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HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
HISTORIA
DE LA
GUERRA EUROPEA
DE 1914
ILUSTRADA CON MILLARES DE FOTOGRAFÍAS, DIBUJOS Y LÁMINAS
TOMO PRIMERO
PROMETEO
SOCIEDAD EDITORIAL
Qermanías, F S.— VALENCIA
ll^ól^v
BLASCO IBANEZ EN LA PLAZA DE UNA ALDEA DEL ARGONA BOMBARDEADA POR LOS ALEMANES
* I Fot. ,7. Francli)
ÍNDICE
Págs.
Introducción 9
EL PRÓLOGO DEL DRAMA
I. — El atentado de Serajevo 13
II. — Las reclamaciones de Austria. ... 19
III. — La alarma en Europa 25
IV. — Negativa de Austria á una petición de
Rusia. — Alarma en París. — La con-
testación iiumilde de Servia. — Aus-
tria declara la guerra 27
V. — La hora grave. — Optimismos y pesimis-
mos.—Las primeras manifestaciones. 54
Vl-VII. — Los trabajos de la diplomacia. ... 58
Vil!. — El presidente Poincarc interrumpe su
viaje. Alarma general. — Los antimi-
litaristas de París 44
IX. — Austria declara la guerra á Servia. . 47
X. — Actitud de Rusia. — Su movilización
parcial. — Inutilidad de las gestiones
pacificadoras. — Las naciones empie-
zan á arruinarse. — Llegada de Poin-
caré á París 51
Pásrs.
XI. — Declaraciones de Inglaterra sobre la paz.
— La situación en Londres y París.
— Movilización rusa. — Reclamación de
Alemania. — Vanas esperanzas de con-
ciliación.— Las naciones se preparan
para la guerra 57
XII. — Los bastidores del drama. Despachos
de Guillermo II y el zar. — La conducta
del kaiser. — Unanimidad francesa. — El
ciudadano Hervé y la huelga general.
— El caricaturista Hansi 65
XIII. — Alemania declara el «estado de amena-
za» en todo el Imperio. Un discurso
del emperador. — «Ultimátum» alemán
á Rusia y á Francia. ¡Es la guerra! —
Entusiasmo en Rusia. Serenidad de
París 70
XIV. — Asesinato de Jaurés 75
XV. — Los bancos de París. La moratoria. —
Orden de movilización general. — El
gobierno habla á la nación.— La acti-
tud del gobierno ingles.- Estado de la
opinión en Inglaterra. — La prensa fran-
Págs.
P4?s.
II.
III.
IV.
V.
Vi.
vil.
VIII.
IX.
X.
XI.
XII.
cesa y la prensa alemana. — La movi-
lización rusa. — La última esperanza de
paz desvanecida 82
EL ROMPIMIENTO
El 2 de Agosto 92
Primeras hostilidades. Los grandes su-
cesos del día 99
-La violación del Luxemburgo 103
-La unanimidad de Francia IIÜ
El entusiasmo de París. — Los extranje-
ros 116
La muchedumbre y la Estación del Este. 127
Continúan las hostilidades. Manifiesto
del zar al pueblo ruso. — La retirada
del embajador Schoen. Un artículo
de Clemenceau 154
Los trabajos pacificadores de Jorge V.
Actitud de Inglaterra.— Maquiavelismos
de la diplomacia alemana. Sus inten-
tos para «comprar» la neutralidad in-
glesa 142
-El 3 de Agosto en la Cámara de los
Comunes 147
-Sucesos del 4 de Agosto. — La firmeza
de Bélgica. Declaraciones de Sazo-
nof en la Duma. Atropello de embaja-
dores en Berlín. Entusiasmo en Bru-
selas y en París 156
-Memorable sesión del Parlamento fran-
cés 166
-Rompimiento de Inglaterra y Alemania. 182
-El pueblo inglés y la guerra 188
XIII. — La defensa de Bélgica. — Alocución del
rey. — Palabras de Guillermo II y de
su canciller. Falsas noticias acerca
de la situación de Francia.
XIV. — Los belgas y su rey
XV.— El general Joffre
XVI. — Los responsables de la guerra. .
XVII. — Los apologistas de la fuerza. .
PUEBLOS Y MONARCAS
194
201
218
256
252
I. -La raza prusiana 258
II. — Los Hohenzollern 262
III. - Bismarck y la grandeza de Prusia. 274
IV. — La guerra de 1870 y el Imperio de Ale-
mania 290
V. — La política interior de Bismarck. — Or-
ganización del Imperio 515
VI. La política exterior de Bismarck. . . 524
Vil. — La marina alemana 333
VIII. — El ejército alemán 545
IX. — El espionaje alemán 374
X. - La juventud de Guillermo II 595
XI.— Él 408
• XII. — La historia de Calígula en Alemania. . 440
XIII. — La Alemania que se ve y la que no
se ve 452
XIV. — El pangermanismo 465
XV. — El «brillante segundo» 491
XVI. — La Medicina y los dos emperadores. . 515
XVII. Francia 518
XVIII. — Rusia y el paneslavismo 548
XIX. — Servia y Montenegro 564
XX.— La guerra 578
ARTILLERÍA GRUESA ALEMANA. EL GIGANTESCO MORTERO UOWITZER, DE 21 CENTÍMETROS
INTRODUCCIÓN
No hay en la historia de la humanidad guerra
alguna que pueda compararse con la presente.
Las grandes invasiones de los bárbaros que
dieron ñn á la llamada Edad Antigua; las avalanchas
galopantes de los hunos y de las hordas mongólicas;
los choques europeos que por su duración recibieron
los títulos de Guerra de Cien Años y Guerra de Trein-
ta Años; los avances arrolladores del turco hasta los
muros de Viena; las campañas de los reyes españoles
contra medio mundo; las conquistas napoleónicas que
durante quince años trajeron trastornado al conti-
nente; todos los hechos de la historia belicosa de los
hombres, palidecen y se achican frente á la guerra
de 1914.
Un día de esta guerra equivale, por sus pérdidas
en hombres y dinero, á un mes ó un año de las guerras
famosas de otros tiempos. Las grandes cabalgadas de
jinetes vándalos y hunos, exageradas por el terror de
los cronistas y los medios de subsistencia de aquellas
épocas, tal vez fueron menos importantes numérica-
mente que las cortinas de caballería que esparcen
como simples avanzadas los ejércitos del presente
para ocultar sus movimientos.
Esta es la primera guerra que hacen los pueblos
con ejércitos formados por el servicio obligatorio; el
primer choque de naciones enteras puestas sobre las
armas. Hasta hace pocos años los ejércitos se contaban
por miles de hombres; hoy se calculan por millones.
Antes podían desarrollarse las guerras y durar años y
años sin que por esto se paralizase la vida productora
de los países beligerantes. Mientras en un lado de la
nación peleaban los militares de oficio y una minoría
de ciudadanos reclutada por la suerte, el resto del
país proseguía sus trabajos ordinarios, sin otra altera-
ción que la de una lógica inquietud por el resultado
de la lucha. Muchas veces acababan las gentes por
familiarizarse con esta situación anormal. Ahora la
guerra paraliza por completo la vida económica, siendo
esta catalepsia tanto más profunda cuanto más rica y
vigorosa es la nación. Fábricas y talleres se cierran
por falta de brazos; todos los hombres, desde los diez
y ocho años á los cincuenta, van al combate; los fe-
rrocarriles no existen para el tráfico mercantil, pues
emplean todo su material en el transporte de comba-
tientes, armas y bestias; los puertos se convierten en
lagunas muertas, con archipiélagos de navios inmó-
viles y silenciosos y rosarios de minas sumergidas que
obstruyen sus bocas de acceso.
Las batallas duran meses y se extienden en un
frente de centenares de kilómetros, abarcando los lí-
mites de varios Estados. Las vías férreas funcionan
incesantemente á espaldas de los ejércitos en lucha,
10
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
CALLE DE AMBBRBS BOMBARDEADA I'OR LOS ALEMANES
(Fot. liül)
transportando á enormes distancias los combatientes,
según las imperiosas necesidades de la oportunidad
táctica. El mismo soldado que dispara su fusil entre
las fronteras de Alemania, Francia y Suiza, monta
rápidamente en un vagón y va á disparar de nuevo á
orillas del mar del Norte. El alemán que pelea en las
trincheras de la Champaña, se ve tres días después
luchando en Polonia á orillas del Vístula.
Nunca se han visto chocar y morir tantos hombres
juntos en un terreno de operaciones tan vasto.
La mitad aproximadamente del género humano
está en guerra en estos momentos directa ó indirec-
tamente. De los 1.700 millones de seres que consti-
tuyen la población del globo, 8ri4 millones (entre me-
trópolis y colonias) se odian y gastan su dinero para
exterminarse.
¿Cuándo se conoció esto en la Historia?...
Quince millones de hombres están hoy sobre las
armas, y antes de pocos meses tal vez serán veinte.
Con sólo que la guerra se prolongue un año, llegarán
á ser 25 ó 30 millones los combatientes: cifra mons-
truosa con la que jamás soñaron Aníbal, Alejandro y
Bonaparte.
La guerra de 1911 es la más estupenda y loca ma-
tanza que pudo imaginar el espíritu de destrucción
que de vez en cuando desorienta y enloquece á la
humanidad.
No menos espan-
to infunde el pen-
sar lo que esta gue-
rra significa para
la vida económica
de los pueblos.
Antes de que se
declarase, y antes
también de que na-
die pudiese sospe-
char su repentino
y absurdo estalli-
do, la situación
financiera del mun-
do civilizado no era
próspera. La gue-
rra balkánica ha-
bía trastornado el
organismo finan-
ciero internacio-
nal, que es de gran
delicadeza, como
toda máquina gran-
de y complicada.
La circulación de
valores entre las
naciones sufría
cierta parálisis. A
esta situación esta-
cionaria había que añadir el trastorno en los negocios
de América, producido por las revoluciones mejica-
nas y la crisis económica del Brasil y la l\(])ública
Argentina.
Los poderes financieros estaban buscando un re-
medio para res-
tablecer la cir-
culación de va-
lores, cuando la
gran guerra ha
venido á hacer
más penosa la
situación.
Todos los cam-
bios internacio-
nales aparecen
dislocados; las
grandes Bolsas
están cerradas;
los pagos entre
lasnaciones(aun
aquellas que se
mantienen en la
neutralidad) re-
sultan difíciles,
si es que no es-
tán suspendidos;
el dinero se ha uno de los pórticos de la catedral
ocultado* el oré- de rbims despi-és del bombardeo
(De L'lUiistiation)
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
11
dito no existe. ¿Caánto va á costar
esta guerra monstruosa, desencade-
nada por el imperialismo?...
Paul Leroy-Beaulieu, el sabio eco-
nomista, en un discurso ante la Aca-
demia de Ciencias Morales y Políti-
cas de París, ha hecho el presupues-
to del actual conñicto.
«Basándonos — dice Leroy-Beau-
lieu— en que el sostenimiento por
término medio de un soldado moder-
no, con sus armas y demás efectos,
representa un gasto diario de 12 fran-
cos á 1'2"50 por hombre, para las
cinco naciones participantes de la
guerra actual (Alemania, Austria,
Inglaterra, Rusia y Francia), y eva-
luando la duración de esta guerra
sólo en siete meses (que es lo que
duró la guerra de 1870-71), se llega á
un total aproximadamente de 3.5.000
millones.
»Pero hay que añadir á esta cifra
los gastos de otros pueblos compro-
metidos en la lucha (Bélgica, Ser-
via, Montenegro, Japóo) y de los Es-
tados neutros que han tenido que
movilizar sus tropas, gastos que re-
presentan en bloque de 3.000 á 4.000
millones; se llega de este modo á un
total de 38.000 ó 39.000 millones,
sólo para los gastos inmediatos de la
guerra. Pero una vez terminada ésta
sobrevendrá un período de transi-
ción, que puede durar cuando menos
dos meses, y que añadirá todavía
4.000 ó 5.000 millones á los gastos
efectivos del conflicto.»
Del mesurado cálculo de Leroy-
Beaulieur esulta que el sostenimiento
CASA DE AMBERES DESTROZADA POR TN 0BÚ3 ALEMÁN
En el último piso un dormitorio en desorden con una cuna próxima á caer. En el primer piso
un salón. En el piso bajo un café
DESPUÉS DE LA BATALLA DEL MARNE. UN CAMPO SEMBRADO DE CADÁVERES
(Fots. Rol)
de la guerra actual costará de 45.000
á 50.000 millones, si es que sólo dura
siete meses.
Pero por desgracia, todo hace pre-
ver que durará algo más, ¿y quién
sabe hasta dónde puede aumentarse
esta cifra enorme de millones?...
La tenaz Inglaterra, que llega
siempre al último límite cuando su
cólera fría le hace adoptar una reso-
lución extrema, ha declarado que la
victoria será del pueblo que en medio
de la ruina universal pueda disponer
del último millón.
«El dinero— come dice el citado
economista — es sobre todo necesario
al iniciarse la guerra para su pre-
12
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
paración, y al final para su liquidación. En principio,
resulta menos necesario durante el curso de ella para
su sostenimiento.»
Y como único consuelo en medio de este cuadro de
horrores económicos, Leroy-Beaulieu, al ocuparse del
triste porvenir que nos aguarda, termina así: «Las
sociedades modernas tienen tal fuerza de renovación
y de progreso, que cada pueblo, haciendo un llama-
miento al conjunto de sus fuerzas nacionales, puede
soportar el fardo de los gastos, con grandes sufrimien-
tos ciertamente, pero sin llegar á verse aplastado por
completo.»
Esta guerra europea es ya una guerra mundial. La
gran batalla de razas que se desarrolla en el centro
del viejo mundo se ha esparcido fragmentaria por todo
el planeta. Los japoneses baten á los alemanes en las
costas de la China; las tropas sud-africanas de los alia-
dos invaden las colonias germánicas; hombres de di-
versas razas y colores, venidos de los lugares más
remotos de la tierra, dan su sangre en los campos de
Europa á la gran cruzada contra el imperialismo; los
navios armados se persiguen por todos los mares del
globo; se agitan las aguas con las explosiones ocultas
de los torpedos; suena el cañón á lo largo de las cos-
tas de América, en las soledades del Pacífico y entre
los paradisíacos archipiélagos del mar de las Indias.
Las naciones tituladas neutrales pueden á duras
penas mantenerse al margen del conflicto. En unas, la
tradición política y el entusiasmo del pueblo pugnan
por vencer la prudencia de los gobiernos, queriendo
pasar de la inercia actual á una actividad belicosa.
Otras, por su posición geográfica, atraerán segura-
mente la invasión y el atropello de un imperialismo
que no reconoce derecho ni respeta compromisos, y
para defender su
existencia ten-
drán que salir
forzosamente de
la neutralidad.
Nuevos com-
batientes entra-
rán en la lucha.
Son muy conta-
dos los pueblos
de Europa que
lograrán vivir
aparte de esta
conflagración
mundial.
Vamos á rela-
tar el desarrollo
y los horrores de
unaguerramons
truosa entre to-
das las guerras,
que empieza en 1914 y nadie sabe cuándo terminará.
«La Historia es una resurrección», decía Micholet.
En la presente Historia no hay que resucitar nada.
Los hombres y los hechos están aún con vida ante
nosotros. No hemos de interrogar á muertos, forjando
hipótesis sobre su inmovilidad silenciosa y el brillo
enigmático de sus ojos empaüados. Los que nos rodean
están vivos ó son moribundos que aún pueden hablar
y dicen la verdad de los últimos momentos.
Las ciudades incendiadas; las muchedumbres pa-
cíficas en pavorosa fuga, dejando á sus espaldas la
casa en escombros y los parientes fusilados; los mo-
numentos arquitectónicos que respetaron los siglos
bárbaros y acaban de ser suprimidos para siempre
por el ojo y la mano de un artillero que se cree civili-
zado; todos los horrores de una guerra que puede lla-
marse única, están ahí, á corta distancia de nosotros,
como testimonios de deshonra, justificando el anate-
ma, el grito generoso de la indignación.
Procuraremos ser imparciales en nuestro relato,
aunque jamás historia alguna, en sus deseos de im-
parcialidad, ha llegado á librarse de las influencias
de la pasión. Somos hombres de nuestra época; vemos
dolorosamente cómo en unas cuantas semanas se han
suprimido varios siglos de trabajo y de progreso, y no
podemos permanecer fríos é impasibles ante estas
maldades irreparables de la más desatentada de las
ambiciones. La humanidad parece retroceder á la
época de las cavernas. La ciencia, raptada y violada
por el antiguo bárbaro, le sigue y le ayuda como una
esclava triste. ¿Van á morir también — como mueren
los monumentos y los hombres — las más nobles aspi-
raciones de la humanidad?...
¡Una guerra mundial, una guerra cuyo término
nadie conoce, cuando los hombres creían en la paz
más que nunca,
y guiados por la
ciencia y el arte,
que, según Goe-
the, no tienen
patria, avanza-
ban hacia la ma-
yor perfección
posible, hacia la
ciudad futura
soñada por este
poeta generoso
y humano, del
que son nietos
espurios los in-
telectuales ale-
manes que ahora
glorifican lasha-
zañas bárbaras
del militarismo
de su país como
algo divino!
FAMILIAS DE CAMPESINOS BELGAS QUK HUYEN ABANDONANDO SUS CASAS ANTE LA
APROXIMACIÓN DE LOS ALE.MANKS i,l'"ul. Rol)
VISTA GENERAL DE SElíAJEVO. CAPITAL DE LA BOSNIA
El prólogo del drama
El atentado de Serajevo
EL 28 de Junio de 1914 la ciudad de Serajevo (1)
fué testigo de un suceso que en el primer mo-
mento no tuvo mayor importancia que cual-
quiera de los numerosos atentados personales del fa-
natismo patriótico, pero que veinte días después sirvió
de pretexto para iniciar la guerra europea.
Serajevo es la capital de la Bosnia, vasto territorio
que, en unión con la Herzegovina, quedó anexionado
al Imperio de Austria cuando ambos dejaron de perte-
necer definitivamente á los turcos.
Bosnia y Herzegovina viven hace tiempo en una
(1) Esta ciudad, que goza ahora de una celebridad mundial
& causa del atentado que dio pretexto á la guerra europea, es
conocida con diversos nombres: Bosna Serai. Seraio, Seraievo.
Sarajevo y Serajevo, procedentes todos del primitivo titulo de
Sera'í que le dieron los turcos á causa del gran Serrallo ó pala-
cio que hizo construir Mahomed 11, y en torno del cual se ele-
varon ochenta mezquitas y numerosos bazares.
situación semejante á la de Alsacia y Lorena. La ma-
yoría de sus habitantes son de raza eslava, servios
por su origen y sus afectos, y su deseo vehemente es
unirse á la Servia libre, vivir bajo el gobierno de Bel-
grado. Cuando estos dos territorios fueron emanci-
pados por Europa de la dominación turca, lo lógico
hubiese sido permitir que se incorporasen espontá-
neamente á la nación constituida por sus hermanos
de raza y creencias religiosas.
Pero el Imperio austriaco ha sido insaciable en sus
apetitos de anexión. Constantemente derrotado ea los
campos de batalla desde hace más de un siglo, busca
en las intrigas diplomáticas y los compromisos se-
cretos un medio de adquirir nuevos territorios, con-
solándose así de las victorias que nunca obtuvo. Su
fidelidad á la Triple Alianza la ha cobrado con cre-
ces, haciendo que Alemania le apoyase con su enorme
poder y sus amenazas cada vez que solicitaba una
anexión. Nunca ha combatido en las guerras moder-
nas contra Turquía, y siempre á la hora del reparto
se ha llevado la mejor presa.
Contra toda razón histórica y étnica se anexionó
á Bosnia y Herzegovina, pretendiendo hacerlas aus-
14
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
UNA VISTA DE BBI.CUADO
En el fondo el puente del ferrocarril que ponía en comunicación con Austria y que ahora está roto
triacas. Contra toda lógica quiso fundar recientemente
el pequeño reino de Albania, dando su corona á un
principillo alemán, empresa que ha costado mucha
sangre y dinero para venir a terminar de un modo
grotesco.
Bosnia y Herzegovina sobrellevan con impaciencia
la dominación austriaca, aprovechando todas las oca-
siones para protestar contra ella. Su rebeldía sorda es
semejante á la de los alsacianos y
loreneses, pero más violenta y ra-
dical en sus procedimientos de ac-
ción, por la diferencia de sangre y
de costumbres. Una sociedad cons-
piradora, la Narodna Obrana, pare-
cida en sus fines á la Liga de Pa-
triotas de Francia, une á los servios
de las provincias anexas con sus
hermanos de Belgrado, militares,
profesores, estudiantes, patriotas
entusiastas que sueñan con recons-
tituir la «Gran Servia» de otros si-
glos, dominadora de toda la Europa
oriental, y que casi se apoderó del
Imperio de Bizancio.
Estos servios anexionados al Im-
perio austriaco tienen otros moti-
vos, además de los de su origen,
para mostrarse hostiles al domina-
dor. Austria imita los procedimien-
tos alemanes en Alsacia, fomen-
tando una emigración de austriacos
á Bosnia y Herzegovina. Gentes de
los diversos Estados de su vasto
y descosido Imperio se trasladan
á estos territorios, ocupando los
mejores puestos bajo la protección del gobierno y
haciendo una guerra sorda á los antiguos pobladores
de sangre eslava. Los croatas, gente violenta que
siempre dio el contingente más bravo á los ejércitos
austriacos, habitan también la Bosnia, pretendiendo
oprimir á los de origen servio con un mal disimu-
lado apoyo de las autoridades. Austria, en vez de
unificar á sus pueblos bajo la igualdad de la paz,
TIPOS DE ALDEANOS SERVIOS
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
15
PLAZA TERRASSIE, LA PRINCIPAL DB BELGRADO
procura separarlos fomentando los odios de raza, para
sostener de este modo su autoridad central, caduca y
vacilante.
Los austríacos trasplantados en Bosnia son se-
mejantes á los alemanes establecidos en Alsacia y
Lorena. Bullen ruidosos y entusiastas al amparo del
EL EMPBltADOl: DE AfSTHlA Y MC l'AMll.IA
Á SU izquierda Is duquesa de Hohenberg y su marido el archiduque Francisco Fernando, asesina-
dos en Serajevo. Á su derecha el archiduque Carlos Francisco y su esposa Zita de Korbón y Parma,
actuales herederos de la corona (Kots. Külj
dominador, organizando manifestaciones de lealtad y
adhesión al gobierno, pretendiendo hacer creer que
no existe antagonismo entre el país y las autoridades,
que todo el pasado está en el olvido, que sólo unos
cuantos locos sin importancia persisten en los anti-
guos odios... hasta que un hecho ruidoso se encarga
de revelar el fuego oculto tras de
esta fachada alegre, las fuerzas hos-
tiles é irreductibles que siguen agi-
tándose en el misterio.
Otro núcleo de poblacióu impor-
tante existe en Bosnia y Herzegovi-
na como una raza aparte, pero pací-
fico, conciliador, poco afecto á las
aventuras y los peligros, deseoso
de reposarse, en una tranquilidad
propicia á los negocios, de las perse-
cuciones sufridas en otros tiempos.
Son los judíos de origen hispánico;
los «españoles», como los llaman en
todo el Oriente de Europa; hebreos
expulsados de la península ibérica
que aún guardan en la sinagoga y
en la intimidad de sus viviendas,
como idioma del hogar, un caste-
llano anticuado.
En Serajevo son muchos miles.
Representan lo mejor del comercio,
exhibiendo en los rótulos de sus tien-
das apellidos españoles de rancio sa-
bor. Su cultura ha creado bibliote-
cas, en las que figuran los mejores
libros escritos en castellano. Ade-
más, han fundado varios periódicos,
que aparecen impresos en caracteres
16
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
hebreos, pero que están redactados en nuestra lengua.
El «español» de Bosnia y Herzegovina, cuyos ma-
yores recibieron asilo del turco en estas tierras cuando
fueron expulsados de la Península, permanece al mar-
gen de toda agitación política. Bastante quehacer
tiene con defenderse de los ataques del antisemitismo,
difundido en toda Austria por el apasionamiento reli-
gioso.
Su placidez de buen comerciante sólo se altera con
una melancolía soñadora cuando habla de los <<anti-
guos que vinieron de allá», de la tierra que durante
siglos fué una buena madre y luego los expulsó como
bestias malignas. Y esta melancolía hace subir lágri-
mas á sus ojos en la sinagoga cuando el rabino canta
con voz trémula, al recordar las glorias muertas de la
raza, las felicidades que no pueden volver:
Perdimos la bella Sión;
l)erdimos también España,
nido de consolación.
A fines del mes de .Junio el archiduque Francisco
Fernando, heredero del Imperio de Austria, fué á la
región de Ilidze para presenciar las maniobras de
montaña del ejército. Luego se reunió con su esposa,
la duquesa de Hohenberg, y juntos entraron en Se-
raje vo.
Francisco Fernando era el segundo heredero del
Imperio. El ambiente trágico que parece rodear al
viejo Francisco José, soberano de Austria, como una
atmósfera mortal, hizo de él un futuro emperador.
Educado en (iratz por los jesuítas, y sin más aspira-
ciones que las de un archiduque preparado para un
mando en los ejércitos, la muerte novelesca y miste-
riosa del príncipe Rodolfo, hijo único del emperador,
le sacó de la obscuridad, convirtiéndolo en heredero
de la corona.
Todos los archiduques reunidos en torno del an-
ciano Francisco .losé tienen en su historia algo de
desequilibrio romántico, de complicación novelesca.
Son una mezcla rara de fanáticos meticulosos y de
héroes byronianos.
LLEGADA A ILIDZB DEL AUCHIDUQUE FRANCISCO FERNANDO
Rodolfo, el hijo del emperador, devoto y libertino
al mismo tiempo, apareció muerto una mañana: unos
dicen que á manos de una amante celosa; otros afir-
man que en el desorden de una orgía con ciertos ami-
gos. Un archiduque primo suyo se despojó de la dig-
nidad principesca para tomar el nombre de .luán Orth
y lanzarse á vagar, como el «holandés errante» de la
leyenda, por todos los mares del globo, hasta perecer
en una tormenta frente al cabo de Hornos. La curiosi-
dad pública no ha querido creer en la muerte de este
personaje novelesco, y todos los años hay alguien que
cree reconocer á Juan Orth entre los aventureros que
vagan por las tierras de la América del Sur. Otro
archiduque que pudo ser heredero de la corona renun-
ció á sus derechos para convertirse en el burgués Leo-
poldo Woelfling y casarse con una mujer de origen
obscuro, llevando en Suiza una existencia modesta.
Varios príncipes de la familia imperial austríaca viven
esparcidos por Europa, en islas apartadas ó en conti-
nuos viajes sobre un yate, olvidándose de su nombre,
como si las glorias y honores de su nacimiento equi-
valiesen á una maldición.
Francisco Fernando, el menos complicado de toda
la familia, también tuvo en su vida una página nove-
lesca: la de su matrimonio.
Al ser declarado heredero de la corona, las viejas
archiduquesas de V^iena vieron para sus hijas una
posibilidad de subir al trono, y todas lo asediaron que-
riendo hacer de él su yerno. La archiduquesa Isabel
supo atraerlo á su residencia de Presburgo, esforzán-
dose durante meses y meses- por llamar su atención
sobre los encantos y méritos de sus seis hijas. I'q día
la vieja archiduquesa tembló de emoción y esperanza
al ver que el heredero del Imperio contemplaba amo-
rosamente un pequeño retrato de mujer oculto en la
tapa del reloj. ¿Cuál de sus retoños sería el preferi-
do?... Y cuando su curiosidad femenil pudo aprove-
char un descuido para ver el retrato, encontró con
horror los rasgos fisonómicos de la condesa Sofía de
Choteck, una señorita pobre, mezcla de institutriz y
dama de compañía de una de sus hijas.
La archiduquesa, indignada, echó á la calle á la
ambiciosa Choteck; Francisco Fernando protestó de
este atropello, abandonando igualmente la residencia
de su tía; la señorita pobre mantuvo á distancia á su
pretendiente ocultándose de él, pidiéndole en sus car-
tas que la olvidase, ya que por la diferencia de naci-
mientos era imposible un matrimonio entre ellos, y
estas resistencias sirvieron para excitar más aún la
pasión amorosa del archiduque, taciturno y escaso en
palabras. Los jesuítas, sus antiguos maestros, prote-
gían á la condesa Choteck, gran devota de ellos. En
vano el emperador, para vencer estos amores, envió
á su sobrino á viajar por una gran parte de la tierra.
La fidelidad del príncipe lo hacía volver siempre en
busca de esta mujer, la única de su vida, hasta que
al fin secretas y poderosas intercesiones vencieron al
emperador, haciéndole autorizar el casamiento cuando
EL 4 DE AGOSTO EN l^
UNA SESIÓII
DIbuio de ). Simonl, de «Lllluslralion» de Parfs
El 4 de Agosto se reunió la Camdrd francesa, al mismo tiempo que el Senado, para conocer el mensaje del presidente de la Repú-
blica y la comunicación del iefc del gobierno, M. Viviani, en que se exponían los motivos que arrastraban á Francia, llevándola á la
guerra. Fué un espectáculo inolvidable. El amor á la patria y la confianza en sus destinos hacían latir los corazones. Una inmensa acia-
. CÁMARA FRANCESA
HISTÓRICA
lación acogió el discurso de M. Viviani. Todos los brazos se levantaron para ¡urar que defenderían hasta el líltimo extremo y por iodos
)s medios legítimos la causa de la patria, del progreso y de la civilización... «Hemos procedido sin lacha y procederemos sin miedo»,
roclamó M. Viviani. Y toda la Cámara, unánimemente, se asoció á estas palabras.
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
17
ella tenía ya treinta y tres años. Este matrimonio sólo
fué morganático, según la declaración del gobierno
austríaco. ^vLa condesa Choteck— declararon los mi-
nistros— no será considerada como archiduquesa, ni
sus hijos podrán ser archiduques.»
Una vez en la corte, la condesa supo avanzar
lenta y seguramente, con la ayuda de misteriosas in-
dicaciones, hacia la realización de sus ensueños. Sus
asiduidades cariñosas conquistaron el afecto del viejo
emperador. Una modestia risueña de pariente pobre
desarmó á las princesas hostiles. Poco á poco fué con-
siguiendo que la nombrasen princesa de Hohenberg;
luego duquesa del mismo título. Tomó lugar en los
desfiles de corte á continuación de las archiduquesas,
en algunas ceremonias pasó delante de ellas, y Gui-
llermo II, durante una visita á Berlín, la recibió con
todos los honores de una heredera del trono. Iba á rea-
lizar los ensueños de grandeza que habían alegrado
su ambiciosa juventud, cuando la muerte la sorpren-
dió á los cuarenta y seis años.
Su influencia había operado una gran transforma-
ción en el modo de ser de su marido. El silencioso ar-
chiduque, que de joven mostraba cierto desvío por sus
funciones de príncipe heredero, limitándose á repre-
sentar al emperador en los viajes y las ceremonias
penosas, comenzó á intervenir activamente en la polí-
tica del Imperio. Su carácter se mostró de pronto im-
pulsivo y un tanto brutal. Sintió vehementes ambicio-
nes de agrandar el territorio con ruidosas conquistas.
En sus actos y palabras revelaba un instintivo deseo
de imitar á Guillermo II. Él fué el principal autor de
la anexión de Bosnia y Herzegovina y el sostenedor
del ridículo reino de Albania. Su esperanza, franca-
mente manifestada en muchas ocasiones, era hacer la
guerra á Rusia, aunque la conflagración se extendiese
por toda Europa. Esto le hizo dedicarse al perfeccio-
namiento del ejército austríaco, nombrando y desti-
tuyendo á su voluntad los ministros de la Guerra.
Un extremado fanatismo religioso le hizo chocar
con todos los que no participaban de sus creencias.
Sus mejores amigos eran los jesuítas. Todo el que no
era católico no existía para él en una nación como la
austriaca, donde son varias las razas y las religiones.
Se negó á tratar personalmente con algunos ministros
de Hungría porque eran protestantes é incrédulos. A
pesar de los compromisos de la Triple Alianza, odiaba
á Italia y algunas veces inició actos ostensibles contra
ella. Era en la vida privada un hombre sobrio y vir-
tuoso, buen padre de sus tres hijos y algo sometido á
la influencia de la esposa. Su tardío y desordenado
amor á la gloria, su exagerado sectarismo y el espí-
ritu de loca aventura que inspiraba muchos de sus
actos, le hicieron temible para unos y antipático para
otros. Sólo los militares favorecidos por él mostraban
cierto entusiasmo. Ni la corte ni el pueblo le amaron
nunca.
Por su voluntad hace tiempo que hubiera estallado
la guerra europea. En 1909, Francisco Fernando quiso
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B^^B^^^^^^I
^^^^^^l^^^^^^^^^flF / li^^^Vv^^^l
EL ARCHIDUQUE FRANCISCO FBRNANDU Y SU ESPOSA LA DUQUESA
DE HOHBNBBRG {De L'/lh'Stnilinil)
invadir la Servia, aun sabiendo que esto podría traer
como consecuencia la guerra con Rusia.
El odio á Servia era su sentimiento dominante. La
detestaba por su espíritu revolucionario, su sangre es-
lava y su religión cismática.
Este fanatismo devoto le hizo enemistarse con mu-
chos generales de su país. En el último otoño, durante
las maniobras, hizo llamar un día al barón Hotzen-
dorf, jefe del Estado Mayor austriaco.
— He estado hoy en la misa — dijo el archiduque —
y no os he visto, general. ¿Por qué no habéis ido á
oírla?
El jefe de Estado Mayor se limitó á responder:
— Yo creo que el ir ó no ir á misa es un asunto par-
ticular que nada tiene que ver con el servicio.
El archiduque no volvió á hablarle.
Francisco Fernando y su esposa entraron en Sera-
jevo ocupando un automóvil descubierto. La muche-
dumbre llenaba las aceras, contenida por soldados y
agentes de policía. Poco entusiasmo; aclamaciones
únicamente de los austríacos y los croatas. Los habi-
tantes de raza eslava veían pasar silenciosos á este
enemigo constante de Servia.
Cerca de la casa de Correos un individuo que es-
taba en primera fila entre la muchedumbre, en un
lugar desprovisto de policía, arrojó una bomba sobre
18
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
I,(IS AUOIllDCQUHS DlRltlIUNllDNH Al. I'AI.ACIO DEL .Mi:M('ll'IO
DKSPUÉS DEL PRIMER ATENTADO
el carruaje del archiduque. La bomba pasó rozando al
heredero del trono, que instintivamente la repelió con
un brazo. El proyectil fué á estallar detrás del vehí-
culo, hiriendo ligeramente á los edecanes que iban en
otro automóvil y á seis personas inmediatas.
El hombre que había lanzado la bomba era un
tipógrafo llamado Cabrinovitch, servio de sangre,
pero nacido en Bosnia. Con un impulso violento se
abrió paso entre la muchedumbre y saltó al río, que
estaba inmediato. Varios policías se arrojaron en el
agua tras de él, consiguiendo sujetarlo después de
una corta lucha. Una parte del público, indignada
por el atentado, quiso matarle, y la policía tuvo que
protegerlo.
El archiduque y su esposa continuaron la marcha
hasta el palacio del Municipio, donde se había orga-
nizado una recepción en su honor. Cuando el alcalde
comenzó á pronunciar el discurso de saludo, Fran-
cisco Fernando le interrumpió con voz temblorosa por
la cólera.
— ¿Para qué ese discurso?... Yo
he venido aquí únicamente á ver el
país, y me reciben con bombas. ¡Esto
es indigno!
Pero arrepentido de esta impulsiva
interrupción y del silencio embara-
zoso que produjo en torno de él, aña-
dió á los pocos momentos, dirigién-
dose al alcalde:
— Está bien; podéis continuar vues-
tro discurso.
El pobre discurso llegó á su fin, y
cuando el archiduque iba á reanu-
dar la marcha triunfal por las calles
de Serajevo, el alcalde le suplicó que
modificase su itinerario, yendo por
distinto camino que el fijado en el
programa hasta el Konak ó palacio
del Gobierno. Todos temían que se
repitiese el atentado. Es más; el go-
bierno de Servia había hecho saber
días antes al gabinete austríaco sus sospechas de que
en Bosnia se tramaba algo contra la vida del archi-
duque, dando este aviso leal para que el interesado
adoptase las precauciones consiguientes.
Pero el archiduque, arrogante y duro, despreció
todas las indicaciones, diciendo que tenía sus motivos
especiales y secretos para no cambiar de itinerario,
motivos que sus allegados conocían igualmente, pero
que él no quería divulgar.
Cuando el automóvil pasaba ante la esquina de la
calle de Francisco José y la calle Rodolfo, un joven
de diez y ocho años, alumno de octavo curso en el
Instituto de Serajevo, llamado Gavrilo Prinzip, servio
de sangre, pero nacido en (írohoro (Bosnia), avanzó
al medio de la calle. Tampoco en este lugar había
cordón de policías ni de soldados, no obstante las
grandes fuerzas desplegadas en todo el curso del iti-
nerario.
Gavrilo Prinzip, á pesar de sus pocos años, era
muy conocido por la exaltación de sus ideas patrió-
ticas. Además estaba expulsado de Bosnia desde tres
años antes. En 191:5 la policía había hecho salir del
país á este alumno de retórica, por la propaganda
política que hacía en las escuelas. Prinzip llegó sin
ningún obstáculo hasta el automóvil, y sacando del
bolsillo una pistola browing, hizo dos disparos contra
el archiduque, hiriéndole en las piernas y en el cuello.
Francisco Fernando intentó incorporarse, pero rodó
al fondo del carruaje expeliendo por el cuello y la boca
borbollones de sangre. Su esposa se precipitó sobre él
con un movimiento instintivo para cubrirlo con su
cuerpo, y fué en tal momento cuando Prinzip disparó
por tercera vez, hiriendo á la duquesa en el bajo vien-
tre. Esta cayó desvanecida en las rodillas de su ma-
rido, que estaba igualmente sin conocimiento.
El automóvil se abrió paso entre la confusa mu-
chedumbre, alborotada por el atentado, para llevar al
DETENCIÓN DEL ESTUDIANTB PRINZIP DESPUÉS DEL ATENTADO
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
19
Konak los dos heridos. Pero cuando los médicos lle-
garon al palacio del Gobierno, el archiduque y su es-
posa ya habían muerto.
La población de Serajevo quedó aterrada por ol
suceso en los primeros instantes. Luego, el odio que
inspira todo atentado personal y las pasiones políti-
cas y de raza que dividen á sus habitantes hicieron
explosión, buscando el medio de derramar nueva
sangre.
Los croatas intentaron el saqueo de las casas y
los establecimientos de los servios. Algunos grupos
pasearon el retrato del emperador como un desagra
vio por el reciente crimen. Los servios se encerraron
en sus viviendas dispuestos á defenderse de los asal-
tantes. Las tropas tuvieron que patrullar por las calles
y colocar ametralladoras en varios puntos para impo-
ner el orden, evitando de este modo la matanza y el
incendio.
Y en Viena, el viejo emperador, que ve caer de un
modo trágico á todos cuantos le rodean — su hermano
Maximiliano fusilado en Méjico; su hijo Rodolfo muerto
LOS CROATAS RECORRIENDO LAS CALLES DE SERAJEVO
PARA ASALTAR LAS TIENDAS SERVIAS
en el misterio; su esposa la emperatriz Elisabeth ase-
sinada en Ginebra; su sobrino y heredero Francisco
Fernando rematado á pistoletazos con su mujer en
una encrucijada de calles — , dijo con una expresión
de espanto al conocer lo ocurrido en Serajevo:
— ¡Éste también!... ¡Todavía!... ¡Todavía!... ¡Eh mi'
existencia me toca verlo todo!
II
Las reclamaciones de Austria
Después de lo ocurrido en Serajevo, el Imperio
austro-húngaro tomó una actitud amenazadora ante
Servia.
El crimen de un escolar proporcionó al gobierno
de Viena la ocasión ansiada desde años antes para
infligir un rudo castigo al pequeño reino.
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SAQUEO DE UNA TIENDA SERVIA EN SERAJEVO
Una de las preocupaciones de la diplomacia aus-
tríaca ha sido evitar el crecimiento del pueblo servio,
por la influencia que éste puede ejercer en los esla-
vos dependientes del Imperio. Mientras Servia fué
gobernada por los monarcas vividores y apáticos de
la dinastía Obrenowitch, el gabinete vienes la tuvo
olvidada; pero al subir al trono la actual dinastía de
Karageorgewitch — después de la trágica conspira-
ción en la que perecieron el inútil Alejandro y la
reina Draga — ■, vio un peligro en estos nuevos gober-
nantes, aleccionados por el destierro y ansiosos de
realizar grandes cosas para captarse la simpatía de
su pueblo.
Austria ha envuelto durante años en una red de
intrigas al viejo Pedro I y á sus animosos hijos, que
le ayudan valerosamente en la reconstitución de Ser-
via. Con hábiles emboscadas diplomáticas los ha
puesto varias veces al borde de una caída mortal, y
ha cortado su camino como un obstáculo insuperable
cada vez que intentaron un ensanchamiento de su
patria.
Cuando los servios marcharon contra los turcos en
la última guerra balkánica, Austria creyó que iban á
ser derrotados, regocijándose anticipadamente, y su
desilusión fué enorme al verles vencedores. Luego in-
trigó para lanzar á Bulgaria contra Servia, creyendo
MANIFESTACIÓN DE CROATAS EX SEHA.IEVO PASEANDO
U.\ RETRATO DEL EMPERADOR FRANCISCO JOSÉ
20
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
BL PÚBLICO ESPERANDO EN I-A CALLE PARA DESFILAR ANTE EL CATAFALCO BRIC.IDO EN LA CAPILLA
DEL PALACIO IMPERIAL DE VIBNA
por segunda vez en una derrota aplastante de esta
última, y sufrió una segunda decepción, intimamente
sus diplomáticos empujaron ocultamente á los alba-
neses para la invasión del país servio, creyendo que,
extenuado por dos guerras, no podría resistir. Pero
Servia repelió á los albaneses con una rapidez y una
energía que jamás tuvieron los turcos al domeíiar a
este belicoso país.
Una nueva desilusión para Austria; un motivo de
cólera contra los actuales gobernantes de Servia, que,
aleccionados por su vida en las grandes capitales de
Europa — cuando aún no habían recuperado el tro-
no—, supieron organizar militarmente su pequeño
país.
La constante animosidad de Austria contra Servia
ha llegado al extremo de una injusticia irritante. El
Estado servio es, después de Suiza, el único de Europa
que no da al mar ni dispone de un-puerto. Todo su
comercio y lo que necesita para su vida pasa forzosa-
mente por Austria, que de este modo impide su cre-
cimiento y lo mantiene en humillante servidumbre.
Suiza no tiene acceso al mar, pero es por su situación
geográfica, lejana de toda ruta marítima. Además,
cuenta con los medios do comunicación que le pro-
porcionan los lagos de todas sus fronteras. Servia está
á corta distancia del Adriático, y sin embargo, por la
voluntad de Austria debe continuar siendo la única
nación de Europa sin salida libre. Todas sus agitacio-
nes y sus cóleras son por libertarse de este encierro
y llegar hasta la costa. Varias veces ha pedido á las
potencias que la saquen de la prisión en que la man-
tiene Austria. Se contentaría con un solo puerto en
el mar que tiene cercano; con una faja de diez kilóme-
tros de frente sobre el Adriático: la extensión de una
simple propiedad particular. Derramando en recientes
guerras la sangre de sus guerreros ha llegado hasta
aquél, apoderándose de un pedazo de costa del Adriá-
tico; pero intervino el gobierno austríaco con sus in-
ííuencias europeas, y otra vez los servios tuvieron
que retirarse á su cárcel del interior, abandonando.
lo mismo que los montenegrinos, lo que habían ga-
nado á punta de bayoneta.
Ante esta presión irritante y continua de la gran
potencia hostil, so comprende la cólera de los servios,
el estado de exaltación patriótica en que viven en
Belgrado, no sólo el pueblo y los estudiantes, sino
personas de una clase superior, como jefes del ejér-
cito, magistrados, etc. Se comprende también el odio
contra Austria que han manifestado siempre los pe-
:#«
-ij^V
EL ARcninrQrE caulo.s francisco. nEREDERO de la corona
DE AtSTRIA. su MUJER, ZITA DE BORBÓN, Y SUS DOS HIJOS
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
21
riódicos servios, y la existencia de
sociedades secretas con sus procedi-
mientos violentos, último refugio de
los impacientes, que ven atropellado
su país contra toda equidad, porque
es pequeño y más débil que el opre-
sor. Hay en la Historia explosiones
de cólera que llegan hasta el crimen,
y por esto no se pueden justificar;
pero que se comprenden perfecta-
mente.
El gobierno austríaco hizo abrir
una información sobre el atentado de
Seraje vo.
Esta información la llevó á su vo-
luntad, y bien sabido es lo que puede
hacer una policía guiada por un go-
bierno que tiene interés en encadenar
y dirigir hechos é inducciones hacia
un fin determinado.
Es indiscutible que el tipógrafo Ca-
brinovitch y el estudiante Prinzip per-
tenecían á una sociedad secreta y te-
nían por tanto cómplices en Servia.
Es indudable también que entre estos
cómplices figuran varios oficiales del
ejército servio pertenecientes á la
misma asociación. Pero esto es muy
distinto á suponer como la policía de
Viena, que fué el mismo gobierno de
Servia el que preparó el asesinato del el \
archiduque y su esposa.
Inútil alegar que las autoridades de
Belgrado habían dado con anticipación la alarma de
lo que se tramaba en Serajevo; inútil también querer
demostrar que un gobierno no puede ser acusado de
un delito sólo porque los autores de éste sean de su
país. El gobierno austríaco quiso sacar partido del
LOS TRES niTKRPANOS DEL ARCniDÜQUR FRANCISCO FERNANDO
lEJO EMPERADOR DE AUSTRIA Y SU JOVEN HEREDERO
(Dibujo (le J. Simont, de L'Illiistratioii de Paris)
suceso, llevando adelante una averiguación secreta,
forjando una verdadera novela folletinesca á capricho
de detectives y agentes políticos, sin oir para nada
al gobierno de Servia ni permitirle intervenir en las
informaciones.
El 23 de Julio, casi un mes después del atentado
de Serajevo, cuando nuevos accidentes de la política
europea habían hecho olvidar en parte este suceso, el
gobierno austro-húngaro, bajo la forma de Nota «ver-
bal» leída por su representante diplomático en Bel-
grado, dirigió al gobierno de Servia una intimación
Este documento empieza con una historia del con-
ilicto entre ambas naciones. Recuerda que la anexión
de Bosnia y Herzegovina fué reconocida por Servia
en 31 de Marzo de 1909. Relata el atentado de Sera-
jevo, hace constar que éste aparece en las informa-
ciones de sus agentes como preparado en Belgrado, y
reclama de Servia la seguridad formal de que conde-
nará la propaganda peligrosa que se le señala, supri-
miéndola por todos los medios.
Luego la Nota continúa así, marcando los términos
de la respuesta que Austria exige de Servia, ó sea lo
22
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
que debe hacer el gobierno servio para dar satisfac-
ción completa al gabinete de Viena:
Para dar á su compromiso un carácter solomnc. el riobiorno
real (ile Servia) mandará publicar en la primera i)áfíiiia del
Diario 0/icial cíe 2ü de .lulio las declaraciones siguientes:
«Kl Gobierno real servio condena la ])ro|>afíanda dirifíida
contra Austria-Hung-ria. es decir, los trabajos realizados para
separar de la monarciuia austro-liúngara territorios (jnc le per-
tenecen, y lamenta además, muy sinceramente, las cojisecuen-
cias funestas de esta labor criminal.
»E1 liobicrno real servio lamenta (|ue oficiales 3' funciona-
rios servios hayan colaborado en esta propaganda, poniendo en
peligro las buenas relaciones de amistad y de vecindad á las
que se había comprometido solemnemente el Gobierno real ser-
vio en sus declaraciones de 31 de Marzo de 1909.
»E1 (iobieruo servio, que des-
aprueba y rechaza toda tentati-
va de ingerencia en el destino
de los pueblos de cualquit!ra
parte de Austria-Hungría, con-
sidera como un deber advertir
del modo más categórico, á los
oficiales y funcionarios y á toda
la población del reino, que en
adelante procederá con la ma-
yor severidad contra las perso-
nas que se hicieran culpables de
semejantes trabajos, y que em-
pleará todas sus fuerzas en pre-
verlos y reprimirlos.»
Esta declaración será puesta
en conocimiento del ejército
real i)i>r medio de una orden del
día de Su Majestad el rey de Ser-
via y pulilieada en el órgano oli-
cial del ejército.
Además de estas exigen-
cias, el gobierno austro-
húngaro formuló otras, aiin
más severas. Según ellas,
el reino de Servia debía
comprometerse á lo si-
guiente:
1." A suprimir cualquiera
publicación que excite el odio y
el desprecio hacia la monarquia
austro-húngara, y cuya tenden-
cia geni^ral se dirija contra la in-
tegridad territorial de aquélla.
2.° A proceder inmediata-
mente á la disolución de la aso-
ciación denominada Narodna Obrana, confiscando todos sus
medios de propaganda, y procediendo de la misma suerte con-
tra las demás sociedades y asociaciones servias que se dedican
á combatir á Austria-Hungría,
El Gobierno real servio adoptará las medidas necesarias
para que las sociedades disueltas no ])uedan continuar su fun-
cionamiento con distinto nombre y forma.
3." A eliminar iiunediatamente de la instrucción pública de
Servia, tanto en lo que se refiere al cuerpo de profesores como
á los medios de instrucción, todo lo que sirva y pueda servir
para fomtiiitar la propaganda contra Austria- Hungría.
4." A alejar del sím-vícío militar y la administración en ge-
neral á todos los oficiales y funcionarios culpables de propa-
ganda contra la monarquia austro-húngara, cuyos nombres y
hechos se reserva el Gobierno austro-húngaro por ahora para
comunicarlos oportunamente al Gobierno real de Servia.
5.° A aceptar la colaboración en Servia de los órganos del
Gobierno austro-húngaro para la supresión del movimiento
subversivo dirigido contra la integridad de la monarquía.
ALEJANDRO, PRÍNCIPE tlEREDBRO DE SERVIA
G.° A abrir una investigación judicial contra los cómplices
del com[)lot de 28 de Junio que se encuentren en territorio ser-
vio. Tomarán parte en esta investigación funcionarios delega-
dos del Gobierno austro-húngaro.
~.° A proceder urgentemente á la detención del comandante
Voislav Zankositcli y del llamado Milán /igaiiovitch, empleado
del Estado servio. eoiiipi-Diiietidos ambos en el proceso de Se-
ra j evo.
8." A imiiedir con mediilas eficaces el concurso de las auto-
ridades servias en el contrabando de armas y explosivos á tra-
vés de la frontera, y á licenciar y castigar severamente á los
funcionarios de servicio en la frontera, en .Scbabetz y Loznica,
culpables de haber a\ udado á los autores del crimen de Sera-
jevo facilitándoles el paso de la frontera.
9," A dar explicaciones al Gobierno austro-húngaro sobre
los conceptos injustos vertidos por altos funcionarios servios
tanto en Servia como en el extranjero, los cuales se han ex-
presado, no obstante su carác-
ter oficial, después del atentado
de 28 de .lunio. en términos hos-
tiles hacia la monar(|nía austro-
liúngara.
10. A advertir inmediata-
mente al GobieriKi austro hún-
garo la ejecuciíhi de todas las
medidas coni|)reiididas en los
artículos precedentes.
Aquí termina lo más in-
teresante de las exigencias
contenidas en la Nota, pero
todavía el gabinete de Vie-
na colocó al iinal un llama-
miento importante, pues
tiene un verdadero carác-
ter de iilUnuitiiDi:
Kl (iobieruo austro- húngaro
espera la respuesta del Gobier-
no real servio, lo más tarde has-
ta el sábado 2.") de este mes. á
las seis de la tarde.
Un plazo de 48 horas fué
todo lo que pudo conceder
Austria para contestar á su
petición repleta de amena-
zas. Dos días nada más para
decidirse entre la paz y la
guerra, para salvarse del
peligro de una invasión,
publicando inmediatamen-
te en el D'mriu Oficial la más humillante de las cons-
tricciones que se ha impuesto jamás á gobierno al-
guno.
Hay que fijarse en el alcance de las imposiciones
austríacas. Todo lo referente al esclarecimiento del
crimen de Serajevo, aunque formulado en un tono
irritante de amenaza, podía aceptarlo el gobierno de
Servia, deseoso del esclarecimiento de los hechos,
para demostrar la inexactitud de las encubiertas acu-
saciones dirigidas contra él. Pero ¿y la exigencia de
separar del servicio á todos los oficiales y funciona-
rios civiles que se hubiesen expresado alguna vez en
contra de los gobernantes austro-húngaros, enemigos
constantes de la raza servia?... ¿Y la pretensión inau-
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
23
dita de intervenir los delegados austriacos en la vida
interior de Servia, constituyendo una especie de Inqui-
sición para perseguir á todos los que no se mostrasen
afectos al Imperio?
Con la aceptación de las peticiones austríacas, todo
lo mejor del pueblo servio quedaba á disposición de la
venganza del Imperio. Jefes del ejército, magistrados,
profesores, periodistas, iban á ser perseguidos en su
propia casa, no por el atentado de Serajevo— pues esto
es de lo que menos se acordaba ya el gabinete de
Viena— , sino por lo que habían escrito ó habían ha-
blado durante diez años en defensa de la raza eslava
y en pro del engrandeci-
mieoto de su patria.
A pesar de lo desmesu-
radas que resultaban estas
exigencias, equivalentes
casi á un suicidio nacional,
el gobierno de Belgrado las
aceptó casi por completo,
como se verá más adelante.
Servia deseaba la paz,
aun á costa de su dignidad.
Quiso sacrificarse antes de
que sus intereses de peque-
ña nación produjesen un
conflicto europeo.
Quien no quiso la paz y
deseó el rompimiento y la
guerra desde la presenta-
ción de su Nota fué Aus-
tria-Hungría.
Los hechos que relatamos
á continuación lo demues-
tran claramente.
El Imperio austríaco,
eterno derrotado en todos
los campos de batalla, se
mostró desde el primer mo-
mento altivo, atropellador,
irreductible. Tenía enfrente
á un pueblo valeroso, pero
pequeño. Además, el Im-
perio aliado, la fuerte Alemania, estaba á sus espaldas
para protegerle y aconsejarle.
III
La alarma en Europa
Fué el jueves 23 de Julio cuando el gobierno aus-
tro-húngaro presentó á Servia una Nota amenazante.
Al día siguiente (viernes 24 de Julio) el ministro
de Negocios Extranjeros de Austria- Hungría, conde
Berchtold, por medio de los embajadores de su país
PEDRO I, REY DE SERVIA
ante las potencias europeas, puso en conocimiento de
éstas la Nota «verbal» dirigida al gobierno de Bel-
grado, acompañándola de otro documento en el que
intentaba explicar la actitud adoptada por el gabinete
de Viena.
Estos documentos fueron dirigidos á los gobiernos
de Alemania, Francia, Gran Bretaña, Italia, Rusia y
Turquía. Un detalle digno de tenerse en cuenta: Fran-
cia fué la primera potencia que recibió las Notas de
Viena, y las recibió con una gran anticipación sobre
las otras naciones. Los diplomáticos de la Triple
Alianza tenían prisa indudablemente en enterarla del
conflicto, para saber cuál
sería su actitud. Detrás de
Austria estaba Alemania,
todavía oculta, pero dis-
puesta á mostrarse con ges-
tos de amenaza tan pronto
como cualquiera potencia
intentase amparar á la pe-
queña Servia.
El documento austríaco
adjunto á la copia de la
Nota dirigida á Servia co-
menzaba recordando á las
potencias que el gobierno
servio en 1909 había reco-
nocido la anexión al Impe-
rio de Bosnia y Herzego-
vina, y luego decía así:
Al día siguiente de este reco-
nocimiento. Servia ha empren-
dido una política encaminada á
inspirar ideas subversivas á los
servios de la monarquía austro-
húngara, preparando de e.ste
modo la separación de los terri-
torios austro-húngaros limítro-
fes de Servia. Servia ha sido el
hogar de una agitación crimi-
Tial. No tardaron á formarse so-
ciedades y agrupaciones que de
una manera franca ó clandesti-
na se han dedicado á promover
desórdenes en el territorio aus-
tro húngaro. Estas sociedades y agrupaciones cuentan con ge-
nerales y diplomáticos entre sus miembros y hasta funciona-
rios del Estado y jueces; lo más saliente del mundo oficial y no
oficial de Servia.
El periodismo servio está por completo al servicio de esta
propaganda dirigida contra Austria-Hungría, y no pasa un día
sin que los órganos de la prensa servia exciten á sus lectores al
odio y al desprecio contra la monarquía vecina, y á atentados
dirigidos más ó menos abiertamente contra su seguridad y su
integridad. Un gran número de agentes sostienen por todos los
medios la agitación contra Austria-Hungría, corrompiendo á
la juventud en las provincias limítrofes.
En la mañana del mismo viernes 24 de Julio, el
embajador de Austria- Hungría en París, conde Szec-
sen de Temerin, se apresuró á presentarse en el Mi-
nisterio de Negocios Extranjeros, dejando una co-
'i4
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
pia de ambas Notas á
M. Bienvenu-Martin,
ministro accidental,
pues el ministro titular
y presidente del Conse-
jo de ministros, M. Re-
ne Viviani, estaba fue-
rSi de Francia desde el
1(5 del citado mes,
acompañando al presi-
dente de la Hepública
en su viaje de visita
á los soberanos de Ru-
sia, Noruega y Dina-
marca.
Inesperadamente se
presentó por la tarde
en el mismo Ministerio
el embajador de Ale-
mania, M. de Schoen.
Tambic^n éste tenía que hacer una comunicación po-
cas horas después que el representante austriaco.
M. Bienvenu-Martin lo recibió en presencia de
M. Felipe Berthelot, director adjunto de negocios po-
líticos y subsecretario accidental. Los dos diplomáti-
cos franceses presintieron que algo de grave impor-
tancia estaba próximo á salir de labios de su colega
alemán. La Triple Alianza iba á manifestar su verda-
dero pensamiento. Y el embajador Schoen, lentamen-
te, con cierta tristeza, comprendiendo la importancia
Kl. (IKMCUAI
l'ITMlv. .IKl'
DEL BJÉUClTi
de cada palabra caída
en el silencio del des-
pacho ministerial, el
valor representativo de
cada línea para la tran-
quilidad de Europa,
leyó su breve Nota. En
ella el gobierno de Ber-
lín declara:
1." Que !i|)rii('l);i cu .su
l'diuloy en su l'orm;i la Nota
(liriffida por Austria á .Ser-
via.
2.° Que espera que la
discusión quedará locali-
zada simplemente entre
Viena y Helj^rado.
3." Que si una tercera
¡yoteiicia intentase interre-
nir en la discusión, podría
resultar de esto una tensión
ffrare entre los dos grupos de potencias que existen en Europa,
Terminada la lectura se hizo un silencio penoso.
Luego el embajador y los dos franceses se saludaron
fría y cortésmente al separarse. Sabían lo que repre-
sentaba esta Nota. Podían considerarse ya como ene-
migos. El papel que Schoen guardaba en un bolsillo
al retirarse equivalía á un deseo manifiesto de rompi-
miento. O una inmovilidad deshonrosa, ó la guerra.
Iba á llegar para Europa el momento temido por
13 DM1, ESTA 1)1
O SEKVIO
ARTILLERÍA SERVL\
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
25
UN ESCUADRÓN DE CABALLERÍA SERVIA
(Kut. Kol)
unos y ansiado por otros durante cuarenta y cuatro
años.
a
Este acto diplomático produjo estupefacción al ser
conocido en París y luego en muchas capitales de
Europa.
El imperíalismo germánico hablaba de pronto con
una clarídad brutal. O Rusia abandonaba á los ser-
vios, que son de su raza, dejando que Austría los
aplastase con su superíorídad, ó Alemania, caso de no
ser así, avanzaría en apoyo del Imperío aliado, pro-
duciéndose como con-
secuencia la guerra eu-
ropea.
Y lo que hacía aún
más trascendental di-
cha actitud era que
Alemania se apresura-
ba á notificar esto á la
República francesa an-
tes que á ningún otro
país, con la clara in-
tención de prevenirla
del peligro que corría
manteniéndose aliada
de Rusia y dejando que
ésta interviniese en de-
fensa de los servios.
Resultaba visible que
todo el asunto austro-
servio, la presentación
EL GENERAL HOTZENDORF, JEFE DEL ESTADO MAYOR
DEL EJÉRCITO AUSTRÍACO
de la Nota amenazante á Belgrado, el plazo inaudito
de 48 horas para contestarla, la rapidez en comunicar
á Francia lo ocurrido con una amenaza de parte de
Alemania, era un plan concertado de antemano por
los dos Imperios para intimidar á la alianza franco-
rusa ó infligirle la humillación de una huida, abando-
nando ambas naciones á Servia en manos de Austria,
ó separándose Francia de Rusia, en cuyo caso ésta
tendría que batirse sola con la Triple Alianza.
El texto de todas las Notas de Austria estaba re-
dactado por el conde Esteban Tisza, el primer minis-
tro de Hungría, diplo-
mático agresivo y rudo,
en estrecha relación
con el gabinete de Ber-
lín y ganoso de imitar
las glorias de su com-
patriota Andrassy, co-
laborador de Bismarck
y uno de los fundadores
de la Triple Alianza.
Los gobiernos de Aus-
tria y Alemania apare-
cían francamente uni-
dos, pero no para una
solución conciliadora.
Deseaban valerse de
esta circunstancia, que
les parecía favorable,
para imponer á las po-
tencias adversarias
26
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
i—Él
LA CUESTIÓN DEL ITLSTBR
Bendiciendo las banderas de losfregimicntos de voluntarios
una humillación''mortal. Austria quería aprovechar el
momento para librarse por siempre de la vecindad
molesta de Servia, suprimiéndola... Alemania acep-
taba igualmente la buena oportunidad, para que Rusia
se cubriese de vergüenza abandonan-
do á un pueblo eslavo ó fuese á una
lucha armada, para la cual — según
su creencia— ni ella ni su aliada Fran-
cia estaban en condiciones' de prepa-
ración.
o
A pesar de los deseos de rompi-
miento que animaban manifiestamen-
te á los gabinetes de Viena y Berlín,
muchos creyeron que durante las 48
horas concedidas por Austria ú Servia
las potencias de Europa conseguirían
resolver el conflicto pacíficamente.
Sir Edward Grey, con toda la au-
toridad que proporciona la represen-
tación diplomática del pueblo britá-
nico, estaba trabajando por alcanzar
una solución favorable, no sólo cerca
del gabinete de Viena, sino con el Im-
perio alemán, que había adoptado esta
cuestión como si fuese suya.
Nadie podía creer que Alemania
aceptase abiertamente la triste misión
de guardar arma en mano todas las
avenidas para impedir la intervenciún
de la justicia, mientras Austria es-
trangulaba á la pequeña Servia.
Se dijo además que Guillermo II,
aunque aprobaba el ulriniatum aus-
tríaco, no había conocido su texto en
el primer momento y que al leerlo lo
juzgaba severo en demasía. Algunos
hasta esperaban que influyese bonda-
dosamente en el ánimo del emperador
de Austria, haciéndole aceptar una so-
lución pacífica.
¡Vanas ilusiones! El momento es-
cogido para el vltimatii m daba á sos-
pechar las verdaderas intenciones de
los dos Imperios. Todo se mostraba
favorable para ellos. Las potencias
adversas á su política dominadora se
veían en una situación difícil. En In-
glaterra la cuestión del Ulster amena-
zaba con una guerra civil casi inme-
diata. Un verdadero ejército de irlan-
deses protestantes, enemigos de sus
compatriotas católicos y autonomis-
tas, esperaba armado y disciplinado
el momento de sublevarse contra el
gobierno. En Rusia acababan de es-
tallar huelgas imponentes y la crisis
obrera iba tomando el carácter de una
rebelión. El presidente de la República francesa y el
jefe del gobierno, ministro de Relaciones Exteriores,
estaban navegando en el mar Báltico de vuelta de
Rusia, lejos de su país y privados de iutervenir eficaz-
LOS VOLUNTARIOS DEL ULSTER
HISTORIA DB LA GUERRA EUROPEA DE 1914
2?
mente en su dirección. Estas venta-
jas eran en gran parte previstas y
en otra parte fortuitas, debidas á la
casualidad; pero todas por igual ser-
vían á los intereses y las arrogan-
cias austro-germánicas.
Un deseo más vasto y no menos
generoso que el de vengar el asesi-
nato de Francisco Fernando impul-
saba á los dos Imperios. El inespe-
rado suceso de Serajevo les había
servido de pretexto inicial.
Unas semanas después la casuali-
dad volvía á trabajar en favor de la
Triple Alianza, poniendo á su alcance
las potencias del Triple Acuerdo en
una situación embarazosa, preocu-
padas de su vida interior y sin poder
atender libremente á los asuntos ex-
teriores: Inglaterra en los comienzos
de una guerra civil; Rusia con ame-
nazas de revolución; Francia casi
sin gobierno.
Llegaba para Alemania — cuando
menos podía sospecharlo — la ansia-
da ocasión de abatir de un golpe (el
golpe rápido y fulminante de su tác-
tica militar) á las potencias adver-
sas, eterno obstáculo de sus ensue-
ños de dominio universal.
La reclamación de Viena á Bel-
grado no era mas que el primer epi-
sodio de algo más grande concebido
bajo la inspiración de las circunstancias y pronta-
mente ejecutado.
Raramente volvería á presentarse una ocasión tan
favorable para obligar á las naciones hostiles á humi-
llarse ante la Triple Alianza y reconocer su superio-
ridad.
Y si intentaban resistirse á la humillación... ¡la
guerra!... una guerra iniciada con rapidez, de seguro
é inmediato triunfo sobre unos enemigos que, por el
momento, estaban dispersos, sin preparación, ocupa-
dos en sus cuestiones internas.
Por esto la diplomacia de Viena á cara descubierta
y la de Berlín con sus ocultas inspiraciones sólo qui-
sieron conceder plazos de breves horas para respues-
tas que exigen maduro examen.
Por esto trataron la suerte de los pueblos con la
rapidez de una operación de Bolsa, disponiéndose
para la guerra antes de conocer la suerte de las peti-
ciones austríacas, con el deliberado propósito de tener
por inaceptable y ofensivo lo que pudiese contestar
Servia.
¡O la sumisión ó la guerra!... Pero á toda prisa; en
el curso de unas cuantas horas; antes de que las po-
tencias contrarias hubiesen podido agruparse y po-
nerse de acuerdo.
EL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA FRANCESA, M. POINCARE, CON EL ZAR
DE RUSIA, AL DESEMBARCAR EN PBTERHOF
IV
Negativa de Austria á una petición de Rusia. — Alar-
ma en París. — La contestación humilde de Servia.
— Austria declara la guerra.
Llegó el sábado 2.5 de Julio. A las seis de la tarde
expiraba el plazo de 48 horas exigido por Austria para
recibir la contestación del gobierno servio.
El telégrafo había hecho conocer en la noche ante-
rior un intento de intervención de Rusia. El gobierno
ruso, por medio de su embajador en Viena y del em-
bajador de Austria en San Petersburgo, rogó al gabi-
nete austríaco que prolongase por unos días el plazo
concedido á Servia, alegando la escasez de tiempo
que representaban 48 horas para el estudio y res-
puesta de las numerosas reclamaciones contenidas
en el ultiinatmii .
Los periódicos de Viena, al comentar la petición
de Rusia, dijeron así, reflejando la voluntad de su
gobierno:
El gobierno austro-liúnt^aro ha rehusado acceder á la peti-
ción (le Rusia de un nioiio tirme, pero cortés.
Kl gobierno austro-húngaro se mantiene y se mantendrá en
el punto de vista siguiente: que el arreglo de sus cuestiones
28
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
EL DEFENSOR DE SEUVTA. El, ZAR DE UÜSIA, NICOLÁS II
con Servia constituye un asunto que no interesa á nadie mas
que 6. Austria-Hungría y á Servia. La monarquía austro-liún-
gara está decidida desde el principio de la cuestión á mante-
nerse en este punto de vista, xean cuales sean las circunslan-
cias. y (í rechazar loda lentalira de intervención.
La actitud de Austria era clara y firme. Conceder
un plazo más largo equivalía á dar tiempo á la diplo-
macia europea para mezclarse en el asunto. Y de per-
mitir una intervención extranjera, tendría que mode-
rar sus propósitos, aceptando las explicaciones de
Servia y una solución pacífica. No; el asunto intere-
saba á los dos gobiernos únicamente. Debían dejar
solos al Imperio enorme, de peso abrumador, y á la
pequeña nación predestinada á la muerte.
Rusia, protectora natural de los pueblos eslavos,
no tenía por qué intervenir — según el gobierno aus-
tríaco— en este conflicto, originado realmente por un
antagonismo de razas. Debía presen-
ciar con indiferencia cómo sacrifica-
ban á uno de su sangre.
París empezó á alarmarse con es-
tas noticias.
Presintieron muchos que algo muy
grave iba á ocurrir para la paz de
Europa. El gobierno ruso no podía
tolerar fríamente que Servía fuese
atropellada y sacrificada, y una in-
tervención suya contra el Imperio
austríaco arrastraría á Francia como
aliada, y haría avanzar igualmente
^^^ por el lado opuesto al Imperio ale-
S^W man, surgiendo la guerra inevita-
IjliS blemente.
' Muchos, con ün optimismo senti-
mental, se oponían á esta idea, como
si la guerra fuese algo monstruoso,
impropio de nuestros tiempos. Espe-
raban una mediación, á última hora,
de las potencias. Confiaban en los
consejos de Alemania á su aliada...
¡Todo menos la guerra!
En unas cuantas horas la amenaza
del conflicto europeo ganó la aten-
ción de París, haciendo pasar á se-
gundo término otro asunto que traía
preocupados ú los parisienses, y por
acción refleja á una gran parte del
mundo, pues sabido es la resonancia
mundial que adquieren todas las
ideas y sentimientos de la metrópoli
francesa.
Se estaba desarrollando on aque-
llos días la vista del proceso de ma-
dame Caillaux, autora de un aten-
tado mortal contra el periodista Cal-
mette, director de Le Finara, á raíz
de la campaña hecha por éste contra su esposo, el
ministro Caillaux. El proceso había caldeado los áni-
mos. Desde meses antes, la opinión aparecía dividida
en Francia, según las opiniones políticas de unos y
otros. La discusión de un simple delito tomó, por la
categoría de las personas que figuraban en él, la im-
portancia de una lucha de partidos. Las sesiones de la
vista del proceso terminaban tumultuosamente fuera
del Palacio de Justicia, cou luchas entre los opuestos
bandos, heridos y cargas de la policía.
Esta efervescencia, que empezaba á recordar la
época tumultuosa del proceso Dreyfus é iba marcando
una separación entre avanzados y conservadores, fué
tal vez apreciada en Viena y Berlín como una demos-
tración más del desconcierto en que vivía Francia y
su imposibilidad de defenderse por medio de una acción
unánime.
(I'ol. Meurisse)
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
29
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30
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
ANTES DE r,A GUERRA
GiiMlt'imo II y el rey de Inginlerrn en una calle de Londres. El kaiser lleva en
de feldmariscal
Pero contra tales cálculos, el proceso Caillaux per-
dió instantáneamente todo interés á las veinticuatro
horas de haberse planteado la cuestión austro-servia.
En los bulevares se formaron grupos ansiosos de noti-
cias, í'rente á las redacciones de los grandes periódi-
cos se apiñaba el gentío esperando la aparición de los
telegramas en pizarras y transparentes. La inquietud
empezó á dominar á París. Todos los que se preocupan
del equilibrio internacional pusieron su pensamiento
desde mediodía en lo que estaba ocurriendo en Viena
y Belgrado.
Esta zozobra se reñejó en la Bolsa, donde se pro-
dujo un verdadero pánico al lanzarse á la venta enor-
mes cantidades de valores sin encontrar comprador.
Todos los títulos sufrieron las consecuencias de la
baja general,. y hubo que pensar en la adopción de me-
didas enérgicas para que no ocurriese una catástrofe.
En este día se empezó á hablar de la necesidad de
suspender la liquidación de valores de fin de mes, pro-
longándola hasta fines de Agosto.
La impaciencia y la curiosidad
ansiaron durante toda la tarde que
sonasen las seis, hora en que termi-
naba el plazo marcado para la res-
puesta diplomática.
¿Qué diría Servia?
¿Qué haría Austria?
¿Era posible en estos tiempos una
guerra europea?...
Antes de las seis de la tarde el go-
bierno servio entregó su respuesta á
la Nota austríaca.
Es un documento digno de ser leí-
do y recordado — á pesar de su ex-
tensión— , pues demuestra el espí-
ritu conciliador del gobierno servio
y su deseo de no servir de motivo á
una confiagración europea. Casi pue-
de decirse que es un documento hu-
milde. Servia admite las exigencias
del enemigo, se muestra dispuesta
á aceptar todas sus reclamaciones,
pasa por alto las amenazas, explica
su conducta.
Dice así la respuesta servia:
Kl Gobierno real servio lia recibido la
Nota del Gobierno real é imperial, fechada
en 10-23 del corriente (1), y tiene el con-
vencimiento de que su respuesta disipará
todos los equívocos que amenazasen rom-
per las buenas relaciones existentes entre
Austria-Huugria y el reino de Servia.
El Gobierno real servio no ignora las pro-
testas que se han producido en la tribuna
de la Asamblea nacional, asi como también
las declaraciones y los actos de los repre-
sentantes responsables del Estado, protes-
tas todas que fueron interrumpidas por la declaracitin del Cío-
bierno servio de 18 de Marzo de 1909 y que en ninguna otra
ocasión se han renovado.
Desde entonces el Gobierno real ha de hacer constar (lue,
ni por parte de los Ciobiernos que se han sucedido en el Poder
ni por la de sus periódicos, no ha habido ninguna tentativa
para producir un cambio en el estado politice de la Bosnia y de
la Herzegovina.
Una sola reclamación formuló el Gobierno imperial en todo
este tiempo respecto á un libro escolar, é inmediatamente tuvo
como respuesta una entera satisfacción.
En numerosas ocasiones ha dado Servia la prueba de su po-
lítica pacífica y moderada durante toda la crisis balkánica.
Gracias á Servia y á los sacriflcios ([ue hizo en pro de la paz eu-
ropea, esta paz ha i)odido mantenerse. El Gobierno real servio
no puede hacerse responsable de manifestaciones de carácter
privado, como son artículos de periódicos, propaganda de cier-
tas sociedades, en íin, manifestaciones que se producen en to-
dos los países del mundo y que generalmente burlan siempre
la vigilancia olicial.
(Ful. lioli
la diestra el bastón
(I) Esl;i doble fecli.i representa la diferencia entre el calendario niso,
aduptadu en Si-rvia. y el i|no está en uso en la Europa occidental.
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
*^ f
oí
Hay que recordar que el Gobierno real
servio, al discutir todas las cuestiones pen-
dientes entre Servia y Austria-Hungría, se
prestó siempre á complacerla en sus de-
seos. De este modo ha ayudado á resolver-
los siempre, con el propósito de contribuir
al mayor progreso de los pueblos vecinos.
Por todas estas razones, el Gobierno real
ha sido dolorosamente sorprendido por
ciertas afirmaciones, según las cuales va-
rias personas dependientes del reino' de
Servia han tomado parte en la preparación
del atentado de Serajevo.
El (iobieruo real esperaba que le invita-
sen á cooperar en las investigaciones con-
cernientes á todos los detalles que se refie-
ren á aquel crimen. El Gobierno probará
con actos que está dispuesto á proceder
contra las personas de que se ha hablado.
Deseoso de acceder al deseo del Gobierno
imperial y real, el Gobierno real servio está
dispuesto á llevar ante los tribunales de
justicia á cualquier subdito servio, sea cual
fuere su situación y su rango, cuya com-
plicidad en el crimen de Serajevo esté com-
probada.
El Gobierno servio se compromete, par-
ticularmente, á publicar en la primera pá-
gina del Diario ({ficial, con fecha de 13-26
de Julio, la siguiente declaración:
«El Gobierno real de Servia condena toda
propaganda dirigida contra Austria-Hun-
gría, es decir, el conjunto de tendencias que pudieran tender
á la desmembración de los territorios que forman parte de Aus-
tria-Hungría.
ANTES DB LA (lUERRA >■•"<"■ ^'e""=*«c)
El kaiser dando la mano al general francés Pau en las üllimas maniobras militares
celebradas en Suiza
»E1 Gobierno real deplora sinceramente las consecuencias
terribles de esta actividad criminal.
»E1 Gobierno real lamenta que ciertos oficiales y funciona-
rios servios, según se desprende de lo que comunica el Gobier-
no imperial y real, hayan participado en dicha propaganda,
comprometiendo las relaciones que se había obligado á guardar
el Gobierno real en su declaración de 31 de Marzo de 1909.
»E1 Gobierno servio, que desaprueba y repudia toda idea de
intrusión en el destino de los habitantes de todas las regiones
de Austria-Hungría, considera como su deber advertir oficial-
mente á los oficiales y funcionarios y á toda la población del
reino, que en adelante procederá con todo rigor contra las per-
sonas que resulten culpables de semejantes actos y los repri-
mirá enérgicamente.
»Esta comunicación será puesta en conocimiento del ejér-
cito real por medio de una orden del día, publicada á nombre
de Su Majestad por el principe heredero Alejandro. Dicha co-
municación será impresa en el próximo número del Boletín
O/ciul del Ejército.»
Además, el Gobierno real servio ofrece someter en la pri-
mera sesión de la Shoupchtina (1) una enmienda á las leyes de
prensa, castigando los artículos que sean susceptibles de pro-
ducir sentimientos de odio contra la monarquía de Austria-
Hungría. Del mismo modo perseguirá todo lo que tienda contra
su integridad territorial:
1." El Gobierno real se compromete, con motivo de la revi-
sión de la Constitución que ha de efectuarse en breve, á intro-
ducir en el artículo 22 una enmienda que permita secuestrar
dichas pul)l¡cacioncs. lo que no es posible aliora, según los tér-
minos cat(;góricos del citado artículo, todavía en vigencia.
2.° El Gobierno imperial y real no ha ofrecido todavía al Go-
bierno real servio la prueba de que la sociedad Narodna Obrana
y las otras sociedades similares han cometido hasta el presente
actos criminales por medio do sus miembros. Á pesar de esto,
ol Gobierno real aceptará la petición del (iobieruo imperial j-
A>iTE.S DB I,A GTIKKUA
|EI kaiser saludando al zar de Kusia
(I) Shoupchtina es el uombre del I'.-irl,imento servio.
32
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
EL PRESIDENTE DE LA UEI'ÚULICA FRANCESA, 51. I'OINCAUÉ, CON EL I'IU^CU'E DE CALES, AL DESEMBARCAR EN INGLATERRA
(Fot. Rol)
real y disolverá la sociedad Narodna Ohrana y cualquiera otra
que pueda promover aifitacióii contra Austria.
',i.° El Gobierno real servio se obliga á eliminar iiniKMliata-
meiite de la instrucción pública de Servia todo lo iiue pue<la
servir para fomentar la propaganda contra Austria-Hungría,
cuando el Gobierno imperial y real le ofrezca los iiechos y las
pruebas de esta propaganda.
4.° El Gobierno real acepta también el alejar del servicio mi-
litar á todos aquellos que la investigación judicial pruebe que
son culpables de actos dirigidos contra la integridad del terri-
torio de la monaniuía austro-húngara, y confia en que el Go-
bierno imperial y real le comunicará ulteriormente los nom-
])res y los hechos de estos olieiales y funcionarios, á los fines
del procedimiento que del)e incoarse.
5.° El Gobierno real declara que no se da una cuenta clara
del sentido y el alcance de la demanda que hace el Gobierno
imperial y real para que Servia se obligue á aceptar en su te.
rritorio la colaboración de órganos del Gobierno imperial y real.
Pero declara igualmente que admitirá cualquiera colaboración
que responda á los principios del derecho internacional, al pro-
cedimiento criminal y á las buenas relaciones de vecindad.
C.° El Gobierno real, como es lógico, cree de su deber abrir
una investigación contra todos aquellos que puedan hallarse
mezclados en el complot del 28 de .Tunio y que se encuentren en
el territorio del reino, lín cuanto ala participación en este proce-
dimiento de los delegados de las autoridades austro-húngaras, el
Gobierno real no pueiie. aceptarla, porque esto significaría una
violación de la Constitución y de la ley de procedimientos crimi-
nales. Sin embargo, eu casos concretos, podria darse comunica-
ción de los resultados del proceso á los órganos austro-húngaros.
1.° El Gobierno real servio ha procedido, la noche misma de
la entrega de la Nota, á la prisión del comandante Voislav /,an-
kositch. En cuanto á Milán Ziganovitcb, subdito de la monar-
((uia austro-húngara y (jue hasta el 2S de .lunio estaba emplea-
do como aspirante en la dirección de ferrocarriles, no ha podido
ser habido. Se ruega al Gobierno imperial y real que dé á cono-
cer en la forma acostumbrada, lo más pronto posible, las pre-
sunciones de culpabilidad, así como las pruebas eventuales ile
culpabilidad recogidas hasta hoy en la investigación de Sera-
ievo. para los fines de los procedimientos ulteriores.
8.° El Gobierno servio reforzará y extenderá las medidas to-
madas para impedir el contrabando de armas y de explosivos á
través de la frontera. Asimismo ordenará en seguida una inves-
tigación y castigará severamente á los funcionarios de la fron-
tera, en la línea Sehabae-Loznica. que faltaron á su deber de-
jando pasar á los autores del crimen de Serajevo.
9.' El Gobierno real dará con gusto toda clase de explicacio-
nes sobre los conceptos que sus funcionarios, tanto en Servia
como en el extranjero, hayan vertido en interviús después del
atentado de .Serajevo. y que. según la afirmación del (iobierno
imperial y real, fueron hostiles para la monarquía de .Austria-
Hungría. Tan pronto como el Gobierno imperial y real le haya
comunicado los textos en cuestión, y tan pronto como haya
demostrado que las frases molestas fueron i)roferi(las realmente
por dichos funcionarios, el Gobierno de Servia procederá contra
ellos luego de recoger por su parte pruebas y convicciones.
10. El Gobierno real servio comunicará al Gobierno imperial
y real la ejecución de las medidas comprendidas en los extremos
precedentes, en lo que no haya sido hecho por la presente Nota.
Á medida que se vayan ejecutando las órdenes, si al Gobierno
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
33
imperial y real no satisface la presente
respuesta, el Gobierno real servio, consi-
derando que no es conveniente para el
interés común precipitar la solución de
este conflicto, está dispuesto como siem-
pre á aceptar un acuerdo pacifico, some-
tiendo la cuestión al tril)unal internacio-
nal de La Haya ó á las grandes potencias
que tomaron parte en la elaboración de
la declaración que el Gobierno servio hizo
en 18 31 de Marzo do 100!).
D
Como se ve, el gobierno servio
estaba dispuesto á aceptar todas las
reclamaciones de Austria, pasando
por la prueba durísima de desauto-
rizar y perseguir á los militares,
profesores y periodistas que se ha-
bían expresado en ciertas circuns-
tancias contra el Imperio opresor de
su país. Sólo á una petición opuso
una negativa firme: la de permitir
que jueces y policías austríacos en-
trasen en Servia á procesar y juz-
gar á los naturales del país. ¿Qué
nación no se hubiese negado igualmente? Consentir
esto significa tanto como abdicar de la independencia
y someterse á una verdadera conquista. Un Estado que
tiene tribunales, antes perecerá por la guerra que per-
mitirá que otro Estado le envíe jueces para que juz-
guen á sus subditos.
El gobierno de Servia, después de conceder todo lo
posible, hasta tocar en los límites de la humillación
por no ser causa de un conflicto europeo, termina su
documento sometiéndose al arbitraje de las potencias
ó del tribunal de La Haya,
á la sentencia de un tercero
que estudie el asunto y dé
con toda calma una solu-
ción pacífica.
Pero el Imperio austríaco
no tenía interés alguno en
resolver la cuestión bonda-
dosamente. Deseaba un pre-
texto para invadir á Servia.
Y el Imperio alemán, oculto
á sus espaldas, tampoco
tenía interés en mantener
la paz europea, viendo en
las circunstancias presen-
tes un momento propicio
para la satisfacción de sus
ambiciones.
El ministro de Austria-
Hungría en Belgrado, al re-
cibir el documento de res-
puesta del gobierno servio,
declaró que debía compa-
rarlo con las instrucciones
SOLDADO SERVIO Quc había recibido de Vie-
RESBUVISTA SERVIO GUARDANDO UNA VIA FÉRREA
(Fot. Rol)
na, y que así que lo hiciese daría una respuesta defi-
nitiva sobre la cuestión.
Poco después, el ministro austríaco se presentó en
el Ministerio de Negocios Extranjeros, para declarar
que no encontrando satisfactoria la respuesta del go-
bierno servio, se ausentaría en la misma noche de
Belgrado con todo el personal de su legación. De los
archivos de ésta, así como de la protección de los
subditos austro- húngaros en Servia, se encargaría el
ministro de Alemania en dicho país. Fué inútil todo
intento de explicaciones. El representante austríaco
terminó diciendo que las relaciones diplomáticas de-
bían considerarse enteramente rotas desde aquel mo-
mento entre Servia y Austria-Hungría.
A nadie extrañó en Belgrado esta conducta. Todos
estaban convencidos de que, fuese cual fuese la res-
puesta de Servia, el Imperio austríaco deseaba llegar
al estado de guerra como única solución.
El gobierno servio estaba tan convencido de que
todo cuanto hiciese sería inútil, que antes del rompi-
miento diplomático empezó á tomar sus precauciones
de defensa. El rompimiento fué á las seis de la tarde.
A las tres, había ordenado la movilización del ejército.
La corte y los ministros se apresuraron á abando-
nar inmediatamente la capital, trasladándose á Kra-
guyevatz.
Belgrado está enclavado en la misma frontera de
Hungría, á orillas del río Save, en su confluencia
con el Danubio. Las orillas fronterizas por los dos
lados de la ciudad pertenecen á Austria. Basta pasar
el puente del ferrocarril para entrar en Servia; y la
primera tierra servia que se pisa es la de los arra-
bales de Belgrado. La nación empieza en las prime-
ras bocacalles de su capital. De aquí la rapidez con
que se retiraron los poderes directores de Servia
34
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
EL CONDE BEIirMITOI.U
Mlnlslro austríaco de Negocios Exiranicros
con todos BUS archi-
vos y tesorerías, para
no ser objeto de uu
golpe de mano del
enemigo.
La guarnición de
Belgrado buscó posi-
ciones para defender
los pasos del Save.
I, a guerra entre
Servia y Austria iba
á empezar, como un
breve prólogo de la
gran guerra europea.
La hora grave. Oplimismos y pesimismos.
Las primeras manifestaciones
Se desarrollaron los sucesos con tanta rapidez,
pasó Europa tan violentamente de la calma á la in-
quietud, que muchos, en su estupefacción, no quisie-
ron aceptar la realidad, aferrándose á la esperanza de
un posible arreglo surgido á última hora.
Era indiscutible que Austria amenazaba á Servia
con una guerra; pero una guerra no se declara con
sólo desearla. Existen los compromisos de las alian-
zas, y Alemania aún no había hablado. Antes bien, su
silencio lo interpretaban muchos como una muestra
de reprobación. La posibilidad de una guerra europea
no podía ser aceptada por los demás. La consideraban
algo inverosímil, que todas las potencias tendrían
buen cuidado de evitar. Seguramente que antes de
dispararse el primer tiro los diplomáticos encontrarían
un arreglo.
Algunos, más serenos y por lo mismo más pesimis-
tas, veían claro en la situación. El hecho de avisar Ale-
mania al gobierno francés, antes que á ningiio otro
gobierno, que toda intervención en el asunto austro-
servio produciría, según las palabras de su emba-
jador, «consecuencias incalculables», constituía una
amenaza.
Clemenceau, en su diario El Hombre Libre, dijo así:
«Se puede discutir, ergotizar, construir castillos de
hipótesis, buscar medios para enternecer á los enemi-
gos, acusar á unos y absolver á otros, censurar á Gui-
llermo II, al conde Borchtold, á los diablos del infier-
no, á todos los que quieran, pero por encima de todo
ello existen dos hechos sin discusión posible: 1.° Eu-
ropa se ha dejado sorprender en pleno descuido.
2.° Austria, dando sólo cuarenta y ocho horas á Servia
para aplastarse ante ella con ó sin resistencia militar,
ha hecho ver de un modo claro á todos los hombres
que aún queden de buen sentido, que estaba decidida
á agrandar y exagerar este incidente á toda costa y
á arrostraren compañía de Alemania las consecuen-
cias de su resolución. Es sobre esto en lo que hay que
ba.'^aree, y no sobre quiméricas esperanzas, que sólo
sirven para que tuda clase de debilidades disimulen el
mayor tiempo posible el resultado de sus fracasos.
»E1 hecho de que el Triple Acuerdo, sin una diplo-
macia firme, sin otras vistas comunes que las desús
miedos á plazo más ó menos corto, y sin otra política
que la de la parquedad y una exagerada prudencia,
así en la preparación de los armamentos como en las
operaciones de las cancillerías, se ha dejado sorpren-
der, permitiendo al enemigo buscar á su gusto el día
y la hora de la agresión, es un hecho indiscutible ya
para la Historia.»
Frente á este pesimismo de Clemenceau y de otros
políticos que consideraban inevitable la guerra, la opi-
nión generiil siguió mostrándose optimista durante el
domingo 2() de Jdlio.
Los que hasta el día anterior se habían mirado
hostilmente por las agitaciones del proceso Caillaux ó
las divergencias de opinión política, empezaron á tra-
tarse con benevolencia á impulsos de un sentimiento
superior, olvidando los ultrajes recientes. «Vamos á
tener guerra.» «La guerra va á venir...» Pero todos,
al mencionar este peligro, lo liaeían con cierta duda.
Hablaban de la guerra como se habla de la muerte,
con la sfguridad de que es algo inevitable, pero que
llegará no se sabe cuándo. La paz de Europa no es-
taba comprometida aún irreparablemente. Tal vez la
diplomacia, que en tantas ocasiones había salvado la
tranquilidad continental, conseguiría elevar una vez
más barreras insalva-
bles entre los dos ene-
migos.
Durante el domin-
go, el gobierno tran-
ces adoptó varias me-
didas de simple pre-
(•aución. Los minif-
tros, faltos de la pre-
sencia del presidente
de la República y del
jefe del gobierno, no
se reunieron por la
mañana en el Minis-
terio de Negocios Ex-
tranjeros. Messimy,
ministro de la Guerra,
conferenció cou el ge-
neral Joffre, generalí-
simo de los ejércitos,
y el general Michel,
gobernador militar de
París. Todos los jefes
de cuerpo fueron lla-
mados á ocupar sus
puestos. El ministro ^.j^ conde szkcsbn dk tembrin
de Marina, M. GaU- Embajador de Austria en París
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
S5
thier, dictó órdeaes análogas. El de
Hacieuda, M. Noulens, trabajó todo
el día en sus oficiaas para poner en
movimiento extraordinario los or-
ganismos administrativos.
El prefecto de policía, M. Hen-
nion, reforzó los puestos de seguri-
dad y ordenó el servicio permanen-
te en todas las comisarías de París,
temiendo una manifestación de los
antimilitaristas y de los enemigos
de la guerra, desorientados aún so-
bre el verdadero alcance de los su-
ceso?, creyendo de buena fe que el
conflicto próximo era obra exclu-
siva de los gobiernos y que podría
evitarse haciendo un llamamiento
a las masas obreras internaciona-
les amigas de la paz.
La actitud de Alemania era equí-
voca y obscura. Su embajador en
París se avistó varias veces con los
ministros franceses, manifestando
de viva voz que su gobierno desea-
ba la paz y que todos debían traba-
jar unidos para mantenerla.
¡Y á la misma hora que intentaba
adormecer al gobierno francés con
estos buenos propósitos, se estaba
efectuando en Alemania una movi-
lización oculta del ejército!...
Todos sus deseos de paz se limi-
taban á palabras, sin querer pasar
á los hechos. Cuando las potencias
MOMENTO DECISIVO. LA NOTA DE ALEMANIA
, . . El barón de Schcen , embajador de Alemania en París, leyendo á M. Bienvenu-Marlin, ministro de
pedían a Alemania que innuyese en lusücia, encargado de la carlera de «elaciones Exteriores en ausencia de M. Viviani. una Nota del
,, . , . gobierno alemán declarando que toda intervención en el asunto austro-servio producirla ■consecuencias
SU aliado de Viena dándole conseíos incalculables.. , „
. •' (De ¿7í/iif/rrt/i(//i de París)
de moderación con la certeza de que
serían escuchados, el gabinete de Berlín salía del paso el principio del conflicto. Un viaje en yate por las cos-
añrmando que el asunto era únicamente de Austria y tas de Suecia había escamoteado su persona á todas
Servia, y él no tenía por qué mezclarse. En cambio las gestiones pacíficas. Tal vez fué una casualidad
indicaba que para mantener la paz lo que debían ha- fatal. Pero más verosímil parece que este viaje opor-
cer las potencias era influir cerca del gabinete de San tuno fué emprendido al prepararse el conflicto austro-
Petersburgo, aconsejándole que permaneciese quieto servio con la Nota impulsiva de Austria, conocida y
é indiferente ante el cocflicto. aprobada de antemano por el gobierno de Berlín. Al
Si le proponían una acción doble y común sobre estar ausente Guillermo II, se evitaba una interven-
Rusia y sobre Austria al mismo tiempo para hacerlas ción directa en el asunto. De alcanzar éste una so-
llegar aun acuerdo, el gobierno alemán volvía á excu- lución á gusto de los dos Imperios, podría aparecer
sarse manifestando que nada tenía que decir á su alia- oportunamente para gozarse en la humillación de las
da. Y después de negarse de este modo á toda gestión potencias adversas y ofrecerse una vez más á la pú-
amistosa, seguía hablando de sus buenos deseos en blica admiracióa como el gran mediador de las solu-
pro de la concordia europea. clones pacificas. En el caso de sobrevenir el rompí-
La posibilidad de la guerra ó de la paz dependía miento, le sería fácil mostrarse limpio de toda culpa
de Guillermo II. Si éste aconsejaba á Austria que no en este gran conflicto, diciendo que la guerra había
se mostrase tan arrogante, valida del apoyo alemán, surgido inevitablemente durante su ausencia,
el gabinete de Viena se tornaría conciliador. Pero el La prueba de que, aun permaneciendo invisible,
kaiser nada podía decir, porque estaba invisible desde influyó como siempre en la dirección de su país, la da
36
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
r.OS nos ALIADOS
BL KAISER, GUILLERMO II
el hecho de que desde el 20 de Julio comenzaron á la
sordina en todo el Imperio alemán los preparativos de
guerra. o
Otra demostración de que los dos aliados deseaban
esta guerra y la tenían preparada desde mucho antes,
esperando una ocasión propicia, la proporcionaron los
mismos pueblos sometidos á ellos.
¡Mentirosas é inútiles todas las afirmaciones de
Guillermo II y Francisco José para presentarse como
amigos de la paz, que se han visto impulsados á la
guerra por las malas artes de sus enemigos!
Durante luengos aüos de militarismo dominador,
ambos soberanos — especialmente el de Alemania —
han educado á sus subditos en la esperanza de la gue-
rra, como único medio de conseguir la grandeza na-
cional. El alma de sus pueblos ha sido semejante á
esos almacenes de materias explosivas en los que basta
el roce de un insecto, un simple cambio de tempera-
tura, el choque más insignificante, para que se pro-
duzca el cataclismo.
El Imperio alemán, educado para la guerra y vien-
do en ella la concreción de sus proyectos mundiales,
ha estado sufriendo años y aüos, porque cierto pudor
á que se ven obligados muchas veces los gobiernos,
por soberbios que sean, no le permitía marchar bru-
talmente al planteamiento de sus proyectos belicosos.
Había que preparar una oportunidad para fingirse
agredidos, y el atentado de Serajevo proporcionó la
ocasión ansiada. Después, los dos gobiernos compli-
caron sus consecuencias diplomáticas, evitando toda
intervención para que no fuese solucionado pacífica-
mente.
Alemania, país autoritario que ha declinado todo
pensamiento en su emperador, quería la guerra y la
esperaba impaciente, porque tales eran las miras de
su soberano (1). 1)3 haber deseado éste la paz, Alema-
nia habría sido pacifista. ¿A qué, pues, la hipocresía
de presentarse ante el mundo como un buen apóstol
que se ve incitado, contra su voluntad, á hacer la
guerra? ¿Por qué no confesar brutalmente el deseo de
que se cumpla la orguliosa profecía del himno amado
de los alemanes, Dculsehland ¡Ihcr alies (Alemania
sobre todos; Alemania sohre el mundo)? ¿Por qué no
formular claramente la monstruosa aspiración que late
en el alma germánica de dominar Europa entera y que
todos los pueblos sean feudatarios de Berlín?...
Apenas en la noche del 25 de Julio circuló por
Viena la noticia de que el gobierno no aceptaba las
excusas de Servia y había declarado rotas las rela-
ciones diplomáticas, la muchedumbre prorrumpió en
(1 I MiK'lios extranjeros residentes en Alcm.inia antes do la opuerra
lian deilaradn cómo el pueblo alemán la deseó apenas se hubo iniciado
el eonflieto austro-servio, y cómo fueron movilizadas sordamente las
tropas con diversos pretextos, mientras sus diplomáticos sefjruian h.a-
blando de paz.
Vo puedo servir i<rualmcnte de testiíjo contra las liipócritas afir-
maciones de los alemanes, que adoptan el papel simpático do agredi-
dos, fingiendo que han declarado la guerra contra su voluntad, por
defender únicamente su territorio de peligros imaginarios.
El 29 de Julio, tres dí.as antes de declararse esta guerra, desembar-
qué en Francia. Venía de Buenos Aires en un trasatlántico alemán.
La mayor parte de los pasajeros pertenecían á dicha nacionalidad. Al
transmitir el telégrafo sin hilos las noticias del iilliiiuitm» de Austria
y el rompimiento con Servia, hubo á bordo grandes explosiones do
entusiasmo. «¡La guerra!... ¡.-\1 fin llega la guerra!-', clam.aban alboro-
zados los alemanes, celebr.indo este suceso con brindis y champaña.
No vcnian-cn el buque' grandes personajes que pudiesen revelar
secretos diplomáticos, pero sí ricos comerci.antes do Hamburgo, abo-
gados, rentistas, gentes pertenecientes á una clase acomodada y culta,
que puede reflejar el sentimiento dominante do su nación. .Muchos eran
militaros do los cuerpos de reserva del ejército alemán, y mostraban
gran entusiasmo al pensar que iban á hacer la guerra. Los españoles
— no sé por qué— inspiramos cierto interés y confianza á los alemanes.
\'en en nosotros algo así como unos aliados. Y yo, al distinguirme mu-
chos de ellos con sus confidencias belicosas, mostré cierta estrañeza.
— ¿Qué va á ganar Alemania con esta guerra? — les decía — . Mejor es
que viva en paz. Gracias á ella extiende su navegación, se va apode-
rando del comercio del mundo, es respetada en las ciencias y en las
artes. Con una guerra se expone á perderlo lodo.
Pero los belicosos germanos, salidos de su placidez, ropolian estas
razones.
— No; la guerra... ¡la guerra á todo trancol lin .Memania todos pen-
samos lo mismo. Xocositamos una «iicrra pra ciitiva , como dicen
nuestros periódicos. Francia crece demasiado; Rusia agranda su po-
derlo militar; Inglaterra nos irrita con su superioridad. .Si continuamos
viviendo cuatro ó cinco años pacificamente, nuestros enemigos resul-
tarán temibles y Alemania no podrá serla primera nación del mundo.
.\hora es tiempo aiin para aplastarlos á todos. Hay que aprovechar
eso de .Servia, que forzosamente hará saltar á Rusia... ¡Que no se arre-
gle el conflicto!... ¡Que venga la guerra!... ¡.Acabemos de una vez!
Este fué el verdadero pensamiento de los alemanes, el que pudi-
mos conocer en momentos de espontaneidad brutal y franca todos los
que los tratamos antes do que estallase la guerra, antes de que su em-
perador, para impresionar á los Estados Unidos, adoptase la actitud
de víctima forzada á defenderse.
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
37
aclamaciones á su emperador Francisco José y á Gui-
llermo II. Se organizaron numerosas manifestaciones
patrióticas, con fogosos discursos en pro de la guerra.
Esto nada tiene de extraordinario en la capital de
uno de los dos países mezclados en el conflicto. Es una
consecuencia inevitable de la exaltación patriótica.
Pero horas después, en la tarde del domingo, el
pueblo de Bsrlín, de la capital de una nación que no
tiene por qué intervenir en el conflicto y que desea la
paz, según declaraciones de sus diplomáticos, repro-
duce las manifestaciones de Viena, y sus procesiones
patrióticas por las calles no son un alarde de simpatía
hacia un Estado aliado y de execración para Servia,
de la que apenas si hacen memoria, sino un franco
deseo de hostilidad contra Rusia, á la que llaman los
germanos «nuestro enemigo hereditario».
El pueblo alemán, metódico y disciplinado, que se
mueve siempre dentro de los límites marcados por la
policía, recorre las calles de Berlín dando vivas á la
guerra. Una manifestación de 100.000 personas, lle-
vando á su frente los retratos de Gaillermo II y Fran-
cisco José, aclama á los dos emperadores y desfila
ante las embajadas. Al frente de la de Rusia dan gri-
tos hostiles. El entusiasmo popular se desborda ante
el palacio de la Cancillería alemana y la embajada
de Austria. Frente á la embajada de Inglaterra no se
muestran menos expansivos: «¡Viva la Gran Bi-etaña!»
Los ingleses no van á oponerse á las conquistas de la
Alemania guerrera. Además — esto lo piensan todos
con silencioso orgullo—, aunque quisiera, como otras
veces, no podría hacerlo. Bastante tiene con evitar el
peligro de sus desgarramientos interiores.
Ante la embajada de Francia, el patriótico cortejo
guarda silencio. Pero á continuación, la columna de
manifestantes entona como una amenaza su himno
Die Wacht am Rhein (La guardia del Rhia):
Un llamamiento resuena como el eco de un trueno,
como un retintín de armas, como el ruido de las olas:
«Hacia el Rhin, hacia el Rhin, hacia el Rhin alemán.
¿Quién quiere ser el centinela del río?»
LOS DOS ALIADOS
EL EMPERADOR DE AUSTRIA, FRANCISCO JOSÉ
Patria amada, no tengas miedo;
la guardia es Hel y segura,
la guardia á 1(j largo del Rhin.
¿Qué importa que mi corazón se desgarre con la muerte?
¡Oh Rhin! tú no serás nunca francés.
La Alemania es rica en sangre de héroes,
como tu curso es rico en aguas.
Patria amada, no tengas miedo;
la guardia es flel y segura,
la guardia á lo largo del Rhin.
MANIFESTACIÓN BN BERLÍN
Los manifestantes llevando al frente los retratos de los emperadores
Guillermo II y Francisco José
Los viejos recuerdan la guerra franco- prusiana
de 1870 con sus rápidos triunfos. ¡Otra vez la victo-
ria aguardará á Alemania para el aplastamiento defi-
nitivo de los velchcs del Sena!
La muchedumbre habla de la movilización: una
movilización que aún no ha sido declarada oficial-
mente, pero que reúne á los hombres por medio del
llamamiento individual.
Y el Lokal Anzcigcr, diario berlinés, órgano oficio-
so del gobierno, dice al comentar los acontecimien-
tos: «No se sabe aún si Austria invadirá inmediata-
mente el territorio servio. Es posible que adopte otras
medidas; pero aunque las hostilidades no han sido
entabladas todavía, hay que preguntarse si su bri-
llo trágico no va á iluminar á toda Europa. Nosotros
pensamos qae es mejor un jin terrihie que un terror
sin fin.»
38
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
Este terror, hábilmente explotado por el gobier-
no y sugerido al pueblo alemán, era el terror á Uu-
íia, la amenaza que representa el Imperio moscovita
para los planes de grandeza mundial del Imperio ger-
mánico.
Y los alemanes desearon aprovechar desde el pri-
mer momento esta ocasión para hacer la guerra á la
odiada Rusia.
En París también hubo manifestaciones. Hasta una
hora avanzada de la noche, los bulevares estuvieron
animados. Varias columnas de manifestantes cortaron
el gentío, revelando con su actitud contradictoria la
persistencia de las divisiones nacionales. Unos canta-
ban la Marsclleftu, otros la laternacional. De un lado
salían aclamaciones: «¡Viva el ejército!» De otro, gri-
tos de protesta: «¡Abajo la guerra!» La policía resta-
bleció el orden dando varias cargas y arrestando á los
manifestantes más ruidosos. Algunos de éstos resul-
taron ser de nacionalidad alemana.
Frente á la embajada do Austria-Hungría, varios
manifestantes quemaron una pequeña bandera con los
colores austriacos. Todos eran de raza eslava, servios
y tcheques residentes en París. La policía no encontró
ningún francés entre ellos.
El gobierno hizo saber al embajador austríaco en
Francia, y al gabinete de Austria por medio de su
embajador en Viena, el vivo disgusto que le había
causado este incidente de escasa importancia.
VI
Los trabajos de la diplomacia
El lunes 27 de Julio fué el día de las gestiones
diplomáticas. Todas las potencias trabajaron activa-
mente cerca do Alemania y Austria por evitar la
guerra.
Inglaterra é Italia, obrando en común, buscaron
una conciliación que modifícaselos propósitos belico-
sos del Imperio austríaco. El gobierno inglés propuso
á Alemania, Francia é Italia entablar una gestión me-
diadora entre Austria y Rusia, gestión que tomaría la
forma de una conferencia diplomática.
Sir Edward Grey, ministro de Relaciones Exterio-
res de la Gran Bretaña (Secretario de Estado del Fo-
relgn Office), contestando á varias preguntas en la
Cámara de los Comunes, hizo en l;i tarde del lunes la
declaración siguiente, resumen de sus trabajos hasta
entonces:
lie recibido el último viornes. del enilinjailor de Aiistria-
Hiingria, la Nota que esta potencia comiiiiieaá todas las poten-
cias, y que después ha sido publicada por los periódicos. Esta
Nota contiene el texto do las reclamaciones austriacas dirigi-
das á Servia. Luego vi, en la larde del mismo dia. á los emba-
jadores de las diversas potencias y les dije que en tanto que el
contlicto concerniese solamente á Austria y Servia no se per-
LA EMBAJADA DB AUoTRIA BN PARlS GUARDADA POR LA POLICÍA
(Fot. Meurisse)
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
39^
PABlS. LOS TCHEQUES, ENEMIGOS DB AUSTRIA, HACIBKDO UNA MANIFESTACIÓN ANTE EL MONUMENTO DE LA REPÚBLICA
(Kot. Meurisse)
mitiría Inglaterra, bajo ningún pretexto, intervenir en aquél;
pero que si las relaciones entre Austria y Rusia adquirían ma-
yor tirantez, la paz de Europa se vería en peligro, lo que nos
interesaría entonces á todos.
Yo ignoraba en aquel momento la posición que iba á tomar
Rusia en este conflicto, pero me pareció— y sigo pensando asi —
que si Rusia tomaba una parte activa, el sólo medio para salvar
la paz de Europa era que las cuatro potencias que no están di-
rectamente interesadas en la cuestión servia, á saber: Alema-
nia, Francia, Italia y Gran Bretaña, hiciesen esfuerzos simul-
táneos cerca de los gobiernos austríaco .y ruso para encaminar-
los á suspender por el momento toda acción militar, mientras
que las potencias mencionadas buscan una solución que los
ponga de acuerdo.
Cuando yo proponía esto, supe de pronto la ruptura de re-
laciones diplomáticas entre Austria y Servia. En vista de esto,
pregunté inmediatamente á los gobiernos francés, alemán é
italiano sí accederían áque sus embajadores se reuniesen aquí
en conferencia. Por otra parte, ordené á nuestros embajadores
cerca de esas mismas potencias que los representantes france-
ses, alemanes é italianos en Víena, San Petersburgo y Belgrado
informasen á estos gobiernos de la conferencia propuesta, in-
vitándoles á cesar en toda acción ulterior á la espera del resul-
tado de dicha conferencia.
Las respuestas á estas proposiciones no me han llegado aún
completamente.
En una crisis tan grave como la que estamos atravesando,
los esfuerzos de una sola potencia en favor de la paz resultarían
vanos. El tiempo de que yo podía disponer era tan corto, (|ue
tuve que asumir la responsabilidad de formular una proposi-
ción sin presentir si seria acogida favorablemente.
Yo creo que mí proposición puede proporcionar una baso,
sobre la cual el grupo de las potencias mencionadas podrá en-
contrar un acuerdo razonable. No hay que olvidarse de que sí
la cuestión deja de estar limitada entre Austriay Servia, aqué-
lla englobará entonces á todas las potencias y no dejará de
terminarse con la más grande de las catástrofes que Europa
habrá visto nunca. Nadie podrá prever entonces hasta dónde
llegarán los límites de este conflicto, cuyas consecuencias di-
rectas é indirectas serían incalculables.
Algunos diputados preguntaron á Sir Edward Grey
sobre la actitud de Alemania. Todos deseaban cono-
cerla. El Imperio alemán era el único que podía ami-
norar rápidamente el conflicto, de ser ciertos bus de-
seos de paz. Y el ministro contestó:
Tengo mis razones para pensar que el gobierno alemán es
favorable en principio á la idea de una mediación entre Aus-
tria-Hungría y Rusia. En cuanto á ajusfar este principio al me-
dio que yo he propuesto, o sea á la conferencia, no he recibido
hasta ahora una contestación del gobierno alemán.
Italia y Francia se adhirieron inmediatamente á la
proposición de Inglaterra en favor de una conferencia
diplomática que solucionara el conflicto.
Alemania siguió demorando su respuesta.
Los periódicos franceses, que empezaban á ver
claro en esta conducta equívoca del gobierno alemán,
juzgaron inciertas las probabilidades de éxito de dicba
conferencia.
M. Pichón, el ilustre diplomático francés, resumía
de este modo la situación en un artículo de Le Petit
Journal:
40
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
El gobierno ruso había hecho todo lo posible por
aminorar el oocflicto, prestándcse á todas las solacio-
Des que no fuesen vejatorias para su dignidad de pro-
tector natural de las pequeñas naciones eslavas.
Desde el primer momento, una opinión firme de
resistencia á las pretensiones de Austria se había ma-
nifestado en San l'etersburgo. El v.ltimali'iu amena-
zador de Viena á los servios indignó á los grandes
diarios rusos. La Novoié Vréima, decía así:
Servia podría enviará Austria un ultimátum idéntico al que
ella ha rciñbido. ((ucjániiose ilc amenazas contra la intepridad de
su territorio. Austria ha liahlado siempre claramente de aplas-
tar á Servia. Exifíir á los servios que renuncien á su ensueño
de unidad de la raza servia equivale á exigirles que renuncien
á ellos mismos. El ultimátum austro-húngaro es inaceptable,
lo mismo en un plazo de cuarenta y ocho horas que do cuarenta
y ocho dias ó cnarenta y ocho meses. El gobierno que lo acejv
tase no seria gobierno cuarenta y ocho horas después.
En cuanto á Rusia, no se ha \ isto sorprendida por esta con-
ducta de Austria, y contesta á ella, no solo con palabras, sino
con actos. Servia no quedará abandonada. Los promotores de
esa guerra tendrán que vérselas, «no solamente con Servia,
sino con liusia también». Nuestro país desea la paz; pero si la
guerra debe estallar, esa guerra no encontrará una Rusia divi-
dida como en los tiempos de la guerra japonesa. Toda la nación
rusa, desde las esferas oficiales hasta lo último del pueblo, se
lanzará al combate.
Si Austria quiere jugar este juego formidable, ¡que intente
el ensayo! La actitud del gobierno ruso es digna de la nación.
Todos sabemos que Rusia no faltará á sus tradiciones históri-
cas, aunque intenten intimidarla con grandes amenazas.
SIR EDWAKD GREY
Ministro de delaciones Exteriores de la Gran Bretaña
Si se interroga álos representantes de .Memania, no vacilan
en afirmar que todo propósito de guerra está alejado de su pen-
samiento. Y para afirmar esto, ofrecen como testimonio su pre-
ocupación de & local iza ría», de dejarla subsistir nada más entre
Austria y Servia. Pero «localizada» ó no, siempre es una gue-
rra, y ¿quién se puede creer bastante poderoso para limitarla,
en una Europa donde todas las potencias están ligadas entre sí,
encadenatlas por tratados, convenciones y compromisos que
excluyen la hipótesis de un aislamiento?
Para evitar una guerra yeneral, hay ante todo que evitar
una guerra localizada. Esto es lo que no quieren reconocer en
Berlín. A la hora en que hablaba ayer Sir Edward Grey propo-
niendo un arreglo diplomático por las potencias, la respuesta
de Alemania no había llegado aún á Londres... Y el tiempo mar-
cha... el tiempo nos apremia... y cada hora que transcurre
aumenta la turbación y la inquietud, creando nuevas dificul-
tades.
Yo comprendo que el gobierno alemán proponga interven-
ciones cerca de Rusia jiara calmar las justas inquietudes y des-
confianzas de los eslavos. Pero al propio tiempo— y esto es lo
incomprensible— se niega á las mismas intervenciones en Aus-
tria, que es de donde ha partido el golpe que provoca las m-^i
quietudes rusas. ¿Cómo seguir á Alemania en tal conducta?,?
¿Cómo ver el peligro nada más que cu San Petersburgo, donde
todo se muestra resueltamente, dignamente y meritoriamente
pacifico, y no suponerlo siquiera en Viena, que es de donde
puede venirnos la guerra en estas circunstancias?
Que se realice cuanto antes la intervención pacificadora,
pero que sea en los lugares donde esta intervención resulta ne-
cesaria y puede ser decisiva. Que se busquen todos los medios
de acuerdo y de transacción. ¿Quién puede desearlos más que
nosotros? Pero que se hagan estas gestiones como las propone
Inglaterra y con el concurso de todos. En esto sólo está la salud.
JOROS CLBMBNCBAU, DIRECTOR DE *EL HOMBRE LIBRE:»
Dibuio de A. C. Michael. de -The lllustraled l.ondon NewS'
Acometiendo en mass
i
i ALEMANA
acueste lo que cueste
P^'n-^,
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
41
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-^ ^ ."N.
AUSTRIA Y SERVIA. SEIS CONTRA UNO
Gráfico comparativo de ia desproporción de fuerzas entre Austria y el pequeño reino de Servia. Siendo el eiército austríaco de 2.000.000 de hombres
y el de Servia de ;H7.00(I, vienen aproximadamente á representar seis contra uno
Bl Correo de San Petcrsburgo decía así, el 24 de
Julio:
El iiUimaium austro-ln;iiigaro atrepellando á Servia prueba
que Austria quiere la guerra con Rusia ó que ya no considera á
Rusia como una gran potencia. Francia y Rusia han hecho de-
masiados sacriticios para el sostenimiento de la paz, y lea es im-
posible continuar haciéndolos con detrimento de su dignidad.
Hay que tener en cuenta que por estos sacrificios Rusia no hizo
todo su deber en favor de Servia cuando la guerra balkánica,
pues en cierto modo la dejó abandonada ante Austria. Si Rusia
persistiese en esta conducta, llegaría para ella igualmente el
turno de la humillación.
La sola respuesta al ultimátum digna de Rusia sería orde-
nar la movilización sobre la frontera austríaca.
La Gaceta de la Bolsa, de San Petersburgo, 24 de
Julio:
Austria se engalla si cree que su vlttmatum de ahora va á
alcanzar el mismo resultado que el de 1009, cuando Rusia, ago-
tada momentáneamente, no pudo sostener á Servía ante el
atropello austríaco de entonces.
La Rusia de ahora no podrá tolerar un atentado contra Ser-
via y su independencia.
El periodismo de San Petersburgo reflejaba los ver-
daderos sentimientos de la nación rusa. Era general
el deseo, desde el primer instante del conflicto, de
sostener á los servios, tanto más cuanto que en años
anteriores había tenido que acatar Servia las imposi-
ciones de Austria, sin que Rusia pudiera ayudarla por
el estado de debilidad y desconcierto que siguió á los
fracasos de la guerra con el Japón.
Pero á pesar de estas manifestaciones de la opinión
pública, que llegaban á aconsejar una movilización
inmediata sobre la frontera austríaca como respuesta
al ultimátum, el gobierno ruso se sostuvo varios días
en una conducta prudente.
Por su consejo, el gobierno servio hizo todas las
concesiones posibles á la Nota austríaca y aceptó casi
todas sus exigencias. Rusia buscaba que el conflicto
se limitase — como se hace siempre en tiempos ordina-
rios— á una discusión jurídica y administrativa entre
dos Estados independientes.
Pero estas disposiciones conciliadoras tuvieron que
desvanecerse desde el momento en que el más fuerte
de los dos litigantes, ó sea Austria, no quería discutir,
sino dominar. Era visible que el gabinete de Viena no
buscaba una solución, sino un pretexto para herir la
independencia de Servia; un conflicto político ante el
cual ninguna potencia de Europa podía permanecer
indiferente, y menos Rusia, unida á la víctima por el
parentesco de la sangre y de la historia.
El gobierno ruso hizo todo lo que supo y pudo
hasta el último momento para sostener la paz europea.
42
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
Su conducta contrasta con la agresividad austria-
ca, y más aún con la acción tortuosa y enigmática de
Alemania en los primeros días del conñicto.
Austria no se hubiera atrevido á atrepellar á Ser-
via, sabiondo como sabía que Rusia estaba detrás de
este pequeño pueblo, ni menos hubiese osado expo-
nerse á las represalias rusas, de no tener desde el pri-
mer momento la certeza de que su aliada Alemania
aprobaba su conducta, viendo en ésta una ocasión
para la guerra deseada.
Los provocadores do las hostilidades no eran los
exaltados que en las calles de Viena daban vivas á su
MANIFESTACIÓN EN BERLÍN ANTB LA ESTATUA DB UISMAKCK
emperador, pidiendo la inmediata invasión de Servia.
El verdadero autor era el gobierno alemán, que habla-
ba de paz y se negaba á dar consejos á Austria para el
mantenimiento de esa misma paz, dejando en un si-
lencio fatal que se complicasen los sucesos.
Y mientras tanto, la muchedumbre de Berlín, ávida
de grandeza militar, pero que ningún interés directo
tenía en lo de Servia, iba á hacer manifestaciones ante
la estatua de Bismarck, con el sombrero en la mano,
cantando el Vacht am Rhcin.
Clemenceau, con su vigoroso y franco estilo, re-
sumía la situación el 21 de Julio:
En las gestiones conciliatorias, la diplomacia del Triple
Acuerdo no ahorrará esfuerzo alguno. Cuando más firme se
tiene el corazón para aceptar todas las resoluciones enérgicas
que pueda imponernos el porvenir, más se tiene el deber de
esforzarse por encontrar acomodos, siempre que la dignidad
quedo en ellos á salvo.
Sir Edward Grey ha lanzado la idea de una conferencia. Se
liaMa taml)¡(''ii de una mediación directa do Inglaterra. Todas
his formas de intervención serán buenas, siempre que se juz-
guen aceptables por todos. Pero, francamente, no es para insiú-
rar mucho entusiasmo esa indicación que nos llega de Viena
como una muestra de sus buenos sentimientos, y según la cual
Austria se dará por satisfecha si Servia se decide á aceptar todo
su ultimátum— a\n reservas de ninguna clase—, y si además
paga una indemnización de 2II0 millones, á titulo compensati-
vo, por los gastos de la movilizaeiiin austríaca. ¿Puede desarro-
llarse una conversación que se inicia con tales exigencias?...
Si me preguntáis qué pienso del éxito de las gestiones di-
plomáticas entabladas, os diré que, para contestar, habría que
tener la cabeza l)ajo el casco de Guillermo II. Cuando su emba-
jador M. de Sclioen ofrece su apoj'O á nuestro ministro M. Bien-
venn-Martin para buscar una transacción, tengo miedo de que
el diplomático alemán se esté burlando de nosotros algo pesa-
damente. La idea de que nosotros invitemos á Kusia á tener
calma es de lo más divertida. M. liienvenu-Martin ha eoiitestado
oportunamente que mejor seria (|ue Alemania dirigiese á Viena
estos consejos de prudencia que desea para los demás.
Si Guillermo II— por propia inspiración y sin necesidad de
seguir las indicaciones de nuestro excelente ministro de Justi-
cia, encargado momentáneamente de los Negocios Extranje-
ros—quiere decir á Viena la [¡ahibra necesaria, tengo la certeza
deque los tragaservios que tanto alborotan en Budapest se cal-
marán inmediatamente.
Pero Guillermo II no hizo nunca públicamente la
más leve indicación para calmar á Austria.
Eq Berlín, el gobierno seguía manifestando que iba
á adaptar su conducta á la de Viena únicamente. En
cuanto á una intervención amistosa de las potencias,
Alemania estaba dispuesta á aceptarla, .sie/t/jirc que
lieiia la aceptase aiUes en iodos sks punios. A esto
añadía Alemania que iodo ensai/o de pesar sobre Vie-
na ó de hacer pesar indirectamenie por otra potencia
■sobre ella seria considerado por el gobierno alemán
como una intervenciún tpte no podría tolerar.
No era posible manifestar con más claridad su
deseo de impedir toda solución pacífica. Alemania se
negaba á moverse por iniciativa propia en favor del
arreglo amistoso. Haría lo que hiciese Austria. Y al
mismo tiempo amenazaba con su cólera á la potencia
que intentase pesar sobre las decisiones del Imperio
austríaco. Luicamente lo parecían aceptables y pru-
dentes las gestiones para que Rusia permaneciese
quieta y en silencio, abandonando á la pequeña Ser-
via á su triste destino. Aparte de esto, prohibición á
las potencias de emprender otras gestiones, so pena
de incurrir en su cólera.
La Gaceta de Colonia, órgano oficioso del ministe-
rio alemán, resumía así la conducta de éste:
La actitud de Alemania depende del modo como serán aco-
gidas en Viena las proposiciones (jue se le hagan para llegar á
un arreglo.
De esta actitud, adoptada desde el principio por Alemania,
se desprende necesariamente una conclusión, y ésta es que en
Berlín se acogerá con gusto toda mediación que fiaya sido acep-
tada antes por Anslria-Hmi¡/ria.
Equivaldría á uo conocer el verdadero carácter de tal actitud
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
43
EL KAISER BN BEKLIN
El emperador Guillermo II, á las puertas de su palacio, rodeado de generales é individuos de su familia
Fnt. Kul,
pensar que el gobierno alemán puede prestarse eventualmente
á imponerá Austria una mediación que ésta puede no desear, ó
actuar de acuerdo con una tercera potencia para imponérsela.
En Rusia veían claramente, lo mismo que en Fran-
cia é Inglaterra, el poder maléfico de Alemania oculto
detrás de Austria, inspirando sus actos y oponiéndose
abiertamente á que nadie influyese sobre ella para ha-
cerla cambiar de actitud.
La Noüoié Vrémia, de San Petersburgo, decía el
mismo 27 de Julio:
Dos palabras del emperador de Alemania serían suficientes
para llamar á Austria al orden. Alemania no ignora que el ata-
que austríaco contra Servía forzosamente ha de traer como con-
secuencia una guerra con Rusia, y á continuación una guerra
europea. Un océano de sangre y de fuego puede invadir á Euro-
pa á causa de las exigencias absurdas de esos falsarios (1) aus-
tríacos.
La responsabilidad moral de esta catástrofe recaería por en-
tero sobre Alemania y su jefe. Si el Destino lo exige, Rusia re-
cogerá el guante y sabrá defender el honor y el derecho.
Rusia no busca nada; Austria y sus inspiradores tienen aún
tiempo para reflexionar y renunciar al temerario desafío que
dirigen á la muerte. Apoyada en sus l'uerz.as personales, segura
de su alianza con Francia y de sus amistades internacionales,
Rusia aguarda con calma.
El emperador Guillermo, hacia el cual se volvían
los ojos de toda Europa como úoica esperanza, des-
embarcó el mismo día 27 en Kiel, interrumpiendo su
viaje por Suecia.
Su canciller, Bethmann-Hollweg, que estaba ve-
raneando en Hoheofinov, había corrido á Berlín tres
(1) Alude á las invenciones y falsificaciones de papeles de la poli-
cía austríaca intentando probar que el gobierno de Servia había pre-
parado el atentado de Serajevo.
Bl. VIAJO DB M. POINCARÉ A RUSIA
Yate «Alexandrla», en que navegaron el zar y el presidente de Francia
44
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
M. P0IN3AKE Y EL Z\R DESEMBARCANDO BN RUSIA
(lías antes, al iniciarse el conflicto, para ponerse en
comunicación con M. Jagow, ministro de Relaciones
Exteriores, y M. Zimmerman, el secretario y princi-
pal consejero de dicho ministerio.
A las tres de la tarde, Guillermo II llegó á su pala-
cio de Potsdam.
El príncipe imperial, partidario de la guerra é ídolo
de los pangermanistas más fanáticos, así como de to-
dos los militares, hasta el punto de inspirar inquietu-
des á su padre, iba á llegar por la noche de Zoppot á
Berlín.
El kaiser tuvo una conferencia con el canciller,
que le dio cuenta de los trabajos diplomáticos.
Luego conversó largamente con el jefe del Estado
Mayor general de los ejércitos de tierra y el jefe del
Estado Mayor de la marina.
Así terminó el 27 de Julio, «el día de la diplo-
macia».
VIH
El presidente Poincarc interrumpe su viaic— Alarma
generaL — Los antimilifaristas de París
Otros sucesos importantes ocurrieron el mismo
día 27.
El presidente Poincaré, que navegaba en el Bálti-
co, de vuelta de Rusia, para visitar á los reyes de Di-
namarca y Suecia, tuvo que interrumpir el viaje en
vista de los acontecimientos.
Djsde el acorazado Francia envió, por telégrafo
sin hilos, los dos despachos siguientes: *
A Sil Majestad el rey de Dinamarca, en Copenhague:
La gravedad de los acontecimientos me impone el ineludi-
ble deber de regresar directamente á Francia, donde reclama
mi presencia el Consejo de ministros, intérprete de la opinión
públicp.
Siento mucho verme obligado á dejar para miSs adelante la
visita que había prometido hacer hoy mismo á Su Majestad, y
que hasta última hora habla creído posible. Siento tambiéa pro-
fundamente no poder llevar personalmente el saludo de Fran-
cia á la valerosa nación dinamarquesa.
Ruego á Su Majestad y á Su Majestad la reina que admitan
mis excusas sinceras y tristes, y crean que tendré un gran
placer en venir á Copenhague tan pronto como las circunstan-
cias lo permitan.
Raimundo Poincaré
A Su Majestad el rey de Xnruega, en Cristian ¡a:
Llamado á Francia i)rec¡pitadamente por la gravedad de los
acontecimientos, no pueiio, con gran pesar mío, detenerme en
Cristiania para saludar á Su Majestad y á Su Majestad la reina,
y para ofrecer al pueblo de Noruega los saludos de mi país.
Ruego á Sus Majestades que acepten mis excusas, y crean
que será pira mi una felicidad el realizar esta visita tan pronto
como lo permitan los acontecimientos.
Raimundo Poincabb
Cuarenta y ocho horas después llegó el presidente
á Francia, desembarcando en Dunkerque.
Su viaje á Rusia había alarmado á la prensa ale-
mana, por las grandes revistas militares á que dio
pretexto. El Imperio moscovita quiso exhibir ante el
jefe de la nación aliada sus medios de guerra, consi-
derablemente aumentados y modernizados desde poco
tiempo antes. La Rusia militar, aleccionada por los
fracasos de la guerra japonesa, había dedicado los
últimos años á la reforma y engrandecimiento de su
ejército.
Pero junto coa estos alardes de fuerza, acababan
de desarrollarse otros sucesos que habían perturbado
el viaje de Poincaré, dando á los enemigos de la alian-
za franco-rusa uua gran satisfacción.
Grandes huelgas obreras estallaron en las princi-
pales ciudades del Imperio al llegar el presidente de
la República francesa. Los cosacos de la escolta pre-
sidencial habían tenido que abrir paso al carruaje de
Poincaré entre enormes masas de obreros revoluciona-
rios que, con pretexto de saludar al ilustre huésped,
daban gritos de protesta contra el gobierno ruso. La
multitud tremolaba la bandera francesa, pero recogi-
RL MINISTRO F.IANCÉ'i DB RGLVCIONaS BXTBRIORUS, M. VIVtAKI,
Y BL DB RUSIA, M. SA80N0F
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
45
poincaré e» rusia
La revista mililar de Krasnoie-Selo en honor del presidente de la República francesa
da de modo que sólo quedaba visible el color rojo, em-
blema de revolución.
Estas manifestaciones fueron tal vez una de las
causas que impulsaron á Alemania á creer en la opor-
tunidad de una guerra.
La temida Rusia aparecía dividida por lá revolu-
ción. En el caso de entablarse las hostilidades, no po-
dría acudir á la defensa de sus fronteras, ocupada ante
todo en sofocar sus divisiones intestinas.
Alemania se engañó en esto, lo mismo que al apre-
ciar el estado de ánimo de los franceses y luego el de
Inglaterra.
Desde que Austria presentó su ultimátum á los
servios, la posibilidad de una guerra fué esparciendo
la alarma en todo el mundo financiero.
Los diversos mercados de valores empezaron á con-
moverse desde el día 24.
En Viena, un falso rumor de la sumisión completa
de los servios provocó en la Bolsa un alza considera-
ble; pero en Berlín— como si los financieros alemanes
estuviesen más enterados de lo que iba á ocurrir — todo
se mantuvo en una profunda frialdad.
Es más; según declaraciones de los periódicos, un
alto personaje financiero de Berlín se expresó en esta
forma:
— ¡Qué lástima si los servios se someten y se pierde
la ocasión de una guerra! Hay que acabar de una vez
con esta situación insegura. Nosotros deseamos una
acción inmediata y decisiva, sean cuales sean las con-
secuencias.
En los períodos difíciles son siempre los altos finan-
cieros los que lanzan afirmaciones optimistas, espe-
ranzas de paz, para que la normalidad se restablezca
y no sufran los intereses de su país. En Berlín, por el
contrario, fueron desde el primer momento los hom-
bres importantes de negocios los que se lamentaron
de que el conflicto pudiera solucionarse, evitándose
la guerra.
En Inglaterra hubo una alarma bursátil, que no
llegó al pánico, pero causó apreciables daños.
La gravedad de los acontecimientos en Irlanda
traía preocupados y divididos los ánimos en toda la
M. POINCARÉ BM LA TIENDA IMPERIAL DG KRASNOIG SBLO
SALUDANDO A LA ZARINA
46
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
Gran Bretaña desde mucho antes, y por esto las cues-
tiones internacionales habían quedado relegadas ase-
gundo término. El 'ultimátum austríaco, surgiendo de
pronto como una amenaza contra la paz do Europa,
produjo ua efecto de sorpresa, que se tradujo el 'JO en
una baja general de valores en la Bolsa de Londres.
Hasta los consolidados y las acciones de ferrocarriles,
que son valores de reposo, sufrieron una depreciación
notable.
Ya hablamos de la efervescencia que se produjo en
la Bolsa de París desde las primeras noticias del con-
flicto, efervescencia que llegó á un período inquietante
en el último sábado. Al re-
anudarse el lunes á medio-
día las operaciones, surgió
un incidente violento.
Un especulador extran-
jero, llamado Rosenberg,
de nacionalidad austría-
ca, se había distinguido
en los últimos días por
su rabioso juego á la baja
y otras maniobras condu-
centes á la desvaloriza
ción de la renta francesa.
Al abrirse la Bolsa, algu-
nos que estaban ya algo
irritados por las risas sar-
dónicas del austriaco, le
oyeron ciertas palabras
despectivas para los fran-
ceses.
Se elevó entonces un
tumulto enorme. Miles de
voces pidieron que Rosen-
berg fuera expulsado in-
mediatamente del edificio.
Algunos extranjeros in-
tentaron defenderle. Hubo
empujones y algunas bo-
fetadas. El austriaco arro-
gante fué acorralado en
la casilla donde hacía sus
Eu la noche del 27, numerosos grupos sindicalis-
tas, antimilitaristas, revolucionarios y anarquistas,
obedeciendo una orden, bajaron al centro de París
desde Montmartre, Belleville y los arrabales del Norte
y el Oeste. Su propósito era protestar contra la gue-
rra, como si estuviese en las facultades del gobierno
de la República el evitarla.
Frente á ellos, otros grupos de patriotas organiza-
ron contramanifestaciones. En el Bulevar, unos grita-
ban: («"¡Abajo la guerra!^> Otros: «¡Viva el ejército!»
Algunos unían las dos aclamaciones, vitoreando al
ejército francés, pero dando mueras á la guerra.
Hubo golpes y choques
entre unos manifestantes
y otros, hasta que intervi-
no el prefecto Hennioncon
numerosas fuerzas de po-
licía, repeliendo á los gru-
pos hostiles, recogiendo
los heridos y verificando
numerosas detenciones.
Los adversarios de la
guerra se retiraron hacia
los bulevares exteriores
cantando la Internacio-
nal, y allí sostuvieron nue-
vos choques con la poli-
cía. Varios agentes resul-
taron heridos, así como
muchos manifestantes.
' ¡Abajo la guerra!^^ El
grito no podía ser más jus-
to y generoso. Pero no ha-
bía por qué gritar esto á
Francia. La República no
quería la guerra. Tuvo
que aceptarla, pero no la
deseó ni por un momento.
Cuando se puso en guar-
dia por medio de la movi-
lización, aún dudaba que
las amenazas de guerra se
convirtiesen en realida.
EN LA noLSA DE PAP.lS
El público pidiendo la expulsión del bolsista austríaco M. Rosenberg
(Dibujo do León F¡uirot, ile /.'/llustnilionj
negocios. El comisario de policía de la Bolsa tuvo que des. Creyó en una paz posible, hasta mucho después
intervenir para proteger su vida. Dos mil bolsistas
siguieron reclamando á gritos su expulsión, y tal ca-
rácter tomó su protesta, que al fin llegó el prefecto de
policía con numerosos agentes. Cuando, al fin, el ba-
jista austriaco salió de la Bolsa para siempre, la mu-
chedumbre financiera, contenida por la policía, acom-
pañó su expulsión entonando la Áíarsellesa.
La inquietud causada por el estado financiero y
las malas noticias se propagó á toda Francia. El pú-
que los destacamentos de huíanos habían violado sus
fronteras.
«¡Abajo la guerra!» Este noble grito del socia-
lismo sólo podía ser oportuno y eficaz lanzado en
Berlín.
Y los socialistas alemanes, corrompidos por el mi-
litarismo prusiano, como todas las clases del Imperio,
no abrieron la boca para protestar.
Todavía á estas horas no han hecho un gesto que
blico fué afluyendo á los Bancos y las Cajas de Aho- los separe del inmenso rebaño germánico, belicoso,
rros para retirar sus fondos. En Berlín, Viena, Buda- entusiasta del emperador y su autocracia militar, dis-
pest, Bruselas y Barcelona se decidió cerrar la Bolsa, puesto á oprimir los pueblos de Europa como lo desean
para evitar de este modo, momentáneamente, el apuro los pangermanistas, para mayor gloria de «la más
de las liquidaciones de fia de mes. grande Alemania».
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
47
XI
Austria declara la guerra á Servia
Al día siguiente, martes 28 de Julio, á mediodía,
el gobierno austro-húngaro envió á Servia la notifica-
ción oficial de la guerra en la siguiente forma:
No habiendo respondido el Gobierno real de Servia de un
modo satisfactorio & la Nota r4ue le fué entreg-ada por el minis-
tro de Austria-Hungría en Belgrado con fecha de '¿S de Julio
de 1914, el Gobierno Imperial y real se ve en la necesidad de
buscar por sí mismo la salvaguardia de sus derechos é intereses
y de recurrir para este efecto
á la fuerza de las armas. Aus-
tria-Hungría se considera des-
de este momento en estado de
guerra con Servia.
m ministro de Negocios Extran-
ieros de Austria- fivngríaj
Conde Bbrchtold
Al mismo tiempo el em-
perador Francisco José di-
rigió á los diversos pue-
blos de su Imperio el si-
guiente Manifiesto, redac-
tado por el conde Sturgkh,
presidente de su Consejo
de ministros:
Ischl, 28 de Julio
A mis pueblos:
Fué mi más grande deseo
consag'rar los años que me
sean concedidos todavía por la
gracia de Dios á la obra de la
paz y á preservar á mis pue-
blos de los graves sacrificios y
las cargas de la guerra.
La Providencia lo ha dis-
puesto de otro modo.
Los manejos de un adversa-
rio lleno de odio me obligan,
para defender el honor de mi
monarquía, para proteger su
autoridad y su poderío, para
garantizar su posición actual, á empuñar la espada, luego de
largos años de paz.
El reino de Servia, con una ingratitud llena de olvido, ese
reino que desde el principio de su independencia hasta los úl-
timos tiempos fué favorecido y protegido por mis antecesores
y por mí, se ha comprometido desde hace años en una serie do
hostilidades contra Austria-Hungría.
Cuando, después de treinta años de trabajos en favor de una
paz bendita, extendí yo mis poderes soberanos sobre la Bosnia
y la Herzegovina, esta decisión de mi parte provocó en el reino
de Servia — cuyos derechos no quedaban violados por esto de
ninguna manera — una explosión inmensa de pasiones y un
odio de los más prol'undos.
En esta época, mi Gobierno hizo uso del hermoso privilegio
del más fuerte, y, en su indulgencia y dulzura extremadas, no
exigió de Servia mas que la disminución del efectivo de su
ejército en pie de guerra y la promesa de que en lo porvenir
seguiría siempre una orientación de paz y de amistad.
M. ROSBNBBRG SALIENDO DB LA BOLSA DE PARÍS
Animado mi Gobierno del mismo espíritu de moderación,
cuando hace dos años estaba Servia en lucha con el Imperio
turco, se limitó á garantizar las condiciones vitales, las más
importantes de mi monarquía.
Gracias á esta actitud. Servía pudo llegar á la realización
del fin que se perseguía con dicha guerra.
La esperanza de que el reino de Servia sabría agradecer la
longanimidad y el amor á la paz de mí Gobierno manteniendo
sus promesas, no se ha realizado.
El odio contra mí y mi familia es cada vez más violento y
más fuerte. La tendencia de Servia á desprender por medio de
la violencia territorios que no quieren separarse de Austria-
Hungría se acusa cada vez más visible.
Mi Gobierno ha emprendido inútilmente una última tentati-
va para conseguir que Servia cambie de política, pero este reino
ha desechado las reivindicaciones moderadas de mi Gobierno
rehusando cumplir su deber.
Después de esto me veo obli-
gado á crearme por la fuerza
de las armas las garantías in-
dispensables que deben ase-
gurar á mí Estado la calma en
el interior y la paz permanen-
te en el exterior.
Yo tomo sobro mí, en esta
hora grave, todo el peso do mi
decisión y la responsabilidad
en que incurro ante el Todo-
poderoso. Lo he excusado todo
y estudiado todo. Con toda
conciencia me lanzo en la vía
que me señala mi deber.
Tengo confianza en mis poc-
ilios, que en el curso de tantas
tempestades se han agrujiado
siempre alrededor de mi tro-
no. Tengo confianza en el ejér-
cito de Austria-Hungría, que
está animado por sentimien-
tos de bravura y abnegación,
y tengo confianza también en
el Todopoderoso, que dará la
victoria á mis armas.
Francisco José
Stürgkh
Este documento sirvió
para demostrar franca-
mente qué era lo que ha-
bían deseado desde el pri-
mer momento los dos Imperios aliados. La guerra era
la finalidad de toda la acción iniciada por Austria con
motivo de lo de Sarajevo.
Alemania venía hablando desde mucho antes, por
medio de sus periódicos, de la conveniencia de «una
guerra preventiva», para quebrantar á las demás po-
tencias de Europa, que se desarrollaban de un modo
alarmante. Austria, con su ultimátum, proporcionaba
inesperadamente el motivo para provocar á Rusia, la
cual, en virtud de su alianza, arrastraría tras de ella
á la República francesa.
El Imperio alemán, que podía haber retenido opor-
tunamente á su aliado con sólo una palabra, no la dijo
nunca. Su inercia y su silencio dieron á entender cuál
era su voluntad. Deseaba aprovechar esta ocasión
48
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
MANIFESTACIÓN BN PAUtS CONTRA LA GUERRA ll*'"»- K"'
El prefecto de policía de París, M. Hciinion, vigilando en el Bulevar durante la manifestación de los antimilitaristas contra la'guerra
para la deseada «guerra preventiva». Todas sus afir-
maciones, jamás seguidas de un acto en favor de la
paz, fueron irritantes falsedades.
Mentira también el apartamiento del kaiser de los
negocios políticos y su viaje á Suecia antes de que el
ultimátum austriaco produjese la alarma general. Co-
media torpe y grosera la ignorancia fingida por Gui-
llermo II y su gobierno acerca de las intenciones de
Austria. La conducta del emperador germánico y sus
ministros parecía obscura á todos á fines de Julio, en
los días anteriores á la guerra. Su incoherencia des-
orientaba á los hombres de carácter recto y buena
voluntad, que no sabían qué pensar ante tantas con-
tradicciones.
Alemania hablaba de paz, y todos sus actos eran
contrarios á ella. Rehuía las proposiciones diplomáti-
cas conducentes á un arreglo, calificándolas de peli-
grosas. Se negaba á una mediación cerca de Austria,
que era la que había declarado la guerra, y proponía
una actuación en Rusia, que deseaba la paz. La di-
plomacia de Berlín y Viena hablaba de una cuestión
servia, pero su deseo era agrandarla, convirtiéndola
en cuestión eslava.
Al ocurrir, días después, el rompimiento entre In-
glaterra y Alemania, quedaron al descubierto muchos
secretos diplomáticos, revelados francamente por el
gobierno británico para que el mundo pudiese apre-
ciar la falsía de los gobernantes alemanes.
Entonces se vio que Austria no había hecho nada
sin consultar antes á su poderoso aliado. Así era de
presumir, teniendo en cuenta el carácter dominador
de Guillermo II. Todo cuanto el gabinete de Viena
había realizado contra Servia, desde el ultiniaium á
la ruptura de hostilidades, era con previo conoci-
miento y aceptación del gobierno de Berlín.
PARlS. ARRESTO DE VN MANIFESTANTE CONTRA LA GUERRA
(Fot. Rol)
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
40
MANIFBSTACIÓN BN PARlS CONTRA LA GUHRRA
La policía cerrando el paso en el Bulevar á los manifeslantes contra la guerra
(Fot. Rol)
El embajador de la Gran Bretaña en Viena, Sir
Mauricio Bunsen, pudo averiguar el 3U de Julio que
Alemania y Austria habían marchado de acuerdo des-
de el primer momento para provocar á Rusia, atacan-
do á Servia.
Guillermo II y sus ministros fingieron siempre no
haber conocido el ultimátum de Austria hasta el mo-
mento en que ésta lo comunicó á las potencias. Es
más: se afirmó por algunos diplomáticos alemanes que
al kaiser le parecía extremado este documento, que
de conocerlo antes de su publicación habría pedido
algunas modificaciones.
Todo mentira. El kaiser — según los informes del
embajador inglés en Viena, Sir Bunsen — conoció el
texto del ultimátum mucho antes de que el gobierno
de Austria-Hungría lo enviase á Servia. El embajador
de Alemania en Viena telegrafió el texto por entero á
su emperador Gíñllermo II. Éste lo aprobó, y sólo
entonces el Imperio austríaco, seguro del apoyo de su
aliado, se decidió á iniciar sus provocaciones contra
Servia, que en realidad eran contra Rusia.
El mismo embajador de Alemania en Viena comu-
nicó todo esto á Sir Bunsen confidencialmente, cuando
aún creían en Berlín que Inglaterra iba á mantenerse
al margen del conflicto.
Otra demostración de que el atentado de Serajevo
no fué mas que un pretexto para turbar el equilibrio
y la paz de Europa, la proporcionó el|[mismo Imperio
austriaco con su conducta ante las víctimas. Los ofi-
ciales del ejército austriaco, protegidos del archidu-
que Francisco Fernando, tal vez lloraron por agradeci-
miento el triste fin de su generalísimo. La muchedum-
bre, que abomina instintivamente de todo asesinato y
además odiaba á Servia con una aversión tradicional
de raza, manifestó ruidosamente su protesta contra el
ateütado, más por cólera patriótica que por verdadero
sentimiento. El gobierno austriaco, que había de to-
mar pretexto de este asesinato para turbar la paz del
mundo, se mostró mezquino y frío al i^endir los últi-
mos honores á las dos víctimas de Serajevo, alegando
ridiculas etiquetas de la corte que debían olvidarse
en un caso de sincero dolor.
El 4 de Julio, los cadáveres del archiduque Fran-
cisco Fernando y su esposa la duquesa de Ilohenberg
fueron enterrados en el panteón de Arbstetten, des-
pués de una corta ceremonia, bajo una lluvia to-
rrencial.
Ni los archiduques de la familia reinante ni los
dignatarios de la corte y altos mandos del ejército
asistieron á la ceremonia. El no ser de raza real la
duquesa de Hohenberg sirvió de pretexto para justifi-
car esta frialdad.
Ya hemos visto el Manifiesto del viejo emperador
Francisco José. No hay en él mas que alusiones á la
ingratitud de Servia, que correspondió siempre con
un odio explícito á las bondades del Imperio austriaco.
50
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
Estas bondades consistieron en obstáculos más ó me-
nos encubiertos para impedir su desarrollo y en una
oposición descarada á todos sus intentos de extenderse
hasta el mar.
La lista de las íiir/ ¡-ataúdes servias no puede ser
más grotesca á injusta. Servia fué ingrata porque osó
servios de Bosnia. Únicamente el joven Princip se la-
mentó de haber dado muerte á la duquesa, por ser una
mujer, asegurando que había hecho esto contra su
voluntad.
Y sin embargo, los jueces austríacos sólo senten-
ciaron á veinte años de reclusión á estos delincuen-
protestar en nombre de sus intereses nacionales al ver tes confesos. En cambio condenaron á muerte á unos
que Austria, rasgando el tratado de Berlín, se apro
piaba de Bosnia tranquilamente.
Otra de sus ingratitudes consistió en tener que
abandonar, cuando estaba victoriosa, la salida al
Adriático que se había conquistado, humillándose una
vez más ante la arbitrarie-
dad de Austria.
La tercera ingratitud fué
no agradecer al Imperio
austríaco su magnánima
generosidad al no clavarle
un puñal en la espalda
mientras estaba en guerra,
contentándose con azuzar
á los búlgaros para que in-
vadiesen su territorio.
Aparte de estas falsas
lamentaciones, el anciano
emperador apenas habla en
su Manifiesto de la catás-
trofe de Serajevo, motivo
inicial del conñicto. La
muerte del sobrino sólo la
recuerda fríamente, como
un argumento político, sin
nada que suponga emoción
y tristeza.
Otras preocupaciones
más positivas dominaban el
ánimo de Francisco José;
en primer término, la de
aplastar á la pequeña Ser
vía, haciéndola responsable
de su propia ruina.
En todo lo concerniente
al crimen de Serajevo, el
gobierno austríaco proce-
dió con un marcado interés político, sin acordarse
para nada de la estricta justicia.
Cuando tres meses después del crimen, á mediados
de Octubre, se verificó la vista del proceso, la con-
ducta de los jueces austríacos, obedientes al gobier-
no, fué un motivo de estupefacción para el mundo
entero.
El tipógrafo Cabrínovitch, que arrojó la bomba, y
el estudiante Gavrilo Princip, autor de las dos muer-
tes, no negaron sus actos. Antes bien, con la arrogan-
cia de los delincuentes políticos que desean morir por
su causa, afirmaron una vez más su satisfacción por
haber suprimido al archiduque Francisco Fernando,
considerado por ellos como el mayor enemigo de los
JORGB V
Rey de Inglaterra
cuantos desconocidos residentes en Servia que no po-
dían sufrir el castigo.
Hasta en la sentencia de este delito, causa inicial
del conflicto europeo, se buscó hacer creer que el
único asesino del archiduque fué el gobierno de Ser-
via, y para ello nada encon-
traron mejor que mostrar
con los autores materiales
del hecho una clemencia
pocas veces vista en los
dominios austríacos.
La declaración de guerra
de Austria á Servía produjo
en Europa una alarma jus-
tificada, ])ero sin destruir
completamente la confian-
za de los optimistas.
Parecía tan absurda é
inverosímil una guerra eu-
ropea, que aun después de
haberse iniciado con el ata-
que austríaco dudaban los
más de su continuación,
esperando en el último ins-
tante una mediación prodi-
giosa.
La guerra se había de-
clarado; iban á hablar las
armas de un momento á
otro.
No obstante, Inglaterra
seguía trabajando para con-
seguir una mediación, y
Francia é Italia estaban al
lado de ella.
Aunque comenzasen las hostilidades, no había por
qué desesperar de un arreglo. Rusia, contemporiza-
dora y amiga de la paz, declaraba no considerar como
casux hcIH la entrada de los austríacos en Servia, y
se mantenía tranquila, confiando en los esfuerzos de
la diplomacia.
Bélgica, como si conociera secretamente el pen-
samiento de los vecinos y adivinase el porvenir, se
apresuró á tomar precauciones para el mantenimiento
de su neutralidad. Su gobierno procedió á la movili-
zación de una parte del ejército el 28 de .lulio, po-
niendo en píe de guerra 100.000 hombres y preparán-
dolo todo para una movilización general si los sucesos
se agravaban.
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
51
El reino de Montenegro también había ordenado mujeres y obreros se mantuvo en completa calma,
la movilización. La muchedumbre hizo manifesta- aguardando tranquilamente que les llegase su vez;
clones en Cetina en favor de una acción común con
Servia.
pero como eran tantos, sólo una minoría consiguió
retirar sus depósitos.
Los demás pasaron el día entero, de la madrugada
á la noche, esperando el turno de entrada, sin conse-
guir al fin sus propósitos.
En todas las calles se formaron grupos que habla-
zar el desarrollo de los acontecimientos cometiendo ban de la posibilidad de la guerra, pero sin que nadie
una imprudencia. mostrase alarma ni inquietud.
La amenaza de una guerra europea ocupaba todos Todos creían próxima la orden de movilización,
los ánimos. Sólo se hablaba de esto. Los demás suce- Uq fatalismo heroico comenzaba á enardecerles.
En París no se alteró la calma de las gentes; una
calma que obedecía principalmente al deseo de no for-
sos, aun los más recientes,
habían pasado de pronto á
último término.
El proceso contra mada-
ma Caillaux, que una se-
mana antes traía dividido
á París, provocando casi
una revolución con mani-
festaciones y contramani-
festaciones en las calles,
apenas si se recordaba
ahora como un asunto re-
moto.
El mismo día 28 absolvió
el jurado á Mad. Caillaux,
sin que los partidarios de
ésta mostrasen satisfac-
ción ni los enemigos re-
anudasen sus protestas. La
absolución se acogió con
una completa indiferencia.
Los franceses tenían asun-
tos más importantes de qué
ocuparse y que llenaban
su pensamiento completa-
mente.
En los establecimientos
de crédito fué engrosando
la muchedumbre que acu-
día para retirar sus depó-
sitos.
Ante la casa central del
Banco de Francia se aglomeraron también los que de- X
seaban cambiar moneda. El miedo álos acontecimien-
tos hizo que todos pensasen en procurarse oro dando Actitud de Rusia. — Su movilización parcial.— Inutili-
— Si la guerra es inevi-
table— decían — , iremos á
la guerra.
Desde este día se notó
una gran actividad en los
almacenes de artículos mi-
litares, en los de calzado
y en las sastrerías de uni-
formes.
Los oficiales de la reser-
va y del ejército territorial
hicieron sus últimos prepa-
rativos para estar prontos
á un llamamiento.
Pero aún no se conside-
raba la guerra como inevi-
table.
Se hablaba de ella ale-
gremente. ¡Tantas veces
se había anunciado como
próxima, sin que al fin lle-
gase!...
Y mientras tanto, M. de
Sch(Bn, el embajador de
Alemania, seguía visitan-
do á M. Bienvenu-Martin
en el Ministerio de Nego-
cios Extranjeros para ha-
blar de una paz posible.
M. RAIMUNDO POI.XCARB
Presidente de la República francesa
billetes.
Algunas tiendas importantes de alimentos se ne-
garon á cambiar billetes, exigiendo los pagos en mo-
neda, y esto produjo en el público la consiguiente
alarma. Para que en aquellos comercios admitieran
un billete era preciso comprar géneros por un valor
equivalente al 20 por lOU.
Desde las siete de la mañana se apiñó la muche-
dad de las gestiones pacificadoras.— Las naciones
empiezan á arruinarse. — Llegada de Poincarc á
París.
El miércoles 29 de Julio, á la una y media de la
madrugada, se inició la guerra en Servia.
La guarnición de Belgrado hizo saltar el gran
puente que une á esta capital con Semlin, la inmediata
dumbre en la Caja de Ahorros de París para reclamar ciudad austríaca. La explosión no llegó á destruir el
sus depósitos, formando una fila enorme ante las ver- puente por completo, pero cortó la vía férrea, imposi-
jas, bajo la vigilancia de la policía. Esta masa de bilitando el paso de los trenes enemigos.
EN PREVISIÓN DE LA GUERRA. -LA MUCHEDUMBRE ANTE EL BANCO DE FRANCIA
FRENTE A LA CASA CENTRAL DEL BANCO DE FRANCIA
AQUARDAI^DO PARA BMTRAR BN SL BANCO
Y LA CAJA DE AHORROS DE PARÍS AGUARDANDO TURNO PARA RETIRAR SUS FONDOS
<s;^j:^;Ms:fWjmt::.
-Vii-m' 'liH2Lr'"Mfc
ESPERANDO QUE SB ABRA LA PUERTA DE LA CAJA DB AHORROS
FORMANDO FILA EN LA CAJA DB AHORROS
(Fots. Meurisse)
54
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
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EL PUENTE QUE UNÍA A HELtlRADO CON SBMLIN
DESTRUIDO POR LOS SERVIOS
Cuatro monitores austriacos empezaron á bombar-
dear á Belgrado, y las tropas servias contestaron con
UQ vivo fuego. El combate se extendió desde la ma-
drugada por las riberas del Save y el Danubio. Los
buques austriacos, ayudados por los rellectores, diri-
gieron sus tiros especialmente sobre la cindadela de
la capital, pero la artillería servia los mantuvo á dis
tancia.
Rusia no podía permanecer indiferente ante el
atentado que empezaba á realizarse.
Los periódicos de San Petersburgo reclamaban
desde algunos días antes la inmediata movilización.
El mismo día 2i) se supo en toda Europa que esta movi-
lización era un hecho, pero parcialmente, limitada á
los distritos del Sur y el Sudoeste limítrofes con Aus-
tria. Las tropas concentradas en estos puntos proce-
dían de los cuerpos de ejército de Kieff, Odessa, Kazan
y Moscou.
A las tropas que guarnecían la frontera alemana
no se les dio orden alguna de movilización. El gobier-
no ruso tuvo buen cuidado de hacer constar que úni-
camente se ponía en guardia del lado austríaco, en
vista de su iniciativa guerrera contra Servia, sin mos-
trar inquietud ni recelo por el lada de Alemania.
Todos los oficiales rusos residentes en ios balnea-
rios y ciudades veraniegas do Europa fueron llamados
á su país telegráficamente.
El gabinete de San Petersburgo hizo saber á todas
las potencias que había ordenado la movilización de
catorce cuerpos de ejército, en vista de las circunstan-
cias. El zar tomaba el mando en jefe de estas fuerzas, y
el mando efectivo lo ejercería el gran duque Nicolás
Nicolaievitch, secundado por el ministro de la Guerra.
Los catorce cuerpos movilizados representaban
700.000 hombres.
A pesar de esta actitud, Rusia no abandonó sus
gestiones diplomáticas para conseguir el manteni-
miento de la paz.
A mediodía, el embajador ruso en Viena, M. de
Chebeko, visitó al conde Berchtold en el Ministerio
de Relaciones Exteriores para pedirle que los austría-
cos suspendiesen las hostilidades iniciadas, dando
tiempo á que las potencias buscasen un arreglo. Esta
suspensión de la guerra la solicitaba Rusia sólo por
unos días, los suficientes para que Inglaterra llegase
al término de sus gestiones. Además, el gobierno ruso
no daba importancia á lo ocurrido durante la ma-
drugada.
Como era de esperar, el resultado de esta proposi-
ción fué negativo. Austria deseaba la guerra y no le
convenía dar tiempo, con una suspensión de hostili-
dades, á la intervención razonada é imparcial de las
otras potencias. Su propósito, desde el principio — así
como el de Alemania — , fué violentar y acelerar la
marcha de los sucesos.
En Viena, toda la diplomacia europea hacía esfuer-
zos desesperados queriendo impedir que las hostilida-
des pasasen adelante.
Los embajadores de Francia, Rusia, Inglaterra é
Italia se reunieron con el de Alemania para cambiar
impresiones. Los cuatro primeros se daban cuenta de
la inutilidad de sus esfuerzos para convencer al go-
bierno austríaco. Apenas conoció el conde Berchtold
la proposición mediadora de Sir Edward Grey, tuvo
prisa en declarar la guerra á Servia, para levantar el
obstáculo de un hecho consumado é irreparable entre
Austria y la diplomacia conciliadora.
En vista de esto, los representantes de las poten-
cias intentaron preparar una negociación directa en-
EL PRiNClPB JOROE DE SBRVIA, QUE AL DECLARARSE LA GDBRRA
TOMÓ EL MANDO DEL EJÉRCITO DB SU PAÍS l-'ul ''"I'
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
55
tre San Petersburgo y Viena á pro-
pósito del conflicto austro-servio.
Rusia no se opuso á esta solución.
Estaba dispuesta á entenderse di-
rectamente con Austria. El gabi-
nete de Viena se negó de nuevo,
repitiendo que el asunto era úni-
camente entre Austria-Hungría y
Servia.
Entonces los embajadores en Vie-
na decidieron pedir insistentemente
al gobierno de Alemania que usase
de toda su influencia para que Aus-
tria-Hungría admitiese un cambio
de ideas con el gabinete de San Pe-
tersburgo. Esto no obligaría al go-
bierno austríaco á nada, ni era con-
trario á su dignidad. Tal vez al
hablar directamente las dos poten-
cias acabarían por entenderse.
Pero el gabiuete de Berlín mostró
ante estas proposiciones una acti-
tud reservada.
El embajador de Alemania en
Viena asistía á todas las reuniones de sus compañeros
los embajadores de Inglaterra, Francia, Rusia é Italia.
Aprobaba sus opiniones y prometía ayudarles en favor
de la paz, una paz que era el más ferviente deseo de
su emperador y su gobierno.
Y tal vez reiría en su interior, sabiendo de ante-
mano que ni el emperador ni sus ministros habían de
hacer nada por esta paz; antes bien, la impedirían,
oponiendo su inercia y su silencio como obstáculos
insuperables á las iniciativas conciliadoras.
La certeza de que el soberano de Alemania podía
solucionarlo todo con sólo una palabra no era una opi-
nión de las grandes potencias úoicamente. Los países
neutrales como Suiza creían lo mismo. Le Jot'riial de
Geni-ve (Ginebra) resumía de este modo la situación
en la mañana del 29 de Julio:
Un gesto del emperador Guillermo II calmaría á su aliada.
Este gesto lo espera con angustia toda Europa. Alemania está
en plena prosperidad, en pleno crecimiento. Desborda de la
fuerza que le dan dentro de ella un gobierno formidablemente
armado y fuera de ella un prestigio intacto. Su monarca, inter-
viniendo bondadosamente cerca de su aliado, merecerla, ade-
más del gran imperio que posee, la gratitud de todos los pue-
blos. Esta gratitud aumentarla su poder, dándole un nuevo bri-
llo. En esta mediación no habría que hacer ningún sacriticio
doloroso, y tal vez desarmaría las animosidades nacionales, que
obligan á toda Europa á vivir en una perpetua alarma.
Alemania se ha extrañado muchas veces de inspirar menos
afecto y confianza que respeto y temor. Ha sonado para ella la
hora de adquirir ese afecto y confianza, sin que por ello pierda
el respeto y el temor que inspira.
El Imperio alemán prefirió seguir infundiendo te-
mor por medio de una «guerra preventiva» á conquis-
tar pacíficamente el afecto y la confianza que jamás
supo inspirar al mundo.
ASPECTO DE UNA CALLE DE BELGRADO AL PROCLAMARSE LA MOVILIZACIÓN
(Kot. Rui)
Inglaterra, que ya dudaba del éxito de sus gestio-
nes para mantener la paz, puso en movimiento sus
flotas, como medida previsora.
La escuadra del Mediterráneo recibió la orden de
concentrarse en Malta. La primera escuadra del Océa-
no, compuesta de dreadnougMs, á las órdenes del al-
mirante Galleghan, salió de Portland durante la ma-
drugada con rumbo desconocido.
En Alemania continuaron los preparativos de mo-
vilización, hechos sordamente.
Francia, en vista de los sucesos, empezó á con-
centraren las guarniciones las tropas destacadas, lla-
mando además á los oficiales y soldados del ejército
activo que estaban gozando de licencia.
Bélgica cenvocó á las tres clases militares de 1912,
1911 y 1910, desistiendo definitivamente de las ma-
niobras que tenía proyectadas. Además, las fortifica-
ciones de Lieja y de Namur fueron puestas en pie de
guerra.
El rey de Bélgica y sus ministros empezaron á pre-
parar una nueva concentración para añadir 100.000
hombres más al ejército nacional, compuesto ya de
otros tantos.
En Alemania hubo el 29 de Julio un pánico gene-
ral frente á las Cajas de Ahorros. La muchedumbre de
Berlín y de las principales ciudades, alarmada por los
preparativos belicosos que venían haciéndose desde
una semana antes, creyó en la proximidad de la gue-
rra, que hasta entonces había sido considerada como
algo problemático, y sintió miedo por la suerte de sus
depósitos.
Desde las cinco de la mañana, el público fué aglo-
merándose ante las puertas de aquellos establecimien-
tos, á pesar de que las oficinas se abrían á las nueve.
56
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
HABITANTES DB BELGRADO ACAMPADOS AL AIRE LIBRE AL SER BOMBARDEADA LA CIUDAD POR LOS AUSTRÍACOS
(Fot Rol)
La tan deseada «guerra preventiva» produjo una na-
tural inquietud en el pueblo alemán al verla tan pró-
xima.
Algunos grupos socialistas intentaron protestar
contra la guerra, como sus compañeros de otros países,
pero estas demostraciones no tuvieron importancia.
La gran masa socialista alemana — de la que hablare-
mos más adelante — vive ahora sometida al Imperio y
al militarismo, como todas las clases de la nación.
La Gaceta de la Cric, órgano de los conservadores
alemanes, dijo con tono despectivo al comentar tales
intentos:
Hoy, más aún que ayer, creemos que l;is demostraciones so-
cialistas carecen de valor y de resiiltiido iiráctico. Pero pueden
inducirá los extranjeros á un grave error, poríiue no saben la
escasa influencia que tienen entre nosotros las vociferaciones
socialistas.
n
Poco después de mediodía llegaron á París el pre-
sidente Poincaré y ol jefe del gobierno, Viviani, que
habían desembarcado por la mañana en Dunkerque.
Al bajar del tren en la estación del Norte, la mu-
chedumbre prorrumpió en aclamaciones á Francia, á
la República y á Poincaré. El presidente acogió con
graves saludos esta manifestación patriótica.
Empezaba á diseñarse desde este momento la una-
nimidad de opinión que el peligro nacional iba á crear
en Francia. Los grupos reaccionarios y los de ideas
avanzadas se unieron instintivamente para tributar
este homenaje al más alto representante de la Repií-
blica francesa.
Desde la estación al palacio del Elíseo el entu-
siasmo popular siguió al presidente, como si en esta
hora grave quisiera infundirle con sus aplausos y ví-
tores nuevas fuerzas para el cumplimiento de sus de-
beres supremos.
En las primeras horas de la tarde, el jefe del go-
bierno, M. Viviani, tuvo una conferencia con el em-
bajador alemán, M. de Schoen, en el Ministerio de
Negocios Extranjeros. Después llegó el embajador de
Rusia, M. Isvolsky, y los dos diplomáticos, alemán y
ruso, mantuvieron una larga conversación en presen-
cia del ministro francés.
Por la noche, París se mantuvo en calma. La mu-
chedumbre discurrió por los bulevares, ansiosa de no-
ticias, pero sin hacer manifestaciones.
La preocupación más inmediata la ocasionaba el
dinero. Las dificultades para el cambio de moneda
molestaban al público.
El oro había desaparecido por completo desde al-
gunos días antes, recogido y guardado previsoramen-
te por los establecimientos de crédito y los particula-
res ricos. La plata empezaba á escasear igualmen-
te. Todos sentían la necesidad de que el Banco de
HISTORIA DR LA GUERRA PLIROPEA DE 1914
57
LA MULTITUD EN HEKLLN ACLIÜIENDO Á LA t'AJA DE AH0RR08 PARA RETIRAR SU DINERO
(Fot. Meui isse)
Francia pusiese en circulación billetes de cinco y de
veinte francos.
El estado de espíritu de los franceses era excelente.
Nadie deseaba la guerra; todos querían evitarla, pero
nadie la temía, aceptándola de antemano, si es que se
presentaba, como algo fatal é inevitable.
«Las manifestaciones del pueblo de Berlín — decía
Clemenceau — contra Rusia y contra Francia, que no
han hecho un solo gesto de amenaza hasta ahora, de-
muestran cuál es el estado de espíritu del kaiser y de
todo su pueblo. ¡Cuan distinto el estado de espíritu
de nuestros conciudadanos! Yo solo veo en torno mío
hombres tranquilos y resueltos. No oigo mas que deseos
I'AUIS. EL l'KEyíUKNTE l'UI.NC'ARÉ SALl DANDO Á LA .MUC 1 lEDI .M IIUH EN LA ESTACHkN DEL NURTE
de paz, acompañados de una sonrisa de seguridad
viril y de un relampagueo de ojos que dan á entender
que el alma francesa no ha degenerado.»
XI
Declaraciones de Inglaterra sobre la paz. — La situa-
ción en Londres y París. — Movilización rusa. — Re-
clamación de Alemania. — Vanas esperanzas de con-
ciliación.— Las naciones se preparan para la guerra.
El jueves 3U de Julio, al abrirse la sesión de la
Cámara de los Comunes, el gobierno inglés creyó ne-
cesario hacer algunas de-
claraciones en vista de la
situación europea.
Mr. Asquitli, presidente
del Consejo de Ministros,
liabló de este modo:
Nos reunimos lio.v en una.'^
eoniliciüncs de gravedad ([ue
lio pueden encontrarse otras
análogas en toda nuestra exis-
tencia política.
l.a paz y la guerra de Euro-
pa parecen como equilibradas
eu una balanza, y esto signi-
flca para nosotros los riesgos
de una eatá.-itrofe cuyas pro-
porciones y consecuencias es
iniii()sil)le (|ue calculciniis.
7
£8
VICENTE ISLASCO IBANh:Z
m
3 7 7 14 209
BANOUE <le FRANGE
CINQ
FRANCS
• úiwiíi Criiittfíl.
/
C.6r«13.C.
>0
HL M'liVO llll.I.V.rií I)K CINCO laiA.NC'OS
En hisciiTiinstiUicias prcscnlcsixlc iiii.-i iin|Mii-l,iiiri,i iMpitMl
li;ini lo.s i iit('n'sos( lelilí mulo entero (jiu' iiuestrnii;iis.(|ueii(i tiene
iin.'i rehieic'm direeta en este eoiillieto, |)iieila liablar con el jires-
tiyiu (le lina uacithi en que es absoluta la nnaniíiiiilail de tíidos.
Luego, sil" Edwanl (¡rey tomó la ]ialiilira juira decir
ron fiicrta tristeza:
1
ciún
pea.
]iro(l
!•
este
Sirnlu inurlii) im pcpiliT aniuiciará
la Cámara (|ue la siliiaeión de liov no
lia disininuiclo en gravedad al eoni-
pai-arla con la de ayer. Contiiiiianios
mii'.stra olira á lin de lograr lo íinicu
i|iu' nos interesa, el sosteniniicntn de
la paz en Europa, y para e.sto se^^ui-
iiios en e.slreelio contaeto con todas las
linteneias. No hemos tropezado liasta
ahora con ning-iina dificultad cerca
de dichas potencias, pero nos ha sido
imposible establecer una acciim diplo-
mática conciliadora, tal como la lia-
liiamiis propuesto el luiii'S.
La iiriiuera |)ro|io.siciiui i\r\
ministro Grey en favor ilc nna
conferencia diplomática no ha-
bía obtenido éxito. Ahora sus
esperanzas so basaban en los
trabajos para conseguir una c(ui-
versación directa entre Anslria
y Hnsia.
■ondrcs miraba con cierta indiferencia esta sitaa-
, lio creyendo cu el absurdo de una guerra enro-
Lo único que le preocupaba un poco era el reilejo
ucido en los uegocios ¡lor la alarma general.
•]n París el malestar ecouómico fué también en
día la, preocupación dominanto. La Caja de .Mió-
la. Mi'cimni Mimn aniií va. hanco oií iuamia i:si'huam>o ti uno cara i-a.\iiuak iui-Lkiiís ni'ots. Mcurisse)
Historia de la guerra europea de i914
69
ri'os, para, ronjurar una
quiebra jior la g-ran
anuencia de depositan-
tes que acudían á recla-
mar sus economías, tuvo
que suprimir los reem-
bolsos. Sus restituciones
fueron limitadas á r)ü
francos por quincena.
La crisis monetaria
resultaba insufrible. La
moneda metálica liabía
desaparecido de la cir-
culación instantánea-
mente. Más de aU.OÜd
personas se ag-lomeraron
por la mañana en el Ban-
co de Francia ]iara cam-
biar billetes por metáli-
co. El gran cstaldcci-
miento tuvo que nu>vi-
lizar para este servicio
gran parte de sus em-
pleados, improvisaudo despachos de cambio en los pa-
tios y corredores de su ediñcio central, pero aun con
esto resultó imposil)le atender al público, cada vez
uiás numeroso. Para remedinr la escasez de moneda, tados cu los grandes Bancos. La Cámara de Agentes
Kr. NIKMJ im.I.lMK 1)H VHlM'lí l<RA.N('US
el Banco, de acuerdo con el gobierno, decidió poner en
circulación los billetes de cinco y de veinte francos.
Todos los intereses de descuento l'uerou aumeu-
U.N DETALLE DE LA MUCHEDUMBaE DESEOSA DE ADQUIKItt lULLETES DE CI.NCü Y DE VELNTE 1•■RA^•C0S ('''o'*- Mcurise»)
60
Vicente bLasco íbañez
UN PATIO UKL H,VNCO DK FUANCIA (.'UN DUSl'ACUUS IMI'MUVISAUOS l'AKA KL UAMIÜU UE lULLKTES
(le liolsa declaró la necesidad de establecei' una mora-
toria general para las operaciones bursátiles, prorro-
g'ando hasta tiues del próximo Agosto la liijuidación
de Julio.
El gobierno francés tomó precauciones militares
á fin de asegurar las vías do comunicación. Las esta-
ciones de ferrocarril de toda Francia, así como los
puentes, túneles y encrucijadas, (juedaron ocupados
]iiir las tropas.
Hn periódico de París fué secuestrado por la pidi-
ria ])ür haber dicho que los ministros habían estado
reunidos gran parte de la noche en el palacio del
Klíseo, bajo la presidencia de Poincaré. En esta re-
unión se había acordado llamar á las armas á cuatro
resei,"vas. El ministerio del Interior desmintió la no-
ticia.
A pesar de esta tendencia del gobierno encaminada
ú disminuir la importancia de la situación, todos se
daban cuenta de su gravedad. Los ministros, desde
la llegada de Poincaré, se reunían diariamente varias
veces.
o
Rusia decretó en este (ha su movilización á liu de
completar las medidas previsoras que había toma(h>.
cubriendo la frontera de Austria.
El ukase del zar llamaba á banderas:
1." Los reservistas de '2'A gobiernos y de 71 distri-
tos pertenecientes á otros 14 gobiernos.
5Í." Otro número de reservistas procedentes de nue-
ve distritos de cuatro gobiernos.
;i° Los reservistas de la Armada de 04 distritos
(le
í'2 gobiernos rusos y de un gobierno liu
4." Los cosacos libres de los territorios di
de Kouban, de Terek, de Astrakán, de Oren
del Ural.
laudes.
■1 Don,
lurg y
UNA Ol'ICINA DE CAMinO INSTALADA POR El. DANCO DK l'KA.NCIA
EN VISTA DK I. A ORAN AFLUENCIA DK PÚBLICO (FoU. MeurUs*)
Historia de la üljerra europea de 1914
EL CA.MHIO DE Bll.LKTEtí E.\ EL ÜANCU DE FUA.N(1A
5." Uii núcleo de oficiales de reserva, médicos,
veterinarios, etc.
Además, por el nkase imperial se requisaron en
los gobiernos de la movilización los caballos, vehi-
AUyUníIK.NUO lill.I.ETliS XUKViiS DE CINCO Y DE VKINTli
FRANCOS l*"o'8- Meurisat.)
culos y correajes necesarios ]iara las citadas fuerzas.
Los cadetes de la Armada fueron promovidos cu
masa al grado de oficiales.
En Sau Pctersburgo y otras capitales rusas las
manifestaciones patrióticas eran continuas é ini])o-
nentes por su número.
El pueblo ruso, dividido hasta poco antes por las
divergencias políticas y los antiguos odios de raza,
mostraba su entusiasmo con uua absoluta unanimi-
dad. Los revolucionarios, enemigos del Imperio, toma-
ban parte en estos actos patrióticos. La consideración
de que Rusia defendía á un pueblo débil y pequeño
como Servia, hizo que hasta los enemigos más irre-
ductibles se uniesen al goljieriio ajirobando su con-
ducta. Los días tristes de la guerra ruso-japonesa,
alterados por la discordia, estaban muy lejos para
todos.
El embajador de Alemania en San Pctersburgo so
presentó á M. Sauzanof, ministro de Kelaciones Ex-
teriores, ])ara preguntar si eran ciertas las medidas
de movilizaci('>n, dando á entender que en caso alir-
mativo el Imperio alem;in pnicedería ;i una muviliza-
cióo análoga.
Alemania (jucría sal)er:
]." Cuál era el objeto de la movilización en Husia.
■J." Si esta movilización era dirigida contra Aus-
tria.
•i." Si Rusia estal)a dispuesta á ordenar ijue cesase
(^sta movili/.acii'in.
El gobierno alema u pidió á Rusia que contestase
lo antes posible á estas preguntas, que tenían el carác-
62
VICENTE BLASCO IBAÑE2
tcr de un nUimatum. El niinisti'o Sauzanot' i'o.sj)nnili(i todavía las tropas sobre las armas, si es que Alemania
que esta movilización no iba dirigida en modo alyuno realizaba su movilización.
contra Alemania, pues no se desarrollaba en sus fron- Inglaterra, tenaz en sus gestiones, era la última
toras y sólo era parcial. En cuanto á dar órdenes para esperanza de los que ai'in conñal)an en un arreglo que
suspenderla, ya no era posible. conjurase la guerra. El ex ministro Piclion, ilustre
La gestión amenazante de Alemania (lal)a á enten- diplomático, resumía de este modo los sucesos en Le
der su propósito inmediato de recurrir á la guerra. No PcUl Journal:
había querido intervenir hasta entonces entre Rusia y
Austria á (in de llegar á un acuerdo, l'ero ahora daba
señales de vida ])ara amenazar al lunterio ruso si con-
tinuaba su movilización contra los austríacos.
Persistiendo Inglaterra en sus propósitos concilia-
dores, aún gestionó en este
día cerca del gabinete de
Berlín para sostener la paz.
Sir Edwui'd (¡rey renuncia-
ba á sus iniciativas anterio-
res y pedía á Alemania (|U('
manifestase bajo qué forma
juzgaba preferible una in-
tervención amistosa en el
conñicto. El gobierno de
Herlín no contestó. El mi-
nistr<i inglés, eonvenculo
al lin de (jue no consegui-
ría en su obra pacífica el
a])oyo de laM'il/iclut.sfiy/isS/'
— como llaman en lenguaje
diplomático al gabinete de
Berlín — , concentró sus es-
fuerz(js para convencer al
BalJiíhii:, ó sea el gabinete
de Viena.
El gobierno francés no
se hizo ilusiones sobre la
posibilidad de una paz al
enterarse del nlfimatu/n
dirigido á Rusia por el go-
bierno de Alemania.
La guerra era inevitable
y había que tomar precau- *
(dones. Se abstuvo hasta el liltimo momento de dar
la orden de movilización, poro adoptó todas las me-
didas compatibles con un estado normal. Las tropas
llamadas de «cobertura» fueron concentradas en
diversos puntos de la frontera. •^50.000 hombres
del ejército activo formaron una muralla para im-
pedir una invasión repentina. Mientras tanto, á sus
espaldas podían realizarse tranquilamente los prepa-
rativos de defensa. Los depósitos de municiones y ví-
Ni) es posible (l(>cir— como nñniian on la capital de Alema-
nia~(|MO el liiaiitciiiliiicnto de la Jiaz ji'eiicral depemle de Hnsia.
Esta. atirniaciíHi es nii soIíshki. liiieamenti' sena verdail si la
jiruvocación linliiesi' partido de San l'e1crslinri;-o. Tern esta
[iruvocación ha iiai-tidíj ile otro I ni;; ir. \' preeisaimade en ese
liiii'ar es donde la inter\eiie¡(iii
a leí na lia puede ser (Jiimipotenle.
l,a \ci'dad es (pie el ^idliiiTUo
aleiiKiii resulta eii estos iiioiiii'U-
tos id II 11 ico seüor de l;i p:i/. o de
la jiaierra.
Aun adliiitieudo ipir no acep-
te el eneari^arse de rontiaier íi
su aliado el Imperio de Austria
\ ijiie uo ipiiera ejel-eer liili-
^ama iircsióa sobre él. siempre
((uedará el recurso de una in-
tervención de tres 1) ciiatñ) po-
tencias cerca de los i^obienios
más interesados en la crisis.
Ksta iuterveiudiiii es la ipie
Iiii^'laterra ha iiroiiiiesto. la ipie
nosotros hemos apox'ado. la. ipie
Italia aceptó inmediatamente \-
la i|ue Alemania ha rehusado.
Hay que insistir una ve/, ni;is.
Esta solución se impone. (,>ue
miiditii|iieiisu forma sise ((iiiere
jiara dar toda hi satisfacciíju po-
sible á las objeciones alemanas.
Pero ((ue se insista en ella; (pie
\ iielvaii á reaniidarsíí las neg-o-
ciaidoues.
EL REY DK liliLGIUA, ALHEKTO I
Clcmenceau, en su pe-
riódico El Iloiiúiff L\hi-<\
se mostraba menos con-
iiado, dudando (jue se acej)-
tase la solución projíuesta:
Todos los países (dvilizados saben de di'iude viene la ag're-
sióii.
Todos los países civilizados saben de qué parte proceden las
intervenciones diidomátieas en favor de la yx/. y de qué parte
las resistencias.
Todo el niuudo ha visto ipii' el emperador alemán se inter-
imso desde el primer dia para imi^cdir (pie Kiisia. protectora
natm-al de los pueblos eslavos, interviniesr' en fa\iir de Serxia.
amenazada de un aplastamiento.
En cnanto líiisia ha resuelto movilizar una parte \\\\\\ ]>e-
queña de sus tropas jiara tomar Icti'itimas ¡ireca liciones i i
veres se completaron con vertiginosa rapidez. Las respuesta á la movilización austríaca, (iuillermo II se ha apre-
surado á deidarar al zar (pie si tiene Itl, aiiihuda de prexeuirse
será preciso (pie jior ello arda Europa entera.
vías férreas quedaron expeditas para una próxima
movilización.
El níy de Bélgica tuvo frecuentes entrevistas con
sus ministros y el jefe del Estado Mayor general del
ejército. Sus acuerdos se encaminaron á reforzar más
lllbTOK'lA Dü LA GUERRA EUROPEA DE 1911
65
XII
Los bastidores del dram^. — Despachos de Guiller-
mo i! y el zar. — La conducta del kaiser. — Llnanimi-
dad francesa. — El ciudadano Hervé y iu huelga ge-
nera!.— El caricaturista Hansi.
j\lii'iitra.s se agitaba la diplomacia buscando una
suluciúu al conflicto, dos altos personajes, en cuyas
manos estaba depositada la suerte de Europa, so po-
nían en couiuuicacióu á impulsos del peligro.
El emperador de Alema-
nia y el tic líusia cruzaron |
varios telegramas intere-
santes. El parentesco y la
amistad les hicieron tratar
este asunto con cierta con-
fianza, como un pleito de
familia. Fue un aparte en-
tre bastidores, mientras so-
bre el escenario europeo se-
guían actuando las canci-
llerías á la vi.sta de todos.
El 'JS de Julio por la no-
che, Guillermo II, que aca-
baba de regresar á su Im-
perio, dirigió el siguiente
despacho á su primo el em-
ii;u'i(in en Kusia es i'iioriiii'; yii i)articipn de ella. I'ru.sii-iito ((iio
iiMiy pronto no poilró ri'sistir á las presione.'? (jiic la opiíium
ejerce sobre mí. y me veré obligado á tomar medidas que |)ro-
vocarán la g-uerra.
Para evitar la desg-racia que representaría una guerra euro-
pea, te ruego, en nombre de nuestra antigua amistail. que ba-
gas todo lo posible para impedir (pie tu aliado vaya demasiado
lejos.
Ni'oi.Ás
El mismo día, ú las seis y media de la tardi', tele-
grafió (iuillernii) II:
Ilc reeibid'
perador de Kusia:
I (111 una gran inquietud me
entero de la ini]iresi(Jn que el
nllimattuii austro-búngaro ba
prodneido en tu Imperio. La
agitación sin escrúpulos que
desde liace años se desarrolla
en Servia, ha determinado el
asesinato de Francisco Fernan-
do. Los servios están dominados
aún por el espíritu ()ue los im-
I)ulsó al asesinato de s>i lícy y
de su Keina. Indudablemente
con vendrás coinnigo en que nos-
otros dos, asi como los demás
soberanos, tenemos interés en ipie todos los (pie resulten res-
ponsables de este crimen horrible no queden en la impunidail.
I'orotr.i parte comprendo (;uán dificil es para ti \- tu (iobier-
110 ir contra la opinión pública de tu jiais. (iracias á la ainislad
que desde hace mucho tiempo me une estrechamente con Immu
cisco .losé. des|iliegip sol)re .\ustria-Hungría toda mi inlluencía
l>ara empujarla á (pie se entienda franca y pa -ilicamentí^ con
Kusia. líspcro ardientemente que tú ayudarás mis esfuerzos,
para alej.ir las dilicnltades qiu; existen en la actualidad.
Tu afectuoso primo.
(ii n.i.iíUMo
El '>') (le .lulio. á las diez de la mañana, rcspiuulio
Nicolás II al cmperailor alrni;in:
I tu telegrama. Comparto tu deseo de mantener
la paz. Sin embargo, yo no piie-
ilo considerar la guerra austro-
húngara como una guerra ver-
gonzosa, porque Austria-Hun-
gria sabe por experiencia (pie
las promesas de Servia, cuando
no están consignadas sobre el
papel, nada valen. Según mi en-
tender, la acción austro-húnga-
ra debe ser considerada como
una tentativa para lograr que
esta vez las promesas servias se
cumplan. Me sostengo lirme-
mente en esta opinión al ver
(jue el Gabinete austro-húngaro
se ha comprometido á no buscar
ninguna conquista territorial.
Creo qu(í un acuerdo directo
entre tu Gobierno y Viena es
posible y deseable; un acuerdo
(¡ne, como ya te he dicho, aj»)-
yaria mi Gobierno con todas sus
fuerzas. Naturalmente, las me-
didas militares podrían ser con-
; /■ sideradas como una amenaza
y / por Austria-Hungría, y podrían
í Mt .•' prüV(jcar la desgracia que nos-
" " ' otros tenemos interés en impe-
dir, haciendo imposible la mi-
sión mediadora (pie yo me he
apresurado á asumir en vista do
tu llamamiento á mi amistad y
mi a\'ii(la.
Geil.LKli.MO
LA UKINA HE UELGICA.
(Fot. Kol) Horas después, á la una
de la madrugaila, nuevo
despacho del (Muperador de Alemania, siu aguardar
la respuesta de Rusia:
Mí embajador ba recibido el encargo de señalará tu fiobier-
no los peligros \- las graves consecuencias de una movilización.
Como le decía ayer en mi último telegrama, Austria Huiigria
no moviliza contra Servia mas que una parte de su ejército. Si
ahora, como (!S cierto, tú movilizas contra Au.stria-Hungria. la
misión (pie me conflaste resulta difícil, si es que no imiiosible.
1.a dílieultad de la deci3i(jn que hay ipie tomar reposa ahora
sobre tus hombres. A tí te corresponde la respoiLsabilidad de
la guerra o de la paz.
GtlLLEIlMO
Me alegro de saber que has regresado á Aleni.-inía en estos
momentos graves. Te suplico viv.um-nle (pie me a\iides. fna
Este telegrama .se cruzó con el siguiente del em-
guerra vergonz(jsa ha sido declarada á un país débil. La indig- perador de Rusia, ijue era en respuesta del anterior.
64
VICENTE BI ASCO IBAÑEZ
THOl'AS yiiRVIAS SALIENDO I'AKA LA (itíKURA
(Fot. Rol)
NicnJás 11 íi (liiilli'niti) 11
80 (lo .lulin. 1 de l:i tanlc.
Ag'iMdrzco ('onlhilinontc tu pronta rcv-ipucstn. Est:i noclio
enviare'' á Tatisclicfcon instrucciones. Las uicdiilas militares
actuales cstal)an acordadas desde hace cinco dias aproxiniada-
nicntc. para defendernos de los austríacos. Espero de todo co-
razón que estas medidas no van á impedir tus funciones de me-
diador, de las cuales espero muclio. Tenemos necesidad do tu
presión sobre Austria-Hungría, para que ésta ipiiera entenderse
con nosotros.
Nicolás
Cuando el zar recibió el último dcspaclio de Gui-
lloi'ino II, (juc so habia cruzado (!un el sujo, le con-
testo:
Te do\' las gracias cordialniente piir tu nii'diaci('in. que lince
esperar una solución iiaciñca. Es verdaderamente imposil>lo
suspender nuestros preparativos militares, que resultan nece-
sarios después de la movilización austríaca. Nosotros no desea-
mos una guerra, y mientras duren las negociaciones con Aus-
tria para llegar á un acuerdo, mis trojias no tomarán ning'uua
actitud hostil. Yo te doy solemnemente mi palabi-a.
Teng'o conrtanz;! eu Dios y espero mucho dr tu uicíliacinn
en Viena para el bien dt; nuestro pais .y de la pax. de Europa.
Cordialinente tu agradecido
Nicolás
El mismo día á media noche (¡uillernio II ti'le;4'i'ati'i
lo sio'uieute, con gran asombro del zar y su o-obierno:
Mientras mi mediacicbi, asumida según tu deseo entre tu
Gobierno y el (¡obierno vienes, estaba en plena actividad, tus
tropas han sido movilizadas contra mi aliado Austria-Hungría,
lo (pie ha liedlo mi acción casi ilusoria. Sin embargo, la he eoii-
tiiuiado. l'erii ahora recibo noticias ciertas sobre tus prcparali-
vos belicosos en mis fronteras. La responsabilidad de la seguri-
dad de mi Imperio me obliga á tomar contra-medidas defensivas.
He hecho todos los esfuerzos en favor del mantenimiento de
la paz. No caerá sobre mí la responsabilidad de la desgracia que
amenaza al mundo civilizado. En este momento tú dispones
aún de la posibilidad de ciinjurarla. Nadie amenaza el honor y
la fuerza de líusia. que podría haber esperado el resultado de
mis esfuerzos.
La amistad por ti y por -tu jiais (iiie juré ante el lecho lU^
muerte de mi abuelo la he considerado siempre como algo sa-
grado, y he sido flel á Rusia en sus momentos más difíciles, es-
pecialmente cuando la guerra ultima. Hoy la paz europea sólo
puede ser salvada por ti, suspendiendo Rusia los preparativos
militares que amenazan á Alemania y Austria-Hungria.
tillLLEU.MO
La conducta del emperador alemán se revida cla-
ramente en estos telegramas.
Promete iníUiir con el emperador de Austria, pero
á condiciiin de (jue Rusia detenga su movilización,
niicütras el Imperio austríaco, movilizado ya, ataca
á la débil Servia, que es justamente lo que Nicolás II
quería impedir. ¿Cómo creer además en la sinceridad
de tales mediaciones cuando todo lo hecho por Austria
era con previo aviso y consulta al gobierno alemán,
no atreviéndose á avanzar un paso sin su aprobación
y la seguridad de su apoyo?
Cuando Nicolás II insiste en la necesidad indiscu-
tible de que Rusia tome medidas militares para preca-
verse de los austríacos, pero empeña solemnemente
su palabra de que las tropas rusas no se moverán
Dibulo de M. Colon Woodvlllc, de «The lllustraled Loiidon News»
Los huíanos batidos por la caballería y las ametrall4r
RA ALEMANES
i|»ras inglesas en un pueblo de la frontera de Francia
HISTORIA DI-: I.\ GUERRA ELIROPEN DE l^ll
65
mientras duren las nofj:;üciacio-
nes con Austria, Guillermo II
no sabe qué decir pava sostener
su equívoco, y sale del paso
atropcllaudo sus anteriores
promesas, con pretexto de que
la movilización rusa, segi'in si'H
noticias, va dirigida ahora con-
tra las fronteras de Alemania.
Esto era completamente
falso.
En la presente guerra lo más
asombroso no son los cañones
enormes ni las masas de com-
batientes, monstruosas por su
número y su mortaldad: lo
inaudito, lo que jamás se vio
en la Historia — ni aun en los
tiom])os de mayores felonías — ,
es el continuo atentado contra
la verdad, una prontitud para
mentir que desconcierta por lo
audaz y revela el desarreglo de
un pensamiento trastornado.
Para romper con Rusia hubo
que inventar que ésta hacia
preparativos militares contra
Alemania, preparativos que nadie pudo ver. texto fué que unos aviadores franceses habían volado
Luego, para justificar la inmediata invasión de sobre ciertas ciudades alemanas, arrojando bombas.
Bélgica, Guillermo II aseguró que Francia é Inglate- Y los vecinos de dichas ciudades debieron pregun-
rra querían invadirla igualmente, y por eso Alema- tarse cómo su emperador insigne tenía noticia de ta-
ñía se adelantaba á estas dos naciones. Fué en vano les atentados, cuando ellos nada habían vistii.
IN VOLr.NTAUIO SKKVIO Ulí DOCE ANOS
(Fot. Kol)
que Alberto I, el principal interesado, afirmase que
Francia é Inglaterra le habían ofrecido garantías
para el respeto de su neutralidad. Una vez notificado
el absurdo embuste, Alemania realizó la invasión,
sin sentir la necesidad de más sólidos argumentos.
Al declarar la guerra á Francia, su principal pre-
En estií gráfico puede verse por qué mollvo Uusla. protectora natural de los pueblos
eslavos, salió en defensa de Servia, hermana &uya de raza
Algo más que una mórbida tendencia á la iucxac-
titud y la falsedad revela esta conducta.
Guillermo 11, en su último telegrama al zar, hace
responsable á éste de la gran desgracia qiie amenaza
al mundo civilizado: <,<Tú eres el único que puede
salvar la paz de Europa. >>
V\\ día después, las continuas gestiones
del gobierno británico cerca de la corte de
Viena consiguen ablandar al gobierno de
Austria, que se aparta un poco de las suges-
tiones de su poderoso aliado, y accede al fin
á tratar directamente con Rusia, sin duda
por una incjuietud de liltima Iiora aute las
consecuencias de la coufiagracióu eur(»pea.
Austria y Rusia van á entablar una ne-
gociación. Las potencias amigas de la paz
asistirán como buenas consejeras. Segura-
mente van á entenderse los dos adversarios,
terminando con un mutuo acuerdo las hos-
tilidades cu Servia.
La ]>az será un hecho en breves días. Se
restablecerá la normalidad europea, no
siendo ya posible la «guerra preventiva»
para cortar el desarrollo de las naciones
odiadas.
El soberano de Berlín, ^<el amigo de la
8
<_
66
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
KL URAN DUQUE NICOLÁS
Generalísimo de los ciérdtos rusos
(l'ot. Rol)
paz», ve un esto una aniouaza, c inesperadamente,
cuando todas las potencias sienten después do una
semaiKi de angustia la casi seguridad do una buena
solución... ¡declara la guerra á Kusia!
V en el curso de esta guerra, Guillermo II aíirnia
siempre une su país ha sido atacado y (|ue todn cuanto
hace es \)ov la necesidad de derendcrse.
El juicio más sólido y tranquilo se altera y con-
funde ante tantos absurdos ó incoherencias.
Francia dudn dr la posibilidad de la paz á partir
del no de Julio. Kl gol)ierno recibía noticias de los
preparativos belicosos de Alemania.
Desde el día 25 habían sido arniaihis las ])Iazas
fuertes de la frontera alemana limítrofe con Francia,
concentrándose varios cuerpos de ejíu-cito al Este dt;
Metz y de Thiouville. Del lado francés las tropas de
cobertura habían ocupado las avanzadas.
La proximidad de ambos ejércitos dio lugar á al-
gunas violaciones de frontera por parte de los alema-
nes. Varias patrullas se internaron por error en terri-
torio francés.
El día :3ü por la tarde ocurrió el primer incidente
cerca de Luneville. Dos suboüciales alemanes de ca-
ballería, al hacer un reconocimiento, llegaron hasta
las iiimi'diaciniics dr la aldea francesa di' Xurcs, ií mi
cuarto de kilómetro de la frontera, lu aduanero les
hizo saber ijue estaban en territorio de Francia, y los
dos alemanes le contestaron groseramente; pero hu-
bieron de retroceder en vista de la actitud de los ha-
bitantes. La gendarmería y un pelotón de cazadores
á caballo ocuparon la aldea para impedir una nueva
violación de territorio.
Fl pidigro nacional alinuó detinitivaiiiente en
Francia la unanimidad de opiniones que se había
esbozado al iniciarse el conñicto. Los diversos jjarti-
dos olvidaron sus querellas, para no pensar mas que
en la salvación de Francia. «¡La patria está en peli-
gro!» Esta frase, que evocaba el recuerdo glorioso de
la primera Revolución, sirvió para el agriipamiento
de los franceses. Todos quisieron imitar el ejcnijilo de
los patriotas de 17'>"J.
Un motivo de inijuietud i)ara las clases conserva-
doras y para los indiferentes, era la conducta que
podrían adoptar los socialistas, sindicalistas y demás
revolucionarios.
En todos los congresos internacionales, los socia-
listas habían hablado de ])rovocar una huelga gene-
ral en Europa si se iniciaba la guerra, diticultando
de este modo la acción belicosa de los gobiernos. La
señal do esta huelga debía partir necesariamente de
Francia, por ser la nación que marcha al frente de
las aspiraciones revolucionarias. Los representantes
del socialismo alemán habían mostrado en todos los
LAS l-UONTERAS RUSO-GERMAHICAS
HlStORlA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1^11
67
Coagi'eSoá una visible ambigüedad al tratar este pun-
to. Era indudable que en el caso de surgir la gue-
rra sus esfuerzos para impedirla no representarían
gran cosa. Desde que se inició el conflicto austro-
servio, los socialistas alemanes no hicieron ninguna
manifestación enérgica para combatir las amenazas
do guerra. Su diario el Vorwavrts, de Berlín, protesto
contra el carácter amenazador y ofensivo de la Nota
de Austria contra Servia... pero nada más. La oposi-
ción de los socialistas germánicos no iba á ir más
allá de una campaña de artículos de periódico. Inútil
esperar que las masas obreras circulasen por las calles
■ de Berlín protestando contra una política belicosa. No
era un secreto ]íara los socialistas de otras naciones
que gran parte de los directores del socialismo ale-
mán, en fuerza de rozarse en el Parlamento con los
conservadores y militaristas, se habían aficionado á
la influencia política y estaban á las órdenes del go-
bierno, disimulando sus abdicaciones con una oposi-
ción fingida é ineficaz.
Jaurés, espíritu generoso enemigo de la guerra,
creyó hasta el último momento en las virtudes de sus
correligionarios del otro lado del Khin, esperando que
el proletariado europeo lograría evitar el conflicto.
¥a\ su diario LHumanitd del 31 de Julio decía así
el gran apóstol del socialismo, cuando sólo le queda-
ban unas horas de vida:
Todo lo que veo á la lioni presente en esta obscuridíid g-ene-
ral, (ís que nuestros e;uiun';id;is los soeüdistns de Aleniaui.-i li;iu
l)rotestado vig-oros.imeiite en uu artículo del Vorn-aerls contni
el carácter amenazador y ofeusivo de la Nota austríaca.
Que los socialistas de todos los países redoblen sus esfuer-
zos para aclarar la opinión y oponer su solidaridad á la (^spau-
to.sa catástrofe (pie ameuaza al mundo.
Generoso consejo el del gran orador, propio de su
alma buena; pero los cama.i'adas alemanes, empon-
zoñados por el espíritu ambicioso de su país, pensa-
ban en la grandeza alemana, con su Imperio triun-
fante, antes que en la libertad y los intereses del
proletariado universal.
Otro personaje del socialismo francés, viendo cla-
ramente los peligros que Alemania hacía correr á su
país, se apresuró á tranquilizar la opinión, temerosa
de la actitud de los revolucionarios. Fué Gustavo
Hervé, el famoso profesor antimilitarista, odiado por
los patriotas á causa de sus atrevimientos de lenguaje
contra las glorias militares de Francia.
Hervé es un universitario amigo de la paradoja,
que dedicó su pluma, ágil y desenfrenada. \\ condja-
tir el militarismo. Sus campañas le llevaron á la cár-
cel varias veces, sobrellevando con arrogancia todas
las persecuciones. El entusiasmo de las masas obre-
ras le acompañó por las calles en manifestaciones y
huelgas.
Las gentes tranquilas temían lo que pudiesen in-
tentar los jefes revolucionarios, y especialmente Her-
vé, por su acometividad entusiástica. El cumplimiento
EL GUNEllAL SulKUlILINOF
Ministro de la Guerra ruso
de las amenazas de una huelga general, que segura-
mente se desarrollaría sólo en Francia, significaba
entregar la nacióu á merced del enemigo. Pero Her-
vé, que es en realidad un buen francés, con todas las
virtudes y ligerezas de carácter de su pueblo, y
cuyas afirmaciones contra la patria, el ejército y la
bandera no fueron en el fondo mas que exabruptos
literarios, prestó á la nación el 30 de .lulio el pri-
mero de sus servicios, publicando en La Gi'i'rra Social
un manifiesto que se titulaba ^^El patriotismo revolu'
c ion ario».
El ciudadano Hervé terminaba así, (huido por con-
jurado el peligro de la huelga general:
Ni un solo socialista, ni un solo sindicalista reiunicia á rea-
lizar uu día— cuando todos los puel>los cstt'ii ¡¡routos para uua
acciíju CDUcertada y simultánea — su amenaza de sublevar al
iinsmo tiempo en toda Europa el proletariado contra el linrnir
de las carnicíirías internacionales.
Ni uno solo de ellos reniega del pensamiento gcncniso de
salvar á líuropa del deshonor y la ruina, levantando un día
—cuando en t(jdos los países est(' jireparado el i)ueblo— contra
la, guerra amenazante el conjunto de las fuerzas ¡¡roletarias de
todo el mundo civilizado.
jl'cro el día de esa acci(5n concei-tada \ shnidtánea no lia
llegado ano desgraciadamente!
l'or esto, \iendo con claridad (pie en los momentos actuales
una Inielga general, que resultaría indudablemente unilateral.
Iiecba S()lo por Francia, entregaría, nuestra frontera y el país
entero al Estado Mayor alemán, el partido socialista renuncia.
68
VICENTE BLASCO IBANEZ
con el corazón lleno de amargura, á hacer uso de un arma for-
jada para defender la paz en peligro, i)or miedo á herir con ella
al mismo tiempo á la patria en peligro.
La actitud de Alemania hizo recordar duraüte estos
días varios iucideutes ocuiTidos en el país enemigo,
(jiie mosti'al);ui el espíritu hostil de los germanos con-
tra Francia.
Los periódicos de París hicieron memoria de los
incideutes de Saverue, población de Alsacia, acaeci-
dos un año antes con motivo de las arrogancias del
joven teniente Von Forstner. Kste oficial, al instruir
país, había enviado al coronel del regimiento de Sa-
verne el siguiente telegrama de felicitación, lacónico
y brutal: «Muy bien. (íolpee duro.»
Kl incidente de Savcrne demostró la irritante do-
minación que ejerce en Alemania el militar sobre el
paisano, la servidumbre vergonzosa que sufren los
verdaderos naturales de las provincias anexionadas, ó
si'an los alsacianos do origen fVanc('S. y el ndin inex-
tinguible de todo alemán contra Francia.
También se recordaban en París las campañas con-
tra la legión extranjera de ÚVica, campañas realiza-
das en Berlín ])or medio de la prensa, el libro y iiasta
el teatro, describiendo este cuerpo militar como una
DIllIJOS IIK UANSI
Un lenlentc. Varios tipos de píingcrrnonthlas en Alsacia
unos reclutas alsacianos, los había insultado por su
origen francés. El vecindario se alborotó contra tales
injurias, y entonces los militares alemanes, hacien-
do causa común con su insolente compañero, maltra-
taron á la población civil de Savcrne. El suceso iia-
bía tenido uua resonancia mundial. El gobierno de
Berlín, para poder afirmar á las naciones que Alsa-
cia no vivía bajo un régimen aplastante, hizo com-
parecer ante un consejo de guerra á Von Forstner y
sus compañeros, acusados de atrepellar, no sólo á
simples particulares, sino á las autoridades civiles de
Saverne.
El consejo de guerra los absolvió, dejando impunes
sus atrevimientos. Hay que tener en cuenta que al
ocurrir los sucesos el heredero do la corona de Alema-
nia, el kronpriutz adorado por los militaristas de su
institución infernal en la que sufrcMi los inilividuos
tormentos inauditos.
La campaña obedecía á un sentimiento de liostiÜ-
dad contra todo lo francés; pero al mismo tiempo se
buscó con ella conjurar un peligro nacional.
Gran i)arte d(í los soldados de la legión extranjera
de Francia son alemanes. Este cuerpo valeroso, que
tantas proezas ha realizado en las campañas de Áfri-
ca, se nutre con desertores de todos los países. Y como
Alemania trata duramente á sus soldados, hasta el
punto de que el suicidio por desesperación representa
una verdadera epidemia para su ejército, son miles
los alemanes que han abandonado las filas pasando
la frontera francesa para engancharse en una Icgióu
donde los oficiales no golpean á los hombres y éstos
no desfallecen de hambre. Algunas veces las desercio-
HISTORIA De la guerra europea de 1914
69
nes hau sido en masa, presentándose por
grupos los soldados alemanes para soli-
citar en la frontera su envío á las tropas
de ÁíViea.
Fué inútil que los mismos germanos
que sirven en la legión extranjera es-
cribiesen á los periódicos atestiguando
el buen trato v las consideraciones mi-
litares que gozan los individuos de dicho
cuerpo, iguales en todo á los demás sol-
dados franceses. Las buenas gentes de
ultra -Rliin siguieron creyendo en los
tormentos inquisitoriales de Francia. Lo
habían afirmado los periódicos alema-
nes, y Alemania es el único pueblo del
mundo que dice la verdad.
Otro suceso más reciente, ocurrido
el 9 de Julio, era evocado en París: la
condena de Hausi, el caricaturista alsa-
ciauo.
Hansi es nú maestro de escuela de
Alsacia, notable como dibujante y como
escritor satírico.
Entusiasta de las tradiciones france-
sas de su país, é irritado como la mayo-
ría de sus compatriotas por la invasión
de alemanes establecida en la tierra al-
saciana, ha empleado su lápiz y su plu-
ma en trazar los rasgos más grotescos
de la impertinencia y la pedantería con
que estos intrusos pretenden germanizar
á las provincias anexionadas, sin con-
seguir grandes resultados después de
cuarenta y cuatro años.
Los tipos caricaturescos creados por
Hansi representando al profesor alemán
y su compañera, al educador, al gen-
darme y otras especies invasoras que Berlín envió á
Alsacia, son ya populares en el mundo.
El maestro-artista, arrostrando persecuciones, vi-
vió en su país, cerca de su padre, educando niños y
publicando libros, hasta que en 1914 su propaganda
le hizo ser acusado por la policía
alemana como reo de alta trai-
ción. .
Su libro Mita VlUagr, relato
literario y gráfico de la vida de
una aldea alsaciana, fué el ob-
jeto de la denuncia. Le persi-
guieron en realidad por sus elo-
gios á Francia, por sus afirma-
ciones de que el alma alsaciana,
á pesar de los trabajos alemanes,
continúa siendo francesa. Pero
como era impivudente hacer pú-
blico el verdadero fundamento
de la acusación, ésta se limitó
á pedir el castigo de Hansi por
LA CONDENA DE IlANSI
El tribunal de Leipzig juzgando el proceso conira Hansi por su libro «Mon Villagc»
(Dil)ujo de M. Bomiiard, CLviado especiai ile la lllustriüion, de Paria)
ofensas á los gendarmes y á los pedagogos de Alsacia-
Lorena.
El 9 de .Julio compareció el artista ante el Tribu-
nal del Imperio en Leipzig, y fué condenado á un año
de prisión. Al terminar la audiencia, Hausi, ayudado
por algunos compatriotas, pudo
escaparse, refugiándose en Fran-
cia. Con esto salvó su vida. El
año de prisión representaba para
(•1 la muerte. Al estallar la gue-
rra un mes después, quedando
suprimidas las garantías ordina-
rias, los alemanes lo hubiesen
fusilado, como fusilaron á otros
alsacianos poco afectos al Im-
perio.
Cuando se rompieron las hos-
tilidades, Hansi vistió el capote
del soldado francés, incorporán-
dose á las primeras tropas que
entraron en Alsacia, y tuvo la
HANSI EN EL DANI'O UE LOS ACUSADOS
(Dibujo (le M. Bompaid)
70
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
satisfacción de ct)iitoiii])lar sobre la alilt-a descrita cu
su libro la baudera tricolor tantas veces evocada
por él.
XIII
Alemania declara el «estado de amenaza» en iodo el
Imperio.— Un discurso del emperador. — «Ullima-
tum» alemán á Rusia y á Francia.— ¡Es la guerra! —
Entusiasmo en Rusia.— Serenidad de París.
El vicriKiS :!1 dr .Iiilio aiiiiH'iitai'on los síiilunias
anunciadores ilo la guerra europea.
Austríacos y ser-
vios siguieron com-
batiendo en las orillas
del Save y el Danu-
bio. La prensa vienosa
hizo circular, desde el
primer uiouieuto de
las iiostilidades, que
el ejército austríaco,
después do un terriide
bombardeo, se liabía
iiecho dueño de Bel-
grado. La noticia era
falsa. Los servios con-
tinuaron defendiendo
su capital y rechazan-
do todos los ataques
de los invasores. Estos
bombardeaban Bel-
grado incesantemen-
te, pero desde la ribe-
ra opuesta que sirve
(1(! limite al territo-
rio liúngaro, valién-
dose de los monitores
y de las baterías de
tierra, pero sin atre-
verse á asaltar la ori-
lla enemiga.
El Imperio austría-
co ordenó la movilización general de sus ejércitos.
Bélgica continuaba sus preparativos nulitares, co-
uocíendo ya las intenciones del Imperio alemán. Sii
rey, Alberto I, decretó la uiovilización de todo el país,
enviando además columnas importantes de tropas para
guardar los ríos Mosa y Sambre.
Hulanda, aunque no sentía los mismos temores
del Estado vecino, procedió también á movilizar su
ejército.
Los alemanes en la mañana de este día ocuparon
el puente sobre el Mosela, que sirve de límite entre el
ducado independiente de Luxemburgo y el Imperio
germánico. El puente fué obstruido con alambrados,
detrás do los cuales se levantaron algunas barricadas
de carretas.
IIaNSI. SOl.l),\l>() KlíANCHS
Esto fotografía, remitida por Mansl é uno
de sus omiffos de París, ilcva un aulónrafo
del artista alsaclano que dice: «Le plou-piou
mai flceié», ei soldadilio mal liilvanado.
La primera Iluta inglesa seguía cruzando el uuir
del Norte en espera de órdenes.
La mala situación económica hizo que Londres y
Nueva York cerrasen sus Bolsas á imitación ile París
y otras capitales, quedando suspendida la vida ñnan-
(Mcra internacional.
En París el gobierno pasó el día en sesíi'ni perma-
nente, ocujiándosc de la segiu'idad de las fronteras. A
petición del ministro de Hacienda se acordn una ])i'ó-
rroga de los documentos comerciales vcnci(hjs liasta
el :{I do Agosto.
Llegaban continuas iiutieías de las autoridades de
la frontiíra anuiiciaiidi) ios movimientos del ijército
alemán y sus (h'smaniís, á pesar de (¡ne no se había
declarado aiin la guerra y el gobierin) imperial se
abstenía de toda declaración hostil.
Las avanzadas alemanas, compuestas de tropas
numerosas, marchaban por el mismo límite fronterizo,
y muchos jinetes se introdujeron como por equivoca-
ción en territorio francés. Las comunicaciones tele-
grálicius y telefónicas entre los dos países habían sido
cortadas. Los caminos estaban obstruíilos en la misma
tVontcra con barricadas hechas por los soldados ale-
ntanes, y éstos impedían vi paso á los vianchintes.
Numerosos automóviles, pertenecientes á particulares
que aprovechaban el verano para viajar, fueron con-
fiscados, sin que los oficiales germánicos prestasen
atención á la cualidad do extranjeros que alegaban
sus dueños.
Igualmente estaban cortadas las vías tV'rreas ale-
manas en las cercanías de la frontera, y sus troclias
defendidas con artillería.
Cuatro locomotoras pertenecientes á la compañía
francesa do Ferrocarriles del Este fueron detenidas
])or los alemanes en la primera estaciiui, im])osibili-
tando su regreso á Francia.
Por la tarde un automóvil procedente de Alemania
con varios individuos sin uniforme, se aproximó al
túnel de Clialifert, cerca del límite franco-alemán. El
automóvil contenia varias cajas de dinamita. El cen-
tinela IVaucés, al ver que estos desconocidos intenta-
l)an descargar sus cajas junto al túnel, hizo fuego y
el aiitoniiivil huyó.
VA trán.<ito euti'c Francia y Alemania había sido
cortado completamente, á pesar do que ambas nacio-
nes estaban en una situación normal.
El embajador Schoen seguía en París haltlando de
los buenos deseos de Alemania en favor de la paz.
Auncjue uadie podía creer en tales palabras, un
relampagueo de esperanza iluminó á últiiua hora la
in(|uebrantable tenacidad de los optimistas y las som-
brías dudas de los incrédulos. Esta esperanza podía
aceptarse porque no venía de Berlín. Las agencias
telegráficas dieron la noticia de que, por obra de las
gestiones de Sir Edward Grey, los gobiernos de Aus-
tria y Rusia iban á entablar una conversación diplo-
mática. Era el primer paso, ansiado desde una semana
antes, para llegar á un aiuienlo.
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
71
¡Aún podía salvarse la
paz!...
Pero Guillenno II vo-
laba para cortar con un
gesto brutal este inten-
to do transacción de su
aliado.
D
El emperador de Ale-
mania, en virtud del ar-
tículo ñS de la Constitu-
ción del Imperio, decretó
el estado de guerra, lla-
mado «estado de ame-
naza» (Á'/'ict/sffeff hr: i's-
t((ii(¡). Este decreto era
aplicable á todos los Es-
tados alemanes, menos
á Baviera. una ordenan-
za particular, semejante
en todo al decreto, inclu-
yó igualmente al reino
bávaro en el «estado de
amenaza», que equivale
al estado de sitio.
Todos los ferrocarriles
y demás medios de co-
municación quedaron
sometidos á la autoridad
militar, así como los pe-
riódicos y las vías infor-
mativas.
El «estado de amena-
za» aislaba al Imperio
del resto del mundo, y á su amparo podían tomarse dad se hallaba muy concurrida. La gente se apiñaba
Jrf,ri,f FWAWCI A I j.i, d.i ALgMAHI»
CuBf«»dC Slvl>(onrl I twcrp» d« ~
lj"<ilo • " ! I¡>""'- UI»HIÍ»tS
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i ssn'B'-^ Infanlerra j oaa gíE |„f¡|„(f,(3
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j as e.'^ ingenieros ' >■ g^ü Ingenieros
las B^ArliWiapif! -i. e'-í'Arnlkrá w
9 C«C"Nsa, I .C2SAmclrallsd.ras
=■ C- Acreslaiion — >-f liAfrosfacion
..— S!5í^viacion ; ~- S^Aviacion
«tf Baterías tasü Baterías
I.AS TRIII'AS nE COHERTIRA EN' FRANCIA Y ALEMANIA
Emplazamiento de los distintos cuerpos, balerías, servicio de aviación, etc., hasta la víspera de la ruptura de hostilidades
todas las medidas militares en el secreto más absoluto.
Equivalía á ordenar la movilización general sin ne-
cesidad de decretarla, ganando un tiempo precioso
sobre los enemigos, que no so decidían á hacer lo
mismo por el escrúpulo de ser los primeros en decla-
rarse contra la paz.
Francia, que no sentía deseo alguno de hacer la
comentando la noticia de la reciente «declaración de
amenaza».
El emperador iba en un automóvil con el uniforme
de los guardias de corps, seguido de su hermano el
principe Enrique, almirante de la Armada, del kron-
printz y otros individuos de la familia imperial.
La muchedumbre, al reconocer al kaiser, rompió el
guerra y aguardó hasta el último momento las solu- cordón de policías y rodeó el automóvil que ocupaba
clones pacíficas, no había ordenado aún la movili- con la emperatriz, tributando á ambos grandes ova-
zación. ciónos. Guillermo II agradeció estos vítores con gra-
Alemania, por medio de su decreto constitucio- ves saludos que demostraban su preocupación,
nal, podía prepararse secretamente para la guerra. El automóvil del kronprintz despertó un cntusias-
ganaado sobro la República una ventaja de un día ó mo aún mayor, marcándose con esto las diversas pe-
dos. Esto era solamente para la movilización de las pularidades del padre y del hijo,
reservas, pues sus fuerzas activas las había preparado Cuando todo el cortejo imperial hul)0 pasado por
desde el principio del conHicto austro-servio, mien- el centro de Berlín, excitando el entusiasmo público.
tras alardeaba de sus intenciones pacíficas.
Á las tres do la tarde Guillermo II, acompañado
de su esposa, so trasladó de Postdam al palacio real
de Berlín. Al atravesar el célebre Uiifcr dni L'nulcii
(la Avenida de los Tilos), esta vía principal de la ciu-
y los automóviles desaparecieron tras las verjas del
palacio, una mucliedumbro se aglomeró en las inme-
diaciones.
Todos podían ver al kaiser y oír su palabra. Gui-
llermo II tiene acostumbrado ú su pueblo á los rega-
los do su oratnria. Kii tnda circunstancia interesante
sale al balcón para dirigirlo un discurso.
VICENTE BLASCO IRANEZ
K[. KALSUIt. JOVHN
(Fot. llcucisse)
A las seis se mostró el oinpcrudoi', y iil verle la luu-
cliccluiul)i'e arrojii eii alto sus gorras y pañuelos.
El süborano. con una voz fuerte que pudo oírse cla-
ramente en toda la plaza, dijo lo siguiente:
«Es esto un día sombrío para Alemania, (^(iiieren
obligarnos ú tomar la espada. Sí á última hora mis
esfuerzos no consiguen atraer ;i nuestros adversarios
á cnteuderse con nosotros para el mantenimiento de
la paz, yo espero, cou la ayuda d(! Dios, que maneja-
remos la espada de tal modo, que cuando la lucha ter-
mine podremos volver á enfundarla con honor.
>íUna guerra exigirá de nosotros enormes sacrificios
de bienes y cxístcucias; pero nosotros enseñaremos á
nuestros enemigos lo que cuesta provocar á Alemania.
«Mientras tanto, yo os entrego en las nuinos de
Dios. Id á las iglesias, arrodillaos auto Dios y pedidle
que ayude á nuestro valiente ejército.»
Guillermo II, como de costumbre en sus discursos
y escritos, metía al «buen Dios» de consocio en sus
empresas.
Di'spui's de tales palabras no caljía ya duda
alguna sobre la próxima guerra.
En vano la (irán Bretaña había ablandado la
resistencia del Imperio austríaco y éste y Rusia
se disponían á tratar un posible acuerdo. El kai-
ser lo atrepellaba todo para que no so le esca-
])ase la ocasión de la deseada «guerra preven-
tiva». Los acontecimientos iban á sucedersc con
una raj)idi'Z vertiginosa.
Los embajadores de Alemania en San Peters-
burgo y en I'arís presentaron al mismo tiempo
al gobierno ruso y al gobierno francés dos vlfi-
jiKtl niiis de (iuíllernm 11.
En el dirigido á Rusia pedía á ésta que cesase
su nmvilizacií'm, por ir dirigida contra la segu-
ridad de Alemania — lo que era falso — , dándole
para ello un ti-rmino de doce horas.
En el i'ltiíjiah'iii á Francia exigía le dijese
(jue si en el caso de uua guerra de Alemania
con Rusia la República francesa permanecería
neutral, y daba un pl-.izo de diez y c^cho horas
para contestar.
La respuesta á esta inesperada y brutal inti-
mación la sabia de antemano el emjx'rador. .Solo
era posible una: la guerra.
M. Stephen Pichón, ex ministro de Negocios
Extranjeros, llamado muchas veces por el go-
bierno francés particularmente á sus consejos,
resumió la situación en este artículo, aparecido
en la uuiñana sio-uiente:
L:i sucrtí! está cc'liadii. Vivimos i'ii l;i vis|)('r;i de l;i
iiucrr;!. Todas las potcueia.s si' hallan sobre las anna.s.
Austria ha movilizado: Hiisia, rcsiiondicndo á esta ini-
ciativa, ha movilizado á su ve/: Alemania moviliza: Fran-
cia lio puede mcno.s que hacer lo mismo.
Hasta última hora hemos ((uerido esperar, contra toda
es])eran/,a. Hemos (juerido creer (pie encontrariamos en
los alemanes un deseo de paz. respondiendo al nuestro.
Hemos buscado todos los procediunentos d<' i'onciliaci('in.
Nos líenlos asociado á tfldos los ¡¡roycctos i|ue i)odiau impe-
dir á las fjraiides naciones llamadas civilizadas el arrojarse niias
contra otras. Dechiramos nuestro fracaso.
Las comunicaciones sucesivas liechas á nuestro (íobieruo
¡iiir el embajador de Alemania en Francia no pernütian duda
alguna sobre los iiensannentos ocultos de su ]iais. Personal-
mente. ^L de Schoen es un hombre de carácter conciliador.
Pero las instrucciones que estaba oncarg-ado de cumplir no per-
mitían intervención al^inuia á sus sinitimientos personales.
Obedeciendo las (¡rdenes (|ue le daban desde Herlin. no ha
cesado de imiiedir. activa ó i)asiv;unente. ])or el aplazamiento,
la tortuosidad ó la inercia, todas las proposiciones mediadoras
cu favor de la paz. La dechiraciou que hizo ayer á nuestro (io-
hierno no permite ya ninfri'ui equivoco. Es la j;-uerra y no otra
cosa lo (|ue (luiere el (¡obierno alemán.
Alemania demanda á Husia que desmovilice en el plazo de
doce horas, y anuncia que en caso contrario efectuará su pro-
¡lia movilización.
Alemania pide á Francia (|ne le comuniípie qué es lo (pie
hará en presencia de la movilización rusa.
É insiste por saberlo hoy mismo, y en términos tales, que
debemos esperar de un momento á otro que retire su emba-
jador.
HISTORIA PE lA QUERRÁ F;U!?OPEA DE 1914
7d
KI. KAISlili l)lHI(ilKM>il I.\ l'Al.AlilíA AI. IMKIII.D
74
VICENTE BLASCO IBANEZ
No queda otra cosa (jue haft-r sino prepararse al gran en-
cuentro que después de tantos años se esfuerzan por evitar los
representantes de Francia en el extranjero y el (iobieruü du la
República.
Francia será digna de su pas:idoydesu historia. Derrotada
en 1811 á consecuencia de lalt;is que es inútil reconlar. resultará
victoriosa en 1!I14. M. de Moltke había señalado un ¡¡lazo de cin-
cuenta años para la g-ernianización de Alsacia. Van tnuiscurri-
dos cuarenta y tres, y la gennauización no ha avanzado nada.
La profecía del grande hombre de guerra no se ha realizado.
\ nosotros nos corresponde ahora, ya que nos fuerzan, el tomar
el desíiuite qw debemos á nuestros infortunados compatriotas
de las riberas del Rhin.
Nadie dirá que lo hemos buscado. Sabcums lo i|ne esto cos-
tará á Europa. Si. como todo lo hace prever, la guerra estalla,
no seremos nosotros los (|ue habremos incurrido en la terril)le
responsabilidad de sumir á l-luropii en el fuego y la s-,iiign\
En líusia la orden de movilización g-encral y las
amenazas de Alemania provocaron grandes manifes-
taciones de entusiasmo patriótico.
El vecindario de San Petersburgo discurrió por
las calles con banderas y músicas hasta las tres de la
madrugada. Ante las embajadas de Francia é Inglate-
rra y la legación de Servia so sucedieron las manifes-
taciones,'cantando el himno ruso y los liimnos de los
indicados países.
Los veteranos condecorados con la cruz de San
Jorge marchaban al frente de los manifestantes. Mu-
chos oficiales servios, al partir para su país á fin de
incorporarse al ejército, fueron objeto de inmensas
ovaciones.
«El Imperio ruso — decía la G'H'etd de San Pcteis-
Ivrgo — siente el empuje de un irresistible entusiasmo,
como nunca se ha visto, y el deseo unánime de repe-
ler el espectro de la invasión alemana.
»Todas las huelgas han cesado como por encanto.
INSTKVCCIÓN DE VOLUNTAEIOS ALEMANES EN IIEKLÍN
'l'oda la nación, .sin diierencia de regiones, se levanta
para defender la tierra natal.
»En las calles se presencian escenas conmovedo-
ras. Los desconocidos se saludan, se abrazan, se es-
trechan las manos... El espectáculo resulta indescrip-
tible. >,»
En l'arís el ])atriotismo se mantuvo en una calma
digna, resuelta, pero silenciosa.
La multitud recordaba las explosiones de entu-
siasmo de 1S7U que iiabian precedido á la derrota.
El grito ^'¡Á Berlín!/^ lanzado por los policías secre-
tos de Napoleón 111, era recordado por los viejos con
amargura.
Nada de vociferaciones y de entusiasmo cstí-rü.
La ruidosa y expansiva Francia, aleccionada por la
desgracia, permanecía en una actitud grave.
Además, la República estaba dispuesta á aceptar
valerosamente la guerra, pero no la deseaba. Hasta
el último momento esperó una oportunidad, una cir-
cunstancia favorable, por insignificante que fuese,
para torcer el curso de los sucesos hacia el manteni-
miento de la paz.
Todos los franceses, hasta los menos rcfiexivos, se
daban cuenta de lo que significaba una guerra euro-
pea. ¡Qué de sacrificios irreparables, aunque se consi-
guiera la victoria!...
Á las diez de la noche del 31 los bulevares esta-
ban repletos de muchedumbre. Frente á las redaccio-
nes de los grandes periódicos se aglomeraban los
grupos ansiosos de noticias, comentando los diversos
y vagos despachos que aparecían en transparentes y
pizarras.
«¿Será la paz?... ¿Será la guerra?...»
De pronto numerosos pelotones de Guardia Repu-
blicana, armados de fusiles, cortaron el gentío, yendo
á colocarse estratégicamente
en diversos puntos de los bule-
vares. Patrullas de jinetes re-
corrieron lentamente el espa-
cio entre la Magdalena y la
Bastilla ])ara impedir un largo
estacionamiento de los grupos.
i;>.euadras de agentes de poli-
cía cm])ujaron suavemente al
])úblico para alejarlo de las
inmediaciones de Le Matin y
otros periódicos, y que no ])u-
dicse leer las noticias (¡ue apa-
recían en sus fachadas.
La muchedumbre luibía aco-
gido la aparición de los prime-
ros soldados gritando: « \\\\s. el
ejército.'», pero luego guardó
un silencio que revelaba in-
quietud. Algo grave ocurría.
Una noticia importante cuya
publicación deseaba retardar
el gobierno. Las precauciones
\Vvl. Hol)
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
75
LA JJK.'HKliL.MHKlí AME LE llATIN»
(Fot. Rol)
lie la aiituriJad al sacar tanta fiierza armada á la vía
pública, eran las mismas que en días de agitación
popnlar, cuando se teme un motín.
De pronto circuló de grupo en grnpo la esperada
noticia:
— ¡Han matado á Jaurés! ¡Acaban do asesinarlo!
Y el sordo murmullo que se elevó de esta masa
negra de cien mil personas, aglomerada bajo los faros
eléctricos del bulevar, reflejaba la extrañeza de todos.
¡Asesinado Jaurés!... ¿Por qué?... ¡Matar al primer
orador de Francia, al tribuno do las clases trabajado-
ras, en momentos de angustia para la nación, cuando
más necesaria podía ser su palabra para infundir en-
tusiasmo!...
La inoportunidad y la incolierencia de este criiuen,
realizado por un francés imi)écil que al convertirse en
asesino creía salvar á su patria, sumió á todos en un
silencio de estupefacción j de angustia.
XIV
Asesinato de Jaurés
Sus amigos le llamaban <a'.l buen gigante». No era
de alta estatura, pero sus hombros robustos, su rostro
espacioso, su amplia barba, su sonrisa plácida y se-
rena, hacían recordar á los colosos de las leyendas,
que dedican su vigor á la defensa de las causas justas
y en los cuales la fuerza va unida á la bondaii.
Jaurés era un profesor de filosofía que por sus es-
tudios y su amor ú los humildes acabó abandonando
la cátedra y sus trabajos literarios para lanzarse á la
defensa del socialismo. Pertenecía á una familia ilus-
tre de soldados del mar. Su tío, el glorioso almirante
Jaurés, fué el defensor de París en el sitio de 1870. Su
hermano, el contraalmirante Jaurés, es hoy en la ma-
rina francesa un jefe muy acreditado por sus estudios.
Jaurés nació en Tolosa; su alma de meridional es-
taba preparada á todas las sensaciones de la bondad y
del arte. Pudo ser un gran poeta, pero sus entusiasmos
humanitarios le impulsaron al estudio de la filosofía
y la sociología. En realidad lo fué. Muchos de sus di.s-
cursos resultan verdaderas odas, sobrias de forma,
pero de una poesía viril. Temía los galopes de su ima-
ginación, procuraba contener las exuberancias de su
palabra maravillosa, quería sor conciso y hasta aus-
tero, no dando entrada en sus peroraciones mas que
á contadísimas inuigenes para no incurrir en la ba-
rroca abundancia .de los oradores meridionales. Pero
aun así, ¡qué de frases poéticas en sus discursos, su-
periores ú la gran mayoría de las que circulan envuel-
tas en rimas!...
76
VICENTE BLASCO IBANEZ
JUAN JAniKS
Este revolucionario y este socialista, acusado mu-
chas veces por los conservadores franceses de enemigo
de la patria, supo esculpir en unas cuantas frases la
síntesis del amor á la patria como no lo lia hecho nin-
guno de nuestros contemporáneos, como sólo hubiera
podido hacerlo Víctor Hugo.
Hablando á los socialistas de sus deberes naciona-
les, dijo asi:
«Vosotros estáis unidos á esta tierra por vuestro
pasado y vuestro porvenir; por vuestros recuerdos y
vuestras esperanzas; por la inmovilidad délas tumbas
y por el temblor de las cunas.»
.laurés era la primera jiersonalidad de la política
francesa. En la Cámara de diputados ninguna pala-
bra tuvo más autoridad que la su^'a. Este prestigio
no lo debió solamente á su elocuencia. La rectitud de
nna vida pura le hizo ser respetado, aun por los reac-
cionarios más intransigentes. Además, su carácter
generoso esparcía en torno de él un ambiente de sim-
patía irresistible.
La pureza de su conducta no iba acompañada de
repelentes austeridades. Jauréá era de carácter alegre;
un buen meridional amigo de la risay que gustaba del
trato franco y familiar.
Jefe de un grupo parlamentario compuesto de más
de ciento cincuenta diputados, podía decidir la vida ó
la muerte de los gobiernos de la República, con su
apoyo ó su oposición. Muchos de los que se formaron
á su lado fueron ministros y lo son ahora. Jaurés reía
cuando le hablaba alguien de la posibilidad de que él
lo fuese también. Nunca pensó que pudiera ser go-
bernante en tiempos de tranquilidad. Era el tribuno,
el apóstol de una doctrina generosa, que amaba la pro-
paganda y el combate de ideas más que las dulzuras
del poder, l'nicamente, de no morir asesinado, habría
sido ministro del Gobierno do Defensa Nacional, que
reunió todas las opiniones republicanas de Francia,
como lo fueron sus compañeros, los socialistas Julio
Guesde y Marcelo Sembat.
Esto hombre, que pudo inñuir más que nadie en los
destinos do una nación poderosa y rica como Fran-
cia, vivía sin embargo con una modesta sencillez, tra-
bajando incesantemente. La mañana la dedicaba á los
correligionarios, recibiendo las visitas de comisiones
y de simples particulares que buscaban el apoyo de
la palabra del tribuno; la tarde la pasaba en la Cámara
de diputados; la noche en la redacción de L Huma'
iiifé, SU diario amado, que apenas si podía sostenerse
administrativamente por no admitir los anuncios y
las subvenciones con que las grandes empresas finan-
cieras intentaban ganarse iudirectameute la gratitud
de su director.
El único momento del día en que Jaurés gozaba de
libertad y descanso era entre la sesión de la Cámara y
los trabajos de redacción.
Las divergencias de opinión aflojaban un poco sus
relaciones con la familia. Jauré'S había contraído ma-
trimonio y constituido un hogar cuando era un pro-
fesor del porvenir, un «burgués», destinado por su
talento y sus amistades á las más altas posiciones.
Luego, al lanzarse en la política revolucionaria, se
produjo cierto enfriamiento entre el socialista y los
suyos. Además, la familia era fervorosa creyente, y
veía con disgusto su propaganda librepensadora.
Las más de las noches comía Jaurés en el café del
Croissant, situado en la esquina formada por las calles
de Montniartre y del Croissant; un establecimiento
modesto, pero que era preferido por estar inmediato á
la redacción de LHiouanité.
La calle del Croissant es la calle de los periódicos.
Á excepción de los grandes diarios de París, que tie-
nen ediñcio propio, todas las publicaciones de segundo
orden, especialmente los periódicos políticos, vienen
instalando por tradición sus redacciones en la calle
del Croissant, ó sea de la Media Luna. Varias casas
editoriales se hallan establecidas en este barrio. Sobre
el mismo cah' del Croissant están las oficinas del edi-
tor de Le Joiuuuil des Voi/aí/rs y otras publicaciones
de aventuras.
Este barrio, (jue parece oler á tinta de imprenta y
á papel mojado, tiene su vecindario t'spccial. La estre-
cha calle del Croissant se halla casi siempre obstruida
por grupos de vendedores de periódicos que esperan,
gritando impacientes, la salida de una hoja nueva.
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 191. 1
11
Por las acoras transoaiTca los ti|)ógTatos coa largas
blusas y una luontora de papel en la eal)eza. Pasan
can-etones cargados de resmas de periódicos rcciéti
impresos. Llegan á pie ó eu vehículo de alquiler, apre-
surados y con aire misterioso, los noticieros que aca-
ban de cazar algo sensacional. Mujeres mal pergeña-
das y con un bonete de papel impreso sobre la cabo-
llera miran á lo alto, como si con la vista pretendiesen
acelerar la salida de los periódicos. Algunas redac-
ciones están en un quinto piso.
'Lodo este mundo estaba acostumbrado á ver dia-
Kl piiijre cate era su salón, su casino; represen-
taba hora y nunlia de intimidad y plácidij descanso,
rodeado de amigos de varias nacionalidades. Todos los
que deseábamos iuiblar á Jaurés sabíamos que el lugar
mejor para abordarlo era el cale del Croissant, á la
hora de la comida.
Se i)resentaba á las ocho de la noche de vuelta de
la Cámara, sudoroso aún por sus agitaciones orato-
rias, vibrando cu su i)alabra las emociones recien-
tes de la tribuna, repartiendo apretones de uiano y
palabras cariñosas, entusiasta, satisfecho, couñado,
LA CALl.K UKL IROISSANT
Vendedores de periódicos esperando la salida de una hoja extraordinaria anie la imprenta de un diario
(fot. Muuri.ssu)
riaraente á Monsieur Jaavés, cuando llegal)a al café
del Croissant, con la levita suelta, el pantalón con
arrugas, el sombrero de copa alta opaco y mal pei-
nado: el tipo (lid personaje parlamentario ijue diísea
guardar un aspecto decoroso, annqn(% ¡ireocupado y
distraído, no cuida de la ropa.
Para los de la calle del Croissant, el gran orador
de Francia, el arbitro de la vida política, era uno d,'
la casa, uno del oficio.
— Ahí va el director de L'IJiniiaailé — decían impre-
sores y vendedores, como si esto valiese más que el
ser diputado poderoso y gran orador.
Otros le llamaban simplemente -el (nudadaiin Ti
«el compañero Jaurés».
como un escolar que acaba de salir victorioso de un
examen.
¡Simpático grande hombre! ¡Gigante incansable y
bueno!... La gran aventura de su vida laboriosa, de-
dicada por entero á la defensa cíe una idea, había sido
un viaje, dos años ante?, á la América del Sur. Lla-
mailo por los socialistas de Buenos Aires, atravesó el
Atlántico jiara esparcir la buena nueva en una serie
de conferencias. Los capitalistas argentinos admira-
ron la dulzura couvinconte con que sabía expouer
unas doctrinas opuestas á sus intereses. La masa cu-
riosa se asombró de que el famoso tribuno Juan Jau-
ri's fuese uu señor de aspecto fi-anco y alegre, capaz
lie conversar eu medio de la callo con cualquiera, y
IB
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
que cu pleno verano il)a con larga levita parlamen-
taria y sombrero do paja.
El «burguesismo» bondadoso y modesto de esto
grau artista revolucionario, incapaz de petulancias y
orgullo, había llamado siempre la atención de sus de-
tractores.
Cuando obtuvo los primeros triunfos oratorios y
la opinión empezó á fijarse en el diputado Jaurés, los
periodistas do París lo describieron con cierto rego-
cijo como un universitario de gustos domésticos que
iba por las mañanas al mercado con un bolso ile red,
lo mismo que los burgueses amigos de la tradición, á
comprar las provisiones para la familia.
o
La posibilidail de una guerra europea indignó á
jAuuis li.N i:n iulevau de pakís
■Jauri's desde el primer momento del conllicto. Era un
decidido ¡¡artidario de la paz; había trabajado siem-
pre [)or disuadir á Francia de las aventuras militares,
y únicamente, en liltimo extremo, podía aceptar la
guerra lielensiva para la salvación de la patria.
Por algún tiempo creyó que el socialismo interna-
cional podría resolver el conflicto. Poseía el idioma
germi'inico. y en 1905 lo invitaron los socialistas ale-
manes á dar varias conferencias de propaganda en
Berlín y otras capitales alemanas, pei'O el gobierno
se opuso, prohibiendo á Jaurés el paso por la frontera,
(iuülermo II y el canciller Von Hülnw juzgaban más
temible el socialismo de los franceses que el socialis-
mo alemán, obediente siempre al Imperio, después de
un simulacro de oposición. Jaurés mostraba gran con-
fianza en las promesas de sus co-
rreligionarios de ultra-Rhin. Él
ini])ediría que Francia adoptase
una política belicosa, dejándose
arrastrar por sus compromisos de
alianza. Que los compañeros de
Alemania hiciesen lo mismo, opo-
niéndose a la guerra, y Europa
se salvaría. Pero transcurrió el
tiempo sin que los socialistas nle-
manes hiciesen nada digno de
uiención en tal sentido.
En la noche del ;U de Julio lle-
gó Jaurés al cafe del Croissant
más tarde que de costumbre. Eran
las nueve. Había estado mucho
tiempo eu el ministerio de Nego-
cios Extranjeros, ansioso por co-
nocer las últimas noticias de los
gabinetes de Europa j deseando
hablar con los individuos del go-
bierno para recomendarles la paz,
!a paz á todo trance. El ministro
estaba en el Elíseo, y cu vista de
la hora avanzada, Jaur('s se retin')
luego de hablar largamente cou
M. Abel Ferry, el subsecretario
del ministerio.
Al llegar al café iban con él su
compañero de redacción Renau-
del y el diputado socialista Re-
noult, liennano d(d ministro de
Traljajos Públicos. Los tres se
sentaron juntos á coiuer.
Jaurés estaba fatigado por la
larga espera en el ministerio y
sudoi'oso á causa del calor propio
de una noche de Julio. Por esto
ocupó cu el diván un lugar junto
á la ventana, de espaldas á ella,
buscando el esca.so fresco de la
calle. Una simple cortina casi
(Fot. Rol) transparente cubría la ventana
HISTORIA DE LA Glll;IJL>A ELli:OPI2A D\í 19H
79
Jaurés á Guillermo
me baslfl con
para evitar l;i ouriusiihul de los
trauseuntes.
Mientras coiuia con ajiresura-
niicuto iba cxpouicüdo á sus coui-
])añeros lo que pensaba dceir al
día siguiente qv\L' IlumanHí'-. Tenía
prisa cu subir á la redacción para
consignar sus Ojjiniones sobre el
conflicto y el resultado de su visita
al niiuisterio.
Nuevos amigos fueron acudien-
do ansiosos de noticias, tomando
asiento como de costumbre en tor-
no de la mesa; entre ellos el ad-
ministrador de UHiniíonilé y un
correligionario familiar de Jaurés,
M. Poissou, acompañado de su es-
posa.
Eran las nueve y uiedia. Jaurés,
que iba ya á retirarse para subir á
su despacho, felicitó á la señora de
Poussou por su buen aspecto, y ésta
le mostró un retrato que le habían
hecho días autes. Tendía la mano el orador para to-
marlo, cuaudo eu el mismo instante se levantó uu
extremo de la cortina que estaba detrás de él. Apare-
ció una mano empuñando un revólver. La boca del
cañón se apoyó eu la nuca de Jaurés. Fué esto tan
rápido, que no dio tiempo para lanzar un grito de
alarma á los que estaban enfrente de él, avisándole
el peligro. Mientras tanto, el orador, ignorando lo que
pasaba á su espalda, sonreía cortésmente mirando
el retrato. Sonaron dos estampidos y Jaurés se des-
plomó pesadamente, sin un grito, de bruces sobre la
mesa. Tenía abierta una herida enorme eu la base del
cráneo. El hueso había estallado dejando el cerebelo
al descubierto.
Mientras unos contertulios, aturdidos por el suceso,
se agrupaban junto al cuerpo, sacudido por los ester-
tores de la agonía, otros se lanzaron fuera del café,
deteniendo á los pocos pasos al asesiuo, (juc aún tenía
el arma en la mano.
Era uu joven llamado Raúl Villin, estudiante de
prehistoria en la Escuela del Louvre. Eu los bolsillos
le encontraron uu segundo revólver cargado. Los
transeúntes, al enterarse de su crimen, quisieron lin-
charlo, y los esfuerzos de la policía no pudieron evitar
varios golpes que ensangrentaron su rostro. Los mis-
mos amigos de Jaurés defendieron su vida, metiéndolo
en un automóvil para arrel)atarlo de las mauos de la
muchedumbre indignada.
El primer interrogatorio en la comisaría de policía
dio á entender inmediatamente que el asesino era de
una mentalidad anormal. Al principio se negó á iden-
tificar su persona, manteuií'udose en un silencio ac-
tivo. Luego, para justificar su crimen, dijo con petu-
lancia, como si acabase de salvar á su país:
— Jaurés lia traicionado á Francia cou su campaña
LA l'líUl'Ai;.\M)A SOCIALISTA EN ALli.MANIA
U y á Bülow, que le cierran la frontera: «No es necesario que yo va\a;
el reclamo y la propaganda que me hacéis con vuestra conducta.*
(Caricatura ilil Weekhlani, voor Nederland, de Amsterdain, 1905)
contra la ley de tres años. Yo he hecho una gran ac-
ción desembarazando á la patria de un traidor.
Sus palabras, su gesto, su mirada, todo revelo
desde el primer momento al demente ansioso de noto-
riedad. Además, las averiguaciones judiciales hicieron
saber que su madre había muerto en un manicomio,
víctima de monomanía religiosa.
Los excesos de una prensa- extremada en sus afir-
maciones habían empujado al asesinato á este hombre
de cerebro débil. Para ciertos periódicos franceses de
ideas conservadoras, que creen tener el monopolio del
amor á la nación, todos los que piensan de uu modo
distinto al de ellos son traidores á la patria.
Jaurés, como los demás socialistas y muchos re-
publicanos, se había mostrado enemigo de la ley que
aumentaba la duración del servicio militar, pasando
éste de dos años á tres. Para sostener sus ideas sobre
el problema militar, había publicado un libro. El ejer-
cito del socialismo, con la colaboración anónima del
capitán (ierard, un oficial socialista que luego se dis-
tinguió mucho en el curso de la guerra. Jaurés propo-
nía en su libro que en vez de aumentar las tropas per-
manentes se creasen mayores reservas, más cuadros
de oficiales, para movilizar con éxito y rapidez la na-
ción entera en caso de peligro.
Como ocurre en muchas discusiones tempestuosas
que conmueven á todo uu pueblo, !a experiencia se
encargó de demostrar que ambos bandos tenían razón
en sus proposiciones, encaminadas igualmente á la
defensa de la patria. La ley de tres años, aprobada al
fin, sirvió para (¡ue Francia, en los primeros momen-
tos, tuviese en las fronteras un ejército mayor, á cuyo
amparo pudo movilizarse el país tranquilamente. El
])]an lie Jaurt-s. de sor ])uesto en práctica, hubiese
permitido á los treinta dias tener sobre las armas
80
VICRNTE B'.ASCO IBAÑEZ
KL CAMC IIIIMIH VVK ASKSINAUO .IAi;i!KS (Fot. liolt
La cruz blanca tndtca la ventana junto á la cual estaba sentado cuando desde la acera el asesino le disparó en la nuca
cuatro millüüos de hombres bien preparados en vez
de dos y medio.
¡Y el pobre ilnniinado, niczela di; loco y de imbé-
cil, con la sugestión de lecturas calumniosas, creyó
salvar á su patria matando al «traidor», al homlire
ilustre y bueno!
Su acto t"iu' tan absurdo, (pie en el primer momento
nadie pudo imaginar (¡ue lo hubiese realizado un fran-
cés. La muchedumbre creyó de buena le que el ase-
sino era alemán, considerando este crimen como una
maniobra luibil para provocar una revolución, intro-
duciendo la discordia entre los franceses.
Kn realidad un enemig'o de Francia no podía dis-
currir contra ella nada mejor que el atentado de este
denKinte.
Pero un patriotismo sincero supo conjurar el peli-
gro con actos de abnegación. Los principales socia-
listas franceses, al descubrirse ante el cadáver de la
victima, pensaron en la concordia nacional y no en
la venganza.
Una muchedumbre amenazante invadió la calle
del Croissant y las inmediatas: «¡Viva Jaurés! ¡Abajo
la guerra! ¡A muerte el asesino!» Los cafés y otros es-
tablecimientos cerraron sus jiuertas. Las gentes tran-
quilas se escondieron. Muclios grupos empezaron á
hablar de una venganza inmediata asaltando las re-
dacciones de determinados periódicos. Todos jiensa-
ban en lo que ocurriría á la mañana siguiente, cuando
la noticia del asesinato fuese conocida en los barrios
obreros. Iba á sobrevenir la revolucii'm, la guerra civil
ansiosa de venganza, precisamente en el momento que
la patria los necesitaba á todos y el enemigo anuMia-
zaba la frontera.
Un redactor de L' IIi'uKinilé se asonni á una ven-
tana de la redacción para hablar al pueblo recomen-
dándole la calma. Lits diputados socialistas fueron
acudiendo al enterarse del suceso. !•'! cuerpo de .lau-
ros estaba aún tendido en el diván del cafi", agitado
por los liltimos estremecimientos. Sus amigos, con la
cabeza descubierta, lloralian.
Cuando el cadáver, oculto en un furgón y escol-
tado por jinetes de la Guardia Ke|)ublicana, fui' tras-
ladado á la casa de Passy, donde Jaurés había tenido
su domicilio, los socialistas más jiopularcs arengaron
á las nuisas, recordando la gravedad de la hora, la
amenaza de la guerra que pesaba sobre todos, la
necesidad de mantenerse unidos ¡¡ara hacer frente al
peligro.
Gustavo llervé dio la consigna á los revolucio-
narios.
— Yo conocía bien á .Taurés — dijo — . Si su cadá-
ver pudiese hablar on estos momentos, sé lo que
diría: «Amigos míos: no penséis en mí; pTjnsad en la
patria.»
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
61
En la niisnia iiofhe el gobierno hizo lijar profusa- marcha se pronuneiaroa muchos discursos sobre una
tribuna, cerca de la casa mortuoria, en la esquina for-
mada por la calle de la Pompe y la avenida Henri
Martin. Hablaron el jefe del gobierno, Viviani, los di-
putados socialistas Sembat, Vaillant y Bracke, el di-
putado belga Camilo Huysmans y Jonhaux, secretario
de las asociaciones revolucionarias de trabajadores. El
discurso de este obrero fué el más emocionante. Jon-
haux explicó por qué los trabajadores amaban y ad-
miraban á Jaurés:
PATIENCE
CONFIANCE
mente en todo París la siguiente alocución:
Ciudaihiiios:
Til Mboiniuablc atinitado acaba de conirtcrsc. M. Jaurés. el
^■raii orador, fíloria de la tribuna fiinu-csa. ha sido cobardc-
nicnti' asesinado.
Vil me descubro personalmente ^• en nombre de mi.s cole^-as
ante esa tumba, tan inesperadamente abierta, del repul)lieano
socialista (jue luchó por tantas nol)les cansas y qui' en i'stns
(lias difíciles ha sostenido por el interés de la paz, con la auto-
ridad de su prestigia, la acción patriótica del Gol)ierno.
Va\ las yraves circunstancias (¡ue la jiatria, está .-itravesaiido.
el (iol)ierno cuenta con el pa-
triotismo de la clase obrera
para <iuc conserve la calma y
no aumente las emociones pú-
lilicas con una ag-itación ((ue
sumiría la capital en el des-
orden.
El asesino está detenido y
será castigado. Que todos ten-
gan confianza en la ley, y de-
mos todos, en estos graves pe-
ligros, un ejemplo de sangre
fria y de unión.
Por el Consejo de Ministros.
M ¡>irsiden(c del Consejo:
Rene Yiviam
Cuatro días después
fueron las exequias pú-
blicas del tribuno. Fran-
cia estaba ya en plena
guerra. Miles y miles de
amigos de .Jaurés se halla-
ban fuera de París, vis-
tiendo el uniforme mili-
tar, defendiendo á la pa-
tria en la frontera. Toda
la juventud socialista ha-
bía pasado del taller al
campamento, lo mismo
que los demás franceses.
El obrero partidario de la
paz y de la humanidad se
convertía en soldado con
el mayor entusiasmo.
Á pesar de estas ausencias, el entierro de Jaurés
fué una manifestación imponente. La Francia repu-
blicana, no obstante las graves preocupaciones del
momento, acudió á escoltar su féretro.
Fué el 4 de Agosto p5r la mañana cuando una
enorme muchedumbre con banderas y grandes coro-
nas acompañó el cadáver del gran orador desde las
alturas de Passy al ferrocarril que lo había de llevar
al Sur de Francia, á la amada tierra natal.
Por la tarde se desarrolló en la Cámara de dipu-
tados la memorable sesión del 4 de Agosto, que rela-
taremos oportunamente, y en la cual sólo faltó la pa-
labra de Jaurés.
Antes de que el cortejo fúnebre emprendiese la
¿Qué decir cuando se abra e
1 Humanité
JOURNÜL SOCtñLISTE
Accalmie dans le Aíorc? i '^'SSOCWUSTtS ¡ ¿q Bataille en Pologne
' SUR LE fBDNT
VACSIMIL DE «L IIIMANrrE»
El periódico fundado por el gran orador socialista
>ta tumlni entre millares de tum-
bas i)róximas á abrirse? ¿Qué
decir en nuestro inmenso do-
lor?... Jaurés era nuestro pen-
samiento, nuestra doctrina \i-
viente. En su imag-en. en su
recuento. Ijuscaremos nues-
tras fuerzas para el porvenir.
Algunos han creído ((iie nos-
otros éramos adversarios de
Jaurés. ¡Cómo se eriuivocan!...
Es verdad que entre nosotros
y él han existido alguna diver-
gencias de táctica. Pero estas
divergencias eran como sí di-
jéramos á flor de alma. Su ac-
ción y la nuestra se completa-
l),-in. Su acción intelectual iMi-
gendraba nuestra acción viril.
( 'on él es con (|uien hemos co-
mulgado siempre.
Jaurés ha sido el reconlor-
tante de nuestra apasionada
acción por la \y,\/.. No es falta
su\a ni nuestra que la paz no
haya triunfado. La esperába-
mos, y es la guerra hi qvie sur-
ge. Antes de marchar hacia la
gran carnicería, en uoml)red(í
los trabajadores (jue h;ni ]iarti-
do y en nombre de los ([ue van
á partir, de los cuales yo soy
l/lio. grito delante de este fére-
tro todo nuestro odio contra el
imperialismo salvaje i|ue h.i
provocado el horrible crimen.
Jaurés: tu recuerdo impi're-
eedero nos guiará en la lucha
terrible que vamos á atrave.
sar. Ese recuerdo liríUará ante nosotros como una antorcha (pie
ninguna tormenta podrá extinguir. Y yo proclamo altamente,
antes de ni:n'char al combate, nuestra fe en la Internacional,
nuestra resolución de conquistar en franca lucha todas las
liljertades ])ara dárselas á los otros.
Gustavo Hervé, al despedir al maestro en un sen-
tido artículo de La. Guerra Social titulado «Adiós,
Jaurés», decía así:
.laurés; ha sillo jiara vos una felicidad no asi.stir al derrum-
liamiento momentáneo de nuestro hermoso ensueño de paz
uni\ersaL ( )s h.ibéís ichj antes de verá Europa sumida hasta el
cuello rii un mar de sangre y zambulléndose en la barbarie.
I'rní lanii'utii qur haxáís jiartido sin poder contemplar cómo
nuestra raza, nerviosa, entusiasta é idealista, lia acejitado el
cumplimiento de su doloroso deber.
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82
VlCüNTE BLASCO IBAÑEZ
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...m m 1
H.NTllilUlO DK JACHES. KL COUTEJÜ
iKot. Rc.l)
I >s 1kiI)1m:iís sriitiilii iir;:-\illiisn dr nuestros nlircros siici;ilist;is.
;il ver cdii (luó sencillez ;il):ui(liin;il):in sus 1;illen's, á uieili(l;i
que les il);i toeiindo l;i (irden de niiiviliy,;ici()n, \- l:i serenid:id
(|ne sienten en sn .-din:! ilesde (|ne est;in ei)n\ eneldos de (pie
l''r,niei:i lo hizo todo para e\itar la f;-nerra y es \ ietiina ile la
niiis brntal de las ajiTcsioncs.
Sen-nrainente (|ne habríais llorailo de eniociiin al ver con que
{gravedad, exenta de la nía minería, ofrece cada uno su jiccho
jiara cerrar el camino á los Yon Forstiicr alemanes y austríacos.
K ifiMialmentc os liahria enternecido \'er con i|ué rcsig'nación
nuestras madres, nuestras esposas, hijas ,\ hennanas, soportan
el amariío sacrilieio.
XV
Los Bancos de París. — La moratoria. — Orden de mo-
vilización general. — El gobierno habla á la nación.
^La actitud del gobierno inglés. — Estado de la opi-
nión en Inglaterra.— La prensa francesa y la prensa
alemana. — La movilización rusa. — La última espe-
ranza de paz desvanecida.
El sábado 1." de Agosto fiu' un día decisivo para
la guerra.
Á primera liora llegaron á Parí.s noticias de la froQ-
tera IVanco-alemana, anunciando que las líneas fé-
rreas estaban cortadas en los conlines de Alsaciay de
Lorena y los puentes obstruidos por las barricadas y
alambradas de los alemanes.
Para conjurar la crisis monetaria, el Banco de
Fraucja puso en circulación desde primera hora los
billetes de cinco y de veinte francos.
El ministerio de Hacienda dio un decreto tijaiulo
uua prórroga de un mes para los vencimientos así
como para los depósitos de cantidades existentes en
los Bancos.
Este decreto, (jue no sólo era impurtaiite ])ara l'ran-
cia, sino ¡¡ara Europa entera, paralizó momentánea-
mente el comercio y los giros internacionales. I)e-
(M'a así:
.articulo 1." La prorro^-acii'm did plazo dictado jiara los valo-
res nepicialiles ])or el decreto de :{1 de .lulio de l'.n4 se aiilicará
iLi'ualnií'ute á la extraceioii de los depúsitosy cuentas (|iie exis-
tan en los ¡{ancos \' estahlecinnentos de crédito, hajo las reser-
\as sig-uientes:
Todo depositario ó acreedor cn\'o depiisito se.-i interior ii
ij^Mial á 2011 francos, tendrá el derecho de retirar inteirr.iniente
esta cantidad.
Más arrili;i di' la mencionada cifra de 2.")0 francos. losde|iosi-
taiites .\- acreedores solo podrán exifrir el pafío de un 5 jior ion
de las cantidades de su propieda(L
Los dei)ositarios (') acreedores (¡ne oeiipi'u ini personal de
obreros ó de empleados en el ejercicio de una iirofesión indus-
trial ó comercial, tendrán ilereclio, sobre las sumas que les per-
tenecen, á la totaliilad de lo que monten los salarios de dicho
HISTORIA DE LA GUERRA ELIROREA DE 1914
83
ENTIEURO DE JALEES. LA.S COKONAS
personal cad
i>sto. prt'seut:
llll'cililit'Uto.S.
;i día (le paya, siendo oblig-acióu suya justificar
nido las uiíminas de los empleados en sus esta-
LAS BANDERAS DE LOS (ÍUCLLOá SOCIALLSTaS KN EL ENTIERRO DE JAÜHÉS
(Futs. Rol)
Art. 2." I.a prolong-aeión del plazo antes marcado se apli-
cará ig'iialmente al reembolso de bonos y contratos de seguros,
de capitalización y de ahorro á término fijo, ó estipidados como
reemboisables á vuluntad del titular
o del portador.
Art. 3.°" l,as dis])osiciones del pre-
sente decreto son aplicaljles á Arge-
lia ^■ Túnez.
El decreto de moratoria pro-
dujo hondo efecto eu el país. Mu-
chas personas de buena po-sicióa
social quedaron momentánea-
mente coa escasos medios de
existencia al retener los Bancos
su dinero. Fué una medida arbi-
traria y violenta, pero al mismo
tiempo prudente y oportuna.
La alarma general había he-
dió anuir las gentes á los es-
tablecimientos de crédito. To-
dos querían retirar sus depó-
sitos. De no cortar el gobierno
la avalancha de acreedores, mu-
chos Bancos respetables hubie-
sen quebrado, no pudiendo lia-
cer frente de un golpe á todas
sus obligaciones.
81
VICENTE [ÍLA5CO lliAÑE¿
\l. Ul.W: \ IVIANI
\V''l. Mrurissc)
Presidente del Conscio y ministro de Negocios Exlranleros
de Francia
El público acabr» por conforiiKirsi' ron esta (I¡s])o-
sición, recouücieado su (i])ortuiiiiIail cu vista de las
circunstancias.
La murlu'dunibn!
París so mostró serena ant(
el peligro. Nadie temía la guerra. Mnipezalian las ma-
sas á sentir el ostrerniK-imiento de entusiasmo que
])reccde á las grandes explosiones belicosas.
— Puesto que el enemigo la quiere, sea — decían
todos.
Pero se abstenían de hacer manifestaciones, te-
miendo que éstas pudiesen turbar un posible arreglo.
Esperaban las palabras de los gobernantes. Sabían que
éstos se hallat)an reunidos á todas horas liaeiendo los
últimos esfuerzos en favor de la paz.
Eq la mañana del 1." de Agosto todavía M. de
Schoen, el embajador de Alemania, fué al ministerio
de Negocios Extranjeros para liablar con M. Mviaiii
de un acuerdo posible.
— Se entrevé un pequeño resplandor de esperanza
— dijo el diplomático alemán al salir del ministerio—.
Hay que trabajar para que esta esperanza se agramh'.
Los que estaban enterados de la conducta tortuosa
observada por el gobierno alemán en los días anterio-
res, sonreían tristemente.
Por la tarde volvió M. de Schoen al mi.iisterio para
tener una segunda conferencia con el jefe del gobierno.
M. \ iviaiii anunció al embajador de Alemania que,
de acuerdo con el Presidente de la República y todos
los ministros, acababa de deeidir la movilización ge-
neral de Francia.
Era una respuesta al iin])erii) alemán, ijue el día
anterior había decidido su movilización.
— La actitud de vuestro gobierno — dijo Viviani al
enibaja(h)r — ha dictado la nuestra. Estamos obligados
á tomar precauciones igu:iles á las ijue vosotros to-
máis. Nuestras disposiciones paeílicas son las mismas.
Queremos la paz, y la mejor prueba que podemos ofre-
cer en apoyo de nuestro pacitismo es que á la hora
presente el Parlamento francés no ha sido convocado
aún, y constitucionalmonte estamos obligados á re-
unirlo cuando nuestras inteneioiu's sean hostiles.
\'i\¡aiii. insistiendo en la demustraeiíin di' (jue
Francia no hacía mas tjue ponerse en guardia para su
defensa, y que hasta el último momento allanaba el
camino para la paz, añadió:
— Otra prueba es que, para evitar incidentes (|ue
podían ocurrir en la frontera al estar muy próximos
iVanceses y alemanes, hemos dach) órdenes á nuestras
tnipas pava ijue s(> niautengun á ocho kiliunetros de
la fronter.i, dejándola al descul)¡erto. Por esta precau-
ción prudente estamos expuestos á una violación del
territorio, y no creo que haya potencia alguna capaz
de proceder de este modo. En cambio, las tropas ale-
manas están amasadas al pie mismo de los postes
fronterizos que marcan los límites franco-alemanes.
De este modo, si un incidente se produce, será obra
indiscutible de las fuerzas alemanas.
El embajador Sciioen se retiró para dar cuenta á
su gobierno de la movilización francesa, y todavía al
despedirse mostraba cierta confianza, como si espe-
rase ser portador en breve de una buena solución.
— Hasta luego — dijo estrechando la mano del jefe
del gobierno.
El Consejo de ministros tomó el acuerdo de la mo-
vilización á las cuatro de la tarde, en vista de las no-
ticias que recibía de la frontera, donde aumentaban
por momentos las tropas alemanas.
Como era imprudente perder tiempo, mientras im-
primían el decreto do movilización se dio la noticia á
París fijando un ]}íi\)c\ manuscrito en todas las otici-
iias tic correos de la capital.
L'na simple cuartilla de papel pegada con obleas y
con unas cuantas líneas escritas á toda prisa, puso en
conmoción á París y una hora después á toda Francia.
MINISTERIO
DE LA GUKHiíA
ORDEN DE
MOVILIZACIÓN
EXTREMA URGENCIA
P
rimer día de la
movilización:
domin
go
2
de
Agosto.
lllStORlA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
85
rie agolpó la goute ante estos aiumcios, iiisigiiili-
cantes por su forma. Muchos, al leer las breves líneas,
lanzaban un suspiro de satisfacción, como el cjue sale
para siempre de uu estado angustioso.
—¡Al tiü!— decían — . Ya sabemos á qué atenernos.
Es la guerra.
Los hombres se mostraban sus libretas de reser-
vistas, señalando los diversos puntos de Francia á
que debían acudir para incorporarse á sus regimien-
tos. Las mujeres ponían el gesto gravo, arrostrando la
noticia con una resignación heroica. Nadie quería la
guerra: ¡pero qué hacer si los enemigos se empeña-
ban en provocarla!...
Por la noche el verdadero anuncio de la moviliza-
ción fué ñjado en las esquinas de París y enviado a
to la Francia. Decía así:
EJERCITO ÜE TIERRA V EJÉRCITO DE MAR
ORDEN
DE .MOVII.r/AClÓN GENERA!,
Por (locrctú del Presiilciite de hi Rcpúblie.i. l:i moviliziieión
de los ejércitos de tierra y de m;ir {(ued:! urdeniuhi. asi cüino
la re(|uis;i de animales, veliieuliis \- ariieses iieeesariüs para el
cmiipleinellto de diclios ejéreitos.
Kl l'RIMKR DÍA DE LA ,M0 VILIZAI'KKN ES EL DOMINGO 2 DE
Agosto de 1914.
Tildo francés sometido á las oblifí-aeioiies militares debe obe-
dcci'i-. bajo pena de ser castigado con el rig-or de las leyes, á las
prescripciones del rncuhrno de uiovil'unciihi (páginas de color
de su libreta).
Son llamados por la presente orden todos los bomlires (|iie
no estén bajo lianderas y que pertenezcan:
1." Al ejército de tierra, comprendiendo á las trojias colonia-
les y ó los bombres de servicios auxiliares:
2.° Al ejército de mar, comprendiendo á los inscriiitos ma-
rítimos y á los armeros de la Marina.
Las autoridades civiles y militares son responsables de la
ejecnci(Hi del presente decreto.
El jiiinistrn de ía Querrá El uriiiislrd de Marina
a
En la misma noche, el Presidente de la República
y sus ministros acordaron dirigirse á la nación ha-
ciendo el siguiente llamamiento:
A LA NAC1(')N FRANCESA
Desde hace pocos días el estado de Europa se ha
agravado considerablemente, ú pesar de los esfuerzos
de la diplomacia.
El horizonte se ha ennegrecido.
En la hora presente la mayor parte de las nacio-
nes han movilizado sus fuerzas. Hasta los países pro-
tegidos por la neutralidad han creído necesario tomar
esta medida á título de protec;ñ(ni.
Potencias cuyas leyes militares y constitucionales
no se asemejan á las nuestras, han comenzado y pro-
seguido, sin necesitar de un decreto de movilización,
unos preparativos que en realidad equivalen á la
misma movilización y que representan su ejecución
antiripaila.
Í[RI n ARiE OE iti
f /\ M
%mmmmk
\a' pri*mi*'r j"iir <i*' !•» omliilis.ilioM vi"* le
íiranntke í Aoúi ISI-t
T...1I |-VniK«l. í.mtui. Bill ..lilia.HÍ-ll* l<ill«iiir.^ *t...l -•.,. ). i». ,í.t|. yu,< .-,... U
■ ;!£..riir .I.S ImU. ..l>nr m\ |.r.-i.,ji..,.. .1.1 rASCicou: DE MOILUUnaV ,™:,.r..r.......
>,„M .... i'nt I. |...-. .1.. TOV« LE» BOMBES ..■■.. |.r., ...- -.,-. 1.- I>. .,. ..■ ■■
\ i, (jkRMfl DE TC9SI j u^f^„ u,Tac3í=í coi.o»i«i.»s ..
SESVICU AUXIUAIACS.
2* i i"»R»££ K MtB j cu..,,.., i., rascarr» sutammi» ..t u. *».ic»x^5
i. li. tSAZIKE.
#
LA OHllEN DE MOVILIZACIÓN FIJADA ÜN LAS KSí^l INAS
DE PARÍS
Francia, que siempre demostró su voluntad pacífi-
ca, que en días trágicos dio á Europa consejos de uio-
deración y un vivo ejemplo de cordura multiplicando
sus esfuerzos por mantener la paz del mundo, se ha
preparado sin embargo á todas las eventualitlades, y
empieza á tomar las precauciones indispensables para
la guarda de su territorio.
Pero nuestras leyes no permiten realizar comple-
tamente estos preparativos sin un decreto de movili-
zación.
Cuidadoso de su responsabilidad, y comprendiendo
que faltaría á un deber sagrado si dejase las cosas sin
resolver, el Cobieruo acaba de lanzar el decreto que
imponen las circunstancias.
La movilización no es la guerra. Al contrario, en
los momentos presentes aparece como el mejor medio
de asegurar una paz con honor.
Tenaz en su ardiente deseo de encontrar una solu-
ciiui pacífica á la crisis, el Gobierno, al abrigo de
estas precauciones necesarias, continuará sus esfuer-
zos diplomáticos y todavía espera conseguir un (\vito.
El Gobierno cuenta con la sangre fría de esta noble
nación, para que no se deje arrastrar por emociones
injustificadas. Cuenta también con el patriotismo de
todos los franceses, y sabe que no hay uno solo que no
esté pronto á cumplir su deber.
En esta hora ya no hay partidos. No hay mas que
la Francia eterna, la Francia pacífica y resuelta, la
H6
VICENTE BLASCO IRAÑEZ
patria del derecho y de la justicia, uuiíla ])ür cutero
cu la calma, la vigilancia y la dignidad.
El Preside ¡lie de la Reju'thlkn.
lÍAIMIJiNDO l'OINCAnÉ
Por i'l PrcsidcutL' do l;i llopúljlicu:
Renk \i\i\Ni, presidente del Consejo y ministñi de Xei/orios
Extranjeros: Bienviínu-Mauti.v,, ministro de Justicia: Mal\ v.
m iiiistro del /nterior;yovL'ESS, ministro de Hacien.da:}<l\¡Sí^iM\ ,
ministro de la Guerra: Gauthier, ministro de Marina: Ar(TA-
(íNEua. ministro de Tnstrncciún Púhlica: Rene Renoult, minis-
tro de Trabajos PúhUr.os: Thomson, ministro de Comercio y de
Correos ij Teléíjra fos:VB.\isMiXio\)s\\i'>,ministrnde Af/ricidliira :
Haynauu, ministro de Colonias: Couyha. ministro del Trabajo.
AiiEL Fkuuy, subsecretario de Estado en los Negocios Ex-
tranjeros: Laura 1NE. subsecretario de Eslado en la Gncrra:
.IaCu^iieh. subsecretario de Estado en el Interior: Dai.imieií.
subsecretario de Estado en las Bellas Artes:
A.TAM, subsecretario de Estado en la Marina
mercante.
El tuno del manifiesto era firme y
conciliador á la vez. Francia tomaba
las armas en vista del peligro para no
ser sorprendida, y al mismo tiempo
continuaba sus gestiones en iavor de
la paz.
Hasta el último momento buscó un
arreglo. Sonaban ya los primeros tiros
en la frontera, y todavía el gobierno
de París acariciaba la esperanza de
que sus enemigos, en un tardío reliim-
pago de cordura, mantuviesen la paz
del mundo.
El presideute Poiucaré, hábil diplo-
mático tjue tanto se distinguió en sus
tiempos de ministro desempeñando la
cartera de Negocios Extranjeros, hizo
A la Nation Francjaise
EL LLAMAMIENTO Á LA NACIÓN
Así hubiese sido. De manifestar Inglaterra en esta
Jiora grave su firme voluntad de ponerse al lado de
Francia, seguramente que el Imperio alemán liubiese
rectificado sus pro¡)ósitos belicosos. Se mostró arro-
gante y atropellador porque hasta el último momento
creyó que sólo tendría enfrente á Kusia y Francia. El,
con su aliada Austria, se bastaba para combatir á los
dos enemigos. Su diplomacia estaba segura de que la
(irán Bretaña, ocurriese lo que ocurriese, se manten-
dría apartada de la lucha.
Al hablar ú tiempo el gobierno de Londres, como
lo solicitaba Poincan'', no hubiese surgido la gm'rra,
al menos en l'JI L Fué un silencio lamentable.
Pero desde el punto de vista inglo's hay que reco-
nocer que el ministerio británico no ](udo obrar de
otro modo. La Gran Bretaña es un
]iaís de libertad, donde la opinión ])n-
blica tiene una fuerza su])erior á la
did gobierno. Los ministros no forman
ni dirigen la 0])inión; es ('sta la ijue
dieta su conducta.
Y el pueblo ingh's no quería la
guerra. Fué necesario que ocurriese
el inaudito atropello de Bélgica, para
que la tiran Bretaña reconociera la
necesidad de una ])ronta y enérgica
defensa. En los días anteriores á este
atentado, gran ])arte del pueblo bri-
tánico fué enenn'go de una interven-
ción armada en Europa. Los conser-
vadores proclamaban la paz á todo
trance; los irlandeses atendían á sus
luchas interiores más que á la polí-
tica exterior; gran parte de la opinión
miraba á Francia con interés, pero
su simpatía no llegaba hasta la aeej)-
rCALITí ^rUATil^iTS
gestiones particulares eu esta hora suprema para con- tacióu de una guerra por"sostenerla. Un sentimiento
seguir la paz. En su palacio del Elíseo tuvo varias de egoísmo inspiraba la política general. Además, cmi-
eutrevistas con el embajador de Inglaterra, comuni- nentes personalidades de las ciencias y la literatura
candóle manifestaciones de carácter confidencial para liabían publicado en Londres un manifiesto contra la
qne las transmitiese á su gobierno. guerra, como si bastase un documento para evitarla.
Inglaterra era amiga de Francia y marchaba de Las asociaciones de trabajo también se mostraban
acuerdo con ella: pero esta amistad no tenía el carác- enemigas de una intervención en el continente. El
ter de alianza defensiva para uu caso de guerra. instinto de conservación y una cortedad de vista para
Poiucaré invitó al gobierno británico, por medio apreciar los sucesos inspiraban al pueblo inglés su
de su embajador, á que hiciese una manifestación ter- erróneo retraimiento.
minante en bien, no sólo de Francia, sino de la trau- De uo efectuar los alemanes la invasión de Bél-
quilidad del mundo. gica, la Gran Bretaña se habría mantenido inmóvil.
— Si la Gran Bretaña afirma que está con nosotros dejando á Francia sin ayuda. Pero esta inmovilidad
—dijo el Presidente de la República al diplomático á todo trance engañó al golúerno alemán, interpre-
inglés— , si da á entender á Alemania que en caso de tándola como una muestra de indiferencia ó de miedo.
guerra contaremos con su apoyo franco y decidido, el Podía atreverse á todo sin temer su intervención. Y
gobierno de Berlín modificará indudablemente su con- se lanzó locamente á invadir el territorio belga, acto
ductay el peligro quedará conjurado. El Imperio ale- que representaba un atropello á los tratados garan-
mán quiere la guerra porque está convencido de que tizados por la (irán Bretaña j una amenaza futura
la (irán Bretaña se mantendrá al margen del con- para la integridad de ('sta.
flicto. Que diga una palabra de amenaza el gabinete Los ministros do Inglaterra tenían indudablemen-
de Londres, y triunfará la paz. te una visión más exacta de los heclios. Adivinaban
IIISTOlíIA DE LA GUIík^lJA líUk'OPEA DE 1914
87
lo (|ue iba á ocurrii-, considerando la guerra como
inevitable. Pero no podían acelerar el curso de los
aeonteciuiientos. Tenían que vivir á la espera de un
atentado que cambiase la opinión de su país, demos-
trándole la necesidad de defenderse junto con las po-
tencias amigas.
Fué lamentable que Inglaterra no pudiese hablar
á tiempo. La amenaza de sus gobernantes hubiese
evitado los horrores y saerilicios de una guerra inme-
diata. Pero sólo habría signiíicado un aplazamiento
de unos pocos años, y ¡quién sabe si de unos pocos
meses! Alemania, más ó menos pronto, hubiera insis-
tido en sus belicosos propósitos para realizar su en-
sueño de dominación mundial. Una fatalidad se opuso
á esta manifestación diplomática, que habría salvado
al mundo por algún tiempo. Un conglomerado de fuer-
zas ocultas y
malencas hicie-
ron inevitable el
choque desde el
primer día del
conflicto.
D
En Fraucia la
unanimidad de
la opinión cal-
deó el entusias-
mo popular.
Los partidos
revolucionarios,
(|uc muchos ha-
bían mirado co-
mo un peligro,
fueron los que
más ruidosa-
mente afirma-
ron su adliesión
á la patria.
Creían los timoratos en una protesta ruidosa de los so-
cialistas y antimilitaristas contra la guerra. El mismo
gobierno alemán conñaba en las perturbaciones revolu-
cionarias, viendo en ellas una de sus garantías de éxito.
—Va á reproducirse el movimiento de la Commiinc
— decían los miedosos y los pesimistas — . El pueblo
de París se sublevará, colocando á los tkífensores do
la frontera entre dos enemigos: enfrente el invasor; á
sus espaldas la guerra civil.
Pero los revolucionarios fueron los primeros en
esparcir la tranquilidad con generosas afirmaciones.
Gustavo Hervé, en su periódico Lk Guerra Social,
habló así á la nación y á sus defensores:
«Diremos una vez más, para que lo repitan á los
soldados y á los oficiales que allá lejos, descansando
sobre las armas, forman nuestras tropas de cobertura,
que pueden velar en la frontera sin ninguna preocu-
pación de lo que pueda ocurrir detrás de ellos. Nadie
los disparará por la espalda mientras hacen frente á
la casta militar prusiana: ¡nadie!
• '5 ■ ■ - :X " SE .
\ 1
M. ■■■ ■
^
^^
CLE.MENCEAU EN SU DESl'ArHO
»Todos los revolucionarios hemos borrado de nues-
tro himno la /ufernar'ional la estrofa que se refería á
los generales. Y nuestra íiilmuicional, expurgada
de estos versos, no dice otra cosa que lo que dice la
Marscllcm, que nuestros padres cantaron por primera
vez hace ciento veinte años.>>
Por parte de los republicanos conservadores, uu
jieriódico mesurado y prudente como Le Temáis acon-
sejaba del mismo modo la unión general al comentar
el asesinato de Jaurés, ocurrido el día antes:
«En medio de las circunstancias trágicas que atra-
vesamos, cuando todos los franceses sienten la ne-
cesidad de unirse para la defensa de la patria, un
loco ó un miserable ha asesinado ayer noche á Juan
Jaurés.
»Sca cual sea la opinión que cada uno tenga sobre
la actuación j)o-
lítica del gran
orador socialis-
ta,un sentimien-
to de indigna-
ción ha suble-
vado la concien-
cia de todas las
gentes honradas
al recibir la no-
ticia de este
atentado odioso.
Esta reproba-
ción es tanto
más vehemente
si se tiene en
cuenta que des-
de hace ocho
días Juan Jau-
rés se esforzaba
en sus artículos
cotidianos — á
pesar de las teorías del partido internacionalista — en
hacer comprender á los suyos la gravedad de la hora
presente, impulsando á cada uno á ocupar el puesto
que le señalaba el deber nacional.
»Es preciso que, dejando á un lado su dolor, todos
los amigos de Juan Jaurés escuchen su consejo que
fue su palabra suprema: el consejo de cesar toda dis-
cusión política ó social para cumplir línicamente su
deber de franceses. Tenemos la confianza de que así
será, y que esta muerte horrible, en vez de turbar un
acuerdo general, bello y emocionante, servirá para
hacerlo más fuerte todavía.»
Clemenceau, en Fl ILnnhre Lihrc, proclamó esta
tregua general de los partidos con un estilo claro y
enérgico. Su artículo merece ser conocido por entero,
pues resumió la situación y los ideales de Francia:
KN I.A Visl'KlíA DK I.A ACCKiN
ll;i lli'ü-Milii l;i li(ii',-i (le Lis n'soluciüucs gnives. Sc trata para
nuestro pais de la vkla ó la muerte.
(Fot. Mciirisse)'
£8
VlCtiNTE BLASCO lliANEZ
L\ CAUICATIUA Y LA ULERRA
El zarpazo de la guerra
l'uiíiKis xi'iii'idos, (lcsiii('iiil)r;ul()s y iipln.stmlns cu 1H~(I. \'ic-
timiisdc un;i s:iiij|iTÍ;i h;ist;i 1,-is últiiii;is ilotas, hciiKis ]ini(MinHlii
resucitar liicfi'o, y desde haee eiiareuta años, unas veces liieii.
otras \i'ces nial, veiiiniiis \i\ieiidi). Pero esta liiisin;i \ ida e.S
El kaisbr.— ¡Ku«ra obstáculosl
(Del Star, de Montreal, CanadA)
nuestro criiiK-u á los ojo.s de los aiitigruos vencedores, ((ue se
iina-i-inaban liaber acabado con nosotros para siempre.
Menos de cuatro años desi)uós de la paz de l'raiietort. el
lionibre ([iie se coiisideralia el amo de Europa inteuti) rematar-
nos. I,o hubiese hecho con la inaA'or saufiTc Irla— como su su-
cesor lo realiza con los servios—, si Uusia é Iul;1,i térra no hu-
biesen intervenido.
El mundo civilizado debe reconocer \ confesar ((ue durante
estos cuarenta años hemos sido en el continente europeo un
instrumento de paz. En medio de los errores y las faltas qw son
proiiias del hombre en to-
dos los paises. hemos tr.i-
liajado. con una voluntad
inca usa lile, por orji'an izar
e implantar .siilidameute
entre nosotros un réjiá-
liiiMi de democniei.'i i|iie
jiiiede establecer el orden
i'ii l;i iiaei(jn por nieilio de
la libertad, 'reiiianios la
esiieranza de i|iie esta la-
bor tenaz nos conserva ri;i.
entre los demás pueblos,
el sitio al (|Ue tenemos
(lereebii. se;.;ain demues-
tra nnestni historia.
He esta obra ha\" que
apartaren el presente mo-
mento las dixcrsas ajire-
eiaciones de los parliilos.
.Sean cuales sean l<is ver-
yronzosos desfrarroues de
nuestro pasado, el pelij;-ro
es iiiuN' yrave en esta hora
decisiva. \' eon un misino imimlso todos los franceses, venpin
de donde venyan \ \a\ ,111 adonde vayan, (b'ben preseiitarsi^ en
las fronteras, unidos de corazón y de alma, fundidos en una sola
voluntad de suprema euerfi-ia. En esto, en esto solamente re-
side la fuerza moral cine puede hacernos superiores á todo.
Cuando el pais.p-raciasá nuestros esfuerzos, liabrá reeolirado
la librc! i)osesióii de su personalidad, entonces reanudaremos
nuestras luchas, ((iie honran ai pensamiento francés, pues re-
\clan nuestra l)usca apasionada de un ide.il ennoblecedor de la
hiimanid.ad. V esto lo haremos en distintas eondieiones ijue an-
tes, pues el saeritieio de nosotros \' de los nuestros lial)rá iiiar-
tilleadoy reforjado de tal modo el alma francesa, (pie >a no (Hié-
rrenlos dividimos mas (pie en distintos grupos de amigos. Esto
podrá ser mañana, .\hora ha\- (jue afrontar el peligro de hin-.
Ho\' no ])iieden existir dos franceses (pie se odien. Ya es
(Dd Dailf/ Exprets, ile Londres)
' »ti'
J
AusTKiA- Cuando loma esa actilud, alguien le ayuda
(Del Punch, de Loudres)
LA NOCHE EN L
Dibulo de A horcallcr, de •Th< lllusiralcd London NtHs>
Después de la batalla, los reflectores alemanes ex
TRINCHERAS
lan el campo para cañonear las líneas inglesas
HISTORIA DE LA GLlí'RRA PLIROPEA DE 1914
50
ticiiipri fie que conozcn-
iiKis 1,1 ;il('íí-rí;i de amar-
nos. Di' aiiianios, iiorqiic
lo más ji-raiulc é imperioso
para nosotros, en el pre-
sente momento, es el de-
lirr de alestig'iuir ante los
hond)res qne no hemos
defi'enerado. qne somos
iji'\iales á nnestros pa-
dres. A- ((ne nuestros hijos
no tendrán que bajarlos
t)jos cuando se les hablí'
de nosotros.
Nuesiras faltas, en^'ll
inútil re|)arto i)erteueee
á la Historia, no pueden
prodneir en niu'stro co-
razón nnts qne un fer-
vii'iiti' deseo de coronar-
las eou tales virtudes cí-
vicas y militares, que
acabe por descubrirse en ellas un elemento de f^-randeza. M
recriminaciones, ni frases g-randilocuenti^s. ni [iromesas de
morir. Basta de palabras. Veng-an actos; actos reflexivos, de
prudencia ordenada y de acción sin retroceso.
En cinco ocasiones diferentes, desde que vimos los soldados
alemanes en Paris. el orden de Europa ha sido turl)ado delibe-
radamente por la amenaza de la espnda germánica, sin que la
más ligera amenaza de nuestra ¡larte justiflcase esta conducta.
V.n todas ellas hemos sido dueños de nuestros nervios, y cuando
el honor nos ha aconsejado la resistencia, hemos cumplido este
ileber con la sencillez de hombres cuyo corazón late animado
por la sangre de una gran raza. Hoy, ¿(|ué quieren de nos-
otros?... Vivíamos en paz. Atentos únicamente á la organi-
zación de n\iestra defensa, nada hemos hecho (|ue pueda re-
velar el más leve propósito de tomar la ofeiisi\a. ¡Y cuántas
veces, sin embarg-o. inmovilizados por la imposibilidad de
avanzar, hemos tenido que permanecer asi. sin una palabra.
La mano del kaiser prendiendo fuego á la mecha
(Del Pittsburgh rost)
sin un gesto, ox'cndo por encima de los Vosgos la voz de la
patria torturada!
Del otro lado del Khin.una naciíjn g-randey fuerte, que tiene
derecho á vivir, pero que no tiene derecho á destruir en Europa
toda vida independiente, lleva su delirio de grandezas hasta no
querer tolerar ((ue Francia levante la cabeza cuando habla. En-
loquecido jior el deseo de hegemonía, el emperador alemán, que
La Mubbtb— ¡Hlios míos, yo os bendigo!
(Del Posl-Uispach)
La Guerra. — Ya que nada lengo que hacer en Mélico,
vamos á barrer Europa
iDol Pliilailelphia Kccoril)
arrastra sus pueblos coi\ los ojos cerrados á unas aventuras de
las cuales nadie ¡¡nede calcular la extensión, asesta un golpe
niortal, eonm rn tiemi)o de las invasiones bárliaras. á todo lo
que coiistitu.se el orgullo de los pueblos civilizados.
Ese emperador (imvrcar(i//ar con Francia, \ahnismo tiempo
con Inglaterra y Kusia. ignorando que no se araba fácilmente
con la vida de los puelilos que nose pueden suprimir ni asimilar.
Apo\ado en un incoherente amontonanúento de razas ene-
migas, ([ue el cetro de Vieua apenas si consigue mantener en
obediencia, el kaiser pretende hacer chocar las dos nntades do
Europa, para erig-ir sii trono ensangrentado sobre las ruinas
más altas (|ue el mundo hal)rá contemplado nunca.
Jorge CLEMKNCKAr
90
VICENTE BLASCO IBANCZ
Otro pcviúdicu francés, nacionalista y catúlieo, El
Eco de París, decía lo siguiente al apreciar las ma-
niobras diplomáticas de Berlín:
l{i'sillt;i ili' tiidi] lii ((lie Iii'iiiiis iirrscnciiiilii i|iir .\lriiiMiii:i
pniviicn rri;iiiit'nti' la iná.-* jí'IMihIc catástroír que si.' ha visto cu
la liistoria del iiiunili). Esta frialdad bastaría para di'iiKistrar
que la ha prciiarado en todos sus detalles, si nosotros los fran-
ceses no tuviéranid-i adenrás otras pruebas. \-¡endo c('iuio se
obstina desde hace diiv. días en pro\ocariios al eond)ate. con
jiretexto de la dil'erencia austro-servia, de la cual no liay (|uien
jiueda definir (daraniente los niiseral)les motivos.
Pronto sabremos lo i|Me ese crimen delie costar á la ra/.i
g-ermániea. Pero desde este momento liaremos (|ue con.ste una
afirmaciiin. La Deiitsclii' Kiilliir. esa «civilización alemana» d(í
fácil que iba á realizarse en breve plazo. La entrada
de las tropas alemanas en París era asunto para ellos
de quince ó veinte días.
El Nutional Zñlxuig, diario nacionalista de Berlín,
decía en un artículo violento:
«No sabemos hasta dónde llegará la suerte (jue la
Providencia reserva á Alemania, |)ero es seguro que
Francia tendrá que sangrar su bolsillo para recobrar
su libertad algo más que lo sangró hace cuarenta y
cuatro ailos. No serán 5.000 millones lo que deberá
pagar por su rescate. Ahora tendrá (]iic darnos 30.000
millones.»
V más adelante añadía el articulista del diario
.INFANXEKl.'L KUSA
(rot.;Meuri.ssc)
la cual los discipulos de liismarck \' di' Multke se mui'str.in tan
orgadlosos. acaba di' juzg-arsi' á sí misma.
La liefi'cmouí-i española, la hegemonía franeesi. la lii'a-emo-
nia ing-lesa han dejado como recuerdos de su inUneneia euro-
pea monumt>ntos imperecederos i'u las Mrt 's. i'u las li'tras, en
las instituciones públicas, en el deseu\ol\ imii'ntn d • l;is nacio-
nalidades. La hegemonía alemana nu se ha caracterizado, esi)e-
cialmeut;' desde hace cuarenta y cuatro años, mas qui' por el
monstruoso sistema de arniam 'utos á todo trance. Después de
nueve años de inci'santes alarmas y augaistias crecientes, toda
su cultura da por resultado una inmi'usa matanza.
Que \a\an los alemanes á l:i l),-italla con esti maldiciiiu
sobre su frente.
En Berlín, el tono de los periódicos fué soez é inso-
lente. Su gobierno no había declarado aún la guerra
á Francia, y sin embargo todos ellos bablaron de la
conquista del territorio francés como de una empresa
gubernamental, permitiéndose una impiedad que con-
trasta con el entusiasmo que han mostrado por Alema-
nia muchos católicos de los países neutrales:
■La Santa Madre de Dios, qvc está ex Loin-des,
tendrá nincho tpie hacer si es qee pretende — ella qne
es tan milagrosa — cnrar todos los huesos qnc nues-
tros soldados ran á romperles á las ¡lolres f/entes
del ot ro lado de los J'o.si/os-.
»¡Pobre Francia! Aún es tiempo para ella de cam-
l)iarde conducta. Dentro de algunas horas será tarde.
Y entonces va á sentir durante muchas generaciones
los golpes que recibirá.»
En Rusia, el ukasc del zar ordenando la moviliza-
ción general puso en pie á todo el Imperio.
HlStOtílA DÉ LA GLlERlíA EUROPEA DE 19M
01
E]. ZAU Y LOS SOLDAUUS
Soldados rusos á la hora de la plegarla rodeando al zar, que llene en la mano una Imagen santa
(Fol. Rol)
üesde las seis de la uiaüaiia del 1." de Agosto, las
oficinas de movilización empezaron su trabajo. Mu-
chedumbres considerables do reservistas llegaban á
ellas en compañía de sus mujeres ó sus padres. Se
mostraban alegres, sin que alterase su entusiasmo
una sola nota discordante.
La protesta revolucionaria de otros tiempos había
enmudecido. Todos los rusos aparecieron agrupados
por el fervor patriótico.
El vecindario de San Petersburgo y de las princi-
pales capitales aclamó á los reservistas, saludándolos
desde los balcones y ventanas. En las calles los tran-
seúntes les estrechaban la mano; las mujeres los be-
saban.
La opinión de las masas ubreras se mostró con
iguales entusiasmos. Todos habían olvidado las huel-
gas de quince días antes. Los que quedaban en las
fábricas para seguir el trabajo acompañaron por las
calles á sus camaradas llamados al servi-
cio militar.
Las manifestaciones patrióticas fueron
continuas, aclamando al emperador y á
Kusia. Estas manifestaciones no cometie-
ron ningún acto de hostilidad contra las
personas de los alemanes residentes en Ku-
sia. Se limitaron á destruir las estatuas y
emblrnias (jue simbolizaban al liii[)rrii) ciic-
Todavía el 1." de Agosto, cuando se es-
taban armando los ejércitos de casi toda
Europa, hizo la diplomacia el último es-
fuerzo ])or conseguir la paz.
Los gobiernos de Dinamarca, Suecia
v Norue"-;! declararon en d ritailo día su
l!\ UHSKUVISTA lU So
propósito de guardar la neutralidad duiMute las hos-
tilidades, armándose para hacerla respetar. El Con-
sejo Federal de Suiza hizo lo mismo, convocando
las Cámaras para el día '.i con objeto de nombrar
un comandante en jefe del ejército. Otras naciones de
Europa se prepararon para deciarar igualmente su
neutralidad ;inte una guerra que consideraban inevi-
table.
Una noticia circuló como último rcdampagueo de
esperanza en las primeras horas de la tarde. Rusia
hacía una concesión importante para el mantenimien-
to de la paz, á ruegos de la Gran Bretaña. El zar
había aceptado una redacción propuesta ¡lor (d go-
bierno inglés, y Austria, por su parte, se mostraba
dispuesta á admitir igualmente la fórmula del minis-
tro británico.
Pero antes de que circulase esta noticia ya había
intervenido Alemania, presentando á Rusia y á Fran-
cia el uUiínattijii de que hablamos.
Á las siete y media de la tarde del 1." de
Agosto, el endjajador de Alemania en San
Petersburgo, en nombre de su gobierno, en-
tregó al ministro do Negocios E.Ktranjeros
la declaración de guerra.
Italia, que formaba parte de la Triple
Alianza, permaneció á la expectativa des-
]m('s (U" haber intervenido en todas las ges-
tiones de paz.
Oticiüsamente decdaro el gobierno de
Ualia que ni por el espíritu ni por la letra
del tratado fundamental de la Triple Alian-
za estaba obligado á prestar ayuda á los
Imperios de Alemania y Austria.
La alianza era sólo defensiva, y en
este conflicto alemanes y austríacos apa-
recían indiscutiblemi^nte como a^jresores.
I N líKtilMlKNTU Dli 1.N1''ANTKK1A KUANCE8A A l'UNrü HE MAUCHAK
EL ROMPIMIENTO
El 2 de Agosto
mobiijsation
gí;ní;rai.e
Li- M'ur. lili ^t \ii |»Ml.- .1 In
rtiiftiilo^Miiii itf SI •» JnliiiliiUIri-o
t|n. I,. \|..l.i|tv.ltMM l..'ii.'>iilt 4-I
I • |)i. .>■•>■■ |»(ir <(• r.i u>..l>l-
IKllh -I IIX.' ;IM IMlMIII. !•.'
'J \«)*iMi|)Wi<hi<iil A nilMitM».
Kn este día terniiaó matc-
i'iíilincüto la paz de Europa.
Un minuto desput'S do
las dore de la noclie, ó sea
al iniciarse el día '2, empe-
zaron en toda Francia los
trabajos de la movilización
general.
Los liombrcs acudieron
en masa al llamamiento. Se
liabía calen lado al empe-
zar la movilización una
merma en los ciHitin<;'iMites
tie un diez por ciento, por
enfermos, ausentes y deser-
tores.
La movilización duró veinte días. Cuando hnl)o
terminado, so vio que no Hoyaba á uno por ciento el
número de los que faltaban á la. patriótica llamada.
Jamás pueblo alguno dio un ejemplo tan rápido y
unánime en el cumplimiento del deber.
El 2 de Agosto se sucedieron los acouteciuiieutos
LA .MOVILIZACI(')N
Bando de unn de las alcaldías de
París anunciando la movilización
con una celeridad vertiginosa. Cada liora ti'ajo cou
ella un suceso de resonancia.
Comenzó el día con un gran movimiento en las
vías f(''rreas y demás medios de comunicación. La au-
toridad militarse posesionó de las estaciones de ferro-
carril de toda Francia. Los trenes fueron dedicados al
transporte de las tropas, cesando por la noche el mo-
vimiento de viajeros particulares, así como el tráfico
de mercancías.
Durante la tarde anterior una inmensa muclieiiain-
bre asaltó las estaciones para salir de París, aprove-
chando los últimos trenes. En la del muelle de Ursa}'
los carruajes, llenos do viajeros y maletas, se aglome-
raron por ambos lados del Sena hasta la plaza de la
Concordia. Sólo en dicha estación se recaudó durante
el día medio millón de francos, como importe de bille-
tes y equipajes facturados.
Los numerosos extranjeros que viven liabitnal-
mente en París huyeron ante la proximidad de las
hostilidades. Los alemanes y austríacos residentes en
la capital francesa, que erau centenares de miles,
procuraron ausentarse antes de la declaración de
guerra.
A pesar de esta huida general quedaron muchos
en París, por no Iialicr encontrado lugar cu los trenes
ó no considerar inmediato el ])eligro.
El gobierno tuvo (jue preocuparse de la situación
HISTOIÍIA DK I.A GUERRA fiÜROPGA DIÍ I9l4
03
interior á causa de la presencia de
esta masa de extranjeros, entre los
cuales se ocultaban muchos espías.
Una serie de decretos dictados el
día 1. " ordenaron que nadie sacase
de París objetos que pudieran ser-
vir para la defensa de la capital j
su aprovisionamiento. Quedó pro-
liibida la exportación de leche, pa-
tatas y otros comestibles; se avisó
al comercio que suspendiese todo
transporte de mercancías durante
las primeras jornadas de la movili-
zación, y se publicaron las siguien-
tes disposiciones, relativas ú los ex-
tranjeros:
Tdilijs los extranjeros, sin (listiiicióii de
iKii'ioiuLlidad. puedeuabaiuloiüU'elcaiuiio
atrincherado de París antes de que ternii
ne el primer día de la movilización (2 <li'
Ag'osto), ó sea antes de las 12 de la noche.
Dentro del limite de asientos disiioiii-
bles .V pag-ando su billete, podrán hacer
uso de un cierto número de trenes comer-
ciales que circularán hasta el ñn del pri-
mer dia (lela movilización (media noche).
A su salida deberán justificar sn iden-
tidad ante el comisario especial de la es-
tación.
Niiig-uno podrá servir.se de antomóvrles
para emprender el viaje.
Los extranjeros (¡ne quieran ([nedarso
en Francia podrán hacerlo y escoger la
residencia que les couveug-a. pero con las
restricciones siguientes:
1." Los alemanes y austríacos no ¡lo-
drán residir en ningnna plaza fuerte ni en
los departamentos (¿ue se expresan á con-
appeí i
DD mmi IHFÍL
A LA POPULATIOM
' Parisirns
£L AMANECER DEL PKI.MKK DlA. DE LA MOVILIZACIÓN EN LA CAMPIÑA FRANCESA
El gallo, emblema de Francia, saludando á los reservistas
. t. .
■ •• >«. t™. V. IVaur^. itaj.ral nalitlrr ■ ...
I Irmn rp^rrttr^ fmur «- smaprr aulnnr da
•l.l M..il..r I* Irilituu- lMll[iulaa ir 1^ Ir.
rhcf.
Ir hffA^xnds i Mt.'ll »H'>.r«|..d. .nr d i ..v i afmdd. faU
'p,H I ^J> ..«]( IriHd d.' InBI'- 1. p..]HlliMHM>.
II lni|M.n> qi*- I. ..ilut'- trwtr%f,' ,\iat* le njirll. n ^^
II n.«,...iU>< I», iw I ..n-ll ll.wl.lp»l dr .r .«Wltarr
I Kllrn.m dr l'^rn 11 írt* I«i< IVffWf «rrc^itr |i.h. ,nr
d.. -■«•r. uilli .di. «!.«» uu,.» r.mill.-. -^r^my^i .
I . del |r«l.i irn|i |irr.ua..T dr !■ ibIIImt.- pjirl.lrd«r
qu. di luí d. BL-Hd.* d.- ynfifitrtrt IVyf.d,t ,.rd.f«n «.rr
I Jtr.
. r<m<
•DniEM niTKouanD
LA .MOVILIZACIÓN
Llamamiento del Conselo municipal
de Parts
timiacirní: Norte. Aisne.
Ardenas. Mame. Mosa .
Menrthe y Mosela. .\ub(\
.\lto-Marne. Vosg-os. Alto-
Saona. l)oul)s. .Inra. Ain.
Alta-Sal)oya.Sal)o\-a.Altos-
.\lpes, Bajos-Alpes. Alpes-
Maritimos. Var. Bocas del
Hódaiio. Pirineos Orienta-
les. .Vrieg-e. ,\ltos-Pirineos.
Bajos-Pirineos.
2." Los (|ne perti'iH'Zcan
á otras potencias ipn' no
sean Alem.-inia y .Austria-
Hungría, deberán íljar su
residencia detrásde la linea
((lleva (le l)unken(iieáL¡la.
\'aleiicieiines . Aiilnoye,
Hirson, Liart. ( 'liarlex illr.
\'erilini. Toul, Mpinal. liel
t'ort. Montbeliard. I'onlar
lier. IJoii rg-. .\ m berieii.
(Dibujo de L. Sabattici', de la lUusiration, de París)
f'haml)er^■. (¡renoble. (iap, T)ig'ne y Niza. Tampoco iiodrán
establecerse en las i)laza,s ruert.es de Laon. La Fi^re. Ueims,
Langres, Besanzón. Dijoii. L\ón. Tolón. Marsella. Brest. Cher-
bnrgo, el Havre. Bolonia. Calais y l)iinker(|iie.
Al llegar á las localidades donde ((iiieran residir, todos los
extranjeros, sin r/i»/ i lición de nacional it/ad, deberán presentarse!
al comisario de policía, ó en ausencia de éste al alcalde, con sus
documentos de identidad para hacer una declaración de residen-
cía. Todos ellos se ajustarán estrictamente á las disiiosiciones
relativas á los extranjeros (jui' residen en el interior de Francia.
Estas disposiciones se ('(tmimicarán por mi^dio de anuncios.
DespiK's del primer dia de la movilización ningún extranjero
podrá salir (le iMMiicia por las fronteras de tierra ó marítimas
sin lle\ar un pasaporle liruiado por un (¡refeeto.
DlSlHJSIClONES .SOlUfE LOS EXTUANJEltOS (^lE NO HAYAN SALIDO
DK París el primer día de la movilizackln
1.' Todos los extranjeros, sin distinci(in de edad ni de sexo.
licrtenecieuteS á las i)otencias .Memania \' .Austria-Hungría.
tehili-:iii (|ui' salir de la zona comprendida en el perímetro del
(•ampo atrincherado de París.
El segundo día de la movilización deberán presentarse al
^4
VICENTE BLASCO IBANEZ
iitpveLifue ra«Nc«i»
PREFECTURE- DE PÓLICE
AVIS A LA POPULATION
F.li l'iilíloii ili' 11. lili •lrsli''¡(i-.lr l'lVtrl
(If l*i>llo(* )• <ti-<liililli< l|il'l) ruvflllr !<'s
llPIlllt i\r liitlHKiiiiN <lr l*ili*í-. 4'( <■•- lii
l^iliU<'i:>' *i riiivlil IrrliH'S rt H lu'ilivs
lili -.••li'.
I .r>^ -tliilioiiv ilit ^li''ro|t«t1lliilll si'i-oiil
(friiift-s II 1.1 inr-im- lii-ilrr.
PKEfECTUKC nt rOLICE
Aux Parisiens,'
< i I. uf., ,<.■
fr, 4t^ g*»>. +-f '. . w '^•_< anuí •H^Lunf* uh/a*IA\ 4 <>,Wir>'«. - ,/.
nrPuitLt«t/c riij(NCAisr
Prítetlure i^ Dtperíeíneni de la Seifie
1^ /'#»/** -í' *n Vi».-
l.'«V|lfl|¿ .IMt.l*Í1«l|.- «"^ UfiuJ.. 1*'—
«■*.. t».k lir» tJt« ^ t> ittf<n**i^n th* ^U • CrV
I**» ii.Jir In'i^li-- «■•"•" ■!'» ' ^.(.1 ....-(. .>>.«
.1. t.Mt- iiiniunri'Mi 1 <
.1. I) ttlIxJ-h^lK.
lüMiij ^mmmt n» ^.
^ nfMAtl* Mi\ ii«»*m|K 4' fii. .«i .1-.
m DELANNEY.
LA MOVILI/ACION
O(ro3 diversos decretos y bandos que se lÜaron en las esquinas de París durante los primeros días de la iiiovlll/aclón
flCPUBLIOUt. fRANC<iS£
1: Mía
\r M 4 1 i)M
HIIMMF.S de IAIUIFÍ ÍÜItlilTORUli:
iiK.sKiivi: iit ikMm u;itiiii(iiiiAi.i;
MISE EN SURSIS O'APPEL
PAífiONS í] OUVÍrS BOULñNG[RS
coiiiisMriii ilr piilifi;! ilrl distrito ciiii sus dinMinirntdS ilc iili'ii-
tiihiil \ydn h.-K'cr cdiist;!!' su si1u;ici(')u.
Kutrc l(is (lilis .")." y l(i.° ilc l;i niii\ il¡/..-iri(')n scrsui tiMiispiirt;!-
diis iH)r vi;i l'érre.-i ii lus puiit(is de rcl'ui;-i(i provisdi'io situiulos cu
el Oeste dt; Frnuci;i. donde se ]) re pan irá todoloiieeesiirio p;ir;i su
¡ilojamieiito y aliinentiieióu y se les dará tral)!ijo si es neecsario.
Niiiji-uiio de i'llos podrá lle\:ir un ei|ui|i,-ije de más de 30 kilos.
.Más;idelaute ])i>(lráu
solicitar su traslado á
iiua frontera neutra
para salir ile I''rancia.
'■i. ' I, os lon.'ueses y
aisaeiaiios no naturali-
zados como fraucesi^s
tendrán' (|iie ])resen-
tarse iiiMialnií'nti' ante
el comisario durante
el se;;-nudn ilia de la
ino\ ili/.aciiHi.
Serán ciiusiderad.-is
comn lilires sin eonili-
cioiii's:
II I l.ns familias es
talilecidas desde hace
tiempo en el ¡¡ais \ di'
las cuales se conozcan
perfectamente lus ori-
;^-eues y sentimientos
franceses.
l/J Las familias en (pie un indi\ iduo al menos se aliste en la
leji'iiMi extranjera antesde(|ue terniineel2."diade movilización.
Será considerada como alemana toda familia de .alsacianosy
loreiieses en que algniio do sus individuos aliandone l''raneia
para nliedecer la orden de movilizaciíjn alemana.
:i.' Los extranjeros (|ne pertenezcan á otras ¡xitencias ipie no
sean .\leniania.-\- ,-Vnstria-Hniijrria deberán presentarse durante
el:}. "0 4. "diadela movilización en la comisaria de policía del dis-
trito con sus documentos de identidad para probar su situación.
Todos ello?, después de este acto, ((uedarán autorizados para
couservar su domicilio, entrefíándoseles un iiermiso de resi-
dencia. Ning-uno podrá salir del recinto del campo atrinche-
rado sin un pasaporte i|ii(> irá lirmado por el comisario de poli-
eia de su distrito.
'rmlii el (|iie coiit i'a\ cn^^'a las disposiciones anteriores será
arrestad(j. l..-is .-lutoi-idades cixiles y militai-es Nclaniíi por su
cumplimiento.
Se adoptaron e.stas (lisposicioiics jntva cvikir el os-
pioiiaje, (jno era luio de los graiuli'S peligros ilel iim-
luento.
KI carácter liberal y confiado de las aiit()rida<les
francesas había dejado establecerse en el ¡¡ais á nu-
nierosüs ag'entes del eneniio-o. (jue desile años antes
estudiaban los medios de defensa para comunicarlos
al Estado Mayor de Berlín.
Los mismos diarios alemanes lian confesado cjue
su país tuvo más de 100. OOU espías en Francia, espías
de ambos sexos, pertenecientes á todas las clases so-
ciales.
o
otro decreto dio el gobierini tVane('s para a.^cizurar
la tranijuilidad interior. En tmla f'raiieia t'u('' ¡¡rocla-
mado el estado de sitio en la siguiente forma:
.\rticulo 1." KI estado de sitio ([ueda proidamado en los
S() departamentos franceses, el territorio de Helforl \" los tres
(lei)artameiitos de Arg'elia.
Art. 2." KI estado de sitio se mantendni durante toihi l;i
^■tierra.
Art. :{." Los ministros del Interior, de .lusticia. de (inerra ^■
VIULE OE parís
Mairie dü VIIP Arrond
DÉUVRANCE DE BONS OE LAIT
1 1 lAii%mun*-A- •*■ h*!'
••I — ni «^ ^i> il •>■('. |.».^ -,
• HMIi^
'. 1^ «.«t^ir^ «, u.
1 OLROSTL ! >
r H, MARECHAL ,
HISTORIA DE LA GUERIM ELIROI E\ DE 1914
95
ÁFFÍCHES^^-MIT^-^^
KmKi:j,m CLASSEítl!
ur.s (;!iEv.vi;\ ' -^B "•*"'>'-
PCU.
LA JILfHEDUMBKE LEYENDO LOS BANDOS T DECRETOS REFERENTES Á LA MOVILIZACIÓN
(Fot. Kol)
de Mariiin, qnecbíu cnc.-ir^-ndos. cada uno i'ii ln que le concier-
ne., de la ejecupión del presente decreto.
El Consejo de ministros decidió reunir las Cáma-
ras el martes 4 de Agosto para (jue so enterasen de
las comunicaciones del gobierno sobre los sucesos
actuales.
Casi todos los parlamentos de Europa, que esta-
ban en vacaciones por ser verano, iban á reunirse
también. El gobierno alemán convocaba al Reichstag
para el mismo día 4. Como este cuerpo legislativo no
tiene voz en las decisiones de la guerra y la paz, su
reunión era únicamente para recibir la noticia de la
guerra, acordada por el emperador y el Consejo Fede-
ral do Alemania, y para votar los créditos militares.
En Rusia iba á reunirse la Duma. En Bélgica es-
taban convocadas las Cámaras para el día siguiente
3 de Agosto.
Era bien sabido por el gobierno belga que el Esta-
do Mayor alemán preparaba algo contra la integridad
de su territorio. En la frontera limítrofe de Bélgica y
Alemania se amasaban las tropas imperiales en mayor
número tal vez que en la frontera de Francia.
El barón de Bracqueville, presidente del Consejo
de ministros, declaró en Bruselas su convicción de
que el territorio belga no sería violado. Resultaba
inadmisible la hipótesis de que el gobierno de Pru-
sia, que había reconocido con su firma la neutralidad
é independencia de Bélgica, respetándola escrupulo-
samente durante la guerra franco-alemana de 1S70,
se atreviese ahora á faltar cínicamente á sus com-
promisos.
—Sin embargo — declaró el jefe del gobierno bel-
ga— , nosotros queremos estar á la altura de nuestras
obligaciones. El rey tomará el mando superior de las
tropas, secundado por el general Sellier de Moran-
ville, jefe del Estado Mayor. Las Cámaras van á reunir-
se. Bélgica se halla en estado de guerra. La guardia
cívica será convocada, para que preste el servicio de
guarnición en las poblaciones cuyas tropas hayan
marchado á incorporarse al ejército.
Inglaterra, protectora de Bélgica, hizo una ])re-
gunta á los gobiernos alenuin y francés para saber si
ambos países respetarían en sus operaciones de gue-
rra la neutralidad del territorio belga.
El gabinete de Berlín no dio contestación.
Francia se apresuró á declarar que respetaría es-
crupulosamente la neutralidad del país vecino con
arreglo á sus deberes de potencia civilizada, cumpli-
dora de sus compromisos.
M. Klobukowsky, ministro de Francia en Bruse-
las, visitó á M. Davignon, ministro de Negocios Ex-
tranjeros, para hacer constar que el gobierno de la
96
VlCftNTE 13LASCO l!;ANI-"7
.MAMl-Kf^TACllIN LlE KNTLSIAS.MU lí.N SAN l'lí lURSUUKÍiO CON MOTIVO DK LA liriílUiA
(Küt. Ron
líopública iVunocsa, rcpiticiuli» una voz más sus an-
teriores (leolaraf'iones, respetaría la neutralidad del
territorio I)elfj;'a en el easo de un cunflicto internaeio-
nal. Solamente en la hipótesis de qu(! esta neutralidad
no fuese respetada por otra nacióu, el gol)ierno fran-
cés examinaría (jué medidas debía adoptar en interés
de su propia defensa.
D
VA entusiasmo aumentó en San I'etersburgo el 2 de
Aj;'osto, al conocer la muchedumliro la declaración de
guerra lanzada por Alemania.
El zar, en su calidad de generalísimo y de jefe su-
premo de la religión ortodoxa, lanzó en las primeras
horas la siguiente proclama á los ejércitos rusos de
mar y tierra:
«Con calma y dignidad, Rusia, nuestra gran pa-
tria, ha acogido la noticia de la declaración de guerra.
»Que ella se muestre serena y digna hasta el tinal.
»Yo declaro solemnemente que no liar(' la ])az
hasta que el último soldado enemigo haya salido de
nuestro territorio. Me dirijo á todos vosotros, repre-
sentantes de mis queridas tropas de la Guardia y de
la circunscripción de San Petersburgo, y en vuestras
personas á todo mi ejército reunido, unánime y fuerte
como un muro, para daros mi bendición cu esta obra
de la guerra. >>
Por la tarde a])arecieron en el gran balc(in de
palacio el zar y la zarina, mientras los grandes du-
ques y los dignatarios de la corte ocupaban las ven-
tanas.
La muche<lumbre hizo á los soberanos una ovación
delirante. Los retratos de Nicolás, rodeados de ban-
deras, se destacaban sobre esta ma.sa enorme de ca-
bezas.
Los diarios rusos mostraron A mismo entusiasmo
en sus artículos.
La Xoroic ]'rriii¡(i de San Petensburgo:
Va ;i rcalizarsi' el ataí|Ui' ilr las f riliiis iz-cnnáiiii-as cnutra las
triliiiH i'.sla\as. AliMiiaiiia acaba ilc doularar la j;aii'rra ;i U'iisia.
V\\ ji'i^aiitc iiiarcha contra otro ^•ifi-anto.
Detrás (le nosotros <'stá todo el mundo eslavo. (|ne defende-
remos eon nuestro cuerpo ante el avance ile la l'rusia armada.
Todos los alemanes desean la ruina de K'usia \' de los pue-
lilos eslavos.
Ksta jiMierra no es una fruerra santa ni una i;-uerra ¡lolitiea.
Es la lucha de. dos razas.
¡Valor, ])ueblo ruso, en esta hora LiTaiKlel \as á delender
á toda la le-jión de n:ieion;didades eslavas, aplastadas bajo la
presión t;-ermánica hace sig-lo.s.
La PdJühra Confc/iiporduco, periódico radical, re-
conoció los esfuerzos heclios por el zar para mantener
la paz:
Ante el munilo entero y ante nuestra ¡iropii conciencia de-
claramos ([ue los rusos no son los aiiTcsores.
Nosotros nos delendemos. Defendemos el honor de nuestro
país, la vida y los l)ienes de h)s rusos.
Todos los ciudadanos, luiidos jior un mismo seutiunento.
llenos de fe en la victoria \' la leiritimidad de una caiisa justa,
cnm|ilinin su del)er en el punto (|Ue se les desit;-ne,
Kl Kopo'ika de San Petersburgo:
Nuestro corazón no ha de traicionarnos al vernos enfrente
de las l)ayonetas alemanas. Con toda nuestra fuerza nacional
las repeleremos.
El pueblo ruso, convencido de la justicia de la obra que
emprende, y conscientemente orgulloso de la grandeza de esta
HISTORIA DE I. A GLIERR\ EUROPEA DE 1914
97
El. ZAR ÜEVISTANDO A LAS TROPAS
(Fot. Meurisse)
ludia. lli'VMi-á i'n alto su liauílrní hasta clavarla sobre las ruinas
del ^■(■niiauisnio niilitarist;i.
D
Lo.s pi'iucipalos diarios do Inglaterra caldearon su
tono en vista de los sucesos. La carhiia egoísta obser-
vada en los primeros días del conflicto fué desapare-
ciendo á impulsos de una inquietud creciente, moti-
vada por los atrevimientos de Alemania.
Empezó á comprender la opinión inglesa que todo
cuanto luciese el Imperio alemán contra Francia sig-
nificada desprestigio y debilitamiento para Inglaterra.
Un trastorno en el equilibrio europeo redundaría cu
daño del poder británico.
Sir Edward Grey había sintetizado esto eii breves
palabras.
— El gran error de Inglaterra — dijo — , cuyas conse-
cuencias tocamos ahora, luó permanecer indiferente
en 1S70.
Muchos conservadores persistían en sus propósitos
de no intervenir, dejando correr los sucesos del con-
tinente. Su conducta era semejante á la de ciertas aves
que, al a[)r(j\imarse id peligro, ocultan la cabeza bají)
el ala, creyendo que se libran de él no viéndolo.
Sin embargo, el Times, órganij mesurado y ]irii-
dente de la burguesía inglesa, al ver próximo el rom-
]>imiento de las hostilidades, dijo así:
En esta hora tarilia aún no (IcscspcranidS complotainfiitr
de poder evitar la suprema catástrofe. Pero si ésta lleya. la
política que en último caso d(íbe adoptar la Gran Bretaña es
clara y evidente.
Nuestro país tirará de la es]Kida eou la repuirnaneia más ex-
trema y sin animosidad algaina, solamenti' [lor el cunipliinieuti)
de un deber eou los amig-os \- üanado también por el instinto
de la defensa personal. No jiueile jiermanecer en actitud pa-
siva, contemplando con los lira/.os cruzados á sus amigos, (|ue
se hallan en peligro de destrucciini. porque si la fortuna de las
armas fuese desfavorable á éstos, cuyos intereses marchan d(^
acuerdo con los nuestros, entonces todo el mundo sabe que Ir
Inraria el Inrno (Ir si'r ilrslri'irld á hi (fran BretaJia en una
scgudda ijiivri-u. y nadie ¡erunldria el hricn para salvarla.
En este momento lo que interesa más á los ingleses no es
la paz— por mucho que la amemos—, sino la ley de la conser-
vaciiMi personal, que es común á toda la humanidad, fna
guerra contra nuestros anúgos poiulrá realmente nuestra se-
guridad en tanto peligro como la suya.
Sobriamente, pero con resolución, desempeñaremos nui'stro
papel, si es preciso, en ese encuentro sin ¡¡n^cedentes. Y si nos
vemos obligados á- intervenir, el país entero. 6 sea todo el Im-
perio británico, no economizará sacrificio alguno par-iV-.salir
victorioso de una lucha que poilria amenazar nuestra existen-
cia na<'ioual.
El Shíinhiril apreciaba :*un una clarividencia aná-
loga l;i necesidad de (h'leiidcrse en (]Ue se hallalja In-
glaterra:
Hoy esperan con angustiosa in((uietud la señal de la guerra
d(pscientos inillonesde per.-'onas, y se pregunt.au si en el último
niinutii no [mdrá triunfar l.a raziin. l)esgraeiailaniente \\'\ ha\-
ninguna espenuiza de que asi sea.
Tna pronta decisión del (iobierno de Su Majest.ad podri.a t.al
vez con.servar l;i paz. Si esto no es posible, no hay entonces otro
recurso (jue esperar los primeros n'sultados de la guerra.
Los ingleses opinan ((ue la (¡rau Urctaña debe mantenerse
al lado de Francia, lo quií signllica imi las circunstancias actua-
les estar al lado de Rusia, l.a decisi()n que más arriba reclama-
mos del (iol)ierno es que anuiu'ie en téruúnos precisos que está
al lado de Francia, y que respondiendo á la movilización de
Alemania \a á orilenar la movilización de l;i marina ing'lesa,
\i
9S
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
l;i movilización del ejército territorinl y el oiivio ;il cnntiiH'utc
(le un cuerpo expedicioiKirio. lis el luiieo medio de d;ir un
ii poyo efectivo á Fnincin, pues el cuerpo expedieiounrio del)e
encontrarse cu linea con el ejército francés <lescle que se ini-
cien las operaciones, so pena de llejrar demasiado tarde.
La petición del ■Stinuhird era la iiiisnia cjue el pre-
sidente Poiacaré había hecho al gobierno inglés por
medio del embajador en París.
Pero el gabinete británico no se atrevía aiin á
mostrarse resueltamente apoyando á Krancia.
Los periódicos tenían una opinión. La gran masa
no tenía ninguna ni nmstraha interí's ])iir el conllictu.
Algunos diarios, al mismo ticuipo ijuc declaraban
su fe eu el porvenir, hicieron el resumen de todas las
falsedades empleadas ]ior los enemigos para llegar á
la guerra.
VA iluslre dipldmáticn M. l'irhi'm fué r\ (jue sinte-
tizó de un modo más ciin¡¡)leto y convincente las ma-
las artes y tortuo.sos proc-edimientos de la diplomacia
alemana:
I 'niindo. más tarde, se purdan cciutar Ins orígenes de la irní'-
rra (pie Alemaina aeal)a de desencadenaren iMU'oiia. lialir;i(ine
hacer un esl'uery.o para ci r en tanta duplicidad \' tantos ma-
(piia\ eiisnios. lla.v (|ue lialier sido tcstijíos de todas estas falsc-
m, m HLICO DE I.llNnUKS CLI.MENTANDO LAS l'UIMKKAS NOTICIAS liKI.ACIUN ADAS CON LA (_U LlíliA
Alia no veía lo peligroso que era para la integridad
de su patria.
D
El 2 de Agosto la ])rensa de París salud() la movi-
lización y el peligro nacioual con palabras de ferv(}-
roso entusiasmo.
Este entusiasmo vibrante no fuó mas (jue un reñejo
del que se había desbordado durante la noche anterior
por las calles de la capital y que se prolongó en la
mañana del domingo.
La muchedumbre, reservada y prudente hasta poco
antes por miedo á estorbar las negociaciones del go-
bierno, se lanzó á las manifestaciones patrióticas con
verdadero frenesí.
dndi's para poder aei'iitar (lue son [«isililes en nuestra éjjoca y
en nuestro estado de civilización.
l'iir una serie de rinliii.sniílds trnliltirus. el g-oliierno del em-
perador Guillermo ha em|)ujado á los i)uehlos á de;i-üllarse,
cuando no deseaban mas (lue vivir en pa/. y trabajar iior el
bien de la humanidad.
lüiibnsrnda. el ulliiiiatniíi hecho por la complicidad alemana
y austríaca, y enviado á Servia en una forma ]iremeditada-
niente inaceptable, por su carácter injurioso.
Eínhimnula. las protestas dul/.onas del g-obierno alemán, cu-
yos representantes juraron siempre ([ue no haljia en el mundo
potencia más interesada (|iie la suya eiifruardarla paz de Kuropa.
Einhosradtt, la invitaciiín que Alemania nos dirigi(j para
(|ue nos uniésemos á ella y juntos interviniésemos cerca del
{robierno de San Petersburfi-o. mientras ¡(ue por otra parte se
ncii-aba á inttuir con su aliado de Viena. Los hilos de esta co-
media eran demasiado visibles, ."^u linalid.ad era comi)rometer-
HISTORIA DE LA GUERRA ELlROPEA'DE 1914
99
llii.'í en lilla actitud l'alsa auti' líiisia. iiiirslra ainin-a \' aliada.
i'ii di'ti'iiiii'iitii iiiu'stni y sin más ntilidad (|iii' lialicr sci-n ¡dn a
nncsti'iis ad\i'i'sariiis.
lúiihiisriiilii, las espei'as iiiteniiiiialilcs del g-iil>iei'no lU^ lier-
liii para hacer fracasar los pnn'cctns de iiiediaeiiin di^ IiiLila-
terra y ¡lara impedir ((iie se realizasiMi -tiim;iiidii el aspecto de
protegerlas — las ciin\ crsacienes directas iMitre Austria \ líiisia.
Se sabe yn. de un iiKiihi iiuludalile. (pie Alemania es la i(ne á
última hora, ha obliii'ado al (ioliieriio de Vieiia á ri'idiazar la for-
mula de ccuiciliaciiin, que ^'a Contaba coa el asentimiento de
líiisia y de franida.
Iü/ihiisciiil(i , la nota conminatoria transmitiiia por M. de
Si-hoen, con la cual se nos ]ioiiia en el caso de renunidar á nues-
tra amistad con Kusia deminciando el tratado franco-ruso, (i de
deidararuos prontos á entraren campaña al lado did emperador
Nicolás. Esto último con (d Illali^;alo proposito lie liaca'rnos apa-
recer á los ojos de Iiifi'laterra como los \crdadi'ros autores ibd
eonllieto eiiro]ieo.
lüiihiisrudu, la declaraci(Ju de g'iierra á Kusia en el mismo
momento i[ue se continuaban las iiegoídaídones con iiii.n es|ie-
raiiza de soliudón pacilica.
Eiiihiisniíld . la .apertura de las liostilidailes coiitiM nosotros,
en nuestra fronti'ra. antes de i|Ue ha,\M ocurrido el rompimiento
diplomático con el cual se nos amenaza desde hace tres dias.
sin Ueii'ar á formularlo y sin dejar \wy esto de violar en muchas
¡lartes nuestro territorio.
Kiiihnxcddd . id p ISO de las tropas alemanas \ miiuieioues de
liueriM por el tei'ritorio de iin pais— (d l.ii\embiir_;o — iMiX'a neii-
tralidail ha ji'arantizado l'rusia lo mismo (pie nosotros.
Puede decirse ipie ho_\ el la'didjre o-dp,. ili>, l;i falsitieaidon
ilid li'lriiraina de En/.s, hecha, por Bismarck. ha siilo sobrepa-
sailo. l'rusia esperi'i para atacarnos cu bSln «(iie la gaierra. hii-
bii'se sido declarada. Se limitii. ]i:ira haciada ine\ italilc. á ein-
ple.ir proia'dimientos di- falsitie.aeioii ipie l.a Historia \ la con-
cienid.a humana han ealilicailo liaia' tiempo.
.Ahora la ma(|uin.ación alemana resulta m.-is (idiosa. Kntre
las m.anioliras eriuiinales de 1S~() _\- l,is de lid I existe toda la
dil'eriMKda (pie separa (d genio de liisnnind^ de la medioeridad
raliiosi y saUaje de sus sucesores.
Primeras hostilidades. — Los grandes sucesos
del día
La gU(M'ra ilc l'Jil omjjozú uo una lornia iiuiioa
vista.
Tiidus lo.s pueblos, i:'u la.s diversas edades de la His-
toria, hau considerado (|uc la guerra tiene sus prác-
ticas, su cortesía, como las flemas relaciones luuua-
nas, y faltar á ellas es un motivo de deshonra. Jamás
entraron cu lucha dos naciones sin avisarse previa-
mente las próximas hostilidades con una dechiracii'm
formal ó con la retirada de sus representantes. Hasta
his tribus salvajes, cuando desean combatirse, !o anun-
cian antes por medio de emisarios.
Alemania im¡)lanti) un procediinií'utii niie\'o en
1911. Sus tropas invadieron r\ territorio de Francia
cuando aún no había hecho ningnuia (hiclaración de
o'uerra al gobierno francés y su embajador estaba to-
davía en París.
Nunca se había visto iniciarse una campafia de
tal mudo. Hien es verdad i|ni' en id ciu'so de esta o'ue-
Hl. I.IMIN INail.lóS. ;.llUU.Mnill (i DHSPIERTO?
(Del The Iluslamler)
rra se vieron otros actos contra el derecho de gentes
y las prácticas militan-es todavía más inauditos.
En las primeras horas de la mañana del '2 de Agosto
llegaron á París noticias de la frontera anunciando el
avance de los alemanes.
Penetraron por varios puntos, sin encontrar nin-
gún obstáculo inmediato, pues, como ya se dijo, el
gobierno franci'S, para evitar incidentes, había hecho
retroceder sus tropas de cobertura á ocho kihjmetros
de la frontera.
Las patrullas de caballeí ía alciuana avanzaron unos
cinco kilómetros nuis allá de la línea divisoria.
Un grupo de huíanos intentíJ apoderarse de la
aduana de Petit-Croix, en el territorio de Belfort. (|uc
estaba guardada por un destacamento de infantería.
Al hacer fuego los alemanes, los franceses contesta-
ron, entablándose un combate (jue (lió por resultado
la retirada de los invasores, dejando sobre el campo
varios muertos y ])risiiuieros.
Cerca de .louclieray, una patrulla de caballería in-
vasora tro|)ezó con un grupo de soldados franceses.
El oficial alem;in mati) (h; un tiro de revólver ;i uno
de éstos, y á su vez un compañero del caído lo nuito
á él, huyendo á todo galope el resto de los jinetes.
Otro grupo de franceses, registrando los bosques
en los alrededores de Belfort. hizo prisioneros á dos
huíanos (jue habían pasado la frontera como explora-
dores.
100
VICENTR IM.ASCO IBAÑE2
M. DV. SCIIUKN
Embajador de Alemania en Purls
l'ii ])elüt('Hi ;ilem;íii del ó." re¿^imi('iito cío cazadoros
(lo caballería llegó ca su avance hasta el ]nicblo do
Siiarce, cerca de Bclíürt. El alcalde estaba hacierulü
cu a(]uel inoiucnto la rcijuisa de los caballos destina-
dos al ejercito IVaucós. Los invasores se apoderaron de
ellos, y haciendo prisioneros á varios hombres de la
localidad, los obligaron ú condui'ir los caballos hasta
el otro lado de la frontera.
Por la tarde llegó á París la noticia de qao lus
alrnianos habían violado la nontrulidail del Gran Du-
cado do Luxoniiiurgii. ]io(di(i (juo roiatarenios más ade-
lanto.
o
En este mismo día, «d end)ajad(ir M. de Schoen vol-
vió á visitar á M. Viviani en el ministerio de Nego-
cios E.vtranjoros. Todos creían que esta visita ora
])ara roclauíar sus pasaportes y salir do Francia. l)os-
))U(''S de lo ocurrido oii la frontera no ora jiosible oti'a
conducta.
Sin embargo, el dijdonuitico ali-iu;ín habló vaga-
mente de !a situación, repitiendo una vez más que su
gobierno no quería la guerra, y se retiró sin decir
nada sobre su próxima marcha.
El gobierno frano('s había ordenado á M. .IuIíd
Camliou, su embajador en IJerlín, (juo pidiese sus pa-
saportes al gobierno alemán y saliese de Alemania
coa todo el personal de la embajada, en vista de que
las hostilidades empezaban en la frontera. Los archi-
vos de la embajada debían ser conliados al embajador
do los Estados Unidos, que se encargaría igualmente
de la protección de los franceses.
En cambio, M. de Schoen no manifestaba ninguna
intención de retirarse á su país. Se iiabíau cruzado ya
las balas alemanas y francesas, soldados de ambas na-
cionalidades estaban muertos á aíjuellas horas en la
frontera, y el embajador germánico [)('rmane(na tran-
quilamente en París, como si los tiempos fuesen de
paz y ambas ])(itoncias viviesen en las mojoros rela-
ciones.
Su situacii'in era violenta. Todos se pregiiutaban
el significado de esta conducta inexplicable.
^I. de Schoen obedeció indudablemente .-'i las mali-
cias del gabinete de Borlin al retrasar su salida de
l'.-ii'ís. l'T gobiernii alenifiii necesitaba una justilieaeiou
do su guerra contra Francia. Los múltiplos y repro-
Ijables medios que empleó para ello demuestran la
intran(|uilidad de su conciencia, la escasa convicción
(lo ser creíilo por el mundo cuando alirnuise ijuc había
emprendido la guerra contra su voluntad, el deseo do
|ir(iv(icar un incidente diplonnitico para poder decir
qu(! Aloniaiiiu era la agredida y im la agrosiu'a.
El embajador permaneció en París todo el tiempo
que le fué posible después de iniciadas las hostilida-
des. Modificando sus costumbres, procuró exhibirse
en busca de un atropello, aunque escogiendo los sitios
de exhibición para que el atentado contra su pm-sona
no resultase demasiado grave.
Va\ plouo conflicto fué á comer en uno di' los círcu-
los más aristocráticos de París, esperando sin duda un
insulto de los socios. Éstos, con un tacto y una digni-
dad unánimes, se limitaron á retirarse, dejándolo solo
en (d comedor.
l'',l palacio do la oml)ajada. en la rué do Lulo, tiene
un ani]ilio jardín. El end)ajador, contra su costumbre,
en vez do pasear por id. paseó solo por la oalle. á la
hora en que el ontnsiasnio patriótico se desbordaba
por todo París dando mueras á Alemania y á Guiller-
niu II. Poro nadie se fijó en este señor, que paseaba
su calle de un extremo á otro, como un vecino impa-
ciente que aguarda algo. Los únicos que le conocían
eran los ])olicías secretos, encargados ])or el ministro
del lutoriur do velar jior su seguridad y (juo no le per-
dieron de vista, siguióndido en todas sus evoluciones.
La provisión y la habilidad del gobierno francés
supieron desbaratar esta mai|uinacióu alemana y otras
muchas encaminadas al hallazgo dé un pretexto que
modificase su actitud agresora. Schoen, quedándose
en París, no sabía cómo justificar su salida, ni su go-
bierno encontraba un medio digno para lu doídaraoiun
de guíM-ra.
La Cdhduefa ilipliuiüitioa do Austria fué' tan ab-
surda comn la d'd luipeiáo aliado. VA onil)ajad(>r aus-
tríaco permaneció en París hasta que el gobierno fran-
cés tu\ o que uuinifestarle que se marchase, con ruda
franqueza.
Con Rusia aiin fué más escandaloso el proceder
diplomático del Imperio austríaco. El era el verdadero
culpable de la guerra, al menos aparentemente. Su
negativa á entenderse con Husia había agravado el
conllicto; y sin emliargo, despuí's (juo su aliado (d Im-
perio germánico iiubo doclara<lo la guerra al Imperio
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
101
ruso, toilavía el cmbajailoi' austriacij siguió en San
Pctersburg-o, sostoiiiemlii las ivlacionos diplomáticas
entre ambos países.
ílsta pondiicta extraña obedecía, como hemos di-
cho, al deseo de pudiT hiigirse agredidos ante la o])i-
nión del mund(.i, manteniendo sus representaciones
diplomáticas en liis países atacados, á la espera de un
incidente personal, l'ei'o tambií'n obeilccía i'i. una astu-
cia diplonuUica, ó más exactamente, á una artinuiña
do leguleyo.
El tratado de la Triple Alianza obligaba á Italia á
marchar uni(hi cnn Alemania y Ansti'ia, pero sola-
mente en caso de agresiiín manifiesta de otra ])oten-
cia, y para una guerra defensiva.
Nadie hai>ía agredido :i los dos Inii)erios; ellos eran
los (jue provocaban la coulhigrución eurojiea. Pero los
verdaderos representantes de la Triple se desesperaban
de ser dos nada más, á pesar de su título.
(iuilb'rmo 11 había contado siempre con el apoyo
de Italia para la dominación del iSIeditcrráneo y para
distraer una gran parte del ejército francés, obligán-
dob.) á defemler la iVontcra de los Alpes. La Triiile
Alianza necesitaba aparecer como agredida para obli-
gar á Italia al cumplimiento de sus compromisos. Su
deseo era que Francia fuese la primera en declarar la
guerra. ¡Conu) si esto bastase para convencer á la
opinión italiana, que sabía de qué parte provenía la
agresión, y á su gobierno, que había intervenido sin
éxito en las gestiones de paz!...
Italia cortó resueltamente estos manejos, encami-
nados á arrastrarla adonde no quería ir.
El marqués de San (líuliano, ministro de Nego-
cios Extranjeros, hizo saber el mismo día '2 al emba-
jador de Alemania en Roma que Italia permanecería
conu) país neutral, jtaes sus compromisos con la Tri])le
'/-•
,«¿^55^
El kmseh.- ¡Socorre! ¡Socorro!
Italia. -No enllcndo el alemán.
(Del (¡azetU-Timee, Pittsbiirgh)
.■\1. JCl.KJ ca.misdn
Embalador de Francia en Berlín
Alianza línií-amentc la obligaban á tomar las armas
en el caso de una gue'rra dií defcnisa. Italia tenía la
convicción de que la guerra iniciada por Austria en
Servia, y apoyada por Alemania en Rusia, era una
guerra ofensiva y so consideraba por lo mismo desli-
gada do sus promesas.
El mismo día el marqués Aq l^nspoli, encargado de
negocios del gobierno italiano en París, visitó á nnju-
sieur \'iv!ani para notiticarlc la ncutralilad de su
naci(íii.
A las siete de la tarde, el mini.stro de Alemania cu
Bruselas entregó al gobierno belga un ultlii/aftini de
su [¡ais. En él decía el gobierno alemán '^itc se hidiia
enterado — así, sin más detalles ni ¡¡ruebas — de que im-
portantes masas francesas se estaban reuniendo en la
frontera de Bélgica con el propósito de invadirla por
Givet y Namur ])ara marchar luego sobre Alemania,
y que él se consideraba en la obligación de tomar sus
medidas defensivas, para lo cual rogaba al gobierno
belga que le hiciese saber, trufes de his siefe (Je la
maJiana — ó sea en un plazo do doce horas — , si estaba
dispuesto ú facilitarle sus operaciones dejamk) atrave-
sar las tropas alemanas por el territorio belga.
El gobierno de Bruselas contestó mostrando su ex-
trañeza ante la afirmación, sin prueba alguna, de que
Francia intentaba invadir su territorio. El gobierno
francés le había dado toda clase de seguridadtís de
que respetaría su neutralidad. En cambio, Alemania
aún no había contestado á la pregunta del gobierno
inglés, que deseaba saber si estaba dispuesta á dar
iguales garantías que la República ¡lara el respeto de
la integridad territorial de Bélgica.
Contestaba además el gobierno de Bruselas que
Béla'ií'a conocía demasiado v\ sentimiento de su digni-
dad y de sus intereses ])ara ])oder acceder asemejante
102
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
iiitiiiiacióu, y nJiusuba dccididaiuoiitij el iaciütar las K" t:il caso, las relaciones de amistad i|uc imhmi á los dos
operaciones alemanas, proti'stando do toda viulacidii '''^^'"1"^ rrsultaráu más estivehas y ,lura1)les.
do su territorio.
La nación belga estaba resuelta, por todos los nio- Iniitil comentar (d tono y los fines de este docu-
dios que tuviese á su alcance, ú defender su nentrali- monto inaudito. Nunca si' ha visto tanto cinismo y
dad, garantizada por tratajios que llevai)an la firma tanta soberbia en el atropello de un ])ueblo.
de Prusia. El motivo ("undumental dtd atontado no podía ser
Para una apreciación exacta de esto atropidlo. he nuis falso. Ali'uiania. para justifirar la invasimí (!e
aquí los textos oficiales del docununito ali'ncin y la Bélgica, Indjla en el docnmento deque le consta p(U-
rcsi)ucsta belga en toda su integridad:
El froliicnu) alemán ha r.'cibido noticias Sí'fi'uras según las
cuales las fuerzas francesas tienen la intencii'in de ni ireliru' solire
el Mosa por (iivet y Naniur. listas noticias no ilej.in iluila alizuna
sobrí' las intenciones ile Francia de nnirchar contr.i Alemania
[lor el territorio ))elg-a. líl Gobierno imperial alemán nii puede
menos de creer ([Ue Bélgica, á pesar de su buena voluntad, no
está en situación de repider i)or si misma un avaiu-e francés
de esta importa nida.
Esto repres.'ut.i. con
certeza suliidcnte. tuia.
annmaza dirigida con-
tra Alemani.a. y es un
(hdier imperiosn de
conservaidon para Ale-
mania pre\ cnir (d ata-
que did enenngo.
101 (ioljieruii alemán
lament;n-ia nniy \ i\a-
mentequi' Hélgica un-
rase como un acto de
hostilidad eonti-a ella
el hecho ilc (| ue las
nu'didas de los enemi-
gos de Alemania obli-
guen á ésta á violar.
l)or su parte, el terri-
torio l)elga. A lili dr
disipartoda coufiisiou.
el (iobierno alemán
decda|-a lo siguiente:
1." Alemania uo se
-MAUINOS INGLESES DISPARANDO INA AMliTHAI.l.ADOIt A
<■ noticias silgaras» (puí los tVanceses están reuidondo
fnerzas importantes cu la frontera belga para inva-
dirla.
Francia no tenía en esta frontera mas ijue lasguar-
inciones ordinarias, y aun éstas disminuidas consi-
dcraldemente, ])uos todas sus tropas disponibles his
amasó en el Este, ó sea en la tVontí.'ra de Alemania.
Precisamente el empeño de los alemanes de inva-
dir á Fraiiída ])or
la frontera belga se
basaba en la falla
de precauciones de
la defensa francesa
])or esto lado de su
territorio. Címfian-
do en el respeto de
la neutralidail bel-
ga, garantizada por
todas las potencias,
Francia no poseía
en esta frontera
una fortificación
mod.ernaninn cam-
[lamcnto de media-
nil inqiortancia.
Por oso cuando
hubo de defenderse
de la invasión "or-
pnipone ningún acto de hostilidail contra Bélgica, si Bélgica nnínica |)or este lado. SUS tro])as. reunidas con re-
traso, tuvieron qrio batirse en retirada hasta el cora-
zón del país, no pudiendo rehacerse y tomar la ofen-
siva mas que al tocar en su retroceso las orillas del
Marne.
¿Dónde estaban los cuerpos franceses de invasión
de que hablaba el i'Itimaf ¡ini alemán?... Es iniítil in-
sistir contra las falsedades de dicho documento, obi'a
maestra de la mentii-a insolente ijue inspiro todos los
actos de la diplomacia alemaiui.
El gobierno do Bélgica dio su resimesta á Alema-
consiente, durante la guerra que \n á iniciarsi', en tomar una
actitud de ui'utralidad benevolente respecto á Alemania. El
(iobierno alemán, por su jiarte, s" comprometí', en id momento
de la paz. á garantizar cmi su ajun o el reino belga ^' sus jiose-
sioiies en toda su extensiiin.
'¿." Alemania se compromete, liajo la condiciiin enunciada.
á evacuar el territorio lielga asi que la \y,v/. h:i\a sido lieclia.
:i." Si Bélgica observa una actitud amistusa. Alemania está
pronta, de acuerdo con Itis autoridade-; del (Iobierno belga, á
comprar con dniero contante todn lo que será necesario para
sus tropas y á indenini/arla ]ior todos los pierjnicios que pro-
duzcan en Bélgdca.
4.° Si Bélgica se conduer de un nioilo lio.stil con las tropas nia en la mañana did :} en la siguiente forma:
alemanas y opone parlicularmeute diflcultades á su avance.
¡lor una oiiosiídiiu de las fortificaciones did Mosa ó por la des- Por su Nota de 2 de Agosto de l'.ll-l. el ( Inbieruo alem;in nos
trucciüu de caminos, ferrocarriles, túneles ú otras obras péi- buce saber que, según noticias si'guras que ha recibido, las
blicas, .•Memauia se verá obligada á considerar á Bélgica como fuerzas francesas tienen la iiitemáou de nnindiar sobre el Mosa
enemiga. pm- (;i\ct \' Naninr. \ que Bélgaca, á pesar de su liiieua miIiiii-
Rn tal caso, Alemania no se coni|iriimi'terá á i'cspetar el reino lad. no se ludia en el caso de repeler sin recibir socorro el
belga, dejaudii la reglaineutiición ulterior de las relaciones en- avance de las tropas francesas.
tre ambos Estados á la suerte de las armas. El (iobierno alemán se considera per esto en la obligaeii'm
El (Tobierno alemán tiene la justificada esperanza de que mi de iirexenir este ataque \' violar el territorio belga. Sobre estas
será asi. y que id (iolderno belg\i sabrá tomar Indas las medidas condiciones pnqioue .\lemania al (iobierno del Bey adoptar
necesarhis jiara evitar (pie ocurra este choi|ue. con ella una actitud amistosa. \- se eomjiromete en el momento
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
103
lie l;i [i.iz ;i Ll.ilMntiz.ir l.i ¡iitcLíl'iil.ni ilrl rciii(i,\ ilr sus pi
lii'S i'ii tmhi sil cxtriisiciu.
1.1 Not:i iiñiuli' i(iii' si Üil^ii-.i npdiH' dilii-iiltudt's al avniícr
iliii |nilil¡caiiiciito la oi'ilrii i\r inovili/.ariúii gfíioral,
cuaiili) va sil habían disparado sus Cusilrs cii la íVon-
^ , . "I"'""' ".l■';•"»^'";'^^'l ^'vniiiv ^^,j,,^ 1,;^ luilaaos asaltaban las aldeas IVanecsas.
do las tropas alriiianas. Ali'iiKiiua se vera obligada a considi'- •' , ,, ,
rarla ron luMi.i-a. dojando la nrl^mictari.m ulterior do las . l'n'tou.ha lloniostl'ar COll ostü, una VOZ lUas, SU C(3I1-
ivlarionos oiitro los dos listados ¡I la siierto do las armas. diciull de agTe'didí). Doscaba liaoor vci' quc cl Impcvio
Ksta Nota lia iH-ovooado 011 ol (¡oliiorno del li'i'.v iin.i iirol'iinil.i ali'iuáu i'ra el últiaio en prepararse para la guerra,
y (lolorosa ostiipi'í'aooión. l.as iutonoionos qiio oll.i atriliii\o;i despiu's de K'usia, después (l.'í Kraueia.
I-ranoia i'slaii oii oontradiorioi, ooi, las dooiaraoioiios lorniali^s .y ^y movilización Había eilipeza-lo neultailicntc
1(110 nos lian sido lii'ohas ol I ." do Au'osln ou iioinliro do! ( ¡o-
bioruo do la líopublioa.
Aparto do oslo, si oo:itr,i loilas l.is soguridados qiio nos ha
dado l''raiioia. ost I .atontase oontr.i niiostra ¡iitou-ridad \iolanilo
nnostro territorio. lii'lLi'iea sahria oinnplir sos deberos ioteíaia
oitnialos y su ejército oiioiiib-i;i ;il invasor la ni;is viyoro.sa ro-
sistonoia. Los tratados di' ls:!í), ooiiliiau.ados ¡mr los tratados
de 1810. consagran la indepemleocia y la nentr.ilidad de 1! 1-
gica. b.ijo la g.ir.intia de to I is l.is potouoias. \ esii,_'oialmoiito
del Gobierno de S. M. cd ro.v do l'rusia.
Hélgdca so lia uiostiMdo siempre liid á sus ol)lig;ic¡oiios in-
teriiaeiouales. en ni-
|1 ® ^.WM Ék
pilo n do sus il elii'res
con un espíritu de leal
iiiip.a l'o ia 1 ida d y iio
ahorrando estuor/.o al-
guno pan inantoiier \'
hacer respetar su neu-
tralidad.
El atontado contra
su ¡ndopendeiiei.i. euii
ol cpio li' ,imeiia/.a e|
(i o lii oi'iio a I !• 111 a n .
constituiría iin.i il.i
grante violación del
doroclio di' giaiti's.
Ningún inti'ri's es-
tratégico puedo Justi-
ficar la violación del
ilei'ocdio.
Si el (iubioriio bolg.i
aceptase las jiroposi-
eioiio.s ((lie lo han sido
notiHc.adas jior Aloiiia-
nia. sacritic.aria id ho-
nor de sil iiaidon. faltindoal mismo tioiniio á sus deberes con
toda Knroii:i.
é'onsciente del ¡i.-iiiel quo desdo hace ochenta años dosom-
peña Bélgica en la ci\-ilizaciiiu del mundo, esto (ioliiorno se
resiste á creer que la indiqieiid-iioia belga sido pueda ser ooii-
servada á cambio do la \ lolaidon de su neutr.didad.
Si este atroiiello se eonsuniaso. el ( iobiíaaio belg'a está lirme-
mente decifjlidü á roindor jior los medios (| no estén ;i su .i lea neo
todo atontado contra su derecho.
MAIUNOS IN-lil.ESlíS COX LOS r.WONHS DV. DliSlí.MUAKC'O
el '2'> do .Iiilid. cuando to la la Miirupa vivía en ])az!...
Y antes del '27), antes de ijiu' Austria presentase á
Servia su nota amenazadora, en ios altos círculos ale-
manes l;i g'uerra era va cosa decidida. Todos los linan-
cieros (■' industriales ijue torman la aristocracia del
negocio en Alemania y rodean al kaiser como con-
sejeros y colaboradores, conocían la proximidad del
conriicto.
Desde mediailos de Julio, las eumpafiías alemanas
de seguros maríti-
mos, esparcidas en
todo ol mundo, se
negaron á admitir
nuevas opcracio-
ui's.sabiendoloijuc
iba á ocurrir en los
mai'os. Los Bancos
del país se mostra-
iMii parcos y reser-
vados en su tra-
bajo.
Estallan en el se-
creto de lo que pen-
sabii su monarca,
llamado durante
muchos años Gui-
llermo «cl Paciñ-
cador».
111
La violación de Liixemburíío
Kl ducado de i.uxeníburgo es un Estado iiidcpon-
dioute desde IHliT.
Durante la. Eilad Media perteneció á los cundes de
Couu) consecuencia did iill ¡ukiI n m alemán, liigla- Namur, ijue guerrearon incesantemente con los du-
terra salió de su actitud expectante. iju 's de Hravante por su engrandecimiento, hasta con-
A las siete de la noche había sido entrega lo id vertirlo en ducado. Después pasó á poder de la casa
referido documento al gobierno belga. A las ocho y de Hnrgoi'in y de ésta á la casa de Austria. Al ser de
media id Almirantazgo inglés lanzó la orden de mo- la dinastía austríaca fué de España, (]ne tuvo allí
vilizacióu de todos los hondjres de reserva de la Ar- por largos años una guariiicii'ui y realizó importantes
mada menores de ó.") años. Los reservistas marítimos eunstracciones.
debían acudir ininodialamente á sus puertos de con- Una parte del ducado se anexionó á la mouanjuía
centración. francesa ])or cesión de España, consignada en el tra-
A media noche la Ilota inglesa so reunió en la en- tado de los Pirineos, y es la (jue ahora se llama Ln-
trada del mar del Norte. .rciuburf/o francra. Por la paz de Utrecht el Luxem-
Un detalle de la hi|)ocresía alemana, que casi re- burgo volvió á los Austrias de la ca.sa de Habsburgo,
sulta grotesco. En este día 2, el gobierno de Alemania y con los Países Bajos austríacos formó parte del
1C4
VICENTE BLASCO IB\ÑEZ
.MüVIl.I/Allll.N lili l.A AH.MAUA INGLliSA
Marineros despidiéndose de sus familias
liii|ii'r¡ii ^•(■riiiáiiicu ilo ciituiu'c.s. Las tropaíá IVaucesas
do hi lícvuluciüii lo concjuisturon on 17Ü5, y desde
este año hasta la primera caída de Napoleón, en IHl 1,
fig'iiró como provincia de Francia. El Congreso de
Viena, al hacer el nuevo reparto de Europa, lo adju-
dicó á Holanda, siguiendo en esto la misma suerte de
Bélgica. En \h:]{), al sublevarse los belgas contra la
dominación holandesa y conseguir su independencia,
los habitantes de Luxeniburgo so unieron con entu-
siasmo á este movimiento. Sólo la ciudad de Luxem-
burgo, cajiital del ducado, con su temible castillo y
i'uortcuiente g-uarnecida, se mantuvo fiel á la domina-
ción holandesa. Todo el resto del país se incorporó al
nuevo reino belga, nacido del movimiento revolucio-
nario do IHSO.
Esta situación fué prolongándose durante nueve
años, hasta que en 1S89 pudo realizarse por mutuo
acuerdo, entre Bélgica y Holanda, reconciliadas, un
nuevo iTpai'fii did país. Tmla la jiartc occi-
dental del Luxemburgo, habitada por walo-
ncs, formó una provincia, incor]iorándosc
á Bé'lgica. El rosto, con la capital, volvió á
piidi'r di' llnlaiida, prru cntraiidn en la Con-
fi'dci'acii'in germánica Uanuida del Sur.
(^•nrdaron así tros !,uxoniburgos: el franci's,
ijiii' (hitaba del siglo WIl. r\ belga, y el
¡icijuoño ducado de Luxeniljurgo, con vitla
imlepondionto, ])cro sometido á la Confede-
ración germánica é indirectamente á Pru-
sia, i|Uo toiiíu 011 su iVirlalr/.a mi iiiíoli'o (U;
tropas coiisidorablr.
Al disidvorsc on J.SIW) la ('niifodoraciún
g"rni;iiiica del Sur pnr la drn'ota do Aus-
tria en Sadowa. ol ducado (juotló en una
piisición anormal. No formaba ¡larto de la
iiuíiva (Junfoderacii'm ali'iiiaiia dol Norte,
dirigiila por la l'nisia triiuifanto, y sin em-
bargo las tropas prusianas continuaban
ocupando su fortaleza.
El gobioriiii francés se inquietó por esto,
coniii si ])rosiiitiose la guerra qui> ii)a á es-
tallar cuatro años dospUí'S. El Luxoniburgo
representaba una valiosa posición estraté-
gica, por los caminos (juo alluyou á id y
por sus obras de fortiiicaciih).
El gran Carnot había diclio (juo la ciuilail
de l.ii.vemburgo era la plaza más fuerte de
toda Europa después de (übraltar. El an-
tiguo castillo de los primitivos duques ha-
bía sido li'vantado en una meseta rocosa
al pie dé la cual se extendió la ciudad. Los
duminadores sucesivos fueron agrandando
esta fortaleza con nuevas construcciones,
ó tallando y ahuecando las rocas. Los es-
pañoles hicieron importantes obras de for-
tificación, de las que aiin quedan restos;
luego los austriacos. y rmalmenti^ los iVau-
coses y los prusianos. El sistema do N'aulian
convirtió el castillo de Luxemburgo en la plaza más
fuerte del corazón de Europa.
Las gestiones dr Francia para recobrar ol ilucado
comprando sus derechos al rey do Holanda ]U'ovoca-
ron una conferencia diplmnática reunida en Londres.
En ella si' lirmó el tratado de 1'2 do Mayo d(! IS(i7, por
el cual quedaba reconocida la indo|)oniioiicia jiolítica
de Luxemburgo, con el título do (¡ran Ducado. El rey
de Prusia figuró entre los Hrmantes del tratada, cdiii-
])romotiéndose á retirar inmediatamente sus tro])as do
la fortaleza do Luxemburgo.
Como la existencia de esta fortaleza era el principal
motivo de los deseos de anexión de las naciones vecinas,
el tratado de Londres consignó que debía precederse á
su desmautelamionto. Así se hizo. Hoy los antiguos ba-
luartes están convertidos en paseos floridos. La hiedra
y otras ])lantas trejiadoras cubren con Tin grueso manto
do hojas los arruinados murallones (juo aiin conservan
(Fot. Mcurisíicl
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
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106
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
vestigios de los escudos de armas de Espaüa y do
Austria.
Un puente moderno, de atrevida y graciosa cons-
trucción, el puente Adolfo, une la meseta en la que
estuvo la antigua fortaleza y está actualmente el pa-
lacio ducal con la estación de ferrocarril, que es el
edificio más importante de la ciudad.
Si Luxemburgo tuvo valor en otros tiempos como
plaza fuerte, lo tiene ahora como lugar estratégico.
Cuatro vías férreas de gran movimiento afluyen á la
ciudad, haciéndola servir de intermediaria entre Fran-
cia, Bélgica y el Imperio alemán.
Los prusianos abandonaron el Luxemburgo contra
su voluntad y con visible despecho, por cumplir el
VISTA GBNBRAL DB LUXBMBURGO
tratado de Londres. Pero al retirar su último soldado
comenzaron una segunda invasión, la económica, abu-
sando de la modestia de recursos en que viven los
hijos del país.
Los luxemburgueses sólo son agricultores. Ade-
más, la propiedad del suelo se halla muy repartida,
lo que asegura un mediano bienestar á todos y hace
que no conozcan la verdadera pobreza, pero al mismo
tiempo impide la formación de grandes capitales que
son necesarios para las explotaciones modernas.
Alemania procedió malignamente, como es cos-
tumbre en su diplomacia, al incluir al Luxemburgo
en el Zollvercin ó unión aduanera germánica, con
pretexto de proteger su vida económica.
El Gran Ducado es libre políticamente, pero sólo
de nombre. Unido por los lazos económicos á este ve-
cino poderoso, sufre su influencia á todas horas, se
siente ahogado, absorbido, vaciado, como un molusco
entre las garras de un pulpo enorme. El comercio ale-
mán, la industria alemana, las compañías de ferroca-
rriles con residencia en Berlín, han invadido el país,
no dejando espacio para los naturales de él ni para las
empresas de las otras naciones limítrofes.
— ¡Qué calamidad los alemanes! — dicen los pacíficos
habitantes de antiguo origen luxemburgués — . Viven
aquí como si estuviesen en su casa. Lo poseen todo: el
gran comercio, las fábricas, los bancos, los ferroca-
rriles. Nosotros intentamos defendernos con nuestro
trabajo, ¡pero qué podemos hacer contra esta corrien-
te!... Somos un país de agricultores y de pequeños
propietarios. Los capitales alemanes afluyen aquí y
nos sumergen. Compran todo lo que está en venta;
subvencionan toda clase de empresas, siempre que
tengan alemanes al frente; se apoderan de nuestras
minas para explotarlas con las ventajas que propor-
cionan los capitales enor-
mes.
Los habitantes del Lu-
xemburgo liablan dos idio-
mas: el alemán y el fran-
cés. Los alemanes preten-
den que son de su raza, que
forman parte de su pueblo,
y por lo mismo sólo deben
usar el idioma germánico.
Por una protesta instin-
tiva, los luxemburgueses
emplean con preferencia el
francés, se valen en sus
transacciones comerciales
(le la moneda de Francia,
y en los escaparates de sus
librerías figuran los libros
y revistas de París en ma-
yor cantidad que las publi-
caciones de Berlín.
El idioma francés no
les recuerda únicamente á
Francia. Es la lengua de otros vecinos con los que
vivieron hace ochenta y cuatro años, luchando jun-
tos por la libertad: la lengua de los belgas, que han
formado una patria mucho más extensa que la suya,
pero igualmente amenazada en su independencia por
la soberbia de los alemanes.
El sábado 1.° de Agosto, á las siete de la tarde,
tres automóviles llenos de soldados germánicos, pro-
cedentes de Wemperhardt, se detuvieron ante la esta-
ción luxemburguesa de Tres Vírgenes, en la línea del
ferrocarril de Lieja á Luxemburgo.
Un oficial, revólver en mano, entró en la oficina
telegráfica, manifestando al jefe que iba á ocupar mi-
litarmente la estación. Hubo un violento altercado
entre el oficial y el empleado del ferrocarril. Este úl-
timo, en el curso de la disputa, se apoderó del apa-
rato telegráfico y lo inutilizó arrojándolo al suelo
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
107
para que no pudiesen servirse de él los inva-
sores. El destacamento se apoderó de la esta-
ción, expulsando al jefe.
Por la noche, el gobierno de Luxemburgo,
enterado del suceso, dirigió al ministro de Ne-
gocios Extranjeros de Alemania una. enérgica
protesta por esta violación de territorio.
En las primeras horas de la mañana del 2 de
Agosto recibió aviso el gobierno de que otra
invasión se estaba realizando por el ferrocarril
que va de Luxemburgo a Tréveris. Cuarenta y
un automóviles llenos de oficiales alemanes y
escoltados por un escuadrón de huíanos pasaron
la frontera, entrando en el territorio luxembur-
gués, al mismo tiempo que avanzaban por la
línea férrea tres trenes blindados con dos regi-
mientos de infantería.
El comandante Van Dyck, jefe del cuerpo
de voluntarios de Luxemburgo, salió al encuentro de
los invasores llevando por escrito una protesta del
gobierno. El jefe de las fuerzas alemanas, coronel
Von Baerensprung, leyó la protesta y dio recibo de
ella, declarando que sus órdenes eran de seguir ade-
lante, aunque tuviese que emplear ¡a fuerza.
Antes de las nueve, los cuarenta y un automóviles
de oficiales penetraron en la ciudad de Luxemburgo
por el arrabal de Clausen, al mismo tiempo que echa-
ban pie á tierra en la estación los soldados del primer
tren blindado.
La gran duquesa de Luxemburgo, María Adelaida,
joven soberana de veinte años, se indignó ante el
atropello, intentando una protesta de femenil heroís-
mo. Al ver la capital invadida por los prusianos, salió
del palacio en su automóvil é hizo que éste se atrave-
sase en el puente Adolfo, creyendo que su presencia
contendría el avance de los enemigos.
Al llegar el primer grupo de alemanes el oficial
trató á la soberana como á una simple particular, or-
denando imperiosamente que dejase libre el paso. Ma-
ría Adelaida quiso protestar alegando sus derechos, y
el oficial por toda respuesta la apuntó con su revólver.
_ - tX
■•-.-.i^íflft
RUINAS DE LAS ANTIGUAS FORTIFICACIONES
La joven duquesa, llorando de cólera, tuvo que retro-
ceder obedeciendo los ruegos de sus allegados.
Poco después de las nueve se presentó en el pala-
cio el coronel Von Baerensprung, siendo recibido por
M. Paul Eyschen, ministro de Estado y presidente del
gobierno de Luxemburgo.
El jefe alemán manifestó que sus órdenes eran de
ocupar la ciudad, apoderándose de las líneas férreas,
así como del servicio de correos y telégrafos.
Fué inútil que el ministro alegase la neutralidad
del Luxemburgo establecida en el tratado de Londres
de 1867, y que estaba garantizada por el reino de Pru-
sia, así como por Francia, Austria, Inglaterra, Italia,
Rusia, Bélgica y Holanda. Este tratado dice así:
Art. 2." El Gran Ducado de Luxemburgo formará en ade-
lante un Estado perpetuamente neutral bajo la garantía de los
gobiernos de Francia, Austria, Gran Bretaña, Prusia y Rusia.
Tendrá la obligación de observar igualmente esta neutralidad ■
con todos los demás Estados.
Las altas potencias contratantes se comprometen á respetar
el principio de neutralidad estipulado en el presente artículo.
El coronel alemán, después de oir la protesta del
gobierno, se limitó á responder que él cumplía
las órdenes de su soberano.
M. Eyschen envió entonces la siguiente co-
municación á M. Viviani como ministro de Ne-
gocios Extranjeros de Francia:
KL l'UKNTE ADOLFO
Tengo el honor de poner en conocimiento de Vues-
tra Excelencia los hechos siguientes:
El domingo 2 de Agosto, en las primeras horas de la
mañana, las tropas alemanas han penetrado en el terri-
torio luxemburgués por los puentes do Wasserbillig y
de Kcmich, dirigiéndose especialmente hacia el Sur
del país yhacia la ciudad de Luxemburgo, capital del
Gran Ducado.
Cierto número de treues blindados, con tropas y
municiones, han avanzado por la vía del ferrocarril de
Wasserbillig á Luxemburgo, y se anuncia la próxima
llegada de muchos más. ! '• ;.' ■ :.: *" •;
Estos hechos son maniflestamentecótítcarios 4 lit
108
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
EL PALAOIO DUCAL DB LUX8MBUBG0
neutralidad del Gran Ducado, garantizada por el tratado de
Londres de 1867.
El Gobierno luxemburgu('>s no ha dejado de protestar enér-
gicamente contra esta agresión ante los representantes de
S. M. el emperador de Alemania en el Luxemburgo.
Una protesta igual va á ser transmitida al secretario de Es-
tado de los Negocios Extranjeros en Berlín.
Luxemburgo 2 de Agosto.
Eyschen
MiHi»tTO de Estado
y presidente del Gobierno
La gran duquesa dirigió este telegrama al empe-
rador de Alemania:
ban explotadas por empresas alemanas, dando á en-
tender con esto que eran de pertenencia del Imperio
alemán, el cual podía disponer libremente de lo suyo.
La contestación de Von Jagow á la protesta del
gobierno luxemburgués fué más digna aún de la diplo-
macia alemana.
Días antes, los espías prusianos, que abundaban en
el Luxemburgo, habían lanzado en los diarios de Berlíu
la noticia de que 050 ciclistas militares franceses ibau
á invadir el territorio del Oran Ducado. AL Eyschen
hizo desmentir esta noticia en el mismo Herlín. Nadie
había visto en la frontera del Luxemburgo tales ciclis-
tas. A los dos días nueva invención de los espías del
gobierno alemán, publicada igualmente por los perió-
dicos berlineses. Varios cuerpos de ejército franceses
habían invadido el ducado del Luxemburgo, incen-
diando la capital por los cuatro costados, devastando
los campos, destruyendo las vías férreas.
Y antes de que el jefe del gobierno luxemburgués
pudiese rectificar tales mentiras, que impresionaban
la credulidad alemana, haciéndola indignarse contra
la maldad francesa, las tropas del emperador invadie-
ron el Gran Ducado.
El telegrama de Von Jagow, ministro de Negocios
Extranjeros, decía así:
Con gran pesar nuestro, las medidas militares que hemos
tomado resultaban indispensables, por lial)er recibido noticias
seguras según las cuales numerosas tropas francesas están en
marcha para invadir el Luxemburgo. Era forzoso que adoptá-
semos esas medidas para la protección de nuestro ejército y la
seguridad de las lineas de ferrocarril. Un acto de hostilidad
contra el Luxemburgo amigo no entra en nuestra intenciones.
Desgraciadamente, en vista de lo inminente del peligro,
nos ha sido imposible, por falta de tiempo, el entablar las ne-
gociaciones necesarias con el Gobierno luxemburgués antes
del envió de las tropas.
Inútil es decir que no era cierto tal avance de fuer-
zas francesas sobre el Luxemburgo, y que el gobier-
no de Francia, atento únicamente á defender su fron-
tera, y manteniendo las tropas á ocho kilómetros de
ésta para evitar incidentes, lo que menos pensaba era
en la invasión del Gran Ducado. Precisamente el
Mi país está ocupado en estos momentos por las tropas ale-
manas. Mi Gobierno ha protestado acto seguido ante las auto-
ridades competentes, pidiendo explicaciones sobre esta ocu-
pación. Buego á V. M. que acelere estas explicaciones de su
Gobierno y defienda loa derechos del Gran Ducado.
Marí^ Adelaida
El emperador no contestó, pero á las tres de li
tarde, Von Buch, ministro de Alemania en el Luxem-
burgo, presentó al jefe del gobierno un telegrama de
Bethmann-Hollweg, canciller del Imperio. En él
pretendía justificar lo ocurrido, diciendo que no
amenazaba peligro alguno á la integridad del Lu-
xemburgo, pues la operación se había limitado á ocu-
par las vías férreas para defenderlas de una invasión
francesa. El canciller añadía que dichas lineas esta-
BL PFAFFBNTUAL, BAREIÜ EXTEBIOE DE LUXKilBUEQO
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
109
deseo de los gobernantes franceses era soste-
nerse á la defensiva, para que se viese clara-
mente quién era el agresor.
Pero la diplomacia alemana había encon-
trado un argumento para justificar sus atrope-
llos, lo mismo en el Luxemburgo que en Bél-
gica. «Sabemos por noticias ciertas... que el
ejército francés avanza.» Y basándose en estas
noticias, de origen desconocido, cuya certeza
no se tomaba el trabajo de demostrar, atentó
contra los derechos de ambos pueblos, porque
así le convenía.
Los cuerpos 8.° y 9." del ejército prusiano
invadieron en pocas horas el Luxemburgo como
una avalancha.
El comandante en jefe del 9.° cuerpo, ge-
neral Von Tschepe, lanzó una proclama á los
luxemburgueses, tan llena de falsedades como
las comunicaciones de la diplomacia de Berlín,
hablando de la invasión del Ducado por los
franceses como de un suceso indiscutible. Y esto
lo decía con asombrosa serenidad á los habitan-
tes de un pequeño Estado que sólo tiene 2.500
kilómetros cuadrados de extensión, donde todo
se sabe á las pocas horas y donde nadie había
visto ni la sombra de un soldado francés. He
aquí este documento extraordinario:
Todos los esfuerzos enormes hechos por S. M. el em-
perador de Alemania para conservar la paz han fraca-
sado. El enemigo obliga á Alemania á tirar de la espa-
da. Habiendo violado Francia la neutralidad del Lu-
xemburgo—hecho sobre el cual nadie puede tener la
menor duda—, ha comenzado sus hostilidades en el
suelo luxemburgués contra las tropas alemanas. En
vista de esta necesidad urgente. Su Majestad ha orde-
nado á las tropas alemanas, y en primera linea al
8.° cuerpo de ejército, la entrada en el Luxemburgo.
La ocupación del Luxemburgo no tiene más objeto
que abrir el camino á las operaciones futuras. Esta ocupación
se realiza con la promesa formal:
1." Que sólo será pasajera.
2.' Que la libertad personal y los bienes de los luxembur-
gueses serán respetados.
LA
LA NUBVA ESTACIÓN DE FERROCARRIL
GRAN DUQUESA MARÍA, SOBERANA DEL DUCADO DE LUXBMBUROO
(Fot. Rol)
3.' Que las tropas alemanas están acostumbradas á una dis-
ciplina severa.
4.* Que todo lo que tomen será pagado con dinero contante.
Confio en el sentimiento de justicia del pueblo luxembur-
gués, que seguramente estará convencido de que el emperador
sólo ha ordenado la entrada de las tropas en el Luxemburgo
cediendo á la última necesidad y forzado á ello por la violación
de la neutralidad luxemburguesa llevada á cabo por Francia.
Repitiendo las mencionadas garantías, espero que el pue-
blo luxemburgués y su Gobierno evitarán el agravar la mi-
sión de las tropas alemanas.
Firmado: Tulf Von Tscheps Und "Wbidenbach, ^««íraZ
comandante en Jefe del 9.' cuerpo de ejército prusiano.
En este documento no había otra verdad para el
pueblo luxemburgués que la sombría y breve ame-
naza contenida en el último párrafo. Todo lo anterior
era digno por su falsedad de provocar la indigna-
ción ó el asombro. El general hablaba de «las viola-
ciones del territorio por los franceses», de las «hos-
tilidades iniciadas por Francia en el Luxemburgo»,
á un pueblo que hasta horas antes había vivido en
m
VIGENTE BLASCO [BAÑEZ
LUXEMBUnOO. AVENIDA DK LA ESTACIÓN
absoluta tranquilidad, sin ver más invasión que la de
los soldados alemanes ni otras violaciones de territo-
rio que las efectuadas por tastos.
Una avalancha de tropas cayó sobre el pequeño
Estado en menos de veinticuatro horas. El país tuvo
que mantener 60.000 hombres con sus escasos recur-
sos, y bien pronto los habitantes sufrieron los tormen-
tos de la escasez.
, El primer diario del país, La Independencia Lu-
xemlurgiiesa, describió el aspecto de esta ocupación:
Cuando Luxemburgo despertó el domingo por la mañana,
la ciudad estaba llena de uniformes alemanes. Durante todo el
día, oficiales y soldados han circulado incesantemente á pie, á
caballo, en bicicletas, en motocicletas, en automóvil. En las
encrucijadas de las calles no se ve desde entonces mas que el
brillo de las bayonetas. En la ciudad baja han instalado un
cuerpo de guardia. Fuera de ella no hay camino ni sendero
que no esté guardado. Los ferrocarriles se hallan ocupados mi-
litarmente y en las estaciones hay guarnición. La autoridad
militar es la que dirige el movimiento de trenes. Todas las
«ficinas de correos aparecen ocupadas por el ejército alemán.
La noche del domingo fué lúgubre. Después de la infante-
ría, que había llegado por la mañana y. por la tarde, y después
de la caballería, que permaneció en las afueras, acantonachi en
Mersch, y de la que sólo vimos estafetas en las calles de la ciu-
dad, llegó la artillería y con ella las cocinas ambulantes y los
furgones. En plena obscuridad, los' gritos de mando, las ruedas
de hierro volteando sobre el adoquinado, las patadas de los
caballos, tenían rirucho de siniestro. Y por largo tiempo, du-
rante la noche, continuaron las idas y venidas de las tropas,
íniscandü espacios lil)res para acampíir.
Por la mañana se supo (luc la artillería gruesa habla pasado
en número considerable, y que las tropas, conforme iban lle-
gando, tomaban el camino de Arlon.
Lo que buscó el Estado Mayor alemán en Luxem-
burgo y en Bélgica al invadir estos territorios, fué
atacar á los franceses alevosamente.-
Francia tenía bien fortificada y guardada su froji-
tera del Este, ó sea la de Alemania, esperando el
ataque franco de una nación que militarmente se con-
sidérala más fuerte entre todas. Etí sus fronteras del
Luxemburgo y de Bélgica no tomó nunca precaucio-
nes defensivas. Hubiesen significado éstas un aten-
tado á la neutralidad de los dos países, y Francia
respetaba los tratados garantizados por su firma.
La estrategia alemana, con toda su soberbia,
no quiso intentar la invasión por el único punto
legítimo, ó sea por su frontera. En ella hubiese
tenido que chocar con toda la Francia armada que
la esperaba de frente, en leal combate. Prefirió
deslizarse por los pasadizos de dos pueblos débiles
para tomar al enemigo por la espalda, teniendo que
atrepellar para esto el derecho de gentes, la inde-
pendencia do las naciones y desconocer la propia
firma estampada al pie de los documentos diplo-
máticos.
El Luxemburgo siguió ocupado por los alema-
nes. Una modesta indemnización, dada después de
algún tiempo por el gobierno de Berlín como una
limosna, pretendió resarcir al país de este atropello
y de las largas molestias sufridas por los habitantes
con el continuo paso de tropas.
El pequeño Estado no por esto se sometió al inva-
sor. La duquesa mantuvo su protesta. Tres meses des-
pués de la invasión, al inaugurar en Noviembre las
sesiones del Parlamento, la valerosa María Adelaida,
completamente á merced de la ocupación de los pru-
sianos, y sin más apoyo que el cariño de un pueblo
que la admira, leyó su discurso del trono en francés;
repitió la protesta contra el atropello, hizo una lla-
mada á las potencias signatarias de Londres para el
sostenimiento de sus derechos, y saludó el heroísmo
de sus.vecinos, Bélgica y Francia.
IV
La unanimidad de Francia
Por primera vez en su historia ofreció la nación
francesa un espectáculo de completa unanimidad.
Toda ella foruió un cuerpo inmenso con una sola alma;
y esta alma fué la iuijuebrantablo voluntad do cum-
pli^ su deber, la fría resolucióu de morir antes que ser
derrotada en una guerra que no liabía provocado.
LOS VIADUCTOS DE LUXEMBURGO
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
111
Jamás ea sus luchas
de los tiempos modernos
entró en línea la nación
en masa. Siempre hubo
en Francia minorías con-
trarias á la guerra, esta-
dos de opinión hostiles á
los gobiernos, que en-
torpecieron sus opera-
ciones militares y hasta
algunas veces los empu-
jaron al desastre.
Durante las épicas
campañas de la primera
República, mientras los
ejércitos harapientos y
gloriosos vencían á me-
dia Europa cantando la
Marsellesa, otros france-
ses, á espaldas de ellos,
peleaban contra su pro-
pio país, en la Veudée y
los departamentos del
Sur. Napoleón, vencedor
de las naciones, se veía
amenazado dentro de
Francia por las conspi-
raciones monárquicas y
republicanas. En la gue-
rra franco-germánica de
1870, las divergencias políticas aceleraron la caída de
Napoleón III y el triunfo fulminante del enemigo. Re-
tirándose sobre París con su ejército batido, pero
todavía fuerte, el emperador hubiera prolongado la
resistencia nacional. Pero la nación era hostil al Im-
perio, y aguardaba una derrota para caer sobre él.
«Una retirada sobre París será la revolución», tele-
grafiaba la emperatriz Eugenia á su esposo. Y éste,
para salvar el trono de su hijo, erró con su ejército
por el Norte de Francia, sin saber adonde ir ai qué
hacer, hasta meterse en la ratonera de Sedán.
Nada de esto ocurrió en 1914. Por acuerdo ins-
tintivo, y sin que mediasen preparaciones ni dis-
cursos, todos los franceses se agruparon en torno
del gobierno. «La República es Francia. ¡Viva la
República!» Los reaccionarios, que soñaban con la
imposible restauración de una monarquía ó la crea-
ción de una dictadura, ofrecieron sus servicios al
gobierno republicano, y lo mismo hicieron todos los
católicos, que se mostraban agraviados por las leyes
de separación. Hasta los religiosos expulsados de
Francia volvieron á ella para tomar las armas, dán-
dose por comprendidos en los llamamientos de mo-
vilización.
El presidente Poincaré y sus ministros fueron
obedecidos tan ciegamente como el kaiser y sus
consejeros. Pero con la diferencia de que el fran-
cés es libre, y abdicó su libertad espontáneamente, ,
LA VIOLACIÓN DBL LUXIiMBUUGO Y DE HELGICA
Plano de la Invasión alemana, con las lineas de ferrocarriles construidas anles y después de 1909
por entusiasmo, en bien de la patria, mientras en los
Imperios se obedece por servilismo ó por la presión
de una férrea disciplina; muchas v<3ces sin saber por
qué se obedece: por falta de voluntad, por miedo al
castigo.
En el último tercio de Julio, diez días antes del
2 de Agosto — verdadera fecha inicial de la confiagra-
ción europea — , nadie hubiese adivinado la proximi-
dad del movimiento unánime que había de agrupar á
todos los franceses en un solo bloque. Bullían los an-
tagonismos y odios de opinión provocados por el pro-
ceso Caillaux. Empezaba á iniciarse una divergencia
UNA PLAZA DE LUXEMBURaO
113
VICENTE BLASCO IBANEZ
nacioD&I semejante á la del asunto Dre^^fus. Los ca-
melots du roi, vanguardia belicosa de los partidos
reaccionarios, y los grupos socialistas se daban de
palos en el bulevar. Las masas obreras, á impulsos de
un idealismo generoso é infructífero, creían evitar la
monstruosidad de un choque europeo celebrando mí-
tines y organizando manifestaciones contra la guerra.
Los partidarios del pasado tradicional cantaban la
Marsellesa — un absurdo — , y los revolucionarios con-
testaban entonando la Internacional y pidiendo que
se abrazasen todos los hombres de la tierra — otro ab-
surdo mientras existan emperadores guerreros y na-
ciones armadas que les obedezcan, dispuestas á agre-
dir sin importarles
el motivo.
De pronto la or-
den de moviliza-
ción, la amenaza
ineludible de la
guerra. Un momen-
to de estupor y de
silencio, un mo-
mento nada más; y
acto seguido todos
los franceses pare-
cieron abrazarse
mentalmente, di-
ciendo lo mismo,
olvidando lo pasa-
do de un modo tan
absoluto, que las
palabras lanzadas
el día anterior se-
mejaron que se ha-
bían proferido á
una distancia de
cincuenta años. Es-
ta unanimidad ins-
tantánea, milagro-
sa, no fué obra de
los conductores de
masas ni de los fa-
bricantes de opinión. Los hombres de prestigio no tu-
vieron tiempo para hablar. Fué el pueblo francés, la
democracia inteligente, que, siguiendo los impulsos de
BU corazón, impuso la fraternidad á los de arriba.
Las masas revolucionarias, que eran temidas por
el recuerdo de la Commune, dieron el buen ejemplo.
Ya hemos dicho cuál fué su conducta al ocurrir el ase-
sinato de Jaurés. La «Francia roja», la de los ideales
cosmopolitas y antimilitaristas, se mostró tan resuelta
y belicosa como los adoradores del ejército, que soña-
ban largos años con la «revancha».
Esta guerra no había sido provocada, como otras,
por la ambición militar ó la vanidad del país. Era
una guerra forzosa, de defensa y conservación, como
las que habían sostenido los voluntarios republicanos
en 1792.
GUSTAVO HKEVE
La prueba de esto fué que casi nadie se acordó en
Francia de Napoleón y de sus guerras invasoras, vien-
do en ellas algo semejante á la obra de Alemania,
pero con la aureola del genio militar que ésta no tuvo
nunca en su organización metódica y brutal. Todos
evocaron las guerras defensivas de la primera Repú-
blica, las victorias de Valmy y Jemmapes, los genera-
les de modestia republicana Hoche, Marceau, Bruñe,
Desaix.
La guerra de 1914 fué considerada como una cala-
midad inevitable, á la que había que hacer frente para
defender la libertad y por instinto de conservación.
El viejo revolucionario Vaillant, diputado socialis-
ta y antiguo com-
batiente de la Com-
mune, gritó en un
mitin de la sala
Wagram:
— Somos parti-
darios de la paz,
pero ante la agre-
sión del imperialis-
mo todos los socia-
listas cumpliremos
nuestro deber.
Un periódico re-
volucionario. La
Batalla Sindica-
lista, decía así:
Alemania quiere la
guerra. Que las olas de
sangre que van á co-
rrer sobre los campos
de Europa caigan so-
bre la cabeza de Gui-
llermo II y del pan-
germanismo.
Los antimilita-
ristas más feroces,
anarquistas, socia-
listas y otros ene-
migos del patriotis-
mo estrecho de miras, se ofrecieron como soldados ó
corrieron para obedecer al llamamiento de moviliza-
ción. Ni uno de ellos, al vestir el capote de soldado,
creyó abdicar de sus ideas.
— Hemos pasado el tiempo proclamando la verdad
— dijeron algunos tristemente — ; pero los hombres
quieren vivir apartados de ella y debemos amoldarnos
á las exigencias del momento. Pelearemos y matare-
mos, ya que después de tanta civilización hay que re-
ñir y matar, como las fieras, para mantener una fami-
lia libre y un hogar tranquilo... Buscábamos la ver-
dad creyendo estar entre hombres, y de pronto un
mazazo en la espalda nos avisa que aún vivimos entre
bestias prehistóricas.
¡La verdad!... Nada tan hermoso, pero tiene alas
y va siempre por las alturas. En cambio su enemiga
(Fot. de H. Tonrto, París)
ENCÜENTH<
Dibulo de Georges Scoll, de la «Illuslrotlon- de Pnrls
Dos soldados franceses guiando un automóvil, baten á una patrulla de h
NOCTURNO
mos que intentaron sorprenderles en medio de las sombras de la noche
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
113
la realidad se arrastra
por el suelo. Nada im-
porta que la verdad sea
lo justo y lo indiscuti-
ble. La realidad, ilógica,
absurda y criminal casi
siempre, vive entre los
hombres y es lo único
que éstos vea de cerca.
o
Gustavo Hervé, el te-
rrible profesor que había
pasado varios años de su
vida en distintas cárce-
les por la violencia de
sus campañas contra el
militarismo y los gobier-
nos conservadores, se
vio de pronto rodeado de
la estimación unánime.
Su nombre producía
días antes un escalofrío
de horror en las gentes
de buena posición social
y un movimiento de có-
lera en los círculos mi-
litares y patrióticos. Había pedido la destrucción de
todos los monumentos que recuerdan la epopeya napo-
leónica; había aconsejado que enterrasen en el estiér-
col la bandera tricolor, por haber servido de signo de
guerra contra muchos pueblos. Estas exageraciones
Del periódico de Hervé
KL SOMBRERO DE NAPOLEÓN Y KL KAISER
-iBres muy pequeño para él, amigo mlol...
(La Guerra Social, París 8 d« Agosto de 1914)
¡ALEUANIA imperial!
(La Guerra Social, París 12 de Agosto de 1914)
ruidosas tenían más de literarias que de sinceras. Eran
apostrofes retóricos de un profesor de Historia metido
á revolucionario, pero habían servido para dar al nom-
bre de Hervé una celebridad de horror en los salones
y en los cuartos de banderas de los regimientos.
De pronto, al ver la patria en peligro, el escritor
socialista fué el primero en lanzar el grito «¡Á las
armas!» Había que defender, no sólo la patria, sino la
libertad del mundo; vencer á la Alemania imperialista
para instalar la República en la tierra alemana; rea-
lizar una serie de generosos ensueños humanitarios;
pero á sangre y fuego, como los soldados republicanos
de 1793, que fueron difundiendo la revolución por toda
Europa con las puntas de sus bayonetas. Esta propa-
ganda dantoniana caldeó el entusiasmo de las masas
obreras. Pero Hervé quiso predicar con el ejemplo, y
el 2 de Agosto, estando París en plena agitación pa-
triótica, se presentó en el Ministerio de la Guerra para
entregar personalmente la siguiente carta:
Señor muiistro:
Cuando yo tenía veinte años me libré del servicio militar,
porque era el único sostén de mi familia, alegando además mi
extremada miopía.
Á pesar de esta miopía y de mis cuarenta y tres años, me
siento perfectamente cai)az de hacer una campaña.
Como Francia en la guerra que va á estallar ha hecho, según
mi parecer, todo lo posible y lo imposible por impedir la catás-
trofe, yo os ruego que me incorporéis, como favor especial, al
primer regimiento de infantería que parta para la frontera.
Después de haberme expulsado de la Universidad, de ha-
berme excluido del Colegio de Abogados y de haberme conde-
nado á más de once años de presidio con el pretexto de que era
enemigo del patriotismo— cuando todo mi crimen y el de mi
114
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
partido consistió en prevenir de lejos y querer evitar la catás-
trofe de hoy—, estimaréis, como estoy seguro de ello, que la
República me debe esta brillante reparación.
¡Viva Francia;... simplemente.
Os ruegxj que recibáis, señor ministro, la seguridad de mi
absoluta adhesión á la Bepública.
Gcstavo Hbrvk
El gobierno aceptó los servicios del revolucionario,
ordenándole que permaneciese en París. Debía servir
á su patria con la pluma, difundiendo el entusiasmo
en las masas populares. Su periódico La Guerra Social
era un semanario de vida precaria. Hizo un llama-
miento al público para convertirlo en diario, iniciando
una suscripción con el objeto de atender á los prime-
ros gastos, y en unas cuantas horas recaudó miles de
francos. Esta suscripción pudo llamarse prodigiosa,
no sólo por sus resultados pecuniarios, sino por los
nombres que figuraron en sus listas. Devotas señoras
de conciencia asustadiza, oficialidades enteras de re-
gimientos antes de salir para el campo de operacio-
nes, hombres del gran mundo, esgrimidores célebres
que despreciaban poco antes al escritor enemigo de
las armas, enviaron públicamente sus cotizaciones á
La Guerra Social, para que continuara publicándose
todas las mañanas.
Ganoso de no herir susceptibilidades de su nuevo
público, Hervé pensó en modificar el título del perió-
dico, bautizándolo simplemente La Guerra. Pero al
ñn no realizó el cambio. <.<Bien está así — dijo á los
lectores — . Nuestra guerra es una guerra sociaí. ya
que vamos á destruir la casta militar prusiana, liber-
tando al pueblo germánico contra su voluntad. ->
Esta misión patriótica de los conservadores y los
revolucionarios la agradecieron los últimos usando de
un lenguaje mesurado con sus antiguos enemigos.
Unos y otros reconocieron los méritos de los hombres
célebres que habían luchado en el campo de enfrente.
— ¡Qué desgracia la pérdida de Jaurés! — decían los
mismos que quince días antes abominaban de su nom-
LA MCLTITUU ACLAICAMX) A LOS SOLDADOS QCZ VAX Á EaTISSB
USA^ ESTACIÓN DE FEaKOCAK&IL GL'AaDADA UILXTAEMS>TB
bre — . En estos momentos habría dicho palabras muy
hermosas para aumentar el entusiasmo de la nación.
Hemos perdido el Gambetta de esta guerra.
Los revolucionarios evocaban el recuerdo de Paul
Dérouléde, el bardo de la revancha . el antiguo com-
batiente de 1870, que durante cuarenta y cuatro años
había recordado con sus cálidas frases de agitador y
de poeta el peligro de la invasión y la necesidad de
prepararse para rechazarla.
Dérouléie había muerto meses antes de que esta-
llase esta guerra que tanto deseaba para que su país
recobrase las provincias cautivas Alsacia y Lorena.
Casi moribundo asistió á la conmemoración de los
muertos de 1870, dirigiendo la palabra por última vez
á sus entusiastas amigos de la <<Liga de Patriotas».
En Agosto de 1914 todos recordaban al poeta de la
«revancha», y hasta lo.s revolucionarios que le habían
combatido jwr su política militar y dictatorial evoca-
ron sus versos vibrantes y ruidosos como un toque de
clarín:
En atañí.' Taní pit pour gui iombe/
La morí u'etí rien: virt la íomie
qvatíd le pagt e% sorí ritaní.
B* atañí!
Gustavo Hervé, al comentar esta una-
nimidad absoluta de los que poco antes
se combatían encarnizadamente, dijo así
en una síntesis elevada y generosa:
El Buen Dios, la Bepública, la Francmasone-
ría, el Socialismo, todo es en el fondo la misma
cosa. Son ptalabras distintas, mediante las cua-
les unos y otros, los hombres buenos de todas
las clases sociales y de todos los partidos, es-
presamos nuestra sed de justicia, de verdad, de
belleza y de amor.
Esta es la gran lección que nos proporciona
. alentador espectáculo de iin«nimiH«H que
Francia se ofrece á sí misma desde el principio
de la horrible guerra.
Nos batíamos por ¡palabras. Todas las almas
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
115
escogidas que comulgan en el amor á Francia y la adoración
de sus hijos que están sobre las armas, sienten en el fondo el
mismo idealismo de justicia social y paz internacional.
Es preciso que cuando la guerra se termine continúen del
mismo modo, comprendiéndose y amándose.
La Francia conservadora y religiosa fué igual-
mente digna de admiración por su patriotismo y su
desinterés.
No dudó un momento en obedecer á los gobernan-
tes republicanos, que consideraba antes como enemi-
gos. Aclamó al generalísimo .loffre, sabiendo que era
un hombre de ideas radicales completamente opuesto
á sus doctrinas. Marchó á los campos de batalla unida
á la masa popular, que le
había inspirado siempre mie-
do ó repulsión.
Ni una sola resistencia se
notó en esta Francia hostil
á la República y que tanto
había hecho inútilmente por
entorpecer su vida.
Al circular la orden de mo-
vilización, curas y semina-
ristas la obedecieron, aban-
donando la sotana por el ca-
pote y cubriéndose la tonsura
con el kepis. Todos los reli-
giosos expulsados de Fran-
cia que estaban en edad para
tomar las armas llegaron
puntualmente del extranjero
días después, para incorpo-
rarse á sus regimientos. Ca-
puchinos, franciscanos y
hasta jesuítas fueron á las
fronteras de Francia con el
fusil en la mano para luchar
y vivir en amigable compa-
ñerismo con los «enmaradas»
que poco antes cantaban la Internacional y daban
el grito de «¡Abajo el solideo!»
— La República nos expulsó — dijeron muchos de
ellos — , pero la República es Francia, y volvemos al
verla en peligro.
La Oroix, diario católico que se había distinguido
por su ferocidad contra los gobiernos republicanos,
rivalizó en entusiasmo patriótico con La Guerra So-
cial. Ella relató cómo los frailes franceses residentes
en Jerusalén, al enterarse de que había estallado la
guerra, emprendieron la marcha á pie desde la ciudad
santa al puerto de Jaffa, por miedo á que el ferrocarril,
propiedad de los alemanes, no los llevase á tiempo al
lugar del embarque.
En los primeros días de la movilización, los que
circulaban por los ferrocarriles de Francia contem-
plaron un espectáculo extraordinario.
Las vías férreas estaban guardadas por los «terri-
toriales», soldados movilizados de edad madura que
por sus años fueron dedicados á este servicio, mien-
tras los jóvenes del ejército activo partían en los tre-
nes para la guerra. Á estos soldados, que en los pri-
meros días fueron sedentarios, pero que después se
batieron como los demás, sólo les entregó el gobierno
su armamento al iniciarse la movilización. Los uni-
formes los recibieron después. Y los territoriales guar-
daron las estaciones y vías férreas, unos con blusa,
otros con traje de caza y algunos vistiendo chaqué ó
levita. Un kepis rojo, algo usado, fué su único distin-
tivo militar.
Muchas veces, entre esta tropa multicolor y abiga-
rrada se vio un soldado negro. Junto á la vía, guar-
dando su integridad, pasea-
ba haciendo centinela el cura
del inmediato pueblo. Su so-
tana estaba cruzada por el
cinturón cargado de cartu-
chos; sus manos blancas se
apoyaban en la boca del fu-
sil; la fina bayoneta del Lebel
cortaba con una línea pun-
tiaguda y firme el borde de
su sombrero de teja. Había
acudido, como sus conveci-
nos, al llamamiento nacio-
nal, y en la espera del uni-
forme azul y rojo conservaba
las vestiduras de su minis-
terio. Montaba la guardia
como todos, y al terminar
ésta iba á descansar en la es-
tación leyendo el breviario,
mientras los «camaradas»
entonaban cantos patrióticos.
PAUL DEROULEDE
El catolicismo francés in-
tervino desde el primer mo-
mento en el entusiasmo popular. Las iglesias de París
perdieron su ambiente de recogimiento. En el mundo
religioso se comentó la actitud de Pío X, firme y
resuelta en favor de la paz. Según se dijo, el viejo
emperador de Austria, valiéndose de su inñujo como
soberano de una gran potencia católica, intentó deci-
dir al Papa á que suscribiera un documento en el que
reconociese indirectamente que el Imperio austríaco
no era culpable de la guerra y sólo la había aceptado
por razones de dignidad.
— Yo únicamente firmo para la paz — dijo el pontí-
fice, negándose á esta pretensión.
El choque europeo preocupó de tal modo á Pío X
desde el primer instante, que su débil salud de anciano
apareció visiblemente quebrantada.
— ¡Ay, esta guerra! — exclamaba — . Esta guerra aca-
bará por matarme.
El 2 de Agosto publicó una exhortación á todo el
116
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
REVISTA. 0K VESTUARIO ANTES DE PARTIR
mundo católico, manifestando su dolor y su miedo al
ver á Europa arrastrada por la tempestad de la guerra
y amenazada de inmensas matanzas.
«Nuestro corazón se desgarra con el más vivo do-
lor al considerar en peligro la salud y la vida de tan-
tos hombres y tantos pueblos que Nos amamos extre-
madamente.»
El Papa pidió á los católicos que elevasen sus almas
hacia Cristo, «el único que puede ayudarnos; Cristo,
príncipe de la paz y mediador todopoderoso de los
hombres ante Dios». Al final invitó al clero de todo el
mundo católico á hacer en las parroquias rogativas
públicas para obtener que Dios alejase la guerra, ins-
pirando en la hora suprema á los directores de las
naciones pensamientos de paz y no de aflicción ge-
neral.
En las parroquias de Francia los sacerdotes ex-
hortaron á los hombres ú que cumpliesen sus de-
beres con la patria, y aconsejaron á las mujeres fe
en el porvenir y resig-
nación ante el presente.
Monseñor Amette, el
cardenal-arzobispo de
París, pareció multipli-
carse en los primeros
días de la movilización,
como uno de aquellos
monjes entusiastas que
predicaban las Cruza-
das. Su elocuencia tri-
bunicia resonó bajo las
bóvedas de la Magdale-
na, de Notre Dame des
Victoires, del Sacre Coeur
de Montmartre. Fué de
un templo á otro, como
un Dantón católico, po-
niendo en pie el entu-
siasmo del pueblo cre-
yente. Algunos de sus
sermones fueron inte-
rrumpidos por la muchedumbre, que rompió á aplau-
dir en plena iglesia, sin hacer caso de los llamamien-
tos al orden.
Rugían los órganos bajo las bóvedas sagradas, y
guiados por su ritmo cantaban los creyentes sus cóle-
ras ante la injustificada agresión, sus esperanzas ea
el triunfo.
Las voces trémulas y lacrimosas de la madre, la
hija y la hermana, se armonizaban con los acentos
graves del joven que iba á partir á la mañana siguien-
te, del viejo que revolvía en su pensamiento resolu-
ciones heroicas, no sabiendo si le traicionarían sus
fuerzas, del hombre tranquilo y pacífico hasta en-
tonces, que sentía despertar y revolverse en su inte-
rior, con el sedimento de pasadas edades, un deseo de
exterminio.
El catolicismo francés cantaba ante los altares:
Rends la Alsace á sa gloire,
cambie ses voetix nouveawx,
/ais qiCun renl de vicluire
sou/Je dans nos drapeaux.
Y en los templos del culto calvinista, en las sina-
gogas, en las logias, en todos los lugares dedicados
á una creencia, todos los franceses expresaban los
mismos anhelos.
El entusiasmo de París. — Los exíranjeros
La fisonomía de París se transformó completamen-
te el "2 de Agosto. Casi todos los medios de comunica-
ción quedaron suprimidos. Las líneas de tranvías, de
KL ARZOBISPO DB PARÍS
Monseñor Amette exhortando A los ñeles desde una de las puertas del templo de Nuestra Señora
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
117
autobús y de muchos ramales del ferrocarril subterrá-
neo dejaron de funcionar por haber sido comprendido
su personal en la movilización. Sólo circularon ca-
Esta falta de vehículos estaba compensaba por la
extraordinaria animación en las calles, llenas de mu-
chedumbre. En las cercanías de las estaciones de fe-
TOnO FRANCÉS EN SU PUE-ÍTO
Las vías farreas guardadas por los veteranos
(Dibujo do Georgea Scott, de la Illustration, de París)
rruajes de alquiler cuyos caballos estaban extenua-
dos. Los automóviles de punto corrían á toda veloci-
dad llenos de oficiales ó reservistas que se dirigían á
las estaciones para tomar el tren é incorporarse á sus
regimientos.
rrocarril, especialmente la del Este, por donde salían
las tropas hacia la frontera, era imposible avanzar.
Una masa compacta de miles y miles de cabezas se
aglomeraba contra las verjas, extendiéndose por las
calles inmediatas.
118
VICENTE BLASCO IBANEZ
MANIFESTACIÓN DB LA LIC¡.\ DE PATRIOTAS Y SOCIKDADES ALSACIANAS ANIB LA ESTATUA UB BSTaASBUBQO
EN LA PLAZA DK LA CONCOEDIA (Fot. Rol)
Numerosas manifestaciones cantando Z^/ Marftellr-
sa recorrieron incesantemente los bulevares hasta la
plaza de la República, saludando con sus banderas y
sus vítores el monumento á la República que se le-
vanta en el centro. Otras manifestaciones se encami-
naron á la plaza de la Concordia para saludar la esta-
tua de Estrasburgo, símbolo de las dos provincias
cautivas del enemigo.
Una procesión cívica, formada por asociaciones de
alsacianos y loreneses, visitó esta estatua para des-
pojarla de los crespones fúnebres y otros signos de
duelo que la habían cubierto durante cuarenta años
como señal de protesta. La muchedumbre patriótica,
en la que figuraron muchas mujeres y niñas con el
vestido tradicional de Alsacia, aclamó la desaparición
de los tristes adornos. Coronas de flores y grandes ra-
mos cubrieron la arrogante íigura de Estrasburgo. So-
bre sus hombros de piedra quedó depositada una ban-
dera tricolor suelta al viento. Llegaba para los alsacia-
nos y loreneses la hora ansiada durante tantos años.
En los cafés y los restaurants el público aplaudió
á los oñciales y soldados que abandonaban apresura-
damente sus mesas para dirigirse á las estaciones. La
mayor parte de los establecimientos estaban cerrados,
con carteles manuscritos en sus puertas indicando
que el dueño ó los dependientes habían marchado á la
guerra.
Por la noche el entusiasmo fué tomando una forma
agresiva.
Ciertos grupos, cansados de gritar contra Alema-
nia y Guillermo II. quisieron dar á su indignación una
forma más contundente, asaltando las tiendas y los
restaurants cuyos dueños eran alemanes y austríacos.
En algunos casos bastó la vaga creencia de que po-
dían pertenecer á dichas nacionalidades. Así fueron
asaltados y saqueados los laboratorios y depósitos de
la Sociedad de Lecherías Maggi, la gran pastelería
Appenrodt, el café Vienes y otras cervecerías y al-
macenes del bulevar.
Estos desmanes, producto de un entusiasmo exce-
sivo, sólo ocurrieron en la uoclie del 2 de Agosto. La
policía intervino desde la mañana siguiente para evi-
tar nuevos atropellos, y muchos de los asaltantes fue-
m^
7^^"^-
rCa Jarra íte it fe
0
■-^-;
J
LOS ANUNUIOS DE LAS TIENDAS FRANCESAS
Cartel patriótico avisando la reapertura de una tienda
después de la victoria
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
119
ron conducidos ante los tribu-
nales, que los castigaron con
dureza.
En la explosión del entu-
siasmo patriótico de París se
demostró una vez más el afec-
to que casi todos los pueblos
civilizados sienten por la na-
ción francesa. Un poeta ha
dicho en un exceso de lirismo
patriótico: «Todo hombre tie-
ne dos patrias: la suya y des-
pués Francia.» Esto no será
exacto — como ocurre con casi
todas las afirmaciones de los
poetas — , pero no por esto deja
de ser verdad.
Hay muchos que no se
acuerdan en tiempos norma-
les de que Francia existe; hay
otros que la detestan viendo
en ella la patria de la más
temible de las revoluciones;
pero una gran parte de la
humanidad justifica las pala-
bras del poeta interesándose por todo lo que ocurre á
orillas del Sena.
Desde hace dos siglos los hombres de pensamiento
IB
Una tienda lujosa de los grandes bulevares cerrada por haberse marchado á la guerra
el dueño y los dependientes
ven algo semejante á una segunda patria en la nación
francesa, que engendra todas las nuevas aspiraciones
de la humanidad ó las estampilla y propaga por el
mundo aunque no hayan surgido de su seno. Una
idea, nazca donde nazca, no adquiere valor mundial
hasta que pasa por París y éste se encarga de difun-
dirla. Un libro sólo puede saltar de nación en nación
cuando lo vierten al francés, lengua á la que acuden
todas las lenguas, idioma de innumerables avenidas,
en el que se encuentran los diversos traductores como
en una encrucijada.
La moda intelectual varía con iguales caprichos,
inexplicables y nerviosos, que las modas femeninas.
Hay que cambiar de hechuras para que los modistos
del pensamiento no permanezcan inactivos sobre los
patrones triunfantes.
El mundo se fatiga de creer mucho tiempo lo mis-
mo, y la supremacía de Francia sufre por esto oscila-
ciones y eclipses. Una temporada, el modo de pensar
dominante es inglés, otra es alemán, luego es ruso,
y á todas las naciones les llega su cuarto de hora
de universalidad. Pero el péndulo incansable con-
tinúa su vaivén de izquierda á derecha, pasando
siempre por el punto medio, y si alguna vez queda
inmóvil es sobre él. Digamos que este punto medio es
Francia.
Lo mismo para los entusiasmos que para los odios,
París resulta el centro de la atención universal. Desde
principios del siglo XVIII todos hablan de él para
admirarlo ó maldecirlo.
Cartel con dos banderltas pintadas, anunciando que el dueño
es francés y que está en el ejército
(Fota. Meorisse)
120
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
oeSPUÉS DB LA MANIFESTACIÓN CONTRA LAS TIENDAS ALEMANAS V AUSTRÍACAS DE LOS BULEVARES
UNA TIKNDA ALEMANA SAQUEADA CBRTKCBBÍA Al FMANA PHÓXIMA Á LA KSTaCIÓ.N DEL NORTB
LA CELEBRE PASTBLBELA APPENBODT, APEDREADA POB LOS MANIFESTANTES
UNA PUBKTA DBL CAFE VTBNES
JOYERÍA ALEMANA, EN CUTO RÓTULO APaRBCB ABBANCADA
LA INDICACIÓN DB SER PROTEBDORA DB LA CORTE DB AUSTRIA
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
121
TIBNDAS ALBMANáS_DBL BULBTAB, ASALTADAS
HEIDT
UNA CBBVBCHEÍA ALEMANA
BL LABOEA.TORIO CBNTBAL DE LA3 LECHBhlAS MAíjGI
UNA SXJCCBSAL DB LAS LBCHBRIaS UAQOI
(Fots. MeorUse)
IS
122
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
BL ENTUSIASMO POH FHANOIA
Desflle de una manifestación con banderas por las calles de París
(Fut. MouriBse)
El entusiasmo internacional que inspira París se
reveló en las primeras noches de Agosto, cuando los
bulevares estaban repletos de rumoroso gentío en es-
pera do noticias. Las tintas de la bandera tricolor
aleteaban bajo los faros eléctricos. Los cafés, desbor-
dantes do muchedumbre, lanzaban por las bocas in-
flamadas de sus puertas y ventanales el rugido armó-
nico de las canciones patrióticas... De pronto abríase
la muchedumbre en el centro del bulevar, entre aplau-
sos y vivas.
— Es Europa que pasa — decían muchos, quitándose
los sombreros.
Toda Europa — menos Alemania y Austria — se mos-
tró en aquellas noches representada por una juven-
tud generosa, que saludó con gritos de adhesión á la
Francia en peligro. Los estudiantes extranjeros que
viven en el Barrio Latino, los trabajadores de diversas
nacionalidades que perfeccionan sus conocimientos en
los talleres franceses, los ancianos que se refugiaron
en la playa hospitalaria de París como náufragos de
guerras y revoluciones, las mujeres que estudian para
volver luego á su tierra, todos los huéspedes de la
ciudad mundial desfilaron por sus principales arterias
en patriótica y fraccionada procesión.
Ondean las banderas blancas y amarillas, con
águilas negras en el centro, sobre un grupo de bone-
tes de astrakán y largas levitas que tienen cartuche-
ras en los pechos. Tras de estos uniformes de cosaco
avanza una multitud compuesta de hombres y mu-
jeres del Norte, rojizos, de nariz achatada, ellas con
el pelo cortado, ellos con luengas melenas. En sus
ojos hay una expresión de iluminamiento, de ensueño
humanitario; en sus puños, contracciones enérgicas
que hacen recordar á los apóstoles del nihilismo arro-
jando la bomba.
— Nuestros amigos los rusos — dicen los franceses.
A éstos los miran como gentes de casa. Son los
aliados. Todos cantan la Marsellesa, y algunos dan
vivas á Nicolás II, al que odiaban hace poco.
Una nueva bandera pasa bajo los focos de luz como
una mancha de sangre. Un grupo juvenil marcha á
continuación; un grupo que no lanza aclamaciones,
que camina silencioso, con la cabeza descubierta.
«¡Los ingleses!» Son muchachos altos, desgarbados.
Algunos se elevan sobre los compañeros, gracias á
su cuello semejante al de la jirafa. No se fijan en la
muchedumbre que les abre paso, alineándose en las
aceras. Miran á lo alto ó clavan sus ojos en el pabe-
llón nacional, como si en su fondo escarlata colum-
brasen algo que sólo es visible para ellos. Su mutismo
impresiona á los curiosos. Las muchachas revoltosas
del bulevar que aclaman á los otros manifestantes y
les envían besos parecen intimidadas en presencia
do estos jóvenes, graves é infantiles, dependientes de
tienda, mecánicos, comisionistas, á los que da el en-
tusiasmo un aire de pastores evangélicos. Su silencio
se rompe y entonan un canto austero y pausado, un
canto de iglesia que días antes habría hecho reir en
pleno bulevar, pero que ahora esparce un escalofrío
de emoción.
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
128
Es la fuerza que pasa; la fuerza reflexiva y tenaz
de un gran pueblo. laglaterra aúu no había abierto la
boca. No se sabía en las primeras noches de Agosto
cuál podía ser su actitud con Francia. Muchos temían
que no fuese más allá de una neutralidad amable...
Pero los muchachos cantan con los místicos ojos per-
didos en lejanas visiones, mientras sus pies, unos pies
británicos, enérgicos, dominadores, incapaces de re-
troceder cuando se afirman con resolución, golpean
marcialmente el asfalto. Entre estos dependientes que
ganan unas docenas de francos por semana, marchan
varios gentlcmen con el macferland sobre el traje de
ceremonia y el clac de seda mate en la cabeza.
Acaban de salir de un restaurant de lujo; se alojan
en hoteles de los Campos Elíseos, donde pagan tres ó
cuatro libras por día. Encontraron la manifestación
de sus modestos compatriotas, y se unieron á ella, ira-
pasibles, correctos, con la serenidad del inglés, que
en los momentos supremos olvida toda diferencia y no
conoce el gran tormento que martiriza á los latinos:
el ridículo.
Luego avanza un porta-estandarte, con gorro rojo
y almidonado faldellín de bailarina, seguido de mu-
chos hombres que tienen ojos de brasa y la tez aceitu-
nada. «¡Viva Grecia!» Corre la gente para contem-
plar de cerca unas banderas francesas, bajo las cuales
tiemblan como negras mariposas los grandes lazos de
seda del peinado alsaciano. Todos saludan á los com-
patriotas de las provincias esclavizadas. Suena un
redoble incesante de tambores. Viejos que ostentan en
el pecho la medalla de 1870 golpean con los palillos
el antiguo parche de los combates heroicos é inútiles.
el bélico instrumento que durante cuarenta y cuatro
años ha permanecido mudo. Junto á ellos redoblan en
sus cajas nuevas algunos muchachos, pequeños y ani-
mosos, como los tamborcillos de la Revolución. ¡Fuer-
za, pequeños! ¡Dichosos los que no perezcan en la
próxima batalla y puedan ver el gran día de la liber-
tad!... Los viejos redoblaron á muerte; sus nietos redo-
blarán á gloria.
Y detrás de este grupo de extranjeros, que es un
pedazo de Francia, van pasando otros y otros. Brilla
la constelación de la bandera norteamericana sobre
su septagrama rojo y blanco. Desfilan numerosos gru-
pos semejantes á los de los ingleses en su aspecto ex-
terior, pero más ruidosos, más vivaces, interrumpien-
do sus cánticos con estruendosos ¡burras!, llevando del
brazo mujeres altas, de gimnástica esbeltez, con gran-
des sombreros y vistosos trajes, rubias fuertes que
lucen la sana dentadura en incansable sonrisa y ele-
van sobre su cabeza la diestra ensortijada con dos
banderitas: la de su país y la de Francia.
Pasan los manifestantes de diversos Estados bal-
kánicos, hombres de nariz aquilina y ojos inquietos
de ave de rapiña; los escandinavos, blancos y rojos,
de una carnosa limpieza que parece oler á agua co-
rriente; los suizos, que son pocos y revelan en su re-
servado aspecto la prudencia helvética, ganosa á la
vez de hacer constar una demostración simpática y
de mantenerse en cuerda neutralidad.
Un grupo numeroso avanza sin bandera. Dos bas-
tones sostienen un lienzo escrito, que suple la falta de
pabellón: «Los hebreos amigos de Francia.» Y desfilan
patriarcas de barba canosa y largo gabán negro, que
LOS VOLUNTABIOS NOBTBAMBaiCANOS
(Fot. Meurisso)
124
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
LOS MANlFaSTAINTlSS UON LAS BANDKKAS EN LA PLAZA DK LA Ól'BRA
(Apunte del natural, publicado por la Illuttration, de l'aris)
tienen en su entrecejo algo de los antiguos profetas;
obesos tenderos cuyo pacífico exterior parece sacudido
por una ráfaga belicosa; jóvenes de pelo rizado en
apretados bucles, nariz pesada y color enfermizo, que
gritan y manotean con el entusiasmo de un pueblo
eternamente perseguido ante una tierra de libertad.
Para llevar al frente una enseña nacional tendrían
que reunir los colores de todos los pueblos de Europa
y América. Su bandera es la tradición religiosa y ét-
nica, que los mantiene agrupados á través do la His-
toria. Es también para muchos de ellos la lengua y
los apellidos de una patria de persecuciones que aban-
donaron hace centenares do años y perdura en su me-
moria como un cuento maravilloso escuchado en la
niñez. Álvarez, nacido en Constantinopla, da el brazo
á Flores, natural de Amsterdam; Pinto, de Salónica,
fraterniza con Carrión, de Serajevo. Y todos, impul-
sados por el soplo de la guerra á escoger un país de
simpatía, una patria de amor, aclaman á Francia,
cuna de las revoluciones igualitarias, legisladora de
la dignidad humana. Un furor impulsivo semejante al
de los antiguos Macabeos galvaniza á esta raza, en-
corvada luengos siglos por la timidez.
El verde acuático de la bandera italiana se riza á
impulsos de la brisa nocturna, bajo las lunas eléctri-
cas del bulevar. ¡Cantos... gritos! Una alegría musi-
L03 VOLUNTA EI03 RUSOS
Fot Uol)
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
125
DESFILE DE VOLUNTARIOS EXTRANJEROS ANTE EL MONUMENTO DE LA REPÚBLICA
(Fot. Rol)
cal y heroica que recuerda los
concertantes finales de las
óperas, llena la ancha calle.
Hermosos ancianos de barba
fluvial, que tal vez son mo-
delos de pintor, avanzan con
orgullo de triunfadores, lu-
ciendo sus blusas rojas deste-
ñidas por los años, sus kepis
mugrientos del mismo color,
restos haraposos de la postre-
ra y generosa aventura gari-
l)aldina de 1870. «¡Giuseppe!.. .
¡Glnseppr !...)■> La imagen del
más portentoso de los guerre-
ros modernos, cuyas hazañas,
casi inverosímiles por lo au-
daces, recuerdan las del Cid,
pasa por las memorias. Todos
ven la barba blanca y el pecho
purpúreo del «gran patriarca
armado del latinismo», su
acartonada y sonriente an-
cianidad dejándose izar á lo
LAS BANDBttAS NORTBAMBaiCANAS
(Fot Mcuri.'-.sel
126
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
alto de un caballo para inlligir á los prusianos la
única derrota que sufrieron.
Se aleja el ordenado coro de tenores heroicos, y un
formidable empujón conmueve al público del bulevar,
como si avanzase en la sombra una carga de jinetes
barriéndolo todo... Alegría arrolladora; vítores acom-
pañados de codazos y pisotones; palabras gruesas que
infunden entusiasmo y provocan el rubor; desorden
exuberante y fraternal. Una bandera roja y amarilla
ondea sobre esta avalancha, que hace retroceder á los
curiosos hasta las paredes. Son los españoles y los
hispanoamericanos. La manifestación se ha formado
en los establecimientos alegres de Moutmartre. Bohe-
mios franceses y de diversas nacionalidades, melenu-
dos que hacen versos ó proyectan eternamente cua-
dros y esta-
tuas en los ca-
fés nocturnos,
se incorporan
por instintiva
comunidad de
gustos á esta
muchedum-
bre, en la que
figuran tantas
mujeres como
hombres. Las
paseantes del
bulevar, que
han presen-
ciado inmóvi-
les el desfile
do las otras
manifestacio-
nes, se intro-
ducen en las
filas de ésta,
buscando un
brazo en que
apoyarse.
Y la desor-
denada procesión se aleja, conmoviéndolo todo con
su ruidoso entusiasmo. De su seno surgen voces caste-
llanas de un léxico incopiable, abominando del kaiser,
reclamando sus cosas más íntimas.
La simpatía internacional por Francia no se limitó
á estas manifestaciones. Veinte días después, cuando
el gobierno de la República quiso admitir voluntarios
extranjeros para su ejército, unos cien mil hombres
de esta clase se presentaron en toda Francia ante los
consejos llamados de revisión. Éstos se mostraron
muy escrupulosos en el examen y admisión de los vo-
luntarios. La Hepública tenía combatientes de sobra
para su defensa, y sólo aceptó los jóvenes y de buena
salud.
En París desfilaron durante un mes por la Expla-
nada do los Inválidos miles y miles de extranjeros de-
seosos de dar su sangre á Francia. Los de alguna
edad y los enfermizos protestaban con los ojos húme-
dos de cólera al verse rechazados. Unos cuarenta mil
de Europa y América fueron admitidos.
Los ingleses y norte americanos llamaron la aten-
ción por su aspecto físico y su disciplina en el acto
del alistamiento. La larga espera impuesta por el go-
bierno la aprovecharon aprendiendo los ejercicios mi-
litares bajo la dirección de antiguos combatientes de
mar y tierra retirados en París ó de los oficiales adictos
á sus Embajadas. Se presentaron á inscribirse en co-
rrecta formación. No hubo mas que darles el fusil y
cambiar por un uniforme sus trajes de corte elegante.
Los italianos triunfaron por el número. Unos vein-
te mil 66 ofre-
cieron en toda
Francia, y ú
pesar de las
muchas ex-
clusiones, for-
maron varios
cuerpos en Di-
jón y otros de-
pósitos.
Como perso-
najes sensa-
cionales que
se presentan
en el momen-
to más culmi-
nante de un
drama, apa-
recieron de
pronto en Pa-
rís los nietos
de Garibaldi.
Estos descen-
dientes del
héroe han pe-
leado por la
libertad de varios pueblos cu Europa y América. El
mayor, José Garibaldi, es general de brigada del ejér-
cito griego. Los hermanos menores ganaron también
sus grados de capitán en la guerra de los helenos con-
tra los turcos.
Su aparición ante los voluntarios y sus familias
fué euiocionaiito. Algunas italianas arrugadas y octo-
genarias se arrodillaron besándoles las manos con un
fervor religioso. ¡Los nietos de Garibaldi! ¡Los descen-
dientes del Mesías libertador que atravesó su aldea
cuando ellas eran niñas, y al (jue designaba la devo-
ción patriótica de las gentes sencillas con el nombre
dCíSfeíi Giuseppe!... Los viejos garibaldinos emigrados
en París hicieron esfuerzos para contener su emoción
al ver convertidos en soldados vigorosos á los chiqui-
tines que en otro tiempo rodeaban á su general.
El mayor de los nietos, arrancándose del uniforme
BXTEANJEROa DOMICILIADOS BN UN BARRIO POPULAR DE PARÍS ESPERANDO TURNO
PARA INSCRIBIESB COMO VOLUNTARIOS EN LA COMISARÍA DK POLICÍA
(Fot. Rol)
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
127
la insignia de la Legión de Honor, la agitó como una
enseña de gloria.
— Italianos: que cada uno de vosotros llegue á mere-
cer esta recompensa. Acordaos de vuestros padres, que
vencieron en Dijón siguiendo la blusa roja de mi abuelo.
El joven Garibaldi fué nombrado coronel por el
gobierno de la República, tomando el mando de dos
batallones de compatriotas.
Los voluntarios españoles é hispano-americanos
formaron un regimiento numeroso, que se organizó y
ejercitó en Bayona, saliendo después para la línea de
fuego. Muchos, con el individualismo propio de la
raza, se incorporaron aisladamente á los regimientos
franceses. En las tropas procedentes de Afíioa figura-
ron en gran número nuestros compatriotas. La emi-
gración espa-
ñola que vive
en los tres de-
partamentos
de Argelia
proporcionó
una cantidad
considerable
de volunta-
riosa los bata-
llones de tira-
dores argeli-
nos. Durante
la guerra fué
cosa corrien-
te oir expre-
sarse en espa-
ñol á muchos
soldados de
fez rojo y am-
plios calzo-
nes. Estos
cuerpos lla-
mados de tur-
cos fueron en
todos los combates las tropas más temidas del enemi-
go, por sus ataques impetuosos.
Francia tuvo voluntarios en sus filas de la mayo-
ría de las nacionalidades desde el primer momento
de la guerra. Pudo constituir regimientos enteros de
hombres que no eran franceses y sin embargo querían
morir por Francia.
De Alemania y de Austria nadie supo que pudieran
constituir una sola compañía compuesta de extran-
jeros. Sólo el entusiasmo de una causa justa puede
arrastrar á los hombres á ofrecer su existencia por uu
país en el que no nacieron.
El ejército austríaco, por el contrario, tuvo que
ordenar al principio de la guerra numerosos fusila-
mientos y otros castigos duros, para impedir la insu-
bordinación de muchos batallones procedentes de los
diversos é inarmónicos Estados que constituyen su
Imperio enfermizo y próximo á disgregarse.
LOS ITALIANOS ACUDIENDO Á INSCRIBIESE COMO VOLUNTARIOS
VI
La muchedumbre y la estación del Este
Lo que mayor inquietud produjo en los habitantes
de París al iniciarse la guerra, no fué el miedo á
los peligros y horrores que ésta trae consigo, sino
la escasez de moneda y la desaparición total del cré-
dito.
Ya dijimos que los Bancos, en virtud de la morato-
ria, se negaron á devolver los depósitos y no quisieron
pagar las cartas de crédito, letras, etc. Una ruina ins-
tantánea, fulminante, inesperada, para las gentes de
todas las na-
ciones que vi-
ven en París
gastando los
productos de
sus tierras y
de sus capita-
les, que fruc-
tifican en los
pueblos más
apartados del
globo.
¡Qué de no-
velas desarro-
lladas en las
piezas de esos
hoteles pala-
ees, cuarteles
lujosos en los
que se amal-
gaman los ri-
cos de toda la
tierra! ¡Qué
de lágrimas é
inquietudes
en los imponentes caserones inmediatos al Arco de la
Estrella, donde establecen sus errabundos lares las
familias acomodadas en cosmopolita mezcolanza, tro-
pezándose como vecinos en la misma escalera un ga-
nadero argentino, un azucarero de Cuba, un salitrero
de Chile, un minero de Siberia y un antiguo coloni-
zador de Australia ó Nueva Zelandia!...
La pobreza repentina, casi la miseria; como si en
unas cuantas horas se hubiese cambiado el régimen
social, triunfando la más absoluta de las revolucio-
nes y desapareciendo para siempre los privilegios del
dinero. Hubo millonarios que fueron al Banco, en su
automóvil, con diez ó quince francos por todo capital.
Iban á sacar dinero de sus cuentas corrientes, y al
encontrarse con la negativa del empleado, quedaron
estupefactos por la sorpresa, como si presenciasen un
fenómeno absurdo que desorganizaba todo el ritmo de
la vida. ¡Tener dinero en grandes cantidades, cente-»
128
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
LA. MUCHEDUMBRE EN LA ESTACIÓN DEL ESTE
nares de miles de francos, y no contar con otra reali-
dad que las monedas que por olvido permanecen en el
fondo de los bolsillos!
— ¿Qué hacer? — se preguntaban unos á otros.
El mundo se presentaba de pronto envuelto en bru-
mas, como si algo fúnebre pasase ante el sol. ¿Cómo pa-
gar á los criados, al chuuffcnr, á la cocinera? Y por en-
cima de estas obligaciones, la necesidad más inmedia-
ta y dolorosa: «¿Cómo podrían comer al día siguiente?»
Por fortuna, todo se arregla en este mundo, unas
veces bien, las más de ellas
mal, pero nada queda sin su
correspondiente solución. Los
ricos faltos de dinero apelaron
al procedimiento de los po-
bres: el préstamo, la petición
al amigo, el ruego fervoroso
para conseguir unos cuantos
francos. Luego los Bancos en-
tregaron hasta el veinte por
ciento de los depósitos, y mu-
chos gobiernos hicieron ade-
lantos á sus subditos para que
pudieran realizar el viaje de
regreso.
¡Adiós, París! Los ricos son-
rieron después recordando sus
apuros; ocharon á broma sus
inquietudes, como algo gra-
ciosoé interesante, perojquién
sabe si presenciaron por algu-
nos días un anticipo del más
. grande de los conflictos en un
porvenir todavía remoto, cuando el dinero desaparezca
ó pierda todo su valor y los poderosos del mundo se
encuentren de pronto con que no tienen otro capital
que sus brazos y su cerebro!
Otro apuro del vecindario parisién fué la falta re-
pentina de moneda, de que hablamos en capítulos
anteriores. El oro había desaparecido en veinticua-
tro horas. Lo guardaban los Bancos, lo guardaban las
ALRBOKDOBES DE LA ESTACIÓN DEL ESTE
(Fots. Meurisse)
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA PE 1914
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13J
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
LA BSTACIÓN DEL KSTB EN El. MOMENTO EN QUE SÓLO PODÍAN ENTRAR LOS KESBRVISTAS
(Fot. Meiii'isse)
grandes casas de comercio enterrado en sus cuevas, y
su ocultamiento produjo un trastorno enorme.
Imposible vivir sin las facilidades del cambio.
Hubo gentes en París que casi murieron de hambre
con un billete de cien francos en el bolsillo. La des-
aparición de la pieza de oro de veinte francos y de la
pieza de plata de cinco hizo que todos los estableci-
mientos se negasen á aceptar los billetes, prefiriendo
no hacer ventas á tener que realizar un cambio. Im-
posible comer, comprar un cigarro, entrar en un café,
LA ESTACIÓN DBL ESTB BN LOS PRIMEROS DÍAS DE LA MOVILIZACIÓN
tomar un carruaje para el que no se había proveído
de moneda menuda. Los más vivieron á crédito en su
barrio, donde eran conocidos, enseñando un billete
que nadie quería poseer. La dueña del resfavrant, al
verlo, prefería dar su comida á crédito, y así en los
demás establecimientos. Ya cobrarían cuando el bi-
llete pudiera ser cambiado.
Y fué un verdadero acontecimiento que desconges-
tionó muchos pechos el anuncio del Banco de Francia
poniendo en circulación los nuevos billetes de veinte
y de cinco francos, pedazos
de papel que restablecieron
en París el cambio corriente
y la normalidad de la vida.
Durante una semana la mu-
chedumbre se agolpó ante las
puertas de las sucursales del
Banco, como un pueblo fa-
mélico que pretende asaltar
los almacenes de víveres. La
Guardia Republicana, fusil en
mano, tuvo que mantener el
orden. Y estas masas que un
recién llegado hubiese creído
ansiosas de saqueo, llevaban
en los bolsillos buena canti-
dad de billetes de Banco. Las
economías del pueblo de París,
el más ahorrativo y acumula-
dor de la tierra, se aglomera-
ron al asalto del gran estable-
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
131
PARTIDA DE LOS VOLUNTARIOS INGLESES Y NORTEAMERICANOS
cimiento de crédito, para desmenuzarse y multipli-
carse al cambiar de forma, convirtiendo en cinco
fracciones el billete de cien francos cuidadosamente
guardado en el fondo de una caja de jabones ó disi-
mulado entre los cepillos y trapos para limpiar las
botas.
o
otras muchedumbres se amontonaron diariamente
en diversos puntos de París. La más grande fué la que
extendió su masa de cabezas en torno de la Estación
del Este, desbordando sus ten-
táculos por las calles inme-
diatas.
Durante un mes su nombre
estuvo en todas las bocas: ¡La
«Gare de TEst»! ¡La «estación
histórica», como la llamaron
muchos!... Fué semejante á
un estrecho túnel por el cual
intentase pasar todo un río,
con grandes choques y rebu-
llimientos contra sus paredes.
La Francia armada, la Fran-
cia viril, se lanzó por esta sa-
lida de París hacia los campos
de batalla de la frontera.
La Estación del Este era en
tiempos normales una de las
menos concurridas de París.
Como lugar de partida para
Alemania, bien se comprende
que no atrajese muchos viaje-
ros. Ahora afluyeron á sus al-
rededores las muchedumbres
inquietas y abigarradas para
ver cómo desaparecían en su interior otras muche-
dumbres de contornos geométricos, uniformemente
vestidas, con relampagueos de acero y acompaña-
miento cadencioso de choques metálicos.
Los frontones del edificio parecían las múltiples
testas de una bestia angulosa y cornuda; sus medios
puntos de cristal, que brillaban al sol como bocas
ígneas, tragaron y tragaron la gente lo mismo que los
monstruos del culto molokeo. ¡Lo que devoró en un
mes esta construcción, rodeada de muchedumbres
UN ORUPO DE VOLUNTARIOS NORTEAMERICANOS PASANDO ANTE LA OPBRA
CAMINO DE LA ESTACIÓN (l'"ot3. Mcurisse)
132
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
LOS BELGAS RBSIDBNTBS BN PARÍS PARTIENDO COMO VOLUNTARIOS PARA DEFENDER SÜ NACIÓN. UN VOLUNTARIO
LOS ARENGA FRENTE A LA ESTACIÓN DH SAINT-LAZARE
día j noche como un templo de ritos 'permanentes, y
en cuyo interior humeaba la hulla formando lácteas
vedijas, se alineaban con sonoro estrépito centenares
de cajones montados sobre ruedas, y bramaban las
locomotoras con el curvo vientre henchido de vapor!
A través de sus verjas pasaron miles y miles de caba-
ÜN CARRO MILITAR DESCARGANDO OBJETOS PARA
BN LA ESTACIÓN DEL BSTB
líos; hombres con el pecho forrado de acero y cabe-
lleras de crines pendientes del casco, como paladines
de remotas edades; cajas enormes que servían de
jaulas á los cóndores de la moderna aeronáutica; pro-
cesiones interminables de cañones estrechos y lar-
gos, pintados de gris, protegidos por mamparas metá-
licas, más semejantes á ins-
trumentos astronómicos que
á bocas de muerte; masas y
masas de kepis rojos, enfun-
dados de azul, moviéndose
con el ritmo de la marcha,
dejando adivinar debajo de
ellos los capotes con las hal-
das abrochadas atrás, el pan-
talón escarlata, los zapatos
claveteados. Erizadas en su
parte superior filas de fusiles:
unos negros y escuetos for-
mando lúgubres cañaverales;
otros rematados por las bayo-
netas, que parecían espigas
luminosas; y sobre estos cam-
pos movibles de mieses de
acero, las banderas que on-
deaban como pájaros de co-
lores, el cuerpo blanco, una
ala azul, la otra roja, una cor-
bata deslumbrante en el cue-
llo y en lo alto el pico de oro,
el hierro de la lanza que apun-
ta á las nubes.
EL EJÉRCITO
iFots. Meurisse)
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
133
Cuando el grueso de las tro-
pas estaba ya en los campos
de batalla, no por esto cesó la
animación en torno de ella.
Día y noche los hombres de
combate entraron y entraron
en la «estación histórica» suel-
tos ó por grupos. Eran reser-
vistas sin uniforme que mar-
chaban á incorporarse á sus
regimientos, oficiales rezaga-
dos que habían estado traba-
jando en la movilización, pe-
lotones en armas que iban á
llenar los grandes claros que
abre la muerte en las guerras
modernas.
La muchedumbre, aglome-
rada contra las verjas y en
perpetua disputa afectuosa
con los policías encargados de
mantener libre el paso, salu-
daba á los que se iban y los
acompañaba con los ojos al
atravesar el gran patio de la estación, hasta que se
perdían tras de las mamparas de cristales. Voceaban
los vendedores las últimas ediciones de los periódicos,
y la masa obscura iba moteándose de puntos blancos,
hojas de papel impreso leídas ávidamente. Una buena
noticia: «¡Viva Francia!...» Un despacho confuso que
hacía presentir un descalabro y una retirada. ¡No im-
porta! Había que sostenerse de todos modos. Los rusos
se encargarían de avanzar á espaldas del enemigo...
Y mientras disputaban los grupos y ciertas muchachas
RESBRVISTAS QUE VAN A LA ESTACIÓN DEL ESTE
UN GRUPO DE RESERVISTAS QUE MARCHA A LA ESTACIÓN DEL ESTE
CANTANDO «LA MARSELLESA»
vestidas con elegancia pregonaban la venta de esca-
rapelas tricolores y otros adornos patrióticos, seguían
pasando por el patio solitario, para ser tragadas por
las puertas de la estación, gentes y más gentes que
iban á la guerra.
Un joven subteniente de la reserva, con el saco á
la espalda, avanza acompañado por su padre hasta
donde le permite la policía. El viejo, enjuto de cuerpo,
con una cinta militar en la solapa, se yergue ponien-
do un gesto fosco. Quiere mostrarse fiero, inhumano,
para ocultar su emoción.
— ¡Adiós, muchacho! Pór-
tate bien.
— Adiós, padre.
No se dan la mano: no se
miran. El oficial sonríe auto-
máticamente.
Unos reservistas avanzan
cantando, bromeando, con
una alegría de buenos cama-
radas que han bebido un trago
en el cercano café; pero mien-
tras ríen y gritan, uno de ellos
oprime con la diestra la mano
arrugada de una mujercita
que marcha á su lado, ergui-
da y con los ojos secos: la ma-
dre, que ha querido acompa-
ñar á su mocetón hasta el úl-
timo momento.
Otros llegan sueltos, despe-
gados de sus camaradas, pero
no por esto van solos. El fusil
cuelga de uno de sus hombros.
(Fot. Meurisse)
134
VICENTE BLASCO IBANEZ
UN OFICIAL DE I-A RESERVA DESPIDIÉNDOSE DB SU PADRE
EN LA ESTACIÓN
la espalda sufre la pesada joroba de la mochila, las
piernas rojas salen y se ocultan entre las alas recogi-
das del capote, la pipa humea bajo la visera del kepis.
Y delante de él caminan unos cuantos pequeüuelos,
alineados por orden de estatura, que vuelven la cabeza
para mirar al padre, súbitamente engrandecido á sus
ojos por estos arreos militares. A su lado marcha la
compañera, afable y sumisa lo mismo que en las pri-
meras semanas de sus relaciones, sintiendo confusa
mente en su alma simple una Üorescencia renovada
de amor, una primavera extemporánea, nacida al
contacto del peligro. Este obrero de París, que hace
un mes cantaba La Internacional pidiendo la desapari-
ción de los ejércitos y la fraternidad de todos los seres
humanos, va ahora en busca de la muerte por defen-
der á 8u país; y la mujer Hora, pero lo admira.
El amor y la conmiseración por su hombre la
hacen insistir hasta el último momento en sus cui-
dados y recomendaciones. Ha puesto en la mochila
sus mejores pañuelos, los pocos víveres que tenía
en casa, todo el dinero. No debe inquietarse por ella
y los hijos: ya saldrán del paso como puedan. El
gobierno y las buenas almas cuidarán de su suerte.
Y el hombre bromea mirando á su mujer en las
inmediaciones del talle algo deforme: saluda al ciuda-
dano próximo á venir, y que seguramente nacerá en
plena victoria.
Un beso á la compañera, un cariñoso repelón á la
prole, y se une con los camaradas... Nada de lágrimas.
¡Coraje! ¡\'iva Francia!
S;is recomendaciones son oídas. Nadie llora. Pero
cuando el último pantalón rojo desaparece, muchas
manos se agarran convulsas á los hierros de la verja,
muchas cabezas se ocultan bajo el brazo con un ester-
tor angustioso. El padre se mete en un café y busca
la banqueta más honda, el rincón más obscuro, para
ocultar su emoción.
Una vieja mira hacia donde ella cree que está el
Este, y agita los brazos enjutos con una furia homi-
cida:
— ¡Ah, bandido!... ¡Bandido!
Y con la imaginación vuelve á ver lo que tantas
veces ha contemplado en las páginas ilustradas de los
periódicos: unos bigotes de insolente y marcial albo-
rotamiento, una boca de dientes de lobo que ríe... ríe,
como debieron reír los hombres de la época de las
cavernas.
Vil
Continúan las hosUlidadcs.— Manifiesto del zar al pue-
blo ruso.— La retirada del embajador Schoen. — Un
artículo de Clcmcnceau.
Los actos de hostilidad en la frontera continuaron
el día 3 por parte de los alemanes, á pesar de que el
embajador Schoen seguía en París, sin declarar rotas
las relaciones.
Varios destacamentos de huíanos merodearon en
RESERVISTAS DIRIOIÉNDOSB A LA ESTACIÓN DEL ESTE
(Fots. Meurisse)
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
135
UNA MADRE ACOMPAÑABA SU HIJO CAMINO DB LA ESTACIÓN AGARRÁNDOLE LA MANO
[Fot. Meiirisse)
el territorio francés, siendo perseguidos por algunos
pelotones de caballería. Los prisioneros alemanes he-
chos en Joncheray el día anterior fueron conducidos
á Belfort, siendo enterrado el teniente que los man-
daba, muerto por un soldado francés. Un escuadrón
de dragones hizo los honores fúnebres á este enemigo,
el primero que caía en la guerra.
A mediodía un destacamento de ciclistas del 17.°
de infantería alemán pasó la frontera, penetrando en
el pueblo de Moncel. <,<Pust! Postf», gritaban los ci-
clistas. Y al llegar á la casa de Correos se apoderaron
de la recaudación, robaron un saco de corresponden-
cia y rompieron los aparatos telegráficos. Después
asaltaron la estación del ferrocarril, pero como no
encontraron nada que llevarse y temían avanzar más
por estar acampadas las tropas francesas cerca de
allí, volvieron á repasar la frontera.
Por la tarde un pelotón de caballería alemana
llegó al pueblo de Remareville, á ocho kilómetros del
límite fronterizo, cerca de los destacamentos france-
ses. Unos cuantos dragones mandados por un teniente
salieron al encuentro de los invasores, entablándose
un combate. El oficial francés mató de un sablazo al
jefe de los huíanos, el cual quedó abandonado en el sue-
lo. Sus soldados huyeron, dejando otro muerto sobre
el campo. El cuerpo del oficial alemán fué recogido
por los suyos durante la noche, sin que los franceses
se opusieran al cumplimiento de esta función piadosa.
El teniente de dragones que inauguraba la guerra
con una victoria fué condecorado.
Una columna alemana procedente del Luxemburgo
intentó penetrar en Francia á cuatro kilómetros de
Longwy. Los fuertes de la plaza la cañonearon, cor-
tándola el paso. Un regimiento de caballería enemiga
entró por Cirey, á 39 kilómetros de Luneville, ocu-
pando por unos instantes el pueblo de Bertrambois, á
dos kilómetros de la frontera, pero volvió riendas al
avanzar un regimiento francés.
En Montreux-Vieux una compañía de ciclistas ale-
manes atacó el puesto fronterizo, ocupado por veinte
aduaneros franceses. listos se defendieron, resultando
del combate varios heridos de ambas partes.
Cerca de Belfort, en Saint-ÍTaye, algunos destaca-
mentos de huíanos se presentaron en las granjas, exi-
giendo que les entregasen caballos y ganados.
Un aeroplano alemán voló sobre Luneville, dejan-
do caer tres bombas, que sólo causaron desperfectos
en los edificios.
1 :;c>
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
Y el embajador de Alemania todavía estaba en
París á las horas en que ocurrían tales sucesos.
De Alsacia llegaron noticias revelando otros atro-
pellos. Los alsacianos que más se habían significado
por su amor á Francia tuvieron que huir para no ser
víctimas del estado de guerra declarado en su paíg.
El abate Wetterlé, diputado del Reichstag, debió su
salvación á la fuga, pues, indudablemente, de caer en
poder de los alemanes, hubiese sido fusilado, ú pesar
de su investidura parla-
mentaria.
Tin patriota de Lorena,
el joven Alejandro Samain,
tuvo menos suerte. Llegó
la noticia de que los alema-
nes lo habían prendido en
Metz, fusilándolo tras de
un consejo de guerra su-
marísimo.
Alejandro Samain era un
patriota ardiente que man-
tenía en la tierra lorenesa
el culto de Francia. Con
otros camaradas había fun-
dado en Metz, su ciudad
natal, una sociedad gim-
nástica titulada la «Lorena
Esportiva». El uniforme de
estos jóvenes tenía cierta
semejanza con el del ejér-
cito francés. Las autorida-
des alemanas persiguieron
en varias ocasiones á la so-
ciedad y á Samain, que era
su presidente.
En 8 de Enero de 1911
la «Lorena Esportiva» dio
un concierto, al que sólo
asistieron los socios con sus
familias. En mitad de la
fiesta entró el comisario de policía alemán, exigiendo
que cesara la música, porque tocaba piezas france-
sas. El presidente hizo salir al comisario por tratarse
do una fiesta en privado, y esta salida la saludó la
música con los acordes de la marcha francesa Sfím-
Irc-et-Meune. Alejandro Samain fué encarcelado á
consecuencia del incidente, pero los tribunales ale-
manes sobreseyeron la causa para evitar un escán-
dalo internacional, sin perder por esto de vista al
joven patriota. Algún tiempo después lo condenaron
á seis semanas de prisión por el delito de propaganda
antigermanista.
Los militares de la guarnición le tenían odio por
la franqueza con que expresaba sus simpatías á Fran-
cia. En Diciembre del mismo año, un sargento ale-
mán insultó en plena calle, con las más soeces pala-
KL ABATE WBTTBRLE
bras, á un hermano de Alejandro Samain. Este quiso
interponerse, y el sargento le dio un puñetazo en el
rostro, esgrimiendo luego su sable. Entonces un ami-
go perteneciente á la sociedad gimnástica disparó su
revólver, matando al sargento. Fué tan público el he-
cho y tan convincentes resultaron las declaraciones
de los testigos, que los jueces germánicos hubieron de
absolver á los tres patriotas, por haber obrado en de-
fensa propia.
La autoridad militar de Metz tuvo desde entonces
á Alejandro Samain inscrito á la cabeza de su lista
de peligrosos. Apenas la
guerra se inició, su primer
acto de defensa fué supri-
mir al joven y entusiasta
patriota.
a
Una reconstitución del
gabinete se verificó en
Francia el día 3. El minis-
tro de Marina, M. Gauthier,
que estaba enfermo, pidió
ser relevado, no sintiéndo-
se con fuerzas bastantes
para afrontar la situación.
M. Augagneur, hombre de
reconocida energía, pasó á
este ministerio, cediendo la
cartera de Instrucción pú-
blica á M. Alberto Sarraut,
gobernador de las posesio-
nes francesas de Indo-Chi-
na, que estaba con licencia
en París.
El presidente del gobier-
no, M. Viviani, para man-
tenerse con más desemba-
razo en el cumplimiento de
sus funciones, pasó á la
cartera de Negocios Ex-
tranjeros, que venía des-
empeñando M. Doumergue.
Los subsecretarios de Estado, Jacquier y Abel Fe-
rry, presentaron sus dimisiones alegando que por su
edad debían partir como soldados á los puestos que
les señalaba la orden de movilización. El gobierno se
negó á admitir sus renuncias, conservándolos en sus
cargos, pero les dio licencia para que se incorpora-
sen á sus regimientos.
En Rusia el gobierno hizo saber que el gran duque
Nicolás Nicolaievitch había sido nombrado generalí-
simo de todas las fuerzas armadas del Imperio.
En el mismo día 3 el zar dirigió el siguiente ma-
nifiesto al pueblo ruso:
Por la gracia de Dios, Nos, Nicolás II, Emperador y autócrata
de todas las Rusias, rey de Polonia, Gran Duque de Finlandia,
etcétera, etc., á todos nuestros fieles subditos hacemos saber:
La Rusia, pariente de fe y de sangre de todos los pueblos
[Vo\.. Meurisse)
^^í:- •-.,
Dibuio de Ceorges Scoll, de •L'lllusirolion- de Parfs
LOS PRM
LA BATALLA
ONEROS
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
137
eslavos y flel á sus tradiciones históricas, no lia mirado jamás
su suerte con ojos de indiferencia.
Pero especialmente en los últimos dias, los sentimientos fra-
ternales del pueblo ruso por los eslavos se han despertado con
una perfecta unanimidad y una fuerza extraordinaria al ver
cómo Austria ha dirigido á Servia reclamaciones que resulta-
ban inaceptables para un Estado independiente.
Habiendo despreciado la respuesta pacifica y condescen-
diente del Gobierno servio, y rechazado la intervención bené-
vola de Rusia, el Gobierno austrohúngaro ha precedido á una
agresión armada bombardeando á Belgrado, ciudad abierta.
Obligados á tomar las necesarias precauciones por la situa-
ción creada por este hecho. Nos hemos ordenado poner nuestro
ejército y nuestra armada en pie de guerra, sin dejar por ello
de realizar toda clase de esfuerzos para
obtener una solución pacífica en las
negociaciones entabladas, pues la san-
gre y los bienes de nuestros subditos
nos son muy preciosos.
Cuando ya estábamos con Austria
en amigables tratos, Alemania, aliada
de Austria, contrariamente á las espe-
ranzas que nos inspiraba nuestra bue-
na vecindad secular, y sin tener en
cuenta nuestra palabra y las seguri-
dades de que nuestros preparativos no
tendían á ningún fin que le fuese hos-
til, ha comenzado por reclamar la su-
presión inmediata de dichas medidas
de precaución.
Habiendo recibido de parte nuestra
una digna negativa, Alemania ha de-
clarado súbitamente la guerra á Rusia.
Hoy no es sólo la protección del pa-
riente injustamente ofendido lo que
hay que asegurar; es también el ho-
nor, la dignidad, la integridad de Ru-
sia y su puesto entre las grandes po-
tencias lo que debemos defender.
Creemos firmemente que nuestros
fieles subditos acudirán con devoción
y unanimidad á la defensa de la tie-
rra rusa.
Que la discordia interior sea olvida-
da en esta hora amenazante y de rudas
pruebas. Que la unidad del Zar con su
pueblo resulte más estrecha aún, y que Rusia, levantándose
como un solo hombre, rechace el insolente ataque del enemigo
con una fe profunda en la justicia de nuestra obra y una abierta
esperanza en la Providencia todopoderosa.
Llamamos con nuestras plegarias la bendición de Dios sobre
la santa Rusia y sus tropas valerosas.
Este llamamiento del zar al pueblo ruso, en su
doble carácter de soberano temporal y pontífice de la
religión, fué acogido con gran entusiasmo en todo el
Imperio.
o
Al enterarse el gobierno francés de los incidentes
ocurridos en la frontera, envió una Nota al embajador
de Alemania, M. de Schoen, cuya conducta resultaba
cada vez más inexplicable al permanecer en París
después de estos atentados. En dicho documento el
gobierno señalaba los hechos ocurridos y la respon-
sabilidad de Alemania al tolerarlos, pidiendo una ex-
plicación inmediata al embajador.
ALEJANDRO SAMAIN
Después de esta Nota la situación de Schoen era
ya insostenible. A las cinco y tres cuartos de la tarde
se presentó en el Ministerio de Negocios Extranjeros,
siendo recibido por M. Viviani en presencia de M. de
Margerie, director político de dicho ministerio.
El diplomático alemán mostró una marcada emo-
ción, en la que entraban por mucho el embarazo por
su conducta equívoca y la vergüenza por lo que le ha-
bían encargado manifestar al gobierno francés. Con
una voz algo temblona, M. de Schoen, en vez de dar
explicaciones por los atentados de los alemanes en la
frontera, dijo que su gobierno le ordenaba que protes-
tase del hecho de que algunos
aviadores franceses habían vo-
lado sobre Bélgica. Añadió que
otros aviadores, también de
Francia, habían volado sobre el
territorio alemán arrojando bom-
bas en las inmediaciones de Nu-
remberg, hechos que constituían
una agresión contra Alemania y
una violación del territorio del
Imperio.
Luego, turbado aún más por
el profundo silencio con que
eran escuchadas sus palabras,
leyó una Nota que era la decla-
ración de guerra á Francia en
nombre de Alemania.
El texto de esta declaración
dice así:
«Señor Presidente de la
República:
»Las autoridades administra-
tivas y militares alemanas han
hecho constar cierto número de
actos característicos de hostili-
dad cometidos sobre el territorio
alemán por aviadores militares franceses. Varios de
estos últimos han violado manifiestamente la neutra-
lidad de Bélgica, volando sobre el territorio de di-
cho país. Uno de ellos ha intentado destruir varias
construcciones cerca de Wesel; otros han sido vis-
tos sobre la región de Eiffel; otro ha arrojado bom-
bas sobre la vía de ferrocarril cerca de Carlsruhe y
Nuremberg.
»Tengo el encargo 'y el honor de hacer saber á
Vuestra Excelencia que en vista de estas agresiones
el Imperio alemán se considera en estado de guerra
con Francia por la agresión de esta última potencia.
»Tengo al mismo tiempo el honor de hacer saber á
Vuestra Excelencia que las autoridades alemanas re-
tendrán los buques mercantes franceses en los puer-
tos alemanes, pero los dejarán en libertad si dentro
de cuarenta y ocho horas queda asegurada la recipro-
cidad completa.
»Habiendo terminado mi misión diplomática, sólo
138
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
LOS NUEVOS MINISTROS FRANCESES
M. AÜGAÜNHUR, MINISTRO DE MARINA (Fot. Rui)
me resta pedir á Vuestra Excelencia que quiera dar-
me mis pasaportes y adoptar las medidas que juz-
gue útiles para asegurar mi regreso á Alemania con
todo el personal de la Embajada, así como el per-
sonal de la Legación de Baviera y del Consulado ge-
neral de Alemania en París.
«Recibid, señor Presidente, el testimonio de
mi más alta consideración.
»Firmado, Schoen»
El silencio con que fué acogida esta increí-
ble declaración era de asombro, en vista de la
cínica tranquilidad con que el gobierno alemán
hablaba de imaginarios atentados para ungirse
agredido, cuando desde cuarenta y ocho horas
antes había violado por diversos puntos el terri-
torio francés. *
M. Viviani protestó con gravedad y fírmeza,
declarando que todos los hechos alegados por el
embajador eran enteramente falsos y sin prueba
alguna. Jamás ningún aviador francés había vo-
lado sobre Bélgica y Alemania ui arrojado bom-
bas. En cambio, el gobierno de la República pro-
testaba con pruebas claras é indiscutibles de
la violación del territorio francés por destaca-
mentos alemanes y de la muerte de un cabo de
su ejército.
El presidente del Consejo, hablando cada vez con
más energía, recordó al embajador alemán que el go-
bierno de la República había dado orden á sus tropas
de mantenerse á diez kilómetros de la frontera para
evitar incidentes, y que los destacamentos alemanes
habían franqueado esta zona penetrando hasta once
kilómetros en territorio francés, hechos que probaban
con exceso que la agresión liabía partido de Alemania
y no de Francia.
Schoen, no sabiendo qué contestar, habló para jus-
tificarse de un hecho de orden personal. Dijo que al
dirigirse al ministerio acababa de ser injuriado por
dos individuos que habían subido al estribo de su au-
tomóvil. En esto falseaba también los hechos este di-
plomático. El incidente se reducía en verdad á que un
chófer del servicio público, al cruzarse con el auto-
móvil del embajador, había gritado: «Todos los ale-
manes son unos c...» Al ser conducido por la policía
á la comisaría del barrio, declaró que tres días antes,
regresando de Alemania, le habían embargado los ale-
manes su automóvil en Metz, teniendo que hacer á pie
una marcha de 2.") kilómetros para llegar á una esta-
ción, donde habían vuelto á detenerle como espía por
ser francés, despojándolo de su dinero y teniéndolo
en un calabozo durante veinticuatro horas sin ali-
mento alguno. Después de estos hechos su exaspera-
ción era comprensible.
El jefe del gobierno concedió el valor que merecía
lá esta queja de Schoen, recordándole discretamente
jsus continuos paseos por la rué de Lille el domingo
(anterior, «como si buscase un incidente».
Al fin el embajador de Alemania, extremadamente
turbado, terminó la entrevista lamentándose de no
haber podido conseguir el mantenimiento de las rela-
ciones pacíficas entre su país y Francia. Él mismo
declaró, con una franqueza que en aquellos momentos
COCHE-SALÓN DEL TREN ESKT.CIAL BN QUE REGRESÓ A SU l'AlS
EL EMBAJADOR ALEMÁN M. DE SCHOEN
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
139
resultaba trágica, la imposibilidad de continuar en su
puesto después de todo lo que había dicho y hecho,
pues su situación en París resultaba personalmente
insostenible.
M. Viviani y M. de Margerie acompañaron al em-
bajador hasta la entrada del ministerio. M. de Schoen
los saludó varias veces, sin poder disimular una in-
tensa emoción, y se marchó á la Embajada para hacer
los preparativos de viaje y salir aquella misma noche.
A las nueve y media un auto de color sombrío,
conducido por un chófer sin escarapela, entró en el
patio del Ministerio de Negocios Extranjeros, dete-
niéndose ante la escalinata de honor. Los empleados
ministeriales creyeron que el vehículo conducía un
prisionero de importancia. Descendió de él un agente
de policía vestido de uniforme, y á continuación un
«paisano» coa chaqué negro y sombrero blando de
fieltro. En el momento de echar pie á tierra, M. de
Shoen — pues era éste á quien acompañaba el policía —
lanzó á través de sus anteojos montados en oro una
mirada circular reveladora de inquietud. Llegaba para
recoger sus pasaportes con un agente de policía en-
cargado de su seguridad. Un cuarto de hora después
salió del ministerio con los citados documentos, y al
dirigirse á su automóvil se tropezó con M. Viviani,
que salía también. El alemán se descubrió, iniciando
con la cabeza y las manos un gesto de desaliento y
de pena. Viviani contestó á su saludo fríamente y si-
guió adelante, rehuyendo este intento de inútil y en-
gañadora conversación.
Las relaciones diplomáticas entre Alemania y Fran-
cia quedaban rotas definitivamente.
El embajador Schoen salió de Francia con todas
las atenciones debidas á su alto rango, sin que nada
faltase á su comodidad y seguridad personales. En la
estación del Bosque de Boulogne le esperaba un tren
especial para él y las ochenta personas de su sé-
quito diplomá-
tico. Un coche-
salón, que el go-
bierno alemán
tardó un mes en
devolver, lo con-
dujo á la fronte-
ra. En la esta-
ción le espera-
ba M. William
Martin, director
del protocolo, el
cual atendió á
todos los deta-
lles para que el
viaje resultase
cómodo y segu-
ro. Schoen es-
trechó la mano
LA CAMA DBL COCHB-S ALÓN T?N Qri? VIAJÓ ^ ®^*'® '"^^ÍO-
M. DB SCHOEN u&tío miuistc-
M. ALBERTO SAURADT
Ministro de Instrucción pública
(Fot. Meurisse)
rial expresivamente, pero sin decir una palabra en
vista de su frialdad. Se mostraba triste y como ano-
nadado por el giro que tomaban los sucesos.
Pronto veremos de qué manera el gobierno ale-
mán hizo salir de Berlín á M. Julio Cambon, emba-
jador de la Repiiblica Francesa.
Clemenceau en Fl Homlve Libre hizo un resumen
brillante de la situación, demostrando la doblez del
gobierno germánico y excitando al pueblo francés á
una resistencia heroica.
He aquí el artículo:
ANTES DE LA SEÑAL
Lo que se ve hoy no se vio nunca. Por varias partes los ejér-
citos alemanes están en marcha sobre nuestras fronteras. Las
tropas enemigas se han alineado junto á los mismos postes
fronterizos, mientras las nuestras están retenidas prudente-
mente á diez kilómetros para que no se comprometan en una
acción hasta que las agresiones alemanas sean bien palpables.
Para provocarnos y hacernos abandonar esta cuerda actitud,
pequeiTos destacamentos enemigos penetran en nuestro terri-
torio, abaten los postes telegráficos, arrancan los rieles, se
apoderan del material de ferrocarril y de los caballos de la re-
quisa, aprisionan los conscriptos, matan soldados, avanzan á
más de diez kilómetros en el interior del país, atrepellan á los
habitantes y cometen, en una palabra, todos los actos ordina-
140
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
nos de los bandidos de carretera, con la esperanza de que nos-
otros responderemos emprendiendo una acción militar, que les
permitirá atribuirnos mentirosamente el papel de agresores.
No puede saberse basta dónde llega la mezcla de vil liipo-
cresía y brutalidad salvaje de estas bestias de presa. El mani-
fiesto de Guillermo II es la vergüenza de las vergüenzas. Por
todos sus órganos, por todos sus agentes, hasta por periodistas
de Francia, nos ha gritado muchas veces que no quiere la gue-
rra, sin que jamás se le haya podido arrancar una palabra ó un
acto en favor de la paz. Ayer todavía, su embajador en París,
que no podía explicar por qué guardaba su puesto permane-
ciendo entre nosotros mientras que los ejércitos de su amo nos
— IBDBNOS DtAS, SEÑOR CUKa!
Los soldados que van á la guerra saludan al cura del Inmediato pueblo que guarda
la vía como territorial movilizado
(Hii i:i revistn católica he Pclerxn, de París)
hacen la guerra, decía así á uno de mis amigos: «Repetid á todo
el mundo que nosotros no queremos la guerra. Nuestra desgra-
cia consiste eu no saber qué es lo que quiere Austria, á la que
estamos unidos indisolublemente, como vosotros á Husia. Pero
nosotros no queremos la guerra, y haremos todo lo que sea po-
sible por impedirla.»
¿A estas palabras qué actos han respondido?... La declara-
ción de guerra á Rusia porque so ha tomado la libertad de con-
testar con una movilización sobre las fronteras austríacas á la
movilización del otro lado de la frontera. La declaración de gue-
rra á Rusia en el mismo momento que Austria aceptaba la pro-
posición mediadora de sir Edward Grej', ó sea en el momento
preciso en que iba á desaparecer el conflicto que nos habían
presentado como única causa de los preparativos de guerra.
¿Dónde está el provocador? ¿Dónde está el agresor? ¿Quién osará
discutirla cuestión seriamente después de esto? El kaiser de-
clara la guerra á Rusia y viola la neutralidad de Luxemburgo
y de Bélgica para marchar contra nosotros.
A pesar de ello, sus embajadores, así en San Petersburgo
como en París, permanecen en sus puestos para desorientar de
este modo á las potencias y hacerlas creer que la suprema rup-
tura aím no es un hecho consumado. Las más simples leyes
del honor condenan tales astucias de mala ley. Estas criaturas
infelices sólo conocen las frases groseras para manifestar su
pesada alegría ó las invocaciones á un Dios de bandolerismo
cuando se reúnen en tropas armadas.
Por esto Guillermo II se dirige á su pueblo desde el balcón
de su palacio para decirle que «¡/entes envidio-
íflí» le obligan <•« una justa defensa», y que él
va á demostrar á sus enemigos lo que cuesta
«provocar á Alemania». De ser otro el que tu-
viese este lenguaje imprudente, lo creeríamos
un loco, porque es imposible citar ni un acto
i\e provocacim ni una palabra que pueda ins-
pirar á cualquiera la necesidad de la defensa.
Pero tratándose de un jefe de piratería que
quiere arrojar sus hordas sobre Erancia, como
sus remotos abuelos se precipitaron sobre
Roma para la realización de grandes empre-
sas do pillaje coronadas do una alegría estú-
pida de dominación liomicida, estas palabras
no signilican mas que la fórmula germánica
de iniciar una guerra en la que podrán satis-
facerse todos los apetitos de una piedad sal-
vaje, que se atreve á tomar el Dios del Evan-
gelio como cómplice del crimen más grande
contra la humanidad que se conoce en la His-
toria. Este emperador recomienda á sus hom-
bres que entren en las iglesias para obtener
del Dios de bondad abundantes rajiiñas en su
eni[)resa guerrera. Cuando se tiene la concien-
cia fabricada de un modo tal que este pensa-
miento no llega á sublevarla, hay que esperar
de su inhumanidad toda clase de atentados.
El estado de cosas consagrado por el tratado
(le Francfort no podía durar más, desde el mo-
mento que la ambición de Bismarcky la sol)er-
bia de Guillermo II sólo consiguieron hacer
de él un instrumento de hegemonía, por el
cual han condenado á Europa, bajo la amena-
za de sus cañones, á la política de los superar-
inamentos. El dia en que Alemania había de
conducirnos con una voluntad premeditada á
la crisis suprema, acaba de llegar más pronto
de lo que yo creía; pero ha llegado. Cuando yo
lo anunciaba, cuando j'o criticaba la loca pro-
digalidad de hombres y riquezas en las con-
quistas de vanidad colonial, me contestaron
muchas veces que abusaba de mis profecías
sobre el peligro alemán. Hace poco tiempo me
lo repitieron á propósito del tratado alemán sobre Marruecos,
contra el cual fui yo el único en votar. Me guardaré de recri-
minaciones contra nadie, pero todavía ayer, cuando me decían
que algunos de nuestros hombres políticos, los más famosos, se
obstinaban en anunciar que Alemania no nos haría la guerra,
yo no podia contener un sentimiento de tristeza viendo con qué
sistemática imprevisión somos gobernados muchas veces. Pero
hay que olvidarlo todo en esta hora para reunimos en torno
del gobierno y hacer frente al invasor.
En la enorme partida que se inicia no es la suerte de Fran-
cia solamente, ni la de Rusia, ni la de Inglaterra lo que hay
que considerar. No. Es el destino de toda la civilización euro-
pea lo que va á resolverse por la suerte de las armas, el mante-
nimiento de una hermosa diversidad de cultura con el respeto
de la independencia de los pueblos ó la execrable tentativa de
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
141
una unidad de germanización mecánica, bajo un talón de Liie-
rro. Por esto nuestra causa resulta la do todas las naciones, la
de todos los gobiernos que no separan el sentimiento de la dig-
nidad nacional del concepto de una vida común segúu las lí-
neas directoras de las tradiciones de nacionalidad. Muchos se
callarán é intentarán ocultar sus temblores internos, pensando
que van á ver egqistamente, con los brazos cruzados, cómo los
soldados de Francia caen en los campos de batalla, donde se
juega con la vida de la nacionalidad francesa, la vida también
de los pequeños pueblos, capaces por flaqueza de corazón de
sucumbir sin haber combatido. Pero nosotros, que enviamos
engendrar la victoria. Inglaterra se ha lanzado á la conquista
económica del mundo, y ha sabido crearse con su labor, su au-
dacia y su obstinación, que nada ha logrado quebrantar, un
inmenso Imperio que la enorgullece á ella así como á la civili-
zación. Hoy tira noblemente de la espada por la dignidad y la
independencia de los pueblos de Europa. Entra con nosotros
en la noble epopeya; enemiga de la hegemonía de Napoleón,
enemiga de la hegemonía de Bismarck, amiga de la Francia
moderna, que no pide otra cosa á Europa que un equilibrio de
libertades. Italia se mantiene neutral, pero no creo equivocar-
me prediciendo que este gran espectáculo iluminará el alma
Curas católicos
Un rabino
Pastor protestante
LOS SACERDOTES EN EL BJÉBCITO FRANCÉS
Al circular la orden de movilización respondieron unánimes los sacerdotes franceses de todas las religiones, los cuales, olvidando sus diferencias, se
apresuraron á acudir baio la bandera de la patria, inscribiéndose como confesores y como auxiliares aquellos que por su edad no fueron llamados á lilas
nuestros hijos al sangriento choque, nosotros que nos vemos
traidoramente amenazados hasta en las más profundas raices
de nuestra vida, estamos resueltos á salvar todo lo que pueda
ser salvado de nuestros gloriosos aportes á la civilización uni-
versal, respecto á los cuales nuestra más alta ambición es aña-
dirles otros nuevos.
Defendiéndonos, somos los campeones de la causa de todos.
Si en el pasado cometimos grandes torpezas que ofendieron á
Europa, grandes desgracias también nos lo han hecho expiar
después. Vamos á marchar con Inglaterra, que en las edades de
hierro concibió la ambición de dominarnos. Cien años de gue-
rra necesitamos para conquistar la independencia de nuestro
suelo, y cuando los hombres quedaron deshechos fué una mu-
jer, una pobre campesina lorenesa, de corazón simple y grande,
la que pronunció las palabras y realizó los actos que habían de
del pueblo italiano, que algunos gobiernos miopes pusieron
locamente al servicio del germanismo contra todo lo que nos
queda de latinidad.
He aquí que Rusia es la primera que llega al oir el estam-
pido del cañón; Rusia, que parecía ayer todavía el último asilo
en Europa del despotismo asiático; Rusia, que por la iniciativa
de sus últimos zares se ha abierto á la libertad, y por un incom-
parable movimiento intelectual se ha colocado en la primera
fila de la cultura; Rusia, magníflco puente de idealismo y de
libertad, por el que pasan las actividades despertadas de Asia,
trayéndonos con un renacimiento de fuerza nuevos cuadros de
energía. Esto es lo que temen los feudales alemanes, que con-
servan al pueblo bajo la alta presión de su burocracia. Nada les
da tanto miedo como un cambio de la disciplina intelectual,
que podría destruir el gran resorte de su gobierno: la obedien-
142
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
cía. Por esto Rusia, Francia é Inglaterra proporcionarán á los
alemanes— aun á despecho de su voluntad— una liberación del
pensamiento.
Los soldados alemanes los encontraron nuestros padres mu-
chas veces, antes de 1870, sobre campos de batalla en los que
la fortuna no fué propicia á aquéllos las más de las veces. Ma-
ñana el gran libro de cuentas va á abrirse de nuevo. Tendre-
mos que oponer nuestra resistencia aun colosal esfuerzo sobre
todos los frentes á la vez. El choque será terrible. Pero los hom-
bres de Alemania serán recibidos como deben serlo por los sol-
dados franceses.
Jorge Clembncbau
VIH
Los trabajos pacificadores de Jor-
ge V.— Actitud de Inglaterra.
— Maquiavelismos de la diplo-
macia alemana. — Sus intentos
para «comprar» la neutralidad
inglesa.
Inglaterra no podía permanecer
más tiempo al margen del con-
flicto europeo, limitándose ;'i su
papel de mediadora, deseosa de
asegurar la paz. Su rey, Jorge V,
había creído del caso intervenir
con su inñuencia personal, po-
niéndose en relación con las cor-
tes de San Petersburgo y Berlín
para conseguir un arreglo.
A fines de Julio dirigió un men-
saje privado á Guillermo II, ro-
gándole que hiciese toda clase de
esfuerzos para impedir que Aus-
tria insistiera en su conducta im-
prudente y provocadora. A dicho
mensaje contestó el :30 de Julio
telegráficamente el príncipe En-
rique de Prusia, almirante de la
marina alemana y hermano del
emperador. Este príncipe, des-
pués de anunciar que había en-
tregado á su hermano el mensaje del rey de Inglate-
rra, continuaba así: «Guillermo, que está muy fasti-
diado por lo que ocurre, hace todo lo posible para
marchar de acuerdo con Nicolás, trabajando por en-
contrar una solución pacífica.» Después el príncipe
Enrique hablaba en su telegrama de los grandes pre-
parativos militares que se estaban haciendo en Rusia
y Francia, y de los cuales tenían noticias seguras
en Berlín. Luego declaraba tranquilamente, partici-
pando de la misma hipocresía que mostró el gobierno
alemán en la preparación de la guerra:
Nosotros aún no hemos hecho preparativos militares, pero
nos veremos obligados á ellos si nuestros vecinos insisten en
los suyos, y de esto resultaría una guerra europea. Si vos de-
seáis real y sinceramente impedir esta espantosa catástrofe,
¿puedo yo proponeros que os valgáis de vuestra influencia
sobre Francia y también sobre Rusia para obtener que per-
EL EMBAJADOn DE ALEMANIA EN LONDRES
El príncipe Lichnowsky saliendo del Forcign Office
despnés de entrevislarse con Mr. Grey
manezcau neutrales en el conflicto austroservio? Yo creo que
vuestra intervención sería del más alto valor.
El hermano de Guillermo II añadía que ahora más
que nunca Alemania é Inglaterra debían trabajar jun-
tas para impedir el desastre continental y que el em-
perador de Alemania era extremadamente sincero en
todas sus gestiones favorables á la paz.
El rey Jorge respondió el mismo 30 de Julio al
príncipe Enrique:
(iracias por vuestro telegrama. Muy satisfecho de los esfuer-
zos de (iuillermo para entenderse con
Nicolás en favor del mantenimiento de
la paz. Tengo el más vivo deseo de que
una calamidad terrible como seria la
guerra europea pueda evitarse. Mi Go-
bierno hace todo lo que puede para que
Rusia y Francia suspendan sus movi-
mientos de tropas, siempre que Aus-
tria, en cambio, se contente con ocu-
par Belgrado y el territorio servio in-
mediato como garantía de un arreglo
ulterior que satisfaga sus reclamacio-
nes, mientras los otros países deten-
drán simultáneamente sus preparati-
vos de guerra.
Tengo la convicción de que Guiller-
mo se valdrá de su influencia sobre
Austria para lograr que acepte esta pro-
posición. Este es el mejor medio de de-
mostrar que Alemania é Inglaterra tra-
bajan juntas para impedir loque sería
una catástrofe internacional. Os mego
que aseguréis á Guillermo que yo hago
y seguiré haciendo todo lo que pueda
por conservar la paz de Europa.
Jorge
Al día siguiente, .'U de Julio, el
emperador de Alemania telegrafió
desde Postdam al rey de Inglate-
rra diciendo que las proposiciones
de Jorge V estaban de acuerdo
con sus propias ideas, pero que
en aquel momento acababa de re-
cibir la noticia de que Nicolás II
movilizaba su ejército y su armada. <\No ha esperado
—añadía Guillermo II — los resultados de la mediación
que yo estaba realizando, y además me deja sin noti-
cias. Me traslado á Berlín para afirmar la seguridad
de mis fronteras del Este, donde importantísimas fuer-
zas rusas han tomado posición, ^>
Esto no era verdad, como ya dijimos en otra parte,
pero el kaiser necesitaba fingir una agresión de Rusia
contra el territorio alemán para justificar de este modo
la declaración de guerra que tenía preparada.
Jorge V contestó al día siguiente, 1 .° de Agosto, que
había telegrafiado al zar rogándole que hiciese todo
lo posible para evitar el rompimiento de relaciones.
Este mismo día la diplomacia alemana inició uno
de los maquiavelismos que le son familiares para com-
prometer al gobierno inglés, poniéndolo en mala si-
tuación ante Francia. El príncipe Lichnowsky, emba-
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
143
jador de Alemania ea Londres, envió el telegrama
siguiente á Berlín, dirigido al canciller Bethmann-
Hüllweg:
Sir Edward Grey acaba de llamarme al teléfono, y rae ha
preguntado si tengo poderes para declarar que nosotros no
atacaríamos á Francia si Francia permaneciese neutral en una
guerra germanorusa. Yo he dicho que me atrevía á asumir la
responsabilidad de esta declaración.
LlCHNOWSKY
Como se verá más adelante, esta demanda de sir
Elward Grey no era cierta. El embajador de Alema-
nia había falseado el sentido de una conversación por
teléfono, y enviaba este telegrama para dar pretexto
á su gobierno de tratar descaradamente con Inglate-
rra sobre la conveniencia de que Fran-
cia abandonase á Rusia. Afirmándose
en dicho telegrama, el emperador de
Alemania envió inmediatamente al
rey de Inglaterra este despacho ver-
daderamente extraordinario:
Acabo de recibir la comunicación de vues-
tro Gobierno, en la que se me ofrece la neu-
tralidad de Francia bajo la garantía de la
Gran Bretaña. A este ofrecimiento va unida
una pregunta, para saber si con esta condi-
ción Alemania no atacará á Francia. Por ra-
zones técnicas, mi movilización, que ha sido
ordenada hoy á mediodía sobre los dos fren-
tes. Este y Oeste, debe seguir cumpliéndo-
se, según los preparativos j'a comenzados.
No pueden darse contraórdenes inmedia-
tamente, y vuestro telegrama llega, por des-
gracia, demasiado tarde. Pero si Francia
ofrece su neutralidad, que deberá ser garan-
tizada por el ejército y la flota ingleses, yo
me abstendré de atacar á Francia y emplearé
mis tropas en otro sitio. Deseo que Francia no muestre nervio-
sidad alguna. Las tropas que están junto á su frontera quedan
detenidas en este momento, por órdenes telegráficas y telefó-
nicas, para que no continúen su avance más allá de la frontera
francesa.
Guillermo
Al mismo tiempo el canciller alemán Bethmann-
Hollweg telegrafiaba al embajador en Londres, prín-
cipe Lichnowsky, en contestación á su despacho:
Alemania está pronta á aceptar las proposiciones inglesas
si Inglaterra garantiza con sus fuerzas militares y navales la
neutralidad de Francia en el conflicto rusoalemán. La movili-
zación alemana se ha efectuado hoy como respuesta á las pro-
vocaciones rusas y antes de la llegada de las proposiciones in-
glesas. Por consecuencia, nuestra concentración en la frontera
francesa no puede ser modificada.
Sin embargo, garantizamos que de ahora al lunes 3 de Agos-
to á las siete de la tarde, la frontera francesa no será franqueada
si el asentimiento de Inglaterra nos llega dentro de ese plazo.
Bethmann-Hollweg
Estos telegramas debieron producir gran extra-
ñeza en el gabinete de Londres. Eran respuestas á pro-
posiciones deshonrosas para Francia que nadie había
hecho.
SlR BDWARD GOSCHBN, EMBAJADOR
DH INGLATERRA BN BERLÍN
El rey Jorge V se apresuró á contestar á Gui-
llermo II:
Como respuesta á vuestro telegrama que acabo de recibir,
creo necesario deciros que so ha producido indudablemente
una mala inteligencia á propósito de una sugestión que hizo
sir Edward Grey al principe Lichnowsky en el curso de una
conversación amigable en la que discutían ambos cómo un
conflicto armado entre Alemania y Francia podría retardarse
hasta que se hubiese encontrado un medio de poner de acuerdo
á Austria-Hungría y á Rusia.
Sir Edward Grey verá mañana mismo á primera hora al
prín(-ipe Lichnowsky para determinar bien que ha habido una
mala inteligencia de parte de este último.
JOROB
Al día siguiente, 2 de Agosto, el ministro inglés
se avistó con el embajador alemán
para poner las cosas en claro y esta-
blecer el verdadero alcance de sus pa-
labras, y el príncipe Lichnowsky tele-
grafió al canciller Bethmann-Hollweg
la explicación siguiente:
Las sugestiones de sir Edward Grey, ba-
sadas sobre el deseo de guardar la neutrali-
dad por parte de Inglaterra, fueron hechas
sin un acuerdo anterior con Francia y aban-
donadas luego como fútiles.
Esta explicación tampoco era verí-
dica, pues daba á entender, para que
quedase en buena postura la diploma-
cia alemana, que sir Edward Grey
había hecho realmente la proposición
deshonrosa para Francia, desistiendo
de ella únicamente por faltarle el
asentimiento del gobierno de París.
Sir Edward Grey no hizo nunca esta proposición
indigna. Lo que él dijo fué que la Gran Bretaña podría
obtener la neutralidad de Francia si Alemania por su
parte consentía en permanecer neutral igualmente en
el caso de mía guerra avstrorusa. Esto significaba
un deseo de aminorar la guerra, ya que era inevita-
ble, circunscribiéndola á un extremo de Europa, entre
Rusia y Austria únicamente, y librando de la catás-
trofe á las demás naciones. El emperador alemán,
juzgando indudablemente por su propia política, in-
terpretaba esto como un ofrecimiento de la Gran
Bretaña á contener é inmovilizar á la nación france-
sa, haciendo que faltase á sus compromisos, mientras
Alemania podría atacar á Rusia cómodamente con la
totalidad de sus fuerzas.
Una vez más la diplomacia germánica mostraba
sus innobles procedimientos, semejantes á los de 1870,
cuando Bismarck, para acelerar una guerra que pa-
recía próxima á ser conjurada, falsificó el famoso te-
legrama de Ems, alabándose luego de este acto, que
cuando lo comete un particular cae bajo el dominio
del Código penal.
Uí
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
LOS VOLUNTARIOS NOhTEAMBUICANOS HN LA ESTACIÓN UE SAINT-LAZARE
(Fiit. Mcurisso)
El gabinete de Berlín llevaba muchos días traba-
jando para adormecer al gobierno inglés y que éste
permaneciese ajeno al conñicto, dejando trabajar li-
bremente á la rapacidad alemana.
Nadie en Alemania daba un valor decisivo á las
relaciones entre Francia 6 Inglaterra. El llamado Tri-
ple Acuerdo era puramente verbal y moral; una inte-
ligencia diplomática entre Londres y París, pero sin
participar de los compromisos de alianza defensiva y
ofensiva que unían á Francia con Rusia.
Los alemanes no esperaban que la Gran Bretaüa
se comprometiese en una gue-
rra por sostener á Francia.
Sus gestiones en favor de ésta
no iban á pasar de simples ac-
tos de diplomacia. La opinión
germánica llegaba hasta la
burla, al comentar las espe-
ranzas de los franceses en el
apoyo inglés.
Un periódico satírico de
Berlín, el Kladdcradatch, pu-
blicó poco tiempo antes de la
guerra una caricatura muy
celebrada, interpretando esto
sentimiento general. Mariana
(nombre popular de la Repú-
blica Francesa) se dirigía en
ella con acrimonia á John
BuU (el pueblo inglés), que la
miraba indiferente, teniendo
la pipa en la boca y las ma-
nos en los bolsillos.
—Ya hemos galanteado bas-
tante— decía Mariana — . Esto
no puede durar más. ¿Cuándo
nos casamos?
Nadie en Alemania creía
posible este matrimonio.
Pero á pesar de ello el ga-
binete de Berlín insistía en
sus trabajos para deshacer el
Triple Acuerdo, procurando
establecer la desconfianza y
la desarmonía entre sus com-
ponentes.
Tres fueron las maquina-
ciones iniciadas por el canci-
ller Bethmann-Holhveg y su
ministro Von Jagow por me-
dio de los embajadores alema-
nes en París y Londres.
La primera consistió en las
sugestiones de Schoen al go-
bierno francés para que ejer-
ciese presión en San Peters-
burgo, aconsejando una acti-
tud sumisa á Rusia, mientras
Alemania no se comprometía á hacer lo mismo con
Austria. Esta conducta, de ser aceptada por Francia,
habría ofendido indudablemente al gobierno ruso. Era
ilógico que un aliado aconsejase al otro la humilla-
ción y la derrota. Equivalía esto á una manifestación
de amistad insegura y egoísta por parte de la Repú-
blica, que habría añejado los lazos de alianza. El go-
bierno francés se negó á toda intervención en Rusia
que no fuese acompañada de una intervención de Ale-
mania en Austria. Primer fracaso del maquiavelismo
alemán.
EMBARQUE DE VOLUNTARIOS EXTRANJEROS EN LOS ALREDEDORES DE PARÍS
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
145
La tercera intentona del gabinete
germánico fué la declaración del prín-
cipe Lichnowsky, embajador en Lon-
dres, de la que ya hemos hablado,
declaración que denunciaba — por
mala inteligencia ó por mala inten-
ción del embajador alemán — un pro-
pósito en el gobierno inglés de atar
las manos de Francia para que no
ayudase á Rusia. El rey de Inglate-
rra y sir Edward Grey se apresura-
ron á poner en claro este grave error,
que los colocaba en mala situación
ante Francia, y restablecieron enér-
gicamente la verdad. Tercero y úl-
timo fracaso de Bethmann-Holhveg,
que no logró desbaratar el Triple
Acuerdo.
Entre estas dos intentonas hubo
otra, la segunda, de la que aún no
hemos hecho mención, y que iba en-
caminada al mismo fin, el de aislar á
cada una de las tres potencias para combatirlas mejor
por separado, una tras de otra.
El 29 de Julio, sir E. Goschen, embajador de la Gran
Bretaña, telegrafió lo siguiente á sir Edward Grey:
He recibido un aviso para avistarme esta noche con el Can-
ciller. Su Excelencia acababa de llegar de Postdam.
Me ha dicho que si Rusia ataca á Austria teme que resulte
inevitable una conflagración europea, dadas las obligaciones
que impone á Alemania su alianza con Austria, y á pesar de
los esfuerzos que no cesa de realizar en favor de la paz.
Después de decir esto continuó la conversación, ofrecién-
dome una fuerte prenda á fin de conquistarse la neutralidad
británica. Me dijo que, según la concepción que él tiene de la
TREN MILITAR EN UNA BSTACION. LOS VAGONES DE CARGA VAN ADORNADOS
DB FLORES, ASÍ COMO LOS KEPIS DE LOS SOLDADOS
DN TREN MILITAR SALIENDO PARA LA GUERRA BN LOS PRIMEROS DÍAS
DE MOVILIZACIÓN
política de la Gran Bretaña, cree indudable que ésta no con-
sentiría en mantenerse aparte, dejando que aplastasen á Fran-
cia en el conflicto que puede ocurrir. Esta finalidad, según él,
no es la de Alemania. Si la neutralidad de la Gran Bretaña
quedase asegurada, su Gobierno recibiría por parte del Go-
bierno imperial todas las seguridades de que no persigue nin-
gún fin de apropiación territorial á costa de Francia, supo-
niendo que la guerra que puede estallar se resolviese en favor
de Alemania.
Yo he hecho entonces una pregunta á Su Excelencia res-
pecto á las colonias francesas, y me ha contestado que en punto
á ellas no podía comprometerse dando las mismas seguridades.
En lo que se refiere á Holanda, Su Excelencia me ha dicho
que si los adversarios de Alemania respetan la integridad de
los Países Bajos, Alemania está pronta á asegurar al Gobierno
inglés que ella hará lo mismo.
En cuauto á las operaciones que Alemania se podrá ver obli-
gada á emprender en Bélgica, dependen de
lo que hará Francia. Después de la guerra
la integridad de Bélgica sería respetada,
siempre que este país no hubiese tomado
posiciones contra Alemania.
Al terminar Su Excelencia me declaró
que desde el día que había sido nombrado
Canciller su finalidad era, como vos lo sa-
béis, llegar á un acuerdo con Inglaterra. Él
espera que sus seguridades podrán servir
de base á esta inteligencia, que es su más
ferviente deseo. Su proyecto consiste en un
acuerdo general de neutralidad entre Ale-
mania é Inglaterra, y aunque todavía es
pronto para discutir los detalles, la seguri-
dad dada ahora por nuestro Gobierno de
una neutralidad británica en el conflicto
que puede provocar la crisis actual serviría
para ir preparando la realización de su de-
seo en lo futuro.
Habiendo solicitado Su Excelencia mi
opinión en lo que concierne á la manera
como vos podéis considerar esta demanda,
le he dicho que á mi entender no era proba-
ble que en las circunstancias actuales estu-
vieseis dispuesto á comprometeros en nada,
18
146
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
pues el Gobierno inglés desea conservar en el conflicto que nos
amenaza una entera libertad de acción.
GOSCUBN
Alemania buscaba la neutralidad inglesa para que
dejase abandonada á Francia, y la quería comprar
ofreciendo á la Gran Bretaña una alianza futura. Se
reservaba todavía el Canciller los detalles de esta
alianza, ó sea lo que iría ganando el gobierno britá-
nico. Tal vez dicha ganancia consistía en el reparto
de las colonias francesas, que eran la continua pre-
ocupación del kaiser, su Canciller y el partido pan-
germanista.
La respuesta de sir Edward Grey no se hizo espe-
rar; una respuesta en la que á través del frío estilo di-
plomático se nota la indignación causada por estas
proposiciones de bandidaje internacional, con las que
Bethmann-
Hollweg pre-
tendía com-
prar al gobier-
no inglés.
He aquí la
contestación
al embajador
Goschen:
La proposición
alemana, desde
el punto de vista
material, es in-
aceptable. Aun-
que á Francia, en
caso de derrota,
no le quitasen
nada de su terri-
torio europeo, po-
dría q uedar aplas-
tada hasta el pun-
to de perder su
posición de gran
potencia y verse
sometida á se-
guir la política alemana. Aparte de esto, desde el punto de vista
moral, sería una vergüenza para nosotros hacer ese ajuste de
negociantes con Alemania á costa de Francia; vergüenza de la
que no se limpiaría jamás el buen nombre de la Gran Bretaña.
El Canciller nos pide en buenas cuentas que vendamos
igualmente todas las obligaciones 6 intereses que podemos
tener en el mantenimiento de la neutralidad de Bélgica. Nos-
otros tampoco podemos acoger esa insinuación, que significa
una venta.
Una vez dicho esto, es inútil entrar á examinar si la pers-
pectiva de una convención general de neutralidad para el por-
venir entre Alemania é Inglaterra ofrecería ventajas positivas
y suficientes para resarcirnos del acto de ligarnos ahora las
manos, que es lo que desea el Gobierno alemán. Nosotros de-
bemos mantener nuestra entera libertad do obrar según nos
lo aconsejen las circunstancias, en el caso de un desenvolvi-
miento desfiívorable y lamentable de la crisis presente, tal
como el Canciller lo prevé.
A pesar del tono digno de esta respuesta, inspi-
rada en el firmo propósito de no faltar al honor y los
compromisos de la Gran Bretaña, la diplomacia de
EL PARLAMENTO DH LONDRES VISTO DESDE EL TÁMESIS
Berlín no se descorazonó, insistiendo de nuevo en sus
proposiciones.
Otra vez Bethmann-Holhveg llamó á sir E. Gos-
chen para hacerle más proposiciones. Necesitaba la
neutralidad de Inglaterra y estaba dispuesto á conce-
der lo que ésta pidiese. (Como el que desea comprar
y pregunta el precio.) El Canciller llegó hasta decir
que si Inglaterra permanecía neutral mientras ellos
hacían la guerra á los franceses, el gobierno alemán
estaba dispuesto á respetar, después de la victoria, no
sólo la integridad del territorio de Francia, sino tam-
hi(^n sus colonias.
Las promesas le costaban poco á este discípulo
de Bismarck, que como otros diplomáticos alemanes
han heredado de él, no el talento, sino sus procedi-
mientos recusables, que procuran imitar, admirándo-
los como ras-
gos de genio.
Lo importan-
te era que In-
glaterra per-
maneciese neu-
tral, para de
este modo ir
batiendo por
separado y con
toda seguridad
á las poten-
cias del Triple
Acuerdo. Este
inhábil imita-
dor del Canci-
ller de Hierro
creyó poder se-
ducir al gobier-
no inglés con
proposiciones
de rapiña y re-
parto, ó enga-
ñarle valiéndose de la promesa de futuros respetos
para después de la victoria.
Sir Edward Grey tenía una noción exacta del va-
lor moral de Bethmann-Hollweg y su política. Este
hombre era el que dos días después dijo que un tra-
tado que lleva la propia firma no es mas que un pedazo
de pcpcl, el respeto de la neutralidad una simple pa-
labra, y que en la vida hay que atrepellar compromi-
sos y leyes cuando resulta conveniente para los pro-
pios intereses.
El embajador sir E. Goschen respondió á las repe-
tidas proposiciones del Canciller que tenía órdenes
de su gobierno para rechazar definitivamente toda
petición de neutralidad, y que Inglaterra, en el pró-
ximo conflicto, deseaba mantenerse con las manos
libres para obrar según le aconsejasen las circuns-
tancias.
De este modo terminaron los trabajos de Beth-
mann-Holhveg para separar á Inglaterra de Francia.
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
147
IX
El 5 de Agosto en la Cámara
de los Comunes
La sesión del 3 de Agosto de la Cámara de los Co-
munes tuvo una importancia inmensa para la suerte
de Europa.
El gobierno inglés, vacilante hasta este día, du-
dando entre sus deseos de paz y las brutales exigen-
cias de la realidad, creyó
llegado el momento de afir-
mar su conducta, marcan-
do un rumbo á la opinión
nacional. Y la opinión lo
siguió, desvaneciéndose to-
das las divisiones políticas
que hasta poco antes ha-
bían puesto en peligro la
unidad del pueblo inglés.
El reducido y antiguo sa-
lón de la Cámara popular
inglesa, donde celebran sus
sesiones los representantes
del más poderoso de los
pueblos, ofreció en la tarde
del 3 el aspecto de siem-
pre. Los diputados ocupan-
do sus bancos con fami-
liar negligencia; muchos
con el sombrero puesto y
los pies apoyados en el res-
paldo de enfrente. Los mi-
nistros, en torno de su
mesa, casi confundidos con
los diputados. Nadie hu-
biese dicho que iba á deci-
dirse el porvenir de logia-
térra y el equilibrio euro-
peo. Pero una agitación en
las tribunas y cierta emo-
ción en el rostro de los
diputados anunciaban la
espera de un gran suceso.
Jamás sonaron tantos aplausos y gritos de entu-
siasmo en el Parlamento inglés como en esta tarde.
La guerra europea de 1U14 ha cambiado radical-
mente los caracteres tradicionales de muchos pue-
blos. El francés, antes bullicioso y exuberante, se
mostró en los campos de batalla tranquilo, impasible
y calculador. El inglés, siempre flemático, glacial é
incapaz de revelar en su rostro las impresiones inte-
riores, apareció de pronto entusiasta hasta la impul-
sividad, crédulo generosamente y aficionado á las ma-
nifestaciones ruidosas.
Se levantó sir Edward Grey, y en medio de un
silencio imponente pronunció un gran discurso, que
los periódicos ingleses titularon después <í. Inglaterra
por la civilización contra la larharie germánicay>:
LA SITUACIÓN
La semana última declaré aquí que trabajábamos
por la paz; no solamente por la paz de nuestro país,
sino por mantener la paz de toda Europa. Hoy, aun-
que los acontecimientos han marchado con tanta ra-
pidez que resulta difícil pronunciarse con seguridad
sobre el estado preciso de la situación, bien puede de-
cirse que la paz de Europa
es imposible mantenerla.
Rusia y Alemania se han
declarado la guerra...
(En el momento que de-
cía esto sir Edward Grey
aún no había llegado á
Londres la noticia de la
declaración de guerra de
Alemania á Francia. El
ministro de Negocios Ex-
tranjeros dijo á continua-
ción que iba á exponer á
la Cámara la situación de
Inglaterra en la presente
crisis, para que la Asam-
blea pudiese decidir con
pleno conocimiento de cau-
sa. Después de recordar los
esfuerzos incesantes de In-
glaterra para el manteni-
miento de la paz en los
líltimos años, y especial-
mente en el curso de la cri-
sis balkánica, sir Edward
Grey añadió que, desgra-
ciadamente en el caso ac-
tual, estos esfuerzos habían
sido vanos por la falta de
tiempo y especialmente por
la existencia en ciertos lu-
gares de una manifiesta
voluntad á precipitar los
acontecimientos, con riesgo de la paz. El ministro
abordó después de esto el interesante tema de las
obligaciones británicas y ios acuerdos escritos.)
LAS OBLIGACIONES DE INGLATERRA
Yo deseo — siguió diciendo sir Edward Grey — tra-
tar esta cuestión desde el punto de vista del honor
británico (Aplausos frenéticos) y de las obligaciones
británicas. (Nuevos aplausos.)
En primer lugar, hablemos de nuestro tratado y
nuestras obligaciones. Existen en Europa dos grupos
diplomáticos: la Triple Alianza y lo que se ha conve-
148
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
nido en llamar el Triple Acuerdo. El Triple Acuerdo
no es una alianza: es simplemente un grupo diplo-
mático. La Cámara se acordará seguramente de que
en 1908 hubo una crisis, una crisis balkánica, provo-
cada por la anexión de Bosnia y Herzegovina.
El ministro de Negocios Extranjeros de Rusia vino
á Londres para conferenciar conmigo, y lo declaré
con toda franqueza que como se trataba de una crisis
balkánica, yo consideraba que la opinión pública de
nuestro país no nos autorizaría para dar otra cosa que
el apoyo diplomático. Nosotros no hemos dado nada
mas que esto, ni hemos
prometido mas que esto.
Igualmente, en la crisis ac-
tual, hasta el día de ayer,
nosotros no hemos ofrecido
otra cosa que nuestro apo-
yo diplomático.
Para hacer comprender
bien á la Cámara este asun-
to do obligaciones, debo re-
montarme hasta la crisis
marroquí de 1906. Era en
la época de la conferencia
de Algeciras. Me pidieron
entonces que determinase
si en el caso de una guerra
entre Francia y Alemania
nosotros daríamos nuestro
apoyo armado á Francia.
Yo declaré que nada po-
día prometer mientras el
apoyo unánime de toda la
nación no me autorizase. Y
añadí que en mi opinión, si
la guerra era impuesta por
Alemania á Francia con
motivo de la cuestión de
Marruecos — cuestión que
acababa de ser resuelta por
un acuerdo diplomático — ,
indudablemente la opinión
pública de Inglaterra se
declararía en favor de
Francia. No hice entonces
ninguna promesa ni dije mas que esto, y en tales tér-
minos me expresé ante los embajadores de Francia y
Alemania.
Esta situación fué aceptada por el gobierno fran-
cés, que la declaró muy razonable en tal momento, y
su embajador me dijo así:
«Si vos consideráis posible que la opinión pública
inglesa, en el caso de una crisis surgida imprevista-
mente, pueda aprobar el que proporcionéis vuestro
concurso armado á Francia, este concurso que os es
imposible prometer por anticipado, no podréis darlo
eficazmente, aunque tal sea vuestra voluntad, cuando
surja la ocasión oportuna, si antes no ha habido un Estoy de acuerdo con vos para reconocer quo si un Gobierno
RL TRONO DKL RBY EN EL PARLAMBNTO
cambio previo de opiniones y de conocimiento de fuer-
zas entre los expertos militares y navales de ambos
países.»
Esta objeción era de peso, hay que reconocerlo, y
fué el origen de las entrevistas que realizaron después
los expertos militares y navales de ambas partes.
Pero por anticipado se especificó claramente que lo
que se conviniese entre dichos expertos ingleses y
franceses no nos ligaba en nada para el porvenir
y nos dejaba en libertad para decir si debíamos ó
no debíamos dar nuestro apoyo cuando llegase el
momento de la decisión.
EL ACUERDO ESCRITO
DE 1912
Estas conversaciones en-
tre los expertos se realiza-
ron en 1912. La cuestión
fué sometida á un examen
del Gabinete, y decidimos
que era necesario tener un
acuerdo escrito en forma
precisa. Este acuerdo debía
revestir la forma de una
carta sin carácter oficial.
Las conversaciones de los
expertos ingleses y fran-
ceses no ligaban en nada
á los dos Gobiernos. El 22
de Noviembre de 1912 es-
cribí la carta que voy á
leer á la Cámara, dirigida
al embajador de Francia.
Foreign Office
Londres 22 Noviembre 1912
Mi querido embajador:
líii diferentes ocasiones, du-
ninte los últimos años, los Esta-
dos Mayores militares y navales
de I'raneia y la (iran Bretaña
han cambiado sus opiniones so-
bre el porvenir. Siempre se ha
tenido en cuenta que este cam-
bio de opiniones no limitaba de
ning-ún modo la libertad de los
dos Gobiernos, para deci<lir en el porvenir si debían prestar ó
no. el uno al otro, el apoyo de sus fuerzas armadas.
Por ambas partes hemos admitido que estas conversaciones
entre técnicos no son ni deben ser consideradas como un com-
in-oniiso que obliga al uno ó al otro Gobierno á obrar en nna
eventualidad que aún no ha surg-ido hasta ahora y que tal vez
no surja nunca. Tanto es así, que, por ejemplo, el reparto de
fuerzas navales francesas 6 inglesas no reposa á la hora actual
sobre ningún compromiso de cooperación en caso de guerra.
Vos, sin embargo, habéis hecho constar que si uno ú otro
de los dos Gobiernos tuviese graves razones para temer el ata-
que de una tercera potencia, sería eseucialísimo para el poder
saber si en el caso que ocurriese este ataque podría contar con
la asistencia militar del otro Gobierno.
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
149
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150
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
tiene serias razones para temer un ataque de una tercera po-
tencia, sin provocación de su parte, ó para creer que la paz ge-
neral se encuentra amenazada, debe examinar con el otro Go-
bierno si los dos Gobiernos deben obrar de acuerdo para impe-
dir la agresión y para asegurar el mantenimiento de la paz, y
en tal caso buscar las disposiciones que deben tomar en común.
Si estas disposiciones exigiesen una acción militar, los planes
hechos por los Estados Mayores generales serían tomatlos en
consideración, y los dos Gobiernos decidirían el empleo que
debían darles.
Sinceramente de vos,
E. (¡REY
A esta carta mía contestó el embajador de Francia
con la siírniente:
agresión de una tercera potencia, bien sea cualquier suceso
amenazador para la paz general, examinaría inmediatamente
con el otro si los dos deben obrar de concierto para prevenir la
agresión ó mantener la paz. En este caso los dos Gobiernos de-
liberarían sobre las medidas que pueden adoptar en común, y
si estas medidas exigiesen una acción, tomarían en considera-
ción los planes de sus Estados Mayores, decidiendo el empleo
que debían dar á estos planes.
Sinceramente de vos, p_ ^^^^^^
Lord Charles Bhuesfurd. — ¿Cuál es la fecha del
acuerdo anterior á esas cartas?
SiR Edavard Grey. — 12 de Noviembre de 1912.
Esta es la base de la actitud del Gobierno en la crisis
LA (¡AMARA UE LOS LOliBS
Londres 23 Noviembre 1912
Querido sir Edward:
En vuestra carta fechada ayer 22 de Noviembre me recor-
dáis que durante los últimos años las autoridades militares y
navales de Francia y Gran Bretaña se han concertado de tiempo
en tiempo, y que se consideró siempre que estas consultas no
restringían la libertad de cada Gobierno para decidir en lo fu-
turo si se prestarían el uno al otro el apoyo de las fuerzas ar-
madas. También se convino que por una y otra parte estas
consultas entre especialistas no debían ser consideradas como
compromisos cerrados, obligando á nuestros Gobiernos á obrar
en determinados casos. Yo os hice observar que si el uno ó el
otro de los dos Gobiernos tenía graves razones para temer un
ataque no provocado por parte de una tercera potencia, seria
esencial el saber si podría contar con la asistencia armada del
otro Gobierno.
Vuestra carta responde á esta observación, y yo estoy auto-
rizado para declarar que, en el caso de que uno de nuestros dos
Gobiernos tuviera un motivo grave para presumir bien sea la
actual. Creo que después de esto resulta perfectamen-
te inteligible la actitud de Inglaterra.
EL CONFLICTO ACTUAL
(El ministro declara que la crisis presente no tiene
por punto de partida ningún hecho respecto al cual
haya existido acuerdo alguno entre Francia y la Gran
Bretaña. Su motivo inicial es el conflicto entre Aus-
tria y Servia. Luego continúa:)
Puedo decir con la más absoluta seguridad que
ningún Gobierno ni país alguno ha manifestado menos
deseos de verse complicado en la guerra entre Austria
y Servia que el Gobierno francés y la nación france-
sa. Si ellos se ven comprometidos en el actual con-
flicto, es á consecuencia de las obligaciones de su ho-
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
151
ñor y de una alianza precisa que tienen con Rusia.
Pero esta obligación de honor no puede ser aplicada
á nosotros con la misma fuerza.
Nosotros no formamos parte de la alianza franco-
rusa. Nosotros ni siquiera conocemos los términos de
esta alianza.
La situación es bien clara en lo que concierne á
la cuestión de honor. ¿Cuál es, entonces, nuestra posi-
ción en tales condiciones?
Nosotros hemos mantenido durante' largos años
amistosas relaciones con Francia. (Aplausos.)
Me acuerdo perfectamente de los sentimientos de
esta Asamblea y también de mi propio sentimiento
guridad: el sentimiento de que nada debe temer de
nosotros. Por esto no se ha cuidado de la defensa de
dichas costas, confiándolas á nuestra lealtad.
Mi impresión personal es que si una flota extran-
jera, actuando en una guerra que Francia no ha bus-
cado, penetra en la Mancha para bombardear y des-
truir las partes no defendidas de la costa francesa,
nosotros no podemos permanecer inmóviles. (Aplau-
sos frenéticos y frolongados.)
En presencia de lo que ocurriría ante nuestros
ojos, no podríamos mantenernos con los brazos cru-
zados, sin hacer nada. Esta impresión mía creo que
es la del país por entero. ( A plausos prolongados.)
LA CÁMARA DB LOS COMUNES
cuando el último Gobierno concluyó este concierto
con Francia; me acuerdo de la impresión reconfor-
tante que nos dio á todos el hecho de que dos nacio-
nes separadas en el pasado por diferencias que pare-
cían perpetuas hubiesen resuelto estas diferencias.
(Aplausos.)
¿Hasta qué punto esta amistad implica obligacio-
nes?... Esto la Cámara debe decirlo.
La nación francesa tiene actualmente su flota en
el Mediterráneo. Las costas septentrionales y occi-
dentales de Francia están por esto absolutamente sin
defensa. Con la permanencia de la flota francesa en
el Mediterráneo la situación es muy diferente de como
lo era antes.
Eq lo que concierne á Francia, la amistad que se
estableció y que se ha engrandecido luego entre los
dos países ha dado á Francia un sentimiento de se-
Pero yo deseo examinar la cuestión desde el punto
de vista de los intereses británicos, y desde este pun-
to de vista quiero justificar lo que voy á decir á la
Cámara.
Si nosotros nos callamos en este momento y per-
manecemos inactivos, ¿qué hará Francia con su flota
en el Mediterráneo, sus costas del Norte y del Oeste
absolutamente sin defensa, á merced de una flota
alemana que penetre en la Mancha?...
Debemos acordarnos de que estamos frente á una
guerra de vida ó muerte.
Supongamos que la flota francesa sea retirada del
Mediterráneo. Estamos en presencia de una conflagra-
ción europea. ¿Es posible formarse una idea exacta
de las consecuencias de dicho acto?
152
VICENTE BLASCO 1I3ANEZ
LA GUBRRA BNTRB AUSTRIA Y SERVIA
Habitantes de Belgrado viendo funcionar los reflectores auslriacos que desde Semlin iluminan el puente internacional
(Dibuju du Koekkoek, de Ihc Uluslrated LoitáOH Ncies)
NEUTRALIDAD IMPOSIBLE
Hagamos la suposición por un instante de que de-
seamos observar una actitud de neutralidad. Supon-
gamos que la nota francesa se retira del Mediterráneo
para defender sus costas del Atlántico. Supongamos
que los acontecimientos hacen necesario, para los in-
tereses británicos, nuestra intervención en la guerra.
Supongamos que Italia no se mantiene en la neutrali-
dad que acaba de declarar, reconociendo que esta es
una guerra agresiva (Aplausos) y que la Triple Alian-
za es una alianza defensiva.
Supongamos que Italia modifica su actitud de neu-
tralidad, precisamente en el momento que nosotros
nos veremos forzados á combatir por la defensa de los
intereses británicos. ¿Cuál sería entonces la situación
del Mediterráneo? La libertad de comercio en esa re-
gión de Europa es de un interés vital. ¿Cuál sería la
situación si nos veíamos obligados á mantener una
flota en el Mediterráneo? ¿Qué de riesgos correrían
los intereses británicos por el hecho de nuestra neu-
tralidad?... Francia tiene el derecho de saber, y de
saber inmediatamente (Violentos aplausos), cuál será
nuestra actitud...
Y yo he hecho al embajador de Francia la decla-
ración siguiente:
— Estoy autorizado para dar la seguridad de que si
una flota alemana penetra en la Mancha ó atraviesa
el mar del Norte para emprender un ataque contra
las costas ó el comercio marítimo de Francia, la flota
inglesa le dará toda la protección (full protection)áe
que pueda disponer. ( Violentos aplausos.) Esta segu-
ridad estaba sometida, como es natural, á la aproba-
ción del Parlamento, y no debe ser considerada como
obligando al Gobierno á entrar en acción mas que en
el caso que la agresión se produzca.
Por esto mis palabras no constituyen en modo al-
guno una declaración de guerra de nuestra parte ai
implican una acción ofensiva de nuestra parte; pero
deben ser consideradas como algo que nos compromete
d tomar la ofensiva si las circunstancias asi lo erigen.
Me consta que el Gobierno alemán está dispuesto
— si nosotros queremos comprometernos á guardar la
neutralidad — á comprometerse por su parte á que la
nota alemana no ataque la costa Norte de Francia. Sólo
he sabido esto minutos antes de que empezase la sesión
de la Cámara. Pero esto constituye un compromiso
estrecho que hay que someter á un grave examen.
Además, otras consideraciones mucho más graves,
y cuya importancia aumenta de hora en hora, retie-
nen nuestra atención.
LA NEUTRALIDAD DE BÉLGICA
Quiero hablar de la cuestión de la neutralidad de
Bélgica. (Aplausos.) ¿Cuál es nuestra situación en lo
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1Q1 4
153
que respecta á Bélgica? El factor principal es el tra-
tado de 1839.
iSir Edward Grey expone que esta cuestión do
Bélgica ha preocupado mucho al gobierno en el curso
de la semana anterior, haciendo traliajos por mante-
ner la neutralidad belga, tan importante para la vida
de Inglaterra. Luego continúa:)
Yo sé que esta cuestión representa el factor domi-
nante de nuestra política. (Aplausos.) Por esto tele-
grafié en términos idénticos á París y Berlín, decla-
rando que era esencial para nosotros el saber si los
dos Gobiernos, francés y alemán, se hallan dispuestos
á la aceptación de un compromiso de respetar la neu-
tralidad belga. (Aplausos.)
He aquí la respuesta del Gobierno francés:
El Gobierno francés está resuelto á respetar la neutralidad de
Bélgica, y únicamente si otra potencia violase esa neutralidad se
consideraría Francia en el caso de obrar de distinto modo.
He aquí la respuesta del Gobierno alemán;
El secretario de Estado en los Negocios Extranjeros se ve en
la imposibilidad de dar una respuesta antes de haber cocsultadu
con el Emperador y el Canciller.
Esta respuesta, como ve la Cámara, no dice nada.
Luego, extraoficialmente, el ministro alemán de Nego-
cios Extranjeros ha dado á entender á nuestro emba-
jador Sir Edward Goschen que dudaba de poder con-
testarnos jamás sobre este punto, pues toda respuesta
de su parte, si llegaba el caso de una guerra, equi-
valdría á la divulgación de una gran parte del plan
EL AKClllDr(H'U rEUBKHO. I. ENERALISIMO DE LOS
BJÉRLITOS austríacos irot. Rol)
de campaña alemán. (Risas. Exclamaciones de ex-
trañeza.)
En vista de esto telegrafié á nuestro representante
en Bruselas y al Gobierno belga, y recibí la con-
testación siguiente
de nuestro emba-
jador: «El minis-
tro de Negocios
Extranjeros de Bél-
gica ha agradeci-
do mucho mí co-
municación, y ha
contestado á ella
que Bélgica hará
todo cuanto le sea
posible para man-
tener su neutrali-
dad. Me ruega que
añada que el Go-
bierno belga se
cree en situación
para defender la
neutralidad de su
país en el caso de
un ataque contra
ella.» (Aplausos.)
.MONITORES austríacos «IB HoMBARUBAHON A HBLORADO
154
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
EL «ULTIMÁTUM. ALEMÁN A BÉLGICA
Poco antes de llegar yo á la Cámara he recibido
la noticia de que el rey de los belgas había enviado
directamente un telegrama al rey Jorge. Este despa-
cho dice asi:
«Acordándome de las numerosas pruebas de amis-
tad de Vuestra iMajestad y de vuestro predecesor, y de
la actitud amigable de Inglaterra en 1870, así como
de la nueva prenda de amistad que acaba de darme,
dirijo un supremo lla-
mamiento á la inter-
vención diplomática
de Vuestra Jlajestad
para salvar la inte-
gridad de Bélgica. »
(La lectura de ente
telegrama es acogida
con grandes aplausos.)
Pero la interven-
ción diplomática re
sulta ineficaz en estos
momentos. Ya la rea
lizamos en la semana
última. ¿De qué pue
de servir ahora esa
intervención? Inglate-
rra tiene un interés
vital en la indepen-
dencia de Bélgica. Si
esta independencia
desapareciese, la in-
dependencia de Ho-
landa desaparecería
igualmente. La Cá-
mara debe conside-
rar que los intereses
británicos se verían
en peligro si perma-
neciésemos impasi-
bles en una crisis de
tanta trascendencia.
(Aplausos.)
Ninguno de vosotros puede imaginar que si una
gran potencia se mantuviese al margen de la guerra
que se prepara, podría exigir el respeto de sus intere-
ses luego de pasada la guerra.
Si llegan á confirmarse las informaciones recibidas
por el Gobierno respecto á lo que ocurre en Bélgica,
entonces el Gobierno inglés se considerará en la obliga-
ción de hacer toda clase de esfuerzos para impedir las
consecuencias que resultarían de los hechos anunciados.
Viéndonos envueltos en una guerra no vanius á
sufrir más que si nos mantenemos al margen de ella.
Que nosotros participemos ó no participemos en la
guerra, el comercio extranjero va á quedar interrum-
pido de todos modos. Si nos mantenemos apartados, no
SIR BDW.\1<D (iUKY
podremos después de la guerra hacer uso de nuestra
fuerza material para evitar ó para deshacer todo lo
que se haya producido en el curso de ella ni para im-
pedir que la totalidad de la Europa occidental caiga
biijo la dominación de una sola potencia. Por el con-
trarío, creo que si nos mantuviésemos impasibles
nuestra situación moral después de la guerra seria
mucho peor que si tomamos parte en ella.
Debo declarar á la Cámara t[ue aun no hemos con-
traído ningún compromiso en lo que concierne al en-
vió de un cuerpo expedicionario al continente. Pero
la movilización de la
flota está terminada.
i. a movilización del
ejército se continúa.
(Aplausos prolonga-
dos de la oposición
parlamentaria.)
Aparte de esto no
hemos aceptado nin-
gún otro compromiso,
porque reconocemos
i|ue son enormes
nuestras responsabili-
dades en la India y
en otras partes del
Imperio británico. Es
preciso que sepamos
siempre adunde va-
mos.
Mientras tanto yo
liago conocer á la Cá-
mara hasta dónde he-
mos ido. Nos queda
un medio de mante-
nernos fuera del con-
liicto. Para eso será
necesario que procla-
memos nuestra neu-
tralidad integral. Y
eso no lo queremos.
(Aplausos frenéticos.)
Sí no adoptamos la
linea de conducta que
acabo de indicar, teniendo en cuenta los deberes que
nos impone el tratado de neutralidad de Bélgica, la
situación del Mediterráneo y las consecuencias que
tendría para nosotros mismos y para Francia nuestra
inacción, si nosotros declaramos que tales considera-
ciones importan poco, yo creo que obrando asi sacri-
ficaremos nuestro respeto, nuestro nombre, nuestra
reputación, y que no por esto nos libraríamos de las
m;'is graves consecuencias económicas.
Juzgo haber dicho bastante para demostrar que de-
bemos estar prontos... (Aplausos prolongados.) Y de-
cíalo que estamos prontos... (Nuevos aplausos que se
prolongan durante un minuto.) Estamos prontos á
arrostrar todas las consecuencias que puedan pro-
HISTORIA DE LA QUERRÁ EUROPEA DE 1914
155
venir do la ax-ritud que hemos adoptado. Estamos
prontos á ocupar nuestro puesto y á cumplir nuestro
deber.
(LsL sesión se suspende después de este discurso,
cuyo final fué saludado con interminables aplausos.
Los diversos g;rupos del Parlamento se mostraron de
acuerdo con el gobierno. Los irlandeses de uno y otro
bando, cuyas divisiones habían puesto en peligro hasta
pocos días antes la paz y la unidad de Inglaterra, se
mostraron unidos, rivalizando en patriotismo. Á las
siete de la noche so reanudó la sesión. \' Sir Ldward
derechos de las naciones. Aceptar la proposición de
Alemania seria para ella sacrificar el honor de la na-
ción. (Aplausos.) Bélgica está firmemente resuelta á
repeler la agresión por todos los medios posibles.
(Aplausos.)
Yo sólo puedo añadir que el Gobierno de 8u Ma-
jestad ha tomado en muy grave consideración el in-
forme que acaba de recibir. Y por el momento no ne-
cesito decir más.
D
El discurso de Sir Edward Grey, en su primera
parte, podía resumirse con estas dos conclusiones:
M. Grey. M. Cíeorge. M. Asqiiith ^l. OhnrcliíII.
I,A SESIÓN DHL 3 DB AGOSTO BN LA CÁMAKA DB LOS COMUNES
Str Edward Grey declarü solemnemente que la flota inglesa garantizará las costas de Francia y que la Gran Bretaña mantendrá la neutralidad belga
^Ilillujo de S. Begg, <le la Illustration, de Paris)
Grey hizo la siguiente declaraciÓD complementaria: i
Acabo de recibir informes que no poseía cuando
he hecho mi declaración de esta tarde. Estos informes
los he recibido de la Legación de Bélgica en Londres
después de suspenderse la sesión.
Ayer á las siete de la noche el Gobierno alemán
ha presentado á Bélgica una Nota amenazante, propo-
niéndole el paso de sus tropas por el territorio belga,
prometiendo el mantenimiento de la independencia
del país á la conclusión de la paz, y amenazando que
en caso de negativa tratará á los belgas como enemi-
gos. (Gritos de sorpresa y de protesta.) Un plazo de
doce horas ha sido fijado para la respuesta.
Bélgica ha respondido que este atentado contra su
neutralidad representa una violación flagrante de los
1.
La flota inglesa garantizará á Francia contra
la flota alemana.
2." Inglaterra, solicitada por el rey de Bélgica,
se pronuncia fuertemente por el mantenimiento de la
neutralidad belga.
Esto era mucho para Inglaterra, en la cual una
parte de la opinión se mostraba contraria á interve-
nir en el conflicto, y muy poco para Francia, que ne-
cesitaba de una ayuda más extensa y positiva. Pero
la audacia alemana, al decidir la invasión de Bélgi-
ca, impulsó ii la guerra á todos los ingleses, venciendo
las últimas resistencias. El alemán, dueño de Bélgica,
era el mayor de los peligros para la Gran Bretaña.
La Cámara de los Comunes votó por unanimidad
un crédito defensivo de 1.250 millones (50 millones de
libras) solicitado por el gobierno.
156
VICENTE BLASCO IBANEZ
EL "GOBBKN*
El leader irlandés Redmond manifestó al gobierno
que podia retirar todas sus tropas de Irlanda para em-
plearlas fuera del pais. «Orangistas y nacionalistas
— dijo — defenderemos nuestras costas.»
X
Sucesos del 4 de Agosto. — La firmeza de Bélgica. —
Declaraciones de Sazonof en la Duma. ^Atropello
de embajadores en Berlín. — Entusiasmo en Bruse-
las y en París.
La primera hostilidad importante de Alemania
después de su declaración de guerra á Francia fué
lina agresión marítima. Los acorazados germánicos
Goeben y Breslau, que estaban cu el Jlediterráneo,
bombardearon en la madrugada del 4 Bona y Filipc-
ville, puertos de las costas de Argel, abiertos y sin de-
fensa. Los dos buques lanzaron un centenar de olni-
ses, que produjeron algún daño en las construcciones
y una sola victima.
Luego se retiraron, refugiándose en un puerto it.i-
liano. Las hazañas guerreras de estos dos buques fue
i'on tan cortas como vergonzosas para la bandera
germánica que ondeaba en sus topes. Se redujeron al
bombardeo de dos puertos indefensos y ii una fuga,
ii pesar de que el Goeben gozaba de gran fama en Ale-
mania como construcción naval de última novedad.
Unos acorazados ingleses de la división de Malta,
al enterarse del bombardeo, salieron en su persecu-
ción un dia después, al quedar declarada la guerra
filtre Inglaterra y Alemania. Ll Goeben y ol Bren
lau, que estaban refugiados on un puerto italiano, se
hicieron á la mar para no ser embotellados dentro de
éste. .*>ii salida fué heroica. ;Iban á morir! Los jefes y
oficiales habían bajado á tierra para depositar sus
testamentos y enviar sus joyas á las familias como
ultimo recuerdo. Las tripulaciones cantaron el himno
alemán al alejarse de tierra... Y apenas estuvieron en
el mar libre á la vista de los ingleses, el Goeben y el
Breslau, aprovechando la superioridad de su marcha,
huyeron á todo vapor refugiándose en los Dardanelos
y luego en el Bosforo. Allí fueron rebautizados con
iiiiinlirf's turcos, pasando á poder del gobierno oto-
mano.
Esta fué la historia alemana de las dos fuertes uni-
dades navales que el almirantazgo germánico man-
tenía en el Mediterráneo. Ambos acorazados, de in-
discutible valía por su velocidad y su armamento
moderno, debían unirse, según los planes de la Tri-
ple Alianza, con la armada italiana y la austríaca,
presentando batalla á la armada francesa, para bom-
liaidear luego Marsella y Tolón, mientras el ejército
italiano atacaba la línea de los Alpes.
Pero Italia no quiso seguir á sus antiguos aliados
en esta guerra de provocación, la escuadra austríaca
no se atrevió ií moverse del Norte del Adriático, y los
buques ingleses en unas cuantas horas limpiaron de
enemigos el Mediterráneo.
En la frontera de Alsacia apenas si hubo choques
el día 4, á pesar de la declaración de guerra. Algunas
patrullas de infantería y caballería alemanas pasaron
el limite divisorio, realizando agresiones contra los
puestos de aduaneros y las estaciones de ferrocarril,
pero huyeron á la aproximación de las fuerzas fran-
cesas.
En París el ministerio de la Guerra dio un decreto
DAÑOS lArSAÜDS EN lÜINA I-Olí BI, BOMBARDEO
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
157
ostahlecieudo un régimen especini
para la Prensa, con objeto de impe
dir los informes del espionaje. Este
decreto estaba concebido en los tér-
minos sifiuientes:
Queda prohibido publicar ninguna noticia
relativa k los sucesos de la guerra, moviliza-
ción, movimientos, embarques, transportes
de tropas, composición de los ejércitos, efec-
tivos, etc., que no haya sido facilitada por
la oficina de la Prensa organizada por el
ministerio de la Guerra.
Tres veces por día el ministerio comuiii
cara estas noticias á los periódicos.
Los directores de las diversas publicacio-
nes diarias ó periódicas harán constar, por
una declaración escrita, los días y las horas de su publicacióu
regular. Todas las ediciones especiales quedan prohibidas, así
como los anuncios á gritos ó fijados en la vía pública.
Deberán además remitir al ministerio de la Guerra (oficina de
la Prensa 1 las pruebas definitivas de cada número tan pronto como
la última página haya sido compuesta.
El diario ó la publicación, después del envío de esta prueba,
podrá proceder á su tiraje y á la venta sin ninguna otra formali-
dad. Pero se expondrá á una recogida inmediata si al examinar
las pruebas se ve que ha publicado una noticia militar cualquie-
ra que no haya sido comunicada por las oficinas de este minis-
terio.
Mbssimy
A las diez de la mañana se reunió en Bruselas la
Cámara de Diputados. La sesión era extraordinaria, y
asistió a ella el rey con la reina y sus tres hijos.
Alberto I, en medio de un silencio impresionante,
pronunció este discurso:
«Nunca, después de 1830, hora más grave que la
presente ha sonado para Bélgica. La fuerza de nues-
tro derecho y lo necesario que es para Europa el que
gocemos de una existencia autónoma, nos hace espe-
rar aún que los acontecimientos temidos no lleguen á
EL »U1!ESI,.\I-.
producirse. Pero si nos obligan á impedir la invasión
de nuestro suelo, el deber nos encontrará armados y
decididos á los más grandes sacrificios.
»La juventud se ha puesto ya de pie para defender
la patria en peligro, l^ua sola obligación se impone á
nuestras voluntades: la de mantener una resistencia
tenaz, con valor y con unión.
«Nuestra bravura nacional queda demostrada por
nuestra irreprochable movilización y por la gran can-
tidad de alistamientos voluntarios. El momento pre-
sente exige actos. Yo os he reunido para que las
Cámaras puedan asociarse al heroico impulso del
país. Vosotros sabréis tomar todas las medidas que
aconseja la urgencia presente. Todos estáis decididos
á mantener intacto el patrimonio sagrado de vuestros
antecesores. Nadie faltará á su deber.
«Nuestro ejército está á la altura de su misión. El
(jobierno y yo tenemos plena confianza en él. El Go-
bierno sabe las responsabilidades que le esperan y las
asumirá hasta el final, para defender el bien supremo
del país. Si el extranjero viola nuestro territorio en-
contrará á todos los belgas agrupados en torno de su
soberano, que no ha de traicionar nunca su juramento
constitucional.
"Tengo fe en nuestros destinos. Un país que sabe
defenderse se impone al respeto de todos y no perece
nunca. Dios será con nosotros. >
Este discurso fué saludado con ruidosas aclama-
ciones. Luego la Cámara belga votó un crédito de 200
millones para las necesidades de la defensa nacional.
El gobierno, que iba á asumir la responsabilidad
de una defensa aventurada y heroica, necesitaba jun-
líir en su seno todas las voluntades y todas las opinio-
nes del país. Por esto el mismo rey rogó al jefe del
p.irtido socialista, el gran orador Emilio Vandervelde,
que aceptase un puesto en el gabinete, entregándole
l;i cartera de ministro de Negocios Extranjeros.
El gobierno, formado por hombi-es enérgicos de
todos los partidos, proclamó inmediatamente el estado
de sitio en las provincias de Limburgo, Lieja, Namur
y el Luxemburgo belga.
LIE LOS AUORAZADO.S ALEMANES
158
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
M. MHSSIMV. MIM.--rRll HE I. A
i.rnKiíA Ki{;\Ni i-:s
L.a Dmiiii, «jiio ha
liiii sido convocada
(MI San Petersburso
poi' el gobierno ruso,
oyó las explicaciones
(le .\1. Sazonof, minis-
1 1() de Negocios Ex-
iranjerus. Esto puso
fii claro el origen de
la guerra impuesta á
líusia por la soberbia
;ii(>mana.
«Con plena concien-
cia del deber inmen-
so que le incumbe
dijo el ministro Sa
zonof - y absorbido
por el trabajo de su
desenvolvimiento in-
terior, el Imperio ruso no ha cesado de dar pruebas
de su sincero deseo de paz. Inicamente por este
deseo, que tantas veces nos ha
hecho transigir y ceder, lia pi>
dido escapar Europa en 1912 y
en 19i;3 del peligro de una con
ttagración general. No es, pues.
Rusia la que amenazaba la paz
del mundo. .lamas ha liuscado
ella defender su dignidad con
hi amenaza de las armas ni
pisoteando el amor propio y el
derecho de los dél)iles.
«Mientras nosotros sostenía-
mos la paz á costa de dolorosos
saoriñcios, ¿cuál era al mismo
tiempo la labor á que se de-
dicaba el Imperio de Austria-
Hungría? Su trabajo consistió
en sembrar la discordia en los
Balkanes. Eué él quien con-
venció ;i Hulgaria para que se
arrojase contra sus antiguos
aliados en 1912, lo que nos valió la segunda guerra
búlgara.
«Desgarrado ese Imperio por hondas divisiones
intestinas y previendo tal vez un reparto de sus te-
rritorios á la muerte de Francisco .José, ha conside-
rado preciso para galvanizar su vida hacer alarde de
que aun le queda la fuerza de otros tiempos. Y para
esto ha escogido como víctima á Servia.
»No ignoráis vosotros en qué condiciones se lanzó
el ultimátum al Calnnete de Belgrado. Sometiéndose
Servia á sus exigencias se reconocía como vasalla de
Austria. No mostrar nosotros interés en esta cuestión
hubiese eíjuivalido al abandono de nuestro deber se-
cular de defensores de los pueblos balkánicos. Era al
mismo tiempo admitir que la voluntad de Austria,
apoyada ocultamente por Alemania, imponía la ley
en Europa. Ni nosotros, ni Francia, ni Inglaterra,
podemos consentirlo.
"Á pesar de esto, Rusia, Francia é Inglaterra han
intentado todo lo que era posible para el manteni-
miento de la paz. ;.Qué era lo que nosotros pedíamos?
Estábamos dispuestos á aceptar cualquier arreglo con
el (iabincte de Viena con una sola condición: que no
se atentase en nada contra la soberanía y la indepen-
dencia de Servia.
«Desde el primer momento hemos expuesto fran-
camente esta actitud nuestra al Gobierno de Alema-
nia, y está fuera de toda duda que si el Gabinete de
Berlín hubiese deseado la paz le habría bastado una
sola palabra para detener ;i su aliado, como lo hizo
durante la crisis balkánica. Perú en realidad Alema-
nia, qLie no cesaba de ¡itirmai', con palat)ras nada
más, su deseo de iiiHuir en Yiena, rehusó una tras
otra todas las proposiciones que le fueron hechas,
valiéndose para esto de objeciones sin fundamento.
"Mientras nos esforzábamos por conseguir una
solución pacífica, Belgrado fué bombardeado, y Eu-
|;L KKV IiK r.Kl.ail'A DtltmiKNDO.SB al parlamento RNTUK las ACLA.MACIONB.S
riR LA MICiníOlMIiUK
ropa se encontró en presencia de una agresión reali-
zada. ^Qué le quedaba á Rusia por hacer después de
este hecho amenazante? Proceder á la movilización.
»En estas condiciones no podíamos abstenernos de
adoptar las más elementales medidas de precaución,
tanto más cuanto que Austria había ya movilizado
la mitad de su ejército. .\1 mismo tiempo que se orde-
naba nuestra movilización, S. M. el Emperador dio
su palabra al Emperador de Alemania de que Rusia
no recurriría á las armas mientras quedase la más
pequeña esperanza de conseguir un arreglo pacífico.
«Estas palabras de moderación no fueron escucha-
das. .Uemanía ha declarado la guerra, primero á nos-
otros, después á nuestra aliada Francia. Y luego, con
menosprecio de todos los compromisos solemnes que
había contraído de acuerdo con otros países como
iÜiSTÜRIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
159
garantizadora de la neutralidad del Liixemburi!,'o y de
la neutralidad de Bélgica, Alemania pisotea sus com-
promisos y viola su propia palabra. »
El ministro Sazonof terminó asi:
«Nosotros no queremos admitir el yugo de Alema-
nia y de su aliada, y combatiremos contra las dos por
algo grande y de general interés: por libertar á Eu-
ropa de un peligro. Rusia, al aceptar esta guerra, no
busca una gloria vana. »
La muchedumbre patriótica de Berlín observó una
conducta salvaje con los representantes de las poten-
cias que Alemania había impulsado á la guerra.
Ya hemos visto de qué modo fué tratado en Paris
el embajador Schoen, á pesar de su conducta equivoca
y de los esfuerzos que hizo á última hora para ser
objeto de una agresión personal que justificase el rom-
pimiento de relaciones. El gobierno francés cuidó de
la persona del embajador, corrigiendo sus impruden-
cias voluntarias con la incesante protección de la po-
licía. Al partir Schoen organizó su viaje con toda
clase de comodidades para él y su séquito, poniendo
el gobierno á su disposición un tren especial.
En Berlin no sólo fueron tratados con desprecio los
representantes diplonicáticos, sino que vieron en peli-
gro su existencia y la del personal desús oficinas.
La salida del embajador de Rusia dio lugar á esce-
nas repugnantes. Una masa de energúmenos patrióti-
cos asaltó los carruajes en los que se dirigían ;i tomar
el tren el embajador y sus secretarios. La policía ape-
nas si se esforzó por defender á estos viajeros, pro-
tegidos por la inmunidad diplomática. Los manifes-
tantes escupieron en la cara á las esposas de los diplo-
máticos rusos, y golpearon con los bastones á algunos
de éstos, ensangrentándolos. Hay que hacer constar
que en esta muchedumbre hostil no figuraban gentes
del pueblo. Eran señores bien vestidos los que se mos-
traban más furiosos; algunos de ellos ostentando con-
decoraciones. Estu-
diantes y periodistas
componían el resto de
la manifestación. To-
dos pertenecían á la
clase que habla con
orgullo de la «cultura
alemana», y quiere
imponerla al resto del
mundo que vive, se-
uiiii ellos, en un esta-
do de civilización in-
íerior. Su noble < Kul-
lur» empezó por de-
iiiiistrarse en esta
í^uerra atropellando
,i nmjeres y hombres
M. SAZONOF, MiNisTuo DE NEGÓ- indetcnsos, protegi-
dos EXTRANJEROS RUSO dos por una inmuni-
I. A UUMA
dad ([ue es respetada hasta por los puel)los más
atrasados.
Ll einl'Kijador de Francia, M. .lulio Camboii, se libró
de estos ati'opello.s personales, pero tuvo que sufrir
con su personal una larga serie de molestias y humi-
llaciones. El .3 de Agosto por la noche recibió sus pa-
saportes del goliierno alenuin, pero tuvo que esperar
veinticuatro horas para hacer entrega de sus archivos
al embajador de España, que se encargó de todo el
material de la embajada, así como de la protección
de los franceses residentes en Alemania.
M. .Julio ('ambón es una de las personalidades más
eminentes de la diplomacia. Él y M. Paul Cambon,
embajador en Londres, han prestado á Francia im-
portantes servicios. Mientras el uno trabajó en Ingla-
terra incesantemente hasta, conseguir la. inteligencia
franco-británica, el otro Cambon luchó durante varios
años en el terreno hostil de la diplomacia alemana
por mantener el prestigio y la seguridad de Francia.
Guillermo II mostró en repetidas ocasiones el alto
aprecio en que tenia la personalidad del embajador
('ambón, visitándolo muchas veces en el palacio de
la embajada, k pesar del respeto que merecía esta
personalidad, y de las consideraciones que son debi-
das al representante de un país mientras permanece
en su puesto, el gobierno alemiin trató á M. (l'ambon
con dureza. Durante las veinticuatro horas que per-
maneció en Berlín, las autoridades alemanas pro
curaron molestarle, demostrando en ello cierta delec-
tación. iMientras en París M. de Schoen había podido
vivir con entera libertad, M. Cambon y el personal de
la embajada francesa, encerrados en su domicilio como
si fuesen prisioneros, recibieron la orden de no encar-
gar sus comidas más que en restaurants cuyos dueños
fuesen alemanes. En esta situación humillante mon-
sieur Cambon tuvo que pedir al ministerio de Nego-
cios Extranjero? que se dignase intervenir para que
el dueño de un hotel ((uisiera emiarle comida para él
y sus colaboradores. Todos los establecimientos de
Berlín se negaban á servir á los diplomáticos frai>
160
VICENTE BLASCO IBANEZ
ceses, como si esto fuese un crimen de lesa patria.
El itinerario del viaje dio también motivo á las vio-
lencias alemanas. M. Camben quería volverá su país
por el camino más corto, ó sea por Holanda y Bélgica.
Pero en la noche del 4 lo hicieron partir con veintisiete
personas de su séquito por la via de Dinamarca, lo
que representaba un rodeo enorme. Además el tren
hizo un viaje lento y dificultoso, empleando veinticiia
tro horas para llegar á Kiel. En muchas estaciones
varios soldados alemanes, revólver en mano, guarda
ban las puertas del vagón, prohibiendo con amenazas
de muerte que los franceses hablasen entre ellos.
Al llegar á la última estación .ilcuKiiiri, el olicial
prusiano encargado de acom-
pañar la comitiva hasta l;t
frontera exigió á M. Caml)oii
el pago de .'?..")0() marcos, que
era el precio del viaje, aíir
mando que si no entregaba
esta cantidad se opondría .1
que pasasen la frontera da
nesa. I]l embajador se asom
bró de que no le hubiesen pe
dido este dinero al salir de
Berlín, y ofreció un cheque
sobre un gran banco alemán.
El oficial rehusó el cheque y
31. Cambon tuvo que resig
narse á hacer una colecta en
tre sus compañeros de viaje,
(pie pudiei'on reunii' en me
tálico unos -1.000 francos, en
fregándolos. De este modo
compraron su libertad y pu
dieron atravesar la frontera,
donde les esperaba un tren
especial y lujoso preparado
por el gobierno de Dinamai-
ca y que los trasladó inme
diatamente á Copenhague.
Asi procedió el gobierno
alemán, mientras en París
dedicaban un coche-salón al viaje de M. de Schoen,
vehículo que tardó mucho en ser devuelto á Francia.
Más adelante veremos cómo salió de Berlín el em-
bajador de Inglaterra.
o
El ultimátum del golñerno alemán á Bélgica pro-
dujo en Bruselas una explosión de cólera. El entusias-
mo patriótico se esparció por las calles en ruidosa ma-
nifestación. Nadie tuvo en cuenta el enorme poder de
Alemania y la pequenez de la nación belga. Todos
vieron únicamente la monstruosidad del atropello. La
conciencia nacional se sublevó con heroica unanimi-
dad. Hasta el elemento llamenco de Bélgica, que había
mostrado siempre cierta aversión contra Francia,
olvidó sus preocupaciones para unirse al grito de pro-
testa que lanzaba todo el pais.
.M. JILIO LAMBÓN
Numerosas manifestaciones recorrieron las calles
de Bruselas dando vivas á Francia y cantando La Mar-
sellesa. Otros grupos lanzaron gritos contra Alemania
é hicieron alardes de hostilidad ante los estableci-
mientos y viviendas de los alemanes. Estos eran muy
numerosos en el territorio belga. La emigración ger-
mánica, como si obedeciese á una orden superior, lia-
l)iii invadido en los últimos años las ciudades de Bi'd-
gica. IJi Amberes dominaba gran parte del comer-
cío. Todos los alemanes establecidos se dedicaban al
espionaje, como se vio claramente después. Jinchos,
empleando el procedimiento de la naturalización re-
comendado por el gobierno alemán, se habían hecho
ciudadanos belgas, ocupan-
ilü puestos jiúblicos y figuran-
lid como oficiales de la mili
lia llamada 'iuaidía Cívica.
L'n soldado francés que
(■staba de paso en Bruselas
fué llevado en triunfo por
l.i muchedumbre. Las damas
liclgas ostentaban escarape-
las con los colores naciona-
les y los de Francia. Todos
hacían votos por que la veci-
na República se defendiese
enérgicamente de la inva-
sión alemana, afirmando
que Bélgica estaba dispuesta
á perecer antes de consen-
tir el paso de las tropas ene-
migas.
Dos dirigibles alemanes,
volando sobre Bruselas en la
mañana del 4, excitaron aun
más la indignación general.
Este pueblo, el más tranquilo
y laborioso de Europa, no
pudo contener su cólera al
verse tan injustamente agre-
dido.
Varios grupos, con una in-
dignación perfectamente explicable, atacaron algunos
establecimientos alemanes é insultaron á los subditos
germánicos en las calles.
.-\1 mismo tiempo en París la muchedumbre seguía
con entusiasmo el desarrollo de la movilización. La
vida de la ciudad parecía haberse concentrado en la
estación del Este. Todos marchaban hacia ella; unos
para incorporarse al ejército: otros para despedir á
los que partían.
En las calles apenas se encontraban vehículos.
Todos los medios populares de comunicación estaban
suprimidos por falta de personal. Por el centro de las
avenidas pasaban los regimientos, los escuadrones, ó
grupos de muchachos y mujeres llevando al frente la
bandera tricolor y cantando La Marsellem.
Un auto de alquiler, corriendo á toda velocidad.
I
í^íi'i'
LA IN\
Dibuio de Andrí Dcvambcr, de la •lllustrallon> de París.
Retirada de los alemanes p
RUSA
los por los ejércitos rusos
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
161
atropello á un tr;uiseuiite que iba de prisa. Por fortu-
na éste salió indemne de entre las ruedas, y se lanzó
contra el chauffeur insultándolo, asi como el público
aglomerado por aquel incidente.
— Tengo mucha prisa — dijo el conductor excusán-
dose— . Voj' á entregar el auto. Salgo dentro de dos
horas para la frontera.
— Yo también — contestó su victima con súbita tran-
quilidad.
Y los dos hombres, que en otra ocasión se hubie-
sen golpeado, acabaron por abrazarse. «Camarada,
¡viva Francia!»
En un vagón del ferrocarril metropolitano, lleno
de gentío, cuatro jóvenes elegantes abandonaron sus
asientos al ver subir cuatro soldados con las botas y
los-unifonnes llenos de polvo. Los soldados vacilaron,
no atreviéndose, por galantería, á aceptar el ofreci-
miento.
— Sentaos — insistieron las damas—. Hoy son las
mujeres las que deben ceder el sitio á los hombres.
Los soldados acabaron por aceptar.
— Gracias, señoras — dijo uno de ellos — . Bien lo
necesitábamos. Estamos marchando desde esta ma-
ñana para llegar á tiempo á la estación del Este.
En la estación se desarrollaron durante muchos
días escenas conmovedoras y se pronunciaron frases
de popular sinceridad que demostraban el estado del
alma francesa.
Una madre besaba por última vez á su hijo, sober-
bio coracero que hacia esfuerzos por distraerla y evi-
tar sus lágrimas.
— Adiós, mamá. ¿Qué quieres que te traiga de
Berlín?
— Tu piel intacta, hijo mío. No deseo otra cosa. En
Prusia todo lo que hay es bisutería mala.
Un tren iba á partir con un regimiento de infante-
ría. El jefe de la estación le dijo al coronel:
::■!
'-^^■■^^^■fe^b-''*^^- ' '>
^^BB^fc-5^j;í-..^;',!;i^-;j--l.Si>v V- _;_■ ií.slI^^^^BB^BB
LA MULTITUD ACLAMANDO A LO.S RESERVISTAS QUE VAN Á LA GUERRA
UN TKEN DE MOVILIZADOS .SALIENDO DE PARÍS
— Vuestro departamento está á la cabeza del tren:
en un vagón de primera.
— ¡3Ii departamento! — exclamó con extrañeza el
coronel — . Yo debo estar donde estén mis hombres.
Y subió á un vagón de carga lleno de soldados.
En la muchedumbre se oyeron frases como estas:
— No llores, mujer; sé razonable. Comprende que
esto no podía seguir así, y que es hora de que acabe.
No se puede vivir toda la vida con una espada ame-
nazante sobre la cabeza.
Otros gritaban:
— Hay que acabar con ese imperio alemán que nos
fastidia.
Y todos con la voz ó con los ojos expresaban su
conformidad.
— Es cierto. Hay que cambiar de existencia ó
morir.
La fe en la victoria animaba á la muchedumbre y
á los combatientes.
En el campamento de Versalles los soldados de un
escuadrón que iba á partir para la frontera
colocaron este cartel sobre un árliol:
EL JUEVES PRÓXIMO
PARTIDA DEL GRAN CIRCO FRANCO-BELGA
52 caballos, 45 artistas
PRIMERA REPRESENTACIÓN DE GALA
ORAN PLAZA DE BERLÍN
Y en un ángulo del cartel había pinta-
da una amazona de circo enviando besos al
público. ¡El buen humor inextinguible del
soldado francés cuando va al encuentro de
la muerte!...
Esta fe en el triunfo la expresó un con-
ductor de autobús con una ingenuidad con-
movedora.
— Lo que más me fastidia — dijo — es la
pendiente de los caminos de Bohemia. To-
20 '
162
VICENTE BLASCO iBANEZ
do3 ellos son terribles, y sufriremos luuclio al conducir
los automóviles militares.
El chauffeur se veía ya corriendo por el territorio
de los enemigos con una buena fe inocente y heroica.
Los alsacianos y loreneses residentes en París se
reunieron en un café del bulevar. Eran más de tres
rail, hombres y mujeres. El presidente de la reunión,
M. Eugenio Kuentzmann, originario de Estrasliurgo,
aconsejó á sus compatriotas que formasen un cuerpo
de voluntarios.
-Es la Francia dijo—, nuestra patria verdadoni,
Au Peuple Belge!
Cí l a ■ii5i' lilus granel rejret quB les íroupts Allumamlís se voiant forctes d«
francliir la fiuntice de la Etlglque. Elles agissenl sous la contrainic dunc necessite in-
eyi'alile li nEutraliU da la Belgique ayant (tc U¡í vioiéo par des ofTiciers francais qui.
sous un deguisciTen!. aicnt travení le territoire belge en aulúmobile pour pioetrcr en
Aí'ent^gn'^.
Oeljtj! Cttl sslrj pliu «rm iésip iju'il j ail ncore muía dtviitr tu tomhl enire den
(«•(.a ^ eiaieil tm ¡ts^t i prisent. jidis níme siliíi. Scuitnei (oin du {lorieui pir d:
Viitti-'x n iUmi 'íi srat; ^i(iBaiid:s qgi onl nolhbiK a fondo- ú (!:a::iir Lodcptndancs el la
|)i»i«frní (i! «;« pjlfi».
Maí il iiQus faiil le che-Tiin libre. Des deblí uctioiis de |¡oiU3. de tiiiinels, de voies
imiti d«ro(!t élre regardées ctirume dís adióos hostil«s. Stlyts, wus avez a choisir.
Jf-sperd DD,-,c p lArniSe aliemande de !a Meuse ne sera pas coiuralnle de ion
CGniiiaiwe. Un cheniin libre pour attaijiter celui qui voiilail notis attaquer, c'est ¡out ce
que -mí désirciis.
Ja iam du o^i^isn^iics f ormelles á la prpulation belgd qu'elle
r'aura ii5n a sccffrir des tiorreurs de la guerre; que nous payerons en
' or tsiuiíriayé les vitres qu'il faudra prendre du pays; que nos soldats se
' [íiüiilrei'orit i^s citülsurs amis d'un peuple pour lequel nous éprouvans la plus liaute estime.
; la plus yraivje syaipEttiia.
• C'csi de votre sagesse et d'un paf Hotlsma
btor comprEs qu'il dépend d'évSter á votrs
pays les» horroum üg la guet^-re.
Le General Commandant en Chef l'Amée de la Meuse
von Emmich.
PROCLAMA DB VÜN BíMMICH AL PUEBLO BELGA
Esta procinma fué dlslribufda á mano por los primeros linetes alemanes
(húsares de la Muerte y hulanosi que penetraron el 1 de Agosto en Bélgica con
dirección á Licia. De ella sólo quedan unos pocos ejemplares guardados por
los belgas, pues los alemanes han procurado luego hacerla desaparecer, bus-
cándola por todo el país. Este documento es de gran valor, ya que sirve para
demostrar la campaña de mentiras realizada por los alemanes, y prueba ade-
más lo premeditado de una invasión, preparada desde mucho tiempo antes,
hasta el punto de tener impresa una proclama en grandes cantidades para re-
partirla asi que franqueasen la frontera.
la que vamos á defender. Partamos alegremente, por-
que dentro de pocos días los que hemos vivido refu-
giados en París tendremos el consuelo de encontrar-
nos con nuestros hermanos de Alsacia, que el enemigo
está armando contra nosotros. Las armas alemanas
que ponen en sus manos se volverán contra Prusia.
Una señora habló después.
— Nuestros hijos- dijo con voz temblorosa — han
sido esclavizados por Alemania. Hemos esperado du-
rante cuarenta años, tascando nuestro freno, la liora
del desquite. Esta hora ha llegado al ñn. Hela aquí.
¡Alsacianas, hermanas mías! ¿Vais á permanecer sin
hacer nada? Propongo que al cuerpo de voluntarios
alsacianos y loreneses se una otro cuerpo de enfer-
meras formado por nosotras. Iremos á nuestra tierra
para libertar á nuestras madres y hermanas y cuidar
nuestros heridos.
A los sones de la Marcha Lorenesa los asistentes
á la reunión fueron á inscribirse como voluntarios en
grupos de diez. Las mujeres se inscribieron igual-
mente.
Antes de partir, el presidente, con voz cortada por
la emoción, dijo á sus compatriotas:
Alsacianos y loreneses: Francia cuenta con nos-
otros. ¡.Juremos morir por ella!
Hombres y mujeres levantaron la diestra diciendo
con sencillez:
— ¡Lo juramos I
Todos lloraban al ver llegada la hora, después de
tantos años de espera.
Á estas muestras de entusiasmo se unieron las de
los revolucionarios.
.Juan Longuet, nieto de Carlos Marx, el fundador
del socialismo alemán, dijo asi:
«Si Francia es invadida, ¿cómo los socialistas no
serán los primeros en defender la Francia de la Revo-
lución y de la democracia, la Francia de la Enciclo-
pedia, de 1793, de 1848, la Francia de Pressensé y de
•laurés?»
Marcel Sembat dijo á sus correligionarios:
■ instáis obligados á hacer la guerra por la viola-
ción de los territorios neutrales y por la agresión de la
Alemania imperial. Vais á batiros en defensa de la
cultura francesa y de la libertad de los pueblos. Cuan-
do seáis vencedores — porque la victoria os aguarda — ,
os negaréis á violar el derecho de los otros.»
Miguel Almereida, director de Le Bonet Rouge:
«Socialistas, hermanos mios, relegad por el mo-
mento nuestra Internacional y nuestra bandera roja.
Nuestro canto debe ser en adelante La MarseUesa y
nuestra bandera los tres colores. Como en 1793, la
bandera en sus pliegues y el himno en sus estrofas,
llevan el alma de los pueblos libres.»
a
Alemania, con arreglo á sus procedimientos arbi-
trarios, invadió Bélgica sin declaración de guerra. En
la noche del 3 al 4 de Agosto las primeras fuerzas
alemanas atravesaron la frontera belga, desde Aix-la-
Chapellc á Recht.
El general Von Emmich, jefe del ejército alemán
del Mosa, que mandaba las tropas invasoras, lanzó
la siguiente proclama al entrar en Bélgica:
AL PUEBLO BELGA
Con gran pesar mío laa tropas alemanas se han visto obliga-
das á franquear la frontera de Bélgica. Obran bajo la presión de
una necesidad inevitable, pues la neutralidad de Bélgica lia sido
ya violada por oficiales franceses, que disfrazados han atravesa-
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1Q14
163
fZrtoA
vn
KL ARTÍCULO
DEL TRATADO DE NEUTRALIDAD DE BÉLGICA
lio en ftiitornóvil el territorio belga, para penetrar en Alemania.
¡Belgasl Nuestro más ferviente deseo es evitar un conflicto
entre dos pueblos que han sido amigos hasta el presente y que en
otro tiempo fueron aliados. Acordaos del glorioso dia de Water-
lóo, en que los ejércitos alemanes contribuyeron á fundar y
establecer la independencia y la prosperidad de vuestro pais.
Necesitamos el camino libre. Las destrucciones de puentes,
túneles y vias férreas serán consideradas por nosotros como
actos hostiles. Belgas: podéis elegir.
Yo espero que el ejército alemán del Mosa no se verá obliga-
do á combatiros. El camino libre para atacar á los que nos quie-
ren atacar es todo lo que deseamos nosotros.
Yo garantizo formalmente que la población belga no tendrá
que sufrir en nada los horrores de la guerra; que pagaiemos en
oro los víveres que necesitemos, y que nuestros soldados proce-
derán como los mejores amigos de un pueblo por el cual sentimos
nosotros la más alta estima y la más grande simpatía.
De vuestra prudencia y de vuestro patriotismo bien entenJi
do, depende el evitar á vuestro país loa horrores de la guerra.
El general coma ndante en jefe del ejército del Jíobo .
VON Emmich
Inútil es decir que esta proclama fué una demos-
tración más de la hipocresía germánica. Era falso que
unos oficiales franceses liubiesen pasado disfrazados
la frontera belga. Además este pretexto para inva-
dir á un pueblo resultaba tristemente ridiculo. ¿Qué
peligro podía correr Alemania aunque esto hulñcsc
sido ciertoV
La invasión de Bélgica era un hecho previsto des-
de años antes por los belgas, que desconfiaban de Ale-
mania y seguían con atención sus preparativos. Al-
berto I, después de una entrevista con el kaiser en
Berlín, habia regresado á su pais mostrando una gran
desconfianza acerca de la amistad de sus vecinos. A
esto se debió (^ue el reino de los belgas reconociese
la necesidad de modificar la organización de sus me-
dios de defensa, considerándolos insuficientes para
proteger su neutralidad. Este país, dedicado á la in-
dustria y poco afecto á las glorias militares, procedió
al engrandecimiento de su ejército, con la certeza de
que alguna vez tendría que defenderse de la ambición
alemana.
Como garantía de su independencia, contaba con
el tratado de neutralidad firmado en Londres el 19 de
Abril de 1839. Este tratado estipulaba textualmente
en su artículo 7.":
«Bélgica formará un Estado independiente y per-
petuamente neutral. Deberá observar esta misma neu-
tralidad con todos los demás Estados.»
El tratado de Londres iba garantizado por las fir-
mas de Austria, Francia, Gran Bretaña, Rusia y Pru-
sia. Pero ya hemos visto el poco respeto que inspiraba
á la diplomacia prusiana la firma de su Estado.
En 1906 un general belga anunció la invasión ale-
mana con ocho años de anticipación. El estudio mi-
LAS I-IlíMAS DEL TRATAHI)
Por Injflfllerrs. Palmcrsloii ; pnr Bélgica, Silva Van der W'íyer; por Aus-
tria, Seneft; por ¡'rancia. Scbastianl: p.ir Prusia , BUiow, y por Rusia,
Pozzo di borgo.
164
VICENTE BLASCO IBANEZ
I'Ul.MBKOS dIaS DK i. a .MCi\ ILIZACIÓN
LIn suboficial de la reserva, hata del automóvil con su mujer para entrar en un almacén de objetos mi
litares y hacer sus últimas compras. En la mano lleva la pequeña maleta de ollcial llamada •cantina
(Fot. MeuríAfle)
litar publicado por dicho general en un diario de
Jkuselaa produjo la alarma. Demostral)a en él que in-
dudablemente Alemania, al tener una guerra con
Francia, procurai'ia atacarla por el punto más fácil,
ó sea por Bélgica, aunque para esto hubiese de atro-
pellar la neutralidad. Dio en apoyo de esto numero-
sas pruebas, siendo una de las más convincentes el
extracto de una carta dirigida á Bismarck en 1870
por el viejo emperador ííuillermo I, abuelo del empe-
rador actual. En esta carta, desconocida hasta enton-
ces, Guillermo I hablaba á su Canciller de los gran-
des trabajos de defensa realizados por Francia para
cubrir su frontera del peligro de una invasión en oí
caso de una segunda guerra franco-prusiana.
«La frontera francesa — decia el emperador — está
cerrada casi herméticamente desde Suizii hasta Bél-
gica. Esta linea continua de fortalezas y de fuertes,
aunque consiguiéramos atravesarla, liaría imposible
el envió de todo lefuerzo, y estorbaría enormemente
el empleo estratégico de nuestras fuerzas.
• Aunque resultáramos victoriosos en los comba-
tes, nos sería imposible proseguir nuestros éxitos
como en 1870, porque nos veríamos obligados inme-
diatamente á sitiar esta cintura de campos atrinche-
rados, y antes de que llegásemos á tomar algunos
fuertes, el ejército derrotado tendría tiempo para re-
hacerse detriis de esta linea, tomando fuerzas para un
nuevo encuentro. Y si por desgracia los alemanes son
derrotados en el primer choque, la orilla izquierda
del Rhiti quedará perdida y tendremos que retirarnos
al otro lado del rio.»
El Estado Mayor alemán si-
guió creyendo en la imposibi-
lidad de una invasión por la
frontera francesa, enorme-
mente fortificada, y buscó el
paso por Bélgica, atropellan-
dü todos sus compromisos na-
cionales.
Estas revelaciones del ge-
neral belga, asi como los tra-
bajos de los alemanes en su
frontera, pusieron en guar-
dia á Bélgica. Los diversos
ferrocarriles germánicos que
atluían á la frontera y los
enormes campos militares es-
tablecidos en Aix-la-Chapelle
y -Malmedy obligaron al go-
liierno de Bruselas en los últi-
mos años á acelerar sus pre-
parativos militares. Gracias
;i ellos pudo Bélgica asombrar
al mundo con una resistencia
que nadie esperaba.
(Jreyeron los alemanes que
la invasión de Bélgica era
una empresa de cuarenta y
ocho horas, y que iban á llegar sin ningún obstáculo
hasta, la frontera francesa del Norte, casi desprovista
de fortificaciones.
La pequeña nación fué como David, y asestó una
pedi-ada certera al Golíath germánico.
soi.DAnn Ki(ANri:s nK inkantickia eos s\- KyUIPO
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
165
ULTIMO DETALLE DEL EQUIPO MILITAR
Entrega de la medalla de ideniidad á liis movilizados en uno de los cuarteles de París
(Dibuio de Luciano Joñas, de la •Illiistralion» de Parts)
166
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
1,A lAMAKA IJK DI J-irTA DOS DE FUANCIA
X
Memorable sesión del Parlaineiito francés
pp.nn. ;.No siontp pmor.ión pet« jefe joven, á quien
impone el destino r-omo el más pesfido fardo ese poder
que tantos otros recibieron como un juguete agrada-
bleV... Leo con una voz que no quiere esforzar el men-
saje del presidente de la República. 8u tono es calmo-
so. Pero sin embargo, por dos veces "M. Viviani se ve
obligado ¡i enjugar el vaho que cubre los cristales de
sus lentes.»
El relato oficial de la sesión dice más que todas las
descripciones, pues revela la fuerza del espíritu na-
cional en este gr.n-e momento.
La sesión empezó á las tres de la tarde.
El presidente de la Cámara, .M. Paul Deschanel,
ocupó su sillón, mientras los diputados corrían apre-
suradamente á sus sitios, llenando todo el hemiciclo.
Las tribunas estaban repletas. Fuera de la Cámara
había miles de personas. Un silencio imponente pesa-
ba sobre el salón de sesiones.
Seiscientos diputados fijaban sus ojos en Descha-
nel, esperando su palabra. Un secretario leyó el de-
creto del presidente de la República ordenando la re-
unión de las Cámaras, y luego Deschanel se puso de
pie, diciendo lo siguiente:
(Jomo ya dijimos, el gobierno Irancés convocó las
Cámaras en sesión extraordinaria el 4 de Agosto.
Diputados y senadores acudieron al llamamiento con
un silencio grave y una dignidad austera, sabiendo
que la urgencia del momento imponía actos y no pa-
labras.
Todos so daban cuenta de la importancia de sus
decisiones. Los socialistas estaban anonadados aún
por la pérdida de .laurés. El mismo día por la mañana
se habia verificado su entierro. Su asiento fué el único
que permaneció vacio durante la famosa sesión. De-
trás de él estaba llarcelo Sembat con el rostro cris-
pado por la emoción, como un discípulo ante la turaba
del maestro. Vaillant Renaudel, (iroussíer, todos los
revolucionarios amigos de la paz, que dias antes cla-
maban contra la guerra, ocupaban sus puestos para
aceptar una guerra inevitable, impuesta por la sober
l)ia del enemigo, y aplaudieron las declaraciones gu-
bernamentales al mismo tiempo que los diputados más
reaccionarios.
Deschanel, el presidente de la Cámara, tuvo en
ciertos momentos que suspender su vibrante discurso.
La emoción anudó su garganta: las lágrimas velaron
su voz.
«He aqui — dice un cronista de esta sesión memora
ble — á M. Viviani, que avanza para subir á la tribu-
na. Este hombre, todavía joven, lleva sobre sus es-
paldas la responsabilidad del poder en un momento
supremo. Sin embargo, no parece aplastado por el
peso. Bajo su frente sólida y dura los ojos permanecen
en calma. Su mandíbula parece avanzar. El rostro,
tallado rudamente, expi-esa la energía que todos de-
DISCURSO DEL PRESIDENTE DESCHANEL
En los graves acontecimientos que atraviesa Fran-
cia, una horrible desgracia nos ha herido á todos. .lau-
ros... (Todos los diputados se ponen de pie) .lauros ha
sido asesinado por un demente á la hora misma en que
volvía de intentar un esfuerzo supremo en favor de la
]>ii7, y de la unión nacional. Una elocuencia magnifica,
una gran potencia para ol trabajo y una cultura ex-
traordinaria; un corazón generoso dedicado por entero
á la justicia social y á la fraternidad humana, al que
sus mismos contradictores sólo le podían reprochar
una cosa: sustituir en sus impulsos hacia el porvenir
LA TRIBIXA DE LA CÁMARA
HiSTODiA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
167
la dura realidad que nos oprime con las más nobles
esperanzas; he aqui lo que un crimen odioso nos ha
arrebatado. (Vicos aplausos en todos los bancos.)
El dolor de su familia y de sus amigos es nuestro
dolor. Los que tantas veces discutieron sus ¡deas, ad-
mirando su fuerza intelectual, reconocían, á pesar de
todo, lo mucho que debíamos en nuestras controversias
á este cerebro grande y luminoso. Sus adversarios
sienten tanto dolor como sus amigos, y se inclinan con
tristeza delante de esta tribuna, que está de duelo...
¡Pero qué digo! ¿Acaso quedan aún adversarios? No:
ya no hay más que franceses... (Aclamarionei prolon-
gadas y unánimes que interrumpen o! orador por al-
gún tiempo), franceses que
desde hace cuarenta y cua-
tro años han hecho por la
causa de la paz todos los
sacriñcios (Vivos aplausos)
y que hoy están prontos ;i
todos los sacrificios por la
más santa de las causas: la
salud de la civilización
(Nuevos aplausos en todos
los bancos), la libertad de
Francia y la libertad de Eu-
ropa. (Aclamaciones pro-
longadas y unánimes. Gri-
tos de *¡Viva Franciah)
Del féretro de ese hom-
bre, que pereció mártir de
sus ideas, surge un pensa-
miento de unión: de sus la-
bios helados surge un gri-
to de esperanza. Mantener
esta unión, realizar esta es-
peranza por la patria, por
la justicia, por la concien-
cia humana (Nuevos a plan
sos), ¿no es el más digno ho-
menaje que todos nosotros
podemos rendirleV (Toda la
Cámara aplaude frenética-
mente. Las tribunas se
unen á esta manifestación.
Suenan repetidos gritos de
«¿Viva Francia!'^ Los diputados acuerdan por unani-
midad que el discurso de Deschanel sea fijado oficial-
mente en todos los pueblos de la República.)
Al subir á la tribuna M. Viviani, presidente del
Consejo de Ministros, es saludado con una larga ova-
ción. Antes de pronunciar su discurso, Viviani dio
lectura al siguiente
MENSAIE DEL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA
Francia acaba de ser objeto de una agresión bru-
tal y premeditada, que es un insolente desafio al de-
recho de gentes.
l'AUL DBSCHANBL
Antes de que una declaración de guerra nos haya
sido dirigida, y antes también de que el embajador
de Alemania pidiese sus pasaportes, nuestro territorio
ha sido violado. El Imperio de Alemania no hizo
ayer noche más que dar tardíamente su nombre ver-
dadero á un estado que de hecho habia creado mucho
antes.
Desde hace más de cuarenta años, ios franceses,
con un sincero amor á la paz, han repelido al fondo
de su corazón el deseo de legitimas reparaciones. (Viva
aprobación.)
Francia ha dado al mundo el ejemplo de una gran
nación, que elevándose sobre el desastre por la vo-
luntad, la paciencia y el
trabajo, no ha usado de su
fuerza renovada y rejuve-
necida más que en interés
del progreso y por el bien
de la humanidad. (Aplausos
unánimes.)
Después que el ultimá-
tum de xVustria abrió una
crisis amenazante para Eu-
ropa entera, Francia se ha
limitado á seguir y reco-
mendar, por todos lados,
una política de prudencia,
de cordura y de modera-
ción.
Nadie puede imputarle
un acto, un gesto, una pala-
bra, que no haya sido de
paz y de conciliación. (Nue-
vos aplausos.)
Eln esta hora de los pri-
meros combates tiene el de-
recho de hacerse justicia á
si misma, afirmando so-
lemnemente que hasta el
ultimo momento ha realiza-
do esfuerzos supremos para
impedir la guerra que aca-
ba de estallar, y de la cual
el Imperio de Alemania so-
portará ante la Historia la
abrumadora responsabilidad. (Aplausos prolongados.)
Precisamente cuando nuestros aliados y nosotros
manifestábamos la esperanza de que continuasen pa-
cificamente las negociaciones entabladas bajo los aus-
picios del Gabinete de Londres, el Imperio alemán ha
declarado súbitamente la guerra ;i Rusia. Después ha
invadido el territorio del Luxemburgo, ha insultado
de un modo ulti-ajante á la noble nación belga, nues-
tra vecina y nuestra amiga (Aplausos redoblados), y
ha intentado sorprendei-nos traidoramente en plena
conversación diplomática. ( Nuevos aplausos.)
Pero Friincia velaba. Tan previsora como pacifica,
ella se habia preparado. Y nuestros enemigos van á
168
VICENTE BLASCO IBANEZ
:%
encontrar en su camino nuestras valientes tropas de
cobertura ( Vivog aplauso8), que están en su puesto de
batalla y á cuyo abrigo se acabará metódicamente la
movilización de nuestras fuerzas nacionales.
Nuestro hermoso y valeroso ejército, que Francia
acompaña hoy con su pensamiento maternal, se ha
puesto de pie, vibrante de entusiasmo (¡Si! ¡Si! jBra
vol), para defender el iionor de la bandera y el suelo
de la patria. (Viva aprobación.)
El Presidente de la Kcpública, intérprete de la
unanimidad del pais (Muy bien, mu;/ bien), expresa á
nuestras tropas de tierra y do mar la admiración y la
confianza de todos los franceses. (Repetidos aplaunog.)
Estrechamente unida por un mismo sentimiento, la
nación seguirá mostrando la misma serenidad de que
ha dado una prueba cotidiana desde
el principio de la crisis. Sabrá con-
ciliar como siempre los más gene-
rosos impulsos y los ardores más
entusiastas, con esa calma firme
que es el signo de las energías dura-
bles y la mejor garantía de la vic-
toria. (Aprobación.)
En la guerra que ahora empieza,
Francia tendrá á favor suyo el Dere-
cho, del cual los pueblos, lo mismo
que los individuos, no pueden im-
punemente desconocer la eterna po-
tencia moral.
Francia será defendida heroica-
mente por todos sus hijos, cuya
unión sagrada frente al enemigo
nadie podrá romper (Muy bien, bra-
vo), y que hoy aparecen fraternal-
mente unidos en una misma, fe pa-
denado la guerra europea y obligado á la Francia,
pacifica y fuerte, á defender su frontera contra una
agresión insólita, subrayada por una odiosa injusticia.
(Muy bien, muy bien.)
Esta agresión, que nada puede excusar y que ha
comenzado mucho antes de que nos fuese notificada
ninguna declaración de guerra, es el último acto de un
plan cuyo origen y fines quiero revelar ante nuestra
democracia y ante la opinión civilizada. (Muy bien.)
(^orao consecuencia del crimen abominable (jue
costó la vida al archiduque heredero de Austria-Hun-
gría y á la ducjuesa de Hohenberg, varias dificulta-
des surgieron entre el Gabinete de Viena y el Gabine-
le de iielgrado.
. iiSSAGE .:
riii:si{)í;vr»E ü HínniííHií \
..^.-...-■,-:..! -r-'T-.-v .I^iV..'?
r ft»t.»i» :■ J«r
_ — • s
á
triótica y una misma indignación
contra el agresor.
Francia es fielmente secundada
por su aliada Rusia (Aplausos) y se
ve sostenida por la leal amistad de Inglaterra. (Aplau-
sos prolongados.)
Ya en estos momentos vienen hacia ella de todos
los puntos del mundo civilizado las simpatías y los
deseos de triunfo, porque ella representa hoy, una vez
más ante el universo, la Libertad, la Justicia y la
Razón.
Arriba los corazones, y ¡viva Francia! (Una ova-
ción inmensa de toda la asamblea, puesta de pie, salu-
da el final del mensaje. Cuando se restablece el silencio
y cesan las aclamaciones, M. Viciani pide la palabra
para hablar en nombre del Gobierno.)
I31SCURSO DE M. RENE VIVÍAN!
Señores: El embajadoi' de Alemania ha salido ayer
de Paris, después de notificarnos el estado de guerra.
El Gobierno debe al Parlamento un relato verídico
de los hechos que en menos de diez días han desenca-
MENSA.IE IIKL PRESIDENTE DE LA
UBi-lIlLICA
La mayor parte de las potencias sólo estaban in-
formadas de esto oficiosamente,
hasta el viernes 24 de Julio, fecha
en la que los embajadores de Aus-
tria-Hungría les remitieron una cir-
cular que la prensa ha publicado.
Esta circular tenía por objeto la
explicación y justificación de un ul
timatum dirigido en la noche ante-
rior al Gobierno de Servia por el
ministro de Austria-Hungría en Bel-
grado.
Dicho ultimátum, después de afir-
mar hi complicidad de numerosos
súl)ditos y asociaciones de Servia
en el crimen de Serajevo, insinua-
ba que las autoridades oficiales ser-
vias habían participado también en
el atentado. La Nota exigi;i para el
sábado '25 de Julio, á las seis de la
tarde, una respuesta de Servia.
Las satisfacciones exigidas, ó al
menos gran parte de ellas, atenta-
ban indiscutiblemente contra los
derechos de un Estado soberano.
Pero á pesar de su carácter excesivo, Servia, el '26 de
Julio, se sometió á ellas casi sin reserva alguna.
A esta sumisión, que representaba para Austria un
gran éxito y para la paz europea una garantía, con-
tribuyeron desde la primera liora los consejos que
Francia, Rusia y la (íran Bretaña dirigieron al Go-
bierno de Belgrado.
Estos consejos eran de gran valor, si se tiene en
cuenta que las exigencias austro-húngaras habían sido
ocultadas á las cancillerías del Triple Acuerdo, y que
en las tres semanas anteriores el Gobierno austro-
húngaro les dio repetidas veces la seguridad de que
sus reivindicaciones serian en extremo moderadas.
Asi, pues, con un justo asombro, los Gabinetes
de Paris, San Petersburgo y Londres se enteraron el
•Jt) de Julio de que el ministro de Austria en Belgrado,
después de un examen de la respuesta servia por sólo
breves mintitos, la declaró inaceptable rompiéndolas
relaciones diplomáticas.
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
169
¡NO SE PASA!
«Francia será defendida heroicamente por lodos sus hijos, cuya unión sagrada frente al enemigo nadie podrá romper.»
{Del Mensaje Presidencial)
Dibiiio de Georges Scolt, de la «lliustralion' de Parts
170
VICENTE BLASCO IBANEZ
LA. SALA DE SESIONES DK LA CÁMARA FRANCESA
Esta estupefacción se agravó aun míis por el beclio
de que el viernes 24 el embajador de Alemania en
París vino á leer al ministro francés de Negocios Ex-
tranjeros una Nota veibal afirmando que el conflicto
austro-servio debía quedar localizado, sin interven-
ción de las grandes potencias, pues de no ser así
habría que temer «consecuencias incalculables».
Una gestión análoga hizo Alemania al dia siguien-
te, sábado 2."), en Londres y San Petersburgo.
Creo inútil, Señores, llamar vuestra atención sobre
el contrast(> que existe entre los términos amenazado-
res empleados por el embiíjador de Alemania en París
y los sentimientos de conciliación que habían demos-
trado las potencias del Triple Acuerdo dando al Go-
bierno de Servia consejos para que fuese sumiso.
A pesar del carácter anormal de esta gestión ale-
mana, nosotros, de acuerdo con nuestros aliados y
nuestros amigos, iniciamos inmediatamente una ac-
ción conciliatoria invitando al (Gobierno alemán para
que se uniese á nuestras gestiones.
Desde el primer momento tuvimos la triste convic-
ción de que nuestras disposiciones y nuestros esfuer-
zos no iban á obtener en Berlín eco alguno.
Alemania no sólo se mostraba reacia á dar á Aus-
tria-Hungría los consejos amigables que su situa-
ción le autorizaba á formular, sino que desde el pri-
mer dia, y más aún en los días siguientes, pareció
interponerse entre el gabinete de Viena y las propo-
siciones de transacción formuladas por las otras po-
tencias.
El martes 28 de Julio, Austria-Hungría declaró la
guerra á Servia. Esta declaración de guerra agravan-
do cuarenta y ocho horas después el estado de cosas
creado por la ruptura de relaciones diplomáticas, per-
mitía creer en una voluntad reflexiva, deseosa de la
guerra, y en un programa sistemá-
tico que tenia por objeto la servi-
dumbre de Servia.
De este modo se encontraba com-
prometido, no solamente la indepen-
dencia de un pueblo valeroso, sino
el equilibrio de los Balkanes, inscrito
en el tratado do Bucarest de 1913 y
consagrado por la adhesión moral de
todas las grandes potencias.
Á pesar de esto, obedeciendo á la
sugestión del Gobierno británico, dis-
puesto siempre del modo más Arme
al mantenimiento de la paz europea,
las negociaciones conciliadoras se
prosiguieron, ó más exactamente, las
potencias del Triple Acuerdo inten-
taron proseguirlas.
De este deseo común surgió la pro-
posición de una actuación de cuatro
potencias, Inglaterra, Francia, Ale-
mania é Italia, que asegurarían á
Austria todas las satisfacciones legi-
timas, resolviendo con equidad el conflicto.
El miércoles 29 el Gobierno ruso, viendo el persis-
tente fracaso de todas sus tentativas pacificadoras, y
en presencia de la movilización y la declaración de
guerra austríacas, temió que Servia fuese aplastada
militarmente, y decidió á título preventivo la movili-
zación de las tropas de cuatro de sus distritos milita-
res, en orden de formaciones escalonadas á lo largo
de la frontera austro-húngara únicamente.
Haciendo esto tuvo la precaución de avisar al
Gobierno alemán que esta era una medida limitada
solamente á Austria, para precaverse de ella, y que
en modo alguno iba dirigida contra Alemania.
En una conversación con el embajador de Rusia en
Berlín, el ministro alemán de Negocios Extranjeros
no hizo ninguna resistencia á reconocer la verdad do
tales manifestaciones.
Jlientras tanto, todo lo que intentaba la Gran Bre-
taña con la adhesión de Rusia y el apoyo de Francia
para establecer el contacto entre Austria y Servia,
bajo el patronato moral de Europa, tropezaba en Ber-
lín con una resistencia preconcebida, de la cual los
despachos diplomáticos proporcionan una prueba evi-
dente.
Era esta una situación insostenible que hacía pre-
sentir de un modo claro la existencia en Berlín de
ciertos planes. Algunas horas más tarde, estas hipó-
tesis y estos temores debían trans/ormarse en hechos
ciertos.
La actitud negativa de Alemania se convirtió trein-
ta j' seis horas después en iniciativas justamente alar-
mantes. El 31 de Julio, Alemania, proclamando el es-
tado de guerra, cortaba las comunicaciones entre ella
y el resto de Europa, y de este modo conseguía una
entera libertad para proseguir contra Francia, en
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
171
un secreto absoluto, sus pre-
parativos militares, que como
habéis visto no tenían justifica-
ción alguna.
Desde muchos dias antes, y
en condiciones dificiles de ex-
plicar, Alemania había pre-
parado el paso de su ejército
del pie de paz al pie de guerra.
El 25 de Julio por la mañana,
ó sea antes de que expirase el
plazo marcado á Servia para
contestar el ultimátum austria-
co, Alemania había acuartela-
do ya sus guarniciones de Alsa-
cia y Lorena. El mismo día ha-
bía puesto en estado de arma-
mento todas sus fortificaciones
próximas á la frontera. El 26
había ordenado á los ferrocarri-
les alemanes las medidas pre-
paratorias de hx concentración de fuerzas. El 27 había
efectuado sus requisas y colocado en sus sitios las tro-
pas de cobertura. El 28 había comenzado los llama-
mientos individuales de reservistas, aproximando ;i
la frontera los cuerpos alejados.
Todas estas medidas, ejecutadas con un método
implacable, ¿podían permitir dudas sobre las inten-
ciones de Alemania?...
Esta era la situación, cuando el 31 de .Julio por la
noche el Gobierno alemán, que desde el 24 no había
participado con ningún acto positivo en los esfuerzos
conciliadores del Triple Acuerdo, dirigió al Gobierno
ruso un ultimátum con el pretexto de que Rusia había
SALUN DB CONFERENCIAS
UNA SESIÓN DB LA CÁMARA
ordenado la movilización general de sus ejércitos y
exigiendo que detuviese dicha movilización en el plazo
de doce horas.
pjSta exigencia, tanto más ofensiva en su forma si
se tiene en cuenta que algunas horas antes el empe-
rador Nicolás II, en un arranque de confianza espon-
tánea, había pedido al emperador de Alemania su
mediación, se produjo en el preciso momento que el
(lobierno ruso, á la demanda de Inglaterra y con co-
nocimiento de Alemania, aceptaba una fórmula capaz
de preparar un arreglo amigable del confiicto austro-
servio y de las dificultades austro-rusas, suspendién-
dose simultáneamente por arabas partes las ope-
raciones y preparativos militares.
Imi el mismo día la gestión hostil de
Alemania respecto á Rusia se doblaba
con una serie de actos francamente
hostiles contra Francia: ruptura de
comunicaciones cortando los caminos,
vías férreas, telégrafos y teléfonos;
captura de locomotoras francesas al
llegar á la frontera, colocación de
ametralladoras en medio de las vías
cortadas y concentración de tropas en
dicha frontera.
Desde este momento ya no pudimos
creer en la sinceridad de las declara-
ciones pacíficas que el representante
de Alemania continuaba prodigándo-
nos. (Movimiento en la Cámara.)
Sabíamos nosotros que al abrigo del
estado de guerra proclamado en Ale-
mania ésta realizaba su movilización,
'reñíamos noticias ciertas de que seis
clases de reservistas habían sido lla-
madas á las armas y que los transpor-
tes de concentración se proseguían.
PRIMEROS DÍAS DE LA MOVILIZACIÓN EN PARÍS.
REQUISA DE AÜTOMOVIl KS DE I.U.IO
(Fot Rol)
>--MB¿¿¿¿*-'iiittífflr£3&t¿-ja<¿i ■
KBtjriSA DE CAMIONES AUTOMÓVILES PARA BL EJÉRCITO. EN SK(iUNDO TÉRMINO SE VEN ALGUNO.S
L>E LOS PRINCIPALES DIARIOS DE PARÍS
(Fot. Meuri.sse)
REQUISA DE AUTOMÓVILES, BICICLETAS Y MOTOCICLETAS
REQUISA JlE AUTOMÓVILES EN LA EXPLANADA DE LOS INVÁLIDOS
REQUISA DE BICICLETAS
KBQUISA DB MOTOCICLETAS
(Fots. Meurisso)
174
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
trasladando ala frontera cuerpos de ejercito que guar-
necían puntos muy distantes.
Á medida que estos acontecimientos se desarrolla-
ban, nuestro Gobierno, atento y vigilante, tomaba de
dia en día y hasta de hora en hora las medidas de sal-
vaguardia aconsejadas por la situación. Hasta que el
1." de Agosto acordamos nosotros la movilización ge-
neral de nuestros ejércitos de tierra y mar.
La misma noche, á las siete y media, Alemania,
sin tener en cuenta la aceptación del gabinete de
San Petersburgo de la proposición inglesa que he
el "2 de Agosto por la noche al Gobierno belga un ulti-
matum, invitándole á facilitar en Bélgica las opera-
ciones militares de los alemanes contra Francia, con
el mentiroso pretexto de que su neutralidad estaba
amenazada por nosotros. lU (iobierno belga se negó á
esta pretensión declarando que estaba resuelto á defen-
der enérgicamente su neutralidad, respetada siempre
por Francia y garantizada por los tratados, particu
lamiente por el i-ey de Prusia. (Aplausos prolongados.)
Después de esto. Señores, las agresiones contra
nosotros se han renovado^ multiplicado y acentuado.
EL RKOIMIBNTO ANTBS DE PAKTlli. 1.08 HAU1Í.S UM Fl .SILB.S HAN SIDO ADOKNADÜS tO.N Fc.llKKS POU LAS .SRNOIíAS
mencionado antes, declaraba la guerra á Rusia.
Al dia siguiente, domingo 2 de Agosto, sin mira
mientes á la extrema moderación demostrada por
Francia, en contradicci()n con las declaraciones paci-
licas del embajador de Alemania en París, y con me-
nosprecio de todas las reglas del dereclio internacio-
nal, las tropas alemanas franquearon nuestra frontera
por tres puntos diferentes.
Casi al mismo tiempo, violando el tratado de 18G7,
que garantizó Prusia con su firma sobre la neutralidad
del Luxemburgo, otras tropas alemanas invadieron el
territorio del Gran Ducado, motivando una protesta
del Gobierno luxemburgués.
En fin, la neutralidad de Bélgica también fué ame-
nazada. El ministro de Alemania en Bruselas entregó
Nuestra frontera ha, sido violada en más do quince
lugares. Se han hecho nunicM-osos disparos contra
nuestros soldados y nuestros adu;in(>ros. Ha habido
varios muertos y heridos. Ayer un aviador alemán
lanzó tres bombas sobre Luneville.
El embiíjador de .Memaiiia, á quien comunicamos
estos hcciios — asi como á todas las grandes poten-
cias— , no ha podido desmentirlos y sólo dijo que los
lamentaba. Ayer por la tarde vino á verme para pe-
dirme los pasaportes y notifícarnos el estado de gue-
rra, funilamentándolo, contra toda verdad, en actos
iiostiles cometidos por aviadores franceses en territo-
rio alemán, sobre la región de Eiffel y sobre el ferro-
carril de Carlsruhe á Xuremberg. He aquí el docu-
mento que me entregó:
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
175
(M. Vioiani da lectura á la carta del embajador
Schoen, que ya copiamos en otro lugar.)
Inútil es, Señores, que insista sobre lo absurdo de
estos pretextos (¡Muy bien!) que se htin querido pre-
sentar como vei'daderos atentados. En ningún mo-
mento un aviador francés ha penetrado en Bélgica.
Ningún aviador francés ha cometido en Baviera ni en
otra parte de Alemania actos de hostilidad. La opi-
nión europea ha juzgado ya como lo merecen estas
invenciones miserables. (Unánimes aplmisos.)
Contra este ataque que viola todas las leyes de
Desde 1912 han verificado varias entrevistas los
Estados Mayores inglés y francés. Estas entrevistas
dieron por consecuencia un cambio de cartas entre
Sir Edward Grey y M. Paul Cambon. El ministro in-
glés de Relaciones Exteriores dio ayer lectura de ellas
en la Cámara de los Comunes, y de acuerdo con el
Gobierno británico voy á tener el honor de leeros estos
dos documentos.
(M. Viviani lee las dos cartas que ya hemos publi-
cado al reseñar la sesión dpi Parlamento inglés.)
En la Cámara de los Comunes el ministro de Nego-
KBSBRVISTAS ESPERANDO UN TREN PARA MARCHAR A LA GUERRA
equidad y todas las reglas del derecho público, hemos
tomado ya las disposiciones necesarias. Su ejecución
se continúa con un método riguroso y una absoluta
serenidad.
La movilización del ejército ruso se prosigue igual-
mente con una energía inquebrantable y un entusias-
mo sin restricción. (Grandes aplausos. Todos los dipu-
tados se ponen de pie.)
El ejército belga, movilizado hasta 250.000 hom-
bres, se dispone á defender con magnifico ardor la
neutralidad y la independencia de su pais. (Nuevos
aplausos.)
La rtota inglesa ha sido movilizada por entero, y
acaba de darse la orden para movilizar el ejército de
tierra. (Se repite la ovación )
cios Extranjeros habló de Francia, entre los aplausos
de los diputados, en términos elogiosos y caballeres-
cos, y su lenguaje ha resonado profundamente en todos
los corazones franceses. (Aplausos unánimes.)
En nombre del Gobierno de la República creo ne-
cesario dar las gracias desde lo alto de esta tribuna al
Gobierno inglés por la cordialidad de sus palabras, y
el Parlamento francés seguramente se asociará á esta
manifestación. (Aplausos prolongados.)
El ministro inglés de Negocios Extranjeros ha
hecho especialmente esta declaración:
«En el caso de que la escuadra alemana franquea-
se el Estrecho, ó remontase el mar del Norte para
doblar las islas Británicas con el fin de atacar las
costas francesas, la marina de guerra francesa ó in-
176
VICENTE tíLASCO IBANEZ
RESBKVllSTAS DiHKl lliNIlOSE A l.A BhTAClON
(Fot. Rüll
quietar á la marina mercante, la escuadra inglesa in-
tervendrá para dar á la marina francesa toda su pro-
tección, de suerte que á partir de este momento Ingla-
terra y Alemania quedarán en estado de guerra.»
(Aphiu><o-s prolongados.)
En este momento la Hota inglesa cubre nuestras
costas del Norte y del Oeste para impedir una agre-
sión alemana.
Señores, he aqui los hechos. Yo creo que en su ri-
guroso encadenamiento bastan para justificar los ac-
tos del Gobierno de la República. Quiero, sin embar-
go, deducir de este relato una conclusión, dando su
verdadero sentido á la agresión incalificable de que es
victima Francia.
Los vencedores de 1870 han intentado en diversas
ocasiones, como vosotros sabéis muy bien, repetirlos
golpes que nos asestaron en aquella fecha. En 1875
una nueva guerra preparada por ellos con el propó-
sito de rematar á la Francia derrotada, sólo pudo im-
pedirse gracias á la intervención de dos potencias, que
más tarde debían unirse ;i nosotros con fuertes lazos
de amistad (Aplausos unánimes), por la intervención
de llusia y de la Gran Bretaña. (Todos los diputados
se levantan y aplauden largamente.)
Desde entonces la República Francesa, por la res-
tauración de sus fuerzas nacionales y la conclusión de
acuerdos diplomáticos cumplidos fielmente, ha conse-
guido librarse del yugo que Bismarck hizo pesar sobre
Europa en plena paz.
Francia ha restablecido el equilibrio europeo, ga-
i-antía de la libertad y la dignidad de cada pueblo.
Yo no vacilo en declarar, Señores, que esta obra
de reparación pacifica, de emancipación y de digni-
dad, consagrada definitivamente en 1904 y 1907 por
el concurso genial del rey Eduardo VII de Inglaterra
y del Gobierno de la Corona, es lo que el Imperio ale-
mán quiere destruir hoy por un audaz golpe de fuerza.
{Vivos aplausos.)
Alemania nada nos puede reprochar.
Nosotros hemos hecho en favor de la paz un sacri-
ficio sin precedentes, aguantando en silencio durante
cuarenta y cuatro años la herida abierta por ella en
nuestro costado. (Vivos aplausos.)
liemos hecho otros sacrificios en todos los debates
(jue desde 1904 ha provocado sistemáticamente la di-
plomacia imperial, lo mismo en la cuestión de ]\larrue-
ros que en otras cuestiones, principalmente en 1905,
r.iOC), l'.H)8 y 1911.
T;nnl>icn Rusia ha dado pruebas de una gran mo-
delación, lo mismo en los acontecimientos de 191)8 que
en la actualidad.
Esta moderación la observó igualmente Rusia y el
Triple Acuerdo con ella, cuando en la crisis oriental
de 1912 Austria y Alemania formularon, unas veces
contra Servia y otras contra Grecia, exigencias que
eran muy discutibles, como lo han probado después
los acontecimientos.
Inútiles sacrificios, transacciones estériles, vanos
esfuerzos, pues hoy, en pleno trabajo de conciliación,
nuestros aliados y nosotros nos vemos atacados por
sorpresa. (Aplausos.)
Nadie puede creer de buena fe que somos nosotros
los agresores. En vano intentan nuestros enemigos
turbar los principios sagrados del derecho y la li-
bertad que ri-
gen á las na-
ciones lo mis-
mo que á los
individuos.
Italia, con la
clara concien-
cia del genio
latino, nos ha
notificado que
quiere guar-
dar la neutra-
lidad. (Los di-
putados se le-
vantan para
saludar li Ita-
lia con gran-
des aplausos )
Esta deci-
sión ha des-
pertado en to-
da Francia el
eco de la ale- para Ai>RovrsioNAR al, ejército
gria mas sin- interior de un autobús púlilico de París del que han
PPr*l Yo ínter- desaparecido los bancos, emplazándose en el techo
grandes ganchos á lln de colsrar las reses sacriflca-
preté el Seuti- das para aprovisionar de carne al elércilo.
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
177
miento nacional haciendo pre-
sente al encargado de Nego-
cios de Italia cuan profunda-
mente nos felicitábamos de
que las dos hermanas latinas,
que tienen el mismo origen,
el mismo ideal y un pasado
de gloria común, no se consi-
deren opuestas. f^wei^osa/JÍaM-
808.)
Lo que hoy se ataca. Seño-
res, y yo lo declaro altamen-
te, es la independencia, la dig-
nidad y la seguridad que el
Triple Acuerdo ha reconquis-
tado al restablecer el equili-
brio europeo en servicio de la
paz.
Lo que hoy se ataca son las
libertades de Europa, de las
cuales Francia, sus aliiidos y
BN LAS BSTAOIONBS DB FERROCARRIL
Carritos para el transporte de mercancías al ser requisados los vehículos
que prestaban este servicio
sus amigos, asumen con
orgullo la defensa. (Vivos
aplauso8.)
Estas libertades vamos
á defenderlas, porque es-
tán en peligro. Todo lo
demás sólo es un pre-
texto.
Francia, injustamente
provocada, no quería la
guerra. Lo ha hecho todo
por conjurarla. Pero ya
que se la imponen, ella se
defenderá contra Alema-
nia y contra toda potencia
que no habiendo hecho
conocer aún su pensa-
Los ai:tohu.s dm parís
Uno de los autobús de Parfs utilizado para transportar carne con destino al ejército. Las vidriera»
han sido sustituidas con telas metálicas
miento quiera tomar parte al lado de esta última en
el conflicto entre los dos paises. (Gran ovación.)
Un pueblo libre y fuerte que sostiene una idea se-
cular y se une por entero para la salvaguardia de su
existencia; una democracia que ha sabido disciplinar
sus esfuerzos militares y no vaciló el año anterior en
agravar su peso para responder dignamente á los
armíimentos vecinos; una nación armada, luchando por
su vida propia y por la independencia de Europa; he
aqui el espectáculo que vamos á ofrecer á los testigos
de esta lucha formidable, que se prepara desde hace
algunos días con la más metódica calma.
Hemos procedido sin tacha y procederemos sin
miedo. (Todo8 los diputados se levantan, prorrumpien-
do en aclamaciones.)
Francia ha probado muchas veces, en condiciones
menos favorables, que es el más temible de los adver-
sarios cuando se bate, como en el caso presente, por
la libertad y por el derecho.
Al someter nuestros actos á vosotros. Señores, que
Bancos, persianas y demás útiles arrancados de los autobús al transformarlos en carros de transporte
22
178
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
BL PATIO UE.NTUAl. DB LOS INVÁLIDOS CON ALGUNOS DB LOS
AUTOMÓVILES DB LA REQUISA
sois nuestros jueces, contamos, para sobrellevar el peso
de nuestra grave responsabilidad, con el apoyo de una
conciencia sin remordimientos y la certidumbre de
que hemos cumplido nuestro deber.
(El presidente del Consejo es saludado al terminar
su discurso por una ovación prolongada. Muchos dipu-
tados pasan ante él, estrechándole la mano.)
(Los diputados se levantan y aplauden. El presi-
dente de la Cámara, M. Deschanel, dice á continua-
ción:)
Interpretaré los deseos do todos los miembros de la
Cámara, dirigiendo á la Skoupchtina la expresión de
nuestro más vivo reconocimiento, y asegurando una
vez más á la valerosa y heroica nación servia y á sus
representantes, las simpatías profundas y el cons-
tante afecto de la República Francesa. (Unánimes
aplausos.)
Después de esto el presidente del Consejo mani-
festó que debia retirarse por algún tiempo para ir al
Senado á dar lectura del Mensaje del Presidente de la
República y repetir las declaraciones del gobierno.
Durante su ausencia la Cámara fué aprobando una
serie de decretos presentados por los ministros para
atender á las necesidades de la defensa nacional.
En el Senado M. Viviani dio lectura á loa mencio-
nados documentos, cuyos pasajes más salientes fueron
acogidos con grandes aplausos.
Después el presidente del Senado, M. Antonin Du-
bost, dijo así:
Señores: El Senado ha escuchado la comunicación
del Gobierno, dándose cuenta de toda su gravedad, y
la aprueba resueltamente. (Vivos aplausos.)
La hora presente no es propicia á las palabras,
sino á los actos. (¡Muy bien!)
Los votos que vais á emitir son actos, los últimos
con los cuales durante cuarenta años os habéis esfor-
zado por colocar ú Francia y á su ejército en condi-
ciones de repeler al invasor y asegurar la integridad
del territorio. (Nuevos aplausos.)
Vosotros habéis cumplido vuestro deber; el ejérci-
to, ó más bien dicho, la nación armada (Muy bien), va
á cumplir el suyo, y fiel á sus aliados combatirá al
lado de ellos por las causas más santas: las neutrali-
Después el presidente de la Cámara dio lectura al
siguiente telegrama de la Skoupchtina, designación
nacional del Parlamento de Servia. El telegrama esta-
ba fechado en Nisch, nueva capital de Servia después
de la evacuación de Belgrado por el gobierno:
«En nombre de la Skoupchtina nacional, reunida
en Nisch y como resultado de una resolución votada
por unanimidad, tengo el honor de transmitiros, rogán
doos que lo comuniquéis á la Cámara de Diputados, el
saludo inás caluroso de la Skoupchtina servia. El pue
blo servio ha sentido siempre las más vivas simpatías
y el más profundo respeto por la gran nación france-
sa, y en este momento histórico, todos en Servia ad-
quirimos nuevas fuerzas al pensar que nos encontra-
mos al lado de Francia para la defensa del derecho y
la justicia.
^El presidente, NlCOLITCH»
RESERVISTAS SALUDANDO DKSDB UNO DB LOS VAGONES
DB UN TREN MILITAR
HISTORIA DE LA GUEPRA EUROPEA DE 1914
179
dades violadas, la frontera invadida, la independen-
cia de la patria. (Aplausos repetidos.)
¡Vivan por siempre Francia y la República! (Los
senadores, puestos de pie, aclaman d la República y al
ejército francés.)
a
Á las siete de la noche, una vez aprobados por
ambas Cámaras los decretos propuestos por el minis-
tro de Hacienda para los gastos de la guerra, se re-
anudó la sesión en la Cámara de Diputados.
M. Viviaai ocupó la tribuna, pronunciando este
discurso:
Señores: La Cámara y el Senado van á cerrar sus
sesiones.
Á pesar de esto puede decirse que la Cámara man-
tiene su sesión abierta, pues
guardará su cohesión con un
Gobierno que no es un Gobier-
no de partido, sino un Gobier
no de defensa nacional.
Mi agradecimiento á la Cá-
mara por el reconfortante es-
pectáculo que acaba de dar al
pais.
Jamás ha sido más verdadera
esta ficción constitucional, que
supone á cada diputado, no sü1>i
representante de su circuns-
cripción, sino representante de
í^rancia entera.
Yo saludo á Francia en la
masa de todos los partidos con-
fundidos hoy en la religión de
la patria.
Saludo á nuestra juventud,
que marcha hacia la frontera
con la frente alta y el corazón
valeroso.
Saludo á Francia, que lleva
en una mano, incapaz de tem
blar, la bandera que abriga nuestras esperanzas.
Elevémonos á la altura de los gloriosos recuerdos
de nuestra historia. ¡Seamos hombres! Pongámonos
todos de pie aclamando á la Francia inmortal. (Los
diputados se levantan dando vioas á Francia y á la
República. M. Paul Deschanel toma á su vez la pa-
labra:)
Los representantes de la nación, de los cuales un
gran número va á partir para luchar bajo nuestras
banderas y repeler esta agresión monstruosa, se aso
cian al Gobierno y ofrecen á la Francia armada, que
se ha levantado por una causa justa, su admiración,
su sacrificio siempre pronto y la confianza que tienen
en su valor indomable.
¡Que nuestros ejércitos de tierra y de mar se man-
tengan siempre firmes para la salud de la civilización
y del derecho! ¡Viva Francia nuestra madre! ¡Viva la
República! ¡Viva Alsacia y Lorena!
a
El entusiasmo del Parlamento ffancés se transmi-
tió á todo el pais. El espíritu heroico de los conven-
cionales de 1792 había pasado como un soplo de fuego
por esta sesión memorable.
Le Temps dijo asi:
Napoleón hace un siglo tenia detrás de él veinte años de vic-
torias. Guillermo II sólo tiene las de su abuelo y las que ganó
Bismarck, al cual destituyó para inaugurar su reinado. Napoleón
tenia en su última lucha, á pesar de todas sus faltas, el apoyo de
la nación atacada. Guillermo II no podrá nunca justificar esta
incalificable agresión, arrancada por su hijo á su voluntad vac:-.
lante.
En uno y otro caso, á pesar de las grandes diferencias que exi;-
CKUl'OS DB CURIOSOS EN I,A ESTACIÓN OBL ESTE
(Fc.t Mourisse)
ten en ventaja nuestra, se afirma la misma ley. Napoleón había
violado la libertad de los pueblos y la independencia de los Esta-
dos. Alemania del mismo modo ha pretendido imponer su fuerza
á las naciones que quieren vivir por ellas mismas y para ellas
mismas. El castigo vendrá mañana, lo mismo que vino hace cien
años.
Napoleón hizo contra él la alianza de todos Esta alianza se
repetirá ahora contra Alemania. Inglaterra, después del bloqueo
continental, ganó eu las llanuras de Bélgica la batalla de los pue-
blos contra el tirano de Europa. Inglaterra ahora, por su adhe-
sión á nosotros, consagra otra vez la unión europea contra la
nueva tiranía. ¿Quién puede saber si será mañana la llanura de
Waterlóo teatro del mismo duelo?
Todos los dominadores han conocido este retorno de la fortu-
na: Carlos V, Luis XIV, Federico II y Napoleón. Alemania, ce-
diendo á la fatalidad, viene á intentar la misma prueba. Por
grande que resulte su poderío militar, tendrá la misma suerte.
En su discurso M. Viviani ha planteado el problema sobre su
base eterna. Francia y sus aliados combaten por el derecho de
todos contra el despotismo de uno solo. Nosotros hicimos la Re-
REQUISA DE CABALLOS EN PARÍS DURANTE
EXAMINANDO CABALLOS DB REQUISA
COMISIÓN MILITAR INSCltl «IBN l>0 l.dS CABALLOS DE PEljUlSA RKlillSA VK CABALLOS EN I-NO DB LOS ARRABALES DB PARls
REQUISA DE CABALLOS KN LAS CALLBS DK PARÍS
(Kuts. Meurisse)
LOS PRIMEROS DÍAS DE LA MOVILIZACIÓN
CABALLOS REQUISADOS EN UN BÜLEVAK DE PAhíS
(Fot. Uol)
SOLDADOS CONDUCIENDO CAliALLOS DE REQUISA
(Fot. MeurisiiR)
REQUISA DE CABALLOS EN LOS ARRABALES
i Fot. Rol)
COMISIÓN DE REQUISA .MATRICULANDO CABALLO.S EN UN BULEVAR
(Fot. Rol)
I8é
</lCBNTE BLASCO 1BAÑE2
M. VIVIAM MN LA CA.MAltA DE DIPUTADOS
cer. Y paru esto tenemos necesidad de todos
los brazos. El más débil alcanzará su parte de
gloria. En la vida de los pueblos hay siempre
una llora que hace pasar sobre los hombres un
inii'acáii de epopeya.»
Este entusiasmo heroico de Francia fué aun
más digno do admiración si se tiene en cuenta
que en tal momento se encontraba sola y próxi-
ma al adversario, no contando con otro apoyo
que el de Rusia, lejano y tardio, pues el im-
perio moscovita necesitaba muchísimo tiempo
p.ira terminar su movilización y tener reunidas
tildas sus fuerzas.
Inglaterra hasta este momento sólo habia
prometido el apoyo de su flota para que las
costas francesas fuesen respetadas por el ene-
migo, pero sin comprometerse á una acción
ofensiva.
Fué la imprudencia de Alemania la que, in-
vadiendo el territorio de Bélgica, provocó una
intervención inglesa, acelerando la alianza
ofensiva de Francia y la Gran Bretaña.
volaoión por conquistar la igualdad de loa individuos. Hoy hace-
mos la guerra por la igualdad de los pueblos.
El que no haya asistido á esta sesión incomparable no sabrá
nunca qué extensión puede alcanzar en la conciencia luminosa
de la finalidad nacional la unión de los espíritus y los corazones.
El gobierno de la Hepi'iblica, afirmando la gran tradición de lo.s
derechos del hombre, que tienen por fin los derechos de las na-
ciones, ha oido el grito de Francia entera respondiendo á su lla-
mamiento.
Clemenceau, que hasta pocos días antes estaba en
abierta hostilidad con el gobierno y el presidente de
la República, no ocultó el entusiasmo que le
habia inspirado la patriótica sesión.
«¿Contra quién es — exclamó — esta subleva-
ción de todos, esta revuelta de conciencias hu-
manas, esta insurrección de ideas? Contra un
germanismo delirante de megalomanía que pre
tende realizar lo que Alejandro, César y Na-
poleón no pudieron cumplir: imponer al mundo,
que quiere ser libre, la hegemonía del hieiro.
Esto ya no es de nuestro tiempo; los hombies
han sufrido demasiado para querer aceptarlo.
La idea moderna es la del dereciio para cad.i
uno, y nuestra victoria no puede significar opie
sión ni aun para aquellos que combaten contra
nosotros, porque el germanismo ha conquistado
su puesto en el mundo, lo mismo que los otriis
pueblos, y si nosotros combatimos las preten
siones de la tiranía no es para imitarlas.
»Y ahora ¡á las armas! ¡Todos! Yo he visto
llorar á muchos porque no van á tomar parte
en los primeros encuentros. El turno llegará
para todos. No habrá un solo hijo de nuestro
suelo que no tome parte en la enorme lucha.
Morir no significa nada. Lo que importa es ven-
XI
Rompimiento de Inglaterra y Alemania
Kl gobierno inglés, en vista de lo que ocurría en
Bélgica, dirigió á Alemania un ultimátum exigiendo
que en lo concerniente á la neutralidad del territorio
belga diese las mismas seguridades que había dado
Francia. El ultimátum marcaba un plazo para la con-
KIKOT. MINl.STRO DE HACIENDA. Á SU ORKGCHA, M. DELCASSÉ,
MINISTRO DH NBCiOCIOS BXTRANJBROS
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
185
M. DESCHANBL (X) AL SALIR DH LA MBMURABLB SESIÓN DEL 4 DE AGOSTO
(Fot. Meurisse)
testación. Ésta debía darla el gobierno alemán antes
de media noche.
Ante las palabras evasivas y los subterfugios del
gabinete de Berlín, Sir Edward Goschen, embajador
de Inglaterra en Alemania, se presentó en la Wile-
hemstrase á media noche en punto, para pedir sus
pasaportes y declarar que la Gran Bretaña estaba
desde este momento en guerra con Alemania.
En Londres el Foreing Office publicó el siguiente
aviso:
«En razón de haber rehusado Alemania sumaria-
mente la demanda presentada por el Gobierno britá-
nico para obtener seguridades de que la neutralidad
belga sería respetada, el embajador británico en Ber-
lín ha recibido sus pasaportes, y el Gobierno británico
ha declarado al Gobierno alemán que el estado de gue-
rra existe entre la Gran Bretaña y Alemania á partir
del 4 de Agosto á las once de la noche.»
La población de Londres, que habitualmente se
acuesta temprano, veló esta noche en espera de noti-
cias. Á la una de la madrugada el vecindario ocupa-
ba todavía las calles, como si estuviera en pleno día.
Una inmensa muchedumbre llenaba Trafalgar-Square
y'Wliitehall,donde están situados los ministerios. Ante
el IVar Office, ó sea el ministerio de la Guerra, esta
muchedumbre entonaba cantos patrióticos y daba
«burras» al gobierno.
Al circular la noticia de que la guerra había sido
declarada á Alemania, el entusiasmo fué delirante,
contrastando con la habitual reserva del pueblo inglés.
Los grupos de manifestantes agitaban miles de ban-
deras británicas y cantaban el himno nacional.
Una muchedumbre se dirigió al palacio Bucl<in-
gham, residencia de los reyes. Éstos, con toda su fami-
lia, se mostraron en un balcón siendo ruidosamente
ovacionados. El público se arrebataba las ediciones de
los periódicos con las últimas noticias. Los automóvi-
les y cabs avanzaban lentamente en este mar de cabe-
zas, iluminados con farolillos venecianos y empave-
sados con las banderas francesa é inglesa.
184
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
Loa militares que circulaban entre el gentío eran
objeto de grandes aplausos. Los vivas á Francia sona-
ban incesantemente cuando la muchedumbre dejaba
de cantar el himno nacional y La Marsellena.
Las primeras noticias de la preparación de guerra
entusiasmaban á la muchedumbre patriótica.
El almirante Sir John JcUicoe, uno de los mejores
marinos de Inglaterra, acababa de ser nombrado co-
mandante en jefe de la flota. El almirante Maden era
el jefe de Estado Mayor.
El rey había remitido al almirante Jellicoe el si-
guiente mensaje:
«En este grave momento de nuestra historia nacio-
anunciando la entrada de las tropas alemanas en el
territorio belga.
<iSir Edicard Grey á Sir E. Gauchen, embajador de
Gran Bretaña en Bei'lin.
"Foreing Office, I Agosto 1914.
«Acallamos de saber que Alemania ha dirigido una
Nota al ministro de Negocios Extranjeros belga decla-
rando que el Gobierno alemán se ve ol)ligado á poner
en ejecución, por medio de las armas, las medidas que
considera indispensables.
«Igualmente recibimos informes de que el territo-
rio belga ha sido viulado en (iemmerich.
MANIFESTACIÓN BN L0NDRB8 CON MOTIVO DB LA QITBRRA
nal os envío á vos, y por vuestra mediación á los ofi-
ciales y las tripulaciones de la flota, cuyo mando ha-
béis tomado, la seguridad de mi confianza en que
todos vosotros haréis revivir y renovaréis las anti-
guas glorias de la marina real, mostrando una vez
más que constituye el verdadero escudo de la Gran
Bretaña y su Imperio en las horas de prueba.
«.Jorge R. I.» (1)
El rompimiento de Inglaterra y Alemania lo decidió
el siguiente telegrama, dirigido por Sir Edward Grey
al embajador de la Gran Bretaña en lierlín apenas
recibió el Foreing Office un despacho de Bruselas
(1) Estss iniciales, que añaden igualmente A eua firmas otros empera
dores, signitlcan />'c.c /«iperaíor ("rey y emperador), üuillorrao II escri-
be I. II., ó sea Imperator Sex.
"En estas condiciones, y teniendo en cuenta que
Alemania se ha negado á darnos, respecto á la neu-
tralidad de Bélgica, las mismas seguridades que nos
dio Francia la semana última, en respuesta á nuestra
demanda dirigida simultáneamente á Berlín y París,
nos vemos precisados á reproducir dicha demanda y
á exigir una respuesta satisfactoria, así como á mi
telegrama de esta mañana (1, respuesta que deberá
ser recibida aquí hoy mismo antes de media noche. Si
el (Gobierno alemán no contesta, pediréis vuestros pa-
saportes y declaréis que el Gobierno de Su Majestad
se ve obligado á tomar toilas las medidas que estén en
(1) El telegrama anterior á que se refiere Sir Edward Grey habfa sido
enviado por él horas antes al embajador británico en BerHn, para que
recordase al gobierno alemán la convención firmada en Londres, garantí
zando la neutralidad de Bélgica, y que llevaba al pie la firma de Alema-
nia. En él pedía al gobierno alemán una declaración inmediata de que
respetaría dicha neutralidad.
LA INFANT
Dibulo de Ceorges Scott. de la •niuslratlon> dr Pan»
Carga á la bayoneta
RANCESA
ido "La Marsellesa,,
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
185
su mano para mantener la neutralidad de Bélgica y
el respeto de un tratado que Alemania ha suscrito lo
mismo que nosotros.»
El embajador Sir E. Goschen, obedeciendo esta
orden enérgica, se avistó con el gobierno alemán.
El relato de sus entrevistas y del rompimiento ñnal
es la página más interesante y dramática de toda la
historia anterior á la guerra. Este relato demues-
tra también la ausencia de escrúpulos que caracteri-
za desde los tiem-
pos de Bismarck
á ciertos procedi-
mientos alemanes.
Sir E. Goschen dio
cuenta de todo lo
ocurrido el día 4 en
un largo telegrama
al gabinete de Lon-
dres. Pero este te-
legrama no llegó
nunca á su destino.
El gobierno ale-
mán, violando la
inmunidad diplo-
mática, lo intercep-
tó. Sólo cuatro días
después, el 8 de
Agosto, al volver á
Londres, pudo Sir
Goschen dar cuen-
ta por escrito al
Foreing Office de
todo lo ocurrido.
Su relato cierto,
verídico y que na-
die pudo desmentir,
parece un capitulo
de novela.
En las primeras
horas de la tarde
del -i de Agosto, el
embajador británi-
co, cumpliendo las
órdenes de Sir Ed-
ward Grey en su
primer telegrama, visitó en el Wilhelmstrase al minis-
tro alemán de Negocios Extranjeros, Herr Von .Jagow,
notificándole la intimación de su gobierno para que
respetase la neutralidad de Bélgica.
Von Jagow contestó inmediatamente que lamen-
taba mucho tener que decir «No», pues las tropas ale-
manas estaban ya dentro de Bélgica. Por la mañana la
neutralidad belga había sido violada y el gobierno ale-
mán no podía retroceder. Después habló mucho para
demostrar al diplomático inglés las razones que había
tenido el gobierno imperial para adoptar dicha medida.
ALMIUANTB SIR JOHN B. JBLLICOB
— Necesitábamos — dijo — penetrar en Francia por
la vía más rápida y más fácil, que es el territorio de
Bélgica, para llevar un gran avance de tiempo sobre
nuestros adversarios y asestarles un golpe decisivo,
sorprendiéndolos antes de que terminen su moviliza-
ción y completen sus preparativos militares.
Como Sir Goschen manifestase una extrañeza
muda ante estos procedimientos confesados con tal
franqueza, el ministro alemán continuó:
— Es para nos-
otros un asunto de
vida ó muerte, pues
de efectuar la inva-
sión más al Sur, ó
sea por la frontera
alemana- francesa,
donde son pocos los
caminos y podero-
sas las fortalezas,
habríamos tropeza-
do seguramente con
una resistencia for-
midable, perdiendo
mucho tiempo. Esta
pérdida de tiempo
hubiera represen-
tadootro tanto tiem-
po ganado por los
rusos para hacer
marchar sus tropas
sobre la frontera de
Alemania. El triun-
fo en la baraja de
Alemania es obrar
con rapidez, así
como el triunfo en
la baraja de Rusia
está representado
por sus reservas
inagotables de sol-
dados.
Sir Goschen lla-
mó la atención del
ministro alemán so-
bre la gravedad del
hecho consumado
en Bélgica, que ha-
cia insostenible la situación, y le pidió que viese si
todavía era tiempo de retroceder, evitando de este
modo consecuencias deplorables.
— Por las razones que os he dado — contestó Jagow —
el gobierno alemán acepta lo que ya está realizado y
no dará un solo paso atrás.
El embajador de Inglaterra se despidió, y al regre-
sar á su domicilio y recibir el segundo despacho de
Sir Edward Grey ordenándole la retirada si no conse-
guía una respuesta satisfactoria, volvió al ministerio
de Negocios Extranjeros.
186
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
• Eran las siete de la tarde. Von Jagow se enteró
del ultimátum inglés, exigiendo al gobierno imperial
que diese antes de media noche la seguridad de que
no continuaría la violación de la neutralidad belga,
ordenando á sus tropas la suspensión del avance. A
esto contestó que con gran pesar suyo no podía dar á
Sir Goschen otra respuesta que la que había dado
horas antes, ó sea que la seguridad del Imperio hacía
absolutamente necesaria la marcha de las tropas ale-
manas á través de Bélgica.
El embajador británico insistió en las terribles
consecuencias de esta actitud y en lo breve del plazo,
asegurando que esperaría hasta el último minuto para
que el gobierno imperial pudiese reflexionar y diese
una respuesta satisfactoria antes de media noche.
— Aunque el plazo fuese de veinticuatro horas
— dijo Von Jagow — , aunque fuese de cuarenta y ocho,
aunque fuese de mucho más tiempo,
nuestra respuesta sería la misma. Ya
no podemos volver atrás. Lo hecho
está hecho.
- — En ese caso — contestó Sir Gos-
chen con firmeza — sólo me resta pedir
mis pasaportes y retirarme, como me
lo ordena mi gobierno.
• Von Jagow prorrumpió en lamenta-
ciones, afirmando que se venía abajo
toda su política y la de su jefe el can-
ciller Bethmann-Hollweg, política que
consistía en estrechar la amistad con
la Gran Bretaña para de este modo
llegar alguna vez á ser amigos de
Francia.
El embajador británico contestó que
lamentaba igualmente lo que iba á
ocurrir, pero que el gobierno inglés,
respetuoso siempre con sus compro-
misos é incapaz de negar su firma puesta al pie de un
tratado, no podía proceder de otro modo ante el atro-
pello que sufría Bélgica.
Sir Goschen dio fin á la entrevista manifestando
su deseo de ver al canciller. Quería despedirse de él,
con la esperanza tal vez de que á última hora modifi-
case su conducta. Von Jagow le rogó que hiciese esta
visita inmediatamente, creyendo á su vez que las pa-
labras del jefe del gobierno podrían influir en el ánimo
del embajador.
Cuando éste se presentó en el despacho de Beth-
mann-Holhveg, el canciller estaba enterado de todo y
parecía sentir una gran emoción. El antiguo profesor
llamado por Guillermo 11 á gobernar Alemania, lanzó
una arenga al diplomático inglés que duró más de
veinte minutos, acompañándola de furiosos paseos y
desordenados movimientos. El embajador británico le
escuchó con una calma impasible.
— La conducta del gobierno inglés — dijo en substan-
cia el canciller — es terrible en extremo. Por una pa-
labra, «neutralidad», una palabra que en tiempos de
HBRR VON JAGOW,
DB NBaocios
guerra nadie tiene en cuenta; por un «pedazo de pa-
pel», pues un tratado no es otra cosa, la Gran Bretaña
va á hacer la guerra á una nación que está emparen-
tada con ella y que siempre ha deseado ser su amiga.
Todos mis esfuerzos para afirmar esta amistad van á
ser inútiles después de esta última y terrible medida.
La política de aproximación anglo-germánica á que
me había dedicado, como sabéis muy bien, desde que
llegué al poder, va á desplomarse lo mismo que un
castillo de naipes.
Excitado por sus propias palabras, Bethmann-
Hollweg añadió con verdadero furor:
— Lo que vais á hacer con nosotros es inconcebible.
Resulta lo mismo que herir por la espalda á un hom-
bre mientras defiende su vida luchando con dos asal-
tantes. La Gran Bretaña será responsable de todos
los acontecimientos terribles que van á sobrevenir.
Sir Goschen protestó firmemente
contra estas afirmaciones.
■ — Del mismo modo que, según me
ha dicho el ministro Herr Von Jagow,
Alemania, por sus razones estratégi-
cas, considera como un asunto de
«vida ó muerte» avanzar sus tropas
á través de Bélgica, violando su neu-
tralidad, la Gran Bretaña considera
también que es un asunto de «vida ó
muerte» para su historia y para su
honor reconocer la firma que puso en
un tratado y cumplir su compromiso
solemne de defender la neutralidad de
Bélgica en el caso de un ataque. Los
pueblos deben cumplir sus pactos. Sí
la Gran Bretaña no obrase así en este
momento, ¿qué confianza podrían ins-
pirar los compromisos que en adelante
suscribiese?
El canciller le interrumpió con indignación:
— ¿Y á qué precio vais á sostener ese pacto? ¿El
gobierno británico ha pensado lo que le va á costar
ese respeto de la palabra «neutralidad», que no es
más que una palabra vana?
— Debo manifestar á Su Excelencia — contestó el
embajador — que el miedo á las consecuencias no debe
nunca considei'arse como una excusa para desconocer
el cumplimiento de los compromisos solemnes del
honor.
Al llegar á este punto de su relato, dice Sir Gos-
chen: «El canciller estaba en un estado tal de excita-
ción, era tan evidente su cólera por la noticia de nues-
tra actitud y parecía tan poco dispuesto á entender
razones, que me abstuve de emplear nuevos argu-
mentos, lo que hubiese equivalido á echar petróleo
sobre el fuego.»
Cuando el embajador iba á retirarse, dijo Beth-
mann-Hollweg:
— Este golpe que la Gran Bretaña asesta á nuestro
país, uniéndose á sus enemigos, es aun más lamenta-
MINISTRO ALEMÁN
BXTRANJBR08
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
187
ble si se tiene en cuenta que hasta hace poco yo y mi
gobierno hemos trabajado con Inglaterra y apoyado
sus esfuerzos para mantener la paz entre Austria y
Rusia.
Este apoyo no era cierto, y Sir Goschen lo sabia
perfectamente. Pero á impulsos de la cortesía diplo-
mática, se limitó á contestar con tono glacial:
— Por esto es más trágico ver á dos naciones caer
en guardia, precisamente en el momento en que sus
relaciones parecían más cordiales y amistosas que lo
habían sido después de algunos años. Pero por des-
gracia, no obstante los grandes esfuerzos de la Gran
Bretaña para impedir la guerra entre Rusia y Austria,
la guerra ha estallado, colocando á mi país y Alema-
nia frente á frente, en una posición que nos es impo-
sible esquivar, deseando como deseamos cumplir nues-
tros compromisos. Nadie lo lamenta más que yo.
Y Sir Goscheu, después de esta en-
trevista, violenta y penosa, se retiró
á su embajada, redactando para el
Foreing Office una exacta reseña tele-
gráfica que, como ya dijimos, no llegó
nunca á su destino. Esto nada tenía
de extraordinario en un país cuyo pri-
mer gobernante acababa de declarar
que la «neutralidad» es una simple
palabra, y un tratado con sus compro-
misos solemnes «un pedazo de papel».
A las nueve y media de la noche se
presentó en la embajada de Inglaterra
Von Zimniewmann, subsecretario del
ministerio de Negocios Extranjeros,
para visitar á Sir Goschen. Después
de manifestarle su profundo senti-
miento al ver las relaciones oficiales
y personales entre ellos dos próximas
á suspenderse, preguntó incidental-
raente y sin dar importancia á su demanda si la peti-
ción de pasaportes que había formulado el embajador
equivalía á una declaración de guerra. Von Zimmew-
mann llegaba enviado por sus superiores para sondear
todo el alcance de la actitud inglesa.
Sir Goschen contestó que una persona de tanta
autoridad como el profesor Zimmewmann en materia
de derecho internacional, debía saber mejor que él lo
que ocurre en tales circunstancias.
— Sin embargo — añadió el embajador inglés—, se
han visto ejemplos numerosos de ruptura de relacio-
nes diplomáticas sin que se haya producido la guerra.
Pero el caso actual no es como éstos. Según las ins-
trucciones de mi gobierno, de las que he dejado un
resumen escrito á Herr Von .Jagow, la Gran Bretaña
espera una respuesta afirmando el respeto á la neutra-
lidad belga antes de media noche, y si esta respuesta
no es satisfactoria, se verá forzada á tomar todas las
medidas á que le obligan sus compromisos.
— Entonces — dijo Zimmewmann — vuestra retirada
equivale á una declaración de guerra, pues al gobier-
BARÓN VON BBTHMANN-HOLLWBG,
CANCILLER DBL IMPERIO ALEMÁN
no imperial le será imposible dar esas seguridades ni
esta misma noche ni ninguna otra noche.
Después que se marchó Zimmewmann, el diario
Berliner Tageblatt lanzó á la circulación una hoja ex-
traordinaria anunciando que la Gran Bretaña acaba-
ba de declarar la guerra al Imperio germánico. El re-
sultado inmediato de esta hoja fué la acumulación de
una muchedumbre ante la embajada de Inglaterra.
Este gentío se mostró muy excitado por la noticia y
en actitud hostil, atrepellando á los escasos agentes
de policía que el gobierno había apostado en las inme-
diaciones del edificio. El embajador y su personal per-
manecieron en actitud impasible mientras la muche-
dumbre se limitó á entonar himnos patrióticos y dar
mueras á Inglaterra. Pero al poco rato su animosidad
fué acentuándose, rompiendo á pedradas los cristales
de las ventanas é intentando forzar las puertas. Va-
rias piedras llegaron hasta el salón
donde estaba Sir Goschen con algunos
visitantes. El embajador de los Esta-
dos Unidos, que iba á encargarse de
los archivos de la embajada inglesa y
de la protección de sus subditos, atra-
vesó las masas hostiles sin hacer caso
de sus silbidos y amenazas.
Las autoridades de Berlín, prontas
siempre á reprimir con mano dura el
más insignificante desorden popular,
se mantuvieron invisibles, hasta que
Sir Goschen telefoneó al ministerio
de Negocios Extranjeros manifestan-
do lo que ocurría ante su domicilio.
Entonces un escuadrón de agentes
montados acudió con prontitud, lim-
piando de manifestantes los alrededo-
res de la embajada.
Von Jagow llegó poco después para
dar excusas al embajador, diciendo que la conducta
de sus compatriotas le hacia sentir una vergüenza
para la cual no encontraba palabras suficientes.
— Este suceso es una mancha imborrable para la
reputación de Berlín — dijo repetidas veces.
Añadió que la hoja volante había circulado sin
autorización ni conocimiento del gobierno, pues él y
el canciller habííin acordado guardar la noticia de la
declaración de guerra de la Gran Bretaña hasta el día
siguiente, tomando mientras tanto precauciones para
evitar desórdenes y atropellos.
— Es esa «peste» de Tageblatt — dijo textualmente —
que se ha apoderado de la noticia no sé cómo, trastor-
nando nuestros cálculos. Estas gentes no comprenden
que en las explosiones de entusiasmo patriótico debe
haber cierto pudor.
El ministro se retiró después de lamentar una vez
más que Sir Goschen se llevase una triste impresión
del modo de ser del pueblo berlinés.
En las primeras horas de la mañana del día si-
guiente, 5 de Agosto, el embajador recibió la visita de
188
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
uno de los ayudantes de campo de Guillermo II. Este
mensajero imperial repitió textualmente las palabras
que le había encargado su soberano.
— El emperador — dijo — me encarga manifestar á
Vuestra Excelencia que lamenta los acontecimientos
de ayer noche, pero que os diga al mismo tiempo que
estos acontecimientos podrán daros una idea de lo que
piensa su pueblo respecto al acto realizado por la Gran
Bretaña uniéndose á otras naciones contra sus anti-
guos aliados de Waterlóo. Su Majestad el emperador
os ruega igualmente digáis á vuestro rey que hasta
ahora ha estado orgulloso de sus títulos de feldmaris-
cal británico y de almirante británico, pero que en
vista de lo ocurrido se ve en la
obligación de despojarse de es-
tos títulos inmediatamente.
En su relato al Foreing Office,
dice así Sir Goschen: «Deseo aña-
dir que este mensaje tuvo un
tono de dura acerbidad por la
manera como fué pronunciado
por el ayudante. »
Guillermo II, que siente un res-
peto fetichista por las condeco-
raciones, y especialmente por los
uniformes, de los que posee varios
centenares, tanto alemanes como
extranjeros, descargó su cólera
en los que le recordaban su anti-
gua amistad con Inglaterra.
Furioso por la actitud de la
Gran Bretaña, noble y lógica,
pero que él no había podido sos-
pechar ni suponer, pateó en un
arranque de cólera, según con
taron los periódicos, los uni-
formes y condecoraciones in-
gleses, y algún tiempo después
los envió á Londres como símbolo de su enemistad.
Sir Goschen estuvo en Berlín haciendo sus pre-
parativos de viaje hasta la madrugada del 6, en la
que salió hacia la estación escoltado por caballería,
mientras el personal de la embajada seguía el mismo
camino por callejuelas desiertas en automóviles de
alquiler. Gracias á estas precauciones, los diplomáti-
cos británicos pudieron librarse de los malos tratos
que habían sufrido sus colegas rusos y franceses. En
todas las estaciones, hasta llegar á la frontera holan-
desa, encontraron muchedumbres patrióticas y grose-
ras que los insultaron, pero de lejos, librándose de sus
continuos intentos de agresión gracias á la presencia
de un coronel de la Guardia encargado de su custodia.
Asi terminaron las relaciones entre Inglaterra y
Alemania.
La sorpresa sufrida por el gobierno de Berlín de-
muestra la ceguedad de su soberbia, que le hizo creer
en una actitud sumisa de la Gran Bretaña.
Engañados por la torpeza de sus diplomáticos y
por el orgullo del propio valer, el kaiser y sus conse-
jeros esperaron hasta el último momento que Inglate-
rra, ocupada en sus divisiones intestinas, pasaría por
todo y lo consentiría todo, limitándose cuando más á
una protesta diplomática, pero sin resolución para
acudir á las armas.
XII
El pueblo inglés y la guerra
Sólo un inglés puede comprender la lenta y labo-
riosa evolución que se verifica en el espíritu del pue-
blo británico antes de desarro-
llar una idea y aceptarla. Tal
vez es esto una consecuencia de
la situación geográfica de la
Oran Bretaña; una característi-
ca de los pueblos insulares que
.SIR BDWARD QOSCUKN, BMBAJADOlí DK INCILA-
TKRlíA BN BERLÍN
viven al margen de la vida con-
tinental.
En el continente la opinión
está más esparcida y es más rá-
pida en sus vibraciones. Las
ideas, las simpatías, los odios,
saltan con más facilidad de unos
juieblos á otros, pues á pesar de
sus divisiones políticas, viven en
permanente contacto. En las islas
la vida es más concentrada, más
intensa, pues el Océano, no obs-
tante la facilidad de las comuni-
caciones modernas, resulta un
obstáculo que transmite con re-
traso los latidos de la actividad
exterior.
Tal vez por esto la prensa in-
glesa se muestra más activa y
apasionada que la de otros países cuando llega una
circunstancia excepcional, y sus hombres políticos
eminentes descienden á la plaza pública y emplean
en sus propagandas los mismos procedimientos de un
director de circo. Necesitan mover ruido, apelar al
reclamo comercial, exagerar sus afirmaciones y peli-
gros, para vencer la indiferencia de un pueblo que,
preocupado por sus negocios particulares, presta es-
casa atención á las cosas públicas. Pero aun con tales
excitaciones, la opinión inglesa sólo se conmueve poco
á poco, y tarda meses en aceptar ideas que en el con-
tinente se han abierto paso en breve tiempo.
Inglaterra, aislada por el mar, conoce sus intere-
ses, pero como dice un autor, «tarda mucho en tener
de ellos una percepción exacta».
La guerra con Alemania la aceptó el pueblo inglés,
pero viéndola bajo otro ángulo que sus aliados. Ante
todo, el inglés de capacidad mediana conoce poco las
cosas del continente y no se preocupa de ellas. Los
políticos, los periodistas, los marinos, los militares.
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
189
siguen con atención los sucesos de Europa. El comer-
ciante, el industrial, el agricultor, piensan en los nego-
cios y se confían por completo á la dirección de sus
gobernantes, en los que tienen una fe absoluta. «Los
asuntos del continente sólo interesan al Foreing Offi-
ce», piensan la gran mayoría de los ingleses. Y siguen
dedicándose en cuerpo y en espíritu á sus asuntos in-
dividuales. Cuatro quintas partes del pueblo británico
vieron llegar la guerra sin saber cómo se había pre-
parado ni conocer en realidad sus motivos.
Es verdad que este
pueblo tiene una política
continental que viene
manteniéndose inmuta-
ble desde el siglo XIV:
la de mantener en las
costas europeas que es-
tán frente á las suyas
diversos pequeños Esta-
dos á los que apoya con
su amistad, y que son
para Inglaterra pueblos
tapones interpuestos en-
tre ella y las grandes
potencias de la Europa
central.
«Esta política — dice
un profesor inglés — ha
sido la idea fija en el
pensamiento de todos los
hombres de Estado bri-
tánicos durante varios si-
glos; así es que parece
inexplicable cómo Berlín
violó la neutralidad de
Bélgica sin prever que
esto traería como conse-
cuencia la intervención
inglesa. Por otra parte,
dicha política ha sido
siempre de felices resul-
tados, especialmentedes-
pués de 1816 y de la caí-
da de Napoleón, época
en la que el pueblo bri-
tánico se preocupó más de los asuntos continentales.»
Después los ingleses volvieron los ojos á su vida
interior, sin que les preocupasen más allá de su archi-
piélago otras tierras que las de sus colonias. Durante
muchos años el Canadá, Australia, la India y Egipto
han estado más cerca de Londres que París ó Berlín.
La nación británica dejó los asuntos europeos en ma-
nos de Sir Edward (irey, y antes de éste en manos de
sus antecesores, con tanta confianza como indiferen-
cia. El Foreing Office sabría defender el honor de In-
glaterra y la paz, que es tan necesaria ])ara el trabajo
y los negocios.
Cuando Inglaterra, abandonando su soberbio aisla-
miento por la política de Eduardo VII, entró á formar
parte del Acuerdo Cordial con Francia, y luego del
Triple Acuerdo, los ingleses dejaron hacer á su go-
bierno como espectadores desinteresados.
Desde años antes sentían por Francia una sincera
cordialidad. Rusia les inspiraba cierta desconfianza,
pero la gran masa del pueblo inglés no sentía inquie-
tud alguna por los excesos de lenguaje del emperador
de Alemania, á pesar de los comentarios de los perió-
dicos de Londres. En vano publicaban éstos artículos
y más artículos sobre la
amenaza que represen-
taban para Inglaterra
los proyectos ambiciosos
del kaiser.
«El pueblo británico
— dice el mencionado
profesor — , en su tran-
quila confianza, no com-
prendía por qué el kaiser
decía necedades respec-
to á su «porvenir sobre
el mar». Pensaba única-
mente en que tendría que
gastar todos los años 50
millones de libras ester-
linas para el aumento de
su marina, hasta que el
tal kaiser llegase á des-
cubrir que la Gran Bre-
taña estaba dispuesta á
seguir reinando sobre las
olas (rule the toaves). A
nadie se le había ocurri-
do nunca, ni remotamen-
te, la posibilidad de una
expedición inglesa en
Europa para combatir á
los alemanes.»
HACIENDO HISTORIA
SI kaiser felicita al canciller por su futuro discurso en el Relchslag atri-
buyendo á la Gran Bretaña la responsabilidad de la guerra
(De The Bystander)
Con esta opinión indi-
ferente é incapaz de pre-
ocuparse de los asuntos
continentales, tuvo que
luchar Sir Edward (írey durante el mes de.Iulio. Podía
haberla ilustrado revelando las aspiraciones de los
alemanes á la dominación continental que él conocía
perfectamente: podía haber hecho públicas las tenta-
tivas realizadas por Alemania en 1911 para obtener
la neutralidad inglesa y realizar sin obstáculo sus
planes. Pero el ministro inglés quería la paz, creyó
en la posibilidad de conseguirla hasta los últimos mo-
mentos, y estas revelaciones, molestas para Alema-
nia, hubiesen dificultado una solución pacífica, hacien-
do surgir además graves disidencias en el partido
liberal gobernante. La paz era el interés supremo
de la Gran Bretaña, imperio mundial, heterogéneo é
190
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
inorgánico, compuesto de los pueblos más diversos.
Sir Edward Grey, al convencerse de que eran im-
posibles sus ilusiones de paz por la nefasta influencia
de Alemania, que deseaba la guerra, se encontró con
otro hecho no menos desconsolador. Tampoco podía
dar una ayuda eficaz á los amigos del Triple Acuerdo
en la lucha que les amenazaba. La democrática In-
glaterra es un país sometido al Imperio de la opinión
pública. Los gobiernos nada pueden hacer, como ya
dijimos, si no cuentan con ella, y en este asunto la
opinión se mostraba inocente é ignorante. Todos que-
rían la paz, como si bastase desearla unilateralmente
para poder mantenerla. Hasta
entre los políticos fluctuaban las
opiniones respecto á Alemania,
y algunos ministros participaban
de tal indecisión. La mayoría del
partido liberal dudaba que los
gobernantes alemanes fuesen tan
malvados (wicked) que desearan
aplastar á Francia para siem-
pre, estableciendo su hegemonía
europea. De haberse convencido
de estos malos designios, es in-
dudable que por honor nacional
habrían acudido en auxilio de
Francia mucho antes de que lo
hicieron, pero aun asi, siempre
habrían quedado dudas para mu-
chos de ellos, entablando discu-
siones de las que se habría apro-
vechado Alemania.
La cuestión de la neutralidad
de Bélgica, surgiendo inespera-
damente, resultó decisiva para
la opinión inglesa. Este fué el
gran error del gobierno alemán.
Por una conveniencia de táctica
militar se atrajo la enemistad
de Inglaterra, cambiando los tér-
minos de una lucha que consi-
deraba rápida y de éxito seguro. El ministerio inglés
ya no vaciló, y Sir Grey supo aprovechar la oportuni-
dad para apoderarse de la opinión, revelando la con-
ducta amenazadora de Alemania y planteando el pro-
blema en la sesión de la Cámara de los Comunes que
ya hemos relatado.
Desde este momento la oposición enmudeció, y todo
el país comenzó á preocuparse de los manejos alema-
nes. Fué en vano que el 2 de Agosto los partidarios
de la paz á todo trance celebrasen un mitin contra la
guerra en Trafalgar-Square. Nadie escuchó sus dis-
cursos. En cambio el público se arrebataba las últi-
mas ediciones de los periódicos para tener noticias de
Bélgica. El maravilloso instinto de las democracias,
que nunca ha faltado al pueblo británico en los mo-
mentos críticos, comenzó á funcionar. La violación de
Bélgica era un atentado contra el honor de Inglaterra,
MR. A.SQUITH, JBFB DHL GOBIERNO INOLÉS
y significaba un peligro nacional. «Inglaterra es una
nación desde hace tantos siglos, que los ingleses con-
ciben difícilmente lo que la palabra nación signifi-
ca, ó mejor aún, lo que puede ser la desaparición de
una nación.» El ejemplo de Bélgica les hizo ver cla-
ramente la importancia y la posibilidad de tal peligro.
Desde este momento todos apoyaron á Sir Grey,
aceptando la guerra como ineludible.
Ésta aun tuvo adversarios. Se fundaron ligas para
que el Triple Acuerdo no pasase á ser una alianza
ofensiva, limitándose Inglaterra á apoyar navalmente
á Francia nada más. Los cuáqueros idealistas, que con-
sideran censurable toda guerra
por justa que sea y disponen de
cierta influencia social por sus
puras costumbres, también in-
tentaron oponerse al gobierno, y
con ellos muchos directores de
las asociaciones de trabajadores,
que buscan el afirmar su intelec-
tualidíid sosteniendo causas im-
populares. Es indudable que estos
grupos hubiesen acabado por
crear al ministerio una corriente
adversa de opinión aun después
de iniciada la guerra, dificultan-
do su proseguimiento. El pueblo
la había aceptado como un mal
necesario, sin gran entusiasmo
y sin saber ciertamente lo que
podía representar. «La máquina
de la guerra estaba en movi-
miento, pero tenía poco vapor.»
La lucha gigantesca en el con-
tinente representaba para el pue-
blo inglés «un gran retraso en la
cosecha ya madura de reformas
sociales largamente cultivada, y
una orientación completamente
nueva del espíritu público, que
había estado ocupado desde 1902,
no de cuestiones políticas, sino de reformas industria-
les y económicas que constituían la vida intra- nacio-
nal». De seguro que la oposición naciente, á pesar de
estar formada por minorías insignificantes, hubiese
acabado por constituir un peligro hablando al egoísmo
del pueblo de lo mucho que les iba á hacer perder la
guerra. La ignorancia de las masas y el carácter ex-
tremadamente pacifista de la democracia inglesa, se
prestaban á la propaganda y al éxito.
Pero de pronto dos factores decisivos hicieron en-
mudecer todos los intentos de oposición, afirmando la
influencia del gobierno y la persistencia en la lucha.
Estos dos factores fueron la bárbara conducta de los
alemanes en Bélgica, de la que hablaremos oportuna-
mente, y la actitud de entusiasmo patriótico de las
lejanas colonias, especialmente de la India.
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
191
Contemplando la miseria de loa fugitivos belgas,
oyendo sus relatos de horrores, se convenció el pueblo
inglés de la justicia y la necesidad de la guerra. Estos
ejemplos vivos causaron en su espirita, positivo y
lento á la comprensión, más honda huella que todos
los artículos de los periódicos.
Los refugiados belgas fueron repartidos por toda
Inglaterra, hasta las aldeas más pobres y lejanas. No
hubo quien no contemplase de cerca su miseria y su
desgracia. Ante ellos «se despertó la madre que dor-
mita en el corazón de todo inglés», sentimiento de
entusiasmo la lucha y ofreciendo hombres y dinero en
abundancia para el sostenimiento de la metrópoli.
Los subditos británicos de distinta sangre hicieron
ver con esta conducta su opinión de que Inglaterra
representaba para el mundo algo mejor que Alemania,
y el pueblo inglés, para no verse en un estado de in-
ferioridad, procuró sobrepujarlos en entusiasmo.
o
De este modo, lentamente, se fué elevando por
gradaciones la opinión pública, hasta llegar á la con-
clusión de la necesidad de un aplastamiento de Ale-
MR. ASQUITH ACLAMADO POR LOS DIPUTADOS DESPUÉS DE LA DBCLARACHIN DE GUERRA A ALEMANIA
compasión reservado para la vida interior, y que rara
vez despiertan en él las impresiones exteriores.
La cólera se unió á la ternura, y todos los ingleses
proclamaron á coro desde entonces que la guerra no
debía cesar hasta que Alemania diese una reparación
completa á Bélgica. Esta reparación debía ser positi-
va, tal como entiende el pueblo británico las compen-
saciones: una indemnización de muchos millones, pa-
gada por un fuerte tributo anual durante largos años.
En vista de los crímenes de la invasión alemana,
nadie pensó más en la paz.
Las colonias convencieron igualmente al pueblo de
que su causa valía la pena de hacer sacrificios. Los
ingleses de la clase popular muestran cierto desprecio
hacia las colonias que no se gobiernan por sí mismas.
Las consideran órganos inferiores y secundarios del
Imperio británico. Y he aquí que la más importante de
ellas, la India, poblada por gentes de otra raza, daba
una lección de patriotismo á los ingleses acogiendo con
manía. Lo difícil, tratándose del pueblo inglés, es
conseguir que acepte una idea. Una vez la adopta,
acoplándola á un sólido sentimiento incapaz de rápi-
das variaciones, no la olvida ni duda de ella, hasta
llegar á su exacta realización.
— Alemania debe pagar el mal que ha causado en
Bélgica y en el Norte de Francia — piensa el inglés — .
Es de justicia que el que causa daños los indemnice.
Alemania no pagará mientras no aplasten su soberbia.
¡Vamos á aplastar á los alemanes!
Su imaginación, que trabaja lentamente, no puede
concebir otro final del confiicto. Su resolución fué ha-
ciéndose cada vez más fuerte durante el curso de la
guerra. Los ataques de los submarinos alemanes y la
profusión de minas en el mar del Norte, con grave
daño del comercio, aumentaron su coraje. Las brava-
tas alemanas y el anuncio de que una escuadra aérea
de zeppelines podía bombardear Londres, despertaron
su furor.
192
VICENTE BLASCO IBANEZ
LORD ROBBRTS
El carácter inglés necesita ser sacudido para que
dé frutos. En los momentos críticos, la situación de
este pueblo así como se hace más difícil aumenta su
tenacidad... y su buen humor.
En tiempo normal el inglés es taciturno y grave.
Cuando se ve en peligro canta y muestra una incons-
ciencia casi infantil. Quiere conservar su serenidad,
y para mantener el valor se vigila á si mismo, impo-
niéndose una alegría ruidosa, una indiferencia heroica
que no deja transpirar las emociones internas.
«Foresto nuestros soldados — dice un autor inglés —
m;irchan á la batalla cantando, no himnos solemnes,
sino frivolas canciones de music-hall. Y sin embargo,
en el fondo de su pensamiento tienen la idea de que
van ;i morir por una gran causa. Pero no quieren
darse por enterados, y siguen su camino hacia la
muerte con una alegría de niños.»
El pueblo inglés tardó mucho en aceptar la guerra.
I 'ero los mismos que se oponían á su declaración fue-
i'on luego sus más firmes sostenedores.
Cuando la Gran Bretaña se compromete en una
obra tiene que terminarla. Y el pueblo inglés, pasa-
das las primeras vacilaciones, quiso ser un martillo
poderoso, golpeando incansablemente sobre el yunque
de Europa, hasta conseguir el aplastamiento de la
Inglaterra no necesita hacer grandes preparativos
ruando la guerra es en el Océano. Basta una orden
del Almirantazgo para que á las veinticuatro horas
el pabellón británico pasee amenazante por todos los
mares del globo.
Pero ea lo que se refiere á su ejército de tierra, ha
sido siempre lenta y hasta imprevisora. Sólo tiene las
tropas necesarias para sus necesidades interiores y la
defensa de sus colonias. La tradición democrática del
país se opone al establecimiento del servicio militar
obligatorio, á pesar de la propaganda que hizo en
favor de éste el glorioso veterano Lord Roberts, y que
LORD ROBBRTS Y LORD KITCIIKNKR BN EL .MINISTERIO DE LA GUERRA
(Dibujo de The lUustrated War A'ews
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
193
continuaron realizando otros generales. El ejér-
cito inglés se nutre únicamente de voluntarios.
Este enganche basta en tiempos de paz, y ha sido
suficiente para sostener las guerras coloniales.
Aparte de esto, el pueblo británico, que cuida
escrupulosamente de que su nota no decaiga y
da animosamente para su aumento todo lo que
el gobierno solicita, presta poca atención al des-
arrollo del ejército de tierra.
Tiene un axioma que todos repiten: «Nosotros
organizamos la guerra mientras la hacemos.» In-
glaterra declara abiertas las hostilidades, y lue-
go, al abrigo de la flota y de su situación insular,
va reclutando voluntarios y reforzando tranqui-
lamente los cuadros de su ejército.
Este procedimiento es peligroso, pero le ha re-
sultado bien en todas sus guerras desde los tiem-
pos de Napoleón. Las prolonga mucho, haciéndo-
las comenzar con derrotas las más de las veces,
para conseguir indefectiblemente una victoria
final cuando se halla en posesión de todas sus
fuerzas, lentamente reunidas. Y como Inglaterra
es pais de tradiciones, el pueblo no ha querido
aceptar ningún cambio en un sistema garanti-
zado por el triunfo. Además el ciudadano britá-
nico, celoso de su libertad, siente una irresistible
aversión por todo servicio obligatorio.
En esta guerra adivinó la opinión que las cir-
cunstancias eran distintas y había que proceder
con mayor rapidez.
Inglaterra en tiempo de paz sigue distinguien-
do con los honores de la popularidad á sus almi-
rantes y soldados de mar, que forman las verda-
deras tropas activas. Al ejército de tierra lo olvi-
da; y sus generales, los héroes de la defensa colonial,
viven como en una situación de reemplazo. Pero ape-
nas ha surgido una guerra, los nombres de Lord Ro-
berts, de Lord Kitchener, de French y otros han vuel-
to á la memoria del pueblo.
Al romperse las hostilidades con Alemania los ge-
nerales célebres de Inglaterra tornaron al primer pla-
no de la popularidad.
El instinto de la opinión se adelantó á las decisio-
nes del gobierno. Todos adivinaron qué hombres iban
á dirigir las fuerzas terrestres del pais.
Con Lord Roberts no podia contar el ejército britá-
nico. El glorioso veterano teoía más de ochenta años,
y poco tiempo después, en el mes de Noviembre, cuan-
do en un arranque de senil energía pasó á Francia
para visitar en el campo de batalla á sus antiguos
compañeros de armas, murió casi repentinamente de
una dolencia ocasionada por esta fatiga incompatible
con su edad.
El general French, más joven y de historia no me-
nos gloriosa, fué el caudillo indicado para dirigir la
expedición continental en auxilio de Francia.
Lord Kitchener era el ministro indiscutible de la
Guerra. Todo el país reclamó su concurso. ¡Siempre
LORD KITCHBNER REVISTANDO LAS TROPAS (Fot. Rol)
que la Gran Bretaña se ha visto en nuestra época
comprometida en una guerra difícil, la opinión pú-
blica ha formulado la misma exigencia como un su-
premo remedio: «Que vaya Lord Kitchener al War
Office.»
Este héroe de las guerras de África es un organi-
zador duro é incansable que conoce los recursos de la
patria y sabe extraer sus fuerzas, regimentándolas
con rapidez.
Obediente á la voluntad de sus conciudadanos, fué
tranquilamente á tomar posesión del Wa?' Office como
en otras ocasiones criticas. Su papel es ser ministro
de la Guerra en la hora del peligro.
Al entrar en el ministerio y recorrer sus salones,
preguntó á un ayudante:
— ^,No hay aquí una cama?
— No, milord.
— Está bien. Que traigan una inmediatamente.
Y se instaló como un soldado para trabajar noche
y dia.
— Que me traigan veinte telegrafistas — ordenó al
poco rato.
Pasaron dos horas sin que llegasen estos emplea-
dos. La dirección de Telégrafos tenía que cumplir
194
VICENTE BLASCO IBANEZ
varios requisitos reglamentarios de los que complican
la vida de las oficinas. Al enterarse del retraso, Lord
Kitchener dijo simplemente por teléfono:
— Que estén aqui antes de diez minutos, ó iré yo en
persona á traerlos.
Su voluntad imperiosa, sobria en palabras y férrea
en la acción, se impuso inmediatamente, conmovien-
do la pasividad y la rutina de las costumbres britá-
nicas.
Organizó el cuerpo expedicionario, enviando á
cío. Pero su certeza fatal sobre la duración de la
lucha se trocaba en victorioso optimismo al hablar de
su término. La causa de los aliados sería la triunfan-
te. En las guerras modernas vence indefectiblemente
el que puede mantenerse en píe un cuarto de hora
más, y la Gran Bretaña, dirigida por él, se sostendría
al lado de sus aliados hasta el último hombre, como
los cuadros de la infantería escocesa en Waterloo, y
híista gastar el último millón.
Los habitantes de Londres encuentran muchas ve-
ces en las inmediaciones del ]Var Office
un elegante «gentleman» que marcha
solo con dirección á este ministerio.
Es Lord Kitchener, el organizador y
mantenedor de las tuerzas inglesas, el
hombre que enardece con sus lacónicos
llamamientos á la juventud nacional, y
puesto en contacto con las colonias ex-
trae soldados de todos los rincones del
mundo.
( 'omo todos los ottciales ingleses, Lord
Kitchener sólo viste su brillante unifor-
me en los actos militares. Fuera de ello,
prefiere el chaqué de corte elegante, el
sombrero de copa de numerosos reflejos,
el traje de la vida civil que iguala á to-
dos los ciudadanos notables de la demo-
cracia inglesa, solemne, digna y ento-
nada: lores, generales, almirantes,
miembros del Parlamento y altos comer-
ciantes de la City.
LORD KITCUBNER, MINISTRO 1>E LA (lUEUUA IN11LK.«, EN THAJE
Francia más hombres que había prometido y con ima
rapidez que nadie esperaba.
— Antes de la primavera próxima — afirmó — Ingla-
terra tendrá en el continente un millón de hombres.
Y siguió trabajando con un tesón silencioso é in-
cansable, diciendo á todos la verdad, revelando los
defectos de la organización inglesa, negándose á hala-
gar ios optimismos generales que creían en una guerra
corta.
No; la guerra iba á ser larga, larguísima. Lord
Kitchener, al decretar el enganche de voluntarios,
fijó un plazo de tres años para la duración del servi-
DB PAISANO
(Fot. Rol)
La defensa de Bélgica. — Alocución del
rey.— Palabras de Guillermo II y de su
canciller. — Falsas noticias acerca de
la situación de Francia.
Al realizar los alemanes la invasión
de llélgica, el rey Alberto 1 creyó llegado
el momento de abandonar Bruselas, po-
niéndose al frente de sus tropas. El so-
berano de este pequeño reino no quiso
seguir viviendo en su palacio, lejos de los
combates y pronunciando arengas como (iuillermo IL
Primer ciudiidano de un estado democrático, deseó ser
igualmente su primer soldado.
En la mañana del 6 de Agosto el rey de Bélgica
lanzó la siguiente proclama:
AL EJÉRCITO DE LA NACIÓN
Soldados: Sin la menor provocación de nuestra
parte, un vecino orgulloso de su fuerza ha desgarrado
los tratados que llevaban su firma, violando después
el territorio de nuestros padres.
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
195
Porque hemos sido dignos de nosotros mismos, por-
que nos hemos negado á un delito contra el honor, este
vecino nos ataca. Pero el mundo entero se maravilla
de nuestra actitud leal. Que su respeto y su estima
nos reconforten en estos momentos supremos.
Viendo amenazada su independencia, la nación se
ha estremecido y sus hijos han saltado á la frontera.
Valerosos soldados de una causa justa: yo tengo con-
ñanza en vosotros y os saludo en nombre de Bélgica.
Vuestros conciudadanos se sienten orgullosos de
vosotros.
Triunfaréis, porque sois la fuerza pues-
ta al servicio del derecho.
César dijo de vuestros antecesores: «De
todos los pueblos de las Galias, los bel-
gas son los más bravos.»
Gloria á vosotros, soldados del pueblo
belga.
Ante el enemigo acordaos que com-
batía por la libertad y por vuestros ho-
gares amenazados.
Acordaos, flamencos, de la batalla de
las Espuelas de Oro, y vosotros, walones
de Lieja, que ocupáis en este momento
el sitio de honor, acordaos también de
los seiscientos franchimonteses (1).
Soldados: Salgo inmediatamente de
Bruselas para ponerme al frente de vos-
otros.
Firmado en el palacio de Bniselax el 5 de
Agosto de 1914.
Alberto
Los primeros choques con los alema-
nes resultaron favorables á los belgas.
La invasión germánica se prosiguió
metódicamente á partir del día 5 en las
primeras horas de la mañana. Tres fuer-
tes columnas precedidas de pelotones de
huíanos y lanceros franquearon la fron-
tera por (jemenick, Henri-Chapelle y
Dolhain. Una de estas columnas remontó
hacia Visé, deteniéndose en la ribera
derecha del Mosa. Los belgas situados en
la otra orilla defendieron el paso del rio,
destruyendo con su artillería un puente
que intentaron establecer los alemanes.
Mientras tanto la caballería belga tuvo numerosos
choques con la caballería de las avanzadas enemigas,
saliendo victoriosa de estos encuentros y apresando
numerosos huíanos.
Los ingenieros belgas habían hecho saltar varios
puentes y túneles el día 3, dificultando asi el avance
del enemigo. Además demolieron muchos edificios en
los alrededores de Lieja que dificultaban el tiro de los
fuertes. En la cindadela fué instalada una estación de
telegrafía sin hilos.
El vecindario de Lieja se mostró animoso y entu-
siasta desde los primeros momentos, ayudando á la
guarnición en los trabajos de defensa.
Las tropas alemanas, que pensaban llegar á Lieja
LOS BNBMIGOS DE BÉLGICA
Soldados alemanes con ametralladoras ante el monumento conmemorativo
del 75 aniversario de la independencia belga
(Dibujo de M. Fovestier, según apunte facilitado por el profesor de la Universi-
dad de Lieja M. Paul Hameling, publicado por The lUuetrated Lonrion Newa.)
sin obstáculo alguno, tuvieron que batirse, como ya
hemos dicho, con las fuerzas del país apenas pusieron
el pie en Bélgica.
Un parlamentario enemigo se presentó en Lieja
(1) La «batalla de las Espuelas de Oro> es uno de los hechos más glo-
riosos de Bélgica en la Edad Media. Los municipios belgas, que eran ver-
daderas repúblicas democráticas, combatieron unidas el feudalismo con
sus milicias populares, matando tantos caballeros, que recogieron en sacos
sus espuelas de oro, lo que dio un nombre popular á esta victoria.
Los «seiscientos franchimonte3e8> fueron otros tantos montañeses del
distrito de Franchimonte, en el Mosa, que contribuyeron á la defensa de
la antigua Lieja cuando esta república estaba sitiada en 1468 por Carlos
el Temerario, duque de Borgoña, y el terrible Luis XI, rey de Francia.
En la noche del 'M) de Octubre, los franchimonteses salieron calladamente
de la ciudad con el intento de apoderarse de los dos soberanos en medio
de sus tropas, y poco faltó para que los matasen. Sorprendidos en esta
operación por todo el ejército enemigo, los montañeses se defendieron sin
querer retirarse, hasta que no quedó uno.
196
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
VISTA DE LIBJA
pidiendo al general Leman, gobernador de la plaza,
la rendición de ésta.
El heroico Leman, que pocos dias después había
de asombrar al mundo con su desesperada resistencia,
contestó que el ejército belga sólo cedería el paso des-
pués de ser aniquilado.
El general dirigió la siguiente proclama á los ha-
bitantes de la provincia:
Habitantes del país de Lieja:
La gran Alemania invade nuestro territorio después de un ul-
iimaium que constituye un ultraje.
La pequeña Bélgica ha recogido valerosamente el guante.
El ejército va á cumplir su deber.
La población de Lieja cumplirá también el suyo.
Tengo la seguridad de que dará un ejemplo de calma y de res-
peto á las leyes. Su ardiente patriotismo responde de ello.
¡Viva el Rey, comandante en jefe del ejército!
¡Viva Bélgica!
El teniente general gobernador general de Lieja,
Leman
Iba á empezar el duelo desigual y heroico, el en-
cuentro nunca visto entre el mayor imperio militar y
una de las naciones más pequeñas de Europa.
Mientras tanto Guillermo TI, que según confiesan
sus admiradores no puede estar mucho tiempo en si-
lencio y utiliza todas las oportunidades para redactar
manifiestos, pronunciar discursos ó actuar de sacer-
dote, recitando plegarias y sermones, creyó llegado
el momento de hablar otra vez á su pueblo.
Sintió además la necesidad de dirigir una de sus
i'umerosas invocaciones á Dios, al
que trata con cierta familiaridad, y
declarar á Europa entera la pureza
de su alma.
Esta fué la forma de su proclama:
Alemanes:
Me veo forzado á tirar de la espada para
repeler un ataque completamente injustifi-
cado, y con toda la fuerza de que dispone
Alemania hacer la guerra por la defensa del
Imperio y de nuestra existencia nacional.
He hecho todos mis esfuerzos desde el
principio de mi reinado para preservar á la
nación alemana de la guerra y para maute-
ner la paz.
Por lo mismo en el caso actual he conside-
rado que era para mi un deber de conciencia
hacer todo lo posible por evitar la guerra;
pero mis esfuerzos han resultado vanos.
Tengo pura mi conciencia y estoy convenci-
do de la justicia de nuestra causa. Duros sa-
crificios de hombres y de dinero serán exigi-
dos á la nación alemana para esta defensa
de la patria que nos impone el reto del ene-
migo, pero yo sé que mi pueblo me sostendrá
lealmente, unánimemente, resueltamente,
como en los días sombríos sostuvo á mi
abuelo, que ahora reposa en Dios.
Habiendo aprendido desde mi juventud á poner mi confianza
en Dios padre, creo necesario en estos dias solemnes inclinarme
delante de el implorando su gracia. Hago un llamamiento á mi
pueblo para que se una á mí en una plegaria común y observe
la jornada del 5 de Agosto como un día extraordinario de ple-
garias generales, reuniéndose en todas las iglesias del Im-
perio para pedir á Dios que esté con nosotros y bendiga nuestras
armas.
Después del servicio divino cada uno podrá volver á sus ocu-
paciones.
Guillermo L R.
Es inútil llamar la atención sobre el tono y las
afirmaciones de este documento. Alemania, según
(Guillermo 11, se veía provocada á la guerra y sólo ti-
raba de la espada por defenderse. ¡Y esto lo decía
GRÁFICO DEL AVANCE ALEMÁN CONTRA LIEJA
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
197
cuarenta y ocho horas después de haber roto los tra-
bajos conciliadores de la diplomacia de Europa decla-
rando la guerra á Rusia!
El -i de Agosto, ó sea el mismo dia en que se re-
unieron en memorables sesiones el Parlamento francés
y el Parlamento belga, y en que la Gran Bretaña rom-
pió sus relaciones con Alemania, se reunió igualmente
el Reichstag en presencia del emperador, para enterar-
se de la declaración de guerra á Rusia y Francia y
votar los créditos necesarios para su sostenimiento.
(¡uillermo II en su discurso del trono habló de los
esfuerzos hechos por Alemania durante la crisis bal-
kánica para mantener la paz. «El abismo parecía
cerrado — dijo — , cuando el asesinato del archiduque
Francisco Fernando vino á abrirlo de nuevo. Austria,
obligada á tomar medidas de seguridad, encontró la
oposición de Rusia, y los preparativos de esta última
obligaron á Alemania á declarar la guerra. En cuanto
á Francia no sentimos sorpresa alguna al verla al
lado de su aliada. La situación actual es el resultado
de la animosidad y la envidia que se nota desde hace
años contra el próspero desenvolvimiento del Imperio
alemán.»
Después de leido el discurso del trono, (Guillermo II
aprovechó la ocasión para expansionar su fiebre ora-
toria añadiendo lo siguiente:
«Fieles al ejemplo de nuestros padres, graves y
nobles, humildes ante Dios y valerosos ante el enemi-
go, nos confiamos nosotros al Todopoderoso para que
nos asista en nuestra obra de defensa y sea favorable
á nuestras armas.
«Vosotros habréis leido. Señores, lo que yo dije á
mi pueblo desde un balcón de mi palacio. Lo mismo
repito aquí. Yo no conozco partidos; yo no conozco
más que alemanes. (Aplausos frenéticos.) Y como signo
de vuestra voluntad de permanecer unidos, sin distin-
ción de partidos, de situaciones sociales ó de confesio-
nes religiosas, para seguirme á todas partes, aunque
sea á la derrota y la muerte, invito á los jefes de par-
tido á que se acerquen á mí y me lo prometan estre-
chando mi mano. >
El canciller Bethmann-Hollweg fué más sincero,
pues su situación de gobernante no le permitía des-
figurar los hechos con la misma facilidad. Además, en
aquel momento la Gran Bretaña aun no había decla-
rado la guerra á Alemania (suceso que ocurrió horas
después), y el canciller, en su discurso, procuró excu-
sar los atropellos cometidos poniendo su pensamiento
en Inglaterra, mientras iba hablando con la absurda
esperanza de poderla convencer.
«Una desgracia espantosa — dijo — amenaza á Euro-
pa. Desde hace cuarenta y cuatro años gozamos los
beneficios de la paz, por cuyo mantenimiento que-
ríamos seguir trabajando. Desde el Emperador al más
joven soldado, todos habían hecho el voto de no tirar
de la espada más que por una causa justa. (Vivos
aplausos.) Rusia ha prendido fuego á la antorcha in-
cendiaria.» (Aplausos frenéticos.)
EL GENERAL LEMAN. HEROICO DEFENSOR DE LIBJA
El canciller dio lectura á continuación de los do-
cumentos diplomáticos que formaron el Libro Blanco
alemán, documentos incompletos y arreglados ma-
quiavélicamente, como se demostró luego, para hacer
creer al mundo que Alemania era la agredida.
Después de esta lectura continuó hablando Beth-
mann-Holhveg, para justificar la violencia inesperada
con que el Imperio lo había atropellado todo, decla-
rando la guerra á Rusia y Francia.
«^.Debíamos aguardar pacientemente el momento
escogido por las potencias que nos oprimen para
prender fuego á ln pólvoraY (Vivos aplausos.) Hubiese
sido criminal exponer Alemania á este peligro. (Aplau-
sos unánimes. Gritos de <a¡No! ¡Noh)
«Nuestras tropas han guardado al principio una
actitud defensiva. Esta es la verdad. Nosotros nos ha-
llamos en un estado de legitima defensa, y podemos
hacerlo todo porque la necesidad so reconoce ley.
Nuestras tropas han ocupado el Luxem burgo, y tal
vez en este momento ocupan toda Bélgica. (Violentos
aplausos. Gritos de entusiasmo.) Reconozco que esto ES
CONTRARIO AL DERECHO DE GENTES, pero nosotros Sa-
bíamos que Francia estaba pronta á un ataque á tra-
vés del territorio belga, y un ataque á nuestra ala
sobre el Rhin inferior podía habernos sido fatal. Por
esto nos hemos visto obligados Á pasar por encima
DE las protestas DE LUXEMBURÜO Y DE BÉLGICA, QUE
198
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
SON JUSTIFICADAS. Pero nosotros repararemos esta
falta cuando hayamos conseguido nuestro fin. (Vivos
aplausos.) Cuando se está amenazado como nosotros
lo estamos, y cuando se combate como nosotros por el
bien supremo, se sale del taso como se puede.»
(Aplausos frenéticos.)
Jíimás en la Historia gobernante alguno — ni aun
los déspotas más irrespetuosos de las leyes — se ha
expresado como este canciller germánico. Reconoció
en su discurso que los actos realizados por las tropas
de su país eran contrarios al derecho de gentes, que
las protestas de los Estados invadidos resultaban jus-
tificadas, pero que una vez en lucha todo está permi-
tido y hay que salir del paso como se puede.
lloras des-
pués, en su en-
trevista noctur-
na con el emba-
jador de Ingla-
terra, tjue ya he-
mos relatado,
completaba su
doctrina afir-
mando que la
«neutralidad» es
una simple pala-
bra, y un trata-
do solemne entre
naciones no me-
rece más valor
que el de un «pe-
dazo de píipel».
□
El 5 de Agosto
se decidió Aus-
tria-Hungria á
declarar la gue-
rra á Rusia. Sien-
do el Imperio austríaco autor visible de la conflagra-
ción europea, mostró sin embargo cierta pereza en
aceptar la lucha provocada por él voluntariamente, ó
por instigaciones de Alemania, su aliada. Sólo cinco
días después que el gobierno alemán hubo declarado
la guerra á Rusia, se decidió á imitar esta conducta.
Con Francia su procedimiento aun fué más extra-
ño. Transcurrieron días y días sin que el embajador
de Austria se moviese de París. Las tropas austríacas
estaban ya en Alsacia ayudando á los alemanes, sin
que el Imperio austríaco hiciese declaración diplomá-
tica de hostilidad. Y así hubiese continuado esta si-
tuación inaudita de no cortarla el gobierno francés,
entregando sus pasaportes al embajador antes de que
los pidiese.
La declaración de guerra presentada el día 5 en San
Petersburgo por el representante austríaco decía así:
Por orden de su Gobierno, el que suscribe, embajador de Aus-
tria-Hungría, tiene el honor de notificar á Su Excelencia el mi-
nistro de Negocios Extranjeros de Rusia lo que sigue:
BL KAISER BN EL RBICHSTAO
Vista la actitud amenazante tomada por Rusia en el conflicto
que ha surgido entre la monarquía austro-húngara y Servia, y en
vista también de que á consecuencia de este conflicto Rusia — se-
gún una comunicación del Gabinete de Berlin — ha creído conve-
niente abrir las hostilidades contra Alemania y que ésta se en-
cuentra en estado de guerra con dicha potencia, Austria-Hungría
se considera igualmente en estado de guerra con Rusia.
Este documento tan corto contiene una falsedad
enorme, como ya lo habrá notado el lector. En él se
pretende que es Rusia la que ha declarado la gue-
rra á Alemania, afirmación desmentida por el mismo
gobierno de Berlín. La política de los dos imperios
aliados les hizo buscar en los primeros días de la gue-
rra el presentarse como víctimas obligadas á la de-
fensa, torturan-
do para esto la
verdad y el buen
sentido con un
esfuerzo inútil.
o
Todos los go-
biernos de Euro-
pa y América de-
clararon su neu-
tralidad. Tur-
quía, que tam-
bién se declaró
neutral, pero en
cuyo gobierno
ejercían honda
presión las intri-
gas alemanas,
anunció, conpre-
texto de asegu-
rar la neutrali-
dad, su propósito
de cerrar á la
navegación el
estrecho de los Dardanelos y el Bosforo.
En la frontera franco-germánica continuaron los
combates entre las avanzadas de ambos ejércitos, lle-
vando la mejor parte la caballería francesa, que batió
y persiguió á varios destacamentos de dragones ale-
manes y de huíanos, matando á varios y haciendo
numerosos prisioneros.
No era aquí donde iba á desarrollarse la ofensiva
del enemigo. La invasión había tomado el camino de
Bélgica.
El primer choque importante de la guerra fué el
mismo día 5 en los alrededores de Lieja. El ejército
belga comenzó en este dia su carrera de heroísmo. Las
tropas del general Leman repelieron todos los ataques
alemanes, sosteniendo una verdadera batalla en cam-
po raso, sin buscar el abrigo de las fortificaciones.
El ataque germánico fué brusco y violento entre
el río Vesdre y el Mosa, pero un contraataque lo re-
chazó, persiguiendo los belgas á varios cuerpos ene-
migos hasta la misma frontera.
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA ÜE 1914
199
Las tropas de Leman recogieron en las lineas ale-
manas más de 600 heridos.
Esta primera derrota y la intervención del paisa-
naje en la lucha para defender su pais exasperaron á
los invasores. Además sus jefes tenían orden de ate-
rrar á la población belga, ya que se negaba á dejar-
les paso franco. Y empezaron los fusilamientos, los
robos, los incendios de poblaciones, las matanzas de
mujeres, niños y ancianos, los asesinatos de sacerdo-
tes porque se mantenían al lado de los defensores del
pais, todos los crímenes de la invasión de Bélgica, de
Apenas se inició la guerra, todas las calamidades
que puede sufrir un pueblo cayeron sobre Francia, en
menos de una semana, para regocijo de las gacetas
germánicas, que comentaban con una serenidad im-
perturbable los grandes desastres de la República
enemiga. El Presidente Poincaré dimitió unas veces y
otras fué asesinado. Los revolucionarios de París pro-
clamaron la Commune, haciendo arder la capital por
los cuatro costados. Los i-egimientos franceses se su-
blevaban contra sus oficiales, á impulsos de la propa-
ganda antimilitarista. Tres cuartas partes de la na-
BL REICHSTAG
los que hablaremos oportunamente, y que levantaron
en las naciones civilizadas de Europa y América un
clamoreo de indignación, arrebatando al Imperio ale-
mán las pocas simpatías que aun conservaba entre
las gentes de sentimientos generosos.
Uno de los procedimientos que empleó con más te-
nacidad el patriotismo alemán para enardecer á sus
soldados, haciéndoles creer que la guerra resultaría
fácil y rápida, fué la difusión de falsas noticias sobre
el estado de los enemigos. La agencia Wolff, centro
alemán de informaciones periodísticas, se encargó
principalmente de este trabajo, adquiriendo una cele-
bridad grotesca en todo el mundo por sus inverosími-
les relatos.
ción francesa realizaban manifestaciones contra la
guerra.
Y estos diarios germánicos, que repetían impertur-
bables las estupendas invenciones de Wolff, tenían
buen cuidado en ocultar los únicos hechos monstruo-
sos reales y positivos que estaban ocurriendo en aque-
llos momentos: el fusilamiento por los alemanes de
numerosos alsacianos y loreneses tomados como rehe-
nes; la matanza efectuada en el vecindario belga de
Visé por los invasores.
Le Temps decía así:
Alemania había creído que podría romper la resistencia de un
pueblo pequeño con su primer esfuerzo. Y desde ayer las heroicas
tropas belgas, ante las cuales se inclina el respeto de Francia,
hacen frente al ejército alemán, que no ha podido, á pesar de su
número, obtener ninguna ventaja. -■ ■'
300
VKESTE ENLASOO BAÍeZ
:.3s aek :
¿,£SB ae
aJeauna pan eaarde-
eer á EOB oédnlos s(¿-
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París T las lucha:
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eeao poldieaba las si-
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3MT DB wiinir^
ÍF»'- £:•-
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-3
El ilustre diplomático S. Pichón escribió de este
:' rn el Petit Jommal, comentando la aberración
-presentaba la guerra:
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_ - L
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coatta nom emigUt.
HISTORIA DE LA GUERRA EUIÍOPEA DE 1914
201
cuartaa partes de Europa? ¿No es la aproximacióu de la justicia
— de esa justicia iurnaaente de la que hablaba Gambetta— esa
sublevación de la conciencia nacional que suscita contra los pro-
vocadores de la matanza una coalición de todos los pueblos en
lucha por el etnancipauíiento ó por la existencia?
La camarilla militar alemana ha calculado muy mal las conse-
cuencias de su golpe. Contaba con atravesar Bélgica al paso de
parada, lo mismo que si estuviese en la Avenida de los Tilos de
Berlín, destilando al son de sus pítanos bajo los ojos benevolen-
tes de la Inglaterra candida; contaba con arrojarse después sobre
nuestra frontera desguarnecida, tragarse de un solo bocado nues-
tro ejército sorprendido en plena movilización, y entrar á los
pocos días en París para divertirse y llenarse los bolsillos.
¡Esperanza desvanecida! Bélgica é Inglaterra se han subleva
XIV
Los belgas y su rey
Bismarok, que como todos los aficionados á hacer
definiciones se equivocaba muchas veces, dijo del sol-
dado belga: «Es un gran capote que no tiene nada
dentro.»
De vivir el famoso canciller hasta el tiempo pre-
sento, tal vez habría modificado su opinión. El soldado
LOS RBVKS DB BÉLGICA BN VBRSALI.B8
(Fot. Rol)
En primer término la reina de Bélgica apoyada en el brazo de M. Fallieres, que era entonces presidente de la Repübllca. Detrás el rey Alberto
dando el brazo á Madame Fallieres
do. Francia, que según nuestros enemigos estaba desgarrada por
las disensiones civiles, en plena decadencia moral y material, ó
incapaz de unidad y energía, se ha levantado como un solo hom-
bre, ha corrido á su frontera con un entusiasmo que recuerda el
de los grandes días de 1792, y se prepara para actos de gloria y
de heroísmo iguales i, los de las más hermosas épocas de su his-
toria.
Este espectáculo desorienta y asombra á nuestros enemigos.
Al mismo tiempo los exaspera y los enloquece. Y esto es causa,
en gran parte, de los actos estupendamente monstruosos que co-
meten á diario.
No sin motivo habla todo el mundo de la aberración alemana.
¿Cómo calificar de otro modo la locura que arrastra al imperialis-
mo germánico hacia la sima en la que desaparecieron antes que
él las tiranías más célebres y las glorias militares más ilustres?
Guillermo II estaba harto de la calificación que se daba á s[ mis-
mo de Emperador pacífico. Ahora desea pasar á la posteridad con
la misma gloria de Erostrato; una gloria que tenga por pedestal
la monstruosidad de las ruinas.
mecánico, moviéndose como un autómata con la gan
ze parade, era el guerrero perfecto para él. Debajo
del «gran capote» no supo adivinar que latia un cora-
zón entusiasta capaz do emprender espontáneamente
lo que el soldado prusiano sólo puede realizar á im-
pulsos de la disciplina y del miedo A sus oficiales.
Lo mismo que Bismarck se engañaron los innu-
merables espías alemanes establecidos en Bélgica.
Para ellos, acostumbrados á la organización mecánica
de su militarismo, el ejército belga era una especie de
milicia ciudadana, buena cuando más para reprimir
un motín y correr en una batalla á campo raso. El
corazón, la dignidad del hombre libre, eran para ellos
factores insignificantes. Y esta especie de miliciano
democrático, bonachón y sonriente, dio á Alemania
una sorpresa mortal y trastornó todos sus planes al
salir á la defensa de su patria invadida.
El espionaje alemán fué el más temible enemigo
as
202
VICENTE BLASCO IBANEZ
ALBERTO I, CUANDO FUÉ DBOLARADO RHY
con que tuvo que luchar Bélgica en su heroica resis-
tencia. Durante treinta años esta invasión pacifica é
incesante de los alemanes fué preparando la soñada
anexión. «Serviles — dice un escritor belga — , supieron
ganarse á las autoridades, adulándolas. En Amberes
todo el alto comercio era suyo. Sus familias daban el
tono á la buena sociedad. Los periódicos estaban á sus
órdenes. Los grandes burgueses consideraban un ho-
nor enviar sus hijos á la escuela alemana. Sólo el
pueblo, con su buen instinto, odiaba á estos invasores
pacíficos. Deutsche luin (piojo alemán) era el insulto
que lanzaba todo ñamenco apenas tenia la más leve
disputa con un boche.*
Durante el sitio de Amberes la autoridad militar
e.xpulsó á los comerciantes alemanes, que eran nume-
rosísimos. Pero después de esta orden todavía queda-
ron en la ciudad más de ocho mil: unos que habían
adoptado la ciudadanía belga para servir mejor á su
país; otros naturalizados como subditos de los Estados
Unidos y haciendo valer orgullosamente su falsa lui-
ción al idad para ser respetados.
Un diputado de Lieja reveló poco tiempo antes de
la guerra de qué modo ejercía el gobierno de Berlín el
espionaje hasta en las más pequeñas poblaciones de
Bélgica. En su distrito electoral vivía más de diez
años un carretero de origen alemán, completamente
iletrado. Un dia lo llamó su cónsul en Lieja, y al re-
gresar al pueblo fué en busca del diputado para ha-
cerle una consulta. El alemán no sabía leer. El cónsul
le habla dado un pequeño cuaderno, encargándole que
llenase los espacios en blanco, y el pobre, al olvidar
las instrucciones recibidas, solicitó un consejo del di-
putado. Este tomó el cuaderno, experimentando una
legitima sorpresa al leer la introducción preliminar,
que era un verdadero manual de espionaje. Se enume-
raban en él todos los informes que el ciudadano ale-
mán poseedor del cuaderno debía ir anotando; en las
ciudades la cifra de la guarnición, el número de los
regimientos, el nombre de los coroneles, los recursos
del municipio, el nombre del burgomaestre y del con-
cejal encargado de la recaudación, etc.; en los pueblos
pequeños el cálculo de las principales fortunas, la
clase y cifra de las cosechas, el noniiire también del
burgomaestre y otros detalles. Una vez lleno el cua-
derno con estos datos, debía ser remitido al cónsul,
que se encargaría de proporcionar otro.
El diputado se apresuró á comunicar su descubri-
miento al gobierno, y éste abrió una información dis-
creta que le fué revelando cómo todos los subditos
alemanes domiciliados en Bélgica habían recibido
igualmente dicho cuaderno y la mayor parte seguían
escrupulosamente las instrucciones recibidas, escri-
biendo los informes que podían recoger. En todo con-
sulado alemán había un funcionario encargado de se-
leccionar tales informes, remitiendo á Berlín los que
ofrecían algún interés. Cuando el observador demos-
traba perspicacia y clarividencia, se le recompensaba
con una gratificación de alguna importancia para ex-
citar su celo en el trabajo. Si seguía prestando buenos
servicios, se le ponía en comunicación directa con la
organización central del espionaje, situada en Bruse-
las, señalándole un sueldo todos los meses para que
continuase su cosecha de informes útiles.
La mayoría del pueblo belga sólo se enteró á últi-
ma hora, poco antes de la invasión, del trabajo á que
se dedicaban en su mayor parte los .'500. CXX) alemanes
residentes en el país. Su furor y su indignación fueron
grandes ante esta conducta desleal.
— lian abusado de nuestra confianza -dijeron -.
Han correspondido con ingratitud á nuestra cordial
hospitalidiid. Nos han engañado como si fuésemos
niños.
El rey era en toda Bélgica el más enterado de los
manejos de los alemanes.
En su último viaje á Berlín, una conversación con
el kaiser y el conde de Moltke, de la que hablaremos
más adelante, le hizo sospechar los malos propósitos
del Imperio germánico acerca de la neutralidad belga.
Desde entonces vivió en guardia, procurando limitar
y dificultar la invasión p;icifica del país por la emi-
gración alemana. El carácter generoso de Alberto I
no podía suponer que la deslealtad germánica llegase
hasta donde llegó, apoderándose de su país sin otro
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
203
derecho que el de la fuerza; pero por vía de precau-
ción se opuso desde entonces á la instalación en Bél-
gica de nuevas empresas alemanas y á las adquisi-
ciones de su industria y su comercio.
En Septiembre de 1812 la «Kosmos Linie», gran
sociedad de navegación de Hamburgo, quiso apode-
rarse del puerto de Zeebrugge, cerca de Ostende, ó sea
el puerto de Brujas, adquiriendo todas las acciones
de la «Compañía de instalaciones marítimas de Bru-
jas». Su propósito era establecer una cabeza de linea
en este punto con grandes instalaciones de doks y di-
ques de carena; una especie de Alemania en pequeño,
frente á la costa inglesa, que permitiría intervenir
más adelante al gobierno de Berlín con el pretexto de
defender los intereses creados por su marina mer-
cante.
El rey se opuso á este manejo, prohibiendo á la
compañía de Brujas que vendiese sus acciones á la
«Kosmos» de Hamburgo. Los principales accionistas
belgas declararon entonces:
— Nuestro rey desconfia de los alemanes, y por esto
no admite el negocio propuesto por los del «Kosmos».
Alberto I no pudo hacer en bien del país todo lo
que le aconsejaba su desconfianza. En Bélgica es un
precepto constitucional que el «Rey reina y no go-
bierna», y él era demasiado respetuoso de la Constitu-
ción para extralimitarse en sus funciones. Pero sin
atreverse á señalar con franqueza cuál era el enemigo
que veía en lontananza, se dedicó desde el principio
de su reinado á una seria reorganización de la defen-
sa del país. En todos sus discursos al Parlamento in-
sistió en la necesidad de aumentar los medios defen-
sivos de Bélgica. Todo estaba en ella por hacer. El
partido conservador ó católico que ocupó el gobierno
BL RBY DB BÉLGICA REVISTANDO SUS TROPAS
LA REINA DE BÉLGICA
durante treinta años, se había negado por motivos de
orden electoral á todo gasto militar extraordinario,
consintiendo cuando miis algunas reformas parciales
que sirvieron para engañar al país, haciéndole creer
que disponía de medios de defensa
considerables cuando en realidad
eran anticuados é insuficientes. Sola-
mente el rey se daba cuenta de la
situación y hacía esfuerzos por ase-
gurar el porvenir. Gracias á sus con-
tinuas solicitudes al Parlamento, éste
acabó por votar una ley autorizando
considerables gastos para poner á
la nación en perfecto estado de de-
fensa. Pero la guerra temida por Al-
berto I estalló mucho antes de que
estos planes defensivos hubieran po-
dido realizarse.
Amberes, por ejemplo, figuraba
como una plaza inexpugnable. Lo
era realmente hace veinte años. Lo
hubiese sido dentro de algún tiempo
al realizarse el plan ideado por Al-
berto L Pero cuando los sitiadores
alemanes llegaron ante esta plaza,
casi todos sus cañones eran aún de
los antiguos modelos de Krupp y se
cargaban con pólvora negra. Casi
204
VICENTE BLASCO IBANEZ
todos los fuertes de la orilla izquierda no tenían ni la
mitad de su armamento. La guerra sorprendió á Bél-
gica cuando estaba esperando la recepción de valiosos
armamentos que había encargado á la casa Krupp,
merced á las intrigas que emplea ésta para la con-
quista de nuevos trabajos. Debía entregar Krupp á
los belgas numerosos cañones de fortaleza del más
reciente modelo. Como adelanto había recibido diez
y seis millones. Pero procuró demorar el trabajo, y al
estallar la guerra
se quedó con el di-
nero, sin entregar
las armas.
La heroica resis-
tencia del pueblo
belga es más admi-
rable si se tiene en
cuenta la escasa
preparación de su
ejército. Era algo
informe, exuberan-
te de fuerza y en-
tusiasmo, pero que
apenas empezaba á
tomar forma. La
infantería de línea,
los lanceros, los ar-
tilleros, ignoraban
completamente la
guerra. Muchos je-
fes habían escogí-
do la carrera mili-
tar porque ésta re-
presentaba en Bél-
gica el estado más
tranquilo á que po-
día dedicarse un
buen padre de fa-
milia. El país no
había tenido nunca
guerra ni espera-
ba tenerla. Los ofi-
ciales iban al cuar-
tel como á una ofi-
cina.
El rey Alberto se
dedicó á purificar
su ejército, dando el retiro á los elementos tradicio-
nales é inútiles y refrescando los cuadros con oficiales
jóvenes. También hizo volver al servicio á los viejos
de reconocida competencia. Uno de sus primeros actos
fué pedir al general Jungbluth, su antiguo instructor
militar, que saliese del retiro á que le habían conde-
nado sus años, volviendo á la actividad.
Pero la guerra estalló antes de que diesen resul-
tado estas medidas, metódicamente organizadas, y
que exigían algún tiempo.
Entusiasmados por la actividad heroica del rey,
BL REY DE UÉHIICA BN
los belgas suplieron con su valor y su tenacidad la
falta de organización.
Unos grupos armados que llevaban el nombre de
regimientos consiguieron en Lieja, á las órdenes del
valeroso general Leman, detener por algún tiempo el
impulso arrollador de las masas teutónicas, haciendo
fracasar por completo el primer plan estratégico de
los alemanes y matando prusianos en una cantidad
tres veces superior á su propio número.
Cuarenta mil bel-
gas equipados de
cualquier modo y
armados al azar
con las defectuosas
existencias de sus
arsenales, lograron
mantener durante
dos meses ciento
cincuenta mil ale-
manes en las inme-
diaciones de Am-
beres.
La alegría no fal-
tó un solo momento
á este pueblo ani-
moso en medio de
su desgracia, la
mayor que se ha
conocido en los
tiempos modernos.
La inmensa fuerza
del enemigo y sus
monstruosas má-
quinas de guerra
fueron para los bel-
gas un motivo de
burla. Rieron igual-
mente del teatral
uniforme de los hú-
sares de la Muerte,
álos cuales sus lan-
ceros dejaron ten-
didos en el campo
en todos los en-
cuentros.
Y mientras tanto
el rey exponía su
persona con una prodigalidad heroica, en continuo
contacto con sus tropas, disparando el fusil como un
simple soldado, examinándolo todo con un golpe de
vista rápido y sagaz, apreciando quiénes eran los más
valientes y los más capaces para conferirles nuevos
grados sobre el mismo campo de batalla.
Se le vio en todas partes, como si tuviese el don
de la ubicuidad. Unas veces vestido de chauffeur y
guiando él mismo su auto, atravesó las líneas alema-
nas, para apreciar directamente la situación del ene-
migo. Otras trabajó como simple artillero bajo los
MEDIO DE sus SOLDADOS
(De la Itluatration. de París)
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
205
obuses del enemigo en las baterías de Amberes, ó em-
puñó la pala y removió la tierra endurecida para dar
ejemplo á sus hombres. Estuvo siempre en la linea de
fuego para verlo y vigilarlo todo. Los belgas, que le
amaban, sintieron por él una veneración supersticio-
sa: lo mismo que los veteranos de la Guardia imperial
sentían hace un siglo por Napoleón.
Todos cumplieron su deber, no sólo por entusiasmo,
sino porque esperaban que de pronto surgiese á sus
espaldas, con una
vigilancia pater-
nal, el heroico rey
que estaba en to-
das partes y lo veía
todo.
Una noche los
oficiales de la guar-
nición de Ainberes
estaban reunidos
en la «Taberna de
Londres», famoso
restaurant de dicha
ciudad, convertido
en círculo militar.
Bebían champagne
en compañía de al-
gunos aviadores y
oficiales ingleses.
Estos belgas, dis-
puestos á morir, se
divertían con la in-
consciencia del sol-
dado antes de que
llegue su última
hora. Mientras tan-
to, en las fortifica-
ciones de Amberes
la batalla era terri-
ble, tomando en las
tinieblas una forma
macabra. Los ca-
ñones alemanes
bombardeaban un
cementerio próxi-
mo á la ciudad. La
tierraremovidapor
el estallido de los
obuses expulsaba la inerte población que había guar-
dado en su seno hasta entonces. Saltaban las cubiertas
de los féretros: los cadáveres, levantados por el viento
de los proyectiles como si resucitasen á una vida efí-
mera y fantástica, volvían á caer adoptando posturas
terribles y grotescas.
De pronto entró en el círculo militar un simple
teniente de infantería, que se mantuvo en la puerta
contemplando fijamente el regocijo ruidoso de los ofi-
ciales. Su alta estatura le hizo ser reconocido inme-
diatamente, á pesar de la modestia de sus galones.
EL REY DE BÉLGICA BATIÉNDOSE EN UNA BARRICADA
¡El rey! Todos se pusieron de pie con un repentino
silencio. Alberto I miró los vasos de champagne, miró
después á los hombres, levantó los hombros con expre-
sión de desprecio y se alejó sin decir una palabra.
Desde este momento los oficiales ya no celebraron
más fiestas en la «Taberna de Londres».
Un pelotón de infantería hacía fuego á la caída de
la tarde en las inmediaciones de Amberes al abrigo
de una barricada de sacos de tierra. Uno de los solda-
dos contó después
cómo un oficial sin
armas presenciaba
el combate, con los
brazos cruzados,
contemplando la li-
nea del enemigo á
través de sus len-
tes, con ojos vagos
y soñadores, cual
si estuviese pensan-
do en otra cosa. De
pronto el soldado
vio caer, lanzando
un grito de muerte,
al compañero que
disparaba junto á
él. Era un cuñado
suyo. Lo atendió
por unos instantes,
pero al convencer-
se de que había
muerto volvió á
ocupar su puesto,
haciendo fuego con-
tra el enemigo. Un
nuevo combatiente
ocupó el espacio li-
bre y siguió dispa-
rando. Era el ofi-
cial, que acababa
de recoger el fusil
y la cartuchera del
muerto. Su aven-
tajada estatura so-
bresalía por enci-
ma de la barrica-
da. Los soldados le
hicieron recomendaciones de prudencia para que se
mantuviese á cubierto, hasta que en la penumbra del
crepúsculo pudieron reconocerlo con asombro. Este
teniente era Alberto L
El gran escritor belga Mauricio Mseterlinck habló
con un entusiasmo lírico de este rey heroico, digno
de su pueblo.
«De todos los héroes — dijo — de esta enorme guerra,
que sobrevivirá en la memoria de los hombres, uno de
206
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
EL REY DR BKLOICA
los más puros, uno de los que no se sabrá nunca cómo
amar bastante, es indudablemente el joven y gran
rey de mi pequeña patria. Fué en la hora decisiva el
hombre providencial, el hombre que esperaban todos
los corazones. Supo encarnar en una belleza sublime
la profunda voluntad de su pueblo. Fué la concre-
ción de toda Bélgica, revelándose á si misma y á
los demás. Tuvo la admirable suerte de tomar y dar
conciencia en el instante más trágico y más
contuso, cuando las mejores conciencias pier-
den su seguridad. Si él no hubiese estado en
su puesto, las cosas no hubiesen ocurrido del
mismo modo y la Historia habría perdido una
de sus páginas más nobles y hermosas. Indu-
dablemente, Bélgica habría sido leal y fiel á su
palabra, y el gobierno que intentase resistirse
á esto habría sido barrido irremisiblemente por
la indignación de un pueblo que jamás en su
historia ha sido traicionado. Pero de no estar
el rey es indudable que se hubiese producido
cierta confusión, asi como las indecisiones que
son inevitables en una muchedumbre aturdida
por los sucesos. Está fuera de duda que ha-
brían surgido las palabrerías inútiles, las fal-
sas maniobras, los errores legítimos, pero irre-
parables, y sobre todo, no se habrían dicho las
palabras necesarias, precisas, firmes, ni se ha-
brían hecho en la hora que eran necesarios
unos gestos que es imposible imaginar más inaltera-
liles y más bellos. Gracias á él el acto estalla y se man-
tiene sin retoques, sin desfallecimientos, sin grietas;
la linea heroica es limpia, derecha, magnifica, como
la de las Termopilas, indefinidamente prolongada.
»Pero lo que él ha sufrido, lo que él sufre cada día,
solamente pueden comprenderlo los que han gozado
la felicidad de tratar de cerca á este iiéroe, el más
sensible y el más dulce de los hombres, discreto, si-
lencioso, no vibrando más que interiormente, de una
timidez deliciosa y desconcertante, y que ama á su
pueblo, no como un padre ama á sus hijos, sino como
un liijo ama á una madre adorada. De todo su querido
reino, ([ue era su orgullo y su alegría, su mansión de
felicidad, su hogar de confianza y de amor, sólo le
quedan unas cuantas poblaciones intactas, que ame-
naza á cada momento el invasor más repugnante que
la tierra lia soportado.
»Las otras ciudades, tan alegres y hermosas, tan
risueñas y tranquilas, tan felices de vivir sin ofender
;'i nadie, joyas de la corona de la paz, modelos de una
existencia familiar, derecha y clara, residencias de
la actividad leal y concienzuda, de la franqueza cor-
dial y siempre sonriente, de la hospitalidad sin frases,
de las manos siempre tendidas, de los corazones siem-
pre abiertos, todas esas ciudades acaban de morir. No
queda de ellas piedra sobre piedra, y hasta su campi-
ña, de verdes siempre tiernos, una de las más bellas
del mundo, no es más (|ue un campo de horror. Han
perecido tesoros que figuraban entre los más nobles y
conmovedores de la humanidad; lian desaparecido
testimonios que nadie podrá reemplazar. I.a mitad de
una nación, más unida que ninguna otra á sus anti-
guas y simples costumbres y á sus liumildes hogares,
va errante en estos momentos por los caminos de
Europa. Millares de inocentes han sido acuchilla-
dos, y casi todo lo que resta de tal pueblo está con-
denado á la miseria v al hambre.
■^ t/ >y//*tj/'j/*'.
^/, /í.
QÁtfA
////f
\ ')f'^.^^
'/«*« --'
l'.NA POSTAL PARA BL RUY ALBERTO
Postal que le ha sido remitida con los sellos de las naciones aliadas y esta dirección:
<Á Su Majestad Alberto I. valeroso rey de la sublime Bélgica»
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
207
«Pero lo que sobrevive sólo tiene un alma que se
ha refugiado en el alma grande de su rey. Ni un mur-
mullo, ni un reproche. Ayer una ciudad de treinta mil
habitantes recibe del heroico monarca la orden de
abandonar sus casas blancas, sus iglesias, sus plazas
seculares donde la vida se desarrollaba laboriosa y
bondadosa. Los treinta mil habitantes, mujeres, niños
y ancianos, se hunden en la noche para buscar un
asilo incierto en la ciudad vecina, casi tan amenazada
como la suya, y que mañana indudablemente tendrá
que huir á su vez, sin saber adonde, porque la patria
es tan pequeña que en seguida se alcanza el limite de
su territorio y no se encuentra abrigo alguno. No im-
porta; todos obedecen en silencio; todos aprueban y
bendicen al soberano. Ha hecho lo que habia que ha-
cer, lo que todos hubieran hecho al encontrarse en su
lugar. Y si todos sufren lo que ningún pueblo ha
sufrido desde las invasiones feroces de los primeros
siglos, saben que él sufre más aún que todos juntos,
porque en su persona convergen y resuenan todos
los dolores agrandados. A nadie se le ocurre que
pudo proceder de otro modo, salvándolos con el
sacrificio del honor. Nadie quiere hacer la separación
entre el deber y el destino. El deber, con todas sus
espantosas consecuencias, les parece tan inevitable
como una fuerza de la Naturaleza contra la cual nadie
intenta luchar considerándola invencible. Es un ejem-
plo de heroísmo colectivo, anónimo, ingenuo y casi
inconsciente, que iguala y en algunos momentos sobre-
pasa los ejemplos más altos que nos proporcionan la
leyenda y la Historia. Después de los grandes márti-
res, nadie ha-
bia muerto
con tanta sen-
cillez por una
simple idea.
»Si entre las
angustias que
nos rodean se
puede hablar
de otra cosa
que de lágri-
mas y lutos,
hay que ad-
mirar como
un magnifico
consuelo el es-
pectáculo de
heroísmo in-
esperado que
súbitamente
nos asalta por
todas partes.
Puede afir-
marse que en
ningún tiem-
UNA ESPADA DE HONOR , ,
po, desde que
Puno de la espada de honor que por suscripción po-
pular regala el pueblo de París ai rey de Bélgica existe Ja me-
LA REINA DB BÉLGICA
moria de los hombres, se ha hecho el sacrificio de la
vida con tal ardor, con tal abnegación, con seme-
jante entusiasmo, y que las inmortales virtudes que
ponen de pie y salvan á las avanzadas de la humani-
dad no mostraron nunca más empuje, poder y ju-
ventud.»
Su familia no lo educó para monarca. La corona
de Bélgica estaba destinada á otro. Él era el segundón
modesto y estudioso, condenado á la más difícil de las
situaciones en que puede verse un hombre inteligente:
ser demasiado para imitar la vida ordinaria de los
demás; ser muy poco en el mundo donde lo colocó el
nacimiento.
De seguir sus gustos hubiese sido ingeniero. Le
atrajo siempre la labor de las minas, con sus peligros
mortales. No siendo príncipe, habría emigrado á los
Estados Unidos para crearse una fortuna, como mu-
chos compañeros de su adolescencia á los que trató en
las escuelas de Bélgica.
Pero intervino la muerte inesperadamente, y el se-
gundón pasó á ser heredero de la corona y luego rey.
Muchos parecen nacer con el firme propósito de
llegar á héroes. Desde la infancia asaltan los primeros
sitios; luego estudian sus gestos y sus palabras; adop-
tan posturas teatrales; emprenden mil cosas ala vez;
buscan en toda ocasión asombrar á las gentes; quema-
208
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
BÉLGICA Á LOS ALIADOS, LEVANTÁNDOSE DE LA CAMILLA
—¿Piedad? ¿Cuidados?... No, amigos míos. ¡Un fusil! ¡Cartuchosl
(Dibujo de 11. A. Ihols, en el libro L' Heroique Belgiqw)
riiin medio mundo si esto pudiese dar nuevo brillo á
su gloria neroniana; y sin embargo, no consiguen sus
propósitos. Pueden llegar, en fuerza de locuras, A in-
fundir miedo, pero nunca amor ni admiración.
Este joven rey, que no había pensado jamás en
deslumbrar á nadie, que no conocía las actitudes es-
cénicas, que deseaba vivir en una paz laboriosa con
su pueblo de
trabajadores y
siguió una exis-
tencia recta, tí-
mida y larga á
la vez, como las
lineas de su
cuerpo, fué un
héroe, sin an-
siarlo ni bus-
carlo; el héroe
más generoso y
simpático de su
época.
El resorte de
su heroísmo no
fué el amor á la
gloria ni las
La LiBURTAD. A BíiLGiCA.— Tu heroísmo será
recompensado y lu desgracia vengada
(Del Punch, de Londres)
ambiciones de
conquista, sino
el deber, el
cumplimiento
de la palabra empeñada, el respeto de los
propios derechos; todas las virtudes modes-
tas y sólidas de las gentes de bien.
Plegándose á las exigencias del fuerte
hubiese sido feliz. Es cierto que esta felici-
dad la habría pagado con la deshonra, pero
iliay tantos deshonrados triunfantes!... Ale-
mania, agradecida á su obediencia, le
hubiera sostenido siempre. Tranquilidad,
abundancia, protección: la vida sumisa y
bien cebada del animal doméstico que re-
conoce un dueño. Pero á estas ventajas po-
sitivas que hubiesen tentado á los más,
prefirió los viejos idealismos en los que aun
creen unos pocos: el honor, la libertad, el
odio al atropello, la independencia de su
patria.
Y el minero de afición que cuando se
pone el uniforme militar tiene hermoso as-
pecto por la esbeltez de su figura, pero que
vistiendo de paisano aparece «en su ver-
dadero carácter», como un ingeniero belga
estudioso y miope, tuvo que hacer la gue-
rra para defender la integridad de su pue-
blo; y la hizo como no la harían muchos
profesionales.
Toda la nación estuvo al lado del rey
democrático. Lo que m;'is asombró en el
heroísmo de los belgas fué su unanimidad
al hablar del monarca, del compañero de armas bue-
no y valeroso.
Lo han per- ^
dido todo: pa-
tria, hogar, hi-
jos. No tienen
un palmo de
tierra propia en
la que descan-
sar los pies.
Vagan fugiti-
vos por Euro-
pa, con una pa-
tria en el pen-
samiento que
ya no existe en
la realidad. Su
situación es
comparable á
la del pueblo
judio.
No: es mucho peor. Los judíos, faltos de nación,
conservan la familia, y los belgas, en su infortunio,
hasta han perdido esto. Durante las retiradas en éxodo
de Bruselas á Amberes, de Amberes á Ostende y de
Ostende adonde les fué posible, los grupos familiares
se disgregaron para siempre bajo el estallar de los
obuses, en el desorden de las fugas nocturnas y el di-
verso rumbo de los buques cargados de muchedumbre.
EL ESFUERZO DE BÉLGICA
(De Providence Jntírnat)
EL HOLC
Dibulo de K. M. Poyancu, de la •lllustration> de Pans.
Bélgica, horrorizada y amenazante, se ycrgue sohn
AÜSTO
sus ruinas y entre sus muertos clamando venganza
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
209
El padre fué conducido á Francia, la madre murió,
una hija escribió luego desde Inglaterra, otros no pa-
raron hasta América; el resto de la familia desapare-
ció para siempre.
Muchos de estos belgas eran socialistas y trabaja-
ban antes contra el gobierno de su pais. Sentados lue-
go en un muelle ó en una estación de ferrocarril sobre
el montón de trapos que constituía toda su fortuna,
relataron con una serenidad estoica la tragedia de su
patria, y cuando les preguntaban por su rey, respon-
dían con grave admiración:
— ¡Ah! ¡Nuestro Alberto!... Es un héroe. Es el rey
caballero.
Este es su verdadero titulo: el rey caballero. Ni un
solo belga ha
"^ intentado cen-
surar su con-
ducta. A nadie
se le ocurrió
qwi podía ha-
ber evitado las
desgracias de
sus subditos,
envileciéndose
con una sumi-
sión cobarde.
Resistió en de-
fensa de la li-
bertad de su
pueblo, del de-
recho, del ho-
nor. Bien hecho
está. Muchos
de sus conciu-
dadanos per-
dieron la vida.
Él vive porque
la muerte no
quiso su perso-
na. Manejó como simple artillero los cañones de Ambe-
res,bajo una lluvia de metralla. Tomó el fusil de un sol-
dado para hacer fuego en las trincheras de la infantería.
Los belgas perdieron sus casas; él perdió su reino.
No recordéis como modelos caballeres-
cos á aquellos reyes sin corona de la Edad
Media, vagabundos y desgraciados, que
la poesía y el drama han hecho interesan-
tes. Nuestra época de vulgar positivismo
tiene figuras más románticas.
Alberto Sin-Tierra vale más que todos
los monarcas del mismo sobrenombre que
nos ofrece la Historia. Éstos perdieron su
corona por luchas de familia ó ambiciones
de conquista. El rey caballero se vio sin
reino por no haber tolerado los atropellos
del fuerte. Y con la noble tristeza del héroe
vencido que sabe que la razón va con él,
se mantuvo en un pedazo insigaificante
¿QUIÉN IBA A SOSPECHAR QfB ESTE
CHISME ESTABA CARGADO?
(De The Opinión, de Londres)
¡BRAVO, bélgica!
El heroísmo belga cerrando el paso al invasor alemán
(Del Punch, de Londres)
de Flandes, al frente de un puñado de bravos, para
que viese el mundo cómo lucha un hombre pacífico
convertido en guerrero por las exigencias del honor,
cómo puede morir el primer ciudadano de un país
democrático en defensa de su dignidad.
Alberto I es, según la expresión de uno de sus mi-
nistros, el hombre más delicado, más escrupuloso y
más prudente de todo su reino. Sufre mucho y nadie
adivina, detrás de su gravedad habitual, lo intenso de
sus penas.
Al iniciarse la guerra, las decisiones que había de
adoptar le sumieron en dolorosa turbación. Temía
equivocarse y que su pueblo sintiese las consecuen-
OPORTUNA INTERVENCIÓN DE LA VALEROSA BÉLGICA
(Del Puch)
210
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
LA FAMILIA REAL PB HKLGICA
cias. El más pequeño olvido era para él un crimen
imperdonable.
—Yo no soy un estratega — dijo á Broqueville, el
presidente de su Consejo de Ministros — . No me han
educado para esto. Sabré batirme como cualquiera;
¡pero mandar un ejército!...
Y Uroqucville contestó:
— No hay necesidad de que seáis un estratega. Los
otros reyes tampoco lo son. Keunid vuestro Estado
Mayor, escuchad á los oficiales, y luego podéis resol-
ver lo que mejor os parezca. La guerra es un arte;
pero también es un asunto de sentido común.
El general .loffre, al conocer esta respuesta del
ministro belga, dio su aprobiición de técnico.
— La mayor parte de los oficiales de Estado Mayor
— dijo el ilustre caudillo francés — tienen ideas pre-
concebidas y fijas, por pertenecer á determinada es-
cuela. Es este un peligro que se debe evitar. El que
decide no debe pertenecer á ninguna escuela. Algunos
personajes civiles resultan excelentes ministros de la
Guerra, precisamente porque no tienen escuela, lo que
hace que la linea de su horizonte mental resulte más
amplia. Los hay de ellos que podrían ser buenos es-
trategas. La guerra no es en el fondo más (jue lo que
dice Broqueville: «un asunto de sentido común».
El rey caballero supo pelear como general impro-
visado, y sus resistencias heroicas fueron la salvación
de la Europa aliada. Él quebrantó la catapulta inva-
sora en Lieja, dando tiempo á la resistencia de Fran-
cia, á la movilización de Rusia y á la intervención de
la Gran Bretaña. De no alzarse este olistáculo inespe-
rado, la guerra habria terminado tal vez en pocas se-
manas con el triunfo general del Imperio germánico.
Dio su pueblo y su persona; lo perdió todo en este
suicidio heroico; ¡pero quién sabe lo que salvó!... Al-
gún día podrá apreciarse.
El viejo poeta Emilio Verhaeren, glorioso patriar-
ca de la literatura belga, escribió lo siguiente sobre
Alberto I y su animosa compañera:
«Los que le conocieron antes de subir al trono no
dudaron de él, pero se preguntaban en qué forma iba
á revelarse. Pertenece á una raza de reyes que sólo
se desarrollan en edad madura. El primor rey de Bél-
gica, Leopoldo I, únicamente alcanzó su renombre de
arbitro europeo á los cincuenta años. Leopoldo II fué
mantenido como en tutela por sus grandes ministros
Rogier y Frere-Orbán, y tuvo que sacudir esta tutela
antes de ser el que abrió á la civilizacióa el África
tenebrosa, haciendo, digámoslo asi, el regalo de un
nuevo continente al mundo. El segundo rey de los bel-
gas fué, como el primero, vacilante y monótono en
los comienzos de su reinado. ¿Cómo iba á despertar
el tercero?...
«Cuando aun era principe, Alberto I sólo se ocupó
EL POBTA VBRUAERBN
(Grabado <ie Vivert, tlel libro L'Heroique Belgiqut)
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
211
de cuestiones sociales y cuestiones militares. Hablaba
de sus estudios con cierta reserva, pero su interlocu-
tor no tardaba en darse cuenta de que nada en él
licibía sido aprendido á la ligera. Indudablemente, de
seguir la paz habria realizado con su gobierno atrevi-
das reformas económicas y democráticas. En esto an-
daba cuando de pronto estalló la guerra.
»No olvidaré nunca el 4 de Agosto de liil4, cuando
le vi entrar en el Parlamento y salir después de haber
comulgado con toda la nación en víspera de nuestra
Pascua sangrienta... Porque, efectivamente, fué nues-
tra Pascua. íbamos á resucitar. Acababan de decla-
rarnos la guerra. La angustia aparecía por todos la-
dos. En la frontera un inmenso aluvión de hombres en
armas amenazaba nuestros viejos fuertes de Lieja.
Éramos el pequeño número en presencia de la multi-
tud; de ningún modo podíamos esperar el triunfo:
nuestra gloria consistía en resistir. Hicimos simple-
mente nuestro deber, y haciéndolo nos renovamos de
un solo golpe. La altivez, el ardor, el heroísmo, el
sacrificio, todo lo que nuestro bienestar materitil,
nuestros negocios prósperos y nuestra riqueza pesada
nos habían impedido descubrir en nuestras almas,
apareció de pronto é hizo de la pequeña Bélgica un
gran pueblo.
»La patria no había sido para una gran parte de
nosotros más que un pretexto para discursos oficiales
LOS IIIJO.S DEL RBY DB BÉLGICA
El principe heredero de Bélgica y su hermano paseando por las calles
de Bruselas el día de la marcha de la familia real á Amberes
LA RBINA DB BÉLGICA CON SUS HIJOS
y cantatas públicas. No éramos patrioteros. Muchos,
tal vez los mejores, se lamentaban de pertenecer á
una porción de suelo tan reducida. Unos hubieran
querido nacer franceses, otros ingleses: algunos que
eran flamenquistas rabiosos deseaban hacerse alema-
nes. Después todas estas veleidades han desaparecido.
Todos somos belgas y nada más. Y lo somos tenaz-
mente, hasta la muerte. Tenemos fe en nuestro país
como los creyentes la tienen en el cielo.
» Nuestro tercer rey encarna esta resurrección. El
ha sido el símbolo. Únicamente él, entre todos los re-
yes y emperadores comprometidos en la guerra pre-
sente, se ha mezclado con las tropas, ha compartido
con ellas el peligro y la gloria, ha vivido en las trin-
cheras, ha disparado, ha comido y fumado lo que fu-
man y comen sus soldados. Él ha sido el valor reposa-
do, la resistencia encarnizada, la fuerza obscura y pro-
funda. Ha sido también algo más. Ante sus generales
y oficiales se ha mostrado algunas veces como un tác-
tico perspicaz y hábil, imponiéndoles sus ideas, y luego
se ha visto que estas ideas eran felices y eficaces. A
medida que los acontecimientos sombríos y crueles se
iban desarrollando, se encontraban en él virtudes más
profundas y cualidades más raras. La guerra parecía
haber sido hecha para que este hombre se descubriese
á sí mismo. Si Leopoldo I había sido un diplomático y
Leopoldo II un colonizador, Alberto I era un soldado.
212
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
KL REY DB BÉLGICA BN INA TRINCHERA COMPARTIENDO LA SUBRTB DB SOS SOLDADOS
(De lii liluMtratiou. (1« París)
Lo es tanto como Guillermo II lo es poco. Desde el
principio de la guerra se vio claramente. Las procla-
L08 RBVBS DB BÉLGICA Y DE INGLATERRA Y EL PRInCIPB DB GALES, BN FUBNBS
mas de los dos reyes no pueden resultar míís diversas.
Guillermo II es el retórico místico, el hombre de la
postura literaria, que se siente con
más iniciativas para asombrar al pú-
blico que para combatir. Alberto I
no ha dicho más que palabras sim-
ples y sinceras. Ha hablado de tomar
el fusil con sus manos para correr
contra el enemigo, y asi lo ha hecho.
Xunca ha llamado al ciclo en su auxi-
lio. Nunca ha mentido. Jamás se ha
considerado como un avisado de Dios
ni como un favorecido por la Vir-
i;en. Al invocar á la Providencia lo
ha hecho con naturalidad, pero lian-
do al mismo tiempo en su valor y en
su brazo.
»K1 no se complace en la existen-
cia decorativa de las cortes. Tam-
poco se prepara entradas teatrales
en las ciudades, ni quiere imitar á
Lohengrin erguido sobre la proa de
un vatch. Hace sobre la tierra el me-
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
219
ñor ruido posible; es económico en
palabras y gestos; no quiere ser un
tenor imperial ni un payaso coro-
nado.
»Su presencia no tiene nada de
intimidante. Antes al contrario, es
él quien duda tímidamente cuando
alguien se le aproxima. Con un
franco apretón de mano da la bien-
venida al que llega. Su conversa-
ción es lenta, pero así que se pro-
longa elevándose sobre la vulgari-
dad inevitable de una primera en-
trevista, se muestra nutrida y bien
cuidada. El rey tiene grandes cono-
cimientos literarios. Aunque no es
poeta, cita con frecuencia ciertas
estrofas que ha guardado en la me-
moria después de sus lecturas. El
movimiento artístico de Bélgica
tiene en él un admirador entusias-
ta. Fué el primero de nuestros reyes
que habló de él como signo de gran-
deza nacional en sus discursos de
la corona.
»E1 pueblo ama á Alberto I por-
que es «un mozo valiente». Jamás
un rey manco alcanzaría populari-
dad entre nosotros. Es preciso que
el que reina pueda manejar un man-
doble antiguo. Alberto I es sano,
alto, poderoso. Encarna la idea que
los flamencos y los valones tienen
de la belleza. Jamás la separan de
la fuerza. Todos ellos saben que si
es preciso el rey será un firme y
ENTREVISTA DEL REV DE BÉLGICA CON El, REY DE INGLATERRA, BN MOST
(De The llhtstrated Lontíon Xetcs)
HL RBY DB BÉLGICA IMPONIBNOO EN FURNES LA CRUZ DB LEOPOLDO Á LA BANDERA DEL T." HBOIMIBNTO DB INFANTERÍA
SI 4
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
.^^^^^^^^H
^^^H^I^V "'•j^att^.--
^^^^^1
^^^^^^^^^^^^^^^^^^^K - ^^L^-
_^^
1
LOS REVÉS DE BKr.GICA
resistente convidado en sus «dueasses» y sus kerme-
ses. Además está de buen humor casi siempre. Tiene
esa familiaridad tranquila
que los belgas exigen de
todos los que aman y respe-
tan. En Bélgica la altivez
y la arrogancia son despre-
ciadas como en ninguna
parte. Se considera que son
pruebas de in-
ferioridad, y
el que las em-
plea inspira
lástima. El
O
belga es el
hombre más
igualitario
BL l'HiNCIl'E LEOPOLDO
Hiiíiue de Brabante
quese conoce.
»En la con-
quista de su
popularidad,
que fué rápida en el primer momento,
lirme después y definitiva más tarde, Al-
berto I se vio ayudado por su compañera
la reina. Ella comprendió, como por adi-
vinación, los gestos que debia hacer, las
palabras que debía decir y las virtudes
que debia mostrar. Sus armas fueron la timidez, la
fuerza dulce y el buen tacto. Los artistas la amaron
al mismo tiempo que el pueblo. Ella también es una
artista: una notable música. Su interés y su amor por
el arte se desbordan igualmente sobre la literatura.
Desde el primer momento de su reinado se rodeó de
l-A PRINCESA MARÍA
obras maestras y los pintores y escultores fueron hacia
ella. En su palacio de Bruselas, donde los prusianos
invasores han roto los niiirmoles y rasgado los cua-
dros á sablazos, ella adornó tres ó cuatro salones con
arreglo á sus gustos. Los muebles dorados, las colum-
nas, las arañas, los candelabros del lujo oficial des-
aparecieron. Simples telas lisas de discretos colores
cubrieron los muros, y sobre ellas figuraron varios
cuadros de jóvenes pintores belgas que ella protege y
defiende. Todo mnvimiento artístico, sin-
cero y nuevo, la ha interesado poderosa-
mente.
"Ksta guerra ha servido para demos-
trar á todos cómo ama á su marido y le
sirve en el peligro. Estu-
,.¿^ vo á su lado durante los
i»a días trágicos del sitio do
í^* ' Amberes y m;is tarde en
las aldeas de la costa,
mientras á pocos kiló-
metros de distancia se
desarrollaban los innu-
merables combates de la
gran batalla de Flandes.
Es pequeña de cuerpo,
débil en apariencia, pero
el alma ardiente, silen-
ciosa é intrépida que encierra esta en-
voltura delicada no conoce el peligro.
Ni un momento dejó de ser fiel á su
puesto de esposa y de amiga.
^ 1- .' D jjL PRINCIPE
"Una hora antes de que partiese de cablos tbodoro
Bruselas para Amberes tuve el honor conde de Fiandes
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
215
de hacerle una visita. Su pala-
cio, en el cual tres días después
iba á entrar el enemigo como un
vencedor, habia sido transfor-
mado parcialmente en hospital.
Antes de partir quiso hacer una
última visita á los soldados. A
pesar de lo grave del momento,
se mostró tranquila, impertur-
bable. Ninguna lamentación sa-
lió de su boca. Y después de esta
suprema visita partió para lo
desconocido, con toda su fe.
»La Historia acogerá amoro-
samente á tal rey y tal reina.
Tal vez esta pareja entrará al-
gún día en la leyenda. Los som-
bríos historiadores teutones ne-
garán en vano la belleza de sus
gestos y sus actos. La unánime
admiración y el unánime respeto
de su pueblo formarán un cortejo
detrás de los dos á través de los
siglos. Tienen en favor suyo la
juventud, la claridad, el sufri-
miento, el valor invencible de
sus almas. Son grandes por ellos
mismos, lo que representa algo
mejor que ser «kolossal» por el
esfuerzo de los demás.»
Un periodista inglés contó en
Noviembre su encuentro con Al-
berto I en la pequeña fracción de
Flandes que después de la ren-
dición de Amberes sostuvo izada
la bandera de Bélgica. Fué á la
LOS REYES DB liÉLGICA
La reina Isabel cuidando la educación musical
EL ASESINATO
(Alegoría de la iuvasióii de Bélgica, por Allard Lolivier, de L' Heroique lie.hjique)
caída de la tarde, en la plaza prin-
cipal de Furnes, frente al palacio
del Municipio, construcción de ca-
lada piedra, con gran torre de ar-
mónicas campanas, como todos los
edificios antiguos del país.
La plaza está desierta. A lo le-
jos suena el cañón. La gran ba-
talla de Flandes, la más sangrien-
ta de la Historia, una carnicería
donde cayeron L50.000 hombres,
se está desarrollando á pocos kiló-
metros.
De pronto se abre una ventana
del palacio. Un brazo azul con ga-
lones de oro se acoda en el alféi-
zar, y sobre su mano viene á apo-
yarse una cara pálida, demacra-
da, con lentes; una cara que res-
pira melancolía, ensueño y cansan-
BN LA INTIMIDAD
de su hiio Leopoldo, el principe heredero
216
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
cío. El inglés la
reconoce: «Es
el rey.» Se exa-
minan un mo-
mento, y luego
el héroe vuelve
á dejar su mira-
da flotante en
el vacío. Des-
cansa. Aprove-
cha un momen-
to para aspirar
el aire con de-
licia, ver el cie-
lo, contemplar
la puesta del
sol.
Hace sema-
nas que su exis-
tenciaesde con-
tinua activi-
dad, sin día ni
noche. Duerme
donde puede;
aparece donde
menos le espe-
ran. Abando-
na el combate
para ir á re-
unirse en una
encrucijada de
caminos, en
una playa, en
unaj;ranja,cou
su ánimos a
compañera, la
reina heroica
que, luego de
depositar sus
tres hijos en
Londres, lo ha sef;uido á los campos de muerte.
Suena un rumor de muchedumbre en una calle
próxima. Entra en la plaza un regimiento francés que
vuelve de las trincheras; un regimiento hermosamente
sucio, feo hasta la sublimidad, con los capotes desco-
loridos, el barro á las rodillas, los rostros hirsutos,
las manos negruzcas. Unos arrastran las piernas al
marchar, envueltas en vendajes de ocasión, otros
llevan bajo el kepis trapos blancos con manchas roji-
zas. Es la jauría guerrera que vuelve de la caza del
hombre, rezumando sudor y sangre, con los colmillos
babosos de rabia. Nada queda del regimiento de las
grandes paradas.
Los soldados miran á lo alto, reconocen los lentes,
el rostro alargado de noble palidez, y sin que suene
una orden, sin que el coronel haya hecho un gesto, el
regimiento entero se detiene. Hasta los caballos imi-
tan instintivamente la inmovilidad de los hombres.
KL REY ALBBRTO EN TRAJB DE CAMPANA
Suenan los tambores como si redoblasen solos; lan-
zan las trompetas, con la dorada boca en alto, el ala-
rido de sus cobres; los soldados presentan sus fusiles;
los oficiales agitan los kepis en la punta de los sables;
«¡Viva el rey caballero!» El regimiento, con las
compañiiis diezmadas, sucio y heroico, saluda por es-
pontáneo impulso al héroe más grande de su época.
La muchedumbre armada, falta de su banda de mii-
sica, pues los músicos se han convertido en camilleros,
entona La Marsellesa; entona La Brabanzona. Y el
brazo azul galoneado de oro se mueve con noble len-
titud, mientras dos lágrimas de emoción empañan los
lentes.
Se aleja el regimiento. La plaza vuelve á quedar
solitaria. Alberto Sin-Tierra sigue en la ventana, des-
cansando, soñando. El cielo se tiñe de rojo detrás de
las negras y puntiagudas siluetas de los tejados
belgas.
El sol se oculta, el día va á morir. Llega la noche,
y con ella la sombra, las horas de incertidumbre, las
horas de desesperación... Y después de la noche lucirá
otra vez el dia, con un nuevo sol.
LO INCONQUISTABLE
El kaiser. — ^'a ves. lo has perdido todo.
El bev Alberto.— ;Mi espíritu, nol
(Del Piitirt, de Londres)
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
217
EL ÉXODO DE LOS REYES DE BÉLGICA
Paseo solitario del rey Alberto y la reina Isabel á lo largo de la playa, lo último que aun les pertenece, y donde el porllado
heroísmo de sus tropas y de los ejércitos aliados ha detenido la invasión alemana
(Dibujo de J. Simont, de la tlllustration» de París, según fotografía de M. Savage Landor)
218
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
(Fot. Kol)
XV
El general Joffre
La guerra reveló dos grandes personalidades des-
conocidas. Una fué Alberto I; otra el general Joffre.
El nombre de éste apenas había sonado fuera de
los circuios militares. Al ponerse en movimiento el
ejército francés, como una inmensa fuerza anónima,
el mundo quiso conocer la inteligencia que lo guiaba,
experimentando cierta estrañeza ante su apellido des-
conocido.
— ¿Quién es Joffre? — preguntaron las gentes, no
sólo en el extranjero, sino en París.
El general no había sido hombre político y huía de
toda exhibición, llevando una existencia de aisla-
miento, dedicada por completo al estudio.
Los que le habían conocido de estudiante recorda-
ban su juventud, seria y laboriosa. Era un muchacho
silencioso y dulce. A los diez y siete años entraba por
su excelente prepíiración como alumno de la Politéc-
nica, hecho poco común en los anales de la Escuela.
Su curso de preparación tuvo estudiantes notables
que se preparaban para la mencionada Escuela y la
de Saint-Cyr. Compañeros suyos fueron el general
Picquart, soldado ilustradísimo que tanta fama adqui-
rió en el proceso Dreyfus y luego como ministro de la
Guerra; el general Soutzó, que habia de desempeñar
largos años la cartera de la Guerra en Grecia, su pa-
tria; el ingeniero Sulkosky, notable constructor de los
extensos ferrocarriles de líusia, y el ingeniero Can-
net, director de la fábrica de cañones del Creusot é
inventor de las piezas de artillería que llevan su nom-
bre. Un hispano-amerícano, el ingeniero de Jlontevi-
deo don Felipe Victoria, fué también de esta promo-
ción, guardando en su poder como recuerdos de la
juventud dos fotografías de 1868 que representan al
joven Joffre con todos sus compañeros, cuando vivía
en la pensión Haraut de París.
La guerra de 1870 sorprendió á Joffre en la Escue-
la Politécnica, siendo habilitado, como sus camaradas
de estudios, para tomar parte en atiuélla, con el grado
de teniente. Al sobrevenir la paz figuró en la comi-
sión de ingenieros militares encargada de organizar
las nuevas defensas de París, y con arreglo á sus pla-
nes fueron creadas las fortificaciones del sector de
Enghien.
Cuando el mariscal Mac-^lahón, presidente de la
República, visitó dichas fortiíicaciones rodeado de su
Estado Mayor, hizo llamar al teniente Joffre, silencio-
so y modesto, y lo saludó con estas palabras:
— Recibid mis felicitaciones, capitán.
Capitán á los veintidós años y sobre el campo de
sus trabajos, era un ascenso glorioso.
Todos sus camaradas le apodaron desde los prime-
ros años «Joffre el Taciturno», y con este nombre llegó
á las primeras categorías del ejército. Habla poco.
Sus palabras son lacónicas y precisas. Este meridio-
nal, al revés de sus compatriotas, exuberantes de
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
219
gestos y verbosidad, pródigos en vi-
braciones exterioi'es, lleva una vida
interior de recogimiento mental, de
pensamiento concentrado.
Después de su triunfo de Enghien
lo enviaron á la frontera del Este,
donde el gobierno francés aceleraba
las defensas nacionales ante el peli-
gro de una nueva invasión alemana.
Joffre organizó las fortificaciones de
Pontarlier.
— Muy interesante mi trabajo — de-
cía á sus amigos — . r^.Pero es que
únicamente sirvo para hacer fortifi-
caciones? Yo quiero mandar tropas.
El ingeniero tardó mucho tiempo
en ver realizados sus deseos de hombre de guerra.
Después de Pontarlier lo enviaron al Tonkin para
construir nuevas fortificaciones y hasta simples cuar-
teles.
Por fortuna estaba allí el almirante Courbet, jefe
heroico que sabia conocer el mérito de sus hombres.
El capitán Joffre llamó su atención desde los primeros
meses, y arrancándolo á sus obscuras y poco gloriosas
funciones de ingeniero colonial, le dio el mando de
una columna, enviándole á ganar batallas.
Joffre, espada en mano, figuró entre los jefes más
avanzados y audaces, saliendo vencedor de todos los
encuentros. Fué á Formosa con Courbet, y bajo el
fuego del enemigo organizó la defensa de la isla. Luego
lo enviaron á Madagascar, donde construyó las forti-
ficaciones de Diego Suárez, que figuran como una ma-
ravilla en su género. De alli partió para el Dahomey,
donde hizo la guerra á las órdenes del coronel Bonnier.
Este fué muerto en un encuentro, quedando deshechas
sus fuerzas, pero Joffre, que mandaba la retaguardia,
en vez de retroceder siguió su avance con un hábil
movimiento, siendo el primero que penetró en Tom-
boctú, «la ciudad del misterio», situada en el corazón
de África.
Después de esta brillante operación lo llamaron á
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El gcnera\ Joffre (1). e\ general Soutzó, exministro griego de la Guerra (2), el ingeniero Vic-
toria (3), el general Picquart (4i, el ingeniero Sulkosky (5)
Francia, de donde no salió más. El coronel Joffre fué
solicitado como profesor de la Escuela de Guerra, y
sus lecciones alcanzaron gran celebridad entre los mi-
litares. La juventud guerrera pasó por su clase escu-
chándolo con silenciosa admiración. Todos los corone-
les actuales han sido sus discípulos. Sucesivamente
llegó á general de brigada, director de ingenieros, ge-
neral de división, comandante de cuerpo de ejército,
desarrollando en estos puestos su genio de estratega
y de organizador. Hablando de sus enseñanzas como
maestro, dijo de él hace dos años, cuando nadie espe-
raba la guerra, el coronel Rousset, notable escritor
militar: «Su mentalidad es la de Napoleón I; pero del
Napoleón de la buena época.» 1^
Los militares franceses se habían acostumbrado á
ver en este compañero silencioso y reflexivo el hom-
bre destinado á dirigir los ejércitos de la nación en
momentos difíciles.
Por unanimidad lo designaron los miembros del
Consejo Superior de la Guerra para jefe supremo ó
generalísimo de todas las tropas de Francia. El gene-
ral Pau, glorioso veterano, fué el que hizo la propo-
sición, cediéndole el puesto al reconocer noblemente
sus cualidades indiscutibles.
Joffre no había dicho una palabra para obtener
este honor supremo de soldado. Tampoco la dijo
para rehusarlo. Ocupó el puesto, y en vez de se-
guir estudiando y preparando en el retiro de su
casa la defensa nacional, continuó sus trabajos en
pleno Consejo.
Un parlamentario francés, conocedor de Joffre
desde su juventud, hizo una profecía en un viaje á
Alemania.
Era en 1911, en plena crisis de Agadir, cuando
El general Joffre íl), el ingeniero urugua\o don Felipe Victoria '2, cl inge-
niero Sulkosky. director íefe de los ferrocarriles rusos i3 , el general Pic-
quart (4), el ingeniero Cannet, director de la fábrica de cañones del Creusot (5}
parecía próxima ¡I estallar la guerra entre Francia
y el Imperio germánico con motivo de la ocupación
de ^Marruecos.
Un grupo de parlamentarios franceses había
admitido la invitación para visitar la Exposición
de Dresde. Se celebró una comida de gala en honor
de estos huéspedes, pero durante ella todos se man-
tuvieron graves y circunspectos en vista de los su-
220
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
VIST* DB RIVESALTES
cesos, con una frialdiid protocolaria. A la hora del
café se desataron las lenguas alemanas. Un personaje
del pais, francófobo como toda la burguesía alemana,
entabló conversación con el diputado francés, era-
peñándose en demostrarle la seguridad que tenia
Alemania de vencer á Francia en unas pocas se-
manas.
— Sé bien que el soldado francés vale por dos solda-
dos alemanes — dijo el personaje germánico — . Si; lo
reconozco. Pero vosotros no tenéis disciplina ni gene-
rales.
El francés, que liabia permanecido silencioso re-
huyendo la conversación, fué caldeándose al oiresto.
— ¡Nosotros no tenemos disciplina! — exclamó — . Es
cierto; nosotros no tenemos vuestra disciplina. La
hemos reemplazado con el amor de los oficiales por
los soldados y de los soldados por los oficia-
les, gracias al cual los oficiales harán pasar á
los soldados, si es necesario, por el agujero de
una aguja... ¡Nosotros no tenemos generales! Y
vosotros ¿los tenéis? ¿En qué guerras han es-
tado"? ¿Dónde han hecho sus pruebas? Su mérito
está aún por ver, después de cuarenta años de
paz. Son una incógnita, ni más ni menos que
los nuestros.
Calló un momento el diputado, y luego
añadió:
— Además, nosotros tenemos á .Toffre.
El personaje alemán hizo un gesto de ex-
trañeza.
— ¿Joffre? Por primera vez oigo ese nombre.
Era verdad. Una enorme mayoría de los
franceses se encontraba en el mismo caso.
— No importa — contestó el diputado — . Guar-
dad el nombre de Joffre en la memoria. Algún
día oiréis hablar de él.
Joffre casi es español.
Nació en Kivesaltes. población inmediata á
Perpiñán, cerca de la frontera española.
Rivesaltes es una pequeña ciudad del Ko-
sellón (.Cataluña francesa -; un amontonamiento
de casas en torno de una antigua torre sarra-
cena, circundado de murallas que baña el to-
rrentoso río llamado el Agley. Todos los veci-
nos de Rivesaltes conocen al general Joffre y
alaban su carácter y su corazón, diciendo en
un catalán casi semejante al de la vecina
España: «/J.v com lo vi del tieu endref, com lo
moscat de Rivesaltex; fortalesa y parfum embo-
iirafs de dolror.^ (Es como el vino de su pais,
como el moscatel de Rivesaltes: fuerza y perfu-
me envueltos en dulzura.)
Su padre fué un tonelero que tuvo catorce
hijos, y de ellos sólo quedan dos: un hermano
de Joffre que es recaudador de contribuciones
y una hermana que reside en Rivesaltes.
Los vecinos del pueblo amigos de su familia
recuerdan sonriendo la causa de que el estudioso
Joffre sólo alcanzase el número 14 al ingresar en la
Escuela Politécnica, no obstante ser el aspirante más
fuerte en matemáticas. Nunca pudo aprender el ale-
mán. Su clara inteligencia se resistió á tal estudio,
hasta que años adelante, siendo general, dominó este
idioma por un esfuerzo de voluntad.
En sus viajes al pais natal, José Joffre, unas veces
comandante, otras coronel, fraternizaba con los cora-
pañeros de la niñez, gentes rústicas que escuchaban
sus relatos en catalán describiéndoles las campañas
en Asia y África. Otras veces toraalia asiento entre su
padre y sus tíos á la puerta de la vieja casa, para jugar
con ellos á «la raanilla», su diversión favorita. En el
curso de una de estas partidas de naipes, el coronel
"^fNÍTS.CUrlHTtlta
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VILLE DE RIVESALTES
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PARTIDA DK BAUTISMO DB JOFFRE
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
221
Joffre aconsejó á su padre que abriese unas trincheras
oblicuas en su campo de Rompas para facilitar el curso
constante de las aguas é impedir las inundaciones de
primavera.
—Yo no sé de agricultura— dijo— , pero sé algo de
trincheras. Es mi oficio.
Joffre no podia adivinar en aquel momento toda
la verdad de esta afirmación.
Cuando volvió á Rivesaltes con las estrellas de
general, sus amigos de la escuela se sintieron intimi-
dados. ¡Un general! Ninguno osaba á tutearle, pero
Joffre se ofendió por este respeto, y todos tuvieron
que restablecer la antigua familiaridad. Á lo único que
no se atreven sus convecinos, á pesar del tuteo y del
trato franco, es á hacerle una recomendación en fa-
vor de una persona. Su ceño se frunce inmediata-
mente. Él ha hecho su carrera solo, desde su humilde
nacimiento, sin influencias de familia ni de amistad,
por su trabajo, su constancia y su energía. Que le
imiten... Esto
es lo que con-
testa con bre-
ves palabras.
Los amigos
recuerdan una
aventura de su
vida ocurrida
en Rivesaltes,
pocos años des-
pués de la gue-
rra de 1870. El
capitán Joffre,
en sus excur-
siones por el
país natiil, qui-
so examinar de
cerca las forti-
ficaciones de
Prat de Holló.
Un centinela,
viéndolo rubio
y con cierto
aire militar, lo tomó por un espía alemán y lo llevó
prisionero al cuerpo de guardia. El futuro generalísi-
mo se dejó conducir, y al comparecer ante el jefe de
la guardia dijo en un catalán que nada tenia de tudes-
co, mientras entreabría su paleto mostrando la blusa
militar que llevaba debajo: «Son un alemany de Rive-
saltes, que té tres galons sobre la matelote.' (Soy un ale-
mán de Rivesaltes, que tiene tres galones en la blusa.)
La pequeña ciudad del Rosellón admira á Joffre
más aún que por sus méritos, por su sencillez de ca-
rácter y su modestia. Es el grande hombre sencillo,
calmoso y firme, que en el campo de batalla inspira á
sus soldados una familiaridad afectuosa y respetuosa
al mismo tiempo, que los impulsa á los mayores he-
roísmos para poder decir después:
— Hoy el abuelo está contento de nosotros.
ALUMNO DE LA POLITÉCNICA (.17 AÑOSJ
CASA BN IJIB NAUJll JOFFUE
Ea Rivesaltes, como en toda aquella comarca, la
verdadera lengua, la de la intimidad, la del trato fa-
miliar, es la catalana. El francés sólo se usa como
idioma de la escuela.
El generalísimo .loffre habla el catalán lo mismo
que el francés, y se sirve de él en sus conversaciones
con los amigos de la infancia. Es, además, un verda-
dero catalán
por su carácter
reposado, cal-
culador y sere-
no. Aun lo es
más en su esti-
lo. En sus car-
tas y procla-
mas dice lo que
quiere decir;
ni una palabra
más.
Gran aficio-
nado á los estu
dios literarios
y sociales, ha
vivido en ínti-
ma confrater-
nidad con los
hombres más
avanzados de
la República.
Uno de sus me- jp-fb db batallón bn 188'.)
jores amigos es (Fots, de la Itlustration do París)
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222
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
KL GENERALÍSIMO Y MADAMH JOFl'RB
Clemenceau. Los republicanos radicales y los socia-
listas nada pueden temer de este general, aunque le
sonría la suerte como á los grandes caudillos ambi-
ciosos. En el caso de buscarle un ascendiente, habría
que fijarse en Washington ó en lloche: de ningún
modo en Napoleón. Es un soldado republicano que,
terminada la guerra, volverá á su vida silenciosa de
estudio.
Fué una suerte para Francia que este hombre mo-
desto permaneciese en la sombra, entre su familia y
sus libros, hasta la hora en que resultó necesaria su
aparición. Al intervenir antes en la política, siendo
diputado, senador ó ministro de la Guerra, su presti-
gio hubiese sufrido rudos golpes de los partidos reac-
cionarios, como le ocurrió al general Picquart. y no
habría podido ser aclamado como una esperanza por
todos los franceses, unidos en el peligro y olvidados
de sus antiguos odios.
Joffre es un racionalista, un librepensador, y sus
ideas sobre la evolución social no son monos avanza-
das. Pero los conservadores han venido á saber esto
en plena época de tolerancia, cuando todos los fran-
ceses son hermanos y los periódicos de París publican
que en el Consejo Supremo de Defensa el secretario
de las federaciones socialistas de trabajadores y el
arzobispo de París se estrechan la mano al empezar
la sesión y se sientan juntos.
Muchas damas realistas y devotas que admiran al
generalísimo por su fría serenidad y su pericia de or-
ganizador y estratega, llegan á decir en sus tertulias,
como una e.xcusa:
— .loffre es un sabio, y todos los sabios son algo in-
crédulos.
Esta tolerancia general, que anima y une á los
fi'anceses, la sintetizó (iustavo Ilervé en un diálogo
interesante.
Iba á partir para la guerra un regimiento de vo-
luntarios extranjeros, la mayor parte de ellos emi-
grados políticos. Era en pleno invierno, y Hervé diri-
gió al público un llamamiento elocuente para que
hiciese donativos de mantas y ropas de abrigo desti-
nadas á estos voluntarios que iban á arrostrar con un
simple capote el frió de las trincheras.
Veinticuatro horas después había que cargar en
varios camiones los fardos de ropas amontonados en
la redacción de La Guerra Social.
Una señora anciana y aristocrática, vestida con
sencillez, de las que sólo abandonan su viejo caserón
para ir á la iglesia inmediata, visitó al revoluciona-
rio, entregándole personalmente gran cantidad de
prendas.
— ¿Sabe usted á qué gente va á servir su regalo?
— dijo Hervé conmovido por el patriótico apresura-
miento de la dama y ganoso á la vez de asustarla con
su espíritu paradójico y burlón — . Esos voluntarios son
unos terribles pecadores. Los años de presidio á que
están sentenciiidos en sus países suman muchos siglos.
Algunos fueron condenados á muerte. Son nihilistas
huidos de Rusia; revolucionarios catalanes de «la se-
mana sangrienta», socialistas italianos condenados
por los consejos de guerra; gentes sin Dios ni ley.
Y la buena señora en vez de asustarse juntaba las
manos y sonreía con arrobamiento.
— ¡Qué valientes deben ser!— dijo — . Hombres de
éstos necesitamos ahora.
Así pensaron desde el principio de la guerra las
clases más retrógradas. El peligro común produjo es-
pontáneamente una tolerancia general nunca vista en
la historia francesa.
.loffre, que en otros tiempos, á pesar de sus méritos.
LÁ CASA DBL OBNBRAL JOFFRE EN RIVBSALTES
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
223
hubiese sido atacado por los
compatriotas enemigos de sus
ideas, obtuvo una confianza
unánime, como jamás la cono-
ció caudillo alguno.
El general, por su parte,
ha mostrado siempre en el
ejercicio de sus funciones una
noble imparcialidad, una ca-
rencia absoluta de apasiona-
miento. Para él sólo existen
franceses y un solo partido:
el de la defensa de la patria.
Cuando ocurrió el fracaso de
Charleroi y tuvo que declarar-
se en retirada, no por defec-
tos de su táctica, sino por ha-
ber sido mal secundado por
ciertos generales, castigó á
éstos con una dureza silen-
ciosa é inflexible. Todos ellos
quedaron separados de sus puestos. Algunos eran
amigos antiguos de .Joffre y gozaban de cierta signifi-
cación política por sus ideas avanzadas. De nada les
valieron estas afinidades con el generalísimo. Él úni-
camente reconoce soldados buenos y malos, y los con-
sidera según sus méritos.
JOPPRB CON BL GENERAL FOCH
LOS QHNBUALB» JOFFRB, CASTBLNAU Y PAU
En cambio distinguió con una fraternal confianza
á los generales Pau y Castelnau, que son de lo más
opuesto á él en punto á ideas políticas y religiosas.
Pau es un viejo creyente, y Castelnau un devoto que
casi llega al fanatismo. Siempre que este último des-
cansa unos días en algún lugar donde hay iglesia,
aprovecha la ocasión para cuidarse de sus negocios
espirituales, confesando y comulgando. Pero los dos
son valerosos soldados y hábiles tácticos que secun-
dan fielmente sus planes, y esto basta para que .Joffre
sienta por ellos un afectuoso compañerismo, dejando
á un lado las diferencias de criterio que pueden sepa-
rarlos en la vida civil.
Otra gran figura militar que se desarrolló al lado
de Joffre como admirable segundo fué el general Foch,
uno de los obreros de la victoria del Marne y el
principal sostenedor del gran choque de la batalla de
Flandes. Es un soldado modesto y sabio como su jefe,
y lo mismo que él, casi desconocido al iniciarse la
guerra. Antes del mes de Agosto todo lo que se sabia
de él era que había escrito un iutei'esante libro téc-
nico, titulado El combate, y que gozaba de gran auto-
ridad entre los militares del Estado Mayor por sus con-
diciones de táctico.
En torno de Joffre, maestro lacónico y clarividen-
te, se formó antes de la guerra una verdadera escuela
de militares, relativamente jóvenes, que trabajaron
en silencio por su patria, como una comunidad de
ascetas. Gran parte de ellos formaron el Estado Mayor
que le siguió luego en sus operaciones.
Estos discípulos escucharon con un fervor religioso
las enseñanzas del grande hombre.
«Para estar prontos — decía Joffre — hay que orien-
tar por adelantado, con tenacidad y método, todos los
recursos del país, toda la inteligencia de sus hijos,
toda su energía moral, hacia un fin único: la victoria.
Es preciso haberlo organizado todo y previsto todo.
224
VICENTE BLASCO IBANEZ
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SIGtlBNDO LAS OPERACIONES
plaza. .loffre tuvo que esperar su hora favorable, vi-
fíilando al enemigo fuertemente atrincherado, apro-
vechando sus descuidos, atisbándolo con su cara sere-
na y sus ojos azules no desprovistos de malicia, de-
trás de los cuales vibra la expresión del que prepara
un buen golpe.
Este gran silencioso ha sido orador literario en al-
gunos momentos. Sus compatriotas del Sur le nombra-
ron «mantenedor» hace algunos años de unos Juegos
Florales, la gran fiesta tradicional del pais. Y Joffre
pronunció un discurso en catalán. Además, según
cuentan sus antiguos amigos, el generalisimo escribió
versos cuando era mucliacho.
Su apellido es común en Cataluña y Valencia. Al
afrancesarse se ha inodiíicado con una doble efe, y
equivale en catalán al nombre castellano de Vifredo.
El padre .lofre, un fraile de la Edad Media, adqui-
rió universal renombre por su ardiente caridad y la
fundación que hizo en Valencia de la primera casa de
recogimiento para enfermos mentales.
Uno de los mayores méritos del general .loffre fué
prever con varios años de anticipación la guerra tal
como se produjo después; guerra larguísima, sobre
frentes inmensos, en la cual la paciencia iba á valer
más que la audacia y el arrebato heroico menos que
el cálculo reposado y frío.
Una vez empezadas las hostilidades, ninguna iniprovi
sación puede valer. Lo que falte entonces faltará
definitivamente, y la menor carencia puede causar
un desastre.»
Este era el general prudente, el «Preparador», el
guerrero cuerdo y reflexivo, comparado por muchos
con el cónsul romano Fabio, sagaz y frío, rival de
Anibal, que empleó la paciencia y la calma como ar-
mas seguras para acabar con éste.
Pero Joffre, después de tal lección, daba otra sobre
el mismo campo de batalla del Marne, concebida en
los siguientes términos:
«En el momento que se entabla una batalla de la
que depende la suerte del pais, es importante que
todos sepan que ya no es tiempo de mirar atrás.
Todos los esfuerzos deben ser empleados en el ata-
que... Una tropa que no pueda avanzar deberá, cues-
te lo que cueste, permanecer sobre el terreno conquis-
tado, guardándolo, y se dejar;i matar en su sitio antes
que retroceder.»
— Ese es el verdadero Joffre — dijeron los que le co-
nocían bien, por haber sido sus antiguos compañeros
de armas.
Una guerra distinta á todas las guerras conocidas
le obligó á retroceder al principio, pero «para saltar
con mayor impulso contra el enemigo». Luego la gue-
rra fué de trincheras, una guerra de topos que repitió
en pleno campo los mismos incidentes del sitio de una
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1
UN OENURAL COMUNICÁNDOLE NOTJCIAS
(Fots, Meurisse)
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA ÜE 1914
225
Eq sus explicaciones de maestro, dijo rauclias ve-
ces:
— No son los generales en jefe los que ganarán en
adelante las batallas. Son los coroneles y tal vez los
capitanes. Los combates van á desarrollarse en un
frente de 400 ó 600 kilómetros, y en tan enorme ex-
tensión la voluntad de un solo hombre ejerce poca in-
fluencia... No puede adoptar las combinaciones rápi-
das inspiradas por el momento, ni valerse de astucias
aconsejadas por las circunstancias... El papel del ge-
neral en jefe habrá casi terminado desde el momento
que conduzca las tropas á un punto y sitúe en linea
de batalla todos los ejér-
citos que deben tomar
parte en ella. El papel
de los coroneles y de los
capitanes empezará tan
pronto como se hayan
hecho los primeros dis-
paros. Ellos decidirán la
suerte de la lucha. Las
tropas vencedoras serán
aquellas que puedan sos
tenerse más tiempo, que
tengan más constancia,
más energía y sientan
mayor fe en el éxito
final.
Esto lo repetía .loffre
cuando algún personaje
extranjero iba á visitar-
le en su gabinete de tra-
bajo del Consejo Supe-
rior de Guerra, estable-
cido en el palacio de los
Inválidos. Un periodista
que le visitó en este re-
tiro de estratega estu-
dioso, dijo asi al recor-
dar su entrevista: «Veo aún en la penumbra del ga-
binete al hombre, con su mirada azul y límpida; oigo
todavía su voz lenta y de tono grave. Nunca mirada
alguna leyó con tanta claridad en el porvenir; jamás
ninguna voz formuló una profecía que alcanzase tan
exacta realización.»
o
Un escritor combatiente en la guerra, al describir
á este jefe estudioso, grave y sencillo, dice así:
«Nuestro país, que se enorgullece de haber tenido
los más grandes capitanes de la Historia, no tuvo nunca
figura más pura que la de Joffre. Á propósito de él se
ha evocado la imagen de Fabio, al cual los legiona-
rios romanos dieron el sobrenombre de Cuntactor «el
contemporizador». Pero Joffre es más y mejor que
Fabio. Ciertamente que por su simplicidad y su mo-
destia recuerda á los primeros jefes de Roma, cuando
la República brillaba con su esplendor más austero y
radiante. Pero tiene además todas las cualidades es-
peciales de nuestra raza; una magnifica potencia de
trabajo, un buen sentido inalterable y un gusto pro-
fundo por la economía, que le hace ser avaro de la
sangre de sus hombres. Posee igualmente la claridad
del espíritu francés, la bondad de la vida francesa y la
fe del alma francesa en los destinos de su país. Tiene,
en una palabra, todo lo que hay de bueno y de supe-
rior en la inteligencia y en el pensamiento de nuestro
pueblo. Y por esto nosotros, que somos sus subordina-
dos, sus combatientes, le hemos dado otro epíteto que
resume mejor los méritos de su persona, llamándolo
«nuestro .Joffre». Resulta «nuestro» porque está con
EN CAMPAÑA, MIRANDO CON BL GENERAL CASTBLNAU EL PAISG DE UN AEROPLANO
(Fot. Rol)
nosotros, vive cerca de nosotros y es lo que todos
nosotros queremos que sea...
»No vayáis á creer que ha ganado el cariño de sus
hombres porque nos consiente y nos tolera todo. Los
corazones de los soldados como los taludes de las trin-
cheras, no se conquistan transigiendo y cediendo.
No; él no nos consiente nada ni nos pasa nada. Rudo
con él mismo, tiene derecho á mostrarse rudo con los
demás. La disciplina no ha tenido nunca guardián
más intratable.
>Un ejemplo... Nosotros no somos como los enemi-
gos de enfrente, saqueadores de castillos y destroza-
dores de cadáveres. Sentimos respeto por los muertos
que hemos tendido á nuestros pies. Igualmente respe-
taremos las propiedades alemanas el día cercano en
que vayamos á visitarlas. No haremos rodar tras de
nosotros filas de carretas para llevarnos la ropa blan-
ca de los burgueses de Munich ó la vajilla de las
casas de Dusseldorf. Sin embargo, cuando al llegar la
226
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
noche, después de una ruda batalla, nos inclinábamos
sobre el terreno del combate, había una cosa, una
sola, que nos impulsaba á encorvarnos para recoger-
la. Los cascos en punta tentaban nuestro deseo, vien-
do en ellos un emblema del enemigo, de su brutalidad
y su barbarie, que podíamos llevarnos como testimo-
nio de victoria.
»Jolfre lo supo, é inmediatamente lanzó una prohi-
bición absoluta, conce-
bida en términos de la
más extremada severi-
dad, y afeando además
nuestra conducta. Todos
los soldados dijeron lo
mismo: «Está bien; pues-
to que Jof fre nos lo prohi-
be, indudablemente co-
metíamos una acción in-
noble.» Ahora los fran-
ceses pasan junto á los
cascos en punta, espar-
cidos en caminos y fosos,
sin mirarlos siquiera.
«Otro ejemplo... Es un
poco más difícil de ex-
plicar. Pero no impor-
ta. Vosotros compren-
deréis... Cuando se ha
vivido en las trincheras
días y días, cuando se
ha cumplido el rudo tra-
bajo noches y noches,
cuando se ha luchado
bien, se ha velado, se ha
marchado incesante-
mente y se ha removido
la tierra chira y helada,
se sueña con las perso-
nas que amamos, las
cuales viven en la casa
como abandonadas, llo-
rando y acordándose de
nosotros. Se piensa en
lo dulce que sería sentir
en torno del cuello los
brazos de la mujer que
se dejó para ir á la gue-
rra. Entonces se aprovecha el rápido pasaje por un
pueblo donde hay una pequeña administración de co-
rreos, se telegrafía, se escribe y se hace venir por
una hora la esposa ó la amiga fiel, cuyo beso se con-
serva cálido en el corazón durante semanas enteras.
Nosotros podemos ser héroes, ¡conformes! pero nadie
de nosotros aspira á la santidad del asceta.
»Esto tampoco lo admite .loffre. Él nos aprecia
mucho, pero no aprecia á nuestras mujeres, y nos ha
hecho saber que nos castigará con el mayor rigor si
buscamos la compañía de ellas. Á pesar de esta du-
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jOfi'RE EN LA Línea db i'üBao
reza, todos reconocemos que ha hecho muy bien. En
el fondo de nuestra alma nos confesamos que tiene
razón. Hay que golpear fuerte á la horda invasora.
Por ahora sólo debemos pensar en la fuerza de nues-
tro brazo. Más adelante podremos ocuparnos del co-
razón.
»;.Qué más os diré de él? ;.Quo sus órdenes y sus
decisiones son modelos de claridad, de laconismo j'
de elocuencia? Lo carac-
terístico en las órdenes
de Joffre es que, cuando
se leen, todos sienten de-
seos de gritar como ante
una verdad súbitamente
reconocida: «¡Cómotiene
razón en todo lo que
dice! . . . » Están todasellas
tan impregnadas de buen
sentido, que nadie sien-
te el menor intento de
discutirlas. Además se
encuentra en ellas un
deseo constante de aho-
rrar nuestras vidas, de
economizar nuestra car-
ne, de desviar de nos-
otros las balas enemi-
gas. Prohibió los galo-
nes y los números metá-
licos en los kepis; des-
pués le preocuparon los
botones de cobre de los
uniformes, que le pare-
cían demasiado brillan-
tes y vistosos, y los hizo
frotar con acetato deplo-
mo para ennegrecerlos.
Un soldado rudo decía
del general:
» — Acabará por con-
feccionarnos una peque-
ña niebla, individual y
envolvente, para que re-
sultemos invisibles por
completo.
»La gente ríe, pero se
siente emocionada por
estas precauciones del jefe. Hacia él se remonta la
adhesión total, absoluta, de la masa de hombres más
formidable que jamás ha armado Francia. ¡Más tarde,
cuando nos habrá conducido al «éxito final», el go-
bierno y el l'arlamento podrán acordarle todas las
recompensas oportunas; hasta la de Mariscal de Fran-
cia, que hace cuarenta y cuatro años está abolida.
Pero para nosotros será siempre el hombre que segui-
mos ciegamente, el hombre que amamos filialmente,
el que llamamos nuestro Joffre.*
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
227
El generalísimo francés es una especie de gigante
Atlas sobre cuyas espaldas robustas descansa el peso
de toda la nación. Caudillo de una democracia, su
responsabilidad es mucho más grande que la de los
generales alemanes. Éstos, con ganarse el afecto de
su emperador, no necesitan de otros apoyos. Joffre
debe corresponder á la confianza de todo un pueblo.
Los enemigos pueden intentar locuras, derrochar
vidas, extermi-
nar en una ma-
niobra audaz
centenares de
miles de hom-
bres. Su pais, so-
metido á la tira-
nía militarista,
no sabe nunca
la verdad, y si
la sabe se queja
en silencio, sin
atreverse á ha-
cer pública su
protesta. El ge-
neral republica-
no no sólo piensa
en la victoria,
sino que procura
obtenerla con
una gran econo-
mía de vidas,
para que su país,
democrático y li-
bre, sienta el sa-
crificio lo menos
posible.
Cuando se
piensa en esto,
se ve más gran-
de la figura de
Joffre.
El notable es-
critor Henri I^a-
vedan dijo del
generalísimo
francés:
«Lo he visto
solamente en dos
rápidas entrevistas, que aun hice yo más cortas ga-
noso de economizar el sagrado tiempo á este trabaja-
dor, que es un Creso de la reflexión, para el cual un
minuto representa el «comprimido» de una hora. Fué
pocos meses antes de la guerra y he guardado un re-
cuerdo que no olvidaré. Esta hermosa, prudente y
grave figura, resultó con arreglo al retrato mental
que yo me había imaginado mucho antes.
»Es grande, robusto, sólido, ancho de espaldas, y
acoge al visitante con una calma y una frialdad pací-
fica que imponen instintivamente el respeto. Cuando
BL generalísimo
el general aparece en una puerta, vestido simplemen-
te de paisano, nada más que con su reflexivo silencio,
con la expresión abroquelada de su mutismo, con la
inexpresión voluntaria de su mirada, antes de que
abra la boca y precise la acogida de sus ojos de un
azul pálido — abiertos y luminosos de franqueza, pero
que se cierran interiormente para no dejar escapar
nada de lo que han visto... — , en todos estos signos
especiales se
adivina la pre-
sencia de una
gran fuerza acu-
mulada. Joffre
parece exhalar
en torno de él la
superioridad de
una gran prepa-
ración. Y es dig-
no de mencio-
narse cómo se
comunica la con-
fianza y seguri-
dad que da este
hombre poco co-
municativo y de
voz algo apaga-
da, breve, pen-
sativa y dulce.
Se adivina al es-
cucharle su de-
seo de hablar lo
menos posible y
con la menor
cantidad de vo-
cablos. La pala-
bra no es su ejer-
cicio. Se sirve
de ella como con
pena, con la so-
briedad de una
concesión. Pare-
ce es timar lamuy
poco y abomina
de la verbosidad
y de los elogios
orales. Jamás
persona alguna
se ha escuchado menos al hablar. En cambio, ¡cómo
escucha á los otros! ¡Cómo los mira mientras hablan!
Á pesar de su aspecto atentivo, se adivina en él un
perpetuo trabajo de pensamiento, siguiendo con la
imaginación lejanos caminos, rumiando combinacio-
nes, atacando problemas, alineando columnas de hom-
bres y de cifras, cautivado por necesidades profundas
que le obligan al silencio. Y de aquí ese hermoso y
rígido sobrenombre de «el Taciturno», que tiene el
valor histórico de un titulo de nobleza. Hasta ahora
Joffre pasó su vida callándose.
228
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
JOFFRB EN SU MBSA DB TRAÜAJU
«Mientras nosotros charlábamos, crédulos y lige-
ros, mientras seguíamos los impulsos de nuestras ne-
cesidades interesadas ó de nuestros placeres y nos
debilitábamos en querellas y luchas fratricidas, él, que
ha sido el Preparador, no decia palabra y trabajaba en
la penumbra santa y gris del estudio, inaccesible, ira-
penetrable, mudo, sin que nadie pudiese saber cierta-
mente dónde se escondía la reclusión voluntaria de
este benedictino de los ejércitos, modesto é incompa-
rable servidor de Francia. Más allá de los técnicos y
del personal competente de la gran máquina de gue-
rra que él dirige, más allá de sus allegados inmedia-
tos y profesionales— los únicos que podían juzgarla
capital importancia de los servicios que estaba pres-
tando— , el general, á pesar de su alta situación y de
su carrera brillante, no era célebre con arreglo á sus
méritos. Enclaustrado como en un Vaticano en los
deberes austeros de una existencia casi monástica, se
le había visto muy poco en las grandes fiestas de Pa-
rís, en las ceremonias oficiales y en las grandes para-
das donde exhiben los jefes sus uniformes vistosos. La
muchedumbre, que se entusiasma fácilmente con un
general feliz y de rostro satisfecho, apenas si había
prestado atención á este estratega oculto. Su nombre
simple, claro y poco refractario á la memoria, no fué
conocido de pronto, con una popularidad fulgurante.
Sin embargo, tampoco era ignorado por completo. En
los años anteriores á la guerra, este nombre empezó
á circular como un magnifico rumor. Lentamente al
principio y luego con rapidez, se amasó, se propagó,
y contribuyó aun más á agrandarlo el manifiesto deseo
de mantenerle lejos de toda popularidad ruidosa que
mostraba el mismo interesado. En toda la sociedad
francesa, arriba y aba-
jo, se supo que había en
alguna parte, en un rin-
cón misterioso y bien
guardado, xin hombre
que trabajaba, un hom-
bre que estaba reali-
zando una obra indis-
pensable, gigantesca,
nacional, y que este
hombre era precisa-
inenteel que en «caso de
guerra», ó sea muy tar-
de... dentro de años...
tal vez nunca. .. tendría
el mando supremo de
nuestrosejércítos, sería
el generalísimo. Esto
era todo lo que se sa-
bia, pero resultaba su-
ficiente para diseñar el
principio de una her-
mosa aureola. Por esto
cuando en una noche
de verano, de golpe,
sin preparación alguna, la guerra estalló en el mundo,
.loffre fué popular, viéndose investido, en un impulso
(Fot Meurisse)
DE) ORAN UNIFOR.MB
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DR 1914
229
espontáneo, de la con-
fianza y el amor de to-
dos los franceses.
«Luego, con una su-
premacía espléndida de
agilidad y de firmeza,
y en unas condiciones
que no se habían pre-
sentado nunca desde
que los hombres em-
pezaron á batirse en la
tierra, Joffre hace tren-
te al enemigo, desga-
rrándolo, desmenuzán-
dolo, royéndolo, ce-
diéndole el paso única-
mente en retiradas pa
sajeras para hacerlo re-
troceder después en
desorden y conducirlo
allí donde cree que es
el mejor terreno para
alcanzar verdaderas
ventajas. Nadie duda
de él. Su inmutable
serenidad se comunica al país. Todos creen con in-
destructible fe en el esfuerzo de bronce de este cau-
BN BL FRENTE
CON UNO DE LOS GENERALES EN LA LINEA DB FUEGO
(Fots. Meurisse)
dillo, que hará á su hora lo que sea necesario sin
oscilaciones y sin límites.
»Hay que representárselo tal como es y tal como
ha sido, palideciendo durante años sobre las mesas de
trabajo, ennegreciendo por centenares y por miles los
papeles de cálculo, poseyendo como nadie la topogra-
fía de Francia y Alemania, conociendo á fondo la ana-
tomía de los eternos campos de batalla, como un mé-
dico para el cual el organismo humano no tiene secre-
tos, habiendo alcanzado la ciencia del jugador de
ajedrez que al sentarse ante el tablero sabe indiscu-
tiblemente que ha de ganar la partida. El solitario de
existencia aislada y labor prodigiosa es ahora el ge-
neralísimo de vida múltiple, hirviente y épica, sin
abandonar por esto los rigores de la regla y el méto-
do, ni lanzarse á las aventuras impulsivas de la auda-
cia, pues en todos los momentos conserva la sangre
fría y es dueño de sus actos. Su ubicuidad confunde
al observador. Aparece en los sitios más diversos.
Aquí monta en un caballo fuerte y enorme como lo
hubiese necesitado üu Guesclin, y reconoce las posi-
ciones del enemigo, llegando entre las balas hasta los
límites de un bosque. Más allá, en una habitación ce-
rrada, le rodean sus oficiales respetuosos y de pie,
mientras él se inclina sobre el mapa, al eco de los ca-
ñonazos, con el teléfono en una oreja... A la cuarta
velocidad de su auto sale y desaparece en el horizon-
te de un camino, conquistado ayer por orden suya, y
á los dos lados de la ruta los muertos, que aun están
sobre tierra, parecen presentarle las armas que toda-
vía no han soltado. Otras veces atraviesa una sala de
ambulancia, dirigiendo al paso á los mutilados irreme-
diables una de esas palabras simples y tonificantes
230
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
B\ UNA ESCUELA DONDB HA ESTABLBCIDO Si: DESPACHO UB CAMPANA
que caen sobre su fiebre con la frescura de una cruz
sobre una herida... (» sueña sentado en cualquiera
granja abandonada y de vidrios rotos, rodeado de
gallinas que corretean entre sus piernas, ó de un perro
perdido que husmea sus botas. Ó salta á un tren y
va de un punto de Francia á otro, salvando en poco
tiempo distancias de centenares de kilómetros. O se
presenta en Paris nada más que por una hora, y
vuelve á partir iiacia el frente de batalla, que es para
él un imán.
«Pensad en el empleo vertiginoso de sus días, en
su despertar, en su trabajo, en la tensión de su cere-
bro, en sus energías nerviosas, domadas y concentra-
das en un solo fin, en la Rama de su voluntad igual é
inextinguible; pensad en lo que es para él el breve
sueño ocupado y cortado, durante el cual se opera la
cristalización del ataque y se precisa el sentido del
«movimiento». Hay que preguntarse de qué argama-
sa, de qué inalterable cemento armado está hecha su
idea y su firme resolución: sobre qué plataforma debe
reposar la artillería gruesa de la confian/a que arras-
tra á todas partes con él, sea cual sea el camino, y
que nunca tiene que desengancharse ni se queda
atrás. Para conseguir sus fines necesita abstraerse de
todo lo que no tiene relación con ellos. Jamás mira las
cosas de abajo, ni siquiera las que están al lado. Para
ser vencedor se cubre con una coraza de indiferencia,
y no ve ni oye lo que podría estorbar la marcha ó las
evoluciones del gran proyecto. Por esto se muestra
ajeno en apariencia á las emociones que llenan de
tristeza y de horror á otros hombres, hasta los más
duros. Se muestra insensible á las ciudades que se de-
rrumban, á las catedrales que se inflaman, á los crí-
menes y los incendios, á todo lo que subleva la vista,
martiriza el alma y desconcierta á la razón. Por enci-
ma de la terrible nube roja, sus ojos siguen la estrella
que se inclina ya hacia las fronteras del porvenir,
como un pequeño alfiler-bandera clavado en la
carta celeste del mañana.
«Solamente un hombre que posee esta alma
serena y sublime para el cumplimiento del de-
ber, puede lanzar sin miedo á ser desobedecido,
con una autoridad pura y tranquila, las pala-
bras definitivas que dijo .loffre la víspera de la
batalla del Marne: Hoy hay que hacerse matar
cada uno en su sitio, antes que retroceder un
paso. La salvación de Francia depende de esto. •
Durante la guerra, .loffre ha ido de un punto
á otro de la extensa linea de batalla, desplazan-
do su cuartel general según las necesidades tác-
ticas. Siempre fué un misterio el lugar de su
residencia. En vano los aviadores enemigos se
esforzaron por encontrar el alojamiento del ge-
neral con el propósito de arrojar sobre él sus
bombas. Nadie sabia dónde estaba el caudillo,
pero desde su retiro lo veía todo, lo dirigía todo,
y se presentaba repentinamente alli donde resultaba
necesaria su presencia.
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lirofi-ision .1 I cX-V-O-Cx^j^ -
iiiiliUUri- cJfViUí
ÍJtir~sur-.\ubr, If
tixcni vA>..-'"*A II
*l'^- ■"■■
BOLETA DK ALOJAMIENTO DEL IIBNERALISIMO
Su retiro nada tenia de misterioso, .loffre, con los
ciento cincuenta oficiales técnicos que forman su Es-
tado Mayor, se instalaba en cualquier puel)lo inme-
diato á las líneas de combate. Este gran estudioso, al
escoger su alojamiento en una población, siente pre-
ferencia por la escuela. Los edificios escolares de las
provincias invadidas sirvieron para las oficinas mó-
viles del cuartel general. Los oficiales de ingenieros,
de artillería, de administración, instalaban con rapi-
dez en las aulas sus mesas portátiles, sus legajos, sus
mapas, ocupando los bancos y pupitres de los mucha-
chos, .loffre se reservaba la pieza más grande, á la
que venían á terminar, formando apretado cable, los
mil hilos telefónicos y telegráficos que ponen en comu-
nicación con el cerebro directivo kis trincheras, las ba-
terías y las poblaciones de un frente de 6CX) kilómetros.
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
351
El generalísimo, paseándose por la pieza
adornada con abecedarios y mapas elementa-
les ó sentándose en el sillón del maestro, dirige
las batallas más grandes y extensas que ha
conocido la Historia.
Hay que darse cuenta de la enormidad de
la obra que pesa sobre este hombre silencioso
y tranquilo. Millones de hombres que se bus-
can, chocan y vuelven á hundirse en el suelo;
liatallas entabladas en una línea de leguas y
leguas que hay que seguir hora por hora sin
perder un solo incidente de los mil que surgen
en toda su extensión: reforzar los puntos débi-
les, desguarnecer los que cuentan con un con-
tingente superfluo, escojer el momento para
el empujón decisivo del avance. Y junto con
estas exigencias tácticas, preocuparse del avi-
tuallamiento de municiones y víveres para un
ejército inmenso, dirigir la marcha de los con-
voyes, reforzar las concentraciones de artillería. Una
fiebre silenciosa y creadora reina en la escuela de
sol á sol, y se prolonga en las horas de la noche,
sin descanso, sin debilidades, uniforme y tenaz. Y el
cerebro director, el generalísimo que todos los días
repite la misma obra, no parece sufrir el menor
cansancio. Los oficiales se anonadan con el trabajo,
sienten agotarse sus fuerzas; el general los envía en
misión á París, á Burdeos, al frente, para que las
rudas sensaciones del viaje restauren sus fuerzas y
tonifiquen sus nervios. Él continúa impasible y tran-
quilo, como si la fatiga no pudiese morder en su exulce-
rante robustez de «viñador catalán», como le llama
el novelista Rene Maizeroy.
Su trabajo metódico está sostenido por una exce-
lente higiene moral y corporal. De píe con el alba,
empieza su labor á las seis de la mañana y no cesa
de trabajar hasta las diez de la noche. Á esta hora se
acuesta y duerme, aunque á pocos kilómetros se esté
desarrollando una gran batalla.
— El gran Conde — dice uno de sus colaborado-
res— no durmió en la víspera de Rocroy con más
EL GEXERAL JOFFRE E^ I.OS VOSlídS
Á lo lelos, entre la bruma, desfila un batallón de cazadores alpinos
rx ALOJAMIENTO DE JOFERB
Finca en que se aloió el generalísimo días antes de la batalla del Mame. En esta
misma casa se hospedó en 18U el emperador Federico Guillermo 111
tranquilidad que duerme .loffre todas las noches.
Esta gran fuerza indomable, equilibrada y disci-
plinada, se mantiene firme y vibrante por la facili-
dad con que encuentra su descanso.
— Lo que conserva intacto á nuestro Joffre — ha
dicho un coronel de su Estado Mayor — es que puede
dormir como un niño, no importa en dónde ni en qué
momento, allí donde tiene unos minutos libre de ocu-
paciones, donde se desarrolla la pausa de un entreac-
to, en la tarde, en la noche... Inútil es decir que los
que vamos con él nos esforzamos por mantener la
tranquilidad de este sueño corto, cuidando de que un
rugido de auto ó un toque de cornetas no le despierte. . .
Y todas las noches, á las nueve aproximadamente, se
acuesta, con el sueño de plomo de un obrero que ha
pasado sus diez y ocho horas al lado de la máquina...
¡El kaiser pagaría lo que le pidiesen por dormir como
duerme .Joffre!...
Un chauffeur parisién de los que prestan servicio
en los automóviles del ejército, describió de este modo
al generalísimo, hablando con unos soldados que no
le habían visto nunca:
— Camaradas: os lo voy á señalar en dos
golpes, y lo reconoceréis en seguida. Es
redondo como una manzana, fresco como
una rosa y con unos cilindros que nunca
se interrumpen.
Un redactor de L' Uluíitration lo visitó
en su cuartel general, establecido momen-
táneamente en la escuela de Romilly.
«Una docena de autos que se renuevan
incesantemente forman fila ante el edificio.
Al final de esta hilera una gran limusina
ostentando un estandarte tricolor atado
ion una cinta bla^nca de franjas dora-
das. Es el vehículo especial del genera-
lísimo.»
232
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
En las dependencias del piso bajo están las diver-
sas oficinas, y frente á cada puerta, al pie de las esca-
leras, en los corredores, los gendarmes que escoltan el
cuartel general y cumplen su consigna de mantenerlo
aislado. Bajo su protección, que aleja á los importu-
nos y cierra el paso á los curiosos, los ciento cincuen-
ta oficiales que trabajan á las órdenes de .loffre cola-
boran en su obra.
«Por gi-andes divisiones fijadas en tiempos de paz,
y con iguíil método que en el más silencioso rainiste-
de centenares de kilómetros. Y nada indica este pro-
digioso movimiento, aparte del vaivén regular de los
edecanes que parten para el frente ó para Burdeos y
París, llevando el pensamiento del (.-omandante en
jefe... Se contempla con aire pensativo todos los hili-
llos de cobre, lazos de unión misteriosos que de todas
partes convergen á esta escuela: lincas tendidas de
telégrafo y teléfono. El destino de las patrias, con su
consumo sangriento de vidas humanas, las poblacio-
nes rojas por el incendio, el tronar de los cañones, el
JOFKRB DANDO INSTRUOCIONBS A UN GBNBRAL
(Fot. Meurisse)
rio, se prosiguen las operaciones de tiempos de gue-
rra. Las oficinas de organización, de informes, de
operaciones militares, de ferrocarriles y de comunica-
ciones, tienen cada una su colmena marcada. Ningu-
na confusión; antes al contrario, un orden y una con-
tinuidad en el orden que dan la impresión de una
fuerza segura de ella misma. Los rostros respiran
energía, buen humor y esa especie de serenidad que
es el signo de la confianza en si propio y de la seguri-
dad en el porvenir.
«Nadie hubiese supuesto nunca que á esta tranqui-
la escuela llegaría condensado el inmenso rumor, el
tumulto del gigantesco combate sobre la tierra de Bél-
gica y la tierra de Francia. Millones de hombres se
entrechocan; cuatro naciones se pelean en un campo
crepitamiento de la fusilería, la guerra en una pala-
bra, la resumen estos hilos en cifras abstractas, en
sílabas desnudas de sonido y de color, en fórmulas sin
emoción. Y únicamente puede ser asi. ¿Si tantos miles
de noticias llegasen á un tiempo con la emoción dra-
mática de una terrible realidad, qué cerebro, por sóli-
do que fuese, podría resistirlas?»
El generalísimo está arriba en el salón principal
de la escuela, una pieza con tres ventanas (jue dan al
patio. El piso es de madera blanca, las paredes están
pintadas con cal y conservan aún muchos de sus ador-
nos escolares. Todo el mueblaje consiste en un inmenso
tablero montado sobre cabelletes y cubierto de mapas
y papeles, varias sillas de paja, numerosas tablas que
sirven de biblioteca, y en las que se amontonan más
JÍI'WÍF
TRÁGICO EPISODIO DE H
Dibujo de M R. Cslon Woodvlllc, de <The lllusiralcd London News»
La infantería francesa y la guardia prusiana luchando por la poas
quedando al fin en p
BATALLA DEL MARNE
ion del castillo de Mondement, cuatro veces tomado y perdido,
er de los franceses
-o'ft IV
r,;i^í>l
v^
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
233
papeles y mapas, y el teléfono, el compañero insepa-
i-able de Joffre, que pasa el día pegado á él como si
fuese una nueva parte de su cuerpo.
«El general está derecho con un sencillo uniforme,
sin condecoraciones ni galones. Tiende al visitante su
ancha mano bien íibierta. Es grande y fuerte. Toda su
persona, de estatura maciza, revela una potencia cal-
mosa y reflexiva, una firmeza lenta y robusta. Lo que
llama en él la atención desde el primer momento, im-
presionando al visitante, es la cabeza. Una cabeza
do que forjar la herramienta y luego enseñar su ma-
nejo. A los jefes inseguros han sucedido otros que go-
zan de plena seguridad. Actualmente el temple de la
herramienta es tal, que en vano muerde en ella el
ataque alemán.»
Al oir hablar de las victorias rusas y de la posibi-
lidad de que el enemigo, para reforzar el frente del
Este, bebilitase sus fuerzas en el Oeste, el generalisi-
nio dijo con tranquilidad.
— No tengo ningún interés en que desguarnezcan su
BL GBNHRALiSlMO EXAMINANDO UN AEROPLANO
gruesa, un rostro de sólida osamenta, en el cual el
bigote blanco se encrespa bajo una sonrisa bondadosa
y fina. La barba, que abandonada empieza á crecer
sobre las mejillas y el mentón saliente, da á este ros-
tro un sedoso reflejo de nieve. La frente tiene hermo-
sos planos que acusan voluntad, y los ojos miran rec-
tamente; unos ojos puros, de vivo azul, que parecen
reflejar el cielo de un alma serena. No se ve uno sin
emoción en presencia de este hombre que lleva con
tanta quietud la responsabilidad de tantas vidas y
encarna con una dignidad tan simple la gloria militar
francesa: veinte siglos de historia.
Con una voz reposada y de escaso timbre, el ge-
neral va espresando su certidumbre de la victoria;
una certidumbre matemática. Primeramente ha teni-
linea frente á nosotros. Así los rusos avanzarán más
aprisa. De los que están enfrente de mi yo me encargo.
«¿Fanfarronería? — dice el cronista — . No. Concien-
cia profunda de una situación que se domina. Este
hombre es el mismo que al día siguiente de la batalla
del Marne contestaba á las felicitaciones de uno de
sus oficiales con palabras dignas de la grandeza ro-
mana.
» — ¿Os dais cuenta, general — le dijo aquél — , de que
acabáis de ganar la batalla más grande de todos los
siglos?
«Este cumplimiento, que algunos juzgaron exage-
rado á primera vista, era sin embargo una imagen
exacta de la realidad.
»La batalla del Marne, prodigioso golpe de parada
234
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
LOS AlTOiMUVILES DEL G BNBRALISl.MO V DE SUS AYUDANTES BN LA ENTRADA DE UN BOSQUE
que contuvo la más formidable de las invasiones bár-
baras, reversiraiento completo del destino de dos pue-
blos, no fué únicamente la reintegración de Francia
en su herencia épica, sino un cambio brusco de direc-
ción en la historia de Europa. El mundo, que contem-
plaba ansioso cómo caia el águila negra sobre la alon-
dra gala, pudo respirar. El águila recibe
en los ojos un picotazo inesperado, va-
cila, retrocede. Su prestigio ha termina-
do; la pesadilla del pangermanismo so
berano se desvanece. En adelante Euro-
pa ya no tiene miedo.
»Y he aqui — sin hablar de los millo
nea de combatientes y de los más san-
grientos medios de destrucción que j;i
más hubo amontonado el hombre— poi-
qué era exacto este cumplimiento: «Aca-
báis de ganar la batalla más grande de
todos los siglos.»
El general Joffre reflexionó un ino
mentó, y luego dijo con su voz tranquil.! :
— Lo que acabo de ganar, y asi lo es
pero, es un próximo reposo en mi casita
de los Pirineos Orientales.
El héroe se retrató á si mismo con
estas palabras.
Una vida simple, frugal, casi ascéti
ca, es la de este caudillo que manda los
ejércitos más numerosos que se conocen
en la Historia y dispone de todas las
riquezas de Francia.
En 1870 los generales pru-
sianos y el mismo Estado Ma-
yor imperial hicieron la cam-
paña de Francia con una vida
sobria hasta el momento del
triunfo. En cambio Napo-
león 111 marchó á la derrota
llevando tras de él una trojia
de cocineros y varios furgo-
nes cargados de vajilla de pla-
ta y ricos víveres.
La situación se ha inverti-
do en 1914. El kaiser visita el
teatro de la guerra llevando
como tienda de campaña un
hotel desmontable. Varios co-
clies automóviles trasladan
sus cocinas y su despensa con
poderoso frigorífico. Hasta le
acompaña en sus viajes un
vagón cinematográfico desti-
nado á repetir y perpetuar sus
menores acciones. Sus hijos,
sus parientes, sus generales,
disponen de lujos semejantes.
Cuando pueden hacer una
buena comida, sus soldados se visten con libreas
multicolores para servir á la mesa como si fuesen
lacayos de los palacios de Herlin.
Joffre vive como un soldado. En sus largas excur-
siones por el frente de batalla, hace detener el automó-
vil en una granja abandonada ó al borde de un cami-
BL GENERALÍSIMO ALMORZANDO DE PIE, SIRVIÉNDOLE DB MESA UNOS TRONCOS,
MIENTRAS CONVERSA CON VARIOS OFICIALES
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
235
no. Un ayudante coloca el cesto de víveres en la hier-
ba ó sobre una mesa improvisada. Comen de pie,
sirviéndose de sus manos, con apresuramiento, como
el que tiene cosas más urgentes á que atender, y reanu-
dan la marcha una vez aplacada el hambre.
Unos periodistas ingleses se refugiaron una noche
de tempestad en una taberna de un pueblecillo de
Flandes, cerca de Ypres, donde se estaba desarrollan-
do la gran batalla.
La dueña, grue-
sa Hamenca, á pe-
sar de la mala no-
che y de la escasez
de parroquianos,
parecía muy ata-
reada. Se había
puesto un traje de
seda negro: el traje
de su boda remota.
Sobre el pecho ro-
busto lucía su me-
jor joya, una cade-
na de oro con me-
dallón, que única-
mente salía á luz
en las grandes fies-
tas. A pesar de es-
tos adornos, entra-
ba frecuentemente
en la cocina con la
agitación de un tra-
bajo extraordina-
rio. Luego entre-
abría la puerta de
la sala cercana, de-
jando ver una mesa
de blancos mante-
les, con brillante
cristalería; lo me-
jor de la casa y de
las viviendas veci-
nas, reunido en ho-
nor de unos convi-
dados que no llega-
ban.
En vano interro-
garon los ingleses
á la tabernera acerca de la calidad de los huéspedes
que estaba esperando. La hacendosa matrona se lle-
vaba un dedo á la boca imponiendo silencio, y sonreía
con orgullo. Un gran personaje de paso en la región
iba á honrar su establecimiento. Y no decía más...
¿Sería el rey de Bélgica?
La bocina de un auto suena en la puerta. Se abre
la cancela de cristales y entra un militar, grande, vi-
goroso, con otros que le siguen respetuosamente. Al
despojarse de su gabán impermeable, sacudiendo el
agua, los ingleses ven las tres estrellas minúsculas de
FRUOAL DESAYUNO DEL GENERALÍSIMO EN UNA GKANJA
sus bocamangas, reconocen el mentón vigoroso y el
bigote blanco bajo un kepis enfundado de azul, como
el de un simple soldado. ¡El generalísimo!
Es Joffre que, al fijarse en los periodistas, adivi-
nando su nacionalidad, los saluda al pasar cortes-
mente:
— Buenas noches, gentlemen.
Luego entra con sus compañeros en la sala reser-
vada. Gran movi-
miento en la coci-
na. La dueña corre
presurosa de un
lado á otro entre el
frufrú de la seda
venerable y el tin-
tineo de la cadena
de oro. Del humo
de los fogones em-
piezan á despren-
derse tenues nube-
cillas que envuel-
ven en suculento
nimbo los grandes
platos y las mo-
zas flamencas que
los llevan al co-
medor.
Al poco rato apa-
rece ante los in-
gleses la tabernera,
desolada, trágica,
que hace esfuerzos
para no llorar de
despecho. ¡Ella que
había puesto en ac-
tívidad todos sus
conocimientos cu-
linarios y los de sus
vecinas, rebuscan-
do en la pobreza
del país el mejor
pavo, las más sa-
brosasconservas!...
Al sentarse á la
mesa el general, ha
apartado distraída-
mente los platos de
dulce, las flores, todos los adornos, sacando unos pa-
peles de un bolsillo. Y allí está con la cabeza baja,
interrumpiendo su examen para hacer breves pre-
guntas á los compañeros, que comen con gran apetito,
pero discretamente.
.loffrc ha hablado una sola vez á la dueña del es-
tablecimiento, para saludarla cortésmente é indicarle
su menú, con una sonrisa fina que impone respeto lo
mismo que una orden.
Una tortilla nada más y un vaso de agua.
256
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
XVI
Los responsables de la guerra
Puede iiñrmarse rotundamente que la guerra de
1914 fué obra del imp<3no germánico. Precisando más
la responsabilidad, diremos que el verdadero culpable
fué el partido militarista alemán, ó sea el pangerma-
nismo.
üespués de las publicaciones de documentos y tele-
gramas hechas por los gobiernos de Inglaterra, Ale-
mania, Kusia y Bélgica, la aparición en el mes de Di-
ciembre del «Libro Amarillo», editado por el gobierno
de Francia, vino
á demostrar una
vez más y á ra-
tificar quiénes
eran los únicos
responsables de
la guerra.
En Marzo de
1913, el embaja-
dor de Francia
en Berlín, M. .lu
lio Cambon, se-
ñaló á su gobier
no la campaña
extraordinaria
que se hacía en
Alemania para
conmemorar el
1813, año de la
victoria de Pru-
sia sobre Napo-
león. Esta cam-
paña era animada y dirigida por el mismo gobierno
alemán, que procuraba excitar de este modo los sen-
timientos patrióticos, con objeto de que el país acep-
tase los grandes sacrificios exigidos por los proyectos
de nuevos aumentos del ejército.
«A pesar — dice el embajador Cambon en su pri-
mer informe de 1013 — del afectado patriotismo con
que aceptan las clases ricas de Alemania el nuevo sa-
crificio que se les pide, no por ello dejan de estar en
el fondo muy descontentas, especialmente en el mun-
do de los negocios, y piensan que una contribución
forzosa impuesta en plena paz, crea para el porvenir
un temible precedente... Pero el Imperio, aumentando
la fuerza del ejército alemán, quiere no dejar nada
imprevisto para en caso de que estalle una crisis.
»Las innovaciones militares de Alemania han pro-
ducido un hecho que ella no esperaba: la proposición
del Gobiern ) de la República restableciendo el servi-
cio militar de tres años, y la resolución viril con que
esta propuesta ha sido acogida en toda Francia. La
impresión de asombro que nuestra ley de tres años ha
MANIFESTACIÓN EN BERLÍN EN FAVOR DB LA GUERRA
producido en Alemania, la aprovecha el Gobierno Im-
perial para insistir en la necesidad absoluta del au-
mento de sus fuerzas militares. Sus proyectos apare-
cen de este modo como una respuesta á los nuestros.
Esto es contrario á la verdad, pues el inmenso y nue-
vo esfuerzo militar que la Francia acepta ahora, no
es más que una consecuencia de las iniciativas de
Alemania.
»Las autoridades imperiales no cesan de exaltar el
sentimiento patriótico. El emperador se complace en
hacer memoria pública todos los días de los liechos de
1813. Anoche una retreta militar harecorrido las calles
de Berlín y se han pronunciado discursos comparan-
do la situación presente con la de hace un siglo. Este
caldeamiento de la opinión repercutirá indudable-
mente en las dis-
cusiones que se
entablarán den-
tro de un mes
cuando se abra
el Keichstag, y
me temo que el
(":incillcrseverá
obligado en su
discurso á hacer
alusión á las re-
laciones de Fran-
cia y Alemania.
Había que espe-
rar que exalta-
sen el sentimien-
to patriótico de
la nación en el
momento que
van á pedirle
nuevos sacrifi-
cios, pero es abu-
sar de la comparación histórica el encontrar seme-
janzas entre el tiempo presente y 1813. Si el movi-
miento que hace un siglo empujó al pueblo alemán
contra aquel hombre de genio el emperador Napoleón)
que aspiraba á la dominación universal pudiese encon-
trar hoy algo equivalente, es en Francia donde ha-
bría que buscarlo, pues el pueblo francés no hace más
que defenderse de la dominación de la fuerza.
»De todos modos resulta indiscutible que el estado
de opinión en los dos países da á la situación presente
un carácter de gravedad.»
Este informe del embajador Cambon iba acompa-
ñado de otro informe del teniente coronel Serret, agre-
gado militar de la embajada de Francia en Berlín, do-
cumento del que entresacamos las revelaciones más
importantes:
«El movimiento patriótico que se manifiesta en
Francia — la adopción del servicio de tres años — , ha
producido en los altos círculos de Alemania una ver-
dadera cólera.»
Esta cólera era perfectamente explicable. Alema-
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
237
nia, al aumentar su ejército á costa de considerables
sacrificios, pretendía ser la primera potencia militar
de Europa, con una enorme superioridad sobi-e los pue-
blos vecinos, para aplastarlos en tres ó cuatro sema-
nas cuando lo creyese oportuno. Francia, mediante la
ley de tres años, aumentaba sus fuerzas para equili-
brarse lo más posible con su temible vecina, y esta
precaución legitima, encaminada á la defensa de su
vida, encolerizaba á los alemanes, que veían inutiliza-
dos en parte sus costosos esfuerzos.
«Desde hace algún tiempo — continúa el informe del
agregado militar — se encuentran en Alemania muchas
gentes que declaran los proyectos militares de Fran-
cia extraordinarios é injustos. En un salón un miem-
bro del Reichstag, que no es un energúmeno, hablan-
do del servicio
de tres años en
Francia ha lle-
gado á decir: «Es
una provocación
que nosotros no
podemos tole-
rar.» Los más
moderados, tan
to militares como
civiles, sostie-
nen corriente-
mente la tesis de
que Francia, con
sus cuarenta mi-
llones de almas,
no tiene derecho
para rivalizar
de este modo con
Alemania.
»En resumen:
están furiosos y
su cólera es de despecho. Sienten rabia al ver que, á
pesar del esfuerzo enorme hecho por ellos en el año
anterior y continuado y agrandado en el año presente,
no podrán esta vez dejar atrás á Francia en una in-
ferioridad defensiva.
"Dejarnos atrás definitivamente y á merced de su
fuerza, ya que no queremos ir con ella, es el hecho
cuya realización persigue Alemania.»
El teniente coronel Serret explica después el pro-
grama militar alemán para mantenerse siempre con
una enorme superioridad sobre Francia, aumentando
sus fuerzas, asi como ésta aumentaba las suyas, al
ponerse en guardia ante el peligro. La precaución
francesa irritó á los alemanes, que consideraban á la
República como «una nación secundaria».
«En este momento — continúa él agregado fran-
cés— , cuando la segunda y más formidable parte del
programa militar alemán iba á realizarse y á adquirir
sus fuerzas una superioridad definitiva que nos obli-
garía á pasar por la humillación ó el aplastamiento,
he aquí que Francia, con su ley de tres años, se niega
LOS MANIFESTANTE.? FRBNTE AL PALACIO IMPERIAL
á abdicar y demuestra, como dijo Renán, su poder eter-
no de renovamiento y de resurrección. De aquí el des-
pecho alemán.
»E1 Gobierno Imperial invoca para justificar sus
planes la situación general de Europa y habla del pe-
ligro eslavo. Otro es su enemigo. Guiándome por mis
observaciones, puedo decir que la opinión me parece
indiferente al peligro eslavo, y sin embargo, acepta
con grandes ánimos las cargas enormes que significan
las dos leyes militares consecutivas de 1912 y 191B.
»E1 10 de Marzo último, centenario de la organiza-
ción del levantamiento en masa alemán contra nos-
otros, una multitud enorme se ha aglomerado ante el
palacio imperial, á pesar del aguacero, para presen-
ciar la revista, y en el centro de Tiergarten ante las
estatuas de la
reina Luisa y
Federico Gui-
llermo III, ro-
deadas de mon-
tones de flores.
» Estos aniver-
sarios, que re-
cuerdan la lucha
contra Francia,
van á repetirse
durante todo el
año. En el próxi-
mo año 1914 se
celebrará el cen-
tenario de la pri-
mera campaña
de Francia y de
la primera en-
trada de los pru-
sianos en París.
»En resumen:
si la opinión pública alemana no señala francamente
á Francia con el dedo, como lo hacen la Gaceta de
Francfort y algunos periódicos más, piensa sin em-
bargo en nosotros á todas horas. Todos dicen que con
nuestros 40 millones de habitantes ocupamos un es-
pacio demasiado grande debajo del sol.
»Los alemanes desean la paz y no cesan de pro-
clamarlo. El emperador también la quiere, más que
nadie. Pero ellos no entienden la paz en el sentido de
concesiones mutuas y de equilibrio de los armamen-
tos. Su paz es la de la humillación ajena. Quieren que
lea teman, y para ello están haciendo todos los sacri-
ficios necesarios. Si en cualquiera ocasión consideran
herido su orgullo patriótico, la confianza que tiene el
país en la superioridad de su ejército favorecerá una
explosión de cólera nacional, ante cuya cólera resulta-
ría impotente la moderación del gobierno del Imperio.
«Hasta ahora no se demuestra en nada esta mode-
ración, pues el gobierno hace lo que puede por infla-
mar el sentimiento nacional celebrando ruidosamente
todos los aniversarios de 1813.
236
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
»Sea cual sea el pretexto que pueda alegar maña-
na Alemania para justiñcar una conñagración euro-
pea, está fuera de toda duda que sus primeros golpes
decisivos los dirigirá contra Francia.^
Así hablaba desde Berlín el agregado militar fran-
cés en Marzo de 1913, diez y seis meses antes de que
estallase la guerra.
El marino Faramond, agregado naval de la emba-
jada de Francia en Alemania, envió á su gobierno,
también en Marzo de 1913, otro informe no menos in-
teresante en el que anuncia con notable clarividencia
muchos sucesos que se han realizado con exactitud en
el año siguiente.
«La nueva ley militar alemana — dice Faramond —
coloca los cuerpos de ejército inmediatos á nuestra
frontera en un estado especial, que es casi el estado
de pie de guerra, para de este modo poder atacarnos
bruscamente, con fuerzas muy superiores á las nues-
tras, el mismo dia de la apertura de las hostilidades.
Esto significa para el Gobierno germánico una necesi-
dad imperiosa de obtener el éxito desde el comienzo
de la guerra.
»Las condiciones en que el emperador alem;ln
emprendería hoy una lucha con Francia, no son ni
con mucho las mismas que hace cuarenta años. Al
empezar la guen-a de 1870, el Estado Mayor alemán
había previsto la posibilidad de una ofensiva victo-
riosa de los franceses, y Moltke, sospechando que nos-
otros podríamos llegar cuando más hasta Maguncia,
dijo á su soberano: «Aquí tropezarán y no podrán se-
guir adelante.» Guillermo II no puede admitir en sus
cálculos una retirada, ni suponerla siquiera, á pesar
de que el soldado aloman no es ahora como el de hace
cuarenta años, un hombre simple, religioso y pronto
á morir por una orden de su rey. Teniendo en cuenta
los cuatro millones de votos alcanzados por los socia-
listas en las últimas elecciones y que el derecho de
votar sólo se adquiere en Alemania á los 25 años, hay
que suponer que el ejército activo, compuesto de jó-
venes de 20 á 25 años, tendrá en sus filas una propor-
ción seria de socialistas.
«Indudablemente seria una locura creer que los
socialistas alemanes van á levantar las culatas en
alto el dia que Francia y Alemania vengan á las ma-
nos, pero será en extremo importante para el Gobier-
no alemán hacerles creer por una parte que nosotros
somos los agresores y por otra que pueden tener plena
confianza en los que van á mandarles y en los resul-
tados.
»A1 verificarse la última jura de la bandera por
los reclutas de la Guardia en Postdam, rae llamó mu-
cho la atención oir que el emperador tomaba como
tema de su discurso á los nuevos soldados el deber de
mostrarse más valeroso y más disciplinado en la mala
fortuna que en la buena.
"Sin duda porque una primera derrota alemana
tendría para el Imperio una influencia incalculable,
se encuentra en todos los proyectos militares elabora-
dos por el gran Estado Mayor el objetivo de una ofen-
siva fulminante contra Francia.
»En realidad el Gobierno Imperial quiere colocarse
en situación de hacer frente á todas las eventualida-
des posibles. Es del lado de Francia donde el peligro
le parece más grande. La Gaceta de Colonia lo ha
dicho en un articulo odioso y violento, del cual la
WUhelmstrasse ha desautorizado la forma más que el
fondo. Pero debemos vivir convencidos de que la opi-
nión hostil manifestada por dicho periódico es á la
hora presente la de la inmensa mayoría del pueblo
alemán.
«Celebrando ruidosamente el centenario de su gue-
rra de Independencia, el Gobierno quiere convencer
al pueblo de que Fi-ancia es hoy, como hace cien años,
la enemiga hei-editaria.»
El agregado naval hizo en su informe las mismas
revelaciones (jue el agregado militar sobre las nuevas
fuerzas alemanas, añadiendo que el material de gue-
rra iba á ser aumentado en la cifra enorme de 1.250
millones de marcos.
< Es posible — dice— que gran parte del material
cuya adquisición autoriza la nueva ley esté fabricado
ya á, estas horas. Los secretos militares se guardan
muy bien aquí y es extremadamente difícil seguir los
movimientos del personal y del material.
«En Alemania, cuando se toma una decisión mili-
tar legalmente, ha sido ya ejecutada muchas veces
con anterioridad. Con una organización militar per-
fecta y una opinión pública que se deja dominar dócil-
mente por los llamamientos belicosos de la Liga Mili-
tar y la Liga Naval, el pueblo alemán es á estas horas
un vecino peligroso.
»Si el servicio de tres años es aplicado inmediata-
mente en Francia, las condiciones serán menos des-
iguales en el año próximo. Los efectivos alemanes
resultarán siempre de un modo sensible más conside-
rables que los nuestros, pero el llamamiento de Alema-
nia á todos sus contingentes disponibles no permitirá
la selección y llevará á las filas del ejército elemen-
tos de segundo orden y hasta unidades poco deseables.
El valor moral del ejército activo perderá mucho.
y>Los alemanes han querido romper el equilibrio de
los dos campos en que está dividida Europa con un
gran esfuerzo supremo, más allá del cual no pueden
intentar otro.
«No creían que Francia fuese capaz de hacer un
sacrificio semejante. La adopción de nuestro servicio
de tres años hace fracasar sus cálculos.»
En Abril de 1913 M. Etienne, ministro de la Gue-
rra en Francia, comunicó á M. Jonnart, ministro de
Negocios Extranjeros, la copia de un informe oficial y
secreto circulado en Alemania y que había podido
procurarse.
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
239
Este informe alemán consta de dos partes: la pri-
mera de generalidades y la segunda de orden técnico,
precisando detalladamente, una por una, las medidas
que habla que tomar en la próxima guerra, conside-
rada por Alemania como un suceso indudable.
En la primera parte del documento, el gobierno
gerra;ínico daba ;i entender su deseo de haber provo-
cado la guerra años antes, con motivo de la Conferen-
cia de Algeciras, en la que fué derrotada Alemania
diplomáticamente, por haber apoyado Inglaterra y
Rusia á Francia.
«Pero nuestra flota — dice el documento alemán —
no era en aquel momento suficientemente fuerte. Ade-
más, Austria-Hungría estaba obligada entonces á in-
movilizar sus fuerzas contra Servia é Italia. Después
de este conflicto nos dedicamos á reforzar la defensa
de nuestras costas contra Inglaterra, aumentando
además nuestra marina.»
Al realizar Francia la conquista de
Marruecos, provocó Alemania el inci-
dente de Agadir, que también se re-
solvió diplomáticamente, por la acti-
tud de Inglaterra apoyando á la Re-
pública.
«En esta época — dice el documento
alemán — los progresos del ejército
francés, el renacimiento moral de la
nación, el avance técnico que habia
tomado en el dominio de la aviación y
en el de las ametralladoras, hicieron
un ataque contra los franceses menos
fácil que en el período anterior. Ade-
más, había que temer un ataque de la
flota inglesa.»
Por esto tuvo que desistir Alema- -■>i- etiennb
nia por segunda vez de hacer la gue-
rra á Francia, pero se dedicó á aumentar enorme-
mente sus fuerzas, esperando aprovechar con éxito
una tercera oportunidad.
«Estamos preparando la opinión — continúa el in-
forme— para dar un gran refuerzo al ejército activo,
que asegurará á Alemania una paz honorable y la
posibilidad de garantizar como le conviene su influen-
cia en los destinos del mundo.
»Ni las ridiculas vociferaciones en favor de «la
revancha» de los patrioteros franceses, ni el rechina-
miento de dientes de los ingleses, ni los gestos des-
ordenados de los eslavos, conseguirán apartarnos de
nuestro fin, que es el de fortalecer y extender el
Deutschthum (el poder alemán) en el mundo entero.
»Los franceses pueden armarse todo lo que quie-
ran. Lo que no pueden de un día á otro es aumentar
su población.»
La segunda parte del documento secreto es aun
más interesante, pues revela los manejos del gobierno
alemán para preparar cautelosamente la guerra, ha-
ciéndola aparecer á los ojos del país como algo inevi-
table, y para declararla fingiéndose agredido, decli-
nando sobre los adversarios la responsabilidad de la
agresión.
('Nuestra nueva ley militar — sigue diciendo el in-
forme secreto — no es más que una extensión de la
obra educativa militar del pueblo alemán. Nuestros
antecesores hicieron en 1813 mayores sacrificios.
Nuestro deber sagrado es aguzar la espada que nos
han puesto en la mano y tenerla pronta, no sólo para
defendernos, sino para herir al enemigo. Hay que hacer
penetrar en el pueblo la idea de que nuestros armamen-
tos son una respuesta á los armamentos franceses y á
su política. Hay que acostumbrarlo á que piense que
una guerra ofensiva por nuestra parte es una necesi-
dad para combatir las provocaciones del adversario.
Para esto hay que obrar con prudencia, evitando que
surjan recelos ó se produzcan crisis, que podrían per-
judicar nuestra vida económica Hay que conducir las
cosas de tal modo, que bajo la pesada
impresión de los armamentos podero-
sos, de los sacrificios considerables y
de una situación política tirante, el
pueblo alemán considere el desenca-
denamiento de la guerra como una so-
lución libertadora, pensando en que
luego vendrán décadas de paz y una
prosperidad igual á la que hubo des-
pués de 1!^70. Hay que preparar la
guerra desde el punto de vista finan-
ciero. En esto hay mucho que hacer.
Debe evitarse el despertar la descon-
fianza de nuestros hombres de nego-
cios, y piíra ello será preciso no ocul-
tarles algunas cosas.
»No hay que inquietarse por la suer-
te de nuestras colonias. El resultado
final de nuestra lucha en Europa ase-
gurará su suerte. Por el contrario, será necesario
suscitar revueltas en el Norte de África y en Rusia,
Es un medio de absorber las fuerzas del adversario.
Resulta absolutamente preciso que nos pongamos en
relación, por medio de órganos bien escogidos, con las
gentes influyentes de Egipto, Túnez, Argel y Marruecos,
para preparar las medidas necesarias en caso de gue-
rra europea. Queda entendido que al estallar la gue-
rra serán reconocidos abiertamente estos aliados
secretos y se les asegurará, para la conclusión de la
paz, la conservación de las ventajas conquistadas. Se
pueden realizar estos deseos. Un primer ensayo inten-
tado hace algunos años, nos procuró el contacto de-
seado. Por desgracia no se consolidaron suficiente-
mente las relaciones obtenidas. De cualquier modo
hay que volver á hacer preparativos de este género,
para conseguir rápidamente el término de la cam-
paña.
«Las sublevaciones provocadas en tiempo de gue-
rra por nuestros agentes políticos exigen ser prepa-
radas cuidadosamente en lo que se refiere á los medios
materiales. Estas sublevaciones en las colonias de los
240
VICENTE BLASCO IBANEZ
enemigos deben estallar acompañadas simultánea-
mente por la destrucción de todos los medios de comu-
nicación. Deben tener una cabeza dirigente, que se
puede encontrar entre los jefes de prestigio religiosos
ó políticos. La escuela egipcia es apta particularmen-
te para esto, pues reúne cada vez más á todos los
intelectuales del mundo musulmán.
»Sea como sea, debemos ser fuertes para poder
aplastar con sólo un empujón á nuestros enemigos del
Este y del Oeste. En la próxima guerra europea será
preciso que los pequeños Estados *e vean oliliguclos d
seguirno» ó tiean dvmintidos Sus ejércitos y sus plazas
fuertes pueden ser rápidamente vencidos ó neutrali-
zados, lo que será tal vez el caso de Bélgica y de Ho-
landa, á íin de impedir á nuestro enemigo del Oeste el
acceso á un territorio que podría servirle de base de
operaciones contra nuestro flanco.»
El documento, luego de decidir de este modo la
suerte de Bélgica, hace otras consideraciones para el
caso probable de que Dinamarca se prestase á secun-
dar á Inglaterra. Después vuelve á ocuparse de Bél-
gica, dando disposiciones para preparar la invasión
de este puetilo, t;il como se verificó, poco más ó me-
nos, en l'Ji4.
El plan iniciador de la guerra estaba condensado
en breves palabras: «Un ultimátum, acorto plazo, que
debe ser seguido inmediatamente do una invasión,
permitirá justificar nuestra conducta desde el punto
de vista del derecho de gentes. >
Luego resume todo el espíritu del informe en este
párrafo final:
«Tales son los deberes que incumben á nuestro
ejército y que exigen un efectivo aumentado. Si el
enemigo nos ataca ó si nosotros queremos domarlo,
debemos hacer como nuestros hermanos de hace cien
años. El águila elevará su vuelo, asirá al enemigo
con sus garras aceradas, y lo dejará inofensivo. Cuan-
do llegue este momento nos acordaremos de que las
provincias del antiguo imperio alemán, condado de
Borgoña y una hermosa parte de la Lorena, están
aún en manos del enemigo, y que miles de hermanos
alemanes de las provincias bálticas gimen bajo el
yugo eslavo. Es una cuestión nacional devolver á
Alemania lo que poseyó en otros tiempos. >
En Mayo de 1913 la cuestión albanesa provocó una
crisis grave que puso en peligro la paz de Europa. El
embajador Cambon reveló al gobierno francés en un
informe de (i de Mayo sus temores que acal)aban de
ser conjurados y las inquietudes que le inspiraba el
porvenir en vista de la actitud del gobierno de Berlin.
«La crisis que acabamos de atravesar — decia Cam-
bon—ha sido muy seria. Aqui ha llegado á conside-
rarse el peligro de la guerra como inminente.
»La movilización alemana no se limita al llama-
miento de los reservistas al cuartel. Existe en Alema-
nia una medida anterior y preparatoria que no existe
entre nosotros, y que consiste en prevenir individual-
mente á los oficiales y los hombres de la reserva para
que se preparen y estén prontos á acudir al llama-
miento, á fin de que con tiempo puedan hacer todos
sus preparativos. Es una especie de «¡en guardia!»
general, y se necesita el increíble espíritu de sumi-
sión, disciplina y secreto que existe en este país,
para que tal disposición pueda cumplirse y se man-
tenga callada. Si una advertencia semejante se lan-
zase en Francia, el país se conmoverla y la prensa
entera publicaría el relato al día siguiente.
«Esta advertencia fué lanzada en 1911, durante el
curso de las negociaciones que yo seguía por lo de
Marruecos.
"Ahora ha sido lanzada de nuevo, hace una doce-
na de días, ó sea en el momento de la tensión austro-
albancsa. Lo sé por diferentes conductos; especial-
mente por oficiales de la reserva que se lo han reve-
lado á amigos suyos, en la más estricta intimidad.
Estos señores habían tomado las medidas necesarias
para asegurar á sus familias, antes de partir, los me-
dios de existencia durante un año.
»La decisión que ha hecho adoptar esta medida
preparatoria de la movilización, responde á las ideas
del gran Estado Mayor general. Sobre este punto
puedo repetir lo que ha dicho en un circulo alemán el
general Moltke, que es considerado aqui como el jefe
más distinguido del ejército.
»E1 pensamiento del Estado Mayor alemán es obrar
por sorpresa. Hay que dejar á un lado — ha dicho el
general Moltke — todos los lugares comunes sobre la
responsabilidad del agresor. Cuando la guerra sea ne-
cesaria hay que hacerla, poniendo todas las probabili-
dades de éxito de nuestra parte. El éxito es lo que jus-
tifica la guerra. Alemania no puede ni debe dejar á
Rusia el tiempo necesario para que movilice. Si le de-
jamos tiempo nos veremos obligados á mantener en la
frontera del Este tantas fuerzas, que nos encontrare-
mos en el Oeste en una situación igual ó inferior á la
de Francia. Fara evitar esto hay que prevenir á nues-
tro principal adversario, asi que las probabilidades de
guerra sean nueve contra diez, y empezar ésta sin otra
espera, para aplastar brutalmente toda resistencia.
»He aqui exactamente el estado de espíritu de los
circuios militares, que responde exactamente al esta-
do de espíritu de los círculos políticos. Así hablaban
y pensaban los alemanes entre ellos hace quince dias.
»Hay que guardar de esta aventura la lección que
encierran los hechos mencionados. Estas gentes no
temen la guerra; aceptan plenamente su posibilidad,
y toman en consecuencia sus medidas. Quieren estar
siempre prontos. »
M. Allize, ministro diplomático de la República en
el reino de Baviera, se expresa del siguiente modo
el 10 de Julio al describir la opinión de este Estado
del imperio germánico:
< Aquí se preguntan muchos para qué van á servir
los nuevos armamentos. Reconociendo que nadie ame-
naza á Alemania, consideran que la diplomacia ale-
mana dispone desde hace tiempo de sobradas fuerzas
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
241
y de alianzas poderosas para defender sus intereses.
Se cree aqui que la Cancillería imperial es incapaz en
el porvenir, asi como lo ha sido en el pasado, de adop-
tar una política exterior activa y conseguir en este
terreno éxitos que justifiquen los grandes sacrificios
que se imponen á la nación.
»Este estado de espíritu es tanto más inquietante
cuanto que el (Tobierno Imperial se ve actualmente
sostenido por la opinión pública, que le acompañará
en toda empi'esa que acometa vigorosamente, aun á
riesgo de un conflicto. La posibilidad de la guerra á
la cual los sucesos de Oriente han acostumbrado los
espíritus desde hace dos años, aparece á todos, no como
una catástrofe lejana, sino como una solución á las di-
ficultades políticas y económicas, que se irán agra-
vando.y>
o
En 30 de Julio de 1913, el ministro de Negocios
Extranjeros de
Francia, M. Pi-
chón, recibió
una Nota de Ber-
lín que resumía
todos los infor-
mes de los agen-
tes diplomáticos
y consulares
franceses sobre
el estado de la
opinión política
de Alemania.
La mayoría
del país, influen-
ciada por el par-
tido «pangerma-
nista», quería la
guerra. Algunos Estados alemanes deseaban la paz,
por egoísmo ó por instinto, pero sólo representaban
fuerzas débiles y pasivas ante el contagio general
de la fiebre belicosa. Los mismos diputados socialistas,
que eran 110 en el Reichstag, se dejaban arrastrar
por esta corriente, viendo que el grueso de las tropas
obreras se unía al coro de entusiasmo ó de cólera de
los patrioteros.
Por haber intentado oponerse á esta corriente be-
licosa, el Emperador se veía discutido y el Canciller
era impopular.
El fracaso de la política nacional en el asunto de
Marruecos y el renacimiento de Francia, que losalema-
nes se habían acostumbrado á despreciar ciegamente,
eran hechos que encolerizaban á la muchedumbre,
sugestionada por los directores del pangermanismo.
«8e habla muchas veces del partido militar ale-
mán— dice el citado informe — . La expresión es in-
exacta. El mismo error significa decir que Alemania
es el país de la supremacía del poder militar y Fran-
cia el país de la supremacía del poder civil. Lo que
existe, en Alemania es un estado de espíritu digno de
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LA ESCUADRA ALB-MANA BN BL BÁLTICO
la mayor atención, porque constituye un peligro más
evidente y más próximo que un partido militarista.
Es el partido popular de la guerra, con sus jefes, sus
tropas, una prensa convencida ó pagada para fabri-
car la opinión y medios variados y eficaces para in-
timidar al Gobierno. Este partido influye sobre todo
el país con ideas claras, sentimientos ardientes y una
voluntad ardorosa y activa.
»Los partidarios de la guerra se dividen en diver-
sas categorías. Cada uno extrae de su casta, de su
clase, de su formación intelectual y moral ó de sus
intereses y sus odios, las razones particulares que lo
impulsan á la guerra y que juntas crean y aumentan
la fuerza y la rapidez de la corriente belicosa.
»Unos quieren la guerra porque es inevitable, da-
das las circunstancias actuales, y para Alemania más
vale pronto que tarde.
«Otros la consideran necesaria por razones econó-
micas basadas
en la superpo-
blación, en la su-
perproducción,
en la exigencia
de nuevos mer-
cados, ó se fun-
dan en la misión
social de la gue-
rra si son con-
servadores, cre-
yendo que sólo
una campaña
que distraiga la
atención popular
hacia el exterior
de Alemania po-
drá impedir que
asalten el poder las masas democráticas y socialistas.
«Otros, intranquilos ante el porvenir de Eui'opa y
creyendo que el tiempo trabaja en favor de Francia,
piensan que hay que precipitar los acontecimientos
antes de que Francia se engrandezca más. No es raro
encontrar, á través de las conversaciones y de los
folletos patrióticos, el sentimiento obscuro pero pro-
fundo de que una Alemania libre y una Francia resu-
citada son dos hechos históricos incompatibles.
«Muchos son belicosos por Bi^marckismo. Se sien-
ten humillados al verse en la precisión de tener que
liablar de derecho y de razón en negociaciones y con-
ferencias, cuando creen disponer de la fuerza como
argumento decisivo. Éstos extraen de su pasado un
orgullo inmenso, que alimentan incesantemente los
centenarios y aniversarios i)atrióticos, la tradición
oral y los libros, y se sienten heridos por los sucesos
diplomáticos de los últimos años.
«Otros quieren la guerra por odio místico contra la
Francia revolucionaria. Otros, en fin, por rencor nada
más, y amasan para justificar su cólera toda clase
de pretextos.
sv
242
VICENTE BLASCO IBANEZ
»La gran burguesía y la nobleza son belicosas por
razones de orden social. Temen la democratización
del país y ven con horror los avances del socialismo
alemán. La guerra seria para ellos una solución capaz
de devolverles la tranquilidad por algunos años. Los
grandes industriales creen que sus diñcultiides con los
obreros proceden de Francia, hogar revolucionario
de donde surgen las ideas de emancipación. Sin Fran-
cia, la industria alemana viviría tranquila, según
ellos.
"Además, los fabricantes de cañones y de placas
de acero, los poderosos comerciantes (|ue necesitan
nuevos mercados, y los banqueros que especulan
sobre la edad de oro que puede venir después de una
enorme indemnización de guerra, piensan que la gue-
rra será un hermoso negocio.
■La Universidad, exceptuando á unos cuantos es-
píritus distinguidos, desarrolla una ideología guerre-
ra. Los economistas demuestran á golpe de estadís-
tica la necesidad para Alemania de poseer un impe-
rio colonial y comercial (|ue dé salida á su industria.
Hay sociólogos fanáticos ((ue van más lejos. «La paz
armada — dicen — es un fardo pesadísimo para las na-
ciones, impide el mejoramiento de la suerte de las
masas y favorece el avance del socialismo. Francia,
al obstinarse en querer «la revancha», impide nues-
tro desarme. Es preciso de un golpe reducirla á la im-
potencia, durante un siglo. Este es el medio más rápi-
do de resolver la cuestión social.»
•Historiadores, ñlósofos, publicistas políticos y
otros apologistas de la deutsche kultur (cultura alema-
na) quieren imponer al mundo una manera de sentir
y de pensar que sea específicamente alemana. Todos
ellos quieren contiuístar la supremacía intelectual
(lue, según coníiesan los más lúcidos, conserva toda-
vía Francia. Es este principio el que alimenta la fran-
cofobia do los pangermanistas y otras asociaciones.
>Los partidarios de la guerra por rencor y por re-
sentimiento resultan los más peligrosos. La mayoría
de ellos son diplomáticos. La diplomacia alemana ha
ido de fracaso en fracaso en los últimos tiempos. Los
más furibundos son los que después de l'JOó se han mez-
clado en todas las negociaciones entre Francia y Ale-
mania. Por despecho profesional amontonan argu-
mentos hostiles y los esparcen en la prensa. Necesi-
tan una «revancha» para consolarse, pues creen haber
sido engañados. Durante la discusión de la ley mi-
litar, uno de estos diplomáticos belicosos decía así:
«Alemania sólo podrá conversar seriamente con Fran-
cia cuando tenga todos sus hombres sobre las armas. »
»;.Cómo se entablará esta conversación, ó sea la
guerra?... Es una opinión muy generalizada en los
circuios pangermanistas que Alemania no declarará la
guerra, dado su sistema de alianzas defensivas. Pero
cuando llegue el momento oportuno, Alemania sabrá
obligar á Francia á ser la primera en el ataque. Para
esto la ofenderá si resulta preciso. Es la tradición pru-
siana.»
Asi fué la conducta de Alemania en 1914. Pero
I'Yancia tuvo serenidad para impedir este maquiave-
lismo del Imperio, deseoso de desempeñar el papel de
agredido que se dettendc.
El informe del embajador Camben al gobierno
francés en 22 de Noviembre de r.ii3, demuestra los
avances del partido de la guerra alemán y la supedi-
tación del kaiser á sus impulsos.
Dice así M. Cambon en este documento importante:
«Tengo por un conducto seguro el relato de una
conversación que el Emperador ha sostenido con el Rey
de los Belgas en presencia del jefe del Estado Slayor,
general Von Moltke, hace unos quince días; conversa-
ción que, según parece, ha impresionado al rey Al-
berto. No me sorprendo de esta impresión, pues es se-
mejante á la que tengo yo desde hace algún tiempo. La
hostilidad contra nosotros se acentúa, y el Emperador
ha cesado de ser partidario de la paz.
• El rey Alberto pensal)a hasta ahora, como todo el
mundo, que Guillermo II, cuya influencia personal se
había ejercitado muchas veces en el mantenimiento
de la paz, estaba siempre en el mismo estado de espí-
ritu. Esta vez el rey Alberto lo ha visto completamen-
te cambiado. El emperador de Alemania ya no es á
sus ojos el campeón de la paz contra las tendencias
belicosas de ciertos partidos alemanes, (iuillermo II
piensa ya que la guerra con Francia es inevitable, y
que habrá que ir á ella un dia ú otro. Está convenci-
do, naturalmente, de la superioridad aplastante del
ejército alemán y de su éxito indiscutible.
■>E1 general Von Moltke habló en laentrevistaexac-
tamente como su soberano. También declaró él <|ue la
guerra era necesaria é inevitable, pero aun se mostró
más seguro del éxito que el Emperador.
» — Esta vez —dijo al rey de Bélgica — hay que aca-
bar con Francia para siempre, y Vuestra Majestad no
dudará del entusiasmo irresistible que al declararse la
guerra va á empujar por entero al pueblo alemán.
■El rey Alberto protestó diciendo que era disfra-
zar las intenciones del Gobierno francés el interpretar-
las de tal suerte, y que era igualmente una equivoca-
ción sobre los sentimientos de la nación francesa el
juzgarla por las manifestaciones de algunos espíritus
exaltados ó de intrigantes sin conciencia.
>E1 Emperador y su jefe de Estado ]\Iayor persis-
tieron, á pesar de esto, en su manera de ver las cosas.
»En el curso de esta conversación, el Emperador
se mostró cansado y de genio irritable. A medida que
los años pesan .sobre Guillermo II, las tradiciones de
familia, los sentimientos retrógrados de su Corte y sobre
todo la impaciencia de los militares, van ejerciendo ma-
yor poder sobre su espíritu. Tal vez siente celos ante la
popularidad adquirida por su hijo, el cual adula las
pasiones de los pangermanistas y encuentra que la si-
tuación del Imperio en el mundo no está de acuerdo con
8u poder. Tal vez la réplica de Francia al último
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
S43
aumento del ejército alemán, cuyo objeto era establecer
sin duda alguna la superioridad germánica, ha influi-
do algo en esta amargura, pues digan lo que digan,
Alemania ya no puede ir /«(}•< lejos en sus preparativos
militares.
»Haj' que preguntarse cuál es la verdadera finali-
dad de esta conversación. Bien puede ser que el obje-
tivo de Guillermo II y su jefe de Estado Mayor fuese
impresionar al Rey de los Belgas, preparándolo para
que no oponga resistencia en el caso de que se pro-
duzca un conflicto entre ellos y nosotros. Igualmente
podría ser que quisieran que Bélgica fuese menos hos-
til á ciertas ambiciones que se han despertado aquí
respecto al Congo belga Pero esta hipótesis no con-
cuerda con la presencia y la intervención del general
Von Moltke.
»De todos modos, el emperador Guillermo es menos
dueño de sus impresiones que se cree
generalmente. Yo he visto, más de
una vez, con qué facilidad deja esca-
par el fondo de su pensamiento. Sea
cual sea el objeto de la conversación
que me ha sido comunicada, no por
esto la confidencia deja de tener el
más grave carácter. Está en relación
indudable con la situación general.
«Hay que tener muy en cuenta el
hecho completamente nuevo de que el
Emperador se familiariza con un orden
de ideas que le repugnaba antes, y co-
piando una de sus locuciones favori-
tas, repetiré que nosotros debemos
tener seca nuestra pólvora.*
GENERAL MIII.TKE
La despedida de los dos soberanos
en esta conferencia, de la que sólo había tenido noti-
cias incompletas el embajador francés, marcó para
siempre la situación del rey de Bélgica.
— Ocurra lo que ocurra — dijo Guillermo II — , acor-
daos de que pertenecéis á la casa de Coburgo.
^Si; pero también pertenezco á la casa de Orleans
— contestó Alberto I — , y por encima de todos mis
orígenes me acordaré siempre de que soy belga.
Más adelante diremos á impulsos de ([ué sugestio-
nes se verificó la evolución observada por el embaja-
dor francés en la persona del kaiser, que hasta enton-
ces había aspirado á la gloria de «soberano de la
paz».
En esta situación, cuando el emperador dejaba que
las infiuencias militaristas ejerciesen más presión
sobre su espíritu, cuando el partido de la guerra hacía
una propaganda tenaz sobre las masas alemanas ([ue,
según el socialista Bernstein, eran de instintos pa-
cíficos, pero marcharían cual un solo hombre si sabían
excitarlas», se produjo como un cataclismo providen-
cial para los belicosos deseos de los pangermanistas
el atentado de Serajevo contra el archiduque herede-
ro de Austria, seguido del ultimátum austríaco á
Servia.
o
;.Quién sabe qué misterio de política tortuosa se
oculta detrás del atentado de SerajevoV
La actitud de Austria en este asunto nunca fué
clara. Declaró la guerra á Servia por vengar la
muerte del archidu(|ue, pretendiendo hacer responsa-
ble de ésta al gobierno servio. Pero una revelación
del gobierno italiano en el mes de Diciembre ha hecho
ver que la animosidad austríaca contra Servía y sus
deseos de conquistarla eran antiguos, y que la muerte
del archiduque no significó para ella más que un pre-
texto rápidamente aprovechado.
En la Cámara italiana el señor Giolitti demostró
con documentos oficiales que los dos imperios, austría-
co y alemán, no sólo han provocado la presente gue-
rra y son responsables de la agresión,
sino tiue la tenían muy premeditada é
intentaron iniciarla un año antes.
El II de Agosto de 1913 el gobierno
austríaco dirigió un telegrama al go-
bierno de Italia, avisándole su pro-
pósito de provocar una guerra con
Servia. Era en el momento que los
representantes de Servia, Grecia y
Bulgaria se ponían de acuerdo en Bu-
carest. El imperio austríaco quería
hacer la guerra, dando hipócritamen-
te á su provocación una apariencia
defensiva. De este modo pensaba obli-
gar á Italia á que le prestase su ayu-
da con arreglo á lo consignado en las
bases de la Triple Alianza, que espe-
cificaban la mutua ayuda, el casus
federis, para defenderse. El jefe del
gobierno italiano, Giolitti, y el ministro de Xegocios
Extranjeros, marqués de San Giuliano, se negaron
á tal pretensión, declarando que lo que proyectaba
Austria era un ataque y no una defensa, y por lo
mismo Italia no aceptaba el casus federis. En vista
de la negativa. Austria permaneció ([uieta. y Alema-
nía pareció no haberse enterado de los deseos de su
aliada. Pero queda establecido de un modo indiscuti-
ble, por los documentos del gobierno italiano, que
en 1913 Austria, y por consiguiente Alemania — pues la
una no se mueve sin el asentimiento de la otra — , in-
tentaron la misma agresión á Servia, que fué repetida
un año después, dando origen á la guerra.
Este dato importantísimo, proporcionado por las
tardías revelaciones del gobierno de Italia y las cir-
cunstancias complicadas y misteriosas que rodearon
el atentado de Serajevo, dan lugar á muchas hipóte-
sis, algunas de ellas poco favorables á Austria, que
necesitaba á toda costa un pretexto para sus fines
agresivos.
El inesperado viaje del archiduque heredero á Bos-
nia, donde era impopular y estaba latente la protesta
344
VICENTE BLASCO IBANEZ
MANIFESTACIÓN DEL PUEBLO SEIiVÍO ANTE LA LECACION liRITANICA DE BELGRADO
de los eslavos, fué acogido por muchos con inquietud.
Era indudable que ocurriría algo violento. El gobier-
no de Servia dio aviso previsoramente al de Austria
de la posibilidad de un complot contra la vida del ar-
chiduque. Los (jue cometieron el crimen no eran ciu-
dadanos de Servia, sino subditos de Austria, persegui-
dos por su policía, arrojados del territorio, y que pu-
dieron volver á él sin ser descubiertos. Además hay
que tener en cuenta algunos detalles del drama. El
alcalde de Serajevo, después del primer atentado,
ruega al archiduque que cambie de itinerario, sin que
éste le obedezca, dando á entender que tiene sus ra-
zones para hacerlo así. Las calles, guardadas mili-
tarmente, conservan ciertos espacios libres de vigi-
lancia, y en ellos precisamente se producen los dos
atentados. Y sobre todo esto, el hecho final, la sen-
tencia inverosímil de los autores del delito, que con-
victos y confesos son condenados solamente á presi-
dio, mientras para justificar tal lenidad se condena á
la horca á varios desconocidos que no tomaron parte
en el hecho.
Loa que conocen los procedimientos de la policía
austríaca, sus buenas relaciones con los delincuentes,
á los que emplea muchas veces como colaboradores,
han insinuado la posibilidad de un atentado fingido,
que á última hora fué verdadero por la impulsividad
juvenil y el fanatismo político de Prinzip, uno de los
encargados de la ejecución.
Según esta hipótesis, no desprovista de fundamen-
to, la policía austríaca quiso hacer pasar al archidu-
que heredero por un doble atentado sin consecuencias
— lo que no es nuevo en la historia secreta de las mo-
narquías— , para después hacer responsable á Servia
del hecho. El archiduque iba á salir con mayor pres-
tigio y popularidad de este suceso, hábilmente prepa-
rado. El gobierno austríaco tendría con ello el motivo
que le hacia falta para atacar á Servia. Pero el exce-
sivo entusiasmo del estudiante bosníaco, que al ver la
ocasión favorable procuró matar, ó
una fatalidad que guió su mano en
este juego peligroso, convirtió la
comedia policíaca en verdadera
tragedia.
Sea esto cierto ó no lo sea, el
atentado de Serajevo sirvió á Aus-
tria y Alemania de excelente oca-
sión para replantear sus proyectos
belicosos. Circunstancia digna de
mencionarse. El imperio austríaco
mantuvo esta vez al gobierno de
Italia fuera del complot. Recorda-
ba su negativa de 1913. y dispuesto
á atropellar á Servia con un violen-
to ultimátum, no creyó conveniente
consultar al gabinete de Koma, pues
sabia de antemano (|ue éste iba á
responder, como el año anterior,
que por tratarse de una agresión y
no de una defensa no había motivo para el casus fe-
deris.
La conducta de Italia es la demostración más clara
y concluyente de que Alemania y Austria son los au-
tores de la guerra y los responsables de sus males. De
ser los agredidos, como han pretendido hacerlo creer
á sus mismos pueblos y á la opinión de las naciones
neutras, habrían exigido de Italia el cumplimiento de
los compromisos de la Triple Alianza, que la obliga-
ban á apoyar á los dos Imperios en el caso de una
guerra de defensa. La colaboración de Italia era im-
portantísima y tal vez decisiva para la suerte de Ale-
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ÜN VOLUNTARIO SERVIO DE 70 ANOS
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
245
mania y Austria en la presente lucha. Con el apoyo
italiano podían sostener su poderío en el Mediterrá-
neo, causando además grave daño á Francia, obliga-
da á distraer una parte de sus ejércitos en la defensa
de los Alpes.
La situación de los dos imperios no fué tan desaho-
gada desde el primer momento que les permitiese re-
nunciar á la colaboración de un aliado importante.
Basta ver cómo buscaron después el apoyo de la deca-
dente Turquía, dando una importancia exagerada á su
adhesión, la única que han podido conseguir en todo
el mundo. El apoyo de Italia, aparte de su valor ma-
terial, resultaba impor-
tantísimo, pues hubiese
servido para hacer ver á
la opinión de un modo in-
discutible que la Triple
Alianza era la agredida y
que sus tres componentes
se consideraban en estado
de legitima defensa.
Pero los dos imperios,
al iniciar la agresión de
Servia, ni siquiera inten-
taron hacer valer el tra-
tado de la Triple Alianza
para que Italia los siguie-
se. Tenían plena concien-
cia de la injusticia de su
empresa. Sabían que el
gobierno italiano iba á ne-
garse públicamente, de-
nunciando de un modo
palpable su carácter de
provocadores y agresores.
Por esto ni siquiera comu-
nicaron con anterioridad
sus gestiones diplomáti-
cas al gabinete de Roma,
como debe hacerse entre
aliados. Éste sólo se en-
teró de lo que ocurría al mismo tiempo que las demás
potencias.
Cuando el marqués de San Giuliano intervino oñ-
ciosamente en nombre de Italia para mantener la paz
junto con Sir Edward <irey, dando consejos de mode-
ración á Austria, ésta ni siquiera intentó fingirse
agredida ó provocada como en el año anterior. Los
dos imperios aliados estaban seguros de sus fuerzas y
creían bastarse para conseguir la victoria, lo que dio
á los gobernantes de Viena una ruda libertad de len-
guaje. Esta vez Austria no quiso ensayar siquiera
ante el gobierno italiano la comedia de fingirse agre-
dida. Sólo habló de las seguridades de éxito en favor
de su empresa. Su respuesta al ministro italiano fué
que Rusia no estaba preparada para una acción mili-
tar, y que si á pesar de su mala situación insistía en
intervenir á favor de Servia, entonces Alemania rom-
INA AMBILANCFA SERVIA
peria su silencio declarando la guerra á los rusos y
aprovechando la ocasión para caer sobre Francia. Ni
en Viena ni en Berlín creía nadie que la Gran Breta-
ña se aventurase en una guerra europea.
De la conducta de Italia y de los documentos di-
plomáticos leídos en su Cámara de diputados, resulta
que Alemania y Austria no han hecho más que reali-
zar en l!tl4 la guerra que ya habían intentado en 191.3,
provocándola con el primer pretexto que les pareció
oportuno, seguras de que la victoria, que da siempre
la razón al más fuerte, se encargaría de justificar su
conducta. Existe otro testimonio irrecusable «jue prue-
ba la responsabilidad del
imperio germánico, ver-
dadero autor de la guerra,
y este testimonio lo pro-
porciona un alemán cé-
lebre.
Maximiliano Harden es
el más popular é influyen-
te de los periodistas ale-
manes. Su pluma temible
ha causado grandes es-
tragos en la vida interior
del Imperio. Todos recuer-
dan su escandalosa cam-
paña contra los amigos
más allegados del kaiser,
á los que acusó de homo-
sexualidad, arrostrando
por esto un proceso ruido-
so que hizo más grande
su prestigio. Harden, que
es judio, tiene la combati-
vidad y el apasionamien-
to de su raza. Su estilo
corrosivo, que no recono-
ce conveniencias sociales,
le hace temible. Es una
especie de jabalí de la
literatura que salta por
encima de los prejuicios más arraigados, dando col-
millazos á las ideas universalmente aceptadas. Este
hombre recibió las confidencias de Bismarck en los
últimos años de su vida y está á sueldo de los grandes
navieros de Hamburgo, de los banqueros de Berlín, de
los poderosos industriales que forman en Alemania la
aristocracia del dinero y desean implantar el poderío
germánico en toda la tierra.
llarden, como muchos escritores de la Alemania
del presente, sólo cree en la fuerza. El derecho no es
para él más que una consecuencia de esta fuerza, una
palabra vana que iinicamente sirve para consuelo de
los débiles. El que puede golpear duro y seguido tiene
siempre razón. Y este escritor de franqueza brutal,
que es el verdadero representante del sentimiento ger-
mánico contemporáneo, se irritó al ver cómo el jefe
del gobierno, los personajes de la Universidad y mu-
846
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
chos periodistas apelaban á la opinión pública, que-
riendo demostrar con soüsmas y falsedades que Ale
mania no quería la guerra y únicamente había toma-
do las armas para defenderse, viéndose obligada, con
harto dolor, á tener que atrepellar la neutralidad de
los pueblos pequeños.
— ¿Para qué tales comedias? — preguntó indignado
Harden en su periódico Zukurtft.
«Veamos — continuó diciendo — . ¿Alemania es fuer-
te?... Sí. ¿Entonces qué nos cantáis en vuestras justi-
ficaciones, profesores con antiparras y teólogos en
zapatillas? ¿Es que acaso el derecho existe? ¿Es que
las nobles ideas de que
habláis tanto valen cual-
quiera cosa? Un solo prin-
cipio vale en el mundo,
uno solo, que resume y
contiene todos los otros:
la Fuerza. Hablad en
nombre de ella nada más,
y dejaos de niñerías. La
Fuerza: he aquí la única
palabra que suena bien y
con claridad, he aquí lo
único que tiene estilo y
gallardía. La Fuerza: un
puñetazo dado á tiempo,
y todo queda bien arre-
glado.»
Luego este publicista,
íntimo amigo del kron-
printz, el cual le secundó
públicamente en la cam-
paña contra los favoritos
de su padre, y que ade-
más es confidente de las
más altas personalidades
del Imperio, terminaba
con las siguientes afirma-
ciones:
«Renunciemos á nues-
tros miserables esfuerzos para excusar la acción de
Alemania; cesemos de lanzar injurias despreciables
sobre el enemigo. No es cierto que nos hayamos lan-
zado contra nuestra voluntad en esta aventura gigan-
tesca. Nadie nos ha impuesto la guerra por sorpresa.
La hemos preparado, la hemos deseado; es más, debía-
mos desearla. Nosotros no tenemos por qué compare-
cer ante el tribunal de Europa ni ante ningún tribu-
nal. No reconocemos semejante jurisdicción. Somos
los agresores, y no hay por qué ocultarlo. Tenemos
derecho á agredir, porque representamos el santo
principio de la Fuerza.
«Nuestra fuerza creará una ley nueva en Europa.
Es Alemania la que puede pegar, y el que pega tiene
siempre razón. Cuando nuestro país, gracias á su ge-
nio, habrá conquistado nuevos dominios, los sacerdotes
de todas las religiones ensalzarán la guerra bendita.
BÉLGICA DBTBNIBNDO
"Alemania no hace esta guerra por castigar cul-
pables ni por libertar pueblos oprimidos, descan-
sando después con la conciencia satisfecha de esta
magnanimidad desinteresada. Hace la guerra por-
que es fuerte y su fuerza le da derecho á ocupar en
el mundo el primer lugar, invadiéndolo todo con su
actividad.
«España, los Países Bajos, Francia é Inglaterra se
apoderaron á su hora de los territorios más fértiles
del mundo, colonizándolos. La hora de Alemania sue-
na ahora, y como es más fuerte que todas las nacio-
nes, va á tomar su puesto de potencia directora del
mundo, izando sobre to-
dos los pueblos su bandera
de tempestad.
«Debemos reírnos de
esas torpes justificaciones
ante la opinión de los
otros pueblos. ¿Qué tribu-
nal podrá juzgarnos cuan-
do seamos vencedores?»
La actitud de Beth-
mann-Holhveg y sus mi-
nistros fué cambiando en
el curso de la guerra.
Al iniciarse las hostili-
dades, el Canciller con-
fesó en el Reichstag, el 4
de Agosto, que la viola-
ción del territorio de Bél-
gica constituía «un aten-
tado al derecho de gen-
tes». Pero Alemania iba á
vencer; todos los germa-
nos, desde el kaiser al úl-
timo menestral, estaban
seguros del triunfo; y el
que vence — según la teo-
ría alemana de Harden —
AL GIOANTH GERMANO
'Caricatura de Le Mot. ile París)
no tiene que dar cuenta de su conducta anterior á
ningún tribunal. Posee la santa Fuerza, que es lo
único que vale. Nada cuesta reconocer los daños co-
metidos, cuando no se puede tener ninguna sanción.
Se sale del paso afirmando que «la necesidad no re-
conoce ley», (jue «cada uno hace lo que puede para
defenderse», que un tratado solemne es < un pedazo
de papel • y que ya se repararán oportunamente los
perjuicios causados.
Al mes de iniciada la guerra, comenzó á flaquear
la fe hasta entonces inconmovible de los directores
del pueblo alemán. Los sucesos militares eran muy
distintos en la realidad de como los había preparado
el Estado Mayor en sus proyectos. Alemania creyó en
una campaña rápida, fulgurante, aplastadora contra
Francia, para volar inmediatamente á las fronteras
de Rusia, aniquilando á este otro aliado. Dos días bas-
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
247
taban para atravesar Bélgica; tres semanas para des-
hacer el ejército francés y entrar victoriosos en París;
El kaiser había invitado á los íntimos de su séquito á
un banquete en un restaurant famoso de los buleva-
res, á fines de Agosto.
Bélgica opuso al invasor una resistencia tenaz, re-
trasando y desbaratando sus planes. Los guerreros
germánicos se convencieron, á costa de grandes ma-
tanzas en sus filas, de que Francia, «nación decadente,
nación podrida», según las afirmaciones de los maes-
tros en las escuelas y los jefes en los cuarteles, tenía
un soldado heroico en cada uno de sus hijos, y la gue-
rra iba á ser terrible, larga, de un resultado fatal.
El gobierno cambió entonces de tono. A las prime-
ras brutalidades, arrogantes y francas de presunto
vencedor, suce-
I NA COMIDA IJUB SK BNFBIA
Alude i la comida que había encargado el kaiser para su entrada en París el 24 de Agosto
(l'otital popular de París)
dieron la argu-
cia del leguleyo
para demostrar
que la razón es-
taba de su par-
te, y la pedan-
tesca argumen-
tación universi-
taria. El imperio
germánico tuvo
empeño en hacer
creer que liabia
sido atacado. Su
propaganda, di-
rigida á las na-
ciones neutras,
intentó al mismo
tiempo persua-
dir á los propios
alemanes. Para
sacarles el dine-
ro con nuevas
contribuciones destinadas al aumento de las fuerzas
militares, les habían hecho creer que Alemania iba á
ser atacada. Después, para excitar su entusiasmo, les
hicieron ver que la guerra sería fácil y rápida, con un
cuantioso botín del que todos recibirían su parte. Lue-
go, cuando á los cuatro meses de guerra las pérdidas
de Alemania subieron á más de un millón de hombres,
el gobierno redobló sus esfuerzos para demostrar que
la catástrofe había sido inevitable y los enemigos
eran los provocadores. ;.Qué haría el pueblo alemán si
llegaba á enterarse de que esta guerra, terrible equi-
vocación que ponía en peligro la prosperidad de cua-
renta años, había sido preparada y provocada volun-
tariamente por sus gobernantes? ;.Qué pensaría de
una diplomacia que no había sabido conocer el esta-
do moral de los pueblos adversarios, describiéndolos
como divididos y moribundos? ¿Qué de unos generales
(|ue habían forzado el estallido de la guerra, creyén-
dola de éxito seguro, y habían tropezado desde los
primeros días con el fracaso de sus planes?...
Ciegos por la propia infatuación y el desprecio á
los adversarios, habían descontado para su éxito el
desfallecimiento de Rusia y la indiferencia de Ingla-
terra. El único enemigo digno de inspirar algún cuida-
do era el francés, pero á éste pensaban abatirlo fácil-
mente desplomando de un golpe sobre Francia toda
la catarata de su fuerza. Estas ilusiones se disiparon
cruelmente desde el principio de la campaña, y Beth-
raann-HoUweg, á pesar de sus primeras confesiones,
de la contriidicción entre sus palabras de un día y las
palabras de otro, de la conducta de Italia que proba-
ba quién era el agresor, sin que Alemania se atrevie-
se á desmentirla, quiso seguir engañando al pueblo
alemán, manteniéndolo en su optimismo patriótico y
su falso papel de agredido, para lo cual declaró trági-
camente desde
la tribuna del
Reichstag que
los que han des-
encadenado esta
guerra «llevarán
ante Dios y ante
los hombres la
responsabilidad
de la catásfrofe
que lia caído so-
bre el mundo».
Asi es. Pero el
mundo hace días
que tiene vista
y fallada la cau-
sa de la guerra
y sabe á quién
deber exigir la
responsabilidad.
Betlimann-HoU-
weg y otros que
están por enci-
ma de él serán los llamados á comparecer cuando
llegue la hora de la justicia. La fuerza es grande
cuando va acompañada del derecho. Cuando marcha
sola, queriendo engendrar el derecho, que es superior
á ella, acaba por tropezar y derrumbarse en su ce-
guera colérica. Existe un tribunal superior á la fuerza,
aunque el brutal llarden ignore su existencia.
Los primeros fracasos de Alemania la obligaron
á revolverse iracunda en torno de ella, buscando un
responsal)le á quien echar la culpa. Era natural que
este responsable fuese Francia, á cuyo esfuerzo ines-
perado debía sus contrariedades. Pero la República
Francesa, objeto hasta el día anterior de sus despre-
cios y odios, recibió de pronto el homenaje de sus ha-
lagos y alabanzas. De nación «podrida y decadente»
pasó á ser de pronto «un pueblo digno de respeto»,
tributando elogios Alemania al valor de sus hijos y
reconociendo que eran casi tan héroes como sus pro-
248
VICENTE BLASCO IBANEZ
LOS VOLUNTARIOS INGLESES AL SALIR DE PAKIS
pios soldados. Al mismo tiempo que el despecho le
arrancaba tales elogios, creyó, con su habitual torpe-
za, que éstos podrían servirle para a.justar una paz
especial con Francia, separándola de sus aliados.
Todo su odio se concentró en Inglaterra, la pérfida
Gran líretaña, haciéndola responsable de lo ocurrido,
como si fuese la única autora de la guerra. Los perio-
distas alemanes casi han afirmado que el gobierno
de Londres es el que preparó astutamente la guerra,
arrastrando á la inocente Francia.
A los cerebros alemanes se les escapa toda idea,
todo sentimiento que no esté basado en algo material,
en una ganancia inmediata ó un negocio á próximo
plazo. Fste pueblo, que en otro tiempo tuvo grandes
poetas — cuando no conocía el imperialismo y luchaba
por su propia existencia — , no puede comprender hoy
que se pelee por el honor, por la palabra empeñada,
por el res])eto de los compromisos. El inglés era para
muchos un ser prosaico, calculador, materialista, y
sin embargo se ha lanzado á la guerra caballeresca-
mente por impedir el atropello de la pequeña Bél-
gica. El alemán, considerado por muchos — diremos la
causa más adelante — como un ser poético, desintere-
sado, romántico, desea apoderarse del mundo entero
por medio de la fuerza, convirtiéndolo en un cuartel
y un taller, regimentándolo con arreglo á su concep-
ción de una vida automática.
Inglaterra no quiso tolerar, por un sentimiento de
honor, el atropello de Bélgica, y esto bastó para que
Alemania la considerase como su mayor enemiga.
Ayudó aquélla á Francia contra un enemigo que re-
sultaba común, y como esta ayuda quitó al imperio
germánico la última probabilidad de victoria, de aquí
que redoble sus acusaciones haciendo responsable á
Inglaterra de la duración de una lucha que nadie más
que él provocó.
La conducta de la Gran Bretaña, noble para los
demás y conveniente para su propia conservación, la
ha resumido brillantemente el escritor inglés William
Archer:
'V.Hubiese obrado Inglaterra cuerdamente — dice —
permaneciendo aislada por sistema del resto de Euro-
pa y eludiendo los compromisos que pudiesen arras-
trarla á una guerra continental? Aun quedan en Ingla-
terra algunos que creen en esta política de «esplén-
dido aislamiento». Pero están equivocados: primero,
pori|ue esta política es imposible: segundo, porque hu-
biese sido una traición á los ideales que defiende In-
glaterra y una renuncia á todo lo que hace digna la
vida de los seres que hablan la lengua inglesa en todo
el mundo.
«Esa política de aislamiento era imposible por una
razón, á salier: porque Alemania estaba enérgica-
mente resuelta á atacar al imperio británico cuando
le conviniese. Ni la palabra «aislamiento», ni la idea
que ésta implica, hubiesen merecido el más pequeño
respeto de Alemania, sirviendo únicamente para apo-
derarse de Inglaterra con más facilidad. (,^.uien dude
de esto, que lea las doctrinas del alemán Treitschke
ó la vulgarización de estas doctrinas en el libro del
general Bernhardi, Alemania y la guerra próxima, y
tendrá que renunciar á la idea de que el imperio bri-
tánico y el imperio germánico — inspirado por las doc-
trinas de Treitschke — pueden coexistir en este pla-
neta...
"¡Esperad! Había un medio de que ambos imperios
se entendiesen y fuesen amigos durante un siglo poco
más ó menos. Este medio era que Inglaterra hubiese
admitido con Alemania un arreglo de piratería, para
repartirse entre los dos el mundo. Inglaterra podía
haber dicho:
» — Déjame poseer tranquilamenle mis dominios de
ultramar, y yo te ayudaré á absorber todas las colo-
nias que las demás naciones poseen fuera de Europa
y que son enormes, especialmente las de Francia.
También te ayudaré á desafiar la doctrina de Monroe,
para que realices tu ensueño fundando otra Alemania
en la América del Sur, donde existen grupos alemanes
I Brasil, Argentina, Chile i.
»Si nosotros hubiésemos sido «políticos realistas»
LOS VOLUNTARIOS ITALIANOS
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
249
en el sentido bismarckiano, podiamoa haber aceptado
esta innoble alianza. Como todo el mundo sabe, el
Canciller alemán hizo insinuaciones al embajador de
nuestro gobierno (1) que iban claramente encamina-
das en el sentido de una alianza de piratería... Pero
aunque hubiésemos aceptado indignamente este plan
para la distribución del planeta, no se hubiese evita-
do el rompimiento entre las dos naciones. Únicamen-
te 86 habría aplazado el crujido final, inevitable. Un
imperio que cree, como el de Alemania, que la guerra
de agresión es indispensable para su salud espiritual,
no puede conformarse á la larga con disfrutar en com-
pañía de otro el dominio del mundo. Lo desea por
entero para él.
«Llegamos con esto á la irreconciliable diferencia
de ideales, que es la raiz de esta
guerra y su verdadero motivo.
«Alemania cree — por lo menos
asi lo suponen los políticos, los sol-
dados y los profesores que han defi-
nido su política — que es la nación
más grande y privilegiada de la
Historia, y que Dios le ha confiado
el solemne deber de dignificar el
mundo, imponiéndole por la fuerza
de las armas la cultura alemana y
el benéfico genio alemán.
»Oomo un incidente desean mer-
cados para sus industrias y para
su sobrante de población. Pero sus
profesores y sus intelectuales de
todas clases son probablemente
sinceros al decir que lo que ellos
desean vindicar en primer término,
á fuerza de cañonazos, es la supre-
macía intelectual y espiritual de su
pueblo.
»Esto parece exagerado y cari-
caturesco á los que no somos ale-
manes, y hasta lo juzgaríamos inverosímil de no
haber tantos libros, periódicos y discursos que afirman
tal doctrina, como resumen de las ideas dominantes
de la casta que gobierna el imperio germánico.
»Las clases distinguidas de Alemania no sienten
la más mínima falsa modestia al declararse por sí
mismas como una reunión de superhombres destina-
dos por Dios á gobernar el mundo, imponiéndose por
medio de la fuerza. Bernhardi y otros autores famo-
sos en Alemania asi lo afirman. Sus deseos, apoyados
en una gran potencia militar, constituyen desde hace
años una intolerable amenaza para todas las naciones
(lue no gustan de rendir vasallaje político, intelectual
y espiritual á Alemania.
«Por esto cree la Gran Bretaña que, al mezclarse
en la guerra para impedir que el imperio germánico
LOS VOLUNTARIOS SUECOS
(1) Véase el relato de la conferencia del Canciller alemán y el ciuba
jador inglés, en el capítulo sobre el rompimiento do relaciones entre Ale-
mania é Inglaterra.
suprima politicamente la existencia de Francia, está
luchando por la libertad del resto del mundo.
«Además, si Inglaterra hubiese permanecido á un
lado, dejando que el imperio alemán devorase en dos
bocados á Bélgica y Francia, ¿duda alguien que ella
hubiese recibido el tercer mordisco? Enriquecida Ale-
mania con las enormes indemnizaciones que hubiese
cobrado después de su victoria, y aumentada su for-
tuna con la explotación de las enormes colonias fran-
cesas que habrían pasado á ser suyas, hubiese dedi-
cado seguramente lo mejor de su inmenso botín á la
construcción de una armada que despojase á Ingla-
terra do esa libertad de los mares sobre la que des-
cansa toda su existencia.
«Y una vez conseguido esto, ^por qué razón habría
de respetar la hegemonía de los
Estados Unidos en el continente
americano y en el Pacífico? Guar-
dar este respeto y mantenerse en
paz, equivaldría á una triste de-
gradación de su ideal. Treitschke,
el gran profeta de la supremacía
alemana, ha dicho: «Dios hará que
la guerra se repita siempre, como
un medicamento purgante para la
raza humana.»
«Cuando Alemania hubiese do-
mado y vencido á toda Europa, se
vería obligada á buscar antagonis-
tas en los otros continentes. Sólo
dudaría para decidir si el puño
cubierto de hierro debía caer antes
sobre los Estados Unidos, la China
ó el Japón.
"Está muy lejos de toda proba-
liilidad que Alemania pueda impo-
ner su yugo á Francia ó á Rusia.
Pero supongamos que así fuese. En
tal caso Inglaterra sería la victima
inmediata; y desaparecida Inglaterra, les tocaría el
turno á los reinos escandinavos. Por otra parte, el
Océano Atlántico se convertirla en una expresión
geográfica, dejando de ser una realidad política, y la
única esperanza de defensa de los Estados Unidos
residiría en el servicio militar obligatorio para todo
el mundo y en el mantenimiento de una armada gigan-
tesca.
»Yo creo, sin embargo, heréticamente, que el pro-
feta Treitschke y sus apóstoles Bernhardi y demás
intelectuales alemanes no han penetrado del todo en
los designios de Dios y que es posible que la humani-
dad esté destinada en este mundo para otra cosa
distinta ([ue matarse en cantidad de millones y millo-
nes hasta el fin de los tiempos, sometiendo á feroces
torturas espeluznantes niños y mujeres, como en la
invasión de Bélgica.
«Creo además que Inglaterra se opondrá impía-
mente, mientras le quede un hombre, á que el ideal
31
250
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
alemán se imponga sobre el planeta. Tal vez éste que-
de empapado en sangre, pero indudablemente sentirá
agradecimiento.»
o
Los horrores cometidos por los alemanes al inva-
dir á Bélgica provocaron un grito de indignación en
el mundo civilizado. El hecho de la violación de su
neutralidad despertó una protesta en todos los paises
libres.
El gobierno alemán, sin otra simpatía en Europa
que la de su aliado el imperio austríaco, dedicó toda
su propaganda al pueblo de los Estados Unidos, para
ganarse su adhesión. Y de la gran república de la
América del Norte, de sus universidades, de sus gran-
des periódicos, de sus estadistas más célebres, vinie-
ron á ella las protestas más enérgicas. El expresidente
Roosevelt, el millonario filántropo Carneghie y otros
potentados norte-americanos (|ue eran amigos particu-
lares de Guillermo II y hasta poco antes de la guerra
figuraban como partidarios de Alemania, manifesta-
ron públicamente su protesta contra el imperio ger-
mánico, denunciándolo á la execración universal por
sus atentados contra la libertad de los pueblos y el
derecho de gentes.
A pesar de que Harden niega la existencia de un
tribunal que pueda juzgar á Alemania, el emperador
y sus ministros se mostraron alarmados por estas
manifestaciones de la opinión, haciendo esfuerzos por
retener con sofísticos argumentos las simpatías que
abandonaban á su causa.
El gobierno germánico pretendió explicar los
horrores cometidos por sus tropas en Bélgica, dicien-
do que eran una consecuencia del furor de los solda-
dos al verse atacados por los vecinos de los pueblos.
Estos campesinos, que defendían con la escopeta
de caza, ó simplemente con la horquilla ó la hoz, la
integridad de sus domicilios y la virtud de sus muje-
res, desafiando con tan primitivos medios la poderosa
organización alemana y su artillería enorme, eran
«bandidos», según los gobernantes de Berlín. Con arre-
glo á la doctrina alemana, únicamente tienen derecho
á defender su país los militares profesionales que
encuentran en ello un medio de vida y los que obliga-
toriamente visten un uniforme. Inútil es demostrar lo
absurdo de esta teoría, digna de un cerebro germáni-
co. El padre que mata por guardar á su hija, el labrie-
go que defiende su casa, todos los que viven tranqui-
los, sin provocar á nadie, y al ver sus hogares en
peligro no se entregan como bestias de matadero é
intentan resistirse, «son bandidos». En cambio, el que
invade un país tranqnilo que se creía amparado por
una neutraliddd garantizada por la firma de Prusía,
el que incendia pueblos, fusila mujeres, niños y curas,
y roba cuanto encuentra, es un héroe, porque viste
uniforme y puede permitirse la destrucción de todo
un pueblo con el pretexto más ó menos justificado de
que le han hecho fuego desde una ventana.
Según la mentalidad del militarismo alemán, los
guerrilleros de nuestra lucha por la independencia en
1808 fueron «bandidos», así como los guerrilleros de
todos los pueblos (jue han tenido que pelear por la
libertad. Bandidos también los defensores de Zaragoza
y de Gerona y todos los hombres de la tierra que sin
ser soldados de profesión osaron defender su ciudad
natal, sus familias y sus casas ante una invasión que
no habían provocado. Bandidos los campesinos tirole-
ses que guerrearon en sus montañas con las tropas de
Napoleón y que el pueblo alemán venera justamente
como héroes.
Los gobernantes de Berlín y sus gaceteros de
cámara pretendieron convencer al mundo de que los
belgas sufrían un castigo merecido. Para vivir en paz
no tenían más que tolerar, como el pobre Luxembur-
go, que los alemanes ocupasen su país. Así hubiesen
podido éstos sorprender traidoraraente á los vecinos,
(juedándose en Bélgica durante todo el tiempo de la
guerra, guarneciendo sus fortalezas, empleando sus
ferrocarriles y puertos, consumiendo los recursos del
país, trastornando su existencia.
Como era de esperar, el mundo no aceptó estas
explicaciones extravagantes de la neutralidad, y el
gobierno de Berlín apeló entonces, como suprema
justificación, á una de sus falsificaciones.
Bélgica era merecedora de lo que le ocurría, por-
que ella misma había roto años antes su neutralidad,
ajustando una alianza ofensiva y defensiva con Ingla-
terra.
AI ocupar los alemanes los ministerios de Bruse-
las, descubrieron un documento importantísimo según
ellos: el texto de la citada alianza, que sus principales
gacetas se apresuraron á publicar, pero truncado,
falsificado, suprimiendo sus notas, para darle mayor
alcance.
En la patria de Bismarck, que se alabó toda su
vida de haber falsificado en 1870 el telegrama de Ems,
para decidir á su rey y á Prusía entera á la guerra
contra Francia, estos procedimientos... patrióticos
nada tienen de extraordinarios. Deutschland uber alies
(Alemania sobre todos). Y ciertos admiradores de la
grandeza germánica, que con un optimismo á toda
prueba hasta creen en la veracidad de la agencia
Wolff, se apresuraron á lanzar la noticia de tal des-
cubrimiento en varios paises, denunciando al mundo
la maldad británica, que desde 1906 se había enten-
dido con Bélgica.
Fué esto una nueva muestra del modo de pensar
de los alemanes y del concepto despreciable que tie-
nen de la mentalidad de los pueblos que no son ger-
mánicos, creyéndolos de una simplicidad capaz de
admitir los mayores absurdos, siempre que procedan
de Berlín.
Existía un acuerdo — no una alianza — , un acuerdo
puramente defensivo entre Inglaterra y Bélgica, y
este acuerdo era verbal y tácito, pues ni siquiera fué
consignado en un documento oficial y solemne.
Inglaterra se había declarado en todas ocasiones,
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
251
franca y abiertamente, la primera garantizadora de
la independencia de Bélgica. ¿Y cómo podía ser cierta
y eficaz esta garantía, si el gobierno inglés no se cui-
daba de conocer los medios de defensa de Bélgica, po-
niéndolos en relación con sus propios medios para in-
tervenir en caso de peligro?
Las relaciones entre Inglaterra y Bélgica, pura-
mente defensivas, no eran un secreto para nadie. Da-
taban de la fundación del reino belga, en 1830. Bis-
marck conocía perfectamente dichos acuerdos, y por
esto en la guerra de 1870 se guardó muy bien de vio-
lar el territorio belga, sabiendo que esto le acarrearía
un choque con la Gran Bre-
taña. Los soldados de Jloltke
pasaron muchas veces en sus
evoluciones junto á la fron-
tera de Bélgica. Les hubiese
convenido franquearla, por
facilitar esto su acción con-
siderablemente, pero cuida-
ron de no cometer tal aten-
tado, para mantener asi la
neutralidad de Inglaterra.
El nieto de Guillermo I y
los diplomáticos que se creen
herederos del genio de Bis-
marck han sido menos hiíbí-
les y prudentes. El kaiser
actual no recuerda para
nada la divisa de su abuelo:
Erst wagen, dann icagen.
I Primero sospesar y luego
atreverse.! 8u habilidad ha
consistido en atreverse á
todo, sin prever las conse-
cuencias, atrayéndose la an-
tipatía de casi todos los
pueblos.
El documento famoso, del
que han querido hacer los
alemanes una justificación
de su conducta en Bélgica, es simplemente un relato
de las entrevistas, en 1906, del coronel Barhardiston,
agregado militar de Inglaterra en la legación de Bru-
selas, y el general Ducarne, jefe de Estado Mayor del
ejército belga.
El coronel inglés quiso saber si Bélgica estaba en
disposición para defenderse en el caso de que un ene-
migo intentara violar su neutralidad. (Como se ve, ya
temían entonces los ingleses la agresión de Alemania, i
El general contestó que su país podía movilizar en
aquel momento 180.000 hombres en cuatro días.
Después de haber recibido estas indicaciones, el
coronel declaró (|ue en el caso de que Alemania violase
la neutralidad de Bélgica, el ejército ingh's desembar-
carla lOO.OOO hombres en su territorio para sostener la
independencia. Luego insistió para saber si estaban
los belgas prontos á rechazar una invasión alemana.
y el general contestó que Bélgica estaba dispuesta á
repeler un ataque á su neutralidad, viniese de donde
viniese: en Lieja contra Alemania, en Namur contra
Francia y en Amberes contra Inglaterra.
El general Ducarne dirigió luego un informe al
ministerio de la Guerra acerca de sus conferencias
con el coronel inglés, y en este documento, que han
querido explotar los alemanes, insiste por dos veces
en el hecho de que todo lo hablado es sobre la base
de que «el envío de un auxilio inglés sólo debe efec-
tuarse cuando el territorio belga se vea en peligro
de ser violado». En el documento hay una nota mar-
ginal del ministro belga pre-
cisando igualmente que «la
entrada de los ingleses en
Bélgica sólo se efectuará
después de una violación de
la neutralidad belga por los
alemanes». Pero las gacetas
germánicas, al publicar este
informe como un descubri-
miento luminoso, tuvieron
buen cuidado de falsificar su
sentido, borrando las aclara-
ciones del ministro.
Los periódicos servidores
de la Cancillería alemana
añadieron que Inglaterra es-
taba dispuesta antes de la
guerra á desembarcar sus
tropas en Bélgica, aunque
ésta no solicitase su auxilio.
Para esto se fundaron en otro
documento, relatando una
segunda entrevista en 1912
entre el nuevo agregado in-
glés, coronel Bridges, y el
jefe del Estado Mayor belga,
general .lungbluth. Estos re-
anudaron la conversación
mantenida seis años antes
por sus predecesores, lo que demuestra que entre In-
glaterra y Bélgica no existía una convención formal y
escrita, como tampoco la hubo después. Todo se limitó
á unas entrevistas de militares, en las que hablaban
éstos para cambiar opiniones, pero sin que sus pala-
bras obligasen á sus gobiernos.
El coronel Bridges, por exceso de celo, dijo que,
segvín su opinión, Bélgica no poseía bastantes medios
para defender su neutralidad, y que en caso de peli-
gro el gobierno británico tendría que desembarcar
tropas, aunque los belgas no solicitasen su apoyo.
Á esto contestó el general .Tungbluth con energía:
— Vosotros sólo podréis desembarcar en Bélgica con
nuestro consentimiento.
No hubo más. Pero los alemanes han dado á las
palabras de un simple coronel, agregado diplomático,
la importancia de una declaración ministerial, afir-
BL HONOR O LA VIDA
(Caricatura del cülelirc artista holaniU'S Luis Kaeuiackors)
252
VICENTE BLASCO IBAÑE2
mando que Inglaterra estaba dispuesta á desembarcar
tropas en Bélgica, atropellando su neutralidad, aun-
que los belgas no lo hubiesen solicitado.
Pero así como publicaron los documentos encon-
trados en Bruselas— falsificándolos — para hacer creer
que Inglaterra estaba dispuesta de todos modos á vio-
lar la neutralidad de Bélgica, debieron publicar igual-
mente la carta de Sir Edward Grey, que representa
algo más que las palabras sin consecuencia de un
agregado militar en una conversación privada; carta
escrita en 1012, que compromete solemnemente al go-
bierno británico al respeto de la neutralidad belga.
He aquí la carta de Sir Edward
Grey, dirigida al ministro inglés
en Bélgica:
Foreing Office, Abril 1912.
Hablando hoy con el ministro belga
le he dicho oficiosameote que había lle-
gado á mi conocimiento cierta alarma
causada en Bélgica á propósito de la
posibilidad de una violación de la neu-
tralidad belga por Inglaterra. Aüadí
que no creía que esta alarma fuese de
procedencia inglesa.
El ministro belga me informó de que
ciertos rumores de procedencia ingle-
sa, pero que él no podia precisar, ha-
bían circulado respecto & un desembar-
co de tropas nuestras en Bélgica á fiu
de adelantarse al paso posible de tropas
alemanas, á través de este pais, con
dirección k Francia.
Yo le he dicho que podía tener la cer-
teza, y podía afirmarlo eu todas par-
tes, que el Gobierno actual no violaría
jamás el primero la neutralidad belga,
y que no creo que ningún Grobierno
que pueda sucedemos se atreva á tomar
esta iniciativa, que la opinión pública
de Inglaterra no aprobaría jamás. Lo
único que habíamos considerado — y la
cuestión resultaba muy embarazosa —
era lo que seria deseable y necesario
que hiciésemos nosotros, por ser uno
de los garantizadores de la neutralidad belga, siesta neutralidad
era violada por una potencia cualquiera.
Si nosotros, por ejemplo, fuésemos los primeros en violar la
neutralidad y desembarcar tropas en Bélgica, esto equivaldría á
dar derecho á Alemania para que hiciese lo mismo. Lo que nos-
otros deseamos en el presente caso para Bélgica, asi como para
cualquier otro pais neutral, es que su neutralidad sea respetada,
y por esto mientras dicha neutralidad no la viole ninguna otra
potencia nos abstendremos formalmente de enviar tropa alguna á
su territorio.
Firmado, Grey.
En resumen: los documentos encontrados por los
alemanes en Bruselas, y cuyo sentido ha desnaturali-
zado la prensa germánica, truncándolos y omitiendo
lo que no convenía á sus fines, sólo sirven para probar
una cosa: que Inglaterra tenía razón para alarmarse
seriamente ante la sospecha de que Alemania podía
violar la neutralidad belga, como así lo hizo después,
POSTAL POPULAR ITALIANA RBPRBSBNTANDO
LA AMBICIÓN IMPERIAL
y que por respeto á la solemnidad de sus compromi-
sos y á la libertad de Bélgica no se atrevió á interve-
nir antes de que se realizase el atentado.
Con la incoherencia del que no afirma su conducta
en las sólidas bases de la verdad inconmovible, los
directores del pueblo germánico cambiaron cada se-
mana el sentido de sus afirmaciones.
Mientras el gobierno hablaba al mundo de una
Alemania obligada á defenderse contra su volun-
tad, los periodistas y los ge-
nerales ensalzaban la guerra
como institución divina y única
salud de los pueblos germá-
nicos.
Por entre medio de estas in-
coherencias respiraba y salía á
luz la verdad, la única verdad
alemana, el pensamiento incul-
cado en todos los cerebros ger-
mánicos desde hace cincuenta
años; pensamiento que cultiva
el maestro en la escuela prima-
ria y luego desarrollan y afirman
periódicos, universidades y cuar-
teles.
La guerra era precisa para
que las aspiraciones alemanas
se cumpliesen.
«Seremos vencedores — dijo
Guillermo II á sus tropas — . Es
preciso que lo seamos. Un nuevo
imperio, más magnifico que to-
dos los que la tierra ha conoci-
do, va á elevarse: el imperio
romano-alemán, que gobernará
al mundo entero. Y el mundo
será feliz. »
XVII
Los apologistas de la fuerza
Al iniciarse la presente guerra, el profesorado de
la célebre Universidad de Oxford dijo eu un mani-
fiesto:
«La guerra con Alemania que actualmente sostie-
ne la Gran Bretaña, es en el fondo una guerra entre
dos principios: el de la razón de Estado y el del dere-
cho. De estas dos naciones, una (Alemania) pretende
obrar aparte y por encima del derecho público de
Europa, para conseguir la salud de su propio Estado;
la otra (Inglaterra) se ha puesto de pie para defender
el derecho público europeo. La una considera las con-
HISTORIA DE LA ÜUEIÍRA EUROPEA DE 1914
255
venciones internacionales á cuyo pie lia puesto su
fírnaa, como simples pedazos de papel cuando oponen
un obstáculo al salus populi; la otra considera que el
mantenimiento de los compromisos es un deber grave
é ineludible.»
La nueva doctrina alemana fué enseñada por el
profesor Treitschke, energúmeno patriótico al que
consideran los germanos como el gran historiador na-
cional.
Sus conferencias dadas en Berlin sobre «La política
alemana de 1875 á 1895»,
fueron como el evangelio
de la actual generación
germánica. En ellas apren
dieron los alemanes la con-
cepción del Estado que
ahora sostienen.
«El Estado— dijoTreitsch-
ke — es el punto más emi-
nente á que puede llegar la
sociedad humana. Más
arriba del Estado no existe
nada en la historia del
mundo.»
Para este profesor es in-
útil hablar de «la sociedad
del género humano» y del
«derecho internacional»,
que están por encima de las
conveniencias del Estado.
Él desconoce estas entida-
des; no admite siquiera ha-
blar de ellas; no existen.
Para él no hay más que una
realidad verdadera é indis-
cutible: el Estado: y este Es-
tado ha de ser rigurosamen-
te nacional, y todo ntt poder
debe hasame en ¡a Fuerza.
La fuerza del Estado es,
según Treitschke, el «vehí-
culo de la civilización >. Y
por consecuencia, la espa-
da del Estado alemán es preciosa y digna de \enera-
ción, porque el Estado, gracias á esta espada, puede
extender por el mundo entero la civilización germá-
nica. Del mérito de esta civilización no hay que ha-
blar. Para Treitschke y todos los nacionalistas ale-
manes, es indiscutible que la civilización alemana
representa el más alto grado á que pueden llegar los
individuos y las naciones.
üos consecuencias se desprenden de esta filosofía
de la fuerza: la una negativa y la otra positiva.
La consecuencia negativa tiende á repudiar todo
carácter de finalidad inconmovible en las obligacio-
nes internacionales. Los compromisos entre pueblos
no son sagrados ni se deben respetar cuando este res-
peto representa un obstáculo.
La consecuencia positiva es la gloriñcación de la
guerra.
Con arreglo á la primera, el lema de toda nación
ha de ser: Salus populi suprema lex. La salud del Es-
tado debe arrollar y desconocer todo derecho interna-
cional que no sea conveniente. Debe faltarse á los
compromisos de ayer si es que estorban al día siguien-
te. La soberanía absoluta del Estado resulta necesaria
para que el poder de éste sea absoluto, y dicha sobe-
ranía absoluta no puede aceptar el yugo de ninguna
obligación. I^os tratados in-
ternacionales no deben li-
mitar el poder del Estado
de una manera absoluta.
Esta limitación se la impo-
ne el Estado á si mismo, y
por lo tanto puede interpre
tarla como mejor le parez-
ca y durante el tiempo que
quiera. «Es ridiculo — dice
Treistchke — querer que un
Estado entre en competen-
cia con otros Estados para
seguir el mismo camino con
un catecismo en la mano.»
Estas ideas del profesor,
que iban formando una filo-
sofía de la fuerza, se aco-
plaban al sentimiento do-
minante en las altas clases
de Alemania. Representa-
ban algo asi como una más-
cara científica, confeccio-
nada oportunamente para
cubrir los sentimientos de
ambición y de orgullo del
pueblo germánico. Un pú-
blico numeroso y escogido
de oficiales, funcionarios y
periodistas, siguió las con-
ferencias de Treitschke du-
rante años. Luego un dis-
cípulo, el general \'on Ber-
nhardi, amplificó y popularizó esta filosofía en su fa-
moso libro publicado en 1911: Alemania y la próxima
guerra.
Para el general Bernhardi no existe derecho inter-
nacional: «Cada nación — dice — desarrolla su concep-
ción particular de este derecho. Nadie puedo decir que
una nación posee mejor derecho que otra. Ninguna
nación que se respete querrá sacrificar la concepción
especial de su derecho á ninguna regla internacional.
Si se prestase á este sacrificio renunciaría á sus idea-
les más elevados.»
Treitschke había dicho que los compromisos que
acepta un Estado sólo debe respetarlos mientras du-
ren las mismas condiciones en las cuales se hizo la
aceptación. Y como las condiciones de los pueblos
EL KAISER TOCANDO SU INSTRUMENTO FAVORITO
(Piinrfi. do Lomires)
254
VICENTE BLASCO IBAÑE2
cambian con tanta rapidez como las de los individuos,
de aquí que estos compromisos pueden desconocerse
en un plazo de pocos años ó tal vez de meses.
Bernhardi sostiene igual teoría en su libro, y la
aplica á Bélgica en 1912, como si conociese por
adelantado lo que iba á ocurrir dos años después
y quisiera preparar el camino, demostrando que
Prusia podía atropellar á los belgas sin menoscabo
para su honor por la firma que había puesto al pie del
tratado de neutralidad.
«Cuando se proclamó la neutralidad de Bélgica
— dice Bernhardi— nadie podía prever que algún día
iba á hacerse dueña en África de la rica y vasta re-
gión del Congo. Hoy cabe preguntarse si la adquisi-
ción de este territorio no es ipso fado una ruptura de
su neutralidad, realizada por ella misma.»
Razonando de este modo, un hombre puede faltar
en la vida á todos sus compromisos, por sagrados y
firmes que sean.
D
Esta filosofía de Treitschke y Bernhardi glorifica
la guerra como algo santo; lo mismo la ofensiva que
la defensiva.
La divinización de la guerra es la consecuencia
inmediata de una doctrina en la que el Estado basta
para todo y lo abarca todo.
El profesor Treitschke tomaba en sus conferencias
y en sus libros una exaltación de poeta al nombrar
«la (luerra», rodeando esta palabra de los más entu-
siastas elogios. Nunca la menciona sin llamarla santa
ó divina «Es la fuerza más poderosa que forma las
naciones», dice unas veces. «Es la política por exce-
lencia», afirma en otros pasajes. Y prorrumpe en him-
nos á «su santidad», á «su institución divina».
«Dos funciones principales — dice este profesor —
incumben al Estado: hacer justicia y hacer la guerra.
Pero de estas dos funciones, la de la guerra es la fun-
ción política por excelencia y mucho más noble y ele-
vada que la de administrar justicia.»
«La guerra — afirma en otro pasaje — es la única
medicina para una nación enferma. Cuando vivimos
sumidos en el individualismo egoísta de la paz, viene
la guerra para hacernos sentir que somos solidarios
unos de otros. La majestad de la guerra consiste prin-
cipalmente en disolver el individualismo mezquino
ante el gran pensamiento del Estado.»
«Sólo la guerra nos muestra con toda su realidad
el organismo social á que pertenecemos... Es el idea-
lismo político el que exige la guerra. »
Este profeta de la fuerza exclama:
«¡Qué perversión de la moralidad representaria
el que se suprimiese en el mundo el heroísmo guerre-
ro!... Pero Dios proveerá para que la guerra vuelva á
renacer siempre, como una medicina terrible de los
humanos.»
De este modo, la idealización del Estado y de su
poder absoluto conduce en la doctrina de Treitschke
á la idealización de la guerra. Puesto que el Estado
debe ser una fuerza para defenderse, debe ser igual-
mente un Estado guerrero que sepa preservarse de
«la terrible enfermedad de la paz». Si el Estado no
combate — y el Estado modelo es el alemán — , el indivi-
dualismo con sus mezquindades triunfará sobre el or-
ganismo social, y el heroísmo desaparecerá del mun-
do. De aquí que Alemania no debe dejar que transcu-
rran varios años sin hacer la guerra.
Sosteniendo la doctrina del maestro, dice Bernhar-
di: «El mantenimiento de la paz no puede, no debe ser
nunca el fin de la política.» La guerra, esa «medicina
fuerte», esa «escuela del heroísmo», esa «fatal ley
biológica», la guerra, que «propaga la más hermosa
civilización, debe ser la ley de la humanidad».
He aquí la iiltima filosofía alemana, la postrera
creación de un país que fué patria del tranquilo Kant
y ahora ha producido á Treitschke y Bernhardi, filó-
sofos de Estado Mayor.
«Toda esta filosofía — como dice la Universidad de
Oxford — no es más que barbarie con un barniz moral.
Barbarie porque quiere hacernos retroceder á los vie-
jos tiempos en que la fuerza era el único derecho.»
Un pueblo que se agranda tiene derecho á procu-
rarse nuevos territorios, «y en ese caso — dice Ber-
nhardi— la fuerza resulta el derecho supremo, y para
saber lo que es justo y lo que no lo es hay que apelar
al recurso de la guerra, que da siempre una solución
biológicamente justa».
Bernhardi se escandaliza de que haya quien sos-
tenga «que una nación débil y pequeña tiene el mismo
derecho á vivir que una nación grande y vigorosa >,
asi como en la vida humana existen de igual modo los
débiles y los fuertes, los contrahechos y los hermosos,
los simples y los inteligentes. Su doctrina de ruda
barbarie se indigna ante este igualitarismo. Para él
la libertad, el derecho, la solidaridad humana, no
existen. Sólo venera «el idealismo político» y «el des-
envolvimiento histórico», que conduce al menospre-
cio de «la paz degradante», á la glorificación santa de
la guerra, «vehículo de la más alta civilización».
El historiador Mommsen, que como buen germano
habló de propagar la civilización «á puñetazos», vio,
sin embargo, un peligro para su país en la extremada
divinización de la fuerza.
«Tened cuidado — dijo — de que en este Estado, que
ha sido á la vez una potencia en armas y una poten-
cia en inteligencia, no se desvanezca la inteligencia,
quedando nada más que un Estado puramente mi-
litar.»
La Alemania temida por Mommsen hace años que
existe. Es la de la filosofía de la fuerza.
¡La fuerza!... ;.Qué es la fuerza? ¿Existe por sí
misma, como algo superior, ó es, por el contrario, un
simple derivado del derecho?
El ilustre doctor Grasset, en un estudio sobre «La
ciencia, el derecho y la fuerza», demuestra con clari-
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
S55
dad que el principio bismarckiano 'La fuerza es ante-
rior al derecho» resulta completamente falso, y que
es el derecho el que crea la fuerza.
«Si se da — dice el citado profesor — á la palabra
fuerza en biología humana, el mismo sentido que se
le da para los otros seres vivientes y para el universo
entero, resulta que el hombre es el más débil de todos
los animales, pues tiene menos medios de defensa bru-
tal que todos ellos. Y como, sin embargo, en el uni-
verso, tomado en conjunto, es el hombre el más fuerte
que reina y domina, de ahí que no se comprende úni-
camente por el hecho de la fuerza brutal esta sobera-
nía sobre el mundo entero establecida científicamente
y que nadie puede negar.
«Esta superioridad indis-
cutible del hombre sobre la
Naturaleza prueba que el
hombre posee una fuerza dis-
tinta á la de la Naturaleza,
y que esta fuerza está com-
puesta de otros elementos
que la potencia brutal é inin-
teligente del ciclón ó el tem-
blor de tierra. El toro, el
elefante ó el león, lo mismo
que el microbio, pueden ha-
cer sufrir al hombre derro-
tas pasajeras é individuales;
pero el hombre posee contra
ellos la fuerza que los sujeta
y los dirige, las más de las
veces para el mayor bien
del progreso indefinido de la
humanidad.
»La fuerza del hombre
reside por entero en su in-
teligencia, en su superiori-
dad psíquica. Y esta supe-
rioridad psíquica está formada por todo lo que consti-
tuye la nobleza del ser humano, su superioridad triun-
fante; principalmente por la facultad del progreso in-
definido y la idea-ley de la moralidad y el derecho.»
La conclusión de Grasset es lógica. Si en biología
general, ó sea entre los animales inferiores al hom-
bre, la fuerza crea el derecho, en biología humana, ó
sea en la vida de los hombres, es, por el contrario, el
derecho el que crea la fuerza.
«Es esta la fuerza verdadera del hombre — conti-
núa el profesor francés — , la que, inspirada por el de-
recho, puede servirse de la ciencia para difundir las
grandes ideas de civilización y de progreso, que deben
acabar por vencer siempre.
»Sin salir de la biología humana, que es una cien-
cia positiva y experimental, puede afirmarse que en
la historia del hombre el éxito final y definitivo será,
á través de fluctuaciones é incidentes, para el que
posea la verdadera fuerza, ó sea la fuerza moral, la
que pone la ciencia al servicio del derecho.»
Alemania representa la brutal divinización de la
fuerza y el menosprecio del derecho.
Por esto la lucha contra ella la titulan «guerra
santa» muchos escritores.
El célebre novelista inglés H. G. Wells, en el que
se unen con amalgama feliz la imaginación del artis-
ta y los vastos conocimientos del hombre de ciencia,
explica del siguiente modo el carácter y la finalidad
de la presente guerra:
«La causa de una guerra y su finalidad no son ne-
cesariamente una misma cosa. La causa de la guerra
presente fué la invasión del Luxemburgo y de Bélgi-
ca. Nosotros declaramos la guerra porque estábamos
obligados á hacerla por un
tratado, ya que habíamos
contraído el compromiso de
proteger la integridad de
liélgica, desde que existe
como reino. Si los alemanes
no hubiesen violado la ga-
rantía que tenían acordada,
lo mismo (|ue nosotros, á la
neutralidad de los pequeños
Estados, seguramente que
UN PROFESOR EN LA CERVECERÍA
Bélgica me parece una monstruosidad política y su nacionalidad
tiene cierta apariencia cómica
(Del Tt^legraaf, de Amsterdáu)
hoy no estariamosen guerra.
Las fortificaciones que Fran-
cia tiene en su frontera de
Alsacia hubiesen bastado
para resistir á todo ataque,
sin necesidad de nuestra
ayuda. Nosotros no tenía-
mos por este lado ni obliga-
ción ni interés. Nosotros sólo
nos habíamos obligado con
Francia á protegerla por el
lado del mar, y los alemanes
se habían comprometido á
no atacarla por esta parte.
Es nuestro tratado belga y el ultraje inferido al pe-
queño Luxemburgo los que nos han precipitado en este
conflicto. Ninguna potencia hubiese en adelante res-
petado nuestra bandera ni aceptado nuestra palabra,
si nosotros no hubiésemos combatido.
«Tal fué la causa inmediata de la guerra. Tenía-
mos que combatir, porque nuestro honor y nuestra pa-
labra nos obligaban.
«Vamos ahora á la segunda parte, ó sea á la fina-
lidad de esta guerra. Nosotros no podemos limitarnos
á hacer repasar la frontera belga á los alemanes y
amonestarles para que no vuelvan á empezar. Esta-
mos en guerra abierta con ese colosal Imperio milita-
rista, después de haber buscado con todas nuestras
fuerzas el vivir en paz desde que se levantó sobre las
z'uinas del imperialismo francés en 1871. Esta guerra
es una lucha á muerte. No nos queda otra solución que
destruir ó ser destruidos. Nosotros no hemos buscado
la guerra. Nosotros hemos hecho todo lo posible por
evitarla. Pero ya que nos hemos visto obligados á em-
256
VICENTE BLANCO IBANEZ
prenderla, tenemos el imperativo deber de no aceptar
ninguna solución que no sea definitiva. Esta guerra
hace sentir su influencia en cada ciudadano y cada
hogar de los países comprometidos en la lucha. No es
una guerra de soldados, es una guerra de pueblos. Es
una guerra cuyos resultados han de ser tan decisivos,
que todo ciudadano de las naciones en lucha debe estar
enterado de lo que ha ocurrido. Ningún arreglo diplo-
mático debe concluirse que permita al imperialismo
alemán ocultar su derrota á sus pueblos y empezar de
nuevo los preparativos belicosos. Debemos seguir la
lucha hasta (]ue nosotros no podíimos más, ó la nación
alemana entera sepa que ha sido derrotada y (juede
convencida de que no debe re-
petir la guerra.
«Combatimos contra Alema-
nia, pero combatimos sin odio
contra el pueblo alemán. No
queremos atentar contra su li-
bertad y su unidad, pero nece-
sitamos destruir su mal sistema
de gobierno y la corrupción,
así mental como material, que
ha invadido la imaginación ale-
mana, apoderándose de la vida
de su pueblo. Queremos romper
el imperialismo prusiano tan
completamente como Alemania
rompió en 1871 el imperialis-
mo podrido de Napoleón III.
Tenemos que aprender en las
faltas cometidas por esta vic-
toria, para evitar un triunfo
vengativo.
»El imperiaJismo prusiano
es desde hace cuarenta años el bnsukño
una peste insufrible para el
mundo.
«Después de la derrota de Francia en 1871, esta
peste ha ido en aumento, extendiendo su sombra sobre
Europa. Alemania ha predicado ante el universo in-
quieto una propaganda de fuerza brutal y de mate-
rialismo político. Ella se jacta de que «la sangre y
el hierro» son los cimientos de su unidad. Sus liom-
bres de Estado, sus profesores, peiiueños, mez(]uinos y
agresivos, tjue han conducido á su país á la lucha
actual, han propagado abiertamente una doctrina cíni-
ca y de un desprecio completo para todo lo que no sean
los fines de un egoísmo patriótico, elevado al rango de
una religión. La brutalidad física y moral se ha apo-
derado del espíritu alemán, y de Alemania ha pasado
al mundo entero. Me complacería poder decir que el
pensamiento inglés y el americano han escapado en-
teramente á esta influencia nefasta... pero no puedo
decirlo. De todos modos, hoy sacudimos al fin tales
trabas, y perseguimos esta falsificación inicua, para
librar de ella al mundo. El mundo entero estaba fati-
gado y Gott (Dios) — ese Gott cuyo nombre es perpe-
tuamente invocado como si fuese alemán — , Gott debe
estar cansado también.
"Esta guerra es la guerra más grande de la Histo-
ria. Ya no es tampoco una guerra de naciones; es la
guerra de la Humanidad. Es una guerra que tiene por
último fin exorcisar la locura mundial y poner térmi-
no á una era histórica.
>Esta corrupción pública tiene su parte mercantil
hipócrita y secreta. Al lado del kaiser est;i la casa
Krupp, la segunda cabeza del Estado Mayor. En las
mismas gradas del trono se sientan los del trust de
los armamentos, bandidaje organizado que en su in-
saciable sed de ganancias va minando por la base la
seguridad de toda civilización,
compra y domina á la prensa,
inspira á la literatura nacional
y corrompe las universidades.
'Nos hemos enterado dema-
siado tarde de que la humani-
dad ha cometido una locura
estupenda permitiendo á em-
presas particulares el negociar
con los preparativos de guerra.
Con esto toda tran(|uilidad re-
sulta imposible.
»La guerra presente es una
guerra de paz.
»Su finalidad es el desarme.
Otra finalidad suya es un arre-
glo que acabe para siempre con
los armamentos.
Todo soldado que combate
ahora contra Alemania es un
cruzado contra la guerra.
»Esta guerra, la más grande
de todas las guerras, no es una
guerra como las otras: es la
última guerra.
» Ya no habrá más kaiser. Ya no habrá más Krupp.
Estamos decididos á esta supresión. Hay que dar fin
á la locura.»
a
Viviani, el presidente del gobierno francés, resu-
mió el 22 de Diciembre ante la Cámara de diputados
la responsiibilidad de Alemania, las falsedades con
que pretende librarse de esta responsabilidad y lo
(|ue representa para el porvenir la derrota del impe-
rialismo.
< El resurgimiento de Francia — dijo — ha turbado á
Alemania, embriagada por sus ensueños de victoria.
En los primeros días del conflicto negó el derecho,
ensalzó la fuerza, menospreció la Historia, y para
violar la neutralidad de 15élgica é invadir Francia
invocó la ley del interés. Luego su gobierno ha com-
prendido (|ue le era necesario contar con la opinión
del mundo, y recientemente ha intentado una rehabi-
litación de su actitud, pretendiendo arrojar sobre los
aliados la responsabilidad de la guerra. Pero por en-
IMPElllAL
(Nebclgjjtiíti'r, do Zui-icli)
V'r. ir.:--\^t{
UN CAMPO
Fotografía de Mr. Tiranly, de la .IIluslrallon> de París
I
Cadáveres abandonados por <1
E BATALLA
¡jército alemán en su retirada
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
257
cima de todas sus pesadas mentiras, que no engañan
ni á las credulidades más complacientes, la verdad
ha hecho su aparición.
'>Todos los documentos publicados por las naciones
interesadas, y hace pocos días el sensacional discurso
de uno de los más ilustres representantes de la noble
Italia, atestiguan la resolución adoptada desde mucho
tiempo antes por nuestros enemigos de intentar un
golpe de fuerza. Si fuese necesario probar esto, un
solo documento bastarla para esclarecer al mundo.
Cuando por la sugestión del gobierno británico todas
las naciones que tenían interés en el conflicto fue-
ron solicitadas para suspender sus preparativos mili-
tares y establecer una negociación en Londres el 31
de .Julio de 1914, Francia y Rusia se adhirieron inme-
diatamente al proyecto. La paz podía haberse salvado
hasta en esta hora suprema, de adherirse Alemania
á tal iniciativa. Pero Alemania forzó y derrumbó la
situación bruscamente, declarando la guerra á Rusia
el 1.'^ de Agosto y haciendo inevitable el llamamiento
á las armas.
»Si Alemania diplomáticamente mató la paz en su
germen, es porque desde hace cuarenta años persigue
sin descanso su ñn: aplastar á Francia, para de este
modo poder conseguir la servidumbre del mundo.
»Todas las revelaciones han sido aportadas á
este tribunal de la Historia, en el que no puede
tomar asiento la corrupción. Y ya que á pesar de su
amor á la paz, Francia y sus aliadas se ven obliga-
das á hacer la guerra, la sostendrán hasta el último
esfuerzo.
«Fiel á la firma que ha puesto al pie del tratado
del -i de Septiembre último, y que compromete su
BL SANSdN moderno
(De Tlie /lyatander)
CARICATURA ALBMANA RBPRB.SBNTANDO HL .SUPUBSTO
TEMOR OB INOLATERRA
honor, ó lo que
es lo mismo, su
vida, Francia,
de acuerdo con
sus aliadas, no
depondrá las ar-
mas hasta ven-
gar el honor ul-
trajado, hasta
soldarparasiem-
pre á la patria
francesa las pro-
vincias que le
fueron arrebata
das por la fuer-
za, hasta restau-
rar á la heroica
Bélgica en la
plenitud de su
vida material y
de su indepen-
dencia política,
rota por el militarismo prusiano, hasta poder recons-
truir sobre bases de justicia una Europa al fin rege-
nerada.
■ Este plan de guerra y este plan de paz no están
inspirados por presuntuosas esperanzas.
«Debemos su certeza por entero á nuestro ejército
y á nuestra marina. Nosotros hemos demostrado al
mundo que una democracia organizada puede servir
por una acción vigorosa á los ideales de libertad y de
igualdad que constituyen su grandeza. Hemos demos-
trado al mundo, como lo dijo su general en jefe — que
es á la vez un gran soldado y un noble ciudadano — ,
que «la República puede estar orgullosa del ejército
que ha preparado» . Por eso en esta guerra impía han
podido mostrarse todas las virtudes de nuestra raza:
las (lue nos han reconocido siempre todos — la inicia-
tiva, el empuje, la bravura, la temeridad — , y las que
nos han negado muchos, la tenacidad, la paciencia, el
estoicismo. Saludemos á todos estos héroes. ¡Gloria
á los que han caído en el surco antes del triunfo y á
los que por este triunfo los vengarán mañana! Una
nación (jue suscita tales entusiasmos es imperece-
dera.
«Nada más grande apareció nunca ante los ojos de
los hombres. Contra la barbarie y el despotismo, con-
tra el sistema de provocaciones y amenazas que Alema-
nia llama paz, contra el sistema de asesinatos y pilla-
jes colectivos que Alemania llama guerra, contra la
hegemonía insolente de una casta militar que ha desen-
cadenado esta calamidad mundial, Francia, emancipa-
dora y vengadora, sostenida por sus aliadas, se ha er-
guido cerrando el paso. He aquí nuestra misión, más
importante que nuestra propia vida. Mañana, en la
paz de la victoria, nos acordaremos con orgullo de
estos días trágicos, sintiéndonos más valientes y me-
jores.»
s>
:'="íVi-'=^-T
Pueblos y monarcas
La raza prusiana
EN 1S70 la ciencia alemana era objeto en Fran-
cia de un respeto casi rayano en la veneración.
< No es que Alemania — dice el profesor Ed-
mundo Perrier — tuviese en su activo ningún descubri-
miento genial, ni hubiese edificado una de esas teorías
grandiosas que son gloria del espíritu humano. Pero
nos inspiraban cierta gratitud los sabios alemanes, de
paciencia infatigable, que en el fondo de sus labora-
torios forjan calmosamente los materiales que otros
se encargan de poner en circulación, y á cambio de
esta labor modesta y tenaz, les perdonábamos sus
gafas de oro, sus barbas revueltas y los pliegues rígi-
dos de sus levitas. Por esta gratitud y por nuestro in-
corregible espíritu de xenofilía — admiración de todo lo
extranjero — , hicimos una hermosa reputación á las
obras filosóficas del que llaman hoy < el gran natura-
lista de .lena», Ernesto Hiockel, sin darnos cuenta de
que no son otra cosa que piedras desprendidas de los
grandes edificios que construyeron Geoffroy Saint-Hi-
laire, Lamarck y Darwin, vueltas á unir con cemento
facilitado por Augusto Comte y Spinoza.
»A juzgar por estos hombres calmosos, solitarios,
patriarcales, poco afectos, en apariencia, á los bienes
de este mundo— exceptuando las pipas de porcelana y
los vastos receptáculos de cerveza — , la nación alema-
na debía ser la nación cuerda y pacifica por excelencia,
tanto más cuanto que sabemos hasta qué punto fué
tierno Werther y sensible la rubia Gretchen. Había-
mos olvidado que las «querellas de alemán» son le-
gendarias, y la estupefacción fué general cuando vimos
á estos germanos, reputados como gentes verídicas y
honestas, mentir con una serenidad que hubiese des-
concertado á Tartufo; invocando á «Dios todopodero-
so», como si este Dios fuese Mercurio; reírse de todos
los compromisos internacionales; colocar la fuerza por
encima del derecho sin perjuicio de parapetarse de-
trás del derecho cuando les convenía; fusilar niños;
rematar heridos; tirar sobre las ambulancias; acribi-
llar de obuses los hospitales, los monumentos artísti-
cos incomparables, los establecimientos destinados á
glorificar esa ciencia de la que ellos habían hecho su
divinidad, sin ocurrirseles nunca imitar la conducta
del francés Vaillant que, al verse obligado á bombar-
dear Roma, lo hizo de modo que ningún edificio nota-
ble de la ciudad santa sufriese la menor rozadura.»
El contraste entre la reputación científica de Ale-
mania y sus actos de guerra asombró en 1870 al céle-
bre naturalista francés Armando de Quatrefages, au-
tor de numerosos y notables trabajos sobrel las razas
humanas. Este sabio ilustre, hombre imparcial, sin-
cero y de rectas intenciones, se dedicó al estudio de
tal fenómeno histórico, y el resultado de su observa-
ción, desapasionada y científica, fué el célebre opús-
culo titulado La raza prusiana, que alcanzó gran éxito
en 1871, y al que la guerra de 1914 da por segunda
vez un carácter de novedad.
Como dice un critico de esta obra del famoso di-
rector del Museum, la pregunta que se hace Quatre-
fages como punto de partida de sus investigaciones
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
259
puede resumirse en las siguientes palabras: «¿Por qué
causa el cordero alemán está ahora rabioso?»
«El cordero alemán — continúa este critico — no ha
estado nunca rabioso. Es que en su calidad de cordero
se deja conducir á la matanza por carniceros que son
de una raza distinta á la suya. »
Esta raza, según Quatrefages, es la raza prusiana:
una raza de diverso origen que la raza alemana ó ger-
mánica, y casi enteramente distinta en todo.
Quatrefages no emitía una opinión formada recien-
temente por un estudio de circunstancias. Durante mu-
chos años fué profesor en Estrasburgo, y su genio de
observación, del que dan gloriosa prueba grandes des-
cubrimientos cientiflcos, estuvo en largo contacto con
los puel)los germánicos.
«Bajo el poder de la raza prusiana — dice — , Ale-
mania, orgullosa de su labor científica, pero sometida
á una servidumbre política, ha venido á ser lo que es
actualmente: un instrumento del que se sirve un pue-
blo que guarda en el fondo del carácter todos los es-
tigmas de la seraibarbarie, para dar satisfacción á sus
salvajes instintos.»
«Entre los prusianos y los alemanes — sigue expli-
cando Quatrefages — existe la comunidad del lenguaje,
pero esta comunidad no significa identidad de origen,
ó lo que es lo mismo, un signo de parentesco. El ven-
cedor impone ordinariamente su lengua á los pueblos
vencidos, pero no cambia ni puede cambiar sus cere-
bros ni sus corazones. La raza conquistada sigue for-
mando la mayoría. Si se trata de una raza inferior, su
pensamiento y sus sentimientos, ayudados por las in-
ñuencias permanentes del ambiente, dominan poco á
poco á los conquistadores, que van descendiendo hasta
quedar á su nivel. En los tiempos presentes esto no
ocurre asi absolutamente. Los grandes medios de civi-
lización de que disponen los colonizadores modernos,
en África por ejemplo, hacen que las poblaciones in-
feriores se eleven gradualmente, en vez de degradar
á la raza dominadora. Pero en la antigüedad remota,
cuando eran menos apreciables las diferencias entre
la barbarie y las civilizaciones nacientes, los conquis-
tados, por su enorme mayoría y por las influencias del
medio, hicieron descender muchas veces á sus domi-
nadores.»
a
Cuando en la Edad Media fué conquistada sucesi-
vamente por los eslavos y por los caballeros de la
Orden Teutónica la región costera del Báltico, que
había de formar siglos después el reino de Prusia, esta
región estaba ocupada por una raza indígena, la de
los hombres prehistóricos, que se había conservado
pura de toda mezcla, mientras el resto de Europa
vivía ya en pleno avance civilizador. Esta raza de
cazadores de mammuts, de bisontes y renos, se había
corrido hacia el Norte, siguiendo la retirada de los
animales que constituían su alímontaríón. En su re-
troceso había dejado el terreno libre á los arios, pro-
cedentes de Asia, gentes dotadas de una mentalidad
superior, cuya evolución fué favorecida por el am-
biente de Europa y la abundancia en dones de su
suelo.
«De estos arios — continúa Quatrefages — descien-
den los pueblos civilizados de Europa, comprendiendo
en ellos á los germanos. En cambio, los descendientes
directos de los hombres preliistóricos, que fueron su-
plantados por los arios en la Europa del oentr y que
reciben de los antropologistas el nombre de Alofilos,
constituyeron el fondo esencial de la raza prusiana.»
Los germanos, que eran arios puros, se esparcie-
ron poco á poco por el Norte, ganando la Escandina-
via é Inglaterra, así como la costa del Báltico, ocupa-
da por las tribus cazadoras y prehistóricas de los
alofilos. Pero otra rama de la raza aria, la de los es-
lavos, había precedido á la rama germánica en la in-
vasión de la tierra prusiana. Aunque germanos y es-
lavos resultasen de mayores aptitudes que los alofilos
por ser arios, no estaban, sin embargo, tan elevados
sobre la raza primitiva y más numerosa que pudie-
sen resistir á la influencia de sus costumbres. De la
mezcla de alofilos escandinavos y germanos salieron
los godos, y del encuentro de los germanos y los esla-
vos en la cuenca del Oder nacieron los vándalos. Go-
dos y vándalos no han dejado en la historia fama al-
guna de pacíficos y generosos.
No había por qué esperar mejor resultado de los
eslavos y los alofilos que se mezclaron en la cuenca
del Vístula. Sus descendientes tuvieron que sostener
en un clima duro y una tierra ingrata numerosas lu-
chas contra diversos invasores. Esto hizo desarrollar-
se todo lo que tenían como herencia, de astutos, ven-
gativos y crueles. Habían constituido una raza mixta
con el título de Prusci ó Prutzi, lo que dio su nombre
á la Prusia actual, (^tuatrefages vio en sus estudios el
fondo bárbaro de los prusci, cazadores de mammuts,
subsistiendo todavía en los prusianos modernos bajo
una aparente civilización. Por un maléfico concurso
de fatales circunstancias, los elementos que en otros
pueblos han servido para el progreso, sirvieron en éste
para aportará la barbarie primitiva nuevos fermentos
de odio y despecho.
D
En el año !)97, San Adalberto, arzobispo de Praga,
acometió la empresa de convertir al cristianismo á los
prusci, que vivían en estado casi salvaje. Éstos res-
pondieron á su predicación asesinándolo. En 110(5 el
monje iMaynard (|UÍ80 reanudar la obra de San .\dal-
berto, pero como era un monje guerrero y conocía el
carácter de las gentes (|uc deseaba convertir, se pre-
sentó seguido de soldados, levantó fortalezas é hizo
matanzas, hasta conseguir que lo nombrasen obispo
de los territorios cristianizados por él á golpes de
hacha.
El belicoso prelado murió en un combate con los
bárbaros feligreses, y su sucesor Herloldo, obispo de
coraza, se preocupó más de las batallas que de los
dogmas, propagando espada en mano la religión de
260
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
Cristo, hasta que pereció á manos también de estos
diocesanos recalcitrantes.
Alberto de Asseiderne, designado como sucesor,
tuvo que predicar y organizar una cruzada antes de
la toma de posesión de su obispado. Los prusci, por su
barbarie guerrera y su audacia de invasores, repre-
sentaban un continuo peligro para los pueblos vecinos.
El nuevo obispo reunió una ilota de veintitrés navios
con gran número de guerreros, y al frente de esta
cruzada entró á sangre y fuego en el país, apoderán-
dose de él y fundando la ciudad de Riga. Para soste-
ner su territorio y asegurar la defensa de sus costas,
creó la orden de los Caballeros Porta-Paspada, com-
puesta de nobles germánicos que habían llegado con
él y á los que distribuyó las mejores tierras. Cristian,
otro obispo de Prusia, sustituyó el título de esta orden
por el de «Milicia de Cristo»; pero en una batalla que
duró dos días, los prusci mataron á casi todos los
caballeros, pues únicamente lograron salvarse cinco.
Para mantenerse Cristian en su sede, tuvo que implo-
rar el auxilio de los caballeros de la Orden Teutónica,
que se habían hecho famosos en Oriente durante las
Cruzadas. Así como Europa necesitaba á los Tem-
plarios y otras asociaciones religioso-militares para
impedir los avances de los infieles de Asia, necesitó
igualmente el auxilio de los Caballeros Teutónicos
para vivir á cubierto de los prusci, más temibles por
su salvajismo que los mahometanos.
Estos caballeros, que eran los más bárbaros entre
todos los soldados del cristianismo, y dignos por su
ferocidad del enemigo que iban á combatir, se apode-
raron de la Esthonia, la Livonia, la Curlandia, la
►Samoecia, la Pomerelia y la Nueva-Marca, imponién-
dose á los prusci por sus actos de crueldad y por su len-
guaje rudo, que aun hacía esperar peores violencias.
Entre estos conquistadores se encontraban los
llohenzollern, pobres hidalgos procedentes de un pe-
queño castillo próximo á la Selva Negra, y que busca-
ron en la Orden Teutónica el medio de librarse de la
miseria de su hogar.
La invasión de los Caballeros Teutónicos fué todo
lo que llegó de elemento germánico á Prusia, fundién-
dose con la raza primitiva.
Esta orden militar, señora del pais, vivió en un
lujo superior al de los Templarios, desafiando á todos
los poderes monárquicos y religiosos. Su ortodoxia no
era probada. Habían conquistado el país en nombre
de Cristo, y sus Crandes-Maestres vivían paganamen-
te, con rudo boato, cuidándose únicamente de mante-
ner sujetos á los prusci. Al iniciarse la Reforma, el
superior de la Orden Teutónica, Alberto de Hohenzo-
Uern, inclinó á sus compañeros á adoptar las nuevas
creencias. Los HohenzoUern pasaron más tarde de la
iglesia de Lutero á la iglesia de Calvino, mientras el
resto de Alemania seguía fiel á la doctrina luterana.
La fe religiosa de los primitivos HolienzoUern nunca
fué robusta.
En 1G85, después de la revocación del edicto de
Nantes, que expulsó de Francia á los calvinistas, el
Gran Elector de Brandemburgo — título que habían
adquirido los HohenzoUern — se apresuró á ofrecer hos-
pitalidad en sus tierras, empobrecidas y despobladas
por la guerra de Treinta Años, á estos protestantes
franceses que eran sus correligionarios.
Los franceses, perseguidos por la intolerancia re-
ligiosa, fueron el verdadero elemento civilizador de
Prusia. Aportaron su inteligencia cultivada, sus indus-
trias, sus estudios, y dieron á las clases superiores del
país, en las cuales fueron admitidos inmediatamente,
un barniz de educación. Procedentes de este éxodo
fueron los generales y los funcionarios importantes de
apellido francés que luego han figurado en las más
altas esfercas de la sociedad prusiana.
Los emigrados no llevaron en su trasplante el amor
á Francia. El rencor religioso, el odio por las persecu-
ciones sufridas, se perpetuaron en ellos á través del
tiempo, como una tradición de cólera devota.
Quatrefages, que también era protestante, lo reco-
noce lealraente.
«Esta fusión de franceses y prusianos — dice — no
nos creó simpatías en Prusia, sino todo lo contrario.
Puros ó mestizos, los descendientes de los fugitivos
por la revocación del edicto de Nantes son prusianos
de corazón y de sentimientos, lo mismo que sus com-
patriotas de antiguo origen. Lo probaron cuando las
invasiones de Napoleón. Lo han probado ahora il870)
al iniciarse la guerra actual, mostrando su rencor
contra Francia. En los anatemas que la Prusia pie-
tista lanza contra la Francia católica, hay sin duda
alguna un eco lejano de nuestras antiguas guerras de
religión, y bien sabido es qué fuente inagotable de có-
lera y de odios han encontrado los hombres en una
doctrina que su fundador resumió en las siguientes
palabras: «Ama á tu prójimo como á ti mismo.»
» Los franceses emigrados esparcieron en Prusia el
uso de nuestra lengua, que es aún familiar á muchos
de sus descendientes, y por esto se encuentran en Ale-
mania, lo mismo en la sociedad civil ([ue en las filas
del ejército, tantos hombres que hablan el francés
correctamente, sin el menor acento germánico. Estos
alemanes han podido hacerse pasar por compatriotas
nuestros sin esfuerzo alguno, deslizándose en todas
partes, sorprendiendo y traicionando lo que nos con-
venía tener oculto, propagando la indisciplina y la in-
surrección.»
El hombre de la edad de piedra se ha mantenido
vivo, Según Quatrefages, entre los prusianos, que son
ahora los directores y dominadores de los demás Es-
tados de Alemania poblados por arios.
Á pesar del desarrollo realizado por las evolucio-
nes del tiempo en la bóveda craneal de los prusianos,
la base del cráneo de éstos refieja todavía el poder de
los apetitos, siendo igual que en la edad prehistórica.
Según Quatrefages, el cráneo moderno que en este
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
261
punto recuerda más el cráneo del hombre fósil encon-
trado en la Chapelle-aux-Saints, es el del príncipe de
Bismarck.
«Los elementos — dice — que han dado vida al nue-
vo tipo prusiano, no están enteramente fusionados. A
pesar de un barniz de civilización, tomado especial-
mente de Francia, la raza prusiana se halla aún en
su edad media. Esto explica sus odios y sobre todo
sus violencias. >
El eminente antropólogo, que era un hombre
bondadoso, se apresura á explicarse sobre la dureza
de esta alirmación:
«Un francés tiene
derecho á no ser otra
cosa que justo con una
raza que desde hace
medio siglo se propo-
ne el aplastamiento y
la supresión de Fran-
cia; que ha proclama-
do brutalmente esta
ambición; que la ha
realizado por todos los
medios á su alcance,
empleando procedi-
mientos de los cuales
el mundo civilizado
debió pedirle cuenta.
Calumniados todos los
días por periódicos á
sueldo y hasta por los
documentos oficiales,
tenemos derecho á
protestar, demostran-
do que los franceses
no somos como nos
pintan nuestros ene-
migos, y que los pru-
sianos están muy lejos
de ser como ellos pre-
tenden.»
Federico IT el Gran-
de, el personaje más
eminente de Prusia, á pesar de su educación filo-
sófica y de sus humanitarismos de librepensador,
sentía renacer los instintos atávicos apenas empren-
día una guerra, realizando fríamente las mismas
crueldades de los antiguos prusci. Este monarca, que
es la mayor gloría de los llohenzollern, al sitiar á
Praga hizo llover sobre la célebre catedral de 8an
Vito, una de las obras más hermosas de la arquitec-
tura gótica, 7.681 bombas, 15.810 balas de cañón y
12H proyectiles incendiarios, en el espacio de cinco
días, arrasándola. El rey filósofo fué un precursor y
maestro de los destructores de monumentos en Lo-
vaina y Heims.
"La guerra— dice Quatrefages — , tal como la com-
prende Prusia, presenta siempre los mismos caracte-
j-pK^íptjv;:
res. Cuando más fríamente se examinan sus causas y
sus medios de ejecución, más se siente el observador
arrastrado hacia los tiempos remotos...
«Para los prusianos, la invasión de Francia HSTO)
ha sido una cruzada. La han predicado en un lenguaje
que revela á cada momento una mezcolanza de misti-
cismo implacable y de ambiciones frenéticas: espíritu
igual al que animaba á los antiguos caballeros teutó-
nicos armados contra los sarracenos y los prusci. Em-
pujar á todo un pueblo contra otro, ;.qué es sino imi-
tar á los antiguos bárbaros que se arrojaban naciones
contra naciones, su-
cediéndose como olas,
los unos sobre los
otros, contra la civili-
zación romana y sos-
teniendo terribles due-
los de vida ó muer-
te?. . . A estos bárbaros
que hacen sobrevivir
la Prusia primitiva,
se ha entregado en
cuerpo y alma la Ale-
mania sabia, que es
la verdadera.»
l^uatrefages termi-
nó su estudio de La
raza prusiana con pa-
labras proféticas:
«Á pesar del triun-
fo, ¿puede creer el
pueblo alemán en las
frases cjue le dirigen
desde Berlín? ¿Puede
imaginarse que ha
inaugurado un reina-
do de justicia y de paz"?
¿No tiene sospecha al-
guna de los formida-
bles problemas que
ha contribuido á po-
ner de pie? Su misión
con la Prusia está
fundada por el hierro y la sangre, cimentada sobre
la guerra, coronada por la expoliación. ¿Cuánto tiem-
po podrá durar?...
>>Los grandes y los pequeños Estados, halagados ó
respetados hasta ahora por la Prusia. ¿se verán ata-
cados en el porvenir á nombre del derecho histórico ó
de la lingulsticaf ¿Asistirá Kusia á este triunfo del
pangermanismo sin levantar la voz?... El porvenir
responderá. Tengo confianza en él. Cuando se trata de
pueblos es permitido creer en la intervención de la
Némesis divina.»
Esto lo escribió Quatrefages en 1870.
El porvenir ha contestado. Las predicciones del
sabio antropologista empiezan á realizarse cuarenta
y cuatro años después.
QUATREFAGES
262
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
ANTIGUA RESIDENCIA DE I.OS I!T lidRAVES DE IIOIIBNZOLLERN EN rClREMBERG
II
Los Hohcnzollcrn
En 1618 la familia HohenzoUern, de la que proce-
den los emperadores de la Alemania moderna, pudo
realizar los ensueños de ambición que la hablan acom-
pañado durante siglos uniendo una parte de Prusia
al pequeño estado de Brandemburgo, gobernado por
sus individuos con el titulo de Electores.
Sus remotos ascendientes fueron rudos burgraves,
cuya fortuna se aumentó ó decayó según los acciden-
tes de la guerra feudal. El viejo castillo de Zollern, en
la Suabia, que les dio su nombre de HohenzoUern, era
un pobre señorío para estos soldados ambiciosos que
se mezclaron en todas las peleas intestinas de Alema-
nia con el deseo de adquirir nuevos bienes. Por con-
quista, por alianzas matrimoniales ó por donaciones
de los emperadores germánicos, á los que ofrecían sus
servicios, fueron burgraves de Nuremberg y adquirie-
ron la ciudad de Baireuth con otras tierras. Al ñn,
en 1415, el emperador Segismundo sacó definitiva-
mente de la obscuridad á estos HohenzoUern, que á
pesar de su pobreza se titulaban principes de Baireuth
y de Anspach, dando á uno de ellos la soberanía del
Electorado de Brandemburgo, Estado que gobernó con
el título de Federico I.
Brandemburgo era un país obscuro, sin importan-
cia alguna, y Berlín una aldea insignificante.
Transcurrieron once generaciones antes que los
modestos Electores ó Margraves de Brandemburgo
pudiesen realizar en 1701 la suprema ambición de la
familia, tomando el titulo de reyes.
Estos soberanos
de Brandemburgo procuraron
durante los siglos XV y XVI hacerse un lugar entre
los grandes señores germánicos,
queriendo sobrepujarles por los
méritos guerreros ó por los estudios
literarios. La extraña mezcla que
se nota en ellos de ferocidad beli-
cosa y pretensiones oratorias hace
pensar en sus sucesores actuales.
Todos ellos tuvieron un sobrenom-
bre: el Elector Federico II, Diente
de Hierro; el Elector Alberto, el
Aquiles; .Tuan, el Cicerón; Joaquín I,
el Néstor: Joaquín II, el Héctor. Los
HohenzoUern que no gobernaban
el Brandemburgo vivían en el terri-
torio de Prusia, formando parte de
la Orden Teutónica. Uno de ellos,
Alberto, consiguió en 1510 el alto
cargo de Gran Maestre. La Orden
se había olvidado de los motivos de
su fundación y la milicia cristiana
no era ya más ijue una sociedad de
pequeños señores que vivían suntuosamente del pro-
ducto de sus tierras. Alberto de Brandemburgo hizo
alirazar á sus caballeros el protestantismo, medio
oportuno de romper con las obligaciones espirituales
de la Orden y poder violentar las disposiciones tem-
porales. Una vez realizada la apostasía, convirtió el
territorio de la Orden Teutónica en ducado de Prusia
para él y sus herederos. Este ducado acabó por pasar
á los HohenzoUern de Brandemburgo en KilS, cons-
tituyendo juntos ambos Estados el núcleo central de
la futura Prusia. Durante un siglo los HohenzoUern
ostentaron el título de «Electores de Brandemburgo y
duques de Prusia», distinguiéndose entre ellos Federi-
co Guillermo, llamado el Gran Elector, que dio asilo
en 1685 á los calvinistas fugitivos de Francia. Con el
Gran Elector empezó la verdadera prosperidad de los
HohenzoUern.
Su hijo el Elector Federico III constituyó sus tie-
rras en reino, tomando el título de Federico I, después
de sufrir las humillaciones que le impuso Austria. Al
principio pensó en
dar á su nueva crea-
ción el nombre de
«Reino de los Vánda-
los», pero temió mo-
lestar con esto á la
vecina Suecia, que era
dueña de una gran
parte de la Pomera-
nia, provincia que ha-
l)ían ocupado los ván-
dalos en otro tiempo.
El nombre de Prusia,
ducado unido al Bran-
demburgo, prevaleció
al bautizar el nuevo castillo patrimonial de los
reino. Pero también hohonzollern bn süabia
HISTOIÍIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
263
BL GRAN BLBCTOR
este título ofrecía un obstáculo al flamante soberano.
No podía llamarse rey de Prusia porque no poseía la
l^rusia por entero. Una gran parte de ella pertenecía
á Rusia. Por esto Federico tomó el título de rey en
Prusia, y así se llamaron sus herederos por algún
tiempo, hasta que lentamente fueron convirtiéndose
en reyes de Prusia.
El primer monarca prusiano fué un admirador
de Luis XIV — que nunca se dignó reconocerlo como
rey — , y quiso imitar el fausto del Rey Sol y las magni-
ficencias de Versalles en su pobre y obscuro país. En-
grandeció Berlín, que era un mísero villorrio, levan-
tó palacios, trazó jardines con fuentes monumentales,
y por no ser menos que el gran monarca francés, con-
virtió en favoritas á las esposas de sus ministros, sin
gusto alguno, sólo por copiar á su majestuoso modelo.
De estas reformas, hechas locamente por el deseo de
llamar la atención, y que provocaban una sonrisa de
lástima en las cortes grandes y ricas, la única digna
de elogio fué la creación de una Academia de Cien-
cias á estilo de las Academias de Francia, al frente
de la cual puso al sabio Léibnitz. Federico I, que con-
cedía la importancia de negocios de Estado á las
cuestiones de etiqueta y las murmuraciones de la
corte, se apresuró á crear una condecoración, como
los otros reinos de Europa, fundando la ( »rden del
Águila Negra. Sus subditos vivieron e.xtenuados por
las contribuciones que les impuso la prodigalidad
insaciable de este monarca, ansioso de deslumhrar á
Europa desde su pequeño y pobre Estado.
Su hijo Federico C4uillermo I y su nieto Federi-
co II el <irande, guardaron siempre un mal recuerdo
de él, reprochando públicamente su fausto ridículo,
su prodigalidad ruinosa y las condiciones luimillantes
á que se vio sometido por Austria antes de obtener el
titulo de rey.
D
Federico Guillermo I dTl.'J/ fué el monarca más
«original» y de costumbres extraordinarias que ha
producido la familia de los HohenzoIIern. El desequi-
librio que se nota en su carácter, mezcla de buenas y
malas condiciones, parece haber revivido algunas
veces en sus descendientes.
Ante todo fué un hombre económico y «práctico».
Hijo de un rey dilapidador que había emjiobrecido al
país, su deseo dominante al subir al trono consistió
en hacer economías y aumentar la producción del
país.
Su mayor gloria fué haber dado la vida á Federico
el Grande y dejar repletas al morir las cajas del
Estado, con lo cual preparó las gloriosas empresas
de su sucesor.
Pero todo esto lo hizo á su modo, por los procedi-
mientos que le eran habituales, bastón en mano, apa-
leando á los subditos y á los hijos, sometiendo el país
á una disciplina de cuartel, lo mismo en las calles que
en su palacio, reinando sobre Prusia como un cabo
de vara.
Todas sus leyes tendieron á moralizar la nación,
pero con una severidad draconiana. El criado que
robaba una suma superior á tres francos, era condena-
do á muerte. La horca y el bastón fueron sus argumen-
tos para hacer trabajar á su pueblo y mantenerlo en
una disciplina férrea. Gobernó paternalmente, pero
como entendía la paternidad, al uso antiguo de Roma,
con dereclio de vida y muerte sobre los hijos, y en su
propia casa trataba á palos á la familia; de aquí que
se permitiese con sus subditos iguales correctivos.
Los vecinos
de Berlín tem-
blaban al en-
contrar en la
callea Federi-
co* ¡uillermol
pobremente
vestido, con
las ropas raí-
das y remen-
dadas, pero
siempre em-
puñando el
fuertebastón,
que era su
verdadero ce-
tro. La menor
falta de poli-
cía urbana le
ponía furioso,
trastornando pbdbrico i db prusia
264
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
tm^&^(¿^Mn
BERLÍN BN ITCKJ
el equilibrio de su carácter, pronto á la cólera. Á la
primera palabra levantaba el bastón, y hombres,
mujeres y niños tenían que sufrir la regia paliza.
8u economía, no menos feroz, llegaba hasta la
miseria y el ridículo. Con el bastón iba sondeando
muchas veces los montones de basura que los vecinos
dejaban á las puertas de sus casas. El embajador de
una gran nación le vio una vez desde sus ventanas
mirar con inquietud en torno de él, y al convencerse
de que no era observado, inclinarse sobre un montón
de basura y extraer un paquete de alfileres olvidado,
guardándolo en un bolsillo.
Su familia era la que peor se alimentaba en Ber-
lín. El gran Federico y su interesante hermana con-
taron en sus memorias las privaciones á que se vieron
sometidos en los primeros años, por la avaricia
paternal. Cuando el rey deseaba hacer una buena
comida, se presentaba de pronto en la casa de un
subdito rico ó en la de algún embajador, invitándose
á la mesa sin consultar la voluntad del dueño. De
este modo satisfacía sin gasto el apetito, mientras en
el palacio su familia engañaba el hambre á la luz de
una bujía ante un solo plato, malo y escaso.
Todo lujo había sido desterrado de su corte. Odia-
ba las ceremonias palaciegas y las costumbres diplo-
máticas. Cuando el déspota paternal estaba de buen
humor y quería hacer un derroche, se reunía con sus
íntimos en una sala del palacio á la que llamaba el
Colegio Tabáquico, y allí, en mangas de camisa, fuma-
ban numerosas pipas, consumiendo la cerveza en
vasos enormes.
Lo que más le irritaba era la educación de sus
hijos, de gustos refinados y grandes entusiastas de la
cultura francesa. Su hija, la futura Margravina de
Baireuth, era letrada y música, mostrando en sus car-
tas y sus conversaciones una delicadeza de artista.
Federico componía música y versos franceses, era
un notable profesor de flauta, y estaba en correspon-
dencia con los filósofos y los literatos más célebres
de París, que le enviaban sus últimas tragedias y
tratados históricos. El padre amaba la caza, los
granaderos gigantescos, los teatros de muñecos y las
sesiones del Colegio Tabáquico con la cerveza á rau-
dales.
Esta disparidad de gustos acababa casi siempre
por atraer sobre sus hijos los golpes del regio bastón.
Algunas veces la cólera de Federico Guillermo I
adoptaba unos procedimientos que serían increíbles
de no atestiguarlos sus contemporáneos. Cuando los
hijos se mostraban alegres ante un manjar extraor-
dinario en las parcas comidas de palacio, el rey se
apresuraba á
privarles de
este gusto, es-
cupiendo en
sus platos.
El económi-
co déspota,
que se trata-
ba á sí mis-
mo con dure-
za, evitando
todo gasto,
tenía sin em-
bargo una afi-
ción dispen-
diosa, que le
hacíaincurrir
en grandes
despilfarros.
Amaba los
hombres de fbdbrico Guillermo i
HISTOUIA UE LA GUERRA EUROPEA DE 19i4
265
estatura enorme; queria juntar en su reino todos los
gigantes del mundo; sentía una admiración irresistible
por los soldiidos aparatosos. Este monarca pobremen-
te vestido é incapaz de costearse un traje nuevo, se
extasiaba ante todo lo que brilla y sirve de imponente
é inútil adorno en un ejército. Los granaderos del rey
de Prusia fueron célebres en el mundo. Jamás hubo
soldados de estatura tan enorme y vestidos de un
modo más teatral. Federico (Guillermo I no los empleó
en ninguna guerra, pues siempre vivió en paz, au-
mentando las existencias del tesoro nacional. Pero se
recreaba en la contemplación de esta reserva de fuer-
za, haciendo desttlar y maniobrar automáticamente
unos regimientos compuestos de
hombres cuya estatura pasaba
de dos metros.
No le bastaron para estas tro-
pas los gigantes de su pais.
Cuando tenia noticias de que en
un P'átado alemán, en Suiza ó en
Francia, habia un hombre nota-
ble por su tamaño, el rey expe-
rimentaba una emoción de ena
morado. Cartas, ofrecimientos
de dinero, emisarios para que
viniese á figurar entre los gra-
naderos de Prusia. Algunas ve-
ces, si el gigante se negaba á
tales proposiciones, el rey lo ha
cia raptar como si fuese una bel-
dad, incorporándolo ásuguardia.
Al morir en 1740, el estado
económico de Prusia era mejor
que nunca. No habia hecho nada
grande durante su reinado, pero
si muchas cosas útiles. Su actua-
ción no fué gloriosa, pero lo pre-
paró todo, amontonando econo-
mías y organizando un ejército,
para que su hijo engrandeciese Prusia y ocupase una
alta posición en la Historia.
Federico II fué el más ilustre délos llohenzollern.
Durante su gobierno el pequeño reino de Prusia alcan-
zó el rango de potencia europea, agrandándose con
nuevos territorios y haciendo frente á una coalición
de las naciones más poderosas, alarmadas por la au-
dacia militar y la tenacidad de su soberano.
Este principe, que había de ser uno de los más
grandes capitanes de la época moderna, mostró gran
aversión en su juventud por la carrera militar. Lo
habían educado preceptores franceses, y tanta afición
mostró por la literatura, las ideas, las costumbres y
las modas de Francia, que su rudo padre le llamaba
siempre el petimetre. La lengua francesa fué su lengua
natural, escribiendo en ella libros de filosofía y de
historia, asi como casi todas sus cartas y una regular
PBDBRICO 11 EL (IKANDB
cantidad de versos. Durante toda su vida, en medio de
las más absorbentes ocupaciones militares y políticas,
conservó siempre esta afición á las letras francesasy á
sus representantes. Discípulo de los filósofos enciclope-
distas, y especialmente de Voltaire, por el que mostró
siempre una admiración fervorosa, amaba á F"rancia
como una patria intelectual, diciendo que el titulo de
francés significaba para él librepen-iadur. Un año an-
tes de subir al trono escribía á Voltaire: «Si la Provi-
dencia fuese tan sabia como dicen, los Newton, los
Locke, los \'oltaire y otros sabios deberían ser los
monarcas del universo. »
Su padre, Federico Guillermo, enemigo de toda
cultura intelectual y que se
irritaba ante los gustos del jo
ven príncipe, hasta el punto de
abrumarlo con los peoi-es trata-
mientos, le obligó á una tentati-
va de fuga, que fué castigada
con el suplicio de uno de los que
favorecieron este proyecto.
Federico fué enviado por su
padre al ejército imperial que
mandaba el principe Eugenio, y
volvió de esta campaña visible-
mente disgustado de la carrera
de las armas. Quería ser un filó-
solo: aborrecía la profesión de
soldado. Su padre le casó contra
su voluntad con una princesa de
Brunswick, y esta unión jamás
fué cordial ni tranquila. Mien-
tras vivió Federico Guillermo,
el príncipe se mantuvo retirado
en el castillo de Rheinsberg, for-
mando una pequeña corte de sa-
bios y literatos y sosteniendo
una nutrida correspondencia con
los hombres más notables de la
época, especialmente con \'oltaire. En este periodo
produjo la más curiosa de sus obras, que revela una
opinión personal completamente distinta de las ideas
y procedimientos que sostuvo luego como rey. Fué
una refutación de El Principe, el famoso libro de Ma-
quiavelo. En este trabajo protestó enérgicamente con-
tra los principios despóticos, glorificados por el escri-
tor florentino, trazando un retrato de lo que debía ser
un rey moderno, educado por la filosofía. Sus ilusiones
eran las mismas de Platón y muchos utopistas que
consideraban posible la existencia de un rey filósofo.
Voltaire, entusiasmado por este trabajo de su regio
discípulo, lo publicó con el título de El Anti-Maquia-
velo en 1740, año en que Federico subió al trono de
Prusia. Este libro, que tantas esperanzas hizo conce-
bir á los filósofos y escritores de la época fué consi-
derado luego por su autor como una calaverada de la
juventud. Federico II, que habia de hacer todo lo con-
trario de lo preconizado en su obra, siendo un practi-
i3
266
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
PALACIO DB POSTDAM, RESIDENCIA DB l'EDBUICO BL GRANDE
cante de las instrucciones de Maquiavelo, se es-
forzó años después por hacer desaparecer toda la
edición.
La muerte de su padre lo dejt) dueño de un Estado
floreciente, con el tesoro repleto y un ejército selec-
cionado y numeroso que no se habia batido nunca.
A pesar de esta situación, la Prusia no gozaba de
ninguna inñuencia, y según las palabras de Federico,
«tenia miis todavía de electorado que de reino». Ape-
nas el discípulo de Voltaire hubo ocupado el trono,
mostró la inquietud y las ambiciones de un hombre de
acción, queriendo emplear en el engrandecimiento de
Prusia las valiosas reservas de hombres y dinero
amontonadas por su padre. Los ducados de Silesia
tentaron su codicia, pretendiendo hacer valer ante
la corte de Austria sus derechos á poseerlos y ape-
lando á las armas en vista de la negativa de María
Teresa.
Así empezó su carrera de gran capitán, en la que
no se sabe qué admirar más, si sus condiciones de es-
tratega ó la buena suerte, que inesperadamente favo-
recía su salvación en los momentos más apurados y
difíciles. Consiguió ruidosas victorias, sufrió grandes
reveses, hubo un momento en que se vio en guerra
con toda Europa y casi sin reino, pero su buena estre-
lla, sus astucias diplomáticas y sobre todo las disen-
siones de los enemigos, le sacaron del mal paso. Este
discípulo de los filósofos, que estudió el arte de la gue-
rra en los mismos campos de batalla, comenzó sus
glorias de conquistador con poca brillantez. En los
primeros combates experimentó grandes miedos, se-
gún propia confesión, y una tendencia á la fuga que
apenas pudo resistir. Fueron sus generales los que
ganaron las primeras batallas. Pero el hábito del
combate y los esfuerzos de una voluntad enérgica
consiguieron dominar los nervios de esta naturaleza
de artista, y en adelante Federico II fué el gran capi-
tán de imperturbable sereni-
dad que no se intimidó nunca
ante el número de los enemi-
gos y supo conseguir la vic-
toria con fuerzas inferiores.
A los dos años de ocupar el
trono había conquistado la Si-
lesia con la batalla de Mol-
witz, en la que desempeñó un
papel poco brillante, obligan-
do á María Teresa á cederle
este territorio, después de de-
rrotar las tropas austríacas
en Czaslau. En esta primera
parte de su vida guerrera fué
el aliado secreto de Francia,
y de acuerdo con la corte de
Versalles invadió la Bohemia
y se apoderó de Praga, pero
fué derrotado y tuvo que re-
tirarse á la Silesia, donde
en 1745 reparó sus pérdidas con las victorias brillan-
tes de Friedberg, Sorr y Kesselsdorf. El tratado de
Dresde con el gobierno austríaco le aseguró de nuevo
la Silesia y el condado de (ilatz. Después de esto
vivió diez años pacíficamente, el único período largo
de tranquilidad que tuvo en su reinado. Su espíritu
organizador lo aprovechó para implantar numerosas
reformas, que desarrollaron extraordinariamente la
prosperidad de Prusia engrandecida. Fundó ciuda-
des, desecó pantanos, cultivó terrenos hasta enton-
ces estériles, estableció fábHcas, creó bancos y pro-
mulgó leyes que, auncjue imperfectas, resultaban su-
periores á las que regían entonces en otros Estados,
pues consagraron la libertad de conciencia más ab-
soluta.
Este monarca reformador, por una contradicción
notable con las ideas filosóficas de que hacía gala, go-
bernó siempre como un monarca absoluto, sin dar á
su pueblo otra intervención en los negocios públicos
que el pagar los impuestos y batirse en los campos de
batalla sin explicación alguna.
Durante los años de paz pudo realizar su proyecto
de una corte de sabios y literatos, del que tantas veces
había hablado cuando sólo era príncipe, líeorganizó
la Academia de Berlín, llamando á ella los hombres
de ciencia más notables del extranjero. Invitó á vivir
en su palacio, como alegres camaradas, á varios es-
critores célebres, y especialmente á Voltaire. Las
cenas del palacio de Postdam fueron famosas. El rey
filósofo y sus ilustres amigos hablaban de sobremesa
sobre toda clase de cuestiones literarias y políticas.
Al mismo tiempo, este cenáculo era de una libertad
de costumbres inaudita, permitiéndose bromas y or-
ganizando fiestas que es imposible narrar. Al fin \'ol-
taire y otros de los huéspedes se indispusieron con su
regio amigo. A pesar de que en las cenas de Postdam
reinaba la más completa igualdad entre los convida-
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
267
dos, ciertos escritores, por más que hacían para iiala-
gar al rey, no logrulian en ciertos momentos disimu-
lar la superioridad de su inteligencia, y Federico, con
fríos sarcasmos, les hacía recordar sus diferencias de
rango. La ruptura del rey con Voltaire tuvo la reso-
nancia de un suceso europeo. Federico se vengó de su
ilustre amigo infligiéndole toda clase de pequeñas
molestias antes de que abandonase sus Estados, y el
célebre escritor le contestó hablando con venenosa
ironía de sus vicios secretos. Años después, el gran
monarca prusiano, que no podía vivir en mala inteli-
gencia con su ídolo, hizo toda clase de gestiones para
restablecer la amistad, pero Voltaire, aunque reanudó
su correspondencia con Federi-
co, no quiso nunca volver á
Berlín.
La permanencia de estos
hombres notables en la capital
del reino prestó grandes servi-
cios á la civilización de Prusia.
La mayoría de los huéspedes
ilustres se compuso de france-
ses, y francesa fué también la
cultura que impuso Federico
á las clases superiores de su
reino.
De 1756 á 1763 se desarrolló
la guerra llamada de Siete Años,
el período más brillante y peno-
so de Federico IL Casi toda
Europa se había coligado con-
tra él, viendo un peligro en este
monarca audaz y ambicioso
que no sentía respeto alguno
por la palabra empeñada ni por
las firmas que ponía al pie de
los tratados. Francia, Austria,
Sajonia y Rusia hicieron una
alianza contra él. Fué una gue-
rra semejante por su extensión á la de 1914 que ha
provocado el descendiente de Federico II, pero con
una enorme diferencia en el número de las tropas y
los medios de destrucción.
El monarca prusiano estuvo próximo muchas ve-
ces al aplastamiento final. Su actividad, su valor y su
genio le salvaron siempre en el último instante, pero
también contribuyó de un modo notable á su salva-
ción la escasa valía de los generales que tuvo en-
frente, muchos de ellos elegidos por las intrigas de
corte y las favoritas de los reyes. En las diez y siete
grandes batallas que tuvo que dar, se vio vencido las
más de las veces, pero también consiguió ruidosos des-
quites cuando sus enemigos le creían aplastado, espe-
cialmente en Rosbach, donde dispersó al ejército fran-
co-alemán mandado por Soubise, un general sostenido
por la Pompadour, y en Leuthen, serie de maniobras
admiradas por Napoleón, y que dio origen á todo un
sistema de estrategia. Á pesar de estos esfuerzos glo-
ESTATUA DB FEDERICO EL GRANDE EN BERLÍN
riosos, Federico II estaba en una situación desespera-
da: los enemigos habían invadido sus territorios; Ber-
lín se veía saqueado; el reino de Prusia iba á perecer,
cuando un cambio de soberano en Rusia rompió la
coalición, favoreciendo la paz. Federico pudo salir de
este conflicto con las grandes potencias de Europa,
conservando definitivamente la Silesia, que había sido
el objetivo de la primera de sus guerras, y gozando
una reputación europea de primer estratega de su
tiempo. Los siete años de guerra habían empobrecido
su país, y tuvo ([ue dedicar el resto de la vida á
reedificar las ciudades y pueblos destruidos, dando
un impulso enérgico á la agricultura y la industria.
Todavía antes de su muerte
agrandó el territorio nacional,
poniéndose de acuerdo con Aus-
tria y Rusia para realizar el
primer reparto de Polonia, enor-
me injusticia que llevó adelan-
te sin que sintiese el menor es-
crúpulo su alma de filósofo.
Este hombre que había debuta-
do como escritor combatiendo
á Maquiavelo, se mostró en sus
actos diplomáticos como uno de
sus más hábiles y aprovecha-
dos discípulos.
Todos los historiadores com-
paran á Federico con Napoleón,
y algunos, como Michelet, lo
consideran superior, alegando
que el general Bonaparte en-
contró al empezar sus campa-
ñas un ejército entusiasmado
por los triunfos de la Revolu-
ción y preparado por Massena,
lloche y otros vencedores, mien-
tras que Federico tuvo que
crearlo todo al frente de un
ejército que no se había batido nunca, y se vio obliga-
do á defenderse en un país sin fronteras determinadas.
Lo más admirable en Federico II fué su poderosa
voluntad, que le sostuvo así en las cosas militares
como en las de la vida ordinaria. Este literato — dice
un historiador — , este filósofo (pues en el fondo de su
natunileza no era otra cosa, quiso ser soldado y lo
fué con toda convicción, porque aunque profesaba
cierto deísmo volteriano, creyó siempre que el hom-
bre sólo debe contar con su propio esfuerzo, sin espe-
rar ningún auxilio sobrenatural. De aqui su tenacidad,
su energía, su prodigiosa fuerza para el trabajo y su
constancia en los reveses.»
El amor que sentía por Francia se mantuvo firme
entre los vaivenes de la política. El hombre más gran-
de de Prusia fué un francés de corazón. Hasta en la
época ([ue hacia la guerra contra ella no mostró ren-
cor alguno. Después de la victoria de Rosbach hizo
recoger y cuidar con escrupulosidad á los heridos
268
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
franceses é invitó á su mesa á los oficiales prisioneros.
— Perdonad, señores, la escasez de comida — dijo
alegremente — , pero no os esperaba tan pronto y en
tanto número.
Y volviéndose á los generales de su Estado Mayor,
añadió:
— No puedo acostumbrarme á mirar á los franceses
como enemigos.
No hubo en él nada de esa jactancia que es habi-
tual en los grandes personajes históricos. ÍMintió mu-
cho en su vida y faltó á su palabra en las negocia-
ciones diplomáticas; pero fué franco y veridico al
relatar sus victorias y sus descalabros, lo que tampo-
co es común en hombres
de su clase. De los triun-
fos habló con sencillez y
modestia, y al confesar
sus derrotas no preten-
dió excusarlas con forza-
dos pretextos. Nunca di-
simuló el número de sus
muertos y prisioneros,
juzgando fríamente los
hechos de guerra, no
como un capitán, sino
como un politico y un
pensador. Comparado
con los otros reyes de su
tiempo, monarcas de-
cadentes, aparece más
grande y más original.
«De no ser rey — dice Mi-
chelet — siempre (jueda-
ria como uno de los pri-
meros hombres de su
siglo.»
Federico el Grande fué
igualmente grande en
sus vicios y su inmorali-
dad privada. Los testi-
monios de los contemporáneos lo describen como un
personaje amoral, falto de escrúpulos, sin respeto
para las preocupaciones generales, viviendo al mar-
gen de todas las reglas que acatan los demás hom-
bres. Más allá de sus amores con bailarinas y come-
diantas, exhibidos francamente, tuvo una historia se-
creta, cuya variada monstruosidad parece asustar
aún á los comentaristas más hostiles. Algunos han
hablado intencionadamente del extraordinario afecto
que sintió por su hermana, la Margravina de Baireuth,
y el entusiasmo adorativo que ésta mostró siempre
por él.
En otro orden de aficiones sexuales, Voltaire, des-
pués del rompimiento con Federico II, se valió de una
ironia sutil para asestar rudos golpes á su antiguo
amigo. Refiriéndose á los intentos del rey de Prusia
para reanudar la antigua amistad, dijo asi Voltaire:
«Me ha escrito ofreciéndome todos sus favores, pero
HABITACIÓN DB VOLTAIRB BN BL PALACIO DE POSTDAM
éstos asustan á cualquiera y á mi edad no los juzgo
convenientes.»
Su capacidad para el trabajo fué tan enorme y
monstruosa como sus buenas facultades y sus vicios.
El historiador inglés Macaulay dijo de él con asom-
bro: «No contento con ser su primer ministro, Fede-
rico acabó siendo su único ministro. No tuvo jamás
necesidad de un líichelieu ó un Mazarino, ni siquiera
de un Colbert, de un Louvois ó de un Torcy. Una es-
pecie de pasión insaciable por el trabajo, una necesi-
dad de ordenarlo todo, de mezclarse en todo, de hacer
sentir su poder, así como el desprecio profundo y la
desconfianza que le inspiraban sus semejantes, le im-
pidieron siempre el soli-
citar consejos, confiar
secretos importantes y
delegar poderes. Los pri-
meros funcionarios del
instado fueron bajo su
gobierno simples depen-
dientes, á los cuales no
concedió mayor confian-
za que la que gozan de
ordinario los l)uenos ser-
vidores. Fué su propio te-
sorero, sugeneral en jefe,
su intendente de traba-
jos públicos, su ministro
de (!oraercio y de Justi-
cia, su ministro del In-
terior y de Negocios Ex-
tranjeros, su director de
caballería, su goberna-
dor de palacio, su cham-
belán... No podía tolerar
otra voluntad que la
suya en el gobierno del
Estado. No quiso admi-
tir como colaboradores
más que simples em-
pleados, con la inteligencia necesaria para traducir,
copiar, descifrar sus escritos hechos á toda prisa y
dar una forma oficial á sus respuestas lacónicas. En
punto á talentos naturales y á instrucción, sólo exigió
de sus secretarios de gabinete lo que podían darle
una prensa litográfica ó una máquina de copiar.»
Como veremos más adelante, esta actividad ab-
sorbente de Federico el Grande la han querido imitar
algunos de sus sucesores.
Guillermo II pretende ahora dirigir el vasto impe-
rio alemán, como su antecesor gobernaba por si mis-
mo el reino de Prusia. Pero existe entre los dos la
lamentable diferencia que separa la copia del ori-
ginal.
D
Al morir Federico II en 1786 á consecuencia de
una hidropesía, como no tenía hijos le sucedió en el
trono un sobrino, que tomó el titulo de Federico Gui-
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
269
llermo II. Encontró la nación repuesta de las pérdi-
das sufridas en las guerras anteriores, con el tesoro
público repleto, el ejército en buen estado, y una paz
con los vecinos que hacia de Prusia el arbitro de la
Europa central, l'ero el nuevo rey, como los llohen-
zollern (lue vinieron después, no supo seguir las hue-
llas del gran Federico, derrochando en locas prodiga-
lidades la fortuna de Prusia y comprometiendo á ésta
en guerras ruinosas, sin utilidad. Defensor fervoroso
del absolutismo monárquico y alarmado por los pro-
gresos de la Revolución francesa, fué el principal
organizador en IT'.H de la coalición de Pilnitz, hacien-
do marchar su ejército contra los batallones de volun-
tarios organizados por
la Convención, que le
infligieron la primera
derrota en Valmy segui-
da de otras muchas. Tres
años después tuvo que
firmar en Basilea un tra-
tado de paz con la vic-
toriosa República fran-
cesa, abandonando á
cambio de aquél la orilla
izquierda del Rhin. Esta
pérdida la compensó pro-
cediendo en compañía de
Rusia al reparto definiti-
vo de Polonia, luego de
aplastar inicuamente la
resistencia de los patrio-
tas polacos mandados
por el heroico Kosciusco.
En el interior de Prusia,
el gobierno de Federico
Guillermo II no sólo fué
fatal para la hacienda
pública, que contrajo
una deuda considerable.
La libertad de pensa-
miento, instaurada y favorecida por el gran Federico,
sufrió numerosos ataques del nuevo monarca, que
asustado por los progresos de la Revolución francesa,
estableció la censura y otras leyes retrógradas.
En 1797 le sucedió su hijo mayor, tomando el titulo
de Federico Guillermo 111. Siendo principe había mar-
chado con su padre al ejército del Rhin para hacer la
guerra á la República, distinguiéndose por su valor,
pero al ocupar el trono quiso vivir en paz, respetando
el tratado de Basilea. Suprimió muchas de las leyes
reaccionarias del anterior reinado, asi como la cen-
sura, y se propuso trabajar únicamente por la pros-
peridad interna de I'rusia. Las convulsiones á que se
vio sometida Europa en aquel entonces por la ambi-
ción del imperialismo napoleónico, no le permitieron
mantenerse en una situación tranquila. Alejandro I,
emperador de Rusia, fué personalmente á Berlín para
hacerle entrar en la tercera coalición europea contra
BIBLIOTECA DB FEDERICO EL GRANDE
BN BL PALACIO DB POSTDAM
el imperio francés, pero la gran victoria de Austerlitz
lo impulsó de nuevo á la prudencia, manteniéndose en
buenas relaciones con Napoleón. Sin embargo, no era
posible vivir en paz con este conquistador, cuyas pre-
tensiones resultaban insufribles, como las de todos los
hombres de guerra favorecidos por la suerte. En 1806
Prusia acabó por declarar la guerra á Francia, siendo
esta lucha tan corta como ruinosa. En el espacio de
cinco días Napoleón derrotó á los prusianos en .lena
y entró victorioso en Berlín. Federico Guillermo III
se vio despojado de sus Estados y confinado en Memel.
Su esposa, la bella reina Luisa, mujer de grandes
energías, le acompañó en la desgracia, intercediendo
personalmente con Na-
poleón en aquel momento
angustioso para que no
los despojase por siom
pre de la corona de Pru-
sia. Pudieron conservar-
la gracias al zar Alejan-
dro I, que sostuvo sus
derechos al ajustarse en
el año siguiente la paz
de Tilsit. Federico Gui-
llermo volvió á tomar
posesión de una parte de
su reino, pero á costa de
grandes humillaciones y
de una contribución de
guerra, enorme para la
época, que le impuso Na-
poleón antes de retirar
las tropas francesas.
Dos años después, en
180i', pudo regresar Fe-
derico Guillermo á Ber-
lín, y sin dejarse abatir
por la desgracia, ayuda-
do por dos hombres de
alta capacidad, Stein y
Hardenberg, se dedicó á la regeneración de Prusia,
estableciendo leyes liberales y reorganizando radical-
mente la administración. La juventud de las universi-
dades y los profesores patriotas, como Fichte, ayuda-
ron poderosamente á este renacimiento. Todos los
bienes eclesiásticos y de las órdenes religiosas fueron
vendidos, así como los pertenecientes al Estado.
Con estas medidas el rey de Prusia consiguió
restablecer el bienestar de su país, fortaleciendo el
ejército con una juventud entusiasta. A pesar de esto
tuvo que plegarse por mucho tiempo á las exigencias
todopoderosas de Napoleón, que pesaba entonces sobre
la libertad y la dignidad de los pueblos con el mismo
despotismo insufrible que ha mostrado Prusia un siglo
después.
l'ara vivir en paz, Federico Guillermo tuvo que
aceptar en 1812 un tratado de alianza defensiva y
ofensiva ajustado en París con Napoleón. En virtud de
270
VICENTE BLASCO IBANEZ
este compromiso, habiendo estallado poco después la
guerra entre Francia y Rusia, el monarca prusiano
tuvo que enviar al emperador 30.000 hombres, manda-
dos por el general York, que figuraron en el llamado
«(irán Ejército». Al ocurrir la famosa retirada de
Rusia, las tropas prusianas abandonaron á Napoleón,
uniéndose á los rusos. Llegaba para Federico Guiller-
mo la hora de la venganza. Su pueblo iba á resarcirse
de las humillaciones que le habia hecho sufrir el im-
perialismo francés, atropellador y arbitrario como
todos los imperialismos. El rey de Prusia se unió á la
coalición formada contra Napoleón por todos los mo-
narcas de Europa y que dirigía el zar Alejandro I. El
pueblo acogió con grandes transportes de alegría la
declaración de guerra á Bonaparte. Toda la juventud
tomó las armas. El poeta guerrero
Ka^rner y otros escritores románticos
habían infundido al pueblo prusiano
un entusiasmo patriótico que tenia
algo de místico. Las tropas de l'rusia
mandadas por lUilcher contribuyeron
á la primera caída de Napoleón en la
batalla de Leipzig y á su segunda
y definitiva ruina en la batalla de
Waterlóo.
Después del triunfo, viendo Federi-
co Guillermo asegurada para siempre
su corona, hizo celebrar en Berlín el
jubileo de los llohenzollern, que go-
bernaban 400 años el Brandemburgo,
núcleo de la Prusia moderna. Solem-
nizó además su victoria dictando nu-
merosas disposiciones para el fomento
del país y reglamentando las dificul-
tades que habían surgido entre las
iglesias protestantes y la iglesia católica. Pero fué
ingrato con el pueblo, que al luchar por la integridad
de la patria creyó hacerlo también por la libertad que
Federico (¡uillermo le habia prometido solemnemente
en 1815, al volver Napoleón á Francia desde la isla
de Elba, resucitando el peligro de su imperialismo.
Federico Guillermo quiso conservar su poder de mo-
narca absoluto y se negó á cumplir la promesa de
una Constitución y un sistema representativo para su
pueblo.
Reinó largos años en paz, hasta 1840, fecha de su
muerte, y en este período su acto más importante fué
el establecimiento de la asociación aduanera de los
Estados alemanes, conocida con el nombre de ZoUve-
rin, que tan famosa se hizo después. Esta asociación
estableció un vinculo de intereses entre los pueblos
germánicos, convirtiéndose en un arma política que
esgrimió Prusia para adquirir un ascendiente consi-
derable sobre el resto de Alemania.
Federico Guillermo III, soldado valeroso y de re-
gular inteligencia, compartió ante el patriotismo de
su país, la simpatía por sus desgracias y la gloria de
sus triunfos, con la reina Luisa, animosa compañera.
FBDBBIOO CriLLERMO II
célebre por su belleza y su energía. De esta esposa,
que murió en 1810 sin presenciar la regeneración de
la Prusia vencida, tuvo Federico Guillermo siete hijos,
siendo los dos primeros Federico Guillermo IV, que le
sucedió en el trono, y Guillermo 1, que habia de ser
el fundador del moderno imperio alemán.
Estos dos hijos de Federico Guillermo y de la reina
Luisa guardaron siempi-e una triste impresión de su
niñez, transcurrida en las horas más difíciles para su
familia y su patria. Habían presenciado, al adquirir el
uso de su razón, los llantos desesperados de la hermo-
sa reina y las preocupaciones taciturnas del rey bajo
las exigencias é imposiciones de Napoleón. De aquí
que los dos príncipes sintiesen desde
los primeros años un odio instintivo
contra Francia, y más especialmente
contra las ideas proclamadas por la
Revolución, considerando á Bonapar-
te como un producto de ésta.
Federico Guillermo IV, al subir al
trono en 1840, era considerado como
el monarca más culto de su época.
Teniendo diez y siete años había ser-
vido en las últimas campañas del ejér-
cito prusiano contra Napoleón, y al
sobrevenir la paz pudo dedicarse al
ejercicio de las bellas artes, por las
que sentía un gusto irresistible, dis-
tinguiéndose como dibujante y escul-
tor.
Esta afición á las artes, sus rela-
ciones con los grandes artistas y la
demencia que obscureció sus últimos
años, dan á Federico Guillermo una gran semejanza
con sus parientes, los reyes de la casa de Baviera,
muchos de los cuales fueron artistas como él y murie-
ron de la misma enfermedad.
Tenía cuarenta y cinco años cuando ocupó el trono,
y sus primeros actos hicieron concebir grandes espe-
ranzas á la Prusia liberal. Dio una amnistía á todos
los políticos que vivían fuera del reino por las perse-
cuciones reaccionarias que habia ordenado su padre,
añadiendo á esto una relativa libertad de la prensa.
En su gobierno figuraron hombres notables del libera-
lismo. Profesores perseguidos por ser de ideas revolu-
cionarias, volvieron á ocupar sus cátedras en las uni-
versidades.
Dos años después convocó en Berlín todas las die-
tas de provincia para que formasen una sola asamblea,
tratando en común los asuntos del pais, lo que no se
había visto hastaentonces, pues el despotismo, temien-
do la expresión del sentimiento general, sólo permitía
que las dietas se reuniesen por separado con poderes
restringidos y locales. El país mostró entusiasmo y
agradecimiento ante esta asamblea reunida en Berlín,
que daba á la nación un carácter semi-constitucional.
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
271
Pero estos intentos de liberalismo encontraron una
poderosa resistencia en la reina Elisabet, franca-
mente reaccionaria, y que liguraha al frente de los
absolutistas de Prusia. Federico (Tuillermo, á seme-
janza de su padre, vivió dominado por su esposa. Uno
y otro fueron hombres valerosos y de reconocida inte-
ligencia, pero sin voluntad ante sus mujeres y some-
tiéndose á exigencias políticas de éstas en el interior
del hogar. Segura de su imperio sobre el monarca, la
reina Elisabet obligó á los ministros á abandonar sus
carteras ó someterse á su dirección. Ella, a su vez,
como católica, estaba dirigida y sostenida por los
jesuítas, que se exhibían francamente al lado de su
regia protectora. La libertad de enseñanza fué restrin-
gida considerablemente, la prensa se vio objeto de
persecuciones, y los hombres nota-
bles que el rey habia llamado á su
consejo se apartaron de él, sabiendo
de antemano que su ruina era segura
si no obedecían las órdenes de la reina.
El débil Federico (Guillermo dejó
que poco á poco apartasen de su lado
á los hombres de mayor confianza. La
camarilla reaccionaria le presentaba
pruebas apócrifas para convencerle
de la inñdelidad de éstos. Influenciado
por la reina y sus consejeros, dio su
adhesión a medidas ilegitimas y vio-
lentas que exasperaron al país.
El liberalismo prusiano estaba
aguardando desde 1815 el cumpli-
miento de la promesa de una Constitu-
ción que le habían hecho sus reyes, y
en vez de cumplir esta promesa, la
monarquía extremaba sus medidas
reaccionarias. Desengañado ya el pueblo, se lanzó
á conspirar para conseguir sus deseos. Antes de en-
tregarse francamente á los trabajos revolucionarios,
los liberales pidieron al rey el establecimiento de
un régimen popular con una representación nacional
para vigilarlo y dirigirlo. La respuesta de la corte
fué encarcelar á los jefes de los grupos liberales. Al
mismo tiempo, en su política exterior, Prusia contri-
buyó á la arbitrariedad y la violencia, ayudando al
imperio austríaco, que se apoderó de Cracovia, supri-
miendo todo lo que sobrevivía del reino polaco como
pueblo independiente.
Una conspiración organizada contra el rey fué des-
cubierta, y el gobierno reaccionario llenó las prisio-
nes de culpables y de inocentes. El despotismo de la
reina y sus partidarios se mostraba desdeñoso en es-
tas medidas represivas. Seguro del apoyo del ejército,
no creía que el pueblo pudiese intentar nada impor-
tante contra el poder real. Este desprecio exasperó
aun más al pueblo que las persecuciones y los cas-
tigos.
En tal estado ocurrió en Francia la revolución
de 184S, el destronamiento de Luis Felipe y la procla-
FaDBRICO GUILLERMO III
mación de la segunda República. El movimiento de
París repercutió en Prusia. El pueblo se levantó vigo-
rosamente ante la monarquía, cortando las calles de
Berlín con barricadas y batiéndose contra las tropas
reales. Del 17 al 19 de Marzo, en tres jornadas san-
grientas, los cañones abrieron grandes claros en la
muchedumbre revolucionaria, pero ésta se embra-
veció cada vez más, preflriendo morir á declararse
vencida.
Federico Guillermo se dio cuenta por primera vez
de que esta revolución, de la que se burlaban sus con-
sejeros, no era un juego infantil, y repeliendo la tutela
aisladora en que le mantenía la reina, bajó á la calle,
solo, sin guardias, fraternizando con los revoluciona-
ríos, anunciándoles su propósito de cambiar de minis-
tros, reconociendo la legitimidad de
sus reclamaciones. Sus promesas de
dar una Constitución con la respon-
sabilidad de los ministros y el esta-
blecimiento de la unidad alemana,
apaciguaron los ánimos é hicieron
cesar el combate. De vuelta á su pa-
lacio, llamó á respetables personajes
del liberalismo para que formasen el
nuevo gobierno, é hizo salir de Berlín
las tropas que habían ametrallado al
pueblo.
Esta iniciativa entusiasmó á Her-
lín, y nunca fué tan popular y amado
Federico Guillermo como en aquellos
momentos. El pueblo, aglomerado
ante el palacio, le hacía salir al bal-
cón de hora en hora, tributándole in-
mensas aclamaciones.
Un incidente, iiue adquirió enorme
importancia, siendo comentado en toda Europa como
un simbolismo histórico, casi rompió la paz esta-
blecida.
El pueblo enterró con gran pompa el 22 de Marzo
los cadáveres del doctor Weiss y del polaco Malinski,
dos jefes revolucionarios muertos en las barricadas, y
el fúnebre cortejo desfiló ante el palacio real. Al ver
cerradas las ventanas la muchedumbre se indignó,
considerando esto como una muestra del desprecio
real. Temiendo una nueva revuelta, los reyes se mos-
traron en un balcón: Federico (iuillermo con la cabe-
za cubierta, la reina Elisabet pálida de miedo, pero
dejando adivinar en sus miradas un concentrado
rencor.
La muchedumbre les reservaba una humillación.
Al fijarse en el bicornio que cubría la cabeza del rey,
estalló una protesta general. Debía descubrirse ante
las víctimas de sus soldados. Federico Guillermo se
descubrió, y la reina, no pudiendo soportar el espec-
táculo, cayó desmayada en el balcón.
El victorioso cortejo siguió su marcha, volviendo
Berlín á su vida tranquila. El pueblo se mostraba con-
fiado en el cumplimiento de las promesas reales. Todos
272
VICENTE 13LASCO IBANEZ
sus enemigos habían huido. Los consejeros de la reina
estaban lejos. El adversario más temible, el principe
Guillermo, hermano del rey, que era la espada de la
reacción, había emigrado á Londres, sabiendo que su
presencia volvería á sublevar al pueblo.
El futuro Guillermo I, fundador del Imperio ale-
mán y gran héroe nacional, era en 1848 el personaje
más odiado en toda Prusia El pueblo le había dado el
apodo de Principe Metralla, porque en diversas oca-
siones manifestó su deseo de contestar á metrallazos
las peticiones en favor de una Constitución. En his
tres jornadas revolucionarias había animado y dirigi-
do á las tropas que acuchillaban al vecindario de
Berlín.
Transcurrió el tiempo, y la monarquía, con sus dé-
biles reformas, engañó una vez más
la confianza pueril del pueblo. Los
i-eíiceion arios se apoderaron de los
negocios públicos, lentamente al prin-
cipio, con arrogancia después. La
reina recobró su imperio sobre Fe-
derico Guillermo. El Principe Metra-
lla pudo volver del destierro sin nin-
gún cuidado, para prestar su apoyo
al despotismo. La aristocracia do-
minó en todos los consejos. La re-
forma más importante consistió en
crear una Cámara de Pares, lo que
equivalía á una burla para el pueblo.
El ministerio Manteuffel cometió
toda clase de violencias y hasta de
crímenes para aterrar á los liberales.
Un acto de la Dieta reunida en
Francfort, como representante de la
Confederación Germánica, sirvió
para demostrar el espíritu reaccionario de la corte de
Prusia, más atenta á la conservación de su poder ab-
soluto que al engrandecimiento del país.
En 1815, luego de la caída de Bonaparte, los di-
versos príncipes soberanos y las ciudades libres que
se repartían el suelo de Alemania habían hecho una
Confederación para sostener en adelante la indepen-
dencia é inviolabilidad de sus Estados. Las invasiones
y atropellos del imperialismo napoleónico los habían
aleccionado, demostrándoles la necesidad de corregir
el fraccionamiento alemán con una común inteligen-
cia. La asamblea directora de esta Confederación
Germánica se titulaba la Dieta de Francfort, por re-
unií'se en ciertas épocas en la mencionada ciudad.
El emperador de Austria y el rey de Prusia figura-
ban en la Confederación por sus posesiones que ha-
bían pertenecido al antiguo imperio germánico. El rey
de Dinamarca entró también en ella como soberano
del ducado de Ilolstein, y el rey de los Países Bajos
(Holanda) como dueño del Gran Ducado de Luxem-
burgo. Los numerosos reyes y príncipes alemanes, así
como los magistrados-presidentes de las ciudades li-
bres, formaban el resto de la asamblea. El imperio de
FEDERICO GUILLERMO IV
Austria tenia la presidencia, lo que le hacia figurar
como director de la Confederación; pero en realidad
su influjo no era importante, ni deseaba fortalecer
esta asociación, prefiriendo que continuase el fraccio-
namiento y divergencia entre los numerosos Estados.
La constitución de un imperio alemán que reno-
vase el antiguo poderío germánico fué el ensueño
generoso de una mayoría de los representantes de la
Dieta de Francfort. Pero bajo la influencia de las
ideas que esparció por toda Europa la revolución de
París en 1848, querían un imperio liberal y democrá-
tico, fijando sus ojos en Prusia, por desconfiar de la
vieja y despótica Austria.
Un año después de la revolución de Berlín, en
Marzo de 1849, la Dieta de Francfort eligió al rey de
Prusia emperador de Alemania, ro-
gándole que aceptase esta corona y
unificase bajo su cetro los pueblos
germánicos. La proposición era ten-
tadora para los ambiciosos Hohenzo-
llern. >Sín embargo, Federico Gui-
llermo rehusó el titulo, recibiendo
mal á la diputación que fué á ofre-
cérselo. La reina habia influido mu-
cho en esta decisión. Además se
opuso enérgicamente el príncipe Gui-
llermo, á pesar de que el imperio
alemán era la ilusión más tenaz de
su vida, como lo demostró después.
El futuro Guillermo I, emperador
de Alemania, no podía transigir con
nada que procediese del espíritu po-
pular y los partidos liberales.
La educación puramente militar recibida en su
niñez y los sucesos que presenció en los primeros
años durante los infortunios sufridos por sus padres,
decidieron para siempre el carácter de su política, que
tanto ha influido en la de sus sucesores.
Cuando su hermano el rey reunió en 1847 los Esta-
dos generales de Prusia, él tomó asiento en el grupo
reaccionario que se titulaba el «Partido de la Cruz».
Ya hemos visto cómo la impopularidad obligó á expa-
triarse al Principe Metralla. Al volver á Berlín sólo se
dignó aparecer de tarde en tarde en la Cámara pru-
siana. No obstante estar compuesta en su gran mayo-
ría de elementos conservadores, la juzgaba demasia-
do revolucionaria. En cambio fué el alma de los con-
sejos del rey, luchando enérgicamente desde el palacio
con la naciente democracia prusiana, á la que aplastó
definitivamente diez y ocho años después, siguiendo
los consejos de Bismarck, con la victoria militar de
Sadowa.
Cuando el triunfo momentáneo del pueblo impuso
al fin á los Hohenzollern una Constitución en Diciem-
bre de 1848, Guillermo vio en esto un insulto á la mo-
narquía, aceptando como un desquite el encargo de ir
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
273
á pacificar con una intervención armada el ducado de
Badén, cuyo gobierno habían expulsado los revolucio-
narios. El Príncipe Metralla se vengó de las con-
trariedades sufridas en Berlín castigando á los baden-
ses con una crueldad de la que guardaron larga me-
moria.
Al ofrecer la Dieta de Francfort la corona impe-
rial á su hermano, el principe fué el que manifestó
una oposición más tenaz. Aceptar este ofrecimiento
significaba una guerra inmediata con Austria, pero
esto no podía infiuir en las decisiones de Guillermo.
Lo que él consideraba inaceptable era recibir el Impe-
rio de manos del partido nacional alemán, que era al
mismo tiempo el partido de la revolución. Por esto no
vaciló en sacrificar á sus principios inflexibles de go-
bierno sus ambiciones personales y
las de su familia. Deseaba crear la
Alemania única, pero prefería una
espera incierta á la realidad inme-
diata ofrecida por los revoluciona-
rios. Antes que gobernar el país por
la voluntad del mismo país, prefirió
aconsejar la alianza con Austria
para el aplastamiento del naciente
espíritu revolucionario en los Esta-
dos alemanes.
Este hecho caracteriza toda la po-
lítica de Guillermo. Como dice un
autor, «jamás la Historia ha dado á
conocer un partidario más firme y
más indomable del despotismo del
derecho divino». Guillermo, además,
pertenecía á la secta de los pietis-
tas, estableciendo entre su fe reli-
giosa y su conducta como gobernante
una armonía absoluta. La intervención de Dios en
todos los sucesos humanos le parecía evidente. Las
medidas más enérgicas de su política implacable las
creyó en todos los momentos inspiradas por la divini-
dad. En cada uno de sus actos vio el cumplimiento de
un decreto de la Providencia. Admiró su propia espada
como un instrumento de Dios para la salud del mundo.
Esta mentalidad y esta fe dura é implacable del
futuro emperador de Alemania, sirven de explicación
á muchos actos de su nieto Guillermo IL
El espíritu democrático sólo hizo en la historia de
Alemania una aparición rápida y única entre 1848
y 1849. La monarquía de Prusia por un lado y el Im-
perio de Austria por otro, aplastaron la revolución.
Prusia hizo más. La política posterior de Guiller-
mo I y de Bismarck, halagando los instintos belicosos
y la vanidad militar de los alemanes y distrayéndo-
los con empresas guerreras, impidió para siempre que
persistiesen en sus aspiraciones revolucionarias, tole-
rando su servidumbre interior á cambio de la gloria
de conquistar y dominar á otros pueblos.
GUILLERMO I
En 184'J la voluntad de Prusia fué extinguir el
espíritu revolucionario alemán, y con tanto encono
realizó su obra, que nunca ha vuelto á levantar la ca-
beza. Una serie de catástrofes ensangrentaron Alema-
nia. La Dieta de Francfort fué dísuelta y la Constitu-
ción alemana suprimida por la fuerza militar. Los
parlamentarios arrojados de Francfort se refugiaron
en Stuttgart, pero también los buscó en este retiro la
voluntad reaccionaria de Prusia y Austria, obligán-
dolos á disolverse. En el ducado de Badén y en el
reino de Sajonia los revolucionarios proclamaron la
República. Ya hemos dicho cómo el futuro Guiller-
mo I reprimió y castigó la insurrección hádense. En
Dresde la naciente República fué atacada y vencida
por las tropas prusianas, y sus organizadores sufrie-
ron crueles castigos. En esta revolu-
ción de Dresde, figuraron al lado del
gobierno republicano el célebre agi-
tador ruso Miguel Bakounine y Ri-
cardo Wágner, maestro de capilla
de la corte de Dresde.
Al mismo tiempo que la monarquía
de Prusia marchaba de acuerdo con
el Imperio austríaco para combatir
las aspiraciones populares, conspira-
ba contra éste para anular su in-
fluencia en el territorio alemán. Fe-
derico Guillermo, aconsejado por su
ministro Radowitz, quiso formar en
la Alemania del Norte, de acuerdo
con los reyes de Hanóver y Sajonia,
una Confederación Germánica en la
que no entrase Austria, convocando
para esto un parlamento en Erfurth.
La reina Elisabet, traicionando á
su marido, hizo conocer estos manejos á la corte aus-
tríaca, que protestó enérgicamente amenazando con
la guerra. Federico Guillermo tuvo miedo y se avistó
con el emperador de Austria en Olmütz, sufriendo
grandes humillaciones. El emperador insistió en sus
amenazas de una guerra inmediata si no se restable-
cía la Confederación Germánica tal como estaba antes
de la disolución de la Dieta de Francfort, ó sea bajo
la presidencia de Austria y sometiéndose Prusia á su
dirección.
Federico Guillermo volvió á su reino humillado y
vencido. Austria pudo ejercer sobre toda Alemania
una preponderancia sin límites, estableciendo un sis-
tema de persecuciones políticas que se hizo sentir
hasta en el interior de Prusia.
Desde este momento i'Vderico Guillermo quedó
anulado, ."^u debilidad mental, que se había revelado
desde poco antes, se agravó consideral)Iemente. La
reina Elisabet supo valerse de esto para gobernar Pru-
sia con arreglo á sus caprichos políticos, ayudada por
el ministro Manteuffel, representante de la reacción.
Así transcurrieron varios años, teniendo que huir del
país todos los hombres de ideas liberales. El rey vivía
94
274
VICENTE BLASCO IBANEZ
recluido en su palacio, sin más compañía que la de los
fieles amigos de la reina, que ocultaban al pueblo su
mal incurable. En 1857 no fué ya posible disimular
por más tiempo á Prusia que su monarca estaba de-
mente, y hubo que dar un decreto nombrando al prin-
cipe Guillermo, hermano del rey, gobernador del
pais, con el titulo de regente por un periodo de tres
meses. A la expiración de este plazo la regencia fué
prolongada por otros tres meses, después por seis, y
luego indefinidamente, hasta que el desventurado Fe-
derico Guillermo murió en Enero de 1861 en el casti-
llo de SansSouci, cerca de Postdam.
La reina Elisabet y sus ministros conspiraron
contra el regente, pero éste, á pesar de sus firmes
convicciones en favor del despotismo, hizo lo que
todos los monarcas
cuando se ven en
peligro, halagando
al país con medidas
de momentáneo li-
beralismo. Al ser
declarado regente
perpetuo, su pri-
mer acto fué desti-
tuir el ministerio
Manteuffel, susti-
tuyéndolo con un
gobierno menos
odioso.
Por primera vez
en su vida gozaba
Guillermo de una
sombra de popu-
laridad. Pero esto
no parecía entu-
siasmarle, ni le impulsó á llevar más lejos sus expe-
riencias de monarca liberal. Al ocupar el trono defini-
tivamente en 1861, por la muerte de su hermano, con-
tinuó por algún tiempo esta comedia de libertad que
habla empezado como regente. Se atrajo á los parti-
dos avanzados con una amnistía en favor de todos los
reos políticos. Halagó al mismo tiempo los instintos
de los patriotas, dando un manifiesto lleno de insinua-
ciones belicosas y procediendo con gran actividad al
desenvolvimiento y reorganización del ejército y las
instituciones militares. También se ocupó seriamente
de la creación de la marina prusiana, que hasta en-
tonces no habla existido, aprovechando para ello una
de las adquisiciones hechas por su antecesor Federico
Guillermo. Durante el reinado de éste, Prusia se ha-
bla aumentado en 1851 con el pequeño ducado de
Hohenzollern y un pedazo de terreno adquirido en el
borde del mar del Norte, en 1853, para el estableci-
miento de un puerto militar. Prusia poseía al fin un
puerto, pero no contaba con un solo buque, y Guiller-
mo I, previendo lo que le reservaba la «Providen-
cia», se preocupó desde el primer instante de la crea-
ción de una marina, aconsejando á la Confedera-
CASTILLO DE SCHOKNHAÜSEN, DONDE NACIÓ BISMARCK
ción Germánica el desenvolvimiento de la defensa del
litoral.
Cuando llegó el momento de coronarse rey, Gui-
llermo I, en su discurso al Parlamento prusiano, decla-
ró que era monarca «por la voluntad solamente de
Dios», dando á entender con esto el poco caso que ha-
bla de hacer en adelante de una asamblea cuyos po-
deres eran de procedencia menos elevada que los
suyos, pues provenían del pueblo.
La Cámara de representantes respondió á este reto
nombrando presidente á Hagen, jefe de la oposición, y
negándose á votar los presupuestos presentados por el
gobierno. El ministerio tuvo que dimitir, y Guillermo I
dio un decreto inmediatamente disolviendo la Cámara.
Iba á empezar el combate entre la Prusia demo-
crática y este rey
tenaz, convencido
firmemente de su
derecho divino y
refractario á admi-
tir el derecho del
pueblo.
Cinco años duró
la lucha, y al fin
triunfó el absolu-
tismo monárquico,
valiéndose del en-
tusiasmo patrióti-
co que despiertan
siempre las empre-
sas guerreras cuan-
do van acompaña-
das del triunfo y la
conquista. Un hom-
bre realizó este pro-
digio monstruoso, colocando la fuerza sobre el derecho,
haciendo que todo un pueblo olvidase su propia libertad
con la alegría feroz de poder gravitar sobre la libertad
de otros pueblos; un hombre que sustituyó los gene-
rosos ideales políticos de la democracia con las venta-
jas inmediatas y tangibles de la prosperidad material.
Guillermo I, que de continuar solo su lucha contra
las aspiraciones democráticas tal vez habría sido venci
do, viendo sus ensueños de grandeza incapaces de rea-
lizarse por el desacuerdo creciente entre ély su pueblo,
encontró oportunaraentelaayuda necesaria y decisiva.
Iba á entrar en escena el verdadero fundador del
Imperio alemán.
III
Bismarck y la grandeza de Prusia
En 1832 los estudiantes de la universidad de Got-
tinga vieron llegar á un nuevo compañero, grande,
forzudo, de carácter desigual y fantástico, que á los
pocos días se había distinguido por sus numerosas ex-
travagancias.
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
275
Este estudiante se llamaba Otto Eduardo Leopol-
do de Bismarck. Había nacido en 1815 en la vasta
llanura de arena del antiguo Branderaburgo, cubierta
de sombríos bosques de pinos y helada ))or duros y
largos inviernos. Era un hidalgo campesino, un «jun"
quer», como los llaman en Prusia, y tenía por aseen'
dientes una serie de rudos jinetes de cabeza dura,
grandes cazadores y grandes bebedores. Uno de ellos
había sido excomulgado por fundar una escuela laica
en tiempos que la educación era el privilegio de los
monasterios. Otro, que desempeñó altos cargos políti-
cos, hizo grabar en su tumba esta simple inscripción:
Nicolaus de Bismarck, miles. Para la familia, el título
de militar era el más honorífico. Todos habían sido
soldados y famosos caballistas, pero se distinguieron
al mismo tiempo por una astucia más grande aún que
su audacia, acompañando la dureza del puño
de hierro con una gran habilidad para los
negocios.
Otto de Bismarck había heredado estas
facultades de sus antecesores considerable-
mente aumentadas, lo que comunicó á su ju-
ventud una exuberancia atropelladora y un
espíritu indomable.
Los estudiantes de Gottinga, grandes be-
bedores y grandes duelistas, que martiriza-
ban á los burgueses con sus farsas terribles,
se vieron sobrepasados inmediatamente por
este junquer de diez y siete años venido di-
rectamente de su castillo de Schoenhausen.
Varias extravagancias ruidosas le hicieron
ser llamado á los pocos días por el rector
para sufrir una reprimenda, y el joven Bis-
marck compareció ante el severo tribunal
universitario vestido grotescamente, con la pipa en
la boca y acompañado de un par do dogos feroces que
enseñaban los babeantes colmillos libres de bozal. El
futuro sostenedor del orden guardó toda su vida en el
fondo del carácter esta insolencia estudiantil, refrac-
taria á las imposiciones de la autoridad.
Una de sus bromas feroces quedó por muchos años
en la memoria de los habitantes de Gottinga. Invitado
á un baile, al que habían de asistir las señoritas más
elegantes de la población, Bismarck encargó al pri-
mer zapatero de Gottinga un par de botas altas de
charol, como las que todavía usan los estudiantes ale-
manes cuando visten el uniforme tradicional. Eran
muchos los encargos que había recibido el zapatero, y
el joven Otto se enteró la víspera de la fiesta, por las
burlas de sus amigos, de que el industrial no pensaba
cumplirle su promesa.
Acompañado del par de dogos se presentó en la
zapatería, y dijo al dueño con extremada amabilidad:
— Señor, ¿ve usted estos perros? Pues bien; le juro
que mañana mismo por la noche lo despedazarán en
quinientos mil pedazos si no me entrega mis botas.
Y los dogos rugían sordamente mirando al zapa-
tero, como si apoyasen las palabras de su amo.
SILUETA DB BIS-
MARCK CUANDO
BRA BSTUDIANTB
Después que se marchó el estudiante, iba á olvi-
darse el zapatero de tal visita, cuando un muchacho
se detuvo ante la puerta de la tienda gritando con voz
lúgubre:
— ¡Desgraciado! No olvides las botas del señor de
Bismarck.
Y de hora en hora se fué repitiendo el aviso, siem-
pre con voz sepulcral y con iguales palabras. Estos
mensajeros los enviaba Bismarck para recordar al
artesano su promesa. Cuando á las diez de la noche
cerró la tienda con el propósito de acostarse, sonó en
la calle un gran estrépito. Eran los ladridos de los pe-
rros feroces de Bismarck y la voz del estudiante, que
decía con el tono de una aparición de ultratumba:
— ¡Zapatero de mi alma! Tu vida está amenazada.
¡Piensa en tu familia!
El zapatero pasó toda la noche ocupado
en las botas del señor de Bismarck, dejando
incumplidos los encargos de otros clientes de
mayor importancia, y el estudiante pudo ir
al baile con el calzado nuevo, asombrando á
sus amigos, que habían dudado de que pu-
diese conseguirlo.
En la universidad de Berlín su vida fué
igualmentede ruido y disipación. Nunca asis-
tió á las clases. Ni siquiera escuchó las lec-
ciones de derecho del ilustre Savigni. Pasa-
ba el día ó la noche en las tabernas de estu-
diantes, bebiendo, fumando y batiéndose á
sable. En los nueve meses de un curso uni-
versitario tuvo veintiocho duelos. Bien es
verdad que los duelos entre estudiantes ale-
manes no son mortales, pues todos los golpes
van dirigidos únicamente contra el rostro.
Pero en los veintiocho encuentros Bismarck tocó casi
siempre á sus adversarios y sólo recibió una herida,
cuya cicatriz se mantuvo visible en uno de sus carri-
llos. Su buena suerte en el juego de las armas le infun-
dió un confianza insolente.
Como bebedor no fueron menores sus proezas, dis-
tinguiéndose entre la turba universitaria, una de cu-
yas hazañas corrientes es absorber de un solo golpe, á
la voz de mando, un litro de cerveza. Bismarck conser-
vó toda su vida esta sed de estudiante. Siendo prínci-
pe del Imperio, Gran Canciller y arbitro de los desti-
nos de Europa, le acompañaron, lo mismo en la gue-
rra que en la paz, y así en el palacio como en el
campamento, la pipa siempre encendida y el vaso
siempre lleno. Después de beber cerveza tomaba
coñac para «cocer» la cerveza en el estómago. Luego,
para «cocer» á su vez el coñac, volvía á tomar cer-
veza. Y así continuaba bebiendo, sin que estos líqui-
dos produjesen la menor alteración en su cabeza sóli-
da, pues más bien parecían excitar sus facultades.
Cansado de ser estudiante de derecho entró en 18.38
como subteniente en los coraceros de la Guardia,
pero este gran apologista de la disciplina, que sometió
á su país á un régimen de cuartel y preconizó para los
276
VICENTE BLASCO IBANEZ
demás pueblos el mismo procedimiento, no pudo sopor-
tar nunca la supeditación militar. Le gustaba ser sol-
dado: pero soldado para mandar, no para obedecer.
Lo mismo puede decirse de su política, basada en un
orden duro y férreo. El orden lo creia bueno para los
demás. Él fué particularmente el carácter más sober-
bio, díscolo é ingobernable de su época. Hasta sus
mismos reyes, á los que sirvió con tanto éxito y gloria,
tuvieron que sufrir sus insolencias y genialidades.
La carrera militar del joven ( )tto fué corta. Un dia
el teniente de coraceros tuvo que visitar al ministro
de la (xuerra, que le hizo sufrir una larga espera.
Cuando el ministro lo recibió pidiéndole que formu-
lase su petición, Bismarck dijo simplemente:
— He venido para pedir al ministro una corta licen-
cia. Pero durante las dos horas de antesala he reflexio-
nado y vengo á ofrecer mi dimisión.
Al ser gran personaje y tener más años, no por
esto se calmó la impaciencia de su carácter atrope-
llador. En 1863, cuando sostenía como jefe del gobier-
no sus batallas con la Cámara prusiana, el presidente
tuvo que llamarlo al orden por sus palabras rudas, y
él contestó con una insolencia glacial:
— Como no tengo el honor de ser miembro de esta
asamblea; como no he hecho vuestro reglamento ni
he tomado parte en la elección de vuestro presidente,
no estoy sometido á las reglas disciplinarias de la Cá-
mara, ni el presidente posee derecho alguno sobre mi.
El poder del señor presidente tiene por limite el sitio
que yo ocupo en este banco. No reconozco otra auto-
ridad superior á la mía que la de Su Majestad el rey...
Yo hablo aquí en virtud, no de vuestro reglamento,
sino de la autoridad que el rey me ha conferido y del
artículo de la Constitución que ordena que los minis-
tros en todos los momentos puedan obtener la palabra
si la piden y ser escuchados.
Los murmullos hostiles de la asamblea protesta-
ron de estas palabras soberbias, pero Bismarck los
dominó gritando con violencia:
— Vosotros no tenéis el derecho de interrumpirme.
Su carácter de estudiante batallador y amigo de
querellas, le acompañó hasta el interior del Parla-
mento, contestando á los diputados más respetables
con bravatas de espadachín. En 1865, molestado por
un discurso del sabio Virchow, una de las mayores
glorias científicas de Alemania, le propuso en plena
sesión el darse unas estocadas á la salida. Virchow,
hombre de laboratorio, contestó que sus electores le
habían enviado á la Cámara para otras cosas.
En plena vejez, su carácter no podía dominar
jamás estos accesos de violencia. El emperador Gui-
llermo I era el único amo que él reconocía, y sin em-
bargo, la menor oposición de éste á sus palabras basta-
ba para provocar su cólera furiosa. En una de las
entrevistas, al salir del despacho del emperador, tiró
de la puerta con tal furia, que el agarrador quedó roto
en su mano. Después lo arrojó en el salón vecino con-
tra una rica ánfora de porcelana, que se hizo pedazos.
Sólo entonces sonrió con un suspiro de desahogo, mur-
murando: «Ahora me siento mejor.»
Toda su vida el antiguo hidalgo del campo gustó
de aprovechar las cortas temporadas que le dejaban
libres las funciones de gobernante para correr á sus
dominios de Varzin, donde podía satisfacer su necesi-
dad de aire libre y de espacio, practicando sincera-
mente la vida rústica. Vigilaba los trabajos agrícolas,
examinaba los bosques marcando los árboles que de-
bían cortarse, ponía en ejercicio sus potentes músculos
partiendo leña ó dando galopes furiosos que le lleva-
ban como un jinete fantástico á través de matorrales
y barrancos. La caza y la natación fueron sus gran-
des placeres. Durante cincuenta años persiguió el
ciervo, el gamo, el oso, el zorro y el lobo. Siempre
que pudo se sumergió en las aguas de los ríos, los la-
gos y el Océano. Anatolio France dijo de él: «El mar
es la gran voluptuosidad de este gigante casto. «Sus
fuerzas sólo buscaron expansión en los ejercicios vio-
lentos. El amor no tuvo jamás imperio sobre él, ni le
hizo cometer locura alguna. Su ambición enorme y
dominante no dejaba espacio para otras pasiones. Su
lenguaje era cínico cuando estaba de buen humor,
permitiéndose con las damas las mayores confianzas
verbales. Pero sus deseos estaban concentrados ente-
ramente en algo más importante que el amor, consi-
derado por él como una niñería, y mostró siempre á
su esposa una rara fidelidad que en los asuntos del
hogar llegó muchas veces hasta la supeditación.
Su máquina animal, asi como era de una fuerza
prodigiosa, tenía una capacidad y unas exigencias
poco comunes. Ya hemos hablado de sus proezas de
bebedor. Cerveza, vino de (Jhampaña, vino de Borgo-
ña, vino de Burdeos, todo le deleitaba igualmente al
penetrar por su garganta. Una vez asombró á los co-
raceros de Brandemburgo apurando de un solo golpe
la copa de honor del regimiento, que contenía una bo-
tella entera de champan. Otra vez, yendo de caza,
apuró de un solo trago todo el vino contenido en un
cuerno enorme de ciervo. Al hacer una visita á Bur-
deos en 1862, escribió á su familia con entusiasmo:
«He bebido Lafitte, Pichón, Mouton, Latour, Margot,
Saint-Julien, Brame, Laroze, Armaillac y otros vinos.
Hace mucho calor. Gozamos de treinta grados á la som-
bra y cincuenta y cinco al sol, pero yo no pienso en
esto cuando tengo buen vino dentro del cuerpo.»
Su capacidad gastronómica no era menor. Durante
la campaña de 1870 en Francia, el ejército prusiano
sufrió algunas privaciones, que se hicieron extensivas
á los generales y los personajes del cuartel real. Pero
la mesa de Bismarck estuvo siempre bien abastecida
de sus manjares favoritos: empanadas de ave, cuar-
tos de jabalí y pechugas de ganso ahumado.
— En mi familia — decía con orgullo ante estas vi-
tuallas— todos hemos sido grandes comedores. Si quie-
ren que trabaje con éxito, es preciso que esté bien
mantenido. Yo no puedo hacer una buena paz si no
me dan bien de comer y bien de beber.
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
277
Pero en la familia Bismarck la astucia era tan no-
table como la fuerza, y este hombre supo ocultar sus
apetitos ó dominarlos, cuando lo consideraba útil. El
juego fué la gran pasión de su juventud, pero asi que
contrajo matrimonio se abstuvo de tocar una baraja.
«Ser jugador no es conveniente para un padre de fa-
milia», dijo para explicar este cambio en sus gustos,
yin embargo volvió á jugar por astucia, viendo en el
juego un medio de mentir á los que le rodeaban.
— En el verano de 186.") — contaba Bismarck á sus
Íntimos — , mientras negocia-
ba la convención de (lalstein
con el diplomático austríaco
Blome, me dediqué á jugar
al quinze con una locura
aparente de muchacho, que
dejó estupefacta á la galería.
Esto tuvo su malicia. Blome
había oído decir sin duda
que el juego del quinze pro-
porciona la mejor ocasión
para conocer la verdadera
naturaleza de un hombre, y
quiso experimentarlo conmi-
go. Puedes ir enterándote,
compañero, decía yo para
mis adentros. Y jugué como
un aturdido, perdiendo vo-
luntariamente algunos cen
tenares de talers, que podía
haber reclamado después al
tesoro de Prusia, como gas-
tados en el servicio de Su
Majestad. Con esto desorien-
té á Blome, y le hice seguir
una falsa pista. Me tomó por
un aturdido, abandonó su
reserva, se confió á mi y
conseguí de él todo lo que
quise.
También su potencia para el trabajo fué maravi-
llosa, hasta el punto de ser comparada con la de Na-
poleón. En medio de los graves asuntos de Estado, en-
contraba siempre tiempo para leer. Poseía á fondo las
obras de Shakespeare y Goethe, y tenía un conoci-
míenio profundo de la historia universal. En sus mo-
mentos de mayor preocupación, intentaba distraerse
con la lectura de novelas, abundantes en aventuras y
peripecias, que cautivasen su interés sin obligarle á
reflexionar. En vísperas de la batalla de Sadowa,
hecho decisivo para su porvenir, pues iba á jugarse
en él la carrera y la vida, visitó el campo de Sichrow,
donde se había dado una batalla preliminar y que es-
taba cubierto de cadáveres de militares, caballos des-
panzurrados, armones y piezas de artillería rotas. Al
volver á su alojamiento escribió á su esposa: «Envía-
me inmediatamente una pistola de arzón y una nove-
la francesa.» En la campaña de 1870, mientras lucha-
BISMARCK CON UNIFORMO DE JEFE DE ESCUADRÓN
DE LA LANDWEUR
ban las tropas prusianas Bismarck entretenía sus
ocios de diplomático sin empleo leyendo las novelas
folletinescas de Ponson du Terraíl.
De todas las artes fué la música la de su mayor
predilección. Desde joven adoró á Beethoven y fué de
los primeros que aceptaron en Prusia las obras de
Wágner. Guillermo I, poco afecto á la música y que
sólo admitía las melodías fáciles de las óperas italia-
nas, bostezaba, luchando con el sueño, cada vez que
por un deber patriótico tenía que asistir á las repre-
sentaciones wagnerianas.Su
canciller, en cambio, favore-
ció en distintas ocasiones á
este artista revolucionario,
aunque prefería á los maes-
tros alemanes de la genera-
ción anterior.
Esta afición musical le
hizo emplear muchas veces
en sus discursos imágenes
sacadas de los poemas de las
óperas germánicas. En 1848,
cuando hacía sus primeras
armas de diputado en la Cá-
mara prusiana, se opuso
enérgicamente como orador
de la reacción á que Federi-
co (iuillermo IV aceptase la
corona de emperador que le
ofrecían los liberales de la
Dieta de Francfort. El ar-
doroso junquer, que soñaba
con la fundación del imperio
germánico lo mismo que su
futuro soberano Guillermo I,
protestó sin embargo de que
el rey de Prusia pudiese
aceptarla nueva corona, por
el carácter político de los que
hacían el ofrecimiento.
«Es el radicalismo — dijo Bismarck — el que ofrece
al rey este regalo. Tarde ó temprano, el radicalismo
se levantará ante el rey reclamando su recompensa,
y mostrando el emblema del águila sobre la bandera
imperial, le dirá: «^^.Pensabas acaso que el águila iba
á ser un don gratuito?»
Estas palabras eran exactamente las que pronun-
cia el diablo disfrazado de cazador en la ópera de
Weber, Freyschiitz, cuando reclama á Max su alma
á cambio de haberle proporcionado las balas encan-
tadas.
Como orador fué rudo, pero original y sabroso,
abundando en su elocuencia las imágenes pintorescas
y unas expresiones características, de las que sólo él
era capaz. Hablando de un sincero debate mantenido
en la Cámara prusiana, dijo desde el banco ministe-
rial: «Estamos haciendo política en calzoncillos de
baño.» Alabando al socialista Lassalle, cuyo talento
278
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
le placía mucho, lo describió con esta frase: «Era un
hombre que hubiese querido tenerlo como vecino en
el campo.» De otro socialista elocuente y de una du-
reza tenaz, dijo así: «Es una estatua de fuente que
chorrea frases.»
Su filosofía particular atrajo el sutil examen de
Anatolio France, que escribió lo siguiente:
«Se ha dicho que este espíritu fuerte profesaba la
misma fe religiosa de la multitud, y hasta que mez-
claba en ella supersticiones antiguas y groseras, como
por ejemplo, considerar de un carácter funesto cier-
tos días y ciertas fechas.
Bismarck protestó siem-
pre de esta afirmación.
«Me sentaré — dijo — á
una mesa de trece con-
vidados siempre que me
guste, y me ocupo de los
negocios más importan-
tes el viernes ó el 13 de
cada mes, si es necesa-
rio.» En esto era un es-
píritu libre. Pero por
otro lado confesaba ha-
ber sentido un terror su-
persticioso cuando el rey
le otorgó el título de con-
de. Es una antigua creen-
cia en Pomerania que
todas las familias que
reciben este título se
extinguen prontamente.
« Podría citar diez ó doce
— dijo Bismarck mucho
después — . Hice todo lo
que pude para evitar
dicho título, pero al fin
tuve que someterme y
todavía no estoy libre de
inquietud.»
«Parece que esto no era una simple broma. Dicen
también que una vez vio fantasmas en un viejo casti-
llo de Brandemburgo. En cuanto á su creencia en
Dios, parece muy profunda. La fe cristiana ha arran-
cado á este soberbio acentos de gran humildad: «Yo
soy — ha escrito públicamente — uno de los muchos pe-
cadores á los que falta la gloria de Dios. Sin embargo
espero, lo mismo quellos, que Dios en su gracia no
me querrá arrebatar el bastón de una fe humilde, con
ayuda del cual buscaré mi camino en medio de las
dudas y los peligros de la situación que ocupo.» No
siento la tentación de sospechar extremadamente de
la sinceridad y el sentimiento que revelan estas pala-
bras piadosas. Bien considerado, no resulta extraordi-
nario que Bismarck sea un espíritu religioso, pues
une á una imaginación exuberante un desprecio ins-
tintivo por las ciencias naturales y positivas. En todas
las ocasiones ha consultado «la Biblia y el Cielo estre-
LA PESADILLA DE BISMARCK
liado», forjando como cualquiera otro su novela de lo
ideal.
«Dicen que es un triste, y yo le felicito por ello.
Desprecia á los hombres, y sin embargo, su enemis-
tad le aflige mucho. «He sido odiado por los más y
amado de muy pocos», dijo en 1866. «No hay hombre
más detestado que yo en Europa, desde el Garona
hasta el Neva», exclamó en 1874. Sabe que en la mis-
ma Prusia hubiese sido maldecido de no quedar sus
planes afirmados por la victoria. «Si somos vencidos
— dijo la víspera de Sadowa — , las comadres de Berlín
van á lapidarme con sus
trapos de cocina moja-
dos.»
«Para colmo de tris-
teza, este hombre de ac-
ción que ha realizado
tantas obras no descu-
bre, por más que refle-
xiona, las razones de la
acción en este mundo;
no encuentra siquiera un
sentido posible á la vida.
«¡C^ue se cumpla la vo-
luntad de Dios! — escri-
bió en 1856 — . Todo aquí
abajo no es más que una
cuestión de tiempo. Las
razas y los individuos,
la demencia y la cordu-
ra, la paz y la guerra,
van y vienen como las
olas, mientras el mar en
su fondo permanece in-
móvil. ¡No hay sobre la
tierra más que hipocre-
sía y engaño! Que esta
máscara de carne que
nos disfraza sea arran-
cada por la fiebre ó por
una bala más ó menos tarde, y entonces se verá
que entre un prusiano y un austríaco que se odian
hay tal semejanza, que es difícil distinguir á uno de
otro.»
«Veinte años más tarde, en una hora íntima y so-
lemne, sintió subir á su corazón el remordimiento y
el horror por la propia obra. Fué en Varzin. El día
empezaba á extinguirse. El príncipe de Bismarck es-
taba, según su costumbre luego de comer, sentado ante
la chimenea, en el gran salón donde se yergue la esta-
tua de Rauch, La Victoria distribuyendo coronas. Des-
pués de un largo silencio, durante el cual lanzaba
de vez en cuando pinas secas en el fuego, siguiendo
con la mirada fija su seco crepitamiento, Bismarck
empezó á lamentarse de que su actividad política
le hubiese valido muy pocas satisfacciones y escaso
número de amigos. Nadie le amaba por lo que había
hecho. Sus enormes trabajos no habían producido la
(De un ditiiijo de ift época, por el célebre
caricaturista francés Honorato Daumíerj
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
279
felicidad de nadie: ni de él mismo, ni de su familia.
»Uno de los oyentes intentó consolarle, diciendo
que habla hecho la felicidad de una gran nación.
» — Sí; ;.pero á costa de cuántas desgracias? — con-
testó Bismarck — . Sin mí se hubiesen evitado tres
grandes guerras; no habrían perecido más de cien mil
hombres; padres, madres, hermanos, hermanas y viu-
das no se verían sumidos en el duelo. Yo he arreglado
ya esto con mi creador; pero repito que de todas mis
obras no he recogido ninguna alegría.
«Nunca el señor de Bismarck se mostró tan gran-
de como en esta hora
crepuscular.»
Hasta la edad de trein-
ta y dos años permane-
ció en sus tierras, lle-
vando laexistencia de un
señor feudal. La muerte
de su padre le había he-
cho retirarse á su domi-
nio de Schoenhausen
para dirigir los trabajos
agrícolas. En la soledad
se dedicó al estudio de
la historia y los idiomas.
Pero esta vida de Cin-
cinato no convenia á su
temperamento ardiente,
deseoso de acción. Figu-
ró como representante
en la Dieta provincial
de la Sajonia prusiana,
y al reunir Federico Gui-
llermo IV, en 1847, todas
las dietas en Berlín, for-
mando la primera Cá-
mara, el joven diputado
Bismarck se distinguió desde las primeras sesiones por
el ardor con que sostuvo las doctrinas reaccionarias
más extremadas. El junquer orador fué el campeón
del viejo partido feudal, saturado de orgullo, de pre-
tensiones y de odio contra el derecho popular. En
medio de las interrupciones y sarcasmos de los li-
berales, expuso teorías del más exagerado absolutis
mo, sosteniendo que el rey era soberano por la gracia
de Dios, dueño de un poder sin límites, y que el Esta-
do debía conservar un carácter religioso, oponiéndose
por esto á la emancipación política de los judíos.
Durante la revolución de ISiS, cuando todos los reac-
cionarios se disimulaban prudentemente, él continuó
su batalla parlamentaria contra la causa popular con
iguales energías.
La gran fuerza política de Bismarck fué conocer
mejor que nadie el verdadero carácter del pueblo pru-
siano. Sabía que era refractario á toda revolución.
Sus revueltas é insurrecciones no pasaban de ser
ESTATUA DB BISMARCK EN BfflRLIN FRENTE AL REICHSTACt
simples reflejos de los movimientos de otros países
que aman la libertad y la necesitan para su existencia.
El pueblo alemán, falto de iniciativas, desea verse
agrupado y mandado dentro de los moldes de una es-
trecha disciplina. Su revolución de 18i8-que no ha
repetido después — fué una simple imitación de las
revoluciones que en la misma fecha agitaron á Euro-
pa. Este pueblo-rebaño siente un respeto instintivo
ante las jerarquías políticas y sociales, considerándo-
las necesarias.
Bismarck, que sabía esto, pudo desafiar insolente-
mente en todas las oca-
siones la indignación del
pueblo como nunca lo ha
hecho gobernante algu-
no, riendo con risa bru-
tal cuando alguien ha-
blaba de la posibilidad
de una protesta revolu-
cionaria. El era el único
que podía ofrecer al país
la solución política que
reclamaban sus gustos,
el régimen de cuartel, la
vida de guerra y de con-
quista.
Ya hemos dicho cómo
se opuso en la Cámara
á que la monarquía pru-
siana aceptase la corona
imperial que le ofrecían
los demócratas déla Die-
ta de Francfort. No po-
día admitir el ofreci-
miento por estar basado
en la soberanía del pue-
blo y reconocer el su-
fragio iniversal; pero al
mismo tiempo afirmó las
ideas que debían caracterizar más tarde su política.
En 1848 una unión alemana había de absorber nece-
sariamente al reino de Prusia, interior en importan-
cia á los otros Estados germánicos reunidos. El ideal
de Bismarck era que Prusia aumentase su fuerza y su
poder absoluto para colocarse á la cabeza de Alema-
nia con una jefatura indiscutible, luego de haber
aplastado á los revolucionarios y haber impuesto su
autoridad al grupo germánico por la razón ó por la
fuerza.
Este hombre, cuyas vehemencias reaccionarias
comprometieron muchas veces el principio monár-
quico defendido con sobrado ardor, entró en la diplo-
macia en 18."j1, siendo destinado á la legación de Pru-
sia ante la Dieta de Francfort con el cargo de primer
secretario. Dos meses después era ministro plenipo-
tenciario, y ocupó este puesto durante ocho años, dis-
tinguiéndose por la habilidad con que supo atraer
hacia su país las simpatías de los pueblos germánicos
280
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
y por su hostilidad declarada contra Austria. No con-
tento con los manejos diplomáticos, se improvisó pe-
riodista, publicando en los diarios satíricos de Berlín
artículos sarcásticos contra el gobierno de Viena.
Fué tan violenta y tan franca esta campaña, que el
gobierno de Prusia tuvo que relevarle del puesto de
Francfort enviándolo de ministro á San Petersburgo.
Tres años después, en
1862, pasó á ser minis- ^ ^^
tro en Paris, ajustan-
do un tratado de co-
mercio entre Francia
y el Zollverein ale-
mán, representado
por Prusia.
En este momento
había llegado á su
período álgido la lu-
cha entre el Parla-
mento prusiano y el
rey Guillermo I. Aun-
queéstefigurahacomo
monarca constitucio-
nal, seguía los mis
mos procedimientos
del absolutismo. El
rey quería introducir
grandes y costosas re-
formas en el ejército,
chocando con la opo-
sición de la Cámara,
que se resistía siste-
máticamente á todo
gasto nuevo. Los mi-
nisterios eran derro-
tados por el Parla-
mento, y cuando el
rey lo disolvía, las
nuevas elecciones au-
mentaban el número
de la oposición. En tal
conflicto Gruillerrao I
se acordó del hombre
que por sus antece-
dentes, su vehemen-
cia y su energía era
el más indicado para
realizar sus proyectos. Bismarck fué llamado de Paris
á Berlín para reemplazar al príncipe de Hohenlohe
como jefe del gobierno y ministro de Negocios Ex-
tranjeros.
Llegaba al fin para el junquer elocuente y ardoro-
so el momento que tanto había deseado. Iba á reali-
zar su plan de engrandecer á Prusia por todos los
medios y establecer su hegemonía sobre una Alema-
nia restaurada, colocando para esto el gobierno per-
sonal sobre el gobierno parlamentario. Seis días des-
pués de haber tomado el poder, dijo en plena Cámara
BISMARCK EN 18G6
estas palabras memorables que revelaban toda su po-
lítica futura: «No es con discursos parlamentarios ni
con votos de mayorías, sino por el hierro y por el
fuego como resolveremos las grandes cuestiones de
nuestro tiempo.»
En vez de valerse de justas y prudentes concesiones
para conseguir un acuerdo con la mayoría de la Cáma-
ra y unabenevolencia
de la oposición, Bis-
marck, que desdeña-
ba la libertad y la le-
galidad y estaba con-
vencido de que el pue-
blo prusiano no era
capaz de repetir sus
protestas revolucio-
narias, entabló una
lucha brutal con los
diputados, con los pe-
riódicos, con todas las
fuerzas liberales del
país. La Cámara per-
sistía en oponerse á
la aprobación del pre-
supuesto, por los gas-
tos considérateles que
había incluido el rey
para el aumento de
las tropas. Bismarck,
en vista de esto, quiso
quitar á los represen-
tantes del país el de-
recho de reglamentar
dicho presupuesto,
desarrollando la ex-
traña teoría de que el
gobierno puede hacer
los gastos anticipada-
mente y luego de rea-
lizados la Cámara sólo
debe discutir si son
justos ó no lo son.
Esta doctrina audaz
que restablecía los
procedimientos del
absolutismo, levantó
como era natural
grandes protestas. La Cámara votó una proposición
declarando que el gobierno violaba los preceptos cons-
titucionales, pero Bismarck no hizo caso alguno del
voto y aceptó la lucha con la más absoluta tranquili-
dad. Mientras gritaban diputados y periódicos, él con-
tinuó activamente, de acuerdo con el rey, la reorgani-
zación del ejército, que debía ser el principal ejecutor
de sus grandes proyectos. Todas las resistencias in-
tentadas por el país las acogió con altivo desdén ó
crueles burlas.
Bismarck fué en muchas ocasiones amigo entu-
(Grabado de la época)
LA BATALL>Í
Dibujo de J. Simoiit, de la •Illustralion- de París
Las masas alemanas retrocediendo antcid
íe flandes
fuego de los cañones franceses de 75
jir.t;
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
281
siasta de Rusia. Su permanencia en San Petersburgo
y la semejanza entre sus doctrinas políticas y el sis-
tema de gobierno del zarismo en aquella época, le
hicieron mostrar una irresistible predilección por el
imperio moscovita. Amaba á Rusia tanto como des-
preciaba á Austria. Por esto, en 1863, al estallar en
Polonia la insurrección patriótica contra la tiranía
rusa, Bisraarck ayudó descaradamente al gobierno de
San Petersburgo para el aplastamiento de la revolu-
ción polaca, simpática á toda Europa, sin importarle
que su conducta fuese objeto de una reprobación ge-
neral. Francia é Inglaterra protestaron vivamente al
ver cómo Prusia faltaba á su neutralidad. Pero el
gobernante prusiano tenia la certeza de que estas
reclamaciones no podían llegar hasta el extremo de
una intervención armada, y las hizo frente, contes-
tando con notas soberbias que representaron una hu-
millación diplomática para los gabinetes inglés y
francés.
Mientras tanto continuaba la lucha entre la Cá-
mara prusiana y el arrogante Bismarck. Al contestar
á una interpelación sobre el conflicto diplomático mo-
tivado por su ayuda á Rusia, el jefe del gobierno dijo
insolentemente: «Yo haré la guerra si la juzgo útil,
con el asentimiento ó sin el asentimiento de los repre-
sentantes parlamentarios.» En la sesión del 11 de
Mayo, después de un vivo altercado entre el presidente
de la Cámara y el general Roon, ministro de la Gue-
rra, que era un buen discípulo de Bismarck en
punto á despreciar al Parlamento, la Cámara aprobó,
por 239 votos contra 61, una petición al rey para que
retirase sus carteras á los ministros, considerándoles
incompatibles con la representación nacional. La
respuesta de Guillermo I fué ratificar su confianza á
unos ministros que tan fielmente secundaban sus pla-
nes y cerrar
las sesiones del
Parlamento.
Quedaba la
prensa como
sostenedora de
la protesta ge-
neral, pero Bis-
marck la per-
siguió suspen-
diendo la pu-
blicaciónde nu-
merosos perió-
dicos y proce-
sando á sus di-
rectores.
Los tribuna-
les absolvieron
á los periodis-
tas, y todos los
municipios de
Prusia envia-
soLDADO PRUSIANO EN 1866 ron peticiones
ORÍGBNBS DBL MILITARISMO PRUSIANO
El 1.^'' regimiento de infantería prusiana en 1866
al rey suplicándole que destituyese á Bismarck y sus
ministros, por ser contrarios á la Constitución y á los
deseos del pueblo. El gobierno declaró ilegales estas
manifestaciones, y el rey decretó la disolución defini-
tiva de la Cámara. Las nuevas elecciones enviaron
al Parlamento un número más considerable aún de
diputados liberales, como era natural dada la exci-
tación del país. Desde las primeras sesiones mani-
festaron su hostilidad contra el gobierno, protestando
del voto de la Cámara de los Señores que había pues-
to en vigor el presupuesto real en toda su integridad,
sin atender á las reformas de la Cámara anterior.
La situación de Bismarck era difícil. Tenía enfren-
te á los diputados, los periódicos, las masas popula-
res y la burguesía liberal. Se veía en el mismo estado
que el ministro francés Polignac en vísperas de la
revolución de 1830. Pero esto no parecía despertar en
el enérgico junquer la menor inquietud. Cuando le ha-
blaban de una revolución posible, contestaba con una
risa tan franca y comunicativa que su interlocutor
acababa por reír igualmente. Estaba convencido de la
paciencia sin límites del pueblo prusiano, de su ten-
dencia á la supeditación, de sus admiraciones instin-
tivas ante todo lo que representa fuerza y atropello.
Para mantenerse en el poder contaba Bismarck con
la adhesión del ejército, aumentado considerablemen-
te, y con la ayuda de una guerra que exaltase el pa-
triotismo del país, concentrando su atención en la
gloria de los triunfos exteriores, mientras olvidaba su
situación interna. En Noviembre de 1863 se presentó
la ocasión deseada.
El advenimiento al trono de Dinamarca del nuevo
rey Cristian IX puso á la orden del día en los Estados
germánicos la cuestión de loa ducados de Sleawig y
Holstein, cuestión que, gracias á Bismarck, tuvo las
más graves é inesperadas consecuencias. En virtud
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
de un tratado firmado en Londres en 1852 por los go-
biernos de Austria y de Prusia, bajo la inspiración del
gobierno ruso, estos ducados habían sido unidos á la
monarquía de Dinamarca, reconociendo á Cristian
como su rey futuro. La Dieta de Francfort no quiso
admitir este tratado, invocando una ley de 1650 que
daba á la unión de los citados ducados un carácter
puramente personal y estableciendo que en el caso de
extinguirse la descendencia masculina de los reyes
de Dinamarca— como ocurrió al morir Federico VII
en 1863 y sucederle Cristian IX, su pariente — , estos
ducados debían pasar al duque de Augustenbourg. Las
pretensiones de la Dieta de Francfort fueron puestas
en práctica al subir Cristian IX al trono de Dinamar-
ca. La Dieta, que era una representación de los ins-
tintos de nacionalidad y engrandecimiento que se ha-
bían apoderado de Alemania, reivindicó especialmente
el ducado de Holstein como territorio que formaba
parte del grupo germánico y ordenó el 7 de Diciem-
bre la ocupación federal, encargando de realizarla á
las tropas sajonas y hanoverianas.
Bismarck vio llegado el momento de mezclarse en
el asunto. Su plan fué tan simple como atrevido: re-
constituir la Alemania del Norte, hacer que Austria
proclamase el estado de sitio en Galitzia, alarmando
á Rusia, que se preocupó de su propia seguridad sin
prestar atención á lo que ocurría en Dinamarca, y
proceder resueltamente á la expoliación de este último
reino. El ministro de Guillermo I ejecutó el plan con la
audacia y la felicidad que le acompañaron en todas sus
empresas. Nada podía temer de Inglaterra, que en aquel
momento seguía una política contraria á toda interven-
ción por las armas. En cuanto á Francia, no osaba
acometer una acción europea sin el concurso británico.
El gobernante prusiano, con una astucia maquia-
vélica, hizo entrar en sus proyectos á Austria, con-
venciéndola de que la ocasión era propicia para
demostrar que sentía gran interés por los asuntos ger-
mánicos. El plan de Bismarck, encaminado á apode-
rarse de los dos ducados sin derecho alguno y sin más
apoyo que el de la fuerza, suponía un verdadero robo.
La conciencia de Guillermo I y de algunos represen-
tantes del partido feudal de Prusia pareció sublevarse
ante la enormidad del atentado. Pero el ministro supo
disipar tales escrúpulos, demostrando á estos parti-
darios de la tradición que Dinamarca era un centro
de agitaciones democráticas y convenía anularlo por
medio de la guerra. De las protestas de la opinión
popular no se preocupó para nada. Una guerra fácil
y victoriosa haría olvidar su política de compresión
interior, imponiendo silencio á la prensa de Berlín y
á la Cámara de diputados.
Existía el tratado de Londres, firmado por Prusia
y Austria, reconociendo la legitimidad con que Cris-
tian IX poseía los dos ducados. Pero un tratado era
obstáculo insignificante para un hombre como Bis-
marck, fundador de la doctrina alemana, que cuando
lo considera conveniente, sólo ve «un pedazo de papel»
en los documentos solemnes. El grande hombre pru-
siano, en sus discusiones preparatorias con el gobier-
no de Dinamarca y la Dieta de Francfort, acabó por
declarar con una franqueza brutal que «las cuestiones
políticas no eran cuestiones de derecho, sino de fuer-
za», y que Prusia, potencia europea, no iba á dejarse
guiar por la mayoría de votos de la Dieta, compuesta
de pequeños Estados.
El 1." de Febrero de 1864 el ejército austro-pru-
siano franqueó el Eider, invadiendo el ducado de
Slewig. Esta guerra inicua y corta, en la que Dina-
marca nada pudo hacer contra dos enemigos podero-
sos, dio por resultado la pérdida para ella, no sola-
mente del Holstein y el Lauenburgo, que eran de
origen germánico, sino del Slewig por entero, com-
prendiendo la parte del país de pura raza dinamar-
quesa. Una vez terminada la expedición, todos espe-
raron su resultado práctico. Austria y Prusia habían
tomado las armas, según dijeron, para asegurar la in-
dependencia de los ducados. Pero después del triunfo
no hablaron más de la independencia de dichos pue-
blos. Podían haber atendido igualmente las peticiones
de la Dieta de Francfort, sostenedora de los derechos
del duque de Augustemburgo sobre estos territorios,
pero los vencedores ni siquiera las tomaron en consi-
deración. La doctrina de Bismarck era franca y con-
cisa. Se habían apoderado de los ducados por el dere-
cho de la fuerza, y debían guardarlos en virtud del
mismo derecho.
Comenzó entonces un espectáculo nunca visto en
la Historia. Austria y Prusia hablan marchado de per-
fecto acuerdo mientras se trató de expoliar en común,
pero llegada la hora del reparto se pelearon ante el
botín, lo mismo que se pelean los salteadores al lado
del camino después de una empresa afortunada. Con
la convención de Galstein en 1865, verdadero acto de
filibusterismo político, Austria y Prusia llegaron á un
acuerdo preliminar. En este trabajo se manifestó más
que en ningún otro la astucia diplomática de Bis-
marck, que fingiéndose un aturdido supo engañar á
los representantes de Austria. Primeramente se quedó
con el Slewig y luego con el Lauenburgo, que le fue-
ron abandonados por su cómplice, tras deshonrosos
regateos, mediante una indemnización de 139 francos
por cabeza de habitante. Pero cuando Bismarck quiso
apoderarse igualmente del Holstein, la diplomacia
austríaca se opuso con indignación. El gobernante
prusiano deseaba todo el botín, tratando con menos-
precio al cómplice que le había servido para disimu-
lar su atentado. Por primera vez vieron claramente
en Viena que la anexión de los ducados á Prusia
no era más que un anuncio de la absorción de los de-
más Estados germánicos, y que el plan de Bismarck
se encaminaba á anular la influencia austríaca en
una Alemania futura dirigida por Guillermo I. Bis-
marck, seguro de su fuerza, ya no fingió más y acep-
tó francamente la cuestión con Austria, guardándose
los ducados.
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
285
Podia disponer de un ejército sólidamente organi-
zado. El rey Guillermo se asustaba en el primer mo-
mento ante la audacia de sus concepciones, pero al
fin las admitía, convencido por su enérgica fe en los
destinos de Prusia. La guerra de los ducados habia
servido para revelar á un gran estratega, el general
Moltke, y á un hábil organizador, el general Roon.
Apoyado en estos dos hombres que eran sus brazos,
y seguro de la aprobación de Guillermo I, tras del
cual se ocultaba para que pudiese figurar como la
única inteligencia directora, Bismarck se atrevió á
todo. Iba á reanudar la obra de
Federico II, á constituir por la
fuerza militar un nuevo reino
de Prusia, homogéneo y de as-
piraciones belicosas que domi-
nase á Alemania entera, humi-
llando y empequeñeciendo
para siempre al imperio aus-
tríaco.
Los primeros meses de ISlílí
los empleó Bismarck en com-
pletar los preparativos milita-
res con sus dos colaboradores
Moltke y Roon. Un suceso ines-
perado casi anuló instantánea-
mente los planes audaces del
gobernante prusiano, sirviendo
al mismo tiempo para demos-
trar la buena suerte que le
acompañó siempre en los peli-
gros. Un revolucionario llama-
do Blind, furioso por el despre-
cio con que atropellaba Bis-
marck las aspiraciones popu-
lares, le disparó á quemarropa
cuatro tiros de revólver. Los
que presenciaron el atentado
dieron por muerto al ministro, al ver que recibía
todas las balas en el pecho. Pero éstas quedaron amor-
tiguadas en el espeso forro de su gabán, y Bismarck
sólo experimentó el susto consiguiente.
Antes de atacar al imperio austríaco contrajo una
alianza con Italia, deseosa de completar su unidad,
expulsando definitivamente del suelo patrio á los aus-
tríacos que todavía ocupaban Venecia. La alianza
con Italia le proporcionó indirectamente la benevo-
lencia del imperio francés, que años antes habia ayu-
dado á los italianos á la reconquista de Lombardía,
derrotando las tropas austríacas en Magenta y Solfe-
rino.
Cuando Bismarck hubo terminado sus preparati-
vos militares y diplomáticos, dio principio á las hosti-
lidades, enviando á la Dieta de Francfort un proyecto
de reforma de la Confederación Germánica. En él pro-
ponía la disolución inmediata de dicha Confederación
en su forma actual, la expulsión de Austria, que ocu-
paba la presidencia, la entrega á Prusia del mando
MOLTKB
supremo de todas las fuerzas de tierra y mar de la
Alemania reconstituida, y la creación de un Parla-
mento nacional que sustituyese á la Dieta. Lo más
notal)le de este proyecto fué que el Parlamento ale-
mán debía ser designado por sufragio universal, siste-
ma del que tanto se había burlado Bismarck cuando
los liberales prusianos lo solicitaban para su país.
Este proyecto representaba una provocación á los
Estados alemanes y al imperio austríaco, seguida
indudablemente de la guerra. Las potencias neutrales
intervinieron para evitarla, proponiendo la reunión
de un congreso diplomático,
pero el gabinete de Viena, tor-
pe y confiado en su fuerza, se
negó á todo arreglo, secundan-
do con su ceguera los proyec-
tos de Bismarck. Este dirigió
entonces un ultimátum á la
Dieta de Francfort para que
aceptase el proyecto de nueva
( onfederación, declarando su
negativa como un casus belli.
La Dieta respondió á tal ame-
naza con la oposición que era
de esperar, y dos días después,
el 16 de .Junio, entraron en gue-
rra las tropas prusianas, apo-
derándose de Leipzig.
La campaña fué tan breve
como decisiva. El ejército de
Prusia avanzó con una rapidez
y una seguridad casi mecáni-
cas, ejecutando el plan ideado
mucho antes por el general
Moltke. En veinte dias Austria
se vio derrotada allí donde in-
tentó oponerse á los enemigos,
hasta que el 3 de .Tullo su ejér-
cito quedó definitivamente aplastado en la sangrienta
batalla de Sadowa.
Este dia fué el más tremendo y decisivo en toda la
existencia de Bismarck. Había iniciado la guerra
contra los sentimientos de i ¡uillermo I, poco dispuesto
á una lucha con el imperio austríaco, teniendo que
asumir todas las responsabilidades de su plan audaz.
Detrás de él estaba Prusia entera que le aborrecía y
deseaba un fracaso de su política para sacrificarlo.
Moltke, Roon y los demás hombres de guerra consti-
tuían su único apoyo. Si el ejército quedaba derrota-
do, Bismarck podía dar por terminada su carrera y
hasta su vida. Hubo un momento en la batalla de
Sadowa en que pareció que la suerte iba á decidirse
por los austríacos. Según cuentan, el futuro canciller
presenció el combate desde una altura con mirada
ansiosa, pie á tierra, las riendas de su caballo pasa-
das por un brazo, y oprimiendo en la diestra una pis-
tola, tal vez la misma que días antes había pedido á
la condesa de Bismarck junto con una novela fran-
264
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
ENTRADA DK LOS PKUSIANOS EN LEIPZIG
(Gi'abado de la éj)Oca)
cesa. Su resolución era firme. Si las tropas prusianas
continuaban el retroceso iniciado, un tiro de pistola
se unirla al estrépito de cañones y fusiles, y Bismarck
habria dejado de existir.
Pero los prusianos acabaron por triunfar en Sa-
dowa, gracias al fusil de aguja, que era el último in-
vento de aquella época, y les dio una irresistible supe-
rioridad sobre el enemigo. Dos días después los aus-
tríacos abandonaron Venecia, y el 22 de Julio, sin
atreverse á intentar una segunda batalla, aceptaron
el armisticio propuesto por Francia y los prelimina-
res de paz. Esta paz tenia una condición sine qua
non impuesta por Bismarck, que después de la hora
mortal pasada en Sadowa se mostró más arrogante
que nunca. Austria debía aceptar su expulsión de la
Confederación Germánica. Sólo sobre esta base era
posible la paz.
La corte de Viena abdicó para siempre su influen-
cia en los Estados de Alemania. Llegaba para Bis-
marck la realización de sus ensueños: el reino de
Prusia director de los destinos germánicos.
Después de este primer éxito, Alemania, unificada
y modelada en el troquel prusiano, podría imponer
su influencia al resto de Europa.
Al romper Bismarck con la Dieta de Francfort,
una parte considerable de Alemania se mantuvo en
torno de ésta, oponiéndose al atropello intentado por
Prusia, y como consecuencia al lado de Austria.
Los reinos de Baviera, Wurtenberg, Sajonia, Ha-
nóver, Nassau, los dos Hesse y Francfort, se pronun-
ciaron en favor de la Dieta. Prusia sólo tuvo á su lado
las ciudades libres de Brema, Hamburgo y Lubeck,
Mecklemburgo, Oldemburgo y los principados sa-
jones.
Al firmarse en 26 de Julio de 1866 la
paz de Nikolsburgo con el imperio aus-
tríaco, que iba á quedar excluido para
siempre de la Confederación Germánica,
el victorioso Bismarck se dedicó á nor-
malizar la vida interior de Prusia. La vic-
toria le había dado un enorme prestigio.
La oposición liberal, la prensa, las masas
democráticas, todos los que le habían
combatido, oponiéndose á sus demasías,
enmudecieron. ¿Cómo afrontar el entu-
siasmo patriótico que rodeaba á este triun-
fador después de la audaz aventura de
Sadowa? Bismarck tomó el titulo de Can-
ciller y la nueva Cámara prusiana el de
Reichstag. Uno de los primeros actos del
naciente Reichstag fué aprobar como úti-
les y patrióticas todas las medidas anti-
constitucionales y violentas empleadas
por Bismarck en los últimos cuatro años.
Al quedar vencedora Prusia sobre
todos los Estados de Alemania, el Canci-
ller se dedicó al engrandecimiento del territorio na-
cional, castigando con rudeza á los Estados germá-
nicos que se habían declarado en favor de Austria. La
paz de Nikolsburgo consagraba la existencia de una
nueva Confederación más pequeña, pero más firme
que la regida por la disuelta Dieta de Francfort. Esta
Confederación, llamada de la Alemania del Norte,
abarcó, como lo indica su nombre, todos los Estados
alemanes situados más arriba de la linea del Mein.
Abajo del Mein se creó la Confederación de la Ale-
mania del Sur, formada por Baviera y otros Estados
que se habían mostrado contrarios á Prusia en la
reciente guerra. El diplomático Bismarck transigió
con ellos, adivinando que más adelante podría atraer-
los á sus planes. Reconoció sin resistencia la Confe-
deración del Sur, y antes de terminar el año había
firmado tratados de paz y de alianza ofensiva y de-
fensiva con dichos Estados, los cuales aceptaron que
en caso de guerra el mando de sus ejércitos sería
confiado al rey de Prusia.
En la Alemania del Norte su política fué distinta,
castigando con mano dura á todos los países que ha-
bían seguido á la Alemania del Sur por mantener los
acuerdos de la Dieta de Francfort. Dichos Estados
fueron anexionados á Prusia, decretando Bismarck el
destronamiento de sus reyes, duques y electores. De
tales atropellos el más censurable fué el realizado en
el reino de Hanóver. El rey de este país, Jorge V, que
había nacido ciego, quedó destronado por el delito de
ser fiel á sus compromisos con la Dieta. La familia
real de Hanóver se vio despojada, no sólo de su reino,
sino de sus bienes particulares, quedando reducida á
vivir en el destierro en la mayor pobreza. Bismarck
la persiguió con su saña, asi como al elector de Ilesse,
igualmente despojado de sus bienes, é hizo aprobar
por el Reichstag la doble expoliación, como si fuese
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1^14
SSS
BATALLA DB SADOWA
una medida patriótica. Los habitantes de los países
alemanes anexionados á Prusia intentaron oponerse
al atropello con protestas y motines, pero Bismarck
los redujo férreamente á la obediencia.
Veintidós Estados alemanes, de una importancia
más ó menos considerable, constituyeron con Prusia
la Confederación del Norte que Bismarck se dedicó á
organizar durante el año 1867. Además, la Confede-
ración del Sur, como ya hemos dicho, habia puesto
sus tropas, para el caso de guerra, á las órdenes del
rey Guillermo. Un Parlamento aduanero que englo-
baba los intereses económicos de ambas confedera-
ciones sirvió al Canciller para ir dando realidad á su
plan de una Alemania única.
Esta organización formidable se dirigía especial-
BBRLiN. LAS BANDERAS TO.MADAS
A LOS AUSTRÍACOS
(Grabados de la época)
mente contra Francia, único enemigo que veía Bis-
marck para el engrandecimiento de Prusia. Todas sus
medidas de gobernante y sus gestiones diplomáticas
fueron encaminadas á preparar una guerra con el
Imperio francés, arrebatándole las simpatías de las
otras potencias para aislarlo y asestarle oportuna-
mente el golpe decisivo.
La jactancia y la torpeza de los gobiernos de Na-
poleón III facilitaron considerablemente estos planes.
Europa estaba fatigada de la supremacía continental
ejercida por el Imperio francés. Éste, por su parte,
como todos los gobiernos basados en la fuerza, abusa-
ba del poder militar, creyéndolo más fuerte de lo que
era en realidad.
El gobernante prusiano pudo juguetear como un
felino con el imperialismo francés antes
de devorarlo. El embajador de Napo-
león III en Berlín era el conde de Bene-
dctti, diplomático de vista corta que no
supo adivinar los verdaderos propósitos
de Bismarck ni hizo ver á su país la im-
portancia militar de Prusia.
Después de la catástrofe de 1870, Be-
nedetti intentó justificar su fracaso di-
plomático afirmando que oportunamen-
te había dado la voz de alarma á su
emperador. De ser esto verdad resulta
que Napoleón fué aun más torpe y con-
fiado que su representante.
El astuto Bismarck, para realizar
tranquilamente sus preparativos de gue-
rra y los engrandecimientos del terri-
torio prusiano sin alarma ni protesta
de Francia, habia encontrado el medio
266
VICENTE BLASCO IBAÑÉ2
de distraer á Benedetti y su soberano hablando vaga-
mente de una inteligencia posible entre ambas nacio-
nes para que Napoleón se apoderase de Bélgica. Como
el Imperio, desacreditado é impopular, necesitaba el
prestigio de nuevas conquistas para mantener su exis-
tencia frente al descontento del país y las protestas
del republicanismo. Napoleón III y su embajador ca-
yeron fácilmente en esta trampa de la diplomacia
prusiana. Benedetti y Bismarck hablaron muchas
veces del futuro reparto de Bélgica, sugerido diabó-
licamente por el Canciller. El embajador francés fué
tan confiado, que llegó á entregar á Bismarck prue-
bas escritas de este propósito de su emperador. Dichos
papeles, comunicados por el Canci-
ller al gobierno de Inglaterra, hicie-
ron enfriarse las relaciones amisto-
sas entre la Gran Bretaña y Fran-
cia. Esta fué la causa principal de
que el gobierno de Londres contem-
plase impasible la desastrosa guerra
de 1870 y la ruina del Imperio. En
aquel entonces, lo mismo que en la
actualidad, Inglaterra consideró la
independencia de Bélgica como algo
sagrado é intangible. Se separó del
Imperio francés porque habia pen-
sado atentar contra ella. Bismarck
tuvo buen cuidado en mostrarse de
un escrupuloso respeto para la inte-
gridad de Bélgica durante la guerra
con Francia. Sabia que era el medio
mejor para que la Gran Bretaña
permaneciese tranquila.
En 1868 se debilitó visiblemente
la política prusiana dirigida contra
Francia. Bismarck estaba enfermo
y tuvo que retirarse por algún tiempo de los nego-
cios públicos. Una dolencia nerviosa producida por el
exceso de trabajo y de emociones le mantuvo por al-
gunos meses lejos del gobierno, pero antes de termi-
nar el año, el coloso incansable volvió á comparecer
ante el Reichstag, reanudando con los mismos impul-
sos de la juventud su política arrolladura.
Todas sus medidas iban encaminadas contra el
Imperio francés, siendo extraordinario que Napo-
león III y sus hombres, cegados por la soberbia de un
poder que creían invencible, no adivinasen la tor-
menta que se formaba contra ellos al otro lado del
Rhin.
Hubo un momento en que el emperador francés
pudo ver el peligro con toda claridad. Apenas intentó
en 1867 adquirir el ducado de Luxemburgo que le
cedía el rey de Holanda, el Canciller se alzó ante él
oponiéndose enérgicamente á dicha anexión. La gue-
rra entre Francia y Prusia estuvo próxima á estallar
tres años antes de 1870. Pero Bismarck consideró á
última hora que su país no estaba completamente pre-
parado para la lucha y que era mejor esperar. Por
BBNBDBTTI
esto dio una solución diplomática al asunto, aceptando
que en la conferencia de Londres se declarase al
Luxemburgo territorio neutral, desmantelando sus for-
tificaciones. Esta era la conducta del supuesto amigo
que un año antes había halagado la complicidad del
Imperio sugiriéndole la posibilidad de la anexión de
Bélgica. No ya este reino importante, sino ni un pe-
queño ducado permitía Bismarck que viniese á agran-
dar el territorio francés. Un año antes, cuando Prusia
estaba en lucha con Austria, había sido conveniente
halagar á Napoleón con mentidas esperanzas para
mantenerlo al margen de la lucha. Ahora que el reino
prusiano era fuerte y estaba en paz con Europa podía
mostrar francamente sus sentimien-
tos poco benévolos para Francia.
El emperador, después de esta bru-
tal demostración, volvió á su apática
y confiada somnolencia, mientras
Bismarck continuaba en silencio su
obra enorme. Para que los Hohenzo-
llern fuesen, según el deseo de Fe-
derico el Grande, los primeros mo-
narcas de Europa, era preciso ven-
cer á Francia, desmembrarla y ha-
cerla descender á un segundo rango.
La actividad de Bismarck, secunda-
da por la aprobación de Guillermo I
y el tecnicismo de Moltke y Roon,
preparó la Alemania hasta en sus
menores detalles como la más formi-
dable máquina de guerra conocida
híxsta entonces.
«Todo estaba pronto en Prusia
— dice un historiador francés — , lo
mismo los hombres que las cosas.
Nada estaba preparado en Francia.
Aquí, entre las manos del emperador, aventurero
siniestro que se había hecho dueño violentamente del
país, todo estaba dislocado, empequeñecido y corrom-
pido. La imprevisión y la impericia que dirigían los
negocios públicos, la ausencia de hombres superiores
en el gobierno, la desorganización del ejército, la de-
cadencia moral producida por veinte años de despotis-
mo, todo concurría en caso de conflicto á precipitar-
nos en una catástrofe. El gobierno prusiano sabía todo
esto, y sólo esperaba una ocasión favorable para en-
tablar la lucha.»
Esta ocasión, deseada por Bismarck durante más
de un año, ó sea después de visitar París en 1869 con
pretexto de la Exposición Universal y ver de cerca
el estado de Francia, se la proporcionó inesperada-
mente el pueblo que menos relación tenía con Prusia
y menos motivos para influir en las cuestiones del
centro del continente: España.
Después de la revolución española de 1868, que
destronó á la dinastía borbónica en la persona de Isa-
bel II, los directores de este movimiento nacional,
generales y políticos prestigiosos, en vez de procla-
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
287
mar la República como era lógico, persistieron en el
mantenimiento de la forma monárquica, pero con una
dinastía nueva, para lo cual fueron sus representan-
tes mendigando un rey por todas las cortes de Europa.
Uno de los candidatos ;i la corona de España fué
el principe alemán Leopoldo de HohenzoUern, parien-
te de Guillermo I y simple comandante de infantería
de la Guardia prusiana. Para sostener esta candida-
tura, el general Prim, jefe del gobierno español y
enemigo personal de Napoleón III por lo mucho que
le había perseguido éste en sus tiempos de conspira-
dor, se puso de acuerdo con Bismarck, que encontró
en este asunto una doble ventaja para sus planes. Si
el HohenzoUern se sentaba en el tro-
no de España, el Imperio francés
quedaría en un aislamiento comple-
to, rodeado de enemigos por todas
partes. De fracasar la candidatura,
era casi seguro que estas negocia-
ciones diplomáticas, al ser conoci-
das por Francia, darían pretexto á
la guerra que deseaba el canciller
prusiano. Á fines de Junio de 1870,
el acuerdo entre Prim y Bismarck
fué completo, después de largas ne-
gociaciones. El embajador de Fran-
cia en Madrid telegrafió el 3 de Julio
al duque de Gramont, ministro de
Negocios Extranjeros en París, que
la candidatura de HohenzoUern al
trono de España era cierta y de éxito
indiscutible. El general Prim en per-
sona le había manifestado su firme
voluntad de hacer friunfar dicha so-
lución, pues no encontraba otro can-
didato aceptable en ningún país.
La noticia puso en alarma al gobierno imperial.
El embajador de Francia en Berlín pidió explicacio-
nes á la Cancillería prusiana, pero Bismarck se había
ausentado y su reemplazante, M. de Thile, contestó de
un modo evasivo que el gobierno prusiano ignoraba
esta gestión y no tenía por qué mezclarse en ella ni
aceptaba responsabilidad alguna, por tratarse de un
asunto personal. Únicamente Guillermo I podía inter-
venir en el asunto, no como rey de Prusia, sino como
jefe de la familia HohenzoUern.
La distinción sutil entre la corona de Prusia y la
familia HohenzoUern, ideada sin duda por Bismarck,
fué la norma constante de la diplomacia alemana en
este contiicto.
La posibilidad de un rey prusiano en el trono de la
vecina España produjo gran efervescencia en la po-
lítica francesa. El gobierno, en vez de aminorar la
agitación, la aumentó el día 5 de Julio en la Cámara
de diputados con las declaraciones del duque de Gra-
mont, jactanciosas hasta la fanfarronería. El ministro
de.Negocios Extranjeros, después de hacer constar sus
simpatías por la nación española y la voluntad de
BL DUQUE DE GRAMONT
Francia de no inmiscuirse «en los asuntos interiores
de una grande y noble nación en pleno ejercicio de su
soberanía», añadió con arrogancia en medio de los
aplausos entusiastas de los diputados bonapartistas:
«Nosotros no creemos que el respeto á los derechos
de un pueblo vecino nos obligue á sufrir que una po-
tencia extranjera, colocando á uno de sus príncipes
en el trono de (darlos V, desarregle en perjuicio nues-
tro el equilibrio actual de las fuerzas de Europa y
ponga en peligro los intereses y el honor de Francia.
«Tenemos la firme esperanza de que no llegará á
realizarse esta eventualidad. Para impedirla contamos
á la vez con la cordura del pueblo alemán y la amis-
tad del pueblo español. Si no fuese
así, fortalecidos por vuestro apoyo
y el de la nación sabremos cumplir
nuestro deber sin dudas ni vacila-
ciones.»
Los diputados de la oposición se
escandalizaron ante este lenguaje
audaz. «¿Es que queréis la guerra?»,
gritó M. Crémieux. El presidente del
Consejo, Emilio OUivier, republica-
no de la víspera que había reconoci-
do el imperio y deseaba merecer la
confianza de la corte extremando su
política, dijo que ansiaba la paz,
pero añadió: «Si algún día considera-
mos que la guerra resulta inevita-
ble, la emprenderemos sin vacilar.»
Los detalles de esta sesión parla-
mentaria causaron en Berlín gran
cólera, viéndose en ellos una pro-
vocación á Prusia. Bismarck, fin-
giéndose igualmente indignado, ex-
perimentó sin duda una gran alegría
interior. Llegaba la guerra tan deseada por él. Los
mismos enemigos se encargaban de provocarla con sus
imprudencias, dando á Prusia el simpático papel de
nación agredida. A la fanfarronería del Parlamento
francés y su ciega confianza, se unieron las irritantes
exigencias de la diplomacia napoleónica, que preten-
dió humillar á la corte de Prusia creyéndola débil y
temerosa.
El embajador Benedetti visitó al rey Guillermo en
la estación balnearia de Ems, para pedirle que obli-
gase al príncipe de HohenzoUern á desistir de su can-
didatura al trono de España. El monarca contestó in-
sistiendo en su doctrina de que como rey de Prusia no
tenía por qué mezclarse en un asunto que era pura-
mente de familia, y como jefe de la casa HohenzoUern
lo único que podía hacer era hablar con el candidato
Leopoldo y su padre, Antonio de HohenzoUern, que
había preparado y dirigido la negociación con Es-
paña.
El gobierno de Paría no se dio por satisfecho con
esta respuesta é insistió enérgicamente, demostrando
que no temía un rompimiento, pues más bien parecía
^.iJíA.
288
VICENTE BLASCO IBANEZ
buscarlo. Napoleón III y sus ministros procedían como
si ignorasen que Prusia y los demás Estados alemanes
estaban poderosamente armados, deseando entrar en
campaña inmediatamente. El gabinete de París había
recibido desde mucho antes numerosos informes sobre
estos preparativos, pero una imprudencia irresistible
lo arrastraba á la perdición.
Siguiendo sus órdenes, el embajador Benedetti vol-
vió el 11 de .Julio á Ems para tener una nueva entre-
vista con el rey de Prusia, insistiendo en la renuncia
del principe Leopoldo. Guillermo contestó que no
sabia siquiera dónde estaba el príncipe en aquellos
momentos, pero esperaba recibir noticias suyas
aquella misma noche.
Al día siguiente se supo que el
príncipe Antonio, padre del preten-
diente, había telegrafiado á Madrid
la renuncia de su hijo. Con esto des-
aparecía la causa del conflicto. En
Berlín todos dieron el asunto por ter-
minado, y en París recobraron su
tranquilidad los que eran ajenos á
los intereses del imperio y no creían
necesario una guerra para su exis-
tencia. Pero quedábanlos cortesanos
y ministros de Napoleón III, deseo-
sos de' no perder la ocasión para
realzar con la gloria de una cam-
paña victoriosa la popularidad de-
creciente del imperio; quedaban
Moltke, Roon y todos los generales
y oficiales prusianos, ansiosos de
experimentar en un choque con los
franceses la fuerza del gran or-
ganismo belicoso que habían crea-
do; y sobre todos ellos quedaba Bis-
marck, genio diabólico que supo impedir el restable-
cimiento de una calma contraria á sus planes. La im-
prudencia del gobierno francés continuó viniendo en
su ayuda.
El 13 de .lulio, Benedetti se presentó por la mañana
al rey (Tuillermo para manifestar que si el príncipe
Leopoldo reanudaba sus gestiones de candidato, el go-
bierno francés consideraría esto como una ofensa. El
rey contestó que después de la renuncia no había mo-
tivo para hablar más del asunto. Por la tarde volvió
á la carga el embajador con una torpeza irritante para
exigir que Prusia diese garantías de que el candidato
Hohenzollern no pensaba insistir en sus pretensiones.
Irritado Guillermo I por tal insistencia, se negó á re-
cibir al embajador, manifestándole por medio de un
ayudante que tendría una gran satisfacción en hablar
con él de asuntos particulares, pero que no podía darle
audiencia para tratar de un asunto que había quedado
ya resuelto por la mañana. Esta grave resolución del
soberano fué obra del astuto Bismarck, que al mismo
tiempo que aconsejaba al rey los procedimientos enér-
gicos mantenía la desconfianza de los franceses con
BL MARISCAL LBBtEUP
tortuosas informaciones secretas para que persistiesen
en sus demandas imprudentes.
El acto de Guillermo I produjo en Francia gran
indignación. El imperio se consideró ofendido. Por su
parte Bismarck aceleró el rompimiento, valiéndose
de procedimientos reprobables que él consideraba de
uso legal siempre que sirviesen á sus planes.
Mientras Benedetti, «el corso irascible» como le
llamaba Bismarck, se había trasladado á Ems para
tratar directamente con Guillermo I, el Canciller se
mantenía oculto en sus tierras de Varzin. Fué un pro-
cedimiento diplomático semejante al que siguió la
Cancillería alemana en 1914, durante el mes de .Julio,
cuando el embajador de la Gran Bre-
taña trabajaba por el mantenimien-
to de la paz. La ausencia del Canci-
ller y las palabras ambiguas de los
sustitutos no permitieron ningún
arreglo definitivo.
lUsmarck desde Varzin estaba en
comunicación telegráfica con Ems,
aconsejando á su rey. Además tenía
junto á éste á un consejero intimo
de la Cancillería, el literato Abeken,
hombre de grandes estudios estéticos
y filológicos, que había puesto al
servicio de Bismarck su estilo aco-
modaticio y su carácter sumiso.
Oculto en Varzin, trabajó el Can-
ciller para que no pudiese sobreve-
nir un arreglo y el asunto del trono
de España produjese la guerra. Al
ver que Benedetti se trasladaba á
Ems para ponerse en contacto direc-
to con Guillermo I, él se dirigió á
Berlín, esperando con sus consocios
Moltke y Roon el ansiado desenlace.
Cuando el rey, á instigaciones de su Canciller que
le aconsejaba una gran energía, é irritado por las pre-
tensiones de Benedetti, se negó finalmente á recibirle,
Abeken, por encargo del monarca, puso un telegrama
confidencial á Bismarck dándole cuenta de todo lo
ocurrido.
Este documento fué el famoso «despacho de Ems»,
célebre en la historia de la diplomacia. Guillermo I,
al releerlo antes de que lo enviasen al telégrafo, dijo
á Abeken:
— Esta vez creo que Bismarck quedará contento de
nosotros.
Sin embargo, el telegrama era de un estilo débil y
no podía contentar al Canciller. El rey se limitaba á
darle cuenta de lo ocurrido entre él y Benedetti y de
su negativa á recibirlo en adelante para tratar de la
candidatura Hohenzollern. Luego dejaba «á la volun-
tad de Bismarck» el callar este suceso ó el darlo á
conocer á la diplomacia y la prensa con una publici-
dad que hiciese irreparable el rompimiento. Guiller-
mo sentía miedo á última hora ante las consecuencias
HISTORIA DR LA GUERRA EUROPEA DE 191)
289
de estus manejos ocultos de su Canciller, y no se atre-
vía á adoptar una resolución.
Bismarek estaba comiendo en Berlín con Moltkc y
Koon cuando recibió el telegrama. Los tres esperaban
con la ansiedad del entusiasmo las noticias de Ems
creyéndolas belicosas. Al leer el telegrama, el viejo
Moltke quedó desalentado. Una senilidad repentina
descompuso su rostro y enfrió sus energías. La gloria
se le escapaba de entre las manos. Iba á resultar
inútil toda su vida dedicada á la fabricación de una
herramienta de guerra como nunca se había cono-
cido. El rey Guillermo no quería la lucha y echaba
pie atrás en el momento decisivo. Su colega Roon
mostró igual desaliento.
Pero el terrible coloso, después de
breve reflexión, sonrió diabólica-
mente ante la tristeza de sus amigos.
- Todo va bien — les dijo — , seguid
comiendo con tranquilidad.
Le bastó pasar unos minutos en
su despacho, pluma en mano, ante
el famoso telegrama. Borró pala-
bras, para modificar de este modo el
sentido del texto, é interpretando
como una orden ineludible la consul-
ta que le hacía su rey sobre la con-
veniencia de dar á conocer el tele-
grama ó guardarlo secreto, lo lanzó
inmediatamente á la publicidad. Des-
pués de esto era irreparable el rom-
pimiento entre Francia y Prusia, y
por consiguiente la guerra.
Algún tiempo después, el socialis-
ta Liebknecht y otros fueron condu- emilio ollivier
cidos á la cárcel por acusar á Bis-
marek de falsificación. Pero el falsario se enorgulle-
cía de su triste hazaña que había empujado al país
á una guerra victoriosa.
El entusiasmo del elemento militar demostró á las
pocas horas que el Canciller había interpretado con
su falsificación el espíritu belicoso de la corte prusia-
na. La noticia de los efectos del telegrama real mo-
dificado por Bismarek. llegó á Ems en el momento
que (4uíllermo I con su séquito se disponía á volver
á Berlín.
— ¡Es la guerra! — exclamó el príncipe heredero.
Y todos los generales y oficiales de la regia com-
pañía repitieron con gozoso entusiasmo: «¡Es la gue-
rra! ¡Al fin llega la guerra!»
En París no fué menor la exaltación ante una gue-
rra que todos los imperialistas consideraban de éxito
seguro. Napoleón 111, «genio invencible» según sus
aduladores cortesanos, iba á aplastar á Prusia con
gran facilidad, asi como años antes había derrotado á
los austríacos en los campos de Lombardía. En vano
hablaban los observadores imparciales del desorden
que había creado el imperio de Francia y de la falta
de medios para la defensa. Los bonapartistas infun-
dieron confianza á la nación afirmando que estos pesi-
mismos no eran más que murmuraciones interesadas
de los republicanos. Thiers se vio insultado en la
(íámara, al oponerse á la guerra con palabras profé-
ticas que anunciaban la próxima catástrofe. Su voz
autorizada se perdió entre los gritos de protesta de
los diputados imperiales, que se habían repartido
como un botín durante veinte años la prosperidad de
Francia.
Nimca se había visto un gobierno tan ciego y jac-
tancioso, marchando á la ruina con la sonrisa en los
labios y la seguridad de la victoria en todos sus gestos.
Resulta incomprensible la seguridad con que mintió el
régimen imperial en estos momen-
tos. Los ministros — y especialmente
Napoleón III — sabían con certeza
que los alemanes gozaban de una
formidable superioridad en el arma-
mento, la organización y el número
de combatientes. Cuando un raes des-
pués, en 4 de Septiembre, cayó el
Imperio quedando proclamada la Re-
pública, los gobernantes populares,
al examinar los papeles archivados
en el palacio de las TuUerías, en-
contraron numerosos informes que
demostraban cómo el emperador es-
taba enterado de los enormes prepa-
rativos de Alemania. ¡Y sin embar-
go, el Imperio buscaba la guerra, la
provocaba, como si fuese un autó-
mata movido por los ocultos tirones
de Bismarek!... Se iba á cumplir la
suerte fatal de todo régimen basado
en la fuerza y el atropello. La orgu
llosa jactancia de los imperios militares los arrastra
irresistiblemente á la muerte, aunque estén dirigidos
por el genio de un Napoleón I.
En los pasillos de la Cámara, el mariscal Leboeuf,
ministro de la Guerra, decía con suficiencia á los di-
putados, atusándose el bigote:
— No temáis nada. Todo está preparadt) en nues-
tro ejército. Nada falta: ni el último botón de una
polaina.
El jefe del gobierno, Emilio Ollivier. decía con
una seguridad de caudillo victorioso refiriéndose al
ejército prusiano: «Soplaremos sobre él y caerá.» Y
los diputados bonapartistas sonreían y aplaudían. Iba
á ser una guerra corta y victoriosa.
Esta demencia gigantesca únicamente puede ex-
plicarse por la confianza que un imperio militar, fa-
vorecido al principio por la fortuna, pone siempre
en la suerte de las armas, creyendo ([ue será eterna-
mente favorable. Además el bonapartismo necesitaba
una guerra como un medicamento, para restaurar su
salud vacilante.
La emperatriz Eugenia era la que mostraba ma-
yor energía, violentando los sucesos con la iraprevi-
3ti
290
VICENTE BLASCO IBANEZ
sión propia de una mujer de capacidad vulgar cuan-
do se mezcla en los asuntos de Estado.
— Esta guerra — decía — es mi guerra. La necesito:
me hace falta.
Paul de Cassagnac, el primer escritor del bonapar
tismo, dijo después de la catástrofe con ingenua fran-
queza: «Para nosotros la guerra era inevitable por los
intereses de Francia y por las necesidades de la di-
nastía."
En las últimas palabras se encierra el verdadero
motivo de esta carrera
loca hacia la catástro-
fe á que se vio impulsa-
da Francia por el Impe-
rio. Napoleón III y su
esposa querían conser-
var intacto el trono para
su hijo; la República,
quese imaginaban muer-
ta para siempre después
del asesinato nacional
del 2 de Diciembre, vol-
vía álevantarse como un
espectro que anunciaba
venganza, y únicamente
una guerra podía afirmar
el régimen en peligro.
El antiguo aventurero
llegado á emperador sen-
tía cierto misticismo al
considerar su ascensión
prodigiosa. Tenia fe en
su buena estrella por los
éxitos conseguidos hasta
entonces, y se lanzó en
la aventura, creyendo
que á última hoi'a ven-
dría en su auxilio una cir-
cunstancia inesperada.
El principal colabora-
dor de los planes auda-
ces de Bísmarck fué in-
voluntariamente Napo-
león III. En el gran dra-
ma de 1870 todos trabajaron sin quererlo para la crea-
ción de los organismos más opuestos á sus propios
ideales. El emperador Napoleón facilitó el nacimiento
del Imperio alemán. Bísmarck contribuyó, sin desear-
lo, al triunfo definitivo de la República en Francia.
IV
La guerra de 1870 y el Imperio de Alemania
La incuria del segundo Imperio napoleónico había
puesto á Francia á merced del invasor. Sus represen-
tantes, confiados en el prestigio de la victoriosa leyen-
BL EMPERADOR NAPOLKOX III
da bonapartista, no habían hecho preparativo alguno,
mirando sin inquietud la enorme máquina de guerra
montada al otro lado del Rhin por un gobernante que
había de decir con bárbaro orgullo: «La fuerza es su-
perior al derecho.»
El hombre que conocía mejor que todos los france-
ses la verdadera situación de Francia era Bísmarck.
Tenía á su servicio un espionaje audaz — del que ha-
blaremos más adelante — , que elevó á la categoría de
una institución política. Estaba enterado de que el
efectivo del ejército fran-
cés, á pesar de las bra-
vatas bonapartístas, era
casi irrisorio; que el ré-
gimen imperial había
corrompido á los genera-
les, extinguiendo el sen-
timiento del deber en los
oficiales: que la inten-
dencia se mantenía des-
organizada y desprovis-
ta de recursos; que loa
arsenales estaban casi
vacíos, y si el patriotis-
mo del pueblo desperta-
ba en Francia á la hora
de la invasión, podría
hacer muy poco por fal-
ta de preparación mili-
tar. El gobierno impe-
rial, que únicamente se
ocupaba de la política y
tenia miedo á las masas
populares por ser repu-
blicanas, había desar-
mado la Guardia Nficio-
nal desde años antes.
El desprecio del Can-
ciller por los gobernan-
tes del Imperio era enor-
me. Los había tratado y
reconocido en sus viajes
á Francia, dándose cuen-
ta de su inepcia, sólo
comparable con su infatuación. El mérito del em-
perador lo había apreciado al primer golpe de vis-
ta, al conferenciar con él en Vichy en 1S()6. Sus apa-
riencias taciturnas hacían creer á muchos en un
gran talento reconcentrado, que vivía una existencia
interior de grandes ideas. Bísmarck se dio cuenta
de que este silencio sólo ocultaba una incapacidad
aparatosa.
Con tales enemigos, el Maquíavelo prusiano no
creyó nunca necesaria una gran habilidad diplomáti-
ca. Los procedimientos más groseros le bastaron para
hacerlos caer en la trampa de su política, poniendo
del lado suyo las apariencias del derecho.
— Jamás— decía Bísmarck al coronel Stoffel, agre-
HISTORIA DE LA GUERR;^ EUROPEA DE 1914
291
gado militar de Francia en Berlín — desearemos nos-
otros una guerra con los franceses. Para que esta
guerra fuese un hecho, sería necesario que vinierais
vosotros á disparar vuestros fusiles contra Prusia á
quemarropa.
Y el terrible gigante reía bondadosamente, como
si fuese un apóstol de la paz. Lo que él no decía era
que gracias á sus manejos los políticos mediocres del
bonapartismo se encargarían imprudentemente de
hacer estos disparos, dando á Prusia la simpatía que
acompaña siempre al
agredido.
Al iniciarse la guerra,
los militares franceses y
la crédula opinión popu-
lar se mostraron confia-
dos en el mérito del fusil
chassepot, superior al
fusil de aguja de los ale-
manes. Á esto se limita-
ban las ventajas fran-
cesas. En lo demás su
inferioridad era lamen-
table. Todo les faltaba:
cartuchos, municiones
de todas clases, medios
de transporte, víveres,
hornos de campaña. En
cuanto á la artillería,
era inferior á la alema-
na tanto en el número
como en el alcance. El
gobierno había podido
adquirir dos años antes
cañones iguales á los
de Krupp, pero Napo-
león III, antiguo oficial
de artillería, los bahía
rehusíido soñando con
algo mejor, sin querer
aceptar nada definitivo,
hasta que le sorprendió
la guerra.
En la campaña de 1870
los franceses se batieron siempre en una proporción
de uno contra tres, y en ciertos combates de uno con-
tra cinco ó seis. Nunca, en toda su historia, se vio
Francia menos preparada para la defensa. Bismarck
y ]\Ioltke, que estaban bien enterados de todo por el
espionaje á su servicio, tenían prisa en dar el gol-
pe, antes de que el Imperio pensase en una reorgani-
zación.
«Mientras nuestros generales — dice un escritor
francés— no tenían siíjuiera mapas del país donde se
desarrollaba la campaña, el último de los soldados
prusianos guardaba en su mochila un indicador del
terreno, marcado escrupulosamente. Este fué el se-
creto de la ciencia geográfica de que dieron tantas
LA EMPERATRIZ EUGENIA
pruebas sorprendentes nuestros enemigos y de la cual
nuestros generales y ministros no tenían ni siquiera
sospecha. El menor pliegue del terreno, un sendero
insignificante, un árbol, figuraban exactamente en la
carta, así como las aldeas, los molinos y las granjas.
De este modo nada pudo escapar á las ásperas requi-
sas de los prusianos, al mismo tiempo que estos cono-
cimientos precisos facilitaban singularmente sus mo-
vimientos tácticos.»
Al empezar las hostilidades, el ejército francés se
componía de un total de
240.000 hombres escasa-
mente. El ejército ale-
mán entró en campaña
con 4.50.000 hombres, y
esta cifra fué elevándo-
se rápidamente hasta
llagará 1.3.")0.G00 com-
batientes. En presencia
de tan enorme superiori-
dad numérica, era una
precaución militar ele-
mental el no esparcir las
fuerzas francesas, man-
teniéndolas unidas para
oponer una masa com-
pacta á los empujes del
enemigo. Pero Napo-
león III, que nunca fué
un estratega, que no
tuvo de su glorioso ante-
cesor más que el nombre,
y que se hallaba en ple-
na decadencia al em-
prender la campaña, dio
la medida de su talento
militar esparciendo las
fuerzas en una línea de
centenares de kilóme-
tros, desde Thionville
hasta el Hhin, de modo
que los prusianos pudie-
ron ir destruyendo por
separado los diversos
cuerpos del ejército francés, uno tras otro, con todo
desahogo. Además, y esto fué lo más triste, cuando
por casualidad uno de los generales del Imperio se ha-
llaba en situación de socorrer el cuerpo de ejército de
un compañero cercado por los alemanes, se mantenía
inmóvil en sus posiciones. Estos caudillos, que habían
llevado en las Tullerías una existencia de cortesanos,
llena de intrigas y de celos, se odiaban ocultamente,
buscando cada uno el propio éxito y la derrota del
compañero, sin pensar para nada en la suerte del país.
El ejército francés se componía de ocho cuerpos,
mandados respectivamente por Jlac-Mahon, Frossard,
Bazaine, Ladmirault, Failly, Canrobert, Bourbaki y
Douay.
292
VICENTE BLASCO 1BAÑE2
MAC-MAHON
Los ocho cuerpos
estaban en su puesto
el 20 de Julio, y sólo
el 28 partió el em-
perador de Saint-
Cloud para Metz.con
objeto de tomar el
mandosupremo, dan-
do el ejemplo de duda
y vacilación que si-
guieron todos sus ge-
nerales. Este mando
supremo del empera-
dor no era más que
una comedia políti-
ca. Napoleón estaba
enfermo de muerte,
todos reconocían su
impotencia para la
dirección de la gue-
rra, pero debía mos-
trarse al frente de sus tropas con gestos de héroe, ya
que la guerra había sido buscada únicamente para
sostener el prestigio vacilante del Imperio. Tal situa-
ción sirvió para que los generales extremasen aun
más sus odios y sus envidias, queriendo cada uno ser
el verdadero jefe que lo dirigiera todo oculto detrás
del emperador decadente que marchaba como un au-
tómata, sin saber adonde ni por qué.
Frente á los ocho ejércitos franceses, los alema-
nes, que tenían una enorme superioridad numérica,
se formaron solamente en tres ejércitos: el primero
mandado por el viejo general Steinmetz, el segundo
por el príncipe Federico-Carlos, y el tercero por el
príncipe real Federico de Prusia, hijo mayor de Gui-
llermo I. Un cuarto ejército á las órdenes del duque
de Mecklemburgo se quedó en Alemania para prote-
ger las costas, pues se decía que la armada francesa
anclada en Cherbur-
go iba á operar en el
Báltico. Pero la inac-
ción de esta flotaper-
mitió poco después
al ejército de Meck-
lemburgo unirse á
las tres masas que
habían invadido
Francia.
El 30 de .lulio, Na-
poleón III decidió to-
mar la ofensiva en
Alsacia y Lorena,
dando la orden al
general Frossard de
franquear el río Sa-
rre, apoderándose de
Sarrebruck. El ata-
LADMiRAiTLT que fué en la ma-
FRCSSAKD
ñaña del 2 de Agos-
to, en presencia del
emperador y de su
hijo Luís, príncipe
imperial. No había
en Sarrebruck más
que un batallón de
infantería prusiana
con tres escuadrones
de caballería y al-
gunos cañones. El
combate duró dos
horas, apoderándose
los franceses del
pueblo después de
una viva resistencia
de los alemanes, (jue
al fin tuvieron que
huir.
Este combate, que
era un incidente de
escasa importancia en una guerra moderna, fué pre-
sentado en París como una victoria imperial, digna
del primer Napoleón. Los periódicos bonapartistas
publicaron emocionados un despacho de Napoleón III
á su esposa, en el que decía así: «Luis, nuestro hijo,
acaba de recibir el bautismo de fuego mostrando una
admirable serenidad... Las balas y las bombas caían
á nuestros pies. Luís ha conservado una bala que
cayó cerca de él. Muchos soldados lloraban al verle
tan sereno.»
El pueblo de París, burlón y enemigo del Imperio,
apodó desde entonces al príncipe imperial el niño de
¡a bala, riendo de los grandes extremos de admira-
ción de los bonapartistas, que después del ataque de
Sarrebruck — mezquina acción de guerra en la que
sólo habían perdido los enemigos dos oficiales y 70
soldados — declaraban con énfasis ridiculo á Napo-
león III y su hijo
«dignos del gran
nombre que Ueva-
bíin».
Pronto pusieron
término los alema-
nes á estas grotescas
fanfarronadas. El
ejército francés es-
taba compuesto de
valerosos soldados.
Los mismos enemi-
gos reconocieron sus
magníficas condicio-
nes de combatientes.
En todos los encuen-
tros fueron más con-
siderables las pérdi-
das de los prusianos
que las de los fran- failly
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
293
ceses. Pero nunca se había visto un ejército peor diri-
gido. Muchas veces no hubo ni siquiera una mala
dirección. Las tropas se movian al azar, combatiendo
con un furor inútil el obstíículo que las encerraba y
oprimía. Los generales cambiaban de táctica á cada
momento ó permanecían inactivos, confiándose á la
fatalidad. Cuando en un arranque de heroica desespe-
ración los soldados franceses hacían retroceder al
enemigo, siempre les faltaba el refuerzo que consoli-
dase su conquista.
El o de Agosto la división Douay, al avanzar has-
ta Wissemburgo, se encontró aislada por culpa de
Mac-Mahon, que la había hecho ir sola hacia adelante
para enmascarar sus propios movimientos, creyendo
que los enemigos no estaban tan próximos. Una ava-
lancha de fuerzas aplastantes cayó sobre la división
francesa. Sus soldados se batieron uno contra ocho, y
el general Douay, abandonado por su jefe, tuvo que
improvisar la defen-
sa bajo el fuego del
enemigo. Un regi-
miento de «turcos»,
con el valor propio
de las tropas de Áfri-
ca, repelió al enemi-
go, apoderándose de
muchos cañones,
pero tuvo que reple-
garse abrumado por
la superioridad de
las fuerzas alema-
nas, cada vez más
numerosas al con-
centrarse en este
punto. El general
Douay cayó herido
de muerte, y su su-
cesor, el general Pe-
llo, tuvo que aban-
donar Wissemburgo
á los prusianos, abriéndose paso entre los enemigos
sin perder más que un cañón y 300 prisioneros.
El combate de Wissemburgo sirvió para demos-
trar el valor de los soldados y oficiales franceses y la
impericia desús altos directores, (¡uillermo I se la-
mentó de las grandes pérdidas que le había costado la
victoria, consolándose de ellas por las grandes venta-
jas que representaba la toma de Wissemburgo. Los
ejércitos prusianos penetraron en Alsacia, apoderán-
dose de los caminos de Estrasburgo y de Metz. Después
de esta primera victoria pudo verse claramente cuál
iba á ser el carácter de una guerra que los bonapar-
tistas hablan titulado «la campaña del Rhin» y de
pronto se convertía en «la campaña de Francia». Iba
á empezar la invasión.
En veinticuatro horas, los franceses sufrieron dos
golpes irreparables. El t; de Agosto, dos días des-
pués de la sorpresa de Wissemburgo, el ejército pru-
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siaiio infligió al mis-
mo tiempo un doble
desastre ásus enemi-
gos. ]\Iac-Mahon fué
vencido en Reischs-
hoffen, á pesar de
lasdesesperadas car-
gas de la caballería,
y Frossard sufrió
igual suerte en For-
bach. Estas eran las
consecuencias de ex-
poner los cuerpos de
ejércitoaisladosunos
de otros ante el em-
puje formidable de
las fuerzas enemigas
reunidas. Los celos
de los generales y
sus diferencias de
graduación mostra-
ron en esta triste jornada una lamentable infiuen-
cia. El mariscal Bazaine, al oír los cañonazos de For-
bach, permaneció inmóvil, sin querer prestar auxilio
al general Frossard. Experimentaba un secreto pla-
cer al verle en peligro.
— Que gane el bastón de mariscal por sus propias
fuerzas — dijo Bazaine, que odiaba á Frossard por go-
zar de cierto prestigio en la corte imperial.
La dolorosa jornada del tí de Agosto produjo en
París grandes extremos de entusiasmo, por llegar las
noticias enormemente desfiguradas. El público creyó
en una ruidosa victoria. Durante gran parte del día
circuló la noticia de que Mac-]\Iahon había aplastado
por completo el ejército del príncipe real de Prusia,
haciendo prisionero á éste. Por algunas horas la mu-
chedumbre celel)ró el falso triunfo con ruidosos extre-
mos de dilirio pa-
triótico. Luego la
verdad empezó á
abrirse paso, y el
público, enfurecido
por su terrible de
cepción, intentó ata-
car la Bolsa, atribu-
yendo la noticia ;'i
manejos financieros.
Más bien fué esta
una maniobra del es
pionaje alemán, tan
al)undante en I-'ian-
cia, que deseaba des-
moraliza r al pueblo
entusiasmándolocon
victoriasinverosimi
les, seguidas luego
de una gran depre-
sión de ánimo al res- BAZAINB
294
VICENTE BLASCO IBANEZ
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EL PRÍNCIPE FEDERICO DE PKUSIA
tablecerselaverdad.
El ministerio cayó
á consecuencia del
doble desastre del
dia T), y la empera-
triz Eugenia, que es-
taba en Saint-Cloud,
corrió á París para
sostener el Imperio
en peligro con la
creación de un nue-
vo gobierno. Este su-
primió el sistema de
mutismo y de men-
tira que se había se-
guido desde el prin-
cipio de la guerra, y
dio al público una
dolorosasatisíacción
diciendo toda la ver-
dad.
Los desastres sufridos por Mac-JIahon y Frossard
entregaron toda la Alsacia á los prusianos, menos al-
gunas plazas fuertes, que fueron cayendo después en
su poder. El emperador pensó un instante abandonar
igualmente la Lorena, retirándose al interior de Fran-
cia, donde resultaba más fácil la resistencia contra el
enemigo. Esto era lo oportuno; pero encadenado por
los intereses políticos de la dinastía, siguiólos fatales
consejos que le llegaban de la corte. La emperatriz y
sus consejeros no podían aceptar una retirada de las
tropas, aunque fuese conveniente. Se preocupaban
más de la indignación popular que del avance de los
prusianos. Un retroceso del ejército francés hacia
París podía provocar un movimiento revolucionario, y
la esposa de Napoleón III pensaba ante todo en con-
servar el trono para su hijo. El emperador ordenó la
concentración de todas sus tropas junto á Metz, menos
los cuerpos de ejército de Mac-Mahon y Failly, que
se habían retirado sobre Chalons, librando al enemigo,
sin combate, la linea defensiva de los Vosgos. El vér-
tigo se apoderaba del Estado Mayor francés. Los ene-
migos, por su parte, procedían con una serenidad
metódica, invadiendo en grandes masas todo el país
situado al Noroeste, al Este y al Sur de Metz, mientras
varias divisiones emprendían el sitio de Estrasburgo
j' su bombardeo.
El plan del enemigo era cortar la retirada al ejér-
cito imperial, bloqueándolo en Metz, para que no pu-
diese retroceder auxiliando á París. Este plan era tan
claro que Napoleón y el Estado Mayor, á pesar de su
desorientación desde el principio de la guerra, tuvie-
ron un momento de lucidez, decidiendo la retirada
para unirse en Chalons con la otra parte del ejército
y organizar la defensa teniendo á París á su espalda.
Pero apenas habían iniciado el movimiento, llegó un
enviado del gobierno, demostrando la inconvenien-
cia política de una retirada. Al mismo tiempo era ya
tarde para retroceder, pues el general prusiano Steín-
metz les había cortado el paso, iniciándose una serie
de combates en los que se demostró el valor heroico
de los soldados franceses y la impericia de sus caudi-
llos. El 14 de Agosto fué la batalla de Borny y el Kl
la de Gravelotte, que representó una victoria para los
franceses, pero sin resultado inmediato, pues al mis-
mo tiempo fueron batidos en Saint-Privat.
El emperador, por no quedar bloqueado en Metz,
abandonó el ejército concentrado en esta plaza, trans-
mitiendo el mando al mariscal Bazaine, que dos meses
después había de entregar sus tropas al enemigo, casi
sin combate, con ruidosa traición. El 17 de Agosto se
incorporó el emperador al ejército de Mac-]\[ahoii, sir-
viendo su presencia de estorbo más que de prestigio.
El mariscal había organizado en Chalons, con los res-
tos de las derrotas de Alsacia, un nuevo ejército de
120.000 hombres, 400 cañones y 70 ametralladoras.
Napoleón iba con él como un héroe siniestro, deca-
dente y enfermo, dificultando con su presencia y con
el cuidado de los intereses de la dinastía todas las
co.mbinaciones militares oportunas. Forzosamente el
ejército de Chalons estaba destinado al desastre.
Esperaban las gentes juiciosas que ]\[ac-]\Iahon se
mantuviese en sus posiciones para cubrir la linea del
Marne, dando en ella la batalla á los invasores. Los
mismos técnicos alemanes han reconocido después
que este era el único plan oportuno. Del 2-1 al 30 de
Agosto podía haber reunido en el campo de ( 'halons
hasta 200.000 hombres, y ocupando con este ejército
las posiciones del ;\larne oponerse al avance del ene-
migo, impidiendo la continuación de su marcha sobre
París. Si los franceses eran batidos, siempre les que-
daba una línea de retirada segura para continuar la
nueva resistencia al amparo de los fuertes de la ca-
pital. Si derrotaban á los alemanes, la situación de és-
tos resultaría desesperada en el interior de un país
hostil. Era aproxi-
madamente el plan
ejecutado cuarenta
y cuatro años des-
pués por el general
.loffre en la batalla
del Mame.
Pero el Imperio,
como ya hemos di-
cho, pensaba más en
sus intereses de fa-
milia que en la de-
fensa nacional. La
emperatriz y sus con-
sejerosdeseaban una
victoria, para evitar
de este modo la caída
del régimen, que
veían próxima. Sus
emisarios llegaban
al cuartel general, el general stbinmetz
HISTORIA DE LA ÜUEiíWA EUROPEA DE 1914
296
influyendo en las decisiones del mando supremo, des-
orientando al Estado Mayor, que daba órdenes y con-
traórdenes, sin sostener decididamente una opinión
determinada. Al fin Mac-Mahon y su regio huésped
sucumbieron á las exigencias de la corte, y en vez de
mantenerse en Chalons cubriendo á París, empren-
dieron un avance por las Ardenas, sin saber con cer-
teza cuál era su objetivo, marchando ciegamente hacia
el desastre final. Rodeado y empujado por las masas
prusianas, este ejército, tan valeroso como infeliz, fui'
á caer finalmente en la ratonera de Sedán, quedando
prisionero en masa con el emperador.
La jornada de Sedán dejó á Francia sin ejército.
No quedalian más tropas que las de Metz, aisladas de
la nación por un estrecho bloqueo que Bazaine no
queria romper.
Esta gran catástrofe provocó la explosión popular
retardada por Eugenia y sus consejeros durante algu-
nos días. Al conocerse en París la vergüenza de Se-
dán el pueblo se sublevó, invadiendo la Cámara de
diputados. La emperatriz tuvo (|ue huir y la Hepúbli-
ca fué proclamada el 4 de Septiembre, constituyéndo-
se un Gobierno provisional con los diputados republi-
canos de París.
Cuarenta y cinco días de guerra habían bastado
para la destrucción de todo el ejército de Francia, la
muerte definitiva del Imperio y la instauración de la
República para siempre.
Después de la jornada de Sedán se creyó por un
momento que la guerra iba á cesar, (iuillermo I había
declarado solemnemente al iniciarse la campaña que
ésta iba dirigida solamente contra Napoleón y no con-
tra Francia; pero pronto desecharon los optimistas
tales ilusiones. Se mostró con ruda crudeza el pensa-
miento de Bismarck, deseoso de aplastar á ]->ancia
para que no pudiera
oponerse al engran-
decimiento alemán,
dominador de Eu-
ropa.
Continuó la gue-
rra, y el Gobierno de
la República hizo
cuanto pudo para
sostener una lucha
(lue resultaba impo-
sible después de los
desastres provoca-
dos por el Imperio.
El deseo de salvar
cuando menos el ho-
nor nacional impulsó
á los gobernantes
populares á una lu-
cha desesperada en
la que todos recono-
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EL PKINCU'B FEDBRICO-CAKLO.S
BL PRtNCll'E DE SAJONIA
cían que el triunfo
era ilusorio. Hom-
bres los había en
al)undancia. Los
franceses deseaban
reparar con su he-
roísmo las vergon-
zosas derrotas del
Imperio, pero el ma-
terial de guerra ha-
bía caído por com-
pleto en manos de
los invasores. En
toda Francia sólo
encontró el Gobierno
republicano seis ca-
ñones prontos para
entrar en linea. Los
arsenales estaban
vacíos. Todo falta-
ba. El (Gobierno na-
cional, procediendo con una vertiginosa actividad,
tuvo que improvisar lo mismo las obras de defensa
de París que los nuevos ejércitos que se formaron en
la ribera del Loire. Los núcleos de éstos ejércitos se
constituyeron con tropas procedentes de las posesio-
nes de África. Al mismo tiempo se organizaron nuevos
regimientos, utilizando los servicios de antiguos oficia-
les. Los cañones de la flota fueron llevados á París
para montarlos en los fuertes.
Una delegación del Gobierno, compuesta de Cré-
mieux, Glais-lüzoin y el almirante Fourichon, se tras-
Lidó á Tours para poder reorganizar la defensa del
país fuera de la capital, que estaba sitiada desde el 19
de Septiembre. León (¡ambetta, el ardiente tril)uno
que simbolizaba con su entusiasmo y su tenacidad el
verdadero espíritu de la nación, salió de París en un
globo el 9 de Octubre para reunirse con sus compañe-
ros en Tours y dirigir la reorganización general con
poderes extraordinarios que hacían de él casi un dic-
tador. Gambetta tomó posesión de las carteras de
Guerra y Marina en el gobierno de Tours. El ingenie-
ro Freycinet y otros repul)lieanos de reconocida com-
petencia le ayudaron en su obra patriótica, teniendo
(lue luchar tenazmente con los obstáculos que les opo-
nía la desorganización del país, luego del cataclismo
imperial.
El ejército creado en el Loire, no obstante estar
compuesto de voluntarios y ser una especie de milicia
nacional por su rápida organización, inquietó bastan-
te al enemigo, viéndose derrotado unas veces y alcan-
zando otras éxitos inesperados. El 30 de Octubre,
(iambetta, con patriótica cólera, tuvo que dar cuenta
al país de que Metz había capitulado por la traición
de Bazaine, quedando en poder del enemigo el último
ejército profesional que le quedaba á Francia.
Este desastre fué de terribles consecuencias para
las fuerzas defensivas organizadas á toda prisa por el
296
VICENTE BLASCO IBANE2
GAMBBTTA SALIRNDO DE I'AKIS EN l'N IILOIiO
((;niI);Mlo (le la época)
gobierno republicano. Los 200.000 alemanes que al
mando del príncipe Federico-Carlos habían estado en-
tretenidos en el bloqueo de Metz, pudieron al quedar
libres marchar hacia el Loire, aplastando con su fuer-
za superior esta última resistencia, que iba creciendo
de un modo inquietante para los invasores.
Gambetta, después de luchar con la imprevisión
sincera ó la jactancia inútil de algunos generales, ha-
bía encontrado un servidor apreciable de la defensa
patriótica en el general Chanzy, que demostró exce-
lentes condiciones de mando é hi/,o cuanto podía ha-
cer un buen estratega en esta situación desesperada y
con tropas de reciente improvisación. Varias veces
intentó romper las lineas enemigas pasando el Loire
para ir en auxilio de París. En algunas ocasiones con-
siguió la victoria, especialmente el 9 de Octubre en la
batalla de Coulmiers, cuyos resultados brillantes obli-
garon á los alemanes á evacuar Orleáns y las posicio-
nes que ocupaban en sus alrededores, dejando '2.000
prisioneros en poder de los franceses. Esta victoria,
que era la primera de las tropas de Francia, produjo
gran impresión en toda Europa, y especialmente en
los alemanes, acostumbrados á triunfar siempre.
El gran esfuerzo de las tropas mandadas por el
principe Federico- Carlos imposibilitó al ejército del
Loire de continuar sus avances victoriosos para soco-
rrer á París. Chanzy obtuvo nuevos éxitos en varios
encuentros, así como los generales Bourbaki y Martín
des Fallieres, pero todas sus operaciones resultaron
infructuosas al fin por la gran superioridad numérica
del enemigo y de su material de guerra, así como por
LKON GAMBBTTA
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
297
GENERAL FAIDHBRBE
la impericia ó mala suerte del general Trochu, gober-
nador de París, que nunca secundó á tiempo las ope-
raciones de los ejércitos que venian en su auxilio.
Chanzy se vio batido y tuvo que retroceder hacia el
Sur. Bourbaki, que le sucedió en el mando, empren-
dió en el Este una serie de operaciones bien ideadas
y acometidas vigorosamente para salvar la plaza de
Belfort, que todavía resistía á los enemigos, pero to-
das ellas fracasaron
por insuficiencia de
los medios de comu-
nicación, hasta que,
desesperado por la
fatalidad, que pare-
cía salirle al paso en
sus empresas mejor
combinadas, se sui-
cidó en Pontarlier el
26 de Enero.
Otro general que
no había nacido en
Francia obtuvo al-
gunos éxitos ruido-
sos combatiendo á
los alemanes en los
departamentos del
Este. Fué Garibaldi,
que al proclamarse
la Repúblícaen Fran-
cia había corrido en
su auxilio al frente de unos 3.000 voluntarios italia-
nos, españoles y de otras nacionalidades. El héroe
olvidó que poco antes tenía que combatir en su suelo
natal con las tropas
francesas encargadas
de defender la monar-
quía del Papa. Una
bala de chassepot fran-
cés le había herido, de-
jándole lisiado para
siempre, cuando avan-
zaba al frente de sus
«blusas rojas» para
conquistar la Roma
pontificia. Pero esto ha-
bía sido la obra del Im-
perio de Napoleón III,
no del pueblo francés,
y al ver proclamada la
República, el anciano
héroe del latinismo em-
prendió su última aven-
tura ofreciendo su es-
pada y sus hombres al
gobierno republicano.
Gambetta le dio el man-
do de una división que
fué aumentándose bas-
ta compo-
nerse de
40.00ühom
bres y 90
piezas de
artillería.
Deacueido
con Bour-
baki sostu-
voGaríbal-
dí en Dijon
un ataque
que duró
tres días y
fué de los
más san-
grientos de
1.a campa-
ña. El ene-
migo tuvo
que retro-
ceder con
grandes
pérdidas, y
las tropas jóvenes de Garibaldi conquistaron una de
las dos banderas alemanas, trofeos únicos que pu-
dieron alcanzar los franceses en toda la guerra.
Un general que desplegó notables talentos milita-
res y administrativos fué Faidherbe, que había susti-
tuido á Bourbaki en Normandía al pasar éste al ejér-
cito del Loire. El general Faidherbe consiguió con un
pequeño ejército algunas victorias, siendo la más no-
table la de Bapaume. Además resistió heroicamen-
GAIUBALDI
BATALLA DB BAPAUMB
(De Dua cstamiia de la época
ST
298
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
JULIO FAVKB
te en San
Quintín,
frente á to-
do el pri-
mer ejérci-
to prusia-
no. Á pesar
de las enor-
mes fuer-
zas que le
acosabany
de los rigo-
res del in-
vierno, ex-
tremados
hasta una
temperatu-
ra de 20 ba-
jo O, Faid-
herbe supo
hacer fren-
te, sin en-
tregarse ni ser derrotado, hasta que le sorprendió la
noticia del armisticio precursor de la paz que el go-
bierno francés, trasladado á Burdeos, había ajustado
con el enemigo por medio de Julio Favre, su ministro
de Negocios Extranjeros.
Gambetta quería prolongar la resistencia cre-
yendo en la posibilidad de una victoria final con-
seguida á fuerza de tesón y con el auxilio del tiem-
po. Sus compañeros no creyeron prudente llevar á
un límite extremo los sacrificios de la nación. París,
famélico y agobiado por los rigores de un invierno
cruel, sólo podía prolongar
su resistencia con mucha di-
ficultad.
Iba á entrar otra vez en es-
cena el verdadero autor de
todo lo ocurrido, el conde de
Bismarck, que mientras Molt-
ke y sus generales prepara-
ban y ejecutaban las opera-
ciones militares permanecía
inactivo esperando la hora
decisiva de la cosecha.
Llegaba la paz, y con ella
la obra definitiva de su diplo-
macia brutal y arrolladora.
El 18 de Septiembre, pocos
días después de haber sido
proclamada la República, el
nuevo gobierno francés inten-
tó ponerse en comunicación
con el invasor. Como Guiller-
mo I había afirmado solemne-
mente que la guerra era con-
tra Napoleón y no contra Francia, los ministros repu-
blicanos creyeron posible un arreglo honroso después
de la caída del Imperio.
El encargado de esta gestión fué el célebre abo-
gado Julio Favre, vicepresidente del gobierno de la
Defensa Nacional y ministro de Negocios Extran-
jeros.
París se mantenía libre aún en dicha fecha. Los
invasores no habían llegado á establecer por com-
pleto el cerco de la capital. Se cruzaron varios tele-
gramas entre Favre y Bismarck, conviniendo el lugar
de una entrevista. El ministro francés fué al encuen-
tro del diplomático enemigo, y los dos se reunieron en
el castillo de Ferriéres, propiedad del banquero Roths-
child, artística mansióu situada en el departamento
de Sena y Marne.
La entrevista de Ferriéres tuvo la importancia de
un gran hecho histórico, marcándose en ella por pri-
mera vez, de un modo preciso, el infortunio que espe-
raba á Francia y el implacable deseo de exterminio
disimulado hasta entonces por Bismarck.
Julio Favre hizo el relato años después de esta en-
trevista en un libro, resumen de todos los trabajos del
gobierno de la Defensa Nacional. El retrato que traza
de Bismarck es interesante y exacto.
«Aun tengo ante mis ojos— dice el ilustre francés —
todos los incidentes de esta escena, y especialmente
la imagen de mi temible interlocutor, que desempe-
ñaba el mejor papel y al que abordaba yo por primera
vez. Aunque tenía aproximadamente en aquel enton-
ces 58 años, el conde de Bismarck parecía gozar de
la plenitud de su vigor. Su alta estatura, su cabeza po-
derosa, su rostro fuertemente acentuado, le daban un
LA DBFBNÍJA DH PARtS
(Cuadro de Meissouier)
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
299
aspecto imponente y duro, pero atenuado al mismo
tiempo por una simplicidad natural que en ocasiones
llegaba á la bondad. Me recibió mostrándose cortés y
grave, sin afectación alguna. Asi que entablamos la
conversación tomó un aire bondadoso y comunicativo,
conservándolo hasta las iiltimas palabras. Indudable-
mente Bisraarck me consideró como un negociador
indigno de medirme con él, pero tuvo la cortesía de
no dármelo á entender y hasta se mostró interesado
por mi sinceridad.
»Yo por mi parte desde las primeras palabras me
di cuenta de la gran
limpieza de sus ideas,
del vigor de su buen
sentido y de la origi-
nalidad de su talento.
También resultaba no-
table su carencia de
pretensión y de orgu-
llo. Le juzgué desde el
primer momento como
un hombre político,
superior á todo lo que
se puede imaginar, no
apreciando más que
las cosas reales, ocu-
pado en buscar so-
luciones positivas y
prácticas c indiferen-
te para toda idea que
no condujese á un
punto de vista útil.
Después le he vuelto
á encontrar muchas
veces tratando juntos
numerosas cuestiones
de detalle, y siempre
lo he visto igual. El
poder considerable
que ejerce no le infun-
de orgullo ni le proporciona ilusión, pero se cuida de
conservarlo y no oculta los grandes sacrificios que le
cuesta el mantenerse en su alto puesto. Convencidísi-
mo de su mérito personal, desea continuar aplicán-
dolo á la obra que ha hecho triunfar prodigiosamen-
te, y si para esto se ve obligado á ir mucho más lejos
de lo que desea, se resigna con cierto fatalismo. A
pesar de su serenidad es impresionable y nervioso y
muchas veces no puede contener los ímpetus de su
carácter. Yo he visto en él repulsiones c indulgencias
que no puedo explicarme. Habla oído hablar mucho
de sus excesos de habilidad y sus facilidades para el
disimulo. Conmigo ha sido de una franqueza casi bru-
tal, pero nunca me ha engañado. Me ha ofendido mu-
chas veces, provocando mi indignación por sus exi-
gencias y durezas, pero asi en las cosas grandes como
en las pequeñas le he encontrado siempre recto y
puntual.»
ENTREVISTA DB JULIO
Este retrato de Bismarck lo hizo Favre después
de la paz definitiva, cuando él y el Canciller habían
llegado á un último acuerdo; pero la primera entre-
vista en el castillo de Ferriéres fué dolorosa y terrible
para el plenipotenciario de Francia.
.lulio Favre esperaba que una vez suprimido el
Imperio podría conseguirse la paz mediante una in-
demnización pecuniaria á los vencedores por sus gas-
tos militares. El mismo Favre, dos días después de pro-
clamada la República, creyendo que Francia, recién
salida de la nefasta influencia del Imperio, era capaz
de realizar al ampa-
ro de la nueva liber-
tad iguales milagros
que en 1792, había
lanzado en una circu-
lar de estilo vibrante
esta heroica afirma-
ción: «No cederemos
al enemigo ni una pul-
gada de nuestro terri-
torio ni una piedra de
nuestras fortalezas.»
Al avistarse con Bis-
marck en Ferriéres,
lo primero que le dijo
el estadista alemán
fué que de acuerdo
con su augusto amo
sólo consentiría la ne-
gociación de la paz
sobre la base de una
cesión de teritorio.
«Como yo insistiese
— dice Julio Favre —
sobre el alcance y
condiciones de tal ce-
sión, Bismarck con-
testó rotundamente
que la seguridad de su
país le exigía el quedarse con todos los territorios que
sirviesen para garantizarla. Varias veces repitió: «Es-
trasburgo es la llave de mi casa y debo tenerla en mi
poder.» Le invité á que fuese todavía más explícito,
y me dijo que los dos departamentos del Alto-Rhin y
Bajo-Rhín, asi como una parte del ]\Iosela, con Metz,
Chateau-Salíns y Soissons, le eran indispensables para
la seguridad de su país y no podía renunciar á ellos.»
El plenipotenciario republicano protestó contra
estas condiciones deshonrosas, añadiendo que única-
mente el pueblo francés era competente para tratar
sobre una cesión de territorio, lo que hacia necesaria
la reunión de una Asamblea Nacional que discutiese
la fórmula de paz. La elección y reunión de dicha
Asamblea exigía un armisticio. Bismarck se negó en
el primer momento á acordar la suspensión de hosti-
lidades, pero después de haber consultado con el rey
(iuillermo declaró en una segunda entrevista que ea-
PAVRE CON BISMARCK
(Dibujo lio la época)
300
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
Crémieux E. Picaril Julio Favrc
General Fió Almirautc Flouriehon
Trochu Doriaii
Gambetta
Julio bimou Maguiu
GOBIERNO DB DBFBQNSA NACIONAL
taba dispuesto á firmar el armisticio siempre que le
entregasen como garantía las plazas de Estrasburgo,
Toul y Falsburgo. Además, si la Asamblea se reunía
en París debía ser entregado á los prusianos un fuerte
que con su artillería dominase á la ciudad: el de
Mont-Valerlen ú otro semejante. Ante exigencias tan
enormes, toda discusión
resultaba imposible. «Yo
no podía más — dice Julio
Favre — , y hubo momen-
tos en que temí caer al
suelo desfallecido. Oculté
algunas veces el rostro
para devorar las lágrimas
que me ahogaban, y ex-
cusándome por esta debi-
lidad involuntaria, medes
pedí del Canciller.»
Después de esta entre-
vista, el gobierno de la
Defensa Nacional, irrita-
do por las inadmisibles
proposiciones, continuó la
guerra.
Ya hemos visto cómo se
desarrolló ésta, entre
heroísmos infructíferos,
torpezas é inexperiencias,
producto del desarreglo
general en que vivía
Francia después de la ca-
tástrofe provocada por el
Imperio.
Á fines de Enero, los in-
dividuos del Gobierno
que residían en París
sufriendo la presión in-
mediata de un pueblo
excitado por la inutili-
dad de sus esfuerzos, la
impericia de sus gene-
rales y las miserias de
un largo sitio, decidie-
ron tratar de nuevo con
el enemigo. Un consejo
de generales había de-
clarado que la resisten-
cia de la capital era ya
imposible. Julio Favre
recibió de sus colegas
la cruel misión de diri-
girse á Versalles, en
cuyo palacio se habia
instalado Guillermo I,
para negociar la entre-
ga de París. Dos días
después, el 28de Enero,
Francia entera, poseí-
da de un inmenso estupor, y el gobierno de resisten-
cia organizado por Gambetta, que aun creía posible
la victoria, se enteraban de la caj)itulación de París,
firmada por Favre y Bismarck. En esta capitulación
quedaba convenido un armisticio de 21 días para con-
vocar las elecciones de una Asamblea Nacional, que
se verificarían el 8 de Fe-
brero. Todos los fuertes
debían quedar en poder
de los alemanes y una con-
tribución de guerra de
200 millones sería pagada
por el vecindario á los 16
dias del armisticio. Los
regimientos de línea y los
batallones de móviles que
formaban la guarnición,
quedaban prisioneros de
guerra. Todo lo que Favre
pudo conseguir fué que la
Guardia Nacional conser-
vase sus armas para el
mantenimiento del orden.
Eáta concesión de Bis-
marck ocultaba tal vez un
maligno deseo de compli-
car el infortunio de Fran-
cia, teniendo en cuenta el
estado de justa irritación
en que vivía el pueblo de
París. Favre, que casi
admitió como un lenitivo
á la crueldad de la ca-
pitulación este manteni-
lA A.SAMBLBA NACIONAL PB BliRDEOS
(Gialmrlo do la época)
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
201
miento de la Guardia
Nacional sobre las ar-
mas, tuvo que deplorar-
lo amargamente meses
después, «pidiendo per-
dón á Dios y á los hom-
bres» por tal iniciativa.
La Guardia Nacional
fué la que proclamó la
Commune y sus trági-
cas escenas de deses-
peración.
La Asamblea se re-
unió en Burdeos el 13
de Febrero, y luego de
entregar el gobierno
nacioníil en manos de
los representantes del
país los poderes de que
había dispuesto Favre,
se trasladó á Versalles
para negociar una pro-
longación del armisticio que resultaba necesaria.
Thíers, nombrado jefe del poder ejecutivo por la Asam-
blea, mantuvo á Favre en el ministerio de Negocios
Extranjeros para que siguiese negociando la paz.
A pesar de la victoria completa de los alemanes,
las pretensiones de Bismarck fueron aminorándose en
comparación con las que había expuesto durante la
entrevista de Ferriéres. Las tropas victoriosas expe-
rimentaban las consecuencias de una ruda campaña.
Comenzaban á cebarse en ellas las enfermedades. Por
otra parte la resistencia de los ejércitos organizados
por Gambelta amenazaba con prolongar la guerra en
el Sur de Francia, lejos de las bases de operaciones
de los invasores.
El 26 de Febrero Thiers y Favre llegaron á un
acuerdo con Bismarck firmando las condiciones pre-
liminares de la paz. Éstas resultaban duras, creando
entre ambas naciones un odio inextinguible que con el
curso del tiempo había de originar fatalmente una
nueva guerra. Por este convenio Francia se veía obli-
gada á ceder á Prusia los departamentos del Alto-
Rhin y Bajo-Rhin, ó sea las provincias de Alsacia y
Lorena. Además debía satisfacer una indemnización
de G.OOO millones de francos, permaneciendo las tropas
alemanas en su territorio hasta el pago completo de
tan enorme cantidad.
Favre fué el encargado de reglamentar todos los
detalles necesarios para el tratado definitivo, prolon-
gándose esta discusión, delicada y laboriosa por las
continuas exigencias de los vencedores, hasta el 10 de
Mayo de 1871, fecha del famoso tratado susciito en
Francfort que abrió una herida incurable en la digni-
dad nacional de Francia.
a
A pesar de la dureza con que el Canciller llevaba á
cabo la realización de sus planes, fluctuó muchas ve-
ÜNO DE LOS BASTIONES DE PARÍS DURANTE EL SITIO
(Cuadro de Guiaud y Laporte)
ees, como intimidado por el carácter implacable que
infundían á su obra los altos ejecutores inmediatos
áél.
Moltke y su Estado llayor eran de una crueldad
fría y ciega, que sublevaba muchas veces á este gran
impulsivo de genial veleidosidad. Durante el sitio de
París creyó en muchas ocasiones que las tropas alema-
nas iban demasiado lejos al bloquear completamente
la capital y someter sus habitantes á los tormentos del
hambre. «Me temo — decía al rev Guillermo — un desen-
KI, ARMISTICIO
(Caricatura de la época, por Daomier)
302
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
BL FUBRTB DB VANVBS AL DlA. SIGÜIBNTB DEL ARMISTICIO
lace que va á sobrepasar en furores y desastres lo
que nos cuentan los historiadores de la toma de Je-
rusalén. Muchos centenares de miles de habitantes
pueden perecer en los horrores del hambre ó en un
vasto incendio, y Vuestra Majestad será responsable
ante la Historia de esta gran catástrofe.» Bismarck
daba á entender con tales palabras su perfecto cono-
cimiento del estado de espíritu del pueblo de París y
lo que era capaz de hacer en su desesperación. La
debilidad del gobierno al entregar la capital ines-
peradamente, evitó esta catástrofe heroica, pero me-
ses después la guerra civil exterminadora y los in-
cendios y matanzas de la Commune demostraron la
certeza de los vaticinios de Bismarck.
DL PÜBRTB DB ISSY AL PIRMAR8B BL ARMISTICIO
No hay que creer por esto que el Canciller defen-
dió los procedimientos humanitarios. Preconizaba,
como sus colegas, las ventajas de una guerra impla-
cable, diciendo que no era por fría crueldad, sino por
terminarla cuanto antes, aminorando de tal modo sus
horrores. En lo que difería radicalmente de los gene-
rales alemanes, y especialmente de Guillermo I, era en
el odio á Francia. El rey y muchos principes, protes-
tantes, fanáticos, pietistas de cruel religiosidad, de-
seaban el exterminio completo del pueblo francés, in-
ventor de novedades revolucionarias. Había que des-
truir á París, «ciudad del pecado: Babilonia impura».
Bismarck se opuso á este odio, reconociendo la nece-
sidad de que subsistiese el pueblo francés y no viendo
en la guerra otro resultado positivo que
el de conquistar garantías para la tran-
quilidad futura de Alemania.
«Yo admito— decía Bismarck — la ne-
cesidad de humillar á Francia, de dis-
minuir sus recursos y sobre todo de que
nos garanticemos sólidamente contra sus
futuras agresiones y contra su interven-
ción en nuestros asuntos interiores; pero
no creo que pueda sernos útil el arruinar-
la, empujando su pueblo á la desespera-
ción. Esta guerra debe tener un final, y
cuando este final llegue, nos veremos
obligados á adoptar un modus vivendi
con el pueblo francés, para hacer el co-
mercio con él y restablecer un sinnúmero
de relaciones que son indispensables en
la vida de las naciones civilizadas y que
ahora están rotas temporalmente por la
guerra.
»Es preciso que tomemos París, é in-
dudablemente lo tomaremos; pero una
(Fots, (le la época) vcz obtenido cstc triuufo, hay que hacer
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
«)3
la paz cuanto antes, y
si es posible con unas
condiciones que parez-
can justas y aceptables
al mundo civilizado.
Nosotros no debemos
extraer una ventaja ilí-
cita de nuestra fuerza
superior, convirtiendo
un castigo merecido en
una venganza sin mi-
sericordia. Reconozco
que debemos reembol-
sarnos de nuestros gas-
tos de guerra hasta el
último céntimo, pero
arruinar á Francia no
me parece que sea el
medio más edecuado
para recobrar nuestro
dinero. Que nuestros
éxitos no nos cieguen.
Nosotros no podemos
anexionarnos á Francia, ni tenemos el derecho de pro-
ceder contra ella más allá de cierto límite. Arregle-
mos nuestros asuntos con Francia de manera que, du-
rante un largo período, podamos ocuparnos única-
mente de nuestra organización interior. Acabemos
con el presente estado de cosas, que es molesto y ter-
minará por ser insoportable. Las guerras largas no
están en armonía con el carácter alemán y con nues-
tro sistema militar. Procuremos no empobrecer exa-
geradamente á los demás, para que no caigan sobre
nosotros idénticos males con un carácter incurable.
Los franceses han sufrido terriblemente en sus intere-
ses materiales y en su prestigio. Cuando nos hayamos
ENTRADA DE LOS PKIMBROS CONVOYES DE viVHRBS BN PARÍS DESPUÉS DEL ARMISTICIO
apoderado de París debemos ayudarlos para que sur-
jan de su mala situación, en vez de abandonarlos
como quieren algunos para que cada vez se hundan
más en el fango. De este modo saldremos de la lucha
con un verdadero honor y un engrandecimiento de
gloria. Ninguna nación nos señalará con el dedo como
merecedores de reproche.»
Estas ideas juiciosas de Bismarck facilitaron las
negociaciones de paz en Versalles con Thiers y Favre.
El Canciller se mostró menos exigente que en Ferrié-
res, pero á pesar de esto sólo concedió la paz, como
ya hemos dicho, á cambio de dos provincias y de
6.000 millones.
BL MBRCADO OBNTBAL DB PARÍS AL LLBOAK LOS PRIHBROS TlVBRBS
(Grabados de la ¿poca)
«M
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
Partidario ferviente del sistema monárquico, la
caída de Napoleón III le produjo una gran tristeza.
Su deseo hubiese sido mantener al emperador en el
trono, después de haberlo humillado con la derrota.
Según él, la paz debía haberse hecho al día siguiente
de Sedán, y juzgó como «imbécil» á Napoleón III por-
que no quiso entregarse á su dirección luego del de-
sastre. Él le hubiera devuelto los dos ejércitos france-
ses que cayeron prisioneros, para que con su apoyo
asegurase la vida del Imperio empequeñecido y derro-
tado, sometiendo á los revolucionarios de París. Na-
poleón, escarmentado tras del desastre, y sostenido en
el trono por el apoyo alemán contra la opinión repu-
blicana del país, representaba la sumisión completa
de Francia. Muerto el Imperio podían triunfar dos
NAPOLEÓN III PRISIONERO EN EL CASTILLO DB WILHEMSHOHE
formas de gobierno: la monarquía de los Borbones,
que por afirmar su popularidad procuraría organizar
una guerra de «revancha», ó la República, que según
las ideas del Canciller, iba á representar un foco de
contagio revolucionario en mitad de Europa.
Por esto cuando el emperador después de la catás-
trofe de Sedán se entregó prisionero, avanzando por
el camino solitario de Djnchery sin más acompaña-
miento que el de algunos oficiales que mostraban una
trágica gravedad, el Canciller salió á su encuentro,
tratándolo con las mismas consideraciones de respeto
que le había tributado al visitarlo en su palacio de las
Tullerias. A caballo, con el vistoso uniforme de gala
de los coraceros blancos, y al frente de un escuadrón
de este cuerpo distinguido, escoltó al emperador tri-
butándole todos los honores de una majestad que de-
seaba conservar. Luego, cuando Napoleón en su alo-
jamiento momentáneo tuvo que discutir con los repre-
sentantes del rey de Prusia las condiciones de su
rendición, que iban á ser muy crueles, Bismarck pro-
curó no estar presente. Apenas había empezado el diá-
logo, el Canciller se hizo llamar por un oficial con pre-
texto de asuntos urgentes, dejando al soberano francés
con los generales del Estado Mayor alemán, para que
éstos pudieran imponerle sus duras exigencias de ven-
cedores. Con esto buscaba no hacerse antipático al
emperador caido, conservando su buena amistad para
un arreglo futuro. Al mismo tiempo mantenía relacio-
nes con los emisarios de la emperatriz. Pero la pro-
clamación de la República en 4 de Septiembre, la
adhesión de toda Francia al gobierno de la Defensa
Nacional y el entusiasmo popular por la continuación
de la guerra, así como la resistencia de París, anula-
ron sus planes en favor del sostenimiento del Imperio.
Bismarck, como todos los hombres de acción pode-
rosa y vida intensa, mostró numerosas contradiccio-
nes en sus actos y sus pensamien-
tos. Defendió la suerte de Francia
contra los bárbaros ilustrados del
Estado Mayor que soñaban con el
arrasamiento y la muerte de toda
una nación, lo mismo que en los
tiempos de Atila. Reconoció los
grandes servicios prestados por el
pueblo francés á la causa de la ci-
vilización, envidiando muchas de
sus condiciones y deseándolas para
su país; pero al mismo tiempo emi-
tió las expresiones más injustas y
crueles sobre su valor moral. Fran-
cia era, según él, «una nación de
ceros, un rebaño de millones de ca-
fres obedientes». Otras veces decía:
«Rascad el francés y encontraréis
al turco.» El Canciller, antiguo par-
tidario del absolutismo, que había
mantenido á su país en servil obe-
diencia y deseaba sostener el trono
de Napoleón, echaba en cara á los franceses, como
un defecto irremediable, la paciencia con que habían
aguantado durante veinte años el régimen imperial.
Su odio á Francia y su entusiasmo por la superio-
ridad germánica, pretendía tomar cierto carácter cien-
tífico inventando una teoría histórica falsa y apara-
tosa, semejante á las que en nuestros días han lanzado
los profesores y tratadistas militares de Alemania,
para justificar la guerra de 1914 y la soñada domina-
ción de su país sobre el mundo entero.
Según Bismarck, los germanos eran la aristocracia
enérgica de la humanidad y los celtas de una molicie
femenina que los condenaba fatalmente á ser esclavos
de los otros. Francia había sido fuerte mientras vivió
bajo el régimen feudal y absolutista, que era de esen-
cia germánica. Luego con la Revolución habían triun-
fado los celtas sobre el elemento germánico, y elpue-
blo francés no era más que un polvo de hombres, sin
cohesión alguna, tumultuoso y que al menor soplo se
levantaba en torbellinos malsanos y revolucionarios
para volver á caer inerte pasada la tormenta.
EN UN TEA
Mientras los fieles se entregan á sus oraciones, los solJíi
LO BELGA
IH
í
»s descansan después de haberse batido con el invasor
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
305
lA UBIíOICA CARGA DE I.OS C0UACBR08 FRANCESES BN LA BATALLA DB REZONVILLE
(Ciiailro de Morot. Museo del Luxomburgo)
Esta teoría, falsa y gratuita en sus consecuencias,
y que además Haqueaba por su base al no ser todos
los alemanes germanos ni todos los franceses cel-
tas, la habían propalado en el mundo los periódicos
al servicio de Bismarck, pretendiendo dar un carác-
ter científico á la guerra de crueldades realizada en
Francia.
Otra contradicción de este genio bárbaro se mos-
tró en sus sentimientos y apreciaciones ante los ho-
rrores de la lucha. Unas veces sentía vibrar su sensi-
bilidad ante el doloroso espectáculo de los campos de
batalla. En otras ocasiones mostraba una dura indife-
rencia, más terrible que la de los
militares profesionales. Durante la
campaña de Francia, los peligros
de que se vio amenazado excitaron
su carácter irascible. La duración
de la guerra iba más allá de sus
cálculos. Además, en el anochecer
del 18 de Agosto, después de la
derrota prusiana de Gravelotte, se
vio próximo á caer prisionero de la
infantería francesa mientras abre-
vaba su caballo, y este recuerdo se
mantuvo vivo siempre, lastimando
su orgullo. También sus hijos ha-
blan escapado milagrosamente con
vida de una carga mortífera en la
batalla de Rezonville.
En ciertos momentos mostró una
crueldad diabólica, declarando que
los alemanes hacían demasiados
prisioneros y que no había por qué
dar cuartel á los soldados france-
ses, sistemáticamente, aunque perteneciesen al ejér-
cito regular.
Se valió de la mentira y la calumnia contra el
enemigo, siguiendo en esto la tradición prusiana del
escéptico Federico II, que han empleado también en
la guerra presente los periodistas y generales de la
Alemania de 1914.
Según Bismarck, los franceses habían usado en
la batalla de Wcerth balas explosivas y los proyec-
tiles de las ametralladoras estaban cubiertos de un
barniz venenoso.
Los médicos sonrieron ante las apreciaciones del
Fl'.SlLAMlBNTl) DE lATRlOTAS FRANCBSBS BN IfSTU
(Cuadro de Baader)
S8
306
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
Canciller, pero no por esto dejaron de ser propala-
das, con la mayor seriedad, por los periódicos á sus
órdenes.
La resistencia armada de la población civil exci-
taba su cólera hasta el paroxismo. Este gran patriota
alemán sólo admitía que los hombres pudiesen com-
batir por su país vistiendo uniforme. El voluntario
y el guerrillero provocaban su indignación y su ansia
de exterminio, cual si fuesen bestias feroces. En toda
la guerra de 1870, el enemigo más odioso para él y
para Moltke fué Garibal-
di. Este caudillo popular
que se permitía hacer la
guerra y medirse con ellos
sin ser un profesional, re-
presentaba un absurdo irri-
tante. Su más ferviente
deseo fué poder fusilarlo
para que no tuviese imita-
dores.
Al entrar Bismarck en
Bazeilles después de la vic-
toria de Sedán, lanzó bro-
mas atroces sobre el «olor
de cebollas fritas» que sa-
lía de las casas incendia-
das, donde se carbonizaban
los cadáveres de muchos
habitantes del pueblo des-
pués de ser fusilados.
En el sitio de algunas po-
blaciones censuró á deter-
minados generales porque
cesaban de bombardearlas
apenas habían izado ban-
dera blanca.
Los francotiradores fran-
ceses hostilizaban al ene-
migo, lo mismo que los
guerrilleros alemanes lo
habían hecho en 1813 con-
tra Napoleón. El Canciller
reconocía la semejanza de los procedimientos; su pa-
dre, Fernando de Bismarck, se había distinguido como
organizador de cuerpos francos en la mencionada
campaña, y sin embargo sentía una furiosa indigna-
ción cuando los prisioneros de carácter civil no eran
fusilados en el acto.
Elogiaba públicamente á las tropas de Baviera
por ser propensas á la matanza de los prisioneros.
Cuando encontraba en un camino un grupo de cauti-
vos, el terrible personaje salía de su majestuoso silen-
cio para dirigirles crueles arengas: «Sois unos asesi-
nos. Vais á ser ahorcados inmediatamente.»
Durante el sitio de París quiso que las tropas tira-
sen sobre los famélicos que salían de la ciudad para
extraer de bajo de la nieve las patatas abandonadas
en los campos. El fué el primero en pedir el bombar-
BISMARCK BN 1870
(Retrato del célebre piutor alemán Leubach, amigo iutimo del Cauciller)
deo de la capital. La corte prusiana, influenciada por
la reina, y todo el Estado Mayor, se resistieron duran-
te algún tiempo. Esta resistencia enfrió momentánea-
mente las antiguas relaciones amistosas de Moltke y
Bismarck. Moltke dudaba de poder incendiar eficaz-
mente el inmenso París. El Canciller se enfureció
ante sus razonamientos técnicos, pues deseaba en los
momentos de cólera «extirpar del suelo á la ciudad fa-
bricante de revoluciones».
En ciertos días era místico como su augusto amo,
dando á sus actos más crue-
les y sus deseos más furi-
bundos una unción religio-
sa. La guerra contra Fran-
cia era según él «un juicio
de Dios», y los triunfos
estratégicos de Moltke los
aceptaba como bondades
del Señor «que había que
agradecer humildemente,
pues quería legitimar con
ellas la victoria».
En las cartas á su es-
posa dándole cuenta de los
progresos alemanes, inter-
calaba párrafos de la Bi-
blia y piadosos versos de
los hermanos moravos.
Por su parte, la condesa
de Bismarck le contestaba
desde los dominios de Var-
zin con citas de salmos y
otras frases escogidas en
los pasajes más duros y
crueles de los libros sa-
grados.
Había que arrasar «á
Babilonia, la ciudad del pe-
cado». Babilonia era París.
Después de Sedán, la con-
desa encontró este gran
acontecimiento anunciado
en la Biblia: «Los malvados serán confundidos.»
De pronto el Canciller, con radical contradicción,
se expresaba, como ya hemos visto, con un lenguaje
juicioso y favorable á Francia.
La naciente República sólo merecía su desdén, tra-
tando á sus representantes con una ironía cruel. .Ju-
lio Favre era el tipo perfecto de los oradores parla-
mentarios que excitaban su odio y con los que había
tenido que luchar rudamente en la Cámara prusiana.
La elocuencia patética y austera del tribuno francés
atrajo su pesada burla.
Bismarck, después de las entrevistas de Ferriéres,
se rió del justo dolor de este patriota que no había
podido contener sus lágrimas y su desfallecimiento al
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
307
enterarse por primera vez de las tremendas exigen-
cias de los vencedores. Según decía el Canciller ásus
Íntimos, valiéndose de una exageración de mal gusto,
Favre se había presentado ante él con la cara pintada
de blanco y verde para simular el dolor patriótico. Al
tratar de nuevo con el ministro francés en Versalles,
se divirtió felicitándole por haber engrosado durante
el sitio. «Es sin duda — dijo — la carne de caballo.» Y
después de esta burla poco noble de la misera alimen-
tación de los defensores de París, se dedicó á descon-
certar al elocuente tribuno,
que era un hombre grave
é ingenuo, entablando con-
versaciones de carácter mi-
litar para darse el gusto de
que se embrollase, confun-
diendo las nociones más
simples de contra-escarpa,
bastión, rebellín, etc.
Otras veces le daba con-
sejos meñstofélicos sobre
la mejor manera de gober-
nar á París, sometiendo á
los elementos anárquicos.
«Provocad un motín por
medio de vuestros agentes
— decia — , aprovechando
que todavía tenéis un ejér-
cito y aplastad á los revol-
tosos.»
Estas paradojas del im-
ponente personaje, expues-
tas con un humorismo de
estudiante, sorprendían al
austero abogado, poco dis-
puesto á la broma, descon-
certándolo, mientras el gi-
gante reía interiormente.
Cuando Thiers pudo unir-
se á Favre en las negocia- th
ciones de Versalles, cambió
la situación. Bismarck se puso en guardia ante este
meridional práctico y sereno, apreciando desde his
primeras palabras su ágil inteligencia y su cortés y
tortuoso escepticismo. Además, Thiers era un histo-
riador cuyos libros había saboreado Bismarck, un
artístico fabricante de la leyenda napoleónica, y el
Canciller mostró con él cierta coquetería para ga-
narse su afecto, por lo que pudiera escribir en lo fu-
turo.
Una consideración de orden material unió además
á los dos hombres, imponiendo á Bismarck un firme
sentimiento de respeto. Francia debía pagar como in-
demnización la enorme cantidad de (Í.OOO millones, y
esta suma sólo podía reuniría un gobierno sólidamente
sostenido.
Al tener que exigir una indemnización á los ven-
cidos, Bismarck, que no se sentía fuerte en cuestiones
financieras, quedó indeciso y vacilante por largo
tiempo para determinar una cifra posible. Consultó á
varios financieros judíos de Berlín, y éstos, después
de un estudio rápido de los establecimientos bancarios
de París, le aconsejaron la mencionada cantidad, pero
afirmando que se necesitaría un buen número de años
para poder reuniría y entregarla.
Ue todos los políticos franceses el que inspiró ma-
yor confianza á Bismarck para este trabajo de reco-
lección de fondos fué Thiers. El Canciller le dio toda
clase de facilidades para
su obra.
Al proclamarse la Com-
mune separándose París
del gobierno de Thiers,
proporcionó á éste un ejér-
cito contra la revolución,
entregándole todas las tro-
pas francesas prisioneras
en Alemania.
(!on esto aseguraba el
pago de la indemnización,
se daba el placer de con-
templar cómo se extermi-
naban los franceses en una
lucha feroz, más terrible
aún que la guerra recien-
te, y contribuía además á
la extinción del foco de
ideas revolucionarias la-
tente en París,
La trágica aventura de
la Commune, en la que in-
Huyeron ocultamente los
manejos de Bismarck, asi
como la sangrienta repre-
sión de Thiers y el movi-
miento reaccionario que so-
brevino luego, como una
iRs consecuencia lógica retra-
saron efectivamente por
toda una generación el desarrollo democrático de
Francia, temido por el Canciller.
Si éste no intervino directamente en el drama de
la Commune, haciendo avanzar las tropas alemanas
contra las barricadas de París, fué porque los insu-
rrectos, en medio de su desesperación y sus errores,
se mostraron siempre de una notable probidad en todo
lo referente al dinero, respetando y guardando los
valiosos depósitos del Banco de Francia y otros esta-
blecimientos financieros, üe permitirse la más peque-
ña iniciativa en la disposición de la fortuna pública,
Bismarck habría intervenido inmediatamente, consi-
derando en peligro los tesoros que se amasaban para
ser entregados á su país.
Thiers, contra todos los cálculos, pudo acelerar la
entrega de la indemnización haciéndola efectiva en
un plazo menos largo que el supuesto por los financie-
308
VICENTE BLASCO IBANEZ
PROCLAMACIÓN DE LA COMJICNB
roa alemanes. En tres años quedaron pagados los 6.000
millones, y las tropas invasoras fueron abandonando
el territorio así como el gobierno de Berlín recibió las
remesas. A los pocos días de haberse entregado la úl-
tima cantidad y transpuesto la nueva frontera fran-
cesa el último soldado alemán, Thiers cayó del poder,
cumplida ya la misión que le había valido el
apoyo de Bismarck.
Los 6.000 millonea atravesaron Alemania
como una de esas inundaciones impetuosas y
momentáneas que lo arrollan y lo conmueven
todo sin dejar rastro de su paso á las pocas ho-
ras. El colosal aporte de dinero más bien sir-
vió para desmoralizar y empobrecer al país,
comprometiéndolo años después en una criaia
aguda.
Fné semejante al oro de América que duran-
te tres siglos atravesó España como un torrente
venenoso, sumiéndola en mortal decadencia.
Pero Bismarck y su pueblo, después de su-
frir los efectos intoxicantes de una fortuna re-
pentina, supieron reponerse y aalir de la cri-
sis, creando con las iniciativas económicas una
nueva y sólida grandeza.
mania y Francia y para la paz y
el equilibrio de Europa fué la ane-
xión de las dos provincias, Alsacia
y Lorena.
Los 6.000 millones representa-
ban un costoso sacrificio de la for-
tuna francesa, pero podían ser olvi-
dados por las nuevas generaciones
que no habían tenido que contri-
buir al desembolso. Lo que resultó
intolerable, creando un verdadero
abismo entre los dos paises, fué la
anexión de las dos dichas provin-
cias, equivalente á una herida siem-
pre abierta en la dignidad nacional.
Alemania, engrandecida por su
ruidosa victoria, no necesitaba nue-
vos territorios. El desmembramien-
to de Francia apareció como un
duro capricho de triunfador deseo-
so de recordar á todas horas á los
vencidos su derrota y au inferiori-
dad.
La prueba de que este desmem-
bramiento representaba un gran
error para lo futuro la dieron los
hombres más notables de Alemania
en aquella época y el mismo Bis-
marck, que se excusó inmediata-
mente de ser el autor del hecho.
El Canciller reconocía como una grave falta haber
reclamado Metz y la Lorena, que eran franceaea por
su historia. En cuanto á la Alsacia y su capital Es-
trasburgo tampoco se mostraba satisfecho de que pa-
sasen á ser de Alemania, á pesar de que los profesores
de su país ensalzaban este acto como una justa reivin-
El error más irreparable del tratado de
Francfort para las futuras relaciones de Ale-
BARRICADAS BN LA PLAZA DEL HOTBL DB VILLB
(Grabailos Je la época)
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
309
INCENDIO DB LAS TULLBBIAS
dicación por considerar á sus habitantes de raza ger-
mánica.
Á mediados de Agosto de 1871, poco después de
haberse firmado el tratado de Francfort, Bismarck
decía en ]5erlin al encargado de negocios de Francia:
— No me hago ilusiones sobre el porvenir. Resulta
ilógico haberos tomado Metz, que es francés; pero ne-
cesidades imperiosas nos han obligado á guardarlo.
El Estado Mayor ha declarado: «lletz es una fortaleza
en la cual podemos meter cien mil hombres», y por
esto hemos tenido que quedarnos con ella. Lo mismo
puede decirse de toda la Alsacia y toda la Lorena. Es
una falta que hemos cometido al apoderarnos de las
dos provincias, si es que la paz debe ser durable. Para
nosotros estas provincias serán una
dificultad.
El Canciller dio á entender luego
en diversas ocasiones que la ane-
xión era obra del emperador Gui-
llermo y del Estado IMayor y que él
se había opuesto sin éxito alguno.
Guillermo I, protestante fanático
que creía interpretar en todos sus
actos la voluntad de Dios y como
hombre no tuvo otro defecto que
cierta afición á los placeres de la
bebida, mostraba un carácter im-
placable y cruelmente frió en el
momento de la victoria.
Bismarck hizo público cómo des-
pués de Sadowa tuvo que recomen-
darle bondad y tolerancia con el
imperio austríaco y los príncipes
alemanes que se habían declarado
contra Prusia. «Mi gracioso amo
— dijo el (Canciller — había decidido
quitar un pedazo de territorio á
cada uno de los príncipes derrota-
dos, á guisa de castigo. «Voy — me repetía incesante-
mente— á ejercer la justicia de Dios.» Y yo acabé por
contestarle: «Vale más que Su Majestad deje á Dios
ejercer su justicia por sí mismo, tranquilamente.»
Desde el primer momento se dio cuenta Bismarck
del peligro que representaba esta anexión de las dos
provincias para la paz del Imperio. .lamas olvidaría
Francia su derrota después de este desmembramien-
to. Seria inútil cuanto se hiciese en el porvenir para
restablecer las buenas relaciones entre ambos pue-
blos. Los mejores propósitos se desvanecerían al vol-
ver la vista á las dos provincias esclavizadas, testi-
monio viviente de un desastre inolvidable.
El célebre compositor Ricardo Wágner, panegi-
RKOS COMUNISTA.S BN RL, CAMI'AMHINTO DB VBR.SALLE.S
(Grabados de la época)
310
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
peor y más imbécil de los crímenes. Con la alegría en
el corazón, lo mismo que una bestia y abusando des-
caradamente de la fuerza, ha quitado á Francia Es-
trasburgo y Metz. ¡Por cuántos siglos ha abierto un
abismo entre dos naciones que se necesitan mutua-
mente y que se acostumbrarán á odiarse, en vez de
tenderse las manos para trabajar juntas por el pro-
greso de la humanidad!...
Otro artista célebre de Alemania, el pintor Len-
bach, que fué amigo intimo del Canciller é hizo su me-
jor retrato, protestó al enterarse de estas palabras
del poeta-único. Lenbach se preciaba de conocer
como nadie los pensamientos y propósitos de su pode-
roso amigo.
— Wágner se engaña — dijo el pintor — ; Bismarck
no quiso nunca la anexión de la Lorena y la Alsacia
al Imperio germánico. Es Moltke quien la ha exigido
en nombre de los intereses militares. Bismarck se re-
sistió á la anexión mientras pudo, pero al fin tuvo que
ceder ante la voluntad del emperador Guillermo, que
era partidario igualmente de ella. Esta es la verdad.
Así debió ser. El gran ministro era demasiado cla-
rividente en los negocios de Estado para no darse cuen-
ta de que con esta anexión, verdaderamente innecesa-
rista de la gloria alemana, hasta justificar sus mayo- ría, el nuevo Imperio alemán se creaba un enemigo
res excesos, no pudo sin embargo ocultar el desagra- implacable, preparando una guerra en el porvenir,
do que le produjo esta anexión. Pero el victorioso Estado Mayor tal vez preconizó
— Bismarck— dijo Wágner — acaba de cometer el el desmembramiento de Francia por este mismo mo-
PRUSIA V LA ANEXIÓN DB ALSACIA
{Caricatura de la época, por Cliam)
ASAMBLEA NACIONAL FRANCESA PAlíA RATIFICAR EL TRATADO DK PAZ
{Graliado de la época)
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 191-1
311
tivo. «La guerra — según la frase célebre de
Mirabeau — es la primera industria de los pru-
sianos.» Los generales de Alemania pensaban
volver á caer dentro de breves años sobre la
rica Francia. Era para ellos como una vaca
lechera de pródigas ubres. Había que dejar
que se robusteciese en la calma de la paz para
ordeñarla otra vez antes de que pudiera de-
fenderse. Al apreciar Moltke la importancia es-
tratégica de Estrasburgo y Metz, habia dicho:
«Son dos pistolas apuntadas á las sienes de
Francia y que la mantienen á merced del Im-
perio.»
La soberbia de los triunfadores pudo más
que la previsión de Bisraarck. La guerra que-
dó latente en Europa por no haber prevalecí
do las opiniones del Canciller.
Austria, atropellada y derrotada en Sa-
dowa, pudo olvidar y aliarse con su anti-
guo vencedor. La prudencia de Bismarck.
que evitó en ISGij las desmembraciones de
territorio con que quería castigar (Tuiiler-
mo I al enemigo, hicieron posible una alian
za futura.
En Francia no triunfaron estos procedi-
mientos humanos, y la paz sólo fué una tre-
gua deshonrosa para el vencido; un largo pa-
réntesis que habia de terminar forzosamente
con una nueva guerra.
De toda la campaña de Francia lo más
trascendental para la obra de Bismarck fué
la creación del Imperio germánico.
Diez días antes de la rendición de París, el 18 de
Knero de 1871, el viejo rey (Tuillermo fué proclamado
emperador de Alemania en el palacio de Versalles,
donde se había establecido el cuartel general del ejér-
cito sitiador.
Se hizo la unidad germánica tal como la habia
soñado el Canciller, no por obra del sufragio univer-
sal, en un parlamento de abogados y periodistas, sino
entre el estrépito de las armas, al eco de los cañona-
zos, ante una gran ciudad sitiada y por la aclamación
de los jefes de las tribus germánicas, con un aparato
PLUMA CON QUE FIRMO BISMARCK KL TRATADO DE FRANCFORT
ILUMINACIONBS EN BERLÍN CON MOTIVO DEL TRATADO PRELIMINAR
DE LA PAZ (Gralwdo (le la época)
bárbaro y romántico que recordó el entronizamiento
de los antiguos caudillos paseados sobre el escudo por
sus guerreros.
Bismarck, Moltke y Roon, organizadores de pri-
mera hora, que habían emprendido muchos años
antes desde una posición modesta el trabajo colo-
sal de la unidad alemana, sólo podían haber ima-
ginado como una ilusión imposible este escenario
histórico donde se desarrollaba el último acto de su
obra.
La proclamación del emperador se verificó en la
famosa (¡alería de los Espejos. Sus
pisos de madera brillante, sus pa-
redes de mármol haliían reflejado
los vistosos trajes de la corte de
Luis XIV y los uniformes dorados
de los mariscales de Napoleón.
Ahora sus grandes espejos dupli-
caban el brillo de las corazas y
condecoraciones de los jefes de las
tribus germánicas, tantas veces
derrotadas por los dos soberanos
franceses. Reyes, principes y feld-
mariscales se erguían en esta hora
3.12
VICENTE BLASCO IBANEZ
^.iij&ífrw' ' ^'^"i7*
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VBRSAL.LES. CUARTEL GBNBRAL DB GUILLERMO I
(Grabjiflo de la época)
prodigiosa con el orgullo del desquite histórico; ho-
llando con sus altas botas el pavimento por el que se
MOLTKB EN VBRSALLBS
(Dibujo de la época)
hablan arrastrado las huecas faldas de las beldades
versallescas; apoyando en la empuñadura del sable
la ruda mano fatigada por una venganza cruel de
secular origen.
Un altar había sido elevado á un extremo de la
galería, y después del oficio divino Guillermo I decla-
ró que el rey de Babiera, Luis II, le habla pedido «en
nombre de todos los
principes y de las
ciudades libres de
Alemania» que acep-
tase la dignidad im-
perial para él y sus
sucesores, demanda
que había aceptado
después de largas
vacilaciones.
Por orden suya
Bismarck leyó á con-
tinuación una pro-
clama dirigida al
pueblo alemán. Ter-
minada la lectura
el gran duque de
Badén lanzó un viva
á Guillermo I, Deuts-
che Kaiser, y todos
los principes y dig- el general roon
HISTORIA DE LA üUEfilftA EUROPEA DE 1914
313
PR0CLAJ14CION DBL EMPERADOR DE ALEMANIA EN VER8ALLES
(Dibujo do la época)
natarios contestaron á la aclamación, dándose con Al resistirse á
esto fin á la ceremonia, que en realidad fué algo fría, su Canciller:
Visto á una distancia de cuarenta y cuatro años, — ¿Qué queréis
después de haberse solidificado el Imperio germánico comandante hon
y conseguido una enorme impor-
tancia material, parece que Gui-
llermo I debió aceptar con apre-
suramiento y gratitud este honor
supremo. Sin embargo no fué así.
El viejo monarca no quería ser
proclamado emperador, y nece-
sitó Bismarck de toda su infiuen-
cia y de no pocos enfados para
decidirlo á que aceptase dicha
dignidad.
Guillermo I amaba más su titu-
lo simple de rey de Prusia, que
le conferia el cargo de presi-
dente de la Confederación Germá-
nica.
Los antiguos emperadores de
Alemania no habían sido más que
comandantes de las fuerzas confe-
deradas en tiempo de guerra, pro-
porcionándoles su título durante
la paz más disgustos que satisfac-
ciones.
BISMAKCK
ser emperador decía el monarca á
que haga yo de ese diploma de
orario?...
— Vuestra Majestad — contesta-
ba el gran ministro — no va á ser
eternamente presidente. Hay en
este título de presidente una abs-
tracción. La palabra "Empera-
dor» posee, al contrario, una gran
fuerza, un impulso poderoso.
Al fin triunfó Bismarck. El en-
tendía á su modo el Imperio ger-
mánico. El nuevo emperador iba
á disponer, gracias á sus trabajos,
de una fuerza efectiva y concreta.
Dirigiría con mano férrea los di-
versos Estados germánicos en vez
de dejarse arrastrary dominar por
ellos, como lea había ocurrido á
casi todos los emperadores anti-
guos. Con objeto de alcanzar tal
resultado, había hecho Bismarck
el mayor de los sacrificios, abdi-
cando de las ideas de toda su vida
para aceptar un Keichstag creado
por el sufragio universal.
314
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
LUIS II DB BAVIEKA
La proclamación de su rey como emperador de
Alemania, frente á la capital enemiga próxima á ren-
dirse y en el palacio más célebre de "Europa, fué el
hecho mas culminante y glorioso de la existencia del
Canciller. Á pesar de esto, el 18 de Enero de 1871 re-
sultó un mal día para Bismarck. Momentos antes de
la proclamación se habla peleado con Guillermo I.
Fué una de tantas disputas en las cuales el Can-
ciller se enfurecía hasta la locura chocando con la
resistencia del monarca, influenciado por los favori-
tos del Estado Mayor ó por la reina y sus damas; pe-
nosas entrevistas de las que salia rompiendo agarra-
dores de puerta ó haciendo añicos los adornos de las
chimeneas.
El nuevo emperador ocupó en la ceremonia un alto
trono, teniendo á ambos lados á los autores de su glo-
ria, Bismarck y Moltke, que se apoyaban en sus sa-
bles. El rey mostraba en su cara maciza un orgullo
místico. Nada podía asombrarle por grande que fue-
se. Dios estaba con él, guiando sus menores actos.
Moltke se mostraba impasible, sin que la menor emo-
ción contrajese las arrugas de su rostro de vieja Parca.
Bismarck, todavía colérico, parecía un dogo feroz,
mirando con hostilidad y desprecio á la brillante tropa
de reyes y príncipes que se agolpaba ante el trono
del nuevo emperador.
El solo podía saber lo que había costado llegar á
la constitución del Imperio.
Los soberanos de la Alemania del Sur se mostraban
meses antes enemigos de la guerra con Francia. Al-
gunos, como el rey de Baviera, no halúan disimulado
su hostilidad hacia una empresa que iba á acometerse
para mayor gloria de Prusia, dando á entender que en
el momento decisivo se negarían á tomar las armas.
Esta presunta resistencia creadora de grandes espe-
ranzas en Francia la suprimió Bismarck arrastrando
á la guerra con habilidades ó amenazas á todos los
Estados del Sur. Luego, al conseguir la victoria y pre-
tender coronarla proclamando el Imperio, había tro-
pezado con iguales resistencias. Deseaba que fuese el
rey de Baviera el que tomase la iniciativa, por figurar
dicho reino como el más poderoso de todos los del
Sur. Pero Luis II, el soberano artista y clemente, ha
bia dudado mucho antes de aceptar. Sólo cuando el
Canciller le amenazó con transferir el encargo al rey
de Sajonia pudo decidirse el monarca de Baviera á
ser el autor de la proposición.
Bismarck leyó su proclama con gesto duro y voz
sacudida por la cólera. En aquellos momentos estaba
furioso contra el rey, que se negaba á aceptar sus
consejos; contra el príncipe heredero, romántico y
valeroso kronprintz, que tenía un ideal germánico dis-
tinto del suyo; contra todos los soberanos alemanes,
que se oponían á sus planes sistemáticamente, sin-
tiendo envidia ó recelo.
Todos estaban febriles por el orgullo de un triunfo
vertiginoso y fulminante. Hasta el rostro arrugado de
Moltke tenia á través de su frialdad una expresión de
vieja hechicera contenta. Únicamente conservaban su
calma el nuevo emperador, hombre sin imaginación,
incapaz de sorprenderse ante los favores del desti-
no, pues se creía un favorito de la dignidad, y el
férreo Canciller, que no se dejó embriagar nunca
por la confianza y miró al porvenir como un marino
BL KRONPRINTZ FBDBRICO GUILLHRMO
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
315
que explora la noche, temiendo que surjan escollos
inesperados.
Mientras vivieron los dos viejos, se mostraron de
perfecto acuerdo en la apreciación del porvenir de
Alemania. Tal vez fue este el único punto en el que no
conocieron divergencias ni mantuvieron discusiones.
Ambos sustentaban la idea que habia inspirado la
restauración del Imperio, la unidad alemana y su
preponderancia continental, sin ([uerer ir más allá,
guardándola en toda su fuerza, asi
como las virtudes que ayudaron
poderosamente á los favores de la
fortuna.
Prusia habia podido atreverse á
las mayores audacias para realizar
sus ideales; pero una vez cumpli-
dos éstos, debía contentarse con su
buena suerte, evitando nuevas
aventuras que comprometieran
todo lo adquirido.
— Estamos saturados de éxito —
decia Bismarck.
— ¿Quién soy yo?— exclamaba el
viejo emperador al final de una co-
mida, con mística unción — . ¿Quién
soy yo, miserable pecador, para
merecer tan extraordinarios favo-
res del cielo?...
Los dos hombres, después de
constituido el Imperio, querían que
fuese éste como «una roca de bron-
ce» levantándose en medio de Eu-
ropa, que lo contemplaría sometida
desde abajo; pero sin caer sobre
nadie con propósitos de aplasta-
miento, guardando una inmovilidad
majestuosa.
Tal vez por esto se opuso el Ciin-
ciller á la anexión de Alsacia y
Lorena: imprudencia militar que
habia de comprometer en lo futuro
la paz del Imperio.
Varias veces el ministro impe-
tuoso, propenso á las fanfarrona-
das, pareció dispuesto á comprometer esta tranquili-
dad amenazando á Francia y otras naciones. Pero
tales arrebatos nunca fueron seguidos de hechos, ni
produjeron la guerra. Eran simples genialidades bis-
marckianas para asustar á los adversarios.
El Canciller triunfante repetía con frecuencia un
refrán de la antigua Alemania: «Para vivir hay que
dejar vivir á los otros. »
Lo mismo pensaba el viejo emperador. Pero su
nieto Guillermo II piensa de distinto modo. La vida,
según él y según la Alemania moldeada á su imagen,
sólo es aceptable y gloriosa ocupando el mundo entero
y aplastando á los otros pueblos.
V
La política interior de Bismarck. — Organiza-
ción del Imperio.
La más urgente preocupación del (Canciller después
de la victoria, fué la reforma financiera del Imperio.
El torrente de los 6.000 millones pasó, como ya d¡-
GUILLHIRMO I, ICMPEIíADOR DE AT.FMANI.\
jiraos, por Alemania rápidamente, dejando al gobier-
no tan polire como años antes. Un presupuesto ex-
traordinario los consumió en breve plazo. Hubo que
construir nuevas líneas férreas, dar cuantiosas pen-
siones á las familias de los que habían perecido en la
guerra, transformar el sistema monetario, renovar
las fortalezas y el material de combate. Además, en
previsión de un futuro conflicto que Bismarck juzga-
l)a posible por las duras exigencias del tratado de
Francfort, se dedicaron muchos millones á la creación
de un Tesoro de Guerra que fué guardado en la forta-
leza de Spandau. Todos estos gastos devoraron en
poco tiempo la cuantiosa indemniz;ición francesa.
El nuevo gobierno imperial, á pesar de sus triun-
316
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
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Guillermo I Moltke Eoou
LOS FUNDADORES DEL IMPERIO ALEMÁN BN VBRSALLBS
líiíiimirck
(Cimilro de Voii Werner)
fos ruidosos era el más pobre de Europa. Los impues-
tos directos sobre los contribuyentes alemanes los
percibían para sus gastos los gobiernos de los diver-
sos países que habían formado la nueva Confedera-
ción. El gobierno federal no contaba con otros recur-
sos financieros que el producto de las aduanas, me-
diocre é inseguro á causa de la fluctuación de las
importaciones, según el estado de los negocios.
Las tarifas aduaneras habían sido hechas con arre-
glo á la doctrina librecambista, y los tratados de co-
mercio databan de los buenos tiempos de Napoleón III,
siendo desfavorables para Alemania. La recaudación
de las aduanas iba aminorándose todos los años, mien-
tras los gastos del gobierno imperial aumentaban con-
siderablemente, siendo necesario para cubrirlos el re-
currir á un tributo de los diversos Estados de la Con-
federación, regulado por el número de sus habitantes.
Este sistema era injusto y provocaba razonadas
protestas. El rico comerciante de Hamburgo ó de los
otros puertos anseáticos contribuía á los gastos fede-
rales con igual cantidad que el misero campesino de
un principado pobre. Además el Canciller no podía
soportar que el Imperio pidiese limosna á los reyes,
príncipes y municipios libres de Alemania que él de-
seaba tratar como «vasallos». í^sto equivalía, según
la frase de Bismarck, á «vivir el Imperio de una pen-
sión alimenticia señalada por los mismos que esta-
ban bajo su protección».
El ministro de Hacienda, Delbrück, valioso libre-
cambista tenaz en sus ideas, contribuía á mantener
la deplorable situación. Bismarck, con el ímpetu de su
carácter, chocaba inútilmente contra este viejo é im-
pasible funcionario apegado á su rutina, orgulloso de
su tecnicismo y sostenido además por las influencias
de la corte. Al fin consiguió que abandonase la carte-
ra en 1876, y el Canciller, que confesaba su ignoran-
cia en materias financieras, pero poseía una gran
facilidad de asimilación, se dedicó al planeamiento de
un nuevo sistema rentístico.
El azar vino á favorecerle para que llevase ade-
lante este trabajo. A
principios de 1877,
Bismarck se sintió
enfermo y tuvo que
pedir al emperador
unalicencia que duró
diez meses. En este
retiro momentáneo
pudo elaborar el pro-
yecto financiero que
reclamaba el Impe-
rio. «En las monar-
quías— dice un autor
al comentar este he-
cho— los grandes su-
cesos dependen de ^^^^^^ ^^ ^^^,^^ ^^^ j^,p^^,„
pequeñas causas.» alemán
Bismarck se ha- (Dibujo de la típoca)
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
317
bía obstinado en seguir hasta la vpjey. una vida igual
á la de los tiempos de estudiante, abusando feroz-
mente de su vigorosa constitución. Se levantaba á las
once de la mañana, entregándose inmediatamente á
sus ocupaciones, sin tiempo para tomar el más ligero
desayuno, queriendo resarcirse cuanto antes de su re-
traso. Luego eran las entrevistas diplomáticas, las
comunicaciones al emperador, los consejos de minis-
tros, las sesiones del Reichstag, trabajos oratorios y
sedentarios que minaban su salud. Llegaba hambrien-
to á la noche, con un apetito de lobo, y su organismo
gigantesco tomaba el desquite haciendo unas comidas
pantagruélicas. Su estómago era un abismo. Luego,
hasta hora avanzada
de la noche, recibía á
sus tertulianos íntimos
y á muchos parlamen-
tarios, cuyos designios
quería escrutar vaso
en mano, con maliciosa
camaradería . Todas sus
discusiones nocturnas
eran con acompaña-
miento de ensaladas de
langosta y enormes
cantidades de cerveza.
Cuando sólo había va-
ciado su amplio vaso
con adornos heráldi-
cos unas doce veces
en la noche, el ("anci-
11er se iba á la cama
satisfecho de su mode-
ración. De aquí el in-
somnio nervioso, las
frecuentes indigestio-
nes y una hinchazón de
las venas, tan doloro-
erudicióu financiera, lo orientó en la legislación com-
parada de los impuestos. Con esta araajgana, Bis-
marck pudo crear, no un sistema económico, sino un
simple plan en el que concillaba los intereses del fisco,
la prosperidad de la nación y las aspiraciones de loa
partidos, divididos en agrarios é industriales. Los con-
servadores, junquers reaccionarios y grandes terra-
tenientes, pedían protección para la agricultura, como
si fuese la única fuente de riqueza del país. Loa bur-
gueses de las ciudades y de los puertos eran sostene-
dores de la industria, viendo en ella y en el comercio
la futura grandeza de Alemania.
El plan económico de lUsmarck estaba basado en
sa, que en muchas ocasiones no le permitía mantener-
se de pie. En sus dominios de Varzin y Friedrichsruhe,
la vida regular é higiénica y el movimiento de sus ca-
balgadas para inspeccionar granjas y bosques resta-
blecían su salud.
La grande obra realizada por él le había fatigado
moralmente, apagando su entusiasmo. ¿Quehacer des-
pués del triunfo del Imperio y la victoria sobre Fran-
cia que resultase digno de él? En su pintoresco len-
guaje de cazador, declaraba estar fatigado de «la
caza menuda de los éxitos parlamentarios'. Quería
cobrar < un animal grande», perseguir la caza mayor
como en otros tiempos: pero la pieza no se presenta-
ba. En la soledad de su retiro campestre, él mismo
hizo levantar esta caza mayor, ya que no se ofrecía
voluntariamente, dedicándose á numerosas lecturas
de economía política. Dos colaboradores, Varnbüler y
Adolfo Wágner, le ayudaron en tal estudio con su re-
conocida competencia: el primero inclinó al Canciller
á la doctrina proteccionista, y Wágner, de amplia
FRANCIA CLAMANDO VENOANZA
(Estampa ¡loimiar después do la guerra de IS70)
dos ideas capitales: la conversión de Alemania al pro-
teccionismo y un sistema de impuestos indirectos que
tendiese al monopolio del Estado. Bismarck tuvo que
sostener una de las mayores batallas de su vida para
que el Reichstag aceptase su plan. Los conservado-
res, por una extraña contradicción, eran tradicional-
mente libre-cambistas, lo mismo que el Canciller lo
habla sido en otra época. Odiaban el proteccionismo,
como señores del campo, porque la industria los pri-
vaba de brazos, atrayendo los labriegos á sus fábri-
cas con el incentivo de jornales superiores: y el
proteccionismo ha sido inventado para defender las
industrias nacientes. La industria alemana que podía
apoyar al canciller estaba en 1878 en una situación
deplorable á causa de las tarifas libre-cambistas, que
no le permitían competir con la producción de Fran-
cia é Inglaterra.
Luchaban enconadamente agricultores é indus-
triales, cuando el Canciller volvió á la vida pública
después de su enfermedad meditativa en Varzin. La
318
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
situación era ruinosa y exigía un remedio inmediato.
La miseria agraria resultaba tan aguda como la
crisis industrial. Al mismo tiempo que pasaban por
Alemania los 6.000 millones de la indemnización, se
vendían judicialmente por año 10.000 propiedades
agrícolas por ruina de sus dueños. El sistema del
libre-cambio privaba al Imperio de recursos, arrui-
nando al mismo tiempo á los particulares, liismarck
quiso levantar la fortuna pública protegiendo á la vez
los intereses de los individuos. A los conservadores
agrarios los convenció, apelando á su patriotismo,
con la demostración de que el sistema antiguo sólo
servía para favorecer á la agricultura rusa. Los
industriales, especialmente los que
representaban regiones mineras,
apoyaron con entusiasmo los planes
de Bismarck.
La gran riqueza metalúrgica de
Alemania, asi como su enorme pro-
ducción azucarera, datan realmente
de la reforma económica del Canci-
ller. Esta, con su proteccionismo,
favoreció el desarrollo de las inicia
ti vas del país.
Además nacionalizó los ferroca-
rriles, viendo en esta reforma un
interés político tan grande como el
económico, y creó varias contribu-
ciones indirectas de enorme rendi-
miento, sometiendo á impuestos los
artículos de mayor consumo.
El Imperio alemán, que era pobre,
dispuso repentinamente de grandes
ingresos gracias á la reforma admi-
nistrativa. Al mismo tiempo la in-
dustria, el comercio y la agricultura, entraron en una
nueva era de desahogo y progreso.
Es realmente asombrosa la labor realizada por
Bismarck después de la victoria del Imperio, para
consolidarlo y engrandecerlo interiormente. Hubo que
crear por entero una marina, reformar el ejército te-
niendo en cuenta las experiencias de la guerra recien-
te, rejuvenecer una administración tradicional y ruti
naria, inventar recursos ideando todo un plan finan-
ciero é imponerlo á las resistencias del país, redactar
nuevos códigos é improvisar una poderosa industria
para que Alemania pudiera sostenerse victoriosa, cos-
teando sus enormes medios de defensa. Un verdadero
ejército de especialistas se dedicó á esta obra colosal.
No fué Bismarck quien lo hizo todo. Los técnicos
y los profesores del Imperio realizaron gran parte del
milagro con sus estudios metódicos y tenaces. Pero
aun limitada de este modo la iniciativa de Bismarck,
su obra siempre resulta enorme. No lo inventó todo,
pero favoreció y apoyó las iniciativas útiles, sabiendo
escoger los ayudantes más aptos y prestándose al
apoyo de las ideas nuevas. Como en él fué siempre
vigorosa la iniciativa, gustó mucho de los hombres
DBLBRICK
activos y de pensamientos originales. Cuando encon-
traba un consejero valioso, pero de mal carácter, el
férreo Canciller se doblaba ante él, olvidando su
tradicional brusquedad, para no verse privado de
esta colaboración.
Todas las iniciativas de su época, partiesen de
donde partiesen, recibieron su marca, aun aquellas
que procedían de sus adversarios. Todo lo encaminó
á la mayor gloria del Imperio y á la concepción que
se había formado del sistema monárquico.
Al dar una Constitución al Imperio, Bismarck sos-
tuvo el sistema federal, decisión que
parece inexplicable, teniendo en
cuenta el carácter de su política
uniflcadora y autoritaria. Después
de la ruidosa victoria sobre los fran-
ceses, le hubiese sido fácil convertir
Alemania en un Estado unitario,
suprimiendo con más ó menos rapi-
dez los diversos reinos, principados
y municipios libres que entraron en
la Confederación conservando su au-
tonomía. La enorme popularidad
proporcionada por la guerra y la li-
bre disposición de una fuerza aplas-
tante, le permitían realizar la uni-
dad nacional de este modo absoluto.
Pero el Canciller, en todo lo refe-
rente á la vida interior de Alemania,
fué siempre un junquer particula-
rista y amigo de la tradición. Le
pareció sin duda un sacrilegio histó-
rico atentar visiblemente contra las
diversas autonomías germánicas, aunque en reali-
dad las mantuvo bajo su tutela. Una consideración
de orden político le impulsó igualmente á mantener
este respeto. Los Estados alemanes del Sur mostra-
ban aspiraciones democráticas, y en una Alemania
completamente unificada hubiesen acabado por con-
taminar á la Prusia feudal y reaccionaria, l'astante
sacrificio había hecho aceptando el sufragio univer-
sal para las elecciones del Reichstag, con objeto de
atraer á los sudistas.
Á impulsos de sus ideas particulares, el imperialis-
ta Bismarck en vez de extender la competencia legis-
lativa del Imperio procuró limitarla á lo que era in-
dispensable para la marcha de los asuntos comunes,
conservando en cuanto le fué posible los derechos de
los soberanos. El célebre ministro procuró que la dig-
nidad de emperador no perjudicase los derechos y
prerrogativas del rey de Prusia, estableciendo una
valla infranqueable entre ambas coronas, á pesar de
que las dos pertenecían al mismo soberano. Su entu-
siasmo por la nueva Alemania imperial no le hizo ol-
vidar sus intereses de gobernante prusiano. Quería
conservar intacto el sistema político de Prusia, abso-
HlüTOmA DE LA GUERRA EUROPEA UÉ 1914
319
lutismo mitigado apenas por una ficción constitucio-
nal. La Cámara prusiana, donde los conservadores
están siempre en mayoría gracias al sistema de elec-
ción empleado, no es más que un cuerpo obediente
que aprueba los actos del gobierno. Los socialistas,
que desde hace muchos años tienen una numerosa re-
presentación en el Keichstag, sólo en 1903 consiguie-
ron hacer entrar su primer diputado en la Cámara de
Prusia.
Por otra parte, Guillermo I, tan particularista y
tradicional como su Canciller, era enemigo igual-
mente del unitarismo. Ya hemos dicho cómo se resis-
tió á aceptar la dignidad imperial. Prefería continuar
simplemente de rey de Prusia, presi-
diendo la Confederación como el pri-
mero entre sus iguales (primus inter-
paresj, por creer que de este modo
viviría Alemania con más tranquili-
dad, sin celos ni hostilidades entre
sus diversos soberanos.
«El rey de Prusia — dice Wetter-
lé — , lo mismo que su primer minis-
tro, estaba obsesionado por el temor
á las revoluciones. Se acordaba de
la fuga ridicula de su tío y de las
humillaciones de su hermano ante
los amotinados berlineses en 1848,
y con su sentido práctico de Hohen-
zollern pensó que sería más fácil á
los socialistas abatir una sola cabeza
de soberano que hacer caer veinti-
dós. Según su opinión, los tronos ale-
manes debían subsistir apoyándose
unos en otros.
»E1 hecho resulta paradójico; pero
fué realmente Bismarck, sostenido con energía por
Guillermo I, quien se negó á suprimir las fronteras
interiores en este Imperio creado por él. Sabia, por
otra parte, que en esta reunión de Estados, á la que
conservaba su carácter claramente federativo, el
reino de Prusia, cuya población sobrepasa numérica-
mente á la de los demás países alemanes reunidos,
llegaría de todos modos á establecer su dominación,
y le parecía preferible no exponer sus habitantes á
fusionarse con otras razas, que por ser de costum-
bres políticas más libres y atrayentes podían imponer-
las á la patria de la disciplina rígida y la obedien-
cia pasiva.»
En 1871 se proclamó la Constitución del Imperio
alemán, obra de Bismarck, y que es la que rige ac-
tualmente.
En virtud de ella, el rey de Prusia preside por de-
recho propio la Confederación Germánica. Es el jefe
del poder ejecutivo dentro de los limites marcados
por la Constitución, pero dicho poder ejecutivo perte-
nece al conjunto de los 25 gobiernos confederados.
Entre estos gobiernos de reyes, príncipes y duques,
existen tres que tienen desde muy antiguo la forma
VARNBULBR
republicana. Son los Senados de las tres ciudades li-
bres. Brema, llamburgo y Lubeck.
La dirección de la Alemania confederada incumbe
al Consejo Federal, llamado I>undesrath, en cuyo or-
ganismo están representados todos los soberanos, asi
como los Senados de las tres ciudades anseáticas.
Cada Estado envía sus delegados ó plenipotenciarios
al Bundesrath con arreglo al número prescrito por la
Constitución. Prusia tiene diez y siete, Baviera seis,
Sajonia cuatro, Wurtemberg, Badén y Ilesse tres, y
los demás Estados uno solamente.
De los 58 miembros del ( 'onsejo Federal señalados
por la Constitución de 1871, debían corresponder á
Prusia la mitad más dos, teniendo
en cuenta su extensión territorial y
el número de sus habitantes: pero el
Canciller se mostró desinteresado,
renunciando á los treinta y un pues-
tos para contentarse con los diez y
seis marcados en la ley federal. Este
desinterés sólo fué aparente. El em-
perador cuenta para las decisiones
con una mayoría completa, pues le
siguen con militar disciplina todos
los representantes de los principa-
dos y ducados minúsculos: Mecklem-
burgo, Brunswick, Oldenburgo, Sa-
jonia-Meiningen, Sajonia -Altembur-
go, SajoniaCoburgo-Gotha, Anhalt,
Schwarzenburgo, Waldeck, Reuss,
Schaumburgo y Lippe, así como los
de las tres repúblicas anseáticas.
Únicamente los representantes de
los grandes Estados del Sur, reinos
de Sajonia, Baviera y Wurtemberg
y gran ducado de Badén, se atreven ligeramente á
enunciar una opinión propia y á tomar la palabra en
el seno del Consejo Federal: pero retroceden apenas
sus expresiones pueden causar la más leve molestia
al emperador. Los grandes duques de Badén se mues-
tran por tradición más prusianos que el mismo rey
de Prusia.
El reparto de la representación en el líundesrath
es arbitrario. El número de representantes resulta
caprichoso. Hamburgo, con su vecindario de más de
un millón de habitantes, tiene un solo miembro en el
Consejo Federal, lo mismo que el principado de Lippe
que sólo cuenta con una población de 46.000 almas.
Bismarck, que contra su costumbre se mostró des-
interesado y pródigo en representaciones al constituir
el Consejo para deslumhrar de este modo á los diversos
Estados, supo asegurar para siempre la preponderan-
cia de Prusia. La cuarta pjirte de los votos del Bun-
desrath pueden en cualquier momento declarar la
caducidad de sus acuerdos. Los votos de Prusia repre-
sentan esta cuarta parte, y pueden oponer su veto á
las decisiones del Consejo que no les plazcan. Esta
precaución la adoptó Bismarck por si en lo futuro in-
320
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
LOS CENTINELAS DB LA FRONTERA
(Después de 1870)
De un lado Francia arruinada por el desastre. Al otro lado de la frontera Alsacia y Lorena cautivas
(Cuadro de E. Chaperou)
tentaban algunos representantes hacer oposición ; pero
como los consejeros se muestran sumisos en todos los
asuntos á la voluntad de Prusia, ésta rara vez hace
uso de tal prerrogativa. Además los prusianos pueden
evitar una oposición posible no presentando al Con-
sejo Federal las leyes que les inspiran desagrado, ya
que esta presentación sólo puede ser hecha por el pre-
sidente del Consejo Federal, ó
sea por el rey de Prusia.
El Bundesrath no tiene,
como se ve, las atribuciones
de un Parlamento. Sus miem-
bros no se permiten una opi-
nión propia, pues votan por
mandato imperativo de sus
gobiernos, ó más bien dicho,
de los jefes de Estado que re-
presentan, los cuales les im-
ponen su pensamiento. Cuan-
do el Canciller del Imperio
tiene que presentar un pro-
yecto de ley al Consejo Fede-
ral, lo envia antes á los mi-
nisterios de los diversos Esta-
dos para que lo examinen y
remitan instrucciones á los
plenipotenciarios de sus paí-
ses. De esto resulta que son
los príncipes y los Senados de
las ciudades libres los que vo-
tan efectivamente en el Bun-
desrath, valiéndose de una
delegación que les permite ejercer
indirectamente sus poderes sobera-
nos. El rey de Prusia es durante las
sesiones un confederado igual á los
otros, pero ocupa la presidencia y
es el jefe del poder ejecutivo.
El mismo procedimiento se em-
plea cuando el Bundesrath tiene
que sancionar las leyes votadas
por el Reichstag. El emperador las
promulga declarando que han sido
del agrado de los gobiernos de la
Confederación. En el Parlamento
el Canciller no habla nunca de la
persona del emperador como factor
legislativo, sino de los gobiernos
confederados, ó sea del Bundesrath,
del cual es el representante y órga-
no ante el Parlamento.
A pesar de esta modestia aparen-
ce de las funciones imperiales, son
enormes las prerrogativas que la
Constitución redactada por Bis-
mark concede al emperador. Éste
nombra sin consulta los embaja-
dores, los cónsules, los funcionarios
de las administraciones centrales; es el jefe supremo
de los ejércitos de tierra y mar; declara la guerra y
firma los tratados de paz.
El emperador Guillermo, así como su hijo Fede-
rico 111, durante su corto y doloroso reinado cum-
plieron fielmente las prescripciones de la Constitu-
ción, manteniéndose modestamente en su rango de
EL RBCITBRDO
La madre alsaciana cose una escarapela francesa en la camisa del hilo que va á ser soldado alemán
(Cuadro do Albert Bettami)
HISTORIA ÜE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
321
presidentes del Bundesrath, sin poner en exageradií
evidencia sus personas. Guillermo II, maniático imi-
tador del absolutismo aparatoso de Luis XIV, ha in-
troducido un abuso del que protestaron al principio
muchos alemanes. Continuamente dice mi ejército, mi
marina. Este uso abusivo ha acabado por prevalecer,
y los alemanes, en su entusiasmo imperialista, al ha-
blar de los buques de la (Iota los llaman «los navios de
8u Majestad». Sin embargo el ejército, y especial-
mente la marina, aunque sometidos al mando supremo
del rey de Prusia, son propiedad colectiva de todos los
Estados alemanes.
Bismarck estableció en el Consejo Federal una
comisión de negocios extranjeros compuesta de los seis
Estados princi-
pales. Toda la
política exterior
del Imperio de-
bería hacerla el
Canciller de
acuerdo con esta
comisión.
Pero después
que Bismarck
fué expulsado
del poder por la
orgullosa ingra-
titud de Guiller-
mo II, esta co-
misión dejó de
funcionar, re-
nunciando con
su inercia á sus
prerrogativas
constituciona-
les. Tan olvida-
das las tuvo du-
rante muchos
años, que cuando á petición del barón de Hertling,
presidente del gobierno de l'aviera, fué convocada de
nuevo hace un año, en 1913, los periódicos conser-
vadores prusianos protestaron violentamente, viendo
en esta resurrección constitucional un atentado á los
privilegios de la absorbente Prusia.
«Con frecuencia — dice Wetterlé— se dan cuenta
los alemanes de que Bismarck cortó la Constitución
de 1871 á la medida de su estatura de gigante. Este
traje demasiado ancho debia flotar necesariamente
en torno de los éticos maniquíes que le han sucedido.
Ni Caprivi, el militar disciplinado, ni Ilohenlohc, el
diplomático cazurro, ni el brillante pero versátil
Bulow, cuya única habilidad consistió en evolucio-
nar entre un soberano caprichoso y un parlamento
que no sabía contener, ni Bethmann-IIollweg, que es
á la vez un rígido burócrata y un filósofo escéptico,
han podido nunca hacer frente á las obligaciones
múltiples y aplastantes de su cargo.
»La tradición exige desde los tiempos de Bismarck
que el Canciller del Imperio sea al mismo tiempo
presidente del Consejo de Ministros de Prusia. Esto
origina una serie de conflictos de conciencia y de
atribuciones. Por ejemplo, líethmannllolhveg tuvo
que declararse un día ante el líeichstag partidario
convencido del sufragio universal, y al día siguiente
combatirlo con furia en la Cámara prusiana, que se
niega sistemáticamente á la aceptación de este siste-
ma electivo.
»Dos almas deben habitar al mismo tiempo el
interior del Canciller. El primer funcionario del Impe-
rio se ve obligado á cambiar constantemente de librea,
según habla á los diputados de todo el Imperio ó á los
diputados de la monarquía de l'rusia. Con frecuencia
tiene que soste-
ner en el líeichs-
tag proyectos
que ha combati-
do antes en el
seno del Consejo
Federal como
plenipotenciario
prusiano. Es esta
una situación in-
verosímil que no
tiene equivalen-
te en ningún otro
pais, pero el ca-
rácter germáni-
co ama las com-
plicaciones y se
acomoda á ellas
fácilmente. '
BL AL.SAC1ANO OBLIGADO
A SBR SOLDADO ALEMÁN
(Cuadro de A. Bottamucr)
Bismarck, que
como ya dijimos
apreciaba y res-
petaba el particularismo alemán, dejó casi intacta en
la Constitución de 1871 la soberanía de los Estados.
El Imperio sólo puede legislar sobre los intereses
federales que son restringidos. Los diversos Estados
hacen sus leyes fiscales, escolares y religiosas, dife-
rentes unas de otras. Tienen además sus administra-
ciones particulares desempeñadas por funcionarios
del pais. Los jefes de los Estados nombran sus minis-
tros y convocan sus Parlamentos.
kSus Constituciones ofrecen igualmente una gran
variedad. Prusia sigue eligiendo sus diputados por el
rancio procedimiento del sufragio restringido de cla-
ses, dividido en dos grados y con papeleta abierta, lo
que asegura el triunfo de los reaccionarios é impide la
representación de la clase popular. Baviera tiene el
sufragio universal; Wurtemberg un régimen mixto;
Sajonia emplea un sistema complicado, para comba-
tir el avance democrático. En Mecklemburgo existe
todavía la representación por clases. En todos los Es-
tados, el Senado ó «Cámara Alta» está compuesto de
322
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
KL RBICHSTAG
miembros por derecho propio y de «señores» nombra-
dos directamente por el soberano. Seria necesario un
volumen entero para señalar los derechos respectivos
y múltiples de la corona y de la representación na-
cional en los diversos Estados de Alemania.
La legislación religiosa ofrece iguales variaciones,
que también exigirían un larguísimo estudio. Baviera
es católica y vive bajo el régimen de un Concordato.
Prusia, Wurtemberg y líaden son protestantes, pero
están en tácitas relaciones con la Santa Sede. En Sa-
jonia la familia real es católica y la gran mayoría
del país protestante. Los sajones católicos no tienen
el derecho de ejercer públicamente su culto, que es
al mismo tiempo el de sus reyes. En Mecklemburgo
los católicos sólo pueden practicar su religión con
permiso del ministro protestante de la localidad.
Los programas escolares han ido aproximándose
en los diversos Estados, pero sin llegar á una unifica-
ción completa. Los estudiantes de un país cuyos cen-
tros de enseñanza son de severa rigidez, van á exa-
minarse á otro país de profesores benévolos y fáciles.
En algunos Estados se consideran insuficientes los
títulos adquiridos en las Universidades de otros países
de Alemania. Un abogado de Baviera, por ejemplo,
se abre paso con dificultad en la administración pru-
siana, aun después de hacerse ciudadano de Prusia.
El Bundesrath ha procurado unificar la legislación
criminal y civil de los Estados, pero todavía quedan
en pie muchas divergencias tradicionales, especial-
mente en los asuntos civiles. Mientras en Baviera los
delitos de prensa quedan sometidos al jurado, en el
resto de Alemania entienden de ellos los tribunales
ordinarios. Los procedimientos resultan de una com-
plicación formidable, y frecuentemente los legistas
. más experimentados se embrollan al querer delimitar
las competencias de los Esta-
dos particulares y del Im-
perio.
Cada Estado alemán tiene
un Parlamento particular. El
Reichstag es el Parlamento
del Imperio. Su carácter na-
cional no le da ninguna supe-
rioridad sobre los otros ni sus
decisiones pueden influir en
las de los Estados particula-
res, pues tanto el uno como
los otros están delimitados en
sus acciones por la Cunstitu-
ción de 187 1. El Reichstag
legisla únicamente sobre los
asuntos federales que son de
la competencia del Imperio,
y los Parlamentos de los Esta-
dos sobre todo lo referente á
su vida nacional. Como dice
un autor, «las Cámaras de los
Estados son los baluartes del
particularismo, y el Reichstag el baluarte del unitaris-
mo». Numerosos han sido los conflictos entre uno y
otros, pero siempre triunfaron los Estados particula-
ristas sobre el Reichstag. Esto se explica por el hecho
de que durante los treinta primeros años de vida cons-
titucional formaban una gran mayoría en el Reichs-
tag los representantes que al mismo tiempo eran dipu-
tados en las Cámaras de sus países de origen.
Asi como el Canciller es al mismo tiempo jefe del
gobierno imperial y presidente del Consejo de Minis-
tros de Prusia, los políticos alemanes pueden ser á la
vez diputados del Reichstag y diputados en la Cámara
particular de su país. Estos diputados de doble man-
dato, en todos los conflictos que surgen entre las le-
gislaturas de los Estados y el Reichstag se acuerdan
del viejo proverbio alemán: «La camisa está más
cerca del cuerpo que el traje», y defienden los intere-
ses del Estado á que pertenecen antes que los de la
GALERÍA DEL REICHSTAG CON LOS ESCUDOS DB LA CONFE-
DERACIÓN GERMÁNICA
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
323
PUERTA LL&MADA DB BAVIKRA
federación. El
espíritu particu-
larista ha sido
uno de los más
temibles obstá-
culos con que
han tropezado
los cancilleres,
teniendo que ha-
cer grandes es-
fuerzos de habi-
lidad para con-
seguir que los
diputados del
Reichstag voten
las leyes fisca-
les cuando éstas
comprometen el
equilibrio finan-
ciero de los Es-
tados.
Además, el
alemán es de un
carácter intra-
table cuando hay de por medio consideraciones mone-
tarias. El cargo de diputado en los Estados particu
lares era antes más productivo que el de diputado
al Reichstag. En los Parlamentos de los Estados co-
braban sus individuos una
dieta por sesión, que varia-
ba de nueve á quince mar-
cos. En cambio las funciones
de individuo del Reichstag
eran completamente gra-
tuitas.
Bismarck, al organizar
el Parlamento imperial, ha-
bía creído demasiado en el
desinterés de sus compatrio-
tas. Como las sesiones parla-
mentarias se verificaban en
la misma época de Noviem-
bre á Junio) y la mayoría
de los elegidos pertenecían
al mismo tiempo al Parla-
mento de su país y al Reichs-
tag, éste apenas veía fre-
cuentado su salón de sesio-
nes.
Al tener que escoger los
diputados de doble manda-
to, preferían el Parhi men-
tó que pagaba. De los tres-
cientos ochenta y dos dipu-
tados del Imperio, sólo cin-
cuenta ó sesenta, residen-
tes en Berlín, asistían á las
sesiones. Hubo leves im-
IRONTON CON LOS ATRIBUTOS IMPERIALES
LA COLUMNA DK LA VICTORIA IRBNTE AL RRICH.STAO
portantes que
fueron aproba-
das por el voto
de siete diputa-
dos.
LaCancilleria
puso término al
espectáculo no
previsto por Bis-
marck, estable-
ciendo en 1903
que los diputa-
dos del Reichs-
tagcobrasenuna
indemnización.
Esta fué y es
aún de una nota-
ble mediocridad.
Los diputados
dellmperio pue-
den recibir al
año 3.000 mar-
cos (3.750 fran-
cos), sueldo igual
al de un empleado alemán de clase secundaria.
Para cobrarlo íntegro necesitan asistir á las sesio-
nes desde que el presidente las declara abiertas é
intervenir en todas las votaciones.
Una disciplina prusiana
pesa sobre ellos, si es que
desean cobrar la indemni-
zación. Todo diputado que
llega con unos minutos de
retraso, deja de percibir su
dieta y es castigado con una
multa de 20 marcos. Ade-
más el gobierno organizó el
reparto de las dietas con ta-
les combinaciones aritméti-
cas, que todo diputado per-
teneciente á dos Parlamen-
tos cobra fatalmente una in-
demnización inferior á la
que percibiría pertenecien-
do á uno sólo.
(ir acias á esta z-e forma
pudo conseguir el gobierno
del Imperio que las sesiones
del Reichstagestuviesencon-
curridas.
En otro lugar diremos el
modo automático como fun-
ciona éste, el carácter fingi-
do y estéril de la oposición
que se manifiesta en su seno
y la escasa influencia que
ejerce en los destinos del
país.
324
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
BL FINAL DB UNA LKYSNDA
(Caricatura de la riioca, por Aucourt)
VI
La poli'fica exterior de Bismarck
Después de la victoria sobre Francia, Bismarck
fué el hombre más importante de Europa y el arbitro
de la política internacional. Todas las naciones espia-
EL REMBDIO
-¡Un mal rCgimen áe dicr años! Esa es toda vuestra enfermedad, de la que
podréis curaros en seguida con una buena constitución
(Caricatura de la época, por Cham)
ban sus gestos é intentaban penetrar en el misterio
de su pensamiento. La paz del continente dependía
de él.
Esta desmesurada grandeza sirvió para que el
Canciller se engañase en la apreciación de los verda-
deros sentimientos de las potencias. Inglaterra, Kusia
y Austria habían asistido impasibles al aplastamiento
de Francia. La fanfarronería militar del segundo Im-
perio napoleónico se había hecho temible á todas las
naciones y desearon su desaparición. La única poten-
cia que pudo haberla sostenido era la Gran Bretaña,
pero le volvió la espalda al enterarse por el maquia-
velismo de Bismarck de que Napoleón III había soña-
do con anexionarse á Bélgica, país que estaba desde
su formación garantizado por el gobierno inglés.
El silencio de las potencias lo interpretó Bismarck
como una adhesión á su política. No se dio cuenta de
que la rápida y victoriosa constitución del Imperio
alemán debía inspirar recelos y poner en guardia
á las naciones
amenazadas
por esta guerra
enorme.
Hace más de
un siglo que
Europa sigue
una política de
equilibrio, ten-
diendo instinti-
vamente á la
destrucción de
toda potencia
preponderante
que intenta so-
breponerse y
dominar á las
otras. Inglate-
rra, unas veces
por voluntad y
otras por com-
promisos tradicionales, figura á la cabeza de este
movimiento regulador. El napoleonismo del primer
Bonaparte lo destruyó con su acción directa: el na-
poleonismo del tercer Bonaparte fue arruinado ful-
minantemente por su tolerancia impasible, y ahora
marcha contra un napoleonismo sin el genio de Na-
poleón, representado por las soberbias aspiraciones
de Guillermo II.
Después del triunfo de la política de Bismarck, los
gobiernos europeos se dieron cuenta del gran error
que habían cometido al permitir el aplastamiento de
Francia. Deslumhrados por el aparatoso militarismo
de un Napoleón III, que creía disponer de la fuerza
sin poseerla, habían dejado que se constituyese sobre
sus ruinas la fuerza verdadera y temible del Imperio
alemán. Por esto aprovecharon la primera ocasión
para hacer entender á Bismarck que no debía contar
más con su indiferencia y su silencio.
(Caricatura de la cpoca, pr)r Dainnii'
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
325
.^-Lj_
La República francesa, á continuación del desas-
tre militar y los horrores de una lucha civil, se dedicó
á reconstituir su vida interna y á organizar de nuevo
sus medios do defensa con una tenacidad y una ener-
gía nunca vistas en pueblo alguno. Esta voluntad
firmísima de los vencidos de volver á ser lo que ha-
bían sido antes de su desgracia, inquietó al Canciller.
En la corte de Prusia eran muchos los que deseaban
una segunda guerra con Francia para anularla defini-
tivamente. Mostraban cierta indignación, como si
hubiesen sido objeto de un engaño al ajustar la paz.
La facilidad con que Francia había pagado los G.OOO
millones, restableciendo sin cansancio su riqueza pú-
blica, les hacia pensar en la posibilidad de exigir una
indemnización triple ó cuádruple. Una nueva guerra
con Francia antes de que hubiese restaurado sus me-
dios de defensa era empresa facilísima. Con una cam-
paña de dos ó tres semanas el ejército alemán volve-
ría á ser dueño de París, recogiendo una cosecha de
muchos miles
de millones
para remediar
la crisis econó-
mica que su fria
el Imperio des-
pués de la pri-
mera indemni-
zación.
liismarck,
impulsado por
el sentimiento
dominante en
su país y por
sus odios poli-
ticos excitados
al ver que una
república cre-
cía y se conso-
lidaba en el
centro de Euro-
pa, intentó en 1875 asestar un segundogolpe áFrancia.
Pero Europa estaba ahora despierta. No era posi-
ble repetir lo que dijo un diplomático en 1870 al pre-
senciar la invasión de Francia y la soberbia de los
alemanes: «;.Dónde está Europa, que no la veo?»
Apenas P.ísmarck inició su amenaza en Mayo
de 1875, tuvo que retroceder bajo la presión de Rusia
é Inglaterra.
Gortschakow, Oanciller del zar Alejandro II, se ir-
guió ante el coloso alemán en el momento que inten-
taba herir por segunda vez á Francia, dándole á
entender enérgicamente que en esta ocasión no reali-
zaría su atentado con la misma impunidad. El Panci-
11er alemán tuvo que desistir del ataque, refunfuñando
furioso al chocar con este obstáculo. Gortschacow,
después de tal éxito, pudo enviar á todos los gabine-
tes de Europa su famoso telegrama declarando el in-
cidente terminado y la paz asegurada. Como dice un
ILUSIONB.S Y RreCrBRDOS
(Caricatura de la c'poca. por Aranda)
BL HABITO NO HACE AL MONJB
(Caricatura de la época, por Faustin)
autor, «en el incidente de 1875 se encuentra el rudi-
mento de los hechos que debían reproducirse con ma-
yores consecuencias en li)14».
Bismarck, despechado por la conducta de Gorts-
chakow, dijo á éste, casi en los mismos términos que
empleó Bethmann-HoUweg con el embajador de In-
glaterra en 1914: «No es un proceder de buena amis-
tad saltar de improviso y por detrás sobre un amigo
confiado.» También en su indignación acusó á la di-
plomacia inglesa de haber procedido con duplici-
1ST¿
Francia inaugura el nuevo año
(Caricatura do la ¿iioca, por Daumier)
326
VICENTE BLASCO ÍBAÑEZ
MONUMENTO A GUILLERMO I BN BBRLIN
dad, al impedir que Alemania castigase á Francia.
Á partir de este incidente, el Canciller se dio cuen-
ta de que Rusia é Inglaterra no estaban á disposición
de sus combinaciones políticas como se había imagi-
nado, y que era posible que algún día se uniesen á
Francia, cuya desmembración habían contemplado in
diferentes. Bismarck tuvo el presentimiento de lo que
había de ocurrir en 1914, mucho después de su muerte.
Desde el mencionado suceso la Cancillería ale-
mana empezó á mostrar una gran inquietud en sus
determinaciones. Bismarck da á entender en sus «Me-
morias» que las coaliciones posibles entre las poten-
cias constituyeron su pesadilla. El, que en sus prime-
ros tiempos de ministro se había señalado como amigo
de Rusia ayudándola á sofocar la insurrección de Po-
lonia, se mostró á partir del incidente de 1875 de un
anti-eslavismo rabioso, hasta el punto de perder la
clarividencia que había caracterizado hasta entonces
su política.
Otra consideración de orden diplomático le hizo
ser hostil al Imperio ruso. Alemania, á pesar de su
unificación triunfante, necesitaba la amistad y la
alianza del Imperio austríaco. La fidelidad de la Ale-
mania del Sur no era muy segura, aun después de la
victoria de 1870, como no lo es todavía en los momen-
tos actuales. La política alemana no podía ser exclu-
sivamente prusiana, y para dirigir á los Estados del
Sur necesitaba vivir de perfecto acuerdo con la polí-
tica austro húngara. «Resultará siempre — dice Hano-
taux — que la ansiedad suprema de la Alemania del
Norte es la fidelidad de la Alemania del Sur. Á pesar
de que Alemania desea ser una, no lo es en los mo-
mentos actuales. La tesis de las nacionalidades y la
fraseología romántica de mediados del siglo XIX,
ae han engañado en esto. Cantaron la unidad alema-
na sin tener en cuenta
la realidad, ó sea que
existen dos Alemanias:
una, la del Norte, con
la cara vuelta hacia los
mares septentrionales;
otra, la del Sur, con la
cara vuelta hacia los
mares meridionales; la
una protestante, la otra
católica. Y tal vez hay
que distinguir todavía
una tercera Alemania
central y continental,
que vive con embarazo
entre las otras dos.»
Los éxitos políticos y
de conquista no llegaban
á atenuar estas divisio-
nes de Alemania, favore-
cidas por las diferencias
geográficas, asi como de
raza y de religión. La
obra de Bismarck sólo podía mantenerse uniendo su
suerte á la de Austria-Hungría. El Canciller se dio
cuenta de ello, así como del peligro de una futura in-
teligencia entre Francia y el Imperio austríaco, sí es
que dejaba á éste en libertad. Las naciones vencidas
en Sadowa y en Sedán podían ponerse de acuerdo,
asociándose para un desquite común.
El Canciller buscó por todos loa medios una inteli-
gencia con Austria. Para conseguirla tuvo que pro-
meter á ésta grandes ventajas que la hiciesen olvidar
su expulsión de la Confederación Germánica. Bis-
marck no podía ofrecer al gobierno austríaco nin-
guno de los territorios que había poseído y pertene-
cían ahora á Alemania, pero le señaló una expansión
posible al otro lado
del Danubio á costa
de los pueblos balká-
nicos, asegurándole
su fuerte apoyo.
El consejo de Bis-
marck, que impulsó
á los austríacos ha-
cia Oriente, fué á
una distancia de
treinta y ocho años
el motivo inicial de
la guerra de 1914.
Alemania, para
mantenerse en se-
guridad, ligaba su
suerte á la de Aus-
tria-Hungría.
Los intereses de
Rusia y Austria eran
antagónicos y forzó- bbaconfibld
HISTORIA DE LA GUERR;^ EUROPEA DE 1914
327
sámente debían producir á la larga un rompimiento
entre Rusia y Alemania al marchar ésta unida con el
Imperio austríaco.
Rusia, cuya política tenía como objetiv^o tradicio-
nal Constantinopla y los üalkaues, tropezó con Ale-
mania al ir ésta á remolque de su nuevo aliado. En
.lulio de 1876 la diplomacia de San Petersburgo y la
de Viena celebríiron la entrevista de Reichstadt, re-
partiendo la península de los Balkanes en dos zonas
sometidas á la influencia rusa y á la influencia aus-
tro húngara. Rusia se reservó la protección de las
poblaciones eslavas situadas al oricLte de la penín-
sula, abandonando en cierto modo al Imperio aus-
tríaco los territorios occidentales. Dos años después
de este arreglo, en 1878, Rusia declaró la guerra á
Turquía con motivo del patronato que intentaba ejer-
cer en favor de los pueblos eslavos de los Balkanes.
Los triunfos fueron laboriosos, y cuando á costa de
enormes pérdidas de sangre venció á los turcos, lle-
gando su vanguardia al pueblo de San Stefano, en las
afueras de Constantinopla, se vio detenida por Aus-
tria y Alemania, que se levantaron ante ella en vista
de sus progresos, y por la Gran Bretaña, temerosa de
que la llave del Bosforo cayese en sus manos.
Para reglamentar el tratado de San Stefano ajus-
tado entre Rusia y Turquía, las grandes potencias eu-
ropeas se reunieron en Berlín bajo la presidencia de
Bismarck, que había sido agraciado con el título de
príncipe.
El congreso de Berlín fué una especie de tribunal
europeo, y el príncipe de Bismarck pudo darse la or-
gullosa satisfacción de humillar ante él al Imperio
ruso y á su Canciller Cortschakow, que cuatro años
antes había detenido su golpe contra Francia. Rusia,
acosada por todas las potencias, y especialmente por
Inglaterra, que veía un peligro en la influencia esla-
va, tuvo que renunciar al tratado de San Stefano,
dando por inútiles
sus victorias y sa-
crificios. Su firma
autorizó el tratado
de Berlín, amañado
por todas las poten-
cias adversas bajo
la sugestión de Bis-
marck.
Este tratado de
P>erlín, suscrito en
1879 para regla-
mentar definitiva-
mente, según sus fir-
mantes, la cuestión
de Oriente, reconsti-
tuyó y galvanizó la
Turquía, próxima á
morir, oponiéndola
á Rusia, y devolvió
GOKTscuAKow al yugo del sultán
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^^^Hí?I^^Hhi
i^^B
BL ZAR ALEJANDRO II
las poblaciones de Tracia y Macedonia, próximas á
emanciparse. El tratado reconoció la Constitución de
Bulgaria como principado independiente, pero repri-
miendo al mismo tiempo el sentimiento de la nacio-
nalidad búlgara para crear un desacuerdo latente
entre el pueblo libertado y Rusia, que acababa de
darle la libertad con sus armas.
El diplomático inglés lord Beaconfleld (el famoso
Disraeli, célebre en la literatura británica como no-
velista) prestó ayuda en la conferencia de Berlín, con
su apoyo ó su silencio, á las combinaciones maquia-
vélicas de Bismarck. Únicamente demostró un inte-
rés egoísta en favor de las conveniencias de Inglaterra
y un interés romántico por los pueblos cristianos so-
metidos al gobierno de Turquía.
De todas las combinaciones ideadas por Bismarck
y consentidas por Europa, la más grave y de terribles
consecuencias fué la ocupación por Austria de los te-
rritorios de Bosnia y Herzegovina, que por au raza,
su religión y su historia pertenecen al pueblo servio.
Equivalió esto — como se ha dicho muchas veces — á
crear en los Balkanes una Alsacia y Lorena de la raza
eslava.
Europa aceptó tal injusticia por ignorancia ó por
descuido. Bismarck, que presidió el Congreso de Ber-
lín con un buen humor y una ligereza de estudiante,
afirmando qne se había limitado á desempeñar entre
las potencias de Europa el papel de «un simple corre-
dor», dejaba con la anexión de Bosnia y Herzegovina
«una mina explosiva enterrada en el campo diplomá-
tico de Europa». La mina ha estallado en 1914. Des-
pués de este crimen diplomático, los dos imperios se
526
VICENTE BLASCO IBANEZ
BL CONQRBSO DE BERLÍN
(Cuadro de Wei'uer)
Primer término: Karoly. (iortscliakow. Disraeli. AiHlrassy. Bismarck. Schouvalow. Bulow. Melu-met-Ali-PacliA.
Segundo: Waddiugtou. Radoivitz. Corti. Oulnil. Saiut-Vallior. Desprez. Carathéodory-Pacliá. f>adoulaIi-I3ey.
Tercero; Aymerlé. Launay. Hoheulohe. Do Muuy. Oddo Russell. Salisbury.
Cuarto: El piutor Weruer. Herbert de Bismarck. Dr. Busch.
sintieron ligados por los sombríos intereses de la com-
plicidad. Los dos pueblos servios eran el regalo que
hacia Alemania al Imperio austríaco á cambio de la
alianza. Austria, comprometida por el presente, debía
seguir á su poderoso amigo, pues le era necesaria su
protección.
Tal vez el príncipe de Bismarck no tuvo una idea
exacta de las consecuencias de este acto. En la última
parte de su vida mostró una ignorancia incomprensi-
ble en dos cuestiones importantes: la de la expansión
colonial alemana y la de los Balkanes. Cuando todos
en su país deseaban la adquisición de lejanos territo-
rios para dar salida al exceso de habitantes y de pro-
ductos, él despreciaba las conquistas coloniales, cre-
yendo que no merecían el menor esfuerzo. El porvenir
de los pueblos balkánicos le inspiró un desprecio igual.
En varias ocasiones dijo que toda la cuestión de Orien-
te valía menos que los huesos de un granadero de la
Pomerania. Durante el Congreso de Berlín se burló
con despectivo regocijo de los pueblos balkánicos, que
años después habían de ser la causa inicial de la gue-
rra más grande que ha conocido la humanidad.
Las discusiones del Congreso sobre la suerte de
estos pueblos le impacientaban como si estuviese
oyendo cosas pueriles. Al ver que se prolongaba el
debate sobre el modo de constituirse Bulgaria, el
Canciller no pudo contener su impaciencia, y ex-
clamó:
— Hace dos días que estamos discutiendo la cuestión
búlgara: es este un honor que seguramente no espera-
ban los búlgaros. Declaro, como plenipotenciario ale-
mán, que siento muy poco interés por tales detalles.
Hemos decidido que existirá un principado en Bulga-
ria, pero aun no sabemos si vamos á encontrar un
príncipe para el principado. También creo inútil ma-
chacar tanto para saber cómo será la Constitución que
laborarán los nobles búlgaros y sobre la cual tengo
hecha mi opinión
por adelantado.
Otro día — según
un testigo presen-
cial— al leer un ar-
tículo del tratado de
San Stefano en el
que se enumeraban
las diversas pobla-
ciones no búlgaras
que debían ser ga-
rantizadas en el uso
de sus derechos po-
líticos, el nombre de
los Koutzo-Valacos
llamó su atención.
— ¡Koutzo-Valacos!
— exclamó riendo— .
He aquí un nombre
que merece ser bo-
rrado por lo raro. bl conde db bbust
EL ESFÜERZ
Fot. de M. Tchcrnof. de la <Illusiralian> de París
El viejo rey Pedro I presenciando desde una altura el heroísmo con que las
DE SERVIA
1
d)as servias rechazan á los austríacos, reconquistando el territorio invadido
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
329
Y pasó el lápiz sobre él.
Al oir que el plenipotenciario in-
glés Salisbury pedía que se asignase
una sesión del Congreso para tratar
lo que él llamaba la cuestión arme-
nia, Bismarck no pudo contener su
disgusto: «¡Todavía una!», exclamó.
Los plenipotenciarios otomanos y
rusos emprendieron una discusión
sobre el nombre de los Lazos. Lord
Salisbury quiso intervenir en ella,
pero el Canciller alemíin le interrum-
pió con exagerada é irónica cortesía.
— Milord — dijo — , yo no dudo que
los Lazos formen parte de las intere-
santísimas poblaciones orientales;
solamente me pregunto sí realmente
valen la pena de que les consagre-
mos nuestro tiempo, sobre todo ahora
que se aproximan los rigores de la
canícula.
Para el príncipe de Bismarck la
cuestión oriental era una cuestión
exótica, y la trataba con el mismo
desprecio y ligereza que en una con-
ferencia diplomática poco importan-
te se trata de la suerte de unas tri-
bus negras del interior del África.
Según él, los pueblos balkánicos sólo
debían interesar á Europa por lo que
pudiesen influir en las relaciones en-
tre las potencias. Eran pueblos «si-
tuados fuera del circulo de la civiliza-
ción europea y sin porvenir alguno» .
Si Bismarck hubiese tenido mayor clarividencia
en esta parte de su vida, tratando con menor despre-
cio y ligereza la suerte y la dignidad de los pueblos
balkánicos, Europa
se habría evitado
grandes males.
La consecuencia
inmediata del Con-
greso de Berlín fué
la constitución de la
Triple Alianza, que
empezó por ser do-
ble al ajustarse úni-
camente entre Ale-
manía y Austria.
El príncipe de Bis-
marck no encontró
grandes facilidades
aliniciar dicha alian-
za.El condedeBeust,
ministro de Negocios
Extranjeros de Aus-
ANDRASSY
BISMAHCK, CANCILLER DEL IMPERIO
tria-Hungría, que era de origen sajón, se resistió á
las sugestiones del gobernante alemán. Era partidario
de una política -con las manos libres», ó sea de «una
colaboración activa y pacífica para el bien y la pros-
peridad de los dos imperios», pero sin nada que signifi-
case alianza de guerra. Beust, por dignidad profesio-
nal, queria imitar á Gortschakow haciendo frente «al
otro Canciller», que era como designaba á Bismarck.
Pero éste, que se había batido con enemigos más temi-
bles, necesitó de pocos esfuerzos para darle un sucesor.
Los políticos húngaros son por tradición rivales de los
austríacos, y el ministro húngaro Andrassy se puso á
las órdenes de Bismarck con la condición de que éste
lo elevase al gobierno diplomático de la monarquía
austro-húngara.
El Canciller alemán preparó una entrevista de
Guillermo I y Francisco José en Salzburgo. En la con-
versación de los emperadores, el vencido de Sadowa
entregó la suerte de su Imperio en manos del terrible
Canciller que le había arrojado violentamente de la
Confederación Germánica. El conde de Beust, caído en
desgracia, tuvo que ceder su puesto al húngaro An-
drassy, hechura de Bismarck. Este hizo un viaje á
Viena, concertando los preliminares del tratado, y
11
xo
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
CUARTO DH TRABAJO DB BISMAKCK
el 7 de Octubre de 187*.) ae firmó el documento origi-
nal de la que luego se llamó Triple Alianza y al prin-
cipio fué una inteligencia ofensiva y defensiva úni-
camente entre Alemania y el Imperio austro-húngaro.
El tratado de la Triple Alianza se mantuvo secreto
algunos años, hasta que fué publicado por primera vez
el 3 de Febrero de 1888. Dice así:
Articulo primero. Si contrariamente á lo que se
debe esperar y contrariamente al deseo sincero de las
dos altas partes contratantes, uno de los dos Estados
fuese atacado por Rusia, las dos altas partes contra-
tantes quedan obligadas á prestarse un reciproco
socorro con la totalidad del poder militar de su Impe-
rio, y como consecuencia, á no ajustar la paz más
que juntamente y de acuerdo.
Art. 2.° Si una de las dos altas partes contratan-
tes fuese atacada por otra potencia (que no sea Rusia),
la otra alta parte contratante se compromete por el
presente documento, no solamente á no sostener al
agresor contra su alta aliada, sino cuando menos á
observar una neutralidad benévola con la parte con-
tratante. Sin embargo, si en el caso precitado la po-
tencia atacante estuviese apoyada por Rusia, bien
bajo la forma de cooperación activa, bien por medidas
militares que amenazasen á la potencia atacada, en-
tonces la obligación de asistencia recíproca con todas
las fuerzas militares, obligación estipulada en el arti-
culo primero de este tratado, entrará inmediatamente
en vigor y las operaciones de guerra de las dos altas po-
tencias contratantes serán conducidas en esta circuns-
tancia conjuntamente hasta la conclusión de la paz.
Art. 3." Este tratado, por razón de su carácter pa-
cífico y por evitar toda falsa interpretación, será
mantenido en secreto por las dos altas partea con-
tratantes.
(Grabado de la época)
No podrá ser comunicado á
una tercera potencia sin pre-
vio conocimiento de las dos
partes, después de un acuerdo
especial entre ellas.
En vista de lasdisposiciones
manifestadas por el empera-
dor Alejandro en la entrevis-
ta de Alexandrowo, las dos
partes contratantes abrigan
la esperanza de que los pre-
parativos de Rusia no resul-
tarán en realidad amenazan-
tes para ellas; por esta razón
no hay actualmente motivo
alguno para hacerle conocer
este documento.
Pero si contra toda previ-
sión esta esperanza resultase
vana, las dos partes contra-
tantes reconocerán como un
deber de lealtad el informar,
al menos confidencialmente,
al emperador Alejandro, que considerarán como diri-
gido contra las dos todo ataque dirigido contra una
de ellas.
En fe de lo cual, los plenipotenciarios firman con
mano propia este tratado y lo legalizan con sus sellos.
Firmado, Andrassy.
Príncipe Enrique vii Rbüss.
Hecho en Viena el 7 de Octubre de 1819.
Bismarck pensaba en Francia más que en Rusia
al establecer la Triple Alianza.
Sentía animosidad hacia el pueblo ruso y sus go-
bernantes, viendo en éstos un perpetuo obstáculo
para su políti-
ca. «Á los es-
lavos—decía—
hay que estre-
llarles la cabe-
za contra un
muro.» Y el
principal moti-
vo de su odio
era el presenti-
miento de que
Rusia despega-
da para siem-
pre del Imperio
alemán, acaba-
ría en su apar-
tamiento por
buscarla amis-
tad deFrancia.
«Contra una
alianza franco- bismarck con su perro favorito
i :' ..^r^it'^^^mi
.^.^^t^M^k
^mm
^ÉIR
;f^flHB||
■v*W|p^
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
331
rusa — dijo el Canciller considerándola posible — , la
respuesta indispensable es una alianza austro-alema-
na.» Esta inteligencia entre los dos imperios ger-
mánicos representaba la seguridad de su obra. «Si
Alemania sabe mantenerse unida — escribió en una
carta al rey de Baviera — y sus ejércitos son bien
dirigidos, no tiene por qué desesperarse ante una coali-
ción posible de Rusia y Francia. Sin embargo, esta
coalición no dejaría de se)- un suceso molesto, que
nuestra política debe evitar en lo que sea posible.»
Además, Bismarck en aquel entonces contaba con el
apoyo de Inglaterra por estar Alemania aliada con
Austria. Este apoyo probable tranquilizaba al Canci-
ller. De todas las potencias era la Gran Bretaña la
que le infundía mayores respetos y miramientos.
Temía su enemistad y siempre hizo de esta adhesión
la base de sus vastas combinaciones; conducta pru-
dente que en 1914 no supo imitar su sucesor en la
cancillería.
El texto del tratado entre los dos imperios iba diri-
gido contra Rusia, aludiendo de paso á una tercera po-
tencia (Francia ), que en el porvenir podía aliarse con
los rusos. Bismarck no consideró de suficiente fuerza
la alianza austro-alemana. El Imperio aliado tenía á
sus puertas un enemigo histórico, Italia, que aun guar-
daba el resquemor de la cruel dominación austríaca.
El pueblo italiano, á causa de su latinismo, podía sen-
tirse atraído por Francia, constituyendo un peligro
para el Imperio austríaco.
Italia, organizada recientemente y con todos los
entusiasmos de la juventud, podía ser un adversario
peligroso por su situación geográfica y su odio tradi-
cional al tudesco. Bismarck se dedicó á restablecer
las relaciones entre Italia y Austria, explotando para
esto los rencores italianos, todavía vivos, contra la po-
lítica de Napoleón III. Los patriotas de la península
no podían olvidar que el emperador francés había sos-
tenido hasta el
T último momen-
to el poder tem-
poral del Papa,
dándole el apo-
yo de un cuer-
po de ejército
establecido en
Roma. Al triun-
far en Francia
la República,
los liberales
italianos que
podían sentir
por ella una
ciertasímpatia
política, ex-
perimentaron
una nueva de-
cepción al ver
á Túnez bajo
BISMARCK EN EL CAMPO
BISMARCK KN SU MESA DE DESPACHO
el protectorado francés,
cuando ellos aspiraban
á difundir la influencia
italiana en la costa de
África.
Bismarck supo explo-
tar los disgustos pasados
y presentes entre las dos
naciones, hermanas de
civilización, hasta con-
seguir separarlas por
largos años. Sólo un
hombre como él podía
dar realidad á los ma-
yores absurdos históri-
cos. Había hecho una
alianza con el Imperio
expoliado por él en Di-
namarca y vencido en
Sadowa. Después de esto
bien podía conseguir la
aproximación amistosa
de Austria é Italia, que
se miraban con inquie-
tud y odio.
Los italianos veían
una amenaza continua
en el emperador Fran-
cisco .losé, que no podía
olvidar sus fracasos en la península, y especialmente
la pérdida de Venecia. Era conocida la afirmación de
un diplomático austríaco al hablar de su emperador:
«Si le abriesen el corazón — dijo — , encontrarían escri-
ta en él una palabra: Venecia.» Aparte de la amenaza
austríaca, Italia, que se mantenía en guerra con el
Vaticano después de la ocupación de Roma, temió al
maquiavelismo de Bismarck. Éste, en ciertos momen-
tos, para atraerse á los italianos, los amenazaba con
tomar bajo su protección la causa del poder temporal
del Pontificado. El cinismo con que el Canciller pro-
testante anunciaba su propósito de proteger la causa
de los papas para sus fines diplomáticos, motivó en
gran parte la adhesión de Italia á su política. Ade-
más, el ministro Crispí, que era omnipotente en aque-
lla época, sentía cierta predisposición contra Fran-
cia, desde sus antiguos tiempos de revolucionario, á
causa de la conducta observada por Napoleón. Para
que Bismarck no imítase á éste sosteniendo la causa
papal, el gobierno italiano obedeció á todas sus su-
gestiones.
El 27 de Octubre de 1881 el rey Humberto, acom-
pañado de Crispi, presidente de su Consejo, y de
Mancini, ministro de Negocios Extranjeros, fué á
Viena. Bismarck se había trasladado á dicha capital
desde Berlín. En aquella entrevista pudo terminar el
Canciller la tela de araña que envolvía á Francia en
sus fronteras continentales.
Pocos meses después, en 1SS2, quedó suscrito en
532
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
Viena el tratado entre Alemania, Austria é Italia,
tratado que completó el de 1879, afirmando la llama-
da Triple Alianza.
Su texto se ha mantenido siempre en secreto, pero
se sabe que es distinto al del primitivo tratado entre
Alemania y Austria, ya que sólo tiene un fin pura-
mente defensivo, comprometiéndose los tres contra-
tantes á una mutua ayuda en el caso de ser agredidos,
sin tratar para nada de una acción ofensiva.
Con la Triple Alianza, la diplomacia alemana se
consideró dueña de Europa. La República francesa
vivirla en adelante entre enemigos. Rusia quedaba
confinada á un extremo del continente. Inglaterra se-
guiría en su «soberbio aislamiento», pero Bismarck
BISMARCK Y BL KAISBR, ENTONCES KRONPRINTZ GUILLERMO
esperaba contar con su aprobación ó cuando menos
con su indiferencia.
El tratado de la Triple Alianza se ajustó por cinco
años. Luego fué renovándose en 1887, 1891, 1898,
1904, 1909 y 1913. Italia, que sólo había aceptado
prudentemente una obligación defensiva, pudo man-
tenerse neutral en 1914, declarando con esto la cul-
pabilidad ofensiva de sus aliados, promovedores de la
presente guerra. Además sólo había accedido á las
diversas renovaciones del tratado después de ver
satisfechas las exigencias con que acompañaba cada
nueva prueba de adhesión.
La seguridad de la Triple Alianza no fué bastante
para Bismarck. Deseaba el mantenimiento de la paz
á todo trance para el tranquilo desarrollo de Alema-
nia. Sus amenazas belicosas eran únicamente para el
pueblo francés, por creerlo debilitado y querer impe-
dir su reconstitución. Con las demás potencias desea-
ba mantenerse en buenas relaciones, evitando todo
riesgo de guerra.
A impulsos de su deseo ideó la más complicada é
hipócrita de las combinaciones diplomáticas. Había
hecho la alianza con Austria para ponerse á cubierto
de las amenazas de Rusia, y luego de esto buscó po-
nerse en relación con el Imperio ruso, ajustando una
alianza secreta. Austria tardó mucho tiempo en ente-
rarse de los manejos ocultos de su aliado.
El Canciller, al mismo tiempo que pretendía con
esta maniobra diplomática evitar el último peligro
que amenazaba á su país, quiso impedir que Rusia,
amenazada á su vez por la Triple Alianza, concediese
su amistad á la República francesa. La familia impe-
rial rusa era objeto en
aquel entonces de fre-
cuentes atentados por
parte de los nihilistas,
y Bismarck explotó ta-
les sucesos demostran-
do á la corte de San
Petersburgo que eran
producto de la propa-
ganda revolucionaria
de Francia. En 1884
obtuvo del gobierno
ruso la firma de un tra-
tado secreto, en virtud
del cual Alemania y
Rusia se comprometían
reciprocamente á la
neutralidad amistosa
en el caso de que una
de ellas fuese atacada
por una tercera poten-
cia.
Esta política comple-
ja y tortuosa la bautizó
Bismarck con el titulo de «política de contraseguro».
Sus enemigos, al enterarse vagamente de ella, le ata-
caron en el Reichstag, demostrando que el sistema de
seguros y contraseguros llevado á la diplomacia no
podía inspirar confianza á ninguna potencia, pues
cada una de éstas tendría derecho á preguntarse cuál
de los dos tratados, el del seguro ó el del contraseguro,
prevalecería en el momento crítico. Pero tales tortuo-
sidades eran muy del gusto de la diplomacia alemana,
que insistió en ellas.
Rusia, comprendiendo el engaño de esta situación
equívoca, que representaba una ventaja positiva para
Alemania y una carencia de seguridad para ella, se
negó á renovar el tratado, cuya duración era de tres
años.
El famoso Canciller no pudo continuar su política
preponderante sobre Europa. Ocurrió lo que menos
podía imaginarse. El Imperio juzgó innecesarios sus
servicios.
Había muerto Guillermo I, «su viejo amo». El
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
333
Moltke Bismarck
Kroupriutz Guillermo
MUBRTB DB GUILLERMO I
kronprintz, valeroso y noble soldado de las guerras
con Austria y Francia, ocupó el trono con el nombre
de Federico 111, pero herido de muerte y sólo por po-
cos meses.
Un joven emprendedor y absorbente, ansioso de
mezclarse en todo y disponerlo todo, quedó al frente
de Alemania, chocando desde los
primeros momentos con el glorio-
so Canciller, que estaba acostum-
brado al respeto y la simpatía de
sus soberanos. Ilabia servido al
abuelo y al padre con leal fideli-
dad, pero al mismo tiempo con
cierto compañerismo, consideran-
do el Imperio como una obra co-
mún que en cierto modo le perte-
necía. El nieto quiso tratarlo lo
mismo que á un viejo intendente,
respetable por sus años y servi-
cios, pero de clase inferior.
Guillermo II puso en la calle á
Bismarck, haciéndole salir de la
cancillería, en la que había es-
perado envejecer hasta que le sor-
prendiese la muerte.
aUILLBRMO I RN SU LBCHO DB MDBRTE
VII
La marina alemana
Vencedora Alemania en sus guerras continentales,
sintió la necesidad de poseer una fiota.
Á la hora en que el ejército
triunfador en Sadowa y Sedán era
el primero de Europa, Alemania
figuraba como la última nación en
cuanto íí poder marítimo. Esta
carencia de buques de guerra la
sintió en 1870, al iniciar la cam-
paña de Francia. Una parte de
su ejército tuvo que inmovilizarse
en las costas, que no contaban
para su defensa con un sólo navio
importante. La mala dirección del
Imperio francés y el desorden de
sus operaciones libraron á los
puertos alemanes de un ataque de
la marina francesa, acompañado
de graves daños.
Este peligro, que podía repetir-
se, obligó á la nación vencedora
334
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
LA ISLA DE HBLIGOLAND
á preocuparse de la creación de una marina, inician-
do Bismarck los primeros trabajos, que fueron con-
tinuados por Guillermo II con una rapidez y un éxito
verdaderamente asombrosos.
Hoy la marina alemana es, por la fuerza de que
dispone, la segunda de Europa. Como fué la última de
todas en su creación y desarrollo, no tuvo que luchar
como las otras con las dificultades embarazosas de un
material antiguo, tradiciones conservadoras y ruti-
nas profesionales. Ha podido estudiar en las expe-
i'iencias de sus vecinos, aprovechando de un golpe
todo lo que los otros adquirieron á costa de largos
años y vacilantes ensayos.
Desde sus primeros tiempos comprendió Prusia la
necesidad de una defensa naval. En el siglo XVII, el
Gran Elector se preocupó de la marina, á pesar de su
pobreza de soberano modesto, construyendo una fraga-
ta de 40 cañones. Federico el Grande deseó la conquis-
ta de Dánzig, por ver en este puerto la base de un futu-
ro poder marítimo. Pero no bastaba á los monarcas
de Prusia desear una flota. Les faltaban las costas y
los puertos. Su litoral era bajo, arenoso y con los es-
tuarios cerrados por barras. Dinamarca se oponía á
su acceso al mar. Las repúblicas de Lubeck y Ham-
burgo y el reino
de Hanóver, que
poseían casi todas
las costas de Ale-
mania, se nega-
ban á una alianza
con Prusia te-
miendo por su in-
dependencia.
Al iniciarse la
política de Bis-
marck, el gobier-
no prusiano sólo
tenía un buque in-
significante: la
corbeta de vela
La Amazona, de
12 cañones, que
era el orgullo de
los burgueses de
Berlín, y unas
cuantas lanchas
cañoneras movi-
das á remo. Esta
era toda su mari-
na cuando en 1864
emprendióla gue-
rra contra Dina-
marca para arre-
batarle los duca-
dos de Schleswig
y Holstein.
Bismarck cre-
yó necesario im-
provisar una flota para defender las costas de una
agresión posible de Dinamarca, que disponía de fuer-
zas marítimas, y con fondos de la Dieta de Francfort
fueron compradas á toda prisa dos fragatas de vela
en Londres y una en los Estados Unidos, que vinieron
á unirse con La Amazona y la media docena de ca-
ñoneras á remo. Como Prusia no tenía marinos, tri-
puló estos buques con aventureros de diversas nacio-
nalidades enganchados en los puertos del Báltico. El
mando supremo de la primera escuadra prusiana hubo
que conferirlo á un capitán mercante natural de Gre-
cia. Esco ocurrió hace cincuenta años en el país que
posee ahora una flota enorme.
Inglaterra, que ocupaba la isla de Heligoland, de-
claró que trataría á estos buques y á sus tripulacio-
nes poco recomendables como si fuesen piratas, y la
escuadra bismarckiana fracasó lamentablemente. Al
terminar la guerra, el personal marítimo de ocasión
fué licenciado, y los buques de la llamada flota de
Francfort se vendieron en pública subasta.
Después de la victoria, la política del Canciller fué
proporcionando á Prusia riberas y puertos, sin los
cuales no era posible la existencia de una marina de
guerra. Pasaron á ser suyas la doble costa del Hols-
RADA DD EIBL CON LOS ACORAZADOS MODBRNOS
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
325
BL GRAN SALÓN DKL RATAUS DB BRBMA CON LOS MODBLOS DB LOS ANTIGUOS BARCOS
tein y todas las de Hanóver, con lo cual todo el lito-
ral de Alemania, desde Holanda á Rusia, quedó en
manos del gobierno prusiano. De esta ribera extensa
lo más apreciable fué la magnifica bahia de Kiel, base
del poder naval alemán. Dos centros marítimos im-
portantes tuvo Prusia á su disposición como núcleos
de la marina futura: Wilhelmshaven (puerto Guiller-
mo) en el mar del Norte y Kiel en el mar Báltico.
Además, por la convención de Gastein con el gobier-
no austríaco, Prusia adquirió el derecho de abrir un
canal á través del Holstein
de un mar á otro. Este fué
el provecho marítimo de la
guerra contra Dinamarca,
realizada únicamente con
ejércitos de tierra.
Al conseguir Bismarck
después de Sadowa la adhe-
sión de los Estados del Sur
iniciando la futura confe-
deración imperial, su gobier-
no pudo ocuparse seriamen-
te en la creación de una
marina. Desde 18(57 el ("an-
ciller empezó á preparar,
como ya dijimos, su guerra
contra el Imperio francés.
Éste disponía de una flota
temible para la seguridad de
las costas prusianas. El Par-
lamento de la Confederación
BL ARSENAL DB DANZIQ
alemana del Norte aprobó rápidamente, á instigacio-
nes del Canciller, un proyecto para la organización de
la flota durante un período de diez años (1867-1877).
Esta organización se realizó sin perder tiempo,
acaparando los buques que estaban á la venta en el
extranjero. La primera compra la hizo Bismarck...
¡en Francia! adquiriendo el acorazado Federico-Car-
los, construido en los arsenales del Sena. Dos buques
semejantes, el Principe imperial y el Kiel, fueron
comprados en Inglaterra. Además, en 1869 Guillermo I
inauguró solemnemente el
puerto de Jade en el mar
del Norte, bautizándolo con
su nombre: Wilhelmshaven
(puerto Guillermo. Está si-
tuado sobre el golfo .lade,
en un terreno que Federico
(iuillermoIVcompró en 1854
al ducado de Olderaburgo por
millón y medio de francos,
previendo lo que podía re-
presentar en lo futuro. Na-
poleón I había tenido el pro-
yecto de establecer en Jade
una estación naval.
Al estallar la guerra con
Francia, la flota alemana se
componía de 3 fragatas aco-
razadas, '2 monitores, 9 cor-
betas y 22 lanchas cañone-
ras. Los puertos de Wil-
336
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
TALLERES DE LA CASA KRUPP
Construcción de una doble torre blindada
helmshaven y Kiel, fortificados recientemente, eran
sus abrigos. Esta marina no hizo nada durante la gue-
rra. La flota francesa, cuyo ataque era esperado, per-
PARA LA ARMADA
Fundición de planchas de blindaje en la Casa Krupp
maneció inactiva. Los rápidos desastres de tierra firme
y la desorganización del gobierno imperial paralizaron
la ofensiva de las escuadras de Francia. No disponían
de un ejército de desembarco; toda su acción, después
de salvar grandes dificultades, sólo podía limitarse
á cañonear desde lejos las costas alemanas. Por esto
desistieron de un ataque y la naciente marina ger-
mánica salió de la guerra sin pérdidas y sin gloria,
pero aprovechando ampliamente el buen resultado de
la lucha para su desarrollo y progreso, como había
ocurrido después de las campañas contra Dinamarca
y Austria.
El nuevo Imperio concentró sus esfuerzos para con-
seguir una marina nueva. En 1872 fué creado el Al-
mirantazgo, y en el año siguiente, fecha memorable
para la flota alemana, el príncipe de Bismarck hizo
adoptar por el Reichstag un plan de renovación com-
pleta que abarcó á la vez la defensa fija de las costas
y la defensa móvil, ó sea las fortificaciones y los bu-
ques. La obra debía realizarse en el término de diez
años 1 18731883). Todas las energías de Alemania con-
vergieron en este trabajo.
El nuevo Imperio se dio cuenta del gran peligro
en que habían estado sus costas durante la guerra re-
ciente y los graves daños que podía haberle inferido
la flota enemiga guiada por una buena dirección. Una
parte considerable de los millones entregados por
Francia fué dedicada á los trabajos de la marina. La
industria particular creó astilleros en los puertos del
mar del Norte y del Báltico, y al poco tiempo botaba
al agua cañoneros, corbetas y avisos. En 1874, ó sea
HISTORIA ÜE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
337
un año después, el arsenal de
Kiel lanzó su primera fragata
acorazada, Federico el Gran-
de. Las fábricas de metalur-
gia alemana se dedicaron á la
producción de placas de acero
para los acorazados. La casa
Krupp, que hasta entonces
sólo había fabricado cañones
con destino á las guerras de
tierra firme, adquirió el polí-
gono de Meppel para las ex-
periencias de cañones de costa y de escuadra, dando
á la artillería de marina más poder y precisión. Los
talleres de maquinaria se dedicaron á producir los
enormes motores que animan los buques modernos.
En pocos años la industria alemana se bastó para
atender á todas las necesidades de su marina sin ne-
cesitar más del auxilio extranjero.
BL «KAISBR', DRBADNOUGHT CON CORAZA DE ACERO KRUPP
EL ORBADMOUOBT «FRIEDRIOH DBR aR0SSB>
La defensa de las costas se desarrolló con la mis-
ma rapidez que la defensa móvil. Todos los puertos
importantes, así como las desembocaduras de los ríos,
fueron fortificados poderosamente, asegurando los in-
tervalos con baterías costeras unidas por una vía
férrea en comunicación con los ferrocarriles del inte-
rior. La invención del torpedo fué adoptada por el Al-
mirantazgo alemán cuando
éste era desempeñado por Ca-
privi, general de ejército, que-
dando defendidas por un sis-
tema submarino las entradas
de los puertos y estuarios y
los estrechos entre las islas y
la tierra firme.
Otra parte de los millones
de la indemnización fué dedi-
cada á la apertura del Canal
de los jios Imares, por otro
nombre canal de Kiel, que pone en comunicación el
Báltico con el mar del Norte. En 1887 ÍTuillermo I, que
se había preocupado mucho de la obra de este canal,
puso solemnemente la primera piedra de la esclusa de
Holtenau, obra que aseguraba la solidez del pasaje
marítimo. En este día el viejo emperador pudo con-
templar con sus propios ojos la flota alemana forman-
do en el horizonte un semicírculo
coronado de penachos de humo.
Tenía á sus órdenes 13 acorazados,
14 cruceros, 10 corbetas, 8 fraga-
tas, 5 cruceros menores, 7 avisos,
5 cañoneros, 10 buques-escuelas y
96 torpederos, con un personal de
17.000 hombres.
Guillermo I y su Canciller debie-
ron acordarse en dicho momento,
con orgullo y regocijo tiúunfante,
de los veleros de ocasión que ha-
bían formado la grotesca flota de
Francfort, así como del capitán
griego improvisado almirante por
Bismarck y sus tripulaciones de
aventureros tratados por Inglate-
rra como piratas. Veinticuatro años
habían bastado para realizar la
portentosa transformación. Los
dos viejos podían sentirse satisfechos de sus trabajos
y su buena suerte.
Al revistar el emperador las fuerzas de desem-
barco en la fiesta de Kiel (3 de Junio de 1887 1, vio
avanzar una figura conocida al frente de un ba-
tallón de infantería de marina. Era su nieto Guiller-
mo, hijo mayor del príncipe heredero, que mostraba
BL DRBADNOUGHT «PRINZ RBGBNT LUITPOLD»
3? 8
VICENTE BLASCO 1BAÑE2
BL, «MOLTKa>
gran entusiasmo por todos los asuntos de la flota.
Al año siguiente 1,1888) falleció el viejo emperador;
le sucedía su hijo, Federico III, para morir tres me-
ses después, y ocupaba el trono con el nombre de Gui-
llermo II el joven marino de afición que había desfi-
lado ante su abuelo en la revista de Kiel.
Por grandes que sean las fuerzas productoras de
un país, le es difícil crear de golpe una marina de
guerra. Alemania, gracias á su industria, pudo impro-
visar en breve tiempo los arsenales, las fábricas de
soberano, indica claramente el ob-
jeto que se propuso: moldear en el
troquel de la disciplina de las tro-
pas de tierra el personal de la flota
naciente, desde los oficiales á los
marineros y trabajadores de arse-
nal, manteniéndolos firmemente en
sus estrecheces y aplicando á los
establecimientos marítimos recien-
temente creados las reglas simples
y positivas de la administración
del ejército. »
BL ACORAZADO «PRBUSSBN»
corazas, máquinas y cañones, lanzando al mar todos
los años nuevos buques. Pero le faltaba el personal.
Sólo después de largos años de ejercicios pudo tener
una marina experta.
Los primeros educadores de la flota alemana fue-
ron generales del ejército de tierra. Roon, famoso por
su talento organizador, desempeñó por mucho tiempo
la cartera de Marina al mismo tiempo que la de
Guerra. Después se ocupó de la dirección de la flota
el general Stosch, intendente de los ejércitos alema-
nes y jefe de Estado Mayor durante la guerra con
Francia. Luego fué el general Caprivi el encargado
de amaestrar el personal de marina. «La clase de
educadores — dice un autor militar — escogida por el
BL ACORAZADO «WITTBLSBACH»
Este personal, disciplinado mecánicamente y de
férrea obediencia, mostró al principio una lamentable
torpeza. Apenas salía al mar, la desgracia flotaba
tras de él. Sus desventuras marítimas hicieron recor-
dar muchas veces los primeros tiempos de la escuadra
prusiana, cuando figuraban en sus tripulaciones los
cocheros de Berlín que habían incurrido en faltas de
policía.
Al estallar la guerra ruso-turca, cuatro acorazados
alemanes fueron enviados al Mediterráneo para que
figurasen al lado de las escuadras francesa é inglesa
é hiciesen constar que el Imperio disponía de una ma-
L 'fi ImTlf^^'^
BL CRUCBKO «VON DBR TANN»
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
339
riña. Dos de estos acorazados tu-
vieron que retirarse ai poco tiempo
con graves averías á causa de sus
maniobras torpes, y el tercero, lla-
mado Grosser Kurfurst, fué echado
á pique en pleno día por su compa-
ñero, pereciendo 2t)it hombres de
la tripulación. Un buque-escuela
alemán naufragó por un descuido
de máquina estando anclado dentro
del puerto de Málaga, pereciendo
la mayor parte de su tripulación y
'M
i#^^^*
''' -
\
EL ACORAZADO <• ITILDBBRAND»
sus alumnos. Sin embargo, la tenacidad y la disci-
plina acabaron por vencer. En fuerza de ejercicios,
evoluciones y maniobras, la nota germánica adquirió
un personal experto. Al mismo tiempo el gran des-
arrollo de la navegación mercante de Hamburgo y
Brema pudo proporcionar á los pocos años una mari-
nería práctica.
Alemania, al poseer una ttota, quiso emplear su
poder ofensivo lanzándose á la adquisición de colonias
en 1884. Llegaba tarde al reparto mundial. Los mejo-
res lugares en los países sin dueño los habían ocupa-
do otras potencias, especialmente Inglaterra y Fran-
RL CRCCBRO «SBIDLITZ»
cia. Pero el gobierno de Berlín, deseoso de que su país
figurase como una potencia colonial ya que disponía
de una flota, se contentó con recoger lo que sus riva-
les le habían dejado, intentando de paso apoderarse
de las posesiones de otros pueblos que consideraba
débiles. Sus buques impusieron el protectorado ale-
mán á los territorios de Togo, Cameron y Damara, en
la costa occidental de África. También ocuparon en
el mismo año 1881 algunos puertos de la Nueva Gui-
nea y del archipiélago oceánico, bautizado con el
nombre de Bisraarck. En el año siguiente cinco cruce-
ros alemanes obligaron al sultán de Zanzíbar, bajo la
L. 1
BL ACORAZADO «POSÓN»
HL «HOHBNZOLLBRN»
amenaza de sus cañones, á la renuncia de sus dere-
chos sobre una parte de la costa oriental de África.
En Oceania se apoderó la escuadra germánica de
los archipiélagos de Samoa, Fidji y Marshall. Poco
después, con el ansia de nuevos territorios, Alemania
plantó su bandera en las islas Carolinas, que pertene-
cían á España desde el siglo glorioso de sus descubri-
mientos, coronados por el primero de los viajes alre-
dedor de la tierra.
El pueblo español, irritado por el despojo, protestó
ruidosamente, arrastrando la bandera y los escudos
de Alemania en ]\Iadríd y otras ciudades. Pareció in-
evitable un choque entre las dos naciones, pero Bis-
marek supo evitarlo, dando al incidente un giro diplo-
340
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
BL KAISER DIRIQIBNDO UNA MANIOBRA
mático y sometiendo su resolución al arbitraje del
papa León XIIl. Las islas Carolinas volvieron á ser
españolas, adqui-
riéndolas años des-
pués por compra el
gobierno alemán á
raíz de la pérdida
del archipiélago de
Filipinas, que hizo
insostenibles é in-
útiles las demás po-
sesiones de España
en Oceanía.
La política colo-
nial alemana del
tiempo de Bismarck
SUBMARINO AI.BMAN
no
LIMPIANDO UNA AMWTRALLADORA
realizó más adquisiciones.
Pero éstas fueron como
un anuncio de la Weit
politik (Política mun-
dial) que habia de pre-
ponderar bajo 'iuiller-
mo n.
Quisoéstedesde prin-
cipios de su reino ser
Emperador del mar,
triunfando en él con los
mismos éxitos que ha-
bía obtenido su abuelo
en las empresas de tie-
rra firme. «Guillermo II
— dice un autor — ha
demostrado siempre de un
modo apasionado y con ma-
nifestaciones muchas veces
excesivas su vivo interés por
la marina. Puede decirse que
la considera como un asunto
personal. Por su propia ini-
ciativa estudia las fuerzas
de sus rivales, cuenta las su-
yas, traza los cuadros com-
parativos para aclarar la
opinión del Parlamento, ha-
bla á los diputados para re-
ducirlos, y no hay esfuerzo
que repugne á su amor pro-
pio. Su vigor y su tenacidad
recuerdan la conducta de su
abuelo, cuando á pesar de
la oposición parlamentaria
muchas veces renovada,
persistió por encima de ella
en la reorganización y des-
arrollo del ejército.»
Lo primero que hizo Gui-
llermo II al ocuparse de la
marina fué descargar al Al-
mirantazgo de las complicaciones de la administra-
ción de la armada, confiándolas á un ministro espe-
cial. Caprivi fué
relevado del man-
do de la flota, que-
dando al frente de
ésta por primera
vez un hombre de
mar, el vicealmi-
rante Monts, reem-
plazado más tarde
por el almirante
Von Der Goltz.
La febril activi-
dad del joven em-
perador se comunicó á la marina. Una división de seis
buques bloqueaba Zan-
zíbar. Otra fué á Ocea-
nía para bombardear
Upolu. La flota germá-
nica navegó por los
mares del extremo
Oriente, afrontando al
.Tapón y obligando al
Imperio chino á ceder
Kiao-Tcheou, inmedia-
tamente fortificado.
El plan de Guiller
rao II fué extender por
todos los mares los bu-
ques mercantes de su
país; poseer una mari- baldeo db cubierta
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
341
na de guerra poderosa que hiciese respe-
tar el pabellón alemán: establecer factorías
en las costas lejanas, y al abrigo de los
intereses comerciales acabar conquistando
nuevos territorios.
La defensa del litoral de Alemania le
preocupó tanto como las expediciones le-
janas. Esta defensa obtuvo dos progresos
enormes en los primeros tiempos de Guiller-
mo II: la anexión de Heligoland y la aper-
tura definitiva del canal de Kiel.
La idea de un canal entre los dos mares
que evitase á los navios el largo y difícil
rodeo por los estrechos de Dinamarca era
de origen antiguo. Las repúblicas anseáti-
cas de Lubeck y Hamburgo habían realiza-
do en parte tal idea durante el siglo XV,
valiéndose de los ríos y de canales suple-
mentarios para el paso de sus buques de
escaso calado. Wallenstein en el siglo XVII intentó
la apertura de un canal para la armada imperial, de
la que era almirante. En el siglo XIX Dinamarca
había abierto este paso del mar del Norte á la rada
de Kiel, sosteniendo su utilización á pesar del obs-
táculo que oponían los movimientos de tierras. Fe-
derico VII de Dinamarca proyectó construir otro
canal en mejor sitio y más cómodo y seguro: pero fué
Alemania la que
después de la gue-
rra victoriosa de
los ducados se apro-
vechó del plan, rea-
lizándolo. Los tra-
bajos, que fueron
inaugurados, como
ya dijimos, en 1887
por Guillermo I, se
concluyeron en .Ju-
nio de 1895. Gui-
llermo II en el mes
de Junio de dicho año procedió ala apertura solemne
del Canal de los dos
mares en presencia de
53 acorazados extran-
jeros y 21 de la marina
alemana. Todos los cen-
tros principales de ad-
ministración y ense-
ñanza de la nota fueron
establecidos en Kiel.
La adquisición de la
isla de Heligoland, lla-
mada igualmente el
«Peñón de Heligoland»
por su lejana semejan-
za con (iibraltar, fué
PINTANDO DE GKis ""» adquisición impor-
Los cAÑoNBs tante para Alemania.
TORPEDERO
ZAFARRANCHO DB COMBATE
Esta isla pertenecía á Dinamarca, pero estaba en
manos de los ingleses, que por necesidades de la gue-
rra contra Napoleón la habían ocupado en 1807, olvi-
dándose luego de devolverla á sus dueños. Situada á
la vista de las costas alemanas á cinco ó seis horas
de Hamburgo, domina el golfo de .lade y la desembo-
cadura del Elba. Los embates del mar han arruinado
muchos de sus contrafuertes y desmoronado sus tie-
rras, dejando des-
unida la roca árida
y resistente. «He-
ligoland— dice el
geógrafo Reclús —
no es más que un
peñón: pero un pe-
peñón soberbio cu-
yas estrias de pie-
dra multicolor, casi
horizontales y di-
versamente escul-
pidas por las Uu-
aire salino, brillan con
vías, el viento, el sol
tintes verde, negruzco
ó rojo de gran esplen-
dor.» Mientras la isla
fué de Inglaterra no
tuvo más que un pueblo
de pilotos y pescadores
de origen frisón que
aun conservaban la ori-
ginalidad de sus trajes
y antiguas costumbres.
Una escalera abierta
en la roca y un ascen-
sor comunican las du-
nas de la isla con la
meseta llamada Ober-
land, que está cubierta
de alguna vegetación y
y el
SALIENDO A LA CUBIERTA
DE UN TORPEDERO
342
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
COSTA OCCIDENTAL DE HELIGOLAND
tiene una altura de 57 metros. Toda la isla ocupa una
superficie de 55 hectáreas, y sus habitantes son dos
mil.
Heligoland, en manos de Inglaterra, representaba
para Alemania mantener un centinela extranjero den-
tro de su casa. Los ingleses no habían hecho grandes
gastos en la fortificación de la isla, pero desde lo alto
de su meseta podian observar cómodamente las costas
fronterizas, contando los buques apenas salidos del
puerto y pudiendo dar útiles indicaciones al enemigo
en caso de guerra.
Guillermo II, obedeciendo á la opinión popular y
á su propio orgullo, quiso adquirir á toda costa el pe-
ñón de Heligoland. Inglaterra acabó por acceder á
esta cesión en Julio de 1890, pero la hizo pagar cara.
El Imperio alemán tuvo que dar á los ingleses una
parte del Damaraland en el oriente de África y todos
sus derechos sobre las costas de Zanzíbar.
Bismarck, que ya había roto con Guillermo II y
vegetaba forzosamente en el retiro de sus tierras, se
indignó contra Caprivi, su reemplazante en la canci-
llería.
— Dar tanto á cambio de Heligoland — dijo — , de-
muestra más imaginación que razón.
En toda Alemania se entablaron vivas polémicas
acerca del valor estratégico
de la isla. Unos veían en ella
el baluarte de la Alemania
del Norte. Otros, teniendo en
cuenta el alcance de la arti-
llería, negaban importancia á
la adquisición, demostrando
la imposibilidad de impedir el
paso de los navios entre He-
ligoland y la costa. Como ocu-
rre en todas las discusiones,
la verdad se encontraba en
un prudente término medio,
entre el denigraraiento y el
elogio exagerado.
El gobierno alemán fortifi-
có la isla haciendo de ella un
peñón casi inexpugnable. Su
poderosa artillería no puede
impedir el paso de una flota enemiga resuelta á ir
adelante á costa de grandes sacrificios, pero sirve
para mantenerla á cierta distancia. Además es una
base de acción para los torpederos, un centro de apro-
visionamiento
para la escua-
dra y un punto
avanzado para
las señales.
Los ingleses
que vendieron
hace veinticua-
tro años, por
avidez colo-
nial, la casi ol-
vidada isla de
Heligoland, re-
conocen ahora,
algunas veces,
la imprudencia
de tal acto...
ACADEMIA DE MARINA DE KIBL
La anertura escalera y ascensor db heligoland
del canal de
Kiel completó la defensa de las costas alemanas po-
niéndolas al abrigo de una sorpresa ó de un bloqueo.
Todos los puntos favorables á un desembarco fueron
cubiertos con fortalezas ó baterías, unidos entre sí
por una via férrea que se extiende desde la frontera
de Holanda á la de Rusia. La dirección general de la
defensa costera situada en Altona, comunica direc-
tamente con Berlín por medio de un telégrafo sub-
terráneo. El personal de marina está encargado
de las principales fortificaciones de la costa, y úni-
camente la artillería de plaza sirve las baterías se-
cundarias.
En 1895 terminó el período defensivo, preocupán-
dose en adelante el gobierno alemán de aumentar la
potencia ofensiva de la flota. Al trazar Guillermo II
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
54a
el nuevo programa de la marina en su
discurso de Kiel, dijo así:
«El ataque es superior á la defensa, y
por esto la tiota alemana debe tomar en
todas las guerras una vigorosa ofensiva. »
El emperador parece haber olvidado
tales palabras en la presente guerra. La
tlota alemana, creada según él para la
ofensiva, permanece oculta en los puer-
tos, rehuyendo todo combate formal con
los buques ingleses, y únicamente intenta
operaciones fáciles y aisladas contra na-
vios de comercio y poblaciones indefensas.
Guillermo II y sus ministros hicieron
á partir de 1894 una larga y tenaz cam-
paña para el aumento de la marina de
guerra. Ésta carecía de unidades de com-
bate. Repetidamente el Canciller, princi-
pe de Hohenlohe, el almirante Ilollmann
y el barón Marshall, pidieron al Reichstag
que aprobase el programa de nuevas construcciones
ideado por el emperador, (luillermo II se agitó como
V
FLOTILLA DE SUBMARINOS BN KIBL
un simple particular, llamando uno por uno á todos
los diputados influyentes, y formando estadísticas y
cuadros comparativos de las marinas rivales, que
enviaba al Parlamento. A pesar de tales esfuerzos, el
Reichstag en 1897 rehusó una gran parte de los crédi-
tos solicitados, no obstante que la escuadra alemana,
llegando al extremo Oriente, había ocupado la provin-
cia china de Kiao-Tcheou para demostrar la utilidad
de una gran marina de guerra.
«La dislocación del Imperio otomano — habían
dicho los portavoces del emperador — , el aislamien-
to del Imperio chino y la inestabilidad de muchas
repúblicas de la América del Sur, nos ofrecen pre-
ciosas ocasiones de agrandamiento que debemos
aprovechar. Nos hace falta una Ilota para que au-
mente el número de las colonias alemanas, valién-
VISTA DE KIKL
donos de las oportunidades que se nos presentan. Xo
debemos perder un instante.»
Estas palabras revelaron el verdadero pen-
samiento de Guillermo 11 y sus consejeros al
trabajar por el aumento de la tiota. No era ésta,
como se había dicho al principio, para impedir
el bloqueo de las costas alemanas y el hambre
consiguiente de su población, ni para proteger
las colonias existentes. 8u verdadera finalidad
era la conquista, y esta conquista no estaba
limitada á las adquisiciones de obscuros archi-
piélagos oceánicos y costas de África de proble-
mático valor, sino que concentraba sus deseos
en la América del Sur, soñando con apoderarse
de algunos Estados de origen español.
Guiller-
mo II no
perdonó
esfuerzo
ni seduc-
ción para
conquis-
tar los votos de
un parlamento
reacio á las em-
presas maríti-
mas. Halagó con
toda clase de
consideraciones
personales á los
diputados de la
Polonia prusia-
na; concedió al
centro parlamen
tario católico to-
dos sus deseos:
buscó atraerse
á los socialistas
BL KAl.SKR. EL MINISTRO DE MARINA
AL.M1KANTB YON TIRPITZ
Y BL ALMIRANTE VON HOLZBNDORP
344
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
BL CANAL DB KIBL
que habían sido duramente perseguidos en tiempos de
Bismarck. Las gestiones del soberano habían de dar
forzosamente un resultado magnífico, teniendo en
cuenta el carácter alemán, sensible á toda considera-
ción venida de lo alto y que considera como el mayor
de los honores la inefable felicidad de una sonrisa ó
un apretón de manos del emperador.
El Keichstag, que conservaba cierta tendencia á la
oposición después de las batallas más ruidosas que
eficaces sostenidas contra Bismarck, se entregó por
completo á la dirección de Guillermo II. En 1898 votó
todo lo que solicitaba el gobierno imperial, acordando
513 millones para la construcción de nuevos buques.
Después de atreverse el Parlamento á tales gastos,
las demandas del emperador para el en-
grandecimiento de la flota se han repeti-
do en diversas ocasiones. Alemania lleva
invertidos más de 3.000 millones en la
constitución de su marina. El Keichstag,
á impulsos del entusiasmo pangermanis-
ta, ha autorizado todas las propuestas del
gobierno para el desarrollo incesante de
la flota. Diez millones acordados por un
voto especial se dedicaron á la fortifica-
ción de la colonia de Kiao-Tcheou, que
en 1914 fué tomada por los japoneses.
El Imperio ha llegado á constituir va-
rias escuadras, compuesta cada una de
ocho acorazados de linea, con una canti-
dad enorme de cruceros de varias cate-
gorías, torpederos y submarinos. Además,
en clase de cruceros auxiliares cuenta
con numerosos y rápidos buques de las
varias compañías de navegación de Hamburgo y
Brema.
El torpedo de fabricación alemana es uno de los
mejores. La industria del país realizó grandes pro-
gresos en el blindaje de los buques. Fué el ingeniero
francés Dupuy de Lome el que ideó hace medio siglo
el proteger los flancos de los navios con placas de hie-
rro, pasando por una maravilla la fragata Gloria,
primer buque acorazado.
Desde entonces el blindaje y el cañón han reali-
zado grandes y alternativos progresos para vencerse
el uno al otro. El hierro fué sustituido por el acero y
cada potencia marítima empleó un blindaje especial.
Alemania usa en sus buques las corazas fabricadas
BL PUERTO DE TORPEDEROS EN BL CANAL DB KIBL
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
345
por Krupp, de acero endurecido, en el que entran
como componentes níquel, cromo, carbono, cobre,
manganeso, fósforo, azufre y arena.
Estas placas durante mucho tiempo han roto en
los ensayos el proyectil sin que lograse éste penetrar
en ellas. Pero el cañón, con sus incesantes progresos,
dice siempre la última palabra, y en casi todos los
combates navales de la presente guerra los acoraza-
dos germánicos protegidos por el forro de Krupp, re-
putado como invencible, han sido echados á pique por
la artillería inglesa.
VIII
El ejército alemán
El verdadero fundador del ejército alemán fué Fe-
derico Cluillermo I, el llamado rey-sargento, padre de
Federico el Grande.
Al hablar de la dinastía de los HohenzoUern diji-
UNO DB LOS PUBNTES FORTIFICADOS SOBRB BL CANAL
mos algo de las manías y extravagancias de este regio
personaje que se dedicó á coleccionar gigantes, en-
ganchándolos ó robándolos en todos los pueblos de
Europa, para constituir la primera formación del
ejército prusiano.
El interesante historiador G. Lenotre lo describe
así: «Guillermo el Gordo — toda Europa lo designaba
con este apodo — era de una avaricia inaudita. Sus
embajadores, tan andrajosos como los lacayos de Har-
pagón, eran motivo de risa en las cortes extranjeras.
Su representante en Holanda se había visto reducido
algunas veces á la mendicidad, saliendo á la puerta
de su palacio de La Haya para presentar el sombrero
á los transeúntes. Guillermo el Gordo economizó en
todo: en las pelucas, que juzgaba demasiado costosas;
en su ropero, que se componía de un solo traje; en la
alimentación de su mujer y sus hijos, que rondaban,
llorando de hambre, por las galerías de Postdam.
Regateaba con sus subditos los huevos, el queso y
OBRAS OB BMSANCHAMIBNTO DBL CANAL
las coles agrias para las comidas de la corte, y pro-
hibía á su cocinero probar las salsas, porque esta
operación podía disminuir la parte de los convidados.
Su avaricia feroz no le impedía embriagarse diaria-
mente y comer «hasta reventar». Su monomanía
económica pesaba únicamente sobre las gentes pró-
ximas á él. De este modo llegó en veintiocho años de
reinado á conseguir un vientre de más de dos metros
de circunferencia y á guardar en las bodegas de su
palacio de Berlín 20 millones de thalers encerrados
en toneles, tesoro que permitió á su heredero Federi-
co el Grande revolucionar á Europa con incesantes
guerras.»
Pero como dice Paul de Saint- Víctor al hablar de
Guillermo el Gordo en su libro Bárbaros y bandidos,
«todo avaro tiene su vicio y toda caja su grieta». Este
rey de Prusia sentía, como ya dijimos, una irresisti-
ble afición por los granaderos gigantescos, y á pesar
de su avaricia
no reparaba en
fFT'gastos para au-
mentar los re-
gimientos de su
Guardia con un
fenómeno nue-
vo de tal clase.
«Pagaba sete-
cientos thalers
sin regateo al-
guno— dice un
autor— por un
hombre de 5
pies y 10 pul-
gadas, asi como
mil escudos por
un hombre de
()pies.I\lás allá
de esta medida
suprodigalidad
se convertía en acorazado aprovisionándosb db carbón
demencia, lie bn alta mar
43
316
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
LA ESCIADRA ALEMANA
gando á dar 32.000 libras por un italiano enorme, lla-
mado Andrea Capra, que su embajador en Inglaterra
había descubierto en las calles de Londres.»
El más curioso de sus negocios fué el que hizo con
el Elector de Sajonia, que poseía en su ejército cinco
ó seis soldados de tal clase. El Elector, gran aficiona-
do á las artes, propuso á Guillermo el Gordo la entre-
ga de sus colosos á cambio de diversos objetos esco-
gidos á su gusto en los museos de Berlín. El monarca
prusiano aceptó con entusiasmo la proposición, entre-
gando una serie de medallas antiguas, tres estatuas
de Priapo, Diana y Momo y un bronce florentino de
la mejor época figurando San Jorge á caballo, á cam-
bio del lote de gana-
panes, y todavía el
avaro Guillermo cre-
yó haber hecho un
magnífico negocio.
Paul de Saint-Víc-
tor, en su elocuente
estudio sobre las ex
tra vagancias de este
maniático coronado,
fundador del ejército
de Prusia, describe
pintorescamente las
cacerías humanas á
que se dedicó para
reclutar sus tropas.
« Una banda de a gen-
tes prusianos hablan-
do todas las lenguas,
conociendo los pasos
BL KAISER BN LAS ÚLTIMAS ^^ todas las frontC"
MANIOBRAS NAVALE.S Tas, acostumbradosá
todos los disfraces y á todas las astucias, exploró el
mundo entero para proporcionar á Guillermo soldados
nunca vistos. En sus rebuscas llegaron hasta los ba-
zares de Alepo y del Cairo. Esta gigantomanía fué
organizada lo mismo que una caza. Tener seis pies de
estatura en tiempos del rey Guillermo constituía un
BANDDRAS DB LA MARINA ALEMANA
peligro: tres pulgadas más y el hombre podía consi-
derarse perdido. Fuese quien fuese, campesino ó no-
ble, obrero ó sacerdote, magnate ó mujick, pasaba al
estado de pieza de montería del rey de Prusia, sintién-
dose perseguido por una jauría invisible. Rodeado de
cerca, seguido paso á paso, iba tropezando de trampa
en emboscada, hasta el momento en que la persecu-
ción incesante conseguía atraparlo en los linderos de
un bosque, si es que no lo arrancaba de su propio
lecho. Los agentes de Guillermo agarrotaban al fenó-
meno, empaquetándolo con cadenas y cuerdas, y lo
metían á viva fuerza en la caja de un vehículo que
tenía rejas y cerrojos lo mismo que una mazmorra.
El sombrío carruaje partía al galope de sus caballos,
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
347
llevándose al
sígante para
desembalarlo ;i
la puerta de un
cuartel, y po-
cos días des-
pués un grana
dero desmesu-
rado, engran-
decido todavía
por un plumero
enorme, figura-
ba en la parada
de Postdam.»
Un sacerdo-
te italiano, el
abate Bastianí,
fué raptado de
este modo, á
causa de su es-
tatura enorme,
en el momento
que decía misa
en una ermita
del Tirol. Un
embajador, Mr. de Bentrieder, enviado extraordina-
rio del emperador de Austria ante el rey de Ingla-
QüILLHRMO, CONSTRCCTOK NA\AL
-Mientras no termine este acorazado no quiero
ocuparme de otra cosa
(CariCütura del Xebdsptdfér)
LA FLOTA ALEMANA
MicHEL (encarnación del pueblo alemán).— Sir, os he oído llamar á
esa flota t^vuestra» flota, cuando es la mía.
El kaiser al canciller bUlow.— ¿Quién es este inoportuno?
El canciller.— Un desgraciado que sufre delirio de grandezas.
(Caricatura del Weekblad voor Nederlaml)
térra, atravesaba un día, solo y á píe. las calles de
Alberstadt por haberse roto su carruaje en la entrada
de la población. Un oficial prusiano, al admirar su
robustez, y su alta estatura, lo juz.nó buena presa para
su rey, obligándolo sin atender explicaciones á en-
trar en el cuerpo de guardia, donde el diplomático se
vio enfundado inmediatamente en un capote militar.
La oportuna llegada del personal de su séquito que
venía tras de él, pudo librarlo de este reclutamiento
repentino.
Un polaco de
más de 6 pies
era espiado en
su país por los
agentes prusia-
nos, y advertí-
do del peligro
los despistaba
con astucias de
ciervo viejo.
Nunca se atre-
vía á pasar la
frontera, á pe-
sar de vivir en
sus inmediacio-
nes, ni dormía
dos noches se-
guidas bajo el
mismo techo.
8u mujer esta-
ba próxima á
dar á luz y los
reclutadores
adivinaron que
con este moti-
vo el hombre no abandonaría su casa. Una noche
la asaltaron, violentando las puertas, y al encontrar
al hombre en el lecho conj'ugal comenzaron á agarro-
tarlo. En la obscuridad juntaron, por equivocación,
las piernas del gigante con una pierna de la mujer,
y al tirar de él arrastrándolo fuera de la pieza, se
llevaron al mismo tiempo á la desgraciada esposa,
que á impulsos del miedo empezó á sentir los dolores
del parto. Los agentes, sin prestar atención á sus la-
mentos de agonía, la desligaron, huyendo con su presa.
LOS PROTBCTOS NAVALES BN BL RBICHSTAG
Los DIPUTADOS.— No nos deiará salir hasta que
hayamos vaciado nuestros hoisillos
(Caricatura del Moonshiiie)
BL «NASSAU», Tiro DB LOS 1 I,TIMl)S DRB^DNOUQHTS
ALBMANK.S
349
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
BL HJÉRCITO PRÜSrANO
EN BL SIGLO XVIII
Oflclal de la guardia del rey
La colección de gigantea re
unida por el rey-sargento nunca
conoció la guerra. Guillermo ves-
tía suntuosamente á sus colosos,
complaciéndose en hacerlos des-
tílar é infligirles terribles palizas
á la menor falta. Este fundador
del ejército de Prusia fué al mis-
mo tiempo el primer autor de la
disciplina prusiana, perfeccio-
nada luego por Federico II. Él
inventó la carrera de baquetas y
diversas penas corporales, asi
como la marcha teatral elevan-
do la pierna á un tiempo y otras
innovaciones que dieron á los
soldados una rigidez mecánica.
Pero jamás se le ocurrió exponer
en una batalla
un terror doméstico, al mismo
tiempo que provocaba la risa de
Europa, regocijada por las ma-
nías del criador de titanes. Gra-
ciosas anécdotas circularon por
las cortes europeas.
Al pasear una mañana el rey-
sargento por los alrededores de
Postdam, encontró á una joven
campesina, grande y robusta,
que se dirigía á la población con
unos cestos de verduras. Guiller-
mo escribió rápidamente un pa-
pel, detuvo á la muchacha sin
que ésta lo reconociese, y le rogó
que al llegar á Postdam entre-
gase el billete al comandante de
la plaza. La fresca labriega
Cabo de la guardia
la vida de estos
gigantes que tan caros le costaban.
Una campaña por corta que fuese
podía envejecer sus uniformes y de-
teriorar sus armas, peligro que ponía
en furor al monarca avaro.
«Guillermo tenia otra idea — dice
Lenotre — . Soñaba con multiplicar
sus granaderos de C pies y 6 pulga-
das, trasplantados al suelo de Prusia
de todos los climas del mundo. En su
cerebro de borracho consideraba que
un ejército de 100.000 jayanes como
los que había conseguido reunir, cons-
tituiría un admirable é invencible
instrumento de rapiñas y conquistas.
Después de la recluta de gigantes se dedicó á
reproducción de gigantes.»
Guillermo no tenía bastante
dinero para reunir el ejército
colosal que había ima-
ginado, ni existían en
el mundo bastantes
hombres como él los
deseaba. Por esto
pensó en poner las re-
laciones sexuales al
servicio de su plan.
Los reclutadores de
gigantes se dedica-
ron, por orden suya,
á cazar en el reino to-
das las mujeres gran-
des y de varonil as-
pecto, llevándolas por
fuerza á los cuarteles
para unirlas con los
^ , -, granaderos. Esta or-
Oranadero del 1.'^'^ regí-
miento del rey den suscító cn Prusía
Bandera prusiana del reinado de Federico 1 1
aceptó el mensaje sin enterarse de
su contenido por no saber leer. Como
esta comisión le hacía perder tiem-
po, se desembarazó del billete con-
tiándolo, con la limosna de unos cén-
timos, á una pobre vieja, arrugada y
coja, que pedía limosna á la puerta
de la Iglesia de la Guarnición en
Postdam. La mendiga, á toda veloci-
dad de sus muletas, llevó la carta al
comandante de la plaza. Éste, al
abrirla y terminar su lectura, con-
templó á la mensajera con aire de
asombro y estupefacción. El escrito
decía así: «Orden de acoplar inme-
diatamente la mujer portadora de
estas líneas con el tambor del primer
la regimiento de mi Guardia. » No cabía duda sobre la au-
tenticidad de la orden, pues llevaba la firma Wilhelm
rex. La disciplina de Prusia encarece la obediencia
pasiva como la primera de las virtudes militares. El
comandante no dudó
en obedecer: el tam-
bor mayor también
obedeció, dando prue-
bas de una sumisión
heroica... Y la orden
del rey fué cumplida.
Estas experiencias
extravagantes para
el mejoramiento de la
raza, no dieron al
maniático monarca el
resultado ((ue desea-
ba. «Guillermo el
(íordo — dice Leno-
tre— esperaba una
raza gigantesca y
sólo obtuvo una raza
Artillero dC SimplCS prUSÍanOS. Húsar
HISTORIA DE LA QUERRÁ EUROPEA DE 1914
349
Granadero á caballo
Sin embargo, no por esto dejó de
ser el creador de un ejército de
autómatas, conducido á golpes
como las antiguas cuerdas de
forzados. Hay un tipo de rey de
Prusia grabado fuertemente en
la imaginación de Europa: el de
un cabo de vara con corona y
traje raido, duro y brutal, rígi-
do y avaro, tomando lo que en-
cuentra á manos llenas, amando
á sus territorios como un paisa-
no ama á su tierra; que se acues-
ta conservando sus botas en un
lecho de campaña, se levanta
á las cuatro de la mañana, re-
cita su salmo, va á la revista y
abru-
más absoluta disciplina. La cuar-
ta parte de este ejército se com-
ponía de extranjeros.
Federico el <Trande, tercer rey
de Prusia, lo convirtió en un po-
deroso instrumento deconi|UÍsta,
aumentando su número hasta
200.000 hombres. Va dijimos
cómo este táctico de primer or-
den entró en guerra contra me-
dia Europa, desconcertando con
golpes imprevistos los cálculos
de sus enemigos. Batido muchas
veces, pero siempre incansable,
encontró en sus propias derrotas
la base de nuevas victorias. Des-
pués de una guerra incesante
dejó á
Oflclal de caballerfa
ma á palos á sus soldados
por la menor falta á la dis-
ciplina. Este tipo general
fué Guillermo el Gordo el
primero que lo marcó con
su grosera efigie. Después
se ha reproducido en mu-
chos de sus sucesores, que
demostraron su mismo ca-
poralismo feroz, su beate-
ría cruel y su barbarie de
vándalo. La borrachera de
un Federico Guillermo I, el
cinismo reconocido de un
Federico II y la demencia
furiosa de un Federico Gui-
llermo IV, constituyen un
atavismo temible. Se com
prende que Mirabeau, que vio de cerca los orígenes de
la fuerza prusiana y siguió los principios de esta mo-
narquía militar, juzgase que de tal árbol sólo podían
nacer frutos veneno-
sos, añadiendo iiue se
pudrirían antes de
([ue llegasen á su ma-
durez.»
Los castigos en el ejército prusiano
(De uu grabado de la época, por Chodowieelii)
SU país en próspera situa-
ción y con un gran aumen-
to en el número de sus ha-
bitantes.
El reino de Prusia, enor-
gullecido por las glorias de
Federico, seadormeció, cre-
yéndose á cubierto de todo
peligro después del ruidoso
triunfo de líosbach. Napo-
león lo despertó cruelmente
en ISOti, infligiéndole la
terrible derrota de .lena, en
la que perecieron gran par-
te de sus organismos mili-
tares, faltando muy poco
para que pereciese igual-
gento
Oficial de dragones
Al morir el rey-sar-
[ue había he-
cho evolucionar á sus
soldados, garrote en
mano, lo mismo i(ue
los peones de un da-
mero, su hijo Federi-
co II se encontró al
frente de un ejército
de 100.000 hombres
([ue no se había bati-
do nunca, pero esta-
ba acostumbrado á la
Mosquetero
mente la independencia del
país. Los franceses entraron en Berlín apoderándose
de todas las plazas fuertes, y
los prusianos mostraron ante
el vencedor un mie-
do y un servilismo
que acabó por in-
dignar al mismo
Napoleón y sus ge
nerales.
El rey, (|ue hu-
yendo de este de-
sastre nacional se
había refugiado en
Konigsberg, pudo
al fin conquistar la
clemencia del inva-
sor y volver á su
capital. El territo-
rio de Prusia se re-
dujo en una mitad
por el tratado de
Tilsit, y el ejército
Granadero de la guardia real
350
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
EL KAISER CON BL TRAJE QUE CARACTERIZO
Á FEDERICO EL GRANDE
quedó limitado á 42.000 hombres. A pesar de su es-
caso número fué, sin embargo, el supremo recurso de
Federico Guillermo III. Siguiendo la inspiración de
Scharnhorst, que no era prusiano, convirtió el pe-
queño ejército en un organismo puramente de la na-
ción, suprimiendo el alista-
miento extranjero, contingente
principal desde el tiempo de
Guillermo el (¡ordo. Todo pru
siano fué soldado de los diez y
ocho á los veintiséis años.
Como Napoleón con sus du-
ras exigencias de vencedor ha-
bía impuesto estrechos límites
á la fuerza numérica del ejérci
to activo, el rey de Prusia, des-
pués de instruir á los soldados,
los enviaba á sus hogares, re
emplazándolos con nuevos re-
clutas. De este modo el ejército
prusiano, que sólo debía cons-
tar de 42.000 hombres, tuvo
prontos 132.000 soldados bien
instruidos cuando llegó el mo-
mento de unirse á la coalición
europea para derribar á Na-
poleón.
MONUMENTO A KBDBRICO III BN COLONIA
Este ejército se vengó del desastre de Jena, con-
tribuyendo á las victorias de Leipzig y Watterlóo;
pero después de tales éxitos, al sobrevenir la paz
europea y debilitarse la excitación del peligro, vol-
vieron á decaer las fuerzas militares del país.
En 18G1 ocupó el trono Guillermo I. Había visto
de cerca el desastre nacional, la resurrección de Pru-
sia seguida del decaimiento de su entusiasmo, y toda
su voluntad la concentró en el deseo de que la nación
volviese á ser una potencia militar. Por medio de su
ministro de la Guerra, el general Roon, intentó la re-
forma del ejército, tropezando con la oposición del
Parlamento, que le rehusaba los créditos necesarios.
En vista de ello puso el gobierno en manos del conde
de Bismarck, y ya hemos visto los procedimientos
ilegales y violentos de que se valió éste para agran-
dar las fuerzas del ejército llevándolo con sus auda-
cias á una serie de aventuras tan atrevidas como
felices.
Después del momento crítico de Sadowa termina-
do por una victoria, gracias al fusil de aguja, primera
arma de tiro rápido inventada por un armero francés,
el parisién Pauly, el reino de Prusia adquirió algu-
nos millones de subditos y numerosos aliados. El sis-
tema militar prusiano se extendió á toda la Alemania
confederada. Los pueblos germánicos quedaron mol-
deados y uniformados á partir de 18()7 con arreglo á
los deseos de Bismarck, Moltke y Roon. El casco pru-
siano cubrió la cabeza de todo soldado alemán. Una
pequeña escarapela sirvió apenas para recordar á los
soldados su país de origen.
Esta organización anterior á 1870, se hizo todavía
más fuerte después de la victoria sobre Francia. Al
realizar los alemanes su movilización completa con-
tra el Imperio francés, quedaron en pie de guerra
1.200.000 hombres con 255.000 caballos: cifra enorme
no conocida hasta entonces.
El régimen militar impuesto
por el gobierno de Prusia á la
( 'onfederación alemana fué el
mismo ([ue subsiste actualmen-
te bajo el Imperio. El empera-
dor es el Oberfeldherr, ó sea
jefe supremo y directo del ejér-
cito alemán. Éste se compone
de cuatro ejércitos particulares
(|ue dependen de los ministerios
de la Guerra de los países don-
de han sido reclutados: ejérci-
to de Prusia, ejército de Sajo-
nia, ejército de Wurtemburgo
y ejército de Baviera.
El ejército bávaro, (jue cons-
ta de tres cuerpos numerados
aparte, es el único (jue conser-
va una autonomía completa.
Baviera tiene la obligación de
mantener sus organismos mili-
llHfHttifiH
i-llSTORlA DE LA üUEkWA cURUPÉA uii 1914
551
tares en absoluta
conformidad con los
del Imperio, pero to-
dos sus oficiales son
educados por ella
misma y nombrados
por su rey. Conserva
también sus inspec-
tores particulares y
un Estado Mayor ge-
neral que actúa con
independencia y se
limita á enviar unos
cuantos oficiales al
Estado Mayor de
Berlin para mante-
ner el acuerdo entre
ambos organismos.
corporados á él di-
rectamente los con-
tingentes de los prin-
cipadosdeSchwartz-
burgo-Rudolstadt,
Schwartzburgo-Son
derhausen, Schaum-
burgo-Lippe, Lippe
Detniold y Waldeck,
así como de las tres
ciudades libres de
Brema, Lubeck y
Hamburgo. Además
forman cuerpos de
tropas especiales los
soldados de los gran-
des ducados de lles-
se-Darmstadt, Meck-
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V
á":
BL EJÉRCITO ALEMÁN BN 1870
Jefe de infantería prusiana
Únicamente cuando el rey de Bavie-
ra ordena la movilización, pasa el
ejército bávaro á ser mandado por el
emperador.
El ejército de Sajonia, que se com-
pone de dos cuerpos de ejército, sólo
puede ser empleado fuera del reino
con la autorización de su monarca.
Éste nombra los oficiales con la apro-
bación del emperador, y los coman
dantes de cuerpo de ejército son esco-
gidos por el emperador sobre una
propuesta previa del rey.
El ejército de Wurtemburgo forma
un cuerpo de ejército especial cuyo
comandante es nombrado directa-
K
Sub-oficial
«aSterví ',,
lemburgo-Schwerin, Slecklemburgo-
Strelitz, Oldemburgo y 8ajonia-Wei-
mar, los ducados de Anhalt, Bruns-
wick, Sajonia-Altemburgo, Sajonia-
Coburgo-Gotha, Sajonia -Meiningen
y los dos principados de Reuss. Estos
cuerpos, procedentes de los paises
sometidos á la administración pru-
siana, se distinguen por pequeños
emblemas particulares en sus unifor-
mes. En los Estados de Hesse, ]\Ieck-
lemburgo-Schwerin y Mecklemburgo-
Strelitz, los oficiales reciben su nom-
bramiento del duque soberano ade-
más del diploma del emperador.
Las tropas del gran ducado de Ba-
dén forman un cuerpo especial, y en
Soldado bávaro
Ulicial de huíanos
mente por el empe-
rador, mientras que
los oficiales los nom-
bra el rey sin nece-
sitar para esto la
aprobación del Im-
perio. Cierto núme-
ro de oficiales wur-
temburguesessirven
en las tropas pru-
sianas, y recíproca-
mente oficiales pru-
sianos figuran en el
cuerpo wurtembur-
gués.
El ejército prusia-
no no se compone
únicamente de pru-
sianos, pues son in-
tiempos de paz no
pueden guarnecer
otras poblaciones
que las de su terri-
torio.
Todo alemán en
estado de llevar las
armas está sometido
á la tcehrpflichtig, ó
sea á la obligación
del servicio militar,
de la edad de diez y
siete años á los cua-
rentay cinco cumpli-
dos. Sóloestánexcep-
tuadosde él los miem-
bros de las casas so-
1 leranas y sus parien-
tes inmediatos.
Arllllero
S52
VICENTE BLASCO iSANEZ
HL KAISBR KN BL BKBNTBNARIO DB PRUSIA
Á esto debemos nuestra grandeza
(Caricatura de I.¿ Fígaro)
El servicio militar en tiempo ordinario se compone
de dos períodos. Á partir de los veinte años cumplidos
hasta el 31 de Marzo del año en que cumple treinta y
nueve, todo subdito alemán está obligado al servi-
cio efectivo (dinstpflichtig) , y \o realiza, áel siguiente
modo: Permanece en el ejército activo durante tres
años si es de caballería ó de artillería montada; dos
años si es de infantería, de artillería de campaña ó de
á pie, de ingenieros ó de tropas de comunicación; un
año si pertenece á la administración militar. Luego
pasa á la reserva, á la que pertenece durante cinco
años y medio, cuatro años y medio ó seis años y me-
dio, según el cuerpo en que ha servido. Finalmente se
incorpora á la landwehr de primer llamamiento, donde
permanece hasta los treinta y nueve años. La segunda
parte de su servicio la cumple en el landsturm, dividi-
do en dos categorías: la primera, compuesta de todos
los hombres de diez y siete á treinta y nueve años que
por causas especiales no han sido comprendidos en
los servicios mencionados; la segunda, de todos los
hombres de treinta y nueve á cuarenta y cinco años.
La incorporación al ejército activo se verifica, á
partir de los veinte años, en el curso de los dos años
sucesivos. El ejército, además del contingente fijado
anualmente, toma un nueve por ciento de los reclutas
para suplir las faltas que puedan producirse, mante-
niendo los cuerpos de tropa en su estado completo y
muchas veces con mayor número de individuos que el
marcado en el presupuesto. El enorme excedente de
reclutas que resta inactivo en tiempo de paz, así
como los sostenes de familia y los hombres que son
ineptos momentáneamente para el servicio, forman la
erzatzreserve, ó sea reserva de reclutamiento, á la que
quedan afectos durante doce años y medio, sometién-
dose á la instrucción militar en ciertos períodos.
Los que pueden presentar certificados de estudio y
se hallan en situación para reembolsar al Estado el
costo de su manutención, uniforme y armas, se titulan
«voluntarios de un año». Reciben en los cuerpos una
instrucción especial y se les prepara para las funcio-
nes de oficiales de la reserva. Una última categoría
comprende á los maestros de escuela y los alumnos
de las escuelas normales. Éstos sólo hacen un año
BL KAISBR DIRIGIENDO UNAS MANIOBRAS
CUARTELES DB INFANTERÍA BN KARLSRÜHB
de servicio, pasando inmediatamente á la reserva.
Mientras los hombres están en la reserva pueden
ser convocados por dos períodos de 28 días para tomar
parte eu las maniobras de otoño. Cuando pertenecen
á la landwehr de primer llamamiento pue-
den ser llamados por dos periodos de 14
días, pero generalmente sólo los convo-
can por un solo periodo. En la landwehr
de segundo llamamiento nunca son con-
vocados los individuos en tiempo de paz.
La landaturm significa el levantamiento
en masa del país y únicamente tiene apli-
cación en los instantes más difíciles de
una guerra.
Todas estas reglas no se cumplen de un
modo absoluto. Los recursos considera-
bles del reclutamiento, cada vez mayores
por el rápido aumento de la población de
Alemania, han permitido en tiempo de
paz el ahorrar sacrificios al elemento ci-
LA GUERR
Dibulo de J. Slmont, de la •llluslrarion» de París
Los cosacos cargando i
EN POLONIA
-^-j*:-
■■*"v. w
1 >•• V-
V
^
[jitra una batería alemana
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
353
vil, incorporando únicamente al ejército activo los
jóvenes de reconocida aptitud para el servicio de las
armas.
En el ejército alemán los cuerpos de tropa llevan
un número de orden dentro de la serie general á que
pertenecen; después, con mucha frecuencia, el nom-
bre del Estado ó la provincia de que proceden, y si
son muchos cuerpos del mismo origen, un segundo
número los clasifica en esta sub-serie. Además, algu-
nos regimientos se añaden un nombre propio, que es
el de su jefe honorario, personaje histórico ó miem-
bro de las familias reinantes. Ciertos regimientos de
infantería se titulan por tradición granaderos ó fu-
sileros, aunque en realidad son iguales á los otros,
diferenciándose únicamente por algunos detalles del
uniforme.
El ejército alemán hasta el principio de la pre-
sente guerra se compuso de 8 inspecciones de ejér-
cito, 25 cuerpos de ejército de dos divisiones cada
uno, una división suelta de caballería, la de la Guar-
dia Imperial, y 2.") inspecciones de ¡andicehr. Cuenta
con 217 regimientos de infantería, todos con 3 bata-
llones de 4 compañías, y 18 batallones de cazadores.
Cuartel db artillería bn lkipzig
lo que da un total de 669 batallones, con un efectivo
cada uno de 1.050 hombres después de la movi-
lización. La caballería consta de 110 regimien-
tos, con un total de oiT escuadrones. Además
tiene 100 regimientos de artillería de campaña,
25 de artillería á pie, 35 batallones de ingenie-
ros y 25 batallones llamados de tren.
Todas las tropas poseen ametralladoras del
sistema Maxim, que hacen 860 disparos por mi-
nuto. La infantería tiene 269 compañías de
ametralladoras y 1 1 la caballería.
El arma de la infantería es el fusil Maiisser,
modelo de 1898, de un calibre de 7 milímetros,
empleando el cartucho bala S.
La artillería de campaña usa cañones de 77
milímetros de tiro rápido y con mamparas metá-
licas para la protección de sus sirvientes. Este
cañón, en el que fundaban los alemanes grandes
LA B.STATOA GIBRRBRA DHL KAISER EN BL PUBNTB
DB COLONIA
esperanzas, ha resultado como arma de campaña in-
ferior al 75 francés. Además tiene la artillería ale-
mana obuseros de 105 y obuseros pesados de 150, ca-
ñones largos de 105, 130 y 150, morteros de 210; y en
fin, los famosos morteros de 420, de manejo embara-
zoso, pero que una vez emplazados producen terribles
efectos, como se ha visto en el asedio de las fortifica-
ciones de Bélgica y algunas del Norte de Francia.
Al surgir la guerra de 1914 el Imperio alemán
poseía el organismo de guerra más grande que ha co-
nocido la Historia.
Su ejército merecía el título de formidable por su
número, su organización, su disciplina férrea, las
cualidades de sus generales y oficiales y su unidad de
doctrina. El efectivo de sus fuerzas en tiempo de paz
se elevó, á consecuencias de la ley de 3 de Julio
LOS ABANDBKADUS DB DIEZ V OCHO RBOIMIKNTOS DB8FILAND0
ANTB EL KAISER
354
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
i A.i,. *
UNA BATBRIA ALEMANA
de 1913, á 900.000 hombres, cifra que no había alcan-
zado potencia alguna en tiempo ordinario.
La disciplina rigurosa del cuartel transforma in-
mediatamente al recluta alemán en una especie de
autómata, acostumbrándolo á la obediencia pasiva,
fijándolo para siempre en el lugar que le ha sido de-
signado, sin que sea capaz de obedecer á un impulso
propio, pues se entrega en absoluto á la dirección de
los jefes. Por costumbre y por tradición siente una
confianza ciega en sus oficiales; la disciplina con sus
castigos le inspira un respeto absoluto. «Este respe-
to— dice un autor militar — , en lo que se refiere al em-
perador, toma el carácter de un verdadero culto, aun
entre los elementos tachados de socialistas, asi que
y
k 1 ' '■mK/B^^^^btS* ^^^^^^^^^^\ \^^^^^^^^M
^ . ^tf^ k
h^.r. . . • >., , ":;....., ••;/.
'-";, ■;
LAS AMETRALLADORAS
viven una temporada en el cuartel. Resul-
ta de esto que el soldado alemán, incoloro,
tímido y pesado cuando se le aprecia aisla-
damente, adquiere formado en masas una
cohesión, una tenacidad y una fe en su
destino que hacen de él un adversario
temible.» Sin embargo, todos los extran-
jeros que estudiaron el ejército alemán
reconocen en este soldado una carencia
casi absoluta de iniciativa personal y vi-
veza de carácter, cualidades que son ne-
cesarias en las peripecias inesperadas de
la guerra. Este soldado, que se bate como
muy pocos cuando marcha en rebaño á
la vista de sus oficiales y en estrecho tacto
de codos, retrocede y se deja derrotar ante
una situación imprevista que sorprende
y abruma su tardo pensamiento.
El ejército alemán está dirigido por
25.000 oficiales y 90.000 sub-oficiales.
Estos últimos, que son los que se hallan
en trato directo con la tropa, la amaestran y dirigen,
valiéndose del procedimiento del puñetazo y la pata-
da. Nadie se siente ofendido por tal sistema de ense-
ñanza, que resulta venerable y glorioso, pues pro-
viene de las épocas del rey-sargento y Federico el
Grande. Además el alemán está acostumbrado á los
golpes desde la escuela de primeras letras, y en todas
las asociaciones á que pertenece durante su juven-
tud se repite la paliza como método de enseñanza y
entrenamiento.
El cuerpo de oficiales se compone en una tercera
parte de cadetes procedentes de las escuelas privile-
giadas. El resto de la oficialidad se forma por engan-
ches voluntarios de candidatos que presentan certifi-
cados científicos y reciben una educación especial en
la Escuela de Guerra después de pasar por un regi-
miento.
Los oficiales, lo mismo los que proceden de fami-
lias nobles, de militares ó de funcionarios, que los que
han salido de los hogares de la burguesía, forman
dentro de la nación una casta aparte. El público los
teme por su or-
gullo y su inso-
lencia y los res-
peta al mismo
tiempo por el
entusiasmoque
le inspiran las
instituciones
militares Estos
oficiales, asi
como mantie-
nen á distancia
con su altivez
al simple pai-
sano, evitan
igualmente el patrulla db búlanos
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
355
ponerse en contacto con los soldados, con-
fiando esta función á los suboficiales.
El soldado alemán ve siempre de lejos
al oficial, considerándolo como un semi
dios inabordable. No oye de él más pala-
bras que órdenes breves ó terribles insul-
tos, ni conoce otro contacto que el de su
puño cerrado pródigo en golpes.
Hay que reconocer que los cuadros de
oficiales y suboficiales son lo mejor del
ejército alemán, pues proporcionan á la
masa de sus elementos de combate la soli-
dez de un esqueleto de acero. Sin embar-
go, la clase de los oficiales ofrece muchos
defectos. Cuando un oficial noble no ha
pasado por la Escuela de Guerra, resulta
de una cultura profesional en extremo
mediocre. Su educación en la escuela de
cadetes durante la segunda infancia y la
temporada reglamentaria en un regimien-
to á los 18 años, apenas equivalen á los
estudios simplemente preparatorios que hacen los
alumnos en otros paises antes de ser admitidos en la
Academia militar.
El oficial de tropa alemán conoce el mecanismo de
su oficio á fuerza de practicarlo, pero carece de espí-
ritu de iniciativa é ignora la razón científica de la
mayor parte de los actos que realiza. En lo que se
distingue notablemente es en el mantenimiento de sus
privilegios de casta y en el cuidado escrupuloso de su
porte. «Educado en el respeto fetichista del uniforme
— dice un autor — y en el orgullo de la clase á que
pertenece, está persuadido de que el liombre empieza
en el sub-teniente, y todo el que no viste uniforme re-
sulta indigno de su consideración. El oficial alemán es
bravo, pero generalmente no posee ninguna otra cuali-
dad militar. Hace que sus hombres avancen en el cam-
po de batalla manteniéndolos siempre al alcance de su
mano por no tener confianza en su firmeza y su tena-
cidad. Da espontáneamente ejemplos de audacia y de
disciplina, pero no sabe inspirar á las tropas someti-
das á sus órdenes esc amor ardiente por la patria que
dispensa al su-
perior del em-
pleo de medios
violentos y en-
vilecedores so-
bre sus hom-
bres. Es el pri-
mero en dudar
del valor indi-
vidual y aisla-
do del comba-
tiente alemán.
Sabe que sus
subordinados,
al verse libres
UN CBNTINBLA DB LAS AVANZADAS dC UUa dirSC"
HÚSARBS DE LA MUERTE
ción brutal, serian incapaces de salir del paso por sus
propios medios, y por esto los conserva mientras le es
posible en formación cerrada. El ejército alemán ataca
siempre en masas profundas, porque no puede atacar
de otro modo, teniendo en cuenta la «mecanización»
del espíritu de los simples soldados.»
Los oficiales alemanes están divididos socialraente
en dos clases: el oficial llamado de corte y el simple
oficial de tropa procedente de familias poco conoci-
das, que vegeta durante la paz en el tedio de las guar-
niciones de provincia.
El oficial de corte es el que se pavonea en Berlín,
elegante y vanidoso, con un brazalete de oro en la mu-
ñeca y un cepillo de plata en el bolsillo para encres-
INFAMTBRtA ALEMANA
356
VICENTE BLASCO ÍBANEZ
BERLÍN, PLAZA DB POSTDAM Y CALLE DB LEIPZIG
parse el bigote. Su sonrisa es una merced que prodiga
á muy pocos; el recibir su mano representa un gran
honor. Es un superviviente del mundo feudal,
orgulloso de sus títulos nobiliarios, y que con-
cede á los otros oficiales una benevolencia des-
deñosa. Las más de las veces su noble origen
es sinónimo de pobreza, y al ver el lujo en que
viven sus camaradas procedentes de la burgue-
sía, hijos de grandes industriales y comercian-
tes, siente el ansia de las riquezas y las busca
por medio del matrimonio. Para encontrar una
heredera de gran dote sostiene una vida lujosa,
en desarmonía con sus medios, valiéndose del
apoyo de la usura, del juego ó de otros expe-
dientes más vergonzosos. Con frecuencia, bri-
llantes oficiales conocidos en la corte y de ape-
llidos ilustres han sido protagonistas de escán-
dalos y delitos juzgados por los tribunales de
Berlín. Algunos han tenido que apelar al suici-
dio. Muchos, descalificados para siempre, re-
nunciaron á su posición y su nombre, y vagan por el
mundo como aventureros. Los hay también que por
mantener el honor de su apellido, ó por convicciones
religiosas, practican una especie de ascetismo, sin
PLAZA DB LOS GENDARMES
LA UNIVERSIDAD
dejarse tentar por los esplendores de la corte y el
lujo ruidoso de los oficiales de la Guardia. Para con-
servar intacta la herencia de honor que les
legaron sus ascendientes, y para que no se
trasluzca su pobreza, viven recluidos en su
alojamiento con feroz economía; comen mal y
reservan sus tristes ahorros para lo superfiuo,
ó sea para no desempeñar un papel ridiculo en
las suscripciones iniciadas por los compañeros
de cuerpo ó los frecuentes banquetes de despe-
dida ó bienvenida con que se obsequia á aqué-
llos por costumbre.
Guillermo II se ha indignado muchas veces
nnte el lujo de los oficiales, «que los afemina y
los deprava», acusando á éstos de descuidar
sus deberes, como no lo hicieron sus ascendien-
tes. Pero al mismo tiempo el emperador, con
su carácter versátil y su afición á la pompa
del Imperio, favorece tales derroches, reser-
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
357
vando su simpatía á los vividores frenéticos
siempre que al mismo tiempo cumplan puntual-
mente sus obligaciones.
Muy pocos de los oficiales de corte son de
alguna inteligencia. «El encanto personal de
estos hermosos soldados — dice Ch. Bonnel'on al
describir la vida alemana -se desvanece tan
pronto como abren la boca. Les he oido varias
veces hablar con una entonación nasal durante
mucho tiempo, sin decir otra cosa que vulgari-
dades, en las que se repetía incesantemente la
palabra «kolossal», á la que dan una significa-
ción misteriosa y profunda. Hasta los mejores
de ellos, los más leales, los más viriles, los más
patriotas, parecen unos niños grandes mima-
dos por su pueblo: niños cuyo cerebro no ha
tenido tiempo para moldearse en las costum-
bres y las ideas modernas.
»En tiempos de guerra reconozco que se
mostrarán valerosos y puntuales, sabiendo arrastrar
á sus hombres y cargar rudamente á la cabeza de sus
MlSEiO FEDERICO
regimientos, lo mismo que barones feudales. Hasta
que parecen más quebrantados por una existen-
cia de orgias, conservarán la bravura que surge
del sentimiento del lionor. Serán tal vez magní-
ficos sableadores. Pero que una resolución di-
fícil ó delicada se imponga, que sea necesario
adoptar una iniciativa grave, y desde aqui me
parece oir á muchos de ellos balbucear con voz
nasal y pedantesca una serie de órdenes con-
fusas. Mientras la máquina montada escrupu-
losamente por el Estado Mayor funcionará sin
obstáculos, el oficial de corte será en ella una
rueda útil. Pero si se rompe la máquina ó si se
detiene, no sabrá inventar nada, ni improvisar,
ni suplir.
"El kronprintz (hijo mayor de Guillermo II
es el primero de los oficiales de corte en Ale-
mania; el más gracioso, el más seductor y tal
vez el menos inteligente de todos. «Tiene el
los
MÜSBO NACIONAL
desarrollo cerebral de un adolescente de catorce años
— me dijo un alemán, que le conoce bien, el día en
que este principe hizo manifestaciones públi-
cas contra Inglaterra — , y lo malo es que ya
tiene treinta.» Valiente y mediocre, el oficial
de corte que hace su carrera por el cotillón
y por la sonrisa, sabe obedecer, pero no sabe
mandar.»
La segunda clase de oficiales que constitu-
ye una mayoría enorme, pues pertenecen á ella
todos los que no son ricos ó carecen de un ape-
llido ilustre, se designa generalmente con el
nombre de «oficiales de guarnición». Se ha
dicho de ella mucho malo, describiendo sus vi-
cios, sus intrigas, su aburrimiento de malignas
formas, sus aberraciones sexuales, su hipocre-
sía y falta de verdadero compañerismo: y los
que han trazado este cuadro sombrío no son
extranjeros, son alemanes y pertenecen al
ejército.
Desde que el teniente Bilse publicó su ruidosa no-
CALLB DKI. BMPBRADOK aUILLBRMO
358
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
BL KKONPHINTZ
vela Pequeña guarnición (1 1, muchos oficiales con afi-
ciones literarias se dedicaron á revelar en forma no-
velesca las miserias y las villanías de la vida militar
alemana. Este nuevo género literario fué semejante
á la explosión de una cloaca. El emperador tuvo que
intervenir, prohibiendo á sus oficiales, bajo severas
penas, la producción de nuevos volúmenes, y
los autores de los ya publicados quedaron ex-
cluidos del ejército.
Procesos no menos escandalosos revela-
ron las miserias de la vida de guarnición. De
creer á los autores del pais, cada una de las
pequeñas ciudades germánicas, tranquilas y
patriarcales, que parecen el santuario de las
virtudes domésticas, oculta la realidad de una
Babilonia desenfrenada ó de una Sodoma re-
pugnante. Los oficiales sin ocupación que
arrastran el sable por sus calles, disimulan
bajo el uniforme correcto, sin una mota de
polvo y el barniz superficial de un
compañerismo reglamentario, toda
clase de odios, ridiculeces y vicios.
Son rudos, malevolentes, agriados, y
como no tienen ocupaciones ni sien-
ten ambiciones intelectuales que les
permitan ocupar su tedio con la lec-
tura, dedican el tiempo á las intri-
gas y á la satisfacción de las pasio-
nes más viles, arrebatándose mu-
tuamente el honor, las esposas y el
dinero, con otras perversiones más
inconfesables.
Tal vez estas descripciones de la
vida de guarnición en Alemania no
sean rigurosamente exactas, por con-
vertir la excepción en regla general.
Pero resulta indiscutible que los oficia-
les, á causa de su organización en cas-
ta aparte, son objeto de una intíuencia
deprimente y corrosiva, (¿uieren vivir
aislados del país que los mantiene,
para de este modo hacerse temer, sus-
tentando su privilegios de casta. Al
mismo tiempo viven lejos de las tro-
pas, con las que sólo entran en con-
tacto á la hora de las maniobras, de-
jando que el suboficial se cuide de
los soldados y los dirija. En los países
anexionados á viva fuerza, Alsacia-
Lorena y Polonia prusiana, el pueblo
se aparta de ellos con patriótica aver
sión. En el resto de Alemania son
ellos los que se aislan, constituyendo
una casta cerrada que, semejante á
las dinastías monárquicas, huye del
rejuvenecimiento que aportan los con-
tactos exteriores. Se confinan en sus clubs ó casinos
de cuerpo, comen y hablan siempre entre ellos y no
ven ni comprenden nada que se halle al margen del
mundo militar. «Dentro de la patria, que aman apa-
sionadamente, viven como extranjeros ó como ciegos,
hipnotizados por la importancia de su misión, prisio-
(Fot Rol)
(1) Publicada por esta Casa Editorial.
DBSFILB DH UN RBQIMIBNTO DB INFANTBRIA
HISTORIA DB LA GUERRA EUROPEA DE i9l4
359
ñeros de un medio cada vez más pequeño y recogido.»
El vendaval de la guerra, abatiendo sus escrúpu-
los de casta y haciéndolos vivir á todas horas con sus
soldados, los pone en contacto con el pueblo en la hora
del peligro. Esta unión del oficial orgulloso y de la
masa despreciada puede mantenerse y dar sus frutos
cuando va seguida de una victoria fulminante y com-
pleta desde el primer choque, que es lo que ha ocu-
rrido en todas las guerras anteriores de Alemania.
Pero si surge un fracaso, si la guerra se prolonga in-
definidamente, las debilidades y los defectos remon
tan á la superficie. El oficial de guarnición— como
dice un autor— es capaz de conseguir una victoria,
pero no tiene capacidad para soportar y remediar una
derrota. Por esto el Imperio alemán cifra todas sus
esperanzas en el oficial de Estado Mayor.
Los 260 oficiales aproximadamente que constitu-
yen el Estado Mayor, representan
una notable selección por sus es-
tudios militares, su preparación
para la guerra y su unidad de
doctrina. El oráculo del mili-
tarismo prusiano es siempre
Clausewitz, general de la épo-
ca de las guerras napoleóni ■
cas y famoso escritor. Des-
pués de haberse visto
envuelto en la derrota
del ejército pru-
MORTERO ALEMÁN
siano en 1806 y quedar por algún tiempo prisionero
de los franceses, colaboró con el ministro Scharnhorst
para reorganizar las fuerzas del país, preparando de
este modo el desquite de 1814 contra Napoleón. Al
llegar la paz definitiva fué director de la Escue-
la de Guerra de Berlín hasta 1831, año de su
muerte. Desempeñando este cargo escribió los
tratados militares que le han proporcionado la
celebridad.
Clausewitz, contra la opinión de los autores
de su época, que limitaban en 100.000 hombres
cuanto más la cifra de un ejército bien maneja-
do, fué el primero en establecer que sólo la am-
plitud del teatro de operaciones puede marcar
el límite de los efectivos sometidos á una misma
dirección. «Vivir, marchar y combatir» fué la
síntesis de la doctrina de Clausewitz. La impor-
tancia de los ejércitos depende de la riqueza del
terreno donde deben moverse y de los aprovi-
sionamientos que pueden juntar (vivir ; de la
LA INFANTERÍA KN LAS MANIOBRAS
extensión de los caminos y vias férreas de que puede
disponer (marchar : de la posibilidad de concentrar
con facilidad y rapidez fuerzas considerables en un
terreno que sea conveniente (combatir i. «La mejor
estrategia — dice Clausewitz — consiste siempre en ser
el más fuerte en un punto decisivo. Por esto la pri-
mera y más importante de las reglas que se impone
al general en jefe es mantener sus fuerzas en masa.»
Estos dos grandes principios que sirven de base á
la doctrina de Clausewitz, «conservar sus fuerzas en
masa y ser el más fuerte en el punto decisivo», los
observó literalmente el mariscal Moltke en la guerra
de 1870.
La doctrina de Clausewitz no es original, pues re-
cuerda fundamentalmente la de Napoleón I. Su base
es francesa, y el tratadista prusiano ha elevado sobre
ella todo un sistema, con el reposado método del ca-
rácter alemán y un prolijo estudio de los detalles.
Los oficiales del Estado Mayor, hombres incansa-
bles muchos de ellos, trabajan diez horas todos los
días. No reconocen en su cuerpo divergencias de doc-
trina ni variedades de opinión. Su evangelio militar
es el sistema de Clausewitz practicado y ampliado
por Moltke. Este sistema puede resumirse en los tres
puntos siguientes:
Antes de. la acción, envolver el frente del ejército
NO SB l'UUDB BSCKIHIK
Caricatura del «Klkcrikl» aludiendo á que el kaiser ata las manos á sus
oficiales para que no escriban, cuondo dcblon amordazarle á til para que
no hablase Inoportunamente.
360
VICENTE BLASCO 1BAÑE2
PALACIO IMPERIAL DB BBRLIN
alemán en una cortina de caballería, siempre en mo-
vimiento, que moleste y desoriente al enemigo, ocul-
tándole las evoluciones de las tropas alemanas.
Durante la acción, emplear la táctica tan preconi-
zada por los alemanes, de la ofensiva á toda costa, sin
reparar en las pérdidas, y cueste lo que cueste. La tác-
tica consiste casi siempre en servirse del centro como
punto fijo de apoyo, y avanzar las dos alas, á modo
de tentáculos, para que desborden al enemigo y se
cierren sobre él, oprimiéndolo en un circulo de hierro.
Después de la acción,
quebrantar y desmorali-
zar al enemigo en retira
da con ataques de caba-
llería en grandes masas y
mantener al mismo tiem-
po la cohesión entre los
diferentes cuerpos de ejér-
cito alemanes por medio
de la telegrafía sin hilos
y del teléfono.
Estas han sido, en resu-
men, las enseñanzas del
EstadoMayoralemán has-
ta poco antes de iniciarse
la guerra en 1914.
BIBLIOTECA NACIONAL
Luego las experiencias de la práctica han modifi-
cado en parte el sistema. Los ejércitos creados para
la ofensiva han tenido que enterrarse, abriendo trin-
cheras que son verdaderas poblaciones subterráneas.
Los progresos de la aviación han inutilizado casi por
completo la primera parte del sistema, pues los obser-
vadores aéreos pueden reconocer fácilmente los mo-
vimientos del enemigo más allá de la cortina de ca-
ballería que los encubre.
El Estado Mayor alemán ha producido excelentes
generales, pero ninguno
de ellos dispone de la au-
toridad victoriosa de un
]\[oltke. Tal vez infiuye en
esto la excesiva compe-
tencia de Guillermo II,
que sabe de todo y se
mezcla en todo. El viejo
(luíllermo I se limitó á
ser un soldiido, asistiendo
personalmente á las ope-
raciones de guerra de
su ejército y exponiendo
su Vida cuando lo consi-
deraba preciso. Pero con
una noción exacta de sus
HISTORIA DE LA ÜUEWftA tiURUPEA DE Í914
361
LA AVENIDA DE LOS TILOS (UNTBR DER LINDEN)
capacidades estratégicas, dejó siempre la dirección
de las operaciones á Moltke y otros generales.
Guillermo II, orador, músico, predicador, poeta,
pintor y cómico, considera como un delito de lesa
majestad que los alemanes duden de sus condiciones
de estratega.
— Es un buen coronel — decían del emperador antes
de la guerra sus amigos Íntimos — . Tiene ojo y auto-
ridad para conducir un regimiento. Sería también un
buen comandante de acorazado, porque siente gusto
por la marina y compren-
de la mecánica. Pero ¡Dios
nos libre de que se le ocu-
rra la idea de ser el pri-
mer general del Imperio!
Esta idea se le ha ocu-
rrido á (' uillermo II, como
era de esperar, no obstan
te haber demostrado en
todas las maniobras de su
ejército, durante varios
años, una incapacidad no-
toria.
El emperador, lo mismo
que su hijo el kronprintz,
es un aficionado románti-
^if<p»Piiüfilnn<»'a>ij«Wi»Trwii»!>-
KBLKVO 0B LA GUARDIA ES LA l'UBKTA DE ISKANDBNBURGO
co á las cargas furiosas y teatrales. Su placer es galo-
par á la cabeza de una masa de caballería, con la es-
pada desnuda, lo mismo que un burgrave de la Edad
Media, como si no hubiesen sido inventados el fusil
de repetición, la ametralladora y el cañón de tiro rá-
pido. Para él la guerra tiene el encanto literario de
una poesía caballeresca. Ve en ella el gesto teatral,
el uniforme brillante, el penacho, la embriaguez del
humo y de la gloria.
Hace quince años, en unas maniobras, Guillermo IT,
poniéndose al frente de
ocho regimientos de ca-
ballería, cargó con estré-
pito infernal contra una
colina fortificada y ocupa-
da por numerosas fuerzas
de infantería. Como éstas
tiraban con pólvora sola,
el kaiser, glorioso, se apo-
deró de la altura con la
mayor facilidad.
Acudió el viejo maris-
cal Von llaeseler, uno de
los veteranos de la Prusia
triunfadora, que por su
reconocida competencia
i6
362
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
era el arbitro de las maniobras,
y al ver al emperador enrojeci-
do y jadeante por la carga, res-
pirando orgullo y alegría, dejó
oir desdeñosamente su senten-
cia:
— En tiempo de paz puede ha-
cerse eso sin dificultad. En una
acción de guerra resulta más di-
fícil, pues no habría quedado
intacto un solo hombre de los
ocho regimientos.
El emperador no perdonó ja-
más estas palabras, y el glorio-
so veterano tuvo que pedir su
retiro.
Individuos notables del Estado
Mayor alemán han manifestado
repetidas veces, en momentos de indiscreción, el con-
cepto que les merece la sabiduría estratégica de su
soberano.
— En una batalla
— han dicho — dirigi-
da por el emperador,
no quedaría nadie
para enterrar á los
muertos.
BL KAISER CON LOS
DISTINTOS UNIFORMÉIS
MILITARES
De guardia de Corps
De húsar
De granadero
Los sub-oficiales
constituyen la clase
más apreciable del
ejército alemán, se-
gún la opinión de to-
dos los técnicos ex-
tranjeros que lo han
estudiado de cerca. De huiano
Estos subalternos, que
llevan muchos años de servicios y envejecen en los
cuarteles, son los que instruyen á los soldados y los
moldean en la rígida disciplina. Cuando llega la gue-
rra, ellos son los que con su audacia y el terror que
inspiran á sus hombres los hacen avanzar, á costa de
horribles carnicerías.
Representan en el ejército el
espíritu de tradición, la rutina
del oficio. Son de un porte mili-
tar impecable y conservan á los
soldados á merced de su puño de
hierro, moviéndolos lo mismo
que autómatas.
El oficial, como ya hemos di-
cho, vive lejos de los soldados,
que sólo lo ven raramente. El
sargento, en cambio, los tiene á
todas horas bajo su mirada au-
toritaria, siempre amenazante y
de mal humor, distribuyendo
De almirante pródigamente los castigos. «Hay
que haber asistido — dice el abate
Wetterlé, ex-diputado del Reichs-
tag — á los ejercicios de desarti-
culación que son necesarios para
que los reclutas del campo apren-
dan impecablemente el paso de
parada á la prusiana, para darse
cuenta de la escrupulosidad me-
ticulosa (lue pone el suboficial
en el cumplimiento de sus debe-
res profesionales. ¡Y qué preci-
sión la que obtiene en los movi-
mientos de conjunto, con sus
rugidos, sus injurias y los gol-
pes que reparte! Se enronquece,
se agita, suda á mares, hasta
que en toda la escuadra las piernas, los brazos, los
torsos, las nucas j' los fusiles quedan alineados como
á cordel, á pesar del movimiento de la marcha. La
obediencia pasiva, el automatismo absoluto, he aquí
lo que exige del sol-
dado sometido á su
educación, hasta que
consigue embrutecer-
lo completamente.
»Han causado sor-
presa las pérdidas
enormes sufridas por
el ejército alemán des-
de el principio de las
hostilidades (1914);
pérdidas ocasionadas
por la tenacidad en
no abandonar las for-
maciones en masa. Y
sin embargo, tenien-
do en cuenta los pro-
cedimientos de educación de los soldados alemanes,
esta táctica es justa y oportuna. El suboficial no ha
hecho nada para desarrollar en sus hombres el es-
píritu de iniciativa. Antes al contrario, se ha dedica-
do á destruirlo. Está seguro de obtener el máximo de
resultado siempre que pueda
ejercitar una acción directa so-
bre estos autómatas que tienen
la costumbre de dejarse condu-
cir como un vil rebaño. Descon-
fia con razón de gentes que sa-
ben dirigirse ellas mismas.»
El suboficial no puede alcan-
zar los grados superiores, y al
llegar á sargento mayor ve cor-
tada su carrera. Los tenientes
jóvenes que necesitan los con-
sejos de su experiencia lo tratan
con cierta consideración, pero
en general existe un obstáculo
inabordable entre los subalter- De dragón de la guardia
(Caricaturas de Carac d'Ache)
De general
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
363
BL KAISBR EN LAS MANIOBRAS DD OTOÑO
nos y la sagrada casta de los oficiales. El duro sar-
gento so consuela de su humillación sometiendo á los
soldados á las torturas de su mal humor. El Imperio
le promete, para cuando sea viejo y abandone el ser-
vicio, la compensa-
ción de un empleo se-
cundario en las ofici-
nas civiles. Mientras
permanece en el regi-
miento goza de un
sueldo suficiente y
puede casarse. Ade-
más los soldados, es-
pecialmente los reclu-
tas, para evitar las
consecuencias de su
enemistad le hacen
frecuentes regalos,
imponiéndose para
esto grandes privacio-
nes. Cuando sus fa-
milias les envían em-
butidos y otras delika-
tesse.i, entregan una
gran parte al sargento, pues en la virtuosa Alemania
la propina lo puede todo.
El ingreso más importante para el sub-oficial lo
representa el «voluntario de un año », hijo casi siem-
pre de una familia burguesa, que llega con el porta-
monedas repleto y se entera de los gustos y aficiones
del sargento. Cuando se muestra generoso obtiene
todos los permisos y se ve libre de todas las faenas
penosas. 8i se decide á regalar un piano á la «señora
sargenta», su año de servicio transcurre en una cal-
ma paradisiaca, sin incidente alguno. De aiiui (jue á
muchos voluntarios les cuesten los doce meses de per-
manencia en el cuartel de 6.000 á 10.000 marcos.
UN POKSTO DB OBSBRVACION
Con la tropa ordinaria, compuesta de campesinos,
obreros y empleados pobres, el sub-oficial desahoga
la cólera amasada por los desprecios (|ue llegan de lo
alto y las enojosas tareas de su grado. Estos subalter-
nos, endurecidos por la tradición y animados por la
impunidad, discurren las torturas más disparatadas
contra sus hombres. Las injurias groseras y los gol-
pes son incidentes ordinarios y sin importancia. Por
una falta insignificante ó por capricho, les hacen
guardar posturas violentas durante varias lloras, hasta
que caen desmayados. Otras veces les escupen den-
tro de la boca, les hacen limpiar el suelo con la len-
nr. KAISBR A CABALLO DIRIOIRNDO TNAS MANIOBRAS
364
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
LA aUARDIA. IMPERIAL CON UNIFORME DB GALA
gua Ó les obligan á beberse el contenido de un recep-
táculo infecto.
Con mucha frecuencia los periódicos democráticos
y los diputados socialistas del Reichstag han denun-
ciado á los sub-oficiales como autores de verdaderos
crímenes. Soldados que han muerto en el hospital á
consecuencia de heridas declaradas casuales, ó han
({uedado inútiles para siempre, fueron víctimas en
realidad de la furia homicida de un sub-ofícial. En la
mayor parte de los casos tales delitos han quedado
sin castigo. La victima, á impulsos del terror, no ha
querido hablar, y los testigos presenciales, por miedo
al sub-oflcial, han mentido y jurado en falso. La obe-
diencia pasiva y el respeto al superior son obstáculos
infranqueables con los que tropiezan los consejos de
guerra que de buena fe quieren esclarecer los hechos.
En una ocasión el tribunal militar se vio obligado á
infligir graves penas á una serie de testigos que ha-
bían jurado en falso para afírmar la inocencia de su
sargento, demostrándose poco después que éste era
autor de las numerosas heri-
das de uno de sus hombres.
El oficial no ve nunca las
penas degradantes y sangrien-
tas que el subalterno impone
á la tropa. La injuria, el palo,
el golpe y la sangre, forman
parte de una tradición glorio-
sa y respetable que proviene
del gran Federico y su padre
el rey-sargento. Impedir esto
equivale para ellos á falsear
los cimientos del ejército. El
oficial, cuando lo considera
necesario, emplea idénticos
medios. En tiempo de guerra
no marcha á la cabeza de sus
hombres, sino detrás de ellos,
con el revólver en la mano,
^mmmi^^^^^^^m''] pi'onto á abatir al primero que
^^F^S^^^^H dé señales de debilidad.
Este sistema de violencias
lia obligado á muchos oficiales
á cambiar de regimiento al
iniciarse la guerra, temiendo
lo que pudieran hacer sus
hombres, á pesar de una edu-
cación embrutecedora, al ver-
se en campo libre y con car-
tuchos de bala. Los sub-oficia-
les, que no pueden realizar
con igual facilidad estas per
mutas, han caído muchas ve-
ces bajo un proyectil que les
ha entrado por la espalda.
El sargento alemán, cuando
no emplea el palo por miedo
á las consecuencias, discurre
los castigos más grotescos y envilecedores. Al hom-
bre sometido á su cólera le dice en presencia de toda
la compañía:
— Tú eres un cochino. ¿Qué eres tú?... Responde.
Y como el buen militar alemán no debe permitirse
una opinión contraria á la del superior, el pobre repi-
te humildemente:
— Yo soy un cochino... Yo soy un cochino.
o
La obediencia servil, la humillación ante el supe-
rior, se extienden como algo precioso y fundamental
desde las últimas filas á los puestos más elevados del
ejército. El soldado teme los golpes del sargento; éste
se encoge medroso ante la altivez de los oficiales; los
oficiales viven encasillados en diversas categorías de
nacimiento y de fortuna, humillándose unos á otros,
y los brillantes generales del Estado Mayor se esfuer-
zan por conservar á costa de adulaciones el afecto del
soberano.
Generalmente la profesión de oficial sólo es acce-
SBRVICIO TBLBFONIOO DB CAMPANA
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 19l4
365
sible en Alemania al que dis-
pone de cierta fortuna. Los
sueldos sólo bastan para cu-
brir una mitad de los gastos.
Por esto el gobierno exige que
todo candidato á la carrera
militar pruebe antes que su
familia se halla en estado de
darle una pensión supletoria
todos los meses.
Tres cosas debe probar el
joven alemán que aspira á ser
oficial y vestir «el traje del
rey», como dicen en Pruaia.
Primeramente debe presentar
un certificado de sus estudios
en el Liceo, que equivalen á
nuestro bachillerato. Este tes-
timonio de cultura científica
es el de menos importancia. Después debe probar,
como ya hemos dicho, que su familia puede darle una
pensión. Con esto entra en clase de aspirante en un
regimiento escogido por él, y cuyo coronel se digna
admitirlo. Durante cinco meses vive como un simple
soldado, á no ser que proceda de la Escuela de cade-
tes, en cuyo caso es nombrado inmediatamente sub-
oficial. Después de los cinco meses, si tiene buenas
notas recibe el titulo de fahenrich, ó sea porta-espada,
y pasa á la Escuela de Guerra, donde en ocho meses
nada más le enseñan los elementos de táctica militar,
topografía, fortificaciones, condiciones generales del
servicio, código militar y administración del ejército.
Lo único que con predilección le inculca esta ense-
ñanza es el espíritu militar, insistiendo especialmente
en las reglas de relación entre los oficiales y las ideas
del honor y del deber. Cuando sale de la Escuela de
Guerra vuelve al regimiento, y el coronel lo presenta
UNA QRAN PARADA
EEi KAISER Y SUS HIJOS
á sus futuros compañeros, que forman una especie de
tribunal. 8i lo desechan por motivos individuales ó de
familia, su carrera está terminada y sus estudios re-
sultan inútiles. Si el regimiento lo acepta envía el
acta de la votación al emperador, .'-^ólo después de
esta tercera prueba el soberano le concede el nom-
bramiento de oficial. Cuando el candidato procede de
la clase selekfa, ó sea de la Escuela de cadetes, en la
que reciben su educación los hijos de militares y altos
funcionarios, no necesita pasar por la formalidad del
voto de los compañeros, y recibe el nombramiento
directo del emperador.
Si los aspirantes á oficiales pertenecen á la aristo-
cracia, solicitan la admisión en los mismos regimien-
tos donde sirvieron sus padres y sus abuelos y que co-
nocen de antiguo su nombre. Los regimientos de la
Guardia son los más buscados, porque tienen su resi-
dencia en Berlín y ofrecen ocasiones de aproximarse
al emperador y los mariscales.
Todo individuo de la aris-
tocracia prusiana cree nece-
sario pasar la juventud en el
ejército activo, aunque des-
pués, al casarse ó al heredar
la fortuna paternal, abandone
el regimiento, figurando en la
reserva. La altiva clase de los
junquera ó señorea del campo,
llamados por los franceses
hoberati.v, proporciona los ofi-
ciales de corte y de los regi-
mientos escogidos. Estos hidal-
gos orgullosos, que dominan
socialmente la vida de Prusia
y han extendido su influencia
á toda Alemania, viven en
general con dificultad del pro-
ducto de sus tierras, agobia-
dos de deudas, envidiándose
366
VICENTE BLASCO ÍBANEZ
■ ;-s*«5*-. ;:'M!
LAS MANIOBRAS
El campo de Tempelhof, á las puertas de Berlín, donde pueden evolucionar 20.000 hombres
entre ellos y guardando el mismo espíritu de la época
feudal. El único porvenir de sus hijos es el ejército,
que reserva todos sus honores y favores á la clase
aristocrática.
La burguesía enriquecida tiene como primera as-
piración el casar á sus hijas con estos nobles arruina-
dos, llenos de galones y penachos. El oficial lo es todo
en la vida alemana. En las ceremonias oficíales el te-
niente marcha delante de las autoridades civiles más
altas. En el acto de la apertura del Reichstag todo
diputado que tiene un uniforme de la reserva se lo
pone, aunque esto dé un porte ridículo á su desbor-
dante persona. El mismo Bismarck, que sólo había
sido militar por unos meses en su juventud, procu-
raba presentarse siempre con uniforme de general
para no tener el aire de un simple abogado ante los
individuos del Parlamento.
Los tenientes de origen noble represen-
tan el 30 por 100 de la oficialidad alema
na. A igual clase pertenecen el 40 por 100
de los coroneles, el 50 por 100 de los ge-
nerales de brigada y el 70 por 100 de los
generales de división. De los generales en
jefe no hay uno solo que no sea noble. Von
Kluck, que procede de una familia humil-
de del campo, no pudo alcanzar los últi-
mos grados hasta que el emperador le
concedió un título de nobleza.
Todos los mayorazgos de la aristocracia
prusiana entran en la caballería de la
Guardia, donde sirven al lado de los hijos
y parientes de los pequeños soberanos
alemanes. Los hijos del rey de Prusía son tenientes
en el I."'' regimiento de la Guardia, de guarnición en
Postdam, que sólo se compone de oficiales nobles.
En algunos regimientos cuya oficialidad procede
de las ricas provincias del Rhin, los hijos de los opu-
lentos industriales se confunden con los de los propie-
tarios aristócratas. Ciertos cuerpos en los (|ue predo-
minan los herederos de los grandes fabricantes son
objeto de burla por parte de los oficiales nobles. El
7." de huíanos está compuesto de oficiales de dicha
procedencia, y en Berlín dicen al hablar de él: «Cada
uno de sus tenientes representa diez chimeneas que
echan humo.»
Como el oficial debe escoger su regimiento, some-
tiéndose á la aprobación de los compañeros, ([ue pue-
den admitirlo ó desecharlo, ciertos cuerpos mantienen
BL KAISBR COK SU BSTADO MAYOR BN LAS MANIOBRAS
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
367
un espíritu rabiosamente exclusivista, dando entrada
solamente á los de reconocida nobleza. El emperador,
para hacerse simpático á la burguesía, dispuso que
en algunos regimientos de su Guardia pudiese ingre-
sar un número determinado de oficiales sin título no-
biliario. Los militares de corte llamaron desdeñosa-
mente á estos oficiales de la Concesión Schuitze, lo tjue
equivale en nuestra lengua á «concesión de los Pérez
ó los López». Al poco tiempo éstos se retiraron volun-
tariamente de los cuerpos de la Guardia, descorazona-
dos al verse solos entre sus orgullosos camaradas.
En los regimientos de artillería é ingenieros la
instrucción de los oficiales es muy superior á la de
los (|ue pertenecen á otras armas. Sin embargo, el
prestigio, el res-
peto y la gloria
son para la ca-
ballería, donde
figuran los ofi-
ciales más aris-
tocráticos, vis-
tosos é ignoran-
tes. Dentro de la
caballería exis-
ten gradaciones
de considera-
ción, figurando
á la cabeza los
regimientos ca-
ros. Para ser ofi-
cial de los cora-
ceros de la Guar-
dia hay que dis-
poner de una
renta mínima de
20.000 marcos al
año, sin la cual
resulta imposi-
ble alternar con los compañeros de cuerpo. Los hú-
sares, los huíanos y los dragones de la Guardia exigen
gastos semejantes. Como regla general, un teniente
de los cuerpos escogidos destina el sueldo para el
pago de sus botas, y á veces no le basta.
Todos ellos deben poseer varios uniformes y cas-
cos, en flamante estado, para las paradas y bailes de
la corte. Además tienen que corresponder á nume-
rosas invitaciones y festejar con banquetes á los ca-
maradas que ingresan en el cuerpo, (lue se van de él
ó (jue están de paso. Sólo pueden entrar en los restau-
rants lujosos y ocupar en los teatros asientos de pre-
ferencia. Les está prohibido subir en los ómnibus y
viajar en los trenes en una clase inferior. (Juando dan
propinas, éstas son superiores á las de los paisanos,
para marcar con tal generosidad la diferencia de ca-
tegorías. Tan cuantiosos y crecientes son sus gastos,
que el rey de Prusia, sobre su fortuna particular, sirve
pensiones secretas á los oficiales de la nobleza reco-
nocidamente pobres.
BL PASO DE UN RIO
Soldados de caballería y de infantería atravesando un río en una barca, llevando de las riendas
á los caballos que van á nado
Guillermo II, veleidoso é incoherente, clama mu-
chas veces contra los gastos exagerados de sus oficia-
les; pero á continuación se hace invitar por ellos á
sus comidas de cuerpo, lo (jue les obliga á cuantiosos
desembolsos, ó reforma sus uniformes con una fre-
cuencia desesperante. El emperador artista ha cam-
biado durante su reinado los modelos de los unifor-
mes ocho veces más que sus predecesores durante
60 años.
En los cuerpos que no son de oficialidad noble, los
gastos resultan igualmente exorbitantes. A ningún
oficial le basta la renta de 200 marcos al mes con que
debe contar además de su sueldo. De aquí las deudas,
los expedientes complicados para adquirir dinero, las
luchas entre ca-
maradas, los de-
safios y los sui-
cidios.
El suicidio es
un accidente or-
dinario en el
ejército alemán.
Algunos años ha
llegado á tomar
proporciones
alarmantes.
El oficial se
suicida cuando
por asuntos de
dinero se ve com-
prometido en
algo vergonzoso
y teme el juicio
inexorable de
sus compañeros
de cuerpo. Pero
es especialmente en la clase de tropa donde el suici-
dio produce mayores estragos.
Ya hemos dicho de qué modo brutal tratan los sub-
oficiales á los reclutas.
— Hay que educarlos como á los caballos — dicen los
sargentos alemanes — . No hay que permitir á las bes-
tias ni á los hombres que tomen malas costumbres.
Y consecuentes con esta doctrina, añaden á las
penas corporales que hemos descrito otras no menos
terribles, obligando á los soldados á trotar horas ente-
ras hasta (|ue caen exánimes; á descender en camisa
durante las noches de invierno al patio del cuartel
cubierto de nieve; á hacer el ejercicio ante una es-
tufa, al rojo blanco, hasta que se desploman medio
asfixiados.
Muchos no ven otro recurso para librarse de estos
tormentos que tomar el fusil en el armero, colocarse
el cañón en la boca y oprimir el gatillo con un pie.
Los (jue están en las guarniciones inmediatas á la
frontera apelan á la deserción.
366
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
LA PRIM81RA LECCIÓN IjBL PASO DE GANSO
(Caricatura del Sketch)
El ejército alemán es de todos los ejércitos el que
conoce con más frecuencia la fuga de sus soldados.
De cada 100 deserciones que ocurren en Europa, 6 co-
rresponden al ejército francés, 15 al italiano, 17 al
austro-húngaro y 62 al alemán.
Casi todas las violencias que sufren los reclutas
son motivadas por la dificultad que muestran en apren-
der el famoso paso de parada inventado por el rey-
sargento y que el vulgo designa con el burlesco nom-
bre de «paso de ganso», pues imita la marcha de este
animal tan amado por los alemanes. «Este paso — dice
Iluret al describir la vida militar de Alemania — con-
siste en que los soldados, en vez de marchar simple-
mente como lo hacemos todos, proyectan enérgica-
mente la pierna, derecha y rígida, todo lo que pueden
hacia adelante, con el busto estirado, los brazos pe-
gados al cuerpo, y la dejan caer después, siempre
tendida, golpeando el suelo con la mayor fuerza po-
sible, mientras avanzan en linea, como autómatas
grotescos. Los soldados alemanes toman este paso en
loa desfiles ó simplemente en la calle cada vez que
van con el fusil y encuentran á un oficial. Este espec-
táculo produce una impresión penosa. El hombre visto
de tal modo no tiene nada de humano y resulta in-
conscientemente su propia caricatura. Hay en esta
marcha una especie de degradación que repugna á
nuestra sensibilidad de seres libres. Tal ejercicio sólo
podia ser inventado por un déspota brutal que consi-
deró los hombres como máquinas de obediencia. Los
alemanes no comprenden la impresión que sentimos
los extranjeros, pero muchos oficiales opinan que debe
suprimirse esta gimnástica, humillante y ridicula.»
El pueblo alemán, educado por el militarismo, ape-
nas si se conmueve ante las brutalidades de la ense-
ñanza en el cuartel. Acepta la insolencia del oficial y
siente una veneración casi religiosa ante su uniforme.
Este sentimiento domina á todos los otros en el alma
alemana contemporánea. La nación es más militaris-
ta aún que el militar. Escuelas y Universidades pro-
pagan el respeto y la admiración al ejército, basando
la grandeza de Alemania en la fuerza de las armas.
El profesor germánico, pacifico hombre de estudios,
de vida sedentaria, se muestra tan belicoso y amigo
de la violencia como el teniente más irrefiexivo. Los
alumnos en las escuelas tienen que cuadrarse lo mis-
mo que los reclutas cada vez (jue el maestro les dirige
la palabra. Los burgueses, después que realizan una
pequeña fortuna, buscan casar á sus hijas con oficia-
les de carrera y conseguir que sus hijos sean oficiales
de la reserva. Todos aspiran á poseer un uniforme ó
una insignia militar.
— Vivimos en un siglo de oficiales de reserva — dijo
un dia el socialista Bebel en el Reichstag.
Y los que no pueden ser de la reserva se inscriben
en las sociedades para el fomento de la Marina y del
Ejército, ó figuran en los belicosos clubs del partido
pargermanista.
La masa popular siente igualmente entusiasmo
por las organizaciones de guerra.
El socialismo alemán, materialista y positivo, que
desconoce los ideales generosos de sus camaradas de
otros países, acepta con el mismo entusiasmo que los
burgueses la servidumbre militar. Sus periódicos y
sus oradores se han quejado en muchas ocasiones de
las demasías de los oficiales, pero en el fondo, la masa
popular que los sigue participa del fetichismo guerre-
ro del resto del
país. Los obre-
ros se acuerdan
con placer del
regimiento y sin
amargura de las
violencias sufri-
das en el cuar-
tel. Por orgullo
nacionalista ad-
miran á sus an-
tiguos oficiales,
teniéndolos por
superiores á los
de otros países.
Kecibieron de
ellos injurias y
golpes, pero esto
no tiene impor-
tancia en la vida ^^ KAISER QUIBRH IMPONER Á LA CIVI-
deunalemánque lización bl paso db ganso
desde los prime- (Caricatura del Dailij Vhronicle)
HISTORIA DE LA GUCkRA íiUíiOPííh í-tí 19M
¿69
TALLERES DK MONTAJE Y TORNflADO DB CANONBS KN LA CASA KKUPP
ros años se acostumbra á los castigos de la escuela.
Su fotografía con uniforme la guardan en su casa en
lugar preferente, como un título de gloria.
Sólo así se comprende la conducta del socialismo
germánico en la presente guerra. Según muchos ofi-
ciales, el recluta socialista es el que mejor se pliega á
la disciplina del cuartel.
Llega preparado por la disciplina de su parti-
do, que tiene una organización estrecha y una di-
rección férrea, iguales á las del ejército.
El Estado alemán posee numerosas ma-
nufacturas de armas. En Spandau (Prusia)
se fabrican cañones, proyectiles, pólvo-
ras y cartuchos: en Ingolstandt 'Baviera),
Siegburgo y Dresde, proyectiles; en
Erfurt, Amberg y Solingen, armas blan-
cas; en Suhl y Sommerda, revólvers. La
fábrica de Lowen (Berlín) produce pól-
voras.
Pero estas manufacturas oficiales pier-
den su importancia al ser comparadas con
un establecimiento particular, el de la
casa Krupp, que instaló primeramente
sus talleres en Essen, cerca de Duseldorf,
y ha ido ensanchando su acción con nue-
vas y gigantescas fábricas.
Tres generaciones de Krupp han realizado esta
obra industrial, conocida en el mundo entero. El fun-
dador de la dinastía, Federico Krupp, nacido en 1787,
fué un humilde cuchillero que estableció un pequeño
taller en 1810, con sólo cuatro trabajadores, dedicán-
dose al estudio de la fundición del acero. En 1812
tuvo un hijo, Alfredo, que resultó el verdadero autor
de la fortuna y el renombre de la familia. Al morir el
padre en 1826, Alfredo Krupp, que sólo tenia 14 años,
TORNO PARA LA CONSTRUCCIÓN DB TORRES BLINDADAS
370
VICENTE BLASCO ÍBAÑEZ
TALLBRB8 MECÁNICOS DB LA CASA KRUPP
heredó junto con el modesto taller el secreto de la
fundición del acero, que Federico había encontrado
después de largos y penosos ensayos.
El joven dedicó su vida entera á la práctica y des-
envolvimiento del secreto, ensanchando sus trabajos y
sus talleres con una audacia afortunada. A no ser por
el decidido apoyo que le prestaron los bancos alema-
nes y el gobierno de Prusia, Alfredo Krupp se habria
MONTAJE DK TORRKS BLINDADAS
declarado en quiebra muchas veces. En 1847 tenía 100
obreros á sus órdenes, y expuso su primer cañón de
acero fundido para proyectiles de tres libras. En la
Exposición de Londres de 1861, presentó un bloque
de acero fundido de 2.000 kilos, lo que resultaba
prodigioso para la industria de entonces. Diez años
después empleaba 2.000 obreros y podía exhibir un
bloque de 62.000 kilos. En 1902 llegó á fundir un
bloque de 80.000 kilos y exhibió una placa de blin-
daje, la más grande que se ha laminado nunca, con
un peso de 106.000 kilos.
El taller de cuatro
obreros dirigido por el
fundador de la casa, se
había convertido un siglo
después en una ciudad
industrial, con 58.000
empleados divididos de
este modo: 53.000 fundi-
dores y mineros y 5.000
ingenieros y oficinistas.
Teniendo en cuenta que
muchos de ellos son casa-
dos, resulta que '250.000
personas viven de los sa-
larios de la casa Krupp.
Este enorme estable-
cimiento posee en Essen
las principales fundicio-
nes de acero y valiosas
minas de carbón. Tiene
además enKheinhausen,
en Magdeburgo y en
Annen fundiciones de acero y altos hornos y en la
bahía de Kiel los astilleros «Germania». La principal
fuerza productora está concentrada en los talleres de
Essen, que ocupan unas -100 hectáreas; 20.000 caba-
llos de vapor mueven 4.50 máquinas y ÜO martillos-
pilones de un peso de 50.000 á 100.000 kilogramos.
Hay además 1.500 hornos y 1.600 máquinas de mol-
dear, pulir, etc. Un ferrocarril rodea la extensa fá-
brica y penetra por vías secundarias en los princi-
pales talleres, llevando sus férreos productos á la
estación de Borbeck en la gran línea de Colonia. Cien
locomotoras pertenecientes á la casa Krupp y más de
un millar de vagones aseguran el servicio.
Essen es una ciudad de hollín y de humo donde
suena durante el día un ruido ensordecedor. Julio
Verne la tomó como modelo para una de sus últi-
mas novelas.
Alfredo Krupp,
llamado el «rey
de los caño-
nes», tuvo la
suerte de en-
contrar en las
cercanías de su
fábrica unas
minas de car-
bón que dan el
combustible
más propio
para la meta-
lurgia de to-
da Alemania.
Ademáslacasa
Krupp ha ad-
({uirido gran- alfrbdo krupp
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
371
des yacimientos de mi-
neral en diversas regio-
nes de Alemania y hasta
en España. Fabrica ca-
ñones de todas clases y
calibres, siendo este pro-
ducto la especialidad del
establecimiento, que le
ha proporcionado un re-
nombre universal. En
ciertos momentos sus ta-
lleres han llegado á fa-
bricar á la vez 150 ca-
ñones, algunos de ellos
de 13.000 kilogramos de
peso, que cuestan 100.000
francos la pieza. Ade-
más produce placas de
blindaje, ruedas de va-
gones y muchos útiles
para la industria.
Existen en Europacen-
tros productores más
grandes é importantes, pero son obríis del esfuerzo y
el capital de sociedades anónimas. Essen pertenece á
la familia Krupp en su mayor parte, y por esto figura
á la cabeza de los establecimientos que dependen de
una sola persona.
El edificio más hermoso de Essen es un hotel con
salones de ostentoso confort y risueños jardines, que
hacen de él un poético oasis en medio del ambiente
ensordecedor y sombrío de la ciudad industrial. En
este hotel no se admiten viajeros, pues lo reserva
Krupp para los representantes y comisionados de las
naciones tiue le encargan material de guerra. El hotel
está siempre lleno, y militares de naciones diversas
y á veces enemigas viven juntos en un gran lujo pa-
gado por la casa Krupp mientras se fabrican los ca-
ñones cuya fundición deben vigilar. Turcos, búlgaros,
servios, chi-
nos, japoneses
y americanos
de las repúbli-
cas latinas son
los huéspedes
habituales del
Hotel Krupp.
Algunos per-
manecen en
Essen dos años
ó más esperan-
do que termine
la fabricación
encargada por
sus paises y
quedeben acep-
tar ellos como
FEDERICO KRUPP tócnlcos. La
CIZALLA RLKUTRICA PARA CORTAR PLANCHAS DK BLINDAJE
generosa casa acude á la amplia satisfacción de todas
sus necesidades y procura evitar el aburrimiento de
una larga permanencia en Essen enviándolos á sus
expensas á dar un paseo por París y Londres.
Alfredo Krupp, el verdadero autor de la prosperi-
dad del establecimiento, murió en 1887, sucediéndole
su hijo Federico, último de la dinastía. Fué éste un
hombre de gustos tran(|UÍlos y poco aficionado á la
UNA SBCCIÓN DR MÁQUINAS
industria. Sus estudios preferidos eran la geología y
la zoología. Amaba la Naturaleza y sentía horror
ante el cíelo sombrío de Essen, sus nubes de humo
y su estrépito ensordecedor. Por esto pasó casi toda
su vida bajo el cíelo de Italia, en las islas risueñas
del golfo de Ñapóles, habitadas en otros tiempos por
los Cesares de la decadencia romana. Los socialistas
de Berlín dijeron de él (¡ue participaba de los mismos
gustos antinaturales de estos personajes monstruosos,
y á semejanza de Tiberio vivía en la isla de Capri
372
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
FUNDICIÓN DB BLOQUES DB AOBRO BN L4 CASA KRDPP
con una corte de efebos. Estas denuncias amargaron
los postreros dias del último de los Krupp, acelerando
su muerte. Muchos de sus amigos han intentado de-
mostrar la falsedad de tales acusaciones. De todos
modos, Federico Krupp era una especie de sabio, que
por sus gustos sencillos pareció retroceder á los orí-
genes modestos de su familia. Mostró ideas sociales
muy avanzadas, soñando con reconstituir la organi-
EL MARTILLO-PILON
zaeión económica de sus talleres para dar una parti-
cipación directa á los obreros. Pero los rumores es-
candalosos é infames sobre su condusta acabaron por
sumirlo en la misantropía, huyendo del trato de las
gentes.
La importancia de la casa Krupp disminuyó du-
rante el periodo de su apática dirección; pero aun así,
á la hora de su muerte el producto neto del estableci-
miento representaba una renta anual de
12 millones de marcos: un millón por mes.
La gran habilidad de su padre Alfredo
Krupp fué rodearse de ingenieros de méri-
to, tanto alemanes como extranjeros, bri-
llante cuerpo de técnicos autor de la im-
portancia de la casa y que todavía la sos-
tiene. Con la muerte de Federico se ha
extinguido la descendencia directa de los
Krupp. Éste dejó dos hijas, Berta y Bár-
bara, poseedoras de la mayor parte de
las acciones del famoso establecimiento.
El matrimonio de las dos jóvenes casi
ha revestido la importancia de un nego-
cio de Estado, interviniendo directamen-
te Guillermo II en la designación de los
esposos.
El emperador — según las murmuracio-
nes de muchos — posee una parte de las
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
373
LAMINADOR DB PLANCHAS DB BLINDAJB
acciones de la casa Krupp, lo que le hace sentir un
interés personal por la buena marcha de sus negocios.
Hace pocos años, al descubrirse que dicho estableci-
miento sobornaba á los militares alemanes en las re-
mesas de armas, se produjo grande escándalo, y el
prestigio de Guillermo II sufrió algo con esto. Algu-
nos acusados declararon haber aceptado las propinas,
sin escrúpulo alguno, por creerlas procedentes del
emperador, accionista de la casa.
Un interés nacional hizo que los alema-
nes se preocupasen del matrimonio de las
dos princesas del acero. Había que casar-
las con buenos patriotas, entusiastas del
Imperio, para que el gran establecimiento
no pasase á manos de extranjeros.
El emperador designó á dos liombres
de su corte como maridos de las hijas de
Krupp y poseedores de sus enormes for-
tunas. La mayor, Berta, que es la más
popular, se casó con el barón de Bohlen-
Halback, que ha tomado la dirección del
establecimiento. Pero éste ya no parece
animado por el espiritu emprendedor y
audaz de Alfredo, el «rey de los cañones»,
y según se dice, empieza á mostrar cierta
decadencia.
Sin embargo, las fundiciones de Krupp
acaban de obtener un honor extraordinario con mo-
tivo de la fabricación de sus morteros de 420. Una
Universidad alemana ha manifestado su entusiasmo
por dicha obra, confiriendo al marido de Berta, ca-
beza visible de la firma Krupp, el titulo de ¡doctor
en Derecho!
La sabia Alemania es un pais de iniciativas ex-
travagantes cuando desea glorificar la fuerza.
TALLER DB PERFORADO
374
VICENTE BLASCO IBANEZ
IX
El espionaje alemán
Tiene tanta importancia el espionaje en la organi-
zación defensiva y ofensiva del Imperio alemán, que
muchos lo titulan la «sexta arma», colocándolo mili-
tarmente á continuación de las cuatro armas que
constituyen un ejército y de la (juinta, de origen re-
ciente, que es la aviación.
La «sexta arma» representa para sus individuos
BL BSPIOMAJB ALBHÁK BN FRANCIA
una profesión honorable. Tiene sus héroes glorificados
por el entusiasmo patriótico. Su organizador fué el
célebre policía Stieber, del que hablaremos más ade-
lante, personaje de malos antecedentes, que casi llegó
á conseguir la gloria de un Bismarck ó de un Moltke.
Esta popularidad del polizonte organizador del es-
pionaje, se explica teniendo en cuenta el carácter
prusiano, dispuesto por instinto á la vigilancia y la
delación.
El espionaje de los alemanes es algo tradicional y
figura en su historia casi al mismo nivel que los actos
heroicos de sus guerreros.
Federico II se burló siempre con su frío escepti-
cismo de la caballerosidad y confianza de los maris-
cales franceses, grandes señores empolvados, perfu-
mados y heroicos, que llevaban á los campamentos
las costumbres palaciegas de Versalles. El mariscal de
Subise, protegido de la Pompadour, le hizo reir mu-
chas veces en el curso de la guerra de los Siete Años.
— ¡Ese Subise valeroso é imprevisor! — decía Fede-
rico— . Tiene veinte cocineros y un solo espía. Yo
tengo doscientos espías y un solo cocinero.
Desde los tiempos del Gran Capitán prusiano, el
espionaje de los alemanes ha progresado tanto ó más
que las piezas de artillería. Hoy el kaiser no tiene
doscientos espías, ni doscientos mil; son millones, son
toda Alemania, pues no hay en ella un solo individuo
que no esté dispuesto por impulso natural á cumplir
esta triste función. Repitiendo la conocida frase sobre
el ruso que lleva un cosaco dentro de él, puede decir-
se del buen germano.
— Rascad al alemán y encontraréis el espía.
Es indiscutible que muchos
no lo son. Un país no puede
ni necesita dedicar todos sus
habitantes al espionaje. Ade-
más, no siempre se ofrece la
oportunidad de averiguar se-
cretos para transmitirlos á
las autoridades nacionales.
Pero que el azar haga saber
á un alemán en tierra extran-
jera algo que considera im-
portante para su país, y conti-
nuará las averiguaciones has-
ta entregar el secreto á su
gobierno
Todos los alemanes no son
espías; pero en cada alemán
hay un espía ([ue duerme, y
sólo necesita la ocasión para
despertar y ponerse al tra-
bajo.
Es algo que está en su carác-
ter fundamentalmente; una
tendencia que surge en él ape-
nas tiene uso de razón, y per-
dura á través de las diferen-
cias educativas y de estado social.
Hay que decir en su honor ([ue el espionaje no lo
considera como una función deshonrosa. Le inculca-
ron hace dos siglos que este es un modo de servir á la
patria tan noble y digno como empuñar las armas, y
se lanza á ser espía con igual entusiasmo que si em-
prendiese el camino de la gloria.
Cada agrupación étnica tiene su moral, su alma,
sus escrúpulos. Nosotros, los llamados latinos, lleva-
mos el fardo de una porción de preocupaciones y deli-
cadezas espirituales que no conocen los buenos ger-
manos, y sí alguna vez tropiezan con ellas, provocan
su risa como algo arcaico é inútil.
Nosotros creemos en el honor sin interés alguno,
en el honor generoso que impone sacrificios, creemos
en el carácter sagrado de la palabra empeñada, en el
derecho á la libertad y á la independencia (|ue tiene el
débil lo mismo (jue el fuerte, enlanecesidadde quesub-
sistan debajo del sol los pequeños pueblos así como los
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
375
grandes, del mismo modo (jue en la vida humana res-
piran igualmente los iletrados y los inteligentes, los
feos y los hermosos, los ricos y los pobres. Tenemos el
sentimiento de la mesura, de la armenia, del equili-
brio, facultad que aun no poseen ciertos países recién
salidos de la barbarie, que todo lo ven con retinas de
brutal exageración: «Kolossal, Kolossal.» Sabemos
que hasta las ideas más santas deben estar limitadas
por las exigencias del honor y de la propia dignidad.
Amamos la patria, estamos dispuestos á dar por
ella «vida y hacienda», como el pundonoroso alcalde
del drama de Calderón; pero nos reservamos la inte-
gridad y pureza del honor, «que es patrimonio del
alma... y el alma sólo es de Dios».
Tomaríamos un fusil para defender nuestra tierra,
aunque la lucha anunciase un seguro fracaso; pero
nos indignaríamos si alguien nos propusiese servirla
como espías, oficio bajo
y degradante.
Alemania piensa de
distinto modo. Su psico-
logía es otra, y satisfecha
de ella quisiera impo-
nerla á los demás pue-
blos, que considera co-
rrompidos por los refina-
mientos de una vieja
civilización. La moral
alemana (no la de la
Alemania de Kant, sino
la del Imperio de Gui-
llermo II) considera que
las cosas más respeta-
bles para nosotros no son
más que «palabras», que
un tratado es un «peda-
zo de papel', un jura-
mento empeñado una obligación momentánea que
puede dejar de cumplirse si asi conviene, y el ejer-
cicio del espionaje la mejor ocupación de un buen
patriota.
Príncipes de casas reinantes de Alemania se ala-
ban de haber hecho viajes á los países vecinos, abu-
sando de su hospitalidad, sólo por averiguar secretos.
Damas germánicas de alta posición aprovechan todos
los medios, hasta el del amor, para adquirir noti-
cias que interesan á su país.
El ejemplo viene de arriba en este pueblo regi-
mentado con arreglo á una férrea gradación de castas.
¿Qué no harán, si se ofrece ocasión, el tendero en-
riquecido, la burguesa ansiosa de distinciones, el
pequeño comerciante, el comisionista, todos los que
desean imitar á las clases superiores y ven un medio
de ennoblecimiento en el trabajo del espía?
Existe un espionaje obligatorio del que nada pue-
de decirse mientras perdure la guerra con sus astu-
DNA CRIADA DE HOTBL
Espía alemana que registra el equi-
paje de los viajeros
UN VIAJERO BLKGANTE BN LOS BaLBVARBS
ÜB PARÍS
La sombra revela que es un espía alemán
cias y embos-
cadas. Es el de
los militares.
El soldado debe
obediencia á
sus superiores,
y si éstos le or-
denan una ave-
riguación en
país enemigo,
la cumplirá in-
mediatamente
por honor pro-
fesional. Todos
los ejércitos del
mundo impo-
nen tal servi-
cio.
Todoslospue-
blos en guerra
tienen igual
mente espías
civiles, pero
son individuos
de la más baja
especie moral,
que no hacen
gala de sus trabajos, antes bien, los disimulan como
algo vergonzoso.
Alemania es el único pais del mundo donde el es
pionaje se aprecia como una gloria, como un servi-
cio patriótico semejante al servicio militar obligato-
rio, pero más extenso, pues comprende á mujeres y
niños.
Antes de que en la guerra actual el Imperio de
Alemania atrepellase á Bélgica con su inaudita inva-
sión, todos los alemanes residentes en el reino belga,
que eran centenares de miles, recibieron de sus cón-
sules un cuestionario secreto para que lo llenasen,
revelando las
particularida-
des de los pue-
blos en que vi-
vían.
Los espías
obligatorios di-
cen lo que sa-
ben y lo que
pueden ver, que
muchas veces
no es gran co-
sa. Los espías
«de carrera»,
los ilustrados
que se mueven
en un plano su-
perior, reciben
la ayuda de la
UN MOZO DB CAFl,
Espía alemán escuchando las conversaciones
de los mliilares
(Del folleto fraiici's «Cñnio estaba
orgauizado ol espiouajo alemáu>j
376
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
BL BSPIONAJB ALEMÁN PREPARANDO LOS TRABAJOS DB LA ARTrLLBEÍA
(Fot. Meurisse)
Casa de un espía alemán en la Panne (Bélgica), sobre una plataforma de cemento que pudiese servir de emplazamiento á un cañón
de gran calibre, una vez derribada la casa. Para destruirla se necesitaron más de cinco cariuchos de dinamita
industria y el comercio de su país establecidos en el
extranjero.
La guerra actual ha revelado en muchos pueblos de
Bélgica y Francia la solidez y arraigo del espionaje.
Al entrar las columnas alemanas
en una población, sus jefes estaban
tan enterados como la autoridad
municipal de todos sus recursos.
Era inútil negar la existencia de
caballos, víveres y dinero. El inva-
sor sabia dónde estaba cada cosa^
como si tuviese un inventario en
la mano. Luego los notables del
pueblo, al recibir el cariñoso salu-
do de un alemán uniformado, lo
reconocían con asombro. Era mon-
sieur Fritz ó monsieur Franz, un
ingeniero que había vivido años
enteros en la población, trabajan-
do en una fábrica; un tendero de
bisutería barata, ó un simple ren-
tista establecido en tierra extran-
jera porque el clima le era más
grato que el de su país. Todos bue-
nas personas, que hacían reír con
la simplicidad de sus cuentos y chis-
tes, mientras se enteraban inocen-
temente de las particularidades de
la región.
En otros lugares Franz y Fritz habían acabado
por ser de la tierra casándose en el pueblo y cambian-
do de nacionalidad. Hasta se ha dado el caso de que
llegaron á concejales en su segunda patria, aspirando
Clialet elegante construido por los espías alemanes en las inmediaciones de una forliflcación fran-
cesa. El chalet está sobre una sólida plataforma de cemento. Cuando estalla la guerra y avanzan
los Invasores, éstos destruyen la casa y encuentran lista la plataforma para la colocación de
los grandes morteros, que exigen un fuerte basamento.
EN Bl
Dibujo de Federico Villiers, de «The llluslraled London News»
Un convoy de municiones para los aliados, avanzairii
,GICA
b hacia Iprés bajo el fuego de la artillería alemana
HISTORIA DE LA GUtiíiUA EUROPEA DE 1914
377
RUINAS DB LA CASA DBL BSPÍA ALBMÁN VISTAS DBSDB BL OTRO LADO
(Fot. Meurisse)
al primer puesto municipal. Desaparecidos poco antes
de la invasión, volvieron al frente de ella, «ilustran-
do» con sus conocimientos á los jefes de las tropas y
procediendo con una bondad felinesca contra sus an-
tiguos convecinos.
Los industriales alemanes que ocultos tras del
misterio de la sociedad anónima establecieron indus-
trias en Bélgica y Francia, se cuidaron siempre de
instalar sus fábricas en puntos estratégicos, indicados
de antemano por el Estado Mayor de Berlín. Las pla-
taformas de cemento construidas para sus máquinas
han servido luego para los cañones de sitio.
Otros espías levantaron hoteles particulares en las
inmediaciones de las plazas fuertes. Nada indicaba
exteriormente la solidez de baluarte de estas cons-
trucciones lujosas y en apariencia frágiles. Muchas
han sido derribadas por la autoridad militar, que adi-
BL MORTERO BMPLAZADO SOBRB LA PLATAFORMA
(Dilmjos del folleto fraucés «Cómo estaba organizado el cspiouaje alemán»)
vino su verdadero objeto. Para destruir algunos de
estos hoteles se necesitaron varios cartuchos de dina-
mita, y aun así quedaron en pie sus miradores.
En el teatro de la guerra el espionaje alemán se
vale de los más arriesgados disfraces. La cercanía de
las líneas de fuego y su inmovilidad en unas batallas
que duran meses, permiten á los habitantes del país,
más ó menos escasos, hacer vida común con los que
pelean.
Una batería francesa dirige sus disparos contra
los enemigos, hábilmente disimulada. Los cañones ale-
manes, por más que cambian su puntería, no pueden
encontrarla. De pronto los artilleros ven aproximarse
un pastor con un rebaño de ovejas, ó un labriego que
guia dos caballos enganchados al arado. ¡Bucólica
aparición que conmueve á los hombres endurecidos
por la tarea de matar!... Es la vida que recobra su
ritmo á pesar de la guerra; el tra-
bajo (lue renace desafiando los pe-
ligros. La aparición de este valero-
so soldado de la agricultura casi
hace asomar lágrimas. Los que tie-
nen algunas letras recuerdan el
campesino de La Débücle, descrito
por Zola, que sigue arando indi-
ferente su campo en medio de la
batalla de Sedán.
El pastor ó el labriego se detiene
unos instantes enfrente mismo de
la batería. Los cañones enemigos
callan, como si les emocionase
378
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
SOSPECHOSOS EXPULSADOS DE FRANCIA
igualmente esta aparición respetable del trabajo. La
figura del héroe con su acompañamiento de bestias
se destaca visiblemente sobre el horizonte. Luego se
aleja con la soñolienta lentitud de los hombres del
campo, y apenas desaparece, una lluvia de obuses
cae certeramente sobre los fran-
ceses. El enemigo sabe ahora
adonde apunta. La noble apari-
ción le sirvió para descubrir la
batería enmascarada.
Franceses é ingleses han aca-
bado por enterarse de lo que
significan tales apariciones, te-
niendo que fusilar á varios pas-
tores y labriegos. Al compare-
cer éstos ante el consejo de gue-
rra, quedó probado que eran ale-
manes, de los muchos que ron-
dan á espaldas de los aliados es-
perando una oportunidad para
entrar en funciones.
Stieber, el organizador del es-
pionaje alemán, comenzó su vida
pública con las más repugnan-
tea hazañas. Era un abogado
obscuro de Berlin y figuró como
orador de club durante los sucesos
de 1848, predicando las doctrinas
socialistas. Al mismo tiempo esta-
ba al servicio de la policía como
«agente provocador», haciendo
abortar todos los trabajos revolu-
cionarios con sus actos de insen-
satez y denunciando á los que cons-
piraban contra la monarquía. Pe-
día en los clubs el exterminio de la
familia real y se avistaba secreta-
mente con Federico Guillermo IV,
el monarca predispuesto á la de-
mencia, que sentía cierta predilec-
ción por este siniestro y desprecia-
ble personaje.
Ansioso de crearse una posición,
Stieber apeló á la más infame de
las traiciones. Estaba en amores
con la hija de un rico fabricante
llamado Schoeffel, y como el her-
mano de ella se oponía á sus planes
matrimoniales, el polizonte se des-
embarazó de él fingiendo un com-
plot contra la monarquía. Schoeffel,
que era de ideas avanzadas, tomó
parte con sus obreros en una inten-
tona revolucionaria preparada en
Silesia por el mismo Stieber. Éste,
después de comprometer al fabri-
cante, lo denunció á la policía. Schoeffel fué con-
denado al encierro en una fortaleza, y el agente pro-
vocador se casó con su hermana.
Los candidos revolucionarios de Berlín tardaron
mucho tiempo en enterarse del verdadero carácter de
.-¿■<i*^
PBNBTRACIÓN PACÍFICA
Los espfas alemanes que vivían en Francia preparando la yran visita: taberneros,
cultivadores, cocineros, apaches y lacayos
(Dibujo de Ricardo Flores. ¡Ilocheg!. pubiicaciún íle París)
HISTORIA DE LA üUERftA EUROPEA DE 1914
379
PRISIONEROS ALEMANES
—¡Buenos días, macstrol
—¿Maestro?
-¡«KolossaU!... ¿No me reconoce? Soy Wil-
hetm Ptistel, su antiguo dependiente que se lla-
maba Leoncio Boirot.
este abogado
ruidoso y enre-
dador, que era
el ([ue gritaba
másfuerteype-
dia resolucio-
nes más atro-
ces desde la tri-
buna del club
establecido en
lainmensasala
de «Las tres
Águilas». En
todos sus dis-
cursos virulen-
tos, el misera-
ble personaje
reclamaba la
abolición del
ejército permanente... y de la policía secreta.
Después de la revolución, Stieber se dedicó en ab-
soluto al servicio familiar de Federico Guillermo IV.
Este monarca, tío-abuelo del actual emperador, cuya
debilidad mental empezaba á manifestarse en aque-
llos años, gustaba de enterarse hora por hora de la
vida íntima de sus hermanos, asi del duro (ruillermo,
«el principe Metralla», futuro emperador, como de
los otros. Stieber atendió á la satisfacción del placer
real con una maestría extraordinaria. Nada escapaba
á sus averiguaciones. Un ministro prusiano decía de
él: «Todo en Stieber es de policía: hasta el nombre.»
Stieber significa en alemán «rebuscador».
«Todas las mañanas — dice Paul Lanoir en su libro
El espionaje alemán — Stieber se presentaba al rey
con varios pliegos cerrados que contenían una rela-
ción de lo que habían hecho el día anterior cada uno
de los príncipes. En lo relativo al príncipe Adalberto,
las noticias del confidente eran breves. Su Alteza se
había retirado muy pronto á sus habitaciones en la
noche anterior para trabajar á puerta cerrada. Luego,
por la mañana,
el ayudante ha-
bía ido en bus-
ca del médico,
y al salir éste
de la alcoba
principesca de-
cía á un ami-
go: «¡Pero este
puerco se em-
borracha todas
las noches! >
» El rey guar-
daba la nota en
un bolsillo de
su uniforme y
abría el segun-
do pliego rela-
El soldado francés.— Espera que me orien-
te; no conozco estos caminos.
El prisionero alemAn. — Vote servirá de gula.
He vivido aquí diez años.
— Va hemos visto lo que sabes hacer: Incen-
diar y destruir casas. ¿Qué eras cuando resi-
días en Praiicia?
—Agente de una compañía de seguros con-
tra Incendios.
tivo al princi-
pe Carlos.
» — Este no
pasa el tiempo
en la bodega
— decía el mo-
narca.
» — No, ma-
jestad—contes-
taba Stieber — .
Pero necesito
menos tiempo
para contar las
bajadas á la
bodega de su
Alteza Adal-
berto, que para
seguir á su Al-
teza el principe Carlos en sus diversas y múltiples...
alcobas.»
Esta policía doméstica de intrigas y vicios pala-
ciegos resultaba estrecha para Stieber, y en 1854
consiguió autorización del rey para extender su ser-
vicio secreto al exterior, viajando por Austria y
Francia, los dos países que años después habían de
ser atacados por Prusia. El gran espía comenzó sus
trabajos de información en el suelo francés diez y seis
años antes de la guerra. Tan interesantes fueron
aquéllos, que el Parlamento prusiano votó un crédito
de 80.000 thalers (305.000 francos) «para asegurar
al Estado los beneficios de una información útil».
La primera expedición de Stieber sirvió de funda-
mento á los trabajos de espionaje que prepararon años
después las campañas coronadas por los triunfos de
Sadowa j' Sedán.
Mientras Prusia fué gobernada por el ministerio
reaccionario de Manteuf fel, los asuntos de Stieberraar-
charon bien; pero al ocupar el gobierno el príncipe de
Hohenlohe (.padre del candidato al trono de España
que sirvió de pretexto á la guerra de 1870), el policía
se vio privado
de recursos.
Los liberales
de Prusia eran
enemígosdelos
trabajos poli-
cíacos, y el
nuevo gobier-
no quería evi-
tarse la impo-
pularidad de
su predecesor,
a ficionadoá va-
lerse de los es-
birros. Stieber,
al verse sin
ocupación, se
puso al servi-
— ¿Dices que te gusta mucho Francia''
- ¡Ya lo creol ¡Como que me he pasado en
ella más de veinte años!
^Caricaturas de Henriot. «lo
la Ztliistratíou de París )
380
VICENTE BLASCO IBANEZ
cío de Rusia, que lo ocupó en perseguir á los revolu-
cionarios polacos. Además la corte de tían Petersbur-
go le confirió el encargo de vigilar á una princesa
célebre por sus imprudencias amorosas, y el policía
se dio tan buena maña, que al poco tiempo había com-
prometido con sus averiguaciones á la princesa y
todos sus amantes, al principe y todos sus amigos,
teniéndolos á su disposición, por miedo á las revela-
ciones escandalosas.
Cuando Bismarck fué nombrado primer ministro
de Prusia, Stieber regresó á Berlín, viendo en el enér-
BN BUSCA DB UN ESPÍA
gíco estadista el amo deseado. Un escritor venal al
servicio del gobierno, el director de la Gaceta de la
Alemania del Norte, conocido con el apodo de «el gran
reptil», hizo la presentación. Bismarck conocía los
servicios secretos prestados en Rusia por Stieber,
y lo consideró necesario para la política agresiva
que pensaba realizar. Pero al mismo tiempo se dio
cuenta de que la opinión del país se sublevaría al
ver á Stieber en un cargo público, pues el anti-
guo jefe de la policía de Berlín gozaba en Prusia
de una terrible impopularidad, especialmente entre
los liberales. Por esta razón Bismarck le dio una
misión secreta enviándole á ejercer el espionaje en
Austria.
El ministro y el polizonte se comprendieron y se
completaron. Una íntima colaboración unió á estos
dos hombres hasta el momento de su muerte. Bis-
marck fué un invasor de pueblos, y Stieber el más pe-
ligroso y tenaz preparador de invasiones que se ha
conocido.
Durante dos años, de 1864 á 1866, el polizonte re-
corrió la Bohemia colocando sus espías como jalones
en el camino que había de seguir el eji-rcito prusiano
de Berlín á Praga y Sadowa, volviendo por la Mora-
via. Experto en astucias y disfraces, fué de pueblo en
pueblo y de feria en feria ejerciendo las profesiones
de fotógrafo, saltimbanqui, vendedor de figurillas de
yeso, objetos religiosos y estampas pornográficas.
Durante estos dos años de vida errante estudió el
terreno y sus pobladores, estableciendo los
agentes á su servicio. Algunas veces este tra-
bajo le puso en peligro de perder la vida. En
una posada de Bohemia donde se había pre-
sentado como vendedor de pañuelos vistosos,
algunos de los parroquianos que bebían en el
comedor lo reconocieron al verle sentado ante
la chimenea, con aire de distracción, pero pres-
tando oído atento á todas las conversacio-
nes.
— ¡Es Stieber, el antiguo jefe de la policía
prusiana!...
Su impopularidad había llegado hasta los
países austríacos, y bastó que sonase su nom-
bre para que al momento todos los bohemios
reunidos en la posada cayesen sobre el falso
vendedor, dándole una terrible paliza. La pre-
sencia del burgomaestre le salvó la vida, y
en un estado lamentable fué conducido al día
siguiente hasta la frontera.
Bismarck apreciaba mucho los informes re-
cogidos por Stieber, y cuando en Junio de 1866
declaró la guerra al Imperio austríaco, hizo
llamar al policía, que estaba reponiendo su
salud en un establecimiento á orillas del Rhin,
dándole el título de «jefe de la policía de cam-
paña» é incorporándolo al ejército.
El rey Guillermo mostró cierta extrañeza
al firmar su nombramiento.
— Majestad — dijo el ministro — , Stieber es el «rey
de los espías».
Todos los jefes prusianos que tomaron parte en la
rápida campana de Bohemia, lo mismo Guillermo I
que el malhumorado Moltke y los demás generales,
manifestaron públicamente su admiración por los
trabajos preparatorios de Stieber. Los periódicos de la
época — incluso los periódicos franceses que no podían
adivinar el porvenir — hablaron con asombro de los
importantes servicios que un solo hombre había pres-
tado á todo un ejército. Por primera vez se revelaba
el espionaje en una forma pública y casi gloriosa.
Stieber había recorrido con varios meses de anticipa-
ción el teatro de la guerra, estudiándolo en todos sus
detalles, apreciando los puntos estratégicos, estable-
ciendo en el país espías, á los que llamaba «inteli-
gencias» y que permanecían en su sitio para salir
oportunamente al encuentro de los invasores.
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
381
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382
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
SOLDADOS FRANCESES PERSIGUIENDO Á UN BSHÍA
En cada población donde el ejército prusiano de-
bía hacer alto, estos agentes habían marcado con un
signo misterioso las casas que podían servir de aloja-
miento á los generales y su Estado Mayor. Un falso
campesino con blusa y zuecos, que era uno de los hom-
bres de Stieber hábilmente disfrazado, marchaba al
frente de las tropas invasoras. Antes de entrar en la
población se hacía atar las manos por los soldados de
la vanguardia y éstos aparentaban llevarlo preso,
entre insultos, amenazas y aparatosos golpes. De este
modo el fingido prisionero al pasar ante las casas iba
dando sus indicaciones al jefe de la vanguardia y
marcaba el carácter y opiniones de los principales
habitantes, así como los depósitos de víveres y fo-
rrajes.
^loltke, sobrio en elogios y siempre taciturno, no
pudo ocultar su satisfacción ante la puntualidad y el
método con que los espías facilitaban sus informes.
Al atravesar Braunn, capital de la ]\Ioravia, el céle-
bre estratega rompió su mutismo para decir á Bis-
marck:
— Si es el joven Stieber el que ha organizado esto,
hay que confesar que lo ha hecho bien, muy bien.
Fíl joven Stieber tenia en aquel entonces cuarenta
y ocho años.
Guillermo I quiso expresar personalmente su re-
conocimiento á este hombre, y conservándolo en las
funciones de jefe de la policía de campaña, le confirió
al mismo tiempo el titulo de gobernador de la capital
de la Moravia. El antiguo esbirro despreciado por
toda Prusia, y cuyo trato evitaban muchos oficiales,
obtuvo con dicho nombramiento los honores y la au-
toridad de un jefe de cuerpo de ejército.
Al volver los prusianos victoriosos á Berlín, Stie-
ber no quedó olvidado en la distribución de empleos,
cruces y recompensas. El rey le dio el título de
Geheim Ruth (Consejero íntimo) y el puesto de direc-
tor de la alta policía del Estado. El triunfo de Sado-
wa convirtió en ministro al vagabundo de los cami-
nos de Bohemia. Este rápido cambio transformó la
personalidad del polizonte Al verse hecho un perso-
naje, se mostró menos violento, desean-
do que los liberales y demócratas olvi-
dasen sus antiguas felonías. Los periódi-
cos alabaron los altos hechos del in-
comparable policía» presentándolo como
un héroe patriótico. Los prusianos, ad-
miradores instintivos del espionaje, co-
menzaron á sentir entusiasmo por este
hombre que diez años antes se dedicaba
á fingir conspiraciones y á descubrir y
publicar secretos de familia.
Stieber, que se había unido lo más
posible á su protector Bismark y cono-
cía sus planes futuros, propuso á éste,
en Septiembre de 1860, un gran proyecto
de organización del espionaje en Fran-
cia. «Este servicio — dijo el policía al
Canciller — debe hacerse sobre las mismas bases que
el de la campaña de Bohemia, pero con más método,
más prudencia y mayor amplitud.» Para esto pidió
á su amo carta blanca en lo referente á los gastos,
y IMsmarck hizo que el Ueichstag votase en el presu-
puesto una partida de 1.300.000 francos «destinado á
asegurar al Estado un servicio útil de informaciones».
Abandonando Stieber temporalmente los asuntos
de la policía interior de Prusia, se dirigió á Francia
con dos de sus acólitos, el polaco Zerniki y el háden-
se Kaltenbach, que le secundaron en sus trabajes
preparatorios de la campaña de 1870.
Esta vez el espía prusiano no fué disfrazado de va-
gabundo lo mismo que en Bohemia, pues viajó como
un rico personaje, con sus dos ayudantes que hacían
oficio de secretarios. Otros agentes les seguían á dis-
tancia, siendo portadores del equipaje y documentos,
especialmente de una maleta famosa que guardaba
una gran colección de pelucas y barbas postizas em-
pleadas por el jefe en sus continuos disfraces.
Quedaban en Francia muchos espías establecidos
por Stieber en su primer viaje, y el célebre policía
hizo restable-
cer la comuni-
cación entre
ellos, aumen-
tando su núme-
ro. El espio-
naje prusiano
contaba con
1.850 indivi-
duos en los 15
departamentos
de Francia que
iban á ser ob-
jeto de la inva-
sión. Estos es-
pias, organiza-
dos militar-
mente, obede- espías detenidos en el norte
cían á un jefe de frangía
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
383
por departamento. Cuatro inspectores regionales re-
cogían sus informes en continuos viajes para entre-
gárselos á Stieber, que hacia de ellos un resumen des-
tinado á Bismarck.
En cuatro viajes circulares, de 18(5l) á 1869, el po-
licía aumentó considerablemente las fuerzas del es-
pionaje. Á petición suya el gobierno prusiano le fué
enviando los siguientes refuerzos:
Cinco mil cultivadores alemanes, horticultores, vi-
ticultores ó simples labriegos, que estaban destinados
al espionaje en los campos. Stieber anunció que estos
obreros agrícolas serían bien recibidos en Francia,
«pues los labradores prusianos gozaban la reputación
de ser activos }■ sumisos; pero había que observar
una gran prudencia en su envío, haciéndoles empren-
der el viaje uno á uno, ó cuando más dos á dos».
pías en los departamentos franceses del Este llegó á
ser de 11. 000, abarcando los campos, las casas de la
burguesía, los establecimientos públicos de las ciuda-
des y los alrededores de los cuarteles. Además de es-
tos espías de puesto fijo, Stieber organizó un cuerpo de
policía secreta compuesto de '20.000 hombres que ha-
bía de esparcirse cuando llegase la guerra en todos
los caminos de Francia que conducían á París, repi-
tiendo la misma táctica empleada en Bohemia.
Cuando el rey de Prusia hizo un viaje á París en
1867 con motivo de la primera Exposición Universal,
Stieber figuró públicamente en la regia comitiva. Las
fiestas eran en honor del emperador de Rusia y del
rey Guillermo. Este último llevaba con él á sus dos
gloriosos colaboradores, Moltke y Bismarck. El Canci-
ller invitó á Stieber para que con toda la importancia
BL BSPIONAJB ALBMÁN EN BÉLQIGA
Espías detenidos en una playa de Bélgica y conducidos á Ipres donde serán iuzgados
Nueve mil domésticas, viudas ó solteras con prefe-
rencia, para servir en los cafés, restaurants, cervece-
rías y hoteles.
Doscientas criadas de buen aspecto y cierta ins-
trucción para ser colocadas en las casas de oficiales,
abogados, magistrados y médicos, que las recibirían
fácilmente, ya que sin gasto alguno podían enseñar el
alemán á sus hijos.
Setecientos sub-oflciales retirados, que su ayudan-
te Zerniki se comprometía á colocar como viajantes
en casas de comercio y fábricas francesas, pudiendo
servir, sin gasto alguno, en sus viajes comerciales
como intermediarios entre los espías de puesto fijo.
Cuarenta y seis prusianas «jóvenes y hermosas»,
que según Zerniki debían servir como alegres criadas
en las cantinas de las guarniciones francesas del Este.
«Escogiéndolas bien — decía este espía en su peti-
ción— tendremos excelentes indicadoras que nos darán
útiles informes cada vez que vaya á visitarlas uno de
nuestros hombres, fingiendo que es de su familia. >
Con esta nueva organización el número de los es-
de un personaje se pusiera en contacto con la impre-
visora policía francesa.
El gran espía llegó á París el 5 de Junio en el tren
real, formando parte del séquito prusiano, y pocos
minutos después se enteraba por uno de sus hombres
de que los emigrados polacos residentes en la capital
francesa habían tramado el asesinato del emperador
de Rusia. El mismo Stieber, hábilmente disfrazado,
asistió á una reunión de los conspiradores. El y Bis-
marck deliberaron sobre la conveniencia de impedir ó
tolerar el atentado. No les convenía que muriese el zar
Alejandro II, pero era oportuno para la política de
Prusia que el soberano ruso fuese objeto de un aten-
tado en l'aris. Esto le enemistaría con Francia, por
no haber sabido el gobierno cuidar de su seguridad.
Además la opinión republicana de París haría alguna
manifestación en favor de los polacos.
Al día siguiente, 6 de Junio, Bolislas Berezowski,
un joven revolucionario de buena fe que se había
ofrecido á sus compañeros para matar al soberano de
Rusia, fué á situarse en los Campos Elíseos por don-
984
VICENTB BLASCO 11BAÑE2
de había de pasar el imperial cortejo. Berezowski es-
taba en la primera fila de curiosos, rodeado de un
grupo de conspiradores. Tres de éstos, «sus mejores
amigos», eran agentes de Stieber que estaban á ambos
lados de él y á sus espaldas. Al pasar el primer ca-
rruaje con Napoleón III y Alejandro II, Berezowski
sacó el revólver é hizo fuego por tres veces contra el
soberano ruso. In-
dudablemente lo
hubiese matado,
pues el polaco
avanzó resuelta
mente, disparan-
do el último tiro
casi á quemarro-
pa. Pero al hacer
los dos primeros
disparos, «sus ín-
timos amigos» lo
empujaron imper-
ceptiblemente,
desviando su pun-
tería, y en el ter-
cero uno de los
agentes de Stie-
ber tuvo que dar-
le un puñetazo en
el brazo tendido
para impedir la
muerte del zar,
que era segura.
Estos mismos
agentes, ñngien
do gran indigna-
ción, cubrieron
con sus cuerpos al
polaco para que
no lo linchase la
muchedumbre in-
dignada.
Berezowski ha-
bía querido ven-
gar á Polonia, su
patria, oprimida
por el zarismo, y
gran parte de la
opinión francesa
se manifestó en
favor de él. El ju-
rado acordó al polaco varias circunstancias atenuan-
tes, molestando su veredicto profundamente á Ale-
jandro II. Esto es lo que buscaban Bismarck y Stieber
al no impedir el atentado, procurando al mismo tiempo
salvar la vida del emperador de Rusia. Napoleón III,
que contaba con la alianza del zar, se vio separado
de éste para siempre por el acto de Berezowski. Stie-
ber quedó satisfecho de su maniobra policíaca, tra-
mada y realizada en pleno París.
LOS SIGNOS DBL B8PI0NAJB ALBMAN KN BL CAMPO
OFICIALES FRANCESES DESCIFRANDO LOS lEROGLÍFlCOS DE LOS ESPÍAS ALEMANES
Desde los comienzos de la guerra llamó la atención el gran número de extraños dibujos trazados en
los muros de las viviendas campestres de Francia. Después de varias observaciones se acabó por
descubrir que se trataba de un sistema completo de comunicaciones secretas inventado por los espías
alemanes. Se concreta en este caso á la dirección en que aparece dibulada la vaca y la posición de la
cola y las orejas. He aquí algunas explicaciones de las figuras: 1. Enemigos á los dos lados del cami-
no.—2. Camino débilmente defendido.— 3, 5 y 8. Reconoced con aeroplano.— 4 y 10. El enemigo descan-
sa.-6 y 7. Enemigo en acción. -9. Enemigo en el fondo del valle. (pg L'Europe anti-Prussienne)
Cuando el 31 de Julio de 1870 salió de Berlín
el primer tren de invasión ocupado por Moltke y el
gran cuartel general, Stieber iba en él con dos de
sus ayudantes, Zerniki y Kaltenbach. Su misión
era dirigir el funcionamiento de los espías estable-
cidos en Francia y reclutar otros sobre el terreno,
provocando la traición por todas partes.
Treinta y cinco
mil espías de na-
cionalidad ger-
mánica y diverso
sexo estaban alas
órdenes de Stie-
ber, que actuaba
como el general
en jefe de una
nueva arma. Por
primera vez en la
historia de las
guerras se vio el
espionaje honra-
do públicamente,
organizado con
un método cientí-
fico y puesto al
servicio directo y
constante del ejér-
cito combatiente.
El antiguo es-
birro doméstico
de la corte de
Prusia estaba or-
gulloso de su gran-
deza. Él mismo
cuenta en sus Me-
morias con qué
altivez hablaba á
los oficíales de
Moltke.
Bismarck, que
iba entre los in-
vasores con todo
el personal del
ministerio de Ne-
gocios Extranje-
ros, formando un
Estado Mayor di-
plomático, convi-
dó á Stieber á co-
mer en uno de sus alojamientos franceses. El Canci-
ller, falto de trabajo por el momento y en espera de
una victoria indudable, vivía fraternalmente con sus
subalternos. Él mismo hacía el café después de las
comidas y circulaba en torno de la mesa para llenar
las tazas, acogiendo con una satisfacción pueril los
elogios á la habilidad con que sabía confeccionar este
brevaje.
Un oficial del gran Estado Mayor, al comentar los
HISTORIA DE LA ÜUEKRA eUWUPEA DE 1914
3Í5
triunfos obtenidos, dijo con orgullo: «Nuestro ejército
es invencible.»
Stieber se levantó furioso, respondiendo al oficial:
— Decid nuestros ejércitos. El ejército combatiente
del cual sois los jefes llega detrás de vosotros. Kn
cambio hace muchos meses que el ntio ocupa las po-
siciones de que se ha apoderado en silencio y en las
cuales sin un fu-
sil, sin ruido al-
guno, cumple
una misión cuyo
peligro y cuya
importancia ni
vosotros ni el ge-
neral en jefe po-
drán discutir.
«El Canciller
— dice Stieber
en sus Memo-
rias—, que esta-
ba en aquel mo-
mento con la ca-
fetera en la ma-
no derecha, dio
la vuelta en tor-
no de la mesa
para venir has-
ta mí, y sin de-
cir una palabra
fijó sus ojos en
los mios, me ten-
dió bien abierta
su mano izquier-
da, que yo estre-
ché fuertemente
con mis dos ma-
nos. >
Este fué el mo-
mento culminan-
te en la carrera
del gran esbirro.
Bismarck lo aco-
gía en público,
como colabora-
dor, reconocien-
do sus servicios.
Los estrategas de Moltke aceptaban en silencio los
alardes de su pretendida superioridad.
Cuando á principios de Septiembre el rey Guiller-
mo con su Estado Mayor y Bismarck con su séquito
diplomático se establecieron en Reims, iStieber envió
á Versalles á su teniente Zerniki para que preparase
la entrada del soberano en esta última ciudad.
Zerniki, burlando á las autoridades francesas,
realizó todos los trabajos preparatorios para que al
llegar los prusianos á Versalles estuviesen prontos
los acuartelamientos de las tropas y ios alojamientos
de los personajes.
UNA PATRULLA INGLESA PBRSIGUIBNDO
SU TBLÉQRAFO
Hizo todavía más, pues reunió ÍKOOO espías de los
que habían trabajado en los departamentos invadidos
y que estaban ahora sin ocupación. Esta masa de
Ícente con trajes civiles se formó el 5 de Octubre ante
el palacio de Versalles lanzando entusiastas vivas al
llegar el rey Guillermo y su hijo el príncipe Fritz.
Todos participaron de la ovación, Bismarck, Moltke,
Roon y el mismo
Stieber. Los que
ignoraban tales
maquinaciones
no podían expli-
carse cómo una
masa popular
aclamaba con
entusiasmo ásus
invasores. Stie-
ber lanzó tele-
gramas á la
prensa del mun-
do entero afir-
mando que la
mucliedumbre
francesa había
saludado con sus
¡hurras! al rey
de Prusia en las
calles de Versa-
lles.
El policía con
sus ayudantes se
estableció en un
hotel del bule-
var du líoi, y de
este centro de
espionaje par-
tieron los emi-
sarios secretos
que propalaban
el pánico en los
departamentos
y se entendían
con los agentes
ocultosdentro
de París.
Cuando .lulio
Favre llegó á Versalles en el mes de Enero de 1871
como representante del gobierno de la Defensa Na-
cional para tratar con el Canciller, éste lo alojó
en la casa del bulevar du Koi. Favre no llegó á
sospechar que estaba instalado en el centro del es-
pionaje alemán, y que debajo de su dormitorio fun-
cionaban las oficinas de la policía de campaña. Un
ayuda de cámara algo viejo y de aspecto torpe, le
sirvió con humildad durante su permanencia en Ver-
salles. Este criado le despertaba por las mañanas, le
servía el desayuno, cepillaba sus ropas. Sólo mucho
tiempo después supo Julio Favre que el ayuda de cá-
A ÜN BSPIA ALEMÁN (jrB UTILIZABA
DB CAMPAÑA
(Dibujo (le II. W. Koekkoek, de The IHnstrated London News)
386
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
LOS qUINGB DBPARTáMBNTOS DB FRANCIA BN LOS QUB INSTALO
8TIBBDR SU BSPIONAJB ANTBS DB 1870
mará era el mismo Stieber, ministro de policía de
Prusia y solemne personaje, que no había querido
ceder á sus subordinados el honor de registrar los bol-
sillos del tribuno, leer sus papeles y espiar todos sus
actos.
o
Después de la guerra, Stieber volvió á Berlín car-
gado de honores, de oro y de cruces. Durante cuatro
años permaneció inactivo, pues la nueva Alemania,
orguUosa de sus victorias, no creía en la posibilidad
de otra guerra.
Cuando en 1875 Bísmarck quiso consumar el aplas-
tamiento de Francia tropezando inmediatamente con
la oposición y la amenaza de Rusia, el Imperio germá-
nico pensó en la preparación de una futura campaña
franco-alemana.
Stieber reanudó sus trabajos en Marzo de 1876,
sometiendo al Canciller un proyecto de reorganiza-
ción de los servicios de espionaje.
Este proyecto se llevó á la práctica con arreglo á
sus indicaciones, organizándose el espionaje alemán
tal como ha venido funcionando hasta 1914. Inútil es
decir que el servicio fué agrandado enormemente
hasta el punto de convertirse en «kolossal», como
todas las obras de la Alemania moderna. El espionaje
de 1870 resultaba ínfimo comparado con el que reor-
ganizó Stieber cinco años después.
El gobierno alemán dedicó '20 millones por año
á los gastos de espionaje, que sólo habían ascen-
dido hasta entonces á 1.300.000 flancos.
Un diputado del Reichstag peiteneciente al
grupo del «centro católico» que se lamentaba de
la enormidad de dichos gastos, recibió esta res-
puesta de Stieber:
— ¿De qué os quejáis:'... Es una excelente colo-
cación del dinero, pues producirá el mil por uno
cuando hagamos otra vez la guerra á Francia.
Stieber exigió la supresión absoluta del ele-
mento militar en el servicio del espionaje. Éste
sólo debía ser desempeñado por elementos civiles,
sometidos á la dirección central establecida en
Berlín. El número de inspecciones generales ó sub-
direcciones quedaba reducido á tres, establecién-
dose dos en Lausana y Ginebra para vi,i;¡lar los
departamentos del Este de Francia al amparo de
la neutralidad suiza, y la tercera en Bruselas,
para extender el espionaje por toda Bélgica en-
globando en sus trabajos los departamentos fran-
ceses del Norte.
El personal fué aumentado considerablemen-
te. Se nombraron 25.000 agentes de puesto /¡jo en-
cargados de recoger noticias y consignarlas en
informes secretos. Estos agentes, según su impor-
tancia y habilidad, debían entenderse con el jefe
de la región ó directamente con las inspeccio-
nes generales. Al principio los espías eran todos
de origen alemán, pero como esto daba cierta
facilidad al contraespionaje francés para des-
cubrirlos, Stieber juzgó prudente reemplazar un gran
número (más de 10.000) por suizos y belgas. De
este modo, cuando las autoridades francesas llega-
ban á sospechar de algún pequeño comerciante en
vista de sus
manejos, los
mismos veci-
nos salían can-
didamente en
sudefensa, afir-
mando que no
era alemán,
sino ciudadano
suizo ó belga.
Un cuerpo de
revisores vo-
lantes vigilaba
á estos agen-
tes, transmi-
tiéndoles las
instrucciones
centrales y re-
cibiendo sus in-
lormes. A par- comparación bntrb bl espionaje db la
tir de 1906, primura v segunda uuerra franco-
como el gobier- albmana.
n , . I Del folleto francés «Cuino estaba
no Trances ejer- orgaulzado el espíonajo alemán»)
1870
!9
4-
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
387
^-'^¡i^^ ■ 'ii >^<
<^»^- '^^ < Cl "ASO
'y-iAr'"--'- "'•*^\ " " '"^ "^'-*
DciMirt."* evacuados al antro-
Bar los primeros 500 millones.
Depart.o' evacuadosal entre-
gar 2.000 millones.
Territorios cedidos á Ale-
mania.
DEPARTAMENTOS DB FRANCIA INVADIDOS POR LOS ALEMANES KN ISTn V PARTE OH TERRITORIO (J'TK SB CEDIÓ Á ALEMANIA
ció una gran vigilancia en el servicio de correos para
sorprender la correspondencia de los espias, estos
viajantes circularon incesantemente por las líneas de
ferrocarril, recogiendo directamente la corresponden-
cia de manos de los agentes que sallan á las estacio-
nes para dársela en propia mano.
Los inspectores regionales que aseguraban la mar-
cha del servicio, obedecían á los subdirectores de las
tres circunscripciones mencionadas, y éstos, á su vez,
dependían del director general, que relacionaba y cen-
tralizaba los informes remitiéndolos al Estado j\Iaj'or.
Nunca se ha podido conocer la cifra exacta del
personal dedicado al espionaje: pero debe ser enor-
me á juzgar por los gastos: tal vez triple ó cuádru-
ple que en 1870.
Este personal ha sido reclutado en las diversas
clases sociales, lo que le permite extender sus inves-
tigaciones á todas las esferas. Los más de los espías
establecen pequeños comercios que casi siempre les
proporcionan pérdidas, pero la dirección de Berlín se
encarga de equilibrar su presupuesto y atiende á su
manutención.
El gobierno alemán, á pesar de su interés en dar
á este servicio un carácter secreto, ha hablado mu-
chas veces de él públicamente. ]\I. Putkammer, mi-
nistro alemán del Interior, dijo en plena Cámara al
pedir nuevos fondos para el servicio de espionaje:
«No hay que perder de vista que nuestros agen-
tes deben en todas ocasiones, al moverse en su centro
de acción, inspirar confianza é imponerla por los sig-
nos exteriores de su vida burguesa. Deben también
adquirirla por generosidades oportunas, siendo útiles
á los centros, grupos y sociedades de todas clases, en
cuyo interior trabajan. Esto les da una fuerte situa-
ción moral y hace que en la localidad donde viven
sean bien recibidos y bien vistos por todos sus conve-
w
'^1?5l^.
TN KSpH PRISIASO DKSClTltlBKTO V PBHSBOmüO POR LAS
caí LB8 UE pahIs f;n I8TÜ
(Grabado de la época)
388
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
FUSILAMIENTO DK UN KSPIA
cinos, pudiendo de tal modo proporcionarnos valiosos
informes.
'Aunque reconozco que es oportuno limitar en
cuanto sea posible la cifra de los gastos exteriores
de nuestros agentes, resulta sin embargo preciso
darles la regularidad absoluta de que las insuficien-
cias del comercio á que se dedican para justificar su
vida en la localidad, serán remediadas siempre por
nosotros con fondos del capitulo de gastos generales.»
Todas las clases han sido invadidas por el espio-
naje alemán. Resulta infinita la variedad de las per-
sonas que trabajan en él y durante largos años han
vivido en Francia laborando á todas horas contra la
seguridad del país: obreros colocados en los arsenales
y fábricas de armas, labriegos instalados en las regio-
nes fortificadas, criadas de cervecería y de taberna
en contacto con el personal de las guarniciones, via-
jeros con aire de artista estudiando los caminos y los
campos, aventureras con aspecto de grandes señoras,
burguesas novelescas deseosas de ganar dinero, gran-
des damas auténticas buscando por medio de las sub-
venciones alemanas sostener una vida de acuerdo con
su gran nombre, oficiales arrojados del ejército, finan-
cieros en ruina, institutrices, niñeras, mozos de café,
gerentes de hotel, aventureros ostentosos de obscuro
origen, y grandes señores extranjeros. Estos nobles
personajes venidos á menos que sirven á Alemania
en el gran mundo, le cuestan á la dirección de Berlín
cerca de un millón de francos por año. Como dice un
autor francés, «el espía alemán se encuentra en Fran-
cia bajo todas las máscaras, lo mismo bajo la blusa
del vagabundo miserable que bajo el frac del elegan-
te que asiste asiduamente á las recepciones de los
ministerios. Penetran en todos partes y nadie descon-
fia del jornalero, iletrado en apariencia, que trabaja
junto á nuestras fortificaciones, ó del hombre cono-
cido y honorable que se alaba de sus amistades pre-
ciosas y de sus infiuencias omnipotentes».
Todos han contribuido por igual á los servicios del
espionaje. (Cuando los franceses inventaron el fusil
Lebel, un espía de la clase popular
enganchado como obrero en los ta-
lleres de Saint-Etienne, fué el que
robó la primera arma para enviar-
la á Berlín. Al mismo tiempo los
agentes de Stieber pertenecientes
al gran mundo, y algunos de los
cuales gozaban de cierto renombre
como pintores, escultores ó litera-
tos, penetraban en los grandes sa-
lones de París conversando con los
hombres políticos y explotando la
intimidad de las damas que podían
conocer sus secretos.
Los más numerosos son los que
pudiéramos llamar de la clase me-
dia, que ocupan una situación ho-
norable y mediocre, pudiendo tra-
bajar sin atraer las sospechas. Son los que abren pe-
queños comercios, agencias de colocaciones, hoteles,
tiendas de comestibles, bazares, etc. La policía fran-
cesa, que durante muchos años ha seguido la pista de
sus trabajos, sólo ha conseguido descubrir y castigar
una ínfima parte. De los 30.000 espías de tal clase
que han trabajado en Francia á partir de 1875, las
autoridades sólo han podido detener en fiagrante de-
lito dos ó tres cada año.
Su salario lo reciben directamente de manos de los
agentes viajeros, que son muchas veces damas ele-
gantes y de alegres costumbres. Otras veces reciben
la mensualidad por correo, en cartas redactadas de
un modo convencional que aluden á una deuda anti-
gua ó á una parte de beneficios en un negocio (1).
Además se valen en ciertos momentos, para entender-
(1) He aquí el modelo de una carta enviada por la subdirección de
espionaje establecida en Lnusana á uno de los agentes en Francia y que
fué sorprendida por la policía francesa:
<Mi querido Jorge:
«Te envío con esta carta los intereses de la cantidad que tuviste á bien
prestarme.
>Siempre estaremos agradecidos al gran favor que nos hiciste ayu-
dándonos con tu préstamo.
>Lo3 negocios no marchan mal, y tal vez en el año próximo podre-
mos aumentar un poco tu parte de beneficios.
>Asl lo deseamos nosotros y espero que tú lo reconocerás.
> Escríbenos con más frecuencia dando noticias tuyas con extensión.
>Te engañas al no tener confianza en niie.itro tío Carlos. Ks uim buena
jiersona y debes tener en él una confianza absoluta.
>Aqul por el momento todo va bien. El invierno ha sido como siem-
pre, muy rudo, pero nosotros hemos salido bien de él.
>Mi marido y los niños se unen á mí para enviarte un abrazo, lo mis-
mo que Carlota, Carlos y Federico
jTu hermana que tanto te quiere. ..>
He aquí la interpretanún que el e.ipía da al te.rto de esta rarta ron arre
fjln al efitilo ronretiido
Primer párrafo. — Os envío vuestra mensualidad del mes pasado.
Segundo párrafo. — Vuestras informaciones del mes pasado son bas
tante aceptables.
Tercer párrafo. — En general vuestro servicio no resulta malo, y si
continúa siendo así, creo que en la próxima inspección podremos aumen
taros un poco el sueldo.
Cuarto párrafo. — Pero aunque proporcionáis notas útiles, éstas son
poco numerosas. Hay que trabajar con más frecuencia y enviarnos ma-
yor cantidad de notas.
Quinto párrafo. — Cesad de vigilar á Carlos, pues tenemos acerca de él
lo que necesitábamos.
Sexto párrafo.— Ya sabéis que el jefe (el invierno) es hombre difícil
de contentar. Sin embargo, nos hemos librado de la última inspección sin
disminuciones en los sueldos
Séptimo párrafo— Debéis seguir en relaciones continuas con vuestros
tres corresponsales, Carlota, Carlos y Federico.
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
389
se entre ellos, de jerogliticos, alfa-
betos secretos, botellas, fotogra-
fías, etc.
Algunos espías alemanes son la-
drones de gran habilidad manual.
Una parte de sus hazañas ha sido
revelada por el aventurero Windel,
ex-teniente del regimiento 15." de
infantería prusiana, que estuvo al
servicio de la dirección de Berlín é
incurrió en el desagrado de Guiller-
mo n al mostrai'se demasiado inte
ligente y franco en la averiguación
de un escándalo palaciego.
Windel, para sincerarse y moles-
tar á su antiguo emperador, publi-
có un libro titulado Confesiones de
un espía. En él cuenta cómo se apo-
deró en 189t) del nuevo plan de
movilización trazado por el minis-
terio de la Guerra francés. El y otro espía alemán
siguieron á un capitán de Estado Jlayor que salió del
ministerio llevando los documentos en una cartera de
mano para entregarlos al comandante general de una
de las regiones del Este. Al llegar el capitán á la es-
tación del ferrocarril, confió por unos momentos la
preciosa cartera al jefe de la estación. Poco después
sonó el teléfono, y en el breve instante que empleó el
jefe para ir hasta él abandonando su mesa, Windel
penetró en la oficina y se apoderó de la cartera, en-
tregándola á su camarada.
Ciertos espías que son hábiles chauffeurs en-
traron al servicio de generales franceses, conten-
tándose con ínfimos sueldos. De este modo pudie-
ron acompañarlos en sus visitas á fortificaciones y
campos atrincherados, sin inspirar desconfianza y
enterándose de cuanto decían.
B3Pl4 alrmAn disfrazado DD NIIDRIZA
(Diliiijii (le The Qrapliic)
SOLUADOS FRANCHSBS CBRCANDO UNA CASA DONDHI SB HA ESCONDIDO UN ESPlA
Uno de los más importantes servicios del espionaje
alemán consiste en dar informes especiales sobre la
persona y los méritos de todos los oficiales franceses
de alguna significación, tanto del ejército de tierra
como de la marina. Quince mil espías de puesto fijo,
llamados «buzones de correspondencia» en razón de
sus funciones, se dedican á comunicar todos los chis-
mes que circulan en las ciudades con guarnición y
en los grandes puertos.
El Estado Mayor de Berlín ha formado durante
años un archivo enorme en el que figuran los infor-
mes particulares sobre los méritos, defectos, secretos
de familia, situación financiera, etc., de toda perso-
nalidad del ejército francés que merece alguna aten-
ción. En este archivo, creado pacientemente por el
espionaje, figuran todos los generales con mando ac-
tivo, de la reserva ó asimilados: todos los oficiales que
salen de las escuelas militares con los primeros nú-
meros de su promoci('in; todos los directores, profeso-
res, jefes ó subjefes de las escuelas militares y de las
manufacturas de armas, material y municiones; todos
los oficiales de Estado Mayor y ayudantes de órdenes:
todos los oficiales y asimilados que prestan sus serví
cios en los ministerios y Estados Mayores de la Guerra
y la Marina; todos los oficiales y asimilados cuya si-
tuación pecuniaria es angustiosa ó que llevan una
vida de desarreglo. En un palabra, todos los milita-
res franceses que resultan temibles para Alemania
por sus méritos ó su patriotismo y los que por su mala
vida pueden prestarse á la seducción de los espías
femeninos ó á las tentaciones del soborno, figuran en
e3te registro, cuidadosamente clasificados, con su nú-
mero de orden, y los archiveros del listado Mayor
tienen al día sus fichas, añadiendo las indicaciones
recientes.
a
Una fuerza nueva se ofreció á la actividad de
Stieber. Las huelgas obreras fueron un excelente au-
390
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
LA INVASIÓN CON DISFRAZ PREOBDIBNDO A LA INVASIÓN CON CASCO
Espías alemanes establecidos en París: Financieros, lacayos, turistas, mozos de almacén, revendedores
y mozos de café. La sombra revela su verdadera personalidad
xiliar de sus trabajos de espionaje. El «agente provo-
cador» de 1848, que había vociferado un falso socia-
lismo en los clubs de Berlín para servir á la monar-
quía, se dedicó en sus últimos años, abrumado por los
éxitos y los honores, á lo que él llamaba la «huelgui-
cultura».
Sus agentes se introdujeron en las sociedades obre-
ras, excitando traidoramente á los trabajadores en
sus conflictos con el gobierno francés y envenenando
y complicando las cuestiones más sencillas.
Stieber había podido apreciar en 1870 la gran im-
portancia que el ferrocarril tiene en la guerra moder-
na, y se dedicó á colocar sus espías en el personal de
las líneas ferroviarias de Francia. Fingiéndose suizos
ó alsacianos, miles de alemanes llegaron á entrar
como maquinistas y empleados en las diversas com-
pañías francesas. Por fortuna esta maniobra temible
llamó la atención pública y el gobierno evitó el peli-
gro haciendo una depuración en el personal.
Otro trabajo de Stieber consistió en organizar la
destrucción de gran parte del material y obras de las
líneas férreas para el momento de la declaración de
guerra. Después de la muerte de Stieber, su diabólica
preparación fué indudalilemente
menos intensa y hábil. Además
el gobierno francés, alarmado
por los trabajos del espionaje
alemán y servido por su pro-
pio contra-espionaje, pudo des-
baratar una gran parte de tales
maquinaciones. Á pesar de ello
los agentes de Alemania inten-
taron impedir la movilización
francesa en 1914; pero se descu-
brieron á tiempo sus trabajos
para el descarrilamiento de los
trenes y la voladura de los
puentes.
Al relatar las operaciones de
la presente guerra volveremos á
ocuparnos de los trabajos del es-
pionaje alemán en Bélgica, Ru-
sia, Francia, Inglaterra y otros
países, asi como de los procedi-
mientos extraordinarios de que
se ha valido para favorecer las
operaciones de sus ejércitos.
Stieber murió en Berlín en 1892
á la edad de 74 años. Su protec-
tor Bismarck había perdido la
confianza imperial y vivía re-
tirado en sus tierras. Nuevos
hombres figuraban al frente del
Imperio, creados y apoyados por
el joven emperador Guillermo II.
Cubierto de honores y conde-
coraciones, pero algo olvidado,
el antiguo policía se extinguió
lentamente, como un venerable patriarca. Y sin em-
bargo, su vida no había sido más que un largo crimen,
un crimen incesante y continuo, realizado con frío
menosprecio de las leyes naturales y escritas. El
gran espía fué un hombre destinado desde su juven-
tud al presidio, y tal vez á la horca: pero Bismarck
hizo de él un instrumento de patriotismo, explotando
su sombrío talento de malvado, y casi alcanzó los
honores de un héroe.
Esto nada tiene de extraordinario en Alemania,
donde el espionaje, desde los tiempos de Federico II,
es considerado como un honor, lo mismo (jue la trai-
ción, siempre que sirvan á los propíos intereses. En
1741, Federico el Grande, modelo glorioso de todos
los alemanes, traicionaba á sus aliados y escribía
luego á sus ministros: «Cuando hay alguna ventaja en
ser honrados, seámoslo. Pero cuando por el contrario
se impone la necesidad de la superchería, seamos ca-
nallas tranquilamente.»
Stieber no consignó nunca sobre el papel la orga-
nización del espionaje, ni dio á sus agentes estatutos
ó reglamentos escritos para que se ajustasen á ellos.
Conocía los peligros de la escritura y evitaba el uso
HISTORIA DE LA üUERfM EUROPEA UB 1914
391
de papeles, temiendo que los enemigos se enterasen
de sus planes al arrestar á uno de sus agentes. El ser-
vicio de espionaje lo había concebido sobre un plan
que guardó siempre en secreto. Después de su muerte
la máquina siguió funcionando automáticamente sobre
las bases establecidas, y nadie se ha permitido tocarla
ni reformarla por miedo á un desarreglo, que resulta-
ría fatal en ausencia del autor, limitándose á reem-
plazar los órganos así como se han ido gastando ó
desapareciendo.
Sólo una modificación ha hecho Alemania en la
obra de Stieber para darla mayor amplitud. El famo-
so espía no mostró gran aprecio por los auxilios de la
prensa, tal vez por un rencor instintivo hacia los es-
critores desde la época en que los periódicos de Ber-
lín atacaban duramente al esbirro despreciable de la
corte.
Poco antes de su muerte el Canciller Caprivi in-
corporó al servicio de espionaje el servicio de «pren-
sa extranjera», pidiendo al Reichstag que votase una
respetable cantidad «destinada á las publicaciones
extranjeras que fuesen útiles á la política del Im-
perio».
Desde entonces Alemania ha gastado millones
para subvencionar en diversos países periódicos y es-
critores, encargados de sostener la política de Alema-
nia. Así se explican ciertas campañas.
El presupuesto destinado al espionaje quedó di-
vidido en dos secciones á partir del gobierno de
Caprivi: para el espionaje propiamente dicho, y para
el mantenimiento de periodistas y escritores extran-
jeros que se prestan á alquilar su pluma en defensa
de la ambición alemíina.
BL BSPIOMAJB POR MEDIO DB LAS BGTBLLAS
Los espías dcian abandonadas varias botellas, como por descuido, sobre una mesa. La altura del
liquido en cada una de ellas representa una letra. Para leer le hasta al espía que llega aplicar una
escala graduada que representa un alfabeto. Las botellas del presente grabado dicen: Parla,
(Dibujos ilol folleto fiauccs «Cómo estaba organizado el eípiouajo alemáu»)
BL rascAOOR espía
Este alemán de aspecto pacifico que parece pescar en la campiña francesa,
tiene al extremo del hilo un plomo en vez de anzuelo, y mide de tal ma-
nera la profundidad del río para conocer los lugares que son v'adeables.
El Imperio germánico no ha ejercido únicamente
su espionaje en las naciones ¡lue considera hostiles á
su política. Como es el pueblo más soberbio de la tie-
rra, se cree destinado á la futura dominación del pla-
neta, y extiende por todo él
los tentáculos de su policía,
adquiriendo previsoramente
los informes necesarios para
una conquista posible.
Los pangermanistas, en
ciertos momentos de entusias-
mo, titularon á Guillermo II
«emperador del mundo». Ale-
mania, á impulsos de sus so-
berbias ilusiones, ha pensado
muclias veces en la posibili-
dad de vencer á los Estados
Unidos — después de haber so-
metido á las potencias de Eu-
ropa— , apoderándosedeAmé-
ríca entera.
Este ensueño parecerá ab-
surdo á muchos: pero lo absur-
do con su enormidad tienta
á un pueblo cuya expresión
favorita es la palabra <ko-
lossal».
La prueba de que Alema-
nia se prepara para el do-
392
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
minio del mundo y utiliza con este objeto el espio-
naje voluntario de sus naturales esparcidos en los
diversos continentes, la dieron hace tres años sus le-
gisladores al votar una ley que no tiene ningún otro
pais.
El secretario de Estado, Delbruck, presentó al
Keichstag en Febrero de 101-2 un proyecto de ley
conservando á los alemanes su nacionalidad, aun-
que se hubiesen declarado subditos de otros Estados.
Dicha ley, votada por el Parlamento germánico, fué
La personalidad de estos alemanes, que á la vez
son brasileños, argentinos, chilenos, mejicano?, etcé-
tera, recuerda la del murciélago de la fábula, traidor
y mentiroso, que podía decir: «Yo soy pájaro: he aquí
mis alas», y poco después: «Yo soy ratón: mirad mis
dientes.»
Gracias á la ley üelbruck, el agente alemán ve
ante él un camino sin obstáculos. Puede jurar fideli-
dad á mil intereses diversos y contradictorios; puede
cambiar de patria cada año si lo considera preciso.
BSPÍAS DBTBNIDCS BN HL NOHTB DB FRANCIA Y CONDUCIDOS Á LA GBNDABMBRÍA DB UN PDBBLO
hecha especialmente, como dijo el barón Hichtoffen
al discutirla, «para favorecer el desarrollo de la in-
fluencia alemana en las Repúblicas latinas de Amé-
rica».
Con arreglo á la ley Delbruck, el alemán puede re-
negar de su nacionalidad y adoptar la de la tierra en
que vive, sin que por esto se ofenda Alemania. En el
momento que al renegado le convenga, podrá hacer
valer su primera condición de alemán, pues ésta no
la pierde aunque reconozca otra bandera.
Y el subdito del kaiser, bajo el disfraz de la nacio-
nalidad que ha escogido, puede ocupar cargos públi-
cos en el país de adopción, puede intervenir en su
vida política y preparar el advenimiento de «la más
grande Alemania» con que sueñan todos los de su
raza. Deutschland iiber alies (Alemania sobre el
mundo), cantan los germanos en sus momentos de
entusiasmo.
Su verdadero país, que es Alemania, no se enfadará
por ello.
En muchas Repúblicas de América se elogia la
facilidad de adaptación de los alemanes residentes en
ellas.
— Son distintos á los alemanes de Europa— dicen
las buenas gentes — . Ni orgullo patriótico ni altivez
de raza. Al poco tiempo de vivir entre nosotros adop-
tan nuestra nacionalidad. Piensan quedarse en la
tierra para siempre. Son entre los extranjeros los
más asimilables.
No conocen el futuro peligro. No saben que
es el único europeo que está autorizado por su
patria para hacer creer que la abandona. No sos-
pechan que estos alemanes establecidos en unos
pueblos que fingen querer, proceden del mismo
modo que los espías de Stieber en la campaña de
Bohemia, cuando se prestaban á ir atados como
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
393
enemigos y á recibir golpes, pura facilitar, sin in-
fundir sospechas, sus informes ii la vanguardia in-
vasora.
Todo cuanto hacen y todo cuanto dicen en su nue-
va patria es falso. Aunque vivan años y más años
en el seno de una nacionalidad escogida voluntaria-
mente, siempre son alemanes, y el Imperio germáni-
co, convencido de que hagan lo que hagan están tra-
bajando por él, les conserva su puesto en el suelo
originario.
rrado en un calabozo por la más leve falta, y priva-
do de toda ternura, hasta el punto de que un gentil-
hombre amigo suyo fué decapitado en su presencia
por el feroz rey-sargento, sólo por haber mostrado
cierta piedad ante los infortunios del joven principe.
Las mujeres de la familia no alcanzaron mayores mi-
ramientos. La hermana de Federico, la futura mar-
graviua de Bayrcuth, se acordó toda su vida del
asombro experimentado por ella, cuando tenía seis
años de edad, al vei'se acariciada y besada por su
DRAGONES FRANCESES CONDUCIENDO PRISIONERO A UN ESI'IA
(Uitmjo de Gcorgcs Scott, de la lllHStratiou. de Paiisl
madre, que venia de un largo viaje. El estupor de la
X pequeña ante este suceso extraordinario fué tan enor-
me, que le produjo una hemorragia poniendo su vida
en peligro. Fué la única vez en toda su infancia que
conoció los besos maternales. Y hay que hacer cons-
tar que esto ocurrió en ausencia del rey-sargento,
pues de estar presente habría interrumpido á basto-
nazos la cariñosa expansión.
«Estas costumbres salvajes se remontan á los pri-
meros Hohenzollcrn, á Federico Diente de hierro, que
á mediados del siglo XV arrastró por Alemania su mi-
seria de señor feudal, pobre y ambicioso. La tradi-
ción fué respetada por todos sus descendientes, y este
empleo de cadenas, golpes é invectivas, se perpetuó
de generación en generación, como un perfecto siste-
ma educativo. Poco antes de la Revolución francesa,
un noble de Francia, en una visita á la corte de Pru-
sia, quedó asombrado al ver al heredero del trono, que
i9
La juventud de Guillermo II
En la familia de los HohenzoUern es una tradición
que los padres traten duramente á sus hijos, y los
hijos aborrezcan á los padres esperando con ansiedad
el momento de su muerte.
«Los príncipes jóvenes de esta dinastía — dice el
historiador G. Lenotre — han sido educados siempre á
latigazos. Todo el mundo sabe — por haberlo contado
el mismo interesado prolijamente — cómo fué dirigido
en su infancia el que había de ser más tarde Federico
el Grande: golpeado á cada momento, expuesto al frío
durante las noches invernales, abrumado por toda
clase de castigos, alimentado insuficientemente, ence-
394
VICENTE BLASCO IBANEZ
tenía 40 años, tratado lo mismo que un niño indócil,
habitando como castigo la casa de un cervecero y te-
niendo que pedir permiso al rey cada vez que desea-
ba salir por la noche.»
Tal sistema dio por resultado que cada nueva
generación de la ilustre familia detestó invariable-
mente á sus ascendientes inmediatos, deseando su
muerte, maldiciéndolos á sus espaldas, blasfemando,
lanzándose en la oposición tan lejos como les era po-
sible, mientras que cada soberano desconfiaba de su
hijo, el principe heredero, guardándose de él como de
un enemigo peligroso. Puede afirmarse, con la Historia
en la mano, que el amor filial fué un sentimiento com-
pletamente desco-
nocido por los prin-
cipes de Hohenzo-
llern desde los prin-
cipios de la familia
hasta los primeros
años del siglo XIX.
Haj' que ser jus-
tos y recordar las
cosas buenas lo
mismo que las ma-
las. Si la victoria
embriaga á los pru-
sianos hasta hacer
de ellos los hom-
bres más arrogan-
tes é insoportables
del mundo, una
buena derrota les
aprovecha maravi-
llosamente para su
salud moral, pues
hace de ellos los
seres más amables
y acomodativos. Después del desastre de Jena la fa-
milia real de Prusia, errante y sin cortesanos, se vio
forzada á vivir en una intimidad insólita. La bella
reina Luisa aprovechó esta desgracia para introducir
un poco de ternura en su hogar, educando como ma-
dre amorosa á sus hijos, que guardaron toda su vida
un hondo agradecimiento por este hecho extraordina-
rio. El que habla de ser primer emperador de Ale-
mania, «el viejo Guillermo» , sentía agolparse las
lágrimas á sus ojos cuando ochenta años después ha-
blaba de su querida mamá, á cuya memoria rendía
un culto religioso.
Pero esto resultó una excepción en la historia de
los Hohenzollern. Cuando Guillermo I fué padre, vol-
vió á las antiguas tradiciones, tratando duramente á
su heredero, el principe Fritz, que sólo por 99 días ha-
bía de ocupar el trono imperial, con el nombre de Fe-
derico IIL Su sucesor fué Guillermo II, el cual, según
la costumbre de la familia, esperó con impaciencia
el auxilio de la muerte, quejándose del destino, que
prolongaba por unas semanas la vida de su padre.
EL PIÍINCIPE FEDERICO EN SI' DB.SPACHO
En 1859 la situación de la rama de los Hohenzo-
llern, que ocupa actualmente el trono de Alemania,
no era brillante ni correspondía á sus ambiciones. El
rey de Prusia era Federico Guillermo IV, y su her-
mano «el Príncipe Metralla», odiado por gran parte
del país, sólo figuraba como príncipe heredero por no
tener hijos el matrimonio reinante. Un nacimiento
tardío podía torcer los destinos de la familia.
El viejo Guillermo aspiraba á la corona, llevando
tras de él una descendencia numerosa para que here-
dase su fortuna. Tenía varios hijos. El mayor, Fritz,
se había casado con la princesa Victoria, hija de la
reina de Inglaterra,, y de este matrimonio nació el 27
de Enero de 1859
un niño, que fué
bautizado con el
mismo nombre de
su abuelo: Guiller-
mo. Era el empe-
rador actual, Gui-
llermo II.
El «Principe Me-
tralla» tuvo nietos
cuando todavía es-
talla al píe del tro-
no, aguardando el
momento de subir
á él, V sin una se-
guridad completa
de éxito. Los libe-
rales le odiaban; su
hermano Federico
Guillermo IV, de-
mente furioso, pa-
recía obstinarse en
vivir; la reina y su
camarilla reaccio-
naría trabajaban incesantemente, con el apoyo de
Austria, para impedir que el viejo Guillermo here-
dase la corona.
La familia de éste vivía con gran modestia. El
príncipe Fritz soportaba la existencia mediocre de un
hijo de pretendiente, considerando su porvenir in-
cierto y obscuro. En tal situación vino á la vida el
futuro Guillermo II, hijo de un príncipe pobre que á
su vez era hijo de un pretendiente impopular.
El viejo Guillermo se fingió liberal durante unos
meses para gobernar á Prusia como regente y asegu-
rar su ascensión al trono. Luego, cuando mostró como
monarca su verdadero carácter reaccionario, la opor-
tuna aparición de Bismarck pudo librarle de la revo-
lución y del destronamiento.
El príncipe Fritz, excelente soldado, de carácter
bondadoso, dio un esplendor de generosidad caballe-
resca y romántica á las empresas de violencia acon-
sejadas por el Canciller y admitidas por su padre. En
la guerra con el Imperio austríaco, él fué el que con
su oportuna llegada decidió el éxito de la batalla de
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
395
Sadowa, que erii al principio una derrota para l;is
tropas prusianas. En la campaña de Francia, el kron-
printz Federico se mostró como el general más huma-
no, demostrando una simpatia en favor de los france-
ses y de su civilización que le acarreó graves dis-
gustos con su padre y la visible antipatia de Bismarck
y de Moltke.
Este prínci-
pe, por su edu-
cación, sus
gustos y su
carácter, no
podia enten-
derse con los
hombres fé-
rreos y de fría
crueldad en-
tre los cuales
le había colo-
cado el des-
tino.
Guillermo I
era partidario
del despotis-
mo y en todos
sus actos se
creía inspira-
do por Dios.
El príncipe
Fritz alardea-
ba de liberal,
sonando con
la constitu-
ción de una
Alemania de-
mocrática en
la que el em-
perador sería
una especie
de mandata-
rio republica-
no. Valeroso
combatiente
en la guerra,
mostraba al
llegar la paz
su predilec-
ción por la
vida civil y
los encantos
del arte. Sus camaradas ínfimos eran los escritores y
los artistas de Alemani.i. l'ii novelista, (iustavo Frey-
tag, le acompañe') comn si'ci'ctario. Wágner figuiab;i
entre sus amigos, y al estrenarse El ocaso de los Dio-
ses, el krnniuintz le cedió uno de sus caballos de gue-
rra para que sirviese de corcel á la Walkiria.
De figura arrogante, sonrisa dulce y sedosa barba
de oro, este príncipe hermoso, semejante á Lohengrin,
BL rRÍN( TPE FEDERICO
parecía destinado á todas las glorias y todas las feli-
cidades. Era natural que en un país donde el absolu-
tista Guillermo, el áspero Moltke y el atrabiliario
Bismarck habían acabado por ser admirados, el prín-
cipe bueno y caballeresco gozase de un prestigio in-
menso. Sin embargo, su vida fué triste; la impopula-
ridad exten-
dió en torno
de él un am-
biente glacial
y se vio aisla-
do entre la in-
diferencia de
su padre y la
antipatía de
su primogéni-
to. Influyó
mucho en esto
la animosidad
de Bismarck,
que veía un
peligro en el
kronprintz,
rebelde á sus
consejos y opi-
nando en to-
dos los asun-
tos de un mo-
do distinto al
suyo.
El príncipe
Fritz se man-
tuvo como un
ser de distin-
ta raza en me-
<lio (le la Pru-
sia férrea,
conquistado-
ra y brutal.
Sus éxitos de
soldado fue-
ron obscure-
cidos por la
aversión que
inspiraban
sus ideas libo-
lales .Vdemás
contribuyó al
menosprecio
palaciego su
matrimonio con la hija de la reina \'ictoria. Amaba a
su mujer con un entusiasmo romántico que forzosa-
mente habia de producir extrañeza en los hogares pro-
saicos de Berlín. Pocos príncipes han arrastrado una
existencia tan miserable como los padres de Guiller-
mo II. El compañerismo íntimo y cordial que unía á
los dos esposos fué motivo en la corte de Prusía de sos-
peciías y recelos, como si representase un crimen.
3%
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
Durante la guerra de 1870,
el kronprintz, que sentía la
necesidad de mantenerse en
contacto espiritual con su
amada compañera, cuyo re-
trato le acompañaba á todas
partes, le escribió diariamen-
te largas cartas relatando los
incidentes de la campaña. L;i
princesa Victoria enviaba co
pia de estas cartas á su madre
la reina de Inglaterra, que en
algunas ocasiones las comuni-
có á sus ministros, llegando
de este modo á conocimiento
de la emperatriz Eugenia. Esto
bastó para que Bismarck, que
odiaba al kronprintz, viese en
su correspondencia amorosa
«una traición premeditada»,
atreviéndose á acusar de es-
pionaje al heredero de la co-
rona.
El viejo Guillermo, aconse-
jado por su Canciller, miró
con desconfianza á su hijo, hasta el punto de apar-
tarlo poco á poco de los negocios públicos. Al final
se celebraron los consejos de gobierno sin que asis-
tiese íá ellos el principe Fritz, para que ignorase los
secretos de Estado. Esta situación no tardó en ha-
cerse pública, y los cortesanos, con su habitual cobar-
día, fueron alejándose del principe en desgracia. Bis-
marck, que detestaba á la princesa Federico por su
EL KAISER .SOBKE LAS RODILLAS DE SU ABUELO
GUILLERMO I
los grandes servicios que ha-
bía prestado á su país en los
campos de batalla. El público
pasaba indiferente en el mu-
seo de los recuerdos gloriosos
ante el bastón hecho por el
principe con una rama de un
iírbol de Sadowa, como re-
cuerdo de la gran victoria de
Prusia, obra de su interven-
ción decisiva; ante un obús
que había pasado junto á su
cabeza en una de las batallas
de Francia; ante todos los re-
cuerdos de su actuación de
soldado heroico. Su mujer aun
era más impopular. Las gen-
tes de la corte la designaban
con el apodo de ¡a inglesa, lo
mismo que un siglo antes los
cortesanos de Francia Uama-
l)an la austríaca á María An-
tonieta. Durante veinte años
había empleado su talento y
su bondad en favorecer la li-
teratura y las artes, establecer asilos y otras institu-
ciones caritativas y propagar «ideas misericordiosas
y dulces en un pueblo sobre el que había de reinar y
que ella juzgaba bárbaro todavía». Las mujeres ale-
manas no perdonaban á la extranjera que hubiese
(¡uerido regenerarlas social y domésticamente, pre-
tendiendo que disfrutasen de nuevo respetos y dere-
chos, siendo algo más que unas administradoras de
independencia y su sensibilidad, no temió expresar- sus casas y unas siervas de sus hombres. Al enterarse
de que era mal mirada en la corte, todas ellas pro-
curaron imitar al omnipotente Canciller, tratando con
menosprecio á la. inglei<a.
El matrimonio principesco comenzó á vivir aislado,
sin más acompañamiento que el de una servidumbre
escogida por sus enemigos y que los espiaba de acuer-
do con Bismarck. El kronprintz, excluido sistemática-
mente de toda intervención en los asuntos públicos,
vivió inactivo, en una soledad melancólica y lángui-
da. Pasaba largas temporadas encerrado en el palacio
de Monbijou, una de las construcciones de Federico el
ÍTrande. Sus tristes ocios los entretenía clasificando
los documentos y los objetos de un museo consagrado
á la historia de su familia, colocando etiquetas en los
manuscritos, armaduras y jarrones. La princesa Vic-
toria le acompañó siempre en su aislamiento, altivo
y triste.
Sólo tenían los dos esposos una esperanza y un
consuelo. El objeto de sus ilusiones era Guillermo, el
hijo mayor, muchacho que hacía concebir grandes es-
peranzas á sus padres por la viveza de su carácter y
un ferviente deseo de saberlo todo y hablar de todo.
La princesa Federico quiso que su primogénito se li-
l)rase del moldeamiento de una educación á la prusia-
se públicamente contra el kronprintz, al que llamaba
irónicamente «el marido sumiso. En realidad lo que
le indignaba en él no era su estrecha unión con la
princesa britá-
nica, sino su
carácter gene-
roso y el libe-
ralismo de sus
ideas.
Al constituir-
se el Imperio,
Fritz y su es-
posa cayeron,
como dice un
historiador,
o en el último
grado de inuti-
lidad é impo-
pularidad».Na-
die en toda Pru-
sia manifesta-
ba el más pe-
queño recono-
i;l KAisKii cimiento por
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
397
na. El kronprintz por su parte
era enemigo del sistema de
enseñanza puramente militar
que recibían siempre los vas-
tagos de la familia Hohenzo-
Uern. El mismo, rompiendo
con las tradiciones de la di-
nastía, había figurado como
simple estudiante en una Uni-
versidad, siguiendo una ca-
rrera literaria. Los primeros
preceptores del pequeño Gui-
llermo fueron escogidos escru-
pulosamente por sus padres,
y cuando tuvo diez años, el
kronprintz lo envió á una es-
EI, KAISER EN BRAZOS DE SU MADIÍR
I.A PRINCESA VICTORIA
alemanas. Se verificaba en él
una rápida transformación.
Durante su permanencia en
el gimnasio de Cassel había
sentido la beneficiosa influen-
cia de su preceptor y acompa-
ñante, el doctor Hinzpeter,
hombre dulce y de ideas de-
mocráticas, que quería hacer
de él un soberano del pueblo.
Cuando CTuillermo pasó á la
Universidad renana teniendo
18 años, su carácter se fué
transformando hasta conver-
tirse en un verdadero Hohen-
zollern. Su abuelo lo había
hecho sub-teniente del 1.®'' re-
gimiento de la Guardia, el
mismo en que sirvió su padre
teniendo igual edad. Vistien-
do el uniforme y con la espa-
da al costado, asistió á las
lecciones universitarias. Un
ayudante reemplazaba al an-
tiguo preceptor. Irguiendo la
•abeza con orgullo, fué aspirando á pleno pulmón los
cuela pública, encargando á
los maestros que lo tratasen
lo mismo que al hijo de un
simple burgués. El príncipe
Fritz había sido el primer Ho-
henzollern estudiante de Uni-
versidad: su hijo Guillermo
fué el primer Hohenzollei'n
alumno de una escuela públi-
ca. El viejo emperador desaprobó esta innovación,
contraria á las tradiciones de su raza. Bismarck se elogios y adulaciones que le dedicalian sus compañe-
opuso enérgicamente, viendo en ella un atentado al ros del regimiento y del mundo universitario. «El as-
prestigio de la monarquía. Pero el padre mantuvo con pecto brillante del campo de maniobras — dice un bió-
firmeza su sistema educativo, así como la madre, que grafo de la juventud de Guillermo II — , la disciplina
era partidaria del método inglés y quería hacer de su nbsoluta, el sentimiento del poder de su familia ins-
hijo un principe generoso y democrático. pirado por la vista de las líneas soberbias y ondulan-
Guando (luíllermo tuvo 15 años lo enviaron con su tes de hombres, de las murallas de bayonetas y de
hermano Enrique, que tenía 12, á que continuase su los movimientos de una exactitud geométrica come
educación en el gimnasio de Cassel, haciendo los es- los de una poderosa máquina, fascinaron su imagina-
tudios correspondientes á nuestro bachillerato. El fu- cíón.» El joven príncipe, menospreciando los estudios
turo emperador se mostró como un escolar distraído y universitarios, se lanzó á los trabajos militares con
poco estudioso. Su hermano obtuvo siempre mejores un ardor febril,
notas que él. Los alumnos del gimnasio de Cassel Fueron borran
prestaron poca atención á este compañero de sangre deseen su ima
real. Era poco comunicativo y parecía desorientado y ginación los re
i-iicrdos de la
infancia, tran
quila al lado de
sus padres. Co
triste en su nueva existencia. Además su familia no
le daba dinero y de todos los alumnos era el peor ves-
tido, lo que produjo el alejamiento de los pequeños
burgueses alemanes. Á la tendencia democrática de
los padres se unieron las preocupaciones económicas menzó a consi-
de la corte prusiana. Una tradición de la familia Ho- derar como una
henzoUern que data de sus tiempos de miseria, exige época ingrata
que los príncipes jóvenes usen sus trajes hasta el li- los ires años
mite más extremado, ostentando uiuis prendas raídas pasados en un
y remendadas que humillarian al hijo do un obrero. viejo castillo
Después de tres años de estudios preparatorios, de los alrede-
Guillermo se inscribió en la Universidad de I?onn, dores de Cas
llevando la vida alegre y ruidosa de los demás estu- sel, con el de
diantes. Bebió en las cervecerías lo mismo que sus mocrático pre
compañeros, tomó parte en los grotescos duelos esco- ceptor Hinzpe-
lares, conoció las aventuras ligeras con el elemento ter, (jue pre-
femenino que pulula en torno de las Universidades paraba las lee-
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398
VICENTE BLASCO IBANEZ
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se acostumbró á ser con-
siderado como la espe-
ranza de la monarquía.
Bisniarck, el enemigo
de sus padres, fué admi-
rado por él, figurando
entre sus discípulos fer-
vientes. El viejo Canci-
ller jirocuró encumbrar-
lo colocándole en punto
;i inñuencia por encima
del kionprintz. Era un
futuro emperador como
lo había soñado el férreo
ministro. Guillermo por
su parte empezó á mani-
festar públicamente el
escaso aprecio que le
inspiraba su padre, «dé-
liil soñador» incompati-
ble con la grandeza do-
pREPARATivos i'ARA UN DüBLo ENTRE ESTUDIANTES ALEMANES mlnadora dc Alcmanía.
Al Canciller y al parti-
ciones de él y su hermano Enrique y los acompañaba do absolutista les dio á entender muchas veces que
á las clases del liceo. cuando fuese emperador desbarataría todo lo que su
padre intentase hacer desde el trono imperial para li-
beralizar las instituciones de Alemania.
Batiéndose un día á puñetazos con un compañero
de la Universidad de Bonn, recibió un golpe en la na-
)-¡z que le produjo una gran hemorragia. A las excu-
sns del estudiante, asustado de su excesiva acometivi-
dad, contestó con una ironía cruel para la princesa
X'ictoria:
— Me has hecho un favor. Es lo que me quedaba de
sangre inglesa que se escapa de mi cuerpo.
El viejo Guillermo admiraba á este nieto arrogan-
te, pedantesco, inquieto y gran aficionado á las cosas
militares. Sintió por él ternuras que no había conoci-
do de padre.
'iodo su afecto
lo concentró en
este heredero
de segundo gra-
Mientras hizo sus estudios en la Universidad de
Bonn se trasladó con frecuencia á Berlín para cum-
plir sus deberes en el regimiento de la Guardia. En
HAIUTA('I<IN DE UN K.STrDIANTÍC Al.F.MAN
cada una de estas apariciones, sus padres se asom-
braron ante la creciente suficiencia de Guillermo. Ea
madre, alarmada, ac;ib()por reconocer cpie no obstante
sus esfuerzos por librar al iiijo de la intluencia prusia-
na, la verdadera naturaleza de Guillermo iba triun-
fando sobre los cuidados de la educación. Era un
verdadero Hohenzollern, duro, ambicioso, sin ternu-
ra, arrogante y predispuesto á la violencia. Se mos-
traba respetuoso con su madre, pero sin confianza y
sin dulzura. Poco á poco la fué abandonando hasta
unirse con los que la criticaban. Rodeado de adulado-
res que le dieron el título de «príncipe providencial»,
do, como sí no
existiese el
kronprintz, su
heredero inme-
diato. El joven
Guillermo, á
pesar de sus 19
años, empezó ;'i
asistir á los
conciliábulos
secretos que se
celebraban en
las habitacio-
nes del viejo
emperador, y
CELDA DE RECLUSIÓN
UNIVERSITARIA
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1911
399
de los cuales estaba ex-
cluido el principe Fritz,
heredero de la corona.
Todas las semanas hacia
una larga visita á su
abuelo para recibir «una
lección de gobierno».
Sus entrevistas con Bis-
niarck eran más fre-
cuentes, y en ellas el
Canciller enseñaba á su
regio discípulo el arte de
guiar á los pueblos «con
mano fuerte». De su pa-
dre nada tenia que apren-
der y no lo consultaba
jamás, mostrando en sus
visitas al hogar paterno
un respeto frió y cortés.
El principe Federico
y su esposa, cada vez
más tristes, no podían
ocultar su amarga de-
cepción al verle figurar~lentre^sus enemigos. Los dos
esposos se refugiaron en una intimidad dolorosa. El
kronprintz, convencido de que no conseguiría el afec-
to de este hijo ambicioso, desistió de toda gestión para
reconquistarlo. La madre, cegada por la predilección
que sentía hacia él, insistió hasta el último momento.
Con una tenacidad heroica luchó contra toda clase de
influencias para sustraer á Guillermo del temible ata-
vismo; pero al hn tuvo que reconocer la inutilidad de
sus esfuerzos y renunciar á sus ensueños de que fuese
un monarca pacífico y democrático, á semejanza de
los reyes de Inglaterra, que hubiese podido asegurar
la tranquilidad del mundo.
D
Los sucesos públicos de Alemanin influyeron igual-
mente en el
cambio de ca-
rácter del jo-
ven Guillermo.
Después del
primer delirio
de entusiasmo
por el triunfo
sobre Francia,
los pueblos ger-
mánicos empe-
zaron á ocu-
parse con aten-
rión de su poli-
tica interna.
El emperador-
rey, que duran-
te los primeros
CT«AND.,.SB LAS HBUn.A.S ..KS,.r,> '"'^«^ ^^ ^'^ "'""
uBL DUELO (l'^d alemana
EL DI ELO
había procurado ser amable y conciliador con los Es-
tados germánicos, comenzó á mostrarse autoritario
al sentirse definitivamente afirmado en su trono. El
espíritu de los antiguos HohenzoUern revivió en él,
y como su Canciller no necesitaba de grandes exci-
taciones para adoptar una política dominadora, la
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BSTLDIANilOS BEBIENDO CERVEZA
voluntad absoluta de los dos viejos pesó sobre los
Estados de un modo abrumador.
Austria, á pesar de haber sido vencida, conserva-
ba cierta influencia sobre una parte de Alemania por
medio del sentimiento religioso. El Imperio austríaco,
potencia católica, no podía dejar de influir en los Esta-
dos alemanes de la misma religión. El fanatismo lute-
rano, por su parte, consideraba las victorias de Ale-
mania como triunfos del protestantismo sobre el cato-
licismo. Ser católico en los Estados alemanes significó
repentinamente ser amigo de Austria y de Francia.
Esta acusación popular resultaba injusta, pues los
400
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
EL MAESTRO Y BL DISCÍPULO
Bismarck, maestro político del nuevo ícaro Guillermo, dándole
conscios para que no pierda las alas
(Caricatura del Punch, de Londres
católicos alemanes habían trabajado lo mismo que los
protestantes para la constitución del Imperio.
Bismarck, que deseaba suprimir las últimas in-
fluencias de Austria, se hizo eco del espíritu protes-
tante, atacando á los católicos, y éstos, á impulsos de
un sentimiento de defensa, detestaron públicamente la
doctrina prusiana. La consecuencia de todo esto fué
la Kulturkampf , entablándose una lucha religiosa
entre el Canciller y los católicos alemanes. Algunos
JUNTOS
Trinquemos y hagamos locuras
tCaricatura del XebelspiUterj de Zurich)
obispos fueron desterrados ó encarcelados, las escue-
las católicas quedaron cerradas, muchos profesores
se vieron arrojados de las Universidades, y numero-
sas provincias privadas de sus sacerdotes. Todo el
Imperio se agitó violentamente á impulsos de la agi-
tación religiosa y de las recriminaciones que se lan-
zaban protestantes y católicos.
El desorden en que se vio sumido el Imperio du-
rante el período de la Kulturliampf sirvió para que
se desarrollase en Alemania una doctrina que resulta-
ba extraña y nueva en este país disciplinado. Era el
socialismo revolucionario. Guillermo y su Canciller
hicieron alto en su «cacería de curas» — como decía Bis-
marck— , asustados por la aparición del espectro rojo.
El Canciller transigió súbitamente con los católicos,
para dedicarse á la persecución de los socialistas, in-
tentando por medio de disposiciones violentas arran-
car del suelo alem;in esta germinación inesperada.
Los socialistas, irritados por la brutalidad de las
persecuciones, apelaron al regicidio. En Junio de 1878,
el socialista Nobiling, desde una ventana superior de
la cervecería de los < Tres Cuervos» , situada en la Ave-
nida de los Tilos de Berlín, hizo dos disparos de perdi-
gones gruesos, hiriendo en la cabeza y en los hom-
bros al anciano emperador, acribillando su casco y
oblig¿lndolo á permanecer seis meses en cama con
agudos dolores.
El kronprintz Federico tomó posesión del poder
como regente del Imperio, de J^nio á Diciembre de
1878, y en estos seis meses de mando fué cuando el
joven Guillermo se manifestó públicamente como ene-
migo de la i^olitica de su padre.
Acababa de ser elegido Papa León XIII, y el re-
gente Federico entabló con él una correspondencia,
para solucionar las querellas religiosas que traían di-
vididos y revueltos á los Estados de Alemania. Las
cartas escritas en Berlín fueron un modelo de dulzu-
ra, ñrmeza y prudencia gubernamental. Bismarck se
aprovechó de ellas más tarde para restablecer defini-
tivamente la paz religiosa, pero los junquers reaccio-
narios que formaban su partido las censuraron mucho
en el momento de ser escritas, presentándolas como
una humillación para la Alemania protestante.
El príncipe Guillermo se unió con publicidad á to-
dos los que ci'iticaban á su padre el regente. Hacia
gala de ser un fervoroso partidario de Bismarck, un
firme defensor del derecho divino, de la supremacía
protestante, de todas las doctrinas del absolutismo
prusiano. Las más altas personalidades del Imperio
ayudaban con su conducta esta actitud del hijo contra
el padre. Bismarck se expresó particularmente con
violentas invectivas contra el principe Fritz, acusán-
dolo de comprometer la religión protestante y la se-
guridad del Imperio. El viejo Guillermo se quejaba,
desde el lecho donde le retenían sus heridas, de la
conducta liberal y tolerante de su hijo, afirmando que
representaba una amenaza para las prerrogativas
personales de los HohenzoUern.
EL INTERI)
Dibujo de Georges Scott. de la «illu.stration* üe l^ans
Un oficial alemán prisionero comparece ante
► GATOHIO
oficiales intérpretes que van á interrogarle
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
401
Otro acto liberal del regente abrió un abismo to-
davía mayor entre él y los círculos reaccionarios fre-
cuentados por su hijo.
El kronprintz consideró que siendo Alemania un
Imperio formado por hombres de diversas razas y re-
ligiones, el soberano debía mostrarse tolerante y aten-
to de igual modo con todas las creencias y todos los
hombres que quisieran poner sus facultades al servi-
cio del Estado. El doctor Friedberg era uno de los
jurisconsultos más eminentes de Alemania, y llevaba
muchos años ocupando un puesto importante en el
ministerio de Justicia. Había escrito tratados famosos
de Derecho Penal, pero no obstante sus méritos se
mantenía en segundo término por dos razones: profe-
saba ideas liberales y era judío.
A los pocos días de ocupar la regencia el príncipe
Federico, asombró y escandalizó á la aristocracia de
Berlín nombrando á Friedberg ministro de Justicia.
Era la primera vez que en Prusia llegaba un judío á
desempeñar un ministerio. Guillermo II, que en los
tiempos actuales es
gran protector de los
banqueros de origen
hebraico y tiene como
amigo íntimo y escu-
chado consejero al
israelita Ballin, orga-
nizador de las compa-
ñías navieras de Ham-
burgo, se unió en 1878
á los que protestaron
contra este acto libe-
ral de su padre.
El movimiento de
la nobleza y las clases
conservadoras contra
los judíos apasionó á
casi toda Alemania, distrayendo la atención de la lu-
cha entre católicos y protestantes y uniendo á unos y
otros contra los hebreos. Bismarck se mantuvo aparte
de la agitación antisemita, á pesar de que era dirigi-
da por los grupos de junquer afectos á él. En la obra
que perseguía de unifícación alemana, el auxilio de
los banqueros judíos le era necesario. Además sentía
cierta gratitud al recordar lo mucho que le iiabian
ayudado en sus empresas de conquista. Esta actitud
influyó en su discípulo el impetuoso Guillermo, el
cual, siguiendo. indudablemente los consejos del maes-
tro, se abstuvo repentinamente de apoyar los clamores
antisemitas de sus amigos.
Cuando el viejo emperador volvió á encargarse
del poder, él y su primer ministro decidieron el casa-
miento del amado discípulo, escogiendo para que fuese
su esposa á una princesa amable y robusta de la di-
nastía de Schleswig-Holstein, destronada por los dos
viejos. El emperador sólo consultó por pura fórmula
la voluntad de los padres de Guillermo. Éstos sabían
que era inútil toda observación. El mismo novio, se-
60
LA. EVOLUCIÓN DE LOS MOSTACHOS
El de Guillermo representa un águila
Imperial
(Caricatura del Life, do Kueva l'orkj
EL E.\'i:U.\IBKAMIE\T<)
Bismarck sonríe ante la ambición de su discípulo
(Caricatura del líumoristtcké, de Praga)
gún parece, no manifestó por su parte un interés bien
marcado en favor de la princesa designada. La opi-
nión de su abuelo le interesaba m;ís que la persona de
Bismarck. "No te excites Inútilmente; va te procuraré yo un gallo
de veras, el gallo Trances
(Caricatura do Le TribouletJ
402
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
Pfiíizcssín Aui|u.ste Victoria.
friu tirídricli Williek,
EL KAISER Y LA PRINCESA AUGUSTA VICTORIA DE SCHLBSWIG-HOLSTEIN EL DÍA DE SU BODA
SU futuní esposa. El matrimonio se realizó en Febrero
de 1881, instalando Guillermo su residencia personal
en el Palacio de Miírmol de Postdam. Su vida ordi-
naria continuó lo mismo que antes del matrimonio.
Trabajó laboriosamente en su educación militar, cui-
dando al mismo tiempo con un talento de actor de
mantenerse y afirmai-se en su posición de ídolo de los
elementos de la Alemania moderna.
La juventud germánica de la aristocracia y la
clase media era más absolutista y violenta que lo
habían sido sus padres. Lx idolatría de Blsmarck y
los triunfos de 1870 influyeron en su educación. Los
guerreros de las campanas de Austria y Francia eran
considerados por estos jóvenes como demasiado libe-
rales y tolerantes.
Alemania estaba destinada á dominar el mundo.
Y esta juventud dura y ambiciosa hablaba del prin-
cipe Guillermo como de un jefe que dirigiría su ge-
neración (cuando le llegase la hora de ser empera-
dor) hacia la realidad de tales ensueños.
Lns nodrizas vistien-
do el pintoresco traje de
Spreewald eran cada
vez más nuineíosas en
la residencia, pues casi
todos los años el princi-
pe Guillermo ijroporcio-
n;iba á la dinastía de
IlohenzoUern un nuevo
heredero masculino.
En 1887, Guillermo,
que tenia 28 años, era
comandante de un l^ata-
llón de la Guardia y pa-
dre de cuatro robustos
muchachos.
La familia vivia con
cierta estrechez. El vie-
jo Guillermo, que no pe-
caba de pródigo, había
señalado á su nieto una
renta anual de 40.000
marcos, cantidad exigua
para un principe, que le
obligaba á seguir un régimen de estricta economía.
La escasez de dinero favoreció la continuación en este
hogar del régimen educativo de los Hohenzollern,
duro y misero.
El príncipe Guillermo al ocuparse de la educación
de los cuatro hijos que tenia en 1887, se expresaba de
este modo, como un económico administrador:
— Es conveniente tener sólo hijos, pues cuando se
tiene una hija ésta ocasiona muchas preocupaciones
y gastos. Hay que tomar una institutriz, una dama
«más ó menos de honor» y sostener un aparato com-
plicado. Cuando se tienen muchachos se les viste del
mismo modo, de uniforme. Se toma una pieza de paño,
se corta en la misma casa y todos quedan listos.
Poco antes de morir el viejo emperador, al visi-
tarle su nieto Guillermo el primer día del año, hizo
vestir á los cuatro hijos que tenia en aquella época
con uniforme de artilleros. En las mangas del mayor
(el kronprintz actual, que tenía poco más de cinco
Durante seis años de vida conyugal se
mantuvo tranquilo, siguiendo los diversos
grados de su educación militar. En la resi-
dencia de Postdam tenía una tertulia de
oficiales amigos que se reunían en su bi-
blioteca para beber y fumar, hablando de
cuestiones militares, de incidentes de caza
ó de anécdotas algo libres, sin abordar
nunca los temas serios. En esta bibliote-
ca el mueble más importante era el que
contenía los cigarros. Los libros ocupaban
un lugar menos visible.
EL PALACIO DE MARMOL
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
403
años) cosió dos galones do lana, de cabo. La banda
infantil fué conducida por su padre ante el viejo mo-
narca, y desfiló en torno de su sillón lo mismo que en
una parada, marcando el «paso de ganso», levantan-
do la pierna rígida todo lo que era posible. El octoge-
nario Guillermo lloró de gozo ante el espectáculo. Su
raza y su dinastía iban ;i perpetuarse con arreglo á la
tradición de los Hohenzollern.
A pesar de los entusiasmos y esperanzas que ins-
piraba el joven C4uillermo como «príncipe providen-
ral, y durante un año se esperó que la enfermedad no
fuese tan grave como se habia creído al principio,
fundando grandes esperanzas en la intervención de
ilustres módicos y famosos charlatanes. El principe
Fritz había sido elevado por la simpatía universal al
rango de héroe de la civilización. Los pueblos de Eu-
ropa deseaban la seguridad de su vida para que fuese
emperador y humanizase á la férrea Alemania, dejan-
do de ser ésta un peligro universal.
En el seno de la familia Hohenzollern nadie se
EL MATRIMONIO DEL KAISER EN LA CAPILLA DEL PALACIO IMPERIAL DB UBRLIn
(Grabjido de la época)
cial», su situación en 1887 no era halagtleña para sus
ambiciones. Las vidas de dos hombres le separaban
del trono. El abuelo, aunque por ley natural no podia
subsistir largos años, se mostraba robusto y entero.
En cuanto al kronprintz, que llevaba una existencia
higiénica y metódica, todos esperaban que viviría
muclio. Do repente una noticia de origen misterioso
cambió la situación. Alguien murmuró al oído de Gui-
llermo, en Marzo de dicho año, un aviso que se man-
tuvo secreto por algún tiempo, y que indudablemente
produjo en el heredero un hondo trastorno en el que
entraron por partes iguales el estremecimiento de la
ambición y el amor filial tardíamente despertado. El
principe Fritz estaba enfermo de un cáncer en la gar-
ganta.
La terrible noticia fué conocida por el mundo en-
tero algunas semanas después. La emoción fué gene-
hacía ilusiones sobre la posibilidad de combatir la do-
lencia. El viejo Guillermo, que estaba próximo á la
muerte, compadecía al kronprintz, sintiendo renacer
en su interior las ternuras de sus primeros años de
padre. «Mi pobre Fritz», gemía el anciano al recibir
noticias de Ems, donde estaba en cura su hijo creyen-
do no tener otra enfermedad que una afección á los
bronquios.
El principe Guillernio debió sentirse agitado por
sus pensamientos contradictorios. De un lado la com-
pasión hacia, un padre que había sido dulce y toleran-
te para él, de otro la inevitable satisfacción de verse
próximo á ascender á un trono que semanas antes
sólo ora una esperanza i'emota de su madurez.
Cuando el kronprintz volvió de Ems á Berlín sabia
de un modo indudable que su enfermedad era de cán-
cer y que podia morir antea de un año. Como todos
4M
VirP-NTE BLASCO IRAÑEZ
BISMAnCK Y GUILLERMO I
El vlelo emperador abraza á su Canciller al felicitarle por su cumpIeaBos
los hombres de un temperamento nervioso y expansi-
vo, sufría accesos de profunda melancolía aun en tiem-
po ordinario. Al volver de Ems en Abril de 1887, se
mostró decaído y sin esperanza alguna. Por ley natu-
ral iba á suceder dentro de poco á un padre octogena-
rio, pero la muerte salía á su encuentro cortándole
el camino. Todas las cualidades que embellecen la
vida masculina, valor, imaginación, hermosura viril,
talento, le habían acompañado en su paso por la
tierra; y sin embargo, sólo había conocido la tristeza,
la ingratitud y el descorazonamiento. Su destino re-
cordaba la fatalidad que sigue las huellas de muchos
héroes de la tragedia antigua.
La esposa del príncipe, por una predisposición na-
tural en favor de todo lo inglés y por desconfianza
hacia los alemanes, hizo llamar al doctor Mackenzie,
uno de los más célebres doctores de Londres.
En torno del enfermo se entabló una lucha entre
el inglés y sus colegas germánicos. Mackenzie prac-
ticó una operación en la garganta del enfermo, y los
médicos de Berlín lo acusaron de haber operado en la
parte sana. Mientras tanto el viejo Guillermo, su
nieto y el Canciller, creyeron oportuno alejar al en-
fermo para impedir la agitación pública. Berlín era
una confusa Babel de chismes, cuentos y falsas noti-
cias con motivo de la enfermedad del príncipe, mar-
cándose una violenta enemistad entre alemanes é in-
gleses.
La celebración del jubileo de la reina de Inglate-
rra ofreció una ocasión excelente para el viaje del
kronpríntz. Este eon su mujer y sus hijas salió para
Londres el 11 de .Junio como representante de Alema-
nía en dicha solemnidad. Sólo había de volver al año
siguiente á Berlín para coronarse emperador. Estuvo
tres meses en Inglaterra, pasó una corta temporada
en el Tirol austríaco y fué á instalarse definitivamen-
te en San Remo, ocupando la villa Zirio. El día de la
llegada fuei'on tan graves los síntomas de su enferme-
dad, que hubo que llamar por telégrafo al doctor
Mackenzie. Éste á su vez, después de examinar al
enfermo, consideró grave la situación, haciendo venir
de Berlín al príncipe Guillermo.
Toda Europa concentró su atención en la villa de
San Remo. La curiosidad pública sometió al enfermo
y á sus acompañantes á una vigilancia inquisitorial.
Los periodistas de todas las naciones establecieron
un cordón de espionaje en torno de la villa Zirio,
sobornando á los criados y los proveedores de la casa.
Continuó la lucha entre los médicos ingleses y alema-
nes, tomando sus divergencias de opinión un carác-
ter político. Las acusaciones más insidiosas é infa-
mantes eran lanzadas por cada uno de los bandos
contra los adversarios. Los alemanes deploraban
amargamente el sistema empleado por los doctores
Howell y Mackenzie para la curación del enfermo.
Los ingleses, por su parte, daban á entender que los
médicos alemanes tenían interés en acelerar la muer-
te del principe, para que le heredase su hijo Guiller-
mo del que eran partidarios. Se habló con ruda fran-
queza de la posibilidad de un asesinato perpetrado
fríamente por medio de la ciencia. Se insinuaron acu-
saciones contra el joven Guillermo, dando á entender
que su ambición predominaba sobre la piedad filial. En
este período, el futuro emperador de Alemania moti-
vó terribles comentarios en varías naciones de Euro-
pa, y especialmente en Inglaterra.
Duríinte el invierno de 1887-1888, el mundo pudo
presenciar la agonía paralela de dos emperadores
alemanes. El octogenario Guillermo había llegado al
ALREDEUOHES PEÍ, PALACIO AL CIRCULAR LA NOTICIA DEL
FALLECIMIENTO DEL EMPERADOR
HISTORIA DE I. A GIJRRRA EUROPEA DE 1014
405
MUERTE DEL EMPERADOR GUILLERMO
final de su larga vida y se extinguía lentamente en
Berlin, mientras su hijo jadeaba con mortal ronquera
en un risueño paisaje de la costa italiana. La cuestión
era saber cuiil de los dos, Guillermo el viejo ó Fede-
rico en toda la fuerza de su madurez, se extinguiría
antes. «Alemania — dice un cronista de la época — re-
tuvo su aliento para seguir el desenlace incierto de
esta tragedia, y la cristiandad entera concentró su
atención sobre los dos HohenzoUern espirantes.» El
mes de Marzo, que es duro en Alemania, con sus
grandes vientos que barren las últimas nieves, tendió
TRASLACIÓN DEL CAnAVBK DBL KMi'EllADOR A LA CATBDRAL
(Grabados de la época)
al viejo emperador en su lecho de muerte. El joven
Guillermo, que había pasado el invierno entre Berlin
y San Remo presenciando la decadencia final de los
dos ascendientes, asistió á los últimos momentos de
su abuelo. El viejo, al morir, le habló como si fuese
su heredero inmediato, haciéndole recomendaciones
directas sobre el gobierno del Estado y de la familia
HohenzoUern.
Como el emperador conocía el carácter de su nieto,
le aconsejó una sumisión y una paciencia afectuosas
durante el reinado de su padre, que sería corto. Bis-
marck prometió á su ilustre amo mantenerse en la
Cancillería á pesar de todo en el próximo y breve
reinado, á no ser que el heredero lo despidiese franca-
mente. La última exhortación del viejo Guillermo en
los murmullos de la agonía fué para recomendar á su
nieto que se mantuviese siempre en buenas relacio-
ui'S con el Imperio de Rusia.
Guillermo I murió el 9 de Marzo de 1S8S. Al día
siguiente í'ederíco, su mujer y sus hijas abandona-
ron San Romo, dirigiéndose á Berlin en un tren espe-
cial que llegó en la noche del 11. Este largo trayecto fué
s.ilvado con una rapidez desconocida hasta entonces
(MI los ferrocarriles de Europa. El nuevo soberano mo-
ribundo llegaba del país del sol, bajo las tormentas
úo nieve de Marzo, para desempeñar su rápido papel
de emperador fantasma. «El marido de la inglesa»
iba ii reinar durante 99 días sobre una corte que le
había detestado, teniendo por colaborador al ministro
de su padre, que era su mayor enemigo. Además, ha-
¿106
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
FEDERICO III EN EL PARQUE DBl. PALACIO DE CHARLOTTBNBURGO
bía de ver todos los días á los médicos alemanes, acu-
sados por lina parte de la opinión europea de querer
acelerar el término de su existencia. Un hijo impa-
ciente rondaba en torno de él, pensando á todas horas
en su próximo advenimiento al trono.
El emperador Federico III se instaló en el palacio
de Charlottenburgo, preparado á toda prisa para re-
cibir al enfermo. Después de dar una proclama titu-
lada «A mi pueblo», tuvo varias conferencias con su
hijo Guillermo y con Bismarck. Estas entrevistas fue-
ron secretas, pero se supo que muchas veces quedaron
cortadas por agrias y tempestuosas discusiones.
La salud general de Federico se sostenía en estos
dias. Todavía le era posible hablar, aunque con voz
ronca y penosa. El caballeresco emperador, conven-
cido de su próximo fin, contempló la llegada de la
muerte con una calma intrépida, em-
pleando los pocos días que le restaban en
la llberalización de Alemania. Por des-
gracia la falta de tiempo y la terrible do-
lencia no le permitieron hacer grandes
cosas. Hasta los últimos momentos dedicó
una atención y una regularidad sorpren-
dentes á todos sus deberes de jefe de Es-
tado. Lo mismo en Charlottenburgo que
más tarde en Postdam, dedicó dos horas
por día, á pesar de sentirse moribundo, á
las audiencias de ministros y altos fun-
cionarios. La parte más considerable de
tiempo la pasaba en su biblioteca, estu-
diando los documentos de Estado y escri-
biendo sus memorias.
La historia melancólica de estos 99 dias
de reinado nos muestra al principe Gui-
llermo «expuesto en plena luz, sobre las
gradas del trono, pero silencioso y casi
siempre inmóvil».
El escritor norteamericano Harold Fre-
dcric, que fué uno de sus primeros pane-
giristas cuando ocupó el trono imperial,
dice sin embargo al describir el corto
reinado de Federico III: «El mundo ha
hablado mucho de la conducta desnatura-
lizada que observó Guillermo con su ma-
dre, de su actitud dura en presencia de
los terribles sufrimientos de su padre, de
su simpatía hacia los que invectivaban
con más violencia al doctor Mackenzie.
Se han contado muclias anécdotas sobre
su conducta poco filial en San Remo y
sobre su deseo impaciente de arrancar
de las manos de su padre las riendas
del poder. En Agosto de 1889, la A^^i-m-
v&lle Revue insinuó en un articulo que
los que rodeaban al enfermo imperial
temblaban cuando veían entrar á Gui-
llermo en la habitación de su padre, por
miedo á que le exigiese bruscamente el
establecimiento de una regencia.»
En realidad, Guillermo empezaba á encontrar algo
largos los dias del reinado de su padre. Bismarck,
más sereno y previsor, tuvo que aconsejarle pruden-
cia para que no amargase los últimos momentos del
soberano exigiéndole la transmisión del mando. Una
petición de este género hubiese provocado la cólera
de Federico III, que anonadado y sin voz quiso ser
rey hasta su última hora.
El 15 de Junio de 1888, á la caída de una tarde obs-
cura y lluviosa, la gran bandera amarilla que ondeaba
sobre el palacio de Postdam se arrió para anunciar
que el octavo rey de Prusia había cesado de existir.
Llegaba para el principe Guillermo el momento
deseado. Los ayudantes corrieron de un lado á otro.
Las tropas colocadas en el parque y en el interior del
I
BL PUBLICO LEYENDO EL ÚLTIMO PARTB DE LA ENFERMEDAD DE FEDERICO Ul
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
407
palacio formaron en batalla, situando
destacamentos en cada nna de las puer-
tas. Un cordón de hierro aisló del resto
del mundo el Friedrichskron, nombre con
que habia sido bautizada la residencia
del emperador difunto.
Guillermo II, tercer emperador de Ale-
mania y noveno rey de Piusia, se cuidó
ante todo de hacer sentir su autoridad ;i
los miembros de la familia. Su madre la
emperatriz quedó arrestada en sus habi-
taciones en compañia de sus hijas, pues á
un arresto equivalió la orden formulada
brutalmente por los ayudantes del nuevo
emperador para que no se moviesen de
las piezas que ocupaban.
Mientras tanto Guillermo, sin cuidarse
del cadáver de su padre, todavía caliente,
se dedicó al registro de los muebles del
difunto, buscando toda su corresponden-
cia y papeles íntimos.
Después de tales actos de piedad filial, tomó asien-
to para redactar sus proclamas á la Marina y al Ejér-
cito.
o
«Durante los tres dias que transcurrieron entre la
muerte y el entierro de Federico — dice Harold Frede-
ric, no obstante ser un escritor marcadamente favora-
ble á Guillermo II — , el mundo no vio ni oyó de su su-
cesor otras cosas que las dos proclamas al Ejército y
la Marina. La cosa fué realmente extraña. Equivalió
á un bofetón asestado á la cultura del siglo XIX, la
actitud de este joven que recibía el pesado encargo de
gobernar un Imperio rico en progresos civilizadores,
é inauguraba su actuación del modo más bárbaro. En
un pais donde nació el arte de la imprenta, en esa
Alemania donde trabajó Dúrero, donde Léssing pre-
BL ENTIERRO
lUralmdus de la época)
LA CÁMARA MORTUORIA DE FEDERICO III
paró la noble serie de poetas en la que Goethe ocupa
el primer lugar y Wágner no es el último, resultaba
monstruoso que un joven elevado al rango de sobera-
no no viese otra cosa digna de atención que las co-
lumnas de tropas y las máquinas de guerra.»
El contenido de las dos proclamas surgiendo de las
prensas casi al mismo tiempo que la noticia de la
muerte del emperador, correspondió á la precipita-
ción con que habían sido redactadas y lanzadas al
público.
Guillermo hacia en ellas un largo elogio de su
abuelo, sólo dedicaba á su padre un débil recuerdo, y
glorificaba los hechos de armas y las hazañas de sus
antepasados más lejanos diciendo á las tropas: «Xos
pertenecemos el uno al otro, yo y el ejército. Hemos
sido creados el uno para el otro, y permaneceremos
firme é inseparablemente unidos, asi le
plazca á Dios darnos la calma ó la tor-
menta.»
Como dice el autor ya citado, «el mili-
tarismo triunfante resonaba en cada linea
de las proclamas. El mundo oyó á este
joven que se glorificaba de ser el Señor
de la guerra, con un sentimiento que fué
modificándose según la distancia, en di-
versas gradaciones. Los más próximos
llevaron la mano á la empuñadura de la
espada; los más lejanos sonrieron desde-
ñosamente; pero todos, vecinos ó lejanos,
adivinaron unánimemente que los dias de
amenaza y de violencia iban á amanecer
en Alemania».
Europa miró con cierta inquietud el en-
tronizamiento de este emperador joven,
abundante en palabras y gestos, como un
actor, que se complacía en sembrar la
alarma y el miedo, y mostraba por sus
408
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
EL KAISEK LEYENDO SU PRIMER DISCURSO EN EL RBICH8TAG
(üiabado de la época)
SUS palabras y bus gestos, convergía
eu otro individuo, el imperial actor, con
una acción ruidosa, procuraba acapa-
rar de nuevo la atención de los espec-
tadores.
Tan familiarizada llegó á estar la cu-
liosidad pública con este personaje, que
hasta creyó innecesario emplear su nom-
bre. Bastó decir El para que todos
adivinasen al soberano incansable, de
fíima mundial, aspectos proteicos y am-
liiciones infinitas, que se ha levantado
todas las mañanas durante un cuarto de
siglo con el propósito de hacer hablar
de su persona á la humanidad entera y
procurarse «una buena prensa», lo mis-
mo que un artista que cultiva su renom-
bre y teme las injurias del olvido.
Desconcierta su personalidad por lo
compleja y contradictoria. Pueden de-
cirse de él, á un mismo tiempo, elogios
y censuras, pues como todos los hom-
bres faltos de equilibrio, ha realizado en un mismo día
los gestos más contradictorios y pronunciado las pa-
labras más antagónicas. Unas veces se expresa como
un burgrave de la Edad Media y otras hace gala de
la mentalidad extremadamente moderna de un ciuda-
dano de los Estados Unidos. En ciertos períodos quiso
ser el «Señor de la guerra», el apóstol de la fuerza,
amenazando al mundo, como si hubiese desaparecido
ejércitos un entusiasmo pueril, semejante al de un
niño que posee numerosos juguetes. Al sentimiento
de inquietud vino á unirse la aversión producida por
su conducta con los padres. Todos comentaban su
dura impaciencia ante la enfermedad de Federico, su
arrogancia desnaturalizada con la madre en los pri-
meros días de viudez, la tranquilidad con que apenas
subido al trono había suprimido de un plumazo lo
poco de bueno y de liberal que pudo realizar su pre- de él todo vestigio del derecho. Á continuación fué el
decesor en tres meses de torturas y de reinado. evangelista de la paz, manifestando públicamente su
«El mal hijo» fué el titulo con que le designaron
todas las cortes de Europa. Como Guillermo se dedicó
á viajar apenas se vio emperador, creyendo recoger
en todas partes simpatías unánimes, los ecos de la
reprobación general fueron saludando sus pasos. El
príncipe de Gales se marchó de Viena por no encon-
trarse con este sobrino antipático que había amar-
gado la existencia de su hermana. El heredero de la
corona de Rusia atravesó Berlín dos veces sin avi-
sarle su paso y sin querer descender del vagón.
El Papa aun lo juzgó con mayor severidad. Cuan-
do el nuevo César alemán le impuso brutalmente su
visita, León XIII, fino observador de los hombres, lo
apreció al primer golpe de vista.
Hablando con sus íntimos días después, dijo el
Pontífice con una clarividencia profética:
— Es un joven petulante y vano, cuyo reinado ter-
minará con grandes desastres.
XI
El
Durante veinticinco años consiguió Guillermo II
queel mundo entero se preocupase de él á todas horas.
Cuando, la opinión universal, fatigada de comentar
EL OKSTO TERUIBLE
(Caricatura ile Le Cri de. Paria)
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
409
adhesión á todos los que trabajan por la concordia
humana.
Hay que reconocer que su actividad incansable y
un tanto loca contribuyó poderosamente al enorme
desarrollo de su pais. Pero hay que aceptar igual-
mente que esta actividad desordenada é imprudente
ha conducido al Imperio alemán á ocupar una situa-
ción odiosa en el mundo, viéndose aislado de todos los
pueblos por el recelo y la antipatía que inspiran sus
actos.
a
Cuando Guillermo II subió al trono, muchos obser-
vadores juiciosos adivinaron que no tardarla en pro-
ducirse un rompimiento entre el nuevo emperador y
el omnipotente Bismarck. Las más cariñosas relacio-
nes unían al viejo maestro y al discípulo. Su reciente
colaboración con-
tra la política de
Federico III los
habla juntado, to-
davía más, con un
afecto de cóm-
plices.
El Canciller es-
taba acostumbra-
do á considerar el
Imperio de Ale-
mania como algo
propio de la fa-
milia Bismarck,
comanditaria de
la familia Hohen-
zoUern. Los em-
peradores eran los
socios capitalis-
tas, que recibían
honores, ganan-
cias: los Bismarck
los socios industriales, que por un derecho indiscuti-
ble debían poseer eternamente la dirección de la em-
presa. Nunca al viejo Guillermo se le había ocurrido
prescindir de los servicios del famoso Canciller. Cuan-
do su duro carácter de soldado le hacía discutir y cho-
car con el terrible colaborador, bastaba que éste
lanzase la palabra «dimisión» para que al momento
se restablecieran las relaciones amistosas, francas,
leales y simples.
Los dos viejos se amaban recíprocamente: sentían
una mutua gratitud por lo que se habían ayudado en
sus respectivas carreras. El diplomático había encon-
trado en el rey de Prusia un amo que tenía fe en su
talento, siguiéndolo á través de las aventuras más
audaces. Guillermo, por su parte, de pobre rey de
Prusia había llegado á convertirse en el primer sobe-
rano de Europa, gracias á los esfuerzos de su colabo-
rador. Jamás se le ocurrió sentir envidias ni recelos
al ver que Bismarck resultaba más famoso que él y
era objeto de mayores homenajes de entusiasmo al _
-¡HE AQUÍ UN emperador!
(Caricatura del Life, de Nueva Turk)
EL MOUEKNO GüLLIVBR
(Caricatura del /■'»», de Londres)
comparecer ante el pueblo alemán. Rudo y falto de
tacto, en muchas circunstancias de su vida el Canci-
ller mostró, sin embargo, ciertos miramientos con el
viejo monarca, para no herir su amor propio. Duran-
te diez y ocho años se abstuvo de asistir á las funcio-
nes de la Ópera cuando estaba presente Guillermo I,
por temor de que
las ovaciones po-
pulares con que
era saludado pu-
diesen herir la
sensibilidad de su
regio patrón.
El gran minis-
tro que guardaba
entre sus manos
toda la autoridad
de Alemania, co-
menzó á sentir la
más humana de
las pasiones, la
ambición pater-
nal, descando fun-
dar una dinastía
que heredase su
enorme poderío.
LosHohenzollern
al sucederse en el
trono, encontra-
rían siempre una
grada más abajo .^^ soy yo!
.a los Bismarck, (Caricatura dol .iYf6eI»j)a:íer, de Zurich)
&l
410
VICENTE BLASCO ÍBAÑEZ
sus eternos cancilleres. El viejo Guillermo I había
visto en su nieto el sucesor deseado. Bismarck con-
taba con su hijo mayor Heriberto, en el que parecían
reproducirse algunas de sus facultades, especialmen-
te la rudeza de carácter, la libertad de maneras y
una gran fuerza para el trabajo. Este joven robusto,
gran aficionado á los placeres y de una audacia des-
concertante, tenía diez años más que Guillermo II,
pero se había educado en compañía de él, con igual
intimidad que los hijos de dos consocios unidos por
los negocios comunes. .
La esposa de Guillermo II detestó á Bismarck á
causa de su hijo. El conde Heriberto fué el compa-
ñero de aventuras de Guillermo, el que le acompañó
antes de su matrimonio y años
después en las fáciles aventuras
de la vida nocturna de Berlín.
El poder enorme que el prínci-
pe de Bismarck había ejercido
sobre el viejo Guillermo iba á
parecer poca cosa comparado con
la autoridad que creía haberse
asegurado sobre el nieto con su
apoyo y sus lecciones. Sería el
Canciller del Imperio hasta el úl-
timo instante de su vida. Luego
su hijo Heriberto disfrutaría en el
siglo XX de la misma omnipoten-
cia gozada por él en la segunda
mitad del siglo XIX.
Con el advenimiento de Guiller- •
rao II al trono, el poderío de los
Bismarck llegó á los limites más
extremados. Alemania era suya.
El Canciller empezó á manifestar
las decadencias de la vejez. Con-
servaba el talento de siempre para los grandes nego-
cios, pero el largo ejercicio de un poder absoluto había
desarrollado los defectos de su carácter, dejando al
descubierto las más pequeñas y despreciables pasio-
nes. El primer diplomático de Europa descendía á
preocuparse de las intrigas y murmuraciones de la
corte. Un mezquino espíritu de venganza influía mu-
chas veces en sus decisiones. Él y su hijo, durante el
corto reinado de Federico III, habían tenido que sufrir
desdenes de los liberales amigos del emperador enfer-
mo, que ocuparon momentáneamente el primer lugar.
Al sucederle Guillermo II, la vanidad herida de los
dos quiso vengarse de tales afrentas, y se valieron
del nuevo emperador como de un instrumento para
el castigo de sus adversarios.
Guillermo II, dominado por el entusiasmo activo
y ruidoso que despertó en él su nueva situación, nece-
sitaba de Bismarck y su hijo. Todo el tiempo lo em-
pleaba en satisfacer sus dos aficiones predilectas, la
oratoria y los viajes, pronunciando discursos, incohe-
rentes las más de las veces, que sumían á Europa en
justa confusión, ó visitando las principales cortes. El
joven emperador, por inconsciencia (pues no es creí-
ble que llegase á tanto su deslealtad filial), se prestó
á toda clase de venganzas contra la memoria de su
padre. No sólo fueron suprimidas las iniciativas libe-
rales de Federico III. Su viuda quedó relegada en una
especie de destierro con el título de emperatriz Fede-
rico, y los edificios públicos que habían recibido ün
título de él fueron rebautizados.
Federico III quiso morir en el palacio de Postdam,
donde habían vivido él y su esposa y nacido todos sus
hijos. Era el llamado Palacio Nuevo, levantado por
Federico el Grande; construcción célebre á causa de
su gran cúpula, que obtuvo en el siglo XVIII una fama
igual á la de la Torre Eiffel en nuestros tiempos. Esta
fama no obedecía á razones in-
dusti'iales ni científicas. Tuvo por
única base las tres figuras fe-
meninas que sostienen sobre la
cúpula una enorme corona real,
y que representan un insulto en
bronce lanzado por Federico el
Grande á las tres mujeres más
poderosas de su época. Las tres
figuras desnudas tienen los mis-
mos rostros de la zarina Elisabeth
de Rusia, la emperatriz María
Teresa de Austria y la marquesa
de Pompadó'ur, amante del rey de
Francia, cada una de ellas con
las esfericidades del dorso vuel-
tas hacia su país natal. El famoso
rey de Prusia quiso vengarse con
esta ironía grosera de las tres
mujeres que lo habían lanzado en
la guerra de los Siete Años. El
espléndido edificio, rodeado de los
viejos bosques de su parque, es la residencia más
hermosa de Prusia, y por esto la amaba el román-
tico Fritz, padre de Guillei-mo II. Quince días antes
de su muerte díó un decreto ordenando que el Palacio
Nuevo — que no merecía este título por tener más de
un siglo de existencia — se llamase en adelante Frie-
drichskron (Corona de Federico), en honor del gran
rey prusiano. Uno de los primeros actos de Guiller-
mo II fué suprimir este nombre, volviendo á llamarle
Palacio Nuevo, á pesar de su vejez.
Con resoluciones menos pueriles demostraron él y
Bismarck su dureza contra el difunto emperador. Al-
gunos amigos de Federico III publicaron fragmentos
de las memorias escritas por éste y fueron persegui-
dos y encarcelados como reos de alta traición, com-
pareciendo ante el tribunal imperial de Leipzig, que
á pesar de las exigencias de Bismarck, tuvo que ab-
solverlos. En cambio el joven emperador y su Can-
ciller protegieron visiblemente á los amigos infieles
é ingratos del emperador difunto. El judío Friedberg,
que con gran escándalo de los conservadores prusia-
nos había sido nombrado rainisti'o por Federico III en
LA NUEVA ÁGUILA ALEMANA
(Caricatura del Life, de Nueva York
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
411
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412
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
un sentimiento á otro. En
público tributaba gran-
des muestras de respeto
y admiración al Canci-
ller, pero en ciertos mo-
mentos parecía reflexio-
nar, afirmando con tono
sombrío de amenaza:
— No hay en este país
más que un solo amo, y
ese amo soy yo.
8u mania oratoria le
hizo revelar en algunas
ocasiones el verdadero
fondo de su pensamien-
to. Los que le conocían
bien, adivinarojí que la
imagen de Bismarck co-
menzaba á vivir fija
como una obsesión pe-
nosa en el fondo de su
memoria. La autoridad
del antiguo maestro pe-
saba sobre sus nervios
de un modo irresistible.
Cuando se mostraba pen-
sativo y ceñudo, sus íntimos se preguntaban si esta
preocupación era por los negocios de Estado ó por la
tutela gloriosa éirresistible de Bismarck.
Al pronunciar uno de sus muchos discursos en un
banquete organiztido por la Dieta de Braudemburgo, el
regio orador, que una vez que toma la palabra no sabe
hasta dónde puede ir, despertíindo la inquietud ó la
desesperación de sus ministros, alzó sin querer una
punta del velo que ocultaba su pensamiento. Su dis-
curso poético y dulzón se hizo de pronto agresivo.
Hablaba de un reciente viaje por el mar, de sus re-
flexiones nocturnas sobre el puente del navio, de su
TTNO DE LOS ÚLTIMOS TiltUNFOS PAULA MEXTAKIOS DE BI.'íMARCK
Los diputados, y entre ellos el general Moltke, le felicitan después de uno de sus discursos en el Relchstag
((¡rallado dtí la época)
su época de regente, y el escritor Gustavo Freytag,
su compañero y secretario, dieron el repugnante es-
pectáculo de ponerse al servicio de Guillermo y su
ministro para ennegrecer la memoria del antiguo
protector, publicando supuestas revelaciones hechas
en la intimidad.
P2ste proceder demostró una vez más el verdadero
carácter de los prusianos, que sólo conocen la amis-
tad y la lealtad cuando proporcionan un resultado
positivo, y se hallan prontos á servir á un nuevo amo
é insultar al antiguo si les aporta algún provecho. Un
alto funcionario.de Berlín se expresó así al comentar
la conducta de Freytag y Friedberg:
— Cuando dos hombres ilustrados proceden de tal
modo contra la memoria de su protector, nada tiene
de extraordinario que se nos considere á los prusia-
nos en el extranjero como una manada de lobos pron-
tos á devorar á todo compañero que cae.
Guillermo II siguió mostrando el entusiasmo de
siempre por el viejo Canciller y la misma amistad de
los primeros años por su hijo Heriberto. En su ince-
sante actividad el inquieto emperador iba personal-
mente de buena mañana á sorprender al uno ó al otro
en el lecho, entablando largas y amistosas pláticas.
Nunea.el Canciller se había considerado tan fuerte.
Y sin eiirbargo, en la corte de Prusia eran cada vez
más numerosos los que se expresaban abiertamente
contra él, considerando próxima su desgracia. Conta-
ban con el carácter desequilibrado y vehemente del
joveft-empeméor-y-éispuesto á pasar con facilidad de
#^^
h
BISMARCK V LA POLÍTICA DE GUILLERMO
—En un año me ha complicado el mapa de Alemania
(Caricatura del Fíyaro, de Vieua)
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
413
conversación con la inmensidad estrellada del cielo,
, que le hacia sentir en el alma «un celo ardiente por
gobernar con misericordia y justicia, bajo la mirada
de la Providencia divina, y para el bien de todo su
pueblo». De pronto se detuvo como si acabara de cor
tarse esta fuente de retórica, fácil y agradable. Ijaii-
zó en tornó de él una mirada amenazadora y dijo con
voz fosca:
—Todos los que me quieran ayudar á cumplir mis
grandes deberes serán bien recibidos; pero los que
se opongan á mis deseos, pueden ponerse en guardia,
porque pienso hacerlos pedazos.
Los oyentes quedaron espantados por la inespera-
da amenaza. Los repórters no se atrevieron á trans-
cribir tales palabras en sus periódicos, creyéndolas
una torpeza de orador que no sabía cómo continuar
su discurso. Pero ÍTuillermo las restableció por su pro-
pia mano en el relato publicado por el diario ottcial.
Estas amenazas produjeron en toda Alemania una
impresión penosa. La mayoría creyó que iban dirigi-
das á los socialistas en particular y á todos los que en
el Reichstag pretendían hacer oposición. Los que es-
taban enterados de los secretos de la corte sonrieron
misteriosamente. Unas semanas después el Canciller
de hierro tenía que abandonar el poder para siempre.
Era Bismarck el que Guillermo II quería hacer pe-
dazos.
Á nuevo Imperio nuevos servidores. Guillermo
sentía la ansiedad innovadora del hombre moderno
que se apresura á cambiar las maquinarias y los pro-
cedimientos venerables que hicieron la fortuna de sus
ascendientes.
El viejo Moltke, silencioso, enfurruñado y poco
amigo de exhibiciones, se dio cuenta inmediatamente
de su inutilidad junto á este soberano joven, ávido de
novedades. Bastó una in-
directa de Guillermo á sus
muchos años cargados de
gloria, para que presenta-
se la dimisión de jefe del
Estado Mayor, basándoLi
en que «su edad no le per-
mitía ya montar á caba-
llo». El soberano se apre-
suró á admitirla con acom-
pañamiento de grandes
honores para el héroe ale-
mán. Su sucesor fué el ge-
neral Waldersee, favorito
del nuevo emperador.
Waldersee, casado con
una rica norte-america-
na, daba grandes fiestas
en Berlín, ;i las que asis-
tía lo mejor de la aristo-
cracia. En sus salones se
trabajaba francamente
BISíIARCK EN LA ÉPOCA DR SU RUPTURA CON EL EMPERADOU
contra Bismarck, y la conspiración era apoyada por
todas las mujeres de la familia imperial. La empera-
triz Federico animaba los trabajos con su antiguo odio
contra el Canciller. Su nuera, la emperatriz actual,
á impulso de los celos, sentía igual predisposición
contra los Bismarck, acusando á Heriberto de corrup-
tor de su marido. Hasta
la valetudinaria empera-
triz, esposa del viejo Gui-
llermo, próxima á la tum-
ba, aprobaba la guerra
contra el ministro de su
nieto. El cariicter piadoso
y sencillo do la anciana
había abominado siempre
de las violencias de Bis-
marck y de su genio bár-
li;iro.
Ll Canciller se daba
cuenta del gran trabajo
de destrucción que se rea-
lizaba en torno de él, mi-
nando sordamente su in-
menso poderío. Moltke y
todos los compañeros de
la época gloriosa se ha-
bían retirado. Hombres
nuevos v ambiciosos asal-
DIÓOBNBS BISMARCK AI, NTTRVO ALEJANDRO, GUILLERMO II
- No me quites el sol
(Cnricftturn dol Punch, de Lontíres)
414
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
ALEJANDKO III DE RUSIA
taban los primeros lugares, sin tener para él otro res-
peto que el que infunde un recuerdo histórico, y hasta
pretendían indicarle con su oposición fría y cortés la
conveniencia y oportunidad de una retirada á tiem-
po. En el Reichstag muchos grupos políticos intenta-
ban combatirle á nombre del emperador, establecien-
do una diferencia entre su personalidad y la de su
nuevo amo.
La política extranjera vino á complicar su situa-
ción. Bismarck era partidario de las buenas relaciones
con Rusia, y por esto después de constituir la Triple
Alianza había hecho su tratado secreto de «contrase-
guro» con la corte de San Petersburgo. Tal vez á insti-
gación suya el viejo Guillermo había recomendado á
su nieto en el lecho de muerte, como último consejo, la
estrecha amistad con el Imperio de Rusia. La primera
visita de Guillermo II emperador fué para sus parien-
tes de la corte de San Petersburgo. No aguardó una
invitación ni que hubiese cesado el luto que aun lle-
vaba dicha corte por la muerte de su padre. La visi-
ta fué penosa y fatal. El zar Alejandro III, gigante
tranquilo y parco en palabras, experimentó una anti-
patía irresistible hacia este joven petulante, ruidoso
y entrometido, que hablaba de todo con suficiencia y
daba consejos á sus mayores. Además en la corte de
Rusia, como en las otras cortes de Europa, era re-
ciente la animosidad contra Guillermo por la conduc-
ta desnaturalizada que había observado con sus
padres.
Transcurrió mucho tiempo sin que el zar le devol-
viese la visita. La familia imperial de Rusia tuvo
cierto empeño en hacer ver que rehuía la amistad de
Guillermo II. El heredero de la corona pasó dos veces,
por Berlín como un simple particular.
El joven emperador, ofendido por estos desdenes,
volvió la espalda á Rusia, dedicándose á ganar la
amistad de Inglaterra. Esta conducta representaba
una gran derrota para Bismarck, poco afecto á la
(irán Bretaña y partidario de las relaciones con Rusia.
Le era más difícil á Guillermo conquistar el afecto
de la familia real de Londres que la de San Peters-
burgo, pues aquélla había sido ofendida directa y par-
ticularmente por su ingratitud filial. Pero contaba
para conseguir la reconciliación con un apoyo pode-
roso, el de su madre, pronta á olvidar todos los insul-
tos pasados por el gran amor que le inspiraba su pri-
mogénito.
La emperatriz Federico se esforzó por conseguir
que su madre la reina Victoria olvidase la mala con-
ducta de su nieto. También quiso que su hermano el
príncipe de Gales diese la mano á este sobrino del
que había dicho: «Lo es todo, menos un gentlemen.y
Guillermo II consiguió su ardiente deseo de reali-
zar un viaje á Inglaterra para poder lucir con pueril
orgullo sus primeros acorazados ante la enorme flota
británica. En está visita la abuela indulgente le hizo
el regalo más grandioso con que podía soñar este
joven monarca, aficionado como un actor á los unifor-
mes y las condecoraciones. La reina Victoria le nom-
bró almirante honorario de la marina inglesa. Él á su
vez, como muestra de gratitud, dio el título de coro-
nel de uno de sus regimientos de dragones á la vene-
EL KAISER EN LONDRES
-iHasta la vista, querida abuela!
{Caricatura ilel Punch, de Londres)
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
415
rabie señora, que por su obesidad y sus años necesita-
ba apoyarse en un bastón.
Una simpatía sin limites por Inglaterra y sus es-
plendores se declaró desde entonces en el emperador,
de impresiones fáciles y cambiantes. Quiso imitar el
lujo y las sólidas comodidades de la más rica nación
del mundo. Se sintió avergonzado de la severidad es-
partana con que el viejo Guillermo habia organizado
la corte de Prusia, é hizo que el Reichstag aumentase
en varios millones la lista civil.
El zar le. devolvió su visita en Berlin de un n^odo
frío y ceremonioso, y Guillermo á su vez volvió á Ru-
sia para íisistir á las maniobras. Pero la recomenda-
ción de su abuelo quedaba olvidada. Su amistad era
para los ingleses, y en adelante afectó hablar el ale-
mán con un marcado acento británico. Entre los in-
numerables uniformes que figuran en sus roperos, el
que le inspiró más orgullo fué el de almirante inglés,
aprovechando el más leve pretexto para ostentarlo.
Durante el viaje á Atenas en Octubre de 1889
para asistir al matrimonio de su hermana con el prín-
cipe real de Grecia, se mostró tan orgulloso de este
titulo, que al navegar por las aguas del mar Egeo izó
en su yaeht el pabellón de almirante inglés. Una es-
cuadra británica había ido á Grecia para tomar parte
en los reales festejos, y Guillermo, tomando en serio su
nombramiento honorífico, se dedicó á inspeccionar los
buques como si fuesen suyos, sorprendiendo á las tri-
pulaciones en plena noche con visitas inesperadas,
revistándolas, dirigiendo discursos á los oficiales y
DESPRECIANDO LA SOMBRA DE NAPOLEÓN
(Caricatura de La Jlepublique lUxiítréej
EL ENVANECIMIENTO
Guillermo U, escribe; «El Estado soy yo»
(Caricatura dol Humoristické, de Praga)
obligándolos por cortesía á incesantes trabajos. Can-
sados de este celo infantil que trataba á la escuadra
como si fuese un juguete, los oficiales ingleses protes-
taron en una queja dirigida al Almirantazgo de Lon-
dres. «Es hora de que cese este juego — dijeron — . Si
quiere contentarse con lucir el uniforme, muy bien.
Pero nosotros no lo hemos nombrado almirante para
que nos moleste y nos aturda de este modo.»
La intimidad de Bisraarck y Guillermo continuó á
pesar de las divergencias visibles entre el emperador
y su ministro. Aquél, cada vez más poseído de su im-
portancia como arbitro de Europa y ansioso de gober-
nar personalmente, no podía sufrir el tono de superio-
ridad con que su antiguo maestro pretendía guiarle.
Un pretexto cualquiera iba á motivar el rompimiento
inevitable.
El 15 de Marzo de 1890, el emperador se presentó á
las diez de la mañana en el ministerio de Negocios
Extranjeros, donde residía Bismarck. Guillermo II,
que parecía de mal humor, le reprochó sus entrevis-
tas particulares con los jefes de grupo del Parlamento.
El Canciller, extrañando el tono del soberano, contes-
tó con altivez:
— Yo no puedo admitir ninguna vigilancia en raia
relaciones con los diputados, ni reconozco á nadie el
derecho de intervenir cu mi casa ordenando qué visi-
tas debo aceptar.
— ¿Ni aun en el caso que yo os hable como sobe-
rano?— preguntó Guillermo cada vez más irritado.
— Ni aun en ese caso — repuso el Canciller — . Las
órdenes de Vuestra Majestad no pueden ir más allá
416
VICENTE BLASCO IBANEZ
de la puerta del salón de la princesa de Bismarek.
Por cumplir una promesa hecha al emperador Gui-
llermo I en el momento de su muerte, he permaneci-
do y permaneceré al servicio de su nieto. Si resulto
importuno, estoy pronto á retirarme.
El que se retiró fué el emperador haciendo un ges-
to afirmativo. Bismarek, una vez pasada la primera
emoción de este choque, recobró su tranquilidad ha-
bitual. La amenaza de la dimisión era un procedi-
miento que había usado muchas veces con el primer
trascendencia de tal medida, el omnipotente Bismarek
se vio acogido con las mismas palabras que un impor-
tuno vulgar: «Su Majestad ha salido.» Al volver al
ministerio tropezó de nuevo con el inexorable ayu-
dante encargado de recoger su dimisión. Sólo enton-
ces, trémulo de rabia, se decidió á escribir su senten-
cia de muerte política, que fué seguida algunos días
después por la dimisión de su hijo Heriberto.
Los últimos momentos políticos del Canciller resul-
taron crueles y equivalieron á una espiación. En vano
BL, GBNBRAL MOLTKB EN' SU DESPACHO DEL ESTADO MAYOR ALEMÁN ANTES DB PRESENTAR SU DIMISIÓN
(Grabado de la época)
emperador, consiguiendo aterrarlo y someterlo. Con
el nieto iba á ocurrir lo mismo. El joven emperador,
al serenarse, reconocería la imposibilidad de gober-
nar en ausencia de su antiguo maestro. El Imperio
alemán no podía concebirse sin la presencia de Bis-
marek.
Dos ó tres horas después un ayudante del empera-
dor se presentó en el ministerio para reclamar en
nombre del soberano la dimisión ofrecida. Bismarek,
trémulo de cólera y de sorpresa, dio una respuesta
vaga. Transcurridos algunos minutos, el ayudante
volvió á presentarse para repetir su demanda. El
Canciller balbuceó que le había faltado el tiempo para
redactar la dimisión, afirmando que iría á llevarla en
persona al emperador al día siguiente. Cuando se pre-
sentó en el palacio resuelto á emplear toda su elo-
cuencia para que Guillermo II reflexionase sobre la
miró en torno de él: no encontró un amigo ni un apo-
yo. Con el ansia de conservar el poder, hasta imploró
el auxilio de las damas de la familia real con las que
había vivido siempre enemistado.
La anciana emperatriz había muerto pocos días
antes. Bismarek pasó por la humillación de mendigar
el apoyo de la emperatriz Federico, «la inglesa» tan
desacreditada por él; pero ésta no pudo ó no quiso
auxiliarle en las venticuatro horas de angustia que
pasó el Canciller, perseguido por el siniestro ayudan-
te que le reclamaba la dimisión.
Su tiempo había terminado. El grande hombre no
tenía sitio en la nueva Alemania de Guillermo II. La
muchedumbre lo adoraba como una personificación de
las glorias patrias; pero él había moldeado el pueblo
alemán con su mano férrea, infundiéndole un respeto
religioso por sus emperiidores, y al surgir un coutíic-
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
417
to entre el monarca joven y el ministro ilustre, el pue-
blo debía aceptar ciegamente la regia decisión.
Su caída vergonzosa y cruel resultó lógica. Bis-
marck recolectó con arreglo á la siembra que había
hecho durante su vida. Los personajes oficiales, el
ejército, las clases ricas, le volvieron la espalda en
la hora de la desgracia ó procuraron morderle con la
ingratitud prusiana, semejante á la de los lobos. «No
había perdonado nada — dice un autor — para hacer
depender toda autoridad y todo progreso de la perfi-
dia más profunda y de los cálculos del interés perso-
nal. Había repelido todos los ideales y todas las aspi-
raciones generosas del dominio de una política prác-
tica, apellidada con justicia política bismarckiana.
Había acostumbrado sistemáticamente el espíritu ale-
mán á sufrir la ley de la fuerza y de la astucia, á
ver aplastados sin misericordia los hombres de los
partidos de oposición, á usar sin remordimientos el
escándalo y la calumnia como armas políticas. El
espíritu oficial, formado en su propio molde, endure-
cido por las ejecuciones y acostumbrado á ver cómo
eran arrojados desde lo alto de la roca de bronce de
la cancillería los hombres eminentes, contempló sin
lástima y sin emoción la caída prodigiosa de Bis-
marck.»
En la hora del infortunio hasta sus empleados más
íntimos se volvieron contra él. Este protector de Stie-
ber y organizador del espionaje se dio cuenta repenti-
namente de que sus allegados lo espiaban á él. Bülow,
su protegido, su hombre de confianza, se apoderaba de
sus secretos por medio de la princesa de Bismarck.
Los empleados de su gabinete lo vigilaron hasta el úl-
timo momento, y el canciller, antes de salir del minis-
terio, para salvar sus papeles más importantes tuvo
que ocultarlos entre las páginas de un atlas de geo-
grafía que guardó bajo el brazo.
El 29 de Marzo, vistiendo el uniforme de coracero,
PIiFTWnMM35
— ¡BORUBMOS A F.STB HOMIlREl
El kaiser haciendo desaparecer la figura de Bismarck del cuadro
de los fundadores del Imperio
( Weekblaú, vaor NcdcHand, du Amsterdam)
BISMARCK BN DESGRACIA
El emperador.— ¡Este niño se ha hecho verdaderamente insoportable!
(Le Figaioj
se dirigió á la estación de Lehrte para trasladarse á
su retiro de Friedrichsruh. El pueblo de Berlín acu-
dió á despedirle, saludándolo con inmensas ovacio-
nes. La muchedumbre humilde fué la única que le
demostró gratitud en medio de su desgracia, recor-
dando los grandes servicios que había prestado al
país. Pero Bismarck, que despreciaba al pueblo, lo
había convertido en un rebaño obediente, incapaz de
rebeldía ante los reyes y de imponer su voluntad en
los negocios públicos.
A las masas que lo aclamaban y le arrojaban flo-
res, les gritó con un rugido de orguUosa cólera:
— Volveré, amigos míos. El emperador me encon-
trará en su camino.
La amenaza del viejo glorioso y decadente no se
cumplió nunca. Tal vez estas palabras hóIo fueron el
eco de una esperanza tenaz, creyendo el canciller que
Guillermo II no podría prescindir de sus servicios y se
vería obligado á buscarlo, lo que tampoco ocurrió.
Días después, en su retiro de Friedrichsruh, decía
Bismarck con tono sarcástico:
— He visto tres reyes como quien dice en cueros, y
puedo asegurar que ninguno de estos tres señores me
ha enseñado nada realmente hermoso.
La única venganza que pudo permitirse el terrible
solitario, reducido á la impotencia, fué la redacción
418
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
LA PRIVANZA Y LA CAÍDA DE BISMARCK
El gran Bismarck y el pequeño Guillermo
El kaiser, humildemente. — ¿Se puede?
( Hvmoristické Listy, de Praga)
venenosa de sus Memorias, que se publicaron después
de su muerte.
o
Si Guillermo II experimentó cierta indecisión al
verse solo á la cabeza del Imperio, el aplauso de sus
cortesanos y la satisfacción con que una gran parte
de Alemania saludó la caída de Bismarck le infundie-
ron orgullo y confianza para seguir adelante.
El Imperio, según él, no debía tener mas que uu
solo amo: el emperador. El
canciller sería en adelante
un simple edecán para trans-
mitir sus voluntades á la
nación y hacer frente en el
Reichstag á los grupos polí-
ticos, que fingían una oposi-
ción tan falsa y artificial
como el parlamentarismo
germánico.
El hombre escogido para
canciller fué el general Ca-
privi, por reunir las condi-
ciones de pasividad y sumi-
sión que deseaba Guillermo.
Caprivi había conquistado
las simpatías del emperador
á causa de la humildad or-
denancista y la prontitud
con que se plegaba á todas
sus indicaciones, pasando de
un puesto á otro para des-
empeñar las funciones más
diversas.
El carácter bizarro de
Guillermo II, su actividad
inquietante, la suficiencia
con que hablaba de todo y
el deseoí de mezclarse en
todo empezaron á inquietar á Europa cuando el joven
emperador quedó expuesto en plena luz ante la curio-
sidad universal.
Los ingleses fueron los primeros que se fijaron en
él. La Contemporary Review publicó en 1892 un artí-
culo sin firma titulado «Guillermo», que obtuvo gran
resonancia, pues fué el primer retrato exacto que apa-
reció del regio personaje.
«Mucho antes de que subiese al trono — decía la re-
vista inglesa — , el príncipe
Guillermo empezó á ser por
su carácter el objeto de una
curiosidad excepcional, á la
que se unió en muchos ob-
servadores una viva simpa-
tía. Surgieron de diversos
lados voces más ó menos
autorizadas, poniéndose de
acuerdo para prometer al
futuro soberano un gran por-
venir. Pero al mismo tiempo
otras personas, que habían
tenido ocasión de conocerlo
durante su permanencia en
la Universidad de Bonn,
murmuraban que era un jo-
ven de poco corazón, de una
vanidad sin límites y pre-
dispuesto hasta un grado
anormal á la falta de mira-
mientos con el prójimo. A
esto añadían que las buenas
cualidades que pudiese tener
el príncipe Guillermo que-
darían obscurecidas fatal-
mente por su estado per-
manente de inquietud y mo-
vilidad.
EL KAISER Y CAPRIVI
—¡Toma en premio á tus discursos, mi canciller!
(Humoristische Bltptter, de Viena)
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
410
BiSMAUCK.— Le dejé un circo y va á transformarlo
en una «ménagcric»
(he Fií/iiro)
Sobre la herida de Bismarck, derrotado y cafdo en tierra,
aplica Guillermo II su mandato pidiéndole la dimisión
(KebflSjHiltrr, de X.uricl))
»Ua alto funcionario encargado de enseñar al
joven príncipe los elementos prácticos de la adminis-
tración, Von Achenbach, interrogado sobre la opi-
nión que le merecía su antiguo discípulo, respondió:
«Mi opinión puedo resumirla en dos palabras: mi
antiguo discípulo es el tipo acabado del hombre mo-
derno.» Con lo cual el venerable profesor estaba muy
lejos de querer hacer un elogio. La calificación de
«hombre moderno» significaba esencialmente para él
un espíritu puramente su-
perficial, sediento de noto-
riedad ruidosa; uno de esos
espíritus de los que Carlyle
dice así: (<0s recomiendo que
os mantengáis siempre lejos
de su camino. No hay me-
dio de que sigan nunca los
senderos tranquilos; no hay
medio de que vivan satisfe-
chos si todos los ojos no es-
tán fijos en su persona, si no
los admiran, si no se publi-
can muchos artículos sobre
el menor de sus actos.»
»Los recursos intelectua-
les del emperador Guiller-
mo consisten, especialmen-
te, en un don de apoderarse
con prontitud del aspecto ex-
terior de un gran número
de cosas. Por esto se nota
en é\ un afectado alarde de
especialidad y competencia
en materia de literatura,
cuestiones militares y nava-
les, diplomacia, etc., á pesar
de que se sabe con seguri-
dad que hace mucho tiempo
3i. V- -^--p
BISMARCK EN LA OPOSICIÓN
El antiguo canciller dimitido lanza piedras contra los proyectos
del kaiser y Caprivi
( Wterkblad voor NcderlaitdJ
no ha leído un libro. Puede afirmarse que desde hace
años toda lectura ha sido materialmente imposible
para él, porque ni una sola hora de su tiempo dejó de
ser absorbida por las partidas de caza, paseos en
yate, viajes en ferrocarriles, banquetes, bautizos, ca-
samientos, funerales, maniobras de ejército y otras
manifestaciones públicas del mismo género.
»De todo esto resulta un prestigio suficiente para
dar tema á un sinnúmero de artículos de reportaje.
Es justamente el prestigio
que se necesita para excitar
la admiración del entusiasta
viajero de los Estados Uni-
dos, que después de ser ad-
mitido á la mesa del em-
perador durante las manio-
bras de otoño, puede escribir
á su familia que un nuevo
Federico el Grande ha veni-
do al mundo. Si las personas
de esta clase tuviesen la
costumbre de reflexionar ó
simplemente de escuchar,
habrían comprendido que
talentos de tal género, que
hablan de todo sin leer nada
(salvo en el caso único de
Napoleón), son casi siempre
el signo infalible de un es-
píritu superficial.
»El producto más censura-
ble de esta mezcla de vani-
dad y superficialidad que
constituye el fondo del carác-
ter del emperador Guiller-
mo es una extraña megalo-
manía que se desarrolla en
él hasta un punto increíble.
420
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
EL KAISER
De feldmariscal
Esta megalomanía em-
pieza á inquietar la par-
te más seria de la opi-
nión alemana. Muchos
temen que conduzca al
emperador á cualquiera
resolución irreparable,
con la falta de tacto que
le es habitual. Tienen
miedo de que Guillermo,
con su vanidad enfer-
miza, al convencerse de
que las empresas pacífi-
cas no pueden propor-
cionarle la inmortalidad
prematura que desea, se
abandone enteramente
á su irritabilidad nervio-
sa, lanzándose, irreflexi-
vo y ciego, en los peli-
gros de la guerra.»
El exacto retrato de
la Contemporarij Re-
view, de un asombroso espíritu profético, anunció con
veintidós años de anticipación la gran locura de 1914,
que ha sumido al mundo en el dolor.
Cuando se publicó el artículo produjo gran sensa-
ción en toda Europa. Guillermo II y sus entusiastas
lo atribuyeron al príncipe de Bismarck ó á alguno
de sus partidarios, y un escritor inglés fué á Frie-
drichsruh para conocer la opinión del antiguo can-
ciller. Bismarck, que ignoraba su publicación, lo leyó
repetidas veces con un asombro sincero, y al fin dijo
en voz baja á su visitante:
— Que mi opinión quede entre nosotros, pues no
deseo historias con el
emperador. El hombre
que ha escrito esto, sea
quien sea, conoce bien
lo que dice, pues no hay
una sola palabra en
cuanto afirma que no
resulte verdad.
Desde su retiro el anti-
guo canciller seguía con
mirada atenta la políti-
ca de Guillermo, lamen-
tando sus errores como
alemán y regocijándose
de ellos por un espíritu
de venganza. Tenía la
certeza de que el joven
emperador acabaría por
facilitar con sus des-
aciertos la unión de Ru-
sia con Francia. En
cuanto á Inglaterra, el
De cazador de la Guardia Canciller aauncíó repe-
tidas veces que las ambiciones marítimas de Gui-
llermo acabarían por hacerle perder las simpatías
británicas.
La falta de respeto con que algunos hombres nota-
bles han juzgado al actual emperador después de ser-
virlo, demuestra el verdadero concepto que se forman
de sus facultades y méritos en una intimidad donde
no son posibles las mismas simulaciones con que en-
gaña al público.
El canciller príncipe de Bülow reconoció los de-
fectos de su augusto amo y especialmente su megalo-
manía. Á un periodista inglés que hablaba del carác-
ter amenazante de los preparativos navales de Gui-
llermo, le contestó Bülow en lt)08:
— Creed que la única ambición verdadera de mi
emperador es poder ostentar sus navios de guerra
ante las narices de su
tío el rey Eduardo.
Por haber nacido Gui-
llermo en una época de
grandes periódicos y po-
derosos medios de infor-
mación, ha hecho ha-
blar más de sus actos y
dado motivo á mayor
número de volúmenes
que un Alejandro, un Cé-
sar ó un Bonaparte.
En su organismo físi-
co se encuentra la mis-
ma falsa exterioridad, la
misma simulación que
en su personalidad inte-
lectual. Los que ven al
emperador en una cere-
monia aparatosa, reci-
ben la impresión de un
hombre de gran estatura, con el rostro severo y pen-
sativo y un porte de mayor distinción que el de los
otros soberanos de Europa. Lleva sus innumerables
uniformes con altivez y comunica á su rostro una dig-
nidad majestuosa, mezcla de energía y reserva, que
impresiona á los espectadores. Esta es su fisonomía
oficial, la que el público conoce y que el emperador
repite hábilmente en las revistas, en las ceremonias
civiles ó cuando pasa por las calles simplemente en
carruaje. En el arte de saber adoptar posturas de
soberano no hay rey que le iguale, ni actor que le
supere.
Cuida de tal modo de vigilar y sostener la unifor-
midad de su aspecto, que cuando se coloca ante la
máquina de un fotógrafo exige de éste que le presen-
te los clisés antes de lanzar las pruebas á la publici-
dad, y el emperador los retoca con su propia mano,
modificando los estragos de los años y las incorrec-
ciones de una postura descuidada. En esto ejercita el
De general
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
421
talento de pintor que le han supuesto admiradores y
cortesanos.
En la vida privada, cuando la ausencia de ceremo-
nial lo muestra tal como es, da la impresión do un
hombre de mediana estatura, el gesto amable, y una
propensión á reír vulgarmente coa una carcajada de-
masiado ruidosa. Casi siempre pretiere mostrarse á
caballo ó en carruaje, pues se da cuenta de que mar-
chando á pie renuncia á gran parte de su majestad.
Este «Señor de la guerra», que ama los cascos re-
matados por un águila de oro, las brillantes corazas,
los mantos esplendorosos, el retintín del sable y las
espuelas, y adopta apenas se ve contemplado la acti-
tud de un héroe de los Nibelungos, es un enfermo de
nacimiento y hace muchos años que sufre la tortura
de tener que vigilarse á todas horas para disimular en
público losj defectos de
su constitución.
Cuando nació, enl859,
su madre sólo tenía diez
y ocho años y era débil
y nerviosa, sintiendo
gran pavor ante las con-
secuencias de un primer
alumbramiento. A las
preocupaciones del mie-
do físico vino á unirse la
grave cuestión política.
Hacía veinte años que
en la corte de Prusia no
ocurría un nacimiento
real, y todos deseaban
que el hijo de la prin-
cesa inglesa fuese un
varón, ya que el rey Fe-
derico Guillermo IV, que
acababa de ser declara-
do demente, no tenía
descendencia directa.
Guillermo vino al mundo sin el ceremonial que
otros príncipes, como el hijo de un simple burgués.
Dos médicos de la corte cuidaban á la enferma; pero
en Alemania los doctores consideraban como una fun-
ción indigna de su importancia recibir á los recién
nacidos en sus manos, y una simple comadrona de
Berlín, Fraulein Stahl, se ocupó de ayudar la salida
al mundo del joven príncipe. La madre, en el acto del
alumbramiento, estuvo próxima á morir, y los médicos
y la comadrona, ocupados en reanimarla, olvidaron al
recién nacido por algún tiempo. Al volver á su lado
lo encontraron inmóvil y silencioso, hasta el punto de
creer que había nacido muerto. La Stahl, mujer ruda
y animosa, acostumbrada á proceder con energía en
sus operaciones, dio al diablo la etiqueta, y con un
trapo mojado comenzó á golpear al recién nacido, si-
guiendo un viejo uso alemán, para provocar una re-
acción.
— Los médicos y los cortesanos — contó después la
De almirante
De dragón
vigorosa comadre — me
miraban con espanto,
pero yo seguí dando de
firme, y con tanto é.tito,
que cuando los cañones
que anunciaban el naci-
miento del príncipe hu-
bieron hecho el último
disparo, un débil grito
salió de la boca del pe-
queño. Gracias á mí, el
príncipe se había sal-
vado.
Solamente después de
varios días se dio cuen-
ta la familia de que el
pequeño había nacido
estropeado. Ocupados en
devolverle la vida, no
habían pensado en exa-
minar sus miembros. El
príncipe Fritz presentó
su hijo á la familia y á la corte, sin que nadie se
diese cuenta de esta desgracia. Al notar días después
que no movía el brazo izquierdo, vieron los médicos
que tenía separada la juntura del codo, y además di-
cho brazo estaba mal conformado. Toda la parte iz-
quierda de su cuerpo aparecía afectada de una gran
debilidad que ha persistido siempre.
Los íntimos de Guillermo II saben que aunque su
paso es vivo y ágil, la pierna izquierda flaquea, ape-
nas deja de esforzarse el emperador por mantener su
buen aspecto. Además, su oreja izquierda está enfer-
ma y le hace sufrir agudos dolores.
Guillermo mantiene generalmente el brazo iz-
quierdo contra su cuer-
po, dejando la mano,
que no es deforme, pero
sí pequeña y débil, re-
posar sobre su pecho.
Otras veces la apoya en
la espada ó en la cadera
cuando va á caballo. Los
dedos de la mano estro-
peada no están entera-
mente paralizados, y
aunque la parte alta del
hueso radio se ajusta
mal con los extremos del
húmero, no por esto el
miembro cuelga inerte.
Puede sostener con la
mano izquierda las rien-
das, pero en realidad
dirige su caballo con la
mano derecha ó con las
rodillas.
En cuanto á los Caba- De la Guardia imperial
422
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
LA manía oratoria
Ensayando un discurso ante el espejo
(Le Cri ríe París)
líos que usa, todos soq hábilmente amaestrados por
domadores especiales: verdaderos caballos de circo,
que obedecen á la voz más que al freno y á las es-
puelas. De este modo, el emperador, ayudado por su
incontestable talento para todo lo que significa apara-
to teatral, puede ofrecer una figura imponente en las
ceremonias públicas y los actos militares.
Tres lacayos encargados de su vestuario, siempre
prontos á todas horas para vestirlo, desnudarlo y vol-
verlo á vestir — pues el em-
perador cambia de uniforme
muchas veces al día — , tie-
nen que proceder con gran
cuidado á causa de su enfer-
medad. Uno de los ayudas
de cámara, al retirarse del
servicio, decía así:
— Lo que nos cansaba más
no era que el emperador
cambiase de uniforme cinco
ó seis veces por día, sino el
miedo á lastimar su mano
enferma. Este miedo nos
hacía ser muchas veces tími-
dos y torpes. Además, cuan-
do Su Majestad tiene prisa
en vestirse y descansa sobre su pierna izquierda para
meter laj[derecha en el pantalón, pierde el equilibrio
y hay que estar atento para sostenerle.
La mano derecha es gruesa y ruda — según afirma
una dama de su corte — y de un contacto desagrada-
ble. «Cuando fui presentada á Guillermo, que no era
entonces mas que príncipe imperial — dice la dama — ,
un cortesano me advirtió dé la manera brusca con
que acostumbraba á estrechar la mano. A pesar de la
advertencia, no pude retener un ligero grito por el
dolor de la exagerada presión.»
El mal crónico de la oreja ha persistido incesante-
mente, sin que los médicos puedan determinar el ca-
rácter de la afección. Muchos creen en un cáncer,
terrible enfermedad
que parece heredi-
taria en los Hohen-
zollern. Este dolor,
que se agrava con
el frío y la hume-
dad, influye induda-
blemente en el ca-
rácter de Guillermo,
nervioso, excitable
y agitado. Un hom-
bre que sufre casi
todos los días de un
dolor agudo y per-
sistente cerca del
cerebro, no puede
conservar un domi-
nio absoluto sobre su
humor y sus faculta-
des. De ahí que una
gran parte de la in-
creíble actividad fí-
sica de Guillermo de-
penda de esta afec-
ción. Con frecuencia
pasa las noches en claro, nervioso, colérico, buscando
inútilmente la tranquilidad reconfortante del sueño.
Mientras el mundo duerme,
él vela, con la imaginación
excitada, la sensibilidad vi-
brante de dolor, y en estas
vigilias aprecia las cosas y
agrupa las ideas, con la de-
formación propia de las ho-
ras nocturnas. Tiene en la
cabecera de su cama lápices
y cuadernos de notas, y tra-
baja para distraer su dolor
y facilitar la llegada del sue-
ño. Inútil es decir la des-
orientación de las ideas na-
cidas en tales momentos. Al-
gunas veces, para librarse
del suplicio físico, salta de
NINGUNA DESPEDIDA
SIN SU DISCURSO
— Partid, golondrinas, pero no olvidéis
" que sois alemanas y cumplid con vuestro
deber.
( lítniíoristisr.he Bhctter, de Vieiia)
KL EXORDIO
—¡Silencio, que va á hablaros vuestro emperadorl
/¿»<;r í'ioA, (le Vienii)
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
423
la cama, sale del palacio en plena noche y se presenta
inesperadamente en un cuartel, dando la voz de alar-
ma para que el regimiento se movilice en unos cuan-
tos minutos y salga al campo antes de que apunte el
alba, entreteniéndose el emperador con sus mudas evo-
luciones. En todas las épocas del año Guillermo está
de pie á las cinco de la mañana.
Un aparato especial para limpiar la oreja enferma
acompaña á Guillermo en sus viajes. Él mismo se cura,
pero cuando está en palacio prefiere la mano hábil de
la emperatriz, que sabe extraer con suavidad los resi-
duos de la inñamación del órgano enfermo.
Su manía ambulatoria obedece tal vez á esta do-
lencia del oído. La continua movilidad le distrae,
haciéndole olvidar
el dolor físico. La
vida en ferrocarril
ha sido para él una
especie de remedio,
y por esto vaga
errante de un lado
á otro de Alemania.
Los vagones del tren
imperial fueron por
mucho tiempo su re-
sidencia preferida.
Algunas veces huía
de sus habitaciones
del palacio de Pots-
dam para ir á dor-
mir en el tren que
estaba inmóvil en la
estación con la lo-
comotora apagada.
Los empleados te-
nían que suspender
el tránsito de los trenes de carga y hacer avanzar con
precauciones los de viajeros para que no turbasen
con su estrépito el sueño del emperador. Cien emplea-
dos se ocupaban en esta función extraordinaria, y el
movimiento de una vía fé-
rrea importante quedaba sus-
pendido hasta que desperta-
ba Guillermo.
Las más pequeñas causas
inñuyen en la suerte de la
humanidad cuando se halla
bajo la influencia del poder
concentrado en un solo hom-
bre. Bien sabida es la im-
portancia histórica de la fís-
tula que afligió á Luis XIV.
Voltaire habla de la atonía
intestinal de Grómwell para
explicar su política sombría.
La oreja enferma y doliente
del César alemán y sus lar-
gas vigilias pobladas de pen-
1^
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K.
I,
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GUILLERMO II, PROFETA
(Le Fra>i(aisJ
EL TRIUNFO ORATORIO
— Vo, Guillermo, por la (gracia de los dioses y paro l<i felicidad del
universo vuestro señor y amo, os saludo.
(La Reforme, do Bruselas)
CONFERENCIANTE RELIGIOSO
LuTERO.— ¡Hijo m(o, deia eso de los sermones para nosotros!
( Wcckblaii voor Ncdcrland)
samientos deformados por la desorientación nocturna,
han influido en la suerte del mundo, conduciéndolo á
la tragedia de 1914.
Todos conocen el amor de Guillermo á los unifor-
mes, y la importancia que concede á las condecora-
ciones.
Este entusiasmo pueril por la brillantez exterior,
no lo debe únicamente á sus
gustos personales. Tal vez
los ha heredado en parte de
Federico III, principe ro-
mántico, aficionado á los cas-
tillos de aspecto poético, á
las decoraciones medieva-
les, á los muebles antiguos
y las armaduras viejas. El
príncipe Fritz gustó de ser
retratado con la dorada bar-
ba tendida sobre el brillante
pectoral de una coraza y un
majestuoso manto en los
hombros, lo mismo que un
personaje del Sacro Imperio
Germánico. Pero estos gus-
tos del noble Fritz eran dis-
424
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
EL KAISER
De general español
cretos, y nunca sobre-
pasaron los límites de
una afición literaria por
el pasado romántico de
su país.
El hijo los ha extre-
mado hasta los límites
de lo grotesco. Federico
amó la pompa externa
con un gusto de artista,
escogiendo los trajes y
los muebles lo mismoque
un pintor. Guillermo se
entusiasma con los co-
lorines, los galones y las
plumas, mostrando un
apetito insaciable por la
variedad, como si la vida
fuese una representación
de teatro.
En la misma Alema-
nia, gentes que le ad-
miran han reído secreta-
mente al comentar lo que le ocurrió en uno de sus
viajes. Varias maletas faltas de dirección fueron á
parar á una aduana, y al abrirlas los empleados que-
daron perplejos, viendo un sinnúmero de prendas de
vestir de brillantes colores con gran profusión de galo-
nes y bordados. Uno de los funcionarios salió del paso
inscribiendo gravemente en el libro de registro: «Efec-
tos de un comediante...» Las maletas extraviadas per-
tenecían al emperador, que había salido de viaje con
una pequeña parte de su colección de uniformes nacio-
nales y extranjeros.
Estos uniformes constituyen un verdadero museo.
Para dar idea de su enor-
midad bastará decir que
Guillermo posee un uni-
forme de diario y otro
de gala por cada uno de
los 300 regimientos de
infantería, artillería y
caballería del reino de
Prus'ia. Además tiene
iguales uniformes de las
tropas que forman los
contingentes bávaros,
wurtemburgueses y sa-
jones. Aparte de éstos
posee uniformes de los
regimientos austriacos,
ingleses, italianos, ru-
sos, españoles, rumanos,
suizos, turcos, etc., que
le han nombrado coronel
honorario. Su manía sun-
¿uaria le ha hecho in-
De coronel ruso de infanicrta Ventar además una gran
variedad de trajes para las cacerías, los viajes en
yate y otros sports. No hay uniforme que haya de-
jado de emplear para retratarse, y miles de fotografías
en posturas diferentes y trajes diversos adornan sus
habitaciones, que son verdaderas capillas de un culto
egolátrico.
El propietario de este ropero enorme y extrava-
gante necesita numerosas piezas para encerrar sus
tesoros bordados y multicolores, así como su inmensa
variedad de sombreros, botas y guantes. Tres vastos
salones están ocupados por el guardarropa, y los la-
cayos encargados de vestir al emperador hacen su
servicio desde el amanecer hasta bien entrada la no-
che, pues en todo momento puede sentir la fantasía
de cambiar de traje.
Guillermo, gran admirador de Federico el Grande,
tiene también uniformes
de la época de este rey,
y ha aprovechado mas-
caradas y bailes para
vestirse como su remoto
ascendiente el Gran
Elector. Lo único que
no ha imitado de Fe-
derico II es su descuido
y su indiferencia en ma-
teria de indumentaria.
Cuando murió el Gran
Capitán prusiano, todo
su ropero, incluyendo los
calzones y las botas que
había llevado en la ba-
talla de Rosbach, fué
vendido á un israelita
por 300 thalers.
El lujo de Guillermo
es puramente militar.
Sabe que el uniforme
realza su figura, pres-
tándole un aspecto majestuoso. Sus fieros bigotes y
su paso marcial sólo sirven para darle un aspecto de
viajante de comercio las raras veces que viste el traje
civil. Este traje le hace más pequeño y no oculta,
como el uniforme, sus defectos físicos.
Sin embargo, el inquieto emperador, que ansia
ocupar el primer puesto en toda clase de manifesta-
ciones, intentó por una temporada competir con su
tío Eduardo Vil — entonces príncipe de Gales—, que
gozaba de una celebridad universal por su elegancia
sobria y discreta.
En un viaje del príncipe inglés á Berlín, Guillermo
le fué mostrando con cierto orgullo más de un cente-
nar de trajes confeccionados con géneros alemanes y
por sastres del país. El príncipe de Gales contempló
impasible la exhibición, y al final dijo fríamente:
— No hay una sola prenda que esté bien cortada y
sea digna de un gentlcman. Además, aunque estuvie-
sen bien hechas, tú no sabrías llevarlas.
De general auslriaco
EN 1
Dibuio de H. W. Koekkock, de .The lllusirated London News»
La infantería francesa batiéndose entre las ruinas del puefa
GONA
Louppy-le-Chateau, del que logró rechazar á los alemanes
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
425
Y para consolar al sobrino, añadió con su nema
británica:
— Sólo te sienta bien el uniforme. Tú eres un gue-
rrero de la antigüedad que tal vez ha nacido tarde.
La manifestación más saliente del carácter de
Guillermo es una gran facilidad para hacerlo todo,
apropiándose las ideas ajenas. Su pensamiento reposa
en una contradicción fundamental. Cree, como un mo-
narca de la Edad Media, en su derecho divino, y al
mismo tiempo siente las más modernas preocupacio-
nes comerciales. Quiere serlo todo: general, almiran-
te, diplomático, teólogo, predicador, orador de banque-
tes, sportsman, autor dramático, comerciante, mú-
sico, pintor, libretista, director de escena, crítico de
arte, padre de familia,
marido modelo — á pesar
de sus numerosas dis-
tracciones lloradas por
la emperatriz — , y en to-
dos los actos de esta ac-
tividad incesante ve una
ocasión para dar salida
á su furia oratoria, pro-
nunciando discursos que
al principio despertaban
un eco mundial por su
incoherencia ó sus ame-
nazas, pero luego, por
su frecuencia, han que-
dado reducidos á simples
incidentes de la vida or-
dinaria.
Cada época de su vida
está marcada por un de-
seo dominante. Cuando
no ha podido distraerse
con los viajes ó las re-
vistas militares, ha deseado ser un gran músico, un
gran pintor ó un gran poeta. En todas estas aficiones
artísticas no hay mas que una hábil simulación, sos-
tenida por el elogio de los cortesanos y el irresistible
respeto que sienten los alemanes por todo lo que pro-
cede de sus monarcas. Guillermo, cuando escribe, ne-
cesita de colaboradores, lo mismo que cuando pre-
para sus discursos. Su talento de pintor es ilusorio,
pues no ha pintado nunca. Todos sus trabajos en dicho
arte se han limitado á sugerir el ^argumento» de un
cuadro á algún artista mediocre protegido suyo, que
se encarga de interpretarlo sobre el lienzo.
Su habilidad de músico, que es tenida por muchos
como indiscutible, representa igualmente otra simu-
lación. Bien conocida es la notoriedad que obtuvo en
Alemania hace años el famoso Himno d E'/ir, com-
puesto por el emperador. Empezaba éste á preocupar-
se de la reorganización de la flota, y creyó oportuno
inaugurar sus trabajos escribiendo un himno en honor
De coronel de húsares húngaros
De dragón inglés
del dios del mar en la
mitología escandinava.
Todos los buenos alema-
nes entusiastas del em-
perador creyeron opor-
tuno aprender el himno,
extasiándose ante sus
bellezas, sólo compara-
bles con las de Beetho-
ven y Wágner.
Las hermanas de Gui-
llermo, que ríen á cara
descubierta de sus talen-
tos artísticos, mostraron
un regocijo demasiado
ruidoso ante el éxito mu-
sical de su augusto her-
mano, especialmente la
princesa Carlota de Mei-
ningen, que es de toda
la familia la que tiene
la lengua más fácil.
La maliciosa princesa no podía creer en la pater-
nidad del himno por estar bien enterada de que el
emperador, no obstante haberse retratado ante un
piano y llevar un instrumento de esta clase en mu-
chos de sus viajes, sólo es capaz de teclear con un
solo dedo. Las averiguaciones de la princesa Carlota
acabaron por descubrir que el himno era de tres au-
tores: Guillermo había proporcionado, como siempre,
la «idea*, y sus íntimos amigos y ayudantes, Moltke
el joven y Eulemburg, se habían encargado de escri-
bir la música, entrando además en la colaboración un
cuarto autor, el maestro Becker, de Berlín, que or-
questó la obra, recibiendo en recompensa una cruz.
Las indiscreciones de
las hermanas del empe-
rador y de otras damas
de la corte fueron descu-
briendo á los diversos
colaboradores de Gui-
llermo 11. El profesor
Knackfus, de Cassel, y
el pintor Karl Sal tzmann,
de Berlín, han hecho sus
paisajes y marinas; el
capellán de la corte,
B'rommel, ha escrito mu-
chos de los sermones que
el emperador declama
fogosamente sobre la cu-
bierta de su yate, y en
general los oficiales de
su cuarto militar le ayu-
dan en la preparación
de los discursos beli-
cosos.
Estas colaboraciones De almirante danés
426
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
MÚSICO Y PINTOR
El kaiser, ferviente pianisla. Cada nota es un soldado
(CaricHtura du Canuí d'Ache, publicada eu Zt Fiíjaru, de Paris)
para simular un talento artístico no son nuevas en
la familia Hohenzollern, que ha tenido varios indivi-
duos deseosos de aparecer como pintores, músicos y
poetas incomparables.
Los entusiastas de Guillermo II recuerdan muchas
veces el talento de pintor que poseía su remoto ascen-
diente Federico Guillermo I. Pero algunos autores, al
hablar de este segundo rey de Prusia, dan á entender
que era un astuto comerciante que se hacía confec-
cionar por artistas pobres una gran variedad de cua-
dros de todos géneros y tamaños, para firmarlos im-
pudentemente, vendiéndolos después á un precio
enorme á los admiradores y los curiosos.
Además, Guillermo II, que desea intervenir en
todos los asuntos de Alemania, ha organizado su vida
de tal modo que le falta tiempo materialmente para
poder dedicarse á ningún trabajo literario ó artístico.
Sujeto á una agitación perpetua, le repugna estar
sentado. Algunas veces, cuando le vence la fatiga,
descansa en el brazo de un sillón ó en el borde de las
mesas, y balanceando una pierna habla y habla, pues
su verdadero placer consiste en ser escuchado.
Tampoco dispone de tiempo para leer un libro. Por
las noches, cuando está en vela por el dolor de la
oreja, su estado no le permite el placer de la lectura,
y cuando se halla en calma necesita aprovecharla en-
tregándose al sueño reparador. Todo lo sabe de oídas,
pues después de sus estudios en el liceo de Cassel y la
Universidad de Bonn, no ha tenido tiempo ni tranqui-
lidad para dedicarse á los libros. Pero hay que reco-
nocer en el emperador una inteligencia ágil para la
asimilación, y una excelente memoria, que engañan
al que le escucha por primera vez, haciéndole creer
en sus vastísimos conocimientos.
Cuando Julio Simón fué á Berlín para asistir á un
congresocientífico, el emperador lo recibió con gran-
des muestras de admiración y le hizo el regalo de
unos manuscritos de Federico el Grande. El
célebre escritor francés quedó encantado de la
ilustración del emperador y del profundo cono-
cimiento que tenía de sus obras.
Según las revelaciones de un cortesano in-
discreto, unos meses antes Guillermo II igno-
raba la existencia de Julio Simón y jamás
había abierto ninguno de sus libros.
Poseído de la importancia divina que le co-
munica su corona, el emperador no quiere re-
conocer los obstáculos de lo imposible ni las
confusiones del ridículo. Las influencias ances-
trales, al revelarse en él, le hacen incurrir al-
gunas veces en las mismas extravagancias de
su antecesor el rey-sargento. Al ser presentado
en la corte un noble del campo que estaba
arruinado y solicitaba una colocación, Gui-
llermo II admiró su enorme estatura: «Será
— dijo — un magnífico capitán de mi Guardia.»
Los cortesanos rieron, creyendo en una broma
imperial, pero el pacífico gigante fué nombra-
do capitán acto seguido, á pesar de su falta de ins-
trucción militar.
Las grandes contradicciones de su vida dividen
ésta en tres períodos. En sus primeros años de empe-
rador amenazó á Europa como un dios implacable de
la guerra. Fué el soberano belicoso que había anun-
ciado su advenimiento al trono con dos proclamas al
Ejército y la Marina, olvidando al pueblo alemán, que
únicamente oyó su palabra algunos días después. La
l/íT^
EL KAISER COLABORANDO CON BL MAESTRO LBONCA VALLO
(Pasi¡uiito, de Turin)
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
427
nación quedó organizada para el ataque y las poten-
cias europeas vivieron en continua alarma.
Luego el inquieto emperador cambió de ideas, pro-
nunciando discurso sobre discurso acerca de los be-
neficios de la paz, dando á todas sus afirmaciones un
tono idílico, como si fuese el buen pastor de la huma-
nidad. «La paz soy yo», dijo en repetidas ocasiones.
Y aunque esta afirmación era desmentida frecuente-
mente con amenazas de agresión, el mundo, predis-
puesto á creer todo lo que favorece su tranquilidad,
vivió confiado en la palabra imperial.
El tercer período es reciente. En 191.3 el embaja-
dor Cambon dio la alarma al notar el cambio que se
verificaba en el «emperador de la paz». Volvía á ser
el monarca sombrío y amenazador de los primeros
tiempos de su reinado. La guerra estaba próxima.
Algunos autores, al comentar las incoherencias del
carácter de Guillermo, transcriben unos párrafos de
una obra clásica sobre las enfermedades del espíritu.
Este tratado médico dice así:
«El enfermo se siente con un poder mental ilimi-
tado; manifiesta una suprema confianza en sí mismo;
sus actos le hacen asemejarse á una persona medio
intoxicada. No hay en él mas que pretensiones vani-
dosas y proyectos audaces. No puede negarse que al-
gunas veces manifiesta una intuición viva en extremo.
Puede hacer brillar una elocuencia de circunstancias;
pero sus ideas carecen de ilación, y al día siguiente
pondrá esta misma elocueacia al servicio de una cau-
sa contraria. El
deseo de colocar-
se por encima de
todos, domina á
sus palabras y sus
actos. Se ve en
él una constante
preocupación de
exhibirse, á la vez
que de asombrar
al universo, del
cual cree ser el
centro. Todos los
sucesos le pare-
cen dirigidos con-
tra su persona, y
de aquí una ma-
nía «persecuto-
ria».
o
La idea exage-
rada que tiene
(ruillermo de su
preciosa misión
en el mundo, le
hace vivir eu per-
petuo temor de las
-PINTAR SOLDADOS. NO TIENE OTRO , , , „,
OBJBTO LA PINTURA enfermedades. El
(L'.UsU-tlea.,!,e„n-eJ POde"" miStCrioSO
— HE AQUÍ UNA NUBE QDB VA A OBSCURECERME
EL CIELO DE ITALIA
Alude al viaie de M. Loubet, entonces presidente de la República
francesa
( Pusquino, de Turin)
de los microbios y los peligros del contagio obsesio-
nan á este personaje, que gusta de aparecer con gran
aparato militar en fotografías y periódicos como un
héroe que no conoció nunca el miedo.
Cuando alguno de sus allegados cae enfermo de
una dolencia que él juzga contagiosa, abandona in-
mediatamente el edificio en que esto ocurre y se nie-
ga á volver á ocuparlo en mucho tiempo. Estando en
el Palacio de Mármol de Potsdam, bastó que en la fa-
milia de uno de sus servidores ocurriese un caso de
difteria, para que Guillermo huyese á Berlín sin espe-
rar á la emperatriz y sus hijos, que le pidieron algu-
nas horas para hacer los preparativos de viaje.
En las recepciones palaciegas, el emperador se
aparta muchas veces bruscamente de la persona con
quien conversa, dejándola estupefacta y confusa. Es
que su interlocutor acaba de manifestar imprudente-
mente que su hijo, su hija, un tío ó un criado sufren
la escarlatina ó una simple congestión en la garganta.
Apenas oye hablar de enfermedades, tuerce el gesto y
se aleja á toda prisa. En un baile de la corte, el em-
perador, que conversaba galantemente con una her-
mosa dama de Berlín, le volvió de pronto la espalda
con visible enfado. La beldad había cometido la lige-
reza de hablar de uno de sus hijos que estaba enfer-
mo. «¿Cómo os atrev(Ms, en tal caso, á venir á mi
casa?», dijo secamente Guillermo con ojos amenazan-
428
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
tes, como si acabase de descubrir una falta de respeto
á su persona.
El culto exagerado á la importancia de su indivi-
dualidad se manifiesta igualmente en las persecucio-
nes que exige á sus ministros contra todo el que se
permite comentar su persona ó sus actos. Inútil es
decir lo que se presta este soberano con sus preten-
siones, sus manías y su culto egolátrico á la burla ó
simplemente crítica de las personas sensatas.
Guillermo admite como crimen de lesa majestad
el más insignifi-
cante comenta-
rio sobre su per-
sona semidivina
ó la de los favo-
ritos de su séqui-
to. Los tribuna-
les alemanes, en-
sanchando arbi-
trariamente el
texto del Código
penal, castigan
duramente, no
sólo las opinio-
nes emitidas por
la prensa ó ma-
nifestadas en pú-
blico, sino igual-
mente los co-
mentarios desfa-
vorables al em-
perador que se
formulan en la
intimidad.
Guillermoem-
perador consti-
tucional es in-
tangible, indis-
cutible, perse-
guidor y venga-
tivo, lo mismo
que un autócra-
ta que no se hu-
biese dado la
pena de fingir
una Constitución. El pueblo alemán, que nunca se ha
distinguido por su amor á la libertad, vive una exis-
tencia de esclavo en lo que se refiere al derecho de
crítica de los actos gubernamentales.
El filósofo Juan Finot ha descrito la vida de Ale-
mania bajo la amenaza de Guillermo II, que en toda
opinión un poco independiente ve un manejo revolu-
cionario ó un crimen de lesa majestad.
«Entre 1888 y 1898— dice Finot—, ó sea durante
la primera década del reinado del kaiser, los tribuna-
les infligieron al pueblo alemán 1.120 años de pri-
sión por los crímenes de Majestaetsheleidigung, sin
contar las pérdidas de privilegios, de derechos de ciu-
BL KAISER EN CARRUAJE, DURANTE UNA CEREMONIA DE CORTE
dadanía y de situaciones adquiridas. Después de 1898
el número de procesos de esta clase ha adquirido pro-
porciones fantásticas. Cada ciudad y cada pueblo
tiene sus sospechosos y sus víctimas. El régimen de la
delación ha llegado á un desarrollo enorme. Los do-
mésticos despedidos de las casas emplean frecuente-
monte este sistema para vengarse de sus antiguos
amos. Como los crímenes de lesa majestad sólo pres-
criben á los cinco años, se desarrollan con frecuencia
procesos insensatos gracias al celo monárquico de los
criados despe-
didos ó de anti-
guos camaradas
que al romper
la amistad se
acuerdan de
pronto de ofen-
sas proferidas
contra el empe-
rador algunos
años antes. Se
adivina con esto
lodulcequedebe
ser la vida ale-
mana y la de-
gradación inevi-
table de sus cos-
tumbres. Un pro-
fesor de la Uni-
versidad de Ber-
lín, al pasar por
París me contó
hace tiempo la
aventura ocurri-
da á una de las
damas más res-
petables de la
capital, que fué
encarcelada du-
rante algunos
meses por haber
hablado de un
modo irrespetuo-
so de la multi-
plicidad de los
talentos ofrecidos por el kaiser á la admiración de su
pueblo.»
No creer en el mérito de Guillermo 11 como pintor,
músico, orador ó poeta y manifestarlo en la intimi-
dad, es un motivo para ir á la cárcel si es que un cria-
do infiel ó un espía cercano denuncia las palabras á
la policía.
Los periódicos de toda Europa contaron hace años
la aventura de un inglés detenido en Berlín como reo
de lesa majestad. Hablando con un vecino de mesa
en el célebre Café Baüer, el inglés dijo en su idioma,
al comentar los actos de Guillermo, especialmente
sus pretensiones artísticas y su aparato teatral: «Es
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
429
preciso que el emperador esté realmente loco, para
hacer tales cosas.» El vecino de mesa, que era un
espía, lo denunció á los agentes que estaban en la
puerta del café, y éstos detuvieron al siibdito bri-
tánico, conduciéndolo al puesto de policía más in-
mediato.
— Yo he hablado de un emperador que está loco
— dijo el inglés al comparecer ante el comisario — .
Pero me refería al emperador de Rusia.
A lo que contestó el buen policía alemán con tor-
pe indignación:
— Eso es una
excusa. Usted ha
hablado de un
monarca que
está loco, y no
puede ser otro
que nuestro em-
perador.
«Cualquiera
nota indepen-
diente— dice Fi-
not — que apare-
ce en la prensa
respectoála con-
ducta de Guiller-
mo es denuncia-
da y castigada
inmediatamente
por los tribuna-
les. Las bromas
más inofensivas
y pueriles de los
caricaturistas
prusianos no en-
cuentran excusa
ante una magis-
tratura servil y
ávida de avan-
ce en su carre-
ra. El director
de un periódico
deBerlín fuécon-
denado á varios
meses de prisión
por haber puesto en caricatura unas palabras del kai-
ser. Este había dicho: «Nadie puede ser un buen sol-
dado si no es un buen cristiano.» Y el dibujo persegui-
do representaba simplemente á Federico el Grande,
Napoleón y otros guerreros ilustres, que nada tuvieron
de creyentes, leyendo en el otro mundo el discurso del
kaiser y riéndose entre ellos.»
En la prensa alemana los únicos periódicos satíri-
cos que osan comentar con cierto atrevimiento los
actos imperiales son los de los Estados que disfrutan
de una completa autonomía, especialmente el reino de
Baviera, donde los delitos de imprenta quedan some-
tidos al jurado. El Simplicissimus, de Munich, ha des-
BL KAISER A CABALLO, EN UNAS MANIOBRAS
pertado en el kaiser en ciertas ocasiones mayores cóle-
ras que un conflicto europeo.
Guillermo, que perdona las muertes en duelo y
muchos delitos comunes, no ha querido nunca firmar
un indulto por un crimen de lesa majestad. Una es-
tadística alemana establece que hasta el año 1912 los
tribunales de Prusia habían distribuido 12.600 años
de prisión entre individuos francamente irrespetuo-
sos con el emperador ó acusados sin pruebas, é in-
justamente condenados. Muchos de tales delitos de
lesa majestad
resultan simple-
mente ridículos.
La esposa de un
propietario de la
Pomerania fué
condenada áseis
meses de prisión
por haber dicho
que el empera-
dor, con todo su
poder, no conse-
guiría besar uno
de sus pies. El
directordeunpe-
riódico de Bres-
lau fué condena-
do á siete meses
de cárcel por co-
mentar laafición
pueril á los pla-
ceres de la caza
que manifiestan
el emperador y
su corte. En Sep-
tiembre de 1897,
una pobre maes-
tra de piano de
Berlín se vio sen-
tenciada á tres
meses de prisión
por haber dicho
en 1893, ó sea
cuatro años an-
tes, que el Him-
no d Ef/ir «era una tontería musicab). La desgraciada
pianista dirigió una petición á la emperatriz para
obtener el indulto; pero la soberana no se atrevió á
entregar el memorial á su marido por miedo á una de
sus explosiones de mal humor, y encargó de la cari-
tativa misión á Levetzow, antiguo presidente del
Reichstag.
Apenas Levetzow empezó á exponer este caso
inaudito á Guillermo II, le interrumpió el emperador
bruscamente:
— ¡Creéis que las leyes contra los delitos de lesa
majestad son demasiado severasl Me asombra vues-
tra pretensión. Justamente la frecuencia con que hay
430
VICENTE BLASCO IBANEZ
PARTIDARIO DE LA PAZ
La bandera universal de la paz, dibujada por el kaiser
fPasijuino, lie Turui)
que perseguir tales crímenes, demuestra, por el con-
trario, que las sentencias son demasiado ligeras. Si
se castigasen con la merecida dureza las gentes que
osan atacar al ungido del Señor, sentirían miedo
y se callarían. Cuando yo encuentre el hombre que
me hace falta para la cancillería, le ordenaré que pre-
sente un proyecto de ley agravando las penas.
El Himno á Egir fué una verdadera calamidad pú-
blica por las numerosas condenas á que dio motivo.
De 1894 á 1890, los tribunales distribuyeron 311 años
y siete meses de prisión, con 9.000 marcos de multas,
entro distintos individuos que habían osado criticar
la composición musical de Guillermo.
Una de las sentencias más extravagantes por de-
lito de lesa majestad fué la impuesta á una criadita
de diez y seis años, condenada á nueve días de cárcel
por haber dicho públicamente que le gustaría dormir
con el emperador.
Al enterarse éste de la sentencia, dijo delante de
la emperatriz y de su corte, con tranquila petulancia:
— Esa pequeña me habrá visto probablemente man-
dando mis tropas en las maniobras sobre el Rhin. El
diablo me lleve si puedo censurará la tal criadita. Su
falta de educación no le ha permitido expresar de otro
modo el afecto por mi persona.
Y por primera y última vez en su vida indultó á
esta terrible delincuente.
Algunos crímenes de lesa majestad le han irritado
hasta el paroxismo, haciéndole desear los tiempos de
los primeros Hohenzollern, cuando empleaban éstos
contra los subditos ciertos aparatos de tortura que
aún se conservan en los museos como testimonios de
horror.
Un labriego de la Pomerania vio sus cosechas pi-
soteadas y perdidas por los soldados que invadieron
sus campos durante unas maniobras dirigidas por el
emperador. El campesino puso pleito pidiendo una
indemnización, y lo perdió. Al intentar un recurso
de alzada, los jueces quisieron disuadirlo, manifes-
tando que era un honor para él haber sufrido tales
pérdidas, ya que las tropas que arrasaron sus cam-
pos estaban mandadas por el emperador en persona.
— ¡El emperador! — exclamó furioso el campesino — .
Yo reclamo lo que es mío, y el emperador puede be-
sarme el...
Este labriego, llamado Fucks, fué arrestado inme-
diatamente por un insulto que debió estremecer de
asombro é indignación á los jueces alemanes. Juzgado
inmediatamente, lo enviaron á la cárcel por nueve
meses, después de negarle toda indemnización por
sus cosechas. El emperador, al enterarse del horrible
delito, juzgó débil la sentencia, diciendo como si se
lamentase de una injusticia:
— A individuos de esta especie los descuartizaban
en otro tiempo.
Yo he conocido á una distinguida señora de una
república sudamericana que tuvo que salir de ^Berlín
apresuradamente, temiendo verse sentenciada por cri-
men de lesa majestad. Al examinar en una calle el
retrato de Guillermo 11 con un capote blanco, dijo
confidencialmente á los que iban con ella que el em-
perador parecía llevar una camisa sobre el uniforme.
Un agente que entendía el español la denunció inme-
diatamente, y á las pocas horas la dama tuvo que
salir de Berlín en vista de que la policía la iba bus-
cando de hotel en hotel.
a
Este «ungido del Señor», que tiene la mentalidad
de un soberano de la Edad Media, ha asombrado al
mundo con las más estupendas afirmaciones, como si
pretendiese hacerlo retroceder diez ó doce siglos.
Su famoso discurso de Potsdam á los reclutas de
la Guardia imperial en el acto de jurar la bandera
quedará como un monumento de insensatez despóti-
ca. Fué en días de agitación popular, cuando los so-
cialistas alemanes realizaban una activa campaña.
Descansando la mano inútil en la empuñadura del
sable y moviendo la otra con ademanes tribunicios,
dijo así á los reclutas:
«Acordaos siempre
de que el ejército ale-
mán debe estar pron-
to á combatir á los
enemigos que surjan
entre nosotros, pues
son tan temibles como
los que tenemos al
otro lado de las fron-
teras. Hoy la incredu-
lidad y el descontento
avanzan en nuestro
país de un modo nun-
ca visto. Vosotros sois
mis soldados y me per-
tenecéis en cuerpo y
alma. Habéis jurado
obedecerme en todo y ™°« ^"'^ '-^ ^^^
j , ,• . . —He aquí mis guardianes de la paz. AI
debéis seguir mis man- ^^^ ,^ ,„^„, ,„ ,,„,„,„
datos sin murmurar. (Cln-onisiie Am«sn,iteJ
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
431
A partir de hoy sólo tenéis un enemigo: el que lo sea
de mi persona. Y si un día yo os ordeno — Dios no lo
quiera — que tiréis sobre vuestra propia familia, sobre
vuestros padres, sobre vuestros hermanos, debéis obe-
decerme sin murmurar, como en todas las órdenes que
yo os dé. Debéis cumplir vuestro deber sin escuchar
la voz de vuestro corazón... Y después de esto, id en
busca de vuestras nuevas obligaciones.»
Las incoherencias del carácter de Guillermo se
revelan especialmente al tratar asuntos de dinero.
Ama la riqueza y admira á los que saben conquistarla
en proporciones enormes, como lo prueban los exage-
rados extremos de amistad con que ha recibido en
Berlín á los grandes millonarios de los Estados Uni-
dos. Sus entusiasmos de «hombre moderno» — que re-
sultan otra incoherencia al lado de sus pretensiones
de monarca por derecho divino — le han arrastrado á
mezclarse en empresas industriales y especulaciones
de terrenos. Según han dicho muchas veces los perió-
dicos, Guillermo es un accionista importante de las fá-
bricas de Krupp, de las sociedades de navegación de
Hamburgo y de otras empresas alemanas. Además le
suponen grandes adquisiciones de tierras en diversos
Estados de América. Sus viajes á los países de Orien-
te y á Marruecos tuvieron un marcado fin comercial,
actuando en ellos como el primer comisionista de
Alemania. Un autor satírico ha dicho que en su ropero
inmenso sólo falta un uniforme, al que tiene indiscuti-
ble derecho: el casquete y las alas de Mercurio.
Pero á pesar de su entusiasmo por las grandes
empresas industriales, de su afición al comercio y su
amor á los millonarios, el emperador es de una incons-
ciencia infantil en asuntos de dinero. Ignora el valor
exacto de las cantidades. Unas veces muestra una
avaricia que llega á ser pueril; en otras ocasiones
derrocha las sumas con una prodigalidad que asusta
á sus ministros. Casi
siempre su instinto de
economía se despierta
contra los demás, mien-
tras guarda para él las
amplitudes dilapida-
doras.
Los coleccionistas
de anécdotas de la cor-
te alemana han pu-
blicado algunas mues-
tras de esta incons-
ciencia en asuntos de
dinero.
Almorzando en su
palacio de Berlín, en
Febrero de 1892, Gui-
llermo se escandalizó
al saber que su herma-
na Carlota con su ma-
rido, el príncipe de
iban á pa-
Meiningen
LOS DOS RIVALES
La paloma de la paz y el águila de los millones del presupuesto de guerra
f Punch, de Londres)
sar una temporada en Londres al lado de la reina
Victoria.
— ¡Pero ese viaje va á costarles horriblemente
caro! — exclamó el emperador — . ¡Es asunto de diez
marcos diarios por cabeza cuando menos!
Y el kaiser insistió
repetidas veces sobre
la enormidad de este
gasto, sin reparar en
el mudo asombro de
sus cortesanos.
Cuando el príncipe
de Meiningen se hubo
enterado de tales pala-
bras, se limitó á decir:
— Mi gran cuñado
me toma por uno de
sus guardabosques, así
como tomaba á Bis-
marck por el primero
de sus limpiabotas.
Al día siguiente de
su asombro por los
diez marcos diarios,
Guillermo enseñó en
la mesa los planos de
una reforma general
¡VIVA LA haz;
—La paz, gracias á Dios, no quiere decir todavía desarme.
(Caricatura de Caran d'Acbc, publicada en ¿e Fígaro)
432
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
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ft DORE RAS
FüSlttEF^ftS
I RFiX 1[ ViVI^JL lOUOTEMPi
LA ARENGA DEL KAISBR
(Caricatura do la Itcvve Enrijclnpeiliijnc)
del palacio de Ber-
lín, con toda clase
de obras exteriores
y demolición de las
casas vecinas para
aislarlo del tráfico y
el ruido de las calles.
— ¡Pero eso va á
costar mucho! — ex-
clamaron la empera-
triz y otros indivi-
duos de la familia — .
Es obra de veinte
millones.
— Poco más ó me-
nos— repuso el kai-
ser frunciendo el
ceño, como si le ofen-
diese la objeción — .
El gasto importa
poco cuando se trata de evitarme molestias.
Enamorado de su persona, tiene que ser forzosa-
mente el primero en todo género de actividades. Cuan-
do caza, sus compañeros procuran que cobre el mayor
número de piezas. En los ejercicios militares ya he-
mos dicho de qué modo dirige á los regimientos y qué
riesgos arrostran los generales que intentan restable-
cer la verdad. Durante unas maniobras del ejército
ruso quiso mostrar al zar Alejandro 111 sus prodigio-
sos talentos de estratega ordenando un movimiento
audaz. Pocos instantes después una patrulla rusa del
bando contrario le hacía prisionero, y el zar se vio en
la precisión de guardar á su lado al inquieto huésped
hasta el final de los ejercicios.
Enfermo crónico y afligido por un raquitismo he-
reditario, habla de su vigor jactanciosamente, como
si fuese un atleta. Después que hace esgrima con sus
ayudantes, dice fan-
farronamente á la
emperatriz y las da-
mas de su corte: «Me
habría gustado que
hubieseis visto ámis
ayudantes de campo
jadeantes y no pu-
diendo respirar des-
pués de media hora
de esgrima, mien-
tras que yo estaba
tan fresco como si
saliese del baño.»
Pero el kaiser omite
decir que él hace es-
grima vestido ligera-
mente, mientras sus
ayudantes tienen
que batirse con el
COMO ELECTOR DE BRANDBBURGo uuiforme abrochado
y el sable en la cadera. Además, estos combatientes
deben preocuparse de no dar por descuido un golpe al
emperador, fingiendo al ñn una derrota que entu-
siasma al amo.
D
Una institutriz inglesa, miss Ana Topham, que
estuvo diez años encargada de la educación de la hija
única de Guillermo 11, ha trazado un notable retrato
de éste en el libro que publicó, Recuerdos de la corte
del liaiser.
No hay en tal obra el menor vestigio de malevo-
lencia ni resentimiento. Miss Topham, bien tratada
por su discípula y por sus padres, muestra hacia éstos
una gratitud respetuosa. Además, en la época que se
publicó los ingleses miraban con simpatía al empera-
dor de Alemania. Pero á pesar de los elogios que ins-
pira Guillermo 11 á
la institutriz, ciertas
anécdotas conteni-
das en el libro reve-
lan las «originalida-
des» del kaiser en
la intimidad y sus
alardes de compe-
tencia universal.
«En 1892— cuenta
la inglesa — la músi-
ca de la Guardia im-
perial había venido
á tocar una tarde
en el palacio de Pots-
dam, y como la llu-
via no la dejaba per-
manecer en la terra-
za, se instaló en el
«Gran salón de Már-
mol», donde estaba
reunida la corte para
escucharla.
>;Por algún tiempo
el emperador per-
maneció de pie frente á los músicos, marcando el
compás con la cabeza y con un pie, mientras detrás
de él mi discípula y el príncipe Joaquín, á una dis-
tancia de pocos pasos, imitaban el ejemplo de su pa-
dre, moviéndose los tres al mismo tiempo como moni-
gotes á los que tirasen del hilillo.
»E1 director de la banda seguía marcando grave-
mente el compás, cuando de pronto el emperador
llamó á un ayudante, que le trajo una batuta de mar-
fil. Y he aquí que el kaiser empieza á dirigir la pieza
en competencia con el director de la banda, mientras
los dos principitos, al lado de él, hacían todo lo posi-
ble por imitarle.
»Los instrumentistas parecieron en el primer mo-
mento algo sorprendidos de tener que seguir á la vez
el compás de cuatro directores; pero transcurridos
algunos minutos, tomaron su partido, que consistió en
EL KAISER CON EL TRAJE
DE FEDERICO II
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
433
tener fijos sus ojos en el papel, sin atender á la cuá-
druple dirección, y así pudieron llegar sin grandes
tropiezos al final de la pieza.»
Nunca encontraba el kaiser á la institatriz que no
sintiese el deseo de asombrarla con la universalidad
de sus conocimientos.
— ¿Creerá usted, miss — le dijo una vez — , que nin-
guno de los ministros de Inglaterra es capaz de acor-
darse del número exacto de los buques de su marina?
Yo los conozco todos de memoria, y los ministros in-
gleses no los conocen.
Y con esto, el almirante honorario de la flota bri-
tánica se consideraba superior al gobierno de Lon-
dres.
«Es una mezcla de superficialidad y de vanidad ■>,
dice miss Topham, no obstante el respeto que siente
por el emperador.
Al hacer el juicio final de su carácter, la autora,
como si se librase repentinamente de los convencio-
nalismos palaciegos, resume del siguiente modo sus
observaciones de diez años:
«El emperador está profundamente persuadido de
la superioridad de su inteligencia, y alardea de ver
más lejos que el resto de los hombres. Cegado por la
diversidad vistosa y puramente exterior de sus cono-
cimientos, no quiere admitir sobre ningún asunto otra
opinión que la suya. Tiene una memoria notable para
los hechos, pero está pronto á sacar de todos ellos úni-
camente las conclusiones que halaguen sus gustos per-
sonales. Jamás se toma tiempo para reflexionar sobre
una cuestión, ni para pesar las consecuencias de sus
actos y palabras. A esto hay
que añadir que el kaiser no to-
lera cerca de él ningún espíritu
superior, pues teme su influen-
cia. Los servidores laboriosos
y adictos acaban por alejarse
de él. Ningún hombre de ima-
ginación original, de concep-
ción espontánea, de ideas nue-
vas, puede aproximarse al
kaiser sin que éste sienta la
irritación de los celos al poco
tiempo.»
A estos defectos imperiales
añade la observadora <<una fal-
ta absoluta de intimidad», has-
ta el punto de que en el interior
de su hogar, (íuillermo II se
observa y se pavonea como en
una representación de teatro.
«A toda costa — sigue dicien-
do— es preciso que excite los
nervios de cuantos le rodean,
que haga abrumador el servicio
de sus domésticos y hasta de
sus secretarios, los cuales vi-
ven en una alarma continua.
EL KAISER CON EL KRONPRINZ, EN 1888
BL KRONPRINZ A LOS SHIS AÑOS
con el temor
de no estar
prontos para
unllamamien
to inesperado
ó para un tra-
bajo imposi-
ble de pre-
ver.»
El miedo
del kaiser á
las enferme-
dades, de que
ya hemos ha-
blado, hace
aún más an-
gustiosa la
vida de los
que le rodean.
«Es increíble
— dice la au-
tora—el terror que le inspira la dolencia contagiosa
más insignificante. Un simple resfriado deben ocul-
tarlo los empleados de las diversas residencias im-
periales, so pena de recibir la orden de alejarse. Cuan-
do una de las personas de la corte presenta síntomas
algo inquietantes, es el emperador el que se aleja á
todo correr, arrastrando en su fuga á los príncipes y
servidores. ¡De cuántos éxodos loces guardo memoria!
¡Qué de fugas atropelladas para escapar á la escarla-
tina ó la influenza! Una vez acababa de instalarse la
familia imperial en el Palacio
Nuevo de Potsdam, cuando el
kaiser se enteró de que el hijo
de un portero, que vivía en el
otro extremo del edificio, pare-
cía enfermo de sarampión. In-
mediatamente se fué con toda
la corte, precipitadamente, al
Palacio de Mármol, que se en-
contraba desamueblado en di-
cha estación. Sólo á las diez
de la noche empezaron á llegar
las camas, y tuvimos que dor-
mir todos como en un campa-
^/V ^ mentó.»
I Las conversaciones de Gui-
> Ilermo II con la institutriz para
anonadarla bajo la avalancha
de sus universales conocimien-
tos parecen iluminar los más
recónditos escondrijos de su
carácter. Entre estas confiden-
cias, la más curiosa es la que
revela las preocupaciones «es-
téticas» del kaiser.
— ¡Qué suerte tuvo Inglate-
rra— dijo una vez — al no reci-
434
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
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KRDGBR Y BL KAISER
— Sir, muchas gracias por vuestro telegrama.
—¡Oh! ¡Eso no vale la penal
fLe Fií/aro)
bir la visita de Napoleón, que hubiese saqueado vues-
tros castillos, llevándose las grandes obras de
arte que contienen! Nosotros los alemanes, ocu-
pados en hacer ia guerra, no hemos podido
amasar aún grandes colecciones artísticas. Pero
pronto nos resarciremos del tiempo perdido.
Guillermo II, al acordarse de Napoleón co-
leccionador de arte, pensaba formar sus colec-
ciones del mismo modo que éste: por medio de
la guerra y el despojo.
Y se lamentaba del tiempo perdido.
La inconsecuencia y la falta de lógica, tan
visibles en los discursos del emperador, se reve-
lan igualmente en sus actos de gobernante. Todos
recuerdan cuál fué su actitud hace algunos años,
al ocurrir la guerra del Transvaal. Cuando la
República de los boers castigó á una expedición
filibustera organizada por los ingleses del Cabo, Gui-
llermo 11 dirigió ostentosamente un telegrama de feli-
citación al presidente Krüger. Tanto este despacho
como las palabras ruidosas de su autor dieron á enten-
der que Alemania saldría en defensa de los boers, y
el presunto apoyo fué lo que dicidió á Krüger á repe-
ler con energía las pretensiones de Inglaterra.
Las dos repúblicas de Transvaal y Orange lucha-
ron heroicamente y cayeron de un modo glorioso, sin
que jamás les llegase el auxilio prometido por un en-
tusiasta admirador, el kaiser. Este tenía otras ocupa-
ciones más urgentes. Con la misma pluma tal vez que
había empleado para el telegrama á Krüger, se dedicó
á redactar un plan de campaña, infalible según él,
para que los ingleses pudiesen vencer en poco tiempo
á los boers, enviado luego á la corte de Londres como
un regalo napoleónico.
Esta conducta incoherente, que supone inconscien-
cia ó maldad, la agravó Guillermo cuando el presi-
dente Krüger vino á Europa, como un patriarca des-
terrado, para terminar sus días. Por más que el vene-
-¿-j
ALEMANIA Y KRÜÍiBR
GuRMANiA.— El presidente Kriigcr viene á honrarnos con su visita.
Sal conmigo á recibirle.
El emperador.— Ve sola. Vo tengo miedo.
f Weckblad coor Nedcrland, dü Amsterd;
BL KAISER Y CHAMBBRLAIN, DE CAZA
—¿Qué pieza caerá?
Entre las matas está escondido el presidente Krüger.
( Wcstminster Buclget, de Londres)
rabie presidente solicitó una entrevista con Guillermo,
éste, que tal vez era el responsable de su ruina,
se negó á recibirlo.
Con España observó el kaiser una conducta
semejante. Al iniciarse la guerra de España con
los Estados Unidos, Guillermo II se manifestó
deseoso, en la intimidad de su corte, de apoyar
con sus ejércitos y sus barcos los intereses de la
familia real española, para que no sufriese el
desprestigio de la derrota. No llegó á hacer ma-
nifestaciones públicas, como en el caso de Krü-
ger, pero las caricaturas publicadas por los pe-
riódicos de entonces y los libros que tratan de
las intimidades de la corte alemana revelan el
propósito españolista del kaiser, adoptado con
la rapidez y ligereza que le son habituales. Los
ministros y consejeros le hablaron de los intere-
ses alemanes en los Estados Unidos, de la impor-
tancia de la colonia alemana en el Nuevo Mundo,
uj) y como Guillermo no puede mantenerse nunca
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
435
en una situación intermedia y prudente, pasó de
un salto al extremo opuesto, dedicándose desde
entonces á tributar exageradas muestras de ad-
miración á la poderosa República de la América
del Norte.
a
Desde los primeros años de su Imperio, Gui-
llermo excitó la curiosidad de Ernesto Renán.
El filósofo, que contemplaba con bondadosa
tolerancia el desfile de la vida, encontrando cu-
riosas é interesantes todas sus manifestaciones,
deseó saber en qué podría parar esta personali-
EL KAISER Y EL TÍO SAM
El kaisrr.— Con este cambio demostramos nuestras mutuas
simpatías.
El tío Sam.— Pero sólo es agradable por un momento, pues
esta... cosa me pesa horriblemente sobre la cabeza.
I WcekhlaiJ roor Nedevlani)
dad inquieta, ruidosa, contradictoria y anhelante
de ocuparlo todo y disponerlo todo.
— Sentiría morir — afirmaba el gran pensa-
dor—sin haber asistido al desenvolvimiento final
de este monarca joven.
Hubo desde el primer momento en la enigmá-
tica y contradictoria persona del kaiser el ger-
men de muchos hombres, como en la figura
medio demente y medio filosófica del príncipe
Hamlet. El problema era saber qué individuali-
dad predominaría sobre las otras en el momento
que el inquieto emperador llegase á su pleno des-
NO SB RBCrBE
Oretchen.— Señor, el amo no está en casa. Asf me encarga que se lo diga.
(Morniíig Leader, de Londres)
arrollo, y si este desenvolvimiento asombraría al mundo
por su grandeza heroica ó por su trivialidad.
Renán murió sin haber cumplido su deseo, no sabiendo
con certeza si el personaje era un desequilibrado genial ca-
paz de acciones inmortales, ó un desequilibrado vulgar cuya
morbosidad iba á resultar temible por la alta posición en
que le había colocado el nacimiento.
Un notable observador, el novelista portugués Era de
Queiroz, que vivía en París y siguió atentamente los pri-
meros años del joven emperador, publicó en 1891 un estu-
dio acerca de él, que puede llamarse profetice. Lo siguió en
sus múltiples transformaciones que asombraban al mundo,
dejándolo perplejo. Para Eca de Queiroz el kaiser era «un
dilettante de la actividad», un perpetuo agitado, un tócalo-
todo, tanto más peligroso cuanto que disponía de un poder
personal inmenso, y estaba convencido de que Dios sólo
existía para estar á su disposición lo mismo que un con-
socio.
«Se cree el íntimo amigo y el aliado de Dios — dijo Era
UNA DUDA TERRIBLE
El kt^iser, cuando la guerra hispanonorleamericana:
— ¿Á quién felicitaré primero?
( WeelMarl roor Nedcrland)
436
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
EL KAISER, DE PAISANO
de Queiroz — .
Es como Moisés
en el Sinaí, su
coofideate y su
inspirado. Gui-
llermo II es sim-
plemente Moi-
sés II. La certe-
za y la costum-
bre de esta alian-
za se han fijado
de tal modo en
él, que al hablar
de Dios lo trata
de iguala igual,
como si fuese
uno de sus alia-
dos Francisco
José de Austria
ó Humberto de
Italia. Al prin-
cipio pronunció
respetuosamen-
te el nombre del señor de los cielos, pero recientemen-
te, al arengar á sus vasallos de la Marca de Brande-
burgo, calificó á Dios familiarmente con el título de
«mi viejo aliado». He aquí que Guillermo y Dios for-
man una sociedad mercantil, de responsabilidad limi-
tada, para el gobierno del universo. Poco á poco tal
vez desaparecerá Dios del rótulo del establecimiento,
como un simple asociado, que no aportó al negocio
mas que el capital, luz, tierra y hombre, y que en la
paz del infinito vive sin trabajar, dejando á Guillermo
la administración absoluta del gran negocio terrestre.
Entonces tendremos simplemente una fórmula de Gui-
llermo y Compañía. Guillermo, con plenos poderes, di-
rigirá todas las empresas humanas. «Compañía» será
la forma vaga y condescen-
diente en la que quedará com-
prendido el ser infinito, bajo
cuyos ojos son tan poca cosa
el kaiser y su férrea Alema-
nia, como el gorrión que en
estos momentos está piando
sobre mi techo.
»Un inmenso é insaciable
deseo de gozar y experimen-
tar todas las formas de la ac-
tividad, con la firme convic-
ción de que Dios garantiza el
éxito final de sus empresas,
explica la conducta del mis-
terioso emperador. Si gober-
nase un Imperio al otro extre-
mo del Asia, si no poseyese
en la fortaleza de Spandau un
tesoro de guerra para equipar
y mantener varios millones
de soldados, ó si viviera contenido por una opinión
pública activa é influyente como la de Inglaterra,
Guillermo II se limitaría á ser como muchos otros
emperadores de la Historia: una curiosa figura por la
movilidad de su fantasía y la ilusión de su porvenir
mesiánico. Pero, por desgracia, se encuentra colocado
en el centro de Europa, con centenares de legiones
disciplinadas y un pueblo de individuos obedientes y
amaestrados como reclutas, y Guillermo II resulta por
esto el más peligroso de los soberanos, pues su dile-
tantismo de-
seará paladear
alguna vez la
forma más se-
ductora de au-
toridad que un
soberano puede
conocer: lague-
rra y sus glo-
rias.
»Algún día,
la Europa se
despertará en-
tre el clamoreo del choque de los ejércitos, solamente
porque en el alma de este gran dilettante el deseo
ardiente de conocer la guerra, de divertirse con la
guerra, será más fuerte que la razón, que los conse-
jos ó que la piedad por la suerte de sus pueblos. «Os
conduciré muy pronto — dijo á sus fieles subditos de
Brandeburgo — á espléndidos y gloriosos destinos.»
¿Qué destinos pueden ser estos? Batallas en las que
indudablemente deben triunfar las águilas germáni-
cas. Guillermo II no siente la menor duda sobre el
éxito final. Semejante á muchos pequeños soberanos,
tiene por aliado al rey supremo del cielo y de la tierra,
que combatirá en las filas de la landwehr como en los
tiempos antiguos Minerva, armada de su lanza, com-
LA FIRMA DEL KAISER
EL KAISER EN SU YATE «HOUENZOLLBRN»
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
437
batía por las falanges griegas
contra los bárbaros.
»¡La certidumbre' de ¡jla
alianza divina!... En verdad,
nada puede dar á un hombre
tanta fuerza como esta fe:
hasta lo convierte en un ser
casi divino. Pero por otro lado,
¿á qué peligros no lo expone?
Nada puede hacer la caída de
un hombre más desastrosa
que la prueba aportada por la
brutal realidad de los hechos
de que dicha certidumbre era
simplemente la quimera de
una loca infatuación. Enton-
ces se verá, según la palabra
de la Biblia, «precipitado des-
de las alturas del cielo». Hubo
en otros tiempos un pueblo
que también se proclamó ele-
gido de Dios: pero no tardó en demostrarse que Dios
no le había elegido ni preferido sobre los otros, en
vista del desdén con que lo abandonó en su desgra-
cia. Y este pueblo fué perseguido con un furor impla-
cable, dispersado á través del mundo, apedreado,
estabulado en las sórdidas juderías, y sus casas y
sus tumbas fueron marcadas lo mismo que la moneda
falsa.
»Guillermo II corre el mismo peligro. Toma atre-
vidamente sobre su persona todas las responsabilida-
EL KAISER EN EL CAMPO
lllilhdni
SÍNTOMA DE PAZ
El kaiser revista la Guardia vestido de paisano
(Caricatura de Caran il'Aclie, pulilicadn por í.c Fígaro)
des que en otros países están repartidas entre diver-
sos cuerpos del Estado. Él solo juzga y ejecuta, por-
que á él solo, y no á sus ministros, ni á su Consejo, ni
á su Parlamento, ha transmitido Dios, el dios de los
HohenzoUern, su inspiración trascendental. Desde
el momento en que se considera infalible, es preciso
que sea invencible. Si algún día sufre un desastre,
Alemania, por disciplinada que sea, reconocerá que la
alianza tan alabada de su emperador con Dios no era
mas que la impostura de un astuto déspota, y no
habrá entonces bastantes piedras de la Lorena á la
Pomerania para lapidar á este Moisés falsificado.
Guillermo II jue-
ga contra el Des-
tino el terrible
«dado de hierro»
de que hablaba
Bismarck. Si ga-
na, tendrá altares
dentro y fuera de
sus fronteras, lo
mismo que Au-
gusto; si pierde,
le espera el des-
tierro, el tradicional destierro en Inglaterra, último
recurso de los monarcas desgraciados, el mismo
destierro ignominioso con que él amenaza severa-
mente á todo el que se atreve á negar su carácter
infalible. Ernesto Renán tiene razón. No hay espec-
táculo más atrayente en este período del siglo que
asistir al desenvolvimiento final de la personalidad
de Guillermo.
»De aquí á algunos años— ¡ojalá sean lentos y nu-
merosos!— este joven ardiente, seductor, imaginativo,
y que tal vez llegue á ser heroico, podrá lo mismo
presidir los destinos de Europa en la majestuosa cal-
ma de su palacio de Berlín, que encontrarse en el
TARJETA DEL KAISER
438
VICENTE BLASCO IBANEZ
LAS MUTACIONES DEL KAISBli
(Leipttffer Wolíszcitu
Hotel Metropole de Londres sacando tristemente de
su maleta de emigrado la doble corona rota de Prusia
y de Alemania.»
Esto escribió Eca de Queiroz en 1891 con una cla-
rividencia profética. La Historia, á veintitrés años de
distancia, ha confirmado en días trágicos su juicio
sobre el personaje y sus predicciones sobre el porve-
nir. La gran partida del «dado de hierro» entre el
enigmático y místico emperador y el Destino obscuro
y amenazante sólo ha empezado á jugarse en 1914.
Han transcurrido largos años sin que llegara á tomar
forma el hervidero de diversas y contradictorias per-
sonalidades en el interior de este príncipe Hamlet. La
personalidad final y definitiva ha salido á luz. El héroe
beneficioso para la humanidad que algunos esperaron
no existe. Sólo ha quedado en pie el soberano peli-
groso para la tranquilidad del mundo, el que muchos
saludaron al principio lo mismo que á Tito, con el
título de «delicia del género humano», y resulta en la
realidad su enemigo implacable.
De todos los escritores célebres que han estudiado
la personalidad cambiante y fugitiva de Guillermo no
hay uno solo — exceptuando, como es natural, á los ale-
manes— que crea en el equilibrio de sus facultades.
Octavio Mirbeau, gran observador de los defectos
humanos, estudió á Guillermo II como un personaje
novelesco en una de sus obras.
«El público se imagina— dice Mirbeau — que las
excentricidades de Guillermo son largamente medita-
das por él y que calcula y dosifica fríamente su afecto
teatral para impresionar mejor la imaginación de sus
subditos y de los otros pueblos. Es un error... No pre-
tendo negar que haga uso algunas veces de sus facul-
tades de cómico para exagerar su importancia. En
esto es un hombre como muchos otros. Pero aseguro
que es menos comediante de lo que generalmente se
cree, pues obedece siempre á un impulso momentáneo
que es incapaz de resistir, y en ocasiones este
impulso resulta generoso. Las más de las veces
es fatal y tiene que arrepentirse de él al poco
tiempo. Hay mucho de neurastenia en su con-
ducta. Lo mismo que todos los neurasténicos, el
emperador muestra hasta en sus actos más des-
equilibrados cierta lógica; una lógica que pode-
mos llamar al revés... Cuando lo censuran, por
ejemplo, á causa de una decisión artística, el
emperador pasa inmediatamente una revista mi-
litar. Gritan contra él: pinta un cuadro. Lo silban:
hace una ópera. Se quejan de su gobierno: se dis-
fraza de musulmán y se va en peregrinación á
Tierra Santa. Se burlan de sus excentricidades
en un periódico ilustrado: exige inmediatamente
que sea descubierto en el término de veinticua-
tro horas el remedio de la tuberculosis... Este
es el hombae del que depende la seguridad de
un gran Imperio y la de Europa entera.»
Este hombre contradictorio, con sus impulsos irre-
flexivos, que, como dice Mirbeau, resultan algunas
veces generosos, consiguió por algún tiempo impo-
nerse á la atención pública con el carácter de héroe
simpático. Hubo un momento en que hasta llegó á ser
popular en Francia. Comenzaba á verse en él una es-
pecie de Lohengrin moderno, defensor de los débiles
y enemigo de los soberbios; un Don Quijote joven,
"ff)
PACIFICADOR. — PROTECTOR DEL COMERCIO. — GENERALÍSIMO
(¿f Fígaro)
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
439
vigoroso y coa enormes ejércitos para la san-
ción de sus altas justicias; una encarnación
de la lealtad y de los sentimientos elevados.
El mundo, años antes de 1U14, empezó á olvi-
darse del Guillermo II de los primeros tiem-
pos de su reinado, del auténtico, arrogante y
amenazador, que parecía encarnar el genio de
la guerra.
El filósofo Juan Fiuot, en un vigoroso es-
tudio publicado al romperse las hostilidades,
dijo así después de comentar las simpatías que
había inspirado Guillermo como «emperador
de la paz»: «La incoherencia de sus palabras
grandilocuentes y de sus gestos de actor ofre-
cía, sin embargo, un carácter ¡inquietante. Sus
frecuentes discursos se contradecían, lo mis-
mo que sus simpatías y sus gustos. Aunque
sus bigotes erguidos dan á su rostro un aire
de decisión y energía, sus ojos vagos que de pronto
quedan fijos con una inmovilidad desconcertante so-
bre el interlocutor, su charla con frecuencia insípida
y casi siempre nerviosa, y la rapidez con que cambia
de tema, de conversación, turbaban profundamente á
todos los que mantenían un diálogo con él. Cuando
se llegaba á ver al hombre detrás del soberano, pare-
cía poco normal, si es que no se le apreciaba como
totalmente desequilibrado. Un embajador al que Gui-
llermo no había conseguido engañar con sus preten-
siones de demiurgo, me dijo un día que le recordaba
á los arlequines venecianos que inauguran solemne-
mente los fiestas populares de Venecia.
»En cierto momento se pensó en publicar como
documento científico una colección de discursos de
Guillermo II. La contradicción y la incoherencia fla-
grantes de estos discursos eran para impresionar pro-
fundamente á los especialistas en enfermedades men-
tales... En dicho momento me encontraba yo de paso
en Turín. En una de mis conversaciones con César
Lombroso, éste me comunicó sus opiniones sobre el
emperador alemán. Para el célebre fundador de la an-
X
OTTl
MF^
3
m\í
OíO^f
0^)(\
LzXlH
^. -
1. La primera nota (Alarmante).— 2. La segunda (Óptima).— 3. La
tercera (Peligrosa).— 4. La verdad
[Pischictto, de Turin)
DEL RAYO DE LA GUERRA AL ARCO IRIS DB LA PAZ
{Fischietlo, de Turin)
tropología criminal, Guillermo II no era mas que un
mattoide caracterizado. Convinimos los dos en publi-
car un estudio sobre el soberano, cuyos accesos de
verbomanía y megalomanía, unidos á una enfermedad
hereditaria, inquietaban tanto á los psicólogos. Des-
pués Lombroso y yo hemos ido retrasando por razones
de oportunidad política la publicación de un estudio
de este género.
»Luego de mi conversación con Lombroso, me fué
difícil librarme de la pesadilla de un mattoide covoxi&-
do dirigiendo á su capricho el mundo. Temblaba por
la paz internacional, el tesoro más sacro de la huma-
nidad, confiado á una conciencia tan débil. Con la
impresionabilidad de un desequilibrado razonador y
delirante, ¿Guillermo II no era capaz de todo, incluso
— lo admito voluntariamente — de una acción buena y
grande? Nada me asombraba en él, ni siquiera su Dios
extraño que invoca como una especie de funcionario
inferior encargado de legalizar sus desbordamientos
de palabras y sus gestos irreflexivos. En su perturba-
da mentalidad parece realmente convencido de que el
verdadero Dios, el Dios de la misericordia y del amor
al prójimo, le ha confiado la misión de reinar sobre
Alemania, y que los Hohenzollern proceden directa-
mente de una pierna de la Divinidad. En nombre del
Señor, habla de la paz... pero igualmente, como he-
raldo de Dios Padre, agita la espada. Confundiendo de
este modo el emperador de Alemania y el Buen Dios,
Guillermo se cree invencible. Por esto su audacia en
los últimos tiempos nada tiene de asombrosa. Europa
y todos los países juntos de la tierra no se hubiesen
atrevido á tanto. ¿No tiene á su lado el poder de Dios?
Muchos han creído ver un acceso de demencia repen-
tina en lo que no era mas que una nueva manifesta-
ción de la enfermedad lenta y continua que minaba
al emperador. La historia de su reino es una serie de
pensamientos y actos delirantes. Por una fuerza de
inercia legada por el reinado precedente, y sobre todo
por las cualidades laboriosas y perseverantes de la
nación alemana, ésta no ha' naufragado á pesar de la
440
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
BL KAISER CON BL UNIFORME DE GUARDIA
DH.CORPS
influencia fa-
tal del empe-
rador y de su
camarilla. La
nación por su
fuerza íntima
ha podido so-
portar los ex-
cesos de ar-
mamento y
todas las lo-
curas, inclu-
so la locura
de su grande-
za. Pero al
final el genio
maléfico ha
sido el más
fuerte . La
grandeza de
Alemaniafun-
dada sobre una megalomanía mórbida y dirigida con-
tra la sociabilidad del mundo civilizado, va á desva-
necerse y disiparse.
»Todo se pudría en torno de este emperador en-
fermo. Las viejas virtudes alemanas, la integridad y
la independencia de sus jueces, la moralidad y el de-
coro tradicionales de sus habitantes, desaparecían con
rapidez. De vez en cuando ciertos procesos escanda-
losos revelaban esta podredumbre, como las peque-
ñas manchas que se ven en las frutas de lozano as-
pecto corroídas por dentro. A semejanza de su señor,
la sólida Alemania de otros tiempos ha venido á ser
inestable é inconsecuente. Su comercio y su indus-
tria, que son de lo más modernos, se apoyan sobre
un régimen político que es viejo de una decena de
siglos. La brutalidad y la supremacía de su militaris-
mo anonadan la dignidad y paralizan la vida de las
clases labo-
riosas, que
constituyen
la riqueza y
el genio de
Alemania.
Detrás de una
fachada bri-
llante todo se
desploma.
»E1 empe-
rador ha mo-
vido el timón
á un lado y á
otro, como un
marino inde-
ciso que no
sabe qué reso-
lución tomar.
DB CORACERO BLANCO Tan pronto es
un hombre del siglo XX, como un burgrave del siglo X.
Su moral privada y su moral pública han sido descon-
certantes. Este caballero supremo de la virtud, co-
mete actos dudosos y reprensibles. Su penacho, su
Dios y su sable no le han servido para enmascarar
ante el mundo la fragilidad de su conciencia y la ver-
satilidad inquietante de su cerebro.»
En la misma Alemania hubo hombres que, á pesar
de la ceguera consciente de la opinión de su país,
supieron adivinar el verdadero carácter del empe-
rador.
Durante los primeros años del reinado de Guiller-
mo II, las gentes sensatas de Alemania llegaron á
dudar en ciertos momentos de la integridad de las
facultades del soberano. Pero la pesadez del régimen
imperial y la gran prosperidad económica del país,
que impulsó á los ciudadanos á una vida egoísta, ha-
ciéndoles olvidar los asuntos políticos, cortaron ruda-
mente estas
preocupacio-
nes de la opi-
nión.
* Sin embar-
go la persona-
lidad de Gui-
llermo II fué
irreverente-
mente discu-
tida por los
alemanes en
1894, con mo-
tivo de un pe-
queño libro
escrito por un
profesor de
Historia'de
Munich. Esta
obra, del doc-
tor Ludwig
Quidde, se titulaba Galígüla (Estudio de %ma loctira
imperial).
XII
La historia de Calígula en Alemania
Alemania sostiene en Roma una Escuela de Arqueo-
logía, semejante á la Escuela de Atenas que el go-
bierno francés mantiene en Grecia. En este centro de
Roma varios estudiantes escogidos se perfeccionan en
el conocimiento de la antigüedad y la aplicación del
método histórico.
Entre los trabajos personales surgidos de dicha
Escuela, ninguno tan inesperado y ruidoso como el
estudio sobre Calígula, publicado en 1894 por el doc-
tor Ludwig Quidde en el periódico literario Die Qe-
sellschaft.
g¿[DE HULANO
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
441
A primera vista nada distinguía á esta obra de
cualquiera otra de las publicadas por los antiguos pea-
sionistas de Roma. Era en verdad menos larga y me-
nos confusa que los productos ordinarios de la erudi-
ción germánica. Pero bien considerada no podía resul-
tar de mayor extensión, pues el reinado de Calígula fué
muy corto (del año ¡^7 al 41), y además sólo han lle-
gado hasta nosotros muy pocos datos, ciertos y preci-
esta monografía sugiere la idea de reemplazar el nom-
bre del «joven emperador» Calígula, ascendido al trono
á los veinticuatro años y asesinado á los veintiocho,
por el del soberano alemán que en IHHH asumió á la
edad de veintinueve años la pesada sucesión de Gui-
llermo I y de su hijo Federico III, llamado «el Noble».
Cuando el autor pasa después al análisis del carác-
ter de Calígula y á la exposición de sus actos, la ana-
sos, sobre la citada época. Por otra parte, la brevedad logia aún resulta más chocante y asombrosa. Hay que
delopúsculoestá
compensada con
una abundante
y concienzuda
documentación,
hasta el punto
de que en el im-
preso alemán las
veinte páginas
de texto llevan
138 referencias
de Dion Casio,
Josefo, Filón, Pli-
nio,Séneca,Sue-
tonio y Tácito.
Fué un verda-
dero capítulo de
Historia lo que
escribió Quidde,
y en esto no cabe
engaño.
Pero desde las
primeras líneas
el lector se sien-
te dominado por
la duda, y se
pregunta si el
texto que tiene
ante los ojos no
se reñere á un
personaje distin-
to y más moder-
no que el abo-
minable sucesor
de Tiberio. Una
LA RISA DBL KAISER
decir ante todo,
noblemente, que
nadie puede en-
contrar en Gui-
llermo II mu-
chos de los de-
fectos y los vi-
cios que condu-
jeron al César
romano, de cri-
men en crimen,
hasta la demen-
cia furiosa, y le
hicieron caer
finalmente bajo
los golpes de un
asesino. Pero de-
jando á un lado
la crueldad y el
sadismo de Calí-
gula, resulta no-
table la seme-
janza entre los
dos emperadores
que surge de la
obra de Quidde.
Además, cuando
se publicó ésta,
en 1894, nadie
podía adivinar
la guerra de 1914
con sus matan-
zas de millones
de hombres, sus
incendios, sus
violaciones, sus
arrasamientos
semejanza ex-
traordinaria, un
paralelismo vigoroso se establece entre «el viejo em- de provincias enteras, que hacen pesar sobre su ver-
perador» Tiberio y cierto inolvidable «glorioso abue- dadero autor una responsabilidad mucho más grande
lo»; entre Germánico, el príncipe soldado y filósofo, que la del César romano. Los crímenes de este de-
arrebatado prematuramente al amor de su pueblo, y mente parecen amortiguarse al ser comparados con
el emperador Federico III, de corta vida como rey, los horrores de la catástrofe actual.
padre del actual Guillermo II; entre «la orgullosa Cuando se publicó la monografía de Calígula eran
Agripina» y la emperatriz Victoria; entre el omnipo- muchos en Alemania los que experimentaban cierta
tente ministro Macronio, caído en desgracia desde el inquietud ante el nuevo emperador, joven, impulsivo,
principio del nuevo reinado, y el canciller Bismarck; ardiente, autoritario y gran aficionado á los alardes
entre los tristes antecedentes hereditarios de Calígula guerreros. Hablaba de su misión divina, amenazando
y la locura de Federico Guillermo IV, tío-abuelo de al mundo con guardar siempre «la pólvora seca y la
Guillermo II; de tal modo, que el primer capítulo de espada bien afilada», y al mismo tiempo iba prepa-
442
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
rendóse una personalidad, para ofrecerse á la pública
admiración, años adelante, como príncipe de la paz
universal. Empezaban á marcarse en su existencia
ordinaria ciertas «originalidades» que en un particu-
lar pueden ser simplemente ridiculas, pero en el so-
berano de una nación grande resultan peligrosas; la
afición al comediantismo, un deseo enorme de hacerse
admirar en todas las esferas de la actividad, una pre-
tensión inaguantable á la oratoria elocuente; el gusto
del fausto, de los deslumbradores espectáculos milita-
res, de los cortejos con gran pompa, de los uniformes
multicolores cambiados á cada instante; la pasión de
los viajes, del mar, de los yates lujosos, de los casti-
llos, de las construcciones colosales y de mal gusto.
BBRLIN. CALLB DE FBDERICO
Además de esto, la agitación nerviosa, la facilidad
para cambiar de rumbo, la tendencia á acometer de
improviso las empresas más contradictorias, la con-
vicción de manejar el poder por derecho divino, ó sea
sin limite alguno, de ser el confidente y el represen-
tante de Dios en la tierra; y como consecuencia, el
absolutismo, la voluntad de hacerlo todo por sus pro-
pios medios, la ingratitud con los mejores servidores
del Estado, la aversión á los espíritus independientes,
la selección caprichosa é ilógica de los hombres para
encargarlos de las más altas funciones.
Estos rasgos del soberano alemán los encontró con
sorpresa el lector en la compilación hecha por Quidde
de los autores antiguos que flagelaron á Calígula. In-
dudablemente la figura de este último contenía dos ó
tres personalidades distintas, que acabaron por con-
vertir al simple maniático en un demente sanguina-
rio, verdadero azote de su época. Pero las divergencias
entre ambas figuras eran de fácil apreciación. Ade-
más la locura de Calígula se fué declarando gradual-
mente, y muchos se preguntaron por esto con inquie-
tud cuál sería, al transcurrir algunos años, el estado
espiritual del que tanto se le asemejaba en sus co-
mienzos.
Alemania lanzó una exclamación de sorpresa al
enterarse del trabajo de Quidde. Todos creyeron reco-
nocer á Guillermo II en el retrato de Calígula, y vie-
ron en el historiador á un foliculario político. El efecto
producido en el público alemán fué semejante al que
causó en Francia en 1865 el folleto de Rogeard, Pro-
pos de Labienus, que por medio de una evocación de la
historia romana hizo el retrato exacto y cruel de Na-
poleón III. El escándalo que produjo la obra de Quidde
en su país fué tan grande, que se pensó en perseguir
al autor por delito de lesa majestad. Pero esto habría
representado una gran torpeza, y las autoridades tu-
vieron que desistir. ¡Un estudio de
Historia perseguido como si fuese
un folleto político! Tal medida sólo
hubiese servido para dar á la obra
una celebridad universal. Aun así
bastó la simple amenaza de proce-
so, para que la atención de toda
Alemania se fijase en este trabajo
que se había deslizado inadvertido
entre los artículos de una revista.
La prensa se dedicó á analizarlo y
comentarlo; luego fué impreso en
volumen y hubo que hacer enormes
tiradas, para satisfacer la curiosi-
dad pública. El doctor Quidde ganó
más dinero con este pequeño estu-
dio, sin buscarlo ni desearlo, que
con todos los libros de su vida cien-
tífica.
Si el autor no fué perseguido pú-
blicamente, no por esto se libró de
sufrir las consecuencias de su peli-
grosa gloria. Desempeñaba como sustituto una cáte-
dra en la Universidad de Munich, y jamás pudo con-
seguir el nombramiento de profesor. Quedó inscrito
para siempre en el registro de los desafectos, y toda
empresa en la que figuró su nombre fué considerada
como subversiva.
Sin embargo, no era culpa suya que el público,
ante el retrato exacto de Calígula, hecho con arreglo
á los textos antiguos, encontrase este retrato seme-
jante al de otro personaje. Si para hacer comprender
mejor el carácter del protagonista de su obra empleó
ejemplos modernos, nunca se valió del recuerdo de los
Hohenzollern, exceptuando el caso de Federico Gui-
llermo IV, un demente auténtico. Si al hablar de
Luis II de Baviera dice que fué en Alemania «provi-
sionalmente» el último representante de la serie de
imitadores ridículos de Luis XIV, ^sto no implica que
el imitador próximo deba ser precisamente el actual
rey de Prusia. Además, en sus conclusiones evitó
Quidde con prudencia toda aplicación al presente, de-
clarando que en nuestros días «no es factible la posi-
bilidad de un reinado que se parezca al de Calígula».
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE I9l4
443
Pero á pesar de esta prudencia,
las alusiones surgen por sí solas
ante el lector, sin que Quidde haya
hecho nada por sugerirlas ó sub
rajarlas. ¿Cóaao iban á perdonar
los entusiastas del imperialismo
alemán á este historiador que enun-
cia y demuestra tranquilamente
que la locura cesarista es un pro-
ducto lógico de la degeneración
moral de los pueblos que tienen sen-
timientos monárquicos ó de las cla-
ses superiores que rodean á los re-
yes? Después de tal afirmación, el
doctor Qaidde quedaba condenado
para siempre por todos los alema-
nes conservadores entusiastas del
Imperio y de sus glorias guerreras.
El historiador se ha consolado
fácilmente y no sin ironía, consa-
grando su gran capacidad de tra-
bajo y su elocuencia incisiva al sostenimiento de las
ideas que más necesitan de ser propagadas en su país.
Aunque el doctor Quidde es originario de la Alemania
del Norte, figura como diputado en el Parlamento de
BERLÍN. AVENIDA DE LOS TILOS, BSQÜINA A FRIEDRICHSTRAS8B
Baviera, donde defiende una política favorable á la
democracia, á la paz y al desarme de las naciones.
He aquí su famoso opúsculo, traducido por primera
vez al español:
CALÍGULA
Estudio de un caso de locura cesarista en Roma, por Ludwiq Quidde
I
Cayo César, conocido bajo el solirenom-
bre (le Calígula— de Cáliga, nombre del
zapato de los soldados romanos — , era
muy joven, pues aún no había llegado á
la e<lad viril, cuando de improviso se vio
convertido en soberano. A raiz de su ele-
vación, los tiempos eran sombríos é in-
quietantes y su familia liabia sido objeto
de extraños destinos.
Su padre. Germánico, liabia sucumbido
en la flor de la edad, lejos del pais natal,
bajo los golpes de una suerte cruel. En-
tre el pueblo se hablaba mucho de las cir-
cunstancias misteriosas de su muerte. No
se tcmia emitir las más graves acusacio-
nes, y la sospecha alcanzaba basta los ín-
timos del viejo emperador.
Con Germánico había desaparecido el
favorito del pueblo: ningún otro miem-
bro de la familia imperial aU;anzó un.i po-
pularidad semejante. Había sabido ga-
narse; la confianza de los soldados durante
diversas campañas, eu las que compartió
con el simple legionario las tribulaciones
de la guerra, y en los países germánicos,
en la región del Rhin, se repetía mucho
su nombre. Pero el pueblo sólo veía en él
al héroe guerrero: había sido popular, en
la mejor acepción de la palabra. Su vida
de familia, el número de sus hijos, sus
modales sencillos y democráticos, su be-
névola igualdad de humor en todas las si-
tuaciones, las a legres ocurrencias con que
sabia conquistar las voluntades, tenían
cautivados á ciudadanos y legionarios.
Indudablemente, mientras vivió el vie-
jo emperador, á pesar de algunas funcio-
nes importantes que le fueron confiadas
á Germánico, siempre se le tuvo apartado
de los principales asuntos de la política
interna, no obstante su poder y su volun-
tad para el trabajo. Pero si hubiese lle-
gado á dirigir los negocios, se habrían
podido esperar do él días más libres, más
felices y la supresión del peso agobiante
que aplastaba al Imperio entero. Así,
pues, la esperanza de toda unageneración
descendió á la tumba con Germánico.
Un reflejo de la poi)ularidad de este fa-
vorito del pueblo se proyectó eu su hijo.
Éste, sin embargo, le asemejaba muy
poco, pues más bien se parecía á su ma-
dre, apasionada y orguUosa, que había
dificultado muchas veces la situación de
su esposo, muy delicada por sí misma. El
viejo emperador, que perseguía con sus
sospechas y con su odio á la esposa y los
otros hijos do Germánico, pareció mostrar
cierta inclinación por Calígula, quizá pre-
cisamente por ver en él el reverso de su
padre, que le había sido poco simpático.
Al llegar al poder, el joven emperador
era todavía un personaje desconocido y
misterioso para todos.
En el transcurso de los años anteiiores
se habían propalado acerca de él toda
clase de suposiciones adversas ó favora-
bles. Según las noticias llegadas hasta
nosotros, se alababa el temple de este jo-
ven, que había sabido ser dueño de sí
mismo en circunstancias tan difíciles; se
temían quizá sus caprichos, su tendencia
á abusar de tan enorme poder, la acción
de sus ideas no maduras, y se citaban
toda clase de manifestaciones de una
brutalidad precoz. Pero la opinión domi-
nante era que sn juv<Mitud se dejaría ga-
nar fácilmente por las influencias exte-
riores, y se esperaba que comenzase por
liacer más fuerte aún la autoridad de Ma-
cronio, el omnipotente prefecto de su
guardia, pues todo el mundo lo creía es-
pecialmente agradecido á este personaje.
Pero ocurrió, como en la mayor parte
de los casos, todo lo contrario de lo que
se podía esperar. La desgracia del hom-
bre do Estado que ocupaba el poder so-
brevino rápidamente; su influencia fué
anulada por completo, y el emperador
empuñó las riendas del gobierno, eri-
giéndose en señor absoluto. El pueblo lo
aclamó, pues este cambio de régimen era
presentado en todas las esferas como una
liberación. Parecía que fueíc á comenzar
una era de reformas, abriendo camino á
las ideas liberales.
Así se iniciaron llenos de promesas los
principios del reinado de Calignla. hijo
de Germánico, prematuramente desapa-
recido, y de Agripinu, el cual sucedió eu
444
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
el aúo 37 á su tío-abuelo. Tiberio, sumien-
do al mundo en el asombro con sus pri-
meros actos.
Ya hemos visto que Macronio, general
de los pretorianos, que había sido el últi-
mo y poderoso ministro de Tiberio, y al
cual Caligula debía el trono, fué preteri-
do, según todas las apariencias, desde el
principio del reinado. En vista de ello cre-
yeron muchos que este acto de emanci-
pación del joven emperador iba á traer
un cambio completo de los principios de
gobierno. Algunas
reivindicaciones
antiguas de los ele-
mentos liberales
fueron realizadas
por el joven sobera-
no. Ante todo se
concedió más liber
tad á la vida políti-
ca. Caligula apa-
rentaba querer to-
mar en serio el res-
peto de ciertas for-
mas constituciona-
les que habían caí-
do en desuso bajo
Tiberio. Fingió
conceder más in-
fluencia á la opi-
nión pública en la
elaboración del pre-
supuesto y en los
gastos militares; la
libertad electoral
pareció revivir en
los comicios del
pueblo; se tomaron
medidas contra los
delatores, cuyos
excesos eran com-
parables á los de los
agentes políticos
de provocación de
nuestra época, cu-
rándose así tanto la
vida pública como
la privada de una
de sus llagas más
graves. Los escri-
tos de Labieno, de
Cremucio Cordus y
de Casio Severo,
que habían sido prohibidos como peligro-
sos para la nación, fueron autorizados
otra vez. Algunos presos políticos se vie-
ron amnistiados, las persecuciones por
lesa majestad quedaron suspendidas, y
se abolieron las lej^es que castigaban este
crimen con penas severas. Además, los
impuestos aplastantes que pesaban pre
cisamente sobre la vida cotidiana de las
masas populares fueron suprimidos, y las
clases más pobres se vieron aliviadas con
las distribuciones de trigo, sin hablar de
los juegos, á los que Caligula dio un gran
desarrollo, con arreglo á la fórmula anti-
gua panem et circenses. Parecía que á
este aumento de libertad debía corres-
ponder una era de reformas sociales, ó
por lo menos una concepción más demo-
crática de las cuestiones económicas.
Pero desde los comienzos de Caligula,
y mientras éste era aclamado por un pue-
blo pronto al entusiasmo, los observado-
res atentos no pudieron menos de sentir
grandes recelos.
II
Lo que elevaba á Caligula algunas ve-
ces por encima de sí mismo era la per-
BL KAISER CON EL REY DK. INGLATERRA
cepción embriagadora de su poder, la idea
de encontrarse ascendido repentinamen-
te al primer puesto, el deseo de hacer algo
grande, y sobre todo, la necesidad de bri-
llar en la historia del mundo. Al verse
emperador, en esta transformación extra-
ordinaria de su vida experimentaba la
ambición de señalarse por algo que en el
fondo era extraño á su modo de ser: el
liberalismo y el amor al bien público, Al
mismo tiempo se revelaban en él peligro-
sos rasgos de carácter. Estaba desprovis-
to de ese sólido cimiento constituido por
una concepción de la vida, adquirida y
desarrollada.,, en las luchas intimas. El
resorte principal de sus actos no era el
deseo de realizar el bien, sino la ambición
de que lo admirasen por haberse mostra-
do propicio á las reivindicaciones popula-
res y poder ofrecerse como un grande
hombre ante la posteridad. La caracterís-
tica constante de sus decisiones era una
precipitación nerviosa, que le inducía á
ir corriendo sin tregua de uu trabajo á
otro, obrando con saltos bruscos y á me-
nudo contradictorios. A esto se añadía
una tendencia eminentemente peligrosa
de querer hacerlo todo por sí mismo.
La desgracia de
Macronio debe con-
siderarse sobre todo
desdeestepuntode
vista. Parece que
his relaciones entre
estos dos hombres
nose rompieron por
completo, ó al me
nos para siempre,
pues Macronio se
encontró á veces
en condiciones de
aconsejar al joven
emperador, reco-
mendándole mode-
ración y prudencia.
Estos consejos no
dieron otro resulta-
do que excitar la
cólera del empera-
dor, que se revol-
vió furioso contra
él y su familia. La
ingratitud hacía
Macronio fué una
de las principales
causas que rebaja-
ron la popularidad
de Caligula.
Pronto hubo oca-
sión de advertirque
ladespedidadeesie
hombre, el más in-
dicado para dirigir
los asuntos del go-
bierno, tenía por
causa más el carác-
ter de Caligula que
laoposición que pu-
diese existir entre
él y el emperador.
La Historia no menciona á ningún hom-
bre de mérito que obtuviese bajo el rei-
nado de Caligula una influencia positiva.
El emperador no podía tolerar á su lado
ninguna fuerza independiente. Quería
ser su propio ministro, y ni esto le basta-
ba, pues no había ningún dominio en el
que no pretendiera manifestar personal-
mente su superioridad, Pero para desem-
peñar tantos y tan diversos papeles ha-
cían falta á sus limitadas facultades— aun
antes de la degeneración final— conoci-
mientos é inteligencia, calma é imperio
sobre sí mismo.
Pasado algún tiempo fué todavía peor.
Su autoritarismo sin contemplaciones.
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
445
sus inesperadas veleidades reformadoras,
las súbitas y crueles desgracias sufridas
por altos personajes, pudieron ser consi-
deradas por las masas como manifestacio-
nes de la pujante naturaleza de su sobera-
no. Pero los espíritus reflexivos vieron er-
guirse detrás de ellas un espectro espanto-
so: el de la locura.
III
Se acostumbra á hablar de la locura ce-
sarista como de una forma particular de
enajenación men-
tal, ül lector tal vez
conocerá la escena
la Verlorene Hmíds-
chrifl, (ie Gustavo
Freytag, en la que
un profesor, poco
versado en las men-
tiras sociales, reve-
la inocentemente á
un principe la en-
fermedad mental
que padece este úl-
timo, citándole á
Tácito. Las mani-
festaciones carac-
terísticas de la lo-
cura cesarista son
manía de grande-
zas llevada hasta la
deificación de si
mismo; desprecio
de toda barrera le-
gal y de todos los
derechos del próji-
mo; crueldad ab-
surda, brutal y sin
motivos, todo lo
que se encuentra
también en otros
dementes. La dife-
rencia enorme con-
siste en que la si-
tuación prominen-
te de un monarca
proporciona á los
gérmenes de estas
propensiones un te-
rreno sumamente
favorable, permi-
tiéndoles alcanzar
un desarrollo que
seria irrealizable en cualquier otro suje-
to. De este modo los locos cesaristas pue-
den realizar actos monstruosos de una
enormidad sin precedentes.
La locura cesarista es el producto de
unas circunstancias que sólo pueden pro-
ducirse por la degeneración moral de los
pueblos que tienen convicciones monár-
quicas, ó cuando menos de las clases su-
periores que constituyen el acompaña-
miento inmediato del soberano.
La sensación de su poder sin límites
hace olvidar á un emperador todas las
barreras colocadas por las leyes. La teo-
ría que funda este poder en un derecho
diviuo altera do uu modo desastroso las
ideas del desgraciado que realmente cree
en ellas. Las exigencias de la etiqueta, y
más aún, la diligencia servil con que la
avaloran todos los que se apiñan en torno
del amo, infunden á éste la idea de que
es un ser encumbrado por la misma Na-
turaleza sobre el nivel de todos los hom-
bres. Las observaciones que puede hacer
en torno de él, entre los personajes de su
corte, le producen la impresión do que
más allá de su ¡¡orsona no existe mas (|ue
una turba vulgar y despreciable. Pero si
EL KAISBR CON EL RBV DE DINAMARCA
ocurre además que no sólo la corte, sino la
masa del pueblo está corrompida; si cual-
quiera cosa que intente el soberano no
encuentra ninguna resistencia franca y
viril; si la oposición cuando se arriesga á
emprender una campaña hace constar te-
merosamente que no ataca ni á su perso-
na ni á sus ideas, y por último, si esa in-
teligencia corrompida que inventó el cri-
men de lesa majestad y que ve un acto
condenable en el hecho de rehusar la ve-
neración al soberano, acaba por entrar en
la legislación y en la jurisprudencia, no
hay sino admirarse de que un monarca tan
absoluto permanezca en su sano juicio.
Así, pues, la vida pública de Ruma, que
estaba ya decaída, ofreció abundante-
mente las mejores condiciones para el
desenvolvimiento de la locura cesarista.
Calígula vivía además bajo la influencia
de una doble y desagradable herencia fí-
sica. (Recuérdese á .lulia, á su liijo Cayo
y los últimos años de Tiberio, tío abuelo
de Calígula.) El hecho de que llegase al
poder tan joven debía facilitar un favora.
ble desarrollo de todos los gérmenes que
existían en él. La desproporción brutal
entre su alta situación y sus cualidades
íntimas obraban
como un veneno en
su carácter juve-
nil, prtidispuesto
desde el nacimien-
to á todos los ex-
cesos.
Sin embargo, Ca-
lígula sólo cayó en
la locura propia-
mente dicha á cau-
sa de una grave en-
fermedad, de la que
se repuso, para su
desgracia y la de su
pueblo. Pero según
todas las probabili-
dades, puede decir-
se que esta enfer-
medad no hizo mas
que precipitar la
evolución fatal,
pues la predisposi-
ción á la locura era
3'a visible mucho
antes, y los factores
nocivos exteriores
que debían favore-
cerla iban unidos á
la situación de todo
emperador en la
Roma de entonces.
IV
El caso de locura
cesarista que nos
ofrece Calígula es
completamente tí-
pico. Casi todos los
síntomas que se en-
cuentran aislada-
mente en otros soberanos se reúnen en
él, y al comparar sus comienzos, sanos en
apariencia, con la progresión espantosa-
mente rápida que le condujo á los peores
excesos, podemos representarnos la evo-
lución de la enfermedad.
Un fenómeno, que no es necesariamen-
te morboso en sí mismo si no va unido á
los otros síntomas, denoto en Calígula la
temprana locura de grandezas. Fué la
pasión desmesurada por el fausto y el
despilfarro. Es este un rasgo común á
casi todos los príncipes que han perdido
de vista los limites de su situación, desde
los déspotas de Oriente y ciertos Papas
antiguos hasta Luis XIII y Luis XIV de
446
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
Francia, así como sus imitadores alema-
nes, cuya serie tiene provisionalmente
por último representante célebre al des-
graciado rey Luis II de Baviera. Al cabo
de poco tiempo no sólo gastó Calígula el
tesoro considerable que había ahorrado el
viejo emperador, sino que tuvo que recu-
rrir á medios poco dignos para acrecen-
tar los ingresos y pagar las deudas. Se
restablecieron los impuestos que acaba-
ban de suprimirse; se crearon otros nue-
vos, entre los cuales los había muy exor-
l)itantes y de un carácter vergonzoso; se
abusó de la justicia para procurar al Te-
soro multas y, fortunas confiscadas, y se
terminó por proclamar el principio de
que los bienes de los vasallos debenjestar
á disposición del principe.
La pasión de Calígula por el fausto y
el derroche se manifestó en los dominios
simultáneamente conducciones de agua
y construcciones de circos, verdadera-
mente enormes, y se propuso abrir rápi-
damente, á través del istmo de Corinto,
un canal del que se había hablado mucho
anteriormente. A esta pasión de edificar
iba unida una sorprendente manía de
destrucción. Obras dignas de ser conser-
vadas fueron echadas á tierra ó sufrieron
transformaciones por motivos pueriles.
Generalmente, lo que se edificaba tenía
el reflejo de unas ideas completamente
extravagantes. Cuanto más imposible é
insensata era una empresa, más atraía á
Calígula. En la orilla del golfo de Ñapó-
les se encuentran las ruinas de un mue-
lle romano que se llama «puente de Ca-
lígula», en memoria de la empresa fan-
tástica con que quiso realizar, no lejos de
allí, una idea extravagante.
BERLÍN. PLAZA DB POSTDAM
más diversos: en las fiestas, en los festi-
nes, en los regalos, en los trajes, en su
morada y en todo su tren de vida, parti-
cularmente en la instalación de sus pala-
cios y quintas y en los yates imperiales,
equipados con un lujo insensato; pero por
encima de todo en gigantescos edijicios y
proyectos de obras públicas.
Este es un rasgo característico de la
exaltación de las ideas en algunos sobe-
ranos, como acabamos de mostrarlo con
varios ejemplos. En lo que concierne á los
Césares se concibe fácilmente esta locura
cuando se recuerda su sed de gloria y su
deseo de brillar ante la posteridad.
El carácter desmesurado de los proyec-
tos de Calígula 3' la corta duración de su
reinado fueron causa de que una serie
de sus construcciones quedasen sin ter-
minar.
En Roma aún se muestran en el Pala-
tino los cimientos del puente de Calígu-
la, con el que quiso unir el palacio impe-
rial, por encima del Foro, con el Capito-
lio, santuario de la ciudad. Emprendió
Hizo tenderen la bahía de Bales un gi-
gantesco puente de embarcaciones, so-
portando una verdadera carretera orlada
de hosterías y con canalizaciones de agua
dulce. Revestido de la pretendida arma-
dura de Alejandro el Grande, condujo por
este puente sus tropas hasta Bales, lan-
zándolas sobre la apacible ciudad como
para tomarla por asalto. Al otro día orga-
nizó sobre el puente un gran cortejo
triunfal, con trajes suntuosos, un gran
botín y prisioneros fingidos. Por último,
festejó personalmente, con pomposos dis-
cursos y ruidosas fiestas, esta empresa
gloriosa, que representaba, según sus
propias palabras, «muchas fatigas venci-
das y el Océano domado».
Esta empresa, que fué eélebre, arroja
una luz brutal sobre la inclinación extra-
vagante de Calígula por el fausto y el de-
rroche. Pero también señala una tenden-
cia en extremo particular de los princi-
pes que sienten la pasión enfermiza de
las grandezas y las pompas; me reñero á
su sed de triunfos miniares.
En esta afición lo odioso y lo ridiculo se
dan la mano estrechamente. Si es cierto
que la ambición y el placer de la pompa
guerrera pueden llegar á las consecuen-
cias más espantosas, á verdaderas degolli-
nas de pueblos, con igual facilidad origi-
nan lo grotesco y lo pueril cuando la horri-
ble realidad es reemplazada por la ficción.
En Calígula se observa sobre todo esta
segunda forma del mal. Las circunstan-
cias no eran propicias á las guerras y á
sus triunfos. Las fronteras estaban paci-
ficadas y Roma había renunciado á exten-
der más su Imperio. La demencia verda-
deramente cesarista que empujaba á Ca-
lígula á brillar igualmente en el dominio
guerrero tuvo que manifestarse forzosa-
mente en majiiobras ridiculas k inveiicio-
nes teatrales. Hizo una porción de cosas
análogas á su cortejo triunfal en la bahía
de Baies. Sólo citaremos aquí dos ejem-
plos de los más típicos.
Una vez decidió visitarel ejército acam-
pado junto al Rbin. Todo se puso en mo-
vimiento precipitadamente.
Así que llegó el emperador, señalóse su
presencia por una severa disciplina, des-
usada hasta entonces, especinlmente en
lo que se refiere á la oficialidad. Los des-
graciados jefes que en esta movilización
inesperada no se presentaron pronto en
los sitios de concentración tuvieron que
sufrir su cólera. Al mismo tiempo, nun-
que Calígula se ofendi.-i cuando alguien
le recordaba su juventud, q\iiso rejuve-
necer al ejército y jubiló á un gran nú-
mero de centuriones, declarando que eran
demasiado viejos ó achacosos. I'roceilió
además contra otros por haber cometido
abusos en su gestión administrativa. Es-
tas medidas rudas atemorizaron á mu-
chos, como si denotasen una energía ex-
traordinaria, pero suscitaron igualmente,
según sabemos por Suetonio. un gran
descontento, y algunas de ellas fueron
consideradas por los observadores impar-
ciales como fanfarronadas ridiculas, so-
bre todo cuando vieron la gran importan-
cia que les atribuía.
Hizo por ejemplo ejecutar una manio-
bra al otro lado del Rbin. Soldados de su
Guardia é hijos de varios príncipes que
se encontraban en rehenes fueron obliga-
dos á disfrazarse de guerreros germanos
y tomar posición cerca del río. Mientras
estaba en la mesa el emperador, las avan-
zadas le enviaron una advertencia de que
el enemigo se hallaba cerca, é inmedia-
tamente se obtuvo una brillante victo-
ria sobre este enemigo fingido, que se
dejó hacer prisionero. Los soldados de la
Guardia, preparados convenientemente,
así como los pobres jóvenes germanos,
debieron representar el papel de cautivos.
Este modo de jugar á los soldados era
una ridicula farsa, que suscitaba las risas
de todo el mundo.
Más grotesca fué aún la empresa de Ca-
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
447
lígula contra la Gran Bretaña, pues la
terminó encargando á sus soldados que
recogiesen conchas á lo largo de la cos-
ta, fístaseran el botín que debía simboli-
zar los trofeos de la guerra.
VI
En esta expedición contra la Gran Bre-
taña, así como en la aventura de Baies,
intervino la obsesión de la conquista del
Océano.
El joven emperador mostraba por el
mar una predilección extraordinaria. Era
uiia inclinación plausible en si, |)ero que
en él se convirtió en niania, como otras
muchas inclinaciones. Ya hemos mencio-
nado la fastuosa instalación de sus yates.
Varios autores refieren que realizó trave-
sías más ó menos largas y que se com-
placía ante el esplendor de las tormentas.
Esta pasión debió ser muy molesta para
sus familiares, pues parece que les obli-
gaba despiadadamente á compartirla con
él. El desventurado Silano, habiéndose
quedado en tierra un dia de tempestad,
cayó en desgracia por este miedo al ma-
reo, ya que el emperador, enfurecido por
ciegas sospechas, atribuyó su ausencia á
otras causas.
VII
Las bélicas diversiones de Calígula, su
monomanía por la disciplina, sus cortejos
triunfales, denotan la propensión á ser
comedíanle, que es característica en el
cuadro patológico de la locura de los Cé-
sares.
En punto á comediante, no se conten-
taba con las comedias militares. Cuentan
los autores que sentía una pasión desen-
frenada por el teatro y el circo, y que im-
pulsado por ella llegó á pisar el escena-
rio. Ellos nos refieren el extraño gusto
que tenía por los trajes llamativos, que
cambiaba constantemente, y cómo estas
mascaradas le llevaron hasta complacerse
enrepresentardiversasdivinidades, tanto
BBKLiN. PALACIO IMPERIAL DE ESPALDAS SOURB EL RIO SPRE
diosas como dioses. Insistiremos luego en
este rasgo con motivo de otros. Una no-
che quiso que admirasen su habilidad de
danzarín, é hizo levantar de la cama á los
senadores para l)ailar delante de ellos. Se
dice además que osó mostrarse como lu-
chador en un circo, según hizo más tarde
Nerón, y luego Commodo, en calidad de
gladiador, es decir, en un papel que aca-
rreaba entonces á los que lo desempeña-
ban el ser excluidos ile la sociedad.
Dos elementos contribuyen á dar este
carácter de histrionismo á la locura cesa-
rista. Primero, una imaginación enfermi-
za, la persistencia en el hombre maduro
de la tendencia que induce al niño á iden-
tificar con el mundo real las creaciones
de su fantasía. En ningún sitio se pueden
encontrar condiciones tan favorables á
dicha persistencia como en la corte de un
einperailor, donde la naturalidady la sen-
cillez quedan desterradas por tantas fie-
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UN LADO DEL PALACIO IMPERIAL
clones y tantas comedías ridiculas. Y en
segundo término, la necesidad de brillar
en todos los sitios y de todas las maneras,
necesidad que. dada la situación especia-
lisima de un soberano aljsohito, acaba por
resultar igualmente enfermiza.
Por eso, aun entre los soberanos que
no se puede calificar en realidad de de-
mentes, hay muchos que no cesan de
significarse de un modo lamentable en
cierto orden de ideas, pues su misma si-
tuación los incita de un modo irresistible
á querer sobresalir. Además, su séquito
los mantiene en la convicción de que rea-
lizan con tales extravagancias algo ge-
nial é imponente, mientras que otros jue-
ces sinceróse indulgentes mueven la ca-
beza pensativos.
El terreno en el que buscaba Calígula
brillar con mayor apasionamiento era el
(le la elocuencia. Hablaba de buen grado
y á menudo en público, y se dice que te-
nía cierta facilidad para ello, siendo su
especialidad la de insultar y herir. Gus-
taba sobre todo de encararse con loscori-
l'cos de la literatura, y se dice que logró
lanzarles más de un dardo acerado. Pero
llevó su eslú|)i<lo fanatismo hasta querer
excluir de todas las bibliotecas algunos
autores clásicos, como Homero, Virgilio
y Tito Livio.
No obstante, gustaba de citar á estos
autores detestados cuando quería definir
su situación en términos sorprendentes
y epigramáticos. Asi, saludó una vez á
sus huéspedes con el célebre verso de Ho-
mero: keis koiranos esto, heis hasilens:
«que uno solo sea soberano, no s(ilo rey».
Pero su cita predilecta y la más céle-
bre es esta frase de un trágico: oderinl,
dura metuani: «que me aborrezcan con
tal do que me teman». Esta era segura-
mente la expresión más perfecta de su
concepto cesarista sobre las relaciones
que deben existir entre gobernados y go-
bernantes.
448
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
VIII
Por la insistencia con que se compla-
cía en repetir esta máxima, se ve que el
uso de la violencia le procuraba un pla-
cer, siendo como la dominante, como el
leitmotiv de su práctica gubernamental
y determinando su actitud en tudas las
circunstancias de la vida pública.
Aun liaciendo abstracción de toda
crueldad propiamente dicha, un rasgo
típico, común á todos los Césares, con-
siste en que, lo mis-
rao que Calígula, po-
nen su mayor cuida-
do en hacer sentir á
cada uno su poderío.
Nada los irrita tanto
como tropezar con
un limite de este po-
der, y para ellos el
medio más seguro
de conjurar toda re-
sistencia de los sub-
ditos es difundir el
miedo y el terror.
Por esto prodigan
como Calígula las
bravatas, y profie-
ren, con variantes
innumerables, la
amenaza de que ha-
rán sentirácadauno
el peso de su cólera.
Asi se ve á cada ins-
tante en la historia
de la Roma imperial
y también pueden
citarse muchos
ejemplos en la his-
toria de otros pue-
blos. Hasta tempe-
ramentos de Césa-
res tan geniales
como Napoleón no
están libres do este
defecto. ¡Dichoso el
pueblo que, obliga-
do por las circuns-
tancias á soportar ta-
les tiranos, sólo su-
fre las amenazas y
no los actos, como
los realizó Calígula! Esta violencia del
soberano no alcanza tanto á las masas po-
pulares como & las clases superiores de
la sociedad, á las familias aristocráticas
y á los altos funcionarios. Al principio
sólo se hace sentir ligeramente con la
falta de toda clase de consideraciones á
las personas; pero esto no es mas que un
comienzo sin importancia. Luego el so-
berano llega á sentir un cínico placer en
rebajar cuanto intenta permanecer inde-
pendiente de su poderío.
En lo que concierne á Calígula, sabido
es con qué odio persiguió á toda superio-
dad, especialmente á los hombres que se
distinguían por sus señalados servicios;
cómo se esforzó eu aplastar sistemática-
mente todo prestigio bajo su desdén y
sus sarcasmos; cómo acabó por envilecer
á los hombres respetables, obligándoles
á actuar de gladiadores— lo que se rela-
ciona también con su gusto por el derra-
mamiento de sangre—, á correr detrás de
su carro, á servirle en la mesa, á besarle
los pies, pues el besar la mano se consi-
deraba entonces más bien como un honor
que como un signo de inferioridad. Se
complacía en ridiculizar las antiguas tra-
diciones de las familias aristocráticas, ro-
BL KAISER BN LAS MANIOBRAS
deándolas de gentes de la más baja con-
dición. Cocheros, gladiadores, cómicos y
toda clase de vagabundos, constituían,
según se cuenta, su compañía habitual,
mientras los hombres más dignos eran
repelidos. (Todavía un rasgo que se nota
con frecuencia en la historia de los sobe-
ranos enfermos.)
Es cierto que Calígula en su vida pú-
blica propiamente dicha se condujo de
igual modo con los representantes de la
administración civil y del ejército.
Precisamente por esto resulta lamenta-
ble que esté truncada la obra de Tácito
en lo que se refiere al advenimiento de
Calígula. Tácito, con su arte incompara-
ble, nos habría mostrado de seguro qué
influencia disolvente ejerció este carác-
ter en toda la administración del Estado.
Los autores de segundo orden apenas nos
dan á conocer el rasgo de extremada lo-
cura que, según se dice, inspiró á Cali-
gula el deseo de conceder á su caballo la
dignidad consular. Hemos, pues, de re-
constituir aproximadamente las etapas
que prepararon este escarnio tan inaudi-
to. Pero fácilmente se concibe de qué
modo el desdén hacia toda competencia y
hacia toda autoridad fundada en el ta-
lento puede desen-
volverse hasta tal
punto, partiendo de
iniciativas apenas
perceptibles en sus
principios.
Sólo dos hechos de
esta serie han llega-
do hasta nosotros.
En primer término,
Calígula se propuso
abolir la práctica de
la jurisprudencia,
extirpando la clase
de los juristas. Si
puede sostenerse en
el presente, no sin
un poco de razón,
que la existencia de
una jurisprudencia
de profesionales se
opone á la esencia
del derecho vivo, no
por esto dejaba de
ser esta idea en las
condiciones de la vi-
da romana de aque-
lla época una idea
profundamente ce-
sarista. El otro inci-
dente se refiere al
ejército. Según pa-
rece, cierto número
de gladiadores fue-
ron nombrados di-
rectamente, y por
puro cai)riclio. ofi-
ciales de la e.'colta
real.
El emperador dis-
tribuyó los grados
militares entre los empleados de admi-
nistración, los cuestores y recaudadores
de impuestos, y á su vez nombró á viejos
soldados para altos empleos de la admi-
nistración civil. Envió á sabios juriscon-
sultos de gran celebridad adquirida en el
foro á los sitios más peligrosos de la fron-
tera para que negociasen en los países
extranjeros, y colocó á consejeros ínti-
mos, ya gotosos, al frente de sus danza-
rines. Nunca podremos bosquejar exacta-
mente un cuadro de tan loco desorden,
de tan violento contraste entre las apti-
tudes y el empleo que se hacía de ellas,
así como de los ultrajes á la sana razón,
coronados al final con la idea de erigir un
caballo á la dignidad consular.
LA GUERR
Dibujo de H. W. Koekkoek. sesún dafos de M. Villicrs. de The llluslraled London News»
Batidos por las tropas aliadas, los alemanes retroceden, abaí
BÉLGICA
ndo los cañones en las lagunas formadas por la inundación
í;.c LID -«..v
ní?iní5-.ti,.s»ill(; ' ^
HISTORIA DÉ LA GUERRA EUROPEA DE 1914
449
IX
El pueblo y todas las clases de la socie-
dad formaban una masa servil, entreraeií-
clada de una manera violenta, escarne-
cida y pisoteada, por encima de la cual
creia destacarse el emperador con una
majestad divina, inaccesible, capaz de
permanecer intacta y solemne hasta
cuando hacia una cabriola en el circo.
Esto resulta esencial en dicha clase de
Césares; creen en el derecho de su perso-
na, se imaginan tener ima misión extra-
ordinaria, sienten la convicción de que
están en relaciones particulares con la
Divinidad, se consideran los elegidas por
ella, y Jhialmente exigen para sí mismos
un cxdto ditino.
Tal pretensión parece constituir ol pa-
roxismo de la demencia ces;irista; pero
muchos soberanos á quienes no se podría
considerar completamente locos han te-
nido ideas que se aproximaban mucho á
ésta. Por ejemplo, el rey de Prusia Fede-
rico Guillermo IV. antes de volverse com-
pletamente loco, se movió en un circulo
de ideas místicas de tal naturaleza. Real-
mente—y en esto reside la base vergon-
zosa y lamentable de toda la existencia
de los Césares locos— estas divagaciones
son á menudo favorecidas del modo más
[«'ligroso por el estado de opinión de las
masas, y sobre todo de las clases directo-
ras, en los pueblos impregnados de arrai-
gadas convicciones monárquicas. Sin
esto, ¿cómo hubiera sido posible divini-
zar nunca á Alejandro y á César?...
Sin embargo, es evidente en lo que se
refiere á Calígula que no fué por una au-
daz explotación de las simpatías popula-
res ni por cálculo político por lo que re-
clamó el rango de un dios, sino por locu-
ra patente y caracterizada, por creencia
en su propia divinidad, ó cuando menos
por una tendencia á asumir la represen-
tación de esta divinidad.
Se ve esto en la manera con que juega,
por decirlo así, con dicha idea. Al llegar
áeste punto, la falta de docmnentos com-
LLEliAÜA DEL KAI.SBR A LA ESTACIÓN DE SAN HIPÓLITO (ALSACIA)
pletos nos imposibilita de seguir toda la
evoluci.ón del mal. Sus imperceptibles co-
mienzos no nos han sido transmitidos.
Las ideas de Calígula pudieron ser in-
fluenciadas por el hecho de que siendo
todavía muy joven fué nombrado augur
y gran sacerdote. Podemos, en efecto, ad-
mitir que con tales títulos celebró perso-
nalmente las ceremonias del culto y cier-
tas visiones fantásticas se unieran en su
espíritu al ejercicio de tales funciones.
Pero lo que resulta mucho más impor-
tante y signiñcativo es que gustase de
presentarse con traje de dios y de diosa.
Ya hemos indicado la tendencia his-
triónica que se maniflesta con estos dis-
fraces. Nos resta señalar ahora de qué
modo el actor Imperial terminó por iden-
tificarse en tales juegos con la divinidad
que representaba.
En los hombres dotados de una imagi-
na(;ión enfermiza, las fronteras entre las
aparii'ucías y la realidad se borran con
una prontitud extraordinaria. Emi)lrzan
por creer que tienen algo de común con
REVISTANDO LAS TROPAS KN UNAS MANlUilKAS
el personaje que representan; durante
ciertos momentos do éxtasis se imaginan
formar un solo individuo con él; y por
último, cuando ya se ha pronunciado la
enfermedad mental, creen definitivamen-
te que son ídéntii'os. Cuando el rey Luis
de Baviera. vestido de Lobengrin, reco-
rría su lago artificial en un esquife tirado
por un cisne, tuvo momentos en que la
distinción entre el ensueño y la realidad
quedó abolida en su interior. Tal vez lo
(jue nosotros mismos experimentamos
cuando un objeto nos produce una emo-
ción de arte no es mas que una ilusión
que por obra de nuestras sobreexcitacio-
nes recae, no sobre dicho objeto, sino so-
bre nuestra propia ])ersona. ¡(Jnánto más
grande es todavía el efecto producido
cuando al intervenir la presencia de tes-
tigos y de un pueblo numeroso se siente
el deseo de causar impresión en ellos, la
necesidad de mantener i)or medios exte-
riores constantemente reforzados la más
inverosímil de las ficciones! ¿Quién no ha
conocido á algunos hombres que acaba-
ron por imaginarse que hablan sido ó
liabían ejecutado aquello que hicieron
creer antes á los demás y después acaba-
ron por creerlo ellos mismos?
La aspiración de Calígula á la divini-
dad se basó en una f;irsa extravagante,
sin que por esto debamos creer que qui-
so aumentar la ignominia del culto que
imponía á sus subditos, convirtiéndolo
en una mofa. La prueba es que se nom-
bró á si mismo gran sacerdote de su pro-
pio culto. En fin. si hizo de su caballo su
colega en divinidad, no fué este el único
acto de insensatez que le inspiró el amor
á los caballos.
X
Los contemporáneos de Calígula lo te-
nían por un verdadero loco, y no se con-
cebiría que un historiador moderno vaci-
lase en confirmar tal juicio. Es evidente
460
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
BERLÍN. EL NUEVO MUSEO
que su naturaleza se trastornó de un niofio
progresivo partiendo de una predisposi-
ción congenital.
Sin estar completamente desprovistos
de antecedentes acerca de su constitución
física, sabemos sin embargo muy poco
sobre ella. Cuando vivió al lado de Tibe-
rio, á los veinte años de edad, era de una
estatura elevada. Las señas particulares
niás sorprendentes fueron sus piernas
díilgadas, su vientre voluminoso, una flso
noniía de expresión inquietante, las sie-
nes y los ojos hundidos, la frente espa-
ciosa y sombría. Era además epiléptico y
I)ropenso á terribles insomnios.
La inquietud y la affitación producidas
pur estos últimos males, la cuntradicción
y lo imprevisto de sus impresiones é
ideas, han sido descritas con exacta reali-
dad por Dion Casio. He aquí unos rasgos
de nerviosidad, que por sí mismos no son
necesariamente mórbidos, pero relacio-
nados con otros que conocemos resultan
mucho más significativos. Tan pronto
buscaba el tumulto de la multitud, como
la soledad; emprendía un viaje, y á su re-
greso apenas se le reconocía, por haberse
dejado crecer la barba y el cabello, contra
la costumbre de la época. Los aduladores
y los hombres sinceros le irritaban y le
agradaban al mismo tiempo. Tan pronto
se dejaba decir las verdades más duras
por gentes do baja estofa, como castigaba
con la pena de muerte cualquiera insig-
nificancia. Nadie sabía loque debía decir
ó hacer en su presencia. Congraciarse con
él, era cuestión de suerte y no de talento.
Las ideas más absurdas afluían á su cere-
bro, y aun cuando fuesen relativamente
inofensivas, siempre contenían una parte
de maldad. Por ejemplo el caso de un ofi-
cial que habiendo incurrido en su desgra-
cia fué enviado nada menos que á la Mau-
ritania, viaje penoso, para que llevase al
rey Plotemeo una carta en blanco.
Pero por lo general, su maldad, su pla-
cer en atormentar á los demás, revestía
formas mucho peores. Esto fué desde su
juventud. Nunca dejó de asistir á los su-
plicios y á las ejecuciones.
Uníase á esto una inclinación al liber-
tinaje. Aún era un mozuelo y ya se con-
taban de él cosas horribles. Después,
cuando vivió al lado de Tiberio, frecuen-
taba disfrazado todos los lugares del vi-
cio, entregándose á los excesos sexuales
y á la bebida.
El cuadro del furor cesarista se com-
pleta cuando se incluye en él la afición al
libertinaje, la alegría de derramar sangre
y el goce ante el espectáculo de crueles
suplicios. Es por otra parte un hecho muy
conocido en psiquiatría que las inclina-
ciones sexuales enfermizas se acompañan
á menudo con la enfermiza afición á lo
horrible, á la efusión de sangre y á los tor-
mentos. La relación que existe entre es-
tos dos órdenes de manifestaciones y la
locura cesarista es fácil de concebir en
conjunto, incluso para el profano, aun
cuando el análisis del fenómeno plantea
diferentes problemas al especialista. Las
ventajas exteriores de la alta situación de
un príncipe bastan para lanzar á éste en
una licencia precoz, según lo demuestra
la vida de innumerables hijos de sobera-
nos de todas las dinastías. Si á esto se
añade el concepto cesarista de la omnipo-
tencia imperial y el de la nulidad de todo
otro derecho, y si estos factores se refuer-
zan con una herencia de varias genera-
ciones, nada podrá ciertamente limitar su
acción.
La locura cesarista se manifiesta bajo la
forma más perfecta cuando la sed de san-
gre, la crueldad y la depravación se po-
nen al servicio de una idea de deificación
de si mismo. Cuando los judíos— los úni-
cos, á lo que parece, entre los pueblos de
aquella época — rehusaron elevar en su
templo la estatua de Calígula y adorarla,
el emperador, según se cuenta, estuvo á
punto de dar al mundo un ejemplo formi-
dable de los extremos á que podia condu-
cirle su locura. Se estaba disponiendo á
castigar en masa á este pueblo rebelde
con el hierro y el fuego cuando le sor-
prendió la muerte.
Pero aun sin tener en cuenta esta acu-
mulación de todos los síntomas de la lo-
cura cesarista, la tendencia natural de
Calígula á los excesos y á la carnicería
era bastante para producir los efectos más
terribles. En los primeros tienijios que
sucedieron ásu proclamación, parece que
se impuso alguua mesura; pero luego
preponderaron en él sus inclinaciones
naturales, y como disponía del poder más
absoluto, aflojó la brida á sus pasiones,
sacrificando á su apetito sexual innume-
rables mujeres y doncellas.
Al mismo tiempo empezó á dar libre
curso á su afición al homicidio y á los su-
plicios, en condiciones realmente espan-
tosas, siendo inducido muchas veces por
razones de orden económico. No sólo los
autores modernos, sino también su con-
temporáneo Séneca, describen el placer
bestial que experimentaba en presencia
de las ejecuciones y la crueldad con que
atormentaba á los supervivientes.
Cierto número de anécdotas han llega-
do hasta nosotros, mostrándonos que la
necesidad de matar sentida por Calígula
debe ser Considerada en él como un sni-
toma de locura. No podia, por ejemplo,
besar el cuello de su esposa ó de su aman-
te sin pensar que bastaría una orden suya
para que fuese cortado este hermoso cue-
llo. En medio de una alegre orgia se
echaba á reír ante la idea de que con un
gesto suyo podia hacer caer la cabeza de
los dos Cónsules sentados á su lado. To-
dos conocen su deseo de que el pueblo
romano no tuviese mas que una cabeza,
¡Jara poder decapitarlo de un solo goli)e.
Ideas de esta naturaleza y otras peores,
qua no sólo revelaban simples instintos
XJN VALLE DB ALEMANIA KN LA SELVA NBGKA
HISTORIA DE LA GUBRRA EUROPEA DE 1^14
451
sanguinarios, sino también su gusto de
combinar los suplicios más crueles y re-
finados, se tradujeron en una multitud
de actos espantosos que á menudo acom-
pañaba Caligula de cínicas bromas. Los
iletiiUes son demasiado horribles para que
insistamos en ellos.
En uua palabra, sembró el terror en
Roma; pero Roma no se atrevía á .sacudir
el yugo de este demente, cuyo furor la
ensangrentalia. El Senado no o.só destro-
narlo y nombrar una regencia. No quedó
descartado por un acto de la vida política,
y fué necesaria para acabar con él una
conspiración, que halló su instrumento
complaciente en Casio Quereas, uno de
los jefes de su guardia, al que había ofen-
dido gravemente.
Tal era el grado de envilecimiento de
Roma en el momento que los bárbaros,
en la fuerza de su juventud, amenazaban
seriamente sus fronteras.
Si desde el puerto tranquilo en que vi-
vimos seguros actualmente echamos una
mirada hacia atrás, podemos decir que
hoy, aunque los apetitos materiales y el
lujo de las clases superiores lian subido
hasta un nivel comparable al do la Roma
imperial, hemos realizado, sin embargo,
un notable progreso político— que ha exi-
gido más de diez y ocho siglos—, pues
BERLÍN. LA CALLB DE FBDERICO Y LA AVENIDA DB LOS TILOS
todo régimen análogo al cesarismo y al
reinado de la locura cesarista es irreali-
zable en las circunstancias actuales. Üe
tal modo irrealizable, que el presente
cuadro parecerá una invención poco dig-
na de fe, ó si se quiere una sátira exage-
rida debida á la pluma de algún escritor
romano acerca del cesarismo de su tiem-
po. Y sin embargo, sólo hemos expuesto la
verdad liistórica. completamente desnu-
da, tal como la presentan los conocimien-
tos actuales sobre las fuentes de origen.
A pesar de las prudentes manifestaciones de Quid-
de para que el público no intentase comparar los tiem-
pos actuales con los de la Roma antigua, y su visible
deseo de abstenerse de toda alusión moderna, los lec-
tores establecieron instintivamente, como ya hemos
dicho, un parangón entre el emperador romano y el
emperador de Alemania en 1894.
El historiador bávaro, repitiendo y juntando las
afirmaciones de los autores antiguos, habla de un Ca-
ligula ingrato con Macronio, poseído del delirio de
grandezas, incapaz de tolerar á su lado ningún ca-
rácter independiente, amigo del fausto, de las farsas
militares, de los yates lujosos, obsesionado por la
manía del Océano, aficionado á la oratoria, á cambiar
de trajes, á las exhibiciones con gran pompa, á la vida
del circo y el trato con gladiadores y comediantes, á
convertir en capitanes á simples particulares, á tras-
tornar leyes y costumbres, dando á cada uno el em-
pleo masen desarmonía con sus facultades, añadiendo
á estas manifestaciones la loca convicción de represen-
tar á la Divinidad.
Los alemanes tenían ante su vista un emperador
ingrato con el primer hombre de su apoca, al que debía
gran parte de su fortuna, inclinado á rodearse de po-
líticos mediocres para que le sirviesen como simples
edecanes, interviniendo en todo y diciendo la palabra
definitiva como si fuese el primer talento de su época;
gran aficionado á las maniobras y á los buques, ob-
sesionado por la conquista de los océanos, aprove-
chando la más pequeOa ocasión para lanzar discursos
y sermones, derrochando el dinero en un lujo vistoso
y muchas veces ridículo, gustando de la vida del tea-
tro, hasta el punto de ejercer en algunas obras las
funciones de director de escena, queriendo alcanzar
la gloria como músico, poeta, pintor y escultor, dando
por gracia los grados militares á gentes sio otro mé-
rito que el de la estatura, confiriendo á capricho em-
pleos cuyas funciones no estaban en relación con las
facultades del agraciado y manifestándose en toda
ocasión firmemente convencido de ser el portavoz de
la Divinidad, el aliado del cielo, el íntimo amigo y el
consocio de Dios.
El César de Roma había sido un enfermo heredita-
rio, cuyas dolencias espirituales se agravaron en el
ejercicio de un poder absoluto, hasta tomar una for-
ma monstruosa. El emperador presente era también
un enfermo, y sus dolencias le comunicaban, como
al otro, una actividad incesante y nerviosa, una mo-
vilidad temible que podía influir en la suerte del
Estado.
Los dos empleaban las mismas frases como regla
de vida: <\Sólo debe haber una voluntad: la mía.>> <\Que
me aborrezcan, con tal de que me teman.»
El público sintió asombro ante esta semejanza
asombrosa, repetida por el espíritu cesarista y á una
distancia de veinte siglos.
De aquí el sordo y poderoso éxito de la obra de
Qiiidde. El miedo y la obediencia evitaron que se ha-
blase de ella en Alemania públicamente. Pero el libro
circuló coa profusión, alcanzando ediciones enormes.
'46^
VICENTE BLASCO IBAÑE2
ESCALINATA DEL PARQUFl DEL CASTILLO DE SANS-SOUCI
XIII
La Alemania que se ve y la que no se ve
«Existen realmente dos Alemanias — dice el abate
Wetterlé, antiguo diputado del Reichstag — : la que
ve el viajero apresuradamente con el Btedeker en la
mano, y que por ser toda de fachada produce una im-
presión de falsa grandeza en los observadores super-
ficiales, y la Alemania que ha crecido demasiado apri-
sa, enloquecida por ambiciones y apetitos desmesu-
rados, que no ha sabido adaptar sus costumbres é
instituciones á su riqueza y su renombre cada vez más
grandes, y en la cual, como en las casas de los millo-
liORLÍN. LA PLAZA DR liLÜUHE
narios improvisados, se revela el
desacuerdo completo, chillón y gro-
tesco entre el antiguo carácter, que
continúa siendo grosero, y el es-
fuerzo intentado para renegar de
los modestos orígenes. «
Este mismo desacuerdo se nota
en el aspecto del país, que también
ofrece igual dualidad. Aún existo
la Alemania de las leyendas, «el
país de las baladas, de los Heder,
de la música sentimental, de Gret-
chen y la Loreley^>; la tierra del
vago misticismo, de la filosofía ne-
bulosa y de los castillos encantados
del Rhin y la Turingia. Pero jun-
to á esta Alemania ensalzada por
Mad. Staél, y que hizo las delicias
de los románticos, vive la Alema-
nia casi reciente «cubierta de fá-
bricas, erizada de chimeneas, ne-
gra de hollín, feroz para la ganancia», con sus indus-
trias de piratas que lo imitan todo y lo falsifican todo:
una Alemania productora que sueña con la servidum-
bre económica del mundo entero, que está organizada
lo mismo que un ejército, y cuyos directores, atentos
con sonrisa servil á los encargos del cliente, tienen
el alma de los antiguos burgraves, su misma feroci-
dad conquistadora, y desean una guerra victoriosa
para el saqueo y destrucción de las industrias de los
otros países, y que sólo quede en pie la producción
germánica.
Igual dualidad se nota en la Alemania intelectual.
Existe una Alemania «absorbida en el estudio de los
textos antiguos, de las lenguas desaparecidas, de to-
dos los grandes problemas científicos», que tiene algo
de las misteriosas apariencias de la antigua alquimia,
y á la cual la imaginación fértil de
los extranjeros presta un decorado
escénico «de viejos infolios, alam-
biques de reriejos verdosos y cornu-
das redomas». Al lado de ella existe
otra Alemania intelectual, menos
desinteresada, más positiva é influ-
yente, que se abriga en las Univer-
sidades como si fuesen cuarteles, y
está compuesta de profesores endu-
recidos por el orgullo, que admiran
al militarismo y glorifican la gue-
rra como de origen divino.
Esta clase de sabios alemanes ya
existía en tiempo de Federico el
Grande. El escéptico monarca supo
apreciar sus servicios. Cuando al-
guien le objetó que no tenía dere-
cho para invadir la Silesia, el as-
tuto caudillo repuso sonriendo:
— Lo primero es tomarla. Dee-
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1^1 4
453
pues no me faltarán unos cuantos
profesores de Derecho que se en-
carguen de demostrar científica-
mente que la Silesia me pertenecía.
Un título de Excelencia, una con-
decoración basta para modificar las
opiniones de estos sabios, que --ro-
ban y desfiguran todos los descu-
brimientos hechos fuera de Alema-
nia, falsifican la Historia, persiguen
desenfrenadamente las distinciones
honoríficas, ponen sus conocimien-
tos al servicio del mejor postor, y
predican la guerra y la carnicería
para asegurar á la ciencia germá-
nica una superioridad incontrasta-
ble y única, que no puede conse-
guir por su propio mérito».
El error fundamental de muchos
que admiran á Alemania de buena
fe consiste en que sólo alcanzan á
ver la cara simpática y grandiosa de este país de faz
doble. Además, confunden el progreso material de la
Alemania reciente con sus instituciones políticas, an-
tiguas y bárbaras, creyendo que el adelanto moderno
se debe á una política guerrera inspirada en las haza-
ñas y las violencias de hace diez siglos.
La Alemania moderna, como dice un autor, «ha
corrido vertiginosamente en breves años el camino
del progreso, sin hacer alto, como los otros pueblos,
para reponer sus fuerzas; de lo que resulta que en
poco tiempo ha llegado al término, ó sea á la decaden-
cia, sin pasar por la madurez».
Esta Alemania doble es complicada y contradicto-
ria. Sas antítesis desconcertantes explican el entu-
siasmo que sienten algunos por ella y la alarma y el
recelo que infunde á los más. En la mentalidad de su
pueblo se entremezclan constante-
mente «la barbarie nativa y los
refinamientos de una civilización
conquistada con demasiada rapi-
dez; las virtudes burguesas de los
antiguos germanos y las prácticas
de un modernismo corrompido; las
rudas prácticas del absolutismo mi-
litar y las agitaciones de una de-
mocracia naciente; el orgullo de la
unidad nacional reconquistada y
los sobresaltos del particularismo
de los Estados que agonizan; el tra-
dicional espíritu de economía y un
rabioso deseo de placeres y de ga-
nancia; el sentimentalismo do otras
épocas y la grosería de los instin-
tos desencadenados; el estudio pa-
ciente y modesto y un deseo enfer-
mizo de figurar y lucir á la cabeza
del mundo».
JARDINES DBL CASTILLO DB SANS SOUCI, DB POTSDAM
El pueblo alemán posee una cualidad incontesta-
ble: la de ser el mejor dispuesto para la disciplina y
la organización. A esto debe su rápido crecimiento
económico. Posee en cambio un defecto enorme: la
falta de tacto y de mesura, que hace incompatible su
grandeza con la tranquilidad del mundo.
Inglaterra ha llegado en su desarrollo á mayores
alturas que Alemania. Pero su enorme y sólida pros-
peridad se desenvolvió en el curso de ciento veinte
años, sin constituir un peligro para la existencia de
los otros pueblos.
Alemania casi ha realizado los mismos progresos
en menos de cuarenta años; pero vertiginosamente, y
con la firme creencia de que el militarismo y la guerra
son el origen y el sostén de su prosperidad. Todo co-
merciante alemán, aunque parezca desear la paz.
BHRLlN. EL BANCO DB ALEMANIA
454
VICENTE BLASCO IBANEZ
EL MUNICIPIO DE HAMBURGO
relación directa entre los principios
de la Revolución y los descubri-
mientos científicos del siglo XIX.»
La mentalidad de los alemanes ha
sido semejante á la de los pueblos
que bendicen á sus gobiernos los
años en que las cosechas son bue-
nas, como si hubiesen podido or-
denar su abundancia. El patriotis-
mo ha clavado profundamente en
sus cerebros la falsa idea de que
los triunfos de 1870 son la causa
inicial de los triunfos industriales
y comerciales que se desarrollaron
hasta 1914.
Ya dijimos al hablar de la obra
de Bismarck cómo la victoria sobre
Francia y la enorme indemnización
pagada por ésta sirvieron para em-
pobrecer al naciente Imperio ale-
mán. Su situación fué casi igual á
que favorece al comercio, desea en realidad la gue- la de la vieja y gloriosa España, que nunca se vio tan
rra. Es para él sinónimo de victoria y está convencido pobre como en los tiempos que recibía los galeones
de que con ella sus negocios se agrandarán conside- de América cargados de oro. Los miles de millones
rablemente. pagados por Francia sirvieron para costear muchas
Esta ha sido la gran equivocación de la Alemania obras públicas, pero la influencia de este dinero re-
rica y productora. Esta la causa de que su desarrollo sultó funesta desde el punto de vista económico. La
vertiginoso — que en otro país no hubiese inspirado in- ganancia fácil de la guerra desarrolló lo que los ale-
quietudes — sea considerado por todo el mundo como manes llamaron la schwindelperiode, ó sea el período
una amenaza. del vértigo financiero, de las empresas de moralidad
dudosa, del iilibusterismo en los negocios. En los siete
Al apreciar los orígenes de la prosperidad del loa- ú ocho aüos que siguieron á la victoria, la industria
perio alemán, la opinión, tanto en Alemania como alemana no realizó ningún adelanto; antes bien, su
fuera de ella, incurre en un error fundamental. Como estacionamiento marcó una tendencia al retroceso, y
dicha prosperidad coincidió con la guerra de 1870, el el Imperio triunfante por las armas tuvo que com-
vulgo cree de buena fe que procede de las victorias prar en el exterior todas las manufacturas que ne-
de Moltke, hasta el punto de que los comerciantes y cesitaba para su existencia. Un economista alemán
los industriales, que debían temer
la guerra, la desean como la mejor
de las protecciones para el fomento
de sus negocios.
La guerra francoprusiana nada
tuvo que ver con la prosperidad
del pueblo alemán. Se ha exagera-
do mucho la influencia de los suce-
sos políticos en el desenvolvimien-
to económico é intelectual de las
naciones. «Esto es — dice el econo-
mista Avenel — como si se atribu-
yese al emperador Segismundo
una influencia en la invención de
la imprenta porque se realizó bajo
su reinado; como si los ingleses
atribuyeran á Jorge III y á la
guerra de los Siete Años las pri-
meras máquinas de vapor que se
construyeron en su tiempo; como
si los franceses estableciesen una drbsde. el ministerio de hacienda
HlSrORlA UE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
455
decía en 1875: «Es uaa felicidad que Francia nu nos
haya dado mas que cinco mil millones. Si llega á
darnos diez, á estas horas tendríamos que tender
nuestros sombreros en los caminos pidiendo limos-
na.» El número de casas de comercio arruinadas y
de propiedades agrícolas vendidas judicialmente fué
enorme.
La entrada brusca de una monstruosa cantidad de
dinero provocó una extraordinaria hinchazón de los
precios y un aumento temporal de las importaciones,
fcin que esto respondiese al aumento del comercio ni
á una mayor capacidad consumidora del país. Bajo la
de acelerar el progreso económico de Alemania lo re-
tardó, paralizando la evolución natural que había se-
guido hasta entonces, tomando como modelos á In-
glaterra y Francia.
Las leyes proteccionistas de Bismarck fueron el
verdadero principio de la Alemania productora y co-
mercial que empezó á desarrollarse en 1870 y ha lle-
gado á su mayor prosperidad en l'J14. Pero estas dis-
posiciones legislativas hubieran resultado simples
pedazos de papel á no poseer el suelo alemán valio-
sas riquezas que el espíritu metódico y disciplinado
de sus habitantes puso en explotación, y á no haber
UN LAGO DE LA SELVA NEGRA
lluvia de millones franceses que caía sobre Alemania,
la industria alemana fué quebrando y cerrando sus
talleres, mientras la masa obrera conocía la miseria
por falta de trabajo. En el invierno de 1876 el número
de trabajadores sin ocupación fué tan enorme, que el
Estado tuvo que establecer talleres por su cuenta y
los municipios socorrieron á los indigentes, organi-
zando sopas populares. La oleada de dinero francés
sirvió para qne la industria encontrase los capitales
que le eran necesarios con mayor dificultad y más
caros que antes de la guerra. El interés del descuento
subió á G por 100 en la victoriosa Alemania, mientras
en París se mantenía al 3 por 100, como siempre.
Al presentar Bismarck sus proyectos de ley pro-
teccionistas en 1879, declaró ante el Reichstag que
Alemania, después de su triunfo, «estaba sangrando,
próxima á morir», y que si la situación se prolongaba
su ruina era segura. El éxito guerrero de 1870, ea vez
sobrevenido oportunamente un gran descubrimiento
práctico de la ciencia.
Hace un siglo que vivimos en la era del vapor, y
las naciones verdaderamente grandes y poderosas son
las que poseen el carbón. Inglaterra domina comer-
cialmente al mundo hace cien años, no porque ven-
ciese á Napoleón en Waterloo, sino porque guarda en
sus grandes depósitos carboníferos el alimento indis-
pensable para la vida moderna. La grandeza de su
industria manufacturera, el dominio de los mares,
ejercido por su inmensa flota mercante y sostenido
por su poderosa flota de guerra, todo depende del car-
bón que extrae de su suelo.
Alemania posee igualmente una gran riqueza car-
bonífera, y á esto y no á la victoria de Sedán debió
el desarrollo iniciado en 1í^79. Pero este desarrollo no
podía basarse únicamente en el comercio del carbón
para revenderlo á los otros países. Necesitaba utili-
456
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
zarlo ella misma en su produccióa maoufacturera. La
suerte vino á favorecerla con ua graa descubrimiento
metalúrgico, que pasó casi inadvertido, y se produjo
justamente en 1879, cuando los negocios alemanes es-
taban más próximos á la ruina.
Alemania, rica en excelente carbón, tiene mucho
hierro eu la cuenca del Rhin y otros lugares, pero
este hierro resultaba mediocre por su abundancia de
fósforo, que lo hacía quebradizo. Era imposible utili-
otros países. Inglaterra, patria exclusiva del hierro
hasta entonces, tuvo una poderosa rival.
Alemania, que en 1880 sólo producía millón y me-
dio de toneladas de hierro, fué desarrollando rápida-
mente su actividad, hasta producir 14 millones de to-
neladas en 1913. El desarrollo de la industria meta-
lúrgica fué acompañado, como era natural, por un
aumento de explotación de las minas carboníferas. El
combustible precioso para la producción del acero
VISTA GENERAL DB BERLÍN
zarlo para la fundición de acero. De pronto un inglés
se encargó, sin saberlo, de hacer la fortuna de Ale-
mania.
Thomas Gilchrist, pobre dependiente de un nota-
rio de Londres, que seguía por afición los cursos pú-
blicos de metalurgia, encontró un día la fórmula prác-
tica que en vano habían buscado los grandes sabios
para la desfosforación del hierro. Con el invento de
Thomas podía transformarse el hierro en acero, aun-
que tuviese gran cantidad de fósforo, sin que estallase
el «convertidor» que efectuaba la operación. Gracias
al subdito británico se verificó un beneficioso trastor-
no en la industria metalúrgica de Alemania, por dis-
poner ésta de mayores cantidades de mineral que los
encontró nuevos empleos en las innumerables máqui-
nas de vapor que se fabricaron con dicho acero. Las
ricas minas de Silesia, que en 1880 sólo producían
anualmente T):} millones de toneladas de combustible,
en 1913 llegaron á exportar 256 millones de toneladas
para las necesidades de la industria nacional. Queda
demostrado con esto que ni la guerra de 1870 ni el
militarismo de los Hohenzollern influyeron para nada
en el renacimiento y desarrollo de la producción de
Alemania. Esta debe mayor gratitud— aunque procura
olvidarlo— al inglés Thomas, obscuro inventor, que á
Guillermo I y sus colaboradores Bismarok y Moltke.
De no realizar su descubrimiento el pobre escribiente
de Londres, Alemania habría tenido que limitarse á
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
457
vender carbón modestamente, sin poder crear su gran
industria metalúrgica.
Pero no fué únicamente la producción de buen
acero y de combustible barato lo que favoreció la evo-
lución económica de los alemanes. A este factor im
Nada de esto tiene relación con la guerra. La Gran
Bretaña, que después de su lucha con Napoleón ha
pasado cerca do un siglo sin sostener campañas de
importancia, dedicándose en absoluto á las empresas
comerciales é industriales, aumentó su población in-
portante se unieron muchos otros, sin que ni uno sular en las mismas proporciones que Alemania,
siquiera procediese de las conquistas de 1870. Otro En 1815 los habitantes de las Islas Británicas no
factor fué el considerable aumento de población ex- pasaban de 15 millones, en 1870 eran 32 millones, y
perimentado por Alemania y que facilitó á la indus- actualmente 45 millones y medio. Para crecer de este
tria una mano de obra abundante y barata. En 1815 modo no ha tenido Inglaterra necesidad de militaris-
Alemania tenía
23 millones de
habitantes y era
inferior á Fran-
cia, que contaba
con 27. En 1845
los dos países te-
nían la misma
población: 34 mi-
llones. En 1870
Alemania había
sobrepasado á
su vecina, pues
tenía 40 millo-
nes frente á los
37 millones de
Francia.
Sería ridículo
atribuir ala gue-
rra un creci-
miento de pobla-
ción. Las bata-
llas únicamente
sirven para su-
primir vidas hu-
manas, y no es
fácil demostrar
que una victoria
guerrera sirve
para hacer pro-
líficas á las mu-
jeres estériles,
dándolas mu-
chos hijos. Más
bien puede afir-
mo ni de ganar
batallas. Le ha
bastado con ex-
traer mucho car-
bón y construir
muchas fábri-
cas.
Otro factor im-
portante del des-
arrollo comer-
cial de Alemania
ha sido el carác-
ter germánico.
El alemán es te-
mible cuando se
bate en rebaño
y ha sido prepa-
rado con un en-
venenamiento
mental de pa-
trióticas false-
dades. General-
mente, si actúa
suelto es humil-
de y muchas ve-
ces servil, pues
se dobla con fa-
cilidad á todas
las exigencias.
Este carácter es
una manifesta-
ción de la Ale-
mania antitética
y doble de la (jue
hablamos antes,
compuesta de toda clase de sentimientos contradic-
torios. El alemán, que es humilde y arrogante al
mismo tiempo, segiin sean las circunstancias en que
vive, ha favorecido con esta facilidad de adaptación
el desarrollo comercial de su país. Su obrero es menos
pretencioso y más disciplinado que el de los otros pue-
blos. El industrial, el comerciante y el comisionista
carecen de ideas propias, plagian los inventos de los
favorece á su vez á la industria con el precio bajo de demás países, se amoldan á todas las exigencias del
la mano de obra.» Es indiscutible que los pueblos in- cliente y dedican su actividad á la venta de los más
dustriales ven engrosar su población con más rapidez diversos productos, ofreciendo al mismo tiempo una
que los pueblos puramente agricultores. La fábrica docena de pañuelos, una biblioteca ó una locomotora,
ocupa más brazos que la granja. Estas condiciones de amabilidad obsequiosa y
BL KAISER CON LA EMPERATRIZ, LA PRINCESA VICTORIA LUISA Y SUS NIETOS
marse que la paz y el trabajo aumentan la población
de un Estado. La gran natalidad en Alemania — cerca
de dos millones por año — data de la época en que em-
pezó á desarrollarse su industria y el país no sostuvo
guerras. «Para tener mucha población — dice Ave-
nel — es preciso generalmente tener mucho trabajo
que darle. La industria es la única que distribuye tra-
bajo, y la población que aumenta bajo su iofluencia
458
VICENTE BLASCO 1BAÑE2
UN DESFILADERO DE SAJONIA
adaptación humilde se compaginan mal con el mili-
tarismo y la insolencia guerrera. Las victorias de
Alemania tampoco han influido en el desarrollo mun-
dial de su comercio. «Si los alemanes— dice un autor
ya citado — hubiesen corrido los dos hemisferios para
ofrecer sus servicios con aire
terrible y un sable bajo del
brazo, los hubiesen puesto en
la puerta en todas partes. Si
sus viajantes, para colocar los
productos, hubiesen contado
únicamente con la enorme
fuerza del ejército germánico,
no habrían conseguido vender
cien pares de botas.»
Su éxito comercial lo deben
á la tenacidad con que se apli-
caron á imitar y falsificar los
buenos modelos, produciendo
el artículo barato, gracias á
la enorme ventaja que les pro-
porciona la mano de obra
económica y el bajo precio
de sus motores y combusti-
bles. De este modo han podi-
do conquistar el mundo de
los pequeños consumidores,
sin necesidad del auxilio de
su ejército y su marina, ni del recuerdo de Sedán.
La derrota militar de Alemania no influirá para
nada en su comercio. Puede desaparecer la dinastía
de Guillermo lí, puede desinflarse para siempre el or-
gullo pangermanista, sin que por esto deje el comer-
ciante alemán de colocar sus mercancías en el mundo
entero, siempre que las ofrezca con un tanto por
ciento de rebaja en comparación con las de los otros
países.
La Alemania de los tiempos presentes, con sus
grandes fábricas, sus minas, sus almacenes y su enor-
me marina mercante, no es el producto de la guerra y
del militarismo. Más bien parece la resurrección de
un pasado germánico, el renacimiento del Hansa de
la Edad Media, del espíritu de las repúblicas anseáti-
cas que monopolizaron el comercio y la navegación
de la Europa del Norte durante largos siglos. Los te-
soros del subsuelo, los descubrimientos de la ciencia
práctica, realizados muchas veces por extranjeros, y
el carácter tenaz, acomodaticio y humilde de ios inter-
mediarios son los que han realizado la rápida trans-
formación económica del país.
Un factor que debe tenerse en cuenta igualmente
para explicar este vertiginoso desarrollo comercial,
es la facilidad en el pago que la industria alemana
ha ofrecido á sus consumidores. En ningún país del
mundo realiza la industria mayor cantidad de nego-
cios con menos dinero, gracias á los Bancos, que abren
al industrial amplios créditos.
Las facilidades á que se han prestado las institu-
ciones bancarias dieron al productor y al comerciante
alemán el medio de ofrecer á su clientela de los dos
hemisferios plazos más largos para el pago de las mer-
cancías que ningún otro país. De tal modo conquista-
ron los mercados lejanos.
MAGUNCIA. FUENTE DEL CAMINO DE HIERRO
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE l9l4
459
Como se ve, este procedimieato tampoco
tiene relación con las empresas guerreras y los
éxitos del militarismo.
El deseo alemán de marchar rápidamente
en sus empresas comerciales, su voluntad de
imitar el vertiginoso crecimiento de los Esta-
dos Unidos y conseguir en treinta años lo mis-
mo que le ha costado á Inglaterra ciento veinte
de lento y seguro desarrollo, han producido un
tremendo desequilibrio. Los productores de Ale-
mania trabajan muchas veces por trabajar, por
extender su influencia, sin tener en cuenta la
ganancia.
Detrás de una fachada de cifras imponen-
tes se oculta las más de las veces un provecho
casi insignificante y en desproporción con el
esfuerzo. Muchas industrias, en vez de emplear
el dinero en sus transacciones, cambian entre
ellas las notas de pedido como si fuesen mone-
da. Casas de primer orden tienen que aceptar
como pago primeras materias que no necesi-
tan para sus establecimientos. El exceso de
producción obliga á todos á colocar sus artícu-
los sea como sea. Detenerse en la vertiginosa marcha
equivale á una ruina. Los negocios son cada vez más
activos y numerosos y al mismo tiempo más difíciles
y de menos ganancia.
Alemania, como algunos pueblos de América que
se han desarrollado demasiado aprisa, necesita de dos
factores para consolidar su grandeza todavía frágil:
el tiempo y la paz. Y estos dos factores no los puede
proporcionar la guerra ni un militarismo que forzosa-
mente debe tender á la gloria de los campos de ba-
talla.
Algunos, al ocuparse de la riqueza de un país, in-
EL UlllN EN SOUNECK
MUNICIPIO DE BRBMA
cluyen en ella lo que pueden ganar sus tropas á punta
de bayoneta, ó sea las indemnizaciones que exige la
victoria. ¡Error! El dinero de la guerra parece maldi-
to, pues sirve para el empobrecimiento del que vence,
ya que le obliga á enormes gastos para sostener la su-
premacía adquirida.
Los 5.Ü00 millones pagados por P'rancia no sir-
vieron de nada al desarrollo industrial del Imperio.
En cambio, Alemania, temerosa del desquite de los
vencidos, ha tenido que sostener durante cuarenta
años enormes armamentos. El cobro de los 5.000 mi-
llones le ha costado la monstruosa cifra de (iO.OOO mi-
llones, invertidos en gastos
militares, durante el período
indicado.
El más violento contraste
de la doble Alemania de nues-
tro tiempo reside en el anta-
gonismo entre su vida polí-
tica y su vida económica. Un
ensueño de dominación mun-
dial por las armas, una aspi-
ración gastada de puro vieja,
que fué la de Alejandro, la de
los Césares romanos, la de
Carlos V, el Gran Mogol, el
(Irán Turco y Napoleón, se ha
apoderado poco á poco de este
pueblo que en otro orden de
manifestaciones, ó sea en las
comerciales é industriales,
quiere mostrarse innovador y
moderno. Los alemanes de las
grandes fábricas y los gran-
des puertos, que se apellidan
460
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
EL MUNICIPIO DB COLONIA
á 8Í mismos «los yanquis de Europa» y van á la caza
de toda clase de descubrimientos, tienen una menta-
lidad medioeval para la política y el derecho. Viven
aún en el régimen antiguo en un Estado gótico que
les parece el modelo perfecto de gobierno, soñando
con extenderlo á todo el globo. «Esto prueba — dice
Avenel— cómo el mundo político es más retardatario
que el mundo económico, ó marcha á la zaga de éste.»
ther repartiendo entre sus hermanos las rebanadas de
un pan enorme.
Existen aún hogares alemanes á uso antiguo; se
encuentran en la burguesía y la clase popular estas
mujeres sentimentales, púdicas y hacendosas. Pero la
Alemania de la victoria y de la riqueza, la de 1870 y
la que nació en 1879, han producido otros tipos.
Berlín es hoy la ciudad más inmoral del mundo.
Esto lo saben todos los que han vivido en ella. Su in-
moralidad no tiene siquiera como excusa el barniz de
ligereza y alegría que en los países latinos. El vicio
toma una forma abultada é irritante, como todas las
manifestaciones de la Alemania moderna. En ningún
país desciende tan hondo la «mujer que cae», ni caen
tantas todos los días. La carne femenil humillada ni
siquiera se atreve á pedir dinero. Se entrega por una
comida, por unos vasos de cerveza.
La alemana burguesa que sigue las buenas tradi-
ciones es una mujer de hogar, una excelente dueña
de casa, que sacrifica el aseo de su persona para que
el domicilio conyugal resplandezca bajo un fregado y
un barrido minuciosos. Si alguna vez huele á sebo
nativo, es porque no tiene tiempo para acordarse de
ella, ocupada en sacudir el polvo de los muebles, fre-
gotear los pisos, sacar brillo á las piezas metálicas y
lustre á las botas, apilar en los armarios el lienzo
fuerte de rígido planchado, y sobre todo cuidar de la
cocina para que el marido, el jefe de la casa, el Herr,
no proteste. Su amor toma las formas de la servidum-
bre, como en los tiempos de la vida de tribu, cuando
el guerrero no tenía otra ocupación que cuidar de su
lanza y traer la caza para el diario alimento, mien-
tras la hembra cargaba con los fardos pesados, partía
la leña, iba por agua, soplaba el fuego y recibía, al
menor descuido, dos garrotazos amorosos que saca-
ban sangre.
Cada pueblo es como quisieron que fuese sus as-
cendientes.
La moral resulta también doble en
«la Alemania que se ve y la que no
se ve».
Para muchos es este país el que
mejor guarda las tradiciones de la
familia y las virtudes domésticas.
Las heroínas de su literatura han
creado un tipo de mujer alemana
universalmente aceptado; mezcla de
sentimentalismo poético y de talento
práctico para el gobierno de la casa.
La alemana de ojos azules, rubias
crenchas y sólidas formas, suspira,
mira al cielo, devuelve los besos con
infantil rubor y es una verdadera no-
tabilidad OQ recetas de cocina y lim-
pieza de los muebles. Esta es la ale-
mana tipo, la Margarita de Fausto
hilando la rueca; la Carlota de Wer-
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COLONIA. PUBRTA DB HAHNBN
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
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462
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
Hermann y Dorotea, la novela idílica de Goethe,
admirada por todos los alemanes, consiste simple-
mente en las pruebas y las humillaciones que un hom-
bre hace sufrir á su amada antes de que se digne
aceptarla en su gracia. El ensueño de amor del buen
germano, su poético ideal, es encontrar una mujer que
se levante de la cama dos horas antes que él. ¡Oir
adormecido, entre las tibias sábanas, los gritos de la
esposa á la sirvienta y el roce de plumeros y esco-
bas en las piezas inmediatas, donde penetra el frío de
al día. El fuego se alumbra únicamente para la ali-
mentación del dueño del hogar, venerado demiurgo
que recibe en ofrenda el sagrado biftec. La mujer y
la chiquillería peliblanca se nutren económicamente
con los productos de la tocinería nacional, sinfonía
gastronómica en la que el leitmotiv del cerdo toma las
más baratas y diversas variaciones. La prole contem-
pla con una devoción algo envidiosa el crujido molar
del dios padre. La mujer acoge con una sonrisa de in-
mensa dicha el elogio á sus talentos de cocinera ó
VISTA DE NUREMBBKG
la mañana! ¡'Qué placer de voluptuoso egoísmo!...
Luego, la buena compañera, á la que se declaró en
una noche de luna después de un lied de Schúbert, y
que aceptó su amor dejando caer la cabeza en uno de
sus hombros para darle un beso poético de respuesta,
le expresa una vez más su pasión ideal llevándole el
chocolate ó el café á la cama; contemplando con sus
ojos do miosotis, húmedos por la gratitud, el buen
apetito con que traga el guerrero doméstico... Y en
un rapto de pasión le pone los calcetines y las zapa-
tillas.
La limpieza de la casa ocupa su espíritu mientras
permanece á solas. No hace cocina mas que una vez
tiembla ante un fruncimiento de cejas de la marital
autoridad. En la cervecería, el hombre amontona pla-
tillo sobre platillo, mientras la esposa le admira resig
nada. Las dulzuras inefables de este mundo, las deli-
katessen dignas de los dioses, la cerveza negra, la col
en vinagre y las salchichas sazonadas con productos
de droguería son para los hombres que ganan el di-
nero y sostienen las familias numerosas, base de la
grandeza imperial.
Esta mujer trabajadora y disciplinada tiene sus
alegrías. Habla durante horas enteras del servicio de
las criadas y del precio de los artículos comestibles
con las Frmí y Fraulein de su amistad; se afana por
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
463
adquirir un talle de un metro cincuenta, medida pa-
triótica que, según Guillermo II, debe tenerla cintura
de una buena alemana; coloca como suprema coque-
tería un cuellecito de blonda sobre sus vestidos, cada
vez más amplios, y vela por la salud del Imperio,
aprovechando los regresos conyugales en las noches
faustas que la espesa cerveza no se agria tomando la
forma de querellas restauradas y por el contrario se
muestra galante y emprendedora cual si fuese vino
francés.
Los sabios de
ultra -Rhin, que
apoyan con de-
mostraciones de
confusa ciencia
todo lo que con-
viene á su na-
ción, han decre-
tado que la mu-
jer alemana debe
producir un mí-
nimum de cinco
hijos para que
la patria sea
grande y triun-
fadora. Desde
este número en
adelante todos
los que ella quie-
ra. Y la Frau
patriota limpia
la casa, sirve
humildemente á
su hombre, vive
en un nirvana
de virtudes so-
ñolientas y expe-
le nuevos alema-
nes como una
ametralladora
vital... Bcutsch-
land líber alies,
canta con entu-
siasmo, húme-
dos los ojos.
«Alemania sobre todos.» Y como para que el pueblo
alemán se monte sobre los demás pueblos de la tierra
es necesario que mueran alemanes á centenares de
miles en gloriosos avances de carnicería, la plácida y
virtuosa germana sigue haciendo funcionar patrióti-
camente su maternidad de repetición.
Sería injusto no reconocer las condiciones pasivas
de esta hembra disciplinada y humildemente amoro-
sa. Para el hombre que se contente con una cuidadora
metódica del hogar, obediente y sin voluntad, con
una buena madre prolífica, conservando intactos sus
derechos omnipotentes de esposo á estilo primitivo,
ella es la mujer deseada. Recibe^ el dinero y aju8ta[á
VIEJAS CASAS DB COLONIA
la cantidad su modo de vivir, haciendo recaer las es-
caseces sobre su persona, cargando con todas las mi-
serias, para que el marido, el ser superior, no sufra.
¡Muy hermoso para el hombre egoísta, para el auto-
ritario, que desea ser temido antes que amado!... Pero
falta saber qué opinión tienen las mujeres sobre esto,
si es que piensan en ello alguna vez.
Tal modo de entender el matrimonio tiene sus in-
convenientes en momentos difíciles, cuando el hombre
se ve fuera de
su casa en una
situación peno-
sa y al volver á
aquélla sólo pue-
de e ncontrar
como apoyo la-
mentaciones y
lágrimas. El ser
pasivo habitua-
do á la discipli-
na, al miedo obe-
diente, no puede
de pronto discu-
rrir con éxito,»
tener iniciati-
vas, dar conse-
jos.
Muchas ale-
manas se van
saliendo de este
molde tradicio-
nal y envidian á
las mujeres de
otros países.
Piensan en su
juventud, en los
Heder de amor,
los claros de lu-
na, el ramillete
de florecillas
azules, el paseo
nocturno entre
los tilos, apoya-
da la cabeza en
el hombro ama-
do, mientras contempla el avance de las dos sombras
juntas, todo el aparato poético y dulzón del sentimen-
talismo germánico, y al comparar este pasado con la
prosa servil y monótona de un hogar semejante al de
las antiguas hordas guerreras, protestan... de la única
manera que puede protestar una mujer descontenta
de su suerte y ansiosa de novedades.
Sienten la irresistible atracción de lo desconocido
al verse en contacto con gentes de otros países. Se
presentan como pobres víctimas del exagerado con-
sumo de cerveza, filtro de olvidos y fracasos.
464
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
PUERTO DB HAMBÜRGO
El carácter de este libro no nos permite insistir en
ciertos detalles. Sólo podemos hacer constar que la
Alemania virtuosa, guardadora de las tradiciones de
familia, es casi un recuerdo al lado de la Alemania
moderna, enriquecida y ansiosa de divertirse, que
bulle en Berlín y en las ciudades marítimas.
El Imperio alemán, de vertiginosos progresos, «lle-
gado á la decadencia sin pasar por la madurez», co-
noce ya los mismos refinamientos de la decrepitud
romana. Guillermo II, á pesar de sus discursos y ser-
mones en loor de las virtudes germánicas, ha visto
durante su reinado lo mismo que vieron los Césares
de la Roma corrompida.
¡La moralidad alemana!... ¡No hablemos de la mo-
ralidad de los pueblos! Es inútil. Tanto ella- como la
inmoralidad ioñuyen muy poco en los triunfos gue-
rreros. Si únicamente
fuesen victoriosos los
pueblos morales, Ale-
mania, en la presente
lucha, no habría avan-
zado ni un paso.
En estos tiempos de
lujo y riqueza única-
mente son morales las
naciones arrinconadas
y pobres. La victoria
incita á los pueblos á
gozar de todas las sen-
sualidades. Y si esta
victoria no es un pro-
ducto histórico de larga
elaboración, sino algo
repentino y fulminan-
te como en Alemania,
las alegrías y diversio-
nes del país toman el
carácter escandaloso y soez de una
orgía de soldados hambrientos en un
palacio recién conquistado.
No hablemos de la moralidad ale-
mana comparándola con la morali-
dad francesa. Es una materia esca-
brosa, difícil para ser tratada con
la pluma. Sólo puede hablarse de
esto en voz baja y entre amigos. Yo
conozco París; yo conozco Berlín.
Muchas cosas que ya no existen en
la capital francesa florecen en la
alemana, agrandadas por la nove-
dad y el perfeccionamiento. Berlín
tiene todo lo que tuvo París en tiem-
pos de Napoleón lll, pero más en
grande, más monstruoso, con arre-
glo á la palabra que sirve de guía á
los alemanes en todas sus empresas:
Kolossal.
Además, puede exhibir ante el
mundo escándalos nuevos, inmoralidades inéditas,
corrupciones como jamás las han conocido los pobres
franceses, ciudadanos de una democracia rutinaria
que todavía dedican á la mujer sus galanterías y ho-
menajes.
No hay que olvidar las denuncias ruidosas del
periodista Maximiliano Barden, de Berlín; el pro-
ceso de Elemberg y otros nobles germánicos, amigos
íntimos del kaiser, que comían y dormían con él;
bravos guerreros todos ellos, férreos paladines, tan
enemigos de afeminarse con el trato mujeril, que
todos sus afectos y ternuras los guardaban para los
hombres.
Cuarenta mil ciudadanos alemanes entregados á
la más vil y odiosa de las aberraciones intentaron ha
pocos años dirigir una petición al Reichstag para que
CONFLUENCIA DEL RHIN Y DDL NAHE BN BINGEN
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
465
borrase de las leyes la persecución de su vicio, per-
mitiéndoles ejercitarlo públicamente.
Esta es una de las muchas cosas que oculta la
Alemania que no se ve tras de la Alemania que se ve,
aparatosa é imponente. La virtud de otros tiempos ya
no es más que una muestra de su fachada.
Se comprende el grito con que el áspero Maximi-
liano Harden saludó en sus polémicas ruidosas al Ber-
lín actual, á la ciudad agrandada y embellecida por
Guillermo II... «¡Sodoma!»
XIV
El pangermanismo
El inmenso orgullo del pueblo alemán después de
la victoria de 1870, encontró su expresión en el par-
tido pangermanista. «Esta polvareda de pequeños
pueblos — dice Paul Vprgnet — que durante siglos y
siglos se habia acos-
tumbrado á sufrir
pasivamente la ley
del vencedor extran-
jero, y que después
de .lena reía de las
desgracias del rey
de Prusia y se agol-
paba servilmente
para contemplar el
paso de Napoleón y
los simpáticos fran-
cesen, sintió un in-
menso orgullo impe-
rialista al verse
constituida como
una nación formida-
ble por el milagro de
la victoria.» Los profetas románticos del patriotismo
en 1813, Kcerner, Fichte, Schlegel y otros, sentirían
asombro ante el enorme pedestal de vanidad que sirv^e
de base á la Alemania moderna.
El orgullo militar y la divinización de la fuerza
son los fundamentos del nuevo patriotismo alemán,
que no se limita á la defensa y el sostenimiento de la
nación, pues sueña con some-
ter y dirigir á las demás na-
ciones.
«Somos un pueblo de amos»,
han dicho los belicosos profe-
sores de las universidades
alemanas, los generales reti-
rados que presiden las seccio-
nes del partido pangermanis-
ta, los grandes industriales
ansiosos de convertir el mun-
do entero en un mercado ale-
GuiLLERMO. — No habrá más que un solo
pastor y un solo ganado.
(HuiHüristické Listy, de Pragal
EL KAlSlfiK IIABLA.NDO A LAS NACI0N88
(Do Ui'.eiigpienel)
man. Y todo el
país repite sa-
tisfecho V con-
vencido esta
afirmación or-
gullosa.
Guillermo II,
con sus brava-
tas oratorias,
contribuyó en
los primeros
años de su rei-
nado al fomen-
to del panger-
manismo. Aun
en los tiempos
en que su ene-
mistad con Bis-
marck era más
viva, gustó de repetir en sus arengas la orgullosa
frase del Canciller: «Nosotros los alemanes sólo teme-
mos á Dios en la tierra y á nadie más.»
Un autor ha compilado las frases principales de
los numerosos y contradictorios discursos que Guiller-
mo II ha dirigido al pueblo alemán durante su largo
reinado, y en este resumen oratorio se encuentran
las afirmaciones siguientes, que jamás emperador
alguno osó formular y que seguramente asombrarán
á las generaciones venideras:
«Tenemos ante nosotros un gran porvenir de con-
quistas, y yo os conduciré á brillantes días de gloria.»
«Nosotros los alemanes somos la sal de la tierra.»
«Lo que el Gran Elector no hizo más que indicar
y comenzar, nosotros, que poseemos una gran patria
alemana unida, lo haremos ahora más en grande.»
«No hay en el mundo más que el pueblo alemán
para defender, cultivar y desarrollar las grandes
ideas.»
«El Imperio alemán es ya un Imperio mundial.»
«Nada se puede decidir en el mundo sin Alemania
y sin el emperador alemán.»
«Nuestro pueblo alemán será el bloque de granito
sobre el cual podrá terminar Dios la edificación de
su obra de civilización del mundo. Así se cumplirán
las palabras del poeta que afirmó que el mundo sólo
podrá salvarse un día gracias al carácter alemán.»
Alemania.- ¡Mis producios son mi presllglol
(i-« Fígaro, tle Pttri»)
&8
466
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
— -¡fjPueden Teñir todos contra nosotros! Estamos
prontos para rechazarlos y aniquilarlos.»
«Tengamos la pólvora seca y la espada bien afila-
da. Reunamos nuestras fuerzas y rechacemos á los
pesimistas. ¡Hurra por el pueblo alemán en armas!»
El soberano que habló así, se titulaba al mismo
tiempo, con su inconsciencia característica, «Guiller-
mo el Pacifico», y decía comentando la actitud de su
nación: «Creo que en toda Alemania sólo yo y mí
Canciller deseamos la paz.» ¿Cómo el pueblo alemán
no iba á mostrarse belicoso y ver en la guerra el
El, KRONPRINTZ V SU HIJO PRIMOGÉNITO
Único medio de engrandecimiento, después de las
inauditas arrogancias de su soberanoy...
Entre üuillermo II y su hijo el actual kronpríntz.
se lia declarado en los últimos años una aguda riva-
lidad, buscando cada uno sobrepasar al otro en punto
á -manifestaciones belicosas, para captarse las simpa-
tías de las masas pangermanistas. El kronprintz, que
según muchos alemanes tiene la mentalidad de los
quince años después de haber cumplido los treinta, se
dedicó hace poco tiempo á la literatura pangerma-
nísta colaborando en un libro titulado La Alemania
sobre las armas, que obtuvo en 1913 un éxito ruidoso.
El heredero del trono escribía así, un año antes de la
presente guerra:
«Solamente apoyados en nuestra buena espada
alemana podremos conquistar el sitio que nos corres-
ponde bajo el sol, ya que nadie nos lo cederá volunta-
riamente... Hasta el fin del mundo pertenecerá siem-
pre á la espada la decisión suprema de todas las cues-
tiones.
»Si el pueblo alemán por entero se resuelve á
arriesgar alegremente sus bienes y su vida, triunfare-
mos de todos, aunque el mundo esté lleno de diablos.
Y si llegase para nosotros la hora de una gran des-
gracia, siempre, como ha dicho Emanuel Geibel, uno
de los poetas que han cantado al nuevo Imperio ale-
mán, aunque no nos quedase nada, nos quedaría nues-
tra espada.
Y ai nada nos quedase entonces,
nos quedarla siempre una espada
que con sus golpes furiosos y potentes
repelería el asalto del extranjero.
La batalla será siempre el juicio
que decida la vida ó la muerte;
y si la miseria no puede romper el hierro,
el hierro en cambio corta la miseria.»
Este himno á la espada del heredero imperial fué
saludado por una inmensa y alegre aclamación de
toda, Alemania. Únicamente los socialistas y algunos
radicales dejaron de unirse á la felicitación nacional
que provocó esta obra literaria del kronprintz... ¡Y
todavía un año después, ó sea en 1914, ha querido
Alemania hacer creer que no deseaba la guerra y que
la habían provocado sus enemigos!
Un periódico de Berlín de los más importantes co-
mentó de este modo el himno bélico del hijo de Gui-
llermo II:
«El kronprintz ha hablado como debe hacerlo un
futuro emperador, y esperamos que las fuerzas mora-
les é intelectuales del principe heredero llegarán á
una completa madurez sin que las turbe ninguna in-
rtuencia extraña. No hay que temer esto, pues sabe-
mos cuan arraigadas están las nobles convicciones
del kronprintz.»
La «Liga militar» y todas las asociaciones pan-
germanistas se reunieron en asamblea para dirigir un
telegrama de felicitación al kronprintz. Su himno á la
espada era una simple imitación de la literatura pa-
ternal, pues diez y ocho años antes Guillermo II ha-
bía regalado una espada á Bísmarck con motivo de
su 80." aniversario, acompañando el presente con es-
tas palabras: «No encuentro mejor regalo para Vues-
tra Excelencia que una espada, el arma de los ger-
manos, que es el símbolo del instrumento que mi
abuelo y vos habéis forjado, afilado y llevado con
gloria, y del potente período de construcción nacional
cuyos cimientos están amasados con sangre y acero.
Es una arma que no engaña jamás y que empuñada
por los reyes y los príncipes sirve para mantener la
unidad de la patria en el interior y su triunfo en el
exterior. »
Pero la Alemania pangermanísta, ansiosa de no-
vedad y ebria de orgullo, prefería la literatura gue-
rrera del hijo á la del padre. A partir de 1913 el kron-
HISTORIA DE LA GUFRRA RUROPRA DE 1914
467
printz, inspirado por su v;\-
marilla militar y sostenido
por las masas del panger
manismo, se atrevió á todo,
haciendo frente á su padre
con ostensible espíritu de opo-
sición, repitiendo en nombra'
del patriotismo la misma con
ducta que el kaiser actual h;i
l)ia observado con su padi''
Federico III.
Un mes después de la pu-
blicación de la Alemania sobre
las ai-mas, el kronprintz hizo
suspender en Berlín las re-
presentaciones de un drama
en verso de Gerardo Ilaupt-
mann titulado 1813, por consi-
derar que esta obra, evoca-
dora del antiguo patriotismo
alemán, no era bastante mili-
tarista. En su audacia llegó
hasta á aplaudir ostensiblemente, desde la tribuna
imperial del Reíchstag, á los oradores que atacaban
á Inglaterra y la política equilibrista de Bethmann-
Hollweg. En la sesión de 25 de Abril de 1913, el
socialista Liebknecht, único diputado de su partido
que no se ha dejado arrollar por la avalancha pan-
germanista, provocó un gran tumulto al denunciar al
kronprintz como «jefe de una camarilla belicosa que
comprometía la paz del mundo».
El partido pangermanista en unos cuantos años se
ha apoderado de Alemania, atemorizando al empera-
dor, que llegó á pensar en la posibilidad de un destro-
namiento; halagando las ambiciones del príncipe he-
redero, que procede en todo con la ligera arrogancia
OEKAKDO IIAUÍ'TMAXX. EN COCHE. ACOMPAÑADO DE DOS BSTfDlANTRS
LOS ESTUDIANTES DE UBRLIN OVACIONANDO AI. KRONPRINTZ
de un sub-teniente; invadiendo las Universidades, los
talleres y los campos: poniendo en manos de los niños
manuales escolares inspirados por el más monstruoso
orgullo. «Alemania — dice uno de estos manuales de
uso corriente en las escuelas — tiene la misión históri-
ca de rejuvenecer, por medio de la difusión de la san-
gre germánica, á todos los miembros de la vieja Euro-
pa, que están ya casi secos.»
Esta propaganda, esparcida desde la escuela de
primeras letras á la Universidad, del taller al cuartel
y de la granja al palacio, ha acabado por crear un
pueblo de un orgullo sin limites, una nación megaló-
mana, tanto más peligrosa cuanto que es la mejor ar-
mada. La fuerza alemana, la ciencia alemana, la
industria alemana, todo lo ale-
niíin, debe ser forzosamente
superior y triunfar en el mun-
do, anonadando las manifes-
taciones de los otros pueblos.
Las fanfarronas afirmaciones
del himno nacional se han
convertido, gracias al panger-
manismo, en verdades indis
cutibles para todo alemán de
nuestros dias. ¡Deutschlaml!
¡Deutschland tiber alies in der
Weltl «¡Alemania! ¡Alemania
sobre todo en el mundo!» Y
el ciudadano sale de la escue-
la y entra en la vida, infatúa
do por una orgullosa educa-
ción, convencido de que Ale-
mania debe ejercer la hege-
monía mundial y renovar una
Europa envejecida y próxima
á perecer, que únicamente
468
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
¿^.,.%^rr\;^^
í i-,
, "ííSBií'W^^
EL KRONPRINTZ
(Caricatura do Scm, en Le Mot de Parie)
puede salvarse poniéndose bajo la dirección de los
alemanes, por su voluntad ó por la fuerza.
El partido pangermanista empezóla vivir oficial-
mente en 1891, poco después que Guillermo II despi-
dió á Bismarck, inaugurando una política personal.
Todos los adictos al antiguo Canciller entraron en este
partido, viendo en su organización un medio para com-
batir la política pacifista de Caprivi
inspirada por el emperador. El mis-
mo Bismarck aceptó ostensiblemen-
te el título de miembro honorario.
En realidad el pangermanismo,
que había de amargar muchas ve-
ces la existencia de Guillermo II,
resulta obra de éste. Cuando sólo
era heredero de la corona y cons-
piraba contra su padre el príncipe
Fritz, él fué el primer iniciador de
las mismas doctrinas que le ha
opuesto luego el pangermanismo
siempre que intentó seguir una po-
lítica de paz. Por una ironía histó-
rica, el emperador, esclavo del pan-
germanismo, fué su primer funda-
dor. En los últimos años de Guiller-
mo I circuló profusamente por Ale-
mania un folleto titulado Un impe-
rio alemán universal. Este folleto
era obra del principe Guillermo y
LA VOlíACIDAD
de sus más decididos partidarios. «Hay que desarro-
llar la potencia alemana— decía esta publicación — con
todas sus consecuencias... Hay que ser hábiles, hay
que desenvolverse progresivamente y con cautela,
hasta el momento en que nuestras baterías puedan
desenmascararse sin peligro alguno. Entonces Euro-
pa se encontrará en presencia de una situación pre-
parada hasta en sus menores detalles, y contra la
cual será impotente.»
En 1875 el kronprintz Guillermo aconsejó á su
íntimo amigo el doctor Hasse que se afiliase á una pe-
queña sociedad, «La unión colonial», que predicaba
sin éxito alguno la necesidad de una expansión ger-
mánica en África y Asia. Bismarck, omnipotente en
aquel entonces, era contrario, como ya dijimos, á las
empresas coloniales. Esta pequeña asociación, falta
de importancia en sus orígenes, proporcionó el estado
mayor de la futura Liga Pangerraanista, de la que el
doctor Hasse llegó á ser presidente.
Cuando Guillermo II, en 1891, tomó posesión del
islote de Helígoland, cedido por Inglaterra á cambio
de los territorios alemanes del África oriental, esta
abdicación de las ambiciones coloniales, así como las
promesas pacifistas del emperador, provocaron una
violenta oposición contra la política de Caprivi, que
fué aprovechada por la Liga Pangermanista. En un
manifiesto proclamó la Liga la necesidad «de afirmar
la conciencia del pueblo alemán y buscar, tanto en el
interior como en el exterior de las fronteras, el amor
de todas las tribus alemanas».
La verdadera importancia de la Liga Pangerma-
nista data de 1894, cuando figuró á su cabeza como
presidente el doctor Hasse, antiguo amigo de Guiller-
mo II, catedrático y diputado de Leipzig. «Queremos
— dijo entonces la Liga — implantar en la masa del
pueblo alemán la firme convicción de que el desarro-
llo'de Alemania está muy lejos de
haber terminado con los éxitos de
1870. El Imperio alemán es hoy un
Imperio mundial. Pero las conse-
cuencias que resultan de esto no
han sido deducidas aún. Por encima
del interés del Estado se hallan los
intereses de la nación. Más sagra-
do que el amor á la patria debe ser
el amor á la nación madre.»
Todo esto quería decir que el
«amor á la nación madre» debía
manifestarse en el interior de Ale-
manía por la asimilación enérgica
y brutal de los elementos refracta-
lios que existen en ella: los alsa-
cianos y loreneses, los dinamarque
ses de los ducados anexionados y
los habitantes de la Polonia prusia-
na. Fuera de Alemania había que
PANfiBRMAMisTA buscar el aumento de relaciones con
(L'Aiino) los alemanes que habitan Austria,
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HISTORIA OF. 1 A GUERRA EUROPEA DE f914
469
Suiza, Bélgica, etc., pues la Liga consideraba como
pertenecientes á Alemania todos los pueblos que pro-
ceden más ó menos remotamente de las antiguas tri-
bus germánicas. Primeramente habia que atraerse la
voluntad de las personas estableciendo fraternales
relaciones por medio del origen étnico. Más adelante
el Imperio aprovecharía una oportunidad para apo-
derarse de los territorios.
La Liga Pangermanistu lia perseguido la realiza-
ción de su programa con un método y una tenacidad
admirables. Su dirección ha estado confiada siempre
á un comité de seis personas de diversas clases socia-
les que podían servir técnicamente á los fines de la
asociación. Poco antes de la guerra figuraban en él
un abogado, tres militares, un pastor protestante y
un armador. En torno de esta dirección central tra-
baja un comité ejecutivo de veinte personas, que es á
modo de un estado mayor, compuesto de profesores,
de propietarios de grandes periódicos, y especial-
mente de editores que lanzan libros para las escuelas,
folletos para la masa popular y Atlas de geografía
pangermanista.
Para no crearse obstáculos con las diferencias de
raza y de culto, en un país cuyos habitantes están di-
El. KRONPRINT7, COMPARBCIKXUO ANTB KL JITRADO DB LA.S NACIONES
I /'/!• UiuHing l'oít, (le Londres)
BI. KKONPRINTZ
(Caricaturn de Eiiward Gilio, en The Taller)
vididos por los orígenes étnicos y la fe religiosa, el
pangermanismo ha tenido la habilidad
de mantenerse aparte de tales cuestio-
nes, creando un sinnúmero de grupos
de base estrecha que llevan una exis-
tencia aparte, pero en realidad obede-
cen como simples secciones de su orga-
nización. Unas sociedades patrióticas
son antisemitas ó anticatólicas; otras
están formadas por fervorosos creyen-
tes de dichos cultos; pero todas trabajan
por igual en la consecución de los fines
del pangermanismo. De este modo los
amigos de «la más grande Alemania»
pueden sin detrimento de sus creencias
afiliarse á la asociación que les parece
más favorable. Además, existen socie-
dades para el trabajo patriótico; para la
publicación de obras patrióticas; para
la pureza de la lengua alemana, supri-
miendo las palabras de origen extran-
jero; para la extensión de la coloniza-
ción alemana y para el fomento de la
Hota; esta última con 334.000 socios y
un ingreso anual de más de medio mi-
llón de marcos. Las sociedades de ve-
teranos que eran anteriores al movi-
miento pangermanista, se unieron tam-
bién á este partido.
Puede afirmarse que la Liga, por me-
dio de sus innumerables filiales y grupos
dependientes, se ha apoderado de toda
Alemania. El partido socialista fué el
470
VICENTE BLASCO IBANEZ
único que se mantuvo distanciado de esta propaganda maniatas lian atacado rauclias veces á ÍTuillermo II,
de expansión territorial por la guerra y la conquista, sin que éste, que ve un crimen de lesa majestad en la
Pero más adelante veremos como también los socia- menor critica á su persona, osase castigar á tan po-
listas, por espíritu germánico ó por miedo á perder derosos enemigos.
su prestigio sobre las masas, han acabado por some- Bien conocida es la intluencia que ejerce en Ale-
terse á la política de la Liga. mania una simple revista semanal, la Zukunft, «El
La prensa de importancia pasó rápidamente á ma- Porvenir», escrita por el judio Maximiliano Harden,
nos del pangermanismo. Cada vez que Guillermo II cuyo verdadero apellido es Wittkowsky.
Harden es la primera pluma del
pangermanismo, y ningún escritor
alemán ha dicho cosas tan crueles
conti-a Guillermo II ni le ha puesto
como él en situaciones tan vergon-
zosas. Este periodista, discípulo fer-
viente de Bismarck, tiene á sus es-
paldas ricos y poderosos amigos, ju-
díos como él: Alberto Ballin, el céle-
bre organizador de las compañías de
navegación de Hamburgo, designa-
do popularmente con el titulo de «el
amigo del kaiser»; Emilio Rathenau,
«el rey de la electricidad», y Carlos
Fürstenberg, director de un gran
Banco. Además cuenta con el apoyo
del kronprintz, que le ha inspirado
muchos artículos, y de la poderosa
Liga Pangermanista.
En todo el mundo se recuerda la
escandalosa campaña realizada por
Harden hace pocos años contra
Eulemburgo y otros amigos del em-
perador, á los que acusó de homo-
sexualismo. Lo que menos interesa-
ba á Harden era la inmoralidad de
dichos personajes. El rudo periodis-
ta sabe á qué atenerse en lo referen-
te á los gustos de su país. Para él
Berlín es la capital sucesora de So-
doma.
Lo que él buscó con su escanda-
losa campaña fué anular al principe
Felipe de Eulemburgo y á otros per-
sonajes de la camarilla del empera-
dor, gentes inmorales, pero de opi-
niones progresivas y tolerantes, que
aconsejaban á Guillermo II una poli-
tica de paz. Para suprimir esta in-
fluencia, el célebre periodista del
pangermanismo realizó su campaña contra los favori-
tos del emperador, poniendo á éste en una situación
difícil y equivoca, pues fueron muchos los que llega-
ron á sospechar si participaba de las mismas aberra-
ciones que sus íntimos amigos y favoritos.
Guillermo II, con todo su orgullo de «ungido del
Señor», aguantó este chaparrón de escándalos sin
atreverse á ordenar nuevas persecuciones contra el
periodista. Sabia que detrás de Harden estaban los
hombres ilustres del pangermanismo, los grandes ban-
BL CANON DB LA «KTILTT'R»
• Dicen de Berlín:
Amslerdán 2 de Noviembre.
La Universidad de Bonn, el (jran cenfro de la cultura germánica, ha conferido el título honorífico
de doctor á M. Krupp y á M. Rausenbeger, su colaborador, por la construcción del mortero de 420.»
(Dibujo de Ricardo Flores, de Boches, publicación de Parisl
ha intentado persistir en una política pacifista, los
grandes periódicos de Alemania, obedeciendo las ór-
denes de la Liga, lo han atacado duramente.
Los pangermanistas observaron en estas circuns-
tancias una conducta semejante á la de los antiguos
reaccionarios de la vieja España y de otras naciones
que eran más «realistas que el rey», y por defender
los principios monárquicos desacreditaban y atrepe-
llaban á los monarcas.
Para mayor gloria del Imperio alemán, los panger-
I
4
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
471
(jueros, los grandes armadores, todos amigos suyos y
á la cabeza su propio hijo.
El emperador, capaz de ordenar las más crueles
persecuciones contra un periódico de ideas avanza-
das, no sólo tuvo que sufrir impasible kis criticas y
los ataques de los grandes diarios pangermanlstas,
sino que buscó su adhesión y aceptó sus consejos. Gui-
llermo II es un gran lector de periódicos, y aprove-
cha todas las ocasiones para condecorar á los redac-
tores de la prensa pangermanista. Sus hijos buscan
igualmente el apoyo de las hojas conservadoras y pa-
trioteras. í]l kronprintz está en continua relación con
los periódicos conservadores más difundidos, y su her-
mano el principe Joaquín, mientras hacia sus estu-
dios en la Universidad de Estrasburgo, proporcionó
informes á los periódicos de Alsacia para sus campa-
ñas de germanización.
El kaiser siempre que está en contacto con un pe-
i'iodista intenta «inspirarle» un artículo, como ha
inspirado cuadros y obras musicales.
«Los hombres de Estado de Alemania — dice iróni-
camente un autor — han hecho grandes progresos en
el manejo de la fuerza de la prensa desde los tiempos
de Bisniarck. El canciller de hierro se limitaba á sub-
vencionar á sus reptiles para que silbasen bajo sus
órdenes. Los sucesores han ido más allá, pues silban
ellos mismos.»
D
En todas sus luchas con el pangermanismo, Gui-
llermo II ha acabado por ceder, siguiendo sus impul-
sos como un autómata.
Creada la Liga para combatir la política pacifista,
cada intento del gobierno en favor de la paz sirvió
para aumentar su acometividad y robustecer sus fuer-
BL CANCILLER CAl'lllVI
Guillermo II, que acixbaba de hacer grandes demos-
traciones de amistad á Inglaterra con motivo de la ad-
quisición de Heligoland. El canciller Caprivi estorba-
ba á los pangermanlstas por su espíritu conciliador y
moderado. En vano se plegó á los deseos de éstos, au-
mentando las fuerzas militares con la ley de 18i;t3. Un
año después el kaiser tuvo que exigir su dimisión y
zas. El emperador, todopoderoso en apariencia, ha cambiar de canciller para dar gusto á la poderosa
tenido que plegarse en todas las cuestiones á la vo- Liga.
luntad de los pangermanistas. Desde entonces los pangermanlstas, con sus insi-
- Ya hemos dicho cómo la Liga conquistó gran parte nuaciones ó sus amenazas, dirigieron la marcha del
de la opinión popular en 1892, al ponerse enfrente de emperador y sus cancilleres. En 1895 reclamó la Liga
el establecimiento de una estación naval en
(Jhina, y dos años después la marina alemana
tomó posesión de Kiao-Tcheou. Desde 1896
venían los pangermanistas exigiendo en ma-
nifiestos y folletos que la actividad alemana
se esparciese por el Asia Menor, y Guiller-
mo II emprendió en 1898, por darles satisfac-
ción, su romántico y aparatoso viaje ;i .lerusa-
lén. A partir de 1895, la Liga preconizaba la
adquisición de los restos de las colonias españo-
las en Oceanía, y en 1899 el gobierno imperial
consiguió del gobierno español la cesión de las
('arolinas y otros archipiélagos del Pacifico.
A pesar do la prontitud con que el empera-
dor y sus ministros obedecían las exigencias
del pangermanismo, éste se mostraba irritado
de vez en cuando por creer que sus sugestiones
no eran acogidas con rapidez. En 1898 el doc-
( luicatuia iugiesai tor Ilassc, prcsídcnte de la Liga, lanzó contra
World
HOSTiLlTY
KL BNiSUENO Y ML DESPERTAR
Dominio dvl mundo. Hostlllddd mundial
472
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
su antiguo amigo el emperador el primer ataque direc-
to, acusándolo de indiferencia ante los intereses patrió-
ticos. Estos choques los olvidaba pronto Guillermo II,
por serle necesario el apoyo de los pangermanistas
para hacer triunfar sus planes marítimos. Gracias á
aquéllos pudo ver aprobada en 1897 su ley de aumen-
to de la flota.
Al fin el soberbio emperador acabó por irritarse
contra la tutela de estos terribles patriotas, que no le
dejaban descansar, y en 1902 quiso hacerles ver que
ni su sucesor Hohenlohe, que se limitaba á suscribir
las decisiones del amo, dejando á su capricho toda la
dirección política, resultaban los verdaderos respon-
sables. El verdadero canciller del emperador era el
mismo emperador, y contra su persona debían diri-
girse las censuras.
Guillermo II se asustó ante un golpe tan directo,
acogido con aplauso por gran parte de la nación, y
juzgó peligroso continuar la lucha, resignándose á
escuchar favorablemente todas las excitaciones de
BL BMHBKADOR GUILLERMO EXPLICANDO SUS PROYECTOS POLÍTICOS
(Grabado de la época)
era el verdadero amo, aboliendo el régimen de dicta-
dura que imperaba en Alsacia-Lorena.
La Liga Pangermanista aceptó el reto, y en el
congreso celebrado en Eisenach lanzó por boca de
su presidente Hasse una última advertencia al kaiser
emancipado. El nuevo presidente de la Liga, llamado
Class, inauguró sus funciones con un escrito que ob-
tuvo gran resonancia en Alemania, haciendo el resu-
men de la política de Guillermo II. En este resumen,
el pangermanismo, sin apreciar para uada las con-
cesiones que le había hecho el emperador, declaró
responsable á la dirección suprema del Imperio de «la
pérdida de prestigio que había sufrido Alemania desde
la época de Bismarck». El escrito ofrecía la innova-
ción de despreciar á los cancilleres para combatir di-
rectamente á Guillermo II. Ni Caprivi, que había
mostrado siempre la obediencia pasiva de un militar,
los pangermanistas. Éstos habían fijado sus ojos desde
mucho antes en el moribundo imperio de Marruecos.
Un folleto de Class, titulado El Marruecos del Oeste
debe ser alemán, concentró en esta parte de África el
ansia de nuevos territorios sentida por los alemanes.
Guillermo II, para congraciarse con la Liga, después
de grandes dudas y muchas precauciones oratorias,
emprendió un viaje á Tánger que puso en alarma á
toda Europa. Después para dar satisfacción á los
pangermanistas, que odiaban á M. Delcassé á causa
de su habilidad diplomática, exigió al gobierno fran-
cés la retirada del ilustre ministro de Negocios Ex-
tranjeros.
Los esfuerzos de Guillermo II en el asunto de Ma-
rruecos no fueron recompensados por la gratitud de
los pangermanistas. Como la Conferencia de Algeciras
dio un resultado contrario al que ellos esperaban,
LA INVASIÓiC
Dibujo ds A. C. Michael, según datos de M. Vllllers. de «The lUustrated London News»
La guardia prusiana es rechazada por la infantería ingiesza
OE BÉLGICA
1 intentar un supremo esfuerzo para apoderarse de Ipres
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
473
viéndose la diplomacia alemana completamente sola
en sus gestiones, la Liga, que necesitaba vengar en
alguien su fracaso, atacó al emperador acusándolo de
blandura en las negociaciones, de olvido de los inte-
reses patrióticos y de miedo á Inglaterra, que se habia
mostrado decidida sostenedora de Francia. Uno de
los diputados más notables del pangermanismo, el
conde de Reventlow, lanzó un folleto ruidoso titulado
Guillermo II y los bizantinos. En esta publicación, el
kaiser y sus amigos íntimos «los bizantinos» fueron
parlamentario que prestaba su apoj'O á la política
personal del kaiser.
Empezó una lucha á muerte, verdaderamente curio-
sa y extraordinaria, entre una asociación compuesta
de monárquicos y su legitimo monarca; entre una liga
imperialista y su emperador. Unos y otro deseaban por
igual el prestigio y la grandeza de Alemania, pero
existia una profunda distinción entre la Liga, franca-
mente belicosa, y el kaiser, que buscaba en aquel en-
tonces la supremacía de su país por medio de la paz.
CENTENARIO DHL EMPERADOR GUILLBRMO I BN ALEMANIA
atacados duramente. Irritado Guillermo por tal ingra-
titud, lanzó en un discurso pronunciado en Breslau
violentos apostrofes contra los pangermanistas, á los
que llamó los pesimistas. «El mundo — dijo el empera-
dor— pertenecí á los que viven, y los que viven tie-
nen siempre razón. Yo no quiero pesimistas á mi
lado. El que no me quiera secundar que se vaya y
que busque lejos de aquí una patria mejor.»
121 discurso, en vez de intimidar á los pangerma-
nistas, sirvió para excitar sus sarcasmos. Algunos
de ellos, empleando el seudónimo de «Un pesimista»,
ratificaron los ataques del conde de Reventlow. La
campaña fué tan violenta, que Guillermo II se vio en
la necesidad de disolver el Reichstag. Las nuevas
elecciones no privaron de fuerza al pangermanismo y
únicamente sirvieron para disolver la situación pre-
ponderante del Centro católico del Reichstag, grupo
Guillermo II, combatido por sus amigos de otros
tiempos y por las mismas doctrinas que habia fuiniu-
lado en su juventud, debía sucumbir forzosamente.
En su misma familia se ocultaban sus más enconados
adversarios. Siguiendo la tradición de los Hohenzo-
Uern, su hijo mayor, el principe imperial, atizaba
ocultamente la campaña de los pangermanistas.
El kronprintz es un enemigo declarado de su pa-
dre, como este á su vez lo fué de Federico III. La
mania oratoria de Guillermo y sus pretensiones de
artista, sirven de tema á las burlas de su primogéni-
to. Cada vez que un personaje célebre ha visitado la
corte de Berlín, el kronprintz le ha hecho la misma
pregunta con fría mal¡gnid;id: «¿Cree usted que papá
tiene tanto talento como él se imagina?» Y estas pa-
labras las acompaña con una sonrisa de conmisera-
ción, como si dudase del equilibrio mental de su padre.
474
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
11^^%?^
En un viaje
que hizo por los
mares de Orien-
te, como sus
c o m pañeros
discutiesen so-
bre el puente
del navio el
nombre de una
hermosa estre-
lla que acaba-
ba de apare-
cer, el príncipe
imperial dijo
irónicamente:
— No se can-
sen ustedes. Es
una nueva con-
decoración que
papá le ha con-
cedido á Dios.
La campaña
de 1908 contra
Guillermo II fué implacable. Primeramente los pan-
germanistas, valiéndose de la pluma corrosiva de
Harden, deshonraron á los favoritos de Guillermo con
revelaciones de una inmoralidad sensacional. De este
modo consiguieron aislarlo, obligándole á despedir á
los más íntimos amigos.
Su autoridad estaba minada, pues algunos meses
antes las exigencias pangermanistas le habían hecho
suscribir una reforma del Código penal endulzando
las prescripciones referentes al crimen de lesa majes-
tad. Ya no podía castigar á sus enemigos políticos
con la misma saña que á las pobres pianistas de Ber-
LA NUEVA DANZA MACABRA
(Caricatura del artista italiano Alberto Martiui)
BL MICROBIO TEUTÓNICO
Anillsts de una goto de>angre
(II Fttchittto, (le Turíu)
lin, culpables de haberse reído de su Himno á Egir,
En Octubre de 1908 el pangermanísmo llegó á sus
mayores audacias, asestando un golpe mortal á este
emperador que se creía omnipotente. El «ungido del
Señor», quebrantado por el escandaloso asunto de sus
amigos los bizantinos, vio desplomarse aun más su
prestigio de monarca. Los tormentos que le hizo su-
frir la opinión pangermanista durante unos días fue-
ron tan grandes, que la prensa llamó á este corto
período la «semana negra de Guillermo».
La semana negra comenzó con la publicación en
el Daily Telegraph de Londres de una interviú de
Guillermo II. Este se expresó con su acostumbrada
ligereza y su oratoria excesiva, formulai\do sobre la
política exterior graves apreciaciones que advirtie-
ron á Inglaterra de la hostilidad de una gran parte
del pueblo alemán. Nada tenían de extraordinario
tales declaraciones, pues con frecuencia se había ex-
presado el kaiser en igual sentido. Además los pan-
germanistas, en sus alardes patrióticos, se mostraban
tan impruden-
tes como el em-
perador, em-
pleando un len-
guaje todavía
más rudo.
La Liga apro-
vechó la oca-
sión para ha-
cer pagar á
Guillermo II
sus intentos de
independencia,
y dio la señal
del ataque con-
tra la política
personal del
líaiser, viéndo-
se secundada
por todos los partidos y por el país entero, que estaba
harto de las genialidades vanidosas del monarca.
Abandonado por los pangermanistas, no encontró éste
un solo hombre que lo defendiese. Cuando el Reichs-
tag en sus sesiones de 10 y 11 de Noviembre discutió
la interviú del Daily Telegraph, ni un diputado tomó
la palabra para defender al emperador. Todos los par-
tidos cayeron sobre él, tratándolo como á un niño im-
prudente, merecedor de correctivo.
El canciller Bülow tampoco defendió al kaiser,
apresurándose á formular excusas en nombre de éste
y á prometer que no daría más motivos de queja. «En
adelante— dijo— , tanto en público como en las conver-
saciones privadas, Guillermo II se impondrá la reser-
va indispensable para la continuación de la política
alemana y la autoridad de la corona.» Por si esto no
parecía suficiente, el emperador publicó el 17 de No-
viembre una nota oficial adhiriéndose á los compro-
misos formulados por su canciller. La victoria de los
LA AMBICIÓN PANGERMANISTA
-jNo me basto con la cruz de hierro. Necesito
toda la tierra!
(The Daily Graphic)
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
476
pesimistas no podía ser más grande. Guillermo, aban-
donado hasta por su primer ministro, renunciaba al
derecho de contestar á sus encarnizados censores.
El pangerraanismo triunfante exigió el botín de su
victoria, y Biilow, al día siguiente de la «semana ne-
gra», hizo votar los proyectos de ley presentados por
la Liga contra los polacos y los dinamarqueses sub-
ditos de Alemania. Además se inauguró en Alsacia y
Lorena una política de germanización á todo trance,
que hizo olvidar con sus durezas las medidas conci-
liadoras intentadas por el emperador.
La prensa pangermanista, ensoberbecida por el
triunfo, exigió una nueva intervención de Alemania
en el asunto de Marruecos. Bülow se negó á servir
como un autómata los deseos políticos de la Liga, y
fué reemplazado por el canciller actual Bethmann-
HoUweg, entrando en el ministerio de Negocios Extran-
jeros Kiderlen-Waechter, antiguo protegido y discí-
pulo de Bismarck.
El gobierno, impulsado por los pangermanistas,
dio en Marruecos el ruidoso golpe de Agadir con el
envío de la corbeta Panther, lo que equivalió á una
amenaza para Francia. Guillermo, «el emperador de
la paz», sometido definitivamente á la Liga, hizo co-
rrer á Europa el riesgo de una guerra franco- alema-
na. Esta guerra se evitó gracias á la habilidad de la
diplomacia francesa y á la intervención decidida de
Inglaterra. Los pangermanistas, furiosos al ver que
se les escapaba definitivamente la adquisición de Ma-
rruecos, volvieron á ensañarse con Guillermo II, ha-
■ ■
OUTLLBRMO II EN MARRUECOS
(Punch, de Londres)
KL CANCILI.EK BÜLOW
cíéndolo responsable del fracaso. Algunos periódicos
lo apodaron «el valeroso poltrón», y su hijo, el prín-
cipe heredero, manifestó públicamente su desagrado
contra el emperador porque había rehuido la guerra.
Desde 1912 Guillermo II no hizo más que marchar
ciegamente bajo el impulso vigoroso de los panger-
manistas, operándose en él la gran transformación
que el embajador de Francia en Berlín anunció opor-
tunamente á su gobierno. «El emperador de la paz»
llegó á temer un destronamiento. Tuvo miedo á ios
manejos de su heredero y á la opinión belicosa del
país, y para conservar su corona pasó sin transición
á ser el emperador de la guerra.
El pangermanismo consideraba insuficientes los
armamentos del país para la lucha con Francia y
Rusia, y si era preciso con Inglaterra. Por sus insti-
gaciones presentó el gobierno en 1912 las nuevas leyes
militares, y el ejército en pie de paz fué elevado á la
enorme suma de 1.200.000 hombres.
Después de esto la guerra europea pareció inevi-
table; una guerra preparada y provocada de larga
fecha por los pangermanistas.
Tal vez Guillermo II deseó sinceramente la paz
durante varios años; tal vez su cambio de política no
fué obra únicamente de la incoherencia de su carác-
ter, y se vio obligado á realizarlo bajo la presión de
la citada Liga. Pero esto no disminuye su responsabi-
lidad. El partido pangermanista fué obra suya. Él
lo inició, fomentando sus primeras manifestaciones,
creando la doctrina de la dominación universal, que
luego han esgrimido como una arma contra él los pa-
triotas belicosos, cada vez que el buen sentido ó el
instinto de conservación le ha hecho vacilar ante
Europa, dispuesta á defenderse.
476
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
BL PADRE ETBKNO SEGÚN LOS PANGBRMANISTAS
Muchos se asombrarán al ver que el pangermanis-
mo, que no es más que un partido entre los varios que
existen en Alemania, ha llegado á apoderarse de toda
la nación, comprometiéndola en las empresas más
temerarias. Parece natural que un partido belicoso,
militarista y compuesto en gran parte de elementos
conservadores, haya tenido que tropezar, no con la
oposición de un emperador, sino con la resistencia de
las masas democráticas.
Pero en Alemania no existe el partido democrá-
tico.
Esta afirmación será acogida tal vez con extrañe-
za, pues bien sabido es que Alemania cuenta con un
partido socialista enorme y de una organización per-
fecta.
Pero el socialismo alemán es distinto al de los otros
pueblos, y aunque prospera como organización eco-
nómica, hace años que no existe como fuerza política.
El pangermanismo, partido de reacción política,
se apoya precisamente en las masas democráticas.
Una originalidad de la psicología del pueblo alemán.
De no haberse plegado Guillermo II á las exigencias
de los pangermanistas, éstos, en su cólera, habrían
llegado hasta una revolución: pero una revolución al
revés, en favor del retroceso, contra un emperador
que no era bastante emperador. El rey de Prusia y
todos los soberanos confederados de Alemania hace
años que están convencidos de que su destronamiento
sería inevitable al ponerse enfrente del pangerma-
nismo.
Los periódicos de la Liga mostraron en diversas
ocasiones una insolencia antimonárquica contra los
pequeños soberanos alemanes, y sus sarcasmos han
(Dibujo de Roubille)
halagado á las masas
obreras en sus aspira-
ciones igualitarias. Las
publicaciones satíricas
del pangermanismo ha-
cen objeto de sus burlas
al «Serenisimus», que es
en Alemania el tipo del
soberano de pequeño Es-
tado, principe imbécil
que pretende ocultar su
nulidad exigiendo gran-
des muestras de respeto.
Con estas audacias de
lenguaje y con sus críti-
cas atrevidas contra el
emperador, la prensa
pangermanísta consi-
guió apoderarse de las
clases populares, que
buscaban la lectura de
tales hojas «porque de-
cían la verdad». De este
modo el público, que úni-
camente deseaba reír
con las caricaturas contra los pequeños príncipes ó
las censuras á las costumbres del kaiser, ha acabado
por aceptar poco á poco todas las afirmaciones de la
doctrina pangermanísta.
Los socialistas desde hace años han observado en
Alemania una conducta doble. De vez en cuando sus
diputados provocaban una tormenta parlamentaria
en el Reichstag, censurando la política personal del
emperador ó las palabras de su canciller. Pero esto
sólo era una
comedia para
halagar á las
masas del par-
tido y sostener
su entusiasmo.
La prensa
pangermanísta
comentó mu-
chas veces con
ironía la con-
ducta de los di-
putados socia-
listas. Los «pu-
ros» del parti-
do, los intran-
sigentes, exi-
gían á sus re-
presentantes
una política
honrada con
arreglo á los
ideales socia-
listas. Una mu-
,DiüS ESTÁ CON nosotros!
Un dios que lleva escopeta
(Caricatura italiana)
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
477
CUATRO GENERACIONES DE REVÉS
478
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
jer, Rosa Lu-
xemburgo, figu-
ra á la cabeza
del elemento
generoso y des-
interesado, sos-
ten iendo las
tradiciones re-
volucionarias
de los primeros
tiempos del so-
cialismo ale-
mán. «Par a
evitarse los ra-
yos de esta Juno
del socialismo
— dijo un perió-
dico pangerma-
nista — , los di-
nBBKNBCHT putados dcl
partido provo-
can escándalos en las sesiones del Reichstag, bailan-
do una especie de danza guerrera con imprecaciones
salvajes, llamamientos al orden del presidente y otros
accesorios. Pero luego en las comisiones se mues-
tran como unos excelentes muchachos, marchando de
acuerdo en todo con el canciller.»
Están muy lejanos para el socialismo alemán los
tiempos en que Bebel y Liebknecht (padre) se hacían
condenar á 18 meses de fortaleza por haber protes-
tado enérgicamente contra la anexión de Alsacia-
Lorena.
La decadencia moral del socialismo alemán se ha
extremado en razón del aumento de sus adherentes y
la importancia de su organización. En 1887 el grupo
socialista del Reichstag constituía una minoría irri-
soria, y sin embargo amargó la vida de Bismarck,
oponiéndose de un modo irre-
ductible á la aprobación de
aumentos militares.
— ¡Ni un hombre más ni un
céntimo más! — dijeron los so-
cialistas de entonces.
Y Bismarck se vio obliga-
do á disolver el Parlamento
para hacer callar á la oposi-
ción.
En 1893 el socialismo sólo
había llegado á tener 40 di-
putados, pero éstos lucharon
con tanto vigor contra las pri-
meras exigencias de la Liga
Pangermanista, que hicieron
necesaria una nueva disolu-
ción del Reichstag para que
aquélla pudiese obtener un
aumento en los créditos mili-
tares.
En 1913 los socialistas llegaron á ser 110 en el
Reichstag, pero su oposición resultó una miserable
comedia, que hizo reir muchas veces á los mismos
enemigos. Esta conducta la han observado igualmen-
te en Agosto de 1914, al declanxrse la guerra, acep-
tando todas las pretensiones del militarismo.
De estos 110 diputados sumisos al gobierno impe-
rial como buenos servidores, sólo hay que exceptuar
á Liebknecht el joven, que siguiendo el ejemplo de su
padre protestó contra el aumento de las fuerzas mili-
tares y luego contra la oportunidad de la guerra, ha-
ciendo responsable de sus horrores á la política del
pangermanismo.
La conducta del grupo parlamentario socialista
en 1913 fué extremadamente ridicula. Hablaron tea-
tralmente sus diputados contra la proposición de au-
mentos en el ejército, y luego votaron los créditos ne-
cesarios para que dicho aumento se costease.
Un representante pangermanista dijo irónicamen-
te al comentar la puerilidad de este doble juego: «Pro-
curar los fondos necesarios para la compra de una
mercancía equivale igualmente á procurarse la mer-
cancía.» Los socialistas, después de oponerse al au-
mento de los contingentes militares, se encargaron de
demostrar al gobierno la falta de seriedad de su opo-
sición, apresurándose á conceder el dinero necesario
para el sostenimiento de aquéllos.
Bethmann-HoUweg y el ministro de la Guerra des-
de lo alto de la tribuna procuraron hacer resaltar el
triunfo del pangermanismo, congratulándose de la «ac-
titud patriótica» de los diputados socialistas. Estos
habían advertido secretamente al gobierno que no
hiciese caso de las «extravagancias» que tendrían
que decir sus oradores para dar gusto á los intransi-
gentes del partido, así como de los manifiestos franco-
alemanes contra los armamentos, que iban á suscri-
bir para dar gusto á los socialistas de Francia.
UN MITIN SOCIALISTA
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
479
Esta conducta fué tan irritante que algunos perió-
dicos imparciales y ajenos al socialismo no vacilaron
en calificarla de «lamentable comedia». Como dice un
autor, «sólo puede explicarse esto de dos modos: ó los
dirigentes del socialismo en Alemania han sido gana-
dos por las ideas imperialistas, ó convencidos de que
estas ideas se han apoderado de las masas populares
no se atreven á combatirlas de frente y se dejan
arrastrar por el pangermanismo para mantener su
situación política».
Los viejos socialistas de todo el mundo hace tiem-
po que se dieron cuenta de la gran transformación, en
sentido reaccionario, sufrida por los directores del so-
cialismo alemán. «Se han aburguesado y constituyen
un partido político igual á los otros», afirman algunas
revistas importantes del marxismo. Las palabras re-
volucionarias que entusiasmaron á la anterior gene-
ración resultan incomprensibles para los nuevos so-
cialistas alemanes. «La generación joven — dijo un
diputado en el congreso del partido celebrado en Jena
en 1913 — se nos escapa de entre las manos porque no
quiere oír hablar de antimilitarismo.»
La joven Alemania, preparada mentalmente por
los pangermanistas desde la escuela de primeras le-
tras, ama la guerra y la conquista y desea la gran-
deza de su nación por medio de las armas. Los direc-
tores del socialismo, para no perder la adhesión de las
masas, han modificado su doctrina, despojílndola de
sus afirmaciones más simpáticas, ó sea de la aspira-
ción á la paz universal y la fraternidad entre los hom-
bres. Todo cuanto tiene la doctrina socialista de idea-
lismo moral y que entusiasmó románticamente á las
anteriores generaciones, ha sido suprimido por el so
cialismo de Alemania. Las aspiraciones de éste son
materiales, egoístas é inmediatas. Busca solamente
un aumento en el bienestar de sus asociados, y á cam-
bio de conseguirlo se muestra dispuesto á aprobar
BEBBL
ORADOR SOCIALl!<TA HABLANDO AL PUEBLO
todos los actos
del gobierno
imperial y con-
sentir todas las
agresiones con-
tra los demás
pueblos.
Sus represen-
tantes en el
Keichstag han
sido denuncia-
dos muchas ve-
ces por los so-
c i a 1 i s t a s de
otros países,
como simples
politicastros,
iguales á los
de los partidos
conservadores,
hinchados de
satisfacción y de orgullo porque el emperador aprecia
su apoyo y el Canciller les agradece con una sonrisa
ó un apretón de manos su firme adhesión á la política
militarista.
G
La inmensa mayoría de las universidades y los in-
telectuales de Alemania, es afecta al pangermanis-
mo. El maestro de escuela en las primeras gradas de
la educación y el «Herr Doctor» y el «Herr Professor»
en los peldaños superiores, pi-eparan y moldean á su
modo el espíritu de la juventud.
Bismarck dijo brutalmente que «la fuerza está por
encima del derecho». El profesorado germánico ha
modificado esta expresión, suavizándola hipócrita-
mente, dándole un aspecto científico. «La fuerza crea
el derecho», y en todas las cátedras de Alemania los
profesores desarrollan dicho
tema, inculcando á la juven-
tud la necesidad de ser fuer-
tes y de triunfar, con la cer-
teza de que la victoria santifi-
ca los mayores atropellos é
infunde la respetabilidad del
derecho á las más locas auda-
cias. Para el intelectual ale-
in;in el vencido no tiene dere-
cho alguno y debe ser impla-
lablemente sacrificado. Ale-
mania dominará á todo el
niimdo por ser la nación más
fuerte, y al desarrollo y con-
solidación de su fuerza diri-
gen todas sus energías los
pangermanistas universita-
rios. Sus enseñanzas son un
himno continuo á la energía,
la actividad, la fuerza y la
480
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
UN «HERR PROFBSSOK» CON SU TOGA TRADICIONAL
violencia, preconizadas como las únicas virtudes que
pueden sostener á una nación moderna.
El culto de la fuerza para estos alemanes intelec-
tuales no es únicamente la práctica de la potencia
militar. Recomiendan igualmente el infundir á la cien-
cia una atrevida impetuosidad para que sirva de au-
xiliar en la obra nacional. Todo lo subordinan á las
empresas del pangermanismo; al triunfo de «la más
grande Alemania». La ciencia universitaria debe ser
una colaboradora del Estado
Mayor alemán. El arte debe
ser utilizado para imponer al
mundo el gusto alemán. La
música es igualmente una po-
tencia que debe difundir uni-
versalmente la sensibilidad
germánica.
Las jóvenes generaciones
de Alemania han surgido de
las universidades convencidas
de que la raza germánica debe
dominar al mundo. Al ser des-
pués oficiales del ejército, di-
putados ó grandes represen-
tantes de la industria, pusie-
ron en práctica las enseñan-
zas del pangermanismo, arras-
trando su pais á la guerra por
la dominación universal.
El orgullo de los pangermanistas, como ocurre en
todos los partidos de violencia, ha ido más allá de lo
que pretendieron sus fundadores. Desearon éstos es-
tablecer únicamente la dominación sobre los paises de
origen alemán que no forman parte de Alemania. Tal
propósito, aunque amenazador para la tranquilidad
de Europa, era razonable. Pero los más ardientes
pangermanistas, empujados por la vanidad, han avan-
zado de conclusión en conclusión hasta proclamar
que el pueblo alemán es «el pueblo elegido», el ver-
dadero pueblo de Dios, designado desde el principio
del mundo para regenerar á la humanidad.
Estos energúmenos, para probar sus conclusiones,
exaltan con loca confianza la superioridad de su na-
ción y los gloriosos dones que la ha prodigado el cie-
lo. Alemania es el pueblo según ellos más puro y de
virtuosas costumbres. Su gusto es infalible y delicado
en todo. Nadie como los alemanes cultiva el ideal.
Sus artistas son siempre de genio. Ninguno de sus
sabios puede equivocarse. Todas estas afirmaciones,
de un orgullo tan insensato que provoca la risa, es-
tán consignadas en el libro Los fundamentos del *■«-
glo XIX, cuya publicación y difusión favoreció el em-
perador.
La nación privilegiada no se compone únicamen-
te— según estos propagandistas — de los pueblos de Eu-
ropa que hablan más ó menos correctamente el ale-
mán. Existen otros paises que deberían hablar el
alemán y se obstinan en no hablarlo; grave error que
remediarán las armas del Imperio algún dia, obligan-
do por la fuerza á estos refractarios á que no menos-
precien sus tradiciones. Según estos pangermanistas
próximos á la demencia, son alemanes y deben per-
tenecer á la Alemania del porvenir los suecos, los
noruegos, los dinamarqueses, los holandeses, los in-
gleses, los belgas, los rusos de Curlandia, los húnga-
ros y los polacos. La Bohemia debe ser alemana. La
PR0FB30RBS ALEMANES BN BL CLAUSTRO DB UNA UNIVERSIDAD
HISTOÍÍIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
481
Lombardia y todo el Norte de Italia pertenecen tam-
bién históricamente al Imperio alemán. Servia y
Croacia figuran igualmente, á pesar de su indiscu-
tible origen eslavo, como poblaciones germ;inicas.
Casi todo el Norte de Francia debe hablar alemán,
aunque se obstina lamentablemente en conservar su
inferioridad gala, y al Imperio pertenecerán algún
dia el Flandes francés, la Champaña, el Franco-Con-
dado y la Borgoña.
Este ridiculo tejido de locuras, fabricado con prue-
bas históricas, falsas ó pueriles, es la obra de eru-
ditos ilustres, de catedráticos de Leipzig, Munich
y Berlin que figuran como pensadores de renom-
bre. Algunos van más lejos aún en su carrera de
absurdos, y á fuerza de hipótesis, de torturar etimo-
logías y falsificar textos, han llegado á persuadir á
las crédulas y orgullosos masas pangermanistas de
que todos los grandes hombres que honran á la huma-
nidad fueron de origen alemán y pertenecen á la gran
familia alemana, habiéndose ignorado esto hasta nues-
tros días porque la envidia que los hombres del Sur
sienten contra las tribus germánicas embrolló la ver-
dadera historia.
La demencia pangermanista da un titulo de nacio-
nalidad alemana á todas las grandes figuras univer-
sales de la ciencia, del arte ó de las religiones, hala-
gando de tal modo á las diversas y disparatadas
clases que se amalgaman en el seno de su partido.
Dante era alemán: no hay más que estudiar su retra-
BOLAS DE JABÓN
Las ilusiones del kaiser
(London Opinión)
LA voz DE DIOS
-Va que pretendes ser mi aliado, respeta mis moradas
(l'uck, de Kueva York)
to, según los citados autores, para convencerse de su
origen germánico. San Francisco de Asis también era
alemán. ¿CJino explicar de otro modo su fervor hu-
manitario y su poéti'-a bond;id, que son virtudes pu-
ramente gerra micas? Pascal era alemán y Montaigne
también, pues únicamente puede concebirse asi su
notable inteligencia.
Un «Herr Professor» llamado Ludwig Woltmann
ha publicado una obra extensa y paciente para de-
mostrar que todop, absolutamente todos los grandes
artistas del Renacimiento italiano procedieron igual-
mente de familias germánicas. Benvenuto Cellini era
de origen alemán, y para convencerse de ello basta
decir que tenia la barba rubia, tirando á roja. La pro-
cedencia alemana de Miguel Ángel Buonarotti aun es
más fácil de probar. El apellido Buonarotti es un deri-
vado de Bohn-Rdttn, lo (iiie denuncia su origen sajón.
Lo mismo ocui're con Leonardo de Viiici. Este Viiu-i
es una falsificación italiana: «^u verdadero apellido,
según los pangermanistas, era Wincke. El origen ale-
mán de líafacl es indiscutible, y únicamente 1>'S ene-
migos del Imperio germánico pueden ponerlo en duda.
El apellido de Rafael, Sanx.io ó Santi, corresponde
indiscutiblemente al de Sandt, muy generalizado en
Alemania. Además, el gran pintor de las Madonas
tuvo un rostro noble, la barba rubia «y sus ojos eran
el espejo de una hermosa alma», condiciones «lue seria
injusto y erróneo ir á buscar fuera de la raza ger-
mánica.
482
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
JULIUS KAISER
GENERAL HÉRCULES
JOHANNA VON ARKSTBIN
WILIIELM hCHAKHSPEAR
Julio César, Hércules, Juana de Arco y Shakespeare, que con otras grandes figuras han sido reclamadas por el panger-
manismo, atribuyéndoles origen alemán
Los grandes hombres de la humanidad no han
bastado á la ambición anexionista de estos dementes
del patriotismo. Han querido dar á su doctrina un
carácter divino, y el doctor Reimer, en una obra vo-
luminosa titulada Una Alemania pangcmanista, ha
hecho algo más que todos sus colegas. Reimer prueba
de un modo concluyente que Jesucristo fué alemán.
«Si Cristo no es de origen teutón — argumenta dicho
autor — , habría que considerarlo como un simple mito;
pero como nuestro Salvador ha existido, y esto nadie
puede ponerlo en duda, de aquí que hay que recono-
cerlo como alemán.» Además la tradición afirma que
fué rubio, prueba concluyente de germanismo que
únicamente pueden desconocer los espíritus obtusos ó
frivolos de la Europa del Sur. El erudito doctor rema-
cha su demostración con el apoyo de la etimología
— que no se engaña nunca — , analizando el nombre de
Jesús. La primera sílaba, Jex, es para él una altera-
ción de la sílaba Gvr. La segunda sílaba, ux, es una
terminación latina de todas las palabras masculinas
y equivale en idioma germánico á man De lo que re-
sulta indiscutiblemente que Jesús quiere decir Ger-
mán, ó sea germano. ¿Quién, después de esto, podrá
negar que Jesu-
cristo fué ale-
mán?...
El lector,
asombrado por
la inmensidad
de tales extra-
vagancias, tal
vez las crea
producto de
unos simples
locos, sin nin-
gún prestigio
en su país. Se
equivoca. Es-
tas divagacio-
nes han sido
acogidas por
(Punch, de Loudres)
toda la Alemania estu-
diosa «como palabras de
Evangelio», ayudando á
su éxito el verlas apoya-
das y propagadas por
Guillermo IL Las revis-
tas más serias y anti-
guas del profesorado, así
como las publicaciones
más difundidas de la li-
teratura alemana, ana-
lizaron los libros extra-
vagantes de Woltmann
y de Reimer con la mis-
ma gravedad que dedi-
can á las obras científi-
cas de primer orden. En
las bibliotecas más severas é inabordables de Alema-
nia figuran estos dos libros. El kaiser ha favorecido
su publicación y facilitado con su dinero las edicio-
nes abundantes. El pangermanismo, que desea man-
tener al pueblo alemán «peligrosamente enfermo, in-
solentemente vanidoso é hinchado de un orgullo terri-
ble», ha visto en tales obras y otras de su misma clase
el medio de acrecentar su influencia en las masas. El
emperador megalómano también tiene interés en ati-
zar el fuego de la orgullosa demencia alemana, hacien-
do creer al pueblo que la Providencia lo ha creado
para que sea
el dispensador
de toda civili-
zación, el ins-
trumento del
cíelo y que sus
enemigos son
los enemigos de
El pangermanismo apoderándose del mundo
(Caricatura de Maitrejeau)
Un pangermanlsta humillado al verse prisionero
de dos bárbaros Ignorantes de su alta <kullur>
(The Daily Qraphic, de Loudros)
Dios.
D
Los profeso-
res del panger-
manismo que
se apoyan en
una metódica
falsificación de
la historia,
para hacer
creer que gran parte del mundo corresponde á Ale-
mania, han apelado igualmente á la etnología para
demostrar la superioridad de las razas indo-germáni-
cas, que son rubias, sobre las razas que no son indo-
germánicas ni rubias.
Lo más extraordinario es que esta nueva manifes-
tación seudo-cientifica de la soberbia alemana, está
basada en las teorías de un francés, el conde Aquiles
de Gobineau.
Éste, que fué un diplomático de talento paradojal,
vivió largos años en el extranjero y escribió muchos
libros, sin conseguir la celebridad en su país. Hostil á
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
483
la Francia moderna y democrática, que concede los
primeros puestos por el sufragio popular y no por los
privilegios del nacimiento, el conde de Gobineau em-
pleó sus largos ocios diplomáticos escribiendo obras
literarias y científicas que cayeron al poco tiempo en
el olvido.
El más voluminoso de sus libros, un tratado sobre
La denigunldctd de las razas humanas, pasó inadverti-
do en Francia y obtuvo al otro lado del Rhin un
éxito inmenso, aceptándolo los alemanes como
una especie de Evangelio. Ricardo VVágner, gnin
amigo de Gobineau, fué de los que más contribu-
yeron á la difusión de sus teorías. El diplomáti-
co, retirado en una provincia de su país á fines
del imperio de Napoleón III, se vio elevado por
los profesores de Alemania á las alturas de la
mayor celebridad. Este francés, sin darse cuen-
ta y sin desearlo, había halagado la soberbia
alemana, dando una base falsa, pero de aparien-
cia científica, á su orgullo y sus anhelos de do-
minación.
Ya en tiempos anteriores algunos nobles fran-
ceses de alta cultura, deseosos de sostener sus
privilegios de nacimiento, dándoles un barniz
científico, habían escrito libros para demostrar
la superioridad de la sangre azul de los francos,
dominadores y aristocráticos, sobre la sangre
roja de la muchedumbre de galos-romanos. Pero
esta tesis era ya vieja en la época de Gobineau.
La ciencia ha demostrado que la sangre es roja
para todo el mundo, y que una sangre que se
vuelve azul corta el desarrollo de la vida. El
aristocrático y melancólico Gobineau tuvo que
renunciar al argumento del color de la sangre,
pero descubrió otro de mayor novedad, el del
color de los cabellos, que es menos discutible,
pues nadie puede negar que existen en el mundo
hombres morenos y hombres rubios. Toda la doc-
trina de Gobineau, expuesta con la difusión
amada por los alemanes, se basa en el siguiente
silogismo: «Los hombres rubios han nacido para
mandar á los hombres morenos. La prueba es
que los germanos que eran rubios conquistaron
á la Galia romana.»
Como dice P. Mille, lo que se calló Gobineau,
pero se lee entre líneas en toda su obra, es esta
conclusión egoísta: «Yo desciendo de los hombres ru-
bios; luego debéis darme el lugar que me correspon-
de.» Gobineau no parecía muy seguro de la solidez
de sus teorías, pero era un escritor que ansiaba apo-
derarse de la atención pública, esquiva hasta enton-
ces con él, asombrándola con toda clase de paradojas
audaces. Francia, que sabe distinguir, no hizo gran
caso de las exageraciones del escritor, pero los ale-
manes las aceptaron como sí fuesen oro puro, tanto
más cuanto que halagaban su pretensión á la supe-
rioridad sobre el resto del mundo.
El entusiasmo por Gobineau tomó en las universi-
dades germánicas el carácter de un culto religioso.
Los profesores se asociaron formando escuela en tor-
no de la obra de este francés que al morir parecía
algo asombrado é inquieto por su inesperada gloria
al otro lado del Rhin. Las sociedades de estudios «go-
bíneauescos» comentaron, profundizaron y retorcie-
ron las doctrinas del maestro, dando el carácter de
una verdad científica é indiscutible á la superior no-
Shakespeare. dramaturgo alemán, frecuentemente traducido en Inglaterra
(The Byítander)
bleza de la raza alemana sobre todos los pueblos del
mundo.
Hace muchos años que no existe la Alemania poé-
tica y sentimental descrita por Míid. Stael; la Ale-
mania virtuosa y pensadora que el entusiasta Miche-
let ofrecía como modelo á Europa. La Alemania del
presente, orguUosa de sus victorias, que todo lo ve
grande, colosal, y sin despojarse de su armadura de la
Edad Media quiere imitar la vida juvenil y vertigi-
nosa de los Estados Unidos, es muy distinta á la Ale-
mania del pacifista Kant, del sereno y humano Goethe,
del republicano Beethoven.
484
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
EL KlíONPlilMTZ Y SU HIJO BO PKÍNCll'K
OUILLBKMI) FBDBKICO
Los pangermanistas reniegan su pasado intelec-
tual y pacifico, ya que sólo lo recuerdan como una
justificación engañosa del presente ó como un titulo
de orgullo, sin intento alguno de reanudar sus tradi-
ciones. Ahora Alemania es simplemente un pueblo de
hombres de acción, envanecidos por su rápido triunfo,
hambrientos de riquezas y de goces, convencidos de
que la prosperidad material es el único fin del progreso
humano, sostenedores de una civilización que se basa
en el bienestar automático, ansiosos de imponer su
propio molde á
todas las na-
ciones.
«Alemania es
la sal de la tie-
rra.» «La hu-
manidad se sal-
va ni haciéndo-
se alemana.» Y
el militarismo
se ve apoyado
por estas afir-
maciones y
otras semejan-
tes que surgen
de las universi-
dades de más
bü cituz Dü HiKiiuo ^llii "6l Rhin.
(New York Tribune) Una estrecha
confratei-nidad existe entre el oficial y el profesor.
El cuarto de banderas y el laboratorio abrigan las
mismas aspiraciones.
El sabio alemán, hombre pacifico en su vida prác-
tica, que encamina todas sus energías á la conquista
de un titulo de Excelencia, muestra teóricamente
desde su pacifico retiro la ferocidad implacable de un
bárbaro de las antiguas invasiones. Al ver al gallar-
do teniente de la Guardia ó al escuchar las arengas
belicosas que vocaliza el kaiser como un tenor heroi-
co, el alma de este sabio, que es tierna y guerrera á
la vez, siente el deslumbramiento amoroso, el mismo
éxtasis simple que arrastra en los paseos á la nodriza
ó la criada hacia el hombre de tropa con vistoso uni-
forme.
Mientras los descendientes de Federico II sueñan
con apoderarse de Europa entera valiéndose del mis-
mo procedimiento que empleó aquél para enseñorear-
se de la Silesia, los respetables profesores de Alema-
nia falsifican anticipadamente los derechos que han
de servir para justificar tales conquistas. Con este fin
han retocado y completado la doctrina de Gobineau,
produciendo una teoria monstruosa y pueril que pre-
tende demostrar cómo la humanidad entera debe ser
gobernada por
el soberano de
Prusia.
Los germa-
nos son, según
ellos, la aristo-
cracia de la hu-
manidad. Dis-
frutan de este
titulo de supre-
ma nobleza,
porque proce-
den directa-
mente de los
antiguos arios.
Los ingleses
también eran
arios, según los
profesores ale-
manes. No podian negarles este origen, ya que según
Gobineau el ario tenia el cabello rubio y los ojos
azules.
Pero los subditos británicos desde hace unos me-
ses, ó sea desde que se pusieron enfrente de la políti-
ca de Guillermo II y su canciller Bethmann-Hollweg,
j'a no son arios. Perdieron todos sus derechos y no
merecen la más pequeña parte en el futuro reparto
del mundo. Son traidores á su origen, y por culpa de
Sir Edward Grey caerá sobre ellos la maldición de
sus remotos abuelos los arios, que nadie sabe cómo
fueron y cuyas tumbas nadie sabe dónde están.
La ciencia que no es alemana se atreve á decir
que es una puerilidad hablar de razas como de algo
determinado é intangible; que no existen razas puras;
EL CASCO GERMÁNICO APLASTANDO
Á LA PALOMA DE LA PAZ
(Life, de Niiev» York)
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
485
A LA CONQUISTA DEL MUNDO
(Mucha, de Vaisovia)
que después de tantos siglos de historia conocida, cada
pueblo es un conjunto de diversas sangres y orígenes,
y que la misma nacionali-
dad alemana, formada al
azar de las conquistas, está
compuesta de diversos ele-
mentos étnicos. Los prusia-
nos, directores de los desti-
nos de Alemania, resultan,
por su origen, más eslavos
que germanos. No todos ellos
son rubios ni tienen los ojos
azules, y en cambio las gen-
tes de este aspecto abundan
en los pueblos del Sur. El
cráneo del ario era, según
los investigadores, muy des-
arrollado y saliente en su
parte posterior, y el buen
alemán, por la grotesca con-
figuración de la cápsula ósea
que contiene el tesoro de sus
orgullos y sus locas esperan-
zas, ha merecido de muchos
pueblos el apodo de «cabeza
cuadrada».
Además — y esto es muy
importante — , nadie sabe
con certeza cómo fueron los
arios; nadie puede probar si
realmente existieron como
una raza pura y originaria, ó si son una de tantas
denominaciones inventadas por la ciencia para encua-
drar sus teorías. Unos han
tenido á bien imaginárselos
rubios y grandes; otros, con
igual derecho, los han des-
crito morenos y de mediana
estatura.
Los profesores alemanes
convierten al ario — ya que
éste no puede quejai'se y se
presta á todo— en un perfec-
to alemán, y en nombre de
la superioridad aria justifi-
can las aspiraciones germá-
nicas al dominio del mundo.
El mundo debe ser goberna-
do por los más nobles; y los
más nobles son ellos.
Europa se halla dividida,
según los pangermanistas,
en dos enormes agrupacio-
nes étnicas. Al Norte, el ario,
ó sea el alemán, el señor que
reclama su herencia, «la
sal de la tierra», rubio,
blanco, con ojos azules. Al
Sur, el homo mediterraneus,
moreno, inquieto, mentiroso
— pues sólo el alemán cono-
ce la verdad — , de gran ra-
BL MENSAJERO DE I>A GUERRA
La Muertb al Obrero.— DcIü eso y toma el fusil. Tu trabajo,
para mi, no representa nada.
(Maoriland Worker de WelUugton)
486
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
pidez para la comprensión, de una inteligencia Biem-
pre pronta al invento y con un exagerado amor á la
libertad; defectos todos ellos que le hacen ser algo in-
dependiente é ingobernable. En resumen: una mala
persona.
Este homo mediterraneus es el que desde Grecia y
desde Roma civilizó al mundo. Á este tipo inferior,
llamado á desaparecer por una sentencia del profeso-
rado germánico, pertene-
cemos todos nosotros los
llamados latinos.
La pueril división do
razas de los alemanes con
su acompañamiento de
virtudes y defectos, com-
pletamente gratuitos, es
visible en la más genera-
lizada de las produccio-
nes del arte germánico
contemporáneo. Wágner,
amigo y admirador de Go-
bineau, se dejó influen-
ciar por las teorías de éste
en sus obras de poeta-mú-
sico.
Sigfrido resulta el héroe
representativo de la mo-
derna Alemania. Recuer-
da á Guillermo II, á pesar
de sus brazos robustos.
Es un tócalotodo exube-
rante, hablador, jactan-
cioso, incoherente, sober-
bio, como hijo de los dio-
ses, y que se cree capaz
de las empresas más in-
verosímiles. Olvida la fe
jurada con fácil ingrati-
tud y salta rápidamente
de un sentimiento á otro.
No dice que guarda «la
pólvora seca», porque en
tiempos del Walhalla no
la había, pero canta la
gloria de «la espada bien
afilada», como si fuese un
orador de grandes maniobras ó de cubierta de yatch.
Su suficiencia no reconoce limites, y al percibir la voz
del ruiseñor entre los murmullos de la selva, corta
una flauta en las cañas y pretende imitar torpemente
la melodía de la Naturaleza. Del mismo modo el Sig-
frido de nuestra época, hastiado de pronunciar aren-
gas y dar su nombre á cuadros ajenos, se sintió atraí-
do por los gorjeos de la gloria artística, y cortando
una flauta... en un cañón de fusil, lanzó al viento el
Himno á Egir, música divina de la que nadie pudo
reírse sin incurrir en el delito de lesa majestad.
Sigfrido, el héroe inconsciente, es rubio: un verda-
dero ario. En cambio, el traidor Hagen, que acaba
con él, los sórdidos nibelungos, los enanos malignos,
toda la caterva ruin, enemiga de la nobleza y el he-
roísmo, son morenos y de cabello negro: todos repre-
sentantes del homo mediterraneus, que deberá ser
suprimido ó esclavizado cuando el mundo se salve,
dejándose gobernar por los alemanes.
El sabio prusiano que colabora con el Estado Ma-
yor dispone de algo más
que los orígenes étnicos
para afirmar el derecho
de Alemania sobre los
pueblos de Europa. Apela
á la Historia y declara
tierra alemana todo país
hollado por las tribus ger-
mánicas invasoras, aun-
que hayan transcurrido
desde entonces decenas de
siglos.
Ya hemos dicho cómo
el pangermanismo recla-
ma por suyas Bélgica, Ho-
landa y muchas provin-
cias de Francia. Si sus
teorías adquiriesen un es-
tado de realidad, la Ger-
mania, victoriosa, con la
historia en la mano lo
mismo que una ganzúa,
irá forzando las puertas
de todos los pueblos. Sí
sus guerreros pudieran
apoderarse de Francia en-
tera, sus profesores se en-
cargarían de probar des-
pués que Francia había
sido alemana siempre.
Con igual facilidad demos-
trarían que Italia es ale-
mana por los emperadores
germánicosque en la Edad
Media extendieron su po-
derío á la Sicilia.
Hasta los habitantes de
la Península Ibérica, es-
pañoles y portugueses, quedaríamos comprendidos en
sus reivindicaciones históricas cuando nos llegase la
hora. Los burgraves de la universidad evocarían el
recuerdo de los godos, fundadores de la monarquía
española. Igualmente harían memoria de los vánda-
los que de las arenosas llanuras de Prusia vinieron á
civilizar Andalucía con la antorcha y con la espada,
lo mismo que sus descendientes acaban de civilizar á
Bélgica. Y como la mayor parte de América fué des-
cubierta y civilizada por españoles y portugueses, el
vencedor alemán, en nombre de una Iberia alemana
hace quince siglos por la invasión de los godos y los
QUERIENDO ESCALAR EL PEDESTAL DE LOS GRANDBS
CONQUISTADORES DEL MUNDO
(Mofiern Life)
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
487
vándalos, haría valer sus derechos sobre el Nuevo
Mundo, desde los Estados meridionales de la Repúbli-
ca Norte -Americana que fueron españoles hasta la
Tierra de Fuego.
Esto es absurdo: no lo negamos. Pero todo absurdo
es colosal, y lo colosal atrae con fuerza irresistible á
la mentalidad germánica. Más absurdo resulta que en
nuestra época, de rápidas comunicaciones y medios
de información unlversalizados, noventa y tres inte-
lectuales de Alemania, muchos de ellos eminentes y
que gozaban de general respeto, hayan mentido como
bellacos,
pretendien
do engañar
al mundo
en un ma-
nifiesto del
que habla-
remos opor
tunamen-
te, y en el
que repiten
como una
cantinela:
«No es ver-
dad que ha-
yamos des-
truido pue-
blos en Bél-
gica.» «No
es verdad
que asesi-
nemos á las
gentes. »
«Creednos
en nombre
.deKant,de
Goethe y
de Beetho-
ven», á la
misma ho-
ra en que
llameaban las ciudades bajo la pastilla incendiaria del
laboratorio de Berlín, se desmoronaban las universi-
dades, corrían las multitudes locas de terror huyendo
de las furias diabólicas regimentadas y disciplinadas
á la prusiana, y caían acribillados por el plomo los
«bandidos» belgas y franceses que osaron defender sus
casas y la honra de sus mujeres.
Para el conquistador alemán lo primero es tomar,
siguiendo el cínico consejo de Federico II. Tras de sus
pasos llega el sabio, y extendiendo mapas y apuntes
sobre la cureña del 420, demuestra, con un método
rectilíneo y la testarudez de un buey que abre el sur-
co, cómo toda la tierra conquistada pertenecía antes
á los alemanes, cómo les corresponden otras y otras
adquisiciones hasta que el globo entero sea suyo, y
cómo la mayor felicidad para un hombre del siglo XX
consiste en ser algún día subdito de Guillermo II, al
que llama el profesor Lasson de Berlín «Delicias del
género humano».
El homo mediterraneus , que tiene un concepto espe-
cial de la dignidad, no quiere plegarse á la disciplina
automática preconizada por los alemanes como el me-
jor modelo de existencia. Su noción del ridículo — una
noción propia de los pueblos inferiores, que no cono-
ce la superioridad germánica — le impide avanzar en
la vida marcando el paso y extendiendo rígida la
pierna, eo-
Bi mo en «la
marcha del
ganso» in-
ventad a
por el rey-
sargento.
Pero á
pesa r d e
estos gra-
ves defec-
tos, el hom-
bre more-
no, ruido-
so, indivi-
dualista y
poco gober-
nable, ha
hecho algo
digno de
mención
desde que
la Historia
empezó á
consignar
sus hechos.
Esparcido
en las mil
islas del
fondo del
Mediterrá-
neo, fué barquero de lo desconocido, argonauta del
misterio, pastor de las montañas perfumadas entre
enjambres de rumorosas abejas, comerciante en los
puertos, donde al mismo tiempo que las mercancías
se cambiaban los poemas de los rapsodas. Sobrio y
entusiasta, alimentado con pescado seco, un poco de
miel y torrentes de sol, pensó y soñó como ningún otro
pueblo de la tierra. El mundo, después de tres rail
años, admira su obra más que la de los imperios de
monstruoso poder.
Estos hombres mediterráneos dieron forma al pa-
triotismo en Maratón y Salamina; cristalizaron el sen-
timiento de la belleza en las columnatas de las acró-
polis y los blancos frontones reflejados por el espejo
verde del mar; encendieron el fuego divino de la poe-
sía, de las artes y del pensamiento filosófico; divini-
LA «KULTÜR» BN ACCIÓN
La Universidad de Lovalna entregando al kaiser el diploma del doctorado de honor («lionoris causa»)
por su tesis sobre el derecho de los pueblos
(Dibujo de Albert Uuhn, de Ifotenkraker, de Amstordáu)
488
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
zaron su propia existencia dando á los dioses la forma
humana. Su imaginación pobló las ondas de sirenas,
los ríos de ninfas, los bosques de faunos errantes y
velludos que hicieron sonar en sus rústicas flautas la
santa alegría de vivir.
Otros hombres morenos, atormentados por la pre-
ocupación del más allá de la muerte, soñaron también
en las orillas mediterráneas, elaborando diversas con-
cepciones del misterio de ultratumba, así como los
griegos habían construido su serena obra para glorití-
car la terrenal existencia.
Todas las religiones que
hoy dirigen y aconsejan al
mundo civilizado, surgie-
ron de la orilla que bate el
mar azul después de haber-
se deslizado por las tortuo-
sidades de los archipiéla-
gos griegos.
El germano hinchado de
orgullo, que se considera
único en el mundo, si es
creyente — cristiano ó ju-
dío— tiene que repetir lo
que hace miles de años pen-
saron dos agrupaciones de
hombres surgidas del suelo
árido de Judea. Si es incré-
dulo, todas sus audacias in-
telectuales no pueden ir
más allá de lo que explo-
raron mentalmente otros
hombres paseando por los
pórticos de Atenas. Sí adora
á las artes tiene que sufrir
la remota y viva influen-
cia de una estética inmor-
tal, y cuando intenta salirse
de ella por un anhelo impul-
sivo de originalidad, pro-
duce lo grande, lo mons-
truoso, sinónimo de fealdad
ó ridiculez.
Hasta en la guerra, que es según el alemán la más
divina de las manifestaciones humíxnas, sufre éste la
humillante superioridad de las gentes del Sur, menos-
preciadas por él. Su héroe Federico fué gran capitán
en una época que no produjo un solo capitán media-
no. Su Moltke, glorioso obrero de la estrategia, metó-
dico y paciente, adaptó y ajustó las enseñanzas ante-
riores, sin originalidad personal. En cambio el des-
preciable hombre moreno ha dado al mundo los dos
artistas más portentosos de la guerra, salidos ambos
de dos islas del Mediterráneo: el balear Aníbal y el
corso Napoleón.
D
Uno de los libros del pangermanismo que ha ob-
tenido mayor éxito en los círculos intelectuales de
BL PANCtBRMANISTA qubrien
PEQUEÑOS EN
Alemania es el titulado La idea alemana en el mundo,
de P. Rohrbach.
Según este autor, que da á sus teorías de domina-
ción cierto barniz científlco, el engrandecimiento del
Imperio de Alemania no es sólo una exigencia del au-
mento de población y de las necesidades económicas,
sino una necesidad histórica, impuesta por el pro-
greso.
Las pequeñas nacionalidades son según Rohrbach
un obstáculo para el desenvolvimiento de la humani-
dad. Su conservación no
tiene valor alguno, y hay
que buscar el suprimirlas
de cualquier modo, facili-
tando así el libre desenvol-
vimiento de la civilización.
Se comprende que esta
teoría seudo-científlca, que
halaga los sentimientos be-
licosos y conquistadores,
haya sido aceptada con
gran entusiasmo por el pan-
germanismo.
Rohrbach en su obra in-
vitó hace algunos años á
los holandeses, los belgas,
los suizos y los austríacos
de lengua germánica, á con-
fundirse en el seno del cen-
tro cultural de la civiliza-
ción alemana. «Lo mismo
que los pequeños Estados
— dice el autor pangerma-
nista — no pueden construir
una flota de dreadnovghts
modernos porque los gastos
de uno sólo arruinarían su
presupuesto, se hallan tam-
bién imposibilitados para
producir una civilización
completa desde la raíz hasta
la alta copa, pues esto exi-
ge una base más amplia.»
Este argumento, que repiten los pangermanistas
para demostrar el beneficio civilizador de una Alema-
nia enorme en la que se confundirían todos los pueblos
del Norte, es completamente falso. La civilización de
los pueblos nada tiene que ver con la extensión de su
territorio. Grandes y poderosos imperios hah sido
centros de barbarie, y Estados pequeños han cum-
plido su misión civilizadora con éxito más durable é
intenso que las grandes naciones. Hay además en la
Historia pueblos que en su modestia territorial sirvie-
ron intensamente á la civilización y al engrandecerse
luego por la conquista cayeron en la decadencia.
Á esta teoría del pangermanismo — partido que por
vivir bajo la dirección de profesores apela con fre-
cuencia á los ejemplos clásicoB — puede oponerse el
DO MBTBRSB A LOS PUEBLOS
EL BOLSILLO
(De Telegraaf, de Amsterdáu)
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
489
consejo de Aristóteles á sus compatriotas: «Haced do
modo que el número de los ciudadanos en cada Estado
no exceda de 10.000; asi podnin reunirse en la plaza
pública y tratar directamente sus asuntos.»
Muchos al hablar del pangermanismo }• su política
violenta y dura recuerdan tá Nietzsche, como si el cé-
lebre filósofo influyese directamente en la Alemania
contemporánea y fuera el verdadero inspirador de su
conducta. Todos los extranjeros que han estudiado de
cerca la Alemania de los últimos años y sus ideales
«prácticos» niegan que haya existido esta influencia
filosófica. Paul Vergnet dice
asi: «Nietzsche ya no está de
moda en las universidades
alemanas, ni tampoco ningún
otro filósofo. En clase de idea-
lismo los intelectuales ale-
manes sólo reconocen aliora
el idealismo del Estado.»
No se puede juzgar á
Nietzsche por sus obras ais-
ladas, y hay que tener en
cuenta las diversas fechas
de su publicación para se-
guir las evoluciones de su
pensamiento. Este filósofo,
que en realidad era un poeta
dedicado á la filosofía — como
su antiguo amigo VVágner
fué un poeta dedicado á la
música — , reflejó con una en-
fermiza sensibilidad los mo-
vimientos de su país y de su
época. Contagiado por el en-
tusiasmo de los alemanes en
1870, al verse victoriosos so-
bre Francia, á la que luibían
temido siempre, Nietzsche
quiso conocer la guerra de
cerca y respirar el hedor de
los campos de batalla, alis-
tándose como enfermero vo-
luntario. Pero su alma se sació pronto de estas im-
presiones, experimentando una legítima inquietud al
ver cómo se formaba el bloque monstruoso de la Ale-
mania unificada y dirigida por Prusía.
Del mismo modo que frente al arte sublime, pero
obscuro, de Wágner, glorificó la música clara y atra-
yente de los países latinos, Nietzsche, en sus últimos
tiempos, asustado por la Alemania de Bismarck, evo-
có como modelo diguo de imitación las antiguas repú-
blicas griegas, las virtudes de los pequeños pueblos
libres, donde los derechos de la conciencia individual
no son aplastados por la soberanía del Estado.
Nadie ha dicho contra la Alemania de nuestros
días lo que este filósofo alemán en los últimos años de
su existencia, cuando viú desfiguradas sus doctrinas y
falsificados sus ensueños, para servir mejor las aspi-
NIBTZSCHB
raciones del Imperio. Como si presintiese los atenta-
dos que éste había de cometer contra la verdadera
civilización, lo denunció en sus últimos escritos.
Federico Nietzsche afirmó siempre que él «repre-
sentaba una casualidad entre los alemanes», dando á
entender con esto la divergencia radical existente
entre su pensamiento j' el del Imperio.
He aquí algunas de sus opiniones sobre la Alema-
nia contemporánea que muchos consideran como obra
suya.
«Los alemanes, esos retardatarios por excelencia
en el curso de la Historia,
son hoy el pueblo más atra-
sado de Europa en lo que se
refiere á la verdadera civi-
lización.»
«Definición de un germa-
no: una obediencia con pier-
nas largas. Jamás se ha obe-
decido mejor en Alemania
que en el momento presente,
y esto es digno de un siglo
que la posteridad llamará
algún día con lástima «El
siglo clásico de la guerra».
«Un nuevo animal devas-
ta las viñas del espíritu ale-
mán. Es el gusano del Impe-
rio, el célebre Rhinoxera,
más temible que la filoxera. »
«Admito que esta especie
de entreacto de poderío ale-
mán, que da una fisonomía
especial al estado presente
de Europa, puede prestar su
apoyo al arte de Alemania y
ayudarle á adquirir una glo-
ría pasajera. Lo que no ad-
mito es que el Imperio le
asegure un porvenir. Loa
alemanes no tienen porve-
nir.»
«Nunca fueron psicólogos los alemanes. Dan las
gracias por todo y comprenden pocas cosas.»
«Entre los alemanes la claridad es una objeción y
la lógica una refutación. Actualmente son los únicos
que toman en serio la Idea, ó sea algo que es obscuro,
incierto y misterioso.»
«Yo he dado á este pueblo los libros más profun-
dos que posee, y tengo mis razones para creer que no
ha entendido ni una sola palabra.»
«Alemania ha perdido su voz en el concierto euro-
peo y no existe en ella más que una patriotamanla.
El espíritu alemán es una contradicción.»
«¿a Gacela de la Alemania del Norte, en la que
toman nuestros intelectuales su vocabulario y sus
itleas, ve en los franceses unos bárbaros. Yo veo el
continente negro, ó sea el país donde hay esclavos ne-
490
VICENTE BLASCO IBANEZ
cesitados de
emancipación,
limítrofe de los
alemanes del
Norte.»
«Para nos-
otros los filóso-
fos, los alema-
nes no tienen
dedos. Sus ma-
nos son patas.»
« A la Alema-
nia de hoy na-
da le importa
perder el es-
píritu á cam-
bio de que el
Imperio sub-
sista.»
" — ¿Qué gritos de dolor son esos?
» — Son los gritos que lanza un corazón alemán.
» — ¿Qué manera es esa de desgarrar los corazones?
» — Es una manera especialmente alemana.»
Nietzsclie, en diversas ocasiones de su vida, se in-
dignó contra los pangermanistas cuando éstos preten-
dían demostrar la superioridad de los alemanes sobre
los franceses. Criticó, como muchos escritores de Pa-
rís, los defectos de la Francia de su época, pero de-
fendió como muy pocos el espíritu francés claro y ar-
monioso, así como su tendencia siempre liberal, frente
á las obscuridades monstruosas de Alemania.
LA MANO DEL PANGEKMANISMO
(Wereld-Wee)
de la conveniencia, sabrá romper el círculo en el que
pretenden encerrarla, y aplastará á los miembros de
la coalición que estén más al alcance de su mano.
«Nadie puede decir cuándo vendrá este día memo-
rable, pero todo el mundo en Alemania tiene el pre-
sentimiento de que no está lejos. La flota inglesa
podrá destruir á la flota alemana y arruinar nuestro
comercio exterior, pero nadie conseguirá impedir que
el ejército alemán huelle el suelo de Francia desde
París á Lyón, desde la Mancha al Mediterráneo. Al
final de esta guerra victoriosa, Alemania, además de
percibir una indemnización considerable, tomará po-
sesión para siempre de las provincias del Norte de
Francia, abriéndose una nueva salida al mar por Ca-
lais y por Boulogne. Además, Bélgica y el Luxemburgo
serán anexionados al Imperio germánico. La costa
desde Boulogne á Amberes en poder de Alemania será
el principio del fin de la supremacía marítima inglesa.
»La federación de la Alemania del Norte nació de
la guerra entre Alemania y Austria. El Imperio ale-
mán ha nacido de la guerra entre Alemania y Fran-
cia. La «más grande Alemania», ó sea la del porve-
nir, nacerá de la guerra entre Alemania y la Gran
Bretaña.»
Esto escribió en 1907 — siete años antes de la gue-
rra actual — un consejero íntimo de Guillermo II. ¡Y la
Alemania del pangermanismo en 1911: ha hablado de
su amor á la paz, queriendo presentarse ante el mun-
do como sorprendida inesperadamente por la guerra
y obligada fatalmente á defenderse!
El pangermanismo, en sus ensueños, llegó á las
mayores audacias años antes de la guerra. Su mega-
lomanía despertó las sospechas de todas las naciones
de Europa. Ninguna pudo confiar tranquilamente en
el porvenir, aunque el gobierno alemán le diera prue-
bas de amistad.
En 1907, cuando el emperíidor de Alemania pare-
cía en mejores relaciones con Inglaterra, un conse-
jero de Guillermo II, el profesor Rodolfo Martin, pu-
blicó un libro contra la Gran Bretaña y contra toda
Europa, en el que consignó los ensueños de la mega-
lomanía teutónica.
«Alemania — dijo este profesor pangerraanista —
no necesita preparar la incorporación á ella de las
provincias rusas del Báltico ni de la Polonia rusa.
Tampoco necesita preparar el protectorado alemán
sobre la Turquía de Europa y de Asia ni anexionarse
Holanda y Bélgica. Todos estos cambios se producirán
necexañn mente dentro de algunos años. ¡Es la fatali-
dad! Nadie tiene fuerza suficiente para detener el
curso de los sucesos é impedir que Alemania cumpla
sus destinos. La política inglesa busca reunir á las
potencias en una coalición contra Alemania. Pero
cuando Alemania reconocerá que este esfuerzo inten-
tado para rodearla de enemigos ha pasado los límites
Los procedimientos bárbaros empleados por Ale-
mania con el propósito de intimidar á los pueblos no
son una novedad asombrosa para los que conocen la
violencia seudo-cientifica de los escritores y pensado-
res del pangermanismo.
Reimer, en las grotescas afirmaciones consignadas
en su libro Una Alemania pangermanista, del que ha-
blamos antes, llega á soñar con la supresión metódica
de todas las razas del mundo que no son de origen
germánico, para que dejen de paralizar el progreso
de la primera de las razas, que es la alemana. En el
futuro Imperio germánico, agrandado por una con-
quista sin misericordia, los pueblos no germanos serán
condenados á la esterilidad. Por un resto de senti-
miento humanitario, este buen apóstol del pangerma-
nismo consiente en endulzar la pena de todos nosotros
los parias de la futura sociedad alemana, dándonos
buenos salarios y retiros para la vejez, pero con la
condición severa y formal de no reproducirnos.
La ferocidad de que han dado prueba los genera-
les invasores de Bélgica no es de su invención, pues
refleja los sentimientos del pangermanismo y refleja
en la realidad las palabras que ha lanzado muchas
veces Guillermo II.
En 1900 el kaiser, al despedir á las tropas que
partían á la China bajo el mando de Waldersee para
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
491
castigar á los boser insurreccionados, dijo asi en un
arranque de oratoria insensata:
— ¡Nada de perdón! ¡Nada de prisioneros! Haced lo
que queráis, ¡oh soldados alemanes! de aquellos que
caigan en vuestras manos. Lo mismo que hace mil
años los hunos mandados por su Etzel conquistaron
un renombre que todavía hace terrible su recuerdo,
nuestra Alemania sabrá mostrarse en China tan vio-
lenta, que jamás un chino se atreverá en el porvenir
á mirar á un alemán cara á cara.
Guillermo II es un gran admirador de Etzel, hasta
el punto de haber dado su nombre á su hijo predilecto.
Etzel es el nombre alemán de Atila.
XV
El «brillante segundo»
La vieja dinastía de los Habsburgo, de aristocráti-
ca antigüedad, mira con cierto desdén á los Hohenzo-
llern, que fueron hasta hace dos siglos unos feudata-
rios del Imperio de Austria.
En la corte de Viena muchos personajes enemi-
gos de novedades no han llegado aún á aceptar la
importancia de estos HohenzoUern, burgraves ambi-
ciosos que empezaron su carrera como humildes mar-
queses del Brandemburgo, consiguieron al fin, á fuerza
de humillaciones, la modesta corona de reyes en Pru-
sia, y han acabado por ser emperadores de Alemania.
Francisco José desprecia tal vez secretamente á
El KAtsER.— Primo Francisco José, ponte el uniforme
V tuguemos á los soldados.
i l'unch. de Loudres)
LOS DOS EMPERADORES
Francisco José.— jCuánto celebro que vuestro abuelo no me despo-
jase de todo mi reino en 1866!
El kaiser.— En lal caso no os podría abrazar como lo hago ahora.
( W'eekbla.l vood Neederland, de Amsterdáu)
estos advenedizos de rápida fortuna, y sólo con gran-
des esfuerzos puede tolerar á su actual aliado el kaiser.
Con el viejo Guillermo I se entendía mejor, á pesar
de la derrota de Sadowa. El nieto petulante, soberbio
y omnisciente, irrita los nervios de Francisco José.
Pero los manejos de Bisraarck, la política dominante
de los húngaros y las convenieneiíis de Austria, de-
seosa de nuevos territorios para borrar el recuerdo de
los pasados fracasos, acabaron por hacer del viejo
emperador el aliado de los monarcas de Alemania.
Guillermo II, con su habitual falta de tacto y su
irresistible deseo de exhibirse en el primer sitio, ha
herido varias veces la susceptibilidad del viejo Habs-
burgo, tratándolo como á un simple lugarteniente. En
la presente guerra, siempre que habla el kaiser de
Francisco José le llama «mi brillante segundo». Los
antiguos marqueses de Brandemburgo, que tantas
veces hubieron de humillarse ante la corte de Viena
para avanzar un peldaño en su tenaz ascensión, se
estremecerían de orgullo si pudieran ver á su des-
cendiente tratar con esta desdeñosa superioridad al
último representante de una dinastía que gobernó el
Imperio alemán durante siglos.
El escudo de armas de Francisco José lleva esta
inscripción en gruesos caracteres: Recta tueri. La
divisa latina no puede ser más falsa. «Defender el
492
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
derecho» es. una acción que Francisco José, no realizó
nunca en su largo reinado.
Durante medio siglo el viejo emperador ha vivido
egoistamente, sin más preocupación que mantener su
autoridad y fundir en un solo cuerpo los varios y
disparatados elementos que forman su monarquía.
Cuando esta unión no ha sido posible, Francisco .José
y sus ministros han excitado las rivalidades de raza
y de historia entre los diversos grupos étnicos del Im-
perio, para sostenerlos de este modo más sumisos al
poder central.
El Imperio de Austria
es una ficción política,
pues no existe como na-
cionalidad sólida y dura-
ble. Sólo hay un empera-
dor, un anciano respetado
por sus infortunios políti-
cos y por sus desgracias
particulares, en torno del
cual se mantienen, apa-
rentemente unidos, varios
pueblos dispuestos de
larga fecha á disgregarse
asi que ocurra la muerte
del soberano.
El austríaco no existe
en realidad. Es una fic-
ción de la geografía polí-
tica, lo mismo que el Im-
perio. El mapa étnico del
país demuestra de un
modo indiscutible la va-
nidad de la monarquía
austríaca, que no sólo
quiere vivir, sino que pre-
tende ensanchar sus do-
minios. Al Oeste se en-
cuentran los territorios
montañosos del Tirol, po-
blados por campesinos que
son alemanes; al Norte,
la Bohemia, la Silesia y la
Moravia, países industriales y mineros, habitados por
los tcheques; al Mediodía, las fértiles regiones ocupa-
das por italianos, slovenos, croatas y servios, y al
Este, la dilatada llanura de Hungría, cuyos habitan-
tes son magyares, y la Galitzia, con su población de
ruthenos. En el centro está la verdadera Austria, el
dominio hereditario de los Habsburgo, las provincias
llamadas la Baja y la Alta-Austria y el Salzburgo.
Pero la población de estas regiones del centro es ex-
clusivamente alemana. ¿Dónde está, pues, el austría-
co?... El austríaco no existe, ni ha existido nunca,
más que como subdito político.
Examinando los tipos principales de la aglomera-
ción antropológica que representa el Imperio de Fran-
cisco José, se descubren ocho razas diversas y bien
PlíANClSCO JOSÉ AI, SER PROCLAMAnO EMPERADOR
determinadas, divididas á su vez en numerosas deri-
vaciones, lo que da un total de más de veinte grupos
étnicos con vida separada y propia.
La aspiración de los emperadores de Austria ha
consistido siempre en reunir estos elementos hetero-
géneos bajo una misma bandera, proyecto que puede
calificarse de insensato, pues ha fracasado siempre.
José II lo intentó sin éxito alguno por la resistencia
pasiva de estos elementos heteróclitos. Al sobrevenir
las guerras de Napoleón, las diversas razas del Impe-
rio olvidaron sus enemis-
tades hereditarias para
unirse ante el enemigo
común, haciendo frente al
invasor. Pero esta concor-
dia nacional terminó con
el peligro. Al restablecer-
se la paz se despertó otra
vez el antagonismo de ra-
zas, y bajo el imperio de
Fernando, tío y antecesor
del actual Francisco José,
las aspiraciones separa-
tistas volvieron á mani-
festarse con violencia.
Francisco .losé subió al
trono imperial á los diez
y ocho años por abdica-
ción de su tío el empera-
dor. Fué en 18-18. La re-
volución republicana de
París había repercutido
en toda Europa. Los estu-
diantes y los burgueses
de Viena se sublevaron
contra la política absolu-
tista del emperador Fer-
nando y de su ministro el
famoso Metternich.
La madre de Francisco
José, la archiduquesa So-
fía, mujer de grandes am-
biciones y escasos escrú-
pulos, no quiso esperar la muerte de su cuñado para
que su hijo el príncipe heredero ocupase el trono. Sus
manejos y sus intrigas favorecieron el triunfo de la
revolución, á pesar de que ella era francamente reac-
cionaria, acelerando la caída del emperador y de Met-
ternich. Los revolucionarios de Viena lucharon en las
barricadas con un éxito que resultó después tan in-
fructuoso como el alcanzado por los de Berlín. Creye-
ron combatir por el triunfo de la libertad y de la
Constitución, y sólo consiguieron arrojar á un Habs-
burgo del trono para sustituirlo con otro más joven.
De las jornadas revolucionarias de 1848, que tanta
sangre costaron á loa vieneses, no surgió otra cosa
que el reinado de Francisco José, tan prolongado como
estéril.
HISTORIA DE LA GLIERIM EUROPEA DE 1914
493
VISTA OBXKKV!
SCim NÜHIJNN. CrXA DE I.OS IlAMSBURÍiO
Dos grandes cuestionos agit;il)an el Imperio en
1848: la de las aspiraciones liberales, generalizadas
en todo el pais, y la tendencia separatista sentida
por los diversos grupos étnicos y (¡ue los impulsalia á
la disgregación. El emperador Fernando y Mettei'nielí,
dedicados ii combatir el liberalismo, que juzgaban el
peligro más temible, hablan olvidado la cuestión «na
cional», no queriendo ver la tendencia separatista de
sus diversos pueblos. La archidu<iuesa Sofía por su
parle, ¡i pesar de ser centralista, liabia fomentado el
separatismo para crear obstáculos al emperador .\ su
ministro.
Francisco .losé, elevado al Imperio por la triunfa-
dora muchedumbre en armas, tuvo que mostrarse en
los primeros meses de su reinado como un monarca
liberal, á pesar de que su educación palaciega, las
ideas de su madre y su attción á las empresas mili-
tares, hacían de él un partidario del sistema absolu-
tista. Con su inconsciencia juvenil hizo grandes pro-
mesas de libertad política y dejó que Austria se orga-
nizase con arreglo al nuevo régimen, aprobando la
Constitución de 1849 votada por las Cámaras. Le
era necesario este liberalismo para mantener la adhe-
sión de Austria en su empresa contra la sublevada
Hungría.
Como una consecuencia del movimiento revolu-
cionario de 1848, había resurgido la «cuestión nacio-
nal» de un modo alarmante para la integridad del
Imperio. Los húngaros se sublevaron en Budapest, lo
mismo <iue los burgueses de Viena, en favor de la
libertad política. Pero la libertad trae como conse-
cuencia inevitable una reivindicación de la indepen-
dencia en los pueblos (jue tienen una historia propia el nuevo emperador de Austria, que éste tuvo que im-
y un pasado particular. Hungría se acordó de los plorar el auxilio de Rusia. Un ejército de 200.00(3 ru-
tierapos en (|ue había sido un reino glorioso é inde- sos invadió Hungría. A pesar de este refuerzo enor-
me, la guerra continuó con
diferentes alternativas, per-
diendo y recobrando los repu-
blicanos las principales pla-
zas del pais.
La traición aceleró el tér-
mino de una guerra que iba il
ser larga y de indecisos resul-
tados. Kossuth, el Iglesias re-
pul)iicano de Hungría, probo
y confiadj, mostró la inexpe-
riencia de todos los hombres
de palabra cuando el azar his-
tórico los convierte en hom-
bres de acción. El dictador,
al quedar herido el general
.Moga, primer general en jefe
de las tropas húngaras, con-
tirió este mando á Gorgey, un
antiguo teniente austriaco que
se habia adherido á los revo-
lucionarios. Este aventurero
ambicioso, al ver la República
pendiente. Un tribuno de gran elocuencia, adorado
por las masas á causa de su probidad, el abogado
Luis Kossuth, se puso al frente de este movimiento.
Kossuth era republicano, participando de las ideas
generosas y del entusiasmo un tanto candoroso de los
revolucionarios de 1848. La República de Hungría
quedó proclamada y Kossuth fué su presidente.
Los belicosos húngaros, incansables jinetes y hom-
bres de armas por tradición, formaron un valioso
ejército. El entusiasmo fué tan grande, que un gran
número de mujeres vistieron el uniforme militar,
agregándose á las tropas de la joven Repúl)lica. El
ejército húngaro derrotó á los austríacos en varios
combates, y la situación se hizo tan angustiosa para
I*"railclBco .losé Arcll. Maxíiiiiliaini
Klií>al)(lth Oull sus hijns líoiinlfo y (¡isfla
Arcll. Carlota
A i'cli. Sofía, nmili'
Arcll. I.iiis Víctor .\rcli. Carlos Luis
(le l''raiiciisco Jo^c .\rcli. I-'raiicísco Carlos
I, A KA.MII.IA RKAL AC-STUIACA EN 1860
494
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
húngai'a aislada de Europa y sin eco alguno los elo-
cuentes llamamientos que enviaba Kossuth á las po-
tencias protestando de la violación del territorio, se
puso de acuerdo secretamente con los invasores. El
general en jefe ruso y Francisco José le ofrecieron
una suma considerable como premio de su traición.
GOrgey, para marchar contra el enemigo, exigió
que Kossuth se retirase, transmitiéndole la dirección
de la República. El generoso tribuno, creyendo salvar
;i su patria, aceptó las pretensiones de Górgey refu-
giándose en Turquía.
Antes de partir, Kossuth enterró con sus propias
manos la corona del antiguo reino húngaro, la famosa
corona de San Esteban, en los alrededores de Orsova,
pueblo inmediato á Ja frontera
turca. Cuando la descubrieron
algún tiempo después, la pe-
queña cruz que remata la coro-
na apareció inclinada á un lado.
Desde entonces las armas de
Hungría llevan la corona de
San Esteban con la cruz torci-
da á la izquierda.
' Al verse Gorgey dueño de la
situación se entendió con el ge-
neral en jefe del ejército ruso,
entregándole en Vilagos todas
las fuerzas militares de la Re-
pública húngara: 11 generales,
1.426 oficiales, 30.800 hom-
bres, 144 cañones, 8.000 caba-
llos y 60 banderas. El traidor
pudo abandonar el país sin ser
inquietado por los rusos ni por
los austríacos. El joven empe-
rador Francisco José entró en
escena después de esta victoria
decisiva preparada por sus
aliados. «El castigo de Hungría fué terrible — dice un
historiador — . Veinticinco generales húngaros fueron
ahorcados, los miembros del gobierno de la República
fueron ahorcados, los miembros del comité de defensa
fueron ahorcados, millares de ciudadanos húngaros
fueron ahorcados. Hungría, durante muchas semanas,
conservó el aspecto aterrador de un inmenso cadalso.
Francisco José, al azar, indultó á algunos de los prisio-
neros. Hay que reconocer que tuvo buena mano, es-
pecialmente al conceder el indulto al conde Julio An-
drassy, que fué más adelante presidente del Consejo
de ministros de Hungría y ministro de Negocios Ex-
tranjeros del Imperio, y al que debió Francisco José
la constitución de la Triple Alianza.»
Otro movimiento separatista se inició como conse-
cuencia de la revolución de 1848 en las provincias
italianas, anexionadas al Imperio austríaco. La Lom-
bardía y Venecia, auxiliadas por el rey de Cerdeña
Carlos Alberto, padre de Víctor Manuel, el futuro crea-
dor de la unidad italiana, se sublevaron contra la do-
minación austríaca. Pero el viejo general Radetzky
venció á Carlos Alberto en Custozza, Mortara y No-
vara, sofocando por mucho tiempo las justas aspira-
ciones de Italia, ansiosa de independencia. Durante
diez años una parte de la Italia del Norte, dividida en
provincias austríacas, tuvo que seguir sufriendo el
yugo del gobierno de Víena.
Después de estas victorias Francisco José pudo
dedicarse á la práctica de las ideas que le eran gra-
tas, inaugurando un sistema francamente reacciona-
rio. El monarca entronizado por los revolucionarios
de 1848 renovó el régimen absolutista y centralizíidor
de Metternich, revocando la Constitución de 1849 y
aboliendo las antiguas dietas en los diversos Esta-
dos del Imperio. Su propósito,
francamente declarado, fué
fundir á viva fuerza las dife-
rentes naciones del Imperio
para que formasen un solo or-
ganismo.
Austria-Hungría posee 11 mi-
llones de alemanes, 9 millones
de húngaros y 22 millones de
polacos, tcheques, slovenos, et-
cétera. Representaba un error
enorme, propio del absolutis-
mo, querer fundir en el crisol
de una misma raza todos estos
elementos antagónicos. Trans-
currieron para el Imperio los
llamados «años de hierro», que
fiH>ron anos de abrumadora ti-
ranía. Los húngaros, especial-
mente, sufrieron una terrible
opresión, viéndose tratados por
los austríacos como un país ene-
i.ri.s Ki.ssiTii raigo. Hasta la lengua nacio-
nal fué perseguida, aprecián-
dose el uso del idioma húngaro como una muestra de
traición.
Una guerra desgraciada dio fin á este régimen de
violencia. Los anhelos de Italia en pro de su libertad
se vieron apoyados por Napoleón III. En 1859 estalló
la guerra entre Austria y el reino de Cerdeña, auxi-
liado éste por los ejércitos de Francia, que dii-igió
personalmente Napoleón. Francisco José, soldado des-
de sus primeros años, tomó el mando de las tropas
austríacas y se batió con gran valor, poniendo en pe-
ligro su existencia repetidas veces; pero fué derrotado
en Magenta y Solferino y perdió para siempre la
Lombardía. Desde entonces la desgracia ha acompa-
ñado tenazmente á los soldados austríacos en todas
sus empresas. Allá donde va Austria la derrota mar-
cha tras de sus pasos. La pérdida de la Lombardía
produjo en todo el Imperio una repercusión inquie-
tante. Fernando, el emperador destronado, decía iró-
nicamente:
— Para sufrir derrotas y perder provincias no valia
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
4?5
t,'íSj,»ca»i¿«Mi."
^
BATALLA DE MAGENTA
(Cuadro de Yvon, 'Museo de Versalles)
la pena de haberme destronado. Eso lo sé hacer yo
tan bien como mi sobrino.
Queriendo restablecer la tranquilidad interior,
Francisco José tuvo que renunciar al régimen abso-
lutista, prometiendo una nueva Constitución á sus
pueblos, que fué proclamada en 1861. Tres años des-
pués ocurrió la guerra de los ducados de Schleswig-
Holstein, ayu-
dando Fran-
cisco José á
Bismarck en
esta empresa
de piratería.
Ya hemos di-
cho cómo Aus-
tria y Prusia
se enemista-
ron á la hora
del reparto
por haberse
reservado el
terrible can-
ciller de Pru-
sia todo el bo-
t i n . Surgió
como conse-
cuencia una
guerra austro-
prusiana, ter-
LO.S Al'STHIAtO.S HVTIDOS
minada rápidamente por el desastre de Sadowa. Fran-
cisco José tuvo que ceder nuevas provincias á sus ven-
cedores y devolver Venecia á Italia que, apoyada por
Napoleón III, se aprovechó de esta situación crítica.
El Imperio alemán al Norte y la unidad italiana al Sur
empezaban á formarse á costa del Imperio austriaco.
La guerra reciente reveló á Francisco José un
nuevo peli-
gro. Los hún-
garos, oprimi-
dos, vieron
con simpatía
el avance de
los prusianos,
y era induda-
ble que de
prolongarse
la guerra ha-
brían acalla-
do por hacer
causa común
con los inva-
sores. El em-
perador reco-
noció al fin
que el princi-
pio centralis-
ES EL l'lKNTIi DE MAdENTA ta nO pOdía
(Dibujo de (i.l^t«vo üori- aplicarsc á su
496
VICENTE BLASCO IBANEZ
V ' i, ^^
BATALLA DE SOLFHBINO
(Cuadro de Yvou, Museu de Versalles)
monai'quia, laltu de homogeneidad, compuesta de pie-
zas y de pequeños fragmentos.
Francisco .fosé aceptó el ser coronado como rey
de Hungría, reconociendo la vida autonómica de este
país. En 1867 se verificó la ceremonia en la catedral
de Budapest, formulando Francisco .losé el juramento
que habían esperado los húngaros durante veinte
años. El nuevo rey de Hungría firmó un compromiso
reglamentando los derechos y las relaciones entre los
dos países que
en adelante
h a b i n ii d c
constituir su
doble Impe-
rio.
Esta resolu-
ción tardía no
hizo más que
acallar mo
m e n t ;i n e a
mente las as-
piraciones se-
paratistas d(>
los diversos
grupos del
Imperio. Los
húngaros, una
vez transcu-
rrido el prí-
NAl'OLEUN [II Y riiANCIfil'O
mor momento de entusiasmo por su autonomía, han
buscado agrandar ésta, hasta los limites de una casi
independencia. Los demás pueblos del Imperio se
muestran irritados por el régimen de favor que han
conseguido los húngaros, y los celos y la envidia au-
mentan sus justas aspiraciones á una autonomía se-
mejante.
Los tcheques, los bohemios, los polacos y los habi-
tantes de (ialitzia, reclaman para ellos los mismos
flerechos y los
mismos pri-
vilegios que
Francisco
.loS(' acordó á
ios húngaros.
Ya que se co-
ronó rey de
Hungría, de-
be coronarse
ígua 1 mente
como rey de
Bohemia y
rey de Galit-
zia. Habiendo
dado á Hun-
gría un parla-
mento y un go-
.losi; AL HKMA1Í.SH: LA i'Az bierno apar-
(Giabailu de la épucii) tC, debe aUtO-
LA INVASIÓN
Dibujo de P. Catón Vood\ iUe, de .The llluslraled London News.
Tropas belgas combatiendo con los
DE BÉLGICA
|>manes en la entrada de un pueblo
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
497
BL EMPERADOK FllANCISCO JOSÉ
rizar igualmente un parlamento y un goliierno para
los tcheques y los polacos. Hace más de cuarenta años
que esta lucha persiste y se
agrava. Al principio de su
monarquía, Francisco Josi'
tal vez hubiese solucionado
el conflicto, siendo franca-
mente un monarca liberal.
El ejercicio de los derechos
políticos, iguales para todos,
hubiera aproximado á los di-
versos pueblos del Imperio.
Pero" las aspiraciones cen
tralizadoras y absolutistas
del emperador, que mantu-
vieron durante veinte años ;i
los diversos pueblos bajo uii:i
férrea opresión, sólo han sei'
vido para hacer más agudo
y vehemente el sentimiento
nacionalista.
Desde hace tiempo el Im-
perio de Austria es á modo
de un campo de batalla, so
bre el cual luchan moral
mente los vecinos poderosos,
queriendo apoderarse de los
LA P1UNCB.SA BI.ISABBTH EN LA ÉPOCA DB SU IlODA
LA EMPERATRIZ BLl.SABETH
(Retratos de Wiiiteiiíalter)
pueblos que consideran suyos, por la raza y por la
historia. El pangermanísmo aspira á la posesión de
todas las provincias austría-
cas pobladas por alemanes.
Los descendientes de Fede-
rico el Grande miran como
pi'opios los territorios que su
audaz abuelo no llegó á arre-
liatar á alaría Teresa, la he-
redera de Carlos VI. Por
otro lado el paneslavismo se
atrae á los tcheques, los po-
lacos y los servios de Aus-
tria, encareciendo la necesi-
dad de una confederación de
todos los eslavos del Este de
Europa. A estas dos influen-
cias hay que añadir la del
irredentismo» italiano, que
ansia libertar á sus herma-
nos de Trieste y Trente, súb-
ilitos forzosos de Austria.
La persona de Francisco
.losé — soberano respetado en
fuerza de sufrir desgracias,
,pues el recuerdo de sus in-
fortunios personales le da un
«i
498
VICENTE BLASCO 1BAÑE2
LA EMPERATRIZ ELISABETH CON TUAJB
DE LA CORTE HÚNGARA
prestigio superior á sus merecimientos — es lo único
que une á los diversos pueblos de la monarquía aus-
tro-húngara y los mantiene aglomerados. La muerte
de este hombre, que parece retardar el destino, equi-
valdrá seguramente á un golpe anonadador, rom-
piendo en numerosos fragmentos su doble monarquía.
«Durante siglos — dice Weindel — los Habsburgo
han constituido pedazo á pedazo un gran Imperio.
Durante siglos
los Habsburgo
han mostrado la
ambición de sol-
d;ir estos peda-
zos heteróclitos,
formando una
masa fuerte y
c o m p a c t a, . A 1
principio de una
nueva era, Fran-
cisco José here-
dó esta misión.
De comprender-
la bien tal vez
hubiese llegado
á realizarla. En
las ideas demo-
cráticas y socia-
les habría podi-
ULTIMA VISITA DEL EMPERADOR Y LA EMPERATRIZ A BUDAPEST
do encontrar el medio de suprimir las demarcaciones
establecidas entre los diferentes pueblos de su Impe-
rio, los cuales sólo tenían de común una sed ardiente
de libertad y de progreso. La hipocresía de la madre
del soberano, la ambición de su familia y su ambi-
ción propia, lo han impulsado á valerse de unas na-
cionalidades para sujetar á otras. Hoy, gracias á esta
política, todas están reñidas entre ellas y además
indispuestas con su soberano.»
Una fatalidad semejante á la que persigue á los
héroes de la tragedia griega acompañó tenazmente
la existencia de Francisco José. Todos los que le ro-
dean mueren dramáticamente. Los individuos de su
familia perecen de un modo violento. Las desgracias
más novelescíxs é inesperadas van en busca de ellos.
Y como sirviendo de contraste, Francisco .losé se
mantiene sano y fuerte, en medio de esta tempestad
de infortunios, de derrotas políticas y militares, de
trágicas escenas, habiendo llegado á una extremada
vejez. Lo que sus cortesanos y el vulgo consideran
resignación cristiana, no es más que egoísmo y falta
de sensibilidad. El anciano emperador, como un árbol
resquebrajado y quemado, pero tenazmente adherido
al suelo, se alza con triste aislíimiento sobre los restos
de los Habsburgo, semejantes á un bosque talado por
la tormenta. En su palacio de Viena y en los inmen-
sos parques que rodean sus numerosos castillos, vaga
como una sombra entre las sombras de su pasado. To-
dos los que le amaron ó sufrieron por él, han desapa-
recido.
Su esposa, la gentil emperatriz Elisabeth, fué una
de las mujeres más hermosas é inteligentes de su
época. Casada por amor con el joven soberano de 1848,
las infidelidades del marido acabaron con la pasión
idílica iniciada al encontrarse los dos en un castillo
de Baviera. La emperatriz, convencida de que era
imposible modi-
ficar el carác-
ter de su esposo
apartándolo de
las aventuras
amorosas, se ale-
jó de él, vivien-
do gran parte
de su vida fuera
de Austria. Fué
la emperatriz
i' r r ante, e m -
prendiendo lar-
gas excursiones
ii bordo de su
yatch ó estable-
ciéndose en las
risueñas isl|as
del Mediterrá-
neo. La poesía.
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 191 1
499
l.-i im'isii'a y los viajes fueron su luiieo foiisiiolo.
Había dado un liijo únifo al Inipei-io, para asogu
rar la sucesión nion;írquica. adcni.is de una hija, la
princesa (üsela, y después de cumplir de este modo
sus deberes de hembra real, se dedicó á vivir para
ella, arrastrando su melancolia por los hijeares más
hermosos de Europa. En Corfú, ante el mar eterna-
mente azul, construyó un edificio, el Aquileon, osten-
toso capricho de artista que costó muchos millones,
elevando en los jardines un altar á ÍMirique Heine. su
poeta preferido. El Aquileon, después de su muerte,
fué comprado por Guillermo II, que vivió en él algu-
nas temporadas.
La triste Elisabeth interrumpió varias veces su
existencia errante para volver al lado de su esposo
siempre que las necesidades de la pompa monárquica
exigían su presencia en Viena. Una simple y tranqui-
la amistad la mantenía unida con el padre de su hijo.
Francisco José, respetándola mucho, no dejó por esto
de seguir su vida amorosa con las damas de la corte
de Viena, que veían en su emperador el tipo perfecto
del hombre galante. La misma emperatriz, convencida
EL «AQl-ir.EON», PALACIO DH LA EMPERATRIZ
EN LA I.SLA DE CORFÚ
de que el carácter de su marido era incurable en pun-
to á infidelidades, cuidó de evitar que se comprome-
tiese en arriesgadas aventuras, presentándole, según
se cuenta, varias damas que pudiéramos llamar de
«todo reposo». Ella fué la que le hizo conocer á la
actriz Catalina Schratt, que ha sido la pasión más
constante del emperador.
Elisabeth, dedicada á la música y á los versos, se
sintió atraída igualmente por el estudio de los fibisofos
pesimistas y de los pensadores revolucionarios. Esta
mujer infeliz, que no encontraba á la vida encanto
alguno, que no había intervenido nunca en la política
de su nación y vagaba de pueblo en puel)lo, siem
pre en continuo movimiento, como si huyese de su
propia tristeza, pereció victima de un exaltado italia-
no ansioso de notoriedad. En Septiembre de 1898,
estando de paso en Ginebra, cuando se dirigía al em-
barcadero sin más acompañamiento que (>1 de una
EL ILTIMO PASEO DEL EMPERADOR Y L.A EMPERATRIZ
EN EL BALNEARIO DB NAÜHEIM
dama de honor para tomar el vaporcito (jue la había
de conducir á Jlontreux, un anarquista llamado Luc-
i-hení la hirió por la espalda con una lezna de zapa-
tero afilada, partiéndole el corazón. Elisabeth murió
dulcemente en la cubierta del buque, sin darse cuenta
de que moría. El autor del atentado, joven vanidoso
que ansiaba la notoriedad, creyó haber librado al
mundo de un tirano temible al asesinar á esta pobre
mujer. No sabía que su víctima consideraba como la
mayor de las desgracias haber sido emperatriz.
Este final trágico no fué una novedad en la histo-
ria de Francisco José. Todos los suyos morían de
muerte violenta. La desgracia había empezado á ma-
PBRISTILO DEL «AQUILBON»
800
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
PALACIO I.MPERIAL DE VIBNA
nifestarse en la familia con el fusilamiento de su her-
mano Maximiliano.
La política de Napoleón III y las sugestiones de
los reaccionarios de Méjico, unidos al alto clero de
dicho país, que deseaba recobrar sus cuantiosos bie-
nes estableciendo la forma monárquica, arrancaron á
Maximiliano de su tranquila existencia en el castillo
de Miramar, para llevarlo á América como soberano.
Se entabló una lucha entre los elementos republica-
nos de Méjico y el flamante emperador, sostenido por
las tropas de Napoleón III y por los conservadores
del pais. Napoleón acabó por retirar sus soldados á
instigaciones de los Estados Unidos, asi como al prin
cipio de la guerra mejicana se habían retirado las
fuerzas inglesas de desembarco y las tropas españo-
las mandadas por el general Prim.
Al quedar Maximiliano sin apoyo europeo, sola-
mente con las fuerzas de sus partidarios mejicanos,
todos temieron por su vida. Su esposa la archiduquesa
Carlota, que desde Méjico había regresado á Austria,
le escribió desesperadamente para que volviese, y el
emperador pareció decidido á obedecerla. Pero los
]
iil
"ttf
mejicanos clericales, que temían
por su propia suerte si Maximiliano
los abandonaba, le hicieron gran-
des promesas de soldados y dinero
para contiimar la lucha contra la
independencia del pais, representa-
da por los republicanos. Maximilia-
no se quedó, intentando un último
esfuerzo, y en Junio de 18G7 fué
derrotado y hecho prisionero en
<^uerétaro. Sus generales Mii-amón
y Mejía se vieron condenados con
él á la pena de fusilamiento. Esta
pena no tuvo nada de arbitraria.
Dos iiños antes, en Octubre de 1865,
Mnximiliano había redactado por
si mismo un decreto condenando á
mueite ;í todo el que fuese hecho
prisionero con las armas en la ma-
no. Muchos republicanos murieron
fusilados en virtud de este decreto.
Al hacerle prisionero las tropas de la República, no
tuvieron más que aplicarle su misma ley, fusilándolo
en el cerro de la Campana con sus dos generales. Las
CASTII.I.f) DB
SCHrENBRUNN, RESIDENCIA VBEANIKGA
DEL EMPERADOR
CHALET LMPKKIAL DB ISCHL
balas que mataron á Maximiliano hirieron la razón
de su triste compañera. La archiduquesa Carlota, víc-
tima inocente de esta parodia de imperio que había
durado tres años, vivió en adelante en un forzoso
retiro para ocultar su locura.
La desgracia lastimó aun más profundamente á
Francisco José en sus afectos familiares. El principe
Kodolfo, su único heredero, murió en una tragedia
obscura y vergonzosa. Las aficiones galantes del pa-
dre se habían reproducido en el hijo, pero con menos
exquisitez y distinción. Francisco José ha puesto
siempre sus afectos y sus deseos en las altas damas
de la corte, que admiraron en otros tiempos con amo-
roso éxtasis la belleza varonil de este emperador de
limitados alcances intelectuales, pero gran jinete y
valeroso soldado. El principe Rodolfo fué más popu-
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
601
lachero y rui-
doso en sus pa-
siones, ('iisado
con la princesa
Estefania, hija
de Leopoldo II,
rey de los bel-
gas, reanudó
poco después
de su matrimo-
nio la misma
vida de soltero
á la cabeza de
un grupo de jó-
venes nobles
(lue le acom-
pañaban en sus
escapadas noc-
turnas. Guiller-
mo II figuró
muchas veces
en esta alegre
banda cuando
sólo era hijo del heredero del trono alemán.
Rodolfo aparecía como un verdadero descendiente
de vieja familia real, empobrecido físicamente por los
incesantes cruzamientos de personas de la misma san-
gre. Débil y enfermizo, á pesar del régimen militar
á que le había sometido la educación paterna, se dedi-
HAXIMILIANO, BMPKRADOR DE MÉJICO
eó al uso (le la
morfina. Una
neurasten i a
ano nadadora
se había apo-
derado de él, y
para combatir-
la apelaba al
abuso del al-
cohol emplean-
do además de
la morfina el
éter y otros in-
toxicantes.
Los dos últi-
mos años de su
vida fueron una
serie de abyec-
tas orgías. El
principe here-
dero sintió
gran predilec-
ción por los ti-
pos esencial-
mente víeneses, y de éstos los más populares son los
cocheros que guían los carruajes de alquiler. El co-
chero vienes goza de una popularidad semejante á la
del torero en España, el cómico en Francia ó el boxea-
dor en Inglaterra. Son cantores, instrumentistas, ím-
CARLOTA. EMPESATRIZ DE MKJICO
(Retratos do Wintcihalter)
FUSILAMIENTO DEL EMPERADOR MAXIMILIANO V DE LOS GENERALES MIRAMÓN Y MBjU.
(Cuadro de Eduardo Mauet)
502
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
EL PARLAMENTO AI'STRIAOO
provisadores de versos cómicos, y sobre todo grandes
maestros en el arte de silbar la «tirolesa». Rodolfo,
acompañado de cocheros, de nobles personajes y de
mujeres públicas, corria de noche los restaurants del
Prater de Viena, fraternizando con la gente alegre.
«Muchas noches — dice un cronista de los Habsbur-
go — los árboles del Prater vieron entre sus troncos
venerables locas zarabandas de príncipes, de nobles
señores, de cocheros de fiacre y de mujercillas de la
calle, evolucionando todos en trajes m¿is que primiti-
vos bajo la dirección del archiduque Rodolfo. Las gen-
tes de esta banda, después de terminar su baile, en-
traban titubeando en los restaurants para inundar el
viejo piano con oleíidas de champagne, cuando ya no
podían beber más.»
Estas oi-gías repugnantes se repetían varias veces
por semana, acabando de trastornar la débil consti-
tución de Rodolfo. Era en vano que la dulce empera-
triz Elisabeth, durante las cortas temporadas que pa
saba en Viena, intentase modificar la conducta de su
hijo y restablecer sus relaciones matrimoniales con la
archiduquesa Estefanía. El aturdido principe, que era
adorado por su madre, la consolaba con unas caricias,
volviendo á reanudar inmediatamente su loca exis-
tencia.
Un amor material, (luo lomó las proporciones de
una pasión, apartó á Rodolfo moment;iueamente de
sus orgías populares. A su amistad por el cochero
Bratfisch, grotesco y gracioso personaje que le acom-
pañaba en sus empresas nocturnas, sucedió como
afecto dominante la vehemencia amorosa inspirada
por la baronesa María Vetschera, joven que á su gran
hermosura unía el exótico encanto y la corrupción de
las mujeres de- Oriente. La madre de la Vetschera,
viuda de un diplomático austríaco, era hija de un
financiero griego llamado Baltazzi, que había hecho
SSfi^
^J^ffl
LA CÁMARA DE DIPITADOS DE m'DAPB.ST
HISTORIA DE LA GUERPA EUROPEA DE 1914
503
en Coiistantinopla una fortuna de "25 millones. Ansio
sas de representación social, la madre y la hija se
trasladaron de Constantinopla á Vieiia, consiguiendo
entrar en los salones de una aristocracia que os la
in;is cerrada de toda Kuropa. Rodolfo se sintió atraído
por la ij-racia oriental de Maria Vetschera, y la fami-
lia de ésta- su madre y sus hermanos los banqueros
Baltazzi- vieron en tal pasión un medio de realizar
sus ensueños de ad-
venedizos .iinhicio-
sos.
Rodolfo, aiiotado
por todos los exce-
sos, podia resultar
un juguete dócil en
tre las manos de una
joven hermosa, inte-
ligente y experta on
las cosas del amor.
El príncipe vivía pú-
blicamente desunido
con su esposa Este-
fanía. ¿Quién sabe
si la nieta del equí-
voco banquero de
Gonstantínopla po-
dría ostentar sol)re
su frente alguna vez
la pesada corona del
Imperio?
A las pocas sema-
nas toda Viena sabía
que la ^'etschera era
la amante del prín
eipe heredero. Este,
á pesar de la situa-
ción social de la fa-
milia de su amada,
procedió lo mismo
que en sus aventu-
ras de bajo vuc^lo.
sin delicadeza algu-
na, haciendo gala de
su buena suerte. Ja-
más ninguna de sus
pasiones había con-
movido de tal modo
sus nervios. A pesar de que sólo tenía treinta años,
el nuevo amor tomó en él una forma senil, llegando á
constituir una especie de locura que le mantuvo en
perpetua irritabilidad, cometiendo toda clase de ex-
centricidades.
En el curso de unas maiiíoliras efectuadas en Pru-
sia rifió con el gran duque N'ladímiro, que representa-
ba á su padre el zar Alejandro III, y quiso batirse con
él, teniendo que intervenir el viejo emperador Gui-
llermo y su hijo el príncipe Eritz para evitar el es-
cándalo. Durante los funerales de (Guillermo I en Ber-
RETHATO DKL EMPKRADOR. PINTADO PARA LA BOL.SA DB VJENA
POR BL CKLEBRE ARTI.STA MICHALBK
lin provocó una nueva cuestión con otro gran duque
de Rusia, y hubo que darle á entender que su conduc-
ta afligía mucho al moribundo emperador Federico,
para que desistiese de sus originalidades. Elkronprintz
Guillermo, á instigaciones de Francisco .losé, escríliií)
una carta cariñosa á Rodolfo para que cambiase de
vida: pero el archiduque, enlo(|uecido por el alcohol,
la morfina y los excesos amorosos, le contestó con in-
solencia, cesando
toda relación con
este amigo de la in-
fancia que sólo tenia
cinco meses menos
([ue él.
La vida en las ha-
liitaciones que ocu-
p.ilian los archidu-
(pies herederos fué
uii vei-dadero infier-
no. En varias ocasio-
nes el principe abo-
fetea públicamente
á su esposa Estefa-
nía, teniendo que
intervenir la ser-
\idunibre ])alacie-
g,i. l'n (li.i el papa
León XIII recibió
una carta de Rodol-
fo llevada personal-
mente por un men-
sajero, en la cual so-
licitaba la interven-
ción pontilical para
romper un matrimo-
nio que le era odioso.
El principe deseaba
ademiis que intervi-
niese el Papa para
que su padre el em-
perador aceptase el
divorcio y le permi-
tiera contraer un se-
gundo matrimonio.
León XIII, algo
asombrado por el
tono y las peticiones
de la carta, se la remitió al arzobispo de Viena, y este
sencillo varón, sin ninguna habilidad diplomática,
pidió una audiencia al emperador presenüindole la
carta de Rodolfo.
Francisco José, que había tolerado hasta entonces
con resignada tristeza la mala vida del principe, como
padre no exento de reproche, creyó llegado el mo-
mento de proceder con energía. Hizo llamar al here-
dero, y en el misterio de su gabiuete se desarrolló una
escena violenta de la que sólo fueron testigos el pre-
sidente del Consejo de ministros, el ministro de Negó-
504
VICENTE BLASCO IBANEZ
BL PRÍNCIPE RODOLFO Á LOS QUINCE AÑOS
cios Extranjeros y el cardenal-arzobispo de Viena. La
voz irritada de Francisco José llegó en varias ocasio-
nes hasta las piezas inmediatas, á través de los espe-
sos cortinajes. Después de una larga hora salió Ro-
dolfo pálido, con las facciones desencajadas, las ma-
nos temblorosas y titubeando como un ebrio. Pasó
mucho tiempo tendido en un diván de su gabinete de
trabajo, y por la tarde se dirigió en el carruaje de
Bratfisch, su cochero de confianza, al retiro de Ma-
yerling, pabellón de caza situado entre bosques, donde
se refugiaba en todos los malos momentos de su vida
azarosa. Antes de partir había enviado una carta á
la Vetschera, hablando sin duda de su entrevista con
el emperador. También envió otra carta á sus amigos
y compañeros de placer, el
principe Felipe de Coburgo
y el conde de Hoyos, rogán-
doles que vinieran á bus-
carle en Mayerling, pues
tenía que comunicarles una
grave decisión.
Esta decisión era induda-
blemente su ruptura con
Jlaria VetscJiera. El em-
perador, atrepellando con
grandes arrebatos de có-
lera la debilitada protesta
de su hijo, le había hecho
prometer, en presencia de
los tres solemnes testigos,
EiL oooHBRo BRATFISCH quc abandonaría .toda rela-
ción con su amante. Rodolfo, después de dar su pala-
bra como príncipe y como soldado, había escrito á la
interesada, enfurecido tal vez por su resolución, pero
dispuesto á mantenerla.
Minutos después que la Vetschera recibió la carta
salió de su casa, dirigiéndose á la estación del Medio-
día para tomar un tren que la condujese á Mayerling.
Al pasar por las calles céntricas de Viena se apeó en
una tienda de cuchillería, comprando una navaja de
afeitar que hizo que afilasen escrupulosamente. Con
esta adquisición tomó el tren, descendiendo en los al-
rededores de Mayerling. En el camino del pabellón de
caza encontró el carruaje de Bratfisch que conducía
á Rodolfo. Subió á él, y juntos llegaron á Mayerling,
avisando el príncipe á su padre por medio de un tele-
grama para que no lo esperasen en palacio, donde por
la noche se celebraba un banquete oficial.
Cuando llegaron á Mayerling el príncipe de Co-
burgo y el conde de Hoyos, los dos amantes parecían
tranquilos. Rodolfo no hizo la anunciada «comunica-
ción grave» á sus dos compañeros. La velada trans-
currió, como era de costumbre, entre los cuatro ínti-
mos. Bajo la mirada impasible de la Vetschera, los
tres hombres absorbieron tanto champagne y bebidas
alcohólicas como
les fué posible. A
las diez, según las
declaraciones de
los criados, Ro-
dolfo se retiró á su
dormitorio soste-
nido por su aman-
te, pues estaba
completamente
ebrio. Los cuatro
habían convenido
en que al día si-
guiente, á las seis
de la mañana,
saldrían de caza.
Rodolfo corrió el
cerrojo del dormi-
torio— ó tal vez
fué su compañe-
ra— , contra la costumbre observada generalmente
en Mayerling. Aquí empieza el misterio de la muerte
del príncipe heredero.
A las cinco y media de la mañana, Loschek, el
ayuda de cámara de Rodolfo, llamó repetidas veces á
la puerta. Silencio. Durante la noche Loschek había
oído un tiro de escopeta, sin inquietarse por tal dis-
paro, pues lo atribuyó á un guardabosque. En vista
del silencio de su amo avisó al príncipe de Coburgo y
al conde de Hoyos, los cuales, después de inútiles lla-
mamientos, hicieron saltar la cerradura de la puerta
penetrando en el dormitorio. Un horrible espectáculo
surgió ante sus ojos. La hermosa Vetschera yacía en
el lecho estrangulada. Rodolfo tenia el cráneo roto
LA ARCHIDUQUESA E.STEFANÍA
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
305
por un disparo de arma de fuego. Además, en el bajo
vientre presentaba una horrible herida, una atroz
mutilación, que había inundado de sangre la cama y
el suelo.
Nunca se conocerá con todos sus detalles lo ocu-
rrido en Jilayerling. Los dos compañeros del principe
callaron siempre por respeto á la dignidad imperial.
Los individuos de la servidumbre recibieron fuertes
recompensas por su silencio y fueron esparcidos con
-v^aliosos empleos en los puntos mas extremos del Im-
perio. El médico que atestiguó la defunción del prín-
cipe, honrado profesor de la facultad de Viena, se
negó á suscribir una declaración afirmando que la
muerte era debida á un accidente de caza, y la fami-
lia real del más católico de los imperios tuvo que
pasar por la vergüenza del suicidio de uno de los
suyos.
Se fantaseó mucho, y se fantasea todavía, sobre
el misterioso fin
del archiduque
Rodolfo. Unos atri-
buyeron su muer-
te aun duelo; otros
supusieron una
orgia sangrienta,
en la que los com-
pañeros del prín-
cipe lo mataron á
golpes, indigna-
dos por su bruta-
lidad contra la
Vetschera. La ló-
gica de los hechos
y la declaración
del cuchillero, que
reconoció en el ca-
dáver de la Vets-
chera á la mujer
que le había comprado una navaja de afeitar, expli-
can todo lo ocurrido on el trágico dormitorio de lla-
yerlíng. Al quedar solos en él, la Vetschera, que tenia
á su amante bajo el dominio de sus gracias y sus sor-
tilegios sensuales, lo hizo caer como siempre en los
delirios de un amor complicado. El desorden particu-
lar que ofrecía la cama cuando entraron los testigos,
es una prueba de esto.
Rodolfo, que sufría de insomnios, se despertó á
altas horas de la noche atormentado por la idea de
haber faltado á la palabra de caballero y de soldado
dada á su padre. Indignado contra si mismo y contra
su amante, declaró á ésta que todo había terminado
entre ellos y que no se verían más. Insensible á las
caricias de la amante, que pretendía retenerlo, Rodolfo
empezó á vestirse. «Entonces la Vetschera— dice un
cronista de este drama— se dio cuenta de que había
perdido la partida para siempre, y con un gesto que
quiso hacer pasar por una última caricia, la cruel
hija de Oriente, valiéndose de la navaja comprada
ÚLTIMO RETRATO DEL PRÍNCIPE
RODOLFO
LA BARONESA VETSCHERA
en Viena, mutiló
de un modo horri-
ble al desgracia-
do archiduque.
Loco de dolor, Ro-
dolfo se arrojó so-
bre su amante,
estrangulándola.
Luego tomó su es-
copeta de caza, y
echando una gota
de agua sobre la
carga para darle
un efecto más ful-
minante, se intro
dujo luego los ca-
ñones en la boca,
haciendo saltar
de golpe su cere-
bro y su cápsula craneal.» La hipótesis del suicidio
realizado fríamente no puede admitirse. Los morfinó-
manos no encuentran jamás en ellos la fuerza nece-
saria para suicidarse, y únicamente pueden atentar
contra su vida bajo el imperio de una emoción ex-
traordinaria.
La emperatriz Elisabeth estaba en Viena al ocu-
rrir este suceso trágico. Ella fué la primera que reci-
bió la noticia, cuando el conde de Hoyos se presentó
en palacio trémulo de emoción y no sabiendo cómo
empezar. Ella fué la que entró en el despacho de
su esposo para comunicíirle el terrible suceso. Los
dos esposos se vieron solos, cara á cara, lo que no
había ocurrido en muchos años. «Cuando una hora
más tai-de el conde de Hoyos fué llamado ante los
soberanos para completar sus explicaciones, encon-
tró á la emperatriz blanca, de una blancura de már-
mol, pero tranquila y digna, teniendo entre sus manos
la mano del emperador. El pobre hombre, enveje-
cido diez años en una hora, se hundía en su sillón,
con los ojos enrojecidos y el rostro inundado de lá-
grimas, interrumpiendo con profundos sollozos y gri-
tos desesperados el relato del testigo.»
MAYEltU.NCl,
es
S06
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
El cadáver de Ma-
ría Vetschera fué lle-
vado de noche y en
secreto hasta Tries-
te, donde lo embar-
caron para Venecia.
Desde esta ciudad la
baronesa de Vets-
chera dio parte á
sus relaciones de la
«muerte repentina»
de su hija.
Francisco José
quedó largo tiempo
anonadado por esta
tragedia que ensom-
brecía su vejez. El
Imperio había per-
dido su heredero di-
recto. La corona iba
á ser ahora para sus
sobrinos, que le su-
cederían como él ha-
bía sucedido á su tío
el emperador Fer-
nando.
Ya hemos dicho
JUAN oRTH que la muerte trá-
gica acompaña co-
mo una fatalidad á los Habsburgo.
El archiduque Albrecht, tío del emperador y ge-
neral duro que con sus crueldades provocó en Viena
la revolución de 1848, no tenía más que una hija, de
salud delicada, con cierta predisposición á las dolen-
cias pulmonares. Esta archiduquesa era gran aficio-
nada al cigarrillo, ocultándose de todos para poder
fumar, con grave perjuicio de sus vías respiratorias.
Fumando en una noche de verano asomada á un bal-
cón del palacio de Schoenbrunn, se vio sorprendida
por la presencia de su severo padre, que se p;xseaba
por los jardines. La archiduquesa ocultó el cigarrillo
apresuradamente en su peinador de gasas y blondas.
Momentos después estaba envuelta en llamas y corría
desesperadamente por las galerías del palacio, avi-
vándose el fuego con el ímpetu de la carrera. Cuando
al fin pudieron despojarla de las ardientes cenizas de
las batistas y las blondas, la pobre archiduquesa apa-
reció cubierta de llagas horribles. Para adormecer
sus dolores la sumergieron en una banadera llena de
aceite, llevándola de este modo á Viena, donde pere-
ció días después á pesar de la asistencia de los pri-
meros médicos.
Un primo del emperador, el archiduque José, mu-
rió de un tiro de fusil en una partida de caza.
El archiduque Juan, de la rama de Toscana, fué
de todos los sobrinos de Francisco José el más reco-
mendable, por su afición al estudio y por sus costum-
bres, que aunque algo libres, resultaban menos diso-
lutas que las de los otros. Su carácter independiente y
sus ideas liberales le hicieron chocar muchas veces
con su tío el emperador, acabando por presentar la
dimisión del grado de general que había alcanzado á
los veintisiete años. Igualmente renunció á la digni-
dad de archiduque con todos sus derechos y rentas,
tomando el nombre burgués de Juan Orth del titulo
de un castillo propiedad de su madre.
Retirado en Hamburgo se dedicó á los estudios ma-
rítimos, y después de adquirir por examen el título de
capitán de altura, compró un buque de vela bautizán-
dolo con el titulo de Santa Margarita, en honor de
una hermosa actriz, Margarita Stuebel, que era su
amante.
En Octubre de 1889 Juan Orth se embarcó con la
Stuebel en el Santa Maigirita, emprendiendo una na-
vegación de placer á Buenos Aires. Desde este puerto
hizo vela de nuevo con rumbo al Pacífico, tocando en
Valparaíso. Al zarpar por tercera vez alejándose de
las costas de Chile, nada se volvió á saber de Juan
Orth y de su compañera. Es indudable que el Santa
Margarita, al doblar el cabo de Hornos, se perdió en
una de las tempestades que son frecuentes en aquel
mar peligroso.
Juan Orth, héroe novelesco, no ha podido morir
para muchos. La curiosidad pública se lo ha represen-
tado durante muchos años fingiendo un naufragio para
ocultar mejor su personalidad, y llevando una exis-
tencia de señor del campo en una estancia de la Re-
pública Argentina. Algunos han creído reconocer á
Juan Orth en cada uno de los av^entureros europeos de
existencia novelesca que vagan por la América del
Sur. El silencio de la actriz Stuebel, y el no haber re-
cibido noticia alguna la madre de Juan Orth, á la que
éste amaba mucho, prueban que el romántico archi-
duque pereció realmente hace muchos años en los
mares australes.
La desgracia ha perseguido igualmente á los que
están emparentados con Francisco José. Una herma-
na de su esposa, que vivía lejos de Viena, pereció que-
mada en París, en el incendio del «Bazar de la Ca-
ridad».
En la familia de los Habs-
burgo,
cuando las desgra-
cias no toman un carácter
trágico, revisten las for-
mas risibles de una come-
dia regocijada. Una sobri-
na de Francisco José, la
reina Luisa de Sajonia,
huyó de Dresde, como todos
saben, con el preceptor de
sus hijos, llamado Girón, y
luego se casó con el músico
Toselli. Otro sobrino, her-
mano de la misma princesa
Luisa, renunció á su titulo
EL ARCHIPUQCB CARLOS LUIS
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
567
de archiduque para huir con una cantante mediocre,
llevando una existencia burguesa en los alrededores
de Lucerna.
Cerca de Francisco José, en su propia corte, indi-
viduos de su familia le han amargado repetidas ve-
ces la existencia con toda clase de escándalos y vicios.
El archiduque Carlos Luis, su tercer hermano, le
proporcionó grandes disgustos por sus aventuras amo-
rosas. Este Carlos Luis fué, como dice un cronista, «el
Barba-Azul» de la familia. Se casó tres veces, y como
si no le bastase su furor matrimonial, dio mucho que
hablar en Vicna por su galantería, que ejercitaba
habitualmente en las calles.
El archiduque Othon Francisco, hijo de éste y so-
brino del emperador, sobrepasó considerablemente á
su padre, distinguiéndose entre todos los individuos
de la familia
de Habsbur-
go, tan abun-
dante en prin-
cipes liberti-
nos. Siendo
coronel de un
regimiento de
dragones en
Enns, se dedi-
caba por las
noches, con
varios oficia-
les, á organi-
zar terribles
orgias en los
cafés. Como
el dueño de
uno de estos
establecimien
tos se negase á
abrir la puer-
ta por ser hora avanzada, el archiduque Othon, con
un grupo de oficiales, rompió á tiros los vidrios de las
ventanas y procedió al incendio del edificio. Cuando
á las voces de auxilio del cafetero y su familia llegó
un destacamento de dragones, se encontraron éstos
con que los asaltantes que iban á llevarse prisioneros
eran su coronel y los más nobles oficiales del regi-
miento.
Otra vez, al tropezar el archiduque con un entie-
rro en un camino, hizo la apuesta de saltar á caballo
por encima del ataúd. Los cuatro labriegos que lleva-
ban el féretro, asustados por el jinete que se les ve-
nia encima, abandonaron al muerto en el suelo hu-
yendo despavoridos, así como el clero y los demás
individuos del fúnebre cortejo. Esta vez la corte se su-
blevó ante la calaverada archiducal. El devoto empe-
rador, herido en sus sentimientos religiosos, llamó á
su sobrino, é indignado por esta conducta sacrilega le
dio un bofetón en presencia de los cortesanos, en-
viándolo luego desterrado. Pero al poco tiempo, arre-
BL BMPBRADOU REVISTANDO A LOS GUARDABOSQUES EN SCHCENBRtJNN
pentido de su conducta, volvió á llamarlo á Viena y
lo hizo general.
En Viena sus extravagancias de libertino aun fue-
ron más ruidosas. Una noche, después de emborra-
charse con varios oficiales en el café Sacher, que es
de los más concurridos de la capital, se empeñó en
llevar á su palacio á toda la banda de amigos beodos,
haciéndolos entrar en el dormitorio de su esposa, la
archiduquesa Maria Josefa, no se sabe con qué fin. En
la puerta de la alcoba un viejo criado se interpuso,
declarando á su amo que únicamente lograría pasar
adelante matándolo á él. El archiduque tiró del sable,
y sólo la intervención de uno de los oficiales, menos
ebrio que los demás, pudo impedir el crimen.
Los escándalos de Othon fueron tan grandes que
un diputado habló de ellos en el Parlamento al discu-
tirse la lista
civil. Cuaren-
ta y ocho ho-
ras después,
al volver el
diputado por
la noche á su
casa, lo asal-
t a ron unos
hombres en-
mascarados,
dándole tan
terrible pali-
za que hubo
de permane-
cer en el le-
cho durante
varias sema-
nas.
Otra haza-
ña del archi-
duque Othon
en 1904 fué origen de una molestia diplomática. Es-
tando en un gabinete particular del café Sacher, el
archiduque, que llevaba varias horas bebiendo, sintió
tanto calor que se despojó de todas sus ropas, conser-
vando únicamente el casco en la cabeza y sobre la
carne el cinturón con su sable. Una dama, menos ves-
tida aún que el alegre Ochon, abrió la puerta, empu-
jando rudamente al archiduque, el cual, con las pier-
nas enredadas en el sable, vino á caer en medio del
comedor. Al intentar levantarse apareció en el extre-
mo del pasadizo el embajador de Inglaterra con su
esposa y sus dos hijas, las cuales quedaron espanta-
das ante semejante visión. El escándalo fué tan enor-
me que hubo que arreglarlo por la via diplom;itica.
Pero de todos los individuos de la f.imilia imperial
el que se ha distinguido más por la Índole especiali-
sima de sus costumbres es el archiduque Luis Víctor,
un viejo que parece llegar en su trauíiuilo impiuior á
los últimos limites de la inconsciencia. Las aventuras
del archiduque Luis Víctor son difíciles de narrar,
508
VICENTE BLASCO IBANEZ
BL ARCHIDUQUE LUIS VÍCTOR
como no sea con el auxi-
lio del latín, lengua que
emplean muchos autores
para los relatos escabro-
sos.
Weindel, al ocuparse
de la vida de los Habsbur-
go contemporáneos, dice
asi: «Existe en Viena una
cusa de bafios muy elegan-
te llamada Centrolbad. El
archiduque Luis Víctor la
frecuentaba asiduamente,
encontrándose en ella con
varios jóvenes, lectores
asiduos de las obras poé-
ticas de Osear Wilde, poeta preferido del archiduque.
Éste conversaba con los fervientes de un culto que
era el suyo, y sus conversaciones se terminaban con
frecuencia del modo más intimo. Pero ocurrió que un
dia del año de 1903 el archiduque se equivocó al diri-
girse á una persona que no admiraba nada á este
poeta inglés tan especial. Luis Víctor insistió, sin
embargo, y el indicado señor, que no gustaba sin duda
de verse contrariado en sus opiniones literarias, ad-
ministró un soberbio par de bofetones al archiduque,
demasiado insinuante. Todos los antiwildistas, poseí-
dos de gran furor, aprovecharon la oportunidad para
administrar al hermano del emperador una corrección
tan dura, que los criados de la casa de baños tuvieron
que transportarlo á su domicilio medio desmayado.
»E1 emperador, que según parece no ama tampoco
este género de discusiones literarias, señaló á su herma-
no como residencia el pequeño pueblo de Meran, en el
Tirol, donde Luis Víctor no tiene ocasiones frecuentes
para hablar de tal clase de poesía con los aficionados. »
El horror trágico y el libertinaje escandaloso han
rondado en torno de Francis-
co José durante medio siglo,
arrancándole lágrimas ó ha-
ciéndole proferir gritos de in-
dignación, pero sin alterar por
mucho tiempo una serenidad
egoísta que es tal vez el secre-
to de su larga vida.
Francisco José, firme de-
fensor de los principios tradi-
cionales, ha querido hacerlos
respetar por los demás, aun-
que él los menosprecia bas-
tante en su vida intima.
Más que los dramas y las
tristezas de su casa, sintió los
escándalos de los individuos de
su familia, porque esto aten-
taba contra el prestigio de los
Habsburgo y el orgullo feroz del Imperio. Para evitar
el descrédito dictó leyes contra la prensa; pero como
sí la fatalidad quisiera divertirse con él, cada una de
estas medidas preventivas fué seguida de un nuevo
escándalo de sus parientes.
Soberano católico y de gustos absolutistas, conven-
cido de que es un representante de Dios en la tierra,
jamás consintió el más leve atentado contra lo que él
llama ostentosamente las «leyes de la casa de Habs-
burgo». El tiempo pasa, las generaciones evolucio-
nan, las costumbres se modifican y el viejo empera-
dor, rodeado de nietos y biznietos, ve con tristeza
disminuido su poder por gentes que ya no creen en
la tradición, y se siente sin fuerzas para sostener la
lucha. De todos sus privilegios tradicionales, el que
mantuvo siempre con más empeño fué el de escoger
las esposas y los esposos para los individuos de su fa-
milia, no tolerando alianzas con personas de sangre
inferior ó con príncipes que no fuesen católicos.
A partir de 1890, el anciano monarca ha tenido que
asistir al derrumbamiento de todas sus ideas tradicio-
nales. Una de sus nietas, hija de la archiduquesa Gi-
sela y Leopoldo duque de Baviera, se presentó un día
en sus salones del Hofburg, ó palacio real, pidiéndo-
le una entrevista particular. El abuelo empezó á escu-
charla con sonrisa bondadosa, esperando la confiden-
cia de un amor por algún príncipe ó monarca digno
de los Habsburgo; pero quedó espantado al saber que
su nieta Elisabeth quería casarse con un simple te-
niente de caballería de Baviera. Además el teniente
¡era protestante!
Resultaba tan absurda la petición, que el empe-
rador creyó por un momento en una broma de su nie-
ta, pero su naciente sonrisa volvió á extinguirse al
escuchar las nuevas revelaciones de la pequeña ar-
chiduquesa. Había que casarla cuanto antes, para
justificar ciertos descuidos que ya no tenían remedio.
KL BMPBRADOR FRANCISCO JOSÉ EN LA FIESTA DB LOS NIÑOS BN VIBNA
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
íW)
BL EMPERADOR Y I.OS ARCHIDUQUES EN UNA PROCESIÓN POR LAS CALLES DE VIBNA
Si el abuelo retardaba su consentimiento, surgiría el
escándalo. Y el severo Francisco José, tan intransi-
gente en el cumplimiento de las «leyes de la casa de
Habsburgo», tuvo que ceder, vencido por las lágrimas
de su nieta. Esta se casó con el teniente, y por prime-
ra vez hubo en la familia un matrimonio feliz y sin
historia, yendo á ocultar su dicha burguesa en un cas
tillo de la Moravia.
Después de esta primera abdicación, Francisco
José, que fué siempre de una amable ligereza para
las pasiones sin consecuencia, pero de una severidad
intransigente para el matri-
monio, se sintió empujado
^^^^_^ y dominado por la podero-
O^Hj^^^^^^ sa inundación de amor que
^^^^^^^^^^ ha ido subiendo en torno de
^^^B^^l^r él. Paso á paso tuvo que
fT ^ ^ retroceder ante su familia,
sacrificando los tradiciona-
les principios.
La archiduquesa Estefa-
nía, viuda de Rodolfo, se
presentó igualmente á Fran-
cisco José, para hacerle sa-
ber que deseaba casarse
con un chambelán de su
corte, el conde Lonyay, no-
LA ARCHIDUQUESA GISELA ble húngaro, pero de noble-
za reciente, y poseedor de una gran fortuna. Francis-
co José quiso resistirse á esta unión, considerando una
verdadera vergüenza que su nuera fuese la esposa de
uno de sus chambelanes. Pero el amor venció de nue-
vo á las tradiciones, y Francisco José tuvo que acep-
tar el desigual enlace.
Años adelante, fué su nieta más amada, la archi-
duquesa Elisabeth, hija única de Rodolfo y Estefanía,
la que le proporcionó un nuevo disgusto siguiendo el
ejemplo de su madre. La princesa Elisabeth era la
hija de su único hijo, la descendiente directa de su
sangre, la que él amaba
más y trataba con mayor
confianza, deseando casar-
la con un rey poderoso. Y
su más intima descendien-
te se casó con un simple
oficial de caballería, trasla-
dándose á Praga, donde su
marido estaba de guarni-
ción.
El amor con su falta de
respeto á las tradiciones
ha perseguido al ceremo-
nioso Francisco José en el
último periodo de su exis-
tencia. Al morir Rodolfo y
tener que escoger un here- lbopoldü db bavibba
'^.
^"^
510
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
dero, el emperador se fijó en su sobrino Francisco
Fernando, el mismo que fué victima en 1914 del aten-
tado de Serajevo. Con arreglo á las leyes de los Habs-
burgo, correspondía la corona al hermano del em-
perador y padre del citado archiduque, ó sea á Car-
los Luis, el viejo erótico llamado «el Barba- Azul» de
la familia. Pero Francisco José creyó más conveniente
designar á uno de sus hijos. El mayor era Othon, el
terrible «salta-ataúdes» que tantos disgustos había
dado al emperador. Por esto prefirió á su segundo
hermano, Francisco Fernando, de costumbres tranqui-
FRANCISCO JOSÉ, CON SU.S NIETOS
las y que dedicaba cierta atención á los asuntos de
Estado.
También el amor, con su tendencia á las alianzas
obscuras y los conflictos novelescos, le salió al en-
cuentro al designar á este heredero, que parecía sumi-
so y de gustos vulgares.
Cuando Francisco José hablaba á su sucesor de la
necesidad de un pronto matrimonio para asegurar al
trono de Austria-Hungría una nueva línea de herede-
ros, Francisco Fernando rehuía la conversación. Esta
conducta resultaba extraña, pues no se le conocía al
archiduque ningún amor secreto que se opusiera á su
matrimonio. Todos ignoraban sus relaciones con la
condesa Choteck, de las que ya hablamos al relatar la
tragedia de Serajevo.
Cuando Estefanía, la viuda de Rodolfo, se casó con
el chambelán, el archiduque ae decidió á hablar, ani-
mado por el consentimiento que el emperador habia
dado finalmente á su antigua nuera. Pero Francisco
José, aunque parecía acostumbrarse á los matrimonios
desiguales, acogió con una rotunda negativa la preten-
sión de su heredero. El viejo monarca podía transigir
con los deseos amorosos de los individuos de su fami-
lia que no estaban destinados á reinar. Pero Francis-
co Fernando iba á ser emperador á la muerte de su
tío, y la corona imperial no podía ostentarla una obs-
cura condesa de provincias. A su resistencia por or-
gullo de familia, iba unida una consideración política.
La Constitución de Austria exige que el heredero
del trono se case con una princesa de sangre real
para que ésta sea emperatriz. Cuando la madre care-
ce de esta condición, los hijos no pueden heredar el
Imperio. En cambio la Constitución húngara reconoce
como reina á la mujer del rey de Hungría, sea cual
sea su origen, y los hijos, por el hecho de su naci-
miento, son herederos indiscutibles del trono. Casán-
dose Francisco Fernando con la condesa Choteck, ésta
ceñiría en el porvenir la corona de Hungría, pero no
la de Austria, y sus hijos subirían al trono húngaro
contemplando como inaccesible el trono austríaco.
Equivalía esto á la seguridad de una secesión futura
y definitiva de los dos países del Imperio, peligro que
no podía admitir el emperador.
Pero la condesa Choteck contaba con un apoyo po-
deroso, tanto en sus amores con el archiduque como
en su lucha contra los principios tradicionales del
viejo emperador: los jesuítas. Se ha exagerado tal vez
la importancia y el poder de esta orden religiosa en
algunas naciones de Europa, pero en Austria y en Es-
paña, las dos monarquías católicas por excelencia,
el jesuitismo conserva todavía gran influencia en la
vida palaciega. Estos protectores de la Choteck, ac-
tuando hábilmente sobre el ánimo de Francisco José,
consiguieron vencer sus escrúpulos de gran señor y
su orgullo de jefe de los Habsburgo.
El emperador aceptó al fin el matrimonio morga-
nático de su heredero con la condesa Choteck, después
que el Parlamento húngaro hubo aprobado la renuncia
de la corona de Hungría que hizo Francisco Fernando
para sus hijos futuros.
Ya dijimos cuál fué la conducta política de este
matrimonio, que estaba destinado á ocupar el trono
imperial. La condesa Choteck, que al principio perma-
neció modestamente en segundo término, fué poco á
poco apoderándose del viejo emperador, de ideas va-
cilantes. Este octogenario, que fué en otros tiempos
ferozmente testarudo, parece fatigado de luchar y
acepta los pensamientos de los demás. Es indudable
que de no ocurrir la tragedia de Serajevo la condesa
Choteck habría acabado por lograr una reforma de las
leyes dinásticas, subiendo al trono como legítima em-
peratriz.
Los elementos reaccionarios del Imperio miraban
con simpatía á esta pareja principesca que en toda
ocasión hacia gala de sus principios ultra-clericales.
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
511
Francisco Fernando, de limitada mentalidad y duro
carácter, se dejaba dirigir por su mujer, más ambi-
ciosa é inteligente. Ésta por su parte obedecía las ins-
piraciones del clero, y especialmente de los jesuítas,
que esperaban tomar la dirección absoluta de los
asuntos del Imperio asi que el principe heredero su-
biese al trono. Ella fué la que impulsó á su marido á
aceptar el titulo de Protector de la liga «Katholis-
cher-Schülverein», liga de las escuelas católicas, fun-
dada por los jesuítas como un contrapeso á la liga
«Deutscher-Schülverein», encargada de crear escue-
las alemanas liberales y defender del clericalismo la
ley escolar, votada por el parlamento. Gracias á la
Choteck se vio por primera vez á un principe heredero
mezclarse en los asuntos políticos y combatir una ley
votada por las cámaras y firmada por el emperador.
La conducta de Francisco Fernando fué indecisa y
contradictoria. Su afición á la milicia, su vanidad que
le hacia considerarse como un gran capitán, y sus de-
seos de una guerra para poner de relieve los méritos
que él mismo se suponía, lo empujaban del lado de
Alemania, sometiéndolo á la influencia de Guiller-
mo II. Al mismo tiempo, sus ideas clericales y su pa-
triotismo de austríaco, alarmado por la propaganda
pangermanista, le colocaban frente á la Alemania
protestante y avasalladora. Además, influía en él la
nacionalidad de su esposa, tcheque de nacimiento, y
al sostener las reivindicaciones de los tcheques se ene-
mistó con el partido que representaba en Austria la
tendencia alemana.
Pero por encima de estas fluctuaciones la idea do-
minante en él era la guerra; una guerra contra Rusia y
contra media Europa si era preciso, para levantar el de-
15
1
i
^. _
>
El, ARCHIDUQVB FRANCISCO FERNANDO
LA CONDESA CHOTECK CON SUS DOS HIJOS
caido prestigio
de Austria y
proporcionarle
nuevos territo-
rios. De cum
plirse los de-
seos de este
hombre belico-
so y de cortos
alcances, la
presente gue-
rra hubiese es-
tallado hace
ya varios años.
Seguro y con-
fiado en el apo-
yo de Alema-
nia, el archidu-
que heredero
se mostró au-
daz, provocati-
vo é insolente en todos los conflictos de Europa, enca-
minándolos á hacer inevitable la guerra. Tan audaz
fué su conducta que el mismo Guillermo II, que no es
un modelo de prudencia, tuvo que decirle á principios
de 1914, ó sea pocos meses antes de su asesinato:
— Me parece que mueves demasiado ruido con mi
sable.
Este hombre mediocre, que se creía destinado á
las mayores glorias militares, fué fatal para Europa.
Pasó sus últimos años deseando la guerra, activando
sus preparativos, haciéndola inevitable. Un atentado
político acabó con su vida y la de su esposa. Pero el
espíritu de la guerra le sobrevivió. Ya que no había
podido imponerla con las actividades de su vida, dio
un pretexto para ella con su trágica muerte.
El reinado de Francisco José ha sido la negación
de su divisa Recta tueri. Sea por su culpa ó por la de
sus ministros — aunque él ha gobernado en todas oca-
siones personalmente — , la lealtad y el cumplimiento
de las promesas no son las virtudes más salientes de
su tiempo.
Elevado al trono por uña revolución, agradeció su
auxilio á los liberales, restaurando el régimen abso-
lutista de Mctternich y dictando las medidas represi-
vas de los famosos «años de hierro».
Su ingratitud fué notoria con el Imperio ruso, su
aliado de 1849, sin cuyo apoyo no habría podido re-
primir la insurrección republicana de Hungría. Cuan-
do poco después Rusia sostuvo la guerra de Crimea,
Francisco José no hizo nada por auxiliarla, y como
dice un historiador, «su ingratitud asombró al mundo».
De acuerdo con Prusia, asaltó á Dinamarca, cuyo
delito consistía en oponerse á la germanización de
unos ducados que no eran alemanes. Su política tor-
tuosa con los Estados de la Confederación germánica
512
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
lo condujo al desastre de Sado-wa. Bismarck se encar-
gó de demostrarle que la política de imperios como el
suyo debe sostenerse por el hierro y por el fuego y no
por envejecidos artificios de cancilleria.
Como soberano católico fué desleal con Pío IX, al
que no dio nunca el auxilio que hacían concebir sus
promesas. Enemigo de los prusianos, engañó igual-
mente á Napoleón III en 1870, negándole á última
hora el concurso que le había hecho esperar lógica-
mente, como una venganza de Sadowa.
. Obligado á entrar en la Triple Alianza por la fé-
rrea presión de Bismarck y
teniendo por compañera á
Italia, molestó y persiguió
cuanto pudo á los habitantes
de sus provincias de origen
italiano.
En el congreso de Berlín
supo engañar á los rusos
vencedores y á los turcos
vencidos, haciendo que la
diplomacia alemana, á cam-
bio de su alianza, le entre-
gase el protectorado de Bos-
nia y Herzegovina, sin ha-
ber hecho nada, sin haber
disparado un tiro. Treinta y
dos años después se burló de
Europa entera, anexionán-
dose para siempre dichos te-
rritorios, que por su volun-
tad querían unirse á Servia,
y se atrevió á esta cínica
resolución porque su aliado
el Imperio alemán le guar-
daba las espaldas.
Durante la guerra balká-
nica, haciendo gala de un
falso desinterés, trabajó
ocultamente para que los Es-
tados balkánicos se exter-
minasen entre ellos, reco-
giendo cómodamente sus restos después de la catás-
trofe. Bajo su inspiración los búlgaros se arrojaron
contra los servios, y al ver salir vencedora á Ser-
via de esta emboscada, su despecho fué tan grande
que estuvo próximo á declararle la guerra.
El inventó, para complicar más la política euro-
pea, el grotesco reino de Albania.
El preparó el complot de 1914 contra los servios,
tomando pretexto del suceso de Serajevo para no
aceptar ningún arreglo pacífico; y este complot dio
por resultado la lucha actual, sumiendo á casi toda
Europa en los horrores de la barbarie guerrera.
La trágica fatalidad que parece acompañar á este
hombre en su vida de familia atrayendo la ruina y la
muerte sobre los que le rodean, le ha seguido igual-
mente en su vida de gobernante. Gracias á él la
BL EMPERADOR A CABALLO
humanidad ha sufrido una de sus mayores catás-
trofes.
Tal es la obra de Francisco José. ¡Recta tueril
o
Este emperador de ochenta y cinco años se ve solo
al final de su vida, como si nunca hubiese tenido una
familia, como si hubiese atravesado la existencia
acorazado en el más duro egoísmo. Y sin embargo,
ningún hombre puede sentir como él la pesadez del
pasado. ¡Qué de tempestades han sacudido su casa!
¡Qué de escándalos la han ensuciado! ¡Qué de dramas
han cubierto sus pisos de
sangre!
Henri de eindel traza
un vigoroso cuadro del final
de esta vida que se empeña
en subsistir; de los últimos
años de un soberano que vi-
vió más que nadie, ha debi-
do sufrir más que nadie, y
antes de bajar á la turaba se
despide del mundo provo-
cando el más horroroso con-
fiícto que presenciaron los
siglos.
«Llegado al trono — dice
Weíndel— , como soberano
absoluto de un Imperio in-
menso, que abarca todo el
centro de Europa, se vio
arrancar por la guerra sus
más hermosas provincias, y
él, que en otros tiempos hu-
biese preferido abdicar an-
tes que ceder la más peque-
ña partícula de sus poderes,
se ve reducido al estado de
monarca constitucional, sin
autoridad para su persona y
sin esperanza para su here-
dero... Llegado al matrimo-
nio por el camino del amor,
él mismo destruyó con sus manos la felicidad de su
existencia. Todo ha caído en ruinas en torno de él, y
en los campos donde germinaba la semilla de la fami-
lia la muerte ha segado furiosamente con los golpes
trágicos é imprevistos de su guadaña implacable.
Mujer, hijos, hermano, todos han caido. Sólo las
malas hierbas han quedado de pie, y él permanece
inmensamente solo, en los grandes salones, severos y
fríos, del solemne Hofburg.
«Sin embargo vive y no parece que el dolor haya
dejado en su persona huellas muy profundas. De los
escombros enormes de su vida ha sabido extraer los
materiales necesarios para la construcción de un re-
fugio que puede abrigar su egoísmo profundo, la se-
quedad de su corazón, la estrechez de su espíritu.
Lleva gallardamente sus ochenta y cinco años, y de-
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
513
jando aparte sus crisis de epilepsia — enfermedad do
los Habsburgo — , que cada vez son más frecuentes y
le hacen espumear, con los ojos vidriosos, golpeando
con las piernas, la cabeza ó los brazos lo que se en-
cuentra cerca de él, no parece sentir de un modo
abrumador el peso de sus infortunios... Fastuoso en
otros tiempos, se ha creado ahora una pequeña exis-
tencia burguesa y plácida; una vida de viejo célibe
que descubre una felicidad inmensa en el solo hecho
de existir.»
El antiguo caballero galante de la corte de Viena,
que conoció los goces del
amor y de la riqueza como
nadie, ha tenido que renun-
ciar á casi todos los place
res y únicamente le es posi-
ble una sensualidad: la de la
boca. Como este es su único
placer, abusa de él de un
modo portentoso. Lo que
come en un solo día Francis-
co José resultarla suficien-
te para varias personas. Se
acuesta pronto y se levanta
antes del amanecer. Entre
cuatro y cinco de la madru-
gada su ayuda de cámara le
sirve el primer desayuno,
confortable y copioso. El
emperador se pasea por su
gabinete, lee cartas, y á las
ocho le sirven un segundo
almuerzo, compuesto de un
potaje, un asado, legumbres,
numerosos entremeses y
gran variedad de postres.
Llega su secretario particu-
lar, procede con él al despa-
cho de la correspondencia,
y al mediodía un tercer al-
muerzo, compuesto de igua- "'' emperador con inif
les platos que el segundo.
Por la tarde se pasea por el parque del Hofburg ó de
Schoenbrunn, según sea la instalación de la corte, á
pie ó en carruaje, pues hace j'a muchos años que no
puede montar á caballo, lo que era su diversión fa-
vorita. De cuatro á cinco de la tarde es la comida,
compuesta invariablemente de sois platos fuertes. Un
solo convidado le acompaña, que algunas veces es un
alto funcionario de la corte y casi siempre un general
ayudante. El emperador se sirve con abundancia de
cada plato y casi siempre repite. A las ocho de la
noche quinta comida, compuesta de fiambres, embuti-
dos y té, y á las nueve el emperador va en busca de su
lecho para reparar sus fuerzas quebrantadas por tanto
trabajo. Uno de sus biógrafos dice: «Si muere algún
dia — lo que es posible á pesar de su furiosa resisten-
cia— , nadie podrá decir que ha muerto de hambre.»
Á pesar de que Francisco José posee una de las
bodegas más famosas do Europa por la antigüedad y
exquisitez de sus vinos, es sobrio eu la bebida y acom-
paña su pantagruélica nutrición regando los alimen-
tos con algunos vasos de cerveza. Hace todas sus co-
midas en una hermosa vajilla de plata, que os para
él ordinaria y de uso vulgar comparada con el famoso
servicio de oro usado en tiempos de la emperatriz
Elisabeth, una de cuyas piezas solamente, el centro
de mesa, vale IGO.OOO francos. En el vasto comedor,
donde los servidores son más numerosos que los co-
mensales y donde jamás la
mesa ha sido adornada con
flores desde la muoite de la
emperatriz, el viejo empera-
dor se complace en evocar
ante su único invitado los
tiempos suntuosos de las
grandes comidas de gala,
con sus vistosos uniformes y
los hermosos escotes de las
damas. ¡Todo terminado!...
Terminados igualmente
sus antiguos placeres favori-
tos, la caza, la equitación
y los ejercicios militares.
Hace unos años, todavía se
dejaba izar á lo alto de un
corcel amaestrado y pacifico,
como si fuese un fantasma
del brillante jinete de otros
tiempos, revistando sus tro-
pas para darse el placer por
unos instantes de ser solda-
do, con vana ilusión de su
fuerza. Ahora ya no le per-
miten este momentáneo con-
suelo. Todo lo que le gusta-
ba le ha sido prohibido. Le
gustaba fumar á todas horas
ORMB DB HÚSAR BúNGARc y„Qg eigarros austríacos, ne-
gros y largos, llamados «Vir-
ginia», y los médicos, temiendo por el funcionamiento
regular de su corazón, le obligan á fumar unos ciga-
rros pequeños y ligeros llamados «trabucos», que él
encuentra insípidos.
«Entre las cosas— dice Weindel —que él amó y que
ahora no puede gustar, la dominante, l.i que está por
encima de todo... es el amor. ¡Ha llovido algo desde
que la sociedad de Viena no se ocupa de las amantes
de Francisco José! El Don Juan de otros tiempos que
coleccionaba corazones de hermosas, ha desaparecido
hace muchos años. Del brillante jinete infiel y atrevi-
do, no queda más que un anciano burgués que se satis-
face con el compañerismo de una vieja amiga, y que
hace decir á los maldicientes de Viena con una sonrisa
burlona cuando hablan en su presencia de los éxitos
pasados del emperador: «¡Ah! ¡El señor Schratc!»
5M
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
Los vieneses apodan «el señor 8ciiratt» á este Te-
norio de otros tiempos, burlándose de su fidelidad
amistosa á una antigua amante.
Catalina Schratt, la más eminente de las actrices
del teati'o austríaco, fué, como ya dijimos, una de las
vivas pasiones del emperador durante su alegre ma-
durez. Esta artista inteligente, fina y bondadosa, que
tuvo amistad al mismo tiempo con la emperatriz Eli-
sabeth, ha sabido conservar el afecto de Francisco
José muchos años después de híiberse extinguido el
amor.
El viejo soberano, cuando vive solo en su palacio,
necesita ver á la antigua comedianta, y va á buscar-
la en su casita simple y tranquila. Cuando no están
en el Ilofburg las archiduquesas, hijas ó nietas, con
sus batallones de niños, el emperador octogenario
pasa la velada en casa de «Madame Katharina». Fran-
cisco José no se oculta, ni
tiene ahora por qué ocul-
tarse el pobre viejo, pues
sus visitas no pueden ser
más inocentes. Durante
su época pecaminosa,
cuando la Schratt en ple-
na belleza era la primera
iictriz del Burg-Theater,
tampoco se ocultó, é iba
á visitarla públicamen-
te, ocupando una carro-
za de la corte y vistiendo
el uniforme de coronel
que lleva diariamente.
Con el mismo uniforme
de coronel, y ocupando
un carruaje igual, va
ahora siempre que puede
á pasar la velada con su antigua amiga. Las criadas
de la actriz le llaman simplemente el «coronel», así
como los maliciosos le apodan el «señor Schratt».
«Varías veces por semana — dice Weindel — se in-
vita á comer, teniendo cuidado — pues es un amigo y
no el emperador el que llega — de dejar su corona y su
cetro en el perchero del recibimiento. Gusta de discu-
tir las pequeñas cosas domésticas, encontrando en
esto su último placer, y trata gravemente del menú
con la cocinera, que recibe de él espléndidas propi-
nas. La «señora Schratt», que fué una reina majes-
tuosa á la luz de las baterías escénicas — como el «se-
ñor Schratt» fué un emperador fastuoso bajo las lám-
paras de los salones del Ilofburg — , se ocupa con so-
licitud de las comodidades de su antiguo enamorado.
Los dos recuerdan con su cariño senil á Filemon y
liancis; pero Filemon y Baucis convertidos en peque-
ños burgueses de provincia.
»En invierno, cuando llega Francisco José lo en-
cuentra todo organizado para su comodidad. El me-
jor sillón es para él, y además Catalina en persona
prepara un braserillo, sobre el cual coloca el empera-
CAPir.r.A SUBTERRÁNEA DE LA IGLESIA DB LOS CAPUCHINOS
DONDE ESTÁ BL PANTEÓN DB LOS HABSBURGO
dor sus píes, enfriados por la estación y por los años.
Los dos hablan un momento de cosas vagas y grises,
y se sientan á la mesa, uno frente al otro, cuidando
la vieja artista de que su amigo, cada vez más glotón
y menos razonable, no coma demasiado de sus platos
favoritos, dándose una indigestión, lo que le ocurre
con frecuencia. Termina la comida en una intimidad
simple y dulce, y mientras Francisco José fuma su
«trabuco», que sigue no gustándole, el timbre de la
puerta suena por dos veces.
»Son los compañeros de tarok — especie de whist
austríaco — , que llegan para hacer la partida del «co-
ronel». Estos antiguos amigos de Catalina son siem-
pre los mismos: M. Palmer, director del «Banco de
los países austríacos», y otro banquero igualmente
rico, pero judio de nacimiento y de religión.
»E1 emperador católico y el banquero judío hacen
muy buenas migas— lo
que indignaba á la devo-
ta condesa Choteck — , y
los cuatro jugadores de
tai-ok se sienten unidos
por una amistad que na-
da puede turbar.»
Una noche que Fran-
cisco.I osé había olvidado
su estuche de cigarros en
el Ilofburg, buscándolo
inútilmente en todos los
l>olsillos de su uniforme,
la Scliratt lo sacó de apu-
ros yendo á su dormito-
rio y volviendo con una
caja de habanos magní-
ficos. El emperador dudó
unos momentos al ente-
rarse de que los cigarros eran del banquero Palmer, y
que Catalina los guardaba en su cuarto de dormir.
Pero entre gentes de su edad no son ya posibles las
rivalidades, y tomando un habano dijo con tono de
broma:
— ¡El dinero que debe ganar ese hombre para ofre-
cerse cigarros tan caros!
«Aquella noche — continúa Weindel — la partida de
tarok fué igual á la de las otras noches: cada uno se
guardó sus ganancias, unas cuantas piezas de plata,
y á las nueve menos cuarto exactamente llegó la ca-
rroza de la corte, y Catalina Schratt, que vela por la
salud de su viejo camarada, lo condujo hasta la puer-
ta, sin concederle un minuto más. Frecuentemente
«el señor Schratt», entre las nueve menos cuarto y
las nueve en punto, hace á píe el pequeño trayecto
entre la casita bui'guesa de su vieja amante y las ha-
bitaciones solemnes y frías del Hofburg. Aunque el
trayecto es corto ofrece una especie de revista dolo-
rosa de la vida del emperador. El carruaje pasa ante
el convento de los Capuciiínos, donde está el panteón
de los Habsburgo. Allí duermen para siempre su her-
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 191-1
51&
iiuiuo t'usiladu, su hijo el suicidn, su mujer ¡isesiiuidii...
Mcás allii la iglesia de los Agustinos, donde se casó él,
donde se casó Rodolfo...
"¿Pero «el señor Scliratt» se acuerda alguna vez
de estas cosas?»
Y así, entre una antigua comedianta y dos ban-
queros judíos, acaba su vida Francisco Josi-, mientras
todo cruje y se derrumba en torno de él.
¡Y este pacífico burgués, que come cinco veces al
día, va por la noche de tertulia á la casa de su anti-
gua amante y juega al tarok con los amigos de ésta,
es el que ha aplicado la me-
cha, provocando el incen-
dio europeo! Por su fatal
iniciativa millones y millo-
nes de hombres chocan y se
matan desde las fronteras de
Persia al paso de Calais y
los navios gigantescos bajan
destrozados á los abismos
del mar.
;Y todo esto ha podido ha-
cerlo el «señor Schratt», el
convidado de Catalina, un
viejo de ochenta y cinco
años, que ha preparado la
matanza de tres ó cuatro
millones de hombres jóve-
nesl
Antes de abandonar la
vida se ha despedido de ella
con un llamamiento á la
muerte universal, lúgubre
servidora que nunca deja de
acudir á la voz de los em-
peradores.
Tal vez no supo lo que
hizo... Pero asi ha sido.
El mundo vivía en paz.
sin poder sospechar nada
malo de unas patillas blan-
cas que brillaban entre una
lámpara burguesa y una baraja de tarok en el come-
dor de una comedianta retirada.
¡Fatales ironías de la Historia!
XVI
La Medicina y los dos emperadores
La presente guerra, que tan inmensas responsabi-
lidades impone á sus autores, ha hecho que la ciencia
médica fije su atención en Francisco José y Gui-
llermo II.
El doctor Neipp, ilustre presidente de la «Sociedad
suiza de medicina y cirujía» y gran especialista en
UAT.\LINA SCHKATT
enlermedades nerviosas, publicó á principios de la
guerra, en una revista científica de Lausana, un es-
tudio fisio-psicológico sobre los dos emperadores ger-
mánicos. Este estudio, que obtuvo gran resonancia,
fué comentado por el venerable doctor A. Froment, de
JIontreux (Suiza i, médico de celebridad universal al
que van á buscar en su retiro enfermos de todos los
países.
El estudio de Neipp, titulado Los responsables, y
los comentarios que le dedicó Froment, establecen
que por una singular ironía del destino, si los dos so-
beranos, conductores de hom-
bres, son responsables polí-
tica y socialmente de las
catástrofes que han hecho
caer sobre la tierra, en cam-
^^f bio, examinados medical-
^f^ mente, debe considerárseles
casi como irresponsables.
Ambos emperadores pre-
sentan, cada uno en lo que
le concierne, un caso médi-
co muy característico. Los
dos factores esenciales de la
responsabilidad moral son:
la sensibilidad y la volun-
tad. En Francisco .Tose la
sensibilidad y la voluntad
puede decirse en cierto modo-
que no existen. En Guiller-
mo II existen, pero con un
absoluto desarreglo.
«De los dos casos — dicen
Neipp y Froment — , el de
Francisco .losé es el más
claro y simple. El empera-
dor austríaco tiene una salud
física perfecta y admira-
blemente equilibrada, que
desafia á los años. Pero su
sistema nervioso y sensitivo es de una visible inferio-
ridad. Además, Francisco José ha dado siempre prue-
bas de que sus facultades intelectuales se hallan por
debajo del término medio.
»Se notan en él— dicen los citados doctores— los
signos aparentes de esta inferioridad: frente depri-
mida, masa encefálica de un volumen inferior al nor-
mal y las paredes del cráneo de un grosor excesivo.
«Francisco José parece no haber comprendido ja-
más ni sentido nada de lo que ocurría en torno de él.
Las catástrofes más espantosas han caído sobre su
Imperio y su familia: se ha visto mezclado en los más
sombríos dramas públicos y domésticos, en los cuales
lo trágico se confundía con lo innoble; ha visto á los
suyos desaparecer en torno de él, arrastrados por el
torbellino de los vicios ó anonadados bajo ios golpes
516
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
del fanatismo político; y sin embargo, ha mostrado
en todos estos sucesos el aire «ausente», distraído, de
un hombre al que nada puede hacer perder la calma
de sus fáciles digestiones.»
En la guerra se condujo valerosamente, con un
gesto también de distracción, con un valor incons-
ciente, como si preocupado de su propia persona no
tuviese voluntad ni sensibilidad para apreciar los
peligros exte-
riores.
El diagnósti-
co del estado
actual del em-
perador de Aus-
tria— según el
doctor Neipp —
establece un re-
blandecimien-
to progresivo
de la materia
cerebral. «Si no
ocurre un brus-
co desenlace,
debido á una
congestión pul-
monar que hay
quetemersiem-
pre en un viejo
— dice el doc-
tor Froment — ,
Francisco José
vegetará toda-
vía algunos
años en la sere-
nidad de una
inconsciencia
que no puede
turbar el inevi-
table y defini-
tivo desmem-
bramiento de
su Imperio. Y
así acabará
tranquilamen-
te sus días, en
la imbecilidad
senil, ó sea la chochez. Traduciendo en lenguaje fa-
miliar las consideraciones médicas del doctor Neipp,
puede decirse que el trono de los Habsburgo acabará
por convertirse en un sillón agujereado.»
El caso de Guillermo II ofrece mayores complica-
ciones. El doctor Neipp declara desde el principio
que el emperador de Alemania está infinitamente me-
jor dotado en punto á facultades intelectuales que su
compañero austríaco.
Eu Guillermo II la inteligencia nativa fué cuando
FRANCISCO JOSÉ
menos de un nivel medio. Si el nacimiento hubiese
hecho de él un simple huberau del Brandemburgo ó de
la Pomerania, habría llegado á ser un buen coronel ó
un inteligente funcionario. Desgraciadamente el am-
biente en que vivió desde sus primei-os años fué fatal
para el desenvolvimiento de su inteligencia, así como
para sus condiciones morales.
«Su infancia y su juventud se desenvolvieron en la
embriaguez de
los triunfos pru-
sianos de 1866
y 1870, que le
trastornaron la
cabeza. El or-
gullo teutónico
se ha elevado
en Guillermo II
á la potencia
cúbica, al mis-
mo tiempo que
degeneraba su
voluntad, has
ta el punto de
no poder refre-
nar las mani-
festaciones in-
decentes de
una ambición
exacerbada.
Hay que re-
cordar la acti-
tud escandalo-
sa de Guiller-
mo cuando sólo
era kronprintz,
junto al lecho
de su padre
agonizante.
»A su orgullo
de raza ha ve-
nido á unirse
una vanidad
pueril, siempre
despierta, que
le hace buscar
los éxitos fáci-
les y le proporciona muchas veces fracasos ruidosos;
vanidad que se satisface con una sucesión trepidante
de primeros papeles que ansia desempeñar. De aquí
sus actitudes teatrales, sus bruscos cambios de con-
ducta, sus ambiciones, que no son más que envidias,
sus proyectos acompañados de vacilación, y sobre
todo la manía del traje, del uniforme que hacía son-
reír á Eduardo VII, asombrado de tanta incoherencia,
y le hacía dar á su sobrino el apodo de mono sabio.*
Los doctores Neipp y Froment, por un sentimiento
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
SI 7
de equidad, reconocen que Guillermo II no es res- que le hace sufrir de un modo cruel, y disimula mal
ponsable verdaderamente del estado patológico de su rencor contra la suerte bajo una sonrisa que más
sus facultades intelectuales, pues dicho estado se bien parece una crispación. A estas exasperaciones
debe en gran parte á una deplorable salud física, ocultas y concentradas hay que atribuir sus acce-
de la cual hay que buscar las causas en la herencia sos sucesivos de actividad frenética y de abatimien-
paterna. to, su feroz mania de jugar con el fuego, que ha
«Todos recuerdan— dicen los indicados doctores — acabado por inflamar la formidable hoguera ante
la misteriosa enfermedad de la laringe que mató á la que se asombra hoy su verbosa impotencia.»
Federico III. ^
¿Fué cáncer ó
fué sífilis? Esta
última hipóte-
sis, aunque la
discreción pro-
fesional de los
médicos que
cuidaron al pa-
dre de Guiller-
mo II no per-
mite el afirmar-
la de un modo
absoluto, es sin
embargo la
más probable.
Múltiples resul-
tan en el empe-
rador de Ale-
mania los sig-
nos exteriores
de esta degra-
dación física
congenital: un
brazo atrofiado
y casi impropio
para todo ser-
vicio, un hin-
chamiento de
las articulacio-
nes, un abceso
frío en la oreja
interna acom-
pañado de rezu-
mamientos he-
diondos.
«Guillermo II
siente muchas
veces horribles
dolores de cabeza, y la ansiedad insómnica es muy
frecuente en él. Además el emperador de Alema-
nia sufro una pododysodie — del griego podo», pie, y
duKodia, mal olor — , ó sea una transpiración fétida
EL KAISBB
El doctor
Neipp resume
las opiniones
de su estudio
declarando
que, según su
opinión, Fran-
cisco .José es
un abúlico com-
pleto, ó sea un
hombre que ca-
rece de volun-
tad. Igualmen-
te establece en
él una ausencia
completa de
sensibilidad,
que le ha hecho
pasar por las
mayores emo-
ciones sin sen-
tirlas. En loque
se refiere al
emperador de
Alemania resu-
me sus conclu-
siones de este
modo: «Guiller-
mo .II es un
veleidoso su-
pera gitado, cu-
yo diagnóstico,
según toda ve-
rosimilitud,
puede estable-
(Dibajo de E. Forbee, eu «1 Thé Sketch, de Londres) ccrSC aSÍ: sifilí-
tico terciario
que marcha hacia la parálisis general; candidato in-
termitente á la lipemania ó locura triste y á la lo-
cura furiosa.»
Tal vez se equivoquen estos hombres de ciencia
de las extremidades inferiores, pequeña enfermedad y otros que como el doctor Gabanes se han mostrado
muy generalizada en el Brandemburgo y la Prusia
oriental, y que es hereditaria entre los Hohcnzo-
llern.
«Todos estos defectos no son evidentemente muy
propicios á los bellos gestos y las nobles actitudes.
Guillermo II se da cuenta de ello perfectamente, lo
todavía más severos en sus juicios sobre la salud físi-
ca y moral de los dos emperadores germánicos.
Pero enfermos ó sanos, obrando por inconscien-
cia ó con entera razón, tienen ante el presente y el
porvenir la responsabilidad de una inmensa catás-
trofe.
ñl8
VICENTE BLASCO IRAÑEZ
.MAlilSCAT, MAC-MAHON, PRESir)ENTB DE LA RErÚBWCA FRANCESA
XVII
Francia
Después de la derrota de 1870, Francia aplicó to-
das sus energías á su reconstitución interior y al res-
tablecimiento de las grandes pérdidas que había su-
frido.
Vivió en paz con Alemania; pero según la elo-
cuente frase de Viviani, bien sabido es que la paz
alemana consiste en «una serie de provocaciones y
humillaciones». Ya hemos dicho cómo en 1875 Bis-
marck, que se mostraba irritado por el renacimiento
de Francia y los prodigios de su gran fuerza de reno-
vación, intentó asestarla un nuevo golpe, más terri-
ble que el anterior, y cómo la intervención oportuna
de Rusia y la Gran Bretaña evitó la guerra.
Francia, bajo las presidencias del mariscal Mac-
]\Iahon y de Grevy, empezó á reconstituir sus fuerzas
militares y navales, empleándolas luego en la expan-
sión colonial. Habiendo decrecido la influencia de
Francia en Europa á causa del gran desastre provo-
cado por el imperialismo napoleónico, la joven Repú-
blica se dedicó á las empresas coloniales, viendo en
i'llas el medio do asegurar el porvenir con una gran
expansión territorial y de rehacer su prestigio en el
presente merced á las hazañas de sus soldados y sus
marinos en las tierras lejanas.
Julio Ferry fué el iniciador de la expansión coló
nial, llevándola adelante á pesar de la vigorosa oposi-
ción de algunos grupos políticos. Sus sucesores en el
gobierno han continuado esta política durante treinta
años. Gracias á ella la República pudo reparar los
desprestigios del antiguo régimen, ocupando de nuevo
un lugar importante entre las potencias europeas. Con
un gasto* escaso de hombres y dinero, formó en Asia
y en África uno de los más vastos dominios coloniales
que ha conocido la Historia.
Estas empresas sirvieron para mantener en Fran-
cia el espíritu militar, cuya conservación le era nece-
saria frente á la amenaza germánica, y para constituir
una clase de jefes y oficiales, prácticos y aguerri-
dos, que pelearon continuamente, mientras sus ene-
migos tradicionales de Europa no conocían otras cam-
pañas que las maniobras de tiempos de paz. Además
Francia, que tiene ante Alemania la inferioridad nu-
mérica de su población, pudo crear con sus expedicio-
nes lejanas las «tropas coloniales», compuestas de
elementos indígenas que han dado un resultado exce-
lente en la presente guerra. El musulmán de Arge-
lia y de Marruecos y el negro del centro de África
se han convertido bajo la dirección de los oficiales
franceses en combatientes hábiles y disciplinados,
que aman con un cariño fetichista la bandera trico-
lor y luchan dignamente al lado de los soldados de la
metrópoli.
La expansión colonial empezó por la conquista
de Túnez y el establecimiento de un protectorado
francés sobre este reino que afirmó para siempre la
tranquilidad de la Argelia. Luego fué la ocupación
del Tonkín, dirigida por el heroico almirante Courbet,
y que sirvió de escuela de guerra á los viejos genera-
les de la actualidad — Joffre entre ellos — , que eran
entonces simples ca-
pitanes.
Después Francia
fué estableciéndose
en el Congo, Mada-
gascar, Indo -China
y el Noroeste africa-
no. ]\luchas de estas
conquistas no eran
de un aprovecha-
miento comercial in-
mediato, pero ofre-
cían á las armas
francesas una in-
mensa reserva de
hombres para los
conflictos de Euro-
pa. Como dijo un mi-
nistro francés, «las
JCLIO FERKY
HISTORIA DE l.A CiUKUUA Elll^OPEA DE WI1
■&I.9
otnis naciones iban á África en busca de oro, mien-
tras que Francia buscaba soldados».
Esta política de expansión colonial á todo trance
puso muchas veces á la República en grave peligro de
romper con Inglaterra, pues los exploradores de am-
bos países chocaron en el interior de África al tomar
posesión de los territorios descubiertos. De 1885
á 1900, Francia y la Gran Bretaña parecieron correr
una desaforada carrera en el continente negro, ansio-
sa cada una de galopar con más rapidez que su rival,
para tomar posesión de mayor cantidad de territo-
rios. El movimiento paralelo y hostil no se realizó sin
rudos encuentros. El incidente de Fachoda entre los
ingleses y el comandante Marchand casi provocó la
guerra. Pero la diplomacia francesa, hábil y concilia-
dora, logró solucionar este conflicto y otros semejan-
tes, saliendo la República del peligroso periodo con la
posesión indiscutida de todo el Norte de África, el
Congo y Madagascar, además de las colonias de Asia
y Oceanía.
La cuestión de Marruecos sirvió para que Inglate-
rra y Francia, antiguas rivales en África, se aproxi-
masen definitivamente, sintiéndose unidas por una
simpatía que el tiempo y la agresión alemana han
acabado por convertir en una alianza.
Gracias á la política internacional y colonial se-
guida durante treinta años por todos los gobiernos de
la República con una plausible unidad de miras, Fran-
cia vio agrandado su territorio y aumentado el núme-
ro de sus habitantes en unas proporciones enormes y
con una solidez inalterable, como no lo consiguió Na-
poleón con sus gloriosas y estériles conquistas. Gra-
cias también á la diplomacia de la República, monar-
cas poderosos de Europa, sostenedores hasta poco
antes de las ideas tradicionales, buscaron la alianza
de la democracia francesa.
En varias ocasiones, después de 1875, intentó Ale-
mania provocar una
guerra con Francia.
Bismarcií habló
en el Reichstag de
la posibilidad de esta
guerra, cada vez que
la oposición le nega-
ba su apoyo para el
voto de nuevos cré-
ditos militares. «Si
lina nueva, gueri'a
i'stalhi entre Alema-
nia y Francia — dijo
el Canciller — , pro-
curaremos anonadar
.'i Francia de tal mo-
do ([Ue en nuichos
liños no piu'dii mo-
ni, Ai.MiRANTB couRBBT vorsc. La giicrra, de
JULIO GREVV. TBRCUI! PRESIDENTE PE LA HEPÚBLICA FRANCEÍSA
1870 resultará un Juego de niños comparada con la
del porvenir, en la que aplastaremos definitivamente
á los franceses.»
En 1887, un incidente ocurrido en la frontera
franco-alemana y preparado indudablemente por el
gobierno de Berlín, casi provocó la guerra deseada
por el Imperio germánico. El 20 de Abril, M. Schnae-
belé, comisario de policía francesa en Pagny-sur-
Moselle, fué invitado :\ pasar la frontera por el comi-
sario de policía alemana de Xovéant, llamado Gautsch,
para conferenciar solire un asunto del servicio. Ape-
nas pasó más allá del poste fronterizo, Sehnaebelé
se vio atacado por unos agentes alemanes que le
aguardaban ocultos á un lado del camino y que inten-
taron hacerle prisionero. El comisario francés se de-
fendió, repeliendo á sus agresores y volviendo á pa-
sar la linca fronteriza. Pero los policías alemanes le
persiguieron hasta el otro lado de la frontera, apode-
rándose de él en territorio francés, y luego lo arras-
traron hasta el lado alemán, conduciéndolo entre gen-
darmes á la prisión de Metz.
Este atentado produjo gran impresión en Francia
por lo arbitrario y audaz, viendo todos un anuncio de
la guerra inevitable. La Bolsa bajó considerablemen-
te y las sociedades patrióticas se agitaron con beli-
cosa indignación.
5£0
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
EL C'OMISAKIO SCHNABBBLÉ
La diplomacia
francesa procedió
(.'011 gran rapidez y
liabilidad, reuniendo
los testimonios ne-
cesarios para demos-
trar la injusticia del
atentado. Entre los
papeles del despa-
cho de Schnaebelé se
encontró la carta del
alemán Gautsch, ro-
gando á aquél que
fuese á visitarle
«para tratar del em-
plazamiento de un
poste fronterizo».
Además varios labriegos que habían presenciado el
hecho declararon que «Schnaebelé, atacado en el
territorio alemán , había sido arrestado en el terri-
torio francés».
El ministro de Negocios Extranjeros, M. Flourens,
dirigió á Berlín una reclamación enérgica protestando
de la forma del arresto y de la violación del territoiio
francés. La nota iba acompañada de testimonios que
no permitían duda alguna.
Francia, convencida de su derecho, se mostró en
este asunto fírme y digna. Toda la opinión de Europa
estuvo á su lado. Bismarck intentó inútilmente des-
orientarla, queriendo demostrar por medio de sus pe-
riódicos «reptiles» que Schnaebelé era el jefe del es-
pionaje francés en Alsacia-Lorena. La actitud de las
cancillerías europeas le hizo retroceder, y una sema-
na después puso en libertad á Schnaebelé «por vicio
de forma», aunque para disimular lo arbitrario de su
proceder siguió sosteniendo mentirosamente que el
comisario francés «había sido arrestado en territorio
alemán».
En el mismo año 1887, Alemania intentó de nuevo
atacar á Francia. Era ministro de la Guerra el famoso
general Boulanger, considerado por his asociaciones
patrióticas de París como el «hombre de la revancha».
Boulanger había construido grandes aglomeraciones
de barracas cerca de la frontera para el alojamiento de
las fuerzas militares; Bismarck interpretó esto como
una provocación, y quiso declarar la guerra á Fran-
cia repentinamente, invadiéndola en unos cuantos
días para deshacer y anonadar toda la reconstitución
de fuerzas militares que venia efectuando. Un perso-
naje de Alsacia supo por un diputado del Reichstag
el propósito del Canciller, é hizo un viaje á París para
revelarlo á los principales políticos, entre ellos á Julio
Ferry y Clemenceau. También pudo avistarse con el
mismo general Boulanger, que al recibir la noticia de
que Alemania se estaba preparando para entrar in-
mediatamente en campaña, lanzó una exclamación
de angustia. Precisamente pocos días antes había
cambiado por completo el sistema de movilización
del ejército por considerarlo defectuoso. Las antiguas
órdenes habían sido suprimidas y las nuevas no esta-
ban distribuidas aún. Una invasión en tales momen-
tos representaba para Francia la sorpresa, el desor
den y toda clase de confusiones. Por fortuna, al día
siguiente la Cámara derrotó al ministerio y Boulan-
ger tuvo que abandonar la cartera de la Guerra, que-
dando Bismarck sin el pretexto que debía justificar su
brusco ataque.
Continuó la política agresiva de Alemania contra
Francia, aun en los momentos más difíciles y compli-
cados de su vida interior. Durante el corto reinado de
Federico III, que sólo duró 99 días, un incidente ocu-
rrido en Belfort con un grupo de estudiantes alema-
nes dio pretexto al gobierno de Berlín para dictar
brutales medidas contra los habitantes de Alsacia-
Lorena y los viajeros franceses que circulaban por
Alemania.
El gran error de la anexión de Alsacia-Lorena ha
hecho permanente durante cuarenta años la tirantez
de relaciones y el peligro de guerra entre Francia y
el Imperio alemán. No es fácil absorber á un pueblo
y cambiar completamente sus costumbres y tradicio-
nes; sobre todo cuando este pueblo tiene un decidido
empeño en no dejarse modificar.
Alsacia y Lorena, con sus dos millones de habitan-
tes, se resistieron á la preponderancia germánica des-
de los primeros años de su anexión. Resulta inútil que
el gobierno de Berlín haya enviado á estas dos pro-
vincias una gran emigración alemana. Las familias
germánicas que se establecen en el país favorecidas
KL AliRESTO DE feCHNAEBELÉ
A. Lug:ar de la fronlera alemana donde fué asaUado M. Schnaebelé.
B. Lugar de la fronlera francesa donde fu¿ detenido.
EN EL ñl
Dibujo de Paderlco Vllllers, de <Thc lllustraled London News
Explosión de una trinchera alct;
ENTE
liana minada por los franceses
i
xa w^^
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
S21
por el gobierno, y que al reproducirse prolíflcaraente
representan toda una generación nacida en tierra al-
sHciana ó lorenesa, sólo sirven para engañar ó des-
orientar á la opinión europea, pretendiendo hacerla
creer que los habitantes de las provincias anexiona-
das han olvidado el pasado, están contentos con su
suerte y aman al Imperio alemán. Detrás de esta
masa de emigrados, que es como un coro pagado para
cantar las excelencias de Alemania, existe el verda-
dero pais, los antiguos alsacianos y loreneses, el pue-
blo que fué francés, que se ha visto obligado á viva
fuerza á ser alemán y quiere volver á Francia.
Estas dos provincias, cuando eran francesas, die-
ron á las epopeyas de la Revolución y del primer Im-
perio un gran número de héroes. De Alsacia ó de Lo-
rena fueron los famosos generales Kléber, Keller-
mann, Lefevre, Ney, Lassalle, Rapp y muchos otros.
En Alsacia nació el más patriótico de los himnos fran-
ceses, pues Rouget de Lisie compuso su canto de guerra
una noche en casa de Dietrich, alcalde de Estrasbur-
go. La MarseUesa, llamada así por una injusticia po-
pular, debió titularse La Estrashurguesa.
Los hijos de Alsacia y Lorena han tomado siempre
las armas con entusiasmo para defender á Francia.
La conducta actual de los habitantes de las dos pro-
vincias demuestra elocuentemente su antipatía á Ale-
mania en lo que se refiere al servicio militar. Du-
rante los cuarenta y cuatro años de anexión, todos los
alsacianos y loreneses que pudieron pasar la fronte-
ra han ido á alistarse en el ejército francés. Todas
las familias que por su posición social podían trasla-
darse á Francia, lo han hecho sin vacilar. Únicamen-
te han servido en el ejército alemán, haciendo un es-
fuerzo y con visible repugnancia, los que tenían inte-
reses fijos en el pais y les era imposible abandonarlos,
^
t2
1
Ira
(
v^
w
i^
fT
debiendo perma-
necer forzosamen-
te bajo la domina-
ción alemana. En
el curso de cuatro
años, de 112.000
alsacianos y lore-
neses llamados á
prestar servicio
en el ejército ale-
mán, sólo se pre-
sentaron 28.000,
y de éstos 18.000
estaban seguros
de ser enviados á
sus casas por mo-
tivos de exención.
No hay que
creer que el curso
del tiempo haya modificado las ideas de estos «ale-
manes forzosos», y que se ha ido debilitando la pro-
testa francesa en las nuevas generaciones que suce-
dieron á los anexionados de 1870. Hace dos años, en
1912, mil veintitrés alsacianos, que eran alemanes por
el nacimiento, huyeron á Francia para engancliarse
en la legión extranjera. El ejército francés tiene mi-
les de oficiales que son alsacianos y loreneses. Ciento
setenta de sus generales actuales nacieron en las dos
provincias arrebatadas por Alemania.
El Imperio dirigido por el orgullo pangermanista
ha tratado con dureza á estas poblaciones, queriendo
alemanizarlas á toda costa. Todos los recuerdos de la
vida francesa han sido perseguidos como crímenes.
Cada orden de la autoridad ha sido durante cuarenta
y cuatro años un insulto y una provocación para
EL GENERAL BOULANOBR
^ <iiV'Uco ^- '^vv\t)fint^c-a
I.A SEOrNUA INVASIÓN
I^ más temible, que llega detrás de los soldados alemone*
(Dibujo de Hausl, eu Leí Aimalet)
522
VICENTE BLASCO IBANEZ
«LA .MABSBLI,ESA». (}UB DEBKl TITULARSE «LA ESTR ASBIRCUBSAi
fué improvisada en casa de Dictricli, alcaide de Estrasburgo, una noche de 1792
(Dibujo de Ilausi, en Les Aúnales)
Francia. Como dice el poeta alsaciano iliiizelin, «des-
de el día siguiente de la anexión Alemania impuso
á los hijos y los hermanos de los vencidos el más
rudo servicio militar obligatorio; lanzó sobre todo el
pais una horda famélica de funcionarios germánicos;
expulsó á los naturales con cualquier pretexto y mu-
chas veces sin pretexto; estableció, para responder á
los votos enemigos que elegían diputados indepen-
dientes, el odioso régimen de los pasaportes; rascó en
las esquinas de las calles los nombres franceses; prohi-
bió las inscripciones francesas en los rótulos de las
tiendas y hasta en las tumbas; colocó todos los ciuda-
danos bajo el régimen político de la delación».
Eran inútiles las protestas de las victimas. Las
autoridades contestaban á ellas: «Alemania no ha
prometido nada á los alsacianos y loreneses y nada
les debe.» Poco tiempo después de la anexión uno de
los diarios de Bismarck exclamaba con ironía profé-
tica: «Os tengo lástima, pobres alsacianos y loreneses,
que vais á vivir bajo un régimen policíaco.»
Desde 1872 la lengua alemana fué declarada de
uso obligatorio; pero exceptuando á las poblaciones
donde el cincuenta por ciento de los habitantes ha-
blase el francés. Las autoridades se encargaron de
atropellar al poco tiempo esta distinción consignada
en una ley, pues exigieron que todos, absolutamente
todos los habitantes de las provincias anexionadas
hablasen alemán.
Por efecto de tales disposiciones, pueblos situados
junto á la frontera de Francia, donde no había tres
individuos que conociesen el idioma germánico, se
vieron obligados á emplear en su vida pública la len-
gua de los vencedores, que
desconocían y siguen desco-
nociendo. La enseñanza del
francés fué suprimida en to-
das las escuelas. Muchos alsa-
cianos y loreneses sufrieron
la imposición de fuertes mul-
tas ó se vieron encerrados en
la cárcel por haber hablado
en francés públicamente.
Los tres colores de la ban-
dera francesa fueron perse-
guidos con no menos encono
en las muestras de las tiendas
y en las fachadas do las casas
particulares. Los viejos alsa-
cianos que habían servido en
el ejército francés sufrieron
persecuciones por usar la con-
decoración que habían con-
(¡uistado en las guerras de
Crimea ó de Italia. En los
cementerios fueron arranca-
das todas las lápidas é ins-
cripciones en francés, toleran-
do únicamente las redactadas
en idioma germánico. Las sepulturas de los soldados
LAS I'RIMBRA.S ELKCCIONKS KN ALSACIA (ISST)
Colegio electoral en una escuela
((¡rabrtilo (lo in época)
IIISTOIÍIA DE l.A GUFJÍRA EUROPEA DE I9M
523
franceses en los antiguos campos do batalla sólo fuo
ron respetadas cuando exhibían lápidas y coronas
con inscripciones alemanas. El pensamiento francés,
así como los libros impresos en Taris, l'ueron perse-
guidos en ambos territorios.
Inútil es decir que en un pais sometido á semejante
tiranía no era posible más prensa que la alemana.
Los raros periódicos que pretendieron sostener los
derechos de los naturales fueron objeto en ciertos
momentos de grandes persecuciones.
El alsaciano, que es de una ironía fría ó ingeniosa,
encontró un medio para combatir á los enemigos: la
caricatura. Alsacia ha producido dos caricaturistas
patriotas que gozan de una fama universal. El uno es
H. Waltz, que empezó como maestro de escuela en
Cohiaar y ha hecho célebre su seudónimo de Ilansi.
El otro es Zislin, natural de Mulhouse, que resulta
verdaderamente notable, no solamente por sus dibu-
jos, sino por la mordacidad de las inscripciones que
pone al pie de ellos.
Los incidentes de Saverne en Noviembre de 1913
demostraron que aun estaba latente, como en los pri-
meros años de la anexión, la animosidad entre los
vencidos y los vencedores. Un teniente de la guarni-
ción de Saverne, un jovenzuelo llamado Von P'orst-
ner, tipo completo del señorito alemán dedicado á la
carrera de las armas, hablando á los soldados de su
compañía trató á los alsacianos de «granujas» y dijo
que deseaba ensuciarse en la bandera francesa. Al-
gunos vecinos de Saverne protestaron contra tales
ignominias, riéndose de los oficiales que desde mucho
antes resultaban insufribles por su altanería. Esto
bastó para que los oficiales, al frente de sus corapa-
(Fot. .Meurisse)
nías, se lanzasen á la calle, arrestando y golpeando á
los transeúntes. Los soldados, con los fusiles cargados,
se desplegaron en líneas de tiradores, persiguiendo
;i mujeres y niños. Hasta los jueces del tribunal de
/"MX
K.\ TIBMPOS I)K LA l'Itl.M BHA HBI'l HI.ICA
Los franccse.s ocupando el Rhln. Un nlflo alemán contempla al granadero de la IJopúhlica
(Dilmjo de Ilnií'.i, en Les Annnlft)
524
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
LA OUBRRA Á LOS RÓTULOS
FRANCESES
Saverne se vieron arrestados al salir de su audiencia.
Niños de cinco años fueron llevados á la cárcel; va-
rios aprendices recibieron golpes por haber sonreído
ante los oficiales. El heroico Von Forstner, promo-
vedor de todo lo ocurrido, cargó al frente de su com-
pañía contra un aprendiz de zapatero que estaba cojo,
partiéndole valerosamente la cabeza de un sablazo.
Cuando el tribunal de Estrasbui-go juzgó lo ocurri-
do en Saverne, el coronel del regimiento hizo la de-
fensa de su teniente, asumiendo la responsabilidad de
todos los arrestos y golpes y afirmando que «sentía
mucho no haber derramado más sangre». El general
del distrito afirmó por su parte: «Estoy cansado ya de
tirar al aire.» Al día siguiente el coronel y el general
i'ecibieron un telegrama del kronprintz felicitándolos
por tales manifestaciones. El teniente quedó absuelto
y el coronel fué nombrado por el emperador para un
puesto honorífico en la Guardia imperial.
La opinión europea mostró asombro ante esta con-
ducta, que justificaba y glorificaba la tiranía del
sable. Pero en Alemania el fanatismo pangermanísta
aprobó todas las medidas. El ministro de la Guerra,
en pleno Reichstag, se expresó así: «Haremos todo ¡o
que sea necesario para extirpar de Alsacia-Lorena el
espíritu antigermánico de la población.» Un periódico
pangermanísta declaró: «Alemania lleva adherido á
ella un cuerpo que está putrefacto: Francia. Ya es
hora de operar la amputación.»
Los profesores del partido pangermanísta, con su
patriótica ferocidad, recomendaron á los oficiales que
matasen sin miedo para hacer respetar -la levita que
LA BSCCBLA EN ALSACIA
El maestro alemán con la vara en In mano castiga á los discípulos, menos al hilo del gen-
darme. La educación consiste en cantar himnos alemanes. Los pequertos alsaclanos se
burlan del maestro y del hilo del gendarme. Otros dibulan soldados franceses.
(Dltiujos de Hauyí, eu Leg Aiiittileg)
HEROICA TOMA DK l'NA BANDERA FRANCB.SA
les daba el rey, el honor de la corona y el prestigio
del Imperio alemán». Estos hombres de la Universi-
dad recomendaron igualmente á los hombres de armas
el menosprecio á las tres P: la Prensa, la
Plebe y el Parlamento.
Todas las revistas del pangermanismo
mostraron en esta ocasión el verdadero
pensamiento dominante en el país. Un
profesor de Jena, el doctor Rein, dijo que
la moral y la política son dos cosas dis-
tintas «y que en la política hay que olvi-
dar las leyes de la moral y tener por úni-
co fin el aumentar la potencia del Estado
por todos los medios». El mismo doctor
sostuvo que los alemanes, por ser la raza
superior, deben tratarse entre ellos de un
modo leal y humano; pero que con las
otras razas deben pi'oceder siempre que
les convenga «sin ninguna clase de mira-
mientos, atropellándolas, si resulta nece-
sario, con cinismo». Este doctor Rein es,
entre todos los profesores alemanes, el
que ha resumido con mayor claridad los
verdaderos sentimientos de la Alemania
contemporánea.
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
525
El general Keim, pre-
sidente de la Liga Mi-
litar, aplaudió también
los atropellos de Saver
ne, extrañándose de
que los alsacianos no
hubiesen emigrado ya
todos á Francia. «De-
ben abandonar su pues-
to—dijo— á los Schwoht
< los alemanes!, más dig
nos de su hermoso pais
que estos Welcheg, que
sólo tienen de alemán
el nombre, y que no
aman ni amarán nunca
á Alemania, pues son
bastardos de sangre
francesa.»
DOS OPI.N'IONE.S
El alemAn.— No olvides nunca, muchacho, que fué
por la sangre, el hierro y el fuego como nuestros
padres conquistaron este país. Nos pertenece por
la fuerza y lo guardaremos.
El pangermanismo
universitario, que jus-
tittca la soñada domi-
nación del mundo por Alemania con razones históri-
cas de su cosecha, ha hecho gran propaganda en Alsa-
El alsaciano. No olvides, hijo mío. que el trábalo
y el sudor de nuestros padres han fertilizado este
suelo y que es el hierro del arado el que lo con-
quistó. Por eso nos pertenece.
teraria. Dedican á Víctor Hugo unas cuantas lineas,
y en cambio capítulos enteros á cualquier escritor de
último orden que fué de sangre germánica y mostró
un patriotismo furioso.
Según estos doctores, Francia debe toda su gran-
deza á Alemania. 8u mismo nombre, aunque está la-
tinizado, es alemán. Frankreich , y denuncia cómo fué
civilizada por los antiguos francos de origen gcrmá-
MiCHEL ;personiflcaclón del pueblo alemán) contemplando á Alsacia
y Lorena prisioneras. — Estos pelaros son ingratos, l.es he dora-
do la iaula... y no quieren cantar.
cia-Lorena para apartar á la juventud de sus simpa-
tías por Francia, esforzándose en la demostración de
la inferioridad mental de este pais.
Sus libros de texto son inspirados por un espíritu
nacionalista que llega al más ridiculo exclusivismo.
Descartes, inventor del método al que tanto deben
Kant y todos los filósofos alemanes, apenas es men-
cionado. Esta preterición audaz nada tiene de extra-
ordinaria. Hace poco tiempo, al reunirse los sabios
alemanes en Jena para glorificar á Hasckel, hablaron
de la microbiología — ciencia según ellos de orígiMí
alemán — sin nombrar para nada n Pasteur.
Los doctores del pangermanismo muestran la mis-
ma exclusividad grotesca en sus textos de historia li-
^&^rt^B^4^^
ALSACIA VIBNDO CABR LA.S HO.IAS
Las holas tienen lo forma de cascoe prusianos
(Dibujos de ZIbUu, eu Leí Annaleí)
526
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
EN AI.SACIA DOS liAZAS OOMTINUAN VIVIENUO SEI'A 1! A 1 1 AM WNTB.
SIN MRZOL.AHSB NUNCA.
ilico. Tínicamente pudieron librarse los habitantes
primitivos del suelo francés de su natural salvajismo,
gracias á estos germanos que se dignaron ocuparse
de ellos. Francia fué señora del universo durante los
tiempos en que la nobleza rubia de sangro alemana
dominó á los indígenas de cabellos negros — las teo-
rías de Gobineau — . Pero después que las guerras de
religión y la revolución de 1789 hicieron desaparecer
del suelo francés á todos los hombres altos y rubios
de origen germ;inico, Francia ha degenerado de un
modo lamentable. Desde que el germanismo entró en
la historia, todos los pueblos de cabellos negi-os se han
quedado atrás.
Y los profesores alemanes han propalado durante
(Miaifiil.i iiJios estas enseñanzas, faltas de sentido co-
mún, en las escuelas y liceos de his provincias ane-
xionadas, añadiendo á su odio contra Francia el me-
nosprecio ;\ los otros pueblos de Europa. Sus tratados
de geografía y de historia atacan por igual á los que
no tienen sangre alemana. El ruso según ellos es una
bestia maligna, el tcheque un salvaje al que hay que
tratar á bastonazos, el inglés y el norte-americano
unos borrachos hipócritas y crueles, el italiano y el
español hombres ligeros, malignos y perezosos, que
p;iia nada bueno sirven. S(ilo el alemán es grande y
ha llegado á una altura que ningún otro hombre po-
drá alcanzar. Kn los libros de texto se lee lo siguien-
te: Alemania ha nacido para regenerar el mundo é
imponerle sus leyes. El pueblo alemán es el verdade-
ro pueblo de Dios. >
D
Ya liablamos del espionaje imperial y de la infil
tración realizada por Alemania en los demás países,
gracias á su movimiento emigratorio. Jlás de 10 mi-
llones de alemanes se han esparcido por el mundo,
sirviendo los intereses de su pais en las tierras que
habitan. Su importancia es grande en los Estados
Unidos y en las repúblicas de la América del Sur. En
Europa su infiltración se ha extendido por Rusia,
Bélgica, Holanda. Suiza y Francia.
En Rusia, cada ve/, que se desarrolla una intriga
política, fatal para el país, los patriotas rusos mur-
muran: «lUiscad el alemán.» En muchos territorios
rusos cercanos á la frontera, los emigrantes alema-
nes constituyeron poblaciones que eran verdaderas
fortalezas. En la presente guerra, las tropas rusas
han tenido <[ne tomar por asalto muchas granjas de
su pais, que eran propiciad de colonos alemanes. Las
ligas pangermanistaa de .\lemania tenían millares de
adherentes en Rusia. En la corte del mismo zar ha
existido un partido alenrán que era importante.
Bien conocida es la influencia fatal de la emigra-
ción germánica en Bélgica. Amberes era desde hace
años un puerto casi alemán. En 1898, los comercian-
tes germánicos de Amberes, á los postres de un ban-
quete en honor de su marina, brindaron públicamente
j;i. SBXOU GENDARME Y SIT FAMILIA
El domingo, después de mediodía, se reúne para salir á paseo toda la familia Gendarme. A ia cabeza el señor Gendarme y su esposa, que enipuia
la cuna con los dos últimos vastagos. Detrás las señoritas Irmenlruda. Hildegarda, Elsa v Huida y los señores Whilelme y Sigfrido, que disfrutan
de becas en el colegio (pagadas por Alsacia). Después Karlchen. con su torta en la mano, siempre engullendo, y Hanschen con su eterno delantal
de hule. Este córtelo imponente desfila balo el ant¡<>uo árbol de la Libertad, é instantáneamente los páiaros cesan de cantar.
tDibujüs de Hansi, eu Lea Anuales)
III.SIOUIA Dli LA ÜUülíl^A EUIÍOPKA IJlí 1911
b2/
BL ACUILA ALEMANA CUBRIENDO CON SU SOMBRA A ALSACIA
por la anexión de Bélgicu al Imperio alemán».
Durante muchos años han circulado en Bélgica ma-
nuales y mapas de editores alemanes en los que apa-
recían Bélgica y Suiza incorporadas al Imperio ger-
mánico.
Lo mismo ha ocurrido en Holanda, donde los pan-
germanistas mostraron varias veces descaradamente
sus pretensiones de anexión.
La república helvética es uno de los principales
objetos de la codicia alemana. Una gran parte de la
Suiza habla alemán, }' los pangermanistas quieren
suprimir la otra parte que habla francés, asegurando
con su aplomo seudo-cientifico que esto obedece á un
error histórico. Según ellos deben modificarse los
nombres de la Suiza francesa y llamar á Lausana
Lonanen, á Montreux Muchtern, á Ginebra Oeuf, ale-
manizando del mismo modo los nombres de las demás
poblaciones.
Como la indus-
tria de la relo-
jería atrae y
ocupaáungran
número de in-
dividuos que
al)andonan el
cultivo del sue
lo. una emigra-
ción de colonos
alemanes ha
ocupado los
campos en la
Suiza francesa,
exigiendo de
los gobiernos
del pais escue-
las de idioma
germánico. Al-
«Y LA ALE.MA.NIA SEIÍA SIE.MPUIO BL l'l E »Un0S üan"'er-
BLO DE LOS SEXOlíE.S DE LA TIERRA» • i. i
ma instas han
Cita del drama • Goltfried von SIrassburi; .. es , , .
crito por el kaiser en colaboración con Lienhard liCgaUO a (iCCir
en sus banquetes: «Suiza es una provincia alemana',
con gran protesta de los naturales del pais.
En Francia la emigración de ultra-Rhin liabia ad-
quirido gran importancia en los últimos años. Sólo
en París y sus alrededores existían 200.000 alemanes.
Además esta infiltración se había extendido mucho
en los depai'tamentos. llegando á crear numerosas
asociaciones con fines económicos ó recreativos que
ALSACIA V SUS GUARDIANES. «UB SON DOS DIARIOS
PANGBRMANISTAS
(DiltuJDs (le llaurji, eu Les AniuiUsJ
servían al mismo tiempo para trabajos de penetra-
ción y espionaje.
Muchos de estos alemanes establecidos en Fran-
cia se hacían pasar por alsaciauos ó loreneses, á cau-
sa de haber nacido en alguna población de las pro-
vincias anexionadas. Boro sus padres eran alemanes,
pertenecientes á la emigración germánica caida como
una nube de langosta sobre dichas provincias, y los
628
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
LOS DOS COMERCIANTES
1. El tendero de Parfs jacques Bonhomme,
sale para Berlín.
tales alsacianos
resultaban «de
contrabando»,
como dicen los
verdaderos hijos
de Alsacia y Lo-
rena. En algu-
nos barrios de
Paris, especial-
mente en torno
del Palais Royal
y de la rué de
Hauteville, la
aglomeración de
alemanes resul-
taba enorme,
manteniendo
restaurants y
cervecerías en
las que comían y bebíiin á estilo de su país, abusando
de la libertad que reconoce la República, con toda
clase de canciones patrióticas, molestas para Francia.
Esta emigración de tenderos, rapaces y astutos,
al mismo tiempo que contribuía al espionaje alemán,
causaba graves daños á los comerciantes modestos de
Paris y á los industriales de pequeño taller, que veían
sus productos depreciados por la absorbente «came-
lotte» germánica.
a
Desde 1905 Alemania no cesó de provocar á Fran
cía, buscando un pretexto para la guerra.
Guillermo II, que no parecía muy dispuesto á tal
aventura, y gustaba de ser admirado como «empera-
dor de la paz», tuvo que seguir las órdenes del parti-
do pangerraanista, enojado con él y que le había he-
cho varias advertencias amenazantes de 1902 á 1904.
El empei'ador, para desarmar á estos energúmenos
que pedían la ocupación de Marruecos, salió inespe-
radamente para Tánger en Marzo de 1905. El mo-
mento le pareció
TTni jr T7n oportuno para
■ ^' ^ *"^'^-'^ • ^ una provoca-
e i ó n , aunque
ésta diese lugar
á la guerra. Ru-
sia acababa de
sufrir grandes
derrotas terres-
tres y navales en
la lucha con el
•Tapón, y no se
hallaba con fuer-
zas para soco-
rrer á su aliada
Francia. Una
vez llegado á
Tánger Guiller-
mo II, dijo con
II. Primera amistad en una cervecería,
— Vo me llamo Siefske.
111. «Estos berlineses son realmente encan-
tadores.>
arrogancia:
«Mientras yo vi-
va, nadie se atre-
verá á atentar
contra el terri-
torio de Marrue-
cos ni la autori-
dad del sultán. >
El viaje tea-
tral á Tánger
produjo una im-
presión enorme
en Europa. El
gabinete fran-
cés, presidido
por Rouvier,
para evitarse las
reclamaciones
de Alemania y el choque que buscaba ésta, pasó por
la humillación de separar á su ministro de Negocios
Extranjeros M. Delcassé, que por su patriotismo y su
habilidad diplomática inspiraba un odio particularí-
simo al gabinete de Berlín.
Contra la esperanza de los pangermanistas, el
asunto de Marruecos acabó en la conferencia diplo-
mática reunida en Algeciras, y no con una guerra
como era su deseo. La intervención de la Gran Bre-
taña pudo realizar este cambio inesperado. Las deci-
siones de la conferencia y la situación de Alemania,
siempre aislada en el curso de las entrevistas, des-
pertó de nuevo la cólera del pangermanismo.
En 1908 Alemania pudo encontrar un nuevo pretex-
to de guerra en Marruecos, con motivo del asunto de los
desertores de Casablanca. El gobierno alemán man-
tenía agentes en dicho punto que hacían propaganda
anti-francesa entre las tropas de la República y favo-
recían las deserciones. Los agentes fueron arrestados
por las autoridades francesas, y esto bastó para que
el partido militar alemán proclamase la necesidad de
una guerra y el
gobierno del can-
ciller Bülow se
mostrase ame-
nazante. Pero
Clemenceau,
que gobernaba
á Francia en
aquel momento,
supo hacer fren-
te al peligro con
su tranquila
energía, llevan-
do después el
asunto de Casa-
blanca ante el
tribunal de la
Haya. Este or-
IV. Hasta la vista, amigo Siefske. Le es-
ganismo ínter- p„o en Paris.
#^
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n
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
529
V. Slefske en Parfs... «Es asombrosa
esta tierra."
uacional recono-
ció en todo el
derecho de Fran-
cia y la legitimi-
dad de su con-
ducta.
Poco después
se desarrolló la
terrible «sema-
na negra» de
Guillermo, serie
de suplicios y
humillaciones
que el panger-
manismo, ofen-
dido por el em-
perador, le hizo
sufrir con moti-
vo de su extravagante interviú contra Inglaterra. El
kaiser sólo se salvó de este tormento prometiendo
por boca de Bülow que «no baria más declaraciones
personales».
Para congraciarse con los pangermanistas y hacer
olvidar la humillación sufrida, Guillermo intentó una
nueva agresión contra Francia. Bülow habia sido sus-
tituido en la cancillería por Bethraann-HoUweg, más
dúctil y sumiso á la voluntad imperial. En 1911 Gui-
llermo envió á las aguas de Marruecos la corbeta de
guerra Panther, que se mantuvo con aire de amena-
za y provocación ante el puerto de Agadir, oponién-
dose á que continuase la expansión francesa.
Este golpe inesperado fué semejante al de 1914.
M. Jules Camben, embajador de Francia en Berlín,
no tenía instrucciones de su gobierno, pues éste se
hallaba ausente del país. M. Fallieres, presidente de
la República, y M. Caillaux, presidente del Consejo de
ministros, habían salido para la Haya en una visita
oficial á la soberana de Holanda. Fué poco más ó me-
nos el mismo procedimiento de sorpresa empleado
tres años después, en 1914, con motivo de la cuestión
VI. Seis semanas después. «Estoy escri-
biendo á mi familia para que venga.»
de Servia, cuan-
do el presidente
Poincaró, acom-
pañado de Vi-
viani, presiden-
te del Consejo,
estaban en Ru-
sia visitando al
zar.
El incidente de
Agadir fué solu-
cionado por la di-
plomacia. Fran-
cia compró la
paz y la conti-
nuación de su
obra en Marrue-
cos, cediendo á
Alemania una parte del Congo francés.
Los pangermanistas se mostraron enfurecidos por
esta solución. Ellos querían la guerra. Además se con-
sideraban engañados por el gabinete de París, que á
cambio de la ocupación definitiva de Marruecos les
habia dado «una miserable tierra de negros, déla que
no sabían qué hacer y en la que reinaba la enferme-
dad del sueño».
Para consolarse de la ocasión perdida y afirmar
su deseo cada vez mtis vehemente de una guerra con
Francia, los pangermanistas celebraron en el mismo
año un congreso en Hanóver, aprobando con grandes
aclamaciones de entusiasmo la siguiente proposición:
«Alemania reivindica como de su pertenencia toda la
Suiza, el Franco-Condado, lo que le queda á Francia
de la Lorena, el Flandes francés, el Artois, la Bélgi-
ca y la Holanda.»
Poco antes de eetallar la guerra de 1914 el pan-
germanismo, considerándola esta vez próxima é in-
evitable, hizo la siguiente declaración: «Alemania
tiene el deber de apoderarse de todo el territorio fran-
cés que considere necesario para asegurar definitiva-
i-
BMlllfü Ti "Alá „ ,. ."t.. gv^'^w...-:.
wm^-
:teSí
jflf5Uf¿ BOwHonní
««I iCi' S li '«n;
VII. «iMI famlllal>
Vlll. lUn ano después!... El'alcmín con toda la clientela de
lacques Bonhomme. La tienda del francés cerrada por quiebra.
(Ulatortota del caricaturista alsaclano ZlsUu)
530
.VICENTE BLASCO JBAÑEZ
mente su tranquilidad, y no debe vacilar en hacev el
vacio en las tierras que ocupe, para entregarlas á los
colonos alemanes.»
Como una preparación para esta guerra, la Liga
Pangermanista, de acuerdo con el gobierno, celebró,
como ya dijimos, con gran aparato, en Octubre de 1913,
el centenario de la batalla de Leipzig. .Jín estas fies-
tas el presidente de la Liga dijo asi: «Probemos cuan-
to antes que aun existe un ideal para nuestro pueblo.
La jornada de Versalles, en la que se constituyó el
Imperio alemán, no fué
el término de su desarro-
llo, sino una etapa nada
más. Fué el principio de
una agrupación de todos
los alemanes de la Euro-
pa central, que debe ha-
cerse más amplia con una
unidad que le permitirá
resistir á todas las tem-
pestades. Dad un jefe á
la generación actual y se
mostrará digna de sus pa-
dres. Este jefe lo esperan
millones de alemanes. Con
toda nuestra alma ansia-
mos un jefe que nos haga
olvidar las miserias del
tiempo presente. Nuestra
flota es bastante poderosa
para que Inglaterra la
tema. Nuestro ejército se
halla de nuevo á la altura
de su misión. ¡Y nosotros
nos vemos obligados á se-
guir una política de renun-
ciamientos!... El apetito
de nuevos territorios ca-
racteriza nuestra época y
debe ser satisfecho. Tra-
bajemos para que este
apetito, que es instintivo
en las masas, inspire tam-
bién á nuestros gobernantes, y que éstos proporcionen
al pueblo los nuevos territorios que le son necesarios
para su existencia y su salud.
Muchos pangermanistas dieron forma práctica á
estas aspiraciones. Alemania debía hacer la guerra á
Francia cuanto antes, y una vez vencida— pues la
victoria era asunto de unas pocas semanas — arran-
carle la rica cuenca de Briey, después todo su imperio
colonial, y para explotar los nuevos territorios exi-
girle una indemnización de 30.000 millones. «Alema-
nia— decían— debe apoderarse de todo lo que es ale-
mán por su historia y extenderse de golpe hasta el
Adriático, rehaciendo el imperio de Carlomagno.»
\Y meses después los alemanes han pretendido
hacer creer al mundo que no deseaban la guerra, que
BL ORAN DUQUE NICOLÁS DB RUSIA
no habían hecho ningún preparativo para ella y que
eran sus enemigos los que les atacaban inesperada-
mente!
a
Hay que reconocer en Guillermo II un deseo vehe-
mente de entrar en amistad con Francia, deseo que
se manifestó repetidas veces durante su reinado.
A su vanidad de hombre teatral le dolía mucho no
poder visitar París como los otros soberanos de Euro-
pa, buscando un nuevo y más sonoro escenario para
sus palabras y gestos.
Además, Guillermo II, no
obstante sus alardes de
germanismo, siente una
oculta admiración por los
franceses, y quiso asociar
el país dispensador de
gloria á sus locos ensue-
ños de dominación uni-
versal.
— ¡Las cosas que liaría-
mos marchando juntos
Francia y yo! — dijo en
varias ocasiones al hablar
con personajes amigos de
esta nación.
Aprovechó todas las
ocasiones favorables para
ponerse en contacto con
los franceses. No ocurría
un hecho doloroso en
Francia sin que el kaiser
enviase un telegrama de
condolencia y simpatía.
Los pangermanistas y las
gentes de su corte le ata-
caron en muchas ocasio-
nes porque contribuyó con
largueza á toda suscrip-
ción iniciada en Francia,
mien¡tras se mostraba
parsimonioso con las sus-
cripciones alemanas. Los
artistas de París, al ir á ios teatros de Berlín, eran
llamados á su palco por el emperador, que los invita-
ba luego á palacio, esforzándose por deslumhrarlos
con sus alardes de cultura francesa. Los grandes mú-
sicos de Francia, los pintores, los escritores, al pasar
por Alemania, eran objeto de toda clase de galante-
rías y hasta de adulaciones de parte del soberano.
En sus excursiones veraniegas por los mares de Sue-
cia y Noruega, el buque imperial procuraba encon-
trarse con los yatchs de los millonarios franceses, y
Guillermo pasaba á bordo de ellos como un huésped
alegre y simpático, sin ningún orgullo, hablando de sus
vehementes deseos de ser amigo de Francia, rogándo-
les que hiciesen saber á sus compatriotas estos senti-
mientos cordiales y su esperanza de que algún día se-
HISTORIA DE LA CitJERRA 'EUROPEA DE 1914
551
riaii todos unos franceses y alcnianos, olvidando el
pasado.
La frialdíid y la indiferencia de Francia acaba-
ron por irritar el carácter versátil del emperador,
haciéndole incurrir en furiosos resentimientos.
— ¡Esa Francia! — exclamaba — . Llevo años ten-
diéndole mi mano de amigo, y finge no verme.
Lo mismo estas exageradas muestras de afecto,
como el despecho al no verlas contestadas, demues-
tran la mentalidad especial del emperador y su sober-
bia inconsciencia. Creía
éste que Francia iba á
acoger con apresuramien-
to y con orgullo sus avan-
ces amistosos, olvidando
todo lo pasado. Cuando
en sus conversaciones con
franceses éstos indicaban
discretamente á CTuiller-
mo que para que existiese
una verdadera amistad
era preciso devolver antes
todo lo arrebatado, la
frente del kaiser se ensom-
brecía y sus ojos brillaban
con una expresión de ex-
trañeza, como si escucha-
se algo inaudito. ;.DevoI-
ver Alsacia y Lorena á
los franceses?... Esto le
parecía absurdo: ni él ni
su pueblo podrían acep-
tarlo jamás.
Pero luego, con descon-
certante tenacidad, per-
sistía en sus pi'opósitos de
establecer una relación
amistosa entre él y Fran-
cia, sin base alguna, de-
jando en pie todos los atro-
pellos del pasado, sin más
garantías ni alicientes que
sus locas ilusiones sobre
el porvenir.
Y al ver que Francia
acogía con indiferencia ó desdén estos esfuerzos— se-
mejantes á los del cómico que desea nuevos públicos
para que le admiren—, el veleidoso y despechado Gui-
llermo la tachaba de ingratitud.
Cada una de sus decepciones fué acompaflada de
una nueva furia contra Francia y de provocaciones
para arrastrarla á la guerra.
Los gobiernos franceses no han dicho ni han podi-
do decir lo quo los ha costado mantener la paz á par-
tir de 1005, ó sea desde que Rusia sufrió su gran des-
calabro en la lucha con el Japón. Para privar á Fran-
cia de los auxilios de su aliada, Guillermo II y sus
i Rusia la conveniencia de que
extendiese su poderío en el Extremo Oriente, con la
certeza de que iba á sufrir un ruidoso fracaso.
Alemania, al ver á la República Francesa sin apo-
yo por algún tiempo, repitió sus provocaciones con
una testarudez y una falta de razón verdaderamente
germánicas. Y el gobierno francés, por amor á la paz,
tuvo que ceder en todas las cuestiones, realizando los
más crueles sacrificios. En Marruecos, por ejemplo,
hubo de indemnizar á los aventureros alemanes que
conspiraban descaradamente contra las autoridades
francesas y se fingían vic-
timas cuando aquéllas in-
tentaban perseguirlos. El
gobierno de Francia, para
no extremar sus cuestio-
nes con Alemania y ter-
minar pacíficamente los
incidentes, se vio obliga-
do más de una vez á des-
tituir á excelentes funcio-
narios, cuyo único delito
consistía en haber inter-
pretado fielmente sus de-
beres.
En Mayo de 1890 hizo
un viaje á Paris el gran
duque Nicolás, generalísi-
mo de los ejércitos rusos
y vencedor de Plewna.
Dos meses antes Bismarck
había sido destituido por
Gilillermo II, iniciándose
en Alemania una nueva
política. El tratad-o de
«contra-seguro», que liga-
ba secretamente á los ga-
binetes de Berlín y San
Petcrsburgo como un con-
trapeso de la Triple Alian-
za, había llegado á su tér-
SADI CARNOT
Cuarto presidente de la República Francesa
(Dibujo del artista frnucís Altiert Anlall)
ministros sugirieron
mino sin que ambas par-
tes contratantes pensasen
en renovarlo. La Alema-
nia de Guillermo II, libre
de la tutela del férreo Canciller, seguía una política
distinta á la de este personaje, volviendo la espalda
ii Rusia.
El presidente de la República era en aquel enton-
ces Sadi Carnot, noble y melancólica figura, carácter
firme y leal, que dedicó su actividad silenciosa á la
reconstitución de las fuerzas militares. Su colabora-
dor y presidente del Consejo de ministros era Freyci-
net, el compañero de Gambetta en los días trágicos
de 1870, el ingeniero de la defensa nacional, el res-
taurador del orden en el ejército, que había organiza-
do estratégicamente los ferrocarriles y creado el cuer-
po de Estado Jlayor. Freycinet, al ocupar el gobierno,
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
CASIMIR-PERIBR
Quinto presidente de la República Francesa. (Sóldl ocupó
seis meses ia presidencia)
se reservó la cartera de la Guerra. Al lado de él,
como experto ministro de Negocios Extranjeros, tra-
bajaba un colaborador importante, M. Alejandro Ri-
bot, el actual y venerable ministro de Hacienda.
El gran duque Nicolás pidió una entrevista á Frey-
cinet, enterándose en el curso de ella con gran proli-
jidad del estado del ejército francés. El generalísimo
ruso no ocultó su satisfacción al convencerse de los
grandes adelantos realizados por la República en sus
medios defensivos; adelantos que se hablan iniciado
bajo la presidencia de Grevy, siendo fomentados luego
por Carnet y sus ministros.
— Si yo tuviese poder para ello — dijo el gran du-
que— , los dos ejércitos, el francés y el ruso, no forma-
rían más que uno sólo en tiempo de guerra. Es indu-
dable que esto impediría la guerra, pues no creo que
ninguna potencia se atreviese á hacer frente á Fran
cia y Rusia unidas.
Estas palabras fueron el primer anuncio de la
futura alianza franco-rusa.
Una demostración pública vino á afirmar poco des-
pués la amistad naciente. El zar deseó hacer públicos
sus sentimientos en favor de Francia, después de
haber conferenciado con su hermano el generalísimo.
El agregado naval francés en San Petersburgo fué
avisado confidencialmente de que una visita de la
flota de la República á los puertos de Rusia sería
objeto de grandes demostraciones de simpatía.
En Julio de 1891 una escuadra francesa mandada
por el almirante Gervais salió de Cherburgo para el
Báltico, siendo acogida en Cronstadt con indescripti-
bles manifestaciones de entusiasmo. La Marsellena,
himno de la Revolución, sonó por primera vez en los
buques y los palacios del autócrata de Rusia. El zar
Alejandro III la escuchó de pie, con la cabeza des-
cubierta, como un homenaje á la República Fran-
cesa.
Cuando la escuadra del almirante Gervais zarpó
de Cronstadt después de una serie de ruidosas fiestas,
se detuvo en Portsraouth para hacer constar que la
naciente alianza franco-rusa no era hostil á Ingla-
terra.
En 1892 una escuadra rusa mandada por el al-
mirante Avellán devolvió la visita, y sus oficiales y
tripulaciones fueron objeto en París de una ovación
continua. Europa se conmovió con estas manifesta-
ciones de amistad, interpretadas por las dos mari-
nas. Después de veinte años de política alemana,
triunfadora y aplastante, el mundo empezó á respi-
rar con cierto desahogo.
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{FoU Ileuri Manuel. París)
HI5TOK1A DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
535
Mientras tanto los gabinetes de París y de San Pe-
tersburgo trabajaban activamente para dar una for-
ma práctica á la aproximación internacional. El pri-
mer tratado de alianza franco-rusa quedó suscrito
el 27 de Agosto de 1891, limitándose á unas bases pa-
cificas y defensivas. La diplomacia sólo podía ajus-
tar una inteligencia platónica. Quedaba á cargo de
los militares de ambos países el dar forma prácti-
ca á esta aproximación. Los dos Estados Mayores se
pusieron en contacto para el conocimiento de sus res-
pectivas fuerzas, y en 1892 el general Boisdeffre, en-
viado á San Petersburgo como jefe del Estado Mayor
francés, firmó un tratado definitivo de alianza, que
fué ratificado luego en París por el ministerio que pre-
sidía Casimir-Perier.
En los años sucesivos la alianza franco-rusa se
fué estrechando y se hizo pública con numerosas ma-
nifestaciones. El presidente de la República, Félix
Faure, realizó un viaje á Rusia, y el zar Nicolás II,
que había sucedido á su padre Alejandro III conti-
nuando fielmente su política, devolvió la visita en Pa-
rís. Los dos jefes de Estado, en sus brindis de los ban-
quetes oficiales, hicieron saber al mundo que sus na-
ciones eran «amigas y aliadas».
La alianza ha permanecido inalterable y cordial
durante veinte años, saliendo incólume de las crisis
ALBJ ANDRÓ KIBOT
vKot. MbUri«ao.>
FÉLIX FAUUB
Sexto presidente de la Uepúblicd Francesa
más graves y de las tentaciones más fuertes: ejemplo
de duración poco común en la historia de la diploma-
cia. Un sentimiento superior al de las convenien-
cias políticas del momento ha mantenido la estrecha
unión del antiguo Imperio despótico, que al fin entró
en la vida constitucional, y de la República democrá-
tica, inspiradora de ideas revolucionarias. Este senti-
miento ha sido la convicción del gran peligro con que
la hegemonía germánica amenazaba la suerte del
mundo.
Francia, á pesar de los fracasos de Rusia en el
Extremo Oriente y de los movimientos revoluciona-
ríos contra el Imperio absoluto del zarismo, que fue-
ron mirados con simpatía por el pueblo francés, se
mantuvo fiel á la alianza. Sus presidentes Loubet,
P^illiéres y Poincaré, han considerado como un deber
urgente, al encargarse de su honrosa función, el visi-
uir al aliado de San Petersburgo. El capital francés
lia hecho enormes préstamos á Rusia para el desarro-
llo de sus obras públicas y la reconstitución de sus
fuerzas militares.
La alianza franco-rusa fué el núcleo viviente en
torno del cual se aglomeró y tomó forma la protesta
europea contra la hegemonía alemana. Gracias á
esta alianza, tres reyes, representantes del priacipio
534
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
EMILIO LOUBBT
Séptimo presidente de la República Francesa
^Fot9. Ilenri Manuel. París)
ARMANDO FALLIERES
Octavo presidente de la República Francesa
monárquico, figuran hoy como fieles y entusiastas mocrátieo
aliados de la República Fran-
cesa, hija de la Revolución.
Durante cuarenta años
Francia ha tenido que vigi-
lar constantemente los ade-
lantos militares de Alema-
nia, procurando colocarse á
su nivel para no correr el
peligro de la inferioridad.
Las dos naciones han sido
semejantes en todo este tiem-
po á dos caballos veloces,
que corren y corren con el
deseo de dejar atrás á su
rival.
En los últimos años Ale-
mania sobrepasó en mucho
á la nación francesa; pero
teniendo en cuenta la dife-
rencia de población y el es-
píritu político de un Impe-
rio, que es siempre más fa-
vorable que un Estado de- millerand
á los preparativos militares, hay que re-
conocer que la República
Francesa lleva realizado un
esfuerzo gigantesco. En al-
gunos períodos, por efecto
de sus luchas políticas y del
antagonismo entre los mili-
taristas y los partidarios de
la paz, que consideraban ino-
centemente muy lejano todo
peligro de guerra, Francia
quedó muy á la zaga de su
enemiga. Pero al darse cuen-
ta del peligro, con un repen-
tino y enérgico impulso reco-
bró en poco tiempo la distan-
cia perdida.
En 1892, ó sea cuando se
inició la alianza franco-rusa,
los efectivos del ejército per-
manente eran casi idénticos
en las dos naciones rivales.
Francia tenia un ejército de
-180.000 hombres y Alema-
nia de 485.000. Desde enton-
ces las fuerzas de ambos
;Kot. Meurlsse)
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
bdb
Nicolás II, emperador de Uusin JorRC V, rey de Inglaterra Alberto I. rey de Bélgica
LOS TRES MONARCAS ALIADOS DE LA REPÚBLICA FRANCESA
5d6
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
países fueron aumentándose, pero con la diferencia
que lógicamente debía marcarse á causa de su di-
versa densidad de población. En 1900 Francia tenía
516.000 hombres y Alemania 585.000, de lo que resul-
taba una superioridad para el ejército alemán de 70.000
hombres. Á partir de esta fecha comenzó la progre-
sión del ejército activo en ambos países, hasta llegar
á unas proporciones nunca vistas en la Historia. Las
nuevas leyes militares aceptadas por Alemania en
1913 obligaron á Francia á votar la llamada «ley de
tres años», al-
canzando los
ejércitos de los
dos países la si-
guiente impor-
tancia numéri-
ca, verdadera-
mente monstruo-
sa en tiempo de
paz: Francia,
780.000 hom-
bres; Alemania,
900.000. El ejér-
cito francés apa-
reció con una
inferioridad de
120.000 hom-
bres, que aun-
que resulta im-
portante desde
el punto de vis-
ta militar, no es
considerable si
se tienen en
cuenta los 61 mi-
llones de habi-
tantes de Alema-
m a n i a y los
39.600.000 de
Francia. Ade-
más el ejército
permanente de
Francia podía
disponer como
fuerzas auxilia-
res de las tropas
argelinas, marroquíes y coloniales, frente á Alema-
nia, que no posee elementos equivalentes.
El error irreparable y fatal para la suerte de
Francia hubiese sido no aceptar la «ley de tres años».
Contra ella hicieron propaganda muchos hombres de
buena fe que no se daban cuenta de las verdaderas
intenciones de Alemania, creyendo puerilmente en la
continuación de la paz.
Por fortuna Francia tenía al frente de su gobierno
hombres organizadores y de espíritu práctico. El paso
de Millerand por el ministerio de la Guerra fué alta-
mente beneficioso para la organización del ejército.
PROGRESIÓN DB LOS EJÉRCITOS ACTIVOS FRANCÉS Y ALEMÁN
En 1892 el élérclto francés era casi igual al alemán. En 1900 resultaba Inferior en 70.000 hombres.
En 1913, después de las nuevas leyes militares de Alemania, el eUrcIto alemán tenia 120.000 más que
el de Francia, á pesar de haber votado apresuradamente las Cámaras francesas el servicio de tres
aflos, poniéndolo en vigor. De no haberse lomado esta disposición, el desequilibrio entre ambas
fuerzas hubiese sido considerable, corriendo Francia un peligro mortal.
Hay que advertir, sin embargo, que la diferencia entre ambos eiércitos no resulta tan enorme si se
tiene en cuenta que la República Francesa disponía además de su9 tropas coloniales, que no tienen
equivalente en Alemania.
Se creó el cargo de generalísimo ó presidente del
Consejo Superior de Guerra para que interviniese di-
rectamente en la preparación del ejército que había
de mandar cuando se rompiesen las hostilidades. Jof-
fre entró en escena modestamente, sin ser conocido
por el gran público, dedicándose en silencio á la pre-
paración de la defensa nacional. Todo se fué organi-
zando para que la República pudiera pasar de la paz
á la guerra, sin desorden, sin confusión, sin sacudidas
violentas, encontrando preparadas las cosas hasta en
sus menores de-
talles. Antes de
abandonar Mi-
llerand el minis-
terio, en 1912,
obtuvo del Par-
lamento un sub-
sidio extraordi-
nario de 600 mi-
llones para com-
pletar el mate-
rial de guerra.
Al ser conoci-
do en Febrero de
1913 el progra-
ma de nuevas le-
yes militares de
Alemania, au-
mentando el
efectivo de sus
fuerzas perma-
nentes hasta
900.000 hom-
bres, los gober-
nantes de Fran-
cia se alarmaron
con harto moti-
vo, pues su país,
basándose en la
ley de 1905, sólo
podía tener nor-
malmente sobre
las armas de
600.000 a 600.000
hombres.
El nuevo pre-
sidente de la República, M. Poincaré, se mostró parti-
dario de una reforma de la ley, ampliando á tres
años el servicio en el ejército activo, único medio de
aumentai'lo en 200.000 hombres. De este modo la
República, con un ejército activo de 700.000 á 800.000
hombres, «podría contemplar el porvenir, sin temblo-
res de miedo».
Empezó la campaña política en favor de la ley de
tres años. Como dijo un gran diario inglés, «jamás
una democracia libre dio tan espléndido ejemplo».
El presidente Poincaré, en su Mensaje dirigido
á las Cámaras el 20 de Febrero de 1913, explicó
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
537
de este modo la urgencia de la reforma en cuestión:
«La paz no se decreta nunca por la voluntad de
un solo pueblo, y el adagio que nos leg'aron los latinos,
Si quieres la paz prepárate para la guerra, jamás ha
sido tan verdadero como en el presente. Un pueblo
sólo puede ser hoy eficazmente pacifico estando siem-
pre pronto para hacer la guerra... Una Francia dis-
minuida, una Francia expuesta por su culpa ;i retos
y á humillaciones, no sería Francia. Equivaldría á
cometer un crimen contra la civilización dejar que
nuestro pais decayese en
medio de tantas naciones
que desarrollan sus fuer-
zas militares.»
Era ministro de la Gue-
rra en el gabinete presidi-
do por Briand, M. Etienne,
antiguo amigo de Gam-
betta, que había mostrado
siempre gran entusiasmo
por el engrandecimiento
de la defensa francesa.
Etienne presentó á las Cá-
maras un proyecto «para
modificar la ley de 21 de
Marzo de 1906 en lo refe-
rente á la duración del
servicio en el ejército ac-
tivo». Pero mientras la
comisión del ejército estu-
diaba este proyecto, una
batalla parlamentaria
hizo caer al gabinete
Briand, sustituyéndolo un
nuevo gobierno presidido
por Barthoux.
Este nuevo gobierno
tuvo como su fin más im-
portante hacer votar la
ley de tres años, subordi-
nando á ello toda su polí-
tica. Lo mismo Barthoux
en el terreno parlamen-
tario, que el presidente
Poincaré por medio de entrevistas particulares con
los jefes de partido y con personajes ilustres que ha-
bían combatido su candidatura á la presidencia, tra-
bajaron tenazmente por hacer adoptar la ley. Bar-
thoux, que estaba enterado de los preparativos de
Alemania, ordenó bajo su responsabilidad una me-
dida extrema, conservando en las filas á los soldados
que con arreglo á la antigua ley debían ser licencia-
dos en Octubre de 1913. Esta medida, si se quiere an-
tilegal, semejante á las que adoptaban los hombres
de la Convención basándose en la «s.alud pública», fué
aprobada en la Cámara por una gran mayoría y con-
tribuyó meses después á la salvación de P^rancia.
El proyecto del gobierno fué modificado por la co-
RAIMÜNDO
Noveno presidente de
misión parlamentaria del ejército con algunas refor-
mas oportunas de Joseph Reinach y otros individuos,
inspiradas en necesidades del momento.
La ley de tres años fué objeto de grandes discu-
siones en la Cámara, defendiéndola Le Hérissé, pre-
sidente de la comisión; Paté, que era el ponente; Jo-
seph Reinach, Montebello y otros diputados. Todos
hicieron presente, asi como Barthoux, que Francia
estaba amenazada por un «ataque brusco» de Alema-
nia, y que si no existia un ejército fuerte de cobertura,
la concentración de la de-
fensa nacional tendría que
hacerse á cien kilómetros
déla frontera, abandonan-
do á los enemigos una
gran parte del territorio.
El proyecto fué comba-
tido por muchos persona-
jes parlamentarios. To-
dos los representantes de
Francia eran igualmente
patriotas y deseaban au-
mentar los medios de de-
fensa: pero sus opiniones
resultaban contradicto-
rias al apreciar la forma
con que debía organizar-
se esta defensa. Unos en
vez de tres años creían
suficiente un periodo de
treinta meses; otros, como
.Taurés, optaban por el
sistema de milicias, que
podía proporcionar á la
defensa nacional mayor
número de hombres. Cle-
menceau, León Bourgeois
y otros personajes del par-
tido radical se declararon
partidarios del servicio de
tres años. Al fin la ley,
con diferentes modifica-
ciones, fué votada el 19
de Julio de 1913 por la
Cámara de diputados, y el T de Agosto por el Se-
nado.
El efectivo permanente del ejército quedó aumen-
tado de este modo en 220.000 hombres, representando
en su conjunto alrededor de 800.000 combatientes.
Esta fuerza puso á Francia al abrigo de un ataque
brusco, permitiendo que las reservas del pais se re-
uniesen á sus espaldas, adquiriendo la necesaria ho-
mogeneidad.
La mejor prueba de lo oportuna que resultaba
dicha ley, la dio Alemania al acogerla con grandes
muestras de irritación. Las revelaciones de la diplo-
macia francesa en Berlín contenidas en el «Libro
Amarillo», del que ya hablamos, consignan la cólera
POINCARÉ
la República Francesa
(Fot. Ilcnri Manuel. París)
538
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
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AUMENTO DEL PRESUPUESTO MILITAR BN FRANCIA Y EN ALEMANIA
En 1869. ó sea en vísperas de la guerra franco- prusiana, el presupuesto militar de Fran-
cia era de 384 millones anuales, frente al presupuesto de Prusia de 312 millones. En 1913, por
el contrario, el presupuesto francés fué inferior al alemán en 500 millones. Francia empleaba
por año 1.100 millones para el mantenimiento de sus fuerzas frente á Alemania que gastaba
1.700 millones. Esta desproporción obligó á los hombres de Estado franceses á volar la ley
«de tres años» y adoptar otras medidas.
De estas cifras enormes resulta que era imposible la continuación de la paz armada por
lo costosa.
con que saludó toda Alemania la ley de «tres años»,
desde el kaiser á los últimos funcionarios militares y
civiles. Según ellos, Francia «no tenía derecho, con
sus 40 millones de habitantes, á rivalizar con Ale-
mania en preparativos de guerra». Para los alema-
nes lo lógico era que la República permaneciese des-
armada, en una lamentable inferioridad, y que conti-
nuase aceptando silenciosamente sus pro-
vocaciones y sus exigencias.
El considerable aumento de las fuerzas
militares en los dos países fué acompaña-
do de enormes gastos extraordinarios. El
presupuesto de guerra era de 1.700 millo-
nes anuales en Alemania y de 1.100 millo-
nes en Francia.
Los gastos extraordinarios aumentaron
considerablemente estas cifras monstruo-
sas. De 1902 á 1913, Alemania invirtió en
aquéllos 2.200 millones y Francia en el
mismo periodo 980 millones.
A pesar de la desproporción entre am-
bas cifras, el material de guerra francés
ha rivalizado dignamente con el de los
adversarios, y especialmente su artillería
de campaña resulta superior á la de los
alemanes.
Esta superioridad, en la que entra por
mucho la valía del personal, se debe prin-
cipalmente al famoso cañón de 75.
El autor de esta arma célebre fué el
teniente coronel Deport, que la concibió
en 1892, realizando grandes y penosos es-
tudios para llegar á la perfección de su
invento. Otros oficiales de artillería tra-
bajaron en el complemento de la pieza,
añadiendo nuevos detalles para la seguri-
dad y la rapidez del tiro. Estos colabora-
dores fueron el general Sainte-Claire De-
ville, comandante en aquel entonces, y el
coronel Rimailho, inventor de los cañones
gruesos que llevan su nombre.
La historia de la invención del 75 resul-
ta curiosa. En 1892 el general Mathieu,
director de artillería en el ministerio de
la Guerra, supo por un informe seci'eto que
un ingeniero alemán llamado Haussner
estaba trabajando en los talleres de Krupp
para llevar á la práctica un cañón que
había inventado de tiro rápido, reculan-
do sobre la cureña. El informe añadía
que la casa Krupp iba á emprender en
gran escala la construcción del nuevo ma-
terial. Mathieu, buen conocedor de los
méritos de sus oficiales, llamó al coman-
dante Deport, director de los talleres de
artillería de Puteaux, para preguntarle si
era capaz de inventar un cañón semejante al del ale-
mán, que tirase «reculando sobre la cureña», y De-
port, después de largas reflexiones, manifestó que
intentaría resolver el problema propuesto. En 1894
el comandante presentó al ministro de la Guerra su
invento: un cañón de campaña que hacía hasta 25
disparos por minuto. Su precisión y su estabilidad
COMPARACIÓN DE LOS GASTOS MIUTAIIBS EXTRAORDINARIOS
EN FRANCIA Y EN ALEMANIA
De 1902 á 1913 Alemania ha consagrado 2.200 millones á los gastos militares extraordina-
rios y Francia solamente 980 millones. Á pesar de esta desproporción, el material de guerra
francés no ha resultado muy inferior al del enemigo, y en algunos extremos se ha mostrado
superior, lo que acredita el espíritu económico y la Inteligencia de los organizadores técnicos.
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
539
eran tales, que los dos sirvientes de
la pieza podían permanecer durante
el tiro ocupando sus asientos en la
cureña. El cañón de 75 acababa de
nacer, «realizando todos los deseos
que hubiese podido formular el arti-
llero más exigente».
Mientras el comandante Deport tra-
bajaba día y noche en su invento, el
ministerio de la Guerra francés creia
que la fábrica Krupp multiplicaba en
secreto la pieza inventada por Plauss-
ner. La realidad era muy distinta, y
un falso informe proporcionado al ge-
neral Mathieu había servido para la
creación del 75.
Era verdad que el ingeniero Hauss
ner había inventado un cañón y que
se hacian ensayos de él en los tallei'es
de Krupp, en Essen. Pero estos ensayos habían fra-
casado desde el primer momento, por defectos de la
pieza ó por estar mal
dirigidos, intencionada-
mente. Según Haussner,
la casa Krupp estaba in-
teresada en hacer fra-
casar una invención que
resultaba contraria á sus
tradiciones y anulaba
todo su material existen-
te. El ingeniero, despe-
chado por su fracaso, se
fué á buscar fortuna en
la América del Sur, y
la casa Krupp, tal vez
por apego á la rutina,
dejó que la artillería
francesa tomase un
gran avance sobre la de su país.
El comandante Deport tuvo la mala suerte que
parece acompañar á todos los inven-
tores. ( tflcial de mérito, pero desco-
nocido durante muchos años, el re-
nombre llegó para él cuando ya era
viejo. Como premio por su invención,
fué ascendido á teniente coronel, pero
su edad no le permitía llegar á los
altos grados del ejército y pidió el re-
tiro, pasando á dirigir los talleres
particulares de la fundición de ("há-
tillon Commcntry. En este puesto.
que ocupa actualmente, inventó un
nuevo cañón de montaña, usado igual
mente por el ejército francés.
Después que el teniente coronel De-
port se retiró del servicio, Sainte-
(,'laire Deville y Rimailho añadieron
nuevos detalles á la pieza de 75 mi-
CORONEL DEPORT
GENERAL DELOYB
CORONEL KIMAII.IIU
límetros, dejándola en su forma ac-
tual.
La historia de la fabricación de los
primeros cañones de este tipo resulta
igualmente interesante. No bastaba
poseer el modelo del invento: había
que conseguir que lo adoptase el go-
bierno, y sobre todo que el parla-
mento proporcionase los fondos ne-
cesarios para su fabricación. Al mis-
mo tiempo era conveniente ocultar al
enemigo la existencia de esta arma
extraordinaria.
El general Deloye, que había suce-
dido á Mathieu en la Dirección de
.Vrtillería, se encargó de llevar ade-
lante esta obra. Deloye, dotado de
una gran habilidad para conseguir
sus fines, se dio cuenta de que era
necesario despistar á los curiosos y á los enemigos
para conservar en secreto el nuevo material. Por una
serie de torpes ingenui-
dades, de indiscreciones
bien preparadas y de
misteriosos fingimientos
hizo creer á todos, y es-
pecialmente á los espías
alemanes, siempre bien
enterados, que la futura
artillería francesa debía
tener por base un cañón
que estaba estudiando el
capitán Ducrós, al mis-
mo tiempo que Deport
inventaba su 75. El go-
bierno alemán se lanzó
en esta falsa pista, indi-
cada por sus espías, y
en 1896 los artilleros alemanes exhibieron con or-
gullo un nuevo cañón de tiro acelerado semejante
al de Ducrós.
El general Deloye, con su inteli-
gente socarroneria, dejó que canta-
sen victoria y que fabricaran en
abundancia su nuevo cañón, para
que después les resultase difícil vol-
ver sobre sus pasos. Convencido del
gran servicio que prestaba á Fran-
cia, se atrevió á construir una gran
parte del nuevo material sin crédito
alguno, sin otro auxilio que el de al-
gunos individuos de la comisión par-
lamentaria, á los que hizo partícipes
del secreto y que cometieron noble-
mente varias irregularidades admi-
nistrativas con el fin de adquirir los
fondos necesarios, sin que el país co-
nociese su destino. Todas estas per-
OEN'BUAL .SAI\TR-ULA1KB DBVILLK
540
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
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UNA BATERÍA DE 75 MARCHANDO Á TOMAR POSICIÓN
(Fot. Roll
sonaa, de escrupulosa probidad, pusieron en peligro
el honor de su nombre para realizar la obra patriótica
dentro del más absoluto secreto. La venta de terrenos
pertenecientes al ramo de Guerra en el recinto de
París, cuyo producto aparecía falsamente destinado
á otros fines,
sirvió para la
construcción
de las prime-
ras baterías
de 76.
Fuéunaver-
dadera fortu-
na para Fran-
cia que vivie-
sen hace vein-
te años al mis-
mo tiempo el
coronel De-
port en los ta-
lleres de Pu-
teaux y el ge-
neral Deloye
en la Direc-
ción de Arti-
llería. Gra
cías al con-
curso de estas
dos volunta-
des fué descu-
BATBRlA DB 75 DISPONIÉNDOSE Á DISPARAR
bierto el 75 y el invento pudo llevarse á la práctica.
Como la obra patriótica debía conservarse en el
más absoluto misterio, ninguno de los dos militares
conoció la popularidad. Sólo desde hace unos meses se
ha enterado Francia de los nombres de estos obreros
de la defen-
sa nacional,
abnegados é
inteligentes.
Deport es hoy
un inventor
al servicio de
una empresa
particular.
Deloye murió
olvidado. Su
único premio
fué que el ge-
neral Gallifet
dijese en 1900
desde la tri-
buna de la
Cámara: «Un
hombre al que
nunca mani-
festaréis bas-
tante vuestro
agradecimien
to, es el gene-
ral Deloye. Á
(Fot. iltíiiiisíe.i
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
541
PONIENDO EN B4TBR1A UN CAÑÓN DE 75
(Fot. Rol)
él debemos la reconstitución de nuestra artilleria.»
Si Francia fuese realmente una nación agresiva,
"ansiosa de vengarse
de Alemania, hubiera
aprovechado en 1897
el invento de este ca-
ñón, que le daba una
superioridad aplastan-
te sobre el enemigo.
Sus fuerzas milita-
res eran en aquel en-
tonces tan numerosas
como las de Alemania,
y además tenia el 75,
que con su misteriosa
novedad hubiese barri-
do rápidamente toda
la artilleria anticuada
de Krupp.
Pero la República
Francesa ama la paz.
Fn toda su vida no lia
liecho miís (|ue prepa-
rarse para la defensa,
viéndose obligada ¡i
mantenerse en guar
dia ante las provoca-
ciones de un enemigo
vanidoso é insolente.
En 1912, antes de ser
años», el ejército francés
AltTrLM?IIO.S DKSCANSANDO .IUNIO AI, AR.MIIN DK MINICIONES
DB ITN OAÑDN nB 75 Kot. Meurisse)
aceptada la ley «de tres
permanente estaba com-
puesto de 30.000 oficia-
les y 630.000 hombres
de tropas metropolita-
nas, y 4.130 oficiales
y 87.000 hombres de
tropas coloniales.
Las fuerzas movili-
zables en caso de gue-
rra ascendían á cuatro
millones y medio de
iiombres.
Todo este ejército
permanente estaba di-
vidido en 163 regi-
mientos de infantería
de linea, compuesto
cada uno de 3 batallo-
nes con 4 compañías;
30 batallones de caza-
dores á pie de á H com-
]Kiñías; 4 regimientos
de zuavos, compuesto
cada uno de a batallo-
nes con 4 compañías;
4 regimientos de tira-
dores argelinos, que
tenían de 3 á fl bata-
llones, y 2 regimientos
542
VICENTE BLASCO IBANEZ
infantería l'RANCESA BN UN CAMPO DK LA CHAMPAÑA
(Fot. Rol)
extranjeros con un número variable de batallones de
á 4 compañías. Cada uno de los regimientos contaba
con 2 ó 3 secciones de ametralladoras.
En caso de movilización, se añadían á estos cuer-
pos activos 145 regimientos territoriales de infantería,
UN PBLOTÓN DE DRAGONES FUANCE8KS BN LA ENTRADA DR UN PUEBLO
con un número variable de batallones, según los re-
cursos del reclutamiento regional, 7 batallones de ca-
zadores territoriales y 12 batallones de zuavos.
La caballería constaba de 12 regimientos de cora-
ceros, 32 de dragones, 23 de cazadores, 14 de húsa-
res, 6 de cazadores de
África y 4 de spahis:
en total 91 regimientos,
compuesto cada uno de
4 escuadrones activos
y un escuadrón de de-
pósito, exceptuando los
regimientos de spahis,
que cuentan con 5 es-
cuadrones activos. Las
brigadns de caballería
tienen secciones de
ametralladoras monta-
das sobre ruedas.
La infantería está
armada con el fusil Le-
bel de repetición, cali-
l)re de 8 milímetros,
con depósito contenien-
do 8 cartuchos. La ca-
ballería usa una cara-
bina del mismo mode-
lo, y además sable y
lanza.
La artillería cora-
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 191-1
543
(Fot. Rol)
DRAGONES MANEJANDO UNA AMETRALLADORA
prendía 62 regimientos de campaña compuesto cada
uno de ellos de 3 ó 4 grupos, subdivididos en 3 ba-
terías de á 4 piezas, ó sea un total de 034 baterías
montadas. Además 16 baterías á caballo; 21 baterías
de artillería pesada; 2 regimientos de artillería de
montaña compuestos
de 18 baterías, y 11 re-
gimientos de artillería
á pie comprendiendo
57 baterías de plaza y
32 de costa.
Ya hemos dicho que
la artillería de campa-
ña dispuso desde 1897
del famoso cañón cali-
bre 7B, que recula so-
bre la cureña con fre-
no hidráulico, y está
defendido por una mam-
para de acero cromati-
zado. La artillería pe-
sada tenia el cañón de
120 corto y el 165 con
freno hidráulico y re-
percutor neumático,
que es el llamado Ri-
mailho, del nombre de
su inventor. AI hablar
de los incidentes de la
guerra, mencionare-
mos las rápidas raoditícaciones hechas por los fran-
ceses en su artillería pesada á última hora, con una
asombrosa facilidad de adaptación.
El ejército permanente tenía además 8 regimien-
tos de ingenieros divididos en pontoneros, aeronautas,
SAI,1I>A DB rN DIKIOIBI.B KKANCKS
(Fot. Meuriase)
544
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
UNA. SECCIÓN DB (_:AZADORBS ALPINOS EN LOS VOSGOS
(Kot- Rol)
telegrafistas, radiotelegrafistas y ferrocarrileros. Á
todas estas fuerzas había que añadir la Administra-
ción militar, compuesta de 20 batallones, cada uno
de 8 compañias; los cuerpos de secretarios de Estado
Mayor, guarda-almacenes, obreros de los talleres mi-
litares y de Sanidad
militar; 27 legiones de
gendarmería; una le-
gión de Guardia repu-
blicana y un regimien-
to de zapadores -bom-
beros.
Las tropas colonia-
les se componían de
16 regimientos de in-
fantería colonial, situa-
dos 12 en Francia, 2 en
Túnez, uno en Cochin-
china y uno en China;
un regimiento de tira-
dores anamitas; 4 re-
gimientos de tiradores
tonkineses; 4 regimien-
tos de á 8 batallones
cada uno de tiradores
negros del Senegal; 3
regimientos de tirado-
res malgaches; 2 escua-
drones de spahis sene-
galeses; 3 regimientos
de artillería colonial en Francia y 4 de la misma cla-
se en las colonias.
El territorio francés estaba dividido en tiempo de
paz en dos gobiernos militares, el de París y el de
Lyón, con 21 regiones de cuerpo de ejército.
NAVB BLINDADA DE UN DIRIGIBLE MILITAR FRANCÉS
(Fot MeiirisHe)
EN LA LINE
DU>ujo de hederico üe Hdcnen. de <The IDustratcd London Nsws*
La caballería inglesa desalojando de ui
DE FUEGO
lis posiciones á la infantería alemana
K-r
HISTORIA DE LA GUKRRA EUROPEA DE 1914
845
TROPAS DE AKKICA DKSEM BAROANDO EN MARSELLA
La «ley de los tres años» modiHcó todo este sistema
al dar á las fuerzas permanentes de Francia un au-
mento de 200.000 hombres. Además, en el curso de la
guerra las fuerzas territoriales se lian aguerrido, con-
fundiéndose con las del ejército permanente. Se han
TIRADORES SBNEOALICS
formado nuevos cuerpos, y el ejército francés consta
hoy de 5 millones de hombres aproximadamente.
La marina francesa ha conservado su antigua im-
portancia. No se nota
decadencia en el valor
de su material ni en la
pericia de sus hombres;
pero ha progresado
poco, dejándose sobre-
pasar por las marinas
de otros países que
hace medio siglo esta-
ban muy por debajo de
ella.
Después de 1870
Francia se ha mostra-
do incierta y vacilante
en su política naval,
teniendo en cierto modo
sus razones para no se-
guir una conducta rec-
tilínea. Á consecuencia
de sus expansiones co-
loniales, que la ponían
en continuo conflicto
con los exploradores
ingleses de África, te-
(Kots. Rol) ¡^j¿ durante algunos
546
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
EL ACORAZADO «líOUVBT»
BL «DESSAIX», CRUCERO ACORAZADO
años la posiliilidad de una guerra naval con la Gran
Bretaña. Esto le hizo organizar sus fuerzas maríti-
mas con un fin puramente defensivo, limitándose á
la fortificación de sus puertos y sus costas, á la cons-
trucción de numerosas es-
cuadrillas de torpederos y
submarinos para proteger
la Mancha, y á la cons-
titución en el Mediterrá-
neo de una escuadra de
grandes cruceros que
mantuviese sus comuni-
caciones con las colonias
de África.
Cuando Guillermo II se
lanzó audazmente á la
conquista de los mares
siendo un peligro para In-
glaterra, ésta se aproximó
á Francia, y las dos nacio-
nes llegaron al «Acuerdo
cordial», combinando para lo futuro su acción co-
mi'A en la tierra y en el mar. Francia, con arreglo
á este acuerdo, debía concentrar todas sus fuerzas ea
la guerra continental, encargándose la Gran Breta-
BL ACORAZADO «PATRIE»
ña, con sus escuadras enormes, de la dominación de
los mares.
Viendo la República aseguradas sus costas del
Atlántico por la marina inglesa, y teniendo que afir-
mar sus comunicaciones
con África para el trasla-
do de las tropas de Arge-
lia, concentró todas sus
escuadras en Tolón, en-
cargándose de hacer la
guerra en el Jlediterrá-
neo, con el auxilio de las
estaciones navales de Gi-
braltar y :\íalta.
Fríxncia, por exceso de
estudio al elaborar su
plan de nuevas construc-
ciones navales, derrochó
el tiempo y sufrió deplo-
rables retrasos, perdien-
do el segundo lugar que
ocupaba entre las potencias marítimas.
Á pesar de esto todavía i-epresenta en el mar
una fuerza considerable, pues cuenta con 25 acora-
zados, 19 cruceros acorazados, 9 cruceros protegi-
EL CRUCERO «LA GLOIKB»
El, ACORAZADO «LIBERTE"
HISTOIÍIA l)P. I A GURRIM RUKOPKA 1)H \^\4
547
«I, AMIRAl, TREdNAKT», CKICEIU) A COlíA/.ADO
KL ACORAZADO «SUPFREN»
dos, 83 destroyers, 118 torpederos y 72 submarinos.
Algunos de sus buques son de viejo modelo y lle-
van veinte años de existencia, pero posee dos dread-
noughts, el Jean Bart y el Courbet, y seis acorazados
casi de igual valor, el Vol-
taire, el Condorcet, el
Danton, el Mirabeau, el
Diderot y el Vergniaud.
Además la guerra ha
sorprendido á la marina
francesa cuando estaba
terminando en sus astille-
ros varios acorazados de
indiscutible valia.
La República Francesa
sufrió retrasos y equivo-
caciones en la organiza-
ción de sus medios defen-
sivos, pero á pesar de
esto hay que admirarla por la prontitud con que ha
sabido remediar sus defectos y encontrar nuevos re-
cursos.
Es la única nación que ha preocupado á Alemania,
EL ACORAZADO «MARSEI LLAISB»
la única que no le ha permitido saborear en paz su
triunfo, presentándose siempre en sus ensueños de
ambición como una temible amenaza.
La vanidad Ini hecho que los alemanes desprecia-
sen á Francia en ciertos
momentos, como si fuese
un enemigo mediocre.
Pero pronto modificaban
su opinión, volviendo á
his antiguas preocupa-
ciones.
En 1879 el viejo empe-
rador (¡uillermo no se ha-
cía ilusión alguna sobre
el resultado definitivo de
sus victorias francesas de
seis años antes, y escribia
lo siguiente á Bismarck:
«Si tenemos otra guerra
con Francia, yo no parti-
cipo de la opinión del feld-
mariscal Moltke, que cree nuestras fuerzas suficien-
tes para poder entablar esta nueva guerra sin el auxi-
lio de aliados. Nos encontramos ahora en presencia
de un e.i<^rcito francés completamente distinto del
KI. CRl'CEliO •.TAIIREOUIBBRRY»
El, CRIIOEKO «jri.tOS FHIIUV'
548
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
BL «MAS.SBNA» ROOBADO DE LOS CRirCBROS DB LA BSCIADUA
de 1870, pues nadie puede negar los progresos que lle-
van hechos los franceses desde esa época.»
Los gobiernos de la República han sabido dar á
Francia una fuerza temible, por la potencia de su
ejército, el alto grado de su preparación militar y la
rapidez de su movilización.
El soldado francés es indiscutiblemente superior al
alemán. La más alta personalidad del militarismo pru-
siano, Federico el Grande, lo reconoció siempre. «¡Las
cosas que haría yo si mandase á soldados franceses!»,
dijo este monarca en sus momentos más difíciles.
(iuillermo II admira igualmente al francés por
OONTRATORI'WDEKO
SU espíritu despierto, propenso á hi iniciativa y al
entusiasmo, pero no creyó nunca que pudiese cons-
tituir un verdadero ejército, á causa de sus ideas po-
líticas.
— La democracia es incompatible con la disciplina
— ha declarado el kaiser con su pedantesca suficiencia.
Guillermo II ignora que hay una disciplina supe-
rior á la prusiana, más perfecta, más firme, capaz de
milagrosos resultados.
Es la disciplina voluntaria, nacida del consenti-
miento, que hace vivir á jefes y soldados como si fue-
sen hermanos, estrechamente unidos por el entusias-
mo de un ideal común.
XVIIl
Rusia y el paneslavismo
De todas las naciones europeas, Rusia fué la últi-
ma que salió de la obscuridad, poniéndose en relación
con los demás pueblos.
Llevaba América dos siglos de existencia cono-
cida, habían navegado los españoles toda la redon-
dez del planeta, abriendo nuevos horizontes á la
actividad humana, y todavía era Rusia un misterio
SUHMAlilNO «VENDIÓ.MIAIRB»
para el mundo. Las naciones de Europa, hasta el si-
glo XVIII, sólo conocieron el reino de Polonia. Más
allá de este pueblo eslavo existía la noche histórica,
el misterio, una nación bárbara designada con el
nombre incierto de Jloscovia.
Fué Pedro el Grande, con su vigorosjt actividad,
el que hizo saber que existia un Imperio ruso. Este
monarca se lanzó á viajar por Europa como un comi-
sionista de su país, estudiando de cerca los pueblos
superiores para llevar á l^usia los productos de la ci-
vilización.
Después de él, Catalina II y su corte se preocu-
t
OONTHATORPBDBRO «ARBALETB»
HISTORIA DF- lA GUERRA EUROPEA DF. 1Q14
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550
VICENTE BLASCO IliANEZ
paron de activar las relaciones intelectuales con Eu-
ropa. Francia dominaba al mundo en el siglo XVIII,
merced á los refinamientos de su cultura, y San Pe-
tersburgo adoptó la lengua francesa, asi como las
costumbres y la cortesía de los monarcas de Versa-
lles. Desde esta época fué de tradición en las familias
de la nobleza rusa emplear el francés como lengua
de la intimidad.
El uso del idioma y la imitación de las costumbres
francesas prepararon á los rusos de clase superior,
desde hace siglo y medio, para la amistad con Fran-
cia. Hasta en las guerras que sostuvieron rusos y
franceses en 1812 y en la
campaña de Crimea, se
trataron ambos con cierta
estimación. Por esto tal
vez ha sido posible una
alianza política y finan-
ciera entre las dos nacio-
nes, basada no solamente
en el acuerdo de los go
bienios, sino que también
en la reciproca simpatía
de los pueblos. El mundo
ha contemplado un espec-
táculo casi inverosímil en
esta unión estrecha y cor-
dial del más absoluto de
los imperios europeos con
la República de ideales
más revolucionarios.
El capital francés ha
colaborado poderosamen-
te en el renacimiento eco-
nómico de la Rusia mo-
derna. 20.(X)0 millones de
oro francés han sido colo-
cados en Rusia durante
los últimos veinte años,
bajo la forma de emprés-
titos de Estado ó de em-
presas industriales. La so-
lidaridad financiera une
hoy á Rusia y Francia tanto como los intereses de la
política internacional.
Las dos naciones representan dos mundos absolu-
tamente distintos. Rusia ha estudiado ávidamente á
Francia para copiar su civilización. Francia y el
resto de Europa conocen defectuosamente el inmenso
Imperio, ó no lo conocen en absoluto. El mundo dedi-
cado á los negocios empieza á enterarse de las enor-
mes riquezas que duermen en las entrañas de su sue-
lo. El mundo intelectual se equivoca casi siempre al
juzgar la vida interior de Rusia y sus confusas fer-
mentaciones, de las que ha de surgir seguramente un
gran pueblo.
Muchas de las ideas generales sobre Rusia han
llegado hasta nosotros transmitidas por la opinión
alemana, y los alemanes tienen un empeño especial
en desfigurar y falsificar todo lo del Imperio ruso.
«El formidable amasamiento de pueblos diferentes
— dice E. Taris — que se ha fundido hoy en una fuerte
unidad política con el nombre de Rusia, llegó más
tarde que ninguna otra nación europea á adquirir una
posición de equilibrio.»
En varias manifestaciones de su vida, Rusia se
llalla al mismo nivel que los pueblos europeos al salir
de la Edad Media. Si se exceptúan los ferrocarriles,
que son obra del gobier-
no, el pueblo ruso, por sus
virtudes, sus defectos, sus
costumbres, sus medios de
comunicación y su mane-
ra de existir, vive aún en
el siglo XVI.
kSu evolución histórica
resultó lenta, y explica
las aspiraciones del panes-
lavismo. La cuna de la
nación rusa fué Kiew, se-
ñalándose en dicha re-
gión, por primera vez en
la Historia, la presencia
de los eslavos. Las tribus
primitivas de esta raza se
dividieron en tres agrupa-
ciones. Unos marciiaron
hacia el Oeste, formando
el grupo de los lusacienos
y tcheques de una parte,
y los pueblos búlgaros,
servios, croatas, slovacos
y slovenos de otra. Una
segunda agrupación esla-
va emigró hacia el Norte
y el Este, ocupando las
tierras hasta los bordes
del Báltico y el Océano
Glacial, ó sea gran parte
de la Rusia del presente. El tercer grupo se mantuvo
en el mismo suelo, que aparece como la cuna de la
raza eslava, y formó la nación polaca.
Durante largos siglos las tribus eslavas, desunidas
entre ellas, vivieron bajo el yugo de los pueblos veci-
nos, belicosos y conquistadores. En 8132 el pirata nor-
mando Rurik se apoderó de Novgorod, fundando el
primer reino ruso. El nombre de este aventurero de
los mares sirvió según parece para bautizar á la Ru-
sia actual. Las tribus del reino de Rurik se titularon
Russ, que en idioma finlandés significa «remero».
Un sucesor de Rurik llamado Oleg transportó á
Kiew la capital de su reino. Años después Olga la
Santa introdujo en 957 la religión ortodoxa entre los
rusos, entrando éstos en relaciones con la Grecia bi-
BL GRANDE
mSTOL'IA \)íi LA GUERRA EUROPEA DE 1914
551
zaiitiiut, unas veces por la guerra y otras por las
transacciones de la paz.
La conversión de ios eslavos al cristianismo orto-
doxo es, según algunos autores, el verdadero motivo
de que Rusia, extraña al catolicismo y al uso de la
lengua latina — que fué hasta los tiempos modernos el
lazo de unión de todos los intelectuales — , haya per-
manecido tantos siglos separada de la verdadera Eu-
ropa y aislada de la civilización occidental.
. Otro reino eslavo fué establecido por los búlgaros
en las orillas del Volga: pero en el siglo XIII quedó
anitjuilado por la invasión de los tártaros. Estos, á
las órdenes del célebre
Gengis-Khan, lo arrolla-
ron todo, poniendo en pe-
ligro la vida civilizada de
Europa. La bárbara inva-
sión se extendió por la
Rusia meridional hasta
los Cárpatos, quedando el
país durante dos siglos
como un pueblo vasíiUo
del Imperio mongol. Al
mismo tiempo las tribus
rusas del Aborte eran so-
metidas á la servidumbre
por una invasión de sue-
cos y de germanos.
Los rusos que pudieron
sobrevivir libremente á
estas derrotas se concen-
traron en el interior, ha-
ciendo de IMoscou la ca-
pital de su monarquía.
En 1,380 Dimitri Donskoi
venció á los tártaros defi-
nitivamente en Koulico-
vo, emancipando á Rusia.
Sus sucesores engrande-
cieron el pais poco á poco
en todas direcciones, pero
sin poder llegar nunca á catalina ii
las costas. La actual di-
nastía de los Romanof comenzó en KilB con ^liguel
Romanof, iniciador de la obra de estabilidad política.
A partir de Pedro el Grande se aceleró el progreso
de Rusia. Este monarca, duro y progresivo, fundó á
Petrograd (llamada por los alemanes San Petersbur-
go) y realizó la aspiración más vehemente del pais.
que deseaba llegar al mar. Su conquista de las pro
vincias bálticas puso á Rusia en contiicto con P^uropa.
Catalina II desmembró el reino de Polonia y conquistó
la actual ribera rusa del mar Negro. Alejandro 1
triunfó sobre Napoleón y fué por algunos años el ;ir-
bitro de Europa. Bajo su reinado las sociedades secre-
tas, iníhienciadas por ol ejemplo de la Revolución
francesa, empezaron á conspirar contra el Imperio
absoluto. Nicolás 1 reprimió duramente á los revolu-
cionarios y ensanchó las fronteras rusas del lado del
('áucaso. Sus armas protegieron contrii Turquía á los
rumanos, los servios y los griegos, descendiendo vic-
toriosamente hasta Adrianópolis. La intervención de
Inglaterra evitó que se apoderase de toda la Turquía.
Luego la Gran Bretaña y Francia hicieron contra él
la guerra de Crimea, que arruinó su poder naval en
el mar Negro. El autócrata ruso murió del disgusto
que le produjo esta derrota. De todos los zares fué el
más enemigo de la libertad política. Á las crueles
persecuciones que hizo sufrir á los rusos de ideas
avanzadas, hubo que agregar su campaña contra los
revolucionarios polacos y
la ayuda que prestó á
Francisco .José en 1849
para el aplastamiento de
la República húngara.
Alejandro II continuó
la inidición civilizadora
de Pedro el Grande, mo-
dernizando á Rusia con
un gran desarrollo de los
ferrocarriles y demás vias
de comunicación. Mejoró
la hacienda pública, reor-
ganizó la justicia y supri-
mió la servidumbre en los
campos, liecho el más glo-
1 ioso de su vida. La ex-
liansión rusa en Asia reci-
bió un vigoroso impulso,
llegando hasta los últimos
limites del viejo continen-
te, ó sea hasta las costas
del Pacifico, con la ane-
xión de todos los principa-
dos musulmanes del otro
lado del mar Caspio. En
1877 venció á los turcos,
llegando sus tropas á los
arrabales de Constantino-
pla. Esta victoria aseguró
la autonomía de la Bul-
garia y la independencia de Rumania y JIoutenegro.
Además engrandeció la Rusia con los territorios tur-
cos de Transcaucasia.
Su sucesor, Alejandro 111, cambió la orientación
de la política exterior. Hasta entonces Rusia había
marchado unida con Pnisia y .\ustria. sin grandes
provechos y con crueles engaños. Las victorias sobre
Turquía sólo habían servido para que los aliados de
Rusia se aprovechasen astutamente de ellas adqui-
riendo nuevos territorios sin disparar un tiro, como lo
hizo Austria al quedarse con Bosnia y Herzegovina.
Alejandro 111 rompió con sus antiguos aliados, en-
trando en franca inteligencia con la República Fran-
cesa.
Su hijo Nicolás II continuó esta política, pero man-
552
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
teniéndose al mismo tiempo en buena amistad con
Alemania. Las maquiavélicas sugestiones del gabine-
te de Berlin lo empujaron á una expansión en el Extre-
mo Oriente, hasta que chocó con el Imperio japonés.
Una guerra desgraciada fué la consecuencia de este
encuentro, al mismo tiempo que en el interior se pro-
movía una gran revolución de protesta social y polí-
tica. Por algunos meses los enemigos de Rusia creye-
ron que el Imperio moscovita iba á disgregarse. Ale-
mania siguió con mal disimulado regocijo esta crisis
enorme, que podía privar á Francia de su aliada. Pero
la habilidad de algunos hom-
bres políticos logró conjuríir el
conflicto, resolviéndose éste
definitivamente con la adop-
ción del régimen constitucio-
nal que hizo desaparecer el
antiguo absolutismo.
Rusia no sólo ha reorgani-
zado con rapidez sus fuerzas
militares aumentándolas con-
siderablemente. Sus progre-
sos en el terreno económico
son enormes, hasta el punto
de hacer de ella una nación
rica y poderosa.
Bien conocida es la impor-
tancia de Rusia como produc-
tora de cereales. Su vida ha
sido siempre agrícola. «Por
cada 1.000 habitantes, se cuen-
tan 850 campesinos, 107 bur-
gueses, 2.3 cosacos, 15 nobles
y o sacerdotes.» Solamente
un 1.3 y medio por ciento de
los rusos habitan las ciuda-
des. Todas las cuestiones in-
teresantes de la vida interna
del Imperio fueron cuestiones
agrarias. El gobierno intervi-
no en varias ocasiones con
un espíritu socialista para fa-
cilitar á los campesinos la
posesión de la tierra, y esto
ha favorecido el desarrollo
productor en los últimos años,
contribuyendo á calmar las
regiones más agitadas por la
revolución de 1905. Los cerea-
les que exporta Rusia al resto
de Europa representan miles
de millones anualmente.
El poder económico de Ru-
sia no reside únicamente en
la agricultura. En el Oeste,
el Centro y el Sur, existen
grandes explotaciones meta-
lúrgicas. En 15 años la Polo-
nia rusa ha hecho un esfuerzo tan considerable y por-
tentoso como el de las regiones más laboriosas de
Alemania. Rusia dispone de grandes yacimientos de
hierro y de carbón, y fabrica ella misma todas las
máquinas y demás productos metalúrgicos necesarios
para su vida.
D
Hablemos del paneslavismo.
Rusia tiene en su interior algunos pueblos que no
son eslavos, pero en cambio numerosas poblaciones
eslavas de su misma sangre y que forman parte de
LA QUIMERA DEL PANGERMANISMO
COMO .-^BRÍA KUKOFA OKSl'L'ÉS DB l'NA VICTORIA AUSTRO-ALEMANA
P.\ paníjermanismo ha trastornado desde hace años, con sus proyectos de loca ambición, el mapa de
Europa y el de África.
En Europa, la Alemania vencedora de Prancia debfa anexionarse el Kranco-Condado, Borgoña, Champaña.
Lorena, Flandes francés, el Artois, Picardía v Normandia. Su marina debía poseer todo el litoral, de Dun-
kerque á Chcrburgo, frente á Inglaterra. Además, para tener acceso al Mediterráneo, Alemania se anexionarla
una ancha faia del suelo francés, desde Besanzón á la costa Sur. convirtiendo el puerto de Tolón en un apos-
tadero de su Hola.
Suiza pasaría á ser de Alemania. Bélgica, Holanda y Dinamarca quedarían anexionadas á ella Igualmente,
por considerarlas naciones de origen alemán que estorban con su independencia el dominio absoluto del Báltico
y el Mar del Norte. También se anexionaría el Imperio alemán varias provincias rusas lindantes con la Prusla
oriental, y una mitad de Polonia con su antigua capital Varsovia.
Austria, á cambio de su alianza, habla de recibir la otra mitad de la Polonia rusa y toda la totalidad de
Servia, Montenegro y Albania. También recobraría á Véncela, recibiendo Italia como compensación el antiguo
territorio de Niza. En el bolín colonial de África correspondería al Imperio austríaco todo Túnez, El Medite-
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
553
su pasado, viven más allá de las fronteras del Im-
perio.
Una aspiración lógica de Rusia al verse poderosa,
fué reunir á estos pueblos en un mismo organismo poli-
tico, ó de no ser posible, emanciparlos, para que goza-
sen una vida de independencia. Por su parte, los pue-
blos eslavos que viven fuera de Rusia se han dado
cuenta de que ésta es la única que puede defenderlos
de la dominación extranjera, tomándolos bajo su po-
derosa protección.
Como consecuencia de esto se ha desarrollado todo
LA QUIMERA DEL PANGERMANISMO
CÓMO SBRÍA áfrica DBSPUÉS de una VICTOUIA AUSTRO-ALEMANA
rráneo quedarla convertido en un lago alemán. Para asegurarse Alemania su posesión, se quedarla con las
Baleares, la Córcega, la Cerdefla y Chipre. España, guardadora nominal del Estrecho, estarla balo su aepen-
dencla. (Los pangermanistas apenas si se han ocupado ligeramente de España, como si les pareciese Innece-
sario contar con su voluntad, ó no pudieran Imaginarse la más pequeña resistencia de parle suya.)
En África, la Alemania vencedora se crearla un imperio colosal, apoderándose de Argelia, Marruecos.
África occidental francesa, Congo francés y belga, Angola portuguesa, colonias Inglesas de la costa de Oro
y de Nigeria, la isla de Madagascar y el África oriental portuguesa. Esto por el momento. Años adelante la
dominación alemana se extenderla por el Norte y por el Sur, royendo poco á poco el África Inglesa, desde las
bocas del Nilo á la costa oriental, así como Ias posesiones sud-africanas.
En Asia, las colonias francesas del Tonkin y la Indo-China lamblt'n pasarían á poder de los alemanes.
Una vez realizada en Europa y África la gran quimera de la vanidad germánica, el triunfador Imperio
hubiese puesto sus oios en las dos Américas, empezando la alcmanización del Nuevo Mundo con el apoyo
de las numerosas colonias y de subditos que tiene en él, y que son á modo de vanguardias del pangerma-
nlsmo dominador.
un mundo espiritual de sentimientos y de ideas, y ha
tomado forma una tendencia política con el título de
paneslavismo.
No hay que confundir el paneslavismo y el panger-
manismo. Los nombres se parecen, pero las tenden-
cias son completamente diversas. Existe la misma di-
ferencia entre uno y otro que la que separa el egoísmo,
del desinterés; el atropello, del derecho; la conquista,
de la libertad.
El pangermanismo sueña con anexionarse á viva
fuerza naciones que se constituyeron libremente, que
llevan siglos de existencia
iparte y que no quieren ser
_j) \\io alemanas. Una comunidad de
idioma y lejanos recuerdos
históricos le bastan para de-
sear y justificar tales violen-
cias.
El paneslavismo aspira á la
libertad de todos los eslavos
que viven fuera de Rusia, no
para agregarlos al Imperio,
sino para que se constituyan
en Estados independientes,
con una vida digna. En virtud
de tan noble ideal, Rusia com-
batió á Turquia emancipando
;í los servios, los búlgaros y
los montenegrinos, que son de
su raza, y también á los ru-
manos, que pertenecen á la
latinidad. Estos pueblos, gra-
cias á Rusia, se constituyeron
en Estados libres. Ahora el
paneslavismo desea continuar
su obra, emancipando á los
demás pueblos eslavos que vi-
ven oprimidos por Austria y
por Alemania.
Como se ve, el pangerma-
nismo y el paneslavismo re-
presentan dos tendencias com-
pletamente opuestas.
Las aspiraciones panesla-
vistas, liberales y generosas,
surgieron hace tiempo en el
seno de las nacionalidades es-
lavas, cruelmente oprimidas.
En el siglo XVII el sacerdo-
te croata Krijaristch predicó
esta doctrina, y en el siglo XIX
el poeta slovaco-tcheque Ro-
llar la prohijó, difundiéndola
por todo el mundo eslavo, en
el que produjo inmenso eco.
Hay que imaginarse la tris-
te vida de los pueblos eslavos,
sometidos durante varios si-
554
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
glos á los turcos y los austríacos. Toda Europa se agitó
á principios del siglo XIX con revolucionarias con-
vulsiones, por conseguir la libertad. Sólo estos pue-
blos siguieron en la miseria de la esclavitud, volvien-
do sus ojos cargados de esperanza hacia el Imperio
ruso, unido á ellos por el parentesco étnico.
Á impulsos del sentimiento paneslavista, al hacer
la guerra á, Turquía el Imperio ruso en 1828, no se
limitó á asegurar la independencia helénica, pues se
atribuyó además el protectorado de la Moldavia y la
Valakía. En 1853 obligó á Turquía, vencedora de
Montenegro, á satisfacer las aspiraciones de este prin-
cipado vencido. En 1877 emprendió su guerra contra
los turcos, lle-
gando vencedor
á las puertas de
Constantinopla,
para obtener la
independencia
completa de los
rumanos y la au-
tonomía de Bul-
garia.
El paneslavis-
mo ha cumplido
su generosa mi-
sión en lo que se
refiere cá los pue-
blos eslavos so-
metidos á Tur-
quía. En 1912
todos los pueblos
de esta raza que
ocupan los Bal-
kanes, se eman-
ciparon definiti-
vamente de la
dominación tur-
ca. Pero al mis-
mo tiempo que
ocurría este gran
hecho histórico, el Imperio austríaco complicaba la
situación, anexionándose definitivamente la Bosnia y
la Herzegovina.
Austria-Hungría, que tiene bajo servidumbre for-
zosa 15 millones de eslavos, al aprovechar la guerra
de los Balkanes para anexionarse á los bosniacos y
los herzego vinos, se puso en evidencia como un eterno
obstáculo para los deseos y esperanzas del panesla-
vismo. Este gesto fatal inició la guerra europea del
presente.
El gobierno austríaco alega que la situación de los
eslavos existentes en su Imperio es muy distinta á la
de los que vivían bajo la dominación turca. La cons-
titución de la monarquía dualista acuerda una igual-
dad de derechos á los diferentes pueblos del Imperio;
pero esto sólo existe en teoría. Los eslavos son consi-
LAS RAZAS DE AUSTBJA-HUNGRÍA
autoridades austríacas los tratan lo mismo que á un
pueblo conquistado. De ser verdad que todas líis razas
tienen en el Imperio iguales derechos, la monarquía
dualista tendría que convertirse en triplista, y asi
como existe un reino de Austria y un reino de Hun-
gría, debería crearse un tercer reino de los eslavos,
con su Parlamento y su vida autonómica. El Imperio
se ha negado siempre á esta solución, prefiriendo su
régimen centralista, dominador y desigual, que coloca
á los eslavos en una inferioridad envilecedora.
La importancia del elemento eslavo en Austria es
considerable, y está representado por los siguientes
pueblos: polacos, rutenos, servios, croatas, slovacos,
slovenos v tche-
' — a
ques.
Los polacos de
Galítzia, por so-
lidaridad con sus
hermanos de Ru-
sia, que eran
maltratados por
el zarismo, mos-
traron hasta ha-
ce poco una gran
adhesión al go-
bierno de Viena.
Pero desde que
el régimen ruso
se fué suavizan-
do en Varsovia,
al mismo tiempo
que el gobierno
de Guillermo II
extremaba sus
crueles medidas
con los polacos
del gran ducado
de Posen some-
tidos á Alema-
nia
estos pola-
cos austríacos
cambiaron el objetivo de su hostilidad, mostrándose
enemigos del germanismo.
Los rutenos de Galítzia han reclamado muchas
veces su autonomía dentro del federalismo imperial,
sin poder conseguir la mils pequeña paTte de sus pre-
tensiones.
Los slovenos, los servios y los croatas tienen que
luchar en sus territorios con la presión de los alema-
nes de nacionalidad austríaca, que los oprimen por el
Norte, y de los italianos austríacos, más ricos que
ellos y sin ninguna relación étnica, que huyen de su
contacto por el Sur. Todos estos eslavos son pobres
agricultores ó habitantes de las montañas, obligados
á trabajar rudamente para mantener su vida, y las
preocupaciones económicas no les permiten concen-
tríir sus energías en una finalidad política. Las auto-
derados en la realidad como una raza inferior, y las ridades persiguen sistemáticamente á todos los esla-
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
555
UN ESLAVO
DE LA BOSNIA
VOS que se preocupan de la suer-
te de su raza, complicándolos
en procesos monstruosos y ri-
diculos. El eslavo, sea cual sea
su mérito personal, se ve priva-
do de intervención en la vida
pública. En alíj'unas poblaciones
donde el vecindario está forma-
do de un ~) por ciento de ale-
manes y un 95 por cientade es-
lavos, los cargos de la justicia
municipal son proveídos sistemá-
ticamente con candidatos de la
exigua minoría germánica, ex-
cluyendo á la enorme mayoría.
Como era de esperar, estos
pueblos, ansiosos de respeto y
libertad, han
celebrado con ~" ~~
gran entusias-
el derecho de hablar y de escrr
bir oficialmente en lengua bohe-
mia. Hasta aquí llegaron en sus
avances, sin poder conseguir
nunca una autonomía igual á la
de los húngaros.
La protesta contra el germa-
nismo late en el fondo del pue-
blo tcheque. Regimientos forma-
dos con hombres de esta raza se
han sublevado varias veces con-
tra los oficiales que se mostra-
ban enemigos del eslavismo. Al
iniciarse la presente guerra, Aus-
tria, como medida preventiva,
tuvo que fusilar á numerosos sol-
dados tcheques. Batallones en-
teros se habían
mo los triunfos
de la Servia independiente, viendo
en el heroico esfuerzo de los herma-
nos de raza una esperanza de futura
emancipación. Los servios someti-
dos á Austria no ocultan sus deseos
de ser anexionados á la Sei'via inde-
pendiente, contribuyendo tal actitud
á las persecuciones que les hacen
sufrir las autoridades austríacas, á
los atentíidos personales con que se
vengan los oprimidos y á la animosi-
dad implacable de los gobernantes
de Viena y Budapest contra los de
Belgrado, odio que dio pretexto á la
guerra actual.
Los tcheques habitantes del cua-
drilátero de la antigua Bohemia, son
los eslavos que han obtenido ma-
yores concesiones del régimen centralizador de Viena.
Después de la derrota de Sadowa, los tcheques em-
prendieron una enérgica cam-
paña para obtener su autono-
mía. Así como los húngaros
consiguieron al fin que fuese
respetado y constituido como
un pueblo aparte el antiguo
reino de San Esteban, los tche-
ques desde 1868 reivindican
los derechos históricos del an-
tiguo reino de San Venceslao,
formado de tres territorios: la
Bohemia propiamente dicha,
la Moravia y la Silesia. Des-
pués de una larga lucha, estos
eslavos obtuvieron en 1882 la
creación de una Universidad
tcheque en Praga, y en 1897
TIPO DB MCJBR ESLAVA
DE LA BOSNIA
ESLAVA DE LA HERZEGOVINA
1 ^^
(iAlTERO ESLAVO DB LA
FRONTERA austríaca
insurrecciona-
do matando á
sus oficiales.
Rusia, que representa todas las
aspiraciones del paneslavismo, no
ha pensado jamás en anexionar es-
tos pueblos á su Imperio. Desea que
constituyan naciones independien-
tes, como los eslavos de los Balka-
nes, ó que se unan en una confedera-
ción, sacudiendo para siempre el
yugo de Austria. Además, gran par-
te de estos eslavos no son ortodoxos,
y las diferencias religiosas tal vez
amortiguasen las simpatías de raza
^^ que los impulsan hacia Rusia. El za-
r^ rismo, que desea la libertad de los
jA -, pueblos eslavos, no ha pensado nun-
ca en su anexión. Este desinterés no
es de ahora. En 18G7 escribía la Ga-
ceta de Moscou: «No es la adquisi-
ción, la opresión y la anexión de las nacionalidades
eslavas de Austria lo que desea Rusia, sino por el con-
trarío, la existencia, tan in-
dependiente como sea posible,
de dichas naciones.»
Rusia es un Imperio enor-
me por la extensión del suelo
y el número de sus habitan-
tes, y como consecuencia na-
tural su ejército resulta un
organismo formidable.
Con arreglo á los cálculos
ordinarios, basados en el apro-
vechamiento de una décima
parte de la población, Rusia
en último extremo puede lle-
gar á poner en pie de guerra
IG millones de hombres.
POLACO DB LA
FRONTBRA austríaca
556
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
DISTRIBUCIÓN DE LAS RAZAS EN EUROPA
La etnologfa de Europa es muy variada. Además los pueblos se han mezclado mucho con los
accidentes históricos, y en realidad no existen razas bien caracterizadas y con vida aparte. Pero
se distinguen los pueblos por su tipo originario, por su lengua y sobre todo por su educación y
su mentalidad. De este modo pueden apreciarse tres agrupaciones principales:
Los greco-latinos (franceses, belgas-waiones, italianos, españoles, portugueses! rumanos y
griegos): 110 millones de hombres.
Los germanos, muy diseminados (alemanes, austríacos, holandeses, flamencos): 160 millones.
Los eslavos (rusos, rutenos, búlgaros, polacos, tchcqucs, slovacos, slovcnos, croatas y ser-
vios): 200 millones.
Los ingleses forman aparte como anglo-celtas.
Su ejército en tiempo de paz se componia aproxi
madamente de un millón y medio de soldados, dividi
do en la siguiente forma: 1." Las
tropas activas propiamente dichas:
la Guardia imperial, los cuerpos de
granaderos, 25 cuerpos de ejército
en Europa, 3 cuerpos en el Cáucaso
y 8 en Asia. 2.° Las tropas cosacas.
3." La gendarmería, que depende
del ministerio del Interior. 4." Los
aduaneros, que dependen del minis-
terio de Hacienda, pero forman
verdaderos organismos militares.
La infantería rusa comprende: la
Guardia imperial, compuesta de
12 regimientos de granaderos, 1 re-
gimiento de guardias de corps y
4 regimientos de tiradores. La in-
fantería de linp.a, compuesta de
16 regimientos de granaderos, 208
regimientos de linea, 106 regimien-
tos de tiradores y 6 batallones de
cosacos de Kouban. Total, 355 re-
gimientos, formados por 1.288 ba-
tallones.
La caballería comprende la Guar-
dia imperial con 14 regimientos:
1 de guardias, 3 de coraceros, 2 de
dragones, 2 de huíanos, 2 de húsa-
res, 3 de cosacos y 1 de cosacos de
la escolta del emperador. La caba-
llería de linea se compone de 21 re-
gimientos de dragones, 17 de huía-
nos, 18 de húsares y 1 de tártaí'os
de Crimea. Los cosacos forman 50
regimientos, llamados de primer
turno. Esto da un total para la ca-
ballería de 122 regimientos con
739 escuadrones ó Sufnias en tiem-
po de guerra. Después que son lla-
mados los cosacos de segundo y ter-
cer turno, la caballería rusa puede
llegar á más de 1.500 escuadrones.
La artillería de campaña y la de
montaña están repartidas en 59 bri-
gadas, comprendiendo cada una
dos grupos de 3 baterías con 8 pie-
zas por batería. La artillería mon-
tada comprende una brigada de la
Guardia con 6 baterías, 12 grupos
compuesto cada uno de 2 baterías,
8 grupos de artillería cosaca y 8 ba-
terías de artillería de montaña á
caballo. La artillería pesada tiene
35 grupos, formado cada uno de 2
baterías de morteros, 1 batería in-
dependiente en Siberia y 7 grupos
de cañones pesados de á 3 baterías
cada uno. Esto da un total de 449 baterías de cam-
paña con 3.592 piezas, 51 baterías de montaña, 30 ba-
LAS LENGUAS DE EUROPA
El reparto de lenguas en Europa está en relación natural con el reparto de razas. Su variedad
puede agruparse en tres unidades. Grupo greco-latino, germánico y eslavo.
El grupo greco -latino ocupa las riberas septentrionales del Mediterráneo. El germánico se
extiende por la Europa central. El eslavo ocupa la Europa oriental.
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
557
terias de á caballo pertenecientes
al ejército, 39 baterías de los cosa-
cos, 71 baterías de morteros y 21 de
cañones gruesos. La artillería pesa-
da utiliza cañones de 153, obuseros
de 120 y 150 y morteros de 200.
Los aduaneros, organizados mi-
litarmente, forman 35 brigadas en
Europa y en Siberia, 5 brigadas en
el Cáucaso, 3 en Mandchuria y 2 en
el Turkestán. Estos cuerpos son en
gran parte montados y hasta tie-
nen artillería y personal ferrocarri-
lero, como si formasen un ejército
aparte.
El arma de ingenieros está re-
presentada por 39 batallones de za-
padores de á 4 compañías, una de
las cuales es de telegrafistas; 11 ba-
tallones de pontoneros, 17 batallo-
nes de ferrocarrileros, 18 compa-
ñías de aeronautas, 7 compañías
de telegrafía sin hilo y 1 compa-
ñía de instructores de automovi-
lismo.
El reclutamiento de este ejército
enorme lo ha realizado Rusia anual-
mente, sin obstáculo alguno, pues
las reservas de hombres de que dis-
pone el país resultan inagotables.
Todos los años el número de reclutas ha excedido
considerablemente al de soldados necesarios, siendo
De O á 16 |1_^.^
^^ De 20 á 40V..^'
De 41 á 71
De 10 á 100
i
WM
^ Más de 100
LAS RELIGIONES DE EUROPA
Las diferencias de raza y de lengua van acompañadas de la diferencia de religiones. Los pue-
blos latinos son, por lo general, católicos-romanos. Además practican, en parte, esta religión los
flamencos, suiros, austríacos, alemanes, polacos, tcheques, rutenos, croatas, esclavones, húnga-
ros é irlandeses. En total, 162 millones.
Los pueblos de raza germánica son en su mayor parte «protestantes». Profesan también esta
religión los finlandeses y los estonianos. Total, 81 millones.
La religión -ortodoxa», ó sea la griega, es profesada por los eslavos, los rumanos y los grie-
gos. 90 millones.
El mahometismo está representado por los turcos y los tártaros. 7 millones.
Los Israelitas diseminados en toda Europa representan una cifra de 6 millones.
enviados á sus casas centenares de miles. La abun-
dancia de hombres permite á las comisiones el proce-
der con una gran escrupulosidad en
la selección de los reclutas, admi-
tiendo únicamente los más ágiles y
robustos.
Desde 1905, la duración del ser-
vicio activo fué de tres años en la
infantería y la artillería de cam-
paña, y cuatro años en la caballe-
ría, la artillería montada y las tro-
pas especiales. Después de cumplir
el período activo, el ruso pasa á
la reserva, en la que permanece
quince años. Luego figura durante
cuatro años en la milicia, y á los
cuarenta v tres años se ve libre de
DE.N.SIDAD DE POBLACIÓN EN LO.S DIVBR.SO.S ESTADOS DE EUROI'.V
La densidad resulla escasa en Rusia (24 habitantes por kilómetro cuadrado ; media en Fran-
cia (73 habltantcsi y en Auslrla-Hungrla (76i; fuerte en Alemania . 120i, llalla (1211, Inglaterra (U4i, y
muy fuerte en Bélgica i254i. Los pangermanistas alegan la densidad de la población de Alemania
y la abundancia de nacimientos como razones que lustlflcan sus anhelos de conquista, para esta-
blecer en las nuevas tierras i los alemanes sobrantes.
obligaciones militares.
El reclutamiento es nacional, sin
distinción de razas y de religiones.
Los polacos, judíos, lettones, litua-
nios, estonianos, alemanes, tárta-
ros, etc., que forman parte del Im-
perio moscovita, entran á servir en
el ejército lo mismo que los rusos
puros y figuran confundidos en las
mismas unidades. Los cosacos son
los únicos que forman cuerpos á par-
558
v/ICENTE BLASCO IBAÑEZ
UN ESCUADRÓN L>B CABALIEKIA RUSA
te. Esta igualdad militar asegura la rapidez de la
movilización y ha servido para hacer mayor la homo-
geneidad del ejército.
El Estado Mayor ruso preparó la organización mi-
litar del pais de modo que pudiese hacer frente á una
invasión extranjera, en los primeros momentos, sola-
mente con sus tropas activas. Desde 1909 vino adop-
tando la precaución de retardar el licénciamiento de
los soldados que habían cumplido su servicio hasta
que los nuevos contingentes terminasen su periodo de
instrucción.
Los cosacos constituyen un elemento militar, inde-
pendiente de las otras fuerzas. En tiempo de paz son
70.000 sobre las armas; en período de guerra 200.000
aproximadamente.
La población cosaca vive en el Imperio ruso como
un Estado especial que goza de cier-
tos privilegios á cambio de sus ser-
vicios particulares. El cosaco es sol-
dado desde los 20 años á los 47. A
partir de 1909 ha sido modificada su
organización tradicionaL Pasa un año
en el contingente sometido á prepa-
ración; 4 años en los famosos regi-
mientos cosacos, de una bravura y
una fidelidad á toda prueba; 8 años
gozando de licencia temporal, 6 en
la reserva y 10 en la milicia. El cosa-
co aporta á sus expensas el caballo y
el equipo, recibiendo del Estado Lis
armas únicamente.
En caso de guerra los cosacos se
presentan por lo general antes de que
les toque el turno de ser llamados. Su
adhesión al emperador reviste la mis-
ma forma familiar que en los tiempos
de la vida de tribu.
Al iniciarse la presente guerra
todos los jefes de campamento cosa-
co enviaron telegramas al zar Nico-
lás II, poco más ó menos del si-
guiente estilo:
«Padrecito: tengo cien caballos
y mando á cien hombres. Lláma-
me.»
Las tropas cosacas han forma-
do en la presente guerra las siguien-
tes unidades: 12 batallones de in-
fantería, 623 escuadrones y 26 ba-
terías.
El armamento del ejército ruso
es bueno. La infíintería usa un fusil
de calibre de 7 milímetros con car-
gador de 5 cartuchos. La caballería
lleva sable y carabina con bayone-
ta. Los cosacos emplean la lanza
como arma predilecta. La artillería
de campaña utiliza un cañón de tiro
rápido, de calibre 76 milímetros. Esta pieza, según
dicen los técnicos, es algo pesada, pero representa
un considerable progreso sobre la artillería de la gue-
rra de Mandchuria. Tanto la infantería como la caba-
llería están dotadas de buenas ametralladoras: 4 por
regimiento ó por batallón independiente y 6 por regi-
miento de caballería.
Todos los adelantos de la ciencia que resultan de
aplicación militar han sido adoptados por los cuerpos
técnicos del ejército ruso. Los fracasos de la guerra
con el Japón modificaron considerablemente la men-
talidad de sus bravos é imprevisores oficiales, que todo
lo confiaban al valor y á la habilidad en el manejo
del sable. Hoy este ejército es uno de los mejor pro-
veídos en material de exploración y de comunicación:
telégrafos, teléfonos, señales ópticas, proyectores, etc.
ARTILLEROS SIBERIANOS CON INA AMETRALLADORA
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE \9\A
559
El fnxcaso favorece casi siempre la apreciación
errónea, y este ejército, después de sus derrotas en
el Extremo Oriente, ha sido tratado con un desprecio
injusto.
Grandes fueron sus faltas en la guerra ruso-japo
nesa, pero la responsabilidad de ellas incumbe más ;i
los gobernantes de Rusia, organizadores del ejército,
que á los hombres que se batieron en sus ftlas. El sol-
dado ruso peleó con el mismo valor de siempre. Sus
jefes y oficiales hicieron cuanto era posible. Tuvieron
contra ellos el alejamiento enorme de la base de avi-
tuallamiento, la escasez de comunicaciones, las ven-
tajas geográficas del enemigo, que hacia la guerra en
la misma puerta de su casa; los defectos de una orga-
nización anticuada, la vetustez de un material no re-
novado en muchos años, é inferior en todo al de los
adversarios.
El soldado ruso
carece, indudable-
mente, del arrebato
entusiasta y la ini-
ciativa de los de
otros paises; pero es
disciplinado y obe-
diente como ningu-
no, sigue á sus jefes
sin vacilación y po-
see una resistencia
física asombrosa, ca-
paz de arrostrar to-
das las privaciones
y todos los rigores de
la Naturaleza. Su
instrucción en tiem-
po de paz es dura.
Durante el invierno,
cuando todo lo cubre
la nieve, vive en sus
cuarteles, dedicado á los ejercicios, ó asiste á la es-
cuela. El ejército es en Rusia un organismo edu-
cativo. Dos terceras partes de los reclutas llegan
completamente iletrados á las filas, y salen de ellas
con alguna educación intelectual. A partir del 15 de
Mayo, todo el ejército abandona los cuarteles y vive
á campo raso durante cinco meses, llevando una exis-
tencia de campaña que endurece á los soldados y
permite la instrucción en grandes unidades, como en
plena guerra.
A consecuencia de los desastres en la Jlandchuria,
la opinión de Europa tuvo en un deplorable concepto
á los oficiales rusos. Muchos de los reproches dirigi-
dos contra ellos fueron injustos. Las derrotas de la
guerra ruso-japonesa se debieron en gran parte á la
falta de entusiasmo que mostró Rusia por esta lucha,
inexplicable y lejana. La paz, poco honrosa y pre-
cipitada, no la provocaron realmente los desastres
militares. El ejército ruso, que había aprendido mu-
cho sobre el terreno y modificado sus medios de ac-
GRASADBRO DE LA GUARDIA
VETERANA
AUTOMÓVILES MILITARES RUSOS
ción, empezaba en aquel momento á sentir la influen-
cia de los refuerzos que penosamente habían podido
ser transportados al otro extremo del ferrocarril tran-
siberiano. Todo hacía presentir una nueva campaña,
en la que parecía seguro que batirían á los japoneses.
Pero el enemigo más temible de Rusia estaba en su
propia casa, y era la revolución. El gobierno tuvo
miedo á las agitaciones populares que rugían en torno
de él y estallaron pocos meses después, y para hacer
frente á tal peligro, se apresuró á concertar la paz,
de cualquier modo, sacrificando al ejército.
Hay que reconocer, sin embargo, que los oficiales
rusos de la guerra contra el Japón eran en su mayor
parte de una visible inferioridad intelectual, debién-
dose esto á que las clases ilustradas de Rusia desde-
ñaban entrar en el ejército. Después de los fracasos
de Asia, al proceder el gobierno ruso á una reforma
completa de las fuerzas militares, ha procurado faci-
litar el ingreso en la oficialidad á las clases inteli-
gentes, suprimiendo
los obstáculos de la
tradición.
Los oficiales ru-
sos provenían ex-
clusivamente, hasta
hace pocos años, de
la nobleza rural ó
de las familias de
militares y funcio-
narios. Después de
recibir una educa-
ción más brillante
que útil en los cole-
gios aristocráticos,
pasaban á las escue-
las militares, don-
de los métodos de
enseñanza tenían
por base la memo-
ria antes que la in- ^,^^.J^^^ ,. ^,^,,1,0^ „g ^^
teligencia. Termi- guardia imperial
560
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
nada esta preparación ingresaban en un regimien-
to. Si el oficial procedia de uua familia influyente,
entraba en la Guardia ó en el Estado Mayor, que era
á modo de una casta aparte. Si no conseguía este pri-
vilegio, vegetaba toda su vida en los grados inferiores,
sin esperanza alguna. Un sueldo misero y una exis-
tencia olvidada en remotas guarniciones era todo su
porvenir, mien-
tras que los pri-
vilegiados de la
Guardia ó del
Estado Mayor
llegaban á ge-
nerales á los 40
años.
En el nuevo
ejército de Ru-
sia, reorganiza-
do profundamen-
te á partir de
1908, han des-
aparecido consi-
derablemente es-
tas diferencias
de casta. Las es-
cuelas militares
dan una ense-
ñanza moderna
y todos los gra-
dos son accesi-
bles á las gentes
de origen obscu-
ro, con arreglo
á sus méritos.
Muchos gene-
rales á estilo an-
tiguo que soste-
nían las tradi-
ciones pernicio-
sas han sido de-
clarados en si-
tuación de reti-
ro. Muchos ofi-
ciales de origen
democrático que
se distinguieron
en la campaña de Mandchuria ocupan ahora altos
puestos del ejército. El Estado Mayor está formado en
gran parte por los militares progresivos que con más
ardor combatieron la antigua organización.
El general Soukhomlinof, ministro de la Guerra,
activo y tenaz, ha mejorado en pocos años el sistema
de movilización y la instrucción de las tropas, trans-
formando á la vez el funcionamiento del Estado Ma-
yor, seleccionando el personal encargado del mando y
procediendo á una renovación completa del material.
o
La red de ferrocarriles rusos acusa una gran infe-
BL GENERAL SOCKUOMLINOF.
rioridad en proporción con lo inmenso del territorio.
En 1912 la longitud de las lineas explotadas era
de 64.000 verstas ila versta tiene 1.067 metrosi.
Mientras que Francia posee 9 kilómetros de via férrea
por cada 1.000 metros cuadrados de territorio, Ingla-
terra 12, Alemania 11, Austria 6 y medio y Bélgi-
ca 28, Rusia no tiene más que 1 kilómetro y 100 me-
tros en sus pro-
vincias de Eu-
ropa.
El plan de los
ferrocarriles ru-
sos es muy sim-
ple. Su centro
está en Moscou,
y las grandes li-
neas forman co-
mo una estrella
alrededor de la
metrópoli, con
dirección á Pe-
trograd, Arcán-
gel, Varsovia,
Odesa, Crimea,
el Don, el Volga
y el Ural. Esta
estructura, en
su conjunto, ha
servido perfec-
tamente para las
necesidades eco-
nómicas y políti-
cas de Rusia. En
la frontera occi-
dental los ferro-
carriles rusos re-
sultan de una vi-
sible inferiori-
dad ante los fe-
rrocarriles ale-
manes y austría-
cos.
Varias lineas
férreas se ex-
tienden en tor-
no de Varsovia,
pero están muy espaciadas y no tienen ramificaciones
capilares que permitan cómodamente, á un mismo
tiempo, desembarcar y avituallar tropas á lo largo
de este frente. Faltan, igualmente, lineas laterales
que permitan transportar fuerzas importantes de im
punto á otro de la frontera polaca, para las manio-
bras que exige la guerra moderna.
En los defectos y la escasez de los ferrocarriles
del frente occidental, hay que buscar la causa de la
lentitud con que Rusia efectúa sus avances en la pre-
sente guerra contra alemanes y austríacos.
Entre la frontera y el Vístula, el sistema de co-
I
5USISTRO DE LA GUERRA RUSO
iDibajo de L. Sabatier, de la Uluttration de París)
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
561
municaciones destinado á favorecer la concentración
de los ejércitos parece atrofiado. Este vacio no es
efecto de la imprevisión, pues el Estado Jlayor ruso lo
ha creado voluntariamente. Hay que tener en cuenta
la configuración peligrosa de esta frontera occidental.
La Polonia rusa avanza lo mismo que un promontorio
en el mar, entre la Polonia prusiana y Austria. La
Prusia y la Ga-
litzia la envuel-
ve n con las
provincias bál-
ticas y con los
Cárpatos. La
ofensiva de sus
enemigos debia
intentar lógi-
camente desde
el primer mo-
mento de la
guerra un ata-
que concéntri-
co y brusco so-
bre Lotz y Var-
sovia. Para evi-
tar este peli-
gro, verdadera-
mente temible
en los primeros
meses de con-
centración, Ru
sia procuró de-
jar dicha parte
del pais con po-
cas lineas fé-
rreas. Esta me-
dida preventi-
va fué lógica,
pero al mismo
tiempo ha con-
tribuido á difi-
cultar y retar-
dar muchas ve-
ces los avances
de las tropas
rusas.
En cambio
Alemania, para
no verse obli-
gada á mante-
ner en su frente
oriental gran-
des ejércitos y
poder dedicar
el grueso de sus
tropas á las
operaciones
contra Fran-
cia, multiplicó
r^^'/ J
L03 FERROCARBILBS KCSOS
Las cllneas srruesas) y las «lineas dobles- representan las \-1as de ferrocatTlI. Las «lineas del^a-
das> son los principales caminos de Polonia v Rusia. La linea de «cnicecllas» marca el contorno de
la frontera rusa. Como se ve. esta frontera de la Polonia rusa avanza como un promontorio entre
Alemania y Austria, prestándose á ser Invadida por muchos sillos h la vez. y envuelta por los enemigos.
Los ferrocarriles rusos son escasos, haciendo difícil y lenta la marcha de los ei^rdtos. Pero al
mismo tiempo obstaculizan los avances de los Invasores.
En cambio los ferrocarriles alemanes y austríacos son muy densos en las reglones fronterizas, lo
que ha permitido i las tropas de los dos Imperios una rápida movilidad, aglomerando en un punto
dado fuerzas siempre superiores á las de los rusos. Pero á pesar de estas veníalas no han podido
apoderarse de Varsovla. que como se ve en este mapa, es el centro de todas las vías fírreas de Po-
lonia y tiene una Importancia enorme para los invasores.
considerablemente .las vias férreas en los terrenos
fronterizos á Rusia. De este modo pudo suplir la es-
casez de fuerzas con una gran movilidad. En Prusia
y en Silesia la red de ferrocarriles es muy densa, «Se-
mejante al camino de ronda de ima fortaleza — dice
un autor — . una primera linea se extiende por toda
la frontera ruso-alemana, á diez ó veinte kilómetros
del limite divi-
sorio. De esta
linea, cada 40
ó 50 kilómetros
salen unas li-
neas secunda-
rias que avan-
zan hasta el
mismo limite
internacional.
Detrás de esta
cintura férrea
se extienden
otros caminos
de ronda que
forman una
verdadera red
de vias, con
mallas tan es-
trechas que se
prestan á todas
las combina-
ciones y dan
un rendimien-
to extraordina-
rio.» Con gran
facilidad pue-
de Alemania
transportar rá-
pidamente so-
bre un punto
de la frontera,
soldados, mu-
niciones y vi-
veres. Puede
igualmente in-
vadir por todas
partes la lla-
nura polaca,
encajonada en-
tre la Prusia y
la Galitzia, y
rodeada en tres
cuartas partes
por los enemi-
gos.
Ninguna de-
fensa natural,
montañas ni
rios, ofrecen un
punto de apoyo
10
562
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
a la defensa rusa. Por esto el Estado Mayor de Petro- vacío creado voluntariamente en la frontera occiden-
grad, siguiendo sus tradiciones de la época de Na- tal, pudo avanzar, pasados algunos meses, con una
poleón, juzgó que el mejor medio de defender el país lentitud segura.
.era evitar todo lo que pudiese dar facilidades al avan- En esta frontera occidental tiene Rusia algunas
ce del enemigo. Con pocos caminos y con menos fortalezas de gran valor, que son: Kovno, en la con-
ferrocarriles aún, los ejércitos invasores se encon- fluencia del Niemen y el Vilia; Novo-Georgiesk, en la
trarian rápidamente privados de su avituallamiento, confluencia del Narewa y el Vístula, cubriendo el ac-
efectuando los
avances con una
dificultad favo-
rable á los ru-
sos. Estos, al
terminar su mo-
vilización y con-
centración, po-
drían avanzar á
su vez por el te-
rreno abandona-
do, con lentitud,
pero seguramen-
te, hasta llegar
á las fronteras
Por tales ra-
zones el Estado
Mayor ruso re-
formó en 1910 la
situación de sus
tropas, dejando
en la frontera
occidental sólo
las necesarias
para una pri-
mera defensa y
concentrando al
otro lado del Vis-
tula las grandes
unidades.
Esta disposi-
ción explica los
primeros éxitos
obtenidos por
Von Hindera-
bourg en sus
operaciones con-
tra Rusia. Las victorias en la frontera se debieron,
más que á sus talentos estratégicos, á la ciencia de los
ingenieros alemanes que habían construido la red de
ferrocarriles. Gracias al rápido y abundante sistema
de comunicaciones, el general alemán pudo mover
sus fuerzas fácilmente, concentrándolas en un punto
dado, siempre con mayor densidad numérica que la
del enemigo. Pero cuando avanzó en Polonia sin el
auxilio de los ferrocarriles alemanes y sus tropas tu-
vieron que marchar á pie, el avance fué seguido de
ía retirada y el fracaso.
En cambio Rusia, concentrando sus enormes fuer-
zas, venidas de lejos, al amparo de la soledad y el
ceso á Varsovia,
y Brest-Lítovsk
sobre el Bug,
que defiende á
Polonia por la
parte de (íalit-
zia. Las ciuda-
des importantes
como Varsovia,
Ivangorod y
otras, están for-
tificadas, pero
su valor de pla-
zas fuertes es
poco considera-
ble ante los me-
dios ofensivos de
la guerra mo-
derna.
a
La marina ru-
sa estaba reor-
ganizándose al
estallar la pre-
sente guerra.
Después de
la desgraciada
campaña contra
el Japón, la flota
fué objeto de
las mismas re-
formas que el
ejército. Pero las
defensas maríti-
mas exigen más
tiempo para su
reorganización
que las terres-
tres. El gobierno había empezado á construir dos po-
derosas escuadras en el Báltico y en el mar Negro. El
plan de renovación marítima debía efectuarse en un
plazo de veinte años, dando á Rusia 24 acorazados y
un número aun mayor de buques secundarios. La gue-
rra, como hemos dicho, sobrevino cuando este plan
empezaba á realizarse.
Hoy la marina rusa tiene cuatro dreadnoughts, el
Poltawa, el Petropolowk, el Sepastopol y el Hangest,
de 23.000 toneladas cada uno, y cierto número de
cruceros, torpederos, etc., en el Báltico y el mar
Negro.
UN ESCUADRÓN DH¡ COSACOS
(Dibujo de Georges Scott, de la Illustration. de París)
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
563
EL EMPERADOR DE RUSIA Y EL GRAN DUQUE HEREDERO ENTRE LOS OUCiALES
DEL REGIMIENTO DE LA GUARDIA
S64
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
TIPOS SERVIOS
XIX
Servia y Montenegro
Los pueblos que ocupan actualmente la península
de los Balkanes son como fragmentos de la gran ruina
del Imperio romano.
Para sobrevivir éste en la época de decadencia
tuvo que reforzar sus ejércitos con legiones de merce-
narios bárbaros, y las tribus eslavas entraron á su
servicio.
Tanto en las tropas de la antigua Roma, como en
las del Imperio bizantino, figuraron en gran número
los soldados eslavos. El ejemplo de éstos y la espe-
ranza de mejor suerte hizo que tribus enteras fran-
queasen el Danubio, estableciéndose en la tierra bal-
kánica.
Al mismo tiempo ciertas agru-
paciones eslavas más emprende-
doras y belicosas, saliendo de la
Galitzia, atravesaron Hungría y
sólo se detuvieron en su avance
al tropezar con los pobladores
autóctonos de la Albania, llama-
dos skipetars.
Los historiadores dividen el
origen de las actuales poblacio-
nes balkánicas en ia siguiente
forma. Los griegos son los des-
cendientes de los antiguos bizan-
tinos; los rumanos proceden de
las guarniciones latinas que es-
tablecieron en su país los em-
peradores de Roma, especial-
mente el español Trajano, con-
MÜJBR SERVIA
quistador y colonizador de Rumania; los búlgaros son
los herederos de las guarniciones eslavas y las tribus
de igual raza atraídas por ellas; los servios y los croa-
tas recuerdan con su origen étnico la invasión eslava
procedente de Galitzia; los albaneses proceden de la
mezcla del eslavo y del turco con el elemento autóc-
tono.
Siempre ha existido en los Balkanes una rivalidad
originaria entre el búlgaro y el servio-croata. La ne-
cesidad de luchar contra el turco opresor y contra el
griego, dueño de las salidas al mar, unió á estos dos
elementos muchas veces. Luego, al no sentir las ne-
cesidades que les impulsaban á coligarse, se comba-
tieron en repetidas ocasiones.
Los búlgaros alcanzaron un temible poderío en la
Edad Media. Su gran conquistador fué Krum, héroe
del siglo IX. En su guerra con los bizantinos venció
y mató al emperador Nicéforo, en 811. Como símbolo
de su triunfo, Krum hizo una
copa del cráneo del emperador
de Bízancio. Luego bloqueó á
Constantinopla, y la ciudad iba
á caer en sus manos cuando,
afortunadamente para los sitia-
dos, el caudillo búlgaro encon-
tró la muerte. Los sucesores de
Krum se convirtieron á la reli-
gión ortodoxa. Las predicacio-
nes de los misioneros eslas'os
endulzaron un poco las bárbaras
costumbres de los monarcas búl-
garos. Asi empezó la civilización
entre los eslavos del Oriente
balkánico.
Los servios-croatas, que son
los eslavos del Occidente, em-
pezaron su existencia nacional mujer servia
HISTORIA OE LA GUERRA EUROPEA DE IQM
f65
SBIIVIA DB LA BOSNIA
dedicándose al
pastoreo, sin
pensar en era-
presas guerre-
ras, l.a religión
cristiana con-
tribuyó, lo mis-
mo que en Bul-
garia, á su vi-
da civilizada:
pero los ser-
vios-croatas se
dividieron en
dos agrupacio-
nes confesiona-
les: los que vi-
vían bajo la in-
fluencia de Bi-
zancio fueron
ortodoxos y los que ocupaban las proximidades del
Adriático abrazaron el catolicismo, obedeciendo á
Roma. Esta confederación de tribus pastoriles tuvo
que hacerse guerrera por la necesidad de mantenerse
á la defensiva durante los revueltos tiempos medioeva-
les. En el siglo XIV Servia llegó á obtener una gran
importancia militar. El poder de los búlgaros habia
decaído; su reino vivia
en pleno desorden. El
Imperio de Bizancio es-
taba arruinado. Los
turcos avanzaban ya
en sus fronteras, arre-
batándole territorios y
preparando el formida-
ble empuje que había
de hacerles dueños de
Constantinopla.
Servia en 1331 pro
dujo un héroe, el vale-
roso rey Esteban Dour-
chan, que pareció des-
tinado á ser el dueño
de los Balkanes, exten-
diendo su dominación
hasta la decadente Bi-
zancio. El personaje
servio, encontrando in-
suficiente el título de
Kral , que llevaban por
tradición los jefes de
las tribus, se proclamó
Zar, preparando des
pues la conquista de
toda la península balká-
nica. Impuso su alian-
za á los búlgaros para
que le ayudasen en la
gran empresa, y segu-
SBRVIA DK I. A II KKZi;i;()Vl N A
t^xnKt^ -»Y 'f
UN OUBRRERO UE LA INDEPENDENCIA SERVIA
ramente la ha-
bría realizado,
cambiando los
destinos de Eu-
ropa. Con el
triunfo del zar
servio, el Im-
perio de Bizan-
cio, enérgica-
mente rejuve-
necido, habría
rechazado á los
turcos, consti-
tuyéndose una
gran potencia
eslava en Orien
te, unificada y
fuerte como un
baluarte con-
tra el islamismo. Pero en 1355, cuando Esteban Uour-
chan sitiaba á Constantinopla con grandes fuerzas
que hacían seguro su triunfo, murió repentinamente,
y todas las aspiraciones servias á la dominación bal-
kánica se disolvieron instantáneamente con la des-
aparición del célebre personaje.
Durante la Edad Media, las guerras de los Balkanes
dieron lugar á que el
Imperio ruso llevase
sus armas á estos terri-
torios. Unas veces los
emperadores de (Cons-
tantinopla imploraron
su auxilio para que los
defendiese de los pue-
blos balkánicos: otras
veces fueron éstos los
que solicitaron su alian-
za, marchando juntos
contra las tropas bizan-
tinas. En otras ocasio-
nes fueron los húnga-
ros los que intervinie-
ron en los conflictos
balkánicos, ó las tro-
pas y escuadras de la
República de Venecia.
Como se ve, la cues-
tión de los Balkanes,
motivo de la presente
guerra, es muy antigua
y ya se mezclaron en
ella hace siglos, lo mis-
mo que ahora, búlga-
ros, servios, rusos, aus-
tríacos, italianos y do-
minadores de Constan-
tinopla.
La conquista turca,
566
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
EL liEV MII>ANO EN 1ST<)
ron sus sangui-
narias opresio-
nes, mantuvo
á los pueblos
balkiínicos en
un silencio de
muerte. Pero el
siglo XIX, que
fué el de las
revoluciones y
el de las nacio-
nalidades, des-
pertó á la pe-
nínsula, reani-
mando los anti-
guos entusias-
mos patrióti-
cos.
Los servios,
acordándose de
Esteban Dour-
chan, acabaron por vencer á sus tiranos de Constan-
tinopla. Pero al mismo tiempo han
resucitado en los Balkanes las tradi-
cionales querellas entre las dos agru-
paciones eslavas: servios y búlgaros.
La agrupación eslava occidental, ó
sea la de los servios, forma en reali-
dad una sola familia con los croatas.
.Sus diferencias no son étnicas, sino
religiosas. Los servios profesan la
religión ortodoxa y los croatas ge-
neralmente son católicos. Los prime-
ros emplean el alfabeto cirílico, casi
igual al alfabeto ruso, y los segundos
usan el alfabeto latino.
Juntos servios y croatas constitu-
yen actualmente un total de !• millo-
nes. De ellos 2 millones y medio for-
man la Servia independiente, que ade-
más ha visto acrecentarse su población con L300.000
habitantes después
de la última guerra
balkánica. Los de-
más servios y croa-
tas viven sometidos
á Austria en Bosnia-
Herzegovina y al
reino húngaro en va-
rias de sus provin-
cias.
Á principios del
siglo XIX se inició
el movimiento de
Servia en favor de
su independencia.
MiLocH El primer héroe
LA REINA NATALIA
KARAGE<IROB\ ITI H
nacional de es-
ta lucha sin
cuartel con los
genízaros de
Turquía fué un
pastor, Jorge
Petrovich, apo-
dado Karageor-
gevitch (Jorge
el Negro). Al
frente de unas
bandas de mon-
tañeses em-
prendió la lu-
cha de guerri-
llas contra los
turcos. Estos
acabaron por
vencerle, pero
en 1815 otro
jefe popular,
un molinero llamado Miloch, de la familia de los
Obrenovitch, reanudó la pelea. Así
nacieron las dos dinastías rivales de
Servia, que durante muchos años han
venido disputándose el trono. En 1880
el gobierno turco concedió á los ser-
vios una completa autonomía inte-
rior, entregando el gobierno á la
familia Obrenovitch. Doce años des-
pués la Skoupchtina ó asamblea na-
cional confirió el poder á los Kara-
georgevitch en la persona de un hijo
de Jorge el Negro. Servia fué progre-
sando lentamente. Aunque sus habi-
tantes, desde los primeros años de
autonomía, desearon ardientemente
constituir un gran pueblo, tropeza-
ron con un obstáculo fatal, el mismo
que les ha impulsado en nuestros
días á la guerra: la falta do salida al mar.
Turquía, que con-
tinuaba ejerciendo
una dominación po-
lítica sobre Servia, y
era poco afecta á los
K ar a ge o r ge v i tch ,
hizo abandonar á
éstos el gobierno en
1868, sustituyéndo-
los con los Obreno-
vitch.
Miguel Obreno-
vitch fué asesinado
en 18t)8. Su pri-
mo Milano Obreno-
vitch IV, que tenía
1-i años al ocurrir
EL- PRINCIPE MIGUEL
IllSlOUlA DE LA ÜUEWRA EUROPEA DE 1914
567
tal suceso, fué
proclamado
príncipe, em-
pezando á ejer-
cer el gobierno
en 1872.
M i 1 a n o li a-
sido un perso-
naje de nuestra
época. Todos
conocen sus es-
cándalos, sus
aventuras de
bajo vuelo, la
existencia de
vividor sin es-
crúpulos que
llevó en Servia
ocupando el
EL REv ALBjANDiío trouo, y quc
arrastró luego
en París, como rey dimisionario, mientras su espo-
LA KEINA DKAUA
PALACIO DDNDE I'IKRON ASESINADOS LOS REYES DE SKKVIA
sa Natalia y su hijo Alejandro gobernaban el reino.
La audacia de la juventud le hizo cometer en ISTli
un acto que produjo la guerra ruso-turca. A la cabe-
za de su pequeño y heroico pueblo se lanzó contra
los turcos, y esto dio pretexto para que Turquía y
Rusia cruzasen sus armas por la cuestión balkánica.
Cuando después de la guerra se reunió el Congreso de
Berlín, Milano se dejó sacrificar por Austria. Ilabia
iniciado la guerra para defender á los servios de Bos-
nia y Herzegovina sublevados contra los turcos, y
estos territorios quedaron bajo el protectorado de Vie-
na. Los austríacos, como premio á su docilidad, lo
autorizaron en 1882 para que tomase el titulo de rey,
ya que Servia era independiente por completo.
Milano, ene-
mistado con
Bulgaria, que
era objeto de
todos los favo-
res de Rusia,
se lanzó contra
este pueblo ve-
cino en 1881),
con la misma
a u d a cía que
habla mostra-
do diez años an-
tes al atacar á
los turcos, pero
esta vez la
suerte le resul-
tó adversa, y
fué derrotado
en Pirot y Slí-
vinitza. Ene-
mistado para siempre con Rusia, se entregó por com-
pleto á la dirección de Austria, y ésta
pudo considerar á Servia como un pueblo
vasallo.
Los errores políticos de Milano, su ser-
vilismo con Austria, su vida escandalosa
y sus violencias, le hicieron impopular,
hasta el punto de que, temiendo una revo-
lución, abdicó la corona en su pobre hijo
.VIejandro, trasladándose á París para
llevar una existencia alegre con los millo-
nes que se hacía enviar de Servia. El rey
Alejandro, mozo inexperto, sin voluntad
y de escasas facultades mentales, obede-
cía en todo á su padre, que seguía gober-
nando desde los restaurants nocturnos de
París y otros sitios aun menos respeta-
bles. La única vez que Alejandro resistió
á ^Milano desobedeciéndolo, fué para ca-
sarse con una dama de honor de su madre
la reina
Natalia:
una viu-
da de clase burgue-
sa llamada Draga
Machín, mujer am-
biciosa, muy supe-
rior en años al jo-
ven rey, y que con
siguió trastornarle
el seso, cumpliendo
sus ensueños de ceñir
una corona. Poco
después ocurrió la
gran tragedia que
venia preparándose alejandro KARAaKOKaEviTcii
desde los tiempos de padre de pedro i
568
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
Milano. El país estaba cansado de la rapacidad y el
cinismo de éste, de la estolidez de su hijo, y no podía
tolerar la descarada ambición de la nueva reina. El
conflicto se resolvió de un modo oriental, con arre-
glo á las violentas tradiciones de Servia. Los parti-
darios de los Karageorgevitch aprovecharon el des-
contento del pueblo para acabar con la dinastía. IJn
grupo de oficia-
les, en 1903, pe-
netró una noche
en el Konak ó
palacio real ase-
sinando á Ale-
jandro y á Dra-
ga. Luego las
tropas procla-
maron á la di-
nastía rival de
los Obrenovitch,
subiendo al tro-
no el 15 de Junio
Pedro I Kara-
georgevitch, que
había vivido
hasta entonces
emigrado en
Francia y Suiza.
Esta revolu-
ción provocó un
cambio comple-
to y radical en
la política exte-
rior de Servia.
El nuevo rey era
partidario deci-
dido de Rusia,
así como sus an-
tecesores lo ha-
bían sido de Aus-
tria. Graves di-
sentimientos sur
gieron entre Ru-
sia y Bulgaria,
y esto hizo que
el gobierno de
Petrograd se vol-
viese del lado de los servios. Bulgaria, que debía su
independencia á los rusos, encontraba pesada su in-
fluencia, evolucionando con manifiesta ingratitud ha-
cia los imperios germánicos. El primer soberano de
Bulgaria, Alejandro de Battenberg, se emancipó de
la tutela rusa, pero fué destronado por una revolu-
ción. Su sucesor, el príncipe Fernando de Sajonia-
Coburgo, que es el actual zar de Bulgaria, siguió á
continuación una política oscilante, apoyándose al-
ternativamente en Rusia ó en Alemania y Austria,
para conseguir sus fines de engrandecimiento.
El Imperio de Austria, con el apoyo de su fuerte
PBDRO I DB SKR\1A
aliado, quiso ejercer una poderosa influencia en los
Balkanes, buscando en ellos una compensación á las
pérdidas de territorios que había sufrido durante la
segunda mitad del siglo XIX. Siguiendo esta política
se anexionó definitivamente Bosnia y Herzegovina.
Bulgaria y Rumania se mostraron sometidas á su in-
fluencia. Servia fué la única que le hizo frente, soste-
niendo la causa
del paneslavis-
mo, y de aquí el
odio con que el
gobierno aus-
tríaco la persi-
guió en todos los
momentos.
La diplomacia
de Víena buscó
desde el adveni-
miento de Pe-
dro I la ruina de
este pueblo pe-
queño y valero-
so, oponiéndose
como un obstá-
culo insuperable
á sus avances y
haciendo estéri-
les casi todas
sus victorias.
Mientras pelea-
ban con los tur-
cos en la última
guerra balkáni-
ca, Austria es-
tuvo próxima á
atacar á los ser-
víos traidora-
mente por la es-
palda. Armó á
los búlgaros con-
tra Servia con la
esperanza de
que la anonada-
sen. Se opuso
siempre á que
los servios se
abrieran una salida al mar. En 1913 intentó Viena
declarar la guerra al gobierno de Belgrado, de acuer-
do con la Triple Alianza, desistiendo únicamente por
la negativa de Italia. En 1914 se aprovechó del asesi-
nato de Serajevo para cumplir sus belicosas intencio-
nes. En las épocas de paz ha intentado las más duras
y bárbaras medidas contra Servia, que vive aislada
en el centro de Europa, sin puertos y á merced de los
vecinos. El gobierno de Víena le hizo una guerra eco-
nómica para matarla de hambre, impidiendo la salida
de los cerdos, que es la principal riqueza del pastoreo
del país, y los servios tuvieron que ingeniarse para
(Fot. Rol)
[Xbuio de Norman Wllklnson, de <The Mtuslraled London News»
Un destróyer inglés con una hábil maniobra se salv
:ligoland
del torpedo que le ha lanzado un submarino alemán
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
869
exportar sus reses por Salónica ó por Antiviiri. La
anexión definitiva de Bosnia y Herzegovina, territo-
rios que eran la esperanza de un futuro engrandeci-
miento de Servia, hizo aun más extremada la tirantez
entre el enorme y absorbente Imperio y el pequeño y
sufrido país.
Perseguidos y atropellados, los servios se unieron
cada vez más al Imperio ruso, protector tradicional
de los pueblos eslavos.
El actual rey, Pedro I, vivía en una casa de los
alrededores de Ginebra cuando ocurrió la tragedia
del Konak, y los revolucionarios que habían dado
muerte á Alejandro y á Draga lo llamaron para que
ocupase el trono de Servia. Hasta entonces el último
representante de la dinastía de los Karageorgevitch
había esperado pacientemente la ruina de sus enemi-
gos los Obrenovitch.
Desde su retiro demostró no sentir gran interés
por las cosas de Servia, pero acechaba la ocasión para
salir de este destierro. Unas veces le había vigilado
la policía internacional, por miedo á que conspirase
con sus partidarios contra la dinastía reinante en
Servia; otras veces la misma policía tuvo que prote-
gerle de los partidarios de los Obrenovitch, que pre-
paraban atentados contra su existencia.
Pedro I hizo sus estudios en París, entrando en la
escuela militar de Saint-Cyr, donde obtuvo el grado
de teniente. Realizó una campaña en Argelia como
oficial francés, y al ocurrir la guerra de 1870 peleó en
el ejército del Loire con el grado de jefe de batallón
bajo las órdenes del general Aurelle de Paladines. Los
prusianos le hicieron tres veces prisionero, y otras
tantas logró escaparse, con una audacia y un valor
que llamaron la atención de sus
jefes. El general Bourbaki pre-
mió sus servicios condecorán-
dolo sobre el campo de batalla.
El monarca servio ha guar-
dado siempre un gran amor
para el país por el que se batió
en su juventud. Al ser elevado
al trono llamó á su palacio,
para que pasasen una tempora-
da con él, á varios jefes fran-
ceses que habían sido sus com-
pañeros en Saint-Cyr. Después,
en un viaje á París, visitó pro-
fundamente emocionado la aca-
demia en la que había hecho
sus estudios militares.
— Acordaos siempre — dijo á
sus antiguos camaradas — de
Kara, de vuestro amigo Kara.
Yo no seré nunca para vosotros
el rey de Servia, sino un viejo
compañero de promoción.
Este monarca, que fué un
CASA DE GINBBKA BN QUH VIVIÓ PEDRO I
PEDRO DE SERVIA AL SALIR DE LA CATEDRAL DE BELGRADO
DESPUÉS DE LA CORONACIÓN
heroico oficial, tuvo que pasar por el doloroso trance
de permanecer en absoluta inactividad cuando su pue-
blo se vio comprometido en guerras difíciles.
Servia tomó parte en el gran duelo balkánico,
atacando á Turquia con el cora-
je de siempre. Los servios al-
canzaron grandes victorias so-
bre los turcos, especialmente la
de Kumanovo, que resultó de-
cisiva. Después tuvieron que
emprender contra los búlgaros,
apoyados por Grecia, una se-
gunda gueri'a, rápida, pero do-
lorosa, que se finalizó victorio-
samente con la gigantesca ba-
talla de Bregalnitza. En estas
dos guerras el rey Pedro no
pudo conducir en persona sus
valerosos ejércitos. Los acha-
ques de la edad y su salud
quebrantada por las aventuras
de una vida de acción le retu-
vieron en Belgrado, teniendo
que confiar el mando de las tro-
pas al general Putnick y á sus
hijos, los príncipes, lo mismo
que en la guerra actuaf. La fal-
ta de salud le obligó igualmen-
71
570
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
OFICIALES Y SUBOFICIALES DB CABALLBIilA DBL EJERCITO SERVIO
te á despojarse en parte de sus funciones de monar-
ca, depositando el poder real en su hijo Alejandro,
que es el heredero del
trono.
El príncipe Jorge, su
hijo mayor, era el here-
dero natural, pero á con-
secuencia de ciertas aven-
turas de orden particular
tuvo que ceder sus dere-
chos al hermano segundo.
Alejandro, el actual prín-
cipe heredero, no se dedi-
có á la carrera de las ar-
mas como Jorge. En San
Petersburgo, donde hizo
sus estudios, siguió con
preferencia los cursos de
la facultad de Derecho,
aspirando á ser algún día
el primer jurisconsulto de
su país. Pero las calave-
radas de su hermano pri-
mogénito le abrieron el
camino del trono, y como
príncipe heredero tuvo
que improvisarse soldado,
tomando parte en la lucha
contra los turcos y des-
pués contra los búlgaros.
El valor y la reflexión del
antiguo estudiante de De-
BL PUINOIPB .lORGB DB SBRVIA
recho entusiasmaron á los servios, que sienten un gran
cariño por Gyoka, como le llaman familiarmente.
Privado el príncipe Jor-
ge del trono, ha sobrelle-
vado alegremente su des-
gracia tomando parte en
todas las guerras y arros-
trando los peligros con
una loca temeridad, pro-
pia de su carácter impe-
tuoso y arrebatado. El
príncipe heredero es aho-
ra el verdadero rey de
kServia, pues el anciano
Pedro I vive recluido á
causa de sus enfermeda-
des. Únicamente en los
momentos más peligrosos
de la presente guerra, el
viejo monarca, dominan-
do sus dolores físicos, fué
iil campo de batalla para
¡mimar con su presencia
ií los soldados, sentado en
una silla y arrostrando
impávidamente el fuego
del enemigo.
Servia tiene una litera-
tura épica como pocos
pueblos de Europa.
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
571
Después de la Ilíada, los monumentos
más célebres de la poesía heroica popu-
lar son los romances del Cid y los cantos
servios sobre las hazañas de sus paladi-
nes medioevales. El Cid servio es Marko
Kraliovitch, personaje histórico que vivió
en el siglo XIV y por su valor y las aven-
turas de su reinado se convirtió en héroe
de leyenda. No solamente luchó con los
hombres, pues fué á pelear con las Wilas
de los bosques, hadas maléficas y temibles
que sallan á su encuentro montadas en
ciervos y llevando una serpiente en la
mano á guisa de lanza.
Los cantos heroicos de Servia entusias-
maron á Lamartine cuando visitó este
país hace muchos años, en su viaje á
Oriente.
«La historia del pueblo servio — dice el
gran poeta francés — está escrita en ver-
sos populares, como todas las historias
primeras de los pueblos heroicos. Estos
cantos del entusiasmo nacional, surgidos
de los campos de batalla, repetidos de fila
en fila por los combatientes y llevados
luego á las aldeas al finalizar la campa-
ña, se conservan, por tradición. El cura
ó el maestro de escuela los consignan
por escrito. Una música simple, pero vi-
brante, como el corazón de los soldados ó
como la voz del padre de familia que salu-
da de lejos el humo de la techumbre que
cobija á sus hijos, acompaña siempre á
estos versos. Son la liistoria popular de
la nación. El niño eslavo aprende á leer en los reía- tos
'IVÍi '-i-'
BL PRÍNCIPE ALEJANDRO DB SERVIA
(Kol. Rui)
EL PRÍNCII'B ALEJANDRO SALIENDO DB UNA AMBITLANCIA
DE LA CRUZ ROJA
de las hazañas de sus padres, y el nombre de los
libertadores de Servia se imprime de este modo
en sus primeros recuerdos. Un pueblo que se
nutre con esta lactancia poética no puede nunca
ser esclavo.
»Yo he encontrado muchas veces en medio
de sus bosques vírgenes, ó en sus barrancos
profundos donde no se podían suponer otros
habitantes que las bestias feroces, grupos de
muchachos y de muchachas que caminaban
juntos, cantando estos aires nacionales, que
nuestros intérpretes nos traducían en pocas pa-
labras. Estos grupos de jóvenes interrumpían
un momento sus cantos para saludarnos y se-
guir con la mirada nuestro desfile. Luego, cuan-
do habíamos desaparecido, reanudaban su mar-
cha y sus canciones, y las bóvedas sombrías
de las encinas seculares, las rocas que bor-
dean los torrentes, temblaban y resonaban lar-
go tiempo, con la vibración de las notas lar-
gas y los monótonos estribillos.
» — ¿Qué dicenV — pregunté una vez al dra-
gomán, que comprendía su lengua.
» — Hospedar — me contestó — , dicen cosas
572
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
'frj I fr ir
WlMlJ
í ^«é1 íéÉL j
:.>ifc-:~
PALACIO KBAL DE BELGRADO
tan simples que no vale la pena el repetirlas á un
Franco.
» — Pero en fin — insistí — , traducidme las palabras
que cantan en este momento.
» — Hospedar, dicen asi: «¡Que Dios bendiga las
aguas del Morawa, porque ellas han ahogado á los
enemigos de los servios! ¡Que Dios multiplique las
I
brep
bellotas de las encinas de
Schumadia, porque cada uno
de estos árboles es un verda-
dero servio!»
» — ¿Y qué quieren decir con
eso?
» — Hospodar, quieren decir
que durante la guerra los ser-
vios encontraron un baluarte
detrás del tronco de estas en-
cinas. Sus bosques fueron y
son aún sus fortalezas. Cada
uno de estos árboles es para
ellos un compañero de com-
))ate, y por esto los aman
como si fuesen hermanos.
Cuando el príncipe Milok, que
nos gobierna actualmente,
hizo cortar tantos árboles para
trazar á través de los bosques
el largo camino que segui-
mos, los viejos servios lo mal-
dijeron públicamente. «Echar
abajo las encinas — decían — es
lo mismo que matar hom-
En Servia los árboles y los hombres son ami-
''US!
Servia antes de la guerra de los Balkanes tenia
una superficie de 48.300 kilómetros cuadrados, con
una población de 2.960.000 habitantes. Su victoria
sobre Turquía y después sobre Bulgaria le propor-
BBLORADO EN LA GUILLA DBKKCUA DF.L SAVB, BN CUYA UTKA OKILLA SB EXTIENDE
LA FRONTERA AUSTRÍACA
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
573
cioaaron nuevos territorios. El tratado de Bucarest le
dio 35.000 kilómetros cuadrados con 1.290.000 habi-
tantes. El reino de Servia tiene, pues, actualmente
83.800 kilómetros cuadrados y 4.240.000 habitantes.
Los tervios est;in sometidos al servicio militar
obligatorio, de los 17 á los 50 años. La duración del
servicio activo en tiempo de paz es de 18 meses, pero
todos los habitantes pasan sin excepción por las filas.
Servia puede poner sobre las armas 400.000 com-
batientes, pero contra lo que ocurre en esta clase de
Cíilculos, el número de individuos sobre las armas ha
sido mayor que el supuesto por las estadísticas al es-
tallar la guerra.
En su lucha contra Turquía, Servia movilizó 160
KBGIMIBNTO DE INFANTERÍA SEIIVIA
mil hombres. Después de los éxitos de esta campaña,
el efectivo del ejército fué doblado.
Es inútil ensalzar el vigor, el entusiasmo y la
tenacidad de este pueblo, que en dos años ha sos-
tenido tres guerras, saliendo siempre victorioso, y
que luego ha hecho frente á los dos imperios germá-
nicos, repeliendo la invasión de las tropas austro-
alemanas.
La infantería servia está armada con el fusil de re-
petición sistema Mauser; los batallones de la reserva
usan fusiles de modelos m;is antiguos. La caballería
va armada con carabina Mauser y sable corvo. La
artillería se compone de artillería de campaña, de
montaña y de fortaleza. Sus cañones de campaña y
de montaña son de tiro rápido, fabricados en Francia,
PEDRO I DE SERVIA A CABALLO
y el primero muy semejante al 75 francés. Los mor-
teros y obuseros han sido fabricados igualmente por
la industria francesa. Su cuerpo de ingenieros se com-
pone de batallones de pontoneros, telegrafistas y fe-
rrocarrileros.
Q
El principado de Montenegro, aunque más peque-
ño y pobre que el reino de Servia, tiene sobre éste la
caballería servia
574
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
FRONTERAS DB AUSTRIA, SERVIA V MONTENEGRO
ventaja de estar situado junto ;l las aguas del mar
Adriático.
Como lo indica su nombre, es un pais muy monta-
ñoso. Dos cordilleras forman este pequeño Estado: la
una llamada en la lengua del pais Tcherna Gora (la
]\lontaña Negra), que se extiende á lo largo del mar,
y la otra que se eleva en el interior. Entre ambas ca-
denas de montañas existe el valle de Zenta, paralelo á,
la costa, que forma todo el territorio aprovechable de
Montenegro. Estas cordilleras sirvieron para aislar il
los raontenegrinos del resto del continente, protegién-
dolos contra el avance de los turcos. El mar los ponía
en contacto con la república de Venecia, que los pro-
tegió muchas veces.
El nombre de Montenegro es de origen español y
no italiano, como creen algunos. .Junto al principado
de Montenegro quedan poblaciones marítimas que os-
tentan igualmente un nombre español, como San Ju;in
de Medua y otras. Los capitanes de Carlos V y Feli
pe II guerrearon en estas costas, construyendo fuertes
y fundando pueblos.
Cuando en 1389 los turcos invadieron el Imperio
servio, apoderándose de él por varios siglos, los habi-
tantes del valle del Zenta, que era una provincia do
dicho Imperio, continuaron la lucha contra los inva-
sores en el caos de sus :\Iontañas Negras, desoladas
y abruptas. Jamás pudieron los turcos dominar á los
montenegrinos, que se mantuvieron independientes,
constituyendo una pequeña nación.
Durante dos siglos, de 1687 á 1851,
el principado de Montenegro tuvo
por soberanos ;i sus obispos, todos
los cuales pertenecieron á la fami-
lia Niegosch. Fué una monarquía
eclesiástica, en la que pasó el poder
de tío á sobrino, siendo la mitra á
modo de una diadema principesca.
A mediados del siglo XIX reinó el
último príncipe-obispo, llamado Pe-
dro Petrovich Niegosch, iiue al
mismo tiempo que soberano ecle-
siástico fué un excelente poeta.
Este hizo laico el principado en
18.")1, reconociendo como sucesor á
su sobrino Danilo, que no era sa-
cerdote. El primer príncipe laico
fué reemplazado en 18(10 jsor uno
de sus sobrinos, que es el actual
rey Nicolás I, llamado Nikita en la
lengua del pais.
Nicolás I, que se educó en Fran-
cia, se ha mantenido fiel á la amis
tad con Rusia. Esta amistad con los
zares empezó en tiempo de Pedro
el Grande.
Montenegro es la representación
del eslavismo en las orillas del
Adriático. Pero al mismo tiempo
su situación geográfica frente á Italia ha hecho que
Nicolás I busque la amistad de ésta, como en otros
tiempos los principes de Montenegro buscaron el
UN PRÍNCIPE OBISPO ESLAVO
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
575
apoyo de la re-
pública de Ve-
necia. El hábil
Nicolás consi-
guió en 1896
casar á su hija
la princesa Ele-
na con el prin-
cipe de Ñapó-
les, heredero
de la corona
italiana. Hoy
la hija del mo-
narca pastor
de la Montaña
Negra es la
leina de Italia.
De este modo
Nicolás com-
pletó y consoli-
dólaobradesus
ascendientes, colocándose entre dos grandes proteccio-
nes: de un lado Rusia, sostenedora de los eslavos; del
otro la renaciente Italia, cuyo monarca es su yerno.
Los montenegrinos, con su audaz príncipe al fren-
te, han osado los mayores atrevimientos para agran-
dar su influencia política y su territorio. En 1S7I) ori-
ginaron la insurrección de Bosnia, que fué causa un
año después de la guerra ruso-turca.
Las decisiones del Congreso de Berlín no podían
satisfacer al príncipe Nicolás. Tuvo que acoger en si-
lencio las órdenes de las grandes potencias, pero guar-
dó en su alma la firme decisión de deshacer en un mo-
mento oportuno todo lo que establecieron en la citada
reunión diplomática Bismarck y los gobernantes de
Viena.
Nicolás I trabajó incesantemente por establecer
LA PKINCESA ELENA DE MONTENEGRO
í
J*,#
■ S^^BS^H»:
^s^ ^^^^1^
^^'W ^^H
'm'2
una unidad de
miras entre los
Estados balká-
nicos, pactan
do una acción
común contra
los turcos, sus
enemigos secu
lares. El con-
tribuyó más
que nadie á
fundar la con
federación bal
kánica, é inició
la lucha decla-
rando la gue-
rra á Turquía
en Octubre de
1912.
Sus relacio-
nes antiguas
con la corte de San Petersburgo, y su parentesco con
la corte de Roma, hicieron creer por un momento que
marchaba de acuerdo con Rusia é Italia para anona-
dar definitivamente á Turquía. No era cierto. El prín-
cipe montenegrino tomaba esta decisión enérgica por
su propia cuenta, como un caudillo temerario, desean-
do acabar para siempre con sus vecinos los turcos, ó
que éstos se apoderasen de su pequeño Estado.
El ejército montenegrino hizo prodigios de valor.
Desafiando no sólo á los turcos, sino á todas las poten-
cias de Europa que le prohibían seguir adelante, se
apoderó de Scutari en Abril de 1913. Esta conquista
casi produjo la guerra europea. Nicolás, que había
tomado el titulo de rey de Montenegro en 1910, hizo
frente al Imperio austríaco, que reclamaba la devolu-
ción de Scutari, y á todas las cancillerías de Europa,
EL PKINClrE DB NAl'OLES
CBTINOA, CAPITAL DE MUNTBNKUKO, UONUB SE CBLBBKAKON LOS ESPONSALES DB LOS DOS PKÍNCIPBS, UOY KBYBS DB ITALIA
576
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
ARTJLLEHIA MONTBNEGRINA
INSTRUCCIÓN DE RECLUTAS MONTENEGRINOS
que para evitar un conflicto
cias austriacas. Hubo
que enviar una flota in-
ternacional para que
el valeroso y testaru-
do rey de Montenegro
aceptase el abandono
de Scutari y la crea-
ción del efimero y gro-
tesco reino de Alba-
nia.
Se vio entonces que,
más ó menos pronto,
la política absorbente
de Austria y sus atro-
pellos balkánicos pro-
vocarían una nueva
guerra. El gobierno
austríaco ansiaba cas-
aceptaroi las exigen-
á sus órdenes. En Agosto de 191B intentó el aplasta-
miento de Servia y su
pequeña aliada eslava
del Adriático. La acti-
tud de Italia impidió
tal atentado.
Cuando en Junio de
1914 pudo Austria sa-
ciar su rencor atacan-
do á Servia con pre-
texto del suceso de Se-
ra je vo, los raontenegri
nos aceptaron la pro-
vocación lo mismo que
si fuera dirigida con-
tra ellos y se colocaron
intrépidamente al lado
de Servia, empuñando
las armas para vencer
tigar á Servia y á Montenegro porque no se plegaban al austríaco, su eterno enemigo, ó perecer como pueblo.
INFANTERÍA MONTBNBGRINA
SOLDADOS MONTBNBGKINOS BN EL MONTE DB LOVOBN
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
577
UN CUARTEL DB CBTINGA
AMTIVARI
En Agosto de 1910, al tomar el titulo de reino el
principado de Montenegro, tenia éste una población
de 285.000 habitantes, de los cuales 14.000 eran mu-
sulmanes.
Las guerras balkánicas y las ventajas que le reco-
noció el tratado de paz de Bucarest doblaron su exten-
sión territorial y el nú-
mero de sus habitantes.
Actualmente se calcu-
la su población total en
500.000 habitantes. Los
montenegrinos son sol-
dados de los 18 á los 6"2
años, lo que hace que to-
dos los hombres del país
estén sobre las armas.
Únicamente algunos
musulmanes, por pre-
caución política, están
exentos del servicio mi-
litar.
Todos los domingos los
habitantes de Montene-
gro se dedican á los ejer-
cicios de tiro, y hasta las
mujeres y los niños to-
man parte en la fiesta.
Puede decirse que la na-
ción entera vive sobre
las armas, y desde el
rey al último montene-
grino válido, todos son
soldados.
El ejército activo se
compone de 50.000 hom-
bres, pero hay además
algunos batallones de
reserva.
La infantería usa el
^^^^■F'
NICOLÁS I DB MO.NTENKQRO
fusil Werndl, proporcionado por los rusos, y la arti-
llería es de diversas procedencias. Unas piezas, las
más antiguas, son regalo de Italia.
La artillería gruesa con la que han puesto sitio
á Cattaro, unas 40 piezas, se la envió Rusia.
Toda su artillería de campaña, compuesta de ex-
celentes cañones Krupp,
la adquirió sin desem-
bolso alguno. Sus solda-
dos la tomaron á punta
de bayoneta en la últi-
ma guerra con los tur-
cos.
La caballería es esca-
sa, por ser el país muy
quebrado y de pocos ca-
minos.
El reino de Montene-
gro se halla aún en el
periodo pastoril, y su
rey Kícolás guarda el
aspecto patriarcal de un
jefe de tribu. La corte
vive con gran sencillez.
Los oficíales del ejército
son hidalgos del campo
que conocen á sus solda-
dos desde la infancia y
viven con ellos en una
fraternal familiaridad.
El pequeño puerto de
An ti vari, el único de
JIontenegro, sirve á éste
y á Servia para mante-
nerse en comunicación
directa con las potencias
europeas que luchan con-
tra los dos imperios ger-
mánicos.
7S
578
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
XX
La guerra
Vamos á empezar el relato de la guerra europea
de 1914.
Este conflicto casi mundial es indiscutiblemente
la obra de Guillermo II y del pangermanismo. El Im-
perio alemán, que se
habia preparado en si-
lencio durante veinti-
cinco años para reali-
zar sus monstruosas
ambiciones, creyó lle-
gado el momento fa-
vorable en Julio de
1914, y que si deja-
ba pasar esta opor-
tunidad no volvería á
ofrecérsele otra seme-
jante.
Fácil es imaginarse
el estado de ánimo de
Guillermo II, después
de lo que hemos dicho
en otro lugar sobre su
carácter y sus aspira-
ciones. Las exigencias
insolentes del panger-
manismo que llegaron
á amenazarle con la
posibilidad de un des-
tronamiento, y los ce-
los que le inspiró la
popularidad de su here-
dero entre los milita-
res y las asociaciones
patrióticas, le decidie-
ron á abandonar su po-
lítica pacifica. Es in-
dudable que hx posibi-
lidad de la guerra ha-
bía halagado muchas
veces su veleidosa imaginación y sus aficiones teatra-
les por el heroísmo aparatoso.
Guillermo II ha creído siempre que su abuelo, al
que recuerda en todas ocasiones, murió sin haber aca-
bado su obra. El antiguo Imperio germánico renació
en la persona de Guillermo I, pero éste no tuvo tiem-
po para realizar por completo sus aspiraciones tradi-
cionales. Fué hermoso para Alemania que el viejo
soberano se hiciese proclamar emperador en Versa-
lles; pero esto no parecía suficiente ni definitivo á
Guillermo II. En sus ensueños de ambición se consi-
deraba obligado á hacer por su parte algo que le
igualase con el glorioso ascendiente.
GBRMANIA
Estdtua en bronce conmemorativa de la unidad del Imperio alemán
Al inquieto emperador le pesaba en ciertos mo-
mentos llevar tantos años á la defensiva. Se hacia
viejo, y él, que se preocupa tanto de la fama, no
podía tolerar que su nombre se transmitiese á la pos-
teridad como el de un monarca burgués y pacífico,
dedicado en absoluto al desarrollo comercial é indus-
trial de su pueblo. ¿Para qué, entonces, los marciales
bigotes, el casco de plata y el manto blanco de Lohen-
grin, con que su efigie pasaría á la Historia':' Tarde ó
temprano, Alemania, educada por el orgullo panger-
manista y ansiosa de
dominación universal,
intentaría el esfuerzo
definitivo. Mejor era
que este esfuerzo lo
realizase él mismo,
atribuyéndose la in-
mensa gloria que po-
día corresponder á su
sucesor.
Durante muchos años
se mostró pacífico por-
que sabía que Alema-
nia no era todavía bas-
tante poderosa para
conseguir lo que él lla-
maba «sus destinos le-
gítimos». Pero en 1914
todo lo vio bien pre-
parado para hacer
frente á sus enemigos
de Europa y á las po-
tencias que pudieran
unirse á ellos. Si deja-
ba pasar esta ocasión,
¿Alemania guardaría
siempre en lo futuro
su enorme superiori-
dad sobre los adver-
sarios?...
La más clara de-
mostración de la res-
ponsabilidad de la pre-
sente guerra la propor-
ciona el cuidado con
que cada pueblo se preparó para la lucha.
Francia únicamente tenía organizadas sus fuerzas
con un fin defensivo. Jamás hubiese iniciado la gue-
rra por su propia voluntad. Sa gobierno y gran parte
de la opinión pública eran enemigos de empresas
temerarias.
Rusia estaba mal preparada para una lucha, que
tal vez creía inevitable, pero que consideraba como
un suceso todavía remoto.
Inglaterra ha tenido que improvisar todas sus
fuerzas terrestres después de empezada esta guerra
que no quería la opinión británica y que únicamente
aceptó como resultado de la invíisión de Bélgica.
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
579
Alemania, en cambio, venia preparándose desde decadencia, debilitado por las querellas interiores y
hace veinticinco años, y á partir de 1912 estaba
resuelta á aprovechar la primera circunstancia favo-
rable. El atentado de Serajevo— suceso que puso en-
frente de Francia y de Rusia el orgullo dominador
de Alemania y su acólito el Imperio austríaco — fué
rápidamente aprovechado. Todas las actuaciones di-
corrompido hasta la médula por la sensualidad de sus
costumbres. Los gobiernos franceses, según la opinión
alemana, se preocupaban más de combatir el espíritu
militar de una parte del pais que de organizar el
ejército. El presidente de la República no tenia nin-
gún prestigio; los oficiales vallan muy poco; el ejér-
plomáticas de los gabinetes de Viena y Berlín fueron cito carecía de genei-ales de mérito y de un plan de
hipócritas fingimientos. Los dos imperios germánicos campaña. Apenas surgiese la guerra. Marruecos, la
estaban resueltamente decididos en favor de la gue- Indo-China y otras colonias francesas se sublevarían
rra. Sólo la humilla-
ción de Rusia y de
Francia habrían podi-
do evitarla. Y aun este
remedio hubiese sido
momentáneo, pues una
vez resuelto el conflic-
to con el anonadamien-
to de Servia, Alema-
nia lo habría reprodu-
cido otra vez, ya que
según las palabras de
Guillermo II «siempre
se encuentra un buen
pretexto para justifi-
Nunca como en el
verano de 1914 vio Ale-
mania mejor prepara-
das las cosas para ven-
cer á los enemigos y
realizar sus ambicio-
nes.
Francia, que era su
adversario más temí-
ble por su espíritu mi-
litar, la potencia de
su ejército y la rapi-
dez de su moviliza-
ción, se hallaba en un
momento de visible
inferioridad. Sus go-
bernantes estaban de
viaje, lejos del terri-
BSTATUA GUERRERA DEL KAISEK EN COLONIA
contra la metrópoli. Á
esto había que añadir
las revelaciones sensa-
cionales que el mes de
Mayo había hecho el
senador Ilumbert, de-
nunciando los descui-
dos y deficiencias de
la preparación militar
francesa. La decaden-
cia de la República era
indiscutible para los
alemanes.
La diplomacia or-
gullosa, torpe y sobra-
damente confiada del
Imperio germánico,
agrandó los defectos
franceses, dando un
carácter general á mu-
chas deficiencias par-
ciales. Además, Ale-
mania, lenta y metó-
dica en sus reformas,
no tenia en cuenta la
rapidez y el espíritu
inventivo de Francia
para remediar con
prontitud sus errores.
Reconocían los alema-
nes las ventajas que
representaba para la
defensa francesa la ley
de tres años que la Re-
pública acababa de
torio nacional. Las luchas políticas tenían desde años adoptar, pero esta medida significaba muy poco para
antes dividida á su población. Un gran número de fran- el orgullo germánico, que había cuidado y preparado
ceses, demasiado confiados y que no creían en la posi-
bilidad de la guerra, eran antimilitaristas, acogiendo
con burlona sonrisa los ideales patrióticos de «revan-
cha» como algo anacrónico.
El pueblo francés, dueño de un suelo fértil, posee-
dor de una gran riqueza y habituado á todas las deli-
cias del bienestar, no podía comprender las ventajas
de la guerra, y por lo mismo se imaginaba que los
demás pueblos eran partícipes de los mismos senti-
mientos. Además, el pangermanismo, con su orgullo
exclusivista, describía á Francia como un pueblo en
su ejército durante muchos años.
En resumen, el Imperio alemán tenía la certeza
absoluta de que le bastaba arrojar todo su ejército
sobre Francia para vencerla y anonadarla en cuatro
semanas.
Rusia era temible por sus enormes reservas de
hombres, pero nada podría hacer si Alemania caía
sobre ella antes de que hubiese terminado su lenta
movilización. Además, estaba corroída interiormente
por las luchas sociales y políticas. Las huelgas obre-
ras estaban agitando revolucionariamente sus capi-
580
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
tales más importantes. La visita del presidente Poin-
caré había servido de pretexto para grandes pertur-
baciones en la capital.
Tampoco había que temer una intervención enér-
gica de Inglaterra. Bastante tenía la Gran Bretaña
con preocuparse de la cuestión irlandesa, que había
llegado al período álgido. Este conflicto, que ponía en
peligro su integridad nacional, no le dejaría tiempo
ni fuerzas para intervenir en los asuntos de Europa.
Además, nadie creía en Alemania que Inglaterra
pudiese transportar con rapidez un cuerpo de tropas
útil para Alemania. Los franceses tendrían que dis-
traer varios cuerpos de ejército en el Sur para hacer
frente á los italianos, y de este modo los alemanes
podrían retirar de Francia una parte de sus tropas
de invasión para enviarlas á la frontera rusa.
Del lado de Oriente no amenazaba ningún peli-
gro. Grecia, Montenegro y Servia simpatizaban con
Rusia y Francia, pero frente á estos pueblos podían
colocar los austro-alemanes como un obstáculo á
Turquía y Bulgaria, que neutralizarían la actua-
ción de aquéllos en los Balkanes.
Rusia
170 millones
Inglaterra
Francia 45 millones
.■50 600.000
Bélgica
7.600.000
Servia
4.200.000
Alemania
bl millones
Austria
52 millones
POBLACIÓN DH LAS NACIONBS BELIGERANTES
al continente. En Berlín, diarios y profesores afirma-
ron que los ingleses estaban en decadencia, que sus
pretensiones á la dominación de los mares no eran
más que un ensueño, y que había llegado la hora de
imponerles una cruel realidad. Si la Gran Bretaña
intervenía en la guerra, sus colonias se sublevarían,
inmovilizando una gran parte de su ejército.
La actitud de Italia tampoco les inspiraba ninguna
duda. Todos en Berlín presentían que en el primer
momento de la guerra tal vez se negase, por pruden-
cia, á marchar con los dos imperios de la Triple
Alianza; pero así que los alemanes lograsen la pri-
mera victoria, se apresuraría á atacar á Francia por
la frontera de los Alpes, para conseguir de este modo
su parte en el botín.
Este auxilio de última hora iba á resultar muy
En cuanto á las demás naciones de Europa podía
contar Alemania, si no con su benevolencia, al menos
con su resignación pasiva y miedosa, fuese cual fuese
la violencia de su conducta. En el Norte tal vez lo-
grase excitar á Suecia contra el Imperio ruso. A las
primeras derrotas de los rusos, los suecos intentarían
apoderarse de Finlandia, que es para su raza una
especie de Alsacia-Lorena.
Al hacer el balance moral de Europa, los alema-
nes sólo veían dos adversarios: Francia y Rusia. Con-
tra ellos podían emplear sus enormes fuerzas, las de
Austria y tal vez las de Italia. La situación política
interior de las dos potencias enemigas era singular-
mente crítica por sus luchas civiles y sus conflictos
económicos.
Ningún momento podía resultar mejor escogido
HISTORIA DE LA GUKIíRA EUROPEA DE 1914
581
que el presente para emprender la pelea decisiva. Y
Alemania, que en varias ocasiones había vacilado al
ir á tirar de su espada, no dudó en 1914, aproveclian-
do como pretexto el asesinato de Francisco Fernando.
Hay que hacer constar que tanto el emperador de
Alemania como el de Austria no experimentaron un
i;ran dolor por la muerte del archiduque, (iuillermo II,
que ama las ceremonias de resonancia y las actitu-
des teatrales, no fué á Viena para asistir al entierro,
y se embarcó como todos los años para hacer su na-
vegación veraniega por las costas del Norte. Fran-
atentado futuro contra las «leyes de familia». La po-
sibilidad de que una advenediza ciñese la corona de
j\Iaria Teresa, provocaba su indignación.
Ninguno de los dos emperadores sintió profunda-
mente la muerte del archiduque. Pero el atentado de
Serajevo les pareció un pretexto para la guerra, que
podía impresionar favorablemente á una parte de la
opinión.
D
El Estado Mayor alemán había establecido desde
mucho antes su plan de guerra, con el m(''rodo y
KFBCTIVO DB SUS EJÉRCITOS
cisco .José dispuso el entierro con una parquedad
inexplicable, privando de los honores fúnebres de la
corte al archiduque y su esposa.
El kaiser no simpatizaba mucho en los últimos
tiempos con el heredero del Imperio austríaco, por
rivalidad profesional, pues éste pretendía ser tan ex-
perto como él en cuestiones militares. Además, casi
lo consideraba como un enemigo futuro, por haberse
opuesto decididamente á la expansión de la influen-
cia alemana en Austria. El viejo emperador tampoco
quería bien á su sobrino y menos á su esposa inorga-
nática. Sabía que el archiduque deseaba la guerra
para adquirir el prestigio del vencedor, y gracias á
sus triunfos imponer como emperatriz á su mujer, que
estaba excluida del trono por la ley. El ceremonioso
Francisco José no podía tolerar con paciencia este
la minuciosidad que emplea en todos sus trabajos.
Las condiciones estratégicas de Francia y de Ru-
sia eran completamente diferentes. Francia, por su
reducida superticie, su población densa y su valiosa
red de ferrocarriles, podía movilizar sus tropas rápi-
damente, en 'J ó 10 días. Rusia, con su inmensa ex-
tensión territorial, sus poblaciones diseminadas y su
escasez de vías férreas, que ya hemos mencionado,
sólo podía efectuar la movilización con mucha len-
titud.
Era imposible que Alemania tomase á la vez la
ofensiva contra los dos adversarios. Siguiendo su
doctrina, esta ofensiva debía sor rápida, fulminante,
con el máximum de sus fuerzas concentradas contra
uno de los dos adversarios, el más importante, mien-
tras se conservaba á la defensiva frente al otro ene-
582
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
migo con el mínimum de sus recursos. El principal
adversario era Francia, y el Estado Mayor alemán
preparó las cosas para caer primeramente sobre este
pais.
Una campaña en Francia podria ser rápida y de-
cisiva. En Rusia no era lógico esperar lo mismo, por-
que los rusos, aprovechándose de la configuración de
C voten ra
LA FRONTERA PRANCO-ALBMANA
su pais, retrocederían hacia el interior, evitando un
choque decisivo en espera del resultado de las opera-
ciones emprendidas contra Francia.
Toda la atención del Estado Mayor alemán se con-
centró por estas consideraciones en la frontera fran-
cesa. Además, Rusia necesitaba mucho tiempo para
movilizar sus fuerzas, y esto concedía á los alemanes
un plazo de un mes cuando menos para dedicarse
con toda tranquilidad al aplastamiento de Francia.
Según los estrategas germánicos, no eran precisos
más de treinta dias para obtener en el suelo francés
un resultado decisivo, si es que realizaban la inva-
sión atrevidamente y con celeridad arrojando una
masa aplastante de tropas.
Mucho antes de la guerra, una Memoria militar
alemana decia asi: «Si avanzamos rápida y profunda-
mente al invadirla tierra fran-
cesa, el amor propio nacional
no permitirá á los jefes mili-
tares el esperar la entrada en
línea de Rusia, porque la ex-
tensión del territorio que ten-
drían que abandonarnos sin
combatir seria tal, que la opi-
nión pública se mostraría in-
dignada. Por el poder de su
ejército y por el grado de su
preparación para la guerra,
Francia no es solamente nues-
tro enemigo más peligroso,
sino el que puede estar pre-
parado con más rapidez, y
debemos tener la certeza de
que nos hará frente sin pér-
dida de tiempo. Además, la
enormidad de los efectivos
de los dos ejércitos, el ale-
mán y el francés, su estre-
cha concentración, las dificul-
tades del avituallamiento y
de la dirección de las dos ma-
sas movilizadas, todo empu-
jará de ambos lados á una
decisión rápida. Puede afir-
marse, sin miedo á error, que
en la segunda semana de la
guerra se producirá un gran
choque. Este choque, que in-
dudablemente nos será favo-
rable, obligará á Inglaterra,
á España (!) y tal vez á Rusia
á volver á envainar la espada
que tendrán medio desenvai-
nada. Esta misma victoria
nos asegurará indiscutible-
mente la cooperación activa
de Italia.
»Es verosímil que habiendo
comprometido Francia todas sus fuerzas disponibles
en la primera batalla, se verá incapacitada de prolon-
gar por más tiempo la lucha, aceptando las condicio-
nes que nosotros queramos imponerle. Si rehusa nues-
tras proposiciones, unos cuantos centenares de miles
de hombres de nuestros cuerpos de reserva, operan-
do de acuerdo con los ejércitos italianos, bastarán
para guardar los terrenos conquistados en Francia;
y esto ocurrirá aunque España é Inglaterra ayuden
*■<.-«
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
58.5
á Fríincia. El grueso de nuestras fuerzas podrá ser
llevado entonces al encuentro de los ejércitos rusos,
gracias á nuestro admirable sistema de ferrocarriles.
8i ocurre que, mientras estamos ocupados en obtener
una decisión rápida más allá de nuestra frontera occi-
dental, los rusos — lo que parece completamente im-
probable— hubiesen terminado sus preparativos é in-
vadido laPrusia oriental y una
parte de la Silesia, nada se ha-
bría perdido por esto definiti-
vamente, siempre que nuestro
ejército defensivo no hubiese
sido derrotado, que nuestras
plazas fuertes se defendiesen
y que el enemigo quedase con-
tenido por la linea del Oder.
»En resumen, Francia es
nuestro adversario principal.
Su desastre inmediato acla-
raría inmediatamente el hori-
zonte politico. Su aplasta-
miento rápido nos daría una
completa libertad para aglo-
merar el total de nuestras
fuerzas activas contra Rusia
y acabar con esta potencia
en la proximidad de nuestra
frontera, ó en la línea Bres-
lau-Danzig, ó en la del Oder,
si es que había conseguido
avanzar hasta ellas. Las an-
teriores consideraciones nos
aconsejan consagrar á la ofen-
siva inmediata contra Fran-
cia la casi totalilad de nues-
tras fuerzas activas para ase-
gurarnos en el teatro occiden-
tal una incontestable superio-
ridad de medios. Los cuerpos
activos deberán ir seguidos á
corta distancia por el mayor
número posible de cuerpos de
reserva que asegurarán la
custodia de los territorios con-
quistados en el caso de que
nuestras proposiciones de paz
sean rechazadas, y podrán al
mismo tiempo bloquear las for-
talezas enemigas que queden
detrás de nuestro frente. Ante
Rusia bastará dejar en el pri-
mer momento un mínimum de cuerpos activos refor-
zados por cuerpos de reserva en número suficiente,
con el objeto de hacernos ganar el tiempo que nece-
sitamos para acabar con Francia. Este tiempo necesa-
rio es de cuatro semanas cuando más, comprendiendo
en tal plazo el transporte por ferrocarril de las fuer-
zas vencedoras en el Oeste á las fronteras del Este.»
Como se ve, los estrategas alemanes no reconocían
grandes neccsidíides de tiempo para aplastar á Fran-
cia,
La realidad se encargó de demostrar la incerti-
dumbre de unos cálculos preparados con tanto método
y tanta minuciosidad en los detalles.
o
La invasión de la República Francesa, que debía
UN INMENSO EJÉRCITO BN l'N PAÍS INMENSO
Este gráfico Indica la situación de los distintos cuerpos del ejército ruso y las enormes distancias que
han de recorrer para su concentración. Las lineas dobles marcan las principales vfas férreas; las lineas sen-
cillas los ferrocarriles secundarios.
ser según el Estado Mayor alemán el primer acto de
la guerra, ofreció un obstáculo insuperable para la ra-
pidez fulminante del ataque. Después de los duros fra-
casos de 1.S70, Francia no había tenido otro pensa-
miento que protegerse de una invasión futura, y para
ello cubrió su frontera con Alemania, levantando una
apretada fila de fortalezas.
584
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
El general Seré de Riviére, encargado de trazar
la línea defensiva de la frontera, construyó dos siste-
mas fortificados: el del Mosa, que va de Verdún á
Toul, y el del Mosela, que se extiende de Epinal á
Belfort. Esta formidable barrera de fortificaciones
sólo deja dos estrechos corredores de entrada: uno en
la parte de Luxemburgo y otro del lado de Suiza.
En la época que se realizaron estas construccio-
nes, el viejo Moltke imperaba como maestro abso-
luto sobre el ejército alemán, y era enemigo declara-
Moltke murió algunos meses antes de la conclusión
de la alianza franco-rusa, suceso que forzosamente
había de cambiar todos los planes del Estado Mayor
alemán. Hasta entonces el Imperio germánico sólo
había tenido que preocuparse de Francia, pero ahora
se veía en uaa posición peligrosa, entre sus dos veci-
nos del Elste y del Oeste. De aquí sus lentos y concien-
zudos estudios para la formación de un nuevo plan
que ha venido á ponerse en práctica en 1914.
Como ya hemos dicho, Alemania sólo consideró á
PLAN DE GUERRA DE ALEMANIA CONTRA FRANCIA Y RUSIA
LOS FERROCARRILES ALEMANES Y AUSTRÍACOS
El presente plano demuestra cómo el Estado Mayor alemán preparó los ferrocarriles de su país y de Austria á partir de 1895, para poder trasladar
sus efércilos con rapidez de las fronteras de Bélgica y Francia á las de Rusia y viceversa, empleándolos en los dos frentes de la guerra. El plano
demuestra igualmente cómo Austria habla entrado en esta combinación á larga fecha de su aliado, uniendo sus lineas á las de Alemania para poder
enviar sus fuerzas contra la frontera francesa. Gracias á este sistema de comunicaciones, Alemania ha podido mover sus ejércitos, empleándolos indis-
tintamente según sus necesidades en el frente occidental ó el oriental. Tan asombrosa preparación contrasta con los resultados obtenidos, que dcbic
ron ser más considerables desde el primer momento.
do de las fortificaciones y los campos atrincherados.
«La historia de las fortificaciones — decía — se confun-
de con la de las capitulaciones.» Para él sólo tenía
importancia el poder concentrar con rapidez los ejér-
citos en la frontera, y para esto, mientras los france
ses se dedicaban á construir su barrera de fuertes,
Moltke se cuidó, hasta el fin de su vida, de perfeccio-
nar y desarrollar la red de vías férreas que conducía
del centro de Alemania á la Alsacia-Lorena.
Rusia como un enemigo temible si le dejaba tiempo
para efectuar la movilización de su ejército, dispersa-
do en una extensión inmensa y mal servido por vías
insuficientes. Esta movilización debía ser lenta, é
igualmente lenta su concentración. Alemania, en vis-
ta de esto, se decidió á poner en práctica el mismo
método que había empleado muchas veces con éxito
Napoleón: concentrar todas las fuerzas contra uno de
los enemigos para aplastarlo definitivamente, y tras-
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
685
ladarse rápidamente al encuentro del otro, para rape- La cadena de fortificaciones francesas era un obs-
tir la misma operación. El Estado Mayor de Berlín lo táeulo formidable para este plan. Imposible realizar la
preparó todo para que la masa de sus fuerzas dirigida campaña con rapidez ni asestar un golpe decisivo á los
contra Francia venciese á ésta en pocos dias, diri- enemigos en dos ó tres semanas. Entrando en Francia
giéndose luego contra el frente oriental. El plan era por la frontera alemana, las columnas invasoras iban
MAPA MILITAR DB FRANCIA
acertado y casi seguro, siempre que la primera ofen-
siva no tropezase con obstáculos que la hiciesen per-
der tiempo. El menor retardo podía echar abajo toda
la combinación, poniendo en grave peligro al ejérci-
to alemán, que en vez de acometer se vería acometido
y cercado por dos adversarios, teniendo que combatir
al mismo tiempo en ambas fronteras.
á tropezar con estas formidables barreras, demasiado
poderosas para ser tomadas por asalto en poco tiempo.
Además, era difi'cil y peligroso el evitarlas pasando
por los estrechos desfiladeros que el general Riviórc
había dejado sin obras defensivas. Sólo realizando un
movimiento por los países neutros, el Luxemburgo y
Bélgica, podían los alemanes evitar este obstáculo.
586
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
/y; aR
Konigsber.q ^
4llens(ein ^^ >
Hannover
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í '. j- Coblenza
' .' V / Francfort
■^^ '■ ' iiixtriauReo 1^^ ■
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París '"i""'-'
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Berlín
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veraun 1 -^ r O R 1.
Varsovia
^
J a21 Cuerpos prusianos, salones, etc.
15a3B Cuerpos bávaros
G Guardia prusiana
^=^s=^^ Pe(?ión fortifícada francesa
s u I z A ; ^ \3
LA PREMEDITACIÓN UONTKA BELUICA
Este mapa, en el que se marca la situación de los diversos cuerpos de ejército alemanes en tiempo d^ paz, demuestra que la invasión de Bélgica
estaba premeditada desde hace muchos años por el Estado Mayor de Berlín.
Una flecha, partiendo de París, atraviesa la frontera franco-alemana por su extremo Norte y penetra por toda Alemania hasta Rusia. Los números
indican los cuerpos de eiércilo alemanes. Como verá el lector, debe jo de la flecha, ó sea enfrente de la frontera con Francia, el Imperio alemán sólo
tenía establecidos ocho cuerpos; 15, 16, 21, 14, 2 B, 13, 3 B y 1 B. En cambio encima de la flecha, ó sea donde no había otra frontera que la de Bélgica y
Holanda, el Estado Mayor fué estableciendo los cuerpos 7, S, 9, U, 18, 10, -I, 19, 12 etc., todo el eiércilo alemán, que gracias al sistema de ferrocarri-
les pudo ser concentrado en poco tiempo sobre el límite belga, como una masa aplastante. Las dos pequeñas líneas onduladas entre Verdún y Toul
y entre Epinal y Belforl, marcan las dos regiones fortificadas de Francia.
Otra consideración dificultaba el ataque alemíín
por la frontera más aún que estos diques fortificados.
Faltaba espacio en dicho lugar píira que Alemania
pudiese mover sus inmensos efectivos militares. En
1870 la frontera era mayor, pues comprendía desde
el Mosela hasta el Rhin, y sin embargo no había ofre-
cido espacio suficiente para el despliegue estratégico
del ejército alemán, que en aquel entonces sólo consta-
ba de 16 cuerpos. En las inmediaciones del Sarre, el
ejército mandado por el general Steinmetz tuvo que
invadir, para poder avanzar, la zona de marcha del
ejército del principe Federico Carlos, y éste se irritó
hasta el punto de ordenar á uno de sus generales de
división que limpiase si era necesario á la bayoneta
los caminos que le había atribuido el Estado Mayor
y que obstruía el otro cuerpo prusiano.
Inútil es decir los obstáculos con que hubiese tro-
pezado actualmente el ejército alemán invadiendo á
Francia por su limite fronterizo. El número de sus
cuerpos de ejército se ha cuadruplicado, y la frontera
de 1870 fué reducida por el tratado de Francfort
unos cincuenta kilómetros. En un frente tan estrecho
los invasores se hubiesen visto obligados á escalonar-
se en masas profundas y de escaso frente, y la gue-
rra se habría convertido en un gigantesco y largo
choque de meses y meses, dando tiempo á que Rusia
terminase sus preparativos y atacara á Prusia por la
parte oriental.
El Estado Mayor de Berlín basaba precisamente
todos sus cálculos en la rapidez fulminante del primer
ataque para conseguir cuanto antes una solución, y
por esto desistió de toda ofensiva por su frontera na-
tural, buscando la invasión de Francia á través de
Bélgica y del Luxemburgo.
Como se ve, el gobierno alemán, por consideracio-
nes de conveniencia militar, tenia decidida desde
hace muchos años la viohición de la neutralidad de
estos dos pueblos. El emplazamiento que dio en tiem-
po de paz á sus diferentes ejércitos demuestra clara-
mente que el plan de invasión estaba resuelto de
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
587
HinaeibtnenO
larga fecha. Sólo ocho de sus cuerpos de
ejército estaban situados al nivel de la
frontera francesa, que es donde lógica-
mente podia suponerse una necesidad de-
fensiva. El resto de sus fuerzas, ó sea diez
y siete cuerpos de ejército, fueron empla-
zados desde hace añop más al Norte, jimto
á las fronteras de Bélgica ó del Luxem-
burgo, países pequeños de los que no po
dia temer Alemania ningún ataque.
La razón de tal emplazamiento era
que desde dichos puntos resultaba ini'is
corto el camino á París y sin ningún in-
conveniente natural. Los únicos obstácu-
los militares con que podía tropezar eran
la resistencia de Bélgica — acto inverosí-
mil en el que jamás llegó á pensar Alema-
nia— y tres plazas fuertes: Lieja y Namur
en Bélgica y Maubeuge en Francia, aisla-
das, sin ningún vínculo entre ellas, fáci-
les de reducir ó de aislar sin grandes es-
fuerzos. Estos eran todos los inconvenientes que ofre-
cía el camino á París siguiendo las cuencas fáciles y
ricas del llosa y del Oise.
Existía un gran obstáculo, pero de orden moral: y
obstáculos de esta clase son de escasa consideración
para la ñlosofía guerrera de los alemanes. Tendrían
que violar la neutralidad y la independencia de los
dos pueblos. El canciller imperial se encargó de jus-
tificar y legalizar los actos del Estado Mayor, decla-
rando que «la necesidad no reconoce ley» y que un
tratado de neutralidad no es más que un «pedazo de
papel» que carece de valor ante las exigencias estra-
tégicas.
Desde 1893, la alta dirección del ejército alemán
pensó en la invasión de Bélgica y del Luxemburgo,
tal como la ha realizado en la presente guerra. La
l,mpirfhim\ p vONMOLTKE
Btnienheim O \ \ "^ vuniTlULIHt \^ / \
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CAMPO ATRINCHERADO DB MBTZ
CAMPO ATRINCHERADO DE BSTRASBÜRGO
pruelia de (jue este crimen contra el derecho interna-
cional fué discurrido y preparado hace veintiún años,
la proporciona la conducta observada por el Estado
llayor. En tiempos del viejo ]Moltke, Alemania se de-
dicó durante veinte años á perfeccionar los ferroca-
rriles de Alsacia-Lorena y las lineas adyacentes, pues
este era el camino para la invasión proyectada. A
partir de 1893, el Estado Mayor procedió á la renova-
ción de las vías férreas de la Prusia Renana que con-
ducen á la frontera de Bélgica, revelando con esto su
intención de concentrar en el Norte el grueso de sus
tropas, que hasta entonces había permanecido cerca
de la frontera francesa. Es más: rompiendo con la
tradición de ]\Ioltke, que era partidario de la ofensiva
y enemigo de las fortilicaciones, el Estado Mayor se
dedicó á fortificar Alsacia y Lorena creando los cam-
pos atrincherados de I^Ietz-Tliionville y de
Estrasburgo -Molsheim, así como los re-
cintos fortificados de Neuf-Brisach y de
Istoin. Estas obras permitían á los ale-
manes el mantenerse en Alsacia-Lorena á
la defensiva con pocas fuerzas, enviando
las tropas economizadas á aumentar la
gran masa que operaría en Bélgica.
Tales preparativos llamaron forzosa-
mente la atención de las autoridades mi-
litares de Bruselas y de París. Nadie dudó
de que los alemanes habían fijado sus ojos
en los caminos de Bélgica para la futura
invasión: pero hubo ciertas divergencias
al apreciar la amplitud de este movimien-
to ofensivo.
Los militares belgas vieron con más
claridad el peligro que los franceses, tal
vez por hallarse más próximos á él. Los
generales Brialmont y Déjardin manifes-
taron desde Bruselas su opinión de que
Chifleville
588
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
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Colonia
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Bar-le-Duc-
LAS FRONTERAS DEL LUXEMBURGO Y BÉLG
En este gráfico pueden apreciarse, sin ningún esfuerzo, tas lineas fronterizas de las naciones neutrales violadas por el ejército alemán
su avance contra Francia. Véase lunto al portillo de Belfort y muy cerca de Suiza el pueblecillo de Joncherey, donde fué muerto uno de
primeros soldados franceses; á la otra extremidad de los Vosgos aparece Cirey. donde también se produjo una escaramuza. Más lejos Thi(
Alemania cubriría con su oLa invasora toda la exten-
sión de Bélgica, pasando por el Norte del Mosa.
En Francia todos los escritores militares, especial-
mente los generales Langlois y Bonnal, estimaron por
el contrario que Alemania efectuaría su principal
ataque por la frontera de Lorena y simplemente un
ala de au ejército entrarla por el Sur de Bélgica para
llegar más pronto á Francia, pero sin tocar siquiera
la linea Lieja-Namur.
Contribuyó á este error la convicción de los fran-
ceses de que ellos serian los que tomasen la ofensiva
contra Alemania al iniciarse la guerra. Francia no
deseaba violar la neutralidad belga, y como el grueso
de sus fuerzas atacaría á Alsacia y Lorena, los alema-
nes tendrían que contestar á tal ataque desarrollán-
dose la guerra en la frontera franco-alemana. vSi los
invasores penetraban en los territorios del Sur de
Bélgica, sería únicamente para buscar mayores faci-
lidades en el desenvolvimiento de sus fuerzas.
Toda la doctrina militar alemana descansa sobre
un principio: la rapidez aplastante de la primera ac-
ción, imprevista por el enemigo y fulminante como
el rayo. «La doctrina es excelente — dice un comen-
tarista— , pero no basta imaginarla: hay que llevarla
á la práctica con éxito.» Alemania lo había pensado
todo, lo había preparado todo, y creía haberlo previsto
todo. Pero surgió un incidente que jamás había figu-
rado en sus cálculos, la resistencia belga, y todo su
plan se tambaleó, falseado en su base.
La guerra en el siglo XX es algo complejo que
difiere en muchas cosas radicalmente de todas las
guerras del pasado. Es una guerra de masas, de na-
ciones armadas, que necesita enormes espacios y re-
cursos que hubiesen asustado á los antiguos estrate-
gas. El mismo Napoleón, que históricamente es un
caudillo moderno, tal vez quedase desconcertado y
perplejo ante las luchas actuales.
La guerra moderna pone en juego todas las fuer-
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
f89
S6LWA NEGRA
^•Sr-op
■<* J«*
-o
I
£7)j.
3LADAS POR LOS EJÉRCITOS ALEMANES
(Plano de L. Triiuiuiür, de la Illiulraíion. de París)
¡lie, Remisch, Wasserbilig, Trois-Vieríjes, por donde fué invadido el I.uxemburgo. Por último, al Este del Oran Ducado, el territorio beiRa vio-
ido por el invasor en su marcha sobre Líela. Claramente se expone en este plano el obietivo alemán de forzar el Mosa para poder extenderse
ipidamente por un lado hacia Laon y por el otro hacia más allá del Sambrc y de Maubeu^e, á fin de converger en dos direcciones sobre París.
zas vivas de una nación, pues llama á las armas á
todos los hombres obligatoriamente. Es además una
guerra combinada, en la que las fuerzas marítimas
tienen tanta importancia como las terrestres. Hay
que contar además los grandes progresos realizados
en los últimos años en materia de armamentos y los
enormes gastos que éstos representan.
Sin embargo, forzoso es reconocer que los grandes
progresos realizados en el arte de matar no ¡uimentan
considerablemente el número de las victimas. Las
cifras de muertos y de heridos son enormes porque
los efectivos que toman parte en la guerra moderna
son enormes igualmente; pero el porcentaje de victi-
mas es casi igual al de las antiguas guerras, á pesar
del considerable aumento del valor balístico.
Con todos sus horrores, la guerra moderna es me-
nos temible para el herido que las guerras antiguas,
á causa de los adelantos realizados por la Sanidad
militar y los métodos antisépticos de curación. Ac-
tualmente el herido puede ser curado sobre el mismo
campo de batalla, lo ([ue representa un gran progreso
comparado con el sistema seguido en otras batallas,
relativamente modernas, donde el caído tenia que
esperar días enteros y sufrir penosos viajes antes de
ser visitado por el médico.
En tiempos de Federico el Grande y de Napoleón I
las grandes batallas producían una pérdida en hom-
bres de 20 iV 25 por 100. Con los armamentos moder-
nos este porcentaje no pasa del 15 por 100 en muchos
combates. La proporción de muertos y heridos no lia
variado mucho, y continúa siendo de un muerto por
cada cinco heridos. En la curación de los heridos el
progreso es indiscutible. Sólo un 25 por 100 cuando
más sucumbe de sus heridas, otro 25 queda inútil y
el 50 por 100 puede volver al frente de la guerra en
un plazo más ó menos corto.
La igualdad de pérdidas entre las guerras anti-
guas y las modernas es realmente extraordinaria, ai
590
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
se tiene emjuenta" el enorme número de disparos que
hacen los combatientes en las luchas actuales. En las
gueiTas de Napoleón, los soldados de la Guardia con-
sumían 25 cartuchos por combate cuando más. Kn la
guerra de 1870 los soldados alemanes gastaron 65 car-
tuchos por hombre, y los franceses, en algunos com-
bates, hasta GO cartuchos. En la guerra ruso-japonesa
el consumo medio por hombre y por día de combate
fué de 50 cartuchos en los japoneses y 35 en los rusos.
Esta cifra no corresponde por igual á todos los solda-
dos. Hubo rusos que no tuvieron ocasión de disparar
el fusil en toda la campaña. En cambio algunos cuer-
pos de primera línea consumieron de 300 á 400 car-
tuchos diarios por cada hombre.
Durante las guerras de Napoleón el alcance eficaz
de los fusiles no
pasaba de 150
metros, y había
que disparar
3.000 balas, ó
sea 70 kilos de
plomOj para ha-
cer caer á un
combatiente ene
migo. Los efec-
tos mortales del
fuego no resul-
tan hoy mayo-
res, á pesar de
lo mucho que ha
aumentado el al-
cance de las ar-
mas. Los fusiles
modernos resul-
tan eficaces á
más de 1.000 me-
tros, y sin em-
bargo, se calcu-
lan como nece-
sarios 3.300 cartuchos, que pesan 7-1: kilos, para poder
matar á un enemigo. Como se ve, el peso de los pro-
yectiles empleados para tumbar á un hombre es su-
perior muchas veces al peso que tiene este hombre.
La guerra moderna, con todas sus complejidades,
exige una preparación más minuciosa que las guerras
de otros tiempos. Puede decirse que la preparación es
una de las principales garantías del éxito. El general
Joffre, en la asamblea general celebrada en 1913 por
los antiguos alumnos de la Escuela Politécnica, dijo
asi: «Hay que estar preparado. Hay que haber orien-
tado con tiempo, metódica y tenazmente, todos los
recursos del país, toda la inteligencia de sus hijos,
toda su energía moral hacia un fin único: la victoria.
Hay que haberlo organizado todo y previsto todo.
Una vez comenzadas las hostilidades, las improvisa-
ciones son difíciles. Lo que falte entonces faltará
definitivamente, y el menor vacío en la preparación
puede causar un desastre.
CONVOY FKANCBS PARA BL ACARREO DB
»Es preciso que todo el material (armamento, mu-
niciones, herramientas, víveres, etc.) de que tiene
necesidad el ejército se mantenga siempre completo,
en perfecto estado de conservación, é incesantemen-
te transformado para que se beneficie con los progre-
sos de la industria y de la ciencia. Es preciso tam-
bién que esté almacenado en puntos escogidos conve-
nientemente, y que pueda ser renovado por medio
de nuevas fabricaciones contratadas preventivamen-
te. Hay que repartir todos los hombres válidos en
grupos, en unidades colectivas de diferentes cla-
ses, que serán los elementos constitutivos de las
agrupaciones superiores. Estas últimas deben estar
organizadas y articuladas de modo que den á la
masa el máximum de fuerza y de movilidad.
»Hay que to-
mar las más mi-
nuciosas y las
más seguras dis-
posiciones para
que la orden de
llamamiento á
las armas lle-
gue instantánea-
mente á todos
los interesados;
para que cada
uno sepa adonde
debe ir y cómo
llegará á dicho
punto; para que
encuentre en él
sus jefes, sus ar-
mas y sus efec-
tos todo pronto;
para que las uni-
dades, así que
estén constitui-
das, sean trans-
portadas rápidamente á los lugares de concentración
con su correspondiente material. Toda la red de ca-
minos, ferrocarriles y canales, debe ser utilizada de
modo que dé su rendimiento máximo. Esta red de co-
municaciones debe haber sido estudiada , organizada
y provista de material para dicha concentración. La
menor torpeza en su funcionamiento podría causar la
pérdida del país. Esta operación importantísima de la
movilización no debe ser turbada por el enemigo en
ningún momento y en ningún punto, y para esto es
preciso que las tropas de cobertura sean preparadas
especialmente y transportadas á la frontera con ra-
pidez.
»Es preciso que las masas concentradas estén bien
provistas de víveres, municiones y material de toda
clase, y que este material, transportado del interior
del país al frente, llegue sin retardo á cada grupo,
sea cual sea el lugar adonde le hayan conducido las
operaciones militares. Es preciso que los heridos y
AGUA POTABLE CON DESTINO AL FRENTE
(Fot. Rol)
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
591
UN TREN SANITARIO FRANCÉS PARA íil. TRANSPORTE DE HERIDOS
En el centro; Vista de con(unto del tren. -Arriba; Dependencias \ counn.- Abalo; Dcparlamcnlo del médico mayor
y del farmacéutico mayor.— Interior de uno de los vagones con oclio comas
(Oo la lUuitration, de Paria)
592
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
los enfermos sean recogidos, atendidos y trasladados
á hospitales del interior, donde se acabará su cura-
ción. Debe existir en nuestra red de medios comuni-
cativos un movimiento incesante, cuyo funcionamien-
to será tan vital para la nación como lo es la circu-
lación de la sangre para el cuerpo humano.»
Francia, á pesar de ciertos descuidos y errores, es-
taba bien preparada para la defensa gracias á .Joffre
y al Estado Mayor. Todo cuanto el generalísimo anun-
ciaba en su discurso como necesario, estuvo pronto
en el primer momento de la declaración de guerra.
Funcionaron sin obstáculo y sin retardo los medios
de comunicación, y la Francia armada pudo movili-
zarse en menos tiempo del que se había previsto,
burlando asi las ilusiones de Alemania, que espera-
ba sorprenderla
mucho antes de
haber termina-
do sus prepara-
tivos.
La decisión es
tan importante
en la guerra mo-
derna como la
preparación.
«La guerra — di-
ce un tratadista
militar — es la lu-
cha de dos vo-
luntades, en la
cual cada adver-
sario intenta im-
poner la suya al
enemigo.» Esta
decisión se pro-
duce por el cho-
que enorme de
las grandes ba-
tallas. Pero las
grandes batallas son precedidas en los cuarteles ge-
nerales de los ejércitos por batallas de la inteligen-
cia, cuyo resultado es de gran importancia para las
batallas de combatientes que se desarrollan después
en la realidad.
La perfección de las maniobras y su justa aplica-
ción sobre el campo del combate, han proporcionado
siempre y proporcionan todavía el resultado de la
victoria. Cuando la estrategia, que es el arte de condu-
cir las tropas hasta el campo de batalla, coloca á los
ejércitos frente á frente, la táctica, ó sea el arte de
emplear las tropas sobre el mismo campo, es la que
hace triunfar, siempre que el valor de dichas tropas
ayude á la realización de las combinaciones del Esta-
do Mayor. En una palabra: el estratega prepara la
victoria y el táctico es el que la consigue.
La estrategia es toda ella de concepción, y abraza
por entero el teatro de la guerra. La táctica es á la
vez de concepción y de ejecución, pero sus actuacio-
nes no abarcan todo el teatro de la guerra, pues se
limitan únicamente al campo de batalla y sus alrede-
dores. Su fin es inmediato y directo. Consiste en des-
truir la potencia combativa del enemigo para obtener
un resultado final: la victoria y la paz. Las dificulta-
des de la estrategia no han cesado de aumentar desde
hace un siglo, á medida que ha ido creciendo la fuer-
za numérica de los ejércitos.
El teatro de la guerra comprende todos los sitios
donde las fuerzas militares de las naciones en lucha
pueden entrar en contacto, y se divide en tantos teatros
de operaciones como ejércitos existen con una acción
distinta. Cuando varios ejércitos operan en combina-
ción, cada uno llama á su terreno sector de operaciones.
«La mejor estrategia — dijo Clausewitz, el oráculo
militar de los
alemanes — con-
siste en ser siem-
pre el más fuer-
te de un modo
general, y espe-
cialmente en el
punto decisivo.
La primera re-
gla que se im-
pone á todo ge-
neral en jefe es
tener sus fuer-
zas en masa. No
debe distraer de
esta masa más
que aquellas tro-
pas que sean
indispensables
para la satisfac-
ción de una nece-
sidad urgente.»
Los alemanes
se han manteni-
do fieles á esta doctrina de Clausewitz, que preconiza
el empleo de las grandes masas, como en los tiempos
de las guerras napoleónicas.
Muchos tratadistas militares contemporáneos se
habían imaginado que á consecuencia del progreso en
los armamentos y su mayor alcance destructivo, no
se verían sobre los campos de batalla más que filas
muy espaciadas de tiradores que avanzarían arras-
trándose, casi invisibles, de abrigo en abrigo, bajo
las ráfagas mortales de la defensa. La táctica alema-
na ha desvanecido esta ilusión. La guerra moderna
continúa siendo, como las antiguas, una guerra de
masas, á pesar de los cañones de gran alcance, de los
fusiles de repetición y de las ametralladoras. Los
ejércitos se baten aún á golpe de hombres, se anona-
dan enviándose proyectiles humanos y toman por
asalto las posiciones como en los tiempos antiguos.
Los alemanes emplearon en todas sus batallas el sis-
tema de formaciones compactas, y siguen empleándo-
CAMION PRANCKS PARA CONDUCIR HBRIDOS A LA.S AMBULANCIAS DEL INTERIOR
(Fot. Rol)
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
593
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1/3
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ID
594
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
UNA TRINCHERA FRANCESA DBCORADA POR LOS SOLDADOS
vechamieuto de las con-
diciones del terreno.
Una sorpresa de la
guerra moderna ha sido
el desmesurado empleo
del sistema de trin-
cheras. Cuando todos
creian que los ejércitos
ib;in á batirse más que
nunca en campo libre,
empleando sus medios
perfeccionados de des-
trucción, se les ha visto
ocultarse debajo del
suelo, emprendiendo
una guerra sorda, lar-
ga y tenaz. Los medios
ofensivos de otros si-
glos, la bomba de ma-
no, los líquidos incen-
diarios, la mina, han
vuelto á estar en uso.
Fueron los japone-
ses los que en la cam-
paña de Mandchuria
emplearon el sistema
de trincheras y forti-
lo, á pesar de que les cuesta una pérdida monstruosa ficaciones subterráneas, imitado ahora por los euro-
de hombres. peos.
El número inmenso de combatientes que componen Otra novedad de la presente guerra es la demos-
ahora los ejércitos obliga á extender el frente de ba
talla sobre centenares
y centenares de kiló-
metros, lo que hace más
complicada y difícil la
dirección del general
en jefe. Este debe or-
ganizar sus maniobras
sin someter su vohiii-
tad á la del enemigo.
La experiencia lia de-
mostrado que los gene-
rales que basan sus
maniobras sobre las
intenciones probables
del enemigo son derro-
tados casi siempre. El
general moderno debo
establecer su plan de
ataque sin preocuparse
de los proyectos del ad-
versario y estudiar úni-
camente éstos para obs-
taculizarlos é impedir
su realización, gracias
á un reparto hábil de
las tropas sobre el fren-
te y á un oportuno apro-
tración absoluta de la ineficacia de las grandes forti-
ENTRADA DB UNA TRINCHERA FRANCESA EN LA ARGONA
(Fots. Meurisse)
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
595
TRINCHERA ALEMANA TOMADA POR LAS TROPAS FRANCESAS EN VARREDDES
(Fot. Rol)
ficaciones. Las bate
rias de cemento arma-
do con cúpulas acoraza-
das quedan destruidas
en poco tiempo bajo el
fuego aplastante de los
monstruosos cañones
de sitio.
Las más sólidas obras
de fortiñcación son aho-
ra las trincheras, que
pueden recomponerse
fácilmente cuando las
destruyen los cañones
enemigos.
La única defensa efi-
caz de una plaza con-
siste en tener alrededor
de ella un valeroso ejér-
cito que con sus conti-
nuos combates la «dé
aire», manteniendo ale-
jados á los que inten-
tan sitiarla.
Los descubrimientos
cientificos más recien-
tes aplicados á la gue-
rra, como son la aviación y la navegación subma- blaremos extensamente al relatar las operaciones,
riña, han modificado considerablemente las condi- o
clones de la lucha en la tierra y en el mar. Pero La guerra hace triunfar momentáneamente la
sobre la actuación de aeroplanos y submarinos ha- fuerza sobre el derecho. En los tiempos bárbaros no
se reconocía ningún li-
mite al ejercicio de la
fuerza. Luego, al civi-
lizarse los pueblos, la
razón y la humanidad
fueron dulcificando po-
co á poco las costum-
bres antiguas.
Los alemanes de la
Alemania contemporá-
nea, que se considera
el pueblo más culto y
civilizado de la Histo-
ria, han tenido el triste
honor de restaurar la
guerra con todos los ho-
rrores y el salvajismo
de los tiempos pasados.
Nada tiene esto de
extraordinario si se re-
cuerda la profunda in-
moralidad de casi todos
los jurisconsultos, his-
toriadores, filósofos y
hombres de Estado, que
han contribuido en Ale-
mania á la formación
OFICIAL FRANCÉS OBSBRVANDO AL ENEMIGO DESDE UNA TRINCHERA
^Fot. Meuri886)
596
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
del ideal imperialista y á la constitución del panger-
raanisrao. Todos ellos, como lo hace notar el filósofo
Fouillée, se gozan en poner en oposición la teoría indi-
vidualista del derecho germánico y la idea socialista
de los pueblos latinos. Excluyen de la formación del
derecho toda finalidad superior y toda intervención
del libre ejercicio de las facultades humanas. El dere-
cho, según ellos, es el hijo de la fuerza, y tiene su
origen en el poder del individuo, sin límite alguno que
lo coarte. El Estado debe reconocer como su misión
principal el obligar á las masas á que respeten los
la paz eternamente.» Esta es la moral de los grandes
juristas de la nación alemana. Hay que resignarse
ante el hecho consumado, aunque sea injusto; hay que
sentir el respeto místico, la veneración de la fuerza
bruta, cuando el triunfo está del lado de ella. De este
modo la paz será eterna, la paz del esclavo que no se
atreve á revelarse contra el déspota. Fundando los
derechos del hombre y de las naciones sobre la fuerza
y no sobre el derecho, se justifican todos los arma-
mentos, todas las violencias, todos los odios, y se abre
un porvenir sin límites á la guerra. Los intelectuales
INEFICACIA DE LAS GRANDES FORTIFICACIONES
DBSTROZOS BN UN FUERTE DB MAUBEUGK
privilegios conquistados á viva fuerza por los que
están arriba. «Esto equivale — dice un autor — á hacer
de la injusticia, de la opi'esión y del bandolerismo la
base de las sociedades humanas.»
Un profesor alemán, Ikering, en un discurso pro-
nunciado en 1876 para celebrar el aniversario del em-
perador Guillermo, dijo así: «Todo derecho existente
y en vigor, sea como sea, es un hijo de la Historia, y
debemos inclinarnos con un sentimiento de veneración
ante toda fuerza que ha vencido, producto misterioso
de las fuerzas y las leyes morales que presiden y do-
minan los estallidos más salvajes de la guerra. La po-
tencia del vencedor; he aquí lo único que crea el dere-
cho y lo determina. Reconociendo y acatando este
principio es como la guerra podrá tener fin y reinar
prusianos que divinizan actualmente la fuerza y pre-
dican la sumisión ante el fuerte, olvidan que hace un
siglo su pueblo fué tiranizado por un super-hombre
más grandioso que los que ellos exaltan ahora, que
se llamaba Napoleón. Entonces Prusia no creyó en la
santidad del poder que reposa en la fuerza, y defen-
dió su derecho á la vida independiente.
Como dice un autor, «los alemanes llegados algo
tarde al banquete de la civilización estaban todavía
liipnotizados por los bárbaros esplendores de la fuer-
za cuando se constituyeron en nacionalidad. La gloria
de Napoleón los deslumhró y los deslumhra todavía».
Después de haber maldecido á su vencedor y haberse
desembarazado de él, sólo sueñan con imitarlo. Lejos
de sacar de la guerra y de sus horrores la única conse-
HISTORIA DE LA GUERRA EUROPEA DE 1914
597
cuencia lógica, ó sea que representa una locura huma-
na, los filósofos alemanes, á pesar de las enseñanzas
de la epopeya napoleónica, la califican de divina.
Hégel, cuya influencia fué grande en Alemania,
dice que la guerra es la afirmación más alta que un
Estado puede dar de su soberanía. En nada como en
el «realismo de la guerra» llega el Estado á su supre-
ma idealidad. La vida y las propiedades de los ciuda-
danos se encuentran subordinadas á la conservación
de la «substancia común», que es el Estado.
Como el Estado representa la fuerza, puede y debe
los siglos remotos. Los escritores militares de Alema-
nia proclaman descaradamente la guerra de extermi-
nio, la destrucción y el asesinato. Podríamos trans-
cribir numerosas citas extraídas de las obras de dichos
escritores, pero nos limitaremos á dos nada más, por
no repetir la misma idea bárbara manifestada con
diversas palabras.
«La guerra — escribe Clausewitz — no conoce más
que un medio: la fuerza. No debe aceptar otro me-
dio que la destrucción, las heridas, la muerte; y este
empleo de la fuerza brutal es de regla absoluta. El
ANTE EL PROGRESO DE LA ARTILLERÍA
UN FOBRTE DB BÉLOICA DESTROZADO POR LOS QRANDBS CAÑONES DE SITIO
usar de la fuerza para mantenerse y engrandecerse.
Hégel se burla de los tratados de paz de larga dura-
ción y considera que deben ser provisorios. «La razón
de Estado los firmó, y la razón de Estado puede rom-
perlos cuando quiera.» En cada momento de la Histo-
ria un pueblo dominador representa una fase del des-
envolvimiento de la ¡dea sólo por el hecho de haber
triunfado. Con este derecho gobernaron al mundo los
imperios orientales, después Crecía y luego Ruma.
Ahora, según Hégel, le ha llegado el turno á la raza
germánica de dominar al mundo.
«Todo lo que es real es racional», dice Hégel. Y
tales palabras significan la divinización del hecho
consumado, la justificación de todos los crímenes y
todas las infamias que figuran en la Historia desde
derecho de gentes, del que tienen la boca llena to-
dos los abogados, no puede imponer á la finalidad y al
derecho de la guerra más que restricciones insigni-
ficantes, ó mejor dicho, nulas... En la guerra toda idea
de filantropía es un error, un absurdo pernicioso... La
violencia, la brutalidad del combate, no deben reco-
nocer ninguna especie de limites.»
El mariscal Bronsart von Shellendorf, ministro de
la Guerra de Prusía, dijo asi: «Si los pueblos civiliza-
dos no arrancan la cabellera á los vencidos, no degüe-
llan á los prisioneros, no destruyen las ciudades y las
aldeas, no incendian las granjas y no lo devastan todo
á su paso, no es por humanidad, sino porque resulta
preferible exigir indemnizaciones al vencido y anexio-
narse los territorios ricos para que sigan produciendo. »
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VICENTE BLASCO IBANEZ
Este mariscal prusiano no presentía que el Estado
Mayor de su país podía considerar útil y oportuno
aterrar con toda clase de crímenes á los pueblos que
se resisten, como lo ha hecho en Bélgica y en el Nor-
te de Francia. En la presente guerra el soldado ale-
mán usa del derecho que tiene, según Shellendorf,
para asesinar al enemigo y destruirlo todo: derecho
del que no había querido hacer uso antes por una con-
sideración egoísta. Las ciudades incendiadas de Bél-
gica, los pueblos destruidos de Francia, los seres in-
defensos martirizados y fusilados, demuestran cómo
el guerrero germánico ha creído necesario hacer uso
de su derecho.
«Sólo con sangre — continúa el mariscal Shellen-
dorf— es como deben escribirse las cosas de la guerra.
Declaro que la próxima guerra será algo atroz y nun-
ca visto. Entre Alemania y Francia sólo es posible un
duelo á muerte. «Ser ó no ser», este es el problema
que se planteará en la próxima guerra, y sólo podrá
ser resuelto por la ruina definitiva de uno de los dos
antagonistas.»
Como contraste, cerremos este volumen con unas
palabras del general Joffre, soldado republicano que
hace la guerra por defender á su patria, pero deja en-
tender en sus palabras la tristeza que le infunde esta
cruel necesidad, impuesta por la barbarie siempre vi-
gilante de los enemigos.
«Pueden deplorarse — dice el generalísimo fran-
cés— esas horas trágicas en las que la sangre corre á
oleadas, en las que el fuego, el hierro, las fatigas y las
enfermedades destruyen miles de vidas liumanas. Pero
deplorando las desgracias, no se las evita.
»Los pueblos están sometidos á los mismos móvi-
les físicos que los hombres. La exaltación los trans-
forma, la pasión los domina, el interés los divide, un
largo pasado gravita sobre ellos. Los pueblos, en los
largos periodos de calma y de cordura, pueden tener
el sincero deseo, la firme voluntad de renunciar al uso
de la fuerza contra sus vecinos, de evitar los conflic-
tos con ellos, y si estos conflictos se producen, resol-
verlos pacíficamente. Pero de pronto surge un inci-
dente inesperado... la tormentase amontona, las bue-
nas relaciones se olvidan y todos corren á las armas.
¡Ay de aquellos que han caído en la trampa de las
generosas ilusiones! ¡Ay de aquellos que no están pre-
parados y prontos para defenderse!»
FIN DEL TOMO PRIMERO
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