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Full text of "Historia de la conquista del Perú, precedida de una ojeada sobre la civilización de los Incas"

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^: 


F 


^ 


HISTORIA 


DE  LA 


CONQUISTA  DEl  PERÜ. 


TOMO  I. 


HISTORIA 


i^ELA 


III  riit 


psEGiDiDA  n  mí  OJUDA  somi  u 


zBOKCtA  sic  íAten 


iPír  to;  $.  J)rf0í0tt, 


«OCIO  CORKESPOMSAI.  DEL  INSTITCTTO  DE  rRÁNCIA;  IMDXVÍDÜO  DB  L* 
JU^AL  ACADEMIA  DE  LA  EISTOXtlA  DE  MADRID,  kc,  fcc 

.Tradaclda  al  easteikno  por  J.  6.  I, 


<*Coiifé8tK  cvmttlaatur  opet,  orbii«qn«  raplaa» 
Accipit"— Claübiano,  inRwfUk,  i,  v^lM. 

**So  color  d«  rellffioa 
Vaü  á  bniear  plata  y  oro- 
Del  encubierto  teioro. 

Loys  os  VeoA,  Xljr—99  Mmido,  Joru,  /. 


^S'aDSEdQCD  a» 


MEXI6Ó. 

M.  ttafael,  cultor,  calle  ée  Cadctta  H.  1S« 


'■ir   ^  He,  K.,tv.^ 


pULOíoaó. 


Las  páginas  mas  brillantes  de  la  historia  de 
los  hachos  de  los  Españoles  en  el  Nuevo  Mari- 
do, son  sin  dúdalas  que  ocupan  las  relacit>nes  de 
las  conquistáis  dé  Méjico  y  del  Perú;  dos  im- 
perios, (][ue  á  la  mayor  estension  de  territorio 
retinian   una   aventajada  constitución   social, 
y  un   notable    adelanto  en    las   artes   de   la 
civilización.     Y  ambas  ocupan  un  lugar  tan 
visible  en  el  gran  cuadro  de  la  historia,  que  á 
pesar  clel  contraste  que  presentan  en  sus  respec- 
tivos gobiernos,  el  nombre  de  la  una  recuerda 
naturaTniente  el  de  la  otra^  de  manera,  que 
cuando  hice  buscar  éu  España  los  materiales 
necesarios  para  liña  historia  de  la  conquista  de 
Méjico,  incluí  también  en  mis  investigaciones 
Ibs  ^ue  ittvieaan  r^Iaeioa^on  la  conquijsta  del 


VI  PROLOGO. 

La  mayoi*  parte  de  estos  y  aquellos  docu- 
mentos se  sacaron  del  mismo  depósito,  dá  decir, 
de  los  archivos  de  la  Real  Academia  de  la  His- 
toria de  Madrid,  corporación  encargada  espe- 
cialmente de  conservar  cuanto  pueda  ser  útil 
para  esclarecer  la  historia  de  las  colonias  espa- 
/r  ñolas.  Los  papales  de  Mu&az  componen  tal 
vez  la  parte  líias  rióa  de  esta  colección.  Este 
distinguido  literato,  historiógrafo  de  las  Indias, 
empleó  cerca  de  cincuenta  años  en  reunir  ma- 
teriales para  la  historia  de  los  descubrimientps 
y  conquistas  de  los  Españoles  en  América,  ^ 
como  trabajaba  con  autorización  del  gobierno, 
tenia  para  ello  las  mejores  proporciones,  go- 
íiando  libré  entrada  en  las  oficinas  publicas  y 
colecciones  particulares.de  todas  las  principa- 
les ciudades  del  reino,  tanto  en  la  misma  Es- 
paña, como  en  la  inmensa  estension  de  sus  po- 
sesiones ultramarinas.  El  producto  de,  estos 
trabajos  fué  uiia  magnífica  colecciop  ,de  ma- 
nuscritos, muchos  de  los  cuales  tuvo  la  pacien- 
cia de  copiar  de  su  propia  mano;  pero  no  le  al- 
canzó la  vidgi  para  recoger  el  fruto  de  su  labo- 
riosidad y  perseverancia.  Apenas  habla  con- 
cluido el  primer  tomo,  qqe  comprende  los  via- 
ges  de  Colon,  cuando  le  sorprendió  la  muerte, 
y  sus  manuscritos,  á  lo  menos  la  parte  relativa 


l*RüLOGd.  Vlí 

á  Méjico  y  al  Períi,  fueron  destinados  á  servir 
para  los  trabajos  de  otra  persona;  de  un  habitan- 
te del  Nuevo  Mundo  á  que  ellos  se  referían. 

Otro  sabio  á  cuyos  tesoros  literarios  me  con- 
fieso muy  deudor,  es  el  finado  director  de  la 
íleal  Academia  de  la  Historia,  Don  Martin  Fer- 
nandez de  Navarrete.  La  mayor  parte  de  su 
larga  vida  la  empleó  en  reunir  documentos  ori- 
ginales para  ilustrar  los  anales  de  las  colonias. 
Aíachos  de  ellos  insertó  en  su  gran  obra  "Co- 
lección de  los  viages  y  descubrimientos/'  la  que, 
aunque  muy  lejos  de  haber  llenado  el  plan  que 
su  autor  se  propuso,  es  de  inmensa  utilidad  para 
el  historiador.  Siguiendo  el  hilo  de  los  descu- 
brimientos, dejó  Navarrete  á  un  lado  las  con- 
quistas de  México  y  el  Perú  para  tratar  de  los 
viages  de  sus  paisanos  en  los  mares  de  las  In- 
dias; mas  permitió  cortesmente  que  se  copia- 
sen para  mi  uso,  los  manuscritos  que  poseía  re- 
lativos á  aquellos  dos  países.  De  estos  manus- 
critos se  lian  impreso  después  algunos,  bajo  la 
dirección  de  sus  sabios  colaborp^dores  Salva  y 
Baranda  de  la  misma  Academia;  pero  los  docu- 
mentos que  él  me  cedió  componen  la  parte 
mas  importante  de  mis  materiales  para  la  pre- 
sente historia.     . 

La  muerte  de  este  hombre  ilustre   acaecida 


VHí  PROLOGO. 

poco  tiempo  después  de  comenzada  mí  obra, 
ha  dejado  en  su  pais  un  vacío  no  muy  fácil  de 
yenar.     Entregábase  con  ardor  á  sus  tareas  li- 
terarias, y  pocos  han  trabajado  mas  que  él  en 
dar  á  conocer  la  historia  de  las  colonias;  pero 
lejos  de  atender  con  esclusiva  solicitud  á  sus 
propios  proyectos    literarios,    estaba    siempre 
pronto  á  estender  sus  simpatías  y  su  ayuda  á  los 
de  otros.     Las  distinguidas  cualidades  que  po- 
seía, como  hombre,  realzaban  su  reputación  co- 
mo literario:  su  benevolencia,  sencillez  de  cos- 
tumbres, é  intachable  rectitud  moral.     Débole 
grandes  favores,  pues  desde  la  publicación  de 
mi   primera  obra  histórica  hasta  el  último  dia 
de  su  vida,  recibí  constantemente  pniebas  de 
su  sincero  y  eficaz  interés  en  lá  prosecución 
de  mis  trabajos  históricos;  y  rindo  con  tanto 
mas  gusto  este  merecido  tributo  á  su  mérito^ 
euánto  que  nadie  podrá  atribuirlo  á  lisonja. 

En  el  numero  de  las  personas  á  quienes  soy 
deudor  de  materiales,  ciébo  incluir  el  nombre 
dé  Mr.  l^ernáux  Cdmpahs,  tan  conocido  por 
sus  fieles  y  elegantes  traáiicciÓnes  francesas  de 
los  manuscritos  de  Muñoz,  y  el  de  mi  amigo 
Don  Pascual  de  Gayangos,  que  bajo  la  modes- 
ta apariencia  de  ucta  traducción,  ¿os  ha  regala- 
do con  trn  ingeníi#9o  y  erudito  oom^ntario  w- 


PROLOGO.  l|í 

hre  la  historia  Árábigo^-Híspaua,  colocáadose 
de  esta  manera  eñ  primera  línea,  en  este  difícil 
ramo  de  literatura,  ilustrado  ya  por  los  traba-^ 
jos  dé  un  Masdeu,  un  Casiri  y  un  Conde. 

A  }09  materiales  que  he  sacado  de  estaur 
fuentes,  be  añadido  algunos  manuscritos  im- 
portantes de  la  biblioteca  del  Escorial.  £stos, 
qáe  se  reñeteü  principaimeñte  á  la  antigua  or- 
ganización del  Perú,  formaban  parte  de  la  mag- 
nifica colección  del  Lord  Kingsbormigh,  qols 
por  desgracia  ha  corrido  ia  misma  suerte  qne 
la  mayor  parte  de  las  colecciones  literarias,  dis- 
peic&ándt^Be  después  de  la  muerte  de  BVb  ñobte 
autor.  De  idltos  soy  4eudpr  al  kborioeo  biblió* 
gvafe  Mr.  O'Rich,  que  se  halla  ahora  en  Lon* 
dres.  Por  ultimo,  no  d^o  concluir  sin  m8K>« 
festar  mi  agradecimiento  por  otra  especie  de 
ttuxilio,  á  mi  amigo  el  erudito  bibliotecario  ád 
Ateneo  de  Boston^  Carlos  Fólsom,  Esq.,  euyo 
conocimiento  de  las  mas  pequeñas  padioulari- 
dades  de  la  construcción  gramatioal,  y  áe  h, 
i^rdadera  índole  de  nuestra  lengua  inglcisa/me 
han  proporcionado  é  corregid  mu;chos  descui^ 
dos  en  que  había  caido,  tanto  en  «sta  obra  eo«^ 
mo  en  las  precedentes. 

De  estas  diversas  colecciones  he  formado  un- 
considerable  acopio  de  manuscritos,  de  muydí* 


JL  PRÓLOGO* 

Tersas  especies  y  de  origen  el  mas  aaténticcn 
mercedes  y  ordenanzas  reales,  instrucciones  de 
la  corte,  cartas  del  emperador  á  los  grandes 
oficiales  de  las  colonias,  registros  municipales, 
diarios  y  apuntes  de  particulares,  y  un  cúmulo 
de  correspondencia  privada  de  los  principales, 
actores  de  este  turbulento  drama.  Acaso  el  es- 
tado de  agitación  en  que  se  encontraba  el  pais, 
hacia  que  la  correspondencia  entre  el  gobierno 
de  la  metrópoli  y  los  oficiales  de  las  colonias 
faese  mas  frecuenteipero  cualquiera  que  sea  la 
causa,  la  colección  de^manuscritos  relativos  al 
Feru,  es  mas  completa  que  la  de  los  referentes 
á  MéjicoJde  modo  que  no  hay  rincón,  ppr  os- 
curo que  sea,  en  la  vida  del  aventurero,  sobre 
que  no  arroje  alguna  luz  la  correspondencia 
privada  de  aquel  tiempo.  El  historiador  tiene 
mas  bien  ocasión  de  quejarse  del  embarraif  des 
richesses;  porque  entre  la  multitud  de  testimo- 
mos  contradictorios,  no  es  siempre  fácil  el  des- 
cubrir la  verdad,  del  mismo  modo  que  la  mul- 
titud de  luces  muchas  veces  deslumhra  y  extra- 
vía la  vista  del  espectador. 
'  fLa  presente  historia  se  ha  escrito  en  lo  ge- 
neral bajo  el  mismo  plan  que  la  de  la  Conquis- 
ta de  Méjico.  En  el  primer  libro  que  sirve  de 
introducción,  he  tratado  de  hacer  una  pintura 


PROLOGO.  XI 

del  gobierno  de  Jos'  Incas,  pam^  que  el  lector  se 
mponga  del  carácter  y  condioion  de  esta  raza 
estraordiuaria  antes  de  entrar  en  la  historia  dé 
su  co^niata,  que  ocupa  losi  libros  restantes; 
cuyo  asunto  es  predso  coaivenir,  enlqueapesar 
de  las^  oportunidades  qne  presenta  para  laipüiM 
turáí.  de  los  varios  caraotéres,  de  dncidiaites.es? 
traordinarios  y  romaDo^cos^  y  de  las  pintores* 
cas  escenas  delaiiíaturalezáv  no.  ofrece  tantas 
ventajas  al  histpriadbr  como  el  de  la  Conquista 
de  Méjico.  |Sin  duda  que  el  historiador  y  ^ 
poeta^  podrán  hallar  pocos  asuntos  mas  á  pro- 
pósito para  ejercitar  su  pluma.  La  maírchá  na-» 
tural  de  la  narración  es  la  misina  que  pudieran 
señalair  las  más  ajustadas  reglas  del  £(rta  La 
conquista  del  país  és  el  último  fin  qué <  el  lector 
tiene  siempre  á  la  vista.  Desde  el  primer  der 
sembarco  de  los  Españoles  en  el  territorio,  sus 
aventuras  posteriores,  sus  negociaciones  y  ba* 
tallas,  BU  desastrosa  retirada,  su  reimíon  y  el 
último  asedio,  todo  se  encaimina  á  este  gran  re* 
saltado,  hasta  que  tan  larga  serie  de  aconteció 
mientes  termina  con  la  tMaat  de  la  capital.  En 
la  marcha  de  los  sucesos  todo  va  avanzando 
con  paso  firme  á  su  conclusión.  Es^  lina  «nag* 
nífica  epi>peya  en  la  que  no  puede  iiserma» 
completa  la  unidad  de  iateresu    ^ 


r: 


En  la  Gonqáista  del  Perú,  la  aocion,  eiit  titíi 
íd  que  se  fanda  en  la  ruma  del  impeá<x  de  los' 
Inca»,  teniBna  nrncha  ante»  que  la  uairracion.' 
£i  resto  de  ella  lo  ocupan  lai  saiigríeiitas  di*- 
semipnes  ¿e  los  éotoqmstadDres,  las  que  por  suf 
Misma  esexicia  pocíría  pacecer  itnposibie  el  retí* 
nivlas  en  un  ponto  oéntcíco  de  iniefes.-  Pacat 
conseguirlo  es  preciso  qoe  miremos  masáHáde 
f  ^  k  pr^tntai  oúda  del  imfp^lnKa  indio*  htssujtcmí 
\  i  Á^  hm  natxirales  es  tan  solo  el  primer  paso,  á 
~^^  ^e  debía  seguirse  la  de  los  mismos,  canqúistib-' 
dbras  cetiirertidbs  etí  rebeldes^  basfa  qne  el  do* 
minio  de  la  corona  quedase  sólidaniente  estaf 
blecido  md  poúa  SkAo  hñstá  enioncesr  puede 
decirse  que  éb  tjonfpletólái  adqabicion  de  esté 
Imperio  ultsámamaarín^  j  ¿jando  la  Tistáen  esr 
te  lejano  .pnmto,  se  echará  de  ver  qne  todos  .losí 
j^SQS  soeesivos  de  la  narraeloii  van  cendjacien-' 
do  á  am  varntío  yesdtado,  emiaer¥ándos6'de  est 
la  in^lo  la  ttniídad  ée  mfeeras,  casi  ton  aectcáa^ 
ÚBk  en  las  eompoaidcmfis  Mstéricas  eomo  en  lai 

Ldbcamátiaas.  JÉasta  ^oé  pin*o  se  haf a  xKinio? 
giádo  é«to  en  ia  fmMitíse  .tabira,  toea»  al  iMf^ 
deridfri0> 

"^  JNb  jié  qQ&  las  Sifxaifcdes  kayan  t^ní^eiididd^ 
áasta  aíiora  mngnna  )iisÉorlft  de  Ja  úmi%táUñ 
ée\  Feru>  fundada  «a  épOTiKtwiitw^  aatéaáatoa  / 


..  >ROLOGO.  Xllt 

íidn  pfetémsiQün^i^  á  la  autdridad  de  irna  coaipo- 
Mfcioa,  clasica,  como  la: "Conquista  de  México/' 
-  pdr  Solis,'}  Los  Ingleses  posfeen  una  de  gtón 
mérito  de  la  pluoía.  de  Robertsou,  ci^jo  bos- 
quejo; trazado  con  naano  maestra,  ocupa  el  lu- 
gar correspondiente  en  su  graride  obra  sobre  la 
.  América-^Mi^  objetd  ha  sido  presentar  al  públi^  J_  ^  / 
<jo  lá  misma  rel^cibn  tion  todos  sus  romancescos 
detalles;  no  tan  solo  delinear  los  rasgos  prine\' 
pales  de  la  Conquista,  sino  idibujarlo  todo  con 
sus .  colores  naturales,  de  modo  que  fuese  uca 
minuciosa  y  exacta  pintura  de  los  tiemposJCon 
este  ohjet^o,  en  la  composición  de  la  obra  mo 
he  l^alido  principalmente  dé  mis  níanuscritos;  he 
dejado  que  los  actores  hablen  por  sí  mismos  has- 
ta donde,  ha  sido  posible,  y  sobre  todo,  he  hecho 
con  frcjCHencia  uso  de  sus  cartas,  porque  en  la  li- 
berí4d  de  la  correspontiencia  privada  es  en  don- 
de debemos  esperar  que  el  coraron  descubra  con 
oías  franqueza  sus  verdaderos  sentimientos.  He 
dado  copiosos  extractos  dé  éstas  autoridades  en 
las  notas,  tanto  para  corroborar  el  testo,  como 
para  que  >ean  la  luz  publica  esas  producciones 
de  los  distinguidos  capitanes  y  hombres  de  Es- 
cudo dé  aquel  tiempb,  que  no  son  muy  accesi- 
bles ni  aun  á  loa  mismos  Españoles. 
Mr.  Amédée  Pichot,  en  el  prólogo  d#  ta  tra- 
1.  3 


XIV  PROLOGO. 

ducclon  francesa  de  la  *-Con<jufeta  de  México,"       a 
infiere  por  el  plan  de  la  composición,  que  debo       eq 
haber  estudiado  atentamente  los  escritos  de  su       i 
paisano  Mr.  de  Barante.  El  sagaz  crítico  acier*       a 
ta,  como  es  natural,  en  supoaerme  familiariza-       i^ 
do  con  los  principios  de  la  teoría  histórica  de       j 
aquel  escritor,  con  tanta  habilidad  esplieada  en       g^ 
el  prólogo  de  sus  "Ducs  de  Bourgogne."  Y  náas       ^ 
de  una  vez  he  tenido  ocasión  de  admirar  la  des-       , 
treza  con  que  él  mismo  pone  en  práctica  su       ^ 
teoría,  sirviéndose  de  los  toscos  materiales  de       ,1 
un  tiempo  distante  para  construir  ñn  monumen-       .^ 
to  de  ingenio  que  nos  transporta  de  un  golpe 
en  medio  de  los  siglos  feudales,  y  esto  sin  la 
falta  de  armonía  que  generalmente  acompaña  á 
una  imitación  moderna  de  Ip  antiguo.  Del  mis- 
mo modo  he  tratado  de  acertar  con  tá  espre- 
sion  característica  de  un  siglo  reiboto,é  infun- 
dirle nueva  vida  al  presentarla.     Feroiné  be 
desviado  del  plan  del  historiador  francés ^^i  ttn 
punto  muy  esencial.     He  dejado  puestos  los 
andamios  después  de  concluido  el  edificio,  es 
decir,  que  he  manifestado  al  lector  la  marcha 
que  he  seguido  para  llegar  á  ims  conduúbnes. 
En  vez  de  exigirle  quo  admita  bajo  mi  palabra 
mi  modo  de  referir  el  suceso,  he  tratado  de  es*- 
ponerle  las  razones  que  hé  tenido,  para  adop- 


PROLOGO.  -  XV 

tarlo.  Por  ixiectio  de  copiosa^  citas  de  los  do- 
cumentos originales,  acompañadas  de  noticias 
,  críticas  tjue  le  impongan  de  las  varias  iuflaen- 
cías,  á  que  pudieron  estar  sujetos  sus  autores, 
jie  tratado  de  ponerle  pn  estado  de  juzgar  por 
81  mismo  y  poder  revi3ar  la  sentencia  del  histo- 
riador, ó  tal  vez  pronunciar  otra  contraria.  De 
este  modo  podrá  á  lo  menos  conocer,  lo  dificil 
que  es  llegar  á  descubrir  la  verdad  en  medio  de 
opuestos  testimonios,  y  aprenderá  á  no  confiar 
en  jos  escritores  que  deciden  las  dificiles  dudas 
de  lo  pasado  con  lo  (pe  Fontenelle  llama  "un 
espantoso  grado  de  certidumbre;"  espíritu  el 
nías  opuesto  al  de  la  verdadera  filosofia  de  la 
historia. 

£s  preciso  convenir,  sin  embargo,  en  que  el 
historiador  que  refiere  los  ¿lucesos  de  uiia  épp- 
ca  distante,  cuenta  con  algunas  ventajas  evi* 
dentes  en  el  acopio  de  ms|iLuscril;o3  que  tiene 
á  su  disposición,  ep  donde  el  di^ho  de  los  ami* 
gos,  rivales  y  enemigos,  forma  un  saludable  cor- 
rectivo mutuo;  y  también  en  el  curso  de  los  su- 
cesos, conforme  fueroB  ocurriendo,  halla  el  me- 
jor comentario  sobre  el  móvil  que  guiaba  á  los 
partidos.  El  actor,  metido  en  el  calor  de  la 
pelea,  no  puede  observar  mas  que  lo  que  pasa 
en  un  círculo  muy  limitado,  porque  los  íj*ie  le 


XVI  rRüLOGO. 

rodean  le  impiden  ver  mas  allá,  y  ademas  le 
ofuscan  la  vista  el  humo  y  el  polvo  del  comba- 
te; al  paso  que  el  espectador,  cuyo  ojo  recorre 
toda  la  estén sion  del  terreno  desde  un  punto 
distante  y  eleVado,  abraza  de  una  sola  mirada 
todas  las  operaciones  del  campo,  aunque  en 
cambio  los  objetos  aislados  pierdan  algo  de  su 
viveza.  Por  imis  que  parezca  una  paradoja,  es 
cierto  que  la  verdad  que  descansa  en  testimo- 
nios contemporáneos,  es  tan  fácil  de  descubrir 
por  el  escritor  de  una  época  mas  reciente,  có- 
mo  por  los  contemporáneos,  mismos. 

Antes  de  conpíuir  eátas  observaciones,  séa- 
me  permitido  añadir  algunas  que  me  concier- 
nen personalmente.     En  varias  noticias  de  mis 
'  escritos  publicadas  en  el  estrángeró,  se  ha  di- 
cho que  el  autor  es  ciego,  y  mas  de  una  vez 
me  han  hecho  el  favor  de  suponer  que  perdí  la 
vista  en  la  composición  de  mi  primera  historia. 
Cuando  ha  llegado  á  mis  maño«  alguna  d^  es- 
i/ tas  relaciones  equivocadas,  me  he  apresurado 
;  \        á  corregirla.     Pero  ahora  se  me  presenta  la 
. ,  rh"^   mejor  ocasión  de  hacerlo,  y  lo  deseo  tanto  mas, 
\  cnanto  que  me  temo  que  algunas  observacio-» 

nes  estampadas  en  los  prólogos  de  mis  anterio- 
res obras,  hayan  dado  margen  á  esta  equivo- 
caciQH, 


i>RoLOGO.  XVII 

Cuando  me  hallaba  en  la  Universidad  reci- 
bí un  golpe  en  uno  de  mis  ojos,  de  cuyas  resul- 
tas vine  ál  cabo  á  perderlo.     Poco  después  se 
vio   atacado  el  otro  de  una  inflamación   tan 
fuerte,  que  por  algún  tiempo  perdí  también  el 
uso  de  él,  y  aunque  lo  recobré  después,  el  ór-  • 
gano  habia  sufrido  tanto  que  se  quedó  siemj)re 
débil,  de  modo  que  desde  entonces  me  he  visto 
privado  kios'  veces  de  su  uso,  por  varios  años 
■  seguidos,  para  todo  lo  que  fuese  leer  y  escribir. 
Durante  uno  de  estos  periodos  de  dolencia,  re- 
cibí^ de  Madrid  los  materiales  para  la  ''Historia 
de  los  Re/es  Católicos,"  y  en  la  posición  en 
que  me  encontraba,  rodeado  de  mis  tesoros  ul- 
tramarinos y  sin  poder-asar  de  ellos,  me  aseme- 
jaba á  uno  qué  se  muei^e  de  hambre  en  medio 
de  la  abundancia.   T^éndomé  en  este  estado, 
me  resolví  á  hacer  que  el  bido  desempeñase, 
si  era  posible,  las  funcionéis  del  ojo.     Servíme  . 
para  ello  de  un  secretario  que  me  leia  las  di- 
versas autoridades,  y  cotí  el  tiempo  íne  fami- 
liaricé de  tal  modo  con  el  sonido  de  las  varias 
lenguas  estráñas,  (aunque  es  cierto  que  á  algu- 
nos de  ellos  me  habia  acostumbrado  antes  por 
haber  residido  en  el  estrangero),  que  pude  com- 
prender la  lectura  sin  mucha  dificultad.     Con- 
forme- avanzaba  el  lector  dictaba  yo  copiosas 


XVIII  PROLOGO. 

notas,  y  cuando  éstas  llegaron  á  formar  un  vo- 
lúaien  considerable,  me  las  hice  leer  repetidas 
veces,  liasta  penetrarme  de  su  contenido  lo  su- 
ficiente para  empezar  á  componer.  Las  mis- 
mas notas  ofrecian  un  medio  fácil  de  referen- 
cia para  apoyar  el  testo. 

Ocurrió  después  otra  dificultad  en  el  trabajo 
mecánico  de  escribir,  que  esperimenté  ser  una 
pesada  tarea  para  el  ojo,  Consegují  vencerla 
valiéndome  de  una  Qiáquina  como  la  que  usan 

'  los  ciegos,  la  que  me  permitía  trasladar  mis 
pensamientos  al  papel  sin  la  ayuda  de  la  vista, 
y  m^  servia  igualmente  en  la  lu:&  y  en  las  ti- 
nieblas. Los  caracteres  formados  de  este  mo- 
do, se  parecian  bastante  á  unos  geroglíficos; 

.  pero  mi  secretario  llegó  á  estar  diestro  en  des- 
cifrarlos, é  hice  sacar  una  copia  clara,  (perdo- 
nando siempre  una  regular  cantidad  de  faltas 
inevitables),  para  uso  del  impresor.  He  des- 
crito mi  método  con  tanta  minuciosidad,  porque 
he  advertido  que  varias  veces  se  ha  manifesta- 
do alguna  curiosidad  respecto  de  mi  tofidm^ 
operandi  en  medio  de  mis  privaciones,  y  por- 
que el  conocimiento  de  él  podrá  tal  vez  ser 

.  útil  á  otros  que  se  hallen  en  circiuistancias  se- 
mejantes. 

Aunque  me  sentia  animado  al  ver  el  visible 


PROLOGO.  XIX 

adelanto  de  la  obra,  éste  era  por  necesidad 
muy  lento,  Pero  con  el  tiempo  comenzó  á 
disminuir  la  inflamación,  y  el  vigor  del  ojo  au- 
mentaba diariamente,  hasta  que  por  último  se 
restableció  «de  tal  modo,  que  pude  leer  durante 
varias  horas  del  dia,  si  bien  mis  trabajos  termi- 
naban por  precisión  con  la  luz  natural  No 
obstante,  nunca  pud^  pasarme  sin  el  auxilio  del 
secretarto  y  de  la  maquinita,  porque  contra  la 
esperiencia  general^  he  hallado  que  el  escribir 
es  trabajo  mas  pesado  para  el  ojo  que  el  leer; 
observación  .que.  no  pueda  apUcarse,  sin  embar- 
go, á  la  lectura  de  manuscritos,  y  por  lo  mismo 
para  ppder  revirar  con  mas  cuidado  mi  compo- 
sición, hice  ÍQ(tprimir  para  mí  un  ejempiar  de  la 
"Historia  de  los  Reyes  Católicos"  antes  de  en- 
viarla á  la  prensa  para  su  publicación.  Tal 
era  el  lisongero  estado  de  mi  salud,  durante  la 
comppsk^ion  de  la  *'Copqiiista  de  Méjico,"  y 
satisfecho  de  haber  llegado  casi  á  igualarme 
con  el  resto  de  mis  semejantes,  apenas  envidia^ 
ba  la  mejar  fortuna,  de  los  que  podian  conti- 
nuar sus  estudios  después  de  anochecido,  ó  has- 
ta una  hora  muy  avanzada  de  la  noche. 

Pero  en  estos  dos  ukimos  años  se  ha  verifi- 
cado un  cambio  muy  notable.  El  ojo  se  me  ha 
ido  oscureciendo  gradualmenter  al  paso  que  la 


XX  PRÜÍ.OGO. 

sensibilidad  de  los  nervios  se  liá  aumentado  de 
tal  modo,  que  en  el  año  pasado  no  he  abierto 
un  libro  durante  muchas  semanas,  y  en  todo  ése 
tiempo  no  he  podido  usar  del  ojo,  por  término 
medio,  mas  de  una  hora  cada  dia.     Ni  puede 
animarme  la  engañosa  esperanza  de  que  daña- 
do como  está  el  órgano,  por  haberle  hecho  tra- 
bajar.tal  vez  mas  de  lo  que  podia,  llegue  á  re- 
cobrar el  vigor  de  su  juventud,  ni  servirme  ya 
de  mucho  en  mis  futuras  tareas  üterarias.    No 
sé  si  con  estos  obstáculos  tendré  valor  de  en- 
trar en  un  nuevo  y  mas  estenso  campo  de  tra- 
bajos  históricos,   como  me   habia   propuesto. 
Acaso  una  larga  costumbre,  y  el  deseo  natural 
de  terminar  la  carrera  que  por  tanto  tiempo  be 
seguido,  podrían  hacerlo  en  dei-to  modo  nece- 
sario,, ya  que  la  esperiencia  pasada  me  ha  pro- 
bado que  no  es  imposible. 

Por  esta  relación,  (me  temo  que  demasiado 
larga  para  su  paciencia)  el  lector  que  tenga  al- 
guna curiosidad  sobré  el  asunto  comprenderá  la 
verdadera  estension  de  los  obstácultí^  con  que 
he  tropezado  en  mis  trabajos  históricos.  Que 
no  han  sido  muy  pequeños,  lo  conocerá  fécil- 
m^nte,  cuando  considere^que  solo  he  podido  ha- 
cer un  uso  muy  Inhitado  de  mi  ojo  cuando  me- 
jor lo  U^i  tepiíjo,  y.quft.laiM.7or  parta  del  tiem- 


PROLOGO,  X%1 

po  me  be  visto  privado  de  él  eateraüienite«  Con 
todo,  las  dificultades  con  que  he  tenido  que  lu- 
char son  inferiores  con  mucho  á  las  que  rodean 
é  un  ciego.  No  sé  que  exista  al  presente  nin- 
gún historiador  que  pueda  reclamar  la  gloria  de 
haberlas  vencido,  mas  que  el  autor  de  la  ''Con- 
quista de*Inglaterra  por  los  Normandos/'  quien, 
para  usar  de  su  bella  y  sentida  espresion,  ''se  ha 
hecho  amigo  de  las  tinieblas,"  y  que  á  una  filo^ 
sofia  profunda  que  no  necesita  otra  luz  que  ía^ 
del  entendimiento,  reúne  una  habilidad  particu- 
lar para  llevar  á  cabo  las  mas  profundas  y  va^' 
riadas  investigaciones,  para  las  que  se  necesita 
de  toda  la  atención  y  estudio  de  un  literato. 

Creo  que  las  observaciones  que  me  he  vistof 
obligado  á  alargar  tanto,  no  serán  atribuidas  por 
el  lector  á  un  bajo  egoismo,  sino  á  su  verdadero* 
origen;  esto  es,  al  deseo  de  corregir  una  interpre- 
tación errada;  de  que  tal  vez  yo  mismo  he  sido" 
causa  inocente,  y  que  entre  algunas  personas 
mX  ha  adquirido  la  reputación,  (que  no  puede 
serm^^xadable,  puesto  que  es  inmerecida,)  de 
haber  vencido  los  incalculables  obstáculos  coi^ 
que  tiene  que  luchar  un  ciego. 
Boston,  2  de  Abril  de  1847. 


-    i 


DIVISIÓN  GENERAL  DE  LA  OBRA. 


LIBRO  I 

Introducción, — Ojeada  sobre  la  civilización 
DE  los  Incas. 


LIBRO  n. 

Descubrimiento  del  Perú. 


LIBRO  m. 

Conquista  del  Perú. 


LIBRO  TV. 

Guerras  civiles  de  los  conquistadorecl 


LIBRO  V. 

Pacificación  del  país. 


APÉNDICE. 


hístorU  dé  lA 

GORQOISTA  DEL  PER0. 


LIBRO  I, 


idea  de  la  civilización  de  los  In*ca& 

CAPITULO  I. 

Aspecto  físico  del  país. — ^Orígen  iw  la  CiviLiZACioit 
peruana.-¿Imp£Ri6  db  los  Incas.— ^Familia  real.-o^ 

NOBLESA. 

Entre  las  muchas  nacit^nes  qde  ocupaban  el 
continente  americano  al  tiempo  de  su  descubrí* 
miento  póY  los  Españoles,  México  y  el  Perú  eran 
indudableiiiente  las  aos  mas  poderosas  y  mas 
adelantadas^  Pero  aunque  se  asemejaban  mu'^ 
tho  eii  feilanto  al  grado  de  civilización  á  que  ha^ 
biati  ÍÍégado$  respecto  á  ÍA  tláturllléza  de  esta 
tiviiisacion  liabia  entre  el^is  una  gran  diferen- 
cia, y  es  niny  natural  que  aquel  que  trata  de  es 


w^ 


CONQUISTA  DEL  PERÚ. 

tndiar  la  especie  humana  bajo  el  aspecto  filosó- 
fico, esté  deseoso  de  ir  siguiendo  los  pasos  álos 
esfuerzos  que  estas  dos  naciones  hicieron  para 
salir  del  estado  de  barbarie,  y  alcanzar  un  pues- 
to mas  elevado  en  la  escala  de  la  humanidad. 
En  una  de  mis  anteriores  obras  he  tratado  de 
describir  las  instituciones  y  carácter  de  los  anti- 
guos Mexicanos,  y  de  referir  la  historia  de  su 
conquista  por  los  Españoles.  ÍLa  presente  está 
dedicada  á  los  Peruanos,  y  si  bien  su  historia  no 
presenta  tan  estrañas  anomalías  y  notables  con- 
trastes como  la  de  los  Aztecas,  es  sin  embargo, 
casi  tan  interesante  como  aquella,  por  la  agra- 
dable pintura  que  ofrece  de  un  gobierno  bien 
■  sistemado  y  de  costumbres  morigeradas  é  indus- 
triosas, bajo  el  gobierno  patriarcal  de  los  Incas.^7 

El  imperio  del  Perú  al  tiempo  de  la  invasión 
de  los  Españoles,  se  estendia  á  la  orilla  del  mar 
Pacífico,  desde  cosa  del  grado  segundo  de  lati- 
tud austral,  hasta  el  37°  de  latitud  boreal,  cuya 
línea  forma  hoy  dia  el  límite  occidental  de  las 
modernas  repúblicas  áel  Ecuador,  Perú,  Bolivía 
y  Chile.  Su  anchura  no  es  fáeil  determinarla, 
porque  aunque  limitado  al  O.  por  el  grande 
Océano,  hacia  el  E.  se  estendia  en  muchas  par- 
tes mucho  mas  allá  de  las  montañas,  hasta  los 
Gonfinea  de  naciones  bárbaras,  cuya  posición  no 
cstfcáetfftminada  con  exactitud,  ó  cuyos  nombres 
baa  djBsapafrecido  del  mapa  de  la  historia;  de  to- 


LIBRO  I. — CAPITULO  lé  .  8 

do8  modos  es  indudable  qa«  su  anchura  era  muy 
desproporcionada  á  su  longitud.  ^ 

El  asnprfp  rom^gr^fi^n  del  páis  es  müy  notable* 
A  todo  lo  largo  de  la  costa  solo  se  descubre  una 
faja  de  tierra  que  en  pocos  lugares  pasa  de  vein- 
te leguas  de  ancho,  limitada  en  toda  su  estension 
por  una  colosal  cordillera  de  montañas,  que  par- 
tiendo del  estrecho  de  Magallanes,  llega  á  su 
mayor  elevación,  (la  mayor  en  todo  el  continen- 
te americano,)  hacia  el  grado  7?  de  lat.  S.,  ^  y 
después  de  cortar  la  línea,  disminuye  gradual- 
mente hasta  reducirse  á  colinas  insignificantes  al 
entrar  en  el  istmo  de  Panamá.  Esta  es  la  famo- 
sa cordillera  de  los  Andes,  o  "montañas  de  co- 
bre," ^  como  les  llamaban  los  naturales,  aunque 
con  mas  razón  deberían  haberles  llamado  "mon- 
tañas de  oro/'  Colocadas  á  veces  en  una  sola 
hilera,  bien  que  con  mas  frecuencia  en  dos  ó  tres 

1  Sarmiento,  Relación,  MS.,  (Ünirer».  Geo^.,  eng.  ttdsm*f 
cap.  65*^ — Ci€!l:a  de  Leotí,  Cróni-  book  86.)  Pero  otras  medicio- 
ca  del  Perú,  (Amberes,  1&54),  nes  mas  recientes  han  demostra- 
cap.  41. — Garcilaso  de  la  Vega^  do,  que  entre  los  quince  y  diez  y 
Comentarios  Reales,  (Lisboa,  siete  grados  Sur  es  donde  el 
160P,)    Parte  1,  lib.  1,  cap.  8.  Nevado  de  Sorata  se  levanta  á  la 

Según  este    último   autor,   la  enorme  altura  de  25.350  pies,  y 

mayor  anchura  del  imperio,  no  el  Ilimani  á  la  de  24.300. 

pasaba  de  ciento  y  veinte  leguas.  3    A  lo  mends  la  palabra  anta 

Pero  es  perder  el  tiempo  querer  de  la  que  se  ha  creido  viene  el 

aplicar  la  crítica  á  la  geografía  nombre  de  Andes j  en  la  lengua 

de  Garcilaso.  del  Perú  significa  "cobre''.     Gar- 

2  Según  Malte  Brun,  los  pi-  cilaso,  Com.  Real.,  Parte  1,  Ub, 
«pt  mas  elevados  de  esta  cadena  ^t  ^^r  l&r 

se  encaentran  bajo  el  Ecuador. 


4  CONQUISTA  DEL   PÉRÜ. 

líneas  paralelas  li  oblicuas  una  á  otra,  al  viajero 
que  las  contempla  desde  el  Océano,  parecen  una 
sola  cadena  continuada,  y  los  enormes  volcanes 
qu'e  "á  los  habitantes  de  la  tierra  llana  se  repre- 
sentan como  masas  aisladas,  no  son  para  él  mas 
que  otros  tantos  picos  de  la  misma  sierra.  En 
tan  inmensa  escala  trabájala  naturaleza  en  estas 
regiones,  que  solamente  viéndolo  á  gran  distan- 
cia puede  comprender  hasta  cierto  punto  el  es- 
pectador, la  relación  de  las  diversas  partes  de 
un  todo  tan  asombroso.  Pocas  obras  de  la  na- 
turaleza son  sin  di^da  tan  propias  para  producir 
impresiones  sublimes,  como  el  aspecto  de  esta 
costa,  conforme  se  vá  presentando  gradualmen- 
te al  ojo  del  marinero  que  navega  en  las  distan- 
tes aguas  del  Pacífico,  desde  donde  ve  elevarse 
montaña  sobre  montaña,  hasta  que  asoma  por 
encima  de  todaS  la  magestuosa  cima  del  Chimbo- 
razo  con  su  reluciente  ropage  de  nieve,  que  he- 
rida por  los  rayos  del  so!,  brilla  por  sobre  las 
nubes  agrupadas  en  derredor  de  él.  ^ 

Esta  configuración   del  país  podrá  parecer 
á  primera  vista  muy  desfavorable  para  la  agri- 

4    Humboldt,  Vuesdes  Cordi-  de  ua  filósofo  y  de  un  gruupin 

lleras  et  Monumen»  des  Peuples  tor,  y  no»  haceD  sentir  doblemen. 

Indigénes  de  rAmérique  (París  te  que  no  nos  haya  comunicado 

JL810,,  p.  108.— Malte  Bruu,  book  los  resultados  de  sus  observacio- 

^-  »es   en  esta  interesante  región 

Los  pocos  bosquejos  que  ha  con  la  minuciosidad  con  que  lo 

dado  Humbolt  de  las  vistas  de  ha  hecho  en  la  parte  relativa  á 

las  cordilleras,  revelan  la  mano  Méjico. 


LIBRO  I. — CAPITUÍ.O  I.  5 

cultura,  y  la  facilidad  de  las  comunicaciones. 
La  faja  arenosa  paralela  á  la  costa,  en  donde  ja^ 
mas  cae  la  lluvia,  solo  se  refresca  por  algunos 
insignidcantes  arroyos,  que  forman  un  notable 
contraste  con  las  enormes  masas  de  agua  que 
bajan  por  el  lado  oriental  de  la  cordillera,  y  van 
á  desaguar  en  el  Atlántico.  Las  escarpadas 
pendientes  de  la  sierra  con  sas  hendidos  costa- 
dos de  pórfido  y  granito,  y  sus  elevadas  regiones 
cubiertas  de  nieves  perpetuas,  que  resisten  á  los 
ardientes  rayos  del  sol  del  Ecuador,  y  solo  ce- 
den á  la  destructora  acción  de  los  fuegos  vol- 
cánicos que  encierran  en  su  seno,  podrian  pa- 
recer igualmente  desfavorables  para  los  tra- 
bajos del  labrador.  Y  toda  comunicación  en- 
tre las  varias  partes  de  tan  dilatado  territorio 
se  creria  imposible,  á  causa  de  la  aspereza  de 
aquella  región,  cortada  por  precipicios,  impe- 
tuosos torrentes,  y  horribles  quebradas  ó  hen- 
deduras cuya  profundidad  procura  en  vano  me- 
dir el  ojo  del  viagero  cuando  marcha  por  las 
tortuosas  veredas  que  parecen  suspendidas  en 
el  aire.  *  Sin  embargo,  la  industria,  casi  pudié- 
ramos decir  el  ingenio  del  Indio,  bastaba  para 
vencer  todos  estos  obstáculos  de  la  naturaleza. 


5    "Ces  crevasses  «ont  si  pro-  ponrroient  y  étre  places  saos  que 

fondee,'*  dice  Mr.  de  Hamboldt  leur  cime  dépasaát  le  ridcau  des 

escogiendo    eos    egemplos    con  montagnes  les  plus  voisines."— 

el  acierto  que  acostumbra,  "que  Vue  des  Cordülére»,  p.  9. 
le  Vésuve  et  le  Puy-de-D6me 


6  CONQÜlStA  UEL  PERÚ; 

Por  medio  de  un  acertado  sistema  de  cafiería^ 
y  canales,  los  áridos  terrenos  de  la  costa  eran 
refrescados  por  abundantes  corrientes,  que  los 
cubrían  de  fertilidad  y  verdura.  Formaron  ter*- 
raplenes  en  las  ásperas  pendientes  de  lá  cordi- 
llera, y  como  las  diversas  elevaciones  producían 
el  propio  efecto  que  la  diferencia  de  latitud^ 
se  veia  á  un  mismo  tiempo  toda  especie  de  ve- 
getación, desde  la  exuberante  fertilidad  de  los 
trópicos,  hasta  los  escasos  productos  de  los  pai^ 

ses  septentrionales.  Rebaños  enteros  de  llamas^ 
ó  carneros  del  Perú,  vagaban  con  sus  pastores 

por  inmensas  soledades  cubiertas  de  nieve,  en 
las  cumbres  de  las  montañas  que  traspasaban 
los  límites  del  cultivo.  En  las  regiones  alta» 
de  las  mesasj  moraba  una*poblacion  industriosa, 
y  entre  las  arboledas  y  jardines  se  veian  ciuda^ 
des  y  pueblos,  elevados  muchos  pies  sobre  la 
altura  ordinaria  de  las  nubes  y  como  suspendi- 
dos en  el  aire.  ^  Comunicábanse  entre  sí  estas 
numerosas  poblaciones  por  medio  de  los  gran- 
des caminos  que  atravesaban  por  los  puertos  de 
las  montañas,  y  proporcionaban  un  medio  fácil 
de  comunicación  entre  la  capital  y  los  mas  re- 
motos confines  del  imperio. 

El  valle  del  Cuzco,  en  la  región  central  del 

6    Los  llanos  de  Quito  se  ha-  p.  48.)    Hay  otros  valles  ó  me- 
llan á  una  altura  de  nueve  á  diez  sas  en  este  inmenso  grupo  de 
mil  pies  sobre  el  nivel  del  mar. —  montañas  que  llegan  á   mayor 
(Condamine,  Journal  d'un  Vo-  elevacioii. 
J»g©  á  TEquateur^  (Pww/ 1761,) 


LlfeRO  I.-^CAt>ITULO  í;  í 

Perú,  como  lo  indica  su  nombre,  ^  fué  según  di* 
cen  la  cuna  de  esta  civilización.  El  Origen  del 
imperio  Peruano,  como  el  de  todas  las  demás 
naciones,  escepto  las  pocas  que  como  la  nues^ 
tra,  han  tenido  la  fortuna  de  nacer  de  un  pueblo 
civilizado  en  una  época  de  ilustración,'  se  pierde 
entre  las  tinieblas  de  la  fábula,  que  á  la  verdad 
son  tan  espesas  en  esta  historia,*  como  en  lá  de 
cualquier  otra  nación  del  Viejo  Mundo  antigua  ó 
moderna.  Según  la  tradición  mas  conocida  de 
los  Euro])eos,  hubo  un  tiempo  en  que  laá  razad 
antiguas  del  continente  estaban  sumergidas  én 
lamas  completa  barbarie,  adoraBan  indistinta^ 
mente  casi  todos  los  obgetos  naturales^  la  gaer^ 
ra  era  su  pasatieríípó  favorito,  y  en  sus  bílnque-* 
tes  humeaba  la  carne  de  los  destrozados  cautivos. 
Él  gran  luminar  j  padre  de  todos  las  hombres^ 
el  sol,  compadecido  de  su  infeliz  estado,  envid  á 
dos  de  sus  hijos,  Manco  Capac  y  Manía  Oello 
Huaco,  pata  que  reuniesen  á  los  naturales  en 
poblaciones  y  les  enseñasen  las  nrtes  de  \tt  vida 
civilizada.  La  celestial  pareja,  hermanos  y  es?* 
posos  al  mismo  tiempo,  marchen  poi"  l^s  eleva* 
das  llanuras  cercanas  á  la  laguna  de  TPitícaca, 
hacia  el  grado  16  de  lat.  S.  Llevaban  consigo 
una  barrita  de  oro,  y  tenian  orden  de  fijar  su  re- 
sidencia en  el  punto  en  que  este  sagrado  símbo- 

7     "CuzcOj  que  en  la  lengua    Com.  Real.;  Parte  J;lib.  1,  cap. 
jparticular  de  los  Incaa"  dice  Gar*    18. 


8  CONQUISTA  DEL  PERÚ. 

lo  se  hundiese  en  el  suelo  por  sí  solo.  Obede- 
ciendo este  mandato,  continuaron  su  viage  un 
poco  mas  adelante  hasta  el  valle  del  Cuzco,  la- 
gar en  que  se  verificó  el  milagro,  pues  que  la 
barra  se  hundid  prontamente  en  tierra  y  desa- 
pareció' para  siempre.  Los  hijos  del  sol  fijaron 
allí  su  residencia,  y  en  breve  dieron  principio 
al  desempeño  de  su  benéfica  misión  entre  los  ru- 
dos habitantes  de  aquel  pais,  instruyendo  Manco 
Capac  á  los  hombres  en  la  agricultura,  y  Mama 
Oello  ®  á  las  mugeres  en  las  artes  del  hilado  y 
el  tegido.  El  inculto  pueblo  escuchaba  dócil- 
mente á  los  enviados  del  cielo,  y  reunidos  en 
número  considerable,  echó  los  cimientos  de  la 
ciudad  del  Cuzco.  Las  mismas  máximas  sabias 
y  benévolas,  que  dirigieron  la  conducta  de  los 
primeros  Incas,  ^  pasaron  en  herencia  á  sus  su- 


8  Mama  entre  los  Peruanos  parte  de  las  naciones  de  Europa. 
füigniñcaba  "madre"  (Garcilaso.  Ni  se  limita  su  uso  á  los  tiempos 
Com.  Real.,  Parte  I,  lib.  4.  modernos,  pues  la  aplicaban  del 
cap.  ].)  Es  una  coincidencia  mismo  modo  los  Griegos  y  los 
curiosa  que  esta  palabra  sea  igual  Romanos  *'  U <i/j^fK,tL  <pCKí^  <íi" 
á  la  que  usan  los  Europeos.  No  ce  Nausikaa,  hablando  á  su  pa- 
lo es  menos  &in  embargo,  la  que  dre  en  el  sencillo  lenguage  que 
se  encuentra  en  su  compañera  1%  los  versiíicadores  modernos  han 
voz  p<?|9a,  que  entre  los  antiguos  considerado  demasiado  sencillo 
mejicanos  denotaba  un  sacerdote  para  ser  traducido  literalmente, 
de  alto  rango,  lo  que  nos  recu^r-  9  Inca  significaba  re^  6  señor, 
da  el  papa  de  los  Italianos.  Am-  Capac  quería  decir  grande  6  po- 
bas  naciones  parece  que  la  usa*  deroso,  Aplicóse  á  yarios  de  los 
'  han  para  abrazar  con  ella  el  sen-  sucesores  de  Manco,  del  mismo 
tido  mas  estemo  délas  relaciones  modo  que  se  añadió  á  los  nom- 
paténtales,  que  es  lo  que  indica  bres  de  algunos  Incas  el  epíteto 
•n  «1  estilo  familiar  de  la  mayor  Yupan^  que  uf  nifiea  rico  €»  Ut^ 


UMO  I,-«CAPITÜLO  U  9 

cesares,  y  bajo  su  suave  yugo,  se  fué  estendien* 
do  gradualmente  por  la  dilatada  superficie  dd 
la  tierra  llana,  una  nación  que  dio  pronto  á  co- 
nocer su  superioridad  sobre  las  demás  tribus  ve- 
cinas. Tal  es  la  agradable  pintura  del  Itrígf;f1 
de  la  monarquía  Peruana,  según  le  cuenta  Garci* 
laso  de  la  Vega,  descendiente  de  los  Incas,  por 
cuyo  medio  ha  llegado  á  ser  familiar  á  los  lecto- 
res Europeos.  ^® 

Pero  esta  tradición  solo  es  una  de  las  que  cdr- 
rian  entre  los  Indios  peruanos,  y  tal  vez  no  la 
mas  generalmente  recibida.  Hay  otra  leyenda 
que  habla  de  ciertos  hombres  blancos  y  barbáí 
dos,  que  saliendo  de  las^  orillas  de  la  laguna  de 
Titicaca,  consiguieron  ser  respetados  y  obedeció 
dos  de  los  naturales,  y  les  proporcionaron  los 
beneficios  de  la  civilización.  Esto  nos  recuerda 
la  tradición  que  existia  entre  los  Aztecas  respec-» 
to  á  duetzalcoatl,  la  benéiSca  deidad,  que  bajo 
una  apariencia  semejante,  vino  del  Oriente  con 
igual  misión  de  paz  jiara  los  naturales.  La  aña- 
logia  es  tanto  mas  notable,  cuanto  que  no  hay  in-* 
dtciiDS  de  que  las  dos  naciones  se  comunicasen,^ 

daá  viHudu  (Ci«2a  de  Leo»,  ñas  cualidadéé,  etní  nli  tnbcito/ 

Crónica,    cap.    41. — Gareílaso,  hofiroM,  oaiiqtie  no  exento  de  to- 

Com^  Real.,  Parte  1,  fib.  2,  caf .  da  sospeci»,  tá  mérito  de  loé  M* 

17.)    Los  diversos  sobrenombreé  getos  á  qnieñes  se  aplicaban, 

demndioa  de  los  príncipes  pe*  10    Com«  Realv,  pái^  1,  lib.  1 

Tvmnm,  que  leeaerdaii  sos  bue-  cap.  9-16.> 


10  CONQUISTA  DEL  PERÚ. 

ni  aun  siquiera  de  que  la  una  conociese  la  exis- 
tencia de  la  otra.  ^* 

La  fecha  que  comunmente  se  señala  á  estos 
grandes  acontecimientos,  es  cosa  de  cuaíiocien' 
tos  años  antes.de  la  llegada  de  los  Españoles,  ó 
á  principios  del  duodécimo  siglo.  ^^  Pero  á  pe- 
sar de  lo  que  agrada  á  la  imaginación  y  de  la  j>o- 
pularidad  que  goza  la  leyenda  de  Manco  Gapac, 
se  necesita  reflexionar  muy  poco  para  demostrar 
que  es  muy  improbable,  aunque  se  le  despoje  de 
la  parte  sobrenatural.  En  las  orillas  del  lago 
Titicaca  se  hallan  hoy  dia  estensas  ruinas  que 
los  mismos  Peruanos  confiesan  ser  mas  antiguas 
que  la  supuesta  venida  de  los  Incas,  añadiendo 
que  éstos  derivaron  de  ellas  su  arquitectura.  ^^ 

11  Estas  diversas  tradiciones,  Helatious  et  Mémoires  originaux 
todas  de  un  carácter  muy  frivolo,  pour  sei-vir  á  Fhistoire  de  la  dé- 
se hallarán  en  Ondegardo,  Jleh-  couverte  dé  TAm^rique,  par  Ter- 
cien, MS. — Sarmiento,  Relación,  naux-Compans  (Parir,  1840).  En 
MS.,  cap.  1. — Cieza  de  Lcon,  el  Informe  de  la  Real  Audiencia 
Crónica,  cap.  105. — Conquista  i  del  Pera  ee  fija  la  ípOca,  con 
Población  del  Firú,  MS.,^Decla-  mas  moderación,  en  200  años  án- 
ración  de  los  Presidente  é  Oydo-  tes  de  la  conquista.  Dec.  de  la 
res  de  la  Audiencia  Reale  del  Pe-  Aud.  Real.,  MS. 

rú,  MS.,— todas  autoridades  con-  13  "Otras  cosas  ay  mas  que 
temporáneas  de  la  conquista.  E)  dezir  deste  Tiaguanaco,  que  pas- 
cuento  de  los  hombres  bhmcos  y  so  por  no  detenerme:  concluyen- 
barbados  se  encuentra  en  la  mn-  do  que  yo  para  mi  tengo  esta  an- 
yor  parte  de  estas  leyendas.  tiguaila  por  la  mas  antigua  de  to- 

12  Algunos  escritores  retro-  do  el  Perú.  Y  assi  se  tiene  que 
traen  la  fecha  hasta  á  500  y  aim  antes  qtic  fos  indios  reynasseu 
650  años  antes  de  la  invasión  de  con  muchos  tiempos  estavan  he- 
los españoles  (Balboa,  Hi^toire  chos  algunos  edificios  destos:  per- 
du  Pérou,  chap.  1.  Velasco,  que  yo  he  oy do  afirmar  a  Indios, 
Histoire  du  Royanme  de  Quito,  que  los  Ingas  hisieron  los  edifi 
tom.  I,  p.  Bl,  Ambo  auct.  ap.  cios  grandes  del  Cuzco  por  la 


LIBRO  I.*— CAPITULO  1. 


11 


Cieitamente  que  esde  todo  punto  imposible  con* 
ciliar  la  fecha  de  su  llegada  con  las  de  los  suce- 
sos posteriores.  No  hay  relación  que  dé  á  la  di- 
nastía de  los  Incas  mas  de  trece  príncipes  ante- 
riores á  la  Conquista.  Pero  este  numero  es  de* 
masiado  corto  para  llenar  un  espacio  de  cuatro- 
cientos años,  y  manifiesta,  que  sin  esceder  de  un 
computo  probable,  no  debe  retrogradarse  la  fun- 
dación de  la  monarquía  mas  allá  de  doscientos 
cincuenta  años;  antigüedad  ya  creible  y  que  aven- 
taja tan  solo  medio  siglo  á  la  fundación  de  la  ca- 
pital de  Méjico.  La  fábula  de  Manco  Capac  y 
de  su  esposa-hermana,  se  invento  sin  duda,  pos- 
teriormente para  lisongear  la  vanidad  de  los  mo- 
narcas Peruanos  y  dar  mas  fuerza  á  su  autoridad, 

fonna  que  vieron  tener  la  mura-  Garcikso  de  la  Vega,  el  famoso 
Ha  ó  pared  que  se  ve  en  este  templo  de'  Pachacamac,  no  lejo» 
pueblo."  (Cieza  de.  L^on,  Cró  de  Lima,  como  una  muestra  de  ár- 
nica, cap.  ÍÓ5.)  V.  también  Gar-  quitectura  mas  antigua  que  la  de 
cilaso,  (Com.  Real,  part.  1,  lib.  los  Incas.  (Researches,  Philoso- 
3,  cap.  1),  quien  da,  sobre  la  phical  and  Antiquarian,  concer* 
autoridad  de  un  eclesiástico  es-  uing  the  Aboriginal  History  of 
pañol,  una  noticia  de  estas  rui-  America,  (Baltimore  1829)  p, 
ñas,  que  en  lo  maravilloso  puede  405).  Si  esto  fuese  cierto,  servirla 
competir  con  cualquiera  otra  de  de  mucho  para  confírmar  la  opi-> 
laa  leyendas  de  los  frailes.  Her-  nion  del  testo.  Pero  Me.  CuUoh 
rera  habla  de  otras  ruinas  de  una  cae  en  un  error  por  dejarse  con- 
antigQedad  tradicional  semejante,  ducir  de  un  guia  ciego  como  et 
(Historia  General  de  los  Hechos  Rycaut  el  traductor  de  Garcilaso, 
de  ios  Ca^Uanos  en  las  Islas  y  porque  éste  no  dice  que  v\  tem- 
Tierra  Firtífé..  del  mar  Océano,  pío  existiese  antes  del  tiempo  de 
XMadrid,  1730,)  Bec.  6,  lib.  6,  los  Incas,  sino  antes  que  el  paia 
cap.  9.)  Me.  Culloh  en  unas  fuese  conquistado  por  los  Incas. 
juiciosas  reflexiones  sobre  el  orí-  Com.  Real.,  j^art.  1;  lib,  6,  cap. 
gen  de  la  civilización  peruana^  90, 
alega,  apoyado  en  la  autoridad  de 


l2  CONaUISTA  Í)EL  PERl/. 

saponiéndole  un  origen  divino.  Será,  por  tántd/ 
acertado  el  decidir  que  antes  del  tiempo  de  los 
Incas^  habia  en  el  pais  una  raza  adelantada  «n 
civilización,  y  de  acaerdo  con  casi  todas  las  tra-» 
diciones,  debemos  suponer  que  esta  raza  vino 
del  lago  Titicaca,  "  opinión  que  se  encuentra 
apoyada  por  los  magestuosos  restos  de  edificios 
que  aun  se  ven  en  sus  orillas,  después  jdel  trans- 
curso de  tantos  años¿  Cuál  era  esta  raza,  y  dé 
donde  vino,  son  cuestiones  que  convidan  al  an- 
ticuario, y  ofrecen  ancho  campo  á  sus  teorías. 
Pero  es  un  pais  de  tinieblas  á  cuya  entrada  d«- 
be  detenerse  el  historiador.  ^* 


14  Entre  otras  autoridades 
en  apoyo  de  e^  tradición,  véan- 
se Sarmiento,  Relación,  MS.,  c. 
3,  4.— Herrera,  Hist  General, 
dec;  5,  lib.  3,  cap;  6.— Con^  1, 
Pfi*.  del  Pirü,  MS.— Zarate, 
Historia  del  Descubrimiento  y  de 
la  Conquista  del  Perú^  lib.  1,  cap. 
10,  ap¿  Barcia,  Historiadores 
Primitivos  de  las  Indias  Occiden- 
,  tales  (Madrid,  1749,)  tom.  III. 

Casi  todas  las  tradiciones,  aun- 
<)ue  no  todas,  convienen  en  que 
Manco  Capac,  era  el  nombre  del 
fundador  de  la  monarquía  perua^ 
na,  si  bien  en  su  historia  y  en  la 
pintara  de  su  carácter  se  advier- 
te bastante  discrepancia. 

15  Mr.  Kanking,  para  quien 
és  tan  íücil, 

el  aclarar  un  misterio 
como  enhebrar  una  aguja, 
encuentra  mny  prdbable  que  el 
primer  Idea  del  Perú  fuese  un  hi- 


jo del  gran  Khan  Kublai!"  (His- 
torical  Researches  on  the  Con- 
quest  of  Perú,  &c.  by  the  Móguls; 
(London,  1827,)  p.  170).  Lad 
coincidencias  son  muy  curiosas, 
aunque  no  nos  aventuramos  4 
llegar  de  un  salto  á  la  conclusión 
de  este  atrevido  autor.  Todo  li- 
terato convendrá  con  Humboldt 
en  su  deseo  de  que  "algún  tiajé- 
ró  ilustrado  visite  las  orillas  del 
lago  de  Titicaca,  el  distrito  del 
Callao,  y  los  elevados  llanos  de 
Tiahuanaco,  teatro  de  la  antigua 
civilización  americana  (Vues  des 
Cordilléres,  p.  399,)  á  pesar  do 
que  los  monumentos  arquitectó- 
nicos de  los  aborigénes,  descu^ 
biértos  hasta  ahora,  han  propor« 
clonado  pocos  materiales  para  el 
camino  que  ha  de  comunicar  «i 
mundo  antiguo  con  el  nuevo  ai 
través  del  tenebrosa  abismó  ^utf 
los  sepaní; 


Libro  i. — capitulo  I,  13 

lEsta  misma-oscuridad  que  rodea  el  origen  def 
íús  Incas,  continua  envolviendo  sus  añales,  y  taft 
imperfectos  eran  los  medios  de  que  usaban  los 
Peru'anos  para  conservar  la  memoria  de  los  he* 
chos,  y  sus  tradiciones  tan  contradictorias,  que 
el  historiador  no  pisa  terreno  firme  hasta  llegar 
al   siglo  que  precede  á  la  conquista.  ^^    Parece 
que  los  progresos  de  los  Peruanos  fueron  al  prití- 
cipío  lentos  y  casi  imperceptibles.    Por  medio 
de  una  política  sabia  y  moderada,  fueron  suje- 
tando una  por  una  á  su  dominio  las  tribus  veci- 
nas, conforme  éstas  se  convencían  poco  á  poco  áe 
los  bienes  que  les  proporcionaba  un  gobierno  jus- 
to y  bien  organizado.  Según  se  iban  robustecien- 
do se  apoyaban  algo  mas  en  la  fuerza;  y  avan- 
zando siempre  bajo  los  mismos  caritativos  pie- 
testos  qué  habian  usado  sus  predecesores,  pro-* 
clamaban  paz  y  civilización  con  la  punta  de  la 
espada*    Sin  ningún  principio  de  adhesión  entre  • 

16    Y  á  decir  verdad,   liasta  báras,  y  también  por  desgracia  ei* 

Inucho  mas  adelante.    Por  ejem-  las  civilizadas.  Agregúense  á  es* 

pío;  Giircilaso  y  Sarmiento,  las  tósdct  los  demás  escritores  con< 

dos  autoridades  antiguas  de  mas  temporáneos  y  del  siglcr  dgúíéin 

reputación,  apenas  tienen  un  pun-  te,  que  tratan  de  los  anales  pehia^ 

io  de  contacto  en  toda  su  historia  nOs,  y  nos  hablaremos  cOn  ial  cü* 

de  los  primeros  príncipes  perua-  mulo  de  tradiciones  cóntni^cto- 

nos.     Según  el  primero,  el  cetro  rías,  que  la  critica  se  pieide  ta 

pasó  pacíñcamente  de  manO  eíi  conjeturas.  Por  fortuna  esta  in- 

mano,  por  toda  una  dinastía  no  certidumbre  respecto  de  los  bo- 

mterrmpida,  mientras  que  el  Otro  cesoa  históricos,  no  se  estiende 

ddoma  su  rélacioií   con    tantas  á  la  historia  de  las  artes  y  le/es 

eonspiraciones,  destronamientos  que  existiau  á  la  llegada  d«  htfk 

/lé/ eluciones,  cono  suelen  ocur-  £spañol€9, 
/  "  i  ,ft  ca«'  fí>á3  «jas  aaciónes  bar» 


14  CONQUISTA  DEL  PERÚ. 

si,  las  naciones  incultas  de  aquel  pais  fueron  ca- 
yendo una  tras  otra  bajo  los  golpes  de  los  victo- 
riosos Incas.  Sin  embargo,  hasta  mediados. del. 
siglo  XV  no  fué  cuando  «1  famoso.  Topa  Ynca 
Yupanqui,  abuelo  d^l  monarca  que  ocnpaba  el 
trono  á  la  llegada  d^  lots  Españoles,  pasó  con  sas 
ejércitos  el  terrible  desierto  de  Atacama,  y  pe- 
netrando en  la  región  meridional  de  Chile,  fijó 
para  en  adelante  los  límites  de  su  imperio  en  el 
rio  Maule.  Su  hijo  Huayna  Capac,  que  poseía 
una  ambición  y  un  talento  militar  iguales  á  Ioj* 
de  su  padre,  marchó  junto  á  la  cordillera  hacia 
el  Norte,  y  traspasando  el  Ecuador  añadió  al  im- 
perio del  Perú  el  poderoso  reino  de  Quito.  ^^ 

En  el  entretanto,  la  antigua  ciudad  del  Cuzco 
habia  ido  creciendo  en  riqueza  y  en  población, 
hasta  llegar  á  ser  una  capital,  tal  cual  convenia 
á  reino  tan  dilatado  y  floreciente.  Estaba  situa- 
da en  un  hermoso  valle  de  la  región  elevada, 
que  á  hallarse  colocado  entre  los  Alpes,  se  vería 
cubierto  de  nieves  perpetuas;  pero  que  en  estas 
latitudes  intertropicales  gomaba  de  una  tempera- 
tura betiigiia  y  saludable.  Por  el  lado  del  Norte 
la  defendía  una  elevada  eminencia»  ramificación.. 

17    Sarmiento,  Relación,  MS.,  nos  otros,  atribuyen  la  conquista 

cap.  57,  64>— Conq.  i  Pob.  del  de  Chile  á  Yupanqui,  padre  de 

Piru,    MB.-^Vdascó,    Hist.   de  Topa  Ynca.     Las  hazañas  de  es- 

Ctnito,  p.  59. — Dec.  de  la  Aud.  tos  dos  monarcas  han  sido  msz- 

Real.,    M8. — ^Garcilaso,    Com.  ciadas  de  tal  modo  por  los  dife- 

Real.,  Parte  1,  lib.  7,  cap.  IS,  19;  rentes  analistas,  que  en  cierta  me- 

!ib.  8,  cap.  6— S.  nera  han  llegado  á  c«nfuadir  las 

Este  ultimo  hbtoi'lador  y~«igii*  ^leriOiiM. 


LIBRO  I. — CAPITULO  I.  15 

de  la  gran  cordillera,  y  la  atravesaba  un  rio,  ó 
mas  bien  un  arroyo,  sobre  el  cual  habia  varios 
puentes  de  madera  cubiertos  de  grandes  losas 
que  facilitaban  la  comunicación  entre  ambas  ori- 
llas. Las  calles  eran  largas  y  estrechas,  las  ca- 
sas bajas,  y  las  de  la  gente  pobre  eran  de  barro 
y  carias;  pero  c(Mno  el  Cuzco  era  la  residencia  del 
monarca,  le  servian  de  grande  adorno  los  esten- 
sos palacios  de  una  numerosa  nobleza,  y  algunos 
pesados  fragmentos  que  se  ven  todavía  incrus- 
tados en  los  edificios  modernos,  atestiguan  la  es- 
ten  sion  y  solidez  de  los  antiguos.  ^® 

Para  conservar  la  salubridad  de  la  población 
habia  espaciosas  plazas,  en  donde  3e  reunia  la 
gente  de  la  capital  y  de  las  pueblos  distantes 
para-  celebrar  las  grandes  flestividades  religiosas, 
porque  el  Cuzco  era  la  "Ciudad  Santa,'*-^^  y  el 

18     Gaicilaso,   Com.   Real.,  red  for  centuríes.   The  great  size 

Parte  1,  lib.'  7,  oap.  8-ll.*-Cie-  of  the  stones,  Ifae  Tstfietjr  of  theif 

za  de  León,  Crónica,  cap.  92.  shapes,  and  the  inimitable  work* 

"El  Cuzco  tuno  gran  manera  manfihip  thej  display,  give  to  the 
y  calidad,  denio  eer  fiudada  por  city  tfaat  intefestiiig  air  of  anti- 
gente de  gran  ser.  Auia  gran-  q'uity  and  romance,  wbich  filis  the 
des  calles,  saino  que  eran  angos-  mindwithpleasingthoughpainfal 
tas,  y  las  casas  hechas  de  piedra  reneration^  Memoirs  of  Gen. 
dura  con  tan  lindas  junturas,  que  Miller  in  the  serrice  ofthe  Re-' 
ilustra  el  antigüedad  del  edificio,*  publíc  of  Perú,  (London,  1829, 
pues  estañan  p^edr^ tan  grandes'  2d.  ed.)  to\  TL.  p.  025. 
muy  bien  assentadas"  (Ibid.,  19  "La  Impf  rial  Ciudad  de 
ubi  supra.)  . .  Compá/ese  ésto  Cozco,  que-  la'  adoraua»  los  In- 
con  la  descripción  que  hace  M2*  dios  como  á  cesa  sagitada"  Galr- 
1er  de  la  ciudad,  aegun  existe  ac-  cÜaso,  Com.  Real.,  Parte  1,  lib. 
tualmente.  "ThewallflofmanyoJS  a,  cap.  20.— También  Ondegwr- 
the  houses have remained  uimUe^  clo>/T{el.  Seg.,  MS. 


16  CONQUISTA  DEL  PERÚ. 

templo  del  sol  á  que  acudían  los  peregrinos  des- 
de los  mas  remotos  confines  del  imperio,  era  el 
edificio  mas  magnífico  del  Nuevo  Mundo,  sin  que 
hubiese  tal  vez  en  el  antiguo  ninguno  que  le  es- 
cediese en  la  riqueza  de  sus  adornos. 

Hacia  el  rumbo  del  Norte,  en  la  sierra  ó  escar- 
padas alturas  de  que  ya  hemos  hablado,  se  ha-^ 
liaba  una  fortaleza  cuyos  restos  escitan  aun  la 
admiración  del  viajero  por  sus  estraordinarias 
dimensiones.  *®  Estaba  defendida  por  una  mu- 
ralla aislada  muy  gruesa,  de  mil  doscientos  pies 
de  largo  por  el  costado  que  miraba  k  la  ciudad, 
aunque  por  ese  lado  lo  áspero  é  inclinado  del 
terreno  era  casi  suficiente  para  su  defensa.  Por 
el  opuesto,  por  donde  era  de  mas  fácil  acceso, 
estaba  resguardada  por  otras  dos  murallas  semi- 
circulares del  mismo  largo  que  la  primera.  Me- 
diaba entre  ambas  paredes  una  gran  distancia, 
así  como  entre  ellas  y  la  fortaleza,  y  el  terreno 
intermedio  estaba  levantado  de  modo  que  las 
murallas  sirviesen  de  parapetos  para  las  tropas 
que  se  colocaban  allí  durante  el  asalto.  La  for- 
taleza se  componia  de  tres  torres,  separadas  ana 
de  otra.  La  primera  pertenecia  al  Inca  y  esta- 
ba adornada  de  un  modo  mas  conveniente  á  la 

20    Véanse,  entre  otroB,  las  sitó  el  psús  hacia  la  mitad  del  si* 

Memorias  del    General    MiUer,  glo  pasado,  no  halla  vocea  con  que 

arriba  citadas,  que  contienen  una  espresar  sn  admiración.    Voyage 

minuciosa  j  muy  interesante  no-  to  south  America,  eng.   trans., 

ticia  de  la  moderna  Cuzco.  (  Vol.  (London,  1806,)  boofc  Vil,  ich.  12; 

II.  p.  223,  et.  seq.)  UUoa  que  vi-  ' 


LIBRO  I. — CA  >tJ  ITULO  I.  17 

habitación  de  un  monarca  qne  á  un  puesto  mili- 
tar. Las  otras  dos  las  ocupaba  la  guarnición, 
compuesta  de  nobles  Peruanos,  y  mandada  por 
un  gefe  de  la  sangre  real,  porque  la  posición  era 
demasiado  importante  para  coiftfíarla  á  manos 
mas  plebeyas.  La  eminencia  estaba  socavada 
por  debajo  de  las  torres,  y  por  medio  de  varias 
galerías  subterráneas  se  comunicaban  con  la  ciu- 
dad y  los  palacios  del  Inca»  ^^ 

Fortaleza,  murallas  y  galerías,  todo  se  compo- 
uia  de  gruesos  trozos  de  piedra,  no  colocados  en 
hiladas,  sino  dispuestos  de  modo  que  los  peque- 
ños llenasen  los  huecos  que  dejaban  entre  sí  los 
grandes.  Como  no  estaban  pulidos  sino  sim- 
plemente cortados,  salvo  en  los  cantos  que  esta- 
.r  han  larvados  con  todo  «fsm^ro,  formaban  una  es- 
pecie d»5  pared  rustica,  y  aunque  no  los  sujetaba 
ninguna  especie  de  mortero,  estaban  tan  bien 
ajustadas  y  unidos,  que  era  imposible  introducir 
entre  ellos  la  hoja  de  un  cuchillo.  ^   Muchas  de 

21  Betenzos,  Suma  y  Narra-  ciones,  Medallas,  Templos,  Edi- 
ción de  ios  lugas,  MS.,  cap.  12.  ficios,  Antigüedades  y  Monu- 
— Garcilaso,  Com.  Real.,  Parte  1,  mentos  del  Per6,  MS.  Este  ma- 
lib.  7,  cap.  27-29.  nuscríto  que   perteneció  en  un 

La  demolición  de  la  fortaleza  tiempo  al  Dr.  Robestson,  y  se 
á  que  se  dio  principio  inmedia-  halla  ahora  en  el  Museo  Británi- 
tamente  después  de  la  conquista,  co,  es  obra  de  un  autor  descono* 
provocó  las  quejas  de  mas  de  un  cido,  probablemente  del  tiempo 
Español  ilustrado,  cuya  voz  sis  de  Carlos  III;  época  en  que  ha- 
embargo  nada  pudo  contra  el  es-  bia  mejorado  visiblemente  la  czi- 
piritude  codicia  y  de  violencia,  tica  de  los  historiadores  espaSo- 
V.  Sarmiento,  Relación,  MS.,  les,  según  observa  el  sagaz  Ihe- 
cap.  48^  rato  á  quien  soy  deudor  de  la  oo^ 

22  Ibid.,  ubisupra. — Inacrip-  pia  que  tengo. 


18  CONQUISTA  DEL  PERÚ. 

estas  piedras  eran  de  gran  tamaño,  pues  tas  ha- 
bía que  no  tenían  menos  de  treinta  y  ocho  pies 
de  largo,  diez  y  ocho  de  ancho  y  seis  de  grue- 
so. ^3 

Asombra  ciertamente  el  considerar  cc>mo  es- 
tas enormes  masas  fueron  arrancadas  de  su  le- 
cho primitivo,  y  ea  seguida  labradas  por  un  pue- 
blo que  ignoraba  el  uso  del  hierro:  cámo  fueron 
traídas  de  canteras  distantes  desde  cuatro  hasta 
quince  legttas,  ^*  sin  el  auxilio  de  bestias  de  tiro, 
tcansportadas  por  sobre  ríos  y  barrancos,  levan- 
tadas á  la  altura  á  que  se  hallaban  en  la  sierra, 
y  por  último,  arregladas  allí  al  hueco  que  debían 
ocupar  con  la  mas  minuciosa  exactitud,  y  todo 
sin  conocer  el  usé  de  las  máquinas  y  herramien- 
tas tan  ^umiliiiMt  á  los  Europeos.  Dicen  que  en 
la  construcción,  de  este  edificio  se  emplearon 
veinte  mil  hombres,  y  que  la  obra  duro  cincuen- 
ta años»  ^  Sea  como  fuere,  en  él  vemos  la  obra 
de  un  despotismo  que  disponía  absolutamente 

23  Acosta,  Naturall  and  M o-  25  Sarmiento,  Relación,  MS.» 
rail  Historie  oí the  East  and  West  cap.  48. — Ondegardo,  Reí.  Seg.,- 
Indies,  £ng.  trans.,  (London,  MS. — Garcildfio,  Com.  Real, 
1604,  lib,,  6,  cap.  14.— El  mismo  Parte  1,  lib.  7,  cap.  27,  28. 

mo    midió   las   piedras. — Véase  No  hallando  los  Españoles  co- 

también  Garcilaso,  Com,  Real.,  mo  esplicar  la  ejecución  de  esta: 

loe.  cit.  grande  obra,  con  medios  al  pore- 

24  Oieza  de  León,  Crónica,  cer  tan  insuficientes,  lo  atrilraye- 
cap.  93. — ^Ondegardo,  ReL  Seg^  ron  todo,  segun  costmnbre,  al 
MS.  diablo;  opinión  que  Garcilaso  pa* 

Dicese  que  aun  se  Ten  mttchos\  rece  dispuesto   á   adoptar.      £1 

centenares  de  estos  trozos  de  gra-  autor  de  las  Antig.  y  Monumen- 

nito,  á  medio  labrar,  en  una  crm-  tas  del  Perú,  MS.,  impugna  esta 

tera  cercana  al  Cuzco  ivicií  ron  ki  formalidad  debida* 


LIBRO  I. — CAPITULO  I.  19 

de  la8  vidas  y  haciendas  de  sas  vasallos,  y  que  á 
pesar  de  ser  en  general  de  un  carácter  suave, 
cuando  ocupaba  estos  vasallos  en  su  servicio,  les 
estimaba  en  poco  mas  que  los  animales,  en  cuyo 
lugar  les  empleaba. 

Lá  fortaleza  del  Cazco  solo  era  una  parte  del 
sifitema  de  fortificaciones  que  los  Incas  estable- 
cieron en  toda  la  estension  de  su  imperio.  Este 
sistema  era  una  de  las  partes  mas  notables  de  su 
organización  mf  itar;  pero  antes  de  tratar  de  es- 
ta, será  conveniente  dar  al  lector  una  idea  de  sus 
leyes  civiles  y  de  la  forma  de  su  gobierno. 

El  cetro  de  los  Incas,  si  hemos  de  creer  á  su 
historiador,  pasó  sin  interrupción  de  padres  á 
hijos  mientras  duró  la  dinastía.  Désele  á  esto  el 
ccéditQ  que  se  quiera,  lo  mas  probable  es  que  el 
derecho  de  sucesión  tocaba  al  hijo  primogéni- 
to de  la  Coya^  nombre  que  daban  á  la  consor- 
te legítima  para  distinguirla  de  la  multitud  de 
concubinas  que  partian  con  ella  el  afecto  del  so- 
berano. ^  La  reina  se  distinguia  ademas,  á  lo 
menos  en  los  últimos  reinados,  por  la  circunstan- 
cia de  ser  escogida  de  entre  las  hermanas  del  In- 
ca, costumbre  que  por  repugnante  que  parezca 
á  las  ideas  de  las  naciones  civilizadas,  tenia  pa- 

26    Sarmiento,  Relación,  MS.,  cap.  12. )  Tal  vez  habrá  confudido 

-^^cap.  7. — Garcilaso,  Com.  Real.,  la  costumbre  azteca  con  la  perua- 

Parte  1,  lib.  1,  cap.  26.  na.     El  informe  de  la  Real  Au- 

Acosta  dice  que  el  hermano  ma-  diencia  afirma  que  el  hermano 

yor.del  Inca,  le  sucedía  en  el  tro-  sucedía  á  falta  de  hijo.     I>«c.  da 

no  con  prefbreama  al  hi|b.  (lib.  6,  la  And.  R^.,  MS. 


íiO  COiNQUlSTA        EL  PBBÜ. 

ra  los  Peruanos  la  ventaja  de  asegurar  un  here- 
dero para  la  corona,  de  la  raza  pura  celestial  sin 
ninguna  mezcla  de  barro  terreno.  ^"^ 

Desde  muy  joven  se  ponia  al  príncipe  en  ma- 
nos de  los  amantas  ó  sabios,  como  se  llamaban 
los  maestros  de  las  ciencias  entre  los  Peruanos, 
quienes  le  instruían  en  los  mismos  ramos  de  sa- 
ber que  ellos  poseian,  y  sobre  todo  en  el  compli- 
cado ceremonial  de  su  religión,  en  que  luego  ha- 
bia  de  tomar  una  parte  tan  distinguida.  Ponía- 
se también  gran  cuidado  en  su  educación  mili- 
tar, ramo  de  la  mayor  importancia  en  un  esta- 
do, que  con  todas  sus  protestas  de  paz  y  de 
amistad  estaba  siempre  en  guerra  para  aumen- 
tar su  poder. 

En^  esta  escuela  militar  se  educaba  con  los  In- 
cas nobles  de  su  misma  edad,  pues  el  nombre 
sagrado  de  Inca,  origen  de. no  poca  oscuridad  eix 
sus  anales,  se  aplicaba  indistintanu^nte  á  todos 
los  descendientes  por  línea  masculina  del  funda- 
dor de  la  monarquía.  ^  A  los  diez  y  seis  años 
sufrían  los  discípulos  un  examen  publico,  dirigi- 
do por  los  Incas  mas  aní^ianos  é  ilustre»,  antes 
de  ser  admitidos  en  lo  que  puede  llamarse  la  or- 

27    **£í  sóror  et  conjux'^ — Se-  del  siglo  XV.     (Relación  Prime- 

gun  Garcilaso,  el  heredero  pre-  ra,  MS.)     Sarmiento,  sin  embar- 

guntívo  se   casaba  siempre  con  go,  confirma  la  estraña  asevera- 

ima  de  sus  hermanas.     (Com.  cion  del  historiador  de  los  Incas. 

Real.,  Parte  1,  lib.  4,  cap.  9.)  Relación,  MS.,  cap.  7. 

Oudegardo  refiere  esto  como  una  ^      Garcilaso,    Com.  Real^ 


mno 


jVacioñ  introducida  á  fines    Parte  1,  lib.  1,  cap. 


LIBRO  I. CAPITULO  I.  21 

den  dé  caballería.    Mandábase  alos  candidaito» 
qae  manifestasen  su  valentía  en  los  ejercicios 
atlétioos  de  un  guerrero,  en  la  lacha  y  el  pugila-' 
to,  en  correr  distancias  tan  largas  que  exigiesen 
el  empleo  de  toda  su  agilidad  y  fortaleza,  en  rí-^ 
garosos  ayunos  de  muchos  días»  y  en  combates 
simulados,  de  los  cuales,  aunque  se  hacian  con 
armas  embotadas,  resultaban  siempre  heridas, 
y  muertes  algunas  veces.    Durante  esta  pruebar 
que  se  continuaba  duraste  treinta  dias,  el  real 
novicio  no  lo  pasaba  mejor  que  sus  camaradasy 
9ÍBO  que  dormía  en  el  duro  suelo,  andaba  descaí-' 
zo  y  usaba  un  vestido  común;  método  de  vida 
que  sé  c»ia  debía  inspirarle  sentimientos  de  hu-^ 
manidad  hacia  los  pobres  y  desvalidos.  Con  to^ 
do  este  aparato  de  imparcialidad,  es  muy  pro- 
bable que  no  será  una  injusticia  el  suponer,  que 
los  jueces,  aunque  no  fuese  mas  que  por  un  dis«^ 
creto  principio  de  cortesía,  descubrián  y  apre- 
ciaban con  mas  facilidad  el  verdadero  mérito  del 
heredero  presuntivo,  que  el  de  cualquiera  otra 
de  sus  compañeros. 

Concluido  el  tiempo  señalado,  los  candidatos 
que  se  considemban  dignos  de  ser  admitidos  á 
loe  honores  de  su  bárbara  caballería^  eran  pre- 
sentados £^1  soberano,  quien  se  prestaba  6  tomar 
una  parte  principal  en  la  ceremonia  de  la  inau- 
guración. Comenzaba  pronunciando  un  breve* 
discurso  en  el  que  después  de  felicitar  á  los  io- 


22  CONQUISTA  DBL  PBRÜ. 

venes  aspirantes  por  los  adelantos  que  habiaa 
manifestado  en  los  ejercicios  marciales,  les  re- 
cordaba la  responsabilidad  qne  traian  consigo  su 
nacimiento  y  su  posición,  y  dándoles  cariñosa- 
mente el  título  de  ''hijos  del  Sol,"  les  exhortaba 
á  qae  imitasen  á  su  ilustre  progenitor  en  su  glo- 
riosa carrera  señalada  con  mil  beneficios  para  la 
humanidad.  Los  novicios  entonces  se  acerca* 
ban  uno  á  uno  y  se  arrodillaban  delante  del  In- 
ca; éste  les  atravesaba  las  orejas  con  un  punzón 
de  oro,  el  que  se  dejaba  en  la  herida  hasta  que 
hacia  una  abertura  bastante  grande  para  qqe  ca- 
rpiesen los  enormes  aretes,  distintivo  de  la  or- 
den, y  que  fueron  causa  de  que  los  Españoles  les 
llamasen  arrimes.  ^  Los  que  usaba  el  soberano 
eran  tan  pesados,  que  hacían  crecer  el  cartílago 
hasta  llegar  cerca  de  los  hombros,  cosa  que  pa- 
recía una  deformidad  á  los  ojos  de  los  Españo- 
les, y  que  la  mágica  influencia  de  la  moda  hacia 
que  los  naturales  mirasen  como  una  belleza. 

29  "Los  cabaUeros  de  la  san-  *'La  hacen  tan  ancha  como  una 
gre  Real  teman  orejas  horadadas,  gran  rosca  de  naranja;  loe  Seño- 
y  de  ellas  colgando  grandes  ro-  res  y  Principales  traian  aquellas 
detes  de  plata  y  oro:  llamáronles  roscas  de  oro  fino  en  las  orejas*' 
por  esto  los  orejea  los  CasleUa-  (Conq.  i  Pob.  del  Piru,  MS. — 
nos  la  primera  vez  que  los  vie-  También  Garcilaso,  Com.  Real., 
ron**  (Montesinos,  Memorias  Parte  1,  lib.  1  cap.  22.)  "El 
Antiguas  Qiatoríales  del  Perú,  que  mayores  las  tenia*'  dice  uno . 
MS.,  lib.  2,  cap.  6.)  £1  adorno  de  los  Conquistadores,  "era  mas 
qué  era  en  forma  de  rueda,  y  tan  gentil  hombre  entre  ellos.**  Pe- 
grande  como  una  naranja,  no  dro  Pizarro,  Descub,  y  Conq» 
colgaba  de  la  oreja  sino  que  es-  MS. 
taba  embutido  en  el  cartílago. 


LIBRO  I.— <JAPITULO  I.  28 

Terminada  esta  operación,  uno  de  los  nobles 
mas  respetables,  colocaba  en  los  pies  de  los  can-^ 
didatos  las  sandalias  que  usaba  la  orden;  cere- 
monia que  nos  recuerda  la  de  caizar  las  espue- 
las entre  los  caballeros  cristianos.     Se  les  per*^ 
mitia  entonces  que  usatsen  el  ceñidor  o  bajada 
correspondiente  á  la  toga  viriU»  de  los  Romanos, 
y  denotaba  que  hablan  llegado  á  la  edad  viril. 
Coronábanlos  con  guirnaldas  df  ílores,  que  en 
sus  variados  colores  simbolizaban  la  humanidad 
y  clemencia  que  deben  adornar  al  guerrero,  y 
mezclaban  siemprevivas  entre  las  flores,  para  in- 
dicar  jue  estas  virtudes  deben  di^irar  eterna- 
mente. ^  El  príncipe  llevaba  ademas  otro  ador- 
no en  la  cabeza,  que  consistía  en  una  franja  o 
fleco  amarillo  que  le  rodeaba  la  frentq,  hecho  de 
la  mas  fina  lapa  de  vicuña,  y  era  el  distinitivo  par- 
tií^ular  del  heredero  presuntivo.  Venia  luego  to- 
do el  cuerpo  de  la  nobleza  inca,  y  comenzando 
por  el  pariente  mas  cercano,  se  arrodillaban  to- 
dos delante  del  príncipe  y  le  prestaban  homena- 
ge  como  á  sucesor  de  la  corona.     Toda  la  reu- 
nión marchaba  en  seguida  á  la  plaza  principal, 
en  donde  con  danzas,  canciones  y  otros  regoci- 
jos públicos  se  terminaba  la  importante  ceremo- 
nia del  huaracu.  ^^  , 

30     Garoiiaso,  Cam.  Real.,  Seguia  Féráandéz,  los  eaii¿« 

Parte  1,  lib.  6,  cap.  37.  datos  llevaban    camisas  blaQcag 

31     Ibid.,  Parte  1,  lib  6,  cap.  con  una  co^ a  como  cruz  bordada 

24-28.  cu  1 1  poiie  delantera*    (Historia 


at  CD3ÍCIÜISTA  DEL  FKItÜ. 

Lavsemejaliza  que  se  enouentra  entre  estas  ee^ 
iremonias  y  las  qae  se  usaban  para  armar  á  w 
caballero  cristiano  de  la  edad  media^  parecerá  al 
lector  menos  sorprendente  si  reflexiona,  que  ta*» 
les  analogías  pueden  encontrarse  en  las  institu- 
ciones de  pueblos  diversos  mas  órnenos  civfli- 
todos,  y  que  es  muy  natural^  que  naciones  cuya 
principal  ocupación  es  la  guerra,  señalen  la  épo- 
ca en  que  termina  la  educación  preparatoria  del 
guerrero^  con  ciertas  ceremonias  adecuadas. 

Salido  con  honor  dei  esta  prueba  el  heredercí 
presuntivo,  ya  se  le  consideraba  digno  de  tomar 
asiento  en  el  consejo  de  su  padre^  y  se  le  dabatí 
empleos  de  confianza  deírtfo  del  reino,  o  mas 
generalmente  se  le  despachaba  á  espediciones 
distantes  para  qüe^msiese  en  práctica  en  la» 
campos  las  lecciones  que  hasta  entonces  sola 
había  estudiado  en  los  combates  simulados.  Ha- 
cia sus  primeras  ariñas  baja  las  órdenes  de  los 
mas  famosos  capitanes  que  habian  encanecida 
en  el  servicio  de  su  padr'e^  hasta  que  cuando  ha- 
bla ya  adelantado  en  años  y  en  esperiencia,  se 
le  entregaba  el  mando,  y  como  tíuayna  Capac^ 
él  ultimó  y  mas  ilustre  vastago  de  esta  estirpe, 
.llevaba  la  bandera  del  arco-iris,  que  era  la  divi- 
sa de  su  casa,*  mas  aflá  de  los  limites  del  ímpe- 
ttOy  hasta  la«  mas  lejanas  tribus  de  la  mesa. 

del  PerUi  (Sevilk,  1571,)  Parte    ceremoiim  de   caballería  de   I^ 
if  Ub.  3y  cap.  &.}  Casi  bos  llega-    edad  media.* 
figurar  q^e  se  trata  de  ui» 


LIBRO  í.— dAPÍTÜLO  í.  f$ 

El. gobierno  del  Perü  era  uq  despotismo  sua-  / 
Ve  en  su  carácter,  pero  paro  y  rigoroso  en  sa  / 
forma.  El  soberano  estaba  colocado  á  una  altu« 
ra  inmensa  sobre  sus  subditos.  Hai^ta  el  mas  or*/ 
guUoso  de  los  nobles  Incas^  que  se  tenia  por 
descendiente  de  la  misma  divinidad  que  él,  nó 
podía  comparecer  ante  au  presencia^  sino  des^ 
calzo  y  con  una  ligera  carga  sobr^  sus  hombros 
en  muestra,  de  sumisión*  ^  Como  representante 
del  solf  era  la  oa1>eza  del  sacerdocio,  y  presidia 
las  principales  festividades  religiosas.  ^  Levan*- 
taba  ejércitos  y  comunmente  los  mandaba  en  per«- 
86na.  Imponía  contribuciones,  hacia  las  leyes 
y  cuidaba  de  su  observ^ineia^  nombrando  jueces 
.que  cambiaba  ¿  su  placer^  Era  la  fuente  y  orí^ 
gen  de  todas  las  cosas,  de  todo  nxando,  dignidad 
y  aprovechamiento.  En  una  palabra»  y  para  usar 

3^  SmniM,  Ctntq*  éel  Psirü»  33  Bolo  presidia  una,  y  estd 
Itb.  1,  cap  11. — Sanniento,  Re-  no  autoriza  la  absoluta  de  CarU, 
ilición,  MS.,  cap.  7.  de  que  la  autoridad  real  y  la  sa- 
^Pov^iie  verdiiderameiite  t  lo  eerdotid  estabiai  uliidtt  en  el  P^ 
que  yo  he  averiguado,  toda  la '  r6.  Después  veremos  cuál  em 
pretensión  de  los  íilgas  fu6  una  la  posición  importante  6  indepen- 
eubjeccion  en  toda  1*  ^ttte,  qlial  cUeitte  qaH  bctt^abü  el  sumo  sa- 
yo nunca  he  oído  decir  de  nin-  cerdote.  **he  sacerdoce,  et  l'Em- 
guna  otra  nación  en  tanto  grado,  pire  étaient  divises  au  Mexique», 
que  por  muy  principal  que  un  au  lieu  qu'ils  étoient  reunís  aq. 

•  señor  fueáe,  4eii<Íe  que  entrává  l*érou,  lorsqu  '  Angaste  jetta  Iw^. 

cerca  del  Cuzco  en  dierta  señal  fondemens  de  l'Empire,  en  y  réu^ 

qña  eslava  puasf  a  m  cada  cami*  nissant  le  sacerdoce  á  la  dignit^ 

no  de  quatro  qjie  hay»  Havia  den-  de  Souverain  Poutife,**    Lettres 

dp  ajjí  de  yeñir  jcárgado  hasta  la  Araéricaines,  (Psjris,  1778,)  trad, 

/  pX^sex^tiA  del  tuga,  y  allí  dejaba  franc.,  tom,  1,  let,  7. 
iá  ÁdjfgQ,  y  ^aeia  m  ^Mknciü,'^ 
(^degardo.  Reí.  Prlra.,  MS. 

I.  5 


J6  CONQUISTA  DEL  PERÚ. 

de  la  conocida  frase  del  déspota  europeo,    **el 
Estado  era  él."  34 

El  Inca  cuidaba  de  manifestar  la  superioridad 
de  su  naturaleza,  ostentando  una  magnificencia 
en  su  modo  de  vivir  míiy  propia  para  deslam- 
brar  á  su  pueblo.     Su  vestido  era  de  finísima  la- 
na de  vicuña,  ricámentfe  teñida  y  adornada  con 
gran  cantidad  de  oro  y  piedras  preciosa  a.     Ro- 
deábale la  cabeza  una  especie  de~  turbante  dé 
muchos  colores,  llamado 7¿¿»iim,  y  como  insignias 
de  la  magestad,  una  faja  como  la  que  usaba  el 
príncipe;  pero  de  color  carmesí,  sobre  la  cual  se 
elevaban  dos  plumas  de  un  raro  y  cdrioso  pája- 
ro llamado  caraquenqúe,  que  solo  se  encontraba 
en  un  pais  desierto  situado  entre  las  montañas. 
Era  delito  capital  matarlos  o  cogerlos,  pueía^  se 
reservaban  con  el  esclusivo  objetó  de  ádornairla 
cabeza  del  soberano.     A  cada  liuevo  monatca  se 
le  destinaba  un  nuevo  par  de  plumas,  y  sus  cré- 
dulos subditos  estaban  muy  persuadidas  4e.qae 
solo  dos  individuos  de  la  especie  habian  sido 
criados,  para  proporcionar  esle  sencillo  adorno 
á  la  diadema  délos  Incas. ^ 

34    "Porque,  el  Inga  daba  á  mili  Indios,  no  habia  ninguno  en 

^entender  que  era  hijo  del  sol,  con  su  Reino  que  le  osase  decir  que 

este  titulo  se  hacia  adorar,  i  gó-  no  lo  hiciese"   Conq.  i  Pob.  del 

bernaba  principalmente  en  tanto  Piru,  MS. 
grado  que  nadie  se  le  atrevia.  i        35    Cieza  de  León,  Crónica, 

su  palabra  era  ley,  i  nadie  osaba  cap.  114.— Garcilaso,  Com.  Real. , 

ir  contra  su  palabra  ni  voluntad:  Parte  1,  lib.  l,cap.  22;  lib.  6,  cap. 

aunque   obieee   de  .  matar  cient  28. — Apolla,  lib.  6,  cap.  12- 


LIBRO  i. CAPITULO  I.  27 

Aunque  el  monarca-Peruano  era  tan  superior 
al  mas  encumbradode  sus  subditos,  á  veces  con- 
sentía ett  mezclarse  con  ellos,  y  se  tomaba  gran 
trabajo  en  informarse  por  sí  mismo  del  estado 
de  la  clase  pobre.  Presidia  algunas  de  las  fes- 
tividades religiosas,  y  en  tales  dias  daba  un  con- 
vite á  los  principales  individuos  de  la  nobleza, 
y  les  obsequiaba,-  según  la  costumbre  de  paises 
mas  civilizados,  bebiendo  á  la  salud  de  aquellos 
que  deseaba  honrar  mas  señaladamente.  ^ 

Pero  el  medio  mas  eficaz  de  que  se  valían  los 
Incas  para  ponerse  en  contacto  con  su  pueblo, 
eran  sus  peregrinaciones  por  todo  el  imperio. 
Hacíanse  con  gran  pompa  y  magnificencia,  de- 
jando pasar  de  una  á  otra  varios  años.  Una  nu- 
merosa escolta  iba  custodiando  la  litera  o  silla 
de  manos  en  que?  caminaban,  toda  cubierta  de 
oro  y  esmeraldas.  Dos  ciudades  designadas  de 
antemano,  tenían  obligación  de  enviar  los  hom- 
bres encargados  de  llevarla,  y  á  la  Vt-rdad  que 
no  era  empleo  muy  codiciable  si,  como  dicen, 

36  Na  era  de  esperarse  que  tre  ocho  y  nueve  de  la  mañana, 
se  encontrara  entre  los  Indios  de  y  al  ponerse  el  sol,  lo  que  en  el 
América  esta  cariñosa  costumbre  Cuzco  se  verificaba  poco  mas  6 
de  nuestros  antepasados  loe  Sa-  menos  á  la  misma  hora  en  todas 
jones,  que  las  caprichosas  inno-  las  estaciones.  El  historiador  de 
vaciones  de  la  moda  han  hecho  los  Incas  confiesa  que  aunque 
caer  algo  en  desuso.  Garcilaso  eran  moderados  en  el  comer,  no 
describe  difusamente  el  ceremo-  se  iban  á  la  mano  en  las  copa?, 
monial  que.  se  observaba  en  la  pi^olongándose  á  menudo  el  fes- 
mesa  del  rey.  (Com.  Real.,  tin  hasta  muy  entrada  la  noche. 
Parte  1,  lib.  6,  cap.  23)  Las ho-  Ibid.,  Parte  1 ,  Ub.  6,  cap.  1 . 
ras  de  comer  eran  únicamenfe  en- 


28  CONQUISTA  DEL  PÉRU. 

una  caída  era  castigada  de  muerte.  ^'^  Camina- 
ban con  comodidad  y  ligereza,  deteniéndose  en 
los  tambos  o  posadas  construidas  por  el  gobierno 
á  la  inmediación  de  los  caminos,  y  á  veces  en 
los  palacios  reales,  los  que  en  las  ciudades  gran- 
des proporcionaban  alojamiento  suficiente  para 
toda  la  comitiva  del  monarca.  El  pueblo  forma- 
ba valla  á  los  dos  lados  de  los  hermosos  caminos 
que  atravesaban  la  tierra  llana,  y  quitaban  de 
ellos  las  piedras  y  basuras,  regándolos  con  flo- 
res aromáticas,  y  disputándose  él  honor  de  llevar 
de  un  pueblo  á  otro  el  bagaje.  El  monarca  se 
detenia  de  cuando  en  cuando  para  escuchar  las 
quejas  de  sus  subditos,  d  para  arreglar  algunos 
puntos  que  habían  dejado  á  su  decisión  los  tri- 
bunales ordinarios.  Cuando  la  regía  comitiva 
marchaba  por  los  estrechos  pasos  de  las  monta- 
ñas, se  agolpaban  los  espectadores  ansiosos  de 
atisbar  siquiera  á  su  soberauQ,  y  coando  levanta- 
ba las  cortinas  de  su  litera  y  se  descubría  á  sii 
vista,  se  llenaba  el  aire  de  aclamaciones  en  que 
le  deseaban  toda  suerte  de  prosperidades.  ^    La 

-37    "In  Icctícá,  áureo  tábida-  piir,1567,fol.37.)-Zarate,  Conn. 

to   constratá,  humeris  fercbant;  del  Peni,  1  ib.  1,  cap.  lí. 

ín  summá,  ea  erat  observantia,  Según  este  escritor  los  nobIc>s 

vt  vultum  ejus  intueri  máxime  llevaban  la  litera,  y  habia  mil  de 

íncivile  putarent,  etinterbaiulos,  ellos  elegidos  espresamente  para 

•  -quicunque  vel  leviter  pede  offeu-  este  humillante  honor.  Ubi  supra. 

so  hajsitaret,  e  vestigio  ínterfice-  38    Las  achunaclones  debían 

rent."     Levinus  Apollonius,  De  rer  sin  duda  tremendas,  ai,  como 

Peruvise  Regionis  Inventione,  et  dice  Sarmiento,  hacían  á  veces 

Rebus  iiieAdcm  |;est¡s,  (Ant\'ei:-  caor  dpi  cielo  Jas  aves.     *'De  ^g» 


LIBRO  I. — CAPITULO  I.  29 

tradición  conservaba  por  largo  tiempo,  la  memo- 
ria de  los  lugares  eri  que  se  detenia,  y  el  senci- 
llo pueblo  los  miraba  con  reverencia  como  luga- 
res consagrados  por  la  presencia  del  Inca.  ^ 

Los  palacios  reales  eran  magníficos,  y  lejos 
de  haberlos  solo  en  la  capital  y  en  algunas  de 
las  principales  ciudades,  lo.s  tenían  distribuidos 
por  todas  las  provincias  de  su  vasto  imperio.  ^ 
Los  edificios  eran  bajos;  pero  cogian  una  gran- 
de estension  de  terreno.  Tenían  algunas  habi- 
taciones espaciosas,  bien  que  la  mayor  parte 
eran  pequeñas,  y  no  se  comunicaban  entre  sí, 
sino  que  todas  tenian  la  puerta  o  un  patio  co- 
mún. Las  paredes  se  componían  de  trozos  de 
piedra,  semejantes  á  los  empleados  en  la  forta- 
leza del  Cuzco,  de  que  ya  se  ha  hablado,  sin  re- 
labrar, mas  que  en  los  costados  que  tocaban  á  las 
otras  piedras,  y  esto  con  tanto  primor,  que  ape- 
nas podian  descubriré^  las  junturas.  Los  techos 
eran  de  madera  o  de  juncos,  y  han  sucumbido  á 
la  acción  destructora  del  tiempo,  que  ha  respe- 
ta manera  eran  taa  temidoa  los  puede  ver  el  lector  en  el  n?  1 
Reyes  que  si  salían  por  el  rey-  del  Apéndice, 
no  y  permitían  alzar  algún  pa-  .  39  Garcilaso,  Com.  Reat, 
no  de  los  que  iban  enjas  andas  Parte  I,  lib*  3,  cap.  14;— tib.  6 
para  dejarse  ver  de  sos  vasallos,  eap.  3,— Zarate«  Conq.  del  Pera, 
alzaban  tan  gran  alarido  que  ba-  lib.  1,  cap  11. 
£ian  caer  las  aves  de  lo  alto  don-  40  Velasco  ha  dicho  algo  de 
.  de  iban  volando  á  ser  tomadas  ú  varios  de  estos  palacios  situados 
manos"  (Relación,  MS^  eap.  en  diferentes  puntos  del  Reino 
10.)  £1  mifuiio  autor  ha  dado  en  de  Quito.  Hist.  de  Quito,  tonl. 
otro  lugar  una  relación  mas  creí-  J.  pp.  196—197.. 
bb  de  las  marchas  reales,^  que 


30  CONQUISTA  DEL  PEtlü. 

lado  algo  mas  las  paredes  de  los  edificios.  £1 
carácter  del  todo  parece  haber  sido  mas  bien  la 
fuerza  y  solidez,  que.iin  deseo  de  ostentar  elegan* 
cia  artística.  ^^ 

Mas  cualquiera  que  fuese  la  falta  de  elegancia 
en  el  esterior  de  las  mansiones  reales,  quedaba 
mas  que  compensada  por  el  lujo  del  interior, 
donde  los  príncipes  peruanos  ostentaban  toda  su 
opulencia.  Las  paredes  de  los  aposentos  esta- 
ban c:isi  cubiertas  de  adornos  de  oro  y  plata. 
De  trecho  en  trecho  se  veian  colocadas  en  los 
nichos  hechos  al  intento,  varias  imitaciones  de 
plantas  y  de  animales,  curiosamente  trabajadas 
de  los  mismos  metales,  y  hasta  en  la  mayor  par- 
te del  ajuar,  inclusos  los, utensilios  destinados  á 
los  usos  mas  comunes,  desplegaban  la  misma 
magnificencia.  *^  Mezcladas  con  estos  vistosos 
adornos,  se  Teian  ricas  telas  de  colores  de  la  mas 

41  Cieza  de  León,  dr^nica,  do  «re  oro  y  plata,  y  esto  no  en 
cap.  44. — ^Antig.  y  Monumentos  un  lugar  y  en  una  parte  lo  tenia, 
del  Perú,  MS. — Véanse,  entre  sino  en  muchas."  (Sarmiento, 
otras,  las  descripciones  de  las  ruí-  Relación,  M8.,  tKp¿  11.)  Vean* 
ñas  que  existen  de  los  edificios  se  también  las  brillantes  descríp- 
reales  de  Callo,  die%  leguas  al  clones  de  los  palacios  de  Vílcae, 
Sur  de  Quito,  que  han  hecho,  al  O.  del'Cuzco,  que  hace  Cieza 
.prknero  UHoa  (Voyage  tó  S.  de  León,  según  le  contáronlos 
America,  b.  6,  ch.  11,)  y  después  Españobs  que  los  vieron  en  to- 
cón mas  esmero  Humboldt  Yues  -  do  su  esplendor.  (Crdiiica,  cap. 
des  Cordilléres,  p.  197.)  S9.)    Los  viageros  modernos  ha- 

42  Garcilaso,  Com.  Real.,  cen  mención  de  los  nichos  que 
Parte  1,  lib.  6,  cap.  1.  todavía  se  ven  ^i  las  paredes^ 

''Tanto  que  todo  el  servicio  de    (Humboldt,  Yues  des  CordiHé- 
la  casa  del  Rey  asi  de  cantaras    res.  p.  197.) 
para  bu  vino,  como  de  c4>cifuif  te- 


LIBRO  i. — CAPITULO  I.  81 

selecta  lana  del  Perú,  y  de  tan  bella  apariencia 
que  los  soberanos  españoles,  con  todo  el  lujo  de 
Europa  y  de  Asia  á  su  di¡$posicion,  no  se  desde- 
ñaban de  usarlas,  ^^  La  servidumbre  real  se  com- 
ponía de  una  multitud  de  criados  que  enviaban 
las  ciudades  y  pueblos  de  las  cercanías,  las  que, 
como  en  Méjico,  tenían  obligación  de  proveer  al 
monarca  de  leña  y  otros  narios  artículos  ca^a  «I  / 
consumo  del  palacio.  -:  '     .  / 

Pero  ningún  lugar  agradd  tanto  á  los  Incas  f  '  / 
para  s<i  habitación  como  el  valle  de  Yucay,  á  co- 
sa de  cuatro  leguas  de  su  capital.  En  este  deli- 
cioso valle,  encerrado  entre  los  ramales  de  la 
sierra,  que  le  protegían  contra  las  molestas  bri- 
sas del  Este,  y  refrescados  por  limpias  fuentes  y 
claros  arroyuelos,  edificaron  sus  mas  hermosos 
palacios.  Cuando  se  fastidiaban  del  bullicio  y 
del  polvo  de  la  ciudad,  gustaban  de  retirarse  allí 
á  disfrutar  de  la  compañía  de  sus  concubinas  fa- 
voritas, paseando  por  entre  bosques  y  jardines, 
y  aspirando  sus  perfumes  que  embriagaban  los 
sentidos,  y  convidaban  los  miembros  á  un  volup- 
tuoso descanso.  AIIk  también  venían  á  gozar  de 
sus  lujosos  baños,  surtidos  por  aguas  cristalinas 
que  corrían  por  canales  de  plata  á  recogerse  en 

43    '*La  ropa  de  la  cama  toda  las  han  traído  para  la  cama  del 

era  de  maiitin,  j  fregadas  de  lana  fiey  Don  Phelipe  Segundo"  Crar- 

de  YicuSa,  qne  es  tan  fina,  j  tan  cilaso,  Com.  Real.,  Parte  1,  lib. 

regalada,  qne  entre  otras  cocos  6,  cap.  1. 
preciadas  de  aquellas  tierras,  se 


32  CONQUISTA  DEL  PEEU. 

depósitos  de  oro.  Los  espaciosos  jardines  esta- 
ban cubiertos  de  innumerables  plantas  y  flores, 
que  crecen  sin  trabajo  en  esta  región  templada  de 
los  trópicos,  y  á  suí  lado  se  veian  cuadros  desti- 
nados á  una  vegetación  mas  estraña,  en  donde 
^  lucian  todos  los  diversos  productos  del  reino  ve- 
getal diestramente  imitados  en  plata  y  oro!  En- 
tré ellos  se  hace  mención  particular  del  maíz,  el 
grano  mas  hermoso  de  la  América,  y  se  lalaba  la 
destreza  del  artífice,  que  dejaba  entrever  en.me- 
dio  de  las  anchas  hojas  de  plata  la  maizorca  de 
oro,  y  la  delicada  barba  de  la  misma  materia  que 
flotaba  con  gracia  en  su  estremidad.  ^* 

Si  esta  deslumbradora  piotura  jKirece  increí- 
ble á  alguno  de  los  lectores,  tenga  presente  que 
las  montañas  del  Perú  brotaban  oro;  que  los  na- 
turales conocian  el  arte  de  trabajar  las  minasen 
grande;  que  ningún  metal  se  convertía  en  mone- 
da, como  después  veremos,  y  que  todo  iba  á  pa- 
rar á  manos  del  soberano,  para  que  le  emplease 
en  provecho  suyo,  fuese  en  objetos  de  utilidad  ó 
de  lujo.  Lo  cierto  es  que  no  hay  hecho  mejor 
asegurado  por  el  testimonio  unánime  de  los  mis- 
mos conquistadores,  que  tenian  sobrada  ocasión 

44     GarcUaso,   Com.   Real.,  pleada  en  tcNs  edj&áw  reai€«  d« 

Parte  1,  lib.  5,  cap.  26;  lib.  6,  cap.  -  Tambo,  en  un  valle  no  lejos  de 

2. — Sarmiento,  Relación,  Ms.,  Yucay.    (Ubi  supra.)    Los  Es- 

.cap.  24. — Cieza  de  León,  Cr6-  pañoles  son  muy  esciuables  eti 

uica,  cap.  94.  haber  demolido  tales  edificios ,  si 

Este  último  escritor  habla  de  alguna  vez  llegaron  á  dar  con 

mía  mezcla  en  que  elitraba  una  éllq\ 
parte  de  oro  liquido,  y  fué  em- 


LIBRO  I.— CAPITULO  I.  33 

de  informarse!  y  ningún  motivo  de  desfigurar  los 
hechos.  Los  poetas  italianos  en  sus  pomposas 
pinturas  de  los  jardines  de  Alcina  y  Morgana,  se 
acercaron  á  la  verdad  mas  de  lo  que  se  figuraban^ 

Lo  que  sí  deberá  sorprendernos  es  el  saber 
que  esta  riqueza  que  ostentaban  los  príncipes 
peruanos  era  tan  solo  la  que  cada  uno  habia  jun- 
tado para  su  uso.  Nada  recibian  por  herencia 
de  sus  antepasados.  A  la  muerte  de  un  Inca,  sus 
palacios  eran  abandonados;  todos  sus  tesoros,  es- 
cepto  lo  que  se  gastaba  en  los  funerales,  sus 
muebles  y  sus  vestidos,  se  quedaban  como  él  los 
habia  dejado,  y  todas  sus  habitaciones,  menos 
una,  se  cerraban  para  siempre.  El  nuevo  sobe- 
rano debia  procurarse  de  nuevo  todo  lo  necesa* 
rio  para  sostener  el  brillo  de  la  dignidad  real, 
fil  motivo  de  esto  era  la  creencia  popular  de  que 
el  alma  del  difunto  monarca  volvería,  pasado  al- 
gún tiempo,  á  reanimar  el  cuerpo,  y  deseaban 
que  á  su  vuelta  encontrase  listas  para  recibirle 
todas  aquellas  cosas  de  que  habia  usado  en  vi- 
da. « 

Cuando  moría  un  Inca,  o  según  ellos  decian^ 
*^ra  llamado  á  las  mansiones  de  su  padre  el 
Sol,"  *^  se  celebraban  sus  funerales  con  la  ma- 

45  Acosta,  libu  6,  cap.  12.—  que  moría  en  la  batalla  iba  á  ha^ 
Garcilaso,  Gom.  Real.,  parte  jl,  cer  compañía  al  sol  en  su  lucienv 
Ilb.  6,  cap.  4.  te  carrera  por  el  e¿»pijM;io.     (Véa- 

46  Los  Aztecas  creían  tam-  se  la  Conquista  de  México,  lib.  Z 
U!en  qne  el  alma  del  i^uerrero  cap.  3.) 


34  CONQUISTA  DEL  PERÚ, 

yor  pompa  y  solemnidad.  Se  extraían  al  cadlt- 
ver  las  entrañas,  y  se  depositaban  en  el  templo 
de  Tampu,  á  cinco  legnas  de  la  capital.  Con  los 
cuerpos  se  enterraba  una  porción  de  joyas  y  va- 
jilla, y  muchos  de  sus  domésticos  y  concubinas 
favoritas,  eran  inmolados  sobre  su  sepulcro.  A 
mil  llegaba  á  veces,  según  dicen,  el  numero  de 
estas  víctimas.  *^  Algunas  de  ellas  manifesta- 
ban la  natural  repugnancia  á  sacrificarse  que  en 
ciertas  ocasiones  se  ha  visto  en  la  India  en  las 
víctimas  de  una  superstición  semejante;  pero  és- 
tos serian  tal  vez  los  criados  inferiores,  pues 
se  verifico  mas  de  una  vez  que  las  mugeres  se 
diesen  la  muerte  á  sí  mismas,  cuando  se  les  im- 
pedia atestiguar  su  fidelidad  por  este  sacrificio 
conyugaL  A  esta  triste  ceremonia  seguia  un 
luto  general  ^  todo  el  imperio.  Durante  un 
año  se  reunia  el  pueblo  en  dias.  señalados,  para 
renovar  las  demostraciones  de  su  dolor;  hacían- 
se procesiones  en  que  se  llevaba  el  estandarte 
del  perdido  monarca;  nombrábanse  poeta»y  tro* 
vadores  que  conservasen  la  memoria  de  sus  ha- 
zañas, y  sus  cantos  continuaban  repitiéndose  en 
las  grandes  festividades  á  presencia  del  monar- 
ca reinante,  estimulando  de  este  modo  á  lo»  vi- 
vos con  el  glorioso  ejemplo  de  los  muertos.  *® 

47     Conq.  i  Pob.  del  Piru,    les  de  Hiiayna  Capac,  el  último 
MS.— Acosta,  lib.  5,  cap.  6.  de  los  Incas  antes  de  la  llegada 

Según  Sarmiento,  cuatro  mil    de    los    Españoles.      Relación, 
de  estas  víctimas  (por  fortuna  se-    MS*,  cap,  65. 
rá  tal  vez  una  exageración)  tcrT-  "'   48    Cicza  de  I^eon,  Crónica, 
mentaron  el  brillo  dé  los  funer»-    cap.  e2L**Garcilaso,  Com.  Real., 


híJ^RO  I. — CAPITULO  I.  35 

El  cuerpo  del  Ipca  difunto  era  cuidadosamen- 
te embalsamado  y  conducido  al  gran  templo  del 
ISol  en  el  Cuzco.  Allí,  al  entrar  en  el  venerable 
santuario,  podía  ver  el  monarca  peruano  Las  efi- 
gies de  sus  reales  progenitores  colocadas  en  dos 
bilerasunas  enfrente  deotras;  los  hombres  álade- 
recha,  y  sus  consortes  a  la  izquierda  del  grande 
astro  de  oro  que  brillaba  en  el  fondo  del  templo. 
Los  cuerpos,  adornados  con  el  trage  real  que  ha- 
bian  usado  siempre,  estaban  sentados  en  sillas  de 
oro,  con  la  cabeza  i)iclÍQáday  las  manos  cruzadas 
sobre  el  pecho,  la  faz  con  su  mismo  color  oscuro 
natural,  menos  sujeto  á  cambiar  que  el  tinte  nías 
elaro  del  europeo,  y  su  cabellera  de  ébano  d  de 
plata,  iBégun  la  edad  á  que  habían  muierto.  Par 
recia  nna  reCtnion  de  fi!elea  devotos,  absortos  en 
la  contemplación  divina;  tan  naturales  eran  ssus 
formas  y  perfecta  su  coiiá^ervacion.  Los  Pema* 
nos  fueron  tan  afortunados  coma  los  Egipcios, 
cm  el  triste  empeño  de  prolongar  la  existencia 
de  los  cuerpos  mas  allá  de  los  límites  que  les  ha 
señalado  la  naturaleza.  *^ 

.Parte  1,  lib.  6,  cap.5.— Sannien-  gardo  corregidor  del  Cuzco  des- 

to,  Relación,  MS.,  cap.  8.  cubrió  cinco  de  ellas,  tres  hombres 

49     Ondegardo,   Reí,  Prim.,  ydosmugeres.  Los  primeros  eran 

MS. — Garcilaso,    Com.    Real.,  los  cuerpos    de   Viracocha,   del 

Parte  1,  lib.  5,  cap.  29.  gran  Tupac  Inca  Yupanqui,  y 

Los  Peruanos  escondieron  des-  de  su  hijo  Huayna  Capac.  Gar- 
pües  de  la  conquista  estad  mo-  cilaso  las  vio  en  1560.  Estaban 
jnias  de  sus  soberanos,  para  que  .cubiertas  con  las  vestiduras  rea- 
Ios  Españoles  no  las  profanasen  les,  sin  mas  insigcias  que  el  Uau- 
con  sus  insultos.     Sicndg  Onde-  fu  en  la  cabeza,  sentados,  y  co- 


36  CONQUISTA  DEL  PÉRÜ* 

Alimentaban  ana  ilusión  mas  estravagante  to* 
davía  en  los  cuidados  qae  les  merecían  estos 
despojos  insensibles^  como  si  aun  la  vida  les  ani« 
mase.  Una  de  las  casas  pertenecientes  al  difun" 
to  Inca  se  conservaba  abierta  j  ocupada  por  su 
guardia  y  servidumbre,  con  toda  la  pompa  cor* 
correspondiente  á  la  magestad.  En  ciertas  y 
determinadas  festividades,  los  venerandos  cuer* 
^os  de  los  soberanos  eran  sacados  con  gran  ce- 
remonia á  la  plaza  publica  de  la  capital.  £1  res'- 
pectivo  capitán  de  guardias  invitaba  á  todos  los 
nobles  y  oficiales  de  la  corte,  y  preparaba  ban* 
X  quetes  á  nombre  de  «u  amo,  en  que  desplegaba 
pi:^fasaiiiente  toda  la  magnificencia  de  sus  teso-» 
ros  y  "tal  riqueza,*'  dice  un  antiguo  cronista,  "ha- 
bía en  esta  ocasión  en  la  plassa  del  Gnzco,  en 
oro,  plata  y  pedrería,  como  no  la  vio  ninguna 
otra  ciudad  del  mundo."  ^  El  banquete  era  ser* 
vido  por  los  criados  de  las  casas  respectivas,  y 
los  convidados  participaban  del  ftinébre  festin 

mo  61  dice  ^^ny  al  vivo,  sin  fat-  ta  %iie  los  vio  pausados  ya  veit^ 

tarleíi  siquiera  tufl  cabello  ni  una  anos,  los  pinta  todavia  ea  nn  e»' 

pestaña."     Cuando  las  llevaban  tado  de  perfecta  conservación, 

por  las  calles  envueltas  en  nn^  50   ^'Tenemos  por  muy  cierto 

manta,  para  tüayor  decencia,  los  que  ni  en  Jerusatem,  Roma,  ni 

indios  se  arrodillaban  en  seña]  en  Persja,  ni  en  ninguna  parte 

de  veneración,  con  muchas  lá.  del  mundo,  por  ninguna  repábli- 

¿rimas  y  sollozos,  y  aun  se  con*  ca  ni  rey  de  él,  se  juntaba  en  un 

llovieron   mas   cuando    vieron  ngar  tonta  riqueza  de  metales  do 

quitarse  las  gorras  á  varios  eepa-  oro  y  plata  y  pedrería  como  en 

fióles  en  prueba  de  respeto  á  los  esta  plaza  del  Cuzco;  quando  es- 

4ue  fueron  monarcas.   (Ibid.,  ubi  tls  fiestas  y  atrás  semejantes  sé 

süpra.)    Los  cuerpos  se  Uevarotí  haciaü.'^,    ^artílíento,  KeAacióqf^ 

d  «spues  á  Lima;  y  el  padre  Acos-  ttd.^  cap.  27, 


€ti  presencia  del  real  Cadáycr  con  tanta  exacti- 
tud en  el  ceremonial  díe  la  corte,  como  si  el  mo-» 
narea  vivó  lo  presidiese.  ^^ 

La  nobleza  del  Perii  se  (íividia  en  do^  ordenes^. 
El  primero  y  mas  importante  era  el  de  los  Incas^ 
que  cotno  se  gloriacban  de  descender  del  mismo 
origen  qa€  sa  soberanfó,  gozabaíí  de  uff  refleja 
de  stt  gloria^  dortío  lo»  mfonartós  pferüanos  se 
aprovechaban  con  toda  franqueza  del  dertecto 
de  po^ligarniiay  dejaban  una  posteridad  de  cieftta 
f  á  vetíes  doscietitos  hijosj^así  poesy  los  nóbletf 
de  sanare  reatíf  aunque  tío  se  édmíprcfíifdiesén  mai» 
Qníe  los  desiirendiefítes  por  íinéai  rtíasculina,-  llegan 
íotf  á  se'r  €(ín  el  tiénpo  muy  numerosos.  ^    &0 

51  ídem,  Relacíbif,  AÍS/,  cap.  52    Garcilata^dic'e  que  mas  ¿sí 

^f  527.- — ^^Ondégardo',  Rél.  Seg.,  trescientos.    Tal  número,  aoií»' 

MS.  qué  al  |»r0nto  asusté,  n^  es  ia* 

Per6  según  Sarmiento  solo'  sé  créible,  di,  cémé   Huajna  Ca^' 

ifonralML  dé  este  modo  á  los  príñ-  pac,  tenían  setecientas  mugeres* 

éipés  justos  j  taleréios,  ''cuyas  en  su  sé^hraDo.     V/  Sarmiento, 

almas  c^la  el  necio  pueblo  que  Relación,  MS,,  cap.  7. 

|;ozában  del  cielo  por  suk  Turát-  53     Gatcilésó  üaémcioniii  u¿fa- 

des,  atmque  6ta  cierto,"  segmi  clase  dé  íncñBp&r  privilegio,  Á 

ttos  asegura  el  mismo  escrito^  quienes  sé  permiéauiBar  del  nom^^ 

^ue  estaban  ardiendo  mientnEí  tire  y  gozar  dé  muc^  de  las  in-' 

én  los  infiernos.*^  ''IKgd  los  (fue  mnnidadés  de  los  dé  sangré'  real/ 

^bieYído  Bid(f  en  vida  únenos  y  auÉniítié  sol»  déseeiidktf  é4f  Un' 

tldé^dsos,  genérésoB  con  los  In*  grandes  Tasáilos  que  sirvieron  pri- 

dios  en  les  hacer  mercedes,  per<f  iHero  á  ISS  ordénes  de  Mnnaf 

donadores  de  injurias,  porque  á  Capáé.  (Cdm.  Réied.,  Parte  1,  lib/ 

estos  tales  oanonizabiuDi  en  sa  ce-  1,  cap  22.)    Sería  de  deseat  que 

guedad  por  santos  y  honraban  este  hecho  importante,  á  que  Rtf 

sus  huesos,  sin  entender  que  las  refiere  con  frecuencia,  se  hallase 

ánimas  ardún  eta  los  infiernos,  y  confirmado  siquiera  por  <ítn¿  tÉ^ 

éreian  que  estaban  en  el  Áelo."  tcmdaid. 
Aid,,  ubi  sapra. 

1  s 


88  CONQUISTA  DEL  FERU» 

dividían  en  diferentes  ramas  que  remontaban  su 
origen  á  un  individuo  diferente  de  la  familia  real, 
aunque  ^odas  venian  á  rematar  en  el  divino  fun- 
dador del  imperio. 

Distinguíanse  por  muchos  y  muy  importante» 
privilegios:  usaban  un  traje  particular:  hablaban 
un  dialecto  propio  de  ellos,  si  hemos  de  creer  á 
su  cronista,  ^  y  tenian  señalada  para  su  manu- 
tención la  mejor  parte  de  las  propiedades  publi- 
cas. Los  mas  de  ellos  vivian  en  la  corte  cerca 
de  la  persona  del  príncipe,  donde  tomaban  parte 
en  los  consejos  y  se  sentaban  á  su  mesa,  d  á  lo 
menos  comian  de  lo  que  el  Inca  les  enviaba.  So- 
lamente ellos  podian  desempeñar  las  principales 
dignidades  del  sacerdocio:  se  les  daba  el  mando 
de  los  ejércitos  y  de  las  guarniciones  distantes: 
eran  los  gobernadores  de  las  provincias,  y  en  su- 
ma, ocupaban  todos  los  puestos  de  confianza  y 
provecho.  ^^  Hasta  las  leyes,  tan  severa»  en  su 
tenor  general,  parecen  no  haberse  hecho  para 
ellos,  y  el  pueblo,  haciendo  participar  á  todo  el 

54  "Los  llagas  tuvieron  otra  55  ''Una  sola  gente  hallo  yo 
Lengua  particular  que  hablavaA  que  era  exenta;  que  eran  los  In- 
entre  ellos,  que  no  la  entendían  gas  del  Cuzco  j  por  allí  al  réde- 
los demás  Indios,  ni  les  era  licito  dor  de  ambas  parcialidades^  por- 
aprenderla,  como  Lenguage  Di-  que  estos  no  solo  no  pagavui  trí- 
vmo.  Esta  me  escriuen  del  Pe-  buto,  pero  aun  comian  de  lo  que 
ru,  que  se  ha  perdido  totalmente,  traían  al  Inga  de  todo  el  reino,  y 
porque  como  pereció  la  repábli-  estos  eran  por  la  mayor  parte  los 
ca  particular  de  los  Incas,  pere-  Govemador^  en  todo  el  reino, 
ció  también  el  Lenguage  dellos.'*  y  por  donde  quiera  que  iban  se 
Garcilaso,  Com.  Real.,  Parte  I,  les  bacja  mucha  bonrra."  Onde* 
líb.  7,  cap.  1.  gardo,  Reí.  Prim»,  M8.           .  * 

i 


LIBRO  1. — CAPlTül^  I.  90 

óráeu  del  carácter  sagrado  de  que  estaba  inres- 
tfdo  el  soberano,  consideraba  que  un  noble  Inca 
era  incapaz  de  cometer  un  crimen.  ^^ 

Formaban  el  otro  orden  de  la  nobleza  los  Ctt^ 
racas^  esto  es,  los  caciques  de  las  naciones  eon- 
(inivstadas,  o  sus  descendientes.  Generalmente 
]ei3  dejaba  el  gobierno  en  sus  puestos,  y  solo  se 
les  exigia  que  visitasen  de  cuando  en  cuando  la 
capital,  y  que  consintieran  en  que  sus  hijos  fue- 
sen educados  en  ella  como  prendas  de  su  fideli- 
dad. No  es  fácil  definir  la  naturaleza  y  estension 
de  sus  privilegios.  Su  poder  era  mas  o  meno^ 
grande,  según  la  estension  de  su  patrimonio  y 
el  número  de  sus  vasallos,  y  su  autoridad  pasa- 
ba de  padres  á  hijos,  aunque  á  veces  el  pueblo 
era  quien  escogia  el  sucesor.  ^^  No  ocupaban  los 
jpuestos  mas  distinguidos  en  el  gobierno,  ni  los 
inmediatos  á  la  persona  del  soberano  como  los 
;}obles  de  la  sangre  real.  Su  autoridad  era  pu- 
ramente local  y  siempre  subordinada  á-  la  juris^ 
dicción  territorial  de  los  gobernadores  de  las 
provincias,  que  constantemente  se  elegían  de  en- 
tre los  Incas.  ^ 

56  i^Garcilaso,  Com.  Real.,  tre  los  hijos  del  difunto  cuTd- 
Parte  1,  lib.  2,  cap.  15.        .  ca.— "En  m¡n^"  dice  Ondégac^ 

57  Parece  que  en  este  caso  do  '^no  habia  un  orden  de  suce- 
cra  costumbre  que  el  sucesor  sion  tan  invariable  que  no  pu- 
nombrado  fuese  prjBse&tado  al  diese  ser  cambiado  á  voluntad 
Inca  para  que  le  confirmase  en  del  soberano."  Kel.  Frim.,  MS. 
BU  <fignidad.  (Dec.  de  la  Aud.  58  Garcüa^o,  Com.  Real., 
Real.,  MS,)  Otras  veces  el  Inca  Paite  1,  lib.  4,  cap.  10.— Sar- 
mismo  escogia  e)  heredero  de  en-  miento,  Relación,  MS.,  cap.  11. 


40  CONQUISTA  DEL  PERÚ. 

La  nobleza  Inca  era  sin  dada  la  que  consti' 
tuia  la  verdadera  ftierza  de  la  monarquía  perua- 
na. Ligados  á  su  soberano  por  los  vínculos  de 
la  sangre,  sus  simpatías,  y  en  gran  parte  sus  in- 
tereses, eran  comunes.  Distinguidos  del  resto 
de  los  ciudadanos,  tanto  por  su  traje  y  distinti- 
vos particulares,  como  por  su  idioma  y  origen, 
nunca  se  confundieron  con  las  otras  tribus  y  na- 
ciones qñe  se  iban  incorporando  en  la  gran  mo- 
narquía peruana.  Después  del  transcurso  de 
muchos  siglos,  todavía  se  distinguían  de  los  otrq^ 
como  un  pueblo  particular.  Eran  en  aquel  país 
para  las  razas  conquistadas,  lo  que  los  Romanos 
para  las  tribus  bárbaras  delimperio  ó  lo  que  lois 
Normandos  para  los  antiguos  habitantes  de  las 
Islas  Británicas.  Reunidos  en  derredor  del  tro- 
no, formaban  una  falange  invencible,  que  le  pro* 
tegia,  así  contra  la  conspiracioh  oculta  como 
contra  la  insurrección  declarada.  Aunque  su 
principal  residencia  era  en  la  c^^pital,  los  había 
también  distribuidos  por  toda  la  estension  del 
país,  en  todos  los  empleois  distinguidos  y  pun- 
tos fortificados,  formando  líneas  de  comunica- 
ción con  la  corte,  por  cuyo  medio,  la  acción 
del  gdbierno  podía  alcanzar  á  un  mismo  tiem- 
po á  los  puntos  mas  distantes  del  imperio.  Dis- 
tinguíanse ademas  por  una  superioridad  intelec- 
tual, que  no  contribuía  menos  que  su  posición, 

— Dec.  de  la  Aud.  Real.,  MS.—    93.— Conq..  i  Pob.  del  Piru,  M?, 
Ciozfii  áe  hhon.  Crónica,  cap. 


CAPITULO  I. — LIBRO  I.  41 

á  hacer  que  sn  autoridad  fuese  respetada  por  el 
pueblo,  y  este  era  sin  duda  el  mejor  sosten  de 
ella.  Los  cráneos  de  la  raza  Inca  manifiestan 
una  decidida  superioridad  en  las  facultades  in- 
telectuales '^  sobre  las  demás  razas  del  pais,  y 
no  puede  negarse  que  este  fué  el  origen  de  la 
civilización  y  adelantos  sociales  que  elevaron  el 
Perú  á  una  preeminencia  tan  notable  entre  los 
demás  pueblos  de  la  América  Meridional.  De 
donde  vino  esta  raza  estraordinaria,  y  cual  sea 
su  historia  primitiva,  es  uno  de  aquellos  miste- 
rios que  con  tanta  frecuencia  se  encuentran  en 
los  anales  del  Nuevo  Mundo,  y  á  cuya  esplica- 
cion  han  contribuido  aun  tan  poco  el  tiempo  y 
los  anticuarios. 

59  £1  Dr.  Morton  trae  en  su  por  cierte^  es  mucho  mayor  que 
«preciable  obra  Tarios  grabados  el  de  los  últimos,  que  es  notable- 
de  los  cráneos  de  los  Incas  y  de  la  meiite  «|ado,  é  iadica  «a  escaso 
gente  común  del  Pera,  y  se  ad-  éesarroUo  intelectual-  Crania 
vierte  que  el  ángtdo  facial  de  \6ñ  fAmericana  (Philadelphia,  Í^J) 
primeros,  aunque  no  muy  grande 


OAPZTT7LO  n. 


Clases  del  Estado. — Administración  de  Justicia. 

^^DlVlSlON    DE    LAS    TiERRAS. ReNTAS  Y    ReGISTBO 

Civil. — Caminos  reales  y  Correos. — Táctica  Mi- 
litar, Y  Política. 

Si  la  organización  particular  y  única  en  su  es- 
pecie, de  la  que  puede  llamarse  la  aristocracia 
peruana  nos  sorprende,  nuestra  admiración  su- 
birá de  punto  conforme  vayamos  descendiendo  á 
las  clases  inferiores  de  la  república,  y  descubra- 
mos el  artificio  de  sus  instituciones,  tan  refinado 
como  el  de  las  leyes  deja  antigua  Esparta,  y  aun- 
que por  otro  camino,  tan  repugnantes  cofuo  és- 
tas á  los  principios  inseparables  de  nuestra  na- 
turaleza. Licurgo,  sin  embargo,  forma  sus  le- 
yes para  un  estado  pequeño,  al  paso  que  las  del 
Perú,  aunque  al  principio  se  destinaron  también 
para  uno  de  igual  clase,  parecian  poseer,  como  la 
tienda  mágica  de  los  cuentos  árabes,  una  elasti- 
cidad sin  limites,  pues  convenian  del  mismo  mo- 
do al  estado  en  su  infancia  que  en  su  época  mas 
floreciente.  En  esta  aptitud,  para  acomodarse 
á  los  cambios  de  las  circunstancias,  se  descubre 


LIBRO  I- — CAPITULO    11.  43 

nna  inventiva  que  indica  no  pequeños  adelantos 
en  la  civilización. 

El  nombre  de  Perú  era  desconocido  de  sus  na- 
turales. Diéronselo  los  Españoles,  y  provino, 
ségun  dicen,  de  haber  entendido  mal  la  palabra 
India,  que  significa  "rio."  *  Sea  como  fuere,  lo 
cierto  es  que  los  naturales  no  tenian  otro  nom- 
bre con  que  designar  la  multitud  de  tribus  y  na- 
naciones  reunidas  bajo  el  cetro  de  los  Incas,  que 
-  el  de  Tavantimuyu,  ó  "las  cuatro  partes  del  mun- 
do." *  Esto  no  debe  coger  de  nuevo  á  un  ciu- 
dadano de  los  Estados-Unidos,  que  no  tiene  otra 
denominación  con  que  clasificarse  entre  las  na- 
ciones, que  la  que  toma  de  una  de  las  partes  del 
mundo.  ^  El  reino,  según  lo  indicaba  su  nom- 
bre, estaba  dividido  en  cuatro  partes,  conocidas 

1  PelUf  según  Garcilaso,  es  un  traiisicion  muy  natural  se  corrom* 

nombre  indio  que  significa  "rio,"  pió  después  en  Phiru,  Piru,  Pe- 

y  lo-^HTofiri^  line  de  ios  naturales  ru!    £1  primer  libro  de  las  Me- 

para  responder  á  una  pregunta  morías,  que  comprende  treinta  j 

que  le    hicieron  los  españoles,  dos  capítulos,  está  destinado   á 

•  quienes  se  figuraron  que  este  era  tratar  de  tan  precioso  descubrí 

el  nombre  4el  país.  (Com.  Real.,  miento. 

Parte  1,  lib.  1,  cap.  6.)  Seme-  2  Ondegardo,  Reí.  Prim.* 
jantes  equivocaciones  han  da-  MS. — Garcilaso,  Com.  Real., 
do  origen  á  muchos  nombre»  de  Part9*l,  lib.  2,  cap.  11. 
lugares,  tanto  en  la  América  del  3  Sin  embargo,  un  AmerUo' 
Norte  como  en  la  del  Sur.  Mon-  no  puede  hallar  alimento  para  su 
tesinos,  sin  embargo,  niega  que  vanidad  en  la  reflexión,  de  que  él 
haya  tal  palabra  india  que  signi-  ha  obtenido  esdusivamente  el 
fique  "rio."  (Mem.  Antiguas,  nombre  de  una  de  las  cuatro  par- 
MS.,  lib.  1,  cap.  2.)  Según  es-  tes  del  mundo  habitada  por  tan- 
te  escritor,  el  Perú  es  el  antiguo  tas  naciones  civilizadas. — ¿Pero 
Ophiry  de  donde  sacó  Salomón  este  nombre  les  fue  concedido  ó 
tantas  riquezas,  y  que  por  una  ellos  se  lo  tomaron? 


44  .  eoNaüiSTA  del  perú. 

por  otros  tantos  nombres,  á  cada  unade  las  cuales 
se  dirigía  uno  de  los  cuatro  caminos  principales 
que  partían  del  Cuzco,  la  capital  ú  ombligo  de  la 
.  monrquía  peruana.  La  ciudad  se  dividia  asímis* 
mo  en  cuatro  cuarteles,  y  cada  raza  de  las  varias 
que  allí  se  reunian  de  los  puntos  mas  distantes 
del  imperio,  vivia  en  el  cuartel  ntas  cercano  á  su 
respectiva  provincia.  Todas  continuaban  usan- 
do su  mismo  traje  provincial,  de  modo  que  era 
fácil  conocer  su  origen;  y  así  entre  la  heterogé- 
nea población  de  la  capital  como  en  las  grandes 
provincias,  se  guardaba  el  mismo  orden  y  regian 
las  mismas  disposiciones. iLa  capital  era  verda- 
deramente una  copia  en  miniatura  del  imperto^ 
Cada  una  de  los  provincias  principales  estaba 
á  cargo  de  un  yirey  o  gobernador,  quien  la  re- 
gia con  la  ayuda  de  uno  ó  mas  consejos  para  lo& 
diversos  ramos.  Los  vireyes  residian  una  parte 
del  tiempo  en  la  capital  donde  formaban  uua  es- 
pecie de  consejo  de  estado  del  Inca. '  La  na- 
ción se  dividia  en  lo  general  en  decurias  o  peque- 
ños grupos  de  diez  personas;  cada  decurión  o  ca- 

4    Rid.,  Parte  1,  cap.  9, 10.  5    Dec.    de    la  Aud.   Real., 

-r-Ciezade  León,  Crónica',  c.  93.  MS.— GarcUaso,    Com.    Real.» 

La  capital  se  dividia  ademas  Parte  1,  lib.  2,  cap.  15. 
en  dos  partes,  la  alta  y  la  baja,  Esta  noticia  de  los  consejos  la 
cnja  división  provenia,  según  di-  debo  á  Garciláso,  que  mucha» 
cen,  de  que  la  población  de  cada  veees  llena  los  vacíos  que  dija- 
una  de  estas  partes  tenía  un  ori-  ron  sus  colaboradores.  Es  dudo- 
gen  diverso.  También  existia  es-  so  si  estos  remiendos  podrán  re- 
ta dividen  en  las  ciudades  infe-  sistir  ka  injurias  del  tiempo,  con 
ñores.  Ondegardo,  Reí.  Seg.,  -la  misma  firmeza  que  ^l  resto  ^ci 
M9«.  la  olíP»v 


LIBRO  I.— CAPITULO  II.  45 

beza  de  dee^tipria  era  superior  á  los  otros  nneve 
fnfiividuos^  y  »a  obligación  consistía  en  cuidar 
tle  que  gozasen  los  derechos  é  inmunidades  que 
les  correspondían f  pedir  al  gobierno  que  los  au^ 
exiliase,  si  era  necesario,  y  entregar  los  reos  á  ta 
;^usticia.  Para  que  no  anduviesen  remisos  en  es- 
ta parte^  habia  una  ley  que  eh  «aso  de  descuida 
les  iiiiponia  la  misma  pena  que  correspondía  al 
culpable.  Con  esta  ley  encima,  ya  podemos  fí^ 
guiarnos  que  no  seria  muy  fácil  burlar  la  vigi- 
laneiá  de  tín  rriagistraáo  del  Perú.  •  ^ 

Dividíase  ademas  el  pueblo  en  porciones  de 
cincuenta,  ciento,  quinientos  y  mil  íudividuos.r 
Cada  división  tenía  su  gefe  á  quien  rcconoeiaUf 
los  de  inferior  clase,  y  los  de  alta  graduación 
gomaban  de  cierta  autoridad  en  materias  de  po^ 
iicía.  Por  óltimo,  todo  el  imperio  se  dividía  en 
secciones  o  departamentos  de  diez  mil  habitan*' 
tes  cada  uno,  con  un  gobernador  escogido  de  en^ 
tre  la  nobleza  Inca,  á  quienes  estaban  sujetos  los 
curaca»  y  demás  autoridades  territoriales  de  stf 
demarcación.  Habla  adenim»  en  todas  las  ciudad- 
des  y  pueblos  pequeños,  tribunales  ordinarios 
compuestos  de  magistrados  que  conocían  dfe  los* 
delitos  leves,  pues  que  los  de  mayor  gravedad^ 

6.     Déc.   de   la  Aud.   Real.^  i^n  Jmndrtds  y  títhings!    Pero' la 

MS. — llloiitesitios,  Mem.   Antí-  ley  sajona  era  mudbo  mas  hn- 

l^as,  MS-,  Ubi  «;  cap.  6.— Onde-  mana,  pues  solo  imponía  una 

gardo,  Rel..Prim.,  MS.  multa  al  distrito  en  c(Ui»  d»(^^ 

iQuc  semejante  era  la  división  se  ñiga$e~alg)in  reo.- 
peruana,   «^n    la   anglo-^ajona 


46  COiNQUISTA  ܣL  fERU. 

tocaban  á  los  jueces  superiores,  que  eran  gene- 
ralmente los  gobernadores  o  gefes  de  los  distri- 
tos. Todos  estos  jueces  tenían  su  autoridad  y  re- 
cibían su  sustento  de  la  corona,  que  los  nombra- 
ba y  destituía  á  su  placer.  Tenían  obligación  de 
terminar  todo  litigio  di*.ntro  de  cinco  días,  con- 
tados desde  que  tomaban  conocimiento  de  él. 
No  había  apelación  de  un  tribunal  á  otro;  pero 
se  tomaban  medidas  eficaces  para  hacer  que  la 
justicia  se  adminístrase  cumplidamente.  Una 
comisión  de  visitadores  recorría  todo  el  reino  de 
cuando  en  cuando,  para  informarse  acerca  del 
carácter  y  conducta  de  los  magistrados,  y  cual- 
quiera falta  o  descuido  acarreaba  un  castigo 
ejemplar.  También  se  exigía  á  los  tribunales  in- 
feriores que  mensalmente  diesen  cuenta  de  sus 
procedimientos  á  los  superiores,  y  éstos  infor- 
maban del  mismo  modo  á  los  vireyes;  de  manera 
-  que  el  monarca  colocado  en  el  centro  de  sus  do* 
minios  podía,  por  decirlo  asi,  tender  la  vista  en 
derredor  hasta  sus  mas  remotos  confínes,  y  des- 
cubrir y  rectificar  cualquier  abuso  que  se  intro- 
dujese en  la  aplicación  de  las  leyes.  ^ 
Estas  eran  pocas  y  escesivamente  severas. 

7    Dec.  de  la  Aiid.  Real.,  MS.  peruanos  que-se  enGuentran  en 

— Ondegardo,  Reí.  Pñm.  y  Seg.,  las  autoridades  mas  antiguas,  son 

MSS. — GarcUaso,   Com.  Real.,  muy  eseasas  y  no  satisfacen  al 

Parte   1,  lib.  3,  cap.   11-14. —  historiador,  y  ni  la  íbcnnda  ima- 

Montesinos,  Mem.  Antig.,  MS.,  ginacion  de  Garcilaso,  ha  alcan- 

lib.  2,  cap.  6.  zado  á  llenar  este  vacio. 

Las  noticias  de  los  tríbonales 


LIBRO  I. — CAPITULO  II.  47 

Casi  todas  pertenecían  al  ramo  criminal,  pues 
un  pueblo  que  no  tenia  moneda,  poco  comercio, 
y  casi  nada  que  pudiera  llamarse  propiedad  fija, 
necesitaba  muy  pocas  leyes  de  otra  especie*  £1 
robo,  el  adulterio  y  el  asesinato,  eran  delitos  ca- 
pitales, aunque  se  señalaban  prudenten^ente 
varias  circunstancias  atenuantes  que  hacian  dis- 
minuir la  pena.  ^  La  blasfemia  contra  el  Sol, 
y  el  hablar  irrespetuosamente  del  Inca;  críme- 
nes que  podian  considerarse  como  de  una  mis- 
ma especie,  eran  castigados  de  muerte.  El  mu- 
dar las  mohoneras,  el  interceptar  el  agua  del 
vecino  para  introducirla  en  los  propios  terrenos, 
y  el  quemar  una  casa,  se  castigaba  también  se- 
veramente. El  quemar  un  puente  tenia  pena 
de  muerte,  pues  el  Inca  no  consentia  que  se  pu- 
siesen obstáculos  á  la  prontitud  de  las  comuni- 
caciones, tan  esencial  para  la  conservación  4^1 
orden  público.  Las  ciuaades  6  provincias  rebel- 
des eran  asoladas,  y  estermiñados  sus  habitado- 
res. El  rebelarse  contra  el  ''Hijo  del  SoP'  era 
el  mayor  de  todos  los  crímenes.  ® 

8      Ondegardo,  Reí.   Prím.,  de  muerte.    Con  dificultad  po- 

MS.-— Herrera,   Hist.   General,  dría  ponerse  en  ejecución  esta 

dec.  5,  lib.  4,  cap.  3.  ley^puesto  que  había  en  los  sur 

El  robo  se  castigaba  con  menos  bnrbios  de  las  ciudades  un  lugar 

severidad  si  el  agresor  lo  habia  destinado  para  habitación  de  las 

hecho  para  cubrir  las  necesida-  prostitutas,  6  á  lo  menos  se  les 

des  de  la  vida.    Es  una  círcuns-  permitía  residir  en  ellos.    Véase 

tancia  singular  que  la  ley  del  Pe-  á  Grarcilaso,  Qom.  Real.,  Parte 

r6  no  hacia  distinción  entre  la  1,  lib.  4,  cap.  34. 

simple  fomi^^ion  y  d  adulterio,  9    Saimiento,  Relaeion,  MS.« 

piles  ambos  delitos  se  cáfligabají  cap.  3á; 


4fí  CONQÜÍStA  1)ÉL  PEÍtt. 

Podría  parecer  6  primara  vista  qué  íá  netítí^ 
\\et  y  severidad  del  cddigo  peraam)  indicaban 
0n  eniríáo  social  poeo  aventajado^  en  doinle  no 
nt  conocía  €?«i  conípplieíícioh  de  relaciones  tf  in- 
foreses/  que  Hega  á  orearse  eir  on  pueblo  cirili*' 
Mdo,  y  que  no  hablan  adelantado  en  la  ciencia 
Ati  la  IcfifislaeíoTf  lo  8u&!iente  para  íaíprender  á 
ccotiomizar  padecimientos  á  la  humanidad,  pro^ 
porcionando  las  penas  á  los  delitos,  l^ero  las 
leyes  del  Perú  no  han  de  verse  bajo  el  aspecto 
que  consideramos  las  de  otras  naciones,  fnno  ba-' 
jo  otro  muy  divcf^O/  Las  leyes  etnanaban  del 
soberano,  y  ese  soberano  era  d  representante 
áe  la  divinidad,  y  en  nombre  de  ella  gobernaba:- 
por  consiguiente,  violar  las  leyes/  tío  soíó  eral 
un  insulto  á  la  magíístad,  sino  también  un  sacri- 
legio'. Mirada  p<yr  este  lado,  ía  iñíenor  ofensa 
níerecia  la  muerte,  y  pscrm  la  ñifayor  ]i<^  podía  ha- 
ber pena  mas  grave:  **  Sfin  embarga,  en  la  aplí' 
éacion  áe  los  castigos  nxy  n^mífestaban  una  crael- 
íad   escesivá,  tfi  ácosfumrbraban  prolongar  lú 

"Y  los  traidores  eirtrer  ellos  lia-  nifíi^tíno.''  OndegardO;  Reí.  Prim*"' 

mava  aueaes,  i  esta  palabni  es  la  MS. 

Aras  abiltada  de  todas  cuaalkspae-  10  ^castigo  era  rigiirosQ^qae 
den  decir  á  un  Indio  4el  Perü'i  por  la  mayor  parte  era  de  muer- 
que  quiere  dcteir  traidor  á  su  se-  te,  por  liviano  que  fuese  el  delitA; 
dor,"  (Conq.  i  Pofa.  del  Per^,  porque  deziase  que  no  los  casti. 
K8.)  ''£b  las  rebeliones  y  a];»-^  ganran  por  el  delito  que  avian  hc*- 
Dadentóis  se  hii^óli  los  castigos  cho,  ni  por  la  ofensa  agena,  sino 
tan  ásperos,  que  algunas  veoes  por  haver  quebrantado  el  manda- 
asolaron  las  provincias  de  tedot  mientOi  y  rompido  la  palabra  del 
'de  ed»d  mí  ^edar  laca»  qve  lo  respectavan  como  á 


LIBRO  I.---CAP1TÜLO  II.  4& 

agonía  de  la  víctima  con  esos  esqaisitos  tormén^ 
tos  tan  comunes  entre  las  naciones  bárbaras.  *' 
Estas  disposiciones  legislativas  pueden  pare-* 
cernos  muy  incompletas  y  defectuosas,  aun 
cuando  solo  las  comparemos  con  las  que  tenian 
las  razas  semicivilizadas  de  Anahuac,  en  las  que 
una  serie  de  tribunnles  de  varias  instancias  y 
el  derecho  de  apelación,  prestaban  una  regular 
seguridad  á  la  justicia.  Pero  en  un  pais  como 
el  Perú,  en  donde  muy  pocas  causa»  había  qae 
no  fuesen  criminales,  el  derecho  de  apchicion 
era  dé  menos  importancia.  La  ley  era  sencilla, 
su  aplicación  fácil,  y  siendo  recto  el  juea  habia 
tanta  probabilidad  de  que  el  caso  se  senten- 
ciase equitativamente  en  la  primera  instancia 
como  en  la  segunda.  Ademas,  la  intervención 
"  de  la  junta  de  visitadores  y  los  informes  i>eri<í* 
dicos  de  los  tribunales,  no  eran  pequeíHa  garaii« 
tia  de  su  integridad.  La  ley  que  exigía  se  dle» 
se  la  sentencia  dentro  de  cinco  dias,  podría  pa- 
recer poco  conveniente  para  los  complicados  y 
difíciles  trámites  de  nuestros  tribunales  moder- 
nos; pero  en  las  sencillas  cuestiones  que  se  ofre* 
cian  á  los  Peruanos,  mayor  dilación  era  inútil; 
y  los  Españoles  que  sabían  bien  los  mai«a  que 

Dios."  Garciloso,  C4>i»  Real)  P«r-  otro  sufrimiento  quo  la  rergflon- 
te  lih.  2f  cap.  12.  za  que  ocasionaba  por  lo  que  Me. 
11  £ca  uno  de  los  castigos  Cnlloh  le  copsidera  muy  juHa- 
mas  ccnuunes  para  las  faltas  lige-  mente  cpmo  una  prueba  de  deli- 
ras, el  cargar  una  piedra  en  las  cudeza  y  cultura,  Researches,  p. 


50  CONQUISTA  DEL  PERÚ. 

resultan  de  esos  interminables  pleitos  en  que  el 
litigante  victorioso  queda  no  pocas  veces  arrui- 
nado, hacen  grandes  elogios  de  esta  justicia  ba- 
rata y  espedita.  ^^ 

Las  leyes  fiscales  de  los  Incas,  y  las  relativas 
á  la  propiedad,  son  la  parte  mas  notable  de  las 
instituciones  peruanas.  Todo  el  territorio  del 
imperio  estaba  dividido  en  tres  partes;  una  para 
el  Sol,  otra  para  el  Inca  y  la  tercera  para  el  pue- 
blo. Todavía  está  en  disputa  cual  de  las  tres 
era  la  mayor.  Las  proporciones  variaban  consi- 
derablemente según  las  diversas  provincias.  La 
distribución  se  hacia  siempre  en  verdad  bajo  el 
mismo  principio  general,  según  se  iban  agregan- 
do á  la  monarquía  las  nuevas  conquistas;  pero  la 
proporción  variaba  según  el  mayor  o  menor  nú- 
mero de  población,  y  de  la  mayor  o  menor  es- 
tension  de  terreno  que  por  consiguiente  se  nece- 
sitaba para  el  sustento  de  los  habitantes.  '^ 

12  La  Audiencia  Real  ie\  vemaeion  del  Inga,  y'  aun  los 
Períí  en  tiempo  de  Felipe  II  (y  Espafioles  qne  algo  alcanzan  de 
no  puede  haber  mejor  autorí-  ella,  es  porque  todas  las  cosas  ri- 
dad)i  atestigua  en  términos  es-  sodiehas  se  determinaban  sin  ha- 
presos  lo  barato  y  puntual  de  la  cerles  costas."  Dec.  de  la  Aud. 
administración  de  justicia  de  los  Real.,  MS. 
Incas.  "De  suerte,  que  los  vicios  13  Aeosta,  lib.  6,  cap.  15. — 
eran  bien  castigados  y  la  gente  Garcilaso,  Com.  Real.,  Parte  1, 
estaba  bien  sujeta  y  obediente;  y  lib.-  5,  cap.  1. 
aunque  en  las  dichas  penas  havia  <<Si  estas  partes  fuesen  igua- 
escesoj  redundaba  en  buen  go-  leí,  ^6  qual  fuese  mayor,  yo  lo 
vierno  y  póHcia  suya,  y  median-  he  procurado  averiguar,  y  en 
te  ella  eran  aumentados. . .  Por-  unaA  es  diferente  de  otras,  y  fi- 
que los  Indios  alababan  la  go-  nalraénte,    yb   tengo  entendido 


LIBKO  I.— CAFITtLü  H.  51 

Los  productos  de  las  tierras  destinadas  al  Sol 
se  empleaban  en  consefx'arlos  templos,  y  en  man- 
tener el  costoso  ceremonial  del  culto  peruano 
con  sa  crecido  número  de  sacerdotes.  Las  se- 
ñaladas al  Inca  servían  para  cubrir  los  diversos 
gastos  del  estado,  para  sostener  el  brillo  de  la 
pompa  real  y  para  la  manutención  de  una  nume- 
rosa servidumbre,  y  de  toda  su  parentela.  El 
resto  de  las  tierras  se  dividía  entre  el  pueblo  ptr 
capitán  en  partes  iguales.  Mandaba  la  ley  que 
todo  peruano  se  casase  en  llegando  á  cierta 
edad,  y  cuando  esto  sucedía,  el  distrito  en  que 
habitaba  le  proveía  de  casa,  las  que,  como  se  ha- 
cían de  materiales  ordinarios,  flo  costaban  mu- 
cho. Señalábasele  en  seguida  un  pedazo  de  tier- 
ra que  bastase  para  su  manutención  y  la  de  su 
esposa.  A  cada  hijo  que  nacía  se  le  agregaba 
otra  porción;  pero  siendo  hija  solo  se  le  daba  la 
mitad.  Todos  los  años  se  hacia  de  nuevo  la  di- 
visión del  terreno,  y  las  posesiones  del  usufruc- 
taario  se  aumentaban  6  disminuían  según  el  nú- 
mero de  individuos  de  su  familia.  ^^  Lo  mismo 
se  observaba  con  los  curacas,  solo  que  atendí  cu- 
que 8«  hacia  eonforme  á  la  dispo-  matrimonio,  era,  según  Garcila- 
ncion  de  la  tierra  y  á  la  eafidad  go,  ñmega  y  media  de  tierra.  Otra 
de  los  Indios."  Ondegardo,  Reí.  cantidad  igual  se  agregaba  por 
Prim.»  MS.  cada  hijo  yaron  que  nacia  y  la 

14  Ondegaido,  Reí.  Prím.,  mitad  de  ella  por  cada  hembra. 
MS.— GarcÜBso,  Com.  Real.,  En  el  fecundo  suelo  del  Perú  era 
Parte  1,  lib.  5,  cap.  3.  esta  una  ración  muy  suficiente 

La  porción  que  se  daba  á  cada    pom  rna  fumilia. 


52  CONQUISTA  DEL  PBRU. 

do  á  la  superior  digoidad  de  que  gozaban,  se  les 
señalaba  una  estension  correspondiente.  ^^ 

Una  ley  agraria  mas  completa  y  eficaz  que  es- 
ta no  podria  haberse  discurrido.  En  los  otros 
paises  en  que  se  ha  establecido  una  ley  de  esta 
especie,  no  ha  podido  resistir  por  mucho  tiempo 
á  la  marcha  natural  de  los  acontecimientos,  y  la 
mayor  inteligencia  y  economía  de  unos,  combi- 
nada con  el  desarreglo  y  prodigalidad  de  otros, 
han  hecho  que  las  cosas  vuelvan  á  su  curso  or- 
dinario, y  que  ¿e  restablezca  la  natural  desigual- 
dad de  fortuna».  Hasta  la  férrea  ley  de  Licurgo 
dejo  de  producir  sus  efectos  pasado  algún  tiem- 
po, y  tuvo  qucMbeder  al  espíritu  d'*  lujo  y  de  ava- 
ricia. La  nación  que  mas  se  acerco  á  la  Perua- 
na fué  acaso  la  Judia»  en  donde  cada  medio  siglo, 
á  la  llegada  del  gran  jubileo  nacional,  volvian  las 
propiedades  á  sus  antiguos  dueños.  Pero  en  el 
Pefií  se  halla  una  diferencia  muy  importante,  y 
es  que  no  solo  terminaba  el  arrendamiento,  si  así 

15  Ibid.,  Parte  1,  lib.  5,  c.  3.  infonna  que  mientras  vivían  en 
Es  raro  que  mientras  se  en-  la  corte)  comian  de  la  mesa  del 
cuentran  tantas  noticias  relativas  rey.  (lib.  6,  cap.  3.)  Todo  esto 
al  monarca  Inca,  se  diga  tan  po-  es  demasiado  vago.  £1  qne  estu- 
co de  los  nobles  Incas,  de  sus  dia  la  historia,  debe  conocer  des- 
posesiones,  y  con  qué  título  las  de  los  primeros  pasos,  que  de  los 
poseían.  S  u  historiador  nos  cnen-  analistas  contemporáneos,  no  hay 
ta  qne  tenian  la  mejor  parte  de  que  esperar  noticias  exactas,  y 
las  tierras  del  lugar  en  que  resi-  gracias  que  no  sean  contrndLcto- 
dian,  ademas  de  la  participación  rias,  sobre  las  leyes  y  costumbres 
que  lograban  en  las  del  Sol  y  del  de  un  pueblo  bárbaro  en  un« 
Inca,  como  hijos  del  uno  y  pa-  edad  remota, 
rientes  del  otro.    También  no.s 


;7^\ 


LIBKO  I. — CAPITULO  II.  53 

puede  llamarse,  cQri  el  año,  sino  que  durante  es- 
te tiempo  el  arrendatario  no  tenia  facultades  pa- 
ra deshacerse  de  sus  posesiones  ni  para  aumen- 
tarlas. Al  fin  de  este  breve  periodo  se  encon- 
traba exactamente  ^n  el  mismo  estado  que  al 
principio.  Semejante  orden  de  cosas  podria  pa- 
recer mtuy  poco  apropósito  para  que  el  labrador 
.  lomase  apego  al  suelo,  y  para  crear  aquel  deseo 
de  :adelantar,  que  es  tan  natural  en  el  propieta- 
rio, y  casi  lo  mismo  en  el  arrendatario  por  largo 
tiempo.  Pero  el  resaltado  práctico  de  la  ley  pa- 

*  rece  haber  sido  muy  diferente,  y  es  probable  que 
i  causa  del  amor  al  orden  y  repugnancia  á  cam- 
biar que  se  observa  en  la  legislación  del  Perú,  á 
cada  nueva  división  del  terreno  se  confirmaba 
generalmente  á  los  ocupantes  en  sus  posesiones, 
de  modo  que  el  usufructuario  por  un  año  venia 

•  á  convertirse  en  pro¿)ietario  por  toda  su  vida. 

Los  terrenos  érañ  cultivados  únicamente  por 
el  pueblo.  Atendíase  primero  á  las  tierras  cor- 
respondientes al  Sol,  siguiendo  luego  con  las  per- 
tenecientes á  los  ancianos,  los  enfermos,  las  viu- 
das, los  huérfanos  y  los  soldados  en  actual  ser- 
vicio; en  suma  á  las  de  todos  aquellos  individuos 
de  la  comunidad  que  por  impedimenlo'corporal 
o  por  otra  causa  cualquiera,  estaban  imposibili- 
tados de  atender  á  sus  propios  ílegocios.  Con- 
cluido estoj'  se  permitia  al  pueblo  que  trabajase 
en  sus  terrenos,  cjida  uno  para  sí;  pero  con  la 


54  '     COXat-lísTA  UKL  PKUr. 

obligación  general  de  ayudar  al  vecino  siempre 
que  lo  hiciese  necesario  alguna  circunstancia 
particular,  cómo  por  ejemplo  el  verse  con  nn 
crecido  número  de  hijos  pequeños,  "®  Al  último 
de  todo  se  cultivaban  las  tierras  de  los  Incas,  lo 
cual  se  hacía  con  gran  ¿eremonia  por  todo  el  ve- 
cindario reunido.  Al  romper  el  día  se  le  convo- 
caba desde  alguna  torre  o  altura  cercana,  y  to- 
dos los  habitantes  del  distrito,  hombres,  mugares 
y  niños,  acudian  vestidos  con  sus  mas  vistosos 
trajes,  y  engalanados  con  los  escasos  adornos  y 
preseas  que  pd^ian,  cómo  para  una  festividad 
nacional.  Trabajaban  ^odo  el  dia  con  el  mismo 
regocijo,  cantando  las  canciones  populares  que 
recordaban  los  heroicos  hechos  de  los  Incas,  ar- 
reglando sus  movimientos  al  ^&Q|npas  del  coro, 
cuyo  estribillo  era  generalmente  la  voz  hailli  o 
'^triunfo."  Estos  aires  nacicbales  tenian  un  no 
sé  qué  de  duiee-y  agrsdaUe) '^üe  les' 'hacia  muy 
apreciados  de  los  EspaSñoIés^  y  mas  ^e  ana  can- 
ción peruana  fué  puesta  en  música  por  ellos  des- 
pués de  la  conquista,  escuchándolas  los  infelices 
naturales  con  un  placer  mezclado  de  tristeza, 
pues  les  despertaban  recuerdos  de  lo  pasado, 
cuando  sus  dias  se  deslizaban  tranquilamente 
bajo  el  gobierno  paternal  de  los  Incas.  ^^ 

16  Garcilaao  refiere  qae  Huay-  tierra  del  caraca.    Ibid^  Parte  1, 

na  Capac  hizo  ahorcar  á  un  in-  lib.  5,  cap.  2. 

dio,  por  haber  labrado  la  tierra  17    n>id.  Parte  1,  Hb.  5,  cap. 

de  un  caraca  sn  pariente  cerca-  1-3. — Ondegardo,    Reí.    Seg., 

no,  antes  que  las  de  los  pobres.  31S. 
La  horca  .*e  levantó  en  1»  minina 


I.IJiUO  I. — CAPITULO  n.  oo 

Un  orden  semejante  se  observaba,  tanto  res- 
pecto á  las  diversas  manufacturas  como  á  los 
los  productos  naturales  del  país.    Los  rebaños 
de  llamas  o  carneros  del  Perú,  pertenecían  es- 
clusivamente  al  Sol  y  al  Inca.  *®    El  numero  de 
estos  animales  era  inmenso.     Estaban  distribui- 
•dos  por  las  diferentes  provincias,  sobre  todo  én 
las  regiones  frias,  y  encargados  al  cuidado  de 
pastores  esperimentados  que  les  conducian  á  di- 
versos pastos  según  cambiaban  las  estaciones. 
Cada  año  se  enviaba  á  la  capital  un  gran  nume- 
ro de  machos  (porque  estaba  prohibido  matar 
las  hembras,  para  el  consumo  de  la  corte  y  para 
las  fiestas  y  sacrificios^  religiosos.   Las  ordenan- 
zas para  el  cuidado  y  la  cria  de  esto»  rebaños, 
por  lo  minucioso  y  acertado  de  ellas,  escitaron 
la  admiración  de  los  Españoles  que  conocían  per- 
fectamente el  modo  de  manejar  los  grandes  re- 
baños de  merinos  trashumantes  de  su  pais.  ^' 

En  la  estación  conveniente  se*  trasquilaban  to- 
dos, y  la  lana  se  depositaba  en  los  almacenes  pú- 

1   SOndei^ardo,  Reí.  Vr.,  MS.  ya  singular  ordananza  íhé'  an 
Con  todo,  el  soberano  solía  á  origen  fecundo  de  pleitos  des- 
veces  recompensar  á  algún  cau-  pues  de  la  conquista.    Ibid.  Ubi 
dillo  principal,  y  aun  á  algún  supra. 

plebeyo,  por  un  servicio  presta*  19  Véase  principalmente  la 
do,  regalándole  algunos  llamas,  relación  del  Licenciado  Onde- 
aunque  siempre  en  corto  nüme-  gardo,  que  entra  en  mas  detalles 
ro.  Los  propietarios  no  podian  sobre  el  gobierno  de  los  rebaños 
disponer  de  ellos  ni  matarlos,  si-  del  Per6,  que  ningún  otro  escri- 
ño que  pasaban  como  las  demás  tor  contemporáneo.  Reí.  Seg., 
propiedades  á  sus  herederos;  cu-  MS. 


65  CONQUISTA  DEL  PEKU. 

bliccs,  repartiéndose  en  seguida  á  cada  familia  la 
cantidad  suficiente  para  cubrir  sus  necesidades, 
la  qnc  se  entregaba  á  las  mugeres  que  entendian 
muy  bien  sus  oficios  de  hilar  y  tejer.  Concluida 
este  trabajo  y  provista  la  familia  de  un  vestido 
ordinario,  pero  de  abrigo  y  aproposito  para  el 
clima  frío  de  las  montañas,  (pues  en  las  regiones 
bajas,  el  algodón,  dado  igualmente  por  la  coro- 
na, sustituía  hasta  cierto  punto  á  la  lana,)  se  exi- 
gía al  pueblo  que  trabajase  para  el  Inca.  Pri- 
mero se  determinaba  en  el  Cuzco  la  cantidad  de 
tela  que  se  necesitaba,  así  como  la  clase  y  el  te- 
jido, y  en  seguida  se  hacia  el  reparto  entre  to- 
das las  provincias.  Empleados  nombrados  con 
este  objeto  vigilaban  la  distribución  de  la  l^na» 
de  modo  que  el  trabajo  de  los  diversos  artículos 
se  encargase  á  las  manos  mas  diestra^;  ^  y  no 
paraban  aquí,  sino  que  se  pietiai^  fl  las  casas  de 
cqaii db  en  cuando  para  ver  si  la  obra  se  ejecuta- 
ba como  era  debido.  Esta  inquisición  doméstica 
no  se  limitaba  á  las  labores  destinadas  al  Inca, 
pues  vambien  comprendia  las  pertenecientes  á  las 
familias,  para  cuidar  de  que  cada  casa  emplease 
en  su  objeto  las  materias  que  habla  recibido  pa* 
ra'Su  uso,  de  modo  que  á  nadie  faltase  el  vesti- 

20    Ondegardo,  Re],  Prim.  y  divídaos  de  la  sangre  real,  que 

Seg.,  M SS.  usaban  vestidos  mas  finos  que  los 

En  la  fabricación  de  telas  para  permitidos  á  la   gente  común, 

el  Inca  iban  inclusas  las  necésa-  Garcilaso,  Cora.  Real,  Parte  1, 

rías  para  el  gran  número  de  in-  lib.  5,  cap.  6, 


LIBRO  I.— CAPITULO  IL  "57 

do  necesario.  ^^  Todas  las  mugeres  tenían  obli- 
gación de  tomar  parte  en  este  trabajo»  y  habia 
ocupación  para  cada  persona;  desde  la  niña  de 
cinco  años  hasta  la  anciana,  matrona,  cuyas  en- 
fermedades no  llegasen  á  impedirle  el  manejar 
una  rueca.  A  nadie,  sino  á  los  viejos  decrépitos 
y  á  los  enfermos,  se  permitia  en  el  Perú,  que  ve- 
getase en  la  ociosidad,  sin  comer  de  su  trabajo. 
La  pereza  era  un  crimen  á  los  ojos  de  la  ley,  y 
como  tal  severamente  castigado,  al  paso  que  el 
amor  al  trabajo  era  elogiado  publicamente  y  es- 
timulado con  recompensas  proporcionadas.  22 

El  mismo  sistema  se  seguia  en  los  demás  pe- 
didos dei  gobierno.  Todas  las  minas  del  reino 
pertenecian  al  Inca,  y  se  labraban  esclusivamen* 
te  en  provecho  suyo,  por  personas  peritas  en 
esta  clase  de  trabajos,  escogidas  de  los  mismos 
distritos  en  que  estaban  situadas  las  minas.  ^ 
Todo  Peruano  de  la  clase  plebeya  era  labra- 
dor, y  esceptuando  aquellos  de  que  ya  hemos 
hablado,  debian  procurarse  su  sustento  cultivan- 

21  Ondegardo,  Reí .  Seg.  cion  la  Audiencia  Real  en  su  in- 
MS. — ^AcoBta,  lib.  6,  cap.  15.  fonne,   MS,   Sarmiento,   (Reía- 

22  Ondegardo ,  Reí.  Seg.,  cion  MS.,  cap.  15,)  y  Ondegar- 
MS.— Gaicilaao,  Com.  Red.,  do  (Reí.  Prím.,  MS.,)  que  todos 
Parte  1,  lib.  5,  cap.  11.  hablan  de  las  minas  cómo  pro- 

23  Garciloso  quiere  hacemos  piedad  del  gobierno  y  trabajados 
creer  que  el  Inca  recibía  de  los  en  su  esclusiyo  provecho.  Sus 
curacas  el  oro  y  la  plata  que  po-  productos  se  gastaban  Uberal- 
seia,  lo  cual  le  llevaban  de  rega-  mente  en  regalos  para  los  señó- 
lo los  sefiores  de  vasallos.  (Com.  res  principales,  y  en  mayor  can- 
Real.,  Parte  1,  lib.  5,  cap.  7.)  tidad  para  el  adorno  de  los  tem* 
Comn^dieeatan  ipyprobableasci''  píos. 


58  CONQUISTA  DEL  PEKU. 

do  la  tierra  con  sus  propias  manos.  Una  pe- 
queña parte  de  !a  población  se  instrnia  sin  eni- 
bargo,  en  las  artes  mecánicas,  entre  las  que  se 
incluian  algunas  destinadas  á  producir  objetos 
de  lujo  y  adorno.  La  demanda  de  estos  se  li- 
mitaba casi  esclusivamente  al  Inca  y.  á  su  corte; 
pero  la  ejecución  de  las  grandes  obras  públicas 
que  se  veian  por  donde  quiera  en  aquel  pais,^ 
exijia  mayor  número  de  brazos.  La  clase  y  du- 
ración de  los  servicios  que  se  necesitaban,  se  de- 
eidian  primero  en  el  Cuzco,  por  comisionados 
bien  impuestos  de  los  recursos  delpais  y  del  ca- 
rácter de  los  habitantes  de  las  diversa»  provin- 
cias. ** 

Estos  informes  se  obtenian  por  medio  de  un 
admirable  arreglo,  de  que  apenas  hay  ejemplo  en 
los  anales  de  un  pueblo  semi-civilizado.  Llevá- 
base un  registro  de  todos  los  nacimientos  y  de- 
funciones que  ocurrian  enlaestension  del  impe- 
rio, y  cada  año  se  presentaba  al  gobierno  un  es-^ 
tado  exacto  de  la  población  actual  por  medio  de 
los  quipos,  invención  curiosa  que  después  expli- 
caremos. *''    A  épocas  señaladas  se  hacia  tam- 

34     Garcilaso,    Com.    Real.,  ano,  iiian<lava  asentar  en  loa  qui- 

Parte  1,  lib.  5,  cap.  13-16. — On-  pos,  por  la  cuenta  de  sus  nndos, 

degardo,    Reí.    Prim.    y    Seg.,  todos  los  hombres  que  habían 

MSS.  muerto  en  ella  en  aquel  ano,  y 

25    Montesinos,  Mem.   Antí-  por  el  consiguiente  los  que  ha- 

guas,  MS.,  lib.  2,  cap.  6. — Pe-  bian  nacido,  y  por  principio  del 

dro  Pizarro,  Relación  del  Des-  alto  que  entraba  venian  coií  los 

cubrimiento  y  Conqubta  de  los  quipos  al  Cuzeo.''    Sanniento, 

Remos  del  Per6,  M8.  Relación  M 8.,  cap.  16. 

''Cada  provincia,  en  fin  del 


LIBRO  I. — CAPITULO  II.  59 

bien  una  visita  general  de  todo  el  pais  para  in- 
formarse á  punto  fijo  de  la  calidad  del  suelo,  de 
su  fertilidad,  de  la  naturaleza  de  sus  produccio- 
nes, tanto  minerales  como  vegetales;  en  una  pa- 
labra, de  todo  lo  que  formaba  los  recursos  físi- 
cos del  imperio.  ^  Provisto  el  gobierno  de  es- 
tos datos  estadísticos,  le  era  muy  fácil,  una  vez 
determinado  el  monto  de  los  pedidos,  el  distri- 
buir la  obra  entre  las  provincias  mas  propias  pa- 
ra ejecutarla.  El  reparto  de  los  trabajos  lo  ha- 
cían las  autoridades  locales,  teniendo  gran  cui- 
dado de  arreglarlo  de  modo,  que  al  mismo  tiempo 
que  se  escojiésen  las  manos  mas  expertas,  á  na- 
die tocase  una  tarea  desproporcionada  á  sus 
fuerzas.  ^ 

De  las  diferentes  provincias  del  imperio  se  sa- 
caban personas  aptas  para  diversos  oficios  que, 
según  después  veremos,  pasaban  comunmente 
de  padres  á  hijos.  De  este  modo,  un  distrito  da- 
ba los  operarios  nías  diestros  par^  labrar  las  mi- 
nas; otro  los  artífices  mas  peritos  en  el  arte  de 
trabajar  los  metales,  ó  la  madera,  y  asi  de  los 
demás.  ^  El  gobierno  daba  á  los  artesanos  las 

26  Garcilaso,  Com.  Kea!.,  en  muy  flicil  haveria  en  la  divi- 
Parte  1,  Kb.  2,  cap.  14.  gion  y  cobranza  de  los  dichos  tri- 

27  Ondegárdo,  Reí.  Prim.,  butos;  porque  era  claro  y  cierto 
MS.— Sarmiento,  Reí.  MS.,  cap.  \q  que  á  cada  uno  cabía  sin  que 
^^'  hubiese  desigualdad  ni  engaño." 

"Presupueste  y  entendida  1^    Dec.  de  la  Aud.  Real.,  MS. 
división  <j¿e  eljnga  tenia  hecha        28    Sarmiento,  Relación,  MS., 


de  su  gedb,¿?5iW«í  íjíie  tepia  '  cap,  15.~Ondegardo,  Reí.  Seg., 
puesta  en  el  gobernó  dé  ella,  'MTS/"      ■   *"  "  ' 


60  CONQÍV16TA  DEL  PERÚ. 

primeras  materias,  y  á  ninguno  se  exijia  que  em- 
please en  el  servicio  público  mas  de  una  pa>-te 
de  su  tiempo  señalada  de  antemano.  Concluido 
su  trabajo,  le  sucedia  otro  por  igual  término,  y 
es  de  notarse  que  mientras  estaban  ocupados  por 
el  gobierno,  eran  mantenidos  á  expensas  del  te- 
soro publico,  y  lo  mismo  sucedia  con  los  trabajos 
del  campo.  ^  El  objeto  de  esta  vicisitud  del  tra- 
bajo era  que  nadie  resaltase  recargado,  y  que  todo 
el  mundo  tuviera  lugar  de  atender  á  las  necesi- 
dades domésticas.  Según  la  opinión  de  un  Es- 
pañol, juez  competente  en  el  caso,  era  imposible 
mejorar  el  sistema  de  distribución;  tal  era  el  es- 
mero con  que  estaba  arreglado  á  la  condición  y 
bienestar  del  artesano.  ^  En  las  ordenanzas  dpi 
gobierno  parece  que  se  tuvo  siempre  á  la  vista 
la  conservación  de  las  clases  trabajadoras,  pues 
se  dictaron  con  gran  cuidado,  para  que  aun  aque- 
llos que  fuese  preeiso  emplear  en  los  trabajos 
mas'füertes  é  insalubres,  como  los  de  las  minas, 
no  sufriesen  detrimento  en  su  salud;  lo  que  for- 
maba un  notable  contraste  con  la  condición  á  que 
después  se  vieron  reducidor  bajo  el  gobierno 
español.  ^^ 

29  Ondegardo,  Reí.  Prim,,  ciatos  indips,  que  a  mi  parecer 
MS.  — Garcilaso,  Com.  Real*,  aunque  mucho  se  piense  en  ello, 
parte  1,  lib.  5^  cap,  5,  sería  dificoltosq  mejqrsirla  CQQo- 

30  "Y  también  se  tenia  cuen-  cida  su  condición  y  costumbres**' 
tu  que  el  trabiyo  que  pasaban  Ondegardo,  Reí,  Frim%,  MS« 
iUese' moderado,  j  con  el  menor  31    "El  trabajo  de  las  minas," 
nesgo  que  fuese  posible^ ....  dice  el  Presidente  del  Consto 
£ciklBitíaU6nle&  qi^  tuvieron  de  Iiuliasi  '>?&tabade  tal  lOQdo 


LíSftO  l.-^V\PlTVUS  íi.  W 

.7  tiaaparfe  .(lelilí  maii^aeJtúra&  y  de  los  pro-' 
diHstoa  déla  tí»rF»  86  Ucvaba  al  Giizcópaffa'ca*. 
bf kí  ios  í»edidas  j3Rr'tíetlIaces  dél  Inda  ydtr  >M 
C0rtéi  £1  r^8to/.qne  era  la  mayor  parte,  ae  guar^ 
daba  en  los  almaeen^s  que  había: ven.  todaé  las 
provincias-!/.  Ef an  e^los  unos  edificio)»  de  piedra^ 
m^^y  e9paeá9$a<=:i  pcHeneeieoteaiahoa  blSol  y/ 
otros  i^Ibcav.aiilífque.pareiTé  qaa  e)  monatíetiipa-» 
seia  el  ma^or.  mjmero^  £fiitabá  mandado  que  coal^ 
qaierdéfíGit.jqne  pudiese-  haber  ea  los  tribatos 
señalados  aMtícaj^  se  tomasede  los  graneros  del 
Sol.  ^  Pero  este  caso  era  «Miy  difícil  qué  llega- 
se; piiesq.ae' la  previsión  del  gobieirno  casi  síem*^ 
pte  de^ai>a  ua  sobrante  considerable  en  los  pt^si-* 
tosrfialeS).  qae*se  trasladaba  á  otxos  almacenes 
cuyo  objeto  era  proveer  al  pueblo  ?  en  tiempo  d« 
escasez,  y  socorrer,  f.tiaado  se  ofrecieseí  á  aque« 
lias, personas  á  quienes  una  enfermedad  u  otra 
desgracia,  impidiera  buiScar  su  sustentot  costina- 
bre  qae  justifica  en  cierto  modo  la  ai^crcion  dQ 
Up  docutnepto  español,  de,  qqe^  de  un  modo  o  Áe 
otro,  una  gran  parte  de  la*  renta  de  los  Incas  ibía 

Arreglado!,  que  ánmgimtferamd-       "C  asi  estd  parte  útl  Itgt  ito 

lesiÁ  iú  menos  les  acortaba  la  vi<  hay  dada  aiM)  qtté  d6  tddas  trt§ 

da."  (Sarmiente,  Relación,  MS.^  era  lá  may«r,  7  «n  Íóé  depQpifotf 

cap.  15.)  Párt  tiá  espaflol  es  lías-  se  pdrcCél^en  que  yo  visité*  mu* 

taute  confesar.  ^  ,.  cho* en  diférentee  partes,  é  son 

"^  ■  Garciloso,    Coni.    Eéa).,  nmyorefi  fi  nüas  largos  que  n6  loa. 

Parte  1,  lib,  5,  Cap.  34.    {Débttá  dé  sú  religión  siii  comparación.'*;' 

9er  cap.  S.— T,)  — Oüdégarila,  Uwk\  ]gl«l.  aegr,  M^, 


oír  CONQUISTA.  DfiL  PJ»Q. 

ét  pETrmr  Otra  vez  al  ^dMv».  ^  €uándd :  ll^yairen 
les  B^^iapoles  enóontraroii  estos  aianaceiiet  pto^, 
vistosídie  todois  los  productos  y  manu^tetcim» 
éel  pi^isrdemqiz,  cocayquinuartekí^úe^  algodón 
y  dé  laáa  de  primoFá  calidad,  vasos  y  atensife)^ 
4c'órot5}^ata  y  c^re^  ea  nfta  pakibra>  de;todoa 
-los  artículos  de  lojó  fué  utilidad  á  qt>e  aieíiiv^sa** 
iKt  fLUdeiitot.de  \o%  Peroano^^,  ^  Loa  dep^sidoa 
áé.gnmo  en  pactioolar^  habríoB  liastMkn  nitt«ba» 
^^cea  para  et  cons&mo  de  v«|'iíos,«iñoa:del  dis^ 
trito  coYr^MsjJondiente.  ^  Los  eaipleado»  del  go^- 
bserno  ba^an  ftnu^lmiento  juñ-  inventapio  de  ioa 
difcarente^  productor  <}¿lpaiía,  y  de  los  pimtoqde 
dondf  hal)ian  venido;  lo  q^tó  asentaban  los^  gui^ 
pueamay^u^  eti  sus  registros;  con  adit^írabtere^*' 
laridad  y  exactíladi  Sstos  regis^s  se  enviaba» 
á  ta  capital  y  s0,  presenj^aban^al  Xn^a,  ^aien  de 
e^^e  moéo  podii^  imponerse  con  una  isola  niifada 
de  ^odos  los  reiBuUados^  de  la  industria  «aeíoiai, 

3^  "Totdos  los  dich93  tributos  ba^  que  faltaba  tiempo  parp  ve- 
y'fi«rv|ciófi'qiié  el  ínga  miponia  lio  y  enÍBiidimientD  para  eom» 
y fUeya^f  c^o  fi|,Í€^e  es  evq»  opi}  p)reii<i^|r-,  tantj^  ^op9;  }ifV^o9  4^ 
eolor  y  para  efecto  del  goviemo  pósitos  de  barretas  de  cobre  para 
J^q  cwmMj  4fi  todoa  asjL  ,ce«no  \^  lu^^^^y  ^:  c^tpX^  i^^^Wf».^ 
1^  que  se  p,oi^  cttilepésUgs.  Ip^»,-  dí|  vaf cyf^^e  mj<^  y  pl^a  ^^  pJTft 
9^  co^i>^t5p^  fi[i§t^Bttj<i^««fr/ft  lp«, .  y  pi^  ^h»  aj(|i^  se  J«ül6.  eiM^  «o- 

Á^vÁ,.  íleai,,  MS,  ^.  . '         ,           ,  Descub.  y  Conq.,  ft^S. 

^;^,   A^cq^U,  liíjTg,  CAp.  15.  ?í3i.  Hogt*  panv  d¿?ft'  t^o^ú 

'"j<9  pp4r9  «iecir,;'  dicf  uap,.  hiMi^fi^.^;  <^.^f>.^^^ff!>4"'9¥^ 

de  ios  Conqu^ladoreii,  'lo^d^^.  te^ia  v¡¿ÓJ[^e  e^  lve^jníf<>^*s 

sitos  vide  de  ropaS  y  de  todos  mado.     "£  ansi  cuando  ¿^  er«^ 

género<.  de  ropas  y  vestidos  que  menester  se  estaba  eu  los  dep6- 

en  este  tiempo^  se  hacían  y  usa-  Fitos  é  h  bia  algnnaa  veces  comi- 


UBRO  U— CAPITULO  11*  9S^ 

y  ver  liasta  que  punto  correspondian  coi)  ias  de-» 
raaird;^?  desgobierno.^ 

Estos  son  algQiH>s  ele  los  puntos  mas  notable^ 

de  la  legíslneion  del  Perú  en  1á  parte  relativa  á 

la  propiedad,  segiin^  nos.  informan  varios  escrito* 

res  qae  e¿stán  de  aenerdo  en  el  fondo,  aunque  di* 

fiersMa  en  I03  ]>oripenore8.    Estas  leyes  son  á  la 

verdad  tan  notableí^  que .  apena»  puede  creérsb 

qae  hayan  estado  en  vigor  por  muebo  tienipo  eif 

na  imperio  dilatado*    Sin  embargo,  los  Españo* 

les  que  Ueganm  al  Perú  con  tiempo  para  verla» 

todavía  en  práctica,  son  un  testimonio  intachable/ 

y  entre  ellos  hubin  iudividoo»  que  ocupaI)an  uti 

puesto  elevado  en  la  magistratura,  y  que  Ueva^ 

ban  encargo  especial  .de  au  gobierno  para  impo^ 

neise  del  estado  del  pais  bajo  lo,,  dotmnaeioñ  de 

IOS  antiguos  aflores. 

Los  impuestos  que  pesaban  npbre  el  pneblo 
Peruano  parecen  haber  sido  bastaale  gravólos* 
A  él  tocaba  la  carga,  no  solo  de  mantenerse  á  «i 
propio^  sino  á  todas  his  dema»  élases  diel  esta-* 
do,  porque  los  indiviiiuos.de  la  casa  real,  los  no-< 
bles  y  basta  los  empleados  ptiMicps^  y  el  ereci** 
do  número  de  sacerdotes^  eranx  exestos.  do  tTÍb«« 

da  de  diez  años  .  .  .    Los  quales        *'Por  tanta  orden  é  cuenta  que 

todos  se  hallovon  llanos  cuando  AérikdificttltiMO' cMeMo  mdarl^' 

llegaron  los  Espaqoles  desto  y  de  á  «ntonder  como  ejlo»  lo  tienen 

todas  las  cosas  nécesaria/f  para  la  eh  su  cuenta  é  por  registros  é 

vida  humana/^  Rei.  Seg.»  MS.  por  luemido  lo  maBifcstaron  que 

36    Ondegardo,    Kel.    Pi-im.,  se  pudiera  por  epten?o."  .I<l6in,. 

MS..  '  RcL  }?e-., JV13. 


64  CONQUISTA  DEL  t»ERÜ. 

to,,^  Ln  oMigaeioii  de  cubrir  todos  los  gastos 
del  gobierno  recaía  enteramente  sobre  el  pueblo* . 
Pero  bien  mirado,  este  estado  de  cosas  ik)  era 
diferente  del  que  existió  en  otro  tiempo  en  la 
mayor  parte  de  la  Europa,  en  donde,  las  clases 
privilegiadas  pretendían,  aunque  no  siempre  con 
buen  éxito,  quedar  exentas  de  llevar  su  parte 
de  las  cargas  públicas.  £ntre  los  Peruanos  lo 
peor  del  caso  era  que  no  tenían  modo  de  niejorar 
BU  condición»  Trabajaban  para  otros  mas  bien 
que  para  ellos  mismos,  y  así,  por  trabajadores 
que  fuesen,  no  podian  añadir  una  pulgada  de 
tierra  a  sus  posesiones,  ni  avanzar  un  punto  en 
\a  escala  social.  El  grande  aliciente  para  des- 
pertar la  actividad  de  los  hombres,  que  es  el  de- 
seo de  mejorar  su  suerte,  no  existia  para  el  Pe- 
ruana; como  nació  así  había  de  morir.  Ni  aun 
siquiera  el  tienjpo  podía  llamar  suyo,  pues  te- 
nia que  emplearle  en  trabajar  para  el  gobierno 
único^medio  que  le  restaba  de  pagar  sus  impues- 
tos, ya  que  no  tenia  dinero,  y  su  propiedad  de 
todas  clases  era  tan  reducida.  ^  Así  pues,  no  es 
maravilla  que  el  gobierno  mirase  la  pereza  eomo 
uo  crimen,  piíes  en  realidad  lo  era  contra  el  es- 
tado; porque  desperdiciar  el  tiempo  era  casi  lo 
mismo  que  deñraudar  al  tesoro  público.  El  Pe- 
ruano, trabajando  toda  su  vida  para  otros,  po- 

37  GarcUaso,  Comí.  Real.,  Par-    nona-s  era  eí  tributo  que  se  davc, 
to  1,  lib.  5,  cap.  15.  porque  elioa  no  posetan  otra  co- 

38  "Soto  el  trabajó  délas  per-    ^a"  Ofidegprdo,  Reí  PrUn..  M9. 


üria  compctrarse  á  un  criiuiDal  empleado  ea  obras 
públicas,  qae  sabe  muy  bien,  qae  por  útiles  que 
sean  sus  fatigas  al  estado,  á  él  de  nada  le  sirven. 
Pero  estacólo  es  la  parte  oscura.  deWuadro  , 
Si  nadie  podía  llegar  á  ser  rico  en  el  Perú^  en 
cambio  nadie  podía  tampoco  llegar  á  ser  pobre« 
IJn  pr^go  no  podaría  dktpár  su  hacienda  en  los 
desordenes,  ni  un  atrevido  proyectista  empobre* 
cera  su  familia  por  meterse  en.  especulaciones 
aventuradas.  £1  objeto  /e  la  ley  era  introducir 
una  constante  aplicación  al  trabajo,  y  un  manejo  - 
moderado  de  los  negocios.  No  se  toleraba  enel 
Perú  ningún  mendigo.  Cuando  por  pobreza  ¿ 
^or  desgracias  (pues  cotí  dificultad  i>odiia  ser 
por  culpa  suya)  se  veía  reducido  un  hombre  á 
carecer  de  lo  necesario,  se  estendia  el  brazo  de 
la  ley  páralaj^aüiiarle;  no  con  el  mét((mnó  socbt'»^ . 
rb  de  la  cariüad  pjnyi^.  ^,  con  el  que  imparte 
gota  á  gota  por  decirlo  así,  el  áspero  tesoro  de 
^4a  parroquia,''  sino  de  un  modo  generoso  que 
UQ  huinillaba  al  que  le  recílna,  y  le  igualaba  con 
el  ¡resto  de  sus  conciudadanos.^ 

Í39  ''Era  tanta  lit  orden  que  degardo  solo  ve  una  astada  de  Sa- 
tenia  en  túdoa  sus  réinod  y  pro-  tanas  en  esta  disfrosicion  de  la  ley 
vincias,  que  no  consentía  haver  Peruana,  que  á  los  viejos,  enfer-  ^ 
ningún  Indio  pobre  ni  meneste-  mos  y  pobres,  hacia^e^  cierto  mo- 
roso, porque  havia  orden  i  for*  do  independientes  de  btas  hijos  y 
inas  para  ellos,.,  sin  que  los  pue-  parientes  mas  cercanos,  dt  qoie- ' 
.blos  reciviesen  rexaeion  ni  rao-  nef  era  mas  natural  que  esp^ra- 
lestia,  porque  el  Inga  lo  snplia  de  sefi  auxilio;  no  hay  medio  mas  se- 
•us' tributos.'^  (Conq.  i  Pob.  del  gnro  4e  endurecer  el  corazón, 
Pira,  M6^)    £1  Í4eeneia4a  On«>  pteba  él,  como  despojaría  d«  m-  '' 


#8  %WN^UISTA  Dfil.  rKRÜ*  * 

Eii  süima,  en  <íl  Porú  áadie  podia  ser  ni  ricoití 
]>obre,  sino  que  todos «  podían  gozar  y  gozúhiiw 
•  en  efucto,  de  lo  necfesario*  La  ambitíion,la  %r(^ 
rieiá,  la  inclinación  ^  ea^mbiai?,  y  el  espirita  de 
inquietad  y  descontento^  pasiones  qpve  ^on  tai^ita^ 
frecuencia  agit?.n  á  los  hombre»,^^no'^etíiíin  est- 
irada en  d  corazón  déi  Perusino.i  La  cdndit^ion^ 
mis^iKi  de  su  eJcistenejíji  era  esemcialmente  dpües* 
tu  á  los  cambios.  Marttuvba  porja*  miema  <s^ndfi^ 
p^tdonde  habían  n^arehadosti» padres,  y  por  la 
mlsm»  qtie  habi^fi  de  piegtiií  «ns  hijes».  El  objetó 

.  á0-  Ids  Incas  era*  iítfui(idit  en  siis  sébdittys  uñ  es^ 
píritti  de  sosiego  y  otyeSeneía  pasira^  una  abáo- 

Juta  *q^esc?encia  al  óMeh  e^^stablecido,  y  16  coH^ 
sigu^cfíort  céinplet0l»fi^t¿.  Los  príñreros^  Empa- 
lióles qv^  visitaron -el  pffstdftn  esprésp  testimonio 

do  ai  carácter  del  piij^blio,  ni  paeWó  que  \y&tó'^ 
cíese  nt»8  c6ñt0nto  ip^pr^  ^  suerte,  y  mas  ádictd- 
á.  sti  gobiefOíd^  ^  . 

Los  qtte  desfonden  de  la  exactitud  de  lo  que 
se  cuenta  de  la  imííísirt*  "P^ÉrÉfanav  desetiharán 
sus  dudas  con  dar  \xí\  paseo  por  el  pais.  El  via- 
ffcpo  en^siue^r»  »u«s  wbre  tqdo  eñ  la  regtétf  cerí- 

as  «iiDpa40f<iuimafia%  y  coQckv.  rá,  ea  donde  el  pueblo  no  tenin 

ye  ámtnáo  q|ie  xHiigunaotrah€Ú-  prapieda^r  no  qufiídaba  ¿  \ob  in- 

cunstaB^iá  ha  contribiúda  mafr'  é^  váiidos  otro  .reeurso/  quo  i«cihir 

impedir  la  propagación  del  cmr.  auxilio  del  gobierno,.  6  pereGor 

tianismo  y-  á  debilitar  su  üiflaeor  do  bajoibre,.  .      . 
cfft  entre  los-natuzalee»  (Rei  Seg.,       .40    Ac&sta»  lib.  6,  cip».  ll^,  15.  • 

'  Wf S.)    Estas  ideai?.  sq9  bxgejpi^  -^Spinjii^irit^i  Réhcjon; >ftg . .  eí^. 

«as,  pero  en  un  pais  como  el  Pe-  10.  .  .^ 


tf»í(te  ki  itíefea,  niliélios  récuéi<d<W  iie.lo  pas¿d<f;* 
rú^f^  de  feíftji^íój^,  paladbsV  -í&i^feíleins,  ande* 
nertaáj  graúdes  caülino»  militares,  acueductos 
y  otrttfi  ohH^  pdldicit^  qa*  cnolqatéta  cpie  scit 
et  g^tído  dé  íAleMgtíhéiti  que  téréléií  en  su  eje- 
ctkkifis  a^itítíratt  púY^  ñúttiérój  Í&  sólido  dé 
l^b  «iártéi^iate^  y'Icí  gi^¿»n(UoW  M   ^ian:     Lá» 
ifiks^  «t^l^bléí^.  dé  MW  Bón  achso  íbs  c^áihinos" 
réíííéís^  dé  lóíl  qttéaruh  quedan  aíl^üriós  ftk^nieti^i 
tó^tMÍsIlatitiá-o^ñ^^VGídos  para  atefírtiguar'  ^ü  an-^ 
tigua  itíágtíificeheia'/  Hiábia  ma<^fó^  caminos  de- 
eátos  qué  ¿íHaabsn  por  divérsas^iKíftes  de!  ím- 
pé?t¡^;  l>erdi(yá  niftá  ifttpdi-táfltés  eítttf  los  dos  que* 
iftaii  flé^é  QtFitd  Ra^fa  éíGúzéd,  y  s^paránctes^ 
de  riuevd  a!  ^i^t  dVi   esta  eapitaH^  eóñtiáuribari 
CMf  dlréceí6rt>íil  Sm  hficla  Chile.   ^ 

Uño  dte  estás  'caüiinos  iba  poi  lá  sierra  y  cj 
otro  por  la  marina;  perb  el  primero  era  obra  bíií- 
cho  ni»s  diftcit  á  cansa  de  ia  ctast  de  tef  retío 
por  donde  pásabíi.  Atravesaba  por  sierras  in- 
transitableer  cubiertas  de  iaieve;  babia  legras  en* 
teras  dé  g^fetíás  í]ií)iéft¿^s  ert  lá  rpcái^itá;  puen- 
tes coigao^les  rareciéiMiose  sobre  caudalosos  rios; 
escaleras  cortadas  etí  la  piedra  parí!  trepar  poi: 
169  pcecrpicios;  barrancas  de  horrible  ^profundi- 
dad ífetias  de  srffidamaínptosteriá;  eto  ftn,  habían 
tropejtado  con  ^xxíaslas  dificultades  que  abundan 
e*  uña.  tégíott  agreste  y  raonfañosaí,  eapaceí  de 
.  a,sustar  al  ingenicafo  mas  atreyjdo  de  los  tiempo» 


moilernpSf  y  las.  habían  veneidp.  La  cstensiaa 
del  camino,  del  que  solo  quedsin  algauos  frag- 
mentos aislados^  se  regula  en  mil  qainienta^  ó 
dos  mil  millas;  y  á  todo  lo  largo  de  kh'  i  distan- 
cia de  mas  de  una  legua  uno  de  otro,  había  pi- 
lares, de  piedra  por  el  estilo  de  losmijerosdo 
Europa.  La  anchura  del  camino  no.  paaaha  de 
veinte  pies.  ^^  £1  pÍ9o  era  de  grandes  lo^as  de 
piedra  franca^  y  á  lómenos  en  algonus  partes^ 
cubierto  de  n«a  mezcla  bituminosa,  que  el  tiem^ 
po  ha  puesto  mas  dura  quf  la  piedra  iQÍsma.  En 
algunos  lugares  en  que  habían. rellenado  las  bar- 
rancas con  mamposteria,  el  embate  durante  si" 
glos  enteros  de  los  torrentes  que  se  desprenden 
de  las  montañas^  ha  ido  carcomiendo  gradualmen*^ 
te  la  base  y  ha  dejado  la  parte  superior  suspen- 
dida como  an  ¿reo  sobré  el  abismo:  tal  es  la  fir-,,, 
meza  y  adhesión  de  los  materiales.  ^* 

41  -fíi»e.  de    la  Aod,  Rea)^  Postaa  que  havift  «n  este  camí-' 

MS.      f  no."  Sarmiento,  Relación,  MS/ 

"Este  camino  hecho  por  valles  cap.  60.  ^  - 
Olidos  y  por  sierras  altas,  por  42  'On  avak  fcoisblé  les  v^ 
montes  de  níeTe,  por  tremadales  <1m  et  les  ravins  p«r  de  fraudes 
de  ü^ua  y  por  peña  viva  y  j unto  masses  de  ma^nnerie.  Lé^  tor- 
unos üiri^sM  por  estas  partes  y  rents  qní  descendent  des  han-^ 
ra  Uau^  y  empedrado  por  las  la*  téurs  aprés  des  pluies  abondan- 
«feras,  bien  sacado  por  las  sierras,  tetu  avaient  ereusé  íes  jendroits 
d^shechode,  por  las  peñas  tfoea-  les  moins  solides,  et^^étaient  fra* 
Tado>  por  junto  á  los  Rios  sus  yé  une  voie  s<*iis  le  chemin,.  le 
paredes,  entre  nieves  cen  escalo-  ¡aissant  aijpsi  suspendu  en  Tair 
nes  y  descanso,  por  tedas  pféiéá  <;onime  uh  pont  ííüt  d*ane  séiilo 
limpio  biuTido  descombra^^,  11^,  P^''  (V«)|ffco,  Hist.  da  aui-. 
no  de  aposentos,  de. depósitos  de  te,  iott.  t,.p.  206.)  Este  escritor 
%5soro8,  de  Templos  del  Sol,  de  habla  como  lestigo  oeular,  pum 


ItnSlQ  í.*r*CAPlT.üLO  li.  69 

Sobre  otras  vertientes  mas  conijidei-abliís  fijé 
preciso  .copstr.air  .puentes  colgantes  heeho^  der 
las  solidas  fíbrus  4el  R^dgae^y,  ó  de.bejueos  del 
paisi  feíertes  y  tenaces  en  sumo  gra^o^  Oon  es- 
tos bejucos  tejmn;cables_  tan  gi'ue«os  como  el 
cuerpo  de  un  hombre,  y  luego  los  tendÍ9,n  sobre 
el  ^o,  haciéndolos  |>asar  en  las  dos  oril  las  por  so- 
bre unes  macizos  estribos  de  piedra,  has^taquef 
dar  aisegorados  abajo  en  unos  gruesos  maderoa^ 
Reunidos  muchos  de^  estos  ehormés*  cables,  for-* 
maban  ya  un  puente,  que  cubierto  «on  un  ei^ta--. 
rimado  y  defendido  á  loados  lados  por  una  ha- 
randillájde  los  mismos  bejucos,  proporcionaba  pa- 
so seguro  para  ^l  viajero»  Como-estos  puentes 
aéreos  tenían  á  veces  mas  de  >doscientos  piéd.  de 
largo,  y  sin  .otro  punto  >de  apoyo.qu^  la.&wdos  esr 
tremidad^,  forn^aban  faáeis^  abajo  4ina  onrva  fot* 
midabíe,  mientras  que  el  movimiento  que  les  im- 
primían «los  pasos  del  viajero,  les  hacian  oscilar 
de  un  modo  mas  espantoso  todavía^  sobre  to* 
do,  teniendo  a  los  pies  un  insondable  abismo  en 
cuyo  fondo  bramaba  un  impetuoso  torrante.  A 
pesar  de  todo,  los  Peruanos  cruzaban  sin  temor 
por  estos  Kgerós  aparatos,  y  aun  los  eonseryan 
los  Espatioles  en  aquellos  rios  que,  á  causa  de  su 
profundidad  o  de  la  rapidez  de  su  corriente,  no 

examinó  y  midió  diversos  portes^  magniHca  y  d^  ios   obstáculo» 

del  damind^  á  fines  del  siglo  pa-  con  que  hubo  que  I^ttclnr  .en.su 

Bftdo.    £1  lector  español  hallará  ejeca(»on,  en  un  trozo  sacado  do 

en  el  número^  del  Apéndice nna  Sanmento,  «piien  lo  vi6  e»  tiein- 

aniaíada  dcátripcion  dé  esta  obra  po  de  lo»  Inca». 


?0  CO.AQtl«TA.  f)Eh    W:RU. 

admiten  tos  ui^dios  usuales  de  comuiik^a^ion. 
Las  ag^as  mas  tendidas  y  sosegiida^se  crazalmn' 
en  balsasy  embarcación  que  los  natorat«$i  usaban 
mucho,  y  á  las  que  ponían  vetas,  siendo  el  ónico 
ejemplo  de  csla  mejoKi  en  el  arte  de  navegan 
que  se  e^^euentra  entre  los  indios  de  AiAéric^.  ^^ 
El  otro  camino  real  de  loe  Incas  corría  poir/Iiv 
tíer«a  llana,  entré  los;  Andes  y  la  costa*.  Bstaba 
coQStruiílo  de  diverso  modo,  según  lo  esigia  la 
naturaleza  ^\  terreno»  La  calzada  iba  ]idr .  na 
elevado  terrai>len  con  pamp^toa  de  Iodo  á  ambos 
lados,  en  que  bábia  plantados  árboles  y  arbustos 
odoríferos  que  recreaban  los  sentidos  ékl  cámi* 
naiite  con  au  perfume,  y  le  i  brindaban  cqu  sa 
so«nbria,  tan  agradable  bot^o  el  ardiente  sol  de  los 
t-rdpicós.  £n  algunos  pédaaos  de  Uannta  areno- 
sa con  que  solian  tropénur,  ya  quie  lo;fi¿So  y  de^' 
leznable  del  terreno  no  podia  sostener  camino  de 
íiingona  especiera  lomeóos  htiUiaaeltivado  grao- 
sos  pilotes,  de  los  que  se  ven  todaYÍ^.  algunos, 
pora  indicar  al  viaj^exo  In  rata  que 'debía  seguir.  ^^ 

43  Garciloíto,    Coui.    RenL,    cap.    60. — Relación  del   Primer 
Porte  1,  lik  3;ca{F. 7.  D^tflcubrmiíento  derla  Cosu   j 

Pucde^e^e  en.UuHilioldtaiia,  Mar  del  Stur^  M&» 

noticm  particular  de  estos  pu^n-  ,   Esté  documento  anónimo  de 

.  tes,  seguii  se  ven  íodaviu  en  vor  túgm¡fi  A»  los  prímerós  couqnis- 

mof  p9Ct^  dfl|  P«rlí..^  (ViKs^dt^  .tiidores^  caatiene  una  noticiii  ini- 

Cordillcres,  p.  230,  ct  seq.)  Ste-  nuciosa  y  probablemente  exacta, 

-^Dfloii  descrié  eon  l^val-mipii'^  dtt  I09  do»  caAttoos  reales,  que  el 

etesid&d  hw  bakaq.  Renidei^e  i»  áitV>«  vi6  en  toda  su  gnuodeza  y 

S*.  Awíertc»,  y.  ll\,  p.  Sait,  et  seq.  ^f*»  éUciwMta  enlre  los  i»ay«re» 

44  «Cieza  de  León,  €r6nka,  maravillad  del  mundo. 


tíUm  l.-*-CAl>fTULO  ti.  71 

cfpalnlieRte  ^ro  alojamiento  de  los  Ine»6  y  de 
lá!^  persona*  fpie  viajaban'  por  astintds  de  g«riMev« 
ito,  piles  e^  el  Peni  había  pocos  viajei*©»  deqtru 
das^.  Atj^nos  deesioa  ^iáeios  era»  nMiy  es^ 
téti^9)  y  í^  compooiftn  d0  foitalezit,  caart^e#  y 
ot^ns  olmí9  mitttaresy  rodeadas  de  án  pavapeto^ 
de  piedlrái  todo  laqae  abraasaba  ana  et^t^nsioo 
ctonsidemble  deterrénoc  Sstos,  no  hay  dvida, 
que  debían  servir  de  alojaiQÍento  á  los  ejéroitos 
impeYia^es  ctianda  rei^orrian  el  psási  La  eoosar- 
vaeicm  do1o9  oaítni»os^^tnoipal«a  estaba  enoar? 
gada  á  los.distrilos  pM'  donde  paaaboii,  y  en  tiem^ 
pé  de  lod  locas'  había  siempre  «n  goánr  aúnievo 
do  pef  «k>ñas^empleadas  eá '  tnantttñ^rUlt  en  buen 
éi^a^r  l^'tí)  era  rnay  18^^  nh  pms  ef  <}oe  el 
dnido  móáú  de  xi^¿!f  era  a  píé|  aqni^e  díeen  que 
loeeaiíiinos  estaban^aa  b^conalrnidos,  quepo* 
dria  rodaiti  por  ellt|s  un  eaivmife  obn  lantft  seg^r 
ridad  como  pot  lo§  mejores  camino»;  «de.  Earo^ 
p^.  **  Sia,  embjíitgóí,  ?n  uña  región  en  que  Ips 
do»  eVemoQ^M».  dé  ag«ia  y -Üi^gd  trabajan:  aetív-at* 
iixe^t^  eji;i  1^  Qb^a^á^Q  desttaccionij^eben  ir  dcca- 
yendo^pocá  á  poco^aií»lta  una  ^)ftf)fta«te' vi^Uiv« 
iíi^    A^ít  )s^.  ^MC¿¡AjjÍQ  .bpjo  la  dominación  de  los 

>  oo«<}i]istadocp9  españdleSy  q*;^  aa  cNaidiuriMi  ^ 

*•        ■        '        '  .  f 

cttb./ikÍS.--Oieza'diéLéi»ft,€)t6^  Id^o,  Coúw  Bwai'.,;  PMttJ^Ubi.^^* 
nica,  cap.  3f.— Zarate,    Ciíiiwj-.    cup,  18» 


cQn?tinuar  el  admirable  »i^epiaíqa,«^^tnfeleQÍeiTOrí 
}o3  Incas  para m  c4>íjímxy^cÍQn*^.M:^í^\Q$:rídMt^ . 
aislados;  que  tQda»vía  se  Ten  aquí  y  alíi^.e^iftcíJifis^ 
fragmentos  de  los  hermosos  caQ^D09  Tómanos 
'  desparramados  por  toda  JiaEjurcpai  «i^testigaaai 
su  primitivs^  gratidei^  y  haji.  merece/los  ^|(9h 
gios  Üe  qn  viajero  i^teligeBte,:ílo  j^jy  ¡Mrodiga  eii 
alabanzas,  el  cual  dice  '^que  los  es^i^inpts  4e-  los 
Incas  pueden  coatarjie  eptreí laer  ojbrajs  ma«  útiles^ 
y  mas  gigautesK^as^ue  jamsLs  hayan  ejeefitadO' 
los  honaibrj^^l  ^  ; :        i,  .  «     r  ;ii 

Los  «obaraAós  del  Perú. nf>ejori»ron  ^un  i^as  el. 
sistema  de  conMmeaoioa  eatr^i^vis  domimof^es* 
taUecieñdo  correos,  deKmisJno  modq'qo^  lo^  Jii-t 
cieron  los  A^^teoas;  pero-Ios  I^tuaiios- los: tayiee 
ron  bajo  -tul  plan  más  estenio,  ien  t^qs^k^.  ca^. 
liiinos  qtie  eonduoían'áJa.icapitaJ.  Mpor.to4o^ 
ellos  se  veiaa  peqiieñ09^dijS^ios  4.  cada  cii^co 
millas,  ^^.«n  cada  uno.de  los  cuales habiaún  cier« 
to  uumero  de  níenaajepos  4  chá$qui9i  siempre  pr/o^it 
tos  á  llevar  las  ordenes  del  gobiejcno.  ^^    E^tás. 

46  "Ce'tte'  chauséé,  bordee  acertfa  déla  dístánera  que  medía-- 
de  grande!  puorree  de  taíMe»-.  peut  H-  enti^  fci4 .  P!patp8#  fi  t  la,  mo^f . 
étre  cam]^arée  aai^  pías  bellas  parte  d^  ellos  ;io  la  estima viayor 
routesr  des  Romaitís  que  j 'ai  viios  dé  fres  cuartos  de  le^a.'  He  pre- 
en  Italie,  en  ITrance  et  eií  Es-,  ferído^.la.  aot^ñdad  de  Ondegar- 
pague,  . . .  Legrand  chemin  de  áq,  que  en  general  eaciribe  con 
rinca,  un  des  ouvrages  les  plus  mas  conocimiento  del  asiento  'que' 
utiies,  et'en  mé'ñie  teibpt  des  «IrMto  de  sos  conlempecáiieo«<r 
plus  gigantesques  que  les  hom-  48  La  palabra  chasqui  quiere 
mee  aient  executé."  Humboldt,  deeir^  ^egim  Monteamos,  [*e\  que 
Yuee  des  CordiUéres,  p. '294. .  recibe  «ina  coea"  (9ieiif;^Anti> 

47  Di^rcpaa    los   ésc^íoi^  güíér,  M8.,  dep.  ÍXÍPcro.^WlI»- 


UBR6  \.—^VJyPltVLO  It.  73 

firdencíí  se  enviaban  vea*nalmente  o  por  medio  de 
quipoHy  y  á  veces  iban  acompañadas  de  un  hilo  de 
la  borla  cilrmesí  que  el  Inca  llevaba  en  la  cabe- 
isa,  el  cual  era  recibido  en  todas  partes  con,  la 
misma  sumisión  que  el  anillo  real  de  los  déspo- 
tas de  Oriente.  ^^ 

Los  chasquis  usa1)aii  un  vestido  particular  que 
denptíiba  su  profesión:  todos  eran  criados  pnta 
este  oficio,  y  escojidos  por  su  fidelidad  y  lige- 
reza. Como  la  distancia  que  cada  uno  tenia  que 
recorrer  era  corta,  y  tenia  tiempo  sobrado  para 
descansar  en  las  postas,  corrían  con  gran  velo- 
cidad, y  los  mensajes  iban  por  todos  los  caminos 
reales  -a  rasión  de  ciento  cincuenta  millas  diaria*. 
El  encargo  de  los  chasquis  no  se  limitaba  á  llevar 
despachos,  sino  que  muchas  veces  conduelan 
también  otras  cosas  para  ti  uso  de  la  corte^  y  de 
este  modo,  los  pescados  del  distante  Océano,  Ui 
*casa,  las  frutas  y  otros  varios  regalos  délos  paí- 
ses calientes  de  la  costa,  llegaban  á  la  corte  e» 
buen  estado  y  se  servian  frescos  en  la  mesa 
real*  ^  Es  c'osa.«otable  que  ios  Mejicanos  y  Pe- 

ao,  que  es  mejor  autoridad  en  tra-  Provincia  d^  Mundo  se  ha  y'v&íú 

táitdose  de  su  leii^a,  diee  que  tener  á   los  t^rovissiones  de  su 

significa**^!  qiíé  cambia  alguna  Rei.'*  Zarate,  Cotíq.  d«I  Perfi, 

cosa"  pom.  Real.,  Parte  Ijib.  6,  lib.  1,  cap.  10^ 

cap.  8.  50    Sarmiento,. Relación, ÜtS., 

49    "Con  un  hilo  de  esta  Bof-  cap.  18.— Doc,  de  la  Aud.  ReoJ.^ 

la,  entregado  á  uno  de   aquellos  MS. 

Orejones,  governaban  la  Tierra,  Sí  bajrta  la  autoridad  de  Mon- 

i  proveian  lo  que  querian  con  ma-  tesinos,  hemos  de  creer  que  en  la 

ior  obediencia»  que  en  ninguna  mesa  real  se  servia  -pesGvAo  cp'l- 

I.  9      ' 


74 


CONQUISTA  DEL  FERU. 


ruanos,  sin  ninguna  comunicación  entre  si,  cono- 
tiesen  este  importante  establecimiento,  y  que 
existiese  en  do»  naciones  bárbaras  del  Nuevo' 
Mundo  mucho  antes  de  su  introducción  entre  las 
civilizadas  de  Europa,  ^* 

Por  medio  de  este  feliis  discjirso  de  los  Incas, 
las  partes  mas  distantes  del  inmenso  imperio  pe- 
ruano estaban  en  íntimas  relacione». "  Asf  pues, 
mientras  que  las  capitales  del  mundo  cristiano> 
separadas  tan  solo  por  algunos  centenares  de 
miHas,  estaban  en  realidad  tan  lejos  unas  de 
otras  como  si  hubiese  un  océano  de  por  medio, 
las  dos  capitales  del  Cuzco  y  Q,uito,  se  comuni- 
caban  fácil  y  prontamente,  gracias  á  los^aminos 
reales  de  los  Incas.  Las  noticias  de  tan  graa  nu- 
mero de  provincias  llegaban  en  alas  del  viento  á 
la  metrópoli  peruana,  que  era  el  centro  á  donde 


do  á  cieiiléguasde  la  capital,  á  las 
veinte  y  cuatro,  horas  después  tic 
sacado  del  Océano  (Mem.  Anti- 
guas, MS.,  li¿.  2,  cap.  7.)  Esta 
es  demasiada  celeridad  para  todo 
lo  qne  no  sea  calninos  de  hierro. 
51  £1  sistema  de  correos  del 
Perú  parece  haber  hebho  grande 
impresión  en  los  primeros  Espa- 
ñoles que  visitaron  el  pais,  y  pue- 
den vers^  copiosas  noticias  acer- 
ca de  él  en  Sarmiento,  Relación, 
MS.,  cap.  15. — Dec.  de  la  Aud. 
Real.,  MS.— -Fernandez,  Histo- 
ria del  Perú,  Parte  2,  lib.  3,  cap. 
5.— Conq.  i  Pob,  dfíl  Piru,  MS., 
et  auct.  plurirois. 


-  La  inveaciou  de  los  con*eos  es  " 
muy  antigua  entre  los  Chinos  ^ 
tal  vez  mas  entre  los  Persas.* 
(Véase  á  Herodoto,  Hist.,  ITira- 
nia,  $  98.)  Es  coia  muy  singular 
qu€  una  inreMipion  destinada  pa- 
ra el  ser\'icio  de  los  gobiernos 
desp<5ticos  solo  haya  llegado  á  su 
perfección  bajo  los  gobiernos  li- 
bres, puesto  que  aquel  fué  el  orí* 
gen  del  precioso  siistema  de  co- 
municaciones que  hoy  liga  todas 
las  naciones  cristianas  como  si  so- 
lo fuesen  un«*  inmensa  repébli- 
ca. 


Libro  í  .— c  a  p  i  t  v  lo  i  i  •  75 

todas  las  líueaar  de  Comunicación  venían  á  reu- 
nir^e.  No  podía  haber  un  conato  de  insurrección, 
ni  una  invasión  en  la  frontera  mas  distante,  sin 
que  al  punto  Uegasetilas  nuevas  á  la  corte  y  los 
ejércitos  imperiales  fuesen  ya  por  los  magnífi- 
cos caminos   del  país   á   sofocarlo,  o  repelerla. 

/l\:n  airairable  era  el  artificio  discurrido  por  ios 
dépotos  americanos  para  conservar  la  tranquili-" 
dad  en^sus  dominios!     Esto  nos  recuerda  algu- 

.  nos  estatutos  semejantes  de  la  antigua  Roma, 
cuando  en  tiempo  de  los  Césares  era  señora  de 
la  mitad  del  mundo. 

Uno  de  los  principales  objetos  de  estos  cami- 
nos era  facilitar  las  comunicaciones  militares. 
Este  era  un  punto  muy  importante  de  su  organi- 
zación militar,  tan  digna  de  estudiarse  como  su 
administración  civil. 

A  pesar  de  las  protestas  de  paz  dé  los  Tñcas, 
y  de  la  tendencia  pacífica  de  sus  leyes  fundamen- 
tales, siempre  estaban  en  guerra.  Ella  era  la 
que  habia  convertido  su  mezquino  territorio  en 
,utt  poderoso  imperio,  y  una  vez  llegado  á  este 
,  punto,  la  capital  quedó  segura  en  él  centro  sin 
que  la  perturbasen  ya  mas  los  movimientos  mi- 
litares, y  el  pais  gozo  de  los  bienes  de  la  tran- 
quilidad y  el  orden.  Pero  por  sosegada  que  es- 
tuviese en  el  interior,  no  hay  memoria  de  un  solo 
reinado  en  que  la  nación  no  estuviese  empeñada 
en  guerras  con  las  nacioneá  bárbaras  de  la  íVon- 


76  CONtH'íSTA  DEL  PKKU. 

tera.  La  Religión  ofrecía  tiii  pfetesto  plausible 
paralas  coiitinaas  agresiones,  y  disfrazaba  la 
sed  de  conqui:^tas  de  los  Incas  á  los  qjos^de  sus 
vasallos,  y  acaso  también 'a  los  suyos  propios* 
Como  los  sectario%  de  Mahoma,  que  llevaban  la 
espada  en  una  mano  y  el  Alcorán  en  la  otra,  así 
los  Incas  del  Perú,  no  dejaban  arbitrio  entre  ado- 
rar al  Sol  o  la  guerra. 

Cierto  es  sin  embargo  que  su  fanatismo,  o  su 
•política,  se  manifestó  bajo  una  apariencia  riías 
maderada  en  ellos  que  en  íos  descendientes  del 
profeta.  A  semejanza  del  gran  luminar  que  ado- 
raban, emplearon  la  blandura,  mas  poderosa  á 
veces  que  la  violencia.  ^^  Trataban  de  ablandar 
el  corazón  de  las  tribus  salvages  que  les  rodea- 
ban y  ganarlas  <5on  muestras  de  afabilidad  y  con- 
descendencia. Lejos  de  provocar  hostilidades, 
dejaban  pasar  tiempo  suficiente  para  que  produ- 
jese su  efecto  el  saludable  ejemplo  de  sus  sa- 
bias leyes,  confiados  en  que  sus  incultos  vecinos 
se  someterían  gustosos  á  su  dominación,  por  el 
convencimienio  de  los  bienes  que  les  procuraría. 
Si  este  arbitrio  fallaba,  adoptaban  otras  medidas, 
todavía  de  carácter  pacífico,  y  trataban  de  ga- 
narles por  medio  de  negociacion^.s,  de  una  con- 
ducta conciliadora,  y  de  presentes  a  los  principa- 
les gefes.     En  una  palabra,  ponian  en  práctica 

5ñ     "Mas  se  hicieron   señores    fuerza.".  Oii'Jogardo,  Reí.  Prim.. 
«I  pQucipio  por  maña,  que  por    M9 


LIBRO  I. — CAPITULO  II.  77. 

para  ensanchar  sns  dominios,  todos  los  artificios 
familiares  á  los  mas  astutos  políticos  de  un  pais 
civilizado.  *  Si  todos  sus  esfuerzos  eran  vanos, 
entonces  se  preparaban  para  la  guerra. 

Repartian  el  contingente  para  el  ejército  en- 
tre todas  las  provinciíis,  aunque  señalaban  ma- 
yor numero  á  aquellas  cuyos  habitantes  seHenian 
por  mas  valientes.  "  Parece  probable  que  todo 
Peruano  qué  llegaba  á  cierta  edad  podia  ser  lla- 
mado á  tomar  las  armas;  pero  los  soldados  eran 
algo  inas  que  una  milicia  bisoña,  gracias  á  la  vi- 
cisitud del  servicio  militar,  y  á  los  ejercicios  fi- 
jos'que'das  o  tres  veces  al  ihes  tenian  los  habi- 
tantes de  todos  los  pueblos.  El  ejército  peruano, 
que  al  principio  era  muy  corto,  fué  creciendo 
con  la  población,  hasta- que  en  los  últimos  diasi 
del  imperio,  llego'  áseír'muy  numeroso,  de  modo 
que,  según  afirman  los  contemporáneos,  podian 
poner  en  campaña  sus  monarcas  nada  menos  que 
doscientos  mil  hombres.  En  su  organización  mi- 
litar mostraron  la  líHsma  habilidad  y  Víuyor  al  (ír- 
den  que  en  las  derfias  cosas.  Las  tropas  se  di- 
vidían en  trozos  á  semejanza  de  nuestros  bata- 
llones y  compañías,  mandados  por  oficiales  que 

iban  subiendo  por  grados,  desde  el  último  subal- 

f^ 
terño  hasta  el  noble  inca  que  tenia  el  mando  ge- 

(\ 
neral.  sí 

53    ídem,  Kel.  Prim.,  MS.^-    195.— Conq.  y  Voh.  del  Piíru, 
Dec.  de  la  Aud.  Real.,  MS.  M8: 

5^    Oomara,     Ofoaica.    c(ip. 


78  CONQUISTA  DEL  PEKÜ. 

Sus  anuas  eran  las  que  todas  las  nacioues  ci- 
vilizadas y  no  civilizadas  usaron  antes  de  la  in- 
vención de  la  pólvora,  es    á  saber,»  arcos  y  fle- 
chas,  lanzas,  dardos,  una  especie  de  espadas 
cortas,  hachas  de  armas  ó  partesanas,  y  Jioudas, 
en  cuyo  manejo  eran  diestrísimos.     Las  puntas 
de  sus  lanzas  y  flechas  eran  de  cobre,  y  con  mas 
frecuencia  de  hueso,  y  las  armas  de  los  nobles 
incas  estaban  comunmente  adornadas  de  oro  ó 
plata.     Deíendian  la  cabeza  con  capacetes,  bien 
djB  madera  o  de  pieles  de   fieras,  muchas  veces 
ricamente  aderezados  con  metales^  piedras  pre- 
ciosíis,  y  coronados  con  el  brillante  plumag'e  de 
las  aves  de   los  trópicas.      Todos  estos  ador- 
nos, por  supuesto,  los  usaban  tan  solo  las  clases 
distinguidas.     El  coniuA  de  los  soldados  vestia 
qI  trage  particular  de  &it».respecti vas  provincias, 
y  cubrían  la  cabeza  con  una  especie  de  turbante 
de   telas  de  diversos  colores  que  producian  un 
\dstoso  efecto,     tas  armas  defensivas  eran  ro- 
delas, paveses  y  un  escaupil  o  sayo  estrecho  de 
algodón  acolchado,  lo  mismo  que  lo  usaban  los 
Mejicanos.     Cada»  compañía  tenia  su  bamdera 
propia,  y  en  el  estandarte  imperial  que  descolla- 
ba sobre  todas,  brillaba  un  arco-iris,  la  divisa  de 
los  Jncas,  coA  que  denotaban  su^  derechos  como 
raza  celestial.  ^^ 

i  55    Gomara,  Crónica,  ubi  su-    cap.  20. — Velasco,  Hist.  de  Qui- 

P  pra.— Samirií^o.  Vd-^'-jon,  Mí?.,     to,  tcni.  !.,  pp.  17C-17Í). 


>    *  Í.IBRO  1.— CAPITULO  IK  79 

Gracia»  al  perfecto  sistema  de  comuiiicacio- 

.nes  establecido  por  todo  el  país,  bastaba  muy 
poco  tftmpo  para  que  se  reuniesen  los  rempla,- 
zos  de  los  puntos  mas  distantes.  El  mando  del 
ejército  se  confial)a  á  un  gefé  esperimentado  de 
la  sangre  real,  aunque  era  mas  frecuente  que  el 
Inca  lo  nvandase  en  persona.  Las  marchas  se 
hacían  con  gran  celeridad  y  poca  fatiga  para  el 

.  soldado,  pues  que  por  todos  los  caminos  reales 
encontraba,  á  distancias  fijas,  cuarteles  en  que 
alojarse  con  mucha  comodidad.  Todavía  se  vé 
cubierto  el  pais  de  los  restos  de  eslas  obras  mi- 
litares construidas  de  pórfido  y  granito,  que  la 
tradición  asegura  servian  para  alojar  al  Inca  y  á 
su  ejércyto.  ^^ 

Habia  también  á  ciertas  distancias  almacenes 

*  provistos  de  granos,  armas,  y  demas^  pertrechos 
de  guerra,  para  que  el  ejército  se  surtiese  en  su 
marcha.  Los  gobernadores  tf  nian  especial  cui- 
dada de  que  estos  almacenes,  que  se  habilitaban 
por  cuenta  del  Inca,  estuviesen  siempre  bien  He- 
Este  último  escritor  da  un  ca-  .  distnbuidos.por  todo  el  pais  eutre 
talogo  de  las  ahnas  de  los,  anti-  Quito  y  Lima,  que  él  ví6  en  su 
guos  Peruanos,  que  comprende  visita  á  la  América  de\  Sur  en 
casi  todas  las  que  conocen  los  1737,  de  los  que  describe  algunos 
soldados  Europeos,  salvo  las  de  con  gran  minuciosidad.  Mémoi- 
fuego.  Es  de  alabar  en  él  que  las  res  sur  quelques  Anciens  Monu«- 
omitíera.  mens  du  Pérou,  du  ten^s  des  In- 

56    Zarate,  Conq.  del  Perú,    cas,  ap^  Histoire  de  V  Academie 
Hb.  1',  cap.  11. — Sarmiento,   Re-    Royale  des  Sciences  et  de  Selles 

'dación,  MS.,  cap.  60.  LetUes,  (Berlin,   1748,)  t.  II.  p. 

Condamine  habla  del  gran  nú-     133. 
mero  de  estos  puntos  fortificados 


80  COXQtJISTA  DEL  PEUU. 

nos.  Cuando  los  españoles  invadieron  el.  país, 
mantuvieron  mucho  tiempo  stis  ejércitos  con  las 
provisiones  que  en  ellos  encontraron.  ^^  Estaba 
severamente  prohibido  al  soldado  pehiano  el 
atacar  ^de  cualquier  modo  que  fuese  las  propie- 
dades de  los  habitantes  de  los  distritos  por  don- 
de pasaba.  Cualquiera  violación  de  esta  arelen 
se  castigábale  muerte.  ^"^  El  sohlado  se  vestía 
y  alimentaba  con  el  trabajo  del  pueblo,  j  los  In- 
cas resolvieron  con  mucjia  justicia  que  no  paga- 
se este  beneficio  con  vejaciones.  Lejos  de  ser 
el  tjército  imperial  una  gabela  para  los  trabajcíi. 
del  labrador,  d  una  carga  para  su  hospitalidad» 
podía  atravesar  el  pais  de  un  estremo  á  otro,  sin 
mas  molestia  para  los  habitantes,  que  ]%  que  po- 
día causarles  una  caravana  de  pacíficos  camer- 
ciantes  á  una  revista  de  soldados  de  procesión. 

Tan  luego  como  se  declaraba  la  guerra,  tra- 
taba el  Inca  de  reutiir  sus  fuerzas  lo  mas  pronto 
posible,  para  poder  prevenirlos  movimientos  del 
enemigo  é  impedir  cualquiera  combinación  con 

5T    "E  ánsi,"  dice  Óndcgar-  se  entendió  que  si  fuera  menes- 

do  hablando  cómo  testigo  ocu-  ter  muchas  mas  nó  ildtaran  en  e) 

lar,  •'cuando  el  señor  presidente  valle  en  jwjuellos  depósitos,  con- 

Gasca  passó  con  la  gente  de  cas-  forme  á  la  orden  antigua,  porque 

tigo  de  Gonzalo  Pizarro  por  el  6  mi  cargo  estubo  el  repartirlas  y 

valle  de  Jauja,  estuvo  allí  siete  hacer  la'cuenta  para  pagarlas." 

jicmanaa  á  lo  que  me  acuerdo,  se  Reí.  Seg.,  MS. 

hallaron    en   depósito  fnaiz  de  58     Pedro  Pizarro,  Descub.  y 

quatro  y  de  tf»ft  y  de  dos  años  Conq.,  MS.— Cieza    de    Le^ti, 

mas  de  15,000  hanegas  junto  al  Crónica,    cap.  "44.— Sarmrema, 

camino,  é  allí  comió  Ja  gente,  y  Relación^  íMS.,  cap,  14. 


UCKO  I. — CAPITULO  lí.  81 

1g¿  aliados.  El  descuidar  esta  últimii  medida  fué 
puntualmente  la  causa  de  que  las  diversas  nacio-^ 
nes  del  pais,  cuyas  fuerzas  reunidas  eran  bastan- 
tes para  resistir  ú  los  Incas,  fuesen  soanetiéndo- 
dose  á  su  yugo  una  tras  otra.  Con  todo,  una  vez 
puesto  en  campaña  el  Iiica,  no  se  manifestaba 
nunca  dispuesto,  á  sacar  de  sus  ventajas  todo  el 
partido  que  podía,  ni  á  reducir  al  enemigo  á  la 
última  estremidad.  En  cualquier  estado  que  la 
guerra  se  encontrase,  siempre  estaba  pronto  á 
escuchar  proposiciorres  de  paz,  y  «i  bien  es  cier- 
to que  trataba  de  rendir  á  sus  enemigos  destru- 
yendo sus  sembrados  para  acosarlos  por  hambre, 
también  lo  es  que  no  permitía  que  sus  soldados^ 
cometiesen  violencias  inútiles  en  las  personas  o 
propiedades.  Se  cuenta  que  uno  de  los  prínci'» 
pes  peruanos  decia:  "Debemos  conservar  nues- 
tros enemigos,  o  de  lo  contrario  obraremos  con- 
tra nuestros  intereses,  puesto  que  ellos  y  cuanto 
les  pertenece  há  de  ser  nuestro  muy  pronto."  ^^ 
Era  una  máxima  sabia,  y  como  muchas  de  su  es- 
pecie, fundada  tanU)  en  la  caridad  como  en  la 
prudencia.  Los  Incas  adoptaron  la  política  que 
un  historiador  romano  atribuye  á  su  patria,  di- 
ciendo que  mas  gano  por  la  clemencia  con  los 
vencidoí»',  que  conquisto  eon  sus  legiones.  ^ 

59  -'MandaViise  que  en  los  nocido,  procuraban  que  la  guftr- 
mantenimientoa>-y  casas  do  los  ra  fuese  la  ma«  liviana  que  ser 
enemigos  se  hiciese  poco  daño,  pudiese.*'  Sarmiento,  Relación;- 
,  diciendoles  el  Señor,  presto  se-  -MS.,  cap.  14. 
rán  cátos  nuestrcB  como  los  que  60  "Plus  peno  parcendo  vie- 
ra lo  ícn;  cerno  cfto  tenían  co-  lie,    quám  \'jncendo    impérrau 


82  CONQUISTA  DEL  PERÚ. 

Penetrados  siempre  de  este  mi^mo  espíritu  de 
benevolencia,  cuidaron  con  todo  esmero  de  la  se- 
guridad y  buen  trato  de  sus  tropas,  y  cuando  la 
guerra.se  prolongaba  demasiado,  o  el  pais  era  in- 
salubre, no  olvidaban  relevar  la  gente  con  nue- 
vos refuerzos,  permitiendo  que  los  reclutas  mas 
antiguos  se  retirasen  á  descansar  á  sus  casas.  " 
Pero  al  mismo  tiempo  que  eran  tan  económicos 
de  la  sangre,  así  de  sus  vasallos  como  de  sus  ene- 
migos, no  se  detenian  en  tomar  las  medidas  mas 
severas  cuando  les  provocíiba  á  ello  lo  feroz  ü 
obstinado  de  la  resistencia;  y  en  los  anales  del 
Perú  se  halla  mas  de  una  de  aquellas  páginas 
sangrientas  cuya  lectura  nos  hace  hoy  estreme- 
cer. Debe  también  advertirse  que  esta  política 
humana,  que  he  pintado  como  propia  de  los  In- 
cas, no  hay  que  buscarla  en  todos,  y  que  no  fal- 
ta en  la  estirpe  real  quien  desplegara  en  todo  su 
vigor  ese  espíritu  atrevido  y  poco  delicado  que 
se  encuentra  generalmente  en  los  conquistadores 
vulgares. 

La  primera  medida  del  gobierno  después  de 
reducido  un  pais,  era  introducir  allí  el  culto  del 
Sol.  Edificábanse  templos,  y  quedciban  al  cui- 
dado de  un  crecido  numero  de  sacerdotes,  que 
esplicaban  al  pueblo  conquista/ío  los  misterios 
de  su  nueva  fe,  y  le  deslumhraban  con  su  pora- 

auxisse."  Tit.  Liv.,  üb.  30.  cap.        61      tiarcilaso,    Com.    Real., 
42.  Parte  1,  lib.  6,  cap.  18. 


LIBRO  I.— CAPITULO  II.  83 

poso  cerenioniaí,  ^  Pero  no  por  eso  trataban 
con  desprecio  la  religión  de  los  vencidos.  El 
principal  culto  de  jia  ser  el  del  Sol;  pero  las  imá- 
genes de  sus  dioses  eran  llevadas  aíl  Cuzco  y  co- 
locadas en  uno  de  los  templos  para  que  fuesen 
contadas  entre  las  divinidades  inferiores  del  Pan- 
teón {^ruano.  Allí  se  quedaban  como  en  rehe- 
nes de  la  nación  vencida,  la  que  de  ese  modo  se 
veria  menos  tentada  de  sacudir  el  yugo,  puesto 
que  al  hacerlo  debía  dejar  ;sus  dioses  en  poder 
de  sus  enemigos.  «*  . 

Para  el  arreglo  de  las  nuevas  ccmquiaüta»  ha- 
cian  forniar  los  Incas  un  censo  de  la  población, 
y^andaban  hacer  una  escrupulosa, visita  de  to- 
do el  pais,  con  el  fin  de  imponerse  de  cuales  eran 
sus  producciones,  y  de  la  calidad  del  suelo.  ** 
^Hacíase  en  seguida  una  división  general  de  los 
,  terrenos,  bajo  las  misrtiás  reglas  que  régian  en  el 
resto  del  imperio,  y  se  demarcaba  la  .parte  cor- 
respondiente al  Sol,  al  soberano  y  al  pueblo.  La 
estension  de  esta  ultima  se  calculaba  por  el  mon- 
to de  la  pG^»tacion;  pero  siempre  era  igual  la  por- 
ción asignada  á  cada  individuo.  Puede  pareéer 
estraño  que  haya  habido  un  solo. pueblo  que  qui- 
siera someterse,  pacíficamente  á  tal  arreglo,  que 

62    Sarmiento, Relación,  MS.,        64    íbid.,  Parte  1,  lib.  5,  cap. 
<«ip.  14.  13,    14.  —  Sarmiento,    Relación 

aa   Aconta,  lib.  5,  cap.  1^.—    MS.,  cap.  15. 
Garcilaso^ .  Com.  Real ->  Parte  1,  .      ..  1 

Ub.  5,  cap:  12.     . 


84  CONQOlStA  UEL  PKKÜ-  - 

exijia  un  despojo. tan  completo  délas  propiedad 
des.  Pero  e^  preciso  teneV  presente,  que  lo  su- 
fría una  nación  conquistada,  y  que  á  la  menor  sos* 
pecha  de  intentar  una  resíistencia^  se  le  atemorí* 
2¡aba  poniendo  guarniciones  en  lo8' puntos  mas 
importantes  de  su  territorio.  ^^.  E«  taróbiep  pro- 
bable que  los  Inca*  tiO  hacían  raas  cambios  que 
los  muy  precisos  para  sistemar  el  nuevo  orden 
de  cosas,  y. que  tmtaban  en  cuanto  'erapasiblef 
de  adjudicar  las  posesiones  á  sus  antiguos  pro* 
pietarios*  A  los  curacas  particularmente,  con- 
firmaban casf  siempre  en  su  autoridad,  o  cuando 
-  parecía  oportuno  deponer  al  actual,  hacían  que 
le  sucediese  su  legítimo  heredero.  ^  Manifcstiii- 
ban  gran  respeto  á  las  antiguas  costumbres  y  le- 
yes del  país,  en  cuanto  no  se  oponía  á  las  leyes 
fundamentales  de  los  Incas*  No  debe  tampoco 
olvidarse,  que  las  tribus  conquistadas,  estaban 
por  la  mayor  parte  muy  poco  adelantada^s  en  la 
civítizacion  para  tener  aquel  apego  al  suelo  que 
distingue  á  las  naciones  cultas.  ^^  Pero  cnalquie^t 

65  Sarmiento,  Rélacidn,  MS.^  1&  hnmaiikbui,  ^u'é  k>a  hombres 
tap*  19.  soB  bastante  sabios- para  admirsr- 

66  Fernandez,  Hist.  del  Perú,  mas  que  á  sus  bienhechores.   Co- 
PorteS,  lib.  3,  cap.  11.  mo  Sarmiento,  por  ser  Presiden* 

67  Sarmiento  da  una  noticia  te  del  Real  Consejo  de  Indias  y 
conlpleta  y  muy  interesante,  de  haber  venido  al  pais  poco  des- 
la  política  humanísima  que  si-  pues  de  la  conquista,  es  una  au" 
gnieron  los  Incas  en  sus  conquis-  toridad  dé  mueho  peso,  y  ademas 
tas,  la  cual  forma  un  notable  cou*  su  obra  sepultada  entre  el  polvo 
traste  con-  la  conducto  que  co  -  de  la  Ubreiiá  ^el  Escorial  e«  cftsi  > 
múnmente  siguen  esos  azote?  de  desconocida,  hn  inserido  el  ca- 


1JBRQ  1.— ^CAPITULO    II.  85 

rd  que  sea  la  causa  á  que  se  atribuya,  es  muy 
probable,  que  los  estraordinarios  estatutos,  de 
los  Incas  se  plantearon  con  poca  oposición  en  lod 
territorios  conquistados.  ^    . 

Á  pesar  de  esto,  lo3  soberanos  del  Perú  no  se 
fiaron  del  todo  en  la  aparenfe  sumisión  de  sus 
nuevos  vasallos,  sino  que, para  asegurarla  mas 
adoptaron  varios  arbitrios,  demtisiado  notables 
para  que  los  pasemos  en  silencio. — -Inmediata- 
mente después  de  terminada  una  nueva  conquis- 
to» llevaban  á  los  curacas  y.sus  familias  al  Cuzco 
IK)r  algün  tiempo.  Allí  aprendían  el  idioma  de 
la  capital,  se  familiarizaban  con  los  usos  y  cos- 
tumbres de  la 'corte,  así  como  con  la  política  del 
gobierno,  y  obtenían  del  soberano  Aquellas  seña- 
les de  distinción  que  podían  serles  mas  Hsonge- 
nis  y  aticionarbs  mas  é  su  persona.  Penetrado» 
de  estos  sentimientos,  se  les  enviaba  otra  vez  á 
g;obernar  sus  vasallos;  pero  dejando  siempre  en 
la  capital  á  sus  hijos  primogénitos,  tanto  para 
que  sirviesen  de  prenda  de  su  fidelidad,  como 
para  servir  de  ornato  á  la  corte  del  Inca.  ^ 

Otro  arbitrio  usaron  de  un  carácter  mas  origi- 

pltnlo  e&toit)  en  el  Apéndice  nú*  cas  'no  8o!o  sin  repugnatieia,  »• 

mero  3*  no  con  placer."     Pero  Velasco. 

(}d     Según    Velascc,  ha  1 1  el  aiitorí Jad    moderna,   creía    con; 

poderoso  estado  de  Quito,  que  facilidad,  6  contaba  con  que  oa 

ya  habí»  adelantado  lo  sufíclente-  lo  harían  sus  lectores^ 
en  la  carrera  de  la  civilización        60     Garcilaso,    Com.    ReuJw 

para  quo  sus  habitantes  cónocie-  Parte  7.   lib.  6.   cap.   1*2:  lab.  ?, 

sen  bien  el  derecho  de-  propíc-  cap.  *i. 
dídr  adoiítíó  Ia3  leyes  dé  los  In- 

I.  ia 


86  CONQUISTA  DEt.  PKRÜ* 

nal  y  mas  atrevido.     Tratábase  nada  meriosl  qü¿ 
de  hacer  una  revolución  en  el  idioma  del  paÍ9. 
ta  América  del  Sur,  lo  mismo  que  la  del  Norte, 
estaba  dividida  en  una  infinidad*  de  dialectos,  ó 
mas  bien  lenguas  diferentes,  muy  ^póc»   pareci- 
das unas  á  oti-as.     Esta  circunstancia  estorbaba 
no  poco'al  gobierno  eti  la  adníiinlstración  de  t<ls 
provincias  cuyo  idioma  no  conocía.    Tlesolvidse 
por  tanto,  sustituir  á  todas  ttna  sola  lengua  ge- 
neral, la  quichua^  lengua  de  lá  corte,  Irf  capital  y 
c}  pais  vecino,  el-raas  rico  y  áj  mismo  tiempo  ol- 
mas conciso  de  todos  lo«  dialé'ctos  de  1a  Améri- 
ca del  Sur.     Enviaron  maestros  á  cada  ciudad  y 
pueblo  del  pais,  con  obligación  de  instruiir  á  to- 
do* los  habitantes  hasta 'iá  lo«  déla  clase  ínfiriía» 
previniendo  al  mismo  tiempo  que  nafiie  que  ig- 
norase esta  lengua  podria  llegar  á  ninguii  puesto 
de  honra  ó  provecho,  tos  curacaár  jr  otros  gefes 
que  residían  en  la  capital  se  íamiliarizaban  con 
este  dialecto  en  su  trato  con  la  corte,  y  óuando 
volvían  í.  su  tierra,  lo  usaban  para  conversar  en- 
tre sí;  cuyo  ejemplo  imitaban  sus  córmtivas,  y  de 
este  modo  el  quichua  se  fué  v^lViendb*'poco  á 
poco  el  idioma  elegante  y  de  moda,  del  mismo 
modo  que  en  Inglaterra,  después  de  la  conquista, 
afectaba  usar  el  normando  todo  el  que  ¿aspiraba 
á  alguna  distinción..   De  ésta  manera,  aunque 
cada  provincia  conservaba  su  lengua  propiíi,,  se 
creo  un  precioso  medio  de  comunicación  *eoa  cu- 


y^Üfttixiltér  puilleron  fratai^  eníre  áí,  y  el  Inca  y 
,  sus  d^legtido^,  éoiñunícarse  con  todas;  T<il  era 
elestrtdo  i^wcí  ^utirdabíin  !ás  cosas  a. la  Htfg^dá 
de  los  Españoles.  No' hay  dtitla  que  en  la  histo« 
ría  se  halktii  peeos  e^etnpíós  dé  una  áatoridád 
te  nbsalatft,  cxyixio  el  carabirtr  el  teugnage  de  üti 
iínpericí  por  la  sola  noluntad' de*  sii  ¿eñor.  'í* 

Pq«o  meaos  singular  fué  i^in  embargo,  otraíil- 
yetiéion  de  qae  se  valiet^n  los  Indas  para  asegu- 
rar la  fidelidad  de^us  vasallosv  Cuando  una  pat- 
te  de  la  nación  recien  conquistada  descubría  sín- 
tomas repetidos  de  descontento,  nó  era  raro  que 
auna  parte  déla  población  que  llegaba  á  veoe« 
á  4ic¿  roil  o  nías  personas,  se  le  trasportase  é 
6tro  puntó  distante  del  reino  bcnpado  por  vasa- 
llos antiguos,  de  cuya,  fidelidad  no  podia  dudarse 
lln? humero  igual  de  estos  "^e  trasplantaba!  al  teif- 
ritorio  qüie  dejaron  tfe^ooupado  los  primeros^ 
Por  resukado-dd  estos  éambiosí  quedaba  la  po- 
bkteionxompuei^ta  de  dos  razas  distintas,  qtíé  se 
miraban  mütuanniente  con  una  desconfían^  muy 
utíl  para  sofi>car  buhltiuiera  tentativa  de  sublé- 

'  70  IbicL,  t'arte  í,  \\h.  6,  cap.  ^  querer  deprender  mas .  lenguai 
35;li^.7,  cap.  1»  2.— Ondegár-  délas  suyaa  propias,  Iob  Reyfts 
do,  Reí.  Seg.,  MS.,  Sarmiento,  pudieron  tanto,  quesalieron  Ddn 
Rehiciou,  MS.,  cap.  55.  su  intención  y  ejlos  tubieroQ  por 

''AuB'  l&  Criattu-a-  no  hal>iese    bien  de  cumplir  su  mandado  y 


do   el  Pecho  de  su.  Madre  tan  de  veras  se  entendió  en  ello, 

guando  le  comenzasen  á  mostrar  ^ue  en  tiempo  de  pocos  afíos  se 

la  X^engua  que  havia  de  saber,  y  savia  y  usaba  una  lengua  en  ma« 

aunque  al  priiicipio  ín€  di6caltó-  de  mil  y  doscientaa  leguas."  Ibid., 

so,  é  muchos  se  pusieron  en  no  cap.  Hl. 


vacioti.    Con  el  trascurso  del  tiempo,  el  ejeioplo 
de  los  btier^QS  pr^Y.alecia  al  fip,  pues  tenia  en  su  , 
apoyóla  autoridad  real,  y  la  influencia  continqa 
de  las.  leyes  funUíimentules/é  las  que  por  grados 
se  iban  acostumbrando  las  razas  estrangeras.  Se 
despertaba  poco  á  poco  en.  su  pecho  un  espíritu 
de  fidelidad,  vy  anteis  que  pasase  una  generación, 
ya  i^e  hsibiau  mes^elado  \y  confundido  todas  las 
tribus  como  miembros  de  una  mistma  comunidad* 
'^  Perq  á.  p<}sar  de  esto,  cada  raza   continuaba 
disting]qiéndos$?poj:  suA'estido,  paastoque  según 
una  antigua  ley,,  eada  ciudAdano  debía  usar  el 
tcage  deja  proviucia.de  dxxndé  era  nataraL  ''^  AI 
<polono  trasladado  de  cate  modos  tampoco  le  que* 
daba  el  recurso  de  regresar  á  su  pais  natal, 
porque;  otra  ley  prohibía  que  na^e  cambiase  de 
residt^acia  sin   permiso,  ?^  y  así  quedaba  fijado 
allí  para -toda  su  vida*     £1  gobierno  peruano  no 
tan  Qolo  señalaba  á  cada  uno  de  »q$  subditos  el 
punto  en.qite  debia  residir,   y  los  límites  dentro 
de  los  cuates  podia  obrar^  sino  que  basta  deter- 
minaba la  naturaleza  y  calidad  de  &us  acciones, 
librándole  en  cierto  modo  ^e  toda  responsabili- 
,dad  personal,  ya  que  dejaba  de  ser  un  agente 
libre. 
En  la  práctica  de  esta  singular  disposición  cui- 

71  Ondegardo,  Kel.    Priiii.,    el   Inca  por  muy  Importante/' 
MS.— Fernandez,  Hist.  del  Pe-    Líb.  6,  cap.  IG. 

rfi,  Parte  2,  lib.  3,  cap.  11.  ,     73.   Conq    i   Pob    del    Pim 

72  .   "Esto"  dice  «1  P.  Acostn,     M^. 
para  el  buín  gcbií»inb.  lo  ^ñh 


Linw     I.-r-CAPIlpüLO  U.  tí9 

duron  mucho  los  Ipcas  de  combipar  luista  donde 
fuíjse  posible  la  conveniencia  y  bienestar  de  los 
í^olonos  con  la  ejecución  de  sa  intento.  Siempre 
atendiaaá  que  los  mitimaes,  como  llamaban  á  es* 
tos  emigrados,  fuesen  llevados  á  los  climas  mas 
semejantesal  suyo,  no  trasladando  los^  habitantes 
de ^paises.  fríos  á  lo^  calientes,  ni  al  contrario*  ^^ 
Teníanse  antes,  ptesentes  hasta  sus  ocupaciones 
ordinarias^  y  establpcian  al  pescador  en.  las.cer- 
canias  del  Océano  o  de  los  lagos»  mientras  que  al 
labrador  ddban  las  tierras  mas  propias  para  ll€-> 
var  aquellas  semillas,  cuyo  cultivo  le  era  mas  co- 
aocido.  75  Y  así,  como  machos,  si  no  todos,  mi- 
xao  la^mjgraeion  como  nna  calamidad,  el  go« 
bierno  cuidaba  de  4ar  á  los  mitimaes  pruebas  de 
un^  atención  particular,y  concederles  varios  pri- 
vilegios é  inmunidades  para  que  mejorase  sucon^ 
dipipn,  y  si  posible  ^ra,  llegasen  á  cónfolrmarse 
con  su  si^erte*'^^ 

Aunque  las  leyes  fundíimentales  del  Per«  pue- 
dan haber  sufrido  algunas  mejoras  y  modiiicacío- 

74    ''Trasmataban  de  laft  ta-  75    Ondegairdo,  Reí.    Priin., 

les  Frovinciú  la  cantidad  de^n*  Af8. 

te  de  í^ue  de  clki  parecía  convG-  76    Loa  descendientes  de  eit- 

nir  que  saliese,  á  los  cuales  man-  tos  mitimaes  se  encuentran  toda- 

daban  ^«sar  á  poblar  otra  tierra  ^ia  en^Qnito,  6  ¿  lo  menos  se  en- 

del  temple  y  manera  de,  donde  contr  iban  á  fines  del  siglo  pasa- 

salian,  si  Aria  fría,  si  caliente  ca-  do,  según  Vclasco,   distínguién- 

liente/ en  donde  les  daban  tienran  dote  con  este  nombus  del  resto 

y  campos,  y  casas,  tanto,  y  mas  de  la  población.  Hist.  de  Cliiito, 

como  dejaron."  Sarmiento,  Re-  two.  I.  p  17S.                  ' 
ncioú,  M9»,  C3p.  10. 


tres,  c a  los  reinado^  de  sus  diversos  irianatcaif', 
tín  cada  una  se  descubre  el  husmo  ¿aVácter  del 
ürigíñaljCortto  'ai  todas  hubiesen  sido  vaciadái 
en  un  mismo  molde.  EÍ  ihipeíio  coiífórtíié  se  va 
fbrtaleciendo  y  ensanch¿índó  suceáiVam«Óté,^tió 
es  sino  iíl  desarrolló  en  grahdfe  eseáládes  jó  qtre 
era  al  principio ^eií  miniatura,  así'conió  se  Sdicfe 
4iie  en  el  seno  de  la  seiníifá  sfe  encierra  todo  el 
ramaje  del  fdturo  monarca  de  la' selva.  Cada 
Inca  que  subía  al  trono,  parecía  nó  desear  otríi 
cosa  que  seguirlos  pasos'de  su  predécésór-y  lle- 
var á  cabo  stfsl  pfoyfectos.  Gniñdes  éttipresas 
que  comenaíaba  uno  de  ellos,  kis  continuaba  otro 
y  venia  á  acabarlas  uti  terccm.-  Obraíidotrsf  to- 
dos bajo  un  plan  fijo,  sin  aquellos  riiorrmieñtds 
irregulares  o  tfetrogados  (jiie  revela  la  ínfltrencia 
de  diversos  agentes,. el  estado  pareeiá  dirijído 
por  una  sola  manoj-y .  mítri^h^bá  con  paso  firriie 
en  su  brillante  carrera  de  civilizacíoii  y  de  con- 
quistas, ^omo  si  la  vida:  de  sus.  diversos  isiobe ra- 
nos nó  hubiese.^ sido  mas  que.iui;  largo  y  glorioso 
reinado. 

El  principal  objeto  de  estás  leyes  fandaTñen- 
tales  era  la  conservacipn  de  la  tranquilidad  inte- 
rior; pero  parecia  que  ésta  sold  podía  eonsegtiir- 
se  manteniendo  la  guerra  en  el  éisferior.  .Tü^an- 
quilidad  en  el  corazón'  de  la  monarquía  y  guerra 
en  sus  estremidades,  tal  era  la  condición  del  Pe- 
rú.    Eñ  esta  guerra  hallaba  ocupación  para  una 


páHé  deí  payfJlo,  y'pró¿üraí)á  segúridíid  átóAo?. 
con  la  conquista  y  civilización  de  sus  bárbaros 
vifcíhós.  Tddtí  Inca,  por  blaiidb  y  benévolo*  (juc 
fílese  en  su  ^óbícífno  interior,  era  un  guerrei'o  j 
mVAdab^á  éW'iiíeiísona  suá  ejércitos.  A  cada  reina- 
á6'^sé  éátetidíkn  'ríiás  y  mas  los  líniites  del  impe- 
rio! CHfef  todos  íóh  años  volvía  el  victorioso  rrto- 
ñai^ca  á  súcajíttát  curiado  de  despojos,  y  seguí- 
do  tfé^  Uña  lüuitlttiad'e  caiíáiliós  íribütarios;  f  allí 
lé  ácbjiHb  con  la  pompa  de  un  triunfo  romano 
Stiá'^iiiHumetáAres  habitadores  saliáti  á  recibirle 
^ón  'ftáhderás,  engalanados  con  los  vistosoií  tra- 
jtíáf '  dfe  las  diverjas  proTincias,  y  sémbráfidó'  de 
híiÁaá'y  tl'tí 'flbWs Ik'sendá  del  veñcedót.  Él  In- 
tá,"  llevado  en  hoíhWos  dfeíoá  nobles  en  Su  silla 
áé!  óiíó/,  iegúía  en  procesión  áolemné  bajo  los  ar- 
KroVtrlürtftílfei^,  levantados  en  todo  el  camino,  ñas- 
fh  n^gaí  al  templo  del  Sol/  Allí  él  principé  vic- 
toriosa, siñ'ácttínpanámientd,'  porqué  á  todo  él 
ilitíiida,  tneittps  al  monarca,  estaba  prohibida  la 
étií^Mü  ^lí  el  i§ágrádo  técinto,  despojado  de  las 
Máigniáé  rédlés,  dés^ckl^ó  y  éón  lá  mayor  hiimíK 
dad;  isre  ácei^ciába  fila;  Véneifableára,  y  ofreciasa- 
étóMés  y  accionéis  dé  g^keiás  á  lia  gloriosa  dei- 
4dd'()ue  pt^otegi^  la»  foirtúftasj  de  los  Iricas.  Con- 
dtiída  eWa^tíeféffl.díiT*,  iWpóMacibñ  entera  sé  en- 
ttiegábá  ái  fegóüíyd)  por  toda  la  citidad  se  veían 
tn^^c^á^,'  danzas- y  banquetes,  y  celebráliíán  cotí 
ilaminacioneif  jfliintitíUriaá  las  m tona»  d^l  Inca 


9a  ,        CONQüIsrA  0EL  O-ERÍJ* 

y  la  agregación  á  sa  imperio*  de  fin  niievp  terri- 
torio. "^^  ^  .  .       .  ; 

Esta  fiesta  tien^  en  jnucba  paíKc  aspecto  di? 
\ina  solemnidad  religiosa,  bie^.  que  todas  las 
guerras  peruanas  tenian  tani.bie.i)  .un  caréptex  re* 
ligioso.     La  vida  del  Inca  no  era  ptra  cosa,  que 
una  larga  cruzada  contra  los  infieles»  para  estien-^ 
der  el  culto  del  Sol»  sacar  ^  las  uácüones  e.stra:* 
viadas  de  Jas  tinieblas  de.  una  grosera  sup^F^U-* 
cion,  y  traerles  á  gossar  de  los  beiieficips  de.  un 
gobierno  bien  organizado.   Esta  era. la  "misiqu!' 
\\  fí   \Ny  ^el  Inca,  para  valernos  de  «na  frase,  favorita  4^ 
k     \?   |ioy.  También  era  e§ta  la  "misión"  del  cpnqaijs* 
^  Si/     |tador  cristiano  que  invadid  el  iniperio  de: este 
'^       jmismo  monarca  Indio:  á  la  historia  toe^  decidir 
«cual  de  los  dos  la  desempeñó  con  mas  fidelidad. 
Apesar  de  todo  esto,  los  soberanos  del.  Perú 
no  manifestaron  una  impaciencia  pueril  por  en** 
sañchar  su  imperio.    Concluida  una  campaña, 
Buspendian  sus   operaciones  y  d^aban  pasar 
tiempo  suficiei^te  para  qijie  se  asegurase  una  ooeh 
quista  antes  de  en^prender  otra,  y  en  este  inter* 
medio  ocupaban  el  tiempo  en  la  adminjstraeion 
de  su  reino,  y  en  sus  larga»  peregrinaeioi^es,  pa- 
ra ponerse  en  comunieacion  mas  inmediata  coi^ 
su  pueblo.  También  durante  este  tiempo  sé  ha- 
bian  ido  aoostumbriinda los  nuevos  vasallo» alas 
desconocidas  leyes  de  su»  señores.    Aprendían 

77  Sarmiento,  F«ljie¡(w,,MS.,    Pwte l.m ^,  p%py  IJ,  17t ib. (^, 


LIBRO   I. — CAPITULO  lí.  93 

á  conocer  el  valor  de  an  gobierno  que  les  libraba 
de  los  males  físicos  inherentes  á  uiyestado  de  bar- 
barie; que  protegía  sus  personas  y  les  aseguraba 
una  conipletji^rjh^ippemflt  1511  tojos  los  privile- 
gios que  gozaban  sus  conquistadores^  y  confor- 
me se  familiarizaban  con  las  estrañas  leyes  del 
pais,  la  costumbre,  que  es  una  segunda  natura- 
le^ep,  X^M  Ivu5ia  aíipioi^arse,  á  ella^r  prpcisai^ente 
por  su  misma  «ingiilaridad.  ^  De  -enie  modo^  por 
grados  y  sin  violencia,  se  fué  levantando  la  ma- 
gestuosa  fábrica  del  ipaperio  Peruano,  compues- 
to jje  un  gran,  número  de  tribus  independientes, 
mnctias  veces  hostiles  unas  á  ptras,  ytodas  r4?u- 
uidas  por  la  influeiic;ia  de  ^na  mism^  religión,  un 
misifiQ  idioma  y  un  misiiao  gobiernOi,  hasta  for- 
mar, una  sola  nación,  anknacja  de  ,un  mismo  es- 
píritu de  ampr  á  sus  leyes  y  d,^  firnae Jeali^d.á  su 
soberano.,  j Qué  contraste  con  la  moDarqiiiV az- 
teca del  continente,  vecino,,  que  compuestia  de  los 
mismp^  elemei|tós  heterogéneos,  sin  ningún  prin- 
cipio interno  de  adher<^ncia,  solo  se  sostenia  por 
Ja  presio^  esterna  de  la  fuerza  fisicfi!  l»as  cau- 
sas porqué  l^  monarquía  Peruana  nQjsalió  me- 
jor ^ibrad^i  que  sil.  rival  jen  la  lucha  Ctpfi  la  civili- 
zacipji  earopea*  ya  se  irán  yienáo  ej  discurso  de 
esta  obra* 


^tosw«i*FiBrtA».*4-yiltciKTÍris«  »ift  Sol;--»  CASAKltli^- 

Es  un  hecho  notable  que 'tthíf  gran  parte  de  \'Ás 
tribus  incultas  que  habitaban  eí  Vasto  cónti'néh- 
te  americano,  por  más  supersticiones  fídiciilas 
qtíe  hubíé'sen  introducido  éii  otros  puntos  de  l^u 
¿rfee^cia,  alcanzaron  el  coOoicimknto  de  uñérráñ- 
dé  Esphntd,'CVeador'dél\itiiveráró/que  siencíoiñ- 
nüátéríal  por  su  propia  éséticiá,  tío  dét>¡a  inj*á- 
'  riárselé  tratando  de  revestirle  de  formaé  Visibles; 
ni  enceri-ár  tátiipócó  en  los  estrechos  niuWs  de 
úü  templó  al  que  con  su  inmensidad  lleiiabá  todo 
él  espacio.  Estas  elévadaé  ideasj  tan  su^eWoíés 
á'  los  áícancéádc  una  ititéíigéíifciíi'  ¿ití'  guMi  ^tlo 
parece,  sin  embargo,  que  produjesen  ¿ti  lü  prác- 
tica las  consecuencias  qtíe  debían  espérairsé:  po- 
cas naciones*  de  ia  América  se  ndhniféstarbü  rtítiy 
solícitas  de  la  conservación  de  un  culto  religio- 
so, ni  §e  vé  que  sus,  creencias  fuesen  el  móvil 
que  les  impulsase  á  obrar. 

Mas  con  los  progresos  de  la  civiHzacioni  fue- 


^^íu 


<  LIBIEO    U— -CAWTlílXI  n.  95 

i^dti  éei»pettándos«  peVo  á  ppcokleafimá&CQfifQr- 
íü^fs  á  la»  qn^  trenes '4a9*ntition6s  eult as?  ptoTe- 
yerotí  eonmatioftane^pam  el  sostea  de  un:  cul- 
to lieliígiófeo,  íy  desíinarori  un* cierto  húmetp  de 
- p^tsonás;  ibftimndo  tle-ellas  uüb  ciaseaepácada, 
pai^a  qoe  desempeñasen  Isis  eerenibniasje^t^Ue* 
^Jda8|  q<)e  en  lo  eom^lioado  y  pomf^oáo  úo-temcan 
entrar  en  eo^ipameion  ha^ta^oíerto  punto»  cAn 
las  que  usaban  las  nationes  mas  cuitas  de  la  cvis- 
'tiáhdlid.    Así  scié^dwi:  entre  los  pn^tv»  qaé  ha- 
%Íta%a^'Ia6  llanbt^  de  lit  América*  Setentcional' 
é^tre  Ió8  natdra^tes  dc^  Bogotá,  Quitoy  y  otas  re- 
giones elevadas  del  co«»^ineb té  aaslcal,  y  sobre 
fodó,  éntr-e  los  I^üános^  qmeDMrataribuíaa^ios 
Hiñdadóres  de  su  imperio  un  origéa  divino;  cu- 
yos estatutos  llevabais  el%séllo  dela.díVinidad^  y 
éüyas'leyes  interiores;  así  con^O'Su^  guerras  es- 
-^.i'^ilgems,  Be  drrígian  <i  rnaatener  y  propagar  su 
iretigion.    EsJta  era  el  ííbndafatento  de  supíoUtka, 
'yeomo  «t^a  condickiB  iiksep»rable  de  sriexisten- 
eia  socialr  lEl  ^obierÉor^de  loslnba^tno  era  en 
su  esencia  mas  qu^  urávpilra  teocráciéj  .  ,.     ^ 

Síú  étnbar^Oj'aunque'etl  la  teoría,  así  cerno  lín 
ia  ][)ráctica,  die.su  sij^tenm:  político,  hacia  la  reli- 
gfíon  úh  papel  tan  notable,  sü  mitología,  es  decir 
esas  fábaias  tradicionales  .con  que  pretendían  es- 
;plicar  loé  mí stetíoS*éloíii terso,  eran  smttfaftien- 
tft  pobr-es  y  .púerilpst  Si  se  esceptga  la  qi^e  tra- 
ta délos  divinos  fundadoirfes  dé  su  intperí^yque 


06  Cd.>íitJhSlí*A  DÜL  PEHÜ.  I 

es  muy  herniosa,  apetíasise;  hallará  ,mia'  de.sa^ 
iratdif^tone^  qnemer/Bsica  tne»cjk>narae  o  que  ayiii- 
clealgo  á  at^larai^  suiá  autigu^datle»,  ó  la  Listo-* 
íia  primitiva,  del  hombre.  Entre  las  tradiciones 
de  aliena  itnporliancia,  se  .encuentra  la  del  dilii- 
viO)  qae  tenían  á  semejanza  de  -  dantits  0tra9  na- 
ciones de  todas  las  partes  del  miíndo,»  y  qne  rc- 
feriaíi  con  alganos^  pormenores,  parecidos  4  los 
de  lina  leyeiida  n^jieana^:^ 

Sus  ideisús^  respecto  ¿  una  vida  futura,  son  tnas 
dignas  de  Petición» .  Admitian  la  existeiniem  del 
alma  de^ues  de  la  mii&rte^  y  jiintaménte  creiail 
en  la  resurrección  de  los  cuerpos.  Señalaban  dos 
lógíures&eparados  para  habitación  de  los  buenos 
y  de  los  malos,  destinando  á  estos  últituQs  ei 
centro  de  la  tieirra.  Creían  que  los  buenoj»  pasa^ 
ban  uaa  idda  vokptuoflra-y.  tranquila  en^edio 
del  ocio  y  del  descanso,  que  era  todo  lo  que  al- 
canzaban sus  mas  elevadas  ideas  de  la  fóUcidad^ 
Los  malos  tenían  que  ^expiar  sus  crímenes  por 
siglos  de  trabajos^ 'forzados.  A  estas  creencias 
añadían  la  de  uft'mal  principio  ó  espíritu,  cuyo 
nombre  era  Capay,  al  cual  nun?a  trataron  de 

i  Contaban  que  déspties  del  Azüan.  (Coñf.  Aeosta, lib:  6^  cap. 
dihlTio,  salieron  siete  personas  .  19;  ]ib.  7,  oap.  2.«-Ondegardo, 
áe  una  cueva  en  donde  sé  ha-  Reí.  Prím,  MS.)  La  historia  del 
bian  salvado,  y  volvieron  tt  po-  diluvio 'se  hofta  referida  con  nfii 
Uar  la  tierra.  Una  tradición  de  chas  variaciones  e»  los  diversos 
los  Mexicanos  atribuia  igualuien<*  escritores,  no  siendo  difícil  des- 
te  su  origen  y  el  de  las  ^  tribus  cubrir  en  algunas  los  retnkltifo» 
oompaSeras^  á  siete  personas  que  de  Ion  ooiiveito». 
ealierott  de  otilas  tootafl  <;ttev^  de 


«  LiMO  Í»»KJAÍ?ITÜL0  lili  9t 

ILpiábar  pdr  medio  de  saérifiek^^  y  que  parece 
haber  sido  una  imperfecta  perwnificacion  del 
pecado,  q^e  ejercía  muy  po^a  influencia  en  sg 
conducta.  * 

Esta  creencia  de  la  resurrección  dé  los. cuer- 
pos dio  oca&ion  al  empeño  con  que  trataton  de 
conservarlos,  por  un  métodOimuy  sencillo,  y  ea 
nada  parecido  al  prolijo  erubalsamamiento  de 
los  egipcios^  el  <^ual  oon^is^ía  en  espqaer  el  ea« 
da  ver  á  la  acción  del  aire»  que. en  aquella^  mon^ 
tafias  es  saniamente  seco,  frió  y  rarificado.  ^  Co- 
ícho  treian  que  las  ocupaciones  de  la  vida  futura 
eran  muy  semejantes  á  las*  de  esta^  enterraban  ' 
ton  los  nobles  que  morían  ana  parte  de  sus  ves* 
tidos^  sus  muebles  y  muchas  vecps  sus  tesorosi 
complttando  la  triste  cerénion^a  f^on  el  sacrificio 
de  sus  mugeres  y  criados  favoritos,  para  que  le 
hiciesen  compañía»  y  le  sirviesen  en  Us  felices 
tegioncs  de  la  eternidad.  *  Levantaban  sobre  los 
sepulcros  unos  terraplenes  d  montícijios  de  figu?; 

2    Ondegard^,  Reí  Ser;,  MS.,  había  de  ser  proporcionada  á  su. 

'  -i-Gomara.  Hist.  de  las  Indi.,  capi  condición  én  éste  mundo. 

123,— óarcilaso,    Com.     Real;,  3    Tal  jiarece  ser  á  lo  meno» 

l*arté  1,  Ub»  2,  cap.  2,  T.  la  opmioil  de  Garcilaso,   aunquó 

Podría  fcreerse  que  tos  Perua-  algunos  escritores  hablan  de  re- 
nos de  educación,  si  así  pueden  «ñas  y  otros  ingredieútés  par» 
llamarse,  pensaban  que  las  gen-  embalsamar  los  cuerpos.  El  at- 
tes  del  pueblo  so  tenían  alma,  pecto  de  las  momias  reales  Italia» 
feegan  lo  pbco  qme  nos  dicen  aéer-  das  en  el  Cuzco,  según  le  des»' 
«a  de  caaj  era  su  opítiion  sobré  criben  OndegarÜo  y  GarcilMO, 
álflfttado  de  estás  en  la  vida  futa-  hace  muy  probable  qtia  no  m 
»a,  al  paso  que  se  estienden  tan-  empleaba  para  sn  coriserraoífiQt 
to  sobre  «I  porvenir  de  los  da^ee  ninguna  tubstancia  éstr&Sa. 
ittrttngaick^  Tünf  •téOs»  ét^  4  0»d^rdb,  llel.  Beét¡  Ué. . 

I*  ii 


9é  CONQtJIál'AtrEL  reRU. 

tó  irregular  y  é  v^ces  oblofiga,  atmvesa<tes  por 
galerías  que  ^t  cortaban  en  ángiiloá  feetosV  Se 
ha  encontrado  en  eMos  gran  ñámete  dé  ctíerpos 
secos  á  momias,  á  veces  en  pié,  pero  con  nhis  fre- 
cuencia sentados  en  la  postará  propia  de  los  in- 
dios dé  arabos  continentes.  Hánse  hallado  S  ve- 
ces también  inmensos  tesoros  en  estos  monum-en- 
tos,  Ip  que  ha  desf^rtaflo  la  codicia  de  otros  es- 
peculadores para  repetir  lá^  «scavaoiones  «dh  éíí- 
peranzas  de  igual  forlÉtna.  Esté  era^  ün  jtfegd 
de  lotería  como  el  de  bitsearnaínas;  pel^  que  rte- 
wlto  mas  desventajoso  para  tos  jugsiddres.  ^ 

Los  Peruanos,  Como  tantas  otras  naci^es  in- 
dias, reconoeiati  uíi  Ser  Snprémb,  creadoi^' y  Gro- 
bernador  del  Universo,  qué  adoraba»  bajo  lo» 
nombres  de  Pachacamac  y  Viracocha,®  •Á  éste 

El"  Licenciado  dice  que   esta  á.  la  conquista,  sé  sacaran  4©  jas 

04»8tiimbre  CMitinuó  aun  despites  tAmbaa  de  los  afrefedores  de  Tra- 

déla  conquista,  y  que  él  había  jiUó,  tesaros  valiosos  en  más  d« 

salvado  la  vida  á  mas  de  uno  de  medio  iiiillon  de   ducados  (ceu- 

BBtoe  domésticos,  que  había  acü-  vree,  éd,  par  Llórente,  *(I*trii, 

dido  á  él  para  que  le  protegiese,  1822.)  tom.H,  p,  193.)   ¡El  ba- 

cuandó  Iba^  á  sacrificarle  á  los  ron  de  IJumboldt  visitó  en    el 

manes  de  su  difunto  señor.  mismo  punto  el  sepulcro  de  un 

o     Sin  embargo,  estas  minas  príncipe  peruano,  del  cualsaoó 

sepulcr^es  pagaban  á  veces  el  un  Español  en  1576  una  canti- 

trabajo  de  la  excavacipn.    Sai-  dad  de  oro  d|?l  yalor  de  un  millón 

miento  dice,  que  con  los  nobles  ,de  pesos.    Vue  des  CordiUére», 

se  enterraba  algunas  ocasiones  p.  29-     .,'        %  , 

una  cantidad  de  oro  del  v^or  de  ,^6    Faehamac  sigi^üfica  |el  que 

100,000  castellanos.    (Rejacioa,  mw^^ene  ó  da  vida  ^l  uniyeísc." 

MS.^  cap.  ^7;)  y  Juq^  C^iaas,  aun-  .El  nombre  4^  est^,  deidt^d  se  ex- 

que  ño  es  la  mejor. autoridad  en  presa  á  veces   com.binanidb   las 

tratándose  de  números,  rtífie^e  dos  palabras    Vüacooha   y   Pa- 

^  gue  ezj  los  veíate  años  siguientes  chaQipiac.  •  (V,  Balbo^i,  Hist,  da 


LIBOO  !• — CAPITULO  11%  ItO 

•fier  invisible  no  alzaron  ningún  templo^.cscepto 
nno  en  el  valle  que  tenía  el  mismo  nombre  de 
aquella  deidad,  no  lejos  de  ]a  ciudad  de  Lima; 
y  ^un  este  e^istia^  yapantes  de  que  los  locas  su- 
jetasen aquel  pais,  siendo  un  lugar  muy  frecuen- 
tado por  los  peregrinos  indios  que  veuiaa^  de  los 
puntos  mas  distantes;  circunstancia  q^ie  induce 
á  sospechar*  que  si  bí#ft  ppr  un  efecto  de  su 
flexible  po)ttÍQaylQi3  prÍBQÍpes  pema^nos^  fomenta- 
■ron  la  adoración  de  este  Grande  EspirítUf  no  fué 
>«staMi^da  por  ellos,  "^  • 
>  La  deidad  ^qyq  culto  se  rec<Hnendaha  con  mas 
empeño,  sin:  que  dejasen  jamas  de  establecerlo 
do  quiera  que  penetraban  s^a  estandartes  victo- 
ríososv  era  el  Sol.  £1  regia  mas  de  cerca  \on  des- 
titeos  de  los  JlhombreS)  daba  lúa  y  calor  á  to4a9 
las  naciones,  y  vida  á  los  vegetales;  le  reveren- 
ciaban como  padre  de  su  dinastia  real  y  funda- 
dor de  su  imperio,  y  su»  templos  se*  levantaban 
ey  todas  las  ciudades  y  casi  en  todos  los  pue- 
blos, «en  la  inmensa  estension  del  in»perío,  sin 
que  dqásen  de  humear  en  sus  altares  los  bolo- 

PénK.S  cbap.  6.~Aeosta,i¡b.  6,  Conq.,  MS.,  cap.  S7.    UUoa  da 

cap.  91.)    Un  anti^o  Español  noticia  de  tmas  extensas  ruinas 

encuentra  en  el  significado  ce-  de  ladrillo,  que  denotan  proba* 

man  de  Viracocha,  "espuma  del  blémente  el  lugar  del  templo  de 

mar/'  nn  argumento  para  atribuir  Páchacamac,  cuyo  «stado  actual 

el  origen  de  la  civilización  perua-  atefitigua  su  ^ntígua'  ipagnificen- 

aa  á  algan  Tiajero  que  vino  del  cencía  j  solidez,  Memoires  Phs 

Vnjo  Mundo.    Conq^  j  Pob.  del  losopbiinea,  flistoriques,  Phí«i- 

*P¡nl,  MS.  qties.  (Parií»,  1787,)  traíf.  Fr.p, 

7    Pedro  Pizarro,   Dcscnb.  y  78» 


100  CONQUISTA  DEL  PERÚ. 

caustós;  especie  de  sacrificio  usado  tan  solo  por 
los  Perutinos  entre  las  naciones  semicivilizadas 
del  Nuevo  Mundo.  ® 

Ademas  del  Sol  tenían  loa  Incas  otros  objetos 
dé  adoración,  que  de  un  modo  ó  de  otro  tenían 
delación  con  esta  deidad  principal.  Tale»  eran 
la  Luna,  su  hermana  y  esposa,  y  las  estrellas, 
queA'eneraban  como  p^rte  de  la  comitiva  de  és- 
ta, aunque  á  Venus,  la  mas  héirmosá  dé  todas, 
que  ío^  indios  llamaban  Chasca,  6  **la  de  cabe- 
llos largos  y  crespos,"  la  consideraban  cómo  pa- 
ge  del  sol,  pues  que  le  sigue  tan  de  cerca  al  sa- 
lir y  ponerse.  Dedicaron  también  templos  al 
trueno  y  al  relámpago,^  los  que  mlj^abfíh  como 
unos  temible^  ministros  del  Sol,  y  al  Arco-Iris, 
que  adoraban  como  una  emánacioH  de  su  glorio- 
sa deidad.  *® 

*  8  'A  lo  menos  así  lo  dice  el  nes  y  de  otras  aun  mas  atrevidas 
Di.  Me,  Culloh,  y  ño  paéde  de-  (V.  Acosta,  lib.  5,  cap.  28);  cau- 
searse mejor  autoridad  en  tratan-  ficándolas  de  invenciones  de  los 
dose  de  antigüedades  americanas  indios  recien  convertidor  que  de- 
(Researches,  p«392)>>auáquépit»  seaban  agradar  á  sus  maestros 
diera  haber  incluido  también  á  .  cristianos  (.Com.  Real.,  Porte  1* 
las  naciones  bárbaras.  ]ib.  ¿,  cap.  5,  6;  lib.  %  cap.  21.) 
.  9  .  ^40s  Peruanos  expresaban  La  impostura  por  una  parte  y  la 
el  trueno/ el  relámpago  y  el  ra-  credulidad  por  otra,  hanproduci- 
yo  con  solo  la  voz  lUapa.  De  do  una  abundante  cosecha  de  ab- 
^  aquí  dedujeron  los  Españoles  que  .  surdos,  que  han  recogido  con  to- 
.  los  naturales  tenían  conocimien-  do  esmero  los  piadosos  antícna- 
to  de  la  l'rhiidad.  ''£1  diablo  rios  de  las  generacionet  siguien- 
hurtaba  de  la  verdad  todo  lo  que  tes. 

podia/'  esclama   Herrera  lleno  10    La  aserción  de  Gar^ilaso 

de  santa  indignación.  (Híst.  Ge-,  (Com.  Real.,  Parte  1,  lib.  2,  capt 

üeral,  dec.  5»  lib.  4,  cap.  5).  Gar-  1,  23^),  de  que  loe  onerp4w  o«I«»- 

^  «Slasc  »e  borla  de  ^k^m  dedoecicK  %^  ^nm  ob^  ciei«DexacMqi«ih 


LIBRO  1.— CAPITULO   III.  101 

Ajdetnfts  de  éstas,  indayeron  los  subditos  dé 
los  Incas  en  ^1  número  de  las  deidades  inferíores, 
mochos  objetos  naturales,  como  los  elementos, 
los  vientos,  la  tierra,  el  aire,  las  grandes  monta- 
nas y  ríos,  que  les  infundian  ideas  de  sublimidad 
y  poder,  6  que  suponian  egercer  de  un  modo  u 
otro,  ona  misteriosa  influencia  en  los  destinos  del 
hombre.  "  Adoptaron  también  una  opinión,  no 
del  todo  desemejante  á  la  de  algunas  escuelas 
de  la  antigua  fílosolSa,  y  era  que  todas  las  cosas 
de  la  tierra  tenian  su  prototipo  6  madre^  como 
•  ellos  le  lianíaban,  lo  que  miraban  como  sagrado, 
pues  que  formaba  es  cierto  modo  su  esencia  es- 

mo  coHM  sagradas,  pero  no  de  mac  y  á  Rimoc,  el  oráculo  de  la 
'  adorscicm,  se  encueo^u  centrar  -,  ^¡enm  coman.  La  mitolo^  pe- 
dicha  por  Ondegardo,  Reí.  Seg.,  ruana  era  probablemente  seme- 
MS., — Dee.  de  la  Aud.  Real.,  Jante  á  la  del  Hindostán,  en  don- 
MS.|--"Herrera,  Hist.  Gei^rali  de  á  la  sombra  de  dos,  6  cuando 
déc.  5,  lib.  4,  cap.  3, — Gomara,  mas  tres  deictades  principales,  se 
Hist.  de  las  Ind.,  cap.  \2rlr^^  reunia  otra  multitud  de  inferiores 
podría  aftadir,  por  casi  todoi  los  que  la  nación  adoraba  como  per- 
escritores  de  autoridad  que  he  Bonificaciones  de  los  Varios  obje- 
consultado.  La  contradice  tam-  tos  de  la  naturaleza, 
bien  eh  cierto  modo  la  conJf^ion  H  Ondegardo,  Reí.  8eg^ 
del  mismo  Garcilaso,  de  que  los  MS, 

Indios  personificaban  todos  estos  Estos  objetps  sagrados  se  Ha- 
objetos  considerándolos  como  sé-  maban  huacas,  palabra  de  amplí- 
res  animados,  y  como  á  tales  les  gjmo  significado,  pues  que  cieno- 
dedicaban  templos,  con  sus  imá-  taba  un  tanp^o^  u^  tumba,  cual- 
genes  figuradas  del  mismo  Q^do  ^^^  objeto  natural  notable  por 
que  la  del  Sol  en  el  suyo,  A  la  .^  tamaño  6  su  form»;  en  suma, 
verdad  que  los  esfuerzos  del  bis-  ^na  muchedumbre  de  significa- 
toriador  para  reducir  el  culto  d^  ^^  que  por  su  sentido  contra- 
tos Incas  al  del  Sol,  no  se  conci-  dictorio  han  introducido  unacon- 
liab  muy  bien  con  lo  qu«^en  otro  fusión  imcalcuIaUe  «n  los  esczi- 
lagar  dice  del  hom^nage  qu»  toadtkft  idffewíAdwmi  y  Tiaf#» 


piritoaL  ^  Pero,  su  si^t^m.a  religioso,  lejo^  de 
Uniitur$e  4  esta  multU^  ^^  ^bj^^^P^  4^  <l^v()cioiT, 
era  bai^ta^te  ánapUo  para  admitir  tc^^ía  Um  nu- 
merosas deidades  de"'l^s;QacioH^fi  con€^s^da$« 
cuyas  imágenes  eran  Uev^d^s  á  la  capital,  y  aUí 
costeabaq  las  respectivas  provincias  los  crecidos 
gastos  de  su  culto.  .  Este  era  un  notable  rasgo 
de  política  de  los  Incas,  que  asvsajbianconcialiar 
su  religión  con  sus  intereses.  ^^ 

El  culto  del  Sol  er^  sin  fo^a^gp  el  priueipia^l 

.objeto  de  la  atención  4e  19$  Ijpca^y  y  gastabfin  en 

él  sumas  inp^ensaf*    El  m^s  antiguo,  de  tantos 

.templos  cfijfno  ]|íab^  d^i^cados.á.esta  divinidad, 

estaba  en  la  isla  de  T^itiaca*  de  donde  suponían 

que  habían  sabido  los. divinos  fnndadoreer  de  su 

dinastía-  Por  esta  circunstancia  ejra  estp  templo 

i  ••     ■•■i,  .         .         •       ■ 

\     .       .  . 

12    "La  ordeii  por  donde  fun-        Asi  parece  que  lo  consideró  el 

daban  sus  huacas  que  ellos  llama-  Licenciado  Ondegardo.    "£  los 

vana  las  Idolatrías,  hera  porque  ídolos  estaban  en  aquel  galpón 

decían  que  todaa  criaya  el  Sol  i  |p[isiide  de  la  ca^^a  del  Sol^  y  cada 

que  les  dava  madre  por  madre  ídolo  destos  tenifi  su  servicio  y 

que^.  mostravan  á  la  tierra,  por-  gasips  y  mujeres,  y  eíp  la  ciwa 

que  decían  que  también  tenia  del  Sol  le  iban  á  haq^r  reyerep- 

madre,  i  al  maís  i  á  las  otras  se-  cía  lo^  que  venían  de  ^u  proyin- 

'  menteras  i  á  fas  bvejas  i  ganado  cía,,  para  lo  cua]  é  sa/pri^cios^u* 

decjacn  que  tenían  niadrte,  i  á  la^  ge  hachan  prpveÍDii  da,  9ft  iviaps^ 

'  tliocha  queüs  61*  brevaje  ^e  ellos  tierra  ordinaria  S  Vfniy  abmi^K^ 

visto  decían'  qtte'  el  víiía^e  favra  tómente  por  Ic^  misma  prd^^  que 

Vá  ihadre  í  W^ettréiickLvkn^i  Uá-  lo  hacían  cuando  estaba  en  la  mi{i- 

mavail  mtutík  agttft  íaüárt  áéí'ñ'  ma  provincia,  que  daba  ^n  an- 

'  n&gf^f  i  &  cada  coéa  adortfttbi  torídad  ^  mi  parecer  é  aun  fuer- 

'  destas  de  su  nisnetá."    Conq.  i  za  á  estos  Ingas  que  cierto  me 

Pob.  delPiru,  MB:  causó  gran  admiración."    ^1» 

*-    Í3  "'Tc^o'VíTúrTo,  Cfc^ti:  y  *  Scg.,  MS. 


Qbjiptxy,  á^  v^^y^iWtMÍQnf^úé\úat*    Todo  Id 
que  le  pertenecía,  hasta  los  campos  de  (naÍ2:qu« 
;ro4e0bí9(Vk  ^IterpplQ/jr.eran  pjiopiedad  saya,  par- 
Ij^tp^liíaa.^  $Q  santidad*    El  producto  ^naal  se 
.(lipt^iMuiácrn  poquéñasporoiomes  entre  los  ahño- 
•  ceivets:  púbtico$v  lebma  una  reÜqtiía  que  babia  de 
:8fiEtLficar.  ej  re$to  del  aicdpio.    fil  hombre  qtte 
podtiit' conseguir  pará.sú  granero  tina  sola  mazor- 
ca jder  la  QOdeeha. sagrada^  se  consideraba  feli¿.  ^^ 
..   JPecoel  nms  üimóso  de  los  templos  Peruanoá, 
el  oir^aiio.de  la^/capital  y  la  maravilla  del  ímpe- 
-rt9v^e£á(aba  en  el  Cmea,  y  con  las  ofrendas  suce- 
isipui  dq  Ips  sobenanos  llegrf  á^ íal^ grado  de^ríqüe- 
•sa^  qúeh&lhaasAísmCorícamhaf  o  «^iarrio de óro;." 
.'Sie?  cómponk.  de  un  edificio'  principal  y  varías 
:  capillas;  y>e<ítificiog  Hubaltemos  qtv^  cogían  una 
grande  esfeiísion  á^  terreno  en  el  centro  de  la 
cáfidad^  rodeado- todo  de  una  tapia  de  piedra,  de 
ouyó  ratíterifil  erati^  también  los  edificio*.    La 
eláad  dé^  trabajó  era  la  mísmia  de  q^e  ya'  se  ha 
dado  noticia  al  tratar  de  los  otrosjedíficios  pübli- 
QOA  de  aquel. país V  y  tan  bien  ejecutado,  que  un 
Español  qué.  le  tío  en  toda  su  grandeza,  asegura 
fg^  .nolo  irecuesda  dos  edificios  de  JSspaña,  que 
•en  etíantoar trabajó  de  manos  puedan  coniparar- 
^e  con  éstje.  **    Y  sin  embargo*  este  solido  edifi- 

..    JA,  ,  GarcÜMCki    Com.    Beal.,    so9,  t^  Msoada  de  una  mtira- 

P«^  l¡,  üt).  ^.jeapi  2^.  -Hú  fuerte,  iabsa4d.tado  el  edi&ño 

15    ""iéma  aete  templo  lor^jck-  ^de-cwtewü  wuyrexceJcnte  ñe  fina 

^fJPHÍt4.iBi»  4«;qu«tot>  cieattík  pa-    piedra,  muj  bien  pueata  y. asen- 


104  CONavlSTA  I>fiL  PfiBU^ 

eso,  magnífico  bajo  otros  aspectos,  e8tril>a  tedia- 
do con  pajaí  .•  '  ' 
.:  £1  interior  del  templo  era  la  parte  lí^s  digna 
de  atención.  Era; verdaderamente  Wña  mina  dé 
oro.  En  la  pared  occidental  se  veia  la  imagen 
del  Sol,,  en  form^  de  una  cara  humana  asomando 
por  entre  innumerables  rayos  de  luz  que  partían 
en  todas  direcciones,  del  mismo  modo  que  gene- 
'  raímente .  acostumbramos  representar  este  pla- 
.neta^  La  figura  estaba  grabada  en  una  gruesa 
plancha  de  oro,  oasi  cubierta  ^  esmeraldas,  y 
piedras  preciosas.  ^°  La  ^olcK^acion  de  esta  figu- 
ra era  enfrente  de  la  puerta  oriental,  para  que 
los  rayos  del  sol  naciente  cayesen  sobré  ella  lue- 
go que  salla,  llenando  todo  el  aposento  de  una 
claridad  al  parecer  sobrienatura],  que  refle|ában 
los  infinitos  adornos  de  oro^ncrustados  en  el  te- 
cho y;  paredes.  El  oro  era,  en  el  lenguage  figu- 
rado de  aquel  pueblo,  ''lágrimas  qne  lloraba  el 
SoU"  "  y  par  todo  el  interior  del  templo  brillar 

tada,  y  algunas  piedras  eran  muy  que  vi  en  Toledo,  cuando  fui  a 

i  grandes- -y,  sob^rbiafi,  no  t^an  presentar  la  primera  parte  de  mi 

mezcla    de  tierra  ni    cal,   sine  Crónica- al  príncipe  D.  Felipe»" 

ion  el  betún  ^ue  ellos  suelen  ha-  Sarmiento,  Kelauion,  MS.,  c.  24^ 

«r  sus  edificios,  y  están  jan  bien  16    Conq.  i  Pob.  del   Pirn» 

ibrada^  estas  piedras  que  no  se  MS,r-Ciezade  León,.  Crónica» 

.  3s  parece  mezcla  ni  juntura  nin-  cap.  44,  92. 

ama.  En  toda  EspafSano  he  \is-  ^'La  fígura  dd  Sol,  muy  gran- 

I  cosa  que  pueda  comparar  á  es*  de,  hecha  de  oro  obrada  may  pri- 

18  paredes  y  postura  de  piedra,  mámente  engaatinnda   en  mu- 

jao  á  la  torre  que  Jiaman  la  Ca*  chaa  piedrM  ricas.''   19armmto, 

ihorra  que   está  junto   ccfq  la  lUladmif  M3.,«ap.d4. 

wojf^  de  Cordab^y  «  una  i^bt»  17   ^1  ^  ovo  wiwwwi»  Mfi^ 


LIBRO  K—- CÁPITTÍLO  IIÍ.  lOfl 

ban  IjiS  laminéis  bruñidas  y  tachones,  del  precio* 
so  metal.  Las  cornisas  que  rodeaban  las  pare- 
des del  i^aatuario,  eran  del  mismo  material,  y  por 
el  esterior  daba  vuelta  á  todo  el  edificio  una  aii* 
cha  faja  ó  friso  de  oro  embutido  enlas  piedras.  ^^ 
Cerca  del  edificio  principal  habia  varias  capi- 
llas mas  pejqueñas.  Una  de  ellas  estaba  dedica* 
da  á  la  laua^  deidad  que  -resvei^enGiaban  en^  segun- 
do lugar,  como  madreirde  Ipsln^eas.  r  Veiarsealli 
esculpida  su  figura,  á  semejanza  de  la  del  Sbl,  .ea* 
unagraa  lámiria  qué ;eogia  casi  todo i^ frente  del 
aposento.  Pero  est^t  lámina  era.de  piala,  lo  mis- 
mb  que  los  denias  adoraos  del  ^^difieio,  como 
mas  conveniente  á  k  apacible  y 'plateada  luz  de 
este  hermoso  plañe  ¿a.  •  Había  otras  tres  cap'dlas; 
itñá  dedicada  á  la  multitud  de 'estrellas  ^ue  for« 
map  la  luciente 'C0miti\%4e  Id  Heráiirña  def  Sol^ 
otra  á  los  temibIes\mÍHÍ^tl*os  de  lá  i^enganzia  dl^ 
vina,  el  teueno;i(y  él  reUmpi^go,  y  la  teveerá  al 
arco-iris,  cuya  hermosa'  imbj^en.usié  veia  pintada 
en  la  pared  del  edificio,  con^cQlorejj  casi  tan  vi- 
vos como  los  suyos  propios*  Ademas  babia» 
otros  varios  edificios  aislados,  para  habitación 

qne  eran  lagiferás  que  el'  éb\  Ifó^  i  medio  de  ancho,  ílo  mismo  te- 

rstoa."    CoMq.  i  fóp,  del  Firn,  na^por  dfe'deníró  encadabohif^ 

jijg  .     ,-:.;..:                      '  '  6'^¿^a  y  uposéiito/'    (Conq.  i 

18-  Sarmiehlb,  RelaciotJrMB^  Pob,  del  Pitu,  MS.)  **Tenta  una 

^p.  24. — Aliú¿.  y  Monumentos  cinta  de  planchas  de  oro»  de  an* 

del  Perú,  MS.  éhor  dé  más  de  un  palmo  enlaza- 

"Cercada" junto  á  la  techumbre  das  en  las  piedras.*'    Pedro  Pí- 

if  unft^Uaéiu  de  oro  ((•  paiiao  zarro.  t)ü%rsih'f  teína.,  Mi?. 


BOe  COJÍQOISTA  Wíi.  PEftü. 

del  ^ran  numero  de  sacerdotes  dedicsidos  al  ser- 
vicix)  del  templo.  *^ 

Todos  los  vasos,  adornios,  y  utensilios  de  cual- 
quiera especie  destinados  áuoos  reli^^rosos  eran 
de.oro.  opiata.  En  el  salón  principal  se  veían 
doce  iamensos  vasas  de  eUeisitimo  metal  llenos 
de  grano  de  mtciiis;  ^  los  incensarios  psrn  losp<er- 
fames;  las  vasijas  para  Llevar ^aguai  las' cañerías 
s^ubterráneas  .qoe  ki  conduciaD  al  templo  y  los 
dep,oitos  en  que  se  récojia,  hasta  los  instr^mien- 
tos.  é^  Q^ricttltana  pava  clenitiyo  de  ios  jardines, 
todo  era  de'  tan  preciosa  materia.  En  los  jardí* 
aes,  á  semejanza  de  lo»  ya  descritos  al  trat^  dé 
'Uj^  palacios  reales,  briUaban  Idis  flores  de  oro  y 
platH  eo^  otras  imijtdietonejí  del  reino,  vegetal. 
También  había  anijU^s,  <ntre  Jojgi  qne  se  hacia 
BOtar^l  Ifyma  con  a<ilim^  de  oro,  eleentádoe  por 
¿l:mi«me  «stilo  y  coo  tfultá  per>feccion,  4ae  no 
se  sabia  ^tie  ádotnr ar  niMsym.  lo  precioso'  deLma^r 

terial  ó  la  destr^zotNtei  artífice.  .^^ 

1 

Í9  Sanniento,  Relación,  MS.,  ^deeian  que  comiese."    Conq. 

éap.  84.--GaroilaM>^  -Com.  Real^  Pobi  délPini,  MS. 

Pdi^  1,  lib.  3,  cap.  21.-rPc<^<^  C91B0  hnta  los  mas  crédulo* 

Pizarso,  Descub.  y  Ct>nq.,  MS.  podritm  tener  alguna  dificultad  en 

fio  "£1  bijüto  del  Sol  texúan  co!nfif>.iinar4e  con  el  taioaSo^  qna 
muy  grande  de  oro^.i.todo  eUear^  a^Tíala  este  escritor,  ha  jt^eftai- 
yicio  detta  ot^  era  de  pirita  1  c^  do  no  eargaf  con  la  responaabili- 
i  tenían  doze  horonea  de  plata  d«dde.^i^ria0  dunenaiones. 
blanca  que  dos  hombres  no  aibra-  21  Levious  Apollpnius,  foL 
zarian  ci^a  uno  quadrados,  i  e)ran  88. — Garcilaso,'  Com.  Real.^  Fa- 
inas altoa  que  uña  buena  pica  te  1,  lib.  á,  cap.  24^— Pedro  Pi- 
donde  ed^aras  el  inaiz  que  ha-  zarro,  Deacab.  j  Cóoq.»  M8. 
vian  de  dar  el  Sot  según  elloa 


LIBEO  I. — CAPITULO  III,  107 

Si  el  lector  cree  ver  en  esta  maravillosa  pin- 
taba, tan  soló  una- descripción  romántica  de  al- 
giiXí  íabalófio  El  Dm-ado^  debe  tener  presente 
lo  que  ya  qóeda  dicho  vA  hablar  de  los  palacios 
del  Tnca,  y  consíidcraií  que  ^n  estas  que  llama- 
ban '^Casas  del  Sor'  venían  á  reanirse  las  ofren- 
das públicas  y  privadas  de  todo  el  impeirio.  La 
coredalidad  en  ünos^y  el  deseb  de  causar  admi- 
ración án^  otros/ pueden  haber  producido  «tna 
güaiaide  cxagumcion  en  las  relacionfes;  pero  es- 
tando uñábithés  los  testimofiiOB  contemporáneo» 
¿oesiihcil  señalar  á  punto  fijo  la  linea  hasta 
donde  üébé  Uegát  »uestro  escepticismo.  Lo 
(5lértó  e%  que  1^  dieslumbrante  fMiitora  quie  ya  Sé 
tíeéiío,  eká  apoyada  en  el  testimonio  de  los  qu« 
Vieron  estrié  edifióios  cfl  tod©  sU'Cé^lendw,  4 
]^o^^  Üéis^uieb  de  haber  sido  despojados  pdr  ia 
eo^ieiadJe^stts  paisanos.  Mucho»  de  ion  objetas 
da  Valor  fueron  éntorraida»  pot'  Io&  aaturaleat  ó 
afrtéjados  álos  tiiM^ff  Ihgos;  pero  q^daixm  los 
#íifiotetítfeb  parH  até^tí^tíar  ía  antigua  o J>ukn0¡a 
d^'^téí)  tn^tiümentod^eU^so^.  I^as 'eK>^asp^tt« 
tátüM  d0s»^áteeieron>fmi^^^¿'^Jbrevepara  apaga? 
^a  sed  de  ooro  de  ló^  Conquistadores,  que  ha^ta 
arrancaran  la«  ísíJliflá'*  'cohHSiaS  y  í%s0s  dfe  oro, 
del  teiQplo  mayc^^  Úenando  el  hued' o  ^¿í»í.  yeso; 
Dáá^rtol  Ynas  bufratD,  ^ero  mas  duradero,  pues- 
to q^Vno  téjrjlaÍ)atapoílic¡^^  ^  Y^uu^^spüeé^^^fi, 
r  de  su  antiguo  esplendor,  eifto»VMé* 


los  CONQUISTA  bÉL  Í»ÍERÜ. 

jrables  edi^cioSi  todavía  incitaban  al  pilíage,  pttéá 
sus  dirruidas  paredes  eran  uña  cantera  inagota-^ 
ble  para  la  conistruccion  de  nuevos  edificios.  Eíi 
el  mismo  sitio  en  que  brillo  en  un  tiempo  el  es-* 
pléndido  Coricancha,  se  levanta  ahora  la  ma* 
gesttiosa  iglesia  de  Santo  Domingo,  uno  de  loa 
edificios  mas  magníficos  del  Nuevo  Mundo.  Don« 
de  ante'»  brillaron  los  jardines  de  oro  del  templo^ 
florecen  ahora  el:  niaiz  y  la  «Ifalfaj  y  el  fraile  en» 
tona  los  salmos  en  el  sagradq  recinto  que  en 
otro  tiempo  ocuparon  los  hijos  del  Sol.  ^ 

Ademas  del  gran  templó  habia  una  itifínidad 
de.  templos  inferiores  y  casas  religiosas,  tanto  en 
la*  capitaj  como  en  los  alrededores,  en  jiümeroi 
según  dicen,  de  trescientos  d  feuatrociwtosj  .^ 
porque  el  Cuzco  ^era  un  lugar  sagrada,  que  ve* 
neraban  no  solo  como  habitación  de  los  IncaSi 
ftino  tamjbien  como  la  de  todas  las  deidades  que 
regián  á  las.  infinitas  naeionesdel  imperio*  £r^ 
la  ciudad  favorita  del  Sol;  emtdonde  se  coftserva* 
ba  su  culto  con  todo  esplendor,  y  en  donde,  co* 
mo  dice  un  antiguo  proúista,  '^nq  habia,  fuente  qi 
paso-  ni  pared  qutí'^  dVjesen  que  tenisi  miste* 
rio."  ^*  Y  el  ludio  Xaíole  qoe  á.lo  menos  tina  vet 

29    Miller*«  .^moin,  vol  II.  .^Uos:*.':    Ondeado,  Reí.  Pliiiiu 

23    He^^a,  7  Hist.    General,  24   "Qxte  aquella  ciudad  M 

dee.  5,  ¡xk*^f  ^p*  3*  Cu^co  em  pasa  y  Xfiora^a  di;  I^o^ 

"Havia  en  acuella  dudad  y  lo-  .  «es,  é  ansi  nó  habia  en  toda  ella 

goay  media  de  la  redonda  ^ua-  puente  ni  paso  ni  pared  que  bé, 

ti;»flMiit«B7teótoahic«<^dpnde  dixeaea  que  tenia  Buíieno.''  Oa»> 

M  iMoaa  mmSáw,  jae  gasta?»  degaiég^  iMk  ^ .  AJ<<» 
SMioilft  Mm  <l»   hádMáá    «1 


UBRO  K— CAPITULÓ  III.  109 

ten  su  vida  no  habia  hecho  sa  peregrinación  á  la 
Meca  del  Perú^  se  consideraba  desgraciado. 

fin  las  provincias  habia  otros  templos  y  casas 
religiosas,  y  alguitos  llegaban  á  rivaliaar  en  mag- 
nificencia  con  los  de  la  capital.  Las  personas 
ocupadas  en  el  servicio  de  éstos  últimos,  forma- 
ban por  sí  solas  un  ejército.  A  cuatro  mil  lle- 
gaba el  número  de  las  empleadas  en  Coricancha 
solamente,  inclusos  los  sacerdotes.  ^ 

La  cabeza  de  todos,  tanto  en  la  capital  como 
en  el  resto  del  imperio,  era  el  Sumo  Sacerdote» 
llamado  Vülac  Ümu.    Solo  al  Inca  era  inferior 
en  dignidad,  y  regularmente  era  elegido  de  en- 
tré sus  hermanos  d  mas  cercanos  parientes.    El 
monarca  ie  nombraba,  y  su  empleo  era  vitalicio, 
siendo  él  quien  á  su  vez  nombraba  todas  tas  dig^ 
bidades  inferiores  de  su  clase,  que  era  muy  nu- 
merosa.  Los  individuos  de  ella  que  oficiaban  en 
el  Cuzco  enlá  casa  del  Sol,  se  escogían  precisa- 
mente de  la  raza  sagrada  de  los  Incas*    Los  mi* 
nistros  de  los  templos  de  las  provincias  se  toma* 
ban  de  las  familias  de  los  Curacas;  pero  el  em- 
pleo de  gran  sacerdote  en  cada  distrito  estaba 
Reservado,  para  nn  individuo  de  la  sangre  reaL 
Esta  disposición  tenia  por  objeto  conservar  la 

S5  Conq.  i  Ptb.  del  Plru,  Cíeza  efe  León,  Oraban  &  40,000^ 
MS.  (Crónica,  cap.  8^,)    Pavéié  qoft 

Los  sacerdotes  y  sirvientes  em-  todo  cnanto  pertenecía  á'eslM  ^a- 
pleados  en  el  famoso  templo  de  b^  del  Sol  era  en  grande  escfila. 
V3cas  en  el  catíium^  de  Chile,  for-  pero  debemos  creer  qne  «eté  i^ 
nÉitei  un  ¿jér<S&, m'^ÜidB^  m^  W'6r^,  y ^^6^'\néÍK%fm: 


ilVO  • '  CONQUISTA  DEL  ^ESV'. 

puresii  de,  la  fé,  y  evitai-  cualquiera  alteración 
que  .pudieni  intraducirse  en  el  pomposo  ceremo- 
•niai  que  esta  exigia»  ^^ 

-    £1  orden  d^  los  sacerdotes,  aanque  nnmeroso^ 
no  tenia  insignia  ó  traje  particular  qu^  lodistin- 
•gniese  del  resto  del  pueblo.     Tan>poco  era  el 
•depositario  delos.limitadoa  conooimientos-  de 
aquella  náéion;  no  tenía  á  su  cargóla  instrnecion 
publica,  ni  menos  desempeñaba. aquellas  fnncio- 
fi^^  paí;roquiaIes,  si  ^sí  pueden  llamarse,  que  po- 
i),en  aLsiacerdote  ejp  íntimo  contíicto  con.  el  pue- 
.bio,  como  sucedía  en  Méjico,    Esta  sin gvil^i4iLd 
debe  atribuirse  probablemente  á  la  existencia  de  ^ 
u»a  clase  superior,  como  era  la  noblez^i  inca,  en 
lí^.^ualla.sajitidad  del  origen  sobrepujaba  de  tal 
modo  á  tpdos  los  honores  que  los  hombres  pu- 
diesen ,ppi)ferir^  que  ^n.  cierta  manera  inon^poii-' 
yabp  tpdarla  vencracioi^  religiosa  del  piieblo,  Es- 
t^.  era.verjlHdeffUuente  el  orden  sagrado  de  la 
.   nnpiop.     Cqalqtiiera  de  sus  individuos  podia  en- 
t^ar^  a  fgercer  Ifis  fujacLooQs  sacerdotales,  como 
njiflcliios  Jo,  hicieron,  j  sus  itisignias  y  privilegios 
eran  d^erpasiado  conocidos.  para^quiQ  íuese.n^ce- 
sfirií)  ptra  distinción  que  le;»  separase  del  resta 
del  .pueblo..  .,  . 

26,  Sarmiento^Relaciqn,  MS,.  do  nt  lo  eéla^an^lebiaii  monte 

cap;  27. — Conq.  ipob.  del  Perú,  nerse  de  sus  propias  tíerras'<}ue, 

MS.      ,^     ..  si  no  se  equivoca  el  autor,  se  les 

tos  s^^^i'dctes  seg^m  Garcilaso  repaxtian  del  mismo  mpdo  que 

^  ^  ^e  mauteniíiu  por  cueuta'dél  el  resto  de  la  hacíob.  Com>  Eoal'^ 

áq^j^ipi^^as.estabeB  emj(>leadq^-^  Parte  l,Jib.  5,  cap.  8. . 
en  eUervicif  del  templo.  Cuan-  . 


LIBRO  I. — CAPITULO  IIL  111 

Las  obligaciones  del  saeerdotc  se  liinitabñii  á 
servir  en  el  templo,  y  ni  aun  su  asistencia  allí- 
era  continua,  sino  que  pasado  cierto  tiempo  le 
relevaba  otro  compañero,  sncediéndose  así  por 
til rno.  Toda  su  instrucción  ?e  redticia  á  estar  bien 
impuestos  de  los  ayunos 'y  fiestas  religiosas,  y  de 
lasceremona^que  acacia nna corre spondiíin.  Por 
í  frivolo  qoe  parezca  tal  empeño,  no  era  empresa 
muy  iikil,  si  se  considera  que  el  ritual  de  los  In- 
ca» prescribía  una  multitud  de  {irácticas  tan 
complicadas  y  minuciosas  como  nunca  las  hubo 
en  nin^fia  otra  nación  cristiana  ó  idolatra.  Ca- 
da mes  tenia  su  fiesta,  ó  fiestas,  por  mejor  decir* 
Las  cuatro  principales  estaban  dedicadas  al  Sol 
y  correspondían  á  las  cuatro  épocas  mas  nota- 
bles de  su  revokicion  anual,  los  s(dsticios  y  los 
equinoccios.  Acaso  la  mas  solemne  de  las  fes- 
tividades naiíionales  era  la  del  Raymi,  que  se  ce- 
lebíaba-en  el  solsticio  de  estío,  cuando  el  Sol, 
después  de  haber  lleudo  al  estramo  meridional 
de  su  cafíera,  volvia  para  atrás  cpmo  para  ale- 
grar coil  su  presencia  los  corazones  de  su  pue- 
blo escogido^  Al  acercarse  este  tiempo,  todos 
los  nobles  de  los  diversos  puntos  del  imperio 
acudían  á  hi  capital  á  tomar  parte  en  aquiella 
gran  festividad  religiosa. 

Desde  tres  dias  antes  se  observaba  un  ayuno 
general  y  no  se  permitía  encender  fuego  en  las 
habitaciones.    Llegado  el  dia  de  la  fiesta,  el  In- 


112  CONQUISTA  D»L  raiiU. 

ca  y  sa  corte  seguidos  de  todos  los  habitantes 
.  de  la  ciudad»  se  reunían  en  la  pla%a  principal  anr 
tes  de  amanecer,  para  salodalr  la  salida  del  Sol. 
Llevaban  todos  sus  mejores  trajes,  y  los  cdl^les  | 
incaá  campe tian  unos  con  otros  en  el  atarío  de 
sus  personas,  marchando  bajo  lujosos  pabellones 
de  plumas  y  ricas  telas,  llevados  por  sos  criados, 
de  manera  que  la  plaza  y  las  calles  que  á  ella 
desembocaban  parecían  cubiertas  de  un  inmenso 
y  magnifico  toldo.  Aguardaban  allí  con  impa- 
ciencia la  aparición  de  su  deidad,  y  tan  luego  có- 
mo la  apacible  luz  de  sus  primeros  rayos  venia  á 
herir  las  torrecillas  y  edificios  mas  elevados  de 
la  ciudad,  la  multitud  reunida  prorrumpía  en 
aclamaciones,  acompañadas  de  cantos  de  victo- 
ria, y  de  la  agreste  melodía  de  sus  tosco»  instru- 
mentos, prosiguiendo  en  aumento  conforme  9a 
refulgente  disco  aparecía  por  sobre  la  cordillera 
oriental,  bañando  con  su  luz  á  sus  fieles  adora- 
.dores.  Después  de  las  acostumbradas  ceremo- 
nias de  la  adoración,  el  Inca  ofrecía  á  la  deidad 
suprema  una  libación  de  un  gran  vaso  de  oro  lle- 
no del  licor  fermentado,  de  'maiz  ó  de  maguey, 
el  que  gustado  primero  por  el  monarca,  se  rc- 
pnrtia  entre  I09  individuo;»  de  la  sangre  real] 
Concluidas  estas  ceremonias,  la  multitud  reuni- 
da formaba  una  procesión  que  se  ponia  en  mar- 
cha para  el  Coricancha.  ^^ 

27  Dec.  de  la  Au<!.  Real.^  ^  El  lector  hallará  uaa  de«cnp- 
ll8.-<-SaJnpten(o,  Rckicio*,  M9.  rion  brillante,  y  «o,  may  e\a^ 
tfp'  af7-  »«dit,  éé  Um  fe^taj  «ie  JOtí  \k  i 


iilegados  acierta  distancia  del  espresado  edi- 
ficio, todos  se  despojaban  de  sus  sandalias»  me- 
nos el  Ineá  y  su  familia»  que  no  lo  hacían  hasta 
que  llegaban  á  la  entrada  del  templo,  en  d^nde 
solo  estos  augustos  personages  podian  entrar.  ^ 
Después  de  oraír  un  bnen  rato,  volvia  á  aparecer 
el  soberano  seguido  de  su  corte,  y  se  hacian  in- 
mecUalamente  los  prepara tivois  necesarios  para 
eomenzar  al  sacrificio-  Entre  los  Peruanos  se 
componían  estos  de  animales^  granos,  flores  y 
resinas  olorosas^y  áreces  de  víctinaas  humana», 
en  cuyo  caso  se^seojia  poi  lo  general  «n  mucha- 
cho o  una  bernuisa  doncella.  Pero  estos  sacri- 
ficios eran  muy  í^os,  y  se  reservaban  para  ce- 
lebrar algún  grande  acont^imiento  publico,  co- 
mo ui)ta.cp;roQ^Q\pn»  el  nacimiento  del  príncipe 
heredera,  -  <(.ií»psi^  ^an  victoria.  Por  lo  demás 
nunca  iban  acomjp^ñados  de  esos  festines  de  Un- 
íTopógsfos  tan  comunes  entre  lo»  Mejicanos,  y 
entre  las  feroces  tribus  subyugadas  pon  los  In^ 
cas.  Ciertamente  que  las  conquistas  de  estos 
príncipes  podrían  considerarse  como  un  benefi- 
cio para  tas  naeiofies  ioáias,  aunque  no  fuese 
mas  que  por  la  abolición  de  la  antropofagia  y  por 

nos,  en  la  norela  dé  Mannoii.  28    "Ningún  indio  cornun  osa- 

tel  titulada  Les  Inau.^  El  antot  ba  pasar  por  Ta  calle  del  Sol  cal- 

frances  encontró  en  este  pompo-  zado;  ni  niugv^sMr  aunque  fuese 

80  ceremonial  una  introducción  muy  grand  Señor,  entrava  en  las 

muy  á  propósito  para  su  propia  catas    del    Sol    con   zapatos. " 

pompa  ütaraxia.    Toia.  I.  cbap.  Conc(.  i  Pol».  dd  Pirn,  líB.      ^ 


h 


114  CüNaUlSTA  DEL  PBRl?. 

la  ditoinacion  que  esperime&taban  bajo  sn  go- 
bierno los  sacrificios  humanos.  ^^ 

En  ia  fiesta  del  Rsiymi  Ja  victima  era' por  k) 
coman  un.  llama;  y  el  sacerdote  después  de  abrir 
el  cuerpo,  trataba  de  leer  en'  sus  entrañas  los 
misterios  del  porvenir.  Si  los  agüeros  eran  des- 
favorables se  sacrificaba  otra  víctima,  con  la  es- 
peranza de  hallar  otra 'predicción  ma«  satisfac- 
toria. Los  augures  peruanos  debian 'haber  apren'- 
dido  de  los  Romanos  unaH)xiena'  máxima;-.-con- 
siderar  como  fovorable  todo  agüero  que  estuvie- 
se de  acuerdo  con  los  intereses- de  su  pais.  ^ 

29    Garcilaso  de  la  Vega  nie-  tá  ouanílo  aun  estaban  en  vigor 

ga  redondamente  que  los  Incas  las*  atitignas  leyes,  son  mas  dig- 

se 'mancharen  con  sacriñcios  bu-  nos  de  le  en  estas  materias  que 

manos,  y  por  el  contrario  soVie-  el  mismo   Garcilaso.     Era  níuy 

né  que  abolieron  esta  costumbre  neturol  ;q««  «1  descendiente  de 

donde  quiera  que  la  encontr^on»  los  Jnciiíiy  tratas*  dejibertíir  á  sU 

«stablecida,  en  todas  las  próvin-  raza  de  é^to.  odiosa  imputación,  y 

cías   qué    conquistaron.    (Com.  no  debemos  culparle  si  en  ciertas 

Real.,  Parte  1,  lib,  2,  cap.  9,  et  ocasiones  en  que  se  trata  del  ho- 

alibi).     Pero  en  este  punto  im-  ñor  de  su  pais  se  mauiíiesta  cie«» 

portante  tientí  en  contra  k  Sar-  go  "como  un  topo."    Es  de  jus- 

miento, ¡Relación  MS.,  cap.  22.,  ticia  añiviir  q<ie  las  mejores  Bato« 

— Dec.  de  la  Aiid.  Real.,  MS.,—  ridades  convienen  en  que  los  sa- 

Monteshios,  Mem,  Antig.,  MS!,  caríflcios  eran  muy  raros  y  eñ  cor- 

lib»  2,  cap.  6,^Balboa,  Hist.  da  tonúqjero,  resenrándoBe  para  lofs 

P6rou,    chap."  5,  8,— Cieza  de  casos  eslraordinarios  que  ss  indi- 

León,  Clónica,  cap.  72,— Omle-  can  en  el  texto, 
gardo,  Reí.  Seg.  MS.,— Acosta,        30    "Augurque  cum  esset,  di- 

lib.  5,  cap.  19,—  y  creo  que  si  ^^re  ausus  est,  oplimis  auspiciis 

prosiguiera  la  averiguaciqn,  po-  ®^  ff^J^»  H"®  P»'^  reipublicaj  salu- 

dria  agregar  á  esta  lista  todos  \oi  te  gererentúj."     Cicero,  De  Se- 

demas  escritores  antiguos  de  su-  nectute. 

toridad,  entre  los  que  se  cuentan        Es  digna  dé  notarse  la  costum- 

*algunos  que  Iiribitudo  verído  al  Ijre  de  in-speccionar  las  entrañas 

pais  poco  de.ipurs  do  la  conqnis-  de  h«»  víctimas  paro  deducir  los 


trBRtri.-^CAPiruLo  III.  115 

Ehceñdinse  en  seguida  el  luego  por  medio  de 
un  espejo  Concavo,  d'eintetal  bruñido,  que  reu- 
niendo en  úh  punto  los  ríjyos  del  Sol  sobre  un 
rnoftton  de  algodón   seco,  le  hacia  arder  muy 
profato.    Bel*  mismo  arbitrio  se  valian  los  anti- 
guos Romanos  en  semejantes  ocasiones,  á    lo 
menos  en  el  reinado  del  piadoso  Numa.  Cuando 
ci  ciielo  estábil  nublado,  y  la  deidad  ocultaba  su 
faz  á  sus  adoradores,  lo  que  se  tenia  por  mal  in- 
dicio, se  sacaba  lumbre  por  medio  de  la  fricción. 
El  ibego'síí grado  se  confiaba  á  las  Vírgenes  del 
Sol,  y  si  por  descuido  se  apagaba  en  el  curso  del 
afío,  tai  suceso  era  mirado  como  una  calamidad 
que  anunciaba  algún  imprevLstobdesastre  á  la  mo- 
narquía. ^  Una  vez'  encendido  el  fuego,  se  que- 
maba la- víctima  en  las  aras  de  la  divinidad.  Es- 
te sacrificio  ^lo  era  eí  preludio  de  la  muerte  de 
una  infinidad  de  llamai^,  tomadas  de  losrebafios 
del  9 oí,  con' los  que-se  formaba  un  banquete  no 
solo  para  el  Inca  y  su  corte  sino  también  para  el 
pueblo,  que  en  estás üéstas  se  desquitaba  déla 
dieta  á  que  se  veia  contienado  el  resto  del  año. 
lí^ambien  se  servia  en  la  mesa  real  un  sabroso  pan 

pronósticos,  por  ser  un  ejemplo  Plutarco,  en  la  vida  de  Numa, 
muy  raro,  si  no  único,  de  este  pinta  los  espejos  ustoríos  que  usr- 
iiáb  entne  las  paciones  del  Nuevo  ban  los  Romanos  para  encender 
Mundo,  aunque  tan  común  entre  el  fuego  sagrado,  como  u^os  ind- 
ios puebles  idólatrafi  del  Antigua,  trumentos  cóncavos  de  bronce, 
31         .                         >  de  figura  triangular  y  no  esférica 
'"Vigikmque  sacraverat  igi^em,  como  los  peruanos. 
Exeubias  divüm  sétimas." 


Íl6  CONQtJlíSXA  PRL  P*B!tr^ 

Ó  bizcocho  de  harina  de  maíz,  amasad^  potíáé 

lindas  manos  de  las  Vírgenes  del  Sol.    El  Inca 

•presidia  el  banquete,  y  bebiacon  sus  nobles;  en- 

viandoies  vasos  en  que  rebosaba  el  licor  fermea'- 

tado  del  pais,  y  los  festines  del  dia  ternúnaban 

con  danzas  y  músicas  en  la  noche.     TSÁ  baile  y  la 

•  bebida  eran  his  distráccio»es  fa visitas  de  los  P^- 

ruanos»    Estas  diversiones  ccmtimiaba]!  por  va- 

rips  dias>  aunque  los  sacrificios  solo^leniaa  lugar 

en  el  primero. — Tal  cYa  la  gran  festividad  d*l 

Kaymi,  y  la  llegfkla  periodica.^de  esta.fies^  j 

otras  semejantes,  distraia  al  pueblo  y  le  hacia 

.  mas  llevadero  el  mongtono  trabajo  quelaMeyle 

prescribía.  *^ 

En  la  distribución  del  pan  y.  del  vino  que  s« 
hacia  en  esta  fiesta  principal,  vieron  lo?  orto- 
doxos Españoles  que  llegaron  pnmero  alpaia 
una  imitación  de  la  comunión  de  los  cristianos,^ 
y  en  la  práctica  de  la  confesión  y  penitencia  que 
tenian  los  Peruanos  aunque  suncamente  desfigu- 
radas, descubrieron  ttambien  una  semejanza  con 
otro  délos  sacramentos  de  la  Iglesia.  '^  Los  bue*- 

32    Acosta,  lib.  5,  cap.  28,  29.  instituyó,  y  usa  bu  sancta  Iglesia: 

— Garcilaso,  Com.   Real ,  Parte  especialmente  el  sacramento  de 

1,  lib.  ^y'cvp.t^.  communion  que  es  el  Taaa  alto  y 

'  33    ''Lo  que  mas  admira  es  la  diuino."  Aeesta,  Kb.  5,  cap.  S3. 

ixmidia'j'  competencia  dé  Sata*  34    Henent,    Hist.  'Genera}, 

nás  eSf^qae  no  solo  en  ydolatrías  dec.  5,  lib.  4,  cap.  4. — Ondegar* 

y   sacrificios,  sino    también  en  do,  Relación  Prim.,  MS. 

^no  modo  de  ceremonias,  aya  ^'También  el  sacramento  de  la 

rcfloedado  nuestros  sacramentos,  coníésioh  qaiso  el  mismo  padr» 

que  l60ii->Cbnsto  nueptro  seSor  de  uentíni  levedur,  y  ám  vm 


LIBRO  I.— CAPITULO  III*  117 

ñas  de  lo»  padres  eran^muy  amigos<le  encontrar 
tales  coincidencias,  mirándolas  como  una  asAncia 
de  Satanás,  qne  trataba  d^  alucinaf  á  sos  vícti^ 
mas  imitando  las  prácticas  mas  sagradas  delCrit*- 
tianismo«  ^'  Otros  tomando  distinto  rumbo,  se  fí'^ 
gararon  ver  en  estas  analogías  una  praeba  cvi* 
dente  de  que  alguno  de  los  primeros  predicado** 
res  del  Evangelio^  tal  vez  un  Apóstol,  habia  visi* 
tado  estas  distantes  regiones  y  sembrado  en  ellas 
las  semillas  de  la  verdad.  ^  Pero  no  es  absolu- 
tamente necesario  acudir  al  Príncipe  de  la  Ti* 
nieblas  d  á  la  intervención  de  los  santos  para 
esplicar  estas  coincidencias,  que  se  han  encon- 
trado en  paises  muy  distantes  de  la  luz  del  Evan- 
gelio, y  en  siglos  en  que  esta  luz  aun  no  habia 
aparecido  sobre  la  tierra.     Es  mucho  mas  racio- 

ydolatra»  hazene  honrar  con  ce-  geria  dificfl  decidir  de  qué  parte 

rsmonia  muy  íemejante  al  v»o  era  mayor  la  superstición. 

de  Io8  fieles."  ^ Ac<>sta, ,  tib.  5,  sa    Piedrahka,  el  historiador 

cap.  25.  de  los  Moscas,  no  tiene  duda  de 

35     No  contento   Cieza'de  que  este  apóstol  debe  haber  ^ido 

León  con  sus  mnchar  y  xoaravi-  Saa  Bartolomé,  de  quien  se  sabe 

llosas  relacianes  de  la  influencia  q^e  hizo  largos  viages  (Conq.  de 

y  aparición  real  de  Satanás  en  Granada,  P.  1,  lib.  1,  cap.  3). 

las    ceremonias'  de  los   Indios,  t.os  anticuarios  mejicanos  eonsi'» 

adornó  su  volumen  con  multitud  ¿eran  que  Santo  Tomás  désem- 

ée  grabados  en  madera  que  re-  peñó  la  misma  misión  entre  los 

presentan  al  Príncipe  de  las  Ti-  pueblos  de  Anahuac.    De  este 

nieblas  en  figura  corporal  con'  modo  se  repartieron  estos  dos 

las  acostumbradas  añadiduras  de  Apóstoles  el  Nuevo  Mundo,  ó  lo 

cola,  uñas,  Ax.,  como  para  dar  menos  la  parte  civilizada  de  él. 

snas  (nertn  á  las  homilías  del  tex-  No  nos  dicen  si  vinieron  por  eí 

to.    Lo»  Peruanos  veían  en  su  testrecho  de  Behring  6  directa- 

Ídolo  un  Dios:  el  conquistador  mente  j^or  el  Adánti<;o.  Velasco, 

cñs^óemo  veía  en  él  al  Diablo.,  «seritorilelnglo  XVIUtüedodii 


118  <:OiKQUSaTA  del  F£RU. 

nal  ^1  a^ihúir  ei^^toa  pantos  <le  semejafiza,  piuraf- 
mentía  casuales,  á  la  eanstitucion  general  del 
*hombre  yá  las .  necesidades  de  su  naturaleza 
moral,  ^l        . 

Otra  analpgía  singular  con  las  instituciones  de 
la  Iglesia  Católica,  s^  vé  en  las  Vírgeneys  del  Sol» 
llamadas  por  lo»  Peruanos  *4us  escogi^aá."  ^  de 
qiiienes  ya  antes  he  hecho  mención.  Eran  estas 
unas  doncellas  jóvenes  dedicadas  al  servicio  de 
la  divinidad,  las  qOíC  desde  una  edad  mny  tierna 
eran  sacadas  de  sus  casas  y  llevadas  á  I09  con- 
ventos, donde  quedaban  al  cuidado  de  cierta» 
señoras  ancianas,  llamadas  mama  co/mí^  que  ha- 
bian  encanecido  dentro  de  aquellas  paredes.  ^ 
Bajóla  dirección  de  tan  respetables  personas  se 
instruian  aquellas  vírgenes  sívgradas  en  sus  de- 
beres religiosos.  Sus  ocupaciones  consistian  en 
hilar  y  tejer  y  con  la  ^na  lana  de  la  vicuña  ha- 
cían los  tapices  del  templo  y  los  vestidos  para  el 
Inca  y  su  corte  ^°;  pero  su.primera  obligación  era 

de  su  venida.    Hist.  de  Quito,  ciliUio,  Com.  Real.,  Parte  1.  lib. 

tom.  I.  pp.  89,  90.  4,  cap.  1. 

37     Puetüou   verse    alguno»  ^9    Ondegjardo,   Reí.    Prim., 

ejemplos  que  ilu^itrau  este  puutq  MS. 

en  la  "Historia  fle  la  Conqjuista  ,  La  palabra  mamacona,  quería 

de  México,"  tbm.  HI,  bl6ui.  Idel  decir  "matrona:"  te  primera  par- 

Apéndfcc,  puesto  que  en  aquel  te,  mama,  de  esta  voz  compues- 

paia  los  mismos  usos  dieron  uxq-  tu  dignificaba  "madre"  como  ya 

tivo  á  las  mi»m!i»  inferencias  de  queda  dicho.  V.  Garcilaso,  Ccm. 

los  Conquistadores.  Real.,  P. rte  1,  Ib.  4,  c.  !• 

35    "Llamó uase  casa  de  escc-  40    Pedro  Pizajro,  Descub.  y 

gidos;  por<}ue  las  esevgian,  ó  por  Conq.,  MS. 
{inage^  6  por  hermosura.' '    Giu> 


UBRO.I. — CAPITULO  III.  119 

conservar  el  fuego  sagirado.  encendido  en  la  fe8^ 
tividad  del  Baymi.  Desde  el  momento  en  que 
entraban  en  a^uel  recinto,  cortaban  toda  relíi- 
jcioii  con, el  mando,  hasta  con  sus  amigos  y  pa- 
rientes. Soio  el  Inca  y  la  Coya  o  reina,  podían 
entrar  en  lugar  tan  sagrado.  Vigilibafee  con 
grande  «smero  la  conducta  de  l^^s  escogidas,  y 
todos  los  aíios  se  deapachaban  visitadores  que 
examinasen  Iqis,  establecimientos  é  informasen 
sobre  el  estado  que  guurda,ban.  ^^  ¡Ay  de  la  po- 
bre doncella  á  quien  sorprendiesen  en  alguna  in- 
triga! Según  la  severa  ley^  de  los  Incas,  ella  de- 
bía ser  enterrada  viva^,  su  amante  ahorcado,  y  el 
pueblo  á  que  ést^  pertenecía  arrasado  y  *'sem- 
brado  de  piedras,"  para  borrar,  si  era  posible, 
hasta  el  recuerdo  de  su  existencia.  *^  Se,admira 
uno  de  hallar  tan  estrecha  semejianza  entre  las 
instituciones  del  iiiflíp  de  América  del  antiguo 
S.Qmano  y  del  católico  de.  nuestra  dias.  La  cas* 
tidad  y  la  pureza  de  vida  son  virtudes  en  la  mu- 
ger,/que  siempre  han  tenido  igual  estimación  á 
los  ojos  del  bárbaro  y  á  los  del  hombre  civiliza- 
do.— Sin  embargo,  elpai^adero  délos  habitan- 
tes de  estas  casas  religiosas  era  de  tod^  punto 
diferente.  .     , 

.    El  convento  principaji  ^el  Cuzco  se  ¿ompbnia 

41    Dec.   de  la  Aud.  Rea!.,  Gatciíasa,  Gom.  Real.,  Parte  1, 

MB.'  lib.4,cap.  3. 

J^    Baibou,  Hist.  dn  Pérou,  Segim  él  historfadw'dfelos  In* 

chap.  9. — Fernandez,  Hist.  del-  cas,  mraca  hübounn  dtesHz  efíi  la* 

Perú,  Parte  2,  lib.  3,  cap.  li.—  hértMaa  cémunidad<ltt<^^''<!<^Í«^* 


\L20  üóNCtuiel'Á  Mt  PEiiü/ 

solamente  de  doncellas  de  sangre  real,  cuyo  nú^ 
mero,  según  dicen  llegaba  á  mil  y  quinientas. 
Los  conventos  de  las  provincias  se  llenaban  con 
las  hijas  de  los  curacas  y  de  los  nobles  inferio- 
res, y  á  veces  se  admitia  alguna  de  las  clases  ba- 
jas del  pueblo,  cuando  la  recomendaba  su  gran- 
de hermosura.  *3  Las  **Ca8as  de  las  Vírgenes 
del  Sol"  se  componian  de  dos  alas  de  edificios 
de  piedra,  que  cogian  una  grande  estension  de 
terreno,  adornados  con  la  niisma  magnificencia 
y  costo  que  los  palacios  de  los  Incas  y  los  tem- 
plos, y  rodeados  de  tapias  elevadas  para  impedir 
las  m¡r2).das  indiscretas.  Dentro  tenian  todas  las 
comodidades  correspondientes  á  tan  hermosos 
huéspedes,  pues  eran  objeto  de  un  especial  cni- 
dado  de  parte  del  gobierno,  que  les  consideraba 
como  un  ramo  importante  út\  histema  religioso.  ** 
Los  habitantes  de  estod  claustros  no  tenian, 
sin  embargo,  limitada  su  carrera,  á  la  estrechez 

gar  á  la  aplicación  de  este  castí-  aean  idólatras  6  cristianos.  En  el 
go,  aunque  nos  asegura,  que  Á  caso  presente  se  desvanecen  con 
asi  hubiese  sido,  el  soberano  "la  el  testimonio  unánime  de  los  que 
executara  al  pie  de  la  letra  sin  re-  tenian  mejor  ocasión  de  averí- 
mission  alguna,  como  si  no  Aie-  guar  la  verdad,  y  su  improbabili- 
ra  mas  que  malar  un  gozque."  djídse  aumenta  al  considerarla 
(Com.  Real.,  Parte  1,  lib.  4,  cap.  supersticiosa  reverencia  en  qus 
3-)  Otros  escritores  sostienen  que  era  tenido  el  Inca, 
tatas  Vírgenes  no  merecian  «1  ti-  43    Pedro  Pizarro,  Desoub.  y 
talo  de  Vestales.  (V.  Pedro  Pi-  Conq.,  MS.— GarcUaso,    Com. 
zarro,  Descub.  y  t!onq..  MS.—  Real.,  Parte  1,  lib,  4,  cap.  1- 
Gomara,  Hist.  de  las  Ind.,  cap.  44    Ibid.,  Parte  1,  lib.  4,  cap. 
121.)  £0  bastante  común  el  ha-  5-— Cieza  de  Leonr Crónica,  cap- 
ear estas  imputaciones  á  los  ha-  44.        X 
HkttíOm  dé  las  au^M  relígiosájb 


tlBW  J.— CAPITÜW  lité  1211 

de  jsoa  }>ar«de^«  Atinque  écsm /Vírgenes  del  Aoifi  * 
tanfbieh  'eran  esposas  del'Ioea^'y  eníUega^ifei.á 
la  edad  nstíbü  se  mcojipn  las  mas  hermosás.para^ 
so  lec^o»  y  se  J|rasladaban  á  sa  sérrallcí*  La^de  ^ 
tae^on  de  este  ;Ueg6'á>ser  con  elitíetápo,  nd  dé 
cient0$,  siíko^de  miles^  y  para  leídas  había  logat^ 
en  los  miiclias  paAsüeios  que^el  rey  tema  por  to^^ 
áotl  pais.  ;Caanda  al  monarea  le  pareoiaconr 
vraienté  sBsminair  su  ntípero,  la  caneubma  caydí 
eompañía  ya  no  1^  hacia  ?alta^  volvía,  no  á  su  an^ 
tígaa  cesidencia;  sino  á  su  casa^  en  dónde  atin« 
qae.fhese  de  la  mas  baja  estraeeibn,  se  le  dab» 
lo  jieceáaiáo  párá  vivir  con  l,ajo}  y  lejos  4Ís  coii^ 
siderafie>d¿shxmrsLda  por  el  etnpleoqíle  bátriif 
desempeñado,  era  venerada  de  todos  eomo  mpoí^ 
«aídeUrica.  ^^  : 

'^  A  los  ^noUesi  del  Fetu,  lo  mismo  que  ai  8obe4 
rano»,  eara  peniqtid|i  ia  poligamia^  peixi  élpioeijiq 
pai*  íiUtitdna  se  conteotabo  en  general  con  «ná 
inuger»  >s^a  ))ue  así  lo^exigiesen  }a  ley  ó  lanebe^ 
fid^^^^mm'J^ApxwBíiqufíiálej.  iEl  modo  dedra^ 
cer  los  casamientos  era  tan  original  como  las 
deras^s  feyt^^  Je  %qupl  país.  En  un  dia  seSaiaáiO 
«e  eonvocaba  i  todos  los  iáverie^  dé  stmbossexc 

^ne  se  reuniesen  en  la  ^laza  principal  de  sqs 
ly^pjíQjtivp;^^  Pueblos.   Paya  ,C9ntrp,er  maíriPQiuo 

45    Dec,  de  Ja  Aud.   Rj^al.,    Jíepa.  Apúgw¡Bf^9.,lj¿.%  «ap 

U  Iv  lili.  ^  «ap;  4/~-i|l09Íétimi, 

I  18 


ISat  CfONQÚISTA  DEL  PERÜ.  ' 

n6  debía  tener  el  hombre  menos  de  Vein^^cuatccN 

anoss  y iamiig^  diez  y  ocho  ó  veinte; -edad  qae 

se  consideraba  necesaria  para  que  fndAi^im  gor 

bernar  una  familia.    El  Inea  en.perscma  présk-^ 

dih  la  reunión  «dé  sus  parienles,  y  tomandoi  por 

las  mboós  á  las. parejas  qae  débian  .umfse«  iiaciá 

^e  serlas*  estrechasen  mutáaiáente,  y  deckriabs 

qneilos  contrayentes  eran  ya  marido  y  mageri# 

Lo  misDiobaeian  los  oujracas  con  los  iadividoos 

de  cm  clase  y  de  las  inferioreis^  en:6us  respecti^ 

vos  distritos^  .  Tal  era  el  sencillo  modo  de  celp- 

terar  los  matrimoaios  en  el  Perú-    A  nadie  Be 

permitía  escoger  esposa  fuera  del  distrito  á  que 

perteta^eia,  que  comprendia  generalmeate  á*  to-^ 

dos  los  de.su  ülaagev  ^  y  solo  enfavor  delsobera'»* 

no  podia  dispensarse  la  ley  natural,  ó  aló  menoi 

ia  ley  ¿«nei^l  de  las  nlacioisresv  basta  el  pteñtd  de 

{i^rmitirle  el  casarle  con  su  propia  hermaaai  ^ 

Sin  el  consentimieflfto  de  los  padres  00  había  ína- 

trifflenio  «válido»  y  ae*  dice « también  que  consulta^ 

han  la  Voluntad  de  los  cqntrayeiitei^;  aunque  si 

46    Según  Garcilaso,   la  ley  47    Fernandez,  Hist.  del  Pe 

Hispimi»  q^e  nadie  sfe  dasáse  fae-  tu;  Parié  2*,  Kb,  3j  ttfp.  P:  * 

ra  de  sa  .propio. liii%e^  pero,  da-  ,  \Elata' prá(^c|i,  tan  repujaste 

ban  á  esta  severa  ordenapza  una  á  ^nue.8tra8  ideas  que  puede  con^- 

intérpretaeíon  muy  liberal,  puW  Bideránef  eóinb  ibia  vlofeícioé^ 'ík 

segon.él.dijpa,  ]o^ .vecinos  de  .un  ks  leyes  de  la  naturaleza,  no  de- 

> mismo  pueblo;  y  aun  todos  los  Jae  mirarse  como  propia  de  los 

habittiátés  desuna  misma  ^itovín-  íncas,  pues  nof  dadaron  aprobar-» 

^ia,  se  consideraba^  como  parlen-  I^.  algunas  .de  las  ^  naciones  maf 

*  tí  Coiñ/Keal.;  Pafte  í,  líb.  4,  cuUas  deJa  antigüedad. 


LIBRO  I.— CAPITUW  nU  JfH 

se  consideran  las  trabas  que  les  imponian  la  edad 
fijada  á  éstos,  sa libertad  debía  redoeírse  ¿limi- 
tes bastante  estrechos.  Los  distrítá>«  teiúan 
otíligáclon  de  e^ficar  una  casa  para^^da  pareja^ 
^  la  qne  inmediatamente  se  entregaba  la  porción 
Nde  tierra  destinada  para  sn  mannfeneion.  La  ley 
•del'  Pérá  proveia  para  lo  ífattnro  lo  initsmoqne  p^- 
ra  lo  presente,  sin  dejar  nada  á  la  ¿asualidad. 
Tales  eran  las  sencillas  ceremonias  de  los  aia- 
trímonios  peruanos,  á  qne  se  segaian  la»  fiestas 
celebradas  por  los  parientes  y  amigos  de  las  d^* 
posados,  que  duraban  muchos  dias;  y  como  to- 
dos los  casamientos  se  celebraban  en  un  mismo 
dia,  y  como  habia  pocas  familias  qne  no  tuvie^ 
sen  algún  individuo  de  elía,  ó  pariente,  interer 
sado  en  el  negocio,  resultaba  «n  festin  general 
de  boda  en  todo  el  imperio.  ^ 

Las  estrañas  leyes  de  los  Incas  aobre  el  matri<- 
monio,  caracterizan  la  índole  de  sn  gobierno, 
«que  en  vez  de  limitarse  ft  los  asuntos  públicos, 
penetraba  en  los  rincones  inas  escondidos  4e  la 
Mda  privada,  iin  permitir  á  hombre  alguno,  por 
insignificante  que  fbese,  el  obrar  por  si  mismo, 
mi  aun  en  aquellos  asuntos  personales  en  que  de- 
hia  suponerse  que  solo  él,  o  cuando  mucho  sn 
ikmilia,  debian  interesarse.  No  habia  Peruano 
bastante  oscuro  para  sustraerse  á  la  paternal  vi- 

48  Qndegardo,  Reí.  8eg.,  la  And.  Real.,  MS.— Montesmoi^ 
jlfS.-^jareUiuR),  Com.^  Real.,  Mem^  Antigua^  MS.«  lib.  9^ 
Fkite  1,  Ub.  6,  cep.  86.^-4>ec.  dé    oa-p.  6. 


^n  todas  las  acciones !de  su  isfída,.i^  ló  liicÑ^seír 

<*^ét)Ocerqbe  d^pemiia  de  él  r^rechament^.  .  X»a 

:,WfCñi^^á.  absorbía  sa  existencia  xotno  i<idÍ¥¡fliio« 

'lia^  «ispeFaínz«s  y  temores/ ;sas  álegrílis^  ¡y^  pi^isa* 

rés^  las  mas  delicadas  simpatías  del  tíoifsmtí},  qoe 

ihoyep^- tanto  dé  manifestarse  á  ]&,  luz,  todo  d&bia 

4r  ánreglado  áley,.  siirpervitirie  siqíúevst  %^e 

tftwese feliz  á  su  modo.  jEI  gobiernt)  dQ  los  Ifioas 

era  el  mas  saave;  perolil  mbmo  tiempo  el  tinaa 

raíquiridor  de  todos  los  despotiimosT^ 


CAPITULO  IV. 


Educación  .-^Quipos.,— 'Astronomía  .•*— Agricultura  . 
Acueductos. — Gvano.-^Comestibles  importantes. 

*'E1  saber  no  se  hizo  para  el  paebíb,  sino  para 
los  de  sangre  ilustre.    En  las  gentes  debaja  es- 
traccion  no  hace  mas  que  ensoberbecerlas*,  y  tlíl- 
.  verlas  arrogantes  y  vanas.    Estas  nódébé/n  rtfez- 
cíarse  en  los  asuntos  del  gobierno,  pnes'haiíán 
despreciables  los  oficios  y  cfaüsarlán  pefjuicias 
al  estado.'^  ^    Tal  era  la  máxima  favorita  que  rc- 
pétia  muchas  veces^Tópac  tnca  'ítlpaiiqui,  tino 
de  los  mas  famosos  príncipes  perüanoar.    l*uéde 
parecer  estraño,  que  esta  máxima  se  haya  procla- 
mado en  el  Nuevo  Mundo  en  dónde  las  éonstitu-- 
ciones   populares  han  adquirido  un  dcsrafrcíllo 
nunca  visto;  en  donde  el  gobierno  depende  ente- 
ramente del  pueblo,  y  en  donde  lal  leducaéioh,  á 

1  *«No  es  licito  que  ensefi^  qu«  aprendan  los  oficios  de  bus 
á  los  hijos  de  los  plebeyos^  \n»  padres:  que  el  mandar- y  ]^ner- 
ciencias  qiie  pertenescen  á !  >M  nar  ao  ea  de  phhBjüBt  <|uo  a»>ha- 
generosos  y  no  mas;  porque  co-  zer  a^rauio  al  oficio,, y  á  la  Re- 
mo gente  baxa  no  se  eleuen  y  pública  encOmendarsétti  a  gente 
ejiséberuezciin,  ym^noseahenj  com«n/' Giif0tla8o,'C#Bi<>Ré&l.r 


ÍS6  CONQUISTA  DSL  PCRU. 

lo  menos  ep  la  parte  septentrional  del  /continect-^ 
te,  tiene  por  principal  objeto  el  poner  al  pueblo 
«n  estado  de  tomar  parte  en  el  gobierno.  Esta 
tnáxima  era  sin  embargo  muy  conforme  á  la  ía- 
4ole  de  la  monarquía  peruana,  y  puede  servir  de 
•clave  para  espUcar  su  constante  política,  pues  si 
bien  esta  velaba  con  incansable  solicitud  sobre 
sus  subditos,  ptoveia  á  sus  necesidades  físicas^ 
tío  olvidaba  la  pat'te  moral,  y  en  todo  mostraba 
los  cuidados  dé  un  padre  con  sus  hijos;  con  to^ 
do,  potos  consideraba  mascjue  €omo  muchachos 
,<ixj!k  nunca  habián  de  salir  de  este  estado  de  pu- 
pilage  para  pensar  y  obrar  por  sí  mismos,  y  cu- 
yos deberías  debian  reducirse  á  una  implícita 
obediencia.    . 

Tal  érala  humillante  condición  del  pueblo  ba- 
jo el  gobierno  de  los  Incas,  mientras  que  lás.nu'- 
meiposas  familias  de  sangre  real  disfrutaban  de 
toda  la  instrucción  que  podía  proporcionar  el  es^r 
tado  de  cultura  á-que  ha|)¡a  llegado  el  pais,  y 
mucho  después  de  la  <Jonquistase  señalaban  to- 
-davia  los  lugares  en  que  habian  existido  los  se- 
minarios destinados  á  su  educación.  Corrian  és- 
tos á  cargo  de  los  Amantas  o  "saWos.,"  en  los  que 
se  encerraba  el  escaso  saber,  si  este  nombre  me- 
rece, que  poseían  los  JPeruarioS,  y  eran  los  úni- 
cos maestros  de  la  juventud.  Era  muy  natural 
que  el  monarca  tomase  un  grande  interés  en  la 
instroedon  de  los  jrfvenes  de  la  nobleza,  ^u«^ 


LIBRO  I.---CAPITÜLO  IV.  12? 

fin  eran  sus  parientes.  Díces-e  que  naachos  prín** 
cipes  peruanos  edificaron  sus  palacios  cerca  de 
las  escuelas  para  poder  visitarlas  con  mas  fací* 
lidad  y  asistir  alas  lecciones  de  los  amautasrlai» 
que  á  veces  apoyaban  cotí  algún  seriüon  de  su 
propia  cosecha.  ^  En  estas  escuelas  áe  enseña* 
ban  á  los  íeales  pupilos  todos  los  diversos  ra*^ 
«IOS  de  saber  que  poseian  sus  maestros,  en  esh 
pecial  aquellos  mas  apropiados  á  los  puestos  que 
hablan  de  ocupar  en  lo  sucesivo.  IBstudiabaa 
las  leyes  y  los  principios  ¿e  administtaciotí,  ea 
*  la  que  muchos  de  ellos  hablan  de  tomar  parte 
con  el  tietíipo.  Instruíanles  también  c^n  las  cere* 
monias  y  ritos  de  la  religión^  estudio  muy  ne«e* 
sario  para  los  que  debian  desempeñar  después 
las  funciones  sacerdotales.  Aprendian  igual* 
mente  á  imitar  las  hazañas  de  sus  reales  proge- 
nitores, escuchando  las  relaciones  de  sus  hechos 
formadas  por  los  Amantas.  Les  enseñaban  ade* 
mas  á  hablar  su  dialecto  particular  con  pureza  y 
elegancia,  y  se  instruían  en  la  oscura  eieneiade 
los  quipos;  medio  de  que  se  valian  los  Peruanos 
para  comunicarse  mutuamente  sus  ideas  y  tras»> 
mitirlas  á  las  generaciones  futura».  * 
£1  quipo  era  uua  cuerda  «le  cesa  de  áo¿  pies 

2    Ibid.,  Paité  1,  lib.  7,  cap.  que  mA  reales  progenitores  ht- 

10.  bian  hecho  edificar  junto  á  las 

£1  descendiente  de  los  Incas  escuelas,  para  poder  asistirá  ellai 

da  noticia  de  las  ruinas  que  exis-  con  mas  facilidad, 

•iian  en  su  tiempo  de  dos  palacios  3    Ibid.,  Parte  1,  lib.  4«  c.  Ift. 

-A'  • 


l!íS  CONQUISTA  DEL  PEIIU. 

(Je  largo,  formada  de  hilos  do  colores,  muy  bien 
retorcidos,  de  donde  colgaban  á  modo  de  fleco, 
otros  hilos,  también  de  colores,  Uengs  de  nudos. 
La  palabra  quipu  significa  Ttudo.   Los  colotes  de- 
notaban los  objetos  visibles,  como  el  blanco^  por 
ejemplo,  que  representaba  laplata^  y  el  amarillo 
él  oro,  &c.    A  veces  sérvian-  también  para  indi- 
car ideas  abstractas,  y  entonces  el  hlánco  signifi- 
caba/^az,  y  el  encarnado^  guerra.     Pero  el  objeto 
principal  de  los  quipos  era  ejecutar  las  opera- 
ciones aritméticas.   Los  nudos  servian  de  núme- 
ros, y  podian  combinarse  de  modo  que  represen- 
tasen cantidades  hasta  donde  fues^  necesarib. 
í^or  medio  de  ellos  hacian  sus  cálculos  con  gran- 
de rapidez,  y  su  exactitud  está  atestiguada  por 
los  primeros  Españoles  que  visitaron  el  pais.  * 
En  todos  los  distritos  había  empleados  con  el 
título  dé  quipucajnayusy  ó  "guardaquipos,"  cuya 
obligación  era  inforhiar  al  gobierno  sobre  varias 
'  puntos  importantes.     Uno  tenia  á  su  cargo  las 
rentas,  y  daba  cüéíita  de  las  primeras  materias 
que  había  distribuido  entre  las  trabajadores;  de 
lá  cantidad  y  calidad  de  los  artefactos  que  "con 
ellas  se  hablan  labrado,  así  como  dé  los  diversos 
artículos  qtie  se  habían  recojido  en  loTs  almace- 
nes reales.    Otro  presentaba  el  registro  de  los 
nacimientos  y  defunciones,  de  los  matrimonios, 

4    Conq.  í  Pdb.  del  Piru,  MS.,    laso,  Cgm.  Real.,  Part©  1,  Ctl»  6^ 
•— Sanniento,  R^I.,  MS.,  cap.  9    cap.  8.  . 
— Actíjtai  lib.  e,  cap.  8.^<5ard- 


sias,  y  :dea^»  d^taUe9>ri$}a)Uva0  á  la  poblaénm; 
dei  reinp^  £49^  Í4fQri:ii^s»p^en;viaji)an,aniialmen* 
t&  á: ia  «ap^taj^  en  donde  se  eoititei^aB;  á  Los¡ eiñ« 
pi^^dps  que  {M>$eian  el  ai^te  de  deseifnar  catoé 
ps^urosi(rreg^stro{i.  De::<^atQ  modo.ae .eneoniraba: 
eC^pl^ierno  CjOn.iipaipr^^&iiqt^a  eoleccáofa  de;datos 
estadísticos,  y  los  m^^zos  de  hilos  de  nül  colores 
reaqijio^.j  conservftdps  con  tpdp  esp»edro»  foctia- 
ban  loquee  pu^de  UaqiííirsearchiyQft  «acipnalcfl;^ 
.  Pero  ei  bien  Ip^  quipos  baidtaban.para  loSí  cál- 
culos aritméticos,  de  Iqs  Peroaj^ps^  Jio-podiaa  sér<^ 
vir  pa.rá  representar  üa  cot^pUc^ionide  ideas  'ig. 
imágenes  que  e^p;r^sa  laiescrjitwa.  .:Sia)ettibteti 
gp^  auQ  para  esto  podia^  ser  la  invjw»cÍoin:de  ai*) 
guna  \itil.id^,  porqfiije;SMÍ»em^a.de  la  cc^reÉAnta^ 
cjiqp  directo  de jlp&.pbjetpd,  y, aún d»  tims^pMáSt 
idea^  abstractas,  como^  arriba :,düír>Kis,  era  iéf^ 
graníle  ^y»da  para  la  n^Qfnoria>pfirii%edi0  dei^ldb 

« •  ^  fM^V?^'  •  ^'  :iiluü<(e«ta  '  ti>d«.  esto  tefiián  4  sa  oarigj)  ^}iie' 
admirado  dev  U  variedad  de  obje-  i>o  fué  p.oco,;y  ja?^  Jaih^  :9\g^úau 
thi  ^¿y  úótnpi^ndian  eistos  senci-  claridad  de  íos  estatutos  que  en 
]|p|i;W^alro(i,(^iq^en«iaveible.pa-  tiempo  de  oadn^dnó  sehabiair 
ra  el  que  po ,  los  hubiese  visto."    puesto.'' (ReJ.  Prina.;  WS»^  Tw» 

TÉki  áqudla  éiüdad  se  hallaron  bien  Sarmiento,  Relación  MS.; 
]i|liehQc  )ráejiQ0  Q^R^aJw  antiguos  .«tp..9.-^iUo8ta,'fib.  6,  cap.  8.-^ 
del  Inga,  asi  de  la  religión,  como  Garqflaao,  Xom,  Real^.  Parte  jU 
dé1t}<)Vief4iO,y  etracosáqusno  lib.  6,  cap.  8,  9.)  Én  algunas 
pudiera  creiqr  á'  no  la'iYipra;  qúB  '■  partes  áé\  -Beru  sé  eñcusatran  to« 
por  hilos  7.  nudos,  sib  hallan  figu-  d^vín  .y^s^ios.  d(B  los  ; q^os, 
^adás  las  l^yes  y  estatutos  asi  de  pues  los  pastores  llevan  las.cuen- 
ki  wviBOitiüNdja  lo  oflrs;  f  IM  su*  tas  de  sus '  níimeBP¿>8  íhebaiíos 
cesiones  de  los  Reyes  y  tiempo  por  medio  de  ésta  antigua  tai^ 
(fise  govemanm:  y  baHúáí  lo  qtte  ,  itt¿6ea. 


18»  CQPÍQÜISTAimii  PÉtÜ/ 

asoeiacion  de  ideas*  Así  cada  nudo'  ó  color  te- 
cordaba  lo  que  no  alcanzaba  á  representar,  del 
mismo  modo  qqe,  para  lísar  de  la  espresion  fa- 
miliar de  un  antiguo  escritor,  el  número  del*  Man- 
damiento nos  recaer  da  lo  qae  bajo^de  él  se  tíos 
manda.  Los  quipos  :Bmpleacbsdie  este  modo  de- 
bían poBsiderarse  eonio^  el  arte  tiinemonico  de  los 
Peruanos^  • 

Habia  analistas  en  las  pigincipalés  provincias 
cuyo  oficio  era  registrar  todos,  los  sucesos  im- 
portantes que  en  ellas  ocurriesen.    La  historia 
del  imperio  coíria  á  cargo  de  otros  empleados 
de  mas  alto  carácter,  generalmente  arnautas^  y 
debian  conservar  la  memoria  de  los  gloriosos  he* 
ebos  del  Inca  reinante  á  de  sus  progenitores.  ^ 
La  relación  formada  por  ellos  solo  podia  tras-^ 
*   mitiiNse  por  medio  d^  la  tradición  Wal;  pero  los 
quipos  servian  al  cronista  para  arregláis  por  stt 
^tden  los  acontecimientos,  y  ayudar  á  la  memo- 
ria; y  una  vez  aprendida  la  historia^  la  continua 
repetición  haéia  que  no  se  olvidase.    El  amanta 
la  referia  muchas  veees  á  sius  discípulos^  y  parte 
por  tradición  oral,  parte  por  signos  arbítrarioi?, 
iba  pasando  la  historia  de  geweradoif  en  genera- 
ción, con  no  poca  dicrepaíicia  en  tes  porruenoreSfí 
pi^ro  e|i  ej  fondo  con  %astapte  exílctitud. 

Los  quipos  peruanos  eran  sin. duda  un  pobre 
stistitjato  para  el  aflfebeio,  esa  hermosa  ÍAY«tieio« 

^    Ibid.)  ubi  tüpra»      ^    '.;.¿i..:  i.^^^J '.;  :. 


LIBRO  ll-¿tíA*!TÜtü1V;  ISÍ 

que  con  solo  nnos.podos  caracteres  simples  ^oe 
r^>resentaii  sonidos  en  vez -de  ideas,  consigue* 
ttSpresar  las  variaéionés  mius  imperceptibles  de 
las  ideas  que  puede  concebir  la  mente  humana^ 
La  ínveitóon  dé  los  Peruaítioserá^  también  muy 
iffferior  á  los  géroglíftcds,  y  auii  á  lac  grosera  es-' 
critura  pintada  de  los  Aztecas;  pues  este  áltimo 
»rte,  ,por  insuficiente  que  fuese  para  espresar 
ideas  abstractas^  á  lo  menos  pódiarej^re^entar 
c4ti  regular  ésJaetltad^los  objetos*  Es  unapme^ 
ba  evidente  de)  q«e  ninguna  de  estas  dos  naeio-* 
nes  tenía'iiótícia  de  la  otra,  telver  que  los  Pe^ 
^aanp^np  tomaijou.  na^a  del  sistema  geroglifico 
^e  los  Mejicanos,  ^nto  mas  cuanto,  que  existien* 
do  en  la  América  del  Sur  la  planta  del  maguey 
á  agfLvCf  d^  ffUa  podían  haber  tomado  el  mismo 
inaterís^l  de  quje  foriEnaban;  sus  i^apas  los*  Azte^ 
«as,.!,    ..  '•:*■•* 

Es  imposible  contemplar  isio^interes  los  esfuer- 
SS09  qijic;  hacen  las  .naciones,  tan;  luego  como  ya9 
j^l^endo  asi  estado  de  barbarie,,  para  proQurarse 
algunos  signos  visibks.del  pensamiento;  pVecíO'^ 
80  medio  de  comunicaciqi^  ?iitre  la  mente  de  un 
ip4íviduo  y  las  de  tod^  la  j^ociedad,  ^^  Mta  de 
pste  m^dio  ígis  uno  de  los  mayores  obstáculo^  pa^ 

' '  9^  '  ítíid.,  uM  8iiphl.'-^Dec.  dé  tas  d!e  cddrés  (#aínpunt)  t^át  0Í 

la  And.  Real.»  M^.— rSBrmieQto  1190  ent^e  las: tribus  del  JNofte  ^ 

Relación  Áf  S.,  cap.  9.  Améiica  para  conservar  la  m^ 

^      SedeactibreÉiB  emb'át^dalgu-  inoná^^  lofeitk^tádog  y  4e'Otlr4 

p8ei|^anza£ntrelMfai|9U|¡y  cjnw*..  ;  ,.•  ,.;    ,.;.,.  .,;^  ,;  „ 
fmtaitíniBtí  de  %arta&  de  caen* 


1^  C«»ftVWT4  l!(W*.?Wir* 

ra  ;)o8  {tr^gregos  Je  I»  €ÍviUjsi)ei<ni.  Sin  élqaeda 
el  pensamiento»  ÍQtneo9o  y  mdrtfil  por  an  rfiaefi^ 
eib,  aptísionsKloieD  lel  peoJiode.^a  aAtonití  ,9o\a 
akanaa  nl.coxto  numero  de  per$ona8  giictie  lo- 
deán,  ren  i^i^j  de  jüAmiUrp^  por  4tido  .diiiniindd 
pafailmtr^r.Hiittllares.de  úiilividaos,  yamhát9r. 
ta  á  lás  jg]í^er¿iAÍqne3  y^id^ns.  Ifo  9ólp  c»i  ún 
elemei^o  Ándi.speQsáJ>Pe  de  lawjjliBacion,  3Íno 
que  pDirde  eonaiderarfie  iComoel  Aermámetro  «b 
etta;  ,pnfl8  «il  adelanto  intdectnal  jie  nfa  pneUe 
está  CAÚ  aicmpte  tfi  is«$$m.diiief[^taxonila  mayoi! 
é  menor  fiusílidad  de  comonicar  lais  ideaiu  ~^ 

Cardemos,  sin  embargo,  de  no  apreciar  el*  sis- 
tema peruano  en  menos  de  lo  que  vale,  ni  nóS' 
ftguremos  que  los  qnipos  eran  un  instrumento' 
tan  intítil  en  manos  délos  naturales  eomo  lo  ses^ 
fia  en  las  nuestras.  •  Es  conoeidd  el  efecto  -de  la 
costumbre  en.  todas  las  operaciones  mecánicas; 
y  los  Espaooles  átestiguati  unánimes  la  destreza 
y  exabtitod  ,de  los  Peruanos  en  esta.  Tal  des- 
treza íio  efi  mas  sorprendente  que  lá  fétffiñÉiA 
eon  que,  en  áierza  de  kicoiítümbre,  nos  impone- 
tnos  del  eoiiténidodé  una  página  impresa,- de  una 
Érela  mirada  por  decirlo  así^  aunque  contiene  mi- 
les de  caracteres  distintos,  y  es  preciso  que  el 
ojo  is^eifijespbse  .cada  uno  de  ellos,  y  todo  esto 
5in  ^e  en  la  imaginacrion  del  lector  se  porte  el 
bilo  de  Iq9  p^Majni«l»tos«,No  ^^j^^Qs.yjerriwies 
wa  desprecio  la  inrentióB  délos  látdtyosv  cOnei^ 


¿erando  qae  bastaba  ptira  desempeñar  todos  Io¿ 
eáleulos  necesarios  para  los  negocios  de  una 
gran  nación,  y  que.por  insi;ifícienteqae  fuese,  no 
era  poco  auxilio  para  formar  las  que  aspiraban 
al  nombre  de  composiciones  litemrias* 

£1  encargo  de  conservar  los  anales  de  la  na* 
cion,  no  perteaecia  enteramente  álos  amantas. 
También  tedian  pavteen  él  los  haravec$f  ó  poetas» 
que  escojian  los  ilieidetiie^^  mas  notables  para 
asento  de  sus  caociotie^  ó  ron^ances,  que  se  can* 
taban  en  las  fiestas  rjoales  y  en  la  me&a  del  la- 
ca. ^  De  este  modo  se  formo  un  cuerpo  de  poe- 
^  tradieional,  ¿  semejanza  del  romance  espar 
fíol  y  la  balada. inglesa,  por  cuyo  medio. se  con- 
serva para  las  generaciones  venideras  el  nombre 
de  mas  de  un  fiero  caudillo,  que  habria  caido  en 
el  olvido  por  íalta  de  cronista/  á  no  haber  sido 
trasmitido  á  las  generacionea  venideras  por  es- 
tas rusticas  melodías. 

La  historia,  sin  embargo,  no  ganaba  imiebo  en 

.  esta  alian;^  con  la  poesía,  pues  los  dominios  del 

poeta  se  estienden  á  paises  ideales  poblados  de 

sombras  fantásticas  que  se  parecen*  muy  poco  á 

las  frías  realidadea  de  la  vida.  £n  los  anales  p^-' 

8  Dee^  ée  la  Atid.  Real.,  MS.-  tnmtéreg  nonnaiicloa.  Gareilaqo 
-^GahrilaflO»  C*».  R«al.,  Parte  da  Ja  trddmsmon  de  una  de  la* 
1,  lib.  2f  cap.  S7.  ^lieeeciUas  líricat  dm  $us  paisanos. 

La  pitdabra  haravoe  signifiea  .£b. Ufara  y  alegre;  pero  una 
-'^iifventor/*  y  ta^te  en  su  iiouib£9  •  mueitra  lola  y  ^n  eoi torno  hm^ 
tomo  en  en  ejercitid,  estot  poe*  -  pora  fonnar  «a  jjniéio  geii^wi^ 

t  u 


134  eoiíQüiSTA  imt  pEfeü.í  * 

rúanos  pufedeft  rerse  en  parte  lOdéiRBctos  de  esk 
ta  unión,  ptres  todos  «II06  conservan  hasta  los  úl** 
timos  tiempos  cierto  aspéctofmarayiUoi^^  que  sie 
inter.pone  como  ana  neblina  entreiél.uspectpdof 
y  el  objetOj  y  le  impide 'distinguir»  W  falsb  de  lo 
verdadero.  '  •      , 

En  el  hermoso  dialecto^  quichua  hallaba  el  poé*- 
ta  un  lenguage  muy  propio  ppra  espresar  stía 
ideas.  Ya  hemos  visto  las  estraordinarias  medi^ 
das  que  tomaron  los  Incas  para  esténder  su 
idioma  por  todo  su  [imperio^  una  vez  arraigada 
en  las  mas  distantes  provincias,  se  fué  enrique- 
ciendo con  una  gran  variedad  die  voces  estfanas 
é  idiotismos,  que  ¿bajo  la  influencia  de  la  corte  y 
del  cultivo  d^  la  poesía^  se  fueron  :n%ezclaado 
gradualmente  hiista  formar  un  coajuato  hern^o- 
60;  cfomo  dfe  maWial4SS  toscos  y  ^símbolos  se 
forma  un  bello  mosako.  El  quichua  Uejgo.á  ser^ 
con  el  tiempo  el  mas  copiosoy  véariado  y;  elegan- 
te dé>to4ds  tos  diafe<et08. iuA  aisepriciwo^^  ^  : 

9    Ondegaráo,    Reí.    Ptim.f  andar  por  todas  JJfthés  én  algu- 

MS.            '     .   '   '  Mis  de  la¿. cuates  yi|,«Q  ti. pca-- 

Síurmientas,e  qmja,  y  con  ra-  diendo."  Relación,  MS.,  cap.  21 . 

zon,  dé  que  sus  compatriotas  hu-  '6egun  VelaslíO,  cuándo  íos  In- 

biesen  permitido  qiié  fiubée  ta,*  •  ctts  liégahm' 4ién  sns  tr|t|i>ftt^t6s 

yendo   en  desuso,   como  había  legiones  á  Quito,  se  quedaron 

cciido,  un  (Üftl«efo  que  hubiera  íi-  admiiMoB  Jde'  oír  ¿tabUtft  alJi  un 

éo  ttin  «til  pctrá  eottMMsané  eon  dialecto  del  Quieliu^^MUiqij^a  era 

líEl,  ttittltítad  dte  tribus  distintas  de  desconocido  en  el.|>448.'intj3rme- 

que  se  cótnponia  elimperío.  ^'Y  £67  609»  amgular  si  es  cierta, 

emi  fánt^  dl|0  q)U^  tUé  hurto  be-  (Hist.-  d«  Quito,  tom^J^  p.  185.  > 

nofído  phtu  IM  espoñoiM  imvpr  ^  £1  antoc^  dvtural  4«  sw}uel  pois, 

eeta  lengua  pues  podían  con  ella  {tuiff.b^t»^ .  ^;filguaaa  fueates 


A4i?xzfiis  á^  la9  eom{)asíciopp&  de  que  beiM^ 
hablado,  dícese  qUe.  los  Peruanos  mauifest^ron 
cierto  tatenl^.para  ;las  ^e|KesentacÍQjaes  t^tra- 
.les. .  No  liabl^fnps  de.  esas  ¿ridasi  paaton^ÍQ$|B 
.  que.  solo  agradan  4.  IPjS,  ojos,  jr.  que  han  sijdoVla 
diyer.siou  favorita  (le  ipfis  de  una  uacion  inculta; 
las  piezas  .de  loa  Peruano»,  aspiraban  al  título  d© 
.  eoi^nposicifpni^s  dramáticas,  sqstenidas  por  ^1  diá* 
logo  y  la  pintura,  dp^osQifurac teres,  cuyo  argu- 
mento era  6  veces  un  suceso  trágico  y  otras  al- 
gún,jisuptp  dp.  aqiieljos  que  por  su  carácter  li- 
gero y  social  perteiíeQen  á  la  comedia.  ^®  De  la 
ejecución  de  e^tas  piezas  ya  no  tenenoos  modo 
de  jtizgar,  aunque  es   muy  probable?  que  seria 
cual,  correspondía  á  un  |^^eblq  medio  civilizado. 
Mas  cual  quiera, qu;^  fuese  el  mérito  del  descjoi- 
^  peño,  la  sola  inyeji.^on ,  de  semejante  pp/satie^i- 
.  po,  es  un?  p|ifu¿ba  jlp  pujiuraque  distingue  tL^n- 
rosamente  á  los  Peruanos  de  las  dQmaa.nacuh* 
nes  de  America>.  cuya  iónica  diversi,Qfl|erj^,  Ja 
guerra  j  los  ejercicios  qiue^  6,elja  se  asemejan. 
.  Par¿?ce  que.  el  ingeijiiy  de  jips .  I^pnianps  se  In- 
clinaba mas  bien  ,á.la  pultui^a.  y  elegancia,  y.  no 
acuidades  m^s.  golijla^.^qu^  ^^eg;)iraja.  ¡el  buen 

hto  se  deseable  «naeatrechaana-  muchas  Toees  asieiita  prop^ineMH 

I : . .  kigi» «ntré  1» 'ciendiaí  y  i^orgtjú-'  méá  a¥8iiKadM  cqi»  wte  eoiifiaiiza 

.  SEOcioB  «ociai  de  Q«ilo  j  tA  Pér6;  poco  á  propósito  para  ganarbí  ám 

pero  áii  .einbaigOy  se  ceba  dft  nrev  ras  lectores, 

en  61  un  deseó,  e^ódettte. de. pr»-  10     Garedaio,   Cmi.    Jftéal., 

sentar  las  pretensiones  de  su  paie  nbi.supra.                             . 


136  CONQÜÍSTA  PSL  r£RU. 

éxito  en  piídos  ramos  mns  importantes  de  la  cíei?- 

'  eia.  En  estos  se  quedaron  muy  atra»  de  varias 
naciones  semicivilizadas  del  Nuevo  Mando.  Sa- 
bían algo  de  geografía,  éh  lo  tocante  á  su  pro- 
pio imperio,  que  á  la  verdad  era  bastante  etíten- 

^  so,  y  construían  ?us'  mapas  fcon  líneas  de  relie- 
ve para  señalarlos  limites  y  localidades  por  el  • 
miámo  ejstilo  de  Icís* que  antes  se  usalian  para 
los  ciegoé.     En  astronomía  parece  que  no'  ade- 
lantaron gran   cosa.     Dívidiah  ei  año  en  doce 

■  meses  lunares,  caáa  tino  con  sú  nombre  particu- 
Ifir  y  su  fiesta  propia.  ^*  También  tenían  sema- 
nas; pero  no  se  sabe  á  punto  fijo  de  cuantos  días, 
si  de  siete  nueve  "o  diez.  Como  su  año  lunar  re- 

*  «ultaba  precisanlenté  m.'is  corto  que  el  verdade- 
ro, rectificaban  sü  calendario  por  jaedio  de  ob- 

"«ervaciones  solares  paralas  que  se  valían  de 

'tina  s  columnas  cilíndrieasrepartidas  por  las  tier- 
ra? altas  al  rededor  del  (íuzcd,  que  les  servían 
píirá  tomar  los  azimuts,  y  midiendo  sus  sombras 

'  podian  fijar  la  época  exacta  dé  los  solsticios. 
Para  determinar  los  equinoccios  ocurrían  á  un 
pilar  solitario  o  gnomon,  qué  tenían  en  la  plaza 
del  gran  templo,  en  el  centro  de  un  círculo  atra- 
vesado for  una  linea  recta  tirada  de  oriesta  á 


.  U  *  Outl^gnrck),  ReU   Pnni.,    ta  los  nembrea  de  1m  i 
MS.    .  .      :,  las  ocapscionoi  qu^  les  corres- 

Fernandez,  que  ae  sqiaEta  de    pondáfai.    Hist.  del  Perá«.  fvt» 
b» dem«s  au|ori4adea  en  fijar  el.  ^^^lib.  S«  «ap.  10* 
yrinejipio  del  aSo  eaJimio;.apu&»      .       . 


ponienter    Cuando  el  pilar  no  daba  apenas  som 
bra  al  mediodía,   decían  que  aqoel  día  "se  asen- 
taba el  8q1  con  toda  sn  lax  sobre  aquella  eoloni- 
na.*'  **  Tenían  especial  veneración  á  la  ciudad 
de  Qttiti»,  porque  eomo  está  casi  bajo  el  ecua- 
dor, los  rayos  vertícales*del  sol  no  daban  som- 
bra alguna  á  mediodía,  y  por  eso  la  considera' 
ban  como  un  lagar  favorito  de  aquella  deidad^» 
Celebraban  la  llegada  de  lo^  equinoccios  eon  re- 
gocijos públicos,  y  ponían  sc^re  el  pilar  la  silla 
de  oro  del  Sol,    y  tanto    entonces  como  en  los 
solstieios,  eoronabao  las  columnas  con  guirnal- 
das y  ofrecían  ftuta$  y  flores,  siendo  esto  un  mo- 
tivo de  fiesta  para  todo  el  imperio.  Los  Perua- 
nos arreglaban  á  estos  periodos  sus  ritos  y  ce- 
remonias religiosas»  y  los  trabajos  del  campo  en 
que  debían  ocup$ucie>,    El  año  comenzaba  en  el 
solsticio  del  invieroo.  *'  i  , . 

Eti  estas  escasas  noticias  se  comprende  casi 
todo  lo  que  sabemos  de  la  astronomía  peruana. 
Puede  parecer  estrañoque  un  pueblo  que  ya 

12  .  GarcilatQ,    Com.    Real^  ropa,  e»  á  saber,  el  de  k  cópula 

Parte  1,  \i\k%  cap.  2SWí6.  de  k  catedvai  de  Florencia;  fiíé 

Loj  conquÍAtadoces  empatióle»  cenatrmde  por  el  célebre  Tdaca- 

echaron  por  tierra  e«tp8  pUareSr  bsIU,  batía  el  año  1468,  para  de- 

porque  olían  á  idelatria  en  los  In-  termina»  loi^  golstieios  y  arreglar 

dios. .  ¿duiénes  merecían  mejor  las  festividadesde  la  Iglesia;  acaso 

el  átulo  de  barbajas?  *  .  por  la  misom  é^eea  loe  Indios  de 

13    Betanzos,  Nar.  de  los  In-  América  discurrían  una  cosa  se* 

gas,  MS.,  cap.   16— 3anmento,  mt^taste.    V.  Tíraboschi,  Storia 

Relación,  MS*,, cap.  $Í3.T*^A«esta  della  Leftteratnra  Italiana,  t#m, 

^  fib.  6,  cap.  3.  VU  lil».;  S,  cap.  3,  see.  38. 

El  M>aa£awiqiwg»aiWl4»  R» 


.t38  .  CONl^ülSTA.  DEL  PJÚa 

había  avanzado  snsobeervaeiones  hasta  ese  .pun- 
to, no.  pa^cüse  de  allí»  y  que  á  pesar  de  lo  que 
adeJbotp  en  la  civilización,  én.  esta  ciencia  &e 
hubiese  l^aedado  tan  átras,  no  solo  respecto  de 
Iqs  M&jieanos,  sino  aun  de  los  Moscas,  qUe  ha<- 

-hitaban  con  ellos  las  miomas  regiones  elevadas 

-de  ia  gran,  mesa  meridional.  •  fistos  últimos  ar« 
reglaban  su. calendario  bajo  el  mismo  sistemado 
eicIo9y  series  pcirío^icasque  los  Aztecas,  aproxi- 

.  inándose  aun  mas  al  sis;tema  adaptado  por  los 
pueblos  del  Asia.  M  . 
. '  Era  de  esperarse  que  los  in<^s,  que  tanto  se  g4o- 

'  riaban  de  ser  hijos  del  Sol,  hubiesen  hecho  un  es- 
tndib  partícolar  de  los  fenómenos  celestes  y  arré- 
jgjado  su. calendario  sobre  principios  tan^ei<3ntífí- 
eos  como  los  de  sus  semicivjlizados  vecinos.  Ver- 
dad  es  qi^e  un  historiador  novasegura  que  reunían 
los  años  en  ciclos  de  diez*,  cfento'y  inil  años,  y  que 

/por  e^tos  ciclos  arre^süban  su  cronologia.  ^^  Pe- 

> .  r  .  14    1^  los  dos  primeros  iibros    go  y  himinoso  análisis.'  Vuea  des 

,  fte  la  obraje  PiedrabiU,  obispo    Coniü^res,  p.244. 

de  Pauamá,  titulada,  Historia  Cíe-        15    Montesinos,   Mem.   Anti* 

peral  4e  líis  ConquMtas  del  Kne-.    gutó,  MS.,  tib. «,  cap.  7.  ' 

.voHegiiode  Granada,  (Madrid, '      '^Atenovó  la  «oitíputatíón  de 

8,)  se  haitii  una  noüciade  «s-    los  tiempos,  que  se  iba  peidien- 


ite  pueblo  iurterasoniet  «s  harto  do,  y  se  contaron  en  bu  Reinado 

HOQXtm  pera  «ín  duia  sio  «loanáan  los  años  de  d65  dias  y  seis  horas; 

para  knOs  las  autoridades. --^Mr:  á  los'anos'Siiladió  decadas  dé  cKez 

4e  H.iUnlv)l€Íttuv6,la.ábrtaaade  años,  á  cada  diez  décadas  una 

dar  con  un  MS.  compuesto  por  centinia  de  cien  Wños,  y  á  cada 

un  eolesiástieo  español  reádmte  dieii  centurias  una  capachoata  ó 

0n  Saftte  Fé^to  Bogotá,  relativo  intíphuacan,  que  son  1,'00Ó  años 

al  CatodfWio.Mosca^  dol  cual  ha  que  quiere  decir  el  grande  ano 
hecho  el  filósofo  pruRÍano  un  lar*<-  dol'Solf  «MicofittAttnr'lCA  siglos  y 


LIBRO  I.-rlCAPITTyjLO   IV-  189 

ro  ^ta  aseroien,  aahqiie  no  improbable  en  sí 
-mi^mai  deeeia&sa  solamente  en  la  aatoridad  de 
ün  escritor;  dotaá!^  de*  poca  crítica,  y  tiene  en 
eoQtra  el  silenfcio*  de  todas  las  otras  autoridades 
mas  antígaas  y  d]e  mas  peso,  y  la  falta  de  un  mo* 
nomento  como  los  que  se  ban  hallado  de  otras 
-naiek>n«s  americfinas,  qne  atestigüe  la  existen- 
eia-de  semejante  calt^ndario.    La  inferioridad  de 
-10$  Peruarios  en  este  punto  puede  esplicarse  en 
palote,  iHiflexionando  que  sus  sacerdotes  siempre» 
eíanlncaSjnoblezfl  llena  de  privilegios,  y  que  pa- 
fft  separarse  y  distinguirse  del  vulgo*  no  necesi- 
taban, tomarse  el  trabajo  de  sobrepujarle  en  co- 
noéitUientos.    No  sueedia  lo  mismo  con  el  sa*- 
cerdeóte  azteca,  quien  tenia  que  valerse  de  la  es- 
casa ciencia  que  poseía  para  adivinar  los  miste* 
rios  del  ckia,  y  fundar  sobre  ella  un  falso  siste- 
'  ín^  astrológico,  que  le  grangease  el  concepto  de 
tener  algo  de  divino  en  su  naturaleza.    Peri^el 
ttoMe  inea^  era  divino  por  nacimiento.    El  iluso- 
rio éátudio  dé  ia  ástrologia  qne  cautiva  tanto  á 
'  ün  eápiritú  inculto,  no  llamaba  su  atención  de 
^'tóodo  ál^no.    Las  únicas  personas  que  en  el 
Perú  pretendian  leer  en  el  misterioso  porvenir, 
eran  los  adivinos,  que  reunían  á  estas  pretensio- 
nes.ií^ierta  destreza  ep  el  arte  de  curar,  y  se  pa- 
recían á  los  hechiceros  que  se  encuentran  entre 
las  tribiisindias.    Este  oficio  se  tenia  en  poco, 

Í09  sucesor  mcjgt^i^liQ»  4^.ps    Reyes.'*  Ibid.,  loe.  cit. 


140  CONQUISTA  I>£L  FEEU*. 

escepto  entre  las  clases  bajas,  y  se  quedsba  pi^ 
ra  aquellos  caya  edad  6  enfermedades  les  impe- 
dian  ocuparse  en  los  otros  negocios  de  la  vida.** 

Los  Peruanos  conocían  una  ó  dos  eonstelaeio- 
n<?8,  y  observaron  la  marcha  del  planeta  Venas» 
al  que  como  hemos  visto  levantaron  altares*  Pe- 
ro su  ignorancia  de  los  principios  fandamenta- 
Les  de  la  ciencia  astronómica»  se  descubre  en. las 
ideas  que  tenian  de  los  eclipsesv  U>s  que  supo- 
nían indicar  un  gran  trastorno  en  elplapeta^y 
cuando  la  luna  sufría  una  de  estas  estrañas  en- 
•  *  fermedades,  tocaban  sus  instrumentos  y  llena- 
ban al  aire  de  gritos  y  lamentos  para  despertar- 
la de  su  letargo,  Tan  pueriles  iíleas  forman  un 
rato  cbtitraste  con  el  verdadero  eoaoeimientp 
que  de  ellos  tenian  los  Mejicanos,  según  se  ad- 
vieirte  por  sus  mapas  geroglíficos.^  en  que  se  ve 
pintada/on  toda  claridad  la  verdadera  eausa  de 
ejte  fenómeno.  "      '  . 

Pero  si  los  Incas  no  fueron  muy  «fortunados 
en  escudrinar  los  cielos,  dejaron  atrás  6  todas  las 
demás  naciones  americanas  en  el  cultivo  de  la 
tierra.    La  agricultura   se  practicaba  fiUí  por 

16    "Ansí  mismo  les  hicieron  para  trarajár,  etHno  maneAfl,  co- 

.   eeñilaír    gente   p:ira    hechizeros  jos  6  contrahechos,  y  gente  aa  á 

que  también  es  entre  ^ilos,  uñciu  quien  faltava    las    fuerzas    para 

público  y  oonoscido  en  todos......  ello.*'    Ondegarcítf,   Re!.   Seg.» 

los  diputadoti  para  ello  no  lo  te-  MS. 

nlan  por  trajjajo.  porque  ningiv  17  Véase  el  Códice  Tel.-Re- 
no  podií  lene* '-semejante  oficio  ifiense,  Parte  4,  14.«i.  22,  ap- 
eo mo  los  dichos  sino  fuesen  vie-  Antiquitiea  of  MexUo»  ▼•!•  ^ 
j[o9  é  yiejnsf  y  pereonaer  inávüei  LcodonylM^ 


prineipios  q«e  veirdadératiieiite  pueden  Uámiirse 
etés^fiebs,  y  ^Mi  elalma  de  su  distemiT  político. 
Coaio^iio  tenian  eomety^io  ^triingero,  era  preei« 
fto  qáe  la  agrieultitra  produjese  !¿  lieeesario  pa« 
fHiaá  «absisteocia)  para  formar  lag  rentas  del  es* 
tado^ijr  para  üader  entris»  si  sus  eátiibiós.  ,ifertío» 
.vtéto  la»  notables  *tírdeaaBz;as  qae  tenian  sobn^ 
^IrTepartintientdde  las^ti^nrás  al  pueblo  por  par« 
^  iguales,  las  qú0bl  mismo  tiefnpó^ebdgíán  cpxé 
todo  ri  mundov  ni>0no»  las  elases  privilegiadas, 
aiyqdnsef  á  «a  cultÍTOi,  ÚeAo  cual  el  Inca  mismo 
:difjba.elve)«triph>. '  Bn^na  délas  gandes  festivi- 
dades,*'salía  fuem  del  'Ctissc^  acampanado  de  su 
>cói!te^  y  en  preMaeta  de  todo  el  pueblo^  rompía 
la-tierra  eofiu»airbdO'de  oto,  (ó  mejor  dicho,  coii 
ua  iaflrtuuineiito'  que  ufaban  en  loga^  -de  éste,-) 
-santifieaiifio  de  Mte -modo  la  ocupación  del  la- 
.btadmr,  óbmoJa  m»i  digna  de  ser  desempeñada 
poor  los  hijos  del  Sok  ^ 

.  '.  iLarpfOleedon  del  ipobierno  no  se  Imitaba  é 
eéla  deatostyáciidli  poco  costosa  del  fiívor  réalr 
stno  que  se  descí^bría '  en  otras  medidas,  mas  eft- 

18   Sarmiento,  Relación,  MS.,  con  él  a  romper  k  tierra,  i' lo* 

eApi  IBí  AÍBBió  los  demas'  señores,  para- 

Los  nobles,  según  porree,  Imi-  qtnie  de  allí  adelaiUe  en  todo  «a 

taban  én  esta  gran  fiesta  el  ejem-  señorío  hiciesen  lo  mismo,  i  sin- 

pto  dé  «a.  «edor.    "F^istúáBá  todo»  que  «1  inga  hiciese  esto  no  avia> 

las  fiestas,  en  la  (íltima  llevaban  Indio  ^ue  osase  romper  la  tierra, 

muchos    arados  de  .  manos,    los  ni  pensavan  que  produjese  si  el 

qualed  áaúghútáetilé  'herun   de  Inga  no  la  rotnpia  primero  i  esto* 

oro;  i  heqUoa  loí  oficios,  towava  Vast©  qua^to  á  las  fiestas.*'  C«iiq. 

«f  Ifliga  ttí  tx^  i  cbnlcjjJfi^  i  TW.  éél  PSrtfí  MS. 


cacej&  pfira  fusC^Uf^  .tos  .trf|lHÓ<^  4fl  labrador* 
Una  graa  part^  (}e  l4,r^9Íoa  ai^HAida  á  !•  Ofüla 
del  ipar,  ^u^ia  imiie]M>  por  la  falte  de  agua^  psea 
a]U  ;lli:^€^ve  po&o  ó  nada^  y  iaA:pooa«  Gonáepitea 
que:  lü  x(tcavíe9S|i^,  o^mioaA  tan  eoiito  irmcboj 
c^  ^1  rMindese  |tL  deseolgarse  de  las  moatiañas» 
^e  sicv.ende  muy  poca  en  taivgráade  eateMíon 
de  tei^riQiio.  £1  ^^elo ?ra á la v^dad aorenoso yes^- 
téril  en  suvinay^rparte;  piero  había  müdbw  la^- 
g^x^H  que  todavía  podriaa  apc^veeharM»  |mas  so* 
lo  ¡necesitaban  ;Un  r^go  proporeíonado  para  pro»- 
dqcir  gráfidos  eoseoliaii,  A9Ípni^<, Ufaron  agua 
¿  esto^  dugareis  ppr  madío  jJ^.magMfiébacanhlés 
y  acu^dQcto9  sabterr4ne99»^niados.de  grandes 
losas  pe^feet^Qiei|t0  iiiiidHs:sift.morterov:l<>a  qne 
admitÍ9f9  un  gplpe  4^  agyia  safieiefila  pai^i  que 
.  bien.  *dií>tnbiuida  por  .oU^^  i^aaales  HtísBorai^  re- 
^9ejb94as\;las  ti^r^s  bl^aS'  por  donde  .posaba. 
Algunas  de  estas  acequias;  aifah;inByt'largá89í' la 
^^^  ,atc97e4aba<  el.4iMri(.Q'de  (CóttdsiBnyn  tenia 
fia  pu^r^pieatas  á  qawaiitaai»Uki0.  Saoibaitias 
.de  algu^.lago  elevado  4  (^pd8Íto.|iátaNil  d^  en- 
medio  de  las  montañas,  é.  iban  aumentando  el 
caudal  de  sus  aguas  con  las  de  otros  manantía- 
•  les  que  encontraban  en  él  camino  al  descolgarse 
de  la  sierra»  Muchas  veces  era  preciso  abrir  pa* 
so  al  través  de  las  rocas,  y  eso  sin  el  auxilio  de 
instrumentos  dé  hierro;  rodear  montañas  impe- 
netrables; atravesar  rios  y  pantanos,  y  en  fin. 


v^noer  los  mUmo^^QbBtáeaU»  qaeen  lapicnufi^ac^r 
QÍon.  dé  8u»  pfúrt«at9C|os  caniipo/^.  Mj^jf^^s  Per 
ruanos  se  deleital^%|U  parecci^  ea  la<^lidi:  cqfi  las 
difioultades  de  Ifi ^Okatar^^za*  Qe^qa  de,.(/^ja- 
mfifca»  se  ve  to(J§¥Í%  ua  c^óoq.ci^Ui^o  ea  ^».jrj(;>- 
ca»  j^tte  hÍ9Íe|:on  pura,  desago^tr  un  la^o» .cacado 
aas^agaas.eii  la  estocípa  deJas  Huvias^  ll^ajbfu^ 
Á  tal  alttt]sa  qae  a^ej^assab^n  inundajr,los  terrenos 
.cic^unyecino^.  ^^  . 

Los  conquistadores  espaiip}es  dejaroa .  ^rr^- 
jdar  B^ch^s  de  eslia/i[.^Qé$cs^&  obras  de  los  In- 
eas.  .Ea  aiguQos  puntos  porrea  todavij^  las  aguas 
p^r  sus  canales^  subtcarr^pe^  sin  qu^^se  sepa  ya 
de  donde  Vii^ada»  ai.  por  4flade  caq^inaa^  Otros^ 
aanque  en  parte  d^$tr.!¡p4ps  *y;,ei^olyada$  porlps 
.  escombros  y  la  TÍgQi;o^.yAg^tacioa  dei  pai^,  .toda- 
vía revela  tu  c)j|irso..por  la  fi^rtilidad  qu^  .en  al- 
guno^ lugares  oca^^^fy^n^.^TaJe^!  spt^  las.i^^^qas 
.  del  yalle  de  Napca^  «ifio  muj^.^jrtil.eninaediji?;  4e 
grandes jjed^aosde&ierÍKjis^  á,  dJfl^f^)^\pgBi^'defde 
una  distapei^  de^Oqui^c^d»,  ^?'PPj^$^^^{4¥^4^^,s 


19  Sanniento,  Relación, M^«»  po^  laderas  dé  los  cibe^fts  y  hal- 
cap.  21. — Garcilaso,  Com.  RecJ.,  das  de  sierras  j^ue  esüín  en  los 
Parte  1,  lib.  5.  cap.  24. — Steven-  vállesí  y'  pot'  ellos  mifonos  atra- 
sen, Narrative  of  a  Tweiity  '  uiessañ  muchas:  unas  per  una 
'  Vears*  Re8Íden9e  in  S.  America,  parte,  y  otras  Jfér  la  oti^a,  qtie  es 
(London,  1829.)  vol.  I,  p.  412;  j^ran  delectkckiií  caminar  por 
ti.  pp.  173,  174.       *  aquellos  valles:  ^  jorque  párete 

**Sacauan  acequias  en  cabos  y  qtie  se  anda  entré  htíertírs  ¡f  fio- 
por  todas  partes  que  es  cosa  es-  '  testas  llenas  de  fi^cüras."  Ciérza 
traña  afirmarlo;  porque  las  ecba-  '  de  León,  Ciánica,  8af.  66. 


uan  por  lugares  altos  y  'baxos:  y 


*   -  ^^ 


144  túmtiBfktmi   f«Rü/ 

de  los  IncíLSi  de  cuafró  <5  tinca  pies  de  profbídS* 
dad  y  tres  de  atrchüra,  formadas  de  gíandes  tr«-» 
%o3  de  piedra  sin  mezcla  alguna. 

Poníase  él  niayoi'  ciiidadd  eto  que  tdjSos  lú» 
]^artíeipes  de  ía  tierra  por  dotfde  estas  acequias 
pasaban,  potasen  de  stjs  ben^cíos»  La  ley  mar* 
taba  la  cantidad  de  agua  qué  eorisei^poiidia  á  ca- 
da uno,  y  los  afiélales  reales  vigílabaii  la  distri* 
bucion»  y  se  percioraban  de  que  se  enrpleaba  fieU 
mente  en  el  riegb  áe\  iexteoct.  " 

Los  Peruanos  nianifestaron  éi  mismo  carácter 
emprendefdor  en  sus  arbitrios  para  reducir  ácul- 
tivo  las  partes  montañosas  áeí  su  territorio.  Ha-^ 
bia  muchas  stltuii'a»  que  áttnqtie  áe  buena  tierra, 
eran  demasiada  escarpadas  paarií  pcNtérlas  labrar^ 
ftieron  por  lo  mismo  formando  terrafilenes^cott- 
tenidos  con  piedras  grandes,  que  iban  disminu- 
yendo conforme  subian^doáiodaque  mientras  ki 
primera  faja  6  eaiidén^  cóíaoc  les  Ñamaban  los  Es*» 
pañoles,  podia  comprender  muchas  caballerías 
dé  tieffa,  en  éldltima  apenas  cabian  algUfíras  sub- 
cos de  maisv  ^    Alinas  de  estas  alturas  eran 

2$    Petbrd  l^izarró*,  t)e0cu¿.  y  Garcílaso,  qñe  íe  deriva  de  Anti, 

Conq.,  MS. — Mexnoírs'  of  Geui-  nomlire  de  una  provincia  situada' 

MiUer,  vol.  H.  p^220.  al  £.  del  Cuzco.    (Com.  Itea]., 

2Í  MiUer  supone  que  por  es-  Parte  1,  Yip.  %  cap.  1Í.)  La  pa- 
tos andénts  dieron  los  Españoles  labra  Anta;  que  significa  cobre^ 
•1  nombre  de  Andes  á  las  Co'rdi-  el  que  se  encuentra  en  abundan- 
lleras  de  la  América  del.  Sur.  cia  en  varios  puntos  de  aquel 
(jtferaoirs  of  Gen.  MiUer,  vol.  país,  puede  haber  dado  Ongen<  al 
II.  p.  219.)    Pero  estd  ifombre  nombí^  deia  provincia,  si  no  di- 


tan  peladas^  que  deBptt^fr  de  fpñfiaf  loü  andencf» 
tenianí que  i-abrirloseoó  ui>a grti^^sa eapa de tier* 
ra  yegetali  antea  deq-uepudiesiett  ¿er  útiles  al 
labrador.  ¡Corr  tanta  constancia  así  lacbaron  los 
Peruanos  contra  los  terrMes  obstáculos  que  les 
opooia  el  terreno  de  su>pais!  Sin  las  máquinas 
niínstrume&tos  familiares  á  los  Europeos,  cadav 
isdinduo  aislado  hhhrh  podido  muy  poco;  pero 
obrando  en  grandes  masas  y  bajó  una  misma  di* 
rección,  ¿onsigúíeron  con  su  inaudita  'perseve- 
fancia  llevar  á  cabo  empresas  que  sdlo  en  pro-, 
recto,  bastáírittn  para  desalentar  á  un  Europeo.  « 
Guiados  por  este  mismo  espíritíi  de  écouomia 
con  que  cjonsiguieron  vindií^ar  á  la  sierra  de  la 
opinión  de  esterilidad,  discurrieron  los  Peruanos 
de&cavar  el  árido  suelo  de  los  valles,  hasta  daf 
con  una  capa  en  que  se  hallase  alguna  humedad 
'  Batural.  Estas  escavncíones,  llnmadas  por  los 
Españoles  hayas,  trnn  muy  grandes,  pues  cogían 
aveces  mas  de  un  acJre  de  tierra;  stí  profundidad 
era  de  quince  áveiirte  pies;  y  estaban  revestidas 
por  dentro  todo  al  rededor  de  unapare^de  ado-  ' 
bes.  El  piso  de  la  escavacion,  bien  preparado  pri-  . 
mero  con  un  escelente  abono  de  sardinas,  peque- 
ñopezque  abatida  mucho  en  toda  la  costa,  lo  sem- 
braban en  seguida  de  granos  ú  otros  vegetales* » 

22    Memoirá  óf  Gen.   MÜler,    escavacioneg  escitan  tOijUi\ía  íú 
ttW  Biipra.  -f.  Garciftso ,    Com.    j^mirácion  a«I  viagcro.    V;  Btm>r  , 
Rwl.,  Parte  1,  lib.  5,  cap.  1.  vemoii,  Residence  ¡n  S.  Amer- 

^  23  CiezadeLeon,  Cr6n.,  c.73.  -  lea,  vol.  J.p.  359.--TambienJWc/ 
UiiWfeíde  i&|ü«IlBs  antfeitAs    bnllA',  Itéfeitíic».  p.  *^. 
I^  1» 


lios  labradores  per^axios  coiiOGÍan  nioy  bien ' 
luis  diferentes  clames  deubofios,  y  lo9  emplei^an 
con  frecueoeía;  «ircnnstancia  drgna  de  notarse 
en  el  rko  snek)  de  I09  trópicos,  pues  parece  pro«' 
bable  que  no-  íe  nsd  nii^^nna  otra  de  los  iacaltas 
tribas  de  América.  Haeian  grande  t»o  del  prc^ 
cio$io  escreBteíAo  de  Ia«<  av«8  marinas  llamado 
guano,  que  tanto  hú  llamado  ultimamentt  la  aten- 
ción de  los  agrónomos,  así  de  £aropaeomo  de 
nuestro  pais:,  por  su«  propiedades  stustaneiofias 
y  estimulantes,  que  los  indios,  sabian  apreciar 
debidamentse.  Harlim^iQe  en  tan  ^i^  cantidad 
en  las  isUtais  de  la  costa,  que  de  lejos  parecían 
cerros,  y  el  hallarse  cubiertos  de  uta  eüorescen* 
cía  salina  faé  motivo  d^*^ue  1^  Conquistadores 
les  dierap.el  nombre  d<^  Sieanra  Nevada* 

Los  liicas  tomaron  sus  acostumbradas  precau- 
ciones para  qvie  los  labradores  go3aden  del  be- 
neficio de  tan  importante  abono.  'Destinaron  los 
islotes  de  la  costa  para  el  uso  de  loa  dú»tritos 
roas  inme4ia,tos;  pero  cuando  la  isla  era  nn:  po- 
co grande,  Ih  repartían  ^enUre  varifos»  señakmlo 
con  toda  exactitud  los  lín^^ites  de  cada  uito.  Cual- 
quiera u^rpacion  de  los  derechoe  ágenos  era 
severamente  castigada;  y  para  la  eonservasioR 
de  laa^aifcs  establecieron  penas' lan  severas,  co- 
mo las  que  tenían  los  tiranos  Normandos  en  In- 
glaterra paríi  protejer  su  baza.  A  nadie  se  per- 
mitía abcH'dar  á  aquellas  isla%  dJütrajateeltimap^ 


de  la;;G9i:iá  se  pena  de  mtierte,  y  en  la  misna  pé»- 
na  iaourria  dafae  mataba  algona  da  aqaeUos  pá^ 
jaros,  en  cualquier  tiempo  que  fueae.  "^ 

.  Era  de  esperarse  ^ae  estando  los  Peraanos 
tam  adelantados  ea  4a  agrieultuvé^  tuviesen  al^*. 
¿a!n  eonaoinikeato  d«l  avadoi  instrumento  de  aso 
tan  geai^ral  entra  laa  naciones  primitivas  del  oi»»« 
tínen^a  xxrientaL  Pero  es  preciso  considerar  quq 
no  tenían  1^  reja  de  bierro  del  Hundo  Antí)9;iio, 
Ai  ánimaLes  de  tiro,  que  no  se  hallaban  en  nia-> 
g|Uia  parte  del  Nuevo.  £1  instrumento  que  usa^ 
baní  era  nqa  gruesa  ostacti  paatíagudat  atravesar» 
da  q  diei^  o'daco'  pulg^as  de.  su  estretao  por 
otra  piesa  hoarisontod,  donde  el  labrador  ponía  el 
piá  y)  haoi^  «Otrar  It  estaoa  ea  la  tieria»  Seis  u 
ocbo  hutafataaivahíiiitoli'  ?lMi«iAft  j|v»azar  la  eaitan 
ca»  tiraado  de  ella*  don  cuerdas  y  masehaado  al 
aasapas  da  sus  oaotoa  nftGÍonaleSi  queeontonabab 
aeompaiados  de  ;}as  mugeres,  las  que  iban  en 
pos  dé  los  tirabajadoves  para  romper  los  terror 
nes  coa  sus  rastrilk»<  £1  Meto  era  blaacb  y 
ofrectapoea  resisiteueia,  de  modo  qoe^coii  la  práo^ 
tiea  adquiría  en  breve  el  labrador  la  daitMsa  su-r 
$ciente  pasarenuyv^r  el  terreno  basta  la  profo«¿ 
didad  ueoesaria,  coa  üaaflieilidad  admirable.  Bak 
te  equivaliente  del  arada  em  una  invemion  bien 
to^pfi;  l^ero  es  curioso  eomo  un  ejemplo  aislado 
entre  todas  las  tribus  indígenas,  y  puede  ser  que 

..a^.Ac^ibHUb.  4,  Mtp.  9S.«-Garc|(M&,   Con>.  Uva!.,  Purt»  1, 


los  ioMruBaentQs  de  toadeta  Ijue  en  «a  lugar  in*» 
trodujeron  1<>3  conquistadores  europeos  do.  le. 
fueran,  muy  superiores**^ 

Era  póliticfi  múj  comande  lo»  Incais,  después 
que  :proveíat]  de  acequias,  un  pais  desierlo  de^ 
modo  que  quedaso.lisfo  para  los  trabajos  del  la* 
brador^  el  llevar  alltuiia  colonia  de  mitimaes  que 
}o  redujesen  á  cultivo,  sembrando  e/i  él  las  &tm^ 
Ihis  mas  propias  ]!^ará  a^uel  terreno;  y  de  este 
modo,  <il  :mismo  tieiiipo  que  atendían  á  la  calidad 
de  las  tierras,  se  fomentaba  entre  las  provincias 
eoniarcanuslel  cambio  de  los  diversos  productos, 
que  á  causa  de  la  configuración  de  aquel  pais 
variaban  nías  que  en  ooalquiera  otro  en  la  mi»- 
ma  estensien  de  terreivo.  Pana  facilitar  e^tos 
eamrbios^de  los  productos  de  la  agrieultorar  se  et^ 
lebraban- ferias  tres*  veces  al  mes  en  la»  ciadc^ 
des  mas  populosas;  perio  como  uo  tenian  niMe-* 
da,  salo  hacian  ün  corto  comercio  con  el  cambio 
de  los  respectivos  productos.^  Ademas  estaos  íé-i 
vias  eran  otrostaBtod.dias  de  fiesta  que  servían 
de  d^s^auso  á  los  industriosos  labradores.  ^ 

y^ií^  fueron  ']o«i  arbitrios  de  .qi»e  los  ;  ncas  se 
T^alleron  para  ei, mejor  aprovechamiento  de  su 
territorio,  y  aunque  imperfectos,  es  precisó  oon^ 
fesar  qüi^  revelan  un  conocimiento  de  los  princi- 
pios cientíBcos  de  la  agricultura,  que  les  da  cier- 

25  .Ibid.,  Parte  1,  lib.  5,  c.  5.     Parte  1,  lib.  6,   cap.  36;  lib.  7, 
36  Sarmiento,  llelaci<>ii,MS*,    «ip*  1.— Hetreni,  Hitt.  ^«agml 
m^  19.— -Garciiaflo.  Com,  ReaL,    d»o.  5,  libu  4,  oanu  3l 


tuno  I.-^APlTVLp  It.  Íí4^ 

fo  derecho  al  títoio  de  nación  civilizada.  Culti- 
vado con  perseverancia  é  inteligencia,  no  quedó 
una  sola  pulgada  de  terreno  útil  á  que  no  hicie- 
sen producir  todo  lo  que  era  capaz,  sin  que  des- 
cuidasen de  obligar  á  los  sitios  mas  ingratos  á 
que  contribuyesen  con  algo  para  la  subsistencia 
del  pueblo.  Por  todas  partes  se  veia  la  tierra 
cubierta  de  riques^a  vegetal,  desde  los  frondosos 
valides  cercanos  á  la  costa,,  hasta  los  escarpados 
andenes  de  la  sierra,  que  se  iban  levantando  eo- 
mo  usa  verde  piránaide  cubierta  de  todo  el  lujo 
de  la  vegetación  tropicaL 

La  configuración  del  país  era  sumamente  fa- 
vorable, como  ya  se  ha  dicho,  para  una  infinidad 
de  producciones,  no  tanto  por  su  estension  co* 
mo  por  las  diferencias  de  altura,  mucho  mas  no- 
tables aun  que  liii  de  Méjico,  en  las  que  se  en- 
euentra^n  todos  los  gibados  de  latitud  desde  el  ecua- 
dor á  los  polos.  Sin  embargo,,  aunque  en  esta  re- 
gión la  temperatura  cambia  á  proporción  de  la 
altura,  en  cada  lugar  se  mantiene  casi  la  mlsitia, 
durante  toda  el  año,  y  los  habitantes  no  conocen 
aquellas  agradables  vicisitudes  íe  las  estaciones 
que  se  esperlmentan' en  latitudes  templadas.  Así, 
mientras  que  eí  verano  brilla  en  todo  su  esplen- 
dor en  las  ardientes  regiones  de  la  palma  y  el 
cacao  á  lai^  orillan  del  mar,  en  la  estensa  super- 
ficie de  la  mesa  se  siente  la  frescura  de  una  eter- 
na primaveral  y  los  elevados  picos  de  la  sierra» 


150  CONQUISTA  t>ffL  ÍERü- 

j^mas  se  despojan  de  stt  blühco  topaje  del  in- 
vierno. 

Los  Peruanos  sacaron  el  mejor  partido  de  es* 
ta  constante  variedad  de  cKmas,  si  aáí  puede  lla- 
marse, cultivando  los  productos  de  todos  ellos, 
j  aquellos  en  particular  que  parecían  mas  á  pro- 
prfsito  para  alimento  del  hambre.  Así,  en  íás 
tierras  bajas  se  veián  crecer  la  yuca  y  el  pláta- 
no, esa  admirable  planta  que  parece  haber  liber- 
tado al  hombre  de  la  maldición  primera  (si  .es 
que  no  debe  considerarse  como  un  bien,)  de  ga- 
nar el  sustento  con  el  sudor  de  su  rostro.  ^  Con- 
forme va  desapareciendo  el  plátano,  entra  en  su 
lugar  el  maiz,  la  principal  de  las  semillas  de  am- 
bas Américas,  y  que  después  de  introducida  en 
el  mundo  ántlg'uo  se  creyó  indígena  de  él,  por  la 
rapidez  con  que  allí  se  propagó.^  Los  Perua- 
nos conocían  muy  bien  los  diversos  modos  de 
preparar  esta  ütil  semilla,  atinqué  parece  que  no 

Í27  ,  Mr.  de  lianoiboldt  prueba  23    El  impropio  uombre  de 

la  fecundidad  del  plátano  hacien-  ble  de   Turquie,  manifiesta  eK  er- 

éó^^i  ^tte  ÉfX  produete  d»mpa-  tdt  pepular.  Ma»  Ib  rapidez  coñi 

rado  con  el  del  trigo  .es  como  133  que  se  propagó  por  Europa  y 

á  1,  y  con  el  de  la  patata,  como  Asia  después  del  descnbrímieiito 

44  á  1.  (Éasai  FoUtiqne  mt  lié  dfr  la  América,  es  por  si  «ola  una 

Royanme  4®  la  NoureUe  ^pa-  r^zon  suficiente  para  probar  que 

gne,(Paris  1827,)  tom.lí.p.  389.)  no  puede  haber  sido  indígena 

Es  una  equivocación  él  suponer'  del  Mundo  Antiguo,  y  habewe 

que.  esta  planta  no  es  indígena  conservado  desconoeidk)  en  todo 

de  la  América  del  Sur.    La  hoja  i\  por  tanto  tiempo, 
del  plátano  se  ha  encontrado  mu^ 
chas  veces  en  las  antiguas  sepul- 
turas del  Pei6.                '            , 


Lifeitó  i.-*cXpitüLo  ly.  151 

hadan  pan  de  ella  tnad  qcie  en  las  fitísta»;  saca* 
ban  de  las  eanás  una  especie  de  miel,  y  del  gtft^ 
no  fermentado  hacion  un  liéof  embriagante  á  que 
se  daban  con  tan  poca  moderación  cotno  los  A^** 
tecas.  •^ 

En  el  clima  templado  de  la  tierra  alta  tenian 
tí  maguey,  (agave  Americana,)  de  cuyas  estraór- 
diñarías  propiedades  conocían  muchas,  aunque 
no  la  mas  importante  que  es  la  de  proporcionar 
materiales  para  hacer  papel.  El  tabaco  se  con- 
taba también  entre  los  productos  de  esta  región 
elevada;  mas  l¿s  Peruanos  se  distinguían  de  las 
demás  tribus  Indias  que  lo  conocían,  en  que  só- 
lo lo  usaban  en  polvo  por  medicina.  ^  Seguta- 
mente  fué  esto,  porque  le  reertiplaxaban  en  cuan- 
to á  sus  propiedades  narcóticas,  con  la  coca  (Éry- 
throxylum  Peruvianum)  llamada  cuca^  por  los 
Tiaturales.  Es  un  arbusto  que  crece  hasta  la  al- 
tura de  un  hombre:  sus  hojas  después  de  seca- 
das al  sol  y  mezcladas  con  un  poco  de  cal,  for- 
man una  preparación  ¡rropia  para  mascar,  muy 
semejante  al  betel  del  Oriente.  ^*  Con  una  corta' 

29    Acofita,  Ub.  .4,  cap.  16.  no,  llamado  sora,  era  tan  ñieite  , 

£1  jugo  Bacariuo  contenido  en  que  los  Incas  prohibieron  su  uso, 

les  cañas  del  maíz,  •s  mucho  .  jior  lo  menos  a]  pueblo.  En  cMe 

mas  abundante  en  los  paises  si-  caso  parece  que  los  subditos  no 

•tuados  entre  los  trópicos  que  en  obedecieron  sus  prescripciones 

.tas  latitudes  septentrionales,  de  con  la  puntualidad  acostuiúbffa- 

manera  que  <en  aquellos  se  ve  da. 

eon  frecuencia  á  los  naturales  30     Garciloso,    Com.    Red., 

^<íhupándola  como  si  fuese  cana  Parte  1,  lib.  2,  cap.  25. 

de  azúcar,    l/no-  de  los  licoves  31    Tcmbien*  la  hoJA  picante 

fermeniadof  que  hacían  del  ¿ra-  del  beUl  se  m^cla  con  cal   para 


259  OOXQtlIS'EA  DEL  MftlT. 

provisión  de  esta  cuca  y  un  puñado  de  mais  fo9^ 
tcido,  ci .indio  de  nuestros,  tiempos  icamim^  su» 
penosciS'jornadas'dia  tra^  dia,  sin  fatiga,  ó  6  lo 
meiios.  sin«quejarse.  £1  alimento  ntias  nutritivOr 
no  le  agrada  tanto  como  este  favorito  naícptico. 
En  tiempo  (fe  los  Incas,  se.  dice  que  estaba' es- 
clusivameate  reservado  parala  nobJeza,  y  si  era 
a$¡,  el  pueblo  gano  un  goce  mas  con  la  conquis- 
ta, y  desde  entonces  lo  usaron  tantA  que  forma- 
ba uno  de  los  ramos  mas  importantes  de  las  ven- 
tas de.  la  corona.  ^^  Sin  embargo,  se  dice  que  es- 
ta yerba  tan  alabada  de  los  iralids,  reuma  á  las. 
propiedades  calmantes  del  opio,  los  funestos 
efectos  de  la  embriaguez,  habitual,  cuando  se 
usaba  de  ella  con  esceso.  ^^ 
,  Mlá  arriba  en  el  declive  de  ks,  cordilleras^  so* 
bre.lo^  límites  del  maÍ2t  y  la  quinua^  grano  pfire- 
cido  al  arroz  q.ne  cultivaban  los  indios  en  abun-- 
dancia,  se  hallaba  la  patata,  cuya  introduccioií 
en  Europa  forma  época  en  hi  historia  de  la  agri- 
cultura.    Bien  fuese  indígena  d^l  Perú  o  impor- 

mascarla.  (Elphinsfone,  History  que  da  noticia  la  Revista  Trimegi 
oflndia.iCLondon,  lS41,)vol.I.p.  tre  Estrangera,  (núm.  33)  trata 
S31.)  Es  singular Mapemejauza  largamente  de  los  malignos  efec- 
de  dos  puntos  tm  remoíos  del  toa  del  uso  continuado^  de  la  cu- 
Oriente  y  Occidente,  en  estepla^  ca,  que  considera  muy  semejan- 
eer  de  ¿ociedad.  *  tes  á  los  que  resienten  los  toma- 
se Ondegar^o,l[^l.Seg.,MS.  dí»res  de  opio.  Es  ^straño  que 
— Acosta,  lib.  4,  cap.  22.— Sté-  otios  escritores  no  hayan  hablado 
Tensen,  Kesidence'  in  S.  Amét**  =  con  mas  frecuencia  de  estas  per- 
ica, vol.  II.  p.  G»>. — Cieza  de  niciosas  propiedades,  que  é  lo 
León,  Crónica,  cap.  90.  »  que  recuerdo  naiálQ  ha  reparaée 
Í6    ün  vií^goro  (roeppff  ^Jde-*  hMTfcá'iOibrft  cn^eíUw. 


I.IBRO  I.-— CAFITVLO  ÍY.  ]¿S 

tada  de  Chile,  lo  cier1;o  es  gue  en  tiempo  de  Ips 
Incas  era  el  principal  producto  de  las  llanuras 
altas^  y  su  cultivo  llegaba  en  las  regiones  ecua- 
toriales, basta  ^na  aUura.que  en. .las  latitudes 
templadas  de  Europa  pasaría  muchos  miles  de 
pies  del  límite  de  las  nie\ses  perpetuas.  ^^  Toda- 
vía mas  arriba  se  veia  brotar  sin  cultivo  alguna 
que  otra  de  estas  plantas,  entre  los  mezquinos 
arbustos  que  cubren  ías  magestuosas  pendientes 
de  cordilleras,  los  quj^  van  disminuyendo  gra- 
dualmente hasta  convertirse  en  musgD  y  pajo- 
nsdi  ék  que  envuelve  como  un  manto  de  oro  la 
base  de  ios  inmensos  conos  que  cubiertos  de  las 
ni^veti  de  los  siglos,  se  pierden  entre  las  regk>- 
Mé  d0  eterna  silencio.  ^       , 

M    ]IÍaltodnita,i»o6kS6;     i  tüiMé'deeritM  prodücfdt  inJígé- 

La  patata,  que  encontraron  los  ñas  y.  de'  otros  muchos  menos  co- 

primeros  descubridores  en  Chile,  nocidos  de  los  Europeos,  no  te- 

el  Perú,  Noeva  Guanada,  y  por  nía  otros  de  grande  importanda, 

toda  la  cordillera  (le  la  A;^6rica  los  después  d«  la  conquista  se  Jias 

del  Sur,  era  desconocida  en  Mé-  dado  allí  como  en  su  suelo  nati> 

jieo;  otm  pnil»ba  4e  k»  absoluta  to.    Tales  soí^el  oliVo,  latni,  la 

i^orapcia  en.  que .  estaban  una  higuera,  el  manaano^  el  naranjo  y 

de  otra  las  naciones  de  ambos  la  caña  de  azúcar.    No  se  cono- 

contúMntes.    Mr«  de  Hamboldt  cía  allí  ninguno  de  los  cereales 

que  se  ha  aplicado  tanto  á  la  pri-  del  Viejo  Mundo.    £1  primer  Irí* 

mítiva  historia  de  este  vegetal,  go  lo  llevó  una  señora  española 

cdya  inflcienGia  ha  sido  tan  im-  de  Trujillo,  que  se  tomó  mucho' 

pprtante  en  la  sociedad  europea,  trabajo  en  repartirlo  entre  losco-^ . 

supone  que  s^u  cultivo  en  la  t'ir-  lonos;  cosa  que  tampoco  descui- 
ghiia,  donde  *erA  ceiioeido  de  los  -  dó  el  gobierno,  sea  dicho  en  ho- ' 

primeros  colonos,  4fhe  haber  ve-  nof  imyo.    Llamábase  María  de^- 

nido  de  las  colonias  españolas  del  Escobar.   La  historia  que  se  ocu> 

Sut.    E8«tíiPolHi<jtie,tom'.^.'p.  *pa  tanto  en  celebrar  los  aztote» 

462.    .  .  de  la  humanidad,  dehia  tainbitm' i 

35    Mientras  que  e}  .Pero  en  somplacerse  en  conservar  el  nonr^ 


CAPILLO  V. 


Carneros  del  Perú. — Grandes  Cacerías. — Mantfac* 
TURAS. — Habilidad  dé  los  artesanos. — Arquitec- 
tura.— RElfLEXIONXrd  Ft!»Al/ÍÉS.  ^ 

Vm.  nacioR  ^e  había  bocho  taatos  p4idgres¿# 
en  la  agríciütara»  era  de  esperar  qtie  h«ibi%«e 
adelantado  algo  «ft  las  artes  meoáftines^  eiipeeitil^ 
mente  cuando,  comp  sacedla  en  el  ¥etá^  ei»  «^ 
tema  de  cultivo eacigía  nó  poeaüdestotea  ^fík  t\ 
trabajo  de  manos.  Se  ha  notado  que  en  la  ma- 
yor parte  de  las  nacioQ^  los  progresos  de  la  itt-^ 
dfistria  (éiml,  están  en  relación  estrecha  con  los 
progresos  en  la  labrans^-  Tanto  aquella  cama 
ésta  se  dirigen  al  mismo  fin,  es  décilr,  á  proveer 
primero  á  las,  necesidades  de  La'vida^  Inego  á  las 
comodidades,  y  en  seguida  á  lo  superftoo,  cuan- 
do la  sociedad  ha  ad^la«tada  ya  algo  mas.  Ea 
llegando  á  avanzar  !a  una  hasta  aqnpl  punto  que 
arguye  cierto  adelanta  en  la  civitimeion»  la  otra 
debe  marchar  natutaiifiente  al  mismo  paso,  á  cau*> 
sa  de  que  entonces  crece-n  los  cousqiqm  y  sjb 
crean  n<i«^«  fiMesklades.  Los  subditos  de  los 
Incas,  ea  -^^  pasiva  y,  mmiiíé  apUcaoiaa  á  Imt 


LIBRO  ].-^*^APrrüLO  1^<  li5& 

Uftbá}os  mas  hatnildes'qiie  les  llgai>ftn  á  su  sne-^  - 
lo  natal,  se  parqeian  mas  bien  á  las  naciones' 
orientales^  corno  loa  indios  7  los  Obiiidd,  qu«  á 
l0ft  indiridaeis  de  la  gistia  familia  ang4o-sajofiá , ' 
c^o  carácter  mas  atrevido  les  bacía  buscar  su 
fortana  en  el  teitipestao^o  océano,  y  abrir  co- 
mercio coa  las  reines  mas  ditítf^ntes  del  globo. 
Los  Peroanosv  aanqae  poseian  una  larga 'estén- 
sion  de  costa,  no  tenian  comercio  estrangero. 

Para  ana  manufactavas^dOm^nticas  contaban 
con  la  ventaja  deimseer  na  nsaterial  infinitamen- 
te ^snpeñov  á  tcidos  los  que  ^conocían  la^  demás* 
razas  dá  ocMitín^ite  occidental.     En  lugar  del' 
lino  tenian^  eomo loa  Aztecas,,  nna  tela  que  sa- 
bian  tejer  de  las  acilidaiíi  Abras  del  magney;  el  al- 
godón creeia>en«bundiG(aoia  en  las  tierras  bajas 
y  éalkates  de  la^co^tayy  les  proveía  de  un  ves- 
tido propio  para  las  tierral  tem)iiadas|  pero  el 
llamea  y  las  otras  especies  da  ovejas  del  Perú  les 
daban  unvelloamayá  proposito  para  el  clima 
frió  át  la  mesa^  <* vellón  mas»  dig^o  de  af)irecio/'  * 
para  servirnos  de  lfi|S(  palabras  < de  nn  escrita' 
iateligente,  '«que  el  pelo  del  ^E^astor  del  'Canadá, 
el  vellón  de  las  ovejas 'CtedmAicas,  o  el  á&  las  ca-' 
bras  de  Siria*"  * 

De  la«caatn>variedftdM'die  ovejas  de(  Fc^rd, , 

1     Walton  f    Hiátorical    and    crítor  se  reñere  á  Is^  lana  d»  vi-- 
UiéshnptímAísenftaiXéfMPér^--  tmtla,  la  «huí  estiütatía-tTe  tcrdaá* 

115.)  Xa  comparación  de  eet^ee* 


156  OONUÜltttA  X>KL  tnkijí 

e\  llama,  que  es  la  mas  generalmente  conocida^ 
es  la  menos  apreciada  por  lo  que  respecta  á  la 
lana.  Su  destino  principal  es  servir  eomo  bestia 
de  carga,  y  aunque  es  algo  mayor  que  las  otras 
especies,  parecia  que  por  su  poca  íuerza  y  ta* 
maño  no  habla  de  ser  á'propdsíto  para  este  ser- 
vicio. Carga^  pocic)  mas  de  cien  libras^  y  no  ca« 
mina  arriba  de  tres  o  cuatro  leguas  al  dia.  Pe- 
ro queda  cong^ensado  todo  esta  por  el  corto  gas-^ 
to  y  trabajo  que  ocasionan  su  manutención  y 
cuidado:  bástale,  para  sn  alimento  el  musgo  y  la 
escasa^yerba  que  crece  en  las  ári<feis  pendientes 
de  las  cordilleras.  En  la  configuración  de  su  es- 
tomago se  asemeja  al  camello,  de  manera  que 
pUede  pasarse  sin  agua,  no  solo  semanas  sino  me- 
ses efíteros.  Supezameaponjosavarmaéade'Cfi» 
uña  en  el  talón,  muy  propia  para  afirmarse  en  la 
nieve,  nunca  necesita  herradura^  ni  necesitan  tasíi- 
p5co  de  aparejo  ni  de  cincha  para  sujetar  la  carga . 
pues  ésta  descansa  con  toda  seguridad  sobre  sx¿ 
espesa  lana«  Los  llamas  marchan  en  recuas  de 
quinientos  ó  níil,  y  así  aunque  cada  animal  por 
si  lleva  poco,  tantos  pocos  reunidos  forman  una 
cantidad  considerable.  La  recua  entera  va  mar- 
chando en  el  mayor  orden  á  su  paso  natural,  su- 
jeta á  la  vos  del  conductor,  y  pasando  las  noches 
al  raso  sin  que  le  incomode  para  nada  el  frió  mas 
intenso.  £1  sagaz  animalito  solo  reliusa  marchar 
&uand0  siente  una  carga  superior  £  sus  fuerzas,^ 


LIBRO  1. — CAPITULO  V.  157 

y  entonces  ni  golpes  ni  halagos  consiguen  hacer- 
le alzar  del  suelo.-  Tan  dócil  y  manejable  como 
es  generalmente,  tan  tenaz  se  manifiesta  en, sos- 
tener sus  derechos  en  llejjando  este  caso,  * 

Distinguíanse  lo:^  Peruanos  de  las  demás  nacio- 
nes de|  Nuevo  Mundo,  en  servirse  de  animales 
domésticos.  Aprpvechar  el  trabajo  del  bruto 
para  economi^íir  el  del  hombre,  es  un  elemento 
importante  de  civilización,  inferior  tan  solo  á  la 
invención  de  las  máquinas  que  sustituyan  á  en- 
V^aaáiSs.  Farece,  no  obstante,  que  no  dieron  á 
estciÍMtntA  importancia  los  antigups  Peruano?  co* 
mo  Fos  conquistadores  españoles,  y  que  el  apre- 
cio que  hacifin  de  este  animal,  lo  mismo  que  de 
las  oti:gg,,eappcies,  erji  debido  principalmente  ¿ 
sa  tatl^  jEI  gabierna  cerno  ya  dijimos,  poseia  in- 
mensos rebaños  de  este  **ganatlo  mayor,"  ydel 
"ganado  menor'Vo  (flpacas,  á  cargo  todos  de  sus 
respectivos  pastores,  quienes  los  llevaban  de  un 
punto  á  otro  del  pais,  según  cambiaban  las  esta- 
ciones. Estas  marchas  estaban  arregladas  de  an- 
temano con  la  misma  precisión  con  que  el  código 
de  la  mestay  señalaba  las  del  ganado  merino  de 
España,  y  cuando  los  conquistadores  desembaí'-* 
carón  en  el  Perú  se  quedaron  asombrados  al  en- 

2    Ibid.,  p.  33,  et  Boq.— Gar-  significa  ''ganado/'    (Ibid.,  ubi 

4nlaso,  Com,  Rsal.,  Parte  1,  lib.  supra.)    Laa  naturales  no  apro- 

8,  cap.  IQ.— -Acoata,  Hb.  4,  cap.  Techaban  la  loche  de  sua  aaim»> 

41'  lea  domésticos,  y  á  lo  que  creo, 

Uama^  según  Garcilasó  de  la  ninguna  triba  üé  kmk^  hocSl 

t  id 


158  CONQUISTA  DEL  X^EUt. 

contr&r  unos  animales  tan  semejaiites  á  los  Sayos 
en  sus  propiedades,  y  sujetos  á  unas  ordenanzas 
ijue  parecían  haber  venido  de  su  patria.  ^ 

No  eran,  sin  embargo,  estos  animales  domésti- 
cos los  que  producían  la  mas  rica  lana,  sino  las 
otras  dos  especies,  los  huanacos  y  ItíS  vicuñas^  qtié 
vagaban  en  su  nativa  libertad  por  las  heladas 
cumbres  de  las  cordilleras,  donde  podía  vérseles 
muchas  vec^js  trepar  por  los  nevados  picos  que 
ninguna  criatura  viviente  habita  sino  el  cóndor, 
ave  colosal  de  los  Andes,  que  con  la  ayuda  de '6ti^ 
poderosas  alas  se  alza  en  la  atmosfera  á  la  alttn'á 
de  mas  de  veinte  mil  pies  sobre  el  nivel  del  mar.  * 
En  aquellos  ásperos  terrenos,  el  ganado  salvage 
halla  alimento  siíficiente  en  el  ícAw,  especié  de 
heno  que  se  cria  aquí  y\.allí  por  todas  las  €um^ 
brés  de  la  cordillera  desde  el  ecuadoí  hasta  el 
cstrcmo  de  la  Patagonia.  Y  como  estos  son  los 
límites  del  territorio  que  rpcorre  el  ganado  del 
Perú,  que  pocas  veces  o  ninguna  se  áti:\eve  á  par 
sat  la  línea^  no  parece  abáurdo  sttponer  qué  esta 
planta  es  tan  necesaria  para  su  eíKÍétéftéia,  qué 
su  falta  es  la  principal  tazón  de  que  hó  Se  haya 

3    £1  juicioso.  Ondegardo  re-  ció  haber  hecho  ipiichas  constitu- 

comienda  encarecidamente  a]  go-  cionés  en  diferentes  tiempos  é 

biemo  español,  que  adopte  mu*  algunas  tan  útiles  é  provechosas 

chas  de  estas  ordenanzas,  por  para  su  codservacion  que  con- 

ser  perfectamente  acomodadas  á  '  vendria  que  también  ¿[nafdasen 

\m  exigencias  de  los  naturaljSB.  agora."  Reír  Scg.,  M8.     . 

'*En  esto  de  los  ganados-  pares-  4    Malte  Brun,  book  86. 


LIBRO  r.---CAriTüLO  V.  150 

estendido  el  ganado  á  los  paises  mas^  septentrio- 
nales eomo  Quito  y  la  Naeva  Granada.  ^ 

Pero  aunque  vagaban  de  este  fnodo  sin  dueño 
;por  los  inmensos  despoblado^  de  las  eordiíleras, 
el  campesino  del  Perú  no  podía  eai^sr  ninguno  dé 
/sstos  animales  sálirages,  pues,  estaban  prote- 
gidos por  leyesTtan  severas,  cómo  ios  rebaños 
«mansos  que  pastaban  eh  los  lugares  mas  cultiva^ 
dos  ile  la  mesa.  Lá  caza  del  bosque;  y  de  la  moú^ 
taña,  eraf  tan  propia  dd  gobierno  como  si  la  tu*' 
^esé  encerratia  ea  un  parque  c>  recogida  en  un 
redil.  ^  Solamente  se  pemátia  ooj^r  la  caza  ea 
•ciertas  ocasiones^  cuandii^se  yeríficabaa  eadaaño 
las  grandes  cacería^  bajo  la  dirección  del  Inca 
misáao,  6  de  sus:.priacipales  oficiales.  Estas  ca- 
tarías no  se  hacían  en  uu  mismo  punto  sino  una 
vez  cada  Cuatro  ááos;  tiempo  que 'se  eoairide^ 
yaba  suficiente  para  dar  liigar  á  qué  s^  repüsíei- 
Se  el  destrono  qué  eausaíban.  Al  tiempo  señala'» 
do  todos  los  habitahl^s  del  distrito  y  de  }oá  itt- 
mediatos,  hasta  el  núitieró  decinctientSa'  6  seiTénta 
milhombres^ ''  se  distribuían  eñ  rueda  fo'ñnamio 
nín  larguisitno  cordón  que  abrasase  toda  la  tieií- 
ra  destinada  para  la  cacería.  Los  cazadores  iban 

5  IchUf  llamado  en  la  Flora  ¿n  persona,  si  hemos  cíe  creer  á 
Pemana  Jarana,  Ciase,  Mónan*  SámtíiBnto.  ''De  donde  haTiéa- 
dría  Di£3aiia.  V.  Walton,  p.  17.    dose  ya  jiintado  cinqueinta  6  se- 

6  Ondegardo,  Reí.  Prim.,  senta  mil  Personas  ¿  cien  mil  si 
JkfS.  nitíndádo  lépera."  Relaeion^JMTS., 

7  Reuníanse    á  veces  hasta    cap.  13. 

cien  mil,  cuando  #1  Inca  pazaha  .^.>  '  ^ 


160  CONQUISTA  DEL  PERÚ. 

armados  de  picas  y  varas  largas  para  levantar 
toda  especié  de  caza,  y  registraban  los  bosque*, 
valles  y  montañas,  matando  las  fieras  sin  miseri- 
cordia, y  empujando  los  demás  animales,  c[ue  por 
la  mayor  parte  eran  ciervos  del  pais,  huacanos 
y  vicuñas,  hacia  el  centro  del  inmenso  círculo, 
hasta  que  estrechándose  este  poco  i  poco,  aque- 
llos tímidos  habitantes  de  las  selvas  se  veían  re- 
ducidos á  solo  una V  estensa  llanura  en  donde  la 
vista  del  cazador  pudiera  contemplar  de  un  gol- 
pe todas>  sus  víctimas,  que  no  tenían  por  donde 
escaparse  tii  lugar  donde  esconderse. 

Mataban  ent^Mices  los  ciervos  machos  y  algii* 
nos  de  los  carneaos  de  mala  clase;  reservaban 
sus  pieles  pa'ra  varios  objetos  de  utilidad  i  que 
se  .destinahai)  ordinariamente,  y  la  carne  cortada 
•:en  tiras  sedtstribuiaal  pueblo,  que  la  convertía 
en  charqui  o  tasajo  del  pais^  que  era  entonces  el 
linioo,  como  es  ahora  el  principal  alimento  ani- 
-mal  de  las.  cflasesfíobres  del  Perú.  ® 

Gasi  todo  el  réstx)  de  los  carneros^  que  eran 
de  ordinario  treinta  6  cuarenta  mil  y  á  veces  mas, 
lo  dejaban  ir  después  de  tranquilado  con  todo 
/Qsmero,  para  que  volviese  á  sub  «plitarios  alber* 
gues  de  las  montañas.  La  lana  que  producían 
%e  depositj^ba  en  los  pósitos  reales,  de  donde  se 
repartía  al  pueblo  á  su  debido  tiempo.  La  de 
peor  cla^e  se  empleaba  en  vestidos  para  el  abismo 

8  m^éáiii¿ii.  ;    .  . 


UBRO'l.— OAPIÍÜLO  V.  .  161 

pueblo;  y  la  mas  fípa  era  para  los  laeafff  pprque 
solo  á  lQ6noblesincas.se  permitia  usar  }o0  teji- 
dos finos  de  lana  d^  vicqña.  ^ 

Los  Peraaiios  eran, muy  diestros  en  fabricar  pa- 
ra la  casa  real  diversos  artefactos  de  este  delicar 
do  material,  que  bajo  el  nombre  de  lana  de  tigonia 
es  tan  conocido  en  los  telares  de  Europa»  Haeian 
de  ella,  chales^  mantos  y^otra3  piezas  de  vestir 
para  el  monarca,  y  .alfombras,  colchan  y  tapices . 
p^ra  los  palacios  y  templos.  La  tela  era  igual 
por  ambos  lados, ^^  tan  delicada  y  l<i,strósa  como 
la  seda;  y  la  viveza  de  sus  colores  escHó  la  ad* 
miración  y  la  envidia  de  los  fabricantes  euro- 
peos*'^  Los  Per  uan9S  fabricaban  también  telas 
de  gran  fnerza  y..dura0Íon  mezclando  el  pelo,  de 
^tros  animales  con  la  lana,  y  eran  también  dies- 
tros en  obras  de  pl^a,  aunque  no  les  daban  tan- 
ta importancia  CQvm  los  Mejicanos,  á  causa  de 
la  superior  calidad  de  los  materiaíe^i  para  otros 
trabajos,  de  que  pírfian  di^poqer,  ^^  , 

9f    Sarmiento,  Relación,  M8.,  "Ropa  finisFima  para  los  seño- 

loc.  cit. — Cieza  de.'  Lexm.f^  Oróni-  rea  Ingas  de  lana  d»  las  Víea- 

ca,    cap.  Sl.—Garciíaso,    Com.  nias.    Y  cierto  fue  tan  prima  es- 

Keal.y  Parte  1,  lib.  6,  cap.  6,  ta  ropa  como  auran  visto  en  Es- 

10  Acosta,  Ub.  4,  cap.  41.  pañ^  por  algfua  que  allá  /ué 

11  "Ropas  finísimas  para  los  luego  que  se  gano  este  reyno. 
Reyes,  que  lo  eran  tanto  que  pa-  Los  vestidos  destos  Ingas  eran 
recian  de  sarga  de  seda  y  con  co-  ,  camisetas  desta  ropa:  vnas^pobla- 

■  lores  tan  perfectos  como  se  pue-  das  de  argentería  de  oro,  otras 

de%  afirmar."     Sarmiento,  Reía-  de  eí?meraldas  y  piedras  precio- 

cion,  MS.,  cap.  13.  gas:  y  algunas  de  plumas  de  aves: 

12  Pedro  PisaiTQ,  Deecub.  y  otras  de  solamente  la  manta.  Pa- 


1<(2  COlJíaUISTA  0CL  VWBLV. 

Manifestáronse  los  naturales  igualmente  dtes* 
tros  en  otrtis  artes  mecánicas.  En  el  Perd  todo 
individuo  debía  saber  los  diversos  oficios  qué  sé 
necesitan  para  cubrir  las  necesidades  domésti- 
cas, y  como  estas  eran  tan  pocas  entre  los  sen- 
cillos vasallos  de  los  Incas,  no  se  necesitaba  per- 
d0r  mucho  tiempo  en' el  apr^ndizage.  Pero  si  á 
esfo,sé  redujesen  sus^^delai^tos  en  las  artes»  nd 
serían  muy  grandes  sin  duda.  Habia  ademas  iñ* 
diyjiiduos  que  se  im^tmian  perfectamente  en  aqpe^ 
ílos  oficio's'n^cesario&i  para  sati^cer  las  necesi*^ 
dades  de  las  clasesr  aciimiüdadas,  Estó§i  oficios, 
lo  noiismo  que  todas,  las  demás  ptofesiones,  par 
falMifi  siempre  en  elPeni  de  pa4c«i^.  á  hyos;  '^  la 
sej^racion  de  dttued'^Q  este  punto  era  tian  nguz 
rosa  oomó  en  él  Egipto,  o  eri  ^Hindostán*  Si 
este  fitistema  no  era  itiúy  fiüvorable  á  la  órigÍBac* 
lidad,  ó  para  dar  vuelo  al  taleuto  particular  del 
'  individuo,  á  ib  menos  tenia  la  ventaja  de  que  cofa 
la  continua  práctica  desde  la  niñez,  llegaba  e^ 
artista  á  adquirir  una  &cilidad  estremada  en  la 
erjecucion  perfecta  de  sus  obras.  " 

En  los  almacenes  reales  y  tas  huaeas  6  tumbas 
de  los  Inca?,  se  han  hallado  muchos  objeto^  de 

tieiteta  tan  péiftctás  colores  de  Seg.,    MSS.— Garcilaso,    Com. 

carnfeflí,  asstil,  amarfllo,  líegtOf  y  Rea].,  Parte  1,  lib.  5,  c.  7,  9, 13. 

dé  otras  paerteéi  qU'e  véiléladenk^  14    A  lo  menos  tal  era  la  opi- 

menté  tíenbn  ventaja  á  las  de  nion  de  los  Egipcios,  que  atrí- 

Espaffa."  ^  Giéása  dé  León;  Cr6-  Inúan  á  esta  división  de  castas  sa 

nica,  csLp.'  114.                           '  particular  destreza  en  las  artes. 

^      13    Ondégwdo,  Reí.  Prrni.  y  Diodoro  de  Sic,  lib.  1,  $  74. 


LIB^O  r.-^CAPlTULÓ   V.  163 

r 

un  trabajo  delicado  y  curioso.  Hay  entre  ellos 
vásoñ  de  oro  y  plata,  brazaletes,  collares  y  otros 
adornos  para  las  personas;  ntensilios  de  toda  es- 
pecie, algunos  de  barro  fino,  y  la  mayor  parte  - 
de  cobre;  espejos  de  piedra  dura  jiulimentada  ó 
de  plata  bruñida;  en  suma  un  infinidad  de  obje- 
tos, muciios  de  ellos  de  formas  caprichosas  qué 
reyelan  tanta  ingeniosidad  como  gusto  é  inventi- 
va. ^  La  propensión  de  los  Peruanos  era  mas 
bien  á  la  imitación  qué  á  la  invención;  á  la  6nu- 
i^f  delicadeza  del  trabajo,  más  que  á  la  nove- 
dad y  belleza  de  la  forma. 

£s  ciertaniente  admirable  que  ejecutasen 
obras  tan  dificiles  con  solo  las  herramientais  que 
conocian*  Era  fácil  en  comparación  fundir  y 
aroü^esculpir  las  sustancias  metálicas,  y  ambas 
cosas  hacian  co^  gran  perfección;  pero  lo  que 
no  es  fácil  de  ésplicar  es,  que  con  la  misma  faci- 
lidad Cortasen  las  sustancias  mas' duras,  comolais 
esmeraldas  y  otras  piedras  preciosas.  Sacaban 
gran  cantidad  de  esmeraldas  del  estéril  distrito 
de  Atacama,  y  ésta  dúrisinia  materia  parece  qú'e 

15    Ulloa,  Noiáciás  Américíi-  copiosa  colección  de  adornos  de 

liaéi,    eñt    81. — Pedrp   Pizarró,  oro  macizó  de  muy  esquisito  tra- 

Descab.  y  Conq.,  MS. — ^^Cieza  bajo.    Fé|o  ál  ir  allá  paira  ezá- 

de  León,   Crónica,  cap.   1141—  minarlos,  sttpo  que  acababan  de 

Condamine,  Mem.,  ap.  Hist  de  fundirlos  para  enviarioa  á  Oarta- 

FAcad.  Roy.  de  Berlin,  tom.  II,  gena^  aitíiida  entonces  por  ios  In- 

p.  454.-456.  gleses.    Solo  á  costa  de  todas  las 

Este  611imo  escritor  dice  qñe  demás  artes,  puede  progresar  el 

en  la  tesoreiia  real  de  Quito  se  arte  de  la  guerra.  '" 

oos«erv6  por  mucho  ^m|io  uAa  . 


184  CONQUISTA  DEL  PEí^U, 

se  ablandaba  tanto  entre  las  mf^no^?  de  los  artis- 
tas del  Pprú  como  si  íliera  barro.  '^  A.  pesar  de 
todo  esto,  los  naturales  no  conocían  el  uso  del 
hierro,  aiingue  abunda  por  todíis  partes,  en  su 
•  territorio.  ^"^  Sus  herramientas  eran  de  piedra,  y 
mas  comunmente  de  cobre;  pero  el  materií^l  de 
que  echaban  mano  para  sus  obras  mas  difíciles 
era  una  liga  de  cobre  con  una  pequeña  porcian 
de  estaño.  ^^  De  esta  conaposicion  resultalia  uu 
metal  poco  menos  duro  qq,e  el  acero..  Ayudados 
de  él  Ios-artistas  peruanos,  no  solo  labraban  el 
pórfido  y  granito,  sino  que  con  su  paciencia  y 
persever-ancia,  llevaban  á  cabo  obras  que  los  Eu- 
ropeos habriau  temido  emprender.  Entre  las  rui- 
nas de  los  monumentos  de  Cannar  se  v^n  cabe- 
zas de  animales  con  una  argolla  movible  en  la 
nariz,  todo  primorosamente  labrado  de  una  sola 
pieza  de  granito.  ^^  Es  digno  de  notarsti  que  en 
sus  progres95^  enla  carrera  de  Uí  civilixacion,  ni 
los  Egipcios,  ni  los  Mejicanos,  ni  los  Peruanos, 

16  Tenían  también  turqiiesas,  consigo  á  su  vuelta  á  Europa  una 
y  hubieran  tenido  perlas,  si  jko  .  de  estaa  herrapiii^iitas  de  metsd; 
hubiese  sido  por  la  sensibilidad  un  cincel  hallado  en  una  mina  de 
de  los  Incas,  que  no  querían  ar-  j)lata  de  los  Incas,  ho  lejos  del 
ries£;ajr  las  vidaa  de  sus  stoditos    Cuzco^    Hecho  el  anéilisi^  se  vio 

.  en.  tan  peligrosa  pes<^ería.  A  lo  que  coi^tenia  0,94  de  cobre  y  0,06 

menos  [así  lo  afirma  Gareiíase,  de  estaño.    V..   Vues  des  Cor- 

Com.  áeal.,  Pajte,  1,  lib.  8,  c.  23.  dilléres,  p.  117. 

17  *jVo  teuift»  henramieotas  .  19  *'Qouiqu*il  en  aoit"  dipe 
djB  hierro  niazero."  Ond.e^ardo,  Mr.  de  la  Condimine,  "nous 
Reí.  Seg-,,.MS. — ^ílerrera,  Hist.  avons  vu  en  quelques  aitties  rul- 
Generai,  clec.  5,  iib.  4,  cap.  4  ne*  des  ornemens  du.mcme  gra- 

IS    M.   de  üui¿lH>ldt  trajo    •Hj^ií^tiitoiiitíwtóiliwi 


LIÉRO  I.-T^APITÜLO  V.  165 

hayan  descabierto  el  uso  del  hierro,  que^eniafi 
ea  abnodancia  ea  sus  países  respectivos,  y  qi^ 
todos  ellos,  sin  comunicarse  unos  con  otros^ Jia- 
yan  discurrido  en  su  lugar  una  curiosa  mezcla 
de  metales,  de  que  hacían  herramietitsis  poco 
meno»,.duras  que  si  fuesen  de  acero;  ^  secreto 
qué  los  «oivílizados  Europeos  han  perdido,  á  por 
mejor  decir^.  nunca  han  descubierto^ 

He  hablado  ya  de  la  gran  cantidad  de  oro  y 
plata  que  se  .labraba  en  objetos  de  lujo  y  utilidad 
para  Ips  Incas;  aunque  era  poca  en  comparación 
de  la  que  podían  haber  producidoras  ricas  mi* 
Das  del  patS|,y  de  la  que  después  ha  estraído  1% 
codieia  de  los  blancos,  mas  inteligente  y  menos 
el&crupulosa.  Los  Incas  recogían  el  oro  en  los 
depósitos  de  los  ríos.  También  sacalmn  mucho 
mineral  del  valle  de  Curim¿iyo  al  nordeste  de 
Caxamalca,  y  dp  otros  sitios,  y  los  productos  de 
las  mina«  de  plata  de  Porco  en  particular,  eran 
muy  considerables.  Nunca  pensaron  sin  embar- 
go, en  abrir  tiros  para  penetrar  en  las  entrañas 
4e  la  ti^erra  sino  que  se  contentaban  con  luicer 
unas  cuevas  en  las  pendientes  de  las  montañas,. 
ó  cuando  muchq  abrían  un  canon  horizontal  de 
poca  estension.  Faltábales  también  el  conoci- 
miento de  los  métodos  mas  á  propcísito  para  se- 
parar el  metal  fino  de  la  escoria  con  que  se  en- 

d'ftQÍxaaaz,  dont  lesnarinee  per-  ap.  Hlst  de  TAcad.  Roy*  da  Bar* 
ei|  pártoient  des  aoveaux  mo-    Un,  itoin.il.  d»  452. 


106  CONQUISTA  tJÉL  jhBRli. 

cuentra  mezclado,  ni  Conocián  las  propiedades 
del  azogue,  (que  uó  CíTftaseá  eü  el  Perú,)  como 
agente  para  efectuar  esta  separación.  ^  Para  fun- 
dir el  metal  se  valían  de  unos  hornos  construidos 
en  parages  altos  y  descubiertos,  dónde  góplásen 
con  toda  libertad  las  fuertes  b'fisai^  dé  lá^  mon- 
tañas.* En  una  palabra,  los  súfrditos  dé  los  In- 
cas con  toda  su  constancia  y  aplicación,  rto  hi'- 
cieron  mas  qtle  penetrar  lá  corteza  que  cttbre 
las  auríferas  caverna^  que  yacen  ocultas  en  las 
entrañas  de  los  Aftdes.  Pero  con  lo  qwé  reco- 
giaü  de  la  superficie  tenian  bastante  pai^á  sus 
necesidades,  porque  ni  eran  un  pueblo  comer- 
ciante, ni  conocian  el  uso  de  la  moneda.  '^  En 
esto  se  diferenciaban  de  los  antiguos  Méjican'os, 
que  tenían  una  especié  de'  móileda  corriente  de 
trn  valor  constante.  En  un  punto  sí  eran  superio- 
res á  sus  riváleis  de  la  ót^a  América,  pdes  qué 
usaban  de  pesos  pai^a  fijar  la  cailtidad  de  sus 
mercaderiaá;  cosa  enterañienté  desconocida  de 
los  Aztecas,  ftüe  los  Peruanos  los  tenían,  sé  jirue^ 
ba  con  haberse  enéontrátfo  baláíiiías  de  plata  su- 
mamente exactas  en  los  sepulcros  dé  los  Itícas.  * 

iÓonquista  de  Méjico,  Ixb.  1,  ca-  mucho  íiaa  estraño  en  un  impe' 

pitólo  5.  río  grande  y  floreciente  cbitti' él 

2X     Gardlaso»   Com.    Real.,  Pera;  el  pais  que  encerraba  en 

^arte  1,  lib.  8,  cap.  25.  sus  entrañas  los  tesoros  que  al- 

92    n>id.,  Parte  1,  lib.  5,  cap.  gtui  día  se  habian  de  deiratnar 

7;  lib.  6,  cap.  8.— Ondegardo,  por  la  Europa  para  formar  la  ba- 

Reí.  deg.,  MS.  síí  de  su  inmensa  riqueza  meiá» 

Esto,  que  á  BcmapartiS  lé  |)«-  UBk,         /  .       •       f       * 

HédJI  íii«»}é  «íktáncíose  de  la       68  •  ÜSÍ^a^'BíOlr  AAiér^-^liSfk. 

pequeña  isla  de  I^o  Qhoo^  era  21.  .  :'  *  - ' 


LIBRÓ  I'k-^ÁI^ÍTÜLO  Y.  167 

Mas  paira' juzgar  de  la  eivilizáctcrú  de  xxn  pae* 
blo  por  las  obras  qué  dé  él  nos  quedan,  no  hay 
cosa  Qiejor  qtie  recurrir  á  su  arqtiitectariEi,  cien- 
cia que  presenta  un  campo  tan  vastó  para  osten- 
tar lo  grande  y  lo  bello,  y  que  al  mismo  tiempo 
tiene  una  relación  tan  estrecha  con  las  comodi- 
dades de  la  vida¿  Ifb  hay  cosa  én  qué  se  prodi«- 
gueh  con  mano  mas  franca  las  riquezaiár  del  po- 
deroso, o  que  despierte  mas  eficazmente ' éFta- 
leftto  inv'éíifor  del  artista.  El  pintor  y  él  escultor 
ctíii  solo  su  ingenió  aislado,  pueden  producir 
obras  deesquisita  Ikelleza;  pero  solamente  en 
los  grandés'crtfácíoiiEís  de  la  arquitectura  es  en 
donde  eü  ¿íért6  mi^dt^  sé  descubre  el  genio  de  la 
Meíóii.  Uú^  n^^ñnm^ñto»  gñegos,  egipcios^,  sar^ 
taceiif#s*y  ^ieó^  fí^uanto  no  éspliéan  el  carác- 
ter y  eotidieion  dé  fé»  |mebl<0S  á  que  pertenecen! 
}^s  monumentos  déla  China,  la  India  y  Centro- 
Anfféríca,  rerélan  todas  lina  nación  c|Bíe  todavía 
no  ha  Uegaréo  á  su  miiatez^  en  donde  el  estu*^ 
4Í0  no  hacultÍTado  la  inkaginacion,  y  que  pOr  lo 
mismo,  en  sus  mas  felices  concepciones,  solo  des- 
cubre aquello»  esfuersos^  irregulares  para  llegar 
á  lo  bello,  propios  de  tm  pudblo  semi  civilizado. 

Aunque  en  hk  arquitectura  peruana  se  vean 
también  en  gehrirál  loa  misinos  indicios  de  unes- 
tadp  imperfecto,  retieoe  sin  embargo  su  carácter 
partrctílar,  y  éste  és  tah  tttíforme,  qtte  todos  íoá 
edificios.  ^^pcpUífTCti  .el  pais  p^ec.en  b^c^og^^^i* 


.  168  CONQUISTA  DEL  PERÜ. 

ünamistmTmano.  ^*  Son  generalmertte  de  porfi-  ^ 
do  y  granito,  y  muchas. veces  de  hidriHos.  Estos 
pran  unos  trozos  ca^Irados,  mucho  mayores  que 
ftuestros  ladrillos,  hechas  do  un  barro  n)uy  duro, 
.  mezclado  con  cañas  á  yerbíos  gruesas,  y  Qon  e\ 
tien3i>o  se'ponia«.ían  diíroí^vque  re»istiati  igual* 
mcrUe  a  las  lluvias  y  aun  al  soí  devastador  de 
ios  trópicos.  ^  Las  paredes  eran  muy  gruesas, 
pero  l)ajas>  pnes  en  general  no  se  alzaban  mas 
de  doce  á  catorce  pies,  y  rara  vez  so  encuenti^ 
«oticias  di:  atj^tfn  edificio  que  llegase  á  tení>r  dos 
pisos.  ^  . 

LasJiabitaciones  no  ge  omujiicaUan  uuas  coa 
^tra#,  íáino  que  por  ¡o  cora:iTí  toiú^ig  Jji  pncna 
,pO¥  el  pát(e^  Y  como  ¿io  terfíin  yeiitaiK|K  nia^íer- 
turasi  que  supfíesen  ¡jOi  eii^tr  la  hi3i7í?!^t^rior  so- 
lo podria  entrar  por  el  ofia*  >  de  la  pucrtíu  I^a^ 
jambas  de  éstas  se  víhi  i?icí?;can(^o  conforme  so- 
ben, de  manera  que  ci  dintel  es  miicho  mas  cor* 
tQ  qtie  el  unibralr  partifAalaridad  que  ^e.  encuen- 
tra tatnhiea  qr  lá  arquiteí^tara  egipcia*    La  mji- 

S4  Es  observación  ác  fínm-  qu'un  eeul  architecte  a  construí* 
bo^dl^  ^'11  est  imposible  d'exftttd-  ee  grand  nombro  de  monnmena." 
ner  attentivement  un  seul  édi£-  Vuefi  des  C^rdiUérest  p.  ]97. 
ce  du  temps  des  Incas,  sans  re-  25  Ulloa  que  examinó  aten> 
«onoitre  le  méme  type  dans  tout  lamente  ekos  ladrUlos,  indica  que 
les  autres  qui  couvrent  le  dos  des  paik  su  composición,  tan  supe- 
Andes,  sur  une  longueur  de  plus  rior  bajo  todos  aspectos  á  la  nnee- 
.  ¡S»  quatre  cents  cinquante  licúes,  tra,  debe  haber  babido  9^^  Be> 
depois  mille  jusqu'á  quatre  mille  creto  qutt  se  ha  perdido.  NoU 
ttétres  d^lévation  ^u  dessns  da  Amer..ent.,  20. 


Libro  i.— capitulo  v.  16  0 

yór  parte  de  los  techos  ha  desaparecido  con  el 
tiempo;  algunos  quedan  en  los  edificios  mas  in  - 
significantes,  de  una  estraña  íígura,  a  modo  def 
campana,  hechos.de  una  mezcla  de  tierra  y  gui 
jarros.  Se  supone,  sin  embargo,  que  en  general 
ios  haeian  de  otros  materiales  mas  frágiles,  co- 
mo paja  d  madera.  Lo  cierto  es  que  varios  edi' 
ficios  de  piedra  de  los  mas  notables,  estaban  te- 
chados con  paja,  y  algunos  parece  que  fueron 
construidos  sin  ninguna  especie  de  mortero;  y 
hay  escritores  que  sostienen  que  los  Peruanos 
no  conocian  mezcla  ni  argamasa  de  ninguna  cla- 
se. ^  Pero  en  algunos  edificios  se  advierte  en- 
tre los  intersticios  del  granito,  un  barro  duro  y 
pegajoso  mesíclado  con  cal,  y  en  otros,  donde  las 
piedras  están  tan  bien  ajustadas  que  no  admiten* 
este  grosero  tnaterial,  eí  ojo  del  anticuario  ha 
descubierto  una  especie  de  pegamento  bitumi" 
noso,  tan  duro  como  la  misma  roca- '^^  Se  ad' 
vierte  la  mayor  sencillez  ^n  la  construcción  de 

27  V.  entre  otros  AcoRta,  lib^  melita  imperceptible/'  l^echo  de 
6,  cap.  14,  y  Robertson,  History  cal  y  de  una  substancia  parecida 
of  AmeHca,  (London,  1796,)  vol.  á  la  cola,  qué 'se  adhería  á  las 
III.  p.  213.  piedras  y  las  mantenía  unidas  c«- 

28  Ondegardo,  Reí.  Seg.,  mo  si  fuesen  una  sola  pieza,  sin 
MS.— ülloa,  Not.  Amer.,  ent.  21.    que  la'vista  del  obsiE5rvadí)r  vulgar 

Humboldt que  anaUz6  el  cemt>n-  pudiese  percibirlo .  C on  esta  coft- 

to  de  los  antiguos  edificios  de  Can-  posición  glutiziosa  mezclada,  coit 

nar,  dice  que  es  una  verdadera  ar-  guijarros,  haciao-los  Incas  oaa  e*» 

gamasa  formada  de  una  mezcla  de  pecierde  caminos  nuMeadamizaéÍ$, 
guijarros  y  marga  (  Vues  des  Cor-  .  tan  duros  y  casi  tan  tersos  comsf 

dilléres,p.  116.)    £1  P.  Velasco  si  fueran  de  mármol.    Hápt  éK 

w  «ttMSo  con  ''um^pecj»  dex;^  Quito.  t<nn>  i,  pp.  126-^lf?©.» 

t.  17 


l'í'O  CONQUISTA  DEL  PfefeÚ. 

los  edificios,  que  por  lo  común  no  tienen  ninguá 
adorno  por  fuera,  aunque  á  vaces  las  piedras  es- 
tán labradas  eñ  figura  convexa  con  gran  regala- 
ridad,  y  ajustadas  con  tanta  exactitud  que  sería 
imposible  conocer  la  uflion  úi  no  fuese  por  las 
estriasí   En  otros,  las  piedras  están  en  bruto,  lo 
mismo  que  se  sacaron  de  la  catitera,  sin  forma 
alguna  regular,  y  con  solo  los  cantos  labrados 
con  el  mayor  esmero,  Vie  modo  que  ajusten  per- 
fectamente unas  con  otras.    No  se  hayan  vesti- 
gios dé  columnas  ni  arcos,  aunque  sobre  estos 
últimos  no  deja  de  haber  disputa.   Lo  que  no 
tiene  duda  es,  que  aun  cuando  se  acercasen  algo 
á  esta  forma,  dando  mas  d  menos  inclinación  á 
las  paredes,  no  conocian  de  modo  alguno  el  ver- 
dadero principio  del  arco  circular,  compuesto  de 
dovel^vs  y  apoyado  en  una  clave.  ^ 
\Lfis  caracteres  que  distinguen  la  arquitectura 
peruana,  dice  un.distinguido  viajero,  "son  la  sen- 
cillez, simetría  y  splidezj  ^    Podria  parecer 
contrario  á  la  filosoña,  el  eondenar  el  estilo  pe- 
culiar de  un  pueblo  como  falto  de  gusto,  solo 
porque  sú  tipo  del  gusto  es  distinguido  del  nues- 
tro.  Sin  embargo,  en  la  composición  de  los  edi- 
ficios peruanos  se  advierte  una  incongrxietíeia  tal 

99    Coadamine,    Mém.,    dp.  ÜHoa,ToyngctoB.  América, V6l. 

Híit  de  V  Aosd.  Iboj.  de  BerHii,  í.  p.  4B»->;Oiiavg«rifó,Ítil.  ¿e^., 

Ukm.  II.  p.  448.— Antlg.  yMonft-  MS. 
^ueiitosdel  Pera/ MS.— ^Herrera,       íio    "Siitíplióhé,  ajnnéWe,    ét 

Hiflt  General,  tf»c.  5,  fib.  4,  c^-  «ófidiié,  VtiiHk  W'-ÉíbiB  carAclo 

4.— AWsfa,   Vib.  6,   c'ítp.   14.*-  r«s  pir  Í^Af^i»  m  dbtírijjwm 


LIBRO  I. — CAPITULO    V.     .  171 

que  itidica  un  coiiDcimiento  muy  iin{»6H*eeto  dé 
lúM  ptímeros  principios  de  arquitectara.  Mien*- 
ti^s  que'eon  el  ma9  esqúisito  primor  amontona'*  ^ 
báñ  esas  inmrásas  moles  de  pórfido  y  granito, 
eran  incapaces  de  ensamblar  dos  maderos,  y  no 
cor  ociéndo  el  hierro,  no  hallaron  otro  medio  me* 
jor  de  tmir  lasl  vigas  que  atarlas  con  cnerdas  de 
maguey.  Era  otro  eontraste  chocante  el  ver  un 
fldsmo  edificio  techado  de  paja,  sin  una  ventana 
que  le  diese  luz,  y  revestido  por  dentro  de  bri-* 
liantes  tapices  de  oro  y  plata!  Estas  son  incon- 
secuencias de  un  pueblo  inculto,  en  donde  las 
artes  solo  han  tenido  un  desarrollo  parcial.  No 
seiria  dificil  encontrar  ejemplos  de  semejantes 
anomalias  en  la  arquitectura  y  ectmomía  domes* 
tica  de  nuestros  antepasados  los  anglo-sajones 
y  normandps,  y  estos  últimos  en  época  posterior* 
Mas  sea  lo  qiie  fuere,  los  edificios  de  los  Incas 
^ran  acomodador  al  clima»  y  muy  é  prop((sito  pa-* 
ira  resistir  }os  terribles  sacudimientos  del  pais 
de  los  volcanes.  I>ó  acertado  de  su  disposición 
se  evidencia  por  el  número  de  los  qne^aun  exis- 
ten» mientras  que  otras  construcciones  mas  mo- 
derntrs  de  los  Conquistadores,  yacen  por  tierra 
convertidas  teii  ruinas.  La  devastadora  mano  de 
lód  Conquistadores  es  cierto  que  ha  pesado  so- 
bre eMos  vulnerables  edificios,  y  eonisus  estópi* 
áas  y  supersticiosas  buscas  de  tesoros  esconfii- 


172      ,  COüaÜISTA  DBL  PBRÜ. 

dos,  han  hecho  mil  veces  mas  daño  qtie  el  tiempo 
ó  los  terremotos.  ®^  Sin  emfeairgo,  aun  qaeda  db 
^  eíttos  monumentos  lo  bastante  para ,  llamar  la 
atención  de  los  anticuarios;  solo  los  mas  visibles 
se  han  examinado,  y  según  las  relaciones  de  los 
viagerds,  aun  hay  otros  muchos  en  los  lugares 
menos  frecuentados  del  pais.  Contentémonos, 
con  esperar  que  alguti  dia  se  despertará,  respec- 
to de  ellos,  ua  espíritu  de  empi'esá,  semejante 
al  que  con  tan  buen  éxito  ha  explorado  las  mis- 

31  El  autor  anónimo  de  las  triste  indio,  bajo  el  retumbante 
Antíg.  y  Monumentos  del  Perú,  título  de  Señor  6  Inca.  Dij©  esta 
MS.,  nos  dá,  de  segunda  mano,  ,  tantas  veces,  que  al  finunanoi^D 
una  de  esas  tradiciones  doradas  esclamó  Don  Carlos:  ** ¿queréis  sa- 
que eh  los  primitivos  tiempos  fo-  ber,  señora,  si  soy  rico  6  pobre? 
mentaban  el  "espíritu  de  aventura.  Ya  veréis  como  no  hay  señor  iii 
El  piensa  que  en  este  caso  la  tra-  rey  en  el  mundo  que  tenga  mas 
•  dicion  es  digna  de  crédito.  De-  tesoros  que  yo."  Vendándole 
jemos  al  lector  que  juzgue  por  á  entoncies ios  ojoscon  unpañuelOf 
mismo.  la  hizo  dar  dos  ó  tres  vueltas,  y 

"Es  opinión  bien  fundada  y  tomándola  de  la  mano  anduvi«- 
generahnente  recibida,  que  en  la  ron  una  corta  distancia,  y  qnitó'^ 
fortaleza  del  Cuzco  hay  un  salón  le  el  pañuelo.  i¡Cuál  fué  su  ad- 
oculto en  el  que  existe  un  ijhmen-  miración  al  abrir  los  ojos!  Ape- 
Bo  tesoro,  compuesto  de  las  e0-  ñas  había  andado  unos  «aantos 
gies  de  todoslos  Incas,  hechas  de  pasos  y  bajado  uno^  cuantos  es- 
oro.  TodavÜi  vive  una  señora,  calones,  y  se  encontraba  en  un 
(Doña  María  Esqüivel»  espesa  •  gran  salón  cuadrado  en  donde 
del  último  Inca,)  que  ha  visitado  veia  las  estatuas  de  lo&  Incas  co- 
este salón»  y  le  he  oido  contar  de  locadas  en  bancos  todo  alrededor, 
que  modo  la  llevaron  á  verlo-  cada  una  del  tamaño  de  un  ma* 

"Don  Cár(os,  esposo  de  esta  chacho  de  doce  años,  y  todas  da 
señora,  no  gastaba  un  tren  cor-  oro  macizo.  Vio  igualmente  mu- 
respondiente  á  su  elevado  rango,  chos  vasos  de  oro  '  y  de  plata. 
Reconveníale  á  veces  por  eÜo  "Cierto"  decia  ella,  "era  uno  de 
Doña  María,  diciendple  que  se  los  tesoros  mas  magnS6ooB  det 
babmelti^aSedOisafláiidoacuboawt,  xnnndoiV  /    ^        .  ^   ^ 


LIBRO  I. — CAPITULO  V.  178 

t^ricN»as  soledades  da  Yucatán  y  Centro-Amé- 
rica. 


No  mé  resuelvo  a  terminar  este  examen  del 
gobierno  del  Perú,  sin  añadir  unas  cortas  reflexio- 
nes generales  sobre  su  carácter  y  tendencia,  y  si 
en  ellas  se  encuentran  repetidas  algunas  obser^ 
vaciones  que  ya  antes  haya  hecho,  espero  se  me 
disculpará,  pues  mi  deseo  no  estotro  que  dejar 
en  la  mente  del  lector  una  impresión  clara  y 
distinta.  * 

'  Al  practicar  este  examen  no  podemos  menos 
de  notar  la  falta  absoluta  de  semejanza  entre  es- 
lías instituciones  y  las  de  los  Azteca^,  que  eran 
el  otro  pueblo  que  en  el  continente  americano^ 
marchaba  al  frente  de  los  demás  en  la  senda  de 
la  civilización,  y  cuya  monarquía  era  tan  notable 
en  la  parte  septentrional,  la  como  de  los  Peruanos 
lo  era  en  la  meridional.  Ambos  pueblos  llega- 
ron á  las  elevadas  llanuras  de  las  cordilletas,  y 
comenzaron  su  carrera  de  conquistas,  probable- 
tnente  en  épocas  no  muy  distantes  una  de  otra.® 
"Y  es  digno  de  notarse  que  las  regiones  altas  de 
las  cordilleras^  hayan  sido  en  la  América  el  logar 
escogido  por  la  civilización,  en  uno  y  otro  he- 
misferio. 

' '   Las  dos  naciqnes  siguieron  en  si)  carrera  mi** 
litar  una  política  muy  diferente.    Lo»  Aztecas 

33     Al*;©,  cip-  L 


174  <70N€^UISTA  Ü£L  PERÚ. 

animados  de  un  inaudito  espíritu  de  ferocidad, 
hacian  una  guerra  de  esterminio,  señalando-sus 
triunfos  con  el  sacrificio  de  millares  de  cautivos; 
al  paso  que  los  Incas,  aunque  proseguían  sus 
conquistas  con  igual  tenacidad,  preferían  adop' 
tar  una  política  mas  suave,  sustituyendo  la  ne- 
gociación y  la  intriga  á  la  violencia,  y  tratando  á 
sus  adversarios  de  manera  que  no  quedasen  pri- 
vados de  los  medios  de  subsistir  en  lo  venidera, 

.  y  entrasen  á  formar  parte  del  imperio  como  anai- 

^os,  y  no  comojénemigos. 

El  trato  que  daban  á  los  pueblos  conquistados 
no  ofrece  menor  contraste,  si  se  compara  con  el 
que  acostumbraban  darles  los  Aztecas.  Los  vasa- 
llos mejicanos  sé  veian  oprimidos  de  escesivos 
tributos  y  de  frecuentes  levas;  no  segtténdia  para 
nfida  á  $u  bien  estar,  y  llegaba  la  opresión  has- 
t^  donde  alcanzabíin  á  sufrirla  las  fuerzas  del 
oprimido.  'Manteníanles  sujetos  y  en  continuo 
temor  con  las  fortalezas  y  guarniciones,  y  les  ha- 
cían ver  constantemente  que  no  formaban  un^ 
liarte  integrante  de  la  nación,  sino  que  eran  tan 
solo  un  pueblo  cojiquistado  y  sometido  á  su  yu- 
go. Los  Incas  por  el  contrario,  admitían  desde 
luVgP  á  sus  nuevos  subditos  ala  participación  de 
todos  los  derechos  de  que  gozaba  el  resto  de  \» 
nación,  y.  aunque  les  obligaban  á  conformarse 
con  las  leyes  y  usos  antiguos  del  imperio,  Tigilu-^ 
ban  ooQ  una  eapecie  do  patemdi  solicitad  sobre 


LIBRO  I.-^CAPITULO  T.  176 

íÉíti  bienestar  y  seguridad  personal,  ligada  de 
este  modo  aqueHaheterogénea  poblsicion  por  el 
común  interesi  estaba  animada  toda  de  an  mh'^ 
mo  espíritu  de  fidelidad,  que  daba  hueva  Aierzá 
y  estabilidad  al  imperio,  á  medida  que  iba  eiman^ 
chando  sus  límites:  no  sacedia  asi  con  las  tribus 
qtie  sucesivamente  iban  sometiendo  ^á  sn  yugí^ 
los  Mejicanos,  porque  como  sol(!^  se  rñantenian 
finidas  por  la  fuerza  física,  estaban  dispuestas  á  / 
separarse,  tan  pronto  como  esta  fuerza  llegase  ú 
faltar,  ^n  la  política  de  las  dos  naciones  se  vé 
el  contraste  drijprineipio  del  temory  comparada 
con  el  del  rtwtor.  j 

Na  se  pareclM  mas  aquellos  pueblos  en  loi» 
principales  puntos  de  su  sistema  religioso*  Toa- 
das las  divinidades  del  Panteón  Azteca  partiei' 
paban  mas  ó  menos  del  espíritu  sanguinario  dei 
temblé  Dios  de  la  guerra  que  las  presidia,  y  fm 
ridículo  ceremonial  termina:ba  casi  siempre  con 
^aérifitíos  humanos  y  banquete  de  antropófago* 
lios  ritos  de  los  Peruanos  eran  de  naturaleza  mas 
inocente,  pues  se  dirigian  á  un  culto  mfls  e^pki^ 
tuaL  ¿a  adotacicm  de  los  cuerpos  celestes  ei» 
iá  qne  mas  se  aproxima  á  la  del  verdadero  Dios, 

porqtie  al  verlos  márdiat  por  sus  lueieiítes  ^i^ 
fbüas,  parecen  l&»  emblemas  mas  apropiados  de  ^ 

sa  beneficencia  y  poder. 
Ambos  pud>los  manifestaron  igual  destreza  en 

^8  obsas  pequeñas  de  las  artes  mecénieas;pero  en 


176  CONQUISTA  DEL  PEEU* 

la  Gongtnzccion  de  grandes  obras  {publicas,  como 
caminos,  acueductos,  canales,  &c.,  y  en  la  agri* 
cultura  con  todos  sus  pormenores,  eran  infinita- 
mente superiores  los  Peruanos.  Es  estraño  que 
los  dejasen  tan  atrás  sus  rivales  eñ  sus  esfuer- 
zos para  cultivar  el  entendimiento,  y  sobre  todo 
BTí  la  astronomia  y  en  el  arte  de  comunicar  las 
ideas  por  medio  de  caracteres  visibles.  Cuando 
consideramos  el  mayor  adelanto^  de  los  Incas,  y 
les  vemos  quedarse  ,tan  inferiores  á  sus  rivales 
los  Aztecas  en  estos'- puntos,  solo  podemos  espli- 
cario  reflexionando,  que  según  todos  los  indicios, 
estos  últimos  debieron  su  ciencia  á  la  raza  que 
les  precedió  en  aquel  pais;  raza  misteriosa  cu- 
yo origen  y  cuyo  paradero  en  vano  se  afana  el 
historiador  por  averiguar;  pero  que  pudo  ser 
que  para  libertarse  de  sus  feroces  invasores,  bus- 
^ease  un  asilo,  en  las  regiones  del  centro  de  Amé- 
rica, en  donde  hallamos  en  los  restos  de  magní- 
ficos edificios,  los  mas  bellos  monumentos  de  la 
civilización  indígena.  A  este  pueblo  mas  ^ulto 
.es  al  ijue  se  asemejaban  mallos  Peruanos  en  su 
organización  intelectual  y  moral,  y  6  él  debieran 
ser.  com{>arados.  Si  hubiese  continuado  este^ 
99iéndose^l  imperio  de  l^s  Incas  al  paso  que  iba 
•Cuando  sobretvino  la  invasión  de  los  Esf)ajloles, 
las  dos  razas  hubieran  en  breve  venido  é  las  ,ma- 
4£kOñf  ói  acaso  habrían  llegado  á  ser  amigas« 
liOS;Mejicanasy  1m  Peínanos,  t^ui  diferentes 


X.IBEO  I.-**-CAFITüLO  Y.  177 

en  el'earéeter  de  su  civilización  respectiva,  ig^ 
lloraban  mutuamente  su  existencia,  según  todm 
probabilidad;  y  es  estraño  que  durante  la  exis-- 
^eneia  paralela  de  sus  imperios.ninguna  de  aquc^ 
-lias  semillaa  de  laé  ciencias  y  las  artes,  que  pa«> 
fian  ÍMeiisihlémenté  da  unos  pueblos  á  otros^  se 
abríétse  enfñino  á  través,  del  espacio  que  separ»* 
ba  las  do»  nacknes.  Ellas  son  un  ejemplo  inte- 
resante de  las  diversas  direcciones  que  puede 
ferntar  el  entendimiento  humano,  en  sus  esfuer^- 
zos  para.salir  de  jas  tinieblas  de  la  barbarie  ala 
\m  de  la  civilización . 

Gomó  ya  he  tenido  ocasión  de  decirlo  antetss' 
puede  hallarse  aun  mayor  semejanza  entre  la 
fo^nia  de  gobiepno.del  Perú  y  la  de  varias  mo- 
narquías absolutas  del  Asia  oriental;  de  esos  go- 
biernos »en  que  el  despotismo  se  presenta  bajo 
formas  mas  suaves,  y  en  qué  los  pueblos  reuflii- 
dos  bajo  el  dominio  patriarcal  del  soberano,  pa- 
ve^en  más  bien  miembros  de  una  dilatada  fami- 
lia.^ »Tales  9on^  por  ejemplo,  los  Chinos,  á  quie- 
nes se  parecían  lo^Péruano»  en  la  ciega obedí^sk* 
4$ía-á  la  autoridad,  en  el  caráotér  suave  y  algo 
obstinado,  en  la  importancia,  que  daban  á  las  for- 
mulas esteriores,  en  sjp  respeto  á  los  antiguoF  * 
usos^  en  su  destreza  para  ejecutar  obritas  de 
poca  importancia,  en  su  inclinación  á  imitar  mas% 
bien  que  á  inventar,  y  en  su  inagotable  pacien^ 


17B  coNCiUiSTA  0fiL  rftftir; 

•ciá^.que  en  la  ejecución  de  empresas  «tifieilta  ao^ 
|dia  peor  otra  espíritu  mas  eipprendedon  ^^ 
•  Major  .era  la  semejanza  con  las  naciones  del 
Hindostán»  en  su  división  en  clases,  su  adoraeios 
de  los  cuerpos  celestes  y  de  los  elementos  natu- 
rales, y  su  conocimiento  de  los  principios*  cien^ 
tíficos  de  la  agricultuFa.  A  los  antiguos  Egip* 
cios  se  parecen  también  en  los  mismos  pontos^ 
así  como  en  las  ideas  de  una  existencia  fatnra 
que  les  hacia  considerar  de  tanta  impoftaneia  b 
conservación  de  los  cadáveres» 

Lo  que  en  vano  buscáremos  en  la  historia  áel 
Oriente,  es  una  cosa  que  se  parezca  á  la  eom* 
pleta  intervención  que  tenian  los  Incas  en  todos 
los  negocios  de  sus  vasallos.  La  autoridad  dét 
Inca  podría  compararse  con  la  del  Papa  en  ñus 
mejores  dias,  euando  los  rayos  del  Vatícatto  ha*' 
ehm  temblar  toda  ia  cristiandad,  y  el  sucesfir  d)e 
San  Pedro  ponia  el  pié  sobre  las  cordnas  d^  kfs: 
pormcipes.  Pero  el  poder  temporal  de  los  PafMW 
iera  nulo,  y  toda  su  autoridad  la  debían  á  la  opi«- 
«ton.  Los  Incas  se  apoyaban  en  ambas  eoa»s^ 
Era  una  teocracia  mas  eíicaa  que  la  de  los  JiMiee^ 

^  ^    33    £1  conde  Carli  se  ha  en*  para  manifestar  su  respeto  á  ]& 
"tretenido  en  señalar  los. direraos  .ftgríeultnra;  yobaenKabaalM-eoh- 
.pnnto^  de  contacto  entro  los  Chi-  ticios  y  equinoccios  para  detejF- 
nos  y  los  Peruanos.    £1  empera-  minar  la  épeea  de  sus  fíéstAS  re- 
#idorde'láOh&iia  se  titoMiaflfft»  llgio8Q&    Lto  éd«MitalciiÉ^^Mb 
•  4d   Cieh  6  del    Sí4\  También  euriosaa.    Lettreí  Am6ríc•ilMe^ 
tomaba  el  arado  una  vez  al  ano  tem.  IL  pp.  7,  8. 
en  pree^DcÍP  do  todo  el  pueblo 


porque  si  bien  entre  e^ós  áTtirftos-la  \tf  tétfik 
igual  atitoridad,  ei  intérprete  y  ejecutor  de  ^lá 
era  un  hombre  como  ios  otros,  siervo  y  repre^ 
Sentante  de  la  divinidad.  Ei  Inca  lio  90I0  erael 
representante  Je  !a  divinidad,  o  su  vicario  en  la 
tierra,  como  c.  Aijia,  sino  la  I>ivinidad  misma: 
él  era  el  legislador  y  la  ley,  y  laTiolftcíon  de  su^ 
maíidatos  era  uti  sacrilegio.  Jamas  kabo  siste-^ 
toa  de  gobierno  apoyado  pn  autoridad^mas  ter- 
rible, ni  más  insoportable  para  los  viasallos,  por- 
que no  solo  se  mezclaba  en  las  acciones  páMicas,. 
sino  en  la  conducta  privada^  en  las  palabras  y 
hasta  en  los  pensamientos  de  los  sdbditos. 

Ño  contribuia  poco  á  la  estabilidad  y  eficacia 
del  gobierno,  el  que  ademas  del  soberano,  hubie* 
se  una  nobleza  hereditaria  que  tenia  el  mismo 
origen  'divino,  cuya  nobleza,  aunque  muy  inferior 
ú  él»  era  todavía  infinitamente  superior  al  resto 
de  la  nación,  no  solo  por  su  origen»  sino  también 
por  su  organización  intelectual,  según  parece* 
£stos  nobles  eran  los  únicos  depositarías  del  po» 
det,  y  coma  una,  larga  práctica  de  muchas  gene- 
raciones les  había  hecho  familiarizarse  con  este 
encargo,  y  les  habia  gra"»geadp  un  completo  as 
cendiente  entre  la  multitud,,  isran  unos  ágentl» 
diestros  y  muy  propios  para  flevar  fi  éifecKí  laa 
disposicíottes  del  gobierno.  Todo  loque  iteáü- 
tía  en  la  inmensa  estension  del  ilUp^iáo,  graeiUs 
Aliguen  sjistenia'de  'eomuAveaeiones^'pfk$itba,  por 


180  coNQUiatA  i»BL  PWfá}^ 

decirlo  asi^  á  lo$  ojos  del  monarca,  y  mil  braaíM 
armados  de  una  autoridad  irresktible,  estaba» 
prontos  en^ todas  partes  á  ejecutar  su  voldntact. 
¿No  era  éste,  como  hemos  dicho,  el  mas  gravoso» 
áanque  el  mas  suave  de  los  despotismos? 

Era  el  mas  suave,  precisamente  porque  la  po« 
sicion  tan  elevada  del  soberano,  y  la  sumisión 
absoluta  y  hasta  supersticiosa  del  pueblo  á  su 
voluntad,  hacian  inútil  el  sostenerla  con  actos  de 
violencia  y  de  rigor.  La  gran  masa  del  puebla 
debia  aparecer  á  sus  ojos  como  poco,  superior  á 
los  brutos  destinados  á  servir  á  sus  ^placeres. 
Pero  por  su  mismo  desvalimiento  les  miraba  con 
ojos  de  piedad,  como  un  amo  compasivo  mira 
los  pobres  animales  puestos  á  su  cuidado,  d  mas 
bien  para  hacer  justicia  al  carácter  benéfico  que 
se  atribuye  á  jinchos  de  ios  Incas,  como  un  pa- 
dre ve  á  su  joven  y  desvalida  prole-  Uno  de  lt>s 
fines  principales  de  las  leyes  eran  su  conserva- 
ción y  bienestar.  No  se  permitía  que  el. pueblo 
se  emplease  en  trabajos  nocivos  para  su  salud, 
ni  que  gimiese  bajp  él  peso  de  cargas  superio- 
res á  sus  fuerzas;  triste  contraiste  con  la  suerte 
que  le  toco  después.  Jamas  sufrid  estorsiones 
públicas  ni  privadas,  y  con  cariñosa  previsión 
observaban  sus  necesidades  proporcionándoles 
auxilios  en  la  enfermedad  y  sustento  en  la  sa- 
lud* El  gobierno  de  los  Incas,  aunque  arbitra- 
rio en  sus  formas,  era  verdaderamente  patriií'f^ 
eál  en  ra  espirito^ 


K^  esto,  $io  embhr^vñOiftei«eáentr8'ca9ai¿«^ 
gan9,  £ivorable  álá  dignidad' dálknwlpré^^  ToA¿ 
lo  que  el  pueblo  obtenia^  eractoino  un  doQ'igiml' 
taitcf  y  no  como  un  dereoUo.  Caanléa  una  naieíóft 
entraba  á  fotrmar  parte  tlél  imperio  de  lo«  Ineaa, 
jse  despojaba  al  panto  'ide  todos  loédeii'eehos  m^ 
dividaales,  hasta  de  áqUfiUoB  qoemasiic^airog  som 
al  hombre*  Poríconseoaencría  de  su  .esttaólrdi- 
naria  política,  urv  piieblo*ddelaatadq  en  civiltea- 
cion,  diestro  emlás^fábrieaii  y  fe  ag^ieuhara,'  no 
conoeiá  el  uso  de  4a.  moneda,  oorñohetnos  visto. 
No  teBian  oo)sa  qne  mereéie^e^i  noiábre  de  pro» 
piedad;  no  podiati  toniftr  ningati  oficio,  íá  eiííh 
prender  nin^a  trabajo,  ];ii  permitirse  ninguna  di» 
versión  ftiera  de  lo  espresamentc^  determinado 
.por  las  leyes^  ;No  podían  cambiar  tampoco  de 
residencia  ni  aan  de  traje,  sin  liceMia  dei  go- 
«bierno,  y  ni  siquiera  sp  les  permitía  lo  que  se  con* 
cede  en  oti309  paise»  áüas  clases  mas  abatidas; 
el  escoger  sus  mugerds  con  tdda  libertada  Bl 
exigente' espírifa  del  ^fepMtsmo  no  qiiéYia  d* 
quiera  permitirles  el  ser  feticéid^^  d<ksgraciadoa 
á  m  modo,  sino  eonforme  lo¿  pxe^teribiañ  las  íé^ 
yes.  La  facultad  del  libre albedHáy  derecho  ines- 
timable é  innato  de  todo  s^er  htaimano,  no  existia 
en«l  Pera.  '"^ 

El  estrañ^o  ttíeoanismo  déla  política  peraaoa^ 
solo  puede  s^ei  restiltado  dé  b  comHimcion  de 
10  fttensa  moral  y  la  £Lsiaa  en  el  gobernanta»  lui|r 


flF82  .  COKaVIKT^  MUL  PIRIA 

•&  QQ  grado  fiáaf ejemplo.  €n  la  historia  del  tóm- 
iéeT  lA'x^  édlhb^inBntbrÁAo  eb  práctica  eon 
Aetfíihnoh  ásitod¡r<^pontapitb  tiempo,  en  contradice 
je¿MiXK>&árai>ét^kto^  Ito.préoonpacíoired  y  hasta 
jk)s»iiIiwú3«'pdQoípÍQS^  nuestra,  natuvaléza,  es 
4iiia<ptaebsl!(lek]ué  la  oéndücta,  del  gobierno  era 
fta  general  nbiaiy  aiodemda«! 
.¿I^Ja  .poUtieJ^  qne 'comnnmente  segaian>los 
-Itréas.par^  pí»;1ronisl}k>8>^álale9  que  poQian  trai»- 
.tprn^r  .^l.,ó;f^l^  j^  co^a^i  san  baena  mcrestra  las 
.m^didia.s  :quie(.toins^rto<  contra  la  poUreza  y  la 
.#^8}d«<]i.  £0:e)laft  vaian^y:  con  justicia,  doa  caa- 
i^«  ]nay..príivci|^al^9:de  diesoonteñto  en.  una  po- 
J^j^iá^a  )Ei4n)er{)$af .  £1;  p^esMó  tema  precisión  de 
jl^^ptjeAeyíe^^  Wn^^mtisua  actividad,  no  solo  por 
e}bSLti^a^>9Íw  ^xülitenia  obligación  de  des^npeñar 
-ep  M»  QáMft,  sino  porque  le  empleaban  en  >Ias^ 

goandea .  oUas ;  publicas .  que  se  ^cuentran  por 
,die)(KiideciQ|uie]»  «svaiiuel |iai9^  y  c^ieen  sa^aetcial 
ifirf:ado:)ieidiofid0ncia  todavía  revelan^«U;grallde- 
^tsa<pn9i^iiia»  ^ Cierto ^*e  i admiin  el vi^  quería 
ídífifi^lto^  tfatferal  de\  semcljantes  émpipsasjiya 
-4l^  p(>Y^i9Í(ÍlH9&>g9faade  Qoaaidosadaí  la  ímfievfeo- 

p^W,d^^í^\y^[;B,4q^n^,,.y^^^^  :1a  hacia 

iffec^i:  ^fts^^ftjgrpd^  ii^reibib^  la  psolíticad^^ 

bierno.    Los  conquistadores  españoles  itOS-  ana- 

jjgf au,  ^vff^  íp^pja^wios  4^  Íl4i^ffteroe:  conattui- 

^^o^  coftíaS^desf  ttp^gB  új^  fmájm  d^  toa  que 

JBH^J^"?S*^11W  *l^4^-  id?s4e ,  ed  Cuzp.^,ar  el 


UBi^O  I.-^^AflTUl.O  m.  188 

í^Úio:4j^1^s  j«u^^  distancia  de  vario$o0Bh 
.t0][}ares  de  Iqgaasw, 3^  La  plaza  príi|0ipal  déla 
(^pijtaL estaba  pabie^rta.d^  i|i^a  gruesa  aapa  de  - 
ti[e^f a  trai4^  cf^p  graodí^imQ  trabajo  por  las  ás* 
j^ra^  suicidas  di^  la^  cordill^i^f^,  desde  las  disi- 
,\^t^  c^^Oft^$  del:  mar  Pacífico,  ^  La  1  ey  del  Petó 
consideraba  ^\  trabftjo  np  ;9olo  como  unfaedio^ 
jsif  o  eowp.un^li.  .  , 
;  .  >r^,9]lle^tor.popoo€ls|is  divens^  medidas  qae  to- 
mKon.pQVjtra  lappjbf j^za^  Eran  tan  acertadas,  que 
^a1^,  i^efti?^}  ^teasipa  del  imp^iQ^  annqae  ba 

;f34,.  <']^iaji^y;pK^ci|)Al,int6|i>  ,^pi4«y«eUeip6  á  olrat  partan 

to  qae  la  gente  no  holgase  .que  por  cosa  de  gran  estima,  é  lalún-* 

itíraa'  b¿uka  á'qtie  después  *que  dieron  de  arena  de  la  costa  de  la 

á^lng&9  «staViéro»  en  f|acsba-  n^,  fs^nq  hasta  dos  j^almoisy 

cer  traer  de  Quito  al  Cuzco  pie-  medio  en  algunas  partes,  maa 

':drk'  "qü^  Veiiiá  de'  protüicia  éñ  Sembraron  pbr  toda  ella  nm«hoa«. 

¡poytíipi*  $«ii:Uw«r.ls4s^p'pBra  ^asps  de  oro  é  plat^  y  ipt»i«e- 

si  6  para  el  Sol  en^gran  (watidad,  las  y  hombrecillos  pequeños-  de 

'^  del^Ciízco  flevaiiá  á'  ^uito  pa-  lo  mismo,  lo  qual  se  ha  sacado 

{■adaniRniiD  efecto; ;.;  .y asi dfek-  tn  .ininha ciiittidad, qué  todo. lo  • 

tas  cosas  haciají  los  Ingas  muchas  hemos  visto;  desta  arena  estaba 

"dé '¿'ófeo  i)rdveéh¿  ydeescesito  toda  ía  pléid,  quanflo  yd  ftd-á 

-tfití^  ¡  e»  qae  mim  ooBpvdos  '  gn^imd?  «ittellifc.  ciudad;  é,  si  Éié 

las  provincias  ordinariamente,  y  verd|id  que  aquella  se  trajo  de 

^tíi  mí  eitrfiS^ájo  ¿rá  causa  d4jBU  eÜos,  afirman  é  tienen  puestos  en 

.|ni(^ÍB^va^Ío»,f')Cbftlgai!áf,R¿l-  «WiTOgistrwi^i^Mreiidtma  quería 

Prim.,  MS. — ^También  Antig,  y  ansí,  que  toda  la  tierra  junta  tubo 

.jM(fii4Uwratoftd«lB«mfMM*'  Bwqesüilid  dé  enttnder  en  ^Be, 
.'«.'/35! »  £«te  erapol^-de  orplite- .  povqise  lei:$¡amfm  ipvnde^.y  no 

.'f|li9^te  háblai|0to,  pprqc^  4>li-  tie«e  numero  laa  cargas  qtea  isn 

.r4«g«rdo  retoj$>  que  cuApdp  era  ella  eattaron;  y  la  cocta  por  lo 

j^i^ff^x  ^irQ^Of  M99.  d^-  ,  loas  oerea  está  mas  démoheata 

.p^tfikrm,  de  aqaeÚafarfsna  jan  sin-  leguas  á  lo  que' oreo,  y  cieno  jo 

(fifympYQ^áp  yaso«(  y. adornos  de  me  satisfice,  porque  todos  die«n 

i;  (prtv,^^  t^ia^  ^<HMÍi0o  loa  na-  que  aquel  .genero  de  arena^  ao  io 

.  ,t«r<a}e8.  .ViQí»je  ¡to^  aquella  pla^a  ¿ay  hasta  la  costa."    Reí.  Seg., 


'5Í*.®fe^3íp^}^S^)^ifif^»i-!^.^^    ^s. 


cjí\*>.,i. 


1^4  -cóH^tíí^tA  DEL  íHiiábl 

Wa  machósí'logftres'ábsolutámfettte  éstciriles,  riiff- 
gun  individuo,  ni  aun  el  mas  despreciable,  pade- 
cía falta  de  alimento  6  dé  vestido.  El  hambre, 
a«dtt4áti  fedAiTiri^'^ií* 'todas  laB  déraas  naciones 
americana^,  j  atítr  en  íds  países'  civilizados  de 
Earopa  en  itqn ellos  tiéthpos,  era  un  mal  deseo- 
«üocido  en4b^  "do'rhiiiids  délos  Incáis.         ' 

Los  mas  ilustrados  de  éntrelos* primero^  Es- 
liáflólJesVíé  ^bbi'darorr  ál  í^erd;  iasOmbrWdós  al 
feónsiderár  éí  aspecto  ídé  abundancia  y  ptosperi- 
'dad  que  presentaba  el  país,  y  él  admirable  orden 
'ijne  reinafba'eTi  todas*  las  eosás,  tto  eseaseán  sus 
inuéstras  de  admiración,,    En  su  apinjion  no  poh 
áifü   haberle  discurrido  mejor    gobierno    para 
jiqwpi  puetilo.   .'ContentQ$|  con  su  suerte  y.  éstra.- 
'nos  ¿  lo»' vicios^^  paira  usar  de  las  palabras  de  on 
distinguido  escritor  de  aquellos  tiempos^  el  ci^- 
rácter  ¡saavie  y  dooil  de  los  Peruant>d  era  muy 
propio  para  recibir  tas  lecc^ojqies  del  cristijgín^- 
mo,  si  el  pechiO  de  los  Conquistadores  se  hubie- 
se ábrasadQ  en  cejó  por.  su  cpñyersjípn^  yoo  en 
^.¿eseosí  de  adquirir  oro;  ^  y  un  filosofo  de  tiem- 

.ttÜ^SG  ^^i^^^BioB  perÁaitíeraque       PeriveI't«Étím«mo  mat  eBpr«- 

<  >tab9  eran  ijuleit'  otín  «elo  ée .  Cfis  -  so  de  las  *viytiide8  de  aquel  pue> 
íTtiandBd,  y  bo  coü  i«mó  dé  túdi-  bto,  «a  él  de  Mauoio]  9iem  {L^ 
'  cía,  en  lo  pasadío,  les  SéYati-eh-    guizamo,  él  último  de  lóa  €on- 

<  tBüB  noáeia  de  nvt^stfír'wñgrááa  '  quistáddreto  espoifoles  qué  ee  itt« 
«'ÍLeWgibn,  era  gettlte  en  qne  bien  '  dicairén  en  el  Per6.  En  él  preám- 
i  Smpritííifera,  ségiíji  vemos  por  lo    bulo  de  «u  testamento,  hecho, 

qne  ahoi^a  cbh  la  buena  ordeñan-    según  dide  para   descargar   ta 
'  lia  qué  hay  se  obra."  Sarttie^tibi  -  conciencia  á  la  hora  de  hi  muer- 


pos  imisrecientesv  en|asiiiismado'  á  iris  td  «té  la  pihu 
tura  de  i)rosperidad  pública  y  de  felicidad  prima- 
da ¿n  tiempa  de  loa  Incas,  que  sa  misma  fanta- 
sía había  trazado^no  8e4€^éne  ün  excUktñM  qae 
,<*el  hombre  mor^  del  Perora  infihi!(dmeiite  su- 
perior al  Europeo."  ^"^ 

Sin  embI^:go»  seni^jáiiles  cons^ emendas :  dífi- 
eilmente  pueden  conciliarse  cenia  teoría  de  go- 
bierno que  he  tratado  de  analizar^  jDondeino 
hay  liheahidfiouo  puede.liábermoráUdad^  don- 
de no  hay  tent^eion ,  es  de  poto  mérito  la  tfit tucl. 
'  Caandc^  la  ley  prescribe  todo«  los  pasos  y  aeeio- 
m^y  á  la  ley  y  no  ah  hombre  debe^tpibtiirse  Ip 
bueno  que  hoyu  en  la  conducta.  [  Si  aquel  ^d- 
biertió  es  mejor  que  menos  se  hace  setitir;^  que 
80I0  usurpa  déla  natural  libertad  de  los  mjbdítos 
Jo  muy, precisó  para  la  sociedad;  entonces,  de  to- 
dos los  gobierilos  que  ha  inventado  el  hombre, 

Incas  aquella  gento  se  djbtii^úía  lo    que  «Tectivaiíiente  lo  eran. 
poY  fiu'  sobriedad  7  apli6ae(lm  al' '  Sisa  como  fíiere,  él  todliiiíanio  de 
trabajo;  que  I08  robos  y  líOshAf-^,  u^  hombre  , de  eita  cliwf^y'^n 
\                   tos  eran  desconocidos;  que  lejos  aquel  tiempio,  es  demasiado  nota- 
de  tenei*  una  vida  licenciosa/no  ble  y  demasiado  honorifícd  para 
^   .había  «a  t^do  ei.pais  unit  eola  lp9  Pc^miuigs,  j^ara.  queiopaie 
prostituta,  y  que  en  todo  reinaba  e^  silencio  ei  historiador,  y  por 
^           ,    '    el  mayor  orden  y  la  mas  complé-  ío  mism«  he  insertado  el  docu- 
^                .  1^  sumisión  4  lai  autoridad^    Ect^  menta  ojigi^aH  en  el:  Ápétíki» 
-              *      elogio»  es  casi  imp.osiUe  aplicar^  n<úm.  4..     .,       . 
^                    lo  á  una  Ilación  entera,  é  induce        37    ^'Sans  doute  libóme  mo^ 
^                 ■  á  sospechar,  qu«  lleno  de  reibor-  roi  du  P6i?oa  Étoit  iafíuimciéphift 
í^                   dimientos  por  el  trato  que  había  perfeotioné    que   TEuropten*"* 
5                     dado  á  los  naturales,  le  parqcian  Carli,  Lettres  Amérlcainés,  Iojücu 
>                 y  sos  buenas  cualidades  mayores  de  1.^^.2X5% 
^ 


^  dék  Ferá  éu  él  ^ua  mea^  mexisoe  nuestro  wir 
miracionJ|       ^.»  *^ 
.  íiú  ^:£ieU  eompceoidei! lel  cáfrietermi  tdla  la 

imesÉra  i!e|MjblioaJiii>ra,  eiÍ3litV|ib».4odtí  hoihbre, 
por  baja  que  sea  su  condicitm^paede  aspirará 
kiSi  i^iineno^  pueatos  del  ef^tado^ielegh'  su  t&rre- 
rsi  y  labrar  su:  fortuna  áüa  modo;!  en  que  la  lil«s 
/del'Sahedtt  en  yrá^e  odnQen>trarfte  aóbreunos  po- 
oofe  cIscojidiMi)  se  difunde  como  la  lu^  del  dia^ie 
ilumina  ignaleftenie  á  les  pobres íyá  lof9  xkos;  ún 
d<>ndejelrcb.0qiAe  de  unos  h(0íobi?p3/6<>»;  otros  dtói* 
r{iier.tá{/^i^9; :gené]tos«k.emula<áonvrsaca  á  li^^^tal^»* 
tos  oow|tós>;y  haee  que  poiig^^n  ej^reMios  toáás 
9VI8  facultades;  en  donde  Ict  eoneienciadesu  líber* 
,tad  produce  "una  eonfi^aa ,  m  M  í  misipíLO.  de$oo- 
.  nacida  de  los  tíia^áo^.  vapalloa  del  df^^poti^mó; 
#Q'dopde>^  por  d^cirlp  d0  ^m  ve»Jel  gobierno  &e 
ha  hecho  para  el  hombre,  y;  no  eomo  en  el  Perú 
en  donde  el  hombre  ptarecia  hecho  para  eí  go* 
bien^  El  Nmevp-Mttndo  é»  el  teatro  en  que  se 
hí^  ensayado  la  práctica^  de  estos  dos  sistemas 
pólftieos,'  de  tan  "opuesté^aracter.  El  imperio 
de  los  Iñcaí^  ha  pasadp  sin  dejar  rastro  de  sí;  la 
NC»tra;«&^perieheiá  sigue  todavía  su  marcha:  ella 
ha  de  resolver  el  problema  tanto  tiempo  ífflapu- 
-tildo  en  él  ViejO'  MtiAdo,.de  la  capacidad  de  los 
hombres  para  gobernarse;  y  j  ay  de  la  humani- 
dad si  se  malos^ra ! 


t  .  ** 

Jesiáo  estáidé'sancráosofaKJQ  laioflaeiiGia  ^l^vó- 

-xáble'  queiiiKftíleyfes'del  {Mu^  ejtrciíanten  el'*a|ft- 

^cf er.  del;  f)vr€rU0^  DkeH  qae  te;  bebida  y-jtísYmu 

ie  eraa:lbaM|»la&8i«sí^ae'aiiiirititfn¿acm  eseesó»    A 

•«eáijejafiba  ijieMois/sienfas  7  eseiaTos  de  otras^n^- 

-ek»iaes,  craya-condidon  ieB'ÍBi{(edíd  .entripáosle 

á  ooapkoíoiies.inaft<sérias>yiiias  nobles,  tonrieron 

que  sustitüirldsi  eoni  otras:  dbtráecidive»  frívolab 

«i  Isebsüalés.    Undpüuyh  pinina  no  ^s  muy  favo* 

]::aliie  á  logiíndi^sv^per^'qiie  ilbs'viic^ieé  tiempo  de 

la  Gotjqúiatb,  :i)op  ealübeti  ¿cm  lo»  epitetOB  de  hol- 

:ga2»he$»disbIttto«y:é:itfii«ínt<hentcrj.  ^    £1  e«pÉi«i- 

tn  dé  ind^end^nniai  sifi^dtiída^ne  no  pedia  |i&r 

^niay  vi^o-eá  Bn'jiaebiaqae:  no  tenia  arraigo  ¿I- 

'  gnno  'ni  deiieóhc^^^ersotralea  qiie  defender,  y  la 

.  facilidadía€ni'qaei6edievGÍn  ¿los  inT^Bwes,  (a«ln 

tetii&ndo  én^nl^áemeibii  &ü  inferioridad  reB)>é^- 

4iva/)  i<idká'utía'»ftilta  lá'ñiektable  de  aqnel  sentí- 

vpiiento  dé-  jiaMotí«íftó¿,  »<jae  ¿onsidera  la  vida  eo- 

oto  poca  í«Wtt^  ctimpáfrada  eon  la  tíbéí-tad.         ' 

'    J^ío  nof  debéífiaosíjAísgaif-con  demasiada 'dure- 

^  «a  ¿  los  In&iliteeg  mtiifales  ^r  hai>(5r  cedido  *;al 

38     "  .  .  .  .  emborrachábanse        Estos    ramalazos    del    severo 
■  Muy  ú  menudo,  y  é^ñ^o  Bof^áJ    cdÁíjáiétaáor  manifiestan  ulía  íg»  ' 
. .  oj^^ft.  U¡^  Iq  ^xmf^ .  deiáo»Í0:  ]^  .yíiQif^ia  á&am^mfpy  ci»m  ^ci  las 
traía  á  la  voluntad  hacían,    Eran    instituciones  de  aquel  pueblo,  pa-* 
estos  orejónos «inji)r,.jsQ])eibioau^  zaque  merezcsu  luucha  confian- 
*  presuntuosos  ....   Tenían  otras    za  en  lo  que  tocan  á  su  carác^ 
^xuu^i^  maldades, que  ^^oi"  ser    ter.   '       .     .     '  .  .  / 
.  muchas  no  las^digo."    Pedro  P¡- 


tcürreote  de  la  civilisaeion  europea.  No  debémo» 
deaconocer  los  importantes  Resaltados  positivoe 
^ue  coQsigai($  el  gobierno  de  los  Iiwás.    No  den 
bemios  olvidar  qae  bajo  sa  dominio»  el  mas  infet^ 
liz  del  pueblo  gozaba  mayor  suma  de  bienestar 
personal,  á  lo  menosi  mayor  aüviode  padecimieo- 
ios  físicos,  que  las  mismas  clases  en  otras  nacio- 
nes de  América;  mayor,  acaso  que  gozaban  loe 
individuos  de  su  esfera  en.  mochos  de  I03.  países 
de  la  Europa  feudal.    Las  clases  jmvilegiadas 
del  })ais  lüeieron  bajo  su  gobierno  grandes  ade-^ 
lantos  en  muchas  de  las  artes  que  distinguen,  á 
un  pueblo  euIto«    Echaron.  Ips  cimientos  de  un 
gobierno  regidariaado,  que  en  aquellos  siglos  de 
-violencia  proeur<i  a  sua  ];súbditos  los  inestima^ 
.  hle^  bieaee  de  la  paz;  y  la  seguridad. '  La  cons- 
tante política  de  tos  Incas  fhé  sacando  de  su» 
.  guaridas  á  las  tribus  ^^Ivages  de  los  bosqueía,  y 
agregándolas  á  los  doi^jinios  de  la  civilización;  y 
<eoQ.e$tpB  materiales  formaron  un  floreciente  y 
poderoso  imperk)^  como  no  se  *  encuentra  otro 
en  la  dilatada  estension  del  continente  aiaedca- 
'  BO.  Los  defectos  de  su  gobierno  eran  los  de  una 
legislación  demasiado  sutil  y  complicadas;  defec* 
.  tos  que  eran  sin  .duda  los  que  menos  podía  te- 
-  unerse  encontrar  entre  tos  inéBgemuí  de  Amériea 


Nota. — No  me  ha  parecido  necesario  afargar 
esta  Iiitrodiiccion  entraiido  en  ua  exáiíjen  deJii^ 


ump  I. — c^?i'?i;l,q,v*  180 

gefn  dQ  la^ivüízs^eitín  peraána^eoi»0|^qtiQaf^|n^ 
parné  á  ^  Imtoria.úeJa  civiU?¿a;<íion  tpelicadi^. 
La  Jbds^tpria  del  Perú  presenta  ^in  duda  macizas 
^iialo^ía»  con  mes.  de  un^  nación  del.  Ori^t^»  4c 
lias  qup  d^jo  apuntadas  al^un^s;  bien  que  las 
prodazco  no  como  pruebas  evidentes  de  na  orí* 
g^aeomun,  sino  porque  son-:una  muestr#de  las 
^^inetdend^  que  püédeit-  resultar  nataralment^ 
^fre, diversas  naciones  queban  llegado  al  mis* 
m9,  punto  de  éiviUzaci,o!><>  E^tas,  coincidencia» 
1^  Son  lii  tan  namerosas  nitan  notables' ccftnoi las 
;que  presentí^  la  historia  a^tepa*  ,lia  que  se  qd^ 
(Mij&nta  en  la  astrói^rá^ía  d^  ios  Sleji^aáos  rale 
por  sí  sola  m^s^^ue  .todas,  las  «üjtr^s.  SigiJ^endo 
Ixasta  dond^  alcaQ^ayrla  lu^iqu^.nos.prestan'  la3 
^^Ipgías  de  Isks  iQjles  de  los  Inca^Stlas  y^moi»  áir 
i^gifse  h^cia  el  mismo  ;rambo;  y  eomo  s^m^ejan^ 
te,  ay^rigg^cipn  produciriai  muy  pocas  cdsas  que 
jgjirvi^s^».  pairA.confiií«íi»r  a  vj^riar  en  algún  puor 
^o  si^tancial  el,  juifiio  formado  en  1í^  anterior  di- 
Q^taiaiotk,  po  m^ ;h9(>pare(5idA  i^oDiveiüejnte  cansar 
coto  cíHaalleetor^, 


Entre  los  escritores  de  i|uc  me  lie  valido  para 
formar  esta  Introducción  de  mi  obrados  dos  maik 
distinguidos  son  Juan  de  Sariniento,  y  el  Licen- 
ciado Olndegardo.  Del  primero  no  he  podido  re- 
cogef  otras  noticias,  fuera  de  las  que  se  encuea- 
tratt  en  sím  propias  escritos.    E»  el  encabezar 


mle^^rto  d0  su  matiuscrito  se  titula  l^residfcnle^el 
(^mtjó'áe  Itidia^;  empleo  defraude  importáis 
tia  y  que  indióa  en' la  persona  una  gravedad  áé. 
eisLiáeter  y  una  oportunidad  de  a^uirir  notíeiásv 
qm  bacen  dignas^  de  grande  confianza  sü^  opi^ 
n^<»B  sobre  asuntos  de  las  colonias.    •    : ;  w.  * 

'^arihiénto  aumenta  mucho  susconodiMientaír 
i^n-^stas  taüaterias  con  la  visita  que  htxo  ¿Í99m^ 
loiiiii¿  durante  la  admiiiistmcion  de  Gdsék  -H^r 
biéndd  formado  el  proyecto  de  escribir  uim  W» 
toria4e  las  antiguas  leyes  d0l  Pété^'  fué  ai'Cttií^ 
X5Ó  en  1®0,  según  «os  refierevy^Hí  obtuvo' los 
materiales  para  s«  rélaeio»  de  bocar  áé  loc^mi^ 
ínos  naturales*  Su  posición  le  pern^itia  ácu^ii*^¿ 
kis  fuentes  masaut4í)tí^ás>- y  recogió"  die  iosr  mMék 
&ciiidf  los  mas  insílrurdos  deJ^i  ra^a  conquistadla 
lasitr^dkiones  relativas  á  sus  leyes  y  ásU^M^é^ 
riá  KáfCionaL  Iios  quipos  solo  eran  éonK)'tinim^^ 
pelrfeeto  arte  mn^monico>  ségun  ya  heñios  tisto; 
muy  inferior  a  los^  geyogilñcos  m^jicáüosi^qá^ 
lanería  una  d^caciotí  Qo^inuaj  üiric¿liÉei»té 
por  medio  de  ella  podian  ser  de  aiguto  diilidd4 
para  la  historia;  y  el. arte  de  descifrar  estos  nu-» 
dos  se  ^nó  con  tal  abandono  después  de  Is^  opn- 
quista,. que  los  antiguos  analeis  del.pais  habrían 
perecido  'cdh  la  generación  úriica  depQsitáruá  dp 
ellos/ é  no  haber  sido  por  los  esfuerzos  d,é  álgu-^ 
nos  hombres  ilustrados,  que,  como  Saftníento^ 
conocieron  la  importancia  de  comumca»'se  coij 


lo^'  tiatoFakMn  en  aqnel  penodd  crítico,  i^ra 
qae  rere)a$en  el  eontenido  de  sns  misteimsos 

'  Paira  dar  maror  auteiitiefdaá  6  sa  obra^  ^riajiü 
SáarmiBnto  por  todo  di  país,  estámiaií  odn}:  sui 
pifopiüg  ojos  los  objetos  mas  interesantes^  y  así 
pudo  verificar  por  sí  mismo,  hasta  donde  ¿ra  pCN 
•sibfe,'Ias  ñotidias  qne  le  dieron  los  natara;Ies«  El 
-résttháda  de  sus  trabajos  ftié  la  obra  titidadát 
^^Relacion  de  la  snoesion  y  gobierno  de  1«mi  in*- 
^  fireñofeé  natnraleí^  qne  faeroo  de  las  Provin*- 
dás  deO  Perd,  y  otras  cosas  tocantes  i  aqnel  rei^* 
nov  poír  el  lUtno*  Señor  Don  Joan  Sarmiente, 
Presidente  del  consejo  Resd  de  Indias*'' 

JBstá  la  obra  dividida  en  capifnlos  y  cbmpreí»- 

4e  en  el  mannscrito  eosa  de  onatoócientas  pá|;i> 

S9fi  ^n  iblio^  La  introducción  est&  ocupada  con 

-lafi  historias  tradicionales:  del  origen;  y  príñderos 

uñados  de  Jbs  Incas,  llenai»  como  siempre  ssír 

-máe^  en  las  antigüedad^  de  ná  pueblo  bái^asQ^ 

de  fábulas  á.  cual  mas  -estravagantésl    Sin  eei- 

bargo,  estas  pueril^  invencionea  slin  una  mina 

iSaagetable  para  los  atitieuarios,?  que  se  han  ñm- 

peñado  en  descifrarlas  oscuras^  alegorías  que 

nnb^  sacerdotes  astotoshaoi  inTentadóiparasim- 

bolifilur  lot»  misterios  de  la  ereaciofi^  qn^.  wral- 

^oan^;íaJ^  ¿  comprender.  SéroBarmietttM^ioab- 

tenjia  pjtHT  fortuna,  coui  referir  :simplem»teji<is 

fakila£í  tradiciotaaies^  sijn:  ienorja  rtíbeolftWídii* 


/:  De^de  estas,  regione»  imaginarias  desciende 
&9xmientQÁ>ttHteLtáe  \vt  for«nii.dQ'  go^bierno  dO 
los  Peruanos,  de  su  antigua  política,  de  su  reli- 
l^loii,  de^Us  >pr(^gfresós  en  las  artes,  espeeialmen* 
te  en  la' agrietara,  y  presenta  una  aoaliada  pin- 
tura de  la  eiviliiaciott  éqtké  habián  Regado  bajo 
la  dinastía  dé  los  Incas.  Estar  jKirte  dé. su  obra, 
temo  'descansa  éa  ias  Imejorcp  autoridades,  con- 
firmada^ enlmurihos  puntos  por  sus  prdpias  ol>- 
selrvaeiodesyresr  tóq:  duda^  importisúittsimaj  y  está 
«écrittí  al  parecer  eóiHánto  respeto  á  la  verdad, 
que  inspira  pl£(»a.:donfíáiiza 'di  lecton'I  ILa  ultt** 
ma  parte  del  manuscrito  está  destinada  á  la  bis*- 
toria  ci^^il  delpais*  Pasa  con  rapidé»  pt>r  los  rei- 
fiadqa  de  los  primeros  Incas,  que  qittedhh  fuera 
^  los  estrechos  dominios  'de  la  bistosia;  pero  es 
mus  difuso  al  Hégar  á  los  tres  últimos  reyes,  qu^ 
por  fortuna.'  son  «Ic^  mayores  príncipes  qué  ocu- 
paron el  s^lio  del^Peróv  ■STa 'testen e*a  terreno  ifto- 
me  para  el  cronista,  com|)£Írativániente  hablan- 
do, porque  loe  sucesos. erasi demasiado  recientes 
para  estar  desfigurados  por  las  consejas  del  vul- 
go, qué  brotan  en  torno  de  cualquier  aconteci- 
miento d^  los  tiempos  antiguos;  'Su  relación 
-termina  ;al  llegar  á  la  invatíon  délos  Españoles, 
porque  según  Sarmiento,  la  Kistbria  de  ésta  po- 
día quedar  á  cargo  de  sus  contemporáneos  qué 
figuraron  én  ellaj  pero  oxiyo  gusto  y  educación 
^no  eran  muy  á.propcí sitó  para  esplórar  las  anti«- 


LIBKO  I.— CiPITüLO  V.  19* 

La  obra  de  Sarmiento  estu  escrita  en  un  estil- 
lo claro  y  sencillo  sin  aqnel  prurito  de  flores  re- 
toricas tan  coman  ea  sus  paisanos.  Escribe  de 
buena  fe,  y  al  mismo  tiempo  que  l^ce  cumplida 
justicia  al  mérito  y  capacidad  de  las  razas  con-- 
quistadas,  habla  con  indignación  de  las  atroci- 
dades de  los  Españoles  y  de  las.  tendencias  des^ 
moralizadoras  de  la  conquista.  Podría  creerse, 
á  la  verdad,  que  fornia  una  idea  demasiado  ele*- 
vada  de  los  progresos  de  la  nación  bajo  el  .go- 
bierno de  los  Incas;  y  es  probable,  que  admira- 
da al  descubrir  en  ella  las  huellas  *de  una  civili* 
zacian  primitiva,  se  prendó  de  su  asunto,  y  por 
eso  le  vistió  con  colores  demasiado  vivos  para 
los  ojos  de  los  Europeos.  Pero  esta  -es  una  lal-, 
ta  casi  recomendable  de  que  no  participaron  mu- 
cho los  bruscos  conquistadores,  que  echaron  por 
tierra  cuanto*hallaron  establecido  en  el  pais,  y 
nada  encontraron  que  admirar  en  él,  como  no 
fuese  su  oro.  Debe  convenirse  ademas,  que  Sar- 
miento no  trata  de  engañar  al  lector  de  modo 
alguno,  y  distingue  lo  que  refiere  de  oidas  de  lo 
que  vio  por  si  mismo,  con  mas  cuidado  que  el 
mismo  padre  de  la  historia. 

No  se  halla  tampoco  el  historiador,  español  de 
todo  punto  libre^de  la  superstición  propia  de  su 
tiempo,  y  muchas  veces  le  vemos  atribuir  á  la 
intervención  inmediata  de  Satanás  aquello», efec- 
tos que  podian  achacarse  con  igual  fundamenta) 

I.  IS 


194  OONQUISTA  DEL  PERU^ 

á  la  perversidíid  humana.  Pero  estas  ideas  eran 
comunes  en  aquel  sigla  y  participaban  de  ellas 
los  hombres  mas  isabios  qne  en  él  florecieron;  es 
pues,  exigir  demasiado  de  un  hombre  el  pedirle 
que  sea  mas  sabio  que  la  generación  á  que'perte-r 
nece.  Es  bastante  decir  en  elogio  de  Sarmiento, 
que  eñ  un  siglo  en  que  con  tanta  frecuencia  an- 
daba unida  la*  superstición  al  fanatismo,  él  parece 
Jiaberse  libertado  de  este  contagio.  Su  corazón 
se  conduele  de  los  desgraciados  indígenas,  y  sin 
que  brille  en  ^su  lengwge  el  entusiasmo  religio- 
so del  misionero,  revela  el  alma  generosa  de  un 
^lántropo  que  mira  como  á  hermanps  tanto  a 
*  los  conquistados  como  á  los  conquistadores. 

A  pesar  de  la  importancia  de  la  obra  de  Sar- 
miento por  las  noticias  qué  proporciona  del  Pe- 
rú en  tiempo  de  los  Incas,  es  muy  poco  conocida 
los  historiadores4a  han  consultado  raras  veces^ 
y  todavia  permanece  entre  los  manuscritos  iné- 
ditos, que  como  diamantes  en  briito  duermen  en 
os  polvosos  salones  del  Escorial. 

El  licenciado  Polo  de  Ondegardo,  que  es  el 
otro  escritor  de  que  hice  mención  al  principío,- 
era  un  respetable  jurista,  cuyo  nombre  figura  á 
menudo  en  los  sucesos  del  Perú.  No  he  podido 
averigtiar  en  qué  tiempo  arribo  •por  primera  véat 
al  pais;  pero  ya  estaba  allí  á  la  llegada  de  Gas-^ 
¿a  y  áfe  mantuvo  en  Lima  durante  la  usurpaciótt 
de  Cotízalo  Pizarro.     Cuando  el  astuto  Cepeda 


LIBRO  !.--« APltüLO  té  I9á 

traten  dé  recoger  las  firmas  de  los  vecinos  para 

el  ih^trmnento  en  que  se  j)roelamaba  la  sobara-' 

hía  de  sa  ^efe,  remos  á  Ondegardo  ponerse  al 

frente  de  sus  eompáñérds  de  profesión  para  re* 

si«tirá'iBiis  pfeteilsiolies.    Ala  llegada  de  Gas* 

cá^  cdnéitiÜií  en  ser  empleado  eíi  el  ejército. 

^rminádn'  la  fébeíibn,  ftié  nombfadó  cdrtegidoif 

de  la  Plátá,  y  de^pttes  del  Chizcd,  en  ectyo  horí-< 

fteo  puesto' jpárecéqtie  se  coiiservcí  muehos  añosi 

£1  ejercicio  de  sus  fttncioiles  jaditíales  le  paso 

en  eJstyecfaa  comunicación  cOh  los  Indios,  y  así 

tti^o  ^ña  f»aená  oportunidad  de  estudiar  sus  an-' 

tigfuás  leyes  y  costiAnbres*  Bupo  conducirse  con 

tal  prudencia  y  i^nodéracidn,  que  no  solo  gano  la 

confianza  de  i^é  paisanos,  sino  también  la  de 

Io3  IitdSós;  sin  qné  el  gobierno  descuidase  de 

aprovecharse  de  su  larga  esperiencia  al  dictar 

las  thedídas  mas  apropdsito  pa^^  la  buena  admi-* 

ñistracion  de  las  colonias. 

-'  Las  Relaciónese  tantas  veces  citadas  en  esta 

historia,  se  escribieron  á  instancias  de  los  vire-» 

yes:  la  primera  va  dirigida  al  Marqués  de  Cañe^ 

te,  en  15dl,  y  la  segunda,  diez  años  después,  al 

eondé  de  Wieva. '  Las  dos  juntas  abuUan  tanto 

éomo  el  manuscrito  dé  Sarmiento.,  y  la  segunda, 

éftciítft  tanto  tiempo  después  de  la  primera,  sfe 

téiáeáte  ya  de  la  avanzada  edad  del  autor,  y  es 

viíible  en  ella  el  descuido  y  desaliño  de  la  re- 

flíiCeioní 


196    ,  CONQUISTA  DEL  PERÚ, 

Como  esto^  documentos  están  escxitos.^n  íbr^ 
ma  de  respuestas  u  los  interrogatQrio^  ibrjrnados 
por  el  gobierno,  podría  par^cei;  queios  asiantos 
que  se  tratan,  no  tendrán.la  variedad  y  eíf^epsion 
que  pudiera  desear  9I  historiador  mpdernQ.  Ipas 
preguntas  ciertaqaentc,  se,  reíiei;en  en  lo  .pf-jnci- 
pal,  á  las  rentas,  tributos,  ¿^q«,.eii  ^ai  palabra^ 
á  la  administracipn  fipawiexf^  de  Ip^  ^Pfí?^  X:^^ 
bre  estos  puntos  oscuros  son  .mas  circunsitan(?¡a'i 
dos  los  informes  de  Ondegardo.,  P^ro ;  la  ilus- 
trada curiosidad  del  gobier.no  abrawba.,  unajeíi- 
fera  mas^  dilatada,  y  en  Ifis  respuesta»  teaiaiíjque 
ir  inclusas  muc^^s  noticias  %^bt^  la-  politÍ4^ in- 
terior de  los  Incas,  sus  ley^s,  mst^uinT^r^s ¡socia- 
les, religión,  ciencias  y.  artes,.  £n  una  palabra ío« 
bre  todos  los  elementos  de;  la  cjvilizacioft..  Las 
memorias  de  Ondegardo  abrazan  por  ,  tapto»  to- 
do el  campo  de  las  investigaciones  de  i^áJi^iBtO'' 
riador  filosofo.  ... 

Al  tratar  estos  diversos  asuntos,  descubre  On- 
degardo  tanta  sagacidad  como  erudición.  Nun- 
ca esquiva  la  discusión  por  difícil  que  sea¿  y  si 
bien  asienta  sus  conclusipnes  cpn  cierto  aire  de 
modestia,  desde  luego  se  echa  de  ver  que  está 
bien  persuadido  de  h^ber  sacado  su»  informes 
de  las  fuentes  mas  auténticas^  Lo'  jRaibaloso  deja 
á  un  lado  con  desprecio;  decide  sobre  -el :  gri^do 
de  probabilidíjd  de  los  hechos  que  refiere,  y  don- 
de no  ba  podido  llegar  hasta  la  eviclenfeia,  nsi  lo 


LIBRO  U— -CAPITULO    V.  ^97 

eaptOBe  con  la  mafor  buena  fe.  Lejps  de  dejar- 
le arrebatar  del  entusiasmo  como  un  misionero 
bien,  intencionado,  pero  crédulo,  avanza  con  el 

•  pa^o  mesurado  y  firme  de  un  abogado,  para 
quien  no  es  desconocido  el  laberinto  de  los  tes- 
tijoaonips  contradictorios  y  la  inseguridad  de  la* 
tradición  oral.  Este  modo  circunspecto  de  pro- 
cjeder  y  la  moderación  4e  sn^  juicios,  le  hacen 
digno  de  ser  preferido,  como  autoridad,  á  la  ma^ 
ypr  parte  de  sus  paisanos  que  han  tratado  délas 
antigüedades  de  los  Indios. 

Todos  sus  escritos  respiran  humanidad,  la  que 
se  mnnifíesta  mal  particularmente  en -lo  sensi* 
ble  que  parece  á  las  miserias  de  los  infelices  na-, 
tqralest  á  cuya  antigua  civilización  hace  plena 
justicia  hast^  donde  lo  merece;  denunciando  al 
mismo  tiempo,  sin  temor  alguno,  así^como  Sar-- 
niiento,  Ips  escasos  de  sus  compatriotas»  y  con- 
fesando la  negra  mancha  que  han  echado  en  el 
honot  de  su  nación.  Pero  al  mismo  tiempo  que 
esta  censura  es  el  fundamento  principal  para 
condenar  á  los  conquistadores,  pues  viene  de 
bqea  de  un  Español  como  ellos,  también  prueba 
que  la  España  producía  en  aquel  siglo  de  vio- 

,  lencia,  hombres  buenos  y  sabios  que  se  negasen 
á  formar  causa  común  con  la  licenciosa  canalla 
que  les  rodeaba.  Hay  á  la  verdad,  en  estas  mis- 
mas relaciones,  pruebas  bastantes  de  Ips  ince- 
santes eetfiaerzos  ¿«rl  gobienio  colonial,  desde,  el 


19?)'  OOI<atJISTA  UEl,  Ptífetíi 

gobierno  dd  buen  virey  Bí éndózíi  éil  árféíáíítéi 
para  impartir  protección  y  aseguraí:  los  biéhífes 
de  una  suave  legislación  á  los  infelítíes  natura- 
les. Pero  los  endurecidos  Conquistadores  f  loa 
colonos,  cuyo  corazón  solo  el  oro  pddiá'síblatí- 
dar,  eran  un  obstáculü  casi  iñsupef&blé  á  ¿tíd 
esfuerzos.  '  *     ./^  .  :'.}í  .' 

Los  escritos  d«  Onctef  ardo  ticiiien  lá  tipreéia^^ 
fele  cirCunátancia  de  estáf  exentos  de  la  supers-* 
ficion  que  era  el  oprobioso  patrimonio'  dé  aque^, 
líos  tiempos:  supet'sticion  que  ¿onsistia  ¿n  lat  &^ 
dlidad  en  creer  lo  Tnai-avÜlosOy  sea  que  sé  tra-» 
tase  de  historias  de  cristianos,  ió  dé  getítifeájf 
pues  que  el  ojo  de  la  credulidad  descubre  tan 
pronto  en  las  primeras  la  mano  deí  Todopodé-» 
roso,  como  en  las  ultimas  la  astucia  de  Satanás; 
Esta  facilidad  en  ádmíSr  la  intetvericiotí  de  loíá 
espíritus,  sean  buenos  rf  malos,  és  uno  dé  los  ca- 
racteres que  distinguen  ¿  los  escritos  del  sigld 
XVI,  y  nada  pódia  haberlas  Contrario  al  ver* 
dadero  espíritu  de  las  irivestigáciolíes  filosófi- 
cas, ni  menos  conciliable  con  una  crítica  rátílb^ 
nal.  Lejos  de  incurrir  Ondegardó  én  esta  debi-^ 
lídad,  va  derecho  y  ^in  detenerse  á  su  aáuntoy 
estimando  las  cosas  en  lo  que  Talen,  por  la^  siéir- 
cillas  reglas  del  sentido  coníun;  '  Siémprtí  coh^ 
serva  ala  vista  el  principal  fin  de  Id  que  va  és-* 
cribiendo,  y  lio  se  permite^'  cómo  los^parlerói^ 

>&ttígfa§  áé  áíítiéiiít^épáaí;  á  ^Mrüém  étí  mu 


LÍBRO  t.— ^CAPIÍÜLO    V.  199 

üiultitüd  de  episodios  inconexos  qué  Couf\indeil 
al  lector,  sin  servirle  para  nada. 
, .  Las  memorias  de'  Ondegardd  nd  solo  tratan  • 
de  las  antigüedades  deí  |jaisí  sitio  de  su  condi-^ 
dori  en  la  époCa  én  (Jue  esoribiíi,  y  de  los  mejo- 
res medios  de  rerílediar  los  infinitos  itíales  que 
le  afligian  bajo  el  duro  gobierno  de  sus  conqais-^ 
tadores.     Sus  indicaciones  están  llenas  de  sábi^' 
dnria,  y  acoiisejá  una  políiiéai  suave  que  conci- 
liase  los  intereses  Áél  gobierno  coil  la  prosperi- 
dad y  bienestar  deí  ultimo  de  sus  vasallos.    De 
este  mddo,  al  mistíld  tienipo  que  sus  indicaeio- 
iiés  inforinaban  á  suá  contemporáneos  del  esta- 
do actual  de  los  negocios,  él  historiádot  moder-* 
ñóno  le  debe  nienós  por  sud  noticias  dé  los 
tiempos  pasados.  Herrera  consulte)  con  frecuen- 
cia su  manuscrito,  y  (íuando  eí  lector  recorre  las 
paginas  del  erudito  historiador  de  las  Indias,  es- 
tá disfrutando,  sin  saberlo,  los  trabajos  de  On- 
degardo.     Sus  ¿preciables  Relaciones  sirvieron 
de  este  modo  para  las  generaciories  futuras^ 
aunque  nunca  han  obtenido  el  honor  de  la  im-^ 
presión.    La  ¿opia  que  poseo,  así  éomo  la '  del 
manuscrito  de  Sarmiento,  la  debd  al  laborioso 
bibliógrafo  Mr.  Rich:  ambas  perteriecian  á  la 
magnífica  colección  del  Lord   Kingsborough  í 
nombré  que  debe  respetar  siempre  todo  literatoy 
por  sus  constantes  esfuerzos  para  ilustrar  las 
árttígüéñüdé^  dé  Ám6ríc¿. 


200  CO.NQUISTA  DEL  PCRU.  • 

Debe  observarse  que  lo«  manuscritos  de  Ou* 
degardo,  carecen  de  su  firma;  pero  en  ellos  se 
encuentran  alusiones  á  yark)s  sucesos  d^  la  vi- 
da d^l  escritor  que  no  dejan  duda  de  que  á  éP 
deben  atribuirse.    En  el  archivo  de   Simancas 
existe  una  copia  duplicada  de  la  Relación  Prime- 
ra (*),.  aunque  sin  nombre  de  autor,  lo  misnio  que 
la  del  Escoria).    M4ñoz  la  atribuye,  á  Gabriel  de 
Roja^,  conquistador  distinguido...  Este  es  eviden- 
temente un  error,  porque  el  autor  d^  manuscri- 
to declara  ser  el  mismo  Ondegardot  con  decir, 
en  su  respuesta  á  la  quinta  pregunta,  que  él  fué 
quien  descubrió  las  momias  lie  los  Incaa  en  el 
Cuzco;  hecho  que  tanto  Acosté  como  Garcilaso 
atribriyen  al  Licenciado   Polo  de    Ondegardo, 
cuando  fué  corregidor  de  aquella  ciudad.  Si  los 
Académicos  de  Madrid  incluyesen  en  lo  sucesi- 
vo estas  Relaciones  en  su  colección  de  manuscri- 
tos f  r.epioscs  que  están  publicando,  deben  tener 
cuidado  de  no  caer  en  este  error,  llevados  de  la 
autoridad  de  un  crítico  como  Muñoz,  que  tan  ra- 
tas veces  se  equivoca  en  sus  juicios. 

(*)  Esta  relación  ha  sido  pn-  "Koavelles  Aúnales  des  Voya- 
bücada  en  francés  por  M.  Ter-  ges,  de  la  géographie  ét  de  rhis- 
naux  en  la   colección  titulada;    toire,"  tom.  103.— T. 


LIBRO  SEGUNDO. 


DESCUBROSIENTO  DEI»  PERT7. 


LIBRO  SEGUNDO. 


Descubrimiento  del  PeitL 


CAPITULO  I. 

Ciencia  de  los  Antigtuos  v  denlos  MotrERNos.-^ÁRTB 
DI  LA  Nayegacion.— «Descubrimientos  Marítimos. 

-^ESPÍRITI/    DB  LOS  EsPAl^OLES. PoSttSIONSS  BN    El^ 

NuEYO-MUNDOr— RUMOIfES  SOBRE  EL  PbRÜ> 

Cualquiera  que  sea  et  juicio  que  se  forme  8(k 
he  el  mérito  ccHnparativo  de  los  antiguos  y  dé 
los  modernos  en  las  artes,  la  poesía,  la  elocuen-» 
cía,  y  en  todo  lo  que  depende  de  la  imagínacfon^ 
ño  puede  haber  duda  que  en  las  ciencias  tienen 
que  ceder  la  palma  á  los  modernos.  Y  no  podiaf 
ser  de'  otro  modo.  En  los  priníitivos  tiempbíf 
del  mundo,  así  como  en  los  primeros  anos  de  la 
vida,  habia  una  cierta  frescura  en  la  hermosaí 
mañana  de  la  existencia;  los  objetos  que  se  pre-' 
sentaban  á  la  vista  tenian  todo  el  brillo  de  la  no- 
vedad; la  belleza  hacia  mayor  impresión  en  16s 
sentidos,  no  embotados  aun  por  el  uso  continuo, 
y  el  entendiniientó,  guiado  yúr  nn  g\iéi^'*fX¿t6'  ^ 
mmál  aun  úó  sé  éñéüattaba  cdííaftlpífló  p)St 


204  CONQUISTA  DEL  PERÚ. 

las  teorías  filosóficas;  lo  sencillo  andaba  por  pre- 
cisión unido  con  lo  bello,  y  el  espíritu  de  epicu- 
rismo,. originado  de  la  saciedad,  aurnio  liabia  co- 
menzado á  buscar  nuevos  incentivos  en  lo  fantás- 
tico y  caprichoso.  Los  vastos  dominios  de  la 
fantasía  estaban  todavía  por  esplorar;  no  se  ha- 
bian.  recogido  aun  sus  nías  brillantes  flores,  ni 
éstas  se  habian  marchitado  al  áspero  toque  de 
los  que  se  figuraban  cultivarlas.  El  ingenio  no 
estaba  ligado  á  la  tierra  por  las  frias  y  conven- 
cionales reglas  de  la  crítica,  sino  que  con  sus  alas 
libres  podia  remonta^  su  magestüoso  vuelo  y  re- 
correr  el  inmenso  campo  de  la  creación. 

Mas  no  sucedía  lo  misitió  con  las  ciencias.  Era 
dificil  que  hubiese  ingenio  capazMe  observar  to- 
dos los  hechos,  y  mucho  menos  que  pudiese 
orearlos.  No  habia  otro  camino  que  irlos. reco- 
giendo poco  á  poco  con  trabajo  y  paciencia,  se- 
guir fuesen  resultando  de  una  detenida  observa- 
ción y  de  la  esperiencia.  El  ingenio,  sin  duda 
que  podia  clasificar  y  combinar  estos  hechos  de 
un  modo  nuevo,  y  deducir  de  sus  combinaciones 
consecuencias  nuevas  é  importantes;  y  en  estos 
trabajos  casi  podia  llegar  á  rivalizar  en  origina- 
lidad con  las  creaciones  del  poeta  y  del  artista- 
Pero  si  la  marcha  de  las  ciencias  era  por  preci- 
sión lenta,  también  era  firme  y  constante,  sin  ad- 
mitir ningún  paso  retrogrado.  Las  artes  pueden 
deca^;  wuiudecen  las  musas;  las  facultades  ii^ 


Lrfifio  II,— cfAi^rTüLO  I.-         .    205 

telectaales  dé  una'  nación  llegan  á  caer  eh  una 
especie  dé  letargo;  la  nación  misma  puede  desa- 
parecer siri  dejar  mas  que  el  recuerdo  de  sü  exis- 
tencia; pero  los  tesoros  científicos,  un¿  vez  re- 
cogidos^ permanecen  •  para  sieiñpre.  Cuando 
otras  naciones  aparecen  en  la  escena  y  la  civili- 
ssacioA  toma  nuevas  formas,  los  rhdtiuméntos  del 
afte  y  las  obras  de  imaginaciotí,  producto  de 
tiempos  pasados,  son  úh  obstáculo  con  que  se 
tropieza  en  la  senda  del  progreso.  Sobre  ellos 
nada  se. puede  edificar,  y  ocupan  un  terréno'qne  L^v-^ ' 
de  buena  gana  aprovecharia  él  nuevo  aspirante 
á  la  inmortalidad.  Así  pues,  no  hay  otro  arbi- 
trio que  comeilzar  de  nüevo  la  obra  desde  el  prin- 
^cípio,  y  es  preciso  qtie  nuevas  formas' de  belle- 
'  «a,  no  importa  que  isü  mérito  sea  mayor  ó  menor, 
con  tal  que  sean  diversas  dé  las  pasadas,  aparez- 
can y  vengan  á  colocarse  al  lado  de  éstas.  Pero 
eü  las  ciencias  cada  piedra  que  se  asienta  sirve 
de  basé  para  otra.  La  generación  que  llega  pro- 
sigue la  obra  desde  donde  la  dejo  la  pasada.  Na- 
da dé  retroceso;  la  nación  podrá  volver  atrás, 
pero  la  ciencia  sigue  hacia  adelanté.  Cada  paso 
'  que  llega  á  darse  hace  mas  fácil  la  subida  para 
el  que 'viene  detraía;  el  conístante  iAvéétigaddr  de 
la  verdad  va  subiendo  hacia  los  ciélds  pasó  á  pa-» 
so,  y  coniforme  asciende,  su  Horizonte  se^ensan- 
cha,  "y  s»  descubre  á  sii  vista  d  tini verso  bajo  uo 
^  Upoto  fauí^vo  y  mas  brillante.  • ' 

20 


206  CONQUISTA  DEl.  TERV. 

La  geografía  participaba  como  eranatqiral,  d< 
las  tinieblas  que  en  los  primeros  6Íglos  rodea- 
ban todf^s  los  otros  ramos  de  las  ciencias.  El 
conocimiento  de  la  tierra  solo  podia  jirovenir  de 
un  comercio  dilatado,  y  ya  se  sabe  que  el  comer- 
cio se  funda  en  las  necesidades  facticias  de  un 
pueblo,  6  en  ui^a  curiosidad  ilustrada,  poco  com- 
patible ccyi  la  primitiva  condición  4e  la  socie- 
dad. En  la  infancia  de  las  naciones,  ocupadas 
las  diversas  tribus  en  sus  querellas  domésticas, 
rara  vez  tenian  ocasión  de  estender  sus  escur- 
siones  mas  allá  de  la  cadena  de  montañas  ó  del 
caudaloso  rio,  que  formaban  el  límite  natural 
desús  posesiones.  Es  verdad  que  se  cuenta  de 
los  Fenicios  que  navegaron  mas  allá  de  las  co- 
lumnas de  Hércules,  y  se  engolfaron  en  el  gran- 
de océano  occidental;  pero  las  aventuras  de  es- 
tos antiguos  viageros  pertenecen  á  las  fabulosas 
leyendas  de  la  antigüedad,  y  quedan  fliera  del 
alcance  de  los  monumentos  historíeos  dignos 
de  fé. 

Los  Griegos,  inquietos,  arrojados  y  diestros  en 
las  artes  mecánicas,  tenian  muchas  de  las  cir- 
cunstancias que  «e  requieren  para  ser  buenos  na- 
vegantes, y  dentro  de  los  límites  de  su  pequeño 
mar  interno  cruzaron  por  todas  partes  sin  temor. 
Las  conquistas  de  Alejandro  fíieron  aun  mas  úti- 
les para  ensanchar  los  conocimientos  geográ- 
ficos, j  abrir  ]as  comunicaciones  eop  lof^/p^^es 


LIBRO  11.^ — CAPITULO  I.  207 

lejanos  del  oriente;  pero  la  marcha  de  un  con- 
quistador es  lenta  comparada  con  la  del  viagero 
que  no  lleva  tantos  estorbos.  Los  Romanos  eian 
menos  emprendedores  todavía  que  los  Griegos, 
y  menos  mercantiles.    Las  adiciones  á  la  masa 
de  conocimientos  geográficos  siguieron  el  misr 
mo  paso  que  las  adquisiciones  del  imperio^  Pe- 
.  ro  su  sistema  propendia  siempre  á  centralizar,  y 
en  lugar  de  estenderse  y  alejarse  en  solicitud 
de  nuevos  descubrimientos,  todas  las  partes  de 
aquel  vasto  imperio   se  volvían  hacia  la  capital, 
como  su  cabeza  y  punto  céntrico  de  atracción. 
£1  conquistador  romane  seguia  su  marcha  po): 
.tierra  y  no  por  s^a,  y  el  aguaces  el  gran  cami- 
no que  une  las  naciones,  y  el  verdadero  elemen- 
to del  descubridor^    Los  Romanos  no  eran  una 
nación  marítima.    A  la  caida  de  su  imperio,  la 
ciencia  geográfica  no  pasaba  de  un  conocimien- 
to imperfecto  de  la  Europa,  y  eso  sin  incluir  su 
parte  septentrional,  y  de  una  pequeña  porción 
del  Asia  y  del  África;  sin  que  tuviesen  otra  idea 
de  un  nuevo  mundo  al  otro  lado  de  las  aguas 
occidentales,  mas  de  la  que  podía  darles  la  afor- 
tunada predicción  del  poeta.  ^ 

1    La  conocida  pre^Bccion  de  Mo  <í«  !««  ■«'^a»»  í"»  müáñ^  á 

S^eoaen0aMede8,«aacaM>l8  luz  «n  lo»  aigloé  veniderot. 
lyaB  notable  profecía  calnial  de  "Quibns  Oeeanus 

que  hay  memoria,  porque  no  lo-  Vincula  rerum  laxet,  et  ingens 

lo  anuncm  con  toda  confianza  que  Páteat  taQus,  Typhisque  Novo» 

se  ensanchanan  los  limites  del  Detegat  Orbec'* 
mundo  conocido^  sino  la  existen-       Acert6  el  golpe  el  fil6M>fo  mai 

^a  de  un  Ntcer»  Munda  al  otro  bj^n  que  el  poeto.  ' 


208  CONQUÍSTA  DEL  PERÚ. 

Vino  laego  la  edad  media;  esos  áíglos  ten^bro- 
soaicomo  les-  llaman,  aunque  en  sus  tinieblas  se 
maduraron  las  semillas  del  saber,  tjue  en  la  ple- 
nitud de  los  tiempos  habian  de  producir  una  ci-. 

.  vilizaeíon  nueva  y  nías  ilustre.  La  organización 

^e  lá  sociedad  vino  á  ser  mas  favorable  á  lá  cien- 
cia geográfica. '  En  vez  de  formar  un  solo  impe- 
rio, degenerado  y  entorpecido  por  su  misma  des- 
mesurada grandeza,  la  Europa  se  dividió  en  va 
rios    estados  independientes;^  y  como  mucho 

.  adoptaron  una  forma  de  gábierno  liberal,  sin- 
tieron todos  los  impul^áí  naturales  en  hombres 

libres;  y  las  pequeñas  repúblicas  deí  Mediterrá- 
neo y  del  Báltico  voínitároft  enjambres  de  mari- 
neros, que  tratanda  de  establecer  un  comercio 

'útil,  ligaron  "mutuamente  todos  los  países  sitúa* 
dos  á  orillas  de  los  rtíarés  def  Enropa. 

Pero  los  adelantos  qu^  se  fueton  haciendo  en 
el  arte  dé  la  navegación,  er método  de  com- 

í  piítar  el  tiempo  con  niás  exactitud,  y^  sobre  todo 
el  descubrimiento  do  la?  propiedades  de  la  agu- 
ja magnética,  (dieron  grande  imptilso  á  la  ciencia 
dé  la  geógtáfia.  En  vez  de' arrastrarse  tímida- 
mente á  lo  largo  de  lá^  cosfad,  ó  de  limitar  sus 

,  expediciones  á  los  estrechos  límites  de  los  ma- 
res mediterráneos,  podiaya  el  viagero  desplegar 
atrevidamente  sus  velas  y  engolfara  en  él  abis- 
mo, seguro  de  tener  una  guia  que  le  condujese» 
sin  temor  de  estraviar  su  camino  en  la  inmensa 


LIBRO  II. — CAPITULO  I.  209 

estemsion  de  sus  aguas.  Contando  con  esteapo- 
yo,  comenzaron  á  despertarse  deseos  de  viajar 
por  un  rumbo  nuevo,  y  el  marinero  volvia  ya  la- 
vista  hacia  otra  senda  que  le  condujese  á  las  is- 
las de  las  especias,  por  un  via  distinta  de  la  que 

•  seguian  las  caravanas  del  oriente,  atravesando 
el  continente  asiático.  Las  naciones  ep  que  se 
desperté  primero  el  ansia  de  los  descubrimien- 
tos, fueron  naturalmente  la  España  y  Portugal, 
que  eran  como  las  centinelas  avanzadas  del  con-, 
tinente  europeo  y  dominaban  el  gran  teatro  de 
los  futuros  descubrimientos.  * 

Ambas  naciones  comprendieron  toda  la  impor- 
tancia de  su  nueva  posición.  Durante  todo  el 
siglo  XV  no  cesó  la  corona  de  Portugal  de  ha- 
cer esfuerzos  para  hallar  un  paso  al  Océano  In- 
dico, doblando  la  punta  meridional  del  África; 
pero  los  navegantes  eran  aun  tan  tímidos  que  en 
cada  promontorio  encontraban  una  formidable 
barrera  y  hasta  fines  del  siglo  no  fué  cuando  el 
arrojado  Diaz  casi*  dobló  el  cabo  que  llamó  de 
las  Tormentas*  aunque  el  rey  Juan  II,  con  mas 
feliz  augurio,  le  nombró  cabo  de  Buena  Espe- 

'  ranza.  Pero  antes  que  Vasco  de  Gama  se  hubie- 
se aproveijhado  de  esté  deseubrimientQ  para  des- 
plegar sus  velas  en  el  mar  de  las  Indias,  entro 
la  España  en  su  gloriosa  carrera,  enviando  á  Co- 
lon á  probar  fortuna  en  las  dilatadas  aguas  de 
Occidente» 


210  CÓNaUISTA  DEL  PERÚ. 

£1  objeto  de,  este  insigne  navegante  ^ra  tana- 
bien  buscar  un  camino  para  las  ludias;  pero  por 
el  Occidente  en  vez  de  por  el  Oriente.  No  espe- 
raba él  ciertameiite  tropezar  en  su  camino  con 
un  continente  desconocido,  y  después  de  repeti- 
dos viages  se  quedo  todavía  en  su  primer  error, 
muriendo,  como  todo  el  mundo  sabe,  en  la  creen- 
cia de  que  la  tierra  por  él  descubierta  era  la 
costa  oriental  del  Asia*  Las  empresas  maríti- 
ínas  de  los  que  siguieron  las  huellas  del  Almi- 
rante llevaban  el  mismo  objetof  y  el  descubri- 
miento de  un  estrecho  que  diese  paso  al  uiar  de 
las  Indias,  era  el  estrivillo  de  todas  las  órdenes 
del  gobierno  y  el  fin  de  no  pocas  espediciones  á 
diversos  puntos  del  nuevo  continente,  que  pare- 
.  cia  estender  de  un  polo  á  otra  «iis  miembros  gi- 
gantescos, fen  el  deseo  de  encontrar  un  paso  pa- 
ra las  Indias^  está  la  clave  del.  n^ovimiento  ma- 
rítimo del  siglo  XV  y  la  primerif  mitad  del  XVI; 
esta  era  la  idea  dominante  de  todas  las  espedi- 
ciones de  aquella  épocsul   *  . 

En  nuestros  dias  nó  grácil  comprender  la  re- 
volución que  causó  ep  Europa  el  descubrimieii- 
to  de  la  Apiéríca.  No  se  trataba  de  la  adquisi- 
ción paulatina  de  algan  territorio  vecino,  ó  de  la 
conquista'  de  una  provincia  ó  de  un  reino,  sino 
de  un  Nuevo  Mundo  que  de  un  golpe  se  abria  á 
los  Europeos^  Las  especies  de  animales,  los  te- 
soros de  las  minas,  los  vegetales,  el  variado  as- 


LIBRO  II. — CAPITULO  I-  211 

peeto  de  la  naturaleza  y  el  hombre  en  las  dife«* 
rentes  fases  de  la  civilización,  llenaban  el  espí- 
ritu de  un  lluevo  orden  de  ideas  qvte  cambiaban 
ti  giro  habital  del  pensamiento  y  le  metian  en 
interminables  conjeturas.    El  ansia  de  escudri- 
ñar los  maravillosos  secretos  del  nuevo  hemis* 
ferio  llego  á  tal  grado,  que  las  ciudades  princi-'* 
pales  de  España  estaban  por  decirlo  así,  despo- 
bladas, pues  los  habitantes  se  atropejlaban.  ppr    * 
ir  á  probar  fortupa  en  el  Océano.  ^    Tenian  i^  la 
vista  un  mundo  que  parecia  uua  tierra  fabulosa, 
porque  cualquiera  que  fuese  la  suerte  del  aven- 
turero, no  dejaba  á  su  vuelta  de  dar  á  sus  rela* 
ciones  un  colorido  de  novela  que  inflamaba  aun 
nías  la  ardiente  imaginación  de  sus  compatrio- 
tas, y  fomentaba  las  ideas  quiméricas  de  aquel 
siglo  4^  aventuras.    Escuchaban  sin  perder  una 
sílaba  los  cuentos  de  las  Amazonas,  que  parecían 
reaUzar  las  fábulas  clásicas  de  la  antigüedad; 
las  noticias  de  los  gigantes  patagónicos;  las  des- 
lumbradoras pinturas  de  El  Daradoj   en  donde 
brillaban  entre  la  arena  las  piedras  preciosas,  y 
se  sacaban  de  los  rios  con  redes  los  guijarros  de 
oro  del  tamaño  de  un  huevo. 

2     "El   embajador  veneeiaño  en  donde  generalmente  m  em» 

Andrés  Navagiero,  <}ue  vkj6  por  barcaban,  estaba  tan  pobre  de 

España  en  1525,  hacia  la  época  habitantes,  que  dice  "que  casi  no 

en  que  nuestra  ^relación  comien-  habían  quedado  en  ladadadmuí 

2a,  habla  de  lo  que  habia  cundí-  que  mujeres."    Yiággio  fatto  iat 

do  el  furor  de  emigrar.   SeviHa,  Spagna,  (Vinegia,  1563,)  fol.  15. 
•obre  lodo,  como  era  el  puerto 


áí2  CONQUISTA  DEL  PERÚ. 

V     Sin  embargo,  no  queda  duda  de  que  estos  aven- 
tureros no  eran  unos  impostores,  sino  que  se  de- 

'  jaban  engañar  ellos  mismos  con  demasiada  facili- 
dad  por  sú  propia  imaginación,  al  ver  lo  estrava- 
gante  de  algunas  de  sus  espediciones,  pues  las 

'  hubo  en  busca  de  la  fuente  de  ia  salud,  del  tem- 
pló de  oro  de  Dobayba^  y  délas  sepulcros  de  oro 

'  del  Zenu;  porque  en  su  delirio  se  les  figuraba 
ver  oro  por  todas  partes,  y  el  nombre  de  Castilla 
del  Oroj  dado  á  la  parte  mas  enfermiza  y  estéril 
del  istmo,  era  un  cebo  irresistible  para  el  des- 
graciado colono,  que  las  mas  veces  en  lugar  de 
oro  solo  encontraba  allí  su  sepulcro. 

•  En  estas  regiones  encantadas  todos  los  accc- 
ísoriós  contribuian  á  mantener  la  ilusión.  Los  in- 
cultos naturales,  con  sus  cuerpos  desnudos  y  shs 

'  toscas  arnías,  eran  poco  á  proposito'  para  opo- 
nerse á  los  gueirreros  Europeos,  todas  caWertos 

'  iie  acero.    La  desigualdad  era  parecida  á  la  que 

"  vemos  en  los  libros  da  caballerías,  en  los  cuales 
lá  lán¿a  del  buen  caballero  echa  por  tierra  áe  un 
^ólpe  centenares  de  enemigos.  Los  peligros  con 
qué  tropezaba  el  descubridor,  y  los  trabajos  que 
pasaba,  no  eran  nluy  inferiores  á  los  de  un  caba- 
llero andante.  £1  hambre,  la  sed  y  la  fatiga;  las 
mortíferas  emanaciones  de  los  pantanps  con  sus 
enjambres  de  insectos  venenosos;  q1  frío  y  las 
nieves  dé  las  montanas,  v  el  sol  abrasador  de 
los  trópicos,  eran  el  patrimonio  de  todo  hidalgo 


LIBRO  II^-^CAPITÜLO  I.  413 

que  vetaiaiá  bascar  fortuna  en  el  Naevo-Mando. 
Era  la  realidad  de  la  fiecioa.  La  vid^  de  los 
aventurero»  españoles  era  an  capítulo  mas,  y  no 
el  menos  potable  de  los  libros  dé  i^aballería. 

Kl  carácter  del  guerrero  participaba  hasta  cier- 
to ^Bto  de  los  colores  exagerados  con  que  se 
pintaban  sud  proezas.  Altivo  y  jactancioso,  des- 
luti^br^do  con' las  halagüeñas  perspectivas  del 
porvenir,  y  con  ñita  absoluta  confianza  en  sus 
propios  recursos,  no  habla  peligro  que  pudiese 
intimidarle,  ni  trabajo  bastante  á  rendir  sus  fuer- 
ssas;' Mientras  mayor;  e)  peligro,  mayor  atractivo 
ofreeia,  porque   su  alma  buscaba. impresiones 
faertes,  y  á  una  empresa  sin  peligro  faltaba  el  in- 
centivo de  lo  novelesco,  qué  era  indispensable 
^para  ponerlos  en  acción.    Mas  en  los  motivos 
que  les  impulsaban  á  obrar  se  mezclaban  de^  tm 
modo  estraño,  inñueneia»  mezquinas  con  las  mas 
elevadas;  lo  temporal  con  lo  espiritual.    El  oro 
era  el  estímulo  y  la  recompensa,  y  para  conse- 
guirlo, su  carácter  injfiexible  se  paraba  pocas  ve- 
ce^  en  los  medios.    La  crueldad  empeñaba  su 
valQr«<  y  esta  crueldad  provenia/ por  estraño  que 
esto  pai^zcá,  tanto  de  la  avaricia  como  de  la  re- 
ligioii,  seguid  se  entaidia  en  aquellos  tiempos:  la 
religión  del  Cruzado¿    lEIsta  era  úiía  capa  muy 
eómod^i  para  uniíxi^ulütud  de  pecados,  y  los  ocul- 
.  taba  h^ata  a  lias  pjos  del  mismo  que  los  cometía 
uKl Oaataltejaol,  dem^iaido  altivo  parai&erhipócri- 


J 


yi      214  CONQmSTA  DEL  FERü. 

\^^  1$  ^*  cometió  mas  crueldades  en  nombre  de  la  re- 
\  hi^  ligion»  <lWe  jamás,  cometieron  los  idólatras,  ó  los 
:'¡  fanáticos  musulmanes.    Quemar  un  infiel  era 

sacrificio  agradable  al  cielo,  y  la  conversan  de 
los  qué  sobrevivían' bastaba  para  expiar  los  ma- 
yores delitos*  Causa  tristeza  y  disguiE^o  consi- 
derar,, que  el  mas  rígido  espíritu  de  intoleráéia 
como  el  del  Inquisidor  ^n  sú  patfia  y  el  del  Cru- 
zado fnera  de  ella  haya  nacido  de  una  religión 
que  predicábalas:  en  la  tierra  á  hi  htmbrja  de  Sue- 
fka  voluntadTj 
¡  Qué  contraste  entre  estos  hijos  del  mediodía 
i^  de  Europa  y  las  razas  angla-sajonas  que  se  es- 
p]arcieron  por  toda  la  parte  seplentrional  del 
nuevo  continente !  No  impulsaba  á  éstos  áhi- 
avaricia,  ni  el  especioso  protesto  del  pro* 
sino  la  independencia  religiosa  y  po- 
lítica. Por  tal  de  conseguirla  se  daban  por  sa- 
y  tisfechos  cjon  ganar  una  escasa  subsistencia  por 

.  medio  de  una  vida  frugal  y  'trabajosa.  Nada  pe- 
dían al  suelo  mas  de  los  productos  correspon- 
dientes ásus  labores.  No  les  inquietaban  esos 
ensueños  dorados  con  'su  engañoso  'brillo^  ni  les 
arrastraban  pox  una  senda  inundada  de  sangre, 
á  destronar  monarcas  que  en  nada  les '  habían 
ofendido.  Contentábanse  con  los  progresos  len- 
tos, pero  sólidos  de  su  sociedad.  Sufrían  con  to- 
da paciencia  las  p^vaciones  del  desierto,  regan- 
do el  ár<bol  de  la  libertad  con  sus  lágrimas  y  con 


\^'  jr    yí^     la  ava 
Jr  y     selitismo, 


m 


LIBRO  Il.«--CAPXTUtO  I.  215 

el  sudor  de  su  rostro,  hasta  que  s^  arraigase 
profandamente  en  la  tierra  y  alzase  sus  ramas  á 
los  cielos;  y  mientras  tanto,  las  poblaciones  del 
continente  vecino,  semejantes  á  la  vegetación 
de  los  trópicos,  adquirían  en  un  dia  todo  su  bri-  . 
lio,  pero  desde  su  nacimiento  descubrían  los  sín- 
tomas de  una  próxima  decadencia. 

Parece  una  disposición  especial  de  la  Providen- 
.  cía,  que  el  descubrimiento  de  las  dos  grandes  di- 
.  visiones  de  la  América  hubiese  sido  hecho  por 
las  razas  mas  á  propósito  para  conquistarlas  y 
colonizarlas.  Así  Aié  que  á  los  anglo-sajones 
tocó  la  parte  del  Norte,  cuyo  clima  mas  frió  y 
suelo  mas  ingrato,  eran  muy  propios  para  que 
ejercitasen  sus  hábitos  de  orden  y  de  trabajo; 
al  pa^Q  que  la  parte  del  Sur,  con  sus  preciosos 
productos  de  los  trópicos  é  inagotables  tesoros 
núnerales,  era  un  cebo  muy  propio  para  escitar 
la  codicia  de  los  Españoles,  j  Cuan  diverso  hu- 
biera sido  el  resultado,  sila.nave.de  Colon  se 
hubiera  inclinado  un  poco  hacia  el  Norte,  como 
él  mismo  pensaba  al  principio,  y  hubiese  ido  á  j 
desembarcar  su  cuadrilla  de  aventureros  á  la  I 
costa  de  lo  que  hpy  «s  América  protestante ! 

El  resultado  de  este  afán  de  hacer  expedicio- 
nes que  dominaba^  á  las*  potencias  marítimas  de 
Europa  en  el  siglo  diez  y  seis,  fué  que  antes  de 
que  pasasen  treinta  años  desde  su  descubrimien- 
to, ya  se  habia  reconoddo  toda  la  estension  de 


216  COWQÜláTA  t)EL  PERÚ. 

aquel'  vasto  continente,  desde  la  tierra  del  La- 
brador hasta  la  del  fuego;  y  en  1521  el  Portu- 
gués Magallanes,  al  servicio  dé^*í5spaña,  resol- 
virf  el  problema  del  estreche^,  y  enconti^d  el  paso 
para  las  anheladas  islas  de  las  £specias  en  el 
mar  de  las  Indias,  con  grande  asombró  de  los 
Portugueses;  que  navegando  en  direccioi>  opues- 
ta se  encontraron  en  los  antípodas  cara  á  cara 
con  sus  rivales.  Pero  mientras  que  de  este  mo- 
do se  recorfocia  toda  la  costa  oriental  del  conti- 
nente americano,  se  colonizaba  k  parte  central, 
y  hasta  se  habia  llevado  á  cabo  la  admirable  ha- 
zaña de  la  conquista  de  Méjico,  no  se  habia'le- 
vantado  aun  el  velo  que  ocüítabá' las  doradas 
playas  del  Pacífico.  ^       r;^ 

'     Dé  cuando  eh  cúaiido  habiatt  llegado  á  los  Es- 
panoles  rumores  vagos  de  la  existencia  de  vaia- 
.  tos  países  en  el  lejano  occidente,  dónde  abunda- 
'  ba  el  precioso  metal  que  tanto  codiciaban  ellos; 
pero  la  primera  noticia  clara  que  sé  tuvo  del 
'  Éerufúeháciá  el  año  de  l5ll  ^  coft  motivo  de  es- 
tar Vasco  Ñuneí;  de  ftalboá,  el  descubridor  del 
toar  del  suf,  pesando  un  poco  de  6ró  que  habia 
recójido  de  los  natuifáles.  XJn  joven  cacique  qde 
presenciaba  laóperación,  dio  un  golpe  en  Táé  ba- 
lanzas con  el  puño,  y  espárcít^  él  oro  poif  él  suéío 
diciendo:  "Si  esto  apreciáis  tanto  que  por  ella 
dejáis  vuestras  casas  y  hasta  arriesgáis  la  vida^ 
'yo  08  llevare  a  unas  tierras  en  donde  se  come  y 


LIBRO  II.— CAPITULO  L  217 

se  bebe  en  vasijas  de  oro,  y  este  es  mas  abun- 
dante allí  que  el  hierro  en  vuestro  pais."    Poco 

* 

después  de  recibidas  estas  sorprendentes  noti- 
cias llevo  á  cabo  Balboa  la  formidable  empresa 
de  escalarla  muralla  dé  montañas  del  istmo  que 
divide  los  dos  grandes  océanos,  y  entrando  en 
las  aguasVel  Pacífico,  armado  de  espada  y  rode- 
la, esclamo  ^  en  el  verdadero  tono  caballeresco, 
"que  tomaba  posesión  por  el  rey  de  España  de 
aquel  mar  desconocido  y  de  cuanto  áél  pertene- 
cía; lo  que  defendería  contra  todo  cristiano  o  in- 
fiel que  se  atreviese  á  contradecirlo."  '  ¡Todo 
el  vasto  continente  y  fértiles  islas  que  bañan  las 
aguas  del  Océano  Pacífico !  El  arrojado  caba- 
llero no  podia  figurarse  toda  la  estensidh  de  su 
compromiso. 

En  aquel  lugar  recibió  ya  noticias  mas  cíaraa 
del  imperio  peruano,  oyó  referir  varias  pruebas 
de  su  civilización,  y  vio  dibujos  del  llama,  que  á 
los  Europeos  les  parecid  ser  una  especie  de  ca- 
iflrello  árabe.  Pero  aunque  dir¡jÍQ  su  caravela 
hacia  estas  regiones  de  oro,  y  aun  llevd  siis  des- 
cubrimientos hasta  unas  veinte  leguas  al  sur  del 
^  golfo  de  San  Miguel,  no  estaba  guardada  para 
.  él  aquella  aventura.  El  ilustre  descubridor  es- 
taba destinado  á  ser  víctima  de  la  miserable  en- 

3     Herrera,    Hist.    General,    na,  Vidaa  dp  EspaSc^les  célebre* 
.  íec.  1,  fib.  10,  cap.  2.— Quinta-    (Madrid,  1830,)  tom,  II.  p.  44. 


218^  CONQUISTA  DEL  PERÚ. 

vidia  con  que  una  alma  mezquina  niira,  Io&  gran- 
des hechos  de  un  espíritu  superior. 

Las  colonias  españolas  estaban  divididas. en 
^  muchos  gobiernos  pequeños,  que  no  pocas  ve- 
ces se  daban  al  favor,  aunque  eonio  el  desempe- 
ño de  tales  puestos  era  en  aquella  época  bastan- 
te difícil,  se  reservaban  con  frecueneia  para 
hombres  prácticos  y  activos.  Colono  en  virtud 
de  su  primera  capitulación  con  la  corona,  tenia 
jurisdicción  sobre  los  territorios  por,  él  descu- 
biertos, que  comprendian  algunas  de  las  islas 
principales,  y  ciertos  lugares  en  el  continente. 
Esta  jurisdicción  se  distinguia  de  la  de  los  otros 
ftincionarios,  en  cuanto  que  era  hereditaria;  pri- 
vilegio que  después  se  crqyo  escesivo  para  un 
vasallo,  y  se  conmuto  poc  lo  mismo  jen  un  titulo 
y  una  pensión.  Estos  gobiernos  coloniales  se 
fueron  multiplicangiLcon  las  nuevas  cotiquistas,. 
y  por  el  año  d64D24^n  que  verdaderamente  co- 
mienza  nuestra  relación,  ya  los  habia  en  las  i^as^ 
en  el  istmo  de  Darien,  jen  la  C0¿ta/^.la  Tierra 
Firme  y  en  las  nuevas^conqcftstasntc  Méjico. 
Algunos  de  estos,  gobiernos  no  tenia»  grande;  ex- 
tensión, y  otros  como  el  de  Méjico  eran  de)  ta- 
maño de  un  reino:  la  mayorparte  de  ellos  tenían 
en  las  tierras  vecinas  un  campo  ilimitado  para 
estender  sus  fiescubrimientos,  de  modo  que  aque- 
llos pequeños  príncipes  pudiesen  acrecentar  sus 
dominios  y  enriquecerse  á  sí  propipsy  á  sus  cora- 


LIBRO  lU — CAnTVVO   I.  819 

pafiéto«J '  £8te  sistekiiá  era  6l  mas  fkvorable  á 
ld8< intereses  de  la  eo]:dtia,  pnes  mantenia  siem'* 
pre^vÍTOi  el  espirita  de  empresa  con  el  incentivo 
de  nuevas  Conquistas*  Asi  pneS)  estos  caudi- 
llo^s  i  militares,  viniendo  én  sus  pénenos  domi* 
niirsrá  toitta'  disianciade  la  madre  patria,  gossa* 
l^^Md#.;Qii.  podet  'jBiei|iejaiité  al  dé  un  yirey,  y 
mii!eliii£í  ifteeea  le  empleaban  en  dpidmir  á  los  na* 
t\)raLei;'y:en  tUraiaizat  á  sus  propias  compañeros 
de*«fi  n^do  ti&cesivo.  Jkní  era  mvfy  natural  que 
so0()dieset  en  hombres  de  baja  esfenai  qué  sin  H 
edótasttfn*  iiecesnria'para  el  des4-mpefio  de  un 
emfikb,  se  veían  llamados  repentinamente  al 
ejbrcicio  de  ana  autoridad,  breve  sí,  pero  libre 
de  inoappiiBabiliiiadpori  su  .naturaleza.  Soto  has« 
ta  «qiie  jpassido  algún  ti^bapo  se  ftiwon  conocien* 
do.  t titos  resultados  por  mía  triste  esperiencia, 
fué  coando  se  tmt((  de  contener  á  estos  tiranue* 
los,  estatblecíiendo  tribunales  en  foxtna»  llamados 
Audiencias  Reales,. cottipu^stos  dé  hombres  sá« 
l^s  y  deipesó,  que  interpusiesen  el  brazo  de  la 
ley  á  áJlo  menósakaseu  su  voz  para  proteger, 
taato  á  los  ilaturalés  cómo  £  los  mismos  colonos. 
f  Entre  ios  gebemadores  de  laS  colonias  que 
debían  el  puesto  que  ocupaban  á  su  posición  en 
6u  país,  se  jponlaba  •  Don  Pedro  Arias  de  Avila, 
llamado  comunmeiite  Pedrarias.  Estaba  casa- 
do con  una  hija  de  Doña  Beatriz  de  Bobadilla, 
la  famósai  marquesa  de  Moya,  tan  conocida  por 


280  ooiftQU^irÁ  i>Bi.  pvitVé  ■ 

st^  amistad  oon-I»a)i^L  la  Catoliéa,  £^a  homl^re* 
d^alg^Qa  práctica  militar  y  de  bastaste  «nergiap 
piero»  s^giioii^e  vio  despaes  er^  de  índole  maligna». 
y.la$  mala&t  i&clinaeion^^  que  ño  se  Le  hobierao. 
notado  en  lao^euridad  die  iá  vida  priyada,  salíe-t 
ro^á  r^laeir»  yaeaso  aé  desarrollaron  ooii  su  re^ 
pentina  eleyacibtí  al  poder;  de  la  misma ménera»^ 
que. ios! rayos*  del) sol  qué  inflpyen  favorablemeii^ 
te  en  un  teorreoo  fértil  y  aceleran»  la  veg^taeioa^ 
cuando  caen  sphne.un  patatam).  lerantaii  vaporesi 
pNe^titenteSty  nocivos.  A  este  hombre  se  entre^ 
gQfiel)distrito  de  Castilla  del  Oro»  lugar  ]ae  Nu* 
ñe^  de  Balboa  liabia  escogido,  para  teatro  da  gisr- 
d^seobrimientos^  /  La  buena  fortana  de  esté  út- 
timo  despertó  lá  envidia  de  su' superior,  porque 
el.  mérito  era  suficiente  delito  á.  lo»  éjos  de  Pe** 
drüries;  La  trágica  historia  de^aquelntabaUero 
coaQfipOQde  á  uuii  época  alg6  lanterior  á  fat  de 
(|ae. vamos  á  tratar,  Piumais  más  diestras  que 
la  miaki  i^  han  ^^ríto  ya,  y  aunque  corta,  eS'  üaa 
délos  episodíosi.maá  brillantes  en  los  anales  de 
Ips  coBqui&tadoi:«9.  de  AmérJBtta.  ^  . 
.  Pero  si  bien  Pedrdrias;  trataba  de  atajar  h  glo- 
riosa carirera  de  mi'  ¿val,  tío  pot  eso4Íejafaa  de 
conocerla  impoifta^^a  de  sus  deseubrimieufds^ 

.4  >LÚ  meaMttablét.aTelitúrá  éé  un  misiiio  méMáno','hkytt 
de  Vasco  Nuñez  de  Balboa  han  prestado  aiiiato.  .4  do»  ^fwntftfl; 
sido  escritas  por  Quintana,  (Es-  tan  elegantes, .  publicados  casi  ai 
paSÁles  célebres,  tom^'ü,)  y  por  mismo  tiempo  y  en  lengnas  dife* 
Irving  en  sus  ''Compañeros  de'  rentes,  sin  ninguna  comuiiiei^ 
Colon.*'    Es  estraño  q.n«  la  vida    cioa  entre  ]i>%  autores. 


LIBRO  IL-nPAPiTVW  l\  22Í  % 

Degde  luego  conioció  lo  desfavorable  que  era  la 
posición  del  Darien  para  eontiuuar  las  jBxpedi- 
cipne$  ^n  el  Pacífico,  y  siguiendo  el  consejo  que . 
ya.habi^ 'dado  Balboa,iÚ2:o  mudaren  15Í9  su    . 
nAci^nte  capital»  de  las  costas  del  Ailántico  alas 
del  Pacífico,  al  lugar  en  que  estuvo  antíguamen* 
te  Panamá,  un  poco  hacia  el  oriente  de  la  ciudad 
qpe  h€y  lleva  este  noníbre.  °   Este  lugarinsata- 
bre,% tumba  da  mas  de  un  deadichado.  colono,/ 
era  muy  a  proposito  para  el  grande  objetó  dfc 
las  eépediciones  marítimas,  y  el  paerto,  á  causa 
d«  su  posición  central,  eita  el  mejov  punto  de 
partida  para  dichas  espedieiones,  sea  que  se  di*- 
rijiesen  al  Norte  o  al  Sur,  por  toda   la  lai^  lí- 
nea de  costase  pprde^ullrir,  bañadas  por  el  gran^ 
de  ooeano  ni^MíMal.  difas  á  pesar  de  esteven^ 
tajoso  cambio  Ae  posición,  pasaron  varios  años 
sin  que  los  descubrimientos  «tomasen  el  eamino 

5    La  corte  dio  instrucciones  ñez  escribe,  seria  muy  necesario 

teÉtniíitntes  á  Pedrarias  para  que  que  allí  ha  ja  algunos  i»tío»  así 

fundare  un  establecimiento  en  el  para  deacubnr  las  cosas  deL  g9Íío, 

golfo  de  San  Miguel,  en  confor-  y  de  la- comarca  del,  como  para 

imdad  «on  Jas  indicaoioaes  de]  la  contratación- de  rescates  de  la» ' 

Vasco  Nuñez,  de  que  seria  el  si-  otras  cosas  necesarias,  al  buen., 

tio  mas  apropósito  para  los  des-  proveimiento  de  aquello;  é  para 

cubniraentoit  y  el  comercio>'eti  él  que^éstos  ntrnoa  aprovechen',  es  % 

mía  del  Sur»  "El  asiento-  que  se  menester  que  se  hagfui  allá."  Ca*. 

oviere  de  iiacer  en  el  golfo  de  pítuld  de  carta  escrita  por  el  Rey 

San  Miguel  en  la^  mar  del  Sor,  Católico  á  Pedrarias  IMvíIA)  ap. 

debe  ser  en  el  puerto  que  mejor  Navarrete,  Colección  de  los  Via- 

se  hallare  y  mas  conyencible  pa-  ges  y  Descubrimientos,  (Madrid, 

rá'la  contratación  de  aquel  goUb,  18^,)  tom.  III.  n6m.  3,  p.  856. 
gorque  segund  lo  que  Vaseo  Nu- 


B22  r       CONQUISTA  DEL  PERO. 

del  Perií.  La  atención  se  dirigía  cstilusivameft- 
te  faáeia  el  Norte,  o  mas  bien  hacia  el  Oeste,  en 
cumplimiento  de  las  ordenes  del  gobierno,  qae 
no  perdia  de  vista  el  hallazgo  de  un  estrecho,  que . 
según  estaban  todos  empeñados,  debía  cortar 
por  alguna  parte  aquel  larguísimo  istmo.  Des- 
pachaban armada  tras  armada  con  éste  vano  ob«> 
jeéo,  y  Pedrarias  veia  cada  año  estenderse  su» 
dominios^  úvl  sacar  gran 'provecho  de  sus  nuevas 
adquisiciones.  Ocuparon  sucesivamente  á  Ve*» 
ragua,  Costa  Rica  y  Nicaragua,  y  por  último^ 
8US  bizarros  caballeros  se  abrieron  camino  por 
entre  bosques,  montañas  y  tribus  de  salvagés 
guerreros,  hasta  que  en  Honduras  se  encontra* 
ron  con  los  compañeros  áe  Cortés,  conquiatado* 
r€8  de  Jfféjiitu^  que  habÍMi  V.aj^do  def»d^,ja..masa 
septentrional  á  las  regiones  del  centro  de  Amén- 
ca,  completando  de  ese  modo  la  esploracion  de 
aquel  pais  salvage  y  descoi^ocido. 

Hasta  1523  no  se  despacho  una  espedicion^en 
forma  con  dirección  al  sur  de  Panamá,  al  man- 
do de  Pascual  de  Andagoya,  caballero  distingui- 
do de  la  colonia.  Este  géfe  solo  llego  al  puer- 
^to  de  Pinas,  límite  de  los  descubrimientos  de 
Balboa,  en  donde  el  mal  estado  de  su  salud  le 
oblig(í  á  reembarcarse,  abandonando  la  empresa 
en  sus  principios.  ® 

6  Según  Montesinos,  Anda-  lio  por  ostenta^  la  ligereza  del 
goya  quedó  muy  lastimado  de  re-  brioso  animal  en  preaeneia  de  los 
saltas  de  haber  c^ido  de  su  cabar    -admirados   indígenas.     (Anales 


LIBRO  11.— CÁÍf»ltüLO  I.  a^ 

* 

.  MaiB  ioi»' rumores' '  sueltos  de  la  €Í viliza($i6n  y 
riqúeto,  db  una  naeion  jKklerosa  del  Sai:,  llega- 
ban coMinaantente  á  oídos  de  los  colonos»  yd'es- 
pertaban  ^ii»  imaginaeionés  dormidas,  siendo  á 
la  verdad  bstraño  que  se  hubiese  dilatado  tatito 
tiempo  una  espedicion  pOr  aquel  rombo*    Pero 
debe  tenerse  j^resente,  que  te  distancia  y  Verda- 
dera posisionde  estd  reino  sólo  se  sabia  por  con* 
jetaras.    Toda  la  tierra  intermedia  estaba  llena 
de  tribus' feroces  y  guerreras,  y  ademas  el  poco 
conocimiento  quelos' navegantes  españoles  te-  - 
nian  de  las  costas  tecinas  y  de  sus  habitantes, 
agregado  á  lo  tempestuoso  de  aquel  mar,  (por- 
que habían  hecho  sus  espediciones  en  la  peor 
estación,)  aumentaban  las  dificultades  aparentes, 
y  hacian  desmayar  hasta  a  los  corazones  mas 
esforzados. 

Tal  fué  el  estado  de  las  ideas  en  el  pequeño 
puerto  de  Panamá,  durante  loa  primeros  años 
que  siguieron  á  su  fundación,  j^n  el  entretanto, 
la. admirable  conquista  de  Méjico  dio  nuevo  im- 

del  Perú,  MS*,  año  1524)   Pero  greso  mas  lisonjero  para  su  va- 

el  Adelantado  en  una  relación  de  nidad  que  e^  otro  mas  general- 
sus  propios  descubrimientos,  re-«  mente  recibido.    Este  documen* 

dactada  por  6l  mismo,  no  dice  na-  to*  importante  por  venir  de  la 

da  de  este  desgraciado  ejefcicio  pluma  de  uno  de  los  primeros 

ecuestre»  sino  qu^  atribuye  su  en-  descubridores,  se  conserva  en  el 

fermedad   á   haber  caido  én  el  archivo  de  Indias  en  Sevilla,  y  lo 

agua,  en  donde  le  faltó  poco  pa-  publ.c6  Navarrete  en  su  Colee* 

ra  ahogarse,  de  cuyas  resultases-  cion  de  Yiages,  tom.  III.  n6m,  7, 

tuvo  enfermo  algunos  años^  mo-  j).  393. 
do  de  esplicar  su  in^mpestivo  re- 


984  CONQUISTA  DEL  PERV*. 

pulso  al  foror  por  los  descubrinobientoe^y  en  1524, 
hubo  tros  hombres,  en  quienes  el  espíritu  aven* 
turero  triunfo  de  todas  las  consideraciones  de 
dificultado  peligro  que  se'oponian^ála  eje.cu** 
cion  de  la  empresa.  De  entre  ellos  eligieron  el 
que  les  pareció  mas  á  proposito  para  llevarla  á 
un  felia  desenlace.  Este  hombre  era  Francisco 
Pizarro;  y  como  representó  en  la  conquista  del 
Peni  el  papel  principal,  lo  mismo  que  Oortés  en 
la  ie  Méjico,  será  preciso  dar  una  breve  ojeada 
á.la  historia  de  sus  primeros  aQos« 


cApmTLo  n. 


Francisco  Pízárro. — Su  juventud. — Primera  e^edi- 

CION    AL  Sur.'— Al»UROI    de  los    CA6T£LLAN0S.--rRB- 

friegas.- — ^Vuelta  a  Panamá. — EspEDigioN  de  Al- 
magro,     , 

lSa4.— 1525. 

fisidó  Francisco  Pizarro  en  Trujíllo,  ciudad 
de  Estjremadara  en  España;  no  se  sabe  á  punto 
fijo  en  (jué  año,  pero  fué  probablemente  hacia 
1471.  *     Era  hijo  ilegítimo,  y  así  no  es  ei^trafio 


1  Los  pocos  escritores  que  se 
atreven  á  fijar  la  fecha  del  xiaci- 
mieiito<de  PizanOi  lo  haden  de 
un  modo  tan  vago  y  contradicto-* 
rio,  que  es  imposible  fiarse  de 
'nisnoticias.  Es  ci<^  que Hér-^ 
rera  dice  positivamente  que  te- 
ñí» sesenta  y  tres  anos  cuando 
nnuié  eñ  eí  de  1541.  (Hist.  Ge- 
luinl,  dec.  6,  lib  10,  cap.  6.)  Si' 
«8lo  ei  ñúf  99  preeiso  retrotraer 
\sk  fecha  de  su  nacimiento  hasta 
^1  «So  de  1478.  Pero  GarcBaso 
«fce  la  Vega  afirma  que  tenía  maté 
^<e  ciibSRenta  aiTos  en  1625.  (Com. 
K*al.,  Parte  2,  lib.  1,  cap.H.) 
S«gim  esto,  su  nacimiento  es  an- 
#eJáoi  al  aík)  1475.    Fizarro  y 


Orellana,  á  quien  como  pariente 
del  conquistador  debemos  supo- 
ner mejoi*  impuesto,  dice  que  te- 
nia cincuenta  y  cuatro  años  en 
el. mismo  año  de  1525.  (Varones 
Ilustres  del  Nuevo  Mundo,  (Ma- 
(drid,  1639,)  p.  128.)  Pero  dice 
que  al  tiempo  de  su  muerte  la 
edad'  Segaba  á  cerca  de  ochenta. 
(p.  185.)  Considerando' ésta  co- 
mo^ una  exageración  manifiesta 
para  producir  mayor  efecto,  co- 
mo lo  pedia  el  pasage  en  que  se 
encuentra,  y  conformándonos 
'  con  la  primera  aserción,  la  fecha 
de  su  nacimiento  vendrá  á  ser  la 
misma  que  señala  el  testo.  Era, 
á  la  verdad,  algo  -^o  para  em- 


226  CONQUISTA  DEL  PJBRÜ. 

que  sus  padres  no  se  tomasen  el  trabajo  de  con- 
servar en  la  memoria  la- fecha  de  su  nacimiento, 
porque  pocos  hay  que  cuiden  de  llevar  un  apun- 
te particular  de  sus  deslices.  Gtoíiíalo  Pizarro, 
su  padre,  era  coronel  de  infantería,  y  se  distin- 
guió ^n  las  campañas  .de  Italia  á  las  órdenes  del 
^  Gran  Capitán,  y  después  en  las  guerras  de  Na- 
varra. Su  madre,  llamada  Francisca  Gpnzalez, 
era  persona  de  condición  humilde  en  la  ciudad 
de.Trujillo.»  "       '    '   ^ 

Poco^se  sabe  de  los  primeros  años  de  Francis 

-  co,  y  esto  poco  no  siempre  merece  crédito.  Se- 
gún unos,  sus  padres  le  abandonaron,  y  lec^cba- 
ron  á  la  puerta  de  una  de  las  principales  igleftias 
de  la  ciudad.  Dícese  también  qqie.habria  ppr^eci- 
do,  si  no  le  hubiese  dado  de  mamar  nna  puerca.  * 
Esta  es  sin  duda  una  nodriza  mas  plebeya  que  la 
atribuida  al  niño  Rómulo.  La  historia  de  la  in- 
fancia de  aquellos  hombres  que  despueíi  han  al- 
canzado famarpor  sus  hechos,  ofrece  ancho  cam- 
po para  la  invención,  lo  mismo  que  sucede  con 
la  historia  primitiva  de  las  naciones. 

'    Parece  fuera  de  duda  que  los  padres  del  joven 

prender  la  conquista  de  un  ixupe-.       3    '^JNació  en  7fuxil]0,  i  ecbá- 

río^pero  Cpbn  era  aun  masyie-    ronle  á.  la  puerta  de  la  I^kíeia, 

jo  cuando  comenzó  su  carrera.    '  mamó  una  Puerca  ei^rto9  días, 

2    Xerez,  Conquista  del  Perú,    no  se  hallando  quien  le  quisiese 

-  ap.  Barcia,  tóm.  III.  p.  179. —    dar  leche."  Gomfu^  Hist.  de  Um 
'  Zarate,  Conq.  del  Perú,  lib.  1,    Indim,  cap,  144. 

cap.  1. — ^Pizarro  ^  Oreliana,  Va-  # 

roñes  Ilui|}re«,  {i,  1^. .         .  .  ^ 


LIBRO  IL-r-CAPITÜLO  II*  32ff- 

Pizarro  cuidaron  raüy  poco  4e  él,  y  le  í^^s^xpjx, 
crecer  á  lo  natural.  No  aprendió  á  Jeer  ,9Í.á  esr . 
cribir,  y  su  ocupación  principal  sq  reducía  á 
guardar  puercos.  Pero  esta  vida  sedentaria  no 
agrado  al  espíritu  activo  de  Pia^rro,  cuando  em- 
pezó ,á  crecer  y  á  escuchar  las  relaciones^el 
Nuevo  Mundo,  que  entonces  corrían  tanto  y  eran 
tan  á  proposito  para  cautivar  la  imaginación  d^ 
un  joven.  Llenóse  él  también  de  entusiasmo,  j 
como  era  de  esperarse,  y  aprovecho  una  coyun- 
tura favorable  para ,  abandonar  su  vil  oficio  y 
marcharse  á  Sevilla,  que  era  el  puerto  por  don- 
de todos  los  aventureros  Españoles  se  embarpa* 
ban  para  ir  á  buscar  fortuna  en  el  Occidente. 
Pocos  habria  entre  ellos  que  pudiesen  volver  la 
espalda '  á^u  patria  <^on  menos  sentimiento  que 
Pizarro. * 

No  sabemos  en  qué  año  se  verifico  tan  impor- 
tante cambio  en  su  suerte.    Las  primeras  noti- 
cias que  de  él  tenemos  en  el  Nuevo  Mundo,  son 
ya  el  año  1510  en  la  Española,  donde  tomo  par-, 
te  en  la  espedicion  que  hizo  á  ürabá,  en,laiTier-t 
ra  Firme,  Alonso  de  Ojeda,  caballero  cuyo  caijéc-. 
ter  y  hazañas  solo  pueden  encontrar  ^pjaralejlo  ^p 
las  páginas  de  Cervantes.  Hernando  Cortés,  c^- 

4  Segim  el  Comendador  Ti-  otros  descabriddfeb  ilustres,  cu- 
zarro  y  Orellazia,  Francisco  Pi-  y  os  buenos  sucesos  atribuye  con 
zarro  sirvió  con  su  padre  desde  toda  modestia  á  su  pariente  eo- 
muy  joven  en  las  gaerítut  de ^  mea principai.  yaNpM.fliiiUref» 
Italia,  y  después  con  CoIob  y    p.  1^7.  .  ^  -  i*   . 


228  CONQUISTA  DEL  PEftÜ. 

ya  madre  se  apellidaba  también  PizarrOi  y  dicen 
tenia  parentesco  con  el  padre  de  Francisco,  de- 
bía haberse  agregado  igualmente  á  la  espedicion 
de  Ojeda,  pero  se  lo  impidió  una  cojera  tempo- 
ral. Si  hubiese  ido,  la  ruina  del  imperio  Azteca 
habría  quedado  paramas  tarde,  y  el  cetro  de  Moc^ 
tezuma  hubiera  pasado  paciñcamente  á  su  pos- 
teridad. Pizarro  participó  de  la  mala  suerte  de 
la  colonia  de  Ojeda,  y  con  su  prudencia  ganó  de 
tal  modo  la  confianza  de  su  gefe,  que  dejó  á  sa 
cuidado  la  población  cuando  fué  á  tas  Islas  en 
bus(ía  de  provisiones.  El  teniente  permaneció 
firme  en  aquel  peligroso  puesto  como  dos  meses, 
e&perando  pacientemente  que  la  muerte  se  lle- 
vase el  número  de  colonos  aeeefiíario,  para  qi^e  el 
miserable  resto  cupiese  en  el  único  bajel  que  les 
quedaba.  ^ 

Yémosle  en  seguida  asociado  con  Balboa,  el 
descubridor  del  Pacífico,  y  ayudándole  á  fundar 
sus  colonia  en  el  Darien.  Tuvo  la  gloria  de 
acompañar  á  este  bravo  caballero  eii  su  terrible 
travesía  por  las  montañas,  y  de  ser  por  lo  mismo 
de  los  primeros  Europeos  cuyos  ojos  gozaron 
del  ansiado  espectáculo  del  Océano  del  Sur. 

Después  de  la  prematura  muerte  de  su  gefe, 
siguió  Pizarro  la  suerte  de  Pedrarias,  y  este  go- 

6    PÍ2»rre  y  Orellana,  Varo>    cap.    14.— Monteiinos,    Anales, 
n68  liiutrea,  pp.  121, 128.— Her-    MS.,  aSo  151(K 
v«n^  ifilt  General,  dea.  1»  Ub.  7,  . 


LIBRO  II. — CAPITULO  II.  2f9 

bernador  le  empleó  en  varias  espediciones  mili*' 
tares,  que  si  no  le  produjeron  otra  cosa,  á  lo  me- 
nos le  sirvieron  de  escuela  para  los  peligros  y 
privaciones  con  que  habia  de  luchar  después  el 
futuro  conquistador  del  Perú. 

En  1515  le  nombraron  con  otro  caballero  lia* 
mado  Morales  para  atravesar  el  Istmo  y  comer* 
ciar  con  los  naturales  de  las  costas  del  Pacifico. 
Allí,  mientras  se  ocupaba  en  recoger  algún  bo- 
tin  de  oro  y  perlas,  en  las  islas  vecinas,  al  ten- 
der la  vista  por  la  confusa  línea  de  costa  que  se 
perdia  en  la  inmensidad  de  las  aguas,  brotaron 
tal  vez  en  su  imaginación  las  primeras  ideas  de 
emprender  algún  dia  la  conquista  de  las  miste*- 
riosas  regiones  qué  se  estendian  mas  allá  de  las 
montañas.  Cuando  se  mudó  la  capital  de  un  la- 
do á  otro  del  istmo  pura  establecerla  en  Panamá, 
Pizarro  acompañó  á  Pedrarias,  y  se  distinguió 
entr€  los  caballeros  que  estendieron  las  conquis- 
tas por  el  Norte,  sujetando  las  belicosas  tribus 
de  Veraguas.  Pero  todas  estas  espediciones, 
por  gloriosas  que  fuesen,  producían  muy  poco 
oro,  y  á  la  edad  de  cincuenta  y  cinco  años,  todo " 
lo  que  el  capitán  Pizarro  poseía,  era  un  pedazo 
de  terreno  malsano  cerca  dé  la  capital,  y  los  re- 
partimientos de  Indios  á  que  le  consideraron 
acreedor  por  sus  servicios  militares.  *     El  Nue- 

6  "Teniendo  su  Casa/  i  Ha-  lea  de  la  Tierra,  porque  siempre 
cienda,  i  Repartimiento  de  In-  lo  fué/'  Xerez,  Conq.  del  Pertt^ 
dio8>.  como  uno  de  foa  principa-    ap.  Bitfcia,  tom.  III.  p.  179^ 

I.  22 


i  sal 


^0  CONQUISTA  DEL  PERO. 

_vo  SfuDilo  era  ana  lotería  en  la  que  eran  tan  po* 
}  eos  los  premios  grandes,  que  todas  las  probabi- 
lidades e3taban  contra  el  jugador,  quien,  sin  em. 
bargO)  no  se  detenia  en  arriesgar  en  el  juego  su 
salud,  sus  bienes,  y  hasta  una  reputación  sin 
tacha. 

Tal  era  la  situación  de  Pizarro,  cuando  en 
1522  volvió  Andagoya  de  su  interrumpida  espe- 
dicion  al  sur  de  Panamá,  trayendo  consigo  las 
noticias  mas  completas  que  hasta  entonces  se 
habian  recibido  de  la  grandeza  y  opulencia  de 
los  paii^es  situados  mas  adelante.  ^  También 
por  este  mismo  tiempo,  las  admirables  hazañas 
de  Cortés  habian  hecho  grande  impresión  en  los 
espíritus  y  avivado  la  sed  de  aventuras.  Las  es- 
pediciones  al  Sur  eran  el  asunto  ifavorito  de  las 
cenversaciones  de  los  colonos  de  Panamá.  Pero 
como  la  temible  barrera  de  las  cordilleras  de- 
fendia  aquella  tierra  de  oro,  todavía  estaba  ro- 
deada de  oscuridad  y  misterio.  Era  imposible 
formarse  idea  de  su  verdadera  distancia,  y  los 
trabajos  y  dificultades  que  habian  encontrado 

7  Dico'  Andagoya,  que  cuan-  toda  la  costa  de  todo  lo  que  des- 
do, estaba  m  Bifú  ,rflefl|;i6  no*  pttes  se  ha  visto  hasta  el  Cuzco, 
ticias  muy  circnnstanciadas  del  particulannente  de  cada  provin- 
imperio  de  los  Incas,  de  ciertos  cia  la  manera  y  gente  deÜa,  por- 
TÍandantea  que  frecuentaban  a-  que  éstos  afcanzaban  por  yia  de 
quellos  plisen.  ^'£n  esta  provin-  mercaduría  mucha  tierra."  Na. 
cia  supe  y  hube  relación,  ana  de  Tarrete,  Colección  de  Viages, 
los^eñores  como  de  mercaderes  tom.  UL  náni.  7.  p.  4^. 
¿  iiiL6j:preÍat»  que  ellos  teuituí,  de 


LIBRO  II. — CAPITULO  II.  1881 

los  pocos  navegantes  que  habían  tomado  aqtiel 
rumbo,  daban  á  la  empresa  un  aspecto  tan  som* 
brío,  que  los  mas  animosos  se  habían  retraído  da 
entrar  en  ella.  No  consta  que  Pizarro  manifes- 
tase grande  interés  en  este  asuntOi;íbíen  que  sus 
Tondos  no  eran  tan  abundantes  que  pudiese  pen- 
isar  en  alguna  cosa,  sin  grandes  auxilios  de  otras 
pcrrsonas^  Estos  los  encontré  en  dos  individuos 
de  la  colonia,  los  que  tuvieron  una  parte  tan  im- 
portante en  los  sucesos  posteriores,  que  mere-^ 
cen  particular  mención. 

El  uno  de  ellos,  Diego  de  Almagro,  era  un  soL 
dado  de  fortuna,  de  alguna  mas  edad,  según  pa- 
rece, que  Pizarro,  aunque  se  sabe  poco  de  su 
nacimiento,  y  aun  su  patria  se  disputa.  Se  cree 
que  era  dé  Almagro,  ciudad  de  Castilla  la  Nue- 
va, y  qiíe  tomó  este  nombre  á  falta  de  otro  nie- 
jor,  porque  era  espósito  lo  mismo  que  Pizarro,  * 
Pocas  noticias  se  encuentran  de  él  hasta  la  épo- 
ca de  que  estaraos  tratando,  porque  era  de  aque- 
llos hombres  que  la  agit;3kcion  de  los  tiempos  re- 
vueltos saca  primero  á  luz^  aunque  quizá  les  es- 

8     ''Deciael  que  emde  Jl¿ma-  Este  último  escritor  conviene 

gra,*^  dice  Pedro  Pizarro  que  ie  en  que  los  ascendiente!  de  AÍ- 

coztocia  bien.  (Relación  del  Des-  magro  son  desconocidos;    pero 

cubrimiento  y  Conquista  de  los  agrega  que  si  se  ha  de  atender  á 

Kejmos  del  Perú,  MS.)»—V.  tam-  sus  hechos,  debían  ser  aquellos 

bien  Zarate,  Conq.  del  Perú,  lib.  muy  nobles.    No  quedaría  muy 

1,  cap.  1. — Gomara,  Hist.  de  las  contento  un  genealogista  con  se- 

Indias,  cap.  141.— Pizarro  y  Ore-  mejante»  pruebas, 
llana,  Varones  Ilustres,  p.  21 J. 


232  <30NQÜ1STA  DEt  PERÚ. 

taria  mejor  quedarse  en  su  primitiva  ascimdad. 
Eñ  su  carrera  militar  se  habia  grangeado  la  re- 
putación de  valiente  soldado.  Era  franco  y  li- 
beral en  su  trato,  de  pasiones  violentas  é  indo- 
mableí*,  pero  como  sucede  con  las  personas  de 
temperamento  sanguineo,  no  era  difícil  aplacar- 
le pasado  el  primer  arrebato.  Tenia  en  suma,  to- 
do^s  los  defectos  y  buenas  cualidades  propias  de 
un  hombie,  honrado  por  naturaleza,  á  quien  la 
educación  lia  enseñado  á  moderarse. 

El  otro  individuo  de  la  asociación  era  Hernan- 
do de  Luque,  clérigo  español,  que  desempeñaba 
las  funciones  de  vicario  en  Panamá,  y  ante»  ha- 
bia obtenido  la  plaza  de  maestrescuela  en  la  ca- 
tedral del  Darien.  Era  según  se  advierte,  hom- 
bre de  rara  prudencia  y  conocimiento  del  mun- 
do, y  estas  respetables  cualidades  le  habian  ia- 
do  grande  influenza  en  la  pequeña  población  en 
que  vivia,  así  como  el  manejo  de  los  fondos;  lo 
que  hacia  su  cooperación  de  todo  punto  necesa- 
ria para  el  buen  éxito  de  la  presente  empresa. 

Quedt)  convenido  entre  los  tres  scícios,  qne 
los  dos  caballeros  contribuirían  con  su  corto  ca- 
pital para  los  gastos  del  armamento;  pero  Luque 
era  quien  habia  de  proporcionar  la  mayor  parte 
de  los  fondos.  Pizarro  debia  tomar  el  mando 
de  la  espedicion,  quedando  á  cargo  de  Almagro 
el  equipar  y  abastecer  los  buques.  Los  socios 
no  encontraron  dificultad  éh  obtener  pívra  su  em- 


LIBRO  n.— CAPITULO  II. 


283 


presa  la  licencia  del  gobernador.  Despaes  del 
regreso  de  Andagoya  había  este  proyectado  otra 
espedicion;,pero  nmrió  el  oficial  á  quien  la  tenia 
encargada,  y  no  se  sabe  por  qué  motivo,  abando- 
na su  primera  idea,  y  dejo  de  elegir  para  el  efec- 
to á  un  capitán  de  tanta  espcriencia  como  Pizar- 
rp.  Probablemente  no  le  disgustaba  que  otros  lle- 
vasen la  carga,  con  tal  que  una  buena  parte  de  los 
provechos  fuese  á  parar  á  sus  arciis:  punto  que 
no  descuido  en  las  capitulaciones.^ 

Contando  ya  con  los  fpndos  de  Luque  y  el  per- 
miso del  gobernador,  no  se  durmió  Almagro  en 
los  preparativos  para  el  viaje.  Compró  dos  pe- 
qneños  buques,  de  los  cuales  el  mayor  lo  habia 
Jj^^^ho^CQnstruir  Balboa  para  si,  con  idea  de  des- 
tinarlo a  una  expedición  semejante,  y  después 
de  su  muerte  se  quedó  desmantelado  en  el  puer- 
to de  Panamá.    Habilitóse  ahora  lo  mejor  qn^ 


9  ^'Asi  que  estos  tres  compa- 
ñercNS  ya  dichos  acordaron  de  ir 
á  conquistar  esta  provincia  ya  di- 
cha. Pues  consultándolo  con 
Pedro  Arias  de  Avila  que  á  lasa- 
son  era  gobernador  en  Tierra 
T^rme,  vino  en  ello  haziendó 
compañia  con  los  dichos  conipa- 
fferos  con  condición  que  Pedro 
Arias  no  havia  de  contribuir  en- 
tonces con  ningún  dinero  ni  otra 
cosa  sino  de  lo  que  se  hallase  en 
la  tierra  de  lo  que  á  61  le  cupie- 
se por  virtud  de  la  compañía  de 
álli  se  pagasen  los  gastos  que  á 
el  le  cupiesen.    Los  tres  «ompa- 


ñeros  vinieron  en  ello  por  haber 
esta  licencia  porque  de  otra  ma- 
nera no  la  alcanzaran.''  (Pedro 
Pizarro,  Descub.,  y  Conq.,  MS.) 
Andagoya,  sin  «mbargo,  afirma 
que  el  gobernador  estaba  igual- 
mente interesado  que  los  otros, 
tocándole  á  cada  uno  la  ctiarta 
parte.  (Navarrete,  Colección  de 
Viages,  tom.  Ill.nüm.  7.  p.  422.) 
Mas  importa  poco  saber  cuál  ñi6 
el  interés  primitivo  de  Pedrarias, 
puesto  que  renunció  á  61  antis 
de  que  produjese  nada  la  espedid 
^ion. 


234  eONQÜlSTA  DEL  PERÜ. 

permitieron  las  circunstancias,  y  los  víveres  y 
pertrechos  se  embarcaron  con  una  precipitación, 
que  Según  se  vio  después,  indicaba  más  celo  que 
previsión  en  Almagró. 

Mas  dificultad  hubo  en  reunir  el  numero  de 
personas  necesario,  porque  no  era  fácil  vencer 
Ik  desconfianza  que  habia  cundido  respecto  de 
espedicioTies  por  aquel  ^rumbo.  Hábia  sin  em- 
bargo en  lá  colonia  muchos  vagos  que  habían 
acudido  á  mejorar  de  fortuna,  y  estaban  decidi- 
dos á  intentarlo  á  todo  riesgo.  De  semejante 
gente  reunió  Almagro  un  cuerpo  de  algo  mas  de 
cien  hombres,  *^  y  estando  ya  todo  listo,  tomo 
Pizarro  el  mando  y  levando  anclas  salieron  del  pe- 
queño puerto  de  Panattia  á  mediados  dte  íídviém- 
bre  de  1524.  Almagro  debía  seguirle  en  otro 
buque  nías  pequeño,  tan  pronto  como  se  pudiese 
despacharle.  ^^ 

La  estación  era  la  peor'  que  podían  haber  es- 
cogido para  el  viage,  porque  era  tiempo  de  aguas 

10  Herrera,  que  es  el  hiato-  11  En  la  fecha  de  esta  espe- 
riador  mas  popular  de  estos  acón-  dicion  discrepan,  según  costum- 
teciiiiientos,  fija  el  número  de  los  bre  los  autor«s,  aunque  los  mas 
compañeros  en  solos  ochenta,  la  ponen  en  1525.  Yo  he  seguí- 
Pero  todas  las  otras  autoridades  do  á  Xerez,  secretario  de  Pizar* 
que  he  consultado  le  hacen  pasar  ro,  cuya  relación  se  publicó  diez 
de  ciento,  y  el  padre  Naharro,  años  después  del  viage,  y  no  era 
contemporáneo  y  residente  en  fácil  que  en  tan  poco  tiempo  hu- 
Lima,  se  estiende  hasta  ciento  biese  olvidado  la  fecha  de  un  su- 
veinte  y  nueve.  Relación  suma-  ceso  tan  memorable.  (V.  suCon- 
ria  de  la  entrada  de  los  Espa-  quista  del  Perü,  ap.  Barciai  tom- 
ñoles  en  el  Perú,  M9*  IIT.  p.  17^.) 


LIBRO  If. — CAPITULO  IÍ.  235 

eri  quW  interrampen  la  navegación  al  sur  loái 
vientos  contrarios,  y  la  hiicen  doblemente  peli- 
grosa las  tempestades  q«e  barren  toda  -aquella 
costaj'jpero  los  a vetttnreros  ignoraban  esto.  Des* 
pues  de  tobar  en  las  lillas  de  las  Pertás,  á  póbáls 
leguas  de  Panamá,  escala  acostumbrada  dé  los 
navegantes,'  atrfeveso  el  golfo  de  San  Migué!,  é 
hizo  rumbo  al  sur  para  él  puerto  de  Piñ&s,  pro» 
montorio  de  la  provincia  de  Biruqucte,  hasta 
donde  lleg({  Andagoya  en  sa  viage.  Antes  de 
partir  habia  tomado  Pizarro  de  este  todos  los  in- 
formes que  pudo  sobre  aquella  tierra,  y  sobre 
el  camino  que  debia  seguir.  Pero  lo  que  Anda- 
goya sabia  por  esperienctá  propia  era  tan  póco^ 
que  no  podia  servir  de  muc;ho  «usilio. 

Do'blado  el  puerto  de  Pinas,  eiitr<$  el  bu<}ué 
en  el  rio  Birú,  cuyo  nombt^  mal  aplicado,  creen 
algunos  que  dio  origen  al  del  imperio  de  los  In- 
cas. ^^  Después  de  navegar  por  él  dos  leguas 
corriente  arriba,  echaron  la  ancla,  y  desembair- 
cando  Pizarro  todas  sus  fuerzas,  menos  lob^má- 
rinerosj  se  puso  á  la  cabeza  de  ellas  para  explo- 
rar el  pais.    Toda  aquella  tierna  cíO  érla  lÁas  que 

un  inmenso  lodazal  en  donde  las  continuas  Ilu- 

•  I  •  ^ '  i  ■ .  ' 

En  la  Capitulación  de  Pizarro .  pedición,  como  hecha  co^  de 
eon  la  Corona,  que  no  había  yo  cinco  años  antes.  (V.  el  Apéndi' 
encaminado  hasta  después  de  e^-  ce,  n(!|m.  7.) 
críto  lo  que  precede,  parece  que  ,  12  Zarate,  Conq.  del  Per6, 
se  fija  el  ano,  porque  en  este  ins*  lib.  1,  cap.  I.-^Hentrtí  HSit.  Gé- 
trumentOi  estendido  en  Julio  de ,  nenü,  dec.  3,  Ub.  6,  ««p.  13. 
1529,  se  habla  de  la  primera  es- 


280  CONQUISTA  DEL  P£RV* 

vías  formaban  charcos  de  agua  Gorrompid»^  sien- 
do imposible  afírmar  el  pié  en  aquel  cenagoso 
suelo.  £1  límite  de  aquel  horroroso  pantano  eran 
eapesos  bosques,  por  cuya  maleaba  hallaron  gran 
dificultad  en  penetrar,  y  saliendo  de  ellos  se  en- 
contraron en  unos  cerros  tan  ásperos  y  pedre- 
gosos, que  les  destrocaban  los  pies;^  de  manera 
que  apenas  podían  dar  un  paso  h)8  fatigados 
aventureros,  cargados  e^n  la  armadura  d  la 
gruesa  chaqueta  de  algodon>  El  calor  era  á  ra- 
tos sofocante,,  y  desmayados  por  la  fatiga  y  la 
falta  de  alimento  se  dejaban  caer  en  tierra  ex- 
haustos de  iuerxa?.  Tales  fueron  los  onriinofiO» 
principios  de  la  espedieion  al  Perú. 

Pizarro  sin  emj>a^gp  w,  se  desanimó.  Trató  de 
reanimar  el  aluitido  espíriitu  de  sus  soldado»,  y 
les  suplicó  que  no  se  dejasen  acobardar  por  difi- 
cultades que  utik  eorazou  esforaado  sabría  vencer, 
recordando  el  ricp  premio  que  aguardaba  á  los 
que  permaneciesen  firmes.  Pero  con  todo,  era  evi- 
.dente  que  nada  se  ganaba  permaneciendo  mas 
tiempo  en  aquellos  despoblados.  Volviéndose, 
pues,  á  su  buque,  le  dejaron  ir  con  la  corriente, 
y  una  ye;z  en  el  Océano  continuaron  su  derrota 
hacia  el  Sur. 

Después  de,  costear  algunas  leguas,,  ancló  Pir 
zarro  frente  á  un  lo^ar  de  no  muy  buena  apa- 
riencia^ en  donde  tomc^  leña  y  agua.  Alejándo- 
se entonces  mas  dé  la  costa,  continuó  siempre 


LIBBO  II. — CAPITULO  H.  237 

ea  la  misma  dirección  meridional;  pero  le  de- 
tavieron  las  continaas  tormentas  acompañadas 
úc  loa  terribles  traenos  y  torrentes  de  lluvia  que 
solo  se  ven  en  las  tempestades  de  los  trópicos. 
£1  mar  estaba  furioso,  y  sus  olas  se  alzaban  co- 
mo montañas,  amenazando  ^  cada  momento  tra- 
garse la  débil  barca  que  se  abría  por  todas  par- 
tes. Biez  dias  fueron  aquellos  desdichados  via- 
geros  juguete  de  los  enfurecidos  elementos,  y 
solo  pudieron  evitar  el  naufragio  trabajando  in- 
cesantemente con  la  energía  que  la  desespera- 
ción inspira.  Para;  colmo  de  desgracias  comen- 
zalx)n  á, faltares  los  víveres»  y  estaban  muy  escii- 
4SIOS  de  agua,  de  la  que  solo  hablan  cargado  unas 
cuantas  pipas,  pues  Almagro  contaba  con  ir  re- 
novando sus  provisiones  en  .la  ribera.  Habian 
consumido  ya  toda  la  carne,  y  se  vieron  reduci- 
dos á  la  miserable  ración  de  dos  mazorcas  de 
maiz  por  cabeza. 

Acosados  así  por  el  hambre  y  los  elementos, 
«e  considei^ron  felices  en  poder  volver  átras,  y 
ganar  otra  vez  el  puerto  donde  últimamente  ha- 
bían tomado  agua  y  leña.  £1  aspecto  de  aque- 
lla tierra  no  podia  ser  mas  triste.  £ra  igualr 
mente  bajá  y  pantáaosa  que  la  que  antes  habian 
reconocido,  y  á  lo  largo  de  la  costa  solo  se  descu- 
brían hasta  perdérsele  viáta,bosquesespesos  cu- 
ya estension  era  iinj^oBible  calcular.  En  vano  tra- 
taron los  fatigados  Españoles  de  penetrar  en  ^ 


v238  CONQUISTA  l>EL  PI^I7; 

laberinto  de'  aquella  enmarañada  espesura,  por- 
que  las  enredaderas  y  gaias  de  las  plantas  que 
crecen  vigorosamente  en  aquella  región  calien- 
te y  húmeda,  se  habian  enlazado  de  taLmodo 
con  los  enormes  troncos  de  los  árboles,  que  salo 
por  medio  del  hacha  podrían  abrirse  paso.  En 
el  entretanto  la  lluvia  no  aflojaba,  y  en  aqael 
suelo  empapado  y  cubierto  de  hojas,  iapénaspo- 
dian  tenerse  en  píe. 

Nada  podia  haber  mas  triste  y  desconsolador 
que  el  aspecto  de  estas  fúnebres  selvas,  en  don- 
de las  exhalaciones  que  se  alzaban  del  ^enchar- 
cádó  suelo  inficionaban  el  aire,  y  no  permitían 
allí  mas  seres  vivientes  que  millones  de  iiisec- 
tos,  cuyas  esmaltadas  alas  se  veían  brillar  como 
chispas  por  entre  los  claros  del  bosque.  Hasta 
los  brutos  parecían  haber  huido  como  por  ins- 
tinto de  este  sitio  fatal,  pues  los  aventureros  no 
llegaron  á  ver  ave  ni  cuadrúpedo  dé  ninguna  cs^ 
pecie.  ün  silencio  sepulcral  reinaba  el  fondo  de 
^stas  espantosas  soledades;  á  lo  menos  no  se  es^ 
^luchaba  otro  ruido  que  el  que  habian  Ia;s  gotas 
de  lluvia  en  las  hojas  de  los  árboles,  y  las  pisa- 
das de  los  desamparados  aventureros.  ^ 

Enteramente  desanimados  por  la  apariencia 

13    Xerez,   Conq.''  del  Peni,  Perú,  lib.  1,  cdp.  1.— Garcilaw», 

ap.  Barcia,  tom.  III.  p.  160.—  Coin.  Itéaí.,  Parte  3,  li¿.l>  cap. 

Relación,  del  Primer.  Déacub.,  7,— Henfera,  Hiat.  General»  4^. 

MS. — Montesinos,  Anales,  MS.,  3,  lib.  6,^cap.  13. 
iHo   ^IS.^^ZánUbi  C<n>4*  M 


LIBRO  IIt-r-CAPITüIX>  U.  289 

de  aqaellos  terrenos,  comenzaron  i  echar  de  ver 
los  Españoles  que  nada  habían  adelantado  con 
dejar  el  mar  por  la  tierra,  y  comenziaTon  á  tcr 
mer  seriamente  el  perecer  de  hambre  en  una  rcr 
gion  que  no  procuraba  otro  sustento  siiu>  algu- 
nas bellotas  daqosaa  que  podían  pillar  aquí  j 
alli  en  los  bosques.  Comenzaron  i  lamentüreíe 
de  su  mala  suerte,  echando  la  culpa  de  todos 
sus  trabajos  á  su  gefe,  quien  les  había  engaña- 
do con  la  pintura  de  una  tierra  de  promisión  que 
parecia. alejarse  conforme  ello»  se  le  acercaban. 
Decian  que  era  inútil  luchar  contra  el  destino,  y 
qne  era  mucho  mejor  tratar  de  volverse  á  Pana- 
má con  tiempo  para  salvar  sus  vidas,  qu'C  no 
quedarse  allí  esperando  hasta  moriiise  de.  ham- 
bre» ,  ,  ■     . 

Pero  ya  Pízarro  iba  preparado  paira  hacer 
frente  á  mayores  calamidades,  antes  de  decidir- 
se á  volver  á  Panamá,  sin  recursos,  sin  crédito, 
y  hecho  un  objeto  de  butla,  como  unrisionario 
que  engancho  á  otros  para  una  empresa  sin  te- 
ner valor  paira  llevarla  á  cabo.  No  le  quedaba 
otro  recurso  que  lo  presente,^  porque  retroceder 
era  perderse.  Por  lo  miamo  empiece  todos  los 
argumentos  que  podm  sugerir  la  avarinia  é  el' or- 
gullo humillado,  para  disuadir  de  -su  proposito  á 
sus  compañdros;  r^reaentoles  que  el  desoUbii- 
dor  debía  aguardar  aiem^e  tale«  fatij^as,  y  l^ 
recordó  lo$^  brillan^^  hechos  d!e  «t|sgMibmf»ft£ti 


240  CONQUISTA  DEL  PERU« 

otros  puntos^  y  las  continuas  noticias  que  ha- 
bian  recibido  ellos  misinos  de  paisets  ríqaísimos 
en  aquella  costa,  de  los  que  podrían  posesionar- 
se con  solo  uh  poco  de  valor  y  de  constancia. 
Mas  como  las  necesidades  presentes  no  admi- 
tían espera,  resolvió  enviar  el  baque  á  las  islas 
de  las  Perlas,  á  cargar  provisiones  frescas  para 
sus  tropas,  de  modo  que  pudiesen  seguir  ade- 
lanté con  nuevo  brío.  La  distancia  no  era  gran- 
de, y  dentro  de  pocos  dias  podrian  salir  de  tan 
peligrosa  posición.  El  oficial  á  quien  dio  esta 
comisión  se  llamaba  Montenegro,  quien  tomando 
consigo  la  mitad  de  la  gente,  después  de  recibi- 
das las  ordenes  de  Pizarro^  levd  ancoras  é  hizo 
tumbo  para  las  isla» -de  las  Pedas*  ^  -  >«  ¿^ 

Partido  el  buque,  trató  jel  gefe  español  de  es- 
plorar el  país  para  ver  si  daba  con  algún  pueblo 
d  e  Indios,  donde  pudiera  encontrar  refrigerio 
para  su  tropa.  Pero  fueron  vanos  sus  esfuerzos; 
y  no  se  hallo  rastro  de  habitación  de  hombres, 
aunque  á  li^  vedad  en  medio  de  la  espesa  vege- 
tación* de  los  trópicos,  la  distancia  de  unas  cuan- 
tas varaa  basta  para  ocultar  una  ciudad  entera. 
Lo  único  con  que  contaban  aquellos  aventureros 
para  atimentarse,  eran  los  mariscos  que  soUan 
encontrar  por  la  ríbera,  ó  los  amargos  retoños 
de  lafi(  palmas^  y  las  bellotas  y  yerbas  silvestres 
que  credanpor  aquellos  bosques.  Algunas  ei^n 
t|n  dafioM|f»^tte  los* que  comieron  de  ellas  se  hin- 


LIBRO  II.— ^CAPITULO  11.  241 

chafon  y  padecían  dolores  iñsafribles.  Otros 
prefiriendo  la  hambre  á  este  miserable  alimento» 
desfallecian  y  aun  llegaron  á  morir  de  inanición. 
I^ero  su  animoso  caudillo  se  esforzaba  en  conser- 
var su  propio  buen  humor,  y  en  reanimar  el  áni- 
mo* abatido  dte  su  gente.  Pattia  con  ellos  liberal^ 
mente,  sus  escasas  provisiones;  no  cesaba  de 
buscarles  alimentos;  asistía  á  los  enfermos,  y  ha- 
cia construir  barracas  en  que  alojarlos,  para  á  lo 
metios  ponerlos  á,  cubierto  de  los  torrentes  de 
lluvia.  Con  este  vivo  interés  que  manifestaba  en 
sus  padecimientos,  consiguicí  ganar  sus  volunta- 
des, y  que  le  prestasen  una  obediencia  que  en  tales 
eiróunstancias  habría  exigido  en  vano,  valiéndose 
tan  solo  en  su  autoridad.  Se  pasaban  los  dias  y  las 
semanas  sin  que  se  supiese  nada  del  buque  que 
debia  socorrer  á  los  aventureros.  En  vano  tendían 
la  vista  por  la  inmensidad  del  océano,  esperando 
descubrir  á  los  amigos  que  aguardabap.  Ninguna 
sombra  se  dibujaba  en  el  azul  del  distante  hori- 
zonte, hasta  donde  no  habla  osado  llojgar  la  cíp 
noa  del  salvaje,  ni  el  hombre  blanco  habla  tendir^ 
do  aun  sus  velas  á  los  vientos.  Los  que  a),  pripcl* 
pió  se  habían  mantenido  firmes,  comenzaron  i 
desmayar  yién^dpie  abandonados  de  «oa  amigoa 
en  aquellas  eostas  desoladas.  Mas  de  veinte  de 
aquellos  desgraéiados  habiañí  pi'maettOf  j  los 
testantes ibs^  siyuéBdokjft álgda fripfc ^ 


242  CONQUISTA  DEL  PERÜ. 

En  esta  crítica  situación  dieron  aviso  d  Pi«nr 
ro  lie  que  habían  visto  á  lo  lejos  upa  lüz  por  en 
tre  unos  claros  del  bosque.     Ihteiresole    sobre- 

'  "manera  la  noticia,  pues  indicaba  la  cercanía   der 
alg'nna  población,  y  poniéndose  á  la  cal>eza  de 

'  tinos  cuantos  compañeros,  se  dirigid  á  hacer  un 

^reconocimiento  por  el  rumbo  que  le  indicaban. 
No  le  §?alio  vana  su  esperanza,'  porque  después 
de  atravesar  por  un  espeso  monte  bajo,  salid  á 
un  lugar  abierto  donde  se  vela  un  pequeño  puc- 

'bio  de  Indios.    Sus  tímidos  habitantes  se  pusie- 
ron en  fuga  á  la  repentina  aparición  de  aquellos 
estrangeros,  y  los  hambrientos  Españoles  se  arro- 
jaron sobre  él  pueblo  y  se  apoderaron  de  cuanto 
encontraron  en,  las  chozas.     Solo  hallaron  cosas 
de  comer,  especialmente  maiz  y  cocos,  y  aunque 
el  socorro  no  era  muy  abundante,  llegaba  en  mo- 
mento tan  oportuno,  que  nó  podia  menos  de  lle- 
narles de  regocijo. 

*  Los  asustados  indígenas  no  pensaron  en  íiacer 
resistenciaV  pero  como  veián  qué  no  s*é  irataba 
de  ófenrfef  sus  personas,  fueron  cobWndo.  cón- 
Tííahza,*'  y  acercándose  á  )ó"s  iJlgíñéós  les  pregun- 
taron  ^  "¿porque  no  i§e  estañan  en  sus  casas  la- 
brando sus  tierras,  sin  andar  robando  álos  qne 
en  nada  Tes  Tiabiaii*  ofendido?** '*     Cualquiera 

pra.  r        N        •    )^'  jBaatiiQentoÁ  ac«noavPM|zido 

es  .1 


LlfiROlI.«^A  PITÓLO  *ít  dA3 

ih  f}tie  fuese  la  opinión  de  los  Españoles  en  la  enes- 

!p:  tlon  de  derecho,  ea  seguro  que  por  aquella  vez 

?  s!  sentían  no  haber  hecho  lo  que  les  aconsejaban* 

x:  Pero  los  salvajes  llevaban  varios  adornos  de  oro, 

k  de  buen  tamaño,  aunque  toscamente  labrados,  y 

acf  esta  era  la  n^ejor  respuesta  á  su  pregunta.    El 

lia  oro  era  el  cebo  que  inducia  al  aventurero  espa* 

k  ñola  dejar  una  patria  querida  para  irse  á  meter 

s,  en  aquellos  desiertos.    Los  Indios  confirmaron 

c  á  Pizarro  las  noticias  que  ya  habia  recibido  tan- 

tas, veces,  de  un  pais  muy  rico  que  quedaba  mas 
al  Sur,  y  íe  agregaron  que  pasadas  las  montañas, 
^.  se 'en:^ontraba  i  diejs  jomadas  de  alli  un  poderos 

.  so  monarca  cuyos  dominios  habia  invadido  otro 

mas  poderoso,  Hijo  del  Sol,  "  Q^uerrían  tal  vez 
hablar  de  la  invasiop  de  Quito  por  el  valiente 
Huayna  Capac,  que  se  verifico  algunos  años  an« 
tes  qu^  la  espedicion  de  Pizarro.  Por  fin,  pasar 
das  mas  de  seis  semanas,  tuvieron  los  Españoles 
•  *     el  gusto  de  v^er  regresar  la  perdida  barca  qu^.se 


i; 


por  me^io  del  l^ipia,  comp  diez  tando,  Paco  la»  incultas  nació- 
Boles  de  altf  habia  un  Rey  mtty  nea  de  laa  cercáiúaa  de  Panamá 
poflfO|fBoj^i]^porf9p«n8X|[)tÍK  aota  terán  Idois  coiiíb««i  ibiir* 
tañM^jr  que  otto  maa  p^dfroso  estf  revojocion,  el  lagCLT  y  twm* 
hífo*  ábí  Sot  haVia  veñioO  dé'tóí-  po  en  que  habia  sucedido,  y  por 
l^gfOfé-qpátMtié  ^X1lkemfk"^^(,  oi0iip««vlni«0paS»tettmpiio# 
(fie  tenian  muy  sangrientas  ba-  podían  entender  bien  las  alaslo- 
taUas.  **  (Montesinos,  Anales,  nes  que  á  ella  haeian  en  un  dia- 
Hjlgl.,  «íd  l&t^)  La  ipon^inita  .Iwstn^doBConoéido,  y  bMUí  U^mi 
de  Quito  por  Huay|ia  fa^,  se  ^lor  s^fi^f^q^  W!  B^^^**^ 
▼ei^có  mas  de  treltíta  aSos  fldtes'^    ^  .m   *  *    *a 


244  CONQUISTA  D£L  PERÚ. 

habia  llevado  á  sus  compañeros,  y  Montenegro 
entro  en  el  puerto  coniín  abundante  acopio  de 
provisiones  para  sus  hambrientos  compatriotas. 
Horrorizados  se  quedaron  los  del  buque  al  ver 
el  aspecto  que  presentaban  estos  últimos,  pálido 
y  ¿esencajado  el  rostro,  y  consumidos  hasta  tai 
grado  por  él  hambre  y  las  enfermedades,  que 
sus  antiguos  compañeros  apenas  podian  recono- 
cerlos. Montenegro  disculpó  su  retardo  con  el 
mal  tiempo  y  los  continuos  vientos  contrarios,  y 
también  él  por  su  parte  venia  contando  mil  lá$* 
timas,  dé  la  desesperación  á  que  el  hambre  les 
habia  reducido  en  su  travesía  á  las  Islas  de  las 
Perías.  Pequeños*  incidentes  como  los  que  he- 
mos ido  refiriendo,  son  los  que  nos  hacen  com- 
prender el  estremo  S  que  llegaban  los  padeci- 
mientos de  los  aventureros  esjAñoles,  empeña- 
dos en'  continuar  la  grande  obra  de  sus  descubri- 
mientos. 

Reanimados  los  Españoles  con  el  sustancioso 
alinMBto  que  hacia  tanto  tiempo  no  lograban, 
y  con  la  volubilidad  propia  de  hombres  de  vi- 
da aventurera  y  vagamunda,  olvidawn  ad  ptm* 
to  sus  pasadas  fatigas,  con  el  deseo  de  proseguir 
la  comensada  empresa.  Reombareáadose,  pnes» 
se  despidió  Pizarro  dé  aquel  lugar  de  tantos  su- 
Irimiaiitos,  que  infamó  coa  el  «apropiado  nomb^ 
de  JhiertoMSMbnf,  y  déjiplego  de  nuevo  sv^ 
velas  á  um  bEÍaa  faMoMhk  %«#  hm§tíii^úÍ¡K» 
tamente  al  Sun 


LIBRO  11.— CAPITULO  II.  24S 

:    Sr  se  hnbiéra  engolfado  atrevidamente  en  el 
océano  en  vez  de  pegarse  á  aquellas  ingrata  á 
costas,  que  tan  mal  le  hablan  pagado  hasta  en- 
tonces su  trabajo,  se  habría  ahorrado  la  repeti- 
ción de  aventurad  inútiles  y  fastidiosas^  y  habria 
llegado  a  su  destino  por  un  camino  mas  corto. 
Pero  los  Españoles  no  querían  apartarse  de  aque- 
llas costas  desconocidas,  ni  dejar  de  tomar  tier- 
ra en  todos  los  lugares  que  podian>  como  si  te- 
miesen que  se  les  escaparía  alguna  región  fértil 
o  alguna  rica  mina  si  interrumpían  en  cualquier 
parte  su  minucioso  reconocimiento.    Debe  te- 
nerse presente,  sin  embargo,  que  aunque  noso- 
tros, familiarizados  con  la  topografía  de  esos  paí- 
ses,  conocemos  perfeetJimente  el  lugar  á  donde 
Pizarro  se  dirigia,  él  andaba  vagando  entre  ti- 
nieblas, avatízado  palmo  á  palmo»  por  decirlo  así, 
j^in  mapa  que  le  guiase»  sin  conocer  aquellos  ma- 
res  ni  la  dirección  de  las  costas,  y  por  último» 
^in  otra  idea  del  objeto  que  buscaba,  sino  que 
era  una  tierra  abundantísima  en  oro»  que  estaba 
Aácia  el  Suh   Aquello  era  buscar  un  El  Doraday 
sobre  noticias  é  informes,  apenas  mas  fíp'cunstan- 
ciados  y  dignos  de  crédito  que  los  que  dieron 
origen  á  tantas  espediciones  á  esta  tierra  de  ma- 
ravillas.  Solamente  su  feliz  éxito,  que  es  el  me- 
jor argumento  para  convencer  á  la  multitud,  pu- 
do libertar  de  la  nota  de  loctira  á  la  espedicion 
de  Fizarro.. 


246  CONQUISTA  DEL  PERÚ. 

Continuando  su  derrota  hacia  el  Siur  con  vien- 
to de  tierra,  se  cncontrc),  después  de  una  brevQ 
travesia,  frente  á  un  pedazo  de  terreno  despeja- 
do, o  á  lo  menos  no  tan  boscoso,  que  se  iba  ele- 
vando gradualmente  según  se  alejaba  de  la  cos- 
ta. Desembarcó  con  una  corta  partida,  y  ha- 
biendo andado  un  poco  se  encontró  con  un  pe- 
queño pueblo  de  Indios.  Estaba  desierto  por- 
que sus  habitantes  se  habían  huido  á  las  monta- 
ñas al  aproximarse  los  invasores,  y  entrando  los 
Españoles  en  las  habitaciones  abandonadas,  en- 
contraron una  buena  provisión  de  maiz  y  otros 
alimentos,  y  varios  toscos  adornos  de  oro  de 
bastante  valor.  No  era  menos  necesario  el  ali-* 
mentó  para  sus  cuerpoSi.íque  la  vista  del  oro  de 
ct(an3o  en  cuando  para  renovar  su  sed  de  aven- 
turas, ün  espectáculo  isín  embargo,  se  presentó 
á  sus  ojos  que  les  heló  la  sangre  en  las  venáis;  y 
eran  varios  pedazos  de  carne  humaba  que  -  esta- 
ban asándose  juntp  al  fuego,  confio  los  habian 
dejado  los  bárbaros  que  se  preparaban  sin  duda 
á  celebrar  su  asqueroso  banquete.  Copociepdo 
por  esto  los  Españoles  que  habian  dado  con  pna 
tribu  de  Caribes,  pues  era  la  única  raz^  <19^,,^<^ 
sabia  usábá  el  antropofagismo  en  esta  parte  del 
Nuevo  Mundo,  se  retiraron  precipitadamente  á 
sus  ernbarcaciónes.  ^'  Una  triste  familiaridad  no 

47    f*Y  em  las  Ql{|s  de  1<|  co-    tre  Dü  Qonnb,  que  gafctbaj^  lastra 
mida,  qne  estabáK  at  fuego >  en-    Pies  i.Maaoe  de.    Hon^bve,  iSm 


UB&O  II.--CAPITULO  lU  247 

lea  había  heth/o  ami  indifárentes  á  tal  espec» 
iaeulo,  come  sucedía  á  los  conquistadores  de 
JKéjico. 

£i.tieiBpo  qoe  hasta  entooces  había  sido  fa* 
yorable,  se  convirtió  de  repente  en  tempestaoso, 
Qpn  violentos  chubascos  acompañados  de  true* 
Aos  y  relámpagoS|V  la  lluvia,  como  es  común  en  í 
las  tempestades  délos  trópico^, ya  casi  no  baja« 
baeo  gotas,  sino  en  sábanas  de  agtta*\  A  pesar 
de  eso  prefirieron  los  Españoles  aventurarse  en 
el  agitado  elemento,  á  permanecer  en  un  lugakr 
^n  que  se  practicaban  tales  ¿ibominaeiones.  Pe* 
ro  el  furor  de  la  tempestad  fué  disminuyendo  po* 
CD  á  poG^  y  la  peqi^eña  embarcación  siguió  su 
camino  á  lo  largo  de  la  costa,  hasta  que  llegan* 
diE^fr^enteá  una  avanzada  lengua  de  tierra,  que 
Pizarro  llamó  Punta  Quemada,  dio  orden  de  sol* 
tar  el  ancla.  A  la  orilla  del  agua  habia  una  an* 
cl;^a.faja  de  mangles,  cuyas  largas  raices  enlasMín* 
dase  unas  con  otras,  habian  formado  debajo  del 
*  agua  una  especie  de  enrejado  que  impedia  el  IÍt 
bj^e  acceso  á  ^  cost^.  Varias  veredas  que  all'a* 
vesa|)an  aquella  espesura,  hicieron  conj^tOrAr  á 
Pizajrr09(qu.e  ej  pais  debia  estar  *']^fHtad|p%iy>  m 
consecuencia  desembarcó  con  )a  mayor  partd  db 
sus  fuerzas  para  explorar  el  interior, 
^^penaf^  habia  andado, una;  legua,   cuando  U 

d^náe  oo]iocieh>ix,  que  aquellói  Híst.  <5ei;i2rii],  dec,  3,  lib.  8,  cap 
Indios  «rail  Caribes,"    Qerranii    U, 


/-^ 


948  CONQUISTA  BEL  TEKV* 

vista  úé  ana  ciudad  india,  mayor  qaé  las  que  ha-^ 
bia  hallado  hasta  entonces,  situada  en  una  emi- 
nencia y  defendida  por  unas  estacadas,  le  desen- 
gaño de  que  no  eran  vanas  sus  conjeturas.  Los 
habitantes  habian  huido  como  de  costumbre,  pe- 
ro dejando  en  sus  casas  un  buen  acopio  de  piró- 
risiones,  y  algunos  adornos  de  oro  qvte  los  Espa^ 
ñoles  no  tuvieron  escrúpulo  en  apropiarse.    La 
débil  embarcaeioi!^  át  Kzarró  habla  quedado  tan 
estropeada  con  tos  borrascas  que  había  resisti- 
do dltimamente,  que  ya  no  ofirecia  seguridad  pa- 
ra continuar  el  viaje  sin  recibir  reparos  de  con*- 
sideraciofl,  que  era  ioiposible  hacer  en  aquella 
cesta  desamparada.    Determintí  por  lo  mismo 
enviarla  á  Panamá  con  udos  cuantos  marineros» 
para  que  alli  se  carenas^»  y  .l^.inieii%yaiS(  iras 
cuarteles  en  aquel  lugar,  qtne  era  muy  propio 
para  la  defensa;  pero  antes  despachx5  á  Bfotite- 
Begro  con  una  pertida,  para  que  reconociese  el 
pais  y  entrase  si  era  posible,  en  relaciones  coa 
los  naturales. 

Eran  estos  de  raza  belicosa»  y  soiohabias 
abandonado  sus  habitaciones  para  poner  en  sal- 
vo sts  Mugeres  é  hijos.  Pero  no  habían  perdi- 
do de  vista  los  movimienjtois  del  enemigo»  y  cuan- 
do vieron  qne  sus  fuerzas  se  dividían,  resolvie- 
ron caer  Sobre  cada  división  por  separado,  antes 
que  pudiesen  reunirse.  Así  pues,  tan  luego  co- 
mo Montenegro  se  empeña  en  los  desfiladero» 


4ci  üqtiellog  elevados  derros,  qae  se  despreiufon 

cipimo  ie$p<>loiie9>de^iáe  ooiídiUene  en  esta  parte 

4^imemtáiS9íU»rén*á&ia  e$eoiílMtey  despidie- 

jrotf  Una  iélom  de  fleehas  y  btros  proyéétiles»  con^ 

^eimatarov  trayl  españoles  é  hiriéi^  muchos, 

-nHÓBtras^haemnt^sonartos  IÑMi^es  veek^s  c^n 

^aiajgfpéoai^ds  áe  gtumí:   Sh^É^préfididoA  los 

Españoles  á  lairepenttba  üoóítOéfidtt  d^  aquellos 

«gJvsrf» 'desüfidús, '^Alados  de  Vatios  colores, 

y  biáÁttdi^Eido  ras  arfíias;  que  sé  yeian  Vbotar  por 

todábpartes  ^kr  entre  ím  árboles  y  malezasi  se 

dedoiilénarbn>pbr  un  taieménto.    Pero  teuniéiH 

dése  alpuatóy-eoiltestardti  la  descarga  de  sus 

agresores tMinolm  de  síis 'tiállestá^^  porquetas 

tropits  de  Pisfanrd  no  flévilbau  'armas  de  niego 

en  e«l$L  expedieidií,  y  cargando  en  Seguida  con 

valor  sobre  el  enemiébj-'^spada  en  mano,  colisi- 

guíecbíK'  ]ieeha2árle'''le!|8fta  sus  guaridas  de  las 

meniañiM.    Masno  «lonbiguieiron  ot^o  resaltado 

qué  baceár  eaoAiar  el  teatro  de  las  operadones, 

y  que  cayesen  sobre  f^Bsrro  antes  qae  su  teniea^ 

•  e  pudieae  soeorretie. 

Aprovechándose  di  súconióeimiento  del  ter- 
reno llegaron  á  tos  euarteles  del  comandante 
nmeho  aotés  que  M%mtenegro,  aunque  évte  ha- 
bla écoatifMiiarebad&inmediatámtiite^n  aquelte 
dirécoioB*  Y  saliendo  de  los  bosqueé  aqúellóé 
atrovidoB:  sal«agea,aakidanm  i  lot 
c%m  ña  dilQvio  de  jpechas  y  (^NdMb  4^^ 


fl^usios  péBelmrpn  por  ^s  jtmtens  de  bi  e(h 
'mM^>  y  las  ;anafehnda8»coiUis  íie  iM^^i^liáUéros. 
J^c^a  Piiarr^,  qr^  8ol4ajk>4e  idemasíadii  «spaáéñ*- 
.fia  p^q .  %|ie ,  le  eog^os^a  deBprfewéíéo;  Reo- 
lú^n^Q  Áít/^M  genl^y  resolvíanlo  «sp«tittr  eo- 

Ji^  y  l^WQ^i^  ,^«neq^p  len  tos  rntoi^:  fpfsicio- 
;i)fis,  l^os  b^rbaro^,  que^hf^biao  avletüamlo.  liashi 
9erca  de  la9  ¡^stacadi^f^,  r#|4rocedÍ9ffOQ:d9ÍjfüWÍo8 
£spañ<>les .  se  iicrpjf|[ri9^  Al^ra  e^n  Jsa  tisítente 
paadiUo:fí.la  cabfM* .  9|[|ls  vptvieÉda.hiMedjata- 
medilte  i  la.e^i'ga  qm;  e^raoa  feroeiéad^  y  dÍTir 
^ién^P^se  a  Piaiarroi  qaeg^pa  fiustUdad  reoenocie* 
;rQn  ser  el  gejfe  por  a^  altivo  {Knrte  y  aire  de  au- 
;tar¡dad,le  dt^sf^rgarotv^td  jaube  de  proyeotiJes, 
que  le  hirieron  aa^  o^eiios  que  en  siete  pMiteSv 
i  pef?ir  de  sa  arin^ui^.^i 

Incapaz  de  resistir  f^>fy$fe  Eis^paHel  el  tiape- 
tuofo  ataque  dirigido  e)9ipi?esai»tftK  á  «a  perso* 
na,  s^fue  retirapdd  pomna  ciiesiiaaba^Of  defen-' 
4}én<^seJo^p4eá^  .^i«ei  pi9^  eoA  su  f^apada  y  ro« 
déla,  hasta  que  dio  un  paso  enifalflo  y  eñjó*  El. 
enemigo  al2(4^^toOj(»e^jpi  gKítudi^  triunfo»  y  los 
vías  atrevidos  se  \e  echaron  .ctOfciJna  para  acabar* 
I9.  P^^  Pifiairof  e  l^fts^  al  puntoí  en  pié^  y  echan- 
¿p.á  ^rr^  c'fOi^ftt  robusto brasBi^rá  los  dos  prime- 
^{i^y  eontijivo  á  los  demás  bia^ta.qtte.sus  soldados 

vl^At**#'  **«%»  ««HW«    -TaB«ll»,  .CSéliq-  ;del  P#rú,  Hb.  1. 
na,  MS.-?Xer^,  Conq.  del  Pe-    cap.  l,.r-BaIboa,  Hkt.  du  Pérou, 


llegaron  á  socorrerla.  Admirados  los  b^rl^aros 
de,  tanto  valor  comenzaroi^  á  vacilar,  ¿  Quy^  pali- 
to aeertd  ¿llegar  Mojifeoj^gro^y  t(nn^U)4olp8p^ 
'la  espalda  paso  elcolr^o.^^/sac^fa^it^  6^a  )p 
qaeabandonaf;on  el  campa  {^r^/ft^t^t^^ameq^A  jifp 
escaparon  como  mejaripci4i/^pr^  ¡4?  laa  ji)09|añQ||9. 
^£1  saelo  qi])^d(j  cubierto  de  ci^¿ver#§;  pero  la 
victoria  se  comprrf  muy  cara  con  \^  muerte  de 
otros  dos  Españoles  y  ana  nsialtítud  de  heridos. 
Juntáronse  entonces. á  deliberar*  Aquella  pcf- 
^pion  había  ya  perdido  todp  sa  mérito  á  1os.(Cx|o9 
de^lo^  ^pa^ol^  pues  era..la.primeia  :ve«  ^^ít 
^eacpntraban  x^^gistencia  en-^}  cui^so  4^  f^  MP^ 
^dieioi^;.  era  ademas  f^f»^^o  l^^y^r  <  loñhpj^f4^^ 
,á  algu^,para^e<f(eig^rp  en^offifl^pticli^i^an  can^tr 
sBf  y  Qo^pafTeeia  pm4ente  so^yir  adelante  ea.ua 
buque  tan  estropeado.  Res^vieron  por,  tanto» 
el  regresar  y  dar  cuenta  de  sus  operfi^iones  al 
gobernadora,  y  aunque  no  sehabian  renlíaadp  laH 
jiisop jeras  esperaiazas-4^  los^v^itureros,  Pi^Mr 
Tfy  creia  q^^  lo  bee^o4>astaba  para  demostrar  }a 
impo^tfincia  de  la  einjj^e^^;  y^ conseguid. I^.cqoi 
per^^eion.de  Pedrariaspv^.pfiaíipfpirla,^^^  q  v.;> 
^^  ^Pizarro,  empero,  no  podia.c^pr^pnnw^se  cop  la 
i^lea.  de  comparecer  ante  el  gobernador,,  en  el 
estado  que  guardaba  la  empresa.  Bispuso,  puesy 
f^qe  le  4ft5»ewbarcasea^,coa  sus  principales,  eoni- 


'§S2  CONQUISTA  DEL   PERl). 

pañeros  eüChícamá,  lagar  situado  en  el  conti- 
tiente^  á  ún^  corta  distancia  al  O.  de  Panatná 
Desde  éste  lugar,  %  donde  arriben  sin  novedad 
deiápacht(  en  el  buqae  á  su  tesorero  Nicolás  de 
Ribera,  con  el  oro  que  Babia  recogido,  y  ¿rden 
♦de  presentar  al  gobernador  una  relación  circuns- 
tenciádade  sus  descurbrimientos  y  del  resultado 
de  la  esfíedicion.        ' 

Mientras  ésto  pasaba.  Almagro,  el  socio  de 
PiSííirro,  se  hábiá  ocupado  asiduamente  en  des- 
pachar de  Panamá  otro  buque  para  acompañar 
la  e&(pedioton;  pero  á  pesar  de  su  actividad,  has- 
ta mueho  después  áe  la  partida  de  su  amigó  no 
estuvo  listo  pata  seguirle.  Con  el  auxilio  de  Lu- 
que  eonsigoitf  ál  fin  habilitar  una  pequeña  cara- 
vela,  y  formar  un  -cuerpode  sesenta  ó  setenta 
aventureros^  la  mayor  parte  de  la  geiíte  mas  per- 
dida de  la  colonia.  Iliíó  rtímbo  en  seguimiento 
de  su  compañero,  con  intenéion  de  alcanzarle  lo 
xüas  pronto  posible.  Por  medio  de  señales  en 
la  corteza  dé  los  árboles,  convenidas  de  antema* 
no»  pudo  recotaoeet  kni  logares  que  habia  visiüh* 
do  Pizarro;.Puettb  dé  Pifias,  Puerto  de  la  Ham* 
bte;  Pueblo  Qu^Mádo,  tocando  sucesivamente  en 
todos  los  puntos  en  que  habiah  tocado  sus  cotn- 
pátriot^s,  aunque  en  tiiücho  menos  %empo.  En 
el  ültiiáo  lugar  de  los  mencionados,  le  reeibieroK 
los  £o9eicm  indigenaa  ccm  laa  hiímiís  demostea* 
I  á  Viado»^  «PfM  ea  él  calo 


• 
•^ 


IIBRO  Íll-^CAPITULO  II.  253 

'5prese¿te,  los  Indios  Ao  sé  atrevieron  á  salir  de 
sus  posiciones.  Pero  esta  resistencia  exaspero 
úé  tal  modo  á  Aímagí-o,  que  asalto  la  plaza  es- 
pada eri  mano,  la  tomrf,  püáo  fuego  á  las  defen- 
sas y  habitaciones,  y  ahuyento  los  infelices  habi- 
tantes á  los  bosques. 

Cara  le  casto  sin  embargo  sn  victoria.  Una 
herida  de  jabalina  en  la  cabeza,  le  ocasiono  una 
inflamación  en  tm  ojo,  y  Üéspues  de  padecer  mu- 
cho tiempo,  acabd  por  perderlo.  Mas  á  pesar 
dé  sú  herida,  no  dndo  el  intrépido  aventurero  eñ 
proseg;uir  su  viaje,  y  después  dé  tocar  en  varios 
punios  déla  costa,  donde  recogió  un  abundante 
botín  de  oro,  tlegó  á  la  boca  del  ño  dé  San  Juan, 
h^cia  los  4^  dé  lat.  N.  Llamoié  la  atención  la 
belleza  del  rííí'yio  cliltívadó  de  sus  riberas,  en 
ias  que  se  véran  esparcidas  muchas  cabanas  dé 
Indios  que  manifestaban  cierta  habilidad  en  su 
tednstruccion;  denotando  todo  una  civilización 
mas  adelantada,  jjue  cuanto  hasta  entonces  ha- 
bía visto.  ' 

En  medio  dé  su  satisfacción,  la  suerte  de  Pi-;- 
zarro'y  sd^  compañeros  llenaba  su  ánimo  de  in- 
quietud; En*  tantb  tiempo  no  había  encontrado 
rastro  de  ellos  en  la  costa,  y  era  claro,  que  o  el 
mar  losihábia  tragado  o  habiañ  regresado  á  Pa- 
namá: Esto  le  ■  parecía  mas  probable,  puesto 
que  elbuqueupodia  }^ev  pasado  á  su  lado  sin 
iieír  v¡8*6,  ya  por  la  oíícuíMad  tt(í*la  líoühe,  ó  pót 
I.  24  ^ 


254  CONaUISTA  DEL  PEUÜ. 

lás  densas  nieblas  que  6  veces  ottbren  aquelfagí 
costas. 

Persuadido  de  que  asi  era,  ya  no  tuvo  ájaioip 
para  proseguir  su  viage,  para  lo  que  tamjK>co 
era  nada  á  propósito  su  único  baque  con  su  es* 
casa  dotación  de  gente.  Resolvió,  por  lo  misu 
mo»  volverse  sin  mas  dilaéion.  Ea  su  travesía 
tocó  en  las  Islas  de  las  Perlas,  y  allí  «upo  el  re** 
sultado  de  la  espedicion  de  su  amigOi  y  el  lugar 
en  que  entonces  se  hallaba.  Dirigió^  injne- 
diatamente  á  Chicamá»  y  los  dos  caballeros  tur 
vierpn  muy  pronto  la  satisfacción  de  abra;Earsei 
y  referirse  mutuamente  SM  hechos  y  peligros^ 
Almagro  volvia  mejor  proviato  de  oro  que  sii 
compañero,  y  en  todas  partea  le  habían  confir- 
mado la  existencia  de  u»  opulento  y  podeP04O 
imperio  en  el  Sur.  Los  de8cubriiaieuV>s  d^  est- 
íos dos  amigos  estrecharon  mucho  «u  intimidad 
y  no  vacilaron  qn  comprometerse^  mutnam^üt^  4 
morir  antes  de  abaldonar  sfx  empresa»  ^ 

Siguióse  una  seria  y  detenida  discusipu  sobria 
el  mejor  modo  dQ  reunir  U  gentil  que  uecf^aita-  ■ 
ban  para  tan  formidable  empresa*  que  ahora  lea 
parecía  mas  formidable  que  antes.    Decidieron 
por  último  que  Pizarra  se  que(]^ia  m  ai^  actual 

harro,  Relación  Sumam,  MS. —  n^  4^.  3,  IH>.  8^  ^p.  IX^^hPr 
¿árate,  Conq.  del  Pero,  loe.  cít.  vini»  ApoUonius,  fol,  12» — Go- 
««-Bidbim,  Hitt  dn  Pénm,  ^p.    imiq,  Wsí*in  U»  bidias»  capit* 


LIBRO  lI.«^-CAPITtrLO  lU 

alojamiento,  á  pesar  de  que  la  humedad  del 
ma  y  loss enjambres  de  insectos,  le  hacian  inccf- 
modo  y  aun  malsano.  Almagro  habia  de  ir  á 
Panamá  á  presentarse  ante  el  gobernador,  y  con- 
seguir, si  posible  eraj  ¡^ue  protegiese  la  conti- 
nuación de  la  empresai  Si  por  este  lado  no  se 
encontraba  tropiezo,  podia  esperarse,  contando 
con  el  apoyo  de  Luque,  reunir  los  pertrechos  ne- 
cesarios, mientras  que  el  resultado  de  la  recien- 
té  espedicion  era  bastante  favorable  para  atraer 
aventureros  á  su  ba^dera#  entre mjoia  gente  tan  (m^K^ 
is^dmto  do  aventuras»  que  eiieo»t]ra^  placer  en  í^ 
el  peligro,  y  que  miraba  la  rida  conso  una  cosa 
despreciable  comparada  con  el  oro/j 


OAPITXTLO  III. 


El  famoso  Contrato.-t-Segunda  Espedicion. — Reco- 
noce   RüIZ   LA   COSTA. PADECIMIENTOS   DE    PlZARRO 

EN  LOS  BosauES.' —^  Llegada  de  nuevos  refuerzos. 

>-^NüÉVOS  descubrimientos  y  reveses. — PlZARRO  EN 

LA  Isla  djbj,  GAtLO../  ,, 

1526— 1527. 

A  su  llegada  á  Panamá  se  encontrcí  Almagro 
con  que  los  sucesos  habían  toméido  un  curso  me- 
nos favorable  de  lo  que  él  pensaba.  El  gober- 
nador Pedrarias  se  preparaba  á  ponerse  á  la  ca- 
beza de  una  espedicion  para  ir  á  castigar  un  ca- 
pitán que  se  habia  rebelado  en  Nicaragua,  y  su 
genio,  que  nunca  era  muy  amable,  se  habia  agria- 
do mas  con  la  defección  de  aquel  subalterno, 
y  la  necesidad  en  que  le  ponia  de  emprender  una 
marcha  larga  y  peligrosa.  Así  pues,  cuando  se 
le  presentó  Almagro  pidiéndole  que  le  permitie- 
se levantar  gente  para  continuar  su  empresa,  le 
recibió  con  manifiesto  desagrado,  y  escuchó  con 
frialdad  la  relación  de  sus  pérdidas,  manifestán- 
dose muy  incrédulo  respecto  de  sus  magníficas 


LIBRO  11. — CAPITULO  III.  257 

promesas  para  lo  futuro,  y  concluyó  por  pedirle 
bruscamente  cuenta  d^las  vidas  que  Pizarro  ha- 
bía sacrificado  á  su  obstinación,  y  que  en  el  ca- 
so presente  le  habrían  sido  muy  útiles  para  su  es- 
pedicion  á  Nicaragua.  Negóse  redondamente  á 
seguir  protegiendo  las  descabelladas  tentativas 
de  los  dos  aventureros,  y  la  conquista  del  Perú 
habría  muerto  en  su  cuüa  si  no  hlibiese  sido  por 
la  eficaz  ayuda  del  otro  sóck),  Fernando  de 
Luque. 

Muy  distinto  era  el  efecto  que  líabia  produci- 
do la  relación  de  Almagro  en  este  sagaz  clérigo 
y  en  el  irritable  gobernador.     Sin  duda  que  los 
resultados  de  la  empresa,  en  cuanto  á  oro  y  pla- 
ta, h^bian.  sido  hasta  entonces  bien  mezquinos , 
formando  un  triste  contraste  con  lo  grandioso 
de  sus  esperanzas;  pero  considerados  bajo  otro 
aspecto  eran  importantísimos,  porque  las  noti- 
cias que  los  aventureros  habian  ido  recogiendo 
á  cada  paso,  confirmaban  del  modo  mas  esplíci- 
to  las  que  ya  antes  se  habian  recibido  de  Anda- 
goya  y  de  otros,  respecte^ de  un  opulento  impe- 
rio indio  que  existia  en  el  sur  y  podia  compensar 
el  trabajo  de  conquistarlo,  así  como  México  ha- 
bla compensado  á  Cortés  de  sus  fatigas.    Pene- 
trado, pues,  de  las  mismas  ideas  que  sus  socios, 
empleó  todo  su  influjo  con  el  gobernador  para 
inclinarle  á  acojer  mas  favorablemente  la  peti- 
ción de  Almagro;  y  no  h^bia  en  la  pequeña  po- 


258  CONQUISTA  DEL  PERÚ. 

blacion  de  Panamá  quien  tuviese  mayor  influen- 
cia en  las  deliberaciones  del  gobierno  que  el 
Padre  Luque,  la  qqe  debia  no  menos  á  su  carác- 
ter de  sacerdote  que  á  su  discreción  y  recono- 
cido talento. 

Vencido  Pedrarias  d,e  las  rgizones  o  de  la  im- 
portunidad del  buen  Padre,  accedió,  aunque  con 
repugnancia,  ^la  solicitud;  pero  al  mismo  tiem- 
po tuvo  cuidado  de  manifestar  su  desagrado  á 
Pizarro,  á  quien  echaba  la  culpa  de  la  pérdida 
de  sus  compañeros,  nombrándole  por  adjunto  á 
Almagro  en  el  mando  de  la.  proyectada  espedi- 
cion.  Este  desaire  hizo  profunda,  impresión 
en  el  ánimo  de  Pizarro,  quien  con  razón  ó  «in  ella 
entr(í  en  sospechas  de  que  su  compwero  liabi^ 
solicitado  del  gobernador  este  nombramiento  • 
Resfrióse  su  mutqa  amistad  por  algún  tiempo, 
aunque  al  fin  se  reconciliaron,  á  lo  menos  en  apa- 
riencia, al  reflexionar  Pizarro  que  al  cabo  valia 
mas  que  se  hubiese  investido  de  esta  autoridad 
á  un  amigo  que  á  un  estraño,  o  acaso  á  un  ene- 
migo. Pero  siempre  quedaron  en  su  seno  las 
semillas  de  una  continua  desconfianza,  que  con 
el  tiempo  hablan  de  producir  una  abundante  co- 
secha de  discordias.  ^ 

En  los  principios  era  Pedrarias  interesado  en 
la  empresa,  o  por  lo  menos  convino  en  tener  de- 

1    Xerez,  Conq.  del  Perú,  ap.    — Herrera,  Hist  General,  4ec.  3, 
Barcia,  tom.  III.  p.  180.— Moa-    lib.  9,  cap.  13. 
•iuotss,  Atmle^,  MS.,  ftJSo  lfí!fó. 


LIBUO  lU — CAPÍTULO  llU  {2^ 

recho  á  las  ganancias,  sin  haber  contribviidp  con 
un  ducado  para  las  espensas.  Después  consi- 
guieron que  renunciase  todos  sus  derechos  alas 
utilidades  que  pudieran  resultar;  pero  al  hacer- 
lo manifestó  un  espíritu  venal,  mas  propio  die  un 
mercachifle  que  de  un  empleado  de  alto  rango. 
Propuso  Á  sus  socios  que  le  abonasen  la  suma 
de  mil  peso3  de  oro  en  pago  de  su  condescen- 
dencia, y  ellos  ^e  apresuraron  á  asceptar  la  pro- 
puesta para  que  no  los  molestase  mas  con  sus 
pretensiones.  ¡Por  aquella  miseria  renunció  á 
su  parte  en  el  rico  tesoro  de  los  Incas!  •  Pero 
el  golxernador  no  estaba  dotado  del  dojQ  de  pro- 
fecía, y  &u  avaricia  era  de  aquellas  tan  mezqui- 
nas que  redundan  en  perjuicio  propio.  Había 
sacrificado  al  valiente  Balboa  precisamente  cuan- 

Q  A»i  lo  refiere  Oviedo  que  nian  haciendas  para  temar  cok 
te  haU6  presente  á  la  entrevista  provisiones  y  gentes  que  todo  lo 
del  gobernador  con  Amagro,  en  habían  gastado,  el  dicho  Pedra- 
^e  se  convinieron  los  términos  rías  de  Avila  les  dijo,  que  ya  el 
de  la  transacción.  Este  diálogo,  no  quería  mas  hacer  compaSia 
bastante  divertido  y  bien  redacta-  con  ellos  en  los  gastos  de  la  ar- 
do por  «1  aHiligao  crotúaía,  poe-  mada,  que  si  ellos  querían  volver 
de  v^rse  en  el  Apéndice,  núm.  á  su  costa  que  lo  hiciesen;  y  ansí 
6.  Yjh  la  Rdacion  de  uno  de  como  gente  que  habia  perdido 
los  conquistadores  del  Per6,  que  todo  lo  que  tenia  y  tanto  h|kbia 
tanjtas  veces  he  citado,  se  cuenta  trabajado,  acordaron  de  tomar  á 
de  otro  modo  ^1  asunto,  y  según  proseguir  su  jomada  y  dar  fin  á 
«lila,  Pedrarias  se  separó  volun-  las  vidas  y  haciendas  que  Íes  que* . 
taxiamente  de  la  compañía  dis-  daban  6  descubrir  aquella  tiem, 
gustado  por  el  mal  aspecto  que  y  ciertamente  ellos  tuviero|ai  grao- 
presentaba  e!  negocio.  "Vueltos  de  constancia  y  ánimo."  Rel^r 
con  la  dicha  gente  á  Panamá,  des-  cion  del  Primer.  Desc^b.*.])!^.  - 
trozados  y  gastador' que^a  u.o.te- 


*  260  •  CONQUISTA  DEL  PERÚ. 

áo  le  abria  él  camino  para  la  conquista  del  Pe- 
ni y  ahora  sé  empeño  en  amontonar  obstáculos, 
cnando  Pizarro  y  sus  compañeros  se  preparaban 
á  seguir  sus  huellas. 

A  poco  de  esto,  en  el  año  siguiente,  le  sucedió 
en  el  gobierno  Don  Pedro  de  los  Rios,  caballero 
eordobés»  Era  política  constante  de  la  corte  no 
"dejar  que  los  gefes  principales  de  las  colonias 
ocupasen  un  mismo  puesto  tanto  tiempo  que  lle- 
gasen á  hacerse  temibles.  ^  En  el  caso  presen- 
té habia  ademas  otros  muchos  motivos  de  dis- 

•  gusto  contra  Pedrarias.  El  caballero  que  envia- 
ron en  sil  lugar  llevaba  instrucciones  amplias 

-para  procurar  él  bien  de  la  colonia,  y  especial- 
mente el  de  los  naturales,  encargándosele  su 

-instrucción  religiosa  como  uno  de  los  objetos 
principales,  y  declarando  espresamente  suliber- 

3  Yá'habiJ  echado  de  ver  es-  imperio  de  los  Incas.  Vivió  pa- 
^  ta  política  el  sagaz  Pedro  Mar-  ra  averíguar  y  dejar  escritas  las 
tir.  "De  mntandis  namque  plae-  njaravillas  de 
risque  giibernatoribus,  ue  lon^a 
nimis  imperii  aasaetudine  inso- 
téscint,  cogitatur,  qui  praecipue 
non  fuerint  prouinciarum  domi-  mas  no  le  alcanzó  la  vida  para 
teres,  de  hisce  ducibus  namque    admjrar 

alia  ratio  ponderalur."    (De  Or-    ^,  _  ^ 

u    *T         /r»    •  ••    iec^\      Ana  \    Bl  Owzco,  del  Perú  la  maraTilla, 
be  Noto,  (Pamu.,  ISST)  p.  498.)    pe  Atah«iülpa«M  noble  y  ríe.  .1- 
No  puede  uno  menos  de  sentir  ^u».  (j) 

•  que  eí filósofo  que  tan  vivo  ints- 

■  res  tomaba  en  todo  lo  que  suce-       (*)  La  traducción  de  estos  ver- 

sivaníente  se  iba  descubriendo  en  sos,  y  la  de  todos  l«s  denvis  q»e 

el  Nuevo  Mundo,  muriese  antes  se  hallan  esparcidos  en  la  obra,  la 

*de  que  se  hubiese  roto  el  velo  debo  á  la  bondad  del  Sr.  P*IC< 

que  ocultaba  á  los  Europeos  el  CoUadd  —  T^ 


Méjico  la  opulenta, 

Donde  «n  trono  Mocteeama  ssiente; 


LÍBRO  II,— -CAPITULO  IM.  25l 

tad  personal  como  vasallos  de  la  corona  de  Cas- 
tilla. Eá;  preciso  convenir  en  que  las. providen- 
cias del  gobierno  español  eran  generalmente  dic- 
tadas por  una  política,  humana  y  conciliadora; 
pero  la  codicia  de  los  colonos  y  la  crueldad  de 
]o§(  conquistadores  las  hacian  siempre  ilusorias. 
Pedrarias  gastó  lo§  pocos  añoS  qqe .  sobreviví© 
á  este  suceso»  en  mezquinas  reiu^illas  publicas  y 
particularesi  pues  continuaron  empleándole,  aun- 
que en  destinos  no  de.  tanta  importancia  como 
los  que  hasta  entonces  habia  desempeñado*  Ne 
^s  muy  envidiable  la  reputación,  que  dejo  á  »a 
muerte,  ocurrida  poco,  después:  nos(  le  pintan  co- 
mo bombre  de  espíritu.pusilánime,  y  al  misno^ 
tiempo  incapaz  de  sujetar  sub  pasiones^que  des- 
pl,egD  á  pesar  de  eso  cierta  energía,  ó  mas'  bien 
ardor  para  acometer  nuevas  empresas,  que  ha- 
bría producido,  xesultados  favorables  si  hubiera 
sido  empleado- con  acietto.  Por  desgracia  le 
faltabal  talento,!  y lasinx^  supo iempiear  esta  cuali- 
dad en  provecho  de  su  patria  ni  en  el  suyo  propio. 
Arregladas  las  .diferencias  con  el>goberjiador, 
y  pbte^do  su  consentimiento  para  k  empiresa, 
no  perdieron  tiempo  los  asoeiíados  en  hacfer  los 
preparativos  necesarios  para  ella.  Su  primer 
paso  fué  estender  el  memorable  contrato  que  sir- 
vió como  de  fundamento  para  sus  negociaciones 
futuras,  y  como  en  él  se  encuentra  el  nombre  de 
Pizarro,  parece  probaii4e«<^^^<mte>^geft  se  hahia 


?2(RÍ  CON^tTlSTA  MIL  PERÜ. 

trasladado  á  Panamá  tan  Ine^o  como  estuvo  ga« 
nada  la  yol«ntad  del  gobernador.  ^    En  este  ins- 
tramento,  después  de  mvoear  del  modo  mas  so- 
lemne los  nombres  de  la  Santísima  Trinidad  y  de 
la  Virgen  María  Ntra  Señora,  se  asienta,  que  por 
cuanto  las  partes  tenían  plenois  poderes  para  des- 
ettbrir  y  coii<iaistar  las  tierras  y  provincias  al 
mediodía  del  golfo,  perteñeeiente»al  imperio  del 
Perú,  y  Fernapdo  de  Lu^ue  había  adelantado  los 
fondos  neeesai?!08  para  la  empresa  en  tejos  de 
^om,  hasta  la  suma  de  veinte  mil  pesos,  se  obli- 
gan mutuamente  los  coiitratantes  á  dividir  entre 
iú  pori  parte  iguales  todo  el  territorio  que  se  con- 
qnistase.    £sta  cláusula  se  repite  luego  muchas 
v«ees,  en  especial  por  lo  tocante,  á  Laque,  ^éa 
9e  decida  te&er  derecho  á  la  tereera  parte  de  to- 
4j9fi  las  tierras,  repartífliíeBtoS)  tesoros  de  cual* 
quíecaí  especie,  oro,  píate  y  piedrae  preoiosas,  y 
aña  ül  terdio  de  todos  los  vasallas,  reatas  y  emo^ 
huaeiitos  qite  }nrovÍQÍesea  de  1$;»  mercedes  que 
la  eoiona  pudiei«k  baioer  en  lo  suceeivo  á  caai^ 
quiera  de  sus  dos  soeios,  para  su  propio  apro- 
vecb«mieato,  el  de  sus  herederos,  apoderadoSt 
^  representantes  legales. 

4    Contra  la  major  parte  de  nion  da  ademas  major  frobabilí- 

las  autoridades,  aunque  no  con-  dad  la  fecha  del  documento,  el 

tra.  el  juicioso  Quintana,  lie  se-  que  «elo  be  bfdlado  tu  exUnso  ea 

gliido  á  Montesinos  en  poner  la  Montesinos,  j  no  en  ningún  otro 

celebración  del  contrato  al  prín-  de  los  autores  antiguos  qtt«  b* 

en  ^•z  diB  la  pnxata^,  A«iüo^« 


ho$  ám  eapitaoM  9e  #am|irpnieten  del  modo 
i^as  Bokicm^  4  dedie9rs<9  M^usiyamente  ala 
empresa  ba^Mia  Uewla  á  cabo,  y  en  easo  d«  fal^ 
ifsa  al  <anv«iiiOi  ^e.obUi^as  Airembolaar  á  Luque 
4e  dw  adeUntoa,  pava  lo  qw  bifiotaeaii  todo 
euftoto  posean;  8Í£ado  baalante  esta  declaración 
para  ^|ae  %»í  se  les  obügna  á  efeo^aarloy  lo  mist- 
ólo ^ue  3i  aa  ja«a  connótente  hubáeae  pasado 
acBfteaeia  en  ooiii(bra¿> 

liQa.gefea  Pízwpo  j  Alaiagro  jarafon  fardar 
leligiosamentelo  pae^o,  en  al  nombvede  IMos 
y  de  los  8anlo$  Eiaangeliosti  poniendo  la  mano 
«otNre  nn  imsal  y  haoieiido  aobre  él  ki  seial  de 
laissinta  Crm^K  SUm  Baa?  man-  mayor  firmeza  al 
convenio,  el  Padre  Luque  administra  la  cornil^ 
moa  á  kis  oontuatantes»  dividiendo  la  hostía  con^ 
«agrada.en  trae  pante^.  goardaiiéa  ana  para  sí  y 
daado  otra  á  cada  nao  doi  loa  doa  «apitanes; 
m¿entraa  que  i  los  eiroani4M(Ma  sé  k«  rodabifea 
las  légriaiaSf  dteA  tm.hástonador»  al  preoenoiar 
Ms  ^plemBseaeeiiémomascon  qne  estoa  hombrea 
a^  sacrifieaban  YOlnManaBsente'á'na^empefíoqae 
|iaá?eeía  pono  méaoa  qoe  locara.  '^ 

Se  estendid  este  instrumento  en  10  de  Marzo 
de  1526,  y  fué  &rmado  por  Loque»  siendo  tasti^ 
§ois  títeíB  vecinos  respetables  de  Panamá:  uno  de 

5    Monteaioos,  eomo  ^a  4ije,    ajio  15^,}  y  puede  y|er}o  fl  lef- 
ttaé  por  entero  eite  eetraordiiift-    t9r  0x1  •!  AjfMicf,  ufmh^^ 
rio  docamea)0;  (Anakii,   M8.>  .....  .v 


364  '  COVWfiBYA  0EL  ]^)BAU« 

ellos  ñx'má  por  Pizarn»  y  otit>  poír  Almagro,  á 
/caasa  de  que>  ninguno  de  los  dos  saina  firmar, 
segan  se  espresa. en  ei  misma  instramento.  ^ 

Tal  fué  el  estraño  «onvenio  eA  qae  tres  pe^ 
semas:  osearas  hicieron  pedazos  j  se  repartieron 
an  imperio  de  coya  estension^  poder,  recursos, 
situación  y  aun  existencia,  solo  tenian  ideas  va- 
gas y  confusas:  £1  tono  de  segiirídad  y  certe- 
za con  que  hablan  de  la  grandeza  de  este  impe- 
rio, y  de, sus  inmensos,  tesoros,  lo  que  después 
confir^maron  Iqs  sucesos,  pero  que  entonces  ape- 
aos: podian  saber,  ^ma  un  notable  contraste  con 
U  ibdifereftcia  é  incredulidad  qne  manifesrtaban 
9obre  ¡este  puntoilodos  los  ^habitantes  de  Pa- 
namá. "^  .  V     ' 

£1. tono,  religioso  deldnstrumenta  no  es  una  de 
sus  pajctioularidadea:meaos.notabies,  sobre  todo 
,si  sie  Qompspra  con:  la.  inflexible  política  que  si- 
^ier^OA  en.  la  eooquista  del  país  aquellos  mismoB 
JiOmb^e^  q!ti9  lo  firmaroi).  ^'En'el  nombre  del 
DiosdePam"  dice: el. ilustre  historiador  de  la 
Amérícay.^^marotii  u». contrato  que  tenia  por 
objeto  la  matanza  y.  él  saqueo/'  ^   La  refiexioa 

6  Sobre  la  cuestión  de  si  Pi-  dre  Luque  6  loco,  le  llama  Oviedo , 
zurro  Había  6  n»  escribir,  lo  quo  -  como  m  fhéran  AÍn6nimo«.  HisKh 
se  ha  disputado  bastante,  véase  ríi|  de  las  Indias,  Isl^  o  Tiem 
el  libro  4,  cap.  5,  de  esta  historia.  Firme  del  Mar  Océano,  MS., 

7  Al  Padre  Luque  por  sus  in-  Parte  3,  Hb.  8,  cap.  1. 
cansables  esfuerzos  en  favor  de  '8  '  Robertson,    América^  toI 
la  espedicion,  le  daban,  jugan'dó  IH.  p.  5. 

del  vocablo,  el  apodo  de  kte^  Pé- 


LIBRO  II. — CAPITULO  III.  265 

parece  justa;  mas  al  criticar  laiT  acciones,  así 
como  los  escritos,  es  preciso  que  tengamos  en 
cuenta  el  espíritu  de  la  época.  ^  Era  natural  in- 
vocar  el  auxilio  del  cielo  cuando  la  empresa  He* 
vaba  en  parte  un  fin  religioso.  La  religión  fi- 
guraba siempre  mas  ó  menos,  cuando  no  fuesp 
sino  en  teoría,  en  las  conquistas  de  los  Españo- 
les en  el  Nuevo  Mundo.  Nadie  duda  que  coa 
estas  consideraciones  elevadas  se  mezclabaa 
otras  mas  mundanas,  en  proporción  del  carác- 
ter de  los  individuos.  Pocos  son  los  que  se  pro- 
ponen pa«ar  la  mayof  parte  de  su  vida  en  conti-* 
nua  actividad,  sin  que  tengan  en  él  cierto  influ- 
jo algunos  fines  personales,  como  la  fama,  I03 
honores  y  las  riquezas.  Sin  embargo,  la  reli- 
gión es  la  clave  que  sirve  para  esplicar  estas 
cruzadas  de  América,  por  grande  que  fu^se  la 
violencia  en  que  se  llevaron  á  cabo,  y  de  esto  ao 
queda  duda  al  recorrer  la  historia  de  su  origen; 
al  ver  la  esplícita  aprobación  que  merecieron  á 
la  cabeza  de  la  Iglesia;  la  multitud  de  zelosos 
misioneros  que  seguían  las  huellas  de  los  con- 
quistadores para  recojer  la  rica  cosecha  de  al- 
mas; las  repetidas  instrucciones  de  la  corona  cu- 
yo principal  objeto  era  la  conversión  de  los  na- 

9  Un  crítico  imparcial  debe  apli- 

•*Leer  debe  las  obras  del  ingenio  car  la  misma  regla  á  lai  acciones 
Coa  espíritu  igual  un  juez  idóneo.  «  ¿  i^g  CBcrito«,  y  al  jnzgar  de  la 
Al  que  animaba  del  autor  lamente,"  i-j  j  i    i  j     ^    »  , 

moralidad  de  la  conducta  de  cua|<* 

(íice  el  ilustre  cantor  de  la  Ra-  quiera,  debe  tener  muy  presenttf 
zon.  «1  espíritu  de!  ñglo  que  la  diricia 

I.  25 


266  CONQUISTA  DEL  PERU. 

tárales,  y  las  prácticas  supersticiosas  de  aqudlos 
soldados  endurecidos,  que  si  bien  pueden  atri- 
buirse á  fanatismo,  las  hacian  con  tal  sinceridad 
que  es  imposible  achacarlas  á  hipocresia.  La 
cruz  que  enarbolaron  y  recorrió  aquel  desgracia- 
do pais  abrasándolo  y  consumiéndolo  todo,  era 
una  enseña  de  destrucción;  pero  siempre  era  la 
cruz,  el  signo  de  la  redención  del  hombre,  la 
única  que  podia  librar  de  la  perdición  eterna  á 
millares  de  generaciones  que  aun  no  habian  ve- 
nido al  mundo. 

ün  hecho  notable  que  hasta  ahora  se  ha  esca- 
pado á  los  historiadores,  es  que  Luque  no  era 
el  verdadero  interesado  en  el  contrato,  sino  que 
representaba  á  otra  persona  que  habia  puesto  á 
su  disposición  los  fondos  necesarios  para  la  em- 
presa. Esto  resulta  de  otro  instrumento,  fir- 
mado por  el  mismo  Luque,  ante  el  propio  nota- 
rio que  estendic  el  contrato  primitivo.  Este  do- 
cumento declara,  que  la  suma  de  veinte  mil  jw- 
$os  adelantada  para  la  espedicion,  la  proporcio- 
no el  Licenciado  Gaspar  de  Espinosa,  residente 
entonces  en  Panamá;  que  el  vicaria  obro  tan  so- 
lo por  su  orden  y  como  agente  suyo,  y  que  por 
consiguiente,  el  dicho  Espinosa,  y  no  Qtra  per- 
sona, tenia  derecho  á  la  tercera  parte  de  todos 
los  provechos  que  resultasen  de  la  conquista  del 
Perú,  La  fecha  de  este  documento  firmado,  por 
tres  testigos,  uno  de  los  cuales  firma  también  el 


Libro  ii.-^-^apitulo  iii.  ,  267 

otro  contrato,  es  de  6  de  Agosto  de  1531.  ^^    El 
Licenciado  Espinosa  era  un  magistrado  respeta- 
ble que  habia  desempeñado  el  puesto  de  alcalde 
primero  en  el  Dañen,  y  tomado  luego  una  par- 
te muy  activa  en  la  conquista  y  población  de 
.  Tierra  Firme.    Su  caráeter  y  su  empleo  le  gran- 
geaban  mucha  consideración,  y  no  deja  de  ser 
estraño  que  se  sepa  tan  poco  acerca  del  modo 
con  que  le  cumplieron  un  convenio  hecho  con 
tanta  solemnidad.    Probablemente  le  sucedió  lo 
mismo  que  á  Colon;  que  la  inesperada  grandeza 
de  los  resultados,  impidió  que  se  cumpliesen  al 
pié  de  la  letra  las  estipulaciones!  pero  por  la 
misma  causa  no  debe  quedarnos  duda,  que  los 
Veinte  mil  pesos  del  atre^4do  especulador  Je 
produciiian  decente  utilidad,  y  conio  dirá  lue- 
go la  historial  tampoco  el  buen  vicario  de  Pana- 
má quedó  sin  recompensa. 

Terminados  ya  estos  preparativos  indispen- 
sables, no  perdieron  tiempo  los  tres  socios  en 
alistar  su  viagé.  Compraron  dos  buques  iñas 
grandes  y  mejores  por  todos  estilos  que  los 
que  sirvieron  para  la  otra  espedicion,  y  alec- 

10    £1  documento  que  ha  he-  en  el  colesío  de  Cuenca  en  Sar 

cho  esta  estraña  revelación,  se  lamanca,  se  halla  ahora  en'Ma- 

encaentra  en  un  manuscrito  titu-  drid,  en  la  libreria  particular  del 

lado:  Noticia  general  del  Per6,  Rej.  Quintana  estracta  el  docu- 

Tierra  Firme  y  Chili,  por  Fran-  mentó  en  sus  Españoles  Cele- 

cisco  López  Caravantes,  fiscal  de  bres,  tom.  11.  Apéndice,  nüm.  2, 

8.  M.  en  estas  colonias."  Esterna»  nota, 
nuscrito  que  antes  se  guardaba 


.   268  CONQUISTA  DEL  PERÚ. 

clonados  por  la  esperieneia,  cargaron  mas  pro- 
visiones ,  que  antes*  Publicaron  entonces  "la 
jornada  al  Perú;"  pero  los  incrédulos  morado- 
res de  Panamá  andaban  remisos  en  acudir  al 
llamamiento.  De  cerca  de  doscientos  hombres 
que  fueron  en  la  primera  correría,  apenas  que- 
daban las  tres  cuartas  partes.  "  Tan  espantosa 
mortandad,  y  el  aspecto  miserable  y  macilenta 
de  los  que  sobrevivieron,  hablaban  mas  alto  que 
las  exájeradas  promesas  y  lisongeras  esperan- 
zas de  los  aventureros.  Habla  con  todo  en  aquel 
pueblo  algunos  individuos  en  tan  mal  estado,  que 
en  cualquier  cambio  estaban  seguros  de  mejorar 
de  condición.  Muchos  de  lapripiera  partida,  y  es 
estraño,  se  inclinaban  á  seguir  la  aventura  hasta 
el  fin,  mas  bien  que  abandonarla  cuando  comen- 
zaban á  ver  el  horizonte  mas  despejado.  De 
estas  dos  clases  de  gente  consiguieron  reclutar 
los  dos  capitanes  cosa  de  ciento  y  sesenta  hom- 
bres; fuerza  de  todo  punto  insuficiente  para  em- 
prender la  conquista  de  un  imperio.  También 
caompraron  unos  cuantos  caballos  y  un  surtido 

11    ''Con  ciento  i  diez  hom-  del  Perú,  ap.  Barcia,  tom.  III.  p. 

bres  salió  de  Panamá,  i  fue  don-  180.  (*) 

de  estaba  el  Capitán  Pi^arro  con  (*)    Segun.el  testo  de  Xerez 

otros  cinquenta  de  los  primeros  que  cita  nuestro  autor,  debiera 

ciento  i  diez,  que  con  él  salieron,  dei6ir  que  solo  quedaba  ttna  cuar- 

i  de  los  setenta,  que  el  Capitán  ta  partCf  y  no  tres  cuartas f  por- 

AlmagrQ  llevó,  quando  le  fue  á  que  no  existían  mas  de  cincuen- 

buscar,  que  los  ciento  i  treinta  ik  ta  hombres  de  los  ciei;to  ocbeLta 

eran  muertos."    Xerez,  Conq.  que  eran. — N^  del  T. 


LIBRO   II.— CAPÍTULO  III,  269 

de  armas  y  municiones  mejor  que  el  pasado, 
aunque  siempre  muy  corto.  Considerando  los  fon- 
dos que  tenian  á  su  disposición,  solo  puede  espli- 
car  esta  escasez  la  dificultad  de  conseguir  todas 
estas  cosas  en  Panamá,  ciudad  recien  fundada,  y 
en  las  distantes  costas  del  Pacíftco,  á  donde  solo 
se  podia  llegar  atravesando  la  áspera  cadena  de 
montañas,  lo  que  hacia  muy  difícil  el  trasporte 
de  los  objetos  voluminosos.  La  desgraciada  coin- 
cidencia de  estar  preparando  al  mismo  tiempo 
el  gobernador  su  espedicional  Norte,  debió  ade- 
mas menoscabar  considerablemente  los  ya  esca- 
sos pertrechos  que  allí  se  encontraban. 

Tan  mal  provistos  así  se  hicieron  á  la  vela  de 
Panamá  los  dos  capitanes,  cada  cual  en  su  buque, 
bajo  la  dirección  de  Bartolomé  Ruiz;  piloto  in- 
teligente y  atrevidp,  y  práctico  ademas  en  la  na- 
vegación del  mar  del  Sur.  Era  nafural  de  Mo- 
guer  en  Andalucia,  el  plantel  de  las  espediciones 
marítimas,  de  donde  salieron  tantos  marineros 
para  los  primeros  viages  de  Colon.  Sin  tocar 
en  ninguno  de  los  puntos  intermedios  de  la  cos- 
ta, en  donde  ya  nada  tenian  que  hacer,  se  apar- 
taron de  tierra  haciendo  rumbo  directo  al  rio  de 
San  Juan,  último  punto  que  habia  reconocido 
Almagro.  La  estación  era  ahora  mas  propicia 
que  la  otra  vez,  y  soplaban  brisas  favorables  que 
les  impelian  directamente  al  lugar  de  su  destino, 
adonde  llegaron  sin  novedad  dentro  de  pocos 


270  CONQUISTA  DEL  PERÚ. 

(lias.  Entrando  por  el  rio,  vieron  las  orillas  cu- 
biertas de  habitaciones  de  Indios,  y  desembar- 
cando Pizarro  con  una  partida  de  soldados,  con- 
siguió sorprender  una  aldea  y  llevarse  un  copio- 
so botin  de  adornos  de  oro  que  halló  en  las  casas, 
juntamente  con  algunos  naturales.  ^^ 

Alentados  con  este  golpe,  confiaban  los  dos 
gefes  en  que  la  vista  de  estosi  ricos  despojos  no 
podria  menos  de  atraerles  algunos  aventureros, 
y  como  ahora  mas  que  nunca  con  ocian  la  nece- 
sidad de  una  fuerza  superior  para  hacer  frente 
á  la  población  del  pais  en  que  iban  á  entrar,  y 
que  parecía  ser  ya  mas  numerosa,  resolvieron 
que  Almagro  volviese  con  el  botin  y  levantase 
refuerzos,  en  tanto  que  el  piloto  Ruiz  en  el  otro 
buque  reconocía  el  pais  hacia  el  Sur,  y  recogía 
todas  las  noticias  que  pudieran  ser  útiles  para 
guiarse  en  lo  de  adelante.     Pizarro  con  el  resto 
de  la  fuerza,  debia  quedarse  cerca  del  rio,  pues- 
to que  los  Indios  prisioneros  le  aseguraban  que 
no  lejos  de  allí  habla  un  terreno  despejado  don- 
de él  y  sus  compañeros  podrían  estar  con  como- 
didad.   Tomada  esta  determinación,  se  puso  al 
punto  en  práctica.    Acompañaremos  primero  al 
atrevido  piloto,  en  su  correría  hacia  el  Sur. 
Siguiendo  la  costa  del  gran  continente,  tendí- 
as   Ibid.,pp.  180,  181.— Na-    cap.  1.— Herrera,  Hist.  General, 
harro,  Relación  Sumaria,  MB. —    dec.  3,  lib.  8,  cap.  13. 
Zarate,  Conq.  del  Per6,  lib.  1. 


LIBRO  II. — CAPITULO  III.  271 

das  sus  velas  á  un  viento  favorable,  el  primer 
punto  en  que  Ruiz  echo  el  ancla,  fué  enfrente 
de  la  isleta  del  Gallo,  hacia  los  2°  de  latitud  N. 
Los  habitantes,  aunque  no  muy  numerosos,  se 
prepararon  á  recibirle  hostilmente,  porque  la 
mala  fama  de  los  invasores  se  habia  difundido 
por  todo  el  pais  y  llegado  hasta  aquella  isla.  Co- 
mo el  objeto  de  Ruiz  na  era  conquistar  sino  re- 
conocer, no  quiso  enredarse  en  hostilidades  con 
los  Indios,  y  asi  renunciando  á  su  primera  idea 
de  desembarcar,  levo  el  ancla  y  se  fué  costeando 
hasta  la  que  ahora  se  llama  bahía  de  San  Mateo 
Conforme  iba  avanzando  parecía  la  tierra  mejor 
cultivada  y  la  población  mas  crecida  que  antes, 
viéndose  toda  la  orilla  coronada  de  espectadores 
que  i\o  manifestaban  temor  ni  intenciones  hosti- 
les, y  solo  contemplaban  asombrados  el  bajel  de 
los  blancos,  que  se  deslizaba  blandamente  sobre 
las  cristalinas  aguas  de  la  bahia,  figurándoseles, 
según  dice  un  antiguo  escritor,  álgun  ser  miste- 
rioso que  habia  bajado  de  los  cielos. 

Sin  detenerse  Ruiz  en  estas  playas  amigas  lo 
bastante  para  desengañar  á  la  sencilla  gente,  sé 
desvio  de  la  ribera  engolfándose  en  el  océano; 
pero  no  habia  navegado  mucho  en  aquella  di- 
rección, cuando  le  dejo  sorprendido  la  vista  de 
un  bajel  que  desde  lejos  parecía  un  caravela  de 
buen  tamaño,  con  una  gran  vela  que  le  llevaba 
perezosamente  sqbre  las  aguas.    No  se  admi»-^ 


272  CONQUISTA  DEL  PERÚ. 

poco  (le  aquello  el  viejo  piloto,  porque  estaba 
seguro  de  que  ningún  buque  europeo,  podía  ha- 
ber cruzado  aníes  que  el  suyo  por  aquellas  alta- 
ras, y  ninguna  de  las  nacionas  indias  hasta  en- 
tonces ücscabiertas,  ni  aun  los  civilizados  Meji- 
canos, conocían  el  uso  de  las  velas  para  la  nave- 
gación.    Cuaiido  se  fué  ajsercando  echo  de  ver 
que  era  una  grande  balsa,  formada  de  gruesas 
vigas  de  una  madera  ligera  y  porosa,  fuertemen*- 
te  atadas,  y  con  un  piso  de  cañas  encima  por  via 
de  cubierta.  En  el  centro  se  levantaban  dos  más- 
tiles que  vsostcnianuna  velacuadrada  de  algodón, 
y  tenia  ademas  una  especie  de  timón  tosco  y 
una  quilla  movible  liechA  de  tablones  encajados 
entre  los  maderos,  con  jbuyo  auxilio  podian  los 
marineros  dirijir  la  embarcación,  que  marchaba 
sin  cl  auxilio  de  remos  ni  paletas*  ^^    Este  sen- 
cillo navichuelo  bastabp  paralas  necesidades  de 
los  indígenas,  y  hasta  el  diaha  continuado  usán- 
dose; porque  la  balsa  con  sus  chozítas  de  paja 
encima,  suple  todavía,  á  falta  de  otros  medios 
mas  cómodos  de  transporte,  para  llevar  pasage- 
ros  y  equipajes  poí  los  rios  y  costas  de  esta  par- 
te del  continente""  íimericano. 

13    '-Traiá  sus  mástiles  y  an-    núm/  CXX  de  la  Biblioteca  Ihk 

tennR  de  muy  fina  madera  y  velas    perial  de  Viena,  MS.  (*) 

de  alcodon  del  mismo  tírile  de         ,«.     t^  ii-     , 

,  ,  ,  •     „        (  )    Publicada  en  el  tom.  V 

iivideraque  losn'icstros  navio-s."  ,    ,    «  »      •        ,     -rx 

,,  ■,    ,       1    1     i>  •  r>  ele  la  Colección  de  Documentos 

Violación  de  les  Trímeros  Doscu-  ^  ,  ,.  •         ,,.       .     , 

.   .    .     ^      1    T^  Tr  T-í-  Inéditos  para  la  Historia  d^  £a-« 

h:riiiciit:>H  deF.  Pizarro  vDieyo         ^    ,,,   ,  .»  -^.      ••      "^  *" 

.,  '     jT    ^1^  pana  (Madrid,  1844.) — T. 

<4t.    Aliijaís'ro,  sacada  del  coJ.ce  *         ^  '  '         . 


LIBRO  II, — CAPITULO  III.  27S 

Al  abordar  Ruiz  la  balsa  encontró  en  ella  va-* 
ríos  Indios  de  ambos  sexos,  muy  llenos  de  alba. 
jas,  fuera  de  otra  porción  de  objetos  de  oro  y 
plata  labrados  con  bastante  industria,  que  lleva- 
ban para  contratar  en '  diferentes  puntos  de  la 
costa.    Pero  lo  que  mas  llamó  su  atención  fue- 
ron los  tejidos  de  lana  de  que  iban  en  parte  ves- 
tidos.    Eran  finísimos,  primorosamente  labra- 
dos con  figuras  de  flores  y  aves  de  colores  muy 
vivds.    Vio  también  en  el  bote  unas  como  balan- 
zas para  pesar  el  oro. "  La  admiración  que  le 
causaban  estas  pruebas  de  ingenio  y  de  civiliza- 
ción, tan  superiores  á  todo  lo  que  antes  habia 
visto  en  aquella  tierra,  subió  de  punto  con  las  no- 
ticias que  recojio  de  los  Indios.  Dos  de  ellos  ha- 
bian  venido  de  Tumbez,  puerto  del  Perú,  y  lé 
dieron  á  entender  que  en  sus  alderredores  ha- 
í,  bia  infinitos  rebaños  de  los  animales  que  daban 
^aquella  lana,  y  que  en  los  palacios   del  monarca 
'él  oro  y  la  plata  ^ran  tan  comunes  como  las 
maderas.    Los  Españoles  escuchaban  con  avi- 

14  En  una  breve  noticia  de  ropas»  todo  lo  mas  de  ello  muy 
esta  espedicion,  escrita  al  paré-  labrado  de  labores  muy  ricas  de- 
cer  al  mismo  tiempo,  que  se  ve-  colores  de  grana  y  carmisi  y  azul 
rificó,  ó  poco  después,  se  li^lla  y  amarillo,  y  de  todas  otras  colo- 
una  enumeración  detallada  de  los  res  de  diversas  maneras  de  la- 
diversos  objetos  que  se  encentra-  bores  y  figuras  de  aves  y  ani- 
ron  en  la  balsa.  *" Espejos  guarne-  males,  y  pescados,  y  arbolesas  y 
cidos  de  la  dicha  plata,  y  tazas  y  trahian  unos  pesos  chiquitos  de 
otras  vasijas  para  beber,  traian  pesar  oro  como  hechura  de  ro- 
muehas  mantas  de  lana  y  de  algo-  mana,  y  otras  muchas  cosas." 
don  Y  camisas  y  aljubas  y  alca-  Relación  sacada  de  la  Biblioteca 
cérea  y  alaremei,  y  otras  mucha»  Imperial  de  Viena,  MS* 


t74  CONQUISTA  DEL  FKRV. 

des  estas  relaciones,  que  tan  bien  se  avenían 
con  sus  deseos.    Aunque  recelaba  Ruiz  que  hu- 
biese en  ellas  algo  de  exageración,  se  resolvió 
á  detener  algunos  Indios,  inclusos  los  de  Tam- 
bez,  para  que  repitiesen  á  su  gefe  tan  maravi- 
llosas noticias,  y  para  que  aprendiendo  al  mis- 
mo tiempo  el  idioma  castellano,  pudiesen   ser- 
vir de  intérpretes  en  lo  sucesivo.    A  los  demás 
dejó  que  prosiguiesen  su^viage  sin  tropiezo. 
Continuando  también  el  suyo  el  prudente  pilo- 
to, llegó  sin  tocar  en  ningún  otro  puntp  de  la 
costa,  á  la  punta  de  Pasaos,  á  cosa  de  medio 
grado  de  latitud  Sur,  habiendo  tenido  la  gloria 
de  ser  el  primer  Europeo  que  cortó  la  línea,  na* 
vegando  hacia  á  este  rumbo  en  el  Pacífico.    Es-* 
te  fué  el  límite  de  sus  descubrimientos;  llegado 
allí,  volvió  la  proa  al  Norte,  y  después  ¿e  algu^- 
nas  semanas  de  ausencia,  regresó  al  lugar  en 
que  habia  dejado  á  Pizarro  y  á  sus  compañe- 
ros. *® 

Llegó  á  la  verdad  á  tiempo,  porque  ya  los  áni- 
mos de  aquellos  aventureros  se  rendían  a  ios  tra 
bajos  y  peligros  con  que  habían  t;enido  que  lu- 
is Xerez,  Conq.  del  Pera,  exactitud  las  fechas  de. los  anee- 
ap.  Barcia,  tom.  III.  p.  181. —  sos  de  estas  primeras  espedició- 
Relacion  sacada  de  la  Biblioteca  nes;  pero  estos  antiguos  cronistas 
Imperial  de  Viena,  MS. — Her-  no  entienden  de  cronología,  7  se 
rera,  Hist.  General,  dec.  3,  lib.  8,  guramente  se  les  figuraba  que 
cap.  13.  como  ellos  conserv-aban  tan  fres- 

Uno  de  estos  autores  dice  que  cas  en  su  memoria  las  fechas  de 
gastaron  sesenta  dias  en  esta  cor-  los  acontecimientos,  lo  mismo  ha 
reria.    Siento  no  poder  fijar  ci>n    bia  de  soeeder  á  todos  lot  d«máf . 


LIBRO  II. — CAPITULO  III.  275 

char.    Idos- los  buques  se  puso  en  |marcha  Pi« 
zarro  para  el  interior,  esperando  hallar  la  tierra 
despejada  que  los  naturales  le  habían  prometi- 
do; pero  á  cada  paso  se  iban  espesando  mas  los 
bosques,  y  los  árboles  se  elevaban  á  una  altura 
no  vista  hasta  entonces,  ni  aun  -  en  aquellas  fér- 
tiles regiones  en  que  la  naturaleza  produce  to- 
do tan  en  grande»  ^^    Levantábanse  á  su  frente 
montes  sobre  montes,  á  semejanza  de  las  ondas  ^ 
de  un  océano  agitado,  hasta  perderse  en  la  in- 
mensa cadena  de  los  Andes,  cuya  heladas  pen-  . 
dientes  parecían  una  cortina  de  luciente  plata 
que  unía  los  cíelos  con  la  tierra. 

Para  atravesar  por  estas  espesas  alturas,  los 
tristes  aventureros  tenían  que  meterse  en  bar- 
rancos de  una  proñmdidad  horrible,  donde  se  ai- 
slaban las  nocivas  exh^la<^iones  del  empapado 
suelo  mé;¿cladas  con  el  aroma  de  las  flores,  que 
en  aquellas  espantosas  simas  ostentaban  tddos 
los  eolores  imaginables;  si  bien  pairecia  rivalizar 
con  ellas  el  rico  plumage  de  los  pájaros,  de  la 
especie  de  los  papagayos,  que  volaban  en  der- 
redor.    Millares  de  monos  saltaban  por  las  ra-^ 
mas  dando  agudos  chillidos,  y  haciendo  tan  hor- 
ribles visages,  que  parecían  los  espíritus  malig- 
nos de  aquellas  soledades.    Del  cieno  de  las 
charcas  removido  por  los  caminantes  brotaban 

16     ''Todo  eran  montanas  con  árboles  hasta  «1  eielo!''   H«rrera, 
Hist.  General,  ubi  suorm 


276  CONQUISTA  DEL  PERÜ. 

asquerosos  reptiles;  veian  á  veces  el  corpulento 
boa  enroscado  en  los  árboles  y  oculto  en  ellos 
aguardando  el  momento  de  lanzarse  sobre  sa 
presa;  y  los  cocodrilos  que  tomaban  el  sol  en  la 
orilla  de  los  rios  6  se  deslizaban  bajo  del  agua, 
se  apoderaban  de  la  incauta  víctima  antes  que 
hubiese  advertido  su  proximidad.  "  Muchos 
Españoles  perecieron  asi  desdichadamente,  y 
otros  fueron  sorprendidos  por  los  naturales  qae 
no  perdian  de  vista  sus  movimientos,  y  aprove- 
chaban cualquiera  ocasión  de  atacarlos  con  ven- 
taja. Catorce  compañeros  de  Pizarro  fueron  co- 
gidos de  un  golpe  en  una  canoa  que  fué  á  varar 
en  el  aluvión  de  un  rio.  " 

Para  colmo  de  sus  desgracias  les  acometió  el 
hambre,  y  apenas  podian  ^  conservar  la  vida  con 
el  escaso  alimento  que -el  bosque  les  procuraba. 
Pasábanlo  á  veces  con  las  patatas  ^que  crecian 
sin  cultivo  ó  con  los  cocos  silvestres,  y  en  la  cos- 
ta con  el  salado  y  amargo  fruto  de  los'  mangles; 
aunque  la^  cesta  era  todavia  mas  insufrible  que 
los  bosques,  á  causa  de  los  enjambres  de  mosqui- 
tos que  obligaban  á  los  miseros  aventureros  á 
enterrarse  en  la  arena  hasta  los  ojos.  Llegaron 
á  tal  punto  sus  padecimientos,  que' solo  pensa- 
ban ya  en  volverse,  y  todos  los  proyectos  de  la 
ambición  y  la  avaricia  se  trocaron,  menos  en 

17  Ibid.,  ubi  supnu  Hist.  dej^as  Indias»  cap.   108.^ 

18  Ibid.,  loe.  cit. — Gomara,    Naharro,  Relación  Sumaña,  MS. 


LIBRO  II. — CAPITULO  ÍII.  2T7 

Pizarro  y  en  algunos  otros  espiritas  indómitos, 
en  un  deseo  irresistible  de  regresar  á  Panamá. 
A  este  punto  liabian  llegado  las  cosas  ctiando 
volvió  el  piloto  Rüiz  con  la  noticia  dé  sus  pre- 
ciosos déscubrimíéntosv  y  poco  después  entro 
Almagro  en  el  puerto  con  su  buqtie  cargado  de 
provisiones  y  un  crecido  refuerzo  de  voluntarios 
El  viage  de  este  capitán  habia  sido  muy  dichoso. 
Cuando  llego  é  Panamá  se  encontró  en  el  gobier- 
no á  D.  Pedro  de  los  Ríos,  y  anclo  en  la  bahia 
sin  atreverse  á  saltar  á  tierra  hasta  que  el  Padre 
Luque  le  diese  algunas  noticias  sobre  la  dispo- 
sición que  hallaría  en  el  nuevo  gobernador  á  pro- 
teger su  empresa.  Era  esta  bastante  ftivórablc 
porque  tenia  instrucciones  espresas  de  la  corte 
para  cumplir  en  todas  sus  partes  el  asiento  he- 
cho con  su  predecesor.  Al  saber  la  llegada  de 
Almagro,  salió  al  puerto  á  recibirlo,  maniífestán- 
dole  sus  deseos  de  facilitarle  todo  lo  que  necesi- 
tase para  llevar  á  cabo  sus  intentos.  Por  fortu- 
na habia  llegado  poco  antes  á  Panamá,  ilna  par- 
tida de  soldados  aventureros  que  ardian  en  de- 
seos de  hacer  fortuna  en  el  Nuevo  Mundo.  Es- 
tos tragaron  el  anzuelo  con  mucha  mas  facilidad 
que  los  incrédulos  colonos;  de  ellos  y  otros  va- 
gamundos que  andaban 'por  la  ciudad,  reunió  Al- 
magro un  refuerzo  alo  menos  de  ochenta  hom- 
bres, y  con  él  y  un  nuevo  acopio  de  provisiones. 

Ir  26 


S78  Conquista  del  ferü. 

se  hizo  otra  vez  á,  la  vela  para  el  rio  de  Snn 
Juan. 

El  arribo  de  nueva  gente  ansiosa  de  proseguir 
la  espedicion;  el  carabio  favorable  que  habla  pro- 
ducido en  su  situación  la  llegada  del  bastimento^ 
y  las  doradas  perspectivas  délas  riquezas  que 
les  aguardaban  en  el  sur,  produjeron  el  efecto 
que  era  de  esperarse  en  los  ánimos  ai)atidos  de 
los  compañeros  de  Pizarro.  Breve  olvidaron  los 
pasados  trabajos  y  fatigas,  y  ton  la  volubilidad 
propia  de  aventureros  y  corsarios,  pasaron  al 
otro  estremo^  importunando  ahora  al  comandan- 
te para  que  prosiguiese  la  marcha,  tanto  cprao 
antes  lo  habiau  hecho  píira  que  se  volviese. 
Aprovechando  lo€^  dos  capitanes  esta  favorable 
disposición  de  los  ánimos,  se  embarcuron  en  sus 
buques,  y  guiados  por  el  esperto  piloto  siguieron 
el  mismo  rumbo  que  él  antes  habi»  llevado- 
Mas  con  estas  dilaciones  habian  d^ado  pasar 
la  estación  favorable  para  navegar  oh  estas  lati- 
tudes^ que  solo  dura  unos  cuantos  meses  del  año. 
Los  vientos  soplaban  constantemente  hacia  «I 
norte,  y  no  lejos  de  la  ribera  hallaron  110a  fuer- 
te corriente  en  la  nxisma  dirección.  Las  mas  ve- 
ces los  vientos  paraban  en  tenxpestades,  y  los 
tristes  yiag^ros  fueron  por  muchos  diasr  juguete 
de  las  enfurecidas  olas,  en  medio  de  horribles 
tormentas  de  truenos  y  relámpagos,  hasta  que 
por  fin  hallaron  un  fondeadero  seguro  en  la  Isla 


LIBREO  U.— CAPITULO  Hl.  ?7d 

á^l  Gallo,  donde  ya  liabia  estado  Euiz.  Los  Es- 
pañoles tomaron  tierra  porque  ya  su  número  les 
ponia  á  cubierto  de  un  ataque,  y  como  ios  indí- 
genas para  nada  Ipn  molestaban»  fiue  quedaron 
alli  dosi  semaiia^,  para  componer  sus  estropea- 
das  embarcaciones  y  reponeri$e  de  las  fatigas 
del  mar»  Pasado  e$te  tiempo  eontinuarotí  su 
viage  hacia  el  Sur»  l^asta  qu^  llegaron  á  la  bahía 
de  San  Mateo.  Conforme  corrían  la  costa  se 
quedaban  admirados,  oomo  ant^n  le  habia  suce- 
dido á  JLuiz,  al  ver  por  todas  partes  en  el  aspec- 
to del  pais  y  de  sjus  habitantes,  pridebas  de  una 
civilizaicion  mas  adel^^^tada.  Por  cualquier  la- 
do que  se  tendiese  1^  vi$ta  se  veian  señales  de 
cultivo,  y  aun  la  costa  tenia  natural Wfeñte  uüa 
apariencia  mas  agradable.,  parque  en  \ez  del  per^ 
petuo  laberinto  de  manglares  con  sus  toi^uosas 
raices  entretejidas  deb^ü^g»  del  agua  cdmo  para 
engañar  y  sorprender  al  aaVegante,  la  orilla  del 
mar  estaba  qubie^rta  de  un  mageatuoso  bosque 
de  ébanos,  de  i^na  especie  de  caoba  y  de  otras 
maderas  duras,  $uaceptibl$)s  del  mas  brillante  pu- 
limento. El  sándalo  y  otrps  muchos  árboles 
balsámicos  de  nombres  desconocidos,  exhalaban 
su  aroma  á  gran  distancia,  no  en  una  atmosfera 
emponzoñada  por  la  corrupción  vegetal,  sino  en- 
tre las  puras  y  saludables  brisas  del  océano.  En 
los  c.laros  se  veían  grandes  pedazos  de  terreno 
cultivado,  colinas  cubiertas  de  niaiz  y  de  patatas 


280  CONQUISTA  DEL  PEBU. 

y  en  las  tierras  bajas  floridas  sementeras  de  ca- 
cao.^» 

Los  pueblos  iban  siendo  cada  vez  mas  consi- 
derables, y  cuando  los  buques  anclaron  frente 
al  puerto  de  Tacamez,  vieron  los  Españoles  una. 
ciudad  de  dos  mil  o  mas  casas,  dispuestas  en 
calles,  y  con  una  numerosa  población  amonto- 
nados en  los  suburbios.  ^  Tanto  los  hombres 
como  las  mugeres  llevaban  adornos  de  oro  y 
piedras  preciosas,  lo  que  puede  parecer  estraño, 
considerando  que  los  Incas  monopolizaban  las 
joyas  para  sí,  y  para  los  nobles  á  quienes  les 
parecia  bien  darlas.  Pero  aunque  los  Españo- 
les, habian  llegado  al  límite  septemtrional  del 
imperio  Peruano,  no  estaban  en  el  Perú,  sino  en 
Quito,  y  esta  parte  de  él  llevaba  muy  poco 
tiempo  de  conquistada  para  que  el  sistema  opre- 
sor de  los  déspotas  americanos  hubiese  podido 
borrar  enteramente  los  antiguos  usos  de  sus  ha- 
bitantes. AqueUa  comarca  era  ademas  abun- 
dantísima en  oro,  que  recogían  en  los  lavaderos 
de  los  rios,  y  es  hasta   el   dia  el  principal  pro- 

19  Xerez,  Conq.  del  Perú,  menciona  ciudades  dé  3.000  ca- 
ap.  Barcia,  tom.  m.  p.  181.— '  sas.  "En  esta  Tierra  havia  ínn- 
Relación  sacada  de  la  Biblioteca  .  chos  Mantenimientos,  i  la  gente 
Imperial  de  Vieria,  MS.— Nahar-  tenía  muy  buena  orden  de  vivir, 
ro ,  Relación  Sumaria,  MS .— ^  los  Pueblos  con  sus  Calles,  i  Pía- 
Montesinos.  Anales,  JVlS.,  año  ^as:  Pueblo  havia  que  tenia  mas 
1526. — Zarate,  Conq.  del  Perü,  de  tres  mil  Casas,  i  otros  havia 
lib.]^l,  cap.  1.— ^Relación  del  Pri-  menores.^'  Coiuj.  del  Pero,  ap. 
mer  Descub.,  MS.  Barcia,  tom.  III.  p.  181, 

20  El  «ecré tarto  de    Pizarro 


LIBRO  11.— CAPITULO  III.  281* 

dittsto  de  Baracoas.  También  se  encontraba  allí 
et  hermoso  río  de  las  Esmeraldas,  llamado  asi, 
por  las  minas  de  esta  piedra  preciosa  que  se  en- 
cuentran en  sus  orillas,  y  que  servian  para  acre- 
centar ebtesoro  de  los,  Incas.  21 

Contentísimos  estaban  los  Españoles,  al  ver 
aquellas  pruebas  evidente  de  riqueza,  y  lo  bien 
cultivado  de  la  tierra,  les  daba  á  entender  que 
al  fin  habian  llegado  al  pais  que  por  tanto  tiem- 
po les  había  deslumbrado  con. su  brillo  y  habia  » 
sido  el  solo  banco  de  sus  deseos.  Pero  aun  allí 
el  espíritu  belicoso  délos  naturales  les  reser- 
vaba nuevos  disgustos,  porque  conociendo  estos 
su  propia  fuerza,  no  se  manifestaban  dispuestos 
a 'humillarse  á  los  invasores,  sino  que  por  el 
contrario,  se  desprendieron  de  la  ribera  varias 
canoas  cargadas  de  guerreros,  llevando  por  es- 
tandarte un  busto  de  oro,  y  se  amontonaron  en 
torno  de  los  buques  con  aire  de  provocación,  y 
cuando  comenzaron  á  perseguirlas,  fácilmente 
se  guarecieron  entre  los  bajos  de  la  orilla.  ^ 

21    StevensoD,  que  recorrió  vis¡tedít,'Mi€eelviagero,''owmg 

esta  parte  de  la  costa  á  prínc»^  to  the,  superstitious  dread  of  the 

píos  del  presente  siglo,  habla  lar-  natiyes,  who  assured  me  that  it 

.  garaente  de  los  tesoros  vegetales  was  enchanted,  and  guarded  by 

y  minerales  que  encierra.  A  cau-  an  enormous  dragón,  which  po.ur- 

sa  de  una  superstición  mas  pro-  ed  forth  thunder  and  lightning 

pía  del  tiempo  de  los  Incas  que  on  those  who  dared  to  ascend  the 

de  los  nuestros,  no  hay  quien  tí-  river."  Residence  in  South  Amer- 

site  hoy  la  mina  de  esmeraldas,  ica,  vol.  II.  p,  406. 

cerca  de  Las  EwmerMas\  tan  fa-  ^    "Salieron  á  los  dichos  na>- 

m osa  en  otro  tiempo.    ''Inever  vios  catorce  canoas  grandes  con 


282  CONCiUlíSTA  D£t  PKRl/. 

•  Eu  ella  se  v^ia  reüjii^idio  otro  destacamento  piasf 
respetable,  en.iiuniero,  segUQ  los  autores  espa- 
ñoles, de  diez  mil  guerreros  a  lo  meftos,  ardien- 
do al  parecer  en  deseos  de  trabar  regida  pelea 
con  los  invasores.  F.uéle  in^posible  á  Pizarro  evi- 
tar enteramente  las  hostilidades,  aunque  desem- 
barco con  una  partida  á  fin  de  tener  una  confe- 
rencia con  los  Indios,  y  lo  Jbtabriavt  pasado  míú 
lo3  Españoles^  ^co^ado^  por  un  enemigo  atrevi- 
do y  tan  superior  en  número,  si  úp  hubiese  si- 
do por  un  ridículo  accidente,  que  según  lo|  his- 
toriadores, aconteció  á  cieirta  csballerq.  Fué  el 
aocidcAte  Una  caida  del  caballo,  la  qu^  espantó 
de  tal  modo  á  l<^  háxh^V^s^  que  no  aguardaban 
sem'^ante  división  d^  lo  ^e  ellos  consideraban 
como  solo  un  indivi^uQa  flUj&  llenos  de  terror 
volvieron  tas  espfildfts,  y  dejaron  el  camino  espe- 
dito  á  lo3  cristianos  para  que  se  volviesen  á  sus 
bajeles.  ^ 

muchos  Indios  dos  armados  de  unos  con  loa  otros,  uno  de  aque- 

oro  y  plata;  y  traban  en  la  una  Uos  de  cabaüo  cayó  del  caballo 

canoa  un  estandarte   y  encima  abajo;  y  como  los  Indios  vieron 

de  él  un  bolto  de  un  mucho  dé-  dinridiese  aquel  animal  en  dos  psr- 

sio  de  oro,  y  dieron  una  vuelta  á  tes,  teniendo  por  ciegrto-que  todo 

los  navios  por  avisarlos  en  mar  ^tn  una  cosa,  fué  tojiito  el  miedo 

ñera  que  no  lo«  pudiese  enojar,  <ine  tubieron  que  volvieron,  las 

y  asi  dieron  vuelta  acia  á  su  pue-  espaldas  dando  voces  á  los  suyos, 

ble,  y  los  navios  no  los  pudieron  diciendo,  que  se  habia  hecho  dos 

tomar  porque  se  metieron  en  los  Placiendo    admiración   dello;   lo 

baxoa  junto  á  la  tierra."    Reía-  '^^^  ^^  ^^^  «»  misterio;  porque 

ciün  sacada  de  la  Biblioteca  Im-  ^  ao  acaecer  esto  se  presumo 

perial  de  Viena,  MS.  ^ue    mataíran   todos  los  cnsUa- 

23    "Al  tiempo  dó  romper  los  J^»»-''  (Relación  del  Primef  D*»-. 


LIBRO  II. — CAPITULO  lU  283 

Reqniéronse  inmediatamente  los  Españoles  en 
consejo  de  guerra.    No  habia  duda  que  sus  fuer- 
;5as  eran  de  todo  punto  insuficientes  para  luchar 
cop  aquel  ejercito  d-e  Indios  tan  numeroso  y  bien 
organizado,  y  aun  cuando  saliesen  victoriosos  de 
4)9  sex'ia  in^po^ible  resistir  dengues  la  tempesta^ 
que  se  iba  á  levantar  contra  ellos,  en  su  marcha 
al  inlcxior,  porque  el  pais  iba  siendo  cada  vez  mas 
poblado,  y  á  cada  cabo  que  doblaban  veian  nue- 
vas  ciudades  y  pueblos.  Lo  mejor  era,  en  opinión 
de  los  de  espíritu  apocado,  abandonar  la  empresa 
enteramente  como  superior  á  isas  fuerzas.    Pero 
Almagro  miraba  la  cosa  bajo  un  panto  de  vista 
muy  diferente.    ^*Volv  ernos"  decia  '*sin  haber 
hecho  nadaii^^a  penlernafii  y  desboQjr^rnos^ 
Apenas  hay  uno  de  nosotros  que  no  tenga  acre- 
dores  en  Panamá,  que  esperan  pagi^rse  con  los 
productos  de  esta  esp^edicioii.    Volvferhos  aho- 
ra será  ir  á  ponernos  en  sa»  manos,  para  que 
nos  envien  á  la  cárceL    Vale  npias  smdar  erran- 
tes, pero  libres  en  los  bosques^  que  yernos  car- 
gadas de  cadenas  en  los  calabozos  de  Pana- 
má." ^^  El  único  arbitrio  que  les  quedaba,  según 

cub.,  MS.)     Esta  esplicacion  del  guerras  paira  esplicar  triunfos  se- 

terror  pánico  de  los  naturales  es  mejanteg. 

sin   duda   tan  creifele,  como  la  ^4    'iNo  e»  bien  volv^  pp. 

^  -  ,    ,,               ,     ,  bres,  á,  pedir  limosna,  i  morir  en 

aparición    del  beUgero    apóstol  ^s  Carceleti  los  qne  tenían  den- 

Santiago,  dé  que  se  sirven  tantas  jas."    Hiriera,   Hist.   General,' 

veces  los  historiadores  de  estas  dec.  3,  Ub.  10,  cap.  2. 


284  COiNQUISTA  DEL  PERÚ. 

él,  era  el  que  ya  antes  se  habia  tomado.  Pi¿ár 
ro  podia  encontrar  algiin  sitio  mas  cómodo  pa- 
ñi quedarse  con  parte  de  la  fuerza,  mientras 
que  él  iria  por  refuerzos  á  Panamá.  La«  noti- 
^cias  que  ahora  llevaban  de  la  riqueza  de  la  tier- 
rii  que  habían  visto  por  sus  propios  ojos,  serian 
muy  favorables  para  la  espedicion,  y  harían  for- 
mar otro  concepto  de  ella^  lo  que  no  dejaría 
dé  atraer  á  sus  banderas  todos  los  voluntarios 
que  necesitasen. 

•  Mas  por  juicioso  que  fuese  esté  consejo,  no 
era  muy  del  gusto  del  otro  capitán,  quien  no 
encontraba  mueh^  placer  en  desempeñar  la  par- 
te que  sienipíe  le  tocaba,  de  quedarse  entre  los 
bosques  y  pantanos,  de  aquelki  tierra  inhabita- 
ble. ■  "Todo  eso  está  muy  buena  para  vos,"  di- 
jo á  Almagro,  "que  pasáis  el  tiempo  de  un  mo- 
do bastante  agradable,  yendo  aquí  y  allí  con 
vHestro  buque,  u  o»  «leteis  en-» Panamá  á  vivir 
en  la  abundancia;  pera  la  cosa  ea  muy  distinta 
para  los  que  se  quedan  á  enfermarse  y  morir  de 
liambre  en  el  desierto."  ^   A  esto  respondió  Al- 

25r.  "Como  iba,  i  venia  en  Io«    á  «qnellios  cabaDeros  andante»  de 
Navios,  adonde  no  le  faltaba  vi-    q^^^  hace  mención  Hudibras,  los 

tnalla,  no  padccia  la  miseria  de  , 

,    -    -    ■     *  .  cuales. 

Ja  hambre,  y  otras  angustias  que 

teniaii,  í  ponían  á  todos  en  es-        Como  piensan  algunos,  no  eomiau 

trema  congoja."    Herrera,  Hist.  Bn  los  antiguos  tiempos,  ni  bebianJ 

General,  dec.  3,  lib."  10,  cap.  2.)  Acaso  pacería»,- 

Los  comipañeres  de  Cortés  y  Pi-  P^^iue  al  cruzar  eatérUes  regiones; 

^   .,  ^        •'  Vastos  desiertos,  densos  matorrales 

zarro^por  ilustres  que  fuesensus  jamsss&s^roiífsfdñés;         - 

lka-rí?a>.  r-»  ig^j-vlab^u  con  tcdo  Mencionau-los  históricos  a nalesí. 


LIBRO  II. — CAPITULO  III.  285 

magro  algo  acalorado,  piotestando  que  estaba 
pronto  á  tomar  el  mando  de  los  valientes  qne 
quisieran  quedarse,  si  Pizarro  no  se  decidla  á 
ello.  La  disputa  se  fué  agriando  y  de  las  palabras 
pasaron  á  las  obi-ag,  pues  que  ya  ambos  hablan 
puesto  mano  alas  espadas,  á  no  mediar  el  tesore- 
ro Ribera  y  el  piloto  Ruiz,  que  al  cabo  consiguie- 
ron apla  caries.  Poco  trabajo  costo  á  estos  me- 
diadores pacíficos,  que  velan  las  cosas  con  ma» 
sangre  fria,  el  convencer  á  entrambos  caballeros 
délo  desacordado  de. su  conducta,  que  debia  in- 
faliblemente malograr  la  espedicion,  con  gran  de- 
crédito de  su»  autores.  Reconciliáronse  al  cabo, 
á  lo  menos  lo  suficiente  en  la  apariencia,  para 
poder  seguir  obrando  de  acuerdo.  Se  adopto 
entonces  el  plan  de  Almagro,  y  solo  restaba  en- 
contrar el  lugar  mas  apropdsito  para  que  Pizar- 
ro fijara  sus  cuarteles. 

Muchos  dias  gastaron  en  reconocer  varios 
puntos  de  la  costa  por  donde  antes  hablan  pa- 
sado, pero  en  todas  partes  se  encontraban  ya 
alarmados  á  los  indígenas,  y  tomaban  una  actr*- 
tud  amenazante,  qne  su  inmenso  numero  ha- 
cia temible.  No  habla  que  pensar  en  las  tier- 
ras ma»  septentrionales  por  que  allí  la  natu- 
raleza con  sos  bosques  y  sus  nocivos  pantanos, 
hacia  una  guerra  mas  cruda  aun  que  el  hombre. 

Lo  cual  bizo  qne  autores  muy  seve-     Q,ne  tenían  los  buenos  caballeros 
(ros     Estómagos  no  mas  para  batirsot. 
Afirmen,  siqi  temor  de  desme&tirftét 


286  C0.NaiíI3TA  DEL  PERÚ. 

En  esta  diid^  se  decidieron  por  la  isla  del  Gp^Uo, 
porque  á  causa  de  su  disí^ocia  de  la  costa  y  de 
«u  escasa  potlacioa,  les  pajceci^i  el  sitio  mas 
apropg  sito  para  ellos,  en  el  triste  estado  d^ 
abandono  en  qi;e  iban  á  eacontrarse.  ^ 

Mas  apenas  se  divulgo  el  acuerdo  de  los  dos 
capitanes,  cuando  ae  majii.fegto  sin  enoibo^^o  el 
descontento  eutre  los  cQnjpañerosi,  y  especial- 
iTiente  entre  los  que  debií^n  quedarse  en  la  isla 
con  Pizarra*  "Como"  gritaban  es^to^,  "¿se  de- 
jarian  acaso  llevar  á  aquel  trigite  rincón  á  marir 
de  hambre?  Toda  ja  expedición  habla  sido  un 
engaño  de  principio éfia.  .  Aquellas  regiones  de 
oro  tan  encomiadas,  parecian  huir  ante  ellqs,  y 
el  poco  oro^que  basíta  eBLtóAe;e3,habiaB  tenido  la 
fojtuna  de  recoger,  se  había  enviado  á  Panamá 
para  engolosinar  á  otros  bobos,. y  que  siguiesen 
su  ejemplo.  ¿Qué  fruto  habían  §aoado  hasta  en- 
tonces de  todos  sus  padecinrientos?  El  único  te« 
soro  que  les  quedaba  eran  sus  arcos  y  flechas, 

36   -Pedm    Pizárro, '  Descub.  apaitarse  de  la  costa  s^ptentrio- 

y  Conq.  .MS.T-iRelacioat  sJicadA  .QtU  d^  este  continente-     Dam- 

de  la  Biblioteca  Imperial  de'Vie-  pieria  pinta  afligida  de  continuas 

na,  MS.^ — Naharró.  Relación  Sii-  lluvias;  mientras  que  sus  bosques 

MQwia,  MS. -.-Zarate,  Conq^  del  impenctrabies  y  la,  ferocidad  de 

Perú,  lib.   1,  cap.  1. — Herrera,  ^os  ind^enas  hablan  contribuido 

Hist.  General,  dec.  3,  iib.  10,  ca-  á    mantener  casi    desconocidas 

pitillos.  aquella  r^iones  hasta  su  tiempo. 

Fué  ciertamente  una  desgra-  Véanse  sus  Voyages  andAdven- 

cia  que  Pizarro,  en  vez  de  avan-  tures    (London,    1776,)    vol.    I. 

zar  con  resolución  hacia  el  Sur,  ch.  14. 
ee  mantuneao  tanto  tiempo  sin 


LIBRO  It. — CAPITULO  III.  287 

y  ahora  querían  abandonarlos  an  aqnella  horro- 
rosa isla  sin  tener  siquiera  un  palmo  de  tierra 
bendita  |)ara  dar  sepultura  á  sus  huesos,"  ^ 

Llenos  algunos  soldados  de  desesperación  es- 
cribici-on  á  sus  amigos  informándoles  de  su  tris- 
te estado,  y  quejándose  amargani^ente  de  la  indi- 
ferencia con  que  iban^  ser  sacrificados  á  la  obsr 
tinacion  y  codicia  de  sus  gefes.  Pero  estos  sa- 
bian  muy  bien  que  sus  soldados  adoptarían  este 
arbitrio,  y  eran  demasiado  vivos  para  no  ganar- 
les por  la  mafia,  lo  que  hizo  Almagro  apoderán- 
dose de  cuantas  cartas  encontró  á  bordo,  cortán- 
doles así  toda  comunicación  con  sus  amigos  de 
Panamá.  Ma«  con  esta  medida  violenta  y  poco 
delicada  tío  con^guirf  m  objeto,  como  sucede 
casi  siempre  á  los  que  las  emplean,  porque  un 
soldado-llamado  Santvia  se  dio  maña  de  meter 
Bna  carta  dentro  dei¡m  oyíIIo  de  algodón,  el  que 
etiviaron  á  Panamá  de  regalo  para  la  esposa  del 
gobernador,  como  una  muestra  de  los  productos 
de  la  tierra.  ^ 

En  la  carta,  que  ademas  del  autor  iba  firmada 
por  muchos  de  los  soldados  descontentos,  pinta- 

27  **  Miserablemente  morir  ban  cuenta  de  las  hambres,  muer- 
adonde  aun  no  havia  lugar  sa-  tes  y  desnudez  que  padecían,  y 
grado,  para  sepultura  de  sus  que  era  cosa  de  risa  todo,  pues 
cuerpos."  Herrera,  Hist.  Gene-  las  riquezas  se  habian  convertido 
ral,  dec.  3,  lib.  10,  cap.  3,  en  flechas,  y  no  habia  otra  cosa." 

28  ^'Metieron  en  un  ovillo  de  Montesinos,  Anales,  M9.,  año 
algodón  una  carta  firmnda  de    1527. 

muchos  en  quo  suniarianioii'.c  dú.- 


288  Conquista  del  perú* 

ban  con  los  mas  vivos  colores  sus  miserias,  acu- 
sando á  los  dos  gefes  como  autores  de  ellas,  y 
suplicando  á  las  autoridades  de  Panamá  que  me- 
tiesen lar  roano  en  el  negocio  despachando  un  bu- 
que que  les  sacara  qe  aquel  destierro,  donde  to- 
davía podrían  encontrar  vivos  algunos.  La  epís- 
tola concluía  con  una  copla  en  que  figuraban  á 
los  dos  gefes  como  á  dos  dueños  de  un  matade- 
ro, dedicado  el  uno  á  recoger  el  ganado  para  que 
lo  mate  el  otro.  Los  versos,  que  en  su  tiempo 
estuvieron  en  voga  entre  los  colonos,  aunque 
sin  mérito  alguno,  eran  los  siguientes: 

Pues  Señor  Gobernador, 
Mírelo  bien  por  entero. 
Que  allá  vá  el  recogedor 
Y  acá  queda  el  carnicero.  ^ 

29  Xeréz,  Conq.  del  Pera,  — ^Balboa,  Hist.  du  Pérou,  cha|i. 
ap.  Barcia,  tom.  III.  p.  181. —  15. — Montesinos,  Anales,  MS.^, 
Naharro,  Relación  Sumaria,  MS-    año  1527. 


CAPITULO  XV. 


Indignación  del  Gobernador. — Firmeza  de  Pizar-- 
Ro. — Continua  el  Viage. — Lisongero  aspecto  de 
TüMBEZ-—- Descubrimientos  en  la  Costa. — Regre- 
so a  Panamá.— Se  EMBARCA  Piííarro  TARA  España. 

1527— 15M. 

A  poco  tiempo  de  partido  Almagro,  despacho' 
Pizarro  el  navio  que  le  quedaba,  con  pretesto  de 
que  se  carenase  en  Panamá.     Probablemente  le 
decidlo  á  ello  el  deseo  de    deshacerse  de  algu- 
nos de  sus  compañeros,  que  por  su  insubordina- 
ción y  espíritu  turbulento,  le  servian  mas  bien 
de  estorbo  que  de  ayuda  en  la  triste  situación  en 
que  sé  encontraba,  y  lo  hizo  con  tanto  mas  gus- 
to cuanto  que  asi  se  disminuía  el  numero  de  bo- 
cas, circunstancia  no  poco  interesante  en  aquella 
isla  estéril  donde  tan  difícil  era  procurarse  el 
sustento  necesario. 

ta  llegada  de  Almagro  y  sus  compañeros  pro- 
dujo gran  desaliento  en  Panamá,  porque  la  car- 
ta que  enviaron  oculta  en  el  o  vil  Jo  de  algodón 

llega  á  manos  de  la  persona  que  debia  recibirla, 
I.  27 


290  CONQUISTA  DEL  VEKV. 

y  pronto  comenzó  á  correr  de  boca  en  Boca  sn 
contenido,  con  la  exageración  acostumbrada.  El 
semblante  pálido  y  descarnado  de  los  aventure- 
ros era  un  comprobante  de  aquellas  tristes  noti- 
cias, y  bastaba  para  desanimar  é  cualquiera,  con 
lo  que  se  hizo  voz  general,  que  los  desdichados 
que  habian  sobrevivido  á  aquella  espedicion,  se 
veian  detenidos  contra  su  voluntad  por  Pizarro,^ 
y  condenados  á  terminar  con  él  sus  dias  en  un 
islote  desierto. 

Irritóse  tanto  el  gobernador  Pedro  de  los  Rios 
al  ver  el  resultado  de  la  espedicion,  y  la  pérdi-^ 
da  de  vidas  que  habia  ocasionado  á  la  colo- 
nia, que^e  hizo  sordo  a  las  peticiones  de  Luque 
y  de  Aln^agro  paria  que  continuase  prestando 
su  apoyo  á  la  empresa^  rióse  de  sus  doradas  ilu- 
siones del  porvenir,  y  »e  decidió  ppr  A'^MÍP.  ^ 
á  enviar  a  un  capitán  á  la  isla  del  Gallo,  coi?  or- 
den de  traerse  consigo^  a  todos  los.  Españoles 
que  encontrase  vivos  en  aquella  infernal  man- 
sión, S^^  alistaron  al  punto  dos  buques  para  es- 
le  efecto,  y  se  dio  el  mando  de  ellos  a  ujíj  qaba- 
Uero  cordobés,  llaniado  Tafur. 

Pizarro  y  sus  cpnípafleros  sufrían  eiitjre tanto 
todas  las  incomodidades  y  miserias  que  ppdian 
e.sperar.se  qii  aquel  estéril  ppñf^sco  4  Qf^fi  se^.  ve- 
ian reducidos.  Nada  tíjjnian  que  tenderá  ^  ver- 
dad de  Iqs  '*  ndígena^,  porque  lj,í^l)Í£in^  abando- 
nado la  is^  así  que.  la  ociipajoi)  Ips,  blajQgqs; 


LIBAO  II.— CAPITULO  1%  29% 

mas  teniun  que  sufrir  los  trabajos  del  hambre, 
iimyores  aun  que  los  que  antes  habiun  pasado 
en  los  desiertos  bosques  del  eontinente  vecino. 
Su  alimento  principal  eran  los  caijgrejos  y  otros 
mariscos  que  podian  kaltar  recoi^riendo  la  rlbe^ 
ra.  Como  era  el  tiempo  de  aguas,  se  levanta- 
ban continuas  tormentas  de  truenos  y  rayos,  queí 
pasaban  sobre  la  triste  isla  y  descargaban  uu 
diluvio  en  ella»  Medios  desnudos  y  muertos  de 
hambre^  apenas  habla  uno  en  aquella  reunión  de 
aventureros  que  no  sintiese  estinguida  en  su  pe- 
cho la  antigua  afición  á  lag  empresas  V  aventad- 
ras,  y  que  no  considerase  &n  regreso  á  Panamá 
como  el  mas  feliz  desenlace  que  pedia  tener 
aquella  malhadada  espedicion.  Asi  fué,  que  & 
la  llegada  de  Tafuv  con  dos  buques  bien  abas- 
tecidos de  provisiones  sintieron  el  mismo  pla- 
cer que  podría  esperimetitar  la  tripulación  de  un 
buque  náufrago  al  ver  llegar  uu  socorro  ines- 
perado; y  la  única  idea  que  llenaba  sus  cabezas^ 
después  de  satisfechas  las  exij  encías  del  ham- 
bre, era  el  embarcarse  y  dejar  para  siempre 
aquella  aborrecida mansion^. 

Pfcra  en  los  mismos  buques  recibía  Pizarro' 
cartas  de  sus  dos  compañeros  Jeli^agro  y  Luque, 
suplicándole  encarecidamente  que  no  se  desani- 
mase en  aquel  apuro  y  se  mantuviese  firme 
en  su  primer  proposito  cmnque  supiera  i-eveniar. 
Volverse,  le  decian,  en  las  circunstancias  presen* 


292  CONQUISTA  DEL  PERÚ* 

tes,  seria  renunciar  para  siempre  á  la  espedicion, 
y  ellos  se  comproraetian  solemnemente,  si  él  per- 
manecia  firme  en  el  puesto,  á  proporcionarle 
dentro  de  muy  poco  tiempo  los  auxilios  necesa- 
rios para  llevarla  adelante.  ^ 

Bastaba  este  rayo  de  esperanza  para  el  ani- 
moso espíritu  de  Pizarro,  quien  no  se  echa  de 
ver  que  en  ningún  tiempo  pensase  en  volver  las 
espaldas.  Si  acaso  lo  pensó  alguna  vez,  aquella 
carta  de  sus  socios  le  acabo  de  decidir,  y  se  pre- 
paro á  correr  la  suerte  de  aquel  juego  en  que 
todo  lo  habia  aventurado.  Cónocia  sin  embar- 
go, que  suplicas  y  argumentos  servirían  de  po- 
co con  sus  compañeros  de  trabajos;  ni  tampoco 
quería  sin  duda  empeñarse  mucho  en  convencer 
aquellos  espíritus  débiles,  que  volvían  ia  vista 
atrás  continuamente,  y  solo  le  servirían  de  re- 
mora en  sus  futuras  operaciones.  Anuncio  por 
lo  misino  su  determinación  en  un  tono  lacónico, 
pero  decidido,  propio  de  un  hombre  mas  acos- 
tumbrado á  hacer  que  á  hablar,  y  muy  á  propo- 
sito para  mover  el  ánimo  de  sus  insensibles  com- 
pañeros. ]  Sacando  luego  su  espada,  trazo  con 
ella  una  linea  en  la  arena  en  dirección  de  E.  á  O., 
y  volviéndose  háj^  el  Sur,— **Camaradas  y  ami- 
gos" les  áijo,  *'de  este/iado  están  los  trabajos, 

1     Xerez,  Conq.  del  Perú,  ap.  1527.— Herrera,    Hist.    General 

Barcia,  tom.  III.  p.  182^.— Zara-  dec.  3,  lib.  10,  oap.  3.— Naharro, 

te,  Conq.  del  Perú,  lib.  1,  cap.  2.  Relación  Sumaria,  MS. 
— Montesinos,  Anales,  MS.,  año 


LIBRO  II. — CAPITULO  IV.  293i 

el  hambre,  la  desnudez,  las  lluvias,  el  desampa- 
ro y  la  muerte;  de  este  otro  el  contento  y  el  pla- 
cer. Allá  está  el  Perú  pon  sus  riquezas:  aquí 
Panamá  con  su  miseria.  Escoja  cada  uno  lo  que. 
mejor  convenga  á  un  buen  Castellí\j|o.  Por  lo 
que  á  mi  toca,  sigo  mi  marcha  al  Sur»"  Dicien- 
do asi  paso  la  linea.  ^  I  Sigui*oIe  al  punto  el  Va- 
liente piloto  Ruiz,  y  luego  Pedro  de  Gandia,  na- 
tural, según  se  ve  por  su  nombre,  de  una  de'laa 
islas  griegas.  Pasiiron  después  otros  once,  ma- 
nifestando así  su  voluntad  de  seguir  la  buena  o 
mala  suerte  de  su  caudillo.  ^  La  fama,  para 
usar  de  las  entusiastas  espresiones  de  un  anti- 
guo cronista»  ha  conservado  los  nombres  de  es- 
tos pocos  "que  rodeados  de  los  mayores  traba- 
jos de  que  hace  mension  la  historia,  y  esperan- 

2  "Obedficióla  Pizarro  y  an-  satiiral  de  Candía."  Moute&i- 
*  tes  que  se  ejecutase  sacó  un  Pu-  ^  nos,  Anales,  MS.,  año  1527. 
nal,  y  con  notable  ánimo  hizo  3  Los  nombres  de  estos  treco 
con  la  punta  una  raya  de  Crien-  compañeros  fieles  nos  han  sido 
te  á  I^oniente;  y  señalando  al  conservados  en  la,  capitulación 
Mediodía,  que  era  la  parte  de  su  hecha  con  la  corona  dos  años 
-noticia,  y  derrotero  dijo:  Cama-  después,  en  laque  mereció  una 
radas  y  amigos,  esta  parte  es  la  honrosa  mención  su  lealtad.  Sus 
de  ía  muerte,  de  los  trabajos,  de  npmbres  no  deben  quedar  oraiti- 
las  hambres,  de  la  desnudez,  de  dos  en  una  historia  de  la  Ceñ- 
ios aguaceros,  y  desamparos;  la  quista  del  Perú.  Llamábanse: 
otía  la  del  gustor  Por  aquí  se  ba  Bartolomé  Ruiz ,  Cristóbal  de 
á  Panamá  á  ser  pobres,  por  allá  Peralta,  Pedro  de  Candía,  Do- 
al  Perti  á  ser  ricos.  Elicoja  el  que  n^ingo  de  Soria  Luce,  Nicolás  de 
fuere  buen  Castellano  lo  que  Ribera,  Francisco  de  Cuellar, 
mas  bien  le  estubiere.  Diciendo  Alonso  de  Molina,  Pedro  Alcon, 
esto  pasó  la  .raya^  siguiéronle  García  de  Xerez,  Antón  de  Car- 
Bartholomé  Ruiz  natural  de  Mo-  rion,  Alonso  Briceño,  Martin  de 
guer,   Pedro  de   Candi  Griego,  I^z  y  Juan  de  la  Torre. 


994  CONQUISTA  DEL  PERÚ* 

do  mas  bien  la  muerte  que  las  riquezas,  lo  pos- 
pusieron todo  á  la  honra  y  siguieron  á  su  caudi- 
llo, para  ejemplo  de  lealtad  en  los  futuros  si- 
glos." ^ 

Aquel  he^o  sin  embargo,  no  escita  tal  admi- 
ración en  Tafur,  quien  lo  miraba  como  una  cul- 
pable desobediencia  á  las  ordenes  del  goberna- 
dor, y  poco  menos  que  una  locura,  que  infalible- 
mente debia  de  acarrear  la  ruina  de  los  que  to- 
maban parte  en  ella.  Rehuso  darle  ni  aun  una 
sombra  de  aprobación j  con  dejar  uno  de  sus  bu- 
ques á  los  aventureros  para  que  continuasen  su 
viaje;  y  á  duras  penas  consiguieron  que  partiese 
con  ellos  las  provisiones  que  les  habia  traido. 
Estas  contrariedades  bo  pudieron  hacerles  va- 
riar de  proposito,  y  despidiéndose  de  los  com- 
¡)añeros  que  se  volvian,  se  mantuvieron  firmes 
en  su  resolución  de  correr  lá  suerte  de  su  Coman- 
dante. ^ 

Hay  algo  de  sorprendente  en  el  espectáculo 
de  estos  pocos  hombres  que  con  tanto  valor  se 
arrojaban  á  una  peligrosa  empresa,  tan  superior 

4    ''Estos  fueron  ]ps  trece  de  ejemplo  de  lealtad  en  lo  futuro.'* 

la  fama.     Estos  los  que  cercados  Montesinos,  Anales,   MS.,  ano 

de  los  mayores  trabajos  que  pu-  1527. 

do  el  Mundo  oírecer  á  hombres,  5     ZáratCf    Conq.   del   Per6, 

y  los  que  estando  mas  para  espe-  Ub.  1,  cap.  2.— Montesinos,  Ana- 

rar  la  muerte  que  las  riquezas  les,   MS.,  año   1527. — ^Naharro, 

que   se   les  prometían,   todo  lo  Relación    Sumaria,   MS. — ^Her- 

pospusieron  á  la  honra,  y  siguie-  rera,   Hist.  General,   d^  3,  Ub. 

ron  ü  611  capitán  y  caudillo  para  10,  cap.  3. 


LIBRO  II. — CAPITULO  IV.  295 

al  parecer  á  sus  faerísas,  como  cualquiera  otra 
dé  que  puedan  hacer  mención  los  anales  fabulo- 
sos de  la  caballería  andante.  Un  puñado  de 
hombres,  sin  alimento,  sin  vestido,  casi  sin  ar- 
mas, sin  conocimiento  de  la  tierra  en  que  se  ha- 
llaban, y  hasta  sin  un  buque  que  los  llevase  á 
otra  parte,  se  encontraban  abandonados  sobre 
qna  solitaria  roca  en  mrdio  del  océano,  con  el 
único  fin  de  llevar  á  cabo  la  conquista  dé  un  po- 
deroso imperio,  arriesgando  la  vida  en  el  empe- 
ño. ¿Hay  algo  superior  á  esto  en  los  libros  de 
caballerias?  Aqui  fué  donde  hizo  crisis  la  suer- 
te de  Pizarro.  Hay  momentos  en  la  vida  del 
hombre,  qué  según  se  desperdician  o  se  aprove- 
chan, deciden  de  su  suerte  futura.  ^  Si  Pizarro 
hubiesci  vacilado. un  solo  instante  -en  su  heroica 
resolución,  y  aprovechado  la  coyuntura,  que  tan 
lisongera  se  le  presentaba,  de  salir  con  su  dis-* 

6    La  viva  imaginación  de  Bo-  te  á  la  Fortuna,  disfrazada  bajo 

jardo  hallo  medio  de  espresar  es-  la  apariencia  de  la  voluble  hada 

te  pensamiento  tan  común  con  Morgana*    Quizá  no  desagrada- 

rara  belleza,  cuando  representa  rá  al  lector  italiano  que  le  traiga- 

á  Rinaldo  cogiendo  por  el  cope-  mos  el  pasage  á  la  memoria.' 

'*Chi  cerca  iu  questo  mondo  aver  tesoro, 
O  diletto,  e  piacere,  honore,  e  stato, 
Ponga  la  mano  a  questa  chioma  d'oro, 
.    Gh'io  porto  in  fronte,  e  lo  faro  beato; 
Ma  quando  ha  in  destro  sí  fatto  lavoro, 
Non  prenda  indugio,  che  '1  tempo  passato 
Perduto  é  ttittó,  e  ñon  ritorna  mai, 
£d  io  ^  volto,  e  lui  lascio  con  guai." 

Orlando  Inkamobato,  lib.  2.  canto  8. 


296  CONQUISTA  DEL  PERÚ. 

minuida  tropa  de  aquella  situación  desesperada, 
su  nombre  se  habria  sepultado  con  su  fortuna  en 
el  olvido,  y  la  conquista  del  Perú  habría  queda- 
do guardada  para  otro  aventurero  mas  dichoso. 
Pero  su  constancia  era  tal  como  se  necesitaba 
en  aquella  ocasión,  y  su  conducta  hizo  ver  que 
era  proporcionado  al  peligroso  puesto  que  ocu- 
paba, é  inspiro  á  sus  compañeros  una  confianza 
que  era  la  mejor  garantía  del  buen  éxito. 

En  el  buque  en  que  regreso  Tafur  con  los. 
que  quisieron  seguirle,  despacharon  al  piloto 
Ruiz,  cojí  el  objeto  de  que  ayudase  á  Almagro 
y  á  Luque  en  sus  instancias  para  obtener  nue- 
vos refuerzos. 

A  poco  de  haber  partido  los  navios,  resolvió 
Pizarro  abandonar  unos  cuarteles,  que  le  ofre- 
dan  muy  poco  atractivo,  y  en  donde  podría  ser 
molestado  por  los  antiguos  habitantes,  si  estos 
llegaban  á  cobrar  ánimo  para  volver  viendo  tan 
disminuido  el  número  de  los  blancos.  IFizo, 
pues,  construir  un  tosco  bote  o  balsa  que  les  sir- 
vió  para  trasladarse  á  la  isla  de  la  Gorgonn,  situa- 
da veinte  y  cinco  leguas  al  Norte  de  la  que  de- 
la  que  dejaban.  IHstaba  cosa  de  cinco  leguas 
del  continente,  y  estaba  desierta.  Era  sin  du- 
da preferible  á  la  isla  del  Gallo,  porque  era 
mas  elevada  y  tenia  algunos  bosques  donde  se 
abrigaban  ung,  especie  de  faisanes  y  las  liebres 
d  conejos  del  pais,  de  manera  que   los  Espaáo- 


LIBRO  II.— CAPITULO  IV.  29T 

Jes  con  sus  Ijallestas  podían  procurarse  alguna 
caza.  De  la  roca  viva  brotaban  limpios  y  fres- 
cos raudales  que  les  prqveian  de  agua  en  abun- 
dancia, »i  bien  los  aguaceros  qué  sin  cesar  caian 
les  quitaba  todo  temor  de  perecer  de  sed.  Al- 
go les  protegían  contia  ellos  las  toscas  barra- 
cas que  construyeron,  aunque  aquí  como  en  su 
antigua  residencia,  sufrían  mucho  por  la  mul- 
titud de  insectos  venenosos  que  brotaban  por 
todas^  partes  entre  la  maleza  de  aquel  empapa- 
do suelo.  En  tan  triste  situación  no  omitió  Pi- 
zarro  ningún  arbitrio  para  reanimar  el  espíritu 
abatido  de  su  gente.  Rezaban  sin  falta  alguna 
las  oraciones  de  la  mañana,  yjpor  la  tarde  cantá- 
banla salve  de  Nuestra  Señoira:  observaban  pun- 
tualmente los  dias  festivos,  y  el  gefe  no  perdo- 
naba medio  de  dar  á  su  empresa  un  carácter  re- 
ligioso é  inspirar  a  sus  rudos  compañeros  una 
confianza  en  la  protección  del  cielo  que  fuese 
capaz  de  sostenerles  en  tan  críticas  circunstan.- 
cias.  "^ 

Su  principal  ocirpacion  en  aquella  triste  sole- 
dad, era  tender  continuamente  la  vista  por  et 
anchuroso  océano,  ansiando*  descubrir  la. prime- 
ra señal  del  socorro  que  aguardaban.  Mas  ayf 
que  muchos  meses  pasaron,  y  nada  se  descubría-. 

7     ''Cada  Mañana  daban  gra-  cuetita-con  los  Viernes,  iDomin- 

ciás  á  Dios:  á  las  tardes  decían  la  gos."'   Herrera,   Hist.  Gen«ral^  ^ 

Salve,  i  otras  Oraciones,  por  las  dec.  3,  lib.  10,  cap.  3. 
Horas:  sabian  as  Fiestas,  i  tenían  •       *   - 


SíQS-  cóíí<iüirrA  DEL  PERVU 

La,  inmensa  estension  del  oeéano  lesi  envolvii^ 
por  todas  partes,  y  solo  por  el  Este  divisaban 
las  nevadas  cumbres  de  los  Andes,  qnei  heridas 
por  los  ardientes  rayos  del  sol  d^X  ewador  bri-^ 
liaban  como  una  linea  de  f^e^o  á  lo  largo  de 
aquel  inmenso  continente.  No  s6  earcapaba  á 
su  vista  penetrante  la  mas  ligera  mancha  que 
apareciese  en  el  lej»a,no  horis^onte,  y  cualquier 
madero  flotaste  ó  montOB  de  al^s  que  agita* 
sen  las  olas,  se  iea  figurabii  el  ansiado  navio; 
basta  que  al  fin  abrumadQ$  áo  coatínuos  desen- 
gaños, la  esperaa^a  se  fué  oaímbiando  en  duda 
que  breve  se  convúrtió  en  desespeoracion,  ® 

lAegó  mientras  taato  ¿  Panamá  el  buque  de 
Tafur,  y  las  noticias  que  llevaba  de  la  inaudita 
obstinación  de  Pizarro  y  de  8U8¡  compañeros, 
llenaron  de  indignaoicoft  al  gobernador,  qiuien  no 
podia  menos  de  vei^  uu  suicidio  en.  aquelk  de- 
terminación, y  pi>r  1<^  nii^mo  se  neg^  tena^men-^ 
te  á  seguir  auxiliándola,  unoa  kombres  que  de 
tal  modo  se  obstinaban  en  perderse.  Mas  á  pe* 
sar  de  esto,  Luque  y  Almagro  ^.  mantuvieron 
fieles  á  su  compromi^^o.  Hicieron  ver  al  gober- 
nador, que  si  la  cond;ucta  de  su  compañero  po^ 
dia  calificarse  de  temeraria,  su  fin.  era  servir  á 
la  corona  coatinuando  la  grande  obra  dé  los  des- 

.  8    ''Al  cabo  de  machos  Días  pareeia,  que. era  el  Novio.**  Her. 

aguardando,  estaban  tan  angne-  rera,  Histi  General»,  dec.  3»  Kb. 

tiados,  que  los  salages,  que.se  10,.cap»  4k  ' 
hacían  bien  dentro  de  la  Mar,  les 


LIBRO  IL^ — CAFITÜLO  IV.  Ü&d 

cubrimientos.  Las  instrucciones  que  recibió  Rio$ 
al  tomar  posesión  de  au  gobierno,  le  prevenian 
que  ayudase'á  Pizarro  en  su  empresa,  y  aban- 
donarle ahora  seria  renundar  á  la  única  espe- 
ranza que  quedaba  de  buen  éxitQ,  y  cargar  con 
la  responsabilidad  de  su  muerte  y  la  de  los  va- 
lientes que  le  acompañaban.  Estas  reflexiouesf 
produjeron  al  fin  su  efecto  en  el  espíritu  del  ma- 
gistrado,  pties  consintió,  aunque  con  repugnan- 
cia, en  que  se  enviase  un  buque  á  la  Gorgona; 
pero  sin  mas  gente  que  la  muy  precisa  para  tri- 
pularle, y  con  ordenes  positivas  á  Pizarro,  de 
que  dentro  de  seis  meses  volviera  y  se  presen'- 
tara  en  Panamá,  cualquiera  qu«  fuese  el  resul- 
tado de  su  espedicióu. 

Obtenida  de  este  modo  la  licencia  del  gobier- 
no, no  perdieron  tiempo  los  socios  en  despa- 
char para  la  isla  un  pequeño  buque  carado  de 
armas  y  provisiones,  tos  infelices  moradgres 
de  aquel  peñasco,  en  donde  ya  llevaban  siete 
meses,  ^  apenas  podían  creer  á  sus  propios  ojo» 
cuando  descubrieron  las  blancas  velas  del  bu- 
que que  se  deslizaba  «obre  las  aguas.  Y  aun- 
que se  disgusto  bastante  Pizarro  al  ver  anclar 
el  buque  sin  traerle  gente  de  refreno  para 
aumentar  la  suya,  no  pudo  menos  de  recibirle 
con  evidente  satisfacción,  por  que  con  su  auxi- 

9    "Estubieron  con.  estos  tra-    te  meses."    Montesinos,  Anales, 
bqjos  con  igualdad  áé  animo  si^í.    ijS.,  año  15fÍ7. 


SOO  CONQUISTA  DEL  PERÜ^ 

lio  podía  ya  resolver  el  gran  problema  de  la 
existencia  de  un  rico  imperio  en  el  Sur,  y  pre- 
parar el  camino  para  emprender  mas  adelante 
su  conquista.  Dos  de  sus  compañeros  estaban 
tan  enfermos  que  se  resolvió  á  dejarlos  mien-^ 
tras  volvia,  al  cuidado  de  algunos  Indios  ami-' 
gos  que  le  habían  acompañado,  todo  aquel  tiem- 
po. Enbarcose  en  seguida  con  el  resto  de  sü 
gente  y  los  Indios  tumbecinos,  y  alzando  al  pun- 
to las  áncoras,  dijeron  adiós  á  aquel  que  ellos^ 
llamaban  «'infierno"  y  que  había  presenciado  tan 
inauditos  padecimientos  y  tan  heroica  determi- 
nación. ^^ 

La  esperanza  henchía  los  corazones  de  todos 
cuando  se  vieron  de  nuevo  libres  sobre  las  affua& 

♦  o 

y  conducidos  por  su  antiguo  piloto  Ruiz.  Este, 
siguiendo  los  consejos  de  los  Indios,  se  propuso 
poner  la  proa  á  Tumbez  para  llegar  de  una  vez^ 
al  licQ  imperio  de  los  Incas,  á  aquel  El  Dorada 
que  buscaban  hacia  tanto  tiempo.  Pasaron  cer- 
ca de  la  terrible  isla  del  Gallo,  de  que  tenían 
tantos  motivos  para  acordarse,,  y  continuaron 
apartándose  de  la  costa  basta  que  doblaron  la 
punta  de  Tacamezr  en  cuyas  cercanías  habían 
desembarcado  en  el  viage  anterior.  No  tocaron 
en  ningún  punto  de  la  costa,  sino  que  continuar 

10    Xerez,  Conq.  del  Pera,  mana,  MS.— Herrera,  Hist.  Ge*. 

ap.  Barcia,  tom.  III.  p.  182. —  neral,  dec.  3,  lib.   10,  cap.  4, — ^ 

Montesinos,  Anales,  MS.,  ano  Pedro  Pizarra^. Descub.  y  Conq», 

1527.— Naharro,    Relación    Su-  MS- 


LIBRO  II. — CAPITULO  IV.  3Í)I 

fon  sin  interrupción  su  camino,  aunque  algo  con- 
trariados por  las  corrientes,  asi  como  por  el  vien- 
to, que  con  pocas  variaciones  soplaba  sicm])re 
del  Sur.     Por  fortuna  el  viento  era  suave  y  el 
tiempo  bonancible,  de  modo  que  su  viage,  aun- 
que lento,  no  era  desagradable.     Dentro  de  po- 
cos dias  dieron  vista  á  la  punta  de  Pasados,  tér- 
mino déla  anterior  navegación  de  aquel  ¡úloto, 
y  cortando  la  línea  entro'  el  pequeño  buque  en 
aquellos  mares  desconocidos,  que  ninguna  quilla 
europea  habia  surcado  hasta  entonces.     Con- 
forme adelantaban  echaban  de  ver  que  la  costa 
iba  perdiendo  su  elevación  y  su  aspecto  monta- 
ñoso, y  al  llegar  á  la  ribera  se  convertia  en  lla- 
nuras arenosas,  interrumpidas  aquí  y  alli  por  ver- 
des sembrados  notablemente  bellos  y  frondosos, 
al  paso,  que  las  l^Jancas  cabanas  que  cubrían  la 
orilla  del  mar,  y  las  humaredas  que  se  alcanza- 
bíin  á  ver  entre  las  distantes  colinas,  eran  indi- 
cios seguros  de  una  abundante  población» 

Por  fin,  á  los  veinte  dias  de  su  salida  de  la 
isla,  dobló  el  buque  la  punta  de  Santa  Elena,  y 
entro  en  las  tranquilas  aguas  del  hermoso  golfo 
de  Guayaquil.  .  Allí  se  veia  toda  la  costa  cubier- 
ta de  pueblos  y  ciudades,  apesar  de  que  la  ele- 
vada cordillera  se  alzaba  bruscamente  desde 
mny  cerca  de  la  orilla,  y  solo  dejaba  una  angosta 
faja  de  verdura  cortada  de  inume rabie s  riachiie- 


302  cpXQUisTA  DKL  tkkú. 

los  que  después  de  íeríilizaHa  ibriñ  ápreeipifar- 
se  al  mar 

Los  viajeros  se  fcncbntrabbti  atiofá  frente  á 
frente  délos  mas  encumbrados  picos  ^de  aquélla 
magestaosá  cadena  de  montañas.  Él  CHitiibó- 
razo,  con  su  redóhdá  cima,  deséoirábd  sobre  to- 
das como  una  cúpula  colossil,  y  el  Cotópaxi  aso- 
maba su  jiütitá  cohiea  cubierta  de  bíanqüísimá 
nieve,  que  solo  cede  á  la  destructora  acción  üel 
fuego  que  encierra  én  sus  entriínas;  porqué  éste 
pico  es  el  mas  tertíible  dé  los  voícanek  áe  Aráé- 
xica,  y  estaba  en  espantosa  dctividáá  ^'á^iiá  la 
época  de  que  tratamois.  Sfuy  s^tiáfecÜos  los 
Españoles  con  las  muestras  de  civiliziieibñ  que 
iban  encontrando  ácada  paso,  echaron  pórulti- 
tima  el  ancla  frente  á  la  isía  tVe  Santa  Clíirá,  ^lue 
queda  á  Fa  ebtrada  de  la  bahia  Bé'  1[*ükínltíei  '^^ 

No  encontraron  allí  hat)itatites;|íéf ó  í(k  Indios 
que  llevaban  consigo  afirníaroh  set  íiq\iel  tíi  lu- 
gar adonde  acudían  con  frecuencia  los  1>élieosos 
moradores  de  la  veciniá  Má  de  Puna,  j>afti  dar 
culto  á  sus  Dioses  y  ofreceirles  áaeHficiok.  So- 
lo bailaron  los  Españoles  algunas  piezas  3c  oro 
de  várfás  figuras,  téscáménfe  labr^das>  qfife  se- 

II.    Se§uu  Garcílaso  pasai'on  toicesotí,  en  Fas  opales  es  tan  difi- 

dos  años  entre  la  salida  de  la  Gor-  cil  fijar  con  exactitud  una  fecha, 

gona  y  la  llagada  á  Tuúibez.  ,á  ¿ftitsa  delsüéncio,  toas  bleoqa^ 

(Con).  Real.,  Parte  2,  lib.  1,  cap.  de  las  contradiccipnef  de  los  tes- 

1>.)    Tan  groseras  faltasr  de  ero-  timonios  contemporéiieos,  como 

iiología  lio  se  ven  con  frecuenüíi  si  los  acontecuuientos  hubiesen 

ni  auu  cu  las  relaciones  de  «stvs-  piasa4o  antes  del  dQÍiriD- 


LlBftO  ll.-i— CAPITÜW  lY.  sea 

rían  tul  vez  ofrendas  hechas  á  In  divinüiad  india; 
peio  se  llenaran  (}e  regocijo  iciiáiido  l^s  Indicas 
les  asegararon,  que  en  sm  *eiud<id  de  Tumbes  hs^ 
Harían  grande  abundancia  de  ese  precioso  n^etel. 
Ak  asadana  sigai^iite  atraVtsaron  la  bj^hia 
para  llegar  á  flM|«iel  :paehlo.     A^  que  ^e  faeroj» 
aeeix^iGindo,  áescobriervaaona  ciudad  d^^stensian 
considerable  üioin  múJitií&s  edificios  ai  jparecer  á» 
mampostei^ia»  situada  en  d  jc^entúo  de  una  her-^ 
mosa  pradera,  cuya  ferfili'dad,  qae  eaalrastaba 
con  la  aridez  de  los  sdrededpres,  parjecia  debar* 
8e  á  nu  rieg0  «ibundante  y  bien  distribuido.  Le- 
jos todavia  de  la  orilla,  ¥Ío  recir  Pisearro  liácia 
él  \^ao:ias  habas  ¿grandes,  las  que  re^ol^droa  car- 
gaídeus  de  gttetjeros  quie  iban  á  una  «erspeidicioii 
erontxa  la  isla  de.Paná.    Poniéoidose  al  hablarcon 
la  fio  tilia  i  ndia ,  eonviilo  lá  algunos  de  los  gefes 
•á  pasar  áboidode  suixuqae*  iLosPeraanosimi- 
xában  marajrüikcdixs  todo  x:iianto  se  psresentaba 
á  su  'visrtd,  y  lo  que  ^ mas  ttámaíba  «u  lotenckai 
^rsn  sos  piropies  paítanos,  qne  4»eTtat»e&t«  «no 
é^perrtthmi  encontrar  ¿allí.     Estos  les  refirieren 
el  modo  con^qae  habían: caído  ^n  mtaavos  ti«  los 
estrangeros,  á  quienes  ^pintaban  como  s^es  ma- 
ravillosos, que  no  habi^in  venido  á  ha4>«^  da^,, 
sino  lian  solo  6  conocer  el  país,  y  sus  habitantes. 
El  gefe  español  confirmo  estus  noticias,  y  pérsna- 
dio  álosIndi<>sá  que  volviesen  en  sus  balsas  pa- 
ra que  contasen  á  los  de  la  oiudiid  lo  qne  h-lbian 


4fe 

304  CONQUISTA  DEL  PERÚ. 

visto,  pidiéndoles  al  mismo  tiempo  que  le  pro- 
porcionasen algunos  refrescos,  pues  que  su  de- 
seo era  entrar  en  relaciones  amistosas  con  los 
naturales. 

La  gente  de  Tambez  estaba  amontonada  en 
la  ribera;  y  contemplaba  con  indecible  asombro 
el  castillo  flotante,  que  habiendo  «oltado  ya  el 
ancla  se  mejcia  perezosamente  sobre  sus  amarras 
en  la  bahia.    Escuchaban  pasmados  las  relacio- 
nes de  sus  paisanos,  y  dieron  al  punto  parte  al 
curaca  o   ^efe  del  distrito,  quien   considerando 
á  los  estrangeros  como  á  seres  de  naturaleza 
superior,  se  preparo  inmediatamente  á   satisfa- 
cer sus  deseos.     No  paso  mucho  sin  que  viesen 
venir  hacia  al  bosque  muchas  balsas  cargadas 
de  plátanos,  yuca,  maiz,  patatas,  manzanas,  co- 
cos, y  otros  preciosos  frutos  del .  feraz  valle  de 
Tumbez.   Traian  también  caza,  pescado,  y  algu- 
nos llamas  de  los  que  ya  Pizarro  habia  formado 
idea  por  los  imperfectos. dibujos  de  Balboa,  si 
bien  hasta  entonces  no  habia  visto  ningún  indi- 
viduo vivo.     Examino  con  grande  interés   este 
curioso  animal,  el  carnero  del  Perú  o  el  "peque- 
ño camello  de  las  Indias,"  como  le  llamaban  los 
Españoles,  admirando  mucho  en   el   animal   la 
mezcla  de  lana  y. pelo  de  que  los  Indios  se  ser- 
vían para  sus  artefactos. 

Aconteció  hallarse  entonces  en  Tumbez    un 
noble  inca  ú  orejón,  porque^como  ya  hemos  di- 


LIBRO  II. — CAPITULO  IV.  305 

cho,  asi  llamaban  los  Españoles  á  los  individuos 
de  su  clase,  por  los  grandes  adornos  de  oro  que 
llevaban  en  las  orejíis.  Manifestóse  muy  deseo- 
so de  ver  por  sus  propios  ojos  aquellos  maravi- 
villosos  estrañgerós,  y  con  tal  motivo  se  embar- 
co en  una  de  sus  balsas.  Por  su  trage  y  por  el 
respeto  con  que^le  trataban  los  demás,  fácilmente 
se  echaba  de  ver  que  era  persona  de  distinción, 
por  lo  que  Pizarro  le  recibió  con  marcada  defe- 
rencia. Le  enseñó  las  diversas  partes  del  navio, 
explicándole  el  uso  de  todo  aquello  que  llama- 
ba su  atención,  y  respondiendo  á  sus  repetidas 
preguntas  lo  mejor  que  podia  por  medio  de  los 
intérpretes  indios.  El  gefe  peruano  manifesta- 
ba grande  ernpeño  eli  saber,  de  donde  habian 
venido  á  aquéUas  costas. Pizarro  y  sus  compañe- 
ros. Respondióle  el  capitán  español  que  era 
vasallo  del  monarca  mas  grande  y  poderoso  del 
mundo  y  que  habia  venido  á  aquella  tierra  para 
hacer  que  se  reconociese  en  ella,  como  era  justo^ 
la  soberanía  de  su  señor.  Venia  también  á  sa- 
car á  sus  habitantes  de  las  tinieblas  del  error 
en  que  estaban  sumidos,  tributando  culto  al  de- 
monio que  habia  de  arrastar  sus  almas  á  la  per- 
dición eterna,  y  en  su  lugar  les  traia  el  conoci- 
miento del  verdadero  y  único  Dios,  Jesucristo, 
para  que  creyesen  en  él  y  se  salvasen.  ^^ 

12  Referimos  solo  en  com-  iral,  dec  3,  lib.  10,  cap.  4.— V. 
pendió  este  coloquio,  que' trae  también  Montesinos,  Anales,  MS. 
largamente  Herrera,  Hist.  Gene-    año  1527.-- Conq.  i  Pob.  del  Pi- 


396  mSWl^TA  DEL  PÜRÜ. 

JBl  príncipe  indio  escucho  todo  al  parecejr  con 
grítnde  fitencion  y  íaiaravilla;  pero  no  dio  res- 
puejsta  alguna.  Tal  ve?  seria  por  qpe  ni  él,  i?i 
sus  intérpretes  tenian  idea  distinta  de  est^  nue- 
vas doctrinas  qwd  se  les  anunciaban  ex  abrupü). 
P4ido  suceder  igualmente  que  no  crieyeae  quB 
habia  en  todo  el  munido  otro  príncipe  mas  pode- 
roso que  el  Inca,  q  á  Ip  menos  otro  que  tuvie- 
se mejor  derecho  de  gobernar  aquellos  doiixi- 
nios.  Posible  es  también  que  no  eMuyieae  dis- 
puesto á  convenir  en  qué  el  gran  luminar  qvie 
adoraba  era  inferior  al. Dios  de  los  Españoles; 
pero  cualesquiera  que  fuesen  .  las  ideas  que  re- 
volvió aquel  bárbaro  en  su  mente  inculta,  no  las 
manifestó,  .sino  que  mantuvo  un  discretp  silen- 
cio, sin  .empeñítrse  en  disputar  o  en  convencer  á 
su  antagonista. 

"^  Quedo$e  abordo  del  buque  hasta  la  hora  de 
comer,  y  se  ^^nto  en  la  mesa  con  los  Españolea, 
mai3Ífe.s|4Qd<^e  mpy  sati^fee^ho  de  los  estragas 
manjares  y  spbre  todo  del  vino,  que  declaró 
ser  infinitanfiente^gtuperíar  á  los  licores  fermen- 
tados de  ^tt  pai;3.  Al  despedirse  ineto  cortes- 
mente  á  los  Españolees  para  que  pasasen  á  Tiwn- 
bes5,  y  Pizarro  le  de/spacho  regalándole,  entre 
atra§  eosas,  una  hacha  de  hierro  que  le  habia 
causado  graade  admiración,  porque,  como  ya. 

» 

ni,  MS. — Nahari-o,  Relación  Sumaria,  MS.— Relación  <lel  Pirimer 


LIBRO  II. — CAPITULO  IV.  -       307 

heñios  yisto,  los  Peruanos,  lo  mismo  que  los  Me- 
ji/j^nos,  no  conocían  el  uso   del  hierro. 

J^l  sigpÍQnte  dia  envió  é  tierra  el  capitán  es- 
pañol a  uno  de  sus  soldados  llamado  Alonso  de 
Molina,  acompañado  de  un  negro  que  habia  ve- 
nido de  Panamá,  á  los  que  entrego'  un  regalo 
para  el  curaca,  compuesto  de  algunas  gallinas 
y  cerdos,  jambos  animales  desconocidos  en  el 
Nuey;o  Mundo.  Al  caer  la  tarde  volvieron  los 
emisarios  cardados ,  de  frutas  y  verduras,  que 
los  benévolos  habitantes  enviaban  á  los  del  bu- 
que. M9J.Ina  venia  contando  maravillas.  Ape- 
nas ¡des^rpbarco,  le  rodearon  los  Indios  que  no 
h^Uabati  como  manifestar  la  admiración  que  les 
cansaban  &n  trage,  &u  barba  y  la  blancura  de  su 
tez.  Las  raugevesgobre  todo,  se  mostraban  mas 
curiosas,  y  según  se  vé,  sus  atractivos  y  su  afa- 
bilidad sedujeron  enteramente^  Molina,  q\uen 
tal  VQZ:4aria  á  entenii^r  .por  su  copducta  el  efec-^ 
to  que  le  causaban,  puesto  que  le  invitaron  a  que- 
darse con  ellíis,  ofrecijendo  daiie  por  muger  una 
joven  hewnosa.  No  les  §orprendia  menos  el  color 
de  su  compañero,  y  no  pudiendo  figurarse  que 
fuese  natural,  se  afanaban  por  quitar  de  su  rostro 
la  tipta  que  á  su  parecer  le  cubría,  y  como  el 
negro  lo  recibia  todo  bien,  con  su  natural  buen 
humor,  y  se  reiá  enseñando  sus  blancos  dientes, 
se  llenaban  de  regocijo.  ^^    También  los   ani- 

13     "*No  se  cansaban   d«  lüirarle,    hrícVinle  labar  pnra  ver   si 


308  CONQUISTA  DEL  PBTRtr, 

males  eran  otro  motivo  de  estrañeza,  y  cuando 
el  gallo  cantaba,  aquella  sencilla  gente  palme- 
teaba y  preguntaba  qué  era  lo  que  pedia.  "  Es- 
taba su  imaginación  tan  trastornada  con  espec- 
táculos tan  nuevos,  que  ya  no  eran  capaces  si- 
quiera de  distinguir  los  hombres  de  los  brutos. 

Condujeron  luego  á  Molina  alo  habitación  del 
curaca,  cuya  entrada  guardaban  porteros,  vi- 
viendo el  dueño  rodeada  de  fausto,  y  servida  en 
vagilla  de  oro  y  plata.  Lleváronle  en  seguida 
á  recorrer  varios  parajes  de  la  ciudad,  y  vio  una 
fortaleza,  de  piedra  que  aunque  de  poca  eleva- 
ción, cogía  una  grande  estension  de  terreno.  ** 
Cerca  de  ella  habia  un  templo,  y  las  descripcio- 
nes que  hacia  de  él  y  de  sus  brillantes  adornos 
de  oro  y  plata,  parecieron  á  Pizarro  tan  exage- 
radas que  comenzó  á  desconfiar  de  toda  la  rela- 
ción, por  lo  que  j^ra  cerciorarse  resolvió  enviar 
al  dia  siguiente  otra  persona  mas  juiciosa  y  mas 
digna  de  confianza.  *• 

Eligió  para  desempeñar  esta  comisión  á  Pe- 
dro de  Candía,  el  caballero  griego  que  antes  con- 

se  le  quitaba  la  Tinta  negra,  i  él  Pera.  .  .  .  Ya  esta  el  edificio  dés^ 

lo  hacia  de  buena  gana,  riéndose,  ta  fortaleza  muy  gastado  y  des- 

y  mostrando  sus  Dientes  blan-  hecho:  mas  no  para  que  dexe  de 

COS."     Herrera,   Hist.   General,  dar  muestra  de  lo  mueho  que 

dec.  3,  lib.  10,  cap.  5.  lüé."    Cieza  de  León,  Crónkn, 

14  Ibid.,  ubi  supra.  cap.  4. 

15  "Cerca  del  solia  estar  una  16  Conq.  í  Pob.  del  Piru, 
fortaleza  muy  fuerte  y  de  linda  MS. — ^Herrera,  Hist.  General, 
obra,  hecha  por  loa  Ingas  reyes  loe.  cit. — Záfate,  Conq.  del  Pe-- 
del  Cuzco  y  señores  de  todo  el  YÍr,  lib.  1,  cap<,3» 


LIBRO  II. — CAPITULO  IV.  309 

tamos  entre  los  primeros  que  se  manifestaron 
decididos  á  correr  la  suerte  de  su  capitán.  Fué 
á  tierra  armado  de  punta  en  blanco,  como  fton- 
venia  á  un  buen  caballero,  con  su  espada  en  la 
cinta  y  su  arcabuz  al  hombro.  Quedaron  des- 
lumbrados  los  Indios  al  verle  venir,  y  su  pre- 
sencia hizo  en  ellos  aun  mas  efecto  que  la  de 
Molina,  porque  los  rayos  del  sol  se  reñejaban 
en  su  pulida  armadura  y  hacian  resplandecer 
sus  arreos  militares.  Ya  los  que  estuvieron  en 
el  buque  les  hablan  hablado  mucho  del  formida- 
ble arcabuz  y  asi  suplicaron  á  Candia  "que  le 
hiciese  hablar."  Eligió  este  por  blanco  un  ta- 
blón, y  haciendo  detenida  puntería  disparo  su 
arma.  La  Ihimarada  de  la  pólvora,  la  detona- 
ción del  arma,  y  el  ver  caer  la  tabla  hecha  asti- 
llas, llenaron  de  terror  á  los  naturales.  Algunós^ 
cayeron  en  tierra  cubriéndose  la  cara  con  las  ma- 
nos, y  otros  se  acercaron  temblando  al  caballe- 
ro; pero  al  ver  la  tranquila  espresion  de  su  ros- 
tro fiíeron  deponiendo  poco  á  poco  sus  recelos.  '^ 

17    Añaden  también  que  de-  se  á  sua  pies,  haciéndole  mal  fies- 

seoBos  los  Indios  de  cerciorarse  tas.    Los  Indios  mas  asombrados 

de  si  el  caballero  español  tenia  que  nunca,  ya  no  dudaron  de  la 

algo  de  sobrenatural,  le  soltaron  santidad  del   estrangero;    y   to- 

un  tigre,  ó  mas  bien  un  jaguar,  mandóle  en  brazos  le  llevaron  en 

que  tenian  encerrado  en  la  forta-  triunfo  al  templo.    Muchos   es- 

Isza.   Mas  D.  Pedro,  como  buen  critores  contemporáneos  refieren 

cristiano,  puso  la  cruz  que  lleva-  esta  anécdota  tan  verosímil,  sin 

ba  al   cuello  sobre  el  lomo  del  la  menor  señal  de  desconfianza, 

animal,  que   olvidando  al  punto  (V.  Naharro,  Relación  Sumaria, 

8«  natural  ferocidad,  vino  á  echar-  MS.— Herrera,    Hist.   General, 


310  CONQUISTA  DEL  PEliU, 

Encontró  allí  Cahdia  la  misma  liospitalidad 
que  antes  Molina,  y  siis  descripciones  de  las  nía- 
ravillas  de  aquel  lugar  íió  iban  en  zaga  á  las  de 
su  predecesor.  La  fortaleza  rodeada  de  una 
triple  cerca  de  piedra,  estaba  defendida  jrov  una 
fuerte  guarnición.  El  templo  según  él  le  des- 
cribia,  estaba  tapizado  de  planchas  de  oro  y  de 
plata,  y  á  su  lado  habia  una  especie  de  conven- 
to destinado  á  las  vírgenes  esposas  del  Inca, 
quienes  se  mostearon  muy  deseosas  de  ver  al  ca- 
ballero. ÍVo  se  sabe  á  punto  fijo  si  llegaron  á 
satisfacer  esta  curiosidad;  pero  Candía  daba  no- 
ticias de  los  jardines  del  convento,  á  donde  en- 
tro', y  los  pintaba  cúMértós  de  imitaciones  de 
frutas  y  de  plantas,  todas  de  plata  y  de  oro  pu- 
ro. ^^  También  había  visto  trabajar  á  algunos 
*  artesanos,  cuyo  único  oficio  parééia  ser  el  fiíbri- 
car  estos  suntuosos  adornos  para  las  Caáas  re- 
ligiosas. 

Quizá  las  relaciones  de  éste  calialle'ro  eran  al- 
gún tanto  exaj eradas.  "^   ^iJIúy  ñJíturál  era  que 

dec.  3,  fib.  10,  cap.  5. — Cieza  de  mismo,  y  otras  muchas  cosas  á 
León,  Crónica,  cap.  54. — Garci-  este  modo,  conque  aficionó gran- 
laso,  Com.  Reales,  Parte  2,  lib.  demente  á  sus  compañeros  á  es- 
1,  cap.  15.)  A  este  último  autor  ta  conquista."  Montesinos,  Ana- 
tal  vez  le  referiría  la  anécdota  el  les,  MS.,  ano  1527. 
hijo  del  mismo  Candia,  con  quién  19  ^I  Conquistador  que  he- 
se crió  en  la  escuela,  según  dice,  mos  citado  tantas  veces  en  estas 
18  "Clue  habia  visto  un  jar-  páginas,  no  parece  estar  muy  He 
din  donde  las  yerbas  eran  de  oro  ^cuerdo  con  los  informesdel  buen 
imitando  en  un  todo  á  las  natu-  caballero,  pues  dice,  que  cuando 
raks,  árboles  con  frutas  de  Uo  después  entraron  los  Españoles 


LIBRO  11. — CAPITULO  IT.  311 

íás  iliilestras  de  civilización  que  encontraban  eñ 
la  costa  del  Perú,  hiciesen  una  viva  impiresion 
eií  hombres  que  salían  de  un  horroroso  desierto, 
en  dónde  habían  estado  sepultados  seis  meses. 
*Támbcz  era  sin  embargo  una  ciudad  favorita  " 
de  los  príncipes  peruanos,  el  punto  mas  inipor- 
'tante  de  la  fiorilérá  septentrional  déi  imperio,  y 
muy  próximo  á  las  provincias  do  Quito  reciente- 
mente subyugadas.  El  gran  Tupac  Yupanqui 
liabia  construido  allí  uña  fortaleza,  y  llevado  una 
colonia  de  mitíníaes.  Huayha  Cápac  había  le- 
vantado él  'templo  y  él  edificio  qlie  habitaban  las 
Vírgenes  del  Sol,  dotándolos  liberalmente  con  la 
magniticencía  propia  de  Tas  casas  religiosas  del 
Perú.  Varios  ácuediictos  conducían  el  agua  á  la 
ciudad,  cuyo  anieno  valle  y  el  océano  que  bañaba 
sus  orillas,  procuralian  abundante  sustento  á  una 
numerosa  población.  Pero  despuc«  3e  la  con- 
quista, lá  codicia  áe  íbs  Españoles  no  anduvo  re- 
misa e»  despojarla  de  todas  sus  glorias,  y  me- 
nos de  medio  siglo  después  de  aquella  época  fa- 
tal, solo  podría  adivinarse  él  sitio  que  ocuparon 
'i&us  altivas  torres  y  templos,  por  los  montones 

en  Tumbez,  hallaron  que  la  re-  aun  no  habían  visto   entonces, 

lación  de  Candía,  era  mentira  de  "Lo  ¿uaífuémentíraí porque  des- 

■príncípío  á  fin,  salvo  en  lo  tocan-  pues  que  todos  los  Espiaftóles  en- 

'te  al  templo:  auüque  él  veireraiio  tramos  en  ella,  se  rió  por  vista 

confiesa,  que  lo  que  fiátaba  én  de  ojos  liaber  ¿fientido  en  todo, 

Tuinbez,  qúédd  mas  qiie  coto  salvo  en  lo  del  templo,  que  este 

pensado  con  la  mü^ficencla  de  era  cosa  de  Ver,  'átiúqtíe  ínucho 

otras  ciududed  deJ  iuipcrío,  que  más  Be  lo  íq^  aquel  encarecior 


312  CONQUISTA  DEL  PERÜ. 

de  escombros  que  cubrian  por  todas  partes  eí 
suelo.  ^ 

Los  Españoles  estaban  para  volverse  locos  de 
alegría,  dice  un  antiguo  escritor,  al  oir  aquellas 
maravillosas  descripciones  de  la  ciudad  peruana. 
Sus  ensueños  mas  queridos  iban  á  verse  realiza- 
dos, y  habían  llegado  por  fin  á  aquel  reino  ima- 
ginario que  les  habia  deslumbirado  tanto  tiempo 
con  su  fingido  esplendor.    Pizarro  manifestó  su 
gratitud  al  cíelo  por  haber  coronado  sus  traba-  * 
jos  de  un  éxito  tan  feliz;  pero  se  quejaba  amar- 
gamente de  la  desgracia  que,  privándole  de  sus 
compañeros,  le  imposibilitaba  de  poderse  apro- 
vechar por  entonces  de  su  buena  suerte.     Mas 
á  la  verdad  que  no  tenia  motivo  para  quejarse; 
y  no  falto  quien  viese  en  esta  circunstancia  una 
intervención  directa  de  la  Providencia  para  impe- 
dir toda  tentativ^a  de  conquista  en  tanto  que  es- 
tas fuesen  prematuras.     El  Perú  no  estaba  to- 
davía dividido  por  las  rivalidades  de  los  preten- 
dientes al  trono,  y  unido  y  fuerte  bajo  el  cetro 
de  un  monarca  guerrero,  se  habría  burlado  de  to- 
das las  fuerzas  que  Pizarro  pudiera  haber  reu- 
nido.    ''Fué  sin  duda  obra  del  cielo,"  exclama 

lo  que  faltó  en  esta  cmdadf  se  ha-  habla  de  la  vandálica  inclinacien 

lió  después  en  otras  que  muchas  de  los  conquistadores  á  destruir 

leguas  mas  adelante  se  descubrió-  los  edificios  antiguos,  que  ya  es- 

Xon."  Relación  del  Primer.  Des-  tabm  convertidos  en  escombros, 

cub.,  MS.  á  pesar  de  estar  aun  tan  reciente 

20    Cieza  de  León  que  recor-  la  conquista. <Jr6nica,  cap.  67.. 
rió  esta  parte  4^1  pab  en  1548, 


LIBRO  II. — CAPITULO  IV.  313 

tin  devoto  fraile,  *'quelos  naturales  le  recibiesen 
con  tanto  amor  y  benevolencia,  como  el  medio 
mas  propio  para  fíicilitar  la  conquista;  porque  la 
mano  del  Señor  les  trajo  á  esta  distante  región 
para  que  dilatasen  su  santa  fé  y  aquellas  almas 
se  salvasen."  ^* 

Recogidos  ya  todos  los  informes  necesarios, 
y  después  de  despedirse  délos  de  Tumbez  pro- 
metiéndoles una  pronta  vuelta,  levo  Pizarro  las 
áncoiras  y  puso  de  nuevo  la  proa  al  Sur,  sin  apar- 
tarse nunca  de  la  costa,  á  fin  de  que  no  pudiera 
escapársele  ningún  lugar  de  importancia.  Asi 
doblo  el  cabo  Blanco,  y  después  de  navegar  co- 
sa'de  gradó  y  medio,  gano  el  puesto  de  Payta. 
Los  habitantes  al  saber  su  llegada,  salieron  en 
balsas  á  ver  é  los  maravillosos  estrangeros,  tra- 
yendo consigo  bueníj  provisión  de  frutas,  pesca- 
dos y  verduras,  y  manifestando  en  todo  la  mis- 
ma hospitalidad  que  sus  paisanos  de- Tumbez. 

Después  de  detenerse  allí  algún  tiempo  y  cam- 
biar con  los  indígenas  algunos  objetos  de  poco 
valor,  continuo  Pizarro  su  derrota.  Navego  cer- 
ca de  cien  millas  á  la  vista  de  las  arenosas  Uanu- 
de  Sechúra,  doblo  la  punta  de  la  Agujay  siguió 
corriendo  la  costa  que  se  desvia  hacia  el  Norte, 

21    '*Y  si  le9  recibiesen  con  Dios  era  para  que  su  santa  fé  se 
amor,  hiciese  su  Mrd.  lo  que  mas  dilatase  y  aquellas  almas  se  salva- 
conveniente  le  pareciese  ai  efec-  sen."   Naharro,  Relación  Suma- 
to  de  su  conquista:  porque  tenia  ría,  MS. 
entendido,  qii«í  «1  haverlos  traido 

I.  29 


314  CONQUISTA  DEL  PJÉRÜ.; 

eonducido  siempre  por  brisas  ligeras  y.algoin- 
constantes.  Tornóse  ahora  contrario  el  tiempo,  y 
los  viageros  hubieron  de  resistir  continuas  ráfa- 
gas de  viento  que  les  alejaron  de  la  tierra  y  les  hi- 
cieron su  juguete  durante  muchos  dias.  Mas  no 
perdieron  de  vista  la  magestuosa  cordillera  de 
los  Andes,  que  conforme  avanzaban  veían  pro- 
longarse hacia  al  Sur,  casi  siempre  á  la  misma 
distancia  de  la  costa,  sucediéndose  una  á  otra  las 
montañas  con  su  blanco  ropaje  de  ni^ve,  á  seme- 
janza de  las  olas  ¿te  un  inmenso  océano  que  se  hu- 
bieran quedado  heladas  en  medio  de  su  fqria^ 
Con  estas  marcas  á  la  vista  no  necesitaban  los  via- 
geros de  estrellas  ni  de  brújula  que  les  guiasen. 

Luego  que  hubo  calmado  algún  tanto  la  tem- 
pestad, volvió  Pizarro  á  acercarse  al  continente, 
y  fué  tocando  diversos  puntos  de  él.  En  todas 
partes  le  recttrian  éón ÍA  fñismahospitalidad y  sa- 
llan los  Indios  en  sus  balsas  á  saludarle,  trayendo 
sus  pequeños  cargamentos  de  frutas  y  verduras, 
de  las  infinitas  especies  que  produce  con  tal 
abundancia  la  tierra  caliente.  Todos  ansiaban 
por  conocer  á  lOs  estrangeros,  los  "hijos  del  Sol" 
como  ya  comenzaban  á  llamar  á  los  Españoles» 
por  su  color  blanco,  su  brillante  armadura  y  el 
trueno  de  que  iban  armados.  ^  Habíanles  pre- 
cedido también  los  informes  nías  favorables  de 

S2  "Que  resplandecían  co-  del  Sof  por  esto."  Montesinos, 
mo  el   Sol.     Llamábanle?  hijos    Anales,  MS.,  año  15^. 


LIBRO  II. — CAPITULO  IV.  315 

SU  humanidad  y  cortesía,  cuyas  naticias  les  ha- 
biaD  ganado  el  corazón  de  los  naturales  incli- 
nándoles á  tratarlos  con  toda  confianza  y  afabi- 
lidad. Aquellos  feroces  soldados  no  habían  des- 
cubierto todavía  el  lado  sombrío  de  su  carácter, 
porque  eran  demasiado  débiles.  Aun  no  había 
sonado  la  hora  de  la  conquista. 

En  todas  partes  recibía  Pizarro  las  mismas 
noticias  de  un  poderoso  monarca  que  gobernaba 
aquella  tierra,  y  tenia  su  corte  en  uno  de  los  va- 
lles de  las  montañas  interiores,  donde  vivía  ro- 
deado de  oro  y  plata  con  todo  el  lujo  de  un  sá- 
trapa del  Oriente.  En  los  puntos  de  la  costa  don- 
de tocaron  los  Españoles,  eseepto  en  Tumbez, 
apenas  vieron  algunas  cortas  cantidades  de  estos 
metales  preciosos.  Mas  de  un  autor  afirma,  que  no 
los  codiciaban  á  lo  menos  que  asi  lo  manife€itahan  . 
esteriormente,  siguiendo  las  instrucciones  de  Pi- 
zarro. No  quería  este  que  descubriesen  su  sed  de 
oro,  y  llego  hasta,  á  rehusar  ios  presentes  que 
le  ofrecían.  ^  Es  mas  probable  que  no  se  pre- 
sentaron á  sus  ojos  grandes  riquezas,  sino  en  los 
adornos  de  los  templos  y  otras  casas  religiosas, 
que   por   entonces  no  se  atrevieron  á   violar. 

23    Quería  Pizarro  dar  á  en-  perlas  que  les  ofrecieron,  á  íin  de 

tender  á  los  Indios,  dice  el  P.  que  conociesen  no  era  codicia, 

Naharro,  que  solo  por  su  bien  y  sino  deseo  de  su  bien  el  que  les 

no  por  buscar  oro,  habia  venido  habia  traído  de  tan  lejas  tierras  á 

á  8118  lejanas  tierras.   "Sin  haver  las  suyas."     Relación  Sumaria, 

querido  recibir  el  oro,  plata  y  MS. 


316  CONQUISTA  DEL  PERÚ. 

No  era  de  esperarse  tampoco,  que  los  ricos  me- 
tales que  se  reservaban  para  los  usos  religiosos, 
y  para  las  personas  de  alto  rango,  se  hallasen 
con  abundancia  en  las  lejanas  ciudades  y  aldeas 
de  la  costa. 

Mas  lo  que  hasta  allí  habian  visto  los  Españo- 
les, bastaba  para  probarles  que  no  carecían  de 
fundamento  las  relaciones  de  los  Indios.  Conti- 
núamele veian  edificios  de  manposteria,  advir- 
tiendo en  los  mas  de  ellos  grande  habilidad  en  la 
construcción,  ya  que  no  elegancia  en  la  forma. 
Donde  quiera  que  echaban  el  ancla  alcanzaban  á 
ver,  en  medio  de  la  geifierál  esterilidad  de  la  tier- 
ra, pedazos  de  terreno  cultivado,  donde  liician 
las  infinitas  variedades  de  plantas  que  se  crian 
entre  los  trópicos.  Las  acequias  y  canales  que 
se  cruzaban  por  todas  partes  como  un  laberinto, 
formaban  un  acertado  sistema  de  regadío  capaz 
de  baeer  florido  un  desierto.  En  varios  lugares 
donde  tomaron  tierra.  Vieron  el  camino  real  de 
los  Incas  que  iba  por  la  tnarina  y  se  perdia  mu- 
chas veces  entibe  la  movediza  arena,  donde  era 
imposible  encontar  asiento,  hasta  que  llegando 
á  un  terreno  mas  firme  se  convertía  en  una  an- 
cha y  sólida  calzada.  Semejante  empeño  en  fa- 
cilitar á  tanta  costa  las  comunicaciones  interio- 
res, era  por  sí  solo  una  prueba  no  despreciable 
de  civilización  y  de  grandeza. 

Continuando  siempre  Pizarro  su  navegación 


LIBRO  II. — CAPITULO  IV.  617 

al  Sur,  paso  frente  al  lugar  en  que  algunos  años 
después  habia  de  fundar  él  mismo  la  floreciente 
ciudad  de  Trujillo,  y  siguiendo  adelante  llego  á 
la  altura  del  puerto  de  Santa.  Estaba  situado 
en  las  márgenes  de  un  bello  y  caudaloso  rio,  pe- 
ro el  pais  vecino  era  tan  árido,  que  comunmen- 
te le  escojian  loa  Peruanos  para  sus  sepulcros, 
porgue  hallaban  acfuel  suelo  muy  favorable  pa- 
ra la  conservación  de  sus  momias.  Tantas  eran 
las  guacas  que  alli  habia,  que  aquel  lugar  mere- 
cía mas  bien  el  nombre  de  morada  de  muertos, 
que  de  habitación  de  vivos.  ^* 

Así  que  llegaron  á  este  punto,  á  cosa  de  nue- 
ve grados  de  latitud  meridional,  los  compañeros 
de  Pizarro  comenzaron  a  instarle  para  que  no 
siguiese  adelante.  Lo  hincho,  decian  ellos,  «ra 
mas  que  suficiente  para  demostrar  la  existencia 
y  determinarla  verdadera  posición  del  grande 
imperio  indio  que  por  tanto  tiempo  hablan  bus- 
cado. Las  fuerzas  con  que  contaban  no  eran 
bastantes  para  poder  aprovecharse  de  sus  des- 
cubrimientQs,  y  por  lo  tanto  no  quedaba  otro 
partido  que  volver  la  proa  é  ir  á  dar  cuenta  al 
gobernador  de  Panamá  del  buen  resultado  de  su 

d4  '  ''Lo  qiie  mas  me  admiró,  todo    oabiertas  de    huessos    de 

quando  passe  por  este  valle,  fue  muertos.   De  manera  que  lo  que 

ver  la  muchedumbre  que  tienen  ay  en  este  valle  mas  que  ver,  es 

de  sepoltnras:  y  que  por  tod^s  las  .  las /lepolturas  de  lOs  muertos,  y 

sierras  y  secadales  en  los  altos  los  campos  que  labraron  siendo 

der  valle:  ay  numero,  grande  de  vivos."  Cieza  de  León,  Crónica, 

apartados,  hechor  á  su  usanza,  cap.  70« 


318  CONQUISTA  DEL  PERÜ. 

espedicion.  Conocía  Pizarro  la  justicia  de  su 
demanda  y  accedió  a  ella.  Habia  navegado  en 
aquellos  mares  desconocidos  nueve  grados  mas 
allá  de  los  límites  de  las  anteriores  navegacio- 
nes; las  nubes  que  oscurecieron  por  tanto  tiem- 
po su  fortuna  se  hablan  disipado,  y  podia  pre- 
sentarse con  la  frente  erguida  ante  sus  compa- 
triotas. Así  fué  que  sin  mas  dilación  volvió  la 
proa  al  norte  y  comenzó  á  deshacer  su  camino. 
En  su  travesía  toca  en  diversos  puntos  donde 
ya  habia  estado  anteriormente.  En  uno  de  ellos 
llamado  por  los  Españoles  Santa  Cruz,  le  habia 
convidado  á  ir  á  tierra  una  India  de  calidad,  y  él 
le  habia  prometido  visitarla  á  su  vuelta.  Ape- 
nas habia  anclado  el  buque  frente  al  pueblo  don- 
de ella  residía,  cuando  vino  á  bordo  con  una  nu- 
merosa comitiva.  Pizai'ro  la  recibió  con  la  ma- 
yor urbanidad  y  respeto,  y  al  despedirse  le  hizo 
varios  regalos  de  gran  valor  á  los  ojos  de  una 
princesa  india.  Insto  mucho  al  gefe  español  y 
á  sus  compañeros  para  que  pasasen  á  hacerle  á 
ella  una  visita,  comprometiéndose  á  enviar  á  bor- 
do los  rehenes  necesarios  para  seguridad  de  los 
Españoles.  Pizarro  le  aseguró,  que  la  confianza 
que  ella  les  habia  manifestado  hacia  inútiles 
aquellas  precauciones.  Mas  apesar  de  eso,  tan 
luego  como  se  desprendió  el  bote  al  dia  siguien- 
te para  ir  á  tierra,  llegaron  al  buque  algunos  de 
^incii>ales  habitantes  para  ser  recibidos  en 


LIBRO  n.— CAPITULO  IV,  319 

rehenes  mientras  volvian  los  Españoles;  prueba 
notable  de  delicadeza,  y  de  i'espeto  al  natura 
recelo  de  sus  huéspedes. 

Hallóse  Pizarro  con  que  habían  hecho  gran- 
des preparativos  para  recibirle,  de  un  modo 
sencillo  y  lleno  de  hospitalidad,  que  no  ca- 
recia  de  gusto.  Tenían  dispuesta  una  verde 
enramada,  entretegida  de  flores  y  yerbas  olo- 
rosas que  embalsamaban  el  aire  con  sus  per-* 
fumes,  y  un  abundante  banquete  compuesto 
de  los  alimentos  usados  en  el  país,  y  de  fru- 
tas tan  agradables  á  la  vista  como  al  paladar 
aunque  los  Españoles  ignoraban  su  nombre  y 
propiedades.  Al  banquete  siguieron  la  música  y 
la  danza,  ejecutada  por  una  comparsa  de  mozos 
y  de  doncellas  sencillamente  vestidos,,  en  cuya 
favorita  diversión  nacional  desplegaron  toda  la 
gracia  y  soltara  de  que  eran  capaces  los  flexi- 
bles miembros  de  los  Indios  del  Perú.  Antes  de 
partirse  espuso  Pizarro  á  la  amable  India  y  á  su 
comitiva,  los  motivos  que  le  habían  traído  á  aquel 
pais,  del  mismo  modo  que  ya  lo  había  hecho 
otras  veces,  concluyendo  por  presentarles  el  es- 
tandarte real  de  Castilla,  que  había  sacado  á  tier- 
ra, pidiéndoles  que  lo  alzasen  en  seHal  de  obe- 
diencia á  su  soberano.  Así  lo  hicieron  con  mu- 
cha alegría,  sin  cesar  de  reír  en  el  entretanto, 
dicen  los  cronistas,  por  lo  que  se  echa  de  ver 
que  tenían  una  idea  muy  imperfecta  de  lo  serio 
de  semejante  cetemonia.    Dióse  por  contento 


320  ,  CONQUISTA  DEL  PERÚ. 

Pizaj-ro  con  semejantes  muestras  esteriores  de 
fidelidad,  y  se  volvió  á  su  buque  muy  satisfecho 
de  la  buena  acogida  que  le  habian  hecho,  y  acaso 
meditando  el  pagarla  después  c«a  la  conquista 
y  sujeción  del  pais. 

No  se  olvidó  el  geíe  español  de  hacer  escala 
en  Tunibez  á  su  vuelta.    Allí  algunos  de  sus 
compañeros,  atraídos  por  el  agradable  aspecto 
del  lagar  y  la  buena  disposición  de  sus  morado- 
res, se  manifestaron  deseosos  de  quedarse,  dis- 
curriendo sin  duda  que  era  mejor  vivir  allí  don- 
dé  serian  personages  de  importancia,  que  ir  á 
pasar  una  vida  oscura  á  Panamá..    Uno  de  ellos 
era  Alonso  de  Molina,  el  mismo  á  quien  seduje- 
ron los  atractivos  de  las  beldades  indias  cuando 
saltó  aquí  á  tierra  la  otra  vez.     Dióles  licencia 
Pizarro,  pareciéndole  que  no  le  vendria  mal  en- 
contrar á  sú  vuelta  árgúrios'3e"sus  propios  com- 
pañeros instruidos  ya  en  el  idioma  y  costumbres 
dé  los  indígenas.     Tomó  además  en   su  bu- 
que  dos  ó  tres   muchachos  peruanos   que    le 
dieron,  con  el  mismo  fin  de  hacerlos  instruir  en 
el  castellano.   Uno  de  estos  jóvenes,  á  quien  los 
Españoles  llamaron  Felipillo,  desempeñó  des- 
pués un  papel  de  alguna  importancia  en  los 
acontecimientos  posteriores. 

Saliendo  de  Tumbez  los  aventureros,  hicie- 
ron rumbo  directo  á  Panamá  sin  tocar  en  otro 
punto  más  que  en  la  malhadada  isla  de  la  Gor- 


LrtÍRO  II. — CAPITULO  IV.  321 

gona  para  tomar  á  los  dos  compañeros,  que 
allí  dejaion  por  demasiado  enfermos  para  poder 
navegar.  El  uno  habia  muerto,  y  recojido  el 
otro,  Pizarro  y  su  puñado  de  valientes  compa- 
ñeros, siguieron  su  viage,  y  después  de  una  au- 
sencia, lo  menos  de  diez  y  ocho  meses,  echaron 
felizmente  el  ancla  en  la  bahía  de  Panamá.  ^ 

feran  sensación  causo  allí  su  llegada^  como 
era  de  suponerse.  Pocos  habia,  aun  entre  sus 
mas  fieles  amigos,  que  no  creyesen  que  habian 
pagado  ya  bien  cara  su  temeridad,  sepultados 
en  las  olas  o  sucumbiendo  al  rigor  del. clima  ó  á 
los  ataques  de  los  naturales.  En  proporción  á 
sus  temores  fué  grande  su  alegría  cuando  los 
vieron  venir,  no  solo  sanos  y  salvos,  sino  con 
noticias  positivas  de  las  encantadas  regiones  que 
por  tanto  tiempo  s^  habian  burlado  de  sus  es- 
fuerzos para  alcanzarlas.  Fué  aquel  sin  duda 
un  momento  de  inefable  satisfacción  para  los 
tres  socios,  que  á  pesar  de  la  maledicencia,  de 
ia  burla  y  de  todos  los  obstáculos  que  la  infide- 
lidad de  los  amigos  d  la  indiferencia  del  gobier- 
no podia  oponerles,  habian  perseverado  en  sa 
grande  empresa  hasta  quedar  establecida  y  ave- 
riguada ía  verdad  de  lo  que  todos  tenian  por  una 
quirnéra.  Es  suerte  común  de  aquellos  hombres 
superiores   que  conciben  una  idea  demasiado 

25     Conq.  i  Pob.   áel  Pini,  Descub.  V  Conq.,  MS,— Herré- 

MS. — Montesinoe,  Anales,  MS.,  ra,  Hist.  General.,  ¿ec.  4,  lib.  2, 

año    1528. — Naharro,  Relación  cap.  6,  "J. — Relación  del  Primer. 

Sumaria,   MS.—  Péító'Písíárfo;  Descub.,  M&\ 


324  CONQUISTA  I>EL  PERÚ. 

misión  como  su  compañero  de  armas,  que  conta- 
ba con  una  baena,  figura  y  cierto  aire  de  auto- 
ridad, sabia  usar  de  buenos  argumentos,  y  cuan- 
do se  interesaba  vivamente  en  un  negocio,  llega- 
ba á  ser  elocuente,  apesar  de  los  defectos  de 
su  educación*  El  clérigo  se  empeñaba  á  pesar 
de  eso,  en  que  se  encargase  lá  negociación  al  Li- 
cenciado Corral,  empleado  respetable  que  re- 
gresaba á  su  patria  á  asuntos  de  gobierno;  pero 
Almagro  se'  oponía  abiertamente  á  esta  deter- 
minación. Nadie  según  este,  podia  dirigir  me- 
jor el  negocio,  que  uno  de  los¡interesa'dos  en  él. 
Tenia  en  mucho  la  prudencia  de  Pizarro,  su  dis- 
cernimiento y  su  política  fria  y  calculadora:  ^ 
conocia  bastante  á  su  compañero  para  estar  se- 
guro de  que  su  presencia  de  ánimo  no  le  aban- 
donaría en  la  nueva,  y  por  lo  mismo  dificil  posi- 
ción en  que  se  iba  áver  en  la  corte:  la  relación 
de  las  pasadas  aventuras  debía  causar  mucho 
mas  efecto  is^alída  de  la  boca  de  quien  habia  si- 
do en  ellas  el  principal  actor.  ¿Quién  como  él 
pintaría  los  inauditos  sufrimientos  y  sacíficios 
por  que  habían  tenido  que  pasar?  ¿Quién  daria 
mejor  razón  de  lo  hecho,  de  lo  que  estaba  por 
hacer  y  de  los  auxilios  que  para,  ello  se  necesi- 
taban? Concluía,  por  lo  mismo,  con  su  acostum- 
brada franqueza^  pidiendo  encarecidamente  á  su 

27  •  *'E  por  pura  importiiiia-  tubo  respeto  é-tleseó  honrarle.' 
cion  de  Almagro  cupole  á  Fizar-  -  OviedO)  Hút.  áe  las  hsáia^  Md.r 
ro,  porque  siempre  Almagro  Ic    Parte  3,  lib.  8,  cap.  1. 


LÍÉRO  II. — ^CAPITULO  ÍV.  33d 

(¿Ompañero  que  se  encargase  de  aquella  comisión; 
Conoció  Piíarro  la  exactitud  de  los  racioci- 
nios de  Almagro,  y  aunque  con  evidente  repug- 
iianeia,  admitió  un  encargo  menos  conforme  á 
sus  incÜDaciones  que  una  espedicion  á  los  des- 
poblados. Mi>s  trabajo  costa  xedueir  á  Luqae: 
**Plegue  á  Dios,  hijos,  les  dijo,  que  no  os  hurtáis 
la  bendición  el  uno;al  otro,  que  yo  todavía  holga- 
ra que  á  lo  menos  ñiérades  entreambos."  ^  Pi- 
zarro  se  comprometió  á  mirar  por  los  intereses  de 
sus  asociados  lo  mismo  que  por  loS  suyos  propios. 
Pero  es  evidente  qne  Luque  desconfiaba  de  Pí- 
¿arroi 

No  dejó  de  haber  sus  dificultades  para  conse- 
guir la  suma  necesaria  para  equipar  al  comisio- 
nado, á  fin  de  qué  se  presentase  en  la  corte  de, 
un  moido  conveniente:  tan  poco  crédito  asi  tenisrn 
los  asociados^  y  tan  poco  era  lo  que  se  confiaba 
aun, en  los  resultados  de  sus  importantes  desou- 
brimientos.  Consiguieron  al  fin  niil  y  quinien- 
tos ducados,  y  eA  la  primavera  de  1528,  salió' 
Pizarro  de  Panamá  acompañado  de  Pedro  de 
Candiá.  ^  Llevo  también  consigo  algunos  Indios 
asi  como  dos  6  tres  llamas,  varios  tejidos  finos 
y  muchos  vasos  y  alhajas  de  oro  y  plata,  t^omo 
ínuestía^de  la  civilización  del  país  y  fiadores  de  . 
la  verdad  de  sus  maravillosas  relaciones. 


Entre  todos  los  que  han  escfrito  sobre  las  an- 
tigüedades del  Perú,  ninguno  ha  adquirido  tanta 

28  Herrera,   Hist.    General,    buena  voluntad  D.  Femando  de 
dec.  4,  líb."3,  capr.'l.  Luque.'*    Montesinos,    Anales^ 

29  ^^«ntaronle    inil    y  qui-    MS.,  año  1528. 

BÍeatüs  V930B  4e  oíro  qué'dió  de    '  *    . .  ...... 

I.  30 


326  CONQUISTA  DEL  PERÜ. 

celebridad,  ni  ha  sido  citado  con  tanta  frecuencia 
por  los  compiladores  modernos,  como  el  Inca 
Garcil  iso  de  la  Vega.     Era  mestizo,  pues  nació 
en  el  Cuzco,  el  año  1540,  de  padre  español. y  de 
madre  india.    Garcilaso  de  la  Vega,  su  padre, 
pertenecía  á  aquella  ilustre  familia  cuyas  hazañas 
en  armas  y  en  letras,  aumentaron  tanto  el  lustre 
del  periodo  mas  brillante  de  los  anales  de  Cas- 
tilla.   Vino  al  Perú  con  Pedro  de  Alvarado,  po- 
co después  de  haber  ganado  Pizarro   aquella 
tierra.    Siguió  siempre  la  suerte  de  este  capi- 
tán, Y  asi  que  fué  muerto,  la  de  su  hermano  Gon- . 
zalo,  á  quien  se  mantuvo  fiel  durante  su  rebelión 
hasta  el  momento  de  su  derrota  en  Xaquíxagua- 
na,  en  donde  Garcilaso  tomó  el  mismo  partido  que 
la  mayor  parte  de  los  de  su  bando,  pasándose  al 
enemigo.    Pero  esta  muestra  de  lealtad,  aunque 
le  salvó  la  vida,  fué  demasiado  tardia  para  in- 
demnizarle á  los  ojos  del  partido  victorioso,  y  la 
mancha  que  se  echó  encima  por  la  parte  que  tu- 
vo en  la  rebelión,  fué  un  obstáculo  con  que  siem- 
pre tropezó  en  su  carrera,  y  aun  pa&ó  en  heren- 
cia á  su  hijo,  según  se  vio  después. 

La  madre  del  historiador  era  déla  sangre  real 
del  Perú,  sobrina  de  Huayna  Capac,  y  nieta  del 
famoso  Inca  Tupac  Yupanqui.  Garcilaso,  al  mis- 
mo tiempo  que  se  manifiesta  muy  satisfecho 
de  que  corriese  por  sus  venas  la  sangre  de  ^os 
civilizados  Europeos,  no  se  muestra  poco  drga- 


LiBao  íi.— CAíitüLO  IV.  32Í 

lioso  de  descender  de  la  dinastía  real  del  Perú; 
y  así  lo  indicaba,  mezclando  su  apellido  can  el  ti- 
tulo propio  dé  los  príncipes  peruanos,  y  firman- 
do siempre  Garálaso  Inca  de  la  Vega. 

Paso  sus  primeros  años  en  su  pais  natal;  don- 
de fué  criado  en  la  religión  católica  romana,  y 
recibió  la  mejor  educación  que  era  posible  pro- 
porcionarle entre  el  estruendo  de  las  arnias  y 
las  continuas  guerras  civiles.  Apenas  habia  eum- 
*  plido  veinte  años,  cuando  dejo  la  América  en 
1560,  y  se  fijo  desde  entonces  en  España.  Siguirf . 
allí  la  carrera  militar  y  llegó  áobtener  el  empleo 
de  capitán  en  la  guerra  contra  los  moriscos,  y 
después  bajo  las  banderas  de  D.  Juan  de  Aus- 
tria.    Aunqae  se  porto  con  honor  en  su  peligro- 
sa carrera,  parece  no  haber  quedado  niuy  satis- 
fecho del  modo  con  que  pagó  el  gobierno  sus 
servicios.  El  hijo  llevabia  todavía  sobre  sí  él  bor- 
rón de  la  deslealtad  del  padre,  y  Garcilaso  nos 
f^firma,  que  esta  circunstancia  hizo  inútiles  todos 
sus  esfuerzos  para  recobrar  el  rico  patrimonio 
de  sn  madre  que  habia  recaído  en  la  corona,  **Y 
con  todo  esto  pudieron  los  disfavores  pasados 
tanto,"  nos  dice,  '.'qu^  no  osé  resucitar  las  pre- 
tensiones y  esperanzas  antiguas,  ni  las  níioder- 
nas.  También  lo  causó  el  escapar  yo  de  la  guer^ 
ra  tan  desbalijado  y  adeudado,  que  no  éie  ftié 
posible' volver  á  la  C([>rte,  sino  acojcrme  é  lo» 
rincones  de  la  soledad  y  pobreza  donde  paso  una 


90B  CONAliJl^TA  I>£L  FBHÍí. 

vida  quieta,  y  p«.eí&eas  comp  lu>i)3i1(^ir^  déseñga&i* 
4o  y  de9p^didp  dQ  e^te  laiiDdo.  y  de  90^1  madaa* 

El  lugar  qijie  eUgio  paca  este  oscioro  retiro, 
nQ.fkfiwni,  sin  embargo,  las.  entraña^  de  un  de- 
9iecjtoi  eomo,  podria  süpoiuerse  el  lector  pcir  este 
tonp  dte  resigaaeixiii,  filosófica,  sino  la  ciudad  de 
Cómtoba,  la  alegre  capital  de  los  morimos  en 
otvo.  tiempo^  y  todavía  entoiices  cJsUdadi  firecnen- 
tada  y  bulliciosa*  Allí  se.  et&pleaba  nuestro  filó- 
sofo  en  .sus  trabajx]is  literarios,  tanta  ma^  agra^ 
dables  á  su  lastimado  espíritu,  cuanlo  que  su  ob- 
jeto era  perpetuarla  menfH>ria  de  las  antiguas 
glorias  de  su  patria  natural»  y  presentadas  en 
su  primitivo  luatre  y  esplendor  á  lo$  ojos  de  so 
patria  adoptiva.  ^*Y  no  tengo  razoj^  de  quejar- 
«D«^''  diee  en  el  prólogo  d^  su  Florida,  '<de  qu€ 
la  fortuna  uo  me  haya  favorecido,  pues  á  esto 
debo  el  haber  e^pttado  en  una  carrera  literaria, 
que  espero  me  dará  fama  mayor  y  mas  durade- 
ra, que  la  que  podian  haberme  dado  todos  sas 
fevores." 

En  1$09.  did  á  luz  la  primera  pa^le  de  su  gran- 
de obra  de  los  GomeTiiarios  Realeo  destinada  á 
tratar  de  la  historia  del  país  en  tiempo,  de  los  In- 
cas^ y  en  1616,  pocoa  meses  antes  de  su  muerte, 
aeabó  la  segunda  parte^  que  comprende  la  historia 
de  conquista,  la  cual  se  publicó  en  Córdoba  el  afio 
siguiente.    De  este  mo^o  terminó  el  cronista  sus 


tenta  y  aek  añoa.  ])«j(^  wia  oirecid.a  $WUA  pa^ra 
pagar  misas  pojí  si|  alma,  de  lo  (|aie  ae  ia^Sar^ 
que  la^.ha  de  tomarse  al  pié  de  la  letra  lo  q\^f 
de  sp  pobreza  deda*  {"aeiMi  sefMiliádos  soa 
reste»;  en  ki:  catedral  de  C4téob^  en  la  capilla 
que  aiiii.  coasevya  el  n^oAie  de  Gíircilaso,  y  sor 
bré  stt  tumba  se  pcuo  ana  inscripción  qcie  ex*- 
pregaba  el  respeto  y  a^recáo  general  que  se  ha-t 
bia  grangeado  el  historiad)Or^  por  sus  dástingui-* 
.  das  prendas  como  hombí»  y  como  litetato. 

Lá  Primera  P^UFÍe  de  ht  Comentarios  Reajss  está 
dedicada  á  tratar  de  la  biatpria  antigna  del  pai^ 
como  ya  hornos  dicho,  y  presenta  nn  cuadro  com- 
pleto de  la  eivilizaeion  de  los  Incas:  sin  dada  el 
mas  completo,  qae  hasta  la  presóte  se  haya  es- 
crito. La  madce  de  Garcilasi^  solo  tenia  diez  anea 
cuando  suprimo  Atahualtpa  heradtx  el  ia^)eri0» 
6  porin^or  decir,  Jo  usurpo^  seg^an  decían  los 
dé  la  facción  día  Cuzco*  Tuvo  ella  la  buena 
aúerte  de  éSíimpar  de  la  imiiaiiza  que,  según  el 
cix^niata»  acabad  con  la  cliayor  parte  de  sus  pa^ 
riente$,  y  después  de  la  conquista  continuó  vi* 
viendo,  con  su  hearmaño,  en  la  antigua  capital 
del  reino.  Su  eanVer^aoion  recaía  naturalmenr 
te  sobare  los  dichoi^oA  tiempos  del  gobierno  de 
los  IncaS)  y  cualquiera  puede  íignrarseí  que. en 
vez  de  haberse  confundido  eatoá  recuerdos  con 
el  tiempo  trascurrido,  el  pesar  que  les  causaba 


1^  CONQUISTA  DEL  PERÚ. 

en  sa  triste  estado  presente  la  memoria  de  épo- 
ca ma«  feliz,  debia  dar  á  sus  descripción e,s  mas 
viveza  y  algún  tanto  de  exageración.    El  jrfven 
Garcilaso  escuchaba  atentamente  estas  relacio- 
nes que  le  recordaban  la  grandeza  y  las  hazañas 
desús  ilustres  progenitores,  y  aunque  por  en- 
tonces no  hizo  uso  de  elias,  se  quedaron  profun- 
damente' grabadas  en  su  memoria  para  aprove- 
charlas en  tiempo  naas  oportuno.    C&ando,  pa* 
sados  ya  muchos  aóos^  se  disponia  en  su  retiro 
de  Córdoba  á  componer  la  historia  de  su  pais« 
escribió  á  sus  antiguos  compañeros  y  condiscí- 
pulos incas,  para  que  le  díeseií,  sobre  varios 
puntos  históricos  de  importancia,  informes  cir* 
cunstancf ados  que  en  España  le  era  imposible 
conseguir.    En  su  juventud  fué  testigo  de  los 
usos  y  ceremonias  de  siis  paisanos;  era  perito 
en  interpretar  sus  quipos,  y  muchas  de  sus  an* 
tiguas  tradiciones  le  eran  faitoiliares^    Ayudado 
luego  de  las  noticias  de  sus  parientes  y  amigos 
del  Peni,  llegó  á  &miiiarízarse  con  la  historia 
y  leyeái  de  los  Incas  hasta  un  punto  á  donde  solo 
podia  llegar,  quien  como  él  se  habia   educado 
entre  los  Indios,  hablaba  su  idioma  y  sentia  cor-^ 
rer  la  sangre  de  ellos  por  "sus  venas.    Garcilaso 
era,  en  una  palabra,  el  representante  de  la  raza 
conquistada,  y  era  de  esperarse  que  su  piticel 
dispusiese  las  luces  y  sombras  del  cuadro,  de 
modo^iue  produjesen  un  efecto  muy  diverso  del 


LIBRO  II.— CAPITULO  IV.  331 

qtie  liasta  entonces  liabian  producido  eñ  manos 
de  los  conquistadores. 

Así  sucedió  hasta  cierto  punto,  y  aunque  solo, 
se  aprecien  sus  obras  por  el  término  de  compa- 
ración que  oifrecen  para  investigar  la  verdad,  de- 
ben tenerse  en  grande  estima.    Mas  Garcilasó 
escribía  «n  edad  muy  avanzada,  después  qué  los 
escritores  españoles  liabiaa  tratado  mucho  de 
aquellas  materias.   Era,  pues,  preciso  que  guar- 
dase ciertas  consideraciones  á  hombres  que  go- 
maban en  su  mayor  parte  de  grande  aprecio,  tan- 
to por  sus  estudios  como  por  su  posición  en  la 
sociedad.    Su  objeto,  según  afirma,  no  era  tanto 
el  añadir  algo  nuevo  de  su  propia  cosecha,  como 
corregir  los  errores  y  equivocaciones  en  que 
aquellos  incurrieron,  por  su  ignorancia  de  la  len- 
gua y  costumbres  úe  los  Indios.    No  se  encerró, 
eia  embarco,  en  tan  t^strechos  límites,  y  de  los 
Copiosos  jmateriales  que  habia  recojido,  forma 
^a  obra  <jue  há  sido  una  tica  mina  de  que  han 
sabido  aprovecharse  los  modernos.     Se  le  coiío- 
te  el  placer  con  que  escribia,  y  cualquier  asun- 
to que  llega  á  tratar,  lo  ilustra  y  lo  adorna  con 
detalles  tan  variados  y  minuciosos,  que  deja  sa- 
tisfecha la  curiosidad  mas  exijente.    De  leer  sus 
Comentarios  á  leer  los  escritos  de  los  Europeos, 
hay  la  misma  diferencia  que  de  leer  una  obra  en 
su  lengua  original*,  á  leerla  en  una  mala  traduc- 
ción.    Los  escritos  de  Garcilasó  son  un  destello 
de  la  imaginación  del  Indio. 


ZS9  qONQ VISTA  DEL  PERÚ* 

Sus  oomentarios,  sin  embargo,  adoleeeo^  de 
un  grave  defecto,  que  la  posición  del  autor  ha- 
cia hasta  cierto  punto  inevitable.    Como  se  di- 
rijia  á  los  ilustrados  Europeos,  ponía  to4o  em- 
peño en  desplegar  á  sus  ojos  las  antigu^^  glotis^s 
de  su  nación  bajo  su  aspecto  ra^  grandÍQ^p. 
Este  fué  el  incentivo  que  1q  hizo  e^aprendet  sus 
trabajos  literarios,  para  cuyo  dps?i»pe6o.  e^^taba 
muy  lejos  de  ser  bastante  la  educación  que  ha- 
bia  recibido,  por  buena  <{ue  fuese  pa^a  tos  ma- 
los tiempos  que  alcanzo.  GareilasoescriiHcí  pu^ 
para  conseguir  un  objeto  determinado.    Presen- 
tóse en  la  arena  como  abogado  de  su,  desgracia- 
da patria,  para  defender  la  eaosa  de  aquella  ra- 
ssa  abatida  ante  el  tribunal  de  la  posteridad,  y 
así  es  que  en  todas  las  páginas  de  su  obra  se 
echa  de  ver  el  tqno  exagerado  de  un  panegírico. 
Nos  pinta  un  estado  de  spci#dad  co«io  apeaas 
se  atrevería  ó  figurárselo  un  filds^fo  utopista,  y 
convierte  á  sus  reales  progenitores  en  tipos  de 
todas  las  virtudes  imaginables.    En  sus  páginas 
renace  la  edad  de  oro  para  una  oacion  que  gosa 
de  todos  los  bienes  de  la.  paz  y  traaquilidadj 
mientras  que  sin  cesar  devasta  sus  fronteras 
una  guerra  de  proselitismo;  y  aun  las  riquezas 
de  la  monarquía,  bastante  grandes  de  pipr  sí  en 
esa  tierra  de  oro,  las  trasforma  la  ardiente  ima* 
ginacion  del  cronista  en  las  magnífte^a  ilusiones 
de  un  cu^uto  de  bruja?. 


LIBRO  IL— <?APITÜLO  IV.  383 

Hay  sin  embargo  un  fondo  d,e  verdad  .en  sub 
mas  estravagantes  imágenes»  y  seria  una  injus- 
ticia suponer  que  el  historiador  indio  no  creia 
la  mayor'parte  de  las  estrañas  maravillas  que  re- 
fiere. No  hay  éredulidad  que  iguale  á  la  /le  un 
neófito,  que  acaba  de  abrazar  la  fe  cristiana^ 
Después  de  vivir  largo  tiempo  eutre  las  tinieblas 
del  paganismo,  cuando  hiere  por  primera  ve^ 
sus  ojos  la  luz  de  la  verdad,  se  encuentra  inca- 
paz de  distinguir  ^  verdadera  miagnitud  de  1q9 
objetos,  y  de  separar  lo,  real  de  1q  imaginario-» 
Sin  duda  que  Garcilaso  no  era  un  converso,  por 
que  desde  su  infancia  se  crip  en  la  fe  católica,;; 
pero  vivia  rodeado  de  ellos,  y  aun  sus  mismos 
parientes,  después  de  practicar  toda  su  vida  If^s- 
ceremonias  del  paganismo,  acababan  de  entrar 
por  primera  vez  en  el  gremio  de  la  Iglesia.  .  1^1 
escuchaba  las  lecciones  de  los  misioneros,  aprep- 
dia  de  ellos  a  dar  fé  implícita  á  las  paaravillosas 
leyendas  de  los  santos,  y  á  la§i  historias,,  no  me- 
nos maravillosas^  de  los  triunfos  que  ellos  mis- 
mos alcanzaran  en  las  batallas  espiritqales  que 
les  habia  costado  la  propagación  de  la  ñ.  Acos- 
tumbrado así  desde  su  niñez  á  ejercitar  conti- 
nuamente su  credujida^,  perdió  &u  ra;$pn  Ipt  fa- 
cultad divina  de  distinguir  la  verdí^d  de}  erírory 
"y  se  fanjiliarizd  tanfo  con  lo  ^lilagroso,  que  con 
til  tiempo,  lo  niilagroso  dejo  ya.de  ser  milagro. 

Mas  si  bien  por  esta  cau^a  hay  que  hacer  granr 


334  CONQUISTA  PEL  PERÚ» 

des  rebajas  en  lo  qué  el  cronista  refiere,  existe 
siempre  un  fondo  de  verdad  que  no  es  difícil  des- 
cubrir y  aun  separar  de  los  caprichosos  adornos 
que  la  ocultan,  y  después  de  descartar  todas  lag 
exageraciones  del  orgullo  nacional,  queda  tod$* 
via  gran  copia  de  noticias  exactas  sobre  las  an- 
tigüedades del  pais,  que  en  vano  buscaríamos  ^n 
los  escritos  de  ningún  Europeo, 

Los  de  Garcilaso  son  el  reflejo  del  siglo  en  que 
floreció',  y  hablan  mas  bien  á  la  imaginación  que 
á  la  sana  filosofía.  El  brillante  cuadro  que  sin 
cesar  presenta,  nos  deslumhra;  y  nos  embelesan 
los  curiosos  detalles  y  la  animada  charla  con  que 
llena  el  resto  de  sus  página^.  Interrumpe  á  ca- 
da paso  la  relación  de  los  sucesos,  para  ventilar 
diversas  cuestiones  que  sirven  para  esclarecer- 
los, con  lo  que  evita  la  'monotonía  de  la  narra- 
ción y  proporciona  un  agradable  descanso  á  los 
lectores.  Esto  debe  entenderse  de  la  primera 
parte  de  su  grande  obra,  porque  en  la  segunda 
ya  no  habiíji  motivo  para  semejantes  investigacio- 
nes. El  espacio' que  ellas  debian  ocupar  lo  He- 
no con  multitud  de  reminiscencias,  anécdotas 
personales,  aventuras  episódicas,  y  un  cumulo 
de  detalles,  triviales  á  los  ojos  de  los  pedantes, 
y  que  los  historiadores  han  estado  siempre  dis* 
puestos  á  echar  á  un  lado,  como  inconipatiUes 
con  la  gravedad  de  lá  historia.  Allí  vemos  á  los 
actores  de  aquel  gran  dxama,  en  trage  de  casai 


LIBRO  II. — CAPITULO  IV.  335 

por  decirlo  así;  nos  imponemos  de  sus  costum- 
bres privadas,  escuchamos  sus  conversaciones 
familiares,  y  en  una  p^^labra,  recojemos  todos 
aquellos  incidentes,  insignificantes  de  por  sí,  pe- 
ro que  en  su  conjunto  forman  una  parte  tan  esen* 
cial  de  la  vida  y  revelan  el  verdadero  carácter  de 
los  p^rsonages. 

,  Esta  confusa  mezcla  de  lo  grande  y  de  lo  pe- 
queño, hecha  sin  ningún  artificio,  es  uno  dé  los 
principales  atractivos  de  las  novelescas  crdnicas 
antiguasj^sin  que  pierdan  nada  de  su  exactitud 
por  mas  que  se  aproximen  bajo  este  aspecto  al 
estilo  ordinario  de  las  novelas.  En  estos  escri- 
tos es  en  donde  debemos  estudiar  el  carácter  y 
la  influencia  del  siglo.  Los  ap9líllados  pápeles 
de  estado,  la  correspondencia  oficial,  los  regis- 
tros públicos,  son  útilísimos,  indispensables  para 
la  historia.  Ellos  son  e|t  armazón  sobre  que  de- 
be descansar  esta^  el  esqueleto  que  ha  de  deter- 
minar su  fuerza  y  proporciones.  Pero  son  tan 
inútiles  como  un  montón  de  huesos  deséarnados, 
si  no  hay  quien  les  dé  su  verdadera  colocación 
y  íes  inspire  un  sopló  de  vida,  para  que  salgan 
de  sus  manos  animados  del  verdadero  espíritu 
del  siglo.  Mucho  debemos  al  infatigable  anti- 
cuario, que  no  descansa  hasta  echar  con  toda 
solidez  y  exactitud  los  cimientos  de  la  verdad 
histórica,  y  no  menos  al  filosofo  analista  que  nos 
representa  al  hóihbre  con  su  trage  publico,  o  por. 


33fi  <?ONQUIStA  DEL  PEÍtÜ¿ 

mejor  decir^  vestido  de  máscara;  pero  no  debe- 
mos negar  nuestra  gratitud  á  los  que,  como  Gar- 
cilaso  y  mas  de  un  romancero  de  la  edad  media^ 
han  penetrado  á  la  vida  privada  y  dádonos  una 
pintura,  aunque  se  le  suponga  algo  desfigurada, 
de  todos  los  objetos,  los  grandes  y  los  pequeños^ 
los  bellos  y  los  repugnantes,  cada  uno  en  su  lu- 
gí^r  3t  con  s.u$  rerdaderos  colores..  Seria  vano  em- 
p^p  el  de  sujetar  la  ob  a  de  Garcilaso  al  crisol 
de  la  crítica,  oonsiderándolai  como  obra  de  arte* 
fero  aunque  en  su  composición  quedan  á  un  la-* 
do.  todas  las  reglas  del  arte,  no  se  sig'ue  de  eso 
que  baya  de  faltar  á  los  principios  del  gusto, 
porque  su  espíritu  es  conforme  al  espíritu  del 
siglo  ^n  que  fué  eárcrita»  Y  el  crítico  que  la  coi>- 
deoa  severamente  con  aireglo  á,  los  ajustados 
preceptos  dpi  arte  i  halará  tal  deleité  en  su  mi&^ 
mo  candor  y  s^etícillez,  que  una  y  otra  ve;í  volve- 
rá á  cebarse  en  la  lectura  de  sus  páginas,  mien- 
tras que  eeíba  á  un  lado  y  olvida  otras  coraposi-' 
ciones  mas  clásicas  y  mas  correctas^ 

Aunque  tal  vez  me  he  estendido  ya  demasira- 
dp^  no  nae  decido  á  terminar  este  juicio  crítico 
d^e  Garcilaso,  sin  d^cir  al^p  de  la  tradweipn  iur 
gjesa  de  su&  Comentarios* ,  Ápareaio  en  el  rei- 
nado de  Jaime  11,  y  la  debemos  a  la  píun^^í  del 
caballero  Sir  Pé^uI  Rycaut^  Se  iraprijuití  en  Lon- 
dres en  1,688,  en  .folio,  con  visibles  pretensiones 
á  e^cioB.  de  lujo,  muy  adornada  de  grabados  e^ 


LiBíio  IÍ-— Capitulo  IV.  837 

iiíadera,  y  con  un  frontispicio  en  que  se  vé  la  es- 
caáliila  y  aun  ridicula  figura,  no  del  autor,  sino 
del  traductor.  La  versión  sigue  la  misma  mar- 
cha del  original,  libro  por  libro,  y  capítulo  por 
capítulo,  notándose  muy  raras  veces,  aunque  sí 
algunas,  la  libertad  tan  commi  en  estas  antiguas 
traducciones  de  omitir  o  compendiar  algún  pa- 
sage.  Cuando  se  aparta  del  original  es  mas  bien 
por  ignorancia  que  de  intento,  y  si  puede  servir 
de  escusa  la  ignorancia,  le  sobran  al  buen  caba- 
llero los  medios  de  defensa.  Nadie  que  lea  su 
traducción  dejará  de  convenir  en  que  conocia 
muy  poco  su  propio  idioma,  y  cualquiera  que  la 
compare  con  el  original,  echará  de  ver  su  abso- 
luta ignorancia  de  la  lengua  castellana-  Tiene 
tantas  faltas  como  renglpnes,  y  tales  algunas, 
que  harían  avergonzar  á  un  muchaho  de  escue- 
la. Mas  son  tantas  las  rústicas  bellezas  del  ori- 
ginal, que  esta  traducción,  mas  rústica  todavía, 
ha  gozado  de  grande  favor  entre  los  lectores,  y 
la  versión  de  Sir  Paul  Rycaut,  á  pesar  de  su  an* 
tigüedad,  se  ve  aun  ocupando  su  lugar  en  mufí 
de  una  librería,  tanto  públicas  conío  particula- 
res* 


31 


LIBRO  T£RG£RO. 


CONQUISTA  TSEL  PSRU. 


'^}i:  .    ■'  f  * .  ..,  i     "  ' ¡iXi  l^X 


,'ii     l-\  .■^,  .*.    jÍ  J.  U.  t  J*'  w      i  -j» 


LIBRO  TERCEM    . 

CONQUISTA,  DEL  PERÚ. 
CAPITULO  I. 

l^fiqiBiail^NXO  DE  JPlZARIWvBN.LA  GoRTB.«*TC!APITyLA7-r 

cioN  CON  LA  CORONA,— Visita  el  luoar  db  fiu  na- 
cimiento.— Vuelve  al  Nuevo  Mundo. — Disgustos 

aOÑ    iái^MA6ftO.-''^'£B0EÍPJ¿'^XllEt>ICI0N. AVENTURAS 

Bií  LA   CoSTÁ.-^HAÍrÁl.lJAi^Wr  LA   láLA   DE   PüNA. 

1528.^1531; 

Pizarro  y  su  compañero  atravesaron  el  istmo 
para  embarcarse  en 'Nombre  de  Dios,  y  después 
de  naa  feliz  travesía  llegaron  á  Sevilla  á  princi- 
pios del  verano  de  1528.  Aconteció  hallarse 
entonces  en  el  puerto  el  Bachiller  Encaso,  per- 
sona muy  conocida  en  la  historia  de  las  cosas  de 
América,  por  haber  tomado  una  partelmuy  ac- 
tiva en  la  colonización  de  lá  Tierra  Pirníe.  Te- 
nia ciertas  cuentas  que  arreglar  con  los  primé- 
ros  vecinos  del  Darien^  entre  los  que  se  contaba 
Pizarro,  y  asi  apenas  puso*  este  el  pié  en  tierra^ 
cuando  fué  preso  á  instwcias  dé  Encisb,  y  meti^* 


842  CONQUISTA  DEL  PERÚ. 

do  por  deudas  en  la  cárcel.  De  este  modo  Pizar- 
ro,  que  habia  huido  de  su  pais  como  un  aven- 
turero desesperado  sin  casa  ni  hogar,  se  veia  á 
su  vuelta  encerrada  en  una  primos,  después  de 
una  ausencia  de  mas  de  veinte  años  pasados 
casi  todos  en  inauditos  trabajos  y  padecimien- 
tos. Asi  coiQénaalian  á  apíuneiat-Ste  la  fortuna  que 
él  creia  aguardarle  en  su  .patria.  Este  suceso 
escito  la  indignación  pública;  n\as  apenas  se  su- 
po en  la  corte  su  llegada,  y  la  importante  mi- 
sión de  que  venia  encargado,  se  libraron  orde- 
nes paía  que  fuese  puesto  en  libertad,^  y  se  le 
permitiese  continuar  su  .camino. 

Hajlo  Pizarro  ají  .^[nuM^a4<)r  ep  Toledo,  de 
dondf^  Auy  pccAtod^tiiaü  Balar  á.«aibar<^arse  pa- 
ra Italia.  En  los  prii»éros  años  de  su  reinado, 
no  gustaba  Carlos  y  de  residir  en  España.  Se 
bftHíüjia  •eatQnc^  en  el  apogeo  de  su  gloría,  á 
q«te  la  faabian  tíi^véáo  sos  ttianfos  sobre  «a  va- 
liente competidor  francos,  áqmen  acababa  de^ 
derrotar  y  haiser  püsionéro  eh  Pavia;  y  el  ven- 
cedor 86  .dÍ8ípomá  én  acjpeUos  iqomeiitos  á  pa- 
sHfc  á  üalía  pbná  rdeiUir ',1a  corona  impexial  de 
mano9  djel^Sotnaa  PoDtifiee.'  Deslumhrado  con 
sttí^  victorias  y  sir i^ébiánt»  «i^raeiotial  trono  de 
Akiñaiiia^  se  cu vaba  Carlos  rony  poco  de  &U6 
dcfcftjjüftgs  '{patrijBioiüales»  porque  se  abda  á  se 
ambicien  unacarrei^a mas  brillan^  en  el  ancho 
campo  de  la  pqlUica  europea.    HaictH  eniúticets 


LIBRO  III — CAPITULO    L  343 

hablan  sido  muy  insignificantes  las  sumas  que 
había  recibido  de  sus  posesiones  ultramarinas, 
para  que  las  mirase  con  la  atención  que  mere- 
cían.   Pero  cuando  le  pusieron  á  la  vista  la  re- 
eiente  conquista  de  Méjico  y  las  brillantes  es- 
peranzas que  daba  el  continente  austral,  cono- 
cid  toda  su  importancia,   esperando  sacar   de 
ellas  los  recursos  de  que  necesitaba  para  las 
costosas  empresas  en  que  le  metia  su  iwnbicion. 
Dicí   por  lo  mismo  muy  favorable  acogida  á 
Pizarro,  que  venia  á  poner  a  los  ojos  del  rey  las 
pruebas  fehacientes  de  la  verdad  de  los  rumo- 
res sueltos  qure  de  cuando  en  cuando  habian  lle- 
gado á  Castilla.  Examinó  Carlos  con  grande  in- 
terés los  diversos  objetos  que  le  fué  presentan- 
do; pero  nada  llamo  tanto  su  atención   como  el 
llama,  por  ser  la  única  bestia  de  carga  conocida 
hasta  entonces  en  el  Nuevo  Mundo,  aunque  al  sa- 
gaz monarca  le  pareció  mucho  mas  apreciable 
ppr  las  hermosas  telas  que  se  hacian  de  su  largo 
vellón,  que  por  su  utilidad  para  el  servicio  domés- 
tico.    Pero  las  diversas  vasijas  de   oro  y  plata, 
y  las  deslumbradoras  pinturas  que  hacia  Pizar- 
ro de  la  abundancia  de  aquellos  metales  precio- 
sos* bastaban  para  dejar  satisfecha  hasta  la  co- 
dicia de  un  monarca. 

Lejos  de  turbarse  Pizarro  al  verse  en  una  si- 
taacion  tan  nueva  para  él,  mantuvo  su  acostum- 
brada sereniiad,  con^s^ervando  en  todas  sus  es- 
presiones,  el  decoro  y  la  dignidad  propios  de  un 


344  CONQUISTA  DEL  PERÚ. 

Castellano.  Hablo  de  un  modo  sencillo  y  res- 
petuoso; pero  con  todo  el  fuego  y  elocuencia  na- 
tural de  un  hombre  que  .ha  tenido  parte,  en  las 
escenas  que  refiere,  y  sabe  ademas  qu,e  déla 
impresión  que  haga  en  su  auditorio', deprende  m 
suerte  futura.  Tpdo  escucharon  con  grande  in- 
terés la  relación  de  sus  estradas  aventuras  por 
mar  y  tierra;  sus  peregrinaciones  en  los  bosques 
o  en  los  horrorosos  pantanos  de  la  costa,  sin 
alimento,  casi  sin  vestido,  con  sus  pies  desgar- 
rados y  marcando  sus  huellas  con.  sangre;  vié^o- 
do  disminuirse  cada  dia  sus  pocos,  compaüeifos, 
por  las  enfermedades  y  la  muerte,  y  a  pesar  de 
todo,  marchando  siempre  adelante  con  ingax4i.tO' 
esfuerzo,  para  estender  el  imperio  de  Caiptítte^ 
el  nombre  y  poderío  de  su  monarca;  pero  cuan- 
do llego  á  pintar  su  miserable  sitnacion  en  aque- 
lla isla  desolada,  olvidado  del  gobiern9  y  aban- 
donado de  todos,  menos  de  im  puñado  de yalieii- 
tes  compañeros,  el  rey,  aunque  no  se  co|ímovia 
fácilmente,  no  pudo  contener  la^  lágrinaas.  Al 
salir  de  Toledo  recomendó  Carlos  los  negocios 
de  su  vasallo  al  Consejo  de  Indias,  en  los  térmi- 
nos mas  favorables.  ^ 

1    Pedro  Pizarro,  Doscub.  y  con  mucko  gusto,  tratólo  amoro- 

Conq.,  MS. — Naharro,  Relación  so,  y  dyole  tiempo,  especialmente 

Sumaria,  MS.— -Conq.  i  Pob.  del  cuando  le  hizo  relación  de  su 

Piru,  MS.  consistencia'  y  é&  \ó9  trece  com- 

"Hablaba  tan  bien  en  la  mate-  pañeros  en  ia^  Isla  en  ^  medio  <le  ' 

ria,  que  se  llevó  Iob  aplausos  y  tantos    trabajos."     Montesinos, 

atención  enTole(ío4onde  el  £m-  Anales,  MS.^  añt>  1528. 

pérador  estaba»  diólo  audiencia  , 


LIBRO  ni. — CAPITULO  I-  345^ 

Se  hallaba  por  aquel  mismo  tiempo  en  la  cor- 
te otro  hombre  que  habia  venido  también  del 
Nuevo  Mando  ájm  negocio  ¡muy  feemejante;  pe- 
ro cuyas  brillantes  proezas  le  habian  adquirido 
'  ya  un  renombre  que  eclipsaba  en  cierto,  ^iq^o  la 
nacient?  reputación  de  Pizarro.  Este  hombre 
era  Hernán  Cortés,  el  conquistador  de  Méjico^ 
Habia.  venido  a  poner  un  imperio  á  los  pies  de 
su  soberano,  y  i  pedir  en  recompensa,  satisfac- 
cipupara  sus  agravios  y  premio  para  sus  gran- 
des servicios*.  El  se  acercaba  al  fin  de  ;su  carre- 
ra, y  pizarro  comenzaba  la  ^uya;  reuniéronse  allí 
el  conquistador  del  Norte  y  el  del  Sur;  los  dos 
hjOinbres  destinados  por  la  Providencia  para  áe^r 
troj^  las  mas  poderosas  dinastías  indias,  y  para, 
abrir,  las.  puertas  de  oro  que  impedian  que  los  in- 
mensos tesoros  del  Nuevo  Mundo  pasasen  á  las» 
arcas  españolas. 

A  pesar  de  la  recomendación,  del  emperador^ 
los  negocibs  de  Pizarro.  marchaban  con  la  lenti- 
tud que  se  acostumbraba  en  la  corte  de  Castilla; 
Veia  írsele  agotando  rápidamente  sus  escasos  re- 
cursos: por  }os  gastq»  que  requería  su  posiciou 
en  la  corte,  hasta  que. se  vio.obligado  al  fin  á  re- 
poresentar,  que  si  no  se  tomaba  alguna  resolución' 
en  su  asuntOí  llegariael  caso  de  que  por  favora- 
ble que  fuese  esta,  ya  no  estarla  en  estado  de . 
apro^charla.  En  vista  de  esto,  la  reina,  que  eS- 
tabíi  encargada  del  gobierno  durante  la.ausenQÍa 


¡$46  CONQUISTA  DEL  PlSRU. 

de  su  esposo,  agittf  él  ne¿oteio,  y  éiaS  de' Jonid 
de  1529  8e  ñrtú¿  lú  tík^r&^úhle  Capittiiticioii  efi 
qtie  -B^  deteifiaánilbáti  ^las  ftci^itadiés  y  prívilegioi» 
de  Pízarro; 

Por  dicho  convenio  se  concedia  á  este  capítáii 
el  derecho  de  descubrir  y  conquistar  eñlá  pro- 
vincia del  Perú,  (llamada  entonces  Nueva  Cas*- 
tilla,  del  mismo  modo  ^ueá  Méjico  sé  Fe  ái6  el 
nombre  de  Nueva  España,)  hasta  la  distancia  de 
doscientas  leguas  al  sur  dé  la  ciudad  de  Santia- 
go. Se  lé  concedian  ademas  el  título  y  hoho- 
res  de  G-obeinádbr  yCíapitan  Cteneral,  y  íós  dó 
Adelantado  y  Alguacil  niayorjpor  toda  su  vida» 
con  un  sueldo  de  setecientos  veinte  y  cinéo 
mil  maravedís,  y  obligación  de  mantenener  una 
servidumbre  correspondiente  á  su  rango.  Que- 
daba facultado  también  para  levantar  ciertas 
fortalezas,  de  ctíyo  gobierno  se  le  hacia  merced: 
para  darlos  Indios  en  encomienda,  sujetándose 
á  las  leyes  vigentes,  y  en  suma,  para  ejercer  ca-* 
si  todas  las  prerrogativas'  propias  de  ün  virey. 

Su  compañero  Almagro  obtuvo  una  declara- 
ción dé  hídálgftiáy  el  títtilo  de  gobernador  de 
lafiwrtaleza  de  Tumbez,  con  un  sueldo  anual 
de  trescientos  mil  mará  vedis.  Lüs  servicios  dfe} 
respetable  Padre  Luque  fiíeron  recompensados 
coh  él  obispado  de  Tumbez,  y  el  nc^braiñiento 
de  Protector  universal  de  los  Indios  del  Péru. 
También  se  le  asigíio  un  sueldo  de  mil  dui^adds, 


LIBRO  ÍU.-*CA TITULÓ  U  $it 

los  que  hablan  de -salit)  lo  mkima  que  loá  áe^^^ 
mas  salarios  y  mereedes  níeiietotuido»  cm  aq^el 
doeomeoto,  de  las  rentas  del  lerritoyioeoifq^s* 
lado. 

Noqaedaton  olvidadüS'^eti  estas  capitoláciO'- 
6es  las  demás  personarque  desempeñaron  un 
papel  secundario  en  ia  eitpedieion.  Úmií  hé 
Hombrado  Piioto  mayor  del  mar  del  Sur  eon  uña 
deoente  asignación;  el  mando  de  la  aftillertti  m 
áiá  á  Pedro  de  Candía,  y  los  otros  6Me  (;óm^ 
puteros  de  la  Oorgona  ftleron  heehOs  hidalgos 
los  qne  no  lo  eran  antes,  y  caballeros  los  que  ya 
tenían  dicha  ealíddd,  eon-  V^peranza  adeinás  dt; 
lograr  ciertos  empleos  iQ^fticipales. 

Tomáronse  también  medidas  tnuy  Híberatos 
para  procurar  la  colonlaáeíon  del  pais.  Los 
nuevos  cokmós  quedaban  én  parte  ex^ntosde  al- 
gunas de  las  contribuciones  m&s  gravoátas  ya  esta 
blécidas,  como  por  ejem])(o  la  ateíÉbaia.  Los  de- 
rechos sobre  los  metales  preciosos  e^ráidos  de- 
las  minas,  quedaron  reducidos  al  principio  ¿tttt 
décimo,  en  lugar  del  quinto  que  pagábtotos  mis^ 
mds  metales  cuando  provetiían  de  réácdte  6  de 
botín.  ^ 

Se  euoarg()  muy  particularmente  á  Písearro 
que  observase  las  leyes  vigentes  p^ra,  el  gobier- 
no y  boen  trato  de  los  «atavalés^  yjse  le  eKÍ^¥ 
llevase  conmigo  un  numero  déterminadp  dg  reli- 
giosos, con  quienois  dcbíu  aconsejarse  en  tos 


348  CONQUISTA  DEL  PERÜ. 

oa$o9  dudosos  que  se  ofreciesen  «n  la  conquista^ 
y  eayos  esfuerzos  debían  eneaminarse  al  bien 
y  ala  eonversion  de  losr  naturales;  al  mismo 
tiempo  que  se  p.ohíbia  poner  el  pié  en  las  nue- 
vas poblaciones  á  toida  ckse  de  abordos  y  pro- 
ouradoríís,  cnya  presencia  se  consideraba  perja- 
dicial  a  la  buena  armonía  que  allí  debia  reinan 

Pizarro  se  comprometió  por  su  partea  levan- 
tar, dentro  de  seiá  meses  de  la  fecha^  una  faer^ 
za  de  doscientos  cincuenta  hombres  listos  para 
la  campaña:  de.  ellos  podía  sacaí;  ciento  de.  la» 
colonias*.  El  gobierno  se  obligó  por  Ja  suya  á 
ayudarle  coa  wa  scmia  ínsigtiáfieante .  para  la 
compra  de  artillería  y  amuniciones;  y  se  estipuló 
porúltifño,  que  á  lós^  i^s  láeses  de  sa  llegada  á 
Panamá,  debia  de  estar  Usto  Pizarro  para  em^ 
barcarse  y  da^  principio  á  la  espedieion,  ^ 

Estos  fueron  los  principales  artículos  de  la 
capítalacion,  pw  cuyo  medio  el  gobierno  de 
Castilla,  con  la  sagaz  política  que  solía  usar  en 
semejantes  ocasiones,  despertaba  la  ambición 
de  los**  aventureros  con  títulos  retun^bantes  y 
magnificas  promesas  cuyo  cumplimiento  depen- 
día del  éxito  de  sus  propios  esfuerzos;  pero 
cuidando  en  todo  ^aso  de  no  arriesgar  él  nada  en 

2    £1  difunto  D.  Martin  Fer-  después  pas6  al  Archivo  Generaí- 

naadez  de  Navairete,  eopi6  para  de  Indias  de  Sevilla.    A  su  atea-- 

e\x  rica  colección  este  interesante  don  debo  la  copia  que  poseo,  y 

documento,  qne  antes  se  guarda-  que  puede  ver  impresa  el  lector 

ba  en  el  añhlvo  de  Simíuicas,  y  en-éí  Apéndice,  baj0  ei  núm.  7^ 


LIBRO  ntw— capítulo  í.  349 

la. empresa..  Ateodia  skmpr^  á.  apropiarse  el 
fruto  de  los  .tra^íaJQs  agCEfeos;  pero  no  pensaba 
nunca  en  fiyudar  á  l<)s  gasto-s. 

Lo  nias  notable  que  hay.en  eetaa  estipulacio- 
neis,  es  el  modo  conqucise  ctíjumttlaron  en  la  per- 
dona..de*  Pjzarro  tpdosjos  puesto»  hoiirodos.  y  lu- 
4?rativos»^m  degar  hiogujio  para  Almagro^  quien 
si  no  Jb^bia  tenido  una  parte  tan  principal  eh  los 
trali^jos  y  riesgoa  personales,  había  ayudado 
igualmente  á  llevar  las  cargas  de  la  espedicion, 
y  coni.  sus  esfuerzos  de  otra  especio  habia  con- 
tribuido c^si, tanto  coHío;  él  á¡  su  buen  éxito*    Al- 
magro cedió /de  muy  buenja  gana  a.6u. amigo  el 
puesto  principal;  pcird  á  la  partida  de  Pjzarro 
para  Esp¿ñ{|,  qu^dd  convenidoi  que  al  mismo 
lierop9  quü  solicitarla  parai  sí  el  nombramiento 
de  gobjer^ador ,  y  capitán  general,  pediría  él  de 
AdelaQta4^  paí^  m  empanero,.    También  se 
comprometió  á  conseguir  el  obispado  de  Tum- 
bea, psira  ^í  yicarip  ite  Pauiuaá,  y  el  oficio  de^  Al- 
guacil Mayor  para  el  piloto  Jlüíz,   'Por  lo  que 
respe£>ta  al  obijitpado^  cumplió:  su  palabra» porque 
no  era,  rtiiiy  ptopip  de  tm  sol44tio'pedir  una  mi- 
tra; pero  en  vez  de  dar.  á.  las  otras  mercedes 
la  distribución  acordada,  las  torhrf  todas  para 
sí.  ^  *!Es  de  notar  que  na,da  prp^mjetio  Pizarro  cok. 
tantas^  veras  á  su  partida,  como  negociar  fiel  y 
lealmente'  en  ñivor  de  todo^íoü!  compañeros?. 

3    ^' Al  "fin  86' capituló,  *qu«  Fjr.a^ci^oo   PJjjarvtt-^negpiar^ 


350  CaS<4W»TA  DEL  PB¿Ü. 

GI  soldado  oronistü  Pedro  Ptzarro,  afirma  qtra 
sa  pariente  tmbajo  miieho  eo  ki  corte  en  favor 
de  Almagro;  pero  no  ie  dio  oídos  el  gobierne, 
dando  por  rason  qne  em)>l«os  de  tanta  impor- 
tancia no  podian  darse  á  distintas  personas.  Los 
malos  resuttacbs  de  este  sistema  se  habían  pal- 
])adp  ya  mas  de  una  v«z  en  las  c^onius,  donde 
había  producido  rívalidades  y  fatales  reyertas.  ^ 
Asi  es  que  Pizarro^  viendo  que  «¡a  (iteodian  á  sus 
razones,  no  tuvo  otro  remedio  que  reunir  los  em- 
pleos en  su  persona»  para  evitar  lé  lotal  ruina  de 
sus  proyectos.  Otros  historiadores  contempo- 
ráneos na  han  admitida  estas  espficaeiones.  Los 
temores  que  manifesté  Lüque  de  un  resultado 
semejante,  al  encargarse  Piaan^o  de  aquella  co- 
misión, fundados  sia  duda  en  uu  prefondoee- 
Bocimiento  del  cac^eier  de  su  $qcío,  ik>s  aMori^ 
zan  á  desconfiar  de  e^ta  pretendida  vindieaeioR 

Govemaclon  para  si:  i  para  Die-  compañeros  ya  dkho,  y  en  el  con- 
go de  Akna^,  el  Adeltoita-  aeja  se  le  re^nclió  qne  ni  hs- 
miento;  i  paní  HemanduF  de  hu*  bia  Ju^ar  de  dar  ^ellil^r^Km  4 
que,  el  obispado:  i  para  Bartolo*  dos  compañeros  á  causa  de  qne 
iné  Ruiz^  eV  Afgineikizgo^  Maiers  en  Santa-  iHarta  «e  ImbiH  dado  asi 
i  Mercedes  pa^  los  cpie  queipa*  á éfkt cn^puSeíoii.  j-i^\m  N»» 
ban  vivos,  de  los  trece  Compa-  muerto  a!  otro.  .  .  .  Pues  pedido, 
ñeros,  aánoandcsieiiipre  Fran*  coino  dígo,  louóhas  rfecéfe  por  !>• 
cisco  Pi^aito,  4jue  ted<i  lo  ^ue-  Fni^icisep  Pkpairp-Kr  Hi  fcfei«« 
ría  para  ellos,  i  prometiendo,  que  la  merced  á  ambos  companerofr 
nogocifaria  halñieste,  i  sm  nín-  se  le  riei^ondró  íá  pidiese  para  á 
gana  eautela."  Herrenir  Hist  6Íii^queee(laiÍ9,4o|ro,  ^rTÍ^t^ 
General,  dec.  4,  lib.  3,  cap.  1.  que  no  había  logar  lo  qne  P^* 
4'  T  D.  iPranciaco  tiznrto  y  quenli,  pidi6'¿#  1^  hiciese  1» 
pi4ió  conforme  á  lo  ^ue  llevaba  u^rced  á  él,  j  wi  e|^  !•  U'®-' 
ciíplttíía^  y  (ftifeiitóQ  dbSi  i^  l>^1jb'.  i  ií^iif^  Ifr^. 


LlfiftO   III. CAPltüLO  I.  3S1 

ée  8tt  tnsfB^Oy  y  áü  conducta  posterior,  como  ya 
ñmraos  Ti«ttd<>,  no  e«  totiy  á  pro[>ósito  para  4¡s- 
imiiBiar  noestra  deseonñanza^  La  virtud  de  Pizar- 
Mi^aei^eapaft  deresÉstir  titíá  tentación,  aun- 
«p»e  foese  umefafo  ma^-ligera  q«é^  la  qae  entonee$ 
te  iisiiHaíte; 

f'tíéagraeíado  «deiiia«  «I  aifórtunado  caballa 
to  eotí  ei  MMlo  de  Sanltiago,  ^  y  de  le  -pe^iníti^ 
haéef  una  variación  may  importante  en  el  esca^ 
do  de  w  £tmilia,  pae»  por  parte  de  padre  tenia 
ya  defeeho  á  usar  laa  ^rmas  de  ella.  Kl  agüita 
negra  con  laa  dos  coloiiHias,  qae  eran  las  armas 
~del  emperador;  nua  éiüdad  india  con  un  baque 
élo  lejos  y  algunos  Uafíias,  con  el  fia  de  reoor- 
étff  é\  carácter  y  <«ilio  de  sds^  hazañas:  tales  ^íh^ 
mn  l6s^  bla^c^es^que  se  añadieron  da  nuem  alai 
antiguas  anwas  de  kNS  PiíKMrro^  y  pororta  un  h-^ 
U^n^  0n  el  mtA  í»e  leiar  qm  f'baj^»  los  aaspieio« 
ée  Carlos,  y  por  la  dttígencia,  ¿t  ingenio  y  é  cm» 
ta  de  Piza^ro  se  habia  descubíepte  y^redueidé 
aq^^l  |^s$^*  dando  aéí  é  entender  los  servicios 
^pasados  y  ^ü^Od  del  éonquisitad^r*  ^ 

Concinid^fi  todos  estos  arreglas  á  satisfbe- 
ck>n  d«  PnuxvOf  ^salid  de  Toledo  dirigiéndoee  4 

5    Xerez  Cooq.  del  Peni,  ap,  6    ^'Caroli  Cosaria  auspicio,  et 

Barcia,  tom:  ill.  p.  182.— Ovic-  labore,  ingemo,  ac  impensa  Thi^ 

éo,  HÍ0t.  de  las  Inídiae)    Mí^.,  cii  PÍ9arro  invita,  et  pacata,'* 

Parte  3,  lib.  8,  cap.  1. — Caro  de  Herrera,  Hist.  Gcnenil,  dec,  4, 

Torres,  Historia  de  las  Ordenes  lib.  6,  cap.  5. 
Militares,  (Madrid,  1089,)  p.  113: 


352  CONQUISTA  DEL  PERIÍ. 

Trujillo,  lagar  de  su  nacimiento,  doade  s^. ima- 
ginaba seria  toas  fácil  encontrar  cpmpaneros  pa- 
ra sa  nueva  empresa.  Quizá  no  le  desagrada- 
ría tampoco  el  presentarse  allí  ayentajado  y  en 
pr^iS'pera  fortuna,  o  lo  liienoa  ei^;  camino  para 
ella,  y  si  alguna  vez  la  vanidad  puede  ser  dis- 
culpable, k>  es  siu  duda  en  ua  hiom{][re,  que  na- 
cido en  la  osi^uridad,,  sin  ilimiHa,;a^gojs  ni  pro- 
tectores en  t|ue  apoyarse,  se  ha.bia  labrado  él 
solo  sU'fortuna,  y  triunfado  con  su.s  pr^opips  re- 
cursos de  todos  los  obstáculos  que  le  opusieran 
los  liombres  y  la  naturaJLeasa*  ..Tal  era  la  posi- 
ción en  que  se  encontraba, Pia^firrp  guando,  vol- 
vi<>,al  lugar  de  su  naeimientpr  doude  solo  le  co- 
■Hocian  por  un  pr<ífugo^i»isei:able,  sin  casa  que 
le  abrigase,  ]^adre  que  le  reconociese,  ni  apiigo 
que  le  ayudase,  Peroahora  sí  en  encontró  ami- 
bos y  camaradáB,  y  Bio  faltaban  iquijenes  exigie- 
^s^en  8;er  reconocidos  por  pátíerites  suyos,  y  par- 
licipar  de  la  foittkma  que.  le  ^(guardaba.  Había 
entre  estos,  cuatro  hermanos  suyos;  tres  de  ellos 
ilegítimos  conEio  él*  El  uno  llamado  francisco 
Martin  de  Alcántara  era  hermano  suyo  j>or  par- 
te de  madre,  y  los  otros  dos,  Juan  y  Gonzalo  Pi- 
55arro,  lo  eran  por  parte  de  padre.  "Todos  eran 
pobres  y  tan  pobres  como  soberbios,'.',  dice  Ovie- 
do que  los  conocía,"  "y  su  codicia  era  igual  á  su 
pobrezar."  ^ 

7    ''Trujo  trea  o  cuatro  hermanos  suyos  tan  sobeirbios  como  po- 


LIBRO  III.— rCAPITULO  I.  853 

El  cuarto  hermano,  llamado  Hernando  era  d 
mayor  de  todos  y  el  único  legítimo;  *Han  legíti- 
mo," dice  el  mismo  cáustico  cronista,  "en  la  so- 
berbia como  en  el  nacimiento,"  Tenia  una  fiso- 
nomía vulgar  y  hasta  repugnante,  aunque  en  lo 
general  no  era  de  mala  figura.  Era  alto,  y  co- 
como  su  hermano  Francisco  tenia  una  presen- 
cia magestaosa.  ^  Reunía  en  su  carácter  al gu^ 
nos  de  los  peores  defectos  de  los  Castellanos: 
altivo  cual  ninguno,  injcapaz  de  sufrir  nn  agra- 
vio ni  aun  una  sombra  de  ins^ulto;  implacable  en 
su  resentimiento;  inflexilile  en  aus  determina- 
ciones y  poco  delicado  en  la  elección  de  los  me- 
dios para  llevarlas  á  cabo.  No  habia  piedad  que 
detuviese  su  brazo;  su  arrogancia  heria  conti- 
nuamente el  amor  propio  de  cuantos  le  rodea- 
ban, y  engendraba  en  ejlos  un  odio  que  con  el 
tiempo  no  podia  dejar  de  suscitarle  mil  contra- 
dicciones. En  e3to  se  apaiplaba de  su. hermano 
Francisco  cuya  afabilidad  destruíalas  díficuli- 
tades  y  ganaba  la  confianza  y  oooperacion  to>- 
dos  par^i  su  empresa.  Desgraciadamente  los  ma^ 

bre.^,  e  tan  ein  hacienda  eomo  de^  berbia»  hombre  de  aha  estatura  é 
seosQs  de  alcanzarlas''  Hist.  de  grueso,  la  lengua  e  labios  gordas 
las  Indias,  MS.,  Parte  3,  lib.  8,  e  la  punta  de  la  nariz  con  sobra- 
cap.  1.  '  '  V  da  carne  e  encendida;  j  este  fué 
8  El  retrato  que  Ovie4o  hace  el  desave^jidor  y  estorbador  dc^l 
de  él,  no  es  de  lo  mas  favorable,  sosiego  de  todos  y  en  espacial  de 
y  escribe  como  quien  conoce  bien  los  dos  viejos  compañeros  Fran- 
aJ  original,  "E  de  todos  ellos  el .  cisco  Pizarro  e  Diego  de  Alma- 
Hernando  Pizarro  solo  era  legi-  gro."  Hist.  de  las  Indias,  MS., 
timo,  e  mas  legitimado  en  la  so-  ubi  supra. 


.^4  eÓNQÜISTA  I>EL  PERÚ* 

los  consejos  de  Hernando  tuvieron  tal  influen- 
cia en  el  ánimo  de  su  hermanó,  que  este  pagrf 
Wen  caras  las  ventajas  que  le  procuraban  la  es- 
traoráinaria  capacidad  de  aquel  y  sü  singular 
aptitud  para  los  negocios. 

Apesar  del  grande  interés  que  escitaron  en 
todas  partes  las  aventuras  de  Pizarro;  encontrá  . 
este  grandes  dificultades  en  cumplir  con  lo  esti- 
pulado en  la  Capitulación^  respecto  al  numero  de 
gente  tjüe  debia  llevar  consigo.  Los  que  mas 
admirados  s«  mostraban  al  oir  sus  relaciones, 
no  eran  siempre  los  mas  dispuestos  á  seguirle. 
Los  inauditos  trabajos  que  aguardaban  á  los 
aventureros  en  el  Nuevo  Mundo,  les  asustaban; 
y  solo  veianen  las  brillantes  pinturas  de  los 
templos  y  jardines  de  ero  de  INimbez,  una  evi- 
dente  ilusión  de  su  esfraViada  fantasia,  y  un  ce- 
bo para  atraer  soldados  á  sus  banderas.  Dicen 
también-  que  no  Irabriá  podido  conseguir  Pizar- 
ro el  dinero  necesario,  si  no  hubiese  sido  por  el 
ojíort^iwo  auxjlíó  qire  íe  presto  Cortés;  natural 
como  él  de  H/stremadura,  sii  compañero  de  ar- 
mas en  otro  tiempo,  y  hasta  su  pariente  según 
algunos.*  Nadie  m«jor  que  él  podia  dar  la  ma- 
no ó  un  antiguo  compañero,  y  quizás  nadie  se 
interesaba  tanto  en  la  fortuna  de  Pizarro,  ni 
confiaba  mas  en  el  buen  éxito  de  sus  esfuerzos, 
cerno  en  el  hombre  que  acababa  de  ganar  un 
nombre  inmortal  en  la  nüsma  carrera. 

D     Fierro  y  OréUatfá,  Vanmtis  Cosbtíi^  jn  143. 


LIBRO  III.— CAPITULO  L  355 

Habían  pasado  ya  los  seis  meses  fijados  en  la 
Capitalacion,  y  la  gente  que  había  reunido  Pi- 
zarro  no  llegaba  al  numero  señalado*  Con  ella, 
sin  embargo,  se  disponía  á  embarcarse  en  Sevi- 
llaíTen  tres  buques  que  tenia  preparados;  pero 
antes  de  que  estuviese  todo  listo,  le  dieron  aviso 
de  qüfe  les  miembros  del  Consejo  de  Indias  se 
proponían  mandar  visitar  sus  buques,  para  cer- 
ciorarse de  sí  estaban  cumplidas  todas  las  con- 
diciones de  la  capitulación* 

Temeroso  Pizarro  de  que  si  la  tal  visita  se  ve- 
rificaba, ahogase  su  empresa  en  la  cuna,  no  per- 
dió tiempo  en  levar  áncoras,  y  pasando  la  barra 
de  San  Luoar,  en  Enero  de  1530,  hizo  rumbo  pa- 
ra la  Gomera,  una  de  las  Canarias,  dejando  los 
otros  buques  al  cuidado  de  su  hermano  Hernan- 
do. 

Apenas  había  partido,  cuando  llegaron  los  co- 
misionados á  comenzar  la  visita;  pero  así  que  pu- 
sieron reparos  *eii  la  gente  que  falta'ba,  les  enga» 
fiaron  fácilmente,  ó  se  dejaron  engañar,  con  la 
disculpa  de  que  los  denlas  iban  delante  en  el  bu 
que  de  Pizarro.  Lo  cierto  es  qae  ellos  se  dieron 
por  satisfechos  y  no  pusieron  ningún  estorbo  á 
Hernando,  dejándole  seguir  su  marcha  para  reu- 
nirse con  su  hermano  en  la  Gomera,  según  te- 
nían convenido  de- antemano. 

Después  de  un  feliz  yiage,  llegaron  los  aven^ 
tureros  á  la  costa  del  norte  del  gran  continente 


856  COiVQUISTA  DEL  PERÚ- 

austral,  y  anclaron  frente  al  puerto  de  Santa 
Marta.  Tan  malas  fueron  las  noticias  que  reci- 
bieron  allí  de  los  paises  á  donde  iban  á  entrar; 
de  bosques  llenos  de  insectos  y  serpientes  vC' 
nenosais;  de  enormes  cocodrilos  que  cubrían  las 
márgenes  de  los  rios,  y  de  trabajos  y  peligros 
que  sobrepujaban  á  cuanto  su  imaginación  se  ha^ 
bia  fignrado  basta  entonces,  que  muchos  de  Íqs 
de  Pizarro  abandonaron  sus  banderas;  y  no  con- 
siderándose seguro  su  capitán  en  aquej  peligro- 
so sitio,  se  hizo  á  la  vela  directamente  para  Nom- 
bre de  Dios. 

Poco  después  de  su  llegada  á  aquel  punto, 
vinieron  á  verle  sus  compañeros  Luque  y  Alma- 
gro, que  habían  pasado  el  istmo  solo  para  oir  de 
su  propia  boca  los  términos  precisos  de  la  Ca- 
pitulación con  la  corona.  Grande  fué  el  descon- 
tento de  Almagro,  como  puede  cualquiera  fi- 
gurarse, al  saber  el  resultado  de  lo  que  él  mira- 
ba como  una  pérfida  maquinaciojí  de  su  asocia- 
do. "¿Así"  le  decia,  "os  habéis  portado  con  uu 
amigo,  que  ha  partido  con  vos  los  trabajos,  los 
peligros  y  los  gastos  de  la  empresa;  y  esto  ape-» 
sar  de  las  solemnes  promesas  que  hicisteis  á 
vuestra  partida,  de  mirar  por  mis  intereses  lo 
mispfio  que  por  los  vuestros?  ¿Como  queréis 
verme  deshonrado  á  los  ojos  del  mundo,  con  tan 
mezquina  recompensa  que,  comparándolos  con 


LIBRO  III. — CAPITULO  I.  357 

los  vuestros,  parece  estimar  en  nada  mis  servi- 
cios?" 10 

Aseguróle  Pizarro  en  respuesta,  que  habia 
:trabaja4o  por  él  lo  mismo  que  por  tí  propio;  pe- 
jro  que  el  gobierno  se  había  negado  á  dar  á  dos 
.personas  diversas^  empleos  que  tenian  tan  estre^ 
.cha  relae|on,  y  que  así  no  tuvo  otro  remedio  que 
aceptarlo  todo  o  rehusarlo  todo.  Trato  de  apa- 
ciguar á  Almagro  haciéndole  ver  que  la  tierra 
"era,  hüstante  grande  para  contentar  la  ambición 
de  los  dos,  y  que  bien  mirado,  lo  mismo  era  que 
él  d  Almagro  hubiesen  recibido  aquellg^s  merce- 
des, pu^esto  que  .cuanto  él  tenia,  estaba. y  esta- 
ría siempre  á  disposición  de  su  amigo.  Pero  es- 
tas blandas  razones  no  fueron  bastantes  para 
contentar  al  agraviado,  y  ambos  capitanes  se 
volvieron  en  breve  á  Panamá»  abrigando  en  sai 
corazón^  si  no  jin^  enemistad  abierta,  á  lo  menos 
cierto  despego  de  muy  mal  agüero  para  el  buen 
\^xito  de  sus  futuras  operaciones* 
^^.Pero  Almagro  ^^  de  ánimo  generoso,  y  se  hu- 
biera, aplacado  con  las  especiosas  razones  de  su 
rival,  á  np  e^tar  de  por  medio  Hernando  Pizarro, 
quien  desde  el  punto  en  que  se  vieron  trato  con 
muy  poca  atención  al  viejo  soldado,  cuya  mala 
traza  no  era  á  la  verdad  muy  a  proposito  para 
inspirar  respeto,  y  ahora  le  miraba  ya  con  par- 

•    10    Herrera,   Hist.    General,  dec,  4,  lib.  7¿  cap;  ^. — Pedro  Pi- 
z^|r^o,,I>escllb.  y  Conq.  MS.  .       , 


858  CONQUISTA  DEL  PERÚ. 

ticular  aversión  considerándole  solo  como  ttn 
estorbo  que  atajaba  los  vuelos  a  su  hermano. 

Los  amigos  de  Almagro,  (y  sus  modales  fran- 
cos y  liberales  le  habíaTi  gnnado  machos,)  m 
estsAan  menos  disgustados  qae  &  de  la  insnfW- 
t>le  arrogancia  de  este  nuevo  conipañero¿  De» 
cian  á  rez  en  caeUo  que  bástala  sufrir  la  peifr 
dia  de  Pizarro,  sin  verse  espoestos  á  *h)S  Insul*- 
tos  de  sus  hermanos,  que  Imbian  venido  á  eari- 
qnecerse  con  los  despojos  de  la  conqtrista  qué 
corrcspondiafr  á  su  capitán.  En  breve  llego  i 
tal  puntó  la  desavenencia,  que  Almagro  hizo 
publica  sii  intención  de  proseguir  la  empresa 
sin  contar  mas  con  su  antiguo  socio,  y  aun  llegó 
á  tratar  de  la  compra  dé  buques  }>ara  salir  á 
ella.  Pero  Laque 'y  el  Lieeneiado  Espinosa, 
que  por  fortuna  hábia  llegado  entonces  de  San- 
to Domingo,  raredfiaron  para  evitar  na  rompi- 
miento, el  cual  d«bia  infaliblemente  acattvjrla 
ruina  del  proyecto,  j  tío  era  dlflcií  que  se  Heva* 
se  también  de  encuentro  á  los  mas  interesados 
en  su  buen  éxito.  Consiguieron  por  fiti  que  so 
eÍBctuase  una  reconciliación  aparente,  pfcnne- 
tiendo  Pizarro  que  renunciaría  el  título  de  Ad«' 
lantado  en  favor  de  su  rival,  y  pedirla  al  Empe- 
rador que  se  lo  confirmase;  promesa,  que  desde 
luego  se  eehá  de  ver,  no  estaba  muy  de  acuerdo 
con  lo  que  antes  bfiíbia  dieho  sobre  la  política 
que  seguia  la  corona  en  la  concesión  de  estos 


LIBRO  Ili.— 'CAPítULO  t.  '  859 

empleos.  Se  obligaba  ademas,  á  pedir  otra  go- 
bernación distinta  para  su  asociado,  tan  laego 
como  él  hubiese  toraado  posesión  de  la  suya;  y 
á  no  solteitar  merced  alguna  para  ninguno  de 
sus  heríttarios,  hasta  tanto  que  Almagro  no  que- 
dase satisfecho  con  lo  que  se  le  di^se;  y  por 
liltimo  ratiftearon  del  modo  trias  espreso  el  anti- 
guo contrato,  en  lo  respectivo  ala  división  tfe  los 
éespojí^s  por  partes  iguales  entre  los  tres  aso- 
ciados primitivos.  Esta  reconciliación  servia  á 
lo  menos  de  ponerles  de  acuerdo  por  entonces 
pfrra  poder  continuar  la  espedícíon;  pero  la  lla- 
ga habiti  cerrado  en  falso,  y  continuaba  tan  gra- 
ve como  al  prifícipio,  es^perando  solo  la  coop e- 
raei<>ñ  de  cualquiera  ca«sa  externa  para  abrirse 
d&  nuevo  mas  enconada  qoc  nunca.. " 

Comen5ftaran  inmediatamente  los  preparativos 
pa*a  eí  viage;  pero,  los  óo^lraos  de  Panamá  no  to- 
maban mucho  interés  éñ  el  anunfo,  porque  te- 
dian demasilido  prestantes  (os  trabajos  de  las 
anteriores  esp^edfcione»^  parfe  meterse  en  otwií, 
apesar  del  rico  cebo  con  «jue  in^eittabán  enga^ 

11    Pedro  Pizarro,  Desciib,  y  dos  entró  de  buena  ñ  en  esta 

Conq.,  M8. — ^Naharro,  Relación  rfcconcifiaicion,  porque  el  P.  Lu- 

Sumaria^  MS.— Montéipiíios,  \^-  que  e^joribid  á  Qi4e4e/ qup  iOf 

nales,  MS.,  aiio  1529.— Relación  dos  compaíieroB  1^  habían  paga« 

del  Primet.  Descub.,  MS:— 25á-  do  ñi0  sefvieios  <!bn  iligratitad:— « 

rate,  Conq.  del  Perú,  lib.  1,  eag,  "Pato  I<aque,  coinpAS^ro  du 

3.— Oviedpt  Hist.  de  la?  laárn^  estos  capitajj^p,  e.QJMJUja  limpien- 

MS.,  Parto  Z,  Ut>«  %  c?ip.  í .  d»  hiciexoQ  ellos  s!]»  hecbos,  pues* 

láf  qóe  parece  cierto  os,  que  t^  que  é(  unp  eei  otro  se  lo  pa- 

p  realííb'd  ninjgüúó  de  ios  so-  g^iou  co»n  ingiitíttfde^^tía  á  mf 


960  CONQtriSTA   pBL   PERÚ. 

fiarlos.    Algunos  de  los  antiguos  compañerOjS 
quisieron  seguir  la  aventura  hasta  el  fin,  y  de 
la  provincia  de  Nicaragua^  vastago  como  recor- 
dará el  lector,  de  la  colonia  de  Panamá,  vinie- 
ron, también  algnqs  voluntarios.    Estas  adicio- 
nes acrecentaron  muy  poco  las  fuerzas  que  Bi- 
zarro habla  traído  de  España,  aunque  estas  úl- 
en  armsis,  municiones  y  equipo,  eran  infinita- 
mente superiores  á  las  que  en  otros  tiempos  ha- 
bia  reclutado.    El  número  total  no  pasaba  de 
ciento  ochenta  hombres,  con  veinte  y  siete  ca- 
ballos para  la  caballería.    Se  babia  procurado 
tres  navios,  dos  da  ellos  de  regular  tamaño,  en 
lugar  de  los  que  habia  tenido  que  dejar  en  Nom- 
bre de  Dios,  al  otro  lado  del  Istmo:  armamen- 
to bien  insuficiente  para  la  conquista  de  un  impe^ 
rio,  y  muy  inferÍQr  alo  ciipitulado.^con  la  coro- 
na.'  El  intrépido  capitán  se  proponía  .comenzar 
con  e^to  lat  operaciones,  fiado  en  su  buena 
estrella,  y  en  las  diligencias  de;  Almagro,  que 
por  entonces; se  qneidaba  en  Panamá,  para  se- 
guii;  prpcjarando  refuerzos.  ^^  i . 

El  día  de  San  Juan  Evangelista  se  bendijeron 
las  banderas  de  la  compañía  y  el  estandarte  real 
en  la  iglesia  mayor  de  Panamá;  predicd  un  ser- 
món el  P.  Fr.  Juan  de  Vargas,  uno  de  los  Domí- 

me  lo  escribió  el  mismo  electo  de  soldadoó.    Yo  sigo  aí  secretario 

BU  mano.''   Ibid.,  loe.  cit.  de  Pizarro,  Xerez.  Conq.  del  Pe- 

12    Los  autores  discrepan,  se-  ru,  ap.  Barcia,  tom.  III.  p.  182. 
gun  eóstumbre,  en  el  número  de 


LIBRO  Ill.r— CAPITULO  I.  316 

nicos  nombrados  por  el  gobierno  para  las  misio- 
nes del  Pearú:  díjose  misa  y  se  administra  la  co- 
munión á  todps  Jos  soldados  antes  de  entrar  en 
la  criizaida  contra  los  infieles.  ^^  Después  de  im- 
plorar de  este  modo  para  su  empresa  la  protec- 
ción d^l  cielo,  se  embarcó  Pizarro  con  sus  com- 
pañeros en  los  buques  que  tenia  anclados  en  Pa- 
namá, y  á  principios  de  Enero  de  1531  salirf  del 
puerto  la  tercera  y  ultima  espedicion  para  la  con- 
quista del  Perú. 

Pensaban  encaminarse  directamente  á  Tum- 
bez,  cuya  riqueza  tanto  les  habia  complacido  en 
su  anterior  viage.  Pero  las  corrientes  y  los  vien- 
tos contrarios  se  burlaron  según  costumbre  de 
sus  esfuerzos,  y  después  de  una  navegación,  de 
trece  dias,  si  bien  mas  corta  de  lo  que  otras  ve- 
ces habia  sido,  ancló  la  flotilla  en  la  bahia  de  S. 
Mateo.  Pizarro,  previa  consulta  con  sus  oficia- 
les, resolvid  echar  en  tierra  la  gente  para  ir  mar- 
ehamlopor  la  marina,  mientras  que  los  buques 
le  irían  -siguiendo  á  una  distancia  conveniente  de 
la  oostai 

13    '-El  qual  ha\iendo  hecho  celebró   con  toda  solemnidad   i 

bendecir  en  la  iglesia  mjayor  iafl  sermón  que  predicó  el  P.  Prc- 

banderas  i  estandarte  real  día  de  sentado  Fr.  Juan  de  Vargas,  uno 

San  Juan  Evangelista  de  dicho  de   los  cinco  religiosos  que  en 

año  de  1530,  i  que  todos  los  sol-  cumplimiento   de  la  obediencia 

dados  confesasen  y  comulgasen  de  sus  prelados  i  orden  del  Em- 

en  el  convento  de  Nuestra  Señe-  perador  pasaban  á  la  conquista." 

<  a  de  la  Merced,  dia  de  los  Ino-  -  Naharro,  Relación  Somariá^MS. 
eeutes  en  la  misa  cantada  que  «é 

L  3a 


3G2  CONQUISTA  DEL  PEItü. 

Mucho  padecieron  las  tropas  en  aquella  mar- 
cha, porque  el  camino  se  hallaba  á  cad»  paso  cor- 
tado de  arroyos  cuyos  desemboques,  á  eaasa  de 
las  lluvias  del  invierno,  se  hablan  convertido  en 
espaciosos  esteros.  Pizarro  que  ya  conocía  al- 
go la  tierra,  sirviá  al  mismo  tiempo  de  guia  y 
de  gefe  de  la  espedicion*  Siempre  estaba  pron- 
to á  pres^tar  auxilio  4onde  era  necesario;  anima- 
ba á  sus  compañeros  á  v^ear  d  pasar  á  natío  los 
torrentes  lo  mejor  que  podian,  y  alentaba  &  los 
abatido^  con  su  intrepidez  y  bueniíumor* 

Llegaron  por  jSn  a  un^  población  considerable, 
que  ya  merecia  el  nombre  de  ciudad,' en  la  pro- 
vincia de  Coaqiie.    Los  Españoles  ^cayeron  de 
impr^vi^o  sotee  el  ptieblo,  y  lo»  fadrbitaiites  sin 
hacer  resistéóciá»  huyeron  llcnbá^de -terróí  ú  lo* 
bosques  vecinos,  dejando  en  manos  de  los  inva- 
sores todos  sus  bienes,^  qxté  se  hallaron  ser  de 
mast  valar  de  lo  que.  se  .pensaba.    ''Dítbo®  sobre 
ellos  espada  en  raanoy '  dice  eon  eiertp  candor 
lino  de  los  Conquistadores,  '"^rqué  si  supiesen 
los  Indios  nuestra  venida,  no  tomáramos  la  caB- 
tidad  de  oro  y  esmeraldas  que  allí  se  encontró."  " 
Otro  escritor  dice^  sin  embargo»  que  los  Indios 
se  estuvieron  quedos,  "porque  como  no  habian 
he^hQ  ningnn  daño  á  los  blancos?  se  figuraban 

lá    ' -PnesHegadosá  eote  pae-  ra  !a  cantídáíl  de  oro  y  eemeral- 

.  blú  ^dé.  OoaqiEe  dieron  rdesupito  das  que  en  él  se  tomaron."    ?*- 

sin  sabelio  la  gente  dél  porque  sí  ara  Pizarro,  Déseub.  f  C«nq.T 

e6tu\ieran  avisados,  no  ee  toma-  MS. 


LIBRO  III. — CAPITULO  I.  363 

qae  tampoco  se  ies  haría  á  ellos,  y  que  todo  se 
redaeiria  á  un  amigable  trato."  ^*  Fundaban 
sin  duda  sus  esperanzas  en  la  buena  íama  que 
habian  dqado  los  E^spañoles  en 'SU  anterior  vi- 
sita; pero  en  esta  v©2  recibió  aquella  sencilla 
gente  un  amargo  desengaño. 

Los  invasoi^s  entraron  en  las  desiertas  h:dl>i'- 
tuL  iones  en  donde,  fuera  de  porción  de  teias  de 
varias  clases,  y  abundancia  de  bastimento,  muy 
útil  para  sus  hambrientos  estómagos,  hallaron 
XHla  gran  cantidad  destoseos  adornos  de  oro  y 
plata,  con*  multitud  de  valiosas  joyas,  j^orque 
aquélla  era  la  ti^^ra  de  las  ^smeral^ui,  en  don- 
de mas  abundaba  tan  preciosa  piedra.  Una  de 
ellas  q^e  toco  t  Pizarro,  hallada  por  estos  alre- 
dedoires^eji^lfüfl  tama/io  de  un  huevo  de  paloma. 
Por  á^^gxé^  0||mHos  soldados  no  conocían  té- 
do  su  valor,  y  rompieron  muchas  por  probarlas 
en  yuú^iiies  con  el  martillo.  "  Dicen  que  adop- 
taron e$te  esttsirio  foioáo  de  ensayarlas,  por  con- 
sejo de  Fr.  Regínaldo  de  Pedraz^.,  uno  de  los 
misioneros  Dominicos,  quien  tes  aseguro  que  asi 

15  Herrera,  Hkt  General,  cieron  los  guardaron.  Pero  final- 
dec.  4,  lib.  7y  cap.  9.                  ,  mente  muchos  ovieron  esmeral- 

16  Relación  del  Primer.  Des-  das  de  mucho  valor,  unos  laspro- 
cuh.,  MS.— Zarate,  Conq.  del  baban  en  yunques,  dándélw  con 
Perú,  lih.  I,  cap.  4.  martülos,  diziendo  que  si  era  es- 

"A  lo  que  se  ha  entendido  en  meralda  no  se  quebraría:  otros 

las  esmeraldas  ovo  gran  yerro  y  las  despreciaban  diziendo  que  «ra 

torpedad  en  algunas  personas  por  vidrio."  Pedro  Pizarro,  Descub. 

no  conocellas.    Aunque  finieren  y  Conq.,  M»S. 
■  decir  que  algUHcs  que  las  cono*- 


364  CONQUISTA  DEL  PERÚ. 

podrían  distinguir  las  falsas  de  las  verdaderas, 
porque  estas  ultimas  resistirían  al  martillo.  Se 
observo  sin  embargo,  que  el  buen  padre  guardo 
las  suyas  sin  sujetarlas  á  su  ingeniosa  prueba; 
pero  como  por  causa  de  esto  perdieron  mucho 
de  su  valor  las  piedras,  pues  solo  las  miraban  eO'- 
mo  cuentas  de  vidrio,  recojio  y  se  llevo  consigo 
una  multitud  de  ellas  á  Panamá.  ^" 

ToJas  las  alhajas  de  oró  y  plata  que  se  cogie- 
ron en  las  habitaciones,  se  trajeron  para  reunir- 
ías en  un  solo  montón:  de  ellas  «e  dedujo  el  quin- 
to de  la  corona,  y  el  resto  ló  distribuyo  Pizarro 
próporcionalmente  entre  sus  oficiales  y  soldados. 
Este  mismo  método  se  siguió  siempre  en  tales 
casos  mientras  duro  la  conquista.  Todos  par- 
ticipaban de  los  riesgos  de  la  aventup,  y  tenían 
iguaí  Interés  en  ella, 'y  el  liaber  permitido  que 
cada  uno  pillase  por  su  cuenta,  habria  dado  mar- 
gen á  la  insubordinación  y  á  continuas,  desave- 
nencias. Por  lo  mismo  se  mando  á  todos  bajo 
pena  de  muerte,  que  entregasen  al  fondo  común 
lo  que  habían  cogido,  fuese  por  vía  de  rescate  o 
por  la  fuerza,  y  la  codicia  g^nei^l  estaba  dema- 
siado interesada  en  la  puntual  observancia  de 
esta  ley,  para  que  le  quedase  alguna  esperanza 
de  eludir  el  castigo  al  desdichado  que  seatrevia 
á  quebrantarla.  ^® 

17  Pedro  Pizarro,  Descub.  y  18  "Los  Españoles  laa  reco- 
Conq.,  MS.— Herrérd,  Hist.  Ge-  gieron  y  juntaron  el  oroyla  jla- 
neral,  dec^4»  lib.  7,  cap.  9.  ta,  porque  asi  estaba  mandado  y 


LIBRO  III. — CAPITULO  I. 


365 


Procediendo  Pizarro  con  su  acostumbrada  po- 
lítica despacho  á  Panamá  una  gran  cantidad  de 
oro,  cuyo  valor  uo..bajaba  de  veinte  mil  castella- 
nos; esperando  que  la  vista  de  tan  rico  tesoro  ad- 
quirido en  tan  breve  tiempo,  decidiría  el  ánimo 
de  los  que  aun  vacilaban  en  seguir  sus  bande- 
ras. ^®  Y  no  iba  fuera  de  camino,  porque  com  o 
dice  piadosamente  uno  de  los  Conquistadores^ 
"el  señor  fué  servido  de  qiae  diésemos  coa  este 
pueblo  de  Coaque^para  que  las  gentes  creyesen 
las  riquezas  de  la  tierra  y  acudiesen  á  la  conquis- 
ta.-* 

Después  de  dar  Pizarro  algún  descanso  á  su 
gente,  continuó  su  marcha  por  la  costa,  pero  yá 
sin  la  compañía  de  los  b^eles  que  hablan  vuelto 
por  refiaev2os  á  Panamá*^   Encontraron  cortado 


ordenado  so  pena  de  la  vida  el 
que  otra  cósá  hiciese,  porque  to-  • 
dos  lo  habion,  de  traer  a  monten 
para  que  de  allí  el  gobernador  lo 
repartfese,  dando  á  cada  uno  con- 
forme ^  su  persona  y  méritos  de 
servicios:  y  esta  orden  se  guardó 
en  t6da  esta  tierra  en  la  conquis- 
ta della,  y  al  ijue  seie  hallara  oro 


Jialló  mucha  chaqnira  de  oro  y  de 
plata,  muchas  coronas  hechas  de 
oro  á  manera  de  imperiales,  y 
otras  muchas  piezas  en  que  se 
avaluó  montar  mas  de  doscientos 
mili  castellanos."  (Descub.  y 
Conq.,  MS.)  Naharro,  Montesi- 
nos y  Herrera  se  contentan  con 
decir  que  envió  á  Panamá  en  los 


6  plata  estondido   muriera  por'  tuques  veinte  mil  castellanos. 


eüb,  y  deste  modo  nadie  oso  es- 
cdiifielld."  Pedro  Pizarro,  Des- 
cub. y  Conq,,  MS. 

19  Muy  grande  debió  ser  el 
botin  si,  como  dice  Pedro  Pizar- 
ro, uno  de  los  conquistadores 
presentes,  abordó  á  doscientos 
mil  Castellaiios  de  oro.  "Aqoi  se 


^  **Fueron  á  dar  en  un  pue- 
blo qu^  se  decía  Ooaque  que  fué 
nuestro  Señor  servido  topasen 
con  él,  porque  con  lo  que  en  el 
se  halló  se  acreditó  la  tierra  y  vi- 
no gente  á.  ella."  Pedro  Pizarro, 
Descub.  y  Conq.,  MS. 


368  CONQUISTA  DEL  PERÚ. 

SU  camino  por  desiertos  de  arena,  la  que  levan- 
tada por  el  viento  cegaba  á  los  soldados,  y  no 
ofrecía  piso  seguro  para  hombres  ni  ammales. 
Los  myos  verticales  del  sol  reververaban  de  un 
modo  insufrible  en  aquella  superficie  arenosa,  y 
eaian  á  plomo  sobre  las  corazas  de  hierro  y  las 
chaquetas  acolchadas  de  los  soldados,  hasta  que 
el  calor  Casi  sofocaba  á  las  desmayadas  tropas. 
Para  colmo  de  sus  males,  se  desarrollo  en  el  pe- 
queño ejército  una  estraña  epidemia,  que  con^s- 
tia  en  llenarse  todo  el  cuerpo  de  úlceras  o  mas 
bien  verrugas  asquerosas,  que  si  se  cortaban,  có- 
mo hicieron  algunos,  causaban  una  hemorragia 
peligrosa.  Muchos  murieron  de  esta  terrible 
enfermedad,  que  atacab%,d^  ^^  modo  tan  repen- 
tino, é  iba  acompañaba  de  tal  postración,  que 
los  que  se  acostaban  sanos  por  la  noche,  á.  la 
mañana  siguiente  apenas  podian  mover  un  bra- 
zo. **  Esta  epidemia,  que  apareció  entonces  por 
^^nil»«ra  vez,  ;y^^^to^pue9  no  ha  continuado  ^us  es- 
tragos, se  estericHíf  por  todo  el  pais,  sin  perdo- 
nar Indios  niblaiicos.  ^  Fué  uno  de  aquelU>£( 
azotes  que  el  ángel  ei^terminador,  que  sigue  las 
huellas  de  los  cpnqiHstadores,  descarga  sobre  l^s 
naciones  que  han  provocado  la  colera  del  cielo. 
Pocas  veces'  esperimentaron  los   Españoles 

21    Naharro,  Relación  Suma-  22     GarcUaso^    Com.    Real., 

ria    MS.^Pedro  Pizarro    Des-  p,^  g  ^b.  X,  cap.  15. 

ciib.  y  Conq.jMS.— Moateano*,.  '     *^ 
Anales,  MS.,  año  1630. 


ufliioin,— <jAPiTüLo  !•  367 

resistenoiai  ni  ¿un  molestia,  de  parte  dé  Jos  na- 
turales, iqaienes  aleccionados  con  lo  ocurrido  en 
Coá^fae,  8e  haian  con  isus  bienes  álbá  bosques 
y  mofttañá*  vecinas.  Nadie  salia  á  recibir  de 
paz  i  los  estj?aivgero«  ni  á  practicar  con  ellos 
•lo<s  deberes  de  la  hospitalidad,  como  en  su  pri- 
•mera  vietiida.  Ya  ©o  miraban  á  los  blancos  co- 
co á'  s«res  benéficos  bajíidos  del  cielo,  sino  como 
dse^sinos  crviel«¥  queinvulherables  á  los  ataques 
áe  los  (ñdids,  cabalgabap  en  unos  animales  fejx>- 
ces{  raas:l!ge!?os  qae  el  viebto,  y  con  sus  armas 
-de  fuegos  esparcían  el  terror  y  la  desolación  por 
donde  fiafsaban.  E^ta  fama  que  precedía  por 
todas  partes  á  !oí  invasores,  le^  enajenaba  las 
volttntaí^  deitós  indígenas,  quiénes  manifesta- 
ban ábiéiítaitíieiíte  áu  odio,  ya  que  no  podían  opo- 
ner ninguna  i^esiéiteneiá.  Los  soldados  de  Plzíar- 
ré  rehdfidos  potjáis?  enfermedades  y  las  fetigás 
áéh  víage,  y  deéiengáñados,  bien  á  su  costa,  dfe 
qHíe  te  pobreza  dé  tó  tierra  no  *bástabe  á  ComJ)en- 
gar  süs4y¿bfeiJD«i  ma'ldisdan  la  horaden  que  se  h«i- 
bii^n  álistsído^nf^suJs  batideras,  y  prineipaltnen- 
fefós  de  Nícarág^íí;  dice?  «n  antiguo  cronista, 
)ré*ct^í?daban  íá  büéña  yida  qtte  pasaban  en  aque- 
lla tierra' de  pt^Ttoision,  y  suspírlsiban  continúa- 
mele poli  volveí-se  al  paraíso  de  Máhoma.  ^ 

23  '-Aunque  ellos  no  ningu-  Mahoma  qu©  era  Nicaragua  y  ha- 
no  por  haber  tienido) 'poique  oo-  liaron  laiala  alzada  j  falta  de  co- 
w»  habían  dejddo.  et  paraÍ89>(!!e  •  midosv  y  ^  ma^  parte  -áe  la 


368  CONQUISTA  DEL  PERÚ. 

En  esta  situación  se  encontraban  los  del  ejér- 
cito cuando  tuvieron  el  gusto  de  ver  llegar  un 
buque  de  Panamá  que  traía  algunos  refreseos,  y 
ademas  al  tesorero,  veedor,  contadpr  y  otros 
oficiales  realeo  nombrabos  para  acon^ipañar  la 
espedicion,  y  que  no  hablan  venido  con  Pizar- 
ro  por  la  precipitación  con  que  este  se  embarco. 
El  Consejo  de  Indias  tan  luego  como  supo  esto, 
despacho  ordenes  a  Panamá  para  q^ue  no  deja- 
-sen  salir  de  allí  los  buques,  pero  el  gobierno  es- 
pañol, con  mas  cordura,  revoco  la  orden,  y  se 
limito  á  recomendar  á  los  nombrados:  que  apre- 
surasien  su  marcha  para  ir  cuanto  antes  á  oea- 
j)ar  su  puesto  en  la  espedicion. 

Para  entonces  habían  llegado  ya  los  Españo- 
.  le&^á  Puerto  Yiejo^  á^dpftd^  ge  I^sw^pio  en  bre- 
ve otro  pequeño  destacamento  mandado  por  on 
tal  Belalciíaar,  quien  se  distinguió  después  ma- 
cho en  estas. campañas.  Varios  de  los  cpmpa- 
. ñeros  de  Pizarro  se  hubieran  quedado  allí  de 
buena  gana  para  fundar  una  colonia;  pero  aquel 
capitán  pensaba  mas  bien,  á  lo  menos  por  en- 
tonces, enconquistar  que  en  colonizar,  y  así  se 
propuso,  como  primera  providencia, ,  apoderai- 
se  de  Tumbez  que  miraba  como  la  llave  del  fe- 
rii.  .  Continuo',  pues,  su  marcha  hasta  las  cos- 
tas de  lo  que  ahora  se  llama  golfo  de  Guaya- 
gente  enfenna,  y  no  oro  ni  plata  ver  de  adonde  habían  venido;' 
orno  atrás  faabien  hallado,  algu-  Fedro  Pizarro,  Descnb.  y  Coi^» 
nos  y  todfl«  se  holgaran  dfe  vol-    M8» 


LIBRO  III. — CAPITULO  I.  369 

quil,  y  llego  frente  á  la  isleta  de  Puna,  situada 
á  corta  distancia  de  la  bahía  de  Tumbez.  El 
se  figuraba  que  esta  isla  seria  ün  punto  m«y 
conveniente  para  acampar,  mientras  llegaba  el 
momento  oportuno  de  dar  sobre  la  ciudad  dé 
Tambez. 

Los  habitantes  de  la  isla  parecían  bien  dispiies-» 
tosa  ayudarle,  porque  tan  luego  como  supieron 
que  se  hallaba  cerca,  el  cacique  y  algunos  Indios 
principales  pasaron  en  balsas  á  tierra  firme  para 
ir  á  dar  la  bienvennida  á  los  Españoles.  '  Pero 
ios  intérpretes  turabecinos  que  habían  vuelto 
de  España  con  Pizarro,  y  continuaban  en  el 
campo,  le  previnieron  contra  la  traición  que 
meditaban  los  Isleños,  ú  quienes  acusaban  de 
queret  acabar  de  una  véx  con  todos  los.E?ípaño- 
les,  cortando  las  cuerdas  que  sugetaban  los  npia- 
•derosr  de  las  bfilsás,  para  que  se  ahogasen  cuan- 
tos iban  en  ellas.  Mas  cuando  Pizarro  echo  m 
cara  al  cacique,  su  perfidia,  este  la.  negó  con  ta- 
les veras,  que  sin  vacilar  mfis  el  gefe  español, 
se  puso  en  sus  manos  con  sus  compañeros,  y 
desembarcaron  sanos  y  salvos  en  las  riberas  de  • 
puna.  •        . 

Allí  le  recibieron  con  mucha  hospit^litjad,.  y 
le proprocionaron  camodo  alojamiento  para' $u» 
tropas.  Contento  de  tal  modo  á  Pizarro  aque- 
lla posición,  que  se  descidió  á  mantenerse  en  ella 
hasta  que  pagase  la  fuerza  áe  las  aguas,  para 


S70  CONQUISTA  DEL  PERÚ. 

cuyo  tiempo  contaba  que  se  habrían  aumentado 
sus  fuerzas  lo  bastante  para  poder  penetrar  con 
con»  mas  facilidad  en  el  imperio  de  los  Incas. 

La  isla  de  Puna,  situada  en  la  desembocadura 
del  rio  de  Guayaquil,  tiene  cosa  de  ocho  leguas 
de  largo  y  cuatro  en  su  mayor  anchura.  En 
aquel  tiempo  estaba  cubierta  una  parte  de  mag- 
níficos bosques,  y  lá  otra  reducida  á  cultivo,  y 
cubierta  dé  plantíos  de  cacao,  patatas  y  otros 
diversos  productos  de  los  trópicos;  desde  luego 
se  echaba  de  ver  que  eran  obra  de  una  pobla- 
ción industriosa  é  inteligente  en  la  agricultura. 
Los  habitantes  eran  muy  belicosos;  pero  sus 
enemigos  los  Peruanos  les  habián  marcado  con 
el  epíteto  de  "traidores."  La  misma  mancha  ar- 
tojtjLn  los  historiadores  -Romanos,  quizá  sin  mas 
razón,  sobre  sus  enemigos  lo»  Cartaginesa.  Los 
indómitos  y  atrevidos  Isleños  hicieron  una  obs- 
tinada resistencia  á  las  arínas  de  los  Incas,  y 
aunque-  al  fin  habian  cedido,  se  mantenían  siem- 
pre en  discordia  y  á  veces  en  guerra  abierta  con 
sus  vecinos  de  Tumb^. 

Apenas  supieron  estos  últimos  la  llegada  de 
Pizarro  á  la  isla,  cuando  confiados  seguramente 
en  sus  antiguas  relaciones  amistosas,  pasaron 
á  visitar  á  los  Españoles  en  sus  cuarteles*  La 
presencia  de  sus  aborrecidos  rivales  no  fué  mov 
agradable  á  los  zelosos  habitantes  de  Puna,  y 
ya  se  les  hacia  pesado  [que  los  blancos  prolon- 


LIBRO  íll. — CAPITULO  I.  371 

guseii    tanto   su  residencia  en   la  isla»     Conti- 
nuaban dándoleSy»in  embargo,  las  mismas  mues- 
tras esteriores  de  benevolencia;  pero  los  intér- 
pretes de  Pizarro  volvieron  á  amonestarle  que 
se   guardase  de  la  perfidia  proverbial  de   sus 
hospedadores.     Prevenido  ya  contra  ellos  el 
ánimo  del  gobernador  ebn  este  aviso,  vinieron  á 
decirle  que  los  gefes  se'  reunían  para  fraguar  un 
plan  de  insurrección,  y  sin  dar  lugar  á  que  re- 
ventase la  mina  cerco  eí  lugltr  en   que   estaban 
congregados,  é  hizo  prisioneros  á  todos  los  ca- 
ciques sospechosos.     Hay  escritor  que  dice  que 
confesaron  su  delito;  ^  pero  esto.no  está  averi- 
guado, asi  como  tampoco  el  que  meditasen  se* 
mejante  levantamiento.' '  El  hecho  en  sí  no  deja 
á  la  verdad   de  ser  baftante  probable,  aunque 
la  declaración  de  los  intérpretes  enemigos,  es  de 
muy  poco  peso  en  este  caso.    Lo  cierta  es  que 
á  Pizarro  i^o .  le  qu^dó  duda  de  que  existía  la 
conspiración,  y  sin  .mas  examen  entrego  los  in- 
felices prisioneros,  q\x&  serian  hasta  diez  o  do* 
pe,  ÍL  la  craeldí»d  de  sus  rivales   de   Tumixez, 
quienes  inmediatamente  los  degollaron  á  su  pro- 
pia vi^ta;  ^ 

Con  este  insultó  llegó  á  su  colmo  el  furor  de 

24  Xerez,  <^onq.  del  Perú,  principales,  los  cuales  ellos  ma- 
ap.  Barcia,  tom.  III.  p.  183.  taban  en  presencia  de  los  Espa- 

25  "Y  el  marques  don  Pi*áil-  Soles,  cortándoles  lancabezasp or 
ciscó  Pizarro  por  tenellos  pot  el  cogote."  PttdfoPfearro,  Dea- 
amigos  y  eítnviescn  de-paz  cmn-  cnb.  y  Conq.,  MS. 

d<>  aBé  paeaséu.  lea.  d?6  ulgíiiiote 


373  CONQUISTA  DEL  PERÜ. 

los  habitantes  de  Puna,  corrieron  á  las  armas  y 
se  echaron  llenos  de  desesperación  sobre  el  cam- 
po dé  lo»<Españoles,  dando  horribles  alaridos  y 
profiriendo  espantosas  amenazas.  Tenian  en  su 
favor  la  ventaja  del  numero,  porque  eran  algunos 
miles;  pero  sus  contrarios  contaban  con  las  que 
dan  las  armas  y  la  disciplina,  y  asi  es  que  cuan* 
do  los  Indios  asaltaron  en  tropel,  los  Castellanos 
les  recibieron  sin  desordenarse  con  sus  largas 
lanssas,  yjles  barrieron  con  las  descargas  de  sus 
arcabuces.  Las  cortantes  espadas  de  los  Espa- 
ñoles destrozaban  fácilmente  sus  cuerpos  desnu- 
dos, y  poniéndose  Hernando-  Pizarro  á  la  cabe- 
za de  la  caballería,  les  dio  una  atrevida  cargg  y 
les  desparramo  por  tadd|€l  campo,  hasta  que  al 
fin  el  temible  escuadróla^  de  acerados  ginetes,  y 
el  estallido  y  el  humo  d^^las  armas  de  fuego,  les 
llenaron.de  tertov  y  se  pusifron  en  fuga,  yendo 
á  esconderse  en  la  espesuraile  los  vecinoá  bos- 
ques. Mas  la  victoria  se  debió  en  parte,  si  he- 
mos de  dar  crédito  álos  eonquistadores,  á  la  in- 
tervención del  cielo,  porque  dorante  la  batalla 
se  vid  en^el  Bire  á  San  Miguel  con  sus  ángeles, 
luchando  con  el  enemigo  capital  del  género  hu- 
mano, y  alentando  á  los  j&ristianos  con  su  ejem- 
plo. ^^ 

26    La  ciudad  de  San  Miguel  .tutétotico  del  milagro  el  he«ho 

fué  llamada  nú  por .  Pizarro  en  d^  existir  una  ciudad  de  este  nom- 

memoria  de  este  suceso.    No  fal-  hre.-—  "En  la  batalla  de  PuJiá 

ara  ([tÚQn  miré  como  testimonio  vieron  muchos,  ya  de  los  Indios, 


LlBKO  III.-^CAPITCliO  I.  -^7S 

Bolo  tres  o.  cuatro  Españoles  sucumbieron  en 
el  combate;  pero  muchos  salieron  lieridos  y  en- 
tre ellos  Hernando  Pizatro,  quien  recibió  en  la 
pierna  un  peligroso  golpe  de  jabalina.  No  ter- 
mino la  gfuerra  con  aquella  bataUai  porque  los 
rencorosos  isleños  aprovechaban  la  obscuridad 
de  la  noche  á  el  menor  descuido  d«  sus  contra* 
riosy  para  salir  siktício^amente  de  sus  guaridas 
y  encajarse  en  el  campo  enemigo^  cortando  ai 
mismo  tielEnpo  Lsis  partidas  sueltas»  interceptan- 
do las  provisiones,  y  manteniéndoles  en  continua 
ttlarniai 

En  tan  desagradable  situación  se  encontraban 
los  Españoles,  cuando  la  vista  de  dos  bajeles  les 
lleno  de  regocijo.  Veqia  én  ellos  un  retuerzo 
de  cien  voluntarios  y  algunos  caballos  para  ia 
t^bálietídíi  conducido  todo  por  Hernando  de  So« 
to,  capitán  que  después  se  hizo  tan  famoso  pof 
Itabér- descubierto  el  Mississippi,  cuya  mages^ 
tuosa  corriente  nos  oculta  aun  el  lugar  de  sií 
sepultura;  (*)  mausoleo  digno  de  las  cenizas 

ya  de  ios  nuéstréS)  que  había  eii  '  cistenos!'  De  aquí  tomó  D.  Fran- 
el  aire  otros  dos  campos,  uno  ciseo  Pizarro  tanta  devoción  ai 
acaudillado  por  el  Arcángel  San  santo  Arcángel,  qué  prometió 
Mignel  con  espada  y  rodela,  y  llamar  la  primera  ciudad  qn^fun^ 
otrd  por  Luzbel  y  saa  secuaces:  dase  de  cu  )|OS»bré$  eam|]íli61o  asi 
maa  apenas  cantaron  los  Gaste-  óttn^  v6reill^'ad$J#ote.**  A(oii- 
llanos  la  victoria^  huyeron  los  dia*>  tesift^  Auak»*  M3«f  «fi^  ld3(^* 
blos,  y  formando  au  gran  tojebe*.  (*y  Cma4ó  6n  Í543.mori6 
Uinoí,  de  viento,  se  oyeron  en  el  .en  l>i  Florúia  el  Adelantado  Heh 
aire  tUtáS  tfeAibles  Voces-  que  de-  nando  de  Soto,  sus  compaSeros 
cían,  Vencistenos!    Miguel  ven-    le  dieron  sepultura;  pero  recelan^ 

t  34 


4 


314  CONQUISTA  DEL  ^ERV. 

que  enciíerra  y  monumento  eterno  de  su  glo- 
ria. ^^ 

Vínole  perfectamente  á  Pizarro  este  refuerzo, 
porque  eataba  ya  muy  dhigustado  de  verse  en 
aquella  i^a,  donde  no  sacaba  prrio'V'eeiio  álgciüo 
de  las  continuas  ftitigas  que  se  veía  t»bli|^do  ú 
soportar.    Gon  este  auxilio,  ya  se  'ooiisíderabB 
bastá^ite  fuerte  para  fpasar  á  k  tí^rta  firme  y  eo- 
meñisat  Iii»s  opei'aeWfies  militares, «»  di  Terda- 
"dero  teatro  de  las  eonquistas  y  descubrimientog. 
Los  indios  de  l^un^eK  ya  le  liabian  diefao  que 
el  pais  se  habia  visto  agitado  mucho  tiesnpo  por 
guerraid  civiles  en^e  los  dos  hijos  del  dilbnto 
monarca  que  aspiraban  ál  trono.    Parecióle  nnay 
imp<)rtán«e  esta  'n^tici^a^  porqoe  no  habia  olvi- 
dado él  <{>a#tiiáo  qnt  Uíutó  Cw^  de  disensio- 
nes s^tni^janteiieiKlne  ^  tiaeiones  de  Anah«ae. 
^yPor  k>'qttfe'»e  ad<^rtft,  Fi^zarm  tuvo  é  la  vista 
1  el  ej6tn^to  de  i|t|&ktstre  predeeesoB,  ^do  soio  «& 
/  ^sta  odasioh,  sino  en  oítras  muchas*    f^o  sism- 
/    pte  lie  cpkeáó  muy  uiferior  ásu  modelo»  porque 

do  qvie  Vob  Indiiw  ^e^amumi  el  %ncúeúttmLV9^ñáaB 'ommn  ^ 
caAátwpñtBL  «ilti^Mde,  ce«io  7a  tmnmtMtMswwen  NdianOj  Be- 
liÉblanihe^ho  coii«ti«(»,-rewibn-  ^lúiim  €liu¿aria,  vflfS,-^enq.y 
fon'  >sa<MFlb  y  ^hairle  >ai  fbddo  ^  Pob.  d«l  Pira,  MS;*-*^PednTi' 
del  Vio/JMI^6naáo  «n  ifii  itmico    tían«,^I>0Brab.  jl ■  Céoq^  MS^ 

Bfli'l(y^yid(Mron<^<«¿rcilil»,lia   :iAi{^  adtvl   PlíBlor. 

lib.  7,  c«p.B:-.fr.  rf«í  Sr.'  i«8,  il88.  ¿..>.  ' 

137    Lóft  Boeéebs  d*'f^ttiKíi'fe« 

1 


LIBRO  III. — CAPITULO  I.  375 

apesar  del  esfuerzo  que  muchas  veces  hacia  pa"^ 
ra  contenerse,  su  índole  mas  áspera,  y  su  carác- 
ter mas  feroz  le  arrastraban  con  frecuencia  á  ac- 
ciones tan  opuestas  á  la  buena  política,  que  ja-| 
mas  se  las  hah4a  ^exqútido  «^^Conquistador  de 
Méjico, 


CAPITULO  II. 


Estado  del  Perú  al  tiempo  de  la  Conquista — Rei- 
nado DE  HuAYNA  Capac — Los  Herbíanos  Incas. 
Se  disputan  el  trono— Triunfo  y  crueldades  db 
Atahuallpa. 

Antes  de  seguir  á  Pizarro  y  sus  compañeros 
en  su  entrada  al  imperio  de  los  Incas,  es  preci- 
so instruir  al  lector  del  estado  en  que  este  se  en- 
contraba entonces,  porque  los  Españoles  llega- 
ban precisamente  al  terminar  una  revolución  im- 
portantísima; circunstancia  muy  favorable  á  sus 
designios,  y  sin  la  cual  aquel  puñado  de  aventu- 
reros jamas  habría  podido  llevar  á  cabo  su  con- 
quista. 

Al  terminar  el  siglo  XV  murió  Tupac  Inca  Yu- 
panqui,  uno  de  los  ríias famosos  "Hijos  del  Sol" 
que  atravesando  los  abrasados  arenales  de  Ata- 
cama  condujo  sus  victoriosas  legiones  hasta  los 
últimos  confines  de  Chile,  mientras  que  por  el 
rumbo  opuesto  estendia  su  imperio  agregándole 
las  provincias  meridionales  de  Quito.  Su  hijo 
Huayna  Capac  dirigid  por  este  lado  las  opera- 


LIBRO  III.— CAPITULO  II,  377 

eiones  militares,  y  después  ocupo  el  trono  por 
muerte  de  su  padre,  á  quien  no  fué  inferior  en  el 
valor  ni  en  «1  talento  para  gobernar. 

Los  ejércitos  peruanos  acabaron  de  sujetar 
durante  su  reinado  el  poderoso  reino  de  Quito, 
que  en  riqueza  y  civilización  llegaba  á  rivalizar 
con^l  Perú,  de  manera  que  desde  el  tiempo  de 
Manco  Capac  no  habia  hecho  este  ultimo  una  ad- 
quisición mas  importante.  El  victorioso  monar- 
ca pas¿  el  resto  de  su  dias  en  reducir  las  tribus 
independientes  de  las  fronteras- de  su  imperio,  y 
en  asegurar  sus  conquistas  introduciendo  en  ellas 
las  leyes  y  costumbres  del  Perú.  Puso  grande 
empeño  en  terminar  las  grandes  obras  comenza- 
das por  su  padre,  principalmente  los  caminos 
reales  que  iUoüMSlQMNt^A  la  capital;  reformó 
'el  sistema  de  correos;  trabajó  mucho  en  difundir 
la  lengua  Quichua  por  todo  el  imperio;  introdu- 
jo grandes  mejoras  en  la  agricultura,  y  en  fin, 
procuró  el  adelanto  de  todos  los  diversos  ramos* 
dé  industria  doméstica,  y  trató  de  que  se  lleva- 
sen á  cabe  los  bien  concebidos  planes  que  para 
el  bien  de  su  pueblo  habian  formado  sus  prede- 
cesores. En  su  tiempo  llegó  la  monarquía  pe- 
ruana á  su  mayor  esplendor,  y  bajo  su  reinado 
y  el  de  su  ilustre  padre  avanzaba  ya  con  tal  ra* 
pidez  en  la  carrera  de  la  civilización,  que  pronto 
habría  igualado  á  los  mas  ilustrados  despotis- 
mos del  Asia.    Entonces,  quizá,  se  hubiera  vis- 


378  CONQUESTA  ;DJEL  P£RU. 

tp  q^e  ,esto3  Indios  escedian  en  capncidiad  i.tór 
dos  Jos  demás  de  aquel,  con  tíñante;  pero  en  vea 
de  esto,  aguardaba  ata(laíS  1^^  raí^Ug  iniJias  wa& 
s^eríte  bi^n  ¡desgraciada».  : . ;  •  .      ... 

iQosa  de  diez  año^  antes;de4a;nxaerite  deHaay- 
1^^  Capa(^,  llegarpUi  por  ptíiftfíi^  ye^j  lo^^blaiwjos 
é  l9^  í^iPS^s  a^^trftJies.d^l  Pacido,  Q^Walqe  el 
primero  qw  pft-s©  ^:gQlfod=€iS^  Mü^ueL  y  tuyo 
QotícÁ^s  claras  d^  imperio  d^  Ip^I^o^ait  Np  se 
sabeá  punto  fijo  p|i  el  ii(\oaarca  ,lleg^;á  saber  el 
arribo  de  estop  .avjentiqireros;  p^ro  sí  es  induda- 
ble, que  le  llegjaiKM)  las  aueva^.  d^  la^pifiniera  ^- 
pedi,cioii  de.  Almagro  y  Piajirípí  cuando  esfe  yl- 
timo  ^y^rx'4^  bas^^^el  río  de  S^u  JafLV^  á  .co^a  de 
.c\iatrp, gradas  de  latituid ;  austrarl.  Hizo,  grande 
i^npresipB  ;^t^  PP^^IIPMHP^^  ^^  Huiayi^a 
CapEC,  porqj^re^  l^s<^dmirH.blfes>hazauas  de  los 
iny^^^oares,  y  en:  ^us  t^iibles  y  desepnocidas  »r- 
japiaB,  veia  ^tras  [tai^t^^s  prueb^is  de  una  civiliza- 
cipn  io^n^taiipiente  si^perior  a  la  d^  sus  prppios 
yaSfillos*  Di^j.o,  traslucir  sus  tejoaor^  <lp  que  c^l- 
g\m  dia,  tal  vez  ^p  muy  lejfino,  vplvjlesep  aquie- 
Uos  ^strangexos .  é  hici^spn  vaxsilar  el , tj^onp  de 
Jos  Incas  cpn. el  poder,  al  pafecer  spbrení^tur^l, 
de  qu^.  estaban  do  tardos.  L;  Para  uuojp  vulgar 
.aquellp.iipera  n(ias  quje  ün  Ujero,cel|ija  apl^re 
1^3  lejanas  crests^s  de  las.  niantañas;  ,pero  para 

1     Sarmiento,  escritor  honra-    contaron  algunos  Incas  que  lo 
.  ¿o  y  verít^co,  dice  (¡ue  aijí  se  lo    oyeron.  Pj^lacioD,  MS-,  c¿ip.;65. 


L1BK.O  1)1.— ^/iPITUi.O  II.  379 

el^s^g^z  moanro^i  er^  ^1  primer  anuncio  4e  un^ 
horrible-  t^pipei&tad,  que  ^e  iba. acercando  poco 
.ájK)C0;I^^;^jl««M^rgar  coin  ^odf^  «u  fi;^^9bre 
líis  %tijfes  cí^iQÍ5|íaift^^e  Ru  imperw^ 
?  jla&ta  ^i4alvV>4<>^^.("i^y  creil;>ie;  pero  algunaa 
Fje}^cÍQQC^i^^tigua8  gue-fa^  astado  iquy .  ^i^  vo- 
gfl»  ^  .c<)Qte]»t4p4fiSe  con  e^tp,  quieren  hacer 
.(!|Qit^>rd^^,^8.pmi^era8,qoticias  de ^la  venida  de 
hfs  JSspap^Ies  cpn^eiextQjs  |)rondBticos  muy  anu- 
daos .en  ;el  pai^,  y  con  visiones  sobrenaturales 
que  llep^aron  de  .terror  á .  tqdo  el  pueblo.  Vié- 
roiBSie  ¡cQ^Q^et^s  encendidps  atravesando  los  xuelos; 
súiti^jffln^ie  .);er^enM^^QS;f  l^Jiuua  apareqio  rodea- 
ba d(^j  anillos  di  fttqgp4e,  vfn;ÍQi?  cplpr^^s;  un  r^t- 
yo  cayó  en  uno  de  los  palacios  del  Inca  y  le  re- 
4ajp  á  eemzasy.yuna  á^^ila  perseguida  por  va- 
riqshiifóoae^,  aznlayp  ;reyo^^o  y  dan^p  gjT^- 
nidos  Mbr#  la,|>la¿sa  prini^ipal  del  Ca2cpi;baata 
que  átravje^ad^  laTieina4e  las  aveB  por  las  a^n- 
d^s  garreas  d^  rat  perseguidores,  cayó  sin  vida 
á  los  píes  de  los  noiblies  incas»  quienes  desou- 
báanieii  todo  esto  tin  aiiuncio  de  mi  próxima 
ruina.  £1  ipisixm  Jluayna  Capac,  cuando  sintió 
acercarsie  su  úl^^^  )ioj^a,.llar)ió  á  los.príiicipa- 
les  gefes,  y  les  anunció  la  destrucción  del  im- 
perio por  ^ná  r^;&|i  4^)  eSitrangerqs  blanco»  y  bqr- 
bados/pe^fque  asi  hsAian  predicho  los  oráculos 
que  sucederja  al  teirminax.el  reinado  del  duodé- 
cimo Inca,  y  concluyó  eiic?ir^inido  á  sus  vasaHos 


380  CONQUISTA  DEL  PERÚ. 

que  no  se  opusiesen  á  los  decretos  del  cielo  y 
que  diesen  obediencia  á  sus  enviados.  * 

Tal  fué  según  cuentan,  la  impresión  que  caas($ 
en  el  reino  el  arribo  de  los  Españoles,  la  qne 
nos  trae  á  la  memoria  el  mismo  .terror  supersti- 
cioso que  ocasiona  en  Méjico  su  llegada.  Pero 
las  tradiciones  de  este  pueblo  descansan  en  me- 
jores autoridades  que  las  del  Per lí;  estas  en  ul- 
timo resultado,  se  encuentran  destituidas  del 
apoyo  de  los  testimonios  contemporáneos,  y  so- 
lo tienen  en  su  favor  el  simple  dicho  de  un  es- 
critor de  la  misma  nación,  que  sin  duda  creyó 
encontrar  en  los  irrevocables  decretos  del  cielo 
la  mejor  escusa  para  la  falta*  de  valor  de  sos 
]iaisanos. 

Pudo  suceder  también  que  Iqs.  i:umore*  Ma.  la 
venida  de  unos  hombres  de  -raza  desconocida  y 
misteriosa  se  fuesen  estendiendo  poco  á  poco 
entre  las  tribuís  indias  de  la  cordillera,  y  los  co- 
razones de  todos,  aun  de  los  más  bravos  guerre. 
ros,  se  llenasen  de  un  terror  vago  é  indefinible, 
presintiendo  alguna  inminente  calamidad.  Pre- 
ocupados de  este  modo  los  espíritus,  era  muy  na* 

2    El  Inca  Garcílaso  de  la  Ve-  y  sn  aftn  de  engrandecer  f  ro- 

ga,  re^re  muy  por  menor  eftas  dear  de  nusterío  todo  lo  relativo 

señales  del  cielo.  (Com.  Reak,  no  solo  á  su  linage  sino  á  lana- 

'  Parte  Ij  lib.  9,  cap^  14.)  Las  ven-  don  entura.    6a  obra  ha  iide  U 

tájas.qon.que  Ofite  eatfrítor  con-  Tuentede  pnaat».  ftlao  y  veida* 

taba  para  descubrir  la  verdad,  devAie  ha  dioho  de  los  antigno^. 

quedan  inas  que    compeiMláir  Peruanos;  ni»*  despnes  de  tantd 

por  BUS  defectos  periM»lii(lé8«|ii|o  tie»mno,  no  es  fítcú,  por  desgra- 

historiador,  su  credulidad  pueril  cía,  el  distinguir  lo  uno  de  lo  otro» 


LIBRO  ni. — CAPITULO  II.  381 

tural  que  los  sacudimientos  que  sufre  con  tan- 
ta frecuencia  aquella  región  volcánica  hiciesen 
en  ellos  una  impresión  desufsada,  y  que  fenóme- 
nos que  en  otras  circunstancias  solo  habriati 
llamado  la  atención  por  su  estrañeza,  se  consi- 
derasen abérá  por  los  supersticiosos  adivinos  co- 
mo avisaos  del  cielo,  por  cuyo  medio  anunciaba 
el  Dios  de  los  Incas  la  cetcañá  catástrofe  de  su 
imperio.  ' 

Tuvo  Huayna  Capac,  según  la  costumbre  de 
los  principes  peruanos,  una  multitud  de  concu- 
binas, y  dejo  de  ellai^  una  numerosa  descenden- 
cia. El  heredero  dé  la  cordnaj  hijo  de  su  legíti- 
ma esposa  y  hermana,  se  llamaba  Huáscar.  ^ 
En  la  época  de  que  estamos  hablando,  habia 
llegado  á  los  ti^einta  años  de  edad.  Dé'spues  de 
él  seguiá  ifanco  Cápác,  hijo  de  etra  múger,  pri- 
ma del  monarca;  este  já ven  principé  tendrá  des- 
pués que  desempeñar  ün  papel  de  cierta*  impor- 

3    Htiascarf  ma  la  lengua  qui-  labonea  eran  tan  gruesos  eomo 

chua  significa,  i"Boga/'    £1  moti-  la  muñeca.     (V.  Zarate,  Conq. 

vo  que  hubo  para  dar  éste  nom-  del  Per6,  Ub.  1,  cap^  14. — Gar- 

bre  al  principe  heredero,  no  de-  cilaso,  Com.  Real.,  Parte  1,  lib. 

ja  de  ser  estreno.  Queriendo  ce-  9,  cap.  1.)  EÜste  último  escritor 

lebrar .  Huayna  Capac .  el  naoi-  gnpo    estos  ponnenoros»   segttn 

miento  del  principe  de  un  modo  nos    dice,  por  relación  del  In- 

estraordinaríó,  hizo  fabricar  una  ca  viejo  su  tío;  el  que  parece 

cadena  do  ero  macizo  para  que  haber  sido  bastante  aficionado  á 

la  toviesen  en  las  manos  los  Ho-  referir^mara^ltas;  biéxi  qne  no  le 

bles,  mientras  que  danzaban  én  faltaba  quien  se  las  creyese,  por- 

las  fiestas  (](ue  con  tal  motivóse  que  los  escritores  castellanos  do 

oelebraron.     La  cadena  tenia  se-  aquel  siglo  y  el  siguiente,  han 

teéiéntós  pies  de  largo,  y  los  es-  '  repetido*  mil  veces  este  cucntol 


382  CüNaUISTA  DBL  P£aU* 

Xaiicia  en  miestra  hi^oria.  Pero  de  to4o^  los 
hijos  del  Inca,  el  mas  c].Kerido  era  sin  dada  Ata- 
liuallpa.  Sa  madre  er^  bija  del  ultinio  8(^  4t 
4Elaito,  que.flegan  caeataB  murii$4e^sfiV9  pooo 
después  de  li  conqoíista  de  su  i;ein9  por  I|iaa^ 
naCap^c.  La  ^iiie«sa-exa  hermQsa/y  el  Ibci^ 
fuese  por  contentar  &u. pasión,,  d  como  4iaen  los 
Feruanos,  para  compensarle  .en  cierto*  modo. b 
desgracia  de  sus  padres,  la  recibió  entr:e  sus 
concubinas.  Los  historiadores  de  Quito  afirman 
que  fué  su  legítima  esposa;  pero  esta  dignidad 
estaba  reservada,  scigun  los  usos  del  in)p.erío, 
para  las  doncellas  de  la  sangre  4e  los  Inc^. . 

Huay^ia Capae paso  los.  últimos  añ<»s  de.  su 
vida  en  su  iiuevo  imperio  4e  Quito,  y  ai9i  ñié 
que  Atahuallpa  «e  ciá(í  á  su  vistayle  acompañó  i 
Ja  guerra  d^ie  a^áñOsOomia  en  el  mismo  pleito 
de  43U  padre,  y  dormía  coa  él  ^n  .la  miisma  tien-  • 
-da.  ^  La  vívesca  jdel  muchacho,  su  valor  y  gene- 
rosidad le  grangearon  el  afecto  del  anciano  mo- 
narca basta  4;al  punto  «que  xesolvio  apartarse  de 
los  antiguos  u^os  y  dividirán  imfperío  entre  él  y 
Huáscar  su  hermano  mayor.  En  su  lecho  de 
muerte  ^convocó  á  los  principales  geles,  y  decla- 
ro ser  su  voluntad  que  él  antiguo  reiqo  de  Qui- 

.4    ''AtabiJ]pa  era  bien  quisto  tp  ahorque  no  le  dejaba  comer 

de  los  Capitanes  viejos.de  su  Pa-  otra  cosa  que  lo  que  61  le  ddba 

dre  y  de  los  soldados,  porque  sín-  de  su  plato."    Sannieitfo,  R^- 

dnbo  en  la  guerra  en  su  niñez  y  cion,  MS.,  cap.  66. 
porgue  él  en  vida  le  wo«tr6  tan- 


UB&O  III.— CAWTULO  H.  363 

(^  se  dif^se  n  Atab«iail^  ifttíen  en  realidad  ieak 
á  él  cierto  derecho,  por  ser  Ol  paitmmomp  de  ««« 
f^dres.  £1  resto  de}  imperio  k>  legaba  á  Huás- 
car, y  reeooteiidaba  •en^eeoidamente  ttkw  dos 
keli'iiiaiios  q«e  se  ^eofiformasetirooo  esta  dispone 
Clon  y  víviesea^ea^mena^rmoiiía*  Eiste  éié  «1 
últíoncí  paso  qae  dU^el  ilasüre  mdiiavca»  <el;ma3 
impolítico  de  tt>da  «u  vida  siiiduda  ttlgaail.  Sn» 
ui^inias  ¡palabras  ^cbMon  por  cierra  la»  leyes 
fttndameiitfi^tes  del  impcario,  y  al  anismo  ^tieoipo 
^tie  rec^mendiabia  la  concordia  i  los  aocesores 
de  stt^tfotio,  dcgablí  ealadiviáíoiirqAe  de  lél  ha- 
hacia^  ka* semillas  de  «ma  fonesta^se<n:éta  que 
lardeo  temprano  :ddbÑm  producir  sus  amargos 
frtttos. « 

Stk  muerte  aeaecro,  ségim  las  conjeturas  mas 
firdbables,  á  finés  «de  1585;  siete  años  eseados 
"antes  díc  la  llegada  ^e  Piterro  á  Puauá  ^     Las 

5  Ovieiíe,  Híflt.  de  Ida  bdin,  -  o^iraoiieB,  viene  é  cémvenir  con 

MS.»  Fute  3,  Ub.^»  cap.  9.-^á-  Balboft.  (Hiit.  de  Unito,  tdm,  L 

rate,  Conq.  del  Perú,  lib.  1,  cap,  p.  232.)  £1  doctor  iRoberteon,  ha- 

12.-<-^Sannie]U0|  ^kicioa,  MS.,  )^iendo  dicho  ptünero^qtie -Huay- 

cap.  ^«^XereK,  €enq.  del  P^^  na  Capoc<iAiin6  en  1539,  haÜa 

ru,  ap.  Barcia,  tom.  III.  .p.  301.  después  de  este    suceso    como 

'6  La  fecha  etaeta  de  este  «n-  ocurrido  en  15S7.  (Coiif.  Amen- 
-ciBM,  fiiuique  ^tBM  eeseaiw)  6  la  rea»  v«ol.  HL  rpp.  %,  3$1.)  £1 
conquista,  qo  está  bieii  determi-  que  alguna  vez  se  hajra  visto  es- 
nada.  iBidboa, 'coiiteaiporán:eo  trtfviado'eñ^llaberintD  cronol6- 
de  los  conquistadores,  y  que  es-  gico  de  los  antiguos  cronistas,  no 
'cr!bi6^4fti  Cltiito  donde  ellttea  -^^péxitíatÁaeéikf^mréir  á  ve- 
imi^,!n'^one'.en  1805.  'I(ltlét.  «)e8-^éii«ftidí«i»i»ii«s  '^AMjwlbs 
'daY^oa,  Uiap.  )4l)  "V^^éMo,  '«etf l«M>eÉcrit«MM^tteile  ^tén  fye- 
reaidénte  tambten'en^ni(e,\Me-  cbtfAM'é  fibnM^^le^pdr  guias, 
pues  de  eiiuniaav  lafc  dh'ersas 


384  *CON<kÜlStA   DEL   PERÚ.' 

nueva»  de  SU  fallecimiento  llenaron  de  luto  y  de 
consternación  á  toda  aquella  tierra;  porque  ^i 
bien  era  duro  y  aun  inexorable  con  el  enemigo 
rebelde  y  contumaz;  era  un  monarca  valiente  y 
magnáninio,  y  en  todas  sus  providencias  se  des- 
cubría el  espíritu-  ilustrado  de  un  príncipe  que 
vela  con  igual  solicitud  por  el  bien  de  todos  sus 
vasallos.  Los  de  Quito,  enorgullecidos  cbn  las 
señaladas  pruebas  de  preferencia  que  les  habia 
dado,  fijando  entre  ellos  su  residencia  y  hermo- 
seando su  capital,  manifiestaron  sin  rebozo  el  do- 
lor que  les  causaba  su  jjérdida,  y  los  del  Cuzco, 
al  recordar  que  couvsus  armas  y  su  talento  había 
cubierto  de  glóriAá  su  pais,  no  le  sentían  y  ve- 
neraban menos.  '^  Las  gentes  tímidas  y  los  hom- 
bres pensadores,  dirigían  con  temor  una  mirada 
al  porvenir^  y  observaban  con  inquietud  qué  ya 
na  empuñaría,  el  cetro  del  imperio  una  mano 
fuerte  y  esperimentada,  sino  que  iba  á  verse  di- 
vidido entre  los  dos  príncipes  rivales,  natural- 
mente celQspa  íUno  de  otro,  y  cuya,  qorta  edad 
les  hacía  mas  accesibles  á  la  perniciosa  influencia 
de  consejeros  astutos  y  ambiciosos.  El  pileblo 
manifesté  sn  sentimiento,  honrando  de  un  modo 
estraordinario  la  memoria  del  difunto  tn^a.     Su 

7    Nadie  dudtfrá  de  }a.  ¥kO{»n' '  gtma  te  hiciese  de  qaalqaiera 
kuridad  del  ttonarca,  ¿  lo  menos    edad,  calidad  y  condición  que 
entre  el  bello  sexo,  si  es  cierto  Jo    fue^se.''    Com,  Real.,  Pitrte  1^ 
que  cuenta  GarcUaso  de  que  "ja-  .lib.  8,  Cap.  7.       •      ...... 

mas  negó  petición  que  muger  al- ,  «  *  •    -. 


LIBRO  III. — CAPÍTULO  ÍI.  335 

corazón  se  quedo  en  Quito  y  su  cuerpo  fue  lle- 
vado al  Cuzco  para  colocarle  en  el  gran  templa 
del  Sol,  al  lado  de  las  de  sus  reales  progenito- 
res. En  ambas  capitales  de  su  inmenso  impe- 
rio se  celebraran  sus  funerales  con  sangrienta 
pompa;  y  dicen  que  muchos  millares  de  concu- 
binas é  infinitos  criados  y  oficiales  de  palacio, 
manifestaron  su  sentimiento,  o  su  superstición, 
perdiendo  gustosos  la  vida  para  acompañar  á  su 
antiguo  amo  en  las  refulgentes  mansiones  de  su 
Dios.  8  • 

Muerto Huayna  Capac  reinaron  durante  cinco 
años  los  dos  hermanos,  cada  uno  en  la  parte 
que  le  tocaba,  sin  recelo  ni  desconfianza,  o  por 
la  menos  sin  chocar  abiertamente.  Parecia  que 
los  deseos  de  su  padre  se  habian  realizado  del 
todo,  y  que  arabos  estados  conservarían  su  in- 
tegridad é  independencia  y  camo  si  nunca  hubie- 
sen formado  uno  solo.  Pero  era  muy  fácil  pre- 
setitir,  que  existiendo  tantos  motivos  de  descon- 
tento y  abundando  en  ambos  reinos  infinitos  cor- 
tesanos aduladores  que  tenian  grande  interés  en 
fomentar  estas  divisiones,  la  paz  de  que  por  en- 
tonces se  gozaba  no  podia.ser  de  larga  duración. 
Y  no  habria  durado  tanto  si  no  hubise  sido  por  ^ 
la  fedoíe  pacífica  y  sosegada  de  Huáscar,  que 
era  realmente  el  único  que  tenia  motivo  de  que 

8    Sarmiento-,  Relación^  M'S.,  cap.  65.— Herrera,.  Hist.  Gen» 
lal,  dec.  5,  libi  3,  cap,  17.  ^  ■    . 

I.  35 


380  CONQUISTA  DEL  I'ERU. 

jarse.     Tenia  cuatro  o  cinco  años  mas  que  su 
hermano,  y  sin  duda  no  le  faltaba  valor;  pero 
era  un  príncipe  generoso  y  condescendiente,  y 
si  no  luibiese  cedido  á  influencias  estrañas,  qui- 
zá se  habría   conformado  con   un  arreglo,  que 
por  desagradable  que  fuese,  era  al  fin  la  última 
voluntad  de  su  padre  á  quien  ya  todos  venera- 
ban como  á  Dios.  Pero  Atahuallpa  era  el  rever- 
so de  la  medalla.  Guerrero,  atrevido  y  ambicio- 
so siempre  andaba  metido  en  empresas  para  acre- 
centar su  territorio,  aunque  era  bastante  astuto 
para  tratar  de  estenderse  hacia  donde  quedaba  el 
de  su  hermano.    Aquel  espíritu  inquietp  llego, 
sin  embargó,  á  causar  alguna  alarma  en  la  cor- 
te del  Cuzco,  y  Huáscar  se  resolvió  al  fin  a 
enviar  un  embajador  á  Atahtjiallpa»  para  recon- 
venirle por  sus  ambiciosas  tentativas  y.  exijjtte/ 
que  le  prestase  homenage  i>or  el  reino  de  Qui- 
to que  poseía. 

Asi  lo  cuentan  unos:  otros  pretenden  que  la. 
causa  inmediata  del  rompimiento  fu(é  el. .  haí)er 
reclamado  Huáscar  el  territorio  deTuna^bs^i^ba. 
que  sü  hermano  conservaba  como  parte  de^t. pa- 
trimonio heredado.  Poco  inaporta  ayeriguar  cual 
fué  el  pretesto  ostensible  del  choqnei  PQrQ^^ 
a  luellos  príncipes  se  encontraban  respeetiva" 
m«nte  en  una  posición  tan  fqlsa,  que  tarde  rftem: 
prano  era  preciso  que  viniesen  á  parar  en  un 
rompimiento. 


LIBRO  III. — CAPITULO  II.  387 

AI  considerar  que  estas  desaveDenciaB  y  todas 
las  hostilidades  á  que  ellas  dieron  lagar  se  ve^- 
rificaron  en  una  época  ya  muy  cercaba  á  la  in- 
vasión de.losEspnñolesy  admira  la  absoluta  dis- 
crepancia icon  que  se  hallan  refet^das  en  los  áu- 
toareíiu  Unos  diceni  que  en  el  priiner  encuentro 
que  tuvo  Atahuallpa  con  los  ejércitos  del  Cuaco 
fué  denrotado  y :  hecho  prisionero  en  Tümebatn'^ 
.ba,  Ivigarrdél  distrito  de  Tos  Cañaris  en  el  reino  ' 
de  .'Quito,  que  én  otro  tiemjpo  fué  la  re sidencia 
fayorita  de  su  padre.  Repard  de  algún  modo 
este  contratiempo^  escapándole  de : su  prisión  y 
volviendo  á  su'capital,  donde  en  breve  se  vid  de 
nuevo  á  la  cabeza  dé  un  numeroso  ejéreitóvm:an- 
dado  por  los  generales  mas  hábiles  y  esperiinen- 
tados  del  imperio.  Ya  hemos  avisto  que  en  vida  • 
de  m  padre  hizo  el  jdVen  Atahualtpa  mas  de  una 
campaña^  co»  ^ellos^  y  su  franqueza  y :  afiíbilidad 
le  habrán  ganado  el  afecta  de  las -tropas.  Eran 
estas  la  flor  del  grande  <  ejercitó  dé  los  Iñeasr, '  y  ^ 
se  eom^ponian  en^  sü  ^ mayor  pai^te  ^de  soldados 
viejosjí  encaneddoft  en  el  «ervido  dé  las  ñrmas, 
que  como  en  desempeño  de  su  obligación  habían 
permanecido  tantos  años  en  el  norte,  facUmente 
juraron  fidelidad  al  nuevo  soberano  dé  Quito* 
A  su  cabeza  tenian  dos  gefbs  de  gran  repntaeiot)» 
de  conocida  esperiencia  en  la  mUiciiv,  y  que  ha^ 
bian  obtenido  en  alto  grado  la  eonfianaa:del  di^ 
funto  Inca.    El  nombre  ^eP  uno  era  Qoizquix  y 


388  COXaUISTA  DEL  PERÚ, 

el  otro,  que  era  tio  materno  de  Ataliuallpa,  se 
llamaba  Chalicachima. 

Asistido  de  los  consejos  de  estos  esperinien- 
tados  guerreros,  se  puso  el  jrfven  monarca  á  la 
cabeza  de  sus  tropas,  y  emprendió  su  marcha 
para  el  Sur.  Apenas  haMa  llegado  á  Ambato, 
cosa  de  sesenta  millas  de  distancia  de  su  capi- 
tal, cuando  se  encontró  con  un 'numeroso  ejér- 
cito qué  su  hermano  enyiaba  contra  él,  al  mando 
de  un  distinguido  gefe  de  la  estirpe  de  los  Incas. 
Empeñóse  al  punto  un  sangriento  combate  qae 
duro  la  mayor  parte  del  dia,  sirviéndole  de  tea- 
tro las  faldas  del  magestudso  Chimborazo.  ^ 

El  resultado  de  la  batalla  fué  enteramente  fa- 
vorable á  Atahuaillpa,  pues  los  Peruano^  fueron 
derrotados  con  grande  mortandad  y  pérdida  de  sa 
caudillo.  El  príncipe  de  Quito  se  aprovechó  de 
la  victoria  para  p'lroseguir  su  marcha  hasta  lle^ 
gar  á  las  puertas  de  Tumiebamba,  cuya  ciudad 
con  todo  el  distrito  de  los  Cañaris,  aunque  per- 
teneciente al  imperio  de  Quito  en  otro  tiempo, 
habian  abrazado  el  partido  de  su  rival  en  la  pre- 

9    Garcilaso  niega  que  hubie-  Ambato,  cuando  el  suelo  se  veit 

se  otra  cosa  mas  que  unas  insig-  aun  cubierto  de  las.  osamentas  de 

nificantes  escaramuzas,  antes  de  los  que  perecieron  en  la  acción, 

la  acción  deciáiva  que  se  dio  en  ^'Yo  he  pasado  por  este  Pueblo 

las  llanuras  del  Cuzco.    Pero  el  y  he  visto  el  Lugar  donde  dicsn 

Licenciado  Sarmiento  que,  se-  que  esta  Batalla  se  dio  y  cierto 

gun  él  dice,  recogió  las  noticias  según  hay  la  osamenta  devieron 

de-  estos  sucesos  de  boca  de  los  aun  de  morir  mas  gente  de  b 

actores  que  en  ellos  figuraron,  que   cuenW.^^  Relación;  MS*r 

^adó  por  él  campo  de  batalla  dd  tSLp.6^* 


LIBRO  III. — CAPITULO  II.  389 

gente  contienda.  Entro  como  un  conquistador 
en  la  ciudad  rendida;  paso  á  cuchillo  los  habitan- 
tes, y  la  arraso  hasta  los  cimientos  con  todos  sus 
magníficos  edificios,  sin  detenerle  la  considera- 
cion  de  que  muchos  de  ellos  habian  sido  levan- 
tados por  ^u  padre.  Con  el  mismo  rigor  trató 
átodo  el  distrito  de  los  Cañaris.  Lugares  hubo, 
según  cuentan,  en  que  salieron  en»procesion  los 
niños  y  mugeres  con  ramos  verdes  en  las  manos, 
para  tratar  de  apaciguar  su  colera,  pero  el  ven- 
gativo vencedor  se  hizo  sordo  á  sus  ruegos  y  su- 
plicas, y  asoló  todo  el  pais  con  el  hierro  y  el 
faego,  sin  perdonar  hombre  alguno  que  llegase 
é  caer  en  sus  manos.  *° 

El  cruelísimo  castigo  dé  los  Cañaris,  atemori- 
zó á  sus  demás  enemigos,  y  las  ciudades  fueron 
abriendo  u^Hgpikotra  las  puertas  al  vencedor, 
quien  continuó  su  marcha  triunfal  hacia  la  me- 
trópoli del  Imperio.  Sus  armas  sufrieron  un  re- 
vés pasagero  en  la  isla  de  Puna,  cuyos  atrevidos 

10  "Cuentan  muchos  Indios  lo  suplicaron,  y  con  tanta  humil- 
á  quien  yo  lo  ot,  que  por  aman-  dad,  que  bastara  quebrantar  cora- 
sar  su  ira,  mandaron  á  un  escua-  zones  de  piedra;  mas  pocaimpre- 
dron  grande  de  niños  y  á  otro  de  sion  hicieron  en  el  cruel  de  Ata- 
hombres  de  toda  edad,  que  satie-  balipa,  porque  dicen  que  mand6 
sen  hasta  las  ricas  andas  donde  á  sus  capitanes  y  gentes  que  ma- 
venia  con  gran  pompa,  llevando  tasen  á  todos  aquellos  que  habían 
en  las  manos  ramos  verdes  y  ojas  venido,  lo  cual  fué  hecho,  no 
de  palma,  y  que  le  pidiesen  la  perdonando  sino  algunos  niños 
gracia  y  amistad .  suya  para  el  y  á  las  mugeres  sagradas  del 
pueblo,  sin  mirar  la  injuria  pasa  Templo."  Sarmiento,  Relación, 
da,  y  que  en  tantos  clamores  se  MS.,  cap.  70. 


390  CONQUISTA  DEL  PERÚ. 

guerreros  sostenían  la  causa  de  sn  hermano,  y 
después  de  perder  alíí  Atahüallpa  algunos  dias 
dejo  á  los  tnmbecino3,  que  desde  el  principio  dé 
la  guerra  se  habían  declarado  á  su  favof,  el  en- 
cargo de  luchar  con  sus  antiguos  enemigés  de 
Puna,  y  el  siguió  adelanljando  hasta  Caxamalca. 
Allí  hizo  alto  con  tin  destacamento,  y  despíachó 
el  grueso  del  ejército  mandado  por  sus  dos  ge- 
neralesj  con  orden  de  marchar  directamente  so- 
bre el  Cuzco.  Parecióle  prudente  nó  esponerse 
penetrando  mas  adentro  en  un  páis  enemigo,  en 
donde  una  derrota  pedia  perderle,  y  fijando  sus 
cuarteles  en  Caxamalca,  quedaba  ademas  en 
disposición  de  socorrer  á  sus  generales  en  caso 
de  un  revés,  o  en  el  ultimó  estremo  tenia  espe- 
ditafa  retirada  á  duit^,,  par^  rehaceirse  alííy 
comenzar  de  nuevo  las  hostiUd^HÜMMI^ 

Caminando  Ids^dos  generales  á  marchas  foftsa- 
das,  pasaron  el  rio  Apurimác,  y  llegaron  al  fin  á 
corta  distancia  de  la  cápithl  del  Perú.  En  el  entre- 
tanto Huáscar  no  había  estado  ocioso.  Al  sa- 
ber la  derrota  de  su  ejército  en  Ambato,  hizo  las 
mayores  difigencias  páiria  réclutaf  gente  en  todo 
el  pais.  Por  consejo,  segün  dicen,  de  los  sa- 
cerdotes, ^ue  soh  sin  diida  los  peores  consejeros 
en  tiempo  de  peligro,  determina  esperar  ni  ene- 
migó dentro  de  su  propia  capital,  y  hasta  que 
este  se  encontraba  ya  á  pocas  leguas  del  Cuzco, 
no  fué  cuando  el  Inca  se  resolvió,  tambieri  por 


LIBRO  III. CAPITULO  II.  391 

consejo  de  aquellos  santos  varones,  á  salir  de  la 
ciudad  y  presentarle  la  batalla. 

Los  dos  ejércitos  se  encontraron  en  las  llanu- 
ras de  Qüipaypan,  no  lejos  de  la  capital.  Dis- 
crepan, como  de  costumbre,  los  autores  en  el 
número 'de  gfente  que  de  ambas  partes  comba- 
tía; pero  las  tropas  dé  Atahuallpa  contaban  con 
la  inmensa  ventaja  que  dan.  la  experiencia  y  la 
disciplina,  y  las  de  Huáscar  por  el  contrario,  se 
componían  en  su  mayor  parte  de  las  levas  he- 
chas á  toda  prisa  en  los'  distritos  vecinos.  Ain- 
bos  ejércitos  peleaban  con  la  desesperación  pro- 
pia de  hombres  qiie  conbcian  bien  que  todo  de- 
pendía del  éxito  de  aquella  acción,  porque  allí 
ya  no  sé  disputaba  la  posesión  de  una  provin- 
cia, sino  la  de  todo  ún  imperio.  Los  soldados 
de  Atahuallpa,  engreídos  con  sus  recientes  vic- 
torias, peleaban  confiados  en  la  superioridad  so- 
bré sos  contrarios  que  yá  habían  probado  ante- 
riormente, y  los  fieles  Vasallos  del  Inca  mani- 
festaron toda  la  lealtad  y  abnegación  de  quien 
considera  su  vida  como  úriá  propiedad  de  su  se- 
ñor. 

Peleóse  obstinadamente  desde  el  amanecer 
hasta  ponerse  el  sol,  y  el  suelo  estaba  ya  cubier- 
to de  montones  de  muertos  y  de  moribundos, 
cuyas  osamentas  aun  sé  veían  en  el  campo  de 
batalla,  mucho  tiempo  después  de  la  conquista 
de  los  Españoles.    Al  cabo  se  declaró  la  fortu- 


392  COxNQUISTA  DEL  PERÚ. 

na  por  Atahuallpa,  ó  mejor  diclio,  la  disciplina  y 
la  esperiencia  militar  produjeron  al  fin  su  acos- 
tumbrado efecto.  Comenzó  á  introducirse  el 
desorden  en  las  ñlas  del  Inca  y  se  hizo  imposi- 
ble contenerlo.  Sus  tropas  se  desbandaron  por 
todas  partes,  y  los  vencedores  >se  dieron  al  al- 
cance de  los  fugitivos.  Huáscar  trato  igual- 
mente de  escaparse  con  cosa  de  mil  hombres 
que  permanecían  á  su  lado,  pero  fué  descubier- 
to antes  de  abandonar  el  campo,  su  pequeña  es* 
03lta  se  vio  rodeada  de  enjambres  de  enemigos, 
y  aquellos  fieles  soldados  perecieron  casi  todos 
en  defensa  de  su  Inca.  Fué  al  fin  hecho  prisio- 
nero, y  los  generales  victoriosos  marcharon  in- 
mediatamente sobre  la  capital  y  tomaron  pose- 
sion  de  ella  a  nonribre  de  su  soberano*  " 

Pasaban  estos  sucesos  en  la  primavj^r^.  del  aüq. 
1532,  pocos  meses  antes  del  desembarco  de  los 
Españoles.  Recibió  Atahuallpa  en  Caxamalca 
las  noticias  de  la  victoria  que  hablan  logrado 
sus  ejércitos  y  de  la  prisión  de  su  infeliz  herma- 
no, y  al  punto  dio  orden  de  que  se  le  tratase  con 
el  respeto  debido  á  su  clase;  pero  que  fuese  lle- 
vado á  la  fortaleza  de  Jauja  y  alli  se  le  guardase 
en  un  estrecho  encierro.     No  se  limito  á  esto 

11    Cieza  de  León,  Crónica,  te»  Conq.  del  Perú,  lib.  I,  cap.  12. 

cap.  77.— Oviedo,  Higt.  de  las  —Sarmiento,    Relación,    MS., 

ludias,  MS.,  Parte  3,  lib.  8,  cap.  cap.  70.— Pedro  Pizarro,   Des- 

9.— Xerez,  Conq.  del  Pera,  ap.  cub.  j  Conq.,  MS. 
Barcia,  tom;  III.  p.  202.— Z4r^. 


LIBHO  III. — CAPITULO  II.  393 

solo,  si  hemos  de  creer  á  Garcilaso  de  la  Vega^ 
descendiente  de  la  estirpe  de  los  Incas,  y  por 
parte  de  madre,  sobrino  del  gran  Huayna  Capac. 
Segan  este  escritor,  Atahuallpa  convidó  á  to- 
dos los  nobles  Incas  á  reunirse  en  el  Cuzco  pa- 
ra tratar  del  mejor  modo  de  dividir  el  imperio 
entre  él  y  su  hermano;  mas  cuando  estuvieron 
juntos  en  la  capital,  fueron  rodeados  por  la  sol- 
dadesca de  Quito  y  asesinados  sin  piedad.  El 
objeto  de  semejante  perfidia,  era  acabar  con  to- 
da la  familia  real,  de  cuyos  individuos  cualquie- 
ra podia^legar  mejores  títulos  ala  corona  que 
el  bastardo  Atahuallpa.  Mas  no  pararon  aquí 
las  crueldades,  sino  que  toda  la  descendencia 
ilegítima  del  Inca,  es  decir,  los  medios-herma- 
nos del  monstruo,  y  en  una  palabra,,  todos  los 
que  tenían  una  gota  de  sangre  inca  en  las  venas^ 
fueron  comprendidos  en  la  matanza;  y  con  una 
sed  de  sangre,  á  la  que  en  vano  buscaríamos  pa- 
ralelo en  los  anales  del  Imperio  Romano  ó  ea 
los  de  la  República  francesa,  mandó  Atahuallpa 
quitar  la  vida  por  medio  de  lentas  y  horribles 
torturas,  á  todas  kis  muger es  de  la  sangre  real', 
á  sus  tias,  primas  y  sobrinas,,  y  para  aumentar  el 
placer  de  su  venganza,  hizo  que  muchas  de  es- 
tas ejecuciones  se  verificasen  á  la  vista  de  Huás- 
car, quien  se  veia  obligado  á  presenciar  el  mar- 
tirio  de  sus  esposas  y  hermanas,  y  á  escuchar 


394  CONQUISTA  DEL  PERÚ. 

los  gritos  de  ageniá  con  que  en  vano  le  llama- 
ban para  que  las  defendiese!  *^ 

Asi  lo  cuenta  el  historiador  de  los  Incas,  quien 
í^eguii  dice,  supo  estas  noticias,  por  relación  de 
su  madre  y  de  su  tk),  que  por  ser  entonces  moy 
muchachos  tuvieron  la  fortuna  de  contarse  en- 
tre los  pocos  que  escaparon  de  la  matanza  ge* 
neral  de  la  fa:nilia.  ^^    ¥  esto  mismo  han  ido 
repitiendo  después  los  mas  de  los  escritores  cas- 
tellanos, sin  poner  en  ello  la  menor  duda;  mas 
una  serie  tal  de  atrocidades,  cometidas  sin  pro- 
vocación y  á  sangre  fria,  repugna  tanto  á  los 
principios  de  la  naturaleza  humana,  y  hasta  al 
sentido  común,  que  para  darle  crédito  no  débe- 
.  mos  contentamos  congos  testíYnoniqs  ordinarios. 

En  los  anales  de  las  naciones  semicivilizadas 
se  encuentran  por  desgracia  ejemplos  de  seme- 
jantes tentativas  para  acabar  áél  todo  con  una 

12    Garcilaso,    Com,    Real.»,  ver^idad  de  torturas   manifiesta 

Parte  1,  Ub.  9,  cap.  35-39.            .  que  no  carecía  de  inventiva  el 

^'A  -  las   muger^si ,  hc^qiiaQaB,  escnlgr  ómm  kw  su  fpo,  el.Bar- 

tías,  sobrinas,  primas  h^rmapas  y  nu^or  de  estas  matanzas  de  los 

madrastras  de  Atahuállpa,  colga-  cuentos  de  viejas, 

uan  de  los  arboletir  ;  de  mucl|2«  13^    "L^ .  cr aBldad^s  que . Ata* - 

horcas  muy  altas  que  hicieron:  a  huaHpa  en  los  de  la  sangre  Real  ^ 

vnas  colgaron*  de  los  cabellos,  a  hizo,  diré  dé  relación  de  mi  m«- 

otras  por.debajfp  de,^s  briiaoa,,y  dre  yde.vn  hermano  suyo,  que 

a  otras  de  ptrqs  maceras  fi^as,  que  serUai^ó  Don  Fernando  Huallpa 

por  la  honestidad  sq  callan:  da-  Tupac  Inca  Yupanqui,  que  en- 

nanl^s.sns. hijuelos  que  los>tuuies-.  tonoes  eran- niños  .de  menos  de 

sen  en   brazos,  teoianlps  hasta.  diezjuiQs/'  Ibid.,  Parte  1,  Ub.  ,^^ 

que  se  les  cayan  y  se  aporrea-  cap.  14. 
nñn/'  (Ibiá.,  ctLjt.  á7.)    Esta  di- 


LIBRO  III. — CAPITULO  II.  395 

razu  temible,  qi^e  ha  llegado  á. despertar  los  re 
celos  de,  un  tirano;  aunque  es  un  empeño  tan 
quimérico,  cpmp  el  qnerer  estirpar  una  planta . 
cuyas  semillas  ha  esparcido  el  viento  por  todo^ 
lados.  Pierp  si  Atahüallpa  llego  á  tratar.seria- 
mente  del  eeternp^inio  déla  raza  de  los  Incas, 
¿como  es  que  setenta  años  después  de  la  supues- 
ta notataassa,  conviene  el  historiador  en  que  exis- 
tjaix  nada  meno§  que  seiscientos  descendientes 
de  Ici  sangre,  real  pura  sin  mezcla  de  otra?  ^^ 
¿Ppíq^é  en  .vez  de  litnitarse  .los  asesinatos  á  los 
desceniJientes  legítin§K)s  de  la  estirpe  real,  que. 
podían  tener  ma^  derecho  á  la  corona  que  el 
us|i;^rpa(|or,  alcanzaron  á  todos  los  que  tenían  la 
menor  relación,  con  aquella  raza,  de  cualquier 
modo  que  fuese?  ¿Porqué  fueron  comprendi- 
das en  la  prostfíí^feioñ  las  ancianas  y  las  donce- 
llas jóvenes,  y  porqué  les  hicieron  sufrir  taii  crue; 
les  é  inútiles  torturas,  cuando  era ,  evidente  que 
unps  seres  tan  inpfejeisívoa  nada  podiai|>  haber 
hecho  para  provocar  !a  cólera  y  los  recelos  del 
tirano?  ¿Pprque,. al  miifmp .tiempo .  que  tantos 
cifan  sacrificados  por  recelos  vagos  de  un  remo- 
to peligro,,  dejo  epn  vida  asa  rival  Huáscar,,  ya 

14  ,  Asi  06  advierte  po^. una  ,  40<}  OYie4.o  .dicQ  que.  Hnayna. 
peticioii  de,cier^s  mercedef^que  .Ca|(^,  "tu^p.  cien  bijoá  .y  ¡úJMf 
enviaron  á  Espanta  en  160^  ñr*  y  lapiayor.paile  de.ellpa  son yi-. 
mada.  por  quijpe^os  seaents^  y  ^^.vos."  Hist.  de  las  lüOí»»,.  Mfi.^ 
siete  Indio»  del  lina¿«  real  d^l«  .  .Par|^  3»  |¡b^  ^r,?^f:P*  V  ' 
Incas.  (Ibid..  Pan»  í,  liB.  ^,  cap. 


$06  CONQUISTA  DEL  PERtT. 

SU  hermano  menor  Manco'  Capac,  que  eran  pre- 
cisamente los  dos  hombres  que  debían  inspiraif 
mas  temores  al  vencedor?  ¿Porqné,  en  siima^ 
ninguno  de  los  escritores  aateriores  á  Garcilaso, 
que  florecieron  medio  siglo  ma&  cercanos  á  estos 
s^ucesos,  hace  mención  de  tan  maravillosa  conse- 
ja? ^-^ 

Q.ue  Atahuállpa  cometiese  algunx)S  escesos,  y 
que  en  algunos  actos  de  crueldad  inútil  abusase 
de  sus  derechos  de  vencedor,  no  hay  difícultad 
en  creerlo;  porque  basta  acordarse  del  modo  con 
qiie  trató  á  los  Cañarisr  lo  que  ni  sus  mismos 
apolagistas  se  han  atrevido  a  negar;  ^^  para  con- 
vencerse de  que  te»ia  una  buena  dosis  de  la  ín- 
dole vengativa  propia  deaqtiellos,. 

"Hijoís  del  Sol, 'Cspíritu*:d5^fáego, 
Para  quienes  venganza  virtud  era." 

Í5    En  vano  he  buscado  un  atreva  á  tanto  como  el  Padre  Ve- 

BÓto  pasaje  que  apoye  esta  reía-  lasco-,  quien  en  un  arrebato  d(9 

cion  en  Oviedo,  Sarmiento,  Xe-  leahad  al  monarca  de  Quito,  coi^ 

rez,  Cieza  de  León,  Zarate,  Pe-  sidera  la  matanza  de  los  Cañarís 

dra  Pksarro,  Gomará,  &c;;  escrr-  como  uña  jnsta  retribución  de 

tores  que  Eorecicroa  en  aquel  sus  ofensa. .  ''Si  les  aitteurs  dent 

mismo  tiempo,  y  tenian  la  mejor  je  yiens  dé  parler  s'étaient  trou- 

•oportunidad  de  informarse  de  lo  vés  dans  %s  mémes  cireonstan- 

cierto.    Es  de  advertir  ademas,  ees  que  Atahuallpa  et  avaient 

que  todos  ellos  están  muy  bien  éprouvé  autant  d'ofenses  graves 

dispuestos  á  juzgar  con  toda  se-  et  de  trahisons,  je  ne  croirai  já-. 

vendad  las  malas  cualidades  del  mais   qu*íls  eussent  agi    autre- 

monarca^  indio.  menti*^    Htst.  de  Quito,  tom.^ 

16    No  hay  nnm  sote  entre  los  p.  853i.- 
apólogistas  de  Atahuallpa  que' se- 


Í.IBHO  IIK — CAPITULO  II.  397 

í*ero  hay  macha  diferencia  entre  esto  y  las  mons- 
truosas y  gratuitas  atrocidades  que  le  imputan^ 
propias.de  una  alma  diabólica,  y  que  no  deben 
admitirse  por  el  simple  testimonio  parcial  de  un 
Indio,  enemigo  declarado  de  su  familia;  ni  por^ 
que  las  h^yan  repetido  los  cronistas  castellanos, 
quiettcs  exagerando  loa  delitos  de  Átahuallpa 
creeriah  cohonestar  de  algún  modo  la  crueldad 
con  que  le  trataron  los  Españoles. 

Las  nuevas  del  triutlfo  conseguido  volaron  á 
Caxamalca,  y  causaron  grandísimo  regocijo  uó 
solo  en  el  campo  de  Átahuallpa  sino  en  la  ciudad 
y  en  todo  el  pais  vecino,  acudiendo  todos  apre- 
fiuradamente  é  felicitar  al  vencedor  y  á  rendirle 
homenage.  El  principé  de  Ctuifo  tío  vacilo  ya 
en  ceñirse  la  borla  colorada  d  diadema  de  los 
Incas.  Su  triunfo  era  completo;  hábia  derrota- 
do á  su  enemigo  en  su  propio  terreno;  se  habia 
apoderado  de  su  tíapitalí  habia  puei^o  bajo  sus 
pies  á  su  rivalí  y  ya  empuñaba  el  venerado  ce- 
fro  de  los  Mijos  del  SoL  Pero  estaba  decretado 
que  la  hora  de  su  triunfo  seria  1á  de  «u  .mayo.i; 
liuniillacion.-  No  era  Atahtiallpa  uno  de  aque- 
llos á  quiéries  "los  Dioses  gustan  de  revelarse,'* 
según  dice  el  poeta  griego,  ^"^  y  no  habia  alcan- 
zado á  penetrar  Jos  decretos  del  cielo.    La  nu- 

OAT2,  flf,  «.  161. 

t  3$ 


398  CONQUISTA  DEL  PERÚ. 

becilla  que  el  ojo  perspicaz  de  su  padre  había 
descubierto  en  el  lejano  horizonte,  babiá  ido  en- 
grosando sin  que  Atahuallpa,  empeñado  en  la 
lucha  fatrieida,  lo  hubiese  advertido,  y  ya  entol- 
daba todo  el  cielo  próxima  á  descargar  una  ter- 
rible tormenta;  sobre  aquella  nación  desventu- 
rada. 


GMLPtt'O'LÚlTi. 


ZABRa  A  RBCPNpCX^  XA  TlEBRA,-:— FUNDA  A  SaN  Mi~ 
GUEL* — ;MaRCHAAL  INTERIOR. ReCIBE  UNA  EMBAJADA' 

DEL  Inca,— Sucesos  de  la  marcha. — Llega  al  pie 
i>ií  LáB  Aia>Ed. 

1832. 

Dejamos  á  los  Españoles  en  la  isla  de  Pana' 
preparándose  á  comenzar  por  Tombez  la  invar 
8idn  del  continente  vecino.  La  distancia  ha^ta' 
aquel  puerto  solo  era  de  algunas  leguán,  y  Pizar^ 
rtf'fhé  allá  en  los  buques  eoñ  la  m^yor  parte  de 
sus  b^ompañerod,  quedando  otros  encargados  áe 
ttatsportÁr'enlás^bálBas  de  los  Indios  él  equipaje 
del  geíe  f  los  pertrechos  militares.  La  primera 
de  ertas  eífibarcaciones  que  llegó  á  tiei*ra  fbé  ro- 
deada por  tos  naf  orales,  y  tres  Españoles  que  ba- 
ilaron en  ella  füerotí  arrastrados  á  un  bofs^ue 
cercano  y  aHí  ái^esinados  crtefmeAte.  Lo^  In- 
dios cojieron  luego  otra  bafea  en  que  iBa  el  equi- 
paje de  Ift^arjNo;  pero  los  que  Id  custodiaban  al- 
zardn  U  veos  ¡lidMidO  ayuda,  y  898  griiM  Ikga- 


400  CONQUISTA  DEL  PERÚ. 

ron  hasta  donde  estaba  Hernando  Pizarro,  qnien 
con  nn  piquete  de.  caballería  habia  desembarca- 
do ya  un  poco  mas  abajo.  Para  llegar  á  donde 
se  hallaban  los  acometidos  tenia  que  atravesar 
un  ancho  estc(r0¿q|^  ]p^f«e|r«^i^(^ces  la  baja 
mar  no  tenia  agua,  y  solo  era  un  pantano  blando 
y  peligroso;  mas  sin  pararse  en  el  riesgo,  arri- 
mó las  espuelas  á  su  caballo  el  atrevido  capitán 
y  se  metió  ^i  nquel  atascadero  t^egoido  de  sus 
soldados;  y  aunque  con  el  lodo  hasta  las  cinchas, 
consiguieron  atravesarle  y  caer  de  golpe' sobre 
los  enemigos,  que  asustados  de  la  r^rpentiqa  apa- 
rición de  los  ginetes,  huyeron  precipitadamente 
á  los  bosques  sin  tratar  íde  oponerles  resisten- 
cía.  .    . 

No  eaíactl  deesplipar.lacon4.aet9  de  estos  In- 
dios. 4e  T.mabesf,  si:6e  ojüende  4  lasaraistosa-s  re- 
laciones que ,habia^  entablado  con  loa  Españoles 
en  su  primera  visita^  y  habían  renovi^do  ultima- 
miente  en  la  is|a  áe  PpoL  Pero  el  asombro  de 
Píza^ro. sabio  de  p^nto  al  ^nttar  en  el.pu^blo  y 
encontrarle  no  solo  abandonado^  sino  casi  todo 
reducido  á  escombros.  Cuatro  o  cinco  casa9  par- 
ticulares délas  «as  sólidas,  .el  teniplQ  mayor,  y 
la  fortaleza,  y  eso  medio  deribado  y  desnudo  de 
toda  especie  de  ador^o^;  be  aqui  cuapto  restaba 
para  poder  reconocer  el  sitio  que  ocupó  la  ciu- 
dad, y  dar  testimonio  de  su  pasado  esplendor-  ^ 

*  1    XtréZy  Coñq.  del  »Pera,  ap,  Baroia,  Múm.W-  4)-  TS3LÍ  :     . 


•n 


LIBKO  lll. — CAPITULO  111.  401 

Tan  triste  espectáculo  Uend  de  desaliento  á  los 
conquistadores,  porque  hasta  los  reclutas  bisó- 
nos que  nunca  pisaron  antes  aquella  tierra,  ha- 
biiin  oido  contar  maravillas  de  los  tesoros  de 
Tumbez,  y  venían  muy  confiados  en  desquitarse 
con  ellos  de  las  pasadasi  iatiga¿.  Pero  el  oro 
del  Perú  era  semejante  á  una  sombra  engañosa, 
que  después  de  arrastrarles  tras  sí  por  entre  pe- 
ligros y  trabajos  inauditos,  se  desvanecía  en  el 
momento  que  trataban  de  echarle  mano. 

Despachó  Pizarro  una  corta  partida  de  tropas 
al  alcance  da  los  fugitivos,  la  que  después  de 
unas  ligeras  escaramuzas  hizo  prisioneros  algu- 
nos Indios,  y  quiso  la  suerte  que  entre  ellps  csl- 
yese  el  curaca  del  lugaif.  Llevado  á  presencia 
del  gefe  español  negó  haber  tenido  parte  algu- 
na en  el  recibimiento  h<dstil  que  hablan  hecho  á 
los  blaoeos,  víiadíendo  ^e  t^odo  era  obra,  de  al- 
gunos picaros  sin  su  noticia  ni  consentimiento, 
y  anadia  que  estaba  pronto  á  entregarlos  para 
que  fuesen  castigador,  si  se  conseguía  descu- 
brirlos. Atribuía  el  estado  de  ruina  en  que  se 
encontraba  la  ciudad  á  las  continuas  guerras  con 
las  belicosas  tribus,  de  Puna,  que  al  £Ln  hablan 
conseguido  apoderarse  de  la  ciuda.d  arrojando 

''Aunque  lo  del  templo  del    pintaras  y  ricos  m&tizes  de  colo- 
Sol  en  quien  ellos  adoran  era  eo-    res,  porque  los  hay  en  aquella 
sa  de  ver,  porque  tenia  grandes    tierra."     Relación  del  Primer, 
edificios,  y  todo  él  por  de  dentro    Descub.,  MS. 
y>  de  fuenv. pintado  de.gyaUdes..  .    ,      .  . 


40S  CX)«aUISTA  IWBL  PEKU. 

SUS  habitadores-  á  los  montes  y  selvas  vecinas, 
porque  el  Inca  cuya  causa  defendían,  estaba  de- 
masiado empeñado  e&4ns  propios  contiendas  pa- 
ra quie  pudiere  defenderlos  de  sus  enemigos. 

No  es  muy  seguro  que  Pizarro  diese  entero 
crédito  alas  escusas  del  cacique;  pero  supo  di- 
simular sus  sospechas  y  como  el  Indio  ofrecia 
dar  la  obediencia  por  sí  y  por  todos  sus  vasallos, 
el  ^general  español  se  confoT^mo  de  muy  buena 
gana  con  echarle  tierra  al  asunto.  Parece  que  en 
esta  ocasión  eonocio  por  primera  vez  toda  la  im- 
portancia de  ganarse  el  afecto  de  aquella  gente, 
cuyo  pais  se  habla  atrevido  á  invadir,  sin  parar  la 
consideración  em  los  obstáculos  casi  insupera- 
bles, que  debia  vencer.  Acaso  á  los  eseesos  de  su 
gente  en  los  primeros  pasos  de  la  espedicion^ 
se  debia  el  haber  perdido  la  confianza  de  los 
Tumbecinosy  el  que  estos  hubiesen  tratada  de. 
vengar  sus  ultrajes  con  aquella  perfidia. 

Asegurados  los  Indios  con  repetidas  prome- 
sas de  perdón  fueron  recesando  poco  á  poco 
al  campof^  y  ÍÍ2arix>  irat<í  de  iníormai'se  del  pa- 
radero de  los  Españoles^  que  habia  dejado  aquí 
en  su  prftííier  viáge;  pero  no  obtuvo  ninguna  res- 
puesta clara  y  satísfiíetoria.  Quiénes  decian 
que  habian  emfermado  y  muerto;  quiénes  que 
habian  perecido  en  las  guerras  con  los  dé  Punáf 
y  no  faltaban  otros  que  afirmasen  que  habian 
pagado  con  la  vida  las  libertades  que  se  habian^ 


LIBRO  ílí. — CAPITULO  III.  403 

tomado  con  las  mugeres  del  pais.  Aunque  era 
imposible  averigaar  la  verdad,  esta  ultima  supo- 
sición nb*  era^caso  ia  menos  fundada;  p^ro  eual- 
quiera  ^ue  fuese  la  causa  y  el  modo,  lo  cierto 
era  que  ambos  habían  perecido. 

Tan  funestas  noticias  acabaron  de  llenar  de 
tristeza  á  los  Españoles,  sin  que  fueran  parte  á 
disiparla  las  deslumbradoras  pinturas  que  lo$ 
Indios  hacian  de  las  riquezas  de  la  tierra,  y  del 
boato  y  manificencia  del  monarca  cuya  corte 
quedaba  allá  lejos  éntrelas  montañas.  Tampo» 
co  quisieron  dar  crédito  á  un  pedazo  de  papel 
que  un  Indio  habia  dado  á  Pizarro,  diciendo  ba« 
berlo  recibido  de  uno  de  los  Españoles  que  se 
quedaron  en  la  tierra»  y  en  el  cual  se  leian  estas 
palabras:  "los  que  á  esta  tierra  viniéredes,  sa- 
bed, que  hay  mas  oro  y  plata  en  ella  que  hierro 
en  Vizcaya."  Cuando  los  soldados  vieron  este 
papel  no  hicieron  mas  que  burlarse  de  aquella 
invención  de  su  comandante,  que  asi  trataba  de 
mantener  despieitas  sus  esperanzas  y  cebarles 
en  la  empresa.  * 

No  tardo  Pizarro  en  conocer  que  no  le  conve- 
nia prolongar  su  mansión  en  aquel  lugar,  porque 
el  descontento  pedia  ir  ganando  terreno  en  sus 

2    Para  lo  relativo  á  los  suce-  Relación    del   Primer.   Decub., 

soa  de  Tumbez,  véanse  Pedro  MS. — ^Herrerá,    Hist    General, 

Pizarro,  Descub.  y  Conq.,  MS.  dec.  4,  lib.  9.  cap.  1,  2.^-Xerez, 

^Oviedo,  Hist.  de  las  Indias,  Conq.  del  Perú,  ap.  Barcia,  toso. 

M8.,  Parte  3)  lib.  8,  cap.  1.—  III.  p,  185. 


404  CONQÜtSTA  DEL  PERÚ. 

filas,  sído  distraía  el  ánimo  de  su  ^ente  con 
nuevas  empresas  que  la  matituvieseUíBn^' conti- 
nua actividad.  A(as  antes  deseaba  con  ansia  ob- 
tener noticias  mas  circunstanciadas  que  las  que 
hasta  allí  habia  recibido  del  estado  que  guarda- 
ba entonces  el  imperio  peruano,  de  su  faerza,  de 
sus  recursos,  del  monarca  que  le  gobernaba,  y 
del  Itígar  en  que  se  encontraba  este  en  iquel 
momento.  Quería  también,  antes  de  decidirse  á 
penetrar  -en  el  territorio  enemigo,  elegir  algún 
lugar  pro|>io  para  fundar  un  pueblo  que  sirvie- 
se para  facilitar  la  comunicación  con  las  colo- 
nias, y  de  lugar  de  refugio  á  donde  acogerse  en 
caso  de  un  descalabro. 

Resolvió,  pues,  dejar  en  Tumbez  una  parte 
de  su  gente  y  los  soldados  enfermos  que  no  po" 
dian  salir  á  campaña,  y  con  el  resto  hacer  una 
entrada  i)ara  explotar  la  tierra  antes-  de  adop- 
'tái^iíih^iín  plan  de  operaciones.  Partít)  á  prin- 
cipios de  Mayo  de  1532,  y  emprendiendo  por  si 
mismo  el  reconocimiento  de  los  llanos,  despa- 
cho á  Hernando  de  Soto  con  un  corto  destaca- 
mento á  hacer  otro  tanto  por  las  sierras. 

Durante  la  marcha  cuido  de  que  se  observa- 
se la  mas  estricta  disciplina,  prohibiendo  á  sus 
soldados  toda  suerte  de  violencia,  y  castigando 
a  los  desobedientes  del  modo  mas  pronto  y  efí- 
ca?,-,^   lios  Indios  rara  vez  oponian  resistencia, 

3    "Mandó^el  gobernador  por  pregón  6  so  graves  peuas  que  no 


LIBRO  III. — CAPITULO    III.     '  405 

y  cuando  lo  Iiacian  costaba  poco  trabajo  redu- 
cirles, porque  Pizarrp  se  aplacaba  alas  prime- 
ras muestras  de  sumisión  y  no  pensaba  en  ven- 
garse. Con  esta  política  suave  y  liberal,  reco-* 
bro  en  breve  su.  buen  nombre  entre  los  habitan- 
tes del  pais,  y  consiguió  borrar  la  impresión  po- 
co favorable  que  Iiabia  producido  su  conducUi 
en  loa  principios  de  la  campaña.  Cuando  mar- 
chaba ppT  entre  la  multidud  de  pueblos  quejiak 
bia  en  los  llanos  entre  las  cordilleras  y  el  mar, 
los  vecinos  salian  á  recibirle  con  agasajo  y  le 
ofrecian  una  sencilla  hospitalidad^  procurándole 
buenos  alojamientos .  para  sus  tropas,  y  provi- 
siones abundantes,  que  tan  poco  cuestan  en  el 
productivo  suqlo  de  la  tierra  caliente.  En  todas 
partes  daba  á  entender  Pizarro  que  venia  en 
nombre  del  Vicario  de  Crista  en  la  tierra  y  del 
mona/cade  España,  y  exigia  á  los  habitantes 
qqe  les  prestasen  obedieAcia,  como  verdaderos 
hijos  f{e 'la  Iglesia  y  vasallo»  de  su  rey  y  señoril 
Y  como  aquella  ,^en te.  rústica  no  hacía  oposición 
á  upa  formula  de  que  no  entendía  una  sola  síla- 
ba, les  admitian  conu)  fíeles  vasallos  de  la  coro- 
na de  Castilla,  y  sus  señales  de  homenage,  o 
aquella  que  los  Conquistadores  interpretaban* 
por  tales,  las  asentaba  y  atestiguaba  en  toda 
forma  el  notario.  ♦ 

le  fue«e  hecha  fuerza  ni  descor-  Hist.  de  loa  Indias,  MS.,  Parte. 3» 

tcsia  é  que  se  les  hiciese  muy  lib.  8.  cap.  2. 

buen  tratamiento  por  los  Espa-  "  4    "É  xnandabalea'  notificar  6 

ñoles  6  sus  criados."    Oviedo,  dar  Éi  ortte»der  con  las  lerr^ia» «^ 


4ü6  CONQUISTA  DBL  perú. 

Después  de  gastar  tres  o  cuatro  semanas  cü 
el  reconocimiento,  vino  á  convenir  Pizarro  en 
que  el  sitio 'mas  aprdposito  para  su  nueva  colo- 
nia era  á  treinta  leguas  al  Sur  de  l^umbez  en  el 
hermoso  valle  dé  Tangaráíá,  ctuzado  por  va- 
ríos  ríos  qué  habrían  comunicación  coii  el  océa- 
no. Mandó,  pues,  que  viniesen  allí  en  los  ba- 
ques todos  los  que  se  habían  quedado  en  Tam- 
bez,  y  tan  luego  como  llegaron  se  emprendió 
con  todo  ardor  la  formación  *de  la  ciudad,  del 
modo  que  paireció '  más  coii Veniente  á  las  nece- 
sidáides  de  la  cüíotiia.  Lót  bosques  vecinos  die- 
ron madefa  en  abundancia  y  de  las  canteras  que 
hábia'  en  ellos  sacaron  la  piedra  que  neóésitaróii. 
Los  edificios  se  ibáii  levantaíido  poco  á  poco,  y 
algunos  de  ellos  se  distinguian  pot  su  i^ólidéz, 
ya  que  ño  por  su  elegancia.  Fuéton  los  primeros 
la  Iglesia,  la  alhdíidíga,  él  juagado  y  una  foiftále- 
za.  Sé  organizó  en  seguida  el  Cüetpo  ijiunieip^l 
•compuesto  "de  alcaldes,  fegidoresjy  los  demas^ 
empleados  dé  costumbre,  ttépartióée  él  téwitóíió 
adyacente  entre  lóá  vetíinds,'y^se  dírf  á  cada  Ui)0 

requerimiento  que  su  Magestad  los  regnos  de  CaatiUft  i  de  León; 

manda  que  se  les  haga  á  los  Iñ-  respondieron  que  asi  lo  querían 

dkM  para  Huelles  en  c«iu)ciuiie¿-  é  fainaa,  gaárduiífli  é  cni*{Üi« 

to  de  nuestra  Santa  ñ  eatólica,  y  rían  enteramente;  e  el  -Gobema' 

requiríén'doles  con  la  paz,  é  qué-  dor  los  recibió  por  tales  vasallof' 

Obedezcan  á  la  Iglesia  e  Aposto-  de  sus  líf  a^efiladw  pol*  wüb  pú- 

lica  de  Ronfa,  é  en  lo  temporal  blico  de  notarios/'    Ibid.,  M8., 

dto  \»  dbedieada  á  ta  Mfq^eétftd  ub!  stípra; 

é  ¿  lo^  Eij^s  BUS  éddéidt^éi  en  ' 


LIBRO  líl. — CAPITULO  llí.  407 

cierto  numero  dB  tndíos  páirai  que  íé  ájradaseii 
en  el  trabajo;  pórqáe  cotiio  dice  el  sébréfetió 
dé  Kzarro,  '^siendo  iiidudílblé  que  I6S  Vecinos 
no  podían  sostenerse  sin  los'  servicios  ^é  Ibá  tía-* 
turale^,  los  religioso^  y  los  oíiéiales  de  la  espe- 
diciótí  convinieron  en  qae  el  i^epattimieiito  de 
los  Indtós  seria  de  macha  servicio  para  ía  pro- 
pagación de  la  fe  y  mtiy  provechoso  para'  sas 
almas,  porque  asi  se  les  instruía  msÉs  fácilmen- 
te en  la  verdadera  religión.**  *  '    ' 

Tomadas  estas  disposiciones,  en  que  sé  aten- 
día con  tanta  escrupulosidad  al  bien  espiritual 
de  aquellos  ciegos  gentiles,  dio  Pizarro  á  su  na- 
ciente población  el  nombre  de  feañ  Migiiél,  én 
agradecimiento  de  lós  servicios  que  le  hábiái 
prestado  el  santo  eii  sus  batallas  contr^á  los  de 
Puna.  Con  el  tiempo  se  échcí  de  ver  que  el  si- 
tio én  que  se  fundo  la  ciudad  era  ihüy  malsano, 
y  asi  ñié  trasladada  á  las  orillas  del  héi'mosó  rio 
de  Hura.  La  ciudad  tiene  toda Viai  alguna  faina 
por  sus  íSbricás  auii^üe  lia  pelrdidb  itiüéUci^  de 

5    Pedro  Pizarro, .  Descub.  y  *  oír  asi  al  s^rricio  de  Dios,, i  faícKii 

Conq.,  MS. — Conq.  i  Pob.  del  de  los  Naturales,  el  Gobernador 

Pira,  MB, — Cieza  dé  L«€m,  Gt6*  depositó  ks  Caeiqnes,  i  ládios  én 

nica,  cap,  55>~RcIacion  del  Prí-  los  Veciaos-de  este  Pueblo^  por* 

mer.  Descub.,  MS.  que  los  aiudasen  a  sostener,  i  los 

''Pérqtie  Ids  Te<£boB  sía  aiüdá;  C&iítiftáds  lés 'doeinAásbei)  en 

í  servicios  de  los  Naturales  no  se  nuestra  Santa  Fé,  conforme  á 

pedian  soiteoer,  ni  pdblané  e&  los  l)Iaiidámiebtoe  de  su  JUtigéfe- 

PiwUd. iV  ésta  cftiiMé  «ea  t8d.''X«res»Caiq.  del  Peni,  )í^.  . 

«eiieido«ia«lSe|ígi08d,ydiild»  Borcti,  «tai.  IH.^  ü^     ' 
Oftcialéy,  que  M' pueéi^  c(mTe- 


408  CONQUISTA  DEL  PERÍJ- 

SU  antigua  importancia;  pero  el.noípbre  de  San 
Miguel,  que  conserva  hasta  el  dia>., recuerda  la 
fundación  de  la  priniera  colonia  europea  en  el 
imperio  de  los  Incas. 

Antes  de  saUr  de  la  nueva  población,  hizo  Pí- 
zarro  que  todos^los  adornos  de  oro  y  plata  que 
hasta  allí  se  habían  cojido,  se  fundiesen  para  sa- 
car el  quinto  de  la  corona.  El  resto  pertenecia 
á  las  tropas;  pero  consiguió  de  ellas  que  lo  ce-^ 
diesen  por  aquella  vez,  asegurándoles  que  les 
pagarla  de  los  prinieros  despojos  quehubiese^  ^ 
y  con  estos  caudales  y  otras  varías  cosas  que 
habla  cogido  en  la  campaña,  despachó  los  buques 
á  Panamá.  El  bsiber  conseguido  que  sus  solda- 
dos renunciasen  un  presente  seguro  por  un  por- 
venir dudoso^  es  una  ^prueba  de  que  la  antigua 
inclinación  á  las  aventuras  habia  vuelto  á  rena- 
cer en  ellos  con  nuevo  vigor,  y  de  que  tenían 
como  antes,  una  ciega  confíapz^  de  que  el  éxito 
eorresponderia  á  sus  esfuerzos* 

En  el  pasado  reconocimiento  habia  recojido 
el  gefe  español  muchas  noticias  importantes  so- 
Ifre  el  verdadero  estado  del  imperio.  Había 
averiguado  el  'deseaíace  de  la  contienda  entre  íos^ 
dos  hermfano's  Incas,  y  sabido  qtie  el  vencedor 
e&taba  acampado  con  sü  ejército  tan  solo  á  diez 

6  '^E  Racado  el  -quinto  para  prestado  de  los  compañeros  pa- 
ra Majestad,  lo  restante  que  per-  ra  se  lo  pagar  del  primer  oro  que 
teóeció  al  Ejéif Un  'd«  la  Con-  se tobiese."  Oviedo,  ^I»t.- délas, 
quista,  fli  Gobernador  le  tomó  India»,  M8.,  Parte  3»  iib,  B,ic.  9/ 


LlB¿0  ni. — CAPITULO  III.  400 

o  doce  jornadas  de  Sáii  Miguel.  Láis  relacioné^ 
qué  le  llegaban  de  la  opulencia  y  poder  de  aqiiel 
inónárcay  y  de  su  riiaghíflcá  capital  del  Sur,  cór- 
fésporidíán  perféclaménté  á  los  ruráóres  sueltoíj 
qiie  antes  habían  ílegfado  ásus  oídos,  "y  eran  por 
cbnéíguíénte  muy  própiáá  para  despertar  lá  co- 
dicia de  los  aventureros;  pero  también  para  re- 
bajar ün  poco  su  confianza. 

En  aquélla  situación  lé  hubiera  venido  perfec- 
támehte  a  Pízáf ró  cuq:lqtiíer  refuerzo  por  insig- 
nificante qdé  ftiésé,  y  para  dar  lugar  á  qué  lléga- 
se retárdd  su  píírtid-a  algunas  semanas.    Pero 
lo^  iéfaétioB  rto  llegal)&ii,  y  como  tampoco  reci- 
bía noticia  ninguna  de  sus  asociados,  pens¿  y  con 
Justicia,  qoe  seria  más*  {^eligh)!^  1^  dilación  que 
la  itaárchá,  porque  dqüeltá  iháécion  fomentaría 
el  descontento,  y  él  bWo  y  fueria  d^l  soldado  lib 
p^'dHaií  reéi^tir  á  Iñí  influencia  del  élimá.    Po* 
Mró  lado  ño  contaba  én  sus  filas  áifriba  dé.  áo^ 
ciéritós  hombres,  después  dé  dejar  cincuenta  pa- 
ra sé^aridad  dé  t^  nueva  colonia,  y  era  í  la  ver- 
dad una  fuerza  bien  reducida  para  átirévérsé  á 
emprender  con  ella  la  éón()ttistá  de  ün  imperio. 
N6  halbiá  duda  dé  qde  en  ve^  dé  enc£íminarse  dí- 
te etam^nte  á  donde  isre  hallaba  él  Inca,  podía  in- 
clinarse hicid  el  Síir  y  marchar  axi  derechura 
sobré  istt  opulenta  c$ipital;  pero  cdn  esto,  solo  con- 
seguiría  retardar  un  poc(í  el  de^¿lace,  porque 
i  á  que  jpuntó  del  imperio  podrís^  dirijiírsc  ífék  frc|. 
I.  ^       37 


410  CONQUISTA  DEL  PERÚ. 

le  alcanzase  el  b^azo  poderoso  del  monarcnt 
Ademas,  adoptando  este  partido  dejaba  trasla- 
cir  la  desconfianza  en  sns  propias  fuerzas»  y  re- 
bajaba el  aUp  concepto  de  invencible,  que  hasta 
alli  babia  tratado  de  ganarse  entre  los  habitan- 
tes, y  que  había  sido  el  secreto  de  todo  m  poder, 
haciendo  mas  impresión  en  los  espíritus  que  la 
multitud  de  combatientes  y  la  fuerza  física  por 
sí  sola.  Y  el  peor  resultado  de  semejante  de- 
terminación,, seria  disminuir  la  confianza  de  las 
tropas  en  si  mismas  y  en  su  caudillo,  lo  que  se* 
ria  la  muerte  de  la  empresa.  Por  lo  mismo  aquel 
partido  debia  ser  deseclitido,  para  no  pensar 
mas  en  él. 

.Pero  si  bien  Pizarro  se  decidió  á  marchar  al 
inferior,  no  es  muy  StCguro  que  ya  llevase  me- 
ditado lo  que  debia  hacer  después.  Con  el  lar- 
go tiempo 'qup  ha  traacpnrido  desde  estoft.  suce- 
sos, ya  no  tenemos  otra  regla  que  sus  hechos 
para  poder  juzgax>  de  sus  designios.  Por  des- 
gracia no  sabia  escribir,  y  no  ba  dejado  afxuntes, 
como  lo$  preciosos  Comentarios  de  Cortés,  que 
.nos  espliquen  los  motivos  de  sus  acciones.  So 
secretario  y  algunos  de  sus  compañeros  de  ar- 
mas, refieren  estas  menudamente;  pero  no  eran 
]as  mas  yece^  tan  capaces  de  comprender  é  in- 
dicar el  móvil  de  ella  como  pudiera  haberlo  he- 
cho el  conquistador  mismo. 

'  PrUdo^eri  que-f;!  gefa  español  revolviese  en 


LIBRO  III. — CAPITULO   III.  411 

súmente,  quizá  desde  que  estuvo  en  San  Mi- 
guel,, la  idea  de  dar  un  paso  atrevido,  un  golpe 
de  mano,  que  semejante  al  de  Cortés  cuando  se 
UevQ  á  sus  cuarteles  el  monarca  azteca,  infun- 
diese terror  en  lo^  ánimos  del  pueblo  y  decidie- 
se de  jana  vez  la  suerte  de  la  jornada.  Pero  es 
mas  jirobable  qne  solo  pensaba  por  entonces  en 
presentarse  ante  el  Inca  como  representante 
pacifico  de  oüro  monarca,  y  por  medio  de  estas.- 
demostraciones  de  amistad,  aplacar  su  crflera  y 
aun  disipar  sos-sospechas.  Una  vez  entabladas 
las  relaciones  con  el  príncipe,  los  sucesos  pos- 
teriores irían  indicando  el  camino  que  deberían 
seguirse. 

*  Fox  fin,  él  2á  de  Setiempre  de  1532,  á  los  cin- 
co meses  de  8.u  desembarco  . en  Tnmbez,  salid. 
Pissarro  de  .San  Miguel  al  frente  de  su  pdquéño 
escuadrón  de  aventureros,  dejando  muy  encar- 
gado á  los  vecinos  que  tratasen  con  humanidad 
á  los  lodipa  que  tenian  encomendados,  y  que  se. 
nmnfrja^eii  de  modo  que  ganasen  la  voluntad  de 
Iqs  b^bitaptes  de  los  alrededores,  pues  se  inte- 
resaba, en  pilo  su  propia  conservación,  la  segu- 
ridad del  ejército,  y  el  buen  resultado  de  k  es-» 
pedición.  ,  En  la  ciíudad  quedaron  el  tesorero,  el 
veedor  y  otros  oíitiales  reales,  y  el  mando  de  la 
guarniciojí  ae  dio  al  contador  Antonio  Navar- 
VQ  '^   .Tomadas  estas  disposiciones  se  puso  el 

7     Xerez,  Coiiq.  del"Pcm,  ap.  Baicia,  tcm.  III.  p.  187.--redro 


412  CONQUISTA  D£L   ÍKllü     ' 

atrevido  capitán  á  lu  c^ibeza  ^le  $ú$  tropas,  7 
comenzó  ¿internarse,  encaminándose háciat  el  lu- 
gar eii  donde,  se^in  informes,  tenia  sus  ifeaiefiel 
Itlca.     ¡Atrevido  era  en  verdad  el  petietrár  dé 
ese  moéo  con  tin  imñado  de  hotnbres  hasta  ú 
cora^son  de  nií  pod«ro^  imperio,  parsi  presen- 
tarse cara  á  cata  stnte  el  momafc^'  r¿dio  en  su 
pi^io  campos  y  rodeado  ife  la  flor  de  stó  cjér» 
cito»  vietofiosos!     Ya  Pizarro  había  edperiment* 
tado'por  sí  mismo,  y  ifaas  de  una  ves^,  la  dificml- 
tad  de  resistir  ¿  las  tribds  bérbaras*  del  lierte, 
tan  inferiores  en  fortaleasa  y  en  mimería  6  Iñt 
agaerñáíís  legiones  del  Pen^  pero   oomv  yu- 
otras  veces  he  dicho,  mientras  mas  se  arrievg:»- 
ba  en  el  jaegb,  mayor  atrMtiTO  tétíla  páwlos 
Etipañoles.    Los  triunfos  que  aleomasdron  otrov 
ci^mpatriotas'  suyos-  éri  dcetoii^s>  ñ^(kt$é¡avtWff 
con  mediosT:  al  parecer  tan  despropbmoiwdosv 
les  inspiraban  »nn  eoiifianasaUiíQÍtadnren  ácvMie^ 
na'  estpella;  y:  eita  cotifiansa  teiíia  ya  péoú  pitr* 
te  en  él  érito.    gr  hufbíes«q  vabHifdid'  xinmimttín- 
to^  si  se  hubiesen  d^^nido  á  ealéular  Ids  fMrcibti- 
Intidades,  b!aJ»r¡an  smeumbido'  »m  rétnodíoi  píO^ 
que  la  sana  razón  era  incapaK  d^  h)KMr  tétút^  t^ 
ivquellas  dificultadas  qué  mío  pdidla  diav  pot 
veneidus  el  espíritu  de  un  caball^río  áíídg;nte.    ^ 
Después  de  cruzarlas  mansas  agUflsrd^étPioi^' 
sigaio  avanzando  el  pequeño  escuadran  fór  ún» 

PizíiiTo,  Descub.  y  Conq.,  BIS.— avicJo.  Ukt,  ^  toltíta^,  MS., 
Parte  3,  Ubi  8,  cap.  10, 


LIBRO  lU. — CAPÍTULO  IH.  4lí9 

tierra  llana  cortada  á  cada  paso  par  los  riaebne- 
ios  que  baj^biiQ  de  la&  «i^ntarias  vecinas.    Todo 
el  país  estaba  cubierto  de  bosques  de  árboles 
gigantescos  é  interrampidos  de  coaado  en  cvlw^ 
do  por  hileras  de  colinas  estériles,  que  papfecian. 
ramales  de  los  Andes  y  armaban  entre  si  peqja«- 
ños  valles  aislados  de  siía^lar  bellesa*    SI  si^e* 
lo,  aunque  refrescado  rara  ve^  por  las  aguas  del 
cielo,  era  mitural mente  iiBrtil,  y  se  ver^tia/de  rica 
verdura  donde  quiera  que  había  atgusa  biunte- 
dad,  como  en  las  márgenes  de  los  ríos-    La  in- 
dustria de  los  habitantes  habí^  sabido  sacar  é» 
aquellas  aguas  todo  el  piartida posible,  y  potf  don- 
de quiera  cruzaban  ace(|uiai$ y  canales,  formando 
una  inn^énsa  red  que  cimbria  los  llanos  y  todo  lo 
fertilizaba  y  embelleciaj^r  Los  suaves  peri\»ni4»» 
de  las  fiares,  embalsamibaii  el  aaréV  y  por  é^il- 
quier  lado  se  recreaba  h  vista  en  deliciosos  v«r-: 
geles  cargados  de  frutos' deseonooidosv  y  edlmpos 
cubiertos  de  las  iafinil^^  espeoiesi  de  plofitaü^ 
que  crecen  et>  el'ardíenteleliiiiitdeleciittdós,  ydr 
nnadurás  mieses  que  agHM>a< el  más  ligero  soplo 
del  viento.    Los  EspaScAes  m  esoonMalnusí  eat 
un  país  doode  laagríonltara  había h^^ebonmyo- 
res  progresQS  que.  en  nj^gitno  de  Ids  dedeübiev^ 
tos  l)asta  entofteeseala'AAtkénoavy  ettatidoúban. 
caminando  por  este  nuevo  paraíso,  su  condición 
presente  formaba  uni^radabie  contrasto  eou lo- 
que antes  habían  padecido  en  los  horribles  dtr- 
siertós   délos  nlanglares. 

h-    ■ 


414  CONQUISTA  'I5eL  PERÚ. 

Agregúese  é  esto  que  |)or  todas  partes  les  da- 
ban íranea  hospitalidad  aquellas  sencillas  gentes, 
lo  que  sin  duda  era  debido  en  sii  mayor  parte  á 
la  moderación  con  que  se  conducian  los  Españo* 
les.  Estos  parecian  persuadidos  de  que  solo 
ganando  la  voluntad  de  los  habitantes  podiar  sa- 
lir con  bien  de  un  empeño  fen  que  tan  sin  reflexión 
lo  hablan  arriesgado  todo.  En  las  mas  de  las 
aldeas,  y  en  tddos  los  lugares  de  nlguna  con- 
sideración, se  veia  una  fortaleza  ó  Tambo  desti- 
nado para^  alojar  al  Inca  en  suiá  caminatas,  en 
cuyas  espaciosas  estancias  se  acomodaban  desa- 
hogadamente los  Españoles,  quienes  se  fueron 
alojando  de  este  modo  por  todo  el  camino  á  cos- 
ta del  mi$mo  gobierno  que  se  preparaban  á  der- 
ribat^;-^--  •;  ■'>'■'  -  ■    ^  ■<-  •     •  #^ 

Al  quinto  dia  de  la  s£Uid(a  ¿e  San  SÍíguel,"liízo 
alto  Piíarro  en  uno  de 'estos  deliciosos  valles, 
par^'dar  algún  descanso.  4  sus  tropas  y  revistar- 
las connias^detem^iento.:'  No  pasaban  por  jun- 
to 4^  ciento  ^séténtaii^  siete  hombres,  de  los  que 
sesentay  fidete  iban  >á  caballo.  Solo  contaba  con 
tres  arcabuceros  en  todo  su  escuadrón,  y  unos 
cuantos  ballesteros,  qpeientre  todos  no  eran  mas 
de  veinte.'^  La  trop*  estaba  en  buen  estado  y 
ba^tantéibien  equipada;  pero  el  ojo  perspicaz  de 

6Í    Oviedo,' Hist.  dé  las  Indias,  Relación  del   Primer    Desjpub., 

Mé;,  liártela,  Kb,  8,  caj>.  4.-^  'MS. 

Nahurro,  Jlelac  Suiuaria,  MS.¿  ,9    Eii  el  número  de  gente  que 

— Couq.  i  Pob.  dol  Piru,  MS.-;-  llevaba  Pizarro,  no  diícrepanlos 


LIBRO   III. — CAPITULO  IIL  415 

SU  gefe  advirtió  con  inquietud,  que  apesai-  de 
lo  empeñados  que  parecian  todos  en  el  asunto, 
habia  algunos  en  cuyo  rostro  se  retrataba  el  des- 
contento, y  que  si  bien  no  se  atrevían  á  manifes- 
tarlo abiertamente,  estaban  muy  distantes  de 
marchar  con  el  entusiasmo  de  costumbre.  Co- 
nociá  que  si  este  mal  llegaba  á  declararse  con- 
tagioso, daría  en  tierra  con  su  empresa,  y  le  pa-' 
recia  mejor  extirpar  de  una  vez  la  gangrena  á 
cualquier  costa,  antes  que  llegase  á  inficionar 
todo  el  cuerpo,  y  por  lo  mismo  adopto  un  par- 
tido desesperado. 

Oónvocó  á  todos  sus  soldados  y  lee  dijo,  que 
las  cosas  se  acercaban  á  una  crisis  en  que  iban 
á  necesitar  de  todo  su  valor,  y  por  lo  tanto  que 
no  queria  ver  marchar  en  la  espedicion  á  nin- 
guno que  no  ftiese  con  toda  su^  voluntad  y  que 
dudase  un  punto  del  buen  éxito;  que  si  alguno 
se  arrepentía  de  haber  tomado  parte  en  ella,  to- 
davía no  era  tarde  para  que  pudiera  volverse;  .. 
que  la  guarnición  de  San  Miguel  era  muy  corta, 
y  que  celebrarla  verla  reforzada.  Los  que  de- 
seasen regresar  á  aquel  lugar,  podian,  pues,  ha- 
cerlo, y  él  les  ofrecía  darles  tierras  é  Indios,  lo 

autores  tanto  como  acostumbran.  Pera,  ap.   Barcia;  tom.  III.  p. 

A  la  verdad  «ra  tan  poca,  que  no  187,)  á  quien  también  siguieron 

cabia  mucha  diferencia,  pues  no  Oviedo,  (Hist.  de  las  Indias,  MS., 

hay  quien  la  haga,  subir  á  dos-  Parte  3,  lib.  1,  cap.  3,)  y  el  crí- 

cieutos  hombres.  Yo  he  seguido  tico  Herrera  (Hist.  Generalf  dec. 

al  secretario  Xerez,  (Conq.  del  5,  lib.  1,  cap,  2.) 


416  •  CONQUISTA  DEL  PBRU. 

mismo  que  á  los  demus  vecinos,  y  con  loa  que 
le  quedasen  y  quisiesen  participar  de  su  suerte, 
pocos  o  muchos,  llevaría  él  á  cabo  su  comenza- 
da empresa. '® 

Era  esta  en  verdad  unji  proposición  bien  aven- 
turada en  un  gefe  que  ignoraba  hasta  que  grado 
habría  minado  sus  filas  el  descontento,  y  cuyas 
íUerzas  eran  ya  bastante  desproporcionadas  á 
la  empresa  que  acometía,  para  que  pudiera  des- 
hacerse de  un  solo  hombre  sin  comprometer  su 
dcguridad;     Quiso  sin  embargo,  no  splo  dejar- 
los en  libertad,  si  no  hasta  quitará  los  descon- 
tentos el  temor  de  la  infamia,  que  tal  vez  pudie- 
ra detenerlos,  y  procurarles  un  preteaío  plausi- 
ble para  abandonar  el  campo,  ponderando  la 
falta  de  geute  que  liabia  en  la  colonia  de  San 
MigueL'    Mas  apesar  del  camino  qiie  les  abría, 
l>ubo  tan  solo  nueve,,  cinco  de  á  caballo.y  cuatro 
de  á  pié;,  que  quisieron  aprovecharse  del  permi- 
so del  general.    Los  demas<  declararon  en  alt¿i 
voz  que  estabanprontos  á  seguir  á  su  valiente 
caudillo,  y  sí  algunos  lo  hicieron  de  mala  gana, 
¿lo  mefios  perdieron  el  derecho  de  qiiejarse 
de^pueSf  ya  que  voluntariamente  habían  renon- 

10    "Q^ae  todos  los  qtte  qui-  con  I09  .otros  vedaos;  6  que  con 

sieseiir  volverse  á  la  ciudad  de  los  Españoles  qu€  quedMcn,  po- 

San  Mi^^uel  y  aveciudars&  alli  C03  6  muclios»  iría  á  conquistaré 

demás  de  les  vecinos  que  aUí  que  pacifícar.  la  tierra,  en  demanda  y 

dabap  el  Iqs  depositaria  repartí-  persecución  dol  camino  que  lie- 

mientos  de  Indios  conque  ue  sos-  vaba."    Oviedo,  Hist.  da  las  la- 

tuvieson  como  lo  habia  hecho  diat^,  MS.,  Parte  3,  lib.  8,  cap.  3- 


LIBRO  III. — CAPITÜCOIII.  417 

etiídio  fel  iiermtsb  ^e  les  ddhan'dér  volverse.  ** 
Este  rasgo  dé  poiftíea' del  astuto  ca^tdti  (trodtr- 
jo  el  niejor  efefeto.  As!  af  raneó  de  rais  las  se- 
milla» del  deseonteiito,*  quo  si^iiibieseh  quedaf^ 
de  abahdomdas  a  si  fAisnias^  abrían  ido  ere* 
skííMorea  ike^reto  y  tñ  fin  hobienm  proddeido 
QÉa  rebfelíoii.  Cortés  forzó  á  sus  soldadas  á  se^^ 
gmfU  en  áa^etai^edasiñr  vaciiar,  qoemándo  sn'^ 
ulives  y  qfiitáfodiAes  todé  ihéláio  de  fetivida; 
Finaarro  |9Dr  el  eolitrario  abrió  las  pheHas  á  los 
deseontentos  f  AicflHó  su(  partidla.  iAsnbbs  j«ri^ 
gáifón  bire^  ségari  las  diversas  eireánstántias  en 
qae  se  eiieoatrabáh>'y  íMibos  reclbieroft  él  pre^ 
mió  de  sit  sagaéidádv 

Rtffcdstwido  ihas  bíení  qire  debilitadb  ebff  es<¿ 
tá^^  pérdida,' ¿bntiivtkóPi^ano' SU' eaihino' y  at  se* 
sméoáia  dio  vtstaf  é  WApnétíté  llagado  Xafá^; 
sitliaiJb'  en  un  frondoso  vaHe  entrd  nfontailasi 
Vmi  fétBé  de  loit  YfiMtsútéé  hdbto  sido  Hevkdst 
á' engrosar  lasrñlari  de  l0s  ejéreifbs  de  AMidatt^ 
pa/ y  ya- antes  dudante  su  tifavesin  hablan^  tenr* 
oeasiod  los  fispañotei^  de  advertir  hts  vejaciones 
qtie  el  Idea  habiir  beel^  sufriré  su  j^ebio,  purés 
dbjc^  cM  d^iípobtKdds^  ai^fiHKk  valfds  para  agré'^ 
^]ftg^^rte'á'i^tt8  6jérdit^3¿  jBl  éufaéá  del  püe^ 
U'^redbió  de  paá  á  Piiáírío,  y  lttstto|ííis  ik  aío^ 
jítAn  <iG¥fltf  ^íetftplre  éiViüilb  dé  los  fón/to^ú^tote^ 

11    Ibid.,  lftS.;lioeí.  cit'— ]||er-    cap.  2.--^Xel?cz;  Coüif;  dé\  Mu^ 
1t^)téí  Hiír.  Généíal,  déc.  5,  lib.  1,    ap.  Barcia,^ toxn.  líl.  p.  ÍB7> 


418  CONQUISTA  DEL  PERÚ. 

peáerias  reales  que  se  encontralmn  en  todos  los 
lugares  de. alguna. coQSideracíon.  ^^ 

Petó  aunque  ya  &e  babiá  pasado  mas  tiempa 
del  qae  al  priocij)ib  se  creyó  necesario  para  He* 
gar  al  campo  teal,  tos  EspaíÍDles  no  advertían 
señales  de  sii  eereariia.  Al  llegar  á  Zaran  dije- 
ron á  Pizarra  que  Jen  an  lugar  vecino ;  llamado 
Gata«i  habia  una  guarnición  de  Atahúallpa.  Des- 
pa^dral  ptinto  allá  á  Hernando  dé  Soto xon  al- 
gunos soldado  Si  para  que  veriiicase  un  reoono- 
cámieiitó«y.Ie  .trajese;  noticias  del  aspedto  que 
presentaban:  las. cosas,  y  en  el  ejitretanto^élle 
aguardaría  en^  Zaran»  Dia  á  día  se  paso'  tkam  se- 
mana sin  recibir  noticias  del'  destacamento,  y 
ya  s¥i(tardl^n7jiiiin^ptrab£|  ae^ios.temores  á  Piaar- 
rof  tíuandoá.ia  mañana  deí;  octavo  dia  vid  venir 
^  Heifüando  de  Soto,  trayeadíx  consigo  to  men- 
sagero 4el  Iftea.  Era  este  personade  calidad  y 
tafaia  sti  íiíorre^pQrtdiente  comitiva.  Habia  en-» 
cbntrádo  á  los  Bspsiñoles^énlGaxsis,  y  venia  aho- 
ra^ cdn  ellos  á  traer  la  embajada  de  su  soberano 
y  un  présente  para  ^1  ca^itaii  españóL  Se  com- 
ponia  este  de  do^.Va^os  <Je  piedfa  te  forfna  de 
fortajessa»  yaria/s't^Iasifd^  algodón  bor<kdas  de 
oro  yíplatayy.undiporcion  ,d^  pato»  secos  pre- 
parados de  ua  niodo  partiéular,  quef  usaban  ma- 
cho'($omo  sahumerio  los  nobles  «leí;  Petó.  ^^.  Ve- 

t'Conq*  r  Pob.  del   Pira»        13    ''Dos  Fortalezas,  á  mane- 
->    I  ":  ;  ....      ra  de  Fnente¿  figuradas  en  Pie- 


/ 
LIBRO  ni.— fCAFlíTOLO  HI.  41*9 

i  tombifga  encargado  ppr.sn  scMloruJe  felij^itsu. 
os  estrangerps  y  darleii  la  bienvfti^fda^  convi:* 
ndolos  á  visitarle  en  supampo  que  .tema  a|ei)r' 
do  eiitre  las  montañas.  ?^  .       í ,    -     -    S 

Muy  bien,  conoció  Pi^arro  que  ;«l,pbjeta  4^1 
ica  en  aqnel.tnensage,  jqo  era.tantp. eí  ejiínipU^; 
tentarle,  como  jcl,  informarse 4eria.í\ier,zi^  YJ^" 
tirsos  de  los  inya^sores;  pero,se.dio  j¡)Qr  fiatisfe- 
lio  de  la  embajada  y  fingití  no.penetiar  ^i^^ver-» 
adero  objeto.  Obsequia  al  enviado  del  ij^ejor 
nodo  que  permitían  las  ciücanstapcias,  y  Ip  ,tf^7 
ó,. dice  uno  de.  los  .Conquis^tadoreff.co^eLxjeS'; 
leto  debido  al  em^bajador  de  tan  -gran  monar- 
ca. **    Pizarro  le  instaba  para  que,  perm^nepi^- 

ira,  ^n  <{üe  lietu»  y  dng  ■  carga»  ÁMñde  tfae  vitúk  «argado  éóní  un 

de  Patos, fiecos,. desollados,  para  .  lico  presente  de  toda  es^fcj^  fl^^ 

que    hechos  polvos,  se  sahume  caza,  viva  y  muerta,  vasos  de 

con  eU^s,  poíqtie'  asi  se  «m  ¡en-  &o  y  'de'  pkta^  esnieraMiw,  túp^ 

tre  los  Señoreando  su.  Tierra:  ^  ..4]U4^as,- 4^.^  d^e.,  cajpa^Q  de  dar 

que  le  enviaba  á  decir,  que  ¿1  materia  para  el  mfls  lindo  capitn- 

ttenfe  vohintail  de  aer  sn  Aihigi>,  ^  Ib  der  fas  Noches  jirabes.*  (<;om. 

i  esperaUe  de.  Paz  en  Ca2(aroal-,  ^^,  Pute^^Uh.  üt^cap.  ^9).  ¥s 

ra."  Xercz,  Conq.  del  Pern,  ap.  eí»traño  que  ninguno  de  los  Con- 

Barcie,  tora.  III.  p.  189.              ^  quistadpres,  y  eso  qno  eran  ba«; 

14    Pedro  Pizarro,  Descub.  y  tj»nte  aficionados  á  estas  golosi- 

Conq.,  MS. — Oviedo,  Hist.  de  ñas,  hable  una  palabra  d$  ellas. 

las  Indias,  MS.,  Parte  3,  lib.  8,  No  puede  menos  sino  que  el  "tí»  ■ 

cap.   3.^Relacion  del  Primer,  tiejo"  se  propnso  divertirse  á 

Descub.,  MS.  — Xerez,    Conq.  co«ta  de  su  sobrino,  y  al  mismo 

del  Perú,  ap.  Barcia,  tom.  III.  p.  t&mpo  á  costa  de  la.  mayor  par- 

189.  t^  de  sus  lectores,  que  admiten 

Garcilaso  de.  la  Vega  cuenta  loa  cuentoa  dori^dos  del  Inca  eoi 

que  el  enviado  de  Atahuallpa  ha-  mo  he'thos  histéricos  indudables.. 

bló  al  ¿efe  español  en  tono  hu-  ^  15  .  **l  mandó,  que  le'  dijpseA 

miWe  y  snpücante,  como  á,  hyp.  4q  eomer.  á  jt},  Á  á  Jps  qii.e-  con 

del  Sol  y  del  grnn   Viracocha,  él  venían,  í  todo  lo  que  huvíesen 


§€ééúh%  EVpíñblbH  itiíñiésíámi  pero  sé  tié^o 
á  ^rtí^  él  íüñió,  f  sé  cbiitétitb'  ¿oh  d|)i-ov^char 
hím  él  mhíf^i  HtíBIpJtmóMÁñiús  inforñies  pu- 
do sobre  el  uso  y  destítící  ¿é  éúáYqulér  dfa$etd 
¿ihráíád  qtte HaMábá  stí&téneídtí;  sdbl'é él  fiti que 
niéVinbUfh  híÁ  híkúéüs'  en  sti  teñida  á  áqueHá  re- 
gfdif,  f  m¡ié  ío'é  pmífeff  dé  afondé  fénian. 

ÉÍ  cáp«ari  éápiTóbl  tbiiiéiiió  áü  ¿tiriÓsidad  eá 
fda&á  ésléV  fíKtíWál  Eá  dé  advertir  qtfe  pítráco- 
mítíédréb  iitítí  loé  iúditíé  sé  vWtian  (í¿  los  doá  jo- 
Vétíeü  ^e  Sé  Itev^áí^ñ  édnsi^  Ic^  Ciístéllattos  i 
íá  \hiiaft*  de  kü^kiíteiiót  és^fedícioíi.  Kíarfo  los' 
IHeVrf  ISaálá  Eájíiíñá^,  y  cótííd  piisb  grdú&é  empe- 
ñó éfü  éHsléithflej  la!  I^ngaa'  ^st'éllatíá,  pudiéróii 
servir  ahora  de  intérpretes  y  facilitaron  el  trato 
¿bt\m  tfíntórtíféé.  Sil*  servicios  mértíií  ié  ¿rán- 
disima  atilidad,  y  láNpcvyiaion  del  gefe  espaííol 
^iftéaí  «ihplilm^íit^réftotój^^^^ 

Al  tiempo  de  partir /el .  eaviaidó,  le  regalo  Pi- 
ikM  fltf  ¿dft-6  ñépüñó  enéttíhadtf,  vrfríáásáttósí 

ÍSAMS,  t%c8e^  bien'aj^bsen-  bien  e*n  tóW  los  nák&iíef  de 

t^oj;  c¿^''ÉÍnl3iÍ¿J¿re8  dé  An  íá  tierra/'  (ílTeíacion  deí  Primer. 

'(^rá^  ÉhM:;\  pmdM^.  ^  péB¿uK  m.y  Máieitoiio  W, 

Nni;  1^  ¿Ü^chÍ)  ¿iítp'.  199^1  taba  á  evitar  qile  iucAnieien  fi 

¿Smiái  itaiy  bíéii  ¿oSUím  «m  biei  ri<ficürá¿.    Praetfa  de 

^&íoW,^t^Ítu^m¿íú^^  «floeá  que  éi  tiééréítiS  deFi- 

iSitíSóiliSioéiiX  ¿k  éidescví-  zarro  confunde  constantemdtite 

máBSÁoáé  tíímk  tí^tf>¡tr¿  Sí  noi^b»  iíl  ÚA  c8Íí  ét  d«  stt 

£¿ií^(l^iMíS¡Mim^fhít^  caj^ital.   A  Htk^ná' CápSi  0am 

flSgtyb  Üiáftft,  y  fó/^íeáiañ  ahí,  «einpr'e  ''Cuzco  éí  viejón'  y  jf 'si 

it^l28'q&lel  Al  AtUm  M\  iSíó  Únmí.  «'Cazco  ef  ¿(Ico:' 


LIBRÓ  líl.— capítulo  III.  42Í 

y  cuentas  de  vidrio,  vistosas  y  de  poco  precio, 
otras  bagntelas  qne  había  traído  espresamen- 
i  de  Castilla.  Encargó'le  dijese  á  su  Señor  que 
>s  Españoles  venían  de  parte  de  un  poderoso 
lonarca  que  tenia  su  trono  del  otro  lado  de  lo« 
lares;  que  ya  habia  llegado  á  ellos  la  fama  de 
\s  victorias  de  Atahuallpa,  y  que  caminaban  á 
nanifesfarle  su  respeto  y  á  ofrecerle  su  ayuda 
entra  sus  enemigos;  y  por  último,  que  estuvic- 
c  seguro,  de  que  no  se  detendrían  en  el  camino 
ñas  tierhpo  del  necesaríc/  para  llegar  á  su  pre- 
sencia. 

Enit(p  luego  Soto  á  referir  menudamente  todo 
o  ocurrido  en  sú  última  espedición.  Al  entrar  á 
Caxas  encontró'  á  I03  habitantes  sobre  las  ar- 
mas dispuestos  á  disputarle  el  piaso;  pero  consi- 
guió persuadirles  de  que  sus  intenciones  eran 
pacíficas,  y  deponiendo  la  actitud  hostil,  reci- 
bieron á  los  Españoles  con  la  misma  benevolen^»  , 
cia  que  les  habían  mostrado  en  todas  partes^ 

Encontróse  allí  Soto  con  un  recaudador  dé 
tributos  y  de  él  supo  que  el  Inca  estaba  acam« 
pado  con  un  grande  ejército  en  Caxamalca,  lu- 
gar considerable  del  otro  lado  de  las  sierraSt 
donde  tomaba  actualmente  los  baños  termales 
que  allí  se  encuentran  y  constervan  hasta  hoy  su 
antigua  nombradla.     Recogió  al  mismo  tiempo 
muchos  informes  muy  interesantes  sobre  los  re- 
cursos y  la  índole  del  gobierno,  la  pompa  de  qdé. 
I.  38 


423  CONaUlSTA  DEL  PERÚ. 

se  rodeab(i  el  Inca,  y  la  severidad  con  que  en 
to.das  partes  se  hacían  obedecer  las  leyes.  De 
esto  pudo  cerciorarse  por  sus  propios  ojos,  pues 
á  la  entrada  del  paeblo  vio  varios  Indios  muer- 
tos y  col^adps  por  los  pies,  en  castigo  de  cier- 
tos ultrajes  que  hicieron  á  las  Vírgenes  del  Sol, 
que  tenían  una  casa  en  aquellas  cercanías.  " 

De  Caxas  pasó  Hernando  á  la  vecina  ciudad 
de  Guancabamba,  mayor,  mas  populosa  y  de 
mejores  edificios  que  la  precedente.  Muchas  de 
las  habitaciones,  en  lugar  de  ser  de  adoves  eran 
de  piedras  ajustadas  con  tanta  exactitud,  que 
era  imposible  descubrir  las  junturas.  ^  el  rio 
que  atravesaba  la  ciudad  vieron  un  puente,  y  el 
camino  real  que  pasaba  por  aquel  distrito  era 
muy  superior  al  que  iba  por  los  llanos  y  ya  ha- 
bian  visto  Los  Españoles.  En  muchqs  parages 
ib^. levantado  sobre  el  suelo  á  modo  de  arrecife, 
empedrado  con  gruesas  losas,  y  con  árboles  y 
caños  de  agua  á  los  lados,  pam  que  el  caminaR* 
te  gozase  ^e  la  sombra  y  pudiese  apagar  su  sed. 
Vieron  también  los  Españoles  pequeñas  casas, 
colocadas  á  cierta  distancia  una  de  otra,  lasque 
seguí)  les  dijeron  estaba.n  destinadas  para  abri- 
go de  los  viageros,  quienes  de  este  modo  podían 

17  "A  la  entrada  del  Paeblo  Casa  de  las  Mngeres  ¿  dormir 
havia  ciertps  Indios  ahorcados  de  con  nna:  al  qual,  i  á  todos  Iw 
lofl  pies:  i  supo  de  este  Principal-,  Porteros  que  consintieron,  ahor- 
que Atabalipa  los  mandó  matar,  c6."  Xerez,  Conq.  del  Pern,ap. 
99Ív|Ue.uno  d«  ellos  en^ó  en  la  Barcia,  tora;  lU.  p.  1^- 


LIBKO  m.— CAPITULO  in.  423 

atfaveaar  ún  gcau.  molestia  de  on  estreiHK»  á  otro 
del  ÍQí)perío« '?  En  otra  parte  vieron  u«a  de  los 
pósitos  ó  alniacenes  reales.  Heno,  de  granos  y 
de  vestidQS  páralos  ejércitos,  y  á  la  entrada  de 
la  ciudad  repararon  en  uix  ediüeio  de  piedra  ocu* 
p^^do  por  un  empleado  publico,  cuyo  destino  era 
cobrar  alcabalas  d  derechos  sobre  los  diversos 
articulos  que  entraban  al  pueblo  ó  salían  de 
él.  ^^  Estas  noticias  de  Soto  no  solo  confirma*, 
ban  cuanto  ya^abíau  los  Españoles  del  imperio 
de  los  Incas,  smo  que  les  daban  mas  aHa  idea 
de  sus  recursos  y  buena  administración.  Tam« 
bien  podrían  al  mismo  tiempo  haber  hecho  titu-* 
b^r  en  su  rei^plucion  á  cora2sones  menos  esfot<» 
zadps.qoe  los  suyos. 

Antes  de  proseguir  Pizarro  su  camino,  despa* 
chd  á  Saii  Miguel  un  enviado  para  que  diese  no- 
ticias de  lo  OQurrido  hasta  alli  y  llevase  al  mis* 
mo  tiempo  el  presente  del  Inca  y  otras  Varias  eo^ 
sas  que  había  ido  recogiendo  por  el  eaminov  £1 
primor  cpn  que  estaban  trabajadas  algunas  de 

18  ''Tan  pfor  eatd  camino  ca-  una  easa  al  principio  de  una 
5o8.de  agma  de  dofttde  IO0  cami*  puente  donde  reeide  nn  guardo 
nantea  beben,  traidos  de  su»  na-  ^ue  recibe  el  Portaaego  de  todoa 
cimientos  de  otras  partes,  y  á  ca-  los  que  van  é  vienen,  é  paganlo 
da  joltmdii  una  casa  á  manera  de  ea  la  misma  cosa  que  llevan  y 
Venta  donde  se  aposentan  los  ninguno  puede  sacar  carga  del 
que  van  é  vienen.''  Oviedo»  Hist.  Pueblo  si  no  la  mete,  y  ésta  eos- 
de  la^  Indias,  MS.,  Parte  3,  lib.  tumbre  es  allí  antigua."  Oviedo, 

'8,  cap.  3.  Hist.  de  las  Indias,  MS.,  ubi  su- 

19  **A  la  entrada  de  este  Ca-    pra. 
núno^  en  el  Pueblo  de  Cajut  está 


424  CONQUISTA  DELl»ERU. 

ellaS)  llamo  mucho  la  aiencion  cuando  fueron 
presentadas  en  Castilla,  y  nada  tanto  como  las 
ricas  telas  de  lana  bordadas  de  oro,  que  alli  de- 
clararon no  ser  fácil  distinguir  de  los  tejidos  de 
seda.  Serian  seguramente  de  la  fina  lana  de  las 
vicuñas,  que  hasta  entonces  no  se  habia  visto  en 
Europa.  ^ 

Después  de  haberse  informado  Pizarro  de  cual 
era  el  camino  mas  recto  para  Caxamalca,  hoy 
Cajamarca,  continuo  su  camino  dirijiéndose  ha- 
cia el  Sur  con  corta  diferencia.  El  primer  pue- 
blo de  alguna  importancia  en  que  se  detuvo  fué 
Motupe,  colocado  en  uña  posición  muy  agrada- 
ble en  un  fértil  valle  encerrado  entre  colinas  de 
poca  elevación  que  se  agrupan  al  pié  de  la  cor- 
dillera. No  encontró  álli  al  curaca,  porque  ha- 
bia marchado  á  unirse  al  ejército  del.  Inca  con 
trescientos  de  sus  guerreros.  Aqui  permaneció 
el  general  cuatro  días  apesar  dé  la  oferta  que  te- 
nia hecha  de  no  detenerse  para  riada  en  el  cami- 
no. La  lentitud  de  sus  movimientos  solo  puede 
esplicarse  por  la  esperanza  que  tal  vez  conser- 
vaba todavía,  de  que  le  llegasen  mas  refuerzos 
antes  de  emprender  el  paso  de  las  sierras.  Nin- 
guno le  llego,  sin  embargo,  y  siguiendo  las  tro- 
so  ''piezas  de  lana  de  la  tierr  chaa  laboras  y  figuras  de  oro  de 
ra,  que  era  cosa  mueho  de  ver  martíJIo  de  tal  nu  ñera  agentado 
según  su  primor  é  gentileza,  6  no  en  la  ropa  que  era  cosa  de  mara- 
se  sabían  determinar  si  era  seda  villar."  Oviedo,  Híst  de  las  In- 
6  lana  segiin  su  fineza  con  mu-    días,  MS.,  P&rte  3,  lib.  8,  cap.  4. 


LIBRO    III. — CAPITULO  III.  425 

pas  por  nna  tierra  llana  y  arenosa,  interrumpida 
á  veces  por  verdes  praderías  de  bastante  esten- 
sion,  regadas  por  las  corrientes  naturales,  y  con 
mas  abundancia  aun^por  las  acequias  y  cstnales 
de  los  Indios,  llegaron  al  fin  á  las  riberas  de  un 
caudaloso  rio.     Lo  ancho  y  profundo  de  su  cau- 
ce y  la  rapidez  de  su  corriente  hacian  el  paso 
harto  difícil,  y  temiendo  Pizarro  que  tratasen  de 
disputárselo  los  Indios  de  la  orilla  opuesta,  or- 
deno á  su  hermano  Hernando  que  á  favor  de  la 
noche  lo  pasase  con  un  destacamento  y  asegu- 
rase la  salida  á  tierra  del  resto  de  las  tropas. 
Desde  antes  de  anianecer  comenzó  Pizarro  los 
preparativos  del  paso,  cortando  troncos  de  los 
bosíiues  vecinos,   para  formar  una  especie  de- 
puente  flotante,  sobre  el  xiual,  antes  que  llegase 
la  noche,  pasaron  todos  felizmente,  y  los  caba- 
llos nadando  llevados  por  la  brida.     Mucho  hu- 
bo qne  trabajar  aquel  dia,  y.  Pizarro  ayudrf  á  la 
obra  como  cualquier  soldado,  animando  siempre 
á  sus  compañeros. 

, Al  llegar  á  la  ribera  opuesta  les  informaron 
los  que  ya  se  encontraban  allí,  que  los  natura- 
les en  vez  de  hacer  resistencia,  solo  pensaron 
en  ponerse. en  fuga.  Cojieron  uno  de  ellos,  y 
llevado  á  presencia  de  Hernando  Pizarro,  se 
negó  á  responder  á  las  preguntas  que  le  hicie- 
ron relativas  al  Inca  y  á  su  ejército,  hasta  que 
dándole  tormento  declaro,  que  Atahuallpa  esta- 


426  CONQUISTA  DEL  PERÚ. 

ba  acampado  con  todo  su  ejército  en  tres  divi- 
siones en  las  cumbres  y  llanos  de  Caxamalca. 
Agrego  también  que  el  Inca  estaba  ya  impaes- 
to  de  la  venida  de  los  blancos  y  de  su  corto  nu- 
mero, y  que  de  proposito  les  dejaba  llegar  has- 
ta sus  cuarteles,  para  hacerlos  prisioneros  con 
mas  facilidad. 

Cuando  Hernando  comunico  á  su  hermano  esta 
declaración,  le  causo  grande  inquietud;  mas  los 
Indios  fueron  desechando  poco  á  poco  el  miedo, 
y  empezaron  á  mezclarse  con  los  soldados.  Vi- 
no entre  ellos  el  curaca  o  el  gefe  del  pueblo  que 
habia  estado  en  el  campo  real,  y  de  él  se  supo 
que  Atahaallpa  estaba  ert  el  pueblo  fortificado 
de  Guamaehucho,  veinte  leguas  largas  al  Sur  de 
Caxanialca,  con  un  ejército  que  no  bajaba  de 
cincuenta  mil  hombres. 

Estas  noticias  contradictorias  pusieron  en 
gran  perplejidad  el  ánimo  del  gobernador,  y  pa- 
ra desengañarse  propuso  á  uno  de  los  Indios  que 
le  habian  acompañado  durante  casi  toda  la  mar- 
cha, qua  fuese  de  espía  al  campo  del  Inca,  le 
trajese  noticias  de  la  posición  que  realmente 
ocupaba,  y  averiguase  hasta  donde  le  fuese  po- 
sible cuales  eran  sus  designios  respecto  de  los 
Españoles.  El  Indio  se  neg<í  redondametite  i 
desempeñar  esta  peligrosa  comisión,  aunque  se 
manifestó  dispuesto  á  ir  como  mensagero  auto- 
rizado del  capitán  español, 


LIBRO  III. — CAPITULO  III.  427 

Convino  en  ello  Pizarro  y  le  mando  dijese  al 
Inca,  que  iba  marchando  á  encontarle  con  toda 
la  presteza  posible.  Debia  también  informar  al 
monarca  de  la  consideración  con  que  los  Espa- 
ñoles hablan  tratado  á  sus  vasallos  en  todo  el 
camino,  y  que  ahora  iban  á  ponerse  en  su  pre- 
sencia con  entera  confianza  de  hallar  en  él  la 
misma  amistad  y  benevolencia.  Una  de  las  co- 
sas que  Pizarro  encargo  á  su  enviado  mas  par- 
ticularmente, fué  que  observase  si  estaban  guar- 
dados los  pasos  de  la  sierra  y  si  se  descubría 
algún  aparato  de  guerra  por  aquellas  inmedia- 
ciones. De  esto  ultimo  debia  dar  aviso  inmedia- 
tamente, por  medio  de  dos  6  tres  Indios  ligeroá 
que  llevaba  consigo.  ** 

Totnadas  estas  precauciones  volvió  á  empren- 
der de  nuevo  su  camino  el  precavido  comandan- 
te, y  al  cabo  de  tres  dias  llegcí  al  pié  de  la  sier- 
ra que  mediaba  entre  Caxamalca  y  ellos.  A  su 
frente  se  levantaban  como  montañas  amontona- 
das unas  sobre  otras,  los  magestuosos  Andes, 
con  sus  faldas  cubiertas  de  espesos  bosques 
siempre  verdes,  matizados  aquí  y  allí  de  floridas 
sementeras  y  de  cabanas  de  labradores,  como 
suspendidas  eh  lai^  nías  escarpadas  pendientes. 
Las  altísimas  cumbres  cubiertas  de  blanca  me- 

21  Oviedo,  Hi8t.de  las  Indias,  Relación  del  Primer.  Descub., 
MS.,  Parte  3,  lib.  8,  cap.  4.—  MS.— Xerez,  Conq.  del  Perú, 
Coviq.  i  Pob.  del  Piru,  MS.—    ap.  Barcia,  tom.  III.  p.  190. 


428  CONQUISTA  DEL  PElíU. 

ve  brillaban  heridas  por  los  últimos  rayos  del 
sol,  y  todo  formaba  ana  mezcla  tal  de  hermosu- 
ra y  de  grandeza,  que  no  encontraría  igual  en 
ningún  otro  pais  de  la  tierra.  Las  tropas  espa- 
ñolas solo  podían  vencer  esta  terrible  muralla 
natural,  empeñándose  en  una  multitud  de  pasos 
y  desfiladeros,  capaces  de  ser  defendidos  por 
un  puñado  de  hombres  contra  un  ejército  entero. 
A  la  derecha  tenían  un  camino  llano  y  derecho, 
con  árboles  en  sus  orillas  y  tan  ancho  que  po- 
dían pasar  por  él  dos  carruages  de  frente.  Era 
uno  de  los  caminos  reales  que  iban  al  Cuzco,  y 
por  su  hermosura  y  comodidad  parecía  convi- 
dar á  las  tropas  y  disuadirles  de  emprender  el 
paso  de  los  desfiladeros.  Muchos  había  en  efecto 
que  opinaban  porque  el  ejército  tomase  aquel 
camino  y  se  abandónese  la  primera  idea  de  ir  á 
Caxamalca;  pei^x  Pizarro  habia  pensado  de  otra 
manera. 

Díjoles  que  los  Españoles  tenían  ya  divulgado 
por  todas  partes  que  su  objeto  era  visitar  al  In- 
ca en  sus  reales,  y  que  hasta  se  lo  habían  envia- 
do á  decir  así  al  Inca  mismo.  Si  ahora  variaban 
de  dirección,  este  paso  debía  atraerles  infalible- 
mente la  nota  de  cobardía  y  el  desprecio  de  Ata- 
huallpa,  y  así  no  les  quedaba  mas  arbitrio  sino 
emprender  al  punto  el  paso  de  las  sierras  y  mar- 
char en  derechura  al  campo  real.  **Cobrad  áni- 
mo," les  dijo  el  osado  caballero,  *^y  marclíad.co- 


LIBIIQ.  III.— ^CAPITULO  III.  429 

mo  buenos  áokladosy  sin.que  os  amedrente  Amaes- 
tro corto  numero.  Porque  en  loa  mayorcs^  apur 
ro»)  Bió3  pelea  por  .Iqs  suyos»  y  bq  dudéis  que: 
abatirá  el  orgullo  de  los  infieles  y  les  traerá  al 
conocimiento  de  la  verdadera  fe,  que  es  el  fin  y 
objeto  de  nuestra  conquista."  '^ 

Pizarro  poseia,  á  semejanza  de  Cortés,. cierta 
eloeuencia  sencilla  y  vigorosa  que  llega  al  cora- 
zón del  soldado  mucho  mejor  que  todas  las  flo- 
res retoricas  y  las  arengas  mas  estudiadas.  El 
era  también  uh  soldado  lo  mismo  que  los  otros^ 
y  tomaba  parte  en  todos  sus  gusto»,  sus  ilusiones 
y  sus  reveses.  Ni  su  rango  ni  su  educación  eran 
para  enagenarle  las  afecciones  del  mas  insigni- 
ficante de  sus  compañeros.  Cualquier  aconte- 
cimiento causaba  en  él  igual  impresión  que  en» 
los  demás,  y  esta  conformidad  le  ('aba  un  do- 
minio absoluto  sobre  ellos.  *'Id  por  donde  que- 
ráis y  mejor  os  parezca,"  clamaron  todos  cuanda 
concluyo  su  breve  pero  enérgica  alocución;  "» 
cualquier  parte  os  seguiremos  de  buena  volun- 
tad, y  ya  veréis  lo  que  somos  capaces  de   hacer 

22    "Que  todos  se  animasen  ayuda  de  Dio«  es  mucho  mayor», 

é   esforzasen  á  hacer  como-  de  y  en  las  mayores  necesi^dades  so- 

ellos  esperaba  y  como  buenos  corre  y  favorece  á  los  suyos  para 

españoles  lo  suelen  hacer,  é  que  desbaratar  y  abajar  la  soberbia  de 

no  les  pusiese  temor  la  multitud  los  infieles  6  traerlos  en  conoc¡«- 

qae  se  decía  que  habia  de  gente,  miento  de  nuestra  santa  ík  eajt6« 

ni  el  poco  numero  de  los  cristia-  lica/'    Oviddo,  Ilist.  «le  \t»  In- 

nod,  que  aunque  menos  fuesen  é  dias,  MS.,  Parte  3,  lib,  8,  cap.  4. 
mayor  el  egército  contrario,  la 


430  CONQUISTA  DEl,  PERÚ. 

en  servicio  de  Dios  y  del  Rey"  ^  Desapareció 
con  esto  todo  asomo  e  duda  y  de  vacilación,  y 
no  se  pensó  en  otra  eosa  que  en  el  prc^ximó  pa* 
so  de  las  sierras. 

23    '^Todos  digeron  que  fue-  to.  i  vería  lo  que  catla  nno  de 

se  por  el  Camino  que  quisiese  i  ellos  huía  en  servido  de  Dios  é 

viese  que  mas  convenia,  que  to-  de  su  Majestad."   Ibid.,  MS., 

dos  le  seguirían,  con  buena  vo-  loe.  cit. 
luntad  é  obra  al  tiempo  de}  efée- 


CAPITULO  IV. 


Penoso  paso  de  las  sierras. — Embajadas  de  Ata- 
HUALLPA. — Llegan  los  Espajíóles  a  Caxamalca. 
— ^Envían  vn  mensaoe  al  Inca. — Entrevista  con 
ESTE.—- Desaliento  de  Lps  Españoles. 

1532. 

Reunió  Piearro  aquella  noche  una  junta  de 
sus  principales  capitanes,  y  en  ella  quedó  resuel- 
to que  él  saldría  en  persona  á  reconocer  el  ter- 
reno con.  la  vanguardia  compuesta  de  sesenta 
soldados  de  á  pie  y  cuareata  de  á  caballo^  mien- 
tras que  el  jresto  del  ei^cuadron  mandado  por  su 
hermano  .Hernando,  se  mantendria  en  la  posición 
que  ocupaba  hasta  recibir  nuestras  órdenes* 

Al  roadiper  el  dia  estaban  ya  sobre  las  armas 
el  capitán  español  y  su  gente,  dispuesto»  á  ar* 
rostrar  las  dificultadles  de  la  sierra.  Hallaron 
ser  estas  mayores  de  lo  que  se  habían  figurado* 
El  camino  iba  rodeando  por  las  faldas  ásperas 
y  pendientes  de  las  montafias,  para  vencer  me- 
jor de  esta  maneta  los  obstáculos  naturales  del 


432  CONQUISTA  DEL  PERÜ. 

terreno;  pero  eti  muchos  lugares  era  por  nece- 
sidad tan  esc^rpadOf  que  los  gineies  se  veian 
obligados  é  echar  pie  á  tierra,  y  trepar  lo  mejor 
que  podiaui  llevando  sus  caballos  del  diestro^ 
Sucedía  también  con  frecueneia,  cuando  alguna 
eminencia  o  grueso  peñasco  avaniíaba  sobre  el 
camino?  que  este  iba  por  el  borde  mismo  del  der- 
rumbadero, y  el  caminante  se  veia  obligado  á 
ir  dando  vuelta  por  el  estrecho  vuelo  de  la  roca, 
apenas  suficiente  para  su  caballo,  y  pn  donde  un 
solo  paso  en  falso  le  baria  rodar,  no  cientos  sino 
miles  de  pies,  hast^  el  fondo  del  abismo!  Los 
fragosos  pasos  de  la  sierra,  practicables  solo  pa- 
ra Indios  medio  desnudos  y  cuando  mas  para  la 
firme  y  cauta  muía,  ammal  que  parece  creado 
espresameHte  p&ra  los  caminos' de*  las  cordille- 
ras, eran  verdaderamente  temibles  para  hom- 
bres armados  y  cargados  de  acero*  A  sus  pies 
se  abrian  espantosas  hendeduras  ó  quebradas, 
las  que  son  tan  enormes  en  esta  cadena  de  tos 
Andes,  que  no  parece  sino  que  un  sacudimiento- 
terrible  ha  apartado  Jostnois  tés  tino  de  otro^  y  e^ 
sus  paredes  perpfendieulares  ;se  deiseufovia  lana 
grande  e^tensicm  de  roca  primitiva^  eubierta  de 
la  vegetacioaespontónea  -áé  los  siglos,  mientras 
que  pc^r  el  fonáo  del. tenebroso  abisnao  corrian 
los  torioentes,  que  nacidos  en  las  entrañas  de  ta 
sierra,  bajaban  á  fertilizar  los.  valles  y  praderías, 
de  la  tierra  caliente,  antes  de  ir  á  perderse  en  el 
océano. 


LIBRO    III. — CAPITULO     IV.  433 

Casi  todos  estos  pasos  eran  escelentes  puntos 
de  defensa,  y  cuando  los  Españoles  se  empcim-^ 
ron  en  aquellos  desfiladeros,  marchaban  con  la 
mayor  precaución,  temiendo  á  cada  paso  ver  sa» 
lir  á  los  enemigos  de  alguna  emboscada.  Creció 
su  temor  cuando  al  llegar  al  fin  de  una  cuesta 
áspera  y  estrecha  descubrieron  una  especie  de 
fortificación  toda  de  piedra  que  dominaba  un  re- 
codo del  camino  y  parecia  mirarles  con  ceño  des- 
.  de  la  altura.  Conforme  se  iban  acercando  á  ella 
aguardaban  por  momentos  ver  asomar  por  enci^ 
ma  de  las  murallas  las  bronceadas  figuras  de  los 
guerreros,  y  ya  preparaban  los  escudos  para  re^ 
cibir  laí  descargas  de  proyectiles;  ¡lorque  la  po»- 
sicion  era  tan  fuerte  que  un  puñado,  de  hombres 
resueltos  colocados  en  ella,  bastarían  para  ata»- 
jar  el  paso  á  un  ejército;  pero  al  encontrar  desier- 
tas las  fortificaciones,  se  alegraron  no  poco,  y 
cobraron  nuevo  ánimo  con  la  persuacíon  de  que 
el  Inca  no  trataba  de  disputarles  el  paso,  puesto 
que  no  lo  intentaba  donde  fácilmente  podría  ha* 
berlo  hecho  con  buen  éxito. 

Desde  allí  avisó  Pizarro  á  su  hermano  que 
le  siguiese  sin  dilación,  y  después  de  dar  algon 
descanso  á  su  gente  emprendió  otra  vez  su  tra« 
bajosa  subida,  de  modo  que  antes  de  anochecer 
lleg<í  á  una  altura  defendida  por  otra  fortifica- 
ción mas  formidable  aun  que  la  procedente.  Era 
de  sólida  manipostería,  con  la  parte  baja  corta- 
I.  40 


434  CONQUISTA  DEL  PERÚ. 

da  en  la  roca  viva^  y  todo  labrado  con  tanta 
n^acstria  como  pudiera  haberlo  hecho  an  inge« 
niero  europeo.  ^ 

Allí  pasó  Pizarro  la  noche  y  al  dia  siguiente 
sin  aguardar  la  otra  división,  prosiguió  su  ca- 
minOj  empeñándose  cada  vez  mas  en  los  intrin- 
cados desfiladeros  de  la  sierra.     La  temperatii-     { 
ra  había. ido  cambiando  gradualmente,  y  hom-     , 
bres  y  caballos,  en  especial  estos  últimos,  pa- 
decian  mucho  por  causa  del  frió,  pues  se  habían 
acostumbrado  ya  al  clima  caliente   de  los  va-    i 
lies.  ^   La  vegetación  habia  cambiado  también     , 
de  aspecto,  y  la$  magníficas  florestas  que  cubrían 
losf  llanos  se  habian  convertido  en  tristes  boir 
qjues  jde  {unos,  hasta  que^  raa«'  arriba '  hi*^légeta- 
cion;  se  reduela  á  multitud  de  plantas  alpinas 
menguadas  y  marchitas,  que  parecen  hallaren 
la  atmósfera  de  estas   elevadas  regiones  una 
temperatura  análoga  á  su  naturaleza.     Diñase 
que  casi  todos  los  seres  vivientes  habian  huido 
eomo  el  hombre,  de  estas  espantosas  soledades. 
Solo  descubrian  á  veces  alguna  trepadora  vicu- 
ña tendiendo  la  vista  hacia  abajo,  desde  un  pi- 
cacho elevado  á  donde  ningún  cazador  se  atre- 
vería á  seguirla.     En  vez  de   las  tribus  aladas 

'i  -  "Tan  aucha  la  Cerca  como  ra  ser  mejor  labrada  la  Cerca." 

^Jtlqnier  Fortaleza  de  Eapaña,  Xerez,  Conq.  dé\  Perú,  ^).  B>v* 

COA  SUS  Puertas;  que  si  en  esta  ci»^ ,  tom.  III.  p,  192. 

'I*ie'rr5í  o  viese  los  Maestros,  i  Bcr-  2    ^'Es  tanto  el  frió  que  h«<ie 

Cpsoienta^  de  £cipañ4«  no  pudie*  en  esta  Sierra,  qtié.cboid  los  ca- 


LIBRO  III. — CAPITULO  IV.  435 

euyo  brillante  plumage  relucía  eMre  las  espe- 
sas florestas  de  los  trópicos,  solo  veían  ahora  los 
aventureros  al  ave  de  los  Andes,  el  asqueroso 
cóndor,  qué  hendiendo  los  aires  mas  arriba  de 
,  las  nubes,  seguía  con  lúgubres  graznidos  las 
liuellad  á^l  e^jéreito,  como  si  el  instinto  le  guiase 
^T  la  senda  de  la  dangre  y  de  la  carnicería.'  ^ 
.  :  Llegaron  al  fin  á  la  ctuubre  de  la  cordillera 
que  era  un  páramo  helado  sin  otra  señal  de  ve- 
getación que  los  pajcmales,  los  que  como  rodean 
la  bas^  de  los  picos  nevados,  vistos  desde  abajo 
parecen  por  su  vivo  color  de  paja  iluminado  por 
los  rayos  del  sol,  una  cornisa  de  oro  sobre  uua 
torre  de  bruñida  plata.    Ei  su^o  era  estéril  co- 
mo-sucede  generalmente  en  los  distritos  míne- 
los, y  ya  estaban  cerca;  de  las  minas  de  oro  del 
camino  de  Caxamalca,   tan  famosasr  en   otro 
tiempo: 

^'Las  rocas,  las  montañas. 
Que  de  piedras  preciosas  y  metales, 
Henchidas  las  entrañas, 
En  el  alto' ecuador  alzan  riscosas 
Las  frentes  colosales." 

Pizarro  determinó  aguardar  aquí  la  llegada  de 
la  otra  división.    El  airé  era  delgado  y  frío;  y 

balloá  veíiian  hechos  al  calor,  que  ou  los  valles  haeia,  ali^uuos  de 
ellos  se  resfriaron."  Ibid.,  p.  191. 


436  CONaUISTjt  DEL  PERÚ. 

los  soldados  plantaran  siifi  tiendas,  hicieron  lam^ 
brada?  y  se  agruparon  en  torno  de  elki«  pafá 
buscar  algún  reposo  desp&es  de  sn  fatigosa 
marcha.  ^ 

Apenas  habian  descansado  un  rato  c\]fóitdé 
Itegrf  uno  de  los  indios  qtte  fiíeron  con  el  effvíáh 
do  de  Pizarro.  <  Dio  razón  al  genera  d^  no  ha- 
ber encontrado  gente  áe  gáetrá  en  todo  el  itón- 
sitOí  y  de  que  uña  embajada  d^  Alaliuatlpávéfiia 
ya  en  camino  para  el  campó  de  los  Es^ñded. 
Pizarro  dispuso  inmediatámentis  que  >la  réfa- 
guardia  apresurase  la  inai^h<%  pori|lií  Wo  qa^ 
xm  que  los  eml^ajadores  peruanos  le  Hallasen 
con  tan  poca  gente  como  la  que  entonces  tétóa 
-coé3igo« ^'  £1  resto  del  escuadronno  eátatia may 
lejoss  y  llego  en  breve  al  caí»pOw     • 

A  poco  llega  también  la  embaj€¿da  de  lod  fe- 
dios  compuesta  de  un  noble  inca  y  dé  Tartos 
acompañantes,  que  traian  ajgunos  llamas  para  el 
gefe  Español.  Tenia  también  encargado  el  mi- 
nistro dé  salúcíarle  á  nombre  de  su  señor,  quien 
deseaba  saber  cuando  ííegaríáñ  los  Españoles  á 
Caxamalca,  para  prepararles  todo  ló  necesario. 
Informo  á  Pizarro  de  que  el  Inca  habla  salido  de 

3    "£  apQsetLtarcause  loa  £0-  padecer  rniícho.  trabajo;  y  <i6^ 

pañoles  en  sus  toldos  ó  pabello-  á  los 'Crístiaiiofl  les  pareció^  y  aub 

neé  dé  algodón  de  lá  tierra  qne  como  era  16  cierto,  no  podía  ba* 

llevaban,  é  haciendo  fuegos,  para  bermas  frío  en  parte  de  España 

defenderse  del  mucho  frió  que  en  invierno.""  OViédo,  líist.  de 

en  aquella  Sierra  hace,  porque  las  Indiaá,  HS.,  Fürte  3,  Ub.S, 

sin  ellos  lio  sé  padi^an  valor  sin  cap,  4. 


LIBRO  III. — CAPITULO  IV-.  437 

Guamachucho  y  se  encontraba  al  presente  con 
una  corta  fuerza  en  las  cercanías  de  Caxamalca 
lugar  famoso  por  sus  manantiales  de  agua  ca-^ 
líente.  Era  el  Peruano  de  injenío  despejado,  y 
el  capitán  español  supo  de  él  muchos  j)ormeno- 
res  sobre  las  recientes  discordias  que  habían 
afligido  al  imperio* 

Gomo  el  enviado  ensalzaba  hasta  las  nubes 
las  proezas  militares  y  el  poder  de  su  soberano, 
le  pareció  prudente  á  Pizarro  darle  á  entender 
que  n^ade  eso  le  espantaba.  Se  mostró  muy 
conten^  de  los  triunfos  de  Atahuallpa,  y  convi- 
no en  qtif  merecía  un  lagar  muy  distinguido  en- 
tre los  guerreros  Indios;  pero  añadid  al  ihismo 
tién[ipó,'¿dini  mas  astucia'  que  cortesía,  que  era 
tan  inferior  al  monarca  de  los  blancos,  como  lo 
eran  respecto  dé  él  los  mienores  curacas  de  su 
país.  De  ello  no  podía  caber  duda  viendo  la 
facilidad  con  que  un  puñado  de  Españoles  había 
recorrido  aquel  inmensa  continente,  ^jetando 
una  tras  otra,  todas  las  naciones  que  habían 
^querido  resistir  á  sus  armas.  Díjole  que  la  fa- 
ma de  Atabuallpalé  despertó  el  deseo  de  visitar 
sus  dominios^  y  ofrecerle  sus  servicios  en  la  guer- 
ra; y  finalmente  que  si  el  Inca  le  recibía  de  pav. 
como  el  venia,  no  tendría  inconveniente,  por  ser- 
virle, en  diferir  por  íalgun  tiempo  su  viage,  cuyo 
objeto  era  atravesar  el  continente  hasta  llegar 
al  otro  mar.     El  indio,  feegun  dicen  los  oscrito- 


438  CONQUISTA  DEL  PERÚ. 

res  castellanos,  escucho  asombrado  las  vana- 
glorias del  Español;  pero  acaso  era  mejor  diplo- 
mático de  lo  que  ellos  creiaa  y  comprendió  bien 
que  solo  se  trataba  de  intimidarse  mutuamente 
con  baladronadas.  * 

A  la  mañana  siguiente  estaban  las  tropas  en 
camino  desde  muy  temprano,  y  gastaron  dos  dias 
enteros  en  atravesar  los  peligrosos  desfiladeros 
de  la  sierra.  Apenas  habían  comenzado  á  des- 
cender por  la  vertiente  oriental»  llego  otro  en- 
viado del  Inca,  trayendo  un  mensage  parecido  al 
precedente,  y  un  nuevo  regalo  de  carneros  de 
la  tierra.  Era  el  misn[io  nobLe  que  había  visita- 
do á  Pizarro  en  los  valles,  aunque  ahora  venia 
con  mas  autoridad,  bebiendo  el  zumo  fermenta- 
do del  maiz  llamado  chicha^  que  le  presentaban 
sus  criados  en  vaso^  de  oro,  cuyo  brillo  deslum- 
hraba á  los  codiciosos  aventureros  ^  Todavia 
estaba  con  los  Españoles  cuando  yolvió  el  nien- 
sagero  que  Pizarro  había  enviado  antes^  al  Inca, 

4  Xerez,  Conq.  del  Perú,  ap.  Este  último  autor  en  esta  par- 
Barcia,  tom.  III.  p.  193. — Ovie-  te  de  su  obra,  ha  hecho  poco  ms 
do,  Hist.  de  las  Indias,  MS.,  Par-  que  copiar  la  de  Xerez.  Esta 
te  3,  lib.  8,  cap.  5.  adopción  de  la  obra  del  secreta- 

5  ^'Este  Embajador  traia  ser-  rio  de  Pizarro,  no  deja,  sin  em- 
vicio  de  Señor,  i  cinco  ó  seis  Va-  bargo,  de  ser  6til,  porque  con 
sos  de  Oro  fino,  con  que  bebia,  menos  tentación  de  abultar  ó  des- 
i  con  ellos  daba  á  beber  á  los  Es-  figurarlos  hechos,  tenia  muy  bue- 
pañoles  de  la  Chicha  que  traia^''  ñas  oportunidades  de  averiguar- 
Xerez,  Conq.  del  Perú,  ap.  Bar-  los. 

cia^  tom.  III,  p.  193, — Oviedo, 
Hist.  de  las  Ind.  MS.,  ubi  snpftt. 


LIBRO  III. — CAPITULO  IV.  439 

y  apenas  vio  al  otro  Indio  y  advirtió  el  buen  tra- 
to que  recibia  de  los  Españoles,  sé  lleno  de  ira, 
y  le  hubiera  maltratado  de  obra  á  no  haberlo  im- 
pedido los  circunstantes.  Era  cosa  insufrible, 
decía,  ver  tratar  con  tanta  honra  y  regalo  á  aquel 
perverso,  mientras  que  él  faabia  estado  á  pique 
de  perder  la  vida,  por  ir  á  desempeñar  igual  co- 
misión entre  sus  paisanos*  Contó  luego  que  al 
llegar  al. campo  del  Inca,  este  se  negó  á  recibir- 
le, so  pretesto  de  que  estaba  ayunando  y  nadie 
podia  verle:  que  no  habian  querido  dar  crédito 
á  sus  protestas  de  que  venia  por  embajador  de 
los  blancos,  y  que  si  escapó  con  vida  fué  debido 
segurap^ente  á  haberles^  hecho  entender,  que 
cualqi^^ra  injum-  qaer^ibiese,  la  pagarían  bien 
cara  los  embajadores  peruanos  que  estaban  en 
el  campo  de  los  Españoles.  Concluyó  diciendo 
que  no  podia  caber  duda  de  las  intenciones  hos- 
tiles de  Atahuallpa,  porque  se  hallaba  rodeado 
de  un  poderoso  ejército,  acampado  á  una  legua 
de  Caxamalca  en  una  posición  muy  fuerte,  y  en 
la  ciudad  no  habia  quedado  uno  solo  de  sus  mo^ 
radores. 

A  todo  esto  respondió  el  embajador  del  Inca 
con  gran  mesura,  diciendo  que  el  enviado  de  Pi- 
zarro  debía  haber  contado  de  antemano  con  un 
recibimiento  semejante,  puesto  que  según  se  ad- 
vertid no  llevó  consigo  las  credenciales  de  su 
misión.    Lo  del  ayxmo  del  Inca  era  verdad,  y 


440  CONQUISTA  DEL  PERÚ. 

aunque  sin  duda  habría  consentido  en  recibir  al 
mensagero,  si  hubiese  sabido  que  venia  de  par- 
te de  los  blancos»  no  parecia  conveniente  per- 
turbarle en  estos  dias  solemnes  en  que  cumplia 
éon  los  preceptos  de  su  religión.  Las  tropas 
que  le  rodeaban  no  se  considerarían  tan  nunae- 
rosas  si  se  reflexionaba  que  el  Inca  estaba  em- 
peñado entonce»  en  una  guerra  muy  importan- 
te, y  en  cuanto  al  abandono  de  Caxamalca,  si  los 
habitantes  la  habian  desocupado^  era  por  hacer 
tugar  á  los  blancos,  que  muy  pronto  deberían 
entrar  en  ella. « 

Estas  esplicaeiones,  aunque  plausibles,  no 
bastaban  á  tranquilizar  al  gobernador,  porque 
estaba  bien  convencido  del  engaño  y  doblez  de 
Atahualípa,  de  cuyas  intenciones  respecto  de 
los  Españoles  habia  desconfi^ido  siempre.  Mas 
como  se  habia  propuesto  mantenerse  por  enton- 
ces en  buena  armonía  con  el  monarca,  no  estaba 
en  el  caso  de  revelar  sus  sospechas;  y  así  es 
que  fingiendo  dar  entero  crédito  á  las  palabras 
del  enviado,  le  despacho  con  repetidas  prome- 
sas de  llegar  cuanto  antes  á  la  presencia  del 
Inca. 

Aunque  la  vertiente  oriental  de  los  Andes  no 
es  tan  áspera  y  escarpada  como  la  occidental, 
casi  costo  á  los  Españoles  tanto  trabajo  la  baja- 

6    Xerez,  Conq.  del  Perú,  ap.     do,  Hist.  de  las  Indios,  MS.,  ubi 
Barcia,  tom.  IH.  p.  194.— Ovie-    eupra. 


LIBRO    III.— CAPITULO    IV.  441 

lia  de'  la^ierfa  como  airtes  la  subida,  por  lo  que 
al  séptiiiiio  dia  se  alegraron  no  poco^  al  descu- 
brir el  ameno  valle  de  Caxamnalca  que  se  esten- 
dia  a«ufs  pies  eomo  una  Tica  y  variada  .alfom- 
bra de  verdura,  foriMando  estraño  contraste  con 
los  osearos  pieos  de  los  Andes  que  se  levantaban 
tadov  al  i?ed0dor¿    El  valle  es  de  figura  ovala- 
da y  tietie   cosa  de  cinco  leguas  de  largo  por 
tre«  de  ancho.    La  mayor  finura  y  curiosidad 
del  trage  de  lo&  moradores,  así  como  la  limpie- 
za y  eoiHiC^idad  de  sus  habitaciones,  daban  bien 
ciftro  á  entender  que  aquel  era  un  puebla  supe- 
rÍ0jF  á  los  que  hatóan  dejado  los  Españoles  al 
otaro  lado  de  la  sierra.  ^  Hasta  donde  alcanzaba  la 
vista  se  advertía  labrstda  y  Cultivada  con  toda* 
.diUgeBcía  la  parte  llana,  y  un  caudaloso  rio  que 
atravesaba  tas  campiñas,  servia  para  regarlas 
abundantemente  por  medio  de  canales  y  cañe- 
riaav    Las  heredades  divididas  por  verdes  setos 
y\dsboledas^se  veian  matizadas  de  sementeras 
defdiversas  clases  y  colores,  porque  el  suelo  era 
fértil,  y  la  temperatura,  aunque  no  tan  elevada 
eomo  en  las  abrasadas  regiones  de  la  costa,  era 
mas  favorable  para  las  producciones   de  las  la- 
titudes templadas.     A  los  pies  de  los  aventure- 
ro» estaba  la  pequeña  ciudad  de  Caxamalca  que 
con  sus  tííancos  edificios  iluminados  por  el  sol,. 
pareeiá  u^  piedra  preciosa  engastada  en  las 

7    XenéZy  Conff.  dd  Perú,  qgp.  Bama}  tom.  IIív  p.  195.    - 


442  CONQUISTA  DEL  PERÚ* 

sombrías  vertiente^s  déla  tterra.  A  cosa  de  una 
legua  de  distancia,  al  otro  lado  del  valle,  se  ii- 
visaban  unas  columnas  de  humo  qae  se  remon- 
taban Jiastá  el  cielo,  é  indicaban  el  lugar  de  los 
famosos  baños  term^defir  de  que  gustaban  macho 
los  príncipes  peruanos.  Mas  también  se  ofre- 
eirf  á  la  vista  de  los  Españoles  un  espectáculo 
menos  agradable,  cual  fué  una  multitud  tan  gran- 
de de  toldos  o  pabellones  blancos  al  pié  de  las 
colinas,  que  con  estar  amontonados  unos  sobre 
otros  cogian  un  espacio  al  parecer  de  muchas 
millas.  '^Espantados  quedamos"  exclama  nno 
de  los  Conquistadores  ^'al  ver  á  los  Indios  ocu- 
pando tan  soberbia  posición.  ¡Tantas  tiendas  y 
tan  bien  dispuestas  coma  no  se  vieron  hasta  en- 
tonces en  las  Indias!  Aquella  vista  nos  causo  á 
todos  bastante  confusión  y  temor;  pero  ya  era 
tarde  para  volver  atrás,  ni  menos  convenia  ma- 
nifestar flaqueza,  porque  los  Indios  que  venían 
con  nosotros  serian  los  primeros  en  acometer- 
nos. Así  fué  que  con  el  semblante  mas  animo- 
so que  pudimos,  después  de  haber  registrado 
muy  bien  el  valle  desde  la  altura,  nos  dispusi- 
mos á  entrar  en  Caxamalcá.''  ® 

8    "Y  eran  tantas  los  tiendas  ca  se  vió^  que  nos  causó  á  todoi 

que  parecían,  que  cierto  nos  pu-  los  Españoles  harta  conftuioii  y 

so  harto  espanto;  porque  no  peu-  temor;  aunque  no  convenia  moa- 

sabamos  que  Indios  pudiesen  te-  trarse,  ni  menos  volver  atrás,  po^ 

ner  tan  soberbia  estanda,  ni  tan-  que  si  alguna  flaqueza  en  noio- 

.  tv  tiendas,  ni  tan  á  punto,  \o  tros  sintieran,  los  minóos  ís^ 

ctiál  hasta  alli  en  las  lafliaff  nao-  qua  llevábanos  nos  mataras. 


LIBRO  III. — CAPITULO  IV.  443 

No  sabemos  que  sentiría  el  monarca  peruano 
cuando  se  ofreció  á  su  vista  el  belicoso  escua- 
drón de  los  cristianos,  que  con  banderas  desple- 
gadas y  relucientes  armaduras,  salian  de  lasosí- 
curas  gargantas  de  la  sierra  y  marchaban  con 
marcial  continente  por  los  fértiles  campos,  que 
solo  habian  pisado  hasta  entonces  los  hombres  ^ 
de  color.     Puede  ser,  como  lo  afirman  muchos, 
que  él  Inca  de  proposito  dejase  penetrar  los  aven- 
tureros hasta  el  corazón  de  su  populoso  impe- 
rio, para  apoderarse  cotí  mas  facilidad  de  su 
perspnáí  y  de  cuanto  traián  consigo,  ®    ¿O  debe- 
ríase  acaso,  á  un  impulso  natural  de  curiosidad 
y  á  las  repetidas  protestas  de  amistad  de  los  Es- 
pañoles, el  que  les  dejase  llegar  así  hasta  su  pre- 
sencia sin^  molestarlos?     Sea  como  fuere,  es  di- 
ficil  que  tuviese  tanta  confianza  en  sí  propio,  que 
no  mirasecon  cierto  temor  mezclado  de  respeto, 

ansí  con  animoso  semblaute,  des-  aquel  paso  y  por  otros  muchos 
pues  de  haber  muy  bien  amalaya-  tan  malos  como  él,  porque  real- 
do  el  pueblo  y  tiendas  que  he  di-  mente,  á  lo  que  después  se  supo 
cho,  abajamos  por  el  valle  abiijo,  y  averiguó,  su  intención  era  ver- 
y  entrañaos  en  el!  pueblo  de  Ca-  nos  y  preguntamos,  de  donde 
jamaica.'^    Relación  del  Primer-  veníamos?   y  (¿uien    nos    habla 
Desciib.,  MS.  echado  alli?  y  que  queríamos? 
9     Esta  era  evidentemente  la  Porque  era  muy  sabio  y  discreto^ 
opinión   del  Conquistador,  cuyo  y  awiqut  sin  luz  ni  escriptura, 
zoanuscrito  trunco  es  una  de  las  amigo  de  saber  y  de  sotil  entendió 
principa1e9  autoridades  para  esta  miento;  y  después  de  holgadose 
parte  ^«nuestra  relación.     "Te-  con  nosotros,  tomamos  los  caba- 
QÍendofios  en  muy  poco  y  no  ha-  Uós  y  las  cosas  que  á  él  mas  le 
ciando  oaeixta  que  190  hombres  aplacian,y  sacrificar  á  los  demaa*' 
©fchaWan  de  ojfondér,  di35  ^gar^y  Rí»l%cí6»i  del  Primer/ Descub., 
onsintió  en  qVie  pásasetnos  por  MS'. 


444  CONQUISTA  DEL  PERÚ. 

á  unos  seres  estraños  y  misteriosos,  que  venidos 
de  un  mundo  desconocido  y  dotados  de  un  po- 
der sobrenatural,  habian  atravesado  desiertos, 
valles  y  montañas,  sin  que  bastasen  á  detenerlos 
los  obstáculos  que  les -opusieran  los  bombres'y 
Ta  naturaleza. 

Pizarro  en  el  entretanto  dividid  su  gente  en 
tr«s  trozos,  formóla  en  orden  de  batalUa,  y  siguió 
bajando  por  las  laderas  en  dirección  á  la  ciudad 
india.  Nadie  salió  de  ella  á  recibirle  de  paz,  y 
atravesó  las  calles  sin  encontrar  alma  viviente, 
y  sin  escuchar  otro  ruido  que  el  de  las  pisadas 
de  los  hombres  y  caballos  de  sü  tropa,  cuyos  ecos 
repetían  las  habitaciones  abandonadas. 

Era  Gaxamalca  un  lugar  bastante  grande  cod 
una  población  de  cosa  de  diez  mil  habitantes, 
y  seguramente  na  tiene  tantos  en  el  dia  la  mo- 
derna ciudad)  de  Cajamai'ca.  ^^  Las  ^asas  en  su 
mayor  parte  eran  de  adobe,  con  techos  de  paja 
o  de  madera.  Algunos  de  los  edificios  princi- 
pales eran  de  piedra  tosca  y  por  labrar,  y  había 
también  una  casa,  de  las  Vírgenes  del  Sol,  y  un 
templo  dedicado  á  la  misma  deidad  tutelar  es- 

10  Según  Stevenson,  esta  con  predilección  partíc^üar.  Es 
ciudad  cuenta,  6  á  lo  menos  con-  probable,  sin  embargo,  que  hoy 
taba  hace  treinta  años  cosa  de  sie-  no  conserva,  relativamente  ba- 
te mil  habitantes  de  todas  razas,  blando,,  la  naisma  ioijMirtascU 
Este  viagero  observador  hace  una  que  en  tiempo  de  los  Incat*  RáBt 
animada  descripción  de  la  ciu-  idence  in  SoUth  America,  vol 
dad  en  la  que  permaneció  algún  II,  p^  131.. 
tiempo,  y  parece  haber  mirado 


LiBiio  íh.-^cAiM'rlJLo  IV.  445 

te  ultimó  estaba  medio' oculto  entre  úri  bosque- 
cilio  de  ios  subairbíos  de  la  ciudad*.  l?Or  el  la- 
dd  inmediato  al  canipo  dé  los  Iiídios  kábia  uña 
gran  plaía  de  fbrma  tHán^üldr,  rodeada  de  edi- 
ficios bajos,  qué  eran  unds  espaciosos  salónos 
Con  anchas  puertas  ó  aberturas  á  líl  plaza*'  Se- 
guramente estarían  destinados  para  cuarteles 
de  los  soldados  del  Iñca.^^  A  un  estremo  de  la 
plasma,  mirando  hacia  lá  éanipiña,  estaba  una 
fortaleza  de  piedra,  á  donde  se  subia  desde  la 
ciudad  pdr  uila  escalera  también  de  piedra,  y 
tenia  ademas  tina  puerta  falsa  para  el  cattipo. 
itabiá  igualmente  otra  fortaleza  de  piedra  tosca 
en  un  terreno  elevado  que  dominaba  la  ciudad 
y  estaba  rodeada  de  tres  cercas  circulares,  ó 
rnas  bien  dicho,  de  una  sola  que  daba  tres  vuel- 
tas en  espiral.  Era  obra  muy  ftierte,  y  ninguna 
de  las  que  hasta  allí  habian  vijsto  los  Españoles 
les  pai*eci(í  de  mayor  mérito,  tanto  en  la  idea 
como  en  la  ejecución  material.  ^^ 

AI  caer  la  tarde,  entraron  los  conquistadores 
en  la  ciudad  de  Oaxamalca.  Era  el  15  de  No- 
vieUnbre  de  1532.  El  eiela  que  se  habift  matí« 
tenido  sereno  durante  todo  el  dia,  comenzó  á 
entoldarse  y  llegó  á  caer  alguna  lluvia  mezda-* 

11    Curta  de  H«ni.' Piartarro,        12    <'F«ie^^afl  non 'que  entre 

ap.  Oviedo,  Hist.de  las  Indias,  Indios^ no  ae  ;1ulii  vialo  telea.**' 

MS.,  Parte  3^  .lib.  3>  cap/15—  Xmres^,  CoBii> del  Peíu,  ap.  Bar- 

Xerez,  Conq.  dellPeru,  ap.  Bar-  eia,  t.  IIl.  p.  195— Relación  del 

cía,  tom.  ni.  p.  195.  Primer.  Deacub.,  Mfi. 

1.  40 


146  CONQUISTA  DKL  PEflU. 

da  de  granizo,  po|rqae  el  frió  era  mayor  deM 
acostuinbrado.  ^';  Apesar  de  eso  Pizarro  desea- 
ba taptp.  $5ercw»rse  de  las  verdaderas  inten- 
ciones delinca,  que  resolvió  enviar  inmediata- 
mente una  embfiJBda  á,su  campo.  Escojio  para 
estíi  coi^ision  á  Hernando  de  Soto,  á. quien  dio 
por  escolta  quince  caballos;  pero  reflexionando 
después  que  hubo  partido»  que  aquella  fuerza 
era  niuy  corta  en  caso  de  que,  los  Indios  inten- 
tasen algún  atí^que,  dio'  orden  á  su,  hermano 
Hernando  de  que  fuera  á  reforzarle  cojí  t  otros 
veinte  gínetes.  Este  .capitán  y  uno  de  los  que 
fueron  con  él,  nos  han  dejado  uwl  noticia  de  su 
espcdicion.  ^^ 

Una  solida  calzada  condaeia  de  la.  ciudad  al 

13  "Desdé  á  poco  rajCb  c«-'  do?  en  e»té  capitalb  y  e!  «guien- 
11^1^1196  á  llover,  j  caer  graDÍ90."  te,  en  los  ^uc  tomó  este  caballe- 
(Xlerez,  Concj.  del  Perú,  ap.  Bar-  ro  nna  parte  tan  actÍTa.  Tenien- 
oía,  tora.  II!.  p.  193.)  Caxamal-  do  en  cuenta  la  parcialidad  uievi- 
e^  en  la  lengua  de  los  Indioa  pig-  taU»  en  pn  actor  pjhic|pal  de  M 
nifica  "lugar  de  hielo;"  porque  escenas  que  refiere,  no  puede 
aunque  su  temperatura  es  por  lo  darse  autoridad  de  mayor  peso, 
común  benigna  y  i^gradalje,  es.,  El  ini>itigaWe,  OijUd^  que  seha- 
tá  sujeta  á  uuqs  vientos  fríos  del  Haba  en  S^nto  Domingo,  cono- 
levante,  muy  perjudiciales  á  la  ve-  di6  su  importancia,  y  porfwtn- 
g^taoion.  ^ieyei^n,  R^ideiiOQ  .  nf^  fntíuy6e8tedocfif<iento^.«tt 
in  South  America,  vol.  IL  p.  grande  obrí^  Hist.  de  las  Iuília»k 
^:   •     '     /'    ■""      '  '    •     'MS.,  Parte  3,  libia,  cap.  15  (•). 

,14,  Caf^jdcv ,lf<}ni.  .PiDMÍrp,  El  aui^r; anónimo  de  laKelacioii. 
M S .  del  Primer.  Descubrimiento,  M S . 

.,^jU  c^rfa  de.Iíeniand<LPi-    m«j»b^jtaiul»e|icoiiJ|a.pa^' 
MW^JWíÍja4iai  iUíal.Audien-!        .^    r    cart  d   H  nisuidoFiztr- 

cuei?tr*,  um  relwiQíi  éompleta    ílS¿b;ía^5ft -2%^^^ 

de  los  cátrantS  ruceaos  contení-    de  Españolea  céíebreaí^— N*  M  T. 


LfBiU>  IjlI^^^^K^AFITUI^O  IV.  447 

c$iiQ|)0.real  atravesando  :pQr  lajs  praderaS)  y  piOf ; 
elIarinaarcIt^Q  a  t^^o  galoj^  la  caballeta.  Apraas' 
ba^ria^  andadp  unaj^gaa  Uegaroa  frente  a}  eam^* 
ps^i!|^ntQ4}w«e  esteudia  por  iBa/anaenas  üAátkm 
del^'inontañpif  Delante,  denlas  tiead^s, estaban 
clavadfis Jas  lansa3  de  los  gfierreros^  y  estos  es- 
ta|l>afi  picosos  .finesa  de.  elilas,  contemplando  con 
awmb^o ly; en  silencio  el  escaadron  de  iescris- 
UfjíioStjque.  pasaba  rapi4amenteá  su  lado  como, 
ui^^atprj^adorM  visión^  con  grande  le^truendo  de» 
¿Mrxnasyycl^rine^-. 

I^legfiijon  en  breye  los, Españoles  á  na.  arroyo 
aiij»hor^ .pf  ro  poco  profundo»  qucí servia ,d|e  ¡defen^^ 
saM  c^^g^panusntOfdel  Inca.  Habáa  un  poi^nte 
de  n^d.era  para  facilitar  el  paso,  ma»  deseon^n^ 
do  ios  Elf  piiOoles.de  su  solidez,  prefirieron  entrar 
s^ftgjil^,  yrll^xon  sin  dificultad  á  la  orilla  opues- 
ta* ,AH^  encontr^on  junto  á  la  entrada  del  poen-r 
te.nniejscu^dron  da  Indios  sobre  las  armas;  pero 
no.  pusieron,  impedimento  á  la^  maccba^de  lo» 
Espapcdes;. y.estOi» ppj^.  sudarte  tenían  órdenes 
e8tx:eeb^s,de.PiaarrQ,  queá^la^v^rda^  en  las  cir^- 
can^tanpiaa  pfie^en tes, eran  cas^. inútiles,:  de  no: 
ofi^rider  ni«  jmo^sl^  á  nadie,  en  el  camino.  Una 
de  aquellos  Indios  les  señalo  el  alojamiento  don- 
de se  Hallaba  el  Inca.  " 

£ompoiitasetjeste«jde:  un  patio  abierta'con  un 

15?  .FádxD.:FvBan!D«  DdKufa.  y  C«ir|.f  9IB.«^Caxbi  á9<  Hero. 


448  C^NaüiSTÁBEL^  l*EfeÜ.    ^ 

edificio  péqiléfío  ó  sala  de  recreó  én' el  cétftro,y 
rodeado  de  portales,  cbti  ;üna  ptíertá  en  lá  parte 
de  atrás  qué  caía  a-ün  jardini'  -^LUk  paredes  es- 
*  taban  revestidas^de  itn-  especié  defeátóco  luátro- 
so,  asíblaBet>eornótlé  colotes,' y  delante  dd  edi- 
ficio habia  un  grande  estanque  é  doftde  venian 
á  parar  dos  cétños  que  le  surtían  dé  agua  éálien- 
te  y  de  fria¿  ^'  Todavía  se  Vé  en-  aquél  Itfgár  nn 
estanque  de  piedra  qae'^bhsfetva  él  rioíhbre  de 
"él  baño  del  Inca,'*  si  biéñ  •puede  éüpbnérse  que 
es  de  fecha  mas  reciente.  "  El  patio  estaba  Heno 
deludióla  nobleá  véistídt)á  de'  gafe  qíieliaciatt'la 
corte  ál  íncaj  y  de  mugeres  de  lá  cíásá  real.  No 
era  dificil  distingtiir  éiítre  tddírs'lá*  persona  de 
Atahuallpa,  aunque  estaba  vestido' cóli  ^más  sen- 
cillez que  los  denlas,  porque  llevaba  en  W  cabe- 
za la  borla  encarnada;  qtié  rodeándole  la  frente 
le  bajaba  hasta  las  cejas.  Esta  era  la  famosa 
insignia  de' los  linónárcas  pej'uailos,  y  tío  se  babia 
atrevido  Atahuallpa  á '  cénfísela  hasta  déspaes 
de  lá  derrota  4e  su  hermano  >  Hua^cán'  Estaba 
sentado  enf  ún  cojín  6  banquillo'  bájo,'  "^or  el  es- 
tilo de  los  turcos  y  moros,  y'  le  rodeaban  con 

gráridé  ceremonia  Ids  "nobles  y  gefés  principales 

•■    '    -      ■  . .:-.., .    ■■:.. .'». -i.   *^ti.  j  .  ••  • . 

16    Xerez,   Cbnq.  del  Peni,    quería  bañíir  6  sus  mageres  que 
ap.  Barcia,  tom.  III.  p.  202.  otra  persóüa  no  osaba  entrar  en 

'-^Y  al  estanque  Tenían  doa  ca- .  él  so-  pfina-  de'ía,  .vida.'* .  9eA[o 
ños  de  agua,  uno  caliente  y  otró     Pizarro,  Descub.  y  Conq.,  MS. 
frío,  y  allí  se  templaba  la  una^con?       17   -StéveRSon,  "íRetótóíce.  iñ 
la  otra,  para  quando  el  Señor  se     South  Amerítfa,  vol.  TLp*  W- 


LiBEo  m. — crAPiT.üLo  IV.  449 

colocados  por  el  orden  tiíie  correspondia  á  su 
rango.  ^^        . 

Los  E&pañoles  dirigieron  todos  la  vista  con 
grande  interés  4  aquél  príncipe.qae;habia  gana- 
do el  trono  cxín.sa  v^ilor  y  de.  cuya  crueldad  y 
astucia  tenian  ya  largas  noticias.    Pero  en  sa 
fisonomía  no  se  retrataban  ni  las  pasiones  violen- 
tas ni  la  sagacidad  que  le  atribuian,  y  aunque  en^ 
su  porte  grave  se  descubría  cierto  .aire  de  auto- 
ridad propio  de  un  rey,  ño  habia  espresionen 
sus  facciones,  y  solo  se  revelaba  en  ellas  la  apa- 
tia  caxacterístiea  de  las  razas  americanas.     Eñ 
el  caso  presente  es  de  creer  que  ésta  seria  fingi- 
da en  gran  parte-,  pues  era  imposible  que  el  prín-* 
cipe  indio  contemplase  sm  interés  ni  curiosidad 
un  espectáfi^ulo  tan  nuevo,  y  en  cierto  modo  im- 
ponente, como  era  el  dé  estos  misteriosos  estran- 
geros,  de  los  que  no  podian  haberle  dado  cabal 
idea  las  descripciones  que  de  ellos  le  hubiesen 
hecho  antes. 

18.    Xeréz,  Conq.   del  Perú,  con  ütía  corona  en  la  cabeza,  y 

ap.  Barcia^  tpm.  III.  p.  164..—  una  borla  que  le  salia  deUa,  y  le. 

Carta  de  Hern.  Pizarro,  MS.  cubría  toda  la  frente,  la  cual  era 

£1  conquistador  citado  tantas  la  indinia  real,-  sentado  en  una 
veces,  describe  en  estilo  sencillo^  .  sillecita,  muy  baja  del  suele ^  como 

pero  animado,  el  aspecto  del  mo-  jos  turcos  y  inores  acostumbran 

narca  peruano.  "Llegados  al  pa-  sentarse,  el  cual  estaba  con  tanta 

tio  de  la  dicha  casa  que.  teniei  de*  magestad  y  aparatOi  cool  'nunca  > 

lante  de  ella,  Timos  estar  en  me-  se  ha  visto  jamas,  pprque  estaba 

dio  de  gran  muchedumbre  de  In-  cercado  de  mas  de  seiscientos  Se- 
dios  asentado  aquel  gran  Sefipr  ^  ñores  dé  surtiejfra.'*    Relación 

AtabaJica  (de  quien  tanta  noticia,  del  Primer.  IXeacub.,  MS. .   . 
y  tantas  cosas  nos  habían  dicho) 


450  CONQUISTA   DEL   PERU« 

Soto  y  Hernando  Pizarro  con  solo  dos  oMres 
soldados  mas  se  acercaron  al  Inca,  y  haciendo 
este  último,  una  respetuosa  reverencia,  sin  apear- 
se de  su  caballo,  dijo  á  Átaliuallpa  que  venia  de 
parte  de  su  hermanó,  el  capitandoloB  blancos, 
para  informar  al  monarca  de  la  llegada  de  éstos 
ala  ciadaíl  de  Caxaoualca.  Díjole  tamMen  que 
eran  vasallos.de  un. poderoso  príncipe  que  tenia 
Sil  trono  del  otralado  de  los  mares,  y  habían  ve- 
nido, atraidos  por  la^  fama  de  sus  victorias,  á 
ofrecerle  su  ayuda,  y  ¿instruirle  en  los  dogmas 
de  la .  verdadera  fe  qoe  ellos  profesaban.  Su 
hermano  el  general  suplicaba  por  último  á  Ata** 
huallpa,  que  se  dignase  hacer  una  visita  i  los 
Españoles  eh  stts  albjamiehtós* 

A  todo  esto  no  respondió  el  Inca  una  palabra 
ni  aun  siquiera  dio  á  entender  que  lo  compren- 
día, apesar  de  que  FeKpillo,  uno  de  los  intérpre- 
tes de  quien  ya  hemos  hablado,  le  fué  traducien- 
do todo.  Mantúvose  callado,  con  los  ojos  clava- 
dos en  el  suelo,  y  «olo  uno  de  los  señores  que 
estaban  é  su  lado  respondía,  "Está  bien."  Se- 
mejante silencio  ponía  en  confusión  y  apuro  á 
lo8<  Españoles,  pues  se  encontraban  ahora  tan 
distantes  de  cerciorarse  de  las  verdaderas  inten- 
ciones del  Inea,  como  cuando  estábanlas  mon« 
tañas  de  por  medio*  ^* 

19'  **1Mb  cttdM  por  é(  oidí»^  j^oe  queriamo»»  y  v«r  niMiv 
.con  aer  «V  ÍQclitiaeicm  pfégnntal'- '  p^nonuaj  tébti\9ñ,  tuvo  tanta 
nos  y  saber  de  «JonJe  veniamoa,    aereaidacl  en  el  rostro,  y  taat» 


Ij^JÍSro  IIK — CAPITULO  IV,  451 

TomóPaarüo  de  naevd  la  palabra,  y  del  mo- 
dó  nías  cortés  y  respetuoso  supHeo  al  Inca  que 
les  halase  pí9r  su  propia  b^ca;  y^  les  diese  á  co* 
üoeer.  su  voluntad.  ^  Condescendió  al  fin  Ata- 
huallpa  en  rfespoaderle,  diciéndole  con  una  lige- 
ra sonrisa.  '^Decid  á  vuestro  capitán  que  estoy; 
en. ayuno,  y  le  acabiaré  mañana  por  la  iñañanai' 
Que  entoitces  le  iré  á  visitar  contilgunos  de  mis 
principales,  y  que  en  el  entretanto  se  aposenta) 
en  los  edificio»  públicos  que  están  en  la  plaza^^ 
sin  entrar  en  otro  alguno  hasta  que  yo  vaya'  y* 
dispoi^  laque  se  hade  hacer."  ^^ 

Hernaifedo  de  Soto,  que  como  ¡ya  heñios  dicho' 
se  hallaba  presente  4  la  entrevista,  era  el  me- 
jor montado,  y  quizá  el  mejor  ginete  del  e$eua- 
dTon  de  Fizarro.    Observando  que  Atahuallpai 

gravedad  en  su  persona,  que  no  macana,  que  en  bebiendo  una ' 

quiso  reeponder  palabra  á  lo  que*  vez,  yo  iré  con'  aljpinoe  destw : 

se  decía,  salvo  que  un  Señor  de  principales  mios  á  verme  con  él, 

aquellos  que  estaban  par  de   él  que  en  tinto'  él  se  aposente  en 

respondiat'tóen  festá."    Relación  etós  eaéa*  íjto  festón  en  la  plaaa  • 

del  Primer.  Descub.,  MS.  que  son  cojimnes  á  todos,  y  que 

20  "Visto  por  el  dlchp  Her-  no  entren  en  otra  ninguna  hasta 
nando  í»Í2am>  que  él  no  habla-  que:  Yo  vfllf  tí,  que  Yo  mandaré  lo 
ba,  y  que  aquella  tetccHra  pereo-  que  se  ha  de  hacer."  Ibid.,  MS., 
na  respondia  de  suyo,  tornóle  á  ^^i  supra. 

suplicar  que.  él  hal^lase  por  su        En  esta  singular-  entrevista  he 

bocay  je  respondiese  lo  que  qui-  seguido  la  relación  del  compa-  . 

siesc."  Ibid.,  MS.,  ubi  supra.  ^^^^  ^^  Hernando  Pizarro  mas 

21  "El  cual-  á  esto  volvió  la  ^i««  9"^  ^^  <^«  e»*®  último,  que 
cabeza  é  mkurie  sonriendosey  se  representa  á  sí  propio  habían- 
le dij9:  "Decid  á  ese  capitun  que  ^^  «»  "**  ^^^^  señoril  que  huele 
.08  mubi9^«fié(.  qQ»  yo  estoy  e^  mucho  á  jactancia  de  hidaJgp. 
tyijioOr  y  le  acabo  tnaJíana  por  la  


452  CONQUISTA  DEL  PERÚ. 

miraba  con  atención  el  brioso  corceH  que  hería 
la  tierra  con  las  manos  y  tascaba  el  freno  con  la 
impaciencia  propia  de  un  caballo  de  batalla,  le 
aflojo  la  brida  y  arrimándole  las  espuelas,  par- 
tió á  todo  escape  por  la  llanura.  Allí  rolvién- 
dole  y  revolviéndole  repetidas  veces  ya  é  un  la- 
do ya  á  otro,  lucio  todos  los  movimientos  de 
su  hermoso  corcel  y  su  consumada  destreza  en 
la  equitación.  Detúvole  luego  de  golpeen  la 
fuerza  de  la  carrera,  de  modo  que  casi  le  hizo 
tocar  coii  las  ancas  al  suelo;  pero  tan  cerca  de 
la  persona  del  Inca  que  parte  de  la  espuma  del 
bocado  cayo  en  las  vestiduras  reales.  Atabuall- 
pa  conservó,  sin  embargo^  la  misma  inmovilidad 
y  "compostura,  aunque  varios  soldados  al  ver 
pasar  cerca  á  Soto  en  su*  carrera  se  «asustaron 
de  modo  que  se  hicieron  á  un  lado  llenos  de  te- 
mor; debilidad  que  pagaron  bien  cara,  si  como 
afirman  los  Españoles,  Atahüallpa  los  hizo  mo- 
rir la  misma  noche  por  haber  manifestado  fla- 
queza tan  indigna  delante  de  los  estrangeros.  ^ 
Ofrecieron  luego  refrescos  á  íos  Españoles,  pe- 
ro estos  los  rehusaron  no  queriendo  apearse  de 

32    Pedro  Pizarro,  Descub.  y  asi  ío  confesó  el  mismo  Atahuall  - 

Conq.,  MS.— Relación  del  Pfim.  pa  á  los  Españoles  después  que 

Descub.,  MS.  fué  hecho  prisionero-^ — Con  ra- 

"I  algunos  Indios  con  miedo,  zon  espantó  á  los  Indios  el  caba- 

se  desviaron  de  la  carrera,  por  lo  Uo  de  Soto,  si,  como  dice  Balboa, 

qual  At^Jiuallpa  los  hi? o  luego  saltaba  un. foso  de  veinte  píég 

matar.'*  (Zarate.  Coñq.  del  Perú,  con  sü  ginete  completamente  ar- 

lib.  5,  cap.  4.)  Xerez  cuenta  que  mado.  Ilist.  du  Pérou,  chap.  32 


LiBHo  iih^^CAPrrííLo  IV.  45.Í 

siÉs^  MbaUos.  No  se  negaron,  sin  embarg;o,  *á 
probar  la  chicha  que  les  presentaron  eñ  grandes 
vac^s  de  oro  de  ojinegras  bellezas  del  harem;** 
y  despnes  de  despediirse  cortesmente  del  Inca, 
se  volvieron  los  caballeros  á  Caxamalca,  for« 
mando  poír  el  camino  mil  estraños  discursos  so-* 
bre  loqmtehabiafi'  visto;  sobre  el  lujo  y  opulen-' 
cía  del  monarca  indiano;  sobre  su  grande  éjér'- 
cita,  tan  bien  provisto  y  al  paxecer  perfectamen- 
te disciplinado;  cosas  todM  que  indicaban  ma- 
yor iHvilizacioni  y  por  consiguiente'mayor  poder, 
quQ  cuanto  habían  visto  antes  en  los  llanos  de 
la  costa»  Y  cuando  comparaban  todo  esto  con 
sus^reducidas fuerzas,  y  se  veian  ya  taninterna^ 
do&que  no  podian  esperar  ser  socorridos,  cono- 
cían qné  había  sido  una  temeridad  suya  el  me- 
terse de. ese  modo  hast^  el  corazón  de  un  pode- 
roso imperio,  y  se  llenaban  de  .los  mas  funestos- 
presentimfentos.  ^  Pronto  cundid  por  todo  el 
campéente  pernicioso' espíritu  de  desconfianza, 

'  23    Relación  del  Primer.  Des-  mucho  temor  por  ser  tan  pocos, 

cyh.,  Mfi^— ;Xere2^  Conq.  del  Pe<  y  estar  tan  matídos .  en  la  tierra 

m,  ap.  Barcia,  tom.  III.  p.  196.  donde   no  podíamos  ser  socor^ 

5Í4    "Hecho  esto  y  visto  y  ata-  ridos."    (Relación    del    Primer. 

layadQlagnuidesdtideleJMcíto.y  Deeoub.»   MS.)    £1  miedo  eia 

las  tiendas  qiie  eran  bien  de  ver,  una  sensación  inusitada  en  el  hi- 

nos  volvimos  á  donde  el  dicho  dalgo  castel&no;  pero  si  en  esta 

capitán  nos.  estaba  esperando,  ocasión  no  sintió  alguno,  de^ia 

hartOf '  espantados  de  lo  ()ue  ha-  parecerse  al  esibrzado  caballero, 

biamoB  visto,  haciendo  y  toman-  de  quien  dijo  Carloa  V:   "que 

do  entre  nosotros  muchos  acuer-'  ntinea   habría   despabilado  una 

dos  y  opiniones  de  ío  que  se  luz<^oh1os  dedos.'* 
debía  hacer, '  é'stíuldb  todos  con 


454.  CONQUISTA  US^h  i*6ftü> 

qoe  eAr  veaside  <U8ipí^]E|ir  faé  en  aHmf^Q^^^^mwrxbi» 

een  lo9  fnegps  del  'ejéreito.pfímanojí^Han  junto» 
unos  á  ¡otros,"  djce,  \hj^,i^9iilg^  d0.ynU¡k^.*^como 
hís  estrell^^  del  cijeW/  ^-    ' 

Uacorazon>Ii9Í»a  slri  lambiargfieii  a(}»elkb.pei 
qpeftH  tropa  <|9^  nó.d;g^ba;6iitrad».RÍ  altemor  ni 
al  ahatí^iieHLtOf    J^stf^ejra:  el'  d^;  Pí^^rro» :  q^ies^ 
e^  8ia,.i^enQrí  s^;  rfsgo^ija^, d(?::qikei  hubteseí» 
llfsgfido  la^  qp^sasf,/i|;pQSti^  a  qw  él  Jmlaa;  deiáea- 
do  traerla^.    E^t^ewj^H^i^iquf^  todp.<.ér0^.pe1i 
&i  i^  GQtisegpia  .que  sna  compsoeras  (parftioipa^ 
c^a  d^  w.firjaí^.r(»0QUwíofii>  Sinjreseoriráles  son»  pro*- 
yeetAS  ^efoé^ pues^ llegandoya iüimosi yatái^ast 
pidiéndoles  ,q^e<  iio  «e  montmBñn  'debeles  onfmdd 
haii^aiUegado'  lahoni  de:  encéoárar$ei?freiiíte  b 
freinte  Qpii  -el  ens^í^o^.  i|li6;éHdabaa  hugftando 
ba^is^  tap tp !  t i^miHiti    ^^Cípn^adV  le3  *  de^iai  t«eii. 
yosoftpp  ]^i^pfi^}y  f  en(j^9fya  PjroTÍééiiflhi  qse; 
np^:h«.8a«e:S^'  aalnw  d^>t^»i)t$mblfSflipe]^& 
No  ha  de  abandpnaimps  abpji:a„tai]Qppqo»  y  8Í 
el  enemigo  tíeiie  ¿^su  ifavor  lai  ventaja-  dé  sa 
inmenso  numero,  nosptro^  tenemo?  dér  nuestra 
parte  el^  pod:eroso  auxilio  del  ici^Io^  que  rale' 
mas  que  todo.*'  *•  El  'ayenturérP  español  etíta- 

25.    "Hecimos  . la  guardia/.eQ .  de  otrp^,. n^ parecía sii^o un cifjp 

la  plaza,  de, donde  se  yiap.lca  muy  estr¡eíl¿|p,"   Rc>5¡p^.. del 

faeios  4eV¿^iTl¿  d^ J08:Iii4Íft5,.|  Ppmftí:-  lírwi^b.,  W?-~ 
lo  cual  era  co^a,  espantaWi^xjm^f      26^,  Xejre?,?. Cqxi^*.áti^f^tfh\ 

cerno  estaban  en  una  ladera  la  ap«Btircia,tom>IU.p.}97.— I<a^ 

mayor  parte,  y  tan  juntos  unoi  barro,  Relación  Sumaria,  M S. 


LIBRO  UI.—rCAPITÜLO  IV.  455 

ba  siVjetoáfJa'  influencia  Qombinnda  .del  espíri, 
tu  caballeresCíO  y  del  zelo  religiosa.  Éü  la  ho- 
ra del  peligro,,  este,  era  le  ma^  .|)oderp30,  y  Pi- 
zarro  que  conocia  bien  el  c^aráctqr  de  Iqs  que 
mandaba,  revivió  en  sus  pechos  Ifs  medio  apa- 
gadas ceniza^  4^  ent^si^sipo,  y,  fortaleció  sa. 
valoi:  Tacilapte,  preseatándoles  la  conquista  bar 
jpiel  a^ftecto  de  una  verdadera  eruza^ai* 

Coi^vpe^  en  seguida  una  junta  de   sus  o%iar 
le^.para  discutir  el  plap.de  operacione/B,  ó  naa¿f, 
bien  para  proponerles  el  extraordinario  proyea-. 
to  .que  él  hf^b^a  con<^ebi^Q. .  Tratábase  nada  me-* . 
nos.qijie  de  t^pde^.  una  re^  al  Inca,  y  h^^erler 
prisionero  a  la  faz  de  todo  su  ejército.    Era,  un 
proyeoto  llet^dse  peJUgro^s  y  ca9Í:.p!areeia  un 
aborto  de  ^  des^speraciof^¿.pero  la  i>psicipn  de 
los  Españoles  jera  también  desesperada*  A  donde 
quiiera  que  volviesen  la  vis^  solo  descubrían  in^ 
mine^tes/iesgos,  y  valia  n^s  hacer  frente  co- 
mQ;^ppibres  al  peligro.,  que  hi^iir  de  él  cobarde- 
mente cuando  nobles,  quj^aba  ^rbi^rio  para  es- 
ca{>ar. 

Parala  fuga,era  ya  df;|:^í^Jf^4otarde^^  ¿Y  á. 
don^^  huirían?  Ala  primera  se4al  de  r($  tirada^ 
se  les  echairia  eneinaa  el  ejercito ,  d^  Jncs^, .  El , 
-  eneipi^io  que,  cfinoci^  n^U4^I^  mjejor.que  ello^  los 
desfiladeros  d«  ^.siejpr^sp.aptipiparia  á.j.;sus, 
movimiento^ ^oGJiíparia  los  p^so»,  y  .su.  niuche.-. 
dumbre  les^oprin^if^ .por.  todos  lados;,  mientras 


456  tiüxauístA  del  peúü. 

que  el  simple  Kiécho  de  un  movinliento  retrogra- 
do, rebajaría  la  confianza,  y  Cdn  ella  la  verdade- 
ra fuerza  de  sus  soldados,  duplicando  al  mismo 
tlertipo  la  del  enemigo. 

Por  otra  parte,  en  la  posiciotí  en  que  se  halla- 
ban, el  mantenrrse  mucho  tiempo  sin  obrar,  pa- 
recia  igualmente  peligroso.  Aun  suponiendo  que 
la  amistad  con  que  al  parecer  les  habia  recibido 
Atahuallpa  fuese  sincera,  no  podían  confiar  en 
qtle  seria  de  larga  diii^dcicm.  El  continuo  trato 
con  los  blancos  le  desengañaría  muy  en  breve  de 
que  en  sit  naturaleza  no  habia  nada  de  superior 
lii  sobrenatural.  Su  reducida  número  le  inspi^ 
raria  desprecio,  al  misino  tiempo  que  sus  caba- 
llos, sus  dfma»^y  bngáges,  éexiau.un  cebo  irre- 
sistible para  nn  monarca  bárbaro»  que  cuando 
estuviese  seguro  de  poder  acabar  con  las  perso^ 
lias,  no  tardaría  en  encontrar  algún  pretesto  pa- 
ra ello.  Bastante  tenía  ya  con  las  medidas  vio- 
lentas que  los  conquistadores  habían  tomador 
mientras  venían  atravesando  por  sus  provincias. 

Y  después  de  todo  ¿qué  razones  tenían  parí 
suponer  qtte  el  ánimo  del  Inca  les  era  tan  favora- 
ble? Él  era  un  príncipe' artificioso  y  poco  deli- 
cado, y  sí  no  mentían  las  repetidas  noticias  que 
habían  ido  recibiendo  por  el  camino,  siempre? 
vio  de  mal  ojo  la  venida  de  los  Españoles.  Y 
era  muy  natural  que  así  fuese.  Sus  corteses  em- 
bajadas tío  liabian  tenido  otro  fin  que  engañar- 


Libro  III. — capitulo  iv,  45Í 

les  para  que  pasasen  las  montañas,  donde  con  el 
auxilio  de  sus  guerreros  faQÜmente  podia  haber' 
,  acabado  con  ellosí  Veianse  así  enredados  en  las 
redeá  que  les  habia  tendido  el  astuto  monarca* 
Él  único  remedio,  pues,  era  volver  contra  el 
Inca  sus  propias  artes,  y  cogerle  si  ei'a  pasible, 
eri  sus  piisnias  redes¿  No  había  tiempo  que  per-^ 
der^  porque  de  un  dia  a  otro  podian  llegar  las 
legiones  victoriosas  del  Sur  y  aupaeqtar  todaviá 
mas  la  desigualdad  entre  ambas  fuerzas. ... 

Él  iiacer  frente  á  Atahuallpa  en  campó  abier-: 
to,  era  sin  embargo  sumamente  peligroso,  y  aun 
cuando  sé  lograse  ía  victo'ria  no  era  de  creersje  , 
que  la  peírsona  del  ínca,  cuya  captura  era  tatí 
importante,  Cayese  en  nlanos  de  los  vencedores*. 
El  haber  aceptado  con  tan  poca  , cautela  la  invif- 
tacion  que  le  hicieron  de  venir  a  visitarles  á  sus 
alojurhientos,  les  própotciodába  lá  mejor  oca- 
siorí  de  apoderarse  de'  tan  estinoiable  pre^a.  Ni 
parecía  él  plan  tan  desesperado,  si  se  tomaban 
en  consideración  las  grandes  ventajas  que  dabap 
á  los  invasores,  su  valor,  sus  armas,  y  lo  repenti'* 
no  é  inesnerado  del  ataque.,  El  solo  hecho  de 
obr'ar  bajo  un  plan  doncertadoi  bastaba  para  que 
UQ  peqiienó  número  de  soldados  pudiese  ha6er 
freótíe  4  otro  mucho  iÉ&ayor.  Ko  efa  tampoco 
necésaríodejar  entrar  ¡ala  ¿iiulaJ  toda  la  fuerza 
peruana  ant^s  de  comenzar,  el  aííiqiie,.  porque 
una  vez  asegurada  la  personíi  del  Inca,  sus  vas*' 
h  41 


458  CONQUISTA  DEL  TERU. 

■f.'  •  -        ■     ' 

líos  asombrados  de  tan  estraño  suceso,  fueses 
pocos  o  machos,  no  tendrían  valor  para  oponer 
mayor  resistencia,  y  teniendo  ya  al  Inca  en  sn 
poder,  podría  Piiárro  dictar  leyes  al  imperio. 
^  En  é^te  atrevido 'proyecto  del  capitán  espa- 
/>        \    ñol,  se  echa  de  ver  desde  luego  que  tenia  muy 
I   presente  lá  líiemot^hlé  hazaña  de  Cortés,  cuan- 
I    do  sellevrf  el*  monarca  azteca  a  sus  cuarteles* 
Pero  aquef  nd  ii^ó  de  la  Violencia,  6  alo  meóos 
no'  lo'hizo  á  viva  fuerza,  y  obtuvo  ía  aproba- 
ción, aunque  forzada,  del  monarca  mismo.    Era 
cierto  también  qué  los  resultados  de   aquella 
medida  no  fueron  tales  que  convidasen  á  repe- 
tir la  experiencia,  porque  eí  pueblo  se  levantó 
en  itiasá  para  acat)ár  áf  thismo  ¿iempo  con  el 
'    prínb?|fé  y  con  sus  raptores;  mas  estcí  se  debió, 
á  id  menos  en  parte,  a  la  imprudencia  de  los  úl- 
tiníós.     Á  los  principios  no  pudo  salir  mejor, 
y  una  vez  apoderado  de  la  persona  dé  Átahuall- 
pa,  Pizarró  conñaDa  párá  lo  démas  en  su  propia 
prudencia.'    Á  lo  menos  iíe  esta  nianerá  Valdría 
de  la  cnticá  situación  en  qué  se  hallaba,  consi- 
guiendo una  preciosa*  garantía  dé  sú  segúriáad, 
^        y  SI  no  lograba  que  el  incat  aceptase  desde  lue^o 
sus  condiciones,  proVábíéménté  lo  consigoiria 
cuándo  le  llegasen  los  réíTuerzos  que  a^úardl^ba. 
ttatDiéndo  arregíádd  l^iWro  de'ésW  niodo  saa 
planes  para  el  dÍ9  ^igménté,  se  di^olviií  la  jau- 
ta, y  «1  ^fe  áp  ocup<í  en  tomar  medidas  para 


LIBRO  III.— rCAPlTÜLO   IV.  459 

la  seguridad  del  campamento  durante  la  noche. 
Hizo  guardar  las  avenicKlT'de  la  ciadgd,  y  coló- 
có  centinelas  en  diversos  parages,  especialmen- 
te en  las  alturas  de  la  fortaleza,  para  que  desde 
allí  observasen  la  posición  del  enemigo,  y  die- 
sen aviso  del  íp^w^  j|)gv^e«^  ;gue  pudiese 
turbar  la  tranquilidad  de  la  noche.  Tomadas 
estas  precauciones,  el  gefe  español  y  sus  tropas 
se  retiraron  á  sus  respectivos  alojamientos;  i>e- 
ro  no,  para  entregarse  al  sueño.  A  la  verdad  , 
que  niuy  tarde  debieron  concUiajr  ^l^  sueóo  Jos 
qx\0.  salhiaQ  eV  golpe  deois^yo  ,qpe-d^bip.  davse 
a  la  4nliañaiia4rig«ii«nte;  dia  -  que  4ba  á  deddir  dé 
su  suerte,  coronando  sus  atíibiéiósás  'pretensio- 
nes del  éxito  mas  feliz,  á  echando  el  último  se-* 
\\q  li  su  perdición  y  ruina. 

:   ;í     .í  .1:     ■  I»   í'j    'i/      íííJih'   í  -"  ;     ''■'■'     -i'----'   '-Í-"  •  '  ' 

.-  '.íi-r--  .ij  -m:^'    .:- v7  f  .1.  ',-•--  ^  i  •  >  M.  '.-.'■: 

■•í  '":  <•'';; vi;-  «■•    »  .•  !!..  '  j  i,'  .  :    i.  ;í;     -i'  •.;  ^  •.  .';  v  rt 
''Ji    '.''<-.       ■'■)■'     \  <>>{  l-'i    :,     -'■>•"    siiJ'í  ..'-:••  '••;    •'■  '    T 

^  '■•  rw-rí-^il     • '!o;í '«í:l  ::  ^i.j  .  . 'j  -  ;•  •  --'^í.     i^vt,?!  ««m 


.  f  '    >..'.. 


C^PITITLO  T. 


*.) :  •• 


f  — — — — 

;..  :,.  ,.       '    ;í,       '.^'  •..      :..   '..  •.;.'■.     ..    ^   '   - 
Resolución   desesperada  de  PizARBp. — ^Visita  Ata- 

líúALLi^k  Á  tos  Españoles'.— lloRRiBLE  carnicería. 

^^QtJteDÁ  l^RÍélÓi^Eiáo*  EL'^  lÑdA.*-t4Í?ÓNDt<ÓTÁ'    DE    LOS 
C^N«IÍI¿TAD(^E9.^^1lf  ApNIPK AS  ,  FllQ»|;6tfLSi  9SL  InCÁ. 

-   >  •..  :;    i.  ,•;  ^'^   .■i'i532.----  •      «^   y--      ^•^'      • 

Las  nubes  de  la  tarde  anterior  se  habían  ya  di- 
sipado, y  el  sol  apareció  puro  y  radiante  á  la 
mañana  siguiente  para  alumbrar  el  día  mas  me- 
morable en  los  anales  del  Perú.  Era  un  sábadoi 
diez  y  seis  de  Noviembre  de  mil  quinientos  trein- 
ta y  dos.  Apenas  apuntaba  el  dia,  cuando  el  sonoro 
toque  de  las  trompetas  llamtf  los  Españoles  á  las 
armas,  y  Pizarro,  después  de  haberles  impuesto 
en  breves  palabras  del  plan  que  habia  discurrido 
para  la  sorpresa,  comenzó  á  tomar  las  disposi- 
ciones necesarias. 

La  plaza,  como  hemos  dicho  en  el  capítulo  an- 
terior, estaba  rodeada  por  todos  sus  tres  lados 


LIBRO  III.— CAPITULO  V. 

de  edificios  bajos,  compuesto^  de  espaciosos  sa- 
lones, con  amplias  puertas  ó  salidas  á  la  plaza. 
Dividió, Pizarro  su  ca^Uería  en  dos  trozos,  po- 
niendo el.  uno  á  cargóle  su  hermano  Hernando 
y  el  otro  al  de.  Soto,  y  ambos  los  Coloco  en  es- 
tos salones.  En  otro  edificio  apostó  la  infante- 
ría, reservándoí^e.  veinte  hombres  escogidos  pa- 
ra acudir  con  ellos  á  donde  el  caso  lo  pidiese. 
Pedro  de  Candia  quedó  en  la  fortaleza,  con  unos  . 
cuantos  solda,dps  y  la  artilleria^  comprendiéndo- 
se por  todo  bajo  este  imponente  nombre,  dos 
pequeñas  piezas  de  las  llamadas  falconetes.  To- 
dos tenian  orden  de  mantenerse  en  sus  respec- 
tivos  puestos  hasta  que  llegase  el  Inca.  Aun 
cuando  este  hubi^ese  entrado  ya  en  la  gran  plaza, 
debian  todavía  permanecer  ocultos  sin  que  qadie 
les^vi^se,  hasU  que  se  di^paras^  un  arcabuz  que, 
eradla  señal  convenida;  entonces  saldri?i,i^  repcn- 
tinaniente  de  su  embocada,  y  darían  espada  en 
mano„ sobre  Iqs  Peruanos  hasta  hacerse  dueños 
de  la  persona  del  Inca.  La  disposición  de  aque- 
llos gratides^alónés'ál  Mismo  hivel  de  la  plaza," 
pareoiiBt  imagioada  espresam^ata  para;  un  coup  de 
thédtre.  Pizarro'lés  recomendó  muy  en  particu- 
lar el  orden  y  unaoberdienei^  ciega,  para  que  en 
el  momento^  del  átáqtre 'no  se  introdujese  la  eon- 
fttsioii,  Tqdo  el.  éxito  4^pendia  de  obrar  de 
acuerdo,  éo»  prontitud  y  sangre  fría.  ^ 

1     Pedro.  fízaiTO,  Descub.  y  Conq.>.M8,'-'K«lao.  del  Prímci. 


CONQUISTA  DEL  PERÚ. 

andante  procedió  luego  á  examinar  si 
estaban  en  líiien  estado,  y  si  los  pre- 
'  taíéS  íTeTos  caballos  estaBÉl  guarnecidos  de  cas- 
cabeles, para  qué  sii  ruido  aumentase  el  espan- 
to dé  los  Indios.  También  repartid  comestibles 
en  abundancia  para. qué  estuviesen  las  tropas  en 
estado  dé  combatir  con  Vigor.  Terminadas  es- 
tás disposiciones  céíebraron  con  toda  solemni- 
dad el  sacrificio  '¿e  lá  misa  los  eclesiásticos  qae 
iban  con  la  expedición:  rogaron  al  Dios  de  las 
bátaílas  qué  cubriese  con  ^u  escudo  á  los  solda- 
dos qué  peleaban  por  estender  el  imperio  de  Ja 
cruz,  y  todos  ¿  íina  voz  eníonaron  la  antífona 
^*Exsurgé\  Pbmihey^  '"Levántate,  Señor,  y  jnzga 
tu'éausa;'*  ^    Cualquiera  les  hábíiá'tomado  por 

Iuiia  ti'ópa  dé  mártiíés'  prontos  é  dar sti  vida  en 
defensa  de  la  fé;^  no  por  üná  désenfrenád¿t  tíiVA* 
ma  dé  ¿Ventureros  qiie  ¿té preparaban  á  cometer 
prio  dé  los  ¿las  áírocéá  ácítos  de  perfidia  de  que 
háéé  mención  la  íiístóría.    Más  sin  eftibar^o, 

DescAlv;;  MS.  — ^Cerez,  .  Coijfl,-:  :c|ia8;\áÉ?WW  i  jBang^: en  !•»  d»- 
del'Perui  ip.  Barcia,  tom.  IIl/p.  "ciplinas  que  tomaron.  Francis- 
]87.^0áita'  áe  I  H«bi.  1  Pi£ank>r*^ai>'P^lrpo'«AiiB6  :iíi  lóe^aaldaJofl 
MS.-— QTÍeda»  .H^st.  4e  laq^In-  coIl.^maI^m^^ClfwtUI^a  platica qn« 
dias,  MS.,Parté^.  líbié,  cap.7..  '  les  hizo:  con ' que,  í  asegurarles 
2-  ^Lwí lEiáetófeticftft  i'  Réll^Mod Eíiiesiakleos  4e 'piwte'íte Dioií 
giosp^M  «¡duBaroñ  jtt^.af4e%  Jdeen Madre  SaptwixpaUvictp-; 
noche  en  or^ionV  pidiendo  a  ,  "a,  am&necieron  todos  mni  de- 
Dios 'él  nítf  to¿v§niente-'itlces;<>'^eeóét)é^dé  dtf  la^ttatalfa,  diciendo 
á  su  sagrado  serriqip»  cíí^sp^o».,:  K:  ^^:  "í:Mlirga;Pomiiie,r  et 
de  U  £íí  é  salvación  de  tanto  né-    judica  ceusam  tñam."    Naharro, 


LIBRO  III*— CAPITULÓ  V.  463 

etitre  los>ieios  del  hidalgo  castellano,  caales-^ 
quiera  ([xie  fuesen,  no  debe  coi^tarse  la  hipoere- 
siá.    Estaba  persuadliD  de  que  combatía  por"^    I 
la  cruZ)  y  cuando  en  estos  momentos  de  escita-  .  I 
cion  recobraba  esta  idea  todo'  su  vigor  prin^i ti vo,     I 
no  advertia  la  mezcla  de  afectos  terrenales  que    | 
le  arrastraba  también  á  la  empresaV    Inflamados   | 
asi  sus  ánimos  en  celo  religioso,  los  soldados  de    f 
Pizárro  sentiaii  renovarse  su  valor  conforme  sé 


acércáííá  él  momento  crítico;  y  su  géfe  SLávirtiá  \ 
con  satisfacción^  que  en  ta  hora  del  peligro  sus    : 
tropas  se  portarían  como  debia  esperarse  de 
ellas*  V 

Estaba  ya  muy  entrado  el  dia  y  aun  no  se  no- 
taba ningún  movimiento  en  el  campo  peruano, 
donde  se  hacían  grandes  preparativos  para  pa- 
sar á  los  cuarteles  áe  los  cristianos  con  toda  la  ' 
pompa  y  solémhidád  debiáá.'    Á'  poco  recibie- 
ron lós  Españoles  un   mensaje  de  Atahuallpa, 
quien  informaba  á  su  capitán  de  que  tfaeriá  ' 
consigo  armada  toda  su  gente,  I0  mismo  que  los 
Españoles  habían  ido  4  verle. la  tarde  anterior. 
No  era  esta  una  naticia  muy  agradable  para 
Pizarrp,  aunque  en  realidad  no  tenia  iuolívó  pa- 
ra esperarse  lo  contrario^   Pero  como  el  poner 
cualquier  reparo  podía  dar  á* réiíténder  poca.* 
confianza,   6  infundir  alguna  sospecha  dé  %ns  ■ 
dcáignios,  se  mostró  muy  satisfecho*  del  avisó 


464  CONQUISTA  DEL  PERU. 

asegurando  al  Inca,  que  de  cuajcjuier  raodo¡''que 
viniese  le  recibiría  como  á  herniano  y  amigo.  ^ 
Llegó  el  sol  á  la  niita^e  su  carrera  antes 
de  qiie  se  pusiese  en  marcha  la  procesión  de  los 
Indios,  y  al  fin  á  esta  |iora  ya  la  vieron  venir, 
ocupancfo  uHa  gran  parte  de  la  calzada  princi- 
pal. Venia  .por  delante  un  numeroso  grupo  de 
sirvientes^  cuya  ocupacipn  parecía  ser  el  apar- 
tar del  camino  cualquier  e.^torbo^  y  hasta  la  me-, 
ñor  piefirecilla.  Por  encima, de.  aqudla  multi- 
tud aparecía  el  Inca,,  llevado  en  hombros  de 
SUS  principales  nobles,  mientras  otros  de  la  mis- 
ma  clase  marchaban  á  los  lados  de  las  andas; 
y  eran  tantos  los  adqrn«os  d.e  oro  y  pjata  que 
traian  en  sus  personas,  que  cpmp  dice  uno  de 
los  Conquistadores  "relucían  como  el  sol."  * 
Per<o  ^  íneiyór  par^9^^^^  .In^9>  ^^' 

taban  ]íbr|na4^,^  áfilas  i|i||]p|ediaie^jf^e^  fiel  camino, 
y  llenaban  los  .<;ampos  hasta  don^e  alcanzaba 
la  vista,  *  ,^,  ,^     ^     _  .,....,   _.    .  .   ,     . 

*../ÍE)rgjQiberwf49rfreníop<íí^V/lS(^»l*  W*?0  EisajTq;.  t)«8ewlK. r 
Di  á  tu  Señor,  que  venga  en  ho-  Conq.,  MS. 
ra  btóná 'coinb  quisiere,  que  de  '  ^  A  los  ojos  dérConquistádér 
laiQanQmqttevi|úere.lo  r^cebí'  tant^ /Teces.. cüadov  los  gnene- 
ré  como  Amigo  i  Hermano."  ros  peruanos  pasaban  de  50.000; 
Xeréíz;  CbiiqJdél  Perú,  áp.  6ai'- '^'más  dé  cinquenta  mil  que  tenia 
cia;.  toniM  lá^  pi^W^-r-O^^'^it  de.gwerrit'V  <RjEÍa«ioii  del  fti- 
Hirt.  de  las  Indias,  MS.,  P^irte  3,.  mer.  Descub.^  MS.J  El  secreta- 
lib/8;'cáp.'7:-:iCartk  ae^Hetn.''  ri<Í  de ' PizaiVó  :íós  calculó  '& 
Pi^KITD,  M3.      r. •:,'.>'     f.  ,;..3ÍM)OOciiimdi)l©sVi6»5aínpadOB 

4    VEra  tanta  lapatene^ia  que    en  las  laderas.  (Xerez,  Conq.  del  r 
traian  de  oro  y* plata  que  era  có-    Perú,  ap.  Barcia)  torn.  IH*  P- 
ea  estraña  lo  que  relucía  con  el    196.)    Por  mucho  que  agrade  á 


Caand^  <  ,la,r%ia  caiiijbtiyifi  llegó  á  <;osa'  de  mb«  ' 
día  milla  4e  l^etudadj  hizo  nltpry  Pí^^fo  qué-^ 
do  sorprendido  al:  ven  qci#  Ataiiciallpa'sié  pnepá^  ! 
raba  á  armar  sus  tiendas  como  si  pensare  aWm-'  ' 
par  á  l\w  .  A  poco  lleg^  an  enviado  á  'parti<?i|K*r 
a  los  EkSpañQtes,  queellnca  había  resuelto  p^-^   ' 
sar  allí  Ja :  noch^  .  paira  rcuoi trar  en '  la  eiadírd  á '  la' 
mai^íMia.isigííiien.te^ii..-  í4:.í:;;?-Í'  í'^.j   ,■,).{  «-  Ir.  ..r  -■* 

]AfAc]^€t  di^gufeto  oauBo'á  Pizarro'  éi9t^  noticiar' 
pues  p^rticápabfi  de  la  impaciencia  gen^eral  di    - 
verilf^  ]ifntHad>.de,ulo9  movimieblos  del  lÁx».  * 
La¿»  jt^opa8Mbiaa>esta¡|dbo  pobres lá«  arrrird'd^sde'' ' 
la  auüorar  la  oaba4le!ría;>  montada  j^  la  iiifaütéria  ' 
en  a<MSi  pñesíibs,  espcTand'is^  ¡eilencitisfeirhénte  stc  ■ 
llegarla-  .  Reinaba  el  mayor  sosiega  en  toda  la  ^^ 
cmá»i;^U^n  ;soloíintóTmtilpMé'á^Véc^*»por  loá"'*"^ 
gritQf;ílel«eá4infil»  quedeSüe  te  tító ró  lá  for-*'' 
talega  ;ayiaaba  los  movrmi^ntofil  déíl  ejétéitó  iit-' " 
dio.     Pizarro  sabia  n;(uy  bien  q.ue,,eA  cp:^mg[$tanrr ,  ' 
cias  tap.crítiiítSifMmo  •qcfcelkis^nftdabay  tanpa-   ; 
ligroso' ctítft^  niálitéílér  mucliq  tiempó'al  MÍdar  Z 
do  en  la  in(^ei[Udwmbi}^^,.y  te0iia>qu€  sa  arctorse   •; 
apagasey  BC  conVittícáé  tn  esa  escitacion  nc|r-";* 
viosa  que  én  íalés/ps^pós  .^e  apodera  del  pét\k&^ 
ma»  esforíBádo;  y  <iiie^f  ¡ftto  és'  tkhñójt  se  re|  (isér , 
meja  iJa^tánte,, « '  Jléspondia  porJ  Lo.  mismo  é  ^ 

la  imaginacy i^  ^l-  ijynwft  gag  /pn  :  fuenií'a^  iBjétcftdk 'Iwrrfeiií^V  y' 
numero  exacto). e^jnnyrMrikqiie».  ^sordpiwdoe.^  .* :    ..  ••:    •   ^  j  ■•  .'•* 
pueda   hacerio   con   seguridad,        6  oiDkeiPÉairo^^éuii'éí^^  ^^ 
cuando  se  trata  de  calcular  la    indio  refirií^á  Atahuallpa  que  los 


4M;  CONQUISTA  !>£!>  PERÚ. 

Atabiiallpa  trupllcandole  qne  vatíade  de  tesdih 
cioQ^ry  mf^ii^táo  qoe  ya  tenia  todo  diepuéstt^ 
para,  jT^etcibirle  y  le  espériba  á  cenar  con  él  aque- 
lla hkh^^.^.  ' 

E&  efeetQ»  este  rmensaje  biza  cambiar  de  redo- 
lacipq  aI'  lacat  y  babiendó-  levaintado  oltraVez 
sa«  tielidli9\«oatimiÓ4a  mareba,  avigánd¿  pri* 
mero  al  general  que  dejaría  atra^  la  m^or  pwt* 
te  4^  t  nw  guerreros,  y  eúfraría  á  la  eiüdadf  éon 
8o)o  11I109:  pocQi» :  y :  sin  armase  ^  pbf^tí^é'  pí^efe- 
ria  pii^qar  i^  xiooM  íén^  OaxabialbaJ  Al  Mismo 
tieippp'  map^Q  q^^  «^  pr/^parasen  alojamieatod 
para  8Í  y  p^ra  Bti  cOJKntii/a  en  uiio  'de  tós  eilifi« 
ciosm^iisgr^pd^s,  Uama40fla  ^teasa  die  la  eilie* 
bra'^  por  tener  una  iserpi^nte  esculpida  éa  k'pa- 
re4<i  ,^  .?^o  po4ia  da«:M  fioéieia  wms  agradable 
parar^^o^l  EfpaikjitlQft.  iFalreciii'  que  él  moMréa 
indiq  i^.da^a  j^nsa.á*  o^cor  em  ei  laeo  qnele 

blanooá'émáiMii  ítákdÁíá>iiádd8  éti  '  halúá  iíé  cenar  hasta  que  foew." 
uno  ^|lc^  fuiffníLpfH  l«ip|B««,  y  ]  -jOmá  éa  Hélhiir  PifiúM,  Mfi. 
líeiiof  fcí  miecZ^/lo  que  119  distf;  ,  8  "m  ^H^?T  ^^TH'  liM!90>  ^ 
bamííditi  de  Ik'veridáá,  anadé  el  "que  venia  sin  armas.  .  E  juego 
baei^fiaii$UQio(P6SGQbJf  Ctniql,  Atabaliira  se  Ü6ti6'para  vtoir,  ¿ 
MS.)  .^eJjS:  bUS  la  ¿xinte  0911  Uis  anaas, 

7 "  'Pedro  I^íarro,  Descub.  j    é  llevó  consigo  hasta  cinco  6  se» 
Conq4lf3(    i  •'«      -•   :  *teií indios siií  aniun,  sflvo  qii6 

"Asentados  sus  tQl^o/Bj^pió  A  .4^f^*A^  W  paAiis«tas  tnótt' 
decir  áí  gobernador  que'  ya  ^ra  unas  porras  pequeñas,  é  hondas, 
tard#«  qne!  61  queriaí  detttSr  allí»  é  bolsas  uson  piediii^A' '  Carta  de 
que  por  la  madaaa  veraia:  el  go*  Hem.  Pizarro»  MS. 
btnftí^,  le  envieja  decir  queis:  -  9  Xere^^,  Cbnq;  del Pért,"*?- 
rogaba  que  viniese  luego,  porque  Bareittj  «otn.  m.  p.  199'- 
le  esptsrab» .  á  ceittur,  j  qiie  tib  ' 


LIBRO  iii,~<:apitulo  V.  ifíi 

habian  tendido,  y  el  fanático  ayentureÍQ  no  po- 
dia  menos  de  ver  ,en  todo  ^sto  la  intervención 
inmediata  de  la  Providencia. 

Es  difícil  esplicar  esta  condopta  incierta  y  v^* 
cilante  de  AtahudUpa,  tan  pocp  ^corre^ppndien-* 
te  al  carácter  firnií?  y  ^treyidpjquie^le  ^tribu- 
ye la  historia.    Ño  hay  dadaque  al  hacer  ^qqe*'. 
lia  visita  á  los  Estpañoles  proc^di^  pon  entera 
baena  fe»  si^bien  Pizarrp  no  iba  aeguramenic; 
fuera  de  camino  aj  jnzga^  que  la  buena  dispo- 
sición, del  Inca  no  descansaba  ;pn  muy  ^á\i'- 
dos  fqn(jLameD;tos4,  Tampoco,  hay  razón  par^  sur 
pon^  qu^  desconfiaba  4ia.  la.' sinceridad  de  los  . 
estrangero8,.pae;s  de  ot^o.piodp  no  se  hnbiei^a 
decidido  ¿visitarlo  siq  armas»  puesto  que  nihr 
gana  ii^ce^id^  hstbia  ^  ellp.    Si  al  principio 
se  propuso  .venir  con  tod«^3u.  gente^  íi;ijé.  sin  du-    . 
da  por  desplegar  toda  la  pp)i»pa .  real,  4,  p<ura 
manifestar  mayor  respeto  á.lpa  Esp^inples;  pe- 
ro cuando  se  ^fífíidió  á  .^c^ptar  la  ^pupitalidad ,, : 
que  ejstos  le  ofreciap,  y  pasar,  la.  uo^^c  CJ?;  jsfus  -  * 
cuarteles,  le  pareció  mejor  deshacerse   ^ccasi.;. 
todas  sus  trp||ta8  y  visitares  jiji^  una  man^a/iui^ 
les  die^e.^á  entender,  confíj^^  itbspj^ulanijep^:  en ,, . 
su  bu^pa fé. .  Era  demasiado, pod^re^p  K^cispe* 
tadq  efi.g(j  impfirio  psjra  qpe  djese.fácijt,]9i|tr^^a  [ 
en  su  ánimo  á  las  sospechas,  y  sin  duda  no  po- 
dia  coR^prei^der  el  arrojo  con  que  unos  cuantpsj 
hombresi  como  eran  ios  que.  se . hallaban  en  Ca«' 


46Í8    '  CÓNQÜÍStA  DEL  PÉRÚi 

Xatnalca,  meditaban  apoderarse  de  uíi  gran  íiid- 
nareá,  rodeado'  dé  uh  éjéircító  victorioso.  Ña 
conocia  el  carácter  délos  Españoles. 

Se  acercaba  ya'  éi  sol  á  sú  tícaso  cuando  co- 
mdtócíá  entrar  la  pro¿e¿ioti  poÍ*'í¿'á  puertas  de 
la  ciiidad.  Teniaíl  por  ddante  aíéuriós  ¿entena^ 
reií  de  criado^  ápártaitdd  todo  estorbó  del  cami- 
no; y  entonáií dó '  úY  mismo  tiempo '  cáíitd^  triun- 
fales, *^rio  nádá  ¿ráció^os  paralóos  que  los  o'ya- 
mos,  antes  efeparítosbS'poiHjiíe  JVai-eciáá  cóka  in' 
femal."  "  Sfegdia»deBi)tiés  dtrb¿  cuerpos  de  díá- 
tintád  felaiaéáj-vestidbMáida  úúó  dé"  diversa  lira'^ 
ñera.  Lb¿  trajes  derlas  unbé^^eran  dd  mtosá  te-^ 
la  dé  cuadros  blancos  y  rdjófe,  á  éemejanza  dé  üfr 
tablero  dé  ajedrez;  ^^6troi&  ibáñ  íoátTs' ve^tidosí 
de*blanéo,lléf árido  eft  lás  '¿Aánós^tiftos  tóártfllors 
d  méíz^s  de^Iata  í  áe*'cóbre',**'y  íai  ^aírdiá», 
lo  roisáiio  qtié  caarito's  s^viári  mas  dé 'acerca  al 
prhwiipe,  sédfe'thi^úíatt  f^óí  ütíá  ííbM'Váilí'múy 
rick/Ufená  tí^'íufeídós'HdóínÓs;  '^^  e^  íás  oíejas 
traiáñ  \úá  endttñes^iíciljosi  divisa  dé  ííis  nbbíek 
del.  Pero;    '  '  '     ;■    ''    '^'^^ -;   -  ^■'^''"\  "^^ -'••"  ^• 

Elevado  sóbrfe  todiorfe^üiS' vasallos' H'-^tfíaéí  In- 
ca Atahúatipá  eh utía'síltó  dfe"^^ nlatíbá  dliteía,  so- 
bré lu  ¿ud  hiEtbiá*úiió  cdrtíó  troto  dé  ofo  líiái^izó 
de  un  Valor  íriéstihiáblé:  ^*  tas  áridas'  ¿ataban 


^  no^  de  cobre  y  plata.  *    Ibid., 


10  ^  Relación  del  Primer.  Di 
cub.,  5Í&.  "       " '       '  •    '    r     ^  "  ^  no^*' efe*  coVre  *y  *p] 

ll..J»Btocíí>rW>fó«dac«ino;r.MSv.*.  ..S''*'  -»T40"J  c  "^lOír- 
las  casas  de  un  ajedrez.*^  Ibid.,  13  "£í  asiento  qtte  traiaso' 
M8.  bre  las  andas  era  un  tablón  éd 


Ltfiao  in.*— CAPITULO- V.  4(19 

jarradas  dé  plumaV  de  mil  In^illantes  colores  y 
guarnecidas  de  planchas»  de  oro  y  á&  plata. "  El 
trage  que  Vestía  alíora  el  monaFca  era  mucho 
nias  riéó  qué  el  dé  fe  tarde  anterlbr.    Traia  al 
cuello  un  collar  de  esmeraldas  djs  untaniaño  y 
uh  briltó  'estraórdinatíósf  ^él  eabello  lo  traía 
corto  segfnti  el  usó  desu  ffjái^t^tVáCfrmido'de  oro, 
y  erící'ma  1^  WoVlá  imrperiál  t|ilie  Id  ce&ia  la  frente. 
El  porte  del*  Inca  thca  mesürtído  y  magestapso, 
y  desde  ^u  elevado  aáiento  do^ntamplaba  1^  mat- 
titud  con  un'  aire  dé  coni postura,  como  do  quien 
está  acostumbrado  ámandaiTr  (     >'      '    '     ,    • 
Asi  que  las  prim^rtiái  filas  de  Ja  procésioa 'jcn^ 
traroii  eW  tsc  plaza  principal,  (mayor^  segúaao 
áhti'gíió  ¿ronfsta,  qué  ctial^bbra  de  'las  ¿e  C^par 
fia,)*sfe  ábríéírotí  á  uno  y  x>üro'  lado  para  -qoe  ;p9ir 
«ase  'Li ^comitiva* meA.    Tod(i  sie.hacia.  can  el  orr 
deW^as  admTráJbtei  '«Déjate  que  ,dl  mc^area 
«traT^Siaéé  la  ptesta,  y  no^sai'deseabria Un  sbfe) 
t!a'^eltiñü».  i€aaii4ó  'yaiJinMn  entráSo  ciooc^l^ 
«df^  biilldé'  stis  tr^saUos^^ se  d^tavoi  Atabnallpa, 
y  téndietMld  la  víátá  por  (c^o^  lado»/ ptegontc^i^ 
*'¿D<íade  estaii los esttangsarosW-  :  r  »  i -^ 

0X0  qtxe  peae  tirí  ijtiíniál  dé  b'ro ' * -psígtio^'úe' laikÁiRÁ ttAórmt'fpkA"    . 

25,000  Ilesos  6  di^iados."  N'ahar-  la."  Xerez,  Conq.  del  P^ru,  ap, 

ro;ÉelacíonSü¿4arm/MS.  -'    .'  'éatóa/tók'ífí'pí.'ídtt  •'>  ^  *' 

14    "Luego  venía  mucha  Gen-  ^    15    Pedro  Pizarro,  Descub.  y 
le    cbñ  ArttíaduritSt '  Patehafi,   i    Ccínq.,  M3." 

Cofoh&á  de*Oro  i'Plata:  entre  '    '^Veiíiá  tk  ^énoaa  dé  ÁtabaU- 

estos  venia  Atabalivir,  en  tmá -H-  ca;  \n,  Tual  •  tñdan  -ochenta-fleño- 

tera,  aforrada  de  Pluma  de  Pa-  res  en  hombros  todos  bestídosdf 

I.  -43 


EB^iielmomfofetoEray  Vie«fit^  4o  VíiUwde, 

ae  latíifdcp  deSantftBoitiifiipo,  capéllftn  de  Fi- 

Kiuaroiy^despaies  obUspo  del  Cjuaoo*  ♦M)ar#c»ó  cw 

isaiwtíñaria,  ó  Rf«ai)  dieea  pUqa,  5^911  la  Biblia, 

eu  fl«ai»WP.y>  aJ>  Qíf*©iítfo,eo  Jaot^í»,  y  acercan- 

/dwe  ftU.l*^^i«iqtimQ^%l¡^e  venia  de  j?r^^^       su 

,coma*d¿tot«;v|MMíf^,.^»f|ÍM?í^ífl»  lo«  :dí^nag^  de  la 

.vferdáÉLlel:a.ift^>  cotí  QlfVoi^líJetq  liaí)^»u  vejaWQ  lo? 

Eaptóe^de^d^  ta»,  gmq  4istao^ia/    lU  firaile 

-te-aspli<5á  éq  Mgwdalfirfi§j9í        pv^ío  ^'1  mia- 

üQÜ^  át  ^Triqidadi  y  triando. J^scpsas  desde 

el  prineipio,  comewwippí;:!»  CJT.e^^n  del  hom- 

4MaBy.háld«.l»egt)  jJ^aJíH  ii^¥Jl%<:4f  pu  rederioion 

fM)»  íes«(Míkst©vídf  1^  ívíftfii^ij^  y  d,fí  U;  Ascea* 

.  4Íqa,ícá!iBá6í6l  iSai»^¿Wjdí?¿f  }\1  Apo>^.^^^^ 

.  ^r«ai^VÍGaxfO)6ii  l%ite^ír^«.  JJ4S  B«i?r  P^^  ^ 
16b  !siic^8ot««i.delr  Af^óSoI,.  Va«)ne^  i^fífeip*  y  J9«^ 
^mif'  '4pie  cbn  eljtítiito  d0  Pai^fi  t^ieo;  a«itprid«d 
<i^i»:0 'lodos Jos piddere^d^ Ia1iM?fa^  Vm  M  Ifti 
«l4«naB  Papns  lmbi«jai)iom«^^  nl  mnfm$á(or 
,esiU|floI,.el  vitínñX!if^:m9^)P^4fifo^An  If^  tierra, 
^ra'jfRfliQeoftttlsteíír,y  AÓpvirt^ 
les  de  aquel  hevái^Sm^mÚimU^hj  W:íg0n0(sú 

Es^mm^  Pi?5a4?r«,,.x^pií^,4  4€isew^o^  tapim- 
-tíéttHúie  'cámmtmi  Gmu^^d  «i^  fraile  «i^Iícafl* 
do  ai  i^ijúii^^  p^^  que.  ^  r^cibiQse  de  paj: 

una  Ubr«»  azul  mu^  ;ncl^,,y.^l   ,a1  c^ciUq  im  coBw  d(í  ^sni^rMdip 


dflbyifprnnrjuf0í  idc&mi:^  4ltal9to.rdl^,l9^TlllÍMr 
4ladf fl) caim>  il«i»>KQI«^i]a«04¿<^táittórpi&^t«^^ 
pUlei  rá  IaéaplícbVdki^Ildf<^/  ^mi  lisn  ,Cr«Ífttmms 
creían  en  tii^^*J)Í9$k$'7  i^ilSliitBri^^I^IHit^i^ilf- 
trp.'W^  Lo;«pftíf  8f  «*6fidtóffffftfec|wnftPt^5Íaé 
4ueiéLi)bjéfto  deaqiuekdibfii)r«o  .i[^»  I#ük*^irbs 
á/qo¥aJbéka8e;tea<«QCóiui,  f  fi^eomoi^i^^e  Ja  iM* 
pféiiuiCfa.deMí  ««tm^l))  í^Hov  ,n([}i*;;MÍj.,;/    .»! 

.  o9iM>y.&unpírndor«£]eiiPQ»cii  «0qM>iKlíó¡iv[ASY0  it> 
fafi:diBa8crítrib0t&iáaidfti«fid«^  ^Shjitiigíbvmiic 

I6^^Moof<8Íilbi^dibeiqistfÍVIi)^iiréví^ém']^  itdMrtTtfe 

miento  usado  por  ios  Españoles '  tragedia^  y  cuya  narración  mas 

año  1533.)    Pero  este  requerí-    mada  p«r  *'l<{fff^?}\V)'/W:{f ' 
miento,  aunque  absurdo  en  de-    neral  de  ambos  Fizarrós  y  del 
masin,  no  abrazaba  iodps  Ioí|  pun-   ^ef  retario  ^^er^z.   ,     .  , 
t9s  'd^l^a  disertación  tepíogicaíji^e  ^     'jff/'JPor  ije^r  píos  trino  y 
8^  atribuye  al.  capellán  en  esta    '^ño',  fli^o  I)iqs  jíes  y  uño^'son 


4if2  CONQUISTA  DEL  PEllü» 

ios  J)ríiicii>es  cte  la  tierra.  Vafestro  emperador 
podifáser  tan  grande  :  como  yo:  no  lo  dudo  al 
ver  que  ha  enviado  sus  vasaHos  desde  tan  lejos 
al  través  de  los  mares,  y  me  place  tratarlo  co- 
mo á  hehnano*  Eh  cnanto  á  ése  Papa  de  qae 
habláis,  debe  ser  algan  loco,  pues  regala  tierras 
qae  Éo  le  pertenecen.  Lo  que  és  mi  religión/* 
contittúif  diciendo j  **no  he  de  cambiarla  por  otra. 
Vncstfo  Dios,  ségán  decis,  fbé  mllerto  por  loe 
mismos  hombres  que  halñá  eiíadó;  pero  el  mío/' 
eonclay^,  señalando  á  su  Díosqa^  en  aquel  mo- 
tnéhto  se  ocaltaba  ihagestoosamente  tras  las 
montañas,  ^^tk  mío' vive  todavía  en  los  cielos,  y 
contempla  desde  allí  4  sps  hijos."  '^ 
Frogúntó  enMncéa  4-Fray^  Vie«nté  con  qaé 
.  áotoHdad  décia  a^QelIhs  cosas.  -  El  fraUe  le 
•séñafó  el  libro  qué  tenía  > en  la  huvaq.  Tomó- 
lo Atahnallpa,  \o\\i6  alganas  hojas,  y  vinién- 
dósdle^sin  doda' &  lahiemoria  el  insaUoreciUdo, 
Iearroj<(  al  stielo  con  impÍMiiencia,  y  exclamo: 
:M0íeeídá  vuestos  compaft^rog  <|oé  ya  meiarin 
Cttettta  de  todo  lo  qi»B  han  iie^bo  en  mis  domi- 
nios. '  No  me  iré  de  aqai  hasta  que  me  den  en- 
tera .satisfacción  de  todos  los  d^safaeros  que 
lian'coriii^tidb/' **  . 

18    El  lector  haUará  en  el  Á-  19    Algunos  relaciones  le  atñ- 

j^émUce,  bajo  él  nfin^rb  8,  varios  büyen  habar  ipsiiltado  i  los  ti- 

trozos   de    MSS.    contempoijl'  pañoles  en  términos  mas  violen* 

neos,  relativos  á  la  prisión  de  t¿R.  {Véase  el  Aj^éiuUu,  n6ii>- 

AtahuaUpa*                     '  8.)' Tero  no  es  fiícil  qne  í»  es*w 


LIBRO  líl.-^CAPITüLO   V.  473 

El  fraile,  stíriiáméirte  escandalizado  del  poca 
respeto  con  que  había  sido  tratado  el  sagrado 
libro,  no  hizo  mas  que  alzarlo  del  suelo,  y  se 
fué  para  Pízarro  á  decirle  lo  que  habia  ocurrido,* 
anndiendb  al  mismo  tiempo;  "No  veis  q^e  mién«> 
tras  estamd^  aquí  pelrdiendo  el'  tiiémpo  en  hablar 
cotí  este  peWo  lleno  de  soberbia,  viíiiien  lod  cam- 
pos llenos  dé  iTidios?  Dad  'sobte  ellos  que  yods- 
absuél Vo?  ^  Entonces  conocía '  Plzárró  (j[üe  era 
Helada  la  hora.*  í)lo  la  señal  convenida  de  agi- 
tar un  pañuelo  blanco  en  el  aíte,  é  inmeditamen- 
te  dispararon  la  artillería  de  la  fortaleza.    Salen 

meinentos  dle  agitaeioi^^e  t«]]|;an  Dfscub.,  M3.)  £1  hútonador  de* . 
bien  presentes  las  palabras.— Se-  be  irse  con  .tiento  j  asegurarse 
gun  otros,  AtafafüaHpa  ^'dejb  caer  bieii.  antes  de  atHMr  condacta 
el  libro  por  casualidad.  (Monte-  .  tan  cUab6JLica,  i|l  Padr*  YalTerde. 
0Ínoa,  Analeá,  MS„  año  1533. —  Dos  de  los  conquistadores  pre^ 
Étñhúúi  *fH^.'*  díi  Péróü,  dhap.  sen^>  Pedro  Pizarro  y  Xerez , 
Sl2«)  Ma9  ateniéndpnps  al  tesd-.  dicen  simplieinente,  qfia  el  fraile 
mouio  de  los  testigos  presencia-  reérió  al  gefe  el  insulto  hecho  al 
les,  resulta  lo  que  va  referido  en  'sagrado?  libro.  'Pero  Hemán4o 
el  testo* .  Y  ^i  habló  con  al  calor:  Pizai-ro  y  el  «uto^r  de  la^  "Aeta- 
<jue  se  le  atribuye,  no  hizo  mas  ciou  del  Primero  Descubrimien- 
ijue  pagar  en  la  ¿lisnia  moneda.  '  to,**  ambos  testigos  de  tista,  'y 
:W  "ViátOíiastp  por  «I  .FrayJie  Jííiharro,JStote,  Gdwara,  Bal- 
y  lo  poco  (][uc  aprovechaban  sus  boa,  Herrera,  el  Inca  Titucuisi 
palabras,  tomó  su  libro;  ^  abajó  '■  Vúpanqtíi,  todos  los  cttfdeái  saca- 

.8U  'cabeza,  y  fuese  pai;a  dondp,  ron,»}»  relM9ne9de:t^8tígpspvB. 
estaba  ^1  í|«cho  Pizarro,  casi  cor-  senciales,  refieren  el  qiso,  con 
riendo,  ydijole:    No  veis  lo  que'    poca  variación,  coVifoñáe  éé  fck- 

>  pasa<  i^afa  qué  /cu&iis  en  eo»e-i  }la  en  M  testOi.  Af as  Oviedo  peo- 
diiyientQ»  y  re^ii^rimieutos  cou  hija  la  relación  de  Xere^,  y,  Gar- 
este  perro  lleno  de  soberbia  que  cílaso  de  la  Vega  sostiene,  qlie 
Tienen  los  campos'  llónoB  de;  In-    Valvetde  no  intentó  nimca. irritar 

.  dioat  Sidid  á  él,  que  yo  os  ab-  las  pasiones  de  sus  compañeros, 
guelvo."    (Relación  del  Prñner. 


474  coNquiSTA  pjs^h  fbru. 

.^Qt^ncp^  f.i/^  piasen  el  capiton  eapaáol  y  &w  sol- 
49<d<>^i^^QzaiidQ  el  antigao  grito  áegnemi» 
VSíwitiagp  y  i  eUQ3,"  ^1  que  re$poodei|  todos  Io$ 
4e;ma8  JE}spañQl€^(ÍQ  (a, ciudad,  ^álien4o  de  tro** 
pq^.f^l^^plius;^  y/echgpdose  ^re  U  imú^beduov 
breí  4^  109.  Imliqs,  JOq)Í^o»  estos  4e  sorpresa, 
aturcü^oi^  cpne^estfaendp  dje  la  ^tillería^y  íU 
Iff^  ar.Qft))ijjQes<,.  fiayps  ^cos  repetían  coroo  on 
tri;iex^p.l/[^  edi^cios  yecinoj^i  j  c^a^  por  }es 
üQb^s  d?  l^linop  Que:  envolviaiD  la  pki^a,  se  lie* 
papoof^e  uíi  t^rrqr pánico.  En  \í^o  Uuscaban 
(dppde  guareceré:^  contra  í^^uella  tormenta;  qo- 
bles  y  plebeyos,  todos  caían  pisoteados  por  ia 
cTibáílería  qiíe  repartía  go}pfes  á  diestra  y  si- 
rfiie^tra  sin  pArdooacr  á  n^idiie,  y  l^.,  vista  de  las 
tetúcfentes  espadas  q&e  n^  'descansaban  un  mo- 
:mej3to,  pooia  W  ¿ótóao  al  terror  de  los  infelices 
.  liiatdtáfes,  qde  por  pjfiftiera  veí  veían  el  ginete 
y  ajL4)abaÜo  m  todo  $m  fai:or«  No  hai^ian  nin- 
^iia'  resistchtíía,  ni  tenían  arfnas^  con .  que  ha- 
ceí:la.  El j^&capw  er»  in;iposibIe*  porque  la  en- 
trada de  la  {)iaza  esta&a  <^bsfrtiida  cfon  los  cadá- 
yprJe.s  jdjC Jos  primeros /q^e  intentaron  huir,  y  fué 
talla  agonía  d«  los'  dei)sa«,  y  tal  la  foria  con 
,q\lp  lés.acbiíaban  3U^  ependigos*.  que  un  gran 
grapo  de  Indios  vomfíio  por  la  pMed  de  piedra 
3^  lVd^]que.4¿e^^^  un  lado.    Ca- 

^y<f  al^ntin  ecreaídejandaofi  portillo  de  mas  de 
fien  pasos,  por  dónde  se  prejcjpitó  la  midtitad 


al  x^at^jpo^^  persegaidoá ,  9Íempre  iLe  c^^  por  {q9 
de  ciiballerr^t  que  $alta|Ado  por  eaciiiui  d^e^  los  e«^  . 
combro^  s^  dieron  M  uli^ancft  d?  los  fagiUy/9/iy 
c\ii^rwxí4^  ^pr  to4j?|S  M^^  ^  iwrra  4^5;  cadáver 
res."  i.  .  ' :  . 

En  el^  exitreU^DÍQ  ipl  cofl]üb^tc,  p  ip^^  l)|ept  la 
carnicería,  ijóptipuífbíi jen  tpdíf  sjj  f^rza-Moi^ 
la  parte  ^ionde  ?p  Jalaba  el  Iw^.  .  S.tt^  fiel^ 
iiobl^sre^^íd^s^jni  derredor  SH^^^  se  jntofrpo^ 
nian  entre  .él  jrlps  acpmptedoTie^f  y  ^0, epipéíia- 
ban  exL  cacarlos  4^1^  siUas,  á  pe.^^^nte^^tabaQ 
61o  menos  cpn  preseptar  ^íis  .pp^Jío^  jl  las  ^fj; 
padas,  para  que  siryieseQ<íe  j38evdo4  fa..fii»af 
do  spberano.  Dicep  ^al^apps  qije  Uevjabjan  í^r^ 
mas  oculta  debaj.Q.,4.e  la^  ropa;  p?;^  ú  a^í  er% 

'  les  sirvie^ron.d.Q'may  poQo,  pae^ho  se  diee  (^ 
liicieran  uso  d^  ellapi.    El  aniípal  jroas  tíipi^  ^ 

•acierta  á  defenderse  puand^t se  VQ  f^co^saíjip^^^ 
el  RO  haberlo  beelio  «9tQ9  ÍDfel,ioe.s>  es  prueba 
cilara  de  (j^ae  no  tenipn  arofias^  ^    JÍIjjs  Qpnjt^^^- 

Conq.,  MS. — ^XerQz,  Coi)<][.  del  martillos  6  n^zas  7íe  cobre,  los 
'  Vetfi\  áp.  Barck, 'kmt/IIÍ. '  p.'  '^tie  mas  bien 'ÚbVáiiáii  por'aíclor- 
láíajr-lCr»rt|fc-^  íJjQifn.;  FV»arWi-  ijO:q¥ftp*ni.4«fejíi»?v-nFi^«irQf  i 
MS^-rOvi^do,  HUt.  de  las  M-.  Karr^  y  otros  «^rítorea^  mas  mo- 
diás;  MS.,  fdfte  íí,"Iib.  8,  cap.  7.  demorf/díceií'qtíe  lóá  TiiMbé traían 
—Relación  del  Primer.  Descub.,  cuerdas  para  atar  ó  los  EspaiSo- 
9f  S, — Zátate,  Conq.  Hel  Perfi,  les  'etiándo  los  hubiesen  caútíVa* 
lib'.  2,  cap.  5. — Instrucción  del  do.— Tatito 'Hernando  Pizárro 
Inea  Titucussí  Ynpanqui,  MÍS.  como  el  secretario  Xerez,  cpn- 
a?  Sepin  él  autor  de  la  Re-  vienen  en  que  si  traían  armas  vc- 
cÍDá  áel  Irimero  Désétrtnrimiieti-  nian  ocultas  bajo  lorf  vestidos;  pe- 
to, algunos  .llcVabaá  tarcos  yile-    ro^otíio  té  Se^an  i  decir  tjue 


*476  CONayiSTA  D¿L    PERÜ, 

ban  sieiñpré  deteniendo  álds'''Oá¿téHdñós  y 
•  ásténdose  dé  sus  cábaílos  con  la  energía  dé  la 
mtierte,  y  apenas  caia  tino  derribado,  otro  ocu. 
paba  el  lugar  del  muerto  cóni|)^ñero,  eon  una 
lealtad  que  ienternecia. 

•  -  El*  moriairca  indio  aturdido'  y  espantado,  veía 
caer  á  i»ns  fieles  vásalloá  eii  torno  suyo,  sin  acer- 
tar á  cdniprerider  lo  que  le  pasaba.  Las  andas 
éti  qué  iba  seútado,  orscilaban  á  un  lado  y  á  otro 
sfégíin  cfedia  á-  avanzaba' aquella' niasa  de  gente, 
yétcontéímpíaba'désáe  allí  la  cercana  ruina,  co- 
mo inrt  desamparado  rríárinero,  cuya  barca  agi- 
tad los  enrúrécidos  elementos,  jve  el  reláampa- 
g<!>>  y  oye  junto  á  sí  el  trueno,  incapais  de  hacer 
irítíla  para  contrariar  sli  destino.  Por  ultimo, 
cáiisadós  los  ÉsiJáñóíés  de  Kerír  y  de  matar  y 
'Viétiáp'qité  lial  n'Qclie^^e,teniá^^éinf>a/^légarw  a 
temtíif'qué  áífin  íbá  á  escapárseles' la  deseada 
'preWáv  y  así  algunos  de  éífos  hicí  ron  uñ  esfaer- 
'¿o  desesperado  pata  poner  t^erniinó  á  la  contién- 
daj  qoitaiido  ia  vida  á  Atafetmllpa-  Pero  PisKir-. 
/o  que  ¿ira  eí,  raías  CQr.9anÍ3  4'9«  P^^J'sPtiáVI^^^^^  gri" 
^to  coto  vo¿  estentdrca?  "El^ue8|)recie  efe  algo 
.  su  yida;  no  hiera:  aí  Ipcá,"L^  y  estendiendp  el  bra- 

..hiciesen  usq»  de  |  el)^^  y.  c^jpip.  el    eix,i|uq ;|io  ,js^  trat6  de  híxcer  le- 

.Inc^pnvncjó^qu^v^pdn?  siu.ar- t^iste^^ 

mas,  debe  ^udarsede^su  oser-     ^^    \'^  marques  áxó  v^ces  éi- 

cion  p{  mas  b^u  deseci^irse  ente- .  .cieudo;  Nadie  hilera  al  indio  so 
,  rajiienté,  Tofíias.  las  autoridades,  ^penad^Javids^"  .J^edro  Fizaiio, 
,.  sin  esc^pcio^  ninjg^a,  convienen  .  ,pe»cub.^y  í  Wtf..^-^  ' 


LIBRO  III. — CAPICULO    V.  ÁlK 

zo  para  protegerle,  fué  herido  en  la  mano  poY 
uno  de  sas  propios  compañeros;  la  única  herida 
recibida  por  uii  Español  darante  todo  aquél  es* 
trago.  ^ 

Lá  lucha  se  enipefiJ  entonces  mas  que  nunca 
en  derredor  de  la  litera  del  monai^cá.  Esta  va- 
cilaba Cada  vez  mas,  y  por  ultimó,  iMértós  ya 
chsi  *  todoé"  los  líobles  qué  la  sostenían^  vino  á 
tieVm  con'  videncia,  y  el  príncipe  india  habría 
caído  de  golpe  al  suelo,  siPizarrácon  otros  com- 
pañeros, hB  hubieran  templado  la  fiíerza  de  la 
caidá  cogiéhdole  entre  sus  brazos.  Un  soldado 
notnbrado  Bátete,  ^  \t  arrancia  al  instante  de  lás 

.  24  '  |*or  di0cor<|e8^  que  euléil  fca  Jogiado  mayor  crédito,  aim 

ios  autores  castellanos  en  otros  en  lo  que  toca  á  la  conquista,  que 

-póiilóf /'  t»dúé  i  <M>iíüei}en  -en  «tta  lak^rétaeionei  de  los  CoMfoisfado- 

.hechí^  n^itaJ^le;  qde  é¿cef»,tuándo-.  res  qiistnoii,  di6.  rianda  suelta  á 

se  el  general,  no  soUo  herido  un  su  vena  tommUiea  al  Ifegar  á  la 

solo  Español  en  esta  accttn.  Pi-  pHstéá  de  AtahoaÜpak^egiin  él, 

j;|garriKiTÍ6  ^Vk  ^^  nm^lpraobsay  .|rat6,  deíade  el  principio  eb  mo- 

c(>^cluyente  de  que  los  Eppaño-  narca  peruano  á  '  los  invasores 

les  estuvieron  áqueí'cUk  bajorfiC  con  gnin  defefenéra,  Icókno  á'Ios 

protepcioii  ^jjipecÍBÍ 'd(el  ci^lo.^  V*  ^fleicendiente^  4e  Yiracoclif^  ^»e 

Xerez,  Conq.  del  Penif  ap<  Bar*  según  sus  oráculos  debian  venir 

c^^m.  III^pi  199.  A  tomar,  posesión  de  aqa«lk[  tier- 

f;^<  ;Efi^  soldado  era  Miguel  ra^.,    Pero  si  el  Inca  les  bubi^se 

£stet^:qiüoiv<Ainsi^v6,por  mu-  prestado  tan  ^sol^¡ero  homena- 

(4iQ,tíempQ>  difdfiQii.iiiiperi^lr  gOj,  jpo  a^  lo  hi^riaii  4eja4o  ?n  el 

.  oomo  trofeo  de  ^u  baz«^i|a,  segün  tM^tero  loa  Cpnquistadores.  Gar- 

Garcil^|o,.(Comt  Beai,  Par^.9r  cifato  liahia  leido  los  pom^4ta- 

-lib.  1,  cap.  27,)  autoridad  des-  rioa  de  Corté^,^  <»oti»o  lo  dice  en 

preciable  en  todo  lo* relativo  á  sui^bra,  y  es.  pi;ol^ble  que  por 

esMk  parte  de  nue^Jr»' historia,  haber  hablado  aquel  general,; y 

Esto  e^crítoi;  gopular,  ^uja>  obra,  con  fundamento  ai.  parecer,  4e 

por  el  mayer  conocimiento  que  una^auponiticion  de,  etíta  especie 

61  tenia  de  las  cosoa  de  su  pais,  que  e:(istía  entre  los  Azteéas,  le 


f^]^'!''\PWP^i  fwfi  ,«t?9d^?Á<ío  ^. un  .edificio  iiimíi- 

Cesó  entonces  toda  sombra  de  resístencjiar  y 
J^SrJIPe.'í^  ^ftiía^Fí^W,  *?l.JJ?pa  se  eapairc^eron 

,enca»^^e  j»/í^^^,n|^t^ejr  nj^iíjoa  flLÍ,aa  Fftro^- 
«9^  est^|)fi.i;^|p,.y  ;ya.  jjádif!  pfi^<^^^.qi^  ep 

-4^.ep.Ifts  ,ijíijr^^4i*vc*p»^^  8(5  Ilenarofl.dei  tepior, 

.í^nxePílQ  4e  sus  p^rsejgjí^dfií^Si,  qaj(?p<fs  eja  ^  ejo»- 

ricordia.    Al  fin  la  nocheí  mas  piadosa  que  ios 
1ióiriI)rés,''ci^tirfo  "cbb  lili  í)ÍBDÍ¿ho  ritópUb  S  loé  fu- 

b^üi^' ir^ííkr  %^^^  relación  de  Xkr^ktai,  ^«áetti. 

jáíité'eniñ  ?iétA,  t'oh  Ió'<í3al  con-  '  ü6  slíqül'tán  agrtiaabíe'á  láñna- 
.'Í3¿^a'aríff^tf  tiélnpó  '  fiébit-  ''jBfiñacioin,  qoéfUi  é^Htnküesé- 

eVkn  :á¿^á(iU^'kli^JíÍ^áák|^^^^^^  tsé'j^cb'ftotiértiéh' guilde  MS^ 

''Éaíjéf  cfeÓi¿fi"coif  t^tíí^fií^Iííláti;  áíf  efeaifrxíiWretóvt)  |itóa  h»  lec- 

"^  parqué  á"jp6to  ejrf^frfléfes^  <¥ile  Hú)fí¡ÁÍtígTé&eé.     '  ^ 

'-jréyiétiesflii  á  1a¿  Üóiñtos^'^yérta  ''-Se-^^Xeréí;'  Ctfnq.'del  Péiw, 

Únti'ídéM  d^oh^rse  á'lt>!(>décré-  "api  Báiftía>-ii>ttú  UF.  p.  19^. 

'•  '-.'r'     :r,l     ■  .»..       ■•:  •,..    .■  .  •.  ¡f    «:     •        -  •       ..-.;  ., 


ujSRO  iii.rr<?AWTi;M>  v/  479 

Un  df;^ceiidieQte  ie  los  Incas*  mcqor  autoridad 
qaeOarcila/so,  bívce  siíbir  su  púme^o  ádlez  fnil." 
La  verdad  s?  h^lU  gieiveralf^eat?  eritrje  Ips  estre* 
nios.  La  matanza  fué  coutippa»  >  porque  no  ha- 
bía quien  I?  pusiera  térmiu^^.  Ní)  djeberp  .p^rer 
eer  estrapp  quf  no^^ubie^  resistencia^  si;  se  paiiT 
sidera  quilas.  i^eUces  víctimas  no  tenijai^  armas 
y  qqe  el  estraño  y  e$|iaqtabl^  espectápalo  que 
repentinamente  se  ^preseato  i  »u.  vistj^  no^dejó 
lugar  ni  aun  i  la  reflexión.  "iE?i  oiaraviUa,"  deciít 
un  aatigup  Inpa  á  un  EspaSol,  quien  nos  l.o. re- 
fiere, '^es  jm^r^ villa  que  nuestrqs  jiaisanos .  per- 
dieren el:  sentido,  al  y«r  eorrer  la  san^r^  9p^^ 
^f;»»f  y  al  Inca,/cuy5ii  pei::$Qi;^a  adoramps  todps, 
cocido  jf  Uevpdo  por  un  puñado  dp  hoi^bj^s.?"  ^ 

Q»  jcaii^osQoo  cvpadü»  99x1 '«tt  totitQ  pr«ly.o  para  a^pta^c.Ujp»* 

cabuces  como  quien  mata  evejás  ciencia  hasta  del  mismo  Felipe 

— sin  haeerlés  nadfo  resisteiieia  )I,  meM¿é  j^mÁb  apvéóki^ébH) 

i^np  no  ^  escapajrpn  de  m49:  de  di)^,i||i9^to.iU»t^txy|o,.j>or  ^er,$f^ 

diez  mil,  doscientos.''  '  Instruc*  autor  un  individuo  de  lá  estirpe 

d«l  &i«a 'ntÍK^u^i' MS.  ■           '  réjU  de lés  IHéátfw  '          >:<  '   ''^ 

£s^  dpcvm^Qto  ^i^e  CftQAta  4f  ^   í¡S,  JM[on(esú;io^A^p^,HC9., 

doscientas  páginas  en  folio,  ^esta  ano  1532. 

fnmadoi  por  pin  '  Ineá  peruano,  '^  'Según  N^lmfro  no  ñsñité'iñu- 

nieto  def  gran  Huayna  Capac,  y  to  á  los  Indios  el  estruendo  oca- 

por  cpinigni^ite  sottei^o^de  Ata-  érnaadú  por  lá  Tép«ntiMli  «<H»tn«- 

Jmiritpa.  «e  ^■eribifittt^lSTO  con  tida  d*  teír Espa«i>lW,  a«#]ue^ftié 

el  objeto  die  «rspoaer  á  8;  JA.  tal  <*<j«e  lo*  bíblés  íWk^ék»  v^- 

Felipe  II,  ios  UreétíoB  de  Tiht-  jáñe  a(bájé,<»  c^nw»  [¡a  aparieíon 

cuassi  y  su  familia  á  la  niiuiificeii-  ^fa/é^e^iÁ  én  el  aire!  duirailte  |a 

«a  reai.    En  cd*  diaetttso  éh  su  pek«;  m  lá  0al>er,  uíkaifiuger  tett 

Memorial  el  antor  apvareduiiÉi  nn'titfk»  y  á  sa  lado  un  ttabalten» 

•casÍQü  pmiiecapitálur  loe  pini-'  «ietido  tpdo  lié  blanco  y  mtsala- 

cipaies  89006CS  de  loi^  ^^^^  éomm^  Qoco^l  ttiao»  om0 1» 


Mas  aunque  la  matanza  fué  cóntiriiiít,  durónauy 
corto  rato.  Todo  el  tiempo  empleado  en  ella  se 
redujo  al  breve  crépiísctílo  de  los  trópicos,  que 
tío  escede  mucho  de  media  hora;  corto  tiempo  á 
la  Verdad,  pero  bastante  para  dééidir  déla  suer- 
te del  Perú  y  destronar  la  dinastía  de  tós  Incais. 
Cumplió  Pizarro  aquella  noche  la  palabtó  que 
tenia  dada  aT Inca  de  ceñíár  con  "él.  Sirvióse  la 
cena  eñ  uno  de  los  salones  contiguos  á  íá  plaza, 
que  pocas"  horas'  jtntes  hiibía  sido  el  teatro  dé  la 
carnicería,  y  cuyo  piso  estaba  toda vik  ibúlDterto 
con  los  caldáveres  jáe  los  vaáallos  del  Iiíca.  El 
monarca  cautivo  tonáíí  ¿siento  al  lado  de  su  yén- 
cedoí.  Seguií  se  eclíabá  dé  vér^  na  c'omprendia 
aun  tddft  la  estéñsíoh  de  áii  desgracia,  y  sí  la 
comprendía  «lanifeMo  ama  admirable  fQjrtaleJsa. 
"Son  azares  de  la  guerra;"  deoiá,  ^  y  si  hemos 
de  dar:  orédito.álQs  Españoles,  ,alab¿  la  destreza 
con  que  habian  'conseguido  opodéra^se  dé  éí  á 
la  faz  de  todo  «tt:  ejército.  2**  Añadió  que  .desde 
que  desem1>ai'eáron  los  TÉspáfiole^  teto  fiótícia^ 
puj3btual^3  vde  totjos  sus  paso^^^peDo ,  que  su  corr 

oi^vQ. (sin  ^uá&  el .  valúente  daüi-  taíaléb.'  Ralacioii: Btnnaiia,  HS. 

tÍago).<|iii|»n  001^811  e8¡|i|da4^-  >    i^    '^Dniaidoque«raiuode 

pidiendo  rayos,  l^na-iá  Los  eiie-  Guerra  veDCBr^  y  sdr  <<rencido.^' 

migos  y  no  l^a.dejabA  hacer  re-  Herrera,  Hisb  Oeiiaral,:  dee.  5, 

l^stencia*  Refíere  el  b^en  padxe  Kb.'S^capi  1^ 
este  mUiigr<>  descansando:  en  el        30    '^Uaeiéndo  adiniíacion de 

testimonio  de  tres  frailes  de. su  iá  traza  qive  tenia  hecha.'*'  KiJfi- 

orden,  que  ise  halktron  presenten  *eioii  ifel  Brimer.  /DesciLh^  MS. 

y Iftjjyeouuíecijt.éc'infinitiw na-  ;  ^.ii,  ...  ^.^    ..,^..,  ¿..., 


to  itómero  le  hitso  formáf  *aft  contíeptd  des prediri- 
We  de  'SU  poder.  No  le  eábia  d!uda  dé  qüe^cóH 
máoha  fa^ilídacl  podría  ve tlcerl os  con  sus  ftiet¿ 
zas  superiores'  ieuahdb  ll'egíisen  4  Caxiimalca,  y 
como  desoaWvíer  por  sus  pítjpioB  ójtís  <|»é  ela- 
«5^^  g^ntefeíóíi,  lesJIabla  tfejírdo  passtMas  morir 
ta;níftd;  con  ínteRciün  d'e  «eparár  •  algunos  para  m 
servicio,  y  dcí^fmes  de  apoderarle  de  saá  estra- 
ñas  armáa  y  caballo»>  dtit  fuerte  á  ios  demaj?.  ^^ 
Jío  deja  de  ser 'prababíe  que  tales  fuesen  las 
jtlteneiones  de  Aláliuallpat  yosí  se  espliea  su 
oi#siou  eii  guardur  les  pasos  de  Irt  sierí^,  don- 
de pfódria*  iiaber  éseojído  tan»  eseel entes  puntea 
dé  defen^áV  Pero  ij^e  ürt  principe  ttin  ástufe^ 
eOHib  ¿os  lé  pihtari  ;^éne^á}fYí^íite  los  Ci*n<5[aistá:^ 
Í¿res,'kíeié3e  Una"  éénfesioñ  táü'inflisereta  dé 
st^s'^eiisauiieñtas' ocultos,' no  eslguatetente  pro¿ 
báblev  Paraentendfersé'  éon  el  Infea  em  preciad 
ral0rse  4él  interpreté-'^Pelipllte^» joven  malicio- 
so aeguiipareee,!<|uei|áeria  mal  á  Atahdallpa^ 
y  cuyas  íhlerpretácíonfes  udmittan  de  bufettti'vo* 
luntad  Im  BspaFñoles,  deseando'  hallar  en'^^ki^ 
algún!  príétestó  paiía  «tts  sangiríentas  repíféísaüaá; 
'Atahuifdlpa^  Ségüa  ya'seha  dieho  ei|iottS  ptfr^ 
te,  tenia  éñtéinces^  eóhió  treirith  iifió*  d(í  edad; 
Era  bien  formado  y  inas  rob^áfto-qué  la  generan 

'  31     "ir á lo  qíie yo  éiiíienáo,"    así,  por-<}ne solóla mllagíosa a/iÍ- 
diceiufiQ.d^UosL'Ú^milistadtfas  ,4H)d<ktéQia  pcpslo  iMbfmoftífiql' 
que  renere  esta convenacion,  ''te-    vado."  Ibid.,  MS. 
^ia  htt/K»l " molitoMi'-parft -íawírlqi    j  i^Z   ' - '     ^  -^  »    '-  '•  •  • '     - ' 

I.  43 


182  .0Q.Nam9rA  u£Uh  i'£Ru< 

d€;,.y,§ij  rflptro  ^ppdrm  llafinaívrse .  fcMino)$o  é  aq 
tuviera  loft  ojos  «n>gqÍHo)l^oft,  te^ii»  lft:*ai» 
^Í9^t;^;;efiprfsioi3i4ií  feropi4Hfl>;  Hajbíaba  pau«a- 
cUmgie^^,;  era  gr^v€í  ei^:  ?u^,mQ4al^d,  y  coa  «o* 
projio?;  ¡A^ftsaUpfii  4ti0?  b*#fi^  lía,  ^|^y^erid^;  4¿^ 
que,  con  lo9  Esf^aAiiilcr^  a^  9í40«trjs^iifablev  y  «mq 

y;^inie^t(^>  y  ae  empep^H  ^'disminuir,  ya  (lue 
PQ  p<^i]a  di^ii>4^]f^  dcjltjOdo,:  la  torirte»  que  anu* 
bj^íí^  ^  ^  fmn\ei  dftl  mo^arcaí  ^  pe^^r  d^  sa, :  a|i*^ 

s«  :£ib^tií,por  5us;í^Vie^^,^i<quj5:  igij^al  WSrte 
iL^^jtftj  ^fr^do  ,tft4Q«  Jlo«,íaQiíAms»  ^í&,íi*biaa 

y^p^daí 4 í^fip^is  t^nj^ flor,  pí^f í» i WPft^^t el 
©vív?ig^lio:  y  Ja.  Sejigion,  4^^  Je^Hli^^te, .  y  A^  «w 
mavft  viUai  qjue  l^sJílie^/irisip/adft  t  w^iii4o  U  pro* 
te^ia  tab  p^>d^r».§i?  §áeDdp. .  Jgl,  v^j^tejiabiapef- 
milid#'#v|e,ia  ^mkin  d¡^  iAtftlm^lp^  fti^/jo  Ku- 

ti|0s  -o<w?itrííi  Iw  ¥f»pQñpl^^ .  j  ppii  el  diíípr««i« 

P9r ;  !^l>flrt?Lba  ,al;IfHí^  j é  ^^^  ?o,  .s^;deji^s^  abatir 

IftS  cj^a  4e  ín.^ole  ifenerosa  y  &Q}p  baci^n  jfuerra 
¿  loa  qcici  li^ft)  i^e^itltiaií^,  pwdnoiifiBda  siempre  í 

33    Xerez,  Conq.  dfl   Peni,  tpnBitteiii,  tfnirH^^.  ÜB. 


esta  po»derada  benignidad.  '    ''^  ^'^'■ 

patenté*  wilagrw'aíjdfe^l^cítí^ 
de  lá  't^^éVÍdie4iclá;:^ma9 '  ^ábrián  ^tmtíMé  coii' 
tü^te  fitcilíáádt:  dié  W  eñéhli^o 'feélÉisiiii«rése,  f 
qüé'^<c^ñfiá%b  €!ft  qct^léis  tMidriisí<réi8€fH<aabs'  pa- 
ra acabar  tttfcíj^reáJlempíiBéilSi  'F»ó  qué  di'tr¿^ 
tábkú^  <ái¿ Wüp  áii»atíos,'éraí  préie^ ^  qáe  ptfiriesen 
ttñMM^  d'étba 'ptiH¿.    <Qj«fe^  Sé  MRabíiM  etí  e)  ih^: 

niféYi^t^l^  i  qü^  ^  éWBviefeéW : '  síeitoj[)iiéí  H^^íftiMéé' 

Af  ^uiillfla/f  MmUfos^ñ  (Mtéda^lá^  pré^üéicP 
H69  iíVo«pfas  d{5  tow  gefé  ettl%dtt«)/»fe^rtíi'rt{'ít>i^ 
zatr6"a*ídé^bsítí6lit'i  jr  ei  éréSa^tJe'^értfzd*  -^üc  'fext 
Us  ijí<íi^gi$dñtdi(^i^6iett«^>'dél;^é¿dd  d»a,'  tiíé^  HáJ 

33    *'NosQtro6  veamos  de  pie-    antes  lof  per^opamos.",  Ibid., 

daiáfcwiii¿«tóWÉ&iíif¿«8V«i.  •tíiir.mVp.^*9.'   '"''"'  ''í'  ■' 

á  lo6  que  nos  la  bac«ü,  ^pudieo-    ^izarro.  D«tcub'^  v  Cp^íu^  M^* 
delta  aestruiA  »e  í^'h^^tófaV''  ''  '"''^  ^'  '''  ''^''     '•^''-  -' 


delinca.  .brhií?».:.,  >.v  j::-;í  .:  ..  ^  •  ... 

er»o.f»pqhffgf!Sfi  pQup^W^^n  Aí.w»tar  Ip»  mu^r^ 
tffStyj^B^  d§|4e^  }4ec«aífr<,&ep«itur;>f^  ííxii^go  des* 
^Pí'W%J?p4í<íílí?<>í?^)dfí.fr^^  ,  (&a^ailo8, 4  tos 
c^^tl-telfiftjftíí^towpp^uikiflasi^^^^  AíjahuaUp»  ea 
l9s^bapw,íff»f%i,«eA0jftr jif4 Vptíoiyijídi^persar  el 
rj5§fO;,j4fiJfW^,fi§9rg¡ftf,i>^uaps^,5qpQ  a4jai  se  jnan- 
tsimn^  e^,lqs<4^ede(^<^p5A4p  la  c^ip4fld- :  V  , 
j.  A^t^s^df¿l.l^ie4iQ  di^  ireg]re9á ;^i  :parti4^.í;ni- 
y^dp,c9ns¡gpí  .m^k'  tttríwu  4c  .laftiq»;  de;,  íM»bos 
s#»Wi  y  ^trfti^^.iríttcM  í>iinig0r§9.jr  «mdas 
4íftL loftav  lí9^,  E$paSol,^st  í  np;  íb^biftn  ,  encontra- 
^ vm^mVh^pmh qWÍOP/gWVrerog  pf ruaaos, 
5Vqn<ji(^enmHy<»PPflr^re%  tiprimániera,  perftcte- 
niefftfti9aWí*4ps,ryj§»  sftíjrn^pr  parte  joyípes 
«!b"^íff3wji(pQrqi»eiíIf»s,5tiMpí|ft  vM^ftp?*  e^íatea 

t;}c^:jB^já^imp  ,ftpíj>fpsf4er;ftíaív^ey*  Jía  babii> 
Spfe  qi|p  -q9^?i^p  ,9ja,  Jugar,  pofqw.  a<3i  JC<io»<>- 
qan9(faji^tQrjy(i^4,peJa.'^^  3ol,  y 

ea  del  lugar  de  su  prisión  mientras  que  con- 
templaban  a,l9s  ^b^n^ps  Qp;^ .qp^.  ftsjlppie  de  re- 
Y^reheiaimpertieibsj^,  por'4iftÍ>eifie  urréjada  á 

iB}ecútói^empf^^tKtfÍi<r¿fí^  *!  ;'^  ^;  ^  ; 

35    pesde  entonces,  dice  Onde^ardo,  los  Españole:»  que  ha*ia 


LIBRO  m.-r-CAPlTULO  V.  483^ 

EL  uúnieEó  dé  prÍ8ÍóDeso»¿tidio8tefatitaa  gran^ 
d6.i]pie:aIgunos  de  Jós»C/Ooqaífitadare& fueron  de. 
opiaióii  que  sé  Jes  «tataseyó  e  lo  menos  que  >sé> 
les  eortasea'  las  maaos  pa^^tiíiiatilisarlesé  infinta 
dir  terroií^á  sus  :paiBanos^^;l^£8ta  propiieata' 
vino*  Jsm  ■  éódafde vln  hez.  dé  Imí  dK^üdds^pera 
basta  el  qae¡  llegaseh  áibaderh)^  pcnrá  eonc^er  de 
qné  eküse  ée  getrle  jse  componía  la  tropa  de  Pí^ 
zarüo.  ;j  £1  mpitan  áeseeb¿  la  pr^posieion  eomo 
imfK)lkiéá.é  inhumaRfty  y  deápachó  loS'Indios^á' 
süS  casas,  asegsmrándalesiqiiio  im»  se  ^faatia  dWft^' 
alguno  á;qiiien-^no ''opusiese  resiateneía  á  los* 
blaneo^^:;iC^n^e>ryé  iwaiémbárgoan  numera  «»- 
f^esite:  patTar^l  su^rvjicip  de*  lo^  Conquistadores, 
qtiie^c^s  .qn^ddroQtitHn  b^Qii;lmbUitadQii  ení  esté> 
pili9t^ríF^I^}bHsta  el  iiA^  tjríst^  spldadotenia  una. 
sa^ir]«rií|umbre  f¡m  pudicdra  haber  le  dnvidiadoi  uri; 

.f{Iiall«iii^la9  £«pa.goIes  en  ilüs  eer^oiue  dii^t 

allí  hablan  sido' conocidos  con  el  30  '*Aígiinós  fueron  de  opi* 
nmabrtiótí'kKibudoa;^  fUerfxn  41h4  :  tiion^ « 4^6  •  «laCttÉi^n  >  ár  'todos  Itís ; 
madps  por,  los  n^^ti^rales  Virato-  ^Hombrea  de  Querrá,  ó,  |e^  .c^rH'' 
chas,,  aludiendo  al  color  blanco  de  sen  las  manos."  Xérez,  (jonq.  del 
esta.di'ri&idad.  la  genterdéi  Cfi»-Í  *  >  Pém;  bp.  Bfe^cia'^  t.  III.  p.  290.'.' '  > 
co '.qne,  np .  tw ^  nf «chp  amor  al,  ,27 .  "C^da  :E8pap.Ql  de^losj^qu»  ^ 
Inca  cautivo/ ^'miraba  á  los  es-  alii  iban  tomaron  para  si  muy 
trakgermr*  ^ce.  el  áttfór,  '^comb  'gta»  éantidad  táiite  quei  (¿éiíio' 
Á  enviados  del  mismo  Viracocha"  andaba  todo  á  rienda  suelta  havia 
(R^:  FfiiiXv'M6<():.£i4o!iiOÍ -traer  español jqne  tenia- idociieirtas  pie- 
á  lfi.i9Q»ion»-.«<iiart»U|»i^ritieito,  6  ZJ^Tdá^Iudios^i  Indias  dj»  seiivt«<' 
nMMrbÁeu  fúreottu^liitt  la^falé  dii'  cic^.'^  ,C4m<f.  i  Bob^del  PJrtt/'M8) 
ló8/ait»|Pfai;  glf  ^^  dQ  ¿qüa  il'i^>  - 

piteri^liViate'^titrailfero //-/•.'"      -   '♦.---*    j.--*.:        •: 


486  eoMQcnBtrA  Bi^c;  PfiR0 

oampametila  naoiémsaa  mbóSM  de  UamaR,  dicte- 
tinAdas  paltas  ei!jodBflafii&  de  lá.^ortei  ,Ii09  mas 
djB  eilos^  «»{  dispéirsaro»^ «y  sr  ^volvienni  ¿isa» 
montañas  n)iÉiyfi(i(:aiivqi]^  jFiaaxmÁ  hina  reser* 
\^tvm:giím  nhbkrá'  fMSLréi  gaste  delejército* 
YrA^i^mml^^V'  i9«ictos^  pdrq[ü&  iino!  éé  los  Cm^ 
qúistadiW6$  dkae^  qúe^habiá  áias^^iqne)  $e  ikia» 
Uibíaiii€Íepítt)r]Rloih0ap0ta  eserpéoro»  del  Féró.^ 
Lon  £s{mSók«j  pr^oeidi^róft  t  k  la  tenl&d 'coa  tan 
pp^^  prf  visibit  ón  <$l  ^a&imio  de  aqnellóa  8m<« 
maJíM,  qtie^'dMtcoí  denpoéo!  tiempo  los  ¿na^níd* 
CMfr¿ba&o»lHáadoa.4^dB;tqQtQ:esm«ror 'por  el g^^^ 
bierno  paraaflky,  <casl  habitfn^  «tosáipctt^f  ida^^  ^ ' 

deliiídsr,  tvJQc^iokmigCK'Uti  ^Qdpidisb^lbfOtfh  -m'^^i* 
bajas/ de^ícírb»yíplatiáT«y  ^ewite  dliiS' elí  servició 
de'  raesai  dci  JiíeaJ  duycr  itatqafitd'iy '^i»o  ia^^^^ 
grande  admiración  á  los  Españoles.     Todtf  es- 

bien  se  cogierpnjj  j  los  ripos  despojps,:hallados 
en'  lo&tCtterpoft'derlosdnobles  <qii6í  peteeiéroii:  en 
la  inát¿ii2ia,:se  c^^  IU^sly  isiég^tiiró  ¡iará  pro^ 

ceder 4  su divi^n; mai?iadel9ftte«  JQn  laeindad 
dé  •  e^xátfld^^  ikñlbfeñ'  las  tro|ía^  aU 

maeenes  pcovisto&de  aropaAodevUina  y  algedoAt 

to  i;  oiimiBcmáá..y  XeMls^  G«iiq;v  *>*'(Htsti»i{w:hM4MCnikn  todos 
del;P^Km;fa|K/'BfÍEóia>tiMii.qr..p;'  si¿  Mrfé  <  fis^HlKo^iiit  JabmÜcm 

'  39   Ciera  de  Loon.  Créntca,  c.     Conq-  i  J^bi  ái*  Ifvroi  MÉK 


LIBOO   lll,r*--CAPITÜLO    ?.  48T 

la  masr^ab  y  viatasa  que  hasta  éntcmeea  áai)ian[) 
vii3tQ4  estaban  apiladas^  ifesd^  el  snela  hasta 
el  techo  y  en  taa  gran  cantidad,  que  después  de^ 
que  oad»  «9Ídado.;j[ijQjb0  :toinadb  cuantb^ 
no  Mi.ád^^tia<|i^e  lidbtiesé  dtsminotdo  «I  tcohi 

,  lie  :1>vie»it  '9;iijaa  halnria  marchado  >  Pizarra  ai: 
pAinto  áobr#k  oapital^.pte'o  la  distancia  era  gran- 
de y  su  faeneai  mtiy  peqoio&a^ . .  Tendía  ademas  que 
separar  de  ella  la  guardiar  necesaria  para  ctia-: 
t^di^K  al  Inca,  y  recelaba  ittterriar9«  Bdas  ea  uü 
ioiperiiD  taofaelrte  y  populoso,  llevando  consigo 
aquélla  íiaporta^te  presa*    Asi  es  que  deseaba 
congsainde  aiasía  algún  mlev^  sreíherKo  de  las  ct^ 
lpQÍa»5  y^nvifí  \xn  tarree»  6  da»  Btigiielpaiía  quej 
iuf0rmas^4los£spaüoie«i  do sii  buena  fertuaa»: 
y.pire^linta^q  at  niísfn0  tíenipó  si  habia^  llegado; 
alg^  .buque  ide-  Pa&amá>    £a  el  latcírmedloi  > 
di^sieaqdo  tei^er^eda  Ga^i^ano^lca: lo  mas  necesario, 
para  un  ejército  crístianoi  emplea  si^.gente  ea 
ley^i^tar  tUna  ig)e5Íai»,o.tal  >fez.di^pondria'papa  el 
e/e^tí>  jalgan  edificio  indio,,  e»  dond^  Iqa  frailas . 
Domíoícos  Q^Iebi^^bap  el  ssieniíicHó  de  la  misa  e;onf . 
toda  sokíi|(imd^,    JUas  dirruidas  carcas  de,  al  ? 
ciudad  se  íQe^^ftgcrarpn  tambifiív  cpp.  pas^olid^a 

'4{i   7íiQTmij€qi^ii  M.  Fmu  iona  j  8jífo<io«r]árii»:en)ti«i'grari. 

pp.  Barcia,  tom.  III.  p..20O.  cantidad,  que.  ^  |DÍ.^aireG||Br  fiie- 

S'egttn  ¿l*Cohqíi&tftdo#  aiióiiU  rán'mendstpr  "muchos '  navios  eñ 

nyiálipbiklc^siiláanUt-l^amxpi^  qn^^^ienijli."  Beta^ioodelPfev* 


tas' 


muchos  navio*.  ,  *;T9d«».  «»•    »S^  l?««?«^»  W^- 


488  COWQDrSTA  BEL  PEEÜ^    J 

que  ánües^  y  «íl  breve  desaiparecieron  liásia  los 
menores. Vestigios  de  &  tormenta  qaé  acababa  de 
sufrir.  '•;■'  '■     '•/   '^j-í-^'  •  "'  'i-  - .-  ••• 

.NatardJ  maolio  Atáhii^(|»a  án  tl^scabrir  ul 
tr«>r«s  [  del '  zelo  religioso  •qu'e  >pareeia-^  Mimar  á 
los  Conquistadores,  otro  apetito  oculto,  mas'  po- 
deroso en  M  ni^áyor  pavte  de  eltbs  q«re  ^Id  )?etigf4n 
y  eLdeseo  de  la  fatnal  <  Em  '«i^te  el  aVnoi:^  al  ^ro, 
y  resolvió  aproveícliarse  de  él  ip^ía^coíise'gQíir  su 
libertada  El  estado  crítico  de  siks  negocios  exi» 
gia  que  esto  se  hiélese^  cuatí to  aiitei^.  Desde  la 
derrota  y  prisión  de  sti  hprman'o  Huasoar  lo  ha* 
bia  mantenido  bajo  buena  giaaiiiaí  á  disposición 
del  vencedor. '  Se  hadaba' entpbcei^e^Anadatnar* 
c»,  w>  l«3<>s  de  Caxamalea^  y  Atiahaallp^i  íeüiia, 
no  sin  liiotivof,  que » cuando  Be  é*p¿rei>es%liriaá* 
nuevas  de  sú  propia  prisión, ijoríciiapiede  Huás- 
car eoftfacílidttd á ^s  guardas^  se  fugag-e,  y  v;ol^ 
viese  á  ettiiTUñarér^eetrd  gití^eft^r'ya  rival- -qué 
selo'ül^ptttase;''  i^-'-  .-'i'-i'-^r-^  m-  i  :  .  •:.;  ...i 

'CJon  la  ésperatiiíav  piieé,  de  ébüségirir  sii' íii- 
tcfíto,  recurriendo  á  laaVamiAdé  siís  g^árfa- 
dores, tln^ día  dijo  fi Ffearroque st^deria poner- 
le en  libertad,  ét  sé'dóñ^j)rót»fetiaíá  iéUbrii-  de  oro 
el^piéo  del  a^ó«éntd^éh  qúe-^é-'háínábati;  Esca-' 
charon  esto  los  circans1antesboií>  una  sonrisa  de 
iíicredulidaiá,  y  Viendo  el  In_c?i  q^^.nó  fe ,i:ea{)Qa- 
dkrli)  toBtiñff o  diciendoy  "que  ©Oitsolo^ctibritia 
el  suelo,  sirio  que  tíenarria;:'ét^^a^^^ 


V 


UBjR.ÍKíIIÍYTf-lgAPníJl.Q  V.  489 

hii$o,iio$(  s^üal^ftJái  poi^ed.  Todod  ge  ijiinüiiiñ 
aMlnbFadQa^yc>>l^idl$$ah$m  {aquella  ootao  U  lo^ 
oai<  JAct^fie^  deii  ua  ibámbi^e  >¿  cpiien  >eL  déBeo"  >  d^ 
r^Qobrftr;  ff  II  'Ubedrtadí  1  é  >  itngide  reflexionan  <  Hobre 
lo  que  promete.  Mas  sus  pal^i^íra^fosi^Koiren 
gra)ide;d:add  áJíisamro/'j  íCoiífoTtbé  habiatido^n- 
tpria4adQ9e  eú  el/pab^í/mileliOAdei  Joqti&lialúá 
^i^tQiiy  jQu^ndoi  J>$kMa'OÍda,  «onfirn^bakis  dora? 
dí^^^rcílíi^^iQnqs  de,  l<^^,|;^soro^  d^l  Pe^iiu  que.  á/lo^ 
prfiieTpio*á  reéíbierá,  El' üiisitó)'  Atóliuallpa  le 
tía)[)ía  iie^io  la  V  llínUaijite  pÍDti\?ft  deiáfif  rit 
queeas  de  sU'  éh íjitaJ}  e?n  donde  tó  •  tefehitmbré  dé 
los  Jcfíiplos  ;^si¿ír  ifWYÍJsítrtOj  aé  píroi  {as  parjedes 
(Hibiertas  de 'tíljpicfésv  y  el  piso  embutido  de  tro^ 
icos  áeí^ismo  ipetal^'  j¿  eíá. preciso  q^ejod^ 
lo  tuviese  algún  fundamento;  De  todoawo 
lo  irpa^  sejgpfcj'fí^^  M  Juca, 

por^^e  euando»  Hienos^/  de  esa  manem  podía  Ve- 
cojer  ííe  un^^^^        tado'el  oíq  que  este  ]?QS?ía» 
evitfíAdos^e  <iu«  los  irnturalefe*  lo  hartasen  i  ^es- 
'  tíóri^iesen:  '  '^  4¿«Á^^"5 

huallp»?  ^hizo  traaar  *  una  linea  roju  r  á  la  altura 
qué' indico  él' Inca7y'hiarido";m^  el  ¿otario  asen^ 
ta«e  6n  toda  forma  los.términos  de  la  propuesta. 
Et-a|)oSeíit^q  tó^^^^  áiez  y  siete  píes  Üe'ari- 

cho^<íVéi«tey.doatte  Íargp,iy  k^allufasde  la^señal 
roja  era  de  tres 'vát^;^^  ^^^;:^?ÍJ^Í^ 

41     He  adoptado  las  dlraensioues  apuntadas  por   el  secreta.- 


'490  cokQmstk  £^L  rai^i/. 

llenarse  dé.  ótínr,  pera  na  ftmdido^y  ted^*ei4te  á  te- 
jos, '&iiv)'én  lá  misma  fornlaí  en  qae  vitóese  ^  ía- 
bmdojpara  qub  los  hueoo^  ftíeseri  en  fávdr'  del 
IncíiJ  Gonvitío .^deiftas^'^a'  llettar  dos  •véccjs'  de 
platav  eá  lb8.mi»9iástcrimiío8)  unk' pi^d  eontá* 
guamas  péqaeña,  y  pidiá  jdásimesedpdra  cum- 
plir IftpEometidós.:^  '"  '  ^í  .  •' 
.;  Apenas  delebrádo  él  ofmvesifo,  dés;^chd  el 
Inca  sus  enviado»  al  Cuaco  y  á  los  otros  luga- 
res prmtípáles  de  sm  reino,  có»  wdefi  de  <jüé  ée 

rio  X«re¿.  (Oóiiq.  áe\  Pera,  ap.  fbnnidiid  por  lotí'áútígnoe  ¿ronis- 
Bwcia,.  lom.  )P.  p.  2Q^)  Stqgiui '  ,taa  (Cwf-  Ped^  Pwjroj .  íNíe» 
¿emanjio  Rzarro  ej  aposento ,.  ci^,  y  Codí^.,  »^S.— part^  d« 
tenia  íltieT©'  piéa  de  ito,  pero ' '  Hertí i  '  Pizaito ;  '  Má.  — Xe'rez,  | 

t^^\Dí»y(^o.áfihr$fi  ptr  f^^  líGopij.;  fífi\  ppr»¿  ap.  fiwrciff^  nU  | 

y  siete  6  diez  y  ocho  de.ancjio-    supra. — ^aherro,  RelacíoQ  Sn?  | 

(Üdrtá;  MIS.)  'Bastante  glande  es  ínariá,  MBl— Záráté;'  <^onq.  del 
y^elcé^Iw}Q;i»p^inK>íefaíloe;j^  !  .Pfr(i^  iil>;<^íca¿,  6.rt€r»bmt 
Dice,  Stavenson  >  que  todavía  Hlat^  d^e  hs  ludias,  cap.  ,114. — 
enserian,  mi  ciiá^ó  grande',  !p^- ^  Herrera,  Hist  Genera,' dec.  d, 
terd^Untígiio'  pidaAitH  qu?ifPÍinre,.liU  %iéfip4»l.):L  o  .'>.  *  '  ' 
ahora  ^d^  habitación  al  cacique  Tanto  Naharro  como  Heirer^ 
Astopñcu-,  en  «1  citát  eéttitopre-  afirman  que  roarfo  prometió  a! 
8o'elriéfgisafi^^Ipw,j"3f;ai^de'^  l^naa  8«¿  .)ib^f|  .pí  i9iU0plift  1^ 
que  todavía  se  descubre  la  linea^  con^icipnes.  No  confiíi^nan  esto 
trazada 'én  la  pared;  '(Aes!deiice  los  otros  cronisáis;  pero  tampoco 
íq  Soiuth;  Americio  vqü.jH.  p*  djui'á  enteQftevqQ^.ei.E^aid 
162^.]^  Se  vc^n  hoy  e^.eiPerü  desechase  la  propuesta.  T,  como 
muchas'  mihas  toñtempóMneas'  Pizarró  urgía  á  su  prisionero  pa- 
4?  JajQonqvi^ta,:  y  ;9o  e^ijprjQfti^- 1  ra.'quv  cuttfplies^rpor  m  piarte  el 
ño  que  se  hub^ese^  conservado  )a  cq^ti^to.  debió. §ei[  Ymo,  Jfi.int^U? 
memoria  de  un  lugar  taii  nota-  geiick  tacita,''  si  no  ésprésa,  efe 
blei  89«9i^u]ii  sfo  fuf I? !  «y» '  999  )  jque  <ál  la  cnm^licili :  pba  fb  s«|^ 
como  un  recuerdo  ¿rato  p^aial^y^  Ñ9,,^f^.  <^f^!^l<^  .de  .modo  éipm9 
Españoles.   ''  ^    '  -^      >  •-   qué  el  Inca  hubiera' entregado 

'  42l  Jjá  tííae&em  dá  q*^  fr^m  así  QÁúftW  :t¡fv¿:Ui  kábtiMüL* 

tran  refJwfídci  cba  notable  cbn- 


libro:  ui*-i-OAMtüiiOV.  491' 

rocogiesc^  todos  lol^:  adornos  y  utensilios  de  orp 
de  los  paláeios  ireales^  de  k>^  templos  y  de  los^ 
doRía^f  «difi^k)s^  f&iU^ííf&iy  de  >eévia&ré«i  sibf  dila^ 
cion  á  Caxaraarca.    E¿^  el»  eri^eítatí^o  tei^id' vi-^ 
VF^yifó  cott:  tesíEápáadleá;  firáfado  ebñ  jel  reispeto 
débidoi'¿s«^  fatigo),  y  g02aijd<>  dé  «oda  la  Hbeitail 
cofl^iatibl^  ém  hí  seguridad  dé'  sd  '|)ersona^  Aun^ 
quiemoiíé  íe  permitía  saliir,  noí»  se  le  eqhároii 
p4FÍ6ie^n^svypcMli^  pa^e^^se  por  ra  a^oi^ehto,  b^* 
jo  }a  dofftihtiá  V)ga!^Miu<de  fid  cetitinei^,  que  eo« 
ndcia  deírftasladó  \k !  irtiportáttdtt  itel  reafl  prisio^ 
&e][o  pai^i  d^s«o|dar»eini  <m  doknnoinkirto.    Le 
periintiaii  cámoatcar  ^eoQ  eos  miigeres  favoritas, 
y  Pizararp.caidabaíde'qcic  padie&ie»»  ápértarbar^ 
le  en;  su-enebarro;.  i^Bds.yaéallós  entraban  libre'» 
ment(f  á  v¿ide»>y/c^Hf4lm*T6Kiiiaiii> áiKÓ^itarle  mn^ 
ehoc  ifedíos)ncibIBe^qaé'le1raiálL  préáentee  y  ée 
dolian  de  la  desgraciada  aderttf  die  rá  Señor.  £11 
tflletf  oeiasiomsieLilias  piMJbei?08o<de  sus: rasadlos 
BO>  se.  atreisía.á  entrar  ¿  sa  préseiicsa  stnidespo^ 
jarse-pdmemií  dsB'^u  «aislado  ;y  iomarmí^  e^rga 
áiatieslasi/  0]h  siecñal  de  respeto.^  Los  Españoles 
velan  eon^tsiaeha'  canosid^d'esAas  miiestrasi  de 
ttomen^geíy  é  ims'^ic^de  jsoiritisionseiriálpQr.uiiá 
Pjarte^  y  el  í^irp  c^e  absc^luta  indifejr^pcia  con  que 
éisaAireoibida^  ipoi:  IfkQirsk^iMVCiQ  m^.i(>psa.Qr4ioa;-! 
ria,  f^  íbtM^arbrt  uti^  idék  rñtiy  eteVáda  dé  uit  prfñ  - 
<Hp0t^«:  ajiwiv^a  jyírjriste  ft^íjí^.ftctti^í,  sal^a  ins- 
pirar taírésíiéttiíll^^  eulMiWÉ/'^  feraií  tidtatbsloií 


492  CONQUISTA   DEL  \  PERU^: 

que  vienian  á  hacerle  Ja  corte  y  tan  grande  d 
amor' qne  V  stis  vasallos  !  mostraban  al  monam 
cautivo,  que  al  fi^ii  sus.  caf cfíleros  empezaron  i 
verlos  «con  c^ierta  ^Qseopfi^nasa.v:^^  >    ,    ,^^, 

No4espt;QjeÍ0  Piísarrp  tan,b«e:i|a  .pporíapídíwl 
de  ooiriíinicat  á  iiu  pj^isÍQnerp  JaSfV^r^dips  teye- 
lada^s,  y  ii$opiado  d^  su  capeüan.^l  P^cfóe  Yalv^r- 
de  fíe  pusieron  á, trabajar  m  obra  tan  meritoria. 
AtaUuáUpa  les  escuchaba  con  pacient^ia  y  al  pan 
recer  cop  atenoion;  pefo  nada  le.hizq  tanta^fuer- 
za  cqma  el  arguRient;o  cpn  que  eert^  pn  disear^ 
so  el  soldado  controversista;. -que  el  Dios  que 
adoraba  Atahuallpa  no  {>odia;\ser  el  verdadero, 
pues  habia  permitido  que  cayere  en  manos  de 
BUS  enemigos.' •  El  desgraciado»  monarca'  veco^ 
noeió  la  fuerza  del  argaimento^;y/QOíife«u  quo  en 
efeeto  su  DicKi  le  había  ábandenado:  cuando  mas 
necesitaba  de  stt  ayuda.  ^  i)    i       ; 

MaS.el  :raodo  í  €on  q=»e  tiratába  é  «a ihermano 
Huáscar  ea  aquellos  mismos  dias  prueba  ciar^ 
mente,  qnie.por  mas  «respeto ; que ;  nmnifestase  a 
sus  maestros,  tas  doetrín^is  del  eristíanismo  ha- 
blan penetrado  muy  >pi>co«n  su  .corazón*  1?^" 
luego  como  supo- Huáscar:!»  prisión)  de  s«  rÍY'al 

43  Relación  del  Prijper.  Des-  Gobernador  le  nabia  dicho:  que 
cub.,'  M8. — ^Nahárrb/  Relación  '  bien- corióoia  qué  aquel  qiwltó- 
^UBMvria,  M3r— ;Záraí0[,  Qqnq.  .biaba, en  su  Idolp,,  .n9  ««  ^j^ 
del  Petú,  lib,  2,  cap.  6.        .  verdadero,  pues  tan  poco  le  aiu- 

44  "I  mas  d9«  AtaBaíipa>tni«  -d^'i^Xere»,  Cóaq^-d^^étii^íí 
j^TJb^^jp^ntadí^  (to  lo  i^u*;  b1;  narria,  lpui^ill.p.563^  .    -^  - 


LIBRO  1I1-— CAPITULO  V.  493 

y  «1, enorme  rescate  que  ofrecía  porque  le. solta- 
sen, comenzó  según  iiqui^l  habla  previsto,  á  ha- 
cer  t<>da  cíasele  esfuerzos  para  recobrar  su  U?- 
bertad,  y  envió  o  trató  de  enviar  un  mensaje  al 
eapUan  español,  ofreciéndole  un  rescate  mucho 
mayor  que  el  prometido  por  Atahnallpa,  quien 
conao  AUHca  habia  residido  en  el  Ctizco,  no  sabia 
cuantos  eran  los  tesoros  que  allí  habia,,  ni  el  lu- 
gat  en  donde  se  guardaban. 

Supo  todo.esto  Atahuallpa  por  medio  de  las 
personas  que  custodiaban  á  su  hermano,  y  avi- 
vados los  antiguos  recelos  con  esta  noticia,  lle- 
garon á  su  colmo  con  haberle  dicho  Pizarro  que 
pensaba  hacer  que  su  hermano  Huáscar  viniese 
á  Caxamalca,  para  poder  examinar  por.  si  mis- 
mo la  cuestión^  y  decidir  cual  de  los  dos  tenia 
mejor  derecho  al  cetro  de  los  Incas.  Pizarro 
conoció  desde  el  principio  las  ventajas  que  de* 
bÍ9r  procurarle  esta  contienda,  pues  podía  hacer 
inclinar  la  balanza  al  lado  que  le  parecise,  arro- 
jando en  ella, su  espada.  Aquel  que  hubiese 
obtenido  el  cetro  por  su  coopenicion,  quedaría 
reducido  á  un  mero  instrumento  de  sus  miras, 
del  que  se  valdría  para  hacer  su  voluntad,  mu- 
cho mejor  que  gobernando  en  su  propio  nom- 
bre. El  lector  recordará  que  el  mismo  camino 
siguió  £4uardo  I  en  los  asuntos  de  Escocia,  y 
otros  muchos  monarcas  antes  y  después  de  él; 
y*aünque  no  es  fácil  que  unjSQldjaáo  sin  iQtrjis 
I.  44 


.  ] 


4dá  .   CONQUISTA  DEL  PERÚ. 

recordase  estos  ejemplos,  Pízárro  era  demasia- 
do vivo  y  perspicaz  j)ara  que  necesítase,  por  lo 
menos  en  este  punto,  de  las  lecciones  de  la 
historia.  ,  • 

Macho  alarmd  á  Atahuallpa  esta  djetermina- 
«ion  <iel  capitán  español,  pttes  temía  que  la  de- 
cisión fuese  favorable  á  Huáscar  quien  dejando 
á  parfc  sus'derechos,  podría  ser  mas  .útil  para 
.  instrumento  de  los  conquistadores  por  su  caréc- 
ter  blando  y  flexible.  Por  ío  mismo  y  sin  du- 
dar por  mas  tiempo  resolvió,  apartar  de  una 
vez  dé  aquel  estorbo,  hiandando  dar  muerte  á 
su  hermanó. 

Sus  círdenes  fueron  puiítualm'ente. ejecuta  'as, 
y  el  desdichado  príncipe  fqé  ahogado,  segan  se 
^  dijo,  en  el  rió  de  Andamarc^  declarando  al 
tiempo  de  espirar  que  Iqs  biuncQ^^  ve^ga^riün  su 
-  muerte  y  que  su  rival  npje  sobreviviría  mucho 
tiempo.  ^  Así  pereció  el  deisgracij^do  Huáscar, 
el  heredero  le^ítim9  del  trono  de  Jos  Incas,  en 
la  primavera  de  su  vida,ry  al  empexar  su  reina- 
do; '^Muy  corto  fué  este;  pero  bastante  largo 
para  que  luciesen  sus  buenas  prendas,' aunque 

'45    Muy  discordes  están  los  peral,  dec.  5,  lib.  3,  cap.3.~Xe- 

-  kistoríadores  sobre  la  clase  de  rez,  Ooiiq.  ^l  Péhi,  ap.'  Battia, 

,  ,muertie  qufi  sufrió  Hua9car,  y  el  tom.  UI..  p.  2Qi^r^F9áro  Fiíar- 

lugar  en  que  se  veriñcó.   Todos  ro.  Desctib.  y  Conq.,  M9. — ^Na- 

conyieuen  en  ló  principal,  es  de»  .hiirro,  Relación  láifiñaría,  MS.— 

.  ,e,if,  ^  que. le  dieron. muerte  tío-  ZÁnJt^^  poxj^*  4|^  ^f>^>  ^}h.^' 

enta  por  instigación  da  su  her-  cap.  6.— lastntc.-  ¿el  Inig»  T^- 

íiáw.  XfenTHertera/Hilrt.  (&B-  ¿ñas»,  M8.-    ♦" 


LIBRO  m.-^CAPITULO  V.  495 

m  iadole  Manda  y  gmierosa*  era  poeo  apropo^ 
ftito:para  oponerse. úr€tírÁt%^  fiero  •  y  atrevido 
degtt  hermano.  T^ai  e9 elretrato  q^M^Jla^iie^ 
jadq  él  Jos  croniflítas  iadios^  y  eaateUaoos;  toaseis 
de  advertir  que  los. primaros  perteneeMoi  á  Ja 
ftimiliade  Hjaascar,  y  Ids  segundos  oiertamen-- 
te>  qiie  no  querían  bien.áAtabaaMpa.  ^  v 
.  Al  Yceibir  esit  principe,  la.  notíiáa  de  la  muer- 
tet^e  Haai|c|ir  dio  maestras  dejSorfHreaa  y  pso- 
funda  indi^afion^.  ManddUanuiriiiniédá»ta«a»- 
te  á,  Pizarro  y  le  díd  pittte  de,  aquel  attceM  o^tn 
espresiónes  del  oaaybr  pesar.  EL  capitán  espa- 
ñol  na  queria^l  piriniñpio  dax"  ctéditoi ala  funes« 
ta  noticia,  y  di}0:  secamente,  al  .'Inea,  que  eñ 
imposible  que  su.  hermano  fuese  muerto,  y  qae 
elle  respondería  de  su  vida.  ^''^  A  esto  replicc^ 
el  inca  asegurándole  repetidas  veces  la  verdad 
del  suceso  y  añadiendo  que  lo  habian  hecho  sin 
su  conocimiento  los  guardas  ¿e  Huáscar,  teme- 
rosos de  que  se  les  escapase  aprovechándose  de 
« 

46    Tanto  GorcUaso  déla  Ve-  go  ensalzando  el  bello  carflcter 

ga    como    Titucuasi  Vopanqni,  de  m  rival,  para  que  formase 

eran  descendientes  de  Huayna  contraste  con  el  suyo. 
Capac,  de  la  sangre  pura  perua-        47    "Sabido  esto  por  el  Oo- 

na;  enemigos  naUírales  por  lo  bemador,  mostró,  que  le  pesaba 

mismo  de  su  pariente  de  Quito,  mvcho:  i  dijo  que  era  mentira,, 

á  quien  miraban  como  á  un  usur-  que  no  le  habian  muerto,  que  lo 

pador.    Quiso  la  suerte  que  to-  trujesen  luego  yívo:  i  sino,  que 

case  á  Atahuallpa  sufrir  la  inva-  ¿1  mandaría  matar  á  Atabaliba.''- 

sion  de  los  Castellanos,  y  es  na-"  Xerez,  Conq.  del  Peni,  ap.  Bar- 

tural  que  estos  tratasen  de  oscu*  cía,  tom.  Ul-  p*  2(H. 
recer  la  reputftdon  de  ra  enemi- 


406  CONQUISTA  DEL  PERÜ.       ' 

los  dístarbios  del  impeFio.  Deispaes  de  hsice)r 
variar  pesquisad^  halló  Pízárro  que  no  quedaba 
duda  de  la  muerte  de  Huáscar.  El  que  los  ofi- 
ciales de  AtahUallpa .  la  hubiesen  ^ecutadc^  sin 
su  orden  empresa,  daba  tan  solo  á  entender, 
que  al  tomar  esta  resolúciony^o  habían  hecho 
tal  vez  otra  cosa  que  anticiparse  á  los  deseos 
de  su  señor.  £ste  crimen,  qu^  á  nuestros  ojos 
parece  mucho  mas  horrible  por  el  parentesco 
que  mediaba  entre  *  ambos  principes,  no  debió 
parecer  tan  ¿'rave  á  los  Peruanos,  en  cuyas'cora- 
plicadas  familias  los  lazos  de  la  fraternidad  de- 
bieron ser  muy  défáles;  demasiado  débiles  para 
que  pudiesen  detener  el  brazo  del  déspota  que 
deseaba  dejar  libre  áe  ^torbbs  su  camino.  * 


CAI^ITOLO  VI. 


LlBGA  Eh  OSO  FABA  EL  RESCAyB.-^^VlAOE  A  PaCHACA** 
MAC-^DssTUVCC^ON  OEL  IÍM)I10.-^El  CKENBRAIi  FAVO- 
RITO DEL  I|«cA. — Vida  oe  este  en»v  enciebbo.— Con-'  . 

pUCTA  DE  L<^  ENVIADOS  EN  EL    CVECO. LlEOABA  DE 

Almagro. 

1633. . 

Machas  semanas  se  habían  pasado  desde  que 
los  enviados  de  Átahuallpa  nalieron  en  basca  del 
oro  ^la  plata  qao  4ebiailrBÍ¥vir  para  bu  rescate; 
pero  las  distancian  eran 'gt&ñdes  y  lás  remesas 
llegaban  de  tarde  en  tarde.  Se  componían  estas 
principalmente  dé  vasos  y  utensilios,  tan  grue- 
sos y  pesado)sr,que  algunos  tenían  basta  dos  o  tres 
arrobas  de  peso.  Otros  dias  solían  llegar  pie- 
zas valiosas  treinta  o  cuarenta  mil  pesos  de  oro, 
y  á  veces  hasta  cincuenta  ¿  sesenta  mil.  Ibánse- 
les  los  ojos  á  los  Conquistadores  tras  áp  aquellos 
relacieñtés  mbntoneá  de  oro,  que  traían  en  hom- 
bros los  cargadores  indíoSi,  y  después  de  tomar 
razón  de  ellos,  se  guardajban  en  lugar  seguro» 
custodiados  por  una  guardia  respetable.    Ya  oo- 


498  CONQUISTA  DEL  PERÚ. 

Oienzaban  ó  creer  que  el  Inca  cumpliría  sus  mag« 
DÍfícas  promesas;  pero  sa  avaricia  en  vez  de  sa« 
ciarse  con  la  vista  de  una  riqaeza  tal  como  an* 
tes  no  se  hubieran  atrevido  á  jSgpicársela,  no  hi^ 
zo  mas  que  avivarse  y  sé  volvieron  aun  mas  exi- 
gentes. No  querían  tomar  en  cuenta  las  distan-* 
cias  y  las  dificultades  del  camino»  y  murmura- 
ban  abiertamente  de  la  lentitud  con  que  se  eje-^ 
cutaba/i  las  <írdenes  del  rey.  laiegaeon  á  acu* 
sar  á.  Atahuallpa  4eTliaber^Í9e«rrídQ  esta  estra* 
tagema  con  el  fin  de,  tener  un  pretesto  para  co« 
muniearse'Ctm  sus  sábditos  de  los  lugares  dÍ9- 
tantes;  y  de  obrar  con  la  ma'yor  lentitud  posible 
con  el  objeto  de  ganar  tiempo  para  llevar  á  efec- 
to su6  designios.  Corrieron  voces  de  que  los 
peruanos  trataban.de  levantarse,  ^)^  los  Españo- 
les temian  continuamente  un  ataque  general  y 
repentino  a  sus  cu^rjeles.  .  Sus  nueyas  adquisU. 
ciones  no  habián  hecho  mas  que  aunientar  sus 
recelos,  y,á  spmej^nza  de  un  avaro  temblaban 
en  Qiedio  de  sus  ^tesoros.  *    . 

Pizarro  dio  parte  ásu  cautivo  de  los  rumores 
que  corrian  entre  los  soldados^  añadiéndole  que 
uno  de  los  lugares  señalados  para  la  reunión  de 
los,  Indios,  era  la  yecipa  ciudad  de  Guaniachucho. 
Atahuallpa  le  escucho  muy  admirado,  y  lleno  de 
indignación  ne^o  el  carjjo  que  le,haciaj  por  fal». 

líb.  2,-cap.  6.-7Ííaharro,  Ririacr'  p.ÍKW. 


LlBttO   III. — CAPITULO   VI.  498 

aode  príneipíóáfin.  '*]NThguno  de miB  vasallos/*^ 
dijo,  <^se  atrevería' á  tomar  las  armas,  ni  aun  á 
mo^^er  na  dedo  siii  que  yo  lo  mandase.  '^Me  te* 
neis  en  vaestro  poder,"  añadió;  ''¿y  ao  esítá  mi 
vida  i  vuestra  disposicioa?  ¿dué  mejor  seguri- 
dad queréis  de  mi  buena  fé?"  Hizo  ver  entonces 
al  capitán  español  que  habia  algunos  lugares  sur 
mameflte  didtBBtesr  que  si  bien  por  la  posta  y 
remudando  correos,  pit>dia  ir  un  mensaje  de  Ca- 
xamalea  al  Cusco  i^n  cinco  días,  se  necesitaban, 
seoianas  para  qi;i.e  un. cargador  pediese  andar  la 
misnia:  distancia  con  una  pesada  carga  acuestas. 
<<>I}fas  para  que  os.desengañeis,"  concluyo  dicien* 
do,'**de  que  obro  de  buena  fé,  quiero  que  enviéis 
algunos  de  loa  i^uestros  al  Cus^co.  Yo  les.  daré 
un  salvoconducto,  y  cuando  lleguen  allá,  ellos* 
mismps  podran  dar  traza  de  que  se  ejecuten  mÍ9 
<kdéne^,  y  se  desengañarán  por  sus  propio»  ojos 
de  que  nó  hay  quie)i  piense  en  bostilízaTOS."  No 
podia  Atabuallpa  ofrecer  mas,  y  Pi?;arro  acepto 
al  punto,  deseoso  de  oonse^uir  informes  exactos 
^  ¿egutos  sobre  el  ei^tadodel  pais»  ^ 

Aut€s  de  que  saliesen  estos  comisionados.  ba« 
faia  enviado  el  capitán  español  á  su  hermano 
Hernando  con  cosa  de  veinte  caballos  y  algunos 
de  infantería,  para  que  verificase  un  reconoci- 

2    Pedro  Pizarro,  Dedcnb.  y    203, 204,— Naharro,  Relaeíotí  Su- 
Conq.,  M8.-^Xerez,  Conq.  del    maris,  MS. 
Perur^ap.  B^ia,  (om/lK.yp. 


3£W  coNQUisa>A  i>el  perú. 

miento  kasta  la  vecina  ctttdad  de  Gúamacknchoi 
y  averiguase  si  tenia  algan  fundamento  la  espe- 
cie que  corria  de  hal>er  allí  úná  reunión  de  tro- 
pas.» Toíb  lo  hallo  tranquilo^  Hertoando,  y  los 
naturales  le  recibieran  de  paz-  Pero  «intes  fle 
salir  de  allí  recibió  nuevas  ordenes  de  su  herma- 
no para  qué  'se  adelantase  hasta  Pachacamac, 
ciudad  situada  en  la  costa^  á  ci^m  leguas'  lo  me- 
nos de  Gaxamalca.  Era  fhmosa  por  hallarse  en 
ella  el  gran  templo  del  Dios  del  mismo  nombre, 
que  los  Peruanos  adorabaincomoá  Criador  del 
universo.  Díeese  que  cuando  estos  llegaron  por 
primera  vez  á  aquella  tierra,  ya  encoíitraron  allí 
altares iabrados^  en  honor  de  está  divinidad,  y 
era  tanta  la  veneración  en  que  la  tenia'n  los  mi- 
tumles,  que  los  Incas  en  veí  dé  empeñarse  en 
abalir  «u  culto,-  tuvieron  por  mas  prud^ente  elclc- 
jarqueícontinuase  mezclado  con  el  del  Sol  que 
ellos  introdujeron.  En  la^  aitürás  que  domina- 
ban la  ciudad  de  Páchacamac  se  veian  juntos 
ámh€>s  templos,  y  cada  uño  se  eñriqnecía  con  las 
ofrendas  de  sus  respectivos  de  votos.  **Fué  sin^ 
gú?lar  cóm^ierto,"'  eselama  tiii  antiguo  escritor, 
"por  cuyo  medio  el  enenligo  común  recogía  do- 
ble cosecha  dé  almas."  ^ 

3    "El    demonio    Pachacama  quedauan  las  animas  de  \cfi  sim^ 

alegra  cpn  ^ste  ^  CQ|ieiert<)t|  afir-,  pies  malauenturados  presas  en  sn 

man  que  mostraiia  en  ^sus  ríes-  ^oder.'*   Cieza  de  I^eon/  Cróni- 

puestas  gran  contento:  pues  con  ca»  caí)'  72. ,  .       .      • 
lo-nno  yja  otro  era  el  seruido,  y 


UBRO   III.— CAPITULO  VI.  601 

Mas  el  templo  de  Pdcbaceinaeconserv<:(  siem- 
pre su  nombradla,  y  los  oráculos  que' salían  del 
oscuro  y  misterioso  santuarío  no  gozaban  de 
menos  reputación  entre  loi»  naturales  de  Távan- 
tin8süyu{nomhie  que'signifíca  "las  cuatro  parteas 
del  mundo/'  y  era  el  del  Perú  en  tÍ4?mpo  de  los 
lDca3)  que  los  de  Delfos  entre  los  Gríegosí.  Des* 
de  las  regiones  mas  distantes  acudían  peregrinos 
a  aqueliugar  santo,  y  la  ciudad  de  Pachaeamac 
vino  á  ser  para  los  Peruano9>  lo.  que  la  Meca  pa- 
ra los  Mahometanos»  o  Cholula  para  los  pueblos 
de  Anahuac.  El  santuario  de  k  divinidad,  en- 
riquecido con  los  dones  de  los  peregrinos,  llego 
á  ser  con  el  tiempo  uno  de  los  mas  opulentos 
del  imperio,  y  deseoso  Atahuallpa  de  reunir  su 
res(?ate  lo  mas  pronto  posible,  insto  á  Pia^rro  pa- 
ra que  enviase  allá  una  partida,  y  pusiese  enco- 
bro los  tesoros  antes  que  los  sacerdotes  tuviesen 
tiempo  de  ocultarloi^. 

La  jornada  era  harto  penosa.  Anduvieron  las 
dos  terceras  partes  del  camino  por  las  cumbres*^ 
llanas  de  las  cordilleras,  interrumpidas  solo  por 
algunas  crestas  de  las  montañas  que  no  estorba- 
ban poco  la  marcha.  Por  fortuna  en  muchos 
trechos  se  aprovecharon  del  camino  real  del  Cuz- 
co, "y  no  hay  otro  en  toda  la  cristiandad,"  excla- 
ma Hernando  Pizarro,  "que  iguale  á  este  cami- 
no de  las  sierras."  *    En  algunos  parages  las  su- 

4    *^£]  camino  -de  los  sierra»  es  cosa  de  veij  porque  «a  ver* 


502  CONQüíaiTA-DfcL  PERÚ. 

bidáseran  tan  escarpadas,  qtie  había  sido  nece- 
sario formar  escalones  para  que  ^diesen' vencer- 
las loé  camiifantes,  y  'aunque  á  itna  y  otro. lado 
estaban  resguardadas  con  pretilesT de  piejlra,  cos- 
tea mucho  trabajo  cousegui?  que  las  i^abiesénlos 
caballos.  A  cada  paso  ^e  habitaban  el  eáinino 
cortado  por  ríos  y  arroyos;  pet^  todos  eotisiK 
puentes  de  madera  ((de  piedra,  aunque  álganas 
veces  bajaban  les  %ori*e|>tes  con  tanta  faria  por 
las  pendientes  de  las  -  nioíitaflas,  qué  no  faabia 
otro  modo  dé  ^áéarlos  si  no  ei?a  por  lospeligro- 
sos  puentes  de  bejucd,  qtie  tódavia  no  eran  muy 
conocidos  de  los  El^pafioleSi  En  ambas  orillas 
estaban'  muy  bién^aSegtirados  en  robui^os  estri- 
bos de  piedr'a;  pero  como  na  sehabian  hecho  mas 
que  pata  los  viajeros  de  á  pié  y  los'^llamas,  yá 
primera  vista  p^ifecián  muy  débiles,  dudábanlos 
•Españoles  en  aventutárse  á  pasarlos  con  sus  ca- 
ballos. Laesperiencia,  sinemb^r]^,  ptohó'mrq 
-pronto  que  eran- capaces  de  sostener  un  peso 
mucho  rnayor,  y  aunque  bs  viajeíos  «edesraw- 
ciari  con  el' movimiento^  de  tan  largas  sdjas,  y 
miríiban  con  1»  cabeza  fffástormida  el  impetóo- 
so'totrente  que  pagaba  por^lébajoviinaprofnn- 
didád  de  ciento  d  mas  pifes^  toda  laeid>aUería  pa- 
-sá  sin  accidente*  ttfguho.  ES'  de  notar  que  en  ti- 
tos  puéhtes  eucdutr^r^fií  empleados  ptt^fltospor 

dad  en  tierra  tan  fiñgoea  oa  U    moios  caininoe,  toda  la  wv^ 


LIBRO  IH.— CAPITULO  Vi.     '  508 

el  gobierno  par*  dobiar  pefage  é  toÜos  loB  pasá- 
gerós.  * 

Admira¿o'«  queda)*ón  todos  lo« '  EBpañoks  al 
verlos  mtichos  y  gráfidos  rebaños  de  llamas  que 
hallaron  paciendo  llr  me^aina*  yerba  que  se  cria 
eh  las  regiones  efetailas  de  los  Andes.  Vieron 
algnnós^  encerrados  en  cercas;  pero  eoRiomente 
andaban  sueltoí  al  cuidado  de  sits  pastores.  Allí 
supieron  por  primera  vez  los  Españoles  que  se 
cuidaban  tanto  estOíí  animales,  y  trashumaban 
con  tanta' ptíntmiMad  como'en  su  tierra  los'  nu- 
merosos rebaños  de  rberiiios;  « 

Los  Uátiós*de  las  ctimfore»  y  sus  descensos,  se 
hallabaír cubiertósdepííebloá y  ciudades^' algunas 
de  extensión  couBideMble,  ypor  todcis  lados  sé 
veialabrada  la  tierra  con  el  mayor  esmero.  Ha- 
Ma  isemeateras  de'^ifaa^^^  'diversos 

estados  de   esta- planta:  desde  verde  y  tierna, 

^    5    ""íoííos  ios  arroyos  tienen  ííeni.  >izárro,MS.— También 

^iyáeiite»  de  piedni  6  'de  ütó^im:  Reí.  ;del  Fríiner.  Déscnb.,  MS. 

en  un  rio  grande,  qpe  era  intoy  6    El  impresor  de  la  escelen- 

candaloso  é  niuy  grandé/quepa-  te  traducción  de  Xerez  por  Mr. 

»imoadoai  veces,  háílátíios  páen-  '  T^rnaiijc^ompans,  d«í6  ¿capar 

te««de.re4.qiie  es  co8i('oiaa*avi-  «narwibk  feírata  eíi  la  relación 

llosa  de  ver;  pasamos  por  ejlas  de  estk  jornada.— "On  trouve  sur 

ioB  cábbllo&j;  tienen  encada  pasa-  toutc  larótité beaticbnpde  poys, 

je  dos  puentes,  la  una,jjol;,d*nde  de  toas."  (Relatlon  de  la  Con- 

pa^a  la  pnte  común,  la  otra  por  (jué^e  du  Pérou,.  p.  157.)   El  ha- 

áoiwte  paxk  el  étííior '  dé  ^  tó  tíéftra  ber  jíuÉístó  '¿í^cs  en* vefc  de  'pattij 
6  sus  ^apitafiefl:  e^^s  ^énei^  eien^.  ^  pqáú^  daf  motivo  á  que  4»!  lector 

pre  cerrada  é  indio^qu^  la  gup-  creyese  qne  había  cerdos  en  el 

gt)  de  los  que  paaaa.**   Cart3|!d« 


604  CONQUISTA  DEL  PBRÜ» 

haiiita  amarilla  y  pronta  para  la  cosecha.  Cuan- 
do bajaban  á  los  valles  y  profundas  cañadas 
qoe  divideii '  las  cambres  de  las  cordUleras,'  se 
encontraban  con  la  vejetacion  de  un  clima  roas 
cálido,  que  deleitaba  la  vista  con  la  riqueza  y 
variedad  dé  stis  colores,  J  e<nbriagaba  los  sea- 
tidos  con  sus  perfumes.  A  la  natural  feracidad 
del  suelo  se  agregaba  qd  riego  abundante  y 
bien  distribuido,  porque  allí  no  se  desperdiciaba 
una  gota  del  mas  pequeño  arroyuelo  que  bajase 
de.  los  Andes,  y  en  los  andexíes  formados  en  las 
pendientes  de  las  montañas  no  se  veian  ma^  que 
jardines  y  vergeles  cargados  de  los  frutos  de  di- 
versas latitudes.  Los  Es|)añoles  no  se  cansa- 
ban de  admirar  ía  industriia  con  que  aquelloii 
naturales  habian  sabido  aprovecharse  de  los 
dones» ^e  la  naturaleisa^  6  ^uxplic  Bu.&lta eaJos . 
lugares  en  que  anduvoímiift«iesq«ina. 

Fuese  por  respeto  á  los  mandatos  del  Inca,  o 
por  el  temor  que  sus  propias  haeañas  habian 
causado  en  toda  aquella  tierra,  lo  cierto  es  que 
los  Conquistadores  fueron  recibidos  de  paz  por 
cuantos  pueblos  pasaron,  hallando  prevenidos 
en  ellos  alojamientos,  y  víveres  sacados  de  los 
bien  provistos  pcísitos  que  habia  por  los  cami- 
nos. En  las  mas  de  las  ciudades  salían  los  ha- 
bitantes á  recibirles  con  músicas  y  danzas,  y 
cuando  continuaban  su.  «marcha  se  presentaba 


LIBRO  líI*-r-CAPlTU,^0  VI.  505 

un  Báratro,  suficienlie  djq.  robustos,  cargadores 
para.He,var:  aquestas, qI  bagagj^r  ^; 

Pqr, ultimo,  desgues  de  a-lgun^s  semanas,.de 
viqge,  j)íií:tp;Piei)oso  á  peisar  d^íodos  ^stos  au- 
xilios, dio.  yist«  Pifsarírq  ^  la  .ciucla5d  de  Pacha- 
camap^  Era  ^n  lugOT  .de  .bastanjte  .población,  y 
sus  principales,  edificios  de  .mucha  solidez.  El 
templo  de  .1^  div\njidad  twl;^lar  eva  un  vasto  edi- 
ficio, de  ^/edxa?»  ó  ma^l?ieu,fl^^.raoptonj^  edi- 
fi,<ii9s, qaeví|gíri{p<qido^' e.a,d^l*redor .de#uua  00)0- 
nia,'ppre!cia^  antQs  t^ij^ ;  fortaleza  qije  pna  casa 
religiosa.  .jP»^r9  aunque  J^SjPftif^de^neraix^e  pje- 

(Ira/los^tecbp^.sQloj.ef^í^^^e.  lÁgev^  :P?J?>  9!?^^ 
es  cpstqmbjce  91J  Ips^  pai&^s^p  ,4Q,nde  rara  vez 
o  nunca  llueve,  y  en  donde  por  consiguiepfe  el 
pr^ncÍRal.flb^^toi  d,el,, t/jphp.^.i^^.  d^efe^der.  de  los 
ardqfe^dííl;  soL,      .  n.  ;>    •'  .         .  ■  '■\  :  •  . 

Al  p^re^e^tarse,  H^rna^do  P|z^rrp  fj¡L  hv  entra- 
da  del^^í^ploji  le  atajfirpn^el.paso  los  port^rosj 
pero  ^  dic^^iíjip  ,  '/^q^e  ^  hajiíia  .  ai\d^dQ  ^  dem^sjL3ipdQ 

p^rajqu^,,^9]bftr^j^í5,/?^ti\y4gase,,un,.sa^^^ 
dip,'víSe,3l)7;id>pa§iq:pflv,,en  m§dio,dc  jbIIqs,  y.^se- 
gijidp  de,)Su,  g^nte  fq^.^ijbijendo.pQp  upa  galei:ía 
ha^ta  sií»li>:¡eí^  lo  masj3iltp,4el  monte  á.  yina^pla- 
zoleta,  en  cuyo  estremo  habia  una  como  capilla, 
con  la  pu^íW  mtty  í^dprnada  jW  ped^azW 

7    Gaita  4Íeoil«i!n;   aPiaimro,    jll,]p^.  2^56^  207 i-^R»^^^^^ 

I."  ''     ■'     ''•'     ■■-■■■"    ■•■"■'■45^-   '-■     ■ 


.608  CONi<2iUiS|TA-IWELi  PCB.U. 

Viendo  los  seirciUog.ní^tuKaJes^.  que  el.cielo  no 
.^Riíi.í:¿iyq^^pw*a  loSrClonflni«tfiulares,,:yTqíie  el  fio- 
der  der  sUf  1)^95  no.  alcanzabavá4«)ip.e4iria  profa- 
«nacW  .4e>su  santuario,  faeraaa:cudiexidoy  len- 
tregándose,  á-los  e^.^raflg^rog|,  a  ¡quienes, miraban 
ya  cwxjiexto  teiíKior.  yfr,e;^eto^upersticioso.  Pi- 
^a^rose  jaipj:Qy|ee|io  de,  «^ta  ¡disposición  para  ar- 
rancarle§,  si  era. posible,. de.  Ja  idxdattria,  y  aun- 
.qu^  po.era^pr^edijcador^pproaujiKjio  .un  discurso, 
lo  mas  edificante  sin  duda  qu^  podiaTesp^carse 
de.  Ufi,  soldado! /®  -y  j]pr  ultimo  le$.;ep6eñá.á  per- 
i^igparse,  íjcomo .  pr^s^ervatiyo  eficaz.^ f^a  Jo  su- 
cesivo contra  los»  ardide,s  dcAdemonio.  " 

Pero  sus  tareas  espirituales.no  absoVbian  de 
tal  manera  Ea  atención  rdel  capirtan  español,  que 
se  olvidase  de  los  ^negocios  , temporales  qíie  le 
hablan  traido  á  aquel  lugar.  Sintió  gran  pesa- 
dunibre  al  sabei;.  que  íiabia  llegado  demasiado 
tarde,  y  que  l(»s  sacerdot'es.devPacliacamac,  sa- 
bedores  de  .su  venida,  hiibian  recogido  la  mayor 
parte  del  pro,  y.marchádqsecon  él  antes  de  su 
líeffada.  Pasado  tiempo  se  desenterro  alguno 
en  las  inmediaciones.  ^^  La  cantidad  que  seha- 

10  ''E  á  falta  de  predicador  y  Francisco  de.Godoy,  /-otrM 
]es  hice  mi  sermón,  diciendo  el  sacaron  gran  summa  Ae  oro  y 
engalgo' en  qiié'yiyjaa.''  CUH\ta ''4)laU'4e -io^ventormiBi^  V 
de  Mojen . .  PivArro,  M-S .  .c^vit.  ^^ps^ouaje  y.  ti^ne  l^r  <^' 

a^^,  Barciíí,  toj»;.  III..  p.  009.  -        ^*da,  a«'j¿erde,"'Cie«»4eI/Mi> 

12,    ''Y  aliado  los  aiempog    Qi^émia,  -oap.  7% 
pos  el  capital)  RodrigaOngofiez, 


LIBRO  III. — CAPITULO  VI.  50  9 

Uo  ahora  fué  sin  embargo  éonsitierable,  pues  no 
bajaba  de  ochenta  nliil  castellanos j  suma  que  en 
otro  tiémjio  se  hubiera  considerado  mas  que  su- 
ficiente ^para  compensar  inayóres  trabajos,  que 
los  sufridos  en  esta  vez.  Pero  los  Españoles  se 
ha|)ian  •femiliárixado  con  el  oro^  y  exaltada  su 
imaginación  por  kis  novelescas  aventuras  en  que 
se  hatóan  visto  empeñados,  se '  eritregába  á  «n- 
sneñoá'qüe  todo  él  oro  del  Péru  ^penaá  alcanza- 
ba árrealiaar. 

'  Híko  sin  embitrgO'  Hernando  en- 6 sta  espedi- 
cion  una  presa  que  casi  lle^o  áconsolarle.de^la 
pérdida  del  tesoro  que -se  le  habia  escapado. 
.  (Jusaínda  estaba- todavía  en  Paehacctmae,  supojque 
.  el' ^aecal. indio  Chiallctícbkna  scf  hallaba  con 
.fuetzasoonsiderablesjenlas,  cercanía»  de  Jauja, 
ciuidíui  faerte  situada  á  grande  distancia  entre 
lasmdntaóas.    Est^gefe,  pariente  cercano  de 
Atahuallpa,  érí|í,el  mas  esperimentado  de    sus 
generales,  y  en  unión  de  Quizquiz,  que  se  htilla- 
.  ba  en  el  Cuzco,  h^bia  conseguido  en  e|  Sur  las 
victorias;  que  colocaron  al.  Inca  sobre  el  ti'ono. 
Por  ^u  cuna,  su  talento  y  su  larga  esperiencia, 
.  se  le  consíderí^íia;;  cómo  el  primer  vasallo  del 
•  reino,  y  Pizarro'oónocia  lo  importante  que  era 
asegurar  su  persona.    Viendo  que  el  Indio  re- 
'hUrSabaveTse.con  él  á^ su  vuelta;  detérmino  mar- 
char en  ' derechura  á^  Jauja  ^y  prenderte  en  sus 
propios  Cuarteles.    Semejante  proyecto,,  consi- 


510  .     CONQUISTA  DEL  PERÚ. 

derandp  la  enorme  desproporción  de  las  fuerzas 
podría  parecer  desesperado  aun  para  Españo- 
les. Pero  su  fortuna  les  liabia  dado  tal  con- 
fianza, que  ya  tenían  á  menos  el  calcular  los  ries- 
gos. 

El  camino  de  las  sierras  ofrecia  ahora  mayo- 
res dificultades  que  en  la  marcha  precedente. 
Para  colmo  de  los  trabajos  de  la  caballería,  se 
consumieron  las  herraduras  de  sus  caballos,  pa- 
deciendo mucho  los  cascos  de  los  animales  por 
lo  desigual  y  pedregoso  del  terreno.  Hierro  no 
lo  había,  y  solo  podían  echar  mano  del  oro  o  de 
la  plata.  Urgidos  por  las  circunstancias  tuvie- 
ron que  resolverse  á  ello,  y  Pizarro  hizo  poner 
herraduras  de  plata  á  todos  los  caballos  de  su 
tropa.  Los  artífices  in.^i^s  se  encargaron  de  la- 
brarlas, y  salieron  tan  bien,  que  mientras  duró 
aquellajornada  continuaron  sirviéndose  de  aquel 
precioso  metal  á  falta  de  hierro.  " 

Jauja  era  una  ciudad  grande  y  populosa,  aun-  • 
que  se  hace  duro  dar  crédito  á  lo  que  afirman 
los  Conquistadores,  de  que  diariamente  se  reu- 

13  ^'Hicieron  hacer  herrage  Relaciou  del  Primero  Descubrí- 
de  herraduras  é  clavos  para  sus  miento,  M9.,  dice  que  herraron 
Caballos  de  Plata,  los»  cuales  hi-  lo^  caballos  con  plata  y  cobre.  Y 
cieron  los  cien  Indios  fundidores  otro  conquistador  asegura  que  fué 
muy  buenos  6  cuantos  quisieron  con  oro  y  plata.  (Relatione  d'nn 
de  ellos,  con  el  cual  herrage  an  Capitano  Spagnuolo,  ap.  Rami»- 
du^vieroii  dos  meses."  (Oviedo,  8Ío,^avigation¡e  Viaggi)  Vene- 
"  Hist.  de  las  Indias,  MS.,  Parte  3,  tia,  1565,  (tom.  III.  fol.  376.)  To- 
líb.  8,  cat)   16.)     El  antor  de  lo,  dos  convienen  c4i  la  plata. 


LIBRO  rti. — CAPITULO  VI.  ^    511 

nian  en^a  plaza  cien  mil  personas.  ^^  Díjose  allí 
que  el  general  indio  estaba  acampado  á  ppoas 
millas  de  la  ciadad  con  un  ejército  de  treinta  y 
cinco  mil  hombres.  Costo  algún  trabajo  conse- 
guir que  se  prestase  á  tener  una  entrevista  con 
Pizarro,  quien  le  hablo  cortesmente.y  le  instó 
para  que  volviese  con  ^1  á  los  cuarteles  castella- 
nos, dándole  á  entender  que  asi  lo  mandaba  el 
Inca.  Desde  que  este  fué  preso,  Challcuchima 
no  se  habia  resuelto  á  tomar  ningún  partido.  La 
prisión  del  Inca  por  unos  hombres  que.parecian 
caidos  de  las  estrellas,  de  un  modo  tan  estraño 
é  inesperado,  y  precisamente  cuando  triunfaba 
de  sus  enemigos,  habia  trastornado  eompletfi- 
mente  al  general  peruano.  '  No  habia  discurrido 
ningún  medio  para  restituir  la  libertad  á  Ata^ 
kuallpa,  bien  que  ni  aun  sabia  si  una  tentativa 
de  esta  clase  seria  de  su  aprobación.  Obedeció, 
pues,  sus  órdenes  porque  de  todas  maneras  de- 
seaba tener  una  entrevista  con  su  soberano,  y 
Pizarro  logró  su  objeto  sin  necesidad  de  desen- 
vainar su  espada.  Cuando  el  Indio  tenia  que 
hacer  frqnta  al  blanco  parece  que  sentia  la  su- 
perioridad de  su  inteligemcia,  del  misnio  modo 
que  la  mirada  firme  del  calcador,  dicen  que  hu- 
milla y  subyuga  las  fieras  de  la  selva. : 

14    '^£ra  mucha  la  Gente  de  Plaqa  Principal  cien  mil  Peno- 
aquel  Pueblo,  y  de  sus  Comár-  ñas."  Estete,  ap.  BaAia,  tom.  Ilf. 
cas,  que  al  parecer  de  los  Espa-  p.  230. 
ñolcs,  se  juutabaii'  cada  di?,  en  la 


&12  CONQUISTA  DEL  PERÚ. 

Vino  Challcuchiiiía  seguido  de  una  hamerosa^ 
comitiva,  én  tinas  andas  que-'t^aiíití  én  hombros 
sus  vásalfós,'y  cüátidó  iM  é'áitóhátido  cob  los  Es- 
pañoles,' le  recíbiáhlo^  habitantes  de  los  pue- 
.  bíos  por  flotidé  píásaba  con  áquellas^uestras  de 
respeto  qué  sbld 'Sé  Üañ-á  tos  'íaVoritss'del  mo- 
nairca.  Mas  toda  está  pompa  desíipáYfecio  «n 
cuatito  llégcí*  á  la  pífésénciá'*á'el  ihcét,  áéúuáe.  en- 

'  tro'cóh  los  pié^  descalzos,  y  etí  los'hoihlbros  una 
*f)equéña  éárgá^t^úé  ié  áíó'iitró  dé  sus^irvientes. 

'  Cüaridó  ésttívá'áe'íatite^aéPiíiicá,' 'alzo  la«  mano» 
Til  cíelo  el  áuóiSntí  gü^h-eró^j'y'esclanfíá;  "¡ojalá 
liubieráé  to  estado  aqdí^'*^uéest(j  na*htiMera  sti- 
cedi<Íb!'*  y  árfodilÍándóíse>  bescí  laá-  maños'y  pies 

'  de  sa  Señor,  revalidólos  cótí'kus  lágriníás.  Atá- 
huallp<i!por  stí  pairte  ¿o  ttiSniféstó  la  hienór  emo- 

''4itid,  lii  dio  uias' muestra^ dé  cfónltéúto  al  ver  de- 
lante de  sí  á  su'  córi^^efó'íátóVifo,  qü^  el  dáifle 
tainenvénídá'/'  La  íriáldtíd^^  fohna- 

-ba'estí*an'o  Gontr'áste  con'el'léal'éiitiTsi'asnio  del 

"vasallo  ^'  "';''''     ■   -\'   '  *''^''  '  •;•■  '■  '  '■    •■    ' 
'L'íi  gémrqúTa  dbríhcalé  porriá  a  una  inmensa 

"distancia  íBob'fe'er Mfe^kítiW 'de' 'SUS  v^  y 

''t6s'*Espá*n6leV  tuVífeíiófr'híhá  'dé' uná^  vez  ocasión 
de  kamiráí^y  jf/tédoritíilío'  (Jíié  aún  éri'thfedíd  de 

*  SU  iníbrtu'ñió  COTÍ  servaba 'sdbre'sü^ptíéblo,  y  el 

T-   15,*  Pci^o  PizaiTOj.De&cub.  y  ^^sclai^ia.  Estete,  "que  »o  se  ha 

Conq.,  MS.  .    r,   ^.        yisto  después  que  las  Indias  se 

"Aquí  se  ha  visto  una  cosa,V   ,4pscu|3nerou.:|  jíbid.,  p.  ^31. 


LIBRO  lU.— CAPi'TüW  VI.  ...$13 

respeto  y  ,íemor  .con^qpe  todos ; se. ilpgakan  á  él. 
.  Pedro  ,Eizarro  j  r^fi^^rje ;  ,vim .  eutrevi^ta,;  á  ^¿ue  r,s,e 
Imlló.  I^re^sejitje,  .eDt,re  .  A3bahjií^l]pa:.y .  uxio  .,de  Iqs 
prijacipale^  wUes,'  que  íhalua.,Ci9»Bisegwdo.Jii^n- 
cia  para  hac^r  un  ¡via-gf  la.|-go,;,c9p,  l,v  C:<ptqdi,^ipii 
dje  Yply€;r,pai:a,,c^^ef:tQ](iÍEfc.,,.  I^l^fgOí  «iii:.emlííii:;g;o 

un  ,pqco,4fispp9s  d€iltipippo,'ifijxi4?i>»!Í>í*J«Pí^^^<^í^- 
.tars9  á  sui.S9l?jfi:^i;io.,cop,..iiii|a  .jp^qaeña.jOifrfn^a 
pjrppiáato»?^,.Je  tiEífliiblí^l^^n  t{in  ^fuerf^Ui^s  roííi- 

consigo  en  tifejcra..  Pp;q  s^  ^gñprjJe^.r^Gib^^'/afa- 
bleraenije^y  lpide;ípachp^sin¡^^^^9e¡li^e.reQq|lre^lcion 
^Iguaa.  ^f.  .  ;  .    .  .        . 

CQntíj;ipaÍ3fti^|gi^<i;ipi:?.)lQ?; .  JE^pajSoJes,  jtf  at^jj^o 
cop.  e\.mJL^mo  íeísp€^tPí4  ,;A4shJíp\lpa,  ,ílja^jey#Qn- 
4e,á  jugará  Ips  díldps  y.a^ijiaal  i^jedrez,  jaegp 
mas  coqap^ic^do  eq  qpiejUpgQ  í^,§er>m9y.^^ftrQ, 
Tgustaiidof  de4ipt?5E^e^,qon  e^,  1^3,li|j:g5^^^Jb^ovaa.de 
s^i  .cautb^idad,.  pon¡?ui?  pnop^ps  v^allcis.conper- 
yaba  hasta  dpttde  jera  ..posible. la  aatígaa a,  pompa 
y  etiqueta.  Sus  efsposas  y  ooacplbiji^.le  siQrvian 
aomode.c^stj^nibife.^a.lja.ix^^  lOíde- 

mas  que  se,  le  o^(^cia.  ^Ep, la||^53;a,4w®j^*^ 
sé  haJlaj[)a^  siempre.  de,|:^ua¡rfliaí  ^|gunop  4^,  sjas 
noblesj.p.ero  jam?^»  ^ci  aU;?vian  ár^px^xá  ^u  pre- 
sencia sin  ser  llamados,  y  cuando  lo  liacian,  te- 
rilan  que'''sti1étárá<?  'd^laá  lAisrijási' formalidades 
humillantes  L^Qnsiafria  el  i  imtnjerí)?  de  j^as  vMa- 

16    Pedro  Pízarro,  Descttb.  y  Conq^,  MS.  •  ' 


514  CONQUISTA  DEL  PERÚ. 

líos.  El  servicio  de  su  mesa  era  de  oro  y  plata, 
sus  vestidos,  que  mudaba  con  frecuencia,  eran 
de  lana  de  vicuña,  tan  fina  que  parecía' seda,  y  á 
veces  solia  ponerse  otros  hechos  de  pelo  de 
HKirciélago,  tan  suaves  y  lustrosos  comp  tercio- 
pelo. Conservaba  todavía  el  llautu^  que  era  una 
como  banda  finísima  de  diversos  colores  que  da^ 
ba  varias  vueltas  al  rededor  de  la  cabeza,  y  aun 
la  borla  encarnada,  cuyos  hilos  entremezclados 
de  oro  le  eaian  sobre  lasxejas.  Gustaba  de  con- 
servar las  insignias'de  la  magestad  aun  después 
que  habia  perdido  el  poder.  Nadie  podia  hacer 
uso  de  ningún  trage  ni  mueble  que  hubiese  ser- 
vido al  Inca,  sino  que  cuando  lo  desechaba,  se 
guardaba  en  un  lugar  á  proposito,  y  después  se 
quemaba.  Se  hubiera  tenido  por  un  sacrilegio 
el  destinar  á  usos  profanos,  cualquiera  cosa  que 
h  abiá  sido  santificada  por  el  contacto  del  Inca.  '^ 
Poco  después  de  estar  dé  vuelta  la  partida 
que  fue  á  Pachacamac,  regresaron  también  los 
tres  enviados  que  habian  ido  ai  Cuzco,  dando 
míiy  buena  cuenta  dé  su  comisión.  Por  respeto 
alas  ordenes' áel  Inca,  y  por  eí  temor  que  ya 
inspiraban  los  Españoles  en  toda  áqiiella  tierra, 
fueron  recibidos  de  paz  en  todas  partes.    Los 

Í7.   Esta   descripción  d|9 ,  las  .dad.  .^pomo  su  carío«^retecion 
costumbres  y  modo  de  vivir  dé    es  todavía  poco  conocMa,  he  co- 
Afíüfua]l|Hi,-  está  tomada  de  Pé-*  locado  el  pesaje  órí^nal  "en  «1 
dro  Pizarro,  quien  trató  muchas    Aféndketrxiüs>.  0. 
veces  con  el  durante  su  cautivi-.  "  . 


LIBRO  m. — 'TíAPlTÜLO  VI.  515 

tiatiírales  les  llevaban  en  hombros  en  las  hama- 
cas ó  literas  del  país,  y  cómo  en  sajornada  no 
tuviemñ  qué  apártai*se  del  camino  real,  encon- 
trando en  él  á  distancias  fijas  cargadores  indios 
qué  relevüíén  á  los  otros,  anduvieron  las  dos- 
cientas leguas  que  hay  hasta  el  Cdzéo,  no  solo 
sin  molestia,  sino  eorí  el  mayor  regaló.  Pasaron 
por  muchas  ciudades  consideraMesi  y  siempre 
fueron  tratados  por  los  Indios  como  Seres  supe- 
riores á  ellos.  '  En  el  Cnzco  fueron  mayores  las 
fiestas,  y'  mayor  el  agassijoí  con  que  les  íecibie- 
ron  Tos  naturales,  hospedándoles  magnífieameri- 
te  y  apresurándose  á  prevenir  sus  menores  ne- 
cesidades^. ■'•■'■.' 

Confirmar^rt*  á  Pizarró  sus  enriados  todo  lo 
•^pe  ahté^hábia  oido  ré-ferir  de  l^  población  y 
riqueza  de  la  ciudad.  Aunque  habían  perma- 
necido en  ella  íná^  de  una  se  mana  ^  no  habían 
téiiidó  te^nido  tifemp6^  piara  Verla  ^toda.  El  templo 
mayor  del  Sol  estiába  literalmente  cuWerto  de 
ptóndhás  4e  oro;  «fitraron  adentro  y  vieron  kis 
tnomias  reales^  sentadas  cada  tma  en-  su  sillón 
giiarn)3cido  de  bro,  y  vpstídatí  de  suiítuosós  ro- 
pagéife^.  'Los  Espacies  ttvder^n  la  delicadeza 
de  res^p^tarlas  como  se  lo  tenia  encargado  el  In- 
ca; pero  exigieron  qité  sé  arrancasen  las  lámi- 
nas-de oro  ijue  cubrian  |as  paredes^.  Los  Pe- 
ruanos obedecieron  mily  de  ínálágahk'las  rfrde- 
iic^  duelas  pw  el  fecí^. partí'  despojar  él-  templp 


,516  CONQUíSTA-DEL  PERü-  ^  . 

nacional,  que :to4o. js^ecino. de.  la  ciudad  miraba 
con  pficKicular  pirg^llo  y  ve^era^iQp.  .l¡)e  mejor 
voluntad  se  (prestaron  á  ayudar  á  los  Conquista- 
dores en  la. atarea  de  qjaitarilos  adornos  de  otros 
edificios,. cuyo. oro,  sin ,eratbarga,  ^f.a.,d€^  mucho 
menos  valor  por  e^tar  imiy  ligado-  ^®  - 

Setecientas  plapphas,  aycapcaípn  del  templo 
del.  Sol,  y  aunque  eiegurami^n te, no. Sjerianrauy 
gruesas,  las  .CfPmpa^íin  á.  iinas.  talólas  ^e  caja  d^ 
diez  O' doce  pulgaí aS;  de  >a?ichQ-  ^^  üiia.coriii^ 
de  oro  puvo,  rqd^eaba  el  ^di£eio}  pero  e«taUa  tan 
-bien,  as^egui^f^da  en>la  piedra,  que  por  fqrtjana,xe- 
sigtia.  a  lo3  esfuerzi;>s,qjae  .Jii^ieípn  p?Li;a. . arran- 
carla. Los  Españoles  se  quejaban  del  pppp  eni- 
pcílojiue  tomaron  los  Ji[i4ifts.eE^  ^q^iell^a  ql^ra  de 
deatríiccion,  y  d0cian»qu9'np,les  habian  d^j^do 
ver  otros ;par4J)^9  de  ía  citidad  en  que: habia.  edi- 
ficios .eon,. gran  cantidad  d^íOriO  y  aplata.  X.o  pier- 
io es,  que  mf5ndQ;la  co^nision  qi|^  Uey^aban:  h^r- 
to  desagradable  d^. por 8Í,íellosf€oiísiguieroa. ha- 
cerla injsoportable.  por  élM£íQ4oj^Qn.  que  la  des- 
.««jpeñaroni-  Los  jenviadds.exan  lM>iftb?eSr.de  ba- 
ja.ralea,  y  desyancKjLdos  por  los  honores  qflt«  je- 
eibian. :  de  los  natat!ates,  U^diron.  é  creerlos  nxe- 

18=   Reí.'  á'^in  Capit.  Spaga.,'       19  -"I  Se  Itó  Chapas,  de  oro, 

a^,  li^muaio,  Jtpia.  IIL  foL  375. ,  quje jBsta.  ci^a  t^nia,  q^oitiroi^  se- 

— Pedro  Pizarro,  Desc.  y  Con^.,    tecientas  Planchas.  .  .  .  á'ináñe- 

MS.-*- Herrera;  'Hiett-  •  <Greiiéial,    ía  de  Tablas^e  Oáxas  d«  á  tre% 

dec,  5,  lib..  g,  cap.4%.  13.-.<* ).         i  á  qttütro.  palearos  de largo-J^  .Xe- 

(.*)    Esta  cita  está  evidentemeite    ícz,  Cqjiq.  del  Peni,  ^p.  Barcia, 
^rra4«;  eiitiejido  <itHs  '.^He  le^.'»^^  '.        iá»  -n-  Q« 
^ib.  5,  cap.  1  y  íí.-i?  deff.  ""^í  *"•  f'  '^^' 


LIBRO  ni. — CAPITULO  Ví^,  517 

recidos,  y  despreciaban  á  los  pobres  Indios  co- 
mo á  gente  muy  inferior  ala  europea.  No  solo 
mostraron  la  mas  repugnante  rapacidad,  sino 
que  trataron  á  las  personas  mas  distinguidas 
con  descarada  insolencia.  Dicen  que  llegaron 
hasta  á  quebrantar  la  clausura  de  los  conventos, 
lastimando  las  ideas  religiosas  de  los  Perpanos 
por  sus  escandalosos  tratos  con  las  Vírgenes 
del  Sol.  Los  moradores  del  Cuzco  llegaron 
con  aquellos  ultragcs  á  tal  grado  de  exaspera- 
ción, que  habrían  acabado  con  los  emisarios,  si 
no  hubiese  sido  por  el  gran  respeto  que  tenian 
siempre  á  las  ordenes  del  Inca,  en  cuyo  nombre 
venian  los  Españoles.  Lo  que  hicieron  fué  re- 
cojer  á  toda  prisa  el  oro  que  bastara  á  conten- 
tar á  sus  importunos  huéspedes,  para  verse  li- 
bres de  ellos  lo  mas  pronto  posible.  ^  Pizarro 
cometió  una  gravé  folta  en  escojer  á  «emejan- 
tes  hombres.  Había  caballeros  en  su  escua- 
drón, que  según  lo  habian  demostrado  otras 
veces,  sabian  conducirse  de  otra  manera  por 
respeto  á  sí  pro])ios  ya  que  no  por  respeto  á 
los  naturales. 

Los  enviados  trajeron   consigo,  fuera  de  la 
plata,  doscientas  cargas  de  oro.  ^^    Esto  produ- 
jo   Herrera,   Hist.    General,    Pera,  ap.  Barcia,  ubi  supra.)  Di' 
tibi  supra.  ce  que  6ada  carga  la  traían  cuatro 

21  Así  lo  ^ice  el  secretario  indios. "  "  Cargas  de  paligue- 
de  Pizarro.  "I  vinieron  douien-  res,  que  las  traen  quatro  In- 
tas  cargas  de  Oro,  i  veinte  i  cin-  dios.''  £1  significado  de  la  voz 
éo  de  Plata.'*  (Xerez,  Conq.^  del    paligucres^  que  no  es  castclía» 

I.  46 


518  •      CONQUISTA  DEL  PERÚ. 

cia  ya  un  regalar  aumento  en  lo  entregado  por 
Atahuallpa,  y  aunque  el  tesoro  no  llegaba  toda- 
vía con  mucho  á  la  sefíal,  el  monarca  se  alegra- 
ba al  ver  que  se  iba  acercando  la  hora  de  re- 
cobrar su  libertad. 

Poco  antes  había  ocurrido   un  suceso  que 
cambio  la  situación  de  los  Españoles,  é  ioflayó 
de  un  modo  muy  desfavorable  en  la  suerte  del 
Inca.    Fué  éste  la  llegada  de  Almagro  á  Caxa- 
malca,  con  un  refuerzo  considerable.    Este  ca- 
pitán, á  costa  de  infinitos  trabajos,  habia  conse- 
guido alistar  tres  navios,  y  reunir  una  fuerza 
como  de  ciento  cincuenta  hombres,  con  los  que 
dio  á  la  vela  de  Panamá  á  fines  del  año  presente. 
En  el  camino  se  le  agregaron  otras  tropas  pro- 
cedentes de  Nicaragua,  con  lo  que  llegó  á  con- 
tar en  su  escuadrón  ciento  -cincuenta  hombres 
de  á  pié  y  cincuenta  de  á  caballo,  bien  provis- 
^tos  de  anuas  y  municiones.     Ln  escuadrilla  iba 
dirigida  por  el  esperimentado  piloto  Ruiz;  pe- 
ro después  de  pasar  la  bahía  de  San  Mateo,  tu- 
vo que  ir  avanzando  nluy  poco  á  poco  janto  á 
la  costa,  luchando  como  siempre  contra  los  vien- 
tos contrarios  y  las  corrientes,  y  sufriendo  todos 
los  trabajosjconsiguientcs  á  tan  dilatada  navega- 

na,   es  dudoso.    Mr.   Temaux-    í»*»»  cou  cuya  voz  tiene  cierta 

analogía  (*). 
Compaw  supone  con  butante       ^.^   M..B.tur.lme|»r«.»P.- 
»g«úo«dad.  que  debe  hiÜH,r  .i-    l^^-VJ^'^í'^'llm^'cW 
do  alguna  cosa  jmrtcídaé  paUrt'    de  Iju  UttoBi(m>  bieo  c(foot}A9-  !>- 


LIBRO  111. CAPITULO  VI.  519 

cion.  Sea  cual  fuere  la  causa,  no  halló  Almagro 
quien  le  diese  noticia  de  Pizarro,  y  sus  soldados 
se  desanimaron  de  tal  modo,  por  ser  la  mayor  par- 
te novicios  en  la  carrera,  que  cuando  llegaron  á 
Puerto  Viejo,  quisieron  abandonar  la  espedi- 
cion  y  volverse  á  Panamá.  Por  fortuna  un  bu- 
que de  la  escuadrilla  que  habia  -despachado  Al- 
magro á  Tumbez  trajo  nuevas  de  Pizarro,  y  de 
la  colonia  fundada  ^n  San  Miguel.  Muy  satis-^ 
fecho  Almagro  con  tales  noticias,  continuó  su 
viage,  y  logró  por  fin  llegar  á  San  Sliguel,  con 
toda  su  gente,  en  los  últimos  dias  del  mes  de 
Diciembre  de  1532.  Allí  supo  que  Pizarro  des- 
pués de  pa«ar  las  sierras,  había  conseguido  ha« 
cer  prisionero  al  Inca,  y  á  poco  le  informaron 
también  del  enorme  rescate  que  este  habia  ofre-. 
cido  por  su  libertad.  Almagro  y  s^us  compañeros 
quedaron  asombrados  al  recibir  estas  ^nuevas,  y 
al  ver  un  cambio  en  la  fortuna  de  su  socio,  tan  re- 
pentino y  maravilloso  que  parecía  cosa  de  ipaágia. 
Al  mismo  tiempo  recibió  un  avi^o  de  los  colo- 
nos aconsejándole  que  no  se  entregase  en  poder 
de  Pizarro,  porque  era  público  que  le  tenia  ma- 
la voluntad. 

Apenas  llegó  Almagro  á  San  Miguel,  cuando 
volaron  á  Ca^amalca  las  nuevas  de  su  arribo» 
acompañadas  de  una  carta  reservada  de  su  se« 
cretario  Pérez  dirigida  á  Pizarro,  en  que  le  de- 
cía que  su  compañero  no  era  venido  con  inten- 


y 


520  CONQUISTA  DEL' PERÚ. 

cion  de  ayudarle  en  sus  empresas,  sino  con  el 
fin  de  formar  una  gobernación  separada.  Pa- 
rece que  ambos  capitanes  se  hallaban  rodeados 
de  hombres  m^ezquinos  y  desasosegados  que  se 
empeñaban  en  enemistarles,  esperando  sin  duda 
el  sacar  provecho  de  su  rompimiento. 

Por  esta  vez,  sin  embargo,  no  tuvieron  éxito 
sus  infames  maquinaciones.  Pizarro  se  llenó 
de  regocijo  al  saber  la  llegada  de  un  refuerzo 
tan  considerable,  cpn  el  que  ya  podia  seguir 
aprovechando  su  buena  fortuna,  como  tanto  de- 
seaba, y  continuar  la  conquista  del  pais.  De  la 
esquela  del  secretario  apenas  hizo  caso,  puesto 
que  cualquiera  que  fuese  la' intención  con  que 
vino  Almagro,  Pizarro  estaba  seguro  de  que  al 
ver  la  riqueza  de  la  mina  que  él  habia  descu- 
bierto^  no  tardaría  en  venir  é  ayudarle  á  traba- 
jarla. Tuvo,  pues,  la  generosidad  (por  que  lo 
es  seguramente  el  sobreponerse  á  las  sugestio- 
nes de  una  mezquina  rivalidad,  para  escuchar 
las  razones  de  la  sana  política)  de  mandar  un 
espreso  á  su  antiguo  camarada,  Convidándole 
con  mil  protestas  'de  amistad,  á  venir  á  Caxa- 
malca.  Almagro,  cuyq  carácter  franco  y  nada 
suspicaz  ya  conocemos,  recibió  aquella  carta  con 
la  misma  disposición  de  ánimo  con  que  fué  es- 
crita, y  sin  detenerse  mas  que  lo  muy  freciso, 
emprendió  su  marcha  al  interior.  Pero  antes 
de  partir  de  San  Miguel,  descubierto  ya  el  infa- 


LIBRO  IIL CAPITULO  VI.  521 

me  manejo  de  su  secretario,  le  hizo  pagar  su 
traición  haciéndole  ahorcar  allí  mismo.  ^ 

Llego  Almagro  á  Caxamalca  á  mediados  de 
Febrero  de  1533.  Los  soldados  de  Pizarro  sa- 
iJieron  á  recibir  á  sus  compatriotas,  y  los  dos 
capitanes  se  abrazaron  cordialmente  con  visi- 
bles muestras  de  satisfacción.  'Echáronse  en 
olvido  todas  las  pasadas  diferencias,  y  no  piare- 
cian  pensaren  otra  cosa  sino  en  ayudarse  mu- 
tuanfiente,  para  aprovecharse  del  brillante  cam- 
po qué  se  abria  á  sú  ambición  en  la  conquista 
de  aquel  imperio. 

Habia  sin  embargo  en  Caxamalca  un  hombre 
que  miraba  la  llegada  de  los  Españoles,  de  muy 
diverso  modo  que  los  paisanos  de  ellos.  Este 
hombre  era  Atahuallpa,  qftien  solo  veia  en  los 
recien  venidos  un  nuevo  enjambre  de  langostas 
que  caía  sobre  su  infeliz  nación,  y  consideraba 
que  mientras  se  multiplicasen  de  ese  modo  sus 
enemigos,  seria  mas  difícil  el  recobrar  su  liber- 
tad, ó  el  conservarla  si  llegaba  á  conseguirla. 
Una  circnstancia  ocurrió  entonces,  insignifican- 
te de  por  sí,  pero  que  abultada  por  la  supersti- 
ción, vino  á  poner  el  colmo  á  la  angustia  del 
monarca. 

Vieron  unos  soldados  en  el  cielo  una  figura 

22    Pedro  Pizarro,  Descub.  y  Sumaria,    MS. — Conq.   i    Pob. 

Conq.,  MS.— Xerez,  Conq.  del  det  Pirn,  MS.— Relac.  del  Pri- 

Peni,  ap.  Barcia,  tom.  III.  pp.  mbr.    Descub.,    MS. — Herrera, 

204,    105. — Naharro,    Relación  Hiet  General  dec»  5,  lib»  3,  c»  1. 


522  CONQUISTA  DEL  PBRU. 

estraña;  una  especie  de  meteoro,  ó  tal  vez  un 
cometa,  y  la  mostraronn  á  Atahuallpa.  Este 
la  estuvo  contemplando  con  atención  durante 
algunos  minutos,  y  al  cabo  esclamd,  '^que  una 
cosa  semejante  se  babia  visto  en  el  cielo  po^ 
co  antes  de  la  muerte  de  su  padre  Huayna  Ca- 
pac."  *^  Desde  entonces  se  apodero  de  él  una 
profunda  tristeza,  y  se  lleno  de  dudas  y  temo- 
res vagos  sobre  el  porvenir»  Así  sucede  que  en 
tiempos  de  peligro,  el  alma»  lo  mismo  que  los 
sentidos,  recibe  al  punto  las  mas  ligeras  impre< 
siones,  y  á  la  menor  alteración  en  el  curso  ordi< 
nario  de  la  naturaleza,  que  én  tiempos  comunes 
á  nadie  habria  llamado  la  atención,  el  espirita 
supersticioso  luego  se  afana  por  encontrarle  sig- 
nificado, y  alguna,  relación,  sea  cual  fuere,  con 
su  propio  destino. 

23    Reí.  d'un  Capit.  Spagn.,  ap.  Ramusio,  tom.  III.  fp!»  377. 
— Ci^a  de  Leop,  Cr6nSca,  cap.  65, 


CAPITULO  Vil. 


Valor  inmisnso  del  Tesoro.-— Su  distribución  entre 
LAS  Tropas. — Rumores  de  un  alzamiento. — Pro- 
ceso DEL  Inca.-^Su  ejecución.— ^Reflexiones. 

1533. 

La  llegada  de  Almagro  cambio  del  todo  los 
proyectos  de  Pizarro,  porque  ya  con  sa  ayuda 
podía  comenzar  de  nuevo  la  campaña,  estendien- 
do  sus  conquistas  hacia  el  interior.  £1  üuico 
obstáculo  con  que  tropezaba  era  el  rescate  del 
Inca.  Los^  Españoles  babian  esperado  con  pa^ 
ciencia  hasta  que  la  vuelta  de  los  enviados  al 
Cuzco  aumento  considerablemente  el  tesoro,  si 
bien  aun  no  llegaba  á  la  linea  demarcada.  Ya 
entonces  su  codicia  se  sobrepuso  á  su  paciencia, 
y  comenzaron  á  clamar  porque  se  procediese  al 
punto  á  la  distribución  del  oro.  Esperar  por 
mas  tiempo,  decian  ellos,  solo  serviría  para  pro- 
vocar un  ataque  de  los  enemigos,  atraídos  por 
tan  brillante  cebo.  En  tanto  que  el  tesoro  per- 
maneciese así,  ningún  individuo  conocía  su  va 
Ipr,  ni  sabia  lo  que  debia  tocarle  de  él.    Era  me- 


524  CONQUISTA  DEL  PERÚ. 

jor  distribuirlo  al  punto,  y  que  cada  uno  guarda- 
se y  defendiese  lo  suyp.  Habia  ademas  algunos 
que  deseaban  volver  á  su  patria,  llevándose  su 
oro  á  donde  lo  creyesen  seguro.  Pero  estos  eran 
pocos,  comparados  con  los  muchos  que  solo  an- 
siaban por  salir  de  Caxamalca  y  marchar  desde 
luego  sobre  el  Cuzco.  Creian  estos  que  en  la 
capital,  les  aguardaba  mas  oro  del  que  podrían 
conseguir  alli  deteniéndose  por  mas  tiempo; 
mientras  que  debian  aprovecharse  hasta  las  ho- 
ras para  impedir  que  los  habitantes  escondiesen 
sus  tesoros,  como  ya  habian  dado  muestras  de 
querer  hacerlo. 

Ninguna  razón  hÍKO  tanta  fuerza  en  el  ánimo 
de  Pizarro  como  esta  ultima,  y  bien  conocia  que 
sin  ganar  la  capital,  no  podria  llegar  é  hacerse 
dueño  del  imperio.  Quedó,  pues,  tO(lo  allanado 
para  que  inmediatamente  se  hiciese  el  reparto 
del  tesoro. 

Mas  antes  de  proceder  á  ello  era  preciso  re- 
ducirlo todo  á  barras  de  una  misma  ley;  porque 
el  rescate  se  coriiponia  de  una  multitud  de  pie- 
zas cuyo  oro  no  era  todo  de  igual  pureza.  Ha- 
bia entre  ellas  copas,  platos,  salvillas,  vasos  de 
todas  formas  y  tamaños,  alhajas  y  utensilios  de 
los  templos  y  palacios  reales,  tejas  y  planchas 
para  adorno  de  los  edificios  públicos,  y  curiosas 
imitaciones  de  diversas  plantas  y  animales.  En- 
tre las  plantas  la  mas  notable  era  la  cafla  del 


*  LIBRO  ill. — CAPITULO  Vil.  525 

maíz  con  su  mazorca  de  oro  asomando  entre  las 
anchas  hojas  de  plata,  y  con  su  barba  también 
de  plata  colgando  en  el  estremo.  Llamó  tam- 
bién mucho  la  atención  una  fuente  con  un  bri- 
llante surtidor  de  oro,  y  varios  pájaros  y  anima- 
les del  mismo  metal  jugueteando  en  sus  aguas. 
La  delicadeza  del  trabajo  en  algunas  jBguras,  y 
la  belleza  é  ingeniosidad  de  la  forma,  escitaron 
la  admiración  de  jijieces  mas  competentes  que 
los  incultos  conquistadores  del  Perú.  * 

Antes  de  destruir  estas  muestras  de  las  artes 
indianas,  ^e  dispuso  enviar  algunas  de  ellas  al 
emperador,  rebajándose  su  valor  del  quinto  real, 
con  el  objeto  de  que  sirviesen  de  pruebas  de  la 
industria  de  los  naturales,  y  le  diesen  á  conocer 
el  valor  de  sus  nuevas  conquistas.  Se  escogie- 
ron las  mas  l^ermosas  preseas  hast^  completar 
el  valor  de  ciep  mil  ducados,  y  se  nombró  á  Her- 
nando Pizarro  para  que  las  llevase  á  España. 
Iba  también  encargado  de  conseguir  una  audien- 
cia del  emperador^  para  poner  á  sus  pies  aque- 
llos tesoros,  y  hacerle  al  mismo  tiempo  un  rela- 
ción de  los  hechos  de  los  Conquistadores,  pidién- 

1    Relatione  de  Pedro  San-  Heraba  á   Cagtilla,  y  menciona 

che,,  ap.  Ramusio,  Viaggi,  tom.  diversos  vasos  de  oro  finísimo 

III.  fol.  399. — ^Xerez,  Conq.  del  primorosamente  labrados  y  cin- 

Peni,  ap.  Barcia,  ton.  JII.  p.  celados,  de  doce  pulgadas  de  al- 

233.— Zarate,  Conq.  del  Peré,  to  y  treinU  de  vuelo.    Hist.  de 

l¡b.  2,  cap.  7.  las  Indiai,  MS,»  JPar«  3,  Ubai.íi¿ 

Oviedo  vi6  en  Sant»  Domingo  cap.  1&. 
las  cosas  que  Hernaado  Pizarra 


526  CONQUISTA  DEL  PERÚ.  g   ' 

dolé  que  les  acrecentase  sus  'poderes  y  dignida- 
des. 

No  habia  en  todo  el  ejército  un  hombre  maj 
aproposito  para  esta  comisión  que  Hernando  Pi- 
zarro,  por  su  educación  y  conocimiento  de  los 
negocios;  ni  quien  pudiera  manejar  el  asunto, 
con  mas  probabilidades  de  buen  éxito,  en  la  al- 
tiva corte  castellana.  Pero  hubo  ademas  otros 
motivos  para  que  se  acordasen  de  él  en  esta  oca- 
sión. 

La  llegada  de  Almagro  al  campamento  revi- 
vió la  antigua  rivalidad  mal  apagada  tn  el  pecho 
de  Hernando,  y  le  causo  harto  disgusto,  que  no 
se  cuidaba  de  ocultar.  Consideraba  que  solo 
habia  venido  á  participar  de  los  despojos  de  la 
victoria,  y  á  defraudar  á  su  hermano  de  los  ho- 
nores que  le  pertenecían.  En  vez  de  correspon- 
der, como  debiera,  al  ¡cordial  saludo  que  le  hizo 
Almagro  la  primera  vez  que  se  vieron,  el  altane- 
ro hidalgo  no  hizo  mas  que  guardar  silencio. 
"Causó  grave  disgusto  á  su  hermano  Francisco 
esta  conducta,  que  amenazaba  revivir  sus  anti- 
guas discordias,  y  consiguió  que  Hernando  fue- 
se con  él  al  aposento  de  Almagro  y  allí  disculpa- 
se en  algún  modo  su  descorteaia.  *  Pero  ape- 
sar  de  esta,  reconciliación dparente»  el  general 
juzgó  que  debía  aprovechar  a(|uella  coyuntura 
para  alejar  á  su  hermano  del  tcjatro  de  la  goer 

3    Herrera,    Hift.    Gcim-al,  d«c.  5,  lib.  ),  cap.  3. 


LIBRO  III. — CAPITULO  VII.  527  , 

ra,  en  donde  su  genio  inquieto  hacia  mas  daño 
que  provecho  sus  distinguidos  servicios.  ^  ¡ 

La  operación  de  fundir  las  piezas  fué  encar-  | 

gada  á  los  plateros  indios,  quienes  dé  este  modo  i 

se  vieron  obligados  á  destruir  las  ohras  de  sus  i 

propias  manos.     Trabajaban  dia  y  noche;  pero  \ 

era  tanto  lo  que  se  había  de  fundir,  íque  gasta-  | 

ron  un  raes  entero  en  la  operación.  Uña  vez  redu- 
cido todo  á  burras  de  igual  ley,  se  pesíiiron  escru- 
pulosamente en  presencia  de  los  veedores  rea- 
les. Hallóse  que  el  valor  total  del  oro  subia  á 
un  millón  trescientos  veinte  y  seis  mil  quinien- 
tos treinta  y  nueve  pesosde  oro,  que  teniendo  en 
cuenta  el  mayor  valor  de  la  moneda  en  el  siglo 
diez  y  seife,  equivaldrian  probablemente  en  nues- 
tros dias  á  algo  menos  de  qvince  millones  y  iimiio 
de  pesos,  ^    La  cantidad  de  plata  se  estima  en  cin- 

3  Según  Oviedo, convinieron  Para  reducir  las  sumas  de  que 
en  que  del  rescata  del  Inca  se  se  hace  mención  en  esta  obra, 
daria  á  Hernando  Pizarro  nila  me  he  aprovechado,  como  lo  hi- 
parte mayor  de  la  que  le  corres*  ce  antes  en  \fi  Historia  de  la  Con- 
pondia,  con  la  esperanza  de  que  quista  de  México,  de  los  trabajos 
viéndose  tan  rico  se  le  quitaría:  la  del  Sr.  Clfmencin,  secretario 
gana  de  volver  nunca  al  Perú,  que  fué  de  la  Real  Academia  de 
"Trabajaron  de  le  embiar  rico  la  Historia  de  Madrid.  En,  el  to- 
por  quitarle  de  entre  ellos,  y  por-  mo  sestb  de  las  Memorias  de  la 
que  yendo  muy  rico  como  filé  Academia,  escrito  todo  por  él, 
no  tübiese  voluntad  de  tomar  á  incluyó  este  distinguido  literato 
aquellas  partes."  Hist.  de  las  In-  un  curioso  ensayo  sobre  el  valor 
dias.MS.,  Parte  3,lib.  8,  cap.l6.  déla  moneda  en  el  reinado  de 
4  Acta  de  Repartición  del  los  Reyes  Católicos.  Aunque  es- 
Rescate  de  Afehualpa,  MS. — X^  te  período  (el  final  del  siglo  dé- 
rez,  Conq.  del  Peru.Ap.  Biarcia,  01190  quinto)  sea  algo  anterior  á 
tóm.  III.  p.  292.  la  tfbnqui«ta  dtel  Ftírtí;  dDto  tbdo, 


528  CONQUISTA  DEL  PERÚ. 

cuenta  y  un  mil  seiscientos  diez  marcos.  La 
historia  no  hace  mención  de  un  botin  semejante 
repartido  entre  tan  corto  número  de  soldados 
aventureros  como  los  conquistadores  del  Perú, 
y  ademas  en  la  materia  mas  fácil  de  cambiar, 


•US  cáleulos  bastan  á  nuestro  pro* 
pósito,  porque  hasta  entonces  no 
había  alterado  mucho  el  valor  de 
la  moneda  española  la  afinencia 
de  los  metales  del  Nuev^o  Mundo 
como  sucedió  después. 

Al  tratar  de  las  monedas  de  un 
siglo  remoto,  debemos  conside- 
rar en  primiBr  lugar  el  valor  in- 
trínseco de  la  pieza,  es  decir,  el 
valor  que  deriva  del  peso,  ley, 
&c.,  del  metal,  circunstancias  que 
se  determinan  fiícilmente*  Lue- 
go hay  que  averiguar  el  valor  co- 
mercial ó  estimativo  de  la  mone- 
da; es  decir,  el  valor  fundado  en 
^una  comparación  de  la  diferen- 
cia entre  la  cantidad  de  mer- 
cancías que  podría  comprarse  con 
una  suma  determinada  en  aque- 
llas tiempos,  y  la  que  se  conse- 
guiría con  la  misma  en  nuestros 
dias.  En  esta  última  averigua- 
ción se  tropieza  con  graves  obs- 
táculos, por  la  dificultad  de  iia- 
Ilar  un  artículo  de  comercio  que 
pueda  considerarse  como  la  ver- 
dadera regla  del  valor.  El  trigo, 
por  ser  de  cultivo  y  uso  tan  ge- 
neral, ha  sido  comunmente  pre- 
ferido por  los  economistas  p^a 
base  de  sms  cálculos,  y  lo  -mismo 
ha  hecho  Clemencin.  Tomando, 
pues,  el  trigo  por  base,  ha  trata- 
do de  fijar  el  valor  de  las  princi- 


pales .'monedas  que  corrían  en 
tiempo  de  los  Reyes  Católicos. 
En  su  tratado  no  hace  mención 
del  peso  de  oro^  en  que  se  espre- 
saban casi  siempre  las  cantidades 
á  principios  del  siglo  décimo  ses- 
to.  Pero  fija  el  valor,  tanto  in^ 
trínseeo  como  comereial  del  ca«- 
tcÜano,  el  que  varios  de  los  es- 
critores prímitivos  como  Oviedo, 
Herrera  y  Xerez,  convienen 
en  considerar  como  exactamente  ^ 
igual  a\  peso  de  oro.  Del  resulta- 
do de  sus  cálculos  aparece,  que 
el  valor  intrínseco  del  castellano, 
espresado  por  él  en  reales  de  ve- 
Hon,  es  igunl  á  tres  pesos  iie- 
te  centavos  de  nuestra  moneda, 
mientras  que  el  valor  comercia! 
es  casi»  cuadruplo,  ú  anee  pesos 
setenta  y  siete  centavos  ^  igaal  á  • 
dos  libras  esterlinaSt  doce  cheli- 
nes y  seis  pcniqtbeSé  Consideran- 
do este  como  e¿  'cüIot  aproxima' 
tivo  del  peso  de  oro,  á  principios 
del  siglo  XVI,  el  lector  podrá 
calcular  por  sí  salo  e\  valor  en 
aquel  tiempo  de  las  sumas  men- 
cionadas en  el  discurso  de  esta 
obra,  pues  la  mayor  parte  van 
espresadas  en  esta,  moneda. 

Me  he  estendido  de  intento  en 
esta  esplicacion,  porque  en  isi 
anterior  obra  me  cení  al  valor  co- 
mereial  de  la  moneda,  y  por  s«r 


Libro  iii.— capitulo  vii.  529 

t  asi  padiera  decirse  en  moneda  efectiva.     El  oro 
era  el  gran  fin  de  las  espediciones  españolas  al 
Nuevo  Mundo,  y  es  cosa  notable  que  lograsen 
tan  cumplidamente  su  objeto.     Si  se  hubiesen 
dirigido  como  los  Franceses,  Ingleses,  y  Holan- 
deses, á  las  costas  del  continente  septentrional, 
¡cuan  di\''ersos  habrían  sido  los  resultados!     Es 
cosa  igualmente  digna  de  notarse,  que  esta  ri-  . 
queza  adquirida  de  un  golpe  les  deslumhro,  y 
desviando  su  atención  de  las  verdaderas  fuentes 
de  la  prosperidad  nacional,  mas  lentas,  pero  mas 
seguras  y  duraderas,  se  les  ha  escapado  al  fin  de 
las  manos,  dejándoles  reducidos  á  ser  una  de  las 
naciones  mas  pobres  de  la  cristiandad. 

Ofrecióse  en  seguida  otra  nueva  dificultad  al 
tratar  de  la  división'  del  tesoro.  Los  soldados 
de  Almagro  pretendían  tener  parte  en  él:  pero 
como  igualaban  y  aim  escedian  en  número  á  los 
de  Pizarro,  la  ganancia  de  estos  últimos  iba  á 
sufrir  una  diminución  considerable,  si  se  accedía 
á  su  pretensión.  "Verdad  es  que  no  estábamos 
aquí  caando  se  tomc)  al  Inca,"  decian  los  Alma- 

€8te  mucho  may«r  que  el  iiitrín«  dicándole  ctiaitto    podría    corn* 

■eco  fundado  en  la  ley  y  peso  prar  con  una  suma  dada,  se  le 

del  meta),   creyó  tm  ingenioso  da  la  mejor  idea  del  valor  de  ea- 

correspoiisal  que  daba  al  lector  ta  stcma,  siguiendo  en  esto  el 

una  idea  exagerada  del  valor  de  principio  de  la  vieja  máxima^  de 

las    sumas  mencionadas    en   la  HudihraSf  aunque  espresado  á  la 

obra.  Pero  á  mi  me  parece  que  inversa: 

al  lector  solo  le  interesa  este  va-        *'¿Q,ué  es  lo  que  valen  las  cosas 

lor  comparativo  6  comercial;  in-  Sino  eí  dinero  qué  do^t?'' 

I.  47 


530  CONQUISTA  DEL  PERÚ. 

gristas  á  sus  camaradas,  '*pero  nos  ha  tocado  á 
todos  por  turno  el  Custodiarle  después  que  fué 
preso:  os  hemos  ayudado  á  deíender  vuestros 
tesoros,  y  gracias  á  nuestra  venida  podéis  ya  se- 
guir adelante  y  afirmar  vuestras  conquistas.  To- 
dos hemos  abrazado  uña  causa  común,"  añadían, 
"y  debemos  partir  por  igual  los  provechos*" 

Lt)s  soldados  de  Pizarro  no  podian  conformar- 
se en  manera  alguna  con  este  modo  de  mirar 
el  asunto,  y  alegaban  que  el  convenio  de  Ata- 
huallpa  solo  fué  celebrado  con  ellos:  que  ellos 
habian  cautivado  al  Inca,  habian  conseguido  el 
rescate,  y  en  una  palabra,  habían  cargado  con 
todo  el  riesgo  de  la  empresa,  y  no  tenían  volun- 
tad de  partir  ahora  sus  provechos  con  cualquie- 
ra que  hubiese  llegado  después. — Eran  fuertes 
estas  razones,  no  puede  niegarse;  y  }>or  último 
convinieron  los  dos  gefes,  en  que  los  Almagris* 
tas  renuneiarian  á  sus  pretensiones  por  una 
cantidad  fija,  no  muy  considerable,  qued^n(}oIes 
la  esperanza  de  labrar  su  fortuna  pc^r  sí  mis- 
mos, en  la  nueva  carrera  que  se  les  presentaba^ 

Arreglado  pacíficamente  de  este  modo  tan  de- 
licado negocio,  trato  4t-  Pizarro  de  proceder 
con  toda  solemnidad  á  la  división  del  rescate 
imperial.  Se  reunieron  las  tropas  en  hí  plaza 
mayor,  y  el  general  español,  "según  Dios  nues- 
tro Señor  le  diere  ó  entender  teniendo  ooncien^ 
bia,"  dice   el  dücumento,  "j)idió  jpara  lo  rn^jojf 


LIBRO  III. — CAPITULO  VII.  53J 

hacer,  el  ayuda  de.  Dios  Nuestro  Seüor  é  invQr 
co  el  auxilio  divino.  ^  Semejante  invocíiciou 
podrá  parecer  algo  fuera  de  proposito  tratándo- 
se de  la  repartición  de  un  botin  tan  ilegalmen- 
te  adquirido;  pero  ciertamente  si  se  tiene  en 
cuenta  Iq-  grandeza  del  tesoro,  y  la  facultad  qq^e 
se  r(  inervo  Pizarro  de  distribuirlo  según  los  mé- 
ritos de  cada  individuo,  poco»  actos  de  su  v¡d^ 
llevaban  consigo  mayor  responsabilidad.  De  líi 
sentencia  que  iba  á  pronunciar  pendía  la  saerte 
futura  de  cada  uno  de  sus  compañeros,  y  en  si} 
mano  estaba  el  hacerlos  pobres  d  riqos  para  to-r 
do  el  resto  de  su  vida. 

Apartóse  primero  el  quinto  real,  rebajando  de 
él  la  remesa  hecha  ya  á  España.  La  parte  qu? 
se  reservo  Pizarro  para  sí  ascendió  4  cincuenta 
y  siete  mil  doscientos  veinte  dos  pesos  (fe  oro^ 
($  667.780)  y  dos  mil  tres  cientos  cincuenta  naar- 
cos  de  plata.  Tocóle  ademas  el  asiento  d  tro- 
no del  Inca,  de  oro  macizo,  valuado  en  veinte  y 
cinco  mil  pesos  de  oro  ($  291.750).  A  su  hermano 
Hernando  se  le  señalaron  treinta  y  un  mil  ochen- 
ta pesos  de  oro  ($  362.703),  y  dos  mil  trescien- 
tos cincuenta  marcos  de  plata  (♦).     Soto  recibid 

5    Ac^a    de  Reparticion    del  da  de  Fizarro,)  ¡solo  íse  díf^rou  4 

Rescate,  MS.  Hernando  Pizarro  mil  dp$cieu- 

(*)     ^egun  el  Acta  de  Bepar-  tos  sesenta  y  siete  niarcpsde  pla- 

ticion  del  Rescate^  publicada  por  ta  y  no  dos  n)il  tre5CÍepito;5  cin- 

Qtnintana,  (E&pañoles  Célebres,  cuenta  como  dicp  ft}  aii^pr^  %^y^ 

tona.  II.  p.  407.  Ap.  G?  á  la  Vi-  tal  rcz  jncTvrvi^  en  ccrtP 'jnjvc- 


532  CONQUISTA  DEL  PERÚ. 

diez  y  siete  mil  setecientos  cuarenta  pesos   de 
oro  {$  207.025),  y  setecientos  veinte  y  cuatro 
marcos  de  plata.     La  mayor  parte  de  los  de  á 
caballo,  que  eran   sesenta,   recibieron  á  razón 
de  ocho  mil  ochocientos  ochenta  pesos  de  oro 
($  103.629),  y  trescientos  sesenta  y  dos  marcos  . 
de  plata,  aunque  algunos  tuvieron  mas,  y  otros 
mucho  menos.     De  infantería  se  contaron  por 
todo  ciento  cinco  hombres.    A  la  quinta  parte 
de  ellos  toco  á  razón  de  cuatro   mil  cuatrocien- 
tos cuarenta  pesos  de   oro  ($  51.814)  y  ciento 
ochenta  marcos  de  plata,  (**)  es  decir,  la  mitad 
de  lo  señalado  á  la  caballería.  ^  Los  demás  reci- 
bieron una  cuarta  parte  menos,  aunque  aquí  tam- 
bién hubo  sns  escepciones,  y  algunos  tuvieron 
que  contentarse  con  una  parte  mucho  ma^   pe- 
queña del  botin.  * 

A  la  nueva  Iglesia  de  San  Francisco,  el  pri- 
mer templo  cristiano  del  Perú,  se  donaron  dos 
mil  doscientos  veinte  pesos  de   oro  ($  25.907). 

caciou  por  ser  este  el  número  de        (**)    Ciento  ochenta  y  uno, 

los  que  se  dieron  al  gobernador,    segun^el  Acta» — N.  del  T. 

que  le  precede  inmediatamente        ^    ]^^  pormenores  de  la  dU- 

en  la  hsta.    En  obsequio  de  los  •  ^^^^^^^  ^   encuentran  eu   el 

lectores,  he  reducido  á  nuestra      a  *    ^   i    n      _»••     ji» 

,  '  Acta  de  la  Rcparttcxon  del  Resca- 

moneda  comente  el  valor  de  las  ,     :    ^  ^        ^     ,.,         ^ 

,  ,         ,  te,  m^trumento  estendido.y  fir- 
porciones  del  rescate  que  men-  ,  i         -i  i      i:»i 

*^.  ,  .     ,      ,  mado  por  el  escribano  real.     El 

Clona  el  autor,  apreciando  el  »c-  ,         *    ^  ,        ^    . 

.      ^. ,  /*~  documento  es,  pues,  de  anton- 

so  de  oro  en  los  $11.67  que  este  ,   ,  .  , ,  ,     , 

,       ^  ,      .  t      ^  dad  irrecusable,  y  es  uno  de  los 

le  señala,  sin  entrar  en  el  examen  »«oi-i   j    i       i      •      j    ht  - 

-,',.,  ,  ,  MSS.  de  la  colección  de  Muñoz 

de  la  debatida  cuestión  sobre  el  .. , 

„  escojidos  para  mi. 
valor  de    aquella  moneda, — N. 

del  T. 


LIBRO  ilU — CAPITULO  VIÍ.  533 

e 

La  suma  señalada  á  los  de  Almagro,  no  fué  escesí- 
va,  si  no  paso  de  veinte  mil  pesos  (I  233.400),  "^  y 
la  que  se  reservó  para  los  colonos  de  San  Miguel, 
que  solo  fué  de  quince  mil  pesos,  ($  175,050)  no 
podemos  atinar  porqué  fué  tan  pequeña.  ®  En- 
tre ellos  había  ciertos  soldados  que  desde  el 
principio  de  la  espedicion  se  apartaron  de  ella, 
coíno  el  lector  recordará,  y  se  volvieron  á  San 
Miguel.  Estos  á  la  verdad  no  tenian  derecho  á 
ser  considerados  en  la  división  del  botin;  pero  la 
mayor  parte  de  la  colonia  se  componia  de  invá- 
lidos, hombres  cuya  salud  se  habia  arruinado  en 
los  trabajos  pasados,  y  apesar  de  eso,  con  un  co- 
razón firme^y  entusiasta  prestaban  aun  buenos 
servicios  en  su  puesto  militar  de  la  costa.  No 
es  fácil  esplicar  qué  motivos  pudo  haber  para 
que  perdiesen  su  derecho  á  una  remuneración 
coinpetente»        T;  / 

Nada  se  habla  ejiel^ repartimiento  de  la  per- 
sona de  Almagro,  quien  según  el  tenor  del  con- 
trato primitivo  tenia  el  mismo  derecho  que  su 

7     <'Se  diese  ala  gente  qiie  tí-  8    ^'£n  treirita  personas  que 

no  con  el  capitán  Diego  de  AI-  quedaron  en  la  ciudad  de  San 

magro  pata  ayuda  á  pagar  sus  Miguel  de  Piura  dolientes  y  otros 

deudas  y  fletes  y  suplir  algunas  que  no  vinieron  ni  se  hallaron  en 

necesidades  que  traian  veinte  mil  la  prisión  de  Atahualpa  y  toma, 

pesos/'     (Acta  de  Repartición  del  oro  porque  algunos  son  po- 

del  Rescate,  MS.)    Herrera 'dice  bres  y  otros  tienen  necesidad, 

que  se  dieron  á  los  de  Almagrp,  señalaba  15,000  pesos  de  oro  pa- 

cieu  mil  pesos.    (Hist.  general,  ra  los  repartir  su  señoría  entre 

dec.  5,  lib.  2,  cap.  3.)    Pero  es-  dichas  personas.^^    Acta  de  R^- 

to  no  consta  en  el  instrumento,  partición  del  Rescate,  MS. 


534  CONQUISTA  DZL  PERÚ. 

compañero  á  los .  despojos.  Tampoco  se  hace 
mención  del  otro  asocií^do  Luque,  ^lunqijLe  é  es- 
te ya  no  le  servían  de  nada  las  riquezas  de  este 
mundo,  poirque  habia  fallecido  poco  antes  que 
Almagro  saliese  de  Panamá,  ^  sin  que  alcanzase  á 
ver  el  feliz  éxito  de  la  empresa  que  á  no  ser  por 
sus  esfuerzos  hubiera  naufragado,  ni  á  saberlas 
hazañas  y  crímenes  de  Pizaryo.  Pero  el  Licen- 
ciado Espinosa,  á  quien  él  representaba,  y  qae 
según  parece  fué  quien  adelanto  las  sumas  nece- 
8  arias  para  la  et^edicion,  vivia  aun  eii  Santo 
Domingo,  y  lo«  derechos  de  Luque  pasaron  áél 
sin  duda  alguna.  Mas  desp\;ies  del  trascurso  de 
tanto  tiempo,  no  puede  uno  aventurarse  á  deci- 
dir apoyado  tan  solo  en  testimonios  negativos,  y 
debe  admitirse  que  el  no  haber  llegado  hasta  no- 
sotros ninguna  queja 4e.losJ9diyiduos  presentes, 
ni  de  los  cronistas  contem¡^ora,ueos,^  forma  una 
fuerte  presunción  cu  favor  d©  la  equidad  con  qu^ 
en  lo  general  procedió  Pizar^o  al  hacer  la  distri- 
bución. ^® 

í  9  Montesinos,  Anales,  MS.,  dos.  conquistadores  que  lo  habian 
año  1533.  ganado  todo.  ?on  su  trabajo.  (Reí 
10  Es  verdad  qi^e  el  "capitán  d'un  .Capit.  Spagn.  ap.  Ra- 
Español  **-  variar  veces  citado ,  musió,  tom.  JII.  fol.  378,  379.) 
quien  nos  dice  fué  uno  de  loe  Muestra  el  autor  en  toda  su  Re- 
nombrados para  guai'dar  el  teso-  laeion  una  buena  dosis  del  espi- 
ro, se  queja  de  que  muchos  va.  rita  codicioso  y  poco  delicado 
sos  de  oro  y  otras  alhajas  se  que-  que  distingue  é  los  Conquistado 
daron  sin  dividir;  injusticia  pjai-  rea  del  Perú. 
pable,  pegim  61.  para  los  hpura-        ^ 


LIBRO  III.— CAPITULO  VII.  535 

Píirepía  qae  concli^ida  la  reparticioü  del  rescá- 
tela nf|d£^  detenía  á  los  Españoles  pav^i  proseguir 
sus  conquistas  y  emprender  su  marclia  al  Cuzco. 
Pero  ¿que  se  habia  de  hacer  con  lá  persona  de 
Atahuallpa?  Para  resolver  esta  cuestión,  todo 
lo  que  era  provechoso  era  justo. "  Ponerle  en 
libertad,  era  dar  suelta  ^l  hombre  que  debía  ser 
precisamente  su  mayor  eneniigo:  al  que  por  su 
nacimiento  y  dlgnidjid  real  reuniria  en  derredor 
suyo  toda  la  nación,  dispondría  de  todos  los  re- 
cursos y  arbitrios  del  gobierno,  y  aun  con  solo 
su  palabra  reuniría  todo  el  valor  de  ^\^  pueblo 
contra  los  Españoles,  retardando  de  esa  njanera, 
si  no  impidiendo  del  todo,  la  conquista  del  país. 

Por  otro  lado,  el  mantenerle  cautivo  er^  aca- 
so igualmente  perjudicial,  porque  para  custodiar 
un  prisionero  de  tanta  importancia  era  preciso 
dividir  las  tropas  de  tal  modo  que  vendrían  4 
quedar  muy  debilitadas;  y  era  de  temer  que  tod^ 
su  vigilancia  no  alcanzaría  á  impedir  que  Jes  qui- 
taa^n  elpreso  en  los  peligrosos  pasos^de  la3  naon- 
tañas. 

El  Inca  por  su  parte,  pedia  con  instancifi  su 
libertad.  Era  cierto  que  aun  no  habia  entrega- 
do por  completo  el  rescate  que  ofreció,  y  es  du- 
doso si  habría  llegado  á  hacerlo,  conaiderando 
las  dificultades  que  oponían  los  sacerdotes,  quie- 

11    'I  esto  tsnia  por  jii3t<),     AV\7Arrf^.    Hist. general  dec. 5. 
pues  era  provechoso."    Talca   U^^  *V    >'»|>.  4. 
)a  opinión  que  Herrera  ainhvj'^ 


"538  CONQUISTA  DEL  PERÚ. 

nes  parecían  mas  inclinados  á  ocultar  las  rique- 
zas de  los  templos,  que  á  despojarlos  de  ellas 
para  contentar  la  codicia  de  los  estrangeros# 
Desgraciadamente  también  para  el  monarca  in- 
dio, mucha  parte  del  oro,  y  precisamente  el  de 
mejor  ley,  vino  en  planchas  o  tejos  delgados  y 
macizos,  los  cuales,  aunque  de  gran  valor,  ayu- 
daban muy  poco  para  acrecentar  el  montón,  á 
causa  de  su  figura.  Pero  la  cantidad  entregada 
ya,  era  enorme,  y  el  Inca  podia  alegar  que  hu- 
biera sido  todavia  mayor  á  no  ser  por  la  impa- 
ciencia de  los  Españoles.  Dé  todos  modos  era 
un  rescate  magnífico,  como  jamas  lehabia  paga- 
do hasta  allí  ningún  otro  príncipe  ni  potentado 
de  la  tierra. 

Estas  razones  esponia  Atshuallpa  á  varios 
.  oficiales  españoles,  y  especialmente  á  Hernando 
de  Soto^  á  quien  trataba  con  mas  familiaridad 
ffxe  áP¡zá'rt*&?'  áfoto  puso  en  conocimiento  de 
su  gefe  las  demandas  de  Atahnallpa;  pero  este 
evitaba  dar  una  respuesta  clara,  y  no  quiso  des- 
cubrir los  negros  proyectos  que  en  su  mente  re- 
volvía. *'^  Poco  tiempo  después  hizo  que  el  no- 
tario estendiese  un  instrumento,  en  que  daba  al 
Inca  por  libre  de  toda  obligación  en  lo  tocante 
-  al  rescate.     Mando  que  se  publicase  á  son  de 

12    "I  como  no  hondabaii  los    rando   eu  ello."     Herrera,  ubi 
designios  qué  tenia  le  replicaban;    sápru. 
pero  él  respondía,  que  iba  mi- 


IJBRO   in.— CAPITULO   VII.  637 

trompeta  en  el  campo;  pero  declard  al  mismo 
tiempo  sin  rodeos  que  la  seguridad  de  los  £spa« 
ñoles  exigía  que  el  Inca  continuase  preso,  hasta 
tanto  que  con  la  llegada  de  nuevas  tropas  se  au- 
mentase la  fuerza  de  las  suyas.  ^^ 

Mientras  esto  pasaba,  volvieron  a  tomar  cuer- 
po entre  los  soldados  los  antiguos  rumores  de  un 
alzamiento  délos  indígenas,  y  corrían  de  boca, 
en  boca,  creciendo  algo  á  cada  nueva  repetición. 
Decían  que  un  poderoso  ejército  se  reutíia  en 
Quito,  país  natural  de  Atahuallpa,  y  que  treinta 
mil  Caribes  venian  caminando  en  auxilio  suyo.  ^ 
Los  primeros  Españoles  colocaban  sin  distinciom 
á  los  Caribes  en  todos  los  países  de  América, 
pues  les  tenían  particular  horror  como  á  raza  de 
antropófagos. 

No  es  fácil  averiguar  que  origen  tendrían  es- 
tos rumores.  Había  en  el  campanoento  .un  |;ran. 
numero  de  Indios  que  pertenecían  al  partido  de 

13    "Fatta  qnella  fusione,  il  lo  que  obra  contra  los  Conquis- 

Govematore  fe':e  un  atto  innan-  tadores,  puesto  que  la  ReloHone 

zi  ai  notare  nel  quaTe  liberaua  il  es  de  un  secretario  de  Pizarro,  y 

Cacique  Atabalipa  et  Tabsolue-  está  autorizada  con  las  firmas  del 

ua  della  promessa  e  parola  che  general  y  de  sus  principales  o^'- 

hauena  data  «  gli  Spagnuoli  che  ciales. 

lo  presero  della  casa  d'oro  c'ha>        14  ''De  la  Gente  Natural  Quito 

ueua  lor  concc9?a,  flquale  fece  vienen  doscientos  mil  hombres' de 

publicar  publicamente  a  suon  di  Guerra,  í  treiuta  mil  Caribes  que 

trombre  nella  piazza  di  quella  comen  Carne  Humana."    Xe»- 

cittá  di  Caxamalca.  **     (  Pedro  rez,  Conq.  del  Peni,  ap.  Barcia, 

Sancho,  Reí.  ap.  Ramusio,  tom.  tom.   III.  p.  233. — ^V.  también 

lil.  fol.  399.)    La  autoridad  es  Pedro  Sancho,  Reí.  ap.  Ramu* 

irrecusable,  á  lo  menos  para  todo  sio,  «bí  supniv 


538  CONQUISTA  DEL  PERÚ. 

Huáscar,  y  por  consiguiente  querían  mal  á^Ata- 
huallpa.  Pero  ^n  mayor  enemigo  era  Felipille, 
el  intérprete  tumbecino  efe  que  ya  hemos  hecho 
mención.  Este  joven  se  habia  apasionado  de 
una  concubina  del  rey,  y  aun  dicen  qne  le  sor. 
prendieron  con  ella,  ^^  Esto  llego  á  oidos  de 
Atahuallpa  y  lo  sintió  vivamente,  esoIamaBdo, 
**que  el  haberle  agraviado  de  ese  modo  una  per- 
sona tan  vil,  era  ana  mas  insufrible  que  su  pri- 
sión," **  y  dijo  á  Pizarro,  **que  según  la  ley  de  los 
Peruanos,  el  castigo  de  esta  culpa  no  se  xeducia 
á  quitar  la  vida  al  delincuente,  sino  también  á 
toda  &u  familia  y  parentela."  ^^  Pero  Felipillo 
era  demasiado  útil  á  los  Españoles  para  que  le 
despachasen  con  tan  pocas  ceremonias,  ni  acaso 
creyeron  tampoco  de  tal  grav/edad  una  ofensa, 
que,  á  ser  cierno  lo  que  dicen,  ellos  mismos  au- 
torizaban con  su  propio  ejemplo.  ^^  Mas  Felipi- 

15    ''Pues  estando  asi  atrave-  mente  Zarate,  Noharro,  Goma- 

s^se  un  demonio,  de  ujia  lengua  ra  y  Balboa,  todos  contemporá- 

quc  se  decia  Felipillo,  uno  de  los  Qeos,  aunque  no  presentes  en  el 

muchachos  ,que  el  Marqués  ha-  ejército  como  Pedro  Pizarro. 
bia  llevado  á  España,  que  al  pre-        16    "Dicieudo  que  sentía  mas 

s^nte  era  lengua  y  avadaba  ena-  aqi^el  desacato  que  au  prisión." 

morado  de  una  muger  de  Ataba-  Zarate,  Conq.  del  Peki,  lib.  2, 

lipa."     Pedro  Pizarro,  P^scub.  cap.  7. 
yConq.,  MS.  17    Ibid.,  loe.  cit. 

£1  amor  y  el  malicioso  ar/lid  4®  1^  "£  le  hablan  tomado  sos 
Felipillo,  que  4¡luiiitana  cree  se  mugeres  érepartidolasensupre- 
fundan  principahnei^te  en  la  au?  sepcia  6  usaban  de  ellas  de  sus 
toridadde  Garcjlaso,  (V.  Espa-  aduUejrios."  Oviedo,  Hist  de 
ika^^  C^^brpa,  to^^  It  p.  ¿JO,  ]5^I|i^íi|^,  ftJS.,  Parte  3.  lib.  a 
nWa.)  los  espi'eiían  muy  <jlvV  ^í^í!*  ^' 


LIBRO  III.-^CAPÍTLUIO  VII.  538 

jlo  conoció  muy  pronto  la  ávers^ibn  con  que/lt^ 
miraba  el  Inca  y  desde  aquel  mornento  le  jurcí 
odio  mortal.  Por  desgracia,  sa  índole  maligna 
halló  en  bfeve  ocasión  de  manifestarse. 
.  Las  voce»  que  corrian  del  alzamiento  de  los 
indígenas,  señalaban  por  autor  de  él  á  Atahaullá- 
pa.  Challcuehima  fué  interrogado  sobre  este 
punto,  pero  declaró  que  nada  sabia  de  tal  pro- 
yecto, cáliftcándolo  de  una  perversa  calumnia. 
Pizarrosa  quejó  después  ál  Inca  misino,  refi- 
riéndole los  rumores  que  circulan  y  fingiendo 
darles. crédito.  **¿Clué  traición  es  esa,  le  dijo, 
que  meditáis  contra  mí?  ¿contra  mí  que  siempre 
os  he  honrado,  y  me  he  fiado  de  vuestra  pala- 
bra como  si  fuerais  mi  hermano?"  "Sin  dada 
os  chanceáis"  le  suplicó  el  Inca,  quisn  acaso  no 
conocía  toda  la  importancia  de  su  confesión," 
siempre  me  habláis  d^  burííia.  ¿Quiénes  somos 
yo  y  mi  gente  para  conspiraf  contra  hombres  tan 
valientes  como  son  los  Españoles?  No  os  chan- 
ceis  d^  ese  modo,  o^  lo  suplico."  '^  "Esto  d\jo," 
añad^  el  secretario  de  f  izarro,  '*sin  mostrar  tur- 
bación, sino  riendo  para  4¡simular  su  maldad 
de  que  los  Españoles  quedaron  espantados  de 
ver  en  un  bárbaro  tanta  prudencia."  ^ 

19    "Burlaste  conmigo?  siem>  me  digas  esas  burlas.''    Xerez. 

pre  me  hablas  cosas  de  burles?  Coaq.  delFeru.  ap.  Barcia,  tom 

Qué  parte  Mimos  Yo,  i  toda  mj  HI-  p.  534.- 

Gente,  para  enojar  á  tan  valien-  20    Ibid.,  loe.  cit. 

te?  hombres  como  vc^iotrcp^  .No 


640  CONQUISTA  DEL  PERÚ. 

Pero  según  lo  probaron  los  sucesros  posterio- 
res, no  habla  Atahaallpa  á  Pizarro  con  artificio* 
sino  con  la  convicion  de  su  pfopia  inocencia. 
Fácilmente  descubrid ^  sin  embargo^  los  motivos 
y  acaso  las  consecuencias  de  esta  acusación. 
Veíase  rodeado  de  estrangeros,  sin  poder  cotí* 
tar  con  ninguno  para  pedirle  consejo  ni  protec- 
€Íon,  y  miraba  abrirse  á  sus  pies  ün  negro  abis- 
mo. La  vida  de  un  monarca  cautivo,  es  por  ió 
común  bien  corta,  y  la  suerte  de  Huáscar  de- 
bió servir  de  ejemplo  á  Atahuallpa  para  coa- 
vencerle  de  la  verdad  de  esta  aserción.  Mu* 
eho  lamentó  entonces  la  ausencia  de  Hernando 
Pizarro^  pues,  por  estraño  que  ptirezea,  aqud 
altivo  hidalgo  se  compadecía  de  la  suerte  del 
real  cautivo,  y  le  trató  siempre  con  tal  atención 
que  ganó  de  un  modo  particular  el  afecto  y  con* 
fianza^  del  Indio.  Este  siir  embargo^  no  omitió 
esfuerzo  alguno  para  desvanecer  las  sospech«is 
del  general  y  asegurarle  de  su  inocencia.  "¿No 
soy,''  decía  á  Pizarro,  '^un  pobre  cautivo  en  vues- 
tro poder?  ¿cómo  podría  yo  abrigar  los  desig- 
nios que  me  imputan,  cuando  yo  seria  la  prime- 
ra víctima  de  la  insurrección?  Muy  poco  cono- 
céis á  mi  pueblo  sí  pensáis  que  se  hará  seme- 
jante cosa  sin  orden  mía,  cuando  en  mi  tierra," 
añadió  con  algo  de  hipérbole,  "ni  aun  las  ave» 
»e  atreverán  á  volar  si  yo  no  quiero."  ** 

21     jarate,  Coéwj»  del  Perú,  \ih.%  cap.  7. 


LIBRÓ  in.-*cAPiTULo  vn.  541 

Pero  estas  protestas  de  inocencia  de  poco 
servian  para  con  las  tropas,  porque  entre  ellas 
segnian  tomando  cuerpo  á  cada  instante  ios  ru- 
mores de  un  alzamiento  genetal,  de  los  Indios. 
l)ecíase  que  ya  habia  reunida  una  fuerza  consi- 
derable en  Guanaachuchó,  á  menos  de  cien  millas 
de  distancia  del  campamento,  y  debia  aguardar- 
se por  momentos  el  ataque»  Las  riquezas  que 
los  Españoles  liábian  amontonado,  eran  una 
presa  bien  codiciable,  y  el  temor  de  perderla 
acrecentaba  su  alarma.  Dobláronse  las  patru- 
llas; los  caballos  se  mantenían  constantemente 
ensillados  y  enfrenados;  los  soldados  dormían 
con  sus  armas^  y  Pizarro  hacia  sus  rondas  con 
toda  puntualidad,  para  ver  si  cada  centinela  vi- 
gilaba su  puesto.  En  una  palabra,  el  peque- 
ño ejército  se  hallaba  listo  <5omo  para  resistir 
un  próximo  ataque. 

Cuando  los  hombres  se  hallan  atormentados 
del  miedo,  no  suelen  pararse  en  los  medios,  con 
tal  que  desaparezca  la  causa  que  lo  produce 
Comenzáronse  á  oir  murmuraciones,  mezcladas 
de  amenazas  contra  el  Inca,  autor  de  estas  ma- 
quinaciones, y  muchos  empezaron  á  pedir  que 
fuese  sacrificado  á  la  seguridad  del  ejército 
Señalábanse  entre  todos  Almagro  y  sus  solda- 
dos, pues  como  no  hablan  presenciado  la  captu- 
ra del  Inca,  no  les  causaba  compasión  su  des- 
gracia, y  solo  le  miraban  como  Ujj  estorbo,  an- 
I.  48 


542  CONQUISTA  DEL  PEllU. 

siosos  como  estc'iban  db  ir  á  buscar  fortunu  en  k 
tierra  adentro,  ya  que  tan  poco  les  había  tocado 
del  oro  de  Caxamalca.  El  tesorero  Riquelme 
y  los  demás  oficiales  reales,  les  ayudaban.  Pi- 
zarro  habiu  dejado  á  estos  señores  en  San  Mi- 
guel, porque  no  les  agradaba  tener  sobre  si 
£íquelIos  espias;  pero  se  habían  venido  al  cam- 
pamento con  Almagro,  y  pedían  con  empeño  la 
muerte  del  Inca,  como  indispensable  para  la 
tranquilidad  del  ¡)a¡s,  y  ventajosa  para  la  co- 
rona. ^^ 

Pizaro  escuchaba,  u  fingía  escachar  con  dis- 
gusto estas  siniestras  sugestiones,  y  mostraba 
grande  repugnancia  á  adoptar  medidas  extrema» 
contra  su  prisionero,  ^  Hábia  unos  coantos,  y 
entre  ellos  Hernando  de  Soto,  que  fomentaban 
estas  ideas,  y  eran  de  opinión  que  los  delitos  de 
Atahuallpa  no  estaban  tan  probados  que  jus- 
tificasen la  adopción  de  tales  medidas.  En  es- 
te estado  se  hallaban  las  cosas,  caando  et  gtk 
español  resolvió  enviar  un  corto  destacamento 
a  Guaraaihucho,  para  exploraría  tierra,  y  ave- 
riguar qué  fundamento  tenían  lo»  rumores  de 
una  insurrección.    Enearg<ís«  la  espedicion  á 

22    Pedro  Pizarro,  Descub.  y        23    ** Aunque  contra  veluntad 

Conq.,  MS.-— Relaciofi  del  Píi-  del  dicho  tío verna^or,  que  nun^ 

mer.  Deacab.,  MS*— Pedro  San-  ca  Mtubo  bieii  Cto  éíoJ*   lUU- 

cbo,  Reí.,  ap.  üamnsio,  tom.  III,  cion  del  Primer.    Descub.,  SÍS- 

fol.  400.  IgUftlmeme  Pedro  Pizarro,  Deflch 

Todos  estos  fiogetos  oe  iiaUa*  j  Conq.   M8.^Pédro  Stítéifi, 

bau  entoLC^  en  el  campamento.  llcU  &p*  Ramusio,  ubi  sopra. 


UBHO  Ilí, — CAPITULO  VH.  543 

Hernanndo  de  Soto,  y  como  la  distaueia  lio  era 
^randbse  aguardaba  qué  estarii^  de'  vaelta  den- 
tro de  pooósidias.  '  ,     , 

Partido  e.Bte  oficial,;  en  vez  de  disminuir  la 
agitaoiosi  de  los  ^soldados,  fué  creciendo  hasta 
un  grado,  que  no  p«idiendo  Pi^arro  resistir  á 
sus  importunidades,  consintid  en  que  se  forma- 
se procesó  al  Ineá.  Era  mas  seguro  observar 
las  formalidades  de  un  proceso,  y  era  ademas 
preciso  para  salvar  las  apariencias.  Organizó- 
se el  tribunal  presidido  por  ios  dos  capitanes, 
Pissárro  y  Almagro^  &n  cridad  de  jaeces:  se 
nombro  un  fiscal  que  pidiere  por  la  corona,  y 
S6: señalo  defensor  aHeo/  • 

..Itooeeraii  los  cargos  presentados,  conthra  el 
Inca«  estendidos  ^i  £brma  de  interrogatorios. 
'XtO0  principales  eran,  que  habiá  usurpado  la  co- 
rola y  asesinada  á  su  bermano  Huáscar;  que  ha^ 
bifi  ..dilapidado  los  caudales  públicos  desde  lá  ei^ 
tra^a  de  los  ^^paioles^prodigándolosá  sus  pa- 
rientes y  favoritos;  que  era  idolatra  y  ad^Jtero, 
pvie$.yivia  públio^mi^nvte  con; un  gj^an  numero  de 
mugeres,  y  pot  último,  que  habfá  tratado  de  fo- 
mentar u,n¿t  insurrección  contra  los  Españoles*.  ^ 

24    Gárcilaso  de  Vega  espe-  hso  tema  escelentés  oportunidar 

dlica  los  oaifgos  hechos  al  Inca,  des  de  adquirir  míbrmes,  y  cuan« 

(Cóm.  Reai.,  Parte  2^  Ub.  2,  cafp.  do  no  hay  motivo  para  mentir,  co  - 

I  37.)    Quisiéramos  verlos  porme-  mo  sucede  en  esté  caso,  puede 

i  -norizados  por  alguno  de  loa  ao-  atío  fiarse  de  él. — Varios  éscrito- 

tores  de  la  tragedia;  pero  Garci-  re»  contemporáneos  como  Go- 


541  CONQUISTA  DEL   PERIT. 

Estos  cargos,  casi  todos  relativos  á  costombreí 
del  pais  ó  á  las  personales  del  Inca,  sobre  lo  cual 
era  claro  que  los  Conquistadores  no  tenian  juris- 
dicción alguna,  son  tan  absurdos,  que  provoca- 
rían á  risa  si  no  cansasen  ana  impresión  mas  se- 
ria. El  ultimo  cargo  era  el  único  de  importaD- 
cia  en  semejante  proceso,  y  la  debilidad  de  él 
puede  inferirse  por-  el  cuidado  que  tomaron  de 
darle  fuerza  con  los  otros.  Bastaba  oir  especia 
fícar  ios  cargos,  para  conocer  que  la  suerte  del 
Inca  estaba  ya  decretada. 

Examináronse  varios  testigos  indios,  y  dicen 
que  cuando  era  n^oesario  su  testimonio  sofria 
una  alteración  considerable  al  ser  interpretado 
por  Felípillo.  Pronto  se  dio  fin  á  la  información, 
y  según  dice  uno  de  los  secretarios.de  Pisarro, 
'^siguióse  una  discusión  muy  acalorada  sobre  el 
daño  o  provecho  que  podría  resultar  de  la  muer- 
te de  Atlahuallpa.''  ^  Aquello  se  reducia  ya  á 
una  cuestión  de  conveniencia.    Declaráronle  al 

mam,  Oviedo  y  Pedro  Sancho,  8,  cap.  22.)  La  mayor  parte  de 
Gonvieneii  en  el  hecho  de  haber-  los  autores  concuerda  eii¡Ioi  dos 
se  entablado  un  proceso  en  for-  caraos  principales,  á  saber,  el 
ma  contra  él  monarca  indio .  asesinato  de  Huáscar  y  la  cons- 
Oviedo  le  califica  de  ^'un  proce-  piracion  contra  los  Españolea, 
so  mal  compuesto  y  peor  escrito,  25  '-Doppo  Tessem  moho  dií- 
•seyendo  uno  de  los  Adalides  un  pntato^  e  riígionato  del  daimo  et 
inquieto,  desasosegado  6  desho-  ytile  che  saria  potuto  auaenire 
nesto  clérigo,  y  un  Escribano  fal-  per  il  viuere  o  moriré  di  Atabali- 
to  de  conciencia,  é  de  mala  ha-  pa,  fu  risoIutochesifaceseegittB- 
bilidad,  y  otros  tales  que  en  la  titia  di  lui."  (Pedro  Sancho,  Rcl., 
maldad  concurrieron. "  (  Hist.  ap.  Ramiisio,  tom.  III.  fol-  400.) 
de  las  Indias,  MS.,  Parte  3,  lib.  Así  se  esjwssa  un  CBcritor  q«e 


LIBRO  IIl. — CAPITULO   Vil.  645 

fin  reo,  aunque  no  nos  dicen  si  de  todos  los  de- 
litos que  le  imputaban,  y  fué  condenado  á  ser 
quemado  vivo  en  la  plaza  principal  de  Caxamal- 
ca»  debiendo  ejecutarse  la  sentencia  aquella  mis- 
ma noche.  No  quisieron  ni  aun  aguardar  el  re- 
greso de  Soto,  cuando  era  evidente  que  los  in- 
formes que  este  trajese,  liabian  de  ser  muy  úti- 
les para  corroborar  o  desvanecer  los  rumores 
que  corrían  del  alzamiento  de  los  indígenas.  Era 
conveniente  conseguir  que  el  Padre  Valverde 
aprobase  lo  hecho,  y  así  le  enviaron  una  copia 
de  la  sentencia  para  que  la  Brmase,  lo  que  bizo 
sin  vacilar,  declarando  "que  en  su  opinión  el  In- 
ca merecia  la  nauerte."  ^* 

Hubo,  sin  embargo,  en  el  conciliábulo  militar, 
algunos  que  sé  opusieron  á  «stas  medidas  vio-' 
lentas.  Decian  que  era  cosa  indigna  pagar  de 
ese  modo  los  favores  que  les  habia  hecho  el  In- 
^,  quien  hasta  entonces  solo  habia  recibido  de 
ellos  males.  Consideraban  las  pruebas  presen- 
tadas como  de  todo  punto  insuficientes,  y  nega- 

puede  considerarse  como  el  ecof  quel  tempo  se  rítrouaua  in  ques- 

d«  Pizarro,    Según  dice,  el  con .  to  essercitíy,  &  il  padre  fra  Bríaii- 

ciliábulo  que  discutióla  "cues-  te  di  val  Verde." — Ibid.,  ubi  su- 

tion  de  la  utilidad"  se  compouia  pra. 

de  "los  oficiales  reales,  los  del        26     "  Respondiáy  que   fiíma- 

ejército,  un  cierto  doctor  letrado  ria,  que  era  bastante,  para  que  el 
,     que  acertó  á  juntarse  con  ellos,  ,  Inca  fuese  condenado  á  muerte, 

y  el  Reverendo  Padre  fray  Vi-  porque  aun  en  lo  exterior  quisíe- 

cente  de  Valverde."— "Hauendo  ron  justificar  su  intento."    Her- 

congregato    gliofficiali    di    sua  rera,  Hist.   General,  dec.  5,  líb. 

Maesta,  &  i  capitani  della  sua  3,  cap.  4. 
tompaghia,  &  vn  Dottore  che  in 


546  COxXQUISTA  DEL  PERÚ. 

ban  que  semejante  tribunal  tuviese  autoridad 
para  llamar  ájuítio  aun  príncipe  soberano  en 
el  centro  de  sus  propios  dominios.  Si  se  em- 
peñaban en  formarle  proceso,  anadian,  era  preci- 
so enviarle  á  España,  para  que  el  emperador 
conociese  de  su  causa,  pues  era  el  único  que  te- 
nia poder  para  sentenciarle. 

Pero  los  de  la  niayoria,  que  era  de  diez  con- 
tra uno,  desvanecieron  estas  objeciones. decla- 
rando, que  no  cabia  duda  de  que  Atahuallpa  era 
delincuente,  y  que  estaban  prontos  á  cargar  con 
la  responsabilidad  de  su  castigo.  Que  se  envia- 
ría al  emperador  una  relación  circunstan  ciada 
de  todo  lo  hecho,  y  que  de  ese  modo  veria  quie- 
nes eran  fieles  servidores  de  la  corona,  y  quienes 
sus  enemigos.  La  disputa  se  aclarrf  tanto  que 
llegó  á  temerse  un  rompimiento  escandaloso, 
hasta  que  convencidos  los  del  partido  mas  débil 
de  que  toda  oposición  era  inútil,  al  fin  callaron 
aunque  no, se  convencieron,  y  hubieron  de  con- 
tentarse con  estender  por  escrito  una  protesta 
contra  todo  lo  ejecutado,  que  en  su  opinión  iba 
é  cubrir  de  ignominia  á  cuantos  tomaran  parte 
en  ello.  ^ 

27  Garcilaso  noa  ha  conser-  sin  duda  razón  en  nCgar  el  de< 
vado  los  nombres  de  algunos  de  recho  de  semejante  tribunal  para 
los  que  resistieron  con  tanto  va-  ponerse  á  juzgar  á  un  príncipe 
lor,  pero  con  tan  mal  éxito,  al  independiente  como  el  monarca 
clamor  general  que  pedia  la  san-  peruano;  pero  no  iban  tan  acer- 
gre  del  Inca.  (Com.  Real.,  Par-  tados  en  suponer  que  el  empe- 
le  2,  lib.  1,  can.  37.)     Teiihn  rador  su  amo  tenia  mejor  dere- 


LIBRO  Ul. — CAPITULO    Vil.  547 

Cuáudo  se  intimo  al  Inca  la  sentencia,  perdió 
enteramente  el  ánimo*  A  la  verdad,  hacia  ya 
tiempo  que  aguardaba  semejante  resultado,  y 
aun  así  lo  habia  dado  á  entender  á  las  personas 
que  le  rodeaban;  pero  hay  mucha  diferencia  de 
mirar  tal  suerte  como  probable,  á  tenerla  ya  por 
cierta,  y  ademas  verla  tan  próxima  y  cerciorarse 
de  ello  de  un  modo  tan  repentino.  IJsta  convic- 
ción aterradora  le  a:batió  del  todo  por  un  mx>men- 
to,  y  con  lágrimas  en  los  ojos,  esclamó:  ^'¿Qué 
hemos  hecho  yo  ó  mis  hijos  para  que  me  traten 
de  esta  muñera?  Y  que  lo  hagáis  vos,"  añadid 
dirigiéndose  á  Pizarro,  "vos  á  quien  mi  pueblo 
ha  tratado  con  tanta  amistad  y  benevolencia,  con 
quien  he  partido  mis  tesoros^  y  que  no  habéis  re- 
cibido de  mí  sino  beneficios.*'  Pidió  luego  con 
has  espresiones  mas  patéticas  que  se  le  perdonase 
la  vida,  ofreciendo  dar  cuantas  prendas  se  le  pi- 
diesen para  lá  seguridad  del  último  Español  del 
ejército,  y  prometiendo  dar  un  rescate  doble  del 
entregado,  con  solo  que  se  le  diese  tiempo  para 
reunirlo.  ^     ^ 

XJh  testigo  de  vista  nos  asegura  que  Pizarro 
sé  mostró  muy  conmovido  cuando  se  quitó  de  la 
presencia  del  Inca,  á  cuyas  suplicas  no  podia  aoc- 
der  contra  el  clamor  general  del  ejército,  y  lo 

oho.     Vatel  (lib.  2,  eap.  4,)  con-        28    Pedro  Pizarro,  Descub.  y 

deaa  espresamonte  este  preten-  Couq.  MS.— Herrera,  Hist.  Gé- 

dido  proceso  de  Atahuallpa,  co-  ^^,^1,  dec.  5,  üb.  3,  cap.4.— Zá- 

1110  una  violación  manifiesta  del  ^^^^^     ^onq.    del  Perft,  lib.    2. 

derecho  de  las  naciones.  cap.  7 . 


548  CONQUISTA  DEL  PERÚ. 

qne  él  mismo  pensaba  sobre  la  tranquilidad  del 
pais,  ^  Viendo  Atahuallpa  que  le  era  imposible* 
ablandar  el  ánimo  del  Conquistador,  recobró  su 
habitual  entereza  y  se  resignó  á  su  suerte  con  to- 
do el  valor  de  un  guerrero  americano. 

La  sentencia  del  Inca  se  publicó  á  son  de  trom- 
peta en  la  plaza  principal  de  Caxamalca;.  y  dos 
horas^  desj^ues  de  anochecido  se  juntaron  los  Es- 
pañoles en  la  plaza  á  lá  luz  de  las.  teas,  para  pre- 
senciar la  ejecución  de  la  mandado.  Esto  pa- 
saba el  29  de  Agosto  de  1533.  Sacaron  á  Ata- 
huallpa con  grillos  y  esposan,  porque  le  tenias 
cargado  d^  cadenas  desde  que  se  alborotó  el 
ejército  por  los  anuncios  del  ataque  de  los  natu- 
rales. Iba  á  su  lado  el  Padre  Fr.  Yicente  de  Yal- 
verdcy  tratando  de  cousolarley  conseguir  al  mis- 
mo tiempo,  si  era  posible,  que  en  esta  hora  pos- 
trera abjurase  sus  errores  y  abtazase  la  religión 
de  los  Castellanos.  Quería  que  el  alma  de  su 
víctima  se  librase  en  el  otro  nuindo,  de  la  terri- 
ble espiacion,,  á  que  eaeste  habia  condenado  con 
tanto  gusto  el  cuerpo  mortal. 

Durante  el  encierro  de  AtahuaUpa,  el  fraile  le 
habia  esplicado  repetidas  veces  los  dogmas  del 
cristianismo,  y  el  monarca  indio  comprendía  ceft 
mucha  facilidad  lo  que  le  enseñaba  su  maestro. 

,29  *' Yo vide  llorar  9Ímarqué8,[*  el  riesgo  que  había  en  la  tierra 

dice  Pedro  Pizarro,  ''de  pesar  si  se  soltaba."    Descub^y  Conq., 

por  no  podellc  dar  la  vida  porque  M S . 
cierto  temió  los  requerimientos  y 


LlftRO  líl. — ÓAPltÜLÓ  vil.  Sátí 

Pero  este  no  había  consegaido  convencerle,  j 
aunque  le  escuchaba  con  paciencia,  nunca  se  ha-* 
bia  mostrado  dispuesto  á  abandonar  la  fe  de  sud 
padres.  £1  dominico  hizo  la  última  tentativa 
en  esta  hora  solemne,  y  cuando  vio  á  Atahuall- 
pa  atado  al  poste  y  redeado  de  los  haces  de  leña 
que  iban  á  alimentar  la  fúnebre  hogera,  empuño 
la  cruz,  y  le  pidió  que  la  abrazase,  y  recibiese 
el  bautismo,  ofreciéndole  que  de  hacerlo  así  la 
cruel  muerte  á  que  habia  sido  condenado,  se  le 
conmutatia  en  otra  mas  suave  por  medio  del 
garrote.  ^ 

El  desdichado  monarca  pregunto  si  aquello 
era  verdad,  y  confirmándolo  Pizarro,  consintió 
en  renunciar  su  religión  y  recibir  el  bautismo. 
El  Padre  Valverde  desempeño  la  ceremonia,  y 
el  nuevo  converso  recibió  el  nombre  de  Juan  de 
Atahuallpa,  por  celebrarse  la  fiesta  de  San  Juan 
Bautista  el  mismo  dm  en  qire  se  verifico  este  su^ 
ceso.  ^* 

Atahuallpa  manifestó  ser  sn  rolunrtad  el  que 

30  Xerez,  Conq.  del  Pera,  daado  vueltas  á  esté  jwlo  se  aprié- 
ap.  Barcia,  tom.  III.  p.  234.—  fa  la  cuerda  y  resulta  la  sufoca- 
Pedro  Pizarro,  Deseub.  y  Conq.  ción.  Probablemente  se  verifi- 
MS.— Conq.  i  Pob.  del  Piru,  MS.  cariaasí  la  ejecución  de  Atahuall- 
— Pedro  Sancho,  Reí.,  ap.  Ra-  pa.  En  España,  en  vez  de  cuev- 
musio,  ton.  IIL  fol.  400.  da,  se  emplea  un  cellar  de  hierro 

El  garrote  e»  un  géaero^  de  su-  que  por  medio   de  um.  tomilto 

plicio  que  se  ejecuta  por  medio  oprime  la  gargaiítá  det  p«(»ente. 

de  una  cuerda  que  rodea  el  cue-  31    Velasco,  Hist.  de  Quito, 

lio  del  criminal  con  un  palo  atra-  tom.  I.  p.  372. 
vessdo  ^l\  l'l  i^'f^^  de  atrás,  t 


550  "CONQUISTA  DEL  PERÜ. 

sns  restos  fuesen  llevados  á  Quito  su  patria, 
para  que  reposasen  allí  junto  á  los  de  sus  ante- 
pasados por  linea  materna.  Volviéndose  luego 
á  Pizarro  lé  pidió,  como  por  ultima  suplica,  qtie 
cuidase  de  sus  hijos  pequeños  y  les  tomase  ba» 
jo  su  protección.  ¿No  hallaria  por  ventura  entre 
aquellos  feroces  soldados  que  le  rodeaban,  nin- 
gún otro  á  quien  pudiese  recomendar  su  fami- 
lia? Acaso  creyó  que  no  hábria  otro  mas  ca- 
paz  de  protejerla,  y  que  su  ultimo  deSeo  espre- 
sado de  un  modo  tan  solemne  en  aquella  hora, 
seria  respetado  aun  por  su  vencedor.  Reco- 
brando entonces  su  estoica  serenidad,  turbada 
por  un  momento,*  s«  entrega  en  manos  de  sus 
verdugos,  mientras  que  en  derredor  suyo  los 
Españoles  rezaban  en  voz  baja  el'  Credo  por  el 
descanso  de  su  alma.  ^    ¡De  esta  manera,  y  co- 

.32    '^Maquwido  se  lo  vidde .  MS.— -Zarate,  Copq.  4d  Pert, 

apressare  per  dover  esser  morto,  ib.  2,  cap.  7. 

disse  che  raccomandaua  al  Go-  La  muerte  de  Atahuallpa  tiene 

uematpre  i  suoi  pipcioli  íigliuoU  muchos  puntos  desemejfui^con 

che   volesse  tenersegli   apresso,  la  de  Caupolican,   el  gran  gafe 

&  con  queste  vltime  parole,  &  auracano,  según  se  halla  referida 

dicendo  per  Tanima  sua  H  Spag-  en  el  poema  histérico  ;de  Ercilla. 

nuoli  che  chatio  all'iHlonio   il  Ambos  abltusar4>n  feu  el  cadalso 

Credo,  fu  súbito  affogato."    Pe-  Ja  reK^on  de  sus  conquistadores, 

dro  Sancho,  Hel.,  áp.  Eomasio,  aunque  Caúpolicañ  no  logró  tan 

tom.  III.  foi.  399.  buena  fortuna  como  el  monarea 

^erez,  Conq.   del  Perú,  ap.  peruano,  porque  su  conuQBrsioií 

Barcia,  tom.  III.  p.  334.-*-Pedro  no  le  libró  de  las  torturas  de  la 

Pizarro»  Descübv y  CoiK{.,M8.-<-  mas  inhumana  muortek  Fueem- 

N&harro,  Relación  Sumaría, ül^í 8.  palado  y  asaeteado.     AqueUw 

— ^Conq.  i  Pob.  d^  Piru,  MS.—  vigorosos  versos  pintan  tan  al  vi- 

Relacion  del  Primer.   Descub.  vq  el  carácter  de  estos  primiti- 


LIBRO  iíl. — CAPITULO  VIL  551 

mo  un  vil  malhechor,  pereció   el  último  de   los 

Incas! 

Ya  he  hablado  antes  de  la  persona  y  cualida- 
des .dé  Afahuallpa.  Era  de  rostro  hermoso, 
aunque  tenia  una  esprésion  demasiado  fiera  pa- 
ra ser  agradable.  Su  cuerpo  era  robusto  y  bien 
proporcionado;  su  porte  magestuoso;  y  en  su 
conducta,  mientras  estuvo  en  poder  de  los  Es- 
pañoles, se  notaba  cierta  cortesania,  mezclada 
de  un  ligero  tinte  de  tristeza  que  le  daba  mayor 
atractivo*  Le  acusan  de  cruel  en  sus  guerras, 
y  sanguinario  en  sü  venganza.  ^  Puede  ser 
cierto;  pero  el  pincel  de  un  enemigo  es  fácil  que 
recargue  las  sombras  del  retrato.  Confiesan 
que  era  animoso,  entendido  y  franco.  ^     Todos 

vos  aventureros,  en  que  el  fana-  234.)    Xerez   era  el  secretario 

tismo  del  cruzsído  andaba  mez-  particalar  de  Pizarro.    Sancho, 

ciado  con  la  crueldad  del  con-  que  sucedió  á  Xerez  en  el  ofício 

quistador,  y  son  tan  análogos  al  cuando  este  marcbó  á  Espaüa, 

caso  presente,  que  de  buena  gana  paga  un  tribate  mas  decente  é 

citaría  yo  el  pasage  entero,  si  no  la  memoría  del  Inca,  quien  con- 

me  lo  impidiera  su  mucha  estén-  fia,  "habrá   alcanzado  la  gloria, 

sion.     V.  La  Araucana,  Parte  2^  pues  murió   arrepentido  d€  su» 

canto  24.  culpas^  y  en  la  verdadera  fé  de 

23    * 'Así  pagó,"  dice  Xerez,  Cristiano."     "Iddio  jo  conduca 

'  "les  gandes  males,  i-  crueldades  alia  sua  gloria,  &  con  pura  pe- 

(^ue  en  sus  Vasallos  havia  hecho;  nitentia  de  &uoi  peccati,  &>  vera 

porque  todos  á   vna  voz  dicen,  fede   di  Christiano  prese  questa 

que  fue  el  máior  Carnicero,  i  rootte."  Pedro  Sancho,'Rel.,ap, 

cruel,  que  los  Hombres  vieron;  Ramusio,  tom.  III.  fol.  399. 
-  que  por  mui  pequeña  causa  aso-        34    ''£1  era  muy  regalado,  y 

laba  vn  Pueblo,  por  vn  pequeño  n^uy  Señor, "  dice  Pedro  Pizarro. 

delito,  que  yn  solo   Hombre  de  (Descub.  y  Conq»,  MS.)  **Muí 

f  1  lloviese  cometido :  i  mataba  dispuesto,  sabio,  animoso,  frau- 

diez  mil  Personas."    (Conq.  del  -co,"  dice   Gomara.  (Hist.  de  las 

Perú,  ap.   Barcia,  tom.  III.  p.  Indias,  cap.  118) 


552  tíONQÜlSTA  DEL  I*E£tÜ¿ 

convienen  en  que  mostraba  singular  penetra-» 
cion  y  facilidad  para  comprender.  Sus  hazañas 
Como  guerrero,  no  dejan  duda  acerca  de  su  va- 
lor. Lo  que  mejor  lo  prueba  es  la  resistencia 
de  los  Españoles  á  devolverle  su  libertad.  Cau- 
cábales temor  el  haberle  de  tener  por  enemigo, 
y  le  habian  agraviado  demasiado  para  creer  que 
podría  continuar  siendo  su  amigo.  Sin  embar- 
go, siempre  se  porto  como  tal  con  los  Españo- 
les, y  estos  le  pagaron  con  la  cautividad,  el  des- 
pojo y  la  muerte. 

El  cuerpo  del  Inca  permaneció  toda  la  noche 
en  el  lugar  de  la  ejecución.  A  la  mañana  siguien- 
te fué  llevado  á  la  iglesia  de  Sart  Francisco,  y 
alli  se  celebraron  sus  exequias  con  toda  solemni- 
dad. Pizarro  y  sus  principales  oficiales  se  pu- 
sieron de  luto^  y  las  tropas  asistieron  con  devc- 
to  recogimiento  al  oficio  dé  difuntos  que  dijo  el 
P.  Valverde.  ^*  Interrumpióse  repentinamente  la 
ceremonia  por  el  ruido  de  muchas  personas  que 
sollozaban  y  daban  grandes  gritos  á  las  puertas 
de  la  Iglesia.  Abríérofise  estas  de  golpe,  y  la  na- 
ve principal  se  llenó  de  Indias,  hermanas  y  ma- 
geres  del  difunto,  que  rodearon  al  puiíto  di  ca- 
dáver.   Clamaban  que  no   era  este  el  modo  de 

á5    Eí  secretario  SaUcho  pa-  í>údo  haber  sufrido,  puesto  que 

rece  ser  de  opinión  que  con  es-  de  un  golpe  le  elevaron  con  elki 

tos  honores  ílíínelM-es  quedó  Ata-  basta  igualarle  con  lo»  EspaiSolea 

huallpa  ampliamente  recompen-  Ibid.,  loe.  cit. 
sado  de  todaslas  irjnstiqiis  que 


LiSrO  III.-^CAI^lfÜLÓ  Vlli  So3 

6elebrar  Ids  funerales  de  dn  Inca,  y  maiíífesta- 
ron  su  intención  de  Sacrificarse  sobre  su  tumba, 
para  ií  á  hacerle  compañía  eri  la  tierra  de  los 
espíritu^.  Ofendidos  los  circunstantes  de  tal 
escándalo,  hicieron  entendéis  á  las  mugerés  que 
Atahuallpa  habia  níüerto  en  la  fe  de  Cristo,  y 
que  el  Dios  de  los  cristianos  aborrecía  semejan- 
tes sacrificios.  Expelieron  en  seguida  á  todas 
ellas  de  la  iglesia,  y  algunas  se  fueron  á  su  casa 
y  se  dieran  mueíte  á  sí  mismas,  con  la  vana  es- 
peranza de  ir  á  acompañar  á  su  querido  esposo 
en  las  relucientes  moradas  del  Sol.  ^* 

has  restos  de  Atahuallpa,  apesar  de  lo  dis- 
puesto por  él  fueron  sepultados  en  el  cementerio 
de  San  Francisod.  ^"^  Pero  según  euentan,  cuan- 
do los  Españoles  salieron  de  Caxamalca,  fué  sa- 
cado de  allí  y  llevado  ocultamente  á  Quito  en 
cumplimiento  de  sus  deseos.  Los  colonos  de 
tiempos  posteriores  creyeron  que  con  su  cuerpo 
debieron  enterrarse  algunos  tesoros;  pero  2)or 
mas  que  escbararon  el  terreno,  jamas  encontra- 
ron ni  los  tesoros,  ni  los  restos  del  monarca.  ^® 

36    Relaéioñ  del  Primer.'Des-  37    '*0i  dicen  los  indios  que 

cttb.,  MS.  eatá  su  sepulcro  junto  á  una  cruz 

Véase  el  Apéndice,  N.  10,  don-  de  Piedra  Blanca  que  está  en  el 

de  he  insertado  varias  relaciones  cementerio  del  Convento  de  San 

contemporáneas  de  la  ejecución  Francisco."     Montesinos,  Ana»- 

de  Atahuallpa^,  que  por  hallarse  les,  M S.,  año  1533. 

manuscritas  ño  pueden  ser  con-  38    Oviedo,  Hist.   de  las  In-' 

sultadas  con  facilidad  ni  aun  por  días,  MS.,  Parte  3,  lib.  8,  tap. 22. 

los  mismos  Espafioles.  Según  Steven^on,''  ín  the  cha- 

I.  49 


554  CONQUISTA  DEL  TERC. 

Uno  o  dos  día»  después  de  estos  trágicos  si;* 
cesos  volvió  de  su  espedicion  Hernando  de  Soto. 
Llenóse  de  asombro  y  de  indignación  cuando 
supo  lo  que  se  habia  hecho  durante  ^u  ausencia/ 
Fué  inraediatan^ente  á  buscar  á  Pizarro  y  le  en- 
contró, según  dice  el  cronista,  *'con  un  gran  som* 
brero  de  fieltro  puesto  en  I4. cabeza  pof  luto,  y 
muy  calado  sobre  los  ojos,"  ^  y  con  las  mayores 
muestras  de  dolor  en  so  trage  y  continente. 
**Grande  temeridad  ha  sido  la  vuestra,"  h  dijo 
Soto  sin  mas  preámbulo;  ^^AtahuaJlpa  l>a  sido 
vilmente  calumniado.  No  liay  ua  soJ^o  enemigo 
en  Guamacbuchoy  ni  los  Indios  sueñan  en  adzur- 
se.  Todo  lo  he  hallado  de  paz  en  el  camino,  y 
nadie  i^e  ha  molestado.  Si  era  precira  proc^ 
sar  al  Inca,  debia  habeifsele  mandado  é  (^astíU? 
para  que  el  emperador  le  juzgase.  Yq  ine  ktt- 
hiera  comprometido  á  ponerle  á  bwdo  sin  m»- 
go.^*  40  Pizarro  confesó  que  haUia  obrado  co«  li" 
gerezs^  y  dijo  que  l^  habían  engallada  Riqnd- 

pd  beloDging^  t&  the    tommon  de  losa  que  está  es  hi  cárcel  de 

gaol,  whicfa  waa  fcxnnerly  part  df  Cbsaraalea^  sobre   \ñ  txsáídtgO' 

khe  pralace  tbe  altar  stauds  on  tbe  Raron  á  Atahuallpa/''   (Analesr 

stone  o«  whích  Atahualípa  was  MS»,  an»  15^.) — A|^e«w  pw^ 

placed  bytheSpanMircfe  and  stran-  den  se*  mayores  la  igjtotaimhT 

gled;  añd  under  which  he  waa  la  esadolidchd. 
buried."     (Residence  in  South        39    Oviedo,  I£p^  de  las  IndiM^ 

America,  vol.  lí.  p.  163.)  Mon.  MS.,  Parte  3,  lib.  8,  aif .  22^ 
tesinos  que  eseribié^  i»as  de  un        4K>    Rwd,!  M^n  wb*  8ii|pnv— 

siglo  después  de  la  Coíiquifaía,  Pedro»  PizítíJio,  f>e§<;ubr  J  Gouq- 

nos  dice,  "que  aun  rq  de*ci»í)ren  MS.--V.  ^  ^^^f«9,Pí.  l^ 
manclias  de  aapgr^  en  una  gran- 


LIBRQ  IU.-*-CAPlTyLO  MU  5S5 

me»  Valverd^  y  losdemaB.  Tales  ineaipaeioaes 
U^gl^fon  pjoBto  í  oídos  del  tesoseifo  y  del  dom^ 
nico»  qqieD0s  ¿  9U  i?e2  $e  es&asanuí  eekaiido  en 
9U  car^  la  eal^a  á  Pixarro  como  á  único  reiipoo- 
sable  de  aquel  beciiOé  La  disputa  tomo  eoerpo, 
y  |o9  eifit^tosjtaotes  les  oyeron  desmentirle  v^ 
ria^  veoea  W0b  a  otros.  ^  Esta  i^neilla  vulgar 
^ntre  k^isfg^fea,  ei^fándoaiui  tan  reciente  el  oasOr 
ei$  la  ipej^r  pri^ba  de  la  iniquidad  de  tu  manejo 
y  de  1^  ia^encia  del  Inca, 
flsi  trato  d^do*  á  Atahuallpa  es  sin  dada  de 
prmbipio  á  fin,  uno  de  los  mas  negros  eapítnloe 
de  la  Jbi^toria  dolonial  de  EspañmTI  P^rtn  en- 
contrarse enella^matanzatmas  en  grande»  y  eje* 
cucioi»es  aconp^pañadais  de  mayor  refinamiento  de 
eraelda4<»'  Pero,  los  ensangre^tadoe  anaks  de 
la  con^quista,  fio  presentan  ot^o  ejemplo  seme* 
jante  de  i^na  pers?Qacion  preme&tada  y  siste-^ 
mática»  no  contra  un  ene^go,  sino  eonixa  qoie» 
se  habia  portado  siempre  como  ^migo  y  como* 
bienbecbor. 

Desde  él  punto  en  q«e  Pixarro  y  sus  eompa^ 

41    BBtééMrafiOBaces^M  wh  peles  pei'soit&gvs  qne  fignraron 

cuentra  referido  ^^n  Oviedp;  ^o  en  eUoa,  los  tiMtimonioe  ^joe  e«* 

en  el  cuerpo  de  la  narración  sino  co^ió,  aunque  no  siempre  con 

en  nñó  de  esos  capitulos  adieio-  mucho  discernimieaitb ,  forman 

nalep  en  f|U0  jiQiontona  los  dota*  un»  autini^td  resp^tabie.     El 

lies  mas  inconexos,  aunque  á  ve-  lector  hallará  colocada  la  reía* 

-ees  may  miporfanfes,  relativos  á  cion  que  da  Oviedo  de  la  muerte 

los  principales  acontecimieiitos  del  Inev,  ei|  el  ApMmt  N.  1(^, 

de  su  historia.     Como  Oviedo  entre  los  otros  pasajes  ralativos 

traté  familiarmente  á  lotr  princi-  á  csfa  cntágtaofe. 


356  COíVQü'íSTA  DEL  P£ftÜ. ' 

fieroSj  llegaron  á  entrar  á  dande  alcanzaba  el 
poder  de  Atahuallpa,  los  indígenas  se  declara-» 
ron  i&us:;a]»igósr;  Lo  primero  que  hicieron  losí 
Españoles- ál  pasar  las  sierras  fué  cautivar  al 
monarca  y  asesinar  á  sns  vasaUos.  El  apode- 
rarse de  la  persona  del  príncipeí  p&dria  vindi- 
carse por  los^  que  piensan  que  el  fin  jastifiea  los 
medios,  alegando  que  era  indispensable  para 
hacer  que  triunfase  la  Cruz. VPerp  no  puede 
disculparse  de  este  modo  la  matanza  de  un  pue- 
blo dé«iarmado  é  inofensiv^^  crueldad  tan  atroz 
coiifio  superfluaTT 

Aproveóharoñ  los  Castellanos  la  larga  prisión 
del  Inca  para  arrancarle  su»  tesoros^  por  tantos 
naedios  como  la  codicia  sabe  sugerir.  Durante 
este  funeste  periodo,  él  se  mapejó  siempre  con 
notable: generosidad  y  buena  £§.  Dio  paso  libre 
á  los  Españoles  por  toda  la  estension  de  su  im- 
perio, y  les  proporciona  cíianto  necesitaron  pa- 
ra llevar  á  caíbo  stis  designios.  Logrados  estos, 
ya  solo  fué  para  ellos  un  estorbo,  y  entonces, 
apesar  de  la  promesa,  clara  o  implícita,  de  res- 
tituirle! su  libertad,  (y  ya  hi^mos  visto  que  Pizar- 
ro  por  un  acto  solemli^  le  déclart5  libre  de  toda 
obligación  en  lo  re^Iativo  al  rescate)  fué  arras- 
trado ante  un  tribunal  de  burlas,  y  bajo  pretes- 
tos  tan  falsos  como  frivolos  fué  con  leñado  á 
una  muerte  horrible.  La  conducta  de  los  Es- 
pañoles para  con  su  desgraciada  víctima,  respi- 
ra de  principio  á  fin  barWridad  y  mala  í^. 


LIBRO  lil. — CAPITULO  Vlí.  5St 

No  es  fácil  absolver  a  Rzarro  del  cargo  de  ser 
en  gran  parte  responsable  de  esta  conducta. 
Sus  defensores  se  han  einpeñado  en  soi^tener 
que  la  necesidad  le  hizo  seguirla  á  despecho  $ru- 
yo»  y  especialmente,  en  taoiuerte  del  IncBi  ce- 
dio  con  mucba  repugnancia  á  la  importunidad 
de  otros»  ,^  Pero  tras  de  ser  esta  una  apología 
bien  insuficiente,  el  historiador  que  puede  com- 
parar los  varios  testimonios  contemporáneos 
vendrá  á  parar  á  un  resultado  muy  diverso.  Pa- 
ra él  será  cosa  clara,  que  Pizarro  habia  conocido 
desde  los  principios  que  era  indispensable  qui- 
tar de  enmedio  á  Atahiíallpa  para  que  su  em- 
presa se  llevase  á  cabo.  Preveía  el  odio  que  de- 
bia  acarrearle  el  dar  muerte  ásu  realx^áutiyo 
sin  un  motivo  justific^idO)  y  al  mismo  tiempo 
que  se  afanaba  por  hallarle,  rehusaba  cargar 
con  la  responsabilidad  del  hecho,  prefiriendo  el 
cometerle  por  deferencia  á  las  sugestiones  dé' 
otros,  mas  bien  que  á  las  suyas  propias.  Como 
muchos  políticos  perversos,  quéria  aprovechar 
los  frutos  de  una  mala  acción,  y  .que  otros  car- 
gasen con  el  odio  dé  elláú 

42  '-Contra  su  voluntad  sen-  cho,  Reí.,  ap.  Ramusio,  tom.  IlL 
tenci6  á  muerte  á  Atabalipa/^  -iM.  399.)  Hasta  él  tmBino  Ovie- 
(  Pedro  Pizarro,  Descub.  y  Conq.  do  parece  dispuesto  á  admitir  co.- 
MS.) — "Contra  voluntad  del  di-  mo  posible,  que  acaso  los  otros 
cho  Gobernador.''  (Relación  del  ' engañaron  á  Pizarro.  "Qué  tam-' 
Primer.  Descub.,  MS.)  "Anco-  bien  se  puede  creer  que  era  en- 
ra  che  molto  li  dispiacesse  di  ve-  ganado."  Hidt..  de  las  Indias, 
nir  a  questo  alto."  (Pedro'  San-  í<^MS.,  Parte  3,  lib-  8,  cap.  95. 


558  CONQUISTA    DEL   PERÚ. 

ho$  secretarios  áe  Pizarro  dicen  qae  Alma* 
gro  y  m»  soldados  fueron  los  primeros  que  cla- 
maron por  la  muerte  del  Inca.  Apoyábanles 
con  iodo  esfuerzo  el  tesorero  Riquelme  y  los 
oficiales  reales,  que  la  consideraban  como  indis- 
pensable para  el  piovecho  de  la  corona;  y  por 
ultimo  los  rumores  de  la  conspiración  hicieron 
que  Ion  soldados  absasen  también  la  voz,  de  ma- 
nera que  Pizarro,  á  pesar  del  cariño  que  profe- 
saba á  su  prisionero,  no  pudo  menos  de  consen- 
tir en  que  se  le  iormase  causa.  ££ra  necesario 
guardar  la  formalidad  de  un  proceso,  para  dar 
una  apariencia  de  justicia  á  un  acto  semejan teT 
No  queda  duda  de  que¿.  solo  se  trataba  de  una 
Y^fiaL  form^Udadv  cuandipKse  adviei^tc  la  indeeo^ 
rosa  precipitación  con  qUje  procedieron,  babien-' 
do  bastado,  un  solo  día  para  examinar  los  tes<- 
tigoe,  pronunciar  la  sentencia,  y  ponerla  en 
ejecución.  La  complicación  de  cargos  con  que 
intentaron  agravar  todo  lo  posible  el  delito  del 
acusado,  produjo  por  su  misma  multitud  un 
efecto  contrario,  y  solo  sirve  para* conocer  que 
de  antemano  tenian  determinado  perderle.  Si 
Pizarro  repugnaba  tanto  como  parecia,  el  que 
íUese  declamado  delincuente,  ¿porqué  dlejó  á 
Soto,  el  mejor  amigo  de  Atahuallpa,  en  el  mo- 
mento preciso  de  comenzarse'  la  averiguación? 
¿Porqué  se  cjecutrf  la  sentencia  tan  de  plano, 
que  no  se  diese  lugar  í  que  el  regreso  de  aquel 


LiBko  III. — CAPiTüLovn.  559 

capitán  probase  lo  infundado  del  cargo  princi- 
pal, qqe  era  á  la  verdad  el  único  que  tocaba  á 
los  Españoles?  La  insigne  farsa  del  luto  y  del 
sefitimiento  que  aparentó  Pizarro,  quien  con 
estos  honores  al  difunto  quería  manifestar  el 
respeto  que  le  tuvo  cuando  vivo,  fué  un  velo 
demasiado  trasparente  para  que  pudiese  enga- 
ñar ni  aun  al  mas  crédulo. 

Estas  reflexiones  no  tienen  por  objeto  el  dis- 
culpar al  resto  de  la  tropa,  y  especialmente  á  Ios- 
oficiales,  porla  parte  que  les  toca  en  la  infamia 
de  esta  acción.  Pero  Pizarro,  como  gefe  del 
ejército,  era  el  príncipal  responsable  de  sus  me- 
didas. El  no  era  hombre  que  se  dejase  arreba- 
tar de  las  manos  su  autoridad,  ó  que  cediese  ti* 
midamente  á  sugestiones  agenas.  Durante  toda 
su  carrera  pública  siempre  le  vemos  obrar,  tan- 
to el  bien  como  el  mal,  con  la  misma  política  fria 
y  calculadora. 

Muchos  han  referido  un  cuento  que  atribuye 
las  causas  de  la  conducta  de  Pizarro,  á  lo  menos 
en  parte,  á  resentimientos  personales.  Dicen 
que  el  Inca  pidió  á  uno  de  los  soldados  españo- 
les que  le  escribiese  ^n  la  uña  el  nombre  de  su 
Dios.  £1  monarca  lo  mostró  sucesivamente  a 
varios  de  sus  guardas,  y  como  al  leerlo  pronun- 
ciaban todos  la  misma  palabra,  quedó  el  bárba- 
ro muy  complacido  de  lo  que  para  él  era  poco 
menos  que  milagroj  y  no  tenia  cosa  semejante 


SGO  CONQUISTA  DEL.PERÜ- 

en  la  ciencia  de  su  naciera.  Cuando  mostró  lo 
escrito  á  Pizarro,  este  gefe  pernaaneció  mudo,  y 
conociendo  el  Inca  que  rio  sabia  leer,  miró  des- 
de entonces  con  desprecio  á  un  capitán  que  j^a- 
recia  menos  instruido  que  sus  soldados.  No  acer- 
tó á  ocultarlo  del  todo,  y  sabedor  Pizarro  de  la 
causa,  nunca  olvido  ni  perdono  el  agravio.  ^^  La 
anécdota  no  se  funda  en  la  mejor  autoridad.  Po- 
drá ser  cierta;  pero  es  inútil  el  acudir  á  resenti- 
mientos personales  para  esplicar  la  conducta  de 
Pizarro,  cuando  están  ala  vista  tantas  pruebas 
de  una  política  siniestra  y  deliberada. 

Mas  todos  los  artificios  del  caudillo  español 
no  alcanzaron  á  conseguir  que  sus  paisanos  di- 
simulasen la  atrocidad  de  su  eionducta.  Es. 09-, 
sa  singular  el  observar  la  diferencia  entre  el  to- 
no dé  los  primeros  cranistas  del  hecho,  cuanto 
estaba  aua  reciente,,  y  el  que  usan  los  que  escri- 
bieron después,  cuando  el  trascurso  de  algunos 
años  habia  deseubierto  ya  él  giro  de  la  opinión 
publica.  Los  primeros  confiesan  descaradamen- 
te el  hecho  y  le  defienden  como  proyechoso,  ya 
que  no  necesario,  desatándole  al  mismo  tiempo 
en  las  mas  ásperas  censuras  contra  el  carácter 
de  la  desgraciada  víctima.  ^*  Los  últimos  por  lo 

-  43  Trae  esta  anécdota  Garci-  frenados  epítetos  que  Xerez  pro- 
laso,  (Com.  Reaí,  Parte  3,  lib.  1,  digaá  la<jruéldad  delinca.  Su 
cap.  38,)  y  no  se  halla  en  ningún  r^acion  se  imprimió  en  España 
otro  escritor  de  la  época,  á  lo  en  1534,  ea  decir,  el  año  siguien- 
que  entiendo.  '  *  te  a\ de  h  ejecución.  Oigamos  al* 
44    Ya  he  apuntado  los  desen-  otro  secretario,  Sancho.    "Este 


LIBRO   III. — CJAPITÜLCÍ  VII.  56Í 

Contrario^  al  misirld  tic^mpo  que  disminuyen  lo^ 
errores  del  Inca,  y  hacen  justicia  á  su  buena  fe, 
condenan  sin  reserva  á  los  Conquistadores,  aña-» 
diendo  que  el  cielo  les  manifestcí  bien  á  las  cía-» 
ras  su  reprobación,  castigando  á  todos  con  una 
muerte  prematura  y  deitastrosa.  ^  La  posteridad 
ha  confirmado  en  todas  sus  partes  la  sentencia 


soberbio  tirano  habría  pagado  la 
amistad  y  buen  trato  que  recibió 
del  Gobernador  y  de  todos  no- 
sotros, con  la  misma  moneda  con 
que  acostumbraba  pagará  los  su- 
yos, sin  que  en  nada  faltasen,  es 
decir,  haciéndolos  morir."  "dues- 
to  snperbo  Tiranno  in  sotisfatio- 
ne  delle  molte  buone  opre  & 
buon  trattamento  che  sempre  del 
Gouematore  &  da  ciascpno  de 
gU  SpagnuoH  delb  sua  compag- 
nia  haueua  ricevuto:  il  pagamen- 
to delle  quali  secondo  íl  suo  di- 
segno  haueua  da  esser  delle  sor- 
te,  &  maniera  che  egli  soleua  dar 
a  i  Caciqui  &  Signorí  diel  poesi, 
facendo  gli  vccideré  senza  colpa 
o  cagione  alcuna."  (Fedro  San- 
cho, Reí.,  ap.  Ramnsio,  tom.  IIL 
fol.  399.)  <'Merecia  la  muerte," 
dice  el  antiguo  Conquistador  es- 
pañol antes  citado,  "y  toda  aque- 
lla tierra  se  alegró  de  que  se  le 
quitase  de  enmedio. "  *'Della 
morte  di  questo  Cacique  si  alle- 
gro tutto  quel  paese."  Reí.  d'un 
Capit.  Spagn.  ap.  Ramus¡o,tom. 
III.  fol.  377. 

45    ''Las  demostraciones  que 
después  se  vieron  bien  manifies- 


tan lo  mui  injusta  que  fué^  .  .  . 
puesto  que  todos  quantos  enten^ 
dieron  en  ella  tuvieron  después 
mui  desastradas  muertes,"  (Na- 
harro.  Relación  Sumaría,  MS.) 
Gomara  usa  de  un  lenguage  se^ 
mojante.  ''No  ai  que  reprehen^ 
der  á  los  que  le  mataron,  pue» 
el  tiempo,  i  sus  pecados  los  .cas-» 
tigaron  después;  cá  todos  ellos 
acabaron  mal.'^  (Hist.  de  laá  Ití* 
días,  cap.  118.)  Según  el  pri- 
mer antor,  Felijpillo  pagó  poco 
después  la  pena  de  sus  delito», 
pues  le  hizo  ahorcar  Almagro  en 
la  jomada  de  ChÜe,  y  entonce» 
"según  dicen  algunos  confesó  que 
habia  trastornado  las  declaracio- 
nes favorables  á  la  inocencia  de* 
Atahuallpa,  volviéndolas  contra 
aquel  monarca.^'  Oviedo,  harto> 
inclinado  las  mas  veces  á  escu- 
sar  los  excesos  de  sus  paisanóa^ 
condena  sin  reserva  toda  esta  ma- 
niobra, (V.  Apéndice,  N.  10),  la 
que  según  otro  contemporáneo, 
"mueve  á  compasión  á  cualquie- 
ra que  tenga  un  chispa  de  huma- 
nidad en  su  pecho."  Conq. 
Pob.  del  Piru,  MS. 


$6a 


coNauísTAr  w:l  perú. 


de  los  coatemporáneos, 
I  Atah^aUpa  se  có&isidera 
\  mancha  iQdeleble  dé  laa 

Naevo  Ma^odo. 

iñ  Ctui^tana  "es  de  ello '  un 
distinguido  ejempto.  £n  tdda 
8U  biografía  de  Pizarrp,  (Espa^  . 
ñoles  célebres,  tom.  II.)  el  escri- 
tor se  sobrepone  á  la  influencia 
de  las  preocnpa^iolies  iiacteBa<^ 
las  que  obfleureoea  con  O-ecneny. 


*^  y  la  pemeaiicion  de 
con  jnstieia  cémo  una 
armas  españotks  en  el 


cia  los  ojos  de  sus  paisanos,  em- 
piiSa  Ift  balanza  de  la  crítiea  fas 
t6ríca  cpn  mano  imparcial,  y  con- 
dena del  modo  mas  terminante* 
á  los  adores  de  estas  trágicas  es- 
éenas. 


CAPITULO  vm. 


Desórdenes  en  el  Peru.^Marcha  al  Cuzco. — En- 
cuentro CON  LOS  naturales. — Challcuchima  mue- 
ñít    QUEMADO.— Llegada   al    Cuzco. — Descripción 
•  de  la  Ciudad. — RiQüfi2!A  qne  se  encontró  allt. 

1^533—1534. 

El  Inca  del  Perú  era  soberano  de  su  reino  en 
toé»  taf  eetétíi^iotí  dcy'lfc  palabra.  Prestábanle 
Tina  obediencia  tan  ciega  sus  vasallos^  que  nin- 
gun  déspota  llego  jamás  á  conseguirla  igual  de 
Pos  suyos;  porque  su  autoridad  alcanzaba  á  lo 
mas  decreto  de  ta  conducta,  y  hasta  á  los  pensa- 
mientos de  lo9  individuos.^  lia  reverencia  con 
que  le  trataban,  era  mayor  dé  la  que  corcspon- 
dia  á  un  ser  humano.  ^  El  no  era  tan  solo  el 
gefe  d^l  estado,  sino  el  putttcb  á  donde  todias  sxis 
leyes  venian  á  reunirse  conjo  á  un  centro  co- 
muQ;  la  clav^  del  «4ifício  político,  que  debia  des- 
moronarse J)pr  su  propio  peso,  tan  luego  como 

1.    '*Eni  tanto  el  temor  y  res-  casen  y  matasen  6  despeñasen  la 

peto  i)ue  estos  naturales  tenían  á  haci^n  sin  poner  en  ello  escjasa 

ÍPíi^falfW"^"  4ic9,  Í*edro  Pizarro,  ni  delación.**    Descub.  y  Conq  r 

"q«c  nvndándoles  que  se  ahor-  ^f  jj. 


564  COXQÜISTA  DlS,L  PEÍiÜ. 

aquella  faltase.  Así  siiceditf  á  la  muerte  de  Ata-» 
hua]}pa¿  ^  Su  muerte  ño  solo*  dejo  el  trono  va- 
cante y  sin  un  sucesor  conocido,  sino  que  p6t  el 
modo  con  se  verifico^  dW  á  conocer  á  los  ^Perua- 
nos que  ya  empuñaba  el  cetro  una  mano  mas 
poderosa  que  la  de  sos  Incas,  y  que  la  dinastía 
de  los  Hijos  del  Sol  ¡babiá  aéábsÉdo  para  siem- 
pre. 

Convencidos  de  ello  los  Peruanos,  se  siguie- 
ron las  consecuencias  que  debian  esperarse. 
Trastornóse  el  hermoso  orden  de  las  antiguas 
leyes,  tan  luego  como  faltd  la  autoridad  que  cui- 
daba de  su  conservación.  Los  escesos  á  que  ios 
Indios  se.  eotregafon  faetón  mayoress,  á  causa 
de  la  sujeción  no  común  á  que  antes  se  vieron 
condenados.  Quemaron  pueblos,. saquearon  tem- 
plos y  palacios,  y  ocultaron  o  se  repartieron  el 
oro  que  en  ellos  encontraron.  Cuando  los  Pe- 
ruanos vieron  la  importancia  qua  daban  sus  con- 
quistadores al  oro  y  á  la  plaata^  conmenzarofl  á 
mirar  con  a;precio  estos  metales»,  y  siendo  asi 

d    Oviedo  cuettta  que  el  v«r-  Inca,  debemes    ^pan^  lo^i^^ 

dadero  nombre  del  Inca  era  Ata-  informado.    Dice  qne  sus  paiía- 

balivaj  y  que  los  Españoles  lo  so-  nos  creían,  que  cuando  cantaban 

lian  pronunciar  mal,  porque  pen-  los  gallos  que  llevaron  al  P^i^ 

saban  mas  en  adquirir  oro,  que  los  Espailoles,  pronanciaban  el 

en  el  nombre  del  que  lo  poseía,  nombre  de  AtahUallpa;  y  añade 

(Hist.  do  las  Indias,  MS.,  Parte  el  historiador  que  él,  junto  con 

3,  lib.  8,  cap.   36.)    Apesar  de  .  otros  muchachos  indios  cob¿W' 

eso  he  proferido  la  autoridad  de  dpulos  suyos,  los  solían  aoit^ 

(rarciiaso,  á  quien  por  ser  Pe-  por  las  calles.  Com.  Real,  "a 

ruano  y  pariente  próximo  del  1,  lib.  9,  cap.  23. 


Liniio  in. — CAPITULO  v£ií.  505 

que  antes  solo  scrvian  para  el  lujo  de  los  monai*- 
ciis  y  tic  los  templos,  ahora  los  ocultaban  ya,  cu- 
terrántiolcs  en  las  cavernas  y  en  los  bosque?:,  Dí- 
joíse  entonces  que  el  oro  y  la  plata  que  escondie- 
ron los  indígjenas,  csccdiá  con  mucho  al  que  los 
Españoles  hubieron  á  las  manos.. ^  lias  provin- 
cia? lejanas  pegaron  la  obediencia'  4  los'  Incas 
I>os  generales  que  mandaban  ejércitos  lejo.^  de 
h\  cajMtal  comenzaron  á  obrar  j:or  sí  fo!os.  Ru- 
i.ninavi,  comandante  de  las  fronteras  de  Quito, 
t,ratq  de  separar  este  reino  del  imperio  peruano, 
y  devolverle  su  antigua  independencia.  En  una 
palabra,  el  pais  se  pncontraba  en  aquella  situa- 
ción en  que  Iqis  cosas  antiguas  van  pasando,  y 
líjis  lluevas  aun  no  están  estabíecidas.  Era  v^ír- 
daderamente  xina  revolución. - 

Pizarro  y  sus  compañeros  autores  de  esta  re- 
volución, perman^ecian  en  el  entretanto  en  (.axa^ 
malea.  El  primer  paso  del  gefe  español  fue 
noiwbrar  sucesor  á  Atahuallpa,  porque  le  par'e- 
cia  mas  fácil  el  gobernar  u  la  sombra  de  la  ren¿- 
rada  autoridad  que  los  Indios  acostumbraban  r.es^ 
pQtar  hacia  tanto  tiempo,  y  no  Ife  fue.  ílificil  ha- 
llar un  sucesor.    El  heredero  legal  de  la  corona 

ti  Algunos  cádqiiHH  cfijofon  Unte^  (Ovié^pr  flwt.  de  lai  Ui. 
á  Ben^Ujazor  el  conqnisMoftle  dias,  31^..  Piirt^'fl,  ^h .  8,  C4p, 
Quito.,  que  lo  que  el  Inca  había  *22*.)  V..tanibien^  Pedro  Pizarfo- 
dado  á  los  Esi)añbleá  era  como " .  ítesólib.  y*  Cóiwf.,  Ma.*-»ReIi» 
ttna  tgC^ZQtcfíMff  «moiz  cotnpararj  <*iH»i)4el  P^rímerí  De^cub;,  MS.j 
dac^n^I  montón  que  tenia  de-  .    . 

r,  '  '      50 


566  CONQUISTA  DEL  PERÚ. 

era  un  hijo  segundo  de  Húáyna  Cápac  líamádo 
Manco,  hermano  legítimo  del  desdícliádo  Etuas- 
car;  pero  Pizarra  conocia  n>uy  poco  el  modo  dé 
pensar  de  atjuel  príncipe,  y  no  se  áetüvó  en  dar 
la  prefereacia  á  un  hermano  de  Atáhuáílpá  y 
presentarles  á  la  nobleza  iridia  para  qiíe  récofno- 
ciese  en  él  á  su  Inca  futuro.  Nada  sabemos  del  ca- 
rácter del  joven  Toparca,  quien  acaso  se  confor- 
mariá  sin  repugnancia  cbri  uhá  suerte  qué,  por 
humillante  que  pareciese  hasta  cierto  puftto,  era 
mas  elevada  de  lo  que  .'podría  haber  esperado, 
siguiendo  su  curso  tegular  los  acontecimientos; 
Se  observaron  hasta  donde  las  círcunsWñciáS  lo 
permitieron,  las  ceremonias  acosturnbradás  en 
la  coronación  de  un  príncipe  peruano;  el  con- 
quistador ciño  las  sienes  (leí  jcívenlníca  con  la 
b(yrla  imperiuli  y  en. seguida  reeibio  éh  jiiríitó^n- 
to  3e  sus  vasallos  indios.  Fué  ííien<¡!r  la  feís- 
tencia  áe  estos  á  prestarlo,  pórq'úte  'casi'tó'dds 
los  que  se  hallaban  en  el  cámpámeííto  jícirteiie- 
cian  al  pai:tldo  de  Quifío.  *  \    " 

Ya  solo  sé  pensó  eníóncés  ién^ílégar  étmtili 
antes  al  ,Cuzco,cíÍ5'cajfa  ciuá.^d  co^^^  \é 

tropas  las  descripcVoiiés  más  briírántés;  (fécftlsé 
qvievsu^  limpias  y  pateciQSf.reales  deslombraban 
coh  isl  brillo  del  oko  y  'plata  de  (pe  éstabím  <5o- 
biertps.  Con  la  iniíagmacioii  exaltadla  por  tales 
nbticiáá,  salieron  Piratro  y -sws  tconípaiícros  • 
priuci/nos  de  Setiembre  Úeín  eniííad  ífctlíití* 


LlttBíO  IUtrrH3A^iTVW>  VIH.  M7. 

tmiUu»ilug:ft<^lp<M^ai$iismpfe.iiieiiMN:^)de«pQr>bah^ 
9J4é^Xed^w4f^  'hf^fíí$Qím9^n  md8^estilaóaBiy<  san^ 

éi^CQsi  qfdAíetttosi  bomíbr|es,'  pn^ieüdqse  ealcm^ 
liy^  f  !la  jdai) JiáleÉíat  en  «erea»  ilie<  «ná  teroerai  pavtei 
XododMeinfMrei»díemQ  ilaiiilafeftaiUfea 
8Ífl9nKK.lb8iisoÚaáb».  éeRiipnro  pofqHe'espenw 
ban  aumentar  las  riquezas  que  ya  poseian,  y  loé 
die.íA^lliiBgrdtpoYqiia 'OOfotehanicón>qpei0n<lO'^u- 
tim^o  tMdríaa  en  :los  i  éeapkijos  flá  niisQM  i]f>arie 
q^^^'^jpismerM  CcMik|ilistadordi/'i  ^  Elij(¿iren 
IlkMyMf^yjjejo  gt^narbl  Ghallei^bkñainuMrcharaii 
tRi|[tbibiii en^qiis/  \MÍmé tcotv 4na  iranverdSKÍ  «¡onm-^ 
ti  vá  f  de  itasallo^  ^«  CBn  i  tanta  pomp»  i  y*  apnráto  có^ 
m^  siitedaTÓa  goísas^bde  una>  láu^oridád  e^cti^* 
vBii?»  Hasta  He^r- al  iCmi¿o^  <«nia  qü«  itíarehár 
la  tropp  «por (éi  eiimlnoTeaI''4^*Íói^  Incusa  qué  ibaf 
pó^tlas  omnbre»id0'lM'Clordfllem^/.  >  6tt  ahdttu^á: 
ed^aioasiiiMAnypveniáiniibfife^  áaiiq«ie'iS6gU4i>la'd«t4 
fte^dfiAecDeno  mladv^ertiatn'gU'iftoiíilraMióií'lndií 
oi;ipeifeos¡  Qbin[eÉo.i^i>Pftsabai^á't%¿¿s  per  vérlll^ 
Uanda)yih€nmosbs^fid0iiAerki  ^imtiyraléíbaí  pnéóp^ 
doaiQSlokfliosal'  ^fagttvo^d^irMi  veí^s  iba  'siguieiiH 

•*rf'í  »*>!!'•. »:ir^'>*t      'í    ''•J'!í:i'i-     ':.>.'.<'•:.■;'  '.•';*.' ü--'.  miíu 
4'  Los   "pnmeros  conquista-    Conq.,  BIS.— Naharri^.  RélafíoiÉ 

dores,"  según  G^éfltüo,  eráüi  aniñan} ^'M^-^l^^ov  dimcbo; 

respetados  ^  ^  ^ ^Wí^ífn  P?^)^??  « ^^'^-f^WWWiííffnv^  W-  J^^'í- 

qu^  vinieron   después,   aunque  400. 

onnjonito  ^tí^rtíí'iitíMiT^^'áe  6'    <^áto<}«»ekéaífaino"de^*a 

inferior  calidad  y  menos  ricos  traza  y  anchura' hecho  á  mano.'' 

qv»  los.segcmdofc -.  Coto. « Red.,  Relacíwi'del  -f^Vwér.'í'Ifescub., 

Parte  X,Jib.7,.t*|>.!d.           »     S  M^fl..                                        ^T 

5    Pedro  Pizarro,  Desciib.  y  V              ♦                               V 


lio  ol'cur^o  ife  mr ¿torréente'  4^ e'  l'odéti^á-  1h  bint^e 
careomidu  de  niguita  ro<i¿t,' donde  ajiéria»  po^ia 
asentarse  él  pié^^efriótriid,  mpínúó  ki^^iei*ra  era 
tanlescaEp¿da4«ic|  ya  páreeiá  imposiMe>  el  pasa^ 
mn«:adelanie;  eLcamino  :se«N^oniodalia<fMlfi3  dem* 
gnaldades^  natUraiés  ¡del t^ecrena  é  iimt ru^deando 
lais  altaras  qae  <noipcíáiaá  sattirié  etv  iitiea  ri^* 

ta*i  V      iJ.ii-J'U'l    íi  ;  'MJp    -i.V  :•    i    i*       í.'   'li.^i.     ,J'    V.    í      .   • 

;.Pearbíaunqpeltodo'«^rhlin'COti^tlraidó^lldní  ^lu-' 
oko  lioo^'^em  9¡h  einlfai>i^  uh^patto^ibíry  'difteil 
pavi  i  Ikil  cábhilearíiiM  Il^i»ia'it  abierl¿t'ié$ealíoii«^ 
effiriaá  riKiatañasí  f>oró  Ibi  Bl'oi»  de  la 'piedra  ^^^r-*^ 
t^n  \o^'  'Q9<9QetSjéilo3.cnUaU«»j  y-^apasac .desque 
1^  gififit^^ :  enchapa.  •  ptó .  a¿ i tior»a  y>  ka ;  Heraban 
dd.^ípíltA'qií  padpciaa  iriueborlof^  lainiríialíec^  tm. 
s^ip:  esfiierzqs  ;parn  a&sKn^sHr  lQ»){ií|e^«  \,  El  cami- 
no fi^/pqn^jtVaido  pnKagOTto.de  áipió  y  parrt  el 
%<jiK)  llfifti^,  yJ»iym<^janbe^ia  íde  afarga;  {irbpia 
pf^^9,  itr^vnsitarfM^i^i  ¿1^  imilla,  (fítiiie  jyi  ssó^aR  ¿muta 
dQ.  qqe  ;pp¡jirj  ^  ^4>toilQe6 1  r  «aveeian  rjas « onnentttreros 
^§Pi^íio]^^.  >.{^<Mi>u^ai:«ra«a'eas^ualrdad,«  la  Espa- 
ña, er^fil,  p«|i^4en}a6  iibvlaísvyrde  este  modo  «d 
píovej.ejront  uítty»  p«oaéo:oeü;,€Í  Pora  dH 'animal 
qne  parece  haber  sido  criado  espresanieiite.  p;ü' 
rjija^  dijSÍQÍles^píi^j0kí  dj^.  lasisierrasii    '■.•    .  ,: 

'TrtJpl^ii^abáiítaiTÍbiert  a  íftct^iiJo  con  otros' ob?- 
t.ái;^iÍ0Sj:.f?n,  |^^,C!iiirdab>so3..ioi;iiefifte«iiqite  sie«de»* 

7  í'Einiinchaa  parteif  vkiHÍo  I9:      . ^ . :  P«dro  l^aucfao;  RéL , .  n^ 
que  está  adelante,  parecíf  cosa  üiir'    Ramiisio,  tom.itfl  fbic  404.     •    * 
.  pos'fliblB poderío  pnsar/'Ibid.MS  /    -1     '>^'--    '  ->vh«<T     -i 


LIBltÓ  fie»— KíAPItÜLO  VMí.  '506 

(üi^'igábah^  cbtt  ímpetu-^  kié  iA¿nd(^^.  Pavu  atrá^- 
vesarlds  soto  tkibii!í:pnentes'  colgantes  do  bejd¿ 
eos,  <2uya  débil  maletia  se  fué  roffipWndo  á'pocó 
tiempo  con  el  tramitó  de*'  ki  taballéíía,'  y  '«\«e- 
darÍM  Uenoá  de  ag'éjeno^qné  hacían  mucho  mati 
p€fl¡gro80  el  ]xi8o¿  '  Bn  tiileí^  eásós  tuTÍerciti  por 
iiirejof']o»£$pa6ole8el  atraVessir  los rics  enból- 
gai),  y  Io8  eahallos  Iq6  pasah^li  a  i^ado,  itevándq* 
ío*>del'  dtostirov.*,  flor  todo- el  camino'  oncon'^ 
traron  fambod  i[{  ca^nrs'de  pisistilsparkiilojá^mi 
fo  de  los  correos  résílíJ.V  estáítílecrdós  á  distan- 
cias fijíVs;  y  almacenes  *de  gitanos  y 'otras  cOsas 
acopiadas '  én  las  ciudades  'iMricííiales^^pÜra  él 
/íonsuiuo  dé  lósí  ejércitos  indios.  •'t;óá''Í5s'¿íañó- 
les  cuiííatóH  dc'  aprovecharse  '  d!c '  'la  '  ¡irtidlírtté 
préx'ísión'dergobíifrnó  pérdano.         '     ^/.    ---^  > 

Desi^uc's  de  urláfii.^tidiosa  marcha  en  V'cjitó 
phso  por '  varios  piicliló^  y  cirtdádes  de  álguníi 
cdiisídétácíbnV  síeiido  las  principales  Gdáma'cHu- 
ehó  y  fedáhuco,-  dtó  vista  Pi¿arí*o  al  ridcí  Valle 
de  Jauja,  'iíuránfé  ta  matchá,  aíínqucí'hártó' 
fastidiosa,  no  pa«aroíi  muchdÉMrabájo.«Í  f  rféépto 
al  vencer  las  emudaft  crestas  de  las  cor^diHeras 
que  á  veces  se  les  atravesaban  e^  su  camino;  as- 
perezas  en  j^ue  se  ven  engastados  como  perlfis 
los  hermosos  valles  esparcidos  por  estas  regio- 
nes elevadas,  ,  Érf  los  pui^ríps  de  las  siéi-ras  les 
molesto  a  veces  el  fno,  p«es  qu<e<  {Mira  xamimir 

9    Ibid.,iib¡  mtj¡fr:i. — l^^lacion  del  Primer.  De?ci|l».,  MS. 


4ii^&  íijft.ligeííi,&qj^  Uflv#>{|»  c\w^igO  Qlsll^^e 
muy  n*e^«ri«t.y.  n¡.;>wji»»i^9WríMy0iúaivpr«yif^- 
t&%  jdj9  yü^^9"  Vr  t JiflDs  MÍfc^te?i:  Itftlajdo^ , )¿te  Jas 
jiaantajña».iP«Mtrs^]>ao:  pQ%  ©nitre:  la?  ,gi;íipWL€i  s^t 

y#^tídf]i3'  fm^  Á'  I»  li^mi :f^  acasto^l^iado»  il  m 
thtíiA)  ealierntei^padeeian  *  mucho  .nüfesk.'  [IWae« 
que:eHito9  £apaíi<rieé>.effci  jgbaLik^líesfaarzo.djd 
euetpo  y-tíl-éiA  ]es|)&ritUi:  Il>  qae  4toitt&clalica«f 

te  IfijnarcJja,  jj^.ajqiasr  de,i;pja  vf^^p  .^ 

r;^stJfQ  .de  ijljlqs  ^^  jas  aíjd,^^¿que|if{\^as^^y  pu.9ij- 

busca;  y 'solían  y^)r.^l^9.n^^  .gpr^tií^^ 

(i9^o jpuJ¡>^QÍlil;^p .,e^  .el^  },]QXÍ7¡f^nt^,,(^e jse 

^esy^^ecian .  tap  ^ Pfgíj  ;QC^ípQ.  ia|^::|^.sp^^,oíes jip 

W^íd^rf  HSrre»r¿)^*  ¡R^^m^^h ÍP,  .^«^ÍPPí:^."  H 
^q^x^pe.síí^^jr¿9^(li^^^  dei 

Los  Españoles  se  acercaron  al  no,  cuya  cor- 
nenie  aumentada  por  las  nieves  derretidas  es- 
tapa  entonces  muy  ancha,  aunque  no  profunda; 

19    ''La  notte  donmrono  tutti    ne  da^mangiare."  feóro  Sancho, 
iií'4úáfá-áti/iía¿í¿áWiaa^áip^^^ 

t«jaIci»«H:«opT!i<Urneaej,ne-pw:  ^Oi.n  íí'  ^--.r»*;  /  ii '»?^  »!•  '" 
hebber  sonuenimiento  di  legne 


Liíjílo  fu.-T-7C^.piTpLQ  Yin.  $71 

^^lp,^ei^  yel-pgaa,,  lYjpar^^^^^  nado, jpartp  ya- 
d^9.a^^o  lo  in^^c¡r..^i|i^. pudieron,  .paparon  ía  ori- 
llj^,Qpuesta._  p.p^^Qpnqer^^^^  í^ídips  por  e^- 

tí^  resaelta^^ipjteri^inaci^^^^^  t^ny^n  fvinda- 

Pí?f^J}f.^  .^??Wi§^i4ü  PÍ5?^?í^'pf-  :Mj^hh4^' 

b^.alas  áíps  fuffitivosi,  pero  el  caballo  y  su  ffine- 
te  Qran  mas  liff^ros  aún,  y  los  victoriosos  perse- 
fi^aidores  tomaron  sangrienta  venganza  .  del  ene- 
miffo,  por  haberse  atreyido  á  pensar  siquiera  en 
oponer  resistencia.    ,  ,       . 

Jauja  era  una  población  considerabre,  y  ya  an- 
t^s  hicimos  mención  de  ella  con  mptivo  de  ha- 
ber  espado  allí  Hernando  Pizarro.  Se  Jiallaba 
situada  en  un  frondoso  valle  fertilizado  por  mil 
aceauias  que  los  indastriosos  labradores  ,  indios 
sacaban^  deljrio  principal  que  corría  piansajrneíte 
por  entre  las  praderas?.     Habia  en. la  ciudad  va- 

*<'..l    >..}  'U.^.if::  'ti    r  .'    .i"v    -H  .•)■'•■'•!       •:•   ■   y,-.-  »•.;  •»•;     ' 

rips  ^spi^fjicjsos  e^^pips  (L?,..j)jiedra  tó^  url 

templo  (jue  Blpj3jnz.9\ci(5rta  fa^         tiempo,  de  los 

d^^  y  ,^e^si;.s  paisanos,,  destro^na^oíi  ni.viy.Cjii  breve 
á  las  divinidades  paganas,  y  colocaron  en  su  lu- 
gar las  sagr«da9^^tiniágenes  díd  la  ..Vírgenr  y  del 

Nífio-'íéstiis;^  7'"^  -•'■''  ••...:--'.-•   ^  ••■-••'•- 

Resolvió  Pizarro  ¿eteniers.e..fillí  algunos  días  y 


573  cóNQtnsT^A  biríV  f EKtl:  ' 

fundar  üiúi  colonia  eépííuola.^  Ccmsidei^bÁ  »scf 
aquella  (tria  pósícloií'miíy  vent;tjosa'pani  itiáñte- 
iVer  sujetos*  álóá  Ihdios  íle'la'^íerlra;  y  qiie  servi- 
cia al  mismo  tiempo  para  fiíclfttar  fas  conVunicsf- 
cíónéskíónia  costa.'    En  éí  entretanto  det¿rnií- 
ño  enviar  a  ^otocón  sése'ñíá'cátó'lltí^pafa  qutí 
¿e' adelantase  á  ¿s^rfórár  tasietóVé  fóéresé  rbpó- 
íiéi' Ids  puentes  qiíé  é\  éíiéiíílgólfi'aDÍa  destruidlo. '' 
Partió   desde  luego'  esté  diligente  capitán,  pe-* 
ro  tW>pezo  con  graves  obírtáéufóé  en" kü  máréhíi* 
Según   i«^'anz'at)á   er'án' rtias   ctáríts'y'  ínás 'fre- 
cuentes las\séñates  de  Vifémígós.'  'feícontnibít 
pueblos' queni'aíío^,  puentes  destruidos,  y   gilic- 
sas  rocas  y  arboles  esparcidos  por  el  caminó  pa* 
ra  estoÁar  el  paso  á  la 'cauáTÍería!     AÍ  'acercar- 
•  »e  á  Víl€ás,Tugár  importante  eii  Ófró  fieñipo,  pe- 
ro que 'hoy  ha 'desaparecido'  ya  dé)  *  mápá,  luvd 
en  un  desfíladeíó  un  reñido   eh'cüentiró  con  ló^ 
naturales,  el  qué'lc  costo  la  vida  de  dos  d  tres 
soldados.    *JLa  per Jidit  era* ^bíeií  coirtaí  "nias   por 
pequeña' que  fuese,  ía  sentían  vivjhnenté  los  Es- 
peinóles,  acoátunibrados  cbnió  ya  éstabíín  hacia 
taiitotienipoV  a  no'cn^óntfhr  resistencia.  *    ^ 
CaiTliimndó  sieiiipre  adelantc/'^iasü  et  cáj^ifátí 
r-   bspañol  el  rio  AbancaY,  f  l;f  caíídhlosá  '  cótrien- 

I  U  €altftdoJa  Ji«»úclRÍyfté^  ;riinA)iÁf9^.Mlfdrrefa^  HJst  txei 
^¡Diiento  de  l«i  ciudad  de  Xauxn,  neraJ,.  dec.  5,  líb.,  4^^  ffw.  10.^. 
M S. --Pedro  Pizarro,  Desciib.  y  Relación  del  Primer  Detcút.* 
CofiqÍ,.MS.-i-C«Ííq.   í'Pob.   ad'^'MS':  ^      i 


LIBRO  UI¿-frCAFITü(.0   VIU.  573 

te/del  ApwrÍBtoévy  al  llegar  ulii  §icrra  de  Vil- 
caccíngasupo  que  vina  -  rcunionr  considerable  de 
ImlifkSr  le  agttoifdaba 'en. las: peligróos  gargantas 
de  UM  montañas.  /  La  sierra  dUtaba  algnna^  ln" 
guas  del  Cuzco,  y  deseoso  el  comandante  de  pa- 
^nrrisnante^iqafe  ce^rrasie^la  noche,3e  naetio  eaellu 
íi)í<;(6»8^hlenid^mente  con  au  s .  .caballos  can  sa do& . 
Gtm^dof  le  vieroHí  y^  bien  internado  en  laá  pe- 
(kegeístusv VQFedúus;  vina  uube  de  guerrér^xs. ;  aniia^ 
dft«iiiií^<pfir«cifin  bíotíijr  de  cadaignita  y  do  ca- 
djii  matorral  de  )l9.siefnii  llenó  ei  aire  ;Coni  sus 
alj9xi4pa»de  gafsertii) !  y  eayó  do  «golp^^,  rtomo  uti 
tprjr^fíte,  die,'SUH^níiaiitana^9  sobre- ilo»  Españoles 
c|fii9áb9$>b^fiia4aDdo4as  pendientes  eóa  mucho  tra- 
bajo. Fué  el  ataqae/tanJinpQtuoso:que  ni  hom- 
brciD.  ni  Qfibalilas  pudieroa  resistirlo j  y  cayendo 
la^iipriinenta  fUa»  soliere/ las  que  veman  detras,  hi* 
cier9A.gen6Eai>eL  desbarato  y  la  consternación. 
Ea  vano. intentfi 'Soto  restablecer  el.  orden,  y 
cargar  si.  fuem  ppsilde  sobre  los  acometedores. 
Aquella 'pttbe  de  proyeelilesliaeiaperderel  tino 
yeLgobiecnd  á los. caballos,  y  los  desesperados 
indígenas  lesíagainráíban  por  las  piernaspara  impiCr 
dírles  que  oontítiuasen  soliendo  poiT  la  áspera  ve- 
redaí  >Copoció  entonces  Sotoque  era>  perdido  si  no 
lograba  ganar  Uña  mesetti  quese  deseuMa á  po^- 
ca^isctancia^...  AiliÍQíio  u  su  gente  con  el  ¡uitiguo 
gritode  guer!i:a,{jque  g^ieiupre  llegaba  al  corazón 
denlos  Españoles:  hinco  Ihs  espuelas  en  los  hija- 


574  .      GONQÜlStA  afil.'PBIrtJ^-  . 

res"  de  su  ñiti^db  coreefy  y  aytMhMkn  «Qá  kikcfí 
por  sus  solidados,  vompicí  por^iitt^laismdtediim^ 
bré  de  güetferos  ápüt^étidolosá^di'e'Stra  y  sintes^ 
Ira  faas^ta  que  ni  ñú  eotisigai¿  versé  en  Ift^  Ihcm* 

ra.     •.        •■  ^    ..       •'.-.;.     '•.')■,   i:^r  :: 

Allí  como  por.  túútno  coti'viemo,  «q  deitwnerc» 
ambas  partes  álguitosimomentoi^.  Por  «iiniedfo 
del  llano  eorria  xrnsrmyó  en.  el  cual  ahM^v^Mron 
los  Eispañoles'^as  cáb»Uos^'^  y  baihi'eiido^otoid^ 
aliento  líís  anim^losv  dio'  S*ld  bou  teídaisu  igen- 
te  una  carga  deseísptgáidaiiaieníeiiUgo;»  Los  in- 
trépidos Indigis  Yesi^tienm  el  aboque  lion^áiítte- 
za,  y  aun  era  dudoso  el  reimltiido  de(  eomhati^ 
eua)idó  las  sombras  de  la  nbobeésvolnetoii  y 
sepai-aron  á  los  combatientes!. ;    '{.  '>    5'-*    .  i, 

Losdosejéreito»  déj«trdn'ieiitaii«l¿B  el  onApo 
y  se  «itaaroniá  tiroide  Aecha  uno  dé  otm,  4e  )im* 
nera  que  en  (el  silenció  td^^la'«kobhé>se<ipodi«m 
ia  Y9zde  Ibs  soldado)^  jde  Qili[ibas><e»lii})ameiitM* 
Peroíse  peosaba'ebi'elUis  de  muy  direrse  modo. 
Los  Indios. UeBÓs  íde  Tégocijo '  x^ob  'bw ipwé&gCjF^ 
triunfo,  agutt'rdabbn  muyMSEfiadbs  bftmfldaBa'sw 
guieute  par^  iCoixi[ldie!ta«le;  •  «fSvtre^^lojGt  £8^fto^ 
lee  por  lo  odntoqnov  ^^á  pmpovcobiiado^^dtsa*^ 
liento.'  No  ; esperabaii'  <dncofftmr •  semejanKeé»^ 
pirita  de  reisi^iencra  euf un  enemigó'  baista^entcm* 
ees  tau  sumiso^  Hahian  per4iiaM  vapiós'eémp»' 
ñerosvy  una  die  ellos <babía  9«cUeiifil»do;al>golpc 

IS     Pedro   Sancho,  Reí.,  ai».  Ramusio,  tom.  III.  Ál  405. 


IJBRO   til.^CAPltütO  TflI.  5tS 

de  ütiaUiídliíi  pféi'náha  'quie  le  llfenflió  lá'-^elb^za 
liaéta  la  barlíaj  Ib  que'  fiaba  claró  ítidíeio  defl  po- 
der del  íifriia,'y  dé  la  róbiistéví  del  btózo  qdé  th 
hi'átiéjábk.?  También  'halriá'hmiw^rtb'Vilri^s  cíi- 
balídé,  caVá  piértlMíi  era'  déiilid^  c^ú  ál  par  de 
la  afe  uh  girféte,  *p5r?á  dificultad  5^'er^ciddsi  eos- 
Ios  Aé  cbhaáéíífós  á  teñtd  ttistatlfetó;  *  Apfeli'afe 
q'Érédtí  caballo  lil  ^6Mádd  qué  nd  ssUJ^Se  herida, 
yltíé  Iridios  íamigó^  sáKfelroñ^^tódátiá  pédi- libía- 

áó^j'  ■■■.■■■■■>'  '^^  ••••••  •^  •    ••   . 

•  A'jüz^r  por'lÁ  olísllíiriácíbh  áéVái^qxxe  y  poi-í 
tíeño  orden  qtíé  ^¿  giiH^dó  éñ  él,  eta  de  'éreeráe 
qate  le  líabia  dírié^idó'ál^íííi '  ^éfe  es^érirnentÁdo 
en  la  milicia,  iácáidó  él  géfíéírar  íhülo  Qtíiiqúiz,' 
qítiién  ^  d^ciá  ^üfdábsi  fiééóVnen'do  fedn  i¿ia  fuer- 
aá  cónBÍdei^áíble  Krs  rfWétf édorfes  áeliJazto. 
•  Bien  qtfe  iw  leMtás'eñ *á* ^oto  j ustós  ttiótivo» 
'de  télnb'r  pái^á'eí  dia  líl^iéíite,  trattí,  como  hom-^ 
íwede  'Víílor,  iie  ittíuwiir  ánimo  ^á  sus  tropas. 
3ijé\é^qwé  d  ká(:biá^>dei'n)tifidoai  énen^igocuah'- 
dó  »tíd 'e^baílld^  é^átalyañ'fa^ádt^  <ytM\  aj^olán 
das  g^'s^tdpj^s  ¥aef2;a^,  ^«á^oídeho;  mías  fáoil 
el'  sáiir'^thtGTrsr  i  victotíb^ps,  caandb  nfno&  y  oíbros 
M^hftbián«y<^bbhiÜor  >uon  ima  ínofchb  'de^  reposd; 
tíifeótó'étttMhdólfe's MálWlsriiO  tíéWjid  Mqiü^  p^íe- 
»eri  ^tí  cdáflUtízaén  d'T^dojM^]^^  liumía 
abandonaría  á  sus  siervos  fieles  en  la  necesidad." 
£1  rétoltftéofjustifícd  :rla  cofifianza  d«  Soto  len 
este  oportuno  auxilio  .  ^         . 

13    Ibid.,  loe.  ciu 


576  C0NQÜÍ81M  DEL  PERÚ. 

Dciraute^su  ma relia  había  Qnvúulo  de  cuan- 
do éri  (iiiaiido  a  Pizarro^  noticia;5  del  estado  ame-, 
uazantc  de  la  tierra,  hasta  qne.al  eaba  este  ge-, 
fe  jhubo  de  -alarmarse  seriamente  y  comeiizp 
á  temer  que  su  oficial  tuviere  qae  .sucumbir  u 
un  enemigo  tnu  superioa?  en  .nuiacco.í.  tlizQ.sa^ 
lir  por  lo  tanto  áAlmíigro  con  qa$i  todos^loe;  ca* 
bellos  que  rcíjtuban,  para  que  fu^ise  a  soeor^-crle^ 
sin  darle  ninguna  infantería  á  fin  de  qnQ  mar-« 
chase  mas  á  la  ligera.  Este  activo  capitán,  agui- 
joneado por  las  nuevas  q^ic  ibajr.ecibiendo  por 
el  camino,  hacia  marchas  forxa4as  y  tuvajla 
fortuna  de  llegar  al  {>ié  tde  Ja  -siprra  de.Vilca^ 
conga  la  misma  noche  de  1;\  í^cc'qn*  .  ...    . 

.  Sabedor  del  encuentro  ocurrido,  siguió  ade* 
lante  sin  detenerse,-  aunque,  »g?5.  caballos  esta^ 
ban  rendidos  de  tanto  cami^aiv  La  noche  era 
sumamente  oscura,:. y  teme uóSoíAlwAgro  de  ár 
á  tro|>ezar  con  el  cainp0.:«f)einigpi  y  doáeoso 
ademas  de  uoticiar  á  Sotcque  ya  le  tenia  cerca, 
hi20  tocar  Jas  trompetas,  hasta  qué  corriendo 
su  sonido  por  los  desfiladeros  de  las  montafias 
sacó  del  suefio  ,á  sus  compatriotas,  para  cuyos  oi- . 
dosfué  aquella  la  música  mas  ddiciQsa.  .Coi^tes- 
tátonle  al  punto  con  sus  clarines^yea breve  tu- 
yiej.Qíi  ^1  gusto  de  abrazar ;  á  s^is  libertadores,  '^ 


:  14    Pedjfo  PÍzarro,  Descmb.  y  C^^üq.»  ^S.^Hei^ara,'  Iftót,  Ge- 
neral, dec>  5^  lib.  5,  <^p.  3,  ,  . . 


ÚBRO  III.— ^CAPITULO  VIII.  577 

Ifa  cualquiera  podrá  figurarse  dual  seria  el 
desaliento  de  los  soldados  peruanos,  cuando  á  la 
primera  luz  de  la  mañana  vieron  reforzadas  de 
aquel  níodo  las  filas  délos  Españoles.  Era  inútil 
el  pelear  contra. un  enemigo  á  quien  el  combatir 
daba  nuevas  fÜferzas,  y  que  parecia  multiplicar  su 
numero  á  su  antojo.  Así  fué  que  ya  no  quisieron 
renovar  el  combate,  sino  que  aprovechándose  de 
aiía  espesa  neblina  que  cubría  las  laderas  de  los 
cerros,  abandonaron  el  campo  y  dejaron  abiertos 
los  pasos  á  los  conqutstadoi'es.  Los  dos  oficiales 
continuaron  eiítonccs  su  iríarcha,  hasta  que  sa- 
caron sus  tropas  dfe  la  sierra,  y  habiendo  elegi- 
do una  posición  segura  resolvieron  aguardar  allí 
la  llegada  de  Pizarro.  ^^ 

El  general  en  gefe  permanecia  en  el  entretan- 
to en  Jauja,  adonde  fueron  á  inquietarle  las  mas 
desfavorable»  nuevas  del  estado  del  pais.  Has- 
ta allí  todo  lo  habia  conseguido  casi  sin  apelar 
á  las  armasy  y  por  lo  mismo  la  resistencia  de  los 
indios  le  cogia  tan  de  sorpresa  como  á  sus  ofi- 
ciales. Según  parece  no  comprendía  que  el  ca- 
rácter mas  bland(»,-  puede  cansarse  al  fin  de  la 
opresión,  y  que  si  alguna  cosa  podia  sacar  u  los 
indígenas  de  su  natural  apatía,  era  el  ver  ajusti- 

15  Refieren  con  mas  ó  me-  MS., — ^Relación  del  Primer.  Dei- 
nos  prolijidad  el  encuentro  de  cab.,  MS.,~^Pedro  Fizarro,  Des- 
Soto  con  los  Indios,  Pedro  San-  cub.  y  Conq.,  MS.,— todoa  ell^s 
cho,  Reí.,  ap.  Ramusio.,  tom.  III.  individuos  pertenecientes  al  ej6r- 
fol.  405,— Conq.  i  Pob.  del  Piru,  cito. 

T.  51 


678  CONQUISTA  DEL  PERÚ. 

ciar  como  un  malhechor  al  Inca,  á  quien  todos 
miraban  con  tan  profanda  veneración. 

Recibió,  pues,  con  mucho  placer  las  noticias 
que  le  trajeron  de  la* retirada  dé  los  Peruanos; 
mando  decir  una  hiisa  y  que  se  ofreciesen  so- 
lemnes acciones  de  gracias  alciek),  **por  haber- 
se mostrado  tan  propicio  á  los  cristianos  en  es- 
ta grande  empresa,"  Él  Español  fué  siempre 
un  cruzíido.  Era  en  el  siglo  XVI  lo  que  Corazón 
de  León  y  sus  bravos  caballeros  fueron  en  el  XII, 
pero  con  e^ta  diferencia:  el  caballeiro  de  aquellos 
remotos  tiempos  combatia  por  la  cruz  y  por  la  glo- 
ria, mientras  que  el  oro  y  la  Cruz  eran  el  santo  y 
seña  de  los  Españoles.  £1  espíritu  mercan tií  ha- 
bla ajado  algo  eL  espíritu 'caballeresco;  pero  el 
fuego  del  entusrasíhó  féligiósd,  árdííi  tan  vivo 
bajo  el  sayo  acolchado  del  conquistador  de  Amé- 
rica, coího  bajo  la  armadura  de  lacero  del  solda- 
do de  la  Palestina,  -        '' 

Sospechábase  y  con  fundamento  que  alguna 
persona  de  autoridad  h^lbiá  organizado,  o  á  lo 
menos  fomentado  aquélla  resistencia  de  los  in- 
dígenas, y  las  sospechas  decayeron  en  el  cautivo 
Challcuchima,  á  quien  acusaban  de  mantener 
una  coxrespondeEcia. secreta  con  suední^erado 
Quizquiz.  Pizarro  se  presente)  al  Indio,  y  acu- 
sándole de  autor  de  la  conspiración,  le  echp  en 
cara,  como-autes  habia  h^ió  con  su  rey,  la  in- 
gratitud conque  Imhia  pag^do^el  generoso  trato 


LIBRO  III.— CAPITULO  \llfi  579 

recibido   de  los  Españoles.    Concluyo  su  coa- 

'  versación  notificándole,  que  si  no  hada  que  los 

Peraaii^os  depusiesen  las  armas  y  se.  sonietiesen 

•  ^l  punto,  le  haría  quemar  vivo  tafi  Itiego  eomo 

llegase  á  los  cuarteles  de  Almagro*  ^®  ' 

El  capitán  indio  escucho  esta  terrible  ánoená- 
za  con  la  mayor  serenidad.  Negd  haber  tenidcr 
corres[K>ndencia  alguna  con  sus  paisanos,  y  aña* 
dio  que  preso  como  se  hallaba,  no  tenia  poder 
para  reducirles  á  s\imision.  GalM  entonces  obs* 
tinadamente, y  Pizarro nollevd adelante  el iásun- 
to.  ^^  Hizo,  sin  embargo,  doblar  lu  guardia  del 
preso  y  le  echo  cadenas.  Era  aquello  muy  mal 
indicio,  y  así  se  anuncid  ,también  la  muelrte  de 
Atahuallpa« 

Antes  de  salir  de  Jauja  tuvieron  los  Españo- 
les la  desgracia  de  que  muriese  su  hechura,  el 
~  joven  Inca  Toparca^  Las  sospechas  recayeron 
según  costumbre  sobre  Challeuchima,  á  qui^i  ya 
habian  dado  los  Españoles  en  cargar  todos  los 
pecados  de  su  nación.  ^^  Fué  aquel  un  contra*' 
tiempo  para  Pizarro,  porque  contaba  obrar  en 

16  Pedro  Pizarrot  Descub.  y  muy  distantes'  de  estar  conven* 
Conq  ,  MS.— Pedro  Sancha,  cidas-del  delito  de  Challcuchhna. 
Reí.,  ap.  Ramnsio,  tom.  IIL  fo!.  «'Publico  fue,  aunque  dello  no 
406.  ubo  averiguación  ni  certenidad, 

17  Ibid.,  ubi  aupra.  que  el  capitán  ChaJiconiman  le 

18  A  juzgar  por  el  lenguage  abía  dado  ierbas  o  a  beber  con 
de  la  carta  diiíjlda  al  Eiüpérador  que  murió."  Carta  de  la  Jfust. 
por  la  mumcipalid&d  de  Jauja,  y  Reg.  de  Xanxa,  MS. 

las   tropas  mismas  se    hallábfin 


580  '    CONQUISTA  DEL  I^ERU. 

lo  sucesivo  á  la  sombra  de  esta  irrisoria  mages* 
tad.  1» 

Parecióle,  mas  prudente  al  general  no  espo- 
nersi^  á  perder  sus  tesoros  llevándolos  consigo^ 
y  por  lo  mismo  los  dejo  en  Jauja  al  cuidado  de 
unos  cuarenta  soldados,  que  allí  quedaron  de 
guarnición;  Ningún  suceso  de  importancia  ocur- 
rió en  el  ^unino,  y  Imbiéndose  junt;ado  Pizarro 
con  Almagro,  ambas  fü&rzi%s^  reunidas  entraron 
á  poco  en  el  valle  de  Xaquixaguana,  á  cinc»  le- 
guas del  Cuzco^  Era  e^e  uno  de  aqtiell^»  sitios 
amenos  ocultos  en  el  con^zon  de  los  A^ndes,  cu- 
ya hermosura  parece  mayor  poor  el  cpn,ttáste  que 
forman  can  le  áspero  y  agreste  del  terreno  q«ie 
los  circunda. .  Por  medio  del  valle  atravesaba^ 
un  rio,  que  facilitaba  él  riegb  de  la  tierra  y  la 
ifianteaiá  otÉbierta  de  perpetua  verdura;  y  la  rica 
y  floreciente  vegetaban  a  pareeia;  cúmo  ün  jar- 
din  cultivado' con  esmero.  LaJbelIeza  de  aqtiel 
sitio  y  su  deliciosa  freseuTa,  le  haeian  muy  pro- 
pio para  habitación '  de  los  Bobles  peruanos,  y 
Iss  faldas  de  los  cenros  se  veid»  eubiertas  de 

19  Según  Velasco,  Toparca,  gado  á  defeft<L«r  á  Aiahttallpa  y 
á  quien  él  da  otro  nombren,  ax-  á  su  familia  «bar  tanto  ardor  co- 
rancó  de  sus  sienes  con  despe-  nHi^si  se  lo  Mibiesen  encargado 
cho  la  diadema  que  le  diera  Pi-  espresamente.  Sus  autoridad^, 
zarro^y  murió  t^e  pesaduiiibre  á  .  cuando  se  difua  apuntar  algunas, 
las  pocas  semanas.  (Hist.deCUü-  es  tan  raro  que  le  saquen  airofo 
to,  tom.  I.  p.  377. )  Este  escritor .  de  sus  empeitoSi  que  es-  «ariea^« 
que  era  un  jesuíta  xlé  Ctuito,  pa-  do  el  fiarse  de  sus  diehos. 
rece  cómo  qtte  se  considera  obli- 


LIBRO   UíJ^—CÁ^ÍTVhO  vuí;  '  581 

casas  de  campo  que  les  servían  para  ir  á  pasar 
en  ellas  los  ardores  del^  verano.^  Una  ciénega 
de  alguna  estension^  foj^mada  en  el  centro  dd  vía- 
lie  por  ios  frecuentes  desbordes  de  las  aguas^ 
desfiguraba  en  algosa  hermosura;  pero  loa  ar- 
quitectos indios  se  dieron^  maña  para  construii:^ 
una  so'lida  calzada  revestida  de  gruesas  piedras, 
que  atravesando  por  en  medio  deL  pantano,  iba- 
á  reunirse  con  el  camino  reah  ^ 

Piza^ro  se  dcrtuvo  en  este  valle  algunos  días, 
durante  los  cuales  se  mantavieroní  sus  tropas  á 
costa  de  los  bien  provistos  almacenes  de  los  In-- 
cas.  Su  prfraer  paso  fué  formar  proceso  á  CflialU 
euchimat  si  puede  decirse  qu.el^ubo  proceso  don- 
de la  sentencia  iba  por  decirlo  así,  inclusa  en 
la  acusasion.  No  pos  dicen  qué  pruebas  se  pre-^ 
sentaron;  pero  sí  que  fueron  bastantes.paraconi-  - 
vencer  á  los  oficiales  españoleare  q^ue. el  capi- 
tán indio  era  deüncuente.  Tampoco  es  dé  todái 
punto  increible  que  Challcacsbima  finteo  tase  se*- 
cretan>eiite  una  insurrección,  del  pueblo,  «uyo 
resultado  debía  ser  lá  libertada  de  sa  patria  y  la 
suya  propia.  Fué  condexiaido  á  -ser  quemado  allL 
mismo.  * 'Pareció  á  algunos  cosa,  fuerte,"  dice. 
Herrera;  "perolosxjíte  signen  laa  ra»;íones  de  e&- 

20    "Auia  en  este  valle  muy  zes."    Cieza  de  Leou,  Crónica, 

snmptuosos    aposentos    y   ricos  cap,  91.        ,  ^ 
adonde  los  señores  del  Cti'^cq  s&-        Í¿1'    Ibid,,  ubi  sup^Q^ 
lian  á  tomar  sus  pla^er^é  y  ¿ola- 


582  •CQNQÜISl'A  DEL  PiSaü. 

tador  á  todo  ciernia  ioá  ojos."  ^  No  se  echa  de 
ver  á  primera  vista  porqué  preferian  dar  los  Esr 
pañoles  á  sus  víctimaseste  cruel  género  de  muer- 
te; tal  vez  seria  porque  los  Indios  erau  infieles^ 
y  desde  lo  antiguo  se  consideraba  el  fuego  co- 
mo el  castigo  propio  del  infiel}  para  simbolizar 
las  llamas  inextinguibles  que  le  aguardaban  eu 
las  habitaciones  de  los  condenados. 

El  P.  Val  verde  acompaño  al  gefe  peruaao.  has- 
ta el  lugar  de  la  ejecución.  Según  se  vé,  siem- 
pre »e  hallaba  presejité  ¿n;est6  momenlb  térri-'. 
ble,  ansioso  de  aprovecharlo,  .si  era  posible,  pa- 
ra conseguir  la  ^joñversion  de  la  víctima.  Pintó- 
le cónlos  mas  negros  oólorej» 'el  harcibl&d;^stiaa. 
del  infiel,  que  solo  podia  go^ár  de  las  inefables 
glorias  del  paraíso,  regenerándose  en  las  aguas 
del  bautismo.  ^  Según  parece  no  le  ofrecití  nin- 
guna connmtacion  del  castigo  de  este  mundo. 
Pero,  sus  arguín.entos  se  estrellaron  en  su  cora- 
zón endurecido,  y  el  Indio  le  respondió  friatpen- 
te,  **que  no  comprendía  la  religión  de  lo&bian* . 
COS."  ^  Puede,  pjerdónérsele  que  no  compren- 
diera las  bellezas^  de  una  religión  que  al  parecer 
había  producido  para  él  frutos  jan  amargos. 
Mostró  en  medio  de  sus  tormentos  la  fortaleza 
oaracterístíca  del  Indio  americano,  cuyo  sufiri- 

22  Hist  General; dec;  5,;lib.    Ramufio,  tom ,   UI.  fol,  ,406. 
6,  cap^  3.  '      ,  24  '  Ibid;,  1q¿.  eit 

23  Pcdrp  S3nchi>,  Reí.,  ap.  ... 


LiBKO    lll.— CAPITULO   VIlI..  58*' 

miento  triunfa  siempre  de  la  3aña  de  sus  enemi- 
gos, y  exhaló  el  ultimo' aliento  invoeandó  el  nom^ 
bre  de  Pachacamac.  Sus  propios  paisanos'tra- 
jeron  la  leña  para  encender  la  hoguera  en  que 
fué  consumido.  ^* 

Poco  después  de  este  trágico  suceso,  sorpren- 
dió á  Pizarro  la  visita  dé  un  noble  peruano^  que 
llegó  con  grande  pompa  seguido  de  una  nume- 
rosa y  lucida  comitiva.    Era  el  joven  príncipe 

•  Manco^  hermano  del  desgraciado  Huáscar,  y 
heredero  legítimo  de  la'  corona.  Puesto  ea  pre- 
sencia del  gefe  Español,  le  declaró  sus  pfeteur 

-  siones  ^I  trono,  y  pidió  la  ayuda  de  I03  es^tran*^ 
geros.  Dícese  que  habia  pensado  resistirles 
|)or  la  fueraa,  y  aun  había  favorecido  los  ata- 
ques (Jue  recibieron  en  el  caiñino;  pferó  qué  mi- 
rando ser  inútil  la  resistencia,  habia  adoptado 

;  esta  prudente  medida  con  gran  disgusto  de  lsu8 
nobles,  quienes  tenian  mas  resolución  que  éL 
Sea  como  fuere,  Pizarro  escuchó  áu  demanda 
con  particular  placer,  porque  descubría  en  él 
un  nuevo  vastago   del  tronco  real,  que  le  sería 

'  mas  ütil  para  conseguir  sus  fines,  que  cualqi^ie- 
ra  otro  de  la  familia  de  Quito,  la  cual  fagrada- 
ba  muy  poco  á  los  Peruanos.  Recibió  por  lo 
mismo  al  joven  con  grande  afccto,.y  po  se  detu- 

35    Ibid.i  lock  cit^>Pedro  Pi^    dor  está  tan  ea^opeaido  en  e&td 

zarro,  Descub.  y  Conq.,  MS.         lugar,  que  mucjiíi  parte  de^u-nar- 

El  manuscrito  de!  conquista-    raciott  est  i  borrada  enltjf  amen  te. 


584  CONayiSTA  DEL  PERÚ. 

Vo  en  asegurarle,  que  so  señor,  el  monarca  de 
Castilla,  le  bábia  enviado  espresameiite  á  aque- 
Ha  tierra  para  vindieíir  los  derechos  de  Huás- 
car á  la  corona,  y  castigar  la  usurpación  de  su 
rival.  ^ 

Continuo  Pisíarro  su  marcha  llevando  cansiga 
al  príncipe  Indio.  Detúvole  algunas  boras  una 
partida  de  indígenas  que  le  aguardaba  en  la  ve- 
cina sierra.  Siguióse  un  reñido  encuentro,  en 
qufr  los  Indios  mostraron  grande  valor,  y  oca- 
eionaron  una  ligera  pérfida  a  los  Españoles; 
pero  «stos  al  fin  los  rechazaron  y  se  abrieroi^ 
paso  por  el  desfiladero,  sin  que  el  enemigóse 
atreviese  á  seguirlos  en  el  llano. 

Llegaba  ya  la  noche  cuando  los  Conquista- 
dores dieron  vista  al  Cuzco.  ^  El  Sol  ponien- 
te iluminaba  con  sus  últimos  rayos  la  ciudad 
imperial,  doqde  habia  tantos  altares  destinados 
á.  su  culto.  Las  filas  de  edificios  bajos,  que 
aquella  pálida,  luz  hacia  aparecer  eqmo  de  pla- 
ta,.llenab.an  el  fondo  del  valle  y  las  faldas  de  las 
montañas,  cuyas  confusas  formas  asomaban  os- 
curas por  sobre  la  hermosa  ciudad^  como  para 
defenderla  de  la  profanación. que  le  amenazaba. 
Eca  ya  tan  tarde  que  Pizarro  resolvió  diferir  su 
entrada  hasta  la  mañana  siguiente» 

26    Pedro  Saiicbo,  Reí.,  ap.  27    ^' Y  dos  boras  antes  qne  el 

Rikáiusio,  tom.   III.  fo!.  406. —  sol  «e  pusiese,  IIe;§;aron  á  vista  de 

Pedro  Pizarro,  Déicub/y  Conq/,  Ja  ciudad  del  Cuzco."    Relacio  n 

3ÍS.  del  P)rimer.  Descub.,  MS. 


.LIBRO  UÍ.-^CAPITÜLO  VIII. 

Aquella  noche  se  "glKirdó  en  el  Gamf»»men1ia 
la  mayor  vigilancia»  y  loe  soldador  durtriiepórf. 
con  sus  a^nnais»  Pfero  se  pasó- sin  ntoguna^  mo- 
lestia por  parte  áxA  enemíigo,  y  nraV  tcmprailo» 
al  dia  siguient^^  que  era  el  15'  éé  PfovieiAbí?^ 
de  1533,  se  preparó  Fiaarro  «verificar su  eiK 
tr^a  en  lá  capital  del  Felrui  ^ 

Dividio^se  el  petjueño  ejército  en?  feefei^  fi*o?o«,^ 
ireservándose  él  general  para»  sí'  el  mando  ddk 
centro,  llamado  "la  batalW  Llenaba  lo^  subiu*- 
bios  una  inmenisa  mdltitiid  de  indigeaiáis»  qa«í 
habian  ácudido'de  la  éiaidády  de  lo»  akedo-^^ 
res  á  iH*eséndiar  aqtDel  espectáculo  piomiioso,  y^ 
tan  estrado  para- elio^.  Tcíd6#  fijabah'  lor  ojo^ 
ei^  los^  estrangerds  con  ansiosa;  eul'to^dad)  por- 
que la  fama  dé  su*  inereibles  hechos^  h{Él^a>  ai- 
canzado  hasta  los^  confines  mab  rerootoí' del  hn*^ 
perio»  Miral^n  con  asombro  m&  i^eludiesies* 
armaduras  y  sufirrostros  blances^'  que  pareciaií» 
acreditarles  de  verdadero»  Hija»'  del  Sk)l,  y  es^* 
cuchaban  con  cierto  temer  iníéefinibie  el  9onoro> 
sonido  de  Jas- trompeta»^  que  se  difundia  per 
la&calle^  déla  ciud)S^;  y  el  ruido  de  las  písadsm* 
de  los  caballos,  que  hacián  estréüiecer  el  piso 
apesar  de  su  solidez. 

El  general  español  se  encamino   en  -  derechu^' 

23 '  Los  cronistas  no  están  d« '  las  se^ida»  eñ  el  testos  la  teik- 
airuerd^  en  la  fecha.  No  puede  cion  de  Pedix)  Ssnéhú  y  la  cáflá 
h<lbdr  mejores  autoridades  qtié'    del  ájrolítámien^Mé  J4iiija, 


586  CONQUISTA  DEt  PÉRÜ. 

ra  á  la  plaza  principal.  Estaba  rodeada  de  edi- 
ficios bajos,  y'entre  ellos  había  varios  palacios  de 
os  Incas.   Uno  de  ellos,  coifstruído  por  Hnayna 

•  ^Capac,  estaba  coronado  de  uiía  torre,  y  ocupa- 
ban la  parte  baja  uno  o  mas 'inmensos  salonea, 
como  los  que  yá  describifnos  en  Caxamalca,  y 
allí  celebraban  sus  fiestas  los  nobles  'peruanos, 
cuai^do  el  tiempo  era  desapacible.  Tales  edi- 
ficios proporcionaban  cómodo  alojamiento  para 
las  tropas,  aunque  durante  las  primeraa  sema- 
nas viyierQii  éñ  1¿  plaza  bajo  de  sus  .tiendas, 
con  «US  caballos  ensillados,  y  prontos  á  conte- 
ner Cualquier  moviniiento  de  Jos  habitantes.  ^^ 
Aunque  la  capitalde  los  Incas  ño  igualaba  al 
iamoso  El  Dorada  que  né  hablan  figurado  en 
sus  crédulas  fantasías,  asombro  á  los  Españoles* 
por  la  hermosuira  de  sus  edificios,  lo  largo  y  re- 
gular de  sus  cáUes,  y  el  buen  orden  y  apariencia 
de  bienestar  y  aun  lujo,  que  se  notaba  en  su  nu- 
merosa población.  La  ciudad  dejaba  muy  atrás 
á  cuantas  hasta  entonces  habían  visto  en  el  Nue- 

.  vo  Mundo.  Su  poblacipq^fué  calculaba  pot  uno 
de  los  Conquistadores  en  doscientos  mil  habtian- 
tes,  y  en  igual  numero  lá  de  los  suburbios.  ^    No 

29    Pedroí  Sancho,  Reí.,  ap.  des  edificios  i  comarcas,  quando 

.  Ramusio,  tom.  III.  fol.  .407.—  los  Españoles  entraron  la  prime- 

■Garcilaso,  Com.  Real.,  Parte  1,  ra  vez*en  ella  havia  gran  canti- 

lib.  7,  cap.   10.— Relación  del  dad  de, gente,  seria  pueblo  de 

Primer.  Descub.,  MS.  .  mas  ^e  40  mili  véciñbs^solamen- ' 

.30    .  '*  ISsta  eyidad  era  muy .  te  toque  tomaba  la  ciudad,  que 

grande  i  muí  populosa  de  gran-  arravales  i  emnarca  en  derredor 


UJBKO  111. CAPITULO  VIH.  578 

he  hallado  ningún  otro  escritor  que  confirme  esr- 
te  cálculo.  *  Pero  por  mas  exagerado  que  se  le 
suponga,  no  hay  duda  (|ue  el  Cuzco  era  la  metro- 
ppli  de  un  grande  imperio,  refeidencia  de  la  cor- 
te y  déla  primera  nobleza:  allí  acudían  los  ar- 
tífices mas  diestros  y  los  "obrííros  de .  todas  cla- 
ses, á  cuyo  talento  daba  ocupación  la  casa  real; 
habia  ademas  en  la  ciudad  una  numerosa  guar^ 
nicioñ,  y  finalmente  en  ella  se  reunían  todos  los 
emigrados  de  las  provincias  mas  distantes.  Co- 
nocíase desde  luego  el  lugar  á  (¿ae /perleñéeiá 
cada  individuo  de  esta  heterogénea  población, 
por  su  vestido  particular,,  y  principíilmente  por 
el  adorno  de  la  cabeza,  que  con  sus  variados 
colores   prodttciívttn  efecto  pintoresco- ¡en  los 

•  grupos  y  reuniones  de  las  calles.  El  orden  y 
decencia  qu^  reinaba  en  esta  numerosa  reunión 
de  gentes  tan  diversas,  probaba  la  escelente 
polícia  de  la  capital;  y  el  úniéo  juido .  que  tur- 
baba el  reposo  de  los  Españoles,  era  el  bulli- 
cio de  los.  festines  y  danzas,  que  con.  dichosa 

del  Cuzéo  á  10  ó  12  leg[u£is  creo  cuatro  mil  casab,  al  tiempo  de  la 
yo  que  havia  doscientos  mil  In-  ocupación,  y  *eñ  los  suburbios 
dios  porqué  esto  era  lo  jmas  po-  .die2  y  nueve  ó  veinte  mil.  (Car- 
blado  de  todos  estos  reinos."  ta  al  Emperador,  MS.,20deMar- 
(Conq.  i  Pob.  del  Piru,  M8.)  Se  zo  de  1539.)  Puede  ser  que  so- 
cálenla que  un  pecinOf  representa  lo  incluyese  en  su  cálculo  los  edí- 
comünménte  cinco  habitantes-j—  ficios  principales,  y  no  creyó  qu» 

*  Mas  el  P:  y  alverdé,  en  una  car-  merecían  mencionarse  las  chozas- 
ta  eecñta  algunos  anos  después,  de  adobe  que.  cotnponian  la  ma- 
.feold  caleiiía  en  la  ritjdíKl  tres  .6  yor  parte  de  u.naemdad  peniaOA. 


fi^  COÑQUIíStA  DEL  PÉRüV 

indiferencia,  prolongaban  los  indígenas  h^éU 
uña  hora  muy  avanzada  de  la  ñoclie.  '^ 

iios  edificios  principales,  y  habia  niuchos;  eran 
iodos  4e  piedra,  ó  á  lo  nrfenos  la  parte  estérior.^ 
Entre  los  mías  notables  se  contaban  los  palaciósr 
reales,  (porqtíe  cada  soberano  construia  para  sí 
tino  nuevo,)  y  áüriíjije  de  poca  áltuira  cogian  una 
grande  estensiotí  de  terreno,     ^üs  pcfedes  esta- 
ban á  veces  pintadas  o  teñidas  de   colores  muy 
vivos,  y  nos  dicen  que  \íís  portadas   soliaa  ser 
también  de  nmi-riiol  de  colores^  33      «*Lá  cantería 
de  ésta  ciudad,-*'  dice  otro   Conquistador,  "hace 
gran  ventaja  á  la  de  España,  aunque  carecen  de 
teja,  que  todas  las  casas,  si  no  es  ]a  fortaleza 
que' ei^a  hecha  de  a!¿oteas,' son  cubiertas  de  pa^ 
jti,  aunque' tan  primamente  puesta  que  parece^ 
bien."  ^*    El  hermoso  clima  del  Cuxco  no  exigía 
materiales  muy  solidos  para  defenderse  de  la? 
injurias  del  tiempo. 

3Í    "Eran  tantos  los  atambo-  della  cittá  dipinte  e  lauorate,  cf 

i^és  que  de  noche  se  oían  por  to-  di  piétra:  et  la  miglior  d'esse  é  la 

das  partes  bailando  y  cantando  y  casa  di  Guainacaba  Cacique  rec- 

bebiendo,  qiie  toda  la  mayor  par^  chio,  et  la  porta  d'essa  é  di  mar 

te  de  la  noche  se  le  pasaba  en  mo  blanco  et  roseo,  et  d^altri  ev- 

ésto  cotidianauíente."   Pedro  Pi-  lori."     (Itúd.,  ubi  supia.)    l^ 

zarrb,  Déscub.,  y  Cóiiq.,  MS.  edificios  soliaíi  ser  de  piedra  firan- 

32  "Lamaggioirpartediqüe»-  ca.    Acaso  habría  meídado  coa 
te:  case  sonó  dt  pietra,  et  l'ahre  con  ella   algún  pórfido  de  la* 
hannó  la  meta  delfíi  facciata  di  montañas  veciitfls,  el  qtt^  P*^^^ 
pietn.^'  Pedro  Sancho,  Reí.,  ap.  mármol  á  los  Empanóles. 
Ramudo,  tom.  in.  fol.  413.  34    Relación  del  Primer.  V^ 

33  ''Che  sdno  le  principali  cnb.,  MS. 


LlBÜO  IIl.-^.€tAJPlTüL0  viir*  589 

til  edificio, mus  importaóte  eradlo  dada  laibr- 
tslleza  colocada  iBobre  una  firme  roca^  qae  domi-' 
naba  arrogante  toda  la  ciudad.  Era  de  piedra  la* 
bifada,  y  ajustada  cóntánto  esmero»  que  era  impo- 
iriMe  descubrirlas  juntarás  de  los  diversos  trozos. 
Contaba  para  su  defensa  con  tres  parapetos  semi- 
eireularea  formados  de  troníos  de  piedratan  gran- 
des, que  se  asemejaba  á  la  clase  de  obra  que  los 
arquitectos  conocen  con  el  nombre  de  Ciclopédi- 
cas.  La  altura  de  lafortalezaéscedia  á  laque  da- 
ban comunmente  los  Peruanos  á  sus  edificios,  y 
de  lo  alto  de  la  torre  gozaba  el  espectador  de  una 
magnifica  perspectiva,  en  ([ue  mescladas  con  la 
Tcrdc  alfombra  del  valle  se  véian  las  quebradas 
y  asperezas  de  las  montañas  vecinas,  con  sus 
rocas,  bosques  y  torrentes,  y  en  primer  término 
la  hermosa  ciudad;  formando  todo  el  conjunto 
mas  encantador,  rodeado  del  subido  azul  de  un 
cielo  de  los  trópieos. 

Las  calles  eran  largas  y  estrechas,  dispuestas 
can  la  mayor  regularidad,  y  se  cortaban  en  án* 
gulos  rectos»  De  la  plaza  mayor  partían  cuatro 
CiaUes  principales,  que  se  dirigían  i  lo3  caminos ' 
reales  del  imperio.  La  plaza,  y  mucha  parte  de 
la  ciudad,  estaba  empfsdrada  con  guijarros  pe- 
queños. '*  Por  medio  de  la  ciudad  pasaba  un  rio 

35    Pedro  Sancho,  R«l.,  ap.  Xanxa,''  porque  confirma  algu- 

lUmasio,  tom.  IH.  ubi  supro.  no§  de  los  interesantes  {^ormeno» 

Merece  citarse  nn  pasage  de  res  que  constan  en  el  testo,  j  es 

i  a  ''Corta  del  Ayuntamiento  de  muy  buena  autoridad .     **  Esta 

L  53 


390  CONaUISTA  DEL  PERÜ, 

de  agua  para^  o  mas  bien  un  canal,  cayos  borded 
estaban  revestidos  de  piedra  por  una  distancia 
de  mas  de  veinte  leguas.  ^*  Para  facilitar  el  trán- 
sito de  una  parte  á  otra  de  la  población,  habia 
varios  puentes  construidos  también  de  grandes 
losas.  37 

En  tiempo  de  los  Incas,  el  edificio  mas  san^ 
tuoso  del  Cu^zco  era  sin  duda  el  gran  templo  del 
Sol,  revestido  de  planchas  de  oro,  como  ya  di^ 
jimos,  y  rodeado  de  conventos  y  habitaciones 
para  los  sacerdotes,  con  sos  jardines  y  patios 
atestados  de:  oro.  Ya  los  Conquistadores  se  ha* 
bian  llevado  los  adornos  de  la  parte  ésterior,  es- 
cepto  la  cornisa  d,e  oro,  que  engastada  en  las 

cibd^d  es  la  Uíi^jor  e  maior  que  en  36    *'Uu  río,  el  cual  baja  por 

la  tierta  ae  ha  visto,  i  aun  en  In-  medio  de  la  cibáad  y-  desde  qne 

dias:  e  decimos  a  Y .  M.  ques  tan  nace,  vdña  de  veinte  le^as  por 

•  hermosa  i  de  t?n  buenos  edifi-  aquel  valle  abj^o  donde  hay  mu- 

cíos  que  en  España  seria  muy  de  chas  poblaciones,  va  enlosado  to- 

ver;  tiene  las  calles  por  mucho  do  fxor  elsiwlo,  7 las  bammcas 

concierto  empedradas  ¡  por  me-  de  una  parte  y  4e  otra  hechas  de 

dio  dellas  un  caño  enlosado.    La  cantería  labrada,  cosa  nunca  vis- 

pia&:a  es  hecha  en  cuadra  i  empe-  t^,  hí  oída/'    Rotación  dfi  Pri^ 

dcada  de  quijas  pequeñas  todas,  mer.  Descub.,  MS. 

todas  las  mas  de  las  casas  son  de  37  Él  lector  hallará  en  este  ca- 

Señores  Principales  hechas  de  pítalo  algunas  repeticiones  de  lo 

cantería.     Está  en  una  ladera  de  que  dije  en  laintroduéeion,  sobw 

un  zerro  en  el  cual  sobre  el  pue-  el  Cuzco  en  tiempo  dejos  Incas, 

blo  esta  una  fortaleza  muí  bien  Pero  Ib  que  aquí  voy  apuntando 

obrada  de  cantería,  tan  de  ver  ae  ha  tomad»  en  su  mayor  parta 

que  por  Españoles  que  han  anda-  de  otras  fuentes,  y  era  mdispen- 

do  Reinos  ^traños  dicen  no  ha.  sable  incurrir  en  algunas  repeti- 

.  ver  visto  otro  edeficio  igual  al  de-  clones  para  dar  ana  idea  bien  da- 

Ua."  Carta  de  la  Just-.  y  Reg.  de  ra  de  la  capitaK 
Xauxa,  MS. 


LIBRO   III.-HCAPITÜLO  VlII.  691 

piedras»  aun  rodeaba  el  edificio  principal.  Es 
probable  qne  las  noticias  de  sus  riquezas,  que 
tanto  crédito  lograron  entre  los  Españoles,  és- 
cedian  mucho  á  la  realidad.  8i  no  era  así,  los 
indígenas  lograron  su  empeño  de  ocultar  sus  te* 
soroé  á  los  invasores.  Mas  aun  quedaba  mucho 
no  solo  en  la  gran  **casa  del  Sol"  sino  también 
én  los  templos  infóriores,  que  se  veían  por  do 
quiera  en  la  capital. 

Al  entrar  Pizarro  en  el  Cuzco  hizo  publi- 
car una  <írden  mandando  á  los  soldados  que 
respetasen  las  habitaciones  de  los  vecinos.  ^ 
Pero  los  palacios  eran  muchos,  y  los  soldados 
no  tardaron  en  saquearlos,  lo  mismo  que  las  ca« 
sas  religiosas.  Los  adornos  interiores  forma- 
ron un  botin  considerable.  Quitaron  también 
las  joyas  y  ricas  preseas  que  adornaban  las  rea** 
les  momias  del  Coricaneha.  Irritados  de  que 
los  naturales  hubiesen  escondido  sus  tesoros, 
llegaron  alguna  vez  á  darles  tormento,  para  con- 
seguir por  la  fuerza  que  revelasen  el  lugar  en 
que  los  tenían.  ^  Turbaron  el  reposo  de  las 
sepulturas,  en  que  los  peruanos  depositaban  á 
veces  sus  objetos  mas  preciosos,  y  obligaron  á 
las  tumbas  á  que  entregasen  sus  cadáveres.  Los 
rapaces  Conquistadores  no  dejaron  lugar  que 

38    ''Pu60  mandó  el  Marques  Pedro  Pizarro,  Descub.,  y  (-onq. 

dar  un  pregón  que  ningún  espa»  MS. 

ñol.  fuese  á  entrar  en  las  casas  de  39    Gomara,  Hit>t.  de  las    In 

loa  ¿naturales  $  tomalles  naJa."  diaá,  cap.  ICíi.             •  , 


0p  eacu^Hni^en^  y  »  Mebes.ti:o|)ezabaD  con  uqq 
ríen  npuim  yqu^.reoompí^nmiba >M»  trs^lMioB.    ' 
.   ^^  »9(Q9<  aufva  cQn^ftoa  á  flti  mud$^»  f 9AQnt 
traron  vafrigs^^v^i^s  jje  Pm  puro, uiqsMWj^n^^  »i*r 

otriJts  jai^ii^al^M  ;Bfttr^Jos.dQf^9^;se  ballaroii 
^i^f^trA)  llaiXMMt  de  ^ro  j  (^íq^s  o  ^j^fve  estatuas  de 
j^i^ger,  iMPií»  fle,orory,otrfií^  rtfi  íplatí^t'"íqae  aolo 
el  verlas"  dice  con  cierto  caQ^eíTi^Qo^^ios  Cpa- 
qaistedQj:^,  f'^^^tie^í-o  cp^a  HXk^  ^iQgf ftW."  El 
o4f)i)sefii|L^.du4a  delgado,.  >pfirqtt^  las  figurín» 
etan  toda^  del  tamagainattAiriK),  y  par  bab^^  fe- 
servado  algunas,  para,  id  quinto.  rjeaU  qo  (^  fun- 
dji€^r0A,  sino  qttí^v$^:osviam»  a  fií^a fm : co5Wi^.«3ta- 
baflt.f .  I«aAalfOM0naa/QSjUüi)aikllí3no8.de  ^uticiilos 
iiiuy  .etULrio^oii;  mt^taa  xlá»al^dooy  déí  iilmna  ri- 
e^^menle  ítfididaa>8aDdfdiaa'd»iqre'y  zBpatos.4.elo 
aiísmo.pa]ra)latsfmigeflrfls,.y  Meaüdosiformados  en* 
teramento  de  cfaiiquitia  de  curo.  ^^  Déspiteoiavon  los 

40  "Et  fra  l'altre  cose  singo-  das."  Relación  del  Primer  Des- 
lari,  érav^derquott^ctiétrati  di  pub.,  M8; 
fin  oro  n^oljo  &^m^,  ^t  lO.ó  3^  .41  ''Hatún^fisí  inicmó  o(n» 
statae  di  donne,  della  grandezza  muchafii  plumas  de  diferentes  co- 
delle  donne  dí  quel  paese  tutte  lotea  para  este  efecto  dé  hacer 
(i' oro  ñno,  codi  foeDe  etben  Ikté  ropas  que  vestían  los  aeiores  y 
comd  se  fosisero  viue. .  •  •  Qu^s-  ^^uoros,  y  no  o^o,  ea  los  tiem- 
te  furono  date  nel  quinto  che  toe-  pos  de  sus  fiestas:  había  tanibien 
caua  a  S.  M."  (Pedro  Sanóho,  raantiis  hedías  de  chaquira  de 
Reí. ,  ap.  Ramusio,  tom.  UI.  foi.  oro  y  de  plata  que  eran  unas  cuen- 
409.)  ."Miiohas  estatuas  y  figu-  tecitas  muy  delicadas,  que  pares- 
ras  de  oro  y  plata  enteras,  heefaa  cia  eosa  de  espantó  ver  ^o  he- 
fe  forma  toda,  de  una  muger,  y  chura."  Pedro  FizaírO,  Descub. 
del  tamaño  delln,  muy  bien  labia-  yConq..'Mg.   ^  "  "    ' 


LÍ^SLQ   hiU-r^C,AflT]}UO   VIH.  3SS 

Q^mr  m^A'^  aro,  ^  Y»  ,Ueg()  ^1  ^f^ippfí,  ftn 
qae  b^bi^i^w  .preferida  el igr^Rp. 

dicí  á  1$^  griüB^e^  esp^dB^i^i^  4^  ^a  Eis^píiwJeg* 
PeraiBsta  falta  ;e  r«ofiGfli¿  cfQnlqs  49^p^j<?^  d^P. 
fpieran  tif  cojieado  en  .i^verg^  p^r'9J^  4^F5f^e! 
lan^s^cha*  Eu  un  lo«¿^r,  .pKMr  ejofnplp,  JiMIf^coa 
diez  .t:ibIoB^6  9  bticriig  4^  rpl^tn  9fi^ci.2S2^/  e^ifla 
uno  de  veinte  pies  de  largo  n^o  4e  :^o.C(lio  y  do^  o 
tres  pulgadas  de.grue^^.  Les  t^pi^g  de^tin^i^P^ 
para  adornar  la  j^asa  de  }jn  opble,  ^^ 

Reuniosd  en  un  &olo  oíontQn,  tqdo  el  oro  j^cor 
gido,,  8eg.an  se  babia  heQho anteen  G<9x;^m^l^t 
y  d^pue«  de  apartar  para  ^J  rpy  alguif^  pií^sfgp 
de  hs  ma?  curips^i^,  ¿^  eutr^gu  el  re^to^á  loa 
pls|terQ8  indios  pap<i  qfte  fundiéndole  le  T^uje- 
sen  á  barras  de  igual  ley.  JUa  repfirtipion  de  lo3 
despojos  se  hizo  bajo  el  mv(kQ  pi?  que  ante^, 
Habia  cuatrocientos  ochenta  48fAl(|^49^,  ÍR<il4*^ 
la  guarnición  de  Jauja,  y  er,a  preciso  dar. sji  par- 
te á  ca^a  uno;  á  los  de  ci^ajleuia  se  d^  doble 
que  á  los  de  infantería.    Los  qu,e  s(s  b^ilar^Q 

42  Ondegárdo,  Reí.  Priin.  M8.    y  de  anehór  de  uno,  y  de  gordor 

43  "Pues  an^a^do  ya  b\i#fQM>-  ^s  t^m  4edo4 :  di  nfttici»  .4$Uo  id 
do  maíz  ó  piras  cosaa  para  co-  Marques,  y  él  y  todps  los  demás 
mer,  acaso  entré  en  un  buhio  don-  que  con  el  estaban,  entraron  á 
de  hallé  estos  tablones  de  plata  vello."  Pedro  Pizsrró,  Descub. 
que  tengo  dioho,  qae.  eran  li^ta  y  Conq.,  MS. 

diez;  y  de  largo  tenían  veinte  pie» 


594  CONQUISTA  DEL  PERÚ. 

presentes  á  la  di  visitan  del  botín,  no  convienea 
en  la  (saintidad  á  que  ascendió.  Unos  afirman  que 
fué  mayor  con  mucho  que  el  rescate  de  Atahuallpa 
y  otros  sostienen  que  fué  mucho  menor.  Pedro 
Pizarro  dice  que  á  cada  hombre  de  á  caballo,  to- 
caron seis  mil  pesos  de  oro,  y  la  mitad  de  esta 
suma  á  los  de  á  pié;  *^  aunque  Pizarro  hizo  la 
misma  distinción  que  antes,  teniendo  en  cuenta 
la  calidad  de  los  individuos,  y  sus  respectivos 
servicios.  Pero  Sancho,  escribano  real  y  secre- 
tario del  comandante,  valúa  el  todo  en  una  suma 
mucho  menor,  no  pasando  según  él,  de  quinien- 
tos ochenta  mil  doscientos  pesos  de  oro,  y  dos- 
cientos quince  mil  marcos  de  plata.  ^  Como  no 
existe  ningún  instrumento-auténtico,  no  podjEjmos, 
determinar  quién  se  acerca  mas  á  la  verdad.  Mas 
debe  tenerse  presente  qué  la  relación  de  Sancho 
va  refrendada  por  Pizarro  y  el  tesorero  Riquel- 
ittc>  y  por  lo  mismo  es  cosa  segura  que  aquella 
faé  la  suma  de  que  los  Conquistadores  dieron 
cuenta  á  la  corona. 

Maá  cualquiera  que  sea  el  cálculo  á  que  nos 
atengamos,  aquella  cantidad  reunida  á  la  recoji- 
da  antes  en  Caxamalca,  habría  bastado  para  sa- 
ciar la  sed  del  hombre  mas  codicioso.  La  re- 
pentina adquisición  de  riquezas  tan  inmensas 
por  un  puñado  de  aventureros  desalmados,  y  en 

44  Desciib.  y  Conq.,  MS.         Ramusio,  tom.    III.    fol.   409. 

45  Pedro  SfiTr-ho,  Tícl.    np.     • 


LIBRO  III. — CAPITULO   VIII.  595 

una  forma  tan  fácil  de  cambiar,  pro4ujo  el  efec- 
to que  era  de  esperarse  en  honfibre^  poco  acos- 
tumbrados á  verse  con  dinero.  Con  ellas  pudie- 
ron entregarse  al  juego,  pasión  tan  fuerte  y  tan 
común  entre  los  Españoles,  que  puede  Uaiaarse 
vicio  nacioiiaL  (*)  £n  un  solo  dia  se  perdian  y 
se  ganaban  fortunas  enteran,  que  hubieran.. bas- 
tado para  asegurar  por  toda  la  vida  la  subsisten- 
cia de  sus  poseedores;  y  hubo  jugador  desespe- 
rado á  quien  un  golpe  adverso  de  los  dados,  ó 
un  albur  desgraciado  despojó  en  pocas  horas  del 
fruto  de  años  de  trabajo,  y  le.  obligo  á  comenzar 
de  nuevo  sus  rapiñas.  Entre  ellos  se  hace  men- 
ción de  un  soldado  de  caballería  llamado  Legui- 
zano,  á  quien  toco  en  la  división  de  los  despojos 
la  figura  del  Sol  esculpid»  ©"  ^^  plancha  de  oro 
bruñido,  que  cubría  la  pared  de  uno  de  los  apo- 
sentos del  gran  templo,  y  que  por  al¿lin  motivp 
acaso  por  su  notable  hermosura,  no  fué  fundida 
como  los  demás  adornos.  Esta  rica  presa,  per- 
dió aquel  desperdiciado  en  una  sola  noche,  de 
donde  vino  después  el  proverbio  español,  yu^^ga 
el  sol  antes  que  amanezca.  ^^ 

(*)    £1  autor  nos  pennitirá  le  lo»   Estados-Unidos ,  las  vimoc 

hagamos  advertir»  que  si  bien  en  abrirse  en  parages  públicos  con 

España  y  en  las  Amérícas  espa-  licencia  del  gobierno  americano, 

ñolas  ha  habido  siempre,  por  des-  ó  quien  pagaban  una  fuerte  pen- 

gracia,  casas  de  juego,  porque  gjon,  concurriendo  á  ellas  dia  y 

jamas  en  pais  alguno  se  ha  podi-  noche  una  multitud  de  individuos 

do    desterrar   semejante    vicio ,  pertenecientes  al  ejército  invasor. 

siempre  existieron  ocultas  y  per-  f^,  ¿d  j". 

seguidas;  pero  cuando  se  apode-        40    Garciliso,   Com.   Ral. 

raron  de  esta  capital  las  tropas  de  ^  arte  I,  lib.  3,  cap.  20. 


596  CONQUI3TA  DEL  PERÚ, 

El  efecto  de  tal  recargo  de  metales  preciosos 
se  sintió  al  puntóí  én  los  precios.    Los  objetos 
maé  comitnes  solo  se  conseguian  por  samas  ex- 
horbitantes.    Una  mano  de  pajpel  valia  diez  pe- 
sos de  oro;  una  botija  de  vino,  sesenta;  una  es- 
pada, éuarenta,  ó  cincuenta;  unac'apa,  ciento^  y 
á  veces  mas;  un  par  de  borceguíes  costaba  trein- 
ta ó  cuarenta  pesos  de  oro,  y  un  bu^n  caballo  no 
se  conseguía  por  menos  de  dos  mil  quinientos, 
y  hubo  algunos  que  se  vendieron  aun  mas  ca- 
ros. ^"^    Todos  los  objetos  subieron  de  precio, 
confbrme  detílinaron  eí  oro  y  la  plata,  equivalen- 
tes de  todos  ellos.    £nuna  palabra,  parecía  que 
en  el  Cuzco;  el  oro  y  la  plata  eran  las  únicas  co- 
sas que  no  haciaiü  rico  á  un  hombre.    Hubo  al- 
gunos, sin  embargo,  bastante  juiciosos,  que  qui- 
sieron regresar  á  su"  patria  conten tártdose  con 
lo  ya  adquirido.    Sus  riquezas  les  bastaron  pa- 
ra vivir  allí  con  desahogo,  como  personas  distin- 
guidas, y  al  mismo  tiempo  que  despertaban  la 
envidia  de  sus  paisanos,  les  incitaban  a  buscar 
fortuna  por  las  mismas  vias. 

47    Xerez,   Coaj.  del  Peni,  ap.  Barcia,  toin.  III.  p.  233. 


GAPlTUtQ  iáC. 


Coronación  ml  Nuevo  Inca  .  •^— «.Oiioaniíacíon   tí^t 

ATUNTAMIENTO.--PENOSA  MátRCHADSA^  VÁRALO. — 'B« 
OKIBffSÚGOK  PlSSABRO*-*-^I>J7BA0fON  DB  Lfftfá.-*--^ 
liSieifAnQoPlZ^BÍltO  AtEwAÑA-xHfiXNBAiCIONXWIB  CátÜSiA 

OflQ  X  Lp3  PlZ^RRQS. 


1534-1535. 

Heclia  la  división  del  botin,  eí  primer  caída- 
do  del  capitán  español  fué  colocar  al  Inca  Man- 
co én  él  trono,  y  conseguir  qué  le  reconociesen 
sus  vasallos.  Les  presento,  pues,  ál  joven  ¡irm- 
cipe  como  á  su  futuro  soberano,  hijo  legítimo 
de  Huayná  Cap|ic  y  heredero  por  consiguiente 
del  cetro  de  los  íncias;  y  el  pueblo  recibió  aque- 
lla noticia  con  entusiasmo  por  el  apego  que  te- 
nia á  la  memoria  de  su  ilustre  padre,  figurándo- 
le que  todavia  les  iba  gobernar  un  monarca  de 
la  antigua  dína«^ia  del X^iizco^. 


698  CONQUISTA  DEL  PERÚ. 

No  se  perdonó  medio  alguno  parsi  hacer  que 
el  pueblo  se  mantuveise  en  esta  ilusión,  obser- 
vándose puntualmente  en  la  coronación  toda^ 
las  ceremonias  acostumbradas.  El  principe  guar- 
dó los  ayunos  y  vigilias,  prescritas  para  estos 
casos,  y  el  dia  señalado  se'  juíitaron  en  la  gran 
plaza  del  Cuzco  la  nobleza,  el  pueblo  y  todos 
los  Españoles,  á  fin  de  ser  testigos  de  la  última 
ceremonia.  Celebró  la  misa  públicamente  el 
Padre  Valverde,  y  el  Inca  Manco  recibió  la  bor- 
la ó  diadema  imperial,  no  de  manos  del  sumo 
sacerdote  de  su  nación,  sino  de  la»  del  Conquis- 
tador Pi^arro.  Los  señorea  indios  prestaron  en 
segiíida  su  homenagé  en  la  forma  acostumbra- 
da, y  luego  el  notario  real  leyó  en  tdz  alta  la 
escrituira  en  que  se  declaraba  la  SQpri^niaeía  de 
la  corona  de  Castilla»  y  se  exigia  que  todos  los 
presentes  prestasen  obediencia  á  su  autori- 
dad. Un  intérprete  esplicó  el  requerimiento, 
y  se  ejecuto  por  todos  la  ceremonia  del  ho- 
menagé, alzando  dos  ó  tres  veces  el  estandar- 
te real  de  Castilla.  Manco  y  el  capitán  espa- 
ñol bebieron  chicha  en  un  vaso  de  oro,  y  habien- 
do abrazado  cordialmente  el  ultimo  al  nuevo  mo- 
narca, los  clarines  anunciaron  que  la  ceremonia 
estaba  concluida.  ^  Mas  aquel  estruendo  no 
era  señal  de  triunfo,  sino  de  Immillacion,  por- 
que proclamaban  que  el  estrangero  armado  ha- 

1    Pedio  Pizarro,  D««ciili.  y    Reí.,  ap.  Bamusio,  tom.  lll-  iol 
Coxx^.,  as>.  — Petfro    Saiwho;    407. 


LIBRO  111.^— CAPITULO  IX.  599 

bia  pisado  ya  los  palacios  de.los  Incas:  que  la 
ceremonia  de  la  coronación  eirai  una-  pompa  va- 
na; que  su  príncipe  no  eta  ya  nías  que  un  mero 
instrumento  en  manos  de  sus  vencedores,  y 
que  la  gloria  de  los  Hijos  ^del  Sol,  habia  acaba- 
do para  siempre. 

El  pueblo,  con  todo,  se  entregó  fácilmente  á 
esta  ilusión,  y  se  mostraba  dispuesto  á  conten- 
tarse con  esta  sombra  de  su  antigua  independen- 
cia. Celebróse  el  advenimiento  del  joven  mo- 
narca con  las  fiestas  y  regocijos  de  costumbre. 
Sacaron  á  la  plaza  Ias  momias  de  sus  reales  pro- 
genitores con  todos  los  adornos  que  les  queda- 
ban,, acompañada  cada  una  dé  su  respectiva  ser- 
vidumbre, que  cuidaba  de  desempeñar  todos  los 
oficios  servHes,  como  si  su  amo  viviera  todavia 
y  pudiese  apreciarlos.  Cádá  espectro  de  aque- 
llos tpmó  asiento  en  el  festin;  mas  ay!  que  la 
mesa  ya.  no  se  veia  cubierta  de  la  espléndida  va^ 
jilla  con  que  en  otro  tiempo  se  adornaba  en  las 
grandes  festividades.  Los  convidados  bebieron 
largamente  á  la  memoria  de  los  ilustres  finados, 
y  á  la  comida  siguió  la  danza  hasta  una  hora  muy 
avanzada,  continuando  noche  tras  noche  la  des- 
cuidada población  aquellas  fiestas,  como  si  los 
conquistadores  no  estuviesen  apoderados  de  so 
capital.  ^  ¡Qué  contraste  con  la  conducta  de 
los  Aztecas  en  la  conquista  de  México! 

2    Pedio  rizoiTO,  üe.^cub.  7        ''X'Uego.por  lamaüana  iba  al 
Conq-,  MS.  '  cníerraniTcnto  donde  estaban  ca- 


000  doxo^üsrrA  ^£L  i^BRtli 

Trí^ó  laego  Pizarra  déjotgqnizár^.n  el  Cqzco 
ttn  goH^no  municipal  por  el  mismo  estilo  que 
los  de  las  ciudades  dp  España.  Nombra  dos  al- 
€|alde«  y  oeho  regidores,  inelayendo  entre  estos 
últimos  á  sus  dos  hermanos  Gronzalo  y  Juan.  El 
24  de  Marzo  de  1534  tomaron  todo^  p¡osesi<^Q,  y 
prostaf oú  juramento  con  gván  solemnidad  en  la 
plaza  principal  del  Cazeos  eil  presencia  de  ^Es- 
pañoles y  i^eruanos,  como  si  el  gcíneral  quisiese 
dar  áéntepder  á  estos  con  tales  ceremonias,  que 
si  bien  en  la  apariencia  conservaban  sus  anti- 
g;ua9  leyes,  el  verdadero  poder  había  pasada  ya 
á  manos  de  sas  conquistadores.  ^  Convido  á  los 
Españoles  á  aviecindarse  en.  el  lugat,  haciendo^ 
les  liberales  conceisiottes  de  terrea^  y  casas, 
para  lo  que  oontdbaeon  los  muchos  f^aílaeibsy 
edi^cioS'póblicps  délos  Ineas;  y  de  esta  mane- 
ra, raas.de  uahidalgo  que  en  su  tierra  era  tánpo- 
breque  no  hallaba  teclio  que  le  cobijara,  se  encon' 
trá  ahora  heoho  dueño  de  una  habitación  magní* 
fica,  que  hubiera  alcanzado  para  alojar  la  servi- 
da uno  por  orden  embalsaipados  3  Pedro  Sapcho,  Reí. ,  sp. 
como  es  cKcIm,  y  asentados  eneas  Raícnusio,  tom.  líl.  foí.  40^^-- 
sillas,  y  eon  mndia  v^ne^eWP  7  M<)Pitfsi|iQSi  Amles,  MS.,  aíio 
respeto,  todos  por  orden  leus  sa-  1534.-^Actto  de  la  fundación  del 
caban  de  allí  y  los  traían  á  la  cju-  Cueco,  MS. 
d^d,  teptii^4o  cada  uno  su  lüera  En  «ste  instrumcnito,  pertene- 
y  Umhrea  con  su  librea,  que  le  cjente  ¿  la  colección  de  Muñoz, 
trujesen,  y  ansi  desta  manera  to-  g©  hallan  los  nombres  no  solo  de 
do  el  servicio  y  ^dexessoB  como  m  lo^  magistrados,  sino  hasta  de  los 
estubiera  vivo."  Relación  <lel  vecinos  qae  formaron  la  primera 
Primer.  Deseob.,  MS.  población  de  la  capital  cristiana. 


LIBRO   irí^-*-CrAl'lTil5LO  IX.  601 

¿ambwíá?eiiajptmeipo.^'  Desde  ecrfcmües,  dice 
.«» {^n6gcK>  trdnisia^  Píaarri»  qAie  liabia  usad© 
lm*a¿iaUí  rá  título  militar  de  ^'iCapitaH  General," 
«e'hiz©  d«r  el  d^  '/Gobemad^r"  ^  Arnb;)s  se  le 
i^OoaeAiikik  ei>'4a¡DétliiIa  réaL  ^ 
, !  En  difidÍQi  de  sos  negocien. temporales  no  se 
olvidaba  este  geíe  dé  la  propAgajcio»  áe  la 
ftr)  El  Bidre  Yolverde  presentado  para  el  obis- 
p«4o  del  Cuisfttt  j  coíifirmado  poco  después,  por 
tíiPapaí  se  dispuso  á  canmenzaF  el"  desempeilo 
lie  las  ObUgációaes  de  su  empleo.  Etigióseairi 
sitio  eafrénte  de  la  plaza  para  la  cateiral  áe  ssiv 
4^Qpeai«^i  y  á  poco  tídmpe  se^eva^td  on  espacio- 
JW  monas4ierio  sobbe  la»  íainí»  d«l  magBÍfico 
(lifn^i)>  det  Sfil.  Los  niateriales  antiguos  sirv^ie- 
xjQti  pel^a  la  o^^nstrucdoh  de  Ifís  nuetas  paredes: 
qIí  altar  qpiet^ó  col  oteado- en  él  mismo  sitio  en  que 
datps  brUlabalaneludieti te  imagen  de  la  deidad 
peruana,  y  los  frailes  de  San^to^  Dsmingo  transi- 
taban por  loa  4}Iaiiist»as  del  templo  indiano.  ^ 
Para  (¡ué  la  transformación  fuese  completará  la 

■'4    Actto  áe  ia  fan(|ifcipii  del  be  el  estado  de  U  ciudad  poco 

Cuzco  ,   MS  .—Pedro    Pízarro  ,  despue^  de  la  cónquiáta  y  enu- 

Dfescub,  y  Coríq.  MS.— Gareila-  mera  con  haría  prodigalidad  los 

so,  Cbin,  Hefil.,  r-,  1,  Üb-  .7  cap.  nombres  de  los  caballeros  á  qui«- 

9;  ct  seq,.  nes  locaron  los  edificios. 

"^  Cuando  un  edificio  era  dema-  5    Montesinos,  Anales,  MS^, 

siado  grande,  como  succdia  con  ano  1534. 

algutkos  templos  y  palacios,  se  6    Garcilaso,  Com.  Real,  P. 

adjudicaba  á  dos  y  aun  á   tres  I,  líb.  3,  cap.  20;  lib.  C,  cap.  21. 

conquistadores  para  que  íe  dívi-  — Naharrb,    Relación    Sumaria, 

dteséH  émíe  sí.  GárcáKso  descrí-    US.  *  *   ^' *     *      " ' 

I.  53 


602  COAQUIgTA  DEL  PEAIX. 

casa  de  las  Vírgenes  del  Sol;  8ttstitayer<^.tiii  mo^ 
nasterio  de  vírgenes  cristianas, '  ¥oco  é  jpoeo 
se  fueron  viendo  iglesias  y  monasterios  en  Aon* 
de  estavieroh  antes  los  edificios  antígáoSi  y  los 
pocos  que  dejaron  en  pié  fueran  despiojados  de 
la5  insignias  del  paganismo,  y  quedarán  bajo  la 
protección  de  la  cruz. 

Los  frailes  de  Santa  pomúigo,  los  de  )ii  Mer^ 
eéd  y  otros  niisioperos»  se  entregaron  entone^ 
con  gran  celo  á  la  obra  dé  la  conversión..  Ya 
hemos  visto  qae  fel  gobierno  exigiá  de  Pizarro 
qtíe  llevase  consigo  un  cierto  nunieró  de  religio* 
sos»  y  cada  btíque  que  se  despachaba  des^u^i^y 
llevaba  un  nuevo  refuerso  d¿  sacerdotes.  Na 
mm-  todos  ellos  cómo  el  obispo  del  Cüzeo^  ni 
tenían  el  corazón  tan  endurecido  por  ¿1  íanfitis- 
IpOy  que  no  dieran  etitrada  á  la  corapasipn  haeia 
los  infelices  indígenas.^  La  mayor  parte  <»raii 

7    Ülloa,  Voyage  to  S.  Amcr-  quistadore»  se  dejaren  preocupar 

íca,  bopk  7,  cb.  12.  -  en  íkvór  d*  elli».    '-    '\    « ' 

"Las  vírgenes  indias»"  dioe^        8    £b  preciso,  pÍ9  einbiir||i^ 

autor  de  la  Relación  del  Prime-  hacer  justicia  á  Valverde,  ádrir- 

ro   Descubrimiento,  "vivian  eu  tiendo  que  no  se  «sji^ijesfuii  así 

castidad  y  santamente."—* Tin-  respecto  áe  él,  los  fieros  soldados, 

gian  guardaban  virginidad,"  dice  de  la  Conquista.  JEj  a^iutamien- 

Pedro  Pizarro,  "y  ser  castas,  y  to  de  Jauja  en  una  caria  á  la  cop- 

mentian  porque  también  se  en-  te,  califica  al  Dominico  de  sa/cer» 

volvian  con  los  criados  y  guarda-  dote  insftrmdo  y  ejemplar,.  <jpe 

dores  del  Sol."--¿A  quien  creer?  había  sido  de  mucho  51911^11^)0  41' 

■—•En  medio  de  opiniones  tan  los  Españoles.    "E*^  p^rso^^  de 

contradictorias  podemos  admitir  mucho  ejemplo  y, doctrina  i  cqji. 

la  mas,  favorable  á  los  Peruanos,  quien  tds  Españoles  han  teni^ 

No  hay  hepgo  de  qm  toCe»?  ¿u%  copf  líe}^/'  ^^^  ^M 


LIBRO  ni. — CAPITULO    IX.  603 

hombres  de  gingalár  humildad,  que  segaian  las 
huellas  de'los  conquistadores,  para  ir  sembrando 
las  semillas  de  la  veirdad,  y  con  el  celo  mas  desin- 
teresado se  consagriaban  esclusivamente  á  la  pro- 
pagación del  £vangeiio.  Con  sus  trabajos  apos- 
tólicos dieron  á  conocer  que  eran  verdaderos  sol- 
dado á  de  la  Cruz,  y  que  no  era  un  vano  alarde 
ei  empeño  tan  decantado  de  plantar  sus  estan- 
dartes en  el  corazón  de  las  naciones  paganas. 

Las  oonquistas  de  los  Españoles  se  distinguen 
muy  honrosamente  délas  de  otras  naciones,  por 
sus  esfuerzos  para  convertir  á  los  iafieles.  Los 
Puritanos,  con  igual  celo  religioso,  trabajaron 
comparativamente  poco  en  la  conversión  del  In^ 
dib,  dándose  á  lo  que  parece  por  contentos  6on 
haber  conseguido  para  sí  propios,  el  inaprecia- 
ble privilegio  de  adorar  á  Dios  á  su  modo.  Otros 
arenturerod  que  entraron  en  el  Nuevo  Mundo, 
haeian  tan  poco  caso  de  la  religión,  que  no  debía 
aguardarse  de  ellos  que  de  esfoirzasen  mucho 
por  esteiiderla  entre  los  i^lvages.  Pero  los  nii* 
sioneros  españole»  han  mostrado  en  todos  tienr^ 
pos  el  ma«  sivo  interés  |>or  el  bien  espiritual' de 
los  indígenas.  Merced  á  sus  esfuerzos  se  le-^ 
vantaron  iglesias  magmficasy  se  fundaron  eseue* 
las  de  primera^  letras,  y  nc^  perdonaron  medios 

Just.  y  Reg.  de  Jauja,  MS.)    Y    derechos  naturales  de  los  indi- 
sin  embargo,  esto  no  impide  que    f^ewLi. 
desconociese  casi  enteramente  loa 


aigiin(^¡para  -dif^iílíUt'j  yor  .todas  paíteseV  coñooi4 
mieiito:4j:e  ]^^  .yej-dades  'r^ligiQ^^.  (Penetraron 
si^lo»  '^a 'lfi^íVfeg¿<i)Of^>ií>íis:r€(nikQta$;G  ÍA^cctí&ible», 
ó^como.el.be^^ficOjlliíi  Cí^sa^.eipi  (Jiimanái  y  lo^ 
J^ev»Ha$  ^Hí.fjl,  Piar^gtmy .  y  Jas:  Gatífoínias,  r^u- 
níeroajiíSjiS  (ii-seípulos  itidiofí.  §ii^  ,po:blác¡anejs,. 
rj^íiiwáéniílQJies  ^ivl^'4  ciyil,  ;;En:todp  tienipo  han 
estado  prontoS;  estos  valerpsos  sacerdotes  á  a|- 
zar  su  VOZ; contra  lí^s  crüeldade^s  do  Ips.conqui^- 
t^dí^resj  (fcoptr^ila  avaricia  DjO  menos  ^fístrqíc- 
tora  de>lQ3  pploaQ^,  y.auaado  sus. reclamos, ^co- 
m^jsucedta  cqn.  íreciieftcia,  i^aíla  poílian  conse- 
guir* »o'  por  assQ  dejaban  de  consoljar  al  afligido, 
eL^;í|efi3pd:0  al  pqbre, indio  á.  coofornifirse,con  &u 

s}iei^*t€|,,é  ilus^fa^4^>^*?  J^^Vív^^ílí^  inteligencia. 
cu?n  la  revelación  de  ana  vidf^  fet^ra  nifis  justi'. 
íip^^a  y.  ma^iÍQliXf     Al  ?-§Qor|'ejf  Jps.  sang^rientos 
a»ítlee:^d.e«lsi§íAQl<)oifis  Q§j^^i,polas,  se  alivia  eí.:CQ- 
razQn,al  reflexioí^ar,  conjo  ¡es  jiis^Oj/Cjue  Ií^  ijiis- 
mft  ní^^Íoi?.quQ  p^d^cía  ajjuelIo^.Qruelesopnquis- 
tadQreSi  e^Jivijiba.  tarriJ[)iieq  sup  ben^é^ficps  ¡misione- 
roa,  jy^  difaadia  .I3.  lu?  de  J a, ^civiliaiÉíi^ion  cristiana 
haisth  ía^  regjojnes  ipji^distaiitesdelJVueYQ  Mun- 
do,;     ....;■..•  :       ^  -;      •  ■    •       ,•       _ 

•Mijentras.Qi.goberaadtíri  .<jae  así  Jje  lUiiojive- 
mpa  en  í\d^i#íií^)  se  U^tll^b^a  tn  .el , CmWj^hile- 
garon  repetidas  noticias  de  hallarse  por  aque- 
llas comarcas  una  fuerza  respetable  jn^iñdada 
por  el  general  Quizquiz.    ííisjo,  pwé*;  salir  á 


^ 


LIBRO  ni.— :C4PiTüLo  IX.  ^0$, 

Almagro  con  algunos  de.  á  caballo  y  un  número 
considerable  de  Indios  auxiliares  mandados  por. 
el  Inca  Manco,  con  .encargp  ,de  dispersar  los. 
enemigos,  y  coger  si  era  posible  al  comandante» 
Man^po  sí^lio  con  tanto  mas.  gusto  á  esta  expedi- 
ciQft,  cuanto  qqe  los  enepiigos  era.n  soldados  de 
Q.uitp,!y. lo. mismo  que  sti  gefe,Tio  le  veían  con; 
líbenos. pjos,:  ,      .  . 

Marchando  Almagro  con; su  acostumbrada  ra- 
pidez^, no  tardo  en  veíüi:  » la«  manos  con  d  ca- 
pitán inílip.     Varios   choques  sangrientos  tuvie-r. 
r9n  logar  al  retirarse  el   ejércitp   de  Quito  á 
Javija,  y.cercadeallí,  se  decidió  la  suerte  de  la» 
campfjña  en  qn  combaje  general,  quedai^do  en* 
tprapíe^te  derrotados  ;lp$  indígenas»    Quizquia* 
huyo  ilQ$rlI^nps  de  Q^fp,  y  allí  hizo  todavía 
frente  con  ind.omable  talor  á^Ias  armas  españo- 
Isis,  ha^tii  que  sus  propios  toldados,  cansados  de 
una  .guerra  taalar^a  é  in^uctosa  le  asesinaron. 
4  sangre  fria.  ^     Así  acabo  el  ultimo  de^  las  dos 
generales  de  Atahuaplla,  I03  qne,  á  haber  esjta-^ 
do  su  nación  animada  del.  mismo  espíritu  que 
ellos,  habrian  resistido  poriinudbo  tiempo  y  cop 
buen  éxito  á  los  invasores» 
.  poco  antes  de  que  es|o  sucediese  y  hallándo- 
se todavía  en  el  Cuzco  ;el  gobernador,  le  llega-^ 

9    Pfedro  Pizárro;  Descub.  y  '20. — Pedro    Sancho,  Reí.,    ap.. 

Conq.,  MS.— Naharro,ReMou  Ramusio,  tom-   lü,  foi.  406.-^^ 

Sumaria,  MS. — Oviedo,  Hist.  de  Relación  del   Primer.   Descub,, 

las  Indias,  MS.,  Parte  3,  lib»  8,  c.  MS. 


608  CONQUISTA  DEL  ÍERü. 

ron  las  nuievas  de  un  suceso  de  mas  gravedad 
para  él,  que  todas  las  guerras  de  ios  Indios.  Lo 
que  lé  anunciaban  era  el  arribo  de  uii  tírecido 
numero  de  Españoles  conducidos  por-  D.  Pedio 
de  Alvarado,  el  mismo  capitán  que  á  las  <ítdef- 
nesde  Cortés  acababa  de  gíin^r  tan  nhoténdra- 
bre  en  la  conquista  de  Méjico.  E«te  caballero 
después  de  hacer  en  España  un  brillante  caéa^ 
miento,  cual  mereciá  por  su  nacimiento  y  su 
grado  en  la  milicia,  habia  vuelto  á  sti  goberna- 
ción de  Guatemala,  y  un  vez  allí,  los  mTtgnífifcod 
informes  que  diariamente  recibía  de  las  conquis* 
tá  dé  Pi^arro,  llegaron  á  despertar  su  avaricia. 
Aquéllas  conquistas,  seguii  le  decían,  Se  limita* 
ban  basta  entonces  al  Pero,  permaneciendo  to* 
daVia  intacto  el  reino  fin  Quito,  antigua  resi- 
dencia de  Atahuailpa»  donde  sin  dada  tenia 
guardada  la  mayor  parte  de  sus  tesoros;  Fin* 
guiendo  creer  que  estie  i>aÍ8  caía  ftiera  de  H 
jurisdicción  del  gobernador,  hizo  tomar  el  rum- 
bo de  la  América  Meridional  á  una  numerosa  flo- 
t^,  que  destinaba  para  las  islas  de  la  Especería, 
y  en  Marzo  de  1534,  tomo  tierra  en  la  bahia  de 
Caraques,  con  quinientos  hombres,  la  ittrtad  de 
á  caballo,  y  Hodos  perfectamente  provistos  de 
armas  y  municiones.  Hasta  entonces  no  se  ha- 
bia vi^to  en  los  mareis  del  Sur  un  e^iiuiadrCMi  tan 
numeroso j  ni  mejor  pertrechado.  *^ 

10     Los    historiadores    no  convienen  en  el  aütaero;  pefo  de 


LIBRO  III.— aiPlTÜLO  ix.  607 

Aunque  aqaello  era  una  invasión  manifiesta 
del  territorio  concedido  á  Pizarro  por  la  coro- 
na, no  tuvo  escrúpulo  Alvaradó  en  marcliar  di- 
rectamente sobre  Quito. '  Contando  con  el  aü- 
xilib  deún  guia  indio  se  determino  á  totnár  el 
eamíno  recto  póf  Jas  sierras;  travesía  sumfeirheli- 
te  dificii,  auR  escogiendo  la  edtátiion  ní^  favo- 
rable.' í'  '    ' 

Pagado  el  rio  Dable  se  le  huyrf  el  guia,  dé  ma- 
nera que  Alvaradó  ie  hállrf  eñ  breve  perdido  en- 
tre  las ítortttosás  sendas  de  léi  ¿ierra,  y  como 
iba  subiendo  cada  tes;  inas^sé  vio  al  fin  rodeado 
denievesy  hielos,  que  su  gente,  sacada  la  mayor 
parte  dé  las  tierras  calientes  de  Guatemala,  nb 
era  capaz  de  resistir.     Grecia  el  frió,  y  líegó'á^ 
tal  esttemo,  que  paralizaba  sus  movimientos  y> 
apenas  les  permitía  el  andan    hoé  de  á  pié  ^^ 
se  aliviaban  cdn  la  fatiga  de  la  marrcha;  peroí  üT-* 
gunos  ginetes  llegaron  á  quedarse  helados  en  las 
sillas.    Los  miserables  Indio^,  sin  abrigo,  y  mas 
sensibles  al  frió,  perecián  á  centenares.    Vetti-^ 
da  la  noche  se  abrigaron  como  pudieron  los  Es- 
pañoles con  las  pocas  tiendas  que   traian,  reeo* 
giendo  para  encender  fuego  la  escasa  leña  que; 
hallaron;  de  este'modoy  casi  sin  aliento^agdar^ 
daron  sanados  én  triste,  silencio,  la  llegada  del 
día.    Ma«  la  nueva  luz,  no  les  trajo  ñlngan  eon- 

uftb  inibiinacion  judicial  hbCÜa  "230  de  cíibaHeila'.-^Wormftcioá 
en -Guatemala,  resulta  t|ue  eran  hecha  en  3amibg»/SeV  15,;  1^96, 
por  todo  500  hombree,  de  ellos    M?". 


eos  CONQUISTA  DEL  PERÚ. 

suelo,  y  al  iluminar  con  sua  pálidos,  rayos  aque- 
lla.escena  de  desolación  ,,110  hizo  otara  eos»  qiie 
presentarles  con  mas  clapic^ad  los  desastres  de 
Ib, terrible  «oche.  ^  Siguieron^  siaeinlmrgo,  es- 
ftMTzáDdoae  por  vencer  los' Puertos  fiíetados, 
quedando  tristemente  marcado  el  camino  qué'ise* 
guian,  por  las  armas/ Vetíiidás,  preseas,  y  Wms 
despojos  de  la  campaña  que  quedaban  tirados^' 
y  adeii^aí^  por  loé  cuerpos  de  muertos  d  de  los 
infi^lices  que  (iejabari  áíaándonhdos  á  pqrecftr 
ea*  aquella  soledad.  Mas  los  Cc>haHos.  muertos 
nd  pcrmaneciari  por  mucho*  tieñipo  efnr  el  suelo; 
pprque  ,l0s  hambrientos  solda.doé'  sé  ;  echaban 
s^l  punto  sobre  ellos  y  !o^;  devoritbati  medio  cru- 
do$.  Eítos  infelices, -ó  semejáMia  de  lo»  voraces 
cóndores. que  re \x»leafbán  SrbaBdadw  sobré  siss^ 
Qíifcíezas,  se  'abalanzaban  á  loa  mas  ininundos- 
alimentos j  para  satisfaber  líis  insuflriblesiekigenw 
cias  del  Hambi-e.  ' 

l>eseo«o;  Alvarado  de  salvar  el  botin  .que  b^- 
bw  a^lquiridof  en  los  principios,  dé  la  jornada, 
hizo  pregonar  publicamente  iquecadá-unopo- 
diatoraar  de  las- cargas  el  aro  qfae  quisiese,, 
pagando  tan  solo  el  qjLiirita  real.  Per®  los  sol- 
dador no  se.  aprovecharon  del  permiso)  y  solo 
reáporidieron  buiiándose,  *«q«e  ei  ^^téatáeromo 
era  -comicr*^^  Viéronec,  .sin  embaída  en  áqueliiá 
ie:jctrpmidad  ^ñ  que  parecian  ya  rolos  hasta,  lo« 
vínculois  de  la  naturaleza,   varios  ejemplos   de 

f 


LIBRO  III. — CAPITULQ.IX.  600 

l^íalt^íl  qu,e  cpgrnuev.en:  ide  soldados  que  per- 
diaa  la.yJLd^Q^g^xilmQdo.á  sa^^  y  dq 

padlres,y  espqsoSji  '(^porque  algunos  caballeros 
traían  consigo  s^u3  miig^jres)  giie  en  vez  de  pen- 
s?^r  eu^^t  propia, ^9|l y ^cion,  pr,eA?rian  mas  bien 
qp^cjfix^ej^y  pQíCíf.ejí:  sepi^ta(|los  en  la  pi/eye  con 
lo§^  obj^tQs  piífs  qperidos  de  sp  coraaon. 

Para  cplípo.de  desgracias,  d^irante  muchas 
diíis  no  ceso  de  llover  sobre  pilos  aLxexi^  y  jceniT-. 
za^,, (Míe  les  cegaban  y  les  impedían  casi  del  toda 
la, respiración.  ".  Seguramente  prayepdria  este, 
fcnom,eno  de  algana  erupción  dellyanjQ  Cotopar^, 
xij  pl  mí^herroiosoyel  mas  terrible  de  los  vol? 
canes,  dfí  ^iTjLérica^, que  á  las  dpee  legajas  sflí^u-. 
(leste  de  C^uito  leví^pta  su  oijgullpsa  cabe^  lauí- 
chp.  mas  allá  del  límite  de  la^  niicves  perpetua»*  \^ 
Al  tiempo  de  la  expedición  de  AJlvarado  se  en^-^ 
coatvaba  prí>cisam.ente  en  eri^pífipn^,  la  mas  anti- 
gua de  que  hay  memoria^  aunque  no  la  primera. 
sil?  d^uda.. "  Dtestie  aquella  éppea  se  ha  manteiji- 

'Ül     ^CoBÉen¿6  á'lfevef'tSéQÍi  'iilidni'«l  otzv  espresan  el  uom* 

del  pidpil^^e^  Ovijíd^ "i^ue  ce,-  bre,.  Hjiiuib<üdt  adinite  la  Qpini^n, 

gaba  á  hombres  y  caballos,  de  general,  de  que  hablan  del  Coto-  " 

liifitt^ra  4uelo9  átboiles  y  matós;  paxí.  ftegekrclieá,  I.  123. 

estallan  cubiertá)iid0 polvo.*' Hist.  13    £|¡a  liiM^ieioii  muy  esteii'>. 

de  las  Indias,  MS.,  Parte  3,  lib.  dida  entre  los  naturales,  que  un 

8,  cap.  20^  euojnne  trozp  de  pórfido  que  pe- 

IS    GaTf^lasp .  die«  qn^  h  Uu^  ve.  CM^  d^  ^  bate  dd  cqiu),  fu^ 

vía  de  ceniza  yenia  del  «'volcan  arrojado  en  u|ta  erupción  oc^rrif 

de  (^iJÜto."(Com.  Real.,  Parte  da  al  tíemgo.  d«  la  muerte  de< 


2,  lib.  2,  cap.  2.)  Ci^za,  d/e  Lepi)    Atahu^Upa^TrPei'o  tradición  ne^ 
ííecoutentacondet;ir  que  do.* 'uno., 
de  lofl   volcanes  'de  iquella*  re- 
gión.'' (Crónica,  cap.  41.)  Ni  ^1 


ííecoutentacondet;ir  quedQ.**uno..  mf  jante  apenas  |[Uede  tener  cáf. 
de   lofl   volcanes  de  iquella*re-    bida  en  la  historia. 


ÍIÓ  CONQUISTA  DEL  PERÚ. 

do  en  cdíitinúa  agitación,  lanzando  sus  fliegós  á 
inedia  miUía  de  altdra,  vomitando  torrentes  de 
lava  qué  han'  sepultado  pueblos  y  ciudades,  y 
conmoviendo- sin  Cesar  la  tierra  con  ruidos  sub- 
teíráneoí^  qué  á  mas  de  cien  leguas  de  distancia 
Í»arecian  descat-gas  de  artillería.  "  Los  compa- 
ñeros de  Alvarado  ignorantes  de  la  causa  de  es- 
te fenómeno,  al  verse  medio  enterrados  en  la 
nieve,  cosa  nueva  para  éílos,  y  rodeados  de  una 
atmosfera  de  ceniza,*  perdieron  el  tino  en  Aedio 
de  esta  confiísion  de  los  elementos,  que  pare- 
cían haberse  conjurado  para  acabarles.  Había 
entre  ellos  algunos  antiguos  soldados  de  Cortés, 
endurecidos  por  mil  penosas  marchas  y  mas  de 
Utia  san^ríduta  batalla  contra  los  Aztecas;  pero 
confesaban  ^tíe  esta  guerra  de  los  elementos  era 
átrpe'riof  á  fodó.     *    ' 

Alváradó,  en  fin,  después  de  íatígas  inauditas 
c(ue  pronto  iban  ya  á  rendir  aun  á  los  mas  robus- 
tos, sali(í  de  los  Puertos  llevados  y  entra  en  las 
elevadas  UaauíHS  cercft  d«  Eiabamba,^  isituadíis 
á  maff  de  nueve  mil  pies  sobre  el  nivel  del  mar 
Pero  la  cuarta  parte  de  su  lucido  ^ército,.  y  m^* 
de  dos  mil  indio»  auxiliares,  (juedaron  en  los 

-   14    Hállase  utei   deficripcio»  TEquateur,  pp.  48-55, 156-160.) 

muy  detailacta  de  'esta  fomlda>'  Este  último  viagero  habiera  tra- 

ble  montaSa  por  Mr.  de  Ham-  tado  do  trepar  por  ías  paredei 

boldt   (Reséarííhes,    I,    118,    et  casi  perpendiculares  de!  críter, 

seq.;)  y  otra  áUn  masisiréttBftlan*  pero  nó  ¿ubo  tíadití  bástanla  9ttt- 

ci«da  por  Cobdamiae.  ( Vbya^  i  vidd  p^a  se|;iiiile'  ' 


LIBRO  *IU— ^cAMTUtO  Ik.  611 

HM^^es  pata  allmeíifd4}éíl6iíi Mitres.  'De  ifes^sa- 
1)aHo^  pereeití  taniWeii  él  mayor  nutafiero;y  los 
qoe  esoapai-ójft  cíCrtí  vida,  taptó  hombres  como  ca- 
ballos^ salieron  todos  masK)  í&enos  estropeados 
pdr  «üfrio,  el  hambre,  y  la  estrema  fatiga. — ^Tal 
iüé  ei  teirifble  paso  d4  los  Puertos  Nevados,  que 
hé  referido  sottíñtQnieDte  eomo  un  episodio  de 
la  conquista  áki  Pera,  pero  feuyá  relación  detia- 
Jlada»  aunque  todo  doro  pocas  sémafias,  daría 
mejor  idea  deius  di6cuhúdes  con  qtíe  tropeza- 
ron k>s  Españoles,  qti0  voldménés  enteros  llenos 
áe  híDSÉrTracipn  de  hechos  ordinarios.  ^ 

Así  ^ue  Alvarado,  dd^ues  dé  dar  tin  desean- 
6^  4  sus  dhíitidas  trofmis;  tómeme  á  marchar  por 
lá  inmenfea' llanura,  *é  quedo  asombrado  ál  des- 
eabfiír  6iii  lati^rva  í(i¿ácas  huelks  de  caballos^ 
Era  claro  que  ya  aníes-ilabian  llagaido  alK  Espa^ 
ñoles^;y  qué  después  dé  trafeaját  y  padecer  tan-' 
to,'otfós'se  le  habi^n  «ídelantado  éh  íú  coiifqüis-: 
la  de'Qttiio.  Ma«  condené  que  itos-^ténga- 
Hiosium  poco  i  éspUcaí^  cottio  sucedió  esto. 

15    La  relación  mas  conipleta  las  Indias,  MS.,  Parte  3,  lib.  8,  c. 

y  asas  animada  de  la  marchad  de  90, —  y  Carta  de  Pedro  de  Alva- 

Alvar^dpi  «s  sin  disputa  la 'de  rado  al  Emperador,, San  Mi|piel, 

Hepera,^  quien  parece  haber  om-  15  de  Enero,  1535,  MS. 

puñado  para  escribirla,  la  mtslna  '  Alvarado  en  la  carta  citada, 

limpio»,  c^  qHja.  Ti^^  Í4*¥^  4W"  *W  ^  c^^lf^P^  ^V^  í *  ífíjleccipn 

cribió  ia  marcha  de  Aníbal  yor  de  Muñoz,  espone  al  emperador 

los  AJpi^s.  (f^yfir  Gei^fSf^al,  dec,5j^,  lofi  motivos  de  su  espedicion  c.on 

lií).  6,  cap.  1,  ¿I  7,  8^  9.)  V,.  tsmr,  no  poco  descaro.    En  este  docu,- 

bien  Pedro  Pizarro,  D^scttb,  y  cuenta  hablo,  way  por  encima  do  . 

Co9(|.,  ÜQ.fm^Ovndo,  Hist.  de  su  marcha,    tratando  priBcipaK 


613  caníQui^TA-  jiLEL  funVi* 

ba  ca4^dig  1^  eiudad  de  S§Q  Miguel,  ¿meo  pQ^i^ 
to  por  eutonded  en  aquella  eost^t;  (|in90y:al  tnsn»*^ 
po  de  salir  de  Caicíanial^^,  dejarl»  al  «nidadodé 
una4)jer«0QQ  d^  ^ooíianza.  F\mQ  parai  eli«  los 
ojos  ea  Sebastian  de  BenajíieaíKar^  oártÁUerOjqoíf 
llegQ^d^spues  á  figurar  e«b!prÍ03ieiaüma;^ntr!d 
lo»  coDq;UÍ$.ta4ói:e9  de  la  Ameiiiea  MendioosiU  p#r 
»i\  y^Ior,  i^usitalent^^y  sulerueldadi»  Xaí$  ápé^. 
ñas  híibia  tooií^do  pos^sioado  su  gobiejfito,  tGnairt 
do, le  Uegaroa,  lo^mismo  que  ¿  Alvaradb,  tales 
noticias  de  is^6.  riquezas  d0  Quito^  qthe;  ^w^  ¡rebdl^ 
yio  a  emprender  su  conqui&ta  CQn.las;  faer^as 
\que  mandaba^  aunque  no  teaia  ordenes  para  ello^ 
Puesto  á  la  cabeza  de  unos  eiento,  cÍBea^nta 
soldíido*,  de  á,pié.y  de  á  tfttelloí  y  deí  un  carecí-» 
do  Eumfro  4e  Indáos  atni^i^Sj,  encumbró  la  cor^* 
dilJiera  hasta,  salir  á  ^i^^  llanuras  d«,QmiQ;pof  lui 
camino  mas  breve  y  ^e^ujo  que  el  ^seogidatpeír 
Alvarado.  jBn  los  llaiu^s  d^  Rfoban»ba^6neoQ^ 
tro  al  general  indip  It#ii»inavi»  y  tiívo  coo  él  al« 
gunas  refriegas  con  vario  suceso,  hasta  que  sien- 
do el  valor  igual,,  triunfo  la  ^ii^eiplina,  y  el  vie- 
torioso  Bénalcaajar  enarbolo  el  et^tnnd^rte  dfe 
Castilla  en  los  antiguos  torreones  de  AtahuaU^ 
pa.     En  liondr  de  su  general  Francisco  PííárrO' 

mente  de  los  negociaciones  con    tnei  sitiiestit»  w6tíh  h  GO)iclti«ta: 
Altaagro,    yendo    acompañadas    úé  ]wi  CfSñqeÁstScáBxjsá. 

ens  observacibnea  de  mil  infór- '      '   -    •     ^  •»'•      •  '  ^' 


Aiáú  la  ciudad  él  nombre  de  S«n  Francisco  de 
;^Hiiít9.   rC¡n«sole  no  obstaste  htlrtapeisadümfcTe 
.  ^haávieeltc?  ^wb>  ó  Inen  ernTÍ  ^alsh»  las'  noticias  ie 
i«»>riqQbef5afli^  (fe^taaiiabídir^sidD  escondidas  por 
lo»  habitantes.»    La  ciudad;  filé  lo  óiíi!edqiRé«gtt- 
i0.4^  eóoJQsljvietDiaasi;  iti  aom1r«8Íri4a  porili  á'qae 
^^i^  Uídm  sttjmloh   .fiffefflras  UobrelldVcíba  eti- 
te^íS^Ipe  io= ¡mejor,  qiiie  piMÍi^  recibió  •  7ii>tiérsis  de 
4Mje!  911  gafe  AJmagro  seacer^íAÍtat  í*  '     > 

M^ilietí  s^  spií^o  en  él  Cti^'co  lá  éspedííiíon  de 
áiiv^rifdo,'«ali(>  kliiiagro  eH  flircéeibri  a  San  ]tfi- 
'9«el'es(m'fí»a  teérta  ftieriá^-^péiiáándo  teforzaí- 
fai  alK,'y  mttréhar  4wi"9eg>mda  contra  los  iñVaso- 
re»¿  Pío  qüiedó  poco  asórribi-adó  'críañtfó*  lleg<^ 
-é  lá  eiudiad)  y  éopb  qae  no  estaba 't^éllh  sn'  go- 
bernador/ H^udo^o  Almagro  de  tó  pureza  de 
sus  mtetiefoird9,  tió  VácHdj  eoín  !a  fogosidad  prb- 
fii»  de  1«  jik^eAtud,  algo  apagada  en  A^efdatJ 
por  ios'  achaques  deia  yéjeís,  en  meteifse  por 
las  moRtofiai^  éií  htístú  dé^'Bennicazar. 
'  Venciendo  el  r^uelto  veterano  con  su  aéosr 
*>tttiiftbtaéa:  energía  das  dificultades  dé  )a  marr 
«eha,  dentro jde'pde^as  remanas  se  halló  (sén  su 
4r<»pa  €0  lá0  > ele vsid«8  Usuras  de  fCiobamba, 
au«t({ue  «tt  el  cmAino  Hubo  de  resistir  rtias  de  ím 

-16    Pedro  PizaiT«,  D.e^cul).  y    t\e  Ua  Iiwliag,  M9.,  Parte  3,  l^b. 
X/OHi^.,  MS".--tíerreríi,  Hist.  Ge-    8,  cap.  Id.— Cart^Je  BenalcazV; 
^tK0i¿4«e.5r.Ub;4r«a^<n,  ISr-MS.   '  *      -      ->       :.    -  - 
lib.  ,6, £ap.  6,  6 — Ovie4o^ J^Ualr.  ,.'    ^ -y   .^^  :   -r^^    ^.. 

I.  H 


Vigoroso  ataque  de  los  hatcuraleá^  bayo-  válcwr'^y 
eoastnncia  resaltaban  más  eonpipara&s  •«bn^la 
iisdiferejiciade.lQé  iPernanos*  -  P^ro  ana  no  lia- 
vbia  llegado  para  estod.  la  hora  de ::mapife^ar 
.  el  fwgojqiae  eri  sJiá  jiedhós  aiidia^         *  ^     ^ 

No.terdp  AlñiafgtO{,ea  ver  übgar  á  Riobamba 
al  gofeernaddr  4q  Sao  Miguel»  quien  mg4  y  acá- 
'^o  de  bufona  íe,  el  Jbiaber  llevado  nin'ghnai-itftéii- 
cion  torcida  al^eiii^pirender  sin  círden^^  &qdél)a 
entrada^    Y^  pon  est^  refuerzo,  esperó  trai^ui- 
lamente  e\  capitán  psjiaño¿l  la  llegada,  de  AlWi- 
x^dQ'    h^^  trx^l?^? :  ^^  ^*^ .  último, ;  awaiíae  mas 
{iialtfj^tadas,  >  ^^ran  s^i^pe^riores  en  pqmero  y  icb 
equipóla  ^^  4®  -^c^  nval,    Cujapdp  se  Kallaron 
frente  á- frente  m  lo^.-  i^rtken^igii^  Ual3iOJ3;de  Rio- 
.bamha^  parcjcia:  inevitable  vm  cOnAateugngmá* 
to,.  que  proccirara  á  )os  .^^t^ral^  la  «siáirfae- 
^cion  dé  ver,vengadjO^,«n»  agrayiasrpet'  lé»  lús- 
n^os  qu^  se  los  hUiei-on.  ^I^üyq  A^lxs^groii0  que- 
ría que  las  ee^sas  viiM^'S§^4rtaMé|jmiHPk     ; 
. . ,  Comen^^arqn,  püps#  í leía  nego^jiaei^^eis,  y  <ada 
piarte  alegfib^llp^  dciT^cboB  iqji^  if^em  te«^  á 
.  aq^#la,pmTi«reífu    £p; ^l^iiti?etaJiito,.las  tropas 
de  ^Iv^rado  tra^ba;» :  e(ml&hnBtnentú  eaxi  Ja«  de 
Almagro^  y  esieu^b^bg^^alli  4ale$  reluciaoes  «b^las 
riquezas  y  maravillas  del  Cuzco, '  que  ya  mu- 
elíbs  se  inclttoban  á  pa^átaé  fi  }a$  filas  dé  Fi- 
zarro.    Hasta  su  vmm>  oa^dílto»  cei^veMido 
di*  que  la  posesión  de  Qníto'Trb  híi$tfi?}.V  á  rom- 


Mglít^f  (eiiiei^datf  éoU  i^e  faá^iá'  procéáittó, 

M|0httibirf)ii»pilé^t¿í'  9«'é¿tm6  dé  'é^sité 'hiodcs 

imnlcrjofi't  f$tAú9 -ek  túéÉiñóW,^  f  9é  conviho  pdt 
pmcí^^id^  %ti  ^  éí  f éf^&fadw  piag^ía  '¿'AlVu- 
ifidWK  Iñelí  «íil^  jpá^  efe  >oiVH'''Mi^pn>n¥kiá)ttoké 

y  tdil^«)ldmi»ni^^i^s'y^%tirétíhds!  dé  gitéml 

lorii/yA  ^lttnlá^<Jtte•^éd6irf'Wl»jfegd;  Sí  bieH^'ifrfei 
c4da^>>ii(^;  atéa^ztot^ai  á  á^bñl^^i^ü^  «éséfM^^o^: 
e«meltlid¿  d  trti««d6,  '4«i^  ^^í^sn^o  ap'ersb- 


.;-í. 


17  Cot^l.  i  Pob.  de)  Pira,  que  tomarla, ^annqiiele  resy^faba 
BtS:-^i¿hini\i,'^élaM(¿i  Stim^--  ¿tt^e'pértíídáá  ¿l/ío  mkiiíó  qae 
ria,  MS.— Pedro  Pízarro,  Des-    á  la  corona  oor  el  malogro  de  su 

íkr'ranin'ro  yéináa  ino- 


fiaii  iÉtónWiíI,  «ec.  6,  Uh:'6,  cap.  dSáíatfieíiitef.  ^áiú  Úh  Ahrárádo 

S-lO.-^iédb,  llfef.'*ela«Irii  rf^12tti¿í«aor/%8.y  Ahlia^fo: 

ÜasrMW:;  Fteé  3,'  ffiy/Sfif.'  ckp.  tW^émtjáiioV  s^ySeiie  4ue'l&  su; 

aOÍ-^átte'-fle' 'BenidÜaiiir,  MS.*  ■*  pagaáfc^jíá  treá^vecea  mas  áfé 

* 'rfóeÉtáií'dé\icteí!rdo  Ibséácn-  lo  q»e  merecía  el  arrtíaihfeiitü; 

tt^re«%iHa'áííhá'iiíi¿adááAlva.  ^' «éí;  %f*tíf  SácHñtío;''»  á^ 

íwlé  pó^ 'nñi«mnÜ&cibiti   p^rtf  *^^lite^o-ai?'fei'¿¿i,qimiiutt- 

«íütb^feít»'  eMh  ^Alíia^rtt  *eft  ¿tu  *á  ^'  ¿¿m  ¿'  óíií^  Vét^**' 

«¿HÍá'0<lttfpMéfórf'dÍ8édbbci^  í9^0Í&ñ^Btfmf^jí-iftL^^\s^' 

te  faaste  kkorá  t  lq#  B^ánáflo*:  ta^or  eáslfeHank)! 'Cédñn  de  Bie¿¿ 

tí^/^üVUneír  én  lá  siíma  ^ada  é6  iAlMe^o  d  ÉaipMÍhr;*1Ím,? 

«fd'térflo.-Alránttlb'ii  laétfflÉÍ  Otet.l«,'l3!Í4.*  v     'i      .  •   ^ 

4»^Wííl4bé916í-otr^^ñ^¡Ae'  -'■   ''^  •    -^- r^ -   i- »>».,•  urr  r:; 


ro^ai^ha  parfi  la  pQst^  p^ii;  fi.  ^c^p  yi|ii|9^^:  pqr 

r;a:.coAciU^rs^  pl  efecto  4e  Ui  pobIiK)ÍKMi  Müg^Wi. 

J^t^9/fSy^^^^\^9^f^^  8(Wado9ífífraí4iie;«i«t 
T^^Ví n  de  gjgiarnvf ipn,  y  yd;^ jpri^cij^  pum  ^  «ÍN^ 

Jil^^^j  han^i  Jí>PÍ?-. :  Allí  4^^^  obs^qwd  el  {«íiieipe 

l5^,qap  3^^  pia^,apiii^ii^n80rn4ll^W.  di^  fteif^»,  F 
sfiJfíí^Wejr^  ^eac^rcwlpsí.  p^r«^  dfiapPJMle^ jtfe 
§)tw  deUc^^![Jp8.;Vp)lo3^Sílas,.y%«5i)i$?iss  ly  <}«mPI^  lefi^ 
pesies  de  furpe^Qs  4^  P/eru:  c^.^^^aw  p«lM 
montañas*  ^® 


/ 


de  Jauja,  .]^]ÍS^.-pfc^«n.4^  ?"-  quien  h»  yitio  lo  ^^.jr^Jier^  j 

m§r.  I>Q«5i(b*, :  MS,  T^.H^nrf rt,  iy>  trafa  .^e  encañar  á  n^e.  ^ 
Üist.  Gene|ral,496-  5»  lib.  6,  pap.       Tansbien  e^  Jai^  teniiina  al 

l^.-^MonMno^  Aai^,  M8^  etcnba^of  lÍpáiQ,  SÁucbo  su.  Jl^ 

añ9.1^.       :,  j     .     :i       j  /«cwm,  c|U0. abraza,. t^i  p^fMo 

A(]^  ^,  fin  reggniinym^i^ie  ii  muclia  iqaa  oor^o  que  ki  pceca- 

sus  trabogoa  el  au^or  4e  la  £fi^  deq^,  ^f^ro.  que  ea.^tfn  autéitfic^ 


0MM»  (26Í  Priiaem  Iksfvftrimi^nto.  como  e||a.    £ataii«a(«ft0ii  puedo 

delFfíru,  MS^tonUs  veeea  ci|»*  coii9Íderiu»6  com  .49||u^ad  d^ 

do  en.  el  curso  /le  eato  obra.  .  Bu  i^^cÍiq  ^^o,B9r  f«r  /^^  áá  se- 

esaótor  ^le  í\úoíd  y  obseryUdoi*»  ciet¿io  deftzarco,  y  e^ta^re- 

y  aunque  participa  de  la  tonílen-  frj?fi$idfi  por-  este.-   Ea.  cvideivie 

cia  nacional  á  «sag «aj  y  recar-  <^  íQdfi^v  qn^.  .^p^p^nhaj??»^ 


LIBIDO  |Íl.-;-7GAmptO  IX.  61? 

^bac^maic,  4onde  Jcepibid  la  agradable  noticia 
M  cifinvenio.QW  AJwajdo*  y  90)99.  despa^»  h 
yi»itó  9jrt.9  eabal^ro  en  pprspna,mite8  de;einlMir- 

Qf)i£ip[ib<l?  ipf^t.^^  ^  iK)t4  darant^  la  entr^vis- 
Vjk  la  maypf, cortesía  y  tmn :  cjordiálidad, ;  puesto 
9U/9  y,5f,?}p  e^ií?tia  jentre.  jtíloa  AÍngijuí  a^otiyo  de 
disgusto;;  y  .eíf  d,e  ^upp^r.^c;,  qae  s^.cqateniplar 
ri^u  fi^fitaaaippt^-|Co^  go  «sca,9p  interés,  habie©- 
dp  ai^ba3,alc,an2|adi>  ^an  aUp.JT^ppmbre  en  l^.á^T 
jPjQra.^enda  de  las  aventarsi.8.|Es  verdad  que  Alva^ 
rado  ganaba  algo  en  Isijppmparacion,  poriíj^ae  si 
bi^i)  el  pprtQ  de  Pisearro  Qp  parecia;  de  autoridad, 
no,  t^pia  la  gentileza  ni  los  modal^Sr  afables  y 
qprtesanps^^del  conquistador. de  Guatemala^  que 
no  menos  que  la  blancura  da  su  tez  y  sos  dora- 
dos cabellos,  le  ganaron  entre  los  A^ec^as  el  s<^ 
bre.nombre  de  Tonatiub  j»  «'íiijo  del  Sol." 

..Tojio  eifa  ahora  fiestaaíy  iregocijo^  en  la  anti- 
gua eiiidad  de  j^achacam^c,  y  en  vez  de  los  cap: 
tar^^y  4^  los.  s^ri^cios  ala  divinidad  infíiaqu^ 


gnnáéé  rebajas  en  etta  pof  eau-  ^  iiidttte  fit>n  denuuúam  molts- 

sa  de  lu  ong^n,  pu98  ha  de.cQn-  fia  en  su, empeño  .d^  paliar  lee 

siderarse    como  \  la    esplicacion  Éechos  culpables  de  los'Conquis- 

que  da  Pizarro  de  sus  propios  tadores.                        ,        ^         ' 

hóchosi  y  Á  fé  que  algunos  de  A  Ramusio  aom^   deudores 

ellos  necesitaban  bastante  de  una  de  U   publicación  de  este  dia- 

apologia.  Es  preciso  añadir  para  i|o.  .^  Sus  ilustrados  trabajos  nos 

bacer  justicia  al  geceral  y  al  se-  min  conservado  mas  de  una  pre- 

cretarío,  que  la  J^Ulacion  no  diJSe-  dosa  pi^dacdon   couteinpo/&- 

ete  en  lo  sustancial  de  las  otras  nea,    aunque  tradncidas  á    otr^ 

historias  contemporáneas,  y  que  lengua. 


618  CONQUISTA  DEL  Í»ERÜ; 

üé  ^felan  allí' con  táhtá  frfeíítíenciá;  Ves^óttaba  ¿ft 
^odo  fágaí-  eléstráendó^flé  *K>s tbtóeós  y'de  tóé 
cáñiis  ala  moTOcai'(5on  qae  '!ds  beliéosíó^  aven- 
tureros gustaban  de  recordar  las  diversiones  &^ ' 
voritas  dé'sd  país  nutáf.  Oonéitíi¿ás  Ik^  fie^^s 
fee  vdlVie  Alvarado  á'su  gobernación' dé  €raáte- 
m'al¿,  en  dotitfe  'sd  éspffitü  inquieto' íe  rtiétlíí  muy 
pronto  criíiaévaS^ 'empresas  que  aí  cabo'  atajaron 
su  azarosa  cartera,  áu  es^ediciori  ál  I^eru  pin^ 
la  Júúj  bien  su  cátócter.  Con  ía  injusticia  pot 
Tbase  y  ía  temeridau'jíór  guia,  lió  és  maraVÍHíi 
que  acáWse  mPe'fizniehtel  i^  *  |  --r^      " 

Para  este'tiempo  pdáiayá  d^^  que  íá  *con^ 

quista  del  l^eru  estaba  terminada.  '  Es  verdad 
quie  én  él  íñíéríór  aun  oponian  resistencia  ai¿u* 
nás  tribus  bárbaras,'"  y  qué  sé  dio  ^comisión  ¿ 
Alonso  de  A I  varado,  capitán  prudente  y  dé  con- 
fianza, para  que' 'las  íedüjese.'  fiénaléizaf^se 
mantenía  encuito,  Quyo  gobierno  le  di (^  des» 
ptieVia  corona. "  A^lí^Wfiánzábá  cada  Vez  nías  d 
doniíriib  de  los  Españoles,  y  ál  niismo'  éempó 
est)endia<8«i8  eonqmátas  -por  el  norte.  Feare  «1 
Ciízcq,  la  ¡ainti^tiÉi,  f  yeijersídá  capital  'dé  la  mó- 

19    lyaharro,  Relaciori,pujna-    cfirpada  ep  la  Nueya  GáUcia.  Por 
ria,  MS.— Pedro  t*izarro;  pea-    únaestrana coincidencia  subeBa 


cub.  y   Conq.i  MS.-i-Cp^'a  de  esposa  pereció  el  miamo  anq»  en 

Francisco '.'Pizarro  al  Señor 'a^  Guatemala  en  ^ "  prjopia  carty 

Molina,  MS.    ^                      *  qiie  fué  árirebatfli^ipo'' "'^^  *^'* 

Alvaradb  ín¿ri5  en '1541'' por  iTiÜa  qi^  J)aj6.a€  las  montañw 

Laber  caido  sobre  él  un  caballo!  vecinas.' 

queriendo  iubir  una  cuesta"  eer-  '    -                 '" 


Cl^koMIh — CAPITüiÓ  IX.  eW 

'tíai^ttia^  eBtübn  ganada:  los  ej'éreítos  át  AtaiittáH^ 
pa  d«f roítaAds  y  disptsrsos;  él  ihij^trio  délos  In- 
cas dfestf  ulrfo,  y  el  príncipe  que  enlpafraba  el  6e^ 
tiró  peruano,  ládld  era  riña  sombí^  dé  monarca, 
^éüjelo  á  la  volontad  de  sa  vencecbr*     .  '^ 

Lo  íprlmero  que  hÍ2o  él  gebérnkdoi*  faié  eseo^ 
ger  un  sitio  aproposito  para  la  ftitura  eapita}  • 
d6  esteintaénso  imperio  ultráilítarino.    El  Cuzco 
sumido  tehtre  las  montañas,  r\ó  convefaía  á  Bh 
dñeblo  cOtüemanté,  por  su  mtfeha  distáikeia  d^ 
píéostá:  la  pequeña -colonia  dfeSiii  Miguel  que- 
daba demasiado  al  Norte,  y  valia  mejor  elegir  ün 
ipdnto  más  céntrico,  quetíó  seria  difícil  hallal:  en 
alguno  de  los  ftrtíles  Talles  de  la  eo9tá«    Tal 
éni,  por'ejemploV  el  de  Pachiicamatíj  donde  se 
hallaba  éntonccia;  Piíárro;  peco  después  de  hü 
maduré  examen  prefíri<(  el  t^He  dé  Rinme,  sitütt^ 
A6'íitÍ"^ófeo  riias  ál  norte.    Debia  su  nombre, 
que  ^ti  lengua  Quichua  significa,  "el  que  habla,^* 
Á  tiíír  fáthbso  jiÍoIó^  á'  ciiyé  saflttiáíi<y  tfeu^iaft  « 
gran  núnteíro  loislltidios,  por  los  a&mados  oraci«- 
los  qtie  pronunciaba.    Víi  eandatosb  rio  9trét^^ 
filaba  el  valle,  y  los  Indios  según  sú  costumbre, 
lé  líabi^n  ¿atigrado^  en  knil  paytes  dividiéndole 
^  ^multitud  de  tirroyuelos  que  serpenteaban  pot 
Ta-s  hermosas  pradfeífes.*  .        ^  «i  - 

Escojid  Pi^jarro  pajra  asiento,  4^  su  nueva  ca- 
pital las  orillas  de  este  rio,  á  dos  leguas  de  su 
giQl^cadt^ra,.  I^.Gual  forma  una:  pomada  ensé;*' 


^  jC^NQUISTA  DEL  PERi;. 

pada^par^i;  abrigo  de  las  ejiubarcacioní^s^  que ,  ql 
ojp  preyíspr.dei  fundador,  y^jfi^  ya^^f^^av,  .^a, ,  sus 
^gus^s. .  Por  Jiallarse  agiiji^l^lugar  ,.ei^.  e|^  centro 
del  imperií>,  era  i^.uy^.prppjq  ;par^  jfesidencp 
del  Virey  de}  Perú,  pfie^  d^csdeallí  podia;comuni- 
caJTse  fafiilmj?gte  con  tQ4qs  Jqs.|)iU^to^.c|p]Lp^is,  y 
•  yigil^if  4Jqs  Xn^iog.,  .AwyPftue.^l  vaUej solo, dista- 
bíi.4el<?cua^or  doce  grí^doB  a.^  ^ur^g^stba  .de 
i^9  clim^  de^dQW),^;tan:te^ipladQ.jft9)C,Ias  fres- 
cas,bribas  que  sc>pla^)fin  4lQl,pceapp.íí  4^,  Io,f.. pi- 
cos llevados,;  qiie.6^  calor  e^a  fXf,uffho  ipaep.9V. ,  que 
en  !(^txq^  p^i^es  sitiados  4 Jgqafiívtitud,  ¡En  ki 
CQstí^! pupea  IbjevBj^p^rp,  sup.l^  e^ta  falta  up^  ne- 
blifna  jiiw©4a  qne, duraivte  .,fl  verajío  se  ^tiende 
spbre.el  valle, le  defiende;de  ,1qs  rayoj^.del  .a^- 
difceníj^  so][^y,sin^qfiefS^,^dyiqrt^,  i^^  lo» 

capítpQ^j  l«s  viste  d^  jríca*v,erdara,  . 
•  Pjj^arrq  dÍQ  í j^m  nneva  oapital,el,noml^re  de 
<l%<étd^J^  ih^  lo^  jBeyeí,  por  babjeriafundado,  se- 
g^B  áíc^g  el d¡£^ •  de.  la  Epif^nja,,  (5;  de  .Ener9  4e 
4íí35i  aupqup  oír^^  soístMfifRp^  q#p  .^se  dií^  &e 
4eter«jinp  el  aliento,  pups  la  fuadacicm  no  tuv© 
Ittgar  hasta  doce  diag  .después* f*  Blas  el  ^pm- 
bve  cásibélláno  eay.g  eü  deai^SQ  ja^üin^iai^tef  díf;  acsir 
JMurse  la  primera  generación,  y  preyí^lecjtf  el  de 
Lima,  por  corrupción  del  i^m]>^Q'máio,íU»Hig»^ 

20  Así  lo  dice  Quintana,  si-  irrecnsáÍJÍe'.  Eiq)ftndle¿  Célebres, 
gttieníio  al  Padre  Bernabé  CoIm) ^  tem.  IL.p«.  25Q,: tiola.  ■^.  '  [..-.. 
«niu  libro. titulado  FttM(/acioii</c  ^l  En  los  MSS./de  los  prr- 
timay  que  él  califica  de  autoridad    mero«  eoBqnisttdoíés&e  edú  4» 


,  La  planta. d^^J^  pobUcion  s¡e  tra^a  Cf  n  toda  re- 
^ujari(l|ijl..^  J]^as  caU^^/tira^a?  4  jco^dl  y.  carta- 
das  en  án^ulíf.  recto,  ,s.e  (l'^arjQji ,  ü9.as  ^apc^as  ,áp 

espacio  sáficient^  ^n|£re. ijfjfi^jptrí^s •  paf^  ,p^^^ 
jpubUcasy jf^dinesdel^s  casas  partijii4^^e^..,l4a 
planta  formabs^  un  triángulo  pon  eír^^j^or^^s^* 
cuyas  ^iji^a^  debían  re||)aftjjr|j^^pojr^.caj^^^  A^  PÍfi" 
dra,  en  tp^íisMas  calles  principajt^^s,  coa-^i  ^P  ^^ 
n^ue,cada^upQ  pudiese  regar  eVp^^a;?Q  d9,t^.rr.cop 
contiguo  á  su  habitación.*  ,  .  : 
^  ^  Tan  luego  c9n^9^:e^^beí:iia4or  e^epgio  el  si- 
tio j.  determinó  la  planta,  d^  te|<Hudad#  dio'.prin- 
jC^pib  4  las  trab?^os  con.sa  afip9tui»bx^da  ac^vi- 
il^tí*.^.  ífiizo  v|Bnirjá  Ip^Sj^Bv^ip^  ifi  W*^?,  d^  treinta 
^^ua^  a  la  redonda,  j^fura  .fju;^  Ip  .ayuda^^fl,.  y  las 
niismos  Esp^Qoles  tfe  suplicaron  e^Q  .  ieoipef^  ^ 
la  obra  bajo  la  dirección  ^Je  su  ffefe.  Todos  de- 
jajron  la  espada  del  conqnistador  y  tq^va^rpil  l^s 
herramientas  del  artesano.  El  campo  sq  Tctri 
cubierto  de  un  enjambre  :de  trabajadores;  dijir 
fflenJte.s,  y  el  :estruendQ  .d^.lHgu^^*r¿^  se  Jiabia 
convertido  en  ^1  inocente  bullicio  de  una  pobla- 
ción.actiya.^y^ciipadív  :^  La  cátedra)». . el ,paIaQÍp 

ver  al  punto  com«  deade  m«j  al  "Así  mismo  ordenaron  que  m 

•ftmmpiOf  lu'  áplOMíD^'  Aí^^^ii  pái»tisen  al -pueblo  q^ue-'tenürn  en 

«nplapitó  el'prikníliirá^iiombfe  it¿-  itiinsa  poblado  á  este  Vallé  d^ 

•éif.  .**^  «d.  ndniliá*  a«  p*fil6  á  Lima  donde  agota  es  esta  tinéüL 

limmy  fiíndé  la  4m«3ad-qié  hbi  ^i  lo^  ](«fto  i  ^nS'  se  V(>bl^/' 

-fiwfés  ríiueh  a^ota'  aa,"   (Fedré  Conq.  i  M)/trel  VWn  M8.        " 

Pizairo«De6Cub..;!!C«ái^vMft;^  -       "»^'-  ' '•'*  ^ '  * 


4^  yCqiXWl&TA,  J)B*,Pgft#! 

i^j^J^  cqrte  iffijQÍío  .mejpr,q;»ejr?SQ#oJÍMIoail0«íf  y 
cuando  las  circun&^Qqv<^,iPri^ol3f}ig^binh  á*]¡e^ 
pfljr  ,f5tt  ari;qgíjpc|^  flaivitia  j^  e^i  ^pMéA^^filiÁlliila- 

y  de  9U^.pí?<iu«Hq^«Gflfi(}Tp%  Ja«íifetí|gií»í|fcopfc^ 
biaif  gí^j^^cido,  la«  j4Ífií^Hf^le|i  i<ttt0;tm««Í0)«»irki 
jprjsipp  del  p^ipc^ij^e  ^e^uwf^f.rA^^tit^aí&mi^^- 
ifatf.    Nx)  pu4o  referir  ^^aits^M  last^iMlt^  * 

. es^  jjoifelip mpnarca,  pqrq^fi>Qiinijiahabíailla^* 
dx>  4  su  QQticiai  e$te'  trj^eo.^qttteeiiñieiilis  Odiii^ 
rido  d^spuc^s  4p.  ^í  fi3FÜ4a*  Fp^fJeíf^ba^.dk^jci^ 
ballerQ;  la,  fertilidj^d  de  la  Uerca  y  la  attttikro»iii^ 
sus  (labitante^f  c^amo.s^.ecbBl|^i4^'V^i^'^vl<>^ 
adelantas  q^ue  ,^bipn  hei^oea  vannaAiítea  me^ 
Canicas»  y.e^  prueba  ^; j^Do^moatro  'las  telaa  de 

.al^(>dpj^,7  de  l^aca,  x  JbiS.j^reiS^Q^os  :tSiso»  decoro 
y  plata.^ .  p^iüabande  ^^grk  U>ft!«goa  íM mé* 
Darca  cuando  puso  la  vá^ta-^n^^ttoa  «tttímos^  El 
era  dema^^iado  pe^spíx^az  para  np^^^tnaaief  f  apra* 
£iar  en  todo,  si?  yaV;^r  l^s  veii,i6ya8  q«e  ;(leMa 
traerle  la  cpnquis^^le.un  pavs  tan  fettík  y  rWo  en 
producto^  de  la  tief fia;,  pero  »  aeeaMít^ba  «Ipé* 
rar  mucho  tiempo,  para  que  comenzasen  4  serét 
provecho,  y  asi  4ebeii^a.s  diifimuLarle  que  ie\ean- 
sasen  mayor  cionteato  la^  noti^^as  que  ¿aba  Pi- 
^arro  de  sus  riquezas  nainerales,  pofqtie  sus  atn-^ 
Viciosos  proyectos  habian  agotado  eleris^r  jo  ij»-. 
periaH  y  la  lluvia  de  oro  que  tan  iiBpensadtoieiH^ 


Li*it»"iii;^*^<$APt'riíi:6  Ix.  625 

4e?ie-éaki  fenciraavle  parceiá  ti  ti  medio  muy  opor- 
4»iQfd0  llenarlo  eín  demorai 
•/:  Gécios)  |k>r  taiiítoy  no  se  detato   en   cbnoedielr 
éftrastoW  jiídio  el  -afortilfíáido  áv^éntiirero.    Con- 
^tmó  ^t  modo  tñas  esplitiito  tddtís  laé '  meree- 
dea  iiíicfaa»  ante¿  é  Firaricisco  Pízari-o  y  á  sus 
i|qoM»fif7  eiysaiichcí  otfbs   setenta  leguas  hacia 
elSur  1»  gobernación  del   primero.    Por  esta 
-vez  lui^a»  olvidaron  tampoco  los   servicios  de 
Almagiro,  y  obtuvo  licencia  para  descubrir  y 
eonqoi^r  hasta  dbseiehtás  leguas,  comenzadas 
acortar  desd^  donde  acabase  por  el  Sur  la  go 
h€Jma(AatíáeFii'Aríyoi  ®^    Para  darles  Carlos  aun 
mayones  pruebas  de   sU  satisfacción,   se'  dignd 
escribir  una  earta  á  los  dos  capita:^es,  felicitar.* 
do^es   por  sUs,  hazañas,  y  a^radéciédoles  sus 
aervicios^    Este  aiéto  de  justicia  en  ñivor  de  Al- 
magro, seria  muy  honroso   para  Hernando  Pi* 
B8rr0i> teniendo  en  cuenta  las'pá^siotíéá   ^ue   en- 
tre ellos  había;  si  no  lo  hubiese  hecho  así  obli- 
gado por  la  presencia  en  la  corte  de  los  agen- 
tes del  mariscal,  que,  cómo   ya  hemos  dicho, 
eataban  prontos  a  llenar  cualquier  hueco  que 
dejase  en  sos  relaciones,  el  enviado. 

-  04  Bb  la  mCtceé  réál  se  di6  dio,  tuvo  tan  mal  resultado  com« 
el  nombre  de  Nuev:»  Toledo  i.  la  .  la  f  rimera,  y  todavía  se  conoce 
tierra  que  debía  ocupar,  coipo  con  el  nombre  de  ^Chile  la  eot^ 
ya  aKtae  se^habladado  el  de  Nae-  clia  faja  de  tierra  fértil  entre  los 
Ta  Castilla  á  las  C9^qiiiftes4e  Pi*  *  Andas  je  la  «osta;  que  sé  Mtíen^ 
acarro.  Pero  esta  tentativa  para  de  hacia  el  Sor  del  graa^^tír 
ctaplttur  él  primkiTtf  wxmbn  iti-   s&Qt«, 


.6S6  CONQUISTA  PEL  PSfiU* 

Ya  hemos  d^  saponejr.qae  ea  madia  ¿e  tan* 
tas  mercedes,  este  oo  volvio.con  .la»  n^anos  var- 
cias.  Le  dieron  alojamiento  como  á,  criado  de 
la  casa  real:  hiciéronle  mQVced .  del^'háhilo.de 
Santiago,  la  mas^  estimada d€^  las.  orden/éis  mifih 
tares  españolas:  ot>tuyo.  licencia  para  alistar  una 
.flota  y  tomar  el  mando.  4e  ellar  y  se  mando»  é 
los  oficiales  reales  de  Sevilla  que  ^votaciesea 
sus  proyectos,  y  le  facilitasen,  su. embarque  pa* 
xa  las  Indias.  ^'    .  ,    -    . 

La  llegada  de  H^ernando  Pizarro,  y  las  wa^ 
vas  divulgadas  por  él  y  sus  c<;NQ»,paáeraBv  kC^aíiS^ 
ron  una  sensación  en  los  Espaóoles.eoioo.na.sQ 
babia  visto  desd^  el  prim;^r  via^e  de, Colon* -  £1 
descubrimiento  del.  Nuevp  .Jki^ndo  llend  laa ,  ea^ 
bezas  da  espierwzas  sin  K^aites  d^  riqueza)  pe^ 
ro^  cada  nueva  es^edicioa  ^io  ha^ia.  skdo  no 
nuevo  desengaño.  Aun  ^  cqnqi^i^tH  (ki  M^eo, 
si  bien  escito  la  admiracipi^  gf  i^ii|  eomo .  lui 
hecho  ilustre  y  niaravillo^o,i  no  había  p^j^odui^i-r 
de  el  oro  que  tqdos  aguardaban.  Las  voj^gpür 
ficas  promesas  I^ech^s  por  Fr$jí>eiseQ  ^zaiueo 
en  su  último. viage  ¿la penuis.ula9.no «habÁa»*Ue^ 
gado  á  revivir  la  confianza  de  susí  comf^atOAtaa, 
incrédulos  ya  á  fuerza  de  desengsvño/s.r  lio  úni- 
co real  y  verdadero  eran  las  difieoltades  de  la 
empresa,  y  lá.desconfianza.g^ue^j.^e.  m^^^ifesT 
td  miiy  bien  ea.ei  corto  número*  de  ijidividuos, 

25    Herrera» loe     ;it.        ,.      ^    .,,      •;    f^    .  .ri»  .  .  ui.- 


j Min/esto8 déla  getrte  tnds  pefdíida,  qae  qnn 
sdffioron'emíibitfcaírse  hn  aquella  a;yénturá% 

ptomensaíst    Ysí  nd  feabía;  que  dar  créidit<)  á  Ia$ 
iÍMÍT¿dar0  Téiaei4»iéi$  de  los  avéntairerpí^,  sino  at 
O1Í0  '^ftámmíOf  qrie  teman  á  la  vista  eón  tal  abuii^ 
(kmciui '''Todos,  pues,  dñrígierosi  la  vista  aloeei« 
dieDtl^    EI^  píódigo'  arrainado  creyá  encontrar 
allí'  el  ca«iÍRD  pard  rehaeer  sá  fqrtiiiia  con  la  noisw 
ma  presteza  cion  qne  la  ludiia  dilapidado.     Et 
xo09etiátren  vezr  de  irábnsisar  las'  preciosas 
iD^reknéíasdélorientev  se  dirigió  ai  lado  opues- 
to^ pensando  lograr  mayores  gatiaacias  donde  los 
objietoa  de  primera  necesidad  alcanzaban  precios^ 
tan-e^horbitefite»^  El  caballero  ansioso  de  gcini^ 
glofifi  y  riqaezas^  boñ  su  éspada,.se  figturó  haber 
hallado  un  escelente  teatro  para  sus  hazañas  en: 
las  euHibr^s  de  los  Andes.    Conoció  entonces 
Hernando  Pizarro  que  su  hermanó  tuvo  razón 
en  dar  licencia  para  que  regresasen  ¿  su  patria 
á  oUMito«r  ^dlidós  lo  solicitaron,  persulidido  de^ 
que  Uis -riquezas' qiue  allí  osténtase»  atraeríam^ 
diez^  hbmbres'  á  sus  bandera»;^  por  cada  ano  qne* 
las  aJ^andonaise. 

I>e  esta  manera^  ien  Muy  bféve  tieropoi  se  en^ 
contró- aquel  ccballéro  don  el  miando  de  la*  ar- 
mada más  íraxtierosa  y  mejor  equipada  que  aba* 
SQ  habia  salido  de  los  puertos  de  Espami  desde 
la  famosa  de  Ovando  en  tiempo  dé  los  Rere»' 


92a  ..POKiQ,UlSTA    DHLi  PBBil/,f 

CMoliqQiP*  ;Nií  f^é;  tampoooteísitaf  tmis  ^ifttrjtonftda; 
que  aqueUii*  j^pieaa$  salió.  Hernanfid  á  la  muir 
s^br^vijaoqiin t^níipeí».tad  t»n furiosa qite  le  obli- 
go iáave^I^i-  «il  puerto  waiisii  flota  para  reparar- 
la» íAlfiopmio  aUraye«;at  etiooiania,  yjaQeló.ski 
Boyedad  anilla  ¡{ieqnefia:  báúá  cde^  Nombre  de 
Dio«. '  >  Oehio  inada  habki  aHi|  preciado  para 
recibirle,  y  se  vi<5  obligado  á  detenerse  algún 
tiénarpd  antes  idetjpóder  pusárlas  sierras,  lá  fal- 
ta, de. pirotísiohes  causo  graTedaño  ¿su  gente. 
LlegároB  á  tal  extremidad  que  devoraron  con 
aB9Ía,Ios'  aliinénjfcí^-mas:  rejpuguaii tes,  é  hidalgo, 
hnboique  cuáato  tenia  ahorrado  ga¡s*t¿  en'  pro- 
curarse unia^  subsistencia  misera'ble;  En  pos 
del  hambre-  aJeifáieron  las  enfermedades  como 
eS'de  supox^erse,  yímuchos  de  los  infelícee  aven- 
tareros  no. pudiendo  resistir  el  ardor  del  clima, 
perecieron  desdichadamíente  á  los  primeros  pa- 
sos de  su  carrera*       f 

...Sucedió  allt  loque  con  tanta  ff^uencia  se  ve 
efl/]a!hÍ8toría  ^e.  áae  conquistas  db  Ibibf  Gspanoles. 
Unos  po)cos,  mas  dichosos  que  los  demás,  alcan- 
zan algún  premio  inesperado,  y  una  multitud, 
atraída  por  la  buena  fortuna  de  estos,  se  arroja 
á  seguir  sus»  huellas.  ;  Mas  los  primeros  que 
viníeronarrebataron  ya  los  ríeos  despojos  mas 
fáciles  de  lograr,  y  los  que  llegan  después  tie- 
nen que  ganar  sus  tesoros  á  costa  de  largos  y  pe- 
nosos esfuerzos.     Muchos  regresaron  u  su  pa- 


LlBllO  III. — CAPITULO  IX.  629 

tria  abatidos  y  sin  dinero,  y  otros  se  quedaron 
allí  á  acabar  sasdia&enla  desesperación.  Cre- 
lan  cavar  una  mina  de  oro  y  no  nucian  mas  que 
cavar  sus  sepulturas. 

Mas  no  todos  los  que  iban  con  Pizarro  corrie- 
ron ía  misma  suerte.  Muchos  de  ellos  pasaron 
el  Istmo  con  él  hasta  Panaqiá,  y  llagaron  opor- 
tunamente al  Perú;  allí  en  los  estrañoa  lances  dé 
las  guerras  civiles  algunos  alcanzaron  puestos 
honrosos  y  lucrativos.  Entre  los  que  prime  x^o 
tónjajrpn  tierra  en  el  Perii,  iba  un  enviado  de  los 
agentes  de  Almagro  para  informí^rle  de  la  dis- 
tipffuida  merced  que  le  hacia  la  corona.  Reci- 
bió esta  no.ticia  en  el  momento  mismo  de  su  en- 
trada en  «1  Cuzco,  en  donde  Juan  y  Gonzalo  Pi- 
zarro, en  cumplimiento  de  las  ordenes  de  su  her- 
mano, le  recibieron  con  todo  respeto  y  al  pimío 
le  entregaron  el  gobierno  de  la  capital. 

Al  verse  Almagro  honrado  por  su  soberano 
con  un  empleo  que  le  hacia  independiente  del 
hombre  que  tanto  le  habia  agraviado,  se  lleno 
de  soberbia,  y  proclamo  que  ya  no  reconocerla 
superior  en  el  ejercicio  de  su  autoridad.  Va- 
rios compañeros  suyos  fomentaban  estas  ínfulas 
de  soberano,  y  le  repetían  que  el  Cdzco  baia  al 
Sur  áe  la  gobernación  de  Pizarro,  y  por  consi- 
guiente quedaba  dentro  délos  límites  de  la  con- 
cedida al  mariscal.  Entre  los  que  así  se  espre- 
saban, había  varios  soldados  de  Alvarado,  qufe 


é30  CONQtnStÁ  DEL  PERÚ. 

aanqne  de  mejor  blase  qtíe  los  de  Pizarro,  no  lle- 
gaban con  mucho  ala  disciplina  de  estos,  y  hechos 
á  militar  á  las  oídenes  de  nn  gefe  tan  poco  de- 
licado, no  oonocian  ya  límites  á  su  licencia « ^ 
Tenian  en  nada  á  los  vecinos  indígenas  del  Cuz- 
co, y  no  contentos  con  los  edificios  públicos, 
echaron  mano  de  los  particulares  que  mejor  les 
parecieron,  apropiándose  sin  m«s  ccreimonias 
cuanto  encontraron  en  ellos,  y  mostrando^  en 
una  palabra,  tan  poco  res^ieto  á  las  piersonaá  y 
á  las  propiedades,  como  si  hubiesen  tomado  la 
plaza  por  asalto;  ^'^ 

Mientras  pasaba  todo*  esto  en  ía  antigua  capi- 
tal del  Perú,  el  gobernador  se  mantetiia  en  Li- 
ma, y  allí  fueron  á  catisarie  grave  inquietud  las 
noticias  que  recibió  de-  las  mercedes  hechas  á 
SU'  compañero.    Aun  no  sabía  por*  entonces  que 

36    En  punto  á  disciplina  ef  an  casas  de  mucha  ropa  i  algunas 

el  reveliBo  de  los  conquistadores'  oro  i  plata  i  otras  muchas  cosas, 

del  Perú»  si  bo^  el  dicho  de  Pe*  i  las  que  no  estaban  bien  llenas 

dro  Pizarro,  quien  afirma  que  las  enchian  de  lo  que  tomaban 

ninguno  de  sus  compañeros  se  de  las  demás  casas  de  la  dicha 

habiera  atreyido  á  tomar  ni  una  ciudad,  sin  pensar  que  en  ello 

mazorca  de  maiz  sin  permiso  de  hacian  ofensa  alguna  Divina  ni 

su  gefe.    "Que  los  que  pasamos  humana,  i  porquesta  es  una  cosa 

con  el  Marques  á  la  conquista  larga  i  casi  incomprensible,  la 

no  ovo  hombre  que-  osase  tomar  dejaré  al  juicio  de  quien  mas  en- 

una  mazorca  de  maiz  sin  licen-  tiende  aunque  en  el  daño  resce- 

cía."  Descúb.  y  Conq.,  MS.  bido  por  parte  de  Jos  nutarales 

27    "Se  entraron  de  paz  en  cerca'de-este  artículo  yo  sé  har- 
ía ciudad  del  Cuzco  i  los  salie- .  to  por  mis  pecados  que  no  qui- 
ron  todos  los  naturales  árescibir  siera   sabea*   ni    haber    visto," 
i  le?  tomaron  la  Ciudad  con  toda  Conq.  i  Pob.  del  Piru,  MS. 
quauto  havia  dentro  llenas  las 


LliBRO  íll. — CfAPlTlTLO   IX.  ÍB3Í 

SU  jurisdicción  se  Uabia  alargado  otras  setenta 
íegCiai^  hacia  el  Sur,  y  recelaba,  lo  misino  qué 
Almagro,  qtití  la  capital  de  los  Incas  ño  quedase 
legalícente  dentróxleWús  actúales  límite».  Com* 
prendió  desdfe  luego  todo  el  dañó  qué  le  resul- 
faíia  átí  cáef  é^á  opulenta  ciudad  en  niaños  de 
su  rival,  por  el  ancho' eampo  que  sé  le  abfia  pa- 
ra i^aoiar  su  Codicia  y  la  dé  sus  secuaces.  Co-* 
noció  que  en  las  circunstancias  presentes  na  con- 
venia  permitir  que  Almagro  se  anticipase  á  to- 
mar el  mando,  al  que  tiasta  entonces  no  tenia 
atín  derecho,  puesto  que  las  céduTas  en  que  se 
'  contenia  la  concesión  se  hallaban  todáyiá  en  Pa- 
namá en  poder  de  Hernando  Pizarro,  y  lo  único 
que  haliia  Itegadó  al  Perú  era  una  copia  d^  urf 
resumen  dé  su  contenido. 

Sin  pérdida  de  tiempo  envió",  pues,  órdenes 
al  Cuzco  para  qíie  sus  hermanos  volviesen  á  en- 
cargarse del  gobierno:  se  discurpatóa  al  mismo 
tiempo  con  Alma:gro,  sopréfesío  dé  no  ser  con- 
veniente qiie  cuando  le  llegasen  sus  poderes  íé 
cogiesen  yá  gobi^rnándo,  y  concluiarecomendán-. 
dolé  que  cnanto  antes  se  partiese  á  su  Conquis- 
ta del  Sur. . 

Péfo'm  el  mariscal  ni  sus  aniíigos  pedieron 
cOTifoirmatse  con  renunciar  taii  f&cilmenfé  el  man- 
dó qiié  consideraban  pértenecerle  de  justicia. 
Los  Pizarros  por  su  parte  no  cesaban  de  instae 
para  que  se  les  efttfe^se,  y  la-  di^ifei  se  fir^ 


632  CONQUISTA  DEL  PBRÜ. 

j  •    *  •  '  ... 

acalorando  mas  y  mas.  Cada  partido  tema  »arf 
adictos;  ía  ciudad  sa  dividid. en  bandos,  y  (?1 
ayuntamiento,  los  soldados,  y  aun  los  Indios  to^ 
maro^n  ¿)arte  ^n  la  cuestión  del  piando.  Ya  He-' 
gabán  las  cosas  al  estremo,  y  np  faltaba  mucho 
para  venir  á  las  manos,  cuando  Pizarro  ^  per- 
sona se  presento  en  la  capital.  ^ 

Sabedor  de  las  fatales  consecuencias' qué  lia- 
bian  producido  sus  drdenes^marcho  con  toda  di- 
ligencia al  Cuzco,  y  allí  fué  recibidp  con  mues- 
tras de  la  mayor  alegria,  tanto  por  los,  Indiós^ 
como  por  los  Españoles  mas  inoderados  que  de- 
seaban conjurar  la  tempestad  que  á  todos  ame-, 
nazaba.  piriffiíise  primeramente  el  goberna- 
dor á  Áím^agro:  le  abrazo  con  aparenté  eordia- 
lidíad  y  le  pregunta  lá  causa  de  las  presentes-di- 
sensiones. Respondióle  el  mariscal  echando  la 
culpa  á  los  Pi2arros;  pero  aunque  el. gobernador 
los  répréberidio  con  alguna  aspereza  por  sus  arre- 
batos,  pronto  se  echo  de  ver  que  les  daba  la  ra- 
zón, y  el  riesgo  de  una  ruptura  entre  los  dos  aso-' 
ciados  vino  á  ser  mas  inminente  que  nunca.  Por 
fortuna  pudo  evitarse  por  esta  vez,  gracias  á  la 
mediación  de  algunos  amigos  de  ambos»  jti^^s  dis- 
cretos que  sus  gefes:  con  su  ayuda  pudo  al  fi» 
llevarse  á  cabo  la  reconciliación,  JbaJQfippdÁQip- 
nes  iguales  en  sustancia  á  las  del  primer  «eonve- 


niOi 


2S    Pedro  Bz^Jto,  T>^cub.  y    iiera\,  decl  5,  íb;  7/  dap.  6,— 
Conq.,  MS^^Hérriíra,  Hist.  Ge-.  Có¿V  i  Pók  del  Pililo  MS. 


LIBKO  IH.-r^CA,PITULO    IX.  4533 

Of^ejfji^ífrpp  jjr^metaiflepte.  íojapjtei^er  .firme  é 
ioviplí^Me  si;j,.mjutpa,¡  aflii^tad,  a^ij^gando^  upa . 
claasujlí^  (j¿^^  fto,  da^upa  idea  in^iy,  favorable  de 
Iqs  cf>ntrataote|9|  ej;4.^aberi  qu^  pinguno.  de  los 
do^  ^iú^  la^l  ,á^\  QtJfo  i^i^Jq  cal4mpiaria,  J^^P.^" 
cialp^nte.  eo,su&  «af;t^j^s  fil  emperfidor.  Se  obli- 
garon ademas  á.po  tene:^^  ^omuoicacioD^iflj^jjina 
con  d  goJ^iei:pp,sin,.Qonq?ii9Íento  del  otro  i^soc^a;^ 
^^r  sf.  ?^^  MJf W9r  cp,p vinieron  ^n  partir  por  mitad. 
los^l^t<^si  y  prpvechps^.^e  ^ps  fijturos^  jdescijbri* 
miQOtps,  Pedjan  al  cielo  ^on  las  ma^  ^^ijves 
impjfecacioije^j.que  .de^cargí^se  s\\  colera  sobre 
aqviel  íjue  faltífse  á  este  cpnyqnio,  y^  l,e  castigase 
con. la  pérdida  dp  h^^^ead,^.  y  vid¿aíeix,cfte  mpnj  , 
do,  y  con  la  eterp^,  p^^^icion  .pn^pl  y^^d^ro-  ^ 
.  Para  afirmarsfi  aun  mas  en  1^  ob^efyaaci^  d^l^ 
cofitratp^.lo  jur.aroft.ft9leinnera,entp,  s¡9^re  l^jiof- 
tia  pQn¿jagi:ada,  que  t,eni¿a  ejc^^la^^juí^pofi^ eJ.f.^jl^^F- 
tolomé  4e  S0goy^9,  .í},uvíw^tpja.nik^.^v]p,^ijfi,í>ar, 
ra^concluijT  la. ceremonia,  ,  El  11  jie  Jgnip  ^^p^ 
1535.  a ^QB^td  el  escribano  todo  lo  practicadp  ^^ 
los  artífiulos  de  la  capitulación,  en  up  instruipen- 
to  íTíiUfiíjado  por  multitud  de  Jestigps,  ^ 

.  29  ^'£  suplicamos  á  sn  infini-  'Cién¿s.'**Capittilacia]r  entre.  Pú 

ta  bondad  qu^  á  qualquier  de  nos  zarro  y  Almagro,  12  de  Junio, 

que  fuere  en  contrario  de  lo  así  1535,  MS. 

convenido,  con  todo  rigor  de  )iiB-  30    Est»  notable  docnuienk), 

ticia  pernútfi  lán  {i^rdiciou  de  bvl  cuyo  ongiualse.gjaarda  en  el  ar- 

ánima,  fin  y<  mal  acavamieuto  de  chivo  de  Simancas,  puede  verlo 

8u  vida,  destruicion  y  perdimien-  el  lector  por  entero  en  el  4péj^- 

ro8  dQ  au  f^milia^,  boivaa  y  ba;  dtc^'[bajo  d  ntoero  11« 


034  ■    CONQUISTA  BEL  PCatT^ 

De  esta  manera  creian  los  dos  antiguos  ca- 
maradas,  que  después  de  haber  roto  los  lazos  de 
la  amistad  y  del  honor,  podrían  unirles  de  nue- 
vo los^  sagrados  vínculos  de  la  religión.  El  solo 
hecho  de  haberse  visto  obligados  á  írecúrrir  á 
tan  extraordinario  arbitrio,  debid  haber  sido  pa- 
ra ellos  la  mejor  prueba  de  su  inutilidad. 

Poco  tiempo  después  de  ajustadas  las  diferen- 
cias, publicó  el  mariscal  Iti  jomadíi  de  Chile,  y 
hubo  muchos  que,  atraídos  por  la  franqueza  de 
su  trato  y  su  liberalidad  que  rayaba  en  profasioD, 
quisieron  seguirle  en  una  espedicion  que  no  dti- 
daban  iba  á  producir  mas  riquezas  que  las  ba- 
iladas en  el  Perú.  Enviaron  por  delante  para 
preparar  el  camino  al  ejercita,  á  tres  Españoles 
con  dos  Indios,  Paullo  Topa  hermano  del  Inca 
Manco  y  Villac  XJmu,  el  Sumo  Sacerdote.  Sa- 
lió en  seguida  uit  destacamento  de  ciento  cin- 
cuenta hombres  al  mando  de  un  oficial  llamado 
Saavedra,  y  Almagro  se  quedó  á  reunir  aun  ma$ 
reclutas;  pero  antes  de  completar  su  numero  se 
puso  en  marcha,  por  no  considerarse  seguro  al 
lado  de  Pizarroxon  la  poca  gente  que  le  queda- 
ba. ^^  £1  resto  de  las  fuerzas  debia  seguirle  tan 
luego  como  se  acabase  de  reunir. 

31    "E!  Adelantado  Almagro  ya  hemos  dicht)^  y  dice»  <jae  por 

después  que  se  vido  en  el  Cuzco  ser  avisado  dello  ttnné  la  fot^T 

descamado  de  su  jente  temió  al  se  fti6  al  pueblo  de  Eawa  dende 

Marques  no  le  prendi^ese  por  la»  estaba  su   Capita»  Saavedra. 

.alteracioiles  pasadas  que  había  Oonq.  i  Pob.  de(  Pira,  JfS. 
tenido  con  sus  hermanos  como 


LiftRp  II V — CAPITULO.  i;c.  .085 

Libre  35a  el  gobernador  de  la  mplesta  compa- 
ñía de  su  rival,  se  volvió  inmediataoiente  á  la 
co&ta  pafa  «eguir  entendiendo  en  la  población 
dePpais.  Fuera  de  la  ciudad  capital  de  "le^ 
Reyes,"  fandá  ot^as  varias  en  las  costas  del  Pa- 
cífico, destinadas  á  ser  con  el  tiqrafpo  el  empo- 
rio del  comercio  de  aquellos  mares.  Enipe- 
mpria  del  lugar  de  su  nacimiento,  dio  á  lapriur 
cipal  el  nombre  de  Trujillo,  asentándola  en  el 
sitioescojido  previamente  por  Alm^igro.  ^  Hi- 
zo también  multitud  de  repartimientos,  tanto 
de  Indios  como  de  tierras,  á  sus  soldados  y  ca- 
pitanes, según  él  uso  de  Iqs  conquistadoras  es» 
pañoles;  ^^  si  bien  en  el  caso  presente  la  falta  de 
conocimiento  del  pais  hizo  que  el  resultado  fue- 
se muy  diverso  de  lo  que  se  deseaba,  pues  su- 
cedió con  íiiilcha  frecuencia  que  el  terreno  de 
menos  estension  resulto  ser  el  de  inas  valor, 
por  los  tesoros  que  encerraba  en  su  seno.  ** 

3^     C&rtá  de  F.   Flzatro  á  escritor   anónimo    contemporá- 

Molina,  MS.  neo»  tantas  yeée9  citado.     "Dea^ 

33  Tengo  á  la  vista  copias  de  aquel  punto  para  adel^pite  se 
de  dos  mereedes  de  encomienda  introdujo  entre  los  indios  la  pes- 
hechas  por  Pisuurro,  fechada  la  te  del  servicio  peraonal,.  tan  da- 
una  en  Jaiya,  1534,  la  otra  en  el  ñosa.para  el  alma  como  para  el 
Cuzco,  1539.^-£n  ambas,  se  re-  cuerpo,  asi  del  amo  como  del  es- 
comienda  encarecidamente  á  loa  clavo.'*  (Con^.  i  Pob.  del  Piru, 
colonos  cuiden  de  instruir  á.los  MS.)  Este  loable  arrebato  de 
Indios  en  la  religión  y  los  traten  indignación,  que  no  debia  aguar- 
een blandixKa  y  hwnpftnid^d.  Fue-  darse  d^  un  conquibtadpr  itffimx- 
de  veiúne'<Hi,c<i4^Dla  de  lo  poco  sible,  es  probablemeato  de  algún 
qna  8ei>mii  eftoá,  recos^sodasio-  eeleetásítco. 
nes,  escuchando  las  tjtft^as  .dti  34    "El  Miur^ues  hiao.  enco^ 


4SK  (JoNQütStA  iml    tEfRÜi 

Más  el  priniér  cuidíido  dé  Pizarro  era  ÍAtúái 
lii  nácifehtc  metrrfpúli,  y  con  tanto  empeño  dió 
calor  á  las  tíbrás  y  le  ayudaron  tan  bien  los  mu- 
fchos  operárioá  de  c[iie  dispoiíia,  que  turo  el 
gustó  dé  Véi"  eorao' ^tf  faúé^' Capital  con  sus 
sobér'biós  'edificios  y  lujosos  jardines,  iba  avan^ 
vsatido  rápidamente  á  su  conclusión.  Causa  pla- 
aet  el  contertnpílar  Ids  cualidades  pacíficas  en  el 
caráttér  de  un  feroz  soldado,  y  verle  ocupado 
de  esta  manera  en  remcdiai*  los  estragoá  dé  la 
;^ut5rra,  y  én  poner  los  cimientos  de  un  imfJerío 
más  civilizado,  que  el  qué  acababa  de  echar  pot 
tierra.  Sos  pacíficas  ocupaciones  formaban  cott»- 
traste  con  la  vida  de  continua  agitación  que 
hasta  allí  se  habia  visto  obligado  á  llevar;  y  á 
la  verdad  parecían  mas  propias  de  su  edad 
avanzada,  que  debia  convidarle  ya  al  reposo. 
Si  hemos  de  dar  crédito  á  sus  historiadores,  no 
hubo  éjH>ca  de  su  vida  de  que  mas  se  gloríase; 
lo  cierto  es  q^e  la  posteridad  reconoce  en  ella 
el  mejor  título  á  su  gloria,  y  en  medio  del  dilu- 
vio d^  males  que  Pizarro  y  sus  compañero*  tra- 
jeron sobre  la  infeliz  nticion  de  los  Incas,  Lima, 
la  hermosa  ciiulud  de  los  Reyes,  se  levanta  or- 
gallosa,  como  su  obra  mas  bella,  y  la  mas  pre- 
ciosa joya  de  las  riberas  del  P¿^cífíx;o*  . 

iniendas  ea  los  Espafíoles,  las  que  pensaros '  que  sa  lea  dava 

quales  fueron  por  noticias  que  pocos  se  bailaron  con  mucho  y 

ni  el  savia  lo  que  dava  ni  nadie  al  coBtnrio^**  Otiáta§ktéú^  Bel. 

le-que  resoebia  sino  á  tiento  y  á  Primsi  |C8« 
pfífi  nÁ3  6  nDÍfehc/&*  ytá  tsúAkoé 


u-    V.:.  ,¡1   ...   ••  • 


GAPITUI.^  X. 


Fuga  del  Inca. — Regreso  de  Hernando  Piíarro.— In- 
surrección  de  los  Peruanos. — Sitio  e  incendio  dk¿ 
Cuzco.— Aprieto   de  los  Españoles. — Asalto  deí 

'  LA '  FORTALEZA.-!— Desaliento  de  Pizarro.^El  In-^ 

CA  LEVAPITA  EL    SITIO. 

;  31535—1536. 

^  Al  misino  .ti¿ni|)o  qiie  clli  partida  de  sa  rival 
Aim^gFO  liliertaba^par  sntonees  á  Pkárro  de  to- 
áo  térntur  por  iesté  lado,:mp  .atacada  sti  auf orí- 
dad  por  quien  menos  piídierd  esperársete,  eaúfh 
eir,  por  kt  pobiácion  indígena  del  país*  Se  ha* 
bian  mostrado  hasta  allí  los  Peruanos:  tan  diüciles 
y^súmiso^,  qué  sos  conquistadores  les  mirahan 
COA  ufa  dearpreeio  que  ho  d^bfelugar  álá deacjon^ 
fiafami  Ho  hábián  opuesto  r^l^istenci^  á  lá  ttsar^ 
paéiorri  de  aquellos  advener^sos:  fa^bibn  vistO  é 
ttDÓdéísiiisjDonflurcásnxuertQ:,  y  á  otro  coloc$ido. 
en  elsdlio  vácsinte;  sb»  tem^lds  despojados  d& 
sa s: tesoros jr 'SU  capital  y  su  térritbrio  usurpados. 
y(dÍTÍdido»<esitre  %kii8  B^pai^lM»  yid  ^seepeÍQii^ 
de  onaqpa:  otea  refriega  en.  los  p^sos  4e  la  s.^e;^ 
I.  56 


638  •  •:  CaiNQUÍSTA  DEL  PfiRÜ. 

ra,  no  hablan  levantado  el  brazo  para  defender 
sus  derechos.  ¡Y  esta  era,  no  obstan  te  j  lá  nación 
belicosa  que  estendio  sus  conquistas  por  una 
parte  tan  considerable  del  continente! 

Aunque  hasta  aííí  rio  se  liabia  parado  Pizarro 
en  los  medios  con  tal  de  conseguir  sil  fííi^  no  ha- 
bía permitido  esos  .actos  de  crueldad  inátit,  con 
^ue  tantas  vepes  se  mancharon  lás'affnhíliíé  su 
nación  en  otnis  partes  del  continente,  y  qae  en 
el  transcurso  de  pocos  años  habían  cáéi  acalcado 
con  la  población  entera  de  la  Española.  La  pri- 
sión de  Atahuallpa  habia  sido  un  golpe  itíortal 
para  los  Indios,  y  confij^ba  en  que  seria  basrtant« 
para  mantenerles  en  ün  saludable  terror.  Apa- 
rentaba ademas/cierto  respoetOf ai Ja«  leyes >del 
peiis/^y  CTiirf*  de  remplazar  el  móntíí&ix  i  quien 
habia  dado  muerte,  p«r  otro  de  la  dioíistia  legí- 
tíriisf;*  Mas  todo  ífsto  sote  servia  para  salvar  las 
apariencias^  El  r^no  Jiabia  sonido  el  mas  com- 
pleto trastorno;  sus  antigaás  leyes  ya  no  existían; 
SU' aristocracia  celestial  sps  veia  rebajada  alaivcl 
dé  ios  plebeyos;  ©i  ptieblo  ^ra  esiclavó  de  tes 
conquistadores.  Estos  desde  la  llegada  de  las 
soldados  de  Al varadoj  se  habiaii  hecho' dacBos 
de  las  casas  de  la  capital,  hdbiaB-CWVfrtiife  lo» 
templos  en  t5abatíeri«a«,  y  los  palafriOs  rttilés  en 
cuíteles  para  las  tropa».  '  Ni  auü  respetaron  el 
sagrado  dé  íaír  cBsás  religiosíí*;^  mMttBÚtm^ 
tironas  y  de  vírgenes,  qué  jior  eríadsí  qne  con- 


§i(|^r€i9)03  sus  creencias,  vivían  al  ffle^QB  casta- 
qi^ji[^tfí^r,fpogjd;»s,,e,n  los  conventos,  fueron  iarror 
jiadas  de  eJIos,y,  en^tregada^  |iljJespnfreno  de  una 
&f^(i^4íf¿^5^  I^rntf^-  ^  I^s  .oficiales  oást^Ilanos 
gbusf^l^  de  una  de  Jas  ipugev^A  lí^^s  ^ueridais 
¿fll  jóven,Inca;,y  auf)  estje  ;Se  veía. trat;[UlQ.. coa 


' 'V  Áá\ia*iektíié  tVíim^k  la 
Ckm^fi^if  i  PiAiacUffiM  Firu, 
escritor  contemporáneo  que  des- 
crtfH!/  ittiitaf  \o  qtw  vio  por  B$TnÍ8- 
pífy^  pi^pf)  lo  ^ne :  m:^  por-  isfor* 
mes  de  otros.  Diversas  circuns- 
táiiejas^ .  éspeciftknente*  la  loable 
^^icnac^on  qttfe  le  causan  los  es- 
cedos  d^  los  conquistadores,  in- 
éíieeú  ét  miponer  que  debié  ser 
^Ipim  ^cleaiástico;  uno  *de  aq^uer . 
líos  hombres  benéñcos  que  iban 
e*tre  ^etás  éraeles  espe^íicióneii, 
<^9n  xina.jpúsioki  4e  cfotiáa^  y  mi- 
sericordia. Queda  la  esperanza 
de  que  tal  vez  su  credulidad  le 
I»an9,,e^^^rar.>«  ctímp^i^d? 
sus  pai«|nos. 

Se^tin  tete  autor  llegaban  á 
9f^  mil  Ifui  mujeres  de^^dpui 
que  vivian.encerrada8  en  los  con- 
voyo* át\  'Cuzco,  servidas  cada 
uifa  9or  qtmnpe  6  yemte  criadas. 
La  mayor  parte  de  las  que  so- 
t^viviéron  á  tos  estragos  de  la 
|)iejriw  8.ul?ierQttiHia  nieite  ma» 
infeliz  viniendo  á  ser  víctimas 
dé^a  f)!Ai«íttic¡(Wi.-i-Er  pasage  es 
tm  mtf^fiíh*  7.  e)i  maniwprifo  ta^ 
raro,  que  quiero  copiarle  4I  pié 
déínYétrá.  •  '     '•  "* 

^,**^.9Bt».9eai^t$M  deL^itzeo 
€9  cierto  df  tener  grande  Fenti* 


miento  el  qtie  tuviese  alguna  hn- 
ina^idacl  en  el  pecho,  que  en 
tiempo    de    la  prosperidad   del 
Cuzco  quando  los  Españoles  en- 
traron en  él,  lluvia  grand  canti- 
dad de  señora»  que  tenían  sus 
casaA  i  sus  asientos  muí  quietas 
i  8O0egftd«8  i  vÍTÍaainui  politioait 
mente  i  como  mui  buenas  mu- 
geres,  cada  señora  acompañada 
icen  quiooe  •  6  veinte ,  mugres 
que  tenia  de  servicio  en  su  casa 
bien  traídas  y  aderezada^l  i  no 
Baliui'  ipeno0  f  eslp  i  e»n  graad 
onestidad  i  gravedad  i  atavío  ^. 
^  usanza,  i  és  a  la  cantidad  dés- 
tus.  aeñoraA'  piincipiiies  cr«o  yo 
que  en  el.  .  .  .  que  avia  mas  de 
seis  mil  sin  las  de  servicio  que 
erw)  yo  qjae  eran  mm  de  veinte 
mil  mngeres  sin  las  de  seryicio  i 
mamaconas  que  eran  lasque  an- 
davas  como  beatas  i  desde  n  dos 
aupa  casi  no  se  al^vf^  en  el  Cn;^^ 
co   í  su  tierra  sino  cada  qual  i 
quál  parqué 'nMchas  murieron 
en  la  gu^ra  que  liuyo  i  ]a8,otn|a 
'  vinieron  las  mas  á  se  ríñalas  mu- 
geresi  •  Sentía '  ^étéoise  a.^ien 
fue  la  causa  desto  i  a.  quien  no 
'  lo  remedia  pudíend'o.'^     Conq. 
Pob-delFim^MS;      «  - 


tal  despacio  é  iñdiféf enciai' fc[tié  na  piÜó üiéhos 
áe  ádvéfür  que  soló  éfáíÁ  ^lftt¡í^fíUpé,'^ítan- 
áo  noiuíi  «¿«fitfe  áe  lófd  «oteqnistádotéái  »'^  f^=' 

El  ilDí»'  M^nfeé  '^ra'iío  bbbttóte  h^TñÍH^de 
ítóboíeletfidóyde-ésfti'íádd^cóííááótt;  fíB^qac 
fio  'httb*«M  dfeShie*6€Ído  ál*^  feíitrár  *  «n  ^^áíaldo 
con, el  mas  v,a^rj0^o,d,q  s]C|$:aií^ep?i8HdQS,:W  ^^^ 
mejores  di»s  del  impwio/  Herido  éfr  Id  ftia^i^- 
vó  por  las  hüíniíl^Qion^s  "qi|,e  gfufria>i»st9|9;COü- 
tínoamente  /á-Píz«rro  ^ra  '^^ft^í  ^  devolviese  el 
ejercicio  y  la  poinpa  delppde^.  P^ro  Pi?arro 
ekidi^aiia  déñMiiida  tan  meomp&tíiÉb  mt  m 
ambiciosos  proyectos,  y  aun  coin  .la  pqwtí^*  d^ 
E»paáa^  y  el  joven  Inea  coii  sa*tHÉ>btéza  síe  viéíWti 
obligados  a  devorar  en,  secreto  su3  ajgrs^vioa,  es- 
peir^^&do  coB  paeienm  el  momento'  dfe  H  rengan- 

í^s  difiedi;dies  que  blroteréfi»  péreMtoviten 
éntí^éí  los  tnismos  Espa^oies^,pare4?ian9Íri^J^" 
Ic^  la:.  BSíejof  ©portttHÍdád  de  lograría,  t*^^ 
jpriníSipaléB  '  peruanos  se  rcUjriian  con  ftecuín- 
cift.pára')tratar  de  eaie< asunto,  y  elgWBísaecr- 
dote  Vifía'c-ümü  insisftii  >n:  ía  necesidad  dp 
í^vmJÍar^e  tan  Ittegp.oomoísriies^i'  de  la  evtA^a 
láls  tropas'^de  almagró,  pues  abitando  4I95  to: 
ya¡sores.  en  sus  respectivos  ptt«f»t«8j  deéj^W»" 
ñiádos  como  estaban  'por  todo'  el  pa%t^f*'^^' 
comparativamente  fáoii  el  i^aadiriesiíaí»;*"?^' 

#^    Ibid.,  ubi  supra.  .  -         . 


LÍBROMn.-^«k^MrüLa  x.  64t 

abpin:0eÚto,y^ga,:'«íMda  qub  bi^Uegcfdurde  Muer 

\miit^  ^^ryjf^  ^H^^  co^piu4ffc4w^5ki  >E<>¥m<íáe  cil 
p4|ftpa|i»  utt  lpvOTíi^e«tpMgi?íer^  d^S 

dptí&  pwa^f  oift|Mu5ftí;^  \^.jS^i¿,j^^A^gt<>í^n  su 

Ifls  In^li^  de,t.iwpp9;^fí>i.w  xegjtei^^x  ¿espue* 
Qf:^tai^^^(^^i(^a|f>:M>^;¿í^^  Pi^^i^  parte:ea 

l^;ii^iLrire9pia»..  ;  <     ,  .^  vi  .  ■  !/  -... ;  t  .    •   ¡ 

.  J^^fa  Ufj^ar  fi  e^^to,  sos  .plafie^.  em  iprecisa 
que  el  Inca  Manco  saliese  de  la  ciudad  y  ae  'pu-r 
sieije  4  J^^í^b^za^tje  su  gi^ifi,,.:^,m^if^ ^.wi- 
s^ijtí^rí^  del  (^u;{Qo,f^j,Jinb|9»  difijci^tad,,  pcigrquej 

Iw,  ,í:^p»pp^^Sj^  WWr  BÍ!<iP>?lft  ,qvfi 

p^roiai^f  Qie^^.  ¿jy|í  p  no.;  cpB  tanto :  dítspr^oigj  },a i^^ 
n>i^aU^,fjj»j'^(|!j^r  ,flQi:i^^^^  l^^  5>rr9g^tes:y..con-r 
fiada^,c9Rqujif|:adL(?fcp«^  e«  ^.9^pi- 

lj9,V.ua.c,aeípp  4fi .  Jtí\4w  «pwggs.  qup  ^ap^baa 
)f.9fl^  i^as,G^i^^4o.^\¡ií;.  acsiop^s*,  íli;j^n  de.lfei  >;iriba 
d^V^jCíiñii^ri^,  g^'í^^'ft  ^Jl^®?^  ^^;  nortea  sona^- 
tid/í:  Ij^Qi^  ^QC^  í ^® Wl^ '  y ^^  '«^^  Ip<^^?h  y  í ?^  1,9 
(msqi^,  ^d^  afecta  ác«t<j^  nía  gvis^^eyes,  .Se 
h.a^l^lpap;.eíiT,la  capital .(^ossi,. de  mi^^d^  ^stos  Id- 
ilios,., y,  C9,naq  ya,habian  concebido  cÍQrtíys  ,sos- 
pechas  de  los  designios  del  Inca,  no  le  perdiati 
4|9,TÍ%la^y/^^in^^^^  prUéénciá,.  dícr¿i^ 

aviso  á  Juan  Pizarro. ;.     , .  ^  .  ^j, 


648  coKainsTÁBEL  pbiíuí'^ 

Salid  al  punto  este  estpitati  eii'ati  'ije]^i!fiiÉ»kiil« 
to  corr  anar  píartida!  d^icnballerk',  ftUykHiL  büé^ 
rm  stiette  dé   ertcdttttiar  al  ftrgitlvó  á  i&d¥ta  ^difli^ 
fóntiiá  dé  la  ciiVdád  erf  'uíi  cañaveral  donde  tralto 
dé  escomí (n'se;-ll[imckliatametí*fe'fué^^'aríWM 
vtiéltÉi  kl  tJiiico,  y  .eitóérttidb '  «*  te  'tbmX^^ 
cd  stódiaab  pór'tiba  fttéríé  ^ftíiWlía. '  ^^í^  mmpu ' 
raéioft  parecía  yááesheiíhft,  y  no  quftd^  á^>ld8< 
desdichados  Perüanbá  ot^  tebtistiétó'qd^'Ulwbr 
sus  muertas  esperanzas,' y l*itttíi#fe^tar'sa>sentí»' 
miento  en  tristísimos  romances  tpie  refería!í>  la 
catitiviñad^de<su  Intiíi,  y  la  rainá  dé  ^tf  dinastía 
real:^      /    I  -.  '    m.-.  .  ■    =   ^  •  '-.      .   .  •  ^    -^  .,» 

*  Eli  <áfntó'4wé  estas  cáísas  pasaban  Hégií'  ñet'^ 
náñdo  Pizátiro  áM'OÍndád'dSB*'lós  keyes  trifiyen- 
dóíieonsígto  fes  pioVisiott«s  reales  para  el  aatnrá- 
tó  dé'^í¿i  jfiíí&diccion  de  stí  hermano,  asi  ¿omd 
Táá  >élatiray  á  la  niltevaméntfe  ¿oñj&édWáá  AÍ-* 
mágfo.^  sBfa  también'  porta ¿tót^  de  los  despa* 
chb'féales  en  que  se  haéíá  Infi/ércéd  SPizarro  del 
título  de  Mdirqús  de  logAtavUÍós,  notribre  de  ünit 
provincia  del  j^erú.  De  éste  níodo 'síé  hftlid'ni- 
velado  el  difchoso  aventurero  con  la  órgoilóM 
arístócfáda  de  Cástóíá;  pocos  índiVfdnos  de 
ella  podrían  gloriarse,  (&i  acaso  á' gloria  To  te- 
nían) dé  haber  llegado  hasta  ésta  al  tota' 'desde 

Conq.,Ms;-:ÍFIeV;era,  HíbUG^-  ^rll^^/m^rM^m'^'^ 


Llano  ni.r^vMi'J^uho  <x..  M3 

taD4]t^«;y.api<'infit]Na^etem  los  qqei  [iodmii  jas« 
tífioar  W(.die^^iohJpj?e8eiitandQ  mayores  servia 

'glt!  Du^VOi  xnarqaefi  retolvio  so  enviar:  poc 
.  e)i^»¿os  ;8U$.  títjaÍ0ái  ai  máciseai,  agimj^iladda 
q<iieí#i8N»'evipé5jbS0:-au¡D  ifaas  jbd  k  conquista  de 
Cliik|^> olvídale  en  eier^^n^odD ^1  Onmórn^^'^ 
áiic^dd  iftisdi^r^Je  «tv'herRianb  que  uhom  ya^nc^ 
hihbÍA  dodá^  d6  que  c;^iá  dfént^t^  de  lou  tiuévois'  lí« 
miteís^e-^  l^b«vnaí6iOR.  Pítt^  :;;v3¿gli]«ár  tix^tí 
laj^wesion  de  tan  imporúbtej  pi'end'U,  ^nvi^  á 
si%/b«nnaii0  HeriHÚido  pairt^  que  sé  encargase 
del  >  g«ri[»e^5;  d<é  la  c^ntá},  por  ser  de  lodos  sus 
kefl'kllc^lofi^ '1^1  que  mus  eoiiflanza  1'^  merecía  por 
SU' talento Jy  su  esperkñeia  én*  1^  négobid$i  •  ; 
*'H^érttá*dd/'*^e8ítr  dé4á»  áWbgttim  eun  ^qtiié 
ti*^al^iá  i^us  ptopids  *pafgánóst  se  habia'b^sifcr^d^ 
dii^  'síem]^re  -Heno  de  coinpasióñ  •  IVéletó  los  iiídx* 
g^nasi  Tertíá  tanta^  amí^t*d'  tiótí  Ákho^lllia, 
que  afimau  que  á  haberse  Ifallado  él  eritorí^ces 
efn  el  canipo,  lio  habría  tenido  aquel  moiiarca 
un  fin  tan  desgracido.  Ahora  se  mostraba  igüdl*^ 
menté  íUvorable  á  su  sücdsot  Maneo:  hizo  que 
sé  !e  abtieise  el  encierro,  y  pOco  á«<|WM5o  le^  ftié 
dispensando  su  cqnfiau2:a.  El^^st^to  indio  se 
úpvúyethó  de  eSta  libertad,  para  madui^aí  sUs 
proyectob'  de^  iasur^eoeion^  pero  con  tanta  cau^ 
tela  que  Jii  el  miWmo  Hernando  ilegcfd  oOttóí*ir 
la  mendir  s<3iS]^e'<^r  It^tárái^^ 


ñonn»  «t  colpr  ppcxiUai}  d«  «a<|Hettqaief  bbqmgeF* 
va  y  el  sigilo^  Mando  nvtlá  al^.  cdn^mtiidor 
la  existencia  de  varios  .tewimr,  ¡ndíe¿BdoleL>el 
lagar  en  .que  ae  liailaban  ««cpiididoa,'y'  oaaodo 
kubo  ganado  m  eonfianaga  e«a  esta  jpevelaeíoii, 
ativio  áMpi.  mas  an  eodicia  dáaéole' aot^ia.á^ 
uaa  Mtátaaiit;oro  pnco^:  4e  .aa  {mdvé^  H\Niyaá 
Cepac,  la  que  el  falap  Per^tana.  ae  of^^qlé  ir 
á  saoar  4e  aoa«)ieira;d«,  kíSi  veeioQ^Aádt^idoa* 
de  9e  MUaba  gaaj^d^da.  Xa  C9di^9  9^úÁ  BfíXr 
latido  y  le:dí^P  partir.      .     » 

:}IÍ9Q.^|iie  le  aMiQpwasen  doe.£^att^a9i*m9^ 
)»ien.  .para  ayudarle  á  e^mplir  s«i>pr^taé«a!  qM^ 
•f^r^^^virle  de  jqaatodia*  F^spae  :9Qa  «f^W^?! 
y  no  Yolvi^^^i  $e:t99iaft  jEipi4<^  d«  él.  Cqh^^» 
^ó^  ^topc^  .I^Aai^  |B9  ^rfor^  tmto  «pyi^  a^ii- 
tPíW^ilwMo^mfh  4!W&:VorAb^^ad?^lWíí^v*^ 
aiS(igQiS,poa%iiiab^  #1;^  l^o^e^if.  .j^Hii^diar^ 
t^rn^e  J^;&o  qfie  salie^f^  sja  li.í^i9dJKi^iJaaa,<M>a 
pegentacal^allp^i.en  4M&gim#ej(ita  d9l.:F^<^^ 
^coQ  orden  «apr^ei^:  c^^vQlverk  < extraer  pr^i^  a 
la  capital.       .;/    -  .  . .:  ^  , 

.,¡Aqf|.4  capitW,  ^W  ^W^i  ír^pft«.4  >P*itQi  d^ 
gaprra,  .;C»Wjai^  HWy;  i»íC|»to:.4o¡si  ^^edfedorss 
del  Cua0o„;«¿a,  hallar. ira^tíft  del  fiy(itiy04 .  »<)i 
fte.veia  gpnfee  ,m  jje.  en^^Jialia  rmnor; ^Ji«a»o, 
-h4.ata.%ae  aiaa  a^i^ ^«««aa.dí^kikMada^fd  s^e^' 
íaerae  á  lad .  teír^ast -q»^  .Jifl»i*«»í  e\,  y^al^^,  de 
YuQtiy».^.i<E»mM^  d»ir}.l^ipail9}#a  qot 


akéileliaiMi  jeii  faaA)>aBÍ9i;  de  Manco/'  JMibs  Jb 
ánfiíeitiaiDBf^*®  boId  á  viva.ftiari»ti!jbnse^«iná 
•wJhréBSeiá^Kpfií^ar  Aého  p«rMnia  del  prínpípe) 
féstqkB  toda  lágisaAe^dei  damp^tastalntá^ 
ffñómél  Joom  áifaüeabédá  aa>dÍBpMlán  úakuthu 
0iKplmala)ea]|^itak-  já^pcsar  de  eso  so  les  bibian 
Mfilib^!»^!  Al^B¿ír  dándoles  libertad  pan  ^que 
se  :volvíe9eááí  lósf-^siil^osbi  .  ^  . -r.   -  : 

.■  Noteixlkí'.dl  catprtan  es^ñol  en'eércímrara 
la* ;Tetdhd)de;eMarelaeio(i,'edaiido llegado  al  lád 
HaÜLjj  má fohnados en  la  oriMa opueertaniiielios 
BÜlláreside  Indios,  inaikbdos  jkir  el  joven  mo* 
nransa  y  ptontds  já  dispütaorle  el  paso^  tkidase 
iqpiisi  wiisé  aohi8ide0^n;s6giirct3  Aénté;  al-  ea^lt^ 
9Dien:il]i^napQÍ»dbn;'SÍ  ifd.póiiiaiidé  poir  m^ 
á\óahgémúo4  wgúnsm-  aoktmpbté;  Aquel  no 
era  sin  embargo  un  obsláetiló'parsfcdefen^riálos 
Españoles;  Ei'ito^^oiiqtte  pwilemdcH^tto  epm  muy 
abclioj^:arvcjiíadosb;8itf:i^it«;  cih:él)!coil  fas 
eéhaUos,  paóteod  ármulaal  ládeíopiiestov  eq  jpaá* 
übt  de  aiiidilávioíde'piíedEas  y  do  flechar  qiie  ié^ 
sQDobaq  eóino.gjñaúo.aake  las  annadttnrBy  jn^ 
troducif  ndpse  de  vez  en  ciJiando  por  algnns^  aber- 
tiUA!ií.otrQ  pnnto  Viiiínterable$  a^nqn^  esta»  beñ* 
Tfte¿  sólo  seliríán  para  hacer  (jüe  redtíblaiseh  áns 
^BÍai^zps»  Xios  b^rbarog^  te  r^tir/ücan  ^i:(an4a 
Ifos  gitpítés  salieroíA'é  tlerrii;  pero  sin  daites 
,tiempo  de  formarse  volvieron  á  la^  oafgi»  con  nn 
valor  desasado  eiiéflb^  y'!e^  opríraicroft  jVor  fo-* 


effiqpi'pantaisiAeiiCobrcst  QÚsiiiísa/áútapoiúOr'füf'íheh 
iaM(fm<sta&  !  fitesañba»'  defénsims  enni  tombieif 

adairgas  forradas  de  pieIas>d:e^amtMlB9v^«ífl8eo¿ 
xjieamenítíe  fid<wrnadaS.:iá^^on>y  pedb^niar^jm'MeR 
bftbla  ii%iin0S<ihedbQari¿;aefnejati«a¿vfl€biiiir^ 
u«iábiia(lpftiM«i«<:alAmv  rémfooiuuíjdetiiBa^cnANséá 
da:fiQra/cdn¡  ísufi;bib^afl  de.dieii^áíáBoin&tt 

vmkxciñlp  Uimpináfx  pin:  Ánadísci^Da  «lijklttac  nms 
pcrrfmta  /(jn^  j«kit«ie<  thusta  atít  Jidl)iw:  adkfiuttdi» 
ki^£fj^«ri)issr.f».-eliiKiÍg^'.ii»  di;  :»;/^'-  íííi'j  iU'  •í-í" 
Tilncatpai^  di8vrf^6tk  <9l  fiiayuowháscfuidifiiMi  ^ 
anpete-tlélalaqiiéi  algOiise  éoráffdéii^  princiH 
pio)  p8i)saoíiQmdfibIaBgo;o0n;el  aiiítf^ogriJto 
M&iaiáagos'f:  fotanáron ¿eoL  cqlcdnoa  ios /B^paftoiés 
ytC9rgar0maIgiiitesff.ddt.GmBBÍgi».i  iJIo  padoB» 

4     "Es  gente,"  dice  Oviedo,    III.  p.  200.)     El  Padre  Velascp 
Sirena  ^^  j^cw,  éi;an*is;pqaíi3  ,  fe  este  c^ff Q.  ,^e|¡^^4^M^ 


é  Alabardas  de  Plata  é  oi'o  é  co-  ban  espiadas  de  cobre,  puñales  y 
bW/> ^f ffistí 4feíteá íÉídids; *M&;,  'dtrás áttníé^*dh)peáa>  i^Si^t  de 
Parte.^,l¡h,^c^p.  XT.)  í^^,  <5^uii^„^pirt4L^p,^¡%^)í^ 
enumera  un  buen  número  de  ar-  no  se  empeña  en  qne  conociesen 
mas  'p9DÜliiureií3(j  toa  Fferaanosi    'Ink  Ar1ñ¿á^WtfJbg¿  ámeí  fBe^'fe 


LWfio  ui.— <:;apii;ui.o  x.  €47 

t#iót«ta  veis  «wtendr  elchoqne^íyítavo  qiie  abrl)5 
ffi&$^  Mj^c^do  pÍ9otQiid03  por'lM  cRbalIos  o  atra* 
▼^MdM  por  lus  IftDzas  d«  los'  ginete«  lod  que 
qoi/iieffOiLQpon^rde»  Conservaron  no  obstante 
aigdnjorden  enj^u^ñigai  y4e  daanio  eú  cnapdo 
se  Vjí^liviaO'á  dispartir  sñi^^eohas,  ó  á  djescajrvfar 
tembtea^ig<4pes/'eon  sasmazasí  y  ainbardaal 
C}^fiibatíaB'4oroo  si  supínese»:  qae  sa  Inca  teata 
jfyoa  e»  ellos  los  ojos. 

»;LlQg«f  la  tarde  antes  de^ue  abandonasen  en*- 
tetramente  el  llano  y  se  retirasen  á.  sus  guaridas 
mAos  elevados  cerros  que  rodean  el  hernftOffo 
valle  de  Yucayé  Juan  Pisar ro  y  su  pequeña  tror 
paacam^^acon  en  el. llano  ál':pie  de  los  cetrask 
Habia  logrado  como  siempre  ilnd  victoria  con^ 
tra  na  náoieco  de.eriemigosinii&itaniente  «iayor« 
pera  nunca  babia  visto  ua  campo  tan  tenazmen^ 
te  disputado,  y  su  tmunfo  le ibaJDÍaeasta4o  varios 
hombres,  y  cabailos^^síñ  otros  ntncbos  que  se  ha-» 
Uabaii  heridos,  y  apenas  podian  moverse  por  el 
niueho.  trabajo  del  dm.  Contaba  no,ab«tMte 
eon  (pue  la  severa  leccíbá  que  habia  dado  al  «ene^ 
migo,  causándole  grande  pérdida,  bastaría  pa* 
ra  sofofif^  todd . eonato  de  resistencia;,  peoro  w 
engañaba. 

.  A  ítsi  mañana  siguiente,  ya  podemos  figuiraroos 
cual  'sería  su  desconsuelo  al  ver  ocupados  los 
pasos  de  lis^s  montañas  por  densas  filas  de.  gueir^- 
rems>  que  se  estenétaur  basta  donde  la  tista  po* 


día  p6»€|titir  eh  Ja:Jéf|iti68tthi  de'lásiemii  afc^aiii 

eül»ria  iinü  hinhitad'.  iá«  eifemigofi,  aíili«MmíiM 
como  gruesos  nriibarroiies,  pronto»  é  dMnii)9V 
con  ftrriá  s^ixTeiofir-^^om^écteresa  «Ko  «i|iu*M 
terpeao  »adá  apr^dirftd  pata  ifli*>máiit0bMBr  d» 
la  caballería;  f  st  nMiy  veiitajoBOr  p^it^bw^lVMQ^a* 
nb«,  ^qtie  desde  «uá  altaran  echaban  á/i^étotge»»» 
des  piedras  sobre  los  Espacies,  y  iM^ietfearga» 
ban  una  espesallüViK'de  pró3^cti)e8J  ^  li)w*£ú 
zarro  m  taVo  por  'édnt^IVÍe^tlí  empéñan^i  Mtt 
eti'««te  peligroso  ^á^,  y  aanqtte  dí^  miieliAs 
aeoanetidas  &1  eneraigoj  le  arroUd  eoo  ^§raiNta 
pérdida,  41a  segunda  »iiehe'9eeiiooHty(^'0oiv£iil4 
hombrea  y  iMabaUos  1^eridoí»<y  feti^^Oft,  y  tan 
legos  de  donsegtíhrél  objetodeíini* Mpeilraim> oo^ 
mo  la  tarde  ]9a^eiS4fdeiJte;  DespaéndieigastarnDO 
é'á^m  diás  lÉnas :  ea  hostilidades  indtílfiSf  le  aor« 
préadi((  epi  esia  peno€iá  sitaaeidá  un.aTisodBSÓ 
heym^ne,  ordenándola  volyer  é*  toda  '{irisa  <al 
Oiiseéo/  porque  le  lenian  «ítíad^  loéiédífeaásii  < 
'  BiipveqDdio  alipuiit^  Jimir  la  núix^^  ^it^sm^ 
t^[ei  valle,  teatbo  poeo  antes  dé  ial  eamieeriai 
^s^  aliado  el  rió  Yucay,  y  contriuaarcbaitdaii» 
pidamente,  aunque  perseguido  de  cérea-  por  d 
enemigo  que  celebraba,  na  ▼ictória  eoB'oanitot  6 
mas^bj^n  alaridos^  de  triunfo,  did  vista  á  la  ca- 
piiala»ibe8.de  eerrat  la  noche.  íi  ..'i^¿i,r-  • 
-  ^frecTÓfife  jerntoiicc)»  as»  ojos  ttn.espwtéenta 


Litíka  irt.— dAPil  ULO  i.  ñá9 . 

trttíy^dSvetso  de  lo  qile  i^Mb»  días  antes  había 
visto  al  fi^tiiir  de'ia  eiiidad*  Ocupaba  todos  sus 
ekeded!dt*esr  )i<a(»!a  dníiíode  nlcütliáaba  Ip.  vista, 
na  pbdeirdto^jéreitOi  quig  por.  Qii  oálculo  arbi- 
trario eCMiiklefliron  de áósdeA^tds Mil  hombres.* 
Las  e«]^íé^8  bilétad  defüós  estíli^drotien '  indios 
se  e^tettdíM'tta^tii  el  pié  miismo  de  I^s  mont^- 
íiáia,  y' ^ór  todos  lados  sólo  se  deseubrian  las 
flotantes  banderas  y  pe?náehos  de.  los  corhan- 
dantes,  ehtreineaélados'  con  ricos  estandartes 
de  pldlñaf  que  recordaron  á  algunos  qufe  habían 
seíVídlJf'6  las  ordenes  de  Cortés,  los  trajes  mili- 
tares de  los  AíStecas.  Sobre  aquella  l^ultitud 
ápai-eeld  un  bosque  de  lanadas  y  alabardas  con 
ptinftas^' cobije,  que  agitándose  con  estrada 
eonftksion  reltfeian  heridas  (KJir  los  tíltimos  r«* 
yóü  del  mótfft)OTído  sol-,  éoriío  la  loz-qué  rítela  en 
un  oá'euró  y  tempestuoso  océano.  Era-la' pri* 
ínerá  Vez  que  se  presentaba  á  los  ojoá  de  los 
Espááolés  uñ  ejéi^cito  indio  eotí  lodte  so  impd* 
nehtfei  aparato:  un  ejercitó  como  los  que  aéps- 
tutobl^án  cotidueW  16s  Incas  á  la  b^taüii,  euan-; 
do  pasearon  pór  toda  aquella,  tierra  los  vicrtorlo- 
sos  estandartes  del  Sol.    ' 

Mas  si  aquel' temible  espectáculo  pudo  hacer 
vacilar  por  un  momento  los  esforzados  pechos 

6  "Pues,  junta  toda  la  gente  .  luU  indios  de  guerra  los  que  vU 
^uel  lufa  había  enviado  á  juntar»  Juieron  á  poner  éste  cwcc*'  Pe- 
que á  lo  qtifk  se  entendió  y  Ibg  -  dro  Pizarro,  Detoab.  y  Con^., 
iadkw  dgerok fililí  clifociéAtb's    M^    **  ':' 

L  57 


fW  CONQUISTA.  ü£%.  PEI^U. 

de  los  Castc^Uanos,  (p;r9ptQ  cobrairoii.BVkeio  va- 
lor, y  estrechando.  s(;o  filas  fie  pr^ipar^i^on  á 
abrirse  paso  por  eptfe  las  Uim$Aes..9MÍ!Mtpsas« 
Pero  el  enemigo  paj^cia  qwirer,^  eyijtaí  u»,  en- 
iMientrO)  y  retirán<;la$B  aej^uQ  se.  aG^jrca))[aii^  les 
dejd  entrar  sin  estprbo  á  la  e^pi^L , ..A^^de*  | 
seaban  los  Peruanos  atrg^eur  ¡4  sa8;-|)ed|^',,f}^aata$  | 
mas  víctimas  pudiesen,  bien  persfLadi^Qa  d^  <F 
mientras  mayor  fuera  el  numero,;  m^s^,j|)|:oftto 
^neumbiriaq  á  los  ataques  del  liambre.  ^ 

Aiucho  contento  causo'  ¿[Hernando  Pizairo la 
llegada  de  suJiermano,  porque  le.  traía  ;^Uf[f|)Hen 
refuerzo  para  su  escuadrón,   «1  qu^contando 
con  los  reeieii  Uegadqs,  no  tenia  arriba  de  dos-  | 
Qientoft  hombresi  de  á  pié  y  de  á  ca^alk),  /  fue-  , 
ra  de  unds  mi)  ii^ios  amigps;  fae;:za  infigp^'  ! 
Gante  dorapaFadarx^on  la^  iomensa  nu^tjta^.  %^^ 
lee  rodeaba.    Pasaron  la  noche  ios^  Españolas 
jeQ>  la 'mayor  ansiedad,  espeiff^ndo  con  cii^rto  te- 
mor i^atur-al  la  U^gada  del  dia siguiente.. A pni^ 
4sipÍQs  de  Febie^o  de  lSá6 ,  com^ns^^.el  sitio  del 
Cawo'f  sitip  p$ira  sieinpre;  ^i^aif^aSlcí;  pf>f  ^' 
ber  dado  ot^asian^paraila^  ptaal^fi^rpfc^s  hazañas 
del  valor  indio  y  del  europcq,  ¡y  .^^í^ifí^j.®*^  ^' 
choque  mas  serio  ocu^rida^^retias  ,dos  razas 
en  toda  la  conquista  del  ^ej^í.  ,    ^  ^  ...    , 

,  6'   Pedro  Pizarro,  J^eístífíb,  y       T  *'«í^l6e  Jjocos  EBpaiíoiw 
Conq.,MS.--.Cbiiq.  i  Po»>. -fel    dite'éríuritts;  aunno  dowientte 

niara,  Hwt  ét  las  Indias,  cap.    y  €ro4í^.,  mS.  - 
133.     .  ' 


LIBRO  Ill.-^HJAPITÜLO  X.  8S1 

;  Ii«*4»aefi6áaihbre  de  enemigos  no  apareéiá 
Bléiül»  temiÜle  durt^te  la  noche  que  á  la  laz  del 
dm:'  Ei^parcidáé  por  vallé  y  colinas  se  véiah 
briflat  stts'  Inttiifiátfefó,  y  en  taníto  numero  dice 
ná  testigo  ocular,  **ediiio  las  estrieHás  *  del  cielo 
etftttik  noche  serena*''  *  Antes  que  la  hxz\  del 
día  ópáeaSe  la  dé  estos  fuegos»  despertaba  á  los 
Eé]^ñotes  él  desapacible  estruendo  de  caraco- 
les' trompetas  y  atabales^  nresiélado  con  los  fe- 
];d¿éiá  alaridos  de  los  bárbaros,  que  dídpáribluí 
arl.lifiíymb  tiempo  descargáis  de  proy^eiiles^  «de  to* 
da^^especie;  Muchos  eaian,  dentro  de  la  «ciudad 
süi  l^icéi^  dañ0;  péí-o  otros  lo  hacían  baslante 
gttaVe,  como  ^tan  las  flechas  encendidas,  y*  pie- 
dtSfS  linchas  ascua  ényueltas  en  algodón  emf^pa- 
dé  én  resina,  que  después  dé  describir  una  lar- 
ga 45ur^??i  de  ftiégó  en  él  aire,  caian  sobre  los  te- 
chos de  las  casas  y  al  punto  los  incendiaban.  •• 
t/OS  tfeéfcos,  aun  en  los  mejores  edificios,  emn 
tddos  rae  paja  y  'préndiati  c<m  tanta  facilí^álid  ©o* 

8  /'Era  tanta  la  gente  que  echallas  en  el  fuego  y  hacellas 
tíqiá  Tino  qiae  cubrían  los  cam-  ascuas;  eüvolviaidas  en  unóií  sd- 
pp9,  qúe^;cUa  parleta  un  piwío  goiianes  y  p(MiiéiMÍola#)eii  ^hou^ 
negro  que  los  tenia  tapados  me-  das  las  tiraban  á,  las  casas  donde 
dia  legua  af  rededor  desta  ciu-  no  alcanzaban  á^onel:fiieg(>,con 
dad  del  Cuzco.  Pues  de  noche  las  manos,  y  así  nos  quemaban 
eran  tantos  los  fuegos  que  no  las  casas  sin  entendeHo:  otra^ve- 
parecia  sino  un  cielo  muy  seré-  ees  coif  flechad  encendidA^tírán- 
uo  lleno  de.datréUa3.'*  I^edro  dolas  á  las  casas,  que  como  eran 
PlSsarro,  Descub.  y  Coliq.,  MS.  de  paja  luego  se    encendían/* 

9  "Hacían  un  ardid  que  era  Ibid.,  MS- 
tomar  unas  piedras  redondas  y  ' 


mo  ^i  faer^at^  ^e  ye^ca*  JSn  uq  t¡^omfmU^ i  birla- 
ron mnv»s:pí>l^  todosL.lo^  eatí^Ups.fle.Kom^d, 
s^  apoderaron  (il  puuto.del  ma4efániW.iÍAtei;Ípr 
djs.ios,ejdificips,  y  »e  alao  ha^$|i^  peJ^.aifWpo- 
líiiíipa  de  fijiegq  «uvuqltaj^Q  o€gr»&,nwl>^  ¿e.lija- 
iM,  íil4^niÍDanilo  tod,qs  los  QÍíjte.tp^  ftWiPVjWfi- 
ble;  elarid^.  I^a  carificacion  (^  ^kíi^»^ó4^^ 
aumento'. la  fuerana,  del  yi^to^y  fiwjpbteítoieste 
cop  violencia  «ojbrp  eJ:Coniej*iadQfi«ftfftdi^k  00- 
inmúcó  répi^^^e^te .  de  uno  e^tij  otno^nedifitlo, 
hasta: qxie  ta  oii^dad  »&fttera  se.  tomi^óiemm^ 
masa^de  fuej^Q,  q^ne  agitada  pof  la  t^mpÁstad/^^ 
oikirW  y  n^gia  con  toda  la  (fpjria :  4^. un  iVjoknp. 
EA.ealpr  «i?a  ÍBsufriWp,;y  las  4£m.^^«- wfee^dísM- 
mo^qu^ja^teianja  la^  ciudad. como  un  pftji^por- 
tiv>íip,.sufotj^í>an  y  casi  cegabaiji  á  los  qfte  per- 
m$i?nc^>an  del  la4o»l>apif^  ;4q|HÍe  sa|>|lal>a  el  vien- 
to..í^- .í. -i'. r  ^.■../  -.:   r...  <    _    -i:  •;  >.-  ;• 

rJiOS  Etípftñoles. estaban  acjamp^idos  ^  la  plaza 
prip^ipíal,  P^rí^  íabr¡ga4QS  epn  sps  tpidos, : y  par- 
te en  el  palg,cio  del  Inca  ViTacocha,  colocado  en 
el.  mismp  sitio  que  después  Qc^po  la  cát^ral. 
En  el  curso  de  aquel  tipemendo  día,  prendió  por 
tres^véces  pl' /fuego  en  el' techo  del  edilicio;  pe- 
lo "I  era  t^ito  el  humo  que  rajj  escapar  porque  si  por  todas 
casi Je^a  oyiera  <le  aogar  i  pasa-  parte3  les  dieran  el  lii»ní>  ye 
ron  grand  travajo  por  esta  cp.u-  calor  siendo  tan  grande  pa»ron 
sa  y  si  ^0  fuera  porque  cíe  la  una  travajo,  pero  la  divina  providen- 
parte  de  la  plaza  no  habla  casas  cia  lo  estorvó/'  Conq.  i  "^ ' 
i  estava  descoronado  no  pudie-    del  Piru,  MS, 


ro-ftunqne^  no  se  puáo  emjpefiar  en  apagarlo,  las 
Ktitíiita  ^&  estingüiemn  por  sí  solas  sin  ocásío* 
ríáv  dftñ<y ^rdve;  Ati'ibnlróse  esté  milagro  ala 
Salritísitna  Virgen,  que  rarios  campeones  cristia- 
lioá-vferón'daTaraénte  suspendida  en  el  airé  so- 
blfe'eUtígaSr  en  qué  despties  habia  de  levantar •- 
selc^stt'teirfptel'i*  .i  ■/'    .•■.'••  '  -^  ,- 

Pópífortitfaa  ei  espació  vacia  que -quedaba  en 
derredor  de  la  tro¡pa  de  Hei'nahdoj  lo  separaba 
delá parte  inoendiada,  y  se  defendía 4el  fiüegó 
■-  por  un  medio  parecido  al  que  emplda  el  ca«ad6r 
tle  América,  que  trata^^iempre  de  ar^deacse  de* 
undfaja  de  tierra  pelada,  cuando  sobreviene  un 
incendio  en  las  praderías/  Todo  el  día  eontiauo 
el  fuego tsus  eslnragos,  y  en  la  noehe<tQmQ  un  as^ 
pecto  aterrador;  p<^rqa6  a  hvlüz^de  la&,  lívidas 
llamas  podian.ver  muttiameilte  los  Espaitoleftda. 
consterní\cion  pipiada  en  sus  palíelos  semblantes, : 
al  |nÍ9mo>tie!mpo..que  en  los  suJburbiQs.se  des- 
cubrían tas  huestes  de  los  sitiadores  cubriendo 
las  laderas  de  los  cerros  y  contemplando  cou 

11  Este  templo  fué  dedicado  ho  couñitm  ademas  el  P.  Acos- 
¿  ^neatra  Seüora  de  la  Aami-  ta,  que  Ueg^  al  país  euatro  anos 
ciqzu  La  aftaric^ou  de  la  VÚy^,  d^epu^efii  de  este  suceso.,  (lib.  7, 
ne  solo  feé  <idvertida  por  ^qa  cap.  27.)  Ambos  autores  daii 
cristianos  sino  también  por  ios  tératimonio  del  oportuno  auxilio 
guerreros  indios,  muchos  de  los  que  prestó  Saxi^tiago,  q^uien  em- 
cuales  lo  refirieron  asi  á  Garcila^  bruzando  su  escudó  con  la  iniig- , 
BO  de  la  Vega,  en  cuyas  mf^los  nia  de  su  orden  militar»  y  arma- 
pocas  yece«k  pierde  algo  de  su  do  de  su  espada  de  fuego»  metió 
lustre    lo    maravilloso.     TCom  su  caballo  blanco  en  lo  masi 


934  00KQUI8V!A  DEJL  FEftU. 

diabólico  regocijo  tanta cuina  y  destmecion,  Há- 
eia  el  norte,  asomaba  por  encima  de  la  ciudad 
la  parda  fortaleza,  ilufltinada  por  la  rojissa  la% 
del  incendio  y  contemplando  al  pareéér  con  ceño 
desde  la  altnra  las  ruinas  de  la  hermosa  ciudad 
que  no  podia  ya  defender.  Alié  á  lo  lejos  ée  di- 
visaban las  vagas  formas  de  los  Anáes^  remen* 
tándose  en  solitaria  grandeza  hasta  las  re^ótíes 
de  «terno  silencio,  á  donde  na  Uegábá  6l  rumor 
de  la  sangrienta  lucha  que  sé  trababa  á'sus  pies^ 
'^an  gtande  era-la  piudad  que  el  fuego  conti* 
mjtdeebáhdose  en  ella  varios  dias^  y  destmyen- 
do  torres,  templos  cabaíías  y  palacios.  IShtre 
los  pocos  edificios  que  se  libraron  de  sus  estra- 
gos, se  contaron  por  fovtuna  el  templo  del  Sol  y 
la  casa  de  las  Vírgenes  que  tenia  á  su  inmedia- 
ción. Su  posición  aislada  hacia  que  fuese  fácil 
el  conservarlos,  y  asi  lo  hieierati  Jos  Indios  por 
respeto  á  su  religión.  ^^  Mas  de  una  imitad  de 

12  CjjarcUaso,  jCom.  Real,  masiado  notabb  para  que  yo  lo 
Izarte  2,  lib.  2,  cap.  24.                  '  omita.     La  carta  original  se  con- 

£1  Padre"  Valverde,  obispo  del  serva  en  el  archivo  de  Simancas. 

Cuzco,  que  tuvo  tanta  parte  en  — "Certifico   á  V.  M.  que  si  no 

la  prisión  de  Atahuallpa,  rio  se  me  acordara  ^dd  sitio  desta  Ciu- 

hallaba  en  el  Perfi  cuando  este  dad  yo  no  la  c&íioscieru,  á  lo  me- 

sitio,  pero  Volvi6  al  año  siguien-  no^ar-lo«  edifidós  y  Pueblos 

té.  En  una  carta  dirigida  al  em-  defiai  porque  cuando  el  Gober« 

perador,  compara  el  estado  flo-  ntelor  D.  Francisco  Pizairro  en- 

réciente  de  la  capital  cuando  61  tr6  aquí  y  entré  yo  con  él  estava 

la  dejó,  con  el  que  entonces  te-  este  valle  tan -hermoso  en  edifí- 

nia,  despojada  lo  mismo  que  sus  cios  y  poblazion,  ^uc  en  tomo 

hermosos  barrios,   de  sus  anti-  tenia  que  era  cosa  de  admiración 

guas  glorias.     El  pagase  es  de-  *  vello,  porque  aunque  la  Ciudad 


híhHO  Wli'^CAPITÜLO  X.  S5S 

lajtifulcsot^k^dj^ital,  el  emporio,  i^e  la  civiUz^4Qn, 
di^liQficÁÁpi4fi^  el  orgullo  d^  los  Iaca$  y  la  lu- 
Q^pt$.  ilipretji^  ile  aurdeidad  tutelar,  ftié  reduci- 
á^^^,G^fi^^  por  ma^o  desús  .propios  bijos«  Acá-! 
SK>  les-^n^olari^  la  14^9.  de  h^hev  abrasado  con 
e^l|i  4  í§M»  9^M"^stadoí:jes,  para  que  les  sirviere? 
djejtiigj^ria  lo,  que  «rnteiB  fueríSji  su  n[ias  glorioso 

,  :Pi^antQ  lo^  jíauobas  dii^s  que  duro  el  incendio 
iiP.$i;at5^ro,n  los  Españoles  de  .apagarlo,  porque 
h^l}i:i^  sidpivs^no  epipeño.     M^s  uq  por. eso  se 
<xr^f^,q^e($^  limit^r^n  a -resistir  Ip^  ataque^  de 
Lqs  eii^n^go^,  si^p  4»^  de  cu^^do  en  cuando  ba- 
c^an  s^s  salidffspara  reebazarlos;    Los  madero?. 
y  e^Qombrpfi  de  lo«  edifteiosiqcgndiadosoponiaU;. 
áJa:v^;cdad.  obstáculos  insuperables  á  los  mo.vitr 
ni^icrnto^  de  1?^  eabí|llQría,  y  cuas 4o  la  inffinteríayj 
los  ludios taipigQs  p^nsegoian  abr^r  paso  ¿  cosita, 
d?  jwl  esí^jer^so^j.los  Peruanas  interceptabaíi  de- 
npj^yo  ^1  eaoiinO)  clavando  estacas  y  levantandíf'^r 
pat^iptto^r  ^?     Pl  desti:!ijiir  esAo.s  requ|8ria.  nnjfi 

en  si'iM»  teuk  mhÁ  de.l  6(4000    biarta'. .  Lajcdaa  qile<  iiiásicbll'».' 
casase  tema  eu  toxno  <|Ua-^  ^    t^utaiq^eiito  mQ  dio  ep  e^ta  Ipiu- 
vista  19  6  20,000:  la  fortaleza  que     dad  fué  la  Iglesia,  que  para  eñ 
e8tB&&  sobl>6  k  Ckidad  •  paríMoi»    Indinft^esihakc»  budna  ¿asay  .áimi^ 
desde  á.j^«j:te  xmfi  muy  gr^n  fof-    qife  ^cgpn,  la  qqueza  (]^up  a  h^vd- 
taleza  de  las  de  España:  agora    do  en  esta  tierra  pudiera  ser  vaas 
Ikíísajtfí  paite  de 'la  Ciiidád  éa^'  Beméjiuaté  ál  Templa  de  SaUX 
ta  toda  derivada  y  quemada;  la    mon."  Carta  del  Obispo  Fr.  Vi-  • 
fortaleza  no  tiéiie  quasi  nada  en-    cénte  de  Válverde  al  Emperador, 
hi«ssó;  todos  ios  pueblos  de  al-     MS:,8Ó  de  Marzo  de  3539. 
'    derredor  no  tienen  sino  las  ]tare--     '   13    Pcdi-o  Pizarro,  Descula  f, 
(le«  que  por  maravilla  ai  easa  cu-    Cémq.,  M8,  ,       •. 


•     •  •>'  ?r  Í-'  .,., 


cho  tiempo  y  era  operación  muypeligrosa,  por- 
qae  los  trabajadores  sé  veían  ^puiístps  cpnti- 
nuamente  á4as  flechas^nemi^s,  y.  el  afw  de  los 
Peruanos  eria muy  certero.  Cuanda  al  cabo  con- 
seguían apartar  todos  los  estorbos  y  ^rir  p^^ 
á  la  oahaMería,  cargaba  esta,. cop:ínape.ta  jarr^^is- 
tibié  sobre  los  enemigofe,  y  les  haQif^.ífítroce^er 
en  desorden,  cayendo  heridos  por  la^  eftpadas 
é  atravesados  por  las  lernas  de  ios  gitietes,  I^n 
talos  ocasiones  era  siempre  grande  la  oarpip^rr^J 
pero  los  Indios  sin  desanimarse  por  ello,  volvian 
al  átaqae  con  «mero  vigor,  y  al  mismo  tii^po. 
qtre  por  el  frente  presentaban  tropa»  de  refrps- 
(50,otncis  se  oeuitabari  entre  las  minas  y  ponían 
en^desétdeaá  ios  Eipaikáeá  atac4ndt)les  ppr  el. 
ílañoo.  :  Ijosf  Peroanos  sabian  nianejar  con  d^s- 
ttóea^  asi  bí  arco  oo«Dbo  la  honda>  y  apesar  de  la 
stipserioridad  de  sus  arm^s,  eHda  refriega  costa- 
ba varias  vidas  á  los  Españolea,  y  ya  estos  eran 

'  demasiado  pocos  para  poder  sufrir  estas  pérdi- 
das, que  no  se  compensaban  por  mas  qoe  la  del 
ttfteniigo  fuese  diez  v/oces  m^yor. .  Los  Per aaiK>s 

"usid^lm'f^ii  reifdiar  éj^ito  de  otra  arma  peculiar 
de>  la  Ameriea  del  Sur«.  j&ra  .esta  el  fo;»»»  cqqi^ 
puesto  de  una  cuerda  larga  con  un  lazo  corredi- 
zqenun  estremo,  lasque.  arrg^b;mcQfr,jni4cl)a. 

-'Lo8  Indios  ganaron  el  Cuz-  ni  los  .£ftp«Boles  ao  los  pudiesen 
eo  casi  to,<|o  4esta  u)iinQ]:a.quQ  eji  roiufl^r , ' '  ftiV^  *  Á  íoV  4*1  Piru». 
ganando  la  calle  hivwi  haciendo    MS. 


to  ^ie^  de  iiu  cabaUo,  áa  manerd  (}ae  ambo»  esa» 
j^éiaea  en  tíeiira.  Ifor  thíe^  mei&oc^oonñiguu^Tmm 
UfíWT  ptisito&ero  A  mávde  un  €ábteIIiiiio<»  w  ; 
-  Acd$ddos.clct  eéte  modo  pk>r  toddsf  arte«^  diir< 
quebcló  Isóbre  la^yarinfts  y  .'mn  f^us^cábaUos  áe 
la  bridfi^siir^^tibir  ^  .drló»  á;Ia  meáor  áeialJde 
éi^irtááj'nb  Ic^grabto  idesctosa  lo&  Cspááobft  ni 
4i9..4ia  Viii  Ú0  iioeke.  ^Para  calmo  dí9  trabajóos  su 
iai,pr;iiMjento  eoQ^nsQ  leí' hisíodaj arpona  gucoiáíf» 
cidli  tan^orta'  ei»  la  iorlaíleD»  que  defendía  la 
¿iaidfrdy  #iiiiaaba  CQm^etam0ate  la  plaaa  ¡mUfí 
qlpal  c!»  qiip  eata^^mnegil^l^ados^qtie  dLlmepemn-^ 
de  lo^.Peraanos  fué  abandonada,  síp^íqitntar  leí 
(Í^fói)¿fi*  41  prtmto  lii^opupó  un  gfi|es0:deaiaca- 
ippntP  flelsenemigO)  y  desdo'  aquella  al tuifajiari 
qian  de  ca^n^o  en  cuando  4^»G9xg^B  'daptajveen 
tilefl  que  incomodaban  mucho  á  los 'sitiaMlQ€(<L 
Bien  se  arrepinlió  entonces  su  capitán  .de  la. 
imprífiji^Qa cotí q^^ li^bii^de^^^idadq  la  goairda 
de  punto  tan  ^portai^te. 

Las  .noticias  q):|:@:diandiñéQte  reeibian  del  es* 
ta€lo,4eÍ  pais,,  contribuían  np  po<^Q  á  awneintar 
sus  coujgqí^.,  Decíase  que  ei  levantamiento  er^ 
general  en  toda  la  tierra:  que  los  Españoles  qc^e 
vivían  sojos  en  s^9  haciendas,  hablan  sido  íifee- 
sinadaf2  qoe  j^imai  Trujilto  y  laaidomfiaeiuda'- 
d^s  pri0cfpa!é;s  estaba»,  cercadas,  y  se  esperaba 


65»  <:mfQ,viSTA'míL  f«rü. 

qtte  may  pronto  «aerian  «n  Il^lIlo8  úé  1»á  «nomí- 

gos;<icie  los  Peraatios:  tré  Wbian  apoderado  de 

kys  pásoB  7  cortaban  toda  oomanioacionyd^'ma-í. 

ñera  que  no  pddiáh  contar  Iw  fispaito{es>Goti  au- 

xilib  al^np  de  std'iiertnmoi^  de  laoosta.-  Ta- 

leb  >eran  los  siniestro^  rumores  qoe  dc4*eínt^o 

dé  los  sitiadores  llegaban  á  la  cindad^lfabttcfa^ 

exagerados^  erad  ciertos  én  (el  fondo^    Ptfm  ha-* 

cerlos  aán  más  crerbtesy  arrojaron  'Á*  la  |>laza 

oéiío  ^  die«  (;isibeka«>h¿iiiáfnasv  ¿n  "ényos  ¥oé'tik>8 

eiisañ'gireirtádos  reconó«leñ)aboii  botoor  loi  Bs*^ 

pttñttldíT  íajs  ifácciottei  dé'ttlgnttos 'C^jíáftótbB 

Bfkfó^  qne  sabían  se-%ialteban  vivrénáóiiioIOÉ  ^n 

«¿é  TiapáitirtSentós  ^^  •      •       -     '  -'-     - 

'  Itóndld^'al  pesé  detftntds'horroreít,  mn«hos 

féí^éii  de  opiniotí  que  se 'abandonase  üel  tórfó  la' 

citt^dj.por  itidefeníébte,  y  s^e  abriesen  camino 

feasitefila^co^ta  titWif'la  ptinta  de  áns  espadad.  iBs- 

ttjf  ptéy^tto  tenife  cierto  carácter  atrtrtido,  ínxif 

proípío  para  caítítiyar »él' íátíimbiréá^        'de  los 

Castellanos.    Es  mucho  *Wé3orV**déiciátf,mórir 

d^endidndo  la  vida  túmó  hóiSbriss,  que  perecer 

ásí'(;<ibá^d€ftn&nte,etice^radók  cóího  ovéjals  énf  rc- 

éüV  fespííiíandb  que  véhgá  tí  carniceró^íí'Bego- 

.Pe»  lo»  PÍBárros,  RojttS  y  tilgiiuós  Wés  ca- 
bftliierosíprineipales,  réhusüronapkrt^ar  i»^'  me- 
áiaa:,vqne  según  idlos,  iba  á  cubrirleü  d¿  ijgno- 


nüa^ia*^®  Bl  Ga»co  era  la  vaHosá  presa  qae  tan- 
to babian  disputado,  era  el  ^núgnó  solio  áé:km 
I^cia^  y'(^$Q(][ue  sé  veía  r;eííueida  á<5epiza»,  pron- 
to; ¡$ferievañ1a«ria:  de  entre!  sus  rainas  tahÜliwtréi 
CQmoi'siienbfíte.  T080  el  mundo  tenia  fijos  :loi 
Qjbi^i^it  !sa0  dafensoresf  y  six  díebilidad,  infandién^i 
^  d^'tcaEi'fit^tsceeifettemigo^  podrik  decidir  la  sacar-: 
te^df^'todo^'los  Bgfpanolfeslque  hábia  len  aqbelLau 

i.  'Ni  bien  ;n)jirádo  qtaed^ba  tampoco  jugair  &{la> 

d^4^9  i.por%ue  ;t<)d9:>$aUída  -estaba  intercépiltdjij 

pcir':«l)  eúmmj^  qüel  conoicáacmiicho  mejor  el  ter'-i 

rf^nth'ysyé  fasd[)iiklí)echo  ddeño^de  t&doB  los  pa^ósy 

,  PerOíias  eosás  noi  podkmfdiu!ar*iíin<^ho  tiempoj, 

en  tal  estado,  pueslos  Indios,  á  la  larga, no  pon 

dirá:  ludh^ .eofati'a'ios  blancofiíé     El i  fuego  de  la 

iwiidrréocion  debia^iri?^  arpagaim^Oipor  sí  solo,  7^ 

^.  gráiidbe  )ejéroit»  d£í  ios  enemigo^St  ^  éélrbai^dai' 

ri^  nttnballásulQbe.Ios  Indios  acoétiimbradois)^ 

la$:  piÍYaoioi}ésiií!ÍsépaeaUeií)de  una -canifiailt  áh* 

gQ  lat^gat  Kilpra  pireeiso  qii^'diá]giamant;&  ilégaismei 

r/?fiiC5r»os  de  líi&  efllwla^,  ,y:OQn  íáolo.queotoa 

GafeteMaiaae  ^cons^írvaswd  .^^iMgmi  tiempo  njx 

aetístwnbirtíéo  •i^sfu©i:íq,.su$  compatriotas  nía  d¿r> 

jarían  de  tiarles  auxilia),  pu^! no  era  oxmhle.q^fü 

16  "Pues  Hérijiando  PiaSBrro  Hernando  4Pizarro  y  süs'ñerma- 
wxitimíkbakvc  leu  i  ÍeiUq^  ^  mt  iMt ' :  ]Éii]í8;  liHbiel  de  koi&s,  (üeinaif 
ponclifi,  que,  todos  fiahjajpaíí^  de»  Ponce  de  León  y  el  tesorero  Rj; 
nioríry  no  desamparar  el  Cüz-  -queline.'*  Pedro  VizvLrrOf'Des- 
co.  |iiirtáfiattéfe'iá;«áta;d<fcoitóliltÍLíK^^  .1  .-^  Í-' 


660  OONUÜISTA  i>El.  PERU^ 

les  dejasen  morir  entre  los^  montes  oonio'  uñtt 
ciuidrilla  de  bandoleros. 

Estas  razones  y  la  fírmeaa  de  aqaeIlo9  eaba-^ 
Ueros,  hicieron  grande  impresión  en  los  sóida» 


j  dos;  porqué  en  el  alma  de  ün  Español  siempre 

I  hallaba  eco  la  voz  del  honor^  ya  qne  no  la  de  Ui 

I  hamanidad.    Todos  ofrecieran  mantenerse  fir<- 

I  mes  hasta  lo  ultimo  al  lado  de  su  comandante. 

{  Mas  si  trataban  de  mantenerse  firmes  en  la 

ciudad  era  indispensable  d^esalojar  al  etiemigo 
de  la  fortaleza^  y  antes  de  arrojarse  á  ei^ta  peli- 
gtoi^a  empresa  quiso  Hernanda  Pizarro  dar  un 
golpe  que  intimidase  á  los  sitiadores  y  les  retrae 
jese  de  intentar  nuevos  ataq^aes  á  sfi  eamptí-* 
mentó. 

.  Comnnido  «1  plan  á  sns  oficiales,  y  ^dividieA- 
do  su  peqaeña  t^pa  en  tres  trozos  áiíi  el  mson 
do  de  ellos  á  su  hermano  Gonzalo,  á  Gabriel  de 
RojaSf  oficial  que  merecía  toda  su  confianza, 
y  á  Hernán  Ponce^  de  León.  Enviaron  por  de* 
lante  á  los  peones  indios  para  que  apartasen- los 
estorbos  del  camino,  y  las  tres  divisiones  aván« 
zaron  á  un  tiempo  por  las  calles  priiieipales  h«U 
eia  el  campo  de  los  sitiadores.  Fácilmente  des- 
baratáronlas partidas  sueltas  que  encontraron  en 
el  camino,  y  cayendo  de  improviso  los  tres  tro- 
zos sobre  las  desordenadas  filas  jde.  los  Becaa* 
nos,  les  tomaron  completamente  de  sorpresa, 
Al  principio  fué  muy  débil  la  resistencia  y  hor<^ 


Libro  ií i. ^capituló  x.  661 

iforosa  ]a  carnicería j  pero  los  Indios  faeron  co- 
brando ániíno  poco  á  poco,  y  algo  restablecido 
él  orden,  volvieron  al  combate  con  la  intrepidez 
Üe  hombres  acostumbrados  á  desafiar  los  peli- 
gros.  Cpmbjatian  cuerpo  a  cuerpo  con  sus  lia- 
clií^s  V  niazas  de'  cobre,  descargando  al  mismo 
tiempo  un  .diluvio  de  dardos  piedras  y  flechas  so- 
bre los  acerados  cuerpoá  de  los  fcristlanos. 

Parecían  los  bárbaros  algo  más  disciplinados 
de  lo  qué  podia  espejearse,  y  esto  próvenia,  sc- 
guii  cuentan,  de  que  liabi/endo  el  Inca  perdonado 
generosamente  la  vida  á  varios  Españoles  prisio- 
nero», estos  habian  dado  ¿  sus  tropas  algunas 
iecciouses  deiart^  de  la  guerra.  Los  Peruanos 
habi^i^  aprendido  también  á.manejfir  .regular 
mente  las  arm^s  de,sus.  e.neniigos,  y  andaban  ar- 
mador de  escudos»  caicos  y  isspada^,  (,!«  fábrica 
europea,  y  montados^  á  vece^  en  los  caballos  que 
kabian  quitado  á  los  bjancos.  ^"^  £1  joven  Inca  en 
particular,  ataviado  á  la  euppea,  montaba  en  un 
.fogoso  caballo  (jue  manejaba  con  notable  destre- 
za^ y  con  uñ£i  gran  lanza  en  la  mano,  conducía 
sus  tropas  á  ía  pelea. — ^Esta  facilida4  en  adop- 
tar las  al'iiias  y  la  táctica  de  los  conquistadores, 
indica  uila  civilización  mas  adelantada  que  la  de 
ios  Aztecas,  porque  estos  durante  su  larga  lucha 

; .  19  í  Hmera '  éilmte:  <|tiet  lo»  .  jnrÍBÍoiiefds'é  que '  >arftgla8en  los 
Peruanos  volvieron  contra  los  mosquetes  j  fabricaaen  pólvora 
CojM|i^btadore8  «^s  pipías  ár-    ^^<M,míé  iS^é^í  W:,  9/ 


'662  CONQUISTA  DEL  PERÚ. 

con  \ok  Españoles,  jamás  íl^elgáfóñ  á  perder  a  íos 
caballos  el  miedo  basta  fel* grado  dé  atreverse  á 
montarlos. 

Pero  unos  cuantos  días  o  semanas  de  ejerci- 
cío  no  bastaban  para  acostumbrarles  a  unas  ar- 
mas y  disciplina  tan  distinta^  de  las  usadas  ias- 
ta  entonces  por  los  Peruanos.    Así  fué  qué  éste 
combate,  aunque  muy  reñido,  ño  pudó  dufárnia- 
cho  tiempo,    Después  de  pelear  los  naturales 
con  grande  valor,  arrojándose  osadiarhente  sobre 
los  ginetes  con  el  fin  de  sacarlos  de  las  sillas,  se 
vieron  precisados  á  ceder  Wñ  ííiefza  dé  las  con- 
tinuas acometidas  de  los  Españoléis,    duchos 
fueron  pisoteados,  otros  actíchilládos,  ffóí?  mos- 
queteros, so'st¿nidbs'pbrfá^tíabafíéTffi,mant^^^ 
"un  ftiego  grkneadb  ^e  catMferf  ttíi  'feíSb  tertítire 
en  los  fl'ancois  y  rétág&^tdSá  de  tós  íb^íiiVoís.  Pbr  ; 
ultimo,  hár'tos  (fe  máíaí  y  cí^eytíhdéíy-gÍjRiespá-  i 
•áol  que  el  castigo  apliéaiio  kl  fefréi&i^'bHstaria 
■para  que  ya  'hó'le  tó8Fe'¿ksfe^iibr*é^  tí¡2o 

retirar 'sus  tropas  á  sus  cüartiéíéV'd^ia  capital^* 
Trato' enseguida  de  récqfei'ar'lá  cTúáadelá, 
operación  sin  dülia  aé^muclío  peligro.  La  for- 
taleza, que  dominaba  ía  'f{¿ke\  áeplíkrib^^^^ 
la  ciudad,  ésfabasitüádaL''¿^^^^  una"  altara  pe- 
dregosa y  tan' escarpada  que  ^ra  imposible  lle- 
gar á «ila  por  «stelado"»  ^defendfáo  óiiidimitite 

y  Copq.,  MS.^Cdn^  i  PftWdel  '4eiía?íÍwt/6;<lib;^^<Ap.íí.*' 


ipoptijditólaipahreas^'  il*<lrr*¿  i|íái:íte-idfefl^ 

era  mái^»fé¿ll  la  «ubida^  ^pet^  ^i^iMi^iá  de'ftMi'- 

-diafaíáos  cércíaift  JseMícífcwíki^cIs  d^^ 

<)erea8ob«ítab«I  <)6tea^letíadoi>ihai^'  hina  iatttafe» 

tídlimá«  ponelipíiídpíétóííítl  Itiempo  de  disparar 
«ttt^il^ha»*  íD'^Diú'<)>  de  la;  eWeft  ífi^terior  qoediíba 
V^ft»*t»f¿zft-i3&mpuigííta'íd*  •  tr^b:5fííer1©s'  tótf«¥, 
liria  '¿táriíj^  'y  <l6>9 'péqtietíáá.  'El  enemigó -octt- 
paba  la  gííttide  yítftiftáde  las -pequeñas  á  las.  orí- 
détíi^fe  <i^  lín 'hdbt^i'iífcai  ¿««rrdro  Si«*  probátd  W-d- 
?éríy^re^üfel1^''á»d^ft^W(ferla¿  tí-^sta  lo  tíltimo; 
•  '<d>ilfh)  HériiandoPiésaíro  esta  peligrosa  eñí' 
ptmvL  ám  hérinaiio  Jaati,-en  cuyo  e&forEaéó  pe* 
^élw^^BÍí-Bfáífeí  espíriitá  aventurero  de  un  caballero 
•«ddá>fr1e.'J«:értic>  par  a  Uégar  á  lá  fortáíeíza  se  !tt|A 
Ma'de-iyasár^ó¥»lasito^fiardá<sdé  los  cerroí'i^iiá 
•|ik©$Bo '  Uáiftar^'pdií-'^tró  ípañto  «la  ¿t«icíon>del 
feft^nll'go.-  Pcíco  antésf^'&é  átíócheeer  salió  Jüaa 
J^hÚífió  a%f  k»citídád  cóft'  üti;'ti%zo  éscojída  4e 
^6Kll6r!a,'*  y  efe  '^dlri^íxí  por  *eí ^t^rób^  op^iei^óifi 
iáfértáfeza,  para  (Jtié  el-éjérótó  Sitíadéi*  cre^- 
"áé'qiie  se-^ratába  d^  tina^lida  eñ  busca  de  ví- 
veres. Mas  en  la  noche  ^opíramaiichd  co^i  el 
mayor  silencio,  ^altó  por  fortuna  que  los  pasó's 


664  coNqui87A  del  pbiiu. 

no  estaban  guardadois,  y  llego  al  pie  de  la  cerca 
esterior  sin  que  la  guarnición  lo  sintiese.  ^^ 

Daba  «ntrada  á  la  fortaleza  una  estrecha  aber- 
tura en  la  muralla;  pero  se  encontró  cerrada  con 
gruess^s  piedras  que  pareeian  formar  una  sola  pie* 
;sa.c<>n^elre6tQ4e  la  m^impositeTta.  Era  operación 
larga  el  fiirr^mear}^  de  alH,  y  de  modo  que  no  lo 
advirtiese  la^uatnicion.  Como  las  naciones  in- 
dias rara  ve?  acometían  de  noch<e,  no  habían  al« 
canzado  tanto  en  el  arte  de  la  guerra,  que  supie^ 
sen  usar  de  centínalas  para  eviter  una  sorpresa» 
Una  vez  concluida  la  dperacioni  Juan  Pizarró  y 
sus  bravos  compafieros  entraron  por  la  abertu«- 
ra  y  se  encaminaron  al  segundo  parapeto* 

Pe)ro  no  habían  sido  tan  .secretos  sus  movi<- 
mientos  que  ya  no  los  hubiesen  advertido,  y  se 
encontraron  el  patio  interior  lleno  de  guerreros, 
que  les  recibieron  con  una  npbe  de  proyectiles  y 
les  obligaron  á  detenerse.  Viendo  Juan  Pízarro 
que  no  había  tiempo  que  perder,  hÍ90  desmontar 
la  mitad  de  su  gente,  y  poniéndose  á  su  cabeza, 
se  dispuso  á  abrir  otra  brecha'  en  las  fortificacio- 
nes. Pocos  días  antes  le  hablan  herido  en  una 
quijada,  y  viendo  que  el  morrión  le  incomodaba, 
tuvo  la  temeridad  de  despojarse  de  él,  contando 
defenderse  tan  solo  con  su  adarga.  ^  No  cesa* 
b^  de  animar  i  sus  solde^dos  para  qfie  coifatinua-- 

19  Conq.  i  Pob.  del  Pirn,  20  Pedto  Pí2utd,  Dwenb.  y 
M8.  €«i||.yffS. 


LIBRO  III. — CAPITULO  X.  665 

gen  wx  derribo,  bajo  semejaínte  nube  de  piedrasi 
flechas,  y  dardos  que  habría  puesto  temor  en  el 
corazón  n^as  ^^fprzado.  lias  atacaduras  de  los 
españoles  no  siempre  bastab^^ji  pa^^  defenderr 
I98;  pero  otros  ocupaban  el  lugar  de  los  que 
i^ivixi,  hasta  que  la  brecha  estuvo  practicable,  y 
arrojándose  adentro  la  caballería  atropello  á 
cuantos  quisieron  oponérsele. 

^uedo  con  esto  abandonado  el  parapeto,  y  los 
enemigos  huyeron  en  desorden  por  el  patio,  has* 
ta  refugiarse  en  una  especie  de  plataforma  o 
terrado,  dominado  por  la  torre  principal.  Allí 
se  rehicieron  y  continuaron  haciendo  nuevas 
descargas  de  proyectiles  sobre  los  Españoles,  íil 
mismo  tiempo  que  los  defensores  de  la  torre  les 
dejaban  caer  encima  gruesas  piedras  y  maderos. 
Juan  Pizarro,  siempre  de  los  primeros,  acome- 
tió al  terrado  animando  á  sus  soldados  con  sus 
palabras  y  con  su  ejemplo;  pero  en  aquel  mo- 
mento se  descuidó  de  cubrirse  con  la  adarga,  y 
le  acertaron  una  pedrada  en  la  cabeza,  con  que 
le  derribaron  en  tierra.  No  por  eso  dejó  el  intré- 
pido capitán  de  seguir  animando  á  sus  compañe- 
ros x^on  su  voz,  hasta  que  se  ganó  el  terrado,  y 
sus  desdichados  defensores  fueron  pasados  acu- 
chillo. Ya  entonces  no  pudo  resistir  mas,  y  le 
bajaron  á  la  ciudad;  donde  á pesar  délos  esfuer- 
zos que  se  hicieron  pnra  salvarle,  solo  sobrevi- 


^666  CONQUISTA  rmt  perú. 

vi<í  quiá(5e  dias  á  «a  herida,  y  espiró  en  medio 
de  croelMhibs  dolores.  ^^^^-^Basta  sater  que  era 
fMÍ  PfezarrOí'parádccw  que  era  valiente;  pero  de- 
be añadirse  qnie  síaíña  templar  el  valor  con  lá 
(•ortesania.  Parécia  su  caráéter  suave  feompára- 
doeon  eí  porté' altanero  de  sns  hermanos,*  y 'sú 
afabilidad  le  gaiió  el  afecto  del  ejércRb.  'AyuÜá 
á  la  conquista  del  Perú  desde  el  princijpió,  y  no 
hay  .otro  nombre  en  la  lista  dé  los  conquistado.- 
res  menos  empañado  por  lá  nota  dfe  crueldad,*  y 
íén  que  mas  britíen  todas  las  cualidades  dé  líií 
Verdadero  y  esfotzádo  calmllelro.  ^  • 

Afinque  íá  desgracia  ocurrida  á  ^'hermano 
ciáuisó  un  Vivo  pesar  á  Hérriándo  Pízarro,  cono- 
ció que  tiébia  obrkr  con  prontitud  para  aprove- 
char las  ventajas  conseguidas.  Dejando  la  ciu- 
dad á  cargo  de  iBbnzaflo,  se  pu'so  á  dirigiir  en  per- 
sona^ el'a  taqué  y  apretó  el  cerco  á  las  fortalezas. 

La  una  sé  entregó  después  de  una  cbrta  resis- 

r    ' . . .  •         '  •  '  •      '  *        /    • 

'  21     "Y  estando  batalla»do  con ,       22    "Era  valiente,"  dice  P© 

ellos  para  efchaJlos  de  aln,  Joan  dro  Pizarfo,  "y  muy  animoso, 

-Pizarro  se  desejlid^  i^e  fsni^pf^:  gBWíP  hoi»b?ej  fímg^gaprno  Jjr  afe- 

la  cabeza  con  ía  adarga,  j  con  las  ble."  (Descub.  .y  .  Conq^.,  MS.) 

muchas  pedradas  que  tiraban  le  Zarate  le  despacha  con  este  bre- 

9CQnárogti;uD|i  }en  ^oí.cfl^eza.qli^  ,vef|iaiiegluK«:  r^fFuia  fpiui  pév- 

le  quebraron  los  casco?,^y.  ,4® nde  dida  en  la  Tierra,  .porque  era 

á  quince  dias  murió  de  esta  he-  Juan  Pizarro  muy  valiente,  i  ex- 

lúda,  y  ftusi  iherúa  estove  forcé-  '  perúnentado  .an  las  Guerras  íle 

jando  con  los  indios  y  españolas  los  Indios,  i  bien  quisto,  i  ama- 

hasta  que  se  ganó  este  terrado,  do  de  todos."    Conq.  del  Perú, 

y  ganado  le  abajaron  al Cttztí^.'*  Ub.  3,  cítp.  3. 
Pedro  PizarrO;  Desí^iib.  v  Con*]-, 
MS. 


^«tíiá^  petiola  0tra,m4s  dlgdil  de  giiríar,  áé^iklltt^- 
fenia  flrnte' defefnídidti  j)br  <>t  valieuté  íriésilqñé* 
Itt  máñdáb^*'    Eira  un  hóoibrcí  de  formas^  iáliétP- 
K^asjiy^éf  léf  v^  Wcbrret  bs  pferapetós  árifAádós 
d^  una  adaít^yjEitó'  eora^á'  ¿e  los  £s|:í»ñolésV 
y 'blandiendo  tiná'lbrínidabíeihaza  gtrailÉiecida  dé 
puntas  dei6obrfe.^'-JCén  cs<a  arma  terrible  dém^ 
baba  6  cttanto^í  trataban  de  penetrar  en  la  forta»- 
íteái'   Díeeée'  que  matd  ocifit  su  projiia  'iháfeo  í 
Veítíos  soldados  su^óg^  que  haíblaron  de  rendirse. 
Al  'flu  Bé  íetólvtó  Hernando  á  escalar  =  la  '^laza,    •  * 
á  cuyo  efecto  hizo  arrimar  las  escalas;  mas  ape^ 
ñas  ítegaba  atrite  ún  ílspañól  6uanfdti  le  echaba 
útóéat  e^l  r<!»bü^f o  brazo  d¿l  guerrero  indio.  Sü 
lEUt^tividad  igualaba  'á  m^válotij  pareóla  mdlti* 
plícarse.para  hallarse  á  qn  mismo,  tíeoipo  en  to«  ^ 
do4»Uos  lucres  en  (qué  era  ^eesaria  su  pi^éu^ 
tjia.'  •  ••  ■     •''•  •       '  ^  "'••   •'-  •'■-'..  "    1  ■  •• 

*'^}en«íséáQ  adinin^ou  el  espitan  español  al 
teV  tanto  valorv'potque  sabia  apreciaTlo  aunque 
fue'ée^tftirt^  enemig^í  y  dio' .orden  de  que  no  se 
tbidéisfé  ^ño  alguno 'ál  Indio,  y^i  «rá  poeiblé  sé 
le  tomase  vivo;  píero  «std  no  feramuy  fécil.  * 
<Por 'ultimo,  ba^»efedd  arrirtiádo  'muchas  escalas 
Ál^tpírQ, /subieron  los  í^^gplc^  ppr  4ive?aias 
partes  á^' un  tiempoi  se  arrojaron  dentro  de  la 

23    '1  mándiS  Hernando  Pi-    mid^'4%  ísó  Énaiálfe  «  lo  habla 
taño  á  U»ff1Espafl<ilk« que  subían    vivo."    Pedro  Pkarro,  Deecub. 
que  no  matasen  H  esto  Indiom-    yCoñq:,  MS.^ 
no  que  se  lo  tomasen  á.  vida,  ju-  '  -     •  »    • 


:Ct9j3  .  CONQMiaTA  DEL  >PeEU. 

plaza  y  sometieron  ^  los  pocos  qu^  aun  ^sostepian 
el  combate,  Peroi^el  ooiidAtídat^tQ.  no  pencaba 
en  rendirse,  y  viendo  que  qra  y^  imposible  ©on- 
jtinuar  resistiendo,  subió  al  parapeto^  arrojo  su 
maza,  se  envolvida  en  su  ^an.ta  y^  9^  pf j^pipito  de 
^{fbeza  desde  la  altara,  m^e^do  ^eomo  un  anti- 
guo Romano.  ^V  Había  peleado  l^^ta  lo  ultimo 
por  la  libertíid  de  su  patria,  y  tenia  á  mengua  el 
sobrevivir  á  su  dieshjoiira.-T-El  general  castellano 
dejo  uua  corta  fuerza  para  seguridad  de  su  aue- 
Vil  conquista,  y  se  volvió  triunfante  á  sus  cuar- 
teles- ,     .   : 

Ib^se  pasando  el  tiempo  y  ningua  spwrro  llega- 
ba á  los  sitiadas.  Desde  mucho  antes  habia  comen- 
z^dq  a  amenazarles  ^\  hambre^  Por  fortufta  las 
acequias  que.  pai^aban.por  la  ciudad  les  proveían 
4e,agua;  pei'o  aunque  habían  economizado  bien 
sus  provisiones,  ya  llegaron  á  acabarse,  y  se  con- 
fpnuaban  con  el  poco  grano  que  podían  sacar 
de  las  casas  y  almacenes,  arruinados  los  mas  por 
el  fuego,  o  con  lo  que  se  recogía  en  alguna  cor- 
rería afortunada.  ^  Este  ^tímo  arbitrio  ofrecía 
^o.  pequeña  díficuljtad,  porque  cada  espedicion 
ocasionaba  un  reñido  encuejatro  ^onel  enemigo 

f  ^4.  ««Vista  este  orejón  qiié  se  hizo  pedazos.  A  tíemando  Pi- 
Jo  habiai^  lEiBuado  y  le  habían  to-  zarro  le  j^esó  mucho  por  no  to- 
mado por  dos  ó  tres  partes  el  maUe  á  vida."  Pedro  Pizarró, 
rfuerte,  arrojando  lai  aneías  se  Deseub.  y  Qonq.^.MS. 
tapo  ia  cabeza  y  el  rostro  con  la  2^  Garcilaso,  Coa.  ReaL 
manta  y  se  arrojó  del  catío  aba-  Parte  3,  tib.  2,  cap.  .64< 
jo  mas  de  cien  estados,  y  ansi  se  ^ 


LIBRO  III.'^CAPITULO  X.  66Ó 

en  qde  dolian  perderse  varias  vidas  de  Españo- 
les y  causaba^  grave  daño  en  los  Indios  amigos» 
Es  verdad  que  semejante  pérdida  traía  también 
una  ventaja,  y.era  qae.  los  consumidores  iban 
cada  dia  á  menos;  pero  el  número  de  los  sitiados 
era  taa  corto  que  cualquier^  baja  hacia  maeíio 
mas  difícil  la  defensa  con  los  que  quedaban. 

Con^o  ya  hablan  trascurrido  varios  meses  sin 
recibir  noticias  de,  sus  camaradas,  empezaron  á 
llenarse  de  inquietud  por  su  suerte.  Sabianmuy 
bienque  el  gobernador  no  omitiría  esfuerzo  al" 
guno  para  sacarles.de  situación  tan  desesperada^ 
y  ^el  no  haberlo  hecho  er^  una  prueba  clara  de 
que  se  veía  tan  apurado  como  ellos,  ó  de  qu  e 
^caso  él  y  sus  compañeros  habrían  sido  ya  sacri« 
ílcados  al  furor  de  los  insurgentes.  Era  cosa 
horríble  el  considerar  que  se  hallaban  solos  en 
aquella  tierra,  lejos  de  todo  socorro  humano, 
aguardando  el  perecer  miserableniente  entre 
aquellos  montes  ámanos  de  los  bárbaros. 

Mas  el  verdadero  estado  de  las  cosas,  aunque 
tristísimo,  no  era  tan  desesperado  como  ellos  se 
figuraban.  Es  verdad  que  la  insurrección  se  ha- 
bía estenidüdo  por  todo  el  pais,  d  á  lo  menos  por 
la  parte  de  él  que  ocupaban  los  Españoles;  babia 
sido  además  tan  bien  fraguada  que  rompió  eri  to- 
das partes  casi  al  mismo  tiempo,  y  los  conquista- 
dores que  viviaamuy  descuidados  en  sus  réparti- 
mieato^^  fqk^rqa^  a^esjpa^os.    4^sí  perecieron  va- 


b70  CONQUISTA  DÉlL^P^RU. 

rioá  (>éíitenáfes'iÍe  étíóá/  Uña  rei¿iiqn  iie  intíiós 
liabiá  ¿erckid  á;  íatijar^  un^éjem^o  respetable 
éié  póáesittVio  ¿el  vaííe  ¿(e  líímác  y'  piVsó  sitió  a, 
íiinía.  Téi'ó  íosaíredeílorete  ^é'\á  ícHpital  eran 
llanos  y  despejados,  muy  propios  para  las  evo- 
íueióñes'déla  cáb'árféríáV y  apenák  sé  vioTizair- 
ro  átnónázaíío  pbt  aquella  tropa,  'déspáciio  coh- 
ti*a  ios  'í^éfuáñ'os  'ühá' ^fuerza  cónsiderafcl'e  que 
pronto  lo«  puso  eri  fuga.'  Aprovechando  ía  ven- 
taja'éónseguíffá,  les'apíÍTO  un  casíigp'tan  Véve- 
ro,  que  aunque  siguieron  amenazando  desde  le- 
JOS  y  éortanao  las  comunicaciones  con  el  inte- 
ñor,  no  volvieron  a  atreverse  a  pasar  el  no  Ri* 


vausaDale  mayor  inquietud  que  nada  la  suerte 
de  la  guarnición  del  Cuzco,  y  frato  vanas  vedes 
die  socorrer  aquella  VapitaL    Por  cuatro  ocasio- 


cuátroéiéfa'tos  'UWr¿é,  Ía''{iiiíá¿í  ^íé  'g'Üáiíkliól 
líitogtinb  consiguió  Üe'^ar  £;'éit  (íe1ltíno\'''l'oy^ay- 
^'^ros  íhdí^eiiáá  lés  ilejabán  qué  sé  ínterniasen^itfi 
3pÍe'zd,''y  así  que.sé  enircíláfeáñ  eii  los  paso»  &h 


tero 


que.se  enrcdáDán  eii  los  paso» 
lab  síe'rirWá,  íes  fodea1){fii  con^küínfeYo  ííííij^  súpe- 
VíbV;  f  Kp'odeVáú^eSé  ^e^íás  kíUíáálM^ 
'élfó^  síis  í^táies  prbjrec^^^  'apaístaban 


LiBiio  til. — capítulo  X.  671 

V'éi  hubo  íjue  no  quéáío  un  8oía'íic)tííbre''(íe  toda 
la  |)artidá,.y  éñ  otras  apeíaáá.  éfsca'páron  algunos 
di^l^ersos  jiátá  que  'volvíeiell'  *á  íréfeHl-^el  desa^s- 
tre  á'sus  cohipañerós  dé  Lima". ^*       '  '  ''\ 

'  'íaies  ¿[üevás  íléttáron  dé  consternación  él  áni'- 
nío'áe  Pizai'ró.  /iPétísabá'déí  rhbdo'  ftíás"fuñésY¿ 
¿ób%  lá^ue^téiqüe  liaBría  *éáfeldd  á  lo^s  Españo- 
les 4í«|férsó's  jióF  Wáó^él  páis,  ^^  'éíün  del  daba' 'rf¿ 
póáerbé  tóaíalíeíiér  íéA  %V,  'sin  tééiblr- auxilios  ^áfe 
iketíaij  ;ÍEn^¿  ütt  bíi^úe  álos  cóíolrtos  de  San  Mfi- 
'^üíeí,  jirevitíií&naolés' que  {ibándóíiasén  Id  pla^á 
con'tódtís  sus  éféétbs,  y  viniéáéii'á  jtin*tái^Sé  fc'óh 
"éVWn  Lliíiá;  m'áfe  po^'íortxtííú  tí8  le^obedecíetc/n. 
Ikítíchos  de  ioúmfof'qúéxÍÁtk^^^^ 
l^k'ííavetí (Ju^hábi  tó teljpuéko |iaftá  s¿lír  dé'líi 
Iréirtó  e  íie'á  tSía^íÁhéÚ  P&ííáinl    ÍPi^axró  tio 
"quitó  ni' áiin"é¿^c\iBiWt^í^^  cdbatdé  cónsejbi  qht 
'n'eV¿tfe'c¿iiál¿b  ;el'ab^^^ 
U'téríór,'qÍife  sblo-afe^éía^^ 
ra  quitílir^Vóda  tentócibn  á  éstas'  ütóasii^bífés, 
^fle^pácího  tbdás  las  tiá^^és'á^ésémp^^ 
'  mi^idh'muy'  dívér^a^    Eiivütí  en  «Ifós  éartas  j/a- 
'^  ld¿^i|ob¿<fi¿d5¿íes  de'  PWtftfíftttv  Wiüarng^a,  O 

¿6  ''Zarate,  Conq.  del  Pe'ru,  c¿dcma  éh  setebre'ñtós  el  núiiiélo. 

Ub.   4,   cap.   5.— Herrera,  Hiat.  total  de  los  crisl;ianos  que  ppre- 

GeneraJ,  dec.  5,  lib.  B,  cap.  ^.—  cíéroxi  .en  esta  insurrección,  y 

Garcíla^,  Com.  J^fiál.,  Partea,  añade.que.algunós Tueroncruel- 

Ub.  2,  cap/ 29?  /     T  ^nieÍQte    atormentados.  (Crónica, . 

r,  .&gun^el -nisíonadór  íe  Ips  "cá|).B¿.)    Este  cájculo  no  páré- 

Incáfl^  estas  esppdicione's  costa-  cerl  eiageVadp,  Jsl  ¿e  considera 

ron  la  vida  á  cuatrocientos  se-  el  espíritu  de  la  insurrección,  y 

teuta  Españole^.  Cieza  de  Leou  lo  que  esta  se  propagó. 


672  CONQUISTA  DEL  PERtj; 

témala  y  Méjico,  representándoles  el  ma]  est^s^ 
de  sus  negociosj  y  solicitando  su  auxilio.  Aun 
se  conserva  la  carta  que  dirigió  á  Alyarado^  xfh 
sidente  entonces  en  Guatemala.  En  ella  le  con- 
jura por  todos  los  sentimientos,  dé  honor  y  de 
patriotishao,  que  venga  en  su,«yuda,  y^^3o  antes 
que  fuera  demasiado  tar^e^i  Siií  nu^yojí  auxi- 
lios, ya  no  podian  sostenerse  m^s  los  .Españoles 
en  el  Perú^  y  la  corona  de  Castilh\  ib^  á  ptrdgr 
aquel  dilatado  ináperio.  Se  ^comprometía  pQJ,M}r 
timo  á  partir  con  él  las  conquistas  que  hiciera.ti 
con  sus  arma^  reunidas.  ^  Estas  ofertas  hechas 
al  mismo  personage  que  pocos  mes^s  antes  ha- 
bia  querido  Pizarro  echar  dé  la  tierra  á  cual- 
quier precioj  manifiestan  cji  fistrenip  á^  q)xe  había 
llegado  su  aflicción*  Í409  socorros  qiie  eon  Jan- 
ato empeño  ^ojicitaba,  llegaron,  en  tiempo  opprtu- 
nq;  no  p^ra  spfpcar  la  insurrección  de  los  Indios, 
sino  para  ayudarle  en  otra  contienda  igualnienté 
formidable  contra  sus  propios  paisanos. 

Era  ya  el  mes  de  Agosto,  lilevaba  el  Cuzop 
mas  de  cíqco  meses  de  sitiado,  y  las  legiones 
peruanas  s^un  continuaba^ cerjcaAjd^Ip.  El  sitio 
ya  se  h^hia  prolongado  mas  de  lo  que  se  usaba 

S7    ''£  crea  V.  S.  si  no  somos  6  tenemos  popas  uniias,  é  ios  In 

socorridos  se  perderá  el  Ciisco,  dios  estañ.  atrevidos.**    C(irta  ¿e 

quies  la  cosa  mas  señalada  é  cíe  Francisco  Piíarro   á  D.  Pedro 

mas  importancia  que  se  puede  de  AlTantdo,  dee4e  lá  eiudád  de 

descubrir,  é  luego  nos  perderé-  los  Rejes,  S9  de  Julio  de  ISSft 

iBWttídoBí  ptntiúé  strtnoí  pblrtiB  WS.  ''    '  *         "  •"''-"*.-.'-' 


caitjr|3  Ibdio^  y  daba  ¿  entenider  la  resoIaeio)iqa« 
IttiNaii  finrmákla  lop  dodigenna-de  esterminar  á 
los  b&fleds.  PerQ  ia  fólta.  de  provisiones  aeo* 
/lablt:  tdmbif  ft  ít  lo^r  Peruáiuís.  No.  era  empresa 
fácil  el  pr^earar  aümefito  para  hiieste  tan  nume^ 
WBUi  jr'el  re^tesdide  loj»  pddtbs  estaliiecidos  eoa 
tonta  ptevisio&ppr  los  labas»  les  servia  de  muy 
f>6€io#  gorqUe  caanddlos  Españoles  entraron  en 
«k  peia/itüinaroniKle^  elida  á  manos  llenas  y  ma- 
cho desperdiciaron.  ^  El  tiempo  de  la  siembra 
^DMilIlegádO)  y  el  foca  V^a  mny  iMen  qtte  6i  sus 
-geates  no ^  se  apuraban  á  eHia,  ted  sóbrevendria 
4W  atrnteíonas  teiáible  qué  loa  mkikios  invasores, 
fi^apiáidiy  pees,  la  ^ma^stnr  parte  dé  sus  tropas 
Mmiáiidoii&H  qué  se  petira«eRá'!9üis'ila^s,  y  que 
tqvÍM^iilqbr&ldk^  M8  dcimpos  vóWieáTen 
'^ODlíntiaDolcercoide  la  capital-  Coi^ervrS 
-ei  Ióc¿p«raiMÍ  custodia  tma  fe^r^a  con^id^ra* 
Jbile^  y  e0R  ..^Iki'  séilre^vdT^  Tambo^togar  tilüy 
faeortereoél  valle  de  Yae^yr^sideticiá  favorita 
jifi.ifadídiAtepaaadDsii  -  l>éíól;»ftiblimtint»ueh  tror 
aó  de  grate  oeceaad^lüOu^cb,' pata  que  vigilase 
4o$  «kóTÜsiíeDto&del  en^migov  y .  l^interceptii^ie 

,  it  J4Qfi  ^{WMtos  irfeiaip^ooB re^aeijo  «nací  fiier des- 
cogollaba la  píoderosa  hueste  i  ¡que  por  jtauíto 
ii^mfi&im  /i^veñt»^  i  Moi  <£escuidaroh  de  sacar 
]¡|artido  de  esta  circunstancia,  y  Bternando  Fizar* 

E  59 


<{74  'CONQUIdTA  DEt  PBmV* 

fo  apmv^oW  ii^attt»  xetirada  t^n^fcal^  psu» 
despachar  pai?tídaa<  an^Uaé  qae  aattosoi  a  jeoar^ 
rer  el  pata^  y  traJesetiiVireoefi  paeaísa»haai¿vieih' 
tos  soldados.  Camiii<{  em  asto  m%4k1  fortUmh 
<|ae  en  uaa  ooaaioa  ^  *  reeD|véiKili^  d^^tas^  kaoie»'- 
das  de  los  lodios,  baaia  dosioüaak«Mid<:g«niii^ 
4o»  de  1<MS  earaeros.  della;.tienrav^^r[ttt^aJ9Mí 
9in;  Aovedad  al  Cuise<i.  ^  Ya  coil'  e«^l  ^[mAriMt 
libffe  )>or  eatoDces.  el  ejétscitek-de  todojütemsij  i> 
escasez.  ..í     '   .nu  f,i    íii/.^a  >»>  ^^' 

,  M^s-  eata^  correritis  ae  feíftísitt  ájp«ntii«diiiaimt 
y  ocasioaabaoi  vepelidlisraftiegiia  eftsqae  sei^ner- 
tid  lA«ai)g(e  mas  pnióiada  da  loa  caMteBoass- 
paüolesi  Estos  enciieiitrms  sio,«fifa|eiMi^íf«tte 
cuerpos  nqmec^apUir  -mno  ^ttfv  laqokbífa  ooom»» 
^^MiitíPP<^  eseavurniims^eéitra  pbnliáa&  pe^Máas^ 
qufi.é  veces.  })aiteoiaa  QÉaa.fakiiiOQinbiKlMpcsBih 
aalesc  I^i  ea  eslos  ^a  ttoto  la  únsiffuiéaájettf 
^re  loa  e^j^^^xmH  c toia  ip^odcia  sapenMseí  (vor- 
A^e  9I ;  guerrero  p^ri^no  «^c^ob  ail  1  iio wk^  tu^  wso, 
:U^\lazQ,  w  erd  9^í»gcitlistai;d»apfl[^Gádbkí  psa» 
el  aceitado  gÍQ^tp,,«:)quUn]algmma)  vtes;Bi  ateta 
apometer  cuerpo  áajiarpojefaxi  sn  fonwBtabfe  ha- 
cha de  armas.  Los  alrededores  del  C&umío  se 
cobYirtifinMif  oomcT;  la  "Wg»  de  CímíMiM^  ^  on 
Guampo  de  batalla^  donde  ios  Cfiftiajiiosíf  lo»  i^ 
j&eles  eoinbfitibboaibi  nao  á  ao«Ki4^'«p'H4i|^in9e 

...  »  ■  •    I. ■'.;■'     i 

^    *'Recojíino»  Iiasta  dos  mi]  cabezas  ék  j^ádo.*'  Pedio  Ti* 
sarro,  Deseab.  jr  Conq*,  M8.  %  ♦*    {  "         ,.    \.* 


«iimilV^HrecAM  IróMdM  qtíéi**é  iiefeesitó!»ii'de 
W'htri  *d  ^piofeta  pitrá^éjat*1ltt  k^iefáú  de  glor 
'^éóixáf^^í%&ivañí^         hkitíá'iAó^úlpM  dé  tos 
•rfliiñdi^  flía« 'dtf  la  «^ 
* -Pc*tt-H¿tháWte¥hfafr6 

r#íí?^^tÍ^I*í¿io^átrtíívídé,  ^rf^  détitittT«¿pnáfel^  <^- 
«thWíHal^ériiiií  '  TFratáüaéc  «de  aimdérafsé  úh 
%^r»^»dét  ttíteá^Mítoco,  «pWátMé^íói^ 
i*éi4«iéA  é¿»  Wóí^felésde  1:^^  ;  >  M 

^^MBáéoétíí  paftá  e«tíf  seí^iiíróockentaide  *i*s  tn¿- 

•d»  tftt^largírfodéo  j^ói^  laí'p^ád»  tóériós  fVefeüéft- 

'  híHÚéáé  iet fetieñii^B.**  1HMtt(í^rrtfotttíe«  que  la  pltí- 
**«*¿ti  tóá^^ídertd'dé  Ib  ^tife  se  fcafetó  ftiiagliíádo. 
*«^i»MBtób  dé  Idfe  'tódrfi/  que  •  t«crefem;Ufej^^ 
'4bikÍ^&ñBlbññ'ézÁ:,e^is!Íbá^^^  feti  ti!Í«  al- 

itinr,  iiíá'éi^fMe>bl^fe*'íÍáVtlí  Irécia  ^biOté  áka- 

^TO^réflrir  áifbtdk  ^léil  fOTltta'd6'¿ínttííh68'  o  ^tíaroítet^, 

-émM^ú'pb^  fdlétf es  •  cíc*tók;^áe  6anf éní V de 

30    P^^^ro.I^iaarfq.j'^erpva-  jr«qhf^áJa9^]79Í9pü^ra0|ya«í]na. 
ríos  ae  estos  hechos  iíe  amias,  y  "tikdos  los  volvió'  1  enviaV  á  Su 

primer  lugar  sus^  propia»  .h^;^-  .Lp§,  cronistas  119  refiere»  con 
TiaS'  Uq  «usto  de  ciiiélJad  ^len•  freeueíicii^  tales  atrocidades,  y 
,  «ip^q^  ^^  JHi^  ImMX.  p»cojfewr  y wíew]|98  creer  ^pe^  solo  ^ri«|u 
,4  su  ^jjfe'Iler».aiijJ().pi*WT:Q,  pi  ,  e^ce^^jiopes,  de  la,.pQjíljica  q;í^e 

cuentro,  hi?o  cortar  k  mojCiO' de-   >f}iii.<radejwi  en  esta.i»\a«ÍAn. 


«(te         .  <«>pírtiítóTA  BMP  F«^v. 

í|€f  IJcinpy.  yeamo  pof  8M|]p^i.^rit  mi^y  ^ra^v^H^L  des- 
censo^ >e  eUgid  este  lirip  ^^jra  intMtar  :|^1  usai^* 
, . .  Pasado  el  rio  siq  i^oeha  ^ifíei^tad»'  cpfiacpusó 
i^:i^qbif  .el^geií^  es|Kt^p]  ;ppr  |u  espi^iiadav<^M^l 
;neD9rJ?QÍdiQcP9fi^^:  A^^a^  .apom^  In^at^pH 
W  pPP^^f.«V>«Ms%Sí  y.Pi^rroíilapflro3i5B«áÍRs 
i^b;raA.estenk)^e^»<<(oe<ej|['fHV^  f^if  la^lfi^írt^^ 

del  Cuzco,  unsí^  íiiarteA^^^a&depie^iBiK'fiQMO- 
^^baA  ei.patio;,'  ayi^o  /BJr  psMiOy  oo^ndo^.^eirigae 
J^  giljirnipi^n  .?sta^^^f^i;^n,entjcega4aal;  sutó^*.|^€- 
jp,ya  bpbifi  in,illiq:^^j,4i?.;o¿Qs  4fi?p|€líto8rqví?iefi- 
^pfia.ban^g^  H^pyipii^ji^p/S;  y: ftp^ija^jil^g^íO?, jiti- 
.ro  .I9?  J|ía,p^úpl^s^  ^soj^i^ijon  dij  prpníQ  par  eoci- 
?(^  de,la/?puf:ídJl»  flna  mijlfi^wítd^  .Ip4fíj»,^y  apa- 
jrp<^9Í  el  Ino^  ^íjpírQ.dpí  pa%,  i  ^^^lí^ .f^pii]m 
^n^a  ^n  Ij^  ^anOf^dirígi^pdoJIog  mo^viiBi^Qtos  de 
.fM  ^^,Pf^^*  ^/'M  Iftwrpo.tieflapoL^^cnx^ciií  ¡^1  ai- 
^xf  :^na  dj^í^y^^íd^iqílWr^^jle^pfí^e^^^ 

.a9br9  Ip^  C^st^l^^O|B^yr^;|^p:p^^ 

tañas  el  agudo  clamor  de  gaerra  dé  los  enemí- 

]gós.  •  CógiBos  dc;V6f|)Vésá  y  niu81vq^^^  graveméo- 

'  Ú-^'nd\¿tíiti3  á't^iñhó  tah  ^'áfe'^'*fÉl\ío  ñe  Yttcay  (jues 
fortafekoidó  que  era  cosa  de'gri-  "  grtthde  ppt  iqhéfia:  píCttej^  tüiiy 
ina,  porquel  dsieüto  dóháé  Tam-  '  ftiígoáto'y  íióndo'/'  Jhid.,  MS, 
'  bo  está  es  muy  fuerte,  dé'  áncfe-  **  "  '33  '*^!l^¥¿«l«^^^ 
'  tóes*  BAuy  rI^o's  y*  de  tóüy  ¿tíáu  eiití^ytf'g^iit^éon  sttjaicaen 
•cáiitéWoír  fcTftáááicldos;'^  ^Péáro  4á  fiíáító?,»;^é^riw  Ifikr!  Gew- 
FtóafrtJ,  pe^cub.  y  Coníj.,  MS.    ihí;  áéc.  5,  üb.  í  cap»  7. 


íe  lijerilíQ^,  líí^cUfiron.por  ii^.moiaeB^  los.B&pn- 
ficJ^p,  y  HW^^^^^l  s^Mntp  «^  .íebici^íoa  .y, trata- 

.al£n  oUigsidofí  ^r^t^Q^eír,.  incapiíce^  ^^e^«- 
tir,  li^, furia  ^nJUi^.^mpe^tad.  .  Faraj^i^ 
i^l  4f  ^íír^fin,  ^haríOH  .<U  ver  que  /el  H^jua^q^i^, 
4f)ni9ii  átia  esp^ld^; c$(i^U9< inundada,  poi^^q^bas 
;|Qdk»9<fifart^ix)p  Lm.  Q^mpo^cta^  y»'  s0e<iiíon  Am 
ü^^^Ñ^h  i:iofaQmd/^j»nJl^l)o  Diatftvftl^  4ema- 
ñera,  que  era  itnpasibl^iiXilaAt^per&p  'P^t.imtip 
tiempo  allL '^  Reunióse  una  junta  de  guerra,  y 
et  decidió  que  se  abandonase  el  ataque  por  de- 
-desperado,  y  se  emprendiese  la  retirada  en  el 
'ñlr|oi!i4Írdkñ'posibli&/  .  r'-í-j-.  r^nni: --f*^  »•»>..'.!• 
^ ;  /Gfts4dae 'b\  ^á\9/ f  én  ««tu»,  ^teritativaa  it)fc»cte6- 
stíb^i  y  af)iroÁre6hániioselHernalith>^é6)]ás  sdmbras 
«mi^iie  tdcb'la  noeho/eñri^iipondelaite  ia  JiifiEiAlil- 
ifia  y:  el  ba^^e{  ae«mai^^«ól  Mislmiodeii^ 
^ 'GWintroj  y  conñáolK v'étn^xmrih. lii^wuhiaSkinüb 
tOoDKatov  )  Tairietm»</]n  ibrtütiAidé  pás^r^élfip 
iiUr^novedadv  cuaque  Ioí^eiiQma¿o«9ttonfiaflMs}0fa 
HWá  pnopiuéinerraB^^se  aiaiñivon  ftieea  ds' «ob 
-pébú^pHá»j%i¿mehem'ú»  eoroa  la'^ettvn^  ifehys 
-Ebpañbkds;  itiotestáml<ihn9«<mtíimaDíléntb  eénm^ 

^^'hí  '^neá'^le\ííá¿'áo3'6'iÁa  '''tóiíóá Bélíibatí  é!Mó  eá^l'líáno 

^o,  tantas TeceMos  hicjerOB  vol;    ma^  pereciéramos  aq^  todos.'' 
ver  daiicTo  "de'  manos'.  *  Ansí  es-'    í*éaro  Vhikrro,  Eíi'sciit).  y  teonq., 
-ttfHfDAJodo,étrtÉUiahastatmé»- "^Bfffí.i'  '     '  ií    r     .' /  i*     :.:] 
ta  de  sol:  16»  indiot  sin  entende- 


678  CCfSatUtA  DEL  PKRÜ. 

fltoelms.  Mm  áe  tiná  vesc  úpréfktóA  tááto  é  iM 
-Ai^iv^9^  q«  Gonzalo  »e  'tío  prcci^b  á  vrtVfer 
eóft  ra  isftbaüetía,  pem  daf  kna  de  a<|tiélHis  «^ 
gÉd- Atrevidas  qtte  castignbaH  stt  audaéfei/y  con^ 
tetíiiÉlt  el  ateance  pot  zlgúti  tiempb.  Apéáíít  de  é«o 
d  íetfemigo  victdrk>so  ée  mántaT^  siénif^rér  á  Irélá^ 
^aa^daift  de  loé  dertollifdos  eabaUer^s;  ba^á  (|tíé 
«niievM  de  Ids  pem^  áé  la  sierra^  y  diéürón  ti»<li 
^  iM-éuaeg^eeidM  tmiros  de  la  eapituL  H^^M 


Entre  los  manaseritos  que  debo  á  la  übend»- 
-^Mlidel  UcMitoB  y  lamentado  Ikeratd  ei^afoil  Ma* 
YUkrcto)  ei  miis  liotaUerde-  l¿s  rélatimif  á  asta 
^«rtwiáyé»  Iji'obra  de  Pedro' PÍ8a;rira;jtM«te 
félBLümion  líiá  Beéed&ffmi^to  y  Goit^dista  ie 
doatRaíáoa  del  •FmáJ*  PaD€icb:fitfe  solo  tUM  (»- 
/pía  derrote  ifnpoittatite  dotffuanéuUS^'&e tónaw^i 
lttaMniieBtrQ8(  ^¡sm^  y  «ni  miiy .  pobo'  oooocUo 
hasta' qiM  vInQiáfjanr  émaniis  «fel^fi^iorlts- 
^nfetid^  aunque!  no'  se  odea|K>  a  b^enqoitítardüi' 
fvnm  d^  Herrera»  f^gp^  ^  manífiestádari^* 
eÍQnqii;i^l^a<:f;4^. varios  incidcint^s,  alganosre- 
kitifro»  á  J»  {mf  (»a  |ienK)Ba  de  Peéiro  Piaaivoy  ^« 
nó  podó  saber  por.  otro  cóñá'úctdí  161  rtí^í)A^<^^'" 
to  ha  visto  últimam«iíe  la  lq«  piublk»v*»'*^F*' 

35   Ibid^  MS.— Herrrra,  Ilist.  General,  dcc.  5Jib.  8,  cap.  7. 


LiBRb  fii.— CApituLo  X.  679 

¿ioi^  eóleccioh  de  dóocimetiftds  historíaos  qae 
aetoalmente  se  publiea  en  Mlidrítf,  por  pttmma'B 
j^on  néitihteñ  son  ia  tnejot  garantía  átí  batsñ 
¿tito/  Cdm<0  ^u^lidd  file  \\eg6  él  libra  i«iprMo 
ya  mis  tareas  eraban  muy  adelantadas,  prefeñ 
eoirfinQar  refiriéndome  á  la  eopia  manaééyita  en 
lo  poco  que  aun  me  restaba  pot:  bacer/ tMno- la 
habiá  heeho  por  aeeestdad  en  lé  trabajado^  kaa- 
ta  allí. 

PTo  se  sabe  otra  coáa  del  attfdr  á  lo  qa:e  etitiétl- 
áój  sino  lo  que  puede  averiguJthse  por  varias  níh 
ticia^  que  da  de  si  propio  en  ^u  histoi^ia.    Nació 
en  Toledo  de  Estremadñra,  piyMn<iia  «án  feounh 
^  en  aventnreíos  pai^a  el  NiiieiVe  Mando»  de  don- 
dé  salió  también  la  íamilia  éé  Pranéiseo  Pizai»- 
io,  con  Ist  qué  Pedro  téniá  páírétítesco-    Cuando 
>ste  capitán  pasó  á  etó^réiidér  íaconqülfi^tA  del 
I^eru  eti  Í52»,  de^jmes  dé  reéilHF  del  eiiipemdor 
ras  títulos,  Pedro  Pizafro  ipte  solo  teíiia  entoíl- 
ces  quince  años,  pasó  <ion  éf  eír  calidad  de* p&ge. 
'^íes  xtfioá  ddfitíñtró  agregado  á  laca«adé  m  gé- 
.;jñé,  y  déspu^  se  aR'í^tó 'bkjó  sus  é&íandctttes  eo- 
•  rtíó  soldado  arenture^.    Sé  héAM  ^  préáéwlé  en 
¿asi  todo^  tos  sucesos  mertioíáb!e&  de  la  con- 
quista,^  y  paréCé  que  su  éft pitan  te¥ii^' grande 
confianssá  tú  él,  pues  le  fió  veníais  eoifliglonM  ^- 
ñcileá,  en  fíüyo  désempeSé  ifad&tró  mu<ihd^«ere- 
nidad  y  Talar.    Es  Véídád  qoé  todé  eetfir  toó  tie- 

:  ú& otw't:omprobáfÍ t^  ^é '  tv  p*tobírfí:d0l  unlor;  i 

i 


pero  refiere  sus  prp^zaa  con  aire  4^  bc^eoa  £^,j 
am  fiingim  empeño  ;por  real^a^Iasi  ma9  dejQJa^ 
to.  Habla  siempre  de  ^¡  propio  eu-.^teircera  per- 
.sofiB)  y  como  bu  manuscrito  no  estaj^^.  <}estÍpa4o 
tali  solo  para  la  posteridad^  con  dificultad  se 
atrevería  á  desíiguraír  niuchp  Iqs  hecfapj^,  cuaj;\- 
.do  era  i^n  fácil  descijibrir  el  engailo. 

Terminada  la  conquista,  si^uiq  sleja^f>e^nue»- 

tro  autor  la  suerte  de  su  capitán,  y  se  mantuvo  4 

su  lado  durante  todas  las  revpluciones  ^^e  se  si- 

guierim.    Después  cpie  fué  ases^nado^  se  retiró 

Pedro  PizMTO  4  Ar^^vúpa,  para  disfrutar  en  país 

del  repaxtimien4;o  de  tierra  é  Indios  que  teba- 

biati  dado  por  recompensa  de  sus.  servjcios.  Allí 

^  ^Qcontraba  <snando  estallo  la  gran  rebelian  de 

«Gonzalo  Pizarro;  pi^ro  ^e  mantiif  o  fiel  á  sus  ja- 

irémentos,  y  quisó  ma^bien,  según  diee,  ^'negsu: 

»u  oombre  y  '$u  sangre,  que  dejar  de  servir  ia« , 

-Rey  y  Señor/*    Gon^^lo  en  desquite  le  despojó 

.46  sus  repartimijentQs,  y  habria  tomado  contra  él 

.otraS;  medidas  ma^  severas  cuanfjp  le  hizo  pri- 

.BÍonerD  pb  lama,  si. no  hubiera  niediado  su  te- 

;4(^e94l;^.el  ñimo^o:Fjr»nci^cq  CarbaiaU.ájqni.ea  ^ 

otro  tiempo  por  fortuna  saya»  hizo  el -cronista 

tin  señal^p  servicio.    P^g^'selo  Carbujal,  sal- 

«tándole  l^  vida  por  das  ocasiones;  peroné  la  $Q' 

^nda  le  dijo  con  toda  «alma;  í*S^Aw,  dobles  vi- 

'dns.  no  tenemos;  pues  si  otra  vez  os  be  alas 

núiapb,  que  'sok>  Dios  os  dé  la  ví^a/' .  Afoctana- 


mehte  psir^.Pizarro  ;no;U^|;iQÍ  c^  *c#so .  darol^ro^ipr 

j^ncifiCjí  Ja  tierra,  se  volvió  jofj^r^i  y^eze  é  ^requit- 

jpa;  p^ro  ^or  lo  qu^jo^sp  qua  s^  ;aiu/^ñtm$¡9f^x^ct 

•     .que  no  le,  restituyerqq  |>or .  cpmpl^toM^Y^i^^^ 

qjQi^  |tat)ia  sacrifícale?-  i  siji  aefjjio|lK]j|  >i^aljtfd  9I 

monarca.    L¡xs  ultip^a^.npfioi^p,  q^a-  tQif^iígi^de 

|1  son  del  año  ]57|,  en  c^y?i  f«4ha,í  «efi^tii^oe» 

a<^abp^;d,e  escribir , su  hiatqri^,  .  ,    j:  ;.  ;.MÍtv:.i 

,  ,  jLa  rélacipn  de  Pe<jLrp  P^?/w^m  ^br^z^^^ot.f^ 

j^eriodQií^e.JpjConquist^.dp^^dii  k  pj|iflí^^^j?íiB^ 

dicion  que  salió  de  Panarn4|j}|i|st^  Iq^s^^T^ 

^s  que  tf  sjgi^ierqo, á\^[ B^^ida  d^l  j)nHMMpt0 

^    .G^ca.    Para  e«?pbjir  >el  p lífl^pw  dft  ^iirifitorj»; «? 

,v)aljó,jde  íoíiín^qrpies  da  ptrp^jy .  j>o|;ímwtqi|;^tt{«h 

•*  ^tejcsta  piirt^0  de  elUí  ngrti^af^^^^tij^o á.^^«Qfikr 

Ji^ads^eqt^ejas^autpfiddd^js  df  pi:ÍI»m»;il»liNMu 

^  jpterp  tpdo  Jp  que  sf  sígnpr  .al  pgre#o;d€^  >Pís»r.r9 

/  ¿e  C^stil|}i,en¡i?^áp^l?^fa|,tp4olQ.-^^ 

•    dpla  wnqviis^írdel  paj?,:  pjü^dft  deciíifs,;g)i|Q 

Jffi§e»B  p^  babftrl%>i#íiq  4[»?í  pí  pp3^«>ñi»f9.M* 

mw  X.í^^%9-<lfiJftf<5»t  }aque;dp>;R^.r«lftWq|tftp 

,p^éxitff4^fm^\  1^,  P94r¡#^i«spij«i' por  JIM  ¡jdwwor 

^  ¿p)«ño.í.ojuo  oürq  litf i»s|a^ :  Pi^^rfd  el?a.  w  .«ni- 

;"  ^4o,  ta^pimd  íMu€^fto>,»ÍM«dafjpoawfcilO',(fíWi 

)    4|e;nera^qíifnte>^^.qq^:Síi^pj»aB'  í9i|;i^ta;fl0^%«fh 

,    .tivo  djp  ja  jQ^^te  yi^ajljflejpiji.pififfilejT^uvftiWieilil- 
N     ,|fiTga>a*íftiiÍfl-¿«fiio  para  sa^mp^ñftjr sfe ^  c«0- 


Mi2  cdNQüfdTA  net  ^^: 

wgtáP loque Wú padfeK  áiyjánfeaf .  lírfllay^ éVén 
ercditea  ppetenfti<M^ii^á'%'é}^gáTtciy'éii'*el'  eVtítb, 

«foot«d08>  qaé'Ék)Io  éiihren  pa'ráihácéí^iiiá^p^téíw 
4e  la  fokfteá^  del  qne  tob  proéK^.  Stf  c^h|¿{o  so- 
te h«l:^  telérit  smt\}MketíÍeW»nfitá\Íi?iñ  b 
KsbftftAMft  cMfbrml^  lé  hkbiá  vistóf '  sa^  aYé^i^ón 
tie<iiriji)lé  1<M  kecbéir  y  hb  á  kts"|)álWt^^,1iis 
qae  dejo  sabiamente  pirra  ídsqhédesj^é^' Vlníe- 
Wiii  á  fdéorrtt  él  éhMpo'thiánÜó'íie'hub'^fi-lre- 
1$rfldk>-ltolatnraéorés,  p^rk  re^aseár  lo  ^ii^^fMtie- 
-^litif  de  tíeganda  mand.  *•'*'*' 

F^érid  ereei^é  qf^rtílá-pbirieion  éé  Kzübro  te 
espóndrflÁ  áécesarbinente  á  lAlItíbhéfa^  dé  pár- 
iMoi  prl^ndülle  de^gitíttikr  en  srér  tnttítáéioti  la 
-íMpareiaKdi^  dfeikidft.  Ifo  ei^  diftbil^/áld  t^d^, 
^  d^eraiiiitif  i  que  iMittdbdtit  pértetteeni*  *  8a  ten- 
igúM^  e^  irl  d^  vui^  p^tfid^^^'pdh^  de  an  pítrft- 

^n  ét^étíJdtíd  úe'  to^.  a¿dttteéiyn(eh^fe«  pásfado^, 
-iltt^c^itliotti)»  qne  afeírt^lrbH  d6>^6«éinánow  l^étBh 
*fHék  nitigtÉD  aFÜfiéiépahi  illdiáá^ef  ámmd  Stel 
iHMxrr  á  trne  i  éÜro  tedl^,  ^t  lánclM  n^eftbs  se 
Mfelié»  áf  d^sfifttí^  de  iiiteftttí  l<>s  heefeo's.  Ifb 
(üttbef^dfAí^^ae^l  trr^e  cuanto  dice,  y  heaqaite 
-qnef  ptitieipáittietttfe  4tíbt  }MBtatÚeé  há  infiere»- 
4to  imtttral  ¿te  áü'pdéieíon,  ya  podembrf  'tenéHá 
'M^citfeiftá,  y  si  hablen  IIeg»db  ¿  Wiás  sa  nnpar- 
m)di4ad,  ié4  <frtttet>  «e^  'lray^p<Klriií 't^tdvoear^e. 


rf]^i^fido:pQT  U  p^cwtk(wl;.^/prévefieioiie«v  del 

Pigoírio  »b  .8o^.«r  ;BHiesti^ifMhipettdi«)»te^ 
9Í}9i^.áy«Q8..c«iím^^,  aV  céndbeaar  la  dootdttetn 
de.^lltks*f<^^sfdi|«  to^OtCiíaildbiidfaiíade  sM 
liijedíd0^:I>eij^ii^4.¿Ikw  ¿Moime^  del  eMritoi 
6.4.l9f;.^);  ^jj^ooitQv  ResfNeptaá  kb»dei^liaydÓ9 

^Qri^t(,  q^^tá  kis.ioitigaM  .Jí«^dk)a  las  d»  los  Wi^ 
\il»U9f^f,^i^,fifit^m^^.WM9Si9n  epaia  pcesa  de  sus 
c^ipiid^wy  )«a]|[fu»  tierra»  odiundera^  fa^ 

trimoniq^ayo  legítimo,  ho^>et^tif^n,úc^[iq¡ak|i^i 
áfífc^fíÚíXi»U&c  fMlosiin&elescjabiáá ditoron  dfeñal 

de jqoifbQitowrdm-M     ••-•..;.  j  jí/- • 

.   iPixfi^o  ^ra<^Jitpd<dellfiÍ9J0  é*L  qais!  viniíu  Pé* 

ro  44a  ywl94'Jt9ir4B!SN  dwtesáaddv/^iqnskef  atri-^ 

^p^dftl^A  fejrOf^  «^ii^ffrti|rQf(j|^deffi»tor0tie) 
b^Qao  d^to^Obi^^v.  /No  e9ais^l|iitieritotúft 
d0}Qi|/(i«))e^biijpQf  fstemtoi  J^ domidiafe», dula 

^f»  «a  fia  |it^oj[p!aU.la  m^fUda^p^dMide^jiíigat 
liiMte  la  iia{Kf  rtaaciade  ki.b(m^i»ta,  y  la  líntab 
i^900fiipema  qna^  pe^dásí  fMñr  nda.  vida  dei  teabarjoa 
y. de  peligros.  ^  Ei  avmtñretD^  {iecnifiiaí  alimentar 
•ba.flidJs  U¿h>8qj^roafM'a;]fi.nifaddaa^imagÍD|idioli 
4oa  eotoÉ  easneñoa^de  pa»v  qncKicniiiHiaaoúeads 
gbriíái  y  auióho  menokáid  ifkBÍa 'Oetoati^h'  ^ifí-' 
attrfóim  le  áveniaímte  á  les  de  su  JxdcáiJtjajó  di 


684  üQivjautet A  Msii  BMVi 

tual.  En  sa  hi$to.riai m'  «is  4e^fl)>9¿  |^aft$e/p6^ 
neitafxions^i^yi^t^mieñtef^ioÁ^eR  las  tdms/JBs 
]a  obrade  un  aoldado  qae  r^eré  $iiBiplemenrt:e 
sa  satigrjeiitaJii^toria,  ^y  14  áotccrqae*  le  damá<*' 
vito  ie«9  qi»é  la-^elKlá  c£  fai;dmi&  .q«te  íigiEtid  ea 
ella.  •  Y  c«t(>  (haceiquie  [iarael  430iiíp^fe(á9r  m 
dejrno  sea  d«  mas  ñmior  ^0^  ^QtxmfpxQánQXpñ^^ 
mas  ptiltdaB  de  ségánda  maivo;'^  es:  el-m^tal  en 
bruto,  que  pasado^por  el  ecisolf  iielta^idOy'pa^ed^, 
coQveirtirse  en  mé0edH>come&te  ]]^ra  qu^  tíf^iH 
le  por  tffdiiB  pairtes«    í     .  .-^^       -  ^  • 

OiramitáriásLá'én'  4^0-  me  lia  'íip&^vláxy  4  ^ 
ees»  y  cayas  obras  aua  daennea  maid^sÍ0titóií,  e» 
el  LioéaciasÍ!(>  Ferpgñdá  Ma^^lkmMú^  -  G^te  es, 
bajo  todw^aipefios,  el  t^rer^é>  det ^^nísta-W^ 
dado-équw*i*aee^biímo»^de  pasar  Tévií^te/  '^  Fio- 
fepid  e€Ím»*uií^ío  djfspttíejB  de  la  conqtííétay  y 
pot  eomtígdiíeBítOi-'el  vald/de  sas  escritos  eomd 
aatoridad  hisWricá  údke  stt  prqporeiónitdo  á  la 
oportunidad qnetov^ra^de  4:^fisiíltar<lo9  ¿bou'* 
m^Btqs  drí^itlqs;>  Pava  elló^epatiit^  don  jfrati^ 
dwvenlajasJ  /Porros  oóasioaer  p^ad  alPcru 
eop  ;deslÍ9lo«té  4el  gobíf  111&,  paira  cuyo  ddaom* 
pi3ño.séiYÍ(iprQeÍ9ddo;á'irecorrer  mndiia  parte 
d«l  pawíi'  Gasto  «qirioce  aáos^^^^^^^  de  ma- 

niera) qaeral  chismo  ti^po^  q*iie  su  earáoter  oíi«- 
ejü  le.pnífieTOkhiáh^  íhoü  aoeeso.  á  los  spabiTÓs 
tteifis  caltwias  y  i  las  ooteé€ÍcriaBp8  denlos»  Ktei^ 


,'Tf^t(  «¡k'Val^tAúf  tii(!itt))toi  ééí<ñií¡i^i^e.  én  aígur 
hii)pai!te>ae  lar  4»i>6tSiltáli(t%útí  é|i9¿!ohéi?,  ol^éer- 

•)!lBi  *«9iill«ii»-:ife  Stt»  (rtlbajos  ya^rón  súd'  kéé 
ebtfl»  hiBÍt¿i!fe«$,  -láé  '«Métn<nN»á¥  ^títigüás'  yi^- 
««(ia)e»xlel  9e(íú\^'  y'lti§''Áh(^i,"'éi{!ádot'^^^Ái 

lamtH  fLü  {ttlthtlrá  párté  dé  éiWeí  litado  feWtó iíe- 
n»'«ft«i  fodf(«¿tt  tttá  d^értkdbh'aé^tinadk  á'pir(i^ 
baar  ^aeielPéfd  éii  é\  «éo  Ok¥  del  tiempo' "de 
Salomón.  Por  esta  hipo'té*í#,*i  éüy^ 'lavéíi6íon' 
vUif^iUitieétf  d«  beldó  ftlgtfnd  £  AÜéé'érb  áii^r, 
p0dvi  fomkt  «I  t«!él¿t  tiÁ^  idiéá  a*^óxiíhád'a  d'et 
gimdéii»tíer  idea^i'  IRi  éfl-íénrsb  de  la  óbi^  WW 
goieado'  la  lf««a-  'áifUáa^  ^niS^'^tiiciWi  Mfói 
hbdlo»  3rja«itr  tiütutíré^;  nb  W  Uo^n^áh  de  Iht/^ 
dwalitttflb  m%i>ét  ^imfgó  de'GatkifasiáirU' W-' 
vüvtaM  )|tt^  «tt«»  éiirctttilitfifl¿i«'e«tK^'MiJf  Ibj*^ 
dttiprBbkií'teideáiítfllKtia^d^  «ift^riá  ^'is^'hdüi 
PW-#  ttOiiftfjjiírt  4tíé  *t'^¿ét¥téf  tfl^íecié  H-cat^íí 
4»Ítl«MtU;fói  tdfd&áqtt^  Í(^é  Vétyá  léíd^ó  1^  alS^tti'J 
daé-^tamM»  qtle"M«^te3ii^osi6tiiéhta  cióói  tütítW 
gtótiédátf  1^  ^f^tlkl5ÉI  ádbieefe'  fcn  0éárms¿^ 
nüfH  dé'U'lÜdiiá'tti'^dttlidád^^ifiilttñ  áJé»  iKák^ 
MáíJ,  |tté  Í5&ri*««Ü!Wn  á-  ttna^«i^ii  tóay  «frtlí^ 

trf^*éttó8íWsti*aáv  •    •     '-'   ■  ■•••  .'•:■"'-■'•■! 

\  60 


f58§  .  vCQN<iv  wTííMimí  Pvfaiu. 

pue(ic.9i4Í9^jlP)Vw1»^'íiPWífMWate      qqe.tne- 

el  autor  de8pu^s*áe^i9p)-A|i)$ttácto)(yiifdQ9^deái»^ 
di¿  á  tj^rr^.  fime,;ya.p9r4^'teo9iíftmd  4»«  Mte 
dQl  jtoáo  ¿|a/yer^a^{p^ppr  }<^;9i^eM(»i&iiií. temáis 
inüitt^d«.  ( 9fa^-cia9A9^prQit(jw4})^^  fetomtiánit 
si^^m^raoioxji  ^^ las  dpioa^ ^9f»Uaresiáciiitefiifrof 

íía^ride  ella,.  ^on^^flo#>íSm,w*^i»?v5t»neiifm 
yeiiftají^.  JEn  sos^larg^jB  bwo^^ní^ftJíóf  y  <  y€íc« 
t^^^]add.alpié'd^4^  Ipjtarjuj^Ehfííi p]^];a,|veirÍQa di^ 
íji^nieptos  opi^ínal^v  ,qfle  (^cgr^  i^jq  ^£iej^  e»- 

..  ^|gjap;as.  1  jtj^ratos^.^c;  isu  jpRiÁf .  han  «ípgiidft  mar! 

i^  ?ftSífifí?í^?í?'jPiTf;  ¿^Ví^íÍFM  fíl  fíla<i«  qíiejsa 
a^tpí  pe  ftenetj*  dplajsfipíff y  bus^tfíoo» dUigcá- 
^I^^Lus  .i}i9ter^^lesL  Mi^profÁa^eptferieiiéíftíine 
k^js.Qo  <^on)»^rarl0s  .Cipqia  Jus  mcá<>m  «atori-. 
dftdeBj^stow^^,i;gK€^jlí^  riñf^!  po- 

9^9  ^^^^¡izj^f|».y»;Mat^pr  )^)  ^WPtifaul  entela 

^^esu,  .,I|^j9]^iítai4»4iíferepipift  p^ 

í^l  sfglp.  Xy^;qp^,  gq  jos  pi4pii<í,V5l|i  f  qpqiwsía- 
^r^^f  íifly3??iPWÍftn)B?,sfi;^qp?R4j8B.RPi^|la^  conn 

traducido  al  francés  las  ^'Me^pr^i^  Antiguas;^'. 
«p?}>P^,ac90tuIpJt^!rad»  ^xa9l^tud  y  eLsga^ciai  pa- 


LIBRO  ni. — CAHTüLO  X.  6dt 

rasa  colección  de  documentos  originales  relati- 
Tos  al  Noevo-Mando.  En  el  Prologo  anuncia 
que  mas  adelante  hará  el  mismo  iavor  á  los 
^'Anales:"  no  sé  si  lo  habrá  hecho;  pero  no  pue- 
do menos  de  creer  que  este  escelente  traductol: 
podría  hallar  mejor  asunto  para  sus  trabajos  en 
algún  otro  documento  de  la  rica  coleceianque 
posee  de  los  ^manuscritos  de  Muñoz. 


FIN  DEL  TOMO  PRXM£BO. 


:•  •  ':   Á  .. 


ÍNDICE  ¿EL  fOMO  PRIMERO. 


LIBRO  I.    .  ,i    : 

Utrodoccioii— Xeiéa  dé  la  Civflüacion  d(9 


CAPHTIÍtÓPRIMBRO. 


Paos. 

TTTTÍn 


Aspect¿  fisico  del  país.— -Origen "  líe  ía  ci^ 
vilizacltfá'^éi'd^á.— I^  de  íps'Jiil^'^^' 

ca8.-*-í*áiniliá  real.— Nobleza,"      ,    ,    ,• ""     1 

Estensioii  del  Impeno  pcmumo,    >>>»•»»>  i    » 

0ti  aspecto  tppQgr^fico, .,.,.,.,    , ,  ,    » ,  » ,  » :>»   .»  #  ,i     . 

7^0  favorable  .para  .ía  agncujtura, .  ,.  ,    ,.  ,    ,    >  :,  .  -f;; 

'Mi»do  de  renie^nr.  lo^  obst^ciiloq  nfitofal^s, ,  » .  i    ,    »  ».i  «i. 
0|ígen  d^  la,  o¡t3ís«^ox^ 


Hyofl  .del  &p\,,  ,.  y,  f 
OOras  tradiciones,    ,,  , 
Sd uic^r^diunl)re^  ,,  ,. 
CdnqiMst^s  4e  Ips  )[n<;as,. 
Citada^  d^l  <7a^co,  »  . , 
F4irtaleza.de}  Quzpo»    , 
8«  estra!^  conatn^ccióiiy 
E<|ios^  del  Inea,     ,.  , 
UlMedero  presuntivo^  « 
Óí¿ieb¿C9|¿i]^   , 


2 

4 

A 

^^ 

,,  ,.  ;.  •,  ,.  ,  ..   ,:  .   .  {JT 

>    »     >    »    >    f    >    »    >    >      '*t 

3» 


XXVI  índice. 

Ceremonias  para  U  admisión  en  ella,;  >  ,  ,  ♦  ,r,  »  „«.  i-  «  ^8 
Despotismo  del  Inca,  ,  ,  ,  ,  ,  »  ,'  .'  '  ».  ...«o  '  ;'  ^  .^'^ 
Sutrage,  ,  ,  ,  ,  ,  ,  *  ,  ,  ,  f  >  ,  ».  »  .»  »  ,  ,^  26 
Su  trato  con  el  pueblOf  ,,,  i  >,,».,,;  ,.  ^  /  ^  27 
Sns  peregrinaciones  por  el  pais,  ,  ,  ,  i  i  .». , »  /, -;,.,»..{ -27 
Palacios  reales,  ,  ,  ,  ,  ,  ,  ,  ,  ,  ,  ,  ^.  »  ,r.  ^  v,^ 
Su  esplendor,  ,  ,  t  »  ,  i  ,  »  >  »  t  .r  _  >  -?  .,'.»..  30 
Jardines  4^  líuea^í, »  ,  ,.  ,  ,  v  »t  r  r,  >•..*  »t ,.»»., v  »  ^^ 
Se  cerraban  todos  los  palacios  á  la  muerte  del  Inca, .  ,  ,  ,33 
Funerales  de  los  Incas,  ,  ,  ,  ,  ^  .,.» .^, ,...,.  »,^ .,,?,,,  a.  ;  34 
Conservaban  sus  cuerpos,  ,  ,  ,  ,  ,  ,  ,  ^,  »  »  ...i;  .  ^i  35 
Los  sacaban  en  las  fiestas,  ,  ,  ,  ,  ,  ,  »  ,  ,,  ,  ,  ^.-^  36 
Nobles  Incas,  ,  ,  ,  .,  ,  ,  '>  r  S'  S  f  »  *,  »  .r\.j,  •  ^ 
Sus^rerogativas,  ,^,  ,  .  ,  '  r^Sl.'..An?cvd.rfe\,í.r*W  ^ 
Curacas,  ,,,,,,,,,  ^^  ,,.,,,,,  ^^  39 
Los  Incas  eran  los  primeros'nbt^les,',    ,»,,,,    ^    ,>-    40 

CÜasBs    del    I^stedo.TrAximiniííitiíacioit-         ' 

.  tas  y  ^Registro  CiviC-^Canai^ps  Real^^  j; 
Corraos. — ^Táf^tioa  Militar,  y  PQl¡tíca| ,  ^  .  .  42 

Nombré  del  Perfi,  ,,  ,  ,  ,  ,  ,  ,  ,  V  'V  v  iV  r  r  tó 
división  del  Imperio,  ,.  ,.  ,«  ,m,i  »y'  ^ -V'  »  >  '%  •>  "V-  y  •  ^^ 
•Pribunales,  •,',•,•%•>''>•  y  / ' •  ,'  V'  •  V'  -t'  = ,'  V - ^*-  >  - •;  •  * 
Carácter  de  sus  leyes,  ,  ,  ,•,,•,  y-^  V^  ,  '  /^  r>  r  :4& 
Sencilla administiteion  áe  jufticit,  >,:,  ,  ,<  ,-  ,>-V^  )  >  4B 
Triple  división  de  las  tierras,  ,  ,  ,  ,,-,•»  »-*V  V  "♦  "^ 
Sé  renovaba  cada  4D«|  ,  »•  ,♦  i  ,>',•,•  ,.  =íí''V'^íí:  v' '  *>1 
Léyagraria^  ,.  ,.  ,,  ,.  i-  ,.  ,  ,/,.  ,  ,/  v  *;  '^^  i> --f*  ;*  63 
£1  pueblo  cuhivabkía  tierra,  '  ,  ,  ,  ,  ,  ,  •  r»  '*^> 'V  T  i'  6^ 
A  quién  pertenecían  iosUunaf  y  como  se  criabafir,^"/^  l-^t— r  •  "*& 
Tejidos  de  laia,  ,•,.,',•,,.,  ,•  >'  r  f'rv  "i^V  '» 
Éltíabajo  en  elPerfi,  ,',•,-,,.,.,.,»,.  ;^tp-?;í  :^  '  jk-o-jrtl 
A^4S»cro«j  6  iitf<iraie»a]  «ol^s«n<»,   -  , .  , '  ^"7^^^ '  v 'í"^  k    -« 


tQtfuátnd.cíe^tralMJo,.  >.  ,,  ,.  ,,  ,.  ,,<v\;VM'5j  , >,  v  í'  ^ 
iéiíaceneidecofl^cliasyiIrtQfkcjtos,  ,.  ,.  „  .fiu^  ;,i  v  ^  v  fil 
BI|>ii9blQ  p9gitfMito4o8  Jdatn]i>«tOi^  ;  '♦  f  y  ^V  ^^  1,  ,  ;  €f 
HáBie.po4ia,a4elaiitiur,  ,.  ,.  „  ,  ,.  ^oi^  y  j;  ,./„>.  y..  ;6f 
Béiha)niLp9br^,,  ,.  ,,  ,,  ,.  ,  í;  ,'ií^,'  r  •  -J  »•  í  i  ^«8 
MnnmeptflKi  de  1»  indiwtría  de  los  Peiuanoa,  ,  ,  ;<'  y  v  »  '^^ 
OiifaiiilosareakNi,  f  ,  ,.  ,  ^  ,  ^  ^  ,  r  ,''v  ',  ,  .^  ^ 
Mknt^  «olganjteé,  ,,,,,.  ,.  ,  i  y  ,  y  ^'' /'  v  ',  í  <0 
BÉefaones^  Ttivibos,,  ,.  ,,  „  „  ,.  ,.  ,  ,  ,,  ,o'>'.  r'  >  '»  W 
atüemade  ponreoi,  .  ,.  ,-  ,.  »  . jí  .i^:i:^i!/o:^:?:^  i^:  ..y!  i"  ,•  -TU 
BüadasdelpffinéiiM^eroa,  ».  ,•».»,,.  ,  r  Va' S  W 
Btftie»  «ifliitai'.delotp  lDe«8,  ,.  ,.  ,  ,.  ,.  ..  ,  ,  ,  ,  ,  7a 
€r#liqH»t^  w  Aombre  de  |a  i^ligion,  , .  , .  , ,  ,  ,-i  ;  >^  ^  .  W 
^KlPéStD  p^raano, .,,,,.  ,  ,  »»,.,,,.,,,.,  f'.v  -W^ 
Ateaa o&ii«Ti|s  j; defensimí,.  ,.  ,.  ,.  ,.  ,  ».  ».  i  >>  !,!' ^  dH 
CMüit^le^y  lüniacenesmifitaifá;.  ,.  ,<  ii^  >v -¡^^i  ^  >  »'  *  r^  ^^ 
li8tíei?ic¡pii,en,la^uenra,  ,  ,.  ,  ,.  ,  ,.  ,  ,.  >  ,  ^  ,  ^  '  at 
Religión  de  las  nadones  eonqnistadaa.  »  »  i  i  t  >  t  i  83 
División  del  teiritorío  coii4dííMdóir;''Vs    »    >    f    r    »    >      ^ 

Mitunaea,  ,^^ ,  ,  .,  ^  ^  ,  ,  ,  ,  ^  \  ,  ,  ,  ,  ,  ^  ST 
ünifonmTÚd^enlBlftí tó WdaHáí ftyéá^^j^^  * ^  •  V ' V    ' 89 

<Í&é(era^tr|mqi^lid«d  interior,  cí^  *lí' V- V  ^-^  V  S 'V  r^^  '90 
Carácter  religioso  de  las  guerras  del  Perií,  9  ^  r^  ^  t  $  p  92 
áSriigidkr  armonía  deí  inipeHo,     \   \  \   '  p    «'    ,    /  V  »    >      9$ 

'"'•-  •     .     eCAPITIJLOIII^-='--  '''*—-/^--/'  ^ -•■■•=  ^ 

¿elisión  IpérüanáJ^Déid^adíes.-^iSániu^ 
v,premplos.~Fíe8ta8.rm^^  d^p^StotUir^c    , , 

^  ^^^---Ca8amteiito8«   -  f    ,    ,    ^    ti    ,    »"    W 

E^Ugion  de  las  naciones  ameríeanas.  ,  ,.  ,  .  , ,  «^^  ,,  ^9^ 
ijyus  Áe  los  ^Peruanos  sobre  la  existencia  fútara. , .  ,  » .,  >  .  >  9^ 
gw^akamamiento  y  entierro,  ,  ^  ^U  ift' ^  v^I  í^  '  "í:  *  ^ 
qp^ocimiento  de  ¿ios,     .',','  i  ''.'  ".r  ,  U  V/  »x:I  'no'r  >  ^ 

¿«íiiásitabaltantRs/'/"^'^ ,,"/' "/  /  ,.  y ,   V  \  "    \  V  100 


limpio  del  Sol  eu  el  Cuzco, ,  ,.  ,,  ,.  , ,  , .  ,  ,o^(iv^3 1  ib^hufiñM 
fuá  riqueza  y  esplendor^  ,,  ,.  ,»Jo^i/»^ti/j  v,  í»r.^  líjfeo'j  «^'^  *9'iv*^ 
VJémplos.de.la^  deidades  siibaltemMKyit^ol^üojMjj,  j:f^$(¡  9!{{^(f(}it 
lClensUio9  7Adomp8deprQ,  „  „  „  „  ,,  ,  .víne!í»^B,ril^q,^3!M 
íéñales  de  1^  antigua  m8g4ÍfiQeiipia,  ,,  ,,  ,.  ,.  ,  ..ííiití^q  ^.i.^iiWÍ 
Síttmo  Sii,cei;do(e,  ,.  ,#-ofjr"ji9^  p<ií  ■»/>  i^^j!)|Sf  «f  a^  ^^f|9n;iinfeQI 
^rdeu  8a<;erdotal„  ,.  ,  ^  »  „  ^  ,  ,^  ^  ,^  „  ^^i».  .T,<íapiítíO 
GWigaciQnef  d^lqs8^c^d9teíí  ,,,,»,».  m  »,  i«3ipr|t;  ,  ,  4ai 
rtesta.de}  Haypai,.  „  „  „.  ,,  „  „  ,,  ,,  ,,  ,,«9.írvBT '\"^-í>iír 
Eftreza de  Iqs  ^];¡fiqio^ hi^m^no^,  ,.,,,,,,  ,^/>'i%^' )  ;>{)  ^ihIIS 
Fttego  sagrado»   ,.   ,,,,,,,,,,,,,,  ^mtf^^^íVM^  ht\[  s¡i a^biM 

Tíigenea^del  SpI, .,,,.,,,  ,<>'^;'¿ii^  «/  sf»  ojcí.yvuj  íiy  ^'^ic}^í\'lí9 
Cénveptqs,  .,,,,.,,,,»,  r,  ,,  i  *,.,  t  , ,  ,  ,"^'^'f» 'ií  npblilJi 
Htvia^dellpc^,  ,,  M  M  »,  ».  M  n  nHíVÍ*ao>I)  ¿/ a^  •yudí'^rílíK 
Clsan^eutoi^ en  un n^isxno  ^ta,  , ,  , ;!>^K;H(i^f  Epií^^yilr)  fjibl^nM 
afedo de, verificarlos,,  Mi»,,,»,,,,,  .^^^^f•^d^o,a'^of^-^1SB. 

'> CAPÍT]4fc^.¡Iíytf.>i  onoih-.;  Wimi'Ma 

(comestibles  ipiport^nt;e$,  ,.>it,iyi  fa#f,iUyin*ií4£iJflJp 

SemuMnos  y  Amautas,  ,,,,,,,,,,  r  »»  ji» 
Qnij^usyauipucamayns^I,!  OJTiTMi.a»  ,  ,  ,  ,  r  ,  i* 
Modo  de  conservar  liynemoria  de  loajbeehos  ,    ,    .  ^    ,  . ,  rlSft 

^ifiBla  tradicional,,,,  ,  ,^  ,  ^,  ^  .  ,í,»tn9»m<58fiO-^ 
Dialecto  qnichua,  ,,,.,,.,,,,.,,,,,.  134 
á«pr«*»it«<!foab.(e.(ndte,-  ,  »•"<;  ■7"'»  «sumaM  <«í»f.  «'«?^ 
¿ÍVirion  deltietopb/^  ■]  '  V'  ;  ^  f '  f^'r  ?"?"■;', ";'  './S 
SearrtglUKÍpdrlb.feqüin6cciot;  ,•  ,  .ow"«.  /  ^ly.ái...'»  >l«'fc^ 
AirawerflaArtrohomia,    •,•,•,•,•,•,  'f]  "^  TT;:     " 

Protectíon  qbe  diqteñsaba  él  Inca  ala  i«Acultius, ' ,  ' ,   , 
•     .  ...   umsilMín 


L  de  regadío,  .,.,.,.  ^í^^'\^'^\>'>;^':^d.p;^nv^^  ^.r-j-j  i^j 
AfcliediicUiB,. ,  ,,,,.,,,.,',.,',■,  .,'W'^n"i/'%''^',''''MÍi|» 
iatfei|e8£n,lafittja.,  .  ,  .  ,  .t|ir-.  il^;  -  ).iii,!'»/ny'T  ¡>  y-»  i '  .:.  «ifí 
®*na,   .^,  .,,,.,.,, ,  ,-,x  ^f'.y:  ijl  'ij  í  ;r.:vi'V'  '/  ^i  •  •;• ';  •  14Í 

íWas,,  ,,  ,,  .,  .,  ,,  ,,  ,,  ,,  ,,  .,  ,,o}nMu/ii^>,  ;rl;.  ^  > ;.  ^4^ 
lWie4ad,de.producto«,  .,,,,,.,  ','>H  ■  /  'p  ,'  V  '7  '14^ 
Maíz,  ,,,,,,,,,,,,,,,,,.,  150 
*''*ca»    »»»>»»»»?>»»»,!,»,,    151 

■^ ji  oirau  •••••■  ■'' 

CAPITULO  V. 

Carneros  del  Perú. — Grandes  cacerías.—^ 
Mtinufactaras. — ^Habilidad  de  los  artesa* 
nos.— Arquitectuf^ppflífmxiones  fuia- 

Alpaca.,    ,       i  -    »    vt    '    '    '    -»    ^  V    »    F 

C0tte8^»c<|ria8^i|Ble8«  ,,  /y//  p  >n}ííV'  Í^FV^  ^'^L59 
Tejidos  d«  lana,  ,,,,,.,,,  ^  ,,,;  ^  HJ! 
BiViMiandel  trabaje  meeánilío  ,  ',  ',  « ;  ,  ' ,  ,  ,-  ,  ,  ,  i^ 
*HbraordÍBaria  destreza  en  tua  lutés, ' ,  , '  >  ;  ';  ';^  ,■'  ,"*V'^8^ 
^^nocian•eH^i«m^    ',  ',  s  ',    V'':;'%    ,  Í"  V  f  VV"l6Í^ 

Il¿*rqmtectara'8ÍrvepartijUz||ardeÍafeivfliz*cíoii,'^    ,'   V  "/ UST 

iWíüitectura-peruiína;  ",-,',  ;^^-^  ';»»>  X  W.  ;-^>;.  ;^i>;mj^ 
eiísás,,,  .,  ,,  s  .,  .,   .,   .,   ,,    ,^.oti.m.tn.'.:...:>pí^.f.^,..;  .j^í 

34^iliez<]e 'SU construcción,  ',',*,',  «'^j^^-y''''!  ^¡'  ^«''í'  '  •  "^^ 
A^íbpiadasalclima,    ,',,',',',•,•,*,«,    í/>i«'>'f;>  ^   -j^^^^ 

<W&para«iom  entre  los  Incas  y  los  Aatecas-,  •,^H'^^V'^,  /  ' '  17^^ 
ar^olítica  y  religión^     .,  .,    ,  .,  .,  .^  .^  .^m^í;A  Ji,  A>.'r/ 1^  . 

te^ienci»,  ,  •,-,•,,;,.,•,  .,  .,.^v^  ;^  ^-^rrKT'ii^ 
"*«<",  y  ]0t  Iinperiof  de  Oriente, '  '^^'*^  ^»  '*»*"^«  ^  ♦  •  '*J^i 


l^f  Inea^  eran  verdadeicos  dé^o^,  ,,,.,.,.  4^-"^:'i  >  r'  198 
dpídaban  de  su  pueb|o, . ,  . ,  . ,  . ,  . ,  ,,  ,,\,  , ,  . ,  , » -  v  '>V  '^^ 
Vetexistifi  eQ  e^  P^r6  eljib^e  ^bedifo, .  ,  ,  ,  ■,  i:  r  •  «  »  '»  i^  'Itt 
]^Q,8e  conocía  Ija  ociojsiidfid  pi  U  ptob^ezfii  ,»*.»'»>».»  tp^'^ü^ 
Iii%iencia  del  ||obiemo  en  el  ^arfict^r  ^^l.pufMi^  ;  ^jhfiK^  >!j^/.Mpí 
Vi4a  y  obras  de  Sarmiento.  »,»,»,>,»,».?.-»,».»#  IW 
Yí^  Polo  de  Ondej^ardp,  .,.,.,.,.».,  .-♦;;  -^  ^^.  y  ' »'  I    IW 


J  "1 


'■•/■. 


LIBUO  II. 

..   '    •   í  .'i'!/.'.) 

Desenlnimiento  del : 

Óiehcia  de  los  Antigúos'y  de  los  Moderaos. ' 
^Arte  déla  Na¥egacion.--i>eémbrilíill»i- 
tos  matítimod.-^Est)irítti  dé  los  Españo- 

.,  ^es. — ^l^osesiones  en  el  Ñaevp  1I|i;^]49.y^. 

» ,  :Rpn(^ore8  sobr^  el  Peru%  >.    r   *    r   %    *^ 


QJ^pervacionespreliminarea  ,  ,  ,  ,  .^  ,,^  ,^^  ^  .  ^  ,,  ;  ¿,j^^,  gOQk 
JE^n^reaofl  de  la  nayegadon.  »  i,  *  .j:  ,,»,  .  ^  -♦, ,_f,  .  r  jt:.  f  5» 
?EÍyierofl  viaje»  para  descubrir,  ,  ,  ,  ,  ^  ^:v.  »,  .  f  •«  W 
D^ubrimientodelaAmérici^,  ',  ,  ,  \  ,  ,  ,  ,.,;,,,  ,í^ 
granzas  exajeradw^^^íj,./:^  .\,.  ,. '^^^,,.  ^^,,^  ..,^,,.,„^,  ^«ñ^.  >il» 
Ájrentureros  del  Norte  y  del  Sur.  ,  ,  ,  ,.  .,...,..  r»  .|.  .^  ^ 
^^nsion  de  k>s  descubrimientos  ,  »»)*.>.».»,».(  .^f^lf^i 
]^j«p  Balboa  al  Pacífico,  ,  ,  ,  ,  ,.,.út..-,,  íf.,-».^' !». .«  .  W^ 
P¿^ca  colonial.  ,  ,  »  . »  .  r  ».».»,»,»  .«.,:ü.  »;  »''  m  ,411^ 
I^e^ro  Arias  de  Avila  ,  y^:.^  ..^^  ^ .  ,  ^,  ,,j  ^.;  p^»,,.,  «  r^  .^c-JUti 
j^ú^acion  de  Panamá,  .,  .  ,  ,  ,  ,  i  »:  WíU  í>.  >  ^  8* 
I^era  espedicion  aí  Sur,  ,  ,  ,  ,  ,  .,  ,,,,,.,»*  «»: 
inoras  sobre  el  P«r¿>    ,    ,    ,    .^  ».,  >'!i  ^oáf^:^  wí  <"• 


;    ra  eát)édl^ji'^tt•'árStí^^-^Ap^iM'^áe  ítís-'^' 
'. ' Caslíelláftósl— R'éftíifegáá.^t?ifeM"é Váí-   " 

-       •      ■  •  '      .    -    '  •-..*+.'.,-.  ••'•?• 

namlá,^-^E§pédfcídn  dé  Almkgró.j  ' ,     ,    5^25 

Primeros  años  de  Francisco  Pizarro,    ,    ,    ,    ,    f    •  ,^    f    ^26 
i<a¿irá  la- Española,  S    .,    r  r    ,    »    »    »    '•    ,*^'^'^    \    ¿27 
V^Óas  aventaras,    ,  ..  \,  ,,  ^ií:-!*/i!,  •,.,••  i»^  í-ú^:ív.  ^ :.,  i ■♦■,;. Í89. 
y»  conf  Pedrarias  á  I^an^^,    ,    ,  .  ,v  ,.;  ', .  \.  :,ííi:*í:al' ,. !.  ,<  jfl89* 
l^^diciones  al  Sur,  .,.,.,,,.>    ,  -  ^^    í'^  »  'U    -V'J  »'    *  >  -í    *** 
^ÍBiagro  y  ^^ucjue,    ,,,..,,.    ,  .  t  ,  r  . »    *     *= '  y"-  j.   ,- ' ,  ía9h« 
Siajiompañia  c^n  fn^r^o, . ,    ,    »  . ,     i^   •; '»    t    r :  r'  ->    V'^íMÍ^ 
l^Óniera  espedic¡on,,i^««N*«*íirii  uj  í  r    r  >  ,^  ^^  c;  i,.:*;   ,    £3a 
Bi»rro  toma  el  mando^de  ella,    ,  ,.,    ,.  w   }¿>  ■>    ,    vi:*:  '^    831: 
^^enelrio  Birü,  .,.,..,,.,    ^    ■>.   #- :^;rí'\    »,'  ^)  i(  /38&' 
l^'jabajós  en  la  ribctta,     ,    ,  ^   ,r .,  ^  f»  j»p;it'  >  »j  ítui'>  :^r  .^8361 
CoAtin(ía  su  viaj^e cofl|teuido,    ,    ,    ,    ,  .,.a.' »>.».  >.^ •'■;;*    í^^ 
l^unosas  tempestades^     ,*.*.'    *  ,*    '     *  ,».».>;  »i    »'>  v  S^í 
l^^ocede  y  toma  tierra,, ,,,.,.,.,.,.,.  r .  ^    ►    i '  V    v   «ít* 
I^^ditos  padecimientos,  de  lq|  Espailfliflft.  */•  ,i  (y!i.v^^^    *  .389"' 
yufjve  Montenegro  por  provisiones    .>•  .,    j^i  .•..■,    ,    y  "f^'- 
Bueblo  indio,      ,.,..,     ,.,,,.,,,     ,,.-,•,.>    '/»: ,    1íi*J' 
Si^en  los  trabajos  durante,  la  ^acfenpia^dtt.-itfoiaeifefiw,  }',    y  -  '341^- 
Vi»^ve  con  socorros,     ,.,.,,,.,.,  .'j..  ^^  f)  r  i  -y  -S'^,    ÍMl' 
IJwsple^idad  de  los Es^^anol^,  , ,  . ,  .,•-!:•,    ,-  . v    ,   '»■  V'  -,•  '*|6Í- 
Vigíen  hacia  el  Sur,    ,  .  ,  .  ,  .v!  r>;  .,    i,  •  >    ,    j  !:v^  V  ,   'P'-Wf^ 
S^es  de  antropofagia,  ,  .,  .,  .,  .,    ;    V',^^    '♦-:»"  i*  r^ílK 
R^ñoce  Pizarro  la  tierra,. ,  .,  .,  .,  .,    ry,    ,   V   S  .V^  V   'WÍ^ 
l^wáo  encuentro  con  los  üi^tni^de^,    ,   !,    ,    /i  yl.  y  j  ,'I'^ií  M^i 
^tí^ro  deTizarro,  V  .»  .»  ,.  ,,  .,  -,    f  r¡-y  :,    Vií-^''l,''.9Sd^  * 
Pe^acha su  buque,     ,    ,     ,mIji.;i,  •  j,    ,,    í^  m'  y>'^'''^''*'^^    '» *'*^ 
^«ítnturasde  Almajgro,    .,    ,    ^    ^ /.^'.or:  j    %  =>;    y   'i"'^rT»*^* 
a«.feune  conKzarro,"  ,    .,    ,    .^ir^^   ,:A,;  v  /,  "/    ,  s  T  ^r*'í&é" 


iXXli  WMCÉ.' 

CAHTOTUOIKIÍ 

EJ  famoso  p€jntratft.rT"Seigwda^^^ 
— Reconpe,e  B^uiz  1»  ec>sta»-^Pa|i]^ipi^a^ 
tos  de  Pizarra  .?^.Los  bosqa^fi — ^Ll^gadf.    * 
de  nuevos  refuerzos.— Npeyos  4^seubrK  ', 
míenlos  y  reveses./— ^Pizarro  en    la  isla 
del  Gallo.     ,    ,    ,     -,    >    ^     ,  ,j    ,    .    258 

MtBBígiomíX  ncibido  por  Pedrariai,  •,  ',  ,  \  ;  \  ,  ,  Í57 
hiiltija  de  Hemaiulo  de  Luque,  ,  »  .'í^í''  ^  ,  ,  ,  ,  ,  ^ 
Ideas  mezquinas  del  Gobernador,  ,  ,  -,  ,  ;  /  ¿  ,  ,  Sffi 
Sltt  hechos  posteriores,  ,  ,  . ,  >  t  ,  - ,  -  ,  t  t  i  »  »  ^ 
Pizarro,  Almagro  y  Laque,.,  .,,•>,  /i -'>  T  »  i  V  ^ 
nunoso  contrato  paraeldescubriitolMIbé^l -PeÉá*,  ,' '  i'  ,' ','  ^ 
Tbao  religioso  del  documento,  ,  'í  ','',',  '/^  i'  V  »'  í  ^ 
MlDtivQs  de  los •C<mquÍ8tadore6,  »»»','»  '^{'';  »'  >  >  ^ 
PaMlcipaeion  de  Luqme  en  la  empresa/  ,  ^  ,  ,'  ' , '  /  i  »  ^ 
Prepavativospaiaelviage,  ,  ,  ,  ,  í'  ,  ,'  ,  ^^  ','  ,  ',  ^ 
Escasezde  pertrechos,  ,  ,  ,  •,  ,  ,  s  >=^  ,",  V  ;  ,  íáS^ 
má  lávela  la  armada,  ,  ,  ,  ,  ,  ,  ,  y  P  i'  *,  í  » J*^. 
YtielvQ  Aim^^  Panamá»  ii  ;  s'  ,"  »  '•  >'  ,  , '  »  '»  ^* 
El  piloto  Itoiz  esplora  la  costa; '¿  *<V 'i'  f'S  I  i ' '/  »  >  ^^ 
Qalias. indias,  ,  ,  ,  ,  ,,,•,-,,  •,  ,  •,  »  ,  ,'  292 
]||i)98ti«s  de  jna^r  drÜizaeioñ,  ■' ,'  i '  S  i  •  ,  i  i  »  »  »'  ^ 
Vmlve. con  Jndios  cautivos,  •,•,,•.,♦,•,  .;•■•;)•'-  / V^4' 
JToniada  de  Pizarro  al  interior,, ,  ,-,  ,  í'  ,  ',  ,'  ,  ,  »  'SSfS 
Bipantp8a3  dificultades  de  la  marcha,  ,  ,  ,  -V'  ¡*  i  i  »  ^ 
Vuelve  Almagro  con  refuerzos,  ,  ,  ,  ,'r'',';V  ,'  » '  V  28*7 
Ctoatiníían juntos  el viage,  .,  ,  •,  ,  •,'',,  ,  >  ,  i  V  '^ 
País  muy  poblado,  .,  ,  ,  ,  ,  y  s'  ,  '»;  ,'  ;',  /  ,  ^ 
Oro.  y  piedras  preciosas,  ,  ,  .,  .,  ,  ,  -,  •','%  i  V  »  ^ 
Demostraciones  hostiles  de  los  naturales,  •,  ,  ,  ,  ,  i  i  ^ 
Qvi^eraciones  de  los  EspaiSoles,  ,  -,  ,  ,  í'  V  v' »  »  »  ^ 
Qi^puta  entre  Pizarro  y  Ahnagro,  ,  ,  ,  ,  •;  -  ,-  >'  i  "»  ^ 
R^pwi55&filti«6  4.Ea¿Mail;    ,    ,    ,   ,  >  .^V^^'*' 


^ueda  ^iz&rro  en  la  isla  del  Gallo^  v  ',  f  y  »  v  V  »  ^-^36 
EMsscontento  de  sus  compañeros,  ,.  ,  .,'  ',  '  ,  ,  ><  j  ,  i  287 
¿Etivian  á  escondida»  una  carta  á  Panamá^  »     /   v't  t    i     f .  »    ^^ 


'  capítulo  iv. 

Indignación  del  gobernador,— Firratóa  .de 
Pizarro.— Continua  el  viage.-r-Li«ong€ira 
aspecto  de  Tambez.— ^Descubrimientos 
en  la  costa.— Regreso  á  Panamá.-*Se 
embarca  Pizarro  para,  España»     ,     ,     , 


>:>')     \ 


Se  le  ordena  á  Pizarro  que  regrese,  , 

Se  nieffa  á  obedecer,  ,  ^,  .,  ,,     ,,  *-  » 

Su  atrevida  resolución,     t     t     *    i  y  y 

Le  quedan  once  compañeros,    ,     ,  ,  , 

Constancia  heroica  de  I^izarirbv    ,  ,  , 

fc^ueda  en  la  isla  de  la  Gopg/otna, 

Esfuerzos  de  Almagro  j  Luque, 

Socorros  qáé"  envían  §  Pfearrb,  • 

Continálu  sú  >vÍQgfei.  ij-f,,..  y. 

Entra  en,^  ^Ifpi  de  .^unycquil,,   ,  .,  *; 

desembarca  en  Tumbez,    f    t    }  t  t 

Lereciben'depaz  lósbabitan'tesj   'i  ,  ", 

Visita  d»  im'lioble'>Ince,    ','  ^    f'  j"'  i 

'Aventi:^  dp  flfoK(ia>  -  ,  .!,',;[  » .  * 

Sale  á  tierra  Pedro  de  Oaiidia,     ,  ,  , 

Le  traten  afablemente  los- naturales^  ,  , 

'  Noticias  de  la  riqueza  del  lugar>  •  ,  ,  ■  ', 

-  Alegría  de  los  Españc^es,    ,    ,    >-  ,'  , 

'  Sigue  Pizarro  navegando  al 'Sur,  ,  ,  > 

'  Sufre  tormentaa,   ,     »  .  ^    »    y    ,  V  ^ 

•^oca  en  varios  puntos  de  la  ebsCá^  ,  , 

lisongeras  noticias  4el  imperio-  peruano^ 

)  Llega  a]  puerto  de  Santa,.     ,    ,    t  r  > 

'  Viage  de  retomo  ,    ,    ,    ,,   ,,     i  .;  ; 

' '  desembarca  en,  Santa  Cmz„ 

I. 


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^»'  .  ♦'  i  f  r  '  0   '  »      *      >      i      f 


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1     V  •*-'*'',• 


4f 


289 

,  290 
,  292 
,  293 
,  293 
,  295 
,  296 
,  298 
,  2d9 
:,  300 
,,  301 
,  302 
\'  303 
V  305 
,.  307 
,  309 
,  3Í0 
,  311 
,  312 
*'  313 
,  314 
,  gÍ5 
,  316 
,  «17 
*  318 

V'  m9 


Le  obsequia  una  .princesa  india^'  ,    >    /  s    >    »     r  '     r     #    3Id 

Prosigue  sa  viage  á. Panamá,    ,.  .,    ,    ^  *i,   •,    r    ,'  «»     ,     ,    S» 

Regocijo  y  iriunfo  de  sus ¡asoiuados,  ,    /    ,    ,    ',' ■,  » 
Frialdad  del  gobernador  ,,,,,,,,,,,,,    32S 

Va  Pizarro  álEspaña  eñ  oon^isioB,     i;  »«    r    »    »     »  > 

Noticias  sobre  Garcilaso  ,    ,.    ,    ,    ,    ,    ,    ,    ,     ,  , 

Su  vida  y  "escritos  i   >  T   »    i   *»    »/»»'»>  » 

CarácteE'de sns^oht^aB'y-  >    ,:»  :»«  i    V    >    y  •»■  ->  »     »    .»    329 


iiM  M 


Conquista  del  Pérti. 


€APrnyií*Mí. 

Recibimiento  dcí  Pizarro  w  la  ^ortCf^ — Ca- 
pitulación con  la  corona.-^Visita^  «1  la*» 
gar  de  su  nacimiento.^Vtólvfe  ál  Wtfé* 
vo  Mundo.— ^Disgustos  éon  !^tnpwgra. — 
Tercera^  espedicion.— ^Aye^itttrpia  left  1^ 
^  coMa. — ^Batallas  en  la  Islade  Pafeá.      ,    'S41 

l     •  .V      /!      ■      /í  • 

Pizarro  en  España,    ,,,.,,    ^   .,  \i    i  .»  >i    »  »  ,  3^ 

Recepción  fayorablQ  en  la  cortj»,  ,    :«ri/    »    ».  t    r    t  t  r  3^^ 

Befíere  sus  ayen)nras  al  Emperjidqr,  ,    ,    ,    ,  ]*j  t.-  t  w  »  344 

Su  capitulación  .con  la  «^orgna,    ,    .,    yvf»    ^^  .»:fi  >  ..»  :»•.   >  ^ 

Títulos  j  honore/s  q.ue  jeqibi^,  ,    ,    ,    ,    ,    ^    #•'»    .f  .v»-  ^  3<6 

Providencias  para  e)  bien  de  .los.  |«dÍPi;  »    ,    *.   i,    ,;>  >,  , ,  3Í7 

Ambición  de  Pizarro,  ,    ^..,    ^f,.  ;♦■{,-:  ,'*-'#  ^  ",  «  ♦  317 

Pasa  al  lugar  de  ;3unacinúento,    ,    ,    ,.,;.,    ^>.,    -,  ;  ,  351 

La  familia  de  .loa  Pizarroa,    .,♦,,.»,,    r^»    #:   ♦'  ,  3K 

Su  hermano  Hernando,  ,    ,    .,    ,    ,   .^    ,    ,,.-,,    /..,    3I3 

?  r 


I 

flVopiezo«  de  la  espediciott,  ,. •  r    r    t    *    r    » •  ,  ;» í',  «^  'w'-SS*  i 

rOááIa.Ye]ayllega.áNmiU«é4léTD&>8»  ,u  iy  v  ^  ,1)»  v>  i^  1385 
«ISlimo  descontento  de  Almagre), .  \  ,  j  ^>  ^  'v.>'.,  ¡v  ;  »  ::f)\396 
^Ci»n  dificultad  sa  evita  un  rompimiento,  .,.!{'  »^U  %  -y  '«  ¡í^^ 
-iSápedicion.fletada  en  Panamá^  .,  .,  .,  .,.  ^i. vi /,>:>>  f  WO 
Ultimo  viaje  de  Pizarro  al  Perú,  ^  ,,»»>>»»  »  361 
Entraenlabahiade  Sadflfaitéú,  >^  !  y  '  y)  t  i  i  >  i  t  >  9^1^ 
Desembarca, sus  tjr^aa,  ,  ^  ^  ,  *'  *  H  *'  *  ''  *,  ?  ^^ 
Baquea  u^í'  púétíloindió,  ,  »  »  i  »  »  »  »'  »  t  >  »  »  '3o3 
DivÍBÍoird9Hwitto,i,  -íy  ;iM;,c^iíV'^"t  jí  •V'iVwi^l  '4'  ,''"7^364 
Marcha^o|rvHi4opt|^,f.,  =,<.^-^.hi;^.r.,í[#:'-V  íf  Jií^i:  /I  366 
Trabajos  y  descomtento  da  los  Españoles,  ,  ,.-,  ,  »  »  »-  367 
Llega á  Puerto  Viejo,    .,  ^     »  .»  .  »    »    »    ».    »    t    t    »    » 


368 

368 

'IWá  á  la  isla  dQ  Puna, .  ,    ^    ,.  ,.,    ,    ,.,    ,- ^1^^;  ',  :.í>;369 

Conjuración  de  los  habitantes,  ,,,»>,,»,,,    371 

At&cim  el  eampameflb  español,*    ,'    ,    V'  ',  '  ,    »    »é»'   »  *  i"'"^ 

Hegadade  Soto  con  refuerzos,  ',  'V    r    >~  V  *»    V  'V^  í    i  ''SÍ^ 
»: ,     '• '.  r  ■•>!•  !.■: M 

.  ^í CAPITULO U,-.  ;-.  TI-,  :.  i '•,•.•,-. .;? 

'Estado  del  Perú  al  tiempo  dé  la  coriijuista, ' 

.  -—Reinado  de  Huayna  C^^fi^r^ 

I  manos  Iiicas.--rSe  .  dispatoii  él  'tniiiioy«-<^  i  i 
Triunfo  y  cruetdades  de  Atahüalltíá*.   'V   Srt 

•'    !        •  ~  ->r.'i;    ^.í>:::- 

JE^lIncaHuaynaCapac,  ,  ,  ,  ,  ,  ,.,:;,  .,,¡„  ;  ,,.f  .«vS?? 
pijs  temores  de  los  blancos,  ,  ,  ,  ,  ,b  .,,,.,,;  .m^.j,>),,j,j  ??p 
-^uncios  de  trastornos  en  el  Perú,  .  ,.,.,,.  .m  .f.  .ir*,  fir>-.W 
AtahuaUpa,  hijo  delinca,  ,  ,  ,,  ».,.,.,,..,.,;<  i,  .,í,  ,,;,,, fi?? 
If^reda  parte  del  imperio,  ,  ,  ,  ,  ,  ..^,,  x»  m  ,x:  ,f  ..•*:, 3Í^ 
Causas  de  la  rivalidad  entre  los  príncipes,  ,  ,  ,  .,.  j  <  :,,„'.  ¡  ^ 
Wncípianhwhostaidades,  ,  ;  ;  .,.,  ;^  ,,  .,,,  ,¡m  !,di.,.;.3?r 
Denrota  de  los  ejércitos  de  Huáscar,  ,  ,  ,  ,  ,  ]  ,ín^>  .^^rji  i3^ 
PastigodelosCañaris,  ,  ,  ,  ,  ,  ,  ,  ,.,.,.,,  i;,;,^,.,^ 
Marcha  Atahuallpa  sobre  el  Cuzco,  ,  ¡^^,  ,  .. .  ,  ir.h,  :.  m  ^ 
Si;  victoria  en  "QuhMTnuí,    ,    ,    .    .  ^  2Qá 


tPftísion  de  Huáscar/  r  r  i.  r  »  >  v-  f'-hi'i*  h  v  *  »  392 
lUlacioneg-de. Iw cnieMadefréé í Afah^áMpá^  «.,  :,•"/.>  ,  ',  W 
«Bazonet  pyradiular  de  su  exactitud)  ■  ^  •.,  ',  '^  , .' ,  ".)'>  )•<  y'.:385 
"Tnuafo^leAtahualipa,. ,,  t,  i  ii  .»••)•*,','»•  ,  y  '  V  "  V  »  '^9'í' 
< en  faltado previ^ou  ,,    .,  ,,  .,    ,•,  ' »    ;i   V    ,' = »  •'^«r  r'  'i    3» 

í'    ■     , ,     ,     ,       Tv'í  í,;  í.T  .::•*!  '..'.     ];iroi:ii  i 

\'i:     ,     ,     ,     ,     ,     .     .  QAPITUJkO'illlJ'''-'^  '•'.••  i-.li-.í.     -'t/í 

Jt)esembisirco  de  los  £spauoles  ea  ;Tum]}ez. 
i    -T^Salp  l^i^arrQ  4  r^cpnoí^ei;  la  ,tikejrra*í?T?.  . 
'     Fonda  á  San  Miguel.*— MarcIm^'ttHhte-^'*  '' 
*  '  ribr'.—^Reéib'e  *utíá  érribájada  'ájétlíhcá.-^      */, 
u  .Sucesos  de  la  marcha. — ^Llega  aLpié  de„.  .  7 
<' ^:las  Andes,   .  ,.   ,   t, ,  ,.   ,  ,  ,.:aví»'i,'»'' jv^»  ^ ''áW 

^S^anlos  Españoles  áTumbez,     ,|,.fi,.cf.a  »,!!►  .,f..  ¿riu:^  i^  íft.  ?9? 

jl^Dan  la  ciudad  desierta  jr  arruina^f^,  .  ,.;j^,  j,..^    ,,  .  ,  ,.^ ,..,   .4|p 
Prenden  al  Curaca,    »»»»»»»,»!,,,»    ^^1* 
Reconoce  Pízarro  la  tierra^  V'^-rHiV  V    »»»»»»»    ^^ 

Funda  a  San  Anguel,  >  »»,»,,.»,,,,  »  4(Id 
Se  impón¿'áil%fcfaJlS-ai*felib;>  ^;"¿'4  V  V'  P^'  V  V^r"408 
Resuelv»4o«Ékv(r)alt»tefltfrruq;!!^Íh,  ';é:-T-.r'ii;í»vI  f'.o,íí^fn410 
^^ciones  cja^flcafi^ilefyciíji,  P,-hdf.'f\r>j'  y^Hf^f^i  'T*" 
Osadia  del  proyecto,  ,,,,,,,,,,  ^  ,,,  4l2 
tonina  por  la<tiei7a«]latia,<  /  /  ,'  /  ,«  f  '/^'^  -  ;^  ^',  ^^  ^,*'^4lÍ 
^óspitaKdaddetesiiatandes;  ,«  ,'  /  '';'' T  V*^  ^?'' '*,  7'7' ;'  tó 
«¿scontento  en  las  tropas,'  ;  ,''^' V*^,  ^^^' '  ""• 'r^'-;  '  Z^,'^  ';^^'/'|'tó'5 
arbitrio  de 'Pizarro  para  sosej^afla^,  ;  ,'^  ,''^ ,  *  ','  ^'.' ' , ' "(  '7*'  ii^ 
^¿cibimientoen'ZaraB,  ,'  ;  ;  ;  ;  .oitM^iLii  b.  t^m^í /'iriJJ 
tóviado^ellnca;  ,•  ,.  .;vy:u.hq -.1  oi^.^,  í.  l>ií..n  i;l  ^^ 
Le' recibe  Pizarra  aífebtemtenle  ;  ;  ;  ;'*'J¡"';'  ;  ^  J  .'\';  419 
bífmensaje'aMiica;     •     •     ,  .in-rull  .b  vof-nV    .  ..í .'. .». 


topedieiandeSoto,'  ,  ,'  ,•  ,'  /  ,'  ,«  ,'^'  ^  \ ""  'V 'f' '421 
«ite  noticias  del  imperio  iudió,  ;"';"?  ';'T^,'  '/ l'T  ,  ",  ''Íí§ 
limada  áCaxamalca,      ,    ,    ,    ,    ;    ^^nn<r,^ii' ;^a^fñ'toi^y  \^ 


Informes  contradictorios,  ,  ,  t  i  r  t  t  ,  f  f  y  i  t  426 
Mensajero  á  Atahuallpa/  f  j  ',>*//  f  ,  ,  ,  »  »  >  427 
£locuenQ¡^.4l«.Pie»rror  %    ,1-,*  !-  ,"  >    ,    ,  S    V  *»    /' »    >fl^ 


]•)  {. 


i-:  tCAfW]ua)ouiy;-.-  -í.-íí./)  ',í^;i:-í 


Penoso  pasó  de  la¿  sierras:— Embajadas    ' 

de  "Atáfttikllpa.— tíégáii  los  Espáñbréá  '^ 

'  á  Oaxara&lca.-i-Etivmn»  tlTi' riiensage  al  '*' 
'  '  Inca. — Entrevista  con  éstB.-^DéSfiliéifto 

dé  los  Españoles,  ','    ,    i     >     >     i     >     >  4SÍ 

'Mkrcka  poK los  AfideR, .  ,-  ,•  ,•  ♦''",'•>»  r '-f '-'i  >  f  '  »  ,  ■  4^ 
'Terribles  pasos  de  la  sierra,  «^  ^  *,  ■ ,  •,  ',,,*,  ,  í  ,  .  4®fe 
«Stibida  penosa  y*  arriesgada,*  ,«  ,  « ',  ,  ,.,-,'  ,'*',  /  , '^•3^ 
FortiíicacioBeS'delaa  montañasyt  ,-  ,«  ,•  r-,  >  ,  ,  ^'  ,  i.4tt 
líilégan  las  tropas  tá  las  cumbres,  ,  r  4  /  V  j  7.1  -^  W  ^435 
fE^bajada  india,  ^  r  ,.  ,  ^  K-  ,  '  ,  t  r- S  >  i  ♦.  V  > '  436 
QVino<aItiyo«  de  Fizarro,  r  r  f  t  t  j  "\  'V  »  "  y  »>  ■ »  >  ^43^ 
«Hegreso -del  enviada  español^  ,' »^'  ,  r'  t  »  »  y'  v  ».  \  -439 
Informes  dWeisos  sobre  Atahuiíttpíá;  ,  :,  ,  ,  ,  /'=>»'>  440 
]%trevidO( descenso  de  las  cordilleras,  ^  it  f  <»  yi,'..,  ',  (1^-441 
'tíérmosa  vaU«de  Caxamalca»  r  r  r  r"-*'  ».'»  ,  -í  <  /  t  4i41 
^Aspeoto  Imponente  del <  campamento  'p0niatt0>  '  ,  m,  i  ,  -  >  ,'  ..44t 
Eátrada «nc Caxamalca,  ,  ,  ,  ,  ,'  ^  «i,  ,  •,  »'¿  ,  ,.'441 
^D^wpoion  de  la*  Ciudad^  ^  ^'  »*»  S'-yí  V  »  »  »  »'  ,  .'4MB 
'Vá  Seto 'á  rer  á  tAtahuallpa,'  ,.  ,  ,,»*»,•,,',  ,  ,446 
Bn  enCreiristaoon' el  monarca)  ,•  ,  ,  ,  ,.  ,,  ,..  ,•  ,  <^  \  o4if6 
Amvez  de  este,  ,•  ^  ,■  ,•  ,•  ,•  ^  %  , -' ,  ',  S  »  »  '<  <  4^ 
Scf  respuesta  á»PÍBarro,t  ,.  ,.  ,.  ,•  ,-  ,-  ,.  ,-í^|  ^  S  ÍJ  ;  4^ 
Ejercicios  eeueetres  de  Soto,  »  ,•  ,•  ,r  ^  -,  í,»  -y^.y  y.  ,'  '^  4Í5(^ 
iPnnesto» presentímientes  -ééíbB^EBpíád^  >  -,  ;i  ,j  ;  , :  4d¿ 
Vfáortde»P¡zarro,  ,  ,  ,  ,  ,«"í-,  f  V 'y''  ,  ,'  ^'  -,'- v^*  V^-^í^ 
Plan  temerario  para  prender  al  Inca,  ,  ^  ,  ,  ,  r  f  ^  455 
lUzonéS  para  adoptarlo,  ,,,,,,,,,,,,,    456 


-xxxyiii 


1NPIC£. 


CAPITULO  V. 

Resolacion  desesperada  de  Pizarró.^-^Vw 
sita  Atahuallpa  á  los  Españoles. — ^Ho- 
rrible carnicería^-^nedá  prisionero  el 


res. — ^Magnificas  promesas 

del  Inea. 

'■f- 

-Muerte  de  Huáscar,   ,    ,   ji    ,    ,    , 

,    460 

t   '    t\  9,      >    •   t 

.    ,    461 

CjQiemonias  religiosoB»    ,    ,    ,    ,  ' ,    / 

t        t       f       f      f 

,    ,462 

t        t       t       1       t 

,    ,464 

lUsutsIvo  no  entrar  en  ln  ciudad,    ,    ,.   , 

»  .    #       ♦■      »     .  » 

■  ■»    i    466 

^  que  é^agOMtfi  mtu^o.  á  .los.E^^ol^, 

*       t[    »'     4       9 

.   »    485 

:Al»hiia]lpa  varia  de.  propósito,  .    ,.    ,     , 

»        f        t\     »  '   >l 

.,  i  m 

:&|ja  atrás  sus  tropas^    >    >    >     »    t    » 

t      f       f      t  ■  '4 

■;    ,    46? 

£Étra  ea  la  plaza  principal,   ^    »    »    »    » 

-9      r   ■'»■     f     ■* 

,    ,    460 

iJa  instan  que  abrace  elcristianiamo,  ^    , 

f     f-     ►  .  t     .» 

.y   4Í0 

.»'<>-».'    »      ^ 

,  ,  m 

Ataque  general  ppr  los  Españoles^    ^    » 

»       f-       t        t       9 

h    ,    478 

HornJ[>le  camiceiia  en  los  Fen9am,> »    , 

»•-''»'      9.      -fc      .•> 

.  ,  m 

Msion  de  Atahuallpa^    ^    ,    ,   .,    ,  : » 

.,.#.«..,        « 

,  ,  m 

Dispersión  de  .su  ejército^    >    ^    t-   t    t 

t     t  i  i"'»:.  ¥ 

w  .    4Te 

Conducta  del  monanta  «cultiva,.  ^    »    » 

■»•••>»     1     i( 

1    0  48Q 

(bé  que  acaf  0  pensaría  ^hacer,    ,    ,    ,    • 

i;:   •     f  .  »  ' , 

..Ir    <8I^ 

<9hitn4o  cortesmente  porP^Mujo»    „    » 

.*'  .  »»».':»     #! 

.    .   4» 

Sfatisioneros  Indios, ,    ^    ,.,,,.,    , 

.*•  :•  -.f  ■;  f:    r 

;,„.;,    486 

||i»o  bolin,    ,.,.,,,,,,,, 

#'  .:»'   »."jf>    i 

:#->:,4S6 

(Magnificas .  oft^rt^s  de  Atahiiallpa.    ,    , 

t.  -^    t.    r     f 

•i,  .■»  if8^ 

líis  acepta  .Pi?arro,    ,.   ,.   ,.   ,.   ,    ,.   ,. 

i.c'ri;  #     *  ■•  »' 

•  »    f   :4W 

iVJlda  delinca  en  su  encierro,,  ,.  ,    ,    , 

f    ih  ••*  .  ♦'«,»' 

,.    i    4Ȓ 

:£N.  ni^gn  á  abracar  ja  W9^0fm^  crifti^UW 

»     f '  .»».<».;  j. 

., ',  m 

j^naainato  de  su  hermano  Huáscar, .  ,     , 

t       *       t.  .9      f 

.  .:.m 

índice. 


xxxnt 


CAPITULO  yi. 

Llega  el  oro  fKora  jel^^scate^^Yiage  á  Pá^ 
chacaikiac>-^4Dastraieció»~dQl  ]idorlo^*^£l 
general  ftiYorito  idel<  Iácá.*M^Yida  Aerntíte 
«n  «u  enoierTo.«^Condafi^«  de  los  éima^ 
dos. en  el  Cuzco. — Llegada  de  Almagro* , 

'ÉL  rescate  se  tu  juntando  muy  despacio,    , 
Rumores  de  una  'insurreceion  de  los  Indibé, 
Van  Unos  enviados  al  Cuzco,  ;    ,    ,    ,  ' , 
Ciudad  jr  templo  dé  Fachacamtic, '  ,     ,     ,' 
Viáge  de  Hernando  PÍKanro,    ,    ,■   /   /    , 
Camiho  real  de  los  Incas;    »>»»»> 
Rebaños  deliamas, '   ,    ,    ,    f    ,    ,'  •,    t' 
Esmehido  cfultivo  de  los  valles,    ,    »  '  »    'i  ' 
Llega  Hernando  Pizarro  á  la  ciudad/  y'  > 
Entra  á  fuerza  en  el  templo,     ,    ,    ;    V'» 
De  loque  se  horrorí2an  los  naturales,    ,    , 
Destrucción  Mel  ídolo  indio,    ,    ,    ,    ,    > 
Pequenez  del  botín,    ,    ,    ,    ,    ,    ,    ,     ,■' 
Va  Hernando  contra  Chaileucfaima,  ,    ,    , 
Consigue  que  vaya  á  Caxamalca,    ,  ,    ,    , 
ÉntrevisUi^  de  AtahuaUpa  con  fU  general,  ^ 
A'utoridad  absoluta  del  Inca,    ,    , '  ,     ,     , 
Sil  aspecto  y  ooatumbres  -privadas,-    ,•    ,     , 
Regreso  'de  los  que  fueron  al  Citecó, "',',' 
Brillantes  descripciones  de  lachidaid,    ,    , 
Despojan  de  su  oroá  h)s  tempfos,'  ''\'  ','   , 
S^' insolencia -y  rapacidad,  ,     ,    ,-    ,•    ,•    , 
Viifelyen  cargados  de  riquezas,    ,•,•,, 
Silüga- Almagro  al*  Perú,  , 
Con  un  gran  refuerzo,  •  ,  •  , 
Se' reúne  con  Pizarro, '  ,•   , 
Agüeros  de  Atahuallpa,    ,    , 


497 


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,    499 

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,    601 

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,    504- 

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,    505 

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,  §06 
,    50* 

,    509 

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,    5^ 

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,   '5Í4 

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,    916 

,  W9 
i   m 

.i.,.i.m  «  ..n-oí^^-í.cn'^'^r. 


Xfc'  INDICÉ. 

capítulo  Til. 

Yalor  inmenso idel-tedoro.^^Sudtstritnicion  .. 
enti-é4ag  trbpis;*-*RumoTes  de-unabKs^ 

cion>f-^4EtefleÍKÍóne^i:  ;,    V— >'  >     »"^     *     523 

Dnfision'flél-rescate-déVlnca, '   ,     ,-','/  ,"•>     »   '  /   '•   ','   »    524 
neniando  Pizarro  lleva  á  jBapana  el  qjainto  reial,     r.    t     »-     >    9K 
^  riyalidad  con  Álma^q^  .„^    f    ,.,>,.»,>,.,.,,.  ,     ,    526 
J£i»orme  valor  del  tesoro,     ,     ,     ,     ,,.,..,..,     ,     >    .,  .  ,    ,    527 
.Dificultades  en  la  distribución,     ,     ,     ^    ,    ,  r  ,^    ».  .a.  j    ,    52^ 
PtN'cion  de  loe  Pizairos,  ,    ,  • ,    ,     ,     ,     ,    ,     ,     ,     , .  ,    ,    Sil 
Idetm  de  los  soldados,      ,     ,     »»>»»',     r    7     ,     ,     ,    532 
JBxclasion  de  Almagro,     ,  ^  ,,,,,,     ,     , ,  ,.  ; ,     ,     ,    533 
preparativos  para  marchar  al  Cuzco,     ^^   .,  ^  ,,,.,»•».    •     ,     535 
JEHde  el  Inca  su  libertad,  ,    ,  •  ,    ,    ,¡  ,  .  ,.    ^   j,  .  ?,.   ^^    ,i    ,    536  ^ 
jCpndncta  e<)níroca  de\  Pizarro,     ,     ,  ,  ^    ,, .  ,     >    ,     >.»..,    5.^    1 
£1  .intérprete  Felipillo,^    ,    y    f.t    {,».,>    /;  ^ .  >  •   »     ,     .    538  , 
f¡8  «cusado  el  Inca  de  promover  la  insurrección |    .,     »    ^  \    539 
Sus  protestas  de  inocencia^  >     ».   r  .  y,  ^    »    »     ^     i     >    »    ^    539  ' 
^us'recelos,  ,    ,    ,    ,    ,    ,     ,    ^.  >,,♦/     y,  ,     ,    ,     ,     ,.    ,    540   | 
Tepuores  y  murmuraciones  de  los  E^anoles^  ,     ,,,^,511 
Í>i4en  la  muerté^  del  Inca,  ¡  ^ ,  ,,.,,,  i .»     r    »     »     »  .  »    >    ^»^ 
^  le  iórm/Bi  propeap,  ,  1 ,  , .  , ,  1 .  ,  .;>..»  '  ¿     »     »    >     /     f    543 
í)Vgos(]^ue,seJe,hacen,  ,     ,^   ,     ,^.  ,,    ,    ^      ,,,.,,,    543 
f}r condenado  á  ser  quemado  p^q,  \j'  „    ,    ,     ,.    »    ,     ,    ,    545 
^cptestan  algunos  contra  la  sentencia,;,.  :,    ,  ,,,  v    r.     ^    i    545 
j^ 'Inca  pierde  del  todo   el  ánimo,'  ,|    1 ,  f>    ,    t    »    «*   ^    r    ^^ 
gi^e  tócryco^dia,  ,,    ,^    ,^    ,^    ,^    ,^    »,  i- •>:!»-:  .1:    ;  ..  »    »     »     •*>*' 
ijt  llevan  a}  suplici»,  ,,  r,  ^,  »",  >.•.♦'.  f  >-»»»■?».»     »     ^^  j 
íAíyura  pu.rejigipn,.    ,.    ,,    ^    ,,    ,.    ,,    ,.    k    ,>    jI- i^-.zr    ;'/ »     ^ 
4l«:  dan  garrota,  ,.    ,    ,^    ,,   ,,   ,^   ,^  ,^  ,^  ».f:» .«   .*i  t.»    »     »    550 
^ carácter j  aspecto,  ,.   ,^   ,,   ,,   ,.   ,,   ,    ,  . ,.    ,.  ;,    ,.  ;    ,    551 
^W  funerales,,    ,    ,    ,    ,_   ,.  ,,   ,    ,    ,    ,    .jí'.jj,  ,  ;|.,j»     »    iw2 
Vuelve  Soto,     ,,,,,,,,,,,,,,,,    554 
Snafombro  é  indignación,  ,,,,,,,.*>     t     «    554 


f^Réflexionep  sobre  el  trato  del  Inca,    ,     ,    ,    ,    ,    V   '/    ,^555 

IR^sppiuyabilidad •  de  Pizarra,    ,,    ,    ,    v  :,     í    r'»    '*    •,  'Vi687 

'«'JIGotiyosdQ  su  eoemistad. personal,    ,    ^'^ ',;  >  i,*)'j    v  ^^     »  -599 

jO^injones  4e  los. cronistas  sobre  estoejeeacioD^'):,»  •»*)'*    i  '  6^ 

CAPITULO  VIII. 

Desórdenes  en  el  Perú. — ^Marcha  al  Cuz- 
co. — Encuentro  con  los  naturales.— ^ae- 
re quéinádó  Challcucliimá.-^íilegááa  al    ^ 
Cazcb.— ^X^éscripcioñ  de  la  ciudad.— Ri- 
qucza  que  se   encontró  allí.     ,,   ,     ,~  ,     563 

Autoridad  del  Inca.' en  el.P^rú,     ,,,,51,,,;,,,    563, 
Efectos  déla  miiérte' de"  *Atahuállpá','~  í   *,     J'    Í'V    !    V    ,'564 
*líÍ6*vo  fnca  nombrado  po/Tíil^d/  *,  "  í  ^ ,  <  ,^   ,-   ,  '  j ' '"  j  '  r  ,565 

Jfarcha  al  Cuzco,  ^  ,  ,  ,  ,  ,  »..?.  i:  r  .>:>,/,,.>,,.  56j5 
'  jf(|rmidab]e8 pasos  de  la  montana,  ,^  „,.  •,-  {,,  ,,,,  ^  .  ,  ,^  .t  .;»:  568 
.JUrga  y  trabajosa  caminata,  ,  ,  ,v  .,,:..,;♦;.  f  .í  ».,■,»,  ^;  f  569 
^^.^friega  con  loa  indios,  ,  ;  ,  ,  ^»  .?,.,,,»,  :f  ,^  ♦  ,  ,  570 
.^^q  detiene  Pizaro  en  Jauja,  ,  J<.  .j  ,,^  ,,^  ,. .  ,.^,  ,.  .,  ,  b7X 
Se  adelanta  Solo)  ',  \  ',  \  ;  ,  ^^j, ,  ;i/ ,  ,.^,  ,|,^  j  ,,  ;  5?2 
^fi  acometen  con  furia  en  la  sierra,  ,  ,  ,  ,  ^  *  .  »  **  * .  5Z3 
;„Cruda  batalla  con  los  Indios,  ,;  ^,  ^^,  ,.,.  .jj-  ,,  r,  .';-»• »  !>  5!^4 
.J^celosde  los  Españoles,  ,  ^  ,  ,,,,.;  ,,  ;,:  ,  .  n;:.r  1 ,  «..f.5'3'5 
jí^s  llega  socorro,  ,  ,  ,  ,  ^,  ^  /;  ;í,...;  ,t,  > '^  .,..:.,.; ;51í6 
,^^  retiran  los  Peruanos,  ;  ,  ,  ,  .,.,,,...,;,,,,,,  ,,^..,^77 
(j^^usan  de  conspirador  á  Cbalcuchima.  ,  .^  ;.,  , -* ,.  n:o» .  '> .  ¡^í® 
jJ^^erte  del  Inca  Toparca,  ,  ,  ,  ,  ^  ,^  ..«,.  v  .,<-,  .,i/,  '^» 
;.Fj^ondo80  valle  de  Xaquixa^aua,]  • , ;  ,  :,..,,  ;,  . ,,  .^  ,.íl'v»,'-590 
.'jp^ceso  y  condenación  de  Challcucbima,  ,  ,  ^,.¡ ,,  -^.r ,  r  .,  -^1 
<^  quemado  vivo  á  presencia  del  ejército,.,.;/,  ,>  .,  ^,;.>  ,»  §^ 
r^i^ganlos  EsjjanolesalCuzco^  ^  ,  .liñ,^  » '.*o:;h  ij  i*;.,.  W* 
(Efftrada  en  la  capital,  ,  ,,,,;,,  ^  .  *!  r:>,'  .i  v  i^ 
<S^  numerosa  población,  ,^  ;  ,^  ,,  ,^  ,0  * .,,»  ir  ^,^....i/  596 
Jí^ntuosos  edificios,  ,  ,  ,  ,  ra.,j.l[  i,,.,,:;,  i  ,,•  „  .„  >;  5^ 
¿.S.^lida  fortaleza,     ,    ,    ,    j    ,    ,    ..  h,m.^,,^,  j,  ,,,-«,,„  109 


XLii  mmoE. 

•  Templo,  del  Sol,  ,  ,  ,  ,  ^  ,.♦'♦»»  ,-  ^  i  ,  :,  ,  5M 
tteqiieo  .de  loa  ediflcioa  pOblieofl,  «  ^^-^  „M  /,.>;,  ^^  ^ 
Valor  del  tesoro,  recojido,  »  ,  ::^-^  ,'  ,- »  v»  »^í  »  ^K 
i8a  dÍBtribacio&  entn  b* tsáf  aa»  '  ^  '^  »  S  y  »  ;  V  r  i  ^ 
Su  influencia  entre  los  Españoles^    ,    ;     ,    ,,,,,,  &% 

CAPITULO  JX. 

Coronación  del  Nuevo ,  Inca^--^)rgan¡ba- 
ciop  del  Ayi^ntamiento. — Penpsa.marcha 
de  Alvarado.-T-Entrevista  con  Piíarro.— 

'.  ■    -•  .•    ...:iJ*,  ...  •       •.-,•■   :••■  •:  %     — .  •• : 

Fundación  de  JÚrna.-r-Llega  Hernando 
Pizarro  á  España. — Sensación  que  cansa 
en  la  corté  su  llégs^da.-r-Disehsiones  cq- 
tre  Almagro  y  los  Pis^rma  ,   .  f    •    i   »  ^ 

Ccronacion  del  Inca  Manco;    ¿  ;;»;»,»»  >       ^ 

Gobierno  eepafiol  en  ei  Cusco,  ,  »     »'    >    t' 't  >  '  ' 

Fundación  de' Iglesias  eriatianátf,  ',  >  '»    ,    ,    ,  >  »  t 

^IVabajoft  de  1<)8  Mislonerito, ',   *»  't  »'».'»'»    »  »  »  i 

Itefiidos'entenentros'coli  los  Indíoír,  »    »  ''»    t    >  »  f  > 
Aitibt)  de  Pedro'de'Alvanuló,  ', 
'8u  marcha* á  Orttitp,    '         '    '' 


t    t    f    t    t    t    t 


f   .#;>»»     f     »»»     I    »    », 


'Terrible  paso  de  loa  Puertos'  Nevailos,^  '»'/">  '!  V»  » 
'Malea  del  frio-y  del'hambre,'  *,  *,  *,  *»',*  ,*■  V  i' i  » 
*  Ektipcion  del  Cotopazr,  *,  ,  *,  ',  ',  \  ,  \  ,  ",  í  » 
liega  Alvarado  á  lasUanuras,  ,  ,  \  »  »  »  »  >  i  * 
lltipediciott de  Benflücazac,  ',•  , '',  i  V'  t  "^»  '  »  "»'  »  » 
' ISale Almagro* en sif busca,  -,  ,  -,  •>  ,  >  ->'i  »  »  * 
Convenio  entre  AWarado-  y  Aldis|ir»*  ,  >*  »  í  »  *  » 
•PiBawoen  Jauja,  »  i  »  i  ,  i  i',  »',  i»  »  » 
^  entrevista  con  AlvaretAé;  i;  '/*  ;  ,  ;'  ;  '•;  ',  ,  » 
Skiopara  la  nueva  capitslf  \  ^  »"  >  '  »  >  'r^'t\'  *^ 
^Pundaciontde  Lima^  >}'»>»>>'>?»»>' 
Ta  Almagro  al  Cuaco,  ,  ,,,,,,  ,  ,  ,  »  » 
-Ta  Hernando  Pisarro  -á  España,  ,»,>»»»»> 
'  lÁ  da  audiencÍA  el  emperador,  ;»•»»;.«»>' 


600 
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6» 
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INDIOB- 


XLin 


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,639 

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,    $88 

'  i'''  V 

;    634 

■'*  *  t 

,    i635 

Itf^rcedefl  á  los  conquistadores,      f  ,t    i    ,    ,     *    ,    ,     ,>  ¿  ^ 

^í^sacion  que  causan  sus  relaciones,      >;»'»'»»'»     »  6^ 

l^ttel  ve  Qonuua  grande  armada,.  ,  ,  ,  ,.  ,  ,  ,'  ,  ,  's  ^ 
s^vá)  tiabajos  en  Nombre  de  Dios»  r  •  y  i  t  S  -t 
^itgreittiáento de 'Almagroy  ^  ^  ,  «  ir  »  W'W'y 
Dífereneias  con  Pizario,  •  ,  ,  '  ,  /  '  i^  ■  I  »  »  » 
<'S«/ reconcilian^  «  i  t  t  t  t  >  »  >  S  - » ^  ^  -^ 
tí^onyenio  singular,  •  ,  ,•  ,  »•  r  »'»»'*»  •"> 
^Siipedieien  de  Almagro- á  Chile,  ^  ,  ,  r  i  ' »'  V 
^PEhurro  hermosea  su  capital,  ,  t  t  t  t  $  i'  't 
<SiÉ8  ocupaciones  .pacífica*,  ^  'i'  ••»  *  h*  »   -V  ' »    »    V  •  »    r '  y  •  • 

.......   CAPITÜXiD,.Xí-.  ^o;;  .■ 

'Fu^a  del  Inca.— ^Regresó  de  fíernando  Pi- 
■ :  zarro.— iLevantamiento  de  lo3jP^r,uaj),pp. 

;    .--Sitio  é  incendio  deKDoMOi^^purdde    i  ).• 

los  Españoles'.^ÁSákb'd¿^lá- fortaleza.  \  ' 
j    — Deéaüehtó   dé  Piicaxrb,— Él  írica  !lé-  /^'  , 

vanta  el  sitio.     »     t     »     >     »     9     9     i     >     637 

Situación  del  país  conquistado,  ,    ,    ,    ,    ,    t    t    t    »    t    t  ^38 

El  Inca  Manoo,   ,,,,    ^    ,,»,,,,»,,»  639 

Conspiración  de  los  Peruanos,  ,,,,,,,,,,»  640 

Fuga  y  reaprehension  del  Inca,    ,    ,  ' ,    y    ,    ,    ,    ,    ,    ,  641 

Hernando  Pizarro  le  trataba  afablemente,    r    *    i    t    t    t    t  643 

Ultima  fuga  del  Inca,  ,    ,    t    ,    ,    t    y    i    ,    ,    i    t    t    7  644 

Juan  Pizarro  le  persigue  con  empeño,    ,    t    i    t    9    i    t    t  645 

Derrotan  á  este  en  Yucay,    ,,,,,,,,,,,,  646 

Juan  Pizarro  se  mete  en  las  montañas,    »,,,,)»»  647 

Le  mandan  que  vuelva  al  Cuzco,  ,,,,,,,,,,  648 

Cercan  los  Indos  la  ciudad,   ,,,,,,,,,,,,  649 

Inquietud  de  los  Españoles,  ,,,,,,,-,,,,,  650 

Prende  el  fuego  en  la  ciudad,    »,»,,,,,,,»  651 

Terrible  incendio,    ,,,,,,,,,,,,,,,  652 

Peligroso  estado  de- los  Españoles,  t    ,    ,    f    *    f    ,    >    f    t  653 

Combiatea  deaíéeperados,  ,,,,,,,,,,,,,  665 


tLlTÍ 


iNmd£lw 


Apurp  djB  los  sitiado^  »  »  »  < 
9o  re^UQlta  detenniíiacion,  , 
fflpeUiow  pálida, .  ,.  *^  *  *  > 
Dftciplma  de  los  Indígenas,  ,.  , 
Terrible  malaniza  eix  ellos»  ,  , 
'Asaltan  los  Eerpajioleá  la  <;iudad^la, 
^Muerte  de  Juan  Fizarrp  ,  , 
Héroismp  de  un  noble  inoa  >.  i 
Toma  de  la  fortaleza,  ,  »  »  i 
Falta  de;  v^verea;  ,  t  t  t 
biterceptan  los  Indios  las  .comunicaciones^  t 
Consternación  de  Ibs  Españoles,  t  t  t  t 
Pizarro  pide  socorros  al  JIorte,'  ''4  '  «  »  , 
El  Inca  retira  sus  fuerzas,      |    ,     ,     ,     ^  .  , 


/    9    í 


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Combates  singulares, 

Tentatita  para  prende'r  al  Inca  , 

Ataque  á  'iils'euftfteles-^é  T)UÉb)>/    i  \  KH  •  )  I '); ' :  V 

Los  Españolas  s«  ^a  pfeiáff^f^á  jra^mic>.  ^-  ^  i 

Noticia  despedró  Pizaijo,      ^     ,    ,    ,    ^ .  ,    ,     . 

De  Montesinos'  ,\"\    ,'  [    '     '    ^   V  ,    .V 


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