  fuerza  presentáronse  jefes  y  oficiales  vo- 
luntarios en  suñciente  número,  menos  para  los  puestos  de  subalternos,  que  se 
cubrieron  por  sorteo,  pues  todos  estaban  dispuestos  á  marchar,  y  desde  cier- 
to aspecto,  es  más  militar  esperar  á  ser  mandado  á  la  guerra  que  adelantarse 
con  peticiones  de  destino.  El  Resumen  y  El  Qlobo,  sin  embargo,  publicaron 
unos  impertinentes  comentarios  {i  3  Marzo)  de  los  que  se  deducía  la  imputa- 
ción de  falta  de  valor  ó  espíritu  á  los  jóvenes  oficiales:  alborotáronse  los  in- 
juríados,  y  en  las  noches  del  14  y  15  acudieron  en  tropel  á  las  redacciones  é 
imprentas  de  dichos  periódicos,  las  invadieron,  y  destrozaron  cuanto  hallaron 
á  mano.  El  capitán  general  (Bermúdez  Reina)  les  salió  al  encuentro  en  la  ca- 
lle del  Nao,  los  reprendió,  y  aunque  no  desacataron  su  autoridad,  no  desis- 
tieron de  su  propósito,  con  el  que  simpatizaba  toda  la  guarnición  de  Madrid. 
Salmerón  y  Cánovas  atacaron  al  Gobierno  en  el  Congreso  por  su  falta  de 
previsión,  y  en  el  Circulo  Militar  reuniéronse  muchos  generales,  que,  sin 
aprobar,  ni  mucho  menos,  la  condncta  de  los  subalternos,  estuvieron  de 
acuerdo  en  que  la  injuria  inferida  era  intolerable,  y  en  no  haber  otro  medio  de 
prevenirlas  que  atribuir  á  la  jurisdicción  de  guerra  el  conocimiento  y  castigo 
de  los  delitos  de  insulto  al  ejército  cometidos  por  medio  de  la  prensa.  En 
Consejo  de  ministros  (dfa  i;)  dio  cuenta  el  de  la  Guerra  de  esta  acti- 
tud, añadiendo  que  no  habla  manera  de  imponerse,  pues  hasta  los  oficiales 
de  la  Guardia  civil  y  Orden  público  sentían  como  sus  compañeros.  Dimitió 
en  su  virtud,  el  Gobierno,  y  el  23  de  Marzo  juraba  Cánovas  con  el  duque  de 
Tetuán  (Estado),  Cos-Gayón  (Gobernación),  Romero  Robledo  (Gracia  y  Jus- 
ticia), Navarro  Reverter  (Hacienda),  D.  Alberto  Bosch  (Fomento),  Castellano 
(Ultramar),  Azcárraga  (Guerra)  y  Beránger  (Marina). 

Disgustó  profundamente  á  los  silveüstas  la  formación  de  este  Gabinete; 
no  sólo  no  fueron  invitados  por  Cánovas  para  su  constitución,  como  espera- 
ban Silvela  y  Villaverde,  sino  que  pareció  habérseles  tenido  en  cuenta  para 

íl)    Botado  al  agiia  i-n  Inglalfira  (itWj),  dcsplaialia  í.400  lonclailas. 

(1)  José  Martí  nació  fn  la  Habana  (lí  Enero  iS^t).  .\  los  tWei  y  sris  años  fui-  va  (Ii'ih'I'- 
tado  i  la  Península  por  sus  ideas  separatistas.  En  Madrid  y  /.aragoza  estudki  Dererlió  )'  Filoso- 
iia  y  Letras.  Vuelto  á  Cuba  á  consecuenria  de  la  pa?.  del  Zanjón  y  de  nuevo  desterrado  (lM,-(il, 
en  vez  de  venir  á  la  Península,  se  establerió  en  Tanipa  y  Cayo  Hueso,  v  deale  entonciT, 
fué  el  alma  de  la  conspiración  por  la  independencia,  oivanizando  fi  fartiiie  rtveliiríimarii'  (10 
Abril  18Í2J,  centros  activos  en  todas  las  poblaciones  algo  importantes  de  Cuba,  períodicoa. 
etcétera.  Tenia  Marti,  no  sólo  todas  las  condiciones  adecuadas  para  la  empresa  en  que  se  había 
metido,  sino  talento,  .ícntido  político  y  elevación  ile  miras:  su  prestigio  sobre  todos  los  jeft-s 
"is  de  la  pasada  guerra,  mucho  más  riejos  (|ue  íi.  llegó  á  ser  inmenso. 


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838  HISTORIA   DE  ESPA.^A 

despreciarlos.  No  sólo  era  ministro  Romero  Robledo  sino  Bosch,  en  quieo  faa- 
bfao  ellos  cifrado  la  representación  de  la  •inmoralidad  administrativa».  «Es- 
te Gobierno»  dijo  Silvela  en  su  circulo  (24  Marzo),  «nació  sin  prestigio.  Vivi- 
rá con  vilipendio,  y  morirá  sin  gloria».  «Este  ministerio»,  añadió  en  el  Con- 
greso, «es  una  grande  y  lamentable  equivocación»  {30  Marzo).  Sagasta 
coadyuvó  á  la  acción  del  Gobierno,  haciendo  legalizar  la  situación  económi- 
ca y  autorizando  los  recursos  para  la  guerra  por  medio  de  las  Cortes,  que  á 
tal  efecto  funcionaron  desde  z;  de  Marzo  á  i."  de  Julio.  Sagasta  y  Cánovas 
(30  Marzo)  convinieron  en  que  había  que  subordinarlo  todo  á  la  conclusión 
de  la  guerra,  por  cuyo  venturoso  término  «había  de  dar  España  bástala  últi- 
ma gota  de  su  sangre  y  su  última  peseta».  Elecciones  municipales  (11  Mayo): 
los  silvelistas  presentaron  en  Madrid  una  candidatura  de  aristócratas  popu- 
lares, como  los  marqueses  de  Cubas,  Monistrol,  Perales  etc.,  pero  ni  ellos  ni 
los  liberales  consiguieron  sino  una  exigua  representación,  pues  el  Gobierno 
se  lió,  como  suele  decirse,  la  manta  á  la  cabeza,  sacando  sus  candidatos,  la 
mayoría  obscuros  y  sin  prestigio,  á  fuerza  de  chanchullos  y  trampas.  Dirigió 
estas  elecciones  D.  Leopoldo  Gálvez  Holgufn,  activo  y  astuto  muñidor  de 
los  romeristas.  £1  13  de  Octubre  apareció  en  varios  periódicos  un  comu- 
nicado del  marqués  de  Cabriñana  denunciando  haber  sido  objeto  de  propo- 
siciones indecorosas  por  parte  de  algunos  concejales  sobre  compra  de  udos 
solares  de  la  calle  de  Sevilla,  de  que  era  co- propietario,  denuncias  extendi- 
das luego  á  otros  puntos,  y  de  las  que  resultaban  malparados  el  ministro 
fiosch,  por  actos  que  se  suponían  realizados  cuando  fué  alcalde,  su  secreta- 
rio particular,  Gálvez  Holguín,  Concha  Alcalde  y  otros  concejales,  los  apoda- 
dos «Cívicos»,  «Pepe  el  Huevero»,  etc.  Dieron  los  periódicos  extraordinario 
vuelo  á  estas  acusaciones,  y  aunque  el  Juzgado  incoó  el  oportuno  proceso, 
incluyendo  en  él  (28  Noviembre)  á  Gálvez,  Concha  y  once  concejales  ó 
ex-concejales  más,  en  una  reunión  celebrada  en  el  Círculo  Mercantil  (20  No- 
viembre), la  Sociedad  Económica,  la  Cámara  de  Comercio,  los  Centros  de 
Instrucción  Comercial  é  Instructivo  del  obrero,  el  Fomento  de  las  Artes,  la 
Asociación  de  Propietarios,  la  Liga  Nacional  de  Productores,  los  círculos  In- 
dustrial y  de  Bellas  Artes,  el  Ateneo,  representaciones  de  los  gremios,  di- 
rectores de  periódicos,  etc.,  se  pusieron  de  parte  del  marqoés  de  Cabriñana, 
del  que  se  dijo  haber  sido  objeto  de  una  cobarde  agresión  en  la  noche  del  19 
de  Noviembre,  atribuida,  como  es  natural,  á  los  acusados  por  él,  acordándose 
pagarle  los  gastos  del  proceso,  obsequiarle  con  un  banquete,  y  celebrar  una 
manifestación  pidiendo  que  fuera  totalmente  suspendido  el  Ayuntamiento 
de  Madrid. 

El  4  de  Diciembre  se  constituyó  la  «Junta  magna»  para  celebrar  esta 
manifestación,  que  lo  fué  el  día  9,  y  pocos  espectáculos  de  su  género  ha  pre- 
senciado nuestra  capital  tan  imponentes:  cerráronse  todas  las  tiendas,  y  des- 
de la  Puerta  de  Atocha  á  la  estatua  de  Colón  desñlaron  en  correcta  y  orde- 
nadísima procesión  más  de  60.000  personas;  de  los  prohombres  de  oposición 
sólo  Castelar  y  Pí  faltaron.  En  los  círculos  canovistas  se  procuró  quitar  im- 
portancia al  suceso;  pero  Cánovas  era  demasiado  listo  para  no  reconocérsela, 
y  asi  hizo  publicar  en  La  Época  un  suelta  diciendo  que  el  jefe  del  Go- 
bierno seguía  dispensando  toda  su  confianza  al  5r.  Bosch,  y  que  de  ningún 
modo  provocaría  crisis  la  manifestación,  á  no  ser  que  el  Sr.  Bosch  por  un 
exceso  de  escrupulosidad  sintiese  el  deseo  de  justificarse.  Bosch  comprendió 
la  indirecta,  y  dimitió  (14  Diciembre),  haciendo  lo  mismo  y  á  la  vez  Romero, 
con  la  salvedad  de  que  dimitía  por  no  estar  conforme  con  la  política  de  Mar- 
tínez Campos  en  Cuba.  Era  igual.  Tejada  de  Valdosera  entró  en  Gracia  y. 
Justicia,  y  Linares  Rivas  en  Fomento. 


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HISTORIA   DE   ESPAÑA  859 

Simultáneamente  con  estos  sucesos  de  política  interior  desarrollábase  la 
guerra  de  Cuba.  Nombrado  gobernador  general  Mariinez  Campos  desembarcó 
en  Santiago  de  Cuba  (17  Abril)  con  6,000  infantes  de  línea  y  un  batallón  de 
Marina,  enviándosele  tantos  refuerzos,  que  á  últimos  del  año  sumaban  1 1 3.000 
soldados,  los  cuales,  unidos  i  los  que  ya  estaban  en  Cuba,  hacían  un  con- 
junto de  1 26,000,  ayudados  por  más  de  60.000  voluntarios.  Asombró  á  Europa 
que  España  pudiese  movilizar  con  la  debida  rapidez  tan  crecido  contingente, 
sobre  todo  cuando  tan  mal  había  resultado  la  movilización  para  Melilía  dos 
años  antes.  La  cosa  tenía,  sin  embargo,  su  explicación:  en  1893  el  sistema  de 
las  reservas  estaba  en  el  periodo  de  implantación,  y  en  1895  ya  estaba  im- 
plantado, habiendo  servido  aquella  primera  y  poco  lucida  muestra  de  manio- 
bras preparatorias  para  la  segunda.  A  pesar  de  esto  mereció  justo  elogio  el 
general  Azcárraga  por  su  actividad  y  orden,  y  lo  mismo  la  «Compañía  Tras- 
atlántica», que  acreditó  cumplidamente  la  cuantía  y  calidad  de  su  material 
flotante,  dando  á  España  la  satisfacción  de  que  el  transporte  de  un  ejército 
tan  numeroso  fuera  en  buques  españoles. 

Desgraciadamente,  aquí  concluyeron  nuestras  satisfacciones.  Habíamos 
«prendido  á  mover  masas  considerables,  armarlas  y  uniformarlas  y  llevarlas 
obedientes  á  guerrear  á  muchos  miles  de  leguas  de  la  nación;  pero  esas  ma- 
sas no  habían  recibido  ninguna  instrucción  militar,  y  la  de  los  mismos  solda- 
dos en  nías  era  deficientlsima  por  el  corto  tiempo  de  servicio,  falta  de  ma- 
niobras y  ejercicio  de  tiro.  Así  pudo  decirse  con  razón  que  no  llevamos  á 
Cuba  soldados,  sino  buenos  muchachos  vestidos  de  uniforme  y  con  excelen- 
tes fusiles,  de  que  no  sabían  hacer  uso.  Tampoco  podía  responder  perfecta- 
mente á  su  objeto  una  oñcialidad  condenada  durante  muchos  años  á  servir 
en  oficinas  ó  cuadros,  y  la  parte  que  había  estado  en  Cuerpos  activos,  á  mane- 
jar contingentes  mínimos,  compañías  del  número  de  una  sección  y  batallo- 
nes de  menor  contingente  que  una  compañía  en  pie  de  guerra.  La  campaña  á 
que  se  la  enviaba  era  de  suyo  diílcil.  Los  jefes  separatistas,  comprendiendo 
muy  bien  su  impotencia  para  sostener  batallas  campales,  sitios,  líneas,  etc.,  te- 
nían por  objetivo  consciente  y  reflexivamente  trazado,  no  vencemos  en 
lucha  abierta,  sino  cansarnos  y  aburrirnos  por  el  sistema  de  guerrillas,  á 
cuyo  desarrollo  tanto  se  prestan  la  topografía  de  la  Isla  y  la  índole  de  sus 
campesinos,  que  eran  los  soldados  con  que  contaban:  correr  de  un  lado  para 
otro,  hacernos  fuego  desde  lugar  seguro,  unas  cuantas  descargas  desde  una 
loma  bien  escogida,  y  retirarse  por  parajes  también  escogidos  previamente, 
con  lo  que  hadan  «acto  de  presencia»  y  podían  pintar  la  cosa  ftn  los  Estados 
Unidos  como  verdaderoscombates,  atacando  de  ñrme  cuando  tenían  superio- 
ridad numérica.  Tal  era  su  método,  que  merece  calificarse  de  sabio  por  apro- 
piado á  las  circunstancias  en  que  se  hallaban,  y  que  les  permitía  esperar  de 
la  prolongación  indefinida  de  las  hostilidades,  ó  el  agotamiento  de  nuestros 
recursos,  ó  que  el  cansancio  produjese  una  rebelión  en  la  Península,  ó  que 
los  Estados  Unidos  interviniesen  en  su  favor.  Agregúese  á  esto  que  los  jefes 
insurrectos,  veteranos  de  la  otra  guerra,  hablan  dedicado  sus  ocios  des- 
de 1877  á  estudiar  la  manera  de  hacerla  mejor,  que  ya  no  habfa  en  los  vo- 
luntarios peninsulares  el  entusiasmo  de  la  otra  vez,  que  habfa  cundido  mu- 
cho la  idea  de  que  la  emancipación  podía  retardarse,  pero  que  era  inevitable, 
la  astuta  política  de  Marti,  etc. 

Martínez  Campos  fué  á  Cuba  sabiendo  todas  estas  cosas;  pero  confiaba 
en  su  buena  estrella,  en  el  prestigio  que  tenía  entre  los  insurrectos,  en  las 
negociaciones  que  iba  á  entablar,  en  las  libertades  que  iban  á  concederse. 
Nada  valió.  Casi  á  la  vez  que  él  desembarcaron  Martí,  Máximo  Gómez  y  An- 
tonio Maceo.  Los  principales  sucesos  militares  fueron:  acción  de  <E1  Jobito*, 


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840  HISTORIA  DE  ESPAÑA 

entre  Maceo  y  el  teniente  coronel  Bosch,  muriendo  éste  (13  Mayo).  Acción 
de  *Dos  Rfos>,  entre  el  coronel  Sando val  y  la  partida  de  Gómez,  en  que  iba 
Martí,  el  cual  fué  muerto  á  los  primeros  disparos  (21  Mayo).  Acción  de  «Fe- 
ralejo"  (12  Julio):  marchando  Martínez  Campos  con  una  columna  de  1.500 
hombres  hacia  Bayamo,  fué  asaltado  por  numerosas  fuerzas  insurrectas  man- 
dadas por  Maceo,  y  estuvo  á  punto  de  ser  envuelto  y  caer  prisionero;  se  salvó 
merced  á  lo  bien  que  se  batieron  los  nuestros,  sufriendo  muchas  bajas,  entre 
ellas  la  del  general  Santocildes,  jefe  de  la  columna,  y  teniendo  que  ence- 
rrarse en  Bayamo  hasta  que  llegaron  refuerzos.  Hl  24  de  Julio  escribió  el  capi- 
tán general  al  ministro  de  la  Guerra:  <como  jefe  de  columna,  estoy  satisfecho 
>de  mi  mismo;  como  general  en  jefe  nada  quiero  decir;  ya  me  censurarán 
•otros,  y  pediráncon  justicia  mi  destitución».  Inva- 
sión del  Camaguey  por  Máximo  Gómez  (12  Junio). 
Invasión  del  Departamento  occidental  (29  Noviem- 
bre). Acción  de  «Mal  Tiempo»   entre  las  fuerzas 
invasoras  á  las  órdenes  de  Gómez  y  Maceo  y  la  co- 
lumna del  coronel  Arizón,  que  intentó  cortarles  el 
paso  sin  poder  conseguirlo  Tuvimos  muchas  bajas, 
y  se  puso  de  maniñesto  la  imposibilidad  de  sacar 
provechoso  partido  de  los  reclutas  que  llegaban  á 
Cuba  sin  saber  siquiera  disparar  (15    Diciembre). 
Acción  de  «Coliseo»  {23  Diciembre),  determinada 
por  la  invasión  de  los  insurrectos  en  la  provincia  de 
Matanzas,  y  concentración  de  fuerzas  para  oponér- 
seles: la  dirigió  personalmente  Martínez  Campos,  y 
Gómez  y  Maceo  retrocedieron  hacia  la  Ciénaga 
José  Antonio  Maceo         de  Zapata.  Engañado  nuestro  general  por  ese  mo- 
(1849- 189Í)).  vimiento,  mandó  situar  sus  fuerzas  á  retaguardia  de 

los  insurrectos  para  cortarles  la  retirada  á  Oriente; 
pero  entonces  contramarcharon  aquéllos,  y  el  i.°  de  Enero  de  1896  entraban 
en  la  jurisdicción  de  la  Habana.  La  alarma  producida  en  esta  ciudad  fué 
grande,  y  venían  á  Madrid  cartas  y  telegramas  de  los  constitucionales  mani- 
festando que  Martínez  Campos  habla  fracasado,  que  sólo  se  había  cuidado  de 
negociar,  y  no  de  hacer  la  guerra,  que  ni  siquiera  habla  dispuesto  una  requisa 
de  cabalins  para  privar  de  ellos  á  los  insurrectos,  etc. 

El  Gobierno  de  los  Estados  Unidos  reclamó  el  inmediato  pago  de  la  in- 
demnización Mora;  y  aunque  los  republicanos  y  los  carlistas  se  opusieron,  el 
Gobierno,  apoyado  por  Sagasta  y  Silvela,  lo  acordó  (4  Julio),  desestimando  la 
oposición  de  aquéllos  (Keal  orden  31  Julio). 

El  18  de  Marzo  el  capitán  general  de  Filipinas,  Blanco,  se  apoderó  de 
Marahuit,  en  Mindanao,  venciendo  á  los  moros  en  un  porfiado  combate.  El 
3  de  Junio  el  capitán  D.  Primitivo  Clavijo  entró  en  el  despacho  del  capitán 
general  de  Castilla  la  Nueva  D.  Fernando  Primo  de  Rivera  y  le  disparó  un 
tiro,  hiriéndole:  fué  fusilado  el  día  5.  Dos  nautragios  importantes:  el  del  cru- 
cero Sdnchee  Barcdiztegui  (19  Septiembre),  en  la  Habana,  por  choque  con  el 
vapor  Moriera,  pereciendo  el  general  Delgado  Parejo  y  36  oficiales  y  mari- 
neros, y  el  del  buque  de  la  misma  clase  CoUh,  en  las  playas  de  Pinar  del 
Río  (1.°  Octubre),  salvándose  toda  la  tripulación. 

Habiendo  enfermado  gravemente  Ruiz  Zorrilla,  su  amigo  el  Dr.  Esquerdo 
le  hizo  abandonar  la  emigración  (14  Febrero),  trayéndolo  á  Villajoyosa 
(17  Febrero).  No  hallando  alivio,  se  trasladó  á  Burgos  (28  Mayo),  donde  fa- 
lleció el  15  de  Junio,  á  los  sesenta  y  dos  aiíos  de  su  edad,  pues  había  nacido 
el  22  de  Marzo  de  1833.  Con  su  desaparición  del  mundo,  el  partido  que  habla 


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HISTORIA  DB  ESPAÜA  84I 

acaudillado  se  dividió  en  dos  grupos:  uqo  que  recoDoció  la  jefatura  del  doc- 
tor Esquerdo,  y  otro  la  de  D.  José  Muro. 

Muñeron  también  este  año:  el  profesor  y  naturalista  D.  Manuel  M.  José 
de  Galdo  (19  Julio);  el  economista  D.  Joaquín  M.  Sanromá  (7  Enero);  D.  An- 
tonio de  Mena  y  Zornlla  (25  Febrero);  y  el  presbítero,  escritor  y  académico  de 
Ciencias  Morales,  D.  José  Salamero  (30  Diciembre). 

Aüo  i8g6.  —  Cuba.  Extendidas  las  partidas  por  toda  la  Isla,  llegaban 
en  Enero  á  contar  42.000  y  pico  de  insurrectos  en  armas.  Reconociendo  no- 
blemente su  fracaso,  que  no  era  solo  suyo,  sino  de  España  en  América, 
resignó  Martínez  Campos  el  mando  en  el  general  Marín  (18  Enero).  Weyler 
fué  nombrado  para  sustituirle,  y  desembarcó  en  la  Habana  (10  Febrero).  Don 
Valeriano  Weyler  y  Nicoiau  consideraba  funesta  la 
política  de  atracción  seguida  por  Martínez  Campos: 
procedía  contestar  <á  la  guerra  con  la  gUerra>.  Por 
tres  bandos  f  16  Febrero)  estableció  que  los  jefes  de 
columnas  pudiesen  hacer  ejecutar  las  penas  de  muer- 
te  cuando  no    les  fuera  dable   comunicar    con   el 
general  en  jefe,  que  fueran  juzgados  militarmente 
cuantos  hechos  favorecieran  á  los  insurrectos,  y  que 
se  concentrasen  en  los  puntos  fortiñcados  todos  los 
campesinos  que  no  quisieran  ser  tratados  como  in- 
surrectos. Tenia  el  general  Weyler  fama,  y  aun  le- 
yenda cubana,  de  haber  sido  duro  con  los  insurrec- 
tos y  sus  auxiliares  en   la  pasada  guerra;  esta  le- 
yenda, unida  al  sistema  y  bandos  de  ahora,  y  bien 
aderezada  con  el  relato  de  las  naturales  penalida- 
des sufridas  por  los  reconcentrados  y  de  la  devas-  Máximo  Ciln-i 
tación  de  los  campos,  decretada  para  privar  de  re-  '■^-  1  ",-***- 
cursos  á  la  insurrección,  sirvieron  admirablemente 

á  los  laborantes  cubanos  al  efecto  de  pintar  las  cosas  en  los  Estados  Uni- 
dos como  un  deliberado  intento  de  exterminar  á  tos  cubanos  y  arrasar 
la  Isla  de  Cuba.  Los  periódicos  yanquis  publicaban  espeluznantes  relatos  en 
este  sentido,  y  hasta  en  las  iglesias  protestantes  predicaban  los  pastores  que 
loa  españoles  trataban  de  repetir  con  los  pobrecitos  cubanos  lo  que  sus  ante- 
pasados hablan  hecho  con  los  judíos,  con  los  moriscos  y  con  los  flamencos. 
A  este  propósito  es  curiosa  una  proclama  de  Máximo  Gómez  que  circuló 
mucho  por  los  Estados  Unidos,  y  en  que  se  acusaba  á  los  crueles  y  sangui- 
narios españoles  de  haber  matado  cuantas  ovejas  no  se  pudieron  llevar  'Sin 
perdonar  las  crías»;  el  detalle  sentimental  de  no  haber  perdonado  «las 
crías*  es  encantador  por  lo  ridiculo.  La  opinión  contra  nosotros  iba  rápida- 
mente aumentando  en  la  gran  República  norte- americana,  empezando  con 
el  año  á  oirse  en  las  Cámaras  proposiciones  y  discursos  favorables  á  los  se- 
paratistas, y  el  presidente,  Claveland,  que  hasta  este  momento  se  había  es- 
forzado por  mostrarse  neutral  ó  respetuoso  con  el  statu  quo,  hizo  que  el  secre- 
tario de  Negocios  extranjeros,  Olney,  dirigiese  una  nota  á  nuestro  Gobierno 
(10  Abril)  ofreciendo  la  mediación  de  los  Estados  Unidos  para  concluirla 
guerra,  propuesta  rechazada  rotundamente  (22  Mayo). 

Quizás  hubiera  sido  cuerdo  asirse  á  la  nota  Olney  como  único  medio 
decoroso  de  salir  del  atolladero  de  Cuba.  Cuantos  conocían  bien  el  problema 
planteado  estaban  convencidos  de  la  imposibilidad  de  resolverlo  satisfacto- 
riamente por  la  fuerza  de  las  armas.  El  primer  convencido  en  este  punto  era 
Cánovas,  quien  lo  dijo  claro  en  la  reunión  de  las  mayorías  parlamentarias 
(g  Mayo),  añadiendo  que  no  correspondía  á  ningún  estadista,  sino  á  la  na- 


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>!42  HISTORIA   DE  ESPAÑA 

ción  entera  tomar  la  iniciativa  de  ceder  en  una  contienda  tan  peligrosa.  Cá- 
novas esperaba,  pues,  que  un  movimiento  de  opinión  manifestase  la  resolu- 
ción colectiva  de  poner  punto  á  los  sacriñcios  que  se  venian  haciendo,  ó,  en 
otros  términos,  tenía  miedo  á  la  personal  responsabilidad  social  é  histórica  de 
un  acuerdo  que,  aunque  deseado  por  muchos,  hubiera  sido  considerado  a  pos- 
teriori  por  casi  todos  como  traición  á  la  patria,  y  por  los  ignorantes,  que  son 
la  mayoría,  como  una  venta.  De  este  temor  participaban  todos  los  hombres 
políticos,  excepto  Pf  Margall,  único  que  se  atrevió  á  proponer  la  concesión 
de  lUna  autonomía  tan  amplia  que  se  confundiese  con  la  independencia;  y  si 

•  esto  no  era  bastante  para  conseguir  la  paz,  el  reconocimiento  de  la  inde- 
>pendencia,  con  un  tratado  favorable  á  los  intereses  económicos  españoles»; 
pero  los  mismos  republicanos  tachaban  de  filibustero  á  Pí,  y  la  Unión  repu- 
blicana declaró  (27  Marzo)  «la  necesidad  de  mantener  á  toda  costa  y  sin  re- 
>serva  de  ninguna  especie  el  sagrado  interés  de  la  integridad  de  la  patria, 

•  protestando  contra  el  más  leve  propósito  ó  la  forma  más  atenuada  de  cual- 

•  quier  poder  extranjero  de  menoscabar  la  soberanía  indiscutible  de  la  na- 

•  ción  española  (i).>  Hn  una  reunión  que  celebraron  tos  silvelistas  (Teatro  de 
la  Alhambra)  dijo  Silvela:  »Si  no  podemos  resolver  la  cuestión  de  Cuba,  va- 
>mos  decididamente  á  la  líquidacióni,  y  el  público  aplaudió  estrepitosa- 
mente; pero  se  advirtió  en  el  orador  la  contrariedad  de  haber  dicho  más  de 
lo  que  quería  y  recogió  velas,  atenuando  su  frase,  que  tan  bien  había  sonado 
á  los  oyentes.  En  suma  los  prohombres  temían  ser  tildados  de  poco  ardien- 
tes en  su  patriotismo,  ó  de  cargar  cuando  hubiera  pasado  el  peligro  con  el 
samiemío  de  ser  ellos  los  que  perdieron  á  Cuba. 

Mezclábanse  con  estos  temores  personales,  por  lo  menos  en  algunos, 
otros  políticos  que  en  los  de  oposición  al  régimen  eran  más  bien  esperanzas. 
En  efecto;  para  muchos  era  inconcuso  que  al  perderse  Cuba  estallaría  una 
revolución  en  la  Península,  cayendo  estrepitosamente  la  Monarquía,  como 
cayó  el  segundo  imperio  en  Francia  después  de  los  desastres  de  1870,  cosa 
que  i  muchos  republicanos  y  carlistas  no  les  parecía  mal,  pues  discurrían  así: 
A  cambio  de  una  región  lejana  que  no  nos  da  más  que  disgustos,  ganaremos 
un  régimen  que  nos  regenerará  y  engrandecerá.  Y  á  todo  esto,  como  en  Es- 
paña se  sabe  tan  poco  del  mundo  fuera  de  nuestras  fronteras,  aun  la  mayo- 
ría de  las  personas  que  pasan  por  ilustradas  apreciaban  muy  mal  la  potencia 
de  los  Estados  Unidos  comparada  con  la  nuestra,  siendo  común  opinión, 
sostenida  por  los  periódicos,  que  ya  se  guardarían  los  yanquis  de  provocar 
un  conflicto,  porque  llevaban  las  de  perder,  toda  vez  que  carecían  de  ejér- 
cito y  escuadra  capaces  de  medirse  con  los  de  España,  pues  eran  un  pueblo 
de  mercaderes  y  tocineros.  Aludía  esto  ultimo  á  los  cerdos,  que  son  la  base 
de  la  riqueza  de  Chicago.  Hacía  mucha  gracia  eso  dé  haber  tantos  cerdos  en 
Chicago.  Había  quien  hasta  deseaba  ei  choque.  Así,  decían,  concluiremos 
pronto:  la  guerra  se  prolonga  en  Cuba  porque  las  partidas  ñlibusteras  escu- 
rren el  bulto  y  no  ofrecen  objetivo  á  nuestras  columnas.  Con  los  yanquis  no 
tendremos  estos  inconvenientes  y  los  venceremos  fácilmente.  Pasaba  por  mal 
español  el  que  no  veía  las  cosas  de  esta  manera. 

Mientras  tanto,  en  Cuba  desarrollaba  Weyler  su  plan  de  campaña,  que 
consistió  en  ir  limpiando  de  insurrectos  la  Isla,  metódicamente,  de  Occiden- 
te á  Oriente,  acumulando  fuerzas  en  una  provincia  hasta  tenerla  pacificada, 
y  pasar  luego  á  la  otra.  £1  Gobierno  le  envió  54.000  hombres  más,  con  lo  que 
llegó  el  ejército  á  la  cifra  de  205.000  soldados.  Antonio  Maceo  estaba  en  la 


,,Co'ogIc 


HISTORIA   DE   ESPAÑA  843 

del  Pinar  del  Rfo,  donde  sostuvo  contra  Suárez  Valdés  las  acciones  de  <Ca- 
carajlcara>  (29  y  30  de  Abril,  i.°  Mayo),  y  llegó  á  ser  muy  difícil  su  situación 
desde  que  en  y  de  Noviembre  arrojó  Weyler  contra  él  cuarenta  batallones. 
Batido  en  »E1  Rubi>  (11  Noviembre),  intentó  salir  del  circulo  de  hierro  que 
le  oprimía,  y  con  16  hombres  escurrióse  y  pasó  á  la  provincia  de  la  Habana 
(4  Diciembre),  donde  reunió  las  partidas  de  este  territorio  (2.0OO  hombres); 
perp  con  la  mala  fortuna  de  tropezar  con  la  columna  del  comandante  Ciruje- 
da  (7  Diciembre)  en  «Punta  Brava>,  trabándose  un  combate  en  que  resultó 
muerto.  Su  ayudante,  hijo  de  Máximo  Gómez,  se  suicidó  junto  á  su  cadáver. 
En  las  otras  regiones  de  la  Isla  hubo  también  muchos  combates  durante  el 
año:  citaremos  el  ataque  de  Máximo  Gómez  y  Calixto  García  á  Cascorro  (10 
Octubre),  en  que  se  inmortalizó  el  soldado  madrileño  Eloy  Gonzalo  García 
por  su  valor  al  incendiar  una  casa  desde  la  que  hacían  los  insurrectos  mor- 
tífero fuego.  Quiso  que  le  ataran  una  cuerda  á  la  cintura  para  que,  si  moría 
en  la  arriesgada  empresa,  tiraran  de  su  cadáver  y  no  lo  dejaran  en  poder  de 
los  enemigos. 

Filipinas.— V 01  si  no  tuviéramos  bastante  con  lo  de  Cuba,  estalló  formi- 
dable insurrección  en  Filipinas.  Hacía  muchos  años  que  se  venia  preparan- 
do. Multitud  de  causas  cooperaron  á  su  explosión.  Baste  apuntar  aquí  que  el 
clero  indígena  aborrecía  á  los  frailes  españoles  por  codicia  de  los  beneficios, 
especialmente  curatos,  de  que  disfrutaban  éstos,  y  por  la  superioridad  ó  au- 
toridad que  ejercían  sobre  él;  que  los  jóvenes  indios  ó  mestizos  de  familias 
acomodadas,  y  que  habían  estudiado  carreras  mayores,  ora  en  el  Archipiéla- 
go (Universidad  de  Santo  Tomás  y  Escuela  Normal  de  Manila),  oía  en  Eu- 
ropa, aspiraban  á  la  igualdad  de  derechos  y  consideración  social  con  los  pe- 
ninsulares, y  eran  liberales,  sin  duda  por  ser  el  liberalismo  la  doctrina  más 
favorable  á  sus  pretensiones,  y  enemigos,  como  el  clero,  de  los  frailes,  tanto 
por  oponerse  éstos  á  su  liberalismo  doctrinal  irreligioso,  como  por  ser  igual- 
mente opuestos  á  sus  aspiraciones  sociales  y  políticas;  que  entre  los  funcio- 
narios públicos,  enviados  de  la  Península  todos  al  buen  tuntún,  sin  escoger  sus 
cualidades  y  sin  preparación  técnica  colonial,  habla  muchos  que,  ávidos  úni- 
camente de  enriquecerse  en  poco  tiempo,  abusaban  de  sus  cargos  llevando 
al  colmo  «la  inmoralidad  administrativa»,  con  sumo  desprecio,  y  hasta  con 
violencia  de  la  población  india,  á  la  cual  desmoralizaban  con  sus  escándalos, 
haciéndole  perder  el  tradicional  respeto  á  los  españoles,  ó  castilas  que  allí 
decían;  que  otros,  por  liberalismo  doctrinal,  se  dedicaban  á  sembrar  ideas 
contrarias  al  orden  de  cosas  establecido,  y  que,  finalmente,  la  masa  del  pue- 
blo indígena,  si  bien  en  general  afecta  á  los  frailes  y  al  Gobierno  español, 
tenia  también  sus  motivos  de  queja  contra  unos  y  otros:  contra  los  frailes, 
por  las  mil  cuestiones  dimanadas  de  ser  las  Comunidades  propietarias  de 
extensos  predios;  y  contra  el  Gobierno,  por  la  repugnancia  natural  al  pago 
det  impuesto,  reducido  allí  á  la  cédula  y  prestación  personales,  y  que,  aun- 
que considerablemente  aumentado  desde  1868,  era  inferiorísimo  á  lo  que  se 
paga  en  Europa  y  en  América  en  el  país  donde  menos  se  tribute;  pero  los 
agitadores  esparcieron  la  voz  de  que  en  saliendo  tos  españoles  del  país  nada 
tendrían  qne  pagar,  quedándose  además  con  las  haciendas  de  los  frailes. 

Desde  1873  habían  establecido  los  peninsulares  una  logia  masónica  en 
Manila,  que  el  general  Malcampo  disolvió.  Ya  por  aquel  tiempo  había  un  nú- 
cleo de  jóvenes  filipinos  de  carrera  inclinados  al  liberalismo  y  trabajando  por 
la  que  consideraban  emancipación  de  su  patria.  Se  distinguió  entre  ellos  José 
Rizal,  nacido  en  Calamba  (ig  Julio  i8gi),  educado  en  Manila  por  los  jesuítas, 
que  estudió  en  Madrid  las  carreras  de  Medicina  y  Filosofía  y  Letras,  termi- 
nándolas en  1884  y  85,  y  que  después  de  un  largo  viaje  por  Alemania,  5ui- 

nigiUrrlb/COOglC 


844  HISTORIA   DE  BSPAÍÍA 

za  é  Italia  publicó  (1886)  la  novela  Noli  nu  tangere,  en  que  acusa  á  los  frailes 
y  á  la  Guardia  civil  de  opresores  del  pueblo  filipino.  En  1888,  establecido 
en  Hong-Kong,  dio  á  luz  El  Fitibusterismo,  del  mismo  sentido  que  la  novela, 
y  cuya  tesis  especial  es  que  los  frailes  y  ios  malos  funcionarios  espailoles 
acusaban  de  filibusteros  á  los  que  trataban  de  impedir  sus  abusos.  A  ñnes 
de  1888  Marcelo  del  Filar,  abc^ado  de  Buiacán,  fundó  el  <Katipunán>  (so- 
ciedad de  notables)  con  ritual  frac  masón  i  co ,  y  cuyo  fin  concreto  era  la 
reunión  de  fondos  y  la  propaganda  de  las  doctrinas  democráticas;  trasladado 
á  Barcelona  (Enero  1899),  dejó  en  Manila  para  dirigir  la  asociación  á  Doroteo 
Cortés,  otro  abogado  tagalo,  y  él  en  España  fundó  con  Mariano  Ponce  el  pe- 
riódico La  Solidaridad  y  la  «Asociación  Hispano-Filipina*.  Tratándose  de 
combatir  á  los  frailes  y  recabar  derechos  políticos,  y  disponiendo,  además, 
abundante  dinero  este  núcleo  filipino,  establecido  en  la  Península,  numeroso 
por  haber  entonces  muchos  jóvenes  tagalos  y  mestizos  siguiendo  aquí  sus 
carreras,  no  tardó  en  contar  con  el  entusiasta  apoyo  de  los  republicanos  es- 
pañoles. D.  Miguel  Morayta,  Gran  Oriente  de  uno  de  los  ritos  masónicos, 
aceptó  la  propiedad  y  dirección  de  La  Solidaridad  y  la  presidencia  de  la 
«Liga  Hispano- Filipina»  (1890),  admitió  á  tos  filipinos  en  sus  logias,  y,  lo  que 
fué  más  grave,  los  autorizó  para  crearlas  en  el  Archipiélago,  compuestas  sólo 
de  tagalos.  En  cinio  anos  fundáronse  ciento  ochenta  logias  tagalas  en  Luzón 
y  Bi sayas. 

A  fines  de  1891  hubo  una  escisión  entre  Rizal  y  Marcelo  del  Pilar;  el 
primero  fué  á  Manila  (1892),  y  en  una  reunión  celebrada  en  Tondo  fundó  la 
■  Liga  Filipina»  con  el  programa,  no  de  proceder  desde  luego  á  la  emancipa- 
ción, sino  de  prepararla  difundiendo  la  cultura  y  consiguiendo  poco  á  poco 
derechos  políticos.  Rizal,  harto  más  listo  que  su  rival,  comprendía  que,  dada 
la  situación  moral  de  su  raza,  era  necesario  ir  con  pulso  y  por  etapas  al  fin 
que  buscaban  todos:  contentábase,  por  lo  tanto,  con  la  representación  de 
Filipinas  en  las  Cortes;  distribución  por  mitad  de  los  curatos  entre  los  pres- 
bíteros peninsulares  é  indígenas;  distribución,  también  por  mitad,  de  los  des- 
tinos públicos  entre  españoles  y  tagalos;  fomento  de  la  instrucción  primaria 
y  establecimiento  de  Escuelas  de  artes  y  oficios,  programa  menos  avanzado 
■que  el  sostenido  por  Morayta  en  Madrid,  La  «Liga  FÍlipioa>  adoptaba  tam- 
bién formas  fracmasónicas,  jurando  sus  afiliados  el  secreto  y  su  consagra- 
ción a)  fin  social  ante  una  calavera  y  firmando  con  su  sangre  un  documento. 
Denunciada  esta  empresa  al  Gobernador  general  —  Despujol  —  fué  preso 
Kizal  en  la  «Fortaleza  de  Santiago»  y  deportado  á  Dapitán  (7  Julio  1892);  pero 
en  su  deportación  hizo  más  daño,  pues,  por  una  parte,  Isabelo  de  los  Reyes 
divulgó  la  especie  de  que  los  frailes  habían  impreso  los  documentos  que  ha- 
bían servido  para  condenarle,  poniéndolos  subrepticiamente  en  su  equipaje; 
diciéndose  además  que  habían  enviado  á  Dapitán  un  asesino  para  quitarle 
de  en  medio,  con  todo  lo  cual  el  deportado  tomó  aureola  de  mártir,  y,  por 
otra  parte,  la  <LÍga>  se  propagó  extraordinariamente,  sobre  todo  entre  tos 
tagalos  ricos  é  ilustrados. 

Quien  realmente  desbarató  la  «Liga*  disuelta  á  principio  de  1894,  fué 
Marcelo  del  Pitar,  creando  desde  Madrid  por  medio  de  Andrés  Bonifacio, 
bodeguero  de  la  casa  Fesser,  el  «Katipnnán  nang  nang  niga  anac  nang  ba- 
yán>  (sociedad  de  hijos  del  pueblo),  en  que  el  simbolismo  y  el  pacto  de  san- 
gre eran  más  aparatosos  y  macabros  que  en  la  <Liga>:  los  iniciados  en  este 
•  Katipunán>  juraban  ante  una  calavera,  dos  huesos,  un  triángulo  y  dos  ve- 
las, y  se  hacían  una  incisión  en  el  brazo  con  el  puñal  para  firmar  el  documento; 
los  iniciadores  asistiaa  al  acto  enmascarados,  y  el  juramento  era  terrible: 
matar  á  los  españoles,  martirizándolos,  para  vengar  al  pueblo  filipino  y  casti- 


,,CoogIc 


HBTORIA   DK  BSPAÜA  845 

gar  y  aterrar  á  sus  upresores.  Bonifacio  resultó  propagandista  revolucionario 
de  actividad  y  empuje:  redactaba  un  periódico  clandestino,  el  Kalayaan  (La 
Libertad);  sostenía  simultáneamente  correspondeocia  con  Rizal  y  Pitar,  utili- 
zando ambas  tendencias  según  le  convenía;  entabló  negociaciones  con  el 
Japón,  cuyas  victorias  sobre  China  entusiasmaron  á  los  filipinos  como  éxito 
de  la  raza,  y  del  que  esperaban  análoga  protección  que  los  cubanos  de  los 
Estados  Unidos;  compró  é  hizo  desembarcar  armas,  y  utilizó  admirablemen- 
te la  descentralización  municipal  establecida  por  Maura-  (decreto  de  19  de 
Mayo  de  1893)  con  más  buena  fe  que  fortuna;  los  tribunales  municipales,  en 
efecto,  elegidos  por  <las  prindpalfas>  de  los  pueblos  (i),  fueron  el  principal 
instrumento  de  la  revolución. 

Asi  las  cosas,  el  19  de  Agosto  et  cajista  Teodoro  Patino,  socio  del  <Kati- 
punáni,  se  presentó  al  párroco  de  Tondo,  Fr.  Mariano  Gil,  agustino,  y  te  re- 
veló la  conspiración,  asi  como  que  ya  estaban  reunidos  1.500  iiombres  en 
San  Mateo  para  comenzar  la  rebelión.  Aquf  fué  el  terror  de  las  autoridades  y 
de  los  peninsulares  de  Manila.  Hicíéronse  prisiones;  escapó  Bonifacio,  y  et  26 
dio  el  grito  de  independencia  entre  Novaliches  y  Calvocán,  rechazó  á  la 
Guardia  Civil  que  le  atacó  (día  26),  y  trató  de  entrar  en  Manila  (dfa  30), 
siendo  rechazado  en  San  Juan  del  Monte.  Corrióse  la  insurrección  por  las 
provincias  de  Manila,  y  el  31  se  levantó  toda  la  de  Cavile,  sublevada  por 
Emilio  Aguinaldo  {2).  Cometieron  los  rebeldes  horrores  sin  número;  los  frailes 
que  cafan  en  sus  manos  eran  inhumanamente  martirizados  antes  de  ser  muer- 
tos, y  análoga  suerte  corrieron  los  oficiales  de  la  Guardia  civil  entregados 
por  sus  soldados  tagalos.  Habla  pocas  fuerzas  para  reprimir  á  los  insurrectos, 
no  siendo  de  maravillar  que  fueran  desfavorables  los  primeros  encuentros.  El 
Gobierno  envió  desde  luego  6.000  hombres,  y  e!  15  de  Septiembre  empren- 
dió Blanco  operaciones  ofensivas;  el  teniente  coronel  Benedicto  fué  rcdiaza- 
do  en  Talisay  (8  Octubre);  el  general  Jaramillo  triunfó  en  Nagsubú  (iS  Oc- 
tubre). Llegados  de  la  Península  otros  3.000  hombres  (i."  Noviembre),  se  in- 
tentó reconquistar  á  Cavite;  pero  con  tal  desgracia,  que  la  columna  del  coro- 
nel Marina  fué  batida  (10  Noviembre),  y  no  copada  gracias  á  la  serenidad  de 
su  jefe,  dos  veces  herido  en  el  combate.  Los  españoles  de  Manila  pidieron 
el  relevo  de  Blanco,  acusándole  públicamente  de  apatía;  en  secreto,  de  masón, 
y  poco  idóneo,  por  lo  mismo,  para  dominar  una  insurrección  masónica;  ha- 
bla también  que  á  los  españoles  atemorizados  les  parecía  que  se  fusilaba  poca 
gente,  aunque  no  dejaba  de  fusilarse  alguna  —  sólo  en  Cavite  (12  Septiem- 
bre), catorce — y  que  se  contemporizaba  demasiado  con  algunos  tagalos  tilda- 
dos por  la  opinión  peninsular  de  filibusteros.  Toda  la  prensa  de  Madrid  coad- 
yuvó á  esta  campaña  contra  Blanco. 

Mandó  el  Gobierno  á  Filipinas  al  general  Pola  vieja,  no  como  gobernador 
general,  sino  como  auxiliar  de  Blanco;  pero  en  vista  de  estos  clamores  le  dio 

(1)  La  Fríncifalia  6  aristocracia  (le  los  pueblos  <le  Filipinas  se  constituía  por  los  gober- 
nailorcillos,  cura  párroco,  capilancs  pasados,  cabezas  di'  barangay,  tenientes  y  vecinos  que  pa- 
gaban 50  pesos  de  contribuciiin  territorial.  A  este  [5nJ[>0  eneomendíi  el  decreto  de  189J  la 
elerción  del  Ayuntamiento  ó  triimiaJ  mamdfal,  compuesto  de  un  capilin,  el  teniente  mayor 
con  fundones  de  regidor-sindico  y  tres  tenientes  encargados  respectil-amente  de  las  semente- 
ras, de  los  ganados  y  de  la  polida. 

(j)  Nació  en  Kanit,  provincia  de  Cavite  ("9  Marzo  iW»»).  Siendo  sus  ]>adres  repilar- 
mente  acomodados,  fué  alumno  de  la  Esencia  Normal  de  Manila:  pero  f|uiebras  de  fortuna  fa- 
—  -'---  le  obligaron  á  dejar  tos  estudios.  Henrí  Turol.  en  su  IÍt>ro  Agumaiáú  rila  PltÜipins 
-°-*' • -  "--"-'  -' ' -■'-  - ■--  sobre  lainfli-  -■-  ^ 


,- .  ,-„  '3.  que  se  dedicó  al  comercio  marítimo,  y  poetiza  sobre  la  influencia  de 

viajes  en  la  formación  de  su  Umpmaani  daeitr  y  de  su  dhir  de  gnmdttir. . . ,  etc.  I^  |>ositivo 

es  que  al  estallar  la  insurrección  era  Aeiiinaldo,  como  tantos  otros  jóvenes  de  su  raía  algf) 
ilustrados,  escribiente  de  las  oficinas  pi'iblícas.  ^ 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


846  HISTORIA   DE  ESPAÑA 

el  mando  ec  jefe  (8  Diciembre).  Habiánse  enviado  ya  16.000  soldados  de 
refuerzo,  con  lo  que  el  ejército  ascendía  á  más  de  30.000  hombres.  Maneján- 
dolos con  sumo  acierto,  Polavieja  desalojó  á  los  insurgentes  de  Meycana- 
yán  (Bulacán)  y  limpió  varias  provincias,  acorralándolos  en  la  de  Cavile, 
donde  tenían  el  grueso  de  sus  fuerzas.  Hizo  también  los  escarmientos  que 
reclamaba  el  elemento  peninsular,  aunque  no  en  la  medida  que  pedia,  pues,! 
según  claramente  manifestó,  no  debían  ser  fusilados  sino  los  principales' 
culpables,  é  indultarse  á  los  demás.  A  título  de  principal  culpable  sufrió  la  últi- 
ma pena  Rizal  (30  Diciembre).  A  ñnes  de  1895  había  solicitado  éste  pasará 
Cuba  para  servir  en  el  ejército  como  médico  provisional  mientras  durase  la 
guerra;  el  general  Blanco  le  comunicó  haber  sido  complacido  en  su  deseo,  y 
embarcó  para  la  Península,  á  mediados  de  este  año;  al  llegar  á  Barcelona  había 
estallado  ya  la  insurrección  en  Filipinas,  y  el  mismo  general  Blanco  reclamú 
telegráñca mente  que  volviese  á  Manila,  por  aparecer  complicado  en  el  pro- 
ceso que  se  instruía,  y  así  se  hizo.  En  este  caso  Polavieja  se  limitó  á  apro- 
bar la  sentencia  condenatoria  del  Consejo  de  Guerra,  previo  dictamen  de  su 
auditor.  Es  indiscutible  que  sobraban  motivos  jurídicos  para  condenar  i 
Rizal,  pues,  fuera  el  que  fuese  su  pensamiento  político  sobre  la  emancipación 
y  sus  relaciones  antiguas  con  Pilar,  es  lo  cierto  que  él  mismo  se  había  com- 
prometido, ó  lo  habla  comprometido  Bonifacio  por  su  relación  con  el  «Kati- 
punán>;  esto  aparte  de  que  la  «Liga  Filipina»  tenía  un  fin  francamente  se- 
paratista. En  cuanto  á  si  fué  ó  no  política  la  ejecución,  habría  mucho  que  dis- 
cutir. Siempre  se  ha  creído  en  la  conveniencia  de  herir  á  los  partidos  y  á 
los  pueblos  enemigos  en  las  personas  que  los  representan  más  cumplidamen- 
te. La  Historia  ensena,  sin  embargo,  que  no  siempre  se  ha  conseguido  el 
efecto  de  intimidación  que  se  buscaba;  á  veces  ha  sido  contraproducente. 

PoUiiea  interior.  Disolución  de  las  Cortes  liberales  {z8  Febrero),  y 
reunión  de  las  conservadoras  (i  i  Mayo).  De  los  repubUcanos  sólo  acudieron 
á  los  comicios  los  federales;  se  compuso  el  Congreso  de  303  conservadores, 
102  Hberales,  10  carlistas,  8  silvelistas,  3  republicanos,  1  tntegrista  y  lo  in- 
deñnidos.  Las  elecciones  fueron  modelo  de  chanchullo  y  trampa:  baste 
apuntar  que  en  Madrid  se  presentó  el  marqués  de  Cabriñana  como  can- 
didato independiente,  y  tuvo  tantos  sufragios,  que,  á  publicarse  lealmente  el 
resultado,  habría  parecido  un  plebiscito,  y,  sin  embargo,  apareció  en  el  es- 
crutinio oñcial,  no  sólo  derrotado,  sino  con  un  número  insignificante  de  votos, 
y,  en  cambio,  á  los  candidatos  de  la  coalición  conservadora -libe  ral  hubo  que 
quitar  votos,  porque  eran  más  que  electores.  Por  Castuera  resultó  elegido 
D.  Leopoldo  Gálvez  Holguin,  contra  quien  en  la  discusión  de  actas  inició  un 
debate  el  conde  de  Romanones  por  la  incompatibilidad  moral  resultante  de 
estar  procesado;  hubo  proposición  de  todas  las  minorías  contra  que  fuese 
admitido  como  diputado;  Gálvez  se  defendió  con  habilidad  suma,  y  por  124 
votos  contra  84  se  le  admitió;  la  Audiencia  sobreseyó  la  causa  contra  él  y 
demás  concejales  (30  Noviembre),  sin  levantar  por  eso  ningún  alboroto,  acre- 
ditándose así  que  la  ruidosa  campaña  del  año  anterior  fué  esencialmente  po- 
lítica, y  una  vez  echados  del  Gobierno  Romero  Robledo  y  Bosch  perdió  todo 
su  interés  para  los  mismos  que  la  habían  sostenido  con  tanto  estrépito.  En 
Cuba,  abstenidos  autonomistas  y  reformistas,  el  general  Weyler  dio  las  actas 
á  quien  quiso. 

Empeñados  debates  provocaron  el  «Presupuesto  ordinario»  —  aprobado 
el  12  de  Agosto —  el  «Presupuesto  extraordinario»  en  que  entraron  un  nue- 
vo concierto  con  la  Tabacalera  y  un  empréstito  con  la  casa  Rotschild,  y  que 
no  lo  fué  hasta  el  í;  del  mismo  mes,  y  el  «Proyecto  de  auxilios  á  las  Com- 
pañías ferroviarias*,  presentado  por  Linares  Rivas  {3  Julio),  á  que  se  opuso 

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847 


enérgicamente  Montero  Ríos  en  el  Senado,  y  que  no  pasó  sino  mediante  una 
fórmula  de  concordia  con  las  oposiciones,  por  virtud  de  la  ley  de  iQ  de  Sep- 
tiembre. Buscábase  con  este  último  proyecto  base  de  crédito  para  negociar 
un  empréstito  en  el  extranjero;  pero  fracasó  el  intento.  Entonces  se  pensó  en 
uo  empréstito  interior,  y  en  virtud  de  la  autorización  concedida  por  la  ley 
de  lO  de  Julio,  emitiéronse  800.000  «obligaciones  del  Tesoro  sobre  la  renta 
de  Aduanas*  (Decreto  3  Noviembre)  por  valor  de  400  millones  de  pesetas, 
sacándose  desde  luego  al  mercado  250.  Acudieron  los  capitalistas  españo- 
les con  tal  Ímpetu,  que  la  suscripción  alcanzó  la  cifra  de  594,889.000  pese- 
tas. Mucho  se  ponderó  con  este  motivo  la  abundancia  de  nuestros  recursos 
y  la  confianza  que  á  los  particulares  merecía  el  Estado,  á  pesar  de  las  dos 
guerras  coloniales:  hoy  no  se  puede  afirmar  de  plano  si  aquella  muestra 
de  vitalidad  económica  fué  favorable  ó  perjudicial  á  la  nación.  En  efecto, 
Cánovas  tuvo  buen  cuidado  de  recalcar  en  el  preámbulo  del  decreto  que 
se  pedia  el  dinero  para  continuar  ta  guerra  de  Cuba,  y  ya  sabemos  que  don 
Autonio  esperaba,  y  aun  deseaba,  que  el  pais  manifestase  de  un  modo  explí- 
cito que  no  quería  esa  continuación.  Si  el  empréstito  de  1ÍÍ96  hubiera  fraca- 
sado, no  parece  dudoso  que  Cánovas  hubiera  visto  en  el  fracaso  la  señal  que 
aguardatñ;  como  vio  todo  lo  contrario,  dedujo  fundadamente  que  la  voluntad 
nacional  era  perseverar  en  los  sacrificios  hasta  el  último  extremo. 

En  Barcelona,  Zaragoza,  Coruña  y  otros  puntos  hubo  á  la  salida  de  sol- 
dados para  Cuba,  algunas  manifestaciones  de  mujeres  al  grito  de  'jQue  va- 
yan también  los  ricos!>  Eran  inspiradas  aquellas  mujeres  por  los  socialistas 
y  algunos  republicanos,  y  se  fundaban  en  que  la  ley  de  Reclutamiento  y 
Reemplazo  vigente  á  la  sazón  establecía  la  redención  á  metálico;  pero  sólo 
para  <el  servicio  ordinario  de  guarnición  en  los  cuerpos  armados»  (Articu- 
lo 1 72).  No  iban,  pues,  descaminados  los  directores  de  aquella  campaña,  toda 
vez  que,  conforme  el  texto  legal,  también  los  redimidos  á  metálico  debieran 
ir  á  la  guerra;  pero  hizo  bien  el  Gobierno  en  no  mandarlos,  ya  que  eso  sólo 
hubiera  servido  para  aumentar  la  confusión.  La  culpa  de  todo  hay  que 
echársela  á  los  modernos  legisladores  españoles,  empeñados  en  dar  á  las 
normas  jurídicas  un  aspecto  muy  democrático,  á  sabiendas  de  que  no  lo  con- 
siente el  estado  social,  y,  por  tanto,  que  esas  prescripciones  son  de  imposi- 
ble cumplimiento. 

.  El  7  de  Junio,  día  del  Corpus,  tuvo  lugar  en  Barcelona,  al  paso  de  la 
procesión,  calle  de  Cambios  Nuevos,  esquina  á  la  de  las  Arenas,  el  estalli- 
do de  una  bomba  que  mató  á  quince  personas  é  hirió  á  otras  tantas.  Fueron 
detenidos  más  de  200  presuntos  culpables,  y  encerrados  en  Monjuith  y  bu- 
ques de  guerra.  El  Consejo  de  guerra  condenó  á  muerte  A  ocho  reos,  y  á  se- 
senta y  siete  á  cadena  temporal.  Se  dio  una  nueva  ley  de  represión  del  anar- 
quismo (5  Septiembre). 

Murieron  este  año:  el  insigne  pintor  D.  Vicente  Palmaroli  (25  Enero).  El 
crítico  musical  D.  Antonio  Peña  y  Goñi  (13  Noviembre).  El  erudito  historia- 
dor marqués  de  la  Fuensanta  del  Valle  (29  Mayo).  El  profesor  de  Matemáti- 
ticas  D.  Acisclo  Fernández  Vallin  (25  Mayo).  El  ameno  escritor  D.  José  de 
Castro  y  Serrano  (1.°  Febrero).  El  político  D.  Manuel  Becerra  (ly  Diciembre). 
Los  hacendistas  Salaverría,  Pedregal  y  Camacho,  el  capitán  general  marqués 
de  Noval iches. 

Año  i8gT.  —  Del  14  de  Febrero  al  5  de  Abril  desarrolláronse  las  ope- 
raciones dirigidas  por  Polavieja  para  reconquistar  la  provincia  de  Cavile: 
fueron  brillantísimas,  tanto  por  el  plan  como  por  la  ejecución,  y  despertaron 
en  la  Península  verdadero  entusiasmo,  viendo  muchos  en  Polavieja  el  hom- 
bre que  se  necesitaba  en  aquellas  tremendas  circunstancias.  El  5  de  Abril 

i,Cooglc 


84S  HISTOBIA  DK  ESPAÑA 

fué  la  tonta  de  Sao  Fernando  de  Malabón,  á  que  siguió  un  indulto  a)  cual  se 
acogieron  más  de  9.000  insurrectos.  Potavieja  pidió,  sin  embargo,  20.000 
hombres  de  refuerzo;  y  no  pareciendo  bien  al  Gobierno,  le  relevó  el  general 
Prímo  de  Rivera  (23  Abril).  Siguió  éste  las  operaciones  ea  Cavite,  tomando 
á  Vudarg  (4  Mayo)  y  después  á  Maragondón,  con  lo  que  toda  la  provincia 
quedó  reconquistada.  Aguinaldo  huyó  á  los  montes  de  Puray  (provincia  de 
Manila),  de  donde  fué  arrojado  (14  Junio),  corriéndose  á  la  de  Bulacdn,  donde 
continuó  la  guerra.  En  Cuba,  siguiendo  Weyler  su  sistema  de  ir  pacificando 
provincia  por  provincia  de  Occidente  á  Oriente,  consiguió  que  mejorase 
mucho  la  situacióa  de  Pinar  del  Rio  y  Habana  y  algo  en  todo  el  territorio  al 
Oeste  de  la  trocha  Júcaro- Morón;  pero  sin  conseguir  estirpar  absolutamente 
la  rebeldía  en  ninguna  comarca.  Hubo  sucesos  felices,  como  la  acción  de  Qt- 
beaidas  di  Rio  Hcmdo  (31  Marzo),  en  que  cayó  prisionero  Rfus  Rivera,  sustitu- 
to de  Maceo  en  Pinar  del  Rio,  y  otros  desgraciados  como  la  toma  de  Victoria 
de  las  Tunas  por  Calixto  García  (29  Agosto),  con  pérdida  de  los  250  soldados 
que  la  presidiaban. 

Pocos  creían  ya,  sin  embargo,  en  la  eficacia  de  la  acción  miliUr  para  re- 
solver el  problema.  Según  la  opinión  común,  la  clave  no  estaba  en  los  cam- 
pos de  Cuba,  ni  en  las  armas,  sino  en  atraerse  á  los  cubanos  y  en  contener  á 
los  Estados  Unidos.  Cánovas  lo  comprendió  asi,  y  él,  que  durante  tantos 
años  habla  tenido  delegada  la  dirección  de  la  política  antillana  en  la  Unión 
Constitucional,  ahora  cambió  radicalmente,  y  en  4  de  Febrero  ae  publicó  un 
decreto  tan  autonomista,  que  Labra  sólo  echó  de  menos  el  sufragio  universal. 
Maura  lo  consideró  muchísimos  más  avanzado  que  su  proyecto  de  1893  y  la 
ley  de  95;  Montero  y  Gálvez  declararon  que  era  el  «self-governement»,  los 
prohombres  de  Washington  dijeron  que  constituía  cuanto  se  podía  pedir  y 
más  de  lo  que  ellos  esperaban,  y  Romero  Robledo  lo  censuró  sin  rebozo. 
Se  procuró  atraer  con  mercedes  á  ios  principales  personajes  autonomistas: 
Montero  y  Rabell  recibieron  títulos  de  Castilla;  Gálvez,  la  Gran  Cruz  del  Mé- 
rito Militar.  En  cuanto  á  los  Estados  Unidos,  siguió  el  sistema  de  evitar  todo 
motivo  de  querella,  para  lo  que  desgraciadamente  no  habla  otro  medio  que 
allanarse  á  sus  exigencias.  A  principio  de  aflo  las  reclamaciones  de  daños  á 
subditos  americanos  ascendían  á  más  de  nueve  millones  de  duros;  en  Febre- 
ro pidieron  el  indulto  de  Sanguily,  condenado  á  cadena  perpetua  por  la 
Audiencia  de  la  Habana.  A  primeros  de  Marzo  acabó  el  período  presidencial 
de  Cleveland,  sucediéndole  Mac  Kinley,  del  que  puede  sostenerse  sin  teme- 
ridad que  estuvo  resuelto  desde  luego  á  echarnos  de  América,  y  que  caminó 
á  este  fin  con  la  celeridad  conveniente  para  acabar  de  mover  la  opinión  en 
su  país  y  prepararse  para  la  guerra.  Mandó  de  cónsul  á  la  llábana  al  general 
Lee,  enemigo  sistemático  de  España,  el  cual  reclamó  el  cadáver  del  dentista 
Ruiz,  fallecido  (i;  Febrero)  en  la  cárcel  de  Guanabacoa  por  sospechoso,  para 
examinar  si  efectivamente  había  muerto  de  congestión  cerebral:  se  accedió 
á  su  reclamación,  y  salió  diciendo  que  se  notaban  vestigios  de  un  golpe  en 
la  cabeza  ...  Lo  que  se  advertía  era  el  empeño  de  hacer  creer  al  pueblo  de 
los  Estados  Unidos  que  las  autoridades  españolas  asesinaban  á  los  presos 
políticos  en  las  cárceles. 

Irritado  el  sentimiento  nacional  por  la  serie  de  humillaciones  á  que  nos 
sometían  los  Estadas  L^nidos,  expresaba  su  indignación  de  diversas  maneras. 
Don  Carlos  publicó  un  maniñesto  (26  Enero)  contra  toda  transacción  (lagtu- 
rra por  la  guerra).  Los  republicanos  (i.°  Junio)  admitieron  la  autonomía,  pero 
•  rechazando  toda  ingerencia  extranjera  que  pudiera  ser  lesiva  al  honor  na- 
>CÍonal>.  Pí  Margall  no  se  adhirió  á  este  acuerdo:  proponía  tratar  directamen- 
te con  los  insurrectos  sobre  la  base  de  la  independencia,  y  quizás  hubiera 

,Cooglc 


HISTORIA  DE  ESPAf^A  849 

sido  lo  mejor,  vistas  las  cosas  <a  posteriori».  Los  liberales  (24  Junio)  recla- 
maron «mayor  moderación  en  los  procedimientos  de  guerTa>  (censura  á  Wey- 
ler),  «enerva  mayor  en  la  acción  diplomática»  (censura  á  Cánovas),  y  la  im- 
plantación inmediata  del  régimen  autonómico,  si  bien  lo  último  muy  nebulo- 
samente. Quien  cantó  un  himno  á  la  autonomía  fué  Moret  en  un  discurso 
que  pronunció  en  Zar^oza  (19  Julio),  y  donde  afirmó  con  la  seguridad  que 
ponía  D.  Segismundo  en  todas  sus  afirmaciones  que  la  autonomía  serla  la  paz. 
Por  desdicha,  á  la  altura  en  que  estaban  ya  las  cosas  no  habla  otra  paz  posi- 
ble que  el  abandono  de  Cuba;  quizás  todavía  resignándonos  á  tan  doloroso 
sacrificio  hubiéramos  podido  salvar  Puerto  Rico  y  Filipinas. 

Ni  tos  yanquis  ni  los  insurrectos  creían  en  la  sinceridad  del  decreto  au- 
tonomista de  Cánovas,  ni  en  los  pujos  de  los  liberales  y  de  Moret  (i)  en  el  mis- 
mo sentido,  y  no  les  faltaba  fundamento;  porque  á  la  verdad  era  muy  extra- 
ño que  hombres  que  habían  gobernado  tanto  tiempo  sin  acordarse  del  régi- 
men autonómico,  antes,  por  lo  contrario,  combatiéndolo,  y  viendo  en  los  auto- 
nomistas filibusteros  disfrazados,  apoyando  y  apoyándose  en  los  consti- 
tucionales, enemigos  acérrimos  del  autonomismo,  salieran  á  última  bora  por 
este  registro.  No  hay,  pues,  que  maravillarse  de  qne  Mr.  Taylor,  ex  embaja- 
dor yanqui  en  Madrid,  declarase  (5  Noviembre)  (2)  que  todo  lo  que  se  hablaba 
y  escribía  de  régimen  autonómico  por  los  políticos  de  España  «eran  genera- 
■  lidades  engañadoras,  mero  golpe  teatral  para  distraer  la  opinión  en  los  Es- 
>tados  Unidos  mientras  Weyler  pudiese  sujetar  la  Isla».  En  España,  por  lo 
contrario,  los  partidos  hostiles  á  las  instituciones  6  enemigos  de  Cánovas  pin- 
taban la  conducta  de  éste  como  abdicación  vergonzosa  de  la  dignidad  nacio- 
nal. Carlistas,  integristas  y  silvelistas  aprovecharon  el  regreso  de  Polavicja, 
relevado  por  Cánovas,  para  mover  una  serie  de  manifestaciones  populares, 
debidas,  seguramente,  al  inteligente  y  valeroso  caudillo  de  la  campaña  de 
Cavite,  pero  en  que  iba  envuelta,  al  menos  en  la  mente  de  los  directores  y 
motores,  la  censura  el  presidente  del  Consejo.  Hubo  más,  y  lué  una  intriga 
dirigida  por  el  cardenal  Cascajares,  arzobispo  de  Valladolid,  con  extensas 
ramificaciones  en  el  Palacio  Real,  en  el  tradicionalismo  y  en  el  silvelismo, 
para  substituir  á  Cánovas  por  Polavieja,  oi^anizando  un  partido  conservador 
reformado.  El  viaje  del  vencedor  de  Pañaraque  de  Barcelona  á  Madrid  fué 
triunfal;  y  como  al  salir  de  Palacio  de  saludar  á  la  Reina,  esta  señora  se  aso- 
mase al  balcón,  los  periódicos  oposicionistas  armaron  un  •guirigay»  sensacio- 
nal, interpretando  aquel  incidente,  seguramente  casual,  como  una  muestra  ex- 
traordinaria de  afecto,  v,  pot  tanto,  de  desvío  para  Cánovas;  lo  singular  es 
que  éste  lo  tomó  por  lo  serio,  llegando  á  proponer  una  crisis  («la  crisis  del 
balcón»)  y  á  publicar  en  La  Época  un  suelto  en  que  no  resplandecía,  cierta- 
mente, la  respetuosísima  consideración  que  deben  á  la  Corona  los  jefes  del 
partido  monárquico  por  excelencia. 

Las  Cortes  estuvieron  reunidas  desde  el  20  de  Mayo  al  2  de  Junio,  sin 
ofrecer  nada  saliente,  á  no  ser  el  bofetón  dado  por  el  duque  de  Tetuán  al 
catedrático  y  senador  D.  Augusto  Comas,  que  le  increpó  en  un  pasillo  por  las 
humillaciones  que  se  sufrían  en  e!  trato  con  los  Estados  Unidos;  liberales  y 
silvelistas  acordaron  retraerse  mientras  el  Duque  fuera  ministro.  En  Agosto 
fué  Cánovas  á  pasar  unos  días  en  el  Balneario  de  Santa  Águeda.  Ace- 
chábale  un   anarquista   italiano  —  Miguel   Angioltllo —  y  el  8,  mientras  el 

(I)  Un  su  (lisL-urso  ilc  Zaraj;o7a,  Mori-t  ri'cord^  i|ii'-  f 
\iTlo  de  Diputación  íiníca  iMira  l'urrio  Ricd.  l]stc>  iTa  siTicill 
¡cuántas  veces  había  Boüemado  Morpl! 

(í)    En  inlírviem  publicado  por  Tht  yannuil. 


Salcedo.  HISTORIA  D 


,,GoogR? 


S50  HISTORIA   DE  ESPAÑA 

Presidente,  sentado  en  un  banco  de  la  galería,  lela  un  periódico,  le  hizo  á 
quemarropa  tres  disparos  de  revólver  que  le  mataron  en  el  acto.  Ten{a  don 
Antonio  Cánovas  sesenta  y  nueve  años  —  había  nacido  en  Málaga  el  8  de  Fe- 
brero de  1828 —  pero  estaba  vigorosísimo  para  su  edad,  merced  á  la  natural 
robustez  de  su  temperamento  y  á  la  fuerza  de  voluntad  que  siempre  tuvo 
para  cumplir  los  preceptos  de  la  higiene;  trabajó  mucho,  y  con  fruto  por  ser 
de  grande  ingenio.  Su  debilidad  ó  vicio  fueron  las  mujeres.  Cometió,  sin  duda, 
graves  errores;  pero,  considerado  en  conjunto,  no  hay  político  español  mo- 
derno que  pueda  comparársele. 

La  Reina  encargó  al  general  Azcárr^a  de  la  presidencia  del  Gobierno. 
Angiolillo  fué  ejecutado  en  Vergara  (20  Agosto).  Martínez  Campos  y  D.  Ale- 
jandro Pida!  aconsejaron  al  nuevo  Presidente  una  inteligencia  inmediata  con 
Silvela;  pero  Azcárraga  temió  á  Romero  Robledo,  al  duque  de  Tetuán  y  á 
Navarro  Reverter,  y  como  la  cuestión  con  los  Estados  Unidos  agravábase  por 
instantes,  decidió  aconsejar  el  llamamiento  de  los  liberales.  Antes  de  morir 
Cánovas,  el  16  de  Junio,  John  Sherman,  nuevo  secretario  de  Estado  de  Mac- 
Kinley,  habla  dirigido  una  nota  á  nuestro  Gobierno  planteando  ya  sin  disi- 
mulo la  cuestión  por  el  aspecto  de  la  manera  poco  humana  de  hacer  la  gue- 
rra el  general  Weyler;  habla  contestado  el  duque  de  Tetuán  (4  Agosto)  re- 
cordando las  verdaderas  crueldades  cometidas  por  los  yanquis  en  la  guerra 
de  secesión;  ahora  el  embajador  norteamericano  en  Madrid,  Stewart  L. 
Woodford,  presentó  otra  nota  (23  Septiembre)  ofreciendo  la  mediación  im- 
periosamente. Azcárraga  dejó  que  la  contestase  el  nuevo  Gabinete,  constitui- 
do {4  Octubre)  en  esta  forma:  Presidencia,  Sagasta;  Estado,  GuUón;  Gracia  y 
Justicia,  Groizard;  Hacienda,  Puigcerver;  Gobernación,  Capdepón;  Fomento, 
Xiquena;  Ultramar,  Moret;  Guerra,  Correa;  Marina,  Bermejo. 

Con  el  optimismo  propio  de  los  liberales  este  Gobierno  creía  sincera- 
mente que  autonomía  y  paz  eran  términos  sinónimos.  Se  relevó  á  Weyler 
(9  Octubre),  dándole  por  sucesor  á  Blanco.  El  25  de  Noviembre  publicó  La 
Gaceta  la  Constitución  autonómica  (Cámaras  insulares,  secretarios  del  Despa- 
cho, etc.);  no  sólo  se  suspendió  la  concentración  de  campesinos,  sino  que 
se  abrió  un  crédito  para  indemnizar  los  perjuicios  sufridos.  Blanco,  llegado  á 
Cuba  (3 1  Octubre),  preparó  la  implantación  del  nuevo  régimen  para  el  I ."  de 
Enero,  y  abrió  negociaciones  con  los  insurrectos,  rechazadas  enérgicamente 
por  Máximo  Gómez,  quien  dispuso  que  todo  emisario  qne  fuese  á  su  campo 
á  proponer  la  paz  sería  fusilado.  Costó  la  vida  este  bando  al  teniente  coronel 
de  Ingenieros  D.  Joaquín  Ruii,  que,  siendo  antiguo  amigo  del  jefe  insurrecto 
Arangúrea,  intentó  atraerle.  En  los  Estados  Unidos  pareció  sentar  muy  bien 
la  nueva  política:  Mac-Kinley  la  elogió  en  su  mensaje  á  las  cámaras  (6  Diciem- 
bre), aunque  manifestando  que  si  no  se  lograba  con  ella  restablecer  la  paz  en 
plazo  breve,  los  Estados  Unidos  intervendrían.  No  cesaban  allá  los  prepara- 
tivos militares:  la  decisión  del  Gobierno  yanqui  era  firme  é  inquebrantable. 

En  Filipinas  la  acción  militar  habia  reducido  á  los  insurgentes  á  Biacna- 
bató,  donde  se  había  fortiñcado  Aguinaldo;  el  Gobierno  liberal  autorizó  á 
Primo  de  Rivera  (;  Octubre)  para  negociar,  ó,  mejor  dicho,  para  comprar  la 
sumisión  de  los  rebeldes;  desde  el  4  de  Agosto  se  seguían  tratos  en  este  sen- 
tido por  mediación  del  filipino  D.  Pedro  Alejandro  Paterno,  y  no  se  firmó  el 
pacto  de  Biacnabató  hasta  23  de  Diciembre,  por  haber  pretendido  Aguinaldo 
alcanzar  determinadas  reformas.  Por  fin  se  allanaron  á  la  sumisión  lisa  y  llana 
con  indulto  y  percibo  de  socorros  que  alcanzaron  la  cifra  de  un  millón  sete- 
cientos mil  pesos.  Aguinaldo  se  marchó  á  Hong-Kong  protestando  de  su  amor 
á  España,  y  en  ésta  se  creyó  restablecida  la  paz. 

Por  mediación  de  D.  Alejandro  Pidal,  los  conservadores  acordaron  no 


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HISTORIA   DE  ESPAtiA  85I 

sólo  unirse  con  D.  Francisco  Silvela,  sino  reconocerte  por  jefe:  el  partido 
tomó  el  thulo  de  Unión  Conservadora,  No  entraron  en  este  concierto  Romero 
Robledo,  que  quedó  solo,  ni  el  duque  de  Tetuán,  EIduayen  y  otros, que  for- 
maron la  agrupación  á  que  festivamente  se  llamó  los  'Caballeros  del  San- 
to Sepulcro»,  por  ser  su  programa  la  fidelidad  á  la  memoria  de  Cánovas. 

Entre  los  fallecimientos  de  este  año  deben  consignarse  los  de  D.  Pas- 
cual Gayangos  (4  Octubre),  D,  Luis  Vidart  (g  Septiembre),  D,  Francisco 
García  Ayuso  (i6  Marzo),  el  Dr.  D,  José  Letamendi  (6  Julio),  el  arabista  don 
Francisco  Simonet  (9  Julio),  el  cardenal  Monesdllo(tt  Agosto),  y  D.José 
Luis  Albareda  (3  Noviembre). 

Año  18^.  —  El  I."  de  Enero  se  instaló  en  la  Habana  el  Gobierno  autó- 
nomo de  Cuba:  Presidente,  D.  José  M.  Gálvez;  Secretario  de  Gracia  y  Justi- 
cia y  Gobernación,  D.  Antonio  Govín;  de  Hacienda,  el  marqués  de  Montoro; 
de  Instrucción  Pública,  D.  José  M.  Zayas;  de  Obras  Públicas,  D.  Eduardo 
Dolí,  y  de  Agricultura,  Industria  y  Comercio,  D.  Laureano  Rodríguez.  El 
Recimcemtrado,  periódico  autonomista,  injurió  á  unos  oñciales  del  ejército,  lo 
que  motivó  un  motín  de  oficiales  que  asaltaron  la  imprenta  (5  Enero).  El  cón- 
sul Lee  comunicó  á  Washington  que  habia  fracasado  la  autonomía,  y  que 
convenia  enviar  á  Cuba  un  buque  de  guerra  para  proteger  á  ios  norteameri- 
canos. El  nuevo  régimen  no  dejó,  sin  embaído,  de  producir  algún  efecto:  pre- 
sentáronse con  sus  partidas  los  jefes  Benito  Socorro  y  José  Massó,  y  en  el 
campo  insurrecto  fueron  fusilados  por  pretender  lo  mismo  Vicente  y  Anto- 
nio Nóñez,  Cayito  y  Néstor  Alvarez,  el  último  de  la  escolta  de  Máximo  Gó- 
mez. Pero  Mac-Kinley  iba  derecho  á  su  ñn:  recibió  Sagasta  una  carta  de  Ca- 
nalejas, que  á  la  sazón  viajaba  por  los  Estados  Unidos,  y  en  que  le  comu- 
nicaba haberle  dicho  Mac-Kioley:  «Soy  amigo  de  España;  pero  me  arrastra  á 
>luchar  contra  ella  la  opinión  de  mi  pueblo.  Si  no  vencen  ustedes  pronto  á  los 

•  insurrectos  y  no  desisten  de  la  concentración,  de  que  se  cuentan  horrores, 
■será  inevitable  la  guerra*.  El  24  de  Enero  participó  Dupuy  de  Lome,  nues- 
tro embajador  en  Washington,  que  el  Presidente  había  decidido  enviar  á  la 
Habana  el  crucero  Maine  en  prueba  de  amistad;  y  el  8  de  Febrero  daba  cuen- 
ta del  lamentable  incidente  de  haberse  publicado  en  ios  periódicos  yanquis 
una  carta  escrita  por  él  á  Canalejas,  y  que  éste  había  dejado,  sin  duda,  olvi- 
dada, en  que  calificaba  á  Mac-Kinley  de  •politicastro,  débil  y  populachero». 
Nuestro  Gobierno  se  apresuró  á  destituir  á  Dupuy  (10  Febrero);  pero  el  nor- 
teamericano se  quejó  (14)  de  no  haber  recibido  excusas  por  aquella  injuria. 
En  la  noche  del  16  del  mismo  mes  de  Febrero  voló,  en  la  bahía  de  la  Habana, 
el  crucero  Maine,  y  desde  luego  fué  patente  el  propósito  de  hacer  creer  al 
mundo  que  por  odio  á  !os  Estados  Unidos  se  había  causado  de  propósito,  ya 
por  nuestras  autoridades,  ya  por  algún  español  patriota,  aquella  terrible  ca- 
tástrofe: asi  procuró  indicarlo  una  comisión  yanqui,  estableciendo  en  su  infor- 
me (31  Marzo)  que  la  explosión  se  había  realizado  de  afuera  adentro;  es  de- 
cir, por  obra  de  un  agente  exterior,  que  pudo  ser  una  mina  submarina. 

El  29  de  Marzo  el  embajador  Woodford  exigió  de  Sagasta  una  suspen- 
sión de  hostilidades  en  Cuba  para  preparar  la  paz  y  arreglar  todas  las  cues- 
tiones pendientes.  El  Gobierno  acudió  á  todos  los  europeos,  no  encontrando 
más  que  frialdad  ó,  mejor  dicho,  miedo  á  los  Estados  Unidos.  Por  aquellos 
dfas  Chamberlain,  alma  del  Ministerio  inglés,  habló  en  un  mitin,  aludiendo 
á  España,  <de  las  naciones  moribundas  que  se  asen  desesperada  é  impoten- 

•  temente  á  la  vida  que  se  les  escapa>.  León  XIII  nos  suplicó  —  quizás  á  ins- 
tancias del  mismo  Gobierno,  deseoso  de  cubrir  un  poco  las  apariencias  — 
i  ie  accediéramos  al  armisticio,  y  el  g  de  Abril  se  autorizó  al  general  Blanco 
pa.'a  concederlo,  aunque  no  lo  habían  solicitado  loa  insurrectos.  Pero  «qué 

nigiUrrlb/COOglC 


175.  DlaidcMcndoxa 


Etpaflolet  Uuttre*  coate  aporánaai. 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


HISTORIA  DE  ESPAÑA  853 

podía  ya  remediar  estoí  El  dfa  1 1  Mac-Kinley  proponía  á  las  Cámaras  la  gue- 
rra con  España,  que  aprobaron  aquéllas  por  su  «tesolucióa  coDJunta>  del  18. 
El  21  se  ordenó  á  nuestro  ministro  de  Washington  pedir  sus  pasaportes. 

Haber  dejado  llegar  las  cosas  á  tal  extremo  fué  tremendo  desacierto, 
quizás  el  mayor  cometido  en  nuestra  historia  contemporánea.  Carecíamos  en 
absoluto  de  elementos  para  luchar  con  los  Estados  Unidos.  Esto  se  debió 
haber  previsto  hacia  mucho  tiempo.  Cuando  los  conflictos  se  presentan  en 
esas  condiciones,  aun  las  naciones  más  belicosas  y  amantes  de  su  honor  de^ 
ben  ceder  á  la  dura,  pero  inBexible  ley  de  la  necesidad.  Los  romanos,  conquis- 
tadores del  mundo,  nunca  entraro  1  en  guerra  sin  racionales  probabilidades 
de  vencer:  cuando  no  las  hay,  todo  combate  es  un  suicidio  ó  ganas  de  po- 
nerse en  ridículo.  Nosotros  pudimos  evitar  este  choque  dando  independen- 
cia A  Cuba  cuando  nadie  nos  lo  exigía:  quizás  hubiese  bastado  con  no  man- 
dar funcionarios  peninsulares  ni  querer  que  los  peninsulares  establecidos  en 
la  Isla  representaran  á  título  de  partido  adicto  á  España  al  pueblo  cubano. 
A  raiz  del  Zanjón  pudo  arreglarse  todo  satisfactoriamente,  claro  que  sacrifi- 
cando una  dominación  que  ya  no  nos  servia  de  fuerza,  sino  que  aumentaba 
constantemente  nuestra  debilidad.  Contra  el  partido  cubano,  que  tenía  por 
programa  «emancipar  á  Cuba  de  £spaña>,  debió  haber  otro  en  la  Península 
con  el  lema  «emancipar  á  España  de  Cuba>.  Desde  1896  el  estímulo  de 
nuestros  partidos,  y  también  de  los  periódicos  más  influyentes  en  la  opinión, 
fué  el  temor  de  pasar  por  malos  patriotas  si  no  se  demostraba  una  intransi- 
gencia cerril.  Había  que  creer  en  el  poderío  de  España  con  la  fe  del  carbo- 
nero. Mas  lay!,  esta  fe  puede  ser  hermosa  en  religión;  pero  en  negocios  hu- 
manos y  políticos  es  estupidez. 

Los  yanquis  estaban  perfectamente  preparados.  Tenían  en  su  costa  fron- 
tera á  la  de  Cuba  la  escuadra  del  almirante  Sampson  y  el  ejército  de  más 
de  100.000  hombres  del  general  Miles;  en  Hong-Kong,  para  operar  contra 
Filipinas,  la  escuadra  del  comodoro  Dewey.  Declarada  la  guerra,  la  primera 
apareció  (22  Abril)  á  la  vista  de  la  Habana,  estableció  el  bloqueo  en  todo  el 
litoral  de  la  Isla,  y  bombardeó  á  Matanzas  (27  Abril).  En  Hong-Kong  los  agen- 
tes americanos  concertaron  con  los  emigrados  filipinos  un  nuevo  levanta- 
miento en  las  islas;  estipulóse    formalmente   un   convenio  en    Singapoore 


(ExplicaciÓH  di  la  lámina  aMttrior. 


EtpalhilM  üditrcs  coutcmporáneoi.— IT3.  Vicente  Lampérci.  notiblc  irquitcdn  y  icquedlogo 
■j  lulor  de  viT<as  obias  ticelcntcs  de  invesllüacldn  y  etílica  anfstica.  Niciá  en  tS6l.— tT3.  Mtfncl  de  Una- 
■■DO,  pensador  Intenso,  original  y  eminente  sociólogOrCtlHco,  nowdiata,  pa«ta  y  pedagogo.  Redor  de  la 
Univeriidad  de  Siiamanca.  Nació  en  BUbio  en  1862.— 174.  Jnu  Váiqací  da  Mella,  eoiinenlfsinio 

lilúHtfo,  apologida,  etígeU,  tribuno  loimldabie  cuya  elocuencia  arrebaladoia  corte  parcial  con  su  Inteli- 
gencia soberana  y  su  portentosa  cultura.  Nació  fn  Cangas  de  Onís.  1962.-179.  FemnndO  Dial  d*  Men- 
doza, ilustre  actor  de  grandes  prestigios  por  %\¡  arle  y  poi  su  cuna.  El  arte  dramilíco  espatloi  debe 
impcgibles  servicios  i  este  artista  merillsimo  y  director  de  escena  sin  rival.  Nadó  en  Madrid.  IBóI.—tTt. 
Ainutln  QttCrol,  notable  escultor  valenciano.  Sus  obras  más  elogiadas  son:  La  tradición,  Saganlo,El  ren- 
cAlo(IS63-l«K).  — ITT.  Bluca  de  IM  RloB  de  Lanpérez,  ilustre  escritora,  varios  de  cuyos  encélenles 
trabajos  de  Investigación  biográfica  y  blbllográüci  han  sido  premiados  por  la  Real  .academia  Espaflola, 
Nadó  en  1S63.— 17S.  Juan  de  la  Cierva  y  Peflaflcl.  hombre  político  eminente,  gran  abogado,  de  li- 

lervlentes  pactidatlos  Nació  en  Murcia  en  I8M,  —  ITS.  Ángel  Ganlvet,  pensador  otisinal  é  Intenso,  cuyas    . 
obras  Pío  Cid  i  Ideorlum  apañol  son  muy  celebradas  (IseS- 1848). —  ISO.  Manuel  LlaareB  RIvaa,  no. 
labte  autor  dramitíco  que  cuenta  muy  llsonitros  ttiunfos  en  su  carrera.  El  abolengo,  NUo  de  agallas.  La 
raía.  La  cUaña  y  otras  muchas  son  comedias  escritas  por  un  maestro  del  dlilogo  y  un  sutil  observador 
de  U  vida.  Nadó  enl36>. 


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854  HISTORIA  DE  ESPAÑA 

(25  Abril)  entre  Aguinaldo  y  el  cónsul  general  de  los  Estados  Unidos  para 
el  establecí  miento  de  una  República  ñlipina  bajo  e!  protectorado  yanqui;  dos 
días  después  zarpaba  Dewey  de  Mirs  con  sus  hermosos  bancos  —  los  cruce- 
ros protegidos  Olimpia,  Baltimore,  Boston  y  Raitig  y  los  cañoneros  Concón/ 
y  Pretil,  —  entrando  al  amanecer  del  i ."  de  Mayo  en  la  gran  bahía  de  Ma- 
nila: nuestra  escuadra,  insignificante  al  lado  de  aquélla,  hizo  cuanto  pudo,  y 
más  de  lo  que  pudo,  hasta  quedar  destruida,  ocupando  los  enemigos  el  arse- 
nal y  pueblo  de  Cavite.  V  ésta  fué  la  seQal  para  el  levantamiento  de  la  isla 
de  Luzón;  acudió  Aguinaldo,  y  en  toda  la  isla,  gracias  á  la  deserción  cre- 
ciente de  los  soldados  tagalos  y  de  las  milicias,  fueron  aprisionados  nuestros 
destacamentos,  quedando  en  breve  reducido  el  capitán  general  Augustin,  que 
habla  reemplazado  á  Primo  de  Rivera,  á  la  ciudad  de  Manila. 

En  el  mar  de  las  Antillas  bombardearon  los  yanquis  á  San  Juan  de 
Puerto  Rico  (9  Mayo)  é  intentaron  un  desembarco  en  Pinar  del  Rio  (13  Mayo). 
El  19  apareció  en  Santiago  de  Cuba  la  escuadra  de  Cervera,  compuesta  de 
los  cruceros  Infanta  Maria  Teresa,  Cristóbal  Cotón,  Viecaya  y  Almirante 
Oqtundo  y  tres  destroyers  mandados  por  Viltaamil.  Esta  flota  estaba  el  19  de 
Abril  en  Cab"  Verde.  La  opinión  en  España,  extraviada  por  falsos  informes, 
pedia  que  fuera  á  pelear  con  la  yanqui,  y  el  Gobierno  ordenó  su  marcha  á 
Puerto  Rico;  el  20  de  Abril  celebróse  A  bordo  del  Colón  junta  de  jefes,  acor- 
dándose representar  al  ministro  de  Marina  la  inconveniencia  de  su  orden,  ya 
que  no  habla  posibilidad  de  luchar  con  éxito,  y  proponiendo  situarse  en  Ca- 
narias; el  23  se  celebró  junta  de  generales  en  el  ministerio  de  Marina  y  se 
resolvió  que  fuese  al  mar  de  las  Antillas;  el  29  salió  la  escuadra  de  C^bo 
Verde,  convencidos  sus  tripulantes  de  que  iban  i  un  sacriñcio  estéril;  el  2  de 
Mayo  llegó  á  Port  de  France  (Martinica),  no  encontrando  el  repuesto  de  car- 
bón que  habla  prometido  el  Gobierno  remitirle;  fué  á  Curasao  con  la  espe- 
ranza de  hallar  alH  el  carbón,  y  hallando  alguno,  aunque  muchísimo  menos  del 
necesario  {i>,  entró  en  Santiago  cuando  se  ha  dicho;  de  tener  el  carbón  sufi- 
ciente, Cervera  hubiese  llegado  á  la  Habana  ó  hubiera  podido  presentarse  en 
la  costa  meridional  de  los  Estados  Unidos;  obligado  á  guarecerse  en  Santiago, 
atrajo  sobre  si  á  la  escuadra  yanqui,  que  bloqueó  el  puerto  de  refugio  inme- 
diatamente y  bombardeó  la  plaza;  Hudson,  heroico  marino  norteamericano, 
intentó  {3  Junio)  lanzar  á  fondo  en  el  canal  de  entrada  del  puerto  de  Santiago 
el  casco  de  un  barco  (vapor  Merrimac)  para  obstruir  el  paso,  sin  conseguirlo; 
del  [4  al  24  de  Junio  desembarcó  un  ejército  yanqui  (16.000  hombres),  man- 
dado por  Schafter,  en  las  inmediaciones  de  Santiago;  el  i."  de  Julio  la  divi- 
sión Lawton  f6.50o  hombres)  atacó  el  «Caney»,  defendido  por  el  general 
Vara  de  Rey  con  419  soldados  del  regimiento  de  la  Constitución,  y  no  pudo 
apoderarse  del  puesto  hasta  que  no  quedaron  vivos  más  que  80  de  los  defen- 
sores: Vara  de  Rey  murió  allí  gloriosamente,  y  ésta  fué  una  hermosa  página  de 
historia  militar.  Atacaron,  á  la  vez  la  loma  de  San  Juan  donde  teníamos  unos 
400  hombres  y  se  situó  el  comandante  general  de  Santiago  de  Cuba,  don 
Arsenio  Linares  Fombo,  el  cual  resultó  herido  en  el  combate,  así  como  el 
general  Bustamante,  el  coronel  Ordóñez  y  otros,  y  muerto  el  coronel  Va- 
quero. Ambas  posiciones  fueron  tomadas  por  el  enemigo,  pasando  deGoo 
nuestras  bajas. 

El  2  de  Julio  mandó  telegráficamente  el  general  Blanco  desde  la  Habana 
que  la  escuadra  saliese  del  puerto  de  Santiago,  á  pesar  de  haber  expuesto 
varias  veces  Cervera  no  ser  esto  posible,  dada  la  inmensa  superioridad  del 

\\'\     Kl  carlii'm  riui-  <lrl)ió  ii'niT  i'n  Martinica  eran  (.^oolonHadat;  d  que  halló  iMi  Curado, 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


HISTORIA   UE    ESPAÑA  855 

enemigo;  verificóse  la  salida  el  dfa  3,  y  todos  nuestros  barcos  fueron  destrui- 
dos rápidamente,  muriendo  Villamil,  Laxaga  y  348  tripulantes,  siendo  heri- 
dos Concas,  Eulate  y  160  entre  oñciales  y  marineros,  y  quedando  prisioneros 
Cervera  y  hasta  1.600  de  los  nuestros.  Los  americanos  no  tuvieron  más  que 
un  muerto  y  dos  heridos.  Santiago  quedó  en  malísima  situación,  aunque  se 
presentó  en  ella  el  coronel  Escario  con  una  columna  de  3-500  hombres,  des- 
pués de  una  peno^ima  marcha  en  que  tuvo  que  librar  más  de  treinta  com- 
bates con  los  insurrectos  de  Calixto  Garda.  Toral,  que  desempeñaba  el  man- 
da por  la  herida  de  Linares,  capituló  el  16  de  Julio,  expresamente  autori- 
zado por  el  Gobierno,  y  comprendiendo  en  la  capitulación  todas  las  fuerzas 
dependientes  de  su  comandancia  general.  £1  25  de  Julio  desembarcaron  los 
yanquis  en  Puerto  Rico,  apoderándose  fácilmente  de  toda  la  isla  y  disponién- 
dose á  ocupar  la  capital  cuando  se  suspendieron  las  hostilidades.  En  Filipi- 
nas se  prolongó  el  sitio  de  Manila  hasta  el  1 2  de  Agosto,  que  capituló  el  ge- 
neral Jáudenes;  atacaba  la  escuadra  por  el  mar,  y  por  tierra,  no  sólo  los  insu- 
rrectos de  Aguinaldo,  sino  un  ejército  americano  mandado  por  Merry,  Se  iri- 
dió la  paz  (4  Agosto)  por  medio  de  M.  Cambon,  embajador  de  Francia  en 
Washington,  firmándose  (dfa  iz)  el  protocolo  preliminar.  Del  i."  al  10  de 
Octubre  se  negoció  en  París  el  «tratado  de  paz»,  constituyendo  nuestra  Co- 
misión Montero  Rfos,  Abarzuza,  Cárnica,  Villaurrutia,  Cerero  y  Ojeda,  y  por 
el  cual  cedimos  á  los  Estados  Unidos  las  islas  Filipinas  y  Puerto  Rico,  renun- 
ciamos á  la  soberanía  sobre  Cuba,  y  obtuvimos  ciertas  ventajas  pardales 
(20  millones  de  dollars,  admisión  de  barcos  y  mercancías  en  Filipinas  durante 
diez  aflos  en  las  mismas  condiciones  que  los  yanquis,  transporte  de  los  pri- 
sioneros de  Manila,  etc.). 

Tan  rápido  y  dedsivo  desastre  produjo  en  España  sensadón  de  estupor. 
Aun  los  que  se  tenían  por  pesimistas  no  se  figuraban  que  tan  fácilmente  hu- 
biéramos podido  ser  vencidos.  Como  es  propio  de  nuestro  carácter  meridio- 
nal, la  mayoría  de  las  gentes  pasó  sin  transición  de  las  más  locas  ilusiones 
al  no  menos  loco  aplanamiento:  antes  de  la  derrota  los  Estados  Unidos  eran 
poca  cosa  para  nosotros;  después  nosotros  no  vallamos  nada,  éramos  en  el 
mundo  un  cero  á  la  izquierda;  lo  mismo  que  nos  hablan  pegado  los  yanquis 
hubiéranlo  hecho  los  portugueses  ó  los  andorranos.  Y  es  que  aquí  no  habla 
nadón,  ni  ejército,  ni  marina,  ni  pueblo,  ni  dinero,  ni  vergüenza,  ni  nada  (l). 
Se  dio  el  caso  tristísimo  de  ser  insultados  en  la  calle  los  mihtares  que  volvían 
de  las  Antillas  hartos  de  pasar  trabajos  y  correr  peligros:  se  les  tildaba  estú- 
pidamente de  cobardes,  de  incapaces  y  basta  de  ladrones  (z).  Habla  quien 
esperaba  que  el  ejército  al  llegar  á  la  Península  se  sublevaría  en  seguida,  ya  en 
sentido  republicano,  ya  por  Don  Carlos,  para  redimir  con  una  rebelión  la  dig- 
nidad nacional.  Una  porción  de  escritores  jóvenes  y  de  talento  —  Maeztu, 
Bueno,  Pío  Baroja,  Azorin,  Valle-lnclán,  etc.,  —  que  pugnaban  por  introdudr 
en  España  las  últimas  novedades  filosóñcas,  sociales  y  literarias,  el  moder- 

mii-stra  mt-sa  ilonim.'nto*  rn  ,iii..  niioyar  t.iilas  y  cada  una  <]<■  mi'-strns  alirmarinn.-s:  la  m<\h- 
prnsahlc  lircvi'<lad  ele  Ifis  .Annli'S  nos  rilili^n  á  «ii|>rimir  la*  rilas,  rcscrvímlnlas  iwra  ''I  lilmi  ilf 
Ilitleria  Cjotfmponinea.  Xaetlrot  Dios.  Snhrr  el  rstarln  lic  n|iinÍiVn  iiuc  sr  ri-ficja  «ti  i-sii-  iiá- 
rrafo  posi'rniris  ó  hrmosn'cistrailotoilauna  biliíiotrra  y  iinarrhivn.  Waic.  \xn  cjcm|i1o.  H  (lis- 
nirsodcPol  y  ()rtPi,-BPnrlí'on(,Ti'so(34Frl)nTO  iSimí.'doniti- w  ilijn.rum- otras  miirhas  i-osas: 
-  FJ  paü  ha  perdido  biff  fii  la  cafnieiilad,  fit  la  f-roAiilaJ  y  fit  la  aiomlidaJ  ,M  Hjiríilo. . .  Ha 
/•rrJide  laft  en  la  auiriua,  Jf  la  iiue  siem/Tf  •■¡¡•••r^.  ».>  ijnr  venciera,  />•■:•<  si  i/ii,-  Ir  prfíp.irdviiasf 

alguna  hora  dt  fli>ria te.  Totlo  va  pir  rstr  tiTOr. 

(2I     •FJpiiMo  lia  a,<tad(i.  <lpcia  Si.t  y  <  M>-¿».  .-n  i'l  i-it.i'l.i  .lis.-iirs».  ,,„c    ,.«  la  ll.-^.ula  á 

por  la  gran  aJfiifHcla  d'  •■stf  iwtál  • 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


856  HISTORIA   DE    BSPAÍ^A 

nismo  en  todas  sus  formas  y  manirestaciones,  encontró  aquf  la  ocasión  para 
aplicar  á  nuestra  historia  y  á  nuestro  presente  <la  rectíRcación  de  valores»: 
nos  hablamos  perdido  por  haber  tomado  como  valores  los  que  no  lo  eran; 
había  que  rectificar  esa  falsa  apreciación  de  las  cosas  y  dar  á  cada  una  el 
valor  debido.  Esto  era  expresar  ud  poco  bachillerescamente  lo  que  en  tér- 
minos más  comprensibles  i  la  generalidad  decían  otros  muchos:  que  habla 
que  «regeneramos».  Las  palabras  «regeneración  nacional»  vinieron  á  susti- 
tuir á  las  de  imoralidad  administrativa»,  que  hablan  hecho  el  gasto  en  la  tem- 
porada anterior  á  la  infausta  guerra.  jCómo  regenerarnos^  Con  esta  nueva 
rotúlala  se  presentaba  la  cuestión  magna  de  toda  el  siglo:  según  unos,  habla 
que  buscar  esa  regeneración  en  las  entrañas  de  nuestro  ser  nacional,  en  las 
tradiciones  patrias;  según  otros,  en  las  corrientes  novísimas  de  la  Europa 
moderna.  Esto  último  se  llamó  ó  fué  apodado  por  D.  Joaquín  Costa  (l)  «la 
europeización»  de  España.  Era  menester  «europeizamos».  Silvela,  jefe  de  la 
Unión  Conservadora,  preconizaba  «la  necesidad  de  una  política  nueva,  ro- 
»busta,  que  reorganice  todo  lo  que  está  gastado  y  podrido  en  el  funciona- 
»mÍento  del  Poder».  El  general  Polavieja  publicó  un  manifiesto  abogando  por 
una  política  sana,  fomentadora  de  los  intereses  nacionales  y  descentra  liza- 
dora.  En  torno  del  general  agitábanse  Canalejas,  Villanueva,  Gasset  y  otros 
prohombres,  tendiéndose  á  constituir  un  nuevo  partido,  cuyo  programa  debía 
ser  el  maniüesto. 

La  descentra  Ilutación  prometida  en  el  maniüesto  de  Polavieja  se  relacio- 
naba intimamente  con  el  catalanismo.  Habla  seguido  éste  desenvolviéndose 
en  las  Asambleas  de  Balaguer  (1894),  de  Olot  (1895)  y  de  Gerona  (189;),  y 
señalando  una  tendencia  funesta  de  verdadero  separatismo  por  algunos  he- 
chos escandalosos,  v.  gr.,  la  publicación  del  Compendio  de  la  doctrina  catala- 
nista (z)  y  el  mensaje  al  rey  de  Grecia  con  motivo  de  haber  declarado  la 
guerra  á  Turquía  (6  Marzo  1897),  en  que  por  trasparentes  alusiones  se  pin- 
taba á  Cataluña  como  una  Grecia  oprimida  por  los  turcos;  es  decir,  por  los 
castellanos.  Al  desembarcar  Polavieja  en  Barcelona  (13  Mayo  1897)  consideró 
sumamente  peligrosa  esta  disposición  de  los  espíritus,  y  por  todo  extremo 
patriótico  atraerse  á  los  catalanistas  y  hacerlos  intervenir  en  la  política  na- 
cional; para  eso  habla  que  hacerles  algunas  concesiones,  y  Polavieja  les  pro- 

ll)  Nacii^  on  Monir'in  {14  Scjitirnilirc  1X4^).  A  los  seis  snriü  traslarlósc  cnn  mis  (lailri's. 
modestos  labradores,  á  (iraus.  Cuisií  el  barhillerato  y  las  carrrniK  di>  maralro  HU|irriory  a|>ri- 
mcnsor  m  Hui>s('a.  disthiL'ui^nclasf  Uuilii  en  sus  estudküh  qui'  <:n  1KK7  lo  mandA  el  r<obiÍ-niii  A 
■   -         1  <li>  París.  Kn  iSTiN  ijiililicií //rt»  tr/WH-    '  "     " 


riadas,  rrñejando  en  (rulo  un  lali'nto  extcaordinaríii  y  una  rnidirión  inmensa,  unidos  &  una 
fanlaíiía  exnliiTante  y  4  im  lemiii-ramento  fopnsi.-JnKi.  Knilen-janilo  su  firodi^posa  actividad  í 
la  arriiSn  íiorial.  r(f  eneradnra  de  Msiiafla.  rei>resentó  á  las  DiiHitaCKiies  de  /aracnra  y  Hile.sca 
en  el  C'onnreso  vinícola  <1p  Madrid  1 1  ¡stVil.  riin<li^  la  Secirdad  dr  (ifvgrafia  fúm/TíM  v  sn  revista. 
orj;anÍ7Ó  una  exii('<liiirtn  al  Sahara  y  nira»  á  Mar  l'eigiieAa  y  .^drar.  fund<i  la  fjga  Jf  Cimtrifiu- 
yftit.1  de  Ktvatiorza  (lH(>i|.  la  Cibaarn  .ti¡ricola  dfi  A/k-  Aragón  {\Vfi2\.  íat  el  alma  de  la  Aiamil-v 
ilf  Barbasiro,  en  i|ue  proclamó  la  pcliliat  hidrauth-a,  <i  sea  míe  el  listado  delirr  diri^r  su  i^s- 
fnerzu  á  mulEiplicar  Ins  ranales  de  ricí.'o.  y  riel  miiin  df  lamarile  para  eooM-piír  i|UC  el  Rstai)» 
constniycKr  Jiur  su  cui-nla  los  canales  <le  Arapln  y  C'atalufta.  Toda  esta  |>roi>aganda  de  Cosía 
alcanzó  su  máximun  <le  ri'sonanria  inmediatamenle  dcH|>u^  del  desastre.  Oeliiamos  de)arn»s, 
st'uftn  decía  a»|iiel  liiinilin'  tan  saino  nimii  elocuente  y  arreliatado.  <lc  más  aventuras  Buerreni-, 
ó  sea  ntiar  Iriplf  llave  al  stpalcri'  díl  Cid.  ^íntiernar  ]jor  y  |>ara  el  |>aís  i^niltor  (foliHca  ,lr 
calzÓH  íortel,  eir. 

(2)  Fjicrito  jior  Prat  de  la  Riva  y  Monlanvola.  Ímj>reso  en  Saliadell  ¡l«tn.  He  ¡u\b\  a\\in- 
nas  lie  suí  ]inT¡iinla>  v  res]nieslas:  (Cuál  fs  fl  Jfhí-r  fidilico  fuadiimrubllf  Amar  la  patria.  (Cuál 
fu  la  fiíilria  lí-  Im  calalaiifi?  Catnluila,  ^i>a-'  frasf  r.-samr  nuetlrtti  ajfiirnrimi'i.'  Cata/uitii  ^ir-i 
/i"  ¡iilaliiii''s.  Y  asi  li'dii.  Hay  iireyírnliías  y  resiiiie>las  <|iie  st.n  in.™llos  A  Castilla. 


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HISTORIA   DE  ESPAÜA  857 


puso  la  autonomfa  económica,  semejante  á  la  de  Navarra  y  Vascongadas, 
6  sea  el  pago  de  las  contribuciones  en  bloque  por  medio  de  un  concierto  con 
el  Gobierno,  amén  de  otras  refomas  menos  importantes  en  la  ot^anización 
municipal.  Hicieron  tal  efecto  estas  proposiciones,  que  los  catalanistas  se  di- 
vidieron, y  mientras  que  unos,  representados  en  la  prensa  por  La  Rtitaxensa, 
siguieron  sosteniendo  la  integridad  del  programa  de  Manresa,  otros,  que  te- 
nían por  órgano  periodístico  La  F««i/«C<iJ'>iüi«;>ii,  entusiasmáronse  con  Pola- 
vieja  y  adoptaron  por  bandera  el  concierto  económico.  En  14  de  Noviembre 
elevaron  á  la  Reina  un  mensaje  solicitándolo,  suscrito  por  el  «Fomento  del 
«Trabajo  Nacional,  Sociedad  de  Amigos  del  País,  Ateneo  barcelonés.  Instituto 
•  Agrícola  Catalán  de  San  Isidro  y  Centro  de  Defensa  industrial  y  comerciaU. 

Reunidas  las  Cortes  para  la  ratiñcación  del  tratado  con  los  Estados 
Unidos,  reflejáronse  en  los  debates  las  ideas  que  llenaban  el  ambiente  nacio- 
nal: el  conde  de  las  Almenas  declaró  en  el  Senado  que  hablan  fracasado 
Weyler,  Primo  de  Rivera,  Cervera,  Blanco  y  Linares;  los  generales  se  defen- 
dieron enérgicamente,  y  Weyler  llegó  á  decir  que  si  no  los  amparaba  el  Go- 
bierno, «ellos  se  tomarían  la  justicia  por  su  mano*.  Silvela  pidió  el  Poder 
para  los  conservadores,  y  acusó  áSagasta  como  «único  responsable  de  las 
gravísimas  desdichas  que  aquejan  al  pafs>;  inculpación  notoriamente  injusta, 
porque  á  Meco,  según  decía  con  oportunidad  Montero  Ríos  aplicando  un 
cuentecillo  popular,  «lo  matamos  entre  todos*.  Las  minorías  conservadora, 
tradicionalista  y  republicana  pidieron  (10  Septiembre)  el  restablecimiento  de 
las  garantías  constitucionales  para  que  se  pudieran  decir  libremente  todavía 
más  disparates  é  inconveniencias  sobre  el  desastre:  hizo  muy  bien  el  Go- 
bierno en  no  acceder  y  en  suspender  las  sesiones  (:4  Septiembre).  No  esta- 
ban en  aquellos  momentos  las  cabezas  para  discutir  temas  tan  desagradables 
con  la  relativa  calma  que  consiente  nuestro  temperamento. 

Un  incidente  de  otra  índole  debilitó  más  la  situación  del  Gobierno  en 
aquel  otoño.  El  Nacional,  dirigido  por  D.  Adolfo  Suárez  de  Figueroa,  se  hizo 
eco  de  ciertos  chanchullos  de  pésimo  género  atribuidos,  con  razón  ó  sin  ella, 
al  gobernador  de  Cádiz  D.  Pascual  Ribot.  Se  formó  un  proceso,  armándose 
gran  escándalo;  y  como  Ribot  era  pariente  y  protegido  de  O.  Germán  Ga- 
mazo,  éste  se  creyó  en  el  caso  de  dimitir  {21  Octubre).  No  contento  con  eso, 
se  declaró  en  disidencia,  no  volviendo  ya  nunca  al  partido  liberal. 

Muertos  ilustres:  el  catedrático  de  Anatomía,  académico  de  Ciencias 
Físicas  V  de  la  Historia,  D.  Marcos  Jiménez  de  la  Espada  (3  Octubre).  El  pai- 
sajista D.  Carlos  Haes  (17  Junio).  El  escritor  y  critico  de  Bellas  Artes  don 
Pedro  de  Madrazo  (20  Agosto).  D.  Francisco  de  Cárdenas  (3  Julio).  D.  Fer- 
nando Cos-Gayón  (20  Diciembre).  D.  José  EIduayen  (23  Junio).  El  insigne 
dramaturgo  D.  Manuel  Tamayo  v  Baus(20  Junio).  D.  Vicente  Barrantes  (16  Oc- 
tubre). D.  Francisco  Coello  y  Quesada  (30  Septiembre).  El  marqués  de  San- 
doval  (4  Mayo).  El  conde  de  Xiquena  (18  Agosto).  D.  Adolfo  de  Castro 
(12  Octubre).  Frascuelo,  el  famoso  torero  (8  Marzo).  La  cantante  Elena  Sauz 
<23  Diciembre). 

AAo  rSgg.  —  Aprobado  el  tratado  de  paz  por  tos  Estados  Unidos,  el 
Gobierno  fS  Febrero)  resolvió  restablecer  las  garantías  constitucionales  y 
abrir  las  Cortes.  En  Enero  (día  7)  habla  expuesto  Sivela  el  programa  de  la 
Unión  Conservadora  en  un  discurso  pronunciado  como  presidente  del  Circulo 
Conservador.  Fijáronse  los  liberales  avanzados  en  dos  puntos  de  este  discurso 
para  combatirlo:  uno,  la  tendencia  deseen tralizadora  ó  regionalista,  y  otro,  el 
párrafo  en  que  decía:  «son  conservadores  los  que  proclaman  las  enseñanzas 
«religiosas  y  sociales  que  salen  de  los  altos  labios  del  Vaticano  para  iluminar 
>la  ciencia  y  tranquilizar  los  espiritus>.  Silvela  dijo  esto  contra  carlistas,  in- 


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H58  HISTORIA    DE  ESFAÍIA 

tegristas  y  católicos,  que,  seducidos  por  aquéllos,  seguían  sosteniendo  la  in- 
compatibilidad del  catolicismo  con  el  liberalismo  político.  Castelar  (articulo 
en  El  Uieral),  Canalejas  (conferencia  en  ta  Asociación  de  la  Prensa,  30  Ene- 
ro), Romero  Robledo  y  otros,  asi  como  los  periódicos  demócratas  y  republi- 
canos, sostuvieron  y  divulgaron  que  Silvcla  había  proclamado  «el  vaticanis- 
mo>,  ó  sea  la  sumisión  del  Poder  civil  á  la  Iglesia  aun  en  los  asuntos  tempo- 
rales. £1  < regionalismo >  y  <cl  vatÍcanismo>  sod,  dijo  Rometro  Robledo,  dos 
tremendas  amenazas  para  el  regia  en  liberal.  Polavieja  se  unió  con  Sil  vela, 
los  garoadstas  se  le  mostraron  benévolos,  y  en  actitud  espectanle  *los  caba- 
lleros del  santo  sepulcro>  ó  tetuanistas. 

El  i;  de  Febrero  se  reunió  en  Zaragoza  la  «Asamblea  de  Productores», 
convocada  por  la  «Cámara  Agrícola  del  Alto  Aragón»;  es  decir,  por  Costa: 
su  objeto  era  hacer  intervenir  en  la  política  á  «las  clases  neutras'  ó  «produc- 
toras>,  arrebatando  el  monopolio  gubernativo  ejercido  por  los  políticos  pro- 
fesionales. Se  discutió  si  para  conseguir  (al  resultado  serla  conveniente  for- 
mar un  nuevo  partido,  ó  simplemente  una  <Liga  Nacional»:  prevaleció  esto 
último,  y  por  aclamación  fué  nombrado  presidente  del  directorio  D.  Joaquin 
Costa.  Constituyóse  también  en  otra  Asamblea  la  (Comisión  ejecutiva  de  las 
Cámaras  de  Comercio»,  formulándose  un  programa  de  grandes  economías  en 
el  presupuesto,  supresión  de  las  Clases  pasivas,  unificación  de  la  Deuda,  re- 
ducción de  la  circulación  fiduciaria,  incompatibilidad  del  cargo  de  diputado 
con  el  de  consejero  de  Compaflfas  subvencionadas,  simplificación  del  proce- 
dimiento administrativo,  etc. 

Reunidas  las  Cortes  (20  Febrero],  volvió  á  ser  discutida  la  guerra,  y  desde 
luego  se  presentó  diñcilfsima  la  situación  del  Gobierno  en  el  Senado  con  mo- 
tivo del  debate  sobre  la  cesión  de  Filipinas.  D.  Joaquín  Sánchez  de  Toca 
presentó  un  voto  particular  en  el  sentido  de  no  ser  necesario  que  las  Cortes 
ratificasen  cesiones  territoriales,  ya  que  la  Constitución  autorizaba  al  Rey 
para  declarar  la  guerra  y  hacer  la  paz:  este  voto  obtuvo  118  de  los  adversa- 
rios del  Gobierno  contra  120  que  pudo  reunir  el  Gabinete.  Considerándose 
Sagasta  derrotado,  presentó  la  dimisión  y  el  4  de  Marzo  juraban:  Silvela  (Pre- 
sidencia y  Estado),  D.  Eduardo  Dato  (Gobernación),  Villaverde  (Hacienda  y 
los  asuntos  de  Ultramar),  el  marqués  de  Pidal  (Fomento),  Duran  y  Bas  (Gra- 
cia y  Justicia),  Polavieja  (Guerra)  y  Gómez  Imaz  (Marina).  Convocó  el  nuevo 
Gobierno  á  elecciones  generales  para  el  16  de  Abril;  suprimió  por  decreto 
las  cesantías  de  los  ministros,  y  reformó  el  Consejo  de  Estado,  no  dejando 
más  que  los  presidentes  de  secciones;  negoció  la  libertad  de  los  prisioneros 
que  tenían  los  tagalos  (1),  y  fué  preparando  el  Presupuesto  que,  según  decía 
Villaverde,  había  de  ser  «el  presupuesto  de  liquidación»,  preparatorio  de  otro 
que  serla  el  de  <la  regeneración  nacional».  Decreto  reorganizando  la  segunda 
enseñanza  (Abril),  basado  en  «el  sistema  cíclico»,  vigente  en  Alemania  y  en 
Francia,  á  pesar  de  lo  cual  fué  considerado  como  síntoma  agudo  del  ultra- 
montanismo  del  Gabinete.  En  Mayo  la  «Comisión  ejecutiva  de  las  Cámaras 
de  Comercio»  presentó  á  Silvela  la  exposición  con  su  programa.  Apertura  de 
las  Cortes  (2  Junio).  Componían  el  Congreso  248  ministeriales,  85  liberales, 
25  gamacistas,  16  tetuanistas,  14  republicanos,  4  romeristas,  3  carlistas  y 
5  indefinidos.  En  el  mensaje  se  anunció  haberse  negociado  con  Alemania  la 


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HISTORIA  DE  ESPAftA  859 

cesión  de  las  Carolinas  y  Palaos  por  25  millones  de  pesetas.  La  discusión  so- 
bre la  última  guerra  y  la  política  sobre  el  <vaticaiiismo>  y  (regionalismo*  del 
Gobierno  entretuvieroa  á  las  Cámaras.  Puestos  ya  á  echar  iismos>  poco  agra- 
dables, dijo,  V.  gr..  Canalejas,  que  habla  en  el  Gabinete  «reaccionarismo,  ele* 
>ricalismo,vaticantsmo,  militarismo,  regionalismo  y  capitalismo*;  la  mayoría 
del  Congreso  repugnó  admitir  como  diputado  á  Morayla  «por  haber  prepa- 
rado», según  expuso  D.  Javier  Ugarte,  «por  medio  de  las  logias  masónicas  la 
>ÍDSurrección  de  Filipinas»;  el  Gobierno  impuso  la  admisión. 

El  17  de  Junio  leyó  Villaverde  el  Proyecto  de  presupuestos  (i).  Fijaba 
los  gastos  en  937  millones  y  pico  de  pesetas,  suprimía  la  amortización  de  la 
Deuda  interior,  creaba  nuevos  tributos:  utilidades,  en  que  entraba  el  impuesto 
sobre  las  rentas  públicas,  sal,  azúcar,  alcoholes  y  transportes,  aumentando  el 
tipo  de  imposición  de  los  existentes,  menos  el  territorial  sobre  fincas  rústi- 
cas. Espantable  vocerío  de  protesta  movió  el  proyecto:  los  tenedores  de  pa- 
pel del  Estado  dijeron  que  aquello  era  un  robo  escandaloso,  pues  imponerles 
tributo  sobre  lo  que  el  Estado  tenia  que  picarles  en  virtud  de  un  contrato 
de  préstamo,  equivalía  á  rebajar  el  deudor  por  si  y  ante  sf  lo  que  habia  de 
pagar  justamente;  los  fabricantes  de  azúcar,  que  la  tributación  exigida  mataba 
su  industria;  todos  los  contribuyentes  pusieron  el  grito  en  el  cielo.  Queriendo 
dirigir  este  movimiento,  la  •Comisión  permanente  de  las  Cámaras  de  Co- 
mercio* tomó  una  actitud  levantisca:  elevó  una  exposición  á  las  Cortes  pi- 
diendo 150  millones  de  economías  (26  Junio),  y  acordó  un  cierre  general  de 
tiendas,  que  se  verificó  en  toda  España  el  mismo  día;  la  <Liga  Nacional*  acon- 
sejó la  resistencia  al  pago  de  los  impuestos  si  llegaban  á  implantarse;  hubo 
motines  en  Zaragoza,  Murcia,  Sevilla,  Valencia  y  Granada.  Se  reflejó  este 
movimiento  en  las  Cortes  por  oposición  obstruccionista  de  las  minorías  á  la 
aprobación  del  presupuesto,  y  aunque  Silveta  se  mostró  muy  enérgico  en  el 
Senado  á  últimos  de  Junio  declarando  que  no  toleraría  imposiciones,  al  fin 
transigió.  Nueva  exposición  de  las  Cámaras  de  Comercio  (i.°  Julio)  pidiendo 
la  rebaja  de  los  gastos  á  761  millones;  supresión  de  tos  ministerios  de  Marina, 
Estado  y  Fomento,  etc.  En  Consejo  de  Ministros  (5  Julio)  se  acuerda  rebajar 
an  millón  en  Marina  y  millón  y  medio  en  Hacienda;  la  Reina  ofrece  otro  mi- 
llón de  la  lista  civil.  Las  Cortes  suspendieron  sus  sesiones  el  28  de  Julio, 
autorizando  algunos  de  los  proyectos  económicos  del  Gobierno,  aunque  no 
todos.  Por  ley  de  i."  de  Agosto  se  estableció  el  impuesto  de  20  por  100  so- 
bre la  renta  del  papel  del  Estado;  por  el  convenio  con  el  Banco  se  rebajó  el 
interés  de  los  préstamos  al  Tesoro,  y  se  redujo  á  2.000  millones  la  facultad  de 
emitir  billetes;  Silvela  introdujo  grandes  economías  en  el  Ministerio  de  Es- 
tado. Pero  nada  de  esto  calmó  la  agitación  movida  por  las  Cámaras  de  Co- 
mercio y  Liga  de  Productores,  acrecentándola,  por  lo  contrario,  otras  con- 
currentes: 

a)  La  de  <Ios  catalanistas*,  que  pedían,  en  -lo  económico*,  el  prome- 
tido «Coocierto»,  corriéndose  en  este  sentido  á  Valencia,  y  determinando 
también  la  resistencia  á  pagar  los  impuestos  en  Barcelona  y  otros  puntos 
«huelga  de  contribuyentes',  y  que  en  <]o  político*  agravó  el  carácter  sepa- 
ratbta  que  iba  tomando  «el  regionalismo»  y  causó  actos  tan  reprochables 
como  «los  vivas  á  Francia  y  á  Cataluiía  francesa*  dados  en  el  recibimiento 


(1)  Con  esta  Icrtura  inani^'irasc  lo  t|uP  iHUlcmos  llamar  periodo  cimti'mportni-n  en  ta 
historia  tip  nuestra  Hacienda.  Iji  brevedad  (le  ostos  víifa/u- impide  rasi  en  aksoiiilo  indirar  nada 
rrferi'nte  á  tan  intrtesantr  materia:  remilitnos  al  lector  descoso  de  iliislrar^e  á  ios  trabajos  ili- 
nuestros  principales  Itacendistas  y  finanrieros  ]nil>lirados  en  el  Aiiuarii'  déla  Rtnia  dt  Takaios 
lie  n.  Alberto  Sanlias  el  primero  es  líe  lino  y  el  íjtimo  del  pasado  año  de  irilj. 


D„j,i7<-,ib,.GoogIc 


86o  HISTORIA   DE   ESPAfiA 

de  los  marinos  franceses  que  visitaron  á  Barcelona  (segunda  quincena  de 
Julio)  y  las  reyertas  en  la  Universidad  barcelonesa  entre  estudiantes  catala- 
nes y  de  otras  regiones.  Por  reflejo  del  separatismo  catalán  se  alzó  otro  en 
Vizcaya  (bizcaitarras), 

b)  ha  de  las  victimas  de  las  economías  decretadas  ó  anunciadas:  mani- 
festación de  militares  contra  la  rebaja  del  presupuesto  de  Guerra  (24  Sep- 
tiembre), disturbios  en  El  Ferrol  por  haber  sido  despedidos  300  obreros  del 
arsenal,  etc. 

c)  La  procedente  todavía  de  la  crítica  de  la  guerra,  que  originó  nuevos 
apasionados  debates  en  las  Cámaras  y  el  proceso  militar  formado  á  D.  Juan 
Urqufa  (íl  Capitán  Verdades)  y  a!  Sr.  Jiménez  Escamilla  por  denuncias  rela- 
cionadas con  aquella  crítica,  y 

c)  La  religiosa.  Promovieron  los  integrístas  un  nuevo  acto  público  de 
culto  al  Sagrado  Corazón  de  Jesús,  que  fué  colocar  una  placa  con  su  imagen 
en  las  fachadas  y  puertas  de  las  casas  de  los  devotos.  Con  el  pretexto  de  ser 
esto  una  manifestación  política,  los  republicanos  y  lodalistas  la  emprendie- 
ron á  pedradas  con  las  placas,  produciéndose  tumultos  escandalosos  en  va- 
rias poblaciones. 

Para  dominar  tan  compleja  perturbación,  el  Gobierno  procuró  satis- 
facer el  deseo  general  de  economías,  elevándolas  á  cerca  de  40  millones,  lo 
que  fué  causa  de  la  dimisión  de  Polavieja,  que  pretendía  reorganizar  nuestra 
defensa  militar  (20  Septiembre),  reemplazándole  Azcárraga,  que  se  avino  á 
rebajar  14  millones,  aunque  para  eso  hubiera  de  rediicir  el  contingente  ar- 
mado á  60.D00  hombres,  y  presentando  un  proyecto  de  Clases  Pasivas,  del 
que  se  prometió  otra  rebikja  de  21  millones;  tendió  igualmente  á  aquietar  á 
los  catalanistas  con  halagos,  pero  sin  poder  conseguirlo,  teniendo  que  dimi- 
tir Duran  y  Bas  (25  Octubre),  por  lo  que  entró  en  Gracia  y  Justida  el  conde 
de  Torreanaz;  apeló,  por  último,  á  la  energía,  suspendiendo  las  garantías 
constitucionales  en  varias  provincias  y  recurriendo  á  los  embargos  y  á  la 
fuerza  militar  en  Barcelona  para  cobrar  los  tributos.  Al  terminar  el  año  la  re- 
ststenda  al  pago  había  sido  vendds;  pero  la  agitación  general  continuaba. 

Hay  que  registrar  adenjás  en  este  añoi  la  heroica  defensa  del  destaca- 
mento de  Baler  en  Filipinas,  compuesto  de  50  hombres  mandados  por  el 
capitán  D.  Enrique  Las  Morenas  y  el  teniente  D.  Saturnino  Martín  Cerezo; 
estuvo  sitiado  por  los  tagalos  desde  i."  de  Julio  de  1898  hasta  el  2  de  Junio 
de  este  año.  Murieron  durante  el  sitio  el  capitán  (22  Noviembre  1S98)  y  t8 
soldados.  Esta  defensa  es  más  heroica  que  todas  las  de  la  guerra  de  la  Inde- 
pendencia, y  demuestra  cómo  no  ha  decaído  en  lo  más  mínimo  el  vigor  de 
nuestra  raza.  La  campaña  de  los  republicanos  y  socialistas  para  conseguir  la 
revisión  del  último  proceso  formado  á  los  terroristas  de  Barcelona:  dedan 
que  se  había  arrancado  á  los  reos  la  confesión  por  medio  de  inauditos  tor- 
mentos infligido^  en  los  calabozos  del  castillo  de  Montjuich.  El  Gobierno 
ordenó  una  información,  de  que  resultó  no  ser  ciertas  aquellas  inculpado- 
nes;  pero  no  por  eso  dejaron  de  repetirlas  los  acusadores.  Los  procesos  mi- 
litares formados  por  las  desgracias  de  la  guerra  y  que  fueron  fallados  por 
el  Consejo  Supremo  de  Guerra  y  Marina  absolviendo  á  todos  los  generales 
procesados,  menos  á  Montojo,  á  quien,  reconociéndose  que  se  había  porta- 
do como  un  héroe  en  el  combate  naval  de  Cavitc,  se  condenó,  sin  embargo, 
á  pasar  á  la  escala  de  reserva,  y  á  Jáudenes,  al  que  se  impuso  la  separación 
del  servido.  Nuevas  polémicas  entre  católicos:  el  cardenal  Sancha,  arzobispo 
primado,  publicó  unos  Consejos  al  Clero  de  su  Arzobispado  que  no  agradaron 
á  carlistas  é  integrístas,  y  el  arzobispo  de  Sevilla,  D.  Marcelo  Spínola,  mani- 
festó su  opinión  contraria  á  la  del  Primado.  León  XTII  dio  la  razón  al  primero 


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HISTORIA    DE   ESPAÑA  86l 

por  medio  de  un  telegrama  del  Cardenal  Rampolla  al  segundo.  La  venida  á 
Madrid  y  visita  á  la  Reina  Regente  y  conferencia  con  Silvela  del  conde  de 
Muravief,  ministro  de  Negocios  Extranjeros  de  Rusia,  á  lo  que  se  dio  miste- 
riosa importancia  política  (14  Octubre).  Embajada  alemana  (4  Noviembre),  sin 
más  objeto,  al  menos  público,  que  condecorar  al  Rey  con  las  insignias  del 
Águila  Negra.  D.  Carlos  admitió  la  rcnunda  del  marqués  de  Cerralbo,  y  nom- 
bró jefe  delegado  de  su  partido  al  sabio  catedrático  D.  Matías  Barrio  y 
Mier  (Diciembre).  Se  discutió  y  publicáronse  artículos  y  folletos  en  uno  y 
otro  sentido  sobre  si  este  año  debía  ó  no  ser  considerado  como  el  último  del 
siglo  xix:  lo  mismo  se  habla  discutido  en  1799. 

Murieron  en  1899:  el  Marqués  de  Cubas,  arquitecto  y  ex  alcalde  de  Ma- 
drid (2  Enero).  La  actriz  Josefa  Hijosa  (2  Marzo).  D.  Joaquín  Kubió  y  Orbs 
(7  Abril).  D.  Emilio  Castelar,  en  San  Pedro  del  Pinatar,  (Murcia),  (26  Ma- 
yo). D-  José  Carvajal  (4  Junio).  El  actor  D.  Emilio  Mario  (12  Agosto),  p.  An- 
tonio M.  Fabié  (3  Diciembre).  £1  obispo  de  Segorbe,  y  escritor  varias  veces 
citado  D,  Francisco  de  A.  Aguilar  (16  Diciembre). 

Aüo  igoo.  —  La  discusión  sobre  presupuestos  duró  hasta  31  de  Marzo, 
suspendiéndose  las  sesiones  el  4  de  Abril,  y  el  18  hubo  crisis:  se  dividió  el 
Ministerio  de  Fomento  en  dos,  el  de  'Instrucción  Pública  y  Bellas  ArEes> 
encomendado  á  D.  Antonio  Garda  Alíx,  y  el  de  'Agrícultura  Industria,  Co- 
mercio y  Obras  Públicas*  que  lo  fué  á  D.  Rafael  Gasset;  entró  en  Estado  el 
marqués  de  Aguilar  de  Campoó,  en  Gracia  y  Justicia  el  de  Vadillo,  y  Silvela 
se  quedó  con  Marina.  Asf  estuvo  constituido  el  Ministerio  basta  Septiembre, 
en  que,  deseando  D.  Alejandro  Pidal  la  Embajada  en  Roma,  dimitió  Villaver- 
de  para  ocupar  la  presidencia  del  Congreso,  reemplazándole  en  Hacienda 
Allende  Salazar,  y  fallecido  en  el  mismo  mes  Martínez  Campos,  fué  designa- 
do Azcárraga  para  presidir  el  Senado,  con  lo  que  entró  en  Guerra  el  general 
Linares  (19  Octubre).  El  nuevo  Ministro  habla  recalado  facultad  amplia  para 
previsión  de  cargos  militares,  con  el  fin  de  apartarlos  de  la  política,  y,  ejer- 
citándola nombró  capitán  general  de  Madrid  á  Weyler  (l)  (ao  Octubre),  lo 
que  hizo  dimitir  á  Gaaset  por  haber  combatido  á  este  general  en  El  Impar- 
cial,  y  á  Dato,  por  haber  discutido  con  él  en  el  Senado  y  propuesto  para  la  ca- 
pitanía general  que  se  le  confería  á  Polavieja;  ambas  dimisiones  determina- 
ron la  de  Silvela,  formándose  (22  Octubre)  el  Gabinete  presidido  por  Azcá- 
rraga, en  que  siguieron  Aguilar  de  Campoó,  Vadillo,  Linares,  Allende  Salazar 
y  Garcia  Alix,  y  entraron  D.  Javier  Ugarte  (Gobernación)  y  D.  Joaquín  Sán- 
chez de  Toca  (Agricultura).  Ramos  Izquierdo  fué  nombrado  pocos  días  des- 
pués ministro  de  Marina.  El  20  de  Noviembre  abriéronse  las  Cortes.  El  14 
había  dísuelto  su  grupo  el  general  Polavieja,  aunque  algunos  no  admitieron 
la  disolución,  y  eligieron  por  jefe  á  Mataix. 

Cuestiones  principales: 

a)  <Agitación  económica». — La  Comisión  de  las  Cámaras  de  Comercio 
convocó  «la  Asamblea  de  Valiadolid»  [14  Enero),  prescindiendo  de  Costa  y  de 
la  Liga  de  Productores,  y  donde  se  acordó  constituir  ia  «Unión  Nacional»  como 
partido  político  bajo  un  directorio  presidido  por  D.  Basilio  Paraíso,  y  proce- 

(1)  /Vgriailo  r1  umcral  Wcvli-r  i«ir  laí  crtisuras  úv  c[iu'  i'ra  olijclo  á  cimsiTUCiiria  tic  mi 
gestión  pn  Cuba,  adoptó  <les(le  la  i-oinliisiftn  <\c  la  piirra  una  aclitiiil  i|iic  iiarcrirt  á  murlios 
rrvoludonaría:  «niósclc  Roniiro  Htiblcdo.  v  e\  iienrttiiro  romrrisla  FJ  Xaíiana/  fiip  iSruanu 
(le  esta  unión  poco  dPH'rminada.  1  a  más  saliente  de  la  campaña  ammazailora  de  Weyler  lué  la 
frase  dicha  on  el  Senado:  Con  los  promindamitulos  sr  ha  r^gnierath'  /isfiaaii  atuekiu  ¡-/res.  En 
Octubre  ile  Ifkjp  ofrecióse  á  Weyler  la  |in'«idenc¡a  de  la  Jimia  Consultiva,  y.  hahiénilnla 
aceptado.  rompJi-Von  con  fl  ios  romeristas,  ¡Hlblicaiulo  £i  Xiidoiia/  un  articulo  con  el  sugestivo 
título  Av ¡eldioi,  kíratl ... 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


862  HISTORIA   DE  ESPAflA 


der  violen tatnea te  en  la  resistencia  al  pago  de  tributos.  En  Marzo  unióse  Costa 
á  Paraíso.  Banquete  á  Paraíso  en  el  teatro  Pignatelli  de  Zaragoza,  y  mitins 
de  Rioseco,  Córdoba  y  Sevilla  (Abril).  Cierre  de  tiendas  en  Madrid  (lo  Mayo). 
Tumultos  CD  Sevilla  y  otros  puntos.  La  Cámara  de  Comercio  de  Madrid  es  re- 
cibida CD  Audiencia  por  la  Reina  (ly  Junio).  Empiezan  los  embargos,  y  son  ce- 
rrados el  Circulo  Mercantil  y  el  Industrial  (jo  Mayo),  Paraíso  dimitió  la  presi- 
dencia del  Directorio  (i8Julio),a  consejan  do  el  pago  de  los  impuestüs;y  aunque 
D.  Santiago  Alba  y  D.  Ramón  Castro  publicaron  otro  manifiesto  reafirmando  la 
personalidad  de  laUniónNacional, el  movimiento  económico  estaba  ya  muerto. 
6)  ijeiteros  y  traineros>.  Cuestión  local  entre  los  pescadores  de  Ga- 
licia, que  alcanzó  gran  resonancia.  Los  pescadores  en  «jeitos»  (lanchas)  no 
podían  soportar  la  competencia  de  los  que  se  vallan  para  la  pesca  del  <cerco 
6  copo  de  trai3a>,  y  promovieron  tnmultuosas  protestas:  atendiéndolas,  pro- 
hibió Silvela  (20  Julio)  la  traíña  dentro  de  las  rías.  Tuvo  que  mandarse  al  ca- 
ñonero Vaeco  Núüee  dt  Balboa  para  imponer  orden;  pero  siguieron  las  coli- 
siones, interrumpiéndose  el  tránsito  de  naves  entre  Cangas  y  Vigo.  Ramos 
Izquierdo  derogó  (18  Noviembre)  la  Real  orden  de  Silvela.  En  Diciembre  fue- 
ron enviadas  Comisiones  técnicas  para  estudiar  el  asunto. 

c)  «Catalanismo».  El  Obispo  de  Barcelona  Sr.  Morgades,  benemérito 
de  las  Bellas  Artes  y  de  la  Arqueología  españolas  por  la  restauración  del 
Monasterio  de  RipoU  y  creación  del  Museo  Episcopal  de  Vich,  publicó  una 
Pastoral  (Enero)  disponiendo  que  se  predicase  y  enseflase  la  doctrina  cris- 
tiana en  catalán,  lo  que  originó  protestas  en  Madrid  y  apasionados  debates 
en  el  Congreso.  El  obispo  vino  á  la  Corte  y  visitó  á  la  Reina  ( j  Julio),  decla- 
rando que  su  pastoral  había  sido  mal  interpretada,  y  que,  aunque  catalanista 
entusiasta,  nadie  le  ganaba  á  patriotismo  español.  Artículo  de  La  Vtit  de  Ca- 
talunya (Febrero)  titulado  <E1  viaje  de  la  Reina»,  contrario  á  que  ésta  fuese 
á  Barcelona,  y  de  tono  muy  des^radable  para  la  unidad  nacional.  Mitins  en 
Tarragona  y  Vendrell  (Abril).  El  3  de  Mayo  salió  para  Cataluña  el  ministro 
de  la  Gobernación,  Sr.  Dato,  con  la  misión  de  suavizar  asperezas  y  calmar  los 
ánimos;  en  Barcelona,  Mantesa,  Tarrasa  y  Reus  fué  silbado  estrepitosamen- 
te. Declaróse  el  estado  de  guerra  en  la  ciudad  condal,  suspendiéndose  la 
publicación  de  los  más  exaltados  periódicos  catalanistas.  Se  acordó  también 
por  el  Gobierno  (Junio)  mejorar  et  puerto  de  la  misma  población,  beneficiar 
cueros  y  tejidos  y  descentralizar  algunos  negocios  admininistratlvos.  Presen- 
tóse en  Cataluña  grave  crisis  industrial  á  consecuencia  de  la  escasez  de  pri- 
meras materias,  carestía  de  carbón,  falta  de  mercados  y  repetición  de  huel- 
gas, algunas  de  las  cuales,  como  la  de  cerrajeros  y  caldereros  (Julio),  fueron 
gravísimas;  habla  multitud  de  obreros  sin  trabajo;  el  «Fomentodel  Trabajo  Na- 
cional», la  Diputación  y  el  Ayuntamiento  adoptaron  medidas  para  remediar 
los  efectos  de  la  crisis,  y  mandaron  Comisiones  á  Madrid  solicitando  otras  re- 
formas como  establecimiento  de  «zonas  neutrales»,  creación  de  escuelas  de 
comercio,  etc.  Murmurábase  de  la  gestión  del  ayuntamiento  barcelonés,  y 
fué  decretada  una  visita  de  inspección  (Julio). 

d)  «Carlismo».  Distinguiéronse  los  carlistas  por  su  ardimiento  contra 
filibusteros  y  yanquis  en  tos  pasados  sucesos.  Don  Carlos  amenazó  formalmen- 
te con  la  guerra  civil,  si  el  Gobierno  no  iba  derecho  á  la  defensa  heroica  del 
honor  nacional.  «Solo  ó  acompañado»,  dijo,  «entraré  en  España».  «Por  no 
asumir  ante  la  Historia  la  responsabilidad  de  la  pérdida  de  Cuba,  he  espera- 
do y  esperaré  hasta  el  extremo  límite.  Cuando  la  vea  irremisiblemente 
perdida,  España  y  yo  cumpliremos  nuestro  deber».  (1)  Firmado  el  tratado 

(1)    Carta  'le-  non  Carlos  S  Vázc|ijcz  df  MHla  (2  Abril  iSoN). 

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HISTORIA    DE   ESPASa  863 

de  París  que  los  carlistas  juzgaron,  no  una  desgracia,  sino  una  deshonra,  fué 
unánime  la  opinión  de  que  se  preparaba  un  levantamiento.  En  la  primavera 
de  1899  se  descubrió  un  depósito  de  armas  en  Sardañola  (Sabadell),  y  se  de- 
tuvo en  Arcachón  uo  barco  cargado  de  armas.  El  z8  de  Octubre  de  este  año 
apareció  en  Badalona  una  partida  de  6o  hombres  atacando  el  cuartel  de  la 
Guardia  civil,  y  otros  grupos  en  Igualada,  Berga,  Fiera,  Jijona  y  Jaén.  Todo 
se  desvaneció  tan  rápidamente  como  había  surgido.  El  Liobierno  echó  la  voz 
de  que  se  trataba  de  una  maniobra  de  bolsistas  realizada  por  algunos  carlis- 
tas locos;  pero  no  lo  creyó  así.  Ugarte,  ministro  de  la  Gobernación,  desplegó 
suma  actividad,  detuvo  á  muchos  signiñcados  partidarios  de  Don  Carlos,  hizo 
trasladar  á  otros  su  residencia,  suspendió  periódicos,  extendióla  investiga- 
ción policíaca  á  todas  partes;  verbi  gracia:  unos  «adoradores  nocturnos  del 
Santísimo  Sacramento»  fueron  sorprendidos  en  el  momento  de  hacer  sus  re- 
zos, y  llevados  á  la  cárcel.  Don  Carlos  publicó  una  carta  á  su  general  Moore, 
caliñcando  de  traidores  á  los  que  se  habían  levantado.  ¡Qué  había  sucedido 
en  realidad?  Pues  que  Don  Carlos,  efectivamente  decidido  á  mover  la  guerra 
civil,  había  dado  contraorden:  según  unos,  porque  supo  que  las  grandes  Po- 
tencias estaban  resueltas  á  no  permitir  nuevas  perturbaciones  en  España;  se- 
gún otros,  porque  su  mujer.  Doña  María  Berta  de  Rohan  (i),  se  opuso  á  que 
corriese  los  riesgos  de  la  intentona,  y  le  hizo  desistir.  Lo  cierto  es  que  toda- 
vía muchos  carlistas  creen  que  Don  Carlos,  con  este  desistimiento  de  un 
propósito  tan  anunciado,  perdió  la  mejor  ocasión  de  triunfo  é  hizo  perder  á 
los  suyos  sus  más  fundadas  esperanzas. 

e)  iBoda  de  ta  Princesa  de  Asturias».  Privados  de  su  corona  los  Bor- 
bones  de  Ñapóles,  que  no  son  sino  una  rama  de  los  de  España,  y  pobres  por 
no  haber  querido  reconocer  las  consecuencias  de  la  revolución  que  los  había 
destronado,  era  natural  que  los  príncipes  jóvenes  de  la  dinastía  buscaran  en 
otras  naciones  la  manera  de  ocupar  dignamente  su  vida,  y  con  especialidad 
en  España,  donde  reinaban  sus  parientes  tantas  veces  enlazados  con  su  casa. 
En  18S9  vino  á  Madrid  el  hijo  mayor  del  conde  de  Casería,  llamado  por  su 
tia  la  infanta  Isabel,  y  aquí  estudió  la  carrera  militar,  é  ingresó  en  nuestro 
ejército.  Frecuentando  el  Palacio  Real,  sucedió  lo  que  es  tan  natural  y  fre- 
cuente en  las  familias  burguesas  y  tan  raro  en  las  reales,  que  surgió  espon- 
táneamente un  noviazgo  entre  la  princesa  de  Asturias  y  su  gallardo  primo 
Don  Carlos  de  Borbón.  Enterada  la  Reina  Cristina,  no  encontró  ningún  in- 
conveniente en  que  Don  Carlos  fuese  marido  de  su  hija;  y  realmente  no  lo 
habla,  máxime  en  nuestros  tiempos  en  que  los  enlaces  regios  por  razón  de 
Estado,  tan  importantes  otras  veces  para  ensanchar  las  naciones  ó  concluir 
guerras,  no  tienen  importancia  en  este  sentido. 

En  el  otoño  de  este  año  empezó  á  tratarse  de  la  proyectada  boda,  y  los 
políticos  de  oposición  encontraron  aquí  un  tema  á  propósito.  Romero  Roble- 
do fué  quien  primero  trató  del  asunto  en  las  Cortes  (29  Noviembre),  y  ense- 
guida se  desató  la  Prensa  liberal  contra  el  enlace.  Aducíase:  i.°,  el  carácter 
reaccionario  de  la  Casa  de  Ñapóles.  Efectivamente,  lo  tuvo  con  sus  últimos 
príncipes;  pero  no  en  el  fundador  de  aquella  dinastía  nuestro  Carlos  III,  tan 
simpático  á  los  liberales,  españoles,  y  no  pertenecieron  á  esa  tendencia  Doña 
María  Cristina  ídolo  de  los  mismos  liberales  y  Doña  Luisa  Carlota,  que  tanto 
contribuyó  al  entronizamiento  de  Isabel  II:  2°,  el  haber  sido  el  conde  de 
Caserta,  padre  de  Don  Carlos,  general  del  ejército  carlista:  3.",  la  poca  significa- 
ción política  del  Príncipe  en  el  orden  internacional  por  pertenecer  á  una 

(1)     Don  Carlos,  viiulo  lir  D."  Mivrg.-.riü.  on   lSci_;  (.>(i  llnírd),  rasA  (.'S  Aliril  i^)  ton  osla 

D,g,t7cdb/COOgIC 


IBe.  Ben avente 


Ecpaflolct  Uaatre*  contenporAtiCM. 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


HISTORIA    DE    ESPAÑA  865 

Casa  destronada.  Consiguieron  crear  un  estado  de  opinión  desfavorable  al 
novio  de  la  princesa  de  Asturias  y  se  dice  que  no  fué  extraño  al  temor  de 
afrontar  esta  corriente  de  impopularidad  la  dimisión  de  Silvela,  y  haberse 
formado  et  Gabinete  Azcárraga. 

f)  <La  cuestión  religiosa>  La  campaña  sostenida  en  Francia  con  oca- 
sión de  la  revisión  del  proceso  Dreyffus,  contra  las  órdenes  religiosas,  y  en 
general  contra  lel  clericalismo»,  ó  sea  ta  influencia  social  y  política  de  la 
Iglesia  católica,  repercutió  en  España,  impulsándola  elementos  activos  de 
gran  eñcacia  por  disponer  de  la  prensa  de  mayor  circulación.  No  se  dejaba 
de  la  mano  el  tema  del  -vaticanismoi  de  Silvela,  ni  de  moverse  tu- 
multos más  ó  menos  ruidosos  por  el  asunto  de  das  placas  del  Sagrado  Cq- 
raz6n>  y  otros  incidentes  análogos.  £1  14  de  Diciembre  Canalejas  pronunció 
un  discurso  en  el  Congreso,  glosa  ó  repetición  de  otro  que  habla  pronun- 
ciado Waldeck-Kousseau  en  Tolosa  de  Francia,  cuando  constituía  <el  blo- 
Íue  de  las  izquierdas»  para  proceder  á  la  revisión  del  proceso  Dreyffus. 
analejas,  como  Waldeck- Rousseau,  dijo  que  «el  enemigo  era  el  clericalis- 
mo', y  que  la  educación  dada  por  las  órdenes  religiosas  dividía  á  la  juven- 
tud en  dos  juventudes:  una  reaccionaría  y  otra  progresiva.  Le  contestó  Sil- 
vela.  Todos  los  periódicos  liberales  aplaudieron  á  Canalejas,  sosteniendo 
que  no  hay  verdadero  liberalismo  sin  anticlericalismo. 

Aparte  de  estas  cuestiones,  deben  registrarse  en  la  crónica  de  este  año: 
visita  al  puerto  de  Barcelona  de  la  fragata  argentina  Presidente  Sarmiento 
(16  Marzo);  los  marinos  del  Plata  fueron  recibidos  con  entusiasmo  en  Barce- 
lona y  en  Madrid,  adonde  vino  una  Comisión  de  ellos  para  recibir  obsequio- 
sos homenajes.  Agradecido  el  Gobierno  argentino,  decretó  la  supresión  en  el 
'Himno  nacional»  de  dos  estrofas  mortificantes  para  España,  y  el  Ayunta- 
miento de  Buenos  Aires  dio  el  nombre  de  España  á  una  plaza  de  la  ciudad,  y 
concedió  50.000  francos  para  que  Benlliure  cincelase  un  jarrón,  como  regalo 
á  la  Reina.  Obra  fué  este  simpático  movimiento  de  la  <  Unión  Ibero- America- 
na!, asi  como  el  'Congreso  ibero-americano»,  patrocinado  por  el  Gobierno, 
y  que  se  celebró  en  Madrid  del  9  al  18  de  Noviembre. 

Fallecimientos. — El  literato  y  profesor  de  Retórica  D.  Narciso  Campillo 
(2  Enero).  D.  Vicente  Romero  Girón  ( 10  Enero).  El  escritor  festivo  D.  Eduar- 


( Explicación  de  In  lámina  anierier.) 

EtpaflolcB  lliiBtr«*  «ontemparáneoí,— 181.  Pió  Baroja,  original  i  intenso  escritor,  que  en  ta* 
novelas,  llenas  de  vlbianle  emoción  y  escritas  en  estilo  1  veces  desallilido,  perO  siempre  vifpjroso  y  sogeítl- 
vo,  pinta  con  tonos  de  agaa  fatrlt  todos  los  aspectos  interesante»  de  la  vida  contemporánn.  Kaeió 
en  JM5.  ~- 182.  Eduardo  OiVnei  de  Baqnera  (Andienhl.  ameno  cronista,  blbll  observador,  de  seguro 
y  reposado  criterio,  critico  literario  de  autoridad  reconocida  (186^).-18a.Joié  RaB6a  Méllda,  eminente 
■rqueúlogo,  académico  de  la  de  Helias  Artes  y  director  del  Museo  de  Reproducciones  Artísticas.  Nada 
en  1366,— IB4.  Miguel  Blay  y  FAbrcgai,  notable  escultor  cuyas  obras  son  muy  apreciadas  en  Europa  y 
América.  Naciú  en  1866.  -  185.  Mariano  Elealllnce,  eminente  escultor  valenciano,  cuyas  obras  son  apre- 
ciadas y  estimadas  uní  víTsalraente.  Nació  eti  1866.  -  188.  Jacinto  Scnavente,  el  primer  dramaturgo  es- 
pañol de  nuestros  días  y  unn  de  lo;  mis  agudos  y  elegantes  escritores  de  lodos  los  (lempos  y  de  lodos  lo* 
países.  Entre  la  muchedumbre  de  sus  obras  maestras  descuellan  el  artelnslgne  de  ¿01  ínfemeicrradtu  y  de 
su  maravillosa  tragedia  La  Malquer/áa.  Nació  en  Madrid,  18M.  —187.  María  OuMTaro,  genial  y  maravi- 
llosa actriz  contemporánea,  cuyo  admirable  talento  domina  todos  los  estilos  y  lodos  los  matices.  Nadó  en 
Madrid,  1867.— ISB.  FrancltCO  Navarro  Ledesna,  malogrado  literato  y  critico  contemporinco,  autor 
de  El  ¡ngenloie  hldalgú  D.  Miguel  de  Cervanltt,  en  que  se  relata  al  pormenor  la  vida  del  principe  de  los 

eos  ;i86g-l903).  — 189.  Randa  del  Valle  lacl«n,  nolab i Iíí i mo  literato  de  eitraotdinarlo  rednamienlo 
ariislico  y  exquisita  esténica.  Su  estilo  pulidísimo  es  una  maravilla  de  delicadeía  i  inspiradún.  Sólo 
ius50nafa(  le  incorporarian  á  la  gloriosa  legión  de  grandes  escritores  castrllann;.  Nació  en  I8M. 


,C"".ootít^ 


866  HISTOBJA   DE  ESPAÑA 

do  de  Palacio  {23  Enero).  El  torero  Ángel  Pastor  (7  Abrit).  D.  Alberto  Boscfa 
(13  Mayo).  Rafael  Molina,  «Lagartijo*  {1.°  Agosto).  D.  Augusto  Comas  (19 
Agosto),  ü.  Marcelo  Martínez  Alcubilla,  autor  del  Düdonario  dt  la  Adminis- 
tración Espartóla  (26  Agosto).  £1  general  Martínez  Campos  (23  Septiembre). 
D.  Eduardo  Palanca  (1."  Diciembre). 

Año  igoi.  Al  empezar  el  año  tuvo  la  situación  conservadora  un  éxi- 
to indiscutible,  que  lo  fué  singularmente  para  VíUaverde:  la  liquidación  del 
presupuesto  de  igoo,  del  que  resultó  un  «superávit»  de  58  millones  (^e  pe- 
setas; pero  amenazaban  su  existencia  dos  cuestiones:  una  la  división  del  Go- 
bierno y  la  mayoría  ñel  á  Silvela,  el  cual  quería  volver  al  Poder  en  cuanto 
pasase  la  boda  de  la  Princesa,  á  lo  que  no  se  plegaba  fácilmente  Sánchez 
de  Toca;  otra,  la  creciente  agitación  revolucionaría  que  tomaba  tres  aspectos 
distintos:  político  ó  contra  la  boda,  irreligioso  ó  anticlerical  y  socialista.  El 
30  de  Enero  se  estrenó  en  el  Teatro  Español,  «Electrai  de  Pérez  Galdós,  si 
que  los  elementos  anticlericales  prepararon  de  antemano  un  éxito  de  pro- 
paganda sectaria  que  el  Gobierno  no  evitó  prohibiendo  la .  representación 
para  que  no  le  tacharan  de  clerical  y  reaccionario.  El  y  de  Febrero  se  verifi- 
có en  el  Tribunal  Supremo  la  vista  del  pleito  de  la  Srta.  Ubao:  ésta,  mayor  de 
veintitrés  y  menor  de  veinticinco  años,  abandonó  la  casa  de  su  madre  para  in- 
gresar en  la  Congregación  de  las  Esclavas;  el  articulo  331  del  Código  civil 
prescribe  que  «las  hijas  de  familia  mayores  de  edad,  pero  menores  de  vein- 
ticinco años,  no  podrán  dejar  la  casa  paterna  como  no  sea  para  tomar  esta- 
do», y  sobre  esta  última  frase  versaba  el  asunto  judicial,  sosteniendo  la  ma- 
dre de  la  señorita,  defendida  por  D.  Nicolás  Salmerón,  que  «tomar  estado» 
se  refiere  sólo  al  matrimonio,  y  la  señorita,  defendida  por  D.  Antonio  Maura, 
que  comprende  también  el  estado  religioso.  La  salida  de  los  abogados  de  es- 
ta vista,  asf  como  todas  las  representaciones  de  «Electra*  que  se  hicieron  en 
toda  España,  oi^anizándose  al  efecto  compañías  con  ese  solo  objeto,  fueron 
otros  tantos  motines,  y  hubo  además  serie  simultánea  de  ellos — inaugurán- 
dolos el  de  I."  de  Febrero  en  Valencia,— con  pedreas  de  conventos  é  inten- 
tos de  prenderles  fuego  y  asaltarlos,  silbas  á  religiosos  y  sacerdotes,  etcé- 
tera. Para  celebrar  la  boda  (14  Febrero)  fué  preciso  resignar  el  mando  en  la 
autoridad  militar  y  tener  ocupadas  las  calles  por  tropas,  y  aun  asf,  el  acto  tu- 
vo que  celebrarse  dentro  de  Palacio,  en  la  capilla  real.  El  movimiento  socia- 
lista se  manifestaba  á  la  vez  por  huelgas  revolucionarias  del  peor  carácter 
(cocheros  de  Madrid,  ferroviarios  de  la  línea  Cáceres-Portugal,  de  todos  los 
obreros  en  Gijón,  etc.).  El  Gabinete  presentó  la  dimisión  (25  Febrero);  pero 
no  como  queda  Silvela,  esto  es,  indicando  á  Su  Majestad  sencillamente  que  de- 
bía ocupar  la  presidencia  el  jefe  del  partido,  sino  elevando  á  la  Reina  un 
•  memorándum» — idea  y  redacción  de  Sánchez  de  Toca —  explicativo  de  la 
gravedad  de  la  situación  y  de  la  necesidad  de  consultar  á  los  personajes  de 
todos  los  partidos. 

Duraron  las  consultas  varios  días,  con  la  novedad  de  evacuarlas  por  es- 
crito los  consultados.  En  la  nota  de  Villaverde  se  hablaba  de  <la  necesidad 
ide  contener  el  excesivo  incremento  de  las  Órdenes  religiosas»,  ¡dea  de  que 
sacaron  mucho  partido  los  anticlericales,  aduciéndola  como  prueba  de  que 
hasta  los  conservadores  estaban  con  ellos.  El  5  de  Marzo  formó  Sagasta  el 
Gabinete  apodado  EUctra,  por  haber  subido  al  Poder  á  impulsos  de  la  agi- 
tación de  que  había  sido  este  drama  punto  culminante,  y  que  se  constituyó 
asi:  Presidencia,  Sagasta;  Gobernación,  Moret;  Estado,  Duque  de  Almodó- 
var  del  Rfo;  Gracia  y  Justicia,  Marqués  de  Teverga;  Hacienda,  Urzáiz;  Ins- 
trucción Pública,  conde  de  Romanones;  Agricultura,  Villanueva;  Guerra, 
Weyler;  Marina,  Duque  de  Veragua.  Quedó  fuera  Canalejas,  con  gran  dis- 


,,CoogI 


*  HISTORIA    DE  BSPASA  86^ 

gusto  de  Sagasta,  que  no  veta  en  el  anticlericalismo  sino  una  plataforma  de 
aquél  para  formarse  un  partido  radical.  <Hay  que  hacer  algo*,  decía  don 
Práxedes  con  el  único  propósito  de  calmar  la  agitación.  Romanones  dio  una 
circular  recabando  «la  libertad  de  la  cátedra»  y  emprendió  una  campaña  ad- 
ministrativa contra  la  enseñanza  libre,  en  que,  según  los  anticlericales,  radi- 
caba la  mayor  fuerza  de  los  Institutos  religiosos;  Urzáiz  sometió  á  tributación 
las  industrias  ejercidas  por  éstos;  Weyler  casi  disolvió  el  clero  castrense; 
Teverga  quiso  impulsar  las  negociiciones  que  seguía  en  Roma  D.  Alejandro 
Pidal  para  obtener  una  rebaja  en  el  presupuesto  de  culto  y  clero,  con  el 
nuevo  sentido  anticlerical  dominante:  Pidal  se  opuso,  y  Sagasta  no  quiso 
prescindir  de  este  embajador,  con  lo  que  nada  se  hizo  por  entonces.  La  agi- 
tación callejera  no  cesaba,  y  hubo  innumerables  algaradas,  ya  para  apedrear 
conventos,  ya  para  disolver  las  procesiones  ó  cortejos  con  motivo  del  año 
jubilar  —  en  una  de  las  celebradas  en  Madrid  fueron  Sílvela  y  Maura  —  ya 
con  pretexto  de  conmemorar  los  decretos  de  Mendizábal  y  Calatrava  contra 
las  Órdenes  religiosas,  ya  para  protestar  contra  la  Guardia  civil  por  usar  de 
su  fuerza  en  la  represión  de  los  alborotos,  causando  á  veces  desgracias.  La 
más  sonada  fué  la  de  Zaragoza  (i8  Julio),  en  que  se  tiraron  piedras  dando  en 
los  muros  del  templo  del  Pilar.  Segufan  concurriendo  con  estos  motines  las 
huelgas,  que  también  eran  motines,  algunos  horribles:  incendio  de  la  fábrica 
de  Larios  en  Motril,  huelga  de  Barcelona  (28  Abril),  de  vigilantes  de  Consu- 
mos en  Corufia,  etc.,  y  las  manifestaciones  catalanistas,  celebrándose  muchos 
mitins  en  locales  cerrados,  y  otros,  más  importantes,  al  aire  libre  (apltcks), 
siendo  el  «concierto  económico >  la  inmediata  aspiración  del  catalanismo, 
contra  el  cual  extremó  el  Gobierno  su  energía,  considerándolo  un  peligro 
grave  para  la  unidad  nacional,  lo  que  le  indujo  á  prestar  su  apoyo  á  Lerroux 
con  el  fín  de  que  organizara  en  Barcelona  los  elementos  radicales  y  sirvie- 
ran de  contrarresto  y  amenaza  constante  á  la  burguesía  regionalista. 

Las  Cortes  se  reunieron  (8  Junio),  siendo  el  •clericalismo»,  y  especial- 
mente las  Órdenes  religiosas,  el  caballo  de  batalla.  Señaláronse  tres  ten- 
dencias: 

a)  Prelados,  clero,  católicos  fervorosos,  carlistas,  conservadores  y  ga- 
macistas  sostenían  que  las  órdenes  religiosas,  como  instituciones  de  la  Igle- 
sia católica,  estaban  autorizadas  por  el  Concordato  de  1S5 1;  et  art.  29,  que 
habla  de  tres  Órdenes,  no  es  que  las  autorice  con  exclusión  de  las  otras,  sino 
que  impone  al  Estado  la  obligación  de  establecerlas  y  sustentarlas  (i):  si  se 
cree  que  debe  introducirse  alguna  alteración  en  este  punto,  hágase  de  acuer- 
do con  la  Santa  Sede. 

b)  Moret,  Montero  Ríos  y  otros  opinaban  que  el  Concordato  sólo  au- 
toriza las  tres  Ordenes  del  art.  29;  las  demás  son  meras  asociaciones  some- 
tidas al  Poder  civil;  pero  como  el  Poder  civil  es  liberal  y  reconoce  el  dere- 
cho de  asociación  para  todos  los  ñnes  de  la  vida  humana,  no  puede  negar 
este  último  para  el  fin  religioso:  vivan,  pues,  las  Órdenes  de  la  común  li- 
bertad. 

c)  Canalejas;  D.  Alfonso  González,  y  otros  no  creían  que  debía  otorgar- 
se esta  libertad,  al  menos  sin  muchas  condiciones  6  limitaciones,  porque  la 
civilización  moderna  tiene  que  ser  defendida  por  el  Estado  liberal,  y  contra 
esa  civilización,  fundada  en  la  libertad  del  pensamiento,  va  la  enseñanza  y 
propaganda  de  los  Institutos  religiosos.  Los  partidarios  de  la  tendencia  b 


(1)     Aíf^inos  drtnórrataA  y  lílii'raK'.s 
■1  Conrorilntii.  v.  íjr..  el  rauílrSliro  ilo  I.i 


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pusieron  en  circulación  la  idea  de  ser  menester  huir  de  los  <dos  fanatismos», 
el  negro  ó  católico  y  el  rojo  ó  librepensador.  Salla  finalmente  en  esta  con- 
tienda «el  regalismo»,  sosteniendo  unos  que,  en  virtud  de  las  «regalías  de 
la  Corona»,  el  Estado  debía  cortar  cuanto  le  pareciese  abusivo  en  las  Órde- 
nes y  en  todo  el  clericalismo;  y  otros  consideraban  anticuado  el  •regalismo>, 
defendiendo  que  el  Poder  civil  tiene  por  su  propia  naturaleza  virtualidad 
suñciente  para  realizar  cuanto  juzgue  bien  común  de  la  nación. 

Sobre  estas  ideas  versó  la  larguísima  discusión  sostenida  en  el  Congre- 
so y  en  el  Senado  (mes  de  Julio),  y  reproducida  en  el  Senado  (Noviembre)  por 
el  arzobispo  de  Tarragona  y  los  obispos  de  Oviedo,  Falencia  y  Tortosa.  El 
marqués  de  la  Vega  de  Armijo,  elegido  presidente  del  Congreso  (a  Julio),  no 
quiso  aceptar  el  cargo,  y  le  substituyó  Moret,  entrando  en  Gobernación  D.  Al- 
fonso González  [27  Julio).  González  dio  el  Real  decreto  {19  Septiembre)  dis- 
poniendo que  las  asociaciones  religiosas  comprendidas  en  la  ley  de  30  de  Ju- 
nio de  1887,  es  decir,  todas  las  Ordenes  inenos  las  citadas  en  el  art.  29  del 
Concordato,  se  inscribieran  como  Éales  asociaciones  civiles  en  los  Registros 
de  los  Gobiernos  de  provincia  en  el  plazo  de  seis  meses.  La  prensa  canalejista 
y  radical  alabó  el  decreto;  protestó  el  encargado  de  la  Nunciatura;  se  discul- 
pó el  Gobierno  con  el  Nuncio  (carta  del  duque  de  Almodóvar,  22  Septiem- 
bre), y  telegrafió  á  Roma  prometiendo  á  la  Santa  Sede  que  antes  de  cumplir- 
se los  seis  meses  se  presentaría  á  las  Cortes  un  proyecto  de  ley  de  Aso- 
ciaciones, adaptable  á  las  Órdenes;  el  30  de  Septiembre  entregó  el  cardenal 
Rampolla  á  Tidal  una  nota  de  protesta;  Almodóvar  escribió  á  Pidal  (5  Octu- 
bre) que  rogase  á  Rampolla  el  secreto  sobre  su  nota,  y  de  Real  orden  (ip  Oc- 
tubre) contestó  á  los  argumentos  de  ésta. 

Reanudadas  las  sesiones  de  Cortes  (16  Octubre),  dijo  Romero  Robledo 
(23  Octubre)  que  «el  Decreto  de  González  había  sido  un  engaño;  un  medio 
>de  decir  á  unos  que  se  había  hecho  algo,  y  á  los  otros,  que  no  se  habla  he- 
>cho  nada>.  La  Prensa  ministerial  sostenía  que  el  Papa  no  había  reclamado 
contra  el  Decreto;  mas  en  la  segunda  quincena  de  Noviembre  se  publicó  la 
carta  de  Rampolla  (16  Noviembre)  á  los  obispos  que  hablaron  en  el  Senado, 
felicitándolos  por  su  actitud  y  declarando  que  <1a  Santa  Sede  no  ha  omitido 
>hacer  conocer  al  Gobierno  su  parecer  contrario  al  Decreto».  Sagasta  hizo 
que  Teverga  redactase  un  proyecto  de  Concordato  con  ideas  muy  radicales 
sobre  Órdenes  religiosas,  y  lo  remitió  al  embajador  en  Roma  (Real  orden  31 
Diciembre),  sabiendo  que  no  había  de  ser  aceptado;  pero  el  ñn  era  ganar 
tiempo. 

Otros  hechos:  La  suspen^ón  de  ingreso  en  la  Escuela  Naval  y  en  las 
Academias  militares  (Marzo). — Venida  de  la  Comisión  argentina  á  entregar  á 
la  Reina  el  jarrón  regalado  por  el  Ayuntamiento  de  Buenos  Aires. — Alarma 
producida  por  el  discurso  de  Gibson  Bowles  en  Id  Cámara  de  los  Comunes 
(15  Junio)  proponiendo  la  ocupación  del  campo  fronterizo  á  Gibraltar  por  un 
ejército  de  30  ó  40.000  hombres,  como  único  medio  de  proteger  debida- 
mente la  plaza.  £1  Gobierno  inglés  dio  toda  clase  de  seguridades  de  tratarse 
de  la  extravagancia  ó  excentricidad  de  un  diputado.  El  artículo  publicado  en 
La  Lectura  con  el  título  de  «La  Cuestión  de  Marruecos*  y  la  firma  de  «Un 
diputado  á  Cortes»,  en  que  se  sustentaba  la  opinión  de  que,  lejos  de  mirar 
mal  la  tendencia  de  Francia  á  posesionarse  de  Marruecos,  debíamos  aliarnos 
con  la  nación  vecina  para  llevar  una  parte  en  la  conquista;  determinó  el  in- 
terés con  que  fué  leído  y  comentado  este  artículo,  contrario  á  cuanto  aquí 
se  había  pensado  siempre  de  la  cuestión  marroquí,  el  atribuirse  á  D.  Fran- 
cisco Silvela.  El  arreglo  de  la  cuestión  entre  traineros  y  jeiteros  (Real  orden 
(.)ctubre).  Las  cuestiones  entre  los  raarlnos  y  el  Ministro,  duque  de  Veragua, 


,,GoogIc 


HISTORIA   DE  ESPAIÍA  869 

El  presupuesto  del  Sr,  Urzáiz,con  aumento  en  los  gastos.  El  pago  por  el 
Estado  de  los  maestros  de  instruccíÓD  primaria.  El  decreto  Weyler  limitan- 
do el  derecho  de  casarse  á  los  militares.  Finalmente,  en  las  Cortes  de  este 
año  apareció  D.  Melquíades  Alvarez,  siendo  celebradísima  su  elocuencia. 

Muertes:  el  obispo  de  Barcelona,  Dr.  Morgades  (8  Enero).  D.  Víctor  Ba- 
laguer  (14  Enero).  D.  Leopoldo  Augusto  de  Cueto  {zo  Enero),  D.  Ramón  de 
Campoamor  (6  Febrero).  D.  Juan  Facundo  Riaño  (27  Febrero),  D.  Leopoldo 
Alas  «Clarín»  (13  Junio).  D.  Juan  Mané  y  Flaquer  (7  Julio).  El  cardenal  Cas- 
cajares (27  Julio).  D.  Juan  de  Dios  de  la  Rada  y  Delgado  (5  Agosto).  D.  Ger- 
mán Gamazo  (22  Noviembre),  teniendo  inmediata  importancia  política  su  fa- 
llecimiento, pues  el  grupo  que  dirigía  reconoció  por  jefe  á  su  cuñado,  D.  An- 
tonio Maura.  El  pintor  Gisbert  (27  Noviembre),  Pi  Margall  (29  Noviembre). 
Don  Gabriel  Rodríguez  (20  Diciembre).  D.  Alejandro  Llórente  (30  Diciembre). 

Año  ig02. —  Dos  cuestiones  preocupaban  hondamente  á  principios  de  año: 
la  financiera  y  la  llamada  clerical.  En  la  primera  Urzáiz,  después  de  dirigir  la 
suscripción  para  un  empréstito  de  Tesorería  (125  millones),  presentó  el  pro- 
yecto de  ley  regulando  la  circulación  fiduciaria,  que,  según  el  ministro,  no  de- 
bía exceder  en  su  parte  descubierta  de  500  millones,  y  que  el  Banco  de  Es- 
paña quería  elevar  á  750.  Cuestión  esta  enojosa  por  presentar  la  prensa  de 
gran  circulación  á  Urzáiz  como  paladín  del  interés  social  y  del  Estado  frente 
á  la  codicia  del  Banco,  y  proyectarse  sombras  de  inmoralidad  sobre  cuantos 
se  oponían  á  sus  propósitos.  Afectó  Sagasta  sostener  enérgicamente  á  Urzáiz; 
pero  pretendiendo  VÜIanueva  la  concesión  de  un  crédito  extraordinario  para 
prevenir  la  plaga  de  la  langosta,  y  no  creyendo  Urzáiz  enteramente  justificado 
el  motivo,  se  suscitó  divergencia  entre  ambos  ministros  en  sesión  del  Con- 
greso (29  Enero).  D.  Práxedes  conllevó  la  situación  con  sus  habilidades  po- 
líticas hasta  suspender  las  sesiones  (12  Marzo),  y  entonces  Urzáii  planteó  la 
crisis.  Mas  no  fué  solo;  D.  Alfonso  González  dimitió  también,  alegando  moti- 
vos de  salud,  pero  en  realidad  por  la  otra  cuestión  indicada,  que  se  había  des- 
arrollado del  modo  siguiente:  el  3  de  Enero  entregó  Rampolla  á  Pidal  otra 
nota  contra  el  decreto  de  19  de  Septiembre;  el  28  del  mismo  mes  dejó  Pidal 
la  Embajada  en  Roma,  reemplazándole  Gutiérrez  Agüera;  el  14  de  Febrero  di- 
rigió el  ministro  de  Estado  al  Nuncio  una  nota  «muy  reservada»  prometiendo 
presentar  inmediatamente  á  las  Cortes  un  proyecto  de  ley  de  Asociaciones 
que  satisficiese  por  completo  á  la  Santa  Sede  en  lo  referente  á  Órdenes  re- 
ligiosas; pero  á  todo  esto  llegaba  el  19  de  Marzo,  término  del  plazo  de  seis 
meses  señalado  en  el  decreto  de  González,  ninguna  Orden  se  había  inscrip- 
to en  los  Registros,  y,  conforme  al  decreto,  procedía  disolverlas  todas;  Sa- 
gasta dijo  entonces  á  González  que  de  ninguna  manera  se  haría  asi,  pues  no 
estaba  en  su  ánimo  empezar  á  disolver  comunidades  y  cerrar  conventos  á  lo 
Wa I deck- Rousseau.  D.  Alfonso  González,  dando  una  prueba  de  formalidad 
de  que  tan  lejos  estaba  el  jefe  del  partido,  se  apresuró  á  dimitir,  y  ya  no 
quiso  mezclarse  más  en  la  política  activa:  realmente  se  había  jugado  con  él 
haciéndole  publicar  el  decreto  de  19  de  Septiembre  con  el  deliberado  propó- 
sito de  no  cumplirlo. 

Sagasta  maniobró  en  aquélla  ocasión  •habilidosísimamente»  para  conse- 
guir resultados  que  parecían  tan  contrarios  entre  sí  como  aquietar  á  Canale- 
jas, defensor  de  una  ley  de  Asociaciones  persecutoria  de  las  Ordenes  religio- 
sas, contentar  á  Moret,  que  quería  esa  misma  ley,  dictada  por  el  Poder  civil, 
pero  no  persecutoria,  y  quedar  bien  con  la  Santa  Sede,  que  sólo  pasaba  por  el 
Concordato,  A  tal  efecto  llamó  á  Canalejas  y  á  Moret,  diciéndoles  ser  nece- 
sario que  ambos  entraran  en  el  Gabinete.  Canalejas  respondió  que  lo  mismo 
le  daba,  con  tal  que  se  cumpliera  el  programa  anticlerical  (<las  ideas,  y  no  las 


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870  HISTORIA   DE   ESFaSA 

personas*,  como  él  decfa),  y,  por  tanto,  que  para  ser  ministro  necesitaba  que 
se  escribiera  un  programa  al  que  todos  se  atuviesen;  replicó  Sagasta 
que  no  había  inconveniente:  tal  fué  «el  pacto»  firmado  por  Moret  y  Canale- 
jas, por  el  cual  se  acordó  sostener  el  decreto  de  González,  hacer  una  ley  de 
Asociaciones  sin  concordia  con  la  Santa  Sede  y  con  tendencia  persecutoria  de 
las  Ordenes,  y  activar  la  reforma  del  Concordato  del  5 1  al  solo  efecto  de  re- 
ducir el  presupuesto  eclesiástico.  Sobre  esta  base  se  constituyó  el  Gabinete 
{19  Marzo),  entrando  Mootilla  {Gracia  y  Justicia),  Moret  (Gobernación),  Ro- 
driga ñez  (Hacienda)  y  Canalejas  (Agricultura),  quedando  los  demás  ministros. 
Simultáneamente  con  esto  llamó  al  marqués  de  Pidal,  y  por  medio  de  este 
personaje  de  la  extrema  derecha  conservadora  concertó  con  el  Nuncio  el  Mo- 
dus  vivendi,  conforme  al  cual,  las  Órdenes  religiosas  se  inscribirían  en  los  Go- 
biernos de  provincia,  <no  pudiendo  serles  negada  la  inscripción,  y  considerán- 
dose por  ésta  como  reconocidas  por  el  Gobierno»;  se  publicó  el  Modus  vivefuü 
por  una  circular  del  Nuncio  á  los  obispos  (8  Mayo)  y  una  Real  orden  de  Gober- 
nación (9  Abril).  A  la  Prensa  radical  le  pareció  tan  mal  el  Modus  vroendi,  como 
bien  le  había  parecido  el  decreto  de  González:  decía  que  subrepticiamente  ha- 
blan sido  reconocidas  todas  las  Órdenes.  Entretanto,  Canalejas  discutía  con 
Moret,  la  manera  de  atar  corto  á  las  Órdenes,  mientras  que  el  duque  de  Almo- 
dóvar  seguía  negociando  con  la  Santa  Sede  una  ley  deAsociacionesquelasam- 
parase.  Canalejas  comprendió  al  fin  que  se  jugaba  con  él  romo  se  había  hecho 
con  González,  y  dimitió;  pero  aplazó  el  planteamiento  de  la  crisis  para  cuando 
pasara  el  juramento  del  Rey.  También  el  proyecto  de  Urzáiz  fué  modificado 
por  Rodrigáñez  (28  Abril),  quedando  aquél  muy  acreditado  en  la  opinión  po- 
pular por  haberse  atrevido  con  el  Banco  de  EspaSa.  La  cuestión  social  revis- 
tió caracteres  cada  vez  más  alarmantes:  huelga  de  Barcelona,  iniciada  el  16 
de  Febrero,en  que  tomaron  parte  más  de  50.000  obreros,  y  que  causó  graves 
colisiones  de  orden  público.  Los  catalanistas  hicieron  que  el  Ayuntamiento 
de  Barcelona  acordase  (29  Abril]  no  tomar  parte  en  las  fiestas  de  la  jura  del 
Rey;  el  4  de  Mayo,  en  los  Juegos  fiorales,  fué  silbada  la  bandera  española. 
Los  «bizcaitarras*  hicieron  suprimir  por  el  Ayuntamiento  de  Bilbao  la  fiesta 
del  Dos  de  Mayo,  conmemorativa  de  la  hberación  de  la  villa  en  1874;  cele- 
bráronla la  Diputación  y  los  liberales,  y  hubo  asalto  del  Centro  vasco  y  otros 
excesos;  D.  Sabino  Arana,  jefe  de  los  tbizcaitarras»,  felicitó  al  Presidente  de 
los  Estados  Unidos  por  haber  establecido  la  República  de  Cuba,  y  fué  pro- 
cesado. 

El  1/  de  Mayo  juró  la  Constitución  Don  Alfonso  XIII  ante  las  Cortes. 
Fué  una  fiesta  brillante.  Había  durado  la  Regencia  cerca  de  diez  y  sie- 
te años. 

Pasadas  las  fiestas,  Canalejas  se  retiró  del  Gabinete  (30  Mayo),  sustitu- 
yéndole Suárez  Inclán,  y  él  se  dedicó  á  propagar  el  radicalismo  por  medio 
de  discursos  en  reuniones  públicas,  llamando  á  republicanos  y  á  todos  los 
avanzados  á  la  defensa  de  sus  ideales  comunes:  banquete  en  Tournié  (4  Ju- 
nio, viaje  áSoria  (7  Junio),  á  Alicante  (12  Junio),  á  Valencia  (15  Junio),  áBar- 
celona  (22  Junio),  donde  no  le  permitió  discursear  la  autoridad,  y  manifesta- 
ción en  Madrid  á  su  regreso  (29  Junio),  En  toda  esta  propaganda  mostróse 
Canalejas  entre  republicano  y  monárquico,  laicista  como  Waldeck  Rousseau 
y  Combes,  aunque  sin  renegar  de  su  religión  católica  y  con  acentuadísima 
tendencia  socialista.  Blasco  Ibáñez  y  otros  muchos  republicanos  le  coreaban. 
También  se  consideró  dentro  del  partido  liberal,  hasta  que  el  5  de  Noviembre 
Sagasta  lo  declaró  en  las  Cortes  fuera  de  él.  Las  huelgas  seguían  á  la  vez 
produciendo  gravísimos  trastornos  de  orden  publico:  Badajoz  {i.°  Junio),  Bar- 
celona y  Córdoba  ( j  Junio),  Antequera  (4  Junio),  Jerez,  Bilbao  y  Santander 


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872  HISTORIA   DE   ESPAÑA 

(24  Junio),  La  Línea,  Medina,  Jerez,  Arcos  (Septiembre),  etc.  Dieron  se  dos 
decretos  de  Reforma  social  (21  y  26  de  Junio),  el  primero  sobre  el  trabajo 
en  las  obras  públicas,  y  el  segundo  sobre  et  trabajo  de  las  mujeres.  De  mo- 
tines antirreljgiosus  hubo  dos  muy  sonados  (2  y  24  Junio):  uno  en  Valencia, 
con  motivo  de  la  procesión  de  la  Octava  del  Corpus,  salida  de  la  parroquia 
de  San  Martfn,  y  otro  en  Alicante  por  la  procestón  de  la  Cofradía  del  Sagra- 
do Corazón.  De  carácter  catalanista,  el  de  los  estudiantes  de  Barcelona  (27 
y  28  Noviembre)  contra  el  decreto  del  conde  de  Romanones  prohibiendo 
enseñar  en  las  escuelas  públicas  la  Doctrina  cristiana  en  catalán.  Produjeron 
disgusto  y  comentarios  algunos  incidentes  del  viaje  del  Rey  por  las  provin- 
cias del  Norte  (Agosto);  se  dijo  que  no  se  habían  guardado  á  los  alcaldes  las 
consideraciones  debidas  en  la  regia  comitiva  y  no  se  habla  dejado  entrar  en 
el  fuerte  de  San  Cristóbal  (Pamplona)  á  los  acompañantes  civiles  del  Monar- 
ca, culpándose  de  todo  esto  al  general  Pacheco;  derivación  de  estas  murmu- 
raciones fué  el  debate  parlamentario  en  que  Suárez  Inclán,  tratando  de  ex- 
plicar por  qué  no  ocupaba  en  la  entrada  en  Gijón  el  puesto  correspondien- 
te al  ministro  de  jornada,  dijo  que  no  <  había  querido  tomar  aquel  coche  por 
■  no  confundirse  con  la  servidumbre  palaciegai,  cosa  que  provocó  protestas 
de  los  funcionarios  palatinos.  Los  republicanos  agitáronse  mucho,  celebraron 
frecuentes  mitins,  hablándose  en  todos  ellos  de  la  necesidad  de  unirse  para 
la  revolución  y  de  acabar  con  los  frailes. 

La  vida  del  Gobierno  en  las  Cortes  fué  precaria  y  muy  combatida.  Era  vi- 
sible la  decadencia  física  de  Sagasta,  y  se  decia  que  gobernaba  efectivamente 
Moret,  porque  D.  Práxedes  no  estaba  ya  para  nada.  López  Domínguez,  Ca- 
nalejas, el  duque  de  Tetuán  y  Romero  Robledo  intentaron  formar  un  nuevo 
partido  liberal.  Monlilia  — por  inspiración  de  Moret —  presentó  un  proyecto 
de  ley  para  reprimir  la  difamación  por  medio  de  la  Prensa,  que  combatió 
duramente  gran  parte  de  ésta,  considerándolo  atentatorio  á  la  libertad  de 
imprenta.  Contra  Montilla  y  Suárez  Inclán  esgrimióse  de  nuevo  e!  peligroso 
tema  de  la  moralidad  administrativa,  diciéndose  del  segundo  que  habla  au- 
torizado ílegalmente  una  corta  de  pinos  en  el  monte  Hortizuela  (Jaén).  En 
Noviembre  hizo  Sagasta  una  crisis,  con  la  cual  se  dijo  que  quería  atraerse  á  los 
disidentes  liberales;  pero  habiéndose  negado  Tetuán  y  López  Domínguez  á 
entrar  en  el  Gabinete,  no  cumplió  D.  Práxedes  á  Romero  Robledo  el  ofreci- 
miento hecho  y  aceptado  de  la  cartera  de  Gobernación  para  él,  y  otra  para 
Bergamfn,  reduciéndose  todo  á  que  salieran  Rodrigáñez,  Montilla  y  Suárez 
Inclán,  reemplazándolos  Eguilior,  Puigcerver  y  D.  Amos  Salvador.  El  Gabine- 
te asi  reformado  sólo  vivió  de  Noviembre  al  3  de  Diciembre,  por  haber 
sido  derrotado  en  el  Congreso  —  día  2  —  al  votarse  una  proposición 
contra  el  acuerdo  del  Consejo  de  Ministros  adjudicando  á  una  Empresa 
particular  la  construcción  de  dos  buques  de  guerra.  El  día  6  se  dio  el  Po- 
der á  Silvela,  que  desde  igual  fecha  del  mes  anterior  contaba  en  su  partido 
con  el  importante  concurso  de  D.  Antonio  Maura  y  todos  los  antiguos  gama- 
cistas.  El  nuevo  Ministerio  conservador  fué  constituido  así:  Presidencia,  Sil- 
vela;  Gobernación,  Maura;  Gracia  y  Justicia,  Dato;  Hacienda,  Villaverde; 
Estado,  Abarzuza,  antiguo  posibilista;  Instrucción  Pública,  Allendesalazar; 
Agricultura,  Vadillo;  Guerra,  Linares;  Marina,  Sánchez  de  Toca. 

Murieron  este  año:  En  Enero,  el  castizo  escritor  santanderino  D.  Amos 
Escalante  (6);  en  Febrero,  D.  Ricardo  Becerro  de  liengoa  (1.°);  en  Marzo,  el 
autor  cómico  D.  Javier  de  Burgos  (i  2)  y  el  pintor  catalán  D.  Francisco  Mas- 
riera  (i  5);  en  Abril,  D.  Isidoro  Fernández  Flórez  (7),  el  Dr.  Robert,  tan  famo- 
so por  su  ciencia  médica  como  por  su  exaltado  catalanismo  (1 1),  el  conde  de 
las  Almenas  (12)  y  el  rey  Don  Francisco  de  Asis,  marido  de  Isabel  II  (17);  en 


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HISTORIA   DE  ESPAÑA  873 

Junio,  el  gran  poeta  catalán  mosen  Jacinto  Vcrdaguer  (lo);  en  Septiembre,  el 
doctor  D.  Federico  Rubio,  gloria  de  la  cirugía  española  (i.");  en  Octubre,  el 
escultor  D.  Jerónimo  Suñol  y  el  arquitecto  Ortiz  de  Villajos  (16),  y  en  Di- 
ciembre, el  pintor  U.  Plácido  Francés  (13)  y  el  arquitecto  y  pintor  D.  Arturo 
Mélida(is). 

Ano  igoj.  —  El  Ministerio  Silvela  duró  hasta  el  20  de  julio.  En  este  pe- 
riodo murió  Sagasta  (5  Enero)  (i).  La  desaparición  de  este  jefe  hizo  estallarla 
discordia  entre  los  ex  ministros  liberales,  que  no  pudieron  ponerse  de  acuer- 
do ni  sobre  redacción  de  programa,  ni  sobre  la  sucesión  de  D.  Práxedes  (re- 
uniones de  11, 22,  29  y  31  de  Enero;  discurso  de  Romanones  en  la  inauguración 
del  circulo  liberal  z8  ídem):  señaláronse  tres  tendencias,  representadas  por 
Montero  Ríos,  Moret  y  Romanones.  Los  republicanos,  por  iniciativa  y  reite- 
radas instancias  de  Nákens,  constituyeron  la  «Unión  republicana»,  anuncia- 
da por  Salmerón  en  el  mitin  de  Castellón  de  la  Plana  (5  Enero),  proclamada 
en  la  Asamblea  de  Madrid  (25  Marzo),  donde  fué  elegido  jefe  Salmerón,  á 
que  se  adhirió  Costa  con  su  «Cámara  agrícola  del  Alto  Aragón»  (19  Marzo), 
declarando  que  buscaba  en  la  República  la  regeneración  nacional  que  no  ha- 
bla encontrado  en  la  Monarquía,  y  que  dio  mitins  simultáneos  en  todas  las 
poblaciones  importantes  (12  Abril).  Creyeron  los  republiranos  que  con  la 
Unión  era  su  triunfo  cosa  descontada  y  próxima,  y  dedicáronse  con  ardor  á 
trabajos  electorales  y  de  conspiración  militar;  los  óltimos  sin  ningún  resultado. 
Eq  Valencia  los  republicanos,  divididos  en  los  dos  bandos  de  Blasco  Ibáflez 
y  Rodrigo  Soriano,  vinieron  á  las  manos  unos  con  otros,  dándose  una  verda- 
dera batalla  callejera  (14  Abril).  Los  catalanistas  enviaran  una  Comisión  con 
mensaje  al  Rey  reclamando  el  uso  licito  de  la  lengua  regional  en  las  escuelas, 
y  el  Gobierno  atenuó  de  Real  orden  el  rigor  de  la  de  Romanones.  De  huelgas 
y  conflictos  de  este  orden  no  hay  que  hablar  para  no  pecar  de  prolijos  y  mo- 
nótonos: baste  decir  que  cada  vez  eran  más  graves.  El  Gobierno  creó  (23 
Abril)  el  «Instituto  de  Reformas  Sociales».  £n  Salamanca,  y  por  motivo  fútil, 
estalló  un  motín  de  estudiantes  (i  y  2  Abril);  apedrearon  éstos  á  la  Guardia 
civil,  contestó  la  fuerza  disparando,  y  resultaron  dos  estudiantes  muertos  y 
varios  heridos;  como  protesta  hubo  manifestaciones  estudiantiles  en  toda  Es- 
paña, y  en  Madrid  (4  Abril),  estudiantes,  obreros  y  radicales  chocaron  en  la 
calle  de  Embajadores  con  los  guardias  de  Orden  público,  habiendo  heridos 
por  ambas  partes,  y  muerto  un  joven  vendedor  de  frutas  apodado  <£l 
Hospicia*. 

Inició  el  Gobierno  una  política  reformadora:  Sánchez  de  Toca  intentó  la 
reorganización  de  la  Marina  {decreto  31  Diciembre  902),  proyecto  de  escua- 
dra (21  Junio),  etc.,  encontrando  sus  proyectos  entre  los  marinos  gran  oposi- 
ción que  dio  lugar  á  varios  incidentes.  Allendesalaíar  estableció  las  pensio- 
nes para  ampliar  sus  estudios  en  el  extranjero  á  profesores,  alumnos  y  obreros 
alumnos.  Dato,  con  sua  decretos  de  22  Diciembre  del  año  anterior,  había  cor- 
tado muchos  abusos  en  la  carrera  judicial  y  de  los  Registros,  renunciando  el 
cuarto  turno,  llamada  <1a  puerta  falsa»,  por  donde  se  colaban  en  la  primera 
sin  probar  su  sufíciencta,  los  protegidos  de  los  ministros.  Silvela  estableció 
la  responsabilidad  efectiva  de  tos  funcionarios  públicos  (proyecto  de  ley, 

(1)  Nació  c-n  Torri'rilla  ']i-  CamiTo.v  lii-  h  iirovinvia  '!<■  I.ogtofin  (jl  Junio  iSjtVTrrmi- 
nó  la  carrera  de  InHcnicro  <ir  caminos,  canales  y  piicitos  ||S4))I,  y  la  cjfrrirt  i-n  ValladolirI  y 
Zamora,  donde  hizo  el  estudio  del  Ferrnrurril  del  Norte  (lro«i  de  Valladolid  á  Itureok).  Toinú 
liarte  en  la  revolución  de  1>Í54:  como  Jffi;  d<'l  lialallón  de  In^níeros  de  la  Milicia,  j>eleó  en 
Madrid  ¡iSsCí).  J  emigni  á  Kiancia.  A  su  vuelta  <-.s(-riliiA  eo  An  /ífriii,  di:  cuyo  iirriodico  fui 
director  y  propielaiio  fl  la  muertí-  de  Calvo  Ason^io.  Intervino  i-ii  kw  jin'iiaratK'Os  de  la  revo- 
IneíAn  de  ifWW,  y  ilesdc  .iii  triunfo  rnnfimile'.i'  la  l>i'it,Tafia  de  Sa^dstunw  la  historia  de  l-jiinña. 


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874  HISTORIA  ))E  ESPaSa 

I ."  Judío).  Villaverde  reglamentó  el  iogreso  y  ascenso  en  los  empleos  de  Ha- 
cienda. Maura,  además  de  la  ya  citada  creación  del  'Instituto  de  Reformas 
Sociales*,  reglamentó  tos  gastos  provinciales  y  municipales,  y  presentó  á  las 
Cortes  el  «proyecto  de  ley  de  Administración  local»  (27  Mayo)  que  habla 
de  ser,  según  su  frase,  «el  descuaje  de!  caciquismo.  Linares  dictó  algunas 
disposiciones  simpáticas,  v.  gr.,  la  jura  solemne  de  la  bandera  por  los  nuevos 
reclutas  en  fiesta  popular  al  aire  libre,  que  los  reclutas  viniesen  á  sus  Cuer- 
pos libremente,  sin  ser  conducidos  por  autoridades,  etc.,  y  formuló  un  pro- 
yecto de  Reformas  generales  del  Ejército  que  fué  muy  discutido. 

Debilitaban  i  la  situación: 

a)  Desairado  Gasset  en  la  formación  del  Gabinete,  para  uno  de  cuyos 
puestos  le  recomendaba  Dato  y  aceptaba  Silvela,  diósc  á  predicar  por  los 
pueblos  'la  política  hidráulica»,  parle  del  programa  de  Costa  (mitin  de  Ciu- 
dad Real,  15  Febrero),  y  formó  en  el  Congreso  un  núclo  de  diputados  «los 
conjurados»,  con  aspiración  de  derribar  á  Maura. 

é}  Los  periódicos  de  mayor  circulación  (Eí  Impardal,  El  Libtral  y  el 
Haraído)  y  casi  todos  los  liberales  y  demócratas,  combatieron  airadamente  á 
Maura,  presentándolo  como  tipo  del  político  clerical  y  reaccionario;  los  ami- 
gos de  Maura,  en  un  banquete  celebrado  en  Palma  de  Mallorca,  declararon 
que  <esta  campada  de  Prensa  obedecía  á  no  conceder  el  ministro  de  la  Go- 
bernación, como  hablan  concedido  otros  antecesores  suyos,  actas  y  subven- 
ciones á  los  periodistas*.  En  la  frase  «otros  antecesores  suyos»  aludíase  prín- 
dpalmente,  á  Dato. 

cj  Maura  y  Sánchez  de  Toca  eran  partidarios  decididos  de  nuestra  re- 
constitución naval  por  la  inmediata  construcción  con  prudente  parsimonia 
de  una  escuadra,  y  á  esto  se  oponía  Villaverde,  fiel  á  su  política  de  nivela- 
ción del  presupuesto,  ó  quizás  extremándola.  Halagaban  á  D.  Raimundo  los 
elogios  que  todos  tributaban  á  su  éxito  financiero,  y  es  verosímil  que, 
excitado  por  la  general  alabanza  su  temperamento  fogoso,  creyera  que  debia 
él  ocupar  el  primer  puesto.  El  25  de  Marzo,  so  pretexto  de  que  el  proyecto 
de  escuadra  comprometía  la  nivelación,  dimitió,  siendo  esta  retirada  la  gota 
de  agua  que  hizo  rebasar  el  vaso  de  la  desilusión  y  desfallecimiento  que  ve- 
nía sintiendo  D.  Francisco  Silvela.  Habíase  pasado  éste  su  vida  murmuran- 
do de  D.  Antonio  Cánovas,  y  con  entera  buena  fe,  ó  sea  figurándose  que  el 
mal  consentido  por  D.  Antonio  y  el  bien  que  dejaba  de  hacer  eran  efecto  de 
voluntad  viciada  ó  negligente.  Al  ocupar  el  Poder  vio  claro  D.  Francisco  que 
no  se  gobierna  como  se  quiere,  sino  como  se  puede,  y  desfolteció:  ya  sólo 
pensó  en  bu  ir  de  una  posición  para  la  que  no  sentía  en  su  ánimo  energía 
suficiente. 

Elecciones  generales  (23  Abril  y  10  Mayo).  Maura  tuvo  á  gala  «la  sin- 
ceridad electoral»  y,  efectivamente,  los  republicanos  sacaron  en  Madrid, 
Barcelona  y  Valencia  su  candidatura  integra,  triunfaron  en  otras  poblaciones, 
y  la  mayoría  ministerial  del  Congreso  no  fué  más  que  de  57  votos.  Los  libe- 
rales y  «los  villaverdlstas»  murmuraron  de  lo  que  llamaban  (abandono  de 
»los  resortes  de  gobierno  y  entrega  de  la  Monarquía  á  los  republicanos».  Ele- 
gido Villaverde  "Presidente  del  Congreso»  (18  Junio),  pronunció  un  díscorso 
de  gracias  encareciendo  la  necesidad  de  la  nivelación  en  términos  que  pare- 
ció oposicionista  declarado  al  proyecto  de  escuadra:  así  trataron  de  ponerlo 
de  manifiesto  Gasset  y  Alba  con  una  proposición  incidental,  debatiendo  la 
cual  declaró  Silvela  «que  el  Gobierno  deseaba  la  reconstitución  del  poder  naval 
»y  militar  de  España,  y  que  si  alguno  no  lo  estimaba  así,  tendría  que  ponerse 
»en  frente».  Presentó  el  proyecto  de  presupuestos  Rodríguez  San  Pedro  que 
habla  sucedido  á  Villaverde  en  Hacienda,  y  la  discusión  det  Mensaje  duró 


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HISTORIA  DE  ESPAÍSA  875 

hasta  las  diez  de  la  noche  del  17  de  Julio,  y  el  18  dimitía  el  Gabinete,  fundan- 
do Silvela  la  dimisión  en  la  divergencia  surgida  entre  los  ministros  sobre  la 
construcción  de  la  escuadra.  El  19  juró  el  Gabinete  presidido  por  Villaverde, 
y  formado  por  el  conde  de  San  Bernardo  (Estado),  Santos  Guzmán  (Gracia  y 
Justicia),  Martitegui  (Guerra),  González  Besada  (Hacienda),  Cobiáo  (Marina), 
García  Aüx  (Gobernación),  Bugallal  (Instrucción  Públicai  y  Gasset  (Agri- 
cultura). 

No  duró  el  Ministerio  Villaverde  sino  hasta  el  5  de  Diciembre.  Calificó- 
se de  «oriental*,  la  crisis  que  lo  habla  elevado  queriendo  sigo  i  ñcar  con  ello 
que  habla  sido  obra  de  Palacio,  alarmado  por  la  derrota  electoral  de  Abril,  y  su 
único  y  verdadero  propósito,  combatir  i.  los  republicanos;  asi  que  emprendie- 
ron éstos  contra  él  terrrible  campaña  en  la  Prensa,  mitins  y  Cortes,  ¿  que  se 
unieron  declaradamente  los  liberales,  y  más  ó  menos  encubiertamente  los 
conservadores  amigos  de  Silvela  y  Maura;  reanudadas  las  sesiones  de  Cortes 
(21  Octubre),  y  elegido  presidente  del  Congreso  Romero  Robledo  á  titulo  de 
parlamentario  veterano,  Silvela  explicó  su  retirada  de  la  política  (24)  con  estas 
expresivas  frases:  «Tened  caridad  al  juzgarme  por  el  único  acto  de  que  me  coo- 
>sidero  culpable:  el  de  haber  tardado  en  declarar  á  mi  país  que  no  sirvo  para 
>gobernar>.  Las  elecciones  municipales  (Noviembre)  fueron,  según  los  repu- 
blicanos, una  serie  de  atropellos  para  sacar  adelante  las  candidaturas  monár- 
quicas, y  en  el  Congreso  Salmerón  atacó  rudlsimamente  al  Gobierno.  £1 1 1  de 
Noviembre,  aludido  Maura  por  Melquíades  Álvarez  para  que  dijese  su  opi- 
nión sobre  las  elecciones,  no  quiso  contestar  y  se  salió  del  salón;  pero  le  si- 
guieron casi  todos  los  diputados  de  la  mayoría,  desairando  á  García  Alix  que 
peroraba,  y  en  el  pasillo  de  la  cámara  tributaron  á  D.  Antonio  Maura  formi- 
dable ovación  proclamándole  jefe  del  partido.  Ya  no  podía  sostenerse  Villa- 
verde,  que  ni  siquiera  logró  que  le  votaran  el  presupuesto,  y  dimitió;  reempla- 
zándole Maura  con  los  siguientes  ministros:  Rodríguez  San  Pedro  (Estado),. 
Sánchez  Toca  (Gracia  y  Justicia),  Linares  (Guerra),  Ferrándiz  (Marina),  Osma 
(Hacienda),  Sánchez.  Guerra  (Gobernación),  Domínguez  Pascual  (Instrucción 
Pública)  y  Allendesalaiar  (Agricultura). 

Las  Cortes  estuvieron  reunidas  hasta  el  26  de  Diciembre:  aprobaron  el 
presupuesto,  declarando  Maura  (día  19)  que  el  proyecto  de  escuadra  sería 
presentado  en  el  próximo  aflo  y  de  modo  que  no  perjudicase  á  la  nivelación; 
contra  el  presidente  del  Consejo  protestaron  Eugenio  Silvela,  y  Bores  y  Ro- 
mero, sobrinos  respectivamente  de  D.  Francisco  Silvela  y  de  Romero  Robledo, 
y  muchos  diputados  conservaran  basta  fin  de  mes  la  esperanza  de  que  Silvela 
volverla  á  la  jefatura  del  partido.  Se  votó  una  subvención  de  dos  millones  de 
pesetas  á  Madrid  en  concepto  de  indemnización  por  gastos  de  capitalidad;  la 
prensa  liberal,  que  se  habla  manifestado  muy  afecta  á  Maura  durante  el  Minis- 
terio Villaverde,  rompió  con  él  en  desaforada  oposición  no  bien  ocupó  la  pre- 
sidencia del  Consejo,  repitiendo  los  mauristas  que  este  cambio  obedecía  á  los 
motivos  expresados  en  el  banquete  de  Palma  de  Mallorca,  y,  creyendo  en 
ello  integristas,  carlistas,  católicos  llamados  independientes  y  muchos  de 
las  tituladas  clases  neutras  sintieron  por  Maura  extraordinaria  simpatía  per- 
sonal. Es,  decían  los  primeros,  el  enemigo  de  la  mala  prensa  que  corrompe  á 
España.  Es  un  hombre,  decían  los  últimos,  que  no  se  pliega  á  las  exigencias 
de  los  periodistas,  y  al  que  no  le  importa  que  los  periódicos  hablen  mal  de  él. 
Los  liberales  seguian  con  el  pleito  de  su  jefatura.  En  la  asamblea  ( 1 5  Noviem- 
bre) Montero  Ríos  obtuvo  210  votos  y  Moret  194;  como  se  habla  acordado 
que  el  elegido  había  de  tener  las  dos  terceras  partes  de  los  votantes,  nada 
resolvió  esta  votación,  y  monteristas  y  moretistas  reuniéronse  por  separado. 
Con  Montero  Ríos  se  afilió  Canalejas. 


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876  HISTOBIA   DE  ESPAÑA. 

Entre  !os  fallecimientos  de  este  año  hay  que  contar  el  de  León  Xlll 
(20  Julio).  £1 4  Agosto  fué  elegido,  para  sucederle  el  Cardenal  Sarto,  patriar- 
ca de  Venecia,  que  tomó  el  nombre  de  Pió  X. 

En  España,  además  del  ya  citado  de  Sagasta,  ocurrieron:  en  Febrero,  tos 
del  general  Hidalgo,  el  del  conflicto  de  los  artilleros  en  el  reinado  de  Don 
Amadeo  (4);  del  duque  de  Tctuán  (8),  con  que  acabó  el  grupo  político  de  los 
Caballeros  del  Santo  Sepulcro;  Eusebio  Blasco  (26)  y  D.  Laureano  Figue- 
rola  (28);  en  Marzo,  D.  Aureliano  Linares  Rivas  (30);  en  Junio,  el  gran  poeta 
D.  Gaspar  Núñezde  Arce  (10)  y  D.  Antonio  Pira  I  a,  el  historiador  de  la  ¿poca 
contemporánea  (21);  en  Septiembre,  el  músico  D.  Jesús  Monasterio  (29). 

Año  igo4.  —  Encarntzadisima  fué  la  lucha  entablada  por  )a  Prensa  de 
gran  circulación,  los  republicanos  y  los  liberales  contra  el  Gobierno,  y  espe- 
cialmente contra  Maura.  Sus  principales  episodios  fueron  los  siguientes; 

a)  Nombramiento  del  aritobispo  dimisionario  de  Manila,  P.  Nozaleda, 
para  la  Sede  de  Valencia  (31  Diciembre  1903}.  Los  republicanos  de  esta  ciu- 
dad hicieron  cuestión  de  que  no  había  de  posesionarse  de  la  Silla,  y  los  ad- 
versarios de  Maura  en  toda  España  escogieron  este  punto  para  librarle  ta  ba- 
talla. Acusábase  al  P.  Nozaleda  de  conducta  poco  patriótica  en  Filipinas.  Por 
coplas  alusivas  á  ello  se  cerró  gubernativamente  el  teatro  de  la  Zarzuela  en 
Madrid,  y  para  protestar  contra  el  nombramiento  hubo  miiins  en  muchas 
localidades  (10  Enero).  El  arzobispo  de  Toledo,  á  nombre  de  todo  el  Episco- 
pado, protestó  á  su  vez  contra  las  injurias  y  calumnias  que  se  dirigían  al  nom- 
brado (15  Enero).  Salmerón.  Montero  Ríos,  Canalejas,  Vega  de  Armijo  y  Ro- 
manones  hicieron  en  El  Liberal  violentas  inculpaciones  contra  Maura  y  Sán- 
chez de  Toca.  Romanones  presentó  en  el  Congreso  y  defendió  (26  Enero) 
una  proposición  de  censura  en  el  mismo  sentido,  Maura  contestó  elocuente- 
mente, y  dijo  en  este  debate  que  la  verdadera  opinión  pública  era  favorable 
á  Nozaleda,  sólo  combatido  por  el  ■cacicato  de  publicidad  que  en  España 
hace  la  Prensa»; 

b)  Ataques  personales  violentísimos  de  los  periodistas  diputados  (Bu- 
rell.  Moya  y  Ortega  Munilla)  á  Maura  (3  y  4  Febrero). 

{)  Proyectada  por  los  republicanos  una  gran  manifestación  para  el  1 1 
de  Febrero,  el  fiscal  del  Tribunal  Supremo  dirigió  una  circular  á  sus  subor- 
dinados contra  la  propaganda  revolucionaria.  Ocasionó  esto  apasionadísimos 
debates  parlamentarios  sobre  la  licitud  de  gritar  ¡viva  la  repúblical  y  la  doc- 
trina de  los  partidos  legales  é  ilegales,  que  Maura  rechazó  (22  Febrero),  con 
derivaciones  de  motfn,  v.  gr.,  el  de  Madrid  en  la  fecha  últimamente  indicada 
y  otros  debates  para  poner  en  claro  si  los  guardias  de  Orden  público  se  sa- 
lieron ó  no  de  la  órbita  constitucional  al  repartir  unos  cuantos  sablazos,  y 

d)  El  empeño  de  Maura  de  concluir  con  el  escándalo  de  hacer  servir  á  la 
inmunidad  parlamentaria  para  eludir  la  responsabilidad  criminal  de  los  dipu- 
tados. Empegó  la  campaña  por  el  suplicatorio  contra  et  diputado  Bañón,  á 
quien  se  acusaba  de  corte  ilícito  de  maderas  en  montes  de  Estado;  á  pesar 
del  carácter  común  del  delito,  Rodrigo  Soriano  extremó  la  defensa  de  Bañón; 
pero  al  fin  se  concedió  el  suplicatorio  {6  Julio).  Vinieron  luego  los  de  carácter 
político  {Soriano,  Lcrroux,  Blasco  Ibáñez,  Nougués,  etc.),  y  aquí  la  batalla  fué 
terrible:  hubo  que  llegar  á  una  fórmula  de  transacción  (9  Julio)  para  que  de 
los  suplicatorios  entendiese  una  Comisión  permanente,  entendiéndose  conce- 
didos si  en  las  30  sesiones  inmediatas  á  la  entrada  en  el  Congreso  no  tomaba 
éste  acuerdo  en  contrario;  reprodujese  la  cuestión  (10  Octubre)  por  querer 
el  Gobierno  conceder  los  suplicatorios  anteriores  al  acuerdo  de  9  de  Julio; 
hubo  sesiones  tumultuosísimas,  y  en  lapermanentede3l  de  Octubrese  llegó  á 
otra  transacción:  que  los  diputados  fueran  juzgados  por  el  Tribunal  Supremo 


D,g,t7cdb/GOOglC 


DK   ESPAÍiA  87; 


Ó  Consejo  Supremo  de  Guerra  y  Marina,  según  la  clase  de  delitos.  En  su  vir- 
tud se  presentó  (7  Noviembre)  el  «proyecto  de  ley>  para  procesar  á  sena- 
dores y  diputados. 

La  cuestión  social  siguió  desarrollándose  pavorosa,  excitando  los  ánimos 
sucesos  lamentables,  como  la  explosión  de  «grisú*  en  la  mina  -La  Reunión», 
cerca  de  Córdoba,  con  muerte  de  57  obreros  (28  Abril),  y  siendo  muchísimas 
las  huelgas.  En  Sevilla  hubo  un  Congreso  obrero  en  que  se  pidió  la  rebaja  de 
la  mitad  del  alquiler  en  todas  las  casas.  Deade  Agosto  de  1903  se  venia  tra- 
mitando un  proceso  á  causa  de  las  agresiones  á  la  Guardia  civil,  saqueo  é 
incendio  del  Archivo, municipal  y  tentativa  de  poner  fuego  á  varias  casas 
particulares,  cometidos  por  unos  huelguistas  en  Alcalá  del  Valle;  socialistas 
y  republicanos  venían  también  desde  entonces  propalando  que  los  presos 
habían  sido  atormentados  en  la  cárcel  por  los  guardias  civiles  á  ñn  de  que 
declarasen  acusándose,  habiendo  transcendido  al  extranjero  estas  inculpa- 
ciones. Maura  hizo  poner  en  libertad  á  los  presos,  como  medio  de  que  se 
desvanecieran  estas  patrañas;  pero  no  se  consiguió  el  resultado,  toda  vez  que 
£i  Gráfico,  periódico  dirigido  por  D.  julio  Burell,  tomó  pie  del  asunto  para 
una  campaña  de  escándalo  con  artículos  é  informaciones  rotulados  en  versa- 
les rojas:  'La  inquisición  en  Alcalá  del  Valle*  y  otros  títulos  no  menos  alar- 
mantes. Incoáronse  dos  informaciones:  una  militar  y  otra  judicial,  encomen- 
dada esta  última  al  magistrado  de  Sevilla  D.  Felipe  Pozzi.  No  sólo  no  se  pro- 
baron los  supuestos  tormentos,  sino  que  se  comprobó  la  falsedad  de  la  incul- 
pación, y  ei  Ayuntamiento  de  Alcalá  del  Valle  puso  el  nombre  de  «Teniente 
Martín»  y  una  lápida  en  honor  de  este  oñcíal  de  la  Guaidia  civil,  principal 
acusado.  El  19  de  Agosto  se  publicó  Ja  «ley  del  Descanso  Dominical»  que 
empezó  á  regir  el  1 1  de  Septiembre. 

Motines  de  carácter  antirreligiosos  hubo  varios:  las  i>rocesiones  de  Se- 
mana Santa  fueron  atropelladas  en  Sestao  y  en  Málaga  (i."  Abril).  En  Orihuela 
mitin  con  escarnio  de  la  religión  (6  Mayo);  función  de  desagravios  en  la  cate- 
dral (8);  procesiones  y  tumulto  contra  ellas.  Ea  Bilbao  atropello  de  una  nu- 
merosa peregrinación  á  Begoña  ig  (octubre).  En  Valencia,  otro  atropello  de 
una  procesión  á  la  Purísima  (11  Diciembre).  Blasco  Ibáñez  (ij  Diciembre) 
dijo  en  el  Congreso  que  había  sido  un  ensayo  para  preparar  el  recibimiento 
de  Nopaleda.  Hizo  el  Rey  un  viaje  á  Barcelona,  saliendo  de  Madrid  el  5  de 
Abril,  y  el  12  un  joven  llamado  Joaquín  Miguel  Artal  arremetió  con  el  señor 
Maura,  dándole  una  puñalada  al  grito  de  '|viva  la  anarquía!».  Como  todas  las 
clases  conservadoras  de  la  ciudad  protestasen  enérgicamente  contra  el  aten- 
tado, Lerroux  publicó  un  artículo  en  La  Publicidad  titulado  «Los  cocodri- 
los*, en  que  así  se  apodaba  á  los  que  deploraban  el  suceso.  Estuvo  luego  el 
Key  en  las  Baleares  y  en  Andalucía. 

El  8  de  Abril  ajustaron  Inglaterra  y  Francia  un  convenio  por  el  que  la 
primera  reconoció  á  la  segunda  libertad  de  acción  en  Marruecos,  pero  impo- 
niéndole que  se  concertase  con  España  para  respetar  los  derechos  que  nos 
dan  la  tradición  y  nuestras  posesiones  en  África.  Consecuencia  de  este  con- 
venio fué  el  franco -español  de  7  de  Octubre,  firmado  en  París  por  Mr.  Del- 
cassé,  ministro  de  Negocios  Extranjeros,  y  nuestro  Embajador  León  y  Cas- 
tillo. 

Rechazado  por  la  Santa  Sede  el  proyecto  de  Concordato  de  Teverga, 
Abarzuza,  durante  el  Ministerio  de  Silvela,  ideó  dividir  las  dos  cuestiones 
fundamentales  que  se  debatían  —  Presupuesto  eclesiástico  y  órdenes  reli- 
giosas, —  regulando  las  segundas  por  un  Real  decreto  concordado.  No  hubo 
diñcultad  en  convenir  las  Bases;  pero  Abarzuza  ó,  mejor  dicho,  el  Gobierno 
de  Sílveta,  por  una  inconcebible  informalidad,  introdujo  en  la  redacción  del 


,i.Cooglc 


S78  HISTORIA   DE   ESPAÑA 

decreto  modificaciones  no  convenidas,  lo  que  provocó,  como  es  lógico,  pro- 
testa y  reclamaciones  de  la  Santa  Sede.  'Cuando  se  han  convenido  unas 
iBases,  escribió  el  Nuncio  á  Abarzuza  (18  Junio  1903),  no  cabe  modificarlas 
>sin  nuevo  acuerdo  entre  ambas  partes>.  Tampoco  era  procedente  la  forma 
de  decreto  que  se  pretendía  dar  á  la  concordia,  ya  que  un  decreto  puede  ser 
derogado  por  otro:  para  obviarlo  todo,  el  19  de  Junio  firmaron  en  Madrid  el 
nuncio  Rinaldini  y  Rodríguez  San  Pedro  otro  convenio  que  fué  presentado 
al  Congreso  por  proyecto  de  ley  de  22  del  mismo  mes.  Empeñados  debates 
se  sostuvieron  en  las  Cortes  sobre  el  tratado  con  Francia  y  en  el  Senado 
sobre  el  Concordato,  contra  el  que  hicieron  los  liberales  verdadera  obstruc- 
ción, DO  pudiendo  ser  aprobado  hasta  el  29  de  Noviembre,  no  faltándole  ya 
sino  la  aprobación  del  Congreso.  Pero  ni  estas  cuestiones,  ni  la  ruptura  del 
Gobierno  con  Villaverde,  ni  los  discursos  de  Dato  en  Bilbao  y  en  las  Cortes 
marcando  su  tendencia  intervencionista  en  las  relaciones  entre  el  capital  y 
el  trabajo,  ni  la  creciente  hostilidad  de  liberales,  republicanos  y  más  leídos 
periódicos,  ni  los  atentados  terroristas  que  se  repetían  en  Barcelona,  acabaron 
con  el  Gabinete  Maura.  Vínole  la  calda  por  las  reformas  militares  de  Lina- 
res, ó,  mejor  dicho,  por  una  derivación  de  ellas. 

Figuraba  entre  dichas  reformas  la  creación  del  Estado  Mayor  Central, 
institución  de  origen  prusiano  y  uno  de  cuyos  principales  fines  es  apar- 
tar la  dirección  del  ejército  de  las  vicisitudes  y  cambios  políticos,  encomen- 
dándola directamente  al  Rey,  que  la  ejerce  por  medio  de  un  jefe  indepen- 
diente del  ministro  de  la  Guerra.  Con  arreglo  á  nuestra  Constitución,  no  po- 
día ser  este  jefe  tan  independiente  del  ministro  como  lo  es  en  .'VIemania;  pero 
se  procuraba  darle  carácter  permanento  y  constituirlo  en  provechosa  y  eficaz 
limitación  de  la  arbitrariedad  ministerial.  Los  generales  émulos  ó  no  afectos 
á  Linares  dijeron  muchas  veces  al  Rey  mientras  se  discutían  las  reformas 
que  era  de  temer  el  propósito  del  ministro  de  la  Guerra  de  ser  nombrado 
jefe  de  Estado  Mayor  ó  hacer  nombrar  á  un  Intimo  amigo  6  hechura  suya, 
V.  gr.,  á  Loño,  general,  á  quien  por  las  vicisitudes  de  su  carrera  se  atribuían 
antecedentes  revolucionarios,  muy  inteligente,  subsecretario  de  Linares  y 
ascendido  por  éste  á  teniente  general,  con  lo  que  había  de  quedar  perma- 
nentemente el  autor  de  las  Reformas  al  frente  del  ejército  ó  con  una  inflaen- 
cia  estable  y  decisiva  en  su  dirección.  Hubo  verdadera  corriente  de  opinión 
militar  en  este  sentido,  muchas  idas  y  venidas  á  Palacio  que  pasaron  inad- 
vertidas del  público  y  de  que  no  se  percataron  Maura  ni  los  demás  ministros, 
determinando  la  resolución  de  conferir  la  jefatura  del  Estado  Mayor  á  un 
general,  de  quien  no  cupiese  sospechar  relación  de  amistad  Intima  con  Linares 
y  fuera  afecto  especialmente  sólo  al  Rey;  se  concretó  este  acuerdo  en  el  gene- 
ral Polavieja,  á  la  sazón  jefe  del  cuarto  militar  y  apartado  de  la  política. 
Como  nada  de  esto  se  sabia,  sorprendió  que  al  presentar  Linares  á  Don  Al- 
fonso XIII  el  decreto  nombrando  á  Loño  jefe  de  Estado  Mayor  (14  Diciem- 
bre) S.  M,  se  negase  á  firmarlo,  indicando  la  conveniencia  de  conferir  el 
cargo  á  Polavieja;  se  retiró  Linares,  dio  cuenta  á  Maura  y  éste  hizo  causa 
común  con  el  ministro  de  la  Guerra,  presentando  la  dimisión  total.  Confirió 
el  Rey  la  presidencia  del  Consejo  al  general  Azcárrsga,  que  formó  Gabinete 
con  el  marqués  de  Aguilar  de  Campóo  (Estado),  Ugarte  (Gracia  y  Justicia), 
Vadillo  (Gobernación),  Castellano  (Hacienda),  Villar  y  Villate  (Guerra),  La 
Cierva  (Instrucción  Pública),  D.  José  de  Cárdenas  (Agricultura);  el  Presidente 
quedó  encargado  interinamente  de  la  cartera  de  Marina. 

Fallecimientos  más  notables  de  este  año:  Enero,  el  periodista  D.  Augusto 
Suárez  de  Figueroa  (i),  D.  Salvador  Viada  (5),  D.  Juan  Manuel  Orti  l^ra  (7). 
D.  Urbano  González  Serrano  (i;)  y  el  director  <lc  E!  Corrfj  V.  Jo5<;  Ferrc 


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HISTORIA    DE   ESPAÑA  879 

ras  {21);  en  Febrero,  el  doctor  Calvo  Martfn(8);  en  Mayo,  la  duquesa  de  Alba 
doña  María  del  Rosario  Falcó,  tan  ootable  por  su  rango  y  hermosura  como 
por  sus  publicaciones  históricas  (27);  en  Abril,  la  reina  Doña  Isabel  II  (7);  en 
Mayo,  el  obispo  de  Salamanca  F.  Tomás  Cámara  (18);  en  Junio,  D.  Vicente 
Alm  i  ral  I,  jefe  de  los  catalanistas  federales  (19);  en  Agosto,  el  pintor  Villo- 
das  (5);  en  Septiembre,  el  actor  Valles  (2);  en  Octubre,  D.  Teodoro  Guerre- 
ro (5);  en  Noviembre,  el  actor  D.  Pedro  Delgado  (2)  y  la  princesa  de  Astu- 
rias Doña  María  de  las  Mercedes  (i  7)1  en  Diciembre,  los  actores  Mata  (14)  y  Pe- 
rrfn  (22}. 

Año  igoS-  —  Cuatro  ministerios  tuvimos  este  año.  £1  primero,  de  que 
ya  queda  hecha  mención,  sólo  pudo  vivir  hasta  el  27  de  Enero.  Azcárraga 
quería  presentarse  desde  luego  á  las  Cortes,  y  á  ello  se  opuso  Cobián,  nom- 
brado ministro  de  Marina  (6  Enero).  Redújose  la  función  ministerial  á  confe- 
rir á  Polavieja  la  jefatura  del  Estado  Mayor  Central  {23  Diciembre  1904)  y 
conceder  á  Romero  Robledo  una  subvención  de  282  mil  y  pico  de  pesetas 
para  mejorar  los  riegos  de  sus  ñncas  el  Romeral  y  el  Río.  Ajustábase  la  con- 
cesión á  la  ley  de  27  de  Julio  de  1883,  y  el  expediente  se  había  seguido  por 
todos  sus  trámites;  pero  produjo  el  escándalo  consiguiente,  sobre  todo  por 
venir  á  los  pocos  días  de  haber  roto  Romero  con  el  Gobierno,  á  consecuen- 
cia de  no  haber  depuesto  ¿ste  al  gobernador  de  Seviila,  protegido  de  Sán- 
chez Guerra;  parecía,  ó  asi  lo  presentaron  los  periódicos  oposicionistas,  que 
aquellas  pesetas  eran  el  precio  de  la  reconciliación. 

El  segundo  Gabinete,  presidido  por  Villaverde,  en  que  entraron  Villau- 
rrutia  (Estado),  González  Besada  (Gobernación),  Garda  Alix  (Hacienda),  Mar- 
titegui  (Guerra),  Vadillo  (Obras  Públicas),  y  quedaron  Ugarte,  La  Cierva  y 
Cobián,  duró  del  27  de  Enero  al  23  de  Junio.  No  podía  subsistir  sino  con  las 
Cortes  cerradas,  porque  !a  mayoría  conservadora  érale  hostil,  y  así,  luvo  que 
negarse  al  mensaje  de  los  liberales  (25  Abril)  y  d  la  protesta  de  los  republi- 
canos (28  ídem),  uno  y  otra  encaminados  á  que  se  reanudaran  las  sesiones;  y 
y  en  cuanto  lo  hizo  (14  Junio)  fué  derrotado  en  el  Senado  (17  ídem)  y  en  el 
Congreso  el  20,  dimitiendo  el  21. 

En  este  breve  período  sucedieron: 

a)  El  homenaje  á  Echegaray  (18  y  19  Marzo)  por  haberle  sido  concedi- 
do la  mitad  del  premio  Nobel  (la  otra  mitad  fué  para  el  provenzal  M'stral). 

6)  La  huelga  general  de  estudiantes,  empezada  el  26  de  Marzo,  funda- 
da en  las  pretensiones  de  absoluta  libertad  para  los  alumnos  libres,  de  faltar 
á  clase  los  oficiales,  etc.  El  Gobierno,  para  evitarse  alborotos  callejeros,  so- 
bre todo  en  vísperas  de  un  viaje  del  Rey,  se  plegó  desde  luego  á  concederlo 
todo;  pero  La  Cierva  quiso  que  por  lo  menos  depusieran  los  escolares  su  ac- 
titud rebelde  antes  de  complacerlos,  y  ni  aun  esto  pudo  conseguir  dimitió  y 
fué  reemplazado  por  el  Dr.  Cortezo,  quedando  el  dimitente  con  reputación 
de  hombre  de  carácter  entero,  y  por  los  suelos  el  principio  de  auto- 
ridad. 

c)  El  hundimientodel  tercer  depósito  del  Canal  del  Lozoya,  con  muer- 
te de  40  obreros  y  muchos  heridos  (8  Abril),  que  sirvió  de  pretexto  para  ma- 
nifestaciones socialistas  y  revolucionarias  (motín  del  9,  manifestación  del  23, 
etcétera),  tratando  de  envenenar  las  cosas  hasta  el  extremo  de  calificar  de 
suscripción  del  miedo  á  la  Nacional  decretada  por  el  Gobierno,  de  farsa  el 
procesamiento  de  los  ingenieros,  etc. 

d)  Viaje  de!  Rey  á  París,  emprendido  el  27  de  Mayo,  y  en  que  ocurrió 
(1.°  Junio)  á  la  salida  de  la  Ópera  (doce  y  media  de  la  noche)  el  estallido  de 
una  bomba  cargada  de  metralla,  de  que  se  salvaron  milagrosamente  el  Rey  y 
el  presidente  Loubet,  habiendo  indicios  de  la  participación  en  este  atentado 

i,Cooglc 


8SO  HISTORIA    DE   ESPAÑA 

de  Francisco  Ferrer  Guardia  6  por  lo  menos,  de  los  anarquistas  que  forma- 
ban el  grupo  de  éste  en  Barcelona  (l). 

El  tercer  Ministerio  del  año  fué  liberal,  pTesidido  por  D.  Eugenio  Mon- 
tero Kios,  y  compuesto  por  Garda  Prieto  (Gobernación),  Sánchez  Román 
(Estado),  González  de  la  Peña  (Gracia  y  Justicia),  Weyler  (Guerra),  Vitlanue- 
va  (Marina),  Ur/áiz  (Hacienda),  Romanones  (Agricultura)  y  Mellado  (Instruc- 
ción Pública).  Duró  de  23  de  Junio  á  1,"  de  Diciembre.  Por  la  concesión  de 
un  crédito  extraordinario  (12  millones)  para  remediar  la  crisis  agraria  de  An- 
dalucía dimitió  Urzáiz,  reemplazándole  Echegaray  (13  Julio);  y  el  29  de  Oc- 
tubre hubo  crisis  total,  reorganizándose  el  Gabinete  con  Gullón  (Estado),  Ló- 
pez Puigcerver  (Gracia  y  Justicia),  Eguilior  (Hacienda),  saliendo  Villanueva, 
de  cuya  cartera  se  encargó  Weyler,  y  permaneciendo  los  otros  ministros.  Fué 
el  Gabinete  Montero  Rfos  genuina  representación  de  las  ideas  y  tendencias 
medias  del  partido  liberal,  aspirando  D.  Eugenio  al  perfecto  equilibrio  de  to- 
das sus  fracciones;  el  27  de  Octubre  del  año  anterior  babia  pactado  con  Mo- 
ret  un  convenio  eo  virtud  del  cual  debía  reconocerse  por  todos  como  jete 
del  partido  al  que  la  Corona  diera  la  presidencia  del  Consejo,  acuerdo  que 
acató  Moret  este  año  (carta  á  D.  Alberto  Aguilera,  27  Junio).  Con  arreglo  á 
este  criterio  dirigió  García  Prieto  las  elecciones  generales  (10  y  24  de  Sep- 
tiembre), repartiendo  equitativamente  las  229  actas  del  Congreso  adjudica- 
das á  los  ministeriales,  entre  los  diversos  grupos  del  partido,  y  asi  sucedió 
que  mientras  se  siguió  la  política  de  armonía  entre  todos,  dirigida  por  Mon- 
tero, marcharon  ordenadamente  las  Cortes;  pero  en  cuanto  se  quiso  luego  ha- 
cer predominar  un  grupo  sobre  los  otros,  ya  no  fué  posible  la  convivencia. 
Durante  este  Gobierno  los  conservadores  se  reorganizaron  bajo  la  jefatura 
de  Maura,  quedando  los  villa verdistas  separados;  murió  Villaverde  (i  5  Julio), 
y  sus  parciales,  reunidos  en  casa  de  García  Alix,  acordaron  perseverar  for- 
mando grupo,  á  que  se  adhirió  Gasset,  y  publicaron  un  maníñesto  (23  Julio). 
Andaban  los  republicanos  muy  descontentos  porque  la  Unión  no  les  produ- 
cía el  fruto  esperado;  nadie  se  sublevaba,  y  se  desataron  en  murmuraciones 
contra  Salmerón.  Nakens  dirigió  á  éste  una  carta  (16  Junio)  preguntándole: 
^Adóntie  vamos?  Convocó  D.  Nicolás  otra  Asamblea  (15  Julio)  que  le  ratificólos 
Poderes;  pero  la  Unión  Republicana  estaba  herida  de  muerte.  Nakens 
sostuvo  en  otra  carta  (21  Julio)  que  él  se  marchaba  de  la  Unión;  pero 
que  el  espíritu  de  la  primera  asamblea  se  lo  llevaba  él.  Hablase  recrudecido 
en  Barcelona  el  catalanismo,  en  parte  principal  porque  todas  las  personas  de 
ideas  católicas  y  conservadoras  buscaron  en  éi  un  amparo  contra  la  demago- 
gia, acaudillada  por  Lerroux,  y  que  como  contrarresto  del  regionalismo  ve- 
nían apoyando  el  Gobierno,  y  hasta  muchos  castellanos,  avecindados  en  Bar- 
celona que  decían:  <Hay  que  sostener  á  Lerroux,  porque  es  el  que  tiene  á 

(1)  franii»^fi  Fcrr.T  nari.'i  en  .Alclla.  ili'  la  |>r<!vmcia  (Ir  llaicí^loiia  {10  Enero  l«!<i).  A  los 
CBlorcí"  años  se  rolord  i-n  una  casa  <!»■  (■nmcrrio,  y  pn  lK;N  en  Ferrocarriles.  En  lílíU  se  afilió 
á  la  logia  La  Verdad.  Fjnij.Ti'i  á  Paris  en  18K5.  donili"  vivió  ron  su  mujrr,  Teresa  Sanmaní.  y  fiip 
maestro  rfi-  rastpilano  i-n  i-l  ("írniUi  ile  l->.señan7a  laira.  En  ií<<io  si-  afilió  á  las  logia.s  Trancrüas. 
Sr  si-pan^  ele  su  mujpr.  la  cual  le  ilisiniró  un  tiró  (iKcmV  En  iKixi  se  unió  marital  mentí-  ron  su 
lUsripula  I.eono1dina  H...  y  oH^  disrítnila.  Emi-!<tina Mciinier.  suUenma  rira. le  provevó  de  fdn- 
Av&  |wra  funilar  la  Escuela  Moilerna  de  Itirceluna  (liioi).  encardada,  «-(¡ún  caita  de  Fem'r  (itt 
Seplicniiirc  i(Xlol  -de  deslemir  de  1<B  Cerebro*  la  relimón,  falscí  conce|il<i  de  la  ])rO|iiedai!; 
patria,  ramilla,  ele.  y  eti  iilra  deria:  'Para  no  asiisrardla  gente  ynndar  aKlnhiemo  [)reli-slfi 
de  cerrar  mi  eslalileciniiento.  lo  titulo  íitcufi>i  modmia  y  no  íitínria  de  aiiar^aiiiio. . .  Mi 
'Olijrtn  es  formar  anarqui^^ta*!  convcnci<lot!.>  Sejiún  deelararun  los  dependientos  ile  la  Empr<'sj 
de  trans))ones  i|ue  condiiío  &  l>iirís  la  caja  con  las  iiomhas  (|uc  sirvieron  para  el  au>ntado.  les 
filé  cntreijaila  la  eaia  {Hir  Mateo  Mnri'ul  v  Vallina,  iimi-esado  \toT  amiel  Crimen,  v  fué  visto  i><>er^< 
diafl  antes  en  Rareelona.  aer.mr.añatlo  ilí-  S<.ta  y  Martíner;  M<)rral.  SnlS  y  ^fartfnrz  i>ertenecian 
á  la  Esciiriii  moderna.  '     . 


,,  Google 


HISTORIA  DE  ESPAÑA  88l 

>rayaá  los  catalanistas*.  De  esta  reciproca  tensióa  de  ánimos  brotó  el  la- 
mentable incidente  que  puso  término  al  Gobierno  de  Montero  Ríos. 

El  periódico  catalanista  Cut-  Chí  publicó  unas  caricaturas  injuriosas  para 
el  ejército;  un  grupo  de  oficiales  asaltó  la  redacción  {25  Noviembre},  y  tam- 
bién la  de  ¿d  Veu,  destrozando  muebles,  y  aun  obligando  á  los  que  se  halla- 
ban en  ellas  á  gritar  <|Viva  Españal».  Se  hizo  general  la  protesta  contra  los 
excesos  catalanistas  entre  los  militares,  haciendo  imposible  el  castigo  de  he- 
chos contrarios  indudablemente  á  la  disciplina  militar  y  al  orden  público, 
pero  simpiticos  á  cuantos  sienten  el  patriotismo  espafiol:  llegó  á  temerse  que 
el  Congreso  fuese  allanado  por  los  oficiales  de  la  guarnición  de  Madrid,  Don 
Eugenio  00  quiso  transigir  con  las  circunstancias  y  dimitió. 

Asf  viao  el  cuarto  Ministerio:  Moret,  Presidencia;  Romanones,  Goberna- 
ción; duque  de  Almodóvar  del  Río,  Estado;  García  Prieto,  Gracia  y  Justicia; 
Luque,  Guerra;  Concas,  Marina;  D.  Amos  Salvador,  Hacienda;  Gasset,  que 
había  dejado  de  ser  villaverdista,  Fomento,  y  Santamaría  de  Paredes,  Ins- 
trucción Pública.  £1  31  de  Diciembre  quedó  aprobado  el  presupuesto. 

Deben  citarse  además,  en  este  año:  la  visita  á  Madrid  de  M.  Loubet,  pre- 
BÍdeate  de  la  República  francesa  (23  Octubre);  la  renuncia  de  Nozaleda  al  Ar- 
zobispado de  Valencia  (9  Agosto);  la  bomba  que  estalló  en  la  Rambla  de  las 
Flores,  de  Barcelona,  con  muerte  de  dos  personas  y  heridas  á  más  de  treinta 
(3  Septiembre);  el  viaje  del  Rey  á  Alemania  y  Austria  (del  2  al  22  de  Noviem- 
bre); principio  de  la  campaña  contra  el  impuesto  de  Consumos,  y  nombra- 
miento de  una  Comisión  para  el  estudio  de  la  mejor  manera  de  substituirlo 
(decreto  14  Diciembre);  la  denuncia  de  Rodrigo  Soriano  contra  los  tenedores 
de  Deuda  Exterior  (i5  Diciembre),  y  los  fallecimientos  siguientes:  en  Enero, 
músico  Maqueda,  cuyo  Staéat  Mater,  consideran  algunos  superior  al  de  Ros- 
sini  f  18),  y  el  del  conde  de  San  Bernardo  (28);  en  Marzo,  el  pintor  Marcelino 
de  Unceta;  en  Abril,  Balart  fu),  Valera  (18),  Valero  de  Tornos  (21)  y  Lusto- 
nó  (27);  en  Mayo,  D.  Francisco  Silvela  (29);  en  Julio,  el  ya  citado  de  D.  Rai- 
mundo Fernández  Villa  verde  f  1 5);  en  Septiembre,  Navarro  Ledesma  (20). 

í4ft?  igot. — La  dimisión  de  la  presidencia  del  Congreso  por  Vega  de  Ar- 
mijo,  llevó  á  ese  cargo  á  Canalejas  (19  Enero).  Cumpliendo  el  compromiso, 
contraído  hubo  que  preparar  un  proyecto  de  ley  represiva  de  los  delitos  con- 
tra la  patria  y  el  ejército,  que  es  la  que  se  ha  llamado  de  Jurisdicciones;  García 
Prieto,  Salvador  y  Concas  eran  partidarios  de  someter  estos  delitos  á  la  ju- 
risdicción ordinaria;  Luque,  Romanones  y  Gasset  á  la  miUtar,  y  se  convino 
(Consejo,  15  Enero)  en  presentar  el  proyecto  conforme  á  la  opinión  de  Gar- 
cía Prieto,  pero  dejando  en  libertad  á  la  mayoría  para  votar  como  quisiese. 
Asi  se  leyó  en  el  Senado  (15  Enero);  la  Comisión  abrió  información  pública 
que  duró  hasta  el  22,  y  el  27  redactó  un  dictamen  conciliatorio,  atribuyendo 
á  los  jueces  ordinarios  los  delitos  contra  la  patria,  y  á  los  de  Guerra  y  Mari- 
na los  cometidos  contra  las  instituciones  armadas.  El  debate  comenzado  en 
el  Senado  (7  Febrero)  y  en  el  Congreso  (14  Marzo)  no  fué  ley  hasta  el  23  de 
este  mes,  produciendo  multitud  de  incidentes  ruidosos,  la  retirada  del  Con- 
greso de  catalanistas  y  republicanos  y,  por  último,  una  crisis  total,  que  se  con- 
juró por  oponerse  el  Rey  resuettameote  á  admitir  las  dimisiones.  Secuela  de 
esta  cuestión  fué  la  Solidaridad  catalana  iniciada  en  e!  mitin  de  Gerona  con- 
tra el  proyecto  (11  Febrero),  y  en  que  entraron  carlistas,  republicanos,  con- 
servadores, liberales  y  catalanistas;  pero  bien  pronto  derivó  esta  corriente 
contra  el  lerrouxismo.  Prat  de  la  Riva  y  Cambó  surgieron  como  campeones 
de  la  Solidaridad. 

El  12  de  Enero  se  casó  la  infanta  Doña  María  Teresa  con  su  primo  her- 
mano D.  Fernando  de  Baviera,  hijo  de  la  infanta  Doña  Paz;  y  el  8  de  Febrero 
Uceda,  Historia  de  EspaRa  56 


882  HISTORIA   DE  ESPAÑA 

anunció  el  Rey  en  Consejo  de  Ministros  su  propósito  de  casarse  con  la  prin- 
cesa Victoria  Eugenia  de  Battemberg  (i),  nieta,  por  su  madre  Beatriz,  de  la 
reina  Victoria  de  Inglaterra;  ya  el  25  de  Enero  habla  hecho  Don  Alfonso  una 
visita  de  novio  á  su  prometida  en  la  villa  Mouriscot,  de  Biarritz.  El  Siglo  Ftt- 
íuro  publicó  una  serie  de  artículos  para  probar  que  los  Battemberg  no  tenian 
rango  suficiente  para  dar  i  España  una  reina.  Ño  hicieron  efecto  en  la  opi- 
nión: el  único  reparo  que  ponían  los  católicos  fervorosos  no  radicaba  en  la 
alcurnia  de  la  Princesa,  sino  en  su  religión;  pero  instruida  por  el  obispo  de 
Nottinghan,  abjuró  del  protestantismo  y  recibió  el  bautismo  católico  en  la 
capilla  del  Palacio  de  Miramar  (y  Marzo).  En  una  entrevista  que  tuvieron  en 
San  Sebastián  {10  Marzo)  Don  Alfonso  XIII,  Eduardo  VII  de  Inglaterra  y  la 
reina  Cristina  quedó  convenida  la  boda.  Se  verificó  en  San  Jerónimo  el  Real 
(31  Mayo),  y  al  volver  la  brillante  comitiva  á  Palacio  tuvo  tugar  el  horrible 
atentado  de  la  calle  Mayor,  desde  cuya  casa  número  88  Mateo  Morral  tiró  la 
bomba  que  hizo  33  muertos  y  unos  too  heridos.  Era  Morral  de  la  Escuela 
Moderna  de  Barcelona,  y  vino  á  Madrid  recomendado  á  Nakens  por  Ferrer. 
Puesto  en  salvo,  pareció  sospechoso  en  el  ventorro  Los  yaraices,  junto  á  To- 
rrejÓD  de  Ardoz,  y  fué  detenido  por  el  guarda  jurado  Fructuoso  Vega,  al  que 
mató,  suicidándose  inmediatamente. 

Concluidas  las  fiestas,  planteó  Moreten  Consejo  de  Ministos  su  proyec- 
to de  disolver  las  Cortes,  con  el  pretexto  de  reformar  la  Constitución  en 
sentido:  libre  cultista,  en  realidad  para  traer  una  mayoría  verdaderamente 
suya,  pues  la  existente  dividíase  por  grupos  entre  los  prohombres  del  parti- 
do: por  lo  mismo,  estos  prohombres  00  podían  consentir  que  Moret  consi- 
guiera la  homc^eneidad  á  costa  de  ellos,  transformando  el  conglomerado  de 
caciques  y  grupos  que  constituía  el  partido  liberal  en  un  partido  moretista. 
Canalejas,  siempre  rival  de  D.  Segismundo,  dio  la  fórmula  para  la  resistencia: 
no  habia  para  qué,  dijo,  reformar  la  Constitución,  pues  et  artículo  1 1,  liberal- 
mente  interpretado,  bastaba  para  establecer  y  afirmar  la  supremacfa  del  Po- 
der civil  y  secularizar  el  Estado  en  la  medida  que  aconsejaban  nuestras  cir- 
cunstancias. Lo  urgente  era  dar  la  ley  de  Asociaciones,  I  antas  veces  prometi- 
da, para  impedir  el  desarrollo  excesivo  de  las  Órdenes  religiosas  y  someter- 
las á  la  jurisdicción  del  Estado:  nada,  pues,  de  disolver  las  Cortes,  sino  pre- 
sentar á  éstas  el  proyecto  de  ley  de  Asociaciones,  y  unir  á  la  mayoría  en  la  de- 
fensa de  esta  obra  anticlerical.  A  la  oposición  de  los  prohombres  liberales 
unióse  la  de  Maura,  quien  no  quería  la  disolución  de  las  Cortes,  por  lo  mismo 
de  ser  imposible  con  las  existentes  la  reforma  constitucional,  y  llegó  á  decla- 
rar que  si  Moret  obtenía  un  decreto  tan  perturbador,  él  renunciaría  á  la  jefa- 
tura de  su  partido.  Conviene  añadir  que  si  ha  habido  en  Espaíla  un  hombre 
político  incapaz  de  tener  y  manejar  una  mayoría  exclusivamente  suya,  fué 
Moret:  lo  que  había  en  el  fondo  era  una  grupo  de  políticos  ansiosos  de  trans- 
formar el  partido  liberal  en  su  provecho,  y  que  utilizaban  á  Moret  para  ese 
intento,  haciéndole  creer  que  iba  á  tener  una  mayoría  personalmente  suya, 
cuando  aspiraban  á  fabricársela  ellos. 

El  7  de  Junio  expuso  D.  Segismundo  á  los  ministros  su  plan  de  disolver 
las  Cortes.  García  Prieto  y  Santamaría  de  Paredes  se  opusieron.  Dada  cuen- 
ta al  Rey,  y  ratifícada  la  conñanza,  hizo  la  crisis  (g  Junio),  entrando  Cellerue- 
lo,  antiguo  posibilista,  en  Gracia  y  Justicia,  y  el  catedrático  y  académico  de 
Medicina  D.  Alejandro  San  Martín,  en  Instrucción  Pública.  Habiendo  falleci- 
do el  duque  de  Almodóvar  del  Río,  se  dio  la  cartera  de  Estado  á  D.  Juan 


(t)    N'aciú  pn  Balmoral  ('4  Octubre  lílft?). 


,,  Google 


S.  M.  Ib  reina  DoBa  Victoria  Enstala. 

FOT.  FRAN/EN 
D,g,t7cdb/COOgIC 


884  HISTORIA  DE  ESPAÑA 

P¿rez  Caballero  (30  Junio),  y  fué  nombrado  Cobián  (i)  gobernador  de  Barce- 
lona con  atribuciones  extraordinarias,  á  modo  de  un  virrey  ó  delegado  regio. 
Decfa  D.  Segismundo  por  aquellos  dias  que  contaba  con  el  decreto  de  diso- 
lución. Gasset  llegó  á  decir  que  las  elecciones  generales  se  verilearían  á  pri- 
meros de  Septiembre.  Maura,  en  cambio,  que  calificaba  de  contagio  de  locu- 
ra creer  que  iban  á  disolverse  las  Cortes,  y  que  celebró  una  entrevista 
con  el  Rey,  negaba  en  redondo  el  hecho  afirmado  por  los  ministros.  El  4  de 
Julio  propuso  Moret  la  disolución  al  Rey,  el  cual  sometió  la  proposición  á 
consulta,  opinando  en  contra  Canalejas,  Vega  deArmijoy  López  Domín- 
guez (2)  y,  en  su  virtud  Don  Alfonso  confirió  al  último  el  encalco  de  formar 
nuevo  Gabinete,  que  fué  constituido  bajo  la  presidencia  del  General,  por  Gu- 
llón.  Estado;  Romanones,  Gracia  y  Justicia;  D.  Bernabé  Dávila,  Gobernación; 
Navarro  Reverter,  Hacienda;  García  Prieto,  Fomento;  D.  Amallo  Jimeno, 
Instrucción  Pública,  y  Alvarado,  Kfarína.  El  Presidente  se  reservó  la  cartera 
de  Guerra,  dándola  luego  al  general  Luque. 

Combatido  Moret  por  la  prensa  liberal  y  radical,  publicó  el  programa 
que  decfa  haber  presentado  al  Rey  al  pedirle  la  disolución  de  Cortes,  y  que 
comprendía  libertad  de  cultos,  con  matrimonio  civil  y  secularización  de  ce- 
menterios, reforma  del  Senado,  municipal,  electoral,  etc.,  habiendo  sido  nega- 
da la  exactitud  de  esta  referencia,  y  afirmádose  que  lisa  y  llanamente,  sin  pre- 
sentar ningún  programa,  pidió  el  decreto  de  disolución.  Salmerón  se  manifestó 
conforme  con  Moret  en  cuanto  ásus  propósitos  secularizadores  del  Estado  que 
aunque  en  parte  mínima,  eran,  los  de  los  republicanos.  El  Gobierno  se  pro- 
puso eclipsar  á  Moret  en  anticlerícalismo:  Gimcno  empezó  á  limitar  la  liber- 
tad de  enseñanza,  como  medio  de  coartar  en  esta  función  á  las  Órdenes  re- 
ligiosas (Real  orden  15  Agosto).  Romanones  dictó  otra  sobre  matrimonio 
civil  (27  Agosto).  El  Código  civil  prescribe  (artículo  42)  que  «todos  los  cató- 
ilicos  deben  contraer  matrimonio  canónico*,  á  pesar  de  lo  cual  algunos 
jueces  municipales  admitían  la  solicitud  de  católicos  para  contraer  matrimo- 
nio civil,  y  hasta  se  daba  el  caso  de  hacerlos  figurar  como  tales  católicos  en 
los  edictos  puestos  en  la  puerta  de  los  Jugados.  Para  remediar  esto,  el 
marqués  de  Vadillo  publicó  (28  Diciembre  igoo)  una  Real  orden  dispo- 
niendo que  los  bautizados  como  católicos  tendrían  que  manifestar  al  juez  que 
habían  abjurado  de  su  religión  para  poder  casarse  civilmente;  la  Real  orden 
de  Romanones  era  derogatoria  de  la  de  Vadillo,  reconociendo,  por  tanto,  que 
los  católicos,  sin  dejar  de  serlo,  podían  contraer  matrimonio  civil.  Contra  la 
Real  orden  de  1 5  de  Agosto  se  suscitó  unánime  y  enérgica  protesta  de  todo 
el  Episcopado,  distinguiéndose  por  su  vigor  de  concepto  y  de  palabra  el 
obispo  de  Túy,  al  que  intentó  el  Gobierno  procesar  por  el  Tribunal  Supre- 
mo, si  bien  retiró  la  Real  orden  dirigida  al  Fiscal  cuando  declaró  el 
Prelado  que  no  había  sido  su  intención  ofender  al  Ministro,  sino  defender 
á  la  Iglesia.  El  19  de  Octubre  quedó  aprobado  en  Consejo  de  Ministros, 
y  presentado  á  las  Cortes  el  zC,  el  proyecto  de  Ity  de  Asociaciones, 
inspirado  por  Canalejas,  suscrito  por  Dávila  y  redactado  por  Moróte, 
que  no  venfa  á  ser  sino  copia  de  la  ley  francesa  de  Waldeck  Rousseau  (1.°  Ju- 
lio Ipoi).  Las  protestas  episcopales  contra  el  proyecto  fueron  más  vivas 
todavía  que  contra  la  Real  orden.  <Es  el  proyecto,  decía  el  cardenal  Sancha, 

(¡1  O  <im\i-  villavirdista  se  disolvió  (t;  Abrill.  Gomálcí  Besada,  Garda  Alix,  Bugallal, 
Santos  Gmmán  y  olms  ingresaron  en  ei  partido  conservador;  Alba.  Cobiin  y  Corteío.  m  et 

{¿i  l.oppz  DominjtmM  nariiS  en  Marbclla  (J4  Nottembii-  iSiol.  Cadete  de  .artillería 
rn  184^  Siempre  á  la  sombra  de  su  tío,  el  duque  de  la  Torre,  ascendió  tridamente  en  la  mi- 
liria  V  ñ|{uró  en  piilitica  desde  il>3^,  i  cuyas  Conos  vino  ya  diputado  por  Coin. 


,,CoogIc 


HISTORIA   DE  BSPAtÍA  885 

«Opresor  coDCiencias,  contrarío  á  la  libertad  de  la  Iglesia,  y  ofensivo  religión 
■pueblo  español».  (Telegrama  al  presidente  del  Consejo).  Prodújose  ua  ar- 
diente movimiento  católico  en  que  tomaron  activa  parte  tradicionalistas,  con- 
servadores y  muchas  personas  piadosas  no  añiladas  á  ningún  partido,  des- 
tacándose las  señoras,  incluso  las  de  los  ministros. 

Dentro  de  la  situación.  Montero  Ríos  se  declaró  contra  el  proyecto,  di- 
ciendo: <Soy  demócrata  liberal  pero  también  católico>,  y  amenazó  con  dimi- 
tir la  presidencia  del  Senado  y  retirarse  de  la  vida  política,  si  Ilegbaa  el  pro- 
yecto á  pasar  á  la  Cámara  que  presidia.  No  menos  opuesto  se  manifestó  Mo- 
ret,  aunque  afectando  benevolencia  con  el  Gobierno  para  no  romper  la  ma- 
yoría. Faltaban  pocas  sesiones  hasta  fin  de  año,  y  todas  hacían  falta  para 
aprobar  el  presupuesto;  de  aquí  tomaron  pie  los  conservadores  para  diferir 
el  debate  sobre  el  proyecto  (proposición  Sánchez  Guerra,  26  Noviembre); 
pero  Canalejas  hizo  cuestión  de  amor  propio  la  discusión  inmediata,  confor- 
mándose, al  parecer,  Moret,  si  bien  declarando  que  tal  debate  tenia  que  ser 
amplísimo.  Los  republicanos  amena2aron  con  obstruir  el  de  presupuestos  si 
no  se  planteaba  simultáneamente  con  el  de  Asociaciones,  y  los  canalejistas 
presentaron  una  proposición  declarando  ser  la  voluntad  de  la  Cámara  esa  si- 
multaneidad. Moret  manifestó  que  no  tenia  inconveniente  en  votarla,  enten- 
diéndola como  de  confianza  al  Gobierno;  mas  no  si  se  le  daba  otro  alcance. 
Fué  votada  por  toda  la  mayoría,  y  el  2/  de  Noviembre  comenzó  á  discutirse 
el  proyecto.  El  28  fué  á  Palacio  López  Domínguez,  como  de  costumbre,  y 
dijo  al  Rey  que  no  ocurría  ninguna  novedad,  pues  la  mayoría  estaba  unida  y 
votarfa  unánimemente  la  ley  de  Asociaciones.  <  Yo  creo,  contestó  el  Monarca, 
>que  bay  una  novedad»;  y  mostró  al  presidente  del  Consejo  una  carta  que 
le  habla  dirigido  el  día  antes  D.  Segismundo  Moret,  diciéndole  que  habla  vo- 
tado la  proposición  de  los  canalejistas  para  evitar  la  ruptura  de  la  mayoría; 
pero  que  no  por  eso  estaban  conformes  él  y  sus  amigos,  el  elemento  más  nu- 
meroso de  la  mayoría,  con  el  sesgo  que  Canalejas  hacfa  tomar  á  las  cosas  pú- 
blicas. Desconcertado  quedó  López  Domínguez,  é  inmediatamente  planteó  la 
cuestión  de  confianza,  convenciéndose  de  que  S.  M.,  en  vista  de  la  división 
del  partido,  se  inclinaba  á  Moret.  El  29  formó  éste  Gabinete,  reservándose 
la  Presidencia,  y  dando  á  Pérez  Caballero,  Estado;  Barroso,  Gracia  y  Justicia; 
Delgado,  Hacienda;  Luque,  Guerra;  Alba,  Marina;  Quiroga  Ballesteros,  Go- 
bernación; Gasset,  Fomento,  y  Rodríguez  de  la  Borbolla,  Instrucción  Pública. 

Á  canalejistas  y  republicanos  los  irritó  esta  crisis,  que  llamaron  (/«/acar- 
ad, ó  más  despectivamente  del papeliío,  llenando  de  invectivas  á  D.  Santiago 
Alba,  que  fué  quien  llevó  á  Palacio  la  carta  de  Moret,  y  armaron  escándalos 
parlamentarios  en  el  Senado  y  en  el  Congreso  al  nuevo  Gobierno,  y  aun  tra- 
taron de  mover  un  motin  callejero.  Se  convenció  D.  Segismundo  de  que  nu 
podía  gobernar,  y  el  3  de  Diciembre  presentó  la  dimisión  del  Gabinete.  La 
situación  liberal  estaba  muerta,  pues  ni  Canalejas  podía  llevar  adelante  su 
política  radical  contra  Moret,  ni  éste  la  suya  contra  Canalejas.  Era  preciso, 
sin  embargo,  aprobar  el  presupuesto,  y  para  eso  se  constituyó  el  Gabinete 
presidido  por  el  marqués  de  la  Vega  de  Armijo,  en  que  conservaron  sus  car- 
teras Pérez  Caballero,  Barroso  y  Delgado,  entrando  Romanones  en  Goberna- 
ción, Navarro  Reverter  en  Hacienda,  Weyler  en  Guerra,  el  marqués  del  Real 
Tesoro  en  Marina,  De  Federico  en  Fomento,  y  Jimeno  en  Instrucción  Pú- 
blica. Consiguió  el  Gobierno  la  aprobación  del  presupuesto  (31  Diciembre), 
no  sin  componendas  y  arreglos  con  los  republicanos  y  variados  incidentes,  y 
continuaron  á  intervalos,  para  no  disgustar  á  Canalejas,  el  debate  sobre  la 
ley  de  Asociaciones.  Cobián  pronunció  un  enérgico  discurso  contra  el 
proyecto. 


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886  HISTORIA   DB  ESPACIA 

Otros  asuntos  de  este  agitadísimo  año: 

a)  «La  conferencia  de  A1gecíras>.  Designado  Montero  Ríos  para  re- 
presentar á  España,  dimitió  por  la  oposición  de  D.  Eugenio  Silvela,  basada 
en  el  recuerdo  del  Tratado  de  París.  Se  verificó  la  reunión  preparatoria  el  16 
de  Enero,  asistiendo  representantes  de  Alemania,  Austria,  bélgica,  Estados 
Unidos,  Francia,  Inglaterra,  Italia,  Paises  Bajos,  Portugal,  España  y  Marrue- 
cos. A  propuesta  del  representante  de  Alemania  fué  nombrado  presidente  el 
nuestro  que  lo  fué  el  ministro  de  Estado,  duque  de  Almodóvar,def  Río.  Du- 
ró la  conferencia  hasta  el  z8  de  Marzo,  firmándose  (7  Abril}  el  Protocolo  en 
sesión  solemne  de  clausura. 

b)  (Cuestiones  de  Cataluña».  La  creciente  agitación  de  Barcelona, 
muy  agravada  con  el  debate  sobre  la  ley  de  Jurisdicciones,  hizo  que  el  Go- 
bierno acordase  (17  Abril)  un  viaje  del  conde  de  Romanones  para  oir  las  re- 
clamaciones regio  nal  istas,  prometiendo  satisfacer  desde  luego  las  que,  no 
siendo  contrarias  á  la  unidad  nacional,  pudiesen  ser  atendidas  por  el  Poder 
ejecutivo.  Se  realizó  el  viaje  del  ig  al  23  de  Abril,  sin  consecuencias  sensi- 
bles. Terminada  la  discusión  del  proyecto,  dispusieron  los  regionalistas  una 
ñesta  de  coalición  para  rendir  un  homenaje  de  gratitud  á  los  que  hablan 
combatido  aquél:  tuvo  lugar  el  20  de  Majo,  asistiendo  Salmerón,  Azcárate, 
Nougués,  Junoy,  etc.  Fué  grandioso  el  redbimiento  hecho  á  estos  prohom- 
bres, y  la  manifestación  en  su  honor, — desfile  de  cerca  de  150.000  perso- 
nas.— Salmerón  abrazó,  delante  del  inmenso  público,  al  catalanista  Rusíñol  y 
al  carlista  duque  de  Solferino.  Cada  vez  se  notaba  más  la  dirección  de  la  So- 
lidaridad contra  Lerroux;  el  mismo  Salmerón  iba  en  esta  corriente  muy  á 
gusto,  pues  reconociendo  el  talento  y  condiciones  del  caudillo  radical,  éran- 
le  antipáticos  sus  procedimientos  de  conducta  pública  y  privada.  Lerroux 
combatía  la  Solidaridad  enérgicamente. 

c)  «Política  hidráulica».  Cifraba  en  ella  Gasset  su  significación  políti- 
ca. El  7  de  Mayo  inauguró  las  obras  del  canal  de  Gumá,  en  Aranda  de  Due- 
ro. El  10  del  mismo  mes  reunió  una  asamblea  de  representantes  de  las  Di- 
putaciones provinciales  para  tratar  de  la  construcción  de  50.000  kilómetros 
de  caminos  vecinales,  empezando  por  6.000,  á  200  por  provincias.  Duró  la 
asamblea  hasta  el  día  14. 

d)  'La  cuestión  de  las  capitanías  generales».  Es  opinión  de  muchos 
tratadistas  militares  que  el  empleo  de  capitán  general  no  debe  ser  conside- 
rado sino  cual  una  dignidad  otoi^able  como  recompensa  á  los  tenientes  ge- 
nerales que  prestan  servicios  verdaderamente  extraordinarios,  y,  por  tanto, 
que  no  debe  fijarse  su  numero  en  las  plantillas,  sino  reservar  la  concesión 
para  cuando  lo  indiquen  las  circunstancias.  En  Francia  y  otros  países  rige 
este  sistema.  Nuestra  ley  Constitutiva  señala  el  número  de  cuatro  capitanes 
generales,  de  libre  elección  por  el  Gobierno  entre  los  tenientes  generales 
que  hubiesen  prestado  á  la  patria  eminentes  servicios.  Habla  vacantes  dos 
de  las  cuatro  capitanías  generales,  para  las  que  designaba  la  opinión  á  Pola- 
vieja  y  Weyler;  pero  el  general  Luque  se  negó  á  proveerlas,  fundándose  en 
que  la  ley  Constitutiva  marca  un  máximun  más  no  un  mínimun,  y  que  no 
había  tenientes  generales  con  las  condiciones  requeridas  para  el  supremo  as- 
censo. Abogaron  por  la  interpretación  contraria  Llorens  y  Mataix  en  el  Con- 
greso (5  y  6  Noviembre),  sin  hacer  desistir  de  su  propósito  á  Luque,  Nom- 
brado ministro  Weyler,  dijo  en  consejo  (5  Noviembre)  que  tenía  compromiso 
de  ascender  i  Polavieja.  Opusiéronse  Romanones  y  Jimeno. 

Fallecimientos, — Enero:  el  general  Gómez  Arteche,  historiador  de  la 
guerra  de  la  Independencia  (29).  Febrero:  el  escritor  festivo  LuisTaboada  {18), 
D.  Manuel  Danvila  (21),  el  maestro  D.  Manuel  Fernández  Caballero  (26)  y 


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HISICRIA    DE  ESPAÜA  887 

D.  Eduardo  de  Adaro,  arquitecto  constructor  del  Banco  de  España  y  del  His- 
pan o- Americano  (27).  Marzo:  el  gran  novelista  montañés  D.  José  M.  de  Pere- 
da (1)  y  Romero  Robledo  (3).  Abril:  el  criminalista  Muñoz  Rivero  (2)  y  el  ca- 
pitán general  D.  Ramón  Blanco  (j).  Junio:  D.  Manuel  del  Palacio  (5).  D.  To- 
más Castellanos  (lo),  el  duque  de  Alraodóvar  del  Río  {23)  y  D.  Joaquín  Ló- 
pez Puigcerver  (29).  Julio:  el  cantante  español  Manuel  García,  inventor  del 
laringoscopio,  de  ciento  dos  años  de  edad,  el  poeta  Gnlo  (9)  y  el  maestro 
Veiga  (12).  Noviembre;  el  capitán  general  conde  de  Cheste  (1). 

Año  i(pT. — El  Marqués  de  la  Vega  de  Armijo  intentó,  aunque  en  va- 
DO,  reconciliar  á  las  dos  fracciones  de  la  mayoría:  encastillóse  Canalejas  en 
que  se  bahía  de  discutir  y  aprobar  el  proyecto  de  ley  de  Asociaciones,  y 
esto  era  materialmente  imposible,  dada  la  oposición  de  los  moretistas.  Cum- 
pliÓ  su  palabra  reanudando  las  sesiones  de  Cortes  (21  Enero),  el  22  se  re- 
unió la  Comisión  presidida  por  Francos  Rodríguez,  y  la  mayoría  de  ella  opi- 
nó por  retirar  el  dictamen,  lo  que  todavía  enfureció  más  á  Canalejas;  el  23, 
santo  del  Rey,  fué  dfa  de  gran  agitación  política,  y  á  la  una  de  la  madrugada 
del  24  Vega  de  Armijo,  plenamente  convencido  de  que  con  el  proyecto  no 
había  términos  hábiles  de  seguir  en  e!  Poder  porque  lo  rechazaba  la  mayoría, 
y  sin  el  proyecto  tampoco  porque  no  lo  consentía  Canalejas,  planteó  la  cri- 
sis. El  25  estaba  formado  el  Gabinete  conservador:  Presidencia,  Maura;  Go- 
bernación, La  Cierva;  Estado,  Allendesalazar;  Gracia  y  Justicia,  marqués  de 
Figueroa;  Hacienda,  Osraa;  Fomento,  González  Besada;  Instrucción  Pública, 
Rodríguez  San  Pedro;  Guerra,  Loño;  Marina,  Ferrándiz.  A  Dato  se  le  hizo  al- 
calde de  Madrid. 

Auguraron  los  periódicos  liberales  motines  y  trastornos  como  protesta 
contra  la  subida  de  los  conservadores:  no  sucedió  nada.  Treinta  y  dos  exmi- 
oistros  liberales,  y  á  su  frente  Montero  Rios  y  Vega  de  Armijo,  reunidos  en 
casadeMoret  (20  Febrero),  proclamaron  la  jefatura  única  de  D,  Segismundo,  lo 
que,  no  reconocido  por  LópezDominguez  y  Canalejas, diólugarálaconstitución 
de  los  demócratas  ó  radicales  mon^quicos  en  grupo  independiente  con  el 
programa  del  proyecto  de  ley  de  Asociaciones  (Manifiesto  de  9  Marzo).  La 
Solidaridad  catalana  triunfó  de  los  lerrouxistas  en  las  elecciones  provinciales 
(10  Marzo),  y  se  atrajo  de  tal  modo  á  Salmerón,  que  éste  hubo  de  renunciar  á 
la  dirección  del  partido  republicano  (12  Mayo),  dividiéndose  los  republicanos 
en  solidarios  y  no  solidarios.  El  Gobierno  hizo  volverá  Valencia  al  arzobispo 
Guisasola  (23  Febrero),  á  quien  los  radicales  habían  puesto  el  veto  desde 
que  protestó  contra  la  Real  orden  de  Romanones,  amenazando  con  fieros  ma- 
les si  se  atrevía  á  entrar  en  la  ciudad;  procesó  al  Ayuntamiento  republicano, 
concentró  en  Valencia  U  Guardia  civil,  y  ganó  las  elecciones  provinciales  (10 
Marzo),  con  lo  que  cesó  la  dictadura  demagógica  que  alli  habían  ejercido 
Blasco  Ibáñez  y  Rodrigo  Soriano.  Fué  derogada  la  Real  orden  de  27  de  Agosto 
anterior.  Con  esto  y  con  la  fuerte  oposición  de  El  Impardal,  El  Liberal  y  El 
fferaldo,  que  desde  Mayo  de  1906  pertenecían  á  una  misma  Empresa  »La 
Sociedad  Editorial  de  España>,  vulgarmente  «trust  de  la  Prensa»  ganaron 
entre  carlistas,  integristas,  católicos  independientes  y  personas  neutrales  la 
personalidad  política  de  Maura  y  la  de  su  ministro  de  la  Gobernación  La 
Cierva.  Ni  uno  ni  otro,  decían  estas  gentes,  se  deja  gobernar  por  los  periódi- 
cos, como  tantos  antecesores  suyos.  Con  no  menos  afecto  velan  á  Maura  los 
regionalistas  catalanes,  convencidos  de  que,  si  no  su  programa  íntegro,  parte 
de  él  cabía  en  el  descentralizador  de  aquél. 

Elecciones  para  diputados  (22  Abril).  En  Barcelona  triunfaron  los  soli- 
darios. En  Madrid  sacaron  tres  diputados  los  republicanos,  y  entre  ellos  don 
Benito  Pérez  Galdós,  que  se  había  declarado  republicano  previamente.  Para 


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888  HISTORIA   DE  ESPAÑA 

las  elecciones  de  senadores  (4  Mayo)  abstuviéronse  los  liberales.  Abiertas  las 
Cortes  (13  Mayo),  la  solidaridad  fué  asunto  principal  de  la  discusión  del 
Mensaje,  que  duró  en  el  Senado  basta  6  de  Junio,  y  en  el  Congreso  empezó 
el  1 1  de  este  mes,  supendiéndose  las  sesiones  el  29  de  Julio,  después  de  ha- 
ber aprobado  ambas  Cámaras  ó  una  sola,  el  proyecto  de  ley  de  protecctóo 
á  ia  industria  azucarera,  el  de  colonización  interior,  obra  de  González  Besada; 
el  de  Justicia  municipal,  que  creó  los  tribunales  municipales  (juez  y  dos  ad- 
juntos) y  encomendó  el  nombramiento  de  jueces  á  las  Audiencias;  el  de  re- 
forma electoral,  que  hizo  el  voto  obligatorio,  y  el  de  desgravación  de  los  vi- 
nos prohibiendo  á  los  Ayuntamientos  hacerlos  materia  de  impuestos,  con  lo 
que  se  tendía  á  la  supresión  del  de  consumos.  Sánchez  de  Toca,  alcalde  de 
Madrid  desde  que  pasó  Dato  á  presidir  el  Congreso,  se  opuso  desde  luego, 
a]  último  proyecto  (únicamente  aprobado  por  el  Congreso  en  22  de  Julio), 
considerándolo  ruinoso  para  la  hacienda  municipal,  y  Maura  prefirió  á  Osma, 
saliendo  Toca  de  la  Alcaldía  {27  Octubre).  El  proyecto  en  que  tenía  Maura 
más  fe  era  el  de  Administración  local,  figurándose  que  con  esta  ley  en  ejer- 
cicio cobrarían  vida  municipios,  provincias  y  regiones,  se  pondría  España  en 
el  justo  medio  de  la  descentra  litación,  y  acabarían  para  siempre  las  tenden- 
cias separatistas:  era  <la  revolución  desde  arríba>,  por  extremo  benéfica,  que 
habfa  de  redimirnos  del  caciquismo  y  de  otra  porción  de  achaques  y  dolen- 
cias. Poniendo  tantas  ilusiones  en  el  proyecto,  hizo  mal  en  que  no  se  discu- 
tiese por  bases,  con  lo  que  se  hubiese  abreviado  mucho  tiempo  é  impedido 
la  obstrucción  y  el  aburrimiento  que  engendran  los  debates  demasiado  lar- 
gos. Fué  discutido  artículo  por  articulo,  y  aquello  fué  el^cuento  de  nunca  aca- 
bar, y  en  cuanto  se  sacaba  el  proyecto  á  debate,  los  diputados  abandonaban 
el  salón.  Conviene  advertir  que  muchos  conservadores  eran  opuestlsimos  á 
la  descentralización  y  á  las  mancomunidades,  y  únicamente  toleraban  que  se 
siguiera  hablando  de  eso  por  respeto  al  Sr.  Maura,  unido  á  la  convicción  ín- 
tima de  que  no  habfa  de  llegar  á  ser  ley  jamás. 

El  20  de  Noviembre  fué  presentado  al  Congreso  el  »pEoyecto  de  orga- 
nizaciones marítimas  y  armamentos  navales*,  ó  sea  de  construcción  de  escua- 
dra. Pocas  veces  se  habrá  expuesto  una  cuestión  política  con  más  claridad  y 
razonada  elocuencia  que  lo  hizo  Maura  de  la  necesidad  de  votar  este  pro- 
yecto. La  sustancia  de  su  discurso  fué  la  siguiente:  «Hemos  llegado  al  caso 
>de  resolvernos:  ó  disolver  de  una  vez  la  Marina  llevando  su  personal  á  car- 
»gas  de  justicia,  ó  reconstituir  la  Armada».  More t, Canalejas,  Azcárate,  Felió 
y  Clairac,  á  nombre  de  liberales,  radicales  monárquicos,  carlistas  é  integris- 
tas,  adhiriéronse  á  lo  dicho  por  el  jefe  del  Gobierno:  únicamente  Ventosa,  re- 
gionalista,  hizo  tímidamente  la  observación  de  que  necesitábamos  un  período 
previo  de  reconstitución  interior.  A  esta  sesión  del  Congreso  (27  Noviembre) 
se  la  llamó  «la  sesión  gloriosa».  Costa  combatió  acerbamente  el  acuerdo;  pero 
ya  su  voz  no  tenía  la  resonancia  que  en  los  pasados  años. 

Política  exterior.  —  Alfonso  XIII  y  Eduardo  VII,  de  Inglaterra,  celebra- 
ron una  entrevista  en  el  puerto  de  Cartagena  (8  Abril),  á  que  se  dio  gran  Im- 
portancia en  Europa,  y  que  seguramente  la  tuvo;  la  reconstitución  naval  fiíé 
sin  duda,  al  menos  en  parte,  consecuencia  del  acuerdo  de  Cartagena.  El  2  de 
Marzo  se  ñrmó  el  acuerdo  franco- es  pañol  sobre  organización  de  la  policía  en 
Marruecos.  El  25  de  Junio  leyó  en  el  Congreso  el  ministro  de  Estado  las  no- 
tas cambiadas  entre  los  representantes  de  Inglaterra,  Francia  y  España, 
comprometiéndose  las  tres  naciones  al  mantenimiento  del  statu  qtto  territo- 
rial en  el  Mediterráneo  y  costas  del  Atlántico.  Sucesos  de  Casablanca 
(30  Julio)  :son  asesinados  ocho  europeos,  dos  de  ellos  españoles.  Enviáronse  el 
Alvaro  Bazdn,  300  hombres  del  regimiento  de  Ceuta,  los  tiradores  del  Rif  y 


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HISTORIA   DE  ESPAÑA  '  889 

un  escuadrón  de  Cazadores  de  Alfonso  XII,  para  que  en  unión  de  los  fran- 
ceses, restablecieran  el  orden. 

Varios  sucesos.  —  España  se  adhiere  á  la  preparación  de  la  Conferencia 
de  la  paz,  pidiendo  que  se  facilite  á  la  misma  la  concurrencia  de  las  Repúbli- 
cas hispano-americanas  {26  Febrero).  Visita  á  Madrid  del  rey  Federico  III  de 
Sajonia  (20  Marzo):  no  impresionó  bien  al  público.  Atentado  contra  los  seBo- 
res  Salmerón,  Cambó,  Corominas  y  otros  que  se  dirigían  en  carruaje  por  la 
carretera  de  Hostafranch  á  un 
mitin  de  Solidaridad  en  Sans; 
un  grupo  que  la  opinión  creyó 
de  lerrouxistas  disparó  varios 
tiros  contra  el  coche,  resultando 
herido  Cambó,  y  no  levemente 
(10  Abril).  Nacimiento  del  prin- 
cipe de  Asturias  (10  Mayo).  Fallo 
de  la  causa  seguida  por  el  aten- 
tado de  la  calle  Mayor  [i  2  Junio). 
Nakens  y  los  dos  amigos  á  quien 
comprometió  aquél  para  que 
ocultasen  á  Morral  fueron  con- 
denados como  encubridores  á 
nueve  años  de  prisión  mayor; 
Ferrer  y  los  otros  procesados, 
absueltos;  la  absolución  de  Fe- 
rrer no  convenció  á  todos,  y  hay 
todavía  quien  sostiene  que  in- 
fluyó en  ella,  más  que  la  resul- 
tancia de  autos,  el  deseo  de  no 
excitar  á  los  revolucionarios  de 
toda  Europa,  entre  los  cuales  era 
Ferrer  personaje  muy  calificado, 
y  que,  según  dicen,  amenazaron 
con  una  formidable  campaña  te- 
rrorista. Fallecimiento  del  minis- 
tro de  la  Guerra  general  Loño,  y 
su  reemplazo  por  el  general  Pri- 
mo de  Rivera  (i.°  Julio).  Atemo-  I-    ,1.      t.    1   ii>.    ■     j    » 

j       ,  .  ,     í,         I  Su  Alteza  Real  el  Principe  de  Asturias. 

rizados  los  vecinos  de  Barcelona  rF  í  F  I 

por  la  repetición  de  atentados  "  '    ""'"'•-' 

terroristas,  que  llegaron  este  año 

á  diez  y  siete  estallidos  de  bombas  con  veintiuna  victimas,  organizaron  una 
policía  particular,  poniendo  á  su  frente  á  un  dtttctivt  inglés  (Arrown);  á  me- 
diados de  Julio  se  descubrió,  en  efecto,  una  banda  de  malhechores  culpables 
de  tan  horribles  excesos.  Varios  viajes  de  los  Reyes,  y  la  compra  en  Madrid 
del  palacio  de  los  duques  de  Béjar  para  «Casa  del  Pueblo*. 

Fallecimientos.  —  Enero,  el  almirante  Beránger  (23).  Febrero:  D.  Manuel 
Duran  y  Bas  (10)  y  D.  Manuel  Llano  y  Persi  {27).  Marzo:  el  torero  Currtío, 
hijo  de  Cuchares  {16),  y  el  periodista  Gutiérrez  Abascal,  que  hizo  tan  cono- 
cido el  seudónimo  de  Kasaial {2^).  Abril:  D.  Ramón  Nocedal  ( i .").  Junio:  el 
ya  citado  del  general  Loílo  (30)  y  D.  Joaé  Muro  (19).  Julio:  D.  Eduardo  Be- 
not  (27).  Septiembre:  el  doctor  Uruñuela  {26)  y  el  jefe  republicano,  después 
anarquista,  Fermín  Salvochea  (28).  Octubre:  el  general  Despujols  (18).  No- 
viembre: los  escritores  D.  Emilio  Ferrari  ( i),  D.  Valentín  Gómez  y  D.  Vicente 


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8pO  HISTORIA   DE   ESPAÑA 

Sanchls  (28).  DiciembrCL  D,  Santos  Isasa  (i8),  D.  Alfredo  Calderón  (19)  y  el 
general  Contrcras,  el  de  la  carga  de  Treviño  (25). 

Año  jgo8.  —  Siguió  el  Ministerio  Maura,  ti  23  de  Febrero  dejó  la  car- 
tera de  Hacienda  el  Sr.  Osma,  sustituyéndole  Sánchez  Bustillo;  dispuso  el 
nuevo  ministro  la  recogida  y  canje  de  <los  duros  sevillanos»  (1).  (Real  ordeo 
de  16  de  Julio),  y  se  retiró  por  enfermo  (14  Septiembre),  pasando  á  su  Minis- 
terio González  Besada  y  entrando  en  Fomento  Sánchez  Guerra,  que  era  go- 
bernador del  Banco:  fueron  las  únicas  crisis  del  año.  Además  de  la  ley  de 
Administración  Local,  que  no  dejó  de  ser  discutida,  hay  que  registrar: 

a)  El  (proyecto  de  ley  sobre  el  Terrorismo»,  ó  sea  para  castigar  y 
prevenir  los  atentados  terroristas  con  mayor  rigor  que  por  la  vigente  ley  de 
2  de  Septiembre  de  1896.  Presentado  por  el  marqués  de  Figueroa,  fué  apro- 
bado por  el  Senado  (9  Mayo),  Como  coartaba  la  libertad  de  la  Prensa — auto- 
rizando al  Gobierno  para  suprimir  periódicos  anarquistas  y  para  extrañar  del 
reino  á  los  que  propagasen  estas  ideas  de  palabra  ó  por  escrito,  imprenta, 
etcétera,  —  los  periódicos,  no  sólo  radicales,  sino  tan  templados  como  ABC-, 
El  Mundo  y  La  Correspondencia,  formaron  un  comité  de  defensa  presidido 
por  Moya,  el  director  del  Trust,  el  cual  concurrió  á  una  información  pública 
abierta  por  el  Congreso  y  organizó  muchos  mitins.  Ante  la  algarada  promo- 
vida dijo  Maura  (7  Junio)  que  podía  dejarse  esta  discusión  para  cuando  ter- 
minase la  de  Administración  local.  Para  festejar  el  triunfo  se  dio  un  banquete 
á  Moya  en  el  <Restaurant  de  la  Huerta»  (g  Julio),  y  en  esta  campaña  surgió 
la  idea  del  bloque,  ó  sea  de  una  reunión  de  las  izquierdas  para  combatir  al 
Gobierno  conservador  y  llevar  al  Poder  los  ideales  comunes  de  todas  las 
fracciones  radicales,  como  se  había  hecho  en  Francia  para  expulsar  á  las 
Órdenes  religiosas  y  separar  la  Iglesia  del  Estado.  Conviene  advertir  que 
por  este  tiempo  en  casi  todas  las  naciones  europeas  hubo,  á  imitación  de 
Francia,  su  «bloque  de  las  izquierdas»:  hasta  cnclgranDucadodeLuxemburgo 
se  hizo  su  correspondiente  blopie;  en  todas  partes  tuvo  también,  como  en 
Francia,  carácter  predominantemente  anticlerical  ó  contra  la  Iglesia  católica. 
Aquí,  en  España,  el  impulso  y  la  dirección  efectiva  estuvieron  en  manos  de 
Moya,  ó  sea  de  la  dirección  del  Trust,  por  lo  que  es  natural  que  los  perió- 
dicos de  esta  Empresa  hayan  sido  los  instrumentos  principales  de  su  propa- 
gación. Divididos  los  liberales  en  dos  partidos,  el  dirigido  por  Moret  y  el 
acaudillado  por  Canalejas,  la  tendencia  bloquista  les  venía  bien:  i.°  Para 
unirse  otra  vez  sin  mengua  de  su  respectiva  independencia.  2.°  Para  consti- 
tuir una  fuerza  de  oposición  formidable  contra  los  conservadores.  V  3.°  Para 
atraerse  elementos  republicanos.  No  todos  los  prohombres  liberales  vieron 
con  gusto  el  bloque.  Montero  Ríos  y  sus  amigos  siempre  le  fueron  contrarios, 
pero  Moret  se  dejó  convencer,  seducido  por  la  perspectiva  de  ser  él  caudillo 
de  todas  las  izquierdas  coligadas.  Montero  Ríos  temía,  como  monárquico, 
que  el  bloque,  en  cuya  composición  entraban  tantos  republicanos,  fuese  un 
grave  peligro  para  la  Monarquía,  y  como  cacique  del  partido  liberal,  que  la 
influencia  predominante  en  él  pasase  á  los  directores  del  bloque. 

b)  Como  consecuencia  de  la  ley  de  Construcción  de  escuadra  y  obras 
navales  abrióse  concurso  (23  Abril),  que  se  celebró  el  (21  de  .Agosto).  Los  dos 


¡1I     Dums  (le  piala  do  la  misma  i^  mijor  k-y  (|iir  los  loplimiw.  i«to  fíl.riraclos  pi 

r1an<I. 

rstm.inii'nf;  sp  lian  llan)a<lo  sn-illanos  por  siiimnrrsi-  i\\w  toda  ci  su  primera  falsil 

ruí  fi 

n  Sevilla,  yalsifíracinnes  <lr  i'»la  indoll-  son  naturales  en  Inilas  las  naciones  bimrtí 

1  ijlir  st-  pn'ti-nile  dar  á  la  piala  el  mismo  valor  que  al  oro.  Como  realmente  no  exí 

í'-m.iv 

aleneia,  sHci'di':  1.°  (Juc  el  oro  se  relira  <\f  la  lirnilarii^n.  i'm¡|^n<lo  A  los  jiaises 

srt\<>  1 

ieni'  lajilata  \a[(.rili' moneda  ili- ramhio.  Y  j."  (hie  se  falsiñra  la  moneda  de  |Uati 

cinrl. 

>1a  <lel  mismo  valw  mi-táliro  «|iie  la  l.-f.-idma. 

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DE  ESPASa  891 


principales  concursantes  fueron:  la  •Sociedad  Española  de  Construcciones 
Navales»,  construida  para  esta  Empresa  por  los  grandes  capitalistas  españo- 
les «Sindicato  de  Capitalistas  y  Grupo  Asturiano»,  unidos  á  la  «Casa  Vic- 
kcrs»,  y  la  «Casa  Ansaldo». 

c)  Cuestión  internacional ji  marrognl.  El  6  de  Enero  vino  á  Madrid  mon- 
sieur  Pichón,  ministro  de  Negocios  Extranjeros  de  Francia.  Desaparecida  del 
campo  de  Melilla  la  fuerza  regular  del  Sultán  que  con  arreglo  al  tratado 
de  1894  debia  guarnecerlo  permanentemente,  el  general  Marina,  gobernador 
de  nuestra  plaza,  ocupóla  FactorfadeMar  Chica {14 Febrero), sosteniendo  un 
ligero  tiroteo  con  los  rifeños  y  dejando  allí  un  puesto  militar.  El  1 1  de  Marzo, 
y  previo  acuerdo  con  la  cabila  de  Quebdana,  el  coronel  Larrea  ocupó  «Cabo 
de  Agua>  con  un  destacamento  del  regimiento  de  África.  Vino  á  Madrid 
como  representante  de  Nicaragua  el  insigne  poeta  Rubén  Darío  (2  Julio). 

d)  Politica  interior.  —  Separáronse  de  la  «Unión  Re[mblicana>  Labra, 
Azcárate  y  otra  porción  de  prohombres  (11  Junio).  La  minoría  catalanista, 
después  de  un  discurso  de  Cambó  pidiendo  la  derogación  de  la  ley  de  Juris- 
dicciones, se  retiró  de  las  Cortes  {12  Junio).  Con  pretexto  de  conmemorar  la 
revolución  de  1868,  liberales,  demócratas  y  republicanos  celebraron  una  gran 
manifestación  desde  el  Obelisco  del  Dos  de  Mayo  á  la  estatua  de  Castelar  el 
29  de  Septiembre;  era  el  bloque  que  iba  haciendo  su  camino.  El  18  de  No- 
viembre proclamó  Morct  «esta  política  del  bloque»  en  un  discurso  pronun- 
ciado en  el  Casino  Liberal  de  Zaragoza,  y  en  la  primera  semana  de  Diciem- 
bre celebráronse  ocho  mitins  con  el  mismo  sentido  en  otras  tantas  poblacio- 
nes, á  que  dieron  aire  los  diarios  del  trust.  En  Barcelona,  y  cuando  menos 
se  esperaba  (13  Diciembre),  fueron  derrotados  los  solidarios:  tratábase  de 
elegir  cuatro  diputados,  y  los  votos  antisolidarios  (28,000)  dieron  el  triunfo  i 
Lerroux,  Sol  y  Ortega  y  Giner  de  los  Rfos. 

Otros  sucesos  conviene  recordar,  sobre  todo  el  «Centenario  de  la  guerra 
de  la  Independencia»,  celebrado  principalmente  en  Zaragoza  con  Exposición 
hispanofrancesa.  Congreso  histórico,  y  otras  solemnidades  que  únicamente 
la  brevedad  obliga  á  no  citar  más  que  de  pasada.  Además:  la  «ley  de  Condena 
condicional  (ig  Marzo),  la  constitución  del  «Instituto  de  Reformas  Sociales» 
(20  Marzo)  y  el  nacimiento  del  infante  D.  Jaime  (23  Junio). 

Muertes.  —  Marzo:  en  Colonia  Juan  Fastenrath,  que,  aunque  alemán,  por 
su  amor  á  España  y  haber  cultivado  nuestra  literatura  merece  ñgurar  enire 
los  españoles  (17),  y  el  pintor  Nin  y  Tudó  (30).  Mayo:  D.  Santiago  de  Li- 
niers(ii)y  D.  Eduardo  Bustillo  (12).  Junio:  D.  Cesáreo  Fernández  Duro  (5),  el 
marqués  de  la  Vega  de  Armijo  (13),  D.  Federico  Chueca  (20),  D.  Enrique  GÜ 
Robles {z6).  Agosto:  D.Cristóbal  Pérez  Pastor (23).  Septiembre:  D.Cayetano 
Sánchez  Bustillo  (19),  D.  Nicolás  Salmerón  (zo),  yel  violinista  Sarasate  (21). 
Octubre:  D.  José  Perojo  {17)  y  el  Cardenal  Casai^as  (2;).  Noviembre:  el  doc- 
tor San  Martfn  (10),  Diciembre:  los  escultores  Alcoberro  (9)  y  Sansó  (15). 

Año  ii)o().  —  El  primer  semestre  ofreció  la  misma  fisonomía  política  del 
año  anterior.  Seguía  discutiéndose  siempre  el  proyecto  de  Administración 
local.  El  4  de  Febrero  se  adjudicó  á  la  «Sociedad  Española  de  Construccio- 
nes Navales»  la  de  nuestra  escuadra,  publicándose  la  adjudicación  el  15  de 
Abril;  un  teniente  auditor  de  primera  clase  del  Cuerpo  Jurídico  de  la  Arma- 
da, D.  Juan  Maclas  del  Real,  empleado  en  Asesoría  del  Ministerio  de  Mari- 
na, denunció  por  escrito  dirigido  al  presidente  del  Congreso  (17  Abril)  que 
los  ministros  habfan  procedido  injustamente,  á  sabiendas  de  que  obraban  mal, 
adjudicando  la  escuadra  como  lo  hicieron;  los  agentes  y  parciales  de  la  casa 
Ansaldo,  desairada  en  el  concurso,  y  los  republicanos  por  espíritu  de  oposi- 
ción, dieron  aire  á  la  denuncia  de  Maclas,  contando  con  el  apoyo  moral  del 


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892  HISTORIA  DE   ESFaRa 

infinito  número  que  tiene  por  norma  de  criterio  para  juzgar  de  asuntos  seme- 
jantes el  «piensa  mal,  y  acertarás»,  ó  que  son  como  aquel  boticario  del  cuento 
que  cuando  ola  referir  cualquier  enormidad  moral  de  sus  prójimos,  por  tre- 
menda é  inverosimil  que  fuera,  exclamaba:  «¡Como  si  lo  vieraU  No  se  ha- 
blaba más  que  de  la  denuncia  de  Maclas;  los  periódicos  radicales  ponderaban 
el  arresto  y  méritos  personales  de  este  señor;  preparábanse  manifestaciones 
tumultuosas.  £1  Gobierno  hizo  que  se  instruyera  causa  contra  Maclas,  consi- 
derándolo como  individuo  de  un  Cuerpo  armado  que  había  dirigido  petición 
á  las  Cortes  contra  lo  prescrito  en  el  art.  15  de  la  Constitución,  y  fué  dete- 
nido en  Prisiones  militares.  Moret  propuso  que  fuese  oído  por  el  Congreso 
(22  Abril),  y  se  acordó  su  presentación  ante  el  presidente  para  que  señalase 
concretamente  los  documentos  probatorios  de  su  denuncia:  asi  se  hizo  (23  de 
Abril),  aunque  sin  resultado,  pues  Maclas  dijo  que  su  decoro  no  le  consentía 
coadyuvar  al  estudio  del  expediente  mientras  estuviera  preso  y  que  deseaba 
protestar  razonadamente  ante  la  Cámara  de  palabra,  es  decir,  pronunciando 
un  discurso  como  si  fuese  diputado,  contra  las  irregularidades  de  que  era 
victima.  En  la  sesión  del  24  se  levantó  Moróte,  y  dijo  que  habia  leído  el  ex- 
pediente, y  que  su  conciencia  obligábale  á  declarar  que  se  habia  resuelto  con 
todas  las  de  la  ley  y  que  no  podía  estar  más  justificada  la  concesión,  pues  la 
casa  Vicker  era  tan  superior  á  las  otras  concurrentes  como  lo  seria  Menén- 
dez  Pelayo  en  unas  oposiciones  á  cátedras  de  Literatura  española  sobre  todos 
los  opositores  que  pudieran  presentarse.  Los  republicanos  se  revolvieron 
contra  su  correligionario  Moróte,  diciendo  que  les  habia  estropeado  el  movi- 
miento que  ya  tenfan  urdido  para  desconceptuar  á  Maura  y  al  Gobierno  por 
chanchulleros,  y  hubo  de  renunciar  á  su  plaza  de  redactor  del  /íeraJdo,  al 
acta  de  diputado,  y  aun  á  figurar  como  republicano.  En  cuanto  á  Macias,  sus 
compañeros  de  carrera  expulsáronle  por  tribunal  de  honor,  y  los  mismos  ra- 
dicales hicieron  poco  caso  de  ¿1  de  allf  en  adelante. 

Otro  asunto  de  Índole  delicada.  Nombrado  Sánchez  de  Toca  «comisario 
regio  del  Canal  de  Isabel  II»,  desplegó  en  el  desempeño  de  su  cargo  tanta 
inteligencia  y  actividad,  que  á  Jos  pocos  meses  el  Canal  era  otra  cosa  muy 
distinta  de  lo  que  había  venido  á  ser  en  los  últimos  años  y  pudo  esperarse 
de  él,  no  sólo  agua  limpia  y  abundante  para  la  capital  del  reino,  sino  fuerza 
eléctrica  que  abaratase  considerablemente  este  elemento  tan  importante  de 
vida  en  las  sociedades  modernas.  Coincidió  con  el  potente  resurgir  del  Canal 
de  Loioya  la  terminación  de  las  obras  colosales  emprendidas  y  llevadas  á 
cabo  por  el  marqués  de  Santillana,  un  grande  de  España  verdaderamente 
grande  por  su  inteligencia  y  amor  á  la  industria,  para  traer  á  Madrid  el  agua 
del  Manzanares  tomada  en  su  fuente,  y  que  acrecentaron  el  beneficio  ya 
producido  por  las  del  Lozoya;  conviene  advertir  que  !a  obra  de  la  Presa  y 
Canal  del  Manzanares  es  de  tales  proporciones,  que  á  la  mitad  de  ella  había 
consumido  Ó  comprometido  gravemente  la  cuantiosa  fortuna  personal  del 
marqués  de  Santillana,  el  cual,  sin  amilanarse  ante  tal  contratiempo,  acudió 
á  las  gentes  adineradas,  les  expuso  leal  y  noblemente  su  plan,  y  convencidas 
de  su  valor  industrial,  y  movidas  también  por  la  justa  simpatía  que  debe  ins- 
pirar en  España  un  hombre  que  dedica  su  actividad  y  su  dinero  á  semejan- 
tes cosas,  formóse  una  «Sociedad  anónima»,  de  cuyo  Consejo  de  Adminis- 
tración fué  presidente  D,  Francisco  Sitvela,  y  á  su  muerte  D.  Antonio  Maura. 
Al  ver  el  vuelo  del  Canal  de  Isabel  II  bajo  la  inteligente  dirección  de  Toca, 
tembló  el  Marqués  por  el  resultado  industrial  del  suyo,  ó,  mejor  dicho,  por  el 
dinero  que  habían  puesto  en  él  los  accionistas:  si  Lozoya  podía  dar  agua  y 
energía  eléctrica  á  menos  precio  que  Manzanares,  fracasaban  los  cálculos  que 
honradamente  se  hablan  hecho,  y  bajarian  las  acciones  del  último.  En  defensa 


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DE   ESPAtÍA  893 


pues  de  intereses  privados  tan  legitimes  y  dignos  de  respeto  se  inició  briosa 
campaña  contra  la  gestión  de  Sánchez  de  Toca  ea  el  Canal  de  Lozoya,  la 
cual  tenia  inexpugnable  apoyo  en  el  interés  público:  hasta  se  llegó  á  decir 
que  por  molestar  á  Maura  como  presidente  del  Consejo  de  Administración 
de  la  Sociedad  del  Manzanares,  habla  reformado  el  Canal  de  Lozoya  el  comi- 
sario regio,  siendo  su  acicate  travesura  de  político  y  no  celo  del  bien  común. 
¡Quisiera  Dios  que  todas  las  travesuras  de  los  políticos  redundasen,  como 
ésta,  en  proporcionar  á  populosas  poblaciones  agua  clara,  saneada,  fresca  y 
barata,  y  de  añadidura,  luz  y  motor  industrial  de  gran  potencial  De  los  trá- 
mites é  incidentes  de  esta  contienda  no  cabe  hablar  aqui:  baste  apuntar  que 
en  el  Senado  hubo  debate  de  tonos  muy  cálidos  entre  el  ministro  de  Fomento, 
Sánchez  Guerra,  y  el  comisario  regio  Sánchez  de  Toca  (9  y  10  Marzo),  y  que 
el  13  fué  destituido  el  segundo.  Quien  ganó  con  todo  esto  fué  el  destituido 
comisario,  ya  que  la  opinión  común  se  puso  de  su  parte,  y  á  nadie  le  quedó 
duda  de  su  extraordinaria  competencia  en  cuantos  negocios  de  interés  gene- 
ral tuviera  que  promover  y  dirigir. 

Derivación  de  este  asunto  fué  la  polémica  en  el  Senado  entre  Maura  y 
Sol  y  Ortega.  Con  notoria  injusticia  echó  en  cara  éste  al  presidente  del  Con- 
sejo su  participación  en  la  Sociedad  de  Santillana.  ;Como  si  fuera  exlgible  á 
los  hombres  públicos  no  tomar  paite  en  empresas  de  interés  privado,  aun 
siendo,  no  ya  tan  licitas,  sino  tan  dignas  de  estimulo  y  apoyo  como  la  de  San- 
tillana! Y  Maura  llevó  además  su  delicadeza  al  extremo  de  no  intervenir,  y 
desentenderse  del  Consejo  de  Administración  en  cuanto  fueron  planteadas 
estas  cuestiones.  Seguro  de  s(  mismo  y  de  su  reputación,  dijo  Maura  á  Sol  y 
Ortega:  -Nosotros  somos  nosotros»,  dando  á  entender  que  eran  ellos,  los  con- 
servadores, muy  distintos  de  sus  adversarios,  y  que  asi  lo  apreciaban  las  gen- 
tes; Sol  entonces  pidió  á  Maura  que  autorizase  una  manifestación  pública  en 
que  pudiesen  expresar  todos  lo  que  pensaban  de  Maura.  La  manifestación 
convocada  por  Sol  estuvo  muy  concurrida  (28  Marzo)  y  se  repitió  en  Barce- 
lona, Bilbao,  Sevilla,  Málaga,  etc. 

Y  no  era  extraño,  pues,  aparte  de  la  oposición  política,  habla  muchísi- 
mos disgustados  é  irritados  contra  el  Gobierno.  Pocos  ministros  podrán  pre- 
sentar un  haber  tan  copioso  y  acertado  de  medidas  beneficiosas  como  don 
Juan  de  la  Cierva:  obra  suya  son  las  leyes  de  21  de  Diciembre  de  1907,  27  de 
Febrero  y  ig  de  Mayo  de  1908  (dos),  organizando  la  primera  la  protección 
de  los  emigrantes,  creando  la  segunda  el  «Instituto  Nacional  de  Previsión*, 
y  la  tercera  y  cuarta  declarando  la  licitud  de  las  huelgas,  sometiendo  las 
faltas  cometidas  en  ellas  á  la  jurisdicción  de  los  tribunales  municipales 
y  los  conflictos  entre  el  capital  y  el  trabajo  á  los  (Consejos  de  conciliación 
y  arbitraje»;  las  Reales  órdenes  de  28  de  Septiembre  y  9  de  Noviembre 
de  1908,  restringiendo  el  uso  de  armas  y  prohibiendo  la  fabricación  y  venta 
de  las  prohibidas;  la  de  17  de  Agosto,  poniendo  en  vigor  el  Reglamento  de 
espectáculos  públicos  y  exigiendo  la  estricta  observancia  de  sus  disposicio- 
nes en  cuanto  á  las  condiciones  de  seguridad  de  los  locales  y  á  la  termina- 
ción á  las  doce  y  media  de  la  noche;  la  de  29  de  Septiembre  de  1908,  hacien- 
do cerrar  las  tabernas  á  las  doce  de  la  noche,  y  los  cafés  á  la  una  y  media  de 
la  madrugada;  el  Reglamento  de  z6  de  Septiembre  sobre  casas  de  préstamos; 
la  prohibición  de  las  capeas  en  los  pueblos;  las  limitaciones  puestas  á  los  ca- 
fés de  camareras  y  cafés- con  ciertos;  la  supresión  de  la  reventa  de  billetes  de 
teatros;  la  ejecución  rigorosa  de  la  «ley  de  Protección  á  la  infancia»  y  de  la 
•ley  del  Descanso  dominical»;  la  construcción  para  la  primera  de  la  (Es- 
cuela de  Reforma»  y  «Asilo  de  corrección  paterna»;  las  excelentes  disposi- 
ciones sanitarias:  preservación  del  cólera,  mejora  de  estaciones  y  lazaretos, 


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894  HISTORIA   DE   ESPAÑA 

rerormii  del  cuerpo  de  Sanidad  interior,  hospitales  de  epidemias,  dispensa- 
ríos  antituberculosos,  vacunación  obligatoria,  creación  del  'Instituto  Nacio- 
nal de  Higiene  de  Alfonso  Xlil»,  dirigido  por  el  sabio  Ramón  y  Cajal,  y  del 
BoUUh  de  Estadistica  Demográfica;  las  no  menos  transcendentales  en  el  ramo 
de  Beneficencia,  habiéndose  conseguido  en  este  orden  en  muy  poco  tiempo 
lo  que  pareció  en  muchos  años  imposible;  una  estadística  casi  completa  de 
las  fundaciones  particulares,  pudiendo  así  el  Estado  ejercer  de  un  modo  efec- 
tivo su  protectorado;  la  supresión  de  los  tfondos  de  higiene»  de  los  Gobier- 
nos civiles,  ó  sea  del  dinero  sacado  á  las  casas  de  lenocinio  á  titulo  de  ins- 
pección y  reconocimientos  facultativos;  el  aumento  de  sueldo  á  los  goberna- 
dores civiles  para  dignificar  el  cargo;  la  reorganización  de  la  Policía  {ley  27 
Febrero  1908);  la  feforma  de  Correos  (leyes  de  26  Octubre  1907  y  14  Junio 
de  1909). . , ,  etc.  Todo  esto  acredita  á  La  Cierva  de  gobernante  digno  de  ñgu- 
rar  entre  los  mejores  de  que  hace  mención  nuestra  larga  historia;  pero  por 
lo  pronto  suscitó  contra  él  la  malquerencia  y  el  enojo  de  los  perjudicados 
por  sus  reformas:  si  hasta  los  socialistas  aplaudieron  algunas  de  sus  provi- 
dencias (i),  ni  los  taberneros,  ni  los  cafeteros,  ni  los  tenderos  en  general,  ni 
la  gente  de  teatro,  ni  los  revendedores  de  billetes,  ni  los  aficionados  á  capeas, 
ni  los  prestamistas,  ni  muchas  otras  personas  podían  contentarse  con  ellas. 
Agregúese  á  esto  la  enemistad  declarada  y  creciente  de  los  periódicos 
de  mayor  circulación.  Con  los  dei  trust  ll^ó  á  punto  de  que  sus  reporttrs 
se  abstenían  de  subir  al  ministerio  de  la  Gobernación  en  busca  de  noticias, 
y  las  tomaban  de  los  compañeros  de  otras  publicaciones.  El  Ministro  á  su 
vez  procuraba  que  llegasen  a  piovincias  por  el  telégrafo  oficial  las  noticias 
importantes  antes  que  por  los  corresponsales  de  la  Sociedad  Editorial  de  Es- 
paña. Muchos  conservadores  no  estaban  conformes  con  esta  rigidez  del  Mi- 
nistro. La  prensa  diaria,  decían,  es  un  elemento  tan  activo  y  eñcaz  en  las 
sociedades  modernas,  que  es  preciso  contar  con  ella,  y  sólo  puede  ser  comba- 
tida con  fruto  por  ella  misma,  ó  sea  creando  otros  periódicos  que  contrarres- 
ten á  los  que  se  juzguen  nocivos.  Dato  y  González  Besada  inclinábanse  á 
esta  opinión. 

Antes  de  llegar  el  verano  la  posición  del  Gobierno  estaba  muy  debili- 
tada por  la  persistente  acción  de  los  periódicos  de  mayor  tirada,  del  partido 
republicano  y  de  la  propaganda  del  bloque,  en  que  habían  venido  á  sumarse 
los  liberales.  Maura  confiaba  en  que  ante  semejante  coalición  de  fuerzas  más 
ó  menos  revolucionarias,  todas  de  tendencias  avanzadas,  cuantos  son  afectos 
á  la  Iglesia  y  al  orden  social  y  político  tradicional  agruparlanse  á  su  lado,  for- 
zados además  á  concurrir  á  las  elecciones  por  el  voto  obligatorio;  y,  efecti- 
vamente, semejante  confianza  no  era  ilusoria,  pues  una  viva  corriente  de  sim- 
patía hacia  Maura  circulaba  porel  campo  de  las  derechas.  Ningún  jefe  del  par- 
tido conservador,  ni  Cánovas,  ni  Silvela,  ni  Villaverde,  llegó  á  inspirar  nunca 
el  respeto,  el  afecto  y  la  confianza  qae  Maura  á  carlistas,  intcgristas  y  aque- 
llos hombres  tan  profundamente  religiosos  que  no  quieren  otro  apelativo  que 
el  de  católicos.  <Es  un  hombre  de  cuerpo  entero,  dedan;  no  transige  ni  pac- 
>ta  con  los  periódicos  malos*.  Pero  esta  corriente  no  fué  nunca  suficiente- 
mente poderosa  para  decidir  á  las  derechas  á  una  concentración  efectiva: 
lejos  de  eso,  los  carlistas  parecían  más  resueltos  que  nunca  á  sostener  su  in- 
di Comunicado  á  Fl  lmfardal{í  Oclubre  907);  -Los  traliiíjüdorcs  de  Madrid  salen  fa- 
•vorecklos  ron  pl  cierre  de  las  tabernas.  Tarto  las  (iisjiosicioncs  ministeriales  referentes  á  estos 
•asuntos  como  la  relativa  al  uso  de  armas  merecen  elogio,  y  hemos  recomendado  que  se  avude 
u  cumplimienlo.  Kn  los  cincuenta  y  dos  dominfjDs  del  año  las  tabernas  se  tragan  m¿  de 

n  malos  ojos,  • 


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HISTORIA    DE  ESPAÑA  89; 

transigencia,  los  integristas  recalcaban  que  Maura  era  un  liberal  en  el  sen- 
tido condenado  en  el  Syliaóus,  y  repetían  que  sus  frases:  «el  Derecho  público 
no  es  católico  ni  protestante,  y  el  pensamiento  no  delinque»,  no  son  de  re- 
cibo para  los  cuidadosos  de  su  ortodoxia;  y  los  sencillamente  devotos,  por 
último,  entre  el  instinto  que  los  impulsaba  hacía  Maura  y  los  argumentos  de 
£¡  Siglo  Futuro  quedaban  perplejos.  Total,  que  en  las  elecciones  municipales 
(2  Mayo)  triunfaron  los  republicanos  en  Madrid,  Valencia,  Castellón,  Zara- 
goza, Córdoba,  Salamanca,  Reus,  Coruña,  etc.,  en  Barcelona,  los  antisolidaríos 
ó  lerrouxistas,  con  derrota  del  mismo  Cambó,  y  «los  bloquistas»,  en  Vallado- 
lid,  Toledo,  Logroño,  Oviedo  y  las  Baleares. 

Guerra  dt  Mtlüla.  —  El  campo  fronterizo  á  nuestra  plaza  habla  estado 
dominado  hasta  Diciembre  de  190B  por  el  pretendiente  á  sultán  de  Marrue- 
cos «el  Rogbi»,  quien  fijó  su  residencia  en  la  alcazaba  de  Zeluán.  Este 
«Roghi»,  ejerciendo  su  soberanía  de  hecho,  concedió  la  explotación  délas 
minas  de  Bent-bu-lfrur  á  dos  Compañías;  la  «Norte  Africana»,  constituida  en 
sus  dos  terceras  partes  por  franceses,  y  la  «Española  de  las  minas  del  Kif>,  es- 
pañola del  todo.  Conviene  advertir  que  no  fué  á  este  negocio  el  capital  espa- 
ñol espontáneamente,  sino  á  ruegos  del  Gobierno,  el  cual,  queriendo  que  hu- 
biese (intereses  españoles»  en  la  zona  sometida  á  nuestra  influencia,  pidió  á 
varios  capitalistas  españoles  que  tomaran  acciones:  el  pensamiento  político 
era  que  los  franceses  no  ocupasen  la  costa  septentrional  de  África,  frontera 
á  la  nuestra,  y  para  eso  se  pretendía  crear  allí  intereses  nacionales.  Lejos, 
pues,  de  haber  ido  nuestras  armas  al  Rif  á  defender  á  los  mineros,  fueron 
antes  los  mineros  á  facilitar  y  justiñcar  la  acción  de  las  armas.  Lo  que  pre- 
tendíamos era  someter  al  Rif  á  nuestra  influencia,  ó,  mejor  dicho,  hacer  de 
aquella  comarca  cerrada  secularmente,  no  sólo  al  comercio,  sino  á  la  presen- 
cia de  los  europeos,  un  lugar  abierto  al  trabajo  y  á  la  civilización.  Encargado 
de  tan  hermosa  empresa  estaba  el  general  Marina,  gobernador  militar  de  Me- 
lilla,  con  una  guarnición  de  5.700  hombres;  no  eran  excesivas  estas  fuerzas 
teniendo  que  guarnecer  la  plaza,  ocho  fuertes  y  cinco  fortines  destacados. 
Alhucemas,  Chafarinas  y  el  Peñón  de  Vélez,  y  las  posiciones  últimamente 
ocupadas  de  Cabo  de  Agua  y  la  Restinga;  pero  el  General  las  habla  adiestra- 
do á  la  perfección  con  ejercicios  constantes  de  marcha  y  tiro,  y  se  contaba 
además,  con  la  acción  política  que  se  venta  ejerciendo  con  fruto,  pues  toda 
una  cabija  —  los  beni-urriajes —  había  aceptado  nuestra  protección,  y  esa 
cabila  fué  la  que  arrojó  al  Roghi  del  país.  No  es  posible  saber  hoy  si  la  des- 
aparición de  este  sultán  de  hecho  nos  fué  beneficiosa  ó  perjudicial:  lo  positi- 
vo es  que  quedó  el  campo  moro  sin  dueño,  y  que  desde  Diciembre  hasta  Ju- 
lio dominaron  allá  varios  cabecillas,  con  influencia  en  unas  cabilas  y  Kft.  otras 
no,  V.  gr.,  «el  Chaddy»,  que  el  7  de  Julio  todavía  cobraba  8.500  pesetas  de  las 
«Minas  Españolas*,  sin  que  quepa  precisar  á  qué  titulo. 

El  Gobierno  debía  de  creer  que  bastaban  las  tropas  que  había  en  Meli- 
tla  para  cuanto  alli  pudiese  ocurrir.  El  1."  de  Marzo  renunció  por  motivos  de 
salud  al  Ministerio  de  la  Guerra  el  general  Primo  de  Rivera,  dejando  en  Ma- 
drid organizada  «una  división  reforzada»,  ó  sea  con  todos  los  elementos  ne- 
cesarios para  entrar  inmediatamente  en  campaña,  y  en  la  cual  vio  todo  el 
mundo  el  refuerzo  preparado  para  Mehlla.  los  batallones  del  Campo  de  Gi- 
braltar  quedaron  también  completos.  Le  sucedió  el  general  Linares  que  esta- 
ba de  capitán  general  en  Cataluña,  á  cuyo  puesto  fué  el  general  Santiago. 
Envióse  una  embajada  á  Marruecos,  que  estuvo  de  regreso  en  Madrid  el  5  de 
Junio,  y  tan  poco  temía  el  Gobierno  ningún  peligro  en  el  Rif,  que  después  de 
una  instrucción  que  no  llegó  á  un  mes  (Mayo)  licenció  á  los  reclutas  y  á  los 
veteranos  en  proporciones  tales,  que  los  cuerpos  quedaron  en  cuadro.  Los 


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80  HISTORIA   DE  ESPARa 

graves  sucesos,  sin  embargo,  estabao  encima.  Reinaba  excitación  entre  las 
cabilas,  algunas  muy  próximas  á  Melilla  y  otras  más  del  interior,  predican- 
do los  santones  la  guerra  santa  contra  los  cristianos,  y  á  primeros  de 
Julio  fué  apaleado  un  policía  indígena  en  el  Zoco  de  Charrauit.  £□  cuanto  lo 
supo,  dispuso  Marina  que  el  general  D.  Pedro  del  Real  saliese  al  campo 
moro  con  una  columna,  y  así  lo  hizo  (3  JulioJ,  recorriendo  el  zoco  el  Arbaa, 
Charrauit  y  Ledahara,  y  volviendo  á  la  plaza  con  seis  prisioneros.  La  facilidad 
de  esta  operación  confirmó,  sin  duda,  al  Gobernador  militar  en  su  idea  de  ser 
suficientes  las  fuerzas  con  que  contaba,  empleándolas  con  rapidez  y  energía, 
para  sosegar  las  alteraciones  que  ocurriesen  en  la  comarca.  £1  9  de  Julio,  los 
cabilcños  agredieron  á  los  obreros  del  ferrocarril  de  las  minas  españolas, 
matando  á  seis  é  hiriendo  á  uno,  é  inmediatamente  salió  el  mismo  Marina  con 
una  columna  dividida  en  tres  cuerpos,  y  tras  un  combate  no  flojo,  pues  tuvi- 
mos un  oficial — el  teniente  López  Salcedo —  y  cuatro  soldados  muertos,  con 
veinticuatro  heridos  de  los  últimos,  se  apoderó  de  las  posesiones  de  Sidi- 
Amet,  Sidi-Aií  y  Sidi-Musa. 

Se  ha  censurado  mucho  á  Marina  por  haber  ocupado  estos  puestos  ale- 
jados ocho  kilómetros  de  la  plaza  y  sin  otra  comunicación  con  ella  que  la 
playa  de  Mar  Chica,  flanqueada  en  toda  su  longitud  por  el  macizo  montañoso 
del  GuTugú,  que  era  como  la  cindadela  de  los  moros;  igualmente,  por  00  haber 
ocupado  el  cerro  de  BenÍ-£nsar,  avanzada  del  Gurugú,  i.  cuyo  pie  corren  los 
ferrocarriles  de  las  dos  Empresas  mineras,  y  que  sirve  como  de  pantalla  á  los 
dos  barrancos:  el  también  llamado  de  Beni~£nsar  y  del  Lobo.  Lo  positivo  es 
que  no  se  conocía  el  terreno  del  Rif,  siendo  de  admirar  que  en  cuatro  siglos 
de  dominación  no  hubiese  habido  medios  de  conocerlos  y  que  no  se  previo  el 
empuje  con  que  los  rífenos  acudieron  á  la  lucha  contra  nosotros.  Engran  núme- 
ro y  con  salvaje  decisión  acudieron  desde  luego  áreconquistar  los  puntos  que 
habíamos  conquistado,  quedando  las  fuerzas  que  los  presidiaban  bloqueadas,  y 
siendo  preciso  para  aprovisionarlas  enviar  desde  la  plaza  convoyes  que  hablan 
de  recorrer  la  playa  al  pie  del  Gurugú,  sufriendo  el  fuego  que  se  lea  hacía  des- 
de Beni-£nsar  y  demás  estribaciones  del  macizo.  Hubo  que  enviar  refuerzos. 

Son  de  notar  dos  de  las  medidas  que  tomó  el  Gobierno  para  enviarlos: 
una,  no  haber  empleado  «la  división  reforzada»  ni  los  batallones  del  Campo 
de  Gibraltar,  sino  sacar  de  Barcelona  la  brigada  de  cazadores;  otra,  haber 
dispuesto  que  para  reforzar  los  batallones  mandados  á  la  guerra,  se  les  incor- 
poraran, no  sólo  todos  sus  soldados  activos  con  licencia,  sino  sus  correspon- 
dientes reservistas.  Esto  último  era  lo  correctamente  legal  y  lo  que  pide  de 
suyo  el  sistema  (prusiano  ó  alemán)  que  la  ley  desarrolla:  según  este  sistema, 
cuando  un  cuerpo  se  pone  en  pie  de  guerra,  lo  hace  con  su  reserva 
propia,  sin  que  sea  preciso  por  eso  llamar  á  todos  los  reservistas  de  los  cuer- 
pos que  no  van  á  ser  movilizados;  pero  en  £spaña,  donde  nadie  se  entera  de 
las  leyes  vigentes,  sonó  á  gran  novedad  que  se  llamase  á  los  reservistas  de  los 
cuerpos  movilizados,  mientras  que,  no  ya  los  reservistas,  sino  los  soldados 
activos  de  los  cuerpos  no  movilizados  se  quedaban  en  sus  casas,  y  se  armó 
en  los  pueblos  un  guirigay  de  protesta,  no  por  absurda  menos  viva.  jFor  qué 
he  de  ir  yo,  estando  ya  en  la  reserva,  y  no  has  de  ir  tú,  que  eres  quinto  de 
este  aBo  ó  del  pasado?  Tal  era  el  argumento  que  SC  oía  por  todas  partes. 

Su  eficacia  ó  gravedad  dimanaba  de  causas  generales: 

a)    El  amilanamicnto  nacional  producido  por  las  desgracias  de  1898. 

i)  La  sistematización  teórica  de  este  amilanamiento:  lo  de  que  «había 
>que  echar  triple  llave  al  sepulcro  del  Cid>  (Costa),  lo  de  que  <ni  el  Ejército 
»ni  la  Marina  servían  para  nada*  (Sol  y  Ortega),  lo  de  que  lo  •único  que 
'importa  es  la  reconstitución  interior*,  lo  de  «idejémonosdeaventurasU,  et- 


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HISTORIA   DB   ESFAÑA  897 

cétera,  habla  hecho  su  efecto  ea  la  opiniÓD,  y  se  profesaba  coa  la  exagera- 
ción propia  de  nuestro  temperamento,  sin  distinguir  entre  una  guerra  con 
los  Estados  Unidos  y  otra  con  los  cabileños  del  Rif. 

c)  Los  acuerdos  internacionales  del  partido  socialista,  contrarios  á  toda 
guerra  exterior;  y  que  aquí  se  disponían  á  ejecutar  socialistas  y  anarquistas, 
perfectamente  organizados  para  la  acción,  y  contando  en  cuanto  fuese  opo- 
sición al  gobierno  de  Maura  con  el  bloque  y  ios  periódicos  más  leídos.  Con- 
viene advertir  que  el  mismo  Maura  era  opuesto  á  una  política  belicosa,  y  que 
CQ  su  concepto,  lo  único  que  habla  de  hacerse  en  el  Rif  era  <una  operación 
de  policial,  para  la  cual  bastaban  algunos  batallones  de  refuerzo  á  los  exce- 
dentes que  allí  habia  preparado  el  general  Marina;  y,  ciertamente,  que  no  se 
hubiera  Maura  equivocado  á  tener  apercibidos  en  la  Península  lo  ó  12.000 
hombres  de  la  misma  calidad  que  la  guarnición  de  Melilla.  Por  desdicha,  no 
los  habla,  y  hubo  que  mandar,  como  á  Cuba,  paisanos  vestidos  de  soldados, 
que  no  sabían  manejar  el  fusil.  Los  únicos  que  se  entusiasmaron  con  el  anun- 
cio de  la  guerra  fueron  los  oñciales,  especialmente  los  jóvenes,  á  quienes  la 
ocasión  que  se  presentaba  les  pareció  de  perlas  para  demostrar  al  país  la  in- 
justicia de  las  censuras  de  1898;  iban  resueltos  á  probar  que  el  honory  el  valor 
no  hablan  degenerado  en  España.  Pocas  veces  se  habrá  visto  una  oficialidad 
con  mejor  espíritu  que  ¡a  nuestra  en  Julio  de  1909.  Maura  estaba  tan  conven- 
cido de  que  la  cosa  no  pasaría  á  mayores,  que  pidió  al  Consejo  de  Estado  un 
crédito  extraordinario  de  3. 281. 408  pesetas,  creyendo  que  eso  bastaría  para 
lo  que  se  preparaba. 

Del  1 1  al  19  se  trasladaron  de  Barcelona  á  Melilla  las  fuerzas  de  Catalu- 
ña f6.ooo  hombres,  i.ooo  caballos).  Del  18  al  21  hubo  durísimos  combates,  en 
que  los  moros  tomaron  la  ofensiva.  Del  23  al  26  desembarcó  la  brigada  de 
cazadores  de  Madrid.  El  23,  terrible  refriega  eu  que  llegaron  nuestras  bajas 
á  500,  entre  ellas  el  coronel  Alvarez  Cabrera,  distinguido  africanista,  y  el 
teniente  coronel  Ibáñez  Marín,  uno  de  los  mejores  escritores  mihtares  de 
nuestra  época.  El  27,  la  acometida  por  la  brigada  de  cazadores  de  Madrid 
que  dio  lugar  á  la  verdadera  catástrofe  del  barranco  del  Lobo.  No  es  cierto, 
como  alguien  dijo,  que  los  soldados  activos  y  reservistas  se  negaran  á  com- 
batir, ni  que  huyeran.  El  Barranco  del  Lobo  fué  una  catástrofe,  pero  gloriosa: 
allí  se  peleó  con  valor  extraordinario;  huyeron  los  sobrevivientes  cuando, 
muertos  ya  ó  heridos  la  mayor  parte  de  los  oficiales,  quedó  patente  la  impo- 
sibilidad de  asaltar  las  trincheras.  Hubo  múltiples  episodios  de  heroísmo. 
«Cuando  apenas  faltaban  doscientos  metros  para  poner  el  pie  en  la  cumbre, 
mnosgruposenemigosque  venían  doblando  la  divisoria  de  la  loma...  Llerena 
■quedó  diezmado  por  el  fuego  de  sus  contrarios.  A  las  descargas  moras,  certe- 
>ras  y  asesinas,  contestaron  los  oficiales  con  gritos  de  entusiasmo.  Al  ver  re- 
>cular  á  su  compañía,  eltententeSalcedo{i)  requirió  el  revólver,  y,  avanzando 
ihasta  la  primera  línea,  gritó:  ¡No  es  nada,  muchachosi  ¡Viva  Españal  [Arriba 
>Llerenal  La  guerrilla  se  echó  á  tierra,  y  comenzó  un  fuego  nutrido.  La  trin- 
>chera  mora  contestó  con  igual  ardor  y  con  mucha  puntería.  El  teniente  Sal- 
•  cedo  cayó  á  tierra  con  un  balazo  de  remington  en  el  hipogastrio»  {2).  Nues- 


(ll  D.  Ángel  Salcedo  y  Ausó,  hijo  dpi  autor  de  este  libro,  nació  en  Madrid  (¡l  Acostn 
áe.  18H7).  Ingresó  de  alumno  de  Infantería  en  la  Convoraloria  de  lix>5-  Oficial  en  l^.  Murió 
en  el  hospital  de  Melilla  el  29  de  Julio.  De  su  heroi-imo  en  este  cómbale  dan  testimonio  varios 
de  los  libros  publicados  sobre  la  campaña  de  liaxt  Su  noticia  biof^fica  está  en  varios  diarios 
y  revistas  y  además  en  el  DkátmarUi  Biografiai  .Malritense,  per  D.  Liiis  BatttsUrví  IMIa, 
publicado  por  ti  Excmt.  Ayanlamirnlo  de  esla  Corle.  Madrid,  ¡gil. 

(l)    Enri<]ue  López  Alarcón.  •Melilla,  igoQ.  Diario  di  la  Guerra.»  I.a  bibliografía  de  la 
campaita  de  1909  es  extensísima,  y  de  ella  se  ha  hecho  tratado  esi>ecial.  Madrid,  191 1.  Librería 
de  Romo>. 
Salcedo.  Historia  DE  ESPaRa  ^  ,  S7 

D,g,t7cdb/tjOOglC 


898  HISTOKIA   DE  BSPANA 

tras  bajas  llegaron  el  día  27  á  1.046  eatre  muertos  y  heridos,  siendo  de  los  pri- 
roeros  el  general  Pintos,  jefe  de  la  brigada,  y  muchos  jefes  y  oficiales.  Durante 
Agosto  interrumpiéronse  tas  operaciones  ofensivas,  no  habiendo  más  que  he- 
chos aislados,  como  el  ataque  de  los  moros  á  un  blokao  en  construcción  (nocbe 
del  2  al  3),  en  que  pereció  el  teniente  Velarde,  jefe  de  lafuerza  que  lo  custodiaba 
y  fueron  heridos  16  soldados.  £1  15,  el  ejército  del  Rif  ascendía  á  la  respeta- 
ble fuerza  de  35.500  hombres,  con  62   piezas  de  artillería,  3.120  caballos  y 
3.040  mulos.  Los  moros  causaban  constantemente  bajas  con  disparos  aislados, 
á  que  los  nuestros  pusieron  el  mote  dtfiacos  por  el  sonido  que  hacían  las  ba- 
las. El  15  de  Septiembre  desembarcó  otra  división,  con  lo 
que  el  ejército  llegó  á  la  cifra  de  43.700  soldados,  74  ca- 
ñones y  4.100  caballos.  £1  combate  de  Taxdirt  (20  Sep- 
tiembre), en  que  un  escuadrón  de  Alfonso  XII  dio  una 
brillantísima  carga,  nos  hizo  dueño  de  la  península  de  Tres 
Forcas;  Sotomayor  se  apoderó  de  Benisicar,  y  Tovar,  de 
Hidún  (22);  Orozco,  de  Nador  (25),  Oroico  y  Tovat,  de 
Zeluán  (27);   Arizón,  del  Gurugú  (29)  (i).  £1  Gobierno 
anunció  en  Madrid  que  todo  había  concluido,  y  mandó 
rolgar  é  iluminar  las  casas;  pero  el  día  30  se  di6  el  san- 
r>.  Ángel  Salirdo      griento  combate  del  zoco  el  Jemis,  en  que  pereció  el  gene- 
y  Ausó.  i-a]  £)fa2  Vicario,  sufriendo  además  muchas  bajas.  £nviá- 

Tpnk'nte dd  llata-  ronse  nuevos  refuerzos:  dos  regimientos  de  Caballerfa 
llón  Cazadorc's  de  (1.400  jinetes)  y  una  brigada  (3.400  hombres);  se  recono- 
íos^lu'roésilcicom^  *-'"*  '^*'"  globo  cautivo  el  collado  de  Atlatén  (valle  del 
Iwie  del  Barranfi)  Kert)  (17  Octubre),  librándose  para  protegerlo  un  combale 
del  Lobo  que  nos  costó  24  bajas.  Sufrió  la  tropa  un  terrible  tempo- 

(iKür-ipoy).  ^g|  jg  aguas  {del  18  al  23  de  Octubre).  El  6  de  Noviembre 

fué  ocupado  Hidún;  el  7,  Teguel-Manin;  el  25,  Atlatén;  y 
los  moros,  ó  se  sometieron,  ó  huyeron  de  la  comarca  que  con  tanto  trabajo 
hablamos  conquistado. 

La  semana  trágica. — Los  socialistas,  anarquistas  y  radicales  decidieron 
desde  luego  sacar  partido  del  disgusto  general  producido  por  la  guerra.  Los 
primeros  establecieron  una  Comisión  permanente  encargada  de  dirigir  la 
campaña  contra  la  guerra.  £1  18  de  Julio  hubo  en  Madrid  un  mitin  de  protes- 
ta con  grandes  cartelones  que  decían:  «lAbajo  la  guerraU  <  iDeñendan  la 
patria  los  que  la  gozanl>  Pablo  Iglesias  proclamó  que  los  moros  tenían  la  ra- 
zón. Lo  mismo  se  hizo  en  Barcelona,  Valencia,  Murcia,  Gijón  y  Bilbao.  La 
noche  del  20,  anárquica  manifestación  en  Madrid;  y  al  salir  los  batallones  de 
cazadores  excitábase  á  gritos  á  los  soldados,  especialmente  á  los  reservis- 
tas, á  romper  filas,  á  desobedecer,  á  revolverse  contra  los  oficiales.  En  Bar- 
celona se  acordó  el  paro  general,  y  se  lanzaron  á  la  calle  los  huelguistas.  El 
capitán  general,  por  efecto  de  la  partida  de  los  cazadores  al  Rif,  no  contaba 
más  que  con  unos  800  soldados,  la  Guardia  civil  y  los  guardias  de  Seguridad. 
Los  días  z6,  27  y  28  de  Julio  los  revoltosos  sostuvieron  muchos  encuentros 
con  las  tropas,  levantando  barricadas  y  haciendo  fuego  desde  las  casas;  pero 
sin  empeñarse  mucho  en  la  refriega:  su  táctica  fué  dedicarse  á  incendiar  igle- 


(il  l'n  dia  anli's,  H  2S,  fui'  la  ln'roira  lia/aña  del  raho  i.uis  Noval:  irara  atacar  al  caiti- 
iKinniilfi  drl  7iirí)  el  I  ¡ah  sfiriircnditrcm  i  i'slc  ralio  (|iir  patrulliilMi  ron  iloi  soldados  j-  un  lam- 
Imr.  Mataron  i  los  soldados,  y  oiili(,'aron  al  ralio  S  giiiarlos  ha.'ta  la  enlrada  del  camj lamento. 
Akí  lo  liiTO  N'ovai,  y  ruando  eslnvíeron  en  ii.iraje  ríe  jioder  ser  oídos  jior  los  centin<-ías.  Rrilci: 
iHacfJfiifgif  si'lirt  Hesi^TVí.  qut  son  mi>r-'s!  ilataron  los  moros  á  su  guia,  y  se  puso  en  armas  el 


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DB  ESPAÑA  S99 


sias,  conventos  y  asilos,  aprovechando  los  momentos  en  que  la  Tuerza  públi- 
ca DO  podía  impedirlo;  asi  destruyeron  43  edificios,  algunos  magniñcos,  inten- 
tándolo con  otros  muchos.  Extendióse  la  revolución  á  Barcelona,  Sabadell, 
Mataró,  Figueras,  San  Feliú  de  Guixols,  Sarria,  San  Adrián  del  Besos,  Igua- 
lada, Manresa,  Vendrell,  Oranollers,  Arenys  de  Mar  y  otros  muchos  poeblos, 
cometiéndose  ó  intentándose  en  todas  partes  análogos  excesos.  Se  ha  dicho 
y  repetido  hasta  la  saciedad  que  esta  rebelión  no  tuvo  jefes,  y  es  cierto  en 
el  sentido  político,  ó  sea  que  no  hubo  un  caudillo  que  asumiera  el  mando  de 
todos  los  grupos  rebeldes  dándoles  unidad  de  dirección;  pero  de  aquí  á  sos- 
tener que  los  grupos  no  tuvieran  sus  correspondientes  cabecillas  y  que  no 
hubiera  en  cada  episodio  directores  y  dirigidos,  media  un  abismo.  Conviene 
añadir  que  la  negación  de  no  haber  jefes  se  ha  hecho,  y  aún  se  hace,  con  el 
objeto  de  probar  que  no  debió  aplicarse  para  juzgar  á  los  reos  de  la  rebe- 
lión el  caso  primero  del  articulo  238  del  código  de  Justicia  Militar. 

Sentenciados  á  la  última  pena  por  los  correspondientes  Consejos  de  gue- 
rra, fueron  pasados  por  las  arma.*;:  José  Miguel  Bazo  (17  Agosto),  que  habla 
capitaneado  á  los  rebeldes  en  San  Andrés  del  Palomar;  Antonio  Malet  Pujol 
{2Í(  Agosto),  que  en  San  Adrián  de  Besos,  dirigió  á  la  turba  que  intentó  in- 
cendiar la  iglesia,  consiguiéndolo  de  algunos  altares,  y  que  destruyó  el  puen- 
te de  la  via  férrea;  Eugenio  del  Hoyo  (13  Septiembre),  guardia  de  seguridad, 
á  pesar  de  lo  cual  hizo  fuego  contra  la  tropa  desde  un  balcón  de  la  calle  de 
MoDserrat;  Ramón  Clemente  García  (4  Octubre),  dependiente  de  una  carbo- 
nería de  la  calle  de  Roig,  quien,  habiendo  tomado  parte  con  uno  de  los  gru- 
pos de  rebeldes  en  el  asalto  del  convento  de  Jerónimas,  escandalizó  bailando 
en  medio  de  la  calle  con  una  de  las  momias  sacadas  del  panteón;  y  Francisco 
Fcrrer  Guardia  (13  Octubre).  Ferré r  había  sido  capturado  en  Alella  el  i." 
de  Septiembre.  La  base  de  las  censuras  que  se  han  hecho  contra  el  fallo 
condenatorio  de  Ferrer  es  que  no  fué  condenado  por  la  rebelión  de  Barce- 
lona, y  menos  aún,  por  ser  jefe  ó  uno  de  los  jefes  de  ella,  sino  por  sus  ideas 
antirreligiosas  y  antimilitaristas  enseñadas  en  la  Escuela  Moderna:  no  fué,  se 
dice,  un  revolucionario,  sino  un  pedagogo  de  doctrinas  revolucionarias.  El 
dictamen  fiscal,  el  fallo  y  su  aprobación  evidencian,  sin  embargo,  que  se 
condenó  á  Ferrer  por  haber  instigado  la  rebelión  en  la  Solidaridad  obrera  y 
por  haber  tomado  parte  activa  en  su  dirección,  no  sólo  en  Barcelona,  sino  en 
Masnou  y  en  Premia  de  Mar.  Cerca  de  sesenta  testigos  depusieron  en  la 
causa,  muchos  de  ellos  radicales  ó  de  ideas  avanzadas,  y  casi  todos  estuvie- 
ron conformes  en  que  fué  Ferrer  el  alma  del  movimiento.  Lo  que  sí  quedó 
también  demostrado  con  este  fusilamiento  es  la  importancia  que  tenía  Ferrer 
en  el  radicalismo  europeo,  conocida,  sin  duda,  por  el  Gobierno  liberal  que  re- 
gia cuando  el  proceso  del  atentado  de  Morral,  y  que  le  hizo  apetecer  que  no 
se  ahondara  mucho,  sin  duda  para  no  verse  en  el  compromiso  de  tener  que 
ejecutarle.  Ya  en  la  noche  del  12,  los  elementos  avanzados  realizaron  una  im- 
ponente manifestación  en  París,  otra  en  Koma,  organizada  por  la  sociedad 
«Giordano  Bruno>,  otraenTurfny  otra  en  Zurich.  El  13  las  hubo  en  París, 
Roma,  Turin,  Bolonia,  Nápnles  y  Oporto,  siguiendo  en  Coimbra,  Besanzón, 
Cherburgo,  Valence,  Niza,  Narbona,  Lyon,  Oran,  Trieste,  Lisboa,  otra  en 
París  el  17,  Lieja,  Bruselas,  Marsella,  Genova,  Ve  necia,  Tolón,  Londres,  Bue- 
nos Aires,  etc.  Todas  estas  manifestaciones  fueron  iguales:  organizadas  por 
los  grupos  socialistas  y  anarquistas,  favorecidos  por  la  Masonería,  que  vio  en 
ellas  un  medio  de  combatir  <la  intolerancia  secular  de  España»,  y  apoyadas 
en  el  equívoco  de  suponer  que  Ferrer  no  habla  intervenido  en  la  rebelión  de 
Barcelona,  sino  únicamente  enseñado  y  propagado  ideas  avanzadas,  y  que 
por  eso  le  habla  fusilado  un  «Gobierno  clericali   á  instancia  de  los  jesuítas, 


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lS2.Joaqnio  A.  Qnlntero   , 


EtpatetM  Itaitre*  coitemporáBco*. 

D,g,t7cdb/COOgIC 


HISTORIA   DE   ESPAÑA  9OI 

del  clero  y  de  una  sociedad  de  católicos  intransigentes  é  inquisitoriales  ti- 
tulada la  «Defensa  Social>. 

Caida  del  Gobierno. — Tenia  Maura  vivísimo  deseo  de  presentarse  ante 
las  Cortes,  Creía  ñrmisímamente: 

I."  Que  la  discusión  parlamentaria  tenia  que  serle  favorable,  toda  vez 
que  ni  en  Melilla  ai  en  Barcelona  había  hecho  el  Gobierno  sino  lo  que  tenía 
que  hacer  y  como  tenía  que  hacerlo,  y,  por  tanto,  que  en  las  Cámaras 
estando  él  allí  para  contestarles,  no  podrían  sus  adversarios  sostener  tos  so6s- 
mas,  equívocos  y  calumnias  con  que  venían  acosándole. 

Y  1°  Que  aunque  los  republicanos  siguieran  censurándole  y  comba- 
tiéndole, el  partido  liberal,  en  su  calidad  de  monárquico,  do  habla  de  hacer- 
se solidario  de  los  enemigos  del  trono,  de  la  patria  y  de  la  sociedad. 

Ambas  creencias  eran  ilusiones.  £1  partido  liberal  estaba  en  aquel 
momento  embebido  en  «el  bloque  de  las  izquierdas»;  su  jefe,  D.  Segismundo 
.  Moret,  tenía  por  consejeros  áulicos  á  D.  Melquíades  Alvarez  y  á  D.  Miguel 
Moya,  y  habla  dentro  de  él  dos  elementos:  uno,  el  más  liberal,  que  iba  con  la 
corriente  revolucionaria  europea  y  quería  la  inmediata  desaparición  del 
Gobierno  conservador  como  castigo  de  la  represión  de  Barcelona;  otro,  el 
más  conservador,  que  temía  á  la  revolución,  mas  juzgando  que  el  único  medio 
de  evitarla  era  esa  misma  desaparición  (•política  de  cauce*  que  deja  pasar  las 
embravecidas  aguas  del  torrente,  en  vez  de  la  ipoUtica  de  dique»  que  las 
contiene).  Siendo  tal  el  estado  de  ánimo  de  los  liberales,  no  cabía,  sin  excesivo 
y  engañador  optimismo,  esperar  de  ellos  ninguna  clase  de  colaboración.  Por 
eso  don  Eduardo  Dato  estimaba  como  un  verdadero  suicidio  ir  á  las  Cortes 
en  aquellos  momentos,  conceptuando  que  debía  diferirse  su  reunión  hasta 
qoe  se  liquidase  lo  de  Barcelona  dando  la  indispensable  amnistía  y  pasase 
algún  tanto  la  efervescencia  reinante.  Maura  no  consultó  con  nadie:  tan 
natural  y  obligado  le  parecía  ir  á  las  Cortes  en  aquellas  circunstancias. 
Abriéronse  el  14  de  Octubre;  es  decir,  al  día  siguiente  de  ia  ejecución  de  Fe 
rrer,  dando  asi  pábulo  á  la  murmuración  de  haberse  apresurado  el  fusila- 
miento para  que  las  Cortes  lo  tuvieran  ya  como  un  hecho  consumado. 

Sucedió  lo  que  tenía  que  suceder.  El  mismo  día  14  Azzati  armó  un  es- 
cándalo. Se  habló  de  las  algaradas  del  extranjero,  como  de  <la  opinión  de  la 


(Fjfliíation  de  ¡a  limina  anttrioT.) 

EapakolM  üaitreí  cantemporiaBoi.— IM.  Joaé  María  Oabrltl  y  Oatán,  gran  poeta  castrlli- 
no.  atortvruido  t  Iniplradlslmo  calllvtdor  de  la  ponía  campesina.  £/  ama,  conmovedora  y  bellísima  com- 
posiclin  de  suave  placidez  y  vigorosa  enjundia,  bastaría  para  su  gloria  (1871  -  I>»t).-19l  y  l»I.  SeniHa  y 
JoaqülD  Alvarcx  Quintero,  fecundos  é  ingeniosísimos  autores  cómicos  que  cuentan  en  su  glotiou  carre- 
ra innumerables  triunfos,  y  enlre  sus  producciones,  suficientes  obras  maestras  pira  hacer  ilustres  á  varios 
escritores  (1871  y  1873). -193.  Roaario  Pleo,  notable  actriz  cúmica,  de  elegante  presencia,  fleilble  ta- 
lento y  grada  encanlarioia.  Nació  en  1872.— 191.  José  Martlaez  Rali,  eminente  escritor  que  ha  colocado 
su  srudúnimo  Azorín  entre  los  nombres  más  ilustres  de  la  liteíalura  castellana.  Su  cultura  es  vastísima, 
j  admirable  su  estila.  Nació  en  1873. —  I».  AdoHo  Boailla  y  San  Martin,  notable  literato,  uno  de 
los  úlsetpuloa  predilectos  del  maestro  D.  Marcelino  Menfndez  y  Pelayo.  Pertenece  á  las  Academias  de 
U  Historia  y  de  Ciencias  Morales  y  Políticas.  Su  estudio  acerca  de  Luis  Vives  dióle  merecido  renom- 
bie  critico.  Nació  en  Madrid  en  IBT4.  — IVS.  Orcf[oHa  Martloei  SlMT»,  autor  dramllico.  aplaudido 

inlcTisa  poesía  y  su  cálido  estilo  (ISI6).  -197.  Ricardo  León,  ilustre  poeta  y  novelista,  en  cuyo  estilo  mara- 
villosamente cincelado  parece  resucílai  la  elegante  majestad  de  nuestros  grandes  clásicos  del  siglo  de  oro. 
En  poquísimo  tiempí  se  ha  dado  1  conocer,  se  ha  [ormado  un  renombre  envidiable,  y  ha  sido  elegido 
académico  de  la  Espínala  OS77).  —  19S.  EdnardO  Marqniaa.  poeta  de  vigorosa  inspiración,  y  fecundo  y 
notable  dramaturgo.  Su  obra  En  Plandes  st  ha  puetto  el  Sol  ha  sido  elogiada  unáninMmenle  en  EspaKi 
y  América.  Nadó  en  Barcdona  (1879). 


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902  HISTORIA  DE  ESPAÑA 

Europa  consciente) ,  contraria  de  todo  punto  á  lo  que  se  había  hecho  en  Bar- 
celona y  á  la  permanencia  de  Maura  y  los  conservadores  en  el  Poder;  se  de- 
cía en  serio  que  Europa  entera  había  decretado  que  Maura  no  fuese  presi- 
dente del  Consejo  en  España,  como  decretó  en  1815  que  no  fuera  Napoleón 
emperador  de  Francia.  Él  día  18  pronunció  Moret  un  discurso  de  terrible 
oposición  al  Gabinete,  pidiendo  su  caída  como  necesidad  pública  urgente: 
aún  les  pareció  flojo,  sin  embargo,  á  los  prohombres  liberales,  y  el  19  estuvo 
más  fuerte,  anunciando  solemnemente  á  Maura  que  la  mtnorfa  liberal  habla  de 
negarle  todos  los  medios  de  gobernar,  obstruyendo,  si  era  preciso,  la  discu- 
sión de  las  leyes  económicas.  Maura  hizo  que  Dato  viese  á  Moret  y  le  pre- 
guntase si  esta  oposición  había  de  extenderse  á  la  concesión  de  créditos  para 
la  guerra  de  África;  contestó  D.  Segismundo  que  sí,  y  el  día  zo  planteó  Maura 
la  crisis,  «porque  para  continuar  en  el  Poder  sin  la  cooperación  de  los  libe- 
<rale5,  tendríamos  que  ir  á  la  dictadura,  y  eso  no  lo  propondré  yo  jamás>. 
El  22  estaba  formado  el  Gabinete  liberal:  Presidencia  y  Gobemación,  Moret; 
Estado,  Pérez  Caballero;  Gracia  y  Justicia,  Martínez  de!  Campo;  Hacienda, 
Alvarado;  Guerra,  Luque;  Marina,  Con  cas;  Fomento,  Gasset;  Instrucción  Pú- 
blica, Barroso.  Tres  días  después  convocó  Maura  á  las  mayorías  conservadoras 
en  el  Senado,  y  les  dirigió  un  enérgico  discurso  protestando  contra  la  conduc- 
ta de  los  liberales  y  diciendo  que  con  el  Gobierno  constituido  el  día  23  los 
conservadores  no  podían  tener  otra  relación  que  la  de  una  «implacable  hosti- 
lidad*. El  8  de  Noviembre  socialistas  y  republicanos  formaron  una  «Conjun- 
ción» que  tenia  por  ñn  último  el  establecimiento  de  la  República,  y  mientras 
esto  no  se  lograra,  impedir  por  todos  los  medios  posibles  que  volviese  al  Po- 
der D.  Antonio  Maura. 

Murieron  este  año  memorable:  en  Febrero,  el  Cardenal  Sancha  (24).  En 
Marzo,  el  maestro  Chapi  (25).  En  Abril,  el  Dr,  Ovilo  (1)  y  el  almirante  Cer- 
vera  (3).  En  Mayo,  el  calígrafo  Fernández  Vailiciergo  (ii).  En  Junio,  D.  Ma- 
tías Barrio  y  Mier,  jefe  delegado  del  partido  carlista  y  reputadísimo  catedrá- 
tico de  Historia  del  Derecho  español  (23).  En  Julio,  D.  Carlos  de  Borbón  (lü): 
sus  partidarios  reconocieron  por  rey  legítimo  á  su  hijo  D.  Jaime,  dándole  el 
número  de  III,  en  consideración  á  los  dos  reyes  aragoneses  del  mismo  nom- 
bre, cosa  extraña  en  un  partido  tradición  alista,  ya  que  la  tradición  española 
es  que  los  monarcas  lleven  el  número  ordinal  correspondiente  á  los  reyes  de 
Asturias  y  León  hasta  Fernando  I  el  Magno,  y  desde  aquí  en  adelante,  de 
Castilla.  En  Diciembre,  el  escultor  Querol  (14). 

Aña  igio.  —  Todo  parecía  prometer  á  Moret  un  Gobierno  de  lar^  du- 
ración, y  probablemente  lo  hubiese  tenido  á  ser  él  hombre  de  algún  sentido 
práctico  y  capaz  de  darse  cuenta  de  lo  que  le  rodeaba.  Se  había  alianzado  en 
su  entendimiento  la  idea,  sagazmente  inspirada,  de  que  para  gobernar  nece- 
sitaba de  una  mayoría  suya,  enteramente  suya,  y  no  compartida  con  los  otros 
prohombres  liberales,  atribuyendo  á  no  poseerla  su  fracaso  en  la  anterior 
etapa  liberal.  Acertaba  en  esto;  pero  no  en  figurarse  que  podía  él,  con  sus 
condiciones  de  carácter  y  su  desconocimiento  de  la  realidad,  hacerse  esa  ma- 
yoría personal,  aun  habiéndose  reservado  la  cartera  de  Gobernación  y  tenien- 
do en  este  Ministerio  como  subsecretario  á  su  ñel  Alba.  La  mayoría  que  creía 
él  proyectar,  quien  la  proyectaba  realmente  y  la  hubiese  formado  era  el  ele- 
mento directivo  del  bloque,  y  hubiera  sido  una  mayoría  bloquisla  en  que  ha- 
brían preponderado  los  republicanos  dispuestos  á  ser  monárquicos,  con  tal 
que  la  Monarquía  extremase  su  carácter  democrático,  y  los  monárquicos 
igualmente  dispuestos  á  traer  la  República  en  cuanto  se  figurasen  ó  temiesen 
que  la  Monarquía  se  inclinaba  hacia  la  derecha-  Unas  Cortes  de  esta  clase 
hubiesen  alejado  indefinidamente  á  los  conservadores  del  Poder;  habrían  con- 


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HISTORIA  DE  ESPAÑA  903 

vertido  á  la  moDarqufa  restaurada  en  algo,  no  semejante,  sino  igual  á  la  de 
Don  Amadeo,  y  estaba  muy  en  lo  posible  que  hubieran  tenido  por  remate  -su 
1 1  de  Febrero.  Los  directores  de  este  plan  estaban  obsesos  por  la  idea  de 
imposibilitar  la  vuelta  de  los  conservadores,  y  basta  llegaron  á  lisonjearse  con 
la  esperanza  de  que  en  lo  porvenir  habría  dos  partidos:  uno  conservador  di- 
rigido por  Moret,  y  otro  liberal  cuya  jefatura  reservaban  á  Canalejas.  Pero- 
el  plan  no  podía  gustar  ni  á  la  Corona  ni  á  los  prohombres  liberales,  amena- 
zados de  perder  su  influencia:  en  cuanto  se  percataron  los  últimos,  pusiéronse 
en  guardia,  y  no  tardaron  en  tomar  la  ofensiva  contra  el  Gobierno.  Hubo  ca- 
bildeos y  reuniones.  García  Prieto,  en  conferencia  dada  en  el  Circulo  libe- 
ral,  habló  de  «acercamientos  impuros,  UícÍtos>,  refiriéndose  al  concierto  de 
Moret  con  los  republicanos;  Cobián  llevó  á  Palacio  la  exposición  del  plan 
bloquista  que  iba  á  desarrollarse  en  las  elecciones  generales,  y  la  oposición 
del  partido  liberal  al  propósito  de  crear  unas  Cortes  que  no  ibaíi  á  ser  suyas, 
sino  de  D.  Melquíades  Alvarez  y  de  D.  Miguel  Moya,  el  Rey  pidió  una  de- 
mostración publica  de  la  actitud  colectiva  del  partido.  Se  pensó  primero  en 
una  reunión  de  ex  ministros  para  desautorizar  á  Moret,  prefiriéndose  por 
último  que  asi  lo  hicieran  los  Comités  liberales  de  Madrid,  reunidos  por  el 
conde  de  Romanones  (8  Febrero),  Al  otro  dfa  (9,  Miércoles  de  Ceniía)  fué 
D.  Segismundo  á  Palacio,  y  presentó  al  Rey  el  decreto  de  disolución  de  Cor- 
tes: dijole  el  Monarca  que,  en  vista  de  la  manifestación  de  los  Comités,  cou- 
venla  oir  á  los  personajes  del  partido  antes  de  firmarlo.  En  aquel  momento 
enteróse  el  Presidente  de  que  no  contaba  con  la  confianza  de  su  partido  y  de 
que,  por  tanto,  tenia  que  caer;  cosa  sabida,  ó,  como  ahora  se  dice,  <ya  des- 
Contada>  en  los  circuios  políticos  desde  el  domingo  de  carnaval. 

Constituyóse  inmediatamente  nuevo  Ministerio:  Presidencia,  Canalejas; 
Estado,  Garcfa  Prieto;  Gobernación,  Merino;  Hacienda,  Cobián;  Gracia  y 
Justicia,  Ruiz  Valaríno;  Fomento,  Calbetón;  Instrucción  Pública,  Romanones; 
Guerra,  Aznar;  Marina,  Arias  de  Miranda.  Disueltas  las  Cortes  conservado- 
ras (14  Abril)  y  vertñcadas  las  elecciones  (8  y  22  Mayo),  abriéronse  las  nue- 
vas (9  Junio),  siendo  presidente  del  Congreso  el  conde  de  Romanones,  y  ocu- 
pando su  vacante  en  Instrucción  Pública  D.  Julio  Burell.  Subió  Canalejas  al 
Poder  con  el  firme  propósito  de  no  desautorizar  con  sus  actos  de  gobernante 
las  muchas  palabras  que  había  pronunciado  en  sentido  anticlerical  y  demo- 
crático, pero  decidido  también  á  no  dejarse  arrastrar  ó  envolver  por  el  tor- 
bellino de  aquellas  palabras  al  precipicio  de  una  prematura  calda;  estaba  re- 
suelto á  gobernar  mucho  tiempo,  á  ser  jefe  del  partido  liberal,  impulsándolo 
hacia  la  izquierda,  pero  sin  perder  el  contacto  con  su  derecha,  ni  aun  con  las 
derechas  españolas  en  general,  y  á  mantener  el  turno  pacifico  con  el  partido 
conservador.  A  pesar  de  haber  repetido  tantas  veces  en  su  periodo  de  oposi- 
ción y  propaganda  que  él  era  hombre  de  ideas,  su  temperamento  era  esencial- 
mente político,  y  no  ideológico,  y  su  radicalismo  no  pasaba  de  un  eclecticis- 
mo perfectamente  acomodado  á  la  confusión  de  principios  predominante  en 
nuestras  clases  medias  y  en  los  elementos  más  ó  menos  intelectuales,  que 
son  los  que  gobiernan;  así,  tremolando  con  audacia  la  bandera  de  Waldeck 
Rousseau  y  Combes,  siempre  se  tuvo  y  quiso  que  lo  tuviera  todo  el  mundo 
por  buen  católico,  cosa  que  en  Francia  hubiera  determinado  una  posición  in- 
sostenible por  falsa,  pero  que  se  adaptaba  en  España  á  la  mentalidad  embrio- 
naria ó  caótica  de  muchos,  y  le  permitía  desarrollar  habilidad  florentina  para 
entretener  á  Moróte,  por  ejemplo,  con  promesas  de  que  iba  á  realizarse 
cuanto  el  an tica tol leísmo  militante  pide,  aunque  por  etapas,  y  dar  á  la  vez 
seguridades  al  marqués  de  Pidal  y  al  de  Comillas  de  que  no  se  haría  casi 
nada  en  ese  sentido,  ó  á  lo  sumo  cosas  de  más  apariencia  que  sustancia. 


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g04  HISTORIA   DE  ESPAÑA 

Para  acreditar  su  cartel  anticlencal  publicó  una  Real  orden  permitiendo 
á  las  capillas  protestantes  poner  en  sus  fachadas  rótulos  ó  emblemas  anun- 
ciadores del  culto  (i),  y  con  esto,  el  indulto  de  Macías,  que  habla  sido  conde- 
nado por  el  Consejo  de  guerra  de  oficiales  generales  de  la  Armada,  y  la  inau- 
guración de  las  obras  de  la  Gran  Vía,  entretúvose  á  la  gente  hasta  la  reunión 
de  Cortes,  EmpeBadlsimo  y  apasionado  fué  el  debate  promovido  por  la  Con- 
junción republicano- socialista,  no  contra  el  Gobierno,  sino  contra  los  conser- 
vadores, libando  Pablo  Iglesias  á  decir  que  si  Maura  volviese  al  Poder,  es- 
tarla expuesto  á  todo,  hasta  al  atentado  personal;  y  no  necesitó  volver  al 
Poder  para  correr  ese  riesgo:  en  Julio  salió  con  su  familia  para  Baleares,  y  al 
llegar  á  la  estación  de  Barcelona  (dfa  22)  un  tal  Manuel  Possá  le  hizo  blanco 
de  varios  tiros  de  pistola,  hiriéndole  en  un  muslo,  y  en  et  brazo  derecho  gra- 
vemente á  uno  de  los  caballeros  que  le  esperaban,  manchando  de  sangre  el 
vestido  de  Susana  Maura,  la  hija  menor  de  D.  Antouio,  y  no  consiguiendo  su 
mal  propósito,  gracias  á  D."  Margarita  Montaner,  sobrina  del  ex  presidente, 
que  desvió  la  puntería  del  criminal.  En  el  debate  del  Congreso  pronunció 
La  Cierva  un  gran  discurso  que  hito  muchísimo  efecto,  vindicándose  de  las 
múltiples  inculpaciones  de  que  era  objeto  (7  y  8  Julio).  Leyó  Canalejas  en  el 
Senado(5  Julio)  el  (proyecto  de  ley  del  Candado*,  asi  denominada  por  ser  como 
•  un  candado*  puesto  al  derecho  de  asociación  y  al  Concordato  para  que  no 
pudieran  establecerse  nuevas  Órdenes  religiosas  ínterin  se  promulgaba  una 
nueva  ley  de  Asociaciones  ó  transcurrían  dos  años  sin  presentarla  á  las  Cor- 
tes: como  consecuencia,  se  suspendieron  las  negociaciones  pendientes  con  la 
Santa  Sede,  y  si  no  se  cortaron,  se  aflojaron  las  relaciones  diplomáticas,  reti- 
rándose de  Roma  nuestro  embajador  y  dejando  al  consejero  de  la  Embajada 
como  mero  encargado  de  Negocios  (30  Julio).  Esta  actitud  del  Gobierno  pro- 
vocó debates  en  las  Cámaras  y  grandes  manifestaciones  católicas  en  mu- 
chas poblaciones,  prohibiéndose  la  que  había  de  celebrarse  en  San  Sebastián 
con  enorme  concurrencia  de  Navarra  y  Vascongadas.  La  ley  del  Candado 
fué  aprobada  por  la  alta  Cámara  (4  Noviembre),  votando  en  pro  149  senado- 
res y  en  contra  85,  entre  los  cuales  se  contaron  los  prelados,  y  si  los  85  se  hu- 
biesen abstenido,  la  ley  no  hubiera  pasado  por  falta  de  número  suficiente  de 
votantes  ó  falta  de  quortim,  según  la  locución  que  Canalejas  puso  de  moda. 
Para  conseguir  el  quorum,  el  presidente  del  Consejo,  á  pesar  de  proclamar 
á  toda  hora  que  lo  mejor  y  más  sustancioso  de  la  ley  del  CaYidado  consistfa 
en  no  haber  sido  previamente  convenida  con  la  Santa  Sede,  siguió  negocia- 
ciones con  los  prelados,  los  cuales  votaron  cediendo  á  una  indicación  de  la 
Nunciatura,  de  donde  vino  á  resultar  que  la  tan  aborrecida  intervención  del 
Poder  eclesiástico  tuvo  lugar  en  esta  ley  como  en  todas  las  que  se  refieren  á 
negocios  religiosos;  para  conseguir  la  aprobación  de  la  ley  por  el  Congreso 
(23  Diciembre)  hubo  que  vencer  la  obstrucción  de  carlistas  é  integrístas  re- 
curriendo á  la  sesión  permanente. 

De  las  huelgas,  que  fueron  muchas,  destácase  por  su  importancia  la  de 
los  mineros  de  Bilbao,  iniciada  (1 5  Julio)  con  la  pretensión  de  la  jomada  mí- 
nima de  nueve  horas,  que  obligó  á  declarar  el  estado  de  guerra  en  la  pro- 
vincia de  Vizcaya  (3 1  Agosto)  y  que  no  se  arregló  hasta  el  23  de  Septiembre 
por  los  buenos  oficios  del  general  Aguilar,  jefe  de  la  región.  Motines  hubo 


(1)    Iji  Constiturión  (art.  I))  prF^rí))p:  Xe  se permitíráit  otras  miaiifettaáenn  p^licm  qur 
lia  lit  la  rtligióii  M  üsbuli}.  Y  la  Rpal  ordfn  <1p  2j   C)ctubre  1876  (art.  2.°)  enliendp  por  ma- 

nifostanoncs  píiWiras  los  Ictri-ros,  hanclt-ras.  rmlilcmas,  anuncios  y  rartplrs  fn  los  muros  pxle- 
rinrps  dpi  tpmplo  v  cr-iiK-nlprio  disklcntcs:  cstn  fui  lo  derogado  por  la  Rpal  ordpn  dp  Cana- 
lejas. 


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HISTORIA   DE  ESPAÑA  gO$ 

varios  en  Madrid:  el  de  los  estudiantes  de  Medicina  (25  Noviembre),  como 
protesta  contra  una  zarzuela  que  se  representaba  en  Novedades,  por  el  cual 
dimitió  Méndez  Alants  la  jefatura  de  Policía,  y  el  choque,  que  pudo  tener  y 
□o  tuvo  proporciones  considerables,  entre  los  republicanos-socialistas  que  ce- 
lebraban una  manifestación  en  el  Prado  y  los  peregrinos  católicos  que  re- 
gresaban de  Nuestra  Señora  de  los  Angeles,  en  Jetafe  (16  Octubre).  De 
debales  parlamentarios,  el  más  escandaloso  fué  el  promovido  por  los  ca- 
talanistas contra  Lerroux  y  los  radicales,  acusándolos  de  inmoralidad  en 
el  manejo  de  los  fondos  municipales  de  Barcelona.  D.  Gumersindo  de 
Azcárate,  jefe  de  la  minoría  conjuncionísta,  y  Pablo  Iglesias  declararon 
en  elCongreso(i7  Diciembre)  que  no  eran  satisfactorias  las  explicaciones 
dadas  por  Lerroux,  por  lo  cual  los  radicales  dejaron  de  formar  parte  de  la 
Conjunción. 

Se  celebró  el  centenario  de  las  Cortes  de  Cádiz,  y  se  mandaron  embaja- 
das extraordinarios  á  los  centenarios  de  la  Independencia  de  varias  Repú- 
blicas americanas. 

Murieron  este  año:  Enero,  Fernández  Bremón  (z8).  Febrero,  Balbina 
Valverde,  la  gran  característica  (2).  Marzo,  D.  Melchor  de  Paiau  (2),  D.  Fe- 
lipe Pérez  y  González  (15),  el  maestro  Valverde  (18)  y  el  arqueólogo  López 
Ferreiro,  historiador  de  la  Catedral  de  Compostela  (20).  Abril,  Lagartijo  (8), 
el  ex  ministro  Abarzuza  (12),  el  pintor  D.  Emilio  Sala  (14),  el  maestro  Gou- 
la  (ig)  y  D.  José  M.  Sbarbi  (24).  Junio,  la  infanta  Josefa,  viuda  de  Güell  y 
Renté  (10),  y  D.  Ricardo  de  la  Vega  (22).  Julio,  el  actor  Donato  Jiménez  (2) 
y  el  insigne  hispanófilo  inglés  Martin  Hume  (3).  Agosto,  el  maestro  Mateos, 
notabilísimo  organista  y  compositor  (30).  Octubre,  D.  Carlos  Frontaura  (20). 
Noviembre,  el  Dr.  Camisón  (7)  y  el  periodista  Adolfo  Suárez  de  Figueroa. 
En  Diciembre,  el  «cabo  Mur>,  que  se  hizo  famoso  en  la  guerra  de  África 
(1859-60),  convertido  por  sus  servicios  y  con  el  tiempo  en  el  teniente  coro- 
nel de  Inválidos  D.  Pedro  Mur  y  Escalona  (19). 

^*7  z^it.  —  El  I."  de  Enero  planteó  Canalejas  la  cuestión  de  confianza 
para  reorganizar  el  Gabinete:  salieron  Merino,  Calbetón  y  Burell,  sustituyén- 
dolos Alonso  Castrilto,  Gasset  y  D.  Amos  Salvador.  Otra  crisis  (2  Abril),  por 
la  que  dejaron  sus  carteras  Ruiz  Valarino,  Aznar,  Arias  Miranda,  Cobián  y 
D.  Amos  Salvador,  pasando  el  primero  á  Gobernación,  entrando  Barroso  en 
Gracia  y  Justicia,  y  reemplazando  á  los  otros  Luqne,  el  almirante  Pidal,  don 
Tirso  Rodrigáñez  y  D.  Amallo  Jimeno.  El  29  de  Junio  pasó  Barroso  á  Go- 
bernación, reservándose  Canalejas  la  cartera  de  Gracia  y  Justicia.  De  casi 
ninguna  de  estas  crisis  se  vio  razón  polftica  suficiente:  la  mayoría  de  ellas 
obedecieron  al  deseo  ó  necesidad  de  ir  contentando  sucesivamente  á  las  dis- 
tintas fracciones  ministeriales. 

El  S  de  Enero  el  Rey  acompaftado  de  Canalejas,  emprendió  un  viaje  al 
Rif,  visitando  todos  los  campamentos  y  posiciones  con  un  temporal  de  aguas 
que  puso  á  prueba  la  resistencia  física  de  los  expedicionarios.  El  1 2  del  mismo 
mes  fué  ñrmado  el  tratado  hispa  no -marroquf,  por  lo  que  se  concedió  á  Gar- 
da Prieto  el  titulo  de  marqués  de  Alhucemas.  El  7  de  Abril  publicó  Le  ^our- 
«o/ el  tratado  hispano-francés  sobre  Marruecos,  y  los  franceses  ejercieron  en 
este  Imperio  actos  de  verdadero  dominio;  con  el  pretexto  de  protejer  la  co- 
lonia europea  de  Fez,  sus  columnas  avanzaron  al  interior;  £i  Diario  Universal 
publicó  (l.°  Mayo)  una  nota  oficiosa  declarando  que  la  conducta  de  los  fran- 
ceses alarmaba  profundamente  á  la  opinión  en  España.  Los  moros  atrepellaron 
á  unos  pescadores  españoles  en  la  playa  de  Ceuta  á  Tetuán,  y  como  el  bajá  de 
la  última  no  impusiera  el  inmediato  castigo,  el  general  Alfau,  gobernador  de 
Ceuta,  ocupó  militarmente  las  posiciones  de  Monte  Negrón  y  Zeuzén  (2Z  Ma- 


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906  HISTORIA  DE  ESPAtÍA 

yo).  £1  24  óe  este  mes  entró  eo  Fez  la  columna  francesa  del  general  Moinier, 
sorprendiendo  la  tacilidad  con  que  realizó  una  operación  que  muchos  concep- 
tuaban sólo  posible  para  un  gran  ejército  y  con  una  larga  y  costosa  campafta. 
En  Alcazarquibir  fueron  vejados  anos  protegidos  de  España,  por  lo  que  des- 
embarcaron fuerzas  (9  Junio),  protestando  el  bultáncontraesiebecho  el dia  20. 
Los  alemanes  desemtrárcaron  en  Agadir  (i.°  Julio).  Comenzaron  las  hostilida- 
des á  orillas  del  Kert,  que  los  nuestros  querían  convertir,  no  sólo  en  sólida 
linca  fronteriza  de  nuestro  campo,  sino  en  base  de  operaciones  para  dominar 
las  cabilas  de  la  otra  ribera.  Combate  (31  Julio)  en  que  padecimos  sensibles 
bajas;  ataque  de  los  moros  (20  Agosto);  nuevo  combate  sangriento  (9  Sep- 
tiembre) que  decidió  á  enviar  refuerzos,  y  el  general  Luque  parte  á  Metilla 
(3  Octubre),  iniciándose  á  su  presencia,  si  no  bajo  su  inmediata  dirección,  un 
avance  (6  Octubre),  llegando  la  división  Orozco  (7)  á  quince  kilómetros  más 
allá  de  Imarufen.  Éstas  operaciones  no  tuvieron  el  venturoso  resultado  que 
se  esperaba,  y  el  día  13  perdimos  gloriosamente  al  general  Ordóñez,  saliendo 
de  Melilla  el  ministro  de  la  Guerra  (ig)  para  Ceuta  y  Cádiz.  El  capitán  gene- 
ral de  Melilla  (Aldave)  dio  por  paciñcada  la  región  el  26  de  Noviembre,  pero 
recrudeciéronse  las  hostilidades  en  la  primera  quincena  de  Diciembre,  li- 
brándose (dia  27)  un  recio  combate  en  que  fué  herido  el  general  Ros,  muer- 
tos el  coronel  Garda  Gómez  y  el  teniente  coronel  Bemaldez  Dorado,  su- 
friendo otras  muchas  bajas. 

Durante  casi  todo  el  año  Francia  y  Alemania  negociaron  sobre  la  cues- 
tión de  Marruecos,  reconociendo  al  fin  la  segunda  el  protectorado  de  la 
primera  (Noviembre);  pero  como  esto  fué  á  título  oneroso,  dijo  el  Gobierno 
francés  que  los  sacrificios  hechos  debían  ser  compartidos  por  España,  é  ini- 
ció un  nuevo  tratado  franco- es  pañol  (6  Diciembre).  El  10  de  Septiembre  re- 
conoció nuestro  Gobierno,  simultáneamente  con  loa  de  Inglaterra,  Alemania, 
Austria  é  Italia,  la  República  portuguesa.  (1). 

CMestiones politicas  interiores.  —  Del  27  de  Marzo  al  9  de  At>ríl  se  discutió 
en  el  Congreso  la  revisión  del  proceso  Ferrer,  siendo  rechazada  por  179  vo- 
tos contra  23.  Reanudadas  las  sesiones  de  Cortes  (8  Mayo),  presentó  el  Go- 
bierno, además  del  presupuesto,  un  proyecto  de  ley  de  Asociaciones  — -  con- 
tra las  Ordenes  religiosas  —  otro  de  supresión  del  impuesto  de  Consumos,  y 
otro  dividiendo  en  dos  la  provincia  de  Canarias.  La  de  abolición  de  Consu- 
mos fué  promulgada  el  31  del  mismo  Mayo,  y  empezó  á  regir  en  Madrid  el 
I."  de  Julio,  causando  no  poco  desencanto,  pues  no  bajaron  los  comestibles, 
sino  es  en  la  venta  al  por  mayor;  es  decir,  en  la  que  no  beneficia  á  los  po- 
bres. De  huelgas,  motines  y  colisiones  fué  un  año  fecundísimo:  el  10  de  Fe- 
brero, atentado  contra  Lerroux  en  Sabadell.  El  28  de  Mayo  celébranse  si- 
multáneamente un  mitin  radical  y  un  taplech>  carlista  en  San  Feliú  de  Gut- 
xots:  vienen  á  las  manos  unos  con  otros,  librase  una  batalla  campal  á  tiros, 
resultando  cinco  muertos  y  diez  y  siete  heridos.  El  9  de  Julio,  huelga  general 
en  Zaragoza  con  sangrienta  colisión  entre  los  obreros  y  la  Guardia  civil;  y  el 
16  tumultuoso  mitin  conjuncionista  en  Barcelona.  En  Agosto,  un  mitin  sindi- 
calista en  Madrid  contra  la  guerra  de  África  (6),  é  insubordinación  de  doce 
marineros  á  bordo  de  la  Nttmancim  (5)  por  la  que  es  fusilado  un  fogonero  y 
condenados  á  reclusión  perpetua  ottos  ocho.  En  Septiembre:  gravísima  huel- 


lii"  Portiipal  V  fl  prinriiw  hfrí-- 
y  encana  í  Vem-ira  de  .XnidraJ 
■riii  lie  i-onniiacum  miinarquira  y  muy  lilirral.  Kl  4  ilr  Sriitli-nilirr 
o  <!<■  la  Marina  hizn  hiiir  ni  r<-y  Don  Manuel  y  i  su  familia.  ]>riirla[T)an- 
siílcnria  iIcTiM^filo  BraHa. 


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HISTORIA   DE   ESPAÑA  <jOJ 

ga  en  Bilbao,  cerrándose  las  fábricas  y  el  tráfico  del  puerto;  motín  en  Pena- 
gos,  con  muerte  de  un  cabo  de  la  Guardia  civil  y  cinco  mineros,  resultando 
heridos  tres  guardias;  en  itarcelona  se  descubre  un  complot  revoluciona- 
rio (i6);  intento  de  huelga  general  en  toda  España,  lanzándose  al  campo  en  Va- 
lencia una  partida  de  mil  obreros,  y  siendo  en  Cultera  bárbaramente  asesina- 
dos, con  circunstancias  que  horripilan,  el  juez  de  Sueca  D.  Jacobo  López 
Rueda,  el  ofíctal  de  la  Escribanía,  D.  Fernando  Tomás  Pastor,  y  el  alguacil 
Antonio  Dols.  Muchos  horrores,  más  propios  de  hienas  que  de  hombres,  se 
han  consumado  en  nuestras  revoluciones  y  guerras  civiles,  lo  mismo  en  la 
Península  que  en  América,  siendo  en  ambos  continentes  oprobio  de  la  raza  y 
mancha  repugnante  de  nuestra  historia;  pero  este  triple  asesinato  de  Cultera 
no  cede  á  ninguno  en  ferocidad.  El  Gotrierno  se  puso  un  poco  serio,  suspen- 
dió las  garantías  constitucionales,  y  el  conato  de  huelga  general  fracasó  en 
todas  partes.  Hubo  también  una  algarada  estudiantil  en  Barcelona  (24  No- 
viembre), con  repercusión  en  todos  los  centros  escolares,  como  protesta  con- 
tra un  articulo  titulado  <La  jarka  universitaria»,  obra  de  la  vieja  escritora 
Rosario  de  Acuña,  que  reprodujo  El  Progreso,  y  era  un  procaz  insulto  á  los 
estudiantes  espafioles. 

Fiel  el  ministro  de  Fomento  i  su  política  hidráulica,  inaugtiró  en  Málaga 
(18)  las  obras  del  pantano  del  Agujero.  El  de  Instrucción  Pública  creó  la 
•Mutualidad»  y  el  «Ahorro  escolares*,  y  mejoró  los  sueldos  del  Magisterio 
inferiores  á  1.500  pesetas. 

Grandiosa  manifestación  de  orden  religioso  fué  el  <XXI!  Congreso  Eu- 
caristico  Internacional',  celebrado  en  Madrid  del  23  de  Mayo  al  3  de  Junio, 
con  una  procesión  á  que  concurrieron  más  de  100.000  personas  venidas 
de  toda  España  y  del  extranjero.  La  Familia  Real  tomó  activa  parte 
en  el  Congreso,  y  el  Rey  pronunció  en  la  sesión  de  clausura  un  dis- 
curso que  fué  muy  celebrado.  £1  Gobierno  no  concurrió  ni  intervino  oficial- 
mente; pero  esmeróse  en  guardar  el  orden  y  en  que  fueran  respetados  los 
congresistas.  (1) 

Fallecimientos. — Enero:  Carolina  Coronado  y  el  actor  D.  José  Mesejo 
(17),  el  escultor  Folgueras  {17}  y  D.  Juan  Catalina  Garcfa  {18).  Febrero:  don 
Joaquín  Costa  (8),  D.  Trinitario  RuizCapdepón  (13),  Jesús  Pando  y  Valle  (24), 
D.  José  Piernas  Hurtado  y  el  canónigo  de  Toledo,  ex  diputado  de  las  Cons- 
tituyentes de  1869,  D.  Cruz  Ochoa.  Marzo:  el  doctor  Ezquerdo  (24),  Abril: 
el  actor  D.  Pablo  Arana  (7)  y  D.  Emilio  Prieto  Villarreal  (9).  junio:  el 
pintor  Gormai  {21J.  Julio:  D.  Teodoro  Llórente  (i)  y  D.  José  Valles  y 
Ribot,  jefe  de  los  federales  de  Barcelona  (31).  Septiembre:  D.  Antonio 
Garcfa  Alix  (29).  Octubre:  el  marqués  de  Teverga  (4)  y  López  Domln- 
guez(i7).  Noviembre:  el  escultor  Barrón  (25).  Diciembre:  el  poeta  catalán 
Juan  Mar^all  (20). 

Año  igi2. — Opuesto  por  escuela  á  la  pena  de  muerte,  de  cuya  inmedia- 
ta abolición  había  intentado  hacer  un  punto  de  su  programa,  desistiendo  ante 
la  resistencia  de  los  prohombres  del  partido,  y  temeroso  de  que  radicales  y 
socialistas  promoviesen  en  contra  suya  otra  algarada  por  el  estilo  de  la  de  Fe- 
rrer,  Canalejas  puso  singular  empeño  en  el  indulto  de  pena  capital  de  siete 
de  los  procesados  por  el  abominable  crimen  de  Cullera  que  á  ella  fueron  con- 


Con|n>><io  dr  Síli'sia,  (in'fuirado  jHir  monseñor  S<^ir.  Iiajo  la  inspíruríón  de-  la  piadosa  scjtorí- 
ta  TamastPr.  Tji  dirijir  un  nimiií  oiivo  j^osidenti"  nomina  ripapa.  siíndiJo  actualmente  el  oIms- 
po  de  Samur.  mnntieñor  Ileylrn.  Kf  cardenal  ^ianrlia  ashilió  al  Cun|;reso  ilel^mdres.  y  pm|iusi> 
la  celebrarión  de  otro  en  Marlriit. 


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goS  HISTORIA   DE   ESPAÑA 

denados  por  el  Consejo  Supremo  de  Guerra  y  Marina  (i).  Desplegó  á  tal  efec- 
to habilidad  suma,  hasta  conseguir  que  el  Consejo  de  Ministros  (12  Enero) 
acordase  proponer  al  Rey  el  perdón  de  seis  de  los  reos:  no  quedaba  más  que 
uno  excluido  de  ta  gracia,  y,  como  es  lógico,  S.  M.  se  negó  á  permitir  tamaña 
injusticia,  con  lo  que  resultaron  indultados  los  siete,  y  el  Presidente  presen- 
tó la  dimisión,  para  que  Don  Alfonso  le  ratificara  su  conüanza.  Combatidlsi- 
nio  Gasset  por  la  distribución  kilométrica  de  caminos  vecinales  en  proyecto, 
y  utilizando  sus  adversarios  la  discrepancia  entre  lo  aprobado  por  las  Cortes 
y  lo  publicado  por  el  Ministro,  que  muchos  supusieron  intencionada,  presen- 
tó Ja  dimisión  (11  Marzo),  sahendo  entonces  del  Gabinete  los  ministros  de 
Fomento,  Instrucción  Pública  y  Hacienda,  de  cuyos  Departamentos  encargá- 
ronse Villanucva,  Alba  y  Navarro  Reverter,  entrando  también  Arias  Miranda 
en  Gracia  y  Justicia,  Enojado  Gasset,  especialmente  con  Barroso,  áquien  su- 
ponía principal  autor  de  la  oposición  que  se  le  había  hecho,  publicó  en  £//«<- 
paráal  violentos  artículos  defendiéndose,  ó,  mejor  dicho,  atacando  á  sus  con- 
traríos. El  ministro  de  la  Guerra  suprimió  el  Estado  Mayor  Central,  que  tan- 
to ruido  habia  hecho  años  antes  (i.°Mayo).  El  25  del  mismo  mes  fué  leído  en 
el  Congreso  el  «proyecto  de  Mancomunidades*,  parte  mínima  del  de  Admi- 
nistración local  de  Maura,  de  cuya  eñcacía  convenció  Cambó  á  Canalejas,  y 
con  el  cual  creía  éste  contentar  á  los  catatanesi  la  tradición  centralista  del 
partido  liberal,  ta  larga  oposición,  ú  obstrucción  mejor  dicho,  que  sé  habia 
hecho  al  proyecto  de  Maura,  la  verdadera  inquina  contra  el  r^ionalismo  ca- 
talán, característica  de  los  liberales  y  que  había  llegado  hasta  el  extremo  de 
enviar  y  proteger  á  Lerroux  en  Barcelona  para  que  con  su  radicalismo  revo- 
lucionario contuviese  y  contrarrestase  la  tendencia  regionalista,  son  motivos 
que  explican  satisfactoriamente  la  mala  acogida  que  tuvo  el  proyecto  en  im- 
portantes elementos  de  la  mayoría.  Moret  y  Montero  Ríos  convinieron  en 
condenarle. 

Que  el  conde  de  Romanones  quisiera  aprovecharse  de  esta  situación  de 
los  espíritus  para  derribar  á  Canalejas  y  ocupar  él  la  presidencia  del  Conse- 
jo, es  muy  probable;  pero  que  no  fué  todo  intriga  y  conjura  del  presidente 
det  Congreso,  es  seguro.  X^  conjura  existió;  pero  no  fué  orígen  de  la  oposi- 
ción al  proyecto,  sino  que  la  oposición  patente  la  sugirió  á  un  político  travie- 
so. Y  en  definitiva  la  conjura  de  Romanones  más  aprovechó  que  perjudicó 
á  la  aprobación  del  proyecto,  si  bien  eso  fué  un  efecto  de  la  habilidad  de  Ca- 
nalejas. Puesto  á  discusión  aquél  (28  Junio),  pronunciaron  vehementes  discur- 
sos en  contra  Julio  Burell  y  Niceto  Alcalá  Zamora,  amigo  intimo  ó  protegido 
de  Romanones,  pero  Canalejas  echó  á  correr  la  voz  deque,  desalentado  ante 
semejante  oposición,  estaba  resuelto  á  dejar  el  Poder  y  aconsejar  la  forma- 
ción de  un  nuevo  Gabinete  presidido  por  García  Prieto  ó  Navarro  Reverter, 
y  esto  bastó  para  que  Romanones  mudase  de  bisiesto  y  facilitara  la  aproba- 
ción, con  el  fin  de  evitar  la  crisis,  como  sucedió  (3  Julio),  no  votando  contra 
el  proyecto  sino  19  diputados  de  la  mayoría,  entre  ellos  Moret,  Gasset,  Ro- 
drfguez  de  la  Borbolla,  Burell,  Alvarado,  etc.  Se  aprobó  definitivamente 
el  16  de  Octubre:  D.  Eugenio  Montero  Ríos  declaró  que  en  cuanto  pasase  al 
Senado  dimitírfa  su  Presidencia  y  se  retirarla  á  la  vida  privada,  pues  ni  que- 
ría promover  nuevas  disidencias,  n¡  contribuir  á  lo  que  conceptuaba  peligro- 
so para  la  unidad  nacional. 


(i)  Debe  añadirsi;  <|ue  lainbii'n  era  opuesto  á  la  pena  de  muerte  por  sensibilidad  de 
ilicranienlo:  cuando  se  negó  al  indulto  del  fogonero  del  Xuatanáa,  único  ca.io  ile  pena  de 
i-iii'  duranii'  s-w  (jobiomo,  luvo  que  guardar  cama  dos  dias. 


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HISTORIA   DE   BSPAÍÍA  9O9 

Cuestionas  sociales.  —  Las  huelgas,  como  es  ya  uso  habitual,  estuvieron 
á  la  orden  del  dia.  El  4  de  Junio  estalló  una  formidable  de  mineros 
de  Asturias.  El  25  del  mismo  mes  inauguróse  en  Madrid  el  «Congreso  ferro- 
viario>,  ó  sea  de  empleados  y  obreros  de  ferrocan-iles,  para  ñjar  las  mejoras 
que  debían  reclamar  inmediatamente  de  las  Compañías.  Kl  10  de  Julio,  gran- 
des huelgas  en  Zaragoza  y  Almería.  El  29  de  Agosto  se  constituyó  en  Ikirce- 
lona  la  <Jove  Catalunya>,  sociedad  societaria  de  carácter  catalanista.  £1  12 
de  Septiembre  llegó  á  Madrid  en  viaje  de  propaganda  el  socialista  belga 
Vandervelde,  qtuen  diá  una  conferencia  en  el  Ateneo  el  32.  A  las  doce  de  la 
noche  del  25  del  mismo  mes  de  Septiembre  se  declararon  en  huelga  los  fe- 
rroviarios de  la  sección  catalana,  y  extendiéndose  rápidamente  el  movimien- 
to por  toda  España,  amenazó  con  un  paro  general  de  ferrocarriles,  que  hubie- 
ra llegado  á  realizarse  á  no  dictar  el  Gobierno  la  Real  orden  de  4  de  Octubre, 
por  la  cual  se  llamó  á  ñlas  á  los  empleados  y  obreros  ferroviarios  pertenecien- 
tes á  los  reemplazos  de  1901  á  1906,  con  lo  que,  convertidos  en  soldados  la 
mayoría  de  los  huelguistas,  todos  tuvieron  que  deponer  su  actitud.  El  26  de 
Septiembre  se  reunió  en  la  Casa  del  Pueblo  de  Madrid  el  Congreso  del  Par- 
tido socialista,  luchando  dos  tendencias:  la  representada  por  Pablo  Iglesias, 
de  conjunción  con  los  republicanos,  y  la  de  formar  rancho  aparte  de  todos  los 
partidos  burgueses:  prevaleció  la  primera,  aunque  notándose  sensible  in- 
cremento de  la  s^unda. 

Disposiciones  militares  y  campaña  de  AJrica.  —  El  19  de  Enero  fué  pro- 
mulgada la  ley  de  Reclutamiento  y  Reemplazo  del  Ejército,  estableciendo 
el  servicio  militar  obligatorio,  en  cuanto  suprimía  «la  redención  á  metálico 
>para  el  servicio  de  guarnición  en  tiempo  de  paz>,  admitida  por  la  legislación 
anterior,  si  bien  reducía  considerablemente  la  permanencia  en  filas  de  los 
reclutas  que  pagasen  determinadas  cuotas  (1).  En  el  campo  de  Metilla  fué 
ocupado  el  monte  Harruit  (17  Enero);  en  Febrero  se  verificó  un  cange  de 
prisioneros  con  las  cabilas  hostiles  (10)  y  se  atacó  á  los  Qenibuyagi  (20);  el 
23  de  Marzo  ocupáronse  nuevas  posiciones  á  orillas  del  Kert,  y  en  Mayo  los 
combates  de  los  días  13714  fueron  favorabilísimos  para  nosotros,  pues  en  el 
segando  murió  Mohamed  el  Mizzian,  alma  de  la  obstinada  resistencia  riffefla, 
un  santón  que  electrizaba  á  los  cabileños  con  su  austera  vida,  fervor  religioso, 
arrebatadora  elocuencia  y  valor  sobrehumano,  siendo  en  este  linaje  de  luchas 
matar  á  un  hombre  asf,  lo  que  en  las  guerras  regulares  derrotar  al  ejército 
principal  del  enemigo  ó  apoderarse  de  su  más  importante  fortaleza.  El  17  de 
julio  sometiéronse  al  general  Aldave  varias  fracciones  de  cabilas.  En  Alca- 
zarquibir  y  Larache,  reforzada  la  escasa  guarnición  mandada  por  el  teniente 
coronel  Fernández  Silvestre,  á  quien  se  ascendió  á  coronel  (1;  Abril),  pudo 
este  jefe  desplegar  sus  condiciones  de  político  y  militar,  atrayéndose  á  la  po- 
blación mora  é  imponiéndose  con  energía  á  los  más  díscolos;  el  30  de  Agosto 
acudió  Silvestre  al  socorro  de  los  akl-seri/,  vejados  por  la  mehalla  de  Dris- 
Escifi,  y  como  ésta  se  resistiese,  el  capitán  Gessa  le  dio  una  carga  de  caba- 
llería, dispersándola  y  apoderándose  de  su  campamento,  armas  y  municiones. 

Otros  hechos.  —  Botadura  del  acorazado  España  en  El  Ferrol  {4  Febre- 
ro) y  entrega  del  gran  dique  de  20.000  toneladas  en  el  mismo  punto  (31  Oc- 
tubre). Inauguración  en  Tortosa  del  Canal  del  Ebro  (5  Mayo)  y  del  ferroca- 
rril de  Falencia  á  Viltalón  (1."  Julio).   Terrible   galerna  en  el  Cantábrico 


(1)  Por  Real  ordpn  de  fj  Febrero  fui  publicaila  ili' 
Mano  diciáronse  Iiatrucaoiifs  proi-ishnalfs  para  su  aplica 
sobte  medicirtn  y  rcconorimiento  facultativo  de  los  mo/os 
¿II  mitilares  para  difundir  la  instrucrii^n  cmre  los  mozos  (]i 


D„j,i7<-,ib,.GoogIc 


9IO  HISTORIA   DE  ESPaRa 

(i2  Agosto),  que  costó  la  vida  á  muchísimos  pescadores,  especialmente  de 
Bermeo.  La  cuestión  religiosa  estuvo  algo  amortignada  este  aBo,  aunque  casi 
interrumpidas  las  relaciones  oficiales  del  Gobierno  con  la  Santa  bedc; 
alarmó,  sin  embargo,  á  los  católicos  fervientes  el  proyecto  de  codificación  de 
Enseñanza  y  otros  que  se  preparaban  en  Instrucción  Pública,  donde  ejercfaa 
omnímoda  influencia  los  profesores  de  la  Institución  libre;  el  Cardenal  pri- 
mado, por  si  y  en  nombre  de  todo  el  Episcopado,  representó  contra  el  pri- 
mero (20  Septiembre).  Los  carlistas,  ufanos  de  su  organización,  que  les  per- 
mitía ostentar  sus  fuerzas  y  contrarrestar  las  de  los  bizcaitarras  y  radicales, 
imponiéndose  á  los  últimos  en  distintas  ocasiones,  sufrían  la  crisis  interior 
causada  por  el  recelo  que  á  muchos  de  ellos  inspiraba  la  conducta  de  don 
Jaime,  á  quien  su  padre  habla  reprendido  en  público  por  actos  de  s^niñcación 
liberal;  concretóse  este  disgusto  contra  D.  Bartolomé  Feliú,  jefe  delegado  del 
partido  desde  la  muerte  de  Barrio  y  Mier,  y  estuvo  á  punto  de  producir  una 
escisión,  que  evitó  D.  Jaime  reemplazando  á  Feliú  por  una  Junta  presidida 
por  el  marqués  de  Cerralbo.  D.  Melquiades  Alvarez  inició  su  separación  del 
partido  republicano  y  formación  del  reformista  con  su  discurso  en  el  ban- 
quete del  Retiro  (7  Abril).  Se  celebró  este  año  con  gran  solemnidad  eo  Cá- 
diz el  centenario  de  la  Constitución  de  1812,  dando  á  las  ñestasun  simpático 
carácter  hispano- americano;  también  fué  conmemorada  en  Shunto  la  me- 
moria del  guerrillero  Romeu  (15  Junio),  y  en  Pamplona,  la  batalla  de  las  Na- 
vas de  Tolosa  (16  Julio). 

Sabíase  desde  el  verano  por  conñdencías  policiacas  que  un  anarquista 
llamado  Manuel  Pardinas  Serrano  se  había  juramentado  con  otros  dos  para 
matar  á  Canalejas.  Lo  sabia  éste,  y  habló  de  ello  en  un  almuerzo  en  el  Nuevo 
Club.  Seguíanse  los  pasos  de  Pardinas  y  sus  compañeros;  pero  la  Policía  per- 
dió la  pista  de  ellos  en  Burdeos.  El  12  de  Noviembre  salió  el  Presidente  de 
su  casa  —  calle  de  las  Huertas,  esquina  á  la  del  Principe,  —  y  sin  querer  usar 
el  automóvil,  dirigióse  á  pie  á  Palacio,  donde  despachó  con  el  Rey  de  diez 
á  once  de  la  mañana.  Al  salir  de  Palacio,  como  le  diera  en  el  rostro  una  rá- 
faga de  aire  frió,  dijo:  «lUfl  ¡Qué  viento  se  ha  levantado!  Me  parece  que  va- 
mos á  tener  mal  dia>.  Volvió  á  su  casa  y  tornó  á  salir  á  pie  hacia  el  Ministe- 
rio de  la  Gobernación,  yendo  despacio,  confundido  entre  la  multitud,  por  la 
plaza  del  Ángel,  calle  de  Espoz  y  Mina  y  Puerta  del  Sol;  antes  de  las  once  y 
media  estaba  en  el  último  paraje,  y  se  detuvo  á  mirar  los  libros  en  el  esca- 
parate de  la  librería  de  San  Martin:  en  aquel  momento  surgió  á  sus  espaldas 
Pardinas,  y,  casi  apoyándose  en  su  hombro,  le  hizo  dos  disparos,  dejándole 
in tantán eamen te  muerto.  Acosado  por  los  circunstantes,  se  suicidio  el  cri- 

Aquella  misma  tarde  fué  nombrado  presidente  interino  del  Consejo  el 
marqués  de  Alhucemas;  pero  el  1 5,  y,  según  se  dice,  con  gran  satifacción  del 
mismo  Garcia  Prieto  deseosísimo  de  retirarse  del  Gabinete  en  cuanto  fuese 
firmado  el  nuevo  tratado  con  Francia  sobre  Marruecos,  se  dio  el  cargo  efec- 
tivo al  conde  de  Romanones.  D.  Segismundo  Moret  prestó  generosamente 
su  apoyo  i  la  situación  creada  en  momentos  tan  críticos,  y  fué  elegido  pre- 
sidente del  Congreso  (19).  El  Gobierno  creó  la  Dirección  de  Seguridad  pú- 
bhca,  confiándola  á  Méndez  Alanis  (29),  y  firmado  el  tratado  con  Francia  (27), 
consiguió  su  aprobación  por  las  Cortes,  asi  como  la  del  presupuesto  para  1913. 
El  30  planteó  al  Rey  la  cuestión  de  confianza,  y,  raiificada,  se  constituyó 
nuevo  Gabinete  en  esta  forma:  Presidencia,  Romanones;  Estado,  Navarro 
Reverter;  Gracia  y  Justicia,  Barroso;  Gobernación,  Alba;  Hacienda,  Suárez 
Inclán;  Fomento,  Villanueva;  Instrucción  Pública,  López  Muñoz;  Guerra,  Lu- 
que;  Marina,  Jimeno. 


,,CoogIc 


HISTORIA   DE   ESPAÑA  9II 

Fallecí  mi  eo  tos:  Enero,  el  pintor  y  crítico  de  Artes  D.  Aureliano  Be- 
rruete  {5),  el  doctor  Ribera  (8),  el  catedrático  de  Derecho  D,  Femando  Me- 
llado (14),  el  general  Martitegui  (25)  y  el  Dr.  Esquerdo  (30).  Febrero,  el  doc- 
tor Olóriz  {a8).  Marzo,  D.  Juan  José  Herranz  (1°),  D.  Eduardo  Saavedra  (22), 
Pl  Arsuaga,  hijo  y  sucesor  de  Pí  Margall  (20),  D.  Bienvenido  Oliver  (22),  el 
pintor  Amérigo  (25)  y  D.  Alfonso  González  (31).  Abril,  el  pintor  García  Ra- 
mos (i.").  Mayo,  D.  Antonio  Rodríguez  Villa  (3)  y  Menéndez  Pelayo  (19). 
Junio,  D.  Antonio  Sánchez  Pérez  (2<^.  Septiembre,  la  infanta  D."  María  Te- 
resa, hermana  del  Rey  (23).  Noviembre,  el  Dr,  Ulecia  (2).  Diciembre,  Vital 
Az&  (14),  el  hebraísta  Víscasillas  (28)  y  D.  Miguel  Mir  (29). 

Y  aqui  ponemos  fin  á  estos  esquemáticos  Anales,  deseando  que  quien 
haya  de  continuarlos,  sea  el  autor,  sea  otro,  tenga  que  registrar  en  los  si- 
guientes más  venturas  y  menos  desdichas  que  las  apuntadas  en  los  ya  es- 
critos. 


,,GoogIc 


El  rey  Earique  IV  de  CwtUla. 


Filando  ja  impreso  pl  plieRO  en  qvtc  fiRura  el  rrlralp  morai  Hr  esle 
Key.  nos  lia  parecido  inti^resante  reproducir  al  ñnal  el  verdadero, 
añaiiipndo  asi  un  documento  mA:i  á  la  nutrida  cntecctón  tconogri- 
fica  que  enriquece  esle  libro;  y  así  lo  hacemos  amalitemenle  auto- 
rizados por  el  insigne  diieelor  de  dirha  Heal  Academia  Reverendo 
Padre  Fidel  Fita,  S.  J. 


,,  Google 


índice  general,,idé'  los  1.715  grabados 
que  ccJfttiene  esta  obra,;: 


Lafamosaesculturüconocidapor     : .' 
La  Dama  de  Elche, 5 

Cortes  de  terrenos,  esqueletos 
y  animales  prehistóricos.  .  .      21 

Cráneos  hnmanoB,  huesos  de 
animales  y  piedras  de  las  épo- 
cas cuaternaria  y  terciaria  .  .      24 

Plano  y  vista  interior  de  la  cueva 
de  Altamlra 27 

Vista  de  Calascobas  (habitacio- 
nes trogloditas) 27 

Pinturas  y  grabados  descubier- 
tos en  cavernas  prehistóricas .      29 

Piedras  con  escritura  oval.  .   .      30 

Dólmenes  de  Antequera,  Puente 
Afeas  y  Cangas  de  Onls.   .   .      31 

Piedra  oscilante  de  Gamarugo 
^poca  neolítica)  . 31 

Célebre  muralla  ciclópea  de  Ta- 
rragona       32 

Monumentosmegallticos:nienhir 
de  Cardona,  trilitos,  ringle- 
ras, era  i  dolmen  es,  túmulos  y 
mamoas 33 

Cromleck  de  Ortigueira,  castros 
y  dólmenes  famosos 34 

Entrada  de  una  cueva  neolítica,      35 

Monumentos  megalítícos  de  las 
Baleares 37 

Cueva-habítaclón  megaHtica.   .      38 

Armas  de  piedra  del  periodo 
neolítico 39 

Una  puerta  de  la  muralla  cicló- 
pea de  Tarragona 40 

Armas  de  la  época  prehistórica 
del  bronce 42 

Espadas,  puñales,  hachas  y  pun- 
tas de    flecha  de  hierro    y 

bronce 45 

Salcedo,  Historia  de  España 


Tdrques  de  oro  hallados  en  Qa- 
licia.  ■.^,  „  :  ,^  .-.:.  .....   j      46 

Cerámica  prehistórica  .   ...    47  y  48 

Copas,  urnas,  lazaa^|crisoles.<y 
vasijas   de   cerámica  prehis- 
tórica... ■...■...  '.<-:   .   .      51 
Objetos  de  adorno  de  los  primi- 
tivos españoles  (época  neo-  ' 
lltica).  .  ...........      53 

Útiles  domésticos  para  .labores 
femeninas  de  loa  prialtivoe 
pobladores  de  Espaffa  <é|ioca 

neolítica)  .   .• 54 

Joyas  de  las  épocas  neoltticAs.y 

del  metal 56 

Plano  y  vista  de  la  famosa  cueva 

de  Almería 58 

Objetos  prehistóricos  encontra- 
dos en  la  cueva  de  los  Mur- 
ciélagos (Granada) 59 

Sepulcros  neolltictis 6t 

Trajes  iberos,  según  esculturas 

de  Osuna 62 

Armas  peetHStórícos  de  hierro  .  65 
Bronces  artísticos  iberos.  ...  66 
Célebre  toio  ibérico.de  Osuna  .  fiT 
Cerámica  ibérica  de  Elche  ...      69 

Fundación  de  Cádiz 70 

Llegada  á  España  de  una  coló-. 

nia  griega 71 

Estatuas  ibéricas  halladas  en  el 

Cerro  de  los  Santos ?2 

Alfabeto  ibero,  según  notables 

epigrafistas 74 

joyas   ibérico-fenicías  halladas 

en  Jávea 76 

Busto  en  barro  cocido  encontra- 
do en  la  Necrópolis  de  Eresa 

(Ibiza) 76 

..58      I 

D,g,Urrll-.,.LnOOglC 


mSTORU  DB  bspaRa 


Hipogeo  fealclo  (Punta  de  la 

Vaca-Cádiz) 76 

Vasijas,  nrnas,  jarros  f  vasos  fe- 
nicios   79 

Bustos  y  estatuas  ibero  -  feni- 
cias   80 

Jarros,  cántaroa  y  vasijas  ib¿rl- 

co-feulcios 82 

Aníbal 83 

Amuletos,  collares  y  otros  obje- 
tos púnicos  de  maifil,  vidrio, 

cobre  y  oro 85 

Vasijas  púnicas  artísticas.  ...  86 

Cerámica  fenicia 89 

Monedas  autónomas  españo- 
las   90  y  93 

Sciplón  el  Africano 92 

Fragmento  de  la  estatua  de  Pa- 
las Atenea  descubierta  en  De- 
nla   9G 

Reloj  de  sol,  fenicio,  hallado  en 

Yecia 96 

Sepulcro  antropoide  pánico- 
griego  96 

Esculturas  ibéricas  encontradas 

en  el  Cerro  de  los  Santos ...  96 

ídolos  bastitanos 96 

Máquinas  de  guerra  de  los  ro- 
manos    lOl 

La  famosa  Caza  de  Meleagro.   .  107 

Armas  de  hierro  numantinas  .   ■  t07 
Ultimo  día  de  Numaocia  (cuadro 

de  Vera) 112 

Sertorio. tl6 

JulioCísar 117 

Nerón. 122 

César  Augusto 123 

Séneca 124 

Teodosio,  el  Grande 125 

Joyas  y  armas  visigóticas      .   .  131 

O uerr ero  visigodo        131 

Oodo  primitivo 131 

Historia  del  traje:  Trajes  de  los 

visigodos 132 

Oaia  Pladdla  y  ValentinUno .  .  136 

Ataúlfo 137 

Sigerico 138 

Walla 139 

Teodoredo I4i 

Turismondo 142 

Atila 142 

Teodorlco 143 

Trajes  y  armas  visigóticos  (si- 
glos V  al  vil) 145 

Eurico 146 

Alarlco 147 

Oesaleico 151 

Amalarico 152 


Págin—- 

Teudis 153 

Teudlselo 154 

Aglla 155 

Bronces  visigóticos 1!F7 

Atanagildo 158 

Uuva  1 159 

Leovlglldó 160 

Recaredo  I |62 

Liuva  II 103 

Witerico 164 

Oundemaro 165 

San  Leandro 166 

Sisebuto 166 

Recaredo  II 197 

Suintila 168 

Sisenando I69 

Chintila 170 

Tulga 171 

Chindasvinto      |72 

Recesvbilo 173 

Wamba 173 

Joyas  visigóticas  del  Tesoro  de 

Petrenosa 174 

Interior  de  la  iglesia  de  Santa 

Comba  de  Bande 175 

San  Isidoro 178 

Ervigio 179 

Egica 180 

Witiza 181 

Don  Rodrigo I83 

Don  Pelayo I85 

Don  Favila |86 

Alfonso  1 186 

Fruelal igr 

Aurelio 189 

Silo 191 

Mauregato 192 

Bermudo  I 193 

Alfonso  I] 196 

Ramiro  I I97 

Ordono  I 199 

Cruz  votiva  llamada  de  los  An- 
geles   201 

Alfonso  III 202 

Cruz  votiva  llamada  de  las  Vic- 
torias      203 

Historia  del  traje:  Trajes  del 

siglo  X 207 

Sancho  III  (bajorrelieve).   ...  207 

Ramiro  II  (miniatura) 207 

Soldados  de  principios  del  si- 
glo x 207 

Qarcia  1 210 

Ordofioll 211 

Arquetas  de  marfil  hispano-ará- 

bigas 213 

Historia  del  traje:  Trajes  de  loa 

siglos  X  al  XI  (miniatutas)  .  .  215 


,,  Google 


HISTORIA  DB  ESFAÍ^A 


915 


PáglBU. 

Fniela  II 217 

Alfonso  IV 218 

Ramiro  II 219 

Ürdoflo  Ui 220 

Kamiro  III 221 

Sancho,  ef  Craso .  221 

Bermudo  II 222 

Historia  del  traje:  Trajes  del  si- 
glo XI  (estatuas  y  miniaturas).  223 

Alfonso  V 225 

Asesinato  de  Don  García  II.   .  .  226 

'  Muerte  de  Bermudo  111 226 

Retrato  de  Beraindo  UI  .  .   .   .  227 
Iconografía  de  la  Cruz  en  Es- 

pafla  (siglos  II  al  xiii)  ....  229 

Fernando  1 230 

Muerte  de  Alfonso  V  en  Viseo  .  231 

Sancho  II 232 

La  Cruz  en  la  Edad  Media-  .  .  233 

Muerte  de  Sancho  11  enZamora.  234 

Alfonso  VI 234 

Episodio  de  la  batalla  de  Uclés.  239 

Dofia  Urraca  de  Castilla.   ...  237 

Alfonso  Vil 238 

Historia  del  traje:  Trajes  del  si- 
glo Xli  239 

Proclamación  de  Alfonso  Enri- 
ques    241 

Sancho  III,  el  Deseado 242 

Historia  del  traje:  Trajes  de  fines 
de!  siglo  XII  (códice  de  los 

feudos? 243 

Alfonso  VIII 244 

Pendón  de  Alfonso  VIH  en  la  ba- 
talla de  las  Navas 245 

CruK  de  plata  que  llevaba  Al" 

fonso  VIII  en  las  Navas  .   .   .  246 

Alfonso  IX 2*7 

Sepulcro  de  Alfonso  VIII.  ,  .   .  250 
Arquetas  y  caja  de  marfil  his- 

pano-Arabes  (siglos  xi  al  Xiv):  251 

Dofia  Berenguela 252 

Enrique  I 253 

Dofia  Bereniniela  renuncia  la  co- 
rona en  su  hijo  Femando  .   .  254 

Fernando  III,  el  Sanio 257 

Cerámica  árabe  (siglos  xiii  al  xv>  259 
Hierros  artísticos  de  los  siglos  xi, 

XIV  y  XV 260 

Esmaltes  del  siglo  XII 263 

Historia  del  traje:  Trajes  de  ios 

siglos  xiii  y  XIV. 264 

Iconografía  de  la  Virgen  María 

(siglos  XIII  á  XV) 267 

Alfonso  X.  elSatio 269 

Cálices  artísticos  espafloles  de 

los  siglos  XI  al  XV 271 

Famoso  Cáliz  del  Señor,  Instru- 


p*giii»t. 

mentó  sagrado  para  la  Insli- 

tttción  de  la  Eucaristía.  ...  211 
Alfonso  X  y  aus  colaboradorea 
en  la  redacción  del  Código  de 

las  Partidas 274 

Sancho  IV,  ei  Bravo 276 

Dona  Maria  de  Molina 277 

Fernando  UI,  el  Santo  (estatua).  280 

Diego  López  de  Haro  (estatua).  280 

Alfonso  X,  «/Saftfo  (estatua).  .  290 

Diego  Martínez  de  VlUamayor  .  280 
Estatuas  yacentes  en  la  Catedral 

vieja  de  Salamanca 280 

Beatriz  de  Suerla  (estatua)  .  .  280 

Femando  IV,  el  Empbaado    .  .  2S3 

AlfMSoXI 284 

Pedro  1 285 

Sepulcros  de  h»  siglos  xii,  xiii, 

y  XIV 287 

Historia  del  traje:  Trajes  del  si- 
glo xiii .   .       288 

Muerte  de  Don  Pedro  I  .   .   .   .  289 

Enrique  II,  el  de  las  Mercedes.   .  290 
Trajes  y  costumbres  del  sigloxiv 

(miniaturas) 291 

Arcenes  góticos  de  los  siglos 

XIV  y  XV 292 

lian  I  de  Castilla 293 

Enrique  III,  e/ Dff//en/e 294 

Don  Felipe  Bou.  .   ■ 295 

Don   Bernardo  Qulllén  de  En- 

lenza 295 

Hbtorla  del  traje:  Trajes  del  si- 
glo xiv 295 

Sillas  y  sitiales  de  los  siglos  xi, 

xti,  xiu,  XIV  y  XVII 296 

Doña  Blanca  de  Navarra.   .  .  .  297 
Rueda  de  un  privilegio  de  Al- 

fonsoV 298 

Placas  esmaltadas  de  los  siglos 

XIII,  XIV  y  XV  ........  299 

Don  Carlos  de  Viana 300 

Juan  11  de  Castilla 301 

Clavos  y  hierros  artísticos  de  los 

siglos  XII,  XIII  y  XIV 303 

Clavas  artísticos  de  los  s^los 

XIII,  XIV  y  XV  .........  304 

Don  Alvaro  de  Luna 305 

Enrique  IV  (de  un  dibujo  de  Ca- 
sado del  Alisal) 306 

Clavos  y  llamadores  de  hierro 

del  siglo  XV 307 

Instrumentos   músicos    del  si- 
glo xiv  308 

Trajes  dviles  y  militares  del  si- 
glo xv  311 

Juan   11   de    Castilla    (estatua 

orante) 311 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


HISTOltlA   DE  ESPAÑK 


Píglnu. 

El  priiK^é   4e  Viana   (nfaiia- 

tara> 311 

Don  Alvaro  de  Luna  (estatqa  ya- 
cente)  311 

Cascos  de  los  siglos  IX. al  XVI  .    313 

Bronces  árabes 315 

Esculturas  de  loa  siglos  XI,  Xli, 

xm  y  XIV 316 

Puerta  irabe  é  hispano-árabe  y 
detalles  de  las  puertas  del 
Perdón  y  de  Saa  Clemente  (ca- 
tedral de  Toledo) 319 

DoSa  Isabel  la  Católica  ....    320 
Don  Fernando  el  Católico  ...    321 
Don  femando  el  Católico  (es- 
tatua)     323 

Dofta  Isabel  de  Portugal  (mujer 
de  Don  Juan  II  de  CastilU).   .    323 

Doa  Juan  II  de  Aragón 323 

DoñalsabellaCatólfca(estatua).  323 
Historia  del  traje:  Trajes  del  si- 

Slbxv 323 
ios  de  cera  ó  plomo  de  la 

Edad  Media 325 

Peine  del  siglo  xv 326 

Reliquias  htstóricas;  cetros,  mi- 
tras, coronas,  sandalia  epis- 
copal, báculo  episcopal  y  na- 
veta artística  de  plata,  marfil 
y  piedras  preciosas  de  la  cate- 
dral de  la  Seo  de  Zaragoza.  .  327 
Hombre  de  armas  de  la  primera 

mi<ad  del  siglo  XV 328 

El  cardenal  Pedro  González  de 

Mendoza 329 

Espadas  de  reyes  y  personajes 

históricos. 331 

Misal  de  Dofia  Juana, /n  ¿oca.  .  334 
Teika  hispa  no-arábigas  ....  335 
Cardenal  Francisco  Jiménez  de 

Cisneros 336 

Diego  López  de  Mendoza,  conde 

de  laTendilla 337 

Historia  del  traje:  Trajes  árabes 

españoles 339 

Arqueta  hispa  no-árabe  del  si- 
glo x.   .  , 341 

Casco,   túnica  y  espadas   de 

Boabdil 342 

Otras  armas  de  Boabdil  ....  343 
Gonzalo  Fernández  de  Córdoba, 

e¡  Gran  Capitán 344 

Joyas  arábigo-españolas.   .   .   .    345 

Cristóbal  Cotón 346 

Naos  y  carabelas  de  la  Edad 

Media 347 

Naves  del  siglo  Xiit 348 

El  P.  Marchena 350 


Págin»»- 

DoiGí  Juana,  la  Loca 352 

?e\ipt\,  el  Hermoso 393 

Célebre  chimenea  del  Franco  en 

Btujas 355 

Cartos  I  de  EspaOa  y  V  de  Ale- 
mania      356 

Casa  de  Carlos  V  en  Amberes  .  357 
Peine  amatorio  de  bqj  del  sin- 
glo XVI ' .   .   .   .  357 

Historia  del  traje:  Trajes  civiles 

y  militares  del  siglo  XVI.   .  .  358 

Rodela  española  de  Carlos  V.  .  359 
Blandón  de  la  catedral  de  León 

(siglo  xvi) 360 

Hernán  Cortés 360 

Historia  del  traje:  Trajes  del  si- 
glo XVI  (estatuas  sepotcrales) .  361 
Armas  y  trofeos  militares  de  los 

siglos  XV  y  xvt 362 

Cruz  procesional  de  plata  del  si- 
glo xvi  363 

Cruz  procesional  de  plata,  estilo 

renacimiento 364 

Dofla  Isabel  de  Portugal  (esposa);  ~ 

de  Carlos  V) 365 

Historia  del  traje:  Trajes  popa.' 

lares  del  siglo  XVI 366 

Monasterio  de  Yuste 369 

Cofre  de  plata  repujada  y  labra- 
da (siglo  XVI) 370 

Felipe  n :  .  .  .  371 

Don  Juan  de  Austria,  el  de  Le- 

panto 372 

Trofeos  de  la  batalla  naval  de 

Lepanto. 373 

Prisión  de  la  mujer  é  hijas  de 

Mondragón  eo  Gante  ....  375 

El  gran  duque  de  Alba 376 

Alejandro  Fameslo 377 

Dofla  Isabel  Clara  Eugenia.   .   .  378 

Antonio  Pérez 378 

Juan  de  Escobedo 379 

Santa  Teresa  de  Jesús 379 

Fernando  de  Herrera,  el  Divino.  380 

Diego  Hurtado  de  Mendoza  .   .  381 

Padre  Juan  de  Mariana  ....  382 

Fray  Luis  de  Granada 383 

Íuan  Ouas 384 

uan  de  Arfe 38.*^ 

uan  de  Herrera 386 

uan  Martínez  Montañés.   .   .   .  386 

)omenicoTheotocópull,r/ Greco  387 

Felipe  III 368 

Francisco  Gómez  de  Sandoval 

y  Rojas,  duque  de  Lerma  .  .  389 

Felipe  IV  (retrato  de  Velázquez)  389 
Gasparde  Guzmán,  conde-duque 

de  Olivares 390 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


HISTORIA  DB  XSPAÍlA 


«17 


Historia  del  traje:  Trajea  civiles 

y  militares  del  siglo  XVII.   ■   .  391 

Cutios  tí,  et  HechUaao 392 

Dofia  Mariana  dé  Austria  .   .   .  3£13 

Ambrosio  de  Morales  . '  ....  393 

Mateo  Alemán 394 

Muebles  de  los  siglos xvi  y  xvil.  395 

Luis  de  Oóngora 396 

Bartolomé  Leonardo  de  Argen- 

sola 396 

Lope  Félix  de  Vega  Carpió.   .   .  395 

Pedro  Pablo  Rubens 397 

Fray  Gabriel  Téllez,  Tirso  de 

Molina 397 

Francisco  Gómez  de  Quevedo  y 

Villegas. 397 

Arcabuz  ó  escopeta  de  Felipe  IV  39S 

Francisco  de  Moneada 399 

Diego  de  Saavedra  Fajardo.   .   .  399 

José  Ribera,  el  Españaleto  ...  399 

Alonso  Sánchez  Coello  ....  400 

Francisco  Zurbarán 400 

Diego  Rodríguez  de  Silva  y  Ve- 

lázquez 400 

Alonso  Cano  .    .    .    : 401 

Padre  Baltasar  Gradan  ....  401 

Oregorio  Fernández 401 

Sor  María  de  Jesús  de  Agreda.  402 

Bartolomé  Esteban  Murillo.   .   .  402 

Francisco  de  Rojas  Zorrilla  .   .  402 

Vidrios  españoles  del  siglo  xviii  403 

Miguel  de  Cervantes  Saavedra.  404 

Antonio  de  Solls 405 

Nicolás  Antonio 405 

Francisco  Manuel  de  Meló.   .   .  405 
Historia  del  traje:  Trajes  feme- 
ninos del  siglo  XVII 406 

Agustín  Moreto 407 

Tnan  Ruiz  de  Alarcón 408 

Padre  Benito  Jerónimo  Feijóo  .  408 
Pedro  Calderón  de  la  Barca  .  .  409 
Historia  del  traje:  Trajes  milita- 
res del  siglo  xviii 410 

Felipe  V 411 

Fernando  VI 412 

Historia  del  traje:  Caballería  es- 
pañola del  siglo  XVIII  ....  413 

Carlos  ni 414 

Romana  de  acero  del  siglo  xviu.  415 

Luis  XIV 416 

Pedro  Pablo  Abarca  de  Bolea, 

conde  de  Aranda 416 

Carlos  IV 417 

Historia  del  traje:  Trajes  popu- 
lares del  siglo  XVili 418 

Conde  de  F]oridab1an:a.    ...  419 
Zenón  de  Somodevilla,  marqués 

de  la  Ensenada 419 


Padre  kian  Fra[iciscode,lsI^,  ■,420 

Doña  Bárbara  de  Brag'anza.  *:;.  420 
Historia  del  traje:  Trajes  del^ir 

gloxviu ".421 

jorge  Juan  Santacilia  ....;.  422 
Padre  Enrique  FIórez  .   .  .   .■.'..422 

Antonio  Ramón  Ricardos.  .  .   .  423 

Antonio  Rafael  Mengs ,423 

Padre  Martin  Sarmiento  ....  424 
Historia  del  traje:  Trajes  popur 

lares  del  siglo  xviii 425 

Gaspar  Melchor  de  Jovellanos  .  426 

Horacio  Nelson 426 

Vidrios  espaaoles  de  los  siglos 

XVI  al  XIX 427 

Muebles  del  siglo  xvill    ....  428 
Buque  blindado  inventado  por 

Ochoaenl727 429 

Juan  Mcléndez  Valdés 430 

Federico  de  Gravina 430 

Cosme  Damián  de  Churruca  .   .  431 
Leandro  Fernández  de  Moratín.  431 
Historia  del  traje:  Trajes  milita- 
res de  principios  del  siglo  XIX .  432 

Manuel  Godoy 434 

Cerámicadeloasig]osxvtnyxi][.  435 

Napoleón  I 436 

Ventura  Rodríguez 437 

Juan  de  Villanueva 437 

'rancisco  de  Gbya  y  Lucientes.  437 
La  familia  de  Carlos  IV,  cuadro 

de  Coya 43B 

Juan  Escolquiz 441 

loaquinMurat 441 

Napoleón  1  con  las  Insignias  im- 
periales   443 

tose  Bonaparte,  Pepe  Botellas  .  444 
)os  de  Mayo:  Provocan  los 
franceses  la  ira  del  pueblo  de 

Madrid  (estampa  de  la  época).  446 
Entrada    de   los   franceses   en 
Madrid  (estampa  italiana  de 

la  época) 448 

Andrés  Torrejón,  alcalde  de 

Móstoies ■   .  451 

Mariano  Alvarez  de  Castro,  de- 
fensor de  Gerona 451 

Francisco  Javier  Castaños  ...  451 

Luis  Daolz 451 

Juan  Martin  Díaz,  el  Empecinado.  451 
José  de  Palafox,  geaaral  de  Za- 
ragoza         451 

Pedro  Velarde 451 

Jacinto  Ruii 451 

Francisco  Espoz  y  Mina  ....  451 
Famosa  expedición  <ratera>  de 
los  franceses  (estampa  italia- 
na de  la  época) 4S2 

lyCOOglC 


9i8 


HISTORIA  DE  ISPASa 


Plginu. 

U  Puerta  del  Sol  (Madrid)  el 

año  1808 453 

Sitio  y  bombardeo  de  Zaragoza 

(plaao-eslampa  de  la  época).    454 
SJr  Arturo  Wellesley,  duque  de 

Wellington 455 

Historia  del  traje:  Soldados  es- 
pañoles de  1808 496 

Historia  del  traje:  Uniformes  es- 

paffólesde  1808 457 

Vista  exterior  del  Cementerio 

de  la  Florida  en  1808    ....    458 
'  Día  2  de  Mayo:  Pelean  los  pa- 
triotas con  los  franceses  en  la 
Puerta  del  Sol  (estampa  de  la 

época) 459 

Hlstoriadeltraje:TraIesdel801.    4«l 
Vista   interior  del  Cementerio 

de  la  Florida  en  1808   ....    463 
Casa  en  que  murió  Daoiz  .   .   .    464 
Bordada  con  los  aretes  ameri- 
canos de  Daoiz 465 

La  infanta  Carlota,  hija  mayor 

de  Carlos  IV 466 

Muerte  de  Daoiz  y  Velarde  de- 
fendiendo el  Parque  de  Arti- 
llería el  2  de  Mayo  de  1808 
(de  un  grabado  de  la  época).    467 

Santiago  Llnlers 468 

Insignia  de   los  defensores  de 

Zaragoza 468 

Cornello  Saavedra 469 

Nicolás  Rodríguez  Pena.  ...    470 
Día  2  de  Mayo  de  1808  en  Ma- 
drid. Asesinan  los  franceses 
á  los  patriotas  en  el  Prado 
(grabado  de  la  época)  ....    471 
Plano  del  palacio  del  Buen  Re- 
tiro, edificado  para  residencia 
de  Felipe  IV.  antes  de  1808.    .     472 
Plaza  del  Caballoen  el  Retiroan- 

tesde  1808 473 

Simón  Bolívar 474 

Célebre  batalla  de  las  Heras  en 
Zaragoza  (de  un  grabado  de 

la  época) 475 

Andrés  Bello 476 

Estanque  del  Retiro,  antes  de  la 

invasión  francesa 477 

losé  de  Iturrlgaray       478 

Bemardlno  Rlvadavia  ....     498 

Mariano  Moreno 499 

Manuel  Belgrano 500 

José  Artigas 502 

loaquín  de  la  Pezuela 503 

losé  Fernando  de  Abascal  ...    504 

Juan  Antonio  Rojas 505 

José  Miguel  Carrera 507 


Camilo  Enríquez 508 

Ignacio  Allende 509 

Francisco  Javier  Venegas  ...  510 

Félix  María  Calleja  del  Rey  .   .  511 

Miguel  Hidalgo 512 

José  María  Mótelos 513 

Agustín  de  Itúrblde 514 

Nicolás  Bravo 515 

Isidoro  Málquez -  .   .   .  539 

Femando  Vil 563, 

María  Cristina  de  Borbón.  ...  567 

Bernardo  O'HIgglng 574 

José  de  San  Martín 575 

Vicente  López  y  Portana.  .   .   .  586 

Francisco  José  Quintana ....  586 

Francisco  Tadeo  Calomarde  .   .  586 

Agustín  Arguelles 586 

Alberto  Lista 586 

Juan  Nlcaalo  Gallego 586 
osédeMadrazo 586 
osé  María  Queipo  de  Llano,  con- 
de de  Toreno 586 

Ramón  Carnicery  Battie.   ...  586 
José  de  la  Sema,  conde  de  los 

Andes 605 

losé  de  la  Riva  Agüero 606 

Luis  Felipe  I 608 

Francisco  Martínez  de  la  Rosa  .  612 

Antonio  Alcalá  Oaliano  ....  612 
Joaquín  Vizcaíno,  marqués  de 

Pontejos 612 

{uan  AlvarezMendlzabal.   .   .   .  612 

'rancisco  Javier  de  Istúríz  .   .  .  612 

José  María  Torrijos 612 

Ángel  de  Saavedra,  duque  de  Ri- 

vas 612 

Baldomero  Espartero,  principe 
de  Vergara,  duque  de  la  Victo- 
ria    612 

Cecilia  Bobl  de  Fabery  de  Larrea 

Fernán  Caballero 612 

Carlos  María  Isidro  de  Borbón  .  624 

Tomás  Zumalacárregui 626 

Manuel  Bretón  de  los  Herreros  .  628 

Luis  Fernández  de  Córdoba  .   .  628 

Joaquín  María  López 628 

Caríos  Latorre 628 

Serafín  Estébanez  Calderón,  El 

Solitario 628 

Concepción  Rodríguez 628 

Ramón  Manuel  María  Narváez, 

duque  de  Valencia 628 

Andrés  Borrego 628 

Juan  Bravo  Murillo 628 

Ramón  de  Mesontro  Romanos  .  632 

Hilarión  Eslava 632 

Manuel  Gutiérrez  de  la  Concha, 

marqués  del  Duero 632 

D,g,t7cdb/GOOglC 


HISTORIA   DB  ESPaHA 


Salustlano  de  Olózaga 632 

Ventura  de  1&  Vega 632. 

Juan  Eugenio  Hartzenbusch  .  .  632. 
Leopoldo  O'Donnell,  duque  de 

TetuAn 632 

Antonio  Ros.  de  Olano 632 

josi  Valero 632 

Mariano  Jot¿  de  Larra,  fígaro  .  636 

Juan  Donoio  Cortés 636 

Claudio  Moyano 636 

I  osé  de  Espronceda 636 

alme  Balmes &)6 

Antonio  de  los  Ríos  y  Rosas  .  .  636 
Francisco  Serrano  y  Domínguez, 

duque  de  la  Torre 636 

Doctor  Pedro  Mata 636 

tasé  de  Salamanca  y  Mayol.  .   .  636 
(eunldn  de  literatos  en  el  estu- 

dio  de  esquive)  el  aSo  1846.  .  698 

Ramón  Cabrera 664 

Antonio  Oarcla  Outlérrez  .   .  .  668 

Juan  Prin  y  Prats 668 

Mariano  Fernández 668 

Julián  Romea 668 

Antonio  Apatlsi  y  Ouijarro.   .   .  668 

losé  Hosada  Herrera 668 

Federico  de  Madrazo 668 

Anreliano  Fernández  Guerra  ■   ■  668 

Luis  González  Bravo 668 

Historia  del  traje:  Trajes  del  si- 
glo xix  674 

Joaquín  Arjona 677 

! osé  Zorrilla 677 
tamón  de  Campoamory  Campo- 

osorlo 677 

Luis  José  Sartorius,  conde  de  San 

Luis 677 

losé  Amador  de  los  Ríos ....  677 

Matilde  Diez 677 

Manuel  MilA  y  Pontanals.   ...  677 

Doctor  Mariano  Benavenle.   .  .  677 

Francisco  Navarro  Villoslada.  .  677 

Estanislao  Figueras 684 

Concepción  Arenal  ......  684 

Manuel  Maria  de   Santa    Ana, 

marqués  de  Santa  Ana ....  684 

Cándida  Nocedal 684 

Manuel  Fernández  y  González  .  684 
Teodora  Herbella,  Teodora  La- 

madrid 684 

Francisco  Pi  y  Margal! 684 

loaquln  Gaztambide 684 

Juan  Emilio  Arrieta 684 

Juan  Mañéy  Flaquer 696 

Casto  Méndez  Núflez 691 

luán  Valera 696 

Antonio  Aguijar  y  Correa,  mar- 
qués de  la  Vega  Armljo  .   .   .  696 


Arsenlo  Martínez  Campos  ...  696 

Manuel  Alonso  Martinez.  .   .   .  696 

Doctor  Federico  Rublo 606 

Práxedes  Mateo  Sagasta.  ...  696 

Adelanto  López  de  Avala  ...  696 

Isabel  II 701 

Antonio  Felipe  de  Orleans  .  .   .  702 

Pió  IX 705 

Antonio  Cánovas  del  Castillo.  .  707 

Germán  Uamazo. 707 

Manuel  Taroayo  y  Baus  ....  Vfl 

Francisco  Asenjo  Barbíeri .  .  .  707 

Í osé  López  Domínguez 707 

Eduardo  Saavedra 707 

Narciso  Serra 707 

Cristino  Martos 707 

José  Casado  del  Alisal 707 

Fray  Ceferlno  González  ....  714 

Eduardo  Oasset  y  Artlme  ...  714 

Emilio  Castelar 714 

Manuel  del  Palacio 714 

José  Echegaray 714 

Antonio  Qisbert 714 

Eugenio  Montero  Ríos 714 

Pedro  Antonio  de  Alarcón  .   .  .  714 

Marcelo  de  Azcárraga 714 

Manuel  Ruiz  Zorrilla 722 

{osé  Maria  de  Pereda  ....  722 

laspar  Núñez  de  Arce 722 

Federico  Soler.  Sífú/ÍPtorra.  .  722 

Manuel  Fernández  Caballero .   .  722 

Gustavo  Adolfo  Bécqaer .  .  .  .  722 

Eduardo  Rosales 722 

Rosalía  Castro  de  Murgula .  .  .  722 
Mariano  José  María  FoTtuny  .   .  722 
Historia  del  traje:  Trajes  del  si- 
glo xix  726 

Napoleón  111 730 

Emperatriz  Engenia 731 

Emilio  López  Chaves,  Mario  .  .  734 

Francisco  Romero  Robledo.  .  .  734 

Nicolás  Salmerón  y  Alonso    .   .  734 
Segismundo  Moret  y  Prender- 

gast 734 

Padre  Fidel  Fita 734 

Ricardo  de  la  Vega 734 

Antonio  Vico 734 

Isidoro  Fernández  Flores,  Fer- 

nanflor 734 

Balbina  Valverde 734 

Alejandro  Pidal  y  Mon 742 

Gumersindo  de  Azcárate.    .    .    .  742 

Antonio  Muñoz  Degrain   ....  742 

Raimundo  Fernández  Viiiaverde  742 

Felipe  Pedrell 742 

Rafael  Calvo 742 

Francisco  Domingo  y  Marqués  .  742 

Francisco  Silvela  y  La  VieUeuze  .742 


920 


JIISrORIA  DE   BEPAÑA 


Adelina  Patti.f -i-,;.  ,iiti.iiv¡.  .  742. 

Alejandro  Feírant .   .......  746 

Íidlán  Gayarre  ....  ^  ....  .  746 

iUaebio  Blasco  .   .  ■...'..,  .   .  746 

Rtaquin  Costa.   .........  746 

Eugenio.  Selles 746 

Ricardo  VelázquexiBosco  .  ..    .  746 

Mijsen Jacinto  Verdaguer  ...  746 

PaBlo.Sarasate  ........  746 

Íítóé  Moreno  Carbonero i  746 
listoriadel  traje: Trajes  milita- 
rea  de  1859  . 750 

El  submarino  •ictineoi.   .  ~  .  .  750 
Historia  del  traje:  Trajea  milita* 

res  de- 1860 754 

Tipos  de  cañones 758 

Gobierno  provisional  de  1868.    .  780 

Bfsmarck 787 

Amadeo  1 789 

Francisco  Savalls  y  Massot.  .   .  791 
Carlos  María  de  los  Dolores^y 

Borbón ,   .■  .  793 

Antonio  Dorregaray  y  Doniía- 

guera 796 

Alfonso  XII 798 

León  XIII 800 

Espingarda  de  Muley  Abbas  .   .  801 

María  Cristina 802 

Benito  Pérez  Caldos 804 

Antonio  Pefia  y  Gofif 804 

Federico  Chueca 804 

María  Alvarez  Tubau 804 

Ángel  Guimerá 804 

Julián  Romea  y  Parra 804 

Francisco  Pradilla 804 

Emilio  Sala  y  Francés 804 

Tomás  Bretón  y  Hernández  .  .  804 

Santiago  Ramón  y  Cajal  ....  812 

joaquin  Sorolla  y  Bastida.  ...  812 

Casto  Plasencia 812 

Daniel  Urrabieta  Vierge  .   ...  812 

Ruperto  Chapí 812 

Vital  Aza 812 

Emilia  Pardo  Bazán 812 

Luis  Coloma 8l2 

Leopoldo  Alas,  C/<ir/n 812 

Santiago  Rusiñol 822 

Antonio  Oaudi 822 

Leonardo  Torres  Quevedo.   .  .  822 

Casimiro  Sainz 822 


Eduardo  de  Hinojosa 822 

Antonio  MaurayMoiitancr.   .   .  822 

Armando  Palado  Valdés.  ...  822 

Jacinto  OctaTio  Picón 822 

{osé  Canalejas  y  Méndez.    .   .  .  822 

'rancisco  Rodrlgtiei  Marin.  .   .  827 

Mariano  de  Cavia -,  .  B27 

Marcelino  Menéndsz  y  Priay» .  827 

José  Rodríguez  Cartacido  .   ...  ^7 

José  Ortega  Munilla j:  827 

Eduardo  Dato  Iradier -.'_  827 

Isaac  Albéniz  . .-•■■627 

Luis  CaIpNta >S27 

Ramón  Meníndez  Pidal  ....  «27 

José  Antonio  Maceo 640 

Máximo  Gómez 841 

Vicente  LampérCz 852 

Miguel  Unamuno S52 

Juan  Vázquez  de  Mella  ....  852 

'emando  Diaz  de  Mendoza  ,   .  852 

Agustín  Quero  I 852 

Blanca  de  los  Ríos  de  Lampérez.  852 

Joan  de  la  Cierva  y  Peflaüel  .   .  852 

Ángel  Ganivet 852 

Manuel  Linares  Rlvas 852 

Pío  Baroja 864 

Eduardo  Gómez  de  Baquero,  An- 

drenio 864 

José  Ramón  Metida 864 

Miguel  Blay  y  Fábregas  ....  864 

Mariano  Benlliure 864 

Jacinto  Benavente 864 

María  Guerrero 864 

Francisco  Navarro  Ledesma  .   .  864 

Ramón  del  Valle  Inclán 864 

AlfonsoXIII 871 

Reina  VictorJa  Eugenia 883 

E)  principe  de  Asturias 889 

Ángel  Salcedo  Ausó 898 

José  María  Gabriel  y  Galán.  .   .  900 
Serafín  y  Joaquín  Alvarez  Quin- 
tero   900 

Rosario  Pino 900 

José  Martínez  Ruiz,i4zor/n.   .   .  900 

Adolfo  Bonilla  y  San  Martín  .   .  900 

Gregorio  Martínez  Sierra  ...  900 

Ricardo  León 900 

Eduardo  Marqnina 900 

Enrique  IV  de  Castilla,  retrato 

auténtico 912 


,,  Google 


índice  de  retratos  por  orden  alfabético. 


Abarca  de  Bolea  (Pedro  Pablo).  416 

Abascal  (Jos¿  Fernando  de)  .   .  504 

AdelardoXápez  de  Ayala  .   .   .  696 

Adelina  Patti 742 

Adolfo  Bonilla  y  San  Martfn  .   .  900 

Aglla 155 

;^eda  (Sor  María  de  Jesús  de).  402 
Aguilar  y  Con'ea(AntonJo),  Mar- 
qués de  ta  Vega  Araiijo  .   .   .  696 

Agustín  Arguelles 586 

Agustín  de  Itúrbide 5)4 

Agustín  Moreto 407 

Agustín  Querol 852 

Alarcón  Ouan  Ruiz  de>    ■   .   ■   .  408 

Alarico 147 

Alas  (Leopoldo) 812 

Alba  (el  gran  duque  de)  ...  .  376 

Albenlz  (Isaac) -.  ...  827 

Alberto  LisU 586 

Alcalá  Oallano  (Antonio)   ...  612 
Alcalde   de   Móstoles  (Andrés 

Torrejón) 451 

Alejandro  Ferrant 746 

Alejandro  Pidal  y  Mon 742 

Alemán  (Mateo) 394 

Alfonso  1 186 

Alfonso  [l 196 

Alfonso  III 202 

Alfonso  IV 218 

Alfonso  V 225 

Alfonso  VI 234 

"  Alfonso  Vil 238 

Alfonso  VIH 244 

Alfonso  IX 247 

Alfonso  X 269  y  280 

Alfonso  Xi 284 

Alfonso  XII 798 

Alfonso  XIII 871 

Alonso  Cano 401 


Alonso  Martínez  (Manuel).  .  .  696 
Alonso  Sánchez  Coello  ....  400 
Alvarez  de  Castro  (Mariano) .  .  451 
AlvarezMendízábalQuan).  .  .  612 
Alvarez  Quintero  (Serafín  y  Joa- 
quín)   900 

Alvarez  Tubau  (María)   ....  804 

Alvaro  de  Luna 305  y  311 

Allende  (Ignacio) 509 

Amadeo  1 789 

Amador  de  los  Rloa  (José) ...  677 

Amalarico .152 

Ambrosio  de  Morales 393 

Andes  (Conde  de  los) 586 

Andrenio 864 

Andrés  Borrego 628 

Ángel  Ganivet 852 

Ángel  Quimera 804 

Ángel  Saavedra,  Duque  de  Rl- 

vas 612 

Ángel  Salcedo  y  Ausó 898 

Aníbal 83 

Antonio  Aguilar  y  Correa,  Mar- 
qués de  la  Vega  Armijo  .  .  .  696 
Antonio  Alcalá  Galtano  ....  612 
Antonio  Aparlsi  y  Guijarro.  .  .  668 
Antonio  Cánovas  del  Castillo.  .  707 
Antonio  de  los  Ríos  Rosas  .  .   .  636 

Antonio  de  Solls 405 

Antonio  Dorregaray  y  Domín- 
guez    796 

Antonio  Felipe  de  Orleans  .   .  .  703 

Antonio  García  Gutiérrez  ...  668 

Antonio  Gaudi 822 

Antonio  Gisbert 714 

Antonio  Maura  y  Montaner  .  ■  822 

Antonio  Muñoz  Degraln  ....  742 

Antonio  (Nicolás) 405 

Antonio  Pefia  y  Gofli   .....  804 

,Cooglc 


HISTORIA   DI   BSPaSa 


PlgiUM. 

Antonio  Pérez 378 

Antonio  Rafael  Mengí 423 

Antonio  Ramón  Ricardos    .   ■   .  423 

Antonio  Ros  de  Olano 6312 

Antonio  Vico 734 

Aragón  (Don  Juan  II  de)-  •   .   .  323 

Aranda  (conde  de) 416 

Arenal  (Concepción) 684 

Arfe  Ouan  de) 385 

Argén  sola    (Bartolomé    Leo- 
nardo de) 396 

Arguelles  f  Agustín) 586 

Arjona  (Joaquín) 677 

Armando  Palacio  Valdés.  ...  822 

Arsenio  Martínez  Campos  ...  696 

Artigas  gosé) 502 

Arturo  Wellesley  (duque  de  We- 

llington) 455 

Asenjo  Barbferi  (Francisco).   .  707 

Atanagildo 158 

Ataulft 137 

Atila 142 

Augusto  (César) 123 

Aureliano  Fernández  Guerra .   .  668 

Aurelio 189 

Auitria  (Doña  Isabel  Clara  Eu- 
genia de) 378 

Austria  (Don  Juan  de) 372 

Austria  (Dofia  Mariana  áe)    .   .  393 

Ayala  (Adelardo  López  de)    .   .  696 

Aza  (Vital) 812 

Azcárate  (Gumersindo  de)     .   .  742 

Azcárraga  (Marcelo  de)  ....  714 

Azorln 900 

Balbina  Valverde 734 

Baldomcro  Espartero 612 

Balmes  (Jaime) 636 

Baltasar  (Gracián) 401 

Baquero  (Eduardo  Gómez  de).  864 

Bárbara  de  Braganza(Dofia).    .  420 

Barbieri  (Francisco  Asenjo)  .   .  707 

Barca  (D.  Pedro  Calderón  de  la) .  409 

Baroja  (Pió). 864 

Bartolomé  Esteban  Murílio.    .    .  402 
Bartolomé  Leonardo  de  Argen- 

sola 396 

Beatriz  de  Suevia 280 

Becquer  (Gustavo  Adolfo)  ...  722 

Belgraní^  (Manuel) 500 

Bello  (Andrés) 476 

Benavente  f|acinfo) 864 

Benavente  (Mariano) 677 

Benito  lerónimo  Feijóo  (P.)    .    .  408 

Benito  Pérez  Galdós 804 

Benlliure  (Mariano) 864 

Berenguela  (Dofia) 252 

Bermudo  I 193 

Bermudo  II 222 


BermndoIlJ 227 

Bemardino  Rtvadavia 498 

Bernardo  Quinen  de  Bntenza.   .  295 

Bernardo  O'HIggins 574 

Blsmarck 787 

Blanca  de  los  Ríos  Lampérez.   .  852 

Blanca  de  Navarra 297 

Blasco  (Eusebio) 745 

Blay  y  Fábregas  (Miguel)  ...  864 

Boht  de  Faber  (Cecilia)  ....  612 

Bolea  (Pedro  Pablo  Abarca  de).  416 

Bolívar  (Simón) 474 

Bonaparte  (José  I ) 444 

Bonaparte  (Napoleón  I)  .    436  y  443 

Bonaparte  (Napoleón  111)    ...  730 

Bonilla  y  San  Martin  (Adolfo)    .  900 

Borrego  (Andrés) 628 

Braganza  (Doña  Bárbara  de).   .  420 

Bravo  (Nicolás) 515. 

Bravo  MurlIlo  (Juan) ^8 

Bretón  délos  Herreros  (Manuel).  628 

Bretón  y  Hernández  (Tomás).  .  8C4 

Caballero  (Manuel  Fernández) .  722 

Cabrera  (Ramón)  .......  664 

Calderón  (Serafín  Estébanez)-  .  628 

Calderón  de  ta  Barca  (Pedro) .   .  409 

Calomarde  (Francisco  Tadeo)  .  586 

Calpena  (P.  Luis) 827 

Calvo  (Rafael) 742 

Calleja  del  Rey  (Félix  María).  .  511 

Camilo  Enrlquez    . 508 

Campoamor  (Ramón) 677 

Canalejas  y  Méndez  (José)    .  822 

Cándido  Nocedal 684 

Cano  (Alonso) 401 

Cánovas  del  Castillo  (Antonio) .  707 

Cardenal  Cisneros 336 

Cardenal  Mendoza 329 

Carlos  V,  Emperador 356 

Carlos  II,  el  Hechizado  ....  392 

Carlos  111 414 

Carlos  tV 417  y  438 

Carlos,  principe  de  Viana.    300  y  31 1 

Carlos  Latorre 628 

Carlos  María  de  los  Dolores  de 

Borbón 793 

Carlos  María  Isidro  de  Borbón .  624 

Carlota  (Infanta) 466 

Carnicer  (Ramón) 586 

Carpió  (Lope  Félix  de  Vega).   .  396 
Carracido (José  Rodríguez).  ..87 

Carrera  (José  Miguel) 507 

C>sadfl  del  Alisal  (José) ....  707 

Casimiro  Sainz 822 

Castaños  f Francisco  Javier)    .   .  451 

Castelar  (Emilio) 71* 

Castilla  (Don  |uan  1  de)  ...   .  293 
Castilla  (Donjuán  [1  de).    301  y  311 

D„j,i7<-,ib,.Cooglc 


HISTORIA   DB   ESPARa 


Castilla  (Doña  Urraca  de)  ...  237 

Casto  Méndez  Núñez  .....  e06 

Casto  Plasencia 8l2 

Castro  de  Murgula  (RouUa)  .   .  722 

Castco  (Mariano  Al varez  de).  .  451 
Catótic»(poBz  Isabel  la)  .  320  y  323 
Cubf/íco  (EktnFernandoel).  ^Iy323 

Cavia  (Mariano). S¿I 

Cecilia  Botil  de  Faber,  Pentan 

Caballero. 612 

Ceferino  Oonzilez .  714 

Cervantes  (Miguel  de).  ....  404 

César  Augusto 123 

César  (Julio) 117 

Cierva  y  Pcñafiel  (Juan  de  la)   .  852 

Cisneros  (Praucisco  Jiménez  de)-  336 

Clara  Eugenia  (DoAa  Isabel)  .  .  378 

C/orín  (Leopoldo  Alai) 812 

Claudio  Moyano 638 

Coello  (Alonso  Sánchez).   ...  400 

Coloma  (Luis) 812 

Colón  (Cristóbal) 346 

Concepción  Arenal 684 

Concepción  Rodríguez 628 

Concha  (Manuel  Gutiérrczdela).  632 

Conde  de  Aranda  .......  416 

Conde  de  Floridablanca  ....  419 

Conde  de  la  Tendllla 337 

Conde  de  los  Andes 586 

Conde  de  San  Luis 677 

Conde  de  Toreno 585 

Conde-duque  de  Olivares  ...  390 
Córdoba   (Gonzalo  Fernán- 

dezde) 344 

Córdoba  (Luis  Fernández  de).  .  628 

Cornelio  Saavedra 469 

Cortés  (Hernán) 360 

0>sme  Damián  Churruca.    ...  431 

Costa  (Joaquín) 746 

Craso  (Sancho  el) 221 

Crlstino  Marios 707 

Cristóbal  Colón 346 

Chapi  (Ruperto) 812 

Chindasvlnto 172 

Chintlla 170 

Chueca  (Federico) 804 

^  Chnrruca  (Cosme  Damián).    .    .  431 

.     Damián  Churruca  (Cosme).   .    .  431 

Daniel  Urrabieta  Vierge  ....  8l2 

'     Daolz  (Luis) 451 

Dato  Iradler  (Eduardo) 827 

Díaz,  el  Empecinado  (Juan  Mar- 
tin)   451 

Díaz  de  Mendoza  (Fernando).   .  852 

Diego  Hurtado  de  Mendoza  .  381 
Diego  López  de  Haro  .  .  .280 
Diego  López  Mendoza,  conde  de 

la  Tendilla 337 


PigllHI 


Diego  Rodríguez  de  Silva  y  Ve- 

lázquez 400 

Diego  Saavedra  Fajardo.  ...  399 

Diez  (Matilde) 677 

Divino  (Femando  de  Herrera,  el)  380 

Doctor  Benavente 677 

Doctor  Mata 638 

Doctor  Rublo 696 

Domenico   T^heotocópuli   [el 

Grecoy. 387 

Domingo  y  IHarqués  (Francisco)  742 
Don  Alvaro  de  Luna  .  .  .   305y31I 

Don  Bernardo  Guillen  deEntenza  295 
Don  Carlos  de  Viaoa  .   .  .   300  y  311 

Don  Favila 186 

Don  FeHpe,  eí  Hermoso  ....  353 
Don  Femando,  el  Catálleo.   321  y  323 

Don  Juan  II  de  Aragón 323 

Don  Juan  de  Austria 372 

Don  Pedro  Calderón  de  la  Barca  409 

Don  Pelayo 185 

Don  Ramiro  II 207y219 

Don  Rodrigo 183 

Donoso  Cortés  (Juan) 636 

Dona  Bárbara  de  Braganza  .   .  420 

Dona  Beatriz  de  SuevTa  ....  280 

DoAa  Berenguela -   .  252 

Dona  Blanca  de  Navarra.   .   .   .  297 

Doña  Isabel  Clara  Eugenia.   .   .  378 
DoAa  Isabel  de  Portugal  (madre 

de  Doña  Isabel,  la  CatóUca).  323 
Doña  Isabel  de  Portugal  (esposa 

de  Carlos  V) 365 

DoAa  Juana, /a  ¿oca 352 

Doña  María  de  Molina 277 

Dofia  Mariana  de  Austria  .   .   .  393 
Dofia  Urraca  de  Castilla.   ...  237 
Dorregaray  y  Domínguez  (An- 
tonio)     796 

Duero  (Marqués  del) 632 

Duque  de  Lerma 389 

Duque  de  Rivas 612 

Duque  de  Tetuán 632 

Duque  de  la  Torre 636 

Duque  de  Valencia 626 

Duque  de  Vergara 612 

Duque  de  la  Victoria 612 

Duque  de  Wellington 455 

Echegaray  (José) 714 

Eduardo  Dato  Iradier 827 

Eduardo  de  Hinojosa 822 

Eduardo  Gasset  y  Artime  .   .   .  714 
Eduardo  Gómez  de  Baquero,  An- 

drenio 864 

Eduardo  Marquína 900 

Eduardo  Rosales 722 

Eduardo  Saavedra 707 

Egica 180 

nigiUrrlb/GOOglC 


HtSTOBlA  DB  KSPAftA 


Emitía  PArda  Btzán-   ...... 

Emilio  Arrleta  (Juan) 

Emilio  CasteLar 

Emilio  López  Chaves,  Moria.  . 

Emilia  Sala  y  Frasees 

Emperatriz  Eugenia 

Enrique  I 

Enrique  11 

Enrique  ill 

Enrique  IV 

Enrique  IV,  retrato  auténtico.  . 

Enrique  Flórez  (P.) 

Enrlquez  (Camilo) 

Ensenada  (Marqués  de  la).   .  ■ 

Entenza  (Bernardo  Cuillén  de). 

Ervigio 

Escobedo  (Juan  de) ...,,.. 

Escoiquiz  (Juan) 

Eslava  (Hilarión) 

Españoleta  (José  Ribera,  el).  . 

Espartero  (Baldomero) 

Eapoz  y  Mina  (Francisco)  -   -   . 

E^ironceda  (José  de) 

Estanislao  Pigaeras 

Estébanez  Calderón  (Seraffn)  . 

Eugenia  (Emperatriz) 

Eugenio  Montero  Ríos 

Eugenio  Selles 

Eurico .... 

Ensebio  Blasco 

Fajardo  (Diego  Saavedra) .  .   . 

Familia  de  Carlos  IV  (cuadro  de 
Ooya) 

Parnesio  (Alejandro) 

Favila 

Federico  Cliueca 

Federico  de  Gravina 

Federico  de  Madrazo      .... 

Federico  Rubio  .   .       

FedericoSoler,Sera//Pí7arra.   . 

Feijóo  (Benito  Jerónimo),   .   .   . 

Felipe  1,  c/ //ermoso 

Felipe  II 

Felipe  III 

Felipe  IV 

Felipe  V 

Felipe  Pedrell 

Félix  de  Vega  Carpió  (Lope).   . 

Félix  María  Calleja  del  Rey  .   . 

Fernán  Caballero 

Fernández  (OrcRorio) 

Fernández  (Mariano)       .... 

Fernández  Caballero  (IManuel). 

Fernández  de  Córdoba  (Gon- 
zalo)  

Fernán}]ez de  Córdoba  (Luis).    . 

Fernández  de  Mora tin  (Leandro). 

Fernández  Flores  (Isidoro).  .   . 


Pl«ÍTias. 

PeniándezGueria.(A«relÍano>  .  668 
Fernández  Villaverde  (Rai- 
mundo)      742 

Fernández  y  González  (Manuel).  684 

Fernando  1 230 

Femando  111 257  y  280 

Femando  IV 283 

Femando  V,  el  CatáUco  .    32t  y  323 

Fernando  VI 412 

FemandoVIl 563 

Fernando  de  Abascal  (José)  .   .  504 

Femando  de  Herrera,  el  Divino.  380 

Fernando  Díaz  de  Mendoza  .   .  852 

Pemanflor 734 

Ferrant  (Alejandro) 746 

Fidel  FlU 734 

Fígaro 636 

Figueras  (Estanislao) 684 

Flórez  (P.  Enrique) 422 

Florídablanca  (Conde  de)  .   .  .  419 

Fortuny(Mariano  José  María).   .  722 

Francisco  Asenjo  Barbleri ...  707 

Francisco  de  Ooya  y  Lucientes.  437 

Francisco  de  Isla  (P.  Juan).   .   .  420 

Francisco  de  Moneada 399 

Francisco  de  Rojas  Zorrilla    .   .  402 

Francisco  de  Znrbarán    ....  400 

Francisco  Domingo  y  Marqués  .  742 

Francisco  Espoz  y  Mina  ....  451 
Francisco  Gómez  de  Que  vedo  y 

Villegas 397 

Francisco  Gómez  de  Sandoral 

y  Rojas 389 

Francisco  Javier  Castaños  ...  451 

Francisco  Javier  de  Istúriz  .   .   .  612 

Francisco  Javier  Venegas  .    .    .  510 

Francisco  Jiménez  de  Cisncros  .  336 

Francisco  José  Quintana.  .   .   .  586 

Francisco  Manuel  de  Meló ...  405 

Francisco  Martínez  de  la  Rosa  .  612 

Francisco  Navarro  Ledesma  .   .  684 

Francisco  Navarro  ViDoslada    .  677 

Francisco  PI  y  Maigall  ....  684 

Francisco  Pradilla 804 

Francisco  Rodríguez  Marín.  .   .  827 

Francisco  Romero  Robledo,   ,   .  736 

Francisco  Savalls  y  Massot   .  .  791 
Francisco  Serrano  y  Domínguez, 

Duque  de  la  Torre 636 

FranciscoSJIvela  y  LaVielleuze.  742 

Francisco  Tadeo  Calomarde  .   .  586 
Fray  Gabriel  Téllee(nrsa  de 

Molina) 397 

Fray  Luis  de  Granada 383 

Fruela  I 187 

Fruelall 217 

Gabriel  Tellez  (Fray),  Tirso  de 

Molina 397 

D,g,t7cdb/COOgIC 


■      '  PáglMS, 

Gabriel rOaKn (José María).  .  900 

OiIaPlacldia .  136 

Odaós  (Benito  P«rez>   ....  804 

Gallego  (Juan  Nieiraio]    ....  586 

Gamazo  (Germán) 707 

Ganlvet  (Ángel) ■  852 

Oarcia  I 210 

Oarcia  Gutiérrez  (Antonia)  .   .  668 
OaspardeGuzmán^  conde-duque 

de  Olivares 390 

Gaspar  Melchor  de  Jovellanos  .  42& 

Gaspar  (Nuñez  de  Arce)   ...  722 

Oasset y  Arlime (Eduardo).   .  .  714 

Gaudi (Antonio).  .   .- 822 

GayarreHuMn).  . 746 

Gaztamblde  (Joaquín) 684 

Germán  Gamazo 707 

Oeftlelco 151 

Gtobert  (Antonio) 714 

Godoy,  príncipe  de  la  Paz  (Ma- 
nuel)   434 

Gúmez  (Máximo)  ...,..:  841 

Gómez  de  Saquero  (Eduardt^  .  884 
Gómez  de  Quevedo  y  Villegas 

(Francisco) 397. 

Gómez  de   Sandoval   y    Rt^as 

(Francisco) 389 

Góiigora  (Luis  de) 396 

González  (Fray  Ceferíno) 714 

González  Bravo  (Luis) 668 

González  de  Mendoza,  Cardenal 

(Pedro) 329 

Gonzalo  Fernández  de  Córdoba.  344 

Goya  y  Lucientes  (Franciscode).  437 

Gradan  (Baltasar) 401 

Granada  (Fray  Luis  de)  ...   .  383 

Oronde  (Teodosio,  el) 125 

Gran  duque  de  Alba 376 

Gravina  (Federico  de) 430 

Oreco  (Domenlco  Theolocópull, 

el) 387 

Gregorio  Fernández 401 

Gregorio  Martínez  Sierra  ...  900 

Quas  (Juan) 384 

Guerrero  (María) 864 

Guillen  de  Entenza  (Bernardo) .  295 

Gulmerá  (An^eU  v 804 

Gumersindo  de  Azcárate.   .   ■   ■  742 

Gundemaro 166 

Gustavo  Adolfo  Becquer.   ...  722 
Gutiérrez  de  la  Conclia  (Ma- 
nuel)   632 

Haro  (Diego  Lóoez  de)    ...   ■  280 

Hartzenbusch  (luán  Eugenio)    .  632 

Herbella  (Teodora) 684 

ffemíwo  (Felipe,  el) 353 

Hernán  Cortés 360 

Herrera  el  Divino  (Fernando  de) .  380 


Herrera  (Juaa  de) 386 

Hidalgo  (Miguel) 512 

Hilarión  Eslava 632 

Hinojosa  (Eduardo  de)    ...  .  822 

Horacio  Nelson 426 

Hurtado  de  Mendoza  (Diego)  .  381 

Ignacio  Allende. 509 

Isaac  Albéniz 827 

Isabel  Clara  Eugenia  de  Aus- 
tria   378 

Isabel  de  Portugal  (esposa  de 

Juan  II) 323 

Isabel  de  Portugal-  (esposa  de 

Carlos  V) 365 

Isabel,  la  Catáiiea  ....    320  y  323 

Isabel  II 701 

Isidoro  Málquez 539 

Isidoro  (San) 178 

l^la  (Juan  Francisco  de)  ...  .  420 

Islúriz  (Francisco  Javier).   .   .   .  612' 

Itúrbide  (Agustín  de) 514 

Iturrigaray  (Jos¿  de) 478 

Benavente 864 

Octavio  Picón 822 

Rulz 451 

Verdaguer 746 

lalmes 636 

Zastañoa  (Francisco)   .   .  451 

e  Islúriz  (Francisco)  .   .  612 

^enegas  (Francisco).   .   .  510 

loFeiJóo  (Benito).  ...  408 

e  Agreda  (Sor  María  de).  402 

ianta  Teresa  de)  ...   .  379 

!  de  Clsneros  (Francisco).  336 

Alvarez  Quintero    ...  900 

Arjona 677 

I  Costa 746 

I  de  la  Pezuela 503 

Gaztamblde 684 

María  López 628 

Murat 441 

Sorolla  y  Bastida   ...  812 

Vizcaíno 612 

lan  Santacllla 422 

nadoT  de  los  Rios  .       .   .  677 

itonio  Maceo 840 

tigas 502 

maparte 444 

inalejas  y  Méndez    .   .   .  822 

isadodel  Alisal 707 

Esnronceda 636 

;  la  Riva 606 

Lasema 586 

Madrazo 586 

losé  de  Salamanca  y  Mayol    .    .  636 

losé  de  San  Marífn 575 

José  Echegaray ».  714 

José  Fernando  de  Abascal .   .  .  504 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


923 


mSTOKlA  DK  IWAfiA 


PágliiM. 

Soaé  Itunigaray 478 

osé  López  Domlngaez    ....  707 

osé  Mvia  de  Pereds 722 

osé  Marfa  Gabriel  y  Oslin   .  .  900 

osé  María  Morelos 513 

osé  María  Quelpo  de  Llano  ■   ■  98& 

losé  María  Torrijoa «12 

losé  Marrioez  Rute,  i4zorAi .   ■  .  900 

losé  Mlgnel  Carrera 9üT 

losé  Moreno  Carbonero  ....  746 

losé  Ortega  Manilla SZ7 

loséPalafox 451 

losé  Posada  Herrera 668 

losé  Ramón  Mélida >64 

losé  Ribera,  el  Españólelo  ...  399 

losé  Rodríguez  Camcido  ...  827 

losé  Valero 632 

losé  Zorrilla 677 

JoTellanos  (Gaspar  Melchor  de).  426 

Juan  Alvarez  Mendizibal    .    .   .  612 

u^  Antonio  Rojas 505 

nan  Bravo  Muríllo 628 

Iaan  U  de  AragAn 323 

nan  de  Arfe 385 

uan  de  Austria 372 

uan  1  de  Castilla 293 
uan  n  de  Castilla  ■   ...    301  y  311 

nan  de  Herrera 386 

uan  de  la  Cierva  y  Pefiañel  ■   .  852 

uan  de  Mariana .  382 

uan  de  VillanueYa 437 

uan  Donoso  Cortés  ....  636 

uan  Emilio  Arríeta 684 

uan  Eacoiquiz 441 

uan  Eugenio  Hartzenbuüch    .  .  632 

uan  Francisco  de  Isla 420 

nan  Guas 384 

uan  Mané  y  Flaquer 696 

uan  Martín  Díaz,  el  Empecinado.  451 

uan  Martínez  Montafiés     ...  386 

Juan  Meléndez  Valdés 430 

Juan  Nicailo  Gallego- 586 

Juan'  Prim  y  Prats 668 

Juan  Ruiz  de  Atarean 408 

jnan  Valera 696 

Juan  Vázquez  Mella 852 

Iuana  la  Loca 352 

ulián  Oayarre 746 

ulián  Romea  .       668 

nlfin  Romea  y  Parra 8M< 

Julio  César 117 

Larra  (Mariano  José) 636 

Latorre  (Carlos) 628 

Leandro  Fernández  de  Moratln ,  431 

Leandro(San) 166 

León  XIII 800 

León  (Ricardo) 900 


PÍKíbu. 

Leonardo  de  Argcnsola  (Barto- 
lomé)      aye 

Leonardo  Torres  QneTcdo .   .   .  822 

Leopoldo  Alas,  Clarín SI2 

Leopoldo  O'Dooneli,  dnque  de 

Tetuán 632 

Leovlglldo 16U 

Lerma  (Duque  de) 389 

Linares  Rivas  (Manuel)  ....  852 

Liniers  (Santiago) 468 

Usta  (Alberto) 58b 

Uuval 159 

Uuva  II 163 

¿oca  (pofia  Juana  fd) 352 

Lope  Félix  de  Vega  Carpió.   .  .  396 

López  (Joaquín  María)    ....  628 

Upez  Oiaves  (Emilio)    ....  734 

López  de  Avala  (Adelardo).   .  .  606 

López  de  Haro  (Dieso)  ....  280 

López  de  Mendoza  (Diego)  .   .  337 

LipezDomlognezftosé).  .  .  .  707 

López  y  Portalia  (Vicente) ...  586 

Luc{entes(FfanclscodeOoya  y).  437 

LuisCalpena S27 

Luis  Cóloma 812 

Uis  Daojz 451 

Lula  de  Góngora 396 

Lnls  de  Granada 383 

Luis  XIV 416 

Luis  Felipe  I 608 

Luis  Fernández  de  Córdoba  .   .  628 

Luis  González  Bravo 668 

Luis  José  Sartoríus,  conde  de 

San  Lnls 679 

Luna(D.  Alvaro  de)  .  .  .  305  y  311 

Maceo  Qoaé  Antonio) 840 

Madrazo  (Federico  de) 66B 

Madrazo  (José  de) 586 

Málquez(r8ldoro) 539 

Manuel  Alonso  Martínez.   .   .  .  686 

Manuel  Belgrano 500 

Manuel  Bretón  de  los  Herreros .  628 

Manuel  del  Palacio 7t4 

Manuel  Fernández  Caballero.  .  722 

Manuel  Fernández  y  González  .  684 

Manuel  Godoy 434 

Manuel  Gutiérrez  de  la  Concha, 

marqués  del  Duero 632 

Manuel  Linares  Rivas 852 

Manuel  Maris  de  Santa  Ana.mar. 

qués  de  Santa  Ana 684 

Manuel  Milá  y  Pontanals.   ...  677 

Manuel  Ruiz  Zorrilla 722 

Manuel  Tamayo  y  Bans  ....  707 

Mané  y  Haquer  (Jnan) 696 

Marcelino  Menéndez  Petayo  .   .  827 

Marcelo  de  Azcarrága 714 

Marchena(P.) 390 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


BISTOUÁVE  ESPAfU 


927 


PtglIUl. 

Marta  Alvaitz.  Tubaa 804 

María  Cristina 802 

Marta  Cristina  de  Borl)óii  ...  567 

María  de  Jesús  de  Agreda  (Sor).  402 

María  de  Molina 277 

María  Querrero 864 

Mariana  de  Austria 303 

Mariana  (P.  Juan  de) 382 

Mariano  Alvarez  de  Castro.  .  .  451 

Mariano  Benavente 677 

Mariano  Benlliure 864 

Mariano  de  Cavia 827 

Mariano  Fernández 668 

Mariano  fosé  de  Larra 636 

Mariano  José  Marta  Fortnny  .   .  722 

Mario  (Emilio  López  Chaves).  .  734 

Marqués  de  Pontejos 612 

Marqués  de  Santa  Ana 684 

Marqués  del  Duero 632 

Marqués  déla  Ensenada.  .   .   .  419 

Marqués  de  la  Vega  Armijo.  .   .  696 

Marquina  (Eduardo) 900 

Martín  Díaz, e/£mpccinff<fi)  (Juan)  451 

Martínez  Campos  (Arsenlo).   .   .  696 

Martínez  de  la  Rosa  (Francisco)  612 

Martínez  Montafiés  (Juan) .   .   .  386 

Martínez  Ruiz  (José) 900 

Atartfnez  Sierra  (Gregorio).   .   .  900 

Marios  (Crlstlno) 707 

Mata  (Pedro) 636 

Maleo  Alemán 394 

Matilde  IXez 677 

Maura  y  Montaner  (Antonio) .   .  822 

Mauregato 192 

Máximo  Gómez 841 

Melchor  de  Jovsllanos  (Oaspar).  4% 

Meléndez  Valdés  (Juan)  ....  430 

Méllda  (José  Ramón) 864 

Meló  (Francisco  Manuel  de)  ■   .  405 

Méndez  Núflez  (Casto) 696 

Mendizábal  (Jusí)  Alvarez).  .   .  612 

Mendoza  (Diego  Hurtado  de)  .  38t 

Mendoza  (Diego  López  de)   .   .  337 

Mendoza  (Fernando  Diaz  de).  .  852 

Mendoza  (Pedro  González  de)  .  329 

Menéndez  Pelayo  (Marcelino)  .  827 

MenéndezPIdal  (Ramón).  ...  827 

Mengs  (Antonio  Rafael)  ....  423 

Mesonero  Romanos  (Ramón  de)  632 

Miguel  Blay  y  Fábregas  ....  864 

Miguel  de  Cervantes  Saavedra. .  404 

Miguel  de  Unamuno 852 

Miguel  UÍdal((o 512 

Mina  (Francisco  Espoz  y)  .   .   .  451 

Molina  (DoAa  María  de)  ...    .  277 

Molina  (Tirso  de) 397 

Moneada  (Francisco  de) ...   .  399 

Montafiés  (Francisco  Martínez) .  386 


Páginu- 

Monteros  Ríos  (Eugenio) .  ...  714 

Morales  (Ambrosio  de)  ...  .  393 

Moratln  (Leandro  Fernández  de)  431 

MoreloB  (José  María). 513 

Moreno  (Dr.  Mariano) 499 

Moreno  Carbonero  (José)  .  .  .  746 
Moret  y  Prendergaat  (Segismun- 
do)   734 

Moreto  (Agustín) 407 

Móstoles  (El  alcalde  de).  ...  451 

Moyano  (Claudio) 636 

MuflozDegraln(Antonlo>.   ...  742 

Murat  (Joaquín) 441 

Muríllo  (Bartolomé  Esteban) .   .  402 

Napoleón  I 436  y  443 

Napoleón  III   .« 730  -^ 

Narciso  Sernt 707 

Narváez  (Ramón  Manuel  María).  628 

Navarra  (Dolía  Blanca  de).   .  .  287 

Navarro  Ledesna  (Francisco)  .  864 

Navarro  Vllloslada  (Francisco)  .  677 

Nelson  (Horacio) 426 

Nerón 122 

Nicolás  Antonia 405 

Nicolás  Bravo 515 

Nicolás  Salmerón  y  Alonso.   .  .  734 

Nocedal  (Cándido) 684 

Núflez  de  Arce  (Gaspar) ...  722 

Octavio  Picón  (Jacinto) 822 

O'Donnell  (Leopoldo) 632 

O'HIggiens  (Bemando)  ....  574 

Olivares  (conde-duque  de) .   .   .  390 

Olózaga  (Salttstiano  de)  ...   .  632 

Ordonol 199 

Ordofioll 211 

Ordofío  III 220 

Ortega  Munllla  ao>¿)  ■      •   •   ■  827 

Pablo  Sarasate 746 

Padre  Benito  Jerónimo  Feijóo  .  408 

Padre  Enrique  PlÓrez 422 

Padre  Fita 734 

Padre  Juan  de  Mariana  ....  382 

Padre  Juan  Francisco  de  Isla  .   .  420 

Padre  Marchena 350 

Padre  Martin  Sarmiento  ....  424 

Palacio  (Manuel  de) 714 

Palacio  Valdés  (Armando) ...  822 

Palafox  (José  de) 451 

Pardo  Bazán  (Emilia) 812 

PaHi  (Adelina) 742 

Pedrell  (Felipe) 742 

Pedro  1 285 

Pedro  Antonio  de  Alarcón  .   .  .  714 

Pedro  Calderón  de  la  Barca  .   .  409 

Pedro  González  de  Mendoza.  .  329 

Pedro  Mata 636 

Pedro  Pablo  Abarca  de  Bolea.  .  416 

Pedro  Pablo  Rubens 397 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


928 


HISTORIA   DE  ESPAÍtA 


WginM. 

Pedro  Velarde 451 

FWayo 185 

Pefia  (Nicolás  Rodríguez)  ...  470 

Pena  yGoñi  (Antonio) H04 

Pereda  (José  María  de)  ...   .  722 

Pírez  (Antonio) 378 

Pérez  Caldos  (Benito) 804 

Pezuela  (Joaquín  de  la)  ....  503 

Picón  (Jacinto  Octavio)  ....  822 

Pldal  (Ramón  Menéndez)  ...  827 

Pldal  y  Mon  (Alejandro).    ...  742 

PIdo  (Rosado) 900 

Pío  Baroja 864 

Placidia  (Gala) 136 

Plasencia  (Casto) 812 

Pontejos  (Marqués  de) 612 

Portugal  (Doña  Isabel  de)  espo- 
sa de  Juan  II 323 

Portugal  (Dofla  Isabel  de)  espo- 
sa de  Carlos  V.   .....  .  365 

Posada  H6iTer»-(J<Mé).  E.  .   .   .  666 

Pradilla  (Francisco) 804 

Práxedes  Mateo  Sagasta ....  696 

Primy.PratsíJuan) 668 

Principe  de  Asturias 889 

Principe  de  Vtana  (D.  Carlos)  300  y  311 

Queipode  Llano  (José  María).  586 

Querol  (Agust(n) 852 

Quevedo  y  Villegas  (Francisco 

Gómez  de) 397 

Quintana  (Francisco  José)  .   ■  586 
Qolntero  (Serafín  y  Joaquín  Al- 

varez) 900 

Rafael  Calvo 742 

Rafael  Menga  (Antonio).  ...  423 

Raimundo  Fernández  VUlaverde  742 

Ramiro  I 197 

Ramiro  II 207  y  219 

Ramiro  III 221 

Ramón  Cabrera '.'64 

Raittón  Camlcer  y  Batle      ...  566 

Ramón  de  Campoamor 677 

Ramón  de  Mesonero  Romanos  .  632 

Ramón  del  Valle  Inclán  ....  864 
Ramón  Manuel  María  Narváez, 

dUque  de  Valencia 628 

Ramón  Menéndez  Pidal  ....  827 

Ramón  y  Cajal  (Santiago)  ...  612 

Recaredo  1 162 

Reciredo  II 167 

Recesvinto 173 

Ribera  ([osé>,  el  Españoleta  .   .  399 

Ricardo  de  la  Vega 734 

Ricardo  León 900 

Ricardo  Velázquez  Bosco  ...  746 

Ricardos  (Antonio  Ramón).       .  423 

Ríos  (losé  Amador  de  los).   .   .  677 

Ríos  de  Lampérez  (Blanca)  .   .  852 


Pigin, 


Ri«s  y  Rosas  (Antoaio  de  los)  i  '636 

Riva Agüero  (José  déla).  .  .   .  606 

Rivadavia  (Bemardino)  ....  408 

RIvas  (Duque  de) 612 

Rodrigo  (Don) 183 

Rodríguez  Carracldo  (losé)  .   .  827 
Rodríguez  de  Silva  y  Velázquez 

(Diego) 400 

Rodríguez  Marin  (Francisco).   .  8ZZ 

Rodríguez  Peña  (Nicolás) 470 

Rodríguez  (Ventura) 437 

Rojas  (Juan  Antonio)  .    .    .    .  i.  505 

Rojas  Zorrilla  (Francisco  de).    .  402 

Romea  (Julián) 668 

Romea  y  Parra  (Julián)  .   .   .   .  B04 

Romero  Robledo  (Francisco) .   .  734 

Ros  de  Olano  (Antonio)  ....  632 

Rosales  (Eduardo) 722 

Rosalía  Castro  de  Murguia.   .  .  722 

Rosario  Pino 900 

Rubens  (Pedro  Pablo) 397 

Rubio  (Federico) 696 

Ruiz  de  Alarcón  (Juan)  ....  408 

Raíz  (Jacinto) 451 

Ruiz  Zorrilla  (Manuel) 722 

Ruperto  Chapf 812 

Rusiñol  (Santiago) 822 

Saavedra  (Ángel  de) 612 

Saavedra  (Cornelio) 469 

Saavedra  (Eduardo) 707 

Saavedra  Fajardo  (Diego  de).   .  399 

Saavedra  (Miguel  de  Cervantes)  404 
StiWo  (Alfonso  X,  el).    .   .     269  y  280 

Sagasta  (Práxedes  Mateo).   .   .  696 

Sáinz  (Casimiro) 622 

Sala  y  Francés  (Emilio)  ....  804 

Salamanca  y  Mayol  (José  de) .   ■  636 

Salcedo  y  Ausú  (Ángel)  ....  898 

Salmerón  y  Alonso  (Nicolás) .    ■  734 

Salustlano  de  Olózaga 632 

Sánchez  Coello  (Alonso) ....  400 

Sancho,  el  Craso 221 

Sancho  II 232 

Sancho  Itl 207 

Sancho  IV 276 

Sandoval  y  Rojas  (Francisco  Gó- 
mez de) 389 

San  Fernando 257 

san  Isidoro 178 

San  Leandro      166 

San  Martin  (José  de) 575 

Santa  Ana  (Manuel  María  de).    .  664 

Santacilia  (Jorge  Juan) 422 

Santa  Teresa  de  Jesús 379 

Santiago  Liniers .  468 

Santiago  Ramón  y  Cajal.       .   .  812 

Santiago  RusinoI 822 

Sarasate  (Pablo) 746 


,,CoogIc 


HISTORIA    DE   ESPAXA 


929 


Piginis- 

Sarmiento  (P.  Martin) 424 

Sartorjus  (Luis  José) 677 

Savalls  y  Massot  {Francisco).   .  791 
Segismundo  Moret  y  Prender- 

gast 734 

Selles  (Eugenio) 746 

Séneca 124 

Serajl  Pitarra 722 

Serafín  Alvarez Quintero.   .   .   .  900 

Sema  (losé  de  la) 586 

Serra  (Narciso) 707 

Serrano  y  Domínguez  (Fran- 
cisco)    636 

Sertorio 116 

Sigerico 138 

Silo 191 

Silvela   y  La  Vielleuze   (Fran- 
cisco)   742 

Simón  Bolívar 474 

Sisebuto 166 

Sisenando 169 

Soler  (Federico) 722 

Solitario  (El) 628 

Solís  (Antonio  de) 405 

Somodevilla  (Zenón  de).   .   .  .  419 

Sor  María  de  Jesús  de  Agreda.  .  402 

Sorollay  Bastida  (Joaquín).   .    .  812 

Suevia  (Doña  Beatriz  de)  .   .   .  280 

Suintila 168 

Tamayo y Baus (Manuel).   ...  707 

Téllez  (Fray  Gabriel) 397 

Tendilla  (Conde  de  la)  ...   .  337 
Teodora  Herbella,  Teodora  La- 

madrld 684 

Teodoredo 141 

Teodorico 143 

Teodosio,  el  Grande 125 

Teresa  de  Jesús  (Santa)  ...  379 

Tetuán  (Duque  de) 632 

Teudis 153 

Teudiselo 154 

Theotocópuli,  el  Greco  (Dome- 

nico) 387 

Tirso  de  Molina 397 

Tomás  Bretón  y  Hernández    .    .  812 

Tomás  Zumalacárregui    ....  626 

Toreno  (Conde  de) 586 

Torre  (Duque  de  la) 636 

Torrejón  (Andrés) 451 

Torres  Quevedo  (Leonardo)  .   .  822 

Torrijos  (José  María) 612 


Pigim». 

Tubau  (María  Álvarez)    ....  804 

Tulga 171 

Turisoiundo 142 

Unamuno  (Miguel  de) 852 

Urrabieta  (Vierge  Daniel)  .    ,    .  812 

Urraca  de  Castilla  (Dofla)  ...  237 

Vatdés  (Juan  Meléndez) ....  430 

Valencia  (Duque  de) 628 

Valentiniano 136 

Valera  (Juan) 696 

Valero  (José) 632 

Valverde  (Balbína) 734 

Vázquez  de  Mella  (Juan) ....  852 

Vega  (Ricardo  de  la).  .....  734 

Vega  (Ventura  de  la) 633 

Vega  Armijo  (Marqués  de  la).   ,  696 
Vega   Carpió    (Fray  Lope    Fé- 
lix de)   396 

Velarde  (Pedro) 451 

Velázquez  (Diego  Rodríguez  de 

Silva  y) 400 

Velázquez  Bosco  (Ricardo)    .   .  746 

Venegas  (Francisco  Javier).  .  .  510 

Ventura  de  la  Vega 632 

Ventura  Rodríguez 437 

Verdaguer  (Jacinto) 746 

Vergara  (Duque  de) 612 

Viana  (Carlos,  príncipe  de).    300  y  31 1 

Vicente  Lamperez 852 

Vicente  Lúpez  y  Portafla .   .   .   .  586 

Vico  (Antonio) 734 

Victoria  (Duque  de  la) 612 

Victoria  Eugenia 883 

Vitlanueva  (Juan) 437 

Villaverde   (Raimundo   Fernán- 
dez)    742 

Villegas  (Francisco  Gómez  de 

Quevedo  y) 397 

Vital  Aza 812 

Vizcaíno  (Joaquín) 612 

Walia 139 

Wamba 173 

Wellinglon  (Sir  Arluro  Welles- 

ley,  duque  de) 455 

Witerico 164 

Witíza 181 

Zenón  de  Somodevilla 419 

Zorrilla  (Francisco  de  Rojas).   .  402 

Zorrilla  Mosé) 677 

Zumalacárregui  (Tomás).   .  .  .  626 

Zurbarán  (Francisco  de) ...   .  400 


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ÍNDICE 
de  nombres  de  personas  citadas  en  esta  obra. 


Abaad 127 

Abad  de  Viciara 159 

Abarca  (Obispa) 627 

Abarzuza  .  .    833, 836,  837,  855, 872 

877  y  905 

Abascal 604  y  825 

-  (José  Fernández  de).  .    472 

y508 

Abasólo 513 

Abdali 198 

—  -ben-Zarin 235 

Abdelazlz 189  y  190 

Abdelmelik 187, 217  y  218 

Abderrahman  I  .   .     192  á  194  y  203 

—  II 194  y  197 

—  III    ..     205  á  212  y  222 

—  benAbdaU.     I9|  y  192 

—  Sanchejo 218 

Aben  Adari 183 

-  Ahvard 202 

-  Alcoilia  .  .     178,183,190  y  211 

-  Arzarquel 220 

-  Bassan 231  y  232 

-  Hazin 219 

-  Jaldua 184,200  y  202 

"    Mernán 197 

-  Zaldun 219 

Aberddeen  (Lord) 698 

Ábranles  (Duquesa  de) 486 

Abreu 664  y  687 

AbulAbbas 192 

Abuzuza 187 

Accidino 100  y  105 

Acebedo 458,  584  y  749 

Acosta 792 

Acullá  (Obispo) 360 

-  fosarlo  de) 907 

-  (Fray  Rosauro) 507 


Achila 183  y  195 

Adaro 887 

Adriano 15,  121,  123  y  126 

Aecio 142  y  143 

Afranio 118 

Agar  (Pedro) 555  y  556 

Agen  (Bernardo  de) 268 

Agen  (Pedro  de) 268 

Agila 155  y  156 

Agnesio 519 

Agripa 123 

Aguado 660 

Águila  (Conde  de) 699 

Aguilar  (Francisco) 616 

—  (Obispo) 861 

—  de   Campoó   (Marqués 

de) 861  y  878 

—  y  Correa  (Antonio).  .  .  697 
Aguilera  (Alberto).  .  825, 835  y  880 
Aguinaldo 845,  848,  »50 

854, 855  y  858 
Aguirre  (Joaquín)  .    ...     733  y  736 

Ahmed  Anasiri 184 

Ahmer-Ar-Bazi 178  y  183 

Ahumada  (Duque  de).    584,626y693 

Airom  de  Ayala 713 

Aixón 193 

Ajbar 200 

Alagón  (Duque  de)  .   .   .    567  y  570 

Alahor 190 

Alamán  (Lucas) 479 

Alameda  (Fray  Cirilo) 567 

Álamos  Barrlentos 402 

Alarcón(JuanRuizde) 407 

—  (Pedro  Antonio).  .    577,708 

715, 738,  755,  783  y  830 
Alaricol 135,  137  y  149 

—  11 147  á  150 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


HISTORIA    DE   ESPAÑA 


Aiava 384  y  663 

Alba  (Duquesa  de) 879 

-  (Duque  de) 352  y  353 

-  (Gran  duque  de)  ,    365,367,368 

372,  375,  376,  377  y  380 

-  (Santiago)..    862,874,884,885 

902,  908  y  910 

Albacete 801 

Albalat  (Barón  de) 442 

Albareda  (José  Luis) 757 

Albéniz 826 

Alberoni  412  y  414 

Albert  (Pedro) 258 

Alberto  (Archiduque) 379 

de  Branderburgo  .    .    ■     368 

Albonl 718 

Albornoz  (Gil  de)  ...   .    284  y  378 
Atburquerque  (Duque  de)  .   ,   .    492 

Alcaide  Ibienca 465  y  481 

Alcalá  Galiano  (Antonio).  .     231,420 

493,515,526,532,548 

549,  579,  581   á   583 

601,613,648,651,660 

665,  768  y  772 

-  —       (Félix)     .     762  y  768 

-  Zamora 908 

Alcalde  del  Rio 30 

Alcafltces  (Marqués  de)  744 

Alcázar ■.     404  y  678 

Alcoberro 891 

Alcudia  (Conde  de  la)  .   .    615  y  626 

Aldama  (J''^'') ^'^  Y  ^'^ 

Aldave 906  y  909 

Alea  (Abate) 541 

Alejandro  11 266  y  738 

—  Magno 71 

—  VI 416 

Alemán  (Mateo) 404 

Alenza 644  y  680 

Alfau 905 

Alfíeri 533 

Alfonso  I 201  y  203 

-  II 201,203  y  225 

-  111   .     177,  178,  199,203  y  220 

-  IV 221 

-  V 226 

-  VI    .     226.  230,  232,  234  á  237 

240  y  258 

-  Vil.     226, 236,  244,  258  y  261 

—  VIII 244  á  249 

-  IX 246  y  261 

-  XI 282  á  285 

-  XII  ..    .    697,744,777,781 

786,787,799  á  816 

-  XMl    ....     818,870  á  911 

-  I  de  Aragón.     236  á  238  y  261 

-  II  de  Aragón 246 

-  IV  de  Aragón 289 


PÍE*Ii«. 

Alfonso  V  de  Aragón 297 

-  IV  de  Portugal   ....  284 

-  V  de  Portugal    ....  i94 

-  deOrleans 819 

-  Enriquez 242 

Alhamar  de  Granada 344 

Alhaquen  I 194  y  198 

-  II 209  á  212 

Alí 236 

Alircau 670 

Alkamah 200 

Almagro  (Diego) 363 

Almakari  ....     184,  200,  202  y  235 

Almanum 231 

Aimanzor.    .    .    .     187.  217,221  y  246 
Almenas  (Conde  de  las)  .    857  y  872 

Almirall 879 

Almirante 83  y  414 

Almodóvar  (Conde  de)  .   .    664,682 

y  687 

~        del  Rio  (Duque de).     866 

868,881,882, 886  y  887 

Almondaf  el  Blanco 221 

AlmondziT 198 

Almonte  Haro 764 

Almotamid  .:.::..     235  y  236 

AloTss  lieiss 183 

Alonso  Castri lio 905 

-  Colmenares 789 

-  Guerrillero 489 

-  (losé).   .    .     667,682,686  693 

732  y  733 

-  (Juan  B.) 736 

-  Martínez  .     697,  737,  766,  773 

799,817,  819,823,824  4  826 
y  830 

Alós  (José  M.) 556 

Alponte  (Pedro  de) 387 

Altamíra.    .....     22,  158,  166  y  175 

Altolaguirre  (Ángel  de)   ...    .     359 

Alvarado  .     359,  360,  884,  902  y  9C8 

-  (P.  Francisco)    ...    548 
Alvarez  (Cirilo) 748 

-  (José) 437 

—  (Melquíades)  ...    869,  875 

901,903  y  910 

-  (Néstor)   .......    851 

-  Bongel 642 

-  Bugallal   ....    801  y  802 

-  Cabrera 897 

—  Cienfuegos 435 

—  de  Castro  tlu^n)  .    ■    .     486 

-  -      (Mariano)    450 

y  483 

—  de  Pereira 642 

—  de  Toledo 436 

~      Gato 382 

—  Guerra 578 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


HISTORIA    DE   ESPAÍ5A 


Alvaiez  Quintero 901 

Alvear 505 

Alzáa 710 

Alzaga  (Martín)  .   .    .     469,  472  y  499 

Alzama 191 

Allende  (Ignacio)  ....    513  y  514 

-      Salazar.  .    732,861,872,873 

875  y  887 

Allucio 92 

Amadeo  I  .    .    .     723,  787  d  792  y  828 

Amalarico 151  y  152 

Amarillas  (Marqués  de  las) .    584, 626 

y  653 

Amat  (Félix)  .   .     518,  520,  560  y  631 

Amberes  (Francisca  de)  ....    387 

Amblard 835 

Amérigo 911 

Atnílcar 75,  77  y  78 

Amneo  Floro 110 

Amnlo 115 

Amorós  (Francisco) 540 

Ampedio 151 

Amunátegul 474 

Anacreonte 70 

Andafleda 150 

Andax 109 

Andersen 783 

Andrade 404 

Angiolillo 849 

Angulema  (Duque  de) ,   .    600  y  719 

Ángulo 489,  540  y  183 

Aníbal 50  y  81 

—  Alvarez 310 

Anselmo  (Conde) 193 

Ansúrez  (Fernando) 221 

Antequera 180  y  799 

Antillón 542 

Antolln  (P.  Guillermo) 161 

Antón  del  Olmet.    .    .     440,  442  y  564 
Antonio  Felipe  Orleans  ....    7U3 

-  (Nicolás) 282 

—  Pascual  de  Borbón  .   .    564 

Anzano 492 

Aparicio  (José) 644 

Aparisi  Guijarro.  .    564.623.669,698 

748,  757,  773,  781  y  786 

Apodaca 601  y  602 

Apolinar  (SJdonío).   .     133,  143  y  146 
Appiano    .     52,  87,  105, 108,  109  á  1 18 

Aqululfo 146 

Arana  (Pablo) 907 

-  (Sabino) 870 

Aranalde 660 

Aranda  (Conde  de)    .    416,  419  y  580 

Aranguren 850 

Arcadio 133  y  137 

Arce  (Ramón  José  de) 537 

Arco  Hermoso  (Marqués  de).    .     713 


Ardanaz 785 

Areizaga 486  y  487 

Arenal  (Concepción).   .   .    685  y  835 

Arfe 384 

Arfián 387 

Argantonio 70  y  73 

Argensola 404 

Arguelles  (Agustín)  .   .    546, 548, 951 

556,576,584,587,583,601 

682  y  683 

Arhens 692  y  723 

Arias  Barbosa 337 

—  de  Miranda  .   .    825,  903  y  905 

Arias  Montano 382 

Aribau 673 

Arimio  Folión 120 

Arista  (Iñigo) 204 

Arislegui 728 

Aristóteles 28  y   150 

Arizmendi 576 

Arizón 840y898 

Arjona 520,  535  y  541 

—  (Joaquín) 676 

—  Herrera 681 

Armero 693,  726,  744  y  768 

Arnobio 128 

Arólas  (Juan) 688 

Arrazola.     670,716,768,769,771  y  776 

Arriagada 507 

Arriaza 541  y  634 

Arribas 540 

Arrieta 685,  784  y  836 

Arrío 136, 140  y  160 

Arroniz 479 

Arrown 889 

Arrué  (Martín) 357 

Arlal 877 

Artavasdes 183  y  195 

Arteaga(P.  Esteban) 434 

Arteche  .    .    .     452,460,462,464,465 

481  á  483  y  543 

Artela 720 

Artigas 504  y  661 

Arturo  (Príncipe  de  Oales).  .  .  350 
Arzazun  y  Zabala.  .  ■  .  468  y  499 
Asdrúbal  Barca  .    77, 81,  91, 92  y  95 

—        Ciscón 92  y  94 

Asenjo  Barbíeri 646  y  706 

Aspiroz 678  y  690 

Astorga  (Marqués  de).    447, 537  y  542 

Aslrain  (P.) 367 

Alace 139 

Átalo 138 

Atanagildo 155ál58yl61 

Atanaildo 195 

Atanarico 135 

Atila 143 

Atmeller 711  y  715 

nigiUrrlb/COOglC 


HISTORIA    DE    I 


Páginas. 

Ataúlfo.   .    .     135,  137,  138,  142  y  149 

Auber 664 

Augereaii 4i;2  y  492 

Augier 783 

Augurio 128 

Augustln 8M 

Augusto 50  y  120 

Aulet 483 

Aumale  (Duque  de) 701 

Aurioles 801 

Aurús 194 

Avila  (Dolores) 828 

—  (Juan  de) 383 

—  (Luis  de) 367  y  382 

Aviraneta 489  y  661 

Avi8  (Maestre  de) 289 

Avito 143 

Ayax 144 

Ayerbe 434 

Ayguals  de  Ixco 702 

Ayllón  (Mateo) 660 

Aymerích  (losé) 617 

~        (Melchor).    .    .     604  y 614 

Ayub 190 

Aza  (Vital) 911 

Azanza.   .   .     439,  447,  454.  474  y  536 

Azara 422 

Azcárate  .  743,819,829,886,888,891 
y  905 

Azcárate  y  Lezama 478 

Azcárraga.  715,828,837,839,850,860 
861.865,878  y  879 

Azcuénaga 502 

Aznar 903y905 

Aznares 611 

Azorln 855  y  901 

Azzahra 212 

Azzati 901 

Bach 685 

Bada 165 

Badajoz  (Juan  de).   ...    384  y  385 

Badia  (Domingo) 429 

Badr 192 

Baena  (Alonso  de) 300 

Bahi  (Juan  Francisco) 633 

Baird 465 

Balácayas 195 

Balagny 460 

Balaguer 794 

(Higinia)  ...    824  y  828 

—  (Víctor) .  .  ,  783.  803,  806 
807,819  y  869 

Balachoff 496 

Balarl 881 

Balbino  (Celio) 120 

Balbo  (el  Mayor) 119 

—  {el  Menor) 119 

Balcarce  (Mariano) 620 


Balch 192 

Baldasano 704 

Baldrich 777 

Balmaseda  (Conde  de).  786, 788  y  795 

Balmes.   .     637,681,685,686,688.698 

699,704  y  713 

Balouzat 585 

Ballesteros 568,  615  y  640 

Banderas  (Quintín) 803 

Bañón 876 

Barait  (Rafael  M.) .   .     547, 730  y  732 

Barata 578  y  584 

Barbaji 584  y  585 

Barbarroja 367 

Barbieri 783  y  836 

Barbin  de  Unquera  ...     474  y  509 

Barcia 321,330  y  767 

Bardaji  (Ensebio) 669 

Bargés 796 

Barisa  (Ángel) 519 

Baroja 661,855  y  865 

Barrantes  (Vicente) 857 

Barras 444 

Barrio  y  Mier .   .   .   .    861.902  y910 

Barroeta  (Coronel) 752 

Barrón 907 

Barros  Arana 469 

Barroso.    .   .     885,902,905,908  y  910 

Barrientes  (Lope) 305 

Barry(Jwan) 603 

Barzanallana  ....     740,  678  y  776 

Basilico 201 

Basilides  (Obispo) 140 

Basiti  (Basilio) 683 

Bastiat 767 

Batbié 146 

Bayen  y  Subías  (Francisco)    -   -     438 

Bayle 527 

Bayón 578 

Baus  (Antera) 652 

—   (Joaquina) 737 

Bautista  (Francisco).  ....    408 

Bazo 592 

Bazo  (José  Miguel) 899 

Beatriz  de  Portugal 341 

—  de  Suavia 250 

Beauchamps 491 

Beaugrant  (Bayotde)  .    ...     35.^ 

Beccaria 527 

Becerra    .    .    .    739.779.785.792,807 

820,  824.  835  y  847 

—  (Gaspar) 386 

Becerro  de  Bengoa 872 

Becquer  (Gustavo  Adolfo) .    723, 738 

757  y  7fi9 

—  (Valeriano) 741 

Beethoven fi8S 

Beira  (Princesa  de) 627 

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HISTORIA   DE   ESPAÑA 


Beja  (Apringio  de) 168 

Belda  (Martin) 778 

Belgrano.   .    500,  501,502,504  y  573 

Belisario 153  y  155 

Beltrán  de  Lis  (Félix)  .   533,708,719 
720  y  721 

Etelveder  (Conde  de) 462 

Selles  (Manuel) 813 

Bellíni 645  y  664 

Bello  (Andrés)   ...      474,  509  y  637 

Benavente  (Conde  de) 357 

Benavente  (Jacinto)  ,   .   .    676  y  865 

—  (Mariano) 676 

Benavldes  (Antonio) ...    705  y  728 

(Cardenal) 825 

—  (Juan  de) 283 

Bencio  (Obispo) 190 

Benedicto 845 

—  XIV 519 

BenlUure 865 

Beaot 832  y  889 

Benovia 436 

Beranger .    788,791,806.817,819.828 

830, 837  y  889 

Berceo  (Gonzalo  de) 272 

Berenguela 241,247  y  249 

Berenguer  (el  Curro) 241 

Beresford 485  y  493 

Bergamln 872 

Bergnes 637 

Berice  (Capitán) 683 

Bermejo 850 

Bermeyen  (Juan  Cornelio)  ...    387 

Bermúdez  de  Castro  (José) .    679,700 

744  y  773 

—  -    (Salvador).    679 

—  Reina 826  y  837 

Bermudo  II 221 

—  III 226  y  227 

—  el  Diácono 201 

Bemadotte 444  y  494 

Bernáldez 344, 351  y  382 

Bernardo  (Abad) 268 

—  (Arzobispo  Don).   .   .    237 

—  (Presbítero) 274 

Berwick  (Duque  de) 412 

Berruete 200 

Berruguete  (Alonso  de)  ...  .    386 

—         (Pedro) 387 

Berthelemy  (Anatolio  de)    ■  .        143 

Berthier 462 

Beniete  (Aureliano) 911 

Bessel 136 

Bessieres  (José).     595,  610,  614  y  618 

Bessiers 449  y  454 

Beuston 140 

Beuter 367 

Bibero  (Juan) 328 


Biezma  (Diego) 650 

Bigarré 491 

Binotea  (Guillen  de) 289 

Bismarcb 786 

Blaquiére 563y567 

Blanc(Luis) 710  y  767 

Blanca  (Doña) 285 

Blanca  de  Navarra   .   .   .   .  297  y  298 

Blancas 240 

Blanco  (general)  .  808, 840, 84.%  850 
851,  854,  857  y  887 

Blanco  Fombona 505 

Blanco  (Lucas) 654 

Blanco  Whittre  ....  525, 533, 534 
541  y  562 

Blanch  (Adolfo) 482 

Blacke  y  Joyes  (Joaquín).  .  454,458 
462,  462,  486,  494,  496, 551  y  555 

Blas 789 

Blasco  (Eusebio)  .    .     747,  784  y  876 

Blasco  Ibánez.   .   .    836,870,673,876 

877  y  887 

Blaser  (general) 728  y  731 

Blay 865 

Blaxe 580 

Blondeel 355 

Blume 146 

Bodega 585 

Boecio 150 

BofaruU 204  y  324 

BohldeFaber       .   .   .  548,635y713 

Boileau 434 

Bolena  (Ana) 161 

Bolívar  (Simón).    .    474,509,510,576 

603,  604,  619,  620,  621  y  647 

Bompland 476 

Bonald 631  y  730 

Bonaparte  Oosé)  .  438,  442,  443,  454 
455,  458,  464,  485,  492,  496,  497,  498 

534,  536,  537,  538, 540  y  639 

Bonaparte  (Luciano) 445 

Bonet  (Magín) 836 

-    (Pantaleón) 692 

Bonifacio 138  y  142 

-        (Andrés).  .     844,  845  y  846 

Bonifaz 250 

Bonilla  y  San  Martin 901 

Bono  (Gaspar) 609 

Bonoldi 538 

Boppe 460 

Borbón  (Cardenal!.   ...     543  y  556 

Borcino  (Luciana) 824 

Bordessoulle  (Conde) 600 

Bores  y  Romero 875 

BoTgOfia  (Ramón) 236 

Borso  di  Carmínati   .     673,  682  y  683 

Borre»  11 241 

—     III  (Ramón).  ......    241 

lyCOOglC 


936 


HISTORIA   DE   E5PAÜA 


Borrego  (Andrés)  .   .     629,  664  y  670 

Borrero 690 

Borromini 408 

Boscan(Íuan) 363  y  382 

Bosch  (Alberto).    .    .     831,83íy838 

Bostar 87  y  91 

Botella 17,  18,  25  y  35 

BouTgea  {Pedro  de) 268 

Boves 512 

Boyd-DavokEns 18 

Bradley 134, 137, 169  y  178 

Braga  (TeóHIo) 906 

Bravo  (Nicolás) 515  y  571 

-     Murillo.    .     629,  670,  676,  704 

708,  712,  716,  719,  720 

721,  726,  728.  729,  744 

747  y  748 

Bretón  Hernández  (Tomás)  .    ,     805 

—     délos  Herreros  (Manuel).  629 

638,  639,  645,  660,  679  y  738 

Bresson  (Conde  de) 701 

Brias  (Conde  de) 611 

Brieva  y  Salvatella  .    .    ,      333  y  350 

Briz  Martínez 238  y  616 

Bronghaní 546 

Bronn 25 

Brunelli 697, 709  y  721 

BrunequJIda 158  y  161 

Brusch 25 

Buchanan 751 

Bueno 855 

Bugallal 873  y  884 

Bulgarano  (Conde).  ...     167  y  168 
Bulwer,    .    .     699,  702,  706.  708  y  71 1 

Bur  (Rodolfo) 153 

Burell  .    ,    .     876,  877,  903,  905  y  908 

Burgos  (Javier  de)   .    .     492.589.614 

637,  652,  659,  660  y  661 

BurrJel  (Andrés  Marcos).   .   .   .    430 

-  (P.) 274 

Bustamante  (General)  ....        854 
Bustillo  (Eduardo) 891 

-  (José  M.)-    ...      716  y  720 

Buteon 111 

Caballero 703 

—        (Fermín)  .    .    .    .  660  y  671 
Caballero  de  Rodas.  778, 781,785  y  788 

Cabanes 439, 464  y  578 

Cabanilles 240, 301  y  633 

Cabanls 525 

Cabanyes 637 

Cabañero 672 

Cabarrús 439,  454, 529  y  536 

Cabra  (Marqués  de) 778 

Cabrera  (Antonio) 633 

-  (Ramón)   .    664,665,672,673 

675.  686,710.711.715 
778,  786,  788  y  797 


PáRli» 


Cabrerizo 6; 

Cabrero  (Coronel) 6! 

Cabriñana  (Mar<|ués  de) .  .   609,  K 
y8í 

Cadalso 434y4: 

Cádiz  (Fray  Diego  de) 4: 

Cafranga K 

Caixal  (Obispo) 7! 

Calatrava 576  y  51 

-  (Ramón)  .    669,  682  y  61 

Calbetón 903  y  91 

Calderón  (Alfredo) 8) 

—        (Rodrigo) r. 

Calderón  ColtanleB  .  745,  749  y  T 
Calderón  de  la  Barca  (Ángel).  .  T. 
Calderón  de  la  Barca  .    407,  434, 71 

y« 

Calero  (Marcelino) &■ 

Calixto  II 2; 

Calomarde  .    587,  611,  615  á  617,  6: 
626,  627  y  6! 

Calonge  (Eusebio) r 

Calpena  (P.  Luis) K 

Calvete  de  la  Estrella 31 

Calvo  (Baltasar) 4< 

—  (Uln) Z 

—  (Rafael) 735  y  7- 

Calvo  Asensio  .  739,767,768x8" 
Calvo  de  Rozas  .  541  á  543,  547  y  61 

Calvo  Martin 8" 

Calzada  (Bernardo  Marín)  .  .  .  5^ 
Calleja  del  Rey.  514.515,572,583ya 
Camacho.   .   .   .    805,  817, 818  y  8< 

-  (Ángel  M.) 5' 

Cámara 739, 744.  749  y  8" 

Cambó.   .   .    881,889,  891, 895  y  9< 

Cambronero 6 

Camisón  (Doctor) 91 

Campanilla ...     4 

Campáñez  (Alvaro) i: 

Campeny .    .     e> 

Campero  (Juan) 31 

Campillo  (Narciso) 81 

CampoamoT (Ramón).    676,  680,  T. 

748,  757,  767  y  » 
Campomanes  (Conde  de).    272,4! 

622,  527,  529  y  51 
Campos  (Ramón) s: 

—  (Coronel) 6: 

Camprodón  (Francisco)   .     725  y  7) 

Camús  (Alfredo  A.) 8; 

Canal  (P.) 4! 

Canalejas  (Francisco  de  P.)  .   .    6' 

767  y  8: 

-  (José) .     823  á  825,  836.  8! 

856, 858, 859, 865, 866. 8( 

869.872,875.876.881,8) 

884  i  890,  903  á  91 

D,,i7,.i-,.Cooglc 


HISTORIA   DE  ESPAÑA 


937 


Cándano 464 

Cándido  (Hugo) 266 

—  (Jerónimo  José).   .   .   .    6M 
Canga  Arguelles  (José)   .   .    551,576 

584,  695  y  748 
Cano  (Alonso) 408  y  409 

—  (Antonio) 609 

—  (Manuel)    ...     584, 588  y  779 

—  (Melchor) 382  y  S22 

Canova 642 

Cánovas  del  Castillo.    .     390,394,402 

522, 638, 697, 706, 731 ,  732, 745, 749 
768, 769, 773, 775, 777, 78 1 ,  783, 791 
795,  796,  799,  801  á  817,  821.  824 
826,  828,  829,  831,  832,  836  á  838 
847  á  849,  874 

Cantera 732 

Canterac  .   .   .   .     605,606,619  y  662 

Cantero 739  y  740 

Cantón  (Gustavo) 495 

Cantú 117 

Cañamaque 819 

Cañete 474,  761  y  830 

Cafliauíres  (José) 434 

Capapé 610 

Capar 585 

Capdepón    .   .   .    823,  82^  826  y  850 

Capniany  (Antonio) 559 

Caracalla 116  y  124 

Caravaggio 409 

Carbó 682 

Cárdenas  (José  de) 878 

—  (Francisco   de)  .     146,153 

611,  615,627,  796  y  857 

—  (Gutierre  de).  324, 326  y  328 

Carducci 387 

Cariarico 156 

Carlier 436 

Carlomagno.     150.  193,  201,204  y  225 
Carlos  Alberto  de  Cerdeña .    704, 709 

716,  717  y  757 
Carlos  1  .   .    .    .     354  i  372,  387  y  561 

—  II 388,392.411  y  412 

—  111  ...    .     414á417,  437,  517 

528,  538,  542  y  863 

—  IV.  417  á  438,  441,  457,  528 

542, 566,  573, 62?,  676  y  709 

—  IV  de  Francia 293 

—  X 718  y  778 

—  principe  de  Viana.    .  297  y  298 

—  Luis  (Infante) 571 

—  de  Austria 412 

—  de  Borbón  y  Este  .    .    760.  777 

778.781,786  á  797,818 
821,861,862,863  y  902 

—  María  Isidro  de  Borbón .    564 

623, 659  á  66?,  670  á 
675,  686,  697  á  699 


Piginai, 

Carlos  Martel 191 

-  El  Calvo  ...     198, 202  y  204 
Carlota  (Infanta).  .   .     469,  501,  513 

670  y  699 

Carmen  Silva 547 

Carmena  y  Millán.   .     f  38, 539  y  646 

Carmena 437  y  673 

Carnerero 639  y  660 

Carnet  (Luis) 601 

Carnicer 587,591  y  784 

Carnot 450 

Caro  (General) 420 

-  (Miguel  A.) 474 

-  (Rodrigo) 404 

Carranza  (Arzobispo)  .    .      369  y  379 

Carrasco  (General) 713 

Carrefio 702 

—       de  Miranda 409 

Carreras  (losé  Miguel)  .      508  y  545 

Carrillo  (Cardenal) 340 

Carrier 486 

Carrlón  (Santo  de) 282 

Carsi  y  Ferrer 079  y  687 

Cartujano  (El) 382 

Carvajal  (José) .   .    414, 592, 807,  829 
y  861 

Carva/ales  {Los) 283 

Casado  del  Alisa) .  .  706,  740  y  821 
Casa  Gaviria  (Marqués  de)  .  .  7ÜI 
Casa  Irujo  (Marqués  de) .    61 1  y  614 

Casamayor 481 

Casanova  (Santiago) 442 

Casañas 891 

Casas  (Fr.  Bartolomé  de  las) .   .     104 

-  Quande) 476 

-  (Julián) 702 

-  Novoa 436 

Caaaus 578  y  779 

Cascajares 778, 849  y  869 

Cascallana  (Obispo) 725 

Casero 818 

Casiodoro 150  y  151 

Casirí 190 

Castafión  (Gonzalo) 7S0 

Castaños 449,450,453 

á  455,  458,  462,  465,  493,  494 
497,  543,  559.  574  y  608 

Castelar 669,715,732 

761,  767,  768.  772,  776,  777,  779 

786,  788,  790  á   797,  803,  820 

821,826,  829,  833,  838.  858  y  861 

Castelar  (Marqués  de).  555, 574  y  592 

Castelví 834 

Castell 791 

Castellano 837,  878  y  887 

Castellfranco 419 

Castelli 502 

Castilla  (Mariano) 469 

,Cooglc 


HISTORIA    DE  ESPAS, 


93« 

Castillejo 383 

Castillo 819 

Castillo  y  Ayensa  .   .    693,  697  y  698 

Castino 142 

Castro  (Adolfo  de)  ....     118,442 
443,  493, 538  y  857 

—  (Alejandro  de) 733 

—  (Guillen) 407 

—  (Inés  de) 290 

—  (Federico)      ...     767  y  776 
~     (Felipe  de) 437 

—  (Fernando).   ...    767  y  777 

—  (Francisco  de) 434 

—  (Ramón) 862 

—  de  Murguia  (Rosalía) .   .    723 

—  yOrozco 704 

—  y  Serrano  .    .     618,  738  y  847 

Cassola 820, 823,  826  y  829 

Catalina  (Infanta) 350 

-  (Juan) 907 

-  (Manuel) 676 

Catilina  (Severo)  ...    739  y  778 

Catón 77  y  749 

Calualda 130 

Cátulo 50 

Cava  (La) 185 

Cavaignac 710  y  716 

Cavalll 371 

Cavia 826 

Cavour  (Conde  de)  ....     718,735 

739  y  756 

Cayito 851 

Cayo  Sillo 44 

Cea  Bermúdez.  .    614, 626, 629  y  659 

Cean  Bermúdez 641 

Ceballos.    ,    .     439,440,454,458,510 
568,  574  y  796 

-  Mier 431  y  526 

Cebrián  (Juan) 808 

Cecilio  Mételo 114 

Celleruelo 882 

Cepión 109 

Cerero 855 

Cerralbo  (Marqués  de)    823, 861  y  9 10 

Cerro 723 

Cervantes,   .     113,376,382,383,404 

y  747 
Cervera  .    .     832,  833,  854,  857  y  902 

César  Augusto 726 

Cesáreo 170  y  171 

Cesaron 105 

Céspedes  (CarlosM.de),   ...    781 

Cetina  (Gutierre  de) 383 

Cicerón.    .    .    .     22,  70,  KW,  117  y  119 

Cienfuegos 534  y  835 

Cierva  (Juan  déla)  .    .    853.878,879, 

SS7,  8<)3  y  904 

Ciria 374,  442,  538  y  665 


Cirujeda B43 

Ciscar 555,  556  y  633 

Cisneros  (Cardenal) .    353,  354  y  382 

Clairac 888 

Clarence  (Duque  de) 322 

aarendon  (Lord) 664 

Claret  (Antonio  M-)  .    .    .     744  y  766 

Clarín 869 

Claudio '    .     120 

-  Marcelo 105 

Clavel 469 

Clavería 715 

Clavljo 711  y  840 

Clemencin 321,  585  y  633 

Clemente  XI 518 

-  XII 579 

-  Xlll 523 

-  XIV 417 

Cleonard  (Conde  de)  ■    .     449  y  713 

Olere 449,  455  y  460 

Cleveland 841  y  848 

Climent  (José) 521 

Clodoveo  .   .     147,  148,  150,  151,  152, 

y  165 

Clotilde 152 

Clousel 497  y  498 

Cobián ,     875,  879,  884,  885,  903  y  905 

Cobos 371,  761  y  766 

Coca  (Alonso  de)  .....   .    324 

Cochrane  (Lord)   ....      604  y  619 

Codera 179,  184,  190  y  194 

Coello  (Claudio) 409 

—  y  Quesada 857 

Coibert 397 

Colmeiro  (Manuel)  ...     623  y  836 

Colmenares 324 

Coloma  (Carlos)  ....      382  y  493 

-  (P.  Luis).    .      416,  526  y  813 

Colorobiére  (P.) 519 

Colomer  (Narciso  P.) 719 

Colón  (Cristóbal)  .    .      350,  351  y  382 

Colonia  (Juan  de) 318 

Columela 125 

Collado 732 

—  (Pedro) 570 

Comas  (Augusto)  ....      849  y  866 

Combes 870  y  903 

Comella 434 

Comenford  (Josefina) 610 

Comenge 557 

Comillas  (Marqués  de)  ...   .     903 

Concas 855,  881  y  902 

Concha  Alcalde 836 

-  Castañeda 830 

-  (José  de  la).   .   .    683  y  765 
~      (Manuel  de  la)    503,  682, 683, 

700,705,709,715,  726,  728, 
776  y  794 

D,g,t7cdb/COOgIC 


Conde ]98  206  y  6 

Conditlac 430  y  5 

Condorcei 5 

Conrado  de  Suavla 2 

Constancio 136  y  i: 

Constans  (Benjamin) & 

Constante i: 

Constantino  (Galo) i: 

Conteglan 

Contero  Ramírez 7: 

Contreras   .   .        776,  777, 792  y  & 

Cook  (Ernesto) 6 

Copar & 

Copons  y  Navia 497  y  5' 

Corbis II 

Cordero  (Bernardo).   .  .     662  y  6 

—      (María) 5 

Coromlnas & 

Coronado 7' 

-        (Carolina)    .  .     680  y  9" 

Corradi 671   y  7i 

Corral  (Pedro  de) ü 

Correa 8' 

-  (Diego) 3; 

Corregió 4i 

Corri 6 

Cortada 675  y  7 

Cortes 1 

Cortés  (Doroteo) & 

-  (Hernán)  .    .    .     357, 360  y  3i 

Cortessl 6 

Cortezo  (Dr.) .   .   .   .    831,879  y  » 
Cortina  (Manuel)  .     682, 688, 689,  & 

703, 706,  710, 732, 736, 748. 749, 7< 
766.  767  y  7( 

Corvera  (Marqués  de) !■ 

Cos  Gayón  .     578,811,830,837  y  8 

Cosroes 1' 

Costa  (Joaquín) .    .     743, 856,  858, 8< 
873,  888,  896  y  91 

-  (Juan) b' 

CosHIlares 6 

Cota 1 

Cottin  (Madame) 6: 

Couplgni  (Marqués  de)  ...   .    4 

Cousin  (Víctor) 692  y  7i 

Covarrubias 384  y  3; 

Coxe  (Williant) 4 

Craso 114  y  1 

Crescendo 4( 

Crespo  de  ios  Reyes 6' 

Creux  Oalme) 5' 

Cristian! 538  y  6 

Cristina  de  Suecia.   ...     437  y  5 

Croy  (Guillermo  de) 3; 

Crucciati 5: 

Cruz  (General) 6 

—    (José  de  ia) 6' 


Cruz  (Ramón  de  la)  .   .   .     434  y  650 

Cruzada  Villamil 738 

Cuadrado 555  y  698 

Cubas  (Marqués  de).  .    831, 838  y  861 

Cubí  Soler 681 

Cuchares 681,  692,  702 

717,  718  y  784 

Cuesta 452,454,482.484 

á486y639 
Cueto 525 

-  (Leopoldo) 869 

Cueva(Beltránde  la) .        302  y  336 

-  (Juan  de  la) 383 

Cuevillas 489 

Carrito 785  y  P89 

Curro  Guillen 653  y  681 

Cuvillier-Fieury 702 

Chabram 449  y  453 

Chamberlain 851 

Chambo  (P) 501 

Chambord  (Conde  de) 718 

Chao 792 

Chapaíangarra 608 

Chaperón 617 

Chapl 813  y  902 

Chateaubriand  .  .    443,480,491,524 

599,  601,  614,  635  y  757 

Cherbonneau 178 

Cheste  (Conde  de),  ...     799  y  887 

Chiclanero 692.702,717 

730  y  784 

Chico  (Francisco) 732 

Chles 829 

Childeberto 152 

Chilperico 158 

Chinchilla 824 

Chindasvinto  ....     168,  172  y  182 

Chintila 172 

Chueca 492.  805  y  891 

Churriguera 408,  412  y  436 

Daban 795,  820  y  828 

Daciano 128 

Dahn 136  y  172 

Oalraani-Naldi 646 

Dalmau(Luia) 318 

Dante I28 

Danvila  (Manuel)  .     359,417,623,831 
y886 

Daolz 441,  450  y  466 

Darío  (Rubén) 891 

Darwin 28 

Dato  .    .      826.  831,  858,  861,  862,  872 
874,  878,  887,  888.  894,  fOl  y  902 

David  (Pintor) 044 

Dávila 884 

-  (Sancho) 481 

Davís  Robinson 572 

Oecio 140 

nigiUrrlb/COOglC 


<J40 


HISTORIA    DE  ESPAÑA 


De  Federico 885 

Dehaxo  (Fray  Atilano) 631 

Delcassé 877 

Delfidio 141 

Delgado 885 

—  Parejo 840 

-  (Pedro) 879 

Délica  (Fray  Juan) 489 

Descartes 523 

Desdevises  du  Dezent ....        447 

Despujols 844  y  8S9 

Dessoles 492 

Desttul-Tracy 525 

Dewey 853  y  854 

DlazBerrio 808 

—  de  Gómez 300 

—  de  Mendoza 853 

-   deMontalvo 336 

-  de  Vivar 231  y  232 

—  (Gaspar) 702 

-  Morales 587  y  588 

-  Vicario 898 

Dichl 184 

Diderot 430  y  431 

DIdimo 129 

Diez  (Matilde).  .     676,  680,  685  y  701 

Diacleciano 124,  128  y  141 

Dtodoro  de  Sicilia 109 

-  Sículo    ...     52,  108  y  109 

Ditalcon 109 

Dó  (Giovani) 409 

Dolf 08  (Bellido) 231 

Dols  (Antonio) 907 

Dolz  (Eduardo) 851 

Domenech  (Jacinto) 728 

DomJciano 123 

Domingo  y  Marqués 743 

Domínguez  Becquer 741 

-  (Lorenzo) 825 

-  Sánchez 741 

Dofíizetti 645 

Donoso  Cortés  .   .  -637,670,671,695 

704,  712,  719,  720 
723,  730,  757  y  761 

Dorsenne 449 

Dos  Fuentes  (Marqués  de).  564  y  748 

DownÍe(Juan) 496 

Dozy.    .     178,  179.  ¡82,183.181,188, 
191,  194.  220  y  232 

Dreyffus 865 

Drouet 492 

Duarte 501 

Dubius 138 

Duboís 25 

Ducére 441 

DucÓ8(LuÍs) 469 

Dueuesclin 286 

Duhalde  de  Mongrave 194 


Páginas. 

Duherme  .    .     424,  447,  453, 455  y  464 
Dulce  (Doña) 241  y  250 

—  (Domingo).    683,  731,  773,  778 

y  786 
Dumas  (Alejandro)  ...    667  y  702 

-  (hijo) 783 

Dumont 583 

Dunham 231 

Duns  Scot 523 

Dupaigne I7 

Dupont.     424,  449,  453,  454,  455  y  460 

DupuydeLome 851 

Duran 701  y  761 

—  y  Bas 858,  860  y  889 

—  y  Lira 796  y  802 

Duranty  (Marqués  de) 441 

Dusseck 686 

Duval 737 

Eboli  (Principe  de) 360 

Eduardo  Vil 882  y  888 

Echagüe  ....    752,  774,778  y  821 
Echegaray    .     715,  761.  785,787,  791 

792,  794,  879  y  880 

Echevarri 568 

Echevarría 802 

—       (JoséTiburcio).  .   .    604 

Egafla  (Pedro)  .   .    693, 697, 728, 733 

748  y  508 

Egas  (Annequln  de) 3B4 

—  (Antón) 384 

—  (Enrique  de) 385 

Egea 685 

Eggibardo 193 

Eghinardo 193 

Egica 179,180  y  181 

Egilona 190 

Egmont  (Conde  de) .   .   .    374  y  377 
Egufa 486  y  600 

—  yLatorre.   .    .     562,  568  y  613 

Eguilaz 761  y  783 

Eguilior 826,  871  y  880 

Elbo 680 

EIduayen  .   .     748,  791,  802,  81 1,  830 

831.  851  y  857 

EI-Haddu-el-Hach 835 

Ello  (Francisco  Javier)  .  .  472.497 
498,  500,  503,  504,  550.  561 ,  583 

592,  595  y  756 

Elvira  (Intenta) 230 

Eltiot  (Lord) 663 

Emilio  Paulo  (Lucio; 105 

Encina  (Juan  de  la)  .   .   .    337  y  383 

—  (Victoriano) 626 

Enghien  (Duque  de) 565 

Enrich 578 

Enrique  (Cardenal) 375 

-  (Infante)  .  .    699,  700  y  711 

-  II 286 

n,g,t7cdb/G00glc 


HISTORIA   DE   ESP  A  Ü  A 


941 


Páginas^. 

Enrique  II  de  Francia  .   .    368  y  372 

—  li  de  Inglaterra  ....     245 

—  IV.    .    .     301,305,  309  y  912 

—  IV  de  Francia  .    .     378,  380, 

y  566 

—  VIII  de  Inglaterra.    350  y  364 
Enrlquez  (Camilo) 508 

—  (Juana) 298 

—  del  Castillo 301 

Ensenada  (Marqués  de)  ...   .    415 

Erasmo 128 

Ercllla  (Alonso  de)  ■    .    .     100  y  383 
Eróles  (Barón  de).    .      595,  596,  599 

600y6ll 

Erro 592  y  61 1 

Ervigio 172,  179  y  180 

Escalante  (Amos)  .......     872 

Escaño 543 

Escario  (Coronel) 853 

Escobar 796 

Escobedo  (Juan  de) 379 

Escoiquiz,    .    .    .     423,  440,  570  y  577 

Escoaura  (Patricio  de  la) .   .    637,679 

680,  705,  708,  732.  737,  738,  739 

y  748 

Escudero 584 

Eslava  (Hilarión)       ...     633  y  784 

Esmenard 447 

España  (Carlos) 497 

—  (Conde  de)  .    .     £00,610,618 

y  643 

Espartero  (Baldomero)  .   .    605,  613 

666,  669,  672  á  678,681  á  694,  706 

708,  732,  733,  737,  739,  757,  769 

770,  779,  786  y  801 

Espelius  (Francisco) 603 

Espiga 551 

Espin 701 

Espinel 118  y  404 

Espinosa 774 

—  (Capitán) 673 

EspozyMina.    .     450,  489,  493  y  494 

—    (Viuda  de).     682  y  683 

Espronceda  ,    .    .     £35,  637,  640,  679 

688,  992,  705  y  708 

Esquerdo 832,840  y  911 

Esquerra 907 

Esquivel  (Antonio  María).     680  y  683 

Estala 532 

Esteban  Collantes,    .    .     728,729,732 

748  y  749 

Estébanez  Calderón.    629,  638  y  731 

Esteller 672 

Eucrocia 140 

Eudes 191 

Eugenia  (Emperatriz) 521 

Eugenio 136 

Eulalia  de  Borbón.   ...    819  y  823 


Eulate 855 

Eulogio 128 

Eurico .   .     144  y  147 

Ezquerra  (Jerónimo  Antonio  de)    437 

Fabbrica 646 

Fabié.    .   .    .     364,  757,  828,  830  y  861 
Pablo  Máximo  Emiliano  ....     109 

Fajardo 818 

Falcone  (Aniello) 419 

Falconer 25 

Falgosio  (Coronel) 683 

Fancelli  (Domingo  Alejandro)  .    386 

Fanelll  Ribere 779 

Fafiez  (Alvar) 238 

Farinelli 414 

Farnesio  (Alejandro) 378 

Fastenrath  (Juan) 891 

Fauriel 194 

Faustino  de  Borbón  ...     190  y  206 

Favila 182  y  201 

Febronio  (Justino) 223 

Federico 143  y  144 

—  II 118 

—  llIdeSajonia 887 

—  Carlos 809 

Fée 482,  490  y  491 

Feiióo  .     273,  430,  523,  524,  525  y  580 
Felipe  1 352.353  y  387 

-  11    ...    .     364,  372  á  381,  387 
396,  463  y  566 

-  III 388  y  396 

-  IV 388  y  392 

-  V 412,426,436  437 

454,  622  y  698 

Feliu 584,  888  y  910 

-  de  la  Pena 204 

Fernán  Caballero  .    .   .    530,559,631 

713  y  783 
Fernández  (Alejo) 387 

—  (Lucas) 383 

—  (Luis) 387 

—  (Mariano) 669 

—  (Martin)  ......    318 

—  (Nuiio) 221 

—  Arellano 486 

—  Bremón 905 

—  Caballero    .    .     723  y  886 

—  Cabrera  (Toribio).  .    486 

—  Codorniga 686 

—  de  Córdoba.  503,  562,  567 
W3,  095,601,614.  617,  618 
629, 663,  666,  672.  678.  705 

I  708,711,716,  717,  731,732 
I  768,775,778,788,791  y  792 
I  —         Cuesta 547 

—  Duro    ....     331  y  891 

—  Flores  (Isidoro).   735  y  872 
I           -         y  González.    183, 212  y  685 

D,g,t7cdb/COOgIC 


HISTORIA.   DE  ESPaSa 


Fernández  Guerra.  .   .   .    35,  70.  llí 

159,  179.  182, 190, 195,  20: 

211,  220,  272,  669  y  83t 

-  Moratin  ...    635  y  67( 
Navarrete  .   .    387  y  63; 

-  Negrete  .    720,721  y  74; 
de  los  Ríos  (Ángel) .    73: 

733  y  76: 

-  Silvestre 9« 

-  Torre»  (Eleutcrio).  .    46< 

-  Valbuena  {Ramiro}  .    27i 

-  Valllciergo W. 

-  ValUn 84: 

-  Várela 64Í 

Vülaverde.  743,814,  81Í 
825,  828,830,  831,837,  85Í 
861,  866,  872,  874.  875,  87Í 

879,  880  y  88: 
Fernando  1 226á23< 

-  II 24. 

-  II  i.  247.  249  i  252,  272  y  27; 
IV 28: 

-  V .     294, 298,  322  á  355  y  381 

-  VI.     414,  415,  426, 437  y  56< 

-  Vil.    .    .     438,  439,473,  471 

501,  511,  534  a  665,  67t 
695,  705,  706  y  72í 

-  (Infante).    ...     756  y  76( 
II  de  Ñapóles  ....     71: 

-  de  Antequera  .    297  y  30 
~       de  Aragón 29' 

-  de  Baviera 88 

de  Coburgo 781 

-  de  Portugal 28< 

Fernan-Núñez  (Conde  de) .   .   .     41' 

-  -      (Duque  de)  .   .   .     811 

Ferrán  (Augusto) 68 

Ferrández  (Ramón) 8i: 

Ferrándiz 820  y  88' 

Ferrant  (Alejandro) .  .   .     741  y  74' 

—  (Luis) 74 

Ferrari  (Emilio) 88< 

Ferraz 81 

—  (Valentin) 671 

Ferreira  de  Amara 901 

Ferrer  (Francisco)   880,  882,  889,  89< 

—  (P,  Raimundo) 48: 

-  y  de  Llore!  (José  María)    48: 

-  delRIo 417  y  44! 

Perreras lli 

-  (losé) 871 

-  (Juan  de) 43i 

Ferry 811 

Figueras  (Estanislao)  .     685,  716, 73: 

739,  779,  792,  807  y  801 
Flgueroa 66i 

-  (Martjués  de)   .    887  y  89< 


Piíginas. 

Figuerola.  .     736,  779, 781, 785  y  876 

Filangieri 442  y  549 

Flliberto  de  Saboya 375 

Filimer 143 

Fita  .   .     40, 146, 152, 155,  158,  172, 201 
217,244,735  y  912 

Flechier 165 

Fleury 127 

Florencio  (Adriano)  ...     355  y  359 
Flórez  (General) 700 

—  (Padre).     43,  118, 141, 161, 162 

178,  204,  352  y  430 

—  Calderón 608 

—  Estrada 577 

Floridablanca  (Conde  de)   .    419,439 

529,  457,541,  542  y  622 

Plorlnda  ta  Caba 185 

Floro 81,87,108  y  113 

Pogués  (José  F.) 466 

Poix  (Gastón  de) 298 

—    (Germana  de) 353 

Folgueras 907 

Poncuberta  (Francisco)   ....  809 

Porcia  (Sibilla  de) 290 

Porment  (Damián) 386 

Porneron 374 

Foronda  (Manuel) 201 

—  (Valentín) 525 

Forluny  (Mariano  José  M.')   .   .  723 

741  y  755 

Fourier 664 

Fournés 483 

Fournel 184 

Fourquevaulx 380 

Foy 455 

Francés  (Plácido) 873 

Franceschi 480 

Francia  (Gaspar  R.) 503 

Francisco  1  -     357,360,363,367  y  372 

-  II 757 

-  IV 760 

—  de  Aslsde  Borbán.   .  698 

701,7(B,7I3,728,729,736 

740,741,756, 764,768y873 

de  Paula  de  Borbón  .     625 

y699 

Francos  Rodríguez 887 

Frascuelo 785  y  857 

Fratan 144 

Frayssinous 631 

Fredegunda 158  y  164 

Freile  Castellón 547 

Freiré 498  y  578 

Freppel 806 

Frere 449  y  450 

Fresia 449 

Frlts  (Duque  de)   .     537,560,640.671 


,,  Google 


HISTOtllA   DE  ESPAÜA 


Frolaz  de  Fraya  (Conde  de)  .   .    240 

Frontaiira  (Carlos) 905 

Fruela  I 201,203  y  220 

Fuensanta  del  Valle(Marquésde)    847 

Fuentes 836 

Fulgosio  (General) Til 

Fulvio  Flaco  (Quinto) 105 

Fulvio  Nobillor  (Quinto).   ...     105 

Funes 472 

Cabino  Tejado 800 

Gabriel  y  Galán 901 

Gachard 374 

Gaduel  (Abate) 730 

GaHarel 441 

Gages  (Conde  de) .     414 

Gainzo  (Martin) 385 

Gaitica 188 

Gala-Placidia 138  y  139 

Galba 123 

Galdo  (Manuel  M.  José  de).  ■   .     841 

Galeote 819 

Oalib 217 

Gallndez  de  Carvajal  .    300, 326, 328 
y336 

Oalindo  de  Vera 779 

Galsuinda 158 

Gálvez  Aniofíele 818 

-  (José) 775 

-  (losé  M.) 851 

-  (Juan) 645 

~      Holguln.    .    .     838,  846  y  848 

Cali  (Dr.) 681 

Gallardo  (Bartolomé  José).    525,  547 

548.  550  y  557 

Gallego  (Juan  Nicasio)    541,  546, 548 

576,  587,  635,  680  y  730 

Oallifa(P.) 483 

Gallostra 810 

Qainazo  (Germán)  .  .  706,799,807 
810,  817,819,  821,824,  825 
829,  831, 833,  835,  857  y  869 

Gamberoy 539 

Gambetta 808 

Qamero 491 

Oaminde 789 

Gándara  (Coronel) 732 

Oanivel 853 

Oaray  de  Monglada 194 

Garcés  (Sancho) 204 

Oarci-Fernández 224 

García  (General  carlista)   ...     673 

-  (Don).   ...     220,  230  y  242 

-  (Calixlo)  .    .     803,  843  y  848 

-  (Eloy  Gonzalo)   ....     843 

-  (Hlginio) 665 

-  (Juan) 593 

-  (Manuel)       539,  645,  687,  688 

y  784 


^ 943 

riglnas. 

Garda  (Paulina) 688 

—  (Ramón  Clemente) ...     899 

—  (Sancho) 224  y  227 

—  (Vicente) 682 

—  Alix.  .     829,861,875,879.880 

884y907 

—  Alonso 16 

—  Ayuso 861 

—  Barzanallana    .         740  y  832 

—  Blanco   ...     667,  777  y  778 

—  Carrasco 507 

—  de  Navarra 227 

—  de  Quevedo 738 

—  de  Santamaría  (Alvar).  .    300 

—  del  Barrio 480 

—  de  la  Huerta 434 

—  déla  Torre 611 

—  de  los  Santos 698 

—  Goyena  .  .  705, 706, 708  y  723 

—  Gutiérrez  ...    666,667,668 

688,  692  y  814 

—  Herreros 555  y  663 

—  Jiménez 204  y  601 

—  Loigorri 693  y  731 

—  Malo 634 

—  Prieto  ....     880,  881,  882 

884,  903,  908  y  910 

—  Ramos 911 

--       Ruiz  .    .    .     743,  779,  788  y  794 

—  Vicente 489 

Careo 585 

Qarelli 660 

Garibaldi 756  y  757 

Garibay 118,  479  y  512 

Oarilly  (Nicolás  Maria)  ....    584 

Oamica 855 

Garrido 743  y  768 

Qarrigon 17 

Gaspar  y  Roig 755 

Gassendi  (Pedro) 523 

Gasset  (Rafael) .   .       .    861.874,875 

880,  881,  884,  885,  886, 902, 905  y  908 

Gasset  y  Artime 715.781 

791,801  y  856 

Gattinard 371 

Oaudl 823 

Gaupp 146 

Gausa  (Conde  de) 529 

Oautier  (Teófilo)  ....    680  y  702 

Gayan 489 

Oayangos 178, 179 

272,  282,  y  851 

Gayarre  (Julián) 747 

Gayet 210 

Gayo  Calpumio 105 

Gazán 497 

Gázquez,  Manolilo 702 

Gaztambide 685  y  784 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


mSTOSIA   DE  espaSa 


Celio  (Aulo) 121 

Ge  Imirez  (Diego)  .    .     226,238  y  240 
Getilía  (Madame  de) .    .   .     444  y  635 

Genovés 784 

Genserico 139,  141  y  142 

Oeraldino  (Antonio  y  Alejandro)    382 

Gerona  (Marqués  de) 728 

Geroncio  (Conde  de) )2Q 

Gerson 69 

Gesaléico 152 

Gessa 809 

Gil  (Enrique) 679 

—  (Fray  Mariano) 845 

—  (Lope) 283 

—  de  Hontañón  (Juan).     384  y  385 

—  de  la  Cuadra 584 

—  Robles 891 

—  y  Lemos 439 

—  y  Zarate    ....     638,  639  y  679 

Glllón  (E) 439 

Oimbernat  (Carlos) 633 

Glner  (Francisco)      ...     767  y  777 

--    de  los  Ríos 891 

Ginés  (José) 642 

Oiobeni  (Abate) 703 

Giordano  (Lucas) 409 

Girardin 447 

Girón  (Pedro) 324 

—  y  Espelela (Francisco).         693 

Girranetti. 787 

Gisbert  (Antonio)  .   .    .    608,715,740 

y  869 

Gladstone  (W.  E,) 525 

Gloria  (María  de) 660 

Oloucester  (Duque  de) 322 

Gobernado  (Teniente).    ....     683 

Gobert 449,  454  y  455 

Godinez 736 

Godoy  (Manuel)  .  417,420.421,422 
423.424  439,441.457,525 
560,  573.  639,  705  y  709 

—  y  Alcántara 128 

Godró 779 

Goiftten 595 

Gómez  (Alejandro) 6f)5 

—  (Máximo).     839,84l,843y850 

-  (Valentín) 889 

—  Arteche 886 

—  Becerra  ...     664.  6*10  y  693 

-  Carrillo 748 

de  Avellaneda 680 

-  de  Raquero SG5 

-  de  Fuensalida  (Gutierre)     352 

-  de  la  Serna.    6<»,  692,  W4,  703 

-  Hermosilla 532 

-  [mar 854 

-  Quintana 719 

üóngora  (Luis) 408 


Plginas. 

Góngora  (Manuel) 55 

González  (Alfonso)  .   .     867,866,869 
y  911 

—  (Antonio)  .     678,  682  y  687 

—  (Fernán)    ...     224  y  227 

—  (Fray  Ceferino) .     715.757 

y836 

—  (Fray  Diego) 436 

—  (\itan  Gualberto) .     637, 659 

—  (Manuel) 659 

—  (Tomás) 779 

—  (Venancio)   .     805,817,824 

831  y  835 

—  Besada.     875,  879,  884,  887 

890  y  894 

—  Bravo  .     669,  689,  692.  693 

730, 733, 748, 768, 773,  776 
777  y  778 

—  Calderón 611 

Carvajal 633 

—  de  Arintero  ...     16  y  18 

—  de  Valls 783 

—  de  la  Pefia 880 

~        Llanos 272 

—  Moreno .   .     608,  626  y  663 
Ortega 763 

—  Pedroso    -   .   .     733  y  761 

—  Salmerón 615 

Serrano 878 

—  Romero 719 

Gonzalo  (Arias) 231 

Gor  (Duque  de) 681 

Gorúito 785 

Gormaz 907 

Gorostiza  (Manuel  Eduardo).   .     589 

Gosvinda 161 

Goula 905 

Govín  (Antonio) 851 

Goya.    .     438,  442,  643,  644  680  y  730 

Goyarico  (Conde  de) 147 

Goyeneche 504 

Ooyri  (Manuel  M.) 649 

Graco  (Tiberio) 102  y  105 

Oracels 355 

Gracian  (P.  Baltasar) 404 

Granada  (Fray  Luis  de)  ...   .     383 

Granvela 371.377  y  381 

Graham 493 

Grahit 484 

Grandmaison 439  y  440 

Grases 608 

Greco  (El) 387  y  404 

Gregorio  Vil 266  y  268 

—  XVI 659  y  703 

Oregorovius 266 

Grevres 371 

Grevy 810 

Grilo 887 


,,CoogIc 


HISTOKIA   D£  ESPaSa 


945 


Orímaldi 414,  639  y  660 

Grimaverl  (Pedro  M.)  .  .    610  y  627 

Grimra 635 

Grissi  U"""») 662 

Grocio 374  y  440 

Oroizard  .    .   -   .     789, 835,  836.  y  850 

Oroachy 449  y  484 

Gua5  (Juan) 384 

Quergué 673 

Guerra 608 

Guerrero 601  y  602 

-  (Marfa)  ....     685  y  865 

-  (Teodoro) 7    98 

GuIcciardinJ  (Francisco).   ...    354 

Ouiena  (Duque  de) 328 

Guieux  (Duque) 328 

Guillaurae 378 

Guillen  de  Avila  (Diego).   .       .    330 
Guillermo  I 809 

-  de  Nassau  (Principe 
deOrange).    377, 378  y  394 

-  deTolosa 204 

Guillermón 8(B 

Guillón 462  y  490 

Oulmerá 805 

Guisa  (Duque  de) 375 

Guizol 135,  698  y  699 

Oulión 853,  880  y  884 

Gonderico 129 

Gurrea 694 

Gutiérrez  (Francisco) 437 

Abascal.    ...     820  y  889 
.-        Agüero 869 

-  Coronel  (Diego) ...    224 

-  de  Castro 785 

del  All)a(|o8é)  ...     784 

-  de  la  Concha  (Manuel)    633 

-  de  la  Vega  Hoaquln  y 
José) 681 

Ouzmán 639  y  652 

-  elBueno 277 

-  (Antonio)  ...     667  y  701 

-  (Eugenia  de) 729 

-  (Leonor) 284 

-  (Santos) 875 

Habana  (Marqués  de  la).   .     764,  765 

778  y  779 

Haes  (Carlos) 857 

Hafs. 195 

Hamilton  Jtion 525 

Hamnon 87,  88,  95  y  100 

Haro  (Conde  de) 300 

-  (Juan  de) 283 

-  (Lope  de) 277 

-  (Luis  de) 390 

-  (Miguel  de) 484 

Hartzenbusch.    633,671,679.701,738 

761  y  783 

Salcedo,  Historia  de  EspaRa 


Haydn 685 

Hegel 723  y  757 

Heme  (Enrique) 738 

Hélie 457 

Helvicto 431 

Heraclio 170 

Herbella  (Teodora) 685 

Heredia 545 

Herennio 123 

Hermaurlco 130 

Hermenegildo.   .   .     159,160,161,162 
163  y  164 

Hermlda 551 

Hermosilla  ...      589,  630,  637  y  661 
Hernández  y  Dávalos 479 

—  (Gregorio) 408 

-  Uusto) 719 

Hernando 717 

Herodoto 52  y  70 

Heros  (Martin  de  ios)  ..    664  y  682 

Herranz  (Juan  José) 911 

Herrera  (Fernando  de) 383 

—  (Juan  de) 386 

-  el  Viejo  ....      387  y  409 
Hervás  (Gerardo  de) 436 

-  y  Pandoro.   ...     518  y  580 
Hidalgo 776,  792  y  811 

-  (General) 876 

-  de  Cisneros  (Baltasar).     500 

y  501 

-  y  Costilla  (Miguel)  .   .     513 

y  514 

Hljar  (Duque  de) 440 

Hljosa  (Josefa) 861 

Hill 493 

Himilce 77 

Himilcon 88 

Hinoiosa(Eduardode).  .    204  y  823 

Hircio 119 

Hita  (Arcipreste  de) 282 

Hixenl 194  y  197 

-     II 217 

Hobles 527 

Hodeyfa 191 

Hoheniohe  (Principe) 600 

Holland 546 

Homero ...      69 

Hompanera  de  Cos 672 

Honorio 129  y  139 

Horacio 50.  128  y  725 

Horcos  (P.  Vicente) 737 

Horn  (Conde  de) 377 

Houasse  (Benito  Antonio)  .   .   .     437 

-  (Miguel  Ángel)  ....    437 

Hoyo  (Eugenio  del) 899 

Hoyos  (General) WO 

Hubner .     127  y  176 

Hudson. 854 

D,g,t7cdb/tjOOglC 


JSTORIA    DE  ESPAÑA 


Huerta  y  Cañedo 551 

Hugo 537  y  601 

-    (Víctor) 549  y  637 

Humboldt 43,  473  y   476 

Hume  (Martín) Q05 

Humeiico 143 

Hurtado 783 

—  de  Mendoza  (Diego) .   .     118 

y  382 
Ibáñez  (Carlos) 830 

—  Marín.    439,449,455,462,466 

481, 482,  490  y  897 

Iharra  (Florentino) 442 

Ibtias 151  y  152 

Idacio 129 

Iglesias 43a 

-       (Pablo)    898,  904,  905  y  909 

Hondas 178 

Illán 184 

Imaz 660 

indlbil 88,  91,  94  y  100 

Inés  de  la  Cruz 405 

Infantado  (Duque  del).    463,484,486 

543,555,  560,  570,611  y  614 

Infante.    .    .      572,  682,694,710  y  748 

Inguanzo 551  y  631 

Ingunda 161 

Inocencio  X 517 

-  XIII 518 

Iriarte 436 

Isabel  la  Católica.   .   .    294, 322 á 352 

355,  382.  386  y  747 

Isabelll.  621,66Oá778,781á787,800 

806  y  870 

—  Clara  Eugenia 379 

—  de  Borbón  (Infanta)    823  y  863 

—  de  Farnesio 414 

de  Inglaterra 378 

—  de  Portugal 363 

—  de  Valois 375 

Isasa 823,  830  y  890 

Isidoro  (Obispo  de  Beja)    ...     177 

l8la(P.)    . 400  V  436 

Istúriz  .   .    583,613,665,700.704,744 

745,748  y  770 
Itúrbíde    .   .      515,  602,603,733  y  762 

Iturrigaray 477 

Iznardi 660 

jabat 584 

Jacobo  II -    766 

Jaén  (diputado) 736 

lafet 20 

laimeí  de  Aragón.    ...     252  y  261 

—  II  de      —      ....     278  y  289 

-  de  Borbón    ....    902  y  910 

laner  (Florencio) 282 

jansenio 517 

Jaramillo 845 


PlEinis. 

Íaramlllo  (Guillermo  Atanasio).  550 
arnac  (Condesa  de) 447 

Jaúdenes 855  y  860 

Jaüregui 404 

—  el  Pastor 682 

—  y  Af istegui  (María  Inés)    478 

y  551 

Seures 356 
imena 202,227  y  232 
iménez  (Donato) 905 

—  de  la  Espada  (Marcos).     857 

—  Escamilla 860 

¡Imeno  (Amallo).  884,885,  905y  910 
ones  (Félix) 453  y  491 
ordán 386,409  y  635 
ordán  de  Urriés 441 

Jordanes  .     135, 137,  143,  148, 149,  150 
y  153 

ordl  (Mosén) 293 

osé  Bonaparle 710 

osefo 20,  21  y  22 

ourdan 536 

ourdon 482,  486.  496  y  498 

ovellanos    .     430,  436,  439,  454,  457 

527,  528.  529.  532.  543,  551  y  569 

Jovellar.     796,  797,  805,  813,  817  y  819 

Juan  1 289  y  293 

-  II 298,318  y  329 

-  VI 615 


de  Austria  .   .   -    376, 378  y  379 

de  Borgofia 387 

de  Juanes    . 387 

-  Manuel  (Infante)  .    250. 276, 282 

283y309 

—  el  Tuerto  (Don) 283 

luana  la  Beltraneja   ...    302  y  328 

—  la  Loca 351  y  352 

-  II  de  Ñapóles 297 

Suanelo 370 
uárez 762  y  763 
ulián  (Conde)    .     184,  185,  186,  187 
188  y  195 

uní  (Juan) 386 

ullo  César 117 

unioBruto 113  y  114 

uHOt.     424,449,455,460,465,486y492 
unoy 


usti  ■ 


, 384 

ustlniano 153, 154  y  155 

ustino 108  y  138 

usto  y  García  (Juan) 630 

uvera 436 

(ellerman 449 

Kirkpatrick 537 

Koch 494 

Koenen 110 

Krausse 692  y  724 

Kust 146 


,,CoogIc 


HISTORIA    DK   ESPAS 


La  Bisbal  (Conde  de)  .  497, 555  y  559 

La  Fontana 592 

La  Gasea  (Mariano) 633 

La  Guardia 808 

La  Hoz  (Pedro) 756  y  800 

Labi 702  y  730 

Laborde 449  y  626 

Labra 557,829,848  y  891 

Ubrador  (Pedro  G.) 440 

Lacordaire 710 

Lacy  y  Gautier  (Uis)  .  .    497  y  582 

Udrón  (Santos) 595  y  659 

Lafayette 608 

Laforest 463,  537  y  558 

Ufuente  (Modesto) .  .  100,118,153 
276,  353,  414,  556,  557 
562,  565,  583,  602,  616 
627,  679,  736.  738  y  748 

-  (Vicente).    .     127,  140,  146 

161, 169, 170, 179, 180 

181,238,270,324,469 

616,  661  y  698 

—  Alcántara 189 

Lagan  (Sir  W.) 17 

Lagartija 866y905 

Lagrange 26 

Lagunero 808 

Laniadrld  (Bárbara) 676 

-  (Teodora) ...    676  y  685 

Lanarque 455  y  482 

Lamartine 710  y  790 

Lambruschini (Cardenal).  .   -   .    697 

Lamennais 631,704  y  710 

Lampegia 191 

Lampérez 314,  680  y  853 

Lancáster  (Duque  de) 286 

Landaburu 588 

Landero 682 

Languet 374 

Lanuza  (Juan  de) 380 

Upefia  (Manuel)  ....    453  y  493 

Upparent 18  i  23 

Laía 728 

-    (Don  Pedro  de) 237 

Lardiiábal  ...      180,  543,  555  y  560 

Larra  (Mariano  José)  .    637. 638, 639 

661,662,670,671  y  705 

Larrea 502,  548,  713  y  891 

Urtawia  (J.  V.) 474 

Las  Morenas 860 

Usalle.    . 449  y  452 

Laserna  (General) 795 

Lasston 854 

Lastortras 483 

Utorre  (Carlos)  .   .     629, 639  y  667 

—  (Teniente Coronel)  .  ^    731 

Latour  (Antonio) 783 

Latroniano 140 


PiglnM. 

Laverde 679 

Laya  (Uón) 738 

Lazaga 855 

Le  Marre 374 

Lebrija  (Antonio  de) 337 

Lecica 502 

Lechi 449  y  453 

Ledesma 680 

Ledru-RolHn 710  y  711 

Lee 848  y  851 

Lefebvre  .  .  452.  453,  460,  462  y  466 
Legísima  (Fray  Juan  R)  ....  480 
Leiva  (Alfonso  de) 364 

—  (Antonio  de) 370 

Lejeune  (Barón) 481 

Lelix 109 

Lema  (Marqués  de)  .    .     622,  627,676 

731  y  774 

Lemos  (Condesa  de) 431 

Léntulo 100. 105  y  119 

León 146 

—  (Diego) .   .      676. 682,  683  y  689 

-  (Juan) 701 

—  (Fray  Luis  de) 383 

—  (Ricardo) 900 

-  X 351 

-  Xni  351,816,851. 860,876y800 

-  y  Castillo    805,  813,  819  y  877 

Leoncillo 654 

Leonor  de  Castilla 252 

—  de  Inglaterra 245 

—  de  Navarra 297 

Leopoldo  de  HohenzoUern.   .   .     786 

Leovigildo 150,  158  á  165 

Lepido  (Emilio) 111 

Leaseps  (Fernando).   .    .      687  y  689 

Letamendi  (Dr.) 851 

Utona 778 

Letour 524 

Lerma  (Duque  de)    .     390.  423  y  725 

—  (Marqués  de)  .   .      424  y  445 
Lerroux  (Alejandro).   .    867.  876.  877 

880,886,887,891.905. 

906y908 

Lersundi  ....     721,728,  740  y  871 

Leyde 178 

Llancourt ....     495 

Liaflo  (Felipe) 387 

Liberio 151.  155  y  171 

Licínio  Sura  (Lucio) 125 

Limaodoséde  Lin) 481 

Linage  (Francisco) 672.673 

676,  690  y  769 

Linares  (General) 854,857 

861,  872,  874.  875,  878  V  895 

—  Rivas 806,810 

820,  821,  830.  838,  846  y  876 
Linhares  (Conde  de) 469 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


HISTORIA    DE   ESPAÑA 


Wgiius. 

Liniers  (Santiago) 468,  470 

498,500,503,831  y  891 

Llnán 572 

Lipslo  (Justo) IIQ 

Lista 255,436 

587,  589,  661,  671  y  686 
Liuva  I 158 

-  [1 170 

Lízanade  Beaumonl.   .   .    512  y  513 

Lizárraga 797 

Lizaso 791 

Lobo 436 

Lolson 449 

Loke 525 

Loma  (General) 794 

Lomba  y  Pedrafa 688 

Lombla 701 

Lombroso 26 

Lonchay 374 

Londonderry 486 

Lofio 878,  887  y  889 

López  Goaquin  Marta)     .    .     629,660 

y  665 
--     (Marcial  Antonio)    ...    631 

-  (Narciso)  ....     673  y  715 

-  (Vicente).  .     468.566.587,680 

687,688,  689,  690,  691  y  703 

-  Aguado  (Antonio).   ...    641 
~      Alarcún 897 

-  Ballesteros  (Luis).    611  y  613 

-  Chaves  (Emilio)  ....    735 

-  de  Ayala  (Pedro).   .    282,284 

y  286 

-  -  (Adelardo)  .  .  697 
724,  725,  731,  737,  741.  761,  779 
781,783,784,788,796,  800  y  802 

-  de  Mendoza  (inigo).   .   .     300 

-  de  Moría  (Margarita) .   ,     548 

-  deSáa 655 

-  de  Toledo 118 

-  Domínguez.  .  706.  806.  807 
810,  817.  818,  820,  821.  832,  833 

834,  872,  884,  885,  887  y  907 

-  Ferreiro 905 

-  Martínez  (Miguel)  ...    723 

-  Hufioz 910 

-  Pinto 581 

-  Peñalver  (Juan)  ....    613 

-  Peregrln 614  y  679 

-  Puigcerver.    .    .     818.819,824 

826,  835,  850,  872. 880  y  887 

-  Reiva 558 

-  Rueda 907 

~      Salcedo 896 

-  Santaella  (Manuel)  ...  749 
Vázquez  (Comandante)  .    ""' 

-  y  Portafla  (Vicente),   .   .    W4 
Lorenzana.  .    .    .     779,781,785  y  786 


Lorenzo  (Anselmo) 779 

-  de  Segura  (Juan).   .   .    272 

Loubet 879  y  881 

Lozano  de  Torres  (Juan).   ...    569 

Luca  (Duque  de) 603 

Lucano 125 

Lucas  (Juan) 665  y  702 

Lucila 140 

Lucio  Cornelio 1)9 

Lúculo  (Lucio) 105 

Luchana  (Conde  de) 669 

Ludovico  (Pió) 204 

Luis  XIV 411  y  522 

-    XVI 566 

-  XVIll    .    .    .     570,  588,  594  y  599 

—  de  Anjou 297 

-  Felipe  ...     608,  639,  664.  670 

683,  689,  698,  699,  703.  704,  709, 
710,  712,  718,  720  y  778 

—  Napoleón  (Príncipe) .    710,716. 

717.  719  y  721 
Luisa  Carlota 621  y  755 

-  Fernanda 699  y  778 

Lujan    .    .    .     434,  436,  703,  732  y  748 

Lumbreras 717 

Luna  (Alvaro  de)  ...    .     300  y  301 

-  (Isabel) 680 

-  (Miguel  de) 185 

Lustonó 881 

Lutero  (Martin).    .    .     363,  393  y  725 
Luque.  881,885.886,902,905906  y  910 

-  (Diego)       783 

-  y  Vicens 557 

Luzurriaga 733  y  748 

Lyautey  (General) 748 

Llagunero 777 

Llano  y  Persi 889 

Llauder 618.660  y  663 

Llorens 886 

Llórente  (Alejandro).     757,  768  y  869 

-  (Juan  Antonio)  .    .     537.538 

y  579 

-  (Teodoro) 907 

Mac  Klnley 848,  851  y  853 

Mac  Mahon 795  y  808 

Macanaz  (Pedro  de) .     440,  565  y  568 

-  (Melchor) 414 

Macaulay 254,353  y  392 

Macdonald 492 

Maceda  (Miguel  José  de).  ...     m 

Maceo 803. 839  y  842 

Maclas 834 

-  del  Real.   .        891,892  y  904 

Maelneira  (Federico) 35 

Macpherson  (Guillermo).   ...      25 

Machuca  (Pedro) 385 

Madoz 118,579 

693,  710,  719,  732,  739  y  765 

D,g,t7cdb/COOgIC 


HISTORIA   DE   ESPAÑA 


Páginu. 

Madrazo  (Cecilia).  .   .        645  y  741 

—  (Federico).   ...     645,669 
671,  680,  688,  740,  741  y  788 

—  (José) 566,578 

587,  643  y  644 

—  (Luis) 645 

—  (Pedro  de)  -   .   .     176, 190 

203,  209,  220  y  857 

—  (Raimundo) 645 

—  (Ricardo) 645 

—  (Santiago  Diego).  .   -    829 
Madrid  (Duque  de) 781 

—  (Francisco  de) 383 

Maeda(Juan  de) 385 

Maelia 644 

Maelía  (Mariano  Salvador).  .   ■    438 

Maeztu 855 

Maggiorotti 646 

Magon 91.  92  y  94 

Máiquez  (Isidoro) ....    539  y  651 
Maistre 730 

—  (José  de!) 631 

Malcampo 789, 797 

815  y  843 

Malet  Pujol 899 

Mallbrán  (Marfa) 688 

Maltebrun 118 

Halvezzi  (Virgilio) 390 

Mampedi 646 

Mancheflo  Olivares  (Miguel).  .     188 

Manchúa 200 

Mancino  (Hostilio) 111 

Mandonio 91,94  y  100 

Mangado  (Higinio) 811 

Manila  (Conde  de) 715 

Manln 709 

Manrique  (Jorge) 382 

—        (Rutilio  M.).    .    .       .486 

Manso  de  Zúniga 777 

Manterola 785  y  700 

Manuel  II  de  Portugal 906 

Manzano  (Víctor) 740 

Manzoni 542 

Mané  y  Flaquer  (Juan).  .    .     675,  697 
y  869 

Maqueda 881 

Maquiavelo 368  y  438 

Maragall 907 

Marafión  (Fray  Antonio).   ...    596 

Marat 524 

Marbot 445,  450,  489  y  492 

Marcelo  (Claudio) Ul 

Marcenado  (Marqués  de)    ...    434 
Marcial 125 

—  (Obispo) ¡40 

Marcio  (Lucio) 91.  95  y  99 

Marco  Aurelio 443 

—  Helvecio 105 


PáglnM. 

Marco  de  Pont 627 

—  Popilio 109  y  111 

—  Tulio 22 

March 293 

—  (loséM.) 548 

Marchand 486 

Marchena  Ruiz  de  Cueto    ...  524 

Marcheai  y  Oleaga 683 

Marchesini 539 

Marfori 778 

Margallo 834 

Margarita  (Duquesa  de  Parma).  377 

María  Amalia 627 

~  Antonia  de  Borbón    ...  567 

—  Beatriz  Ana  Francisca  .  .  760 
~-  Berta  de  Rohan 863 

—  de  Borgofla 355 

—  Carlota 626 

—  Carolina  de  Ñapóles.   .   .  760 

—  Cristina  de  Austria.    802  y  882 

—  —      de  Borbón  .     567,  621 

625, 659  á  700, 708 
726  á  729, 732, 737 
740,  768, 770  y  800 

—  Francisca 567 

—  —       deBraganza.   .    625 

—  de  la  Gloría.   .    615, 629  y  786 

—  Isabel 721 

—  Isabel  de  Braganza  .   -   ■    567 

—  de  Molina    ....    277  y  282 

—  Luisa.     417,  420,  439,  441  y  457 

—  Luisa  Fernanda  .   .    625  y  703 

—  Luisa  de  Parma  .   .   .    417,566 

y  573 

—  de  las  Mercedes.  .    803  y  879 

—  de  Portugal 286 

—  Teresa  de  Borbón.   .    817,881 

y  911 

—  Teresa  de  Braganza.  .   .    625 

—  Victoria 787 

Mariana.   19,20,22,69,94,110.113,118 

711,  182,237,268,382  y  809 

—       de  Austria 388 

Mariategui  (Francisco  Javier).  .    641 
Marín 820 

—  (General) 841 

Marina 274,  845,  895 

896  y  897 

Marineo  Sícu lo  (Lucio).  .   .     118,307 

328,  382  y  398 

Marinl(Juan  B.) 405 

Marino 512 

Mario 114 

Marismas  (Marqués  de  las)   .  .    620 

Marmont 494  y  496 

Marmontel 545 

Marobodo 130 

Maroto 574 

D,g,t7cdb/COOgIC 


HISTORIA    DE   ESPASa 


Maroto  (Rafael).  .  .    627,673  y  687 

Marquina  (Eduardo) 901 

Marsal 737 

Marshal 483 

Marsilio 194 

Martel  (Miguel) 630 

Marteuville 639 

Marti 675 

-     (José) 837  y  839 

Martignac  (Vizconde  de).  ...    601 
Martin  1 293 

—  (Carlos) 23 

—  Cerezo 860 

—  Díaz  (Juan)  Et  Empeci- 

nado. 450,  489, 596. 599  y  607 

-  de  Herrera 786 

—  Herrero 796 

—  Mateos  (Nicomedes)  .   .    730 
Martínez  (Antonio) 659 

-         (J"an) 408 

(Obispo) 616 

Alcubilla 866 

-  del  Campo 902 

-  Campos 491,697 

792,795,796,797,801  á  810 
820,  823,  828,  833,  834,  835 
839, 840.  841,  850,  861  y  866 

-  izquierdo 819 

Marina 255,272 

430,  533  y  631 
Monroy  (José).  ...    761 

Montañés 386 

déla  Rosa.   .   .   .     548,561 

576,  584,  585,  588.  589,  599 

613.  635,  660  á  663.  693,  697 

709,719,  744,  748  y  764 

-  de  Rozas 508 

Salazar  (Andrés)  .    .    ■     480 

Sierra 901 

de  Villela 615 

Mártir  de  Anglerla  (Pedro).  .   .    337 
351  y  382 

Martitegui 875,879  y911 

Martorell  (Teniente) 776 

MartO» 706,779.785.788 

791,  792,  794,  811,818 
820,823,825.829  y  835 

Marx(Carlos) 710  y  779 

Más 737 

Masarnau  (Santiago  de)  .    .  685  y  686 

-  (Vicente  de).   -     685  y  686 
Masdeu.  .     43,  169,  179,  182,  203,  204 

220,  231  y  268 

Masinisa 91  y  94 

Masriera 872 

Masona  (Fortunato) 168 

Masoona  (Obispo  de  Mérida)-   -     161 
y  165 


Páginii 


Massana 483 

Massena 492,  493  y  494 

Massó  (José) 851 

Mata 879 

-  (Doctor) 637 

-  yAIÓs 765 

Matanorida  (Marqués  de)  .   ,   .    596 

Mataix 861  y  866 

Matamoros  (Mariano).   .     515  y  516 

Mateos 905 

Mateu 502 

Matruch 193 

Maura  .      823,  832,  833,  835,  836,  845 

848, 866, 867,  872, 874  a  884 

887, 890, 892  á  897.  901, 902 

904  y  908 

Mauregato 201 

Maximiliano  1 764 

—  de  Austria  ....    355 

Máximo  (Comentarista)  .    697  y  721 

-  (Sacerdote) 203 

-  (Valerio) ....     138  y  140 

Mayalde 778 

Mayans 182,693  y  744 

Mayes 670 

Maymon  Mojatar 835 

Mayo  (Manuel) 476 

Mazarredo 536  y  554 

Maztai  Ferreti  (Juan).   .   .       .703 

Mazzini 703  y  716 

Mejia  Uquerica.   .   .     546,  551  y  557 

-  (Luis) 589 

Mela 46 

—  (Pomponio) 125 

Melato  (Macario  Padua).  ...  631 
Meléndez  Vatdés  .  436.521,533.634 
Mélida 30,43,73  y  113  873 

—  (José  Ramón) 865 

Meline 8 

Melito  (Conde  de) 537 

Meló  (Francisco  Manuel  de)  .   .    404 

Melón 532 

Mellado  (Andrés) 880 

.-      (Fernando) 911 

Mena  (Juan  de) 300 

—  (Pascual  de) 437 

—  (Pedro  de) 408 

—  y  Zorrilla 841 

Menactio  (Rafael).  ...  493  y  494 
Menafie  (Juan  Federico) ....    617 

Menchaca  (Srta.  de) 681 

MendaRa  (Pedro) 306 

Mendelstaon    . 686 

Méndez 535 

-  Alanis 905  y  910 

-  Bejarano  (Manuel)  .   .    525 

-  Núfiei  (Casto).  .    «7  y  775 

-  Silva 1 18 


,,  Google 


mSTOKiyV   DE  1 


Méndez  Vigo   .       .    .     598,  673  y  687 

Mendiburu 605 

Mendiola 551 

Mendizábal  (Juan)    .    .    493,583.608 

613,629,663.  664,665,669.690 

694,  695,  703,710,  717  y  729 

Mendoza  (Bernardino) 382 

-  (Cardenal).    ,    .     340  y  354 

-  (Fray  Ifligo) 382 

-  (Juan) 686 

Menéndez  de  Luarca  (Obispo) .    442 

—  Pelayo 40,    127 

128,  134,  139,  140,  141,  158 
160.  167,  179,  182,  193,  196 
200,224,227.231,272,275 
285,351,364,384,469,474 
483,  490,  519,  520,  525,  526 
527,  529  532,  537,  538,  545 
546,  547,580,581,  609,611 
616,617,630,676,679,685 
724,  730,  735,  757,  783,  823 
825,  826,  892  y  911 

—  Pidal 275 

—  Pidal  (Juan)  .     154  y  178 
184, 189, 195,  200, 272  y  826 

Menga 644 

-  (Antonio  Rafael)  ....     437 

Meo 445 

Mercadanle 645  y  646 

Mercedes  de  Orleans 799 

Merino 903  y  905 

-  (Jerónimo).    .     489,  491  y  593 

-  (Martin) 725 

Merle 449  y  452 

Meroveo 143 

Merry 855 

Mesa  (José  de) 437 

Mesejo(José) 907 

Mesina 731 

Mesonero  Romanos  ....     534,  539 

á  541,  556,  562,  564.  567 
589.  592  601,  613,  615.  616 
621,  633,  634,  638  á  641, 646 
649  á  652.  665,  671  á  674 

Mételo  (Celio) 111  y  115 

Metternicti 698  y  709 

Meunier  (Ernestina) 880 

Mcyerbeer 645 

Michelena  (José  Mariano)  .   .   .     603 

Migeon 196 

Mlgnet 367  y  369 

Miguel  de  Portugal  ....     615,  625 
627,  660  y  662 

MÍKuelez  (Manuel) 479 

Mliá  y  Fontanals  ....     220  y  676 

Milán  (Duque  de) 297 

Milanges  (Barón  de) 670 

Milans 582, 608  y  690 


Píglna». 

Miles. 853 

Mina  ....     489,  572,  662,  663  y  665 

-     (El -Mozo) 493,582 

597,608,618  y  629 

Mina  (Marqués  de  la) 414 

Minali  (Guillermo) 484 

Minucia 105 

Minuzo 109 

Miñana 661 

MiSano 589 

Miot  de  Milito 463  y  536 

Mir(Padre) 911 

Miraflores  (Marqués  de) .  ■     599, 601 

662,  699,  726,  751, 765  y  768 

Miramán  (General)  .       762, 763  y  764 

Miranda  (Francisco).   .   .  .    469,473 

509  y  510 

-       (Padre) 764 

Mirasol  (Conde  de)  ....  720.721 
728  y  818 

-       (Marqués  de) 779 

Miro 164 

Mistral 879 

Mitre 469,499  y  500 

Miyar 608 

Mogueit 189 

Mohamad 178 

Mohamed  el  Mizzian 909 

Mohamet 191 

Mohammed  I 197 

~         Almadlii 218 

—  benTumart  ....    246 

Moinler 906 

MoJasac  (Gerardo  de) .   .     184  y  268 
Moldea  (José  y  Juan  Antonio)  .     469 

Moliere 566 

Molina  (Joaquín)  ....     499  y  500 
Mollns  (Marqués  de).   .    .    .     638,670 

705.  708,  728,  801  y  834 

Molitor  (Conde  de) 600 

Mon  (Alejandro)   .    .    .     693,695,697 

708, 716,  720,  721,  744,  748,  768 

770  y  807 

Monaces 765 

Monasterio  (Jesús ) 876 

—  (Marqués de) ...  779 
Moneada  (Francisco  de).  .  .  404 
Moncey  .    .   .     424,  449,  453,  455,  460 

465  y  600 

Monescillo 851 

Monet 626 

MonistroMMarquésde)  .   ...     838 

Monroy  (Alonso  de) 305 

Montalbán  (Pérez  de)  .    .     405  y  407 

Montalembert 710 

Montaner  (Margarita) 904 

Montaña 374 

Monteagudo 619 


,,CoogIc 


Montegón 635 

Montehermoso  (Marqués  de).  .    447 

y  537 

Montemar  (Duque  de) .   .    414  y  611 

Montemayor  (Jorge) 382 

Montemolln  (Conde  de)  .   .     69S,  699 

715,  755  y  760 

Montero  Ríos.  .    .     715,788.791,806 

807,  817.  819,  831,  833,  847,  848 

855,  857,  867,  873, 875,  876,  880 

885,  886,  887,  890  y  908 

Monterrey  (Conde  de) 409 

Montes  (Francisco)  .    .    654,  655,  662 

673,681,692,702,717  y  719 

—      deOca(Manuel).     682  y  683 

Montesino  (Cipriano) 736 

Montesinos  (Fray  Ambrosio).  .  382 
Montesquieu  .  .  169,  430,  527  y  533 
Monteverde  <Domingo)  ....  510 
MonHalconnet  (Barón  de)  .   .   .    370 

Montiano 434 

Montigny  (Barón  de) 377 

Montiio  (Conde  del).  .    560,  562, 582 
y  729 

-  (Condesa  de)  .   .     433  y  521 

Montilla 870  y  872 

Montmorency  (Conde  de).    599  y  601 

Montojo 830  V  860 

Monloner 593 

Montoro 835 

-  (Antón  de) .    .    .     330  y  382 

-  (Marqués  de)    ...    .     851 

Monlpeller(Mariade) 252 

Montpensler  (Duque  de)  .     685,  699 

701,703.778.783,786 

787,  800  y  829 

—  (Duquesa  de)  .   .    787 

Montreur 646 

Morturio!  (Narciso) 750 

Moore 465,  480,  498  y  863 

Mora  (Francisco) 779 

-  (José'de) 408 

-  (José  M.) 749 

-  (Joaquín  de) 433 

Moral  lAngel) 779 

Morales  (Ambrosio  de) 180 

(Luis  de) 387 

-  Gallego 546 

Moratln  (Leandro) 434,436 

532  y  539 

-  (NicolásFernándezde).    433 

y  434 
Morayta  (Miguel)  .    .     814,  844  y  859 

Moreau 524 

Morel  Patio 783 

Morelos  y  Pavón  (José  Maria) .    514 

516  y  571 

MorenillO 702 


Moreno  (Custodio) 641 

—  (Mariano).  ...     501  y  502 

—  Calderón 578 

—  Carbonero  (José)  ...    747 

—  López 765 

—  Nieto 772 

—  Ruiz 749 

Moreri  (Luis) 523 

Moret.   .    .    .     265, 735, 788. 806  á  824 

831,833.  849,  850,  866  á  875 
860  á  892, 901  á  903, 908  y  910 

Moreto  (Agustín) 407 

Morgades  (Obispo)  ...    862  y  869 

Morgaz  (Braulio) 736 

Morillo  (Pablo)  .     497,  574,  575  y  603 
Morlones.    .     777,791  796,806  y  816 

Moría 462 

Morlanes  (Diego) 386 

Morlau 255 

Morlot 449 

Moro  (Antonio) 387 

Morón  (Gonzalo) 733 

Moróte 832.  884,  892  y  903 

Morral  (Mateo).  .   .    880,  882  y  899 

Morros 546 

Mortier 460,  465  y  492 

Mosch-ben-Mosca 275 

Moscoso  de  Altamira     ...     584 
Mosquera.  .    .    .     476,  555.  788  y  794 

Moxó 578 

Moya 876.  890,  901  y  903 

—     (Ambrosio) 686 

Moyano  (Claudio) 637.740 

743,  777,  799,  800. 

801,803,821  y  829 

Moyano(Tomá8)  ....     568  y  569 

Mozart 685 

Mozo  de  Rosales 559 

Muley-Abb-Errajman 753 

—  Araaf 834 

—  -el-Abbas 753 

—  Hassan 835 

Munck 196 

Munia 225 

.Muñís 687 

Munuza 191  y  200 

Mufliz 774 

Muñoz  (Fernando) 672 

-  (P.) 66! 

-  Capilla 631 

—  Degrain  (Antonio)  .    .    ,     743 

—  Ribero.    ...     136,  153  y  887 

-  Torrero 545,546 

551.  557  y  576 

—  y  Garnica 681 

y  Romero 261 

Mur  (Pedro) 753 

—    y  Escalona 905 

D,g,t7cdb/COOgIC 


HISTORIA   D£    ESPAÑA 


Murat  .    .     439,440,441,442,447,524 
534  y  680 

Muravief  (Conde  de) 861 

Murillo 409,437,  y  680 

—     (Pedro  Domingo).  ...    501 
Muro  (José)  ....     821,  841  y  889 

Musnier 449 

Musset 790 

Muía  Ibun  Nosseir   ....     185, 168 
189  y  190 

~     II 198 

Nabucodonosor 71  y  127 

Nakens 873, 880, 882  y  889 

Napier 439  y  629 

Napoleón  I.  .     118,  231,417,  422,424 

438,  439,  440,  442,  452,  454,  456 

464,  480,  483.  485,  486,  489,  491 

492,  494, 495,  498,  531  y  538 

Napoleón  11 588 

—  III.  .    .     717,  726,  728,  735 
739,  752,  756,  757, 762  á  764 

776,  778  y  786 

Narrón  (Ignacio) 439 

Narváez.    .   .     629,666,669,676,678 

689  á  700, 708  á  721,  726  á  729 

733,  740  á  744,  749,  751. 768  á 

773,  776  á  778  y  787 

—  (Panfilo  de) 360 

Nasr 195 

Navagero  (Andrea)   ...    363  y  383 
Navarro 483  y  585 

—  (Cecilio) 374 

—  (Conde  Pedro)  ....    354 

—  Ledesma.   ...    865  y  88 1 
^       Reverter  ...     837, 850, 884 

885,  908  y  910 

—  Rodrigo 819 

—  Villosiada.  .    .    121,204,676 

733,  738,761,772,  783  y  818 

—  Zamorano 723 

Navas  (Conde  de  las) 538 

-  (Martín  de) 547 

Negrete 537 

Negri  (Conde  de) 627 

Nelson 420 

Nerón 123 

—  (Claudio) 91 

Nervión  (Marqués  de) 693 

Ney  .    .    .    .     480,  481,  485,  486  y  492 

—    (Edgardo) 717 

Neyles 481 

Nicolás  de  Rusia  ....     733  y  738 

Nieto  (Vicente) 503 

Nin  y  Tudó 891 

Nipperdie 119 

Nithard  (P.) 390 

Noailles 518 

Nobel 879 


Págin». 

Nobilior III 

Nocedal  (Cándido).   .  .    685,733,736 

740,741,743,748,  773,777 

781, 788  á  790, 798. 800, 806 

807  y  817 

—  (Ramón).    818,  821,  829  y  889 

Noé 20 

Nombela 759 

Noteveas 702 

Nougués 876  y  886 

Noval 898 

Novaliches  .     704,  778,  779,  813  y  847 

Nozaleda 876,  877  y  881 

Núñez 731 

—  (Alvar) 283 

—  (Vicente  y  Antonio).   .   .    851 

—  de  Alba 367  y  393 

—  de  Arce  .    .     723,738,783,807 

y  876 

—  de  Cáceres 759 

—  de  Fuente  Almagir  ...    244 

Obba 188 

Ocarapo 503 

-  (Floriánde).   .   .     118  y  275 

Ocba 184  y  192 

Octavio  (Augusto) 726 

Ochoa  (Cruz) 907 

O'Daly 590 

O'Donnell  (Enrique)  ...     497  y  574 

-  (losé) 627 

-  (D.  Leopoldo).    .     633,673 

682,689,694,721,726,728 
731,732,733,736,737,739 
740,  745,  747,  748,  749,  752 
753,  759,  763,  764,  765,  768 
769,  770,  773,  774,  776,  777 
779  y  787 

O'Donojú 574,  602  y  603 

Odzra 191 

OFalia  (Conde  del .   .   .     611,614,615 
669,  670  y  671 

O'Farril 439,  454  y  536 

O'Higgins 508,  573  y  574 

Ojeda 855 

—  (Fray  Diego  dei 405 

Olaverria  ijuan) 661  y  687 

O'Lawlor 774  y  776 

O'Leavy 476  y  509 

Oliva 801 

—  (Francisco) 779 

—  (Juan) 800 

Olivares  (Conde  duque  del  ■    390, 423 
Oliver 814 

—  IBienvenidoi 911 

—  (Miguéis.) 493 

—  y  Hurtado  .    .     179,  188  y  832 

Oliveros 546,  551  y  557 

Olmedo 545 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


Pijlnai 

Olmundo 183  y  195 

Olney 841 

Olona(Lui8) 717 

Olóriz 911 

Olózagayosé) 733 

—  (Salustiano).   .     609,633,651 

663,  669,  671,682,683,687 
á  692, 694, 703,  705.  732,  736 
737,    748,    766,   770  y  777 

OIyan 184 

Olio 794 

Ornan  (Charles) 439 

Ornar  beti  Hafrun  ....     198  y  206 
Oppas  (Obispo)  ...     183,  187  y  190 

Oppio       119 

Oria  (Marcelino) 672 

Orcheli 582 

Orciro 792 

Ordónez  (Bartoloméi 386 

(General).    ...     854  y  906 

—  de  Montálván  [Oarci) .    382 
Ordofto  I 202 

—  II 220  y  221 

—  111 221  y  222 

Orense  (|osé) 710  y  774 

Crio  (Obispo) 141 

Orisson 78 

Orlando 708 

Orleans  «Duque  del  ...  414 

Orma 887,  888  y  890 

Orosio 137 

Orovio 776,  778.  796  y  800 

Orozco 898 

—  <Juan  de) 384 

Orsúa. 105 

Ortega 834 

-  (Jaime) 756 

-  JWunilla 826  y  876 

-  y  Frías 783 

-  y  Rubio  .    .    .     374.  466  y  867 
Orti  y  Lara  (Juan  Manuel)   ...     744 

772  y  878 

Ortiz  de  Villajoa 873 

O'Ryan 823  y  824 

Osorio 799,  801  y  802 

Osomo 570 

Ostolaza 551  y  570 

Osuna  (Duque  dei  .    .     409,  560  y  701 

Otemroo 44 

Otero 802 

Otón 123 

Otsmen 191 

OudinotiOenerali.   .   .   .    716  y  717 

Overbeck 638 

Oviedo 336 

Ovilo  (Doctor; 902 

Pablo  (Diácono) 161 

Paccini 645 


Pacheco  (General) 872 

—  (Francisco) ...     387  y  409 

—  Joaquín  Francisco).  .    670 
671,681,701.702,705 

706,  708. 732  y  763 
Pacheco  (José  M.») 169 

—  {María  de) 360 

Padial 808 

Padilla  (Juan  de) ...  .    360  y  382 

—  (Manuel  Aniceto).  ...    469 
Palacio  (Eduardo  del) 866 

—  (Manuel  del) 715 

738  y  887 

—  (Marqués  del) 555 

—  Rubios 382 

—  Valdés 823 

Palacios  (General) 821 

Palafox  (Comentarista)  ....     332 

-  (Antonio  de).  ...    .     521 

-  (Felipe  de)  .   .   .    521  y  543 

-  (lose  Rebolledo  de)  .  .  442 
450,  453.  458,  462 
474,  558. 560  y  574 

Palanca  (Carlos) 748 

-  (Eduardo) 793 

Palarea 608 

Paiau  (Antonio) 686 

(Melchor  de) 905 

Palencia  (Alonso  de) 326 

-  (Alvaro  de).   .    .      301  y  324 
Palma 6(fi 

(Josefa) 701 

(Ricardo) 514 

Palmaroli  (Cayetano) 740 

-        (Vicente) 740 

Palmersion  Lord  .    .     662.  698  y  712 
Palomino  y  Velasco  (Acisclo  An- 
tonio)  437 

Palomo  (Félix) 653 

Pallas  (Paulino) 833 

Pando  y  Valle 907 

PantojadelaCruz  (Juan) .  .   .    387 

Papirio  Peto 119 

Paquiro  (Montes) 719 

Paraíso  (Basilio)  ....     861  y  862 
Paravicino  (Fray  Hortensío)  .  .    436 

Pardiñas  Serrano 910 

Pardo 623 

Pardo  Bazán 49  y  813 

Paredes  (General) 700 

Pareja  (Antonio) 508 

—       y  Septién   ....     774  y  775 

Paria 515 

■    (Pierre) 63.  69  y  73 

Parque  (Duque  del).   .   .    486  y  *97 

Parquin 833 

Pascal 518 

Pascual  (Domingo)  ...    247  y  875 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


Pascual  (Prudencio  M.)  ....     630 

Paso 502 

Pastor  (Ángel) 866 

—  (Juan) 681 

—  Díaz.   .     679,705,706.708.713 

739  y  764 

—  Pastor 547 

—  Pérez 560 

Paterno  (Pedro  Alejandro) .       .     850 

Patino  (Teodoro) 845 

Patrocinio  (Sor) 651 

—         Quiroga.  .     713,  736  y  766 

Patti  (Adelina) 743 

Patxol  (Femando) 783 

Paul  y  Ángulo 787 

Paulo  IV 374  y  381 

—  (Conde) 172  V  177 

Pavía  (Francisco  de  P.).   .   .    799,801 

y  805 

—  y  Lacy  (Manuel).  .   .    704. 709 

778,  792,  793  y  800 
Paz  de  Borbón 881 

—  (Narciso) 539 

—  Snldan  (Mariano  Felipe)  ,    .     505 

Pedregal 829,  832  y  847 

Pedrell  (Felipe) 743 

Pedro  1.  .    .    .     237,282,284,466,615 

y  629 

—  11 246 

—  IV  de  Aragón 289 

Pelayo 182,  198  y  199 

—  Cuesta 807  y  810 

Pellicer 282 

Peña  Aguayo 720 

—  y  Goñi  ....     717,  805  y  847 

Pepe  el  Huevero 838 

Pepe-HiUq 654 

Pephasemenos 73 

Perales  (Marqués  de) 838 

Pereda  (losé  María  del.  .     723  y  886 

Pereira  de  Figuelredo 523 

Pérez  (Antonio) 374  y  379 

—  (Antonio  Joaquín)  .     551  y  562 

—  (Dionisio) 557 

—  (Oil) 178 

—  (Silvestre) 641 

—  Álamo 760 

—  Arcas 836 

—  Caballero.   .   .    882,  885  y  902 

—  Cuervo  (Tiburcio)  ,    ...     641 

—  de  Camino 620 

—  de  Castro.    .       .     546.584.585 

661,671,672  y  673 

—  de  Ectievarrla 783 

—  de  Guzmán  (Alonso).    .    .    "277 

—  —       (Fernán).    .    .     300 

424,  441,  442  y  445 

—  -       (Rafael).    662  y  676 


Mein* 

Pérez  de  Herrasti 492 

—  de  Montalhán.   .    .     285  y  772 

—  de  Tudela 660 

—  Escrich 783 

—  Galdós  .    .     647,  805,  866  y  887 

—  Hernández 671 

—  Moris  (José) 575 

—  Pastor 891 

—  Pujol 836 

—  Villamii  (Jenaro).  .    680  y  683 

—  —      (Juan)    .    .    .     555,560 

561,  568  y  680 

—  y  González 905 

Perfecto  (Presbítero) 197 

Perier  (Carlos  Maria) 835 

Perigneux  (Jerónimo  de).   ...     268 

Permayer  (Francisco) 765 

Perojo  (José  del) 891 

Perpena il6 

Perrin 879 

Pestalozzi 429 

Petreyo 1I8 

Petriquillo 663 

Petronila 242  y  246 

Peral  (Isaac) 825  y  828 

Pezet 774  y  775 

Pezuela 504,604,605  y  815 

Pi  y  Arsuaga 911 

Pl  y  Margal!  (Francisco).  .  603,  685 

723.767,776.779.792,829 
832,  838,  842.  848  y  869 

Pichón 891 

Picón  (Jacinto  Octavio)  ....    823 

Pidal  (Alejandro) 743. 798 

806,  811,  813.814.  829 

850, 861, 867, 868  y  869 

Pidal  (Almirante) 905 

-  (Juan) 179 

-  (Marqués  de)  .   ■   ■   ■    272,  322 

798,  858,  870  y  903 

-  (Pedro  José) 661,670 

671,  693,  708,  712 
716,719,721  y  740 

Pidal  (Ramón) 179 

Piernas  Hurtado 551  y  907 

Pierrat 776, 777  y  785 

Pignatelli  (Carlos) 442 

Pijoan 110 

Pilar  de  Borbón 801 

Pilar  (Marcelo  del) 844 

Pina 717 

Pineda  (Mariana) 608 

Pino  (Rosario) 901 

Pintos  (Antonio) 469 

—  (General) 898 

Piñuela 439  y  454 

Pío  Y 381 

-   Vil 476 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


Piglnis. 

Pío  IX 703,704,705 

709,  713,  716,  717,  718,  735 
662,  770,  771, 788,  798  y  800 

~   X 876 

—  (Antonfno) 172 

PIppl 387 

Piquero 682 

Plrila 611,  694,  743 

783. 835  y  876 

Pitheas 130 

Pitt 473 

Piíarro  (Francisco)  ...    363  y  496 

Plácido  (Poeta  mulato) 6Q4 

Planells  (Antonio) 713 

Plaaencia 608  y  813 

Plaza  (Vicente) 582 

Pllnlo  el  Joven 123 

—      el  Mayor 44  á  49 

63,67,71  y  130 

Plutarco 57,  87  y  115 

Polaviela 359,803,830 

831,  845,  847,  849,  856 
858,  860,  878.  879  y  886 

Polivio 52,83,87y  115 

Polo  (011) 382 

Pompeyo  Aulo ,111 

Pomponlo  Mela 36  y  44 

Pon 483 

Ponce  (Mariano) 844 

Ponce  de  León  (Rodrigo)  ...    344 

Pona 737 

Pontcios  (Marqués  de) 613 

665  y  673 
(Marquesa  de).  .   .   ■     548 

Porcel  (Antonio) 614 

Portet 584 

Porclo  Catón 105 

Porller 5S2 

Portel 483 

Posada  Herrera  ( losé  1  .   .   .    669.745 

747,  748,  760.  765.  709. 773, 799 

803,80=1.810,811  y  818 

Posiidas 504 

Posidonio 102 

Possí  (Manuelí 904 

Pastaras 681 

Pousard 783 

Power 545 

Poííi  ,Kelipei 877 

Pradilla 805 

Pra<Jo  iCasiano  del) -5 

(Mariano  Ignacio) .   .   -   .    "75 

Prat  de  la  Riva 856  y  881 

IVfscot 3Í> 

Prieto  vVillarreal.   ...    SÜ8  v  907 

Pfiín   Juan'.    .    .    .     wo,  (.70. 000.6^4 

1M\  US.  T--.:.  7=ü.  ToJ.  7(i4.  7(*í 

770.  773*781,  7^=1,780  y  787 


Primo  de  Rivera.  .   .   .    794. 796, 820 
840,  848,  857,  889  y  895 

Princiliano 140 

Príncipe  Negro  (El) 286 

Procoplo 154 

Proudhon 767 

Prudencio  (Aurelio)  ...     128  y  140 

Pacheta 732  y  739 

Puebla  (Dióscoro  de  la)  ...  .  741 
Puig  (José  María) ....     555  y  627 

-    Moltó 744 

Puigblanch  (Antonio)  .   .    519  y  547 

Puigcerver  (P.) 547 

Pulguriger 578 

Pulgar  (Hernando  del) ...    305, 332 
344  y  382 

Púnico 105 

Pufionrostro  (Conde  de)  ...   .    803 

Puyrredon 472,  501  y  573 

Quernel 518 

Querol 743, 853  y  902 

Quesada 797  y  811 

—  (losé  M.') ...  660,  662,  665 

y  745 

—  (Vicente  Jenaro  de)  .  .    595 

596,600y  627 
Quevedo 374  y  404 

—  y  Quintero  (Obispo).  .    447 

Quijada 369 

Quilez 730 

Quin  (MichaelJ.)  .  562,567,569  y  571 
Quintana.    374,  433,  436,  533,  534,  541 

542,  545,  548,  577,  585,  587 
635  y  640 

—  (Manuel  Josél 737 

Qulntiliano 125 

Quinto  Pompeyo .  .  .  111, 115  y  118 
Quiñones  de  Benavenie.  ....  407 
Quiroga  (Antonio)    ....    583  y  606 

—  (Brigadier).   .     683,713y715 

—  (Juan  de) 231 

—  Ballesteros 885 

Rabadán  (Diego) 634 

Rábago  (P.) 579 

Rabi-Ben-Zaid 211 

Raczynski  (Conde  de) 711 

Rada  y  Delgado 869 

Radica 794 

Rafael  (Fray  Lucas) 491 

Ramírez  (Francisco) 344 

—  (Sancho) 235 

de  Arellano  ...    570  y  682 

—  de  Guzmán 83 

Ramiro     1 201 

—  H 241  y  242 

III 221 

—  (Don) 220  T  227 

Ramón  Berengner  IL .  .  .    235  y  241 

D,g,t7cdb/COOgIC 


Piginis. 

Ramón  Berenguer  IV 241 

—  y  Cajal 813 

Ramos  Arispe 603 

—  Izquierdo 861 

RampoUa 861,  868,  869 

Ranc  (Juan) 437 

Rascón  (María  Manuela).  .  .  .  466 

Rasura  (Ñuño) 222 

Rávago  (P.) 414 

Raynal 545 

Real  (Pedro  del) 896 

—  Tesoro  (Marqués  del) ...    885 

Reart  y  Copons 590 

Rebolledo  (Fray.  Luis  de).  ...    393 

Recaredoll 171 

Recemundo 211 

Recesvinto 172,  176  y  182 

Recheslndo 183 

Reding  (Teodoro).  .  .    453.455  y  513 

Reggio  (Duque  de) 600 

Regnault 769 

Reguera  Valdelomar  ...    274  y  585 

Rejchstadt  (Duque  de) 588 

Reille 498 

Reinoso 436,    533 

534,  630  y  661 

Remisa 673 

Remisnundo 144 

Rémusat  (Madame  de) 443 

Renato  de  Anjou 297 

Renovales 489 

Renter 118 

Repullés 637 

Requesens 378 

Respendlal 130  y  139 

Retes 783 

Revenga  (José  Rafael) 604 

Revilla  (losé  de  la) 724 

—  (Manuel  de  la) 724 

Rey 498 

-  de  Artieda 383 

Reyjoly 557 

Reyes  (Raimundo) 785 

Reynier 492 

Rlánsares  (Duque  de).  .  .  .    661,665 

675,  689  y  700 

Riafio 212 

—  (Diego) 385 

—  (Juan  Facundo) 869 

—  de  la  Iglesia 557 

Riba  y  Oarcla 481 

Ribelles  y  Hetip 644 

Ribera  (Arquitectoi 436 

—  (Doctor) 91 1 

—  el  Españólelo 408 

—  (Carlos  Luisí.  ...    645  y  830 

—  V  Fernández 644 

Ribot  (Pascual) 836  y  857 


Klgl^nis. 

Ricardos 419 

Ricci 539,  645  y  787 

Rlcimero 144 

Rico 671 

—  y  Amat 557 

Richard  (Vicente) 582 

Riego  .  .    581,583,592,593,595,606 

607, 678  y  757 

Riesco 546  y  551 

Rigores 654 

Rlnaldini 87S 

Rincón  (Antonio  del) 330 

Ringunda 164 

Rio  (Antonio  del) 702 

Rioja 404 

Ríos  (Amador  de  los) ....   127,  176 

194,  220,  272,  300  y  823 

~    Lampérez  (Blanca  de  los) .    853 

—  Pacheco 825 

—  Rosas  .  .  637,  736,  739.  764,  773 

776  y  791 

Ripalda  (Duque  de) 679 

RIpoll  (Cayetano) 609 

Risco  (P.) ....    231,  232,  272  y  430 

Rispa  PerpiBá 829 

Rius  Rivera 848 

Riva  Agüero 505,605  y  606 

Rivadavia  (Bernardino) ...  499, 504 
y  573 

Rivadeneira  (P.) 382  y  383 

Rivalta  (Francisco) 387 

Rivas  (Duque  de)  .  .  .  285,  487,  548 
613,  635,  637,  664.  665,667.  671 

679,681.729,732  y  826 

Rivera  (Juan) 566  y  644 

Rivero  (Nicolás  María).  .   .    710,715 

767,  779,  789,  792  y  805 

Rivett-Camac 98 

Rizal 843,844  y  846 

Rizo 246 

Roa  Barcena 601 

Robert  (Doctor) 872 

Roberto  (Abad) 268 

Robespierre 524 

Roca  de  Togores 679  y  705 

—    y  Cornet 686 

Rocca  .  .  439. 444.  457,  463,  484,  490 
491,538.540  y  541 

Rochel  (P.) 160 

Roda 732 

Rodil.   .   .   .    605,  606,  621,  662  y  687 

Rodrigánez 870.  872  y  905 

Rodrigo  (Arzobispo) .  .  178,  182,  183 
187, 222,  227,  247,  268  y  269 

—       (Don) 182,  184  á  190 

Rodríguez  Arias 807  y  819 

-  Bahamonde    705, 765  y  766 

—  Blanes 437 

nigiUrrlb/GOOglC 


HISTOKIA   DE  ESPAÜA 


Rodríguez  Carracido 826 

—  Correa 757 

-  de  Berlanga 121 

—  de  Lena 300 

de  Rivas. 555 

~       de  Vemela(P.).  ...    526 

—  del  Toro  (María  Te- 

resa)  476 

-  de  la  Borbolla  .    885  y  908 

—  de  la  Cámara 300 

—  de  la  Peña 501 

Díaz 480  y  486 

-  (Antonio) 608 

—  ÍConcepctón).  .    629  y  667 
(Oabriel) 869 

—  Uosé  Demetrio)  .  ,  .    633 

—  ^Laureano) 851 

'Simón) 474 

(Ventura).    ...    436  y  540 

-  López 486 

-  Marín 826 

-  Pefia 469 

—  Rubí .   .     679,  683,  738.  778 

y  829 

-  San  Pedro  .    833,  835.  875 

878  y  887 

-  SoHs 490 

-  Villa.  .    364,415,480.  575 

y  911 

Roelas  Huan  de  las) 387 

Rogel. 784 

Roghi 895 

Rojas  (Fernando  de) 382 

-  Clemente 633 

-  Zorrilla 407 

Rolando 193  y  194 

Roldan 408 

—  (Maestro) 274 

—  Luisa) 437 

—  (Marcelino) 437 

Román  de  la  Higuera 127 

Romana  (Marqués  de).    449,  458,  481 

y  493 

Romano  (Julio) 387 

Romanones  (Conde  dei  .  .  .    825,846 

866,  973,  876,  880,  881,  884  á  886 

903,  908  y  810 

Romarate.   . 585 

Romea  (Julián)  .    639.  669,  676  y  701 

—  y  Parra  (Juliánl 805 

Romero  (Antonio) 653 

—  (Antonio  Miguel!.   ...    701 

—  (Francisco) 653 

—  (losé) 653 

-  (Juan) 653 

-  (Pedro) 653 

-  Alpuente.  .    581,  587  y  661 

-  Girón 807  y  865 


Romero  Larrañaga 679 

—  Moreno 826 

—  Ortiz.    700,779,781,785  y  803 

—  Robledo  .    735,  796,  801,  802 

805,811,813,815,8171821 

829  á  838.  846,  848,  850, 851 

858,  861,  872,  879  y  887 

Romilhal  (Barón  de) 3(ñ 

Roncan 689, 728  y  778 

Ronconi 718 

Roa 906 

Ros  de  Olano.  .  .    633,  708,  751,731 
752  y  821 

Rosa  (Salvator) 409 

Rosales  (Eduardo)   ....    723  y  741 

Rosas 733 

Rossi 709  y  787 

Rossilly 442  y  453 

Rossini 645, 646  y  664 

Rosland 588 

Rolten 597  y  618 

Rousseau 430,431,525  y  533 

-  (Francisco) 481 

Rubalcaba 808 

Rubio  (Carlos) 767 

—  (Doctor) 697  y  873 

-  y  Orbs 204,673  y861 

Rubio 675 

Rudinl 683 

Rueda  (Lope  de) 383 

Rufo  Festo  Avieno 44 

Ruiz  el  Mozo 385 

—  el  Viejo 385 

—  (Hernán) 385 

—  (jacinto) 441  y  450 

—  (Jácome) 274 

—  doaquin) 850 

—  Capdepón 833  y  907 

—  de  Apodaca 572 

~    deQuevedo 767 

—  Gómez 788,791  y  810 

—  Padrón 551 

—  Pérez 595 

—  Pons 736 

—  Valarino 903  y  905 

—  Zonilla.    723, 779, 781, 785  á  791 

799,807.  808,811,  813 
820,   829,   832   y    840 

Rusiflol 823  y  886 

Saavedra  (Cornelio)  .  .  .    469,   499 
501  y  502 

-  (Eduardo)  ...    110,   152 
159,  177  á  189,  194,  200,  706  y  911 

Saavedra  (Francisco).  .  -    543  y  555 

-  Fajardo  (Diego)  ...    404 

Sabatini 436  y  650 

Sáenz  de  Vinlegra  (Luisa).  ...    608 
Sáez  (Víctor  Damián) 611 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


HISTORIA   DE   ESPAÑA 


Pigln» 

Sagasla  (Práxedes  Mateo  de).  .    6SC 

697,706.739,  778.  779,  781.  788 

á  794.  799, 803  á  813,  817, 819, 825 

829  á  832,  835, 838,  840.  850,  851 

857, 858, 866  á  87a 

Saint-Chamans  (Conde  de) .  .  .    43C 

—  Giran  (Abate) 517 

—  Cyr 463,  464  y  482 

—  Fierre  (Bernardlno).  ...    635 
Sálnz  (Casimiro) 823 

—  de  Andino  (Pedro)  ....    6)4 

Sajonla  (Mauricio  de) 366 

Sala  (Adelaida) 64« 

—  (enillio) 905 

—  y  Francés 805 

—  Valdés  (Mario) 481 

Saladin  (H.) 196 

Salamanca  (José) 637,  687 

7tó,  706,  708,  712,  720,  729.  730,  731 
732  y  738 

Salamanca  (Manuel) 82C 

Salamanquino 7l8y73C 

Salamero(Jo9é) £41 

Salas 508,  515.  525  y  631 

Salaverría 740,  744 

745.  796  y  847 
Salazar 611 

-  (guerrillero) 489 

-  (Luis  María  de) .  .    568y61E 

-  (Pedro) 367 

Salcedo  y  Ausó  (Ángel)    ....    897 

Salcillo 437 

Saldias 501  y  574 

Saldoni 59( 

-  (Baltasar) 784 

Salmerón  y  Alonso  (Francisco) .    73f 

y79í 

—  y  Alonso  (Nicolás)  ,  ,  73! 
736.  739,  767  777,  779.  792,  799.  8ic 
820.  829.  832.  836,  837,  866.  873,  87f 

876.  880,  884,  886.  887,  889  y  891 

Salmón  (P.) 49C 

Salvador  (Am6s) 835,  83í 

881,  905,  872  y  90f 

—  (Santiago) 83^ 

Salvatierra  (Condesa  de).  ...    701 

"         (Valeriano) 64: 

Salviano 134,  141  y  l+l 

Salvitate  (Raimundo  de)  ....    26! 

Salvoechea 781  y83C 

Samaniego 436  y  53( 

Sampere IW 

Sampiro  (Obispo) 222  y  22' 

Sampson 85!; 

San  Aeustin.  .   .     103,  124.  517  y  51í 
San  Atanasio 141 

—  Bernardo  (Conde  de).    875  y  881 

—  Bonifacio  de  Maguncia .  .  .    IS: 


San  Braulio 168 

—  Carlos  (Duque  de) 558 

559.  560  y  568 

—  Clemente 127 

—  Cristóbal  (Fray  Alfonso  de)    300 

—  Eplfanio 146  y  151 

—  Eulogio  (Obispo  de  Toledo).    197 
~    Eulogio  de  Córdoba  ....    204 

—  Felipe  (Marqués  de) ...  .    414 

—  Francisco  de  Asís 269 

—  Francisco  de  Borja 365 

—  Fructuoso 128 

—  Oelasio 268 

.-    Gregorio  de  Tours 160 

163  y  164 

—  Gregorio  Magno 160 

161  y  163 

—  Ignacio  de  Loyola 371 

—  Ildefonso 152  y  168 

—  Isidro 127,   139 

144,  152,  153,  154,  155,  156,  160, 
161,163,168,  171  y  196 

—  Jerónimo  .  .     137,  138,  140  y  146 
~  Juan  de  la  Cruz 383 

—  Juan  de  Mata 269 

—  Juan  de  Piedras  Albas  (Mar- 

qués de)  752 

—  Juñan 127,  168  y  177 

—  Leandro  ....     163,   165  y   168 

—  Luis  (Conde  de)      7 1 8,    724,  728 

729,  730,  732,  738.  743, 751  y  777 

—  Martin  (Alejandro) .  .    882  y  891 
~    Martin  (General) 442 

469,  504,  545,  573,  574 
583,  593,  604,  620  y  647 

—  Martin  de  Braga  .  .  .    156  y  168 

—  Martin  de  Tours 156 

—  Miguel  (Evaristo) 581 

585, 589, 590, 5.2, 599,  f  01 
608,  682,  703,  732  y  773 

—  Pablo 121  y  127 

—  -  Pedro 127 

—  Pelayo  de  Córdoba 212 

—  Próspero  de  Aquitania  ...    140 

—  Remigio 148 

—  Vicente  Ferrer 293 

Sancha  (Cardenal).  .  .   860, 884  y  902 

—  (Infanta) 226  y  250 

Sánchez  {Estanislaoi 466 

—  (lulián) 489 

—  (LImtíano) 803 

—  (Miguel) 623 

—  (Pedro).  .  .      702 

—  de  Badajoz  iGarcIal  .  .    382 

—  Bustillo 890  y  891 

-        Casado    ...    105,  180  y  253 

—  de  Castro 779 

—  Coello  (Alonsoí 387 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


HTSTORIA    DE   ESPAÑA 


PiginíS- 

Sanchez  (Garcfat 225  y  227 

Guerra.  .  .  .   879,8«ly893 

—  Neira 655 

—  Pérez 911 

—  Román 880 

—  de  Toca.   .  .  .   858,861,866 

872,  873, 874,  875.  876,  888 
892  y  893 

Sanchfs  (Vicente) 890 

Sancho 669,682,703  y  710 

11 230y  232 

—  III 244 

el  Bravo.    245,  250,  276  y  282 

—  el  Craso 221 

—  el  Fuerte 246 

—  el  Mayor  de  Navarra  .  .    225 

226,  227,  228  y  269 

—  Ordóftez 221 

de  Portugal 246 

—  Ramírez 232  y  236 

—  Sánchez 204 

Sandoval 353,  356,  365  y  370 

-  (Coroner 840 

-  (Marqués  del 857 

Sanguily 848 

Sanmarii  (Teresai 880 

Sannázaro 382 

Sanromá  (Joaquín  M.) 841 

Sans6 891 

Sansón  (Abadl 196 

Saata  Ana  (Manuel  Maria  de)  . .  685 

765  y  782 

-  Cruz  (Francisco)   .   .    739  y  748 

-  -    Ijosé) 617 

Santaella 671 

Santa  Fe  (Duque  de) 536 

Santana  (Pedro) 759  y  760 

Santander  (P,) 538 

Santa  María  (Fray  Juan)  ....  336 
Santamaría  de  Paredes  .  .  881  y  882 
Santa  Marta  (Marqués  de)  .   .   .    829 

Santangel  (Luis  de) 351 

Santarem 212 

Santa  Teresa  .   .   .   332,  379,  382  y  383 

—     (Sor  Gregoria  de).    431 

Santera 702 

Santiago  (General) 895 

Santlas  (Alberto) 859 

Santillán  (Ramón) 489  y  529 

Santillana  (Marqués  de).  .    300  y  892 

Santocildes 486  y  840 

Santo  Domingo  de  Guzmin.  ,  .    269 

-  Tomás 103,  523  y  547 

Santos  Alvarez  (Miguel  de  los).    783 

-  Ouzmán 884 

Sanz  (Cayetano) 718 

--   (Cesáreo  Maria) 614 

Sanz  (General  carlista) 673 


PiSinu. 

Sanz  (Elena) 857 

~    (Florentino) 738 

—  del  Río  (Julián)  .    692,  724,  732 

744,  767,  772  y  777 

—  y  Cabol  (Francisco) ....    740 

Saqaeti 436 

Sara |95 

Sarasa  (Miguel) 489 

Sarasate  (Hablo) 747  y  891 

Saravia  (Rodrigo  de) 384 

Sardoal  (Marqués  de).  .  .    810  y  811 

Sardou  (Victoriano) 783 

Sarmiento  (P.  Martín) 430 

Saro 138 

Sanatea  (Manuel) 573 

Sarsfield 659 

Sartorio  (José) 603 

Saríorius  (D.  Luis  losé)  .   .    676,680 

708,  712,  716.  718,  719,  728  y  732 
Sassenay  (Marqués  de) .  .    469  y  470 

Sastrow 367 

Satini 540 

Savalls 791 

Savary 440  y  855 

Savigni 723 

Sbarbi 905 

Sciíax 22 

Scipión  (Cneo) 89,91  y  100 

—  (Emiliano)  ....    !llyll4 

—  (Lucio) 94 

—  (Publio  Cornclio).    91,  92, 94 

95,  99  y  104 

Scott  (Walter) 635  y  783 

Scribe 666 

Schaffter 854 

Schiller 737 

Schiegel 635 

Schulten  (Adolf) 110  y  112 

Schwartz 449  y  453 

Sebastián  (Obispo)  .  .  177,  181. 182 
184,  187  y  200 

-         de  Portugal    .   .     375  y  627 

Sebastian! 492 

Segovia  (Antonio  M.) 679 

Seijas  Lozano  (Antonio  M.  de).    669 

704.  712,  716,  718,  719.  728  y  732 
SeleasyCarrascoOosé).  712,733y803 

Selles  (Eugenio) 747 

Sem  Tob 282 

Sempronio  Graco  (Tiberio) ...    102 

Séneca 125  y  158 

Seone  (General) 690 

Sera/I  Pitarra 723 

Serna  (José  de  la).  .  .    605, 606  y  619 

Serra  (Narciso) 706  y  783 

Serrano ...  637.  690,  703  á  709,  739 
777  á  781,  785  á  791,  794,  806 


,,  Google 


HISTORIA.  DE  ESPAÑA 


Serrano  Bedoya 778 

Sertorio  (Quinto) 114  y  130 

Servando  Obispo 228 

Servlliano 109 

Servillo  Cepón  (Quinto) 109 

Sevilla  (Rafael) 575 

Sevillano  (Juan) 732 

—        (Rafael) 415 

Siagro 147 

Sidi-Brisha 836 

Sied  Mohadmmed-Ben-Abb- 

Crrajtnan 753 

Sierra 585,  61 1  y  765 

SIHler 808  y  81 1 

Sigerico. 138  y  U2 

Sigiberto 158 

Sila 114 

Silano 94 

Silense  (El) 187 

Silíceo 380 

Sillo  Itálico 49, 56, 63  y  70 

Silo 201 

Silva  (Diego  de) 385 

Silve  (Gil  de) 386 

Silvela  (Eugenio) 875  y  886 

Silvela  (Francisco).  .  .    390,614,743 

801,  805,  811,  820,828  á  832 

836,837.840,842,850.851,856 

á  868,  872  i  875,  881  y  892 

—     (Manuel).  ...    535,  635, 643 

785  y  832 

Simancas  (Enrique) 779 

Simón  y  Nielo  (Francisco)  ...  201 
Simonet.  .   179,182,198,203,211,212 

220  y  851 

Sinderedo 190 

Siret  .  .  .  38,  39,  40,  41,  42,  43  y  44 
Sisberto.  .  .  16l.  164,  160, 187  y  188 
Sisebuto.     167. 168, 169, 170, 171  y  177 

Sisenando 171 

Sixto  IV 328 

Slelden 367 

Smitti 767 

Sobh 217 

Socorro  (Marqués  del) 442 

Sol  y  Ortega. .  .    855,  891,  893  y  896 

—  y  Padres 737 

Sola 643  y  880 

Soler  (Federico) 723 

Solferino  (Duque  de) 886 

Solimán  el  Grande 364 

Solls  (Antonio  de) 404 

—  (Dionisio) 652 

—  (Miguel) ,  .    700 

Solmssonnesvalde  (Conde  de)  .    805 

Solsona 258 

Sombrerero 654  y  655 

Somoza(]osé) 541 

Salcedo  Historia  de  Espaí^a 


961 

Piginis. 

Sor  y  Díaz Sil 

Soriano  (Rodrigo).  .  .    873,  876,  881 
y887 

Somi 792 

Sorolla 813 

Sotelo 535  y  705 

Soto  y  Ab-Ach  (Serafín  María) .    713 

Sotomayor  (Duque  de).    704,  705, 708 

721  y  898 

Souhain 497 

Soull 460,480,485,486,492 

493.  494,    496  y  497 

Span  (Conde  de) 698 

Spínola  (Obispo) 860 

Spinosa 527 

Spursztiein 681 

Squilaclie 417 

Stael  (Madame) 444  y  548 

Stenger  (Gilbert) 443 

Stephenson 649 

Stliicon 137 

Strabon 22  á  44, 46, 49, 52 

57,  63,  67  y  69 

Strauch  (Raimundo) 597 

Suirez  Bravo 733  y  800 

-  de  Figueroa  .  .    820,  857,  878 

y  905 

-  inclán.   .   .   810, 870, 872  y  910 

Subercase  (Juan) 695 

Sucre  (Antonio  José  de)   .  .  604,619 

y  621 

Snchet.   .  .    481,  482,  489.  492,  494 

496,  497.  4^  559  y  581 

Suetonio 117  y  118 

Suintila 171 

Suleiman 193 

Suleyman 219 

Sulpicio  Galba  (Servio).  .    105  y  108 

Sully 397 

Suniario 241 

Suñol  (Jerónimo) 873 

Surrá  y  Rull 682  y  687 

Symmaco 150 

Taboada  (Luis) 886 

Tácito 130  y  ISS 

Taine 440y655 

Taishan  (Padre).    176  á  179.  182,  184 

y  202 

Tajón  (Obispo) 168 

Talavera  (Arcipreste  de) ...  .    300 

Taima 539 

Tatleyrand 440. 565  y  567 

Talllen 524 

Tamayo 352 

-  y  Baus.    706,  737,  738,  761 

783  y  857 

—  de  Vargas 118 

Tamberlick 784 


9^2 


HISTORIA    DE  ESPAÑA 


Ptglnu, 

Tántalo 109 

Tapia 489,  541,  646  y  767 

Tarif-ben  Malic 187 

Tarik 187  á  190 

Tarrago  (Torcuato).  ...    738  y  783 

Tarub 192 

Tassara 679 

Taio 785 

Tattiacheff 570 

Tavera  (Cardenal) 380 

Tavira  y  Almazán 521  y  537 

Tayior 136  y  849 

Teba  (Condesa  de) ...  .    729  y  730 

Tejada  Valdosera 730  y  838 

Tejado  (Gabino) 761  y  830 

Tejeo  (Rafael) 644 

Tejero 680 

Tena 690 

Tendemeco 150 

TendJIla  (Conde  de) 362 

Tenreyro  (Joaquín) 546 

Teodofredo 182 

Teodomiro 153  y  l56 

-         (Conde)   .    I89,t90y|95 

Teodoredo 142  y  143 

Teodorico.  .    143,  144, 150, 151  y  153 

Teodoslo     .  44, 124, 129, 133, 135,  150 

y  165 

Terán 515  y  571 

Termancia 124 

Tetón 71 

Terradas 687 

Tertuliano 128 

Tetuán  (Duque  de)  .  .    828,  837,  849 
850,  851,  872  y  876 

Teudts 151  á  154 

Teudiselo 153  y  154 

Teverga  (Marqués  de)    866,868  y  907 

Thebussen 654 

Thlcas  .    441.464,480,482,486,491 

492,  496  y  524 

Thiebault.    231,443,447,449,482,521 

y  538 

Thiera 710  y  718 

Ttberghien 692 

Tiépolo  (Bautista) 437 

Tiknor 272  y  282 

Tilly 543 

Timoneda  (Juan  de) 383 

Tinco 532 

Tineachi 539 

Tioda 203 

Tirado  (Mariano) 469  y  661 

Tirso  de  Molina 407 

Titeux 455 

Tito  Fonteyo 91 

—    Libio    .    69,  84,  87,  94,  100,  105 
108  y  122 


Tiziano 387 

Toledo  (Oarcia  de) 376 

-      (Juan  Bautista  de)  .  .  .    386 

Tolomeo 44,  63  y  69 

Tomás  Pastor 907 

Tomé 436 

Topete  .    778,  779,  781,  787,  789,  791 
y  794 

Toral 851 

Toreno  (Conde  de) ...  .  206,  439 
442,  548,  549,  551,  562,  577 
587,  588,  591,  603,  660,  663 
664,  796,  801.  802, 803  y  829 

Tormo 332 

Tornero  (Juan) 384 

Toro  y  Zambrano 507 

Torre  (Dámaso  de  la) 540 

—  (Manuel  de  la) .  .  .    701  y  719 

—  Pando      606 

—  Solano 687 

Torreanaz  (Conde  de) 860 

Torrejón  (Andrés) 450 

TorresAmat 518  y  673 

Torres  Naartro 383 

—  Quhevedo 823 

—  (Sid  Mohammed)  ....    805 

—  deVillarroel 436 

Torrijos  (José  Maria) 581 

608  y  613 

Torrubia  (Fray  José) 579 

Torwaldsen 642 

Toscana  (Oran  Duque  de).  ...    704 

Tostado  (Et) 300 

Totlla. 154 

Totleben  (Coronel) 735 

Tournon 580 

Tourtoulon 253 

Toussaint  Louverlure 759 

Tovar 89H 

Toveira 481 

Traalaba 192 

Tragabuches 653 

Traglia 206 

Trajano 123 

Trapani  (Conde  de) 699 

Travot 449 

Trebclio  Polion 133 

Trévoux 523 

Tristany 709  y  791 

Troya 201 

Truaba 192 

Trueba 724,  783  y  826 

Tubal 20 

Tubino  (Francisco  María)  ...     25 

Tuditano  (Sempronio) 105 

Tudó  (Pepita) 424 

Tudor  (Maria  de) 368  y  375 

Tulga -.■■-■,.    172 

nigiUrrlb/GOOglC 


Turlsmundo \4'- 

Turot  (Henri) 8* 

Turranio  Qrácula 3< 

Tutau 79: 

Tuy  (Lacas  de) 182,   18i 

217,  222,  227  y  27. 

Ubao 8a 

Uceda  (Duque  de)  ...  .    390  y  42: 
Ugarte  (Antonio) 570  y  61 

-  (Javier) 859,  86 

863, 878  y  87' 

Ulecia  (Doctor) 91 

UHila 136  y  14 

UHoa  (Augusto) 764  y  78i 

Unamuno 85: 

Unceta 88 

Unimano I» 

urbano  V!ll 5r 

Urbistondo 682,  740  y  7+ 

Urguía(]uan) 861 

Uriz 67: 

Uroz  y  Rio  (Juan) 58: 

Urqutjo 447, 454,  536  y  73: 

Urrabieta 8i: 

Urraca  (Infanta)  .  .  .   230, 236  y  23' 

Urrecha  (Tomás) 60: 

Ursinos  (Princesa  de  los).  ...    4|. 

Urufluela 88! 

Urzáiz 866, 869, 870  y  881 

Uzal 68' 

Vacaly 64¡ 

Vaccano 641 

Vadlllo  (Marqués  de).  .   652,861  87: 

878  y  87! 

Valbuena  (Antonio).  ...    679  y  80 

Valcárcel 8li 

Valdegamas  (Marqués  de)  .  .  .    73i 
Valdeiglesias  (Marqués  de).  .  .    82 

Valdemoro 58 

Valdés  (Antonio) 447  y  54: 

-  (Cayetano)..    556,584y60i 

-  (Francisco) ....    607  y  601 

-  (Gabriel) 69 

-  (Jerónimo) 66: 

-  Leal 40! 

Valdivielso  (José  de) 401 

Valente 13! 

Vaientiniano 3  y  13! 

Valenzuela 390  y  48 

Valera  (Juan) ...    220,  679,  697,  73» 

743,  757  y  88 

Valerio  Máximo 7i 

Valero 5J4,652y73l 

-  de  Tomos 88 

Valiente  (José  Pablo) 54' 

Valmaseda  (Conde  de) 80 

Valtarra  (Teniente) 71 

Valverde  (Balbina)  .  ...    735  y  90 


P*eÍnK. 

Valverde  (Maestro) 905 

Valladares 414 

Vailarino  (Bruno) 614 

Valle  Incián 855  y  865 

Vallejo  (Pascual) 440 

Valles 879 

—  y  Ribot 829  y  907 

Vallespinosa 535 

Valle  y  Barcea 557 

Valls 578 

Vandervelde 907 

Van  Eick 318 

—  Halen  ...    581,  673,  687  y  690 

Vaquero 854 

Vara  de  Rey 854 

Vargas  (Alonso  de) 380 

-  (Luis  de) 387 

-  Ronce 436y543 

Varrón 22,71, 118y484 

Vatel 445 

Vázquez  (Leopoldo) 655 

—  de  Mella 853  y  862 

-  Quelpo 835 

-  Várela 824 

Vedel 449, 454  y  455 

Vega  (Fructuoso) 882 

—  (OarcJIasodela)  ..    364  y  383 
~    (Juana  Maria) 493 

—  (Lope  de).  ...    285,  382,  383 

398,404,  405,  434  y  561 

—  (Ricardo  de  la) .  .  .    735  y  905 

~    (Serafín) 802 

~    (Ventura  de  la) .  .  .    633  y  640 

—  deArmijo.  .    697,731,760,764 

773,  803,  805, 807,  809,  823,  831 

833,  868,  876, 881,  884,  885,  887 

y  891 

—  Infanzón 442 

Vegecio 330 

Veiga 887 

Velaln 18 

Velatde  (Teniente) 898 

—  (Pedro)    :  .   .    441,  450  y  466 

—  y  González 818 

Velasco  (Comandante) 700 

Velay 687 

Velázquez 387, 390  y  409 

—        (Isidro) 641 

Velázquez  Bosco 747 

Veleyo  Petérculo 119 

Vélez  (Fray.  Rafael  de) 631 

—  (P.) 557 

—  de  Guevara 404 

Venegas    ....    484,  486,  513  y  515 

Ventosa 888 

Vera  (Alejo  de) 740 

—  y  Fieueroa 369 

Veragua(Duquede).70I,826,866y868 

n,g,t7cdb/G00gIc 


HISTORIA.  DB   ESPAÑA 


Verdaguer  (Jacinto)  ...    747  y  873 

Verdier 449  y  452 

Vergara 557 

Veriniano 129 

Vernet 462 

Veronés 387 

Vespasiano 123 

Vetilio 109 

Viada  (Salvador) 878 

Viardot 206  y  688 

Vicente  (Gil) 383 

—  (Obispo) 160 

Viciara  ijvsia  de) .    160, 163, 164  y  168 

Vico  (Antonio) 735  y  743 

Víctor.    460,  462,  482,  485,  492  y  543 

-     Manuel.    716,717,718,729,735 

739,  757,  768  y  787 

Victoria  (Reina  de  Inglaterra).  .    69» 

y  882 

—  Eugenia 882 

Vidal  (Joaquín) 583 

—     (P.José) 630 

Vidart 851 

Vigodet 503, 504  y  592 

Vilanova  (Juan) 25   y  835 

Vilaragut 293 

Viluma  (Marqués  de).  .  .    693  y  779 

Villacampa 4S9y8l8 

Villacraces  (Condes  de)  ...  .    548 

Villalba  (General) 574 

~       (P.  Luis) 539 

Villalobos  (Dr.).    337.  340,  359,   360 
382  y  393 

Villalonga 688 

Villalpando  (Francisco  de)  .  .  .    386 

Villamain 128  y  481 

Villamanrique  del  Tajo   (Mar- 
queses de) 662 

Villamll 854y855 

—  y  Castro 44  y  46 

Villanueva  (Carlos  A.)  .    469,505,601 

y  603 

—  (Joaquín  Lorenzo).  ,    519 

547,  551,  557  y  576 

—  (Laureano) 512 

—  (Miguel)    .    833,  835,  856 

866,  869,  880,  908  y  910 

—  (P.  Jaime)  .  519,  547  y  557 

Villar  y  Villate 878 

Villaurrutia.   .    440,445,447,537,570 

855  y  879 

Villavicencio 511  y  555 

Villegas  (Esteban  M.  de) .  .  .  .    404 

Villéle 599 

Víllena  (Marqués  de) .  .  .    300  y  326 

Villicos 374  y  664 

Villodas 879 

Vinuesa  (Matias) 566  y  593 


Páginas. 

Vinaza  (Conde  de  la) 757 

Virctiow 26 

Virgilio 146 

Viriato 108á  111 

Virués  (Cristóbal  de) 883 

Viscasillas 911 

Vistahermosa  (Duque  de)  .  693  y  731 

Vítense 36  y  139 

Viterico 170 

Vitoria  (Francisco) 382 

Vitrubio 73 

Vives  (Luis) 382 

Vizcaíno  (Joaquín)  .   .  .  .    665  y  673 

Voltaire 426,  430 

431,491  y  524 

Vorgt 26 

Waldeck- Rousseau  ....    865,  869 
884  y  903 

Walia 138,  142  y   M9 

Walton 547 

Wall  (Ricardo) 414 

Wallada 219 

Wamba 172,    177  á  180 

Warnery 118 

Weber  (Músico) 685 

-    (Historiador) 744 

Weis  (Mis) 681 

WeUesley(Marquésde).  .    543y548 

WelUngton  (Duque  de) .  .  .    455,460 

465,  481    485,  490,  492 

496,  497-498,  559  y  643 

Weyler 82, ,  841,  842,846 

848,  8490  850,  857,  861 
866,  869,,  880,  885  y  886 

Whtthingham 497 

Wifredo  el  Velloto 204 

Wilson  (Baronesa  de) 479 

Wímpfeu 574 

Witiza  .  .     178,  181  á  184,  187  y  195 

Woodberry 457 

Woodford 850  y  851 

XiménezdeRada.  .    182,  187  y  274 

Xipell 578 

Xiquena  (Conde  de)  .  .  .    801,  803 
824,  850  y  857 

Yaliya 19l 

Yandiola 582 

Yáflez  (Agustín) 633 

—      de  la  Almedína 367 

Yegros 503 

Yermo 478  y  512 

Yusef  I 344 

Vussuf 192  y  193 

Vussuf-ben-Taxfin  .   ,    234, 235  y  236 

Zabaleta 399y638 

Zabalza 820 

Zafra  (Marqués  de) 772 

Zag-ben-Zaquit 275 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


HISTORIA   DE  E 


Zaldivar 596 

Zambrano  (Marqués  de)  .  .  6]7, 624 
y  626 

Zamora  (Antonio) 434 

Zapata  (Fray  Mafias) 605 

—  (Marcos) 820 

Zapater  (Maftfn) 643 

Zaragoza  (Juan  de) 168 

Zarco  del  Valle 660  y  663 

Zariategul 670 

—        (Juan  Antonio)  .  .  .    627 
Zavala  (autor) 434 

-  (General).  .  711,748,752,764 

773,774,778,791,794,795 
y  802 

Zayas  (José  María) 815 

Zeda 757 


Zehndacti-har 271 

Zenea 79( 

Zenón 15( 

Zola  (Emilio) 78< 

Zorrilla  (José).  .  .    285,671,676,  68: 
688,  826  y  83! 

Zugastl 81! 

Zumalacarray  (Juan  Antonio)  .  .    68^ 

Zumalacárregni    .  627,  659,  662,  66; 

y  66- 

Zumel 35» 

Zúfilga  (Juan) 380  y  381 

Zurbano 683,  690  y  69- 

Zurbano  (Benito) ........    69- 

Zurbano  (Feliciano) 69' 

Zurbarán 43S 

Zurita 265,  352  y  32f 


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índice  general  de  la  obra. 


Palcas. 

DEDICATORIA g 

DOS  PALABRAS 1 1 

I  -  Preliminares 15 

I.  Nombres  do  España.  ^ —  2.  Unidad  y  variedad  ged^álicas  de  nuestra 
Península.  —  J.  Su  reflejo  en  nuestra  Historia.  ^4.  Formación  gpoló- 
pca  del  maciio  peninsular.  —  5.  Descripción  sumaria  de  ta  Península. 

II  -  Prehistoria 20 

6.  Primera  poblaciún  de  España:  falta  de  dalos  históricos.  ^  7.  Lo  ipe 
no-i  revela  la  Geoli^ia;  la  esjiecie  humana  en  Kspaña  durante  la  edad 
cuatentaria.  —  8.  La  piedra  tallada.  —  9.  Cuevas  de  Allamira.  —  10.  Perío- 
do neolitico.  —  II.  Consecuencias  probables. 

III  -  España  ante-romana 41 

IJ.  Edad  lie  los  metales.  Fenicios  y  jpiegos. —  13.  Los  celtas.  —  14.  Geo- 
(jírafia  antigua  de  España:  fuentes,  —  1 ;.  Galaicos,  asiures  y  cántabros.— 
ift.  Autrígones,  taristios,  várdulos  y  viuscones.— 17.  Celtíberos.  — 18. Citr- 
petanos.  vaceoij,  creíanos,  lusitanos,  velones,  glelas  y  cynesios. 

IV  -  España  ante-romana  (continuación) 64 

!(>.  Cataluña,  —  Coloniíación  griega.  —  20.  I^  Edetania.  —  21.  La  Con - 
ti-stania.  —  Jj,  Turdctania  ó  Hética.^  üeturia.  —  Bástulos-(>enos. — 2f. 
Túrdiilos  y  turdetanoK.  — 14.  Colonias  griegas  en  la  Turdctania.  —  El  rey 
.^[gan Ionio,  — Tarteso.  —  IJ.  Cf>lonias  fenicias.  ^ — Ijjs  cartagineses, 

V  -  Cartagineses  y  romanos 75 

iCi,  Cartagincst^s  y  eriegos.  —  2/.  Primera  guerra  púnica:  Los  Barcas, 
Amarar.  —  j8.  Asdrabal.  —  29.  Aníbal:  Sagumo;  expedición  i  Italia. — 
JO.  Ij>s  romanos  en  Eti|>aiia.  —  ¡l.  Resumen  de  la  guerra  entre  cartagi- 
«eses  y  romanos  por  el  dominio  de  nuestra  Península.  Consideración  es 
generales  sobre  esta  (Hierra. — .f2.  Antigiic'lades  ame -romanas. 

VI  -  Viriato  y  Numancia 99 

33,  Carficter  de  la  cnnt|uist»  romana:  crtmo  suelen  cleícrihlrhi  nuestros 
liistori;ulürcs.  —  .14.  C<^o  fué  realmente.  —  lí.  Los  iliTgeles;  Indiliil  y 
Mandonio.  —  jfi.  En  la  l-.spaña  crntral  y  occiiíentiil,  —  37,  K<ima.  —  3¿ 
Crítica  hislr'irir;!. —  !<k  Ia«í  iirimeros  años  di-  l.i  conipiiiia.  —  40.  Sumi- 
sión de  la  Cehiberiá.'-- 41.  Virii.ti..- 4  ■.  Nmiiuncia.  —  43  Sumisión  de 
toda  la  Península. 

D,g,t7cdb/GOOgIC 


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